BIBLIOTEC FORES CRISTIANOS ESTA COLECCION SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS DE SALAMANCA LA COMISION DE DICHA PONTIFICIA UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELACION CON LA B. A. C., ESTA INTEGRADA EN EL ANO 1955 ESÎBTNTK Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Concilier de la Pontificia Universidad. ' limo. Sr. Dr. Lorenzo Turra Magnifico Rector . K. p. rr. agapito sobradillo, υ. r. μ. u., Decano de la Facultad de Teologia; R. P. Dr. Marce­ lino Cabreros, C. M. F., Decano de la Facultad de Derecho; Μ. I. Sr. Dr. Bernardo Rincôn, Decano de la Facultad de Filosofia; R. P. Dr. José Jimenez, C. M. F., Decano de la Facultad de Humanidades Clasicas; R. P. Dr. Fr. Alberto Colunga, O. P., Catedrâtico de Sagrada E seritur a; R. P. Dr. Bernardino Llorca, S. I., Catedrâtico de Historia Eclesiâstica. MADRID MCMLV * LA PALABRA DE CRISTO Repertorio organico cie textos para el estudio de las homilias dominicales y festivas ELABORADO POR UNA COMISI0N DE AUTORES BAJO LA DIRECCIÔN DE MONS. ANGEL HERRERA ORIA Obispo de Malaga ΤΟΜΟ I SEGUNDA EDICION biblioteca DE AUTORES CRISKANOS MADRID * MCMLV La Palabra de Cristo T a q a r CONSTAR DE LOS SIGUIENTES ESTA SERIE DE LA B A. C. uuNoiaka VOLÛMENES : 4F I. Adviento y Navidad. II. Epifanii y Cuaresma. III. Cuaresma y Tiempo de Pasiôn. IV. Ciclo pascual. V. Pentecostes (i.°) VI. Pentecostes (2.°) VII. Pentecostes (3.0) VIII. IX. Fiestas (i.°) Fiestas (2.n). Indices generales. . ' ΤΟΜΟ 1 Adviento y Navidad El juicio final (dom. i Adv.).—La mision del Precursor (dom. 2 Adv.).—El testimonio de Juan a los judios (dom. 3 Adv.).—Predicacion del Bautista (dom. 4 Adv.).—Presentacion y purificaciôn en el templo (dom. infraoct. Nav.). El Dulce Nombre de Jesûs (dom. desp. Cire.). Han colaborado en este volumen: D. Lins Vera Ordâs (selection de textos patristicos y teolôgicos, comentarios exegéticos y guiones). D. José M. Eguaras Iriarte (parte litûrgica, teolôgica y guio­ nes). D. Rafael Gonzalez Moralejos (selection de textos pontifi­ cios y guiones). D. Alejandro Sierra de Côzar (indices). D. Luis Ortiz Munoz (selection de textos escrituristicos y miscelânea historica y literaria). D. Tomâs Cerro Corrochano (ordenatiôn de materiales). El Excmo. Sr. D. Felipe Bertran y Giïell, fundador y présidente de la Institution Arzobispo Claret, ha cooperado generosamente a sufragar parte de los gastos extraordinarios de la edition de esta obra , | i ΝΠ4Π. OBB'l At ·. Dk. Justo Novo du Vega, Censor IMPRIMATUR* ANGEL, Obispo de Mdlaga. Malaga, 15 agosto 1955. GRA PICAS NEBRUA, r-Ibiza, 11.—Telttono 25 11 01.—Madrid. SEGRETER1A DI STATO DI SUA SANTITA Num. 308.234 Vaticano, 2 de septiembre 1953. Excelentisimo y reverendisimo seftor: El Augusto Pontifice ha recibido el tomo primero de La palabra de Cristo, serie de la benemérita Biblioteca de Autores Cristianos, y desea manifestar a vuestra excelenoia la satisfacciôn con que ha acogido tan interesante obra. En estos dificiles tiempos, en los que la ignorancia religiosa ha hecho tanto dafio a las almas, una publi­ cation como ésta, dirigida a restaurar una predicaciôn auténticamente evangélica, es de exceptional impor­ tanda. El Padre Santo ha visto con viva complacenda que esta colecciôn no es uno mds de los sermonarios existentes. Su variado y abundante acopio de materiales ofrece al orador sagrado los elementos necesarios para su mejor preparatiôn, una serie de conocimientos que abarcan la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, teôlogos, autores clàsicos y, con gran oportunidad, las ensehanzas pontificias para que su predicaciôn esté sôlidamente fundada y la palabra de Dios pueda penetrar en los corazones de los hombres y dar frutos de vida eterna sin perderse en vanas retôrlcas. Su Santidad quiere que llegue a vuestra excelencia y a los doctos y diligentes miembros de la comisiôn que ha elaborado este hermoso trabajo el testimonio de su particular benevolencia y su paternal felicitaciôn por la obra que han realizado, que serà de mucho pro- ** λτ:< ^*+~ P** ___ _ hMB&abti vecho para todos los sacerdotes, en especial para las dedicados a la cura de aimas, y muy a propôsito para jormar a los jôvenes levitas en el verdadero sentido de la predicaciôn sagrada. El Augusto Pontifice pide al Seüor que les concéda llevar a cabo el plan que se han propuesto y los Ru­ mine en su ejecuciôn, mientras que, en prenda de celestiales gracias, les da de todo corazôn la bendiciôn apostôlica. Recïba también de mi parte, excelentîsimo senor, ml expresiva gratitud por el efemplar que me ha enviado, deseoso de que alcance el mayor éxito y produzca los mas copiosos frutos. Al reiterarle el testimonio de mi mâs distinguida consideraciôn, quedo siempre de vuestra excelencia reverend'.sima seguro servidor. J. B. Monuni. Prosecr. Mods. Angel Herrera, Obispo de Mâlaga. INDICE GENERAL Pdgs. Prôlogo .......................................... xxv EL JUICIO FINAL Primer domingo de Advlento SECCION I.—Textos sagrados .................................................... 3 I. Epistola ................................................................................ II. Euangelio .............................................................................. III. Textos concordantes ......................................................... IV. Otros textos de la Escritura alusivos al juicio .............. 3 3 4 6 SECCION II.— Comentarios generales ............................... ...... 17 I. Situation liturgica .................................................... IL Ayantes exegético-morales ..... :.......................................... A) Epistola ...................................................................... a) Sentido general ................................................ b) Partesesenciales ..................................................... c) Un texto de San Juan Crisôstomo .................... B) Evangelio ...................................................................... a) Situaciôn historica ............................................. b) Las dos preguntas ..................................... c) Argumento ......................... d) Exégesis de los textos .......................................... e) Consecuencias ........................................................ 17 18 18 18 19 22 22 22 23 23 24 27 SECCION III.—Santos Padres ..................................................... 28 San Juan Crisôstomo ................................... 28 Resurrecciôn y esperanza ................................................. 28 IL San Agustin .....................i*.................... 37 Juicio final y resurrecciôn................................................. 37 III. San Gregorio Magno 48 El mundo pasa .......................................... ·> Z ·— % X 48 . IV. San Bernardo .............................. ................................ 50 Las très venidas de Cristo ........ 50 I. SECCION IV,—Teôiogos ..............................,................................ 55 L Santo Tomâs de Aquino.................................................... El juicio final ............................ 55 55 INDICE GENERAL Pdgs. IL San Roberto Belarmino La doble redencion del hombre SECCION V.—Autores varios.................................................... 59 59 64 Santo Tomâs de Villanueva ....................................... Necesidad del juicio universal .................................... Beato Juan de Avila .................................................... μ premio de la virtud y el castigo del pecado............. Bossuet ............................................................................ Los très motives de la justicia divina ....................... Bourdaloue ..................................................................... La fe y la razôn en el juicio de Dios............................. Columba Marmiôn .................................................... La obra de Cristo ....................................................... 64 64 68 68 *12 72 82 82 84 SECCION VI.—Textos pontificios .......................................... 88 I. IL III. IV. V. I. Sobre la epistola ...............................................................88 A) «Es hora de levantamos del sueüo»...................... 88 B) «Nuestra salud esta ahora mâs cercana» ............ 90 C) «Vistamos las armas de la luz»................................ 91 D) «Andemos decentemente» ...................................... 92 E) «Vestios del Senor Jesuciisto»...................... 95 IL Sobre el evangelic ...................................................... 97 A) «Y sobre la tierra perturbaciôn de las naciones» ... 97 B) «Entonces verân al Hijo del hombre» ................... 98 C) «Venir en una nube con poder y majestad grandes». 99 D) «Cobrad ânimos v levantad vuestras cabezas»...... 102 E) «Cuando veâis estas cosas» ................................... 104 SECCION VIT.—Miscelânea histôrica y literaria ................... I. IL III IV. V. VL VII. VIII. IX. X. 106 Hacia Dios por la via de la lue.................................. 106 Invisible y riguroso juicio ......................................... 106 Séneca y el fin dei mundo ........................................ 107 «Nadie me ha dicho una palabra de verdad»............... 107 Las très tiendas de Tamerlan ................................. 108 El «Juicio final» de Miguel Angel ............................ 109 Una llaga que parecia una estrella ............................ 111 El poema de la ira divina .......................................... 112 La sibila del juicio ...................................................... 113 Cantando su propio funeral ......................................... 114 SECCION VIH.—Guiones ho U iléticos Serie I: Liturgicos ......................................................... 1. Al comenzar el aûo litûrgico: «Revestios de Crïsto». 2. El criStiano en el Adviento ................................ 115 115 115 116 INDICE GENERAL XI Pàgs. Serie II : Sobre la epistola .................................................... 119 3. «Es hora de levantarnos del sueüo» ........................ 119 4. «Despojémonos de las obras de las tinieblas» ...... 120 5. «Vistamos las armas de la luz» ............................ 120 Serie III : Sobre el evangelio ............................................. 122 6. El valor del tiempo ................................................. 122 7. Optimisme cristiano ................................................. 123 8. El juicio de los buenos, motivo de aliento ............. 124 9. El juicio del pecador ................................................. 126 10. Los très motivos de la justiciadivina ..................... 127 11. El dia del juicio,dia de gloria .............................. 128 12. El silencio de Cristo ................................................. 129 13. La limosna y el juicio .............................................. 130 14. La sentencia del juicio ............................................... 131 15 Las dos venidas y la vida ranta ............................ 132 16. Las très venidas ........................................................ 133 17. Jesucristo ayer, hoy y siempre ............................... 133 Serie IV : De actualidad social .......................................... 135 18. También socialmente hay que despertardel sueno. 135 19. La sociedad moderna tiene que revestirse de Jesu­ cristo ..................................................................... 138 20. El juicio final como prueba del carâcter social del cristianismo ................................................................. 139 LA MISION DEL PRECURSOR Segundo domingo de Adviento SECCION I.—Textossagrados ....................................................... 145 I. Epistola ............................................................................. 145 II. Evangelio ............................................................................. 146 IU. Texto concordante 146 IV. Otros textos de la Escritura alusivos a la envidia y a la limosna ....147 K SECCION II.— Comentarios generales ...................................... 156 I. Situation litûrgica ............................................................ 156 II. Apuntes exegético-morales........L·............................ 156 A) Epistola ....................................................................... 156 a) Sentido general ................................................. 156 b) Argumento ............................................................ 157 c) La caridad en Cristo ........................................ 157 d) Universalidad en Cristo ................................... 158 e) Un inciso. Utilidad dela Sagrada Escritura ... 158 B) Evangelio ...................................................................... 159 a) Situaciôn histôrica y breve sintesis ............... 159 b> La nreeunta Bautista . ............. .......... J59 Indice general Xu PdfiFS. 160 162 164 c) La mlslôn de Juan ....................................... d) Respuesta del Seôor ....................................... e) Alabanzas de Juan .......................................... 165 SECCION ΙΠ.-—Santos Padres I. San Juan Crisôstomo La envidia y la limosna IL San Agustin La superioridad de Jésus sobre Juan ...................... ΠΙ. San Bernardo ............................................................. «ôEres tû el que ha de venir?» 165 ................................. 165 ................................ 175 ................................ 175 183 183 ................................. SECCION IV.—Teôlogos .......................................................... 188 188 Santo Tomas de Aquino ............................................. 188 Acerca de la envidia ................................................ Π. San Roberto Belarmino ............................................. 190 La persona del Bautista ............................................. 190 SECCION V.—Autores varios ................................................ Pedro el Venerable ...................................................... La uniôn en la caridad ............................................. IL Santo Tomds de Villanueva ...................................... Sobre la encarnaciôn del Verbo ................................ III. Fray Luis de Granada ................................................ La fe en Jesucrlsto ................................................... IV. Santa Teresa de Jesus .......................................... La santidad y la honra ............................................ V. Beato Juan de Avila ................................................... Dlgnldades y perfecclôn cristiana ............................. VI. Bossuet ..................................................................... La homilia de los milagros de Cristo y de nuestro escândalo ...................................................................... VIL Donoso Cortes ......................................................... La ceguera del pueblo judio ...................................... VIH. Jaime Balmes ............................................................ El hombre de carâcter ............................................... I. SECCION VL—Textos pontificios I. Sobre la Epistola ......................................................... A) «Todo cuanto esta escrito. para nuestra ensenanza fué escrito» ........................................................... B) «Dios os de un sentir unanime en Cristo Jésus» ... C) «Acogeos mutuamente» ......................................... 194 194 194 199 199 204 204 208 208 210 210 212 212 218 218 224 224 227 227 227 228 231 Indice general ΧΓΠ Pdgs. D) «Apareceré, la raiz de Jesé» ................................... E) «El Dior de la esperanza os llena de cumplido. alegria y paz» .................................................................. IL Sobre el evangelio ........................................................... A) «Los pobres son evangelizados» ........................... B) «Referid a Juan lo que habéis oido y visto» .......... C) «ôQué habéis ido a ver al desierto? iUna cafia agltada por el vitnto?» ............................................. 233 SECCION VIL—Miscelânea historica y literaria .................... 244 El castigo dantesco de los envidiosos ........................... Una /dbula de San Vicenle Ferrer sobre la envidia ... El caso de Joaqulna Dehant .......................................... Para Séneca, la misericordia es un defecto del alma ... La limosna reproduction ................................................. Diô de limosna hasta el lecho de muerte ................. La limosna ^spiritual ........................................................ Un caracter: San Ambrosio ................ ...................... La Je en Dios ante los peligros dei mundo ............... Los peligros de la cicncia sin Dios ........................... Λ k* * 9 Λ\ SECCION VIII.—Guiones homiléticos ...................................... 244 245 245 246 247 248 248 249 250 251 I. II. III. IV. V. VI. VIL VIII. IX. X. 235 236 236 238 241 253 Serie II : Sobre la epistola ................................................. 253 1. «Spem habeamus... Ut abundetis in spe» ............. 253 Serie III : Sobre el evangelio .............................................. 255 2. Grandeza del Precursor .............................................. 255 3. Dones y virtudes del Bautista ................................... 2.36 4. La mision del Bautista, unida a la de Cristo ...... 258 5. «Me autem minui» ..................................................... 25J 6. La envidia ................................. 262 7. Efectos de la envidia ....................................................... 265 8. Los falsos celos ..................................................... 267 9. El escândalo de Cristo ................ 268 10. El Mesias y el pueblo Judio ...................................... 270 11. Afirmaciôn de la divinidad de Cristo ..................... 272 12. El milagro ................................................................... 274 13. El milagro moral ..................................................... 275 14. Hacer el bien ............................................................... 279 15. «Evangelizare pauperibus» ...................................... 282 16. Los rlcos pobres ........................................................ 284 17. El caràcter ................................................................... 287 Serie IV : De actualidad social ............................................. 289 18. El carécter. Fin de la educaclôn ............................ 289 19. El mundo moderno necesita caractères ................. 291 20. El Mesias de nuestros tiempos : Cristo en los cristiaûos ........................................................................ 294 INDICE GENERAL Pàgs. EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS Tercet domingo de Adviento SEC CI O N L—Textos sa grad os 299 L Epistola ........................................................................ Π. Evangelio ........................................................................ ΙΠ. Otros textos de la Sagrada Escritura sobre la humüdad. 299 299 300 SECCION IL—Comentarios generales .................................... 308 Situaciôn litûrgica ....................................................... Apuntes exegético-morales .......................................... A) Epistola ................................................................. a) Argumento ........................................................ b) Comentario ........................................................ c) Acomodaciôn .................................................... B) Evangelio ................................................................. a) Ocasiôn litûrgica e historica ................... b) La embajada .................................................... c) La respuesta........................................................ 308 308 308 308 309 311 311 311 312 313 L II. SECCION HL—Santos Padres San Juan Crisôstomo ................................................... La limosna .................................................................... IL San Agustin ................................................................ Sobre la humlldad ....................................................... IIL San Gregorio Magno................................................ El Bautista, modelo de humildad ............................. IV. San Bernardo .............................................................. El conocimiento de si mismo ....................................... 317 317 317 322 322 334 334 33g 338 SECCION TV.—Teôlogos .......................................................... 342 I. Santo Tomâs de Aquino Sobre la vanagloria .................................................... IL San Buenaventura ...................................................... El conocimiento de la verdad ...................................... III. San Roberto Belarmino ............................................ El Bautista, precursor de Cristo ................................... TV. P. Francisco Suârez ................................................... La figura de San Juan Bautista ............................... L 342 342 343 343 345 345 34g 349 SECCION V.—Autores varios ................... L Santo Tomâs de Villanueva .................................. El rwinrim^nfn mismo · • ·-.< « r-~.- . Indice general XV Pag s. Santa Teresa de Jesus ................................................... Sobre la humlldad............................................................... Fray Luis de Granada .................................................... Remedios de la soberbia ................................................. P. Alonso Rodriguez ........................................................ La humlldad, fundamento de la vida espiritual .......... Bossuet ............................................................................... El honor falso del mundo ............................................. Bourdaloue ......................................................................... Sobre la austeridad ........................................................... 358 358 361 361 364 364 367 367 370 371 SECCION VI.—Textos pontificios ............................................. 375 Sobre la epistola A) «Alegraos siempreen el Senor» .............................. B) «El Sehor esta proximo» ...................................... C) «Por nada os inquietéis» ...................................... D) «Sean presentadas a Dios vuestras peticiones» ... 375 375 377 379 382 384 384 387 392 394 396 II. III. IV. V. VI. I. II. Sobre el evangelio ............................................................... A) «Tù, ôQuién eres?» ................................................. B) «Confesô y no negô» ................................................. C) «Yo soy la voz del que clama en el desierto» ... D) «Enderezad el camino del Sehor» ........................... E) «En medio de nosotros estâ» ................................... SECCION VU.—Misce’ânea historica y literaria ................. 400 I. La embajada de los corintios a Alejandro Magno ...... 400 II. Cômo se conoce la propia vocation .............................. 401 III. La vocation de los pueblos y nationes: El imperio romano ................................................................................ 403 IV. La vocation de Espana ............................. 404 V. La humlldad del predicador ............................................ 405 VI. El obispo mendigo ........................................................... 405 VII. La humildad exaltada 405 VUI. Un papa que renuntia a la tiara .................................. 406 IX. Dios, centro del alma ........................i..407 X. Los dos pilones .................................................................. 407 XI. Sinceridad y verdad .................................t.............. 408 XII. Alegria del pueblo 409 SECCION VIII — Guioncs homiléticos Serie I : Liturgicos .................................................................. 1. «Gaudete in Domino» ............................................. Serie II: Sobre la epistola ............................................... 2. Alegria cristiana ........................................................ 3. Las dos solicitudes ........ 4. La magnanimidad .................................................... 410 410 410 412 412 414 416 INDICE GENERAL XVI Pàgs. Serie ΠΙ: Sobre él evangeliô ........................................... 5. Criatura de Dios ..................................................... 6. Tu. ôquién eres?... Un miembro deJesucristo ........ 7. Suprema perfecciôn del Bautista ........................... 8. El predicador ............................................................ 9. iQuiénes sols? ........................................................ 10. El proplo conoclmiento ........................................... 11. La humildad ............................................................ 12. Los grados de humildad ......................................... 13. Los pusilànimes ..................................................... 14. La vocaciôn ............................................................. 15. Modo especial de conocer la proplavocaciôn ........ 16. Cristo, unico objeto de nuestro gozo pleno ........... Serie IV : De actualidad social ........................................... 17. Alegrémonos. poroue se acerca el reinado de Cristo sobre la sociedad ..................................................... 18. Cristo esta enlos pobres .......................................... 19. La slnceridad ...................................................... 20. El crtstiano, precursor de Cristo en nuestra so­ ciedad ............................................................... 449 •< · 418 418 419 421 423 426 428 429 431 4:3 434 437 440 442 442 445 447 PREDICACION DEL BAUTISTA •♦· * Cuarto domlngo de Advlcnto SECCION L—Textos sagrados ................................................ 455 Epistola ....................................................................... Evangeliô ................. .■................................................... Textos concordantes ................................................... Textos complernentarios .......................................... Otros textos de la Escrilura alusivos a la pe nitenda. 455 455 456 457 459 SECCION IL—Comentarios generales ................................... 470 I. II. III. IV. V. I. Situation litûrgica 470 IL Apuntes exegêtico-morales ......................................... 471 A) Epistola.................................................................. 471 a) Argumento ...................................................... 471 b) Los textos ..................................................... 472 c) El Advlento .................................................... 474 B) Evangeliô ............................................................. 474 a) Los jefes de Israel ........................................ 4^4 " b) Juan .................................................................... 475 c) La figura del peniLente ........................................476 d) La predlcaclôn ................................... ?...... 477 e) La profecia ....................................... D Ei éxito del Precursor .................................. Indice χνπ general Pdgs. SECCION III.- Santos Padres .................................................... 480 San Juan Crisôstomo ...................................................... 480 Un ejemplo de penitencla ................................................. 480 IL El Crisôstomo y San Agustin ......................................... 485 Llmosna y penitencla ........................................................ 485 ΠΙ. San Agustin ............................................................ 490 Necesidad universal de la penitencla ........................... 490 IV. San Ccsdreo de Arles ................................................ 499 Preparaciôn para la Navidad .......................................... 499 L .· ■ ' · : · I. » . F · SECCION IV.—Teologos ............................................................... 503 I. Santo Tomds de Aquino .......................................... 503 La penitencla es necesaria ............................................. 503 II. San Buenaventura ........................................................... 504 Los grados de puriflcaclôn ............................................. 504 III. San Roberto Belarmino 500 Caminos hacia Dios ........................................................... 500 IV. P. Francisco Suarez 509 El bautismo de Juan ........................................................ 509 > SECCION V.— Autores varios .................................................... 512 * t♦ < Λ ·· « I. Santo Tomds de Villanueva ....................................... 512 Cuatro formas de una misma voz ............................... 512 IL San Juan de la Cruz 515 La vida mundana y sus daôos ...................................... 515 HI. Fray Luis de Granada .......................................... 517 Penitencla verdadera y penitencla falsa ........................ 517 IV. Beato Juan de Avila ................................................ 520 Preparândonos para la venida del Sefior ..................... 520 V. P. Luis de la Puente .................... 523 La predicaciôn del Eautlsta .......................................... 523 VI. Bossuet ......................i....i.............525 Austeridad de vida ...................................................... Λ... 525 SECCION VI.—Textos pontificios ............................................. L Sobre la epistola ...................................................... Π. Sobre el evangeliô ............................................................ A) «Prepared el camino del Sefior» ............................ B) «Enderezad sus sendas» .......................................... C) «Todo barranco serâ rellenado; todo monte y Co­ llado, allanado».................................................... 539 530 530 536 530 538 XVIII INDICE GENERAL Pdgs. SECCION VU.— Miscelânea historica y literaria .................... 548 I. La «parada» de la penitencia .................................... II. La expiation de la pecadora ............................... ........ ΙΠ. El «Miserere» de Savonarola.......................................... IV. El caso del Bautista se repiteen otro Juan ....:............ V. Predicador y penitente .................................................. VI. El exceso de penitencia ............................................. VII. Penitencia espiritual .................................................... VIII. El que tiene dos tunicas................................................ IX. De un tureo que al bautizarse se llamo como el Bau­ tista ..................................................................... 554 X. Un sacerdote modelo: San Juan Bautista di Rossi ... 548 54y 550 55) 55'2 553 553 554 555 SECCION VIII.—Guiones homiléticos 557 Serie II: Sobre la epistola .............................................. 557 1. Ministros de Cristo y dispensadores de los mlsterios de Dios ..................................................... 557 Serie III: Sobre el evangelio ....................................... 559 2. La Providencia ............................ ......................... 559 560 3. La historia alrededor de Cristo .......................... 561 4. La vocaciôn de Espana ....................................... 564 5. La historicidad del Evangelio................................ 566 6. Dignldad v obligaciones del sacerdote................... 568 7. La austeridad ....................................................... 570 8. El pecado, mal de Dios y del hombre ................... 9. La predicacion de la penitencia .......................... 571 10. Penitencia y Jesucrlsto ....................................... 573 575 11. Penitencia corporal y exterior ............................. 577 12. Penitencia espiritual ............................................. 13. La penitencia, necesaria a justos y pecadores...... 580 14. Penitencia y carldad .......................................... 582 584 15. La llmosna como penitencia ................................ 585 16. Ei premio Individual de la llmosna ...................... 587 17. Valor social de la llmosna ................................... 589 Serie IV : De actualidad social ......................................... 18. Prepared los caminos para que Cristo reine en la socledad ................................................................. IQ· El pensamiento de los Papas sobre la 11 • III sna...... 589 591 PRESENTAC1ON Y PUR/FICACION EN EL TEMPLO Domingo Infraoctava de Navidad SECCION I.—Textos sagrados ............................................... 597 I. Epistola ....................................................................... II. Evangelio ...................................................................... 597 597 XIX INDICE GENERAL P&gs. III. Textos concordantes ........................................................ IV. Algunos textos de la Escritura sobre la tribulaciôn ... SECCION II.—Co !· entarios generales 598 599 605 I. Situaciôn litûrgica ........................................................... II. Apuntes exegético-morales ............................................. A) Epistola ...................................................................... a) Sentido general .................................................... b) El texto ............................................................... c) Distribuciôn y sentido de la pericopa .......... d) Pensamientos ........................................................ B) Evangelio .................................................................... a) La escena ........................................................... b) Los textos................ 605 606 606 606 606 607 607 608 608 610 S SECCION III.—Santos Padres .................................................... 616 I. San Juan Crisôstomo ........................................................ Todo ha sido creado para el hombre ........................... IL San Agustin........................................................................ Redenciôn y persecuciones ............................................. III. San Gregorio Magno ........................................................ Tiempo de persecuciôn y tiempo de paz .................... IV. San Beda .............................................................................. Signo de contradicciôn ..................................................... V. San Bernardo ..................................................................... La oblaciôn de la Virgen ................................................. 616 616 624 624 636 636 638 638 640 640 SECCION IV.—Teôlogos 643 I. Hugo de San Victor ............................................................ La purificaciôn del aima ................................................. IL Santo Tomâs ..................................................................... Obediencia y tribulaciôn ................................................. III. San, Roberto Belarmino .................................................... La subida al templo ........................................................ 643 643 644 644 648 648 SECCION V.—Autores varios ....................................................... 651 Santo Tomâs de Villanueva ......................................... Sobre el evangelio dei dia................................................. IL Fray Luis de Granada .................................................... Las personas y su ejemplaridad ................................... ITT. P. Pedro de Ribadeneira ................................................ lo tribulaciôn .......... 651 651 653 653 655 655 I. Indice general XX Pàgs. San Francisco de Sales ................................................. La humlldad y la obedlencia ........................................ V. Massillon ........................................................................ Sacrificio y fidelidad ...................................................... VI. Bossuet ..................................................................... Cristo, motive de contradicciôn y escandalo ................ VIL Bourdaloue ................................................................. Obedlencia y fervor de espiritu .................................... VIII. P. FedericoG. Faber ...................................................... El primer dolor de la Santisima Virgen ....................... IX. J. B. Terrien ............................................................ La Maternldad universal de Maria................................. • · r SECCION VL—Textos pontificios.............................................. 660 660 662 662 666 666 671 671 675 675 678 678 I. Sobre la epistola ........................................................... s A) Justicia social........................................................... B) Y caridad cristiana ................................................. C) La apostasia de las masas ............................... D' Funciôn supletorla de) Estado en la cuestiôn social. E) La neceskiad de Intervenir y sus limites................ II. Sobre el evangelio........................................................... A) «Çumplidas todas las cosas segûn la ley del Senor». B) «Puesto esta... para blanco de contradicciôn» ...... C) «El nlno crecia y se fortalecia» .............................. 682 682 683 683 686 688 691 691 696 699 SECCION VIL—Miscelânea historica y literaria .................... 705 IV. 682 I. La ofrenda— Elogio de la tôrtola mistica....................... 705 II. Très encuentros providenctales ................................ 707 A) Agustin y Ambrosio ............................................. 707 B) Juan y Teresa .................................................... 707 C) Ignacio y Javier .................................................... 708 III. «Ahora puedo morir en pazr> ....................................... * 709 IV. «Et hifo de tantas lagrimas» .......................................... 709 V. El signo de contradicciôn ............................................. 710 VI. La oraciôn de Pascal ................................................... 712 VIL La tribulaciôn de la enfermedad ................................ 713 VIII. Nuestro pecado, la octava espada ......................\ IX. Revelaciones de Santa Teresa ................................... 715 X. La fiesta de la Candelaria ............................... 715 SECCION VIII.— Guiones homi’.éticos ........................ Serie III: Sobre el evangelio............................................ 1. Jesûs, cumplldor de la ley............................. 2. Pureza de la Vlrgen .......................... 3. Maria, pobre ........................................................ 717 717 717 71« Indice general xxi Pàgs. 4. Simeôn, Justo......................................................... ..... 5 Simeôn. hombre temerosode Dios ......................... 6. Ver a Cristo en los brazos delPadre ....................... 7. La esperanza ............................................................... 8. Esperanza y confianza ............................................. 9. Esperanza y vida temporal ..................................... 10. Signo de contradicciôn ennuestros dias ............... 11 Los dolores de Maria ............................................ 12. Bienes de la tribulaciôn .......................................... 13. La profetisa Ana ........................................................ 14. Orad sln intermisiôn ................................................. 15. La vida contemplativa ............................................. Serie IV: De actualidad social ....................................... 16. La obedlencia a la ley, fundamento de la vida cristiana.............................................................................. 17. La esperanza del padre de familia ......................... 18. Un problema actual : El Estadopaternalista............ 19. Sobre el paternalismo laboral ................................... 723 725 726 728 730 733 734 736 738 740 742 746 ΊΜ 747 750 753 756 EL DULCE NOMBRE DE JESUS Domingo después de la Clrcunclslôn del Sefior SECCION I.— Textos sagrados ..................................................... 761 I. Epistola ............................................................................... IL Evangelio .............................................................................. III. Selecciôn de textos de la Escritura respecto al nombre de Jésus .............................................................................. 761 761 SECCION II.—Comentarios generales ...................................... 767 I. Situaciôn litûrgtcn .................................................. ......... Π. Apuntes exegético-morales ................................... ;...... A) Epistola ...................................................................... . B) Evangelio ................................................................... a) Le dleron el nombre .......................................... b) Jesûs ...................................................................... 767 767 767 770 770 770 SECCION III.—Santos Padres .................................................... 773 762 I. San Agustin ......................................................................... ■ 773 Camino, verdad y vida ............................... ........ 773 Π. San Ambrosio ...................................................................... 782 El mlsterio de la redenciôn ............................................. 782 ΙΠ. San Pedro Crlsôlogo ............................................. 784 La justlflcaciôn por la fe en Cristo ............. 784 Indice XXII general Pdgs. San Bernardo .................................................................. Jesus, Salvador ............................................................... 787 787 SECCION IV.—-Teôlogos ............................................................ 794 I. Santo Tomas de Aquino.................................................. Los nombres de Cristo .................................................. H. San Roberto Belarmino .................................................. Sermôn de la Circuncision ......................................... ·· 794 794 797 797 IV. 799 SECCION V.—Autores varios .......................... I. Santo Tomas de Villanueva ........................................ Las excelencias del nombre de Jesus ........................... II. Fray Luis de Leon ........................................................ Cristo, salud de los hombres ........................................ III. Beato Alonso de Orozco .................................................. Victoria de la muerte ..................................................... IV. P. Luis de la Puente ..................................................... Meditaciôn sobre el nombre de Jesûs ....................... V. Molon de Chaide ............................................................ El Salvador y los redimidos ........................................... VI. Bossuet ............................................................................. La salvaciôn del hombre en Cristo VII. Bourdaloue ..................................................................... Circuncision y salvaciôn................................................. VIII. Flechier .......................................................................... La salvaciôn, empresagloriosa de Dios ........................ IX. Cardenal Gomd .............................................................. Jesûs en la historia ....................................................... 799 799 806 806 812 812 819 819 821 821 822 822 829 829 833 833 836 836 SECCION VI. Textos pontificios............................................. 843 I. Sobre la epistola .......................................................... A) La descristianizaciôn de la sociedad y sus consecuenclas .................................................................. B) La descristianizaciôn del Estado y sus consecuencias ......................................................................... II. Sobre el euangelio.......................................................... A) Jesucristo, base y fundamento de toda sociedad nueva ..................................................................... B) La autoridad civil y el orden divino...................... C) La Iglesia y las formas politicas ......................... D) La Iglesia y los males de la humanidad ............ E) Dignidad dei trabajo humano y sus consecuencias. F' Fl rwnnnlcnin la dignidad humana y la par: snrinl 843 849 849 851 851 854 855 856 859 «R4 INDICE GENERAL XXIII Pdps. SECCION VII.—Miscelânea historica y literaria .................... 867 El acrôstico con el nombre griego de pez...................... El monograma de Jesûs y San Dâmaso.......................... El nombre de Jésus grabado en su corazôn.................... Juana de Arco en la hoguera ......................................... El monograma y el proceso de San Bernardino ........ Por gué se llamô Compama de Jesûs .......................... «Cuando digo Jesûs, me quito el bonete»........................ Una cruz con su propia sangre y el nombre deJesûs ... 867 867 868 869 869 870 871 872 SECCION VIII.—Guiones homiléticos ...................................... 873 I. IL III. IV. V. VI. VII. VIII. Serie II: Sobre la epistola .......................................... 873 1. Los dos caminos para la gloria ............................... 873 Serie III : Sobre el evangelio 875 2. Jesûs, Salvador ........................................................... 875 3. Jesûs es la salud ........................................................ 878 4. Jesûs salva por la palabra ...................................... 878 5. El nombre de Jesûs ................................................. 881 6. Los nombres de Cristo ............................................... 882 7. Jesûs, Salvador de los pueblos ................................ 888 8. Jesûs, Salvador de todas lasrazas .......................... 887 9. El nuevo Adân Salvador ........................................ 889 JO. La victoria del amor ....... *.................... ................... 891 11. Nuestro aprovechamiento de la salvaciôn ............. 893 12. Jesûs, Salvador de la verdad .................................. 89^ 13. Jesûs, Salvador de la muette ................................... 898 Serie IV : De actualidad social ............................................. 898 14. Jesûs, Salvador de la sociedad................................... 898 15. Jesûs, Salvador de la autoridad........................ 908 16. Jesûs. Salvador del trabajo ...................................... "2 Indice Indice Sagrada Escritura ........................................................ de materias ......................................................................... de 988 987 » O sin resistenda he aceptado que figure mi nombre al (rente de este volumen. Solo por atender las indicaciones de la Direccion de la B. A. C., que asi lo ha juzgado conveniente, he accedido a ello. Me habia negado p>orque la obra no es mia, aunque sea mia la idea, la alta direccion y una parte del texto. La obra es fruto del trabajo de una comisiôn. cuyos miembros Cons­ tan al final de este prologo. Es empresa de mucho empeno la que acometemos. Ciertos nos hallamos de no haber logrado, ni con mucho, nuestros generosos prepositos Y, sin embargo, nos hemos resuelto a sacarla a la luz porque estimamos que puede ser ùtil y que indica o senala una orientaciôn saludable. Si obtiene el favor del publico, madurara mucho nuestro in­ tento en futuras ediciones. Pretendemos cooperar al movimiento moderno en la pre­ dicaciôn sagrada, que aspira, siguiendo las orientaciones pontificias, a restaurai la tradiciôn patristica. «Nunca hubo—dice Benedicto XV—una abundancia de predicadores mayor que la que existe en nuestra época, y, sin embargo, crece en todas partes el desdén y el olvido de las cosas sobrenaturales.» «Por deplorable que sea, nadie podrâ negar que los pre­ dicadores no estân a la altura de las necesidades ; no ofrecen remedios suficientes.» Es que la palabra de Dios ha dej’ado de tener aquella vîrtud eficaz, viva y penetrativa, como una espada de dos filos, de que habia el Apôstol ?» «—■■■,■ ■ ■ ■ , ——* La observation es exacta, pero quedarâ contestada con la exposiciôn de nuestro pensamiento acerca dei manejo del material que servimos. Opino que los textos de La PALABRA DE CRISTO deben ser estudiados desde el Seminario. La Exegética, en primer lugar, debe ser fiel a estas tres normas de Pio Xll: atenciôn preferente al sentido teolôgico ; no olvidar la interpretaciôn de los Santos Padres, a quienes Dios dotô de una sabia perspicuidad para penetrar en el valor de la palabra revelada, y exposiciôn ardiente de la doctrina, de modo que los alumnos pueden hacer suyo el nonne cor nostrum ardens erat in nobis de los discipulos de Emaus (Lc. 24,32). Yo quiero que la Homilética, bien entendida, sea para mis alumnos asignatura principalisima. El mundo necesita un clero cuya palabra sea temible y saludable como la que el Senor entregô a Jeremias: «Mira que pongo en tu boca mis palabras. Hoy te doy sobre pueblos y reinos poder de destruir, arrancar, arruinar y asolar, de levantar, edificar y plantar» (1er. 1,10). Los alumnos de mi Seminario tendrân por texto, des­ de el primer ano de 1 eologia, en la clase, ampliada, de Homiiética, la obra que se inicia con el présente volumen. Cada uno estudiarâ los autores que el proiesor le senate, no para aprenderlos de memoria, sino para penetrar en su sentido y asimilârselos. Bastaran para ello acotac’ones, notas, breves comentarios, y la exposiciôn del autor mismo, con libro y notas a la vista. En el cuarto curso de Teologia deberân ensayarse en la redacciôn de guiones. Solo se les exigirâ de memoria el Evangelio y la Epis­ tola de todas las dominicas. Labor, empero, que podria comenzarse y concluirse antes de Hegar a los estudios teolôgicos. Los grandes maestros de la oratoria sagrada y los gran­ des teôlogos tuvieron siempre un conocimiento muy exten­ so de las paginas sagradas. «Apréndase. si puede, de me­ moria todo el Nuevo Testamento», aconsejaba el B. Avila a un predicador. Complemento indispensable de esta iniciaciôn sera el quinto de Teologia, cursado fuera dei Seminario, en una residencia sacerdotal dedicada exclusivamente a la formaciôn pastoral prâctica. Los nuevos sacerdotes actuarân en parroquias los sâbados por la tarde y los domingos. Asignatura capital dei quinto de Teologia sera la Ho- XXX PROLOGO milética. Los alumnos, que no pueden ser muy numero­ sos, actuarân. dirigidos por un sacerdote experimentado, con vistas a la predicaciôn dei domingo. Cada uno debe tener senalado un pùlpito, en el cual predicarâ durante todo el curso la correspondiente homilia. Los noveles predicadores deberân redactar sus propios sermones, al menos en guiôn extenso, y de ninguna manera aprenderse de memoria alguno de los que brindamos. Paies guiones se ponen por via de ejemplo y para que sirvan de orientaciôn. dodo discurso, y mas un sermon homilético, debe ser un diâlogo con el pùblico. La naturaleza de este, la ocasiôn, el ambiente, las circunstancias, influyen en el tono y estilo, y a veces hasta en el contenido dei discurso. Mas el orador sagrado debe ofrecer siempre doctrina y acomodar las aplicaciones a lo que el pueblo necesita o espera. La prâctica del método que preconizamos, familiarizarâ al predicador con el texto escrituristico y con las ideas de los grandes comentaristas, al punto de que, con leve trabajo, pronunciarâ discursos y plâticas enjundiosos, transidos de espiritu evangélico. Los sacerdotes que lleguen a la vida ministerial con esa preparaciôn remota dei Seminario y la Residencia, después de haberse familiarizado con los volûmenes de La PALABRA DE CRISTO y de haber ampliado el texto con notas, acotaciones y comentarios de su minerva personal, compondrân con suma facilidad sermones nutridos de doctrina, practices y atrayentes. La propia experiencia y la lectura de autores modernos, que, bien seleccionados, nunca deben faltar, darân a la pa­ labra dei sacerdote modernidad y sentido practice, sin dano de su fundamental sentido teolôgico. EJ pârroco no puede excusarse de predicar. Si no en tanto grado como lo es para el obispo, la exposiciôn de la palabra es para él un deber primario. Y si predica, debe prepararse bien. Preferible es que no suba al pulpito, si va a subir para improvisar. No harâ fru­ to en las aimas piadosas. Causarâ hastio a las cultas. Alejara a los hombres de la iglesia. Desacreditarâ su persona y. esto es lo mas doloroso, desacreditarâ el pùlpito y el pro­ pio Evangelio. Muy al contrario, con la auténtica palabra de Dios, sentida y sabiamente administrada, animarâ, ilustrarâ y gobernarâ su parroquia. PRÔLOGO XXXI Hay una novedad en nuestra colecciôn. Insertamos en ella textos pontificios y guiones basados en ellos. Es claro que dicha materia no sera, de ordinario, la indicada para la predicaciôn del domingo. No faltarân, empero, algunos casos en que sea oportunisimo exponer el pensamiento pontificio como comentario al evangelio. Asi, por ejemplo, cuando la pagina sagrada ensefia los deberes de familia, los principios fundamentales del orden pùblico e internacional, los derechos de la Iglesia frente al Estado, los deberes del cristiano para con la Iglesia, etc. Y todos los deberes referentes a la justicia social. Materia esta ùltima de la mayor importancia, porque nuestro pueblo tiene en tal punto una conciencia deficientisimamente formada. Y existe un «modernismo social, ju­ ridico y economico» (Pio XI), enérgicamente condenado por los Papas, en el que incurren, por falta de ilustraciôn, muchos catolicos. Los textos y guiones sociales serân ùtiles para conferencias, sermones de asambleas sociales, circulos de estudio, etcétera. Bien advertimos que no siempre es natural y lôgica la relaciôn entre los documentes de esa indole que se incluyen y el evangelio a que se aplican. Mas si alguna vez es licito usar del opportune et importune, es en este trance: todo esfuerzo por mtroducir en la conciencia del pueblo catôlico el pensamiento social pontificio, sera corto y débil. No me corresponde a mi—como dije—el mérito de lo bueno que este libro contenga. La obra es fruto de un trabajo en equipo. Yo he colaborado con un grupo de per­ sonas muy competentes en sus respectivas materias. Don Luis Vera Ordâs, D. José M.a Eguaras, D. Rafael Gonzalez Moralejo, D. Luis Ortiz Munoz y D. Tornas Ce­ rro Corrochano han trabajado conmigo en la confecciôn de este volumen. Ellos son los verdaderos autores del mismo: Don Luis Vera Ordâs, en la selecciôn de textos patristicos, teolôgicos, y en los comentarios exegéticos. Don José M? Eguaras, en la parte liturgica y teolôgica. Don Rafael Gonzalez Moralejo, en la seccion social. Y los très en la composiciôn de guiones. Importantisima ha sido la colaboraciôn de D. Luis Ortiz Munoz y D. Tornas Cerro Corrochano. El primero en la se­ lecciôn de los textos escrituristicos y en la seccion anecdô- XXXII m sc c< te tc s< a g o d Ic­ ti r PRÔLOGO tica, aparté de la obra de correcciôn de estilo y compulsa­ tion de todas las citas. El segundo, en reducir, acoplar, y, a veces, ordenar los materiales, dândoles la forma defi­ nitiva. Quiera el Senor que este conato sirva para facilitar a los seminaristas y al clero el cumplimiento dei arduo y capital deber de ensenar al pueblo la palabra de vida. t Angel Herrera Oria. Obispo de Malaga. Malaga, fiesta de la Conversion de San Pablo, 25 de enero de 1953. EL JUICIO FINAL Primer domingo de Adviento I La palabra de Cristo 1 TEXTOS SAGRADOS SECCION 1. Coa el propôsito de unlflcar las traductiones de los textos de la. Bscritura, hemos adoptado, salvo en excepciones Justlflcadas, la versiôn de NâcarColunga (cf. Sagrada Biblia, 4.· ed. BAC, Madrid 1051). I. EPISTOLA (Rom. 13,11-14) 11 ... scientes tempus: quia ho­ ra est iam nos de somno surgere. Nunc enim propior est nostra sa­ lus, quam cum credidimus. 12 Nox precessit, dies autem appropinquavit. Abiiciamus ergo opera tenebrarum, et induamur ar­ ma lucis. 13 Sicut in die honeste ambu­ lemus: non in comessationibus, et ebrietatibus, non in cubilibus, et impudicitiis, non in contentione et aemulatione: 14 sed induimini Dominum Icsum Christum... II. 11 ... y ya conocéis el tiempo, y que ya es hora de levantaros dei sueno, pues nuestra salud esté ahora mâs cercana que cuando creimos. 12 La noche va muy avanzada y se accrca ya el dia. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. 13Andemos decentemente y como de dia, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y ■ libertinaje, no en querellas y envidias, 14 antes cristo... vestios del Sefior Jesu- EVANGELIO (Le. 21,25-33) 25 Habrâ seôalcs en el sol, en la 25 Et erunt signa in sole, et luna, et stellis, et in terris pressu­ luna y en las estrellas, y sobre la tierra ra gentium prae confusione sonitus perturbaciôn de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitamaris, et fluctuum: ciôn de las olas. 26 arescentibus hominibus prae 26 exhalando los hombres sus ai­ timore, et exspectatione, quae su­ mas por el terror y el ansia de lo que pervenient universo orbi: nam vir­ viene sobre la tierra, pues las virtudes tutes caelorum movebuntur: de los ciclos se conmoverân. 27 et tunc videbunt filium ho27. Entonces verân al Hijo del hom­ minis venientem in nube, cum bre venir en una nube con poder y matestate magna, et maiestate. jestad grandes. 28 His autem fieri incipienti­ 28. Cuando estas cosas comenzaren bus, respicite et levate capita ves- a succder, cobrad dnimo y levantad vuestras cabezas, porque se accrca vuestra redenciôn. 29. Y les dijo una parabola: Ved la higuera y todos los ârboles, 30.cuando echan ya brotes, viéndolos, conocéis por cllos que se acerca el verano. Asi también v tros, cuando veâis estas cosas, conoced que esta cerca el reîno de Dios. 32. En vcrdad os digo que no pasaté esta generaciôn antes que todo suceda. 