An. et vol. CIV 6 Ianuarii 2012 N. 1 ACTA APOSTOLICAE SEDIS COMMENTARIUM OFFICIALE Directio: Palazzo Apostolico – Città del Vaticano – Administratio: Libreria Editrice Vaticana ACTA BENEDICTI PP. XVI HOMILIAE I Bicentenario Independentiae civitatum Australis et Regionis Caribicae Americae exeunte.* Queridos hermanos y hermanas: « La tierra ha dado su fruto ».1 En esta imagen del salmo que hemos escuchado, en el que se invita a todos los pueblos y naciones a alabar con júbilo al Señor que nos salva, los Padres de la Iglesia han sabido reconocer a la Virgen Marı́a y a Cristo, su Hijo: « La tierra es santa Marı́a, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán [...]. La tierra ha dado su fruto: primero produjo una flor [...]; luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra ».2 También nosotros hoy, exultando por el fruto de esta tierra, decimos: « Que te alaben, Señor, todos los pueblos ».3 Proclamamos el don * Die 12 Decembris 2011. 1 2 3 Sal 66, 7. S. Jerónimo, Breviarum in Psalm. 66: PL 26, 1010-1011. Sal 66, 4. 6. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 2 de la redención alcanzada por Cristo, y en Cristo, reconocemos su poder y majestad divina. Animado por estos sentimientos, saludo con afecto fraterno a los señores cardenales y obispos que nos acompañan, a las diversas representaciones diplomáticas, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, ası́ como a los grupos de fieles congregados en esta Bası́lica de San Pedro para celebrar con gozo la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre y Estrella de la Evangelización de América. Tengo igualmente presentes a todos los que se unen espiritualmente y oran a Dios con nosotros por los diversos paı́ses latinoamericanos y del Caribe, muchos de los cuales durante este tiempo festejan el Bicentenario de su independencia, y que, más allá de los aspectos históricos, sociales y polı́ticos de los hechos, renuevan al Altı́simo la gratitud por el gran don de la fe recibida, una fe que anuncia el Misterio redentor de la muerte y resurrección de Jesucristo, para que todos los pueblos de la tierra en Él tengan vida. El Sucesor de Pedro no podı́a dejar pasar esta efeméride sin hacer presente la alegrı́a de la Iglesia por los copiosos dones que Dios en su infinita bondad ha derramado durante estos años en esas amadı́simas naciones, que tan entrañablemente invocan a Marı́a Santı́sima. La venerada imagen de la Morenita del Tepeyac, de rostro dulce y sereno, impresa en la tilma del indio san Juan Diego, se presenta como « la siempre Virgen Marı́a, Madre del verdadero Dios por quien se vive ».4 Ella evoca a la « mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza, que está encinta » 5 y señala la presencia del Salvador a su población indı́gena y mestiza. Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza. O Magnificat, que proclamamos no Evangelho, é « o cântico da Mãe de Deus e o da Igreja, cântico da Filha de Sião e do novo Povo de Deus, cântico de ação de graças pela plenitude de graças distribuı́das na Economia da salvação, cântico dos “pobres”, cuja esperança é satisfeita pela realização das promessas feitas a nossos pais ».6 Em um gesto de reconhecimento ao 4 5 6 De la lectura del Oficio. Nicán Mopohua, 12ª ed., México, D.F., 1971, 3-19. Ap 12, 1-2. Catecismo da Igreja Católica, 2619. Acta Benedicti Pp. XVI 3 seu Senhor e de humildade da sua serva, a Virgem Maria eleva a Deus o louvor por tudo o que Ele fez em favor do seu povo Israel. Deus é Aquele que merece toda a honra e glória, o Poderoso que fez maravilhas por sua fiel servidora e que hoje continua mostrando o seu amor por todos os homens, particularmente aqueles que enfrentam duras provas. « Mira que tu Rey viene hacia ti; Él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno »,7 hemos escuchado en la primera lectura. Desde la encarnación del Verbo, el Misterio divino se revela en el acontecimiento de Jesucristo, que es contemporáneo a toda persona humana en cualquier tiempo y lugar por medio de la Iglesia, de la que Marı́a es Madre y modelo. Por eso, nosotros podemos hoy continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos y del mundo entero, manifestando su presencia en el Hijo y la efusión de su Espı́ritu como novedad de vida personal y comunitaria. Dios ha ocultado estas cosas a « sabios y entendidos », dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón.8 Por su « sı́ » a la llamada de Dios, la Virgen Marı́a manifiesta entre los hombres el amor divino. En este sentido, Ella, con sencillez y corazón de madre, sigue indicando la única Luz y la única Verdad: su Hijo Jesucristo, que « es la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano ».9 Asimismo, Ella « continúa alcan- zándonos por su constante intercesión los dones de la eterna salvación Con amor maternal cuida de los hermanos de su Hijo que todavı́a peregrinan y se debaten entre peligros y angustias hasta que sean llevados a la patria feliz ».10 Actualmente, mientras se conmemora en diversos lugares de América Latina el Bicentenario de su independencia, el camino de la integración en ese querido continente avanza, a la vez que se advierte su nuevo protagonismo emergente en el concierto mundial. En estas circunstancias, es importante que sus diversos pueblos salvaguarden su rico tesoro de fe y su dinamismo 7 8 9 10 Zc 9, 9. Cfr Mt 11, 25. Exhort. Ap. postsinodal Ecclesia in America, 10. Lumen gentium, 62. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 4 histórico-cultural, siendo siempre defensores de la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural y promotores de la paz; han de tutelar igualmente la familia en su genuina naturaleza y misión, intensificando al mismo tiempo una vasta y capilar tarea educativa que prepare rectamente a las personas y las haga conscientes de sus capacidades, de modo que afronten digna y responsablemente su destino. Están llamados asimismo a fomentar cada vez más iniciativas acertadas y programas efectivos que propicien la reconciliación y la fraternidad, incrementen la solidaridad y el cuidado del medio ambiente, vigorizando a la vez los esfuerzos para superar la miseria, el analfabetismo y la corrupción y erradicar toda injusticia, violencia, criminalidad, inseguridad ciudadana, narcotráfico y extorsión. Cuando la Iglesia se preparaba para recordar el quinto centenario de la plantatio de la Cruz de Cristo en la buena tierra del continente americano, el beato Juan Pablo II formuló en su suelo, por primera vez, el programa de una evangelización nueva, nueva « en su ardor, en sus métodos, en su expresión ».11 Desde mi responsabilidad de confirmar en la fe, también yo deseo animar el afán apostólico que actualmente impulsa y pretende la « misión continental » promovida en Aparecida, para que « la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo ».12 Ası́ se multiplicarán los auténticos discı́pulos y misioneros del Señor y se renovará la vocación de Latinoamérica y el Caribe a la esperanza. Que la luz de Dios brille, pues, cada vez más en la faz de cada uno de los hijos de esa amada tierra y que su gracia redentora oriente sus decisiones, para que continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia. Con estos vivos deseos, y sostenido por el auxilio de la providencia divina, tengo la intención de emprender un Viaje apostólico antes de la santa Pascua a México y Cuba, para proclamar allı́ la Palabra de Cristo y se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente. Encomiendo todos estos propósitos a la amorosa mediación de Santa Marı́a de Guadalupe, nuestra Madre del cielo, ası́ como los actuales destinos 11 Cfr Discurso a la Asamblea del CELAM, 9 marzo 1983, III: AAS 75, 1983, 778. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, 13. 12 Acta Benedicti Pp. XVI 5 de las naciones latinoamericanas y caribeñas y el camino que están recorriendo hacia un mañana mejor. Invoco igualmente sobre ellas la intercesión de tantos santos y beatos que el Espı́ritu ha suscitado a lo largo y ancho de la historia de ese continente, ofreciendo modelos heroicos de virtudes cristianas en la diversidad de estados de vida y de ambientes sociales, para que su ejemplo favorezca cada vez más una nueva evangelización bajo la mirada de Cristo, Salvador del hombre y fuerza de su vida. Amen. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 6 II In Sollemnitate Natalis Domini.* Cari fratelli e sorelle, La lettura tratta dalla Lettera di san Paolo Apostolo a Tito, che abbiamo appena ascoltato, inizia solennemente con la parola « apparuit », che ritorna poi di nuovo anche nella lettura della Messa dell’aurora: apparuit – « è apparso ». È questa una parola programmatica con cui la Chiesa, in modo riassuntivo, vuole esprimere l’essenza del Natale. Prima, gli uomini avevano parlato e creato immagini umane di Dio in molteplici modi. Dio stesso aveva parlato in diversi modi agli uomini.1 Ma ora è avvenuto qualcosa di più: Egli è apparso. Si è mostrato. È uscito dalla luce inaccessibile in cui dimora. Egli stesso è venuto in mezzo a noi. Questa era per la Chiesa antica la grande gioia del Natale: Dio è apparso. Non è più soltanto un’idea, non soltanto qualcosa da intuire a partire dalle parole. Egli è « apparso ». Ma ora ci domandiamo: Come è apparso? Chi è Lui veramente? La lettura della Messa dell’aurora dice al riguardo: « apparvero la bontà di Dio ... e il suo amore per gli uomini ».2 Per gli uomini del tempo precristiano, che di fronte agli orrori e alle contraddizioni del mondo temevano che anche Dio non fosse del tutto buono, ma potesse senz’altro essere anche crudele ed arbitrario, questa era una vera « epifania », la grande luce che ci è apparsa: Dio è pura bontà. Anche oggi, persone che non riescono più a riconoscere Dio nella fede si domandano se l’ultima potenza che fonda e sorregge il mondo sia veramente buona, o se il male non sia altrettanto potente ed originario quanto il bene e il bello, che in attimi luminosi incontriamo nel nostro cosmo. « Apparvero la bontà di Dio ... e il suo amore per gli uomini »: questa è una nuova e consolante certezza che ci viene donata a Natale. In tutte e tre le Messe del Natale la liturgia cita un brano tratto dal Libro del Profeta Isaia, che descrive ancora più concretamente l’epifania avvenuta a Natale: « Un bambino è nato per noi, ci è stato dato un figlio. Sulle sue spalle è il potere e il suo nome sarà: Consigliere mirabile, Dio potente, Padre per sempre, Principe della pace. Grande sarà il suo potere e la pace non avrà * Die 24 Decembris 2011. 1 2 Cfr Eb 1, 1: lettura nella Messa del giorno. Tt 3, 4. Acta Benedicti Pp. XVI 7 fine ».3 Non sappiamo se il profeta con questa parola abbia pensato a un qualche bambino nato nel suo periodo storico. Sembra però impossibile. Questo è l’unico testo nell’Antico Testamento in cui di un bambino, di un essere umano si dice: il suo nome sarà Dio potente, Padre per sempre. Siamo di fronte ad una visione che va di gran lunga al di là del momento storico verso ciò che è misterioso, collocato nel futuro. Un bambino, in tutta la sua debolezza, è Dio potente. Un bambino, in tutta la sua indigenza e dipendenza, è Padre per sempre. « E la pace non avrà fine ». Il profeta ne aveva prima parlato come di « una grande luce » e a proposito della pace proveniente da Lui aveva affermato che il bastone dell’aguzzino, ogni calzatura di soldato che marcia rimbombando, ogni mantello intriso di sangue sarebbero stati bruciati.4 Dio è apparso — come bambino. Proprio cosı̀ Egli si contrappone ad ogni violenza e porta un messaggio che è pace. In questo momento, in cui il mondo è continuamente minacciato dalla violenza in molti luoghi e in molteplici modi; in cui ci sono sempre di nuovo bastoni dell’aguzzino e mantelli intrisi di sangue, gridiamo al Signore: Tu, il Dio potente, sei apparso come bambino e ti sei mostrato a noi come Colui che ci ama e mediante il quale l’amore vincerà. E ci hai fatto capire che, insieme con Te, dobbiamo essere operatori di pace. Amiamo il Tuo essere bambino, la Tua non violenza, ma soffriamo per il fatto che la violenza perdura nel mondo, e cosı̀ Ti preghiamo anche: dimostra la Tua potenza, o Dio. In questo nostro tempo, in questo nostro mondo, fa’ che i bastoni dell’aguzzino, i mantelli intrisi di sangue e gli stivali rimbombanti dei soldati vengano bruciati, cosı̀ che la Tua pace vinca in questo nostro mondo. Natale è epifania — il manifestarsi di Dio e della sua grande luce in un bambino che è nato per noi. Nato nella stalla di Betlemme, non nei palazzi dei re. Quando, nel 1223, San Francesco di Assisi celebrò a Greccio il Natale con un bue e un asino e una mangiatoia piena di fieno, si rese visibile una nuova dimensione del mistero del Natale. Francesco di Assisi ha chiamato il Natale « la festa delle feste » — più di tutte le altre solennità — e l’ha celebrato con « ineffabile premura ».5 Baciava con grande devozione le immagini del bambinello e balbettava parole di dolcezza alla maniera dei bambini, ci racconta 3 4 5 Is 9, 5s. Cfr Is 9, 1.3-4. 2 Celano, 199: Fonti Francescane, 787. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 8 Tommaso da Celano.6 Per la Chiesa antica, la festa delle feste era la Pasqua: nella risurrezione, Cristo aveva sfondato le porte della morte e cosı̀ aveva radicalmente cambiato il mondo: aveva creato per l’uomo un posto in Dio stesso. Ebbene, Francesco non ha cambiato, non ha voluto cambiare questa gerarchia oggettiva delle feste, l’interna struttura della fede con il suo centro nel mistero pasquale. Tuttavia, attraverso di lui e mediante il suo modo di credere è accaduto qualcosa di nuovo: Francesco ha scoperto in una profondità tutta nuova l’umanità di Gesù. Questo essere uomo da parte di Dio gli si rese evidente al massimo nel momento in cui il Figlio di Dio, nato dalla Vergine Maria, fu avvolto in fasce e venne posto in una mangiatoia. La risurrezione presuppone l’incarnazione. Il Figlio di Dio come bambino, come vero figlio di uomo — questo toccò profondamente il cuore del Santo di Assisi, trasformando la fede in amore. « Apparvero la bontà di Dio e il suo amore per gli uomini »: questa frase di san Paolo acquistava cosı̀ una profondità tutta nuova. Nel bambino nella stalla di Betlemme, si può, per cosı̀ dire, toccare Dio e accarezzarlo. Cosı̀ l’anno liturgico ha ricevuto un secondo centro in una festa che è, anzitutto, una festa del cuore. Tutto ciò non ha niente di sentimentalismo. Proprio nella nuova esperienza della realtà dell’umanità di Gesù si rivela il grande mistero della fede. Francesco amava Gesù, il bambino, perché in questo essere bambino gli si rese chiara l’umiltà di Dio. Dio è diventato povero. Il suo Figlio è nato nella povertà della stalla. Nel bambino Gesù, Dio si è fatto dipendente, bisognoso dell’amore di persone umane, in condizione di chiedere il loro — il nostro — amore. Oggi il Natale è diventato una festa dei negozi, il cui luccichio abbagliante nasconde il mistero dell’umiltà di Dio, la quale ci invita all’umiltà e alla semplicità. Preghiamo il Signore di aiutarci ad attraversare con lo sguardo le facciate luccicanti di questo tempo fino a trovare dietro di esse il bambino nella stalla di Betlemme, per scoprire cosı̀ la vera gioia e la vera luce. Sulla mangiatoia, che stava tra il bue e l’asino, Francesco faceva celebrare la santissima Eucaristia.7 Successivamente, sopra questa mangiatoia venne costruito un altare, affinché là dove un tempo gli animali avevano mangiato il fieno, ora gli uomini potessero ricevere, per la salvezza dell’anima e del corpo, la carne dell’Agnello immacolato Gesù Cristo, come racconta il 6 7 Ivi. Cfr 1 Celano, 85: Fonti, 469. Acta Benedicti Pp. XVI 9 Celano.8 Nella Notte santa di Greccio, Francesco quale diacono aveva personalmente cantato con voce sonora il Vangelo del Natale. Grazie agli splendidi canti natalizi dei frati, la celebrazione sembrava tutta un sussulto di gioia.9 Proprio l’incontro con l’umiltà di Dio si trasformava in gioia: la sua bontà crea la vera festa. Chi oggi vuole entrare nella chiesa della Natività di Gesù a Betlemme, scopre che il portale, che un tempo era alto cinque metri e mezzo e attraverso il quale gli imperatori e i califfi entravano nell’edificio, è stato in gran parte murato. È rimasta soltanto una bassa apertura di un metro e mezzo. L’intenzione era probabilmente di proteggere meglio la chiesa contro eventuali assalti, ma soprattutto di evitare che si entrasse a cavallo nella casa di Dio. Chi desidera entrare nel luogo della nascita di Gesù, deve chinarsi. Mi sembra che in ciò si manifesti una verità più profonda, dalla quale vogliamo lasciarci toccare in questa Notte santa: se vogliamo trovare il Dio apparso quale bambino, allora dobbiamo scendere dal cavallo della nostra ragione « illuminata ». Dobbiamo deporre le nostre false certezze, la nostra superbia intellettuale, che ci impedisce di percepire la vicinanza di Dio. Dobbiamo seguire il cammino interiore di san Francesco — il cammino verso quell’estrema semplicità esteriore ed interiore che rende il cuore capace di vedere. Dobbiamo chinarci, andare spiritualmente, per cosı̀ dire, a piedi, per poter entrare attraverso il portale della fede ed incontrare il Dio che è diverso dai nostri pregiudizi e dalle nostre opinioni: il Dio che si nasconde nell’umiltà di un bimbo appena nato. Celebriamo cosı̀ la liturgia di questa Notte santa e rinunciamo a fissarci su ciò che è materiale, misurabile e toccabile. Lasciamoci rendere semplici da quel Dio che si manifesta al cuore diventato semplice. E preghiamo in quest’ora anzitutto anche per tutti coloro che devono vivere il Natale in povertà, nel dolore, nella condizione di migranti, affinché appaia loro un raggio della bontà di Dio; affinché tocchi loro e noi quella bontà che Dio, con la nascita del suo Figlio nella stalla, ha voluto portare nel mondo. Amen. 8 9 Cfr 1 Celano, 87: Fonti, 471. Cfr 1 Celano, 85 e 86: Fonti, 469 e 470. 10 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale III Te Deum ad gratias Ipsi reddenda exeunte anno 2011.