33. El cielo y la tierra pasatén, pero mis palabras no pasatén. tra: quoniam appropinquat redemp­ tio vestra. 29 Et dixit illis similitudinem: Videte ficulneam et omnes arbores: 30 cum producunt iam ex se fructum scitis quoniam prope est aestas. 31 Ita et vos, cum videritis haec fieri, scitote quoniam prope est reg­ num Dei. 32 Arnen dico vobis, quia non praeteribit generatio haec, donec omnia fiant. 33 Caelum et terra transibunt: verba autem mea non transibunt. III. TEXTOS CONCORDANTES A) Mt. 24,23-35 23 Entonces, si alguno os dijere: | 23 Tunc si quis vobis dixerit: Aqui esté el Mcsias, 0 alii, no lo créais, Ecce hic est Christus, aut illic: no­ lite credere. 24 porque se levantatén falsos me24 Surgcnt enim pseudo-christi sias y falsos profetas, y obratén gran- et pseudo-prophetae: et dabunt sigdes seriales y prodigios para inducir a, na magna, et prodigia, ita ut in error, si posible fuera, aun a los mis- ' errorem inducantur (si fieri potest) mos elegidos. etiam electi. 25 Mirad que os Io digo de ante- j 25 Ecce praedixi vobis, mano. ' 26 Si os dicen, pues: Aqui esté, en i 26 Si ergo dixerint vobis: Ecce cl desierto, no salgiis; aqui esté, en un ' in deserto est, nolite exire: ecce in escondite, no lo créais, ’ penetralibus, nolite credere. 27 porque como el relâmpago, que 27 Sicut enim fulgur exit ab sale dei oriente y brilla hasta el occi- oriente, et paret usque in occidendente, asi serâ la venida del Hijo del 1 tem: ita erit et adventus Filii hohombre. | minis. 28 Donde esté el cadâver, alii se 28 Ubicumque fuerit corpus, rerénen las àguilas. 1 illic congregabuntur et aquilae. 29 Luego, después de la tribulaciôn I 29 Statim autem post tribulatiode aquellos dias, se obscurecerâ el sol, nem dierum illorum sol obscurabiy la luna no daté su luz, y las es- ; tur, et luna non dabit lumen suum, trellas caetén del cielo, y las virtudes et stellae cadent de caelo, et virtude los cielos se conmovetén. tes caelorum commovebuntur: 30 et tunc parebit signum Filii 30 Entonces apareceté el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se hominis in caelo: et tunc plangent lamcntatén todas las tribus de la tie- omnes tribus terrae: et videbunt Fi­ rra, y vetén al Hijo del hombre venir lium hominis venientem in nubi- SEC. I. bus cadi cum virtute multa, et maiestate. 31 Et mittet angelos suos cum tuba, et voce magna: et congrega­ bunt electos eius a quattuor ventis, a summis caelorum usque ad termi­ nos eorum. 32 Ab arbore autem fici discite parabolam: cum iam ramus eius te­ ner fuerit, et folia nata, scitis quia prope qst aestas: 3 ita et vos cum videritis haec omnia, scitote quia prope est in ianuis. 34 Arnen dico vobis, quia non praeteribit generatio haec, donec omnia haec fiant. 35 Caelum, et terra transibunt, verba autem mea non praeteribunt. B) 5 TEXTOS SAGRADOS 1 sobre las nubes del cielo con majestad grandes. 31 Y enviarâ sus Angeles con derosa trompeta, y reunirân de los cuatro vientos a los clegidos, desde un extremo del cielo hasta el otro. 32 Aprcnded la parâbola de la higuera: Cuando sus ramos estân tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estio se acerca; 33 asi vosotros también, cuando veâis todo esto, entended que esté prôximo, a las puertas. 34 En verdad os digo que no pasarâ esta generaciôn antes que todo esto suceda. 35 El cielo y la tierra pasatén, pero mis palabras no pasarân. Mc. 13,21-31 21 Et tune si quis vobis dixe­ rit: Ecce hic est Christus, ecce illic, ne credideritis. 22 Exurgent enim pseudo-christi et pseudo-prophetae, et dabunt signa et portenta ad seducendos, si fieri potest, etiam electos. 23 Vos ergo videre: ecce praedi­ xi vobis omnia. 24 Sed in illis diebus post tri­ bulationem illam, sol contenebrabi­ tur, et luna non dabit splendorem suum: 25 et stellae caeli erunt deciden­ tes, et virtutes, quae in caelis sunt, movebuntur. 26 Et tunc videbunt Filium ho­ minis venientem in nubibus cum virtute multa, et gloria. 27 Et tunc mittet angelos suos, et congregabit electos suos a quat­ tuor ventis, a summo terrae usque ad summum caeli. 28 A ficu autem discite parabo­ lam. Cum iam ramus tener fuerit, e! nata fuerint folia, cognoscitis quia in proximo sit aestas. 29 Sic et vos cum videritis haec fieri, scitote quod in proximo sit in ostiis. 21 Y entonces si alguno os dijere: Ile aqui o alii al Mesias, no le créais. 22 Porque se levantatén falsos me­ sias y falsos proféras y haran senales y prodigios para inducir a error, si fueran posible, aun a los elegidos. 23 Pero vosotros estad sobre aviso; de antemano os he dicho todas las cosas. 24 Pero en aquellos dias, después de aquella tribulacion, se obscureocra el sol, y la luna no daté su brillo. 25 y las estrellas se caeran del cie­ lo, y los poderes de los cielos se conmoverân. 26 Enfonces verân al Hijo del hom­ bre viniendo sobre las nubes con gran poder y majestad. 27 Enviaté a sus Angeles, y juntaté a sus elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. 28 Aprended de la higuera la patébola. Cuando ya sus ramas estén tiernas y ccha hojas, conocéis que el estio esté prôximo. 29 Asi también vosotros, cuando veâis suceder estas cosas, entended que esté prôximo, a la puerta. 6 EL JUICIO FINAL, l.o ADV 30 En vcrdad os digo que no pa-1 30 Amen dico vobis, quoniam sarâ esta generaciôn antes que todas non transibit generatio haec, doestas cosas sucedan. nec omnia ista fiant. 31 El cielo y la tierra pasarin, pero 31 Caclum, et terra transibunt, mis palabras no pasarân. verba autem mea non transibunt. IV. OTROS TEXTOS DE LA ESCRITURA ALUSIVOS AL JUICIO A) Tras la MUERTE, EL JUICIO Et quemadmodum statutum est Y por cuanto a los hombres les esta cstablecioo morir una vez, y después hominibus semel mori, post hoc autem iudicium (Hebr. 9,27). de csto, c» juicio... a) No sabemos el dia ni la hora 36 De aquel dia y de aquclla hora, nadie sabc, ni los ângelcs del cielo, ni cl Hijo. sino solo cl Padre. 37 Porquc como en los dias de Noé, asi sera la apariciôn del Hijo del hom­ bre. 38 En los dias que prcccdicron al diluvio comîan, bebfan, se casaban y sc daban en casamicnto, hasta cl dia en que entrô Noé en el area; 36 De die autem illa, et hora nemo scit, neque angeli caelorum, nisi solum Pater. 37 Sicut autem in diebus Noe, ita erit ct adventus Filii hominis. 38 Sicut enim erant in diebus ante diluvium comedentes et biben­ tes, nubentes et nuptui tradentes, usque ad cum diem, quo intravit Noe in arcam, 39 et non cognoverunt donec 39 y no se dicron cuenta hasta que vino cl diluvio y los arrebatô a todos; venit diluvium, et tulit omnes: ita asi scrâ a la venida del Hijo del hom­ erit et adventus Filii hominis (Mt. 24,26-39). bre. Ipsi cnim diligenter scitis quia Sabcis bien que cl dia del Serior llcdies Domini, sicut fur in nocte ita garâ como cl ladrôn en la noche. veniet (1 Thcs. 5,2). 10 Pero vendrd el dia dei Serior co­ mo ladrôn, y en cl pasarân con estrépito los ciclos. y los elementos abrasados se disolverân, y asimismo la tie­ rra con las obras que en ella hay. 11 Pues si todo de este modo ha de disolverse, fatales debéis ser vosotros en vuestra santa convcrsaciôn y en vuestra piedad, 10 Adveniet autem dies Domi­ ni, ut fur: in quo caeli magno im­ petu transient, elementa vero calo­ re solventur, terra autem et quae in ipsa sunt opera, exurentur. 11 Cum igitur haec omnia dis­ solvenda sint, quales oportet vos esse in sanctis conversationibus et pietatibus, SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 12 en la cxpectaciôn de la llegada 12 exspectantes, et properantes in adventum diei Domini, per dei dia de Dios, cuando los cielos abraquem caeli ardentes solventur, et sados se disuclvan y los elementos abraelementa ignis ardore tabescent? sados se derritan? (2 Petr. 3,10-12). b) Amenazas apocalipticas 1 9 Ecce dies Domini veniet, cru­ delis, et indignationis plenus et irae furorisque ad ponendam terram in solitudinem, et peccatores eius con­ terendos de ea. ,10 Çucniam stellae caeli, et splendor earum non expandent lu­ men suum: obtenebratus est sol in ortu suo, et luna non splendebit in lumine suo (Is. 13,9-10). 9 Vcd que se acerca el dia de Yavé, y cruel, con côlera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminât a los pecadores. tabescet omnis militia caelo­ et complicabitur sicut liber et omnis militia eorum de­ sicut defluit folium de vinea ficu (Is. 34,4). La milicia de los cielos se disuelve, se enrollan los cielos como se enrolla un libro; y todo su ejército caerà, co­ mo caen las hojas de la vid, como caen las hojas de la higuera. 7 Et operiam cum extinctus fueris, caelum, et nigrescere fa­ ciam stellas eius; solem nube te­ gam, et luna non dabit lumen suum. 8 Omnia luminaria caeli moerere faciam super te: et dabo te­ nebras super terram tuam, dicit Dominus Deus, cum ceciderint vul­ nerati tui in medio terrae, ait Do­ minus Deus (Ez. 32,7-8). 7 Al apagar tu luz velaré los cielos y obscureceré las estrellas. Cubriré de nubes el sol, y la luna no resplandccerâ. Et rum caeli: fluet, et de 10 Las estrellas del cielo y sus luceros no darân su luz, el sol se obscurecera en naciendo y la luna no hard brillar su luz. 8 Todos los astros que brillan en los cielos se vestirân de luto por ti, y se extenderân las tinieblas sobre la tie­ rra, dice el Senor, Yavé. Ante ellos tiembla la tierra, se conA facie eius contremuit terra, moti sunt caeli: sol et luna obtene­ mueve el cielo, se obscurccen el sol y brati sunt, ct stellae retraxerunt la luna, y las estrellas extinguen su brillo. splendorem suum (loel 2,10). |Ay de aquellos que desean cl dia de Vae desiderantibus diem Domi­ ni; ad quid eam vobis? dies Domi­ Yavél (jQué serâ de vosotros? El dia de ni ista, tenebrae et non lux (Am. Yavé es dia de tinieblas, no de luz. 5,18). 8 EL JUICIO FINAL. 1. ' ADV. c) Dia de ira 15 Dia de ira es aquél, dia de an­ gustia y de congoja, dia de ruido y asolamiento, dia de timebla y obscuridad, dia de sombra y densos nublados, 16 dia de trompeta y alarma en las ciudades fuertes y en las altas torres. 15 Dies irae dies illa, dies tri­ bulationis et angustiae, dies cala­ mitatis et miseriae, dies tenebra­ rum et caliginis, dies nebulae et turbinis. 16 Dies tubae et clangoris super civitates munitas, et super angulos excelsos (Soph. 1,15-16). Porque ved que viene el dia, ardiente como horno, y serân entonces los soberbios y los obradores de la maldad la paja, y el dia que viene la prendera fuego, dice Yavé... Ecce enim dies veniet succensa quasi caminus: et erunt omnes su­ perbi, et omnes facientes impieta­ tem stipula: et inflammabit eos dies veniens, dicit Dominus exercituum, quae non derelinquet eis radicem, et germen (Mal. 4,1). 5 Secundum autem duritiam tuam et impoenitens cor, thesauri­ zas tibi iram in diem irae et revela­ tionis iusti iudicii Dei, 6 qui reddet unicuique secun­ dum opera eius: 7 iis quidem, qui secundum pa­ tientiam boni operis, gloœiam et honorem, et incorruptioncm quae­ runt, vitam aeternam: 8 iis autem, qui sunt ex conten­ 8 pero a los contumaces, rebeldes a la verdad, que obedeeen a la injusticia, tione, et qui non acquiescunt ve­ ritati, credunt autem iniquitati, ira ira c indignadôn. et indignatio (Rom. 2,5-8). 5 Pues conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazôn, vas atesorândote ira para el dia de la ira y de la rcvelaciôn dei justo juicio de Dios, 6 que data a cada uno scgùn sus obras; 7 a los que con perseveranda en el bien obrar buscan la gloria, cl honor y la incorrupciôn, la vida eterna; B) LA RESURRECCIÔN 51 Voy a declararos un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos inmutados. 52 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al ùltimo toque de la trompeta, pues tocarâ la trompeta, los muertos resucitarân incorruptos, y nosotros seremos inmutados. 53 Porque es preciso que lo corrup­ tible se revista de incorrupciôn y que este ser mortal se revista de inmortalidad. 51 Ecce mysterium vobis dico: Omnes quidem resurgemus, sed nos omnes immutabimur. 52 In momento, in ictu oculi, in novissima tuba; canet cnim tuba, et mortui resurgent incorrup­ ti et nos immutabimur. 53 Oportet enim corruptibile hoc induere incorruptioncm: et mortale hoc induere immortalitatem (1 Cor. 15,51-53) τ- SEC. I. TEXTOS SAGRA 15 Hoc enim vobis dicimus in verbo Domini, quia nos, qui vivi­ mus, qui residui sumus in adven­ tum Domini, non praeveniemus eos qui dormierunt. 16 Quoniam ipse Dominus in iussu, et in voce archangeli, et in tuba Dei descendet de caelo; et mortui, qui in Christo sunt, resur­ gent primi. 17 Deinde nos, qui vivimus, qui relinquimur, simul rapiemur cum illis in nubibus obviam Chris­ to in aera, et sic semper cum Do­ mino erimus (1 Thes. 4,15-17). C) La 49W*MP1 9 S 15 Esto os decimos como palabra del Serior: que nosotros los vivos, los que quedamos para la venida dei Se­ rior, no nos anticiparemos a los que se durmieron; 16 pues cl mismo Senor, a una orden, a la voz dei arcângel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderâ del cielo, y los muertos en Cristo resucitarân primcro; 17 después nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con cllos, sercmos arrebatados en las nubes, al encuentro de Cristo en los aires, y asi es­ taremos siempre con el Senor. venida del Juez I Dominum formidabunt adversa­ rii eius: et super ipsos in caelis to­ nabit: Dominus iudicabit fines ter­ rae, et dabit imperium regi suo, et sublimabit cornu Christi sui (1 Sam. 2,10). Aterrados serân los enemigos de Yavé; desde los cielos tronarâ contra ellos. Yavé juzga los confines de la ticrra; robustecerâ a su Rey y erguirâ la frente de su Ungido. Establemente fundô su trono para ré­ Et ipse iudicabit orbem terrae in aequitate, iudicabit populos in ius- gir justamente el orbe de la tierra, para gobernar con equidad. titia (Ps. 9,9)· ‘ Por cuanto tiene fijado el dia en que Eo quod statuit diem, in quo judicaturus est orbem in aequitate, juzgarâ a la tierra con justicia, por in viro, in quo statuit, fidem prae­ medio de un Hombre, a quien ha consbens omnibus, suscitans eum a tituido jucz, acreditândole ante todos por su resurrecciôn de entre los muertos. mortuis (Act. 17,31). Asi se verâ el dia en que Dios por In die, cum iudicabit Deus oc­ culta hominum secundum Evange­ Jesucristo, segun mi Evangelio, juzgarâ lium meum per Icsum Christum las acciones secretas de los hombres. (Rom. z,t6). 5 Todo esto es prueba dei justo jui­ 5 In exemplum iusti iudicii Dei ut digni habeamini in regno cio de Dios, para que seâis tenidos por Dei pro quo et patimini. dignos del reino de Dios, por cl- cual padccéis. Qui poenas dabunt in interi­ 9 Esos serân castigados a eterna rui­ tu aeternas a facie Domini et a glo­ na, lejos de la faz del Serior y de la ria virtutis eius: gloria de su poder, 10 cum venerit glorificari in 10 cuando venga para ser glorifica sanctis suis, et admirabilis fieri in do en sus santos y admirado aquel dia omnibus, qui crediderunt, quia cre­ en todos los que habéis creido por haditum est testimonium nostrum su­ ber rccibido nuestro testimonio. per vos, in die illo (2 Thes. 1,5 ΙΟ EL JUICIO FINAL. l.“ ADV. ra ... He aqui que vicnc cl Sefior con sus sautas miriadas, 15 para ejercer un juicio contra todos y convencer a todos los impios de rodas las impiedades que cometicron y de todas las crudezas que contra El hnblaron los pccadores impios. 14 ... Ecce venit Dominus in sanctis millibus suis, 15 facere iudicium contra om­ nes, et arguere omnes impios de omnibus operibus impietatis eorum, quibus impie egerunt, et de om­ nibus duris, quae locuti sunt con­ tra Deum peccatores impii (ludae 14-15)· Ecce veniet cum nubibus, et vi­ Ved que viene en las nubes del cielo, y todo ojo le verd, y cuantos le tras- debit eum omnis oculus, et qui cum pasaron; y se lamentarân todas las tri­ pupugerunt. Et plangent se super cum omnes tribus terrae (Apoc. bus de la tierra. i,7)· a> Todos ante el tribunal de Cristo 10 ... Omnes enim stabimus 10 ... Pues todos hemos de compaante tribunal Christi. recer ante el tribunal de Cristo. 12 Itaque unusquisque η o sia Por consiguiente, cada uno darâ trum pro se rationem reddet Deo a Dios euenta de si. (Rom. 14,10-12). Puesto que todos hemos de comparocer ante el tribunal de Cristo, para que reciba cada uno segùn lo que hubiere hccho por el euerpo, bucno o malo. Omnes enim nos manifestari oportet ante tribunal Christi, ut referat unusquisque propria corpo­ ris, prout gessit, sive bonum, sive malum (2 Cor. 5,10). b) El Hijo es el que juzga Neque enim Pater judicat quem­ Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el quam: sed omne iudicium dedit Filio (Io. 5,22). poder de juzgar. Et potestatem dedit ei iudicium Y le diô poder de juzgar, por cuanfacere, quia Filius hominis est (Io. to El es el Hijo del hombre. D) Poder de Dios 2 Nubes et caligo in circuitu ’’ 2 Hay en torno de El nube y cali­ gine; la justicia y cl juicio son las ba­ eius: iustitia et iudicium correctio sedis eius. ses de su trono. 3 Ignis ante ipsum praecedet, 3 Ptecédele fuego, que abrasa en et inflammabit in circuitu inimicos derredor a todos sus cnemigos. eius. 4 Illuxerunt fulgura eius orbi 4 Sus rayos alumbran el mundo; terrae: vidit, et commota est terra. tiembla Ia tierra al verle. SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 5 Montes sicut cera fluxerunt a facie Domini: a facie Domini omnis terra. 6 Annuntiaverunt caeli iustitiam eius: et viderunt omnes populi glo­ riam eius. 7 Confundantur omnes, qui ado­ rant sculptilia: et qui gloriantur in simulacris suis (Ps. 96,2-7). 11 5 Derritense como cera los montes 1 ante Yavc, ante el Scnor de t ia tierra. 6 Anuncian los ciclos su justicia y todos los pueblos ven su gloria. 7 Qucdan confundidos todos los que adoran sus simulacros, los que se gk> rian de sus idolos... a) El juicio, segiin Jesucristo 31 Cum autem venerit Filius heminis in maiestate sua, et omnes angeli cum eo, tunc sedebit super sedem maiestatis suae: 32 et congregabuntur ante eum omnes gentes, et separavit eos ab invicem, sicut pastor segregat oves ab haedis: 33 et statuet oves quidem a dextris suis, haedos autem a sinis­ tris. 34 Tunc dicet rex his, qui a dextris eius erunt: Venite benedic­ ti Patris mei, possidete paratum vobis regnum a constitutione mundi; 31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los ângeles con El, se sentara sobre su trono de 9 gloria, 32 y se reunirân en su presencia todas las gentes, y separarâ a unos de otros, como cl pastor separa a las ovejas de los cabritos. 33Y pondra las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces dira el Rey a los que estan a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesiôn del reino preparado para vosotros desde la creaciôn dei mundo. 35 esurivi enim, et dedistis mihi 35 Porque tuve hambre, y me dismanducare; sitivi, et dedistis mihi teis de corner; tuve sed, y me disteis bibere: hospes eram, et collegistis de beber; peregriné, y me acogisteis; •me: 36 estaba desnudo, y me vestisteis; 36 nudus, et cooperuistis me: infirmus, et visitastis me: in carcerc enfermo, y me visitasteis; preso, y vieram, ct venistis ad me. nisteis a verme. 37 Y le responderân los justos: Se­ yj Tunc respondebunt ei iusti, dicentes: Domine, quando te vi­ fior, j cuando te vimos hambriento y dimus esurientem et pavimus te: te alimentamos, sedientos y te dimos de sitientem, et dedimus tibi potum? beber ? 38 quando autem te vidimus 38 (J Cuando te vimos peregrino y hospitem, et collegimus te: aut nu­ te acogimos, desnudo y te vestimos? dum, et cooperuimus te? 39 jiCuândo te vimos enfermo ο a 30 aut quando te vidimus in­ firmum: aut in carcerc et venimus la carcel y fuimos a verte? ad te? 40 Y el Rey les dira: En verdad os 40 Et respondens rex dicet illis: Arnen dico vobis, quamdiu fecistis digo que cuantas veces hicisteis eso a uni ex his fratribus meis minimis, uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis. mihi fecistis. 41 Y dira a los de la izquierda: 41 Tunc dicet et his, qui a si­ nistris erunt: Discedite a me malc- Apartaos de mi, malditos, al fuego eter- EL JÜICIO FINAL. l.o ADV. no, preparado para el diablo y para sus ângelcs. 42Porquc tuve hambre, y no me disteis de corner; tuve sed, y no me dis­ teis de beber; 43 fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cârcel, y no me visitasteis. 44Enfonces ellos responderân di­ dendo: Senor, «jeuando te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o en­ fermo, 0 en prisiôn, y no te socorrimos? dicti in ignem aeternum, qui pa­ ratus est diabolo et angelis eius; 42 esurivi enim, et non dedis­ tis mihi manducare: sitivi, et non dedistis mihi potum: 43 hospes eram, et non colle­ gistis me: nudus, et non cooperuis­ tis me: infirmus, et in carcere, et non visitastis me. 44Tunc respondebunt ei et ipsi dicentes: Domine, quando te vidi­ mus esurientem, aut sitientem, aut hospitem, aut nudum, aut infir­ mum, aut in carcere, et non minis­ travimus tibi? 45 Tunc respondebit illis dicens: 45 El les contestari dkiendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de Arnen dico vobis: Quamdiu non fe­ hacer eso con uno de estos pcquenuelos, cistis uni de minoribus his, nec mihi fecistis. conmigo no lo hicisteis. 46 Et ibunt hi in supplicium 46 E irân al suplicio eterno, y los aeternum: iusti autem in vitam justos, a la vida eterna. aeternam (Mt. 25,31-46). b) Juicio minucioso 36 Y yo os digo que de toda pa-j labra ociosa que hablaren los hombres, habrân de dar cuenta en el dia del juicio. 37 Pues por tus palabras serâs declarado justo o por tus palabras serâs condenado. 36 Dico autem vobis quoniam omne verbum otiosum, quod lo­ cuti fuerint homines, reddent ratio­ nem de eo in die iudicii. 37 Ex verbis enim tuis justifi­ caberis, et ex verbis tuis condemna­ beris (Mt. 12,36-37). c) Juicio segun lus propius obras Et si patrem invocatis eum, qui Y si llamâis Padre al que sin acepci6n de personas juzga a cada cual se­ sine acceptione personarum iudicat gun sus obras, vivid con temor todo secundum uniuscuiusque opus, in timore incolatus vestri tempore con­ el tiempo de vuestra percgrinacion... versamini (r Petr. 1.17). 12 Porquc hay en él misericordia y 12 Misericordia enim et ira est côlera; aguanta y perdona, mas sobre cum illo. Potens exoratio, et ef­ los impios derrama su ira. fundens iram: 13 Como es grande su misericor­ 13 Se c u n d u m misericordiam dia, asi es severo su castigo, y juz- suam, sic correptio illius hominem gara al hombre scgiin sus obras. secundum opera sua iudicat. 15 Recompensa a todos los miseri15 Omnis misericordia faciet cordiosos, y cada uno recibirâ segùn locum unicuique secundum meri- . sus obras. tum operum suorum... (Eccli. 16, 12-15). SEC. I. d) TEXTOS SAGRADOS 13 Tai como juzguemos seremos juzgados 1 No juzguéis y no seréis juzgados. Nolite iudicare, ut non in­ dicemini. 2 porque con el juicio con que juz2 In quo enim indicio indica­ veritis, indicabimini: et in qua gareis seréis juzgados y con la medimensura mensi fueritis, remetie­ da con que midiereis se os medirâ. tur vobis (Mt. 7,1-2). 1 Porque sin misericordia seré juzgado Indicium enim sine misericordia ilii, qui non fecit misericordiam: el que no hace misericordia. La mi­ superexaltat autem misericordia in­ sericordia aventaja al juicio. dicium (lac. 2,13). e) Diversa suerte de los justos y de los impios % 5 Ideo non resurgent impii in indicio: neque peccatores in conci­ lio iustorum. 6 Quoniam novit Dominus viam iustorum: et iter impiorum peri­ bit (Ps. 1,5-6). 5 No prevaleceran los impios en el juicio, ni los pecadores en la congre­ gation de los justos. 6Porque conoce Yavé el camino de los justos, pero la senda de los peca­ dores acaba mal. Porque los malvados serân exterminaQuoniam qui malignantur, exter­ minabuntur: sustinentes autem Do­ dos, pero los que esperan en Yavé pominum, ipsi hereditabunt terram seerân la tierra... (Ps. 36,9). ... Hayin. Los impios serân borra... Hayin. Iniusti punientur: et se­ men impiorum peribit (Ps. 36,28). dos para siempre, y la prole del impio serà extcrminada. 28 Nolite mirari hoc, quia ve­ nit hora, in qua omnes, qui in monumentis sunt, audient vocem Filii Dei: 29 et procedent qui bona fe­ cerunt, in resurrectionem vitae: qui vero mala egerunt, in resurrectio­ nem iudicii (Io. 5,28-29). 28No os maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos estén en los sepulcros oirân su voz, 29 y saldrén: los que han obrado el bien, para la resurrecciôn de la vida, y los que han obrado mal, para la re­ surrecciôn del juicio. Λ f) Reflexiones tardias de los impios r Entonccs estara el justo en gran i Tunc stabunt iusti in magna constantia adversus eos. qui se an­ seguridad, en presencia de quienes le gustiaverunt, et qui abstulerunt la­ persiguieron y menosprcciaron sus obras. bores eorum. 14 EL JUICIO FINAL. 1.» ADV. 2 Al vcrlo sc turbarân con terrible espanto, y quedardn fuera de si ante lo inesperado de aquella salud. 3 Arrcpcntidos, se dirân, gimiendo por la angustia de su espiritu: Este es el que algun tiempo tomamos a risa y fuc objeto de nuestro escarnio. 4 Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra. 5 iCômo son contados entre los hi- j jos de Dios y tienen su heredad entre. los santosl i 6 Luego erramos el camino de la I verdad, y la luz de la justicia no nos alumbrô, y el sol no saliô para nos­ otros. 8^Quc nos aprovechô nuestra soberbia, qué ventaja nos trajeron la riqueza y la jactancia? 9 Pasô como una sombra todo aquello y como correo que va por la posta... 2 Videntes turbabuntur timore horribili, et mirabuntur in subitatio­ ne insperatae salutis, 3 dicentes intra se, poenitentiam agentes, et prae angustia spiritus gementes: Hi sunt quos habuimus aliquando in derisum, et in simili­ tudinem improperii. 4 Nos insensati vitam illorum aestimabamus insaniam, et finem illorum sine honore: 5 Ecce quomodo computati sunt inter filios Dei, et inter sanctos sors illorum est. 6Ergo erravimus a via verita­ tis, et iustitiae lumen non luxit nobis, et sol intelligentiae non est ortus nobis. 8 Quid nobis profuit superbia? aut divitiarum iactantia quid con­ tulit nobis? 9 Transierunt omnia illa tam­ quam umbra et tamquam nuntius percurrens... (Sap. 5,1-9). 16 lusti autem in perpetuum 16 Pero los justos viven para sicmpre, y su recompensa esd en el Senor, vivent, et apud Dominum est mer­ ces eorum, et cogitatio illorum y el cuidado de ellos en el Altisimo. apud Altissimum. 17 Ideo accipiens regnum deco­ 17 Por esto recibirân un glorioso rcino, una hermosa corona de mano ris, et diadema speciei de manu del Senor, que con su diestra los pro­ Domini: quoniam dextera sua te­ get eos, et brachio sancto suo de­ tege y los defiende con su brazo... fendet illos... (Sap. 5,16-17). g) Tremendo juicio a los grandes de la tierra 3 Aplicad el oido los que imperâis sobre las muchedumbres y los que os engreis sobre la multitud de las na­ tiones. 4 Porque el poder os fuc dado por cl Senor, y la sobcrania por cl Altisimo, que examinara vuestras obras y cscudrifiara vuestros pensamientos; 5 porque siendo ministros de su rci­ no, no juzgastcis rcctamcntc y no guardasteis la Ley, ni scgiin la voluntad de Dios caminastcis. 3 Praebete aures vos, qui conti­ netis multitudines, et placetis vobis in turbis nationum: 4 quoniam data est a Domino potestas vobis, et virtus ab Altissimo, qui interrogabit opera vestra, et cogitationes scrutabitur: .5 Quoniam cum essetis ministri regni illius, non recte iudicastis nec custodistis legem iustitiae, neque secundum voluntatem Dei ambu­ lastis. 6 Terrible y repentina vendri sobre 6 Horrende et cito apparebit vosotros, porque de los que mandan sc vobis; quoniam indicium durissi­ mum his, qui praesunt, fiet. ha de haccr severo juteio. HH - πη ir-rnir ■ LiriniT^lTniJilfOiuij ll LIT!iί SEC. i. TEXTOS SAGRA 7 Exiguo enim conceditur mise­ ricordia: potentes autem potenter tormenta patientur. 8 Non enim subtrahet personam cuiusquam Deus, nec verebitur mag­ nitudinem cuiusquam: quoniam pu­ sillum ct magnum ipse fecit, et aequaliter cura est ilb' de omnibus. 9 Fortioribus autem fortior in­ stat cruciatio. 10 Ad vos ergo, reges, sunt hi sermones mei, ut discatis sapien­ tiam, et non excidatis (Sap. 6, 3'10)· 7 Pues el pequeno hallarà miseri­ cordia, pero los poderosos scran poderosamente atormentados. 8 Que el Senor de todos no terne de nadic ni respetarâ la grandeza de ninguno; porque El ha hecho al pequeno y al grande, e igualmente cuida de todos. 9 Pero a los poderosos amenaza poderosa inquisiciôn. 10 A vosotros, pues, reycs, se dirigen mis palabras, para que aprendàis la sabiduria y no pequéis. Hermanos mios, no seats muchos en Nolite plures magistri fieri, fra­ tres mei, scientes, quoniam maius pretender haceros maestros, sabiendo que seremos juzgados mas severamente. indicium sumitis (lac. 3,1). h) Vida y muerte de los justos y de los impios 1 Justorum animae in manu Dei sunt, et non tanget illos tor­ mentum mortis. 6 Tamquan aurum in fornace probavit illos et quasi holocausti hostiam accepit illos, et in tempore erit respectus illorum. 7 Fulgebunt iusti, et tamquam scintillae in arundineto discurrent. 10 Impii autem secundum quae cogitaverunt, correptionem habe­ bunt: qui neglexerunt iustum, et a Domino recesserunt (Sap. 3,1-10). Las almas de los justos estan en las manos de Dios, y el tormento no las alcanzarâ. 6 Como el oro en el crisol los pro­ bo, y le fueron accptos como sacrificio de holocausto. i 7 Al tiempo de su recompensa brillarân y discurrirân como centellas en Canaveral... 10 Pero los impios, conforme a sus pensamientos, tendran su castigo, pues Jespreciaron al justo y se apartaron dei Senor. i) Duro juicio para los enemigos de la luz 15 En verdad os digo que mas tole­ 15 Arnen dico vobis: Tolerabi­ lius erit terrae Sodomorum ct Go- rable suerte tendrâ la ticrra de Sodoma morrhacorum in die iudicii, quam y Gomorra en cl dia del juicïo que aquella ciudad. illi civitati (Mt. 10,15). 15 Vae tibi Corozain, vae tibi Bethsaida: quia, si in Tyro, ct Si­ done factae essent virtutes, quae factae sunt in vobis, olim in cilicio, ct cinere poenitentiam egissent. 22 Vcrumtamcn dico vobis: Ty­ ro, et Sidoni remissius erit in dic iudicii, quam vobis. 21 |Ay de ti, Corozain! |Ay de ti, Betsaidal, porque si en Tirso y en Sidon se hubiesen hecho los milagros hechos en ti, mucho ha que en saco y ccniza hubicran hecho pcnitcncia. 22 Asi, pues, os digo que Tiro y Sidôn serân tratados con menos rigor que vosotros en el dia del juicio. 16 EL JUICIO FINAL. 1.” ADV. 23 Et tu, Capharnaum, numquid usque in caelum exaltaberis? usque in infernum descendes. Quia si in Sodomis factae fuissent virtu­ tes, quae factae sunt in te forte mansissent usque in hanc diem. 24 Asi, pues, os digo que el pais 24 Verumtamen dico vobis, quia de Sodoma sera tratado con menos ri­ terrae Sodomorum remissius erit, in gor que tu el dia del juicio. die indicii, quam tibi (Mt. 11, 21-24) · 23 Y tù, Cafarnaum, ^te levantarâs hasta cl ciclo? Hasta cl infierno seras precipitada. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistiria. 41Los ninivitas se levantarân el dia dei juicio contra esta generaciôn y la condenarân; hicieron penitencia a la predicaciôn de Jonas, y hay aqui algo mâs que Jonôs. 42 La reina del Mediodia se levantarâ en juicio contra esta genera­ ciôn y la condenarâ, porque vino de los confines de la tierra para oir la sabiduria de Salomôn, y aqui hay algo mâs que Salomôn. 41 Viri Ninivitae surgent in iudicio cum generatione ista, et con­ demnabunt eam: quia poenitentiam egerunt in praedicatione lonae. Et ecce plus quam lonas hic. 42 Regina austri surget in iu­ dicio cum generatione ista, et con­ demnabit eam: quia venit a finibus terrae audire sapientiam Salomonis, et ecce plus quam Salomon hic (Mt. 12,41-42). 18 El que créé en El no es juzgado; 18 Qui credit in eum, non iudiel que no crée, va esta juzgado, por­ catur: qui autem non credit, iam in­ que no creyô en el nombre del uni- dicatus est: quia non credit in no­ génito Hijo de Dios. mine unigeniti Filii Dei (Io. 3.18). SECCION II. I. COMENTARIOS GENERALES SITUACION LITURGICA A) Sintesis historica Histdricamente el Adviento (Advenimiento) nacid como una preparacidn para la Navidad. Como toda preparacidn a una festividad solemne, reviste un carâcter de penitencia. Fué introducido en el siglo v (en Espana un concilio provin­ cial de Zaragoza instituyd un pequefio Adviento de ocho dias en el ano 380), y ya desde el principio se leyô en la misa del primer domingo el evangelio de la «parusia». Algunos han querido ver en el hecho de que el ano litûrgico comience y termine con este evan­ gelio un simbolismo : Cristo, alfa y omega de los tiempos y vida del cristiano. Y asi es en realidad, aunque la liturgia no haya'nacido con­ forme a im plan predispuesto. Probablemente, queriendo preparar a los cristianos para la celebracidn de la primera venida del Sefior, la de misericordia, se escogid un evangelio que nos recuerda la segunda, como juez, que todavia debemos esperar y para la que debemos vivir prevenidos. No cabe duda que hay una est-recha conexiôn entre ambas venidas. Aun prescindiendo del contraste entre una y otra, muy comentado por los Padres de la Iglesia, la encarnacidn tuvo por fin llevarnos a la gloria después de un juicio favorable. El primer paso de la redenciôn es el nacimiento de Cristo. El ultimo y definitivo, la resurrecciôn de los muertos. Para que la venida final de Cristo sea feliz, sera preciso que le reciba'mos bien en su venida humilde. Para que le recibamos bien en su venida humilde, muy oportuno serâ considerar su venida tre­ menda. Pensando en ello, se cantô durante mucho tiempo en el Adviento el Dies irae, a modo de secuencia. El pensamiento de la dominica quedd perfectamente claro cuando al evangelio de San Lucas se afiadiô la epistola, de tema tan semejante. B) Idea litûrgica La Iglesia no quiere que nos limitemos a recordar las fiestas, sino que las vivamos. Su deseo durante el Adviento es que nos preparemos para la venida del Sefior de un modo parecido a como debieron prepararse los buenos judios cuando esperaban al Mesias. De aqui dos consecuencias : 1.» Los judios esperaban al Redentor. Nosotros esperamos la venida final de Cristo, en la cual se consnmarâ nuestra redenciôn (evangelio). 2a Los judios vivian sostemdos por esta esperanza y debieron preparar sus caminos mediante una vida sama y penitente. Luego es hora ya de que nosotros, alentados por nuestra redenciôn total, que se aproxima, dejemos las obras de las tinieblas y vivamos en la luz (epistola). El carâcter. pues, de la dominica es de esp^ranza y aliento. Le­ vate capita vestra. Hay que emprender la carrera del afio litûrgico mirando a Cristo... San Pablo compendia el pensamiento de la Iglesia en dos palabras que constituyen el programa de toda una vida: Induimini Christum, Si la noccie de la humanidad fué larguisima antes de Cristo, también hoy las aimas, iras los reposes mâs o menos santos de la ultima parte del ano litûrgico, suelen sumirse en un sopor de tibieza. Ha Uegado la hora de oir la voz que nos invita a que. con la mirada en el pesebre y en el Juez al mismo tiempo, nos desprendamos de lo que las obras de las tinieblas hayan dejado en nosotros y, en un Adviento penitente, a cara descubierta, contemplemos la gloria del Serior como en un espejo y transiormémonos en la misma imagen, de giona en gioria, a medida que obra en nosotros el Espiritu del Serior (2 Cor. 3,18). II. APUNTES EXEGETICO-MORALES Aparté de otras publicaciones menos consultadas, hemos tenido a ta vista para los Apuntes exegetico-morales de esta obra las slguientes ; A Lapide (Cornelio), S. !.. Commentaria in Scripturam Sacram, 20 vols. (Parisiis, ed. VIvès. 1B7€) ; Boylan, The Sunday Epistles and Gospels, 3.· ed. (Dublin 1943) ; Dehaut. L'Evangile, Fernandez Truyols. S. I. (Andrés), Vida de Wuestro Scûor Jesucristo (BAC. Madrid 1948); Fillion (L. Cl.), Vida de Nuestro Senor Jesucnsto. 4 vols.. 3 · ed. trad, del P. Victonano M.· de Larramzar, Ο. M. C. (Ed. Fax. Madrid 1942); Lagrange (José M.*i, O. P.. El Evangelio de Nuestro Seùor Jesucristo. trad, de Elias G. Fierro (Ed. Lltiirg., Barcelona); Lebreton (Julio). Θ. !.. La vida y doctrina de Jesucristo Nuestro Senor, 2 vois., trad., d» Feliciano Cereceda. S. I (Ed. Razôn y Fe. Madrid 1942) ; Le Camus (Mgr.)), Origenes del cristianismo. vol. 1-3, La vida de Jesucristo, trad, de la 7.· ed. Jrancesa por J. Cod.na (Ed. G; 11, Barcelona 1909) ; Maldonado (Juan de), S. I., Comentarios a los cuatro Eiangelios, trad, del P Luis Jiménez Font, S. I·, 2 vols. (BAC. Madrid 1950) ; Ricuotti (Giuseppe.), Vida de Jesucristo, trad, de Juan G. de Luaces (Miracle, Barcelona 1943); Rops (Daniel), Jésus en son temps, 2 vols. (Fayard. Paris 1944»; Schuster (Ignacio)-Holzammer (Juan B.), Historia Biblica. trad, de! P. Jorge de Riezu (2 vols.). 2.· ed. (Ed. Lltùrg., Barcelona); Sieckenberoer (Joseph·. Das Leben Jesu (Münster 1932); Willam (Francisco Miguel), Vida de Jesûs. trad, del P. José Solâ, S. I. (Espasa-Calpe Madrid 1935). a) Sentido general Pretende la epistola de hoy sacudir nuestra inercia, despertarnos, porque se acerca el dia, la luz. e infundimos aliento para em­ prender la carrera del ano litûrgico. La epistola y el evangelio coinciden en el mismo espiritu. El hora est iam de somno surgere vlene a ser paralelo en sentido al levate capita vestra. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES J9 El pensamiento paulino puede reducirse sumariamente a este esquema: Cristo, salvaciôn de griegos y judios. En Adân pecamos. Cristo nos redime. Por lo tanto, todos, abandonando el pecado, debemos vivir injertados en Cristo. Ya al fin, a modo de reflexiones morales, Pablo habla del amor al prôjimo, como de virtud que re­ sume las que anteriormente recomienda, y de pronto, interrumpiéndose, dice: jDaos prisa! Es hora de vivir segûn Cristo. b) Partes esenciales Este trozo paulino contiene très ideas ensambladas para for­ mat un pensamiento total, a saber: 1. Hora es ya que despertéis del suefio, 2. Por consiguiente, lancemos de nosotros las obras de las ti­ mebias 3. Y revestios de Jesucristo. El revestimos de Cristo sera el pensamiento litûrgico de todo el ano. Cuando a su término nos volvamos a encontrar con Cristo Juez, habremos de presentarle en nosotros no un hombre, sino otro Cristo. «Hora es ya que despertéis del suerio» a Ya es hora.—La hora, no el dia ni el ano. Verdaderamente qulen no se despîerte al oir la trompeta del juicio, de que nos habla el evangelista, no es que esté dormido, sino muerto. No sabéis cuàl se­ ra nuestra vida de maüana—vapor ad modicum parens (lac. 4.15)—. pues sois humo que aparece un momento y al punto se disipa (cf. Belarmino, Dom. I Adventus, en ed. Ryckius [Coloniae Agrip­ pinae 1517], vol. 6, concio 1, p. 14-20, y sobre todo en Tromp, Opera oratoria postuma, Roma 1942). De levantaros dei sueno.—San Pablo va en esta ocasiôn de uan Imagen a otra, enzarzado en los vuelos de la asociaciôn de ideas. La primera fué sacudir la modorra espiritual en que solemos pasar la vida. Por eso se le ocurriô la frase mâs exacta: despertar. Pero en seguida esta trajo otra : Si os levantâis del sueûo, debéis dejar las obras de las tinieblas y comenzar a vivir las de la luz. Por lo tanto, el sentido mâs obvio del de somno surgere es el espanol : despabilaos. Pero hay que calar mâs hondo en el significado de la expresion, como lo hicieron desde el principio los Santos Padres. Sueno es lo que parece real y preocupa al durmiente y, sin em­ bargo, no lo es: porque cuando llega la luz dei dia, se esfuma co­ mo un fantasma. Vivir en suefîos, vivir de suefios, no es vivir de realidades ni en la realidad. Segismundo Uquién resiste a la tentaciôn de evocar aqui al protagonista del drama calderoniano?), al despertar entre las rejas de su cârcel, créé que sus esplendores de la corte fueron un sueho, y pronuncia los versos mundialmente conocidos: «Suefia el rico en su riqueza...» 1. 20 EL JUICIO FINAL. 1?» AJDV. ôQué es, pues, real y qué es sueüo en este pasaje? Sueüo es todo lo que, al no venir de Cristo, carece de valor. Todo lo que no sea Cristo, diria San Pablo. Sueüo es, dice San Bemardo a sus monjes, toda preocupaciôn secular que debiera dejarse fuera dei monasterio (cf. Senn. 7,14; BAC, Obras selectas, p.384». El sueüo corporal, segûn Belarmino, se diferencia de la muerte en que el dormido conserva sus facultades; y se parece a ella en que las mantiene ligadas, entorpecidas. El sueüo espiritual no es la muerte del aima, puesto que todavia se retienen la fe y la caridad -en algûn grado. Pero realmente estâ dormido aquel a quien las exageradas preocupaciones humanas le impiden atender a su salvaciôn. Y lo mismo que el que sueüa se mueve, se agita y emprende grandes cosas que en realidad no existen, también el que e:tâ dor­ mido espiritualmente créé vivir en medio de triunfos y desgracias, cuando en realidad. al despertarse, se da cuenta de que no ha hecho absolutamente nada (cf. Belarmino, ibid.). Nuestra salud esta ahora mas cercana.—Szn Pablo, que afirma la incerti" umbr? de la hora de la parusia. se refiere aqui al fin en general, sin precisar si al dei mundo o al nuestro. Este fin serâ realizado por la parusia, si ésta sucede en breve, y, de retrasarse, por la muerte de cada uno (cf. Ricciotti, Pablo Apôstol, 483 nota). El pensamiento resulta alentador. Porque no solo el que se ve despertado por un peligro inminente (el juicio) se arroja râpido del lecho. También el viajero reaviva alegremente sus fuerzas cuando se aproxima al final de la peregrinaciôn (cf. Belarmino, ibid.). 2. «Por consiguiente, lancemos de nosotros las obras de las tinieblas» Observamos un paralelismo tipico en el lenguaje del Apôstol. Desaparecen las tinieblas y alborea el dia. Dejemos las obras de la noche y revistâmonos de las armas de la luz. Las obras de las tinieblas.—La imagen ha fluido espontânea Por otra parte, la relacion de las tinieblas con el pecado es de frccuente uso biblico. La palabra noche recuerda a San Pablo los banquet es y lujurlas nocturnas, pero se refiere, en general, a todos los pecados, de los que menciona algunos como mâs frecuentes. Enumera, como ejemplo. cuatro enlazados entre si. De la gula sale la Injuria; de ella,. las envidias y celos; de éstos, las riüas, etc. (cf. Belarmi­ no, ibid.). Son los mlsmos pecados de los que nues*ro Sefior Jesucristo aconseja que nos limpiemos: estad atentos. no sea que se emboten vuestros corazones por la crâpula, la embriajuez y las preocupaciones de la vida y de repente venga sobre vosotros aquel dia, como un lazo iLc. 21.34). Y San Pablo, en otro lugar, llama obras de la came, opuestas a las del espirltu. a la impureza, envidia, côlera, discordias, embriagueces, homicidios... (Gai 5,19-21). ■w SEC. 3. 2. COMENTARIOS GENERALES 21 «Revestios de Jesucristo» Vistamos las armas.—Continuaciôn de la metâfora. Al saliar del lecho, es imprescindible vertirse, y como saltamos para luchar, necesitamos ponernos la armadura (cf. Belarmino, ibid.). Armas de la luz—San Pablo, en la Epistola a los Ffesios (Eph. 6,10-17), repite la imagen y describe las armas dei legionario Cris­ tiano, dândoles un sentido espiritual, ya que nuestra lucha no es terrena (contra la carne y la sangre). Cenidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia..., el escudo de la fe..., el yelmo de la salud y la espada del espiritu, que es la palabra de Dios... A las armas de la luz, obras dei espiritu. A diversa figura co­ rresponde igual significado. En la epistola mencionada, estas obras constituyen los frutos del Espiritu Santo. Pero en la que ahora comentamos, el Apôstol lo sintetiza todo diciendo: Vestios del Seüor Jesucristo.—Para desentrafiar teolôgicamente el sentido de esta frase, es conveniente recurrir a un pasaje de la Epistola a los Gâlatas (Gai. 3,27) : Cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os habéis vestido de Cristo. Bautizados en Cristo (la frase exacta es in Christum, segùn el texto griego είς Χμοτόν). équivale a sumergirse en Cristo. Porque San Pablo concibe a Jesu­ cristo llenando toda la tierra con su amor, con su espiritu, con su direcciôn y sus gracias. La immersion material del sacramento del bautismo es un simbolo de la inmersiôn espiritual producida en el aima. · · ■ MM La palabra revestirse en el uso biblico significa quedar poseido, compenetrado, impregnado. Os revestisteis, «quedasteis como embebidos, impregnados de Cristo, le absorbisteis y fuisteis absorbidos, os penetrasteis de El y fuisteis penetrados» (cf. Bover, Teologia de San Pablo: BAC. p.664). Se trata de una absorciôn que no despersonaliza, sino que aûna voluntades, de suerte que yo no quiera mâs que lo que quiera El, que ya no viva yo, sino que Cristo viva en mi, por la imitaciôn de las virtudes de su santa humanidad y por la inhabitaciôn de las très personas y, por lo tanto, del Ver­ bo divino en mi.· San Pablo récapitula este pensamiento de revestirse en Cristo en la Epistola a los Colosenses (Col. 3,12-14) : Revestios, pues, ... de entravas de misericordia, bondad, benignidad, numildaa, mansedumbre, longanimidad..., y sobre todo revestios de la caridad, que es vinculo de perfection. Cuando San Agustin (cf. Confess., 8,12,29: BAC, p.645-647) oyô la frase toile et lege. sus ojos toparon con este trozo de San Pa­ blo. y. al compenetrarse con su sentido, se decidiô a arrojar las obras de las tinieblas y aplicô toda la energia de su brillante tem­ peramento a entender en la prâctica el non in cubilibus et impu­ dicitiis. 22 EL JÜICIO FINAL. 1,° ADV. c) Un texto de San Juan Crisôstomo Transcribimos a continuaciôn un texto de San Juan Crisôstomo (Hom. 9 in Epist. 1 ad Thés.: PG 62.449-450) en que une el pensamiento de la epistola y el evangelio dei dia. El Santo glosa el tema paulino Vive las obras de la luz; recoge el pasaje de la primera Epistola a los Tesalonicenses : Cuanto a vosotros, hermanos, no vivais en tinieblas, para que ese dia ne os sorprenda como ladrôn... (1 Thés. 5,4); y anade: A los que no viven en el sueüo del vicio. también los visitara inesperadainente y a escondidas, pero no les injerirâ ningùn dano, pues a los que vigilan y tienen luz, el ladron poco puede perjudicarles, aunque llegue a entrar. En cambio, el que duerme... cristianismo es hijo de la luz, esto es, ejecuta las obras de la luz. No lo sois de la noche ni de las tinieblas, continua San Pablo. Por consiguiente, no os durmâis como los otros, antes bien velad y vivid sobriamente. Los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, hijos dei dia, seamos sobrios... (1 Thés. 5,5-8). Esta es la noche del aima : el vicio. Pero asi como la noche na­ tural viene aun contra nuestra voluntad, si queremos, poaemos conseguir que el alma viva siempre de dia. Al hablar San Pablo de la embriaguez, se refiere a todos los vicios. Todo vicio puede denominarse sueüo, porque el aima sometida por ellos «carece primero de cualquier actividad virtuosa, y, en segundo lugar, no ve mâs que fantasmas y visiones sin realidad alguna. Sueüos son las riquezas, la gloria, etc. Y, del mismo modo que el dormido no percibe las cosas reales y, por el contrario, se entretiene con las que no tienen realidad, asi el vicioso no se da cuenta de lo verdadero, esto es, lo espiritual, lo permanente, sino solo de lo vaporoso, lo fugitivo». Vigilad, pues, y no durmâis. Pero no basta esto. Es necesario armarse. Pero nosotros. hijos del dia, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la je y de la caridad y del yelmo de la esperanza en la salvation (1 Thés. 5.8). B) a) Evangelio SlTUACIÔN HISTORICA La pericopa de este domingo forma parte dei discurso escatolôgico del Senor. que debe ser leido en los très evangelios sinôpticos (Le. 21.25-33; Mt. 24.23-35; Mc. 13,21-31) y completado con San Pablo (1 Thés. 4,15-17; 2 Thés. 2.1-12. y 1 Cor. 15,12-17). El discurso es del Martes Santo. Jésus llega al templo y pro­ voca a los judios con las parâbolas del repudio de Israel. El trente ûnico le ataca repetidas veces, y, finalmente, el Sefior lanza su mâs terrible invectiva contra los escribas y fariseos y contra el mismo pueblo. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 23 De vuelta a Betania, los apostoles Haman su atenciôn sobre la magnificeiïcia del templo de Jerusalén. La respuesta es tajante: —En verdad os digo que no quedarâ piedra sobre piedra. Impresionados continûan hasta el monte de los Olivos. Alli Pe­ dro. Juan, Santiago y Andrés preguntan al Seüor, que acaba de sentarse mirando a la ciudad : Cuândo serân estas cosas y cuâl es el signo de tu venida y de la consumaciôn dei siglo? b) Las dos preguntas Estriba toda la dificultad apologética del pasaje en que el Se­ üor mezcla la destrucciôn de Jerusalén y el fin dei mundo. Se trata de una doble respuesta a dos preguntas diferentes. Parece muy lôgico que un judio, acostumbrado a la interpretaciôn imperial del reino mesiânico y a la idea del Mesias, Juez desde Jerusalén, uniese el fin de la ciudad y el dei mundo. Los apôstoles, con mentalidad judia y conturbados por el anuncio de la ruina total de la ciudad, inquieren ambas cosas. La contestaciôn es algo obscura, como toda profecia no realizada, sobre todo si se pronuncia en estilo apocaliptico. No se distingue asi cuândo el Seüor termina de hablar de la destrucciôn de Jeru­ salén y cuândo empieza a describir el fin dei mundo. De todos modos, el lector aprecia claramente que Cristo da se­ nales inequivocas sobre la ruina de la ciudad, pero, en cambio, se reserva el dia y la hora del ùltimo juicio. c) Argumento Nuestro trozo evangélico se refiere solo al fin dei mundo y consta de cuatro partes : preliminares de la venida de Cristo, la venida, el juicio (sobre el que San Lucas no dice nada) y una exhortaciôn final a la vigilancia, que el Seüor desenvuelve con amplitud en las parabolas de las virgenes y de los talentos. El carâcter. de este evangelio, tratândose del juicio final, no puede menos de ser doble : castigo de los malos, representado por las gentes que tiemblan de espanto y lloran ante la cruz; por las frases de la sentencia y por la repuisa de las virgenes fatuas y del mal administrador de su talento. Gozo de los buenos, que se erigen, ante la redenciôn total, en compaüia de las virgenes pru­ dentes y los buenos administradores. De donde la siguiente con­ clusion. necesaria para la vida: Vigilad, porque no sabéis el dia ni la hora. que llegarân con la rapidez de un relâmpago, como los buitres. que aparecen inmediatamente que el cadaver cae. Vigilad, porque, a pesar de todas las seüales que presagio, el dia sorprenderâ a todos. cual ocurriô con el diluvio. Si no vigilâis, os cogerâ del mismo modo que atrapa al pajarillo. 24 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. d) Exegesis 1. de los textos Preliminares Habrâ senates en el sol.—La catâstrofe meteorolôgica puede tomarse en un sentido real, con tal de que no se qniera exponer cientificamente el fin dei mundo. Hoy es opiniôn generalizada que el Senor usa de las figuras hebreas de la literatura apocaliptica, empleadas comûnmente para Horar grandes calamidades, pero sin que hayan de entenderse al pie de la letra. Las profecias ponderan casi con las mismas palabras la destrucciôn de Babilonia, de Tiro, de Sidôn, etc. (Is. 13,10; 1er. 15,9; Ex. 32,7; loel 2,10; Am. 8,9). En el Apocalipsis pueden leerse frases como éstas : Se replego el cielo como un libro enrollado (6,14) ; Huyeron todas las islas y las montanas desaparecieron (16,20). Los Santos Padres han sabido in­ terpretar estas senales de modo alegôrico: el sol obscurecido es simbolo de la fe de Cristo; la luna représenta la Iglesia; las estrellas, los santos desconocidos o despreciados por el pueblo (cf. Be­ larmino, ibid., conc.2 p.28). Tales opiniones son fâcilmente conciliables, admitiendo como cosa lôgica un cataclismo final, deserito apocalipticameme por el Sefior. Virtutes caelorum...—En los très sinôpticos encontramos la misma palabra griega iuvqutç. Isaias en 34,4 dice: militia cae­ lorum; pero esta milicia, en relaciôn con Apoc. 6,12-14, significa el sol, la luna y las estrellas. Por eso por virtutes entendemos mejor las fuerzas siderales que los ângeles. Como compendio de estos preliminares que anuncian la ruina dei mundo, debemos meditar que iras ella tan solo permanece Jesucristo, Juez universal de los hombres. El mundo es efimero j no merece que pongamos en él nuestro corazôn (cf. San Gregorio Magno, infra, sec.3.a III, C). Instaurai todas las cosas en Cristo, ésa es la obra del ùltimo dia. Solo vale lo que perdura; lo demâs es sueno. El mundo, al final de la vida, acaba para nosotros. El sol se obscurece, y solo nos queda la presencia del Juez. Algo mâs puede quedarnos: Beati mortui qui in Domino moriuntur: Bienaventurados los muertos que mueren en el Senor..., pues sus obras les siguen (Apoc. 14, 13). 2. La venida Videbunt filium hominis...—Alusiôn a Daniel (7,13) : y vi venir en las nubes del cielo a un como hijo del hombre... (Dan. 7,13). Lo mismo que en Apoc. (14,14): y sentado sobre la nube a uno semejante a un hijo del hombre... In nube...—En los sinôpticos (Mt. 24.30; Mc. 13-26): in nubibus. Las nubes han sido presentadas siempre como solio de la gloria de Dios. Cum potestate magna et maiestate...—En Mateo (24.30): Con poder y majestad grande. En Marcos (13,26) : Con gran poder y majestad. En el texto griego los très sinôpticos emplean los mismos vocablos: δύναμις y οόξα, esto es, fortaleza y gloria. Toda SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES esta descripciôn de la gloria futura del Sefior va quizâ encaminada a levantar los ânimos de los apôstoles, que iban a presenclar poco después la muerte de Cristo (cf. Maldonado, Comentario al Evang, de S. Mat.: BAC 1,846,31). También en medlo de nuestras aflicciones, sobre todo en las que nos acarrea la prâctica de la virtud, tenemos que pensar nosotros en la gloria de aquel dia supremo. Entonces aparecerâ el estandarte del Hijo del hombre...—Sôlo Mateo (24,30) alude a esta sefial. Segùn Maldonado (cf. ibid., 821,30), la opinion comûn creyô siempre que se trataba de la cruz, la cual «vendrâ en el aire precediendo a Jesucristo». Fertilisima en consideraciones es la triunfal apariciôn de la santa cruz. Segùn A Lapide (cf. Comm. in Sacr. Scrip., ed. Vivès [Paris 1881] t.15 p.514) surge: Primero, para proc’.amar que Jesucristo mereciô por ella su gloria, asi como su investidura de Juez de las gentes ; segundo, para demostrar que, si muriô por todos, los malos no tienen excusa; tercero, para exaltar a quienes la adoraron. San Agustin se expresa en estos términos: «Has visto el poder admirable de esta cruz; el sol se cubre de tinieblas, la luna se oculta; en cambio, la cruz brilla sobre las demâs luminarias del cielo, a todas las cuales aventaja con sus resplandores. Asi como al entrar en una ciudad el rey le preceden sus tropas tremolando los estanda-rtes reales y anunciando al son de la mûsica su llegada, asi, cuando baje el Senor del cielo, el ejército de sus ângeles se adelantarâ pregonando su entrada con su signo, esro es. levantando por encima de sus egregios hombros la ensefia triunfal (de la santa cruz)» (cf. Serm. 155. in append : PL 39,2051,10). Por su parte, San Juan Crisôstomo dice que el Senor trae la cruz para acusar silenciosamente a los malos, «como el apedreado in­ culpa a su verdugo sin mâs que mostrar los guijarros y el vesti do lleno de sangre». «Llorarân—dice seguidamente—al ver la cruz, pues se darân cuenta de que no aprovecharon la muerte (de Jesucristo) y crucificaron al que debian adorar» (In Matth., hom.76: PG 58,693). Esta consideraciôn ha de invitarnos a reflexionar que por medio de la santa ensefia redentora somos conducidos a la luz. Per cru­ cem ad lucem. Por la obediencia al Padre, obediencia hasta la cruz, alcanzô Cristo su triunfo. La cruz, signo de contradicciôn. revela ahora los pensamientos de los buenos y de los malos, que han de ser juzgados por ella. Lo que fué, ante los ojos de los hombres, locura y derrota, es mérito principal ante Dios. Desde la tragedia del Calvario. el mundo quedô dividido en dos grupos, el de los amigos y el de los enemigos de la cruz. En el juicio ùltimo. Dios los dividirâ con el mismo criterio. A los escogidos se les signarâ con una sefial en la frente (Apoc. 7,3). Es probable que esta sefial sea la santa cruz en el sentido espiritual. Bienaventurados los que la llevan desde ahora. Felices los que sepan soportar con paciencia su propia cruz. Y se lamentaran todas las tribus de la tierra... (Mt. 24,30).—Segûn Maldonado (cf. ibid., 821,30), la conjunciôn et tiene carâcter causal. El verbo empleado en el texto griego, ζόψονται, quiere decir darse golpes en el pecho en sefial de llanto, y toda la frase se parece al pasaje de Zach. 12,10-12: se lamentarâ la tierra... El mo­ tive del llanto serâ la apariciôn de la cruz, que despreciaron o persiguieron. El libro de la Sabiduria (5,6-13) describe hermosa- 26 EL JUICIO FINAL, l.o ADV. mente la desesperaciôn de los que advierten, cuando ya es tarde, sus errores. 3. El juicio Aparece narrado en San Mateo (25,31-46). Todos los àngeles con El (ML 25,31).—El universo es convocado por los ângeles. Se coordina esta alusiôn al cortejo de Cristo con el pasaje de Zach. 14 5 : y vendra enfonces Yavé, mi Dios, y con El todos sus santos. Maldonado (cf. ibid., 846,30) dice : «Del mismo modo que a un monarca que viene a decidir un gran pleito de interés pùblico, todos sus ministros le acompaüan... para ser también testigos de las acciones de los reos, porque todos son espiritus administradores, enviados para servitio, en javor de los que han de heredar la salud (Hebr. 1,14). Con poderosa trompeta... (Mt. 24.31).—Es inûtil la discusiôn so­ oi» bre si las trompetas son reales o metafôricas, si son las del cortejo del rey o del ejército. Cuando se trata de convocar a los muertos para que resuciten y acudan al juicio, como en este caso, sin excluir la majestad dei rey, parecen indicar mâs bien lo urgente y solemne dei mandato angélico. San Pablo habla también de trompetas (1 Thés. 4,16 y 1 Cor. 15,52) y alude a la voz del arcàngel y a la voz de mando; esta ultima, évidente expresiôn militar. Enfonces dira el Rey... (ML 25.34).—Primera vez que el Sefior se llama rey. En efecto, nunca se habia presentado tan solemnemente y ejerciendo la funciôn real de juzgar (cf. infra, Bourdalouk, en la sec.5.a, IV, A). Los reyes en la plenitud de sus funciones tienen los tres po­ deres: legislative, ejecutivo y judicial. Quienes no admitan voluntariamente la legislaciôn de Cristo, caerân bajo la sentencia de su poder juzgador. Porque tuve hambre... (ML 25,35; 25,42).—«No es mâs que una muestra de lo que alli ha de discutirse, y citala el Senor, en lugar de otra, porque ésta es la virtud que quiso practicâsemos mâs insistentemente, la caridad para con el prôjimo» (cf. Maldonado, ibid., 852.35). Es tan frecuente el comentario de los Santos Padres presen t-ando la limosna como satisfactoria por los pecados y abundan tanto los textos de la Sagrada Escritura, que algunos comentaristas han sostenido la interpretaciôn de que en este pasaje Jesucristo se compromete—claro estâ que mediante la gracia de la conversiôn. etc.—a salvar a los misericordiosos. Nôtese que el ùnico ejemplo aducido por el Senor es un pecado de omisiôn. Preparado para el diablo... (Mt. 25,41).—Maldonado (ibid., 853854,41) hace notar el contraste. Dios préparé el cielo para todos los hombres. El pecado torciô su voluntad amorosa. SEC. 2. θ) 1. COMENTARIOS GENERALES 27 CONSECUENCIAS Aliento Levantad vuestras cabezas... (Le. 21,28).—Este primer efecto es, dentro del espiritu litûrgico de la dominica, el mâs importante. Son palabras de ânimo y aliento, porque se aproxima la redenciôn total de los cuerpos y de las aimas (cf. infra San Gregorio Mag­ no, en la sec.3.a, III, B). Se acerca vuestra redenciôn (ibid.).—Redenciôn, en griego απολύτρωσές, liberaciôn completa, o sea redenciôn total de las penas del pecado. A pesar de la redenciôn de Cristo, seguimos sujetos a las miserias del cuerpo, a las incomodidades de la vida, a las impertinencias de este mundo. Aun después de nuestro jui­ cio particular, continuaremos sometidos a la podredumbre de la sepultura Solo la Virgen Maria ha disfrutado, con su inmaculada pureza, de esta liberaciôn total. La redenciôn se desenvolviô por etapas: l.° En el Antiguo Testamento se perdonaba el pecado y se recibia la gracia. Pero ni ésta era tan abundante ni los ritos Uenos (pues no obraban ex opere operato, sino como figuras del futuro), ni las puertas de la gloria eterna se habian abierto. Por eso, segùn la terminologia paulina, los judios estaban en la categoria de menores de edad, asimilados al esclavo (Gai. 4,1-7). 2.° Después de Cristo, po­ seemos plenamente los derechos de hijos adoptivos de Dios, pero con el cuerpo sujeto a la concupiscenda y a la muerte, maldiciones del pecado. 3.° Después de la parusia, el cuerpo glorioso parti­ cipa de la redenciôn (cf. infra, Belarmino, en la sec.4.a, II, O. 2. Vigilancia Aun cuando el Sefior anuncia las senales de su venida, ante la posibilidad de que no las interpreten bien los hombres de la ultima generaciôn, enfrascados en sus disputas, recomienda la vi­ gilancia. Primeramente expone el ejemplo de la higuera, ârbol veraniego y frecuente en Palestina (cf. infra, San Gregorio Magno, en la sec.3.a. Ill, C), al que aluden por igual los très sinôpticos; después insiste en lo inopinado de la venida, que sorprenderâ a los hombres, como ocurriô con el diluvio en tiempo de Noé y con la llegada del esposo a las virgenes fatuas (Mt. 24.36-41; 25.1-13; Mc. 13.32). y, por ùltimo, invita reiteradamente a la vigilancia, con frases en las que coinciden los très sinôpticos (Mt. 24,42-44; Mc. 13.33-37; Le. 21.34-36). • 3. V Confirmaciôn No pasarâ esta generaciôn (Le. 21,32).—Si se refiere a la destrucciôn del pueblo judio. el sentido es obvio ; si al fin dei mundo, la palabra generaciôn ha de aplicarse al pueblo judio o a la humanidad. Maldonado (cf. Ibid., 823-24» prefiere esto ultimo. Cielo y tierra pasarân (Le. 21.33).—Nôtese la firmeza de la pa­ labra de Dios, frente a la caducidad dei universo. Sôte Dios queda (cf. infra, San Gregorio Magno, en la sec.3.\ III, C y D). j I. SAN JUAN CRISOSTOMO Resurrecciôn y esperanza A lo largo de su obra, el santo Doctor habla, siempre que se le présenta la oportunidad, sobre la resurrecciôn de los muertos y el juicio. Sus pensamiemos principales suelen ser : la posibilidad de la primera, lo temible del segundo, el consuelo y alegria de los escogidos y la convenienda de recordarlo. Cualquier suceso da ocasiôn a Crisôstomo para comentar estos temas. Asi, por ejemplo, en las homilias de las estatuas, el esperado castigo de Teodosio sobre la ciudad es motivo para que hable del juicio de Dios. Mas en la Homüia 76 in Matth. (PG 58,694), el Crisôstomo explana concretamente el lugar del Evange­ lic de San Mateo, paralelo al de San Lucas, a que se refiere nuestra dominica. La primera parte es exegética y la preferimos, ya que coincide casi en su totalidad con los comentarios que se acaban de exponer. La segunda es de apiicacrnes morales y puede leerse integra en la version directa, que utilizamos aqui, del P. Ogara, S. L Otros tratados del Crisôstomo sobre la resurrecciôn, como, por ejemplo. los comentarios a la Epistola a los Corintios, son menos aprovechables, por la idea mâs o menos précisa que P.ota siempre de que el aima no llega a la vision de Dios, si no resucita el cuerpo. y por la preocupaciôn de discutir con los maniqueos. Seleccionamos lo mâs interesante, distribuyéndolo en très par­ tes: A) convenienda de la resurrecciôn; B) el triunfo de Cristo sobre la muer te; los hombres inmortales y la presentaciôn al Padre celestial; y C) consecuencias de alien to. A) a) Aplicaciones morales de la homilîa 76 LO QUE PERDEMOS POR LIBRARNOS DE UN ESFUERZO EXIGUO «Por lo menos a mi, de las palabras del Sefior no me corresponden mâs que las que dice a las virgenes fatuas y al siervo indolente. Por eso lloro al pensai qué gloria... hemos de perder para siempre por no esforzarnos un poco. SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO Pues aun cuando el trabajo fuera mucho y la ley pesada, todavia debléramos empeharnos en cumplirla... Nuestra aflicciôn mâs importante, aparté de la produclda por el infierno, serâ pensar que, por evltarnos un poco de sudor, hayamos perdido la gloria. Porque, a pesar de que el tiempo es breve y la labor pequeha, andamos remises y allcaidos... Luchas en la tierra y recibes la corona en el cielo... Corres durante dos dias y gozas infinitos siglos el porvenix ganado en la carrera; la lucha es en cuerpo corruptible y alcanzas los honores del triunfo con cuerpo glorioso». b) APROVECHA EL TRABAJO QUE NO PUEDES EVITAR «Conviene tener présente que, aunque escojamos padecer algunos sufrimientos por Cristo, hemos de sufrirlos sin remedio, de todas maneras. No porque hayamos de morir por Cristo evitamos la muerte, ni porque no renunclemos por Cristo a las riquezas habremos de llevârnoslas a la otra vida. Cristo te exige lo que, aun cuando no te lo exigiera, tù habrias de darle. Solo quiere que hagas de grado lo que debes hacer por necesldad. Sôlo pretende que lo hagas por El... ôVes cuân fâcil es el certamen?... El oro que piensas prestar, dâmelo a mi, que te pagaré con mayor rédlto y mâs seguramente. El cuerpo que piensas alistar en la milicia de otro, alistalo en la mia, porque yo supero a todos en la retribuciôn... »Pero, iay!, tratândose de otros, escoges siempre al que da mâs. Sôlo cuando se trata de Cristo, el mâs espléndldo de todos, no le admîtes. »... Su amor es grande. Si deseas prestarle, El estâ dispuesto. Si quieres sembrar, El vende la semilla; si construir, El te estâ diciendo: edifica en mis solares, ôPor qué corres tras los hombres impotentes? Corre en pos de Dios. que por cosas pequenas te da otras que son grandes. Y, sin embargo..., sôlo corremos hacia donde no hallamos mâs que contiendas, pleltos, guerras de todo género, rifias y calum­ nias» (Hom. in Matth.: PG 58,699). C) En Cristo lo tenemos todo «ôAcaso no es justo cuando nos desecha y castiga, a nosotros que le rechazamos, mientras se nos ofrece para todo? Si, evidentemente. El nos dice, en efecto: Si quieres hermosearte, toma ml hermosura; si quieres armarte, mis armas; si vestirte, mis vestidos; si allmentarte, ml mesa; si caminar, mi camino; si heredar, mis heredades; si entrar en la patria, la cludad, cuyo arquitecto y artifice soy yo... 30 EL JUICIO FINAL, l.o ADV. »Y no te pido pago alguno por lo que te doy, antes yo mismo quiero ser tu deudor, por el mero hecho de que desees aprovecharte de todo lo mio. ôCon qué puede compararse este honor? Yo soy padre, yo hermano, yo esposo, yo casa, yo manjar, yo vestido, yo ralz, yo fundamento; todo cuanto quieras soy yo; no te veas necesltado de cosa aiguna. Hasta te servlré, porque vine a servir y no a ser servido (Mt. 20,28). Yo soy amigo, y miembro, y cabeza, y her­ mano, y hermana, y madré; todo lo soy, y sôlo quie­ ro contigo intimidad. Yo pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti; en el cielo, por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para mi, hermano y coheredero, amigo y miembro. ôQué mâs quieres? è-Por qué rechazas al que te ama, y trabajas para el mundo, y derramas en saco roto? Que no es otra cosa trabajar para la présente vida. ôPor qué azotas el fuego, y hieres el aire, y corres en vano? ôNo tiene cada arte su fin propio? Naturalmente. Pues muéstrame cuâl es el fin del trabajo de la vida. No podrâs. Porque vanidad de vanidades y todo vani­ dad (Eccl. 1,1). Vamos a los sepulcros: muéstrame a tu pa­ dre, a tu mujer. ôDônde estân el que vestia trajes de oro, el que iba en carroza, el que acaudillaba legiones y se anunciaba con pregoneros?... Nada veo sino huesos y gusanos... jY ojalâ pararan aqui los males! Pero ahora los honores, las de­ licias y la gloria se truecan sombras; mas sus efectos pasan con nosotros a la otra vida y a todos se manlfestarân. Los ro­ bos, las avaricias, las fornicaciones, los adulteries y otros innumerables males permanecen, no en imagen ni en polvo, sino escritos allâ en lo alto, sean palabras u obras» (ibid., 700-701). B) Antologia sobre la resurrecciôn a) Convenience de la resurrecciôn San Juan Crisôstomo, al igual que otros Santos Padres, adoctrinô a los gentiles, para quienes resultaba penoso admltir la resurrecciôn de los muertos, y les resolviô las objedo­ nes corrientes. Es mâs ardua tarea reconstruir un cuerpo devorado por los gusanos que el de aquel a qulen comieron los peces y que a su vez sirvlô de alimento a otros hombres. La creaciôn es mâs dlficil todavia, y, sln embargo, fué obra de Dios. A proposito de estas objeciones describe con todo detalle y muy extensamente una higuera y la vid con sus frutos, ta- SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 91 Hos y ralces. Pues todo esto que obra a diario la naturaleza. es mâs compllcado que volver a formar un cuerpo deshecho. Pero, «cuando Dios es el autor, câllense todos... No podemos explicar el mlsterio de unas uvas y unos higos y pretendemos desentrafiar la obra divina. Para Dios nada hay Imposible». A continuaclôn expone otras maravillas de la naturaleza, y termina dlciendo: «Si alguien te mandase bucear en el fondo del mar, te negarias. Pues ya que nadle te lo Impone, no pretendas sumergirte en los ablsmos de la ciencla de Dios. Navega tranqullamente por la superficie empujado con suavidad por las velas de la fe> (Hom. Ί in 1 ad Thes.: PG 62,435ss). 1. Inmortalidad del hombre Al crear al hombre, qulso Dios que fuera Inmortal: Y es Dios quien asi nos ha hecho (2 Cor. 5,5). Dios lo formô para que fuese incorruptible, de tal modo que, si permitiô la entrada de la muerte, fué para que, escarmentados con el cas­ tigo, pudiéramos reconqulstar la inmortalidad... SI permitiô las penas de Abel, fué para que, al morlr desgraclado, su muerte nos gritara: mâs allâ reclbiré mi premlo (De resur. mort.: PG 60,430-431). Bello es el mundo. dQué no serâ el cielo? Confesemos que, si no hay un mâs allâ, nosotros, los seüores dei mundo, para quienes la vida es breve y azarosa, somos mâs Infelices que el cielo, la tierra y los animales... ôEs poslble que Dios creara al sehor de condiciôn peor que la del slervo? El pecado fué quien introdujo la muerte (Hom. 7 in Epist. (I ad. Cor.: PG 61,141). 2. Necesïdad de premiar al cuerpo Respondlendo a los maniqueos: «ôQué dices, que el cuer­ po no participarâ de la gloria del premio? Particlpô de los trabajos y ahora quleres excluirlo de la recompensa. A la hora de pelear se llevô la peor parte, y a la hora de recibir la corona... Oye a San Pablo: Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupciôn...> (1 Cor. 15,53) (In Gen., 7: PG 54,614). 32 EL JUICIO FINAL. 1.” ADV. b) Triünfo 1. de Jesucristo sobre la muerte Cristo, vida y luz En El estaba la vida, (lo. 1,4).—Del mlsmo modo que, por mucha agua que saques de una fuente, no podrâs nunca agotarla..., y, por muchos miliares de personas a quienes llumine la luz, ésta no plerde nada de su brlllo, asi el po­ der de Dios permanece integro e inmutable antes y después de la creaclén y. aunque crease mundos infinitos, siempre le quedarian fuerzas suficlentes para volver a crearlos y gobernarlos... La palabra vida significa esa Providenda, por quien las cosas creadas se conservan y permanecen. Y he aqui cômo la doctrina de la resurrecciôn tiene su base en el mlsmo exordio del Evangeliô. Pues si nos llegô la vida, es que se ha destruido el imperio de la muerte. SI nos alumbrô la luz, se han desvanecldo las tinieblas. Tenemos ya la vida en nosotros. Es Imposlble que la muerte nos domine, y podemos declr dei Verbo lo mlsmo que del Padre, in ipso enim vivimus et movemur et sumus (Act. 17,28): en El vivimos, nos movemos y existimos, que es lo que San Pablo explica con es­ ta frase: porque en El fueron creadas todas las cosas..., y todo subsiste en El (Col. 1,16-17). Esta es la raiz y el funda­ mento». <îY la luz luce en las tinieblas, (lo. 1.5).—Y la luz luce en las tinieblas. Las tinieblas son el error y la muerte... Llegô su predlcaclôn, brillé entre el error que lo ocupaba todo, y el error se desvaneclô. Vlno El; visité a la muerte y de tal manera la venclé, que nos llbrô de ella a los que estâbamos cautlvos. NI la muerte ni el error pudleron con aquella luz. que en todas partes brilla espléndlda con fulgores proplos. Por eso dice pero las tinieblas no la abrazaron (Ibid.) (lo. 1.5)». Luz que es reclblda voluntarlamente. «Luz Invicta, pero que no habita en los espirltus que no la desean. Dios no se acerca vlolentamente, slno que ha de ser reclbldo con li­ bre voluntad. Por tanto, no clerres tus puertas a la luz y dlsfrutarâs de sus placeres. »Luz dlvlna a la que se abren los ojos por medlo de la fe, que, una vez que -penetra en nuestro Interior, nos Inunda con sus raudales, y que, si continuâmes en vida pura, per­ manece ya para siempre dentro de nosotros. Si alguno me ama, guardarà mi palabra... (lo. 14.23)». El pecado causa en nosotros una voluntaria ceguera. «ΝΌ gozarâs del sol si no abres los ojos, ni podrâs partlclpar de estos resplandores si no abres los del aima. ôCémo? Purlflcândote de los vlcios. El pecado es tlniebla... Omnis enim SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 33 qui male agit, odit lucem: todo el que obra mal, aborrece la luz (Io. 3,20). »En medio de la obscurldad no puedes dlstlngulr al amlgo del enemigo; de noche no dlstingulmos los metales preclosos de las pledras. Del mismo modo, el avaro, el llcencloso, no distlnguen la verdad y el precio de la vlrtud. »Como el que camina de noche anda muerto de mledo, de igual modo los pecadores van contlnuamente atormentados, por el mledo de perder sus blenes y por el remordlmlento de su concienda. »Ea, pues, dejemos una vida tan penosa. Ya sabéls que después de tantas calamidades vlene la muerte... Creen los pecadores ser ricos, y no lo son. Creen vlvlr entre delicias, y no gozan de ellas... Vivamos sobrios y vigilantes, como quiere Cristo... »Andemos decentemente y como de dia... (Rom. 13,13).— Abramos las puertas para que aquella luz nos llumlne con sus rayos y siempre gocemos de la benignidad de Nuestro Sefior Jesucristo...» (In Io. hom.5: PG 59,57ss). 2. La resurrecciôn de Cristo, causa de nuestra resurrecciôn «Nuestro cuerpo es miembro de Cristo. Cristo resucitô. Sus miembros habrân de seguir a la cabeza... ôSabes cuâl es, entonces, tu fin? Grande y admirable. La resurrecciôn glo­ riosa que supera toda descripciôn... Resucitô el Seûor rompiendo las cadenas de la muerte y con El resucitô la humanidad. »Adân pecô y muriô. Cristo no pecô y muriô... ôPor qué asi? Para que los esfuerzos del que muriô sin haber pecado librasen de la muerte al que h-abia muerto en castigo de su falta. Tal suele ocurrir en cuestiones de dinero. El que sln poseerlo contrae deudas, termina por dar con sus huesos en la cârcel, hasta que otro que nunca las tuvo paga por él con sus blenes y lo libra. Adân era deudor y, asi, estaba preso del demonlo. Cristo no debia nada, pero poseia tesoros abundantes para pagar. Llegô, pagô con su muerte... y llbrô a Adân. »Nosotros moriamos con doble muerte, mlentras que ahora esperamos una doble resurrecciôn. Porque Adân muriô en cuanto al aima y en cuanto al cuerpo: el aima por el pe­ cado y el cuerpo con la corrupclôn... A esta doble muerte co­ rresponde una doble resurrecciôn. Una. por la que nos levantamos del pecado al ser resucltados con Cristo, por medio del bautlsmo. Otra. la del cuerpo. Crlsto muriô una sola vez, pues no tuvo pecado, pero nos conslgulô ambas resurrecclones. »Resucltaste ya en cuanto a lo principal—mucho mâs La palabra de Cristo 1 2 •t -· ·. EL JUICIO FINAL. 1." ADV. 34 importante es librarse del pecado que ver salir el cuerpo de la huesa—; por lo tanto, espera lo accesorlo. »E1 cuerpo cayô por el pecado. Luego si éste fué el prin­ cipio de la caida, el verse libre de él debe ser el principio de la resurrecciôn» (Adv. ebriosos et de resurr. in Dom. Pasch.: PG 50,438). El Espiritu Santo, prenda de la resurrecciôn 3. San Pablo, después de haber probado nuestra resurrec­ ciôn por la de Cristo, «ahade que nos ha dado unas arras, no de piata ni de oro, sino al mismo Espiritu Santo (2 Cor. 5,5) Las arras o prendas constituyen una parte del todo y responden de él. Y del mismo modo que, en los contratos, el que recibe las arras estâ seguro de que le entregarân, cuando llegue el momento oportuno, la totalidad de lo prometido, asi tu, que has recibido como arras nada menos que al Espi­ ritu Santo, no puedes tener sombra de duda de que recibirâs en su dia el resto de tus bienes. »No vayas a pensar que el Espiritu Santo no obra nada en ti. Hoy. perduran entre nosotros sus efectos y recibimos dones mejores que los milagros (que obrô por medio de los apostoles), porque resucitar a un muerto es menos impor­ tante que devolver la vida a un alma, lo cual se verifica a diario en el bautismo; curar una enfermedad es mâs fâcil que aliviar el peso del pecado, y devolver la vlsta a un ciego es también menos que iluminar un aima. >Si no estuviésemos en posesiôn de estas arras divinas del Espiritu Santo, ni habria bautismo, ni perdôn de los pecados, ni justlcia y santificaciôn, ni recibiriamos la adopclon divina, ni podriamos participar en sus sacramentos. Porque ni el cuerpo ni la sangre mistica se hacen sin la gracia del Espiritu Santo, ni los sacerdotes pueden recibir la ordenaclôn sin su descenso. Mil otras gracias del Espiritu Santo podria enumerar. >Asi, pues, ya que has recibido, con las arras del Espi­ ritu Santo, la vida del alma, no dudes del futuro. Médita en la resurrecciôn, hazte dlgno de este dogma en tu vida» (De resur. mort.: PG 50.431). 4. Cristo entrega su reino al Padre El ultimo enemigo reducido a la nada serà la muerte (1 Cor. 15,26).—En su primera Epistola a los Corintios inicia San Pablo, tras otros argumentes, uno nuevo, llamando a Cris­ to primicia de los que duermen, mostrândole vencedor suceslvamente de todo principado, potestad y virtud, y finalmente de la muerte. ôY cômo puede vencer a ésta. si no es arrancândole los cuérpos que escondia? SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 35 ^Después de haber dicho tan altas cosas del Hijo de Dios, después de haberle presentado entregando su relno, este es, de habernos exhlbido todas sus obras y victorias..., al final vence a la muerte. Porque, si venciô al diablo, que nos trajo la muerte al mundo, mucho mâs fâcilmente serâ ésta vencida y derrotada». Cuando entregue a Dios Padre el reino (1 Cor. 15,24).— ôQué signlflcan estas palabras? Que entregarâ su obra y se entregarâ a si mismo al Padre, «mostrando la concordia de ambos, y que éste es el principio de todo bien, ya que engen­ dra al autor de tanta y tan grande maravllla. »Dos reinos conoce la Escritura, uno natural, por creaciôn, y otro de la amistad... Si en la tierra contlnûan los cuenpos en la obscuridad dei sepulcro, la tlrania de la muerte seguirâ triunfal. En cambio, si ocurre lo que San Pablo anuncia (la resurrecciôn), el triunfo de Jesucristo brilla, al arrancar a la tierra los muertos. Porque la victoria no es real hasta que el vencedor se apodera de los despojos del vencido. Si este ultimo los conserva, ôqué victoria es ésa? £1 mismo Sehor lo dijo en el Evangelio: tPues çômo podrd entrar uno en la casa de un fuerte y arrebatarle sus enseres si no logra primero sujetar al fuerte? (Mt. 12,29). La Victoria final llega el dia del juicio. «Destruido totalmente el pecado, justo es que la misma muerte perezea. Pues, una vez seca la fuente, resulta absurdo qe continue manando el agua» (In 2 ad Cor., hom.39: PG 61,333 ss.) 5. Hermosura del dia del juicio Después de hablar de la grandeza de los apôstoles y los efectos impresionantes de su predicaciôn (Act. 5,13 ss.), aha­ de: «Pues si esto ha sucedido aqui, imagina, si puedes, el dia en que los apôstoles, profetas, santos, mârtires y confesores y cuantos se distinguieron en la fe de Cristo, se presenten con sus cuenpos, libres de la muerte, superando la hermosura de todo lo creado. Piensa en aquella multitud y en aquella fiesta en que todos han de resplandecer como lâmparas y como rayos, llenos de gloria, belleza y alegria»... ôQuién podrâ explicarlo? Unicamente la propia experienda de quienes merezean asistir... No pondré ejemplos, porque todos, siendo de aqui abajo, envilecerian su hermosura... (Ps. 109,3): Tecum principium in die virtutis tuae in splen­ doribus sanctorum... (Exp. in Ps. 109: PG 55.274). EL JUICIO FINAL. 1 « ADV. 36 C) Consecuencias de aliento: «Levate capita» a) La resurrecciôn, aliento en las penas de la vida Glosando el pasaje evangélico: Todavia un poco, y y a no me veréis, y todavia otro poco, y me veréis (lo. 16,16); Esto os lo he dicho para que tengàis paz en mi; (lo. 16,33)..., nos alienta a triunfar con Cristo y entrar con El en su reino. «Levanta el ânimo... Ha vencido el Maestro. Nosotros venceremos también. Si seguimos su camino, la muerte caerâ ante nosotros». ôAcaso no moriremos? Eso quizâ fuera menor triunfo, porque el guerrero es realmente victorioso, no cuando se encuentra con el enemigo, sino cuando le derrota. No somos inmortales por haber luchado con la muerte, sino por haber'a vencido. Quien por un mom°nto enroiece no puede 11amarse roiizo. Quien duerme algun tiempo, p°ra volver a resucitar, no estâ muerto. La muerte no ha logrado vencerle. Ha corrompido nuestros cuerpos, pero para que resuciten mâs hermosos. «Venzamos, por consiguiente, al mundo. Sigamos al Rey, tremolando sus estandartes y apartândonos de los placeres. No necesitaremos esforzarnos demasiado. Bastarâ dirigir al cielo nuestra aima y habr^mos dominado los halagos del mundo. Sôlo con no desearlo se le vence». Pasas como un peregrino por el mundo. Por consiguiente, aqui nadie te conoce y éste no es tu hogar. No sufras por nada, aunque te ofend^n. «Nuestra ciudad es la de Dios» (In lo., hom.79: PG 59,429). b) ALEGRfA SANTA ANTE LA MUERTE DE NUESTROS AMIGOS 4 No debes liorar en presencia de la muerte, como tamuoco llora el labrador ante la putrefacciôn de su semilla. Meior es la sepuhura que la sementera. porque después de ésta quedan todav’a mil cuidados, y tras aquélla, solamente la gloria, la paz del aima. L^ro, me diris, por la orfandpd en que me delà el ser querido. Refugiate en Cristo. Padre de toda la humanid^d. No llnres: «eso es nortarte como si fueras enemigo de los que fallecleron..·. iQulén podrâ pensar que eres am’sro del que fué llamado por el Monarca a sus celdas escogidas al verte llorando por él? SEC 3. [ I SS. PADRES. SAN AGUSTÎN >Es que lloro no por él, sino por mi. Tampoco con eso demuestras tenerle mucho amor. Cuando esta a punto de recibir la corona y arribar al puerto, prefleres colocarle de nuevo en medio de la lucha y de la tormenta... »Ofréceles sufragios... Formamos un solo cuerpo con ellos... dPor qué te afliges, ioh viuda!, que tanto bien puedes procurar a tu marido?» (In Epist. 1 ad Cor., hom.41: PG 61,360). II. SAN AGUSTIN Juicio final y resurrecciôn San Agustin alude multâtud de veces al juicio final y le dedica dos sermones integros al comentar el sa’.mo 49.3: Deus muniie te veniet: Deus noster et non silebit. Su pensamiento es el sguiente: el silencio actual de Dios es interpretado por algunos como signo de despreocupaciôn. Dios, en cambio, observa y va ate'or'ndo las obras' humanas para premiarlas o castigarlas en el dia del juicio, y muy en especial las obras de misericordia. Son dos sermones gemelos : pero como no expone en ambos las mismas ideas con idéntica brillantez, procuramos e'coger el pârrafo mâs feliz de cada uno, respetando, sin embargo, el orden, que es el mismo en los dos. Figuran estos sermones con los numeros 17 y 18 (PL 38124 y 128). El ùltimo puede leerse integro en la BAC (cf. San Agus­ tin, t.7, Sermones, p.577ss). A) El juicio final. Las obras de misericordia a) Las dos venidas de Cristo El salmo citado es una profecia sobre Nuestro Seûor. Deus manifeste veniet: Deus 7ioster et non silebit. «Cristo, Dios nuestro e Hijo de Dios, la primera venida hizola sin aparato; pero en la segunda vendra de manifiesto. Cuando vino callando, diôse a conocer no mâs que a sus siervos; cuando venga de manifiesto, mostrarâse a buenos y malos. Cuando vino de incôgnito, vino a ser juzgado: cuando venga de ma­ nifiesto, ha de ser para juzgar». Cuando fué reo, guardô el silencio que anunciô el profeta: No abriô la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores... (Is. 53,7). «Pero no ha de callar asi cuando haya El de juzgar. A "decir verdad, ni aun ahora estâ caHado oara quien guste de oirle; y si dice que no callarâ enfonces, dicelo por haber enfonces de oirle aun los que ahora le menosprecian» (Serm. 18,1: PL 38,128-129, y BAC. t.7,577,1). EL JUICIO FINAL. 1.« ADV. 38 b) Cristo habla for medio de los predicadores «Pero Jesucristo no ha dejado de hablar tampoco, si nos referimos a la exposiciôn de la doctrina necesaria. Hablô antes por medio de los projetas ; después, por si mismo, y aun hoy tenemos a la Sagrada Escritura, que es su palabra. Habla también, por medio del predicador, cuando éste predica la verdad. Cuando yo hablo, Cristo no estâ silencioso. Habla hasta por vuestros propios labios, pues cuando cantâis los salmos vosotros, quien estâ hablando es El. >No estâ callado Cristo, no. Lo que hace falta es que le oigamos dentro de nuestro corazôn, que le oigamos con aquellos oidos que pedia el Maestro cuando decia (Mt. 13,9): El que tenga oidos, que oiga» (Serin. 17,2: PL 38,124). 1. Responsabilidad del predicador «A mi me producen espanto semejantes palabras (de Ez. 3,5-7), porque son el espejo en que nos debemos con­ templar los prelados, a quienes Dios nos colocô en tal lugar para que hablemos. >Yo me miro en ese mismo espejo. Hacedlo vosotros tam­ bién. Yo debo obedecer el mandato que oi (Ez. 33,8-9): Si yo digo al impio: jlmpio, vas a morir! Si tû no hablas al impio para apercîbirle de su mal camino, el impio morirà por su iniquidad, pero de su sangre te pediré yo cuenta a ti. Pero si tiï apercïbiste al impio de su camino, para que se apartara de él, y él no se aparté, él morirâ por su iniquidad, pero tu habrâs salvado tu aima. »He aqui por qué yo os predico para salvar mi aima, pues de lo contrario correria un gran peligro de perderla. Pero, puesto que yo eumplo mi obligaciôn, atended vosotros culdadosamente al riesgo en que os hallâls. ôQué deseo yo? (•Qué pretendo yo? ôPor qué hablo? ôPor qué me siento en este lugar? ôPara qué vivo, sino unicamente para consegulr que podamos vlvir todos en Jesucristo? Este es mi deseo. ése serâ mi honor, ml gloria, mi alegrîa y ml riqueza. Si yo predi­ co y vosotros no me ois. ciertamente yo me salvaré. Pero no quiero salvarme yo sin vosotros» (Serm. 17,2: ibid.). 2. Los pecadores no oven ni entienden la voz de Jesucristo «Porque ahora, en hablândose. que se habla, de las co­ sas ordenadas por el Sehor, al gu nos las toman a rlsa... Los hombres que sôlo mlran en lo de acâ y no creen en lo por SEC. 3. SS. PADRES, SAN AGUSTIN 39 venir observan cômo los bienes y males en el siglo présente los tienen buenos y malos sin distinciôn. SI anhelan riquezas, ven ricos a hombres pésimos y a hombres buenos; y si los estremecen la pobreza y las calamidades de este mundo, ven padecer estas miserias tanto a los buenos como a los malos; por donde vienen a decir en su corazôn: Dios no vuelve los ojos a las cosas humanas, ni se fatiga en gobernarlas. »Mas uno puede echar de ver cômo aun ahora, si lo tiene a bien, mira Dios y juzga y no lo déjà para después; lo difiere cuando le place. ôY por qué asi? Porque, si nunca juzgase de pronto, creyérase no haber Dios, y a juzgarlo todo ahora, no le quedaria nada para el juicio. Si, pues, mu­ cho lo guarda para el juicio, y algo lo juzga en seguida, es porque teman y muden de vida aquellos a quienes da largas. Dios, a la verdad, no gusta de condenar, sino de salvar; por eso tiene paciencia con los malos, a fin de hacerlos de malos buenos» (Serm. 18.1-2: ibid, y BAC 7,577-578). «Por lo tanto, hermanos, no tengâis en poco esas faltas, a las que tal vez os habéis habituado ya. La costumbre llega a conseguir que no se aprecie la gravedad del pecado. Lo que se endurece pierde la sensibilidad. Lo que se halla en estado de putrefacciôn no duele, no porque esté sano, sino por muerto. Si al pincharnos en algùn sitio nos duele, es que esa parte o esté sana u ofrece esperanzas de curaciôn. Si no nos duele, estâ ya muerta; hay que cortarla» (Serm. 17, 3: ibid.). 3. Aunque Dios calla, ve y odia el pecado «Habéis podido oir que el salmista, al enumerar los ipecados, dice: haec fecisti et tacui (Ps. 49,21). Pero también aüade: veniet et non silebit (ibid., 3): viene nuestro Dios y no en silencio. sSubiô al cielo y se sienta a la derecha del Padre, de donde volverâ un dia para juzgar a los vivos y a los muertos. Pero mientras tanto estâ callado... ôOyes por ventura su voz cuando cometes tus adulterios, pensando que nadie te ve, porque no tienes sobre ti ojo humano alguno? όθ cuando robas...? »Pues oye el salmo y escucha su aviso: Tû, quienquiera que seas: tû, que quizâ estés ahora aqui y estabas pecando esta misma noche, ôyele cômo te previene: haec fecisti et tacui. Existimasti inique quod ero tui similis (Ps. 49.21): Esto lo he visto yo, y porque callaba creiste que de cierto era yo como tû. »Entre los que pecan o sienten arrepentimiento por el bien obrado, hay mâs de uno que dice entre si, royendo su propia murmuraciôn: si a Dios le disgustara la maldad. EL JUICIO FINAL, l.o ADV. 40 èpermitiria que los malos triunfasen felices en la tierra?... Escùchame: has creido que soy como tû y que me complazco en el mal...> (Serm. 17,3-4: PL 38,125). 4. En el dia del juicio hablarà «Pensaste inicuamente que yo pudiera parecerme a ti, y por eso, cuândo menos lo pienses, te argülré como no lo esperas. Ahora que te toca a ti obrar me callo; pero no me callaré cuândo sea a mi a quien correspondu juzgar. ôSabes lo que pienso hacer cuândo llegue ese momento? Statuam ante faciem tuam (Ps. 49,21): te pondre delante de tus ojos. Ahora, mientras te dedicas al mal, llegas a considerarte bueno, porque no te tornas la molestia de mirarte. Re­ prendes a los otros y no te fijas en ti mismo. Acusas a los demâs y a ti no te examinas. Les colocas a ellos delante de tus ojos y a ti te pones a tu espalda. Pues cuando me llegue a mi el turno de argüirte, haré todo lo contrario: te daré la vuelta y te pondré delante de ti mismo. Enfonces te verâs y llorarâs. Pero ya no sera tiempo de corregirte» (Serm. 17.5: PL 38.127). C) LOS HOMBRES ATESORAN EN EL BANCO CELESTIAL 1. «iO es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad?» (Rom. 2,4) Por la bondad de Dios «para contigo y porque te aguarda y sufre, y te da espacio y no te quita de en medio, ôvas a despreciarle tû y figurarte no haya de haber juicio alguno? (Rom. 2,4-6): îO ignoras que la bondad de Dios te atrae a pemtencia? Pues conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazôn, vas atesorândote ira para el dia de la ira y île la revelaciôn dei justo juicio de Dios-, que dard a cada uno sequn sus obras (Serm. 18.2: PL 38,129 y BAC 7,579). «El bueno pone en el tesoro celestial todas las obras de misericordia hechas en beneficio de los hombres que redimiô y sabe cuân fiel es el tesorero que alli se lo guarda. No lo ve con sus propios ojos. mas vive sin recelo alguno res­ pecto del tesoro, porque alli ni hay ladrôn que hurte ni algareros que invadan, ni ha de ser botin de ningûn enemlgo desalmado y poderoso que le venza; alli lo tendrâ porque lo custodia el Serior todopoderoso; que si los hombres fian sus dineros a la fidelidad de un mayordomo y viven tranquilos, ôha de fatigarles a los buenos el cuidado de las miseri­ cordias fiadas a tan poderoso Sefïor? Saben. por ende, los buenos, tener alli a salvo lo que alli depositan; los fieles otorgan su confianza al poder del Seüor. Sabemos, en efecto. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 41 que lo guarda El, y si lo guarda El no se pierde. Aun acà, ôtienen los hombres de dinero necesidad de estar viendo La caja, o de tenerlo alli depositado todo y siempre, o bien de sepultarlo y hacer guardia? No lo ven, pero tienen... la certeza intima de que sigue donde lo pusieron. Y a lo mejor, ya un ladron se lo llevô, y en vano se alegra de tenerlo seguro... Mas en el tesoro del cielo... estamos seguros del Sehor que lo guarda y no hay miedo alguno de ladrones, ni ha de venirnos mengua en ello. »Los malos... también van atesorando sus obras malas y también se las guarda Dios. Lo ha dicho el Apôstol: vas atesordndote ira para el dia de la ira y de la revelaciôn dei justo juicio de Dios» (Serm. 18,2-3: PL 38,129-130 y BAC 7,578-580). 2. Reparto de tesoros en el dia del juicio Cuândo «venga nuestro Dios—y vendra de manifiesto y no para callarse—réunira delante de si a todas las naciones, segûn lo dice en el Evangelio, e ira separando y poniendo a unos en la derecha y a otros en la izquierda, y empezarâ el examen de los tesoros de los unos y de los otros, para que todos lo hallen alli depositado: Venid, benditos de mi Padre, dira a los que estén a su derecha... Tomad posesiôn del reino preparado para vosotros desde la creaciôn del mundo (Mt. 25,34). Recibid este reino de los cielos..., la compania de los ângeles, la vida eterna, donde nadie nace ni muere... Cuando echabais vuestras obras en el tesoro, estabais comprando el reino de los cielos... Y les harâ ver sus tesoros de ellos: Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed... (Mt. 25,35). Seüor, icudndo te vimos hambriento?... (Mt. 25,37). Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis (Mt. 25,40). Tomad pues, lo que guardasteis: entrad en posesiôn de lo que adquiristeis; que para eso me lo confiasteis a mi, custodio por excelencia. Volviéndose después a los de la izquierda, les mostrarâ sus coires, vacios de toda obra. Apqrtaos de mi, malditos, al fuego eterno (Mt. 25,41)... Tuve hambre, y no me dis­ teis de comer... (Mt. 25,42). Raced memoria si echasteis al tesoro este alguna buenà obra y se os devolverâ. Seüor, ccuândo te vimos hambriento?... (ibid., 44), dirân ellos... Cuandc dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeüuelos, conmigo no lo hicisteis... ôPor ventura no haciais eso conmigo cuando me veiais andar por el mundo? iTan malos sols, que de haberme visto, como los judios, me habriais crucificado!... Pues aun se atreverân a decirle, como si no conoclera 42 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. El los pensamientos de los hombres: Seüor, icuândo te vimos üabriento? Ciertamente que El les habrâ de contes­ tar: cuando dejastéis de hacer eso con uno de estos pequenuelos... (Mt. 25,45). Yo habia puesto en el mundo a estos pequeftuelos menesterosos; yo, la cabeza, estaba sentado a la dlestra del Padre; estos mis miembros padecian en la tierra, mendlgaban en la tierra; si a los miembros se lo hubierais dado, a la cabeza hubleseis llegado, y ahora sabrials cômo, dejandc a los pobres en la tierra, os di mozos de cordel para llevar a mis tesoros vuestras obras buenas; mas como nada les pusistels en las manos, nada habéis hallado en ml» (Serm. 18,4: PL 38,130-131 y BAC 7,580-581). d) Apresurad vüestra conversion «No se ocultarâ, no, enfonces; al rêvés, se h ara visible. Eso significa no callard. Lo dice ahora el lector del codi­ ce, y no se le hace caso alguno; lo dice con sus propios labios el obisipo, que lo expone y lo razona, y se mofan de él. ôHabrâ de ser también objeto de ludibrio cuando lo diga el omnipotente Juez?... Entonces dirân los hombres con tardio e infructuoso arrepentimiento: iQuién pudiera volver a la vida y escuchar y practicar lo que allâ despreciamos!... cQué nos aprovechô nuestra soberbia, que ventaja nos trajeron la riqueza y la jactanda? Paso como una sombra todo aquello... (Sap. 5.8-9). Ya lo vels. Enfonces se arrepentirân; arrepentimiento que atormenta y no sana. ôQuieres una penitencia ùtil? Ténia, pues, ahora; que si la tienes ahora, te corregirâs, y en corrlgiéndote, aquel cofre donde ibas guardando las malas obras se vaciarâ y el de las buenas se irâ llenando» (Serm. 18,5: ibid., 131 y BAC 7,582). «Me dlrâs quizâ que el dia del juicio estâ muy lejos. ôPor dônde lo sabes? ôY el tuyo también lo estâ? ôQuién te lo ha dicho? iCuântos se acostaron sanos y amanecieron muertos! Frâgil es el cristal, pero mâs frâgiles somos nosotros. Porque aquél, con serio tanto, dura en ocasiones, hasta el punto de que es fâcil ver una copa en que bebieron los abuelos y beben ahora los nietos. No nos ocurre as! a nosotros, que vîvimos en tantos peligros. Y aunque conslguiéramos superarlos todos, breve es nuestra vida por muy larga que se la considere... >Asistimos todos los dias a la muerte de muchos. célé­ brâmes sus entierros y funerales y seguimos prometiéndonos larga vida. No hay uno que diga: voy a corregirme, no me ocurra mafiana lo que a este que acabo de enterrar. »Veo que os complacen mis palabras. Lo que a mi me SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 43 gustaria serian vuestras obras. No me entrlstezcâls con vuestras malas costumbres, porque yo no pretendo ningun placer en este mundo. Ml ùnlca satisfacciôn seria contem­ plar vuestra vida santa» (Serm. 17,7: PL 38,128). B) La resurrecciôn San Agustin (PL 39,1599-1634) escribiô una homilia o sermôn 361 sobre la resurrecciôn de los muertos, dividido en dos partes. La primera estâ dedicada a convencer a los infieles sobre la verdad de la resurrecciôn. La segunda, a aleccionar a los fieles respecto de algunos puntos de ella. No todos son interesantes para nosotros. por lo que nos limitamos a escoger algunos pensamientos. a) Nuestra resurrecciôn, fundamento de las virtudes Se fund an nuestra esperanza y nuestra fe en la resurrecciôn de la carne. Sin la resurrecciôn cae toda la doctrina cristiana. «Si no resucitan los muertos, nuestra fe es inûtil. Si creemos que resucitan, todavia debemos saber en qué con­ siste esta nueva vida y en qué se distingue de la présente». Sobre lo primero debe instruirse a los incrédules, que dicen: Comamos y bebamos, que mafiana moriremos. Sobre lo segundo, a los cristianos (Serm. 361,2: PL 39.1599). »Porque hay también algunos cristianos que, agitados por la tormenta de las pasiones, necesitan llamar *a Cristo para que despierte su fe y calme la tempestad». b) Cristo, autor de la resurrecciôn «Cristo lo ha prometido. Lo puede cumplir, porque es Dios. Es posible la resurrecciôn de los muertos, puesto que la suya lo fué» (ibid., 8-12: 1603-1605). «Cristo es la cabeza del cuerpo mistico y quiso demostrar en la cabeza lo que deben esperar los miembros. »Somos miembros suyos y le duelen nuestras afllcciones. Del mlsmo modo que la lengua se queja cuando nos pisan un pie, sin que a ella le haya ocurrido nada, Cristo se quejô a Saulo didendo: iPor qué me persigues? (Ac. 9.4), cuando, realmente. a qulenes perseguia era a los cristianos. A Cris­ to le duele la corrupciôn de nuestros cuerpos» (Ibid., 13-15: 1605-1607). EL JUICIO FINAL. l.« ADV. 44 C) RESURRECCIÔN ESPIRITUAL y DEL CUERPO «Todos resucitaremos, buenos o malos. Todos cambiaremos. Para los buenos, el cambio sera a mejor; para los ma­ los, a peor» (Ibid., 19: 1610). «Porque hay una resurrecciôn segûn la fe, y todo el que créé... y resucita en cuanto al aima, resucitarâ después en cuanto al cuerpo, para bien suyo. Pero el que antes no haya resucitado en cuanto al aima... no resucitarâ para po­ seer un cuerpo incorruptible, sino que la integridad de su cuerpo le sirva de castigo. El cuerpo no podrâ perecer, pero si sufrir eternamente »Por el contrario, el que, segûn el espiritu, muera y resucite, después verâ morir y resucitar a su cuerpo. Morir segûn el espiritu es dejar de creer y de obrar lo que no se debe creer u obrar. Resucitar segûn el espiritu es comen­ zar a creer lo que no se creia y a hacer lo que no se hacia... El borracho se hace sobrio. Muriô la embriaguez y resucitô la sobriedad. Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicaciôn, la impureza, la liviandad, la concupiscenda y la avaricia (Col. 3,5). He aqui por qué, al mortificar estos miem­ bros, resucitamos a las virtudes contrarias, en santidad, caridad, limosnas y mansedumbre. Y del mismo modo que an­ tes fué la muerte espiritual y después la resurrecciôn, asi primero serâ la muerte del cuerpo y mâs tarde su nueva vida» (Serm. 362,23: PL 39.1627). «San Pablo habla de estas dos resurrecciones. Cuando dice: Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba... .Col. 3,1). se reflere a la resurrecciôn del aima. Cuan­ do dice: Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupciôn (1 Cor. 15.53), se reflere al cuerpo» (ibid., 24: 1628). Queda, pues, el juiclo futuro, que dlstinga entre los buenos y los malos. d) CÔMO RESUCITAREMOS Como Crlsto, nuestra cabeza, resucitaremos también nos­ otros (Ibid. 10: 1616). 1. Incorruptibles Hoy necesitamos corner, porque nuestras plezas se desgastan. «Como a la lâmpara hay que echarle suficlente aceite de una vez para Que lo vaya consumlendo poco a poco. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 46 »Pero llega el momento en que, aunque haya aceite, la misma torcida se consume y apaga. Mas, después de la re­ surrecciôn, nuestros cuerpos permanecerân siempre en el mismo estado en que resucitaron. No habrâ, pues, muerte, enfermedad ni necesidades fisicas» (ibid., 11: 1617). 2. Con el cuerpo sujeto al aima «Cuando le llevaron al Senor un paralitlco (Mc. 2,11), iba en una camilla. En cuanto sanô, se llevô la camilla a cues­ tas. La molicie y las tentaciones del cuerpo llevan hoy tras de si al aima. Después de la resurrecciôn gobernarâ quien debe gobernar, esto es, el espiritu» (ibid., 14: PL 39,1620). e 3. Como los ângeles «No hagas sutilmente ipreguntas sobre la agilidad de tu cuerpo. Baste saber que resucitarâ Incorruptible... ôCômo serâ tu vida? Lo mismo que la de los ângeles. Si alguien te la puede explicar, habrâ explicado la tuya... Y no busqués mâs, no sea que. en vez de encontrar la verdad, halles solo tus propias imaginaciones». «Puedo decirte con mayor facilidad lo que no hacen los ângeles que lo que hacen». (Aqui enumera las necesidades humanas.) «Aqueilo serâ un eterno sâbado, un reposo inefable... Hacia ese descanso y paz nos dirigimos. Asi como nacemos materialmente para el trabajo, asi renaceremos espiritualmente para la paz. El lo dijo: Venid a mi todos los que estais fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt. 11,28). Aqui (Cristo) alimenta, alli perfecciona; aqui promete, alli da. Alli no habrâ ni slquiera obras de caridad, tan necesarias entre los cristianos. ôA quién vas a dar de corner, si nadle tiene hambre? ôA quién darâs agua?»... (ibid., 28: 1631). «ôQué haremos, pues? Nuestra vida constitulrâ un amén eterno. iAleluya! iAlabomos a Dios! Por toda la eternidad y sin fastidio. Porque Dios es la verdad perfecta, inconmutable, sin disminuciôn... Y cuando le veamos cara a cara, tendremos una satisfacciôn insaciable. No nos faltarâ nada, y, por esta razôn, estaremos satisfechos; y puesto que lo que no nos falta es siempre deleitable, no estaremos nunca saciados» (ibid., 29: 1632). EL JUICIO FINAL. l.° ADV. 46 C) La redenciôn total En uno y otro lugar repite San Agustin que la paz no puede encontrarse en esta vida, pues estâmes siempre padeciendo la lucha de la came. El lugar de la paz es el cielo, y comienza con la reintegraciôn del cuerpo impasible y glorioso. Transcribimos su co mentario al v.9 dei salmo 84 (Enarrat, in Ps. 84: PL 37,1069ss). dando una traduccién libre en la forma, pero exacta en el fondo, y a veces casi literal. a) En esta vida no hay paz completa Yo bien sé lo que dira Dios; que sus palabras serdn pala­ bras de paz para su pueblo... (Ps. 84,9). «Hablaba Dios en el interior del profeta, mientras el estrépito dei mundo alborotaba por defuera. Recogiôse en si mismo el profeta, aislândose del tumulto de esta vida y de los pensamientos terrenos que oprimen el aima, para oir la voz de Dios. Oirè lo que me dice mi Seûor. «ôQué es lo que oyo? Que hablaba a su pueblo de la paz. cEsa es la voz de Cristo, voz de la paz que a la paz llama: iEa! Los que no la tenéis, amadla. ôQué podréis encontrar mejor que ella?» Pero ôqué es la paz? El no haber guerra. ôY dônde no habrâ guerra alguna? En donde no haya contradicciôn, re­ sistenda ni enemigos. No hay paz, por le tanto, aqui, en donde no encontraremos a nadie que no sea fuertemente combatido por el demonio, por ese demonio que sin dejarse ver levanta nuestras concupiscendas para arrastrarnos al pecado. No vivimos en paz, pues sufrlmos esta guerra. Ensefiadme un hombre slquiera que no padezea la tentaciôn de la carne y que viva en paz. La came o la imaginaciôn no respetan a nadie. Pero os concedo que lo halléis. Uno tenemos ya que no siente la tentaciôn de lo lliclto. ôY qué? ôEs que no sufre ese Justo el cansancio del hambre, de la sed y de su flaqueza? Lucha contra nosotros el hambre, lucha la sed, lucha el cansancio. lucha el suefio, luchan todas las molestias. ôQueremos estar desplertos? Nos dormimos. ôQueremos ayunar? Tenemos hambre. ôQueremos estar en pie? Nos cansamos. ôQueremos sentarnos? También nos harta. Los mismos remedies que tomamos para nuestro descanso terminan por cansarnos. ôTenemos hambre y cornemos? Pues la comida nos sada y pesa. ôEstamos cansados SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN ¥i de estar sentados en nuestro trabajo y buscamos el recreo ‘ paseando? No pasees mucho, porque volverâs a cansarte y apetecerâs estar sentado. · ôQué paz ésta, en donde todo son molestias, apetitos, necesldades y cansancio? b) L«a paz en la resurrecciôn • *k ôDônde hallar la verdadera paz? Oid: Es preciso que lo corruptible se revista de incorrupciôn y que este ser mortal se revista de inmort alidad... Entonces se cumplirâ lo que esta escrito: la muerte ha sido sorbida por la Victoria. tDônde esta, muerte, tu victoria? tDônde esta, muerte, tu aguijôn? (1 Cor. 15,53-55). Donde la muerte exista, nunca podremos encontrar la paz, porque de la muerte y su corrupciôn viene ese cansan­ cio que encontramos en el descanso mismo. El cuerpo estâ sujeto a la muerte, el cuerpo esta muerto por el pecado (Rom. 8,10), y ese cuerpo es el que se cansa de todo de manera tal, que todo le acarrea la muerte. Corne demasiado y morirâs. Ayuna demasiado y morirâs. Anda demasiado y morirâs. Siéntate para siempre, si es que quie­ res no poderte levantar mâs. Duerme siempre y no podrâs despertarte. Vigila siempre y perderâs la vida. Hasta que la muerte sea absorbida por la victoria y 11eguemos a aquella ciudad de la que, cuando me pongo a hablar, no sé encontrar el fin, sobre todo en estos dlas de tanto escândalo. Aquella ciudad sin enemigos, sin tentadores, sin sediciosos, sin nadie que haga padecer a la Iglesia, sin ministros de un demonio que ya estarâ sujeto en el infierno sin fuerza para repetir sus ataques. Alli encontraremos la paz de los hijos de Dios en el amor de todos, porque todos veremos a Dios, ya que Dios estarâ en todos (1 Cor. 15.28). Vision de Dios comun, posesiôn comun, amor comun. Oiré lo que me dice mi Sefior. Le estâ hablando a su pueblo de la paz. ôQueréis ir a ella? Pues dirigid a Dios vuestro corazôn. No lo pongâis en mi ni en hombre alguno, pues qulen se apoya en un hombre un dia caerâ con él. Dios, y Dios solo, es nuestro gozo, nuestra paz, nuestro descanso. el fin de todas nuestras molestias. Bienaventurados los que se vuelven a El de corazôn (Ps. 84,9): qui convertuntur ad cor (Ibid., 10: 1075-1077). EL JUICIO FINAL. 1« ADV. 48 HL SAN GREGORIO MAGNO El mundo pasa San Gregorio Magno, preocupado por las calamidades fisicas que acaecieron en su época. escribiô una homilia (Horn, i in Evang.; PL 761O77ss) sobre el desprecio de las cosas terrenales y la perennidad de Dios. Suprimimos los pârrafos que se refieren a la proximidad del fin dei mundo. A) Fin del Evangelio: menosprecio dei mundo Nuestro Redentor y Seûor anuncia los males que han de seguir a este mundo perecedero. a fin de que nos hallemos preparados. Nos presagia también las sacudidas escatolôgicas que han de producirse, para que, si no tememos a Dios, distraidos por la tranquilidad de la vida, por lo menos experimentemos temor por su juicio (ibid., 1: 1077). B) La alegria de los amigos de Dios «Estas palabras (los hombres se secarân..., verân al Hijo del hombre...) fueron dichas contra los réprobos, pero también para consuelo de los elegidos: cuando estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ànimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redencion (Le. 21,28). Que es lo mismo que si dijera: cuando se multipliquen las pla­ gas de la tierra, regocijaos, porque, a la vez que termina un mundo del que nunca fuisteis amigos, se aproxima la redenciôn que apetecéls. >En la Escritura son frecuentemente sinônlmos cabeza e intellgencia... Por lo tanto, levantar la cabeza es lo mis­ mo que elevar la mente a los gozos de la patria celestial. Y lo que aqui quiere decir el Senor a los que le aman es que se regocijen con la terminaciôn dei mundo, porque. acabândose lo que aborrecieron, van a encontrarse con el que amaron slempre. »Le]os, pues, del crlstlano que desee ver a Dios todo liante por la destrucciôn dei mundo..., pues escrito estâ que quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo dô Dios (lac. 4,4). Nosotros, que sabemos cuâles son los gozos SEC. 3. SS. PADRES. S. GREGORIO MAGNO 49 de la patria celestial, debemos desear ir cuanto antes a ella, y por el camino mâs curium. C) Solo Dios permanece «iCuântos males nos atribulan en este mundo! jCuânta tristeza y adversidad nos angustian! ôQué otra cosa es esta vida mortal sino un trânsito? Considerad, hermanos mios: ôhay alguna cosa mâs necia que sentirse agobiado ipor las fatigas de un camino y desear que no se acabe? »Terminantemente nos avisa el Senor que hemos de despreciar al mundo, cuando, valiéndose de una parâbolâ, nos dice: Ved la higuera y todos los ârboles: cuando echan ya brotes..., conocéis por ellos que se acerca el verano. Asi..., cuando vedis estas cosas, conoced que esta cerca el reino de Dios (Le. 21,29-31). Con lo cual nos quiere decir que, asi como por los frutos de los ârboles inferimos que el ve­ rano se acerca, asi por la destrucciôn dei mundo se conoce la proximidad del reino de Dios. »Porque el fruto dei mundo estâ constituido por su pro­ pia ruina, ya que no es posible que crezca sino para caer... Por el contrario, el reino de Dios se asemeja al estio, porque en él, lo mismo que en éste, se esfuman las penalidades y se manifiestan radiantes por la claridad del sol los dias de la vida eterna» (ibid., 3: 1079-1080). «Todo lo cual queda confirmado también con aquellas otras palabras: El cielo y la tierra pasardn, pero mis pa­ labras no pasardn (Le. 21.33). Nada hay en el mundo que parezea mâs permanente que el cielo y la tierra. En cambio, nada hay que transcurra con mâs rapidez que la palabra, la cual, antes de que se haya pronunciado totalmente, no existe todavia, y en cuanto se ha dicho. ya no es nada. »Pues bien, el cielo y la tierra pasardn, esto es, lo que aqui os parece mâs duradero, y, en cambio, lo que os parece mâs liviano, como mi palabra, permanecerâ siempre, porque en ella hay decretos eternos» (ibid., 4: 1080). «No querâis, pues, hermanos, amar lo que no ha de p?rmanecer mucho. Acordaos del precepto apostôlico: no améis al mundo, porque si alguno ama a,l mundo, no estâ en él la caridad del Padre (1 lo. 2.15)». D) El poder de Dios «Anteayer vis te 1s. hermanos mios, cômo una sâbita y fuerte tempestad arrancô afiosos ârboles, destruyô casas... îCuântos que se acostaron sanos... fueron arrebatados du­ 50 EL JUICIO FINAL. 1 « ADV. rante la noche! Pues tened présente que el supremo Juez se limitô en esta ocasiôn a mover un viento y excitar una tempestad por medio de una sola nube. Y si no podemos resistirle cuando nos visita en una nube ligera, ôqué sera cuando venga El mismo inflamado en ira para castigar a los pecadores? »Vamos a pensar seriamente en el dia del juicio ultimo. Corregios... Con tanta mayor tranquilidad veréis la llegada del Juez, cuanto mâs os hayâis prevenido, temiendo su rigor» (ibid., 5-6: 1080-1081). I IV. SAN BERNARDO Las tres venidas de Cristo Entre las obras de San Bernardo figura una colecciôn- de sermo­ nes, predicados en los anos 1115 a 1153. que vienen a ser como platicas destinadas a sus monjes. Se refiere una de ellas al Adviento, y alli el melifiuo Doctpr nos habla de las très venidas de Cristo, a saber: la encamaciôn, la gracia y el juicio: pero este ùltimo punto no lo desenvuelve en los sermones de Adviento, por lo que hemos completado el estudio dei tema extractando una homilia cuaresmal sobre el salmo 90.7: Caerân a tu lado (Izquierdo) mil. y a tu derecha, diez mil; a ti no llegarà, en donde habla de la alegria dei justo al verse escogido. Estos sermones (cf. PL 183,35.43 y 54) pueden leerse integros en la BAC (San Bernardo, Obras completas, t.l p.l56ss y 391ss). Comprende el primeramente citado un exordio y très partes. A) El Adviento y las très venidas «Hoy, hermanos, celebramos el comienzo del Adviento, cuyo nombre... es bastante célébré y conocido en el mundo, pero quizâ no lo son tanto ni su sentido ni la razôn del nombre» (Serm. Adv., 1.1: BAC 156). «Très advenimlentos suyos conocemos pues: el que hizo a los hombres (la encarnaclôn), en los hombres (la inhabitaclôn) y contra los hombres (el juicio)...» Vino verdaderamente a todos los hombres, pero no asi habité en todos, ni vendra contra todos (Serm. Adv.. 3 4: BAC 169). «Se encarnô para todos, pero no todos le permitlmos que inhabité en nosotros. El tampoco vendra mâs que contra los que no le hayan querido admltir. Por lo tanto, lo mejor serâ recibirle en nos­ otros, para que después no haya de venir contra nosotros». SEC. 3. B) SS. PADRES. SAN BERNARDO Primera venida ôQUIÉN viene? «En el adviento del Senor, cuando miro la persona de quien viene, no comprendo la excelencia de su majestad; cuando atiendo a quienes viene, me lleno de pavor ante la grandeza de su designaciôn... Cuando pienso en el modo, reconozco la exaltaciôn de la naturaleza humana, pues... viene haciéndose hombre... Se vistiô la humana forma para que fuese conocido el mismo que en la divina habita (1 Tim. 6,16) en una luz inaccesible» (Serm. Adv., 3,1: BAC 167). b) cPARA QUÉ VIENE? El demonlo, proponiéndose igualar a Dios, y, por consiguiente, usurpar al Hijo sus honores, perdiô el cielo. Des­ pués, por envidia, suscité el mismo deseo en Adân y consiguiô que también los hombres lo perdieran. Enfonces el Hijo, al ver el cielo vacio de cortesanos, quiso, humillândose El, remediar el daho, y, puesto que todos pecaban por afân de parecerse a Dios soberbiamente, se ’dispuso a manifestarse como Dios humilde, a quien pu­ dieran imitar. Todos me envidlan, dijo (esto es, todos quieren ser iguales que yo). Pues, ea, al mundo me voy, me mostraré a ellos de tal modo, que todo el que quiera envidiarme, o el que desee imitarme, saque su bien de esta emulaclôn. Al llegar aqui San Bernardo se extiende en abundan­ tes afectos. Ya que nos condenô el engaho, ojalâ nos salve la verdad, viendo a Jesucristo en su venida. «Venga la Verdad.., y la verdad me libre», lo cual ocurrirâ cuando, al 'descubrir la mentira, renuncie a ella y me una con la verdad al conocerla (Serm. Adv., 1,2-5: BAC 156-159). C) Preparaciôn para el recuerdo de esta venida «La solemne memoria de esta venida, de tanta majesse celebra... una vez al afio. tad, de tanta humildad Y ojalâ se hiciera de tai modo una vez, que slempre se estuvlera haclendo esta memoria... Porque ôpuede haber ma/ yor sinrazôn que, después de la venida de tan gran Rey. EL JUICIO FINAL. 1?’ ADV. 52 querer o atreverse los hombres a ocuparse en otros cualesqulera négocies y no dedicarse mâs bien a este solo culto?»... Los... «mundanos, aunque celebran este recuerdo, no se conmueven con él interiormente... sln devociôn y sin afectos. En fin, lo que todavia es peor, el mismo recuerdo de esta inestimable dignaciôn de Dios vuélvese ocaslôn de de­ licias carnales, pues los verân estos dias preparar con toda solicitud la pompa de los vestidos y la delicadeza de los manjares, como si Cristo en su nacimiento pidiera estas semejantes cosas... Pero oye lo que El mismo dice: No toleraré al de altivos ojos y corazôn soberbio (Ps. 100,5). ôA qué fin con tanta ansia préparas vestidos para mi naci­ miento? Detesto la soberbia, no la amo. ôA qué fin con tanto cuidado procuras las opiparas mesas para este tiempo? Condeno las delicias del cuerpo. No las apruebo... No me reverendas sino con tu vientre...» (Serm. Adv., 3,2: BAC 167). C) Segunda venida a) Dios DENTRO DE TI «Mas... acerca del segundo (adviento), que es oculto y espiritual, escucha del Seûor mismo lo que dice (lo. 14,23): Si alguno me ama, guardard mi palabra, y mi Padre le amard y vendremos a El y en El haremos morada» (Serm, Adv., 3,4: BAC 254). «Asi como para ebrar la salud en medio de la t'erra vino una vez visible en su carne, asi para salvar las aimas vlene a diario en espiritu e invisible... Esfuércese a lo menos (el hombre)... a levantarse algo en obsequio d?l Seftor que viene. No es menester... que cruces los mares o que penetres las nubes..., no es largo el camino... Dentro de tl mlsmo sal al encuentro del Sehor con la comprenslôn del corazôn y confeslôn de boca, para que saïgas a lo menos del muladar de tu miserable concienda, por ser Indigno de que entre alli el Autor de la pureza» (Serm. Adv., 1,10: BAC 161). b) Su preparaciôn: una triple justicia La justicia y el juicio son el asiento de tu trono... (Ps. 88.15).