* Signori Cardinali, venerati Fratelli nell’Episcopato e nel Presbiterato, distinte Autorità, cari fratelli e sorelle! Siamo raccolti nella Basilica Vaticana per celebrare i Primi Vespri della solennità di Maria Santissima Madre di Dio e per rendere grazie al Signore al termine dell’anno, cantando insieme il Te Deum. Ringrazio voi tutti che avete voluto unirvi a me in questa circostanza sempre densa di sentimenti e di significato. Saluto in primo luogo i Signori Cardinali, i venerati Fratelli nell’Episcopato e nel Presbiterato, i religiosi e le religiose, le persone consacrate ed i fedeli laici che rappresentano l’intera comunità ecclesiale di Roma. In modo speciale saluto le Autorità presenti, ad iniziare dal Sindaco di Roma, ringraziandolo per il dono del calice che, secondo una bella tradizione, ogni anno si rinnova. Auspico di cuore che non manchi l’impegno di tutti affinché il volto della nostra Città sia sempre più consono ai valori di fede, di cultura e di civiltà che appartengono alla sua vocazione e alla sua storia millenaria. Un altro anno si avvia a conclusione mentre ne attendiamo uno nuovo: con la trepidazione, i desideri e le attese di sempre. Se si pensa all’esperienza della vita, si rimane stupiti di quanto in fondo essa sia breve e fugace. Per questo, non poche volte si è raggiunti dall’interrogativo: quale senso possiamo dare ai nostri giorni? Quale senso, in particolare, possiamo dare ai giorni di fatica e di dolore? Questa è una domanda che attraversa la storia, anzi attraversa il cuore di ogni generazione e di ogni essere umano. Ma a questa domanda c’è una risposta: è scritta nel volto di un Bambino che duemila anni fa è nato a Betlemme e che oggi è il Vivente, per sempre risorto da morte. Nel tessuto dell’umanità lacerato da tante ingiustizie, cattiverie e violenze, irrompe in maniera sorprendente la novità gioiosa e liberatrice di Cristo Salvatore, che nel mistero della sua Incarnazione e della sua Nascita ci fa contemplare la bontà e la tenerezza di Dio. Dio eterno è entrato nella nostra storia e rimane presente in modo unico nella persona di Gesù, il suo Figlio fatto uomo, il nostro Salvatore, venuto sulla terra per rinnovare radicalmente * Die 31 Decembris 2011. Acta Benedicti Pp. XVI 11 l’umanità e liberarla dal peccato e dalla morte, per elevare l’uomo alla dignità di figlio di Dio. Il Natale non richiama solo il compimento storico di questa verità che ci riguarda direttamente, ma, in modo misterioso e reale, ce la dona di nuovo. Come è suggestivo, in questo tramonto di un anno, riascoltare l’annuncio gioioso che l’apostolo Paolo rivolgeva ai cristiani della Galazia: « Quando venne la pienezza del tempo, Dio mandò il suo Figlio, nato da donna, nato sotto la legge, per riscattare coloro che erano sotto la legge, perché ricevessimo l’adozione a figli ».1 Queste parole raggiungono il cuore della storia di tutti e la illuminano, anzi la salvano, perché dal giorno del Natale del Signore è venuta a noi la pienezza del tempo. Non c’è, dunque, più spazio per l’angoscia di fronte al tempo che scorre e non ritorna; c’è adesso lo spazio per una illimitata fiducia in Dio, da cui sappiamo di essere amati, per il quale viviamo e al quale la nostra vita è orientata in attesa del suo definitivo ritorno. Da quando il Salvatore è disceso dal Cielo, l’uomo non è più schiavo di un tempo che passa senza un perché, o che è segnato dalla fatica, dalla tristezza, dal dolore. L’uomo è figlio di un Dio che è entrato nel tempo per riscattare il tempo dal non senso o dalla negatività e che ha riscattato l’umanità intera, donandole come nuova prospettiva di vita l’amore, che è eterno. La Chiesa vive e professa questa verità ed intende proclamarla ancora oggi con rinnovato vigore spirituale. In questa celebrazione abbiamo speciali ragioni di lodare Dio per il suo mistero di salvezza, operante nel mondo mediante il ministero ecclesiale. Abbiamo tanti motivi di ringraziamento al Signore per ciò che la nostra comunità ecclesiale, nel cuore della Chiesa universale, compie al servizio del Vangelo in questa Città. A tale proposito, unitamente al Cardinale Vicario, Agostino Vallini, ai Vescovi Ausiliari, ai Parroci e all’intero presbiterio diocesano, desidero ringraziare il Signore, in particolare, per il promettente cammino comunitario volto ad adeguare alle esigenze del nostro tempo la pastorale ordinaria, attraverso il progetto « Appartenenza ecclesiale e corresponsabilità pastorale ». Esso ha l’obiettivo di porre l’evangelizzazione al primo posto, al fine di rendere più responsabile e fruttuosa la partecipazione dei fedeli ai Sacramenti, cosı̀ che ciascuno possa parlare di Dio all’uomo contemporaneo e annunciare con incisività il Vangelo a quanti non lo hanno mai conosciuto o lo hanno dimenticato. 1 Gal 4, 4-5. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 12 La quaestio fidei è la sfida pastorale prioritaria anche per la Diocesi di Roma. I discepoli di Cristo sono chiamati a far rinascere in se stessi e negli altri la nostalgia di Dio e la gioia di viverlo e di testimoniarlo, a partire dalla domanda sempre molto personale: perché credo? Occorre dare il primato alla verità, accreditare l’alleanza tra fede e ragione come due ali con cui lo spirito umano si innalza alla contemplazione della Verità; 2 rendere fecondo il dialogo tra cristianesimo e cultura moderna; far riscoprire la bellezza e l’attualità della fede non come atto a sé, isolato, che interessa qualche momento della vita, ma come orientamento costante, anche delle scelte più semplici, che conduce all’unità profonda della persona rendendola giusta, operosa, benefica, buona. Si tratta di ravvivare una fede che fondi un nuovo umanesimo capace di generare cultura e impegno sociale. In questo quadro di riferimento, nel Convegno diocesano dello scorso giugno la Diocesi di Roma ha avviato un percorso di approfondimento sull’iniziazione cristiana e sulla gioia di generare nuovi cristiani alla fede. Annunciare la fede nel Verbo fatto carne, infatti, è il cuore della missione della Chiesa e l’intera comunità ecclesiale deve riscoprire con rinnovato ardore missionario questo compito imprescindibile. Soprattutto le giovani generazioni, che avvertono maggiormente il disorientamento accentuato anche dall’attuale crisi non solo economica ma anche di valori, hanno bisogno di riconoscere in Gesù Cristo « la chiave, il centro e il fine di tutta la storia umana ».3 I genitori sono i primi educatori alla fede dei loro figli fin dalla più tenera età; pertanto è necessario sostenere le famiglie nella loro missione educativa attraverso opportune iniziative. In pari tempo, è auspicabile che il cammino battesimale, prima tappa dell’itinerario formativo dell’iniziazione cristiana, oltre a favorire la consapevole e degna preparazione alla celebrazione del Sacramento, ponga adeguata attenzione agli anni immediatamente successivi al Battesimo, con appositi itinerari che tengano conto delle condizioni di vita che le famiglie devono affrontare. Incoraggio quindi le comunità parrocchiali e le altre realtà ecclesiali a proseguire con impegno nella riflessione per promuovere una migliore comprensione e recezione dei Sacramenti attraverso i quali l’uomo è reso partecipe della vita stessa di Dio. Non manchino alla Chiesa di Roma fedeli laici pronti ad offrire il proprio contributo per edificare comunità vive, che permettano alla Parola di Dio di irrompere nel cuore di 2 3 Cfr Giovanni Paolo II, Enc. Fides et ratio, Prologo. Conc. Vat. II, Cost. Gaudium et spes, 10. Acta Benedicti Pp. XVI 13 quanti ancora non hanno conosciuto il Signore o si sono allontanati da Lui. Al tempo stesso, è opportuno creare occasioni di incontro con la Città, che consentano un proficuo dialogo con quanti sono alla ricerca della Verità. Cari amici, dal momento che Dio ha mandato il suo Figlio unigenito, perché noi potessimo ottenere la figliolanza adottiva,4 non può esistere per noi compito più grande di quello di essere totalmente al servizio del progetto divino. A tale proposito desidero incoraggiare e ringraziare tutti i fedeli della Diocesi di Roma, che sentono la responsabilità di ridonare un’anima a questa nostra società. Grazie a voi, famiglie romane, prime e fondamentali cellule della società! Grazie ai membri delle molte Comunità, delle Associazioni e dei Movimenti impegnati ad animare la vita cristiana della nostra Città! « Te Deum laudamus! » Noi ti lodiamo, Dio! La Chiesa ci suggerisce di non terminare l’anno senza rivolgere al Signore il nostro ringraziamento per tutti i suoi benefici. È in Dio che deve terminare l’ultima nostra ora, l’ultima ora del tempo e della storia. Dimenticare questo fine della nostra vita significherebbe cadere nel vuoto, vivere senza senso. Per questo la Chiesa pone sulle nostre labbra l’antico inno Te Deum. È un inno pieno della sapienza di tante generazioni cristiane, che sentono il bisogno di rivolgere in alto il loro cuore, nella consapevolezza che siamo tutti nelle mani piene di misericordia del Signore. « Te Deum laudamus! ». Cosı̀ canta anche la Chiesa che è in Roma, per le meraviglie che Dio ha operato e opera in essa. Con l’animo colmo di gratitudine ci disponiamo a varcare la soglia del 2012, ricordando che il Signore veglia su di noi e ci custodisce. A Lui questa sera vogliamo affidare il mondo intero. Mettiamo nelle sue mani le tragedie di questo nostro mondo e gli offriamo anche le speranze per un futuro migliore. Deponiamo questi voti nelle mani di Maria, Madre di Dio, Salus Populi Romani. Amen. 4 Cfr Gal 4, 5. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 14 IV In Sanctae Dei Genetricis Mariae Sollemnitate.* Cari fratelli e sorelle! Nel primo giorno dell’anno, la liturgia fa risuonare in tutta la Chiesa sparsa nel mondo l’antica benedizione sacerdotale, che abbiamo ascoltato nella prima Lettura: « Ti benedica il Signore e ti custodisca. Il Signore faccia risplendere per te il suo volto e ti faccia grazia. Il Signore rivolga a te il suo volto e ti conceda pace ».1 Questa benedizione fu affidata da Dio, tramite Mosè, ad Aronne e ai suoi figli, cioè ai sacerdoti del popolo d’Israele. È un triplice augurio pieno di luce, che promana dalla ripetizione del nome di Dio, il Signore, e dall’immagine del suo volto. In effetti, per essere benedetti bisogna stare alla presenza di Dio, ricevere su di sé il suo Nome e rimanere nel cono di luce che parte dal suo Volto, nello spazio illuminato dal suo sguardo, che diffonde grazia e pace. Questa è l’esperienza che hanno fatto anche i pastori di Betlemme, che compaiono ancora nel Vangelo di oggi. Hanno fatto l’esperienza di stare alla presenza di Dio, della sua benedizione non nella sala di un maestoso palazzo, al cospetto di un grande sovrano, bensı̀ in una stalla, davanti ad un « bambino adagiato nella mangiatoia ».2 Proprio da quel Bambino si irradia una luce nuova, che risplende nel buio della notte, come possiamo vedere in tanti dipinti che raffigurano la Natività di Cristo. È da Lui, ormai, che viene la benedizione: dal suo nome — Gesù, che significa « Dio salva » — e dal suo volto umano, in cui Dio, l’Onnipotente Signore del cielo e della terra, ha voluto incarnarsi, nascondere la sua gloria sotto il velo della nostra carne, per rivelarci pienamente la sua bontà.3 La prima ad essere ricolmata di questa benedizione è stata Maria, la vergine, sposa di Giuseppe, che Dio ha prescelto dal primo istante della sua esistenza per essere la madre del suo Figlio fatto uomo. Lei è la « benedetta fra le donne » 4 — come la saluta santa Elisabetta. Tutta la sua vita è nella luce del Signore, nel raggio d’azione del nome e del volto di Dio incarnato in Gesù, * Die 1 Ianuarii 2012. 1 2 3 4 Nm 6, 24-26. Lc 2, 16. Cfr Tt 3, 4. Lc 1, 42. Acta Benedicti Pp. XVI 15 il « frutto benedetto del [suo] grembo ». Cosı̀ ce la presenta il Vangelo di Luca: tutta intenta a custodire e meditare nel suo cuore ogni cosa riguardante il suo figlio Gesù.5 Il mistero della sua divina maternità, che oggi celebriamo, contiene in misura sovrabbondante quel dono di grazia che ogni maternità umana porta con sé, tanto che la fecondità del grembo è sempre stata associata alla benedizione di Dio. La Madre di Dio è la prima benedetta ed è Colei che porta la benedizione; è la donna che ha accolto Gesù in sé e lo ha dato alla luce per tutta la famiglia umana. Come prega la Liturgia: « sempre intatta nella sua gloria verginale, ha irradiato sul mondo la luce eterna, Gesù Cristo nostro Signore ».6 Maria è madre e modello della Chiesa, che accoglie nella fede la divina Parola e si offre a Dio come « terra buona » in cui Egli può continuare a compiere il suo mistero di salvezza. Anche la Chiesa partecipa al mistero della divina maternità, mediante la predicazione, che sparge nel mondo il seme del Vangelo, e mediante i Sacramenti, che comunicano agli uomini la grazia e la vita divina. In particolare nel sacramento del Battesimo la Chiesa vive questa maternità, quando genera i figli di Dio dall’acqua e dallo Spirito Santo, il quale in ciascuno di essi grida: « Abbà! Padre! ».7 Come Maria, la Chiesa è mediatrice della benedizione di Dio per il mondo: la riceve accogliendo Gesù e la trasmette portando Gesù. È Lui la misericordia e la pace che il mondo da sé non può darsi e di cui ha bisogno sempre, come e più del pane. Cari amici, la pace, nel suo senso più pieno e più alto, è la somma e la sintesi di tutte le benedizioni. Per questo quando due persone amiche si incontrano si salutano augurandosi vicendevolmente la pace. Anche la Chiesa, nel primo giorno dell’anno, invoca in modo speciale questo bene sommo, e lo fa, come la Vergine Maria, mostrando a tutti Gesù, perché, come afferma l’apostolo Paolo, « Egli è la nostra pace »,8 e al tempo stesso è la « via » attraverso la quale gli uomini e i popoli possono raggiungere questa meta, a cui tutti aspiriamo. Portando dunque nel cuore questo profondo desiderio, sono lieto di accogliere e di salutare tutti voi, che nell’odierna XLV Giornata Mondiale della Pace siete convenuti nella Basilica di San Pietro: i Signori Cardinali; gli Ambasciatori di tanti Paesi amici, che, più che mai in questa lieta occasione, condividono con me e con la Santa Sede la volontà di rinno5 6 7 8 Cfr Lc 2, 19.51. Prefazio della B.V. Maria I. Gal 4, 6. Ef 2, 14. 16 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale vare l’impegno per la promozione della pace nel mondo; il Presidente del Pontificio Consiglio della Giustizia e della Pace, che con il Segretario e i Collaboratori lavorano in modo speciale per questa finalità; gli altri Presuli ed Autorità presenti; i rappresentanti di Associazioni e Movimenti ecclesiali e tutti voi, fratelli e sorelle, in particolare quanti tra voi lavorano nel campo dell’educazione dei giovani. Infatti — come sapete — la prospettiva educativa è quella che ho seguito nel mio Messaggio di quest’anno. « Educare i giovani alla giustizia e alla pace » è compito che riguarda ogni generazione, e, grazie a Dio, la famiglia umana, dopo le tragedie delle due grandi guerre mondiali, ha mostrato di esserne sempre più consapevole, come attestano, da una parte, dichiarazioni e iniziative internazionali e, dall’altra, l’affermarsi tra i giovani stessi, negli ultimi decenni, di tante e diverse forme di impegno sociale in questo campo. Per la Comunità ecclesiale educare alla pace rientra nella missione ricevuta da Cristo, fa parte integrante dell’evangelizzazione, perché il Vangelo di Cristo è anche il Vangelo della giustizia e della pace. Ma la Chiesa, negli ultimi tempi, si è fatta interprete di una esigenza che coinvolge tutte le coscienze più sensibili e responsabili per le sorti dell’umanità: l’esigenza di rispondere ad una sfida decisiva che è appunto quella educativa. Perché « sfida »? Almeno per due motivi: in primo luogo, perché nell’era attuale, fortemente caratterizzata dalla mentalità tecnologica, voler educare e non solo istruire non è scontato, ma è una scelta; in secondo luogo, perché la cultura relativista pone una questione radicale: ha ancora senso educare?, e poi educare a che cosa? Naturalmente non possiamo ora affrontare queste domande di fondo, alle quali ho cercato di rispondere in altre occasioni. Vorrei invece sottolineare che, di fronte alle ombre che oggi oscurano l’orizzonte del mondo, assumersi la responsabilità di educare i giovani alla conoscenza della verità, ai valori fondamentali dell’esistenza, alle virtù intellettuali, teologali e morali, significa guardare al futuro con speranza. E in questo impegno per un’educazione integrale, entra anche la formazione alla giustizia e alla pace. I ragazzi e le ragazze di oggi crescono in un mondo che è diventato, per cosı̀ dire, più piccolo, dove i contatti tra le differenti culture e tradizioni, anche se non sempre diretti, sono costanti. Per loro, oggi più che mai, è indispensabile imparare il valore e il metodo della convivenza pacifica, del rispetto reciproco, del dialogo e della comprensione. I giovani sono per loro natura aperti a questi atteggiamenti, ma proprio la realtà sociale in cui crescono può portarli a pensare e ad agire in modo opposto, persino intollerante e violento. Solo una Acta Benedicti Pp. XVI 17 solida educazione della loro coscienza può metterli al riparo da questi rischi e renderli capaci di lottare sempre e soltanto contando sulla forza della verità e del bene. Questa educazione parte dalla famiglia e si sviluppa nella scuola e nelle altre esperienze formative. Si tratta essenzialmente di aiutare i bambini, i ragazzi, gli adolescenti, a sviluppare una personalità che unisca un profondo senso della giustizia con il rispetto dell’altro, con la capacità di affrontare i conflitti senza prepotenza, con la forza interiore di testimoniare il bene anche quando costa sacrificio, con il perdono e la riconciliazione. Cosı̀ potranno diventare uomini e donne veramente pacifici e costruttori di pace. In quest’opera educativa verso le nuove generazioni, una responsabilità particolare spetta anche alle comunità religiose. Ogni itinerario di autentica formazione religiosa accompagna la persona, fin dalla più tenera età, a conoscere Dio, ad amarlo e a fare la sua volontà. Dio è amore, è giusto e pacifico, e chi vuole onorarlo deve anzitutto comportarsi come un figlio che segue l’esempio del padre. Un Salmo afferma: « Il Signore compie cose giuste, / difende i diritti di tutti gli oppressi. ... Misericordioso e pietoso è il Signore, / lento all’ira e grande nell’amore ».9 In Dio giustizia e misericordia convivono perfettamente, come Gesù ci ha dimostrato con la testimonianza della sua vita. In Gesù « amore e verità » si sono incontrati, « giustizia e pace » si sono baciate.10 In questi giorni la Chiesa celebra il grande mistero dell’Incarnazione: la verità di Dio è germogliata dalla terra e la giustizia si è affacciata dal cielo, la terra ha dato il suo frutto.11 Dio ci ha parlato nel suo Figlio Gesù. Ascoltiamo che cosa dice Dio: « egli annuncia la pace ».12 Gesù è una via praticabile, aperta a tutti. È la via della pace. Oggi la Vergine Madre ce lo indica, ci mostra la Via: seguiamola! E tu, Santa Madre di Dio, accompagnaci con la tua protezione. Amen. 9 Sal 103, 6.8. Cfr Sal 85, 11. 11 Cfr Sal 85, 12.13. 12 Sal 85, 9. 10 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 18 V In Epiphaniae Domini Sollemnitate, dum Episcopi consecrantur.* Cari fratelli e sorelle! L’Epifania è una festa della luce. « Àlzati, [Gerusalemme,] rivestiti di luce, perché viene la tua luce, la gloria del Signore brilla sopra di te ».1 Con queste parole del profeta Isaia, la Chiesa descrive il contenuto della festa. Sı̀, è venuto nel mondo Colui che è la vera Luce, Colui che rende gli uomini luce. Egli dona loro il potere di diventare figli di Dio.2 Il cammino dei Magi d’Oriente è per la liturgia soltanto l’inizio di una grande processione che continua lungo tutta la storia. Con questi uomini comincia il pellegrinaggio dell’umanità verso Gesù Cristo — verso quel Dio che è nato in una stalla; che è morto sulla croce e che, da Risorto, rimane con noi tutti i giorni, fino alla fine del mondo.3 La Chiesa legge il racconto del Vangelo di Matteo insieme con la visione del profeta Isaia, che abbiamo ascoltato nella prima lettura: il cammino di questi uomini è solo un inizio. Prima erano venuti i pastori — le anime semplici che dimoravano più vicino al Dio fattosi bambino e che più facilmente potevano « andare di là » 4 verso di Lui e riconoscerLo come Signore. Ora, però, vengono anche i sapienti di questo mondo. Vengono grandi e piccoli, re e servi, uomini di tutte le culture e di tutti i popoli. Gli uomini d’Oriente sono i primi, ai quali tanti, lungo tutti i secoli, vengono dietro. Dopo la grande visione di Isaia, la lettura tratta dalla Lettera agli Efesini esprime la stessa cosa in modo sobrio e semplice: le genti condividono la stessa eredità.5 Il Salmo 2 l’aveva formulato cosı̀: « Ti darò in eredità le genti e in tuo dominio le terre più lontane ».6 I Magi d’Oriente precedono. Inaugurano il cammino dei popoli verso Cristo. Durante questa santa Messa conferirò a due sacerdoti l’Ordinazione episcopale, li consacrerò Pastori del popolo di Dio. Secondo le parole di Gesù, precedere il gregge fa parte del compito del Pastore.7 Quindi, in quei perso* Die 6 Ianuarii 2012. 