—Propone, segûn esta frase, la justicia como la mejor preparaciôn del aima para la venida del Sehor. Aun­ que habla a religiosos, las aplicaclones particulares se pueden acomodar fâcllmente a los fleles. SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 53 «Mire qué sedas, qué alfombras... debe preparar: la jus­ ticia..., aquella virtud que da a cada cual lo suyo. Da al superior, da al inferior, da al igual lo que a cada cual debss, y asi celebrarâs dignamente el adviento de Cristo»... «Da al prelado reverenda y obediencia, de las cuales la una pertenece al cuerpo y la otra al corazôn, pues no bas­ ta obedecer a los mayores en lo exterior... Aunque tan claramente se conozca la vida indigna de un prelado..., debemos reputarle superior a nosotros y acreedor a nuestrc respeto, no atendiendo a los méritos présentes de su per­ sona, sino a la ordenaciôn divina y dignidad del oficio». «Asi también a nuestros hermanos (los iguales)..., por el mismo derecho de fratemidad y sociedad humana, somos deudores de consejo y de auxilio; pues esto queremos tam­ bién que ellos nos den; consejo para que nuestra ignoran­ da aprenda y auxilio para que nuestra debilidad se ayude». Y si dices: ôqué consejo..., qué auxilio podré dar a mi hermano?... Te digo yo: «No faltarâ algo que puedas hacsr por él, si en ti no falta la caridad fraterna». Y si no, quedan el gran consejo del ejemplo y la gran ayuda de la oraciôn. A los inferiores... «Si acaso eres prelado de alguno, con éste te hallas deudor, sin duda, de mayor solicitud. El exige de ti guarda y disciplina» (esto es, prevenciôn y castigo). Y si no tuvieres ningûn inferior, enfonces guarda tu cuerpo que fué entregado al aima, para que lo gobernase. «Débesle custodia, para que el pecado nunca reine en él..., y disci­ plina, para que, castig^do y sujeto a servidumbre, haga dig­ nos frutos de penitencla»... «En fin, si a los prelados y a los iguales damos lo que les es debido, ôno deberâ recibir Dios alguna cosa?...» La humildad es el mejor obsequio. «Ama a Dios... y honra la verdad el que ingenuamente se reconoce a si mismo y a todas sus cosas taies como en realidad son... Cuando hiciereis estas cosas que os estdn mandadas, decid: somos siervos inutiles (Le. 17,10). Asi. una preparaciôn adecuada «consiste... en observar los mandamientos de la justicia y en tenerse por indigno e inutil» (Serm. Adv., 3,4-7: BAC 169-171). D) a) El juicio. Tercera venida Su esperanza nos sostiene «Vivimos de esperanza, hermanos, y no nos desalentemos... animados por la expectaciôn de aquellos indéfectibles gozos... A mâs de la percepciôn de los bienes présentes, afian- 54 EL JUICIO FINAL. 1 o ADV. za la expectation de los futuros, pues la virtud de la pré­ sente gracia hace creible que la seguirâ, sin duda, la felicidad de la gloria prometida»... «Sostenga, pues, el aima piadosa varonllmente el combate en este siglo..., pues para todo vale la piedad, ya que los bienes de la vida présente y los de la futura le estân prometidos»... «Glorificad a Cristo... y llevadle... en vuestro cuerpo»... Yendo con El, ôqué podrân vuestros enemigos? (Serm. in Ps. 90, 7,1.3: BAC 391-3S2). b) Gozo DEL JUSTO AL VERSE LIBRE «Con tus mismos ojos lo verâs. Asi os lo pido, Senor... Caigan elles y no calga yo; asûstense ellos y no me asuste yo... Con estos mismos (ojos)..., que ahora casi se secan con tanta aflicciôn...’ Tantô cabrâ en los ojos después de la resurrecciôn, cuanto ni en el oido ni en el ânimo mismo puede caber ahora»... c) «Verâs el castigo de los pecadores» Lo primero, «para que reconozcas de qué males te has librado». Lo segundo, «para que adviertas tu completa segurldad». Lo tercero. «para que resplandezca mâs tu gloria en su comparaciôn». Lo cuarto, «para que muestres celo perfecto de la misma justicia» (Serm. in Ps. 90, 8,1-3.11: BAC 404-405.411). S E C C ION IV. T E O L O G O S t I. SANTO TOMAS DE AQUINO El juicio final Corona el Santo su tratado De Verbo incarnato, en la Suma (3 0.59), presentando a Cristo como juez. Vuelve a hablar en el Suplemento del juicio y la resurrecciôn en los novisimos. Abunda el material, que no necesita otra cosa sino ser caldeado con afectos y aplicaciones. A) a) Cristo Cristo Juez juez en cuanto hombre Juzgar al mundo es propio de Dios, Senor de él por vir­ tud de la creaciôn, legislador supremo, fuerza coactiva y sabiduria infinita. Pero igualmente le ha sido concedido el poder judicial a la humanidad santisima de Cristo. Y le diô el poder de juzgar, por cuanto El es el Hijo del hombre (Ιο. 5,27). Los motivos son: 1. Por ser cabeza de la humanidad ' Dios ha comunicado el poder judicial a todos los que han sido constituidos en autoridad sobre la tierra, de tal modo, que, al dictar j usticia, lo hacen en su nombre. Habiendo, pues, colocado a Cristo hombre como cabeza de la Iglesia y de la humanidad y habiéndole sometido todo, le ha conce­ dido también, y con mayor derecho, el poder judicial (3 q.59 a.2). 2. Por haber luchado por la justicia y haber sido juzgado El mismo Cristo mereciô, ademâs, este oficlo por haber luchado por la justicia y haber vencido, al ser sentenciado injustamente. «El que estuvo de pie ante un juez—dice San Agustin—, se EL JUICIO FINAL, l.o ADV. 56 sentarâ como juez, y el que calumniosamente tué llamado reo, condenarâ a los reos auténticos*. Yo también vend, y me sente con mi Padre en su trono (Apoc. 3,21). Sentândote en tu trono*justo juez (Ps. 9,5) (ibid., a.3). 3. Porque con la redenciôn nos hizo subditos suyos Derecho de conquista. Nadie le podrâ decir: tQuié7i eres tu para juzgar al criado ajeno? (Rom. 14,4). La creaciôn nos sometiô al Imperio de Dios; la redenciôn, al de Cristo. La creaciôn no bastô para llevarnos a la gloria, puesto que el pecado arruinô su pensamiento. Y ya que el juicio serâ el que abra las puertas de la felicidad eterna y distribuya el fruto de la redenciôn, ôquién podrâ presidirlo me­ jor que Cristo Redentor, que franqueô la entrada? Por eso Dios ha sido instituido juez de vivos y muertos (Act. 10.42). Juez no ûnicamente de los hombres, sino de toda la naturaleza, ya que a toda ella la reparô, segûn San Pablo: Pacificando por la sangre de su cruz todas las cosas, asi las de la tierra como las del cielo (Col. 1,20). Por eso Cristo, terminada su obra, pudo decir (Mt. 28,18): Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (Suppl., q.90 a.l). b) Condiciones 1. del juez Juez sabio Condiclôn primera del juez es poseer la cienci-a suficiente (3 q.59 a.l). ôCuâl no serâ la de la humanldad, hipostâtlcamente unida a la sabiduria de Dios? Bien podrâ leer los secretos del corazôn (Rom. 2,16) el dia en que Dios por Jesucristo, segûn mi evangelio, juzgarά las aedones secretas de los hombres (Ibid., a.2 ad 3). 2. Juez glorioso Vendrâ lleno de gloria: °l. En desquite de su ignominiosa pasiôn Mirarάτι al que traspasaron (lo. 19.37; Zach. 12,10). Profecia que comenzô en el Calvario, pero que se realizarâ totalmente cuando aparezca rodeado de gloria el cuerpo que crucificaron (ad 1). Cuando vean las santas llagas, no como serial de debilidad présente, sino como recuerdo de la fuerza que supo triunfar. Con la cruz. que harâ mâs justo el cas­ tigo de aquellos que despreciaron su clemencia (ad 2). Los que le condenaron como a hombre despreciable, serân condenados por el hombre glorioso (Suppl., q.90 a.2 ad 5). SEC. 4. TE0LOGOS. SANTO TOMÂS 57 2. ° Por la gloria de aquel juicio Porque, asi como para ser juzgado pareciô oportuno que se revistiera de la forma humilde del slervo, asi.para juzgar le conviene aparecer Ueno de gloria. Tanto mâs cuanto que el juez debe ser superior a aquellos a quienes juzga, y en el juicio supremo figurarân entre estos ultimos los cuerpos gloriosos de los resucitaaos. M 3. ° En cuanto Dios El oficio de mediador de Cristo le obliga unas veces a representarnos a nosotros satisfaciendo y orando; otras, en cambio, a representar a Dios haciéndonos participes de sus gracias. En su primera venida hacia nuestras veces, y por eso se revistiô de nuestra flaqueza. En la segunda viene a distribuir la justicia del Padre y debe demostrar la gloria que comunica con El (ibid., in c.). 3. Juez universal Su juicio se dilatarâ hasta donde llegue su imperio. A todos nos redimio, pues a todos nos juzgarâ. Que por esto muriô Cristo y resucitô, para dominar sobre muertos y vi­ vos (Rom. 14,9). Por eso todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios (ibid., 14,10), ya que fuéle dado el senorio, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron... (Dan. 7,14). Siendo la salvaciôn humana fruto de su redenciôn, se le ha encomendado a El el juzgarla, y enfonces, cuando juzgue todas nuestras acciones, apreciaremos como todas ellas tienen relaciôn con su fin ûltimo (3 q.59 a.4). c) Triunfo de Cristo Alli empezarâ la plenitud de su reinado. Cristo Rey, y, por lo tanto, Juez, no quiso ejercer en este mundo su potestad. Mi reino no es de este mundo (lo. 18,36), le dijo a Pilato. A los que le llevaron un pleito temporal les contestô: tQuién me ha constituido juez o partidor entre vosotros? (Le. 12,14). Pero en el dia del juicio, cuando todo lo sea puesto a sus pies, entrando en la plenitud de sus funciones, lo someterâ todo a su voluntad, salvando a los que le siguleron y condenando a los que le abandonaron (ibid., ad 1 et 2). Nuestra bienaventuranza consiste en Dios y en su vislôn. Cristo hombre, cabeza de la humanidad, presentarâ a ésta, para que comience a gozar de Dios y reciba el premio. Que 58 EL JUICIO FINAL. 1." ADV. se proponia llevar muchos hijos a la gloria para perfecclonar por las tribulationes al Au tor de la salud de ellos (Hebr. 2,10; cf. ibid., a.2 ad 2). B) a) Convenience El juicio de un juicio universal Santo Tomâs justifica la convenienda de un juicio uni­ versal con très razon es: 1. Para que brille la justicia de la providencia actual A aquel acto divino de la creaciôn por el que sallô de Dios la unlversalldad de las cosas, corresponde este otro, en que todas vuelven a El para ser juzgadas. Pudlera bastar el juicio particular, pero la providencia total de Dios y la misma naturaleza sociable del hombre parecen exlglr una restauraclôn social y colectlva. En efecto, aqul, en este mundo, la Providencia difiriô a veces el premio o castigo de los hombres, atendiendo con preferencia no al bien inmedlato dei individuo, sino al bien comûn de todos, a cuya utllidad convlno mâs de una vez tal dilaclôn. Pues bien, para que resplandezca esa providencia, que a algunos pudo parecerles Injusta, conviene esta manlfestaclôn publica y solemne de sus fines. 2. Para que la sociedad sea juzgada La sociedad y los hombres, en cuanto que formaron par­ te de ella y en ella influyeron, merecen aslmismo su juicio. Soclalmente reclbirân segûn sus méritos, y el campo social serâ divldido deflnitlvamente en buenos y malos, terminan­ do la mezcla de este siglo (in c). 3. Para que sean juzgadas las consecuencias de nuestras obras La misma vida del hombre no termina, en cuanto a sus efectos, con la muerte. Quedan su memoria, los monumentos sepulcrales dedicados a hombres Indignos, mientras grandes santos duermen Ignorados, sus ejemplos, sus hijos... êCuândo termina la obra dei santo o dei fautor de la herejia? Pues del mismo modo que hasta que no termina la vida del hom­ bre no pueden ser juzgadas sus acciones, del mismo modo conviene que para juzgar su obra total se espere al fin de los tlempos (3 q.50 a.4). · Six;. 4. b) Todos serAn 59 TEÔLOGOS. BELARMINO JUZGADOS, PERO LOS SANTOS SERAn jueces Aun cuando unos y otros hayan sido juzgados, conviene que, ya que no todos le reconocieron cuando vino humilde, le vean ahora en su gloria, los buenos en la de quien les premia; los malos, en la del Juez que rechazaron Un c. et ad 2). Os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt. 19,28). ôEn qué sentido promete aqui el Sehor que serân jueces de Israël? Ciertamente que, en determinado sentido, han de serlo todos los justos, en cuanto que estarân prôxlmos a Jesucristo en sitio excelso; en cuanto que sus vidas ejemplares serân el punto de comparaciôn y a modo de libro en que aparezcan escritas con actos las normas del Senior. Canonum de­ creta, decia Ricardo de San Victor (cf. De iudiciaria potest.: PL 196-1182). Pero esto parece que no basta para dar cumplimiento a las palabras del Sehor. Hay que suponer que mientras Jesucrlsto juzga con autoridad prop la, los santos mâs excelsos, y entre ellos los que se abrazaron con la pobreza voluntaria (Suppl., q.89 a.2 y Mt. 19,28), comunlcarân y promulgarân la sentencla (Suppl., q.89 a.l). II. SAN ROBERTO BELARMINO La doble redenciôn del hombre Tiene varias series de homilias este santo Doctor sobre los evangelios y epistolas, que han sido reunidas por el P. Tromp en la obra Opera oratoria postuma, editada por la Universidad Gregoriana en 1942. Gran teôlogo, aparece en ellas denso de doctrina, investigador del sentido verdadero de los textos y concreto en las aplicaciones morales. No son propiamente homilias hechas, sino planes algo extensos. Por esta razôn. en vez de copiar los pârrafos principales, sintetizaremos toda la homilia en foma de esquema, tomândola de la obra citada. De los dos advientos escogemos el dedicado a exponer evangeHos v enistolas, en vp7 dn otro dedicado enteramente al misterio de la encamaciôn y nacimiento. A) Sentido acomodaticio y literal del texto El pensamiento de esta homllia es de aliento ante la redenclôn total, que se cumplirâ el dia del juicio: Cobrad animo y levantad vue stras cabezas, porque se acerca vuestra re­ denciôn (Le. 21-28). EL JÜICIO FINAL. 1.» ADV. 611 La frase que desenvolvemos tiene un sentido acomodado por la Iglesia y otro literal, Intentado por el evangellsta. Am­ bos proceden del Espiritu Santo, que inspirô a éste y dirige a aquélla. La Iglesia, en efecto, suele escoger para determinadas fiestas textos de un sentido muy congruente con el pensamiento de ese dia. El sentido acomodado es el de levantar los ânimos, por­ que se acerca la redenciôn de las aimas en la primera venida de Cristo. El literal es la redenciôn de los cuerpos en la segunda venida con la resurrecciôn. B) a) El hombre Redenciôn de las aimas pecador, sujeto a très servidumbres El hombre, a consecuencia del pecado, quedô sujeto a très servidumbres distintas: 1. Sujeto a la ira de Dios Lo mismo que el padre que desheredase a un hijo y le vendiese como remero de galeras, Dios, al ser ofendido, nos desheredô, quitândonos la naturaleza de hijos suyos por la gracia, dejândonos en filii iras (Eph. 2,3), y nos permitiô caer en mil pecados. Por eso los entregô Dios a los deseos de su corazôn... (Ps. 80,13 y Rom. 1,24). Castigo terrible el ser objetos de la indignaciôn de un Dios omniprésente. iDônde podria alejarme de tu esp'ritu? cAdônde huir de tu presencia? (Ps. 138.7). Y el de convertir los pecados sucesivos en castigo del primer pecado. Dios los entregô a su réprobo sentir, que los lleva a cometer torpezas (Rom. 1,28). 2. Sujeto al demonio hombre se dejô vencer voluntariamente del demonio, por lo cual Dios permite que éste sea su dueûo y le vaya llevando de pecado en pecado hasta parar en el infierno. Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio (Le. 11,21). Ahora el principe de este mundo serà arrojado f lier a (lo. 12,31). A cuya voluntad estàn sujetos (2 Tim. 2.26). Tirania horrible, porque no le es posible al hombre librarse por si solo de ella y porque el demonio no puede desear mâs que nuestro mal. Necedad tremenda de los que se hacen amigos suyos. 01 j». j 'jierMeMMeasiaBM SEC. 4. 3. TE0LOGOS. BELARMINO 61 Sujeto al mismo pecado Aunque no exlstieran otros castigos, el mismo estado de pecado lo séria. Supone una mancha en el alma, una ceguera del entendimlento y una averslôn de la voluntad, que se aparta de Dios, asi como amores y temores desordenados. San Agustin lo explica en sus Confesiones (cf. BAC, t.2 1.1 c.12). San Juan, en el que comete pecado es siervo del pe­ cado (Io. 8,34). Es servidumbre, porque por las solas fuerzas natura'es el hombre no puede salir del estado de pecado, y, mientras esté en él, no tendrân mérito sus obras. Porque el que se clega en el pecado, no entenderâ el bien. La làmpara del cuerpo es el ojo...\ pero si tu ojo estumere enfermo, todo tu cuerpo... (Mt. 6,22-23). Lo mismo que el enfermo o el loco, que viven alegres, y, en cambio, se enfurecen con los médicos que les quieren curar. b) Cristo 1. nos redime de las très esclavitudes De la ira de Dios Dândole el honor que le es debido. El es la propiciaciïm por vuestros pecados... y por los de todo el mundo (1 lo. 2,2), que El adquiriô con su sangre (Act. 20,28); nos comprô al Padre, a quien pagô con su obediencia, pero no para dejarnos libres de El, sino para reintegrarnos a su amor y filiaciôn. Redime al que fué enviado a galeras por su padre, lo recon­ cilia con éste y le devuelve el amor y los honores de hijo. 2. De la servidumbre del demonio De éste nos librô, mediante su derrota, hacîéndonos su­ yos por derecho de guerra (Le. 11,22 y Col. 2.15). Jesucristo fué mâs tenta do del demonio que el mismo Job, puesto que lo fué hasta la muerte. Y, si Satanés consiguiô que los hom­ bres desobedecleran a Dios, Cristo, en cambio, permaneciô obediente siempre. Por eso mereciô q"e Dios llbrase de la servidumbre de Satân a los que renaclesen en Cristo. Porque viene el principe de este mundo, que en mi no tiene nada (lo. 14.30). Ahora el principe de este mundo sera arrojado tuera (lo. 12 31). Ahora el demonio estâ mâs sujeto que antes, porque relna la cruz, y los hombres de fe no deben temerle. EL JUICIO FINAL. l.<» ADV. 62 Del pecado 3. La sangre de Nuestro Senor Jesucristo borra el pecado y merece para nosotros la gracia, que «Uumina, purga, enciende, justifica y libera». No con plata y oro habéis sido rescatados..., sino con la sangre preciosa... (1 Petr. 1,18-19). Y San Pablo nos amonesta para que, pues el preclo de nuestra compra fué tan elevado (1 Cor. 6,18-20), nos libremos de la deshonestidad. Si Jesucristo fué el mercader prudente que pago con tanto sacrificio una joya, nosotros debemos estar dispuestos a darlo todo. incluso nuestra sangre, antes que perderla. Preparémonos a esta venida 4. Al conmemorar la primera venida de Cristo, debemos hacerlo como si ahora viniese a nacer verdaderamente. ôPues qué, no nace en las aimas cuando, al confesarse y verse limpias de sus pecados, reciben los bénéficies de -la redenciôn? Esta se verificô en otro tiempo, pero a nosotros no se nos aplica totalmente hasta que nos bautizamos o confesamos. C) Redenciôn de los cuerpos a) Redenciôn total 1. en la resurrecciôn Hoy no estamos aün totalmente redimidos Nuestra alma ha sido redimida del todo, y puede vivir sin pecado libremente. Pero el cuerpo estâ sujeto, por una parte, a enfermedades, muerte y vejâmenes del demonio; y por otra, a la concupiscenda, que, si nos obliga a pecar, es muy penosa, y necesita en ocasiones ser sometida con la mortlficaciôn. /.Quién me librarà de este cuerpo de muer­ te? (Rom. 7.24). Gemimos dentro de nosotros mismos suspi­ rando por la adopciôn, por la redenciôn de nuestro cuerpo (Ibid., 8,23). 2. La redenciôn total, el dia de la resurrecciôn Levate capita vestra, quoniam... Entonces, con el cuer­ po inmortal y sin tentaciones, seremos completamente re­ dimidos. SEC. 4. b) TE0LOGOS. BELARMINO 63 Temor y gozo en ese dîa Dos cl-ases de hombres: Los que estarân aresceniibus... prae timore, ante la catâstrofe final y con el miedo del fin de este mundo. Los habitantes de la celestial Jerusalén, pe­ regrinos aqui en la tierra, erigirân sus cabezas con la bienaventurada esperanza en la venida gloriosa del gran Dios... (Tit. 2,13). c) Consecuencia Son mâs los que temen ese dia que los que lo desean. La mayoria quisieran prolongar su vida en este mundo para siempre—viven como si no se concluyera—, y por lo menos desean dejar su memoria en mârmoles y estatuas. Pocos suspiran por el venga a nos tu reino... (Le. 11,2) y por lo de ya me esta preparada la corona de la justicia, que me otorgarâ..., justo juez, ... a todos los que aman su venida (2 Tim. 4,8). Parezeâmonos a los buenos judios, que pedian a las nubes que lloviesen lo antes posible al Justo. I d) Nuestra muerte es nuestro fin Aunque no percibas las senales de la terminaciôn del mundo, tienes que ver inexorablemente las del fin de tu vida. Lo mismo de anciano que joven. Después de la muerte se celebrarâ tu juicio particular. Al aima le darân la sentencia definitiva. El cuerpo descansarâ en paz esperando ru premio. Levantad, pues, vuestras cabezas con alegria. Si no lo hacemos es que, ademâs de no ser perfectos, ni siquiera nos damos cuenta de nuestra imperfecciôn. I. SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Necesidad del juicio universal Este predicador fué tan famoso como santo. Ssgùn refiere su biôgrafo francés Ferrier, Carlos V y su esposa, la emperazriz Isa­ bel, se mezclaban para oirle con el pueblo, despojados de los atavios reales. Tiene tres sermones para esta dominica. El tercero abre una serie :obr? la encarnaciôn tn los ozros dss se ocupa del juicio. Hemos tenido a la vista la ediciôn de Alcali de 15 2 (cf. Condones sacrae... D. Thomae a Villanova. ... Excellentissimo Principi Gonzalo Fernando Cordubae, Sesae Duci... nur.c.patae... Compluti, loannes a Lequerica excudebat. Anno 1572) y la de Manila (Drvi Thomae a Villanova Opera omnia, 1883). El primer sermon (De iudicio supremo, ed. Compl. fol.15), que extractamos seguidamente, contiene mezclados los afectos con la doctrina, y, dentro de aquéllos, los de confianza y alegria con los de temor. A) a) El Necesidad del juicio hombre puede ser juzgado porque es libre. La libertad es fuente del mérito El hombre puede ser juzgado, porque es el unico ser de este mundo duefio de sus propias acciones. ôQué cosa mâs sublime pudo darse a las criaturas?... Dios, dice el Sabio (Eccli. 15.14-18), creô al hombre desde el principio y lo déjà en manos de su propio consejo. Esta libertad es la fuente del mérito. Las demas cria­ turas son buenas sôlo con reallzar la idea arquetlpo que Dios se formô de ellas. «Pero en el hombre, ademâs de esta bondad natural, hemos de reconocer otra bondad moral, que consiste en la conformidad con la ley reguladora de nuestros afectos y obras. El hombre es libre de conformarse o no con esta norma». De ahi el mérito. 1. SEC. 5 AUTI b) El hom Para que sea obra perfecta Su libertad hace que merezca o desmerezca. El mérito exi­ ge ser premiado, y el démérite, castigado. Luego, si no hay un juicio que lo premie o castigue, «el hombre, para quien ha sido creado todo el universo, resultaria una obra no acabada, imperfecta». 2. Para que sea obra ordenada «La segunda razôn es la de que sin el juicio reinaria en el mundo el mayor desor den..., crimenes impunes, virtudes sin recompensa. ^Nos atreveremos a decir que Dios, que creô el mundo con su sabiduria, no lo sabe gobernar? iQué blasfemia! Este mundo es casa de Dios, y por ello tan ordenado, cual corresponde que sea la casa de tan alto Sefior». Si Dios permite un desorden transitorio, inflige después su justi­ cia a ese desorden el castigo que merece, y convirtiéndolo en orden, hace brillar su sabiduria, como la hizo brillar en la creaciôn. · j < El orador pone el triple ejemplo de un blasfemo, de un expoliador de los pobres y de un licencioso, que viven felices. Si después no encuentran el castigo, «ôdônde estâ Dios?... ôDônde la ley? ôDônde la verdad? ôDônde la justicia?... El justo es enganado; el mârtir, maltratado; la justicia resulta una expresiôn vana; la virtud, solo un nombre»... «Alegraos, pueblos, porque hay justicia, verdad y jui­ cio». Hasta los pecadores deben alegrarse al ver tal orden (Ps. 66,5). «Pero tened cuidado; si no aceptâis a Dios como guia, lo padeceréis como juez. Por eso ha dicho por el mismo profeta: Yo sé que el Senor saldrd en defensa del desvalido y a la defensa del pobre (Ps. 139,13)...» «iOh infierno necesario! iOh fuego verdaderamente hermoso! Vengas las injurias hechas al Creador y restableces, por medio de tus suplicios, el orden que el pecado destruyera... El castigo del malo y el premlo del bueno son necesarios para completar y ordenar el universo...» La palabra d<* Critto 1 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. 66 B) a) La Necesidad del juicio universal razôn: para que sea honorifico el premio E INFAMANTE EL CASTIGO «Pero tal vez podrâs decirme que para esto basta con el juicio particular. ôQué necesidad hay de otro juicio gene­ ral?... La virtud merece no sôlo un premio, sino el ser honrada pùblicamente. Es mâs, la honra es su premio mayor... Por otra parte, el pecado merece un castigo y, por encima de éste, una vergüenza humiliante. Nada mâs justo que los castigos publicos ordenados por las leyes imperiales... La vergüenza y la confusion son el mayor castigo que puede sufrir un hombre. A un animal podéis golpearle, maltratarle, matarle, pero no podréis humillarle. En cambio, el hombre que no haya sofocado todo sentimiento natural preferiria mil castigos a una vergüenza publica... Por consiguiente, es necesario que la gloria y el honor publicos acompaüen al pre­ mio, y la vergüenza y la confusion a la desgracia del malvado». Asi, pues, al juicio asistirân todas las criaturas, ângeles, hombres y demonios... «Si faltase uno, ni el premio ni el castigo serian completos...» Por eso se conocerân todos los secretos del corazôn hu­ mano... «Asi como el ojo, al ser herido por un rayo dei sol, percibe multitud de atomos que antes no veia, asi, al aparecer los rayos de la luz divina, quedarâ descublerta ante todos la muchedumbre de pensamientos, obras y deseos...» 1. Penas de los unos Los malos, como afirma el Evangelio, dirân a las montahas: jCaed sobre nosotros!... (Lc. 23,30). Todo lo querrian sufrir antes de tal vergüenza... 2 «;Bienaventurado aquel a quien le ha sido perdonado su pecado, a quien le ha sido remi* tida su indignidadD (Ps. 31.1) «gY qué pecados son éstos? Los que se confiesan... No calléis vuestros pecados a un hombre, si no queréis que un dia se manifiesten a todos...» SEC. 5. b) La AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 67 REVELACIÔN NOS ANUNCIA EL JUICIO «El Dios soberano habla, convoca a la tierra de levante a poniente. Muéstrase en Sion, perfecciôn de la hermosura. Viene nuestro Dios, y no en silendo...'» (Ps. 49.1-3). La persona del Juez C) a) Es EL MISMO Dios «No es un ângel..., porque ese honor pertenece solo a Dios Creador; a ese Dios que, habiendo sublimado la naturaleza humana hasta unirla a la divina, no puede hacerle ahora la injuria de obligarla a comparecer ante el tribunal de un ângel... Es un tribunal infallble y divino...» b) En forma humana, conocedora ùe nuestras flaquezas f ôQuién osaria presen tarse ante tribunal tan majestuoso? «îOh Senor—dice parafraseando alegôricamente el salmo 71-1—, Τύ eres bueno y misericordioso..., pero tiemblo y temo vuestro rostro de verdad. No habéis experimentado las mi­ serias y flaquezas que nos acompanan desde la nihez. Yo os suplico, Padre demente, que nos enviéis como juez al que ha conocido nuestra hambre y tristeza..., que ha probado la amarga condiciôn del hombre... Ese conoce nuestra arci11a... Yo le acepto para mi como Juez, ya que El por salvarme a mi, siervo indigno, decidiô ser juzgado y muerto... No. No rechazo al que tuve por Redentor. ôQué digo? Enviame a ese cordero inmolado por mi (Apoc. 5,6)... Es mi hermano y mi propia carne...» «El Senor oyô nuestros ruegos... El mismo Unigénito lo ha dicho: el Padre no juzgarâ a nadie, sino que ha dado todo juicio al Hijo del hombre... (Ιο. 5.27). iQué desconfianza y es­ peranza! Aunque seas el pecador mâs indigno...» Pero que tampoco se haga nadie iiusiones, nadie se duerma..., porque también rugira como leôn... y sus hijos acudirân presurosos dei Occidente (Os. 41,10)... 68 EL JUICIO FINAL. ADV. c) DESPERTAD DEL SUENO 1. Confesaos «Adelantaos al juicio por la confesiôn..., por la penitencia... Suavicemos la sentencia del Juez con nuestro liante... Lloremos un poco ahora, para no llorar en la eternidad..., fe­ lices lâgrlmas, felices gemidos...» 2. Despertaos «iAy, viendo que no sentimos el menor temblor al oir estas cosas..., ôno se creeria que no tienen nada que ver con nosotros..., que no tenemos que desempeüar papel alguno en ese drama tan tremendo ni oir sentencia alguna?... Pero los tiempos se apresuran..., y cuando menos se piensa llega el dia... Para que no dudemos ahi estâ la confirmaciôn del Seüor: El cielo y la tierra pasarân, pero mis palabras no pasarân (Le. 21,33)». «Por eso San Pablo en su Epistola hace resonar sus pa­ labras como una trompeta: Ya es hora de levantaros del sueno (Rom. 13,11). Sacudid vuestro sopor... ôOis las palabras de este Evangelio y dormis todavia? Despojémonos, pues, las obras de las tinieblas... (Rom. 13,12). jCômo se alegrarâ el que no haya escuchado estas palabras con oidos sordos!... Seüor, se estremece mi carne por temor a ti... (Ps. 118,120)...» II. BEATO JUAN DE AVILA El premio de la virtud y el castigo del pecado En los escritos del «Apôstol de Andalucla» se encuentra mate­ ria devota y original para una plâtica sobre el tema del juicio. Si Cristo premia a los que hicieron obras de misericordia con los pobres, mucho mâs recompensarâ a los que se las hacen a El directamente en la Eucaristia (cf. Libro del Santisimo Sacramento, tr.ll : «la comuniôn, prenda de vida eterna». 3-6. en Obras espirituales, ed. Apostolado de la Prensa, Madrid 1951). A) El premia de los que socorren a Cristo «Ahora dice, hermano, la divina misericordia...: Jùntate con el mismo que ha de ser tu Juez, y. en prenda de que enfonces te serâ piadoso Padre y darâ sentencia por tl, qulso SEC. Ô. AUTOKES El recibir de ti este servlcio, de tomar tus entranas por casa, para serio El tuya en el cielo... «Verdad tuya es que los que aqui hicieren misericordia, los pondrâs en el dia del juicio a tu diestra. Porque dieron de corner al hambrlento y de beber al sediento e hicieron obras semejables, les dirâs, Senor (Mt. 25,34;: Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os esta aparejado desde el primer dia dei mundo. Aunque sea tanta tu bondad y te hayas juntado con nos, y digas tu con tu santisima boca que la comida, bebida y vestido y obras de misericordia que al prôjimo dimos por ti, lo dimos a ti, no te contentaste con recibir estas obras por tercera persona, mas ordenaste tu, piadosisimo amador, este consuelo, que pudiesen los hom­ bres hacer obras de misericordia a tu misma persona. «Dichosa fué tu sacratisima Madré, dichoso el santo José, dichosos todos aquelios que te dieron comida, bebida y ves­ tido, posada y cualquier refrigerio; porque, ailende de ser gran bienaventuranza dar al hombre algo a quien todo se lo diô y remediar la criatura la necesidad de su Criador, el galardôn de aquelios taies que a la persona inmensa de Cristo hicieron buenas obras, muy mâs abundante e ilustre serâ que el de los que hacen las taies obras a otras personas por amor de El... »ôQuién tendrâ, Senor, ojos para mirar las riquezas de tu sabiduria, la grandeza de tu poder...; y como, aunque te subiste al cielo, donde ni es ya menester que te den de corner y de beber, ni recibes de nadie en persona obras de miseri­ cordia, hallaste manera como estar entre nosotros y en tu misma persona recibir de nosotros obras de misericordia, para que nosotros seamos consolados en hacerte bien y tengas tù ocasiôn de, por lo poco que nosotros te damos, darnos tu mucho en el cielo?...» B) Cristo peregrino «No piense nadie, no, que el estar el Senor alli encerrado es el fin por que alli estâ; medio es para otra cosa; y si quieres saber para qué estâ guisado y proporcionado, bien puesto debajo de aquella pequeüez, para..., recibiendo de nosotros posada, tener ocasiôn de ser El la nuestra en el cielo. Rogadle, rogadle con mucha afecciôn lo que decia David (Ps. : 30,3) Sedme, Seüor, Dios, defensa y casa de refugio para me salvar...·» «éQuién de las personas, hermanos, que en este mundo aposentô al Seftor, quedô sin muy buena paga de la posada? Su sagrada Madré fué la primera que en sus entrahas le aposentô; y El a ella la tiene aposentada en el cielo sobre El. JUICIO FINAL. 1® ADV. 70 todas las criaturas humanas y angelicas y muy junta conslgo. Una vez no mâs le dlô Zaqueo posada (Le. 19,9)... Preguntad: ôcômo ha pagado a Maria y a Marta el hospedaje que le hlcleron? (Le. 10, 38-42)... »iOh palabra dulcisima que de la boca del Seftor el dia del juicio olrâ el crlstiano que aqui hublere bien recibldo el Cuerpo del Seftor!: Huésped era, y acogisteisme; tomad el reino que os esta aparejado (Mt. 25,34-35). jOh palabra mâs que dulcisima’ En la cârcel estaba, y vinisteis a mi (Ibid., 25,36)... ôEntendéls esto?... όΝο lo vels extranjero, debajo de hâbito mâs dlsimuLado que el que llevaba cuando se junto con los discipulos que Iban a Emaus? (Le. 24,15-16). dNo habéls oido en vuestras entraftas sus santas palabras, que hacen arder el corazôn cuando el hombre ha comulgado? ôNo entendéls que desde aquella sagrada Hostla os estâ dlciendo lo que dljo a Zaqueo (Le. 19,5): Desciende apriesa, porque hoy me conviene posar en tu casa?» (tr. 11,3). C) No recibir a Cristo es senal de reprobaciôn «Mas, iay de mil, que Zaqueo descendit) presto del ârbol en que estaba, y dice el Evangelio que fué gozoso y lo recibid, y as! gozô de tal Huésped y de tal galardôn. Y hay muchos entre vosotros a quîen declros: Reclbld al Seftor, os es palabra de tristeza y amargura, y asi os quedâls sin gozar de tal fiesta y de tal galardôn. »iQué haréis, dice Isalas (10,3), en el dia de la visitaciôn y de la desventura que viene de lejos? ôQueréls ver cômo tenéls seftal que habéls de ser de aquellos reprobados? Yo os diré cuâl es, y es que respondéls ahora lo que responderân aquéllos (Mt. 25-41): Seftor, écuândo te vimos extranjero y en la cârcel, y no vinimos a ti? iOh gente desconoclda, que no entlende la misericordia ■■■■■MHflHHHMHOMMHBiSBIMMBMBBI SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA 71 de Dios! iCuândo te vlmo.s extranjero? Responderos han: Tantas veces cuantas le vLsteis en el Sacramento, alll le vlstels, y alll le veis; pldiéndoos estâ posada, y para eso desciende del cielo, no lo habiendo El menester, sino por hacer bien a vosotros, que os hacéis sordos a su voz, tenlendo en poco todo lo que os puede dar en pago del hospedaje, y teniendo en poco su divina persona y su descendida del cielo, y no curando nada de lo que El se desvelô en guisarme por manjar para que lo comâis y en abajarse a ser vuestro para que lo recibâis» (Ibid., 4). D) Cristo, desterrado en tierra que le ofende. Recibele «Decidme, hombres desconocidos: ôQué es Dios estar en.cerrado en un sagrario y en un sacramento? ôQué le falta para estar preso y encarcelado? Sino que, por el grande amor que nos tiene, El mismo se déjà prender; y verdaderamente estâ encarcelado, aunque en cârcel de amor. Quitale el amor con que allâ estâ, y verâs que es incomportable estar donde estâ... g Y piensas, cristiano, que poco hace este santisimo y limpisimo Seftor en morar en tierra donde hay pecados, y tantos pecados, y que se cometen continuamente?... j>Mas como no experimentamos la pena que es estar en este mundo miserable, extranjeros en él, ni ver ofendido a nuestro amantislmo Padre, no sabemos agradecer a nuestro Seftor el vivlr acâ con nosotros y estar encerrado en lugar tan desproporcionado a El, que sola la fuerza de su grande amor, y otra cosa no, es bastante para lo tener. >Cristiano, pues el Seftor es extranjero todavia y cami­ nante, όηο mirarâs en ello?... Hermano, ôno ves, no a Eliseo, sino al Seftor de él y a todos los profetas, al Seftor de los hombres y ângeles, pasar muchas veces delante de ti? 0N0 lo ves que lo traen en procesiôn, que lo llevan a visitar los enfermos, que lo consagran y lo alzan en la misa, que lo ponen y lo sacan del sagrario, que lo traen por la iglesla a vistas, para que se mueva tu corazôn y digas a ti mismo: Este Seftor, gran seftor es: muchas veces pasa por delante de mi; su tierra es el cielo, y extranjero es acâ; quiérole aparejar posada en tierra entraftable, donde El descanse; lumbre de fe, porque no estemos a obscuras; porque para esto anda por aqui llamando a la puerta de los corazones, para, si hay quien le quiera dar posada, pagarla muy bien? »Si esto, hermano, consideras y pusieses en obra, por ventura no estaria tu ânlma tan estéril y sln fruto de buenas obras; porque reciblendo a este Seftor, dariate parte de su santo espiritu, cuyos frutos son, como dice San Pablo EL JUICIO FINAL. 1.ϋ ADV. 72 (Gal. 5,22), caridad, gozo, paz, paciencia, con otros semejables. Mueres de hambre, atorméntate la pobreza, estâ el campo de ânima seco con esterilidad, por no querer reclbir en tus entravas al que (Ps. 77-16) saca agua de la piedra*.„ (Ibid., 5). E) Cristo, con hambre y sed. Socôrrele «Y si quieres cumplir con El esotras obras de misericor­ dia, aparejo tienes; El te las recibirâ de buena gana y te las pagarâ con grande ventaja. >Hambriento y sediento estâ. no de manjar corporal, mas de otra hambre y sed muy mayor. Y si la del cuerpo le hizo decir a la Samaritana: Dame de beber (lo. 4,7), y decir en la cruz: Sed tengo (lo. 19,28), ten por averiguado que con mayor insistenda te pide a ti que le quites aquesta hambre y aquesta sed que entonces le pedia para su cuerpo. No pienses que por otra cosa estâ aqui encerrado sino para que te dé a ti de corner y tù a El. Muchos anos ha que lo mandô decir a su apostol San Juan. Yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno quisiere abrïr, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo (Apoc. 3,20). »iOh hartura de los ângeles! Tù mucho tienes para que yo cene contigo, pues tû eres inmenso bien, que bastas a henchir de blenaventuranza y entranable alegria a todo lo que es criado... Mas, Senor, ôqué hallaste tû en mi casa? ôQué viste por mis rincones? ôQué ganados, qué aves? ôQué quieres tû, Senor, ser mi convidado y cenar conmigo? ôQué te darâ, Serior, ml pobreza que sea digno de poner a tu mesa y que comas tû de ello?»... (ibid., 6). ΠΙ. A) BOSSUET Los très motivos de la justicia divina Bossuet conserva unes apuntes, esquemâticos a trozos y a trozos mâs desarrollados. de un sermôn predicado en 1668 en la "iglesla de Santo Tomâs. del Louvre, en donde residia. Comenta tres textos escriturarios. sobre todo en la tercefa parte (cf. Oeuvres de Bos­ suet, ed. Lébel [Versailles 18161 t.ll p.203-227, y también Oeuvres de Bossuet, ed. Firmin-Didot [Paris 1877] t.2 p.161-169). SEC. 5. AUl ORES VARIO a) Exordio. El temor, principio del amor «El temor precede al amor... Es necesario que el hombre aprenda a temer la mano de Dios... antes de hablarle de la confianza. Si no, esta confianza qulzâ dégénéré en temeridad.» «El Salvador vendrâ dentro de poco lleno de verdad y de gracia..., pero la Iglesia..., que se ocupa en Adviento de prepararle sus caminos, hace que el temor abra la marcha...» b) La 1. ! ! ! justicia divina irritada Primer motivo: el poder despreciado l.° Texto biblico Y si todavîa os oponéis y no queréis obedecerme, os castigaré otras siete veces mâs por vuestros pecados... Me opondré a vosotros con furor..., quebrantaré la fuerza de vuestro orgullo... y mi aima os abominara (Lev. 26,21-30). ΐ [ J i j 1 ! i i ; i 2.° Libertad humana En el texto aducido, lo primero que encontramos es una alusiôn a la libertad humana, «que nos hace culpables y cuyo mal uso da lugar al terrible castigo de la justicia divina». Quod si nec volueritis... disciplinam. «Dios, que es soberano nuestro por naturaleza, lo ha querldo ser también por nuestra eleccion..., estimando que le f altaria algo... si no tuviese subditos voluntarios. Por eso créé los seres inteligentes, que... fuesen capaces... de someterse a su soberania por un consentlmiento deliberado.» «Pero ya os daréis cuenta de que Dios... no renuncia a su derecho... Lo que quiere es que seamos voluntariamente lo que estamos obligados a ser por ley natural...» «Aquel a qulen se lo debemos todo... qulso darnos un titulo con el que pudiéramos exigirle nuestro premio. Ahora bien, si le negamos la obediencia, entonces somos nosotros quienes le damos un titulo para nuestro castigo...» 3.° Mal uso de la libertad «Con esta libertad guerreamos contra Dios... Transgredlmos ambas tablas de la Ley... Adorarâs al Seftor tu Dios (Deut. 6,13)... ôHay quien se confiese de haber quebrantado este mandamiento?... ^Santificar los dias de fiesta? iCreéis en concienda haber cumplido con la finalidad de esta ley 74 EL JUICIO FINAL, l.o ADV. oyendo sin atenciôn ni respeto una misa de media hora escasa y que todavia parece larga?... Veinticuatro horas tiene el dia... Este pueblo me honra solo con los labios... (Mt. 15,8). Pero nosotros no le honramos ni aun con los labios. No sé qué es peor, si no alabarle ni con los labios o alabarle solo con ellos... Hoy los dias de fiesta no se diferencian de los demâs sino en que las profanaciones e irreverencias son mâs pu­ blicas, escandalosas y universales...» Y la segunda tabla, «que concierne al prôjlmo, a quien atacamos diariamente con la maledicenda...» ° El desquite. 4. «Jésus baja de las nubes para destruir de un soplo a sus enemigos... El débil se ha levantado contra el fuerte... El fuerte le ha ofrecido la paz. El débil ha querido la guerra. ôDe quién sera la victoria?... Si luchando contra Dios pudiéramos conseguir nuestra felicidad, Dios no séria Dios...» «Pero si es invariable, nadie puede ser feliz sin obedecerle, Es necesario que el rebelde sea deshecho...» «Por este motivo, dice, yo quebrantaré la fuerza de vuestro orgullo. Os endurecéis contra Dios. Dios se endurece con­ tra vosotros... Os ponéis como hombres, con toda la fuerza de vuestro corazôn; El, como Dios, con toda la fuerza del suyo, si cabe expresarse asi». « i Ay ! No existe proporclôn, y la partida es desigual. Pero vosotros habéis querido los primeros mediros con El... ôPerseverâis? Pues El perseverarâ». «Oid al profeta: veo que perseveras en retener riquezas mal adquiridas, pues lo que yo veo siempre en tus areas es una llama que devora, un tesoro de iniquidad, un tesoro mal adquirldo que quizâs pierda tu casa y acarree la muerte a tu alma (Mich. 6,10)». 2. Segundo motivo: la bondad, enojada por la ingratitud °l. Texto biblico Asi como se gozaba Yavé en vosotros haciéndoos beneficios y multiplie ândoo s, asi se gozarâ sobre vosotros arruindndoos y destruyéndoos (Deut, 28,63). °2. El amor triste «Paso a la segunda parte. Unas palabras sobre la bondad de Dios. Escuchad lo que os dice esta bondad despreciada» (textual en esta forma en Bossuet). Guardaos de entristecer al Espiritu de Dios, en el cual habéis sido sellados... (Eph. 4,30). El Espiritu Santo se alegra hacléndonos bien. Se entristece si le rechazamos... No es tanta la ofensa que se hace a su santidad como la vlolencia SEC. b. AUTORES VARIOS. BOSSUET «a que sufre su amor despreciado... Esto es, lo que segùn el Apôstol aflige al Espiritu Santo, es decir, al amor de Dios, que trabaja por ganar nuestros corazones». °3. El amor castiga Un Dios airado se muestra ante los hombres con un aparato tremendo, y, no obstante, todavia es mâs terrible cuan­ do viene, no sobre una nube de fuego o un torbellino de rayos, sino armado de sus favores y sentado en su trono de gracia. «Sicwt laetatus est... sic laetabitur. El amor desprecia­ do, rechazado..., agotado por el exceso de su abundanda, llega a secar la fuente de las gracias y hacer manar la de la venganza. Dios se ha dej ado llevar de su naturaleza bienhechora..., pero hemos afligido a su Espiritu Santo; hemos trocado la alegria de hacer bien en la alegria de castigar, y justo es que repare la tristeza que le hemos causado a su Espiritu... con un triunfo de su corazôn, con un celo de su justicia, castigando nuestras ingratitudes.» Bossuet tiene aqui solo unos apuntes, que transcribimos: He aqui el Cordero de Dios... (lo. 1,29). Y a esté puesta el hacha a la raiz de los ârboles... (Mt. 3,10). San Juan Bau­ tista pronuncia ambas frases refiriéndose al Senor. «La côlera esta siempre muy cercana a la gracia. El hacha es aplicada por los mismos bénéficies, y si la inspiraciôn divina no nos da la vida, nos mata». «ôDe dônde creéis que salen las Hamas que devoran a los cristianos desagradecidos? De sus mismos altares, de sus sacramentos, de esas llagas y de ese costado, abierto en la cruz para ser fuente de amor infinito... Todo se torna en bien para los que aman a Dios, hasta sus mismas iniquidades, dice San Agustin, porque le humillan...» (cf. De corrept. et grat., 24: PL 44,930). tOcûltadnos de la cara... del Cordero (Apoc. 6,16). No del rostro del Padre irritado..., sino del Cordero que se inmolô...» «La cruz, la redenciôn, agrava la condenaciôn y acumula los crimenes. Pone remate a la maldad». Se obscurecerâ el sol... Enfonces aparecerâ el estandarte del Hijo del hombre..., y se lamentarân... (Mt. 24,29-30). El amor se trueca en ira... Después de un pârrafo en el que canta los bénéficies de Dios, dice: «Justo es que acompase su côlera a su bondad y a nuestra ingratitud, y que su furor implacable atraviese el corazôn infiel con el mismo nûmero de saetas con que intentô atravesarlo su amor... Las gracias de Dios no se pierden... Dios las recoge dentro de si, donde su justicia las cambia en dardos penetrantes para herir a desagradecidos...» «... Asi siempre vivos y muriendo siempre; inmortales ; t ; ϋώ EL JUICIO FINAL. 1." ADV 76 para padecer, demasiado inertes para morir y demasiado débiles para afrontar los tormentos, gemlrân eternamente en sus lechos de fuego..., llevarân para siempre sobre si el peso infinito de tanto sacramento profanado, de tanta gracia rechazada; no menos afllgidos, no menos abrumados por las bondades de Dios que por el Intolerable peso de su venganza. Temblad, pues...» •/5 3. Tercer motivo: la soberania violada l.° Texto bïblico Por no haber servido a Yavé alegre y de buen corazôn, en abundanda de bienes, habrâs de servir en hambre, en sed, en desnudez a los enemigos que Yavé mandarà contra ti, El pondra sobre tu cuello un yugo de hierro, hasta que te destruya (Deut. 28,47-48). «No habéis querido vivir bajo su imperio legitimo y dul­ ce; pues seréls justamente sometldos a una dura e insoportable tirania». Imperio legitimo y dulce «Imperio el mâs legitimo... Por la creaciôn. sùbditos; por la redenclôn, hijos... Llevamos su marca, creados a su semejanza y sellados por el Espiritu San to...» Imperio dulce, puesto que es natural. «Con razôn se promete alegria del corazôn a los que sirven al Sefior, su Dios. Porque todo el que vive en el estado exigldo por su naturaleza vive satlsfecho...» «Nadie sabe mejor lo que nos es propio que el que nos ha creado. Nadie puede dâmoslo mejor, puesto que es todopoderoso». ° 2. El imperio de Cristo por el de Satdn «iOh criaturas rebeldes, oh pecadores... dlctad vuestra sentencla!... êQué merecen los que rehusan someterse a gobierno tan ventajoso y tan justo?... iAy! ôQué mere­ cen sino encontrar, en vez de un yugo agradable, uno de hierro; en lugar de un Sefior legitimo, un usurpador vio­ lento...: en lugar... de la abundanda, el hambre, la sed, la desnudez y una extrema miseria? >ôNecesitaré declros cuâl es el enemlgo que Dios suscltarâ contra vosotros? »Pues el que, habléndose declarado enemlgo y no pudlendo nada contra El, se revuelve contra su Imagen y la destroza y la deshonra flngléndose con su espirltu envidloso que estâ saclando su venganza. Es Satân con sus ângeles. Espiritus negros..., que no son capaces mâs que de esa negra y maligna satlsfacciôn que encuentran los malos en ° 3. SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 77 hallar cômpllces, los envidiosos en tener compafieros, los soberblos caidos en arrastrar a otros consigo». Ese Satanâs es comparado por Ezequlel con Faraôn, cuando se consuela de su derrota, al verse de pie en mltad de todo su ejército destrozado y muerto (Ez. 32,30-32). 4. ° Recuerda tu bautismo En sus exorcismos te dijeron: Maledicte damnate, y arrojaron de tl el poder de las tinieblas. Da locum Deo vi­ vo et vero: el Imperio de Dios (cf. Ritual del bautismo, exorcismo). Son pompas de Satanâs todo lo que corrompe la modes­ tia, encanta los ojos y slrve de ostentaciôn y triunfo a la vanidad dei mundo, todo lo que parece ser grande, y no es nada. ^Operatio eorum est hominis eversio (cf. Tertuliano. Apolog. adv. gentes, 22: PL 1,471). Tû que corrompes los prlncipios de la religiôn y del temor de Dios con tus peligrosos donaires (era la época volteriana...), vosotras las que no sôlo presumis con vanidad y ostentaciôn, sino que, por asi decirlo, armâls (con adornos Incentivos) vuestra belleza corruptora del inocente...» «Asi hemos vuelto a erigir este trono que habia sido derrlbado y este imperio de la inlquidad, corrompido el bautlsmo, borrado la cruz de Jesûs impresa en nuestra tren­ te, rechazado esta unciôn santa, esta unclôn real que nos habia constituido reyes, cristos y ungldos por Dios; profanado el cuerpo y sangre de Cristo, y qulén sabe si el orden sacerdotal. En fin, todos los misterlos del cristlanismo se han convertldo en juguete de los demonlos». 5. ° Peroraciôn El Sefior, «revestido de todos sus derechos contra los pe­ cadores... vendrâ a establecer a Crlsto en su trono... Habiamos nacldo para reyes... (Apoc. 5,10). Vuelve, ioh Jeremias!, renueva tus gemidos... ôNo nos avergonzamos de estos hlerros, nosotros a quienes Crlsto hlzo reyes?...> «Renovemos el bautlsmo... Antes llamar la atenciôn que agradar demasiado. Antes despreclada que vana y soberbla, antes sola y abandonada que demasiado querlda y persegulda». «ôDônde estâ el agua del bautlsmo? iAh!, zambullâmonos en el agua de la penitencla... No salgamos de ella hasta que Jesûs nos llame y nos conduzca...» EI. JUICIO FINAL. 1.” ADV. B) El endurecimiento del pecador A vecesBossuet, el predicador que enfrentarse con undelante^e problema concre^ el 1 detiene diciembre de 1669, predica Luis XIV, que vivia ya en pleno escândalo. Su sermon, meno! esel anter;or· θ5 un no solamente por la deli2a?a su f5?10’ s.ino Por su santa libertad. Lo damos en S parrafo notable (cf. Oeuvres de Bossuet ed. Lébel, t.ll p.139-171 ; ed. Firmin-Didot, t.2, p.142-152). a) Exordio Hora est iam de somno surgere. En esta corte tan viva y preocupada, «la mayoria languidece en su corazôn con letargia mortal... Solo vela realmente el que attende a su salvaciôn... ôQué hay. por tanto, en este auditorio sino un pesado sueôo?... He aqui por qué la Iglesia nos lee en la misa de este dia la historia del ùltimo juicio»... Por eso yo os grito con San Pablo: Hora est iam... b) Proposiciôn La causa de los pecados y desgracias de la humanidad es siempre la falta de consideraciôn y vigilancia..., que, si es necesaria para prévenir la caida, es mâs necesaria todavia al pecador para levantarse de la ruina... Mil pasajes de la Escritura repiten: vigilad... c) Primera 1 parte: al endürecido No pensar en Dios o en su justicia es una clase de ateismo Cuide el sensual no sea que Dios le abandone y le haga caer en el verdadero ateismo. Pero hay otro. El de los que no plensan en Dios, aun cuando creen en él. «Aquello en que no pensamos es como si no exlstiera para nosotros. Hay quienes dicen en su co­ razôn que Dios no existe, que no le juzgan digno de que se piense en él seriamente... éQuién de nosotros no estâ entre éstos?» No hablo, dice Bossuet, a los criminales, sino a los que... Y enumera una larga lista de pecados de la corte. SEC. Ô. 2. AUTORES VARIOS. EOSSUET 79 tCreéis que Dios no os ve? El que hizo el oido, éno va a oîr? El que hizo el ojo, (,ηο va a ver? (Ps. 93,9). «Os abandonâls a la alegria y vivis en vuestras delicias criminales, sin sospechar siquiera que quien os lo prohibe... vendrâ de repente a turbar de manera terrible vuestros placeres con el rigor de su juicio...» 3. El porqué del endurecimiento l.° î,Cômo podemos vivir sin darnos cuenta? Esta inconsciencia se explica por lo limitado de nuestro entendimiento, que no se ve mâs que a si mismo. Cuando estâmes llenos de ira, creemos que todos lo estân; cuando dormimos, creemos que todos tienen suefio. Cuando el pe­ cador languidece en la ociosidad, el placer y la impenitencia, créé que Dios languidece también y duerme. Pero Dios no duerme «Aunque esas mujeres infieles y esos hombres corrompidos y corruptores se oculten en las sombras de la noche..., serân descubiertos en el dia prescrite». ° 2. 3.° El endurecimiento es el mayor castigo No quiero hablaros solo dei juicio e infierno, sino haceros ver, por si acaso la tranquilidad en que vivis os elega, que esa mayor tranquilidad es el mâs grande castigo... Dios a veces, a fuerza de estar irritado, guarda dentro de si mismo su cèlera, y el pecador, maravillado de lo constante de su prosperidad y del curso afortunado de sus asuntos, cree que no tiene que temer... Es el peor castigo... Es el sueno... Dicen los Santos Padres que, cuanto mâs severo es el pecador consigo mismo, mâs blando es Dios para juzgarle (cf. Tertuliano, De poenitent., 1.10: PL 1,1355). «Pero cuando tenemos la desgracia de estar de acuerdo con nuestros pecados..., nuestros males casi no tienen ya remedio» Ved lo que suele acontecer. «Isaias nos présenta a Dios con la copa de la cèlera en la mano. Τύ que has bebido de la mano de Yavé el câliz de su ira... (Is. 51,17)... Es un brebaje espumoso... que se sube a la cabeza de los pecadores... Beben un primer vaso, y la cabeza les comienza a dar vueltas..., es decir, que en el ardor de sus pasiones, la reflexièn, medio apagada, no engendra mâs que luces dudosas... Se ven las verdades de la religion... a través de una bruma. Es lo que se llama en la Escritura el espiritu del vertigo (Is. 19,14)... Pero todavia deploran sus debilidades... i Bebed, bebed, pe­ cadores; bebed hasta la ùltima gota!... ôQué encontrâis en el fonde?. Tû que has apurado hasta las heces el câliz EL JUICIO FINAL. l.y ADV. 80 que aturde (Is. 51.17)... Caldos en medio de la calle, tan dormidos que parecian muertos (ibid., 51,20)... Imagen de los grandes pecadores, pierden todo conocimlento de Dios..., pecan sin escrüpulos, recuerdan sin pena, se confiesan sin compunciôn, recaen sin mledo, perseveran sin inquietud, y terminan por morlr sin arrepentimiento... Atesorândote ira (Rom. 2,5)>. d) Segunda parte: al perezoso 1. Texto sagrado Velad, porque no sabéis cuândo llegard nuestro Sefior (Mt. 24,42-44 y Le. 12,39ss). l.° Cristo desea sorprendernos Unico medio de enitar la sorpresa: nigilar. 34 tiempo imita de lejos a la eternidad, dice San Agus­ «El tin» (Enarrat, in Ps. 9,7: PL 36,120). Y haclendo que un dia se parezea a otro, no nos damos cuenta de que pasa. Las arrugas. achaques, etc., llegan poco a poco y no las advertlmos. Por eso, vlgllad. ° 2. 2. Objeciones resueltas Algunos desmienten a Dios y le dlcen: Me adelantaré a tu côlera y me confesaré antes de morlr. Esa hora es un secreto de Dios. Hasta el fin dei mundo, a pesar de sus sefiales, cogéra de improviso—la muerte estâ oculta en el aire, los alimentos, las mismas medicinas—, Dios dijo que su voluntad era ésa. San Agustin comenta: Latet ultimus dies ut observentur omnes dies (Serm. 39,1: PL 38,241). Aun cuando estuvlerais seguros de vlvlr mucho, mâs fuerte serâ las costumbre de pecar. La misma vejez no tem­ pla la pasiôn. El orador recuerda a los ancianos acusadores de Susana (Dan. 13,10-19) y la vejez deplorable de Sa­ lomôn (.3 Reg. 11,4). 3. tQue podréis convertiros cuando querâis? «Pero èqué razôn mâs apremlante tendréis enfonces...? ôHabrâ otro Jesucrlsfo, otro Evangelio, otra fe, otra esperanza, otro paraiso, otro infierno?...» Desengafiaos (y aqui parece hablar directamente al rey, encadenado por sus amorios). «Cuando esa pasiôn que os domina ahora, cuan­ do ese secreto tlrano de vuestro corazôn haya perdldo su S-t:1· - ; SEC. 5. ■ ·>Χν'< ·' ■ . Tjuryryww-ir-i AUTOKES VAKJ.O3. BOSSUET 81 dominio, no por eso seréis libres... Si no os vigilâls, Io uni­ co que hard sera dar paso a otro viclo..., dejar un sucesor de su misma camada>... 4. Castigos actuales Pone el ejemplo palaciego del que pasea con satisfacciôn por la corte sin saber que ya ha perdldo el favor real. La j usticia de Dios también tiene sus secretos. A veces el pecador, sin saberlo, estâ ya condenado. Recuerda que la retirada de las gracias y el endurecimiento de los pecadores constituye su mayor castigo. 5. Peroraciôn Muy larga esta vez. Se ve su deseo de mover a la corte y al rey. Pide que no sôlo le oigan, sino que plensen lo que ha dicho. Termina con este pârrafo, modelo en su género literario y en su santo atrevimiento : «iOh gran rey, que habéis excedido a tantos y tan augus­ tos predecesores vuestros; a quien vemos infatigablemente requerido por los grandes negocios de vuestro Estado, que abarcan los de toda Europa! Yo propongo a vuestro genio un trabajo mâs importante y un objeto mucho mâs digno de atenciôn: el servicio de Dios y vuestra salvaciôn. Por­ que ôde qué ha de serviros, Majestad, haber levantado a tan alta cima la gloria de vuestra Francia..., si, después de haber llenado el mundo con vuestro nombre y la histo­ ria con vuestros hechos, no os preocupâis ademâs de que estas obras valgan algo delante de Dios y merezcan ser escritas en el libro de la vida? èNo habéis visto, Seûor, en el evangelio del dia de hoy la extrafïeza con que se alarma el mundo al ver acercarse el momento horrible en que Jé­ sus aparecerâ con toda su majestad? Si los astros, los elementos, estas inmensas obras que la mano de Dios pareciô construlr para la eternidad, se ven amenazadas de ruina, ôqué serâ de las obras erigidas por los hombres? ôNo veis ese fuego... que devora en un dia ciudades, fortalezas, palacios y casas de recreo, arsenales, mârmoles, inscripciones, titulos e historias, y que convertirâ primero en Hamas y después en cenizas los monumentos de los reyes? ôEn qué consiste la grandeza de lo que un dia no serâ mâs que polvo? Otros fastos hay que obrar y otros anales que escribir. Dios, sefiores, escribe el diario de nuestra vlda...> EL JUICIO FINAL. !.