1 2 3 4 5 6 7 Is 60, 1. Cfr Gv 1, 9.12. Cfr Mt 28, 20. Cfr Lc 2, 15. Cfr Ef 3, 6. Sal 2, 8. Cfr Gv 10, 4. Acta Benedicti Pp. XVI 19 naggi che come primi pagani trovarono la via verso Cristo, possiamo forse cercare — nonostante tutte le differenze nelle vocazioni e nei compiti — indicazioni per il compito dei Vescovi. Che tipo di uomini erano costoro? Gli esperti ci dicono che essi appartenevano alla grande tradizione astronomica che, attraverso i secoli, si era sviluppata nella Mesopotamia e ancora vi fioriva. Ma questa informazione da sola non basta. C’erano forse molti astronomi nell’antica Babilonia, ma solo questi pochi si sono incamminati e hanno seguito la stella che avevano riconosciuto quale stella della promessa, quale indicatore della strada verso il vero Re e Salvatore. Essi erano, possiamo dire, uomini di scienza, ma non soltanto nel senso che volevano sapere molte cose: volevano di più. Volevano capire che cosa conta nell’essere uomini. Probabilmente avevano sentito dire della profezia del profeta pagano Balaam: « Una stella spunta da Giacobbe e uno scettro sorge da Israele ».8 Essi approfondirono quella promessa. Erano persone dal cuore inquieto, che non si accontentavano di ciò che appare ed è consueto. Erano uomini alla ricerca della promessa, alla ricerca di Dio. Ed erano uomini vigilanti, capaci di percepire i segni di Dio, il suo linguaggio sommesso ed insistente. Ma erano anche uomini coraggiosi e insieme umili: possiamo immaginare che dovettero sopportare qualche derisione, perché si incamminarono verso il Re dei Giudei, affrontando per questo molta fatica. Per essi non era decisivo ciò che pensava e diceva di loro questo o quello, anche persone influenti ed intelligenti. Per loro contava la verità stessa, non l’opinione degli uomini. Per questo affrontarono le rinunce e le fatiche di un percorso lungo ed incerto. Fu il loro coraggio umile a consentire ad essi di potersi chinare davanti al bambino di gente povera e di riconoscere in Lui il Re promesso, la cui ricerca e il cui riconoscimento era stato lo scopo del loro cammino esteriore ed interiore. Cari amici, come non vedere in tutto ciò alcuni tratti essenziali del ministero episcopale? Anche il Vescovo deve essere un uomo dal cuore inquieto che non si accontenta delle cose abituali di questo mondo, ma segue l’inquietudine del cuore che lo spinge ad avvicinarsi interiormente sempre di più a Dio, a cercare il suo Volto, a conoscerLo sempre di più, per poterLo amare sempre di più. Anche il Vescovo deve essere un uomo dal cuore vigilante che percepisce il linguaggio sommesso di Dio e sa discernere il vero dall’apparente. Anche il Vescovo deve essere ricolmo del coraggio dell’umiltà, che non si interroga su che cosa dica di lui l’opinione dominante, bensı̀ trae il suo criterio 8 Nm 24, 17. 20 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale di misura dalla verità di Dio e per essa s’impegna: « opportune — importune ». Deve essere capace di precedere e di indicare la strada. Deve precedere seguendo Colui che ha preceduto tutti noi, perché è il vero Pastore, la vera stella della promessa: Gesù Cristo. E deve avere l’umiltà di chinarsi davanti a quel Dio che si è reso cosı̀ concreto e cosı̀ semplice da contraddire il nostro stolto orgoglio, che non vuole vedere Dio cosı̀ vicino e cosı̀ piccolo. Deve vivere l’adorazione del Figlio di Dio fattosi uomo, quell’adorazione che sempre di nuovo gli indica la strada. La liturgia dell’Ordinazione episcopale interpreta l’essenziale di questo ministero in otto domande rivolte ai Consacrandi, che iniziano sempre con la parola: « Vultis? — volete? ». Le domande orientano la volontà e le indicano la strada da prendere. Vorrei qui brevemente menzionare soltanto alcune delle parole-chiave di tale orientamento, nelle quali si concretizza ciò su cui poc’anzi abbiamo riflettuto a partire dai Magi dell’odierna festa. Compito dei Vescovi è il « praedicare Evangelium Christi », il « custodire » e « dirigere », il « pauperibus se misericordes praebere », l’« indesinenter orare ». L’annuncio del Vangelo di Gesù Cristo, il precedere e dirigere, il custodire il sacro patrimonio della nostra fede, la misericordia e la carità verso i bisognosi e i poveri, in cui si rispecchia l’amore misericordioso di Dio per noi e, infine, la preghiera continua sono caratteristiche fondamentali del ministero episcopale. La preghiera continua che significa: non perdere mai il contatto con Dio; lasciarsi sempre toccare da Lui nell’intimo del nostro cuore ed essere cosı̀ pervasi dalla sua luce. Solo chi conosce personalmente Dio può guidare gli altri verso Dio. Solo chi guida gli uomini verso Dio, li guida sulla strada della vita. Il cuore inquieto, di cui abbiamo parlato rifacendoci a sant’Agostino, è il cuore che, in fin dei conti, non si accontenta di niente che sia meno di Dio e, proprio cosı̀, diventa un cuore che ama. Il nostro cuore è inquieto verso Dio e rimane tale, anche se oggi, con « narcotici » molto efficaci, si cerca di liberare l’uomo da questa inquietudine. Ma non soltanto noi esseri umani siamo inquieti in relazione a Dio. Il cuore di Dio è inquieto in relazione all’uomo. Dio attende noi. È in ricerca di noi. Anche Lui non è tranquillo, finché non ci abbia trovato. Il cuore di Dio è inquieto, e per questo si è incamminato verso di noi — verso Betlemme, verso il Calvario, da Gerusalemme alla Galilea e fino ai confini del mondo. Dio è inquieto verso di noi, è in ricerca di persone che si lasciano contagiare dalla sua inquietudine, dalla sua passione per noi. Persone che portano in sé la ricerca che è nel loro cuore e, al contempo, si lasciano toccare nel cuore dalla ricerca di Dio verso noi. Cari amici, questo era Acta Benedicti Pp. XVI 21 il compito degli Apostoli: accogliere l’inquietudine di Dio verso l’uomo e portare Dio stesso agli uomini. E questo è il vostro compito sulle orme degli Apostoli: lasciatevi colpire dall’inquietudine di Dio, affinché il desiderio di Dio verso l’uomo possa essere soddisfatto. I Magi hanno seguito la stella. Attraverso il linguaggio della creazione hanno trovato il Dio della storia. Certo, il linguaggio della creazione da solo non basta. Solo la Parola di Dio che incontriamo nella Sacra Scrittura poteva indicare loro definitivamente la strada. Creazione e Scrittura, ragione e fede devono stare insieme per condurci al Dio vivente. Si è molto discusso su che genere di stella fosse quella che guidò i Magi. Si pensa ad una congiunzione di pianeti, ad una Super nova, cioè ad una di quelle stelle inizialmente molto deboli in cui un’esplosione interna sprigiona per un certo tempo un immenso splendore, ad una cometa, e cosı̀ via. Continuino pure gli scienziati questa discussione. La grande stella, la vera Super nova che ci guida è Cristo stesso. Egli è, per cosı̀ dire, l’esplosione dell’amore di Dio, che fa splendere sul mondo il grande fulgore del suo cuore. E possiamo aggiungere: i Magi d’Oriente di cui parla il Vangelo di oggi, cosı̀ come generalmente i Santi, sono diventati a poco a poco loro stessi costellazioni di Dio, che ci indicano la strada. In tutte queste persone il contatto con la Parola di Dio ha, per cosı̀ dire, provocato un’esplosione di luce, mediante la quale lo splendore di Dio illumina questo nostro mondo e ci indica la strada. I Santi sono stelle di Dio, dalle quali ci lasciamo guidare verso Colui al quale anela il nostro essere. Cari amici, voi avete seguito la stella Gesù Cristo, quando avete detto il vostro « sı̀ » al sacerdozio e al ministero episcopale. E certamente hanno brillato per voi anche stelle minori, aiutandovi a non perdere la strada. Nelle Litanie dei Santi invochiamo tutte queste stelle di Dio, affinché brillino sempre di nuovo per voi e vi indichino la strada. Venendo ordinati Vescovi, siete chiamati ad essere voi stessi stelle di Dio per gli uomini, a guidarli sulla strada verso la vera Luce, verso Cristo. Preghiamo dunque in quest’ora tutti i Santi, affinché voi possiate sempre rispondere a questo vostro compito e mostrare agli uomini la luce di Dio. Amen. 22 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale ALLOCUTIONES I Ad Italicas societates cooperativas ac argentarias creditorias foederatas.* Cari fratelli e sorelle! Sono lieto di accogliere e di salutare ciascuno di voi, qui convenuti in rappresentanza della Confederazione delle Cooperative Italiane e della Federazione Italiana delle Banche di Credito Cooperativo. Saluto i rispettivi Presidenti, Luigi Marino e Alessandro Azzi, ringraziando per le parole rivoltemi a nome di tutti. Saluto pure il vostro Assistente ecclesiastico, Mons. Adriano Vincenzi, i dirigenti e tutti voi qui convenuti. È nota l’importanza della cooperazione cattolica in Italia, sorta a seguito dell’Enciclica del Papa Leone XIII Rerum novarum, di cui quest’anno si celebra il 120º anniversario di promulgazione. Essa favorı̀ la feconda presenza dei cattolici nella società italiana, mediante la promozione di enti cooperativi e mutualistici, lo sviluppo delle imprese sociali e tante altre opere di interesse pubblico, caratterizzate da forme di partecipazione e di autogestione. Tale attività è sempre stata finalizzata al sostegno materiale della popolazione, all’attenzione costante alle famiglie, ispirandosi al Magistero della Chiesa. Ciò che ha spinto gli aderenti ad associarsi in organizzazioni di tipo cooperativistico, spesso con l’apporto determinante dei sacerdoti, è stata non solo un’esigenza di ordine economico, ma anche il desiderio di vivere un’esperienza di unità e di solidarietà, che portasse al superamento delle differenze economiche e dei conflitti sociali tra i diversi gruppi. Proprio nell’impegno di comporre armonicamente la dimensione individuale e quella comunitaria risiede il fulcro dell’esperienza cooperativistica. Essa è espressione concreta della complementarietà e della sussidiarietà che la Dottrina sociale della Chiesa da sempre promuove fra la persona e lo Stato; è l’equilibrio fra la tutela dei diritti del singolo e la promozione del bene comune, nello sforzo di sviluppare un’economia locale che risponda sempre meglio alle esigenze della collettività. Ugualmente, anche sul piano etico, essa si caratterizza per una marcata sensibilità solidale, pur nel rispetto della giusta autonomia del singolo. Tale sensibilità è importante perché favorisce * Die 10 Decembris 2011. Acta Benedicti Pp. XVI 23 la valorizzazione dei legami tra realtà cooperative e territorio per un rilancio dell’economia reale, che abbia come motore l’autentico sviluppo della persona umana e sappia coniugare risultati positivi con un agire sempre eticamente corretto. Non dobbiamo dimenticare, infatti, come ricordavo nell’Enciclica Caritas in veritate, che anche nel campo dell’economia e della finanza « retta intenzione, trasparenza e ricerca dei buoni risultati sono compatibili e non devono mai essere disgiunti. Se l’amore è intelligente, sa trovare anche i modi per operare secondo una previdente e giusta convenienza, come indicano, in maniera significativa, molte esperienze nel campo della cooperazione di credito ».1 Le vostre benemerite istituzioni sono presenti da molto tempo nel tessuto sociale italiano e rimangono pienamente attuali; esse portano in sé ideali evangelici e una vitalità che le rendono ancora oggi capaci di offrire un valido contributo all’intera comunità, sia dal punto di vista sociale, sia nel campo dell’evangelizzazione. In una stagione di grandi cambiamenti, di persistente precarietà economica, di difficoltà nel mondo del lavoro, la Chiesa sente di dover annunciare con nuovo vigore il Messaggio di Cristo, con la forza di umanizzazione e la carica di speranza per il futuro che contiene. E voi, cari amici, dovete essere consapevoli che le cooperative cattoliche hanno un ruolo importante da svolgere in questo campo. Vorrei richiamare molto brevemente alcuni elementi dove la vostra azione è preziosa. Anzitutto siete chiamati ad offrire il vostro contributo, con la specifica professionalità ed il tenace impegno, affinché l’economia e il mercato non siano mai disgiunti dalla solidarietà. Inoltre, siete chiamati a promuovere la cultura della vita e della famiglia e a favorire la formazione di nuove famiglie che possano contare su un lavoro dignitoso e rispettoso del creato che Dio ha affidato alla nostra cura responsabile. Sappiate valorizzare sempre l’uomo nella sua interezza, al di là di ogni differenza di razza, di lingua o di credo religioso, prestando attenzione ai suoi reali bisogni, ma anche alla sua capacità di iniziativa. Particolarmente importante, poi, è ricordare quello che caratterizza le cooperative cattoliche: l’ispirazione cristiana, che deve costantemente orientarle. Rimanete, quindi, fedeli al Vangelo e all’insegnamento della Chiesa: fa parte della vostra stessa identità; tenete presenti e favorite le varie iniziative di sperimentazione che attingono dai contenuti del Magistero sociale della Chiesa, come nel caso di consorzi sociali di sviluppo, di esperienze 1 N. 65. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 24 di microcredito e di un’economia animata dalla logica della comunione e della fraternità. Nel Vangelo, il richiamo all’amore per il prossimo è strettamente legato al comando di amare Dio con tutto il cuore, con tutta l’anima e con tutte le forze.2 Per il cristiano quindi amare l’altro non è semplice filantropia, ma è espressione dell’amore di Dio e deve fondarsi su un vero amore a Dio. Solo cosı̀ potrà far sperimentare a chi incontra la tenerezza provvidente del Padre celeste e portare un raggio di speranza anche nelle situazioni buie. Anche nel mondo dell’economia e del lavoro per vivere e portare l’amore e la solidarietà è necessario attingere alla sorgente divina attraverso un rapporto intenso con Dio, un ascolto costante della sua Parola, un’esistenza nutrita dall’Eucaristia. Non dimenticate l’importanza di far crescere questa dimensione spirituale nel vostro impegno di risposta alle odierne sfide e urgenze sociali, per continuare ad operare nella logica dell’economia della gratuità, della responsabilità, per promuovere un consumo responsabile e sobrio.3 Cari amici, ho offerto solo qualche spunto di riflessione, ma vorrei soprattutto incoraggiare la vostra opera cosı̀ valida e importante. La Vergine Maria vi protegga e vi assista. Per voi qui presenti e per tutti gli aderenti alla Confederazione delle Cooperative Italiane e della Federazione delle Banche di Credito Cooperativo formulo l’auspicio di proseguire con serenità e successo il vostro impegno nel sociale e, mentre assicuro il mio ricordo nella preghiera, di cuore benedico voi e i vostri cari. II Dum Beatissimus Pater carcerem v.d. « Rebibbia » visit.* Cari fratelli e sorelle, con grande gioia e commozione sono questa mattina in mezzo a voi, per una visita che ben si colloca a pochi giorni dalla celebrazione del Natale del Signore. Rivolgo un caloroso saluto a tutti, in particolare al Ministro della Giustizia, On. Paola Severino, e ai Cappellani, che ringrazio per le parole di 2 Cfr Mc 12, 29-31. Cfr Caritas in veritate, 66. ——————— 3 * Die 18 Decembris 2011. Acta Benedicti Pp. XVI 25 benvenuto, rivoltemi anche a nome vostro. Saluto il Dott. Carmelo Cantone, Direttore della Casa Circondariale, e i collaboratori, la polizia penitenziaria e i volontari che si prodigano per le attività di questo Istituto. E saluto in modo speciale tutti voi, detenuti, manifestandovi la mia vicinanza. « Ero in carcere e siete venuti a trovarmi ».1 Queste sono le parole del giudizio finale, raccontato dall’evangelista Matteo, e queste parole del Signore, nelle quali Egli si identifica con i detenuti, esprimono in pienezza il senso della mia visita odierna tra voi. Dovunque c’è un affamato, uno straniero, un ammalato, un carcerato, lı̀ c’è Cristo stesso che attende la nostra visita e il nostro aiuto. È questa la ragione principale che mi rende felice di essere qui, per pregare, dialogare ed ascoltare. La Chiesa ha sempre annoverato, tra le opere di misericordia corporale, la visita ai carcerati.2 E questa, per essere completa, richiede una piena capacità di accoglienza del detenuto, « facendogli spazio nel proprio tempo, nella propria casa, nelle proprie amicizie, nelle proprie leggi, nelle proprie città ».3 Vorrei infatti potermi mettere in ascolto della vicenda personale di ciascuno, ma, purtroppo, non è possibile; sono venuto però a dirvi semplicemente che Dio vi ama di un amore infinito, e siete sempre figli di Dio. E lo stesso Unigenito Figlio di Dio, il Signore Gesù, ha fatto l’esperienza del carcere, è stato sottoposto a un giudizio davanti a un tribunale e ha subito la più feroce condanna alla pena capitale. In occasione del mio recente viaggio apostolico in Benin, nel novembre scorso, ho firmato una Esortazione apostolica postsinodale in cui ho ribadito l’attenzione della Chiesa per la giustizia negli Stati, scrivendo: « È pertanto urgente che siano adottati sistemi giudiziari e carcerari indipendenti, per ristabilire la giustizia e rieducare i colpevoli. Occorre inoltre bandire i casi di errori della giustizia e i trattamenti cattivi dei prigionieri, le numerose occasioni di non applicazione della legge che corrispondono ad una violazione dei diritti umani e le incarcerazioni che non sfociano se non tardivamente o mai in un processo. La Chiesa riconosce la propria missione profetica di fronte a coloro che sono colpiti dalla criminalità e il loro bisogno di riconciliazione, di giustizia e di pace. I carcerati sono persone umane che meritano, nonostante il loro crimine, di essere trattati con rispetto e dignità. Hanno bisogno della nostra sollecitudine ».4 1 2 3 4 Mt 25, 36. Cfr Catechismo della Chiesa Cattolica, 2447. Cfr CEI, Evangelizzazione e testimonianza della carità, 39. N. 83. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 26 Cari fratelli e sorelle, la giustizia umana e quella divina sono molto diverse. Certo, gli uomini non sono in grado di applicare la giustizia divina, ma devono almeno guardare ad essa, cercare di cogliere lo spirito profondo che la anima, perché illumini anche la giustizia umana, per evitare — come purtroppo non di rado accade — che il detenuto divenga un escluso. Dio, infatti, è colui che proclama la giustizia con forza, ma che, al tempo stesso, cura le ferite con il balsamo della misericordia. La parabola del vangelo di Matteo 5 sui lavoratori chiamati a giornata nella vigna ci fa capire in cosa consiste questa differenza tra la giustizia umana e quella divina, perché rende esplicito il delicato rapporto tra giustizia e misericordia. La parabola descrive un agricoltore che assume degli operai nella sua vigna. Lo fa però in diverse ore del giorno, cosı̀ che qualcuno lavora tutto il giorno e qualcun altro solo un’ora. Al momento della consegna del compenso, il padrone suscita stupore e accende un dibattito tra gli operai. La questione riguarda la generosità — considerata dai presenti ingiustizia — del padrone della vigna, il quale decide di dare la stessa paga sia ai lavoratori del mattino, sia agli ultimi del pomeriggio. Nell’ottica umana questa decisione è un’autentica ingiustizia, nell’ottica di Dio un atto di bontà, perché la giustizia divina dà a ciascuno il suo e, inoltre, comprende la misericordia e il perdono. Giustizia e misericordia, giustizia e carità, cardini della dottrina sociale della Chiesa, sono due realtà differenti soltanto per noi uomini, che distinguiamo attentamente un atto giusto da un atto d’amore. Giusto per noi è « ciò che è all’altro dovuto », mentre misericordioso è ciò che è donato per bontà. E una cosa sembra escludere l’altra. Ma per Dio non è cosı̀: in Lui giustizia e carità coincidono; non c’è un’azione giusta che non sia anche atto di misericordia e di perdono e, nello stesso tempo, non c’è un’azione misericordiosa che non sia perfettamente giusta. Come è lontana la logica di Dio dalla nostra! E come è diverso dal nostro il suo modo di agire! Il Signore ci invita a cogliere e osservare il vero spirito della legge, per darle pieno compimento nell’amore verso chi è nel bisogno. « Pieno compimento della legge è l’amore », scrive san Paolo: 6 la nostra giustizia sarà tanto più perfetta quanto più sarà animata dall’amore per Dio e per i fratelli. 5 6 20, 1-16. Rm 13, 10. Acta Benedicti Pp. XVI 27 Cari amici, il sistema di detenzione ruota intorno a due capisaldi, entrambi importanti: da un lato tutelare la società da eventuali minacce, dall’altro reintegrare chi ha sbagliato senza calpestarne la dignità e senza escluderlo dalla vita sociale. Entrambi questi aspetti hanno la loro rilevanza e sono protesi a non creare quell’« abisso » tra la realtà carceraria reale e quella pensata dalla legge, che prevede come elemento fondamentale la funzione rieducatrice della pena e il rispetto dei diritti e della dignità delle persone. La vita umana appartiene a Dio solo, che ce l’ha donata, e non è abbandonata alla mercé di nessuno, nemmeno al nostro libero arbitrio! Noi siamo chiamati a custodire la perla preziosa della vita nostra e di quella degli altri. So che il sovraffollamento e il degrado delle carceri possono rendere ancora più amara la detenzione: mi sono giunte varie lettere di detenuti che lo sottolineano. È importante che le istituzioni promuovano un’attenta analisi della situazione carceraria oggi, verifichino le strutture, i mezzi, il personale, in modo che i detenuti non scontino mai una « doppia pena »; ed è importante promuovere uno sviluppo del sistema carcerario, che, pur nel rispetto della giustizia, sia sempre più adeguato alle esigenze della persona umana, con il ricorso anche alle pene non detentive o a modalità diverse di detenzione. Cari amici, oggi è la quarta domenica dell’Avvento. Il Natale del Signore, ormai vicino, riaccenda di speranza e di amore il vostro cuore. La nascita del Signore Gesù, di cui faremo memoria tra pochi giorni, ci ricorda la sua missione di portare la salvezza a tutti gli uomini, nessuno escluso. La sua salvezza non si impone, ma ci raggiunge attraverso gli atti d’amore, di misericordia e di perdono che noi stessi sappiamo realizzare. Il Bambino di Betlemme sarà felice quando tutti gli uomini torneranno a Dio con cuore rinnovato. Chiediamogli nel silenzio e nella preghiera di essere tutti liberati dalla prigionia del peccato, della superbia e dell’orgoglio: ciascuno infatti ha bisogno di uscire da questo carcere interiore per essere veramente libero dal male, dalle angosce e dalla morte. Solo quel Bambino adagiato nella mangiatoia è in grado di donare a tutti questa liberazione piena! Vorrei terminare dicendovi che la Chiesa sostiene e incoraggia ogni sforzo diretto a garantire a tutti una vita dignitosa. Siate sicuri che io sono vicino a ciascuno di voi, alle vostre famiglie, ai vostri bambini, ai vostri giovani, ai vostri anziani e vi porto tutti nel cuore davanti a Dio. Il Signore benedica voi e il vostro futuro! 28 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale III Summus Pontifex in carcere v.d. « Rebibbia » ad rogata circumstantium viva voce respondet.* Deinde Summus Pontifex viva voce prolatus est quaestionibus positis ab adstantibus. Domanda – Mi chiamo Rocco. Innanzitutto volevo porgerLe il nostro ed il mio personale ringraziamento per questa visita che ci è molto gradita ed assume, in un momento cosı̀ drammatico per le carceri italiane, un grande contenuto di solidarietà, umanità e conforto. Desidero chiedere a Vostra Santità se questo suo gesto sarà compreso nella sua semplicità, anche dai nostri politici e governanti affinché venga restituita a tutti gli ultimi, compresi noi detenuti, la dignità e la speranza che devono essere riconosciute ad ogni essere vivente. Speranza e dignità indispensabili per riprendere il cammino verso una vita degna di essere vissuta. Risposta del Santo Padre – Grazie per le sue parole. Sento il suo affetto per il Santo Padre, e sono commosso da questa amicizia, che sento da tutti voi. E vorrei dire che penso spesso a voi e prego sempre per voi perché so che è una condizione molto difficile che spesso, invece di aiutare a rinnovare l’amicizia con Dio e con l’umanità, peggiora la situazione, anche interiore. Io sono venuto soprattutto per mostrarvi questa mia vicinanza personale e intima, nella comunione con Cristo che vi ama, come ho detto. Ma certamente questa visita, che vuole essere personale a voi, è anche un gesto pubblico che ricorda ai nostri concittadini, al nostro Governo il fatto che ci sono grandi problemi e difficoltà nelle carceri italiane. E certamente, il senso di queste carceri è proprio quello di aiutare la giustizia, e la giustizia implica come primo fatto la dignità umana. Quindi devono essere costruite cosı̀ che cresca la dignità, sia rispettata la dignità e voi possiate rinnovare in voi stessi il senso della dignità, per rispondere meglio a questa nostra vocazione intima. Abbiamo sentito il Ministro della Giustizia, abbiamo sentito come sente con voi, come sente tutta la vostra realtà e cosı̀ possiamo essere convinti che il nostro Governo e i responsabili faranno il possibile per migliorare questa situazione, per aiutarvi a trovare realmente, qui, una buona realizzazione di una giusti* Die 18 Decembris 2011. Acta Benedicti Pp. XVI 29 zia che vi aiuti a ritornare nella società con tutta la convinzione della vostra vocazione umana e con tutto il rispetto che esige la vostra condizione umana. Quindi, io, in quanto posso, vorrei sempre dare segni di quanto sia importante che queste carceri rispondano al loro senso di rinnovare la dignità umana e non di attaccare questa dignità, e di migliorare la condizione. E speriamo che il Governo abbia la possibilità e tutte le possibilità per rispondere a questa vocazione. Grazie. Domanda – Mi chiamo Omar. Santo Padre, vorrei domandarti un milione di cose, che ho sempre pensato di chiederti, ma oggi che posso mi rimane difficile farti una domanda. Sono emozionato per l’evento, la tua visita qui in carcere è un fatto molto forte per noi detenuti cristiani cattolici, e perciò più che una domanda preferisco chiederti di permetterci di aggrapparci con te con la nostra sofferenza e quella dei nostri familiari, come un cavo elettrico che comunichi con il Signore Nostro. Ti voglio bene. Risposta del Santo Padre – Anch’io ti voglio bene, e sono grato per queste parole che toccano il mio cuore. Penso che questa mia visita mostri che vorrei seguire le parole del Signore che mi toccano sempre, dove dice — l’ho letto nel mio discorso — nell’ultimo giudizio: « mi avete visitato nel carcere e sono stato io che vi ho aspettato ». Questa identificazione del Signore con i carcerati ci obbliga profondamente, e io stesso devo chiedermi: ho agito secondo questo imperativo del Signore? Ho tenuto presente questa parola del Signore? Questo è un motivo perché sono venuto, perché so che in voi il Signore mi aspetta, che voi avete bisogno di questo riconoscimento umano e che avete bisogno di questa presenza del Signore, il Quale, nel giudizio ultimo, ci interrogherà proprio su questo punto e, perciò, spero che qui, sempre più, possa essere realizzato il vero scopo di queste case circondariali: quello di aiutare a ritrovare se stessi, di aiutare ad andare avanti con se stessi, nella riconciliazione con se stessi, con gli altri, con Dio, per rientrare di nuovo nella società e aiutare nel progresso dell’umanità. Il Signore vi aiuterà. Nelle mie preghiere sono sempre con voi. Io so che per me è un obbligo particolare quello di pregare per voi, quasi di « tirarvi al Signore », in alto, perché il Signore, tramite la nostra preghiera, aiuta: la preghiera è una realtà. Io invito anche tutti gli altri a pregare, cosı̀ che ci sia, per cosı̀ dire, un forte cavo che vi « tira al Signore » e ci collega anche tra di noi, perché andando al Signore siamo anche collegati tra noi. Siate sicuri di questa forza della mia preghiera e invito 30 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale anche gli altri ad unirsi con voi nella preghiera, e cosı̀ trovare quasi un’unica cordata che va verso il Signore. Domanda – Mi chiamo Alberto. Santità, Le sembra giusto che dopo aver perso uno dopo l’altro tutti i componenti della mia famiglia, ora che sono un uomo nuovo, e da due mesi papà di una splendida bambina di nome Gaia, non mi concedano la possibilità di tornare a casa, nonostante abbia ampiamente pagato il debito verso la società? Risposta del Santo Padre – Anzitutto, felicitazioni! Sono felice che Lei sia padre, che Lei si consideri un uomo nuovo e che abbia una splendida figlia: questo è un dono di Dio. Io, naturalmente, non conosco i dettagli del suo caso, ma spero con Lei che quanto prima Lei possa tornare alla sua famiglia. Lei sa che per la dottrina della Chiesa la famiglia è fondamentale, importante che il padre possa tenere in braccio la figlia. E cosı̀, prego e spero che quanto prima Lei possa realmente avere in braccio sua figlia, essere con la moglie e la figlia per costruire una bella famiglia e cosı̀ anche collaborare al futuro dell’Italia. Domanda – Santità, sono Federico, parlo a nome delle persone detenute del G14, che è il reparto infermeria. Cosa possono chiedere degli uomini detenuti, malati e sieropositivi al Papa? Al nostro Papa, già gravato dal peso di tutte le sofferenze del mondo, chiedono che preghi per loro? Che li perdoni? Che li tenga presente nel suo grande cuore? Sı̀, noi questo vorremmo chiedere, ma soprattutto che portasse la nostra voce dove non viene sentita. Siamo assenti dalle nostre famiglie, ma non dalla vita, siamo caduti e nelle nostre cadute abbiamo fatto del male ad altri, ma ci stiamo rialzando. Troppo poco si parla di noi, spesso in modo cosı̀ feroce come a volerci eliminare dalla società. Questo ci fa sentire sub-umani. Lei è il Papa di tutti e noi la preghiamo di fare in modo che non ci venga strappata la dignità, insieme alla libertà. Perché non sia più dato per scontato che recluso voglia dire escluso per sempre. La sua presenza è per noi un onore grandissimo! I nostri più cari auguri per il Santo Natale, a tutti. Risposta del Santo Padre – Sı̀, mi hai detto parole veramente memorabili: siamo caduti, ma siamo qui per rialzarci. Questo è importante, questo coraggio di rialzarsi, di andare avanti con l’aiuto del Signore e con l’aiuto di tutti Acta Benedicti Pp. XVI 31 gli amici. Lei ha anche detto che si parla in modo « feroce » di voi. Purtroppo è vero, ma vorrei dire che non c’è solo questo, ci sono anche altri che parlano bene di voi e pensano bene di voi. Io penso alla mia piccola famiglia papale; sono circondato da quattro « suore laiche » e parliamo spesso di questo problema; loro hanno amici in diverse carceri, riceviamo anche doni da loro e diamo da parte nostra dei doni. Quindi questa realtà è presente in modo molto positivo nella mia famiglia e penso che lo sia in tante altre. Dobbiamo sopportare che alcuni parlino in modo « feroce », parlano in modo « feroce » anche contro il Papa, e, tuttavia, andiamo avanti. Mi sembra importante incoraggiare tutti che pensino bene, che abbiano senso delle vostre sofferenze, abbiano il senso di aiutarvi nel processo di rialzamento, e, diciamo, io farò la mia parte per invitare tutti a pensare in questo modo giusto, non in modo dispregiativo, ma in modo umano, pensando che ognuno può cadere, ma Dio vuole che tutti arrivino da Lui, e noi dobbiamo cooperare in spirito di fraternità e di riconoscimento anche della propria fragilità, perché possano realmente rialzarsi e andare avanti con dignità e trovare sempre rispettata la propria dignità, perché cresca e possano cosı̀ anche trovare gioia nella vita, perché la vita ci è donata dal Signore, con una sua idea. E se riconosciamo questa idea, Dio è con noi, e anche i passi oscuri hanno il loro senso per darci una maggiore conoscenza di noi stessi, per aiutarci a diventare più noi stessi, più figli di Dio e cosı̀ essere realmente felici di essere uomini, perché creati da Dio, anche in diverse condizioni difficili. Il Signore vi aiuterà e noi siamo vicini a voi. Domanda – Mi chiamo Gianni, del Reparto G8. Santità, mi è stato insegnato che il Signore vede e legge dentro di noi, mi chiedo perché l’assoluzione è stata delegata ai preti? Se io la chiedessi in ginocchio, da solo, dentro una stanza, rivolgendomi al Signore, mi assolverebbe? Oppure sarebbe un’assoluzione di diverso valore? Quale sarebbe la differenza? Risposta del Santo Padre – Sı̀: è una grande e vera questione quella che Lei porta a me. Direi due cose. La prima: naturalmente, se Lei si mette in ginocchio e con vero amore di Dio prega che Dio perdoni, Egli perdona. È sempre dottrina della Chiesa che se uno, con vero pentimento, cioè non solo per evitare pene, difficoltà, ma per amore del bene, per amore di Dio, chiede perdono, riceve perdono da Dio. Questa è la prima parte. Se io realmente riconosco che ho fatto male, e se in me è rinato l’amore del bene, la volontà 32 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale del bene, il pentimento per non aver risposto a questo amore, e chiedo da Dio, che è il Bene, il perdono, Egli lo dona. Ma c’è un secondo elemento: il peccato non è solamente una cosa « personale », individuale, tra me e Dio. Il peccato ha sempre anche una dimensione sociale, orizzontale. Con il mio peccato personale, anche se forse nessuno lo sa, ho danneggiato anche la comunione della Chiesa, ho sporcato la comunione della Chiesa, ho sporcato l’umanità. E perciò questa dimensione sociale, orizzontale, del peccato esige che sia assolto anche a livello della comunità umana, della comunità della Chiesa, quasi corporalmente. Quindi, questa seconda dimensione del peccato, che non è solo contro Dio ma concerne anche la comunità, esige il Sacramento, e il Sacramento è il grande dono nel quale posso, nella confessione, liberarmi da questa cosa e posso realmente ricevere il perdono anche nel senso di una piena riammissione nella comunità della Chiesa viva, del Corpo di Cristo. E cosı̀, in questo senso, l’assoluzione necessaria da parte del sacerdote, il Sacramento, non è un’imposizione che — diciamo — limita la bontà di Dio, ma, al contrario, è un’espressione della bontà di Dio perché mi dimostra che anche concretamente, nella comunione della Chiesa, ho ricevuto il perdono e posso ricominciare di nuovo. Quindi, io direi di tenere presenti queste due dimensioni: quella verticale, con Dio, e quella orizzontale, con la comunità della Chiesa e dell’umanità. L’assoluzione del prete, l’assoluzione sacramentale è necessaria per assolvermi realmente da questo legame del male e re-integrarmi nella volontà di Dio, nell’ottica di Dio, completamente, nella sua Chiesa, e darmi la certezza, anche quasi corporale, sacramentale: Dio mi perdona, mi riceve nella comunità dei suoi figli. Penso che dobbiamo imparare a capire il Sacramento della Penitenza in questo senso: una possibilità di trovare, quasi corporalmente, la bontà del Signore, la certezza della riconciliazione. Domanda – Santità, mi chiamo Nwaihim Ndubuisi, reparto G11. Santo Padre, lo scorso mese è stato in visita pastorale in Africa, nella piccola nazione del Benin, una delle nazioni più povere del mondo. Ha visto la fede e la passione di quegli uomini verso Gesù Cristo. Ha visto persone soffrire per cause diverse: razzismo, fame, lavoro minorile... Le chiedo: loro pongono la speranza e la fede in Dio e muoiono tra povertà e violenze. Perché Dio non li ascolta? Forse Dio ascolta solo i ricchi e i potenti che invece non hanno fede? Grazie, Santo Padre. Acta Benedicti Pp. XVI 33 Risposta del Santo Padre – Vorrei innanzi tutto dire che sono stato molto felice nella sua terra; l’accoglienza da parte degli africani è stata calorosissima, ho sentito questa cordialità umana che in Europa è un po’ oscurata, perché abbiamo tante altre cose nel nostro cuore che rendono un po’ duro anche il cuore. Qui [in Benin] c’era una cordialità, per cosı̀ dire, esuberante, ho sentito anche la gioia di vivere, e questa era una delle impressioni belle per me: nonostante la povertà e tutte le grandi sofferenze che ho anche visto — ho salutato lebbrosi, malati di Aids, eccetera —, nonostante tutti questi problemi e la grande povertà, c’è una gioia di vivere, una gioia di essere una creatura umana perché c’è una consapevolezza originaria che Dio è buono e mi ama, ed essere uomo è essere amato da Dio. Quindi questa era per me l’impressione, diciamo, preponderante, forte: vedere, in un Paese sofferente, gioia, allegrezza più che nei Paesi ricchi. E questo a me fa anche pensare che nei Paesi ricchi la gioia è spesso assente; siamo tutti pienamente occupati con tanti problemi: come fare questo, come impostare questo, come conservare questo, comprare ancora. E con la massa delle cose che abbiamo siamo sempre più allontanati da noi stessi e da questa esperienza originaria che Dio c’è e che Dio mi è vicino. Perciò direi che avere grandi proprietà e avere potere non rende necessariamente felici, non è il più grande dono. Può essere anche, direi, una cosa negativa, che mi impedisce di vivere realmente. Le misure di Dio, i criteri di Dio, sono diversi dai nostri. Dio dà anche a questi poveri gioia, il riconoscimento della sua presenza, fa sentire che è vicino a loro anche nella sofferenza, nelle difficoltà e, naturalmente, ci chiama tutti perché noi facciamo di tutto affinché possano uscire da queste oscurità delle malattie, della povertà. È un compito nostro, e cosı̀ nel fare questo anche noi possiamo divenire più allegri. Quindi le due parti devono completarsi: noi dobbiamo aiutare perché anche l’Africa, questi Paesi poveri, possano trovare il superamento di questi problemi, della povertà, aiutarli a vivere, e loro possono aiutarci a capire che le cose materiali non sono l’ultima parola. E dobbiamo pregare Dio: mostraci, aiutaci, perché ci sia giustizia, perché tutti possano vivere nella gioia di essere tuoi figli. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 34 IV Ad Romanam curiam occasione gratulandi inter se de propinquo Die Natali Christi.* Signori Cardinali, venerati Fratelli nell’Episcopato e nel Presbiterato, cari fratelli e sorelle! È sempre un momento particolarmente intenso quello che viviamo oggi. Il Santo Natale è ormai vicino e spinge anche la grande famiglia della Curia Romana a ritrovarsi insieme per compiere il bel gesto dello scambio degli auguri, che contengono l’auspicio reciproco di vivere con gioia e vero frutto spirituale la festa di Dio che si è fatto carne e ha posto la sua dimora in mezzo a noi.1 Per me questa è l’occasione non solo per porgervi il mio personale augurio, ma anche per esprimere a ciascuno di voi il ringraziamento mio e della Chiesa per il vostro generoso servizio; vi prego di trasmetterlo anche a tutti i collaboratori della nostra grande famiglia. Un grazie particolare lo rivolgo al Cardinale Decano Angelo Sodano, che si è fatto interprete dei sentimenti dei presenti e di quanti lavorano nei differenti Uffici della Curia, del Governatorato compresi quelli che svolgono il loro ministero nelle Rappresentanze Pontificie sparse in tutto il mondo. Tutti siamo impegnati affinché l’annuncio che gli angeli hanno proclamato nella notte di Betlemme, « Gloria a Dio nel più alto dei cieli, e sulla terra pace agli uomini, che egli ama »,2 risuoni in tutta la terra per portare gioia e speranza. Alla fine dell’anno, l’Europa si trova in una crisi economica e finanziaria che, in ultima analisi, si fonda sulla crisi etica che minaccia il Vecchio Continente. Anche se valori come la solidarietà, l’impegno per gli altri, la responsabilità per i poveri e i sofferenti sono in gran parte indiscussi, manca spesso la forza motivante, capace di indurre il singolo e i grandi gruppi sociali a rinunce e sacrifici. La conoscenza e la volontà non vanno necessariamente di pari passo. La volontà che difende l’interesse personale oscura la conoscenza e la conoscenza indebolita non è in grado di rinfrancare la volontà. Perciò, da questa crisi emergono domande molto fondamentali: dove è la luce che possa illuminare la nostra conoscenza non soltanto di idee generali, ma di impera* Die 22 Decembris 2011. 1 2 Cfr Gv 1, 14. Lc 2, 14. Acta Benedicti Pp. XVI 35 tivi concreti? Dove è la forza che solleva in alto la nostra volontà? Sono domande alle quali il nostro annuncio del Vangelo, la nuova evangelizzazione, deve rispondere, affinché il messaggio diventi avvenimento, l’annuncio diventi vita. La grande tematica di quest’anno come anche degli anni futuri è in effetti: come annunciare oggi il Vangelo? In che modo la fede, quale forza viva e vitale, può oggi diventare realtà? Gli avvenimenti ecclesiali dell’anno che sta per concludersi sono stati, in definitiva, tutti riferiti a questo tema. Ci sono stati viaggi in Croazia, in Spagna per la Giornata Mondiale della Gioventù, nella mia Patria, la Germania, e infine in Africa — Benin — per la consegna del Documento postsinodale su giustizia, pace e riconciliazione — un documento dal quale deve nascere una realtà concreta nelle varie Chiese particolari. Sono indimenticabili anche i viaggi a Venezia, a San Marino, ad Ancona per il Congresso eucaristico e in Calabria. E c’è stata, infine, l’importante giornata dell’incontro tra le religioni e tra le persone in ricerca di verità e di pace in Assisi — giornata concepita come un nuovo slancio nel pellegrinaggio verso la verità e la pace. L’istituzione del Pontificio Consiglio per la Promozione della Nuova Evangelizzazione è, al contempo, un rimando in anticipo al Sinodo sullo stesso tema che avrà luogo nel prossimo anno. Rientra in tale contesto anche l’Anno della Fede nel ricordo dell’inizio del Concilio cinquant’anni fa. Ciascuno di questi eventi ha avuto le proprie accentuazioni. In Germania, il Paese d’origine della Riforma, naturalmente, la questione ecumenica con tutte le sue fatiche e speranze ha avuto un’importanza particolare. Inscindibilmente legata ad essa, sta sempre di nuovo al centro delle dispute la domanda: che cosa è una riforma della Chiesa? Come avviene? Quali sono le sue vie e i suoi obiettivi? Con preoccupazione, non soltanto fedeli credenti, ma anche estranei osservano come le persone che vanno regolarmente in chiesa diventino sempre più anziane e il loro numero diminuisca continuamente; come ci sia una stagnazione nelle vocazioni al sacerdozio; come crescano scetticismo e incredulità. Che cosa, dunque, dobbiamo fare? Esistono infinite discussioni sul da farsi perché si abbia un’inversione di tendenza. E certamente occorre fare tante cose. Ma il fare da solo non risolve il problema. Il nocciolo della crisi della Chiesa in Europa è la crisi della fede. Se ad essa non troviamo una risposta, se la fede non riprende vitalità, diventando una profonda convinzione ed una forza reale grazie all’incontro con Gesù Cristo, tutte le altre riforme rimarranno inefficaci. 36 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale In questo senso, l’incontro in Africa con la gioiosa passione per la fede è stato un grande incoraggiamento. Lı̀ non si percepiva alcun cenno di quella stanchezza della fede, tra noi cosı̀ diffusa, niente di quel tedio dell’essere cristiani da noi sempre nuovamente percepibile. Con tutti i problemi, tutte le sofferenze e pene che certamente proprio in Africa vi sono, si sperimentava tuttavia sempre la gioia di essere cristiani, l’essere sostenuti dalla felicità interiore di conoscere Cristo e di appartenere alla sua Chiesa. Da questa gioia nascono anche le energie per servire Cristo nelle situazioni opprimenti di sofferenza umana, per mettersi a sua disposizione, senza ripiegarsi sul proprio benessere. Incontrare questa fede pronta al sacrificio, e proprio in ciò gioiosa, è una grande medicina contro la stanchezza dell’essere cristiani che sperimentiamo in Europa. Una medicina contro la stanchezza del credere è stata anche la magnifica esperienza della Giornata Mondiale della Gioventù a Madrid. È stata una nuova evangelizzazione vissuta. Sempre più chiaramente si delinea nelle Giornate Mondiali della Gioventù un modo nuovo, ringiovanito, dell’essere cristiani che vorrei tentare di caratterizzare in cinque punti. 1. C’è come prima cosa una nuova esperienza della cattolicità, dell’universalità della Chiesa. È questo che ha colpito in modo molto immediato i giovani e tutti i presenti: proveniamo da tutti i continenti, e, pur non essendoci mai visti prima, ci conosciamo. Parliamo lingue diverse e abbiamo differenti abitudini di vita, differenti forme culturali, e tuttavia ci troviamo subito uniti insieme come una grande famiglia. Separazione e diversità esteriori sono relativizzate. Siamo tutti toccati dall’unico Signore Gesù Cristo, nel quale si è manifestato a noi il vero essere dell’uomo e, insieme, il Volto stesso di Dio. Le nostre preghiere sono le stesse. In virtù dello stesso incontro interiore con Gesù Cristo abbiamo ricevuto nel nostro intimo la stessa formazione della ragione, della volontà e del cuore. E, infine, la comune liturgia costituisce una sorta di patria del cuore e ci unisce in una grande famiglia. Il fatto che tutti gli esseri umani sono fratelli e sorelle è qui non soltanto un’idea, ma diventa una reale esperienza comune che crea gioia. E cosı̀ abbiamo compreso anche in modo molto concreto che, nonostante tutte le fatiche e le oscurità, è bello appartenere alla Chiesa universale, alla Chiesa cattolica, che il Signore ci ha donato. 2. Da questo nasce poi un nuovo modo di vivere l’essere uomini, l’essere cristiani. Una delle esperienze più importanti di quei giorni è stata per me Acta Benedicti Pp. XVI 37 l’incontro con i volontari della Giornata Mondiale della Gioventù: erano circa 20.000 giovani che, senza eccezione, avevano messo a disposizione settimane o mesi della loro vita per collaborare alle preparazioni tecniche, organizzative e contenutistiche della Giornata Mondiale della Gioventù e proprio cosı̀ avevano reso possibile lo svolgimento ordinato del tutto. Con il proprio tempo l’uomo dona sempre una parte della propria vita. Alla fine, questi giovani erano visibilmente e « tangibilmente » colmi di una grande sensazione di felicità: il loro tempo donato aveva un senso; proprio nel donare il loro tempo e la loro forza lavorativa avevano trovato il tempo, la vita. E allora per me è diventata evidente una cosa fondamentale: questi giovani avevano offerto nella fede un pezzo di vita, non perché questo era stato comandato e non perché con questo ci si guadagna il cielo; neppure perché cosı̀ si sfugge al pericolo dell’inferno. Non l’avevano fatto perché volevano essere perfetti. Non guardavano indietro, a se stessi. Mi è venuta in mente l’immagine della moglie di Lot che, guardando indietro, divenne una statua di sale. Quante volte la vita dei cristiani è caratterizzata dal fatto che guardano soprattutto a se stessi, fanno il bene, per cosı̀ dire, per se stessi! E quanto è grande la tentazione per tutti gli uomini di essere preoccupati anzitutto di se stessi, di guardare indietro a se stessi, diventando cosı̀ interiormente vuoti, « statue di sale »! Qui invece non si trattava di perfezionare se stessi o di voler avere la propria vita per se stessi. Questi giovani hanno fatto del bene — anche se quel fare è stato pesante, anche se ha richiesto sacrifici —, semplicemente perché fare il bene è bello, esserci per gli altri è bello. Occorre soltanto osare il salto. Tutto ciò è preceduto dall’incontro con Gesù Cristo, un incontro che accende in noi l’amore per Dio e per gli altri e ci libera dalla ricerca del nostro proprio « io ». Una preghiera attribuita a san Francesco Saverio dice: Faccio il bene non perché in cambio entrerò in cielo e neppure perché altrimenti mi potresti mandare all’inferno. Lo faccio, perché Tu sei Tu, il mio Re e mio Signore. Questo stesso atteggiamento l’ho incontrato anche in Africa, ad esempio nelle suore di Madre Teresa che si prodigano per i bambini abbandonati, malati, poveri e sofferenti, senza porsi domande su se stesse, e proprio cosı̀ diventano interiormente ricche e libere. È questo l’atteggiamento propriamente cristiano. Indimenticabile rimane per me anche l’incontro con i giovani disabili nella fondazione di San José in Madrid, dove nuovamente ho incontrato la stessa generosità di mettersi a disposizione degli altri — una generosità del darsi che, in definitiva, nasce dall’incontro con Cristo che ha dato se stesso per noi. 38 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 3. Un terzo elemento, che in modo sempre più naturale e centrale fa parte delle Giornate Mondiali della Gioventù e della spiritualità da esse proveniente, è l’adorazione. Rimane indimenticabile per me il momento durante il mio viaggio nel Regno Unito, quando, in Hydepark, decine di migliaia di persone, in maggioranza giovani, hanno risposto con un intenso silenzio alla presenza del Signore nel Santissimo Sacramento, adorandolo. La stessa cosa è avvenuta, in misura più ridotta, a Zagabria e, di nuovo, a Madrid dopo il temporale che minacciava di guastare l’insieme dell’incontro notturno, a causa del mancato funzionamento dei microfoni. Dio è onnipresente, sı̀. Ma la presenza corporea del Cristo risorto è ancora qualcosa d’altro, è qualcosa di nuovo. Il Risorto entra in mezzo a noi. E allora non possiamo che dire con l’apostolo Tommaso: Mio Signore e mio Dio! L’adorazione è anzitutto un atto di fede — l’atto di fede come tale. Dio non è una qualsiasi possibile o impossibile ipotesi sull’origine dell’universo. Egli è lı̀. E se Egli è presente, io mi inchino davanti a Lui. Allora, ragione, volontà e cuore si aprono verso di Lui e a partire da Lui. In Cristo risorto è presente il Dio fattosi uomo, che ha sofferto per noi perché ci ama. Entriamo in questa certezza dell’amore corporeo di Dio per noi, e lo facciamo amando con Lui. Questo è adorazione, e questo dà poi un’impronta alla mia vita. Solo cosı̀ posso anche celebrare l’Eucaristia in modo giusto e ricevere rettamente il Corpo del Signore. 4. Un altro elemento importante delle Giornate Mondiali della Gioventù è la presenza del Sacramento della Penitenza che appartiene con naturalezza sempre maggiore all’insieme. Con ciò riconosciamo che abbiamo continuamente bisogno di perdono e che perdono significa responsabilità. Proveniente dal Creatore, esiste nell’uomo la disponibilità ad amare e la capacità di rispondere a Dio nella fede. Ma proveniente dalla storia peccaminosa dell’uomo (la dottrina della Chiesa parla del peccato originale) esiste anche la tendenza contraria all’amore: la tendenza all’egoismo, al chiudersi in se stessi, anzi, la tendenza al male. Sempre di nuovo la mia anima viene insudiciata da questa forza di gravità in me, che mi attira verso il basso. Perciò abbiamo bisogno dell’umiltà che sempre nuovamente chiede perdono a Dio; che si lascia purificare e che ridesta in noi la forza contraria, la forza positiva del Creatore, che ci attira verso l’alto. 5. Infine, come ultima caratteristica da non trascurare nella spiritualità delle Giornate Mondiali della Gioventù vorrei menzionare la gioia. Da dove viene? Come la si spiega? Sicuramente sono molti i fattori che agiscono insie- Acta Benedicti Pp. XVI 39 me. Ma quello decisivo è, secondo il mio parere, la certezza proveniente dalla fede: io sono voluto. Ho un compito nella storia. Sono accettato, sono amato. Josef Pieper, nel suo libro sull’amore, ha mostrato che l’uomo può accettare se stesso solo se è accettato da qualcun altro. Ha bisogno dell’esserci dell’altro che gli dice, non soltanto a parole: è bene che tu ci sia. Solo a partire da un « tu », l’« io » può trovare se stesso. Solo se è accettato, l’« io » può accettare se stesso. Chi non è amato non può neppure amare se stesso. Questo essere accolto viene anzitutto dall’altra persona. Ma ogni accoglienza umana è fragile. In fin dei conti abbiamo bisogno di un’accoglienza incondizionata. Solo se Dio mi accoglie e io ne divento sicuro, so definitivamente: è bene che io ci sia. È bene essere una persona umana. Dove viene meno la percezione dell’uomo di essere accolto da parte di Dio, di essere amato da Lui, la domanda se sia veramente bene esistere come persona umana non trova più alcuna risposta. Il dubbio circa l’esistenza umana diventa sempre più insuperabile. Laddove diventa dominante il dubbio riguardo a Dio, segue inevitabilmente il dubbio circa lo stesso essere uomini. Vediamo oggi come questo dubbio si diffonde. Lo vediamo nella mancanza di gioia, nella tristezza interiore che si può leggere su tanti volti umani. Solo la fede mi dà la certezza: è bene che io ci sia. È bene esistere come persona umana, anche in tempi difficili. La fede rende lieti a partire dal di dentro. È questa una delle esperienze meravigliose delle Giornate Mondiali della Gioventù. Porterebbe troppo lontano parlare adesso in modo dettagliato anche dell’incontro di Assisi, cosı̀ come meriterebbe l’importanza dell’avvenimento. Ringraziamo semplicemente Dio perché noi — rappresentanti delle religioni del mondo e anche rappresentanti del pensiero in ricerca della verità — abbiamo potuto incontrarci quel giorno in un clima di amicizia e di rispetto reciproco, nell’amore per la verità e nella comune responsabilità per la pace. Possiamo quindi sperare che da questo incontro sia nata una nuova disponibilità a servire la pace, la riconciliazione e la giustizia. Infine, vorrei ringraziare di cuore tutti voi per il sostegno nel portare avanti la missione che il Signore ci ha affidato come testimoni della sua verità, e auguro a tutti voi la gioia che Dio, nell’incarnazione del suo Figlio, ha voluto donarci. Buon Natale a tutti voi! Grazie. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 40 V In publica precationis « Angelus » recitatione, nuntius de Consistorii celebratione ad novos Cardinales creandos.* Cari fratelli e sorelle! Oggi, nella solennità dell’Epifania del Signore, ho ordinato, nella Basilica di San Pietro, due nuovi Vescovi, e cosı̀ perdonate il ritardo. Questa festa dell’Epifania è una festa molto antica, che ha la sua origine nell’Oriente cristiano e mette in risalto il mistero della manifestazione di Gesù Cristo a tutte le genti, rappresentate dai Magi che vennero ad adorare il Re dei Giudei appena nato a Betlemme, come narra il Vangelo di san Matteo.1 Quella « luce nuova » che si è accesa nella notte di Natale,2 oggi incomincia a risplendere sul mondo, come suggerisce l’immagine della stella, un segno celeste che attirò l’attenzione dei Magi e li guidò nel loro viaggio verso la Giudea. Tutto il periodo del Natale e dell’Epifania è caratterizzato dal tema della luce, legato anche al fatto che, nell’emisfero nord, dopo il solstizio d’inverno il giorno riprende ad allungarsi rispetto alla notte. Ma, al di là della loro posizione geografica, per tutti i popoli vale la parola di Cristo: « Io sono la luce del mondo; chi segue me, non cammina nelle tenebre, ma avrà la luce della vita ».3 Gesù è il sole apparso all’orizzonte dell’umanità per illuminare l’esistenza personale di ognuno di noi e per guidarci tutti insieme verso la meta del nostro pellegrinaggio, verso la terra della libertà e della pace, in cui vivremo per sempre in piena comunione con Dio e tra di noi. L’annuncio di questo mistero di salvezza è stato affidato da Cristo alla sua Chiesa. « Esso — scrive san Paolo — è stato rivelato ai suoi santi apostoli e profeti per mezzo dello Spirito: che le genti sono chiamate, in Cristo Gesù, a condividere la stessa eredità, a formare lo stesso corpo e ad essere partecipi della stessa promessa per mezzo del Vangelo ».4 L’invito che il profeta Isaia rivolgeva alla città santa Gerusalemme, si può applicare alla Chiesa: « Alzati, rivestiti di luce, perché viene la tua luce, la gloria del Signore brilla sopra di te. Poiché, ecco, la tenebra ricopre la terra, nebbia fitta avvolge i popoli; ma * Die 6 Ianuarii 2012. 1 2 3 4 Cfr 2, 1-12. Cfr Prefazio di Natale I. Gv 8, 12. Ef 3, 5-6. Acta Benedicti Pp. XVI 41 su di te risplende il Signore, la sua gloria appare su di te ».5 È cosı̀, come dice il Profeta: il mondo, con tutte le sue risorse, non è in grado di dare all’umanità la luce per orientare il suo cammino. Lo riscontriamo anche ai nostri giorni: la civiltà occidentale sembra avere smarrito l’orientamento, naviga a vista. Ma la Chiesa, grazie alla Parola di Dio, vede attraverso queste nebbie. Non possiede soluzioni tecniche, ma tiene lo sguardo rivolto alla meta, e offre la luce del Vangelo a tutti gli uomini di buona volontà, di qualunque nazione e cultura. È questa anche la missione dei Rappresentanti Pontifici presso gli Stati e le Organizzazioni internazionali. Proprio stamani, come ho già detto, ho avuto la gioia di conferire l’Ordinazione episcopale a due nuovi Nunzi Apostolici. Affidiamo alla Vergine Maria il loro servizio e l’opera evangelizzatrice di tutta la Chiesa. * * * ANNUNCIO DI CONCISTORO PER LA CREAZIONE DI NUOVI CARDINALI Ed ora, con grande gioia, annuncio che il prossimo 18 febbraio terrò un Concistoro nel quale nominerò 22 nuovi Membri del Collegio Cardinalizio. Come è noto, i Cardinali hanno il compito di aiutare il Successore di Pietro nello svolgimento del suo Ministero di confermare i fratelli nella fede e di essere principio e fondamento dell’unità e della comunione della Chiesa. Ecco i nomi dei nuovi Porporati: 1. Mons. Fernando Filoni, Prefetto della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli; 2. Mons. Manuel Monteiro De Castro, Penitenziere Maggiore; 3. Mons. Santos Abril y Castelló, Arciprete della Basilica Papale di Santa Maria Maggiore; 4. Mons. Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consiglio della Pastorale per i Migranti e gli Itineranti; 5 Is 60, 1-2. 42 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 5. Mons. Giuseppe Bertello, Presidente della Pontificia Commissione per lo Stato della Città del Vaticano e Presidente del Governatorato del medesimo Stato; 6. Mons. Francesco Coccopalmerio, Presidente del Pontificio Consiglio per i Testi Legislativi; 7. Mons. João Braz De Aviz, Prefetto della Congregazione per gli Istituti di Vita Consacrata e le Società di Vita Apostolica; 8. Mons. Edwin Frederik O’Brien, Pro-Gran Maestro dell’Ordine Equestre del Santo Sepolcro di Gerusalemme; 9. Mons. Domenico Calcagno, Presidente dell’Amministrazione del Patrimonio della Sede Apostolica; 10. Mons. Giuseppe Versaldi, Presidente della Prefettura degli Affari Economici della Santa Sede; 11. Sua Beatitudine George Alencherry, Arcivescovo Maggiore di Ernakulam-Angamaly dei Siro-Malabaresi (India); 12. Mons. Thomas Christopher Collins, Arcivescovo di Toronto (Canada); 13. Mons. Dominik Duka, Arcivescovo di Praha (Repubblica Ceca); 14. Mons. Willem Jacobus Eijk, Arcivescovo di Utrecht (Paesi Bassi); 15. Mons. Giuseppe Betori, Arcivescovo di Firenze (Italia); 16. Mons. Timothy Michael Dolan, Arcivescovo di New York (Stati Uniti d’America); 17. Mons. Rainer Maria Woelki, Arcivescovo di Berlin (Repubblica Federale di Germania); 18. Mons. John Tong Hon, Vescovo di Hong Kong (Repubblica Popolare Cinese). Ho deciso, inoltre, di elevare alla dignità cardinalizia un venerato Presule, che svolge il suo ministero di Pastore e Padre di una Chiesa, e tre benemeriti Ecclesiastici, che si sono distinti per il loro impegno a servizio della Chiesa. Essi sono: 1. Sua Beatitudine Lucian Mureşan, Arcivescovo Maggiore di Făgăraş e Alba Iulia dei Romeni (Romania); 2. Mons. Julien Ries, Sacerdote della Diocesi di Namur e Professore emerito di storia delle religioni presso l’Università Cattolica di Louvain; Acta Benedicti Pp. XVI 43 3. P. Prosper Grech, O.S.A., Docente emerito di varie Università romane e Consultore presso la Congregazione per la Dottrina della Fede; 4. P. Karl Becker, S.I, Docente emerito della Pontificia Università Gregoriana, Consultore della Congregazione per la Dottrina della Fede. I nuovi Cardinali provengono da varie parti del mondo, come avete sentito, e svolgono diversi ministeri a servizio della Santa Sede o a contatto diretto con i fedeli quali Padri e Pastori di Chiese particolari. Vorrei invitare tutti a pregare per i nuovi eletti, chiedendo l’intercessione della Beata Vergine Maria, Madre della Chiesa, affinché sappiano testimoniare sempre con coraggio e dedizione il loro amore per Cristo e per la sua Chiesa. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 44 NUNTII I Dum terrarum orbis XX Dies Aegrotis dicatus agitur. Cari fratelli e sorelle! In occasione della Giornata Mondiale del Malato, che celebreremo il prossimo 11 febbraio 2012, memoria della Beata Vergine di Lourdes, desidero rinnovare la mia spirituale vicinanza a tutti i malati che si trovano nei luoghi di cura o sono accuditi nelle famiglie, esprimendo a ciascuno la sollecitudine e l’affetto di tutta la Chiesa. Nell’accoglienza generosa e amorevole di ogni vita umana, soprattutto di quella debole e malata, il cristiano esprime un aspetto importante della propria testimonianza evangelica, sull’esempio di Cristo, che si è chinato sulle sofferenze materiali e spirituali dell’uomo per guarirle. 1. In quest’anno, che costituisce la preparazione più prossima alla Solenne Giornata Mondiale del Malato che si celebrerà in Germania l’11 febbraio 2013 e che si soffermerà sull’emblematica figura evangelica del samaritano,1 vorrei porre l’accento sui « Sacramenti di guarigione », cioè sul Sacramento della Penitenza e della Riconciliazione, e su quello dell’Unzione degli Infermi, che hanno il loro naturale compimento nella Comunione Eucaristica. L’incontro di Gesù con i dieci lebbrosi, narrato nel Vangelo di san Luca,2 in particolare le parole che il Signore rivolge ad uno di questi: « Àlzati e va’; la tua fede ti ha salvato! »,3 aiutano a prendere coscienza dell’importanza della fede per coloro che, gravati dalla sofferenza e dalla malattia, si avvicinano al Signore. Nell’incontro con Lui possono sperimentare realmente che chi crede non è mai solo! Dio, infatti, nel suo Figlio, non ci abbandona alle nostre angosce e sofferenze, ma ci è vicino, ci aiuta a portarle e desidera guarire nel profondo il nostro cuore.4 1 2 3 4 Cfr Lc 10, 29-37. Cfr Lc 17, 11-19. v. 19. Cfr Mc 2 ,1-12. Acta Benedicti Pp. XVI 45 La fede di quell’unico lebbroso che, vedendosi sanato, pieno di stupore e di gioia, a differenza degli altri, ritorna subito da Gesù per manifestare la propria riconoscenza, lascia intravedere che la salute riacquistata è segno di qualcosa di più prezioso della semplice guarigione fisica, è segno della salvezza che Dio ci dona attraverso Cristo; essa trova espressione nelle parole di Gesù: la tua fede ti ha salvato. Chi, nella propria sofferenza e malattia, invoca il Signore è certo che il Suo amore non lo abbandona mai, e che anche l’amore della Chiesa, prolungamento nel tempo della sua opera salvifica, non viene mai meno. La guarigione fisica, espressione della salvezza più profonda, rivela cosı̀ l’importanza che l’uomo, nella sua interezza di anima e di corpo, riveste per il Signore. Ogni Sacramento, del resto, esprime e attua la prossimità di Dio stesso, il Quale, in modo assolutamente gratuito, « ci tocca per mezzo di realtà materiali ..., che Egli assume al suo servizio, facendone strumenti dell’incontro tra noi e Lui stesso ».5 « L’unità tra creazione e redenzione si rende visibile. I Sacramenti sono espressione della corporeità della nostra fede che abbraccia corpo e anima, l’uomo intero ».6 Il compito principale della Chiesa è certamente l’annuncio del Regno di Dio, « ma proprio questo stesso annuncio deve essere un processo di guarigione: “... fasciare le piaghe dei cuori spezzati” 7 »,8 secondo l’incarico affidato da Gesù ai suoi discepoli.9 Il binomio tra salute fisica e rinnovamento dalle lacerazioni dell’anima ci aiuta quindi a comprendere meglio i « Sacramenti di guarigione ». 2. Il Sacramento della Penitenza è stato spesso al centro della riflessione dei Pastori della Chiesa, proprio a motivo della grande importanza nel cammino della vita cristiana, dal momento che « tutto il valore della Penitenza consiste nel restituirci alla grazia di Dio stringendoci a lui in intima e grande amicizia ».10 La Chiesa, continuando l’annuncio di perdono e di riconciliazione fatto risuonare da Gesù, non cessa di invitare l’umanità intera a convertirsi e a credere al Vangelo. Essa fa proprio l’appello dell’apostolo Paolo: « In nome di Cristo ... siamo ambasciatori: per mezzo nostro è Dio stesso che esorta. Vi 5 Omelia, S. Messa del Crisma, 1 aprile 2010. Omelia, S. Messa del Crisma, 21 aprile 2011. 7 Is 61, 1. 8 Ibid. 9 Cfr Lc 9, 1-2; Mt 10, 1.5-14; Mc 6, 7-13. 10 Catechismo della Chiesa Cattolica, 1468. 6 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 46 supplichiamo in nome di Cristo: lasciatevi riconciliare con Dio ».11 Gesù, nella sua vita, annuncia e rende presente la misericordia del Padre. Egli è venuto non per condannare, ma per perdonare e salvare, per dare speranza anche nel buio più profondo della sofferenza e del peccato, per donare la vita eterna; cosı̀ nel Sacramento della Penitenza, nella « medicina della confessione », l’esperienza del peccato non degenera in disperazione, ma incontra l’Amore che perdona e trasforma.12 Dio, « ricco di misericordia »,13 come il padre della parabola evangelica,14 non chiude il cuore a nessuno dei suoi figli, ma li attende, li cerca, li raggiunge là dove il rifiuto della comunione imprigiona nell’isolamento e nella divisione, li chiama a raccogliersi intorno alla sua mensa, nella gioia della festa del perdono e della riconciliazione. Il momento della sofferenza, nel quale potrebbe sorgere la tentazione di abbandonarsi allo scoraggiamento e alla disperazione, può trasformarsi cosı̀ in tempo di grazia per rientrare in se stessi e, come il figliol prodigo della parabola, ripensare alla propria vita, riconoscendone errori e fallimenti, sentire la nostalgia dell’abbraccio del Padre e ripercorrere il cammino verso la sua Casa. Egli, nel suo grande amore, sempre e comunque veglia sulla nostra esistenza e ci attende per offrire ad ogni figlio che torna da Lui, il dono della piena riconciliazione e della gioia. 3. Dalla lettura dei Vangeli, emerge chiaramente come Gesù abbia sempre mostrato una particolare attenzione verso gli infermi. Egli non solo ha inviato i suoi discepoli a curarne le ferite,15 ma ha anche istituito per loro un Sacramento specifico: l’Unzione degli Infermi. La Lettera di Giacomo attesta la presenza di questo gesto sacramentale già nella prima comunità cristiana: 16 con l’Unzione degli Infermi, accompagnata dalla preghiera dei presbiteri, tutta la Chiesa raccomanda gli ammalati al Signore sofferente e glorificato, perché allevi le loro pene e li salvi, anzi li esorta a unirsi spiritualmente alla passione e alla morte di Cristo, per contribuire cosı̀ al bene del Popolo di Dio. Tale Sacramento ci porta a contemplare il duplice mistero del Monte degli Ulivi, dove Gesù si è trovato drammaticamente davanti alla via indicatagli 11 12 13 14 15 16 2 Cor 5, 20. Cfr Giovanni Paolo II, Esort. ap. postsin. Reconciliatio et Paenitentia, 31. Ef 2, 4. Cfr Lc 15, 11-32. Cfr Mt 10, 8; Lc 9, 2; 10, 9. Cfr 5, 14-16. Acta Benedicti Pp. XVI 47 dal Padre, quella della Passione, del supremo atto di amore, e l’ha accolta. In quell’ora di prova, Egli è il mediatore, « trasportando in sé, assumendo in sé la sofferenza e la passione del mondo, trasformandola in grido verso Dio, portandola davanti agli occhi e nelle mani di Dio, e cosı̀ portandola realmente al momento della Redenzione ».17 Ma « l’Orto degli Ulivi è ... anche il luogo dal quale Egli è asceso al Padre, è quindi il luogo della Redenzione ... Questo duplice mistero del Monte degli Ulivi è anche sempre “attivo” nell’olio sacramentale della Chiesa ... segno della bontà di Dio che ci tocca ».18 Nell’Unzione degli Infermi, la materia sacramentale dell’olio ci viene offerta, per cosı̀ dire, « quale medicina di Dio ... che ora ci rende certi della sua bontà, ci deve rafforzare e consolare, ma che, allo stesso tempo, al di là del momento della malattia, rimanda alla guarigione definitiva, alla risurrezione 19 ».20 Questo Sacramento merita oggi una maggiore considerazione, sia nella riflessione teologica, sia nell’azione pastorale presso i malati. Valorizzando i contenuti della preghiera liturgica che si adattano alle diverse situazioni umane legate alla malattia e non solo quando si è alla fine della vita,21 l’Unzione degli Infermi non deve essere ritenuta quasi « un sacramento minore » rispetto agli altri. L’attenzione e la cura pastorale verso gli infermi, se da un lato è segno della tenerezza di Dio per chi è nella sofferenza, dall’altro arreca vantaggio spirituale anche ai sacerdoti e a tutta la comunità cristiana, nella consapevolezza che quanto è fatto al più piccolo, è fatto a Gesù stesso.22 4. A proposito dei « Sacramenti di guarigione » S. Agostino afferma: « Dio guarisce tutte le tue infermità. Non temere dunque: tutte le tue infermità saranno guarite... Tu devi solo permettere che egli ti curi e non devi respingere le sue mani ».23 Si tratta di mezzi preziosi della Grazia di Dio, che aiutano il malato a conformarsi sempre più pienamente al Mistero della Morte e Risurrezione di Cristo. Assieme a questi due Sacramenti, vorrei sottolineare anche l’importanza dell’Eucaristia. Ricevuta nel momento della malattia contribuisce, in maniera singolare, ad operare tale trasformazione, associando colui che si nutre del Corpo e del Sangue di Gesù all’offerta che Egli ha fatto di Se stesso al Padre per la salvezza di tutti. L’intera comunità ecclesiale, e le 17 18 19 20 21 22 23 Lectio divina, Incontro con il Clero di Roma, 18 febbraio 2010. Omelia, S. Messa del Crisma, 1 aprile 2010. Cfr Gc 5, 14. Ibid. Cfr Catechismo della Chiesa Cattolica, 1514. Cfr Mt 25, 40. Esposizione sul Salmo 102, 5: PL 36, 1319-1320. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 48 comunità parrocchiali in particolare, prestino attenzione nell’assicurare la possibilità di accostarsi con frequenza alla Comunione sacramentale a coloro che, per motivi di salute o di età, non possono recarsi nei luoghi di culto. In tal modo, a questi fratelli e sorelle viene offerta la possibilità di rafforzare il rapporto con Cristo crocifisso e risorto, partecipando, con la loro vita offerta per amore di Cristo, alla missione stessa della Chiesa. In questa prospettiva, è importante che i sacerdoti che prestano la loro delicata opera negli ospedali, nelle case di cura e presso le abitazioni dei malati si sentano veri « “ministri degli infermi”, segno e strumento della compassione di Cristo, che deve giungere ad ogni uomo segnato dalla sofferenza ».24 La conformazione al Mistero Pasquale di Cristo, realizzata anche mediante la pratica della Comunione spirituale, assume un significato del tutto particolare quando l’Eucaristia è amministrata e accolta come viatico. In quel momento dell’esistenza risuonano in modo ancora più incisivo le parole del Signore: « Chi mangia la mia carne e beve il mio sangue ha la vita eterna e io lo risusciterò nell’ultimo giorno ».25 L’Eucaristia, infatti, soprattutto come viatico è — secondo la definizione di sant’Ignazio d’Antiochia — « farmaco di immortalità, antidoto contro la morte »,26 sacramento del passaggio dalla morte alla vita, da questo mondo al Padre, che tutti attende nella Gerusalemme celeste. 5. Il tema di questo Messaggio per la XX Giornata Mondiale del Malato, « Àlzati e va’; la tua fede ti ha salvato! », guarda anche al prossimo « Anno della fede », che inizierà l’11 ottobre 2012, occasione propizia e preziosa per riscoprire la forza e la bellezza della fede, per approfondirne i contenuti e per testimoniarla nella vita di ogni giorno.27 Desidero incoraggiare i malati e i sofferenti a trovare sempre un’ancora sicura nella fede, alimentata dall’ascolto della Parola di Dio, dalla preghiera personale e dai Sacramenti, mentre invito i Pastori ad essere sempre più disponibili alla loro celebrazione per gli infermi. Sull’esempio del Buon Pastore e come guide del gregge loro affidato, i sacerdoti siano pieni di gioia, premurosi verso i più deboli, i semplici, i peccatori, manifestando l’infinita misericordia di Dio con le parole rassicuranti della speranza.28 24 25 26 27 28 Messaggio per la XVIII Giornata Mondiale del Malato, 22 novembre 2009. Gv 6, 54. Lettera agli Efesini, 20: PG 5, 661. Cfr Lett. ap. Porta fidei, 11 ottobre 2011. Cfr S. Agostino, Lettera 95, 1: PL 33, 351-352. Acta Benedicti Pp. XVI 49 A quanti operano nel mondo della salute, come pure alle famiglie che nei propri congiunti vedono il Volto sofferente del Signore Gesù, rinnovo il ringraziamento mio e della Chiesa, perché, nella competenza professionale e nel silenzio, spesso anche senza nominare il nome di Cristo, Lo manifestano concretamente.29 A Maria, Madre di Misericordia e Salute degli Infermi, eleviamo il nostro sguardo fiducioso e la nostra orazione; la sua materna compassione, vissuta accanto al Figlio morente sulla Croce, accompagni e sostenga la fede e la speranza di ogni persona ammalata e sofferente nel cammino di guarigione dalle ferite del corpo e dello spirito. A tutti assicuro il mio ricordo nella preghiera, mentre imparto a ciascuno una speciale Benedizione Apostolica. Dal Vaticano, 20 novembre 2011, Solennità di Nostro Signore Gesù Cristo, Re dell’Universo. BENEDICTUS PP. XVI 29 Cfr Omelia, S. Messa del Crisma, 21 aprile 2011. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 50 II Recurrente Universali XLV Die precationi pro pace dicato. 1. L’inizio di un nuovo anno, dono di Dio all’umanità, mi invita a rivolgere a tutti, con grande fiducia e affetto, uno speciale augurio per questo tempo che ci sta dinanzi, perché sia concretamente segnato dalla giustizia e dalla pace. Con quale atteggiamento guardare al nuovo anno? Nel Salmo 130 troviamo una bellissima immagine. Il Salmista dice che l’uomo di fede attende il Signore « più che le sentinelle l’aurora »,1 lo attende con ferma speranza, perché sa che porterà luce, misericordia, salvezza. Tale attesa nasce dall’esperienza del popolo eletto, il quale riconosce di essere educato da Dio a guardare il mondo nella sua verità e a non lasciarsi abbattere dalle tribolazioni. Vi invito a guardare il 2012 con questo atteggiamento fiducioso. È vero che nell’anno che termina è cresciuto il senso di frustrazione per la crisi che sta assillando la società, il mondo del lavoro e l’economia; una crisi le cui radici sono anzitutto culturali e antropologiche. Sembra quasi che una coltre di oscurità sia scesa sul nostro tempo e non permetta di vedere con chiarezza la luce del giorno. In questa oscurità il cuore dell’uomo non cessa tuttavia di attendere l’aurora di cui parla il Salmista. Tale attesa è particolarmente viva e visibile nei giovani, ed è per questo che il mio pensiero si rivolge a loro considerando il contributo che possono e debbono offrire alla società. Vorrei dunque presentare il Messaggio per la XLV Giornata Mondiale della Pace in una prospettiva educativa: « Educare i giovani alla giustizia e alla pace », nella convinzione che essi, con il loro entusiasmo e la loro spinta ideale, possono offrire una nuova speranza al mondo. Il mio Messaggio si rivolge anche ai genitori, alle famiglie, a tutte le componenti educative, formative, come pure ai responsabili nei vari ambiti della vita religiosa, sociale, politica, economica, culturale e della comunicazione. Essere attenti al mondo giovanile, saperlo ascoltare e valorizzare, non è solamente un’opportunità, ma un dovere primario di tutta la società, per la costruzione di un futuro di giustizia e di pace. 1 v. 6. Acta Benedicti Pp. XVI 51 Si tratta di comunicare ai giovani l’apprezzamento per il valore positivo della vita, suscitando in essi il desiderio di spenderla al servizio del Bene. È un compito, questo, in cui tutti siamo impegnati in prima persona. Le preoccupazioni manifestate da molti giovani in questi ultimi tempi, in varie Regioni del mondo, esprimono il desiderio di poter guardare con speranza fondata verso il futuro. Nel momento presente sono molti gli aspetti che essi vivono con apprensione: il desiderio di ricevere una formazione che li prepari in modo più profondo ad affrontare la realtà, la difficoltà a formare una famiglia e a trovare un posto stabile di lavoro, l’effettiva capacità di contribuire al mondo della politica, della cultura e dell’economia per la costruzione di una società dal volto più umano e solidale. È importante che questi fermenti e la spinta ideale che contengono trovino la dovuta attenzione in tutte le componenti della società. La Chiesa guarda ai giovani con speranza, ha fiducia in loro e li incoraggia a ricercare la verità, a difendere il bene comune, ad avere prospettive aperte sul mondo e occhi capaci di vedere « cose nuove »! 2 I responsabili dell’educazione 2. L’educazione è l’avventura più affascinante e difficile della vita. Educare — dal latino educere — significa condurre fuori da se stessi per introdurre alla realtà, verso una pienezza che fa crescere la persona. Tale processo si nutre dell’incontro di due libertà, quella dell’adulto e quella del giovane. Esso richiede la responsabilità del discepolo, che deve essere aperto a lasciarsi guidare alla conoscenza della realtà, e quella dell’educatore, che deve essere disposto a donare se stesso. Per questo sono più che mai necessari autentici testimoni, e non meri dispensatori di regole e di informazioni; testimoni che sappiano vedere più lontano degli altri, perché la loro vita abbraccia spazi più ampi. Il testimone è colui che vive per primo il cammino che propone. Quali sono i luoghi dove matura una vera educazione alla pace e alla giustizia? Anzitutto la famiglia, poiché i genitori sono i primi educatori. La famiglia è cellula originaria della società. « È nella famiglia che i figli apprendono i valori umani e cristiani che consentono una convivenza costruttiva e pacifica. È nella famiglia che essi imparano la solidarietà fra le generazioni, il 2 Is 42, 9; 48, 6. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 52 rispetto delle regole, il perdono e l’accoglienza dell’altro ».3 Essa è la prima scuola dove si viene educati alla giustizia e alla pace. Viviamo in un mondo in cui la famiglia, e anche la vita stessa, sono costantemente minacciate e, non di rado, frammentate. Condizioni di lavoro spesso poco armonizzabili con le responsabilità familiari, preoccupazioni per il futuro, ritmi di vita frenetici, migrazioni in cerca di un adeguato sostentamento, se non della semplice sopravvivenza, finiscono per rendere difficile la possibilità di assicurare ai figli uno dei beni più preziosi: la presenza dei genitori; presenza che permetta una sempre più profonda condivisione del cammino, per poter trasmettere quell’esperienza e quelle certezze acquisite con gli anni, che solo con il tempo trascorso insieme si possono comunicare. Ai genitori desidero dire di non perdersi d’animo! Con l’esempio della loro vita esortino i figli a porre la speranza anzitutto in Dio, da cui solo sorgono giustizia e pace autentiche. Vorrei rivolgermi anche ai responsabili delle istituzioni che hanno compiti educativi: veglino con grande senso di responsabilità affinché la dignità di ogni persona sia rispettata e valorizzata in ogni circostanza. Abbiano cura che ogni giovane possa scoprire la propria vocazione, accompagnandolo nel far fruttificare i doni che il Signore gli ha accordato. Assicurino alle famiglie che i loro figli possano avere un cammino formativo non in contrasto con la loro coscienza e i loro principi religiosi. Ogni ambiente educativo possa essere luogo di apertura al trascendente e agli altri; luogo di dialogo, di coesione e di ascolto, in cui il giovane si senta valorizzato nelle proprie potenzialità e ricchezze interiori, e impari ad apprezzare i fratelli. Possa insegnare a gustare la gioia che scaturisce dal vivere giorno per giorno la carità e la compassione verso il prossimo e dal partecipare attivamente alla costruzione di una società più umana e fraterna. Mi rivolgo poi ai responsabili politici, chiedendo loro di aiutare concretamente le famiglie e le istituzioni educative ad esercitare il loro diritto-dovere di educare. Non deve mai mancare un adeguato supporto alla maternità e alla paternità. Facciano in modo che a nessuno sia negato l’accesso all’istruzione e che le famiglie possano scegliere liberamente le strutture educative ritenute più idonee per il bene dei propri figli. Si impegnino a favorire il ricongiungimento di quelle famiglie che sono divise dalla necessità di trovare mezzi di 3 Benedetto XVI, Discorso agli Amministratori della Regione Lazio, del Comune e della Provincia di Roma (14 gennaio 2011): L’Osservatore Romano, 15 gennaio 2011, p. 7. Acta Benedicti Pp. XVI 53 sussistenza. Offrano ai giovani un’immagine limpida della politica, come vero servizio per il bene di tutti. Non posso, inoltre, non appellarmi al mondo dei media affinché dia il suo contributo educativo. Nell’odierna società, i mezzi di comunicazione di massa hanno un ruolo particolare: non solo informano, ma anche formano lo spirito dei loro destinatari e quindi possono dare un apporto notevole all’educazione dei giovani. È importante tenere presente che il legame tra educazione e comunicazione è strettissimo: l’educazione avviene infatti per mezzo della comunicazione, che influisce, positivamente o negativamente, sulla formazione della persona. Anche i giovani devono avere il coraggio di vivere prima di tutto essi stessi ciò che chiedono a coloro che li circondano. È una grande responsabilità quella che li riguarda: abbiano la forza di fare un uso buono e consapevole della libertà. Anch’essi sono responsabili della propria educazione e formazione alla giustizia e alla pace! Educare alla verità e alla libertà 3. Sant’Agostino si domandava: « Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? — Che cosa desidera l’uomo più fortemente della verità? ».4 Il volto umano di una società dipende molto dal contributo dell’educazione a mantenere viva tale insopprimibile domanda. L’educazione, infatti, riguarda la formazione integrale della persona, inclusa la dimensione morale e spirituale dell’essere, in vista del suo fine ultimo e del bene della società di cui è membro. Perciò, per educare alla verità occorre innanzitutto sapere chi è la persona umana, conoscerne la natura. Contemplando la realtà che lo circonda, il Salmista riflette: « Quando vedo i tuoi cieli, opera delle tue dita, la luna e le stelle che tu hai fissato, che cosa è mai l’uomo perché di lui ti ricordi, il figlio dell’uomo, perché te ne curi? ».5 È questa la domanda fondamentale da porsi: chi è l’uomo? L’uomo è un essere che porta nel cuore una sete di infinito, una sete di verità — non parziale, ma capace di spiegare il senso della vita — perché è stato creato a immagine e somiglianza di Dio. Riconoscere allora con gratitudine la vita come dono inestimabile, conduce a scoprire la propria dignità profonda e l’inviolabilità di ogni persona. Perciò, la 4 5 Commento al Vangelo di S. Giovanni, 26, 5. Sal 8, 4-5. 54 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale prima educazione consiste nell’imparare a riconoscere nell’uomo l’immagine del Creatore e, di conseguenza, ad avere un profondo rispetto per ogni essere umano e aiutare gli altri a realizzare una vita conforme a questa altissima dignità. Non bisogna dimenticare mai che « l’autentico sviluppo dell’uomo riguarda unitariamente la totalità della persona in ogni sua dimensione »,6 inclusa quella trascendente, e che non si può sacrificare la persona per raggiungere un bene particolare, sia esso economico o sociale, individuale o collettivo. Solo nella relazione con Dio l’uomo comprende anche il significato della propria libertà. Ed è compito dell’educazione quello di formare all’autentica libertà. Questa non è l’assenza di vincoli o il dominio del libero arbitrio, non è l’assolutismo dell’io. L’uomo che crede di essere assoluto, di non dipendere da niente e da nessuno, di poter fare tutto ciò che vuole, finisce per contraddire la verità del proprio essere e per perdere la sua libertà. L’uomo, invece, è un essere relazionale, che vive in rapporto con gli altri e, soprattutto, con Dio. L’autentica libertà non può mai essere raggiunta nell’allontanamento da Lui. La libertà è un valore prezioso, ma delicato; può essere fraintesa e usata male. « Oggi un ostacolo particolarmente insidioso all’opera educativa è costituito dalla massiccia presenza, nella nostra società e cultura, di quel relativismo che, non riconoscendo nulla come definitivo, lascia come ultima misura solo il proprio io con le sue voglie, e sotto l’apparenza della libertà diventa per ciascuno una prigione, perché separa l’uno dall’altro, riducendo ciascuno a ritrovarsi chiuso dentro il proprio « io ». Dentro ad un tale orizzonte relativistico non è possibile, quindi, una vera educazione: senza la luce della verità prima o poi ogni persona è infatti condannata a dubitare della bontà della stessa vita e dei rapporti che la costituiscono, della validità del suo impegno per costruire con gli altri qualcosa in comune ».7 Per esercitare la sua libertà, l’uomo deve dunque superare l’orizzonte relativistico e conoscere la verità su se stesso e la verità circa il bene e il male. Nell’intimo della coscienza l’uomo scopre una legge che non è lui a darsi, ma alla quale invece deve obbedire e la cui voce lo chiama ad amare e a fare il bene e a fuggire il male, ad assumere la responsabilità del bene 6 Benedetto XVI, Lett. enc. Caritas in veritate (29 giugno 2009), 11: AAS 101 (2009), 648; cfr Paolo VI, Lett. enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14: AAS 59 (1967), 264. 7 Benedetto XVI, Discorso in occasione dell’apertura del Convegno ecclesiale diocesano nella Basilica di san Giovanni in Laterano (6 giugno 2005): AAS 97 (2005), 816. Acta Benedicti Pp. XVI 55 compiuto e del male commesso.8 Per questo, l’esercizio della libertà è intimamente connesso alla legge morale naturale, che ha carattere universale, esprime la dignità di ogni persona, pone la base dei suoi diritti e doveri fondamentali, e dunque, in ultima analisi, della convivenza giusta e pacifica fra le persone. Il retto uso della libertà è dunque centrale nella promozione della giustizia e della pace, che richiedono il rispetto per se stessi e per l’altro, anche se lontano dal proprio modo di essere e di vivere. Da tale atteggiamento scaturiscono gli elementi senza i quali pace e giustizia rimangono parole prive di contenuto: la fiducia reciproca, la capacità di tessere un dialogo costruttivo, la possibilità del perdono, che tante volte si vorrebbe ottenere ma che si fa fatica a concedere, la carità reciproca, la compassione nei confronti dei più deboli, come pure la disponibilità al sacrificio. Educare alla giustizia 4. Nel nostro mondo, in cui il valore della persona, della sua dignità e dei suoi diritti, al di là delle proclamazioni di intenti, è seriamente minacciato dalla diffusa tendenza a ricorrere esclusivamente ai criteri dell’utilità, del profitto e dell’avere, è importante non separare il concetto di giustizia dalle sue radici trascendenti. La giustizia, infatti, non è una semplice convenzione umana, poiché ciò che è giusto non è originariamente determinato dalla legge positiva, ma dall’identità profonda dell’essere umano. È la visione integrale dell’uomo che permette di non cadere in una concezione contrattualistica della giustizia e di aprire anche per essa l’orizzonte della solidarietà e dell’amore.9 Non possiamo ignorare che certe correnti della cultura moderna, sostenute da principi economici razionalistici e individualisti, hanno alienato il concetto di giustizia dalle sue radici trascendenti, separandolo dalla carità e dalla solidarietà: « La “città dell’uomo” non è promossa solo da rapporti di diritti e di doveri, ma ancor più e ancor prima da relazioni di gratuità, di misericordia e di comunione. La carità manifesta sempre anche nelle relazioni umane 8 Cfr Conc. Ecum. Vat. II, Cost. Gaudium et spes, 16. Cfr Benedetto XVI, Discorso al Bundestag (Berlino, 22 settembre 2011): L’Osservatore Romano, 24 settembre 2011, p. 6-7. 9 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 56 l’amore di Dio, essa dà valore teologale e salvifico a ogni impegno di giustizia nel mondo ».10 « Beati quelli che hanno fame e sete della giustizia, perché saranno saziati ». 11 Saranno saziati perché hanno fame e sete di relazioni rette con Dio, con se stessi, con i loro fratelli e sorelle, e con l’intero creato. Educare alla pace 5. « La pace non è la semplice assenza di guerra e non può ridursi ad assicurare l’equilibrio delle forze contrastanti. La pace non si può ottenere sulla terra senza la tutela dei beni delle persone, la libera comunicazione tra gli esseri umani, il rispetto della dignità delle persone e dei popoli, l’assidua pratica della fratellanza ».12 La pace è frutto della giustizia ed effetto della carità. La pace è anzitutto dono di Dio. Noi cristiani crediamo che Cristo è la nostra vera pace: in Lui, nella sua Croce, Dio ha riconciliato a Sé il mondo e ha distrutto le barriere che ci separavano gli uni dagli altri; 13 in Lui c’è un’unica famiglia riconciliata nell’amore. Ma la pace non è soltanto dono da ricevere, bensı̀ anche opera da costruire. Per essere veramente operatori di pace, dobbiamo educarci alla compassione, alla solidarietà, alla collaborazione, alla fraternità, essere attivi all’interno della comunità e vigili nel destare le coscienze sulle questioni nazionali ed internazionali e sull’importanza di ricercare adeguate modalità di ridistribuzione della ricchezza, di promozione della crescita, di cooperazione allo sviluppo e di risoluzione dei conflitti. « Beati gli operatori di pace, perché saranno chiamati figli di Dio », dice Gesù nel discorso della montagna.14 La pace per tutti nasce dalla giustizia di ciascuno e nessuno può eludere questo impegno essenziale di promuovere la giustizia, secondo le proprie competenze e responsabilità. Invito in particolare i giovani, che hanno sempre viva la tensione verso gli ideali, ad avere la pazienza e la tenacia di ricercare la giustizia e la pace, di coltivare il gusto per ciò che è giusto e vero, anche quando ciò può comportare sacrificio e andare controcorrente. 10 11 12 13 14 Id., Lett. enc. Caritas in veritate (29 giugno 2009), 6: AAS 101 (2009), 644-645. Mt 5, 6. Catechismo della Chiesa Cattolica, 2304. Cfr Ef 2, 14-18. Mt 5, 9. Acta Benedicti Pp. XVI 57 Alzare gli occhi a Dio 6. Di fronte alla difficile sfida di percorrere le vie della giustizia e della pace possiamo essere tentati di chiederci, come il Salmista: « Alzo gli occhi verso i monti: da dove mi verrà l’aiuto? ».15 A tutti, in particolare ai giovani, voglio dire con forza: « Non sono le ideologie che salvano il mondo, ma soltanto il volgersi al Dio vivente, che è il nostro creatore, il garante della nostra libertà, il garante di ciò che è veramente buono e vero... il volgersi senza riserve a Dio che è la misura di ciò che è giusto e allo stesso tempo è l’amore eterno. E che cosa mai potrebbe salvarci se non l’amore? ».16 L’amore si compiace della verità, è la forza che rende capaci di impegnarsi per la verità, per la giustizia, per la pace, perché tutto copre, tutto crede, tutto spera, tutto sopporta.17 Cari giovani, voi siete un dono prezioso per la società. Non lasciatevi prendere dallo scoraggiamento di fronte alle difficoltà e non abbandonatevi a false soluzioni, che spesso si presentano come la via più facile per superare i problemi. Non abbiate paura di impegnarvi, di affrontare la fatica e il sacrificio, di scegliere le vie che richiedono fedeltà e costanza, umiltà e dedizione. Vivete con fiducia la vostra giovinezza e quei profondi desideri che provate di felicità, di verità, di bellezza e di amore vero! Vivete intensamente questa stagione della vita cosı̀ ricca e piena di entusiasmo. Siate coscienti di essere voi stessi di esempio e di stimolo per gli adulti, e lo sarete quanto più vi sforzate di superare le ingiustizie e la corruzione, quanto più desiderate un futuro migliore e vi impegnate a costruirlo. Siate consapevoli delle vostre potenzialità e non chiudetevi mai in voi stessi, ma sappiate lavorare per un futuro più luminoso per tutti. Non siete mai soli. La Chiesa ha fiducia in voi, vi segue, vi incoraggia e desidera offrirvi quanto ha di più prezioso: la possibilità di alzare gli occhi a Dio, di incontrare Gesù Cristo, Colui che è la giustizia e la pace. A voi tutti, uomini e donne che avete a cuore la causa della pace! La pace non è un bene già raggiunto, ma una meta a cui tutti e ciascuno dobbiamo aspirare. Guardiamo con maggiore speranza al futuro, incoraggiamoci a vicenda nel nostro cammino, lavoriamo per dare al nostro mondo un volto più umano e fraterno, e sentiamoci uniti nella responsabilità verso le giovani 15 16 17 Sal 121, 1. Benedetto XVI, Veglia con i Giovani (Colonia, 20 agosto 2005): AAS 97 (2005), 885-886. Cfr 1 Cor 13, 1-13. 58 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale generazioni presenti e future, in particolare nell’educarle ad essere pacifiche e artefici di pace. È sulla base di tale consapevolezza che vi invio queste riflessioni e vi rivolgo il mio appello: uniamo le nostre forze, spirituali, morali e materiali, per « educare i giovani alla giustizia e alla pace ». Dal Vaticano, 8 Dicembre 2011. BENEDICTUS PP. XVI Acta Benedicti Pp. XVI 59 III Urbi et Orbi, pluribus linguis, in Sollemnitate Nativitatis Domini. AUGURI DEL SANTO PADRE A quanti mi ascoltano, rivolgo un cordiale augurio nelle diverse espressioni linguistiche: italiano: Buon Natale ai romani e agli italiani! La nascita di Cristo Salvatore e l’accoglienza gioiosa del suo Vangelo di salvezza rinnovino i cuori dei credenti, portino pace nelle famiglie, consolazione ai sofferenti e aiutino gli abitanti dell’intero Paese a crescere nella reciproca fiducia per costruire insieme un futuro di speranza, più fraterno e solidale. francese: Heureuse et sainte fête de Noël! Que le Christ Sauveur vous garde dans l’espérance et qu’il vous fasse le don de la paix profonde! inglese: May the birth of the Prince of Peace remind the world where its true happiness lies; and may your hearts be filled with hope and joy, for the Saviour has been born for us. tedesco: Die Geburt Jesu Christi, des Erlösers der Menschen, erfülle Euer Leben mit tiefer Freude und reicher Gnade; sein Friede möge in Euren Herzen wohnen. Gesegnete und frohe Weihnachten! spagnolo: ¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en la familias y en todos los pueblos. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 60 portoghese: Feliz Natal para todos, e que a Luz de Cristo Salvador ilumine os vossos corações de paz e de esperança! neerlandese: Zalig en gelukkig Kerstmis. lussemburghese: Schéin Chreschtdag. greco: albanese: Per shum vjet Krishtlindjen. romeno: Sărbători Fericite de Crăciun si Anul Nou. ungherese: Àldott Karácsonyt. polacco: Błogosławionych świa˛t Bożego Narodzenia. ceco: Narodil se vám Spasitel. Radujte se! slovacco: Milostiplné a radostné Viacočné Sviatky. Acta Benedicti Pp. XVI croato: Sretan Božić, Isusovo Porod̄ enje! sloveno: Božje Dete, naj vam podeli svoj blagoslov. serbo: serbo-lusazio: Zohnowane hody! A zbožowne Nowe lěto! bulgaro: macedone: bielorusso: Viası́òłych kalàdnych Sviàtaû! russo: mongolo: 61 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 62 kazako: ucraino: lituano: Linksmu˛ šwentu˛ Kaledu˛. lettone: Priecı̄gus Ziemsvētkus! estone: Häid joulupühi. finlandese: Hyvää Joulua. svedese: God Jul, Gott Nytt Àr. islandese: Gleðileg jól! irlandese: Nollaig shona dhaoibh go léir. romanès: Baxtalò Krečùno! Thaj Nevo berš! Acta Benedicti Pp. XVI maltese: Il-Milied it tajjeb lill-poplu kollu ta’ Malta u ta’ Ghawdex. georgiano: turco: Noel bayramı kutlu olsun. arabo: etiopico-eritreo: ebraico: aramaico: armeno: suahili: Heri kwa noeli na baraka nyingi kwa mwaka mpya. kirundi e kinyarwanda: Gumya umutima mu mahoro! Noeli nziza! 63 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 64 malgascio: Arahaba tratrin’i Noely. hindi: tamil: malayalam: bengalese: birmano: urdu (Pakistan): cinese: Acta Benedicti Pp. XVI giapponese: coreano: vietnamita: Chúc mùng giáng sinh. singalese: tailandese: indonesiano: Selamat Hari Natal. cambogiano: filippino: Malygayang pasko at manigong bagong taon. maori: Meri Kirihimete. 65 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 66 samoano: Ia manuia le Kirisimasi. esperanto: Dibenitan Kristnaskon kaj prosperan novjaron. guaranı́: Ko navidad árape che maitei ame’ê peême. latino: Christe! Veni ad salvandum nos! Congregatio pro Episcopis 67 ACTA CONGREGATIONUM CONGREGATIO PRO EPISCOPIS PROVISIO ECCLESIARUM Latis decretis a Congregatione pro Episcopis, Sanctissimus Dominus Benedictus Pp. XVI, per Apostolicas sub plumbo Litteras, iis quae sequuntur Ecclesiis sacros praefecit Praesules: die 7 Decembris 2011. — Metropolitanae Ecclesiae Guadalaiarensi, Em.mum P. D. Iosephum Franciscum Robles Ortega, hactenus Archiepiscopum Monterreyensem. — Cathedrali Ecclesiae Armidalensi, R. D. Michaelem Robertum Kennedy, e clero dioecesis Corvopolitanae, ibique curionem paroeciae “St. Joseph’s” in urbe vulgo dicta “Leeton”. die 9 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Cassanensi, R. D. Nuntium Galantino, e clero dioecesis Ceriniolensis-Asculanae Apuliae, hactenus paroeciae “Sancti Francisci”, in Ceriniola, parochum necnon pro Cultura Vicarium Episcopalem. die 10 Decembris. — Titulari episcopali Ecclesiae Phelbesianae, R. D. Danielem Ferdinandum Sturla Berhout, S.D.B., Societatis Sancti Francisci Salesii sodalem, quem constituit Auxiliarem Montisvidei archidioecesis. die 12 Decembris. — Dioecesanae Ecclesiae Callaënsi, Exc.mum P. D. Iosephum Aloisium Del Palacio Pérez-Medel, hactenus institutionis Itineris Neocatechumenalis in Peruviana natione moderatorem. — Titulari episcopali Ecclesiae Camplensi, R. D. Dionysium Grondin, e clero archidioecesis Quebecensis, hactenus paroeciae in parte archidioecesis vulgo dictae « Charlevoix » curionem, quem constituit Auxiliarem eiusdem archidioecesis. 68 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale die 12 Decembris 2011. — Titulari episcopali Ecclesiae Azurensi, R. D. Caietanum Proulx, Ordinis Servorum Mariae sodalem, hactenus paroeciae vulgo dictae « Notre-Dame-de-Foy » curionem, quem constituit Auxiliarem eiusdem archidiocesisis Quebecensis. die 14 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Raymundianae, R. D. Ioannem Santos Cardoso, e clero archidioecesis Victoriensis de Conquista, hactenus eiusdem archidioecesis paroeciae vulgo “Nossa Senhora das Graças” dictae parochum. die 16 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Auriensi, R. D. Iosephum Leonardum Lemos Montanet, e clero archidioecesis Compostellanae, hactenus eiusdem archidioecesis Canonicum. die 21 Decembris. — Titulari episcopali Ecclesiae Tulliensi, R. D. Ioannem Iustinum de Medeiros Silva, e clero Iudiciforensi, hactenus eiusdem archidioecesis Seminarii Maioris Rectorem, quem deputavit Auxiliarem archidioecesis Bellohorizontinae. — Metropolitanae Ecclesiae Natalensi, Exc.mum P. D. Iacobum Vieira Rocha, hactenus Episcopum Campinae Grandis. — Titulari episcopali Ecclesiae Idassensi, R. D. Ruben Sevilha, O.C.D., hactenus provinciae vulgo dictae “Sao José” in Brasilia Ordinis Fratrum Discalceatorum B. Mariae V. de Monte Carmelo Superiorem Provincialem, quem deputavit Auxiliarem archidioecesis Victoriensis Spiritus Sancti. — Titulari episcopali Ecclesiae Sitensi, R. D. Ioachimum Vladimirum Lopes Dias, e clero Iundiaiensi, hactenus Vicarium Generalem, quem deputavit Auxiliarem archidioecesis Victoriensis Spiritus Sancti. die 28 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Cachoëirensi Australi, Exc.mum P. D. Remidium Iosephum Bohn, hactenus Episcopum titularem Uchitanum et Auxiliarem archidioecesis Portalegrensis in Brasilia. — Dioecesi Adamanteae, Exc.mum P. D. Vitalem Chitolina, S.C.I., hactenus Episcopum Prelatum Paranatinguensem. die 29 Decembris. — Metropolitanae Ecclesiae Cze˛stochoviensi, Exc.mum P. D. Venceslaum Depo, hactenus Episcopum Zamosciensem-Lubaczoviensem. Congregatio pro Episcopis 69 die 29 Decembris 2011. — Cathedrali Ecclesiae Glivicensi, R. D. Ioannem Kopiec, hactenus Episcopum titularem Cemerinianensem et Auxiliarem Opoliensem. die 30 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Campivallensi, Exc.mum P. D. Natalem Simard, hactenus Episcopum titularem Novasinnensem et Auxiliarem dioecesis Sanctae Mariae Ormensis. die 4 Ianuarii 2012. — Episcopum Coadiutorem Sancti Didaci, Exc.mum P. D. Cyrillum Flores, hactenus Episcopum titularem Quiziensem et Auxiliarem dioecesis Arausicanae in California. 70 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale CONGREGATIO PRO GENTIUM EVANGELIZATIONE I. PROVISIO ECCLESIARUM Benedictus divina Providentia PP. XVI, latis decretis a Congregatione pro Gentium Evangelizatione, singulis quae sequuntur Ecclesiis sacros Pastores dignatus est assignare. Nimirum per Apostolicas sub plumbo Litteras praefecit: die 29 Octobris 2011. — Cathedrali Ecclesiae Kabwensi, noviter conditae in Zambia, R. D. Clementem Mulenga, S.D.B., hactenus Directorem Officii Navitatis Pastoralis pro Iuvenibus in archidioecesi Lusakensi. — Cathedrali Ecclesiae Dinaipurensi, R. D. Sebastianum Tudu, e clero Dinaipurensi, hactenus vices gerentem Rectoris Seminarii Maioris “Holy Spirit” in dioecesi Dhakensi et Directorem dioecesanum Pontificalium Operum Missionalium. die 4 Novembris. — Cathedrali Ecclesiae Kuduguensi, Exc.mum R. P. Ioachimum Ouédraogo, hactenus Episcopum Doriensem et Administratorem Apostolicum dioecesis Kuduguensis. die 8 Novembris. — Titulari episcopali Ecclesiae Scampinae, R. D. Anselmum Umoren, M.S.P., hactenus Superiorem Generalem Societatis Missionariorum a S. Paulo in Nigeria, constituit Auxiliarem archidioecesis Abugensis. die 19 Novembris. — Cathedrali Ecclesiae Sancti Ioannis-Imatelluranae, R. D. Kenneth Davidem Oswin Richards, hactenus Vicarium Generalem dioecesis Regiopolitanae in Iamaica. die 22 Novembris. — Cathedrali Ecclesiae Mendiensi, R. D. Donaldum Lippert, O.F.M. Cap., hactenus Consiliarium Vice-Provinciae Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum in Papua Nova Guinea. Congregatio pro Gentium Evangelizatione 71 die 23 Novembris 2011. — Cathedrali Ecclesiae Ondiivanae, R. D. Pium Hipunyati, e clero dioecesis Ondiivanae, hactenus Professorem linguae Latinae apud Seminarium Minus nec non Superiorem Missionis Catholicae in oppido vulgo Omupanda. die 28 Novembris. — Titulari episcopali Ecclesiae Hortensi, R. D. Fidelem Leonem Emmanuelem Fernando, hactenus Vicarium episcopalem pro fidelibus Tamil in archidioecesi Columbensi, quem constituit Auxiliarem istius ecclesialis communitatis. — Titulari episcopali Ecclesiae Lesinensi, R. D. Sampathawaduge Maxwell Grenville Silva, hactenus Praesidem Collegii “St. Thomas” in Kotte, quem constituit Auxiliarem archidioecesis Columbensis. die 30 Novembris. — Archiepiscopum Coadiutorem Mandalayensem, R. P. Nicolaum Mang Thang, hactenus Episcopum Hakhanensem. — Cathedrali Ecclesiae Gauanae, noviter erectae, R. D. Modestum Kambou, hactenus Vicarium Generalem dioecesis Diebuguensis. die 24 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Nyahururensi, R. D. Iosephum Mbatia, hactenus Vicarium Generalem eiusdem dioecesis. — Cathedrali Ecclesiae Sibuensi, Exc.mum R. P. Iosephum Hii Teck Kwong, hactenus Episcopum titularem Castellomedianitanum et Auxiliarem eiusdem dioecesis. die 30 Decembris. — Cathedrali Ecclesiae Ceibensi, noviter erectae, R. D. Michaëlem Lenihan, O.F.M., olim Vicarium Generalem et Parochum in dioecesi Comayaguensi in Honduria. 72 Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale II. NOMINATIONES Peculiaribus datis decretis, Congregatio pro Gentium Evangelizatione ad suum beneplacitum renuntiavit: die 21 Septembris 2011. — Exc.mum R. P. Marcellum Utembi Tapa, Archiepiscopum Kisanganiensem, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” dioecesis Isangiensis. die 29 Octobris. — R. D. Marcum Diarra, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” dioecesis Kayesensis. die 30 Novembris. — Exc.mum R. P. Nicolaum Mang Thang, Archiepiscopum Coadiutorem Mandalayensem, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” dioecesis Hakhanensis. die 9 Decembris. — R. D. Ieremiam Madimetja Masela, hactenus Vicarium Generalem dioecesis Polokwanensis, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” eiusdem dioecesis. die 14 Decembris. — Exc.mum R. P. Matthiam Kobena Nketsiah, Archiepiscopum A Litore Aureo, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” dioecesis Sekondiensis-Takoradiensis. die 23 Decembris. — Exc.mum R. P. Bernardum Mohllisi, O.M.I., Archiepiscopum emeritum Maseruenum, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” dioecesis Qachasnekensis. die 24 Decembris. — Exc.mum R. P. Aloisium Paiaro, Episcopum emeritum Nyahururensem, Administratorem Apostolicum “sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis” eiusdem dioecesis usque dum novus Episcopus possessionem capiat. Diarium Romanae Curiae 73 DIARIUM ROMANAE CURIAE Il Santo Padre Benedetto XVI ha ricevuto in Udienza Ufficiale per la presentazione delle Lettere Credenziali: Giovedı̀, 15 dicembre, S. E. la Signora Margaret Allison King-Rousseau, Ambasciatore di Trinidad e Tobago; S. E. la Signora Hı́lia Garez Gomes Lima Barber, Ambasciatore di Guinea Bissau; S. E. il Signor Paul Widmer, Ambasciatore della Svizzera; S. E. il Signor Anatole Bacanamwo, Ambasciatore del Burundi; S. E. la Signora Arbhorn Manasvanich, Ambasciatore di Thailandia; S. E. il Signor Muhammad Saleem, Ambasciatore del Pakistan; S. E. il Signor Amadeu Paulo Samuel da Conceiçao, Ambasciatore del Mozambico; S. E. il Signor Tolendy Makeyev, Ambasciatore del Kyrgyzstan; Lunedı̀, 19 dicembre, S. E. il Signor Esteban Kriskovic, Ambasciatore del Paraguay. Ha altresı̀ ricevuto in Udienza: Lunedı̀, 12 dicembre, S. E. il Signor Serzh Sargsyan, Presidente della Repubblica di Armenia. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 74 SEGRETERIA DI STATO NOMINE Con Brevi Apostolici il Santo Padre Benedetto XVI ha nominato: 15 dicembre 2011 S.E.R. Mons. André Dupuy, Arcivescovo titolare di Selsea, finora Nunzio Apostolico presso l’Unione Europea e nel Principato di Monaco, Nunzio Apostolico nei Paesi Bassi. » » » S.E.R. Mons. Marek Solczyński, Arcivescovo titolare di Cesarea di Mauritania, Nunzio Apostolico in Georgia, Nunzio Apostolico in Armenia. 21 » » S.E.R. Mons. Nicola Girasoli, Arcivescovo titolare di Egnazia Appula, Nunzio Apostolico in Antigua e Barbuda, Bahamas, Dominica, Giamaica, Grenada, Saint Kitts e Nevis, Santa Lucia, San Vincenzo e Grenadine, Suriname, Repubblica Cooperativistica della Guyana e Delegato Apostolico nelle Antille, Nunzio Apostolico in Trinidad e Tobago e in Barbados. 5 gennaio 2012 S.E.R. Mons. Emil Paul Tscherrig, Arcivescovo titolare di Voli, finora Nunzio Apostolico in Svezia, Danimarca, Finlandia, Islanda e Norvegia, Nunzio Apostolico in Argentina. Con Biglietti della Segreteria di Stato il Santo Padre Benedetto XVI ha nominato: 10 dicembre 2011 Il Rev.do Mons. Edward Robinson Wijesinghe, del Clero dell’arcidiocesi di Colombo (Sri Lanka), finora Aiutante di Studio, Capo Ufficio nel Pontifı̀cio Consiglio della Pastorale per i Migranti e gli Itineranti. 12 » » Il Rev.do Mons. Guillermo Javier Karcher, Officiale della Sezione per gli Affari Generali della Segreteria di Stato, Cerimoniere Pontificio « in aliud quinquennium ». 13 » » Gli Em.mi Signori Cardinali: Josip Bozanić, Arcivescovo di Zagabria (Croazia); Oswald Gracias, Arcivescovo di Bombay (India); John Njue, Arcivescovo di Nairobi (Kenya); Laurent Monsengwo Pasinya, Arcivescovo di Kinshasa (Rep. Democratica del Congo); gli Ecc.mi Mons.: Timothy Michael Dolan, Arcivescovo di New York (Stati Uniti d’America); Mark Benedict Coleridge, Arcivescovo di Can- Diarium Romanae Curiae 75 berra and Goulburn (Australia); Salvatore Fisichella, Arcivescovo tit. di Voghenza, Presidente del Pontificio Consiglio per la Promozione della Nuova Evangelizzazione; Manuel José Macário do Nascimento Clemente, Vescovo di Porto (Portogallo); Joseph Befe Ateba, Vescovo di Kribi (Cameroun); Barthélemy Adoukonou, Vescovo tit. di Zama minore, Segretario del Pontificio Consiglio della Cultura, Membri del Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali « ad quinquennium ». 13 dicembre 2011 I Rev.di Padri: Antonino Spadaro, S.I., Direttore della rivista La Civiltà Cattolica; Eric Salobir, O.P., Assistente Generale dell’Ordine dei Predicatori per le Comunicazioni Sociali (Francia); Augustine Savarimuthu, S.I., Direttore del Centro Interdisciplinare sulla Comunicazione Sociale della Pontificia Università Gregoriana (India); la Rev.da Suora Dominica Dipio, O.P., Professore Associato della Cattedra di Letteratura presso la Makerere University di Kampala (Uganda); gli Ill.mi Signori: Dott. Antonio Preziosi, Direttore del Giornale Radio Rai e di Rai Radio Uno; Dott. Erminio Fragassa, Presidente e Amministratore Delegato di MicroMegas Comunicazione S.p.A. (Italia); Dott. Marco Tarquinio, Direttore responsabile del giornale quotidiano Avvenire; Dott. Paul Wuthe, Segretario della Commissione dei Media della Conferenza Episcopale Austriaca; Dott. Greg Erlandson, Presidente della Catholic Press Association (Stati Uniti d’America); Prof. Giovanni Maria Vian, Direttore responsabile del giornale quotidiano “L’Osservatore Romano”; Dott.ssa Susana Nuin Núñez, del Movimento dei Focolari - Opera di Maria, Segretario esecutivo della Commissione per i Mezzi di Comunicazione Sociale del Consejo Episcopal Latinoamericano - C.E.L.A.M. (Argentina), Consultori del medesimo Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali « ad quinquennium ». » » » Gli Em.mi Signori Cardinali: Oscar Andrés Rodrı́guez Maradiaga e Stanisław Dziwisz, Membri del Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali « in aliud quinquennium ». » » » Gli Ecc.mi Mons.: Claudio Giuliodori; Stanislas Lalanne; i Rev.di Signori: José Marı́a Gil Tamayo; Franco Lever, S.D.B.; il Rev.do Padre Federico Lombardi, S.I.; gli Ill.mi Signori: Prof. Carl Albert Anderson; Dott. Jesús Colina; Prof. Norberto González Gaitano; Raphael Chainarong Monthienvichienchai; Dott. Albert Scharf; Anthony Spence; Dott.ssa Daniela Franck, Consultori dello stesso Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali « in aliud quinquennium ». Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 76 13 dicembre 2011 I Rev.di Sac. Davide Salvatori, finora Vicario Giudiziale Aggiunto presso il Tribunale Ecclesiastico Regionale Flaminio, e Don Markus Graulich, S.D.B., finora Promotore di Giustizia Sostituto presso il Supremo Tribunale della Segnatura Apostolica, Prelati Uditori del Tribunale della Rota Romana. » » » Il Rev.do Mons. Fortunato Frezza, confermato Sotto-Segretario del Sinodo dei Vescovi « usque ad septuagesimum secundum annum ». 14 » » Il Rev.do Mons. Alain de Raemy, confermato Cappellano del Corpo della Guardia Svizzera Pontificia « donec aliter provideatur ». 16 » » Il Rev.do Mons. Luigi Mistò, Segretario dell’Amministrazione del Patrimonio della Sede Apostolica, Membro della Commissione Disciplinare della Curia Romana. 17 » » Il Rev.do Mons. Antonio Grappone, del clero della Diocesi di Roma, finora Officiale nel Pontificio Consiglio per i Laici, Capo Ufficio del medesimo Dicastero. » » » La Rev.da Suor Nicoletta Vittoria Spezzati, delle Suore Adoratrici del Sangue di Cristo, finora Officiale della Congregazione per gli Istituti di Vita Consacrata e le Società di Vita Apostolica, Sotto-Segretario del medesimo Dicastero. 20 » » Il Rev.do Mons. Francesco Viscome, finora Notaio del Tribunale della Rota Romana, Difensore del Vincolo Sostituto del medesimo Tribunale « ad quinquennium ». 21 » » Il Rev.do Padre Massimo Cenci, P.I.M.E., Sotto-Segretario della Congregazione per l’Evangelizzazione dei Popoli, fino al compimento del 70º anno di età. » » » Il Rev.do Padre Serge Thomas Bonino, O.P., Segretario Generale della Commissione Teologica Internazionale, Consultore della Congregazione per la Dottrina della Fede. 2 gennaio 2012 L’Ecc.mo Mons. Lorenzo Chiarinelli, Vescovo emerito di Viterbo, Membro della Congregazione delle Cause dei Santi « usque ad octogesimum annum ». » » » Il Rev.do Padre José Gabriel Funes, S.I., confermato Direttore della Specola Vaticana « in aliud quinquennium ». Diarium Romanae Curiae 77 3 gennaio 2012 I Rev.di: P. Paolo Martinelli, O.F.M. Cap., Preside dell’Istituto Francescano di Spiritualità della Pontifı̀cia Università « Antonianum » in Roma; e Sac. Maurizio Gronchi, del Clero dell’Arcidiocesi di Pisa, Docente Ordinario nella Facoltà di Teologia della Pontifı̀cia Università Urbaniana in Roma, Consultori della Congregazione per la Dottrina della Fede. 5 » » L’Ecc.mo Mons. Manuel Monteiro de Castro, Arcivescovo titolare di Benevento, finora Segretario della Congregazione per i Vescovi, Penitenziere Maggiore. Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 78 NECROLOGIO 17 novembre 2011 Mons. José de Aquino Pereira, Vescovo em. di São José do Rio Prieto (Brasile). 5 dicembre » Mons. Jorge Hourton Poisson, Vescovo tit. di Materiana, già Ausiliare em. di Temuco (Cile). 8 » » Mons. Andrew Pataki, Vescovo em. di Passaic dei Ruteni (Stati Uniti d’America). 11 » » S. Em.za il Card. John Patrick Foley, del Tit. di S. Sebastiano al Palatino. 14 » » Mons. Thomas Cajetan Kelly, O.P., Arcivescovo em. di Louisville (Stati Uniti d’America). » » » Mons. Mark Francis Schmitt, Vescovo em. di Marquette (Stati Uniti d’America). 17 » » Mons. Michael Gower Coleman, Vescovo em. di Port Elizabeth (Sud Africa). 21 » » Mons. Francis Braganza, S.I., Vescovo em. di Baroda (India). 22 » » Mons. Rogelio Sánchez González, Vescovo em. di Colima (Messico). 24 » » Mons. José Andrés Corral Arredondo, Vescovo di Parral (Messico). » » » Mons. Armando Brambilla, Vescovo tit. di Giomnio, Ausiliare di Roma (Italia). 25 » » Mons. Thomas Anthony Finnegan, Vescovo em. di Killala (Irlanda). 27 » » Mons. Martino Scarafile, Vescovo em. di Castellaneta (Italia). 29 » » Mons. Paul Antaki, Arcivescovo tit. di Nubia, Ausiliare em. per l’Egitto e il Sudan del Patriarcato di Antiochia dei Greci-Melkiti (Egitto). 1 gennaio 2012 Mons. Alfredo Battisti, Arcivescovo em. di Udine (Italia).