“ ADV. 82 IV. BOURDALOUE La fe y la razôn en el juicio de Dios En 1670, ante Luis XIV, Bourdaloue dice que Cristo, en cuanto Rey. juzgarâ a subditos y reyes. La norma del juicio serâ argiiir a los hombres segûn los dictados de su fe y razôn, y expone los pe­ cados de aqu.llûs como contrarios a ambas (cf. Serm. para el Dom. I de Adv. en Los dos Advientos, t.l, ed. en espanol de Bias Roman [Madrid 1776] p.42-67. El mismo texto puede verse tam­ bién en Obras del P. Bourdaloue: Aaviento, Cuaresma, Domini­ cas, trad. cast, de Rücker y Constancin [Valparaiso 1899], t.l p.38-64). A) Cristo, Juez en cuanto Rey (Ibid., p.l.a c.l a.l). b) En que consiste la vida divina y su participaciôn La vida es el movimiento determinado por principios intrinsecos. (Cuanto mâs intrinsecos sean, mâs noble y mâs indépendante en su operaciôn resulta la vida. Por ello, la intelectual del hombre es mâs noble que la puramente vegetatlva de las plantas.) La de Dios consiste, pues, en entenderse y amarse a si mismo. en su vislôn y amor beatlficos (Summa Theol., 1, q.18 a.3). Nuestra vida divina estâ constituida por la participaciôn en ese modo propio de Dios de entender y amar, mediante la caridad y la fe, elevadas por la gracia. Esta es la vida cterna, que te conozcan a ti, ûnico Dios verdadero... (lo. 17,3). Con ello nos preparamos para el conocimiento intultlvo y el amor de Dios, que perteccionsjûn la participaciôn que se nos otorga. .. : ÏJ ■S ii! |J JJ Bïj SB Bïj ■1 U| EL JUICIO FINAL. l.u ADV. 86 C) a) Esta 1. La obra se cumple en el cielo vida en la tierra no esta mâs que en germen Porque puede perderse «En los planes de Dios... esta vida es, por su naturaleza, inmortal; pero podemos, no obstante, perderla y recaer en la muerte por el pecado». 2. Porque admite desarrollo «No debemos olvidar que esta vida divina... solamente la recibimos en germen; tiene que crecer y desarrollarse... y sostenerse incesantemente para acercarnos al divino mo­ dèle». Asi cada dia, dice San Pablo, el hombre... natural se aproxima mâs a la muerte; por el contrario, el hombre in­ terior, que ha recibido la vida, mediante el nacimiento sobrenatural del bautismo... recreado... en la justicia de Cristo..., se renueva de dia en dia (2 Cor. 4,16): Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrom­ pe, nuestro hombre interior se renueva de dia en dia (2 Cor. . 4,16) b) LA vida sobrenatural tiene su perfecciôn en LA GLORIA Carisimos, ahora somos hijos de Dios... Cuando aparezca Dios, seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es (1 lo. 3,2). Entonces el Padre reconocerâ en nosotros los rasgos de su Hijo muy amado y pondrâ en nosotros sus complacendas... Cuando se manifeste Cristo, nuestra vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con El (Col. 3,4). La fe se convierte en vision. Al présenté conozco solo en par­ te, entonces conoceré como soy conocido (1 Cor. 13,12). «Ve­ remos a Cristo Jésus..., que quiso ser nuestro hermano ma­ yor... A El le cantaremos...: Con tu sangre, Senor, nos has rescatado; nos hiciste reinar con Dios en su reino...» (Apoc. 5,9). «Ver a Dios como El es, viene a ser el primer elemento de esa participaciôn de la naturaleza divina que constituye la vida bienaventurada... Pero amaremos a Dios igualmente... Si aun en este valle de lâgrlmas, en donde... tenemos... que luchar y llorar, el amor es ya tan fuerte en dertas ai­ mas..., ôqué sera ese amor cuando se abrace con el Bien in­ finito?...» (p.2? c.13 a.l). SEC. 5. D) AUTORES VARIOS. COLUMBA ΜΛΚΜΙΟΝ Ultima victoria y presentacion al Padre Victoria sobre la muerte.—Gozaremos de Dios. En la cruz Cristo triimfô sobre la muerte. Desde entonces vive una vida perfecta en todo su esplendor. La muerte no tiene va domi­ nio sobre El (Rom. 6,9). Pero, lo mismo que resucitô El, tam­ bién nos resucitarâ a nosotros en el dia del juicio. Y nos resucitô y nos sentô en los cielos por Cristo Jesus... (Eph. 2,6). El dia del juicio sera la manifestaciôn del triunfo. «Luego vendra el fin, en que Cristo entregarâ al Padre el reino conquistado con sus merecimientos... La muerte sera el ultimo enemigo derrotado...» Entonces, resucitados los muertos, y entre el sonido de las trompetas angélicas, «Cristo poseerâ a esa Iglesia, a la que tanto amô y por la que diô su vida para que fuese gloriosa...» (Eph. 5,27), y mostrarâ al Padre la multitud de los escogidos. En este dia Cristo se présenta triunfador con los santos y puede decir que realmente ha terminado su obra. Oi una vos como de gran muchedumbre y como voz de muchas aguas... que decia... Alleluia: porque ha establecido su reino el Seüor Dios... Alegrémonos, porque... han llegado las bodas del Cordero (Cristo) y su esposa (la Iglesia triunfante) estâ dispuesta y fuéle otorgado revestirse de lino, brillante y puro (Apoc. 19,6-8). «iOh, qué espectâculo tan glorioso sera ver ese reino sometido a Jésus, contemplar la obra de su sangre y de su gracia ofrecida al Padre celestial por el mismo Jesucristo!... iQué alegria poder formar parte de ese reino, junto con Maria y los ângeles!... Entonces si que podrâ Jésus volver a decir con toda verdad: Padre, he terminado la obra que me encomendaste (lo. 17,4); entonces tendrân realidad cumplida los anhelos... de su corazôn sagrado en la ûltima Cena...» (p.2.a c.13 a.2). «No digamos que un grado mâs o menos de gloria no nos interesa. ôHay algo que no importe cuando se trata... de una dicha y una vida sin fin, de las que Dios es la misma fuente?...» ôTan menguado es nuestro amor a Cristo, que le regateamos la gloria que ha de tener el dia de su triunfo? Su gloria serâ nuestra santidad (ibid., a.3). SECC10N VI. TEXTOS PONTIFICIOS SOBRE LA EPISTOLA A) «Es hora de levantarnos del sueno» a) La doctrina social de la Y OBLIGATORIA Iglesia es clara La doctrina social de la Iglesia es clara en. todos sus aspectos Es obligatoria. Ninguno se puede apartar de ella sin peligro para la fe y para el orden moral. No es, pues, licito a ningtm catôlico, ni mucho menos a los que pertenecen a vuestras organizaciones, prestar adhesion a teorias y sistemas sociales que la Iglesia ha repudiado o a proposito de los cuales ha puesto en guardia a sus fieles (Pio XII, A la Action Catôlica Italiana, 29 de abril de 1945). b) DE DONDE SERIA CONDENABLE UN AISLAMIENTO EGOISTA, CUANDO LA GRAVEDAD DEL MOMENTO EXIGE LA COLABORACIÔN DE TODOS Un cristiano convencido no puede encerrarse en un cômodo y egoista aislacionisino cuândo es testigo de las necesidades y mise­ rias de sus hermanos; cuândo le llegan los gritos de socorro de los desheredados de la fortuna; cuândo conoce las aspiraciones de las clases trabajadoras hacia unas condiciones de vida mâs razonables y justas ; cuândo se da cuenta de los abusos de una concepciôn econômica que pone el dinero por encima de los deberes so­ ciales; cuândo no olvida las desviaciones de un intransigente nacionalismo. que niega o conculca la solidaridad, que impone a cada uno multiples deberes para con la gran familia de las naciones (Pfo XH, Radiomensaje de Navidad de 1948). SEC. 6. c) TEXTOS PONTIFICIOS 89 Ni reserva, pues, ni frîa indiferencia ; intervenciôn EN LOS PROBLEMAS SOCIALES La fidelidad dei catôlico al divino patrimonio de la verdad, legado por Jesucristo al magisterio de la Iglesia, de ningun modo le condena a recelosa reserva o a una fria indiferencia frente a los graves y urgentes deberes de la hora présente, como no pocos creen o fingen creer. Por el contrario, el espiritu y el ejemplo del Sen or, que vino para buscar y salvar lo que estaba perdido; el precepto del amor y. en general, el sentido social que irradia de la Buena Nueva; la historia de la Iglesia, que demuestra como ella ha sido siempre el mâs firme y constante sostén de todas las fuerzas del bien y de la paz; las ensehanzas y exhortaciones de los Romanos Pontifices, especialmente en el decurso de los ultimos decenios, sobre la con­ ducta de los cristianos para con el prôjimo, con la sociedad y el Estado, todo ello proclama la obligaciôn del creyente de preocuparse, segun su condiciôn y posibilidades, con desinterés y con va­ lor, de las cuestiones que un mundo atormentado y agitado debe resolver en el campo de la justicia social, no menos que en el or­ den intemacional del derecho y de la paz (Pïo ΧΠ, Radiomensaje de Navidad de 1948). d) NO ES HORA DE LAMENTOS, SINO DE ACCION No lamentes, sino acciôn, es el precepto de la hora présente; no lamentos sobre lo que es o lo que fué, sino reconstrucciôn de lo que surgira y debe surgir para bien de la sociedad. Toca a los mejores y mâs selectos miembros de la cristiandad, penetrados de un entusiasmo de cruzados, el reunirse en espiritu de verdad, de justicia y de amor al grito de «Dios lo quiere», prestos a servir, a sacrificarse. como los antiguos cruzados (Pio XU, Mensaje de Na­ vidad de 1942). e) Es HORA DE DESPERTAR DEL SUEffo, PORQUE SE ACERCA NUESTRA SALVACIÔN Y ahora ha llegado el tiempo. amados hijos. Ha llegado ya el tiempo de realizar los pasos definitivos; es el momento de sacudir el funesto letargo ; es la hora de que todos los buenos, todos los que se preocupan de los destines dei mundo, se unan y aprieten sus filas; es el momento de repetir con el Apôstol : Hora est iam nos de somno surgere (Rom. 13,11): jEs hora de despertarnos del suefio, porque esta cerca nuestra salvaciôn! (Pfo ΧΠ. Exhortaciôn pontificia a los fieles de Roma, io de febrero de 1952, n.6: «Eccle­ sia», n.553, 16 de febrero de 1952, p.5). “— 90 EL JUICIO FINAL. I.” ADV. B) «Nuestra salud esta ahora mâs cercana» a) Todos 1. suspiran por un orden nuevo, pero especial- MENTE LOS TRABAJADORES Aspiraciôn resuelta Es verdad que las varias partes, divergentes en las ideas y en los fines, concuerdan, sin embargo, en la aspiraciôn de un nuevo orden y no creen posible o deseable un puro y simple retomo a las condiciones anteriores. 2. Con mayor agudeza en los que viven del trabajo Ninguno podrâ maravillarse de que este anhelo aguijoneado se deje sentir con mayor agudeza en medio de aquellas numerosas clases que viven del trabajo de sus manos, siempre obligadas, en paz y guerra, a saborear mâs que otros el amargor de las desarmonias economicas estatales e internacionales, v menos se asombrarâ la Iglesia, que, siendo madré comûn de todos, siente y comprende mejor el grito que espontane^mente exhala la atormentada Humanidad (Pio ΧΠ. Mensaje de Navidad de 1940: Nueva Coleccion de Enciclicas, p.4 b) Hay que rehacer el mundo, desde sus cimientos, ba jo LA GUÎA DE LA IGLESIA Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos ; lo que es preciso transformar de selvâtico en humano, de humano en divino, es decir, segùn el corazôn de Dios. Millones y millones de hombres daman por un cambio de ruta y miran a la Iglesia de Cristo como a poderoso y ùnico timonel que. respetando la li­ bertad humana, pueda ponerse a la cabeza de tan grande empresa, y supllcan con palabras clarisimas que sea ella su guia : y mâs aùn. con lâgrimas ya derramadas, con las heridas todavîa sangrantes, seûalando los inmensos cemenierios que el od:o organ izado v armado ha extendido sobre los continentes (Pio XII, Exhor­ tation pontificia a los fieles de Roma. 10 de febrero de 1932. n.7: «Ecclesia», n.553. 16 de febrero de 1952. p.5). C) No ES BUEN CAMINO RESOLVER SÔLO LOS PROBLEMAS ECONÔMICOS Y NO LOS MORALES En opiniôn de algunos. la llamada «cuestiôn social» es solamente econômica. siendo. por el contrario, ciertîsimo que es principalmente moral y religiosa, y por esto ha de resolverse en conformi- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 91 dad con las leyes de la moral y de la religion. Aumentad el salario al obrero, disminuid las boras de trabajo, reducid el precio de los alimentes; pero si con esto dejâis que oiga ciertas doctrinas y se mire en ciertos ejemplos que inducen a perder el respeto debido a Dios y a la corrupcién de las costumbres, sus mismos trabajos y ganancias resultarân arruinados. La experiencia cotidiana ensena que muchos obreros de vida depravada y desprovistos de religion viven en deplorable miseria, aunque con menos trabajo obtengan mayor salario. Alejad del alma los sentimientos que infiltrô la educaciôn cristiana, quitad la prevision, modestia, parsimonia, paciencia y las demâs virtudes morales, e inûtilmente se obtendrâ la prosperidad, aunque con grandes esfuerzos se pretenda (Leôn XIII, Graves de communi, 1901). d) NUESTRA VIDA, INCLUSO EN EL ORDEN RELIGIOSO, PECA MUCHO DE EGOÎSTA «Si todos, en todas partes y siempre, observaran esta ley, pron­ to volveria a sus limites ne la equidad y de la justa distribuciôn, no solo la producciôn y adquisiciôn de las cosas, sino también el consumo de las riquezas, que hoy con frecuencia tan desordenado se nos ofrece; al egoismo, que es la mancha y el gran pecado de nuestros dias, substituiria en la prâctica y en los hechos la ley suavisima, pero a la vez eficacisima, de la moderation cristiana, que manda al hombre buscar pr.mero el reino de Dios y su justicia (Mt. 6.33), porque sabe ciertamente, por la segura promesa de la liber alidad divina, que los bienes temporales le serân dados por afiadidura en la medida que le hicieren falta» (Pio XI, Quadragesimo Anno, 55). C) a) Para «y vistamos las armas de la luz» resolver el problema se requière la prâctica DE LAS VIRTUDES Pero si considérâmes este asunto mâs diligente e intimamente. claramente descubriremos que a esta restauraciôn social tan deseada debe précéder la rénovation profunda del espiritu cristiano, dei cual se han apartado desgraciadamente tantos hombres dedicados a la economia (Pio XI, Quadragesimo Anno, n.52 : Nueva Colecciôn de □iïiciclicas, p.621). b) Y LA RESTAURACIÔN DE LAS COSTUMBRES CRISTIANAS Den leyes y ordenanzas previsoras los que gobiernan los Estados; tengan presenten sus deberes los ricos y los amos; esfuércense. como es razôn, los proletarios cuya es la causa, y puesto que la religiôn, como al principio dijimos. es la ûnica que puede arran- tL JU1C1U FINAL 92 1." ADV. car de ralz el mal, pongan tod as las miras principalmente en reslaurar las cost umbres cristianas, sin las cuales esas mismas annas de la prudencia, que se lienen como muy idôneas, valdrân muy poco para alcanzar el fin deseado (Leôn XIII, Renan Novaruin, n.45: Nueva Colecclôn de Enciolicas, p.579). D) a) Sobre uAndemos decentemente» todo, race falta abnegaciôn, sacrificio Y HEROÎSMO Hay que reconocer que el ser fieles siempre y on todas partes, sin reservas y sin transiciones, a los mandamlentoR de la ley de Dios, plde dia tras dia un dominio de si mismo, un esfuerzo cons­ tante y una abnegaciôn que llega a voces hasta el heroismo, que es precisamente la caracteristica dei testimonio sangriento (Pfo XII, Normas a los grupos Italianos del Renacimiento Cristiano: «Eccle­ sia», vj [19471 117). b) En LOS MISMOS OBREROS SE REQUIERE MODERACIÔN Consideraremos las cosas précticamente y con toda slnceridad. Hay por todas partes una sensaciôn de malcstar y de disgusto. El trabajador no esta contento con su suerte y con la de su familia. Asegura que lo que gana no es proporcionado a sus necesidades. Nadie como la Iglesia ha defendido y deflende las Justas peticiones de los trabajadores. Pero semejante desproporciôn e insuûclencla, jse debe siempre y ûnlcamenle a la escasez de lo que se gana? ôNo entra en ella para nada el aumento de las necesi­ dades? Sln duda nlnguna que hay necesidades que tienen que ser satisfechas urgentemente. Los alimentos, el vestldo, la habitadôn. la Mucaciôn de los hijos, lo necesario para el aima y para el cuerpo. Pero queremos aludlr a otras exigendas que demuestran de qué manera la moderna y anticrlstiana ansia desenfrenada de placer y la despreocupaclôn tienden a penetrar también en el mundo obrero. Las arduas circunstandas econômicas del tiempo de guerra hlcleron perder hasta la poslbllldad de ahorro. Pero hoy todavia no se ha vuelto a su sentido ni a su idea (Discurso del ιυα a las Asociaclones Catôlicas de Trabaiadorcs Italianos, 29 eV junio de 1948: «Ecclesia», n.’JGô, 10 de Julio de 1948, p.6>. C) SUFRIR y PADECER es la SUERTE DEL HOMBRE SOBRE LA TIERRA Sea, pues, el primer principio, y como la base de todo. que no hay màs remedio que acomodarse a la condlciôn humana, que en la sodedad civil no pueden ser iguales los altos y los bajos. AfAnanse, es verdad, por ello los socialistas, pero es en vano y contra la naturaleza misma de las cosas ese afAn. Porque ha puesto en SEC. fi. TEXTOS i'ONTXFICIOS 93 los hombres la naturaleza misma grandfoimas y muchas deslguaidades. No son iguales los talon vos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud, ni las fuerzas; y do la necesarla deslgualdad de estas cosas slgue.se espontAneamente deslgualdad en la fortuna. Lo cual es claramente conveniente a la utilldad, asi de los particulares coino de la comunidad; porque neceslta para su goblorno la vida comûn do facultadcs diversas y oflclos diversos; y lo quo hacia ello princlpalmente mueve a los hombres es la diversldad de la fortuna de cada uno. Y por lo que toca al trabajo corporal, ni aun en el estado de inocencia habia de estar el hombre completamcnte ocloso; mas lo que para esparclmlento dei Animo habria enfon­ ces buscado libremente la volunlad, eso mismo dcspués por necesldad, y no sln fatiga, tuvo que hacer en explaclôn de su pecado... Y del mismo modo no han de tener fin en este mundo las otras penalidades, porque los males que al pecado siguleron son Asperos de sufrir, duros y dlficiles, y de nocesidad han de acompahar al hom­ bre hasta lo ultimo de su vida. Asi que sufrir y padecer es la suer­ te del hombre, y, pox* mAs tentativas que el hombre haga, con ninguna fuerza, con nlnguna industria podrA arrancar enteramente de la vida humana estas incomodidades. Los que dicen que lo pueden hacer, los que al desgraciado pueblo prometen una vida exenta de toda fatiga y dolor y regalada con holganzas e incesuntes placeres, lo inducen a error, lo engaûan con fraude, del cual brotarân algûn dia males mayores que los présentés. Lo mejor es mi­ rar las cosas humanas como son en si y, al mismo tiempo, buscar en otra parte... el remedio conveniente a estas necesidades (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 14). d) IGUALDAD ESENCIAL DE TODOS LOS HOMBRES Y DESIGUALDADES INDIVIDUALES DERIVADAS DE LA DIFERENCIA DE CAPACIDADES Nadle duda ser todos los hombres iguales, si se mira a su comûn origen y naturaleza, al fin ultimo a que todos estân encaminados y a los derechos y obligaclones que do ello emanan ; mas como no pueden ser Iguales las capacidades de los hombres, y dis­ tan mucho uno de otro por razôn de las fuerzas corporales o del espirltu, y son tantas las dlferencias de costumbres, voluntaries y temperamentos, nada mAs repugnante a la razôn que el pretender abarcarlo y confundirlo todo y llevar a las leyes de la vida civil tan rlgurosa Igualdad. Asi como la perfecta constltuclôn del cuerpo humano resulta de la Juntura y composlclôn de mlcmbros di­ versos, que, desemeJAnriose de forma y funclones, atados y pmstos en sus proplos lugares, constltuyen un organlmo hermoso a la vista, vlgoroso y apto para bien funclonar, asi en la humana socledad es casi Infinita la desemejanza de los individuos que la forman; y si todos fueran iguales y cada uno se riglera a su arbi­ trio. nada habria mAs deforme que somejante socledad; m'entras que si todos, en distinto grado de dlgn’riad, oflclos y aptitudes, armonlosamente consplran al bien comûn, retratarAn la Imogen de una ciuriad bien constltuida y segûn la plde la naturaleza (Leôn XIII, Humanum genus, 23). 94 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. e) El Papa deplora el crecimiento de un lujo inmoderado Y MATERIALISTA, QUE CONTRASTA CON LA MISERIA DE MUCHOS Pero no podemos hablar de placeres y comodidades sin quejarnos y déplorai los gastos de un credente lujo intolerable, que choca âsperamente con la miseria y la indigenda de muchos. El lujo y el ansia de placeres son consecuencia de una concepciôn y una prâctica le la vida manchada de maserialismo y crean cost umbres correspondientes a tal materialismo. ^Acaso podria ocurrir de otro modo? Porque cuando el nombre pierde la concienda de su dignidad, cuando en sus obras abandona la moderacicn y el equilibrio, cuando no valora lo que es espiritual, sobrenatural y eterno, lejos de considerarlo fuente de verdadera felicidad, entonces se déjà 11evar por la avaricia y la desenfrenada apetenda de bienes terrenos, y, en lugar de reverenciar a Dios y a su Majestad divina, se cultiva en substituciôn suya la técnica y la fuerza bruta y ciega (Pfo ΧΠ, Discurso a los cardenales, arzobispos y obispos que asistieron a la proclamation del dogma asuntionista: «Ecclesia», n.488 18 de noviembre de 1950, p.6). f) POR ESO EXHORTA A LA ABSTINENCIA Y A LA ABNEGACIÔN GENEROSA Y VOLUNTARIA Pero no es licito que la alegria de la vida traspase los limites de lo justo y de lo honesto. Contra esta clase de inccntinencia, exhortamos e impelimos a todos a que, en la abstinenda cristiana y en la abnegaciôn de si mismos, avancen voluntariamente mâs alla de lo que prescriben las leyes morales, cada uno segûn sus propias fuerzas, segûn el estimulo de la gracia divina y segûn lo permita el cargo que desempene (ibid.). g) Y QUE HA DE COMENZAR, ANTE TODO, EN LOS MISMOS APÔSTOLES Y SACERDOTES También para nosotros resuena, como para los primeros Cris­ tianos, la exhortaciôn del apostol Pablo : Suplo en mi came lo que falta a las tribulationes de Cristo, por su cuerpo, que es la Iglesia (Col. 1 24). T?nemos ou? sufr r to'’o~. como die? el mismo Apôs­ tol. con ; .cientia... en fatigas, en desvelos, en ayunos.... con caridad sincera (2 Cor. G.4-6), para edificadôn del reino de Dios. ôNo suena como expresamente dicho a lo sacerdotes (1 Car. 9.27): Castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea ςα?, Iiabiendo silo lierais ra los otros, resuite yo descalificado? (ibid.). SEC. 6. E) a) Todos TEXTOS PONTIFICIOS 95 uVestios dei Senor Jesucristo)) los deberes pueden reducirse al de la caridad Y LA JUSTICIA BIEN ENTENDIDAS Si, pues, segûn el Apostol (Rom. 13,8-9), todos los deberes se reducen al unico precepto de la verdadera caridad, también se reducirân a él todos los que son de estricta justicia, como el no matai’ y el no robar; una caridad que prive al obrero dei salario a] que tiene estricto derecho, no es caridad, sino un vano nombre y una vacia apariencia de caridad. Ni el obrero tiene necesidad de recibir como limosna lo que le corresponde por justic:a, ni puede pretender nadie eximirse con pequefias dâdivas de misericordia de los grandes deberes impuestos por la justicia. La caridad y la justicia imponen deberes, con frecuencia acerca del mismo objeto, pero bajo diversos aspectos; y los obreros, por razén de su propia dignidad, son justam ente muy sensibles a estes deberes de los de­ mâs que dicen relaciôn a ellos (Pio XI, Divini Redemptoris, n.49: Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.666). b) El contraste entre la miseria de muchos y EL lujo INMODERADO DE OTROS EST EN PUGNA CON EL PRECEPTO DE LA CARIDAD CRISTIANA Pero cuando .vemos, oor un lado. una muchedumb”e de indi­ gentes que, por causas ajenas a su voluntad, estân realmente oprimidos por la miseria ; y por otro lado, junto a ellos, tantos que se divierten inconsideradamente y gastan enormes sumas en cosas inûtiles. no pod°mos menus de reconocer con dolor cue no sAlo no es bien observa da la justicia. sino que tampoco se ha profuudizado lo suficiente en el precepto de la caridad cristiana, ni se vive conforme a él en la prâctica cotidiana. Deseamos, pues..., que sea mâs y mâs explicado, de palabra y por escrito, este divino precep­ to. precioso distintivo dejado por Cristo a sus verdaderos disci­ pulos; este precepto oue nos ensefia a v°r en los oue sufren a Jesûs mismo y nos obliga a aman a nuestros hermanos como el divino Salvador nos ha am ado, es decir, hasta el sacrificio de nos­ otros mismos, y si es necesario aun de la propia vida. Mediten todos a menudo aquellas palabras, consoladoras por una parte, pero terribles por otra. de la sen^ncia que TWiJirirâ el Juez supremo en el dia del juicio final (Pio XI. Divini Redemptoris, 47). c) ESPECIALMENTE LA CARIDAD HAY QUE BUSCAR LA SOLUCIÔN en Porque la salud que se desea principaimente se ha de esperar de una grande efusiôn de caridad, es decir, la caridad cristiana, en que se compendia la ley de todo el Evangelio, y que. dispuesta vm* ** 96 EL JUICIO FINAL. 1? ADV. siempre a sacrificarse a si propia por el bien de los demis, es al hombre, contra la arrogancia del siglo y el desmedido amor de si. antidoto cerisimo, virtud cuyos oficios y divinos caractères describiô el apôstol San Pablo con estas palabras (1 Cor. 13,4-7): La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha...; todo lo espera, todo lo soporta (Leôn xm, Rerum Novarum, n.45: Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.58O). d) El prejuicio de que la Iglesia esta de parte de los EXPLOTADORES DE LOS OBREROS SE DESTRUYE CON LA PrAcTICA DE LA AUTÉNTICA CARIDAD Nos referimos a esa caridad cristiana, paciente y benigna (1 Cor. 13,4), que evita toda apariencia de protecciôn envilecedora y toda ostentaciôn; esa caridad que desde los comienzos del cristianismo ganô para Cristo a los mâs pobres entre los pobres, los esclavos; y damos las gracias a todos aquellos que en las obras de beneficencia, desde las Conferendas de San Vicente de Paul hasta las grandes y recientes organizaciones de asistencia social, han ejercitado y ejercitan las obras de misericordia corporal y espltual. Cuanto mâs experimenten en si mismos los obreros y los po­ bres lo que el espiritu de amor. animado por la virtud de Cristo, hace por ellos, tanto mâs se despojarân del prejuicio de nue el cristianismo ha perdido su eficacia y que la Iglesia estâ de parte de quienes explotan su trabajo (Pio XI, Divini Redemptoris, 46). e) La verdadera union de todos en aras del bien comûn SOLO SE ALCANZA CUANDO TODAS LAS PARTES DE LA SOCIEDAD SE SIENTEN MIEMBROS DE UNA GRAN FAMILIA La verdadera union de todos en aras del bien comûn sôlo se alcanza cuando todas las partes de la sociedad s lenten intimamente que son miembros de una gran familia e hijos del mismo Padre celestial; mâs aûn. un solo cuerpo en Cristo, siendo todos reciprocamente miembros los unos de los otros (Rom. 12.5) ; por donde, si un miembro padece, todos los miembros padecen con él (1 Cor. 12.26). Enfonces los ricos y demâs directores camblarân su indiferencia habituai hacia los hermanos mâs pobres en un amor solicite y activo, recibirân con corazôn abierto sus peticiones justas y perdonarân de corazôn sus posibles culpas y errores. Por su parte, los obreros depondrân sinceramente ese sentimiento de odio y envidia. de que tan hâbilmente abusan los propagadores de la lucha social, y aceptarân sin molestia el puesto que les ha sefialado la divina Providenda en la sociedad humana, o mejor dicho, la estlmarân mucho. bien persuadidos de que colaboran ûtil y honrosamente al bien comûn. cada uno segûn su propio grado y oûcio. y que siguen asi de cerca las huellas de aquel que siendo Dios quisô ser entre los hombres obrero y aparecer como hijo de obrero (Pio XI. Quadragesimo Anno, 56). SEC. 6. f) El 97 TEXTOS PONTIFICIOS materialismo, contra el amor y la justicia Mientras el derecho allana el camino del amor, el amor mitiga el derecho y lo sublima. Ambos elevan la vida humana a aquella atmôsfera social en donde, aun en medio de las deflciencias, impedimentos y durezas de esta vida, se hace posible una fraterna convivencia. Pero suponed que el malvado espiritu de ideas materialistas domine, que la tendenda al poder y al atropello concen­ tre en sus rudas manos las riendas de los sucesos, y veréis enfon­ ces desaparecer cada dia mâs los efectos disgregadores, desaparecer el amor y la justicia, triste presagio de amenazadoras catâstrofes sobre una sociedad apôstata de Dios (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1942, 25). Qi SOBRE EL EVANGELIC) A) 2l) «Y sobre la tierra perturbacion de las nacionesn LA GRAVEDAD DEL PROBLEMA ΤΙΕΝΕ SUSPENSOS A TODOS La cual guerra cuânta gravedad entrafia se colige de la viva expectaciôn que tiene los ânimos suspensos, y de lo que ejercita los ingenios de los doctos, las juntas de los prudentes, las asambleas populares, el juicio de los legisladores, los consejos de los principes; de tal manera que no se halla ya cuestiôn ninguna, por grande que sea, que con mâs fuerza que ésta preocupe los âni­ mos de los hombres (Leôn ΧΠΊ, Rerum Novarum, n.l : Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.544). b) Pero la Iglesia nada teme En un tiempo como el nuestro, agitado y agitador; en un tiempo en que la verdad y el error. la fe en Dios y la negaciôn de Dios, la supremacia del espiritu y el predominio de la materia, la dignidad humana y la abdicaciôn de esta d;gn:dad. la ordenacîôn de la razôn y el caos de la irracionalidad, se enfrentan en toda la superficie dei globo en lucha definitiva, la misiôn de la Tglesia y de su cabeza visible no puede desarrollarse ni cumplirse con la bendiciôn del cielo. sdno bajo el lema «Terrena non metuit». iTener miedo! ôY de qué? Enfonces j.es que no somos fuertes? ^Es tal vez imposible superar el choque entre los discipulos y los enemigos de Cristo? La Iglesia sufre pensando en el dafio que sus adversarios se hacen a si mismos, el dano que hacen a tantas aimas pequeôas, frâgiles e ignorantes, a las que son causa de escândalo y ruina (Pio XH. Alocuciôn al Sacro Colegio Cardenalicio, 2 de junio de 1943). La palabra de Cristo 1 4 £ i ADV. c) La FORTALECERLA A ELLA Y A LOS CRISTIANOS lucha solo sirve paha Las duras pruebas que la Iglesia ha soportado como ccnsecuentia de îa guerra y de la posguerra, las dolorosas pérdidas y los graves daâos que la han ailigido, solo ban consegmdo hacer mâs vigorosa y aîentadora su energia y su firmeza ; batida par las tempestades y por el oleaje, ha conservado intacta, incolume, la subs­ tantia vital, y en todos los pueblos donde el profesar la fe catôlica équivale a sufrir persecution se han encontrado y se encuentran en medio de los sacrilies de valientes que, impavidos A ficios. de las proscriptiones y de los tormentos, intrepidos ante ias cadenas y la muerte. no doiolan su rodiUa ante si îdolo Baal (3 Reg. 19.13 . del poder y de la fuerza bruta (Pio XU, Radiomensaje en la virpera de Navidad de 1948). d) N'O CASE LA PEREZA NI LA FUGA, SINO LA LUCHA POR LA FUTURA SOCIEDAD Mae para un ctisrano consciente de su responsabilidad, a un para el mâs pequeno de sus hermanos, no hay tranquilidad perezoea ni existe la fuga, sino la lucha. el combate, contra toda in­ action 7 desertion en la gran contienda espiritual, en la que se propone como galardôn la construction, mâs aùn, el aima misma de la sociedad futura (Ρίο XH, Radiomensaje en la vispera de Navidad de 1942). B) «Entonces verân al Hijo del hombres a) CUANDO JESUCRISTO FUÉ CRUCIFICADO, CAYERON LAS TINIE­ BLAS SOBRE LA TIERRA ; EN EL MOMENTO DEL JUICIO, UNA LUZ LO ILUMINAR TODO Narra el sagrado Evangeliô que. cuando Je^nls fué crucificado, las tinieblas se extendieron sobre toda la tierra (ML 27.45); simbolo espantoso de lo que su cede, y signe sucediendo espiri-tualmente. dondequiera que la incredulidad. ciega y orgullosa de si, ha excluido de hecho a Cristo de la vida modema, especialmente de la pùblica; y con la fe en Crlsto ha sacudido también la fe en Dios. Los criterios morales segùn los cuales en otros tiempos se juzgaban las actiones privadas y pùblicas. han caido como por consecuentia en desuso; y el tan decantado laicismo de la sociedad. que ha hecho cada vez mâs râpidos progresos, substrayendo el hombre, la familia y el Estado al influjo bénéfice y regenerador de la idea de Dios y de la enseûanza de la Iglesia. ha hecho reaparecer, aun en regiones en que por tantos siglos brillaron los fui- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS gores de la civilizacion cristiana, las sefiales de un paganismo corrompido y corruptor, cada vez mâs claras, mâs palpables, mâs angustiosas (Pio XII, Summi Pontificatus, n.15 : Nueva Colecclôn de Enciclicas, p.359). b) A ESTA LUZ SE VERAN LOS ERRORES DE MUCHOS, ENGANADOS POR SU SOBERBIA Muchos, tal vez, al alejarse de la doctrina de Cristo, no tuvieron pleno conocimiento de que eran engaüados por el falso espejismo de frases brillantes que proclamaban aquella separaciôn como liberaciôn de la servidumbre en que anteriormente estuvieron retenidos ; ni preveian las amargas consecuencias del la­ mentable cambio entre la verdad, que libra, y el error, que reduce a esclavitud; ni pensaban que, renunciando a la ley de Dios, infinitamente sabia y patema, y a la unificadora y ennoblecedora doctrina de amor de Dios, se enuregaban al arbitrio de una prudencia humana pobre y mudable; hablaban de progreso, cuando retrocedian; de elevacién, cuando se degradaban; de ascension a la madurez, cuando se esclavizaban ; no percibian la vanidad de todo esfuerzo humano para subsüituir la ley de Cristo por algo que la iguale (Rom. 1,21); se entontecieron en sus razonamientos (Pio XII, Summi Pontificatus, η. 16 : Nueva Colecciôn de En­ ciclicas, p.360). C) a) ((Venir en una nube con poder y majestad grandest El juicio de Dios sera mucho mas severo para los que MAS TIENEN EN TODOS LOS ÔRDENES El juicio de Dios serâ mucho mâs severo con aquellos que han recibido mâs, que tienen mejor disposiciôn para conocer la ùnica doctrina y para ponerla en prâctica en la vida cotidiana; los que con su ejemplo y autoridad pueden mâs fâcilmente dirigir a los demâs en el camino de la justicia y de la salvaciôn, o, por el contrario, torcerlo por los funestos senderos de la incredulidad y del pecado (Discurso del Papa al patriciado y nobleza romanos: «Ecclesia», n.393, 22 de enero de 1949, p.5). b) TODAVÎA, PESE A LAS EXHORTACIONES PONTIFICIAS, HAY QUIENES SIGUEN EXPLOTANDO A LOS POBRES Hemos hecho y no dejamos de hacer cuanto podemos, no sôlo para ayudar a los necesitados, sino para hacer ver sus deberes y responsabilidades a aquellos que culpablemente se substraen a ellos, renovando con frecuencia nuestros severos avisos. Pero nues- EL JUICIO FINAL. l.u ADV. 100 ira buena voluntad choca no solo con la inercia y la incomprensiôn de muchos, sino también con la voluntad deliberada de los explotadores de la miseria, los cuales, sin procurai ninguna ayuda eficaz, parece que no Lien en otra mira que agravar el mal, reducir a la impotencia a los que quieren trabajar y a los que buscan el modo de procurarles un trabajo honestamente remunerativo, de exci tar el descontento y empujarles a la desesperaciôn con funestas consecuencias para los mismos imereses dei trabajador (Discurso del Papa a los obreros de Cività Castellana en audiencca a una pe­ regrination de 1200 ceramistas. 27 de marzo de 1949: «Ecclesia», n.404, 9 de abril de 1949, p.6). c) Pero la condenaciôn de los Papas contra ellos sera MÂS TARDE LA CONDENACIÔN DE JDlOS Es, en verdad, lamentable, venerables hermanos, que baya habido y aun ahora haya quienes, llamândose catôlicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad, en virtud de la cual nos estâ mandado no solo dar a cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados como a Cristo mismo (lac. 2,Iss). Hay. ademâs, quienes abusan de la misma religion y se cubren con su nombre en sus exacciones injustas para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de que la Iglesia, inmereci dam ente, haya podido te­ ner la apariencia y ser acusada de inclinarse de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces de quie­ nes se encontraban como desheredados de su parte de bienestar en esta vida (Pio XI, Quadragesimo Anno, n.50: Nueva Colecciôn de Enciclicas. p.620). d) No HAY JUSTICIA SOCIAL SI TODOS LOS HOMBRES NO DISPONEN DE LO NECESARIO PARA CUMPLIR SUS FUNCIONES SOCIALES Ademâs de la justicia conmutativa, existe la justicia social. que impone también deberes a los que ni patronos ni obreros se pueden substraer. Y precisamente es propio de la justicia serial exigir de los individuos cuanto es necesario al bien comûn. Pero asi como en el organismo viviente no se provee al todo si no se da a cada parte y a cada miembro cuanto necesitan para ejercer sus funciones asi tampoco se puede proveer al organismo social y al bien de toda la sociedad si no se da a cada narte y a cada miembro. es decir. a los h abres, dotados de la d’gnidad de peroona. cuanto necesitan para cumplir sus funciones soclalïs. El cumplimiento de los deberes de la justicia social tendrâ como fruto una intensa actividad de toda la v:da ecorônvca <*esarrollaJa en la tranquilidad y en el orden. y se desmostrarâ asi la salud del cuerpo social, del mismo modo que la salud del cuerpo humano se reconoce en la actividad inalterada. y al mismo tiempo plena y fructuosa, de todo el organismo (Pio XI, Divini Redemptoris, 51). •Jl ET J ® ta , B*1 E ■* ta i ï SEC. 6. e) TEXTOS PONTIFICIOS La justicia social debe informar 101 todas las institu- CIONES PÙBLICAS Y TODA LA VIDA SOCIAL De algo superior y màs noble hay que echar mano para régir con severa integridad ese poder econômico, a saber, de la justicia social y de la caridad social. Por tanto, las instituciones publicas y toda la vida social de los pueblos han de ser informadas por esa justicia; es conveniente y muy necesario que ésta sea verdaderamente eficaz, o sea que dé vida a todo el orden juridico y social y la economia quede como empapada en ella. La caridad social debe ser como el aima de ese orden; la autoridad pûblica no debe desmayar en la tutela y defensa eficaz del mismo, y no le serâ dificil lograrlo si arroja de si las cargas... que no le competen (Pio XI, Quadragesimo Anno, 37). f) Las GUERRAS DE ESTE MUNDO SON UN JUICIO TERRIBLE DE Dios Lo que aparecia claro al cristianismo, que, profundamente creyente, sufria por la ignorancia de los otros, nos lo présenta hoy clarisimo el fragor de la espantosa catâstrofe del présente trastorno, que reviste la terrible solemnidad de un juicio universal aun a los oidos de los tibios, de los indiferentes y de los irreflexivos; una verdad antigua que se manifiesta grâficamente en for­ mas siempre nuevas y retumba de siglo en siglo, de pueblo en pueblo, por la boca dei profeta : Omnes qui te derelinquunt, con­ fundentur: recedentes a te in terra scribentur; quoniam delique­ runt venam aquarum viventium, Dominum (1er. 17,13): «lodos los que te abandonan serân confundidos; los que te dejan se cubrirân de vergüenza, porque dejaron al Senor, fuente de aguas vivas» (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1942, n.36 : Nueva Colec­ ciôn de Enciclicas, p.429). g) La sociedad, medio natural de que el hombre puede y debe servirse para alcanzar su fin Dios... ha ordenado... al hombre para la sociedad oivil. exigida ya por su propia naturaleza. En el plan dei Creador, la sociedad es un medio natural del que el hombre puede y debe servirse para obtenez· su fin, por ser la sociedad humana para el hombre y no al contrario. Lo cual no hay que entenderlo en el sentido de li­ béralisme individualista, que suoordina la sociedad al uso egoista dei individuo, sino solo en el sentido de que, mediante la union orgânica con la sociedad, se haga posible a todos, por la mutua colaboraciôn, la realizaciôn de la verdadera felicidad terrena; ademâs, en el sentido de que en la sociedad hallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en la naturaleza humana, las cuales. superando el interés inmediato dei momento, reflejan en la sociedad la perfecciôn divina, lo cual no puede verificarse en el hombre aislado. Pero aun esta finalidad 1U2 EL JUICIO FINAL. 1« ADV. dice en ultimo anâlisis relaciôn al hombre, para que, reconociendo ésue el reflejo de la perfection divina, lo convierta en alabanza y adoraciôn del Creador. Ninguna sociedad humana, cualquiera que sea, sino solo el hombre, la persona humana, estâ dotado ae razôn y de voluntad moralmente libre (Pio XI, Divini Reaemptoris, 29). D) uCobrad ànimos y levantad vuestras cabezas» a) La ESPERANZA CRISTIANA DEBE APARTAR A LOS PROLE TARIOS DE LOS PELIGROS DE LA REVOLUCIÔN De los proletarios quiere y con rodas sus fuerzas procura que salgan de su tristisimo estado y alcancen suerte mejor. Y a esto no poco ayuda aun con atraer a los hombres y fcrmarlos en la virtud. Porque las cosiumbres cristianas, cuando se guardan en toda su imegriaad, dan espontancamcme alguna prosperidad a las cosas exteriores, porque hacen benévolo a Dios, principio y fin de todos los bienes; reprimen esas dos pestilencias de la vida que con harta frecuencia hacen el nombre desgraciado aun en la abundancia, el apetito desordenado de riquezas y la sed de plar ceres (1 Tim. 6,10); y hacen que los hombres, contentos con un trato y sustento frugal, suplan Ta escasez de las renias con la eco­ no mi a, lejos de los vicios... (Leon XIII, Rerum Novarum, n.23 : Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.560). b) Y DARLES LA SEGURIDAD DEL PREMIO ETERNO AL TRABAJO SANTIFICADO POR DlOS iOh trabajadores, acercaos al pesebre de Jesûs! No os parezca hôrrida aquella cueva y aquel refugio del Hijo de Dios; no por casualidad. sino por profundo e inefable designio encontraréis alli ûnicamente senciilos trabajadores: Maria, la Madré virgen, de falilia trabajadora; José, el padre de familia, trabajador; los pas• tores que guardan la grey y, finalmente, los Magos, venidos de~de Oriente; trabajadores manuales, pastores vigilantes, trabajadores dei pensamiento, todos ellos se postran y adoran al Hijo de Dios, que con su consciente y am able silencio, mâs fuerte que· la pala­ bra, les explica a todos el sentido y la virtud del trabajo. No es éste tan solo trabajo de los miembros humanos, desprovisto de sentido y de valor, y mucho menos una humiliante servidumbre. El trabajo es servicio de Dios, don de Dios, vigor y plenitud de la vida humana, merecedor de un etemo de'can o (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1943: Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.441). SEC. 6. c) Para TEXTOS PONTIFICIOS 103 ello son necesarios hombres con grandeza de ANIMO Porque, en realidad, ôqué pide hoy la vida en· su aspecto civil? Hombres, verdaderos hombres, no de los que piensan solamente en divertirse y juguetear como ninos, sino firmemente templados y dispuestos a la acciôn, que sientan como un deber sagrado el no descuidar nada que pueda ayudar a su perfecciôn. Nos mis­ mo deseariamos ver sobre el rostro de la juventud de nuestros dias un poco mâs de aquella alegria de anjaüo ; pero los tiempos hay que tomarlos como son, y los nuestros son graves, amargos y duramente graves. Piden hombres que no teman caminar por los âsperos senderos de la présente y misérrima condiciôn econômica y que sean capaces de sostener aquello que la Providencia ha confiado a sus cuidados; hombres, finalmente, que en el ejercicio de la profesiôn huyan de la mediocridad y tiendan a aquella per­ fecciôn que exige de todos la labor de reconstrucciôn después de tantos desastres (Pio XII, Discurso a las Congregaciones Maria­ nas, 21 de enero de 1945). I d) Sobre OCUPAN PUESTOS IMPORTANTES EN LA SOCIEDAD todo, quienes Todos necesitan fortaleza de aima, especialmente en nuestros dias, para soportar animosamente el sufrimiento, para superar victoriosam ente las dificultades de la vida, para cumplir constantemente el propio deber. ô Quien no tiene algo de que dolsrse? (•Quien no tiene que luchar? Solamente el que se rinde y huye. Pero vosotros tenéis menos derecho que otros para rendiros o para huir. Hoy los sufrimientos, las dificultades y las necesidades son ordinari am ente comui.as a todas las clases, a todas las condiciones, a todas las familias, a todas las personas. Y si algunos estân exentos, si nadan en la sobreabundancia y en las satisfacciones de la vida, esto deberia estimularles a tomar sobre si las miserias y las estrecheces de los demâs. ôQu'én podrâ encontrar contento y reposo, quién no sentira mâs bien inquietud y vergüenza de vivir en la ociosidad y frivolidad, en el luio y los placeres, en medio de la casi general tribulaciôn? (Pio XH, Discurso al patriciado y nobleza romanos en enero de 1949). e) Corazones dispuestos a triunfar por la cruz Si nos es licito penetrar en la vision de los designios de Dios, de los que el pasado es luz, las arduas y cruentas condiciones de la hora presente no son tal vez otra cosa que el preludio de una aurora de nuevos desarrollos, en los que la Iglesia, envlada para todos los tiempos y para todos los pueblos, se encontrarâ frente a deberes desconocidos en otras edade-, que solo podrân llevar a término ânimos resueltos a todo; corazones que no teman asistir a la repeticiôn y a la renovaciôn del misterio de la cruz del Re- EL JUICIO FINAL, l.o ADV. 104 dentor en el camino de la Iglesia sobre la tierra, sin pensai en entregarse con los discipulos de Emaùs a la fuga de la amarga realidad; corazones conscientes de que las victorias de la Esposa de Cristo, sobre todo las definitivas, se prepiran y se obtienen in signum cui contradicatur (Le. 2,34\ es decir, an contraste con todo aquello que la humana medircridad y vanidad se ingenian en oponer a la penetraciôn y al triunfo de lo espr.tual y lo civino (Pio XII. AÏocuciôn al Sagro Colegio Cardenalicio en la vispera de Navidad de 1943). E) {(Cuando veàîs estas cosas» a) La pérdida de los principios morales conduce MAYORES CATÂSTROFES Y REVOLÜCIONES SOCIALES a las Desde los primeros momentos de nuestro pontificado, se ofrece a nuestras miradas el triste espectâculo de los males que af'.igen por todas partes al género humano: la general subvers on de las su­ premas verdades que son el fundamento sobre el que se apoya la sociedad humana; la audacia de los espiritus que no pueden soportar autoridad légitima alguna: la fuente constante de disensiones. de donde nacen las querellas intestinas y las gu erras crueles y sangrientas ; el desprecio de las leyes que regulan las costumbres y garantizan la justicia; el insaciable deseo de las co as perecederas y el olvido de las etemas. llevados ambos hasta ese insen­ sato furor que mueve en todas partes a tantos desgraciados a poner sobre si mismos, sin temblar. sus manos violentas; la administraciôn desconsiderada de la riqueza publica, la malversaciôn e in­ cluso la imprudencia de aquellos que, cometiendo los mayores latroclnios, se esfuerzan por aparecer como defensores de la patria, de la libertad y de todos los derechos; una especie, en fin, de peste mortal, que, insinuândose en los miembros de la sociedad humana, no la déjà punto de reposo y le prépara nuevas revoluciones y fu­ nestas catâstrofes (Leôn ΧΙΠ, I nscrustdbili, 21 abril de 1878). b) La pobreza a que estân sometidos muchos trabajado- RES ES FUENTE DE GRAVES DANOS Porque si las familias, sobre todo numerosas, carecen de domi' cilio conveniente; si el varôn no puede procurar^e ’raba’os y ali­ mentes ; si los articulos de primera necesidad no pueden comprarse sino a precios exagerados; si la madré, con gran detrimento de la vida doméstica se ve preclsada a ganarse el sustento ccn su propio trabajo; si a és*as les fal an. en los ordira"io> y aun ex­ traordinarios trabajos de la matemidad, los alimentos y medici­ nas convenientes, el médico experto, etc., t los entendemos cuânto se deprimen los Animos de los cônyuges, qué dificil se les haga la convivenda doméstica y el cumplimiento de los mandamlentos de SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 105 Dios, y también a qué grave riesgo se expongan la tranquil·, dad pùblica y la salud y la vida de la misma sociedad civil si Hegan. estos hombres a tal grado de desesperaciôn, que, no teniendo nada que perder, crean que podrân recobrarlo todo con una violenta perturbaciôn social (Pio XI, Casti Connubii, n. 73: Nueva Colecciôn de Enciclicas, p.911). ■· «. i'i. ί ί SECCION VH. HISTORICA Y En nuestro aiân de enriquecer el material homilético, abarcamos en esta secclôn un conjunto de anécdotas, pasajes hagiogrâficos, paginas y frases literarias, descripciones artisticas y acontecimientos y noticias modernas, que encajan en los cernas de predicac;ôa principales de cada dominica. Sin pretender, ni mucho menos, agotar la materia, incluimos tan sôlo, en .a medida que lo permite el espacio, un minimo indispensable relacionado con la epistola o el evangelio, sicmpre Indicando las fuentes que garantizan las fidelidad de la informaciôn. I. HACIA DIOS POR LA VIA DE LA LUZ Esa luz con cuyas armas nos invita a vestimos el Apôstol (Rom. 13,12) constituye una via por la que hemos de caminar hacia Dios, que es la luz misma. En agosto de 1878, en Tourville, playa francesa del Atlantico normando. Santa Teresita del Nino Jesûs llegô paseando hasta Rocas Negras, por encima del muelle de los Ingleses... «Aquella tarde, al tiempo que el sol parecia anegarse en la inmensidad de las olas, espejeando su cabellera luminosa, me senté... sobre un peûôn solitario. Cont· plé durante mucho tiempo aque­ lla estela de oro... simbolo de la gracia iluminando en la tierra la ruta de las aimas buenas. Pensé enfonces que mi corazôn bogaba por aquella senda como un barquito de graciosas velas blancas, e hice el proposito de no alejarme nunca de la mirada de Jesûs. para navegar en paz y curso veloz hacia la ribera celeste»... (cf. Obras complétas, trad, del P. Bruno de San José, O. C. D., 2.a ed. [Burgos 1947] : Historia de un aima, c.2,38 p.47). H. INVISIBLE Y RIGUROSO JUICIO «Un religioso que moraba en este lugar llamado Estéfano, deseô mucho la vida quieta y solitaria; el cual, después de haberse e]ercitado en los trabajos de la vida monâstica muchos afios y alcanzado gracia de lâgrimas y ayunos.... edificô una celda a la raiz del monte donde Elias en los tiempos pasados viô aquella sagrada visiôn. Este padre..., deseando aun mayor rigor y trabajo de pe- SEC. 7- Mise 107 nitencia, pasôse de ahi a otro lugar 11 am ado Si dey, que era de los monjes anacoretas que viven en soledad. Y después de haber vivido con grandisimo rigor... vinose... a morar a la primera celda de aquel sagrado monte. Ténia él alli dos discipulos muy religiosos, de la tierra de Palestina, que tenian en guarda la dicha celda. Y des­ pués de haber vivido unos pocos dias en ella, cavô en una enfermedad de que muriô. Un dia, pues, antes de su muerte, subitamente quedô atônito, y teniendo los ojos ab’ertos, miraba a la una parte del lecho y a la otra, y como si estuvieran alli algunos que le pidieran cuenta, respondia él en presencia de todos los que alli estaban diciendo algunas vece^ : «Asi es cierto : mas oor eso avuné tantos anos». Otras decia : «Asi es verdad ; mas lloré v servi tantas veces a los prôiimos por eso». Y otra vez decia: «Verdaderamente me acu'âis. asi es, y no tengo que decir sino oue hay en Dios mise­ ricordia». Y era, por cierto, especta/’ulo horrible y temeroso ver aouel invisible y riguroso juicio» (cf. Fray Luis de Granada, Guia de pecadores, 1.1 p.l.a c.7, 9.a ed. Apostol. de la Prensa, Madrid 1948). ΠΙ. SENECA Y EL FIN DEL MUNDO «Hov, manana y cada dia es el fin dei mundo. Ahora ved con la misma evidencia cuânto mâs para desconsolarse es este primer fin dei mundo en el dia de la muerte. de lo que ha de ser el ultimo en el dia del juicio. Séneca dijo (Consolat, ad Marc., XXVI. 6) que es un gran consuelo acabar juntamente con el mundo: Solatium est grande cum universo una rapi. Dijo mâs Séneca de lo que entendiô, porque no tuvo conocimiento del dia del juicio» (cf. ΑνTONio Vieira, S. !.. Todos sus sermones y obras diferentes, ùraducciôn cast., t.l : Serm. del primer domingo de Adviento, Barcelo­ na, Impr. Maria Marti, 1734). I 9 ' fl j I IV. «NADIE ME HA DIOHO UNA PALABRA DE VERDAD» «La primavera del afio slguiente no trajo al Papa alivio alguno en sus dolores. Desde el primero de marzo se empeorô su estado de dia en dia... A 15 del mismo mes recibiô la Extremaunciôn... Para prepararse bien a su fin, Hamo Nicolao V a su lado a dos religiosos de la estrecha Orden de la Cartuia..., los cuales gozaban fama de gran santidad y sabiduria: Niccolo de Cortona y Lorenzo de Mantua; éstos debian asistirle en el ùltimo trance, y por esta razôn habian de permanecer constantemente en su inmediata proximidad». Nicolao V no se quejô nunca de sus dolores corporales. «En vez de gémir, rezaba salmos, rogando a Dios que le concediera paciencia y perdôn de sus pecados. En general, mostrô una extrana paz y resignaciôn. En lugar de dejarse consolar, concolaba, por el contrario, a sus amigos, mientras luchaba con las ansias de la muerte... Con todo, tuvo también el Papa momentos de profundo desaliento, en los cuales ïos terribles dolores y los cuidados por la ►JH·· !|| I ill !)! a (9 |9 jl II II il I 108 EL JUICIO FINAL. 1 o ADV. inquietud que se advertia en el estado de la Iglesia asaltaban su alma con fuerza irresistible. En uno de estos instantes fué cuando Nicolao se dirigiô a los dos monjes cartujos que le asistian, lamentândose de ser el hombre mâs desdichado dei mundo. «Nunca —dijo—he visto pasar por mis umbrales a un hombre que me dijera una palabra de verdad ; y me he sentido tan confuso por las men­ tiras de los que me rodeaban, que, si no temiera con ello faltar a mi obligaciôn, ya hace mucho tiempo hubiera resignado la dignidad papal para volver a ser de nuevo Tomâs de Sarzana. Cuando era esto, gozaba en un solo dia mâs alegrias que ahcra en todo un aüo». Con estas palabras, aquel Papa, cuyo gobiemo hab'a sido, segun las aoariencias, tan feliz y glorioso, se conmoviô hasta derramar lâgrimas ■ ·; Cuando Nicolao sintiô que se aproximaba su ùltima hora, todavia se volviô a levantar con enérgico espiritu, y después que los cardenales rodearon su lecho de muerte, les dirigiô aquella famosa oraciôn que él mismo llamô su testamento... «He reforma do y confirmado a la Santa Romana Iglesia, que hallé destrozada con guerras y oprimida de deudas... He ejecutado todo género de magnânima liberalidad en los edificios... Y todos estos bienes han venido a mis manos por la gracia divina del Creador y la continua paz de la Iglesia durante mi pontificado...» Después levantô sus manos plegadas hacia el cielo y dijo: «Om­ nipotente Dios, da a tu Iglesia un Pascor que la conserve y aumente»... Alzô con gran dignidad su diestra y dijo con voz clara y perceptible: «Bsndigaos Dios, Padre, Hijo y Espiritu Santo». Poco después. en la noche del 24 al 25 de marzo de 1455, Nicolao V, cuyos ojos estuvieron hasta el fin clavados en un crucifijo, restituyô su noble aima a Aquel cuyo lugar habia tenido en la tierra...» (cf. Ludovtco Pastor, Historia de los Papas en la época del Renacimiento hasta la elecciôn del Pio II, ver’’, de la 4 a ed alemana por el P. Ramôn Ruiz Amado, S. I., voL 2 [Barcelona 19101, p.315319). V. LAS TRES TIENDAS DE TAMERLAN «Del gran Tamerlân, emperador crudelisimo de los escitas, se cuenta que, cuando cercaba alguna ciudad, el primer dia ponia su tienda blanca: el segundo, bermeja, y el tercero, negra. Queriendo por esto significar que si el primer dia se le rendian y entregaban la ciudad. hallarian en él toda clemencia... Si esperaban al segundo. mandaba matar las cabezas principales... y perdonaba los menores. y por eso la tienda era roja. Pero al tercero ponia el luto, que era cerrar totalmente las pueras a la misericordia, porque todos. chicos y grandes, habîan de perecer y la ciudad dada a saco, fuego, a sangre y a cuchillo. sin dejar piante ni marnante». Jeucristo. el emperador de los cielos. cuando vino a conquistar la ierra y poner cerco al corazôn del hombre, el primer dia, que fué ■1 de su nacimiento, puso tienda blanca, en sefial de paz y de ilemencia. Apareciô la bondad y el amor hacia los hombres de lias. nuestro Salvador (Tit. 3,4)... Paz en la tierra a los hombres le buena voluntad (Le. 2,14)... Este dia duré toda su vida... SEC. 7. mbsci;lânea histôrica y literaria 109 El segundo dia fué la Pasiôn. Entonces se puso la tienda bermeja, porque aunque hay indulgencia para los cuipados, va tinta en sangre, muere la Cabeza, ejecûtase en ella sangrlenta justicia y oueda el pueblo libre. Pero en el dia del juicio, nubes et caligo in circuitu eius (Ps. 96,2), tenderâse una nube oscura como tienda negra, porque ya no hay perdôn para los rebeldes, sino guerra cruel a sangre y fuego ; justicia a secas, sin misericordia que libre de pena: lustitia et iudicium correctio sedis eius (ibid.), la justicia y el juicio son el fundamento de su tribunal... (cf. Fray Alonso de Cabrera, Serm. 2.° del primer domingo de Adv., consid.l.a p434485 : Nueva Bibl. de Aut. Esp., Predicadores de los siglos XVI y XVII, t.l, ed. Bailly-Baillière, Madrid J.906). » VI. EL «JUICIO FINAL» DE MIGUEL ANGEI Papa Paulo HI puede reclamar el mérito de haber sido la causa de que se produjera «aquella obra de no sobrepujada grandeza y fuerza dramâtica, que forma como la conclusion del mâs monumental de los conjuntos de la pintura del Renacimiento». De­ cora el fresco colosal de Miguel Angel Buonarrotti el testero de la Capilla Sixzina en una superficie de 60 pies de alto por 30 de ancho. Empezado en mayo de 1536, fué solemnemente descubierto el 31 de octubre de 1541. «El centro de toda la composiciôn lo forma Cristo, Juez dei mun­ do, que aparece rodeado de dorados rayos de gloria... Figura Juvenil de hercûlea constituciôn, muy poco vestido, sin barba y con los cabellos agitados por el viento, con la izquierda sefiala, en ademân de reproche, la llaga de su costado y alza la diestra apartando y castigando, con gesto propio de Rev de divina majestad... Como una descarga eléctrica, la apariciôn del Juez de vivos y muertos recorre los centenares de figuras representadas en el fres­ co, llenândolas de inmenso e inexplicable terror... Aun la misma Virgen Beatisima, Maria Madré de Dios, desviando su rostro de los condenados, retrocede ante el aspecto de su divino Hijo, cuya tremenda sentencia pone en espantosa conmociôn... a patriarcas, orofetas. apostoles. mârtires y santos que estân mâs prôximos a El. Dos figuras gigantescas aparecen alii como representaciones del Antiguo y Nuevo Testamento : a la izquierda del espectador, Adân, cuyos hombros cubre una piel de fiera, y a la diestra Pedro, el cual présenta al Sefior. como administrador fiel, las Hâves de la Iglesia... En torno a Adân se agrupan los Justos de la Antigua Ley: Abel, Moisés, Juan Bautista; en derredor de Pedro, Pablo y Juan. A los pies de Cristo se ve sentado en nubes a San Lorenzo con las parrillas, trofeo de su victoria* y a San Bartolomé, el cual sefiala con la diestra el cuchillo, instrumento de su martirio, y con la izquierda, la piel que le arrancaron. Por la parte superior acuden por los aires desde lejos, râpidos y maravillados, otros san­ tos. los cuales contemplan este grupo que circunda a Jesucristo como una corona. A uno y otro lado... aparecen enteras compafiias de santos que se estrechan, sobrecogidos asimismo todos de profunda agitaciôn. A la izquierda hay sautas mujeres de todas 110 EL JUICIO FINAL. 1« ADV. las edades, desde niüas hasta ancianas, y llama la atenciôn el grupo delantero, compuesto de una corpulenta mujer, del todo sumida en la contemplaciôn de Cristo, a la cual se junta una nina buscando su amparo. (Algunos autores quieren ver en ella a Santa Magdalena, como patrona de los arrepenti dos.) Por semejante manera descuella a la derecha la figura robusta de un joven con una gran cruz, por ventura Dimas, el buen ladrôn, como représentante de los pecadores penitentes. Mâs allâ se muestran en este lado, correspondiendo a Lorenzo y Bartolomé, los mârtires que padecieron por Cristo mâs graves suplicios, llevando todos ellos las senales de las victorias con que merecieron el reino de los cielos. Asi el apôstol Simon con la sierra, Catalina con la rueda, Blas con el rastrillo de hierro, Sebastiân con las saetas... Para suavizar la terrible impresiôn de este grupo de mârtires, Miguel Angel puso detrâs de ellos algunas pinturas consoladoras del encuentro de aquellos que estuvieron unidos en esta vida y vuelven a reconocerse después de tantos siglos; pero luego aparecen alli también otras figuras, que contemplan con temblor al Juez en la hora en que aun los justos temen. Otros, profundamente conmovidos. consideran su salvaciôn como una merced inmerecida o dan gracias levantando los brazos. al paso que otros extienden sus manos hacia Cristo, adorândole, llenos de esperanza... En la parte mâs alta. en los dos medios nun+os eue terminan la pared, se ciemen acercândose, como un viento tempestuoso, las turbas de ângeles, pintados como robustos jôvenes sin alas y sin vestidos; los cuales traen los instrumentes de la pasiôn del Seή or... A la diestra se eleva la pesada columna de piedra, quierda el m adero del mart iri ο... Para enlazar la parte superior de la pintura... con la inferior, donde aparecen la tierra y los infiemos, sirve, en primer término un grupo de ângeles. pintados asimismo como fornidos jôvenes. Son los pregoneros que tocan las trompetas, en numéro de ocho, los cuales hacen resonar en todas las direcciones del cielo, con terrible expresiôn de rostro, el sonido llamando a los muertos... Con los trompeteros se enlazan otras très figuras, port adoras de los libros, segùn los cuales (Apoc. 20.12) han de ser 1u*eados los muertos por sus obras. En un lado se abre el pe~ado libro de la muerte, sostenido por dos figuras, al paso aue otra sola sustenta sin esfuerzo al onuesto lado el libro de la vida, donde estân escritas las buenas obras... Debajo de las plantas de los bienaventurados... divisa el espectador la tierra..., adonde Miguel Angel ha trasladado el gran drama. Adhiriéndose a la visiôn de Ezequiel (37.1 y 11), y con reminiscencias dantescas, se cumple aqui la resurrecciôn de la came. En un campo lleno de osamenta comienza la agitaciôn y el movimiento. Un hueso se junta con otros, los nervios y la came los cubren. la piel se extiende sobre ellos y finalmente el espiritu se introduce en el gran ejército que vuelve a la vida. El artista pintô este acontecimiento con terrible fidelidnd. Los muertos despiertan al sonido dp las trompons, levantan las losas de sus sepulcros, sacuden el polvo de sus esqueletos y el suefio de sus ojos. se avivan y levantan lentamente para escuchar la irre­ vocable sentencia. Algunas figuras, como el esqueleto rodeado todavia de los pafios mortuorios, que mira sin ojos al vacio, producen una indeleble impresiôn. SEC. 7. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA ill Pero aun es mâs terrible lo que pasa al otro lado. No sin razon se ha formado alii el suelo de nubes como una muralia; no sin causa los mârtires muestran con gesto amenazador los instrumentos de su martirio; pues los réprobos... pretenden, como los giganles de la antigua mitologia, penetrar por la fuerza en la regiôn de los bienaventurados. Alli se desarrolla una tremenda lucha, cuyo éxito no puede ser dudoso. La sentencia condenatoria ha salido de la boca del Juez eterno y se cumple inmediatamente ; los ângeles separan a los buenos de los malos (Mt. 12,49) y el infierno hace valer sus derechos sobre los impios. El artista ha colocado aqui una figura que es una de las mâs espantosas imâgenes de la desesperaciôn que se haya pintado jamâs. Dos horri­ bles demonios despedazan a un réprobo, mientras una sierpe le rodea y le muerde en el muslo : el desgraciado no se defiende. Yerto y penetrado del sentimiento de su reprobaciôn, medio oculta su faz con una mano. Es la encamaciôn del lasciate ogni speranza. Asimismo los demâs réprobos son rechazados por los ângeles o arrastrados irremisiblemente por los demonios... Debajo del despefiadero de los condenados, la barca de Aqueronte arriba a ia sima ael Orco. El vehiculo estâ apretadamente lleno, pero los que lo ocupan, sollozando y maldiciendo, se niegan a abandonarlo, de suerte que el cruel barquero, golpeando con el remo a los perezosos e inclinando la barca, la vacia violentamente. Asi no queda a los infelices otro refugio que el. fuego infernal... Los moradores del infiemo, que despide altas llamaradas, âvidos de botin, anastran a los condenados a tierra con sus horcas, rechinando de satânico gozo. Alli estâ en un tribunal elevado, con dia­ bolica tranquilidad, un hombre desnudo, en cuyo cuerpo se enrosca dos veces una serpiente; es el Minos del infierno del Dante, el cual asigna a cada uno de los réprobos el sitio que les corres­ ponde...» (cf. Ludovico Pastor, Historia de los Papas, ibid., vol.12: Historia del Papa Paulo III (1534-1549), p.496ss). H VII. UNA LLAGA QUE PARECIA UNA ESTRELLA «Deambulaba (Juan de Dios) una noche por las calles de Gra­ nada con su esportôn al hombro, donde iba colocando las dâdivas de sus bienhechores, cuando un hondo gemido que surge de un rincôn en sombra le hace volver el rostro. —ôEstâis enfermo, hermano, o padecéis de cualquier mal?—le pregunta al no visio desventurado... Pero no escucha respuesta..., sino otro lamento que estremece a los astros con azorados parpadeos de luz. —0 Donde estais?—insiste el bendito. ... Ya ha enmudecido el mismo suspiro que antes creyô cercano. No es noche de luna, y las calles sin luces se hacen densas de tinieblas y silencio; va tanteando los quicios de las puertas, con ftfân de encontrar a qui en acaso ya agoniza... y con recelo de no lastimar a quien supone desfallecido... Al fin su mano tropieza con un cuerpo que parece exânime... — i Hermano! i Hermano! £ Vivis, hermano mio? EL JUICIO FINAL. l.u ADV. 112 El suspiro de antes lo escucha ahora tenue cerca de su oido... Con trabajo lo acoinoda en sus hombros y atraviesa una calle y luego una plaza; pero el peso que en otras ocasiones le pareciô Ugero lo abrumaba ahora... Sentia al tacto las vestiduras en jirçnes. mas la tela era de una suavidad nunca conocida, como si la hubiesen tejido con vellones de nubes. Al fin de muchos agobios Uegô con su carga al hospital y acomodô en un lecho al desconocido. Era un hombre de edad mediana y barba gris, descuidada y revuelta; el cabello le caia sobre los hombres y la frente, apretado de sudores, y las mejillas hundidas y pâlidas mostraban los muchos pesares que habia sufrido. Como viera Juan que intentaba removerse en el lecho... le acudiô con amoroso desvelo: —No hagâis nada, hermano..., descansad, y mamma u otro dîa podréis continuar el camino... El desconocido cerrô los ojos, como confiado en las palabras de Juan... Cuando la aurora siguiente besô los muros de la santa casa, Juan ya estaba al lado dei peregrino para adelantarse a sus deseos..., pero se asombrô al mirar el rostro ya fresco de matiz y de purezas... —Gracias al cielo parece que os sentis mejor—le dijo gozoso. El desconocido no contesté sino con aquella sonrisa suave... Cuando se alzaba con proposito indudable de continuar su ru:a, Juan trajo la mâs limpia de sus aljofainas y la mâs blanda de sus toallas y le pidiô con humildad que le permitiera lavarle los pies... Se arrodillô ante el viajero y le besô el vestido desgarrado; luego le tomô el pie derecho para lavârselo, y cuando intentaba ungirlo con las mâs finas esencias de romero y de rosa..., hallô en el pie una llaga que pared a una estrella por el resplandor, y nardo por la blancura y perfume. Entonces alzô los ojos y viô al Rey de cielo y tierra que le dijo: «Juan, a mi se me hace todo el bien que en mi nombre los pobres reciben; yo soy el que extiende la mano para tomar la limosna que se le da, yo el que me visto de sus vestidos, yo al que lavas los pies cuando los lavas a un pobre...» (cf. Mariano Tomâs, Juan de Dios o la caridad heroica: Bibl. Nueva [Madrid 19391, p.124-127). vm. □4 L· POEMA DE LA IRA DIVINA La Tplesia incluye en '.a Iltursrta de dlfuntc*; un himno patético v funerario que data del primer tertio de’, sizio ΧΓΠ Es el famoso Dies Irae, o canto de la Justicia dlvtna. Hoy se admite comûnmente que fué compuesto por Tomâs de Oelano. amigo y biôgrafo de San Francisco de Asis. La insplraciôn es diversa en sus fuentes. pero no fa’.tan sobre todo las sâlmlcae y profétlcas. Asi nor elejn pio, el Dies irae de la primera estrofa es de Sofonias (1,15). de ira, dîa convert Irâ el mundo en pavesasî res“ tigo«iDia es David conaouel la Sibila. iCuânto temblor surgirâ cuando el Juez venga a examinarin todo estrictamente ! 10 SEC. 7. M1SCELANEA HISTÔKICA Y LITER ARM 113 Una trompeta esparcirâ su maravilloso sonido por los sepulcros de las regiones de la tierra y congregarâ a todos an.e el trono del Sefior. La muerte y la naturaleza quedarân atônitas cuando resuciten los hombres para responder ante el Juez. Se abrirâ el libro escrito, en el que todo se contiene, y por donde el mundo serâ juzgado. Luego que se sienne el Juez se descubrirâ todo lo oculto y ningûn delito permanecerâ impune. ôQué diré yo entonces, desdichado de mi? ôA qué abogado recurriré, cuando apenas si el justo se considerarâ seguro? iRey de majestad tremenda, que salvas a los escogidos por obra de tu gracia, sâlvame, oh fuente de piedadj Acuérdate, piadoso Jesûs, que por mi bajaste al mundo. No me pierdas en aquel dîa. Faugado de ir en mi busca te sentaste; clavado en la cruz me redimiste; no sea inûtil tanto trabajo. i Justo Juez de la venganza! Concédeme el perdôn antes del dîa de la cuenta. Gimiendo es toy como reo. Mi rostro enrojece a causa de mis culpas; perdôname, ioh Dios!, te lo suplico. Pues absolviste a la Magdalena, y escuchaste al ladrôn, e has infundido esperanza. No son dignas mis oraciones; pero Tû, que eres bueno y benigno, haz que no me abrase en el fuego etemo. Ponme entre tus ovejas, apârtame de los cabritos y colôcame a tu diestra. Rechazados los réprobos y condenados a Hamas terribles, llâmame con los benditos de tu Padre. Te ruego, suplicante y postrado ante ti, triturado, el corazôn como la ceniza, que cuides de que mi fin sea diohoso. iLleno de lâgrimas el dîa aquel, en que resucitarâ del polvo, para ser juzgado, el hombre culpable! Perdôname, pues, ioh Dios! iPiadoso Jesûs, Senor, dales el descanso 1 » IX. LA SIBILA DEL JUICIO En el pavimento de la catedral de Slena, originalisima obra de arte, ûnica en el mundo, realizada en el siglo XV a base de grabar en el mârmol y disehar las figuras con grafito, se exhiben, entre otras escenas bîblicas y religiosas^ las imâgencs de las Sibi­ las. Alli aparece la Eritrea, que Miguel Angel pintô en la techumbre de la Sixtina, y que, en opinion de San Agustin (cf. De Civit. Dei, 1, 18, 23), es la que presagiô el dîa de la ira, aunque los artistas no le asignaron tal augurio. Pero también aparece la Sibila Hamada Frigia, de la que se afirma que vaticinô en Ancira, y a la que muchos autores atribuyen la profeci a escatolôgica. En efecto, el artlsta Vito di Marco, recogiendo este sentir, la repré­ senta en el pavimento sienés, ataviada con ropaje oriental, levantando con la mano izquierda un libro en el que se lee: Solus Deus sum et non est Deus alius, que consuena con el pasaje del • · Deuteronomio (.32,30) : Ved, pues, que soy yo, yo solo, y que no hüy Dios alguno mâs que yo. Una cartela, situada a la derecha, resu­ me en estos términos el orâculo de la Sibila Frigia que se refiere precisamente al juicio final: «Una trompeta emitira desde el cielo su luctuoso sonido y abriéndose la tierra mostrarâ el caos de los infiemos. Todos los reyes comparecerân ante el tribunal de Dios y El mismo juzgarâ a los justos y a los impios. Finalmen te lanzarâ a los réprobos al fuego y a las tinieblas. Los que hayan practicado la piedad vivirân de nuevo.» (cf. Il pavimento del Duomo di Siena; Siena 1950). ΣΗ X. CANTANDO SU PROPIO FUNERAL 4 de diciembre de 1791. Mozart, el genio de Salzburgo, minado por la tuberculosis, se consume a los treinta y cinco anos, después de una triunfal carrera que ha comenzado en la nifiez. Apenas si le restan catorce horas de vida. Entonces le visit an acongojados très amigos de su intimidad, los tres cantantes, quienes tratan de animar al moribundo con palabras alentadoras... «Mozart por toda respuesta les mostrô la partitura de su Re­ quiem. Dos lâgrimas asomaron a sus ojos. —ôNo decia yo siempre que lo escribiria para mi?... Después, como expresara deseos de cantarlo, hizo que sus ami­ gos se le acercasen y distribuyô los papeles, segûn las voces, reservândose para si la de tenor. A poco un concertante suavisimo estremeciô la pequena estancia. Eran como sollozos de ultratumba. La partitura habia sido abierta al azar y el trémolo de la emociôn le prestaba un dramatismo impresionante. En tor aleteaba el silendo, un silendo unico, sincopado, presentido. Al llegar a la estrofa del Dies irae Lacrymosa dies illa qua resurget ex facilia la voz de Mozart, ahogada por subito lianto, se quedô en el segundo verso, a tiempo que la partitura se le desprendia de la dolorosa mano. Callaron los demâs respetuosos. Y permanecieron latido de sus corazones paremudos, con las frentes inclinadas. cia medlr la intensidad de su dolor» (cf. Manuel Iribarne, Los grandes hombres ante la muerte: Mozart o la Müsica, p.208-209. ed. Montaner y Simén, Barcelona 1951). T» SECCION VIH. GU IONES HOMILETICOS Aunque generalmente bastarâ al lector el indice de las secciones anteriores, que figura al principio de la dominica, como esquema de los distintos asuntos homiléticos resenados, insertamos aqui un grupo de guiones que, o desarrollan dichos temas a expensas de los textos escogidos, o los complementan y amplian, o sugieren nuevas ideas sobre la materia, siempre inagoiable, que puede surgir de la contemplation de cada dominica. Jû todo caso, los guiones que se incluyen pretenden ser tan solo En meras orientaciones para la preparation de la homilia semanal. Clasificamos los guiones en cuatro series: litûrgicos, relativos a la epistola, al evangelic y de actualidati social, estos ùltimos a base de los textos pontificios, coordinados, a su vez, con la epistola o con el evangelio. SERIE I: LITURGICOS Al comenzar el ano litûrgico : «Revestîos de Cristo» I. Ideal de la vida cristiana: nuestra semejanza con Cristo. La vida espiritual debe ir encaminada a realizar en nos­ otros la imagen de Cristo. No solamente a la adquisiciôn y conservaciôn de la gracia santificante, sino a pensar como Cristo, amar como Cristo, obrar como El y apropiarnos sus sentimientos y sus virtudes. «Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jésus» (Phil. 2,5) A. Nuestra asimilaciôn a Cristo, fin de la actual economia cristiana. El 3 fin de la actual economia es asimilamos a Cristo, reflejar en nosotros su imagen. «Dios nos predestinô a ser conformes con la Imagen de su Hijo» (Rom. 8,29). B. La asimllaciôn con Cristo nos une a la Trinidad. Mediante esta asimilaciôn somos miembros de la familia de Dios, entrâmes en sociedad con el Pa­ dre y el Espiritu Santo: «Ya no sois extranjeros y huéspedes, sino conciudadanos de los santos y fa’miliares de Dios, edificados sobre el fundamento de los apôstoles y de los profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesus* (Eph. 2,19-20). «Por El tenemos los unos y los otros el poder de acercarnos al Padre en un mismo Espiritu* (Eph. 2,18). IL La liturgia, smétodo auténtico instituido por la Iglesia para asemejar las almas a Cristo* (Festugière). A. Como programa anual de renovaciôn intelectual. El cielo litûrgico ofrece a las aimas un programa anual de renovaciôn, no sôlo moral, sino intelectual. Si consienten ellas en caminar, misterio tras misterio, con aplicaciôn seria y dôcil, sobre las huellas de Cristo, su docilidad serâ recompensada por un progreso cierto y por abundantes efusiones en la vida espiritual. El programa entero de la espirltualidad litûrgica se contiene en esta formula: «Hacer participe al cristiano de los sentimientos de Cristo en sus diferentes misterios y asi hacer vivir al hombre de la vida de Dios*. B. Y de renovaciôn moral. a) Cada fiesta propone como actuales las virtudes que debemos imitar. b> Para conseguir lo cual, a cada una se vinculan gra­ cias especiales. ΠΙ. Todo este programa se consigne a través de las distin­ tas fiestas, cuyo centro vital estâ constituido por el santo sacrificio de la misa y la prâctica adecuada de los sacramentos. El cristiano en el Adviento I. Preparaciôn para la Navidad. Cristo naciô temporalmente de Santa Maria Virgen en Belén, y el pueblo fiel dei Antiguo Testamento, dirigido por sus profetas, se preparô para recïbirle. El dia de Navidad, la Iglesia conmemora el hecho histôrico de este nacimiento. Mas la Navidad, como las restantes fiestas del αήο litûrgico, SEC. 8- GUIONES HOMILÉTICOS 117 no es solamente un recuerdo, sino que entrana una realidad para el cristiano. Cristo nacerd de una manera mistica, pero real. Las gracias de aquel primer nacimiento se comunicardn a cada uno de los fieles. No to­ dos, sin embargo, recibirdn estas gracias, sino sola­ mente aquelios que se hayan preparado, como no todos recibieron a Cristo cuando naciô en Belén, aunque Cristo naciera para todos. Debes prepararte como los buenos del Antiguo Testamento, con los mismos sentimientos y la misma vida, reflejados en las Sagradas Escrituras, que la liturgia présenta estos dias. Π. Très figuras: Isaias, el Bautista, Maria. En tres figu­ ras podriamos encarnar la preparaciôn ideal del Adviento. Très figuras que creyeron en el Mesias Redentor supieron esperarle dignamente y aparecen repetidas veces en la liturgia de este tiempo. A. Isaias: la oraciôn. Isaias es el profeta que tuvo visiôn mâs clara del Redentor. Le han llamado el evangelista del Antiguo Testamento. Viô que vendria el Libertador prometido, y en nombre de todo Israel y de la humanidad entera suspirô por el Me­ sias: «Destilad, clelos, arriba el rocio; lloved, nu­ bes, la justicia. Abrase la tierra y produzca el fruto de la salvaciôn» (Is. 45,8). La Iglesia suspira también por Jes.ucristo con la misma ansia y se apropia las plegarias del profeta para elevarlas al cielo. Es la primera disposiciôn que debes procurât: orar sin intermisiôn para que Dios envie sobre tu aima al Esperado, al Cristo. Orar con las formulas que la liturgia pone en tus labios, tomadas de Isaias: «Ven, Seüor, y no tardes... Ven... para salvarnos... Rorate caeli...» B. El Bautista: la austeridad. La misiôn del Bautista fué préparât los caminos del Senor (Le. 1,76). Los prépara predicando un bautismo de penitencia por­ que «el reino de los cielos estâ cerca» (Mt. 3,2). La propia figura y vida del Precursor, viviendo en el desierto, vestido con piel de camello, alimentado con langostas y miel silvestre, es invitaciôn elocuente a la penitencia. La Iglesia, como el Bautista, te predlca que se acerca el Seüor..., que estâ cerca tu salvaciôn. Y, como él, se viste de penitencia (supresiôn del «Gloria», silenclo del organo, ausencia de flores, color morado) y te predica austeridad de vida. El lujo, la vanidad, la comodidad, las fiestas y diversiones no son compatibles con el espiritu del Advlento. Antiguamente era rlguroso el ayuno du­ rante cuatro semanas. Suprimido hoy, queda en pie * t 118 EL JUICIO UNA!.. 1." ADV. el e.spirltu de la penltencla exterior. Mira tù quô puedes cercenar, por superfluo y vano, de tu vida. C Maria: la gracia y las vlrtudes. Desde el primer domingo de Advlento se leen en el breviario res•3 nsorlos de la Vlrgen. La segunda oraclôn en las misas de tiempo es de Santa Maria. El Advlento es un auténtlco mes de Nuestra Seftora. La Iglesla no puede presclndlr de la que juega un esencial papel en la Navidad. Ella, con su plegarla omnipotente, prepararà nuestras aimas. Pero, ademôs, la Vlrgen nos habla de una nueva dlsposlclôn. La contemplâ­ mes Inmaculada. La fiesta de este mlsterlo en el Advlento tlene su razôn de ser. En el orden hlstôrlco, la Concepclôn Inmaculada de la Vlrgen fué el principio de la redenclôn y la garantla de que Jesucrlsto no tard aria. La Inmaculada en el orden 11tûrglco nos anuncla que se aproxlma la Navidad. Y nos predlca lo que es caracterlstlco en este mls­ terlo: el odlo al pecado, la hulda de las ocaslones y pellgros, la gracia santlflcante, las vlrtudes, la rectltud y pureza de la vida. IIL La venida final de Cristo, nuevo motlvo para préparer la Navidad. ?-20,30, α9ΛίβΓetc.). /Ι0χ; «ίίηίϋ&1α$ exteriores» (Mt. 8.12; 22,13; ’ ’ B. El error y el pecado. «Del Senor vienen la sabiduria, la clencia y el conociiniento de la ley... El error y las tînieblas son obras de los pecados...» (EcclL 11,15-16). II. Las obras de las tînieblas (cf. San Juan Crisôstomo, p. 22,c) se sintetizan en no querer seguir a Cristo: «En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tînieblas, pero las tînieblas no la abrazaron* (lo. 1,4-5). LU. El que no ama a sus hermanos anda en tînieblas y no sigue a Cristo: *Las tînieblas pasan y aparece ya la luz verdadera. El que dice que esta en la luz y aborrece a su hermano, ése estd aun en las tînieblas. El que ama a su hermano esta en la luz y en él no hay escândalo. El que aborrece a su hermano esta en tînieblas y en tînieblas anda, sin saber adônde va, porque las tînieblas ciegan sus ojos» (1 lo. 2,8-11). «Vistamos las armas de la luz» Armas de la luz, obras de la luz, vida de la luz (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 21,3). Taies son las obras y vida en Dios. En este sentido, es^er tectam ente aplicàble el SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 121 texto agustiniano segûn el cual, al crear Dios la luz, creô las inteligencias angélicas, pero hubo Angeles que se apartaron de Dios y crearon las tînieblas (cf. De civit. Dei, 1. 11,33: PL 41,346-347). La luz es obra de Dios. Las tînieblas, obra de los Angeles rebeldes. IL Luz y Verdad. Luz y Verdad son términos convertibles (cf. San Juan Crisôstomo, p. 32,b,1). El deinonio, se­ gûn dijo Jesucristo, es el ser «que no se mantuvo en la verdad». Es también «el padre de la mentira» (lo. 8,44), como es el padre de las tînieblas. III. Caminemos revestidos de luz. Caminemos, pues, reves­ tidos de luz y practicando la verdad por la senda de la luz. A. Hay una senda comûn trazada por Dios a la humanidad entera: los mandamientos divinos. El que cumple los mandamientos camina por la via de la luz al reino de la luz, a la luz misma, a Dios, que «es luz y en quien no hay tînieblas alguna» (1 lo. 1,5). B. Los extraviados. La humanidad apartada de Dios camina en tînieblas (cf. San Juan Crisôstomo, pa­ ginas 32-33.b.l). Se extravia. Tropieza. Cae y muere individualmente el hombre. Se hieren y despedazan las naciones apartadas de Dios. C. La franja luminosa (cf. sec. VII, I). IV. Vengamos a la luz (cf. San Juan Crisôstomo, p. 22,c). A. San Juan escribe: «Todo el que obra mal, aborre­ ce la luz, y no viene a la luz, por que sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues estân hechas en Dios» (lo. 3,20-21). B. Conducenos a la luz. i Senor!, nosotros no somos ca­ paces de entrar en tu via luminosa. Oye nuestra oraciôn. Clamamos con el aalmista (Ps. 85,11): «Deduc me, Domine, in via tua et ingrediar in ve­ ritate tua»: «Enséüame, Senor, tus caminos para que ande yo en tu verdad». C. · Exhortaciôn. Revestidos, pues, de luz, caminemos por la senda de la luz, a buscar «la luz de los hombres» (lo. 1,4), llena de «gracia» y «de verdad» (lo. 1,14), hecha carne (lo. 1,14) en medio de las tînieblas. No seamos, por nuestra desventura y por nuestras malas obras, de las tînieblas que no supieron reclblr la luz. No merezcamos vivir eternamente en la reglôn de las sombras. 122 EL JUICIO FINAL. 1.“ ADV. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO El valor del tiempo I. AZ coinemar el ano liturgico y ante la presencia del juicio, en el que se han de escudrinar todos los momentos de nuestra vida, hemos de inculcar en los fieles el sentido del aprovechamiento espiritual del tiempo. Por eso la Iglesia A. Nos lee en la epistola este trozo de San Pablo: «Ya conocéis el tiempo y que es hora de levan taros... La noche va muy avanzada»... (Rom. 13,11-12). B) En el evangeliô nos présenta el juicio final, que vendra por sorpresa. C. De ambos pasajes debemos sacar una lecciôn: el valor del tiempo y la rapidez con que se nos va de las manos. II. iConocen los hombres el valor del tiempo? A. No nos referimos ahora al pecador habituai. Para ése escribiô San Pablo su pâgina mâs tremenda: «Vas atesorando ira para el dia de la ira y de la revelaclôn dei justo juicio de Dios»... (Rom. 2,5). B. Nos referimos al que, viviendo sin pecar gravemente, por lo menos con frecuencia, déjà pasar los dias con rutina estéril, sin pensar en mâs. a) A la mayoria de los hombres, la vida se les escapa de las manos sin darse cuenta. Dij erase que no nos preocupa el dia que transcurre, porque detràs de él ha de venir otro de la misma mariera. Lo triste es que perderemos ambos. b) No se debe esto a la monotonia de nuestros quehaceres. Una vida siempre igual puede cstar llena de sentido y de provecho. El sabio en sus investigactones, el profesor en su paciente tarea, son hombres fecundos. El asceta en su vida de soledad y oraciôn lo es también, después de sesenta aüos en los que un dia no se diferenciô del otro. c) La inutilidad y rutina de la vida consiste en no conocer el fin y valor del tiempo y de sus obras. Nacer, vivir. alimcntarse, roproducirse y morir. Esa es la sintesis de la vida instintiva. La vida racional se SEC. 8. ÜUIONES HOM1LÉTICOS 123 espetifica porque el entendimiento juzga las cosas con relation a un fin. Segûn ello, el hombre debe valorar el tiempo. III. El juicio de Dios nos da la nociôn del valor del tiempo. A. El tiempo es una cosa que fluye y se acaba. a) Si hay algo firme y permanente, son los tielos y la tierra. En el evangeliô de hoy vemos su fin. ^Camo no pasarà mi vida, tan ligera como es? b) Por todas partes me rodean senates de mi fin. ^Dônde esta la ninez? ^Dônde esta la juventud? El fin vendra por sorpresa, pues los hombres verân las senates de la «parusia», pero no las entenderân (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p.27,2). Del mismo modo observo en los demâs las senates de que la vida va pasando, pero no las conozco en mi (cf. San Roberto Belarmino, p.63, d). B. El tiempo vale lo que valga la eternidad. Con él se adquiere. Cuando el supremo Juez nos pida nuestra cuenta, lo ünico que habremos de presentarle es el tiempo que hemos vivido. ôTiempo lleno? ôTiempo vacio? ôTiempo pernicioso? El tiempo es oro. No; el tiempo es cielo. Si queremos. IV. Conociendo, pues, el valor y la caducidad del tiempo: A. No lo perdamos, en un sueno vano, sin advertir que la desventura irreparable puede esperarnos al despertar violentamente de nuestro letargo (cf. San Agustin, p. 42-43, d). B. Construyamos algo cada dia en el edificio de nuestra vida espiritual, en el trabajo de nuestra perfecciôn. C. Puesto que al cribar el tiempo en el dia del juicio solo han de permanecer nuestras buenas obras, 11enémonos de ellas. Optimismo cristiano I. Todo pasa. Las ïlusiones no se logran. La realidad es triste (cf. San Juan Crisôstomo, p. 29-30,0. Todos, en uno u otro momento de la vida, tenemos que decir: «Vanidad de vanidades...'» (Eccl. 1.2). O con Segismundo, al ver convertidas las delicias de la corte en las antiguas rejas: ... en el mundo en conclusion todos suenan lo que son, aunque ninguno lo entiende. EL JUICIO FINAL. 1?* ADV. Π. iQué soluciôn dar a este problema agobiante? Soluciôn pesimista de gran parte de los filôsofos: el hombre es un ser desgraciado que tiende a la nada, en cuyo caso muchos piensan que el pistoletazo de Werter es el re­ medio mâs rdpido. IH. Pero Dios no ha querido un mundo triste y malo. El υιό que sus obras eran buenas (Gen. 1,4.7.10.12.18.21. 25.31). El mismo Calderon recuerda cuàl es la verdadera soluciôn cristiana: «Acudamos a lo eternor>. DJ. En el juicio aparece lo que hay de bueno, de eterno, en el mundo: Cristo. Todo lo que es sueno... hasta los mismos cielos y tierra desaparecen... Sôlo El queda (ci. San Gregorio, p. 48-49,A,B,C). V. La soluciôn cristiana y optimista es revestirse de Cristo. A. Vivir las obras de Cristo, las obras reales, las obras de la luz. B. Revestidos de Cristo en vida, nuestras obras tlenen la misma realidad divina de la gracia (ci. Marmion, p. 85,B,b). C. Cuando todo lo terreno pase, los que se revistieron de Cristo vivirân eternamente con Cristo (ci. Apuntes exeg-mor., p. 21,3). El juicio de los Buenos, motivo de aliento I. Nuestra concienda pecadora suele presentarnos el dia del juicio como dia de espanto. Ello es ciertamente saludable. Sin embargo, la Iglesia se propone animarnos presentândonos el premio de los buenos segûn la frase del Senor: tLevate capita vestrab (cf. Situaciôn litûrg., p. 17,B). IL Premio del aima. A. Incomparable en intensidad con el trabajo que lo mereciô. a) Pocas personas han sufrido tanto en su vida como San Pablo, a quien ll^gô a série tediosa. «Peligros del mar. de los caminos, de los falsos hermanos » (2 Cor 11.26). b) Pero San Pablo ciô también la gloria que Dios nos tiene preparada (ibid., 12,2). c) y de la comparaciôn de esto^ trabajos zi aquella Glo­ ria surgiô la sentencia paulina: «Los padecimientos del tiempo présente no son nada en comparaciôn de la gloria que ha de manifestarse en nosotros» (Rom 8,18). SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 125 B. Incomparable en duraciôn. III. Premio del cuerpo (cf. San Agustîn, p. 46-477,C,a,b). El cuerpo ha sido para el alma una carga onerosa (ibid.). Pero no cabe duda (cf. San Roberto Belarmino, p. 6263,0 de que A. El alma le ama como a companero de su existencia. B. Le ha sujetado, si obrô justamente, a una recia disciplina (cf. San Juan Crisôstomo, p. 31,2). C) De donde el alma ve acrecentado su gozo al unirse nuevamente con su hermano el cuerpo; y el cuerpo recibe el galardôn de verse inmortal'y libre de flaquezas (cf. San Agustin, p. 43-45,B). Habiendo servido al alma y mediante el alma a Cristo, el cuerpo se ve ahora espiritualizado (1 Cor. 15,43-45) y asimilado a la claridad del de Cristo (Phil. 3,21). IV. Discernido publicamente (cf. Santo Tomâs de Villa­ nueva, p. 66,B). A. La presencia de los réprobos: a) Nos permite ver el terrible mal de que nos Ubramos. b) Nos hace parecer sabios ante los que nos juzgaron necios. c) Nos présenta como vencedores del mundo y del demonio. B. La presencia de los santos nos inunda de gozo (cf. San Juan Crisôstomo, p. 35,5). a) Al vernos unidos en Maria Santisima, etc. b) Al aumentarse nuestra alegria con la de todos (cf. San Juan Crisôstomo, p.35,5). V. Compartido con el de Cristo. A. En el dia del triunfo personal del Sefior y de su cuerpo mistico (cf.. San Juan Crisôstomo, p. 33-34,2; 34,2; San Agustin, p. 43,b, y Santo Tomâs, p. 59,c). B. * En una ceremonia de apoteosis final preparada por el Padre Eterno, en la que a) Cristo vence a la muerte (cf. San Juan Crisôstomo, p. 32,b.D y, resucitados los muertos, dice: «^Dônde estd, ioh muerte!, tu victoria?» (Os. 13,14; Hebr. 2,14, y 1 Cor. 15.55). b) Se corona como centro de la creacion, colocando a sus enemigos a sus pies y a los eleqidos en su torno, recapitulândolo todo en El (Eph. 1.Ï0). c) Se présenta con los justos al Padre para ofrendarle su obra cumplida y reinar con nosotros etemamente (cf. San Juan Crisôstomo, p. 34-35,4 y 5). VI. Exhortaciôn. Cuando la madré de los Macabeos quiso alentar al martirio al ultimo y mâs joven de sus hi­ jos, exclamô: «.Ruégote que mires al cielo y a la tie- EL JUICIO FINAL. l.° ADV. 126 rra...·» (2 Mach. 7,28). Cuando las luchas de la tierra te agobien y temas desfallecer, mira tû también al ciein «Levate, capita vestra!» (cf. San Juan Crisôstoma p. 36-37,0. sostomo, * 9 El juicio del pecador * I. Senales terribles de la proximidad del juicio. Cat as­ tro je côsmica, espanto de las gentes. Clamor de las trompetas. Terror ante la llegada de Cristo (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 24.1 y 27,3). II. El juicio: A. El juez. Cristo Dios (cf. ibid., p. 24,2; Santo To­ mas, p. 55-57,A, y Santo Tomâs de Villanueva, p. 67, . C) a) Injinitamente sabio y justo (cf. Santo Tomâs, p. 56.b). b) Dispuesto a hablar después de su silendo de siglos (cf. San Agustin, p. 37,a y 40,4). c) Irritado por el desprecio de su amor, de sus leyes y de su soberania (cf. Bossuet, p. 72,77). Sin misericordia y a, decidido a no admitir penitenda. El mismo que hablô dei «lianto y crujir de dientes» (Mt. 8.12). B. Los acusadores. a) Dios, escrutador de corazones, que leerâ hasta nuestros pensamientos y lo ira cotejando con sus bondades y beneficios (cf. Santo Tomâs de Villanueva, p. 67,b). b) El demonio, nuestro enemigo (cf. Bossuet, p. 76,3.°). c) Nuestra propia concienda y nuestra fe (cf. Bourda­ loue, p. 82.B y 83.0. C. El juicio (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 26,3, y Santo Tomâs, p. 58.B). a) El procedimiento. Publicidad. Soleinnidad (cf. Santo Tomâs de Villanueva, p. 66.B). Los condenados, abrumados por la vergüenza, pedirân a los montes y los mares que los cubran (Le. 23,30). b) Materia del juido. 1. Acciones y omisiones (cf. Miscelânea, Π). Tus nensamientos. tus avariclas, tus placeres disfrazados, tus robos encubiertos con mil nombres. Pecados de omisiôn. Pasaste de largo iunto al pobre (parâbola del samaritano). no hiciste obras de misericordia... (cf. San Agustîn, p. 4042,c). 2. Respecto de Dios. del prôjimo. de ti mismo. Ri SEC. 8. ΙΠ. GUIONES HOMILÉTICOS 127 c) La sentencia. Sus caracterîsticas. Inapelable, definitiva. Por buscar un momentdneo placer, por evitar un pe­ queno esfuerzo, condenados eternamente al do­ lor (cf. Bourdaloue, p. 83,D). Sus efectos. Desesperaciôn de los condenados de ver cômo se han salvado otros tan fâcilmente, con un vaso de agua (cf. San Agustin, ibid.). La inscripciôn de Dante en la puerta del infierno : «Por mi se va a la ciudad doliente.—por mi se va al eterno dolor,—por mi se va tras la perdida gente.—Dejad toda esperanza los que entréis.» La figura del juicio final, de Miguel Angel : el condenado sedente en una piedra so­ bre el infierno, coh el rostro entre las ma­ nos... (cf. sec. VU, VI). d) Hora del juicio. Cuando menos lo pienses. El tuyo puede ser en cualquier momento (cf. «Apuntes exeg.mor.», p. 23,0 : San Agustîn, p. 42,d; y Bossuet, p. 80, J. y 2). Coîiclusiôn. Es la hora de que despertemos (cf. Santo Tomâs de Villanueva, p. 68,c) antes de que la trom­ peta del dia de la ira nos traiga a la tremenda realidad. Vigilad (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 27,2, y San Agus­ tin, p. 42,d) por que aquel dia no os sorprenda como un lazo. El rico epulôn pidiô permiso para ir a predicar a sus amigos la existencia del infierno, y Abraham se lo nego diciendo que ya tenian a los projetas que se lo anunciaban. Hoy la Iglesia nos lo anuncia a todos y yo os lo anuncio a vosotros. · 9 10 Los très motivos de la justicia divina Dentro de unos dias veremos el portai de Belén. Para que no nos enganemos ante la humildad de aquel Nino y podamos adorarle convenient emente, considerémosle en su dia tremendo, al condenar a los réprobos . Cristo los condena: Porque han despreciado su poder, desobedeciendo sus mandamientos (cf. Bossuet, p. 73,b,1). Porque han rehusado su amor, que le hizo entregarse por nosotros y que ahora se convierte en justicia e ira (cf. Bossuet, p. 74-76,2). C. Porque se han rebelado contra su soberania, trocando su imperio dulce y legitimo por el de Sata­ nas (cf. Bossuet, p. 76-77,3). 4 128 EL JUICIO FINAL. 1.® ADV. III. Porque nosotros iremos en Navidad a Belén y durante toda la vida al Cristo oculto en la Eucaristia y A. Reconoceremos su poder practicando por completo su ley, que comprende los mandamientos para con Dios y los mandamientos para con el prôjlmo. En el Dios escondido de hoy reconoceremos al Legislador del Sinai y al Juez en el dia ultimo. B. Reconoceremos y agradeceremos su amor. No tendremos que obedecer la dureza de la ley, sino los suaves deseos del amado. El amor irâ mâs allâ del precepto, y, buscando lo que quiere Jesûs, hallaremos los consejos del Evangelio. Nos encontraremos con su ultima voluntad: «Amaos los unos a los otros* (lo. 13,34). C. Reconoceremos su soberania. Serâ el Rey de paz, de justicia y de amor, al que consagraremos no la habitaciôn principal de nuestras casas, sino todo nuestro ser y toda nuestra vida. IV. Y lo mismo manana ante su cuna que hoy ante el sagrario, que después en el dia del juicio, repetiremos siempre: «Regem cui omnia vivunt...·» El dia del juicio, dia de gloria L Gloria de Dios. A. Todo cuanto acaece en este mundo estâ ordenado por Dios para su gloria. Actualmente esta ordenaclôn permanece envuelta entre sombras, sin que alcancemos a comprenderla. B. Pero en el dia del juicio el orden perfecto brillarâ, porque: a) Serân conocidos los ccultos designios divinos: 1. El porqué permitiô unas cosas y otras no. 2. El porqué triunfaron en el mundo los malos. 3. Qu'.énes aceptaron el nlan de la Providenda y quiênes no (cf. Santo Tomâs, p. 58-59,B). b) Sera establecido el orden universal de la justicia: 1. Los malos, castigados etemamente. 2. Los buenos, premiados, rodearân a Cristo. c) Cristo se presentarà al Padre para reverenciar a Dios principio y fin del orden universal, después de haber • colocado a los impios como estrïbo de sus pies y haber SEC. 8- GU1ONES HOMILÉTICOS completado glorioso su Cuerpo mistico (cf. Marmion, p. 87JD). II. Gloria de Jesucristo (cf. Santo TomAs, p. 55-57,A). A. En su vida, desconocido, calumniado, ajusticiado. B. A lo largo de los siglos, negado y perseguido en su Iglesia. En el juicio, recapitulândolo todo y juzgando a to­ dos (cf. San Juan Crisôstomo, p. 34-35,4). III. Gloria de los justos. A. En su vida, incomprendidos o perseguldos como su Maestro. B. En el juicio, trlunfantes con El. El silendo de Cristo I. Cristo hoy calla ante nuestros pecados (cf. San Agus­ tin, p. 38-40,2 y 3). A. El pecado no recibe su castigo inmediato. Muchos malos viven felices (cf. ibid.). Al no ver inmediato el castigo, los hombres comienzan a pecar. Después, el pecado se convierte en costumbre y la costumbre los encallece (cf. San Agustin, ibid., y Bossuet, p. 79-80,3 y 80,d,3). Otros aplican a Dios sus mismos criterios y creen que no se preocupa de los pecados de los hombres (cf. Bossuet, p. 79.3,1.°). D. Aunque ve y odia todos esos pecados, Cristo por ahora calla, porque no le gusta condenar, sino salvar (cf. San Agustin, ibid.). Π. Pero hablard en el dia del juicio. «Deus manifeste ve­ niet: Deus noster et non silebit» (Ps. 49,3). A. ôSospechabas que amaba el mal como tû? Aqui tienes escritas todas tus maldades (cf. San Agustîn, p. 40,4). No dejô de verte ni un momento (cf. Bossuet, p. 79,3,2.°, y 81,5). B. ôHasta ahora no has querldo mostrar tu conclencia? Te voy a poner delante de ti mismo (cf. San Agustin, ibid., y Bourdaloue, p. 82,B). m. Conclusiôn. (.Desconoces «que la bondad de Dios te atrae a penitencia?» (Rom. 2,4). Arrepiéntete ahora, que después serâ inûtil (cf. San Agustîn, p. 42-43,d) La palabra de Critto 1 , 5 130 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. 13 La limosna del juicio I. Los bienes de la tierra, tson buenos o malos? La formu­ la del juicio solventa esta cuestiôn en el sentido de que son utiles. A. Porque nos sirven para conquistar el cielo. a) Si somas pecadores, pidiendo sinceramente la gracia y acompanando nuestra petition con la limosna. b) Si estamos en gracia de Dios, granjeânaonos con las limosnas nuestra perseverantia final. * B. Porque Cristo se ha substituido en la persona de ios pobres, y lo que damos a éstos se lo damos a El (ci. Miscelânea, VII). Si tù das a los pobres lo que mâs te cuesta, tu dinero. El te darâ lo que mâs esti­ ma y mâs le costô adquirir: la gracia (cf. Beato Avila, p. 68-69,A). II. Después de tanto afdn, <,tendremos que abandonar totalmente nuestros bienes terrenos? También el juicio resuelve esta pregunta. A. Si mediante nuestras limosnas colocamos en vida nuestros bienes en el banco celestial, a la hora del juicio nos los encontraremos alli (cf. San Agus­ tin, p. 40-41,1 y 2). B. Al igual que San Pedro, cuando fué recibido por los pobres que le mostraban las prendas de la carldad de la difunta Tablta (Act. 36-41), la resucitô y tomândola de la mano se la présenté a los fieles, Cristo, en el dia del juicio, al ver como los pobres socorridos por nosotros le muestran nuestras li­ mosnas, nos cogerâ de la mano y nos llevarâ a la presencla del Padre. SEC. 8, GUIONES HOMILÉTICOS 131 La sentencia del juicio I. El Seüor la formula con estas palabras (Mt. 25,41ss): «Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno, A. porque tuve hambre, y no me disteis de comer; B. porque tuve sed, y no me disteis de beber; C. fui peregrino, y no me alojasteis; D. estuve desnudo, y no me vestisteis; E. enfermo y en la cârcel, y no me visitasteis». Π. Los cinco puntos de la sentencia se refieren a pecados de omisiôn. Son muchos los cristianos que se sorprenderân el dia del juicio: A. De no haberse dado cuenta de que Cristo estâ representado en los pobres, en los enfermos, en los encarcelados, en los peregrinos (cf. San Agusitn, p. 41-42,2, y Beato Avila, p. 70,0. B. De no haber advertido el alcance del primer mandamiento de la ley de Dios y haber pecado contra él con frecuencia, no por comisiôn, sino por omisiôn. C. De que su ignorancia fué inexplicable, vencible y por consiguiente culpable. Innumerables veces, bajo todas las formas, en preceptos severos y categôricos, en parâbolas, con el ejemplo, Jesucristo repi­ te que toda la ley se enclerra en ese primer mandamiento. a) Parâbola del buen samaritano (Le. 10,30-37). De eUa salen condenados el sacerdote y el levita, que son re­ presentation de los hombres p.adosos, de los hombres de templo faltos de misericordia. Es decir, extemamente piadosos y corporalmente de templo, no profun­ da y verdaderamente piadosos. b) Parâbola de los talentos (M:. 25,14-30), en la que Jesu­ cristo : 1. Se aflegra de ver que se ha negociado con. los ta­ lentos; que se ha trabajado y se ha hecho el bien, que se ha pasado por este mundo como pasô El, «benefaciendo» (Act. 10,38). «Euge ser­ ve bone et fidelis» (Mt. 25 23) : «Muy bien, siervo bueno y fiel...; entra en el gozo de tu senor». 2. Condena con palabras enérgicas al que no emplea su talento en beneficio de los demâs, le quita el talento y le increpa: «Serve male et piger» (Mt. 25,26) : «Siervo malo y haragân». Ante otros pecados, Jesucristo muestra su misericordia y mansedumbre. Ante éste nos ofrece su ira : «Qui- tadle el talento... y a ese siervo inütil echadle a las tinieblas exteriores» (Mt. 25,28-30). c) Parabola del rey que ajusté cuentas (ML 18,23-35). Terribles palabras de Dios nuestro Senor contra el siervo que no fué misericordioso con el compaüero: «Mal siervo, te condoné yo toda tu deuda porque me lo suplicaste. ^No era, pues, de ley que tuvieses tû piedad de tu compaüero, como la tuve yo de ti?» (ML 18,32-33). Pecado contra la misericordia. ni. La misericordia es el alma del Evangelio. Dios mismo se llama Padre de la misericordia y Dios de toda con­ solation. Los cristianos que no sienten y practican la misericordia no son cristianos. Una religiôn de piedad puramente externa, a veces ostentosa, no sôlo es far­ sa, sino muy odiosa al corazôn de Jesûs. Practiquemos la misericordia, si no queremos oir el «Apartaos de mi, malditos...* Las dos venidas y la vida santa I. La primera venida tuvo por fin, ademds de redimimos, ensenarnos teôrica y prâcticamente a vivir en justicia y santidad, separândonos de lo terreno y malo. II. Para sostenernos en este camino nos sirve de aliento y sostén la esperanza de la venida final gloriosa y remuneradora (cf. San Bernardo, p. 53-54,D). III. Nuestra vida cristiana se apoya asi: A. En las enseftanzas de Crlsto. B. En la esperanza del premlo. · IV. San Pablo lo sintetiza didendo (Tlt. 2,11-13): «Appa­ ruit enim gratia Dei Salvatoris nostri omnibus homini­ bus, erudiens nos, ut abnegantes impietatem et saecu­ laria desideria: sobrie et iuste, et pie vivamus in hoc saeculo, exspectantes... adventum gloriae magni Dei...* rtr SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 133 -................... 16 Las tres venidas I. La primera venida (cf. San Bernardo, p. 51-52,B). A. Nos redime y abre el camino de salvaciôn. B. Nos impulsa con motivos: a) De amor. b) De agradecimiento. c) De imitation. II. La tercera venida(cf. ibid., p. 53-54,D). Nos alienta con motivos. A. De temor saludable del castigo. B. De esperanza y deseo del premio. IH. La segunda venida (cf. ibid., p. 52-53,0. A. Es un anticipo de la tercera y nos convierte en templos de la Santlsima Trinidad. B. Por ello debemos: r a) Eliminar cuanto impide la presencia de Dios: «las obras de las tinieblas». b) «Revestirnos de Cristo», para unimos mâs a El. 17 Jesucristo, ayer, hoy y siempre I. Jesucristo es la ùnica luz. A. Fuera de Cristo todo son tinieblas. B. Se apaga el sol, muere la luz, caen las estrellas. C. Toda la luz del cuadro se concentra en Jesucristo. Jesucristo es el unico iluminado. Jesucristo es la unica luz. H Jesucristo es la unica vida. A. Fuera de Cristo, la muerte. a) Muere todo el universo fisico (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 24.1). b) Muere todo el universo moral o espiritual. c) Imperios, dinastias, Estados, tivilizaciones... Toda la historia ha pasado. ■ 134 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. d) Todo posa a nuestra vista. Todo pasard definitivamente el dia de Cristo. Las mismos virtudes del cielo se tambalean y caen (cf. ibid.). B. Cristo aparece ante todos en la plenitud del vigor de su poder y de su majestad (cf. Apuntes exeg.mor p. 24,2). «Cum virtute multa et maiestate» (Mt. 24,30). III. Jesucristo es la unica verdad, es decir, el sol dei mundo intelectual. A. Cesarâ la confusion fisica de las aguas revueltas, arremolinadas, encrespadas. B. Cesarâ el ruido y la confusion de tantas teorias, tantas escuelas, tantos sistemas. Cesarâ el ruido y la confusion de pasiones, y ruinas, y revoluciones, y guerras. D. Pasarân la vanidad y la mentira, fruto de la necedad y de la soberbia (cf. Misceldnea, IV). E. Todo lo que hay en la vida de verdadero, de eterno, de divino, estarâ concentrado en Cristo. Cristo serâ la unica verdad y todo la verdad. IV. Tal realidad divina no sôlo serâ, sino que fué y es hoy dia. A. Hoy no hay mas realidad que Jesucristo para quien con ojos de evangelio contempla la vida. Fuera de la vida iluminada por Cristo, por sus pré­ ceptes y por su amor se encuentra la vanidad y la mentira de la vida dei mundo. C. Jesucristo ayer, hoy y siempre. V. Sea, pues, Cristo nuestra vida. A. En el afecto y en la verdad. Sigamos el precepto del Apôstol: «Vuestra vida estâ escondida con Cristo en Dios» (Col. 3.4). B. iQué es esconder nuestra vida en Cristo? El pro­ pio Pablo nos lo explica. Esconder la vida en Cris­ to consiste en: a) Buscar las cosas de arriba, donde estâ sentado Cristo a la diestra de Dios. b) Pensar en las casas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3.1-2). c) Rsvestirse de las virtudes de Jesucristo (Col. 3,12). VI. Nuestro triunfo definitivo en Jesucristo. A. «Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, enfon­ ces también os manifestarêis gloriosos con El» (Col. 3.4). B. «Ya es hora de levantaros del sueüo de las vanidades humanas» (Rom. 13,11). - SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 135 • · C. «Despierta tu que duermes y levântate de entre los muertos y te iluminarâ Cristo» (Eph, 5,14). VII. Exhortaciôn. A. Seamos Cristo desde hoy para serlo el ultimo dia. Que nos ilumine Cristo hoy para sentirnos envueltos en el ultimo dia en el resplandor de su Majestad terrible. Seamos hoy luz de gracia para ser entonces luz de gloria. «Despojémonos de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz» (Rom. 13,12). B. Oigamos anticipadamente los villancicos de la Na­ vidad como una alegre diana que, recordândonos nuestra condiciôn de cristianos, nos invite a despertar del sueüo de nuestra vida mentirosa. C. Bautizados en Cristo, muertos y sepultados con Cristo, conresucitados con Cristo. D. Pongamos ya desde ahora todo nuestro pensamiento y toda nuestra esperanza en Cristo y en el cielo, donde Cristo reina, para que en el dia tremendo y amargo, cuando tantos infelices queden aplastados bajo el peso terrible de sus culpas y sientan sobre si el peso enorme de la justicia divina, nosotros, hecho.s luz de Cristo—incluso en nuestro propio cuerpo, que se habrâ configurado segün su claridad gloriosa—, gocemos plenamente de la verdad de Cristo E. Participemos perfectamente de la vida de Cristo y alegrémonos con alegria inefable, porque nos resta por toda una eternidad el ser coherederos de la propia felicidad de Cristo. SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 18 9 También socialmente hay que despertar del sueno T. El terror general ante la situaciôn dei mundo. A. En medio del terror general resuena una voz de aliento: «Levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra salvaciôn». El fenômeno se ha repetido: ·· ;-·’ •■■r^ .? w. ■’■*<** • · !36 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. * |v · * $1 I a) Entre los fleles de Tesalônica, que temîan la proximidad del fin dei mundo (2 Thés. 2.1-2). b) Al finalizar el primer milenio de la era cristiana. c) En general, en épocas de gran inestabilidad social. B. El temor. contagioso, se hace pronto colectlvo y provoca elegas subversiones, terribles alarmas, nu­ merosas enfermedades... C. Actualmente se da tamblén. Tiene un orlgen con­ creto: el pavoroso problema social. Su gravedad preocupa a todos (cf. p. 90.a y 97,a). Y hace temblar a las personas conscientes (cf. p. 89,c y 98,d). H. Sus motivos. iLas guerras? Verdadero castigo de Dios ante tantos desôrdenes (cf. p. 101.f). Pero hay algo mâs. Terminan las guerras y el peligro subsiste. El mal es màs hondo. A. Los Papas lo vleron y lo advlrtleron con tono profétlco. Leon XIII desde el comienzo de su pontiflcado. Y al decllnar su vida (cf. p. 90,c). La raiz de todo: el apartamiento de Dios, base de la socledad. En los slgulentes pontificados estalla el conflicto: prlmero la guerra armada, luego la revoluclôn social. Pio X. Benedicto XV y, sobre todo, Pio XI advlerten y conminan sobre su gravedad. B. Nuestro tiempo. Segunda guerra mundial. Se afirma que se lucha por el bien de la socledad... Pero el problema slgue sin resolver. Se ha hecho desaparecer a Dios de la vida privada, familiar y so­ cial (cf. p. 98.B.a). Se ha arrancado de la vida so­ cial la ley de Cristo, fuente de dlgnificaciôn y de unldad. El problema social estâ ahi, latente, amenazador. La actual constltuciôn de la socledad estâ llamada a desaparecer. C. Pio XII ha dlcho a los espafioles: «La Iglesia denuncla, como contraria a la naturaleza, una situaclôn social donde, frente a un grupo de prlvllegiados y rlquislmos, hay una enorme masa popular empobreclda» (Discurso radiado a los empresarios, técnlcos y obreros, 11 marzo 1951). HL La Iglesia y los cristianos ante esta situaciôn. A. Actltud de la Iglesia. Nada terne por si (cf. p. 97,b). Sabe que las luchas sôlo slrven para fortalecerla (cf. p. 98,c). Tiene la experienda de muchos slglos. Tiene fe inquebrantable en ia divina promesa: no prevalecerân... Pero la socledad no es la Iglesia. Aunque se diga cristiana... B. Actltud de los cristianos. Cuando no se levanta la cabeza, eurgen el temor y la Inacciôn. T al el caso SEC. δ. GUIONES HOMILÈTICO de Tesalônica, contra el que se pronuncla San Pa­ blo. Cuando se levantan los ojos al cielo, la esperanza mueve a la penitencia y a la reforma. Tal el caso de los disciplinantes medievales con San Vi­ cente Ferrer. Tal el de Ninive, con su rey al tren­ te, ante el anuncio profético de Jonâs (lonae 3,6-10). C. Nuestra actltud. Toda crisis puede conducir a una renovaciôn y a un progreso. «Levantad vuestras cabezas» es: a) Llenaos de esperanza, porque se acerca vuestra salva­ ciôn, un mundo mejor. b) Llenaos de valor y decision, porque se acerca vuestra jortaleza. c) Poned manos a la obra de la reforma social, porque os espera vuestro premia. IV. cQdé hacer? A. Lo que no puede hacerse: a) Permanecer inactivas. Seria indigno de un cristiano (cf. p. 98,d). b) Despreciar los peligros o no acometer la reforma. Se­ ria causa de condenaciôn. (aNo podemos menos de con­ templar con profundo dolor la incuria de los que parecen despreciar estos inminentes peligros y, con cierta pasiva desidia, permiten que se propaguen por todas partes doctrinas que destrozarân por la violencia y por la muerte toda la sociedad. Mayor con­ denaciôn merece aûn la neghgencia de quienes aescuidan la supresiôn o rejorma del estado de cosas que lleva a los pueblos a la exasperacion y prépara el camino a la revolucion y ruina dé la sociedad)) (Quadragesimo anno, num. 43: Nueva Colecciôn rmc., p. 615-616). c) Huir ante el peligro. Seria propio de cobardes (pâgina 103,c,d,e). B. Lo que todos, pero especialmente los mâs capaces y dotados, deben hacer: a) Despertar del sueûo (cf. p. 89,e). b) No lamentarse, sino actuar (cf. p. 89,d). c) No mantenerse en recelosa reserva, sino trabafar con decision en el campo de la justicia social (cf. p. 89,c). d) Llenarse de abnegaciôn, espiritu de sacrificio, heroismo (cf. p. 92,a). C. El camino de la soluciôn: Jesucristo como funda­ mento, la justicia como ejecutora, y por corona, la caridad (cf. p. 95,E). 138 EL JUICIO FINAL. l.° ADV. 19 La sociedad moderna tiene que revestirse de Jesucristo I. La sociedad moderna se habia desnudado de Jesucristo. El lïberalismo en todos sus grados es la expulsion de Jesucristo de la vida de las naciones. A. El catolicismo liberal en forma atenuada, niega los derechos de la Iglesia en la vida pûblica. B. El catolicismo liberal en forma mâs grave, niega que el Estado deba tener una religion. C. Libéralisme, que niega que la sociedad misma deba practicar una religion y una moral. D. £e niega la existencia de una moral divina, aun reconociendo la existencia de Dios. Deismo. E. Se niega la existencia de Dios. Ateismo. F. Se llega al odio a la idea de Dios y a la guerra a la idea de Dios. Comunismo ruso. II. Programa de los Pontifices. Restaurar todo en Cris­ to (Pio X). La paz de Cristo en el reino de Cristo (Benedicto XV). Obra de la justicia: la paz (Pio XI y Pio XII). III. Los Pontifices tratan de revestir la sociedad de Jesu­ cristo llevando la idea de Dios al Derecho publico y a la vida pûblica de las naciones. A. La causa eficlente y final de la sociedad estâ fuera de ella (Leon XIII). La sociedad es obra de Dios. La sociedad va ordenada a Dios. B. La autoridad. La forma de la sociedad, que es la autorldad, procede de Dios. Toda autoridad procede de Dios, sea cual fuere el medio de transmislôn. El que manda, manda en nombre de Dios. El que obedece, obedece a Dios. En la frente de todos los emperadores se quiebra un rayo de la omnipotencia, de la sabiduria y de la misericordia divinas (Palabras de los obispos alemanes). C. La moral en la sociedad. El Estado debe tener una moral: la moral cristlana. Y defenderla en la vida social. Y combatir toda deshonestidad y toda inj usticia. D. La sociedad y el Estado deben practicar la justicia social, justicia que se deriva de Dios. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 139 E. La caridad. Gobernantes y sùbditos deben someterse a la ley de la caridad. Caridad social. Caridad de patria. F. El culto colectivo. Los Estados, por tener una religiôn, deben tener un culto colectivo y, como tal, tributârselo a Dios. Fiesta de Cristo Rey. Expresiôn litûrgica de esta idea. Ideas capitales de la «Quas Primas». Consagraciôn de los Estados mo­ dernos al Sagrado Corazôn, a Cristo Rey. Consa­ graciôn de Espana en el Cerro de los Angeles. Consagraciôn de Espaüa en el Congreso de Bar­ celona. El juicio final como prueba del carâcter social del cristianismo I. Después del juicio particular—en el fin de la vida—, el gran juicio colectivo—en el fin de los tiempos—. Jesucristo quiere dar a su sanciôn definitiva a los hombres un carâcter publico o social. IL Nuestra vida, incluso en el orden religioso, peca mucho de egoista (cf. p. 91,d). O mejor, de individualista. Diriase que el individualismo liberal ha penetrado hasta el mismo reducto de la concienda. En todos los ôrdenes. Pero concretamente en el momento de enjuiciar vuestros actos. Atendemos mâs a las faltas que nos afectan a nosotros mismos que a las que afectan a los prôjimos. Mas; aun en estas ultimas damos mas importanda a lo que tienen de nuestras que a lo que suponen de ofensa para el prôjimo. III. Pero la esencia misma de la vida cristiana es social. Social el criteria para valorarlas. Social el modo de retribuirla. A. Lo prueba la ensefianza constante del Evangelio. El mandamiento nuevo, el mâs Importante, sîntesis de los demâs, distintivo dei cristiano: «Amaos los unos a los otros» (lo. 13,34; 15,12; 15.17). San Pablo: «Quien ama al prôjimo ha cumplido la ley» (Rom. . 13,8) San Juan: «Pues el que no ama a su her­ mano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve» (I lo. 4,20). EL JUICIO FINAL. l.° ADV. B. Lo confirma el evangelio de hoy. El criterio para el juicio serâ eminentemente social. En el juicio final sôlo se habla de los pecados contra la mise­ ricordia o del cumplimiento de sus obras. «Porque tuve hambre... tuve sed...» «Cuantas veces lo hicistels con uno de éstos...» IV. La sociabilidad humana, y el Cuerpo mistico. Jesucristo valora nuestros actos en cuanto dicen relaciôn al prôjimo. Salva o condena, segûn haya sido nuestra mise­ ricordia con el prôiimo (cf. p. 96,d y 95,b). Criterio profundamente social. Dios creô al hombre con una naturaleza social, le elevô al orden sobrenatural, emi­ nentemente social: el Cuerpo mistico. El aspecto social de los blenes a la luz del juicio final. Profundicemos todavia mâs en esta idea. Dios, en su providenda, reparte los blenes de un modo desigual (cf. p. 92,c). Hay quienes recibieron mâs inteligencia, cultura, habllidad, técnica, bienes ma­ teriales, educaclôn, salud, fortaleza, resistenda para el trabajo, etc. Pero el valor de los actos no se mlde por la cantldad de bienes que se poseen. Supondria una desigualdad esencial, sin responsabllldad alguna del hombre (cf. Pio XI, Ubi arcano Dei, η. 27: Nueva Colecclôn de Enciclicas, p. 1018). El criterio de Dios no es éste. Cada hom­ bre es depositario y adminlstrador de los bienes que reclblô, en beneficio de todos. Porque para todos estân destlnados. Unos libre y meritoriamente deben admlnistrarlos; otros libre y meritoriamente deben tratar de adquirlrlos. En la perfecta ordenaciôn de este maravllloso comerclo estâ la base y fundamento moral y religioso de la vida social del hombre (cf. p. lOl.g). B. El bien comûn, la distrlbuciôn equltativa de los bie­ nes y la misericordia. El bien comûn, aun considerado en su aspecto humano, sôlo se consigne si se establece entre los hombres perfecta comunlcaclôn y distrlbuciôn equltativa de todos los blenes (cf. pâgina 93.d). Y para ello hace falta la misericor­ dia (cf. Pio XI, Divini Redemptoris, η. 48: Nueva Colecclôn de Enciclicas, p. 666). El corazôn inclinado a remediar la necesldad del prôjlmo. Verse a si mismo en su relaciôn con los demâs. Ver en el prôjlmo necesltado a Jesucristo. Y conocerse deudor de Jesucristo, que puso en nuestras manos cuanto poseemos, para que lo adminlstremos en su nombre (cf. p. 96,e). C. Justicia, prlmero. La caridad, después. Mâs toda- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 141 via. SI el orden social perfecto exige la mlsericordia, por la misma razôn exige la justicia. Y aun con anterioridad. Antes de remediar la necesidad del prôjimo, Impotente para bastarse a si mismo, hay la obligaciôn de hacer posible una vida digna a qulen es capaz de consegulrla por sus proplos me­ dios. Y esto es propio de la justicia. Mâs grave que la obligaciôn de dar a quien carece de todo. es la de distribuir y retrlbuir con justicia a quienes para produclr los blenes pusieron su trabajo, ûnico me­ dio que recibieron de Dios para subsistir. Y esto es también propio de la Justicia social (cf. p. 95,a). Por eso afirma Pio XII que la salvaciôn o condenaciôn en el juicio depende tanto de la misericordia como de la justicia. a) Justa distribution de los bienes ante todo. En una sociedad cristianamente ordenada ha de ser normal la justa distrlbuciôn de los bienes. La justicia social adaptarà en cada momento el orden juridico a las cambiantes exigendas del progreso humano. b) La caridad suplirà las deficiendas en los casos ex­ tremos, remediando las necesidades restantes. Asi se construye la verdadera ciudad cristiana. En esto consiste la civilizaciôn cristiana (cf. p. 95.E). c) Pero bien entendido que a la caridad le toca la ρτίτζcipal misiôn: 1. Porque no sôlo suple las deficiencias en los casos extremos. Y «a los pobres siempre los hemos de tener Con nosotros». 2. Sino porque aun la misma justicia social es dificil de cumplir si no se siente muy honda la misericordia cristiana (cf. p. 96,e). > U LA MISION DEL PRECURSOR Segundo domingo de Adviento li” SECCION l. TEXTOS SAGRADOS EPISTOLA (Rom. 15,4-13) 4 Quaecumque enim scripta sunt, ad nostram doctrinam scrip­ ta sunt: ut per patientiam et con­ solationem Scripturarum, spem ha­ beamus. 5 Deus autem patientiae, et solatii det vobis idipsum sapere in alterutrum secundum lesum Chris­ tum: 6 ut unanimes, uno ore hono­ rificetis Deum, et Patrem Domini nostri lesu Christi. 7 Propter quod suscipite invi­ cem, sicut et Christus suscepit vos in honorem Dei. 8 Dico enim Christum lesum ministrum fuisse circumcisionis propter veritatem Dei, ad confir­ mandas promissiones patrum: 9 Gentes autem super misericor­ diam honorare Deum, sicut scriptum est: Propterea confitebor tibi in gentibus, Domine, et nomini tuo cantabo. 10 Et iterum dicit: Laetamini gentes cum plebe eius. 11 Et iterum: Laudate omnes gentes Dominum: et magnificate eum omnes populi. ia Et rursus Isaias ait: Erit ra­ dix lesse, et qui exurget regere gen­ tes, in eum gentes sperabunt. 4 4 Pues todo cuanto esta escrito. pa­ ra nuestra ensenanza fué escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolaciôn de las Escrituras estemos fir­ mes en la esperanza. 5 Que el Dios de la paciencia y de la consolaciôn os dé un unanime sentir en Cristo Jesûs. 6 para que unanimes, a una sola voz, glorifiquemos a Dios, Padre de Nuestro Senor Jesucristo. 7 Por lo cual acogeos mutuamente, scgùn que Cristo nos acogiô a nosotros para gloria de Dios. 8 Os digo que Cristo fué ministro de la circuncisiôn por la veracidad de Dios, para cumplir las promesas a los padres, 9 mientras que los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, segun esté escrito: «Por esto te alabaré, Senor, en­ tre las gentes y cantaré a tu nombre». ■ < 10 Y otra vez dice: «Regocijaos, gentes, con su pueblo». 11 En otra parte: «Alabad al Senor todas las gentes y ensalzadle los pue­ blos todos». 12 Y asimismo Isaias dice: «Aparecerâ la raiz de Jesé y el que se levanta para mandar a las nacioncs; en El esperarân las gentes». 13 Deus autem spei repleat vos 13 Que el Dios de la esperanza os omni gaudio, et pace in credendo: llene de cumplida alegria y paz en la ut abundetis in spe, et virtute Spi­ fe, para que abundéis en esperanza, por la virtud del Espiritu Santo. ritus Sancti. 146 LA MISION DLL PRECURSOR. 2.υ ADV. II. EVANGELIO «Mt. 11,2-10) 2 Habiendo oido Juan en la car cel 2 loannes autem cum audisset las obras de Cristo, envié por sus dis­ in vinculis opera Christi, mittens duos de discipulis suis, cipulos, 3 a decide: iEres tu el que viene?... Id y referid a Juan lo que habéis oido y visto. I H il Es una respuesta implicita en la forma; contundente en el fondo. Cristo âfirma su divinidad y aduce una doble prueba: sus obras y el cumplimiento de las profecias. El que viene. Titulo mesiânico a todas luces. Desde Jacob: No faltarâ de Judà el cetro... hasta que venga aquel cuyo es (Gen. 49, 10). 1. Las obras 1° Las Que habéis oido contar a los que os rodean. La misma resurrecciôn de Nairn (Le. 7, 11-17), tan fresca en la memoria de todos, y a la que probablement© se refiere al decir : Los muertos resucitan. ° Las que habéis visto iCon cuânta razôn pudieron los He2. chos de los Apôstoles condensât la vida de Cristo en estas pala­ bras: Pertransiit benefaciendo! (Act. 10.38). Los milagros de Jesucristo no cesan. Pero son mayores los in­ visibles de su gracia que las curaciones corporales (cf. infra San Agustîn en la sec. Ill, II. A). Y. sin embargo, los apreciamos menos. El cristlano no debe conocerse solo por su fe, sino por sus obras en beneficio del prôjimo. Con mu'ha mâs ra~ôn los sacerd ts y predicadores. De lo contrario habria que decimos lo que David: Por haber hecho con esto que menos preciaran a Yavé sus enemir gos (2 Reg. 12,14), esto es, por haber dado motivo a que se escandalicen los que no creen y se apoyan en nuestra conducta para seguir en su incredulidad. * Muchos milagros pueJen encerrar una interpretaciôn alegôrica y mistica (cf. Infra San Agustîn, Ibid.). *3 2. Las profecias Jésus alude a dos de Isaias. En la primera (35.4-6) el profeta habla de la liberaciôn de Jerusalén a:acada por los imperios vecinos. Pero segûn la co'tumbre de les vaticinios, posa de la f gura al tipo, de la liberaciôn de Jerusa én atacada a la redenciôn de la humanidad. Decid a los de apocaio corazôn: Valor, no temâis, he aqui nuestro Dios... Viene El miimo y El nos s^lvarâ. Entonces se abrirân los ojos de los ci-'gos, se abr.rân lo? oi os dz los sordos. Entonces saltarâ el cojo como un ciervo y la lengua de los mudos cantarà gozosa (Is. 35,4-6). El sentido multiple admiûb'.e dentro de una misma profecia es harto conocldo y ha dado margen a hermosas interpre aclones de los Santos Padres. En esta ocasiôn los extremos de alegria orien­ tal del profeta sc cumplieron exactamente en las curaciones del SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 163 Seûor. Pero desde estas mismas curaciones puede darse otro paso fâcil: Decid a los timidos y gentiles que no envidien al judio, porque pronto viene Dios a la tierra ; vues.ros ojos verân la verdad, vuestros pasos torcidos seguirân el camlno recto de la verdad, hablaréis las alabanzas del verdadero Dios (cf. A Lapide, ed. cit. Comm. in Is. proph., t. 11,455) Y con el mismo derecho y sigukndo a los Santos Padres, nosotros podemos clamar : Abre, Seûor, nuestros ojos, endereza nuestros pasos, resucita nutstras aimas... La segunda profecia es la siguien e: El espiritu del Senor, Yavé, descansa sobre mi, pues Yavé me ha ungido y me ha enviado a predicar la buena nueva a los abatidos (Is. 61,1). La figura es Isaias ; la realidad, Cristo, que se aplica a si mismo esta profecia en la sinagoga de Nazaret: Porque me ungiô para evangelizar a los pobres... (Le. 4,18-19). Este es el sentido, de importancia homilética extraordinaria, ya que Cristo da como nota de su misiôn la evangelizaciôn de los pobres. 3. «Pauperes evangelizantur» Tal es la caracteristica del reino de Cristo. En Isaias se lee mansos o abatidos, pero ya los Setenta, cambiando anavim por aniim, tradujeron pobres, y pobre es la palabra empleada por el Seûor, quien equipara la evangelizaciôn de aquéllos con los milargros, en cuanto a seûal de su mesianidad. Asi, pues, viene a decir : Yo ensefio y evangelizo a las turbas pobres, y por lo tanto, de esta seûal segura, que Isaias diô del Mesias, colegid y sabed que yo lo s'oy (cf. A Lapide, ed. cit. Comm. in Matth., t. 15,282-283). El cumplimiento de la profecia résulta évidente. Je.ucristo viviô entre pobres. Sus mismos apôstoles lo fueron. En Corinto la mayoria eran pobres. No hay entre vosotros muchos sabios segûn la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Antes eligiô Dios... lo plebeyo, el desecho dei mundo, lo que no es nada (1 Cor. 1,26-28). Y Santiago en general dice: ^No escogiô Dios a los pobres segûn el mundo para enriquecerlos en la Je? (lac. 2,5). Los pobres siguieron a Jésus. Los ricos y los sabios presuntuosos le crucificaron (cf. infra Santo Tomâs de Villanueva en la sec. V, I, A, b, 3). «La causa de que predicara principalmente a los desvalidos estribô en que sus argumentes sobre el desprecio dei mundo y de las riquezas, la mortificaciôn y la cruz, eran escuchados âvidamen*e por el pobre, que ve iluminarse su pobreza, mientras que entristecen al rico...» (cf. a Lapide, ed. cit. Comm. in Is., ibid.). «He aqui la diferencia entre Cristo y el mundo» (cf. A Lapide, ibid.). «ôQuieres imitar a Cristo? Enseûa a los pobres, dirigeJe', consuélales, ayudales» (cf. A Lapide, ed. cit. Comm. in. Matth., ibid.). 4. Bienaventurado aquel que no se escandalizare en mi ôCômo puede el Seûor escandalizar y ser ocasiôn de condenaciôn? i Ah ! Su misma vida, sencilla y sin anariencias de penitencla extraordinaria, escandaüzô hasta a los di~cipulcs de Juan. El que se rodeara de pecadores escandalizô a los fariseos. El que se proclamara Dios, a los judios. El que muriera en una cruz, a los ! Μ LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV gentiles. Siempre la envidia, la hipocresia y la soberbia se escandalizan del bien. Y sobre todo de la doctrina. Para seguir a Cristo hay que do· mar las pasiones. Es mâs cômcdo escandalizarse de la doctrina que practicarla. Félix se escandalizô oyendo a Pablo (Act. 24.1-27). Como se escandalizaron los ateiiienses en el Areopago (Act. 16,19-33). Como se escanda'.izô Herodes, el sensual, v.stiendo de Icco a Jesû·, el Santo (Le. 23,7-12). I e) Alabanzas de m Juan Ausentes los discipulos, para no parecer vano adulador, desgrana el Senor un ro'ario de alabanzas en honor de Juan. Su firmeza (no es una caûa), su vida austera (el vest do·, su m.siôn (proféra), sus cualidades pèrtonales: anunciado por Malaquias, mayor que ningin hombre (cf. infra San Roberto Belarmino en la sec. TV, II. A). Y, sin embargo, el mâs pequeno en el reino de los cielos es mayor que él (M:. 11.11). Frase notabi'.i ima para les que, ante la perfeccicn dsl estado en que se encuentran, pueden ensoberbecerse o despreciar a los dzmâs Ontolôg'.camente, en cuanto al estado, cualquier cri via no es mayor que San Juan, pue'to que vive en la perfecciôn del crden sobrenatural del Nuevo Testamento, en el reino de Cri'to. Pero, en cuanto a la perfect tn individual. San Juan supzra a todo nacido de mujer (Mt. 11.11). Por lo tano, tû. S'c?r'ote, religioso o religiosa, da gracias a Dios, que te colccô, y no por tus mérites, en tal estado, pero procura que tu perfecciôn subj.tiva le corresponda. I. SAN JUAN CRISOSTOMO La envidia y la limosna A modo de ejemplo, y para que se vea cômo se adelantaron los Santos Padres a refutar las objeciones que los racionalistas desempolvaa como nuevas, transcribimos estos pârrafos del Crisôstomo sobre los motivos de Juan y la envidia de los suyos (Horn. 36 in Matih.: PG 57,415ss). A) Los motivos de Juan y la envidia de los suyos M que conocia a Cristo antes de sus prodigios, el que «El lo habia aprendido del Espiritu Santo, el que se lo oyera al Padre, que lo habia predicado delante de todos, ôcômo envia ahora una embajada para enterarse de si era o no el Mesias? No digo ya Juan..., sino un hombre vulgar y de los mâs abyectos, después de tantos testimonios y milagros, no podria tener dudas... Ni aun podrâ decir nadie que lo sabla claramente, pero le habia acobardado la cârcel... De no estar dispuesto a morir, no hubiese hablado tan claramente a todo un pue­ blo acostumbrado a derramar sangre de profetas; no hubiera reprendido al tirano... Ademâs, ôde que le podia aprovechar para llbrarse de la cârcel, si no habia sido puesto en ella por Cristo? Por consiguiente, ôde que se trataba alli?... Los discipu­ los de Juan se sentian adversarios de Jésus y le profesaban continuamente envidia... Ignoraban aùn quién era el Mesias. Sospechândolo un puro hombre, y creyendo que el Pre­ cursor era mâs que hombre, llevaban a mal que Jesûs crecleracada vez mâs en honra. y Juan, en cambio, menguase... Por eso el Bautista, que en vida los exhorté continuamente..., ya prôximo a morir, quiso recomendarlo con mâs ahlnco. Si se hubiera limitado a repetirlo él, no le habrlan hecho caso ; cegados por su amor, antes lo hublesen atribuido a modestia. El silencio tampoco conducia a nada. ôQué LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 166 2.υ ADV. hizo? Esperar que sus mismos discipulos le contasen los mllagros de Jésus y entonces enviar una embajada... Cristo, sablendo la intenciôn de Juan, no quiere contes­ tar mâs que con las obras... Y aun después ahade, conoclendo lo que guardaban en su interior: Biejiaventurado el que no se cscandaliza de mb. El Criséstomo alude a las profecias y anade que si los demâs profetas conocieron todo lo relativo a Jesûs, ôcômo el Precursor, mayor que todos ellos, iba a ignorar detalles de tal importanda? B) La limosna Acostumbrândose en rodas las diôcesis a célébrai en Adviento la llamada Campana de Navidad, expondremos todos los domingos de este tiempo algunas ideas sobre la limosna, tema predilecto del Crisôstomo. Comenzaremos por extractar su sermon De eleemosyna iPG 51.261SS), improvisado al pasar por el foro camino de la igle­ sia v ver a los pobres encogidos por el frio. Aüadiremos despues algunos trozos, generalmente tornados de los finales de sus sermo­ nes. que siempre encarrilaba a este punto. La primera parte pertenece integra al mencionado sermon sobre la limosma. a) 1. Exordio Soy un embajador. El invierno me obliga «Hoy me presento a vosotros como embajador, con una mislôn justa, ûtil y muy apropiada. No me la han confiado en pllegos ni por decretos del Senado. Me la han conferido los pobres de vuestra cludad... Al verles por las esquinas de las calles exhibiendo sus ilagas me he juzgado reo de inhumanidad si no os hablaba de ellos... Ademâs, la estaclôn hivernal en que vivimos me obliga a plantearos el tema. Siempre resulta procedente hablar de la limosna, porque siempre y en todo tiempo necesitamos que Dios se compadezca de nosotros, pero lo es mucho mâs en los rigores del frio... En verano pueden andar medio desnudos, porque el sol les slrve de ropaje; dormir al aire libre, descalzos y sin probar el vino, ni comldas mâs iner­ tes, porque les basta con el agua y fâcilmente encuentran frutos y legumbres para su sustento... Por otra parte, en­ tonces hay mâs posibilldad de trabajar. Los ricos viven de sus flncas y negoclos, mientras que ellos no poseen mâs que el esfuerzo de sus manos, y ocurre que, en invierno. cuando son combatidos por el doble enemlgo, del hambre interior y dei frio externo.... carecen hasta de la poslbilidad de en- SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 167 contrar empleo, a pesar de que entonces es cuando necesitan una comida mâs sôlida y un vestido mâs recio, techo, calzado y mil otros menesteres...» 2. Pablo, companero de embajada LA MÏS1ÔN DEL PRECURSOR. 176 2.Q ADV b) INTENCIÔN DE JUAN AL ENVIAR SU EMBAJADA èEres tu el que viene o esperamos a otro? (Mt. 11,3) 1. (ibid. 1497ss). «Ni el que planta es algo ni el que riega (1 Cor. 3,7). gY hay entre nosotros quien presume de ser algo? Si lo creemos y no le damos gloria, somos adùlteros; nos amamos a nosotros mismos y no al esposo. Amad a Cristo y amadme en El, como yo os amo a vosotros. Amense los miembros entre si, pero vlviendo todos en union de la ca­ beza (Ibid. 1502,18)... Nadie se alegre de si mismo, porque después se entristecerâ. En cambio, el que desea alegrarse en Dios, estarâ siempre gozoso, porque Dios es eterno... De ese tal dijo San Juan (lo. 3,29): el amigo del esposo, que le acompaüa y le oue, se alegra grandemente de oir la voz del esposo* (Ibid. 1502,2). 4.° No sea que pierda lo que recibi «Se cumpliô mi gozo (el del amigo del esposo). Tengo mi gracia. No tomo mâs, no sea que pierda lo que recibi. Se alegra grandemente de oir la voz del esposo. Entienda el hombre que no debe gozarse de su sabiduria, sino de la que recibio de Dios. No pase de ahi, no sea que lo pierda todo, porque mu­ chos se volvieron necios por creerse sabios» (Rom. 1,19)... Los romanos «se atribuyeron a si mismos lo que habian recibido y, al no dar gracias, se tornaron necios. Dios lo que da gratis se lo quita a los ingratos. Juan no quiso serlo... y se alegrô ante la voz del esposo» (ibid. 1503.3). c) Propôstto de Juan. «Preciso fs que El crezca y mengüe» (lo. 3,30) yo La consecuencia lôgica en el pensamiento de San Juan es la antitesis de la envidia de los suyos, y que él sintetiza en pocas palabras: Me autem minui. Sigamos la explicaciôn de San Agustin (ibid. 1504.5): «Antes de la venida de Cristo, los hombres estaban pagados de si mismos; pero vino ese Hombre para que dismlnuyera la gloria del hombre y aumentase la de Dios». 1. Porque somos pecadores. «El vino sin pecado y nos encontrô a nosotros manchados con él. El papel de Dios es SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 179 perdonar; el nuestro, confesar. La humildad del hombre, confesar (su mancha); la grandeza de Dios, tener miseri­ cordia. Para que pueda perdonar Dios los pecados, conozca el hombre su miseria. Illum oportet crescere, me autem mi­ nui. Que la gloria sea para El, y para mi la confesiôn». 2. iQuién es el que a ti te hace preferible? îQué tienes que no hay as recibido? (1 Cor. 4,7). «Conozca el hombre su situaciôn, confiese a Dios y oiga al Apôstol, que dice: quid autem habes... Mengüe el hombre en si mismo y crezca en Dios. Crezca en nosotros la gloria de Dios y disminuya la nuestra, porque asi es como ésta crecerâ delante de El. Esto es lo que el Apôstol ensefia: el que se glorie, gloriese en el Senor (1 Cor. 1,31). ôQuieres gloriarte en ti mismo? ôQuleres crecer? Sera para tu mal». 3. Como crece Dios. «Cuanto mâs vas entendiendo y conociendo a Dios, mâs va credendo Dios en ti. El no crece .en si mismo, porque es siempre perfecto». Pero asi como cuando el ojo enfermo se va curando parece que aumenta la luz, asi «en el interior del hombre adelanta éste en Dios, y parece que es Dios el que va credendo. El hombre dismlnuye, baja de su gloria, pero para subir en la de Dios» (ibid. 1505,5). B) La envidia y sus remedios a) Definiciôn «ôQué es la envidia sino la tristeza del bien ajeno?... La maldad se alegra del mal ajeno, la envidia se entristece del bien»... (PL 39,1516). «No confunda nadie la emulaclôn con la envidia. Son muy vecinas y por eso muchas veces se toma la una por la otra. La emulaciôn es un dolor del ânimo existente cuando vemos que alguien obtiene una cosa que apeteciamos dos o mâs y que no podia ser lograda sino por uno solo. Su remedio es la paz, por la que deseamos alcanzar aquello que convierte en uno a todos los que lo apetecen y consiguen. La envidia es un dolor del ânimo, que ocurre cuando vemos que alguien, a quien consideramos indigno, alcanza un bien, aun cuando nosotros no lo procurâsemos. Su remedio es la mansedumbre, por la que cada uno se somete al juicio de Dios, sin oponerse a sus designlos...» (Ezposit. in Epist. ad Gai.: PL 35,2141.52). V v· LA M1SIÔN DEL PRECURSOR. 180 2.° ADV. b) La envidia, hua de la soberbia · En el sermôn 364 (PL 39,1535.5 y 6), San Agustin habla a las virgenes y, después de defenderlas de la envidia ajena. les recondenda la humildad. Seguiremos el orden de San Agustin, divldiendo en pârrafos su discurso: El casto soberbio se condena como Satanés 1, Los casados justos, mirando a los que consagraron su pureza a Dios, «os Juzgan mejores que ellos. Pero tanto cuanto ellos os honran, debéls honrarles a ellos. Si sols santos, temed, no sea que perdâls la santidad. ôCômo? Por la sober­ bia. La santidad del casto se puede perder por el adulterio, pero también por la soberbia. Y hasta me atrevo a decir que los casados humlldes son mejores que los castos soberbios... Fljaos en el demonio. ôCreéls que Dios podrâ acusarle de adulterio o fornlcaclôn? Quien no tlene cuerpo, nada de eso pudo cometer. La soberbia y la envidia le enviaron al Inflerno». La envidia, hija de la soberbia 2. «Cuando la soberbia se apodera de un slervo de Dios, inmedlatamente acude la envidia. El soberbio no puede por menos de ser envldloso. Porque la envidia es hija de la so­ berbia, y esta madré no conoce la esterllldad; en cuanto nace, Inmedlatamente da a luz». c) 1. Remedios Considerad el mayor valor de los demâs «Para que no exlstan en vosotros (la envidia y la sober­ bia), considerad que no fué coronada sôlo Inès la vlrgen, slno también Crispina. mujer casada, y que ciertamente algunos continentes apostataron, mientras que otros, casados, vencleron... Debéls pensar mâs en lo que os falta que en lo que tenéls. Culda no perder lo que tienes, y plde a Dios que te dé lo que te îalta». 2. Siendo la soberbia madré de la envidia, su remedio es la caridad «Sôlo la caridad es la que vence, sin la que lo demâs nada vale. En dondequlera que se présenta, lo arrastra todo... Ella es la que no envidia (non aemulatur). ôSabéls por qué? Porque no se hlncha (non inflatur). El prlmero SEC. 3. de los vlclos es la soberbia, e Inmedlato envidia no engendra la soberbia, slno envidia nace siempre del amor proplo... alabando la caridad, dice (1 Cor. 13,4): vidiosa, y después, no se hincha. Para guntara: y ôpor qué no tlene envidia?, que no se hincha». d) La 181 SS. PADRES. SAN AGUSTÎN a él, la envidia. La al rêvés, porque la Por eso, San Pablo, prlmero, no es enque si alguno prese contestase: por­ envidia, madré de muchos males «De los taies es el reino de los cielos (Mt. 19,14), de los humlldes, de los espirltualmente nihos. No dlsputéls, no tengâls odlos... La soberbia engendra la envidia. ôY qué envldloso no desea el mal a aquel cuyo bien le atormenta? La envidia engendra como consecuencia natural la maldad, de la que proceden el dolo, la adulaclôn, la murmuraclôn y toda clase de males que no qulsléramos que los demâs nos hicleran a nosotros» (Serm. 353, in die octav. Infant.: PL 39,1561). La envidia del malo al bueno Al comentar el texto sâlmlco: Los soberbios que me ponen ocultos lazos (Ps. 139,6), San Agustin explana el tema de la envidia (cf. Enarrat, in Ps. 139: PL 37,1807). 1. El malo quiere aparecer bueno 4b «El cuerpo del dlablo estâ formado por los soberbios. Por esta razôn muchos Inicuos quleren parecer buenos, y de aqui que nada les sea tan duro como confesar sus cu’.pas y que. slendo malos, tengan que envidlar a los verdaderamente buenos». 2. El envidioso, como consecuencia, procura que el envidiado pierda el bien que producen sus celos «Estos falsos justos, que lo quleren parecer sin serlo, necesarlamente envidian a los que lo son de veras, e Inmedlatamente comienzan a buscar el medlo de hacerles perder el bien de que pueden glorlarse... Quien prlmeramente lo hlzo fué el dlablo, que, al perder el reino de los cielos, no qulso que lo alcanzase el hombre (Gen. 3). Como el demonio es soberbio y, por lo tanto, envidioso, los envidlosos y soberbios componen su cuerpo 182 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.u ADV. 3. Remedio fâcil «Oremos contra el que ya no puede corregirse (Satanâs) y pidamos por los que todavia son capaces de enmlenda, diciéndoles: ôPor qué tenéis envidia? ôQueréis parecer buenos? Pues mirad qué fâcil es. Sedlo, y asi amaréis al que ahora estâis envidiando. Asi tendréis lo que ahora os da pena que otro tenga. Y, al verlo, le amarâs y te amarâs a ti en él, y a él en ti. Porque si envidias a un rico, realmente no esta en tu mano adquirir las riquezas; si envidias a un honrado y noble senador, no te es fâcil emular su categoria; si envi­ dias la belleza, no puedes hacerte hermoso; si envidias a un varôn fuerte y robusto, quizâs no puedas adquirir sus fuerzas; pero si envidias la virtud, es cosa tuya. Aun cuando ahora te duelas de que la tenga otro. En esta ocasiôn no necesitas comprar lo que te falta y otros poseen. Se encuentra gratis y pronto: Y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad* (Le. 2,14). f) NaDIE ENVIDIE LOS DONES ESPIRITUALES. SOMOS UN SOLO CUERPO Comentando el discurso del Senor: Si al guno tiene sed, venga a mi... Pues aun no habia sido dado el Espiritu... (lo. 7,37-39), habia de la dlversldad de dones en la Iglesia de Dios, de lo cual toma ocasiôn para exponer como la caridad nos Infunde el regocijo de los dones ajenos cual si fueran proplos, ya que formâmes un solo cuerpo. uno le es dada por el Espiritu la palabra de sabiduria; a otro la palabra de ciencia, segûn el mismo Espiritu (1 Cor. 12,8). Muchas cosas se dan para la manifestaciôn (del Espiritu Santo) y quizâ tu no poseas ninguna de ellas. Pero si amas, tienes mucho, y si amas la unidad has alcanzado cuanto poseen los que vlven en ella. Suprime la envidia y obtendrâs lo que yo tengo, y yo, a mi vez, lo que tienes tù. La envidia separa, la salud une. Sôlo el ojo ve, pero no para provecho exclusive suyo... SI ve venir un golpe al pie, lo avi­ sa. También la mano es la ûnlca que trabaja, pero en bien de todo el cuerpo. ôAcaso, cuando un golpe amenaza el ros­ tro, se estâ quieta didendo: qué me Importa, si el golpe no viene para mi? Del mismo modo, si amamos a la Iglesia alcanzamos el Espiritu Santo, y sabemos que le amamos si permanecemos en su unidad y amor> (Tract. 32 in Ioan. c. 8: PL 35,1645). SEC. 3. III. SS. PADRE’S. SAN BERNARDO 183 SAN BERNARDO i Eres tù el que ha de venir? Como dijimos en la dominica anterior, San Bernardo predicô a sus monjes en Adviento una serie de plâticas breves. Parecen improvisadas muchas de ellas : de tai modo repite las ideas funda­ mentales, que puede decirse que todas se refieren a un asunto comûn, a saber, las très venidas del Senor : al mundo, a las almas y al juicio. Queriendo preparar los ânimos para la Navidad, se detiene principalmente en la primera venida. y amplifica en una plâtica las ideas que esbozô en otras, dândoles finalmente en Navidad la emocion del entusiasmo ante la fiesta. En nuestro primer esquema sobre San Bernardo tocamos los très puntos aludidos. En este segundo la frase es tu qui venturus est? nos trae como de la mano a recopilar el pensamiento del Santo sobre lo que él Hama «meditar en quién es el que viene». Juzgamos que esta muy dentro del espiritu del Melifluo Doctor con­ sidérai todo el Adviento en torno a la venida de Cristo. Por eso, resumimos el sermon primero de Adviento y el primero de Navidad, que amplifica la ùltima parte del anterior (cf. BAC, San Bernardo, Obras completas, t. 1, p. 155ss y 270ss). A) Exordio Piensen los hombres en la venida del Senor y cômo San Juan quiso que sus discipulos la conocieran. Conozcâmosla nosotros. «Los desventurados hijos de Adân, olvidando los verdaderos y saludables cuidados, ponen su afecto en lo transito­ rio y caduco. ôA qué compararemos este linaje de hombres... que vemos no pueden arrancarse a los terrenos consuelos?... A los que estân ya para ahogarse... verâslos agarrados a lo primero que ocurre a sus manos, sea lo que fuere, sin soltarlo, aunque absolutamente de nada les puede servir... Y... si algunos acuden a socorrerlos, suelen asirse a ellos, arrastrândolos consigo... Asi perecen en este mar grande..., cuan­ do siguiendo las cosas perecederas pierden las sôlidas, a las que debleran asirse. para... salvar sus aimas. Porque no de la vanidad, sino de la verdad se dice: la conoceréis y ella os librarâ...» (lo. 8,32). «Vosotros, pues..., buscad... la razôn de este Adviento, deseando saber quién viene, de dônde, a qué, cuândo y por dônde (viene)... Pues no celebraria... la Iglesia universal el présente Adviento si no se encerrase en él algùn grande misterio» fSerm. in Adv. Dom., 1, 1; BAC, San Bernardo, Obras complétas, t. 1, p. 155-156. y PL 183,35). LA AIISÎON DEL PRECURSOR. 184 B) 2.° ADV. t Quién viene? Dios. La humildad «Lo primero nues, con el Apôstol pasmado y admirado, mirad también vosotr^’s la grandeza del Senor que entra en el mundo. El es, segûL testimonio de Gabriel (Le. 1,32). ei Hijo del Altisimo, y, por tanto, Coaltisimo» (ibid., 2). c^No lleno yo los cielos y la tierra? (1er. 23,24), dice este Verbo. Y ahora hecho carne es colocado en angosto pesebre... ôCuâl fué el fin, hermanoo, c qué necesidad hubo de que asi se abatiese.... sino para que vosotros también lo hagâis? Ya clama con obras lo que después ha ae enseüar con palabras: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn... (Mt. 11,29). No permitâts que se os haya mostrado en balde ejemplar tan precioso... Amad la numildad, que es fun­ damento y guarda de todas las virtudes... ôCabe algo mâs indigno que, viendo a Dios tan empequeüecido, siga todavia el hombre engrandeciénaose a si mismo sobre la tierra?...» (Serm. in Nativ. Dom., 1, 1: BAC, o. c., p. 270, y PL, ibid., 115). C) cDe donde viene? Del cielo. Para volver a él Para ensenarnos el camino. «Mirando de donde viene, descùbrese un largo camino. Contemplando adônde viene, admiramos la Incompressible dignaclôn de que quisiese bajar al horror de esta cârcel. Viene del corazôn del Padre al seno de la Virgen madré; viene del mâs alto cielo a las in­ teriores partes de la tierra». ôTendremos entonces que permanecer aqui? Nada perdenamos si con nosotros se quedase Nuestro Seüor; porque la quien tengo yo en los cielos? Fuera de ti nada deseo so­ bre la tierra (Ps. 72.25). «Pero no es asi, sino que... desciende a la tierra..., ma.s no como prlsionero. sino como libre entre los muertos, conic ia luz que luce en las tinieblas. pero las tinieblas no la abrazan (lo. 1.3). El misme Cristo. pues, que descendiô (a la tierra) también ascendiô sobre los cielos... Sali6 con brios como de gigante para correr el camino: del mâs alto cielo fué su salida, y su vuelta hasta lo mâs alto de él* (Ps. 18.6-7). Con razôn cla­ ma el Apôstol didendo: Buscad las cosas de arriba, donde esta Cristo sentado a la diestra de Dios (Col. 3,1). Cristo, es- SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 185 peranza y modelo nuestros, estâ en el cielo y, por lo tanto, debemos buscar sôlo cosas celestiales (Servi, in Adv. 1,6: BAC, ibid. 158-159; PL 183,38). D) ^Para qué viene? «ôY quién dudarâ de que algo grande fué el motivo de que tan alta Majestad de tan lejos se sirviese bajar a lugar tan indigno? Ciertamente, algo fué, porque fué misericordia gran­ de, piedad inmensa, copiosa caridad...» a) A BUSCAR LA OVEJA PERDIDA S «Dièse prisa en buscar la oveja centésima», que se le habia perdido... «îAdmirable dignaciôn de Dios, que asi busca al hombre; dignidad grande del hombre, asi buscado por Dios!» Gloriémonos de ello, pues es honor tal que excede a cualquier otro. b) A HACERNOS POSIBLE LA VISTA DE DlOS ôCuâl es la causa de que El viniese a nosotros y no nos­ otros a El? La necesidad era nuestra y los ricos no suelen ir a casa de los pobres, aunque los quieran socorrer. Nuestros ojos estaban enfermes y El habita una luz inaccesïble (1 Tim. . 6,16) Por eso escondiô los rayos de su divinidad para mostrarse; ya que, paraliticos, no podiamos levantarnos del lecho, bajôse El hasta nosotros (ibid., 1,7; BAC, p. 159-160). C) A MANIFESTAR SU MISERICORDIA Y PODER SER IMITADO Vino a darnos ejemplo. Aparecio la bondad y el amor hacla los hombres de Dios, nuestro Salvador (Tit. 3,4). Habia antes mostrado su poder en la creaciôn de las cosas. y su sabiduria, gobernândolas, pero la benignidad de su misericor­ dia se muestra en este momento. Habia manifestado a los judios su poder..., a los filôsofos su majestad. Pero los judios estaban como agobiados por su potestad y los filôsofos por su gloria. «La potestad exige sujeciôn; la majestad. admiraciôn; pero ni una ni otra, imitaciôn. Aparezca, Senor, tu bondad, a la cual puede conformarse el hombre, que fué creado a tu imagen; porque ni la majestad, ni la potestad, ni la sabiduria podemos imitar, ni nos conviene tampoco. 186 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.u ADV. cHasta cuândo se estrecharâ tu misericordia en solos los ângeles, y todo lo demâs lo ocuparâ la justicia con todo el linaje humano?... Dilate la misericordia sus coniines y extienda sus posesiones...» (Serm. 1 in Nativ., 2: BAC, ibid. 270272). d) A SALVARNOS DEL PECADO Y DE LA MUERTE «ôQué ternes, hombre? ôQué tiemblas de la presencia del Senor, porque viene? Viene, no a juzgar la tierra, sino a salvarla. Te dejaste antano persuadir al robo de la diadema regia... Sorprendido en el hurto, ûCômo no habias de temer? cCômo no habias de huir?... Ahora, en el destierro, comes el pan con el sudor de tu rostro; y he aqui que se oyo una voz en la tierra que dice que viene el Senor... ôAdônde huirâs de su cara? No huyas, no temas. No viene con armas; no te busca para castigarte, sino para salvarte... Mirale niho y sin voz. La voz de qulen da vagidos mâs bien merece compaslôn que temor...» (ibid. 3, p. 271). «Dos’ enemlgos tienes, el pecado y la muerte, o sea la muerte del alma y la del cuerpo. Para veneer a uno y otro ha venldo...» Del pecado triunfô ya en su propia persona... Verdaderamente se conoce ser el vencedor cuando el pecado, que tan ufano estaba de haber infectado toda naturaleza, no ha podido con la de Cristo... Después en la admirable con­ ducta de su vida continuarâ peleando con él..., pero en su muerte le ata por completo, y «apresando al fuerte armado, saquea todos sus despojos...». «Con el mismo orden vence a la muerte, primero..., resucitando... como... primogénito de los muertos» (Apoc. 1,5), y después, postrândola, cuando resucitemos todos, y sea destruida por fin nuestra enemlga (ibid. 4, p. 272). e) Cristo, fuente de misericordia, sabidurîa, gracia, CARIDAD Y VIDA Aunque vino pequenlto, no fué poco lo que nos diô... Fuen­ te es para nosotros Jesucristo... Primero de misericordia.... por la cual nos salvô (Tlt. 3.5); nos amô y nos absolviô de nuestros pecados por la virtud de su sangre (Apoc. 1,5)... Fuente que no sôlo lava, sino que quita la sed con su sabiduria de la dlscreclôn (de su doctrina)... Fuente de su gracia para regar el jardin de las buenas obras... Fuente de aguas que sazonan y depuran nuestros afectos con la caridad. Fuente de la misericordia para lavar nuestras faltas.' To- ’ dos necesitamos de ella... Pero hay ademâs otra quinta agua, que Cristo nos ofrece SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNAR εκ 187 en si mismo prometiéndola para después de nuestra carrera en este mundo..., el agua de la vida, que muerto Jésus manô de su costado. «Pero ôcômo ha sldo que hablando de los misterios del nacimiento nos hemos pasado de repente a con­ templar los sacramentos de la Pasiôn del Sehor? Clerto, no es de extrahar que busquemos en la Pasiôn lo que Cristo trajo en su nacimiento; pues entonces fué cuando, rasgado el saco, derramô el dinero que estaba escondido para precio de nuestro rescate» (Serm. 1 in Nativ. Dom., 5-8: BAC, Ibid. 272-275, y PL 183.115-119). I. SANTO TOMAS DE AQUINO Acerca de la envidia Al extracto de la doctrina de Santo Tcmâs sabre la envidia (Sum. Theol., 2-2, q. 36) anadimos algûn sencillo comentario de Natal. Ale­ xandre (Teologia Dogmàtica Moral, 1.3: De peccatis, c. 11, a. 1). A) La envidia, definicion La envidia es una tristeza del bien ajeno, y puede ocurrlr de cuatro maneras. La primera, consiste en deplorar el bien de los demâs, porque de él nos puede sobrevenir algûn dafïo, como, por ejemplo, cuando vemos que prospera algûn injusto enemigo. Tal fué, v. gr., la tristeza judia ante el encumbramiento de Amân (Esth. 3,1-15; 4,1-14). Sin embargo, dice San Gregorio (cf. Moral., 22, c. 11: PL 76,225), que «hay que andarse con gran examen y sutilisima dlscreclôn para no engaüarnos y cubrir nuestro odlo con el manto del ajeno bien> (Nat. Alex., Ibid.). El segundo modo de tristeza no es proplamente de que ml prôjlmo posea algûn bien, sino de que yo no lo tenga, animandome a trabajar por conseguirlo, lo cual tampoco es pecado, sino emulaciôn, y en las cosas espirituales puede ser harto provechoso. Aspirad a los clones espirituales (1 Cor. 14,1). Tercer modo de tristeza es el que se produce al ver que reciben blenes los indignos de ellos. Tampoco es pecado la tal tristeza, que ha sido calificada por el Filôsofo (Arist., Rhet., 2,9) con el nombre de némesis. Sin embargo, no es li­ cito sentir que la gracia de la justiîicaciôn se dé a los indig­ nos (en realidad nadie puede merecerla, y la misma salvaclôn concedida al malvado en su ûltimo momento debe producirnos alegria). En cuanto a los blenes temporales de que dlsfruta el implo, a pesar de la sentencia del filôsofo griego, el crlstiano debe considerar el orden general de la Providen­ da, que lo dirige todo y que a cada uno darâ a su tiempo la justa retribuclôn. : SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMAS 189 El cuarto modo, y ésta es la verdadera envidia, ocurre cuando, considerando el bien del prôjlmo como un mal para mi, porque disminuye mi gloria, mi excelencia, etc., siento tristeza y quisiera prlvar a mi hermano de su justo bien. «Nos dolemos precisamente de lo que debiéramos alegrarnos, del bien del prôjlmo» (ibid. q. 36, a. 1 y 2, in c). Nadie envidia mâs que aquellos blenes que juzga asequlbles para él, que créé que en realidad se le deben o se le quitan. Por eso ningûn menesteroso envidia seriamente los honores regios, ni nadie siente ese movimiento ante perso­ nas muy lejanas en el tiempo o en el lugar. Ninguno de éstos nos sobrepuja contra, nuestra voluntad (a. 1 ad 2). Envidiamos lo que creemos poder alcanzar y aquel honor de los de­ mâs que empaûa el que creemos que nos corresponde a nosotros. He aqui por qué los amantes del vacio y perecedero honor mundano y los pusilânimes son los mâs envidiosos. Aquéllos, porque lo apetecen todo, y éstos, porque, no atreviéndose a nada, creen que cualquier cosa es mâs importan­ te que lo que ellos tienen (ibid, ad 3). B) Gravedad del pecado La envidia es pecado mortal, «ex genere suo», porque se opone a la virtud de la caridad, vida del aima, que se alegra del bien del prôjlmo, y a la misericordia, la cual se entristece del mal de éste (Ibid. a. 3). Es venial, muchas veces, por defécto de advertenda, o por la pequenez de la cosa envidlada (ibid, ad 4). Pecan mortalmente los profesores que esconden a sus alumnos parte de su ciencia, para que no lleguen a gozar la misma fama que ellos, y todos los que ocultaren en beneficio propio algûn dato provechoso para el bien comûn (cf. Natal. Alex., ibid.). El envidiar la gracia de Dios concedida a otro, los dones del ESpiritu Santo que recibe y el bien que hace a la Iglesia, es el mayor pecado de envidia, directo contra el mismo Es­ piritu Santo, si lo que duele es el propio aumento de gra­ cia (ibid. a. 4 ad 2). Aunque hija de la soberbia, la envidia es pecado capital, porque el que apetece la vanidad dei mundo es el que sien­ te que otros le aventajan en ella. A su vez es madré de otros pecados, como la murmuraciôn oculta y la detracciôn, o difamaclôn pûblica. Hace después que nos alegremos si podemos dlsminuir el bien de los demâs y sintamos tristeza en caso contrario. Finalmente, engendra el odio (a. 4). LA M1SIÔN DEL PRECURSOR. C) 2.u ADV. Remedio s Ante todo importa considerar su gravedad. La envidia fué el pecado de Satanâs (Sap. 2,24), fué la fiera que devorô a José (Gen. 37,3.4.11) y la causa de la condena dei Serior (Mt. 27,18). Asimismo hay que considerar que es vlcio de gente floja y de poco ânimo, como las mujeres y los niûos. Por ûltimo, téngase présente la sociedad que formâmes con Dios Padre y en la santa Iglesia (cf. Nat. Alex., ibid.).. Π. SAN ROBERTO BELARMINO La persona del Bautista ôQué habéis ido a ver al desierto1?... (Mt. 11,7). Tres sermones escribiô San Roberto Belarmino sobre San Juan Bautista, cuyos textos pueden verse en las obras arriba citadas. En la de hoy se proponen las cualidades que hacen fidedigno al Bautista ; en la segunda se habla de su oScio y en la tercera se expone su predicacion. Las cualidades del Precursor se declaran por medio de très metâforas: No es una cana agitada por el viento, no esta vestido muellemente, es mâs que un orofeta, casi un ângel. Cada una de estas cualidades es causa de la* anterior. Por ser un ângel no viste mueilemente; y por no vestir mueùemente, no es una cana vana. Estas cualidades deben servimos de norma. A) Cualidades del Bautista a) No ES UNA CANA VANA No es un testlgo corruptible, porque no se parece a una cafta hueca, sino a un tronco robusto. Y esto porque no puede torcerse. 1. Ni por la promesa de la mesianidad NI por la promesa de la mesianidad. que importaba la realeza y poder. En efecto. le preguntaron si era el Mesias y lo negô; el pueblo lo reputaba asi y él no se aprovechô de tal creencla. iQué contraste, comparado con las artimaftas usadas por los hombres para subir! 2. Ni por su muerte Ni por la muerte. que afrontô por corregir los vicios de Herodes. SEC. 4. 191 TEÔLOGOS. BELARMINO Juan no era una cafia hueca, sin mâs contenido que el deseo de cosas terrenales que caractérisa la mentalidad de quienes viven en la corte de los principes. Por esta razôn el Serior afiade: b) No VISTE MUELLEMENTE (Mt. 11,8) Los que visten suntuosamente y viven regalados estân en los palacios de los reyes (Le. 7,25). Es en los palacios donde precisamente se aposentan las riquezas, las delicias y la triple concupiscenda de la carne, de los ojos y la soberbia de la vida. Juan, que provenia de familia sacerdotal acomodada y pudo poseerlo todo, despreciô el mundo, pues viviô en el desierto, privado hasta de lo comûnmente necesario en comida y vestido. Era pobre de espiritu y por eso inflexible en la vir­ tud. Hay muchos que se desvian de ella por amor o temor. El no amaba mâs que a Dios, ni temia otra cosa que ofenderle. c) Angel mAs que profeta i San Juan debiô su espiritu a la luz sobrenatural que le lluminaba, aludida por la frase: Este es de quien estâ escrito: He aqui que yo envio a mi ângel delante de tu faz (Mal. 3,1). Los profetas recibieron mâs luz que el resto de los hom­ bres. ôQué no recibiria el que es mas que profeta? (Mt. 11,9). Lo era porque profetizô en el seno de su madré (Le. 1,41); porque él mismo fué profetizado por Isaias (40,3) y Malaquias (3,1), porque hizo profetizar a sus padres (Le. 1,42-45.67-79) y porque enseûô al mismo Cristo (Mt. 3,13-16). Parece de mayor importanda profetizar un Mesias futu­ ro que sefialarlo como actual, y, en efecto, lo séria si Cristo hubiera venido refulgente de poder y no en forma que mâs bien no le conocia, cuando le viô, en apariencia tan extraordinariamente humilde (hasta el punto de que pudo decir [Mt. 11,6] : Bienaventurado aquel que no se escandalizare en mi), lo anunciô detallando mejor que ningün otro profeta sus oficios, puesto que lo llamô Cordero de Dios (lo. 1,29), Hijo de Dios (Ibid. 1,34) y Esposo (ibid. 3,29) de la Iglesia. Los teôlogos suelen decir que los profetas recibieron tan­ ta mayor clarivldencia cuantc» mâs prôximos estaban al Seüor. Por lo tanto, San Juan fué el mayor de todos ellos. Un ângel (Mt. 11.10 y Mal. 3.1). El menor de los ângeles f LA MISIÔN DEX PRECURSOR. 192 2.° ADV. es superior al mayor de los hombres, mientras estamos en este mundo, porque los ângeles ven a Dios cara a cara, le aman ardentisimamente, sin intermisiôn, y no pueden pecar. Juan, llamado ângel, ha de ser, por ello, mâxlmamente iluminado en la fe, extraordinariamente puro y amante de Dios. Como los ângeles, ni corne, ni bebe, ni se desposa, ni posee, sino que solo se ocupa en amar a Dios y llevarle las aimas. Por eso el Precursor despreclaba los bienes de este mundo. Quien no gusta los celestiales es dificil que sienta aver­ siôn por los terrenos: quien ama los terrenos no gustarâ de los eternos. Ambos amores son incompatibles. Cierto es que por medlo de la desgracia hay quien aiprende a mirar hacia arriba, pero lo mâs seguro y sôlido es aprender por la lluminaclôn de la gracia el amor de lo celeste (cf. San Agustin, Conf., 1. 8: BAC, t. 2: y Rom. 8,35). Juan, lleno de luz y ardor, despreciaba todo lo mundano y no era una cafta hueca. Merecia. pues, ser creido, aun sin milagros, y era un compendio del Evangelio. B) Juan, ejemplo para los hombres Todos los que tienen en la Iglesia el oficio de preparar los caminos del Seftor, como son los predicadores, padres de familia, y hasta el mismo individuo con relaciôn a su alma, habrân de imitar al Bautista. Incorruptibles y firmes, deben enseftar la verdad y corregir.el error. Pônganse ejemplos sobre los que no quieren perdonar las Injurias y en cambio lo predlcan, contrariando asi la doc­ trina del Evangelio. Si alguno te abofetea en la mejïlla derecha, dale también la otra... (Mt. 5,39). Ultrajado, no repli caba con injurias... (1 Petr. 2,23). Soportândoos los unos a los otros con caridad Œph. 4.2). «Pero eso es contra ml honor. ôHay algo mâs honroso que Imitar a Cristo? Irritarse lo saben hacer hasta las bestias. Tener paclencia, sôlo los perfectos. ôPero que dirâ el mun­ do? Eso es ser una cafta agltada por el qué dlrân. ôQué dirâ Cristo? ôQuién te debe interesar mâs, el mundo o El?» Digase lo mismo de la blasfemia, sanclonada en el Antiguo Testamento con pena de muerte y tan frecuente hoy entre cristianos. Vigilen los padres y superiores a los suyos y castlguen a los blasfemos. Para obrar como Juan hay que despreciar al mundo, porque el amor y el temor mundanos son como cristales coloreados que hacen verlo todo a su través. El que ama al mun­ do no obrarâ la justicia, aun conociéndola, porque el amor todo lo ordena hacia lo amado. y el terrenal estâ poseido de 4 SEC. 4. TE0LOGOS. BELARMINO 193 tirania, que Impulsa a procéder contra justicia aun a sablendas. Téngase présente el ejemplo de Herodes, que degüe11a al Bautista, a quien respetaba, por complacer a Salomé, y el de Pilatos, que condena a Jesucristo. C) Remedio: imitar al Bautista éRemedlo para superar el mundo y su tirania sin miedo alguno? Ser como ângeles imitando a Juan. a) La oraciôn Los ângeles estân viendo siempre el rostro de Dios. Sé tû hombre de oraciôn. San Francisco de Asis oraba continuamente en medio de sus ocupaciones. Eso es ser ângel. b) Trabajo por las almas Los ângeles son espiritus administr adores, enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salud (Hebr. 1, 14). Por las aimas de los demâs y por la tuya. Valga el ejemplo de los que, temlendo ser condenados a muerte en un juicio, no se ocupan de otra cosa; del que atraviesa un puente peligroso; del que, peleando en un duelo, se olvida de cualquier otro asunto... c) Dureza de vida Los ângeles no pecan y son pintados como jôvenes puros. Evita el pecado y, si pecas, confiésate inmediatamente. Es dificil no pecar. Pero es fâcil borrar el pecado. Si difieres la medicina, serâ mâs diflcil la curaciôn. La palabra de Cristo 1 Ί iZ . -, t s' -H1" ’ ·■'· ~ ’ ·-·.._ Sg _·-. I SECCION V. AUTORES VARIOS I. PEDRO EL VENERABLE La union en la caridad En la carta 229. que se inserta en el Epistolaria de San Bernardo (cf. PL J82.398-417 >, responde con mucha gentileza a la de San Bernardo Abad y le expone las causas de la dimension existente entre los monies de Cluny y los del Cis.er (cf. San Bernardo, Obras completas, trad, dei P. Jaune Pons, S. I.» vol. 5, p. 402-476). A) Injustificada discordia en la Orden benedictina «Veo que algunos religiosos, tanto de mis rediles como de los vuestros, se han declarado guerra a muerte, y en vez de morar en paz y concordia dentro de la casa de Dios, no haI cen sino dlvidlrse y enconarse mâs. Pertenecen a la misma | familia del Senor y mllitan bajo las mismas sagradas ban- I deras: un nombre comün los sehala a todos por igual, cris- I tianos son todos, monjes y religiosos son. No solo el vinculo I de una misma fe. sino el dulce yugo de unas mismas réglas I los unen para trabajar todos juntamente en la viûa del SeI îïor. Pero asi y todo... andan separados por no sé qué nefanI do y oculto espiritu de discordia, y rompen aquella hermosa uniôn que debia ligar entre si todos los corazones...» (ibid. 6). <ôDe dônde nace esa animosldad de unos contra otros? Muéstreseme la causa que motiva este plelto..., jûzguese por medlo de ârbitros prudentes y desapasionados, y bùsquese por fin la so’.uciôn... ôQué motlvo de enojos tlenes tû, monje de Cluny, contra el del Clster? éQué has de echarle tu en cara, hermano clsterclense, al religioso de Cluny? ôTraéis disputa por la posesibn de un lugar, o de unos castlllos, o de una qulnta, o de un predio grande o pequeüo?...» (Ibid. 7). a) Dksigüaldad de usos y costumbres en la vida MONASTICA No os parece neclo, puéril e irraclonal aquello que va derechamente contra la razôn y el sentido comûn? Por­ que si por la diversidad de costumbres e infinita variedad de modalidades en la innumerable muchedumbre de cosas, pudlesen los siervos de Cristo plsotear y conculcar todos los deberes que impone la carldad, ôqué seria de la paz, de la concordia, de la union, de toda la ley, en fin, del Senor, no dlgo ya en los monjes, pero aun en todos los demâs cristia­ nos en general, a quienes precisamente se dirige el Apôstol cuando dice: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargos y asi cumpliréis la ley de Cristo?» (Gai. 6,2). b) El ejemplo de San Ambrosio No fué este el modo de pensar y obrar de un doctor de la Iglesia tan ilustre como San Ambrosio, el cual, a proposi­ to del ayuno del sâbado que habia visto guardar en Roma y que no se observaba en Milân, donde luego fué obispo, decia: «Cuando voy a Roma guardo los ayunos que prescribe la Iglesia romana, y cuando estoy en Milân, siguiendo la costumbre de esta Iglesia, no ayuno» (cf. August., Epist. 54, c. 2,3: PL 33.201). Otro Padre de la Iglesia, San Agustin (cf. August., Confess., 1. 6, c. 2: PL 32,720), hablândonos de la devociôn de su santa madré, nos refiere que habia ella determinado seguir ofreciendo en Milân, contra la costum­ bre de todas las Iglesias de Italia, las mismas oblaciones que se hacian en la Iglesia de Africa; y aûade que San Ambrosio no se lo prohibiô (ibid. 8). C) LO QUE VERDADERAMENTE IMPORTA «Ya veo que tal vez me replicâis en estos o parecidos térmlnos: No se puede aplicar el caso de la diversidad de las Iglesias a los religiosos de una misma Orden. El que los usos y costumbres de la Infinita multitud de Iglesias de la cristlandad puedan variar sin menoscabo de la paz y caridad, nada tiene de extraho; pero, en cambio, lo es mucho que unos hombres que siguen la misma manera de vida, con la profeslén de una misma Régla y dentro de una misma Orden, guarden distintas prâcticas. ôEs esto, carisimos, -lo que tenéis que decirme? ôEs esto lo que os trae dlvididos?»... (ibid. 10). «cQué Importa todo esto si, una vez recorridos los senderos, y los caminos andados, y las cuestas subidas, aunque ale- 196 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.u ADV. jadas y desemej antes unas de otras, nos dejan en las puertas de aquella aima ciudad, nuestra divina y celestial Jeru­ salén?...» d) Rectitud de intenciôn en unos y otros (ibid. 17). e) El celo comûn por las almas, elemento de unidad «Pero ôa qué multiplicar los ejemplos? SI bien lo mlrâls, hallaréis que en el fondo de todas las diferencias se encuentra una sola cosa: la carldad o el deseo de salvar las aimas, como querâis llamarlo; de suerte que no veréis nada disonante, sino que todo queda unido por la carldad y resulta uno, aunque con varios aspectos...» (ibid. 18). «Puede darse el caso de que la simple diferencia de color o de forma en los hâbitos sea una causa de discordia y una fuente de divisiones. Porque, como advierto con harta frecuencia, y es cosa que la echarian de ver aun los que menos quisieran reparar en ello, cuândo un monje negro, por decirlo asi, tropieza en su camino con otro blanco, échale una mirada de soslayo que no hay mâs que ver; y por el contra­ rio, el blanco corresponded con una ojeada a medio ojo que también estâ buena...» (ibid. 20). B) No es el color del hâbito lo que importa, sino el del alma «Mas para que, dejândonos de lamentaciones estériles, vayamos directamente al grano..., dime, hermano monje bianco, ôpor qué no es la negrura del alma de tu hermano, sino la del hâbito suyo, la que te molesta? Y tu, monje negro, ôpor qué te maravillas mâs de la blancura del vestido de tu hermano que de la que resplandece en su aima? έΝο pertenecéis unos y otros al rebaho de Cristo? ôNo sois de la grey de aquel Pastor que dice (lo. 10.27-28): Mis ovejas oyen mi vos y yo las conozco; y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna; y no perecerân por siempre, y nadie las arrebatarà de mi mano? ^Cuândo visteis, no ya a Dios, sino a pastor al­ guno de este mundo, que se preocupara del color que tenian los vellones de sus ovejas? dQuién juzgô jamâs que las negras eran las suyas y no las blancas, o al rêvés, que eran las blan­ cas y no las negras? En lugar de preguntarme si son blan­ cas o negras, lo que mira bien es si pertenecen a su grey o no. Pero aun hay mâs que todo esto, cosa que pone espanto y admlraciôn. jOh malicia de los hombres! iOh ignoran­ da de los corderillos! jOh constancia de los irracionales en observar las leyes del instinto que les diô el Criador y oh mv i λ mt Qi η K? ran ppprîrwfinp 9 u âm» perversiôn de la naturaleza en los hombres dotados de ra­ zôn ί ôCuândo se viô que una ovejuela blanca rehuyese la compania de otra negra? ôCuândo notasteis que un corderuelo negro mostrase rabia y odio contra otro blanco? <·Νο es verdad que juntos viven, que en paz descansan, que tranquilamente crecen juntos en los rediles del pastor, sin inquietarse por cuestiôn de colores? Cierto que algunas veces trabanse de cuernos y cabecean unos contra otros; y de cuan­ do en cuando se tumban a topetazos; pero no es esto por un motivo como el de la diferencia de color, sino por un movimiento instlntivo de côlera excitada por alguna repentina ocasiôn. En lo cual echo de ver que el hombre es mâs insen­ sato que los irraclonales...» (ibid. 21). a) La misma Régla, fundamento de ambas preferencias «En realidad, yo no veo que exista causa alguna fundada para que se acusen mutuamente, y no digo para separarse, pero ni siquiera para la mâs pequena murmuraciôn. Unos tenéis, para defender vuestra blancura de hâbitos, la pureza de intenclôn que antes he dicho, pues tornando tûnica y cogulla blanca quislsteis protestar contra los que pensaban que no se podia ser monje sino bajo negros vestidos; y porque vlendo que con hâbitos negros habia buen numero de religio­ sos tibios y relajados, crelsteis de buena fe que con la blan­ cura, hasta ahora desacostumbrada entre los religiosos, excitarlais el fervor y volveriais al primitivo espiritu monâstico. Los otros también podéis defender con igual éxito vuestros hâbitos de color negro, apoyados en la antigua y prolongada tradiciôn que asegura vistieron asi nuestros Pa­ dres; y hacéis bien en creeros mâs seguros ateniéndoos a las aùejas prâcticas que aceptando novedades. Las dos partes, en fin, tenéis una poderosa razôn para apoyar vuestras respectivas preferencias, y es la letra misma de la Régla de San Benito (Reg. Sanct. Bened., c. 55) la que aconseja a los mon­ ies no angustiarse demasiado por el color y la calidad de los hâbitos, sino buscarlos de la calidad y color que mâs se usen en la tierra donde vivan y mâs a la mano puedan hallarse, para que al mismo tiempo resulten mâs baratos en la adquisiciôn...» (Ibid. 22). __ b) Un texto de San Jeronimo sobre el lujo mundano «Pruébase, pues, que San Martin era monje y que vestia hâbitos negros. Pero San Jeronimo ôqué es lo que escrlbiô so­ bre este particular a Nepoclano? En los vestidos, dice él (cf. Epis. 52,9: PL 22,535), évita por igual los negros que SEC. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 199 los blancos. Y le avlsaba esto, queriéndole apartar de todo el fastuoso lujo que usaban las gentes dei mundo, no sôlo en los trajes blancos, que eran los que mâs traian puestos los dei siglo, sino también en los negros, que acostumbraban llevar las personas de mâs religion y pledad...» (ibid. 23). II. SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Sobre la Encarnacion del Verbo Incluimos dos homilias de carâcter apologético en las que el Santo solo pretende ilustrar la cuestiôn. El plan de la primera, interrumpido con frecuentes digresiones morales, es probar, ante todo, la posibilidad de la Encarnacion e inmedia, amente demostr aria basândose en este evangelio, a saber, mediante los milagros, las profecias y el testimonio de Juan. A estas tres pruebas afiade el argumento del propio corazon enamorado de Cristo. La segunda trata de los frutos de la Encarnacion. Damos ûnicamente un ezquzma de am­ bas. (Para la primera, cf. en o. c. ed. Compluti; concio tertia, De adventu Domini, fol. 19-23.) A) a) Pruebas de la encarnacion POSIBILIDADES DE LA ENCARNACION A los que, desde Porfirio acâ, vienen repitiendo manidas objeciones sobre la imposibilidad de que Dios se haya hecho hombre y haya muerto crucificado, solo responderemos que en esos misterios es en donde vernos brillar mâs claramente su ciencia, su bondad y su poder. Las locuras de Dios son arcanos de su sabiduria. Verdadera locura es, en cam­ bio, la nuestra al querer investigar sus designios. Dios se une a nuestra naturaleza humana, divinizândola por la gracia, mâs intimamente que puede unirse el fuego a la lena. También se uniô a la humanidad de Cristo, levantândola hasta El de modo misterioso. b) Las pruebas El Senor, «previendo las dificultades que habia de encontrar para ser creido, quiso adelantarse a resolverlas» y, aprovechando esta ocasiôn, aduce como pruebas de su divinidad el cumpllmiento de las profecias, los milagros que verifica y el testimonio de Juan, a lo que ahadiremos nosotros el tes­ timonio del corazôn humano. «Juan, llorando la dureza de su pueblo, quiere, antes de morir, dar a Cristo una ocasiôn para que se manifieste de­ lante dei mundo... y de sus discipulos». 200 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. Los envia «para dejarlos al cuidado de tan buen maes­ tro... Hermoso ejemplo de cômo debemos preocuparnos de la salvaciôn y bien esplrltual de nuestros inferiores... No digâis nunca...: Yo les pago su salario, de su aima que se Gul­ den ellos..., porque el dîa del juicio os pedlrâ cuenta el que es Seftor de ellos y vuestro... Oid a San Pablo (1 Tim. 5,8): Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su casa, ha negado la fe y es peor que un in fiel... En efecto, es como si renegara, porque creyendo en el Infierno es Imposible desculdarse de ese modo». El Seftor, conmovldo por el celo de Juan, da la mejor respuesta poslble, apoyândose en las obras, para que nadle le diga: Tû das testimonio de ti mismo (Is. 8,13). 1. Los milagros Sôlo Jesucristo pudo hacerlos con propia autorldad, y nunca en conflrmaclôn de un error. 2. Las profecias Hablendo sido anuncladas todas las circunstancias de su vida, el Sebor pudo aflrmar: Escudrinad las Escrituras..., pues ellas dan testimonio de mi (lo. 5,39). ■ 3. Evangelizaciôn de los pobres En sentido actlvo es un mllagro ver a gentes torpes anunclar la buena nueva En sentido paslvo y verdadero, los po­ bres, al reciblr el Evangelio, son «una senal évidente de la mesianldad... Los demâs profetas fueron envlados principalmente a los reyes y principes, mientras que el Sefïor vlene a los pobres, para Instruises y consolarles... El Espi­ ritu Santo, decia, estd sobre mi, porque me ungiô para evangelizar a los pobres... (Le. 4.18). No soy el maestro y doctor de reyes y emperadores, sino de los indigentes...» «Pasô su vida entre ellos..., entre ellos creciô y viviô. Des­ de que Dios por amor nuestro se hlzo pobre, la pobreza goza de gran estima en el cielo y la tierra; su ejemplo la rodeô de gloria. Naclô de madré pobre y en un pobre tugurio; fué envuelto en humlldes pafiales y reclinado en un misero pesebre; fué anunclado a los pobres, educado entre ellos..., asoclado a unes pobres apôstoles. A los pobres hlzo partici­ pes de la fe y de las dulzuras de su compaftia». Por eso San Pablo dijo: Mirad. hermanos, nuestra nocaciôn; pues no hay entre nosotros muchos sabios segûn la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Antes Dios eligiô la necedad del mundo para confundir a los sabios... y la tlaqueza dei mun­ do para confundir a los fuertes; y lo plebeyo, el desecho de -Li. . *1* SEC. 5. μ 7*747*· » -*«*«« AUTOKES VARIOS. VILLANUEVA 201 este mundo, lo que no es nada, lo eligiô Dios para destruir lo que es» (1 Cor. 1,26-29). «Alegraos, pobres; regocijaos, desvalldos. ôOs despreclan los hombres?... Pues os alaban Dios y los ângeles...» Ricos, no despreciéis al pobre. Tiene qulen le defienda... Por la opresiôn de los pobres, por los gemidos de los menesterosos, ahora mismo me levantaré, dice Yavé (Ps. 11,6). Yo sé que Yavé saldrâ en defensa del desvalido y a la defensa del po­ bre...* (Ps. 139,13). 4. El testimonio de Juan Al retirarse los discipulos, el Seftor alaba a Juan, no sôlo para honrarle, sino para apoyarse en su testimonio. En efecto, éste no puede ser mâs vâlido, ya que, por ser mâs que profeta y haber recibido la mislôn de anunciar al Senor, tie­ ne la ciencla suficiente. Su carâcter austero—ni es una cafta, ni vive en palacios—acredita su veracidad, no torcida por el afân de lo frivolo, ni el deseo dei lucro o de resultar agradable. Juan estâ garantlzado por las mismas profecias. El Seftor hace el panegirico del Bautista cuando sus dis­ cipulos estân ya ausentes. Nosotros solemos adular a los pré­ sentes y destrozar su reputaciôn cuando se retiran. Delante de ellos «el menor montoncillo de bienes lo convertimos en una montafia, de un insecto formâmes un elefante..., y a esa escuela de mentira la llamamos educaciôn...». 5. El corazôn humano «El Seftor ha recibido el testimonio Irrefragable del Pa­ dre y del Espiritu Santo. Testimônianle los cielos..., los ân­ geles..., los demonios..., los milagros... Pero el mâs dulce, el mâs grande testimonio es el que Vos mismo nos dais, Seftor, en el secreto de nuestro corazôn, misterioso santuario del fiel. El que créé en el Hijo de Dios tiene este testimonio en si mismo (1 lo. 5,10). Y podrân pasar los cielos y la tierra, pero este testimonio no podrâ engaûarnos...» B) Frutos de la encarnacion (Ibid., fol. 14-19) a) Exordio *·.< SEC. 5. C) ·/' · ^a«a-w7Br>^jw—■ ■■ —■ ■ ■ , AUTORES VARIOS. GRANADA 207 Cultivemos nuestra fe a) Fe viva «Ahora es de saber que esta fe, que unas veces estâ acompafiada de la caridad, tiene también aneja consigo la obediencia de los mandamientos divinos... Porque lo propio de ella, cuando estâ formada, es inclinar al hombre a que viva conforme a lo que ella ensefïa. Asi, cuando la fe nos propone aquella sentencia del Salvador (Le. 13,3): Si no hiciereis pe­ nitencia, todos juntamente pereceréis, esfuérzase en recomendarnos la penitencia. Y cuando el mismo Senor dice (Mt. 7,21): TVo todo aquel que me llama: Seüor, Senor, en­ trera en el reino de los cielos..., trabaja con todas sus fuerzas por cumplir esta voluntad. Y cuando el mismo Senor dice (Mt. 18,3): Si no os humillaseis e hiciereis pequenuelos, no entraréis en el reino de los cielos, trabaja por imitar la humildad y simplicidad de estos pequenuelos... De manera que... la fe es como maestro y ayo que nos enseûa la manera de vivir... Es una candela resplandeciente que alumbra nuestros entendimientos... Es nuestro legislador, que nos da leyes de buen vivir...; es como arquitecto y maestro principal del edificio espiritual... La fe es sol de nuestra vida, el cual esclarece las tinieblas de los mortales, ensefïândoles adônde y por donde han de caminar... . La consideration de los misterios de la fe y las buenas obras robustece. LA M1SIÔN DEL PRECURSOR. 220 ' Al b) servicio de Dios, 2.° ADV. con su vida y su martirio . b) La doctrina social de la Iglesia se ha escrito para LLEVARLA A LA PRACTICA La doctrina social de la Iglesia es clara en todos sus aspectos. Es obligatoria. Ninguno se puede apartar de ella sin peligro para la fe y para el orden moral. No es, pues, licito a ningûn catôlico. ni mucho menos a los que pertenecen a vuestras organizaciones, près: ar adhesiôn a teorias y sistemas sociales que la Iglesia ha repudiado o a propôsito de los cuales ha puesto en guardia a sus fleles (Pio XII, A la Acciôn Catôlica Italiana, 29 de abril de 1945). c) Por eso es necesario iluminar con ella las mentes DE TODOS Por esto es sum amento necesario que en todas las clases de la sociedad se promueva una mâs intensa formaciôn social, correspondlente al diverso grado de cultura intelectual, y se procure con toda solicltud e industria la mâs amplia dlfuslôn de las ensefianzas de la Iglesia aun entre la clase obrera. Iluminense las mentes con la segura luz de la doctrina catôlica, muévanse las voluntades a seguirla y aplicarla como norma de una vida recta, por el cumplimiento concienzudo de los mùltip’es deberes sociales. Y asi se evitarâ esa incoherencia y dlscontinuldad en la vida cristiana, de la que varias veces nos hemos lamentado, y que hace que algunos, mientras son aparen.emente fleles al cumplimiento de sus deberes religiosos, luego. en el campo dei trabajo. o de la Industria, o de la profesiôn, o en el comercio, o en el empleo, por un deplorable desdoblamiento de conciencia, llevan una vida demas'ado disconforme LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 228 2.° ADV. con las claras normas de la justicia y de la caridad cristiana. dando asi grave escândalo a los débiles y ofreclendo a los malos fâcll pretexto para desacredltar a la Iglesia misma (Pio XI, Divini Re­ demptoris, 55). tiDios os dé un sentir unanime en Cristo Jesûs» B) Eli HOMBRE EST NATURALMENTE ORDENADO A VIVIR EN SOCIEDAD a) El hombre estâ naturalmente ordenado a vivir en comunidad polidca, porque no pudiendo en la sociedad procurar’e todo aquello que la necesidad y el decoro de la vida corporal exigen, ccmo tampoco lo conducente a la perfecciôn de su ingenio y de su aima, ha sido providencia de Dios que haya nacido dispuesto a la union y sociedad con sus semejantes. ya dcmé'tica, ya civil : la cual es la ùnica que puede proporcionar la perfecta suflciencia de la vida (Leôn XIII, Immortale Dei, 4). b) El MISMO TRABAJO HUMANO EST ORDENADO A LA SOCIEDAD Ahora bien, asi como en el dominio, asi en el trabajo, principalmente cuando se trata del trabajo contra:ado, claro es que debe considerarse, ademâs dei aspecto personal o individual, el aspecto social·, porque la actividad humana no puede producir sus frutos si no queda en pie un cuerpo verdaderamente social y organizado, si el orden Juridico y el social no garantizan el trabajo, si las diferentes profesiones, dependientes unas de otras, no se conciertan entre si y se completan mutuamente y, lo que es mâs importante, si no se asoclan y unen, para un mismo fin, la direcciôn, el capital y el trabajo. El trabajo. por tanto, no se estimarâ en lo jus:o ni se remunerarâ equitatlvamente si no se attende a su carâcter indivi­ dual y social (Pio XL Quadragesimo anno, 30). C) La SOCIEDAD ES, PUES, PARA EL HOMBRE Y, POR EL HOMBRE, para Dios Asi como el hombre no puede eximirse de los deberes para con la sociedad civil, impuestos por Dios, y asi como los renresentantes de la autoridad tlenen el derecho de obligarle a su cumplimlento cuando lo rehuse ilegitlmamente, asi también la sociedad no puede privar al hombre de los derechos personales que le han sido concedldos por el Creador—antes hemos aludido a los mâs impor­ tantes—, ni hacer por principio imposlble su uso. Es, pues, con­ forme a la razôn. y ella lo qulere también asi, que en ultimo término todas las cosas de la tierra sean ordenadas a la persona hu­ mana. para que por su medio hallen el camlno hacia el Creador. Y al hombre, a la persona humana, se apllca lo que el Apôstol de las Gentes escribe a los Corlntlos (3,22-23), sobre el plan divino de SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 229 > la ralvaclôn cristlana : Todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios (Pio XI, Divini Redemptoris, 30). d) Hay una perfecta unidad entre la economîa, la so- CIOLOGÎA, LA MORAL Y LA SALVACIÔN Es cierto que la economîa y la moral, cada cual en su esfera pe­ culiar, tienen principios propios; pero es un error aflrmar que el orden econômico y el orden moral est fin tan separados y ton ran ajenos entre si, que aquél no depende para nada de éste. Una misma ley moral es la que nos obliga a buscar derechanente en el con junto de nuestras acciones el fin suprmo y ultimo, y, en los diferentes domlnios en que se reparte nuestra actividad. los fines particulares que la naturaleza o, mejor dicho, el autor de la naturaleza, Dios, les ha sefialado, subordinando armônicamente estos fines particulares al fin supremo. Si fielmente guardamos la ley moral, los fines peculiares que se proponen en la vida econômlca, ya individuates, ya sociales, entrarân convenientemente dentro del orden universal de los fines, y nosotros, subiendo por ellos como por grados, conseguiremos el fin ültimo de todas las cosas, que es Dios. bien sumo e inexhausto para SI y para nosotros (Pio XI, Quadragesimo anno, 14). e) Y TODO EL ORDEN SOCIAL DEBE SER LA PROYECCIÔN DEL ORDEN QUERIDO POR DlOS Quien con mirada limpia y penetrante considere la vital conexiôn entre un genuino orden social y un genuino ordenamiento juri­ dico, y tenga présente que la unidad interna en su multipllcidad de­ pende del predominio de las fuerzas espiri'uales, del respeto a la dlgnidad humana en si y en los otros, del amor a la sociedad y a los fines que Dios le ha sefialado, no puede maravillarse de los tris­ tes efectos de aquellas concepciones juridicas que, alejândose del camino real de la verdad, marchan por el terreno resbnla^izo de jostulados materialistlcos, sino que echarâ de ver en seguida la naplazable necesidad de la vuelta a una concepciôn espiritual y ét’.ca, seria y profunda, templada al calor de una verdadera huma­ nidad e iluminada por el resplandor de la fe cristiana, que hace ver en el ordenamiento Juridico una refracclôn externa del orden social que Dios ha querldo, luminoso fruto dei espiritu humano, imagen a su vez del espiritu de Dios (Pfo ΧΠ, Mensaje de Naviiad de 1942, 23). f) En EL ASPECTO RELIGIOSO, EL HOMBRE CONSTITUEE la Iglesia S El unlgénito Hijo de Dios constltuvô sobre la tierra la socledad que se dice la Iglesia, tran^mPiéndole aquella propfa excelsa mlslôn divina que El en p°rsona h°bia rnc’bldo de cu Padr*. y encareAndole que la continuase en todos los tiempos. Como me enviô mi Padre, asz os envlo Yo (lo. 20,21). Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumaciôn dei mundo (Mt. 28,20). Y asi como Jeeilcrfeto 230 LA MISION DEL PRECURSOR. 2.ü ADV. vino a la tierra para que los hombres tengan vida, y la tengan abundante (Ιο. 10,10), no de otra suerte el fin que se propone la Iglesia es la eterna salvaciôn de las aimas; por lo cual, en razôn de su intimo ser, se exuende y dilata, cobijando en su regazo a todos los hombres, sin que haya limites, ni de lugar ni de tiem­ po, que la circunscriban. Predicad el Evangelio a toda enatura (Mc. 16,15) (Leôn XIII, Immortale Dei, 14). g) La perfecta unidad ENTRE LOS hombres lleva consigo EL RECONOCIMIENTO DE JESUCRISTO G f' J ô Quién no terne y detesta las luchas, las discordias civiles, las conflagraciones bélicas, que en lo futuro, con las nuevas armas, serân enormemente destructoras? Para evitar esos males, aplaudimos y alabamos las iniciativas encaminadas a que las naciones se mantengan siempre un ici as con los mâs estrechos lazos. Pero todo ello, que ya de si es bas: an te inseguro, estarâ apoyado en la movediza arena si no reina en el mundo un sentimiento de fraternidad universal que consolide los estados y garantice los pactos, haciendo firme y sagrada la fide’.idad a los compromises mutuos. Pero por experienda nos comta con toda certeza que, en la prâc­ tica, los hembres no se sienten hermanos entre si si no se sien: en todos hijos de un mismo padre (Pio XII, Exhortaciôn aJ. Episcopado de todo el mundo: «Ecclesia», η. 397, 19 de febrero ----•P de 1949, p. 6). h) El haber alejado a Jesucristo de la vida fué causa DE TANTOS MALES Tengan todos présente que el acervo de males que en los ultimos afios hemos tenido que soportar ha descargado sobre la humanidad principalmente ptrque la religion divina de Jesucristo, que promueve la mutua caridad entre los hombres, los pueblos y las naciones, no era como habrîa debido ser, la régla de la vida privada. familiar y pùb’.ica. Si, pues, se ha perdi do el recto camino por haberse alejado de Jesucristo, es menester volver a él tanto en la vida privada como en la pùblica. Si el error ha ontenebrecido las inteligencias, hay que volver a aquella verdad divinamente revelada, que muestra la senda que Heva al cielo. Si. por fin, el odio ha dado frutos amargos de muerte, habrâ que encender de nuevo aquel amor cri-tiano, que es el ùrico que puede curar tantas heridas mortales, superar tan tremendos peligros y endulzar tantas angustias y sufrimientos (Pio XII. Optatissima Paxr «Ecclesia», n. 337. 27 de diciembre de 1947). i) Hay que tender hacia una organizaciôn armônica y CORPORATIVA QUE REGULE LA SOLIDARIDAD ENTRE LOS HOMBRES • · Ha llegado ahora el tiempo de abandonar las frases vacias y de pertsar con la Quadragesimo anno en un nuevo ordenamiento de las fuerzas productivas del pueblo. Es decir, por encima de la dis- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 231 tinciôn entre dadores y prestadores de trabajo, sepan los hombres ver y reconocer aquella mâs alta unidad, la . cual liga entre si todos aquelios que colaboran en la producciôn ; es dzc r, la mu.ua conexiôn entre ellos y la solidaridad en el debar que tienen que prever unidos establemente al bien comûn y a las necesidades de toda la comunidad. Que esta solidaridad se extienda a todos los ramos de producciôn, que se convierta en el fundamento de un mejor orden econômico, de una sana y justa autonomia, y abra a las clases trabajadoras el camino para conquistar honestamente su parte de re'/ponsabilidad en el g~biemo de la economia nacional (Pio XII, A la Asociaciôji Cristiana de Trabajadores Italianos,, 13 de marzo de 1945). j) Solo en una concepciôn semejante es posible CONCILIAR EL AMOR Y EL DERECHO Sobre esta concepciôn orgânica, la ünica vital, en donde la · mâs noble humanidad y el mâs genuino espiritu cristiano florecen en armonia, estâ esculpida la sentencia de la Fscritura, c~m-nfada por el gran Doctor de Aouino (S. Th., 2-2, q. 29, a. 3) : Opus iustitiae vax («La paz es obra de la justicia»), oue se aplica no sôlo al aspécto interno, sino también al extemo de la vida social. No admite ella ni la oposiciôn ni la alternative: amor o de­ recho. sino la sintesis fecunda: amor y derecho (Pio XU, Mensaje de Navidad de 1942, 24). C) a) Cuando «Acogeos mutuamente» la fe en Dios como centro de todo decae, el ORDEN SOCIAL SE CONMUEVE Y VACILA w La Iglesia, cuyo corazôn maternal abraza a todos los pueblos. con igual solicitud, sigue con angustia e~ta evoluciôn en los con­ flictos nacionales e internacionales. Cuando la fe en Dins, Padre de todos los hombres, comienza a desvanecerse, el esniritu de union fraternal pierde también su base moral y su fuerza de cohesiôn. Y cuando el sentimiento de un ser comiin auerido por Dios, y que incluye reciprocos derechos y deberes, regulados por normas enables, comienza a decaer, en su lugar aparece una morbosa hmersensibilidad para to^o aquello oue divide (Pio XH, Radiomen saje en la vispera de Navidad de 1947: «Ecclesia», n. 133, 3 de enero de 1948. p. 6). b) Asi, EL ROMPER LA RELACIÔN CON DlOS DIÔ LUGAR AL POSITIVISMO JURIDICO DEL SIGLO XIX Y AL DESORDEN ACTUAL El siglo xix es el gran responsable dei positivismo juridico. Si sus consecuencias han tardado en hacerse sentir en toda su gravedad en la legislaciôn, se debe al hecho de que la cultura 232 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. estaba todavia impregnada del pasado crlstlano y a que los représervantes del pensamiento crlstlano podian todavia, cas! en todas partes, hacer oir su voz en las asambleas legislativas. Debia venir el Estado totalitarlo de impronta anticristiana, el Estado que —por principio o, al menos, de hecho—rompiera todo freno frente a un supremo derecho divino para descubrir al mundo el verdadero rostro del positivismo juridico. ôHay quizâ que subir mucho en la historia para encontrar un llamado «derecho legal» que quite al hombre toda dignidad personal, que le niegue el derecho funda­ mental a la vida y a la integridad de sus miembros, ponlendo una y otra al arbitrio del partido y del Estado, que no reconozca al individuo el derecho al honor y al buen nombre, que discuta a los padres el derecho sobre sus hijos y el deber de su educaciôn y, sobre todo. considere el reconocimiento de Dios, supremo Seûor, y la dependenda del hombre de El como sm in.erés para el 1 tado y para la comunidad humana? (Pio XII, Discurso al inaugurer el nuevo aüo de la Rota: «Ecclesia», n. 437, 26 de noviembre de 1949, p. 6). El hombre, considerado no solo en su aspecto natu RAL, SINO EN EL SOBRENATURAL C) En la nueva economia, el sujeto del derecho no es el hombre en la naturaleza pura, sino el hombre elevado por la gracia del Salvador al orden sobrenatural, y por eso mismo, puesto en con­ tacto con la divinidad mediante una nueva vida, que es la vida misma de Dios. aunque participada. Su dignidad crece, pues, en proporciones infinitas, y, por lo tanto, en igual proporciôn ali­ menta la nobleza del jurista, que le hace objeto de su ciencia (Pfo XH, Discurso a los juristes italianos: «Ecclesia», n. 436, 19 de noviembre de 1949, p. 6). Ù) ASÎ, PUES, EN EL SENO DE LA SOCIEDAD HAY UNA MARAVI LLOSA ARMONÎA QUE GARANTIZA LA PAZ Porque la actividad humana no puede producir sus frutos si no queda en pie un cuerpo verdaderamente social y organizado. si el orden juridico y el social no garantizan el trabajo, si las dlferentes profesiones, dependientes unas de otras, no se conciertan entre si y se completan mutuamente y, lo que es mâs importante, si no se asocian y unen, para un mismo fin, la direcciôn, el capital y el trabajo (Pfo XI, Quadragesimo anno, 30). e) Que nos inclina a proclamar el respeto a la perso­ nalidad, LA SOLIDARIDAD DE TODOS Y LA PRIMACÎA DEL BIEN Ha de proclamarse, antes que nada, el respeto a la personali­ dad humana en todos los hombres, cualqulera que sea su posiciôn social; luego, el reconocimiento de la solidaridad de todos los pueblos en el âmbito de la familia humana, creada por paternal omnipotencia de Dios, y, finalmente, la exigenda categôrica de SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 233 que la sociedad ponga el bien, comun por encima del interés per­ sonal y que cada uno esté para el servicio de todos (Pio XII 16 de julio de 1947 : A. C. N. de P., n. 405, 15 de enero de 1948, p. 5). f) ES, PUES, PECAMINOSO NEGAR LA COLABORACIÔN CUANDO ES EXIGIDA POR EL BIEN COMUN El Estado tiene necesidad de hombres competentes y expertos en materia politica y administrativa enteramente entregados al mayor bien de la naciôn y guiados por claros y sanos principios... No actùa crlstianamente el catôlico que, pudiendo o debiendo (par su position o cargo se sobrentiende), «no toma parte en las actividades de su pais y de su tiempo, sino que se retira, como el pelida Aquiles (cf. Iliad., cant. 1), a su tienda, junto a las naves de râpida travesia, lejos de la batalla, mientras que esta en juego la suerte de su patria». Por el contrario, el hombre justo y fuerte (cf. Horat., Odas, ni, 3, 1), cristiano, no se contentarâ con quedarse en pie impasible entre las ruinas; se sentirâ obligado a resistir y a impedir el cataclismo o, por lo menos, a limitar el efecto de sus daûos (Pio XII, 8 de enero de 1947 : A. C. N. de P., n. 405, 15 de enero de 1948, p. 5). g) Y LA DISGREGACIÔN POR FALTA DE CARIDAD PROVOCARIA LA MUERTE DE LA SOCIEDAD Disgregaciôn del hombre, corrompido por su alejamiento de Dios; disgregaciôn del hogar, disuelto por la rebeliôn de los hijos y por la falta de amor entre los esposos; disgregaciôn de la sociedad, gangrenada por el antagonismo entre las clases; disgre­ gaciôn de las naciones, enemigas entre si por la inmoderada codicia de la riqueza y del poder. I ai»l una palabra: disgregaciôn por falta de caridad! (Pio XII, Rediomensaje al IV Congreso Eucaristico National del Peru, 15 de mayo de 1949. «Ecclesia», η. 411·. 28 de mayo de 1949, p. 7). D) «Aparecerà la raiz de Jesé» a) SOLAMENTE CRISTO ES CAMINO DE SALVACIÔN PARA TODOS Solamente Cristo puede alejar los funestos espiritus del error y del pecado, que han sometido a la humanidad a una esclavitud ’.irânica y degradante, haciéndola sierva de un pensamiento y de una voluntad dcminados y movidos por el ansla insatiable de bienes sin limite. Solamente Cristo, que nos ha libertado de la triste servidumbre de la culpa, puede ensefiar y allanar el camino hacia una libertad noble y disciplinada, apoyada y sostenida sobre una verdadera rectitud y concienda moral. 234 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. Solamente Cristo, sobre cuyos hombros reposa el principado, con su omnipotencia y su auxilio puede levantar y sacar al género humano de las angustias sin nombre, que lo atormentan en el curso de la vida presence, y encaminarlo hacia la felicidad (Pio XH. Me nsaje de Navidad de 1943, 5 y 6). Hacia El deben volver los ojos quienes quedaron b) DESENGANADOS DE SUS FALSAS CONVICCIONES ES triste y doloroso pensar, amados hijos, que innumerables hombres, aun habiendo sentido la amargura de falaces ilusiones y penosas desilusiones, mientras buscaban una felicidad que les satisficiese en esta vida, se hayan cerrado el camino a toda esperanza, y viviendo como viven lejos de la fe cristiana, no aciertan a descubrir el camino hacia el pesebre del Nino Dios y hacia aquella consolacién, que hace sobreabundar de gozo a los héroes de la fe en todas sus tr.bulaciones. Comemplan hecho pedazos el edificio de cresncias, en el cual humanamente habian conflado y puesto su ideal; pero no fué nunca verdad que hallasen aquella unica fe ✓erdadera, que hubiera podido darles aliento y nuevo ânimo (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1943, 1}. EsPECIALMENTE, QUIENES CONFIARON SÔLO EN EL PROGRE­ C) SO DE LA VIDA ECONÔMICA Entre las filas de estes amargados y desenganados no es dificil seüalar a aquellos que pusieron su interna confianza en la expansion mundial de la vi3a econômica, creyendo ser la ûnica capaz de reunir en fraternidad a los pueblos y prometiéndose obtener de su grandiosa organizacibn, cada dia mâs perfeccionada y refinada, progresos inauditos e inesperados de bienestar para la sociedad humana. iCon cuânta complacenda y orgullo contemplaron el aumento mundial de comercio, el intercambio, a través de los continentes, de todos los bienes y de todos los inventos y producciones, el ca­ mino triunfal de la difundida técnica moderna, que traspasaba to­ dos los limite* de espacio y de tiempo! (Pio XII. Mensa/je de Na­ vidad de 1943, 8). d) Y AHORA EXPERIMENTAN EL FRACASO DE UNA ECONOMIA SIN FRENO MORAL Hoy, en cambio, en realidad, <,qué experimentan? Ven ya que esa economia. con sus gigantescas relaciones y vinculos mundiales y con su sobreabundsnte division y multiplie aciôn del trabajo. coofreraba de mil manera* a hacer general y mâs grave la crisis de la humanidad, mientras que, no siendo corregida por ningûn freno moral y sin ninsuna mirada uhraterrena que la iluminase, no podia menos de terminer en una indigna y hum llan e explotaciôn de ia persona humana y de la natura’.eza, en una triste y pavorosâ tndigencia de una parte y una soberbia y provocante opu encia de la otra, en una discordia atormentadora e implacable entre privi- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS legiados y destituidos; desgraciados efectos que no han ocupado el ùlüimo puesto en la larga cadena de causas que han conducido a la inmensa tragedia presente (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1943, 9). E) ((El Dios de la esperanza os liene de cumplida alegria y paz» a) La alegria de la Navidad es un anticipo de aquella OTRA QUE NUNCA TERMINAR En la celebraciôn de este divino misterio, la alegria de nuestros corazones se remonta hacia lo alto, se espiritualiza en lo sobrenatural, arraiga y tiende hacia lo sobrenatural, volando a Dios, segûn la excelsa expresiôn de la oraciôn de la Iglesia: ut inter mundanas varietates ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gau­ dia (Or. Dom. 4 post Pasch.). En medio dei tumultuoso choque de las mundanas vicisitudes, la verdadera alegria se refugia en la serena imperturbabilidad dei espiritu, y en ella, como en torre in­ destructible por las tormentas, fija en Dios su confianza, tmese con Cristo, principio y causa de toda alegria y de toda gracia. ôNo es acaso éste el sacramento dei Rey de nuestras almas, dei Nino Dios dei pesebre de Belén? Cuando tan real secreto penetra y anida en las almas, la fe, la esperanza y la caridad se subliman en el éxtasis del Apôstol de las Gentes, que grita al mundo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi (GaL 2,20). En el trashumanarse del hombre en Cristo, Cristo mismo se viste de hom­ bre, humillândose hasta él para elevarlo hasta Si en aquel gozo de su nacimiento, que es perenne fiesta natalicia a que la Iglesia, con su liturgia, no cesa de llamamos en todo tiempo, al invitamos y exhortarnos para que se cumpla en nosotros su promesa do. 16.22) de que se alegrarà nuestro corazôn y nadie serâ capaz de quitarnos nuestra alegria (Pio XII. Mensaje de Navidad de 1939, 3). b) En ELLA JESUCRISTO VIENE A CONQUISTAR LA PAZ, NO CON EL HIERRO, SINO CON LA MADERA DE LA CRUZ Cuando naciô este celeste Nifio, otro principe de la paz se asentaba sobre las orillas del Tiber, y con solemnes ceremonias habia dedicado un «Ara pacis Augustae», cuyos maravillosos, pero quebrados restos, sepultados durante siglos bajo las ruinas de Roma, han levant ado su cabeza en nues'ros dias. Augusto ofreciô sobre aquel altar sacrificios en honor de dioses que no salvan. Pero es ’.icito pensar que el verdadero Dios y etemo Principe de la paz. que pocos anos después descendiô entre los hombres, haya escuchado el anhelo de aquel tiempo por la paz y que la paz augûstea haya sido como una figura de aquella paz sobrenatural que sôlo El puede dar. y en la que necesariamento se halla comprendida toda paz terrena; de aquella paz conquistada, no con el hierro, sino con la madera de la cuna de este Infante Sefior de la paz y con LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 236 2.° ADV. el lefio de su futura cruz de muerte, roclada con su sangre, sangre no de odio y de rencor, sino de amor y de perdôn (Pio XH, Mensaje de Navidad de 1939, 23). IL SOBRE EL EVANGELIO A) a) Gran [ Los pobres son evangelizados» parte de los hombres encuentran difîcil sh SALVACIÔN POR SER POBRES Sin embargo, se puede decir sin temeridad que las condiciones de la vida social y econômica son taies, que una gran parte de los hombres encuentran las mayores dificultades para atender & lo ûnico* necesario, a la salvaciôn eterna (Pio XI, Quadragesimo Anno, 53). b) • Φ ’ J También los agricultores han caîdo en la pobreza · " 4 Aftâdase el ejército ingente de asalariados dei campo, reducidos a las mâs estrechas condiciones de vida y desosperanzados de poder Jamâs obtener «partlcipaciôn alguna en la propiedad de la tierra» (cf. Leôn XIII. Rer. Nov.), y, por tanto, sujetos para siempre a la condiciôn de proletarios, si no se aplican remedios oportunos y eficaces (Pio XI, Quadragesimo anno, 26L · * * * * * “” c) Caen en tremenda responsabilidad quienes hacen aparecer a la Iglesia como enemiga de los pobres Es en verdad lamentable, venerables hermanos, que haya habldo y aun ahora haya quienes, llamândose catôlicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la Justicia y de la caridad, en vlrtud de la cual nos estâ mandado no solo dar a cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados como a Cristo mismo (lac. 2); ésos. y esto es lo mâs grave, no temen oprimir a los obreros por espiritu de lucro. Hay ademâs quienes abusan de la misma religion y se cubren con su nombre en sus exaccionee injustas, para defenderse de las reclamaciones completamente Justas de los obreros. No cesar.-mos nunca de condenar semejante conduc a; esos hombres son la causa de que la Iglesia, inmerecidamente, haya podido tener la apariencia y ser acusada de inclinarse de parte de los rlcos, sin conmaverse ante las necesldade» y estrecheces de quienes se encontraban como desheredados de su parte de bienes: ar en esta vida (Pfo XI. Quadra­ gesimo anno, 50). SEC. 6. d) TEXTOS PONTIFICIOS 237 ES ABUSO DE LOS POBRES EXIGIRLES UN TRABAJO EXCESIVO PARA AUMENTAR LAS GANANCIAS Por lo que toca a la defensa de los bienes corporales y externos, lo primero que hay que hacer es librar a los p ibres obreros de la crueldad de los hombres codiciosos, que, a fin de aumentar sus propias ganancias, abusan sin moderaciôn alguna de las personas, como si no fueran personas, sino cosas. Exigir tan grave tarea que con el excesivo trabajo se embote el alma y sucumba al mismo tiempo el cuerpo a la fatiga, ni la justicia ni la humanidad lo consienten (Leôn XHI, Rerum Novarum, 33). e) E IMPONERLES UN SALARIO INJUSTO, APROVECHÂNDOSE DE LA SITUACIÔN EN QUE SE ENCUENTRAN Efectivamente, sustentar la. vida es deber comûn a todos y a cada uno, y faltar a este deber es un cr:men. De aquf necesariamente nace el derecho de procurarse aquellas cosas que son menester para sustentar la vida, y estas cosas no las hallan los po­ bres sino ganando un jomal con su trabajo. Luego, aun concediendo que el obrero y su amo libremente conv enen en algo y particularmente en la cantidad dei salario, queda, sin embargo, siempre una cosa que dimana de la justicia natural, y que es de mâs peso y anterior a la libre voluntad de los que hacen el con­ nato. y es ésta : que el salario no debe ser insuficiente para la sustentaclôn de un obrero que sea frugal y de buenas costumbres. Y si acaeciere alguna vez que el obrero, obligado par la necesidad o movido del miedo de un mal mayor, aceptase una condiciôn mâs dura, y aunque no lo quisiera la tuviere que aceptar por imponérsela absolutamente el amo o el ccntratista. séria eso hacerle violencia, y contra esta violencia réclama la justicia (Leôn XIII, Rerum Novarum, 33 y 34). f) La INJUSTA ORGANIZACIÔN CAPITALISTA DEL TRABAJO DE­ GRADA A LA PERSONA En verdad, el ânimo se horroriza al ponderar los gravisimos peliETOS a que estân expuestos en las fâbricas modemas la moralidad de los obreros (principalmente jôvenes) y el pudor de las doncellas y demâs mujeres. al pensar cuân frecuentemente el régunen moderno del trabajo y principalmente las irracionales oondiciones de habitaciôn crean ob'tacuios a la uniôn e intimidad de la vida familiar, al recordar tantos y tan grandes impedimen­ ts que se ononen a la santificaciôn de las fiestas, al considerar cômo se debilita univer-almente el sen4ido verdaderamente Cris­ tiano. que aun a hombres indoctos y rudos ensefiaba a eievarse a tan altos idéales, suolantado hoy por el ûn’co afân de procurarse por cualquier medio el subterno cotidiano. Asi, el trabajo corporal, oue estaba destinado por Dios, aun desoués del p°cado original, a labrar el bienestar material y espiritual del hombre, se convlerte la mision del PRECURSOR. 238 2.° ADV. a cada paso en instrumento de perversiôn; la materia inerte sale de la fâbrica ennoblecida, mientras los h •JH bres en ella se corr pen y degradan (Pio XI, Quadragesimo anno, 54). g) PüNTO NEURALGICO DEL PROBLEMA SOCIAL ES LA CUESTIÔN OBRERA ôQuién no ve que la cues.iôn obrera, por la dificultad y variedad de los problemas que entrana y por el amplio nûmero de miembros a que afecta, es tal y de tal necesidad e importanda, que merece un cuidado mâs atento, avizor y atinado? Question delicada como ninguna; punto neuralgico, por decirlo asi, del cuerpo social, pero algunas veces también terreno movedizo y traidor. abiero a faciles ilusiones y vanas e inactuales esperanzas para quien no tenga ante los ojos de su inteligencia y ante los impulsos de su corazôn la doctrina de justicia, de equidad, de amor, de redproca consideraciôn y convivenda que inculcan la ley de Dios y la voz de la Iglesia (Pio ΧΠ, a los trabajadores italianos en el patio de Belvedere del Vaticano, 13 de julio de 1943). h) La Acciôn Catôlica no puede dejar de preocuparse DE LAS CLASES HUMILDES La Acciôn Catôlica no puede dejar de preocuparse de las clases mâs humildes y necesitadas, de los obreros, de los campesinos, de los emigrados (Pio XI. Canto al Episcopado de Méjico, 28 de marzo de 1937). i) Hay que ver en los pobres al mismo Jesucristo Deseamos. pues, venerables hermanos, que sea mâs y mâs expllcado. de palabra y por escrito, es*e divino precepto, precioso dlstintlvo dejado por Cristo a sus verdaderos discipulos : este pre­ cepto que nos ensena a ver en los que sufren a Jésus mismo y nos obliga a amar a nuestros hermanos como el divino Salvador nos ha amado, es decir, hasta el sacrificio de nosotros mi^mos, y, si es necesario, a un de la nropia vida <Ρίο XI, Divino Redemptoris, 47). B) a) A > Ref erid a Juan lo que habéis oîdo y visto > Jesucristo se le descubre por las obras de sus TESTIMONIOS VIVOS Hoy, mâs que nunca, lo mismo que en los primeros tiempos de su existencla, la Iglesia tiene necesidad sobre todo de testigos, mâs que de apologistas; de testigos que. con su vida, hagan resplandecer el verdadero rostro de Jesucristo y de la Iglesia ante los ojos SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 239 del mundo paganizado que les rodea (Pfo XII, Radiomensaje al Congreso Eucaristico Nacional de Francia, 4 de Julio de 1947 : «Ec­ clesia)), n. 63, de 1947). b) A LOS FALSOS REDENTORES TAMBIÉN SE LES DESCÜBRE POR SUS OBRAS La Iglesia, guarda y maestra de la verdad, al afirmar y propugnar valientemente los derechos del pueblo trabajador, luchando con.ra el error en diversas ocasiones, ha tenido que dar la voz de alerta contra el peligro de dejarse ilusionar por el e-pej.smo de especiosas y vanas teorias y visiones de bienestar fu.uro, y por los engaûosos alicientes e incitaciones de falsos maestros de bienes­ tar social, que llaman al mal bien y que jactânuose de ser ami­ gos del pueblo no toleran entre el capital y el trabajo, entre pa­ tronos y obreros, los mutuos acuerdos que mantienen y promueven la concordia social para el progreso y la utilidad de todos. A estos amigos del pueblo les habéis oido ya en la plaza, en los circulos, en los congresos; habéis leido sus promesas en h.jas vo­ lantes, los habéis escuchado en sus cantos y en sus himnos; pero icuândo los hechos han respondido a sus palabras o las realidades han sonreido a las esperanzas? Engahos y desilusiones es lo que han probado y prueban los individuos y los pueblos que le prestaron fe y los siguieron por caminos que, lejos de mejorar, empeoran y agravan las condiciones de vida y de adelanto ma erial y moral. Esos falsos pastores hacen creer que la salvacion debe venir de una renovaciôn que transforme la consistenda social, que revista carâcter nacional (Pio XII, Discurso a los obreros de Italia). c) HOY LOS AMARGOS FRUTOS NACIDOS DE HABERSE APARTADO DEL CRISTIANISMO SON LA MEJOR APOLOGIA DE ESTE Las angustias présentes son la apologia mâs impresion ante de! Cristianismo, tal que no puede haber mayor. De la gigantesca vorâgine de errores y movimientos anticristianos se han cosechado fnitos tan amargos, que constituyen una condenaciôn cuya eficacia supera a toda refutaciôn teôrica (Pfo XII. Summi Pontifica­ tus, 12). d) El comunismo, consecuencia DE LA DESCRISTIANIZACIÔ* OBRERA Para explicar cômo ha conseguido el comunismo que las masas obreras lo hayan aceptado sin examen, conviene re ordar que éstas estaban ya preparadas por el abandono religioso y moral en que las habia dejado la economia liberal. Con los turnos de tra­ bajo, incluso el domingo, no se les daba tiempo ni siquiera para satisfacer los mâs graves deberes religiosos de los dias festivos; no se pensaba en construir Iglesias junto a fâbricas, ni en facilitai e! trabajo al sacerdote; al contrario, se con inuaba promoviendo positivamente el laicismo. Ahora, pues, se recogen los frutos de LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 240 2.° ADV errores tantas veces denunciados por nuestros predecesores y por Nos mismo, y no hay que maravillarse de que en un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el error comunista (Pio XI, Divino Redemptoris, 16). e) Es PRECISO que Cristo aparezca de nuevo en todas PARTES Mas para ello ha de revolucionarse espiritualmente el mundo, se ha de ir a la restauraciôn dei reino de Cristo en la familia, en la escuela. en las instituciones publicas y en todos los aspectos de la vida social (Ko XII, Discurso a los Hombres de Acciôn Catô~ lica Italiana, 7 de septembre de 1947k f) SÔLO UNA GRAN CARIDAD Y UNA PROFUNDA FE EN DlOS PUEDEN DAR BASE A LA SOCIEDAD EN RUINAS Tomad como lema para el futuro las palabras sublimes de San Juan: Dios es caridad (1 lo. 4.16). Entonces ciertamente la obra de destrucciôn que dejaron tras de si los afios pasados, la mise­ ria y el empobrecimiento que crearon, la enemistad y el odio que acumularon, todo esto lo vencerân solo los hombres que crean firme e indestructiblemente en la benevolencia y en el amor de Dios y que vivan ellos mismos llenos de este amor divino. Esta es la caridad que todo lo excusa, todo lo créé, todo lo espera, todo lo tolera (1 Cor. 13,7); que prépara a los mayores sacrificios, que estâ siempre dispuesta a renunciar, a ayudar, a perdonar. Esta caridad es la que afirma las familias y asegura la paz conyugal. Prépara el pensamiento y dispone para los avances de la justicia social, que si siempre han tenido validez, hoy oprimen con angustiosa urgencia. Las comunidades y los estados pueden parecer haber afirmado los fundamentos dei mundo; si no les han puesto como clmier.tos la fe en Dios y no dirigea la tarea hombres de profundo amor a Dios, les amenaza con interna necesidad la ruina (Pio XII. Radiomensaje a los fieles de Berlin: «Ecclesia», n. 420, 30 de julio de 1949, n. 5). g) El ejemplo tiene verdadera fuerza apologetica Demuastren los obreros catôlicos, con su ejemplo, con sus pala­ bras, a estos hermanos extraviados que la Iglesla es una tiema madré para todos aquellos que trabajan y sufren. y que jamâs ha faltado ni faltarâ a su sagrado deber matemo de defender a sus hijos. Si esta misiôn que ellos deben cumplir en las minas, en las fâbricas. en los talleres, dondequiera que se trabaja, requiere, a veces, grandes sacrificios. recuerden que el Salvador dei mundo ha dado no sôlo el ejemplo del trabajo, s’.no también el dei sacri­ ficio (Pfo XI. Divino Redemptoris, 70). SEC. 6. h) Con TEXTOS PONTIFICIOS él por delante se derribaran las trabas DEL RESPETO HUMANO i Oh, el ejemplo, y, ante todo, el ejemplo de Ia dignidad cristiana! Aqui se impone el deber. Apena el alma ver cômo de ordi­ nario no es tanto el nûmero de elementos malos, que hacen mu­ chas veces malsano y pernicioso el campo dei trabajo profesional, cuanto mâs bien el respeto humano (Pio XII, A los Hombres de Acciôn Catôlica, 20 de noviembre de 1942). i) Se trata de obrar la palabra y no sôlo escucharla Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la uni­ ca que, como en todos los demâs campos, también en el terreno social puede traer verdadera luz y ser la salvaciôn frente a la ideoîogia comunista. Pero es preciso que esta doctrina se realice en la prâctica de la vida, conforme al aviso del apôstol Santiago (lac. 1,22): Sed... obradores de la palabra, y no os contentéis solo con oirla, que os enganariais; por esto, lo que mâs urge al présente es aplicar con energia los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catâstrofe que se va preparando (Pio XI, Divini Redemptoris, 39). C) ((^Qué habéis ido a ver al desierto? iUna caria agitada por el viento?n a) Hoy NO BASTAN LOS HOMBRES A MEDIAS El tiempo présente exige catôlicos sin miedo, para los que resuite la cosa mâs natural del mundo la abierta confesiôn de su fe con las palabras, con las obras, siempre que lo pidan la ley de Dioe y el sentimiento del honor cristiano. Verdaderos hombres, hombres integros, firmes e intrépidos. Hoy el mismo mtmdo desecha y rechaza y pisotea a los que no lo son, a los que lo son solamente a medias (Pio XII, Discurso a las Congregationes Marianas, 21 en β­ ίο 1945). b) Αντε la corrupciôn es necesaria mayor vigilancia y defensa Quien pertenece a la milicia de Cristo, sea eclesiâstico o seglar, ino deberia sentirse espoleado e incitado a mayor vigilancia, a de­ fensa mâs decidida, cuando ve crecer cada vez mâs los escuadrones de los enemigos de Cristo, cuando se da cuenta que los portavoces de taies tendencias, renegando o despreciando en la prâctica las verdades vivificadoras y los valores encerrados en la fe en Dios y en Cristo, rompen sacrilegam ente las tablas de los mandamientos de Dios, para sustituirlas con tablas y normas de las que estâ des- la misiôn del precursor. 242 2.° adv. terrada la sustancla ética de la revelaciôn del Sinai, el espiritu del sermon de la Montana y de la cruz? (Pio XII, Summi Pontificatus, η. 2). c) Ante el peligro es preciso actuar La persistenda de un estado general, que no dudamos en llamar explosivo, a cada instante, y cuyo origen debe buscarse en la tibieza religiosa de tantos, en el bajo nivei moral de la vida pùblica y privada, en la sistemâtica obra de intox icac ion llevada a cabo en las aimas sencillas, a las que se propina el veneno después de haberles narcotizado, por decirlo asi, el sentido de la verdadera libertad. no puede dejar a los buenos inmôviles en el mismo surco, contem­ plando con los brazos cruzados un porvenir arrollador (Pio XII. Exhortation pontificia a los fieles de Roma, 10 de febrero de 1952. n. 4 : «Ecclesia». n. 553. 16 de febrero de 1952. p. 5\ d) Con valentia para preservar al mundo de la ruina Y ciertamente, hoy mâs que nunca hacen falta valientes soldados de Cristo, que con todas sus fuerzas trabajen para preser­ var la familia humana de la ruina espantosa en que caeria si el desprecio de las doctrinas del Evangelio dejara triunfar un estado de cosas que pisotea las leyes de la naturaleza no menos que las de Dios (Pio XI. Quadragesimo Anno, η. 58). e) Con fortaleza que sostenga a los pusilanimes Consciente de la tenebrosa audacia del mal, que cunde en la vida présente, el verdadero discipulo de Cristo se siente dispuesto a tener mayor vigilanda sobre sus propios hermanos. Seguro como estâ de la promesa de Dios y del triunfo final de Cristo sobre los enemigos, se siente interiormente robustecido contra las desilusiones y fracasos, derrotas y humillaciones. y puede comunlcar la misma conflanza a todos aquellos a quienes se acerca en su misiôn aposr tôlica; convirtiéndose de tal modo en baluarte espiritual, mientras da aliento y ejemplo a los que se sienten tentados a ceder y a desanimarse frente al numéro y a la potencia de los adversarios (Pio XII. Alocuci(Y' al Sacro Colegio Cardenalicio en la vigilia de Navidad de 1940). f) Incluso en la vida pùblica, a pesar de tantas DIFICULTADES Que no se apague o débilité entre vosotros la voz insistente de los Pontifices, de las enclclicas sociales, que maglstralmente ensefian, a los que creen en la regeneraciôn sobrenatural de la humanidad. el deber moral de cooperar al ordenamlento de la socie­ dad. y en modo especial de la vida econômica, impu’.sando la activldad de aquellos que participan de tal vida, no menos que el Es­ tado mismo. e.No es esto un sagrado deber de todo cristiano? No SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 243 ’ f' ‘ 1 ....... . I - -T. Ί — — If.l.· ■ . ... , ■ ■■■«■■».... I···. w , , \ F . i . 1 / i /· t i l’ Λ1 i \ H I I < /· ( . os espanten, amados liijos, las diflcultades ex.rinsecas, ni os desaniméis por los obstâculos provenientes del creciente paganismo de la vida pùblica (Pfo XII, Discurso de Pentecostés del afio 1941). - " 1 ■■·—Γ-- g) Este ■I— carâcter varonil tiene su origen en la fe De una fe viva en un Dios personal y trascendente brota un claro y fuerte vigor moral, que informa todo el curso de la vida. Porque la fe no es solamen te una virtud, sino la fuerza divina por la cual entran en el santuario del aima todas las virtudes y se forma aquel carâcter fuerte y tenaz que no vacila en las pruebas de la razôn y de la justicia. Esto es siempre verdad, pero tiene que brillar mucho mâs cuândo, tanto al hombre de Estado cuanto al ultimo de los ciudadanos, se exige el mâximo de valor y de energia para reconstruir una nueva Europa y un mundo nuevo sobre las ruinas que el conflicto mundial ha acumulado con su violencia, con el odio y con la division de los espiritus (Pfo XII. Mensaje de Navidad de 1941, n. 28\ h) Exige nuestra colaboraciôn a la obra de la gracia No os dejéis engafiar por los fabricantes de errores o de teorias malsanas, tristes corrientes enderezadas, no a intensiflcar, sino mâs bien a desvirtuar y corromper la vida religiosa ; corrientes que pretenden que, pues la redenciôn pertenece al orden de la gracia sobrenatural y es, por consiguiente, obra exclusiva de Dios, no necesita de nuestra cooperaciôn sobre la tierra (Pio XII. Discurso de Peniecosiés de 1941). î) Y SE CONSTITUYE POR la CONSTANCIA EN SEGUIR LOS ETER­ NOS PRINCIPIOS DE LA JUSTICIA El verdadero cristiano, fruto de la educaciôn crlstiana, es el hombre sobrenatural, que piensa, juzga y obra constance y coherentemente segun la recta razôn, iluminada por la luz sobrenatural do los ejemplos y de la doctrina de Cristo, o, por decirlo con el lenguaje ahora en uso, el verdadero y cumplido hombre de carâcter. Pues no constituye cualquiera coherencia y tenacidad de conducta, segùn principios subjetivos. el verdadero carâcter, sino solamente la constancia en seguir los principios eternos de la justicia, como lo reconoce hasta el poeta pagano cuândo alaba inseparablemente «al hombre justo y constante en su propôsito» (Horat., Od., ΠΙ, 3, 1), y, por otra parte, no puede existir completa justicia sino . dando a Dios lo que se debe a Dios, como lo hace el verdadero cris•;ano ("Pio XI, Divini illius Magistri, η. 59). SECCION III. Μ I SC E L AN EA HISTORICA y L I T E R A R I A I. EL CASTIGO DANTESCO DE LOS ENVIDIOSOS «Ya habiamos recorrido en poco tiempo... un trayecto como el que acâ se cuenta como una milla, cuando sentimos volar hacia nosotros, pero sin verlos, algunos espiritus que, hablando, invitaban cortésmente a tomar asiento en la mesa del amor. La primera voz que pasô volando decia dis.intamente: «Vinum non habent !» Y se alejô repitiéndolo por detrâs de nosotros. Antes de que dejara de percibirse... pasô otra gritando: «Yo soy Orestes», y tampoco se detuvo. «iOh Padre!—di je yo—. ôQué voces son éstas?» Y mientras esto preguntaba oimos una tercera que decia: Amad a los que os han hecho daûo (Mc. 5,44). Virgilio me contesté: «En este circulo se castiga la culpa de la envidia; pero las cuerdas del azote son movidas por e! amor. El freno de este pecado deb? pro­ duct diferente son’do, y creo que lo oirâs... antes de que llegues al paso del per don...» Abri los ojos mâs que antes... y vi sombras con mantos, cuyo color no era diferente del de la piedra... Cuando llegué junto a las aimas y pude observar claramente sus actos, brotô de mis ojos un gran dolor. Me pareclan cubiertas de vil cilicio; cada cual sostenia a otra con la espalda, y todas lo estaban a su vez por la roca, como los ciegos, a quienes falta It subsistenda... y solicitan el socotto de sus necesidades, apoyando cada uno su cabeza sobre la del otro... Del mismo modo que el sol no llega hasta los ciegos, asi también la luz de cielo no quiere mostrarse a estas sombras... To­ das tienen sus pârpados atravesados y cosidos por un alambre, como se hace con los gavllanes salvajes para domesticarlos... Entre las sombras vi a una que parecia estar a la expectativa..., levantando en alto la barba, como hacen los ciegos. —Espiritu—le dije—, dame cuenta de tu pais y de tu nombre. —Yo fui sienesa—respondiô—, y estoy aqui con estos otros. pu­ rificando ml vida culpable. No fui sabla, por mâs que me llamaron Sapia, y me alegraron mâs los males ajenos que mis propias ven­ turas... Descendia ya por la pendiente de mis afios. cuando mis conciudadanos se encontraron cerca de Colle a la vlsta de sus enemigos y yo rogaba a Dios lo mismo que El queria. Fueron destrozados y puestos en fuga. Al ver aquella caza, tuve tal contento que ningûn otro puede igualârsele... Hacla el fin de ml vida quise reconclllarme con Dios. y aun no habria comenzado a pagar mi deu- SEC. 7. MISCELAnEA HISTÔRICA Y LITERARLA 245 da por medio de la penitencla si no fuera porque me tuvo presen­ te en sus oraciones el eremita Pettinalo...» Nueva conversaciôn con otras almas y descripciôn de envldiosos conocldos en la época de Dante. De pronto silendo. Una voz corta el aire como un rayo. Es Cain, el que matô por envidia a su hermano, y que clama: «El que me halle debe darme la muerte.» Y oyô como el trueno que se aleja, cuando de pronto se desgarra la nube... Ya se habia calmado el aire por todas partes cuando Virgilio me dijo : «Aquél fué el duro freno que deberla contener al hom­ bre en sus limites... El Cielo os llama y gira en torno vuestro mostrândoos sus eternas bellezas, y, sin embargo, vuestras miradas se dlngen a la tierra, por lo cual os castiga Aquel que lo ve todo» (cf. Dante, La Divina Comedia: El Purgatorio, cant. 13 y 14, trad, de Manual Aranda, ed. Maucci, Barcelona). II. UNA FABULA DE SAN· VICENTE FERRER SOBRE LA ENVIDIA «Habia en la ciudad dos hombres de mucho honor, ambos muy envldiosos, y eran tiempos de penuria. El rey lo supo y les ofreciô regular sus adquisiciones, pero daria al uno el doble que al otro. Hicieron por no hablar ninguno el primero. —Bien, pues ipedirl... —Si pido una fanega, él recibirâ dos—grito uno. —<· A quién, sefior—dijo el otro—, le daréis el doble? —Lo ignoro, i Arreglaos vosotros ! Y se marcharon con su envidia» (cf. Henri Gheon, San Vicente Ferrer, c. 4: Apostolado familiar: Las florecillas del hermano Vi­ cente, p. 85). III. EL CASO DE JOAQUINA DEHANT Las palabras del Sefior: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios..., del Evangelio de hoy, han continuado siendo verdad en el transcurso de los siglos. He aqui para los escépticos uno de tantos milagros indudables de la época contemporânea : z «El 6 de septembre de 1878 el doctor Froidebise declaraba que habia diagnosticado en la senorita Joaquina Dehant una luxaciôn femoral derecha con retracciôn de los musculos de la piema, que determinaba un pie contrahecho, y con una ulcéra que cubria dos tercios de la cara externa de la piema derecha. Esta ùlcera se extendia desde la rodilla al maléolo externo y hacia doce afios que se iba desarrollando. Cuatro dias después partia la enferma hacia Lourdes. Durante el viaje, cada vez que fué précise curar la llaga numerosos viajeros se sintieron molestos por el infecto olor. Siete de ellos lo reconocieron expresamente y sus manifestaciones concuerdan con 246 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2 ADV. las de los rcs propietarios del hotel Latapié, en Lourdes, y las de seis vecinos de Gesves. El doctor Royer, el sefior Deploige, catedrâtico de Derecho de Lovaina; el abogado luxemburgués Poncelet y el doctor Eischen los interrogaron en septiembre de 1893, sin haberlos prevenido y aun antes de que hubiesen podido concertar sus respuestas. E! 15 de septiembre, Leonia Doval acompaûaba a Joaquina a la piscina de Lourdes. Al salir del agua de hizo sus vendas. No existia ya la ulcéra, sino, en su lugar, una piel nueva, amoratada, azul y roja, que debia luego blanquearse poco a poco. Al siguiente dia el doctor Froidebise y su colega Maurique comprobaron, por su par­ te, la cicatrizaciôn de aquella antigua y horrible lesion; cicatrizaciôn perfecta, que acaso no se habria obtenido con algunos meses de tratamiento. Uno de estos sehores atestiguaba quince anos des­ pués que la enferma vivia y continuaba curada por completo» (cf. Pa­ blo Buysse, La Iglesia de Jesûs, trad, del P. Ramiro de Santibâftez [Ed. Litûrg Espanola Barcelona 19301. p. 1. c. 5: Las maravillas de Lourdes, p. 232-233). IV. PARA SENECA, LA MISERICORDIA ES UN DEFECTO DEL ALMA Antes de Jesucristo no existia apenas la misericordia. El fùé quien vino a ensefiar a los hombres la caridad. Ni los mismos estoicos, en apariencia los filôsofos mâs elevados y dignos, conocian la misericordia, porque no conocieron a Jesucristo. Véase, por ejemplo, cômo pensaba Séneca: «Tôcanos ahora hablar de qué es la misericordia, pues muchos la elogian como vlrtud y Haman bueno al hombre misericordioso. Yo la reputo un defecto del aima. Pertenece a aquel grupo de co­ sas que, situadas en tomo a la severidad y a la clemencia, de­ bemos repudlar. Por la apariencia de la severidad caemos en la crueldad, por la de la clemencia, en la misericordia... Asi como la reltgiôn da culto a los dioses y la supersticiôn los viola, asi los hombres honestos han de descollar por su clemencia y mansedumbre y huir de la misericordia, que és el vicio de la pusilanimidad respecto a los males ajenos. Suelen sentirla los hombres peores. Son las viejas y mujerzuelas las que se conmueven con las lâgrimas de los culpados, y ello hasta el punto que, de series permitido, los sacarian de las cârceles. La misericordia no mira la causa, sino la fortuna; en cambio la clemencia se inspira en la razôn. Sé que muchos ignorantes conceptûan dura en exceso a la secta de los esmicos e incapaz de dar un buen consejo a los prin­ cipes y reyes. Se le objeta que el sabio no quiere compaders? ni perdonar... No parece sino que no dejamos esperanza alguna a los humanos errores y todo lo hacemos conslstir en castigar los de­ litos. ôQué ciencia es esa que obliga a desdefiar a la humanidad y cierra el puerto seguro dei auxilio mutuo a los infortunados? Pero se engahan. porque ninguna secta es mâs benigna y suave ninguna se preocupa tanto de amar a los hombres y procurar el bien comûn... Es la misericordia una enfermedad del aima, originada por la apariencia de las miserias ajenas. o una tristeza por SEC. 7. MISCELXNEA HISTÔRIOA Y LITERARIA 247 los males de los demâs, nacida de creer que les ocurren sin merecerlos. Esta enfermedad no recae sobre el hombre sabio, pues su mente estâ serena y nada puede perturbarla» (cf. De clemen­ tia, 1. 2. 4 y 5). V. LA LIMOSNA REPRODUCTIVA El obispo Masona de Mérida, famoso por su resistenda al arrianismo en tiempos de Leovigildo, por la disputa que sottuvo victo riosamente contra el arriano Sunna y por su devocién a la virgen Eulalia, era un aima caritativa y generosa. Habia edificado un hos­ pital, que proveyô de médicos y enfermeros. Si Uegaba al atrio don­ de habitaba algùn pobre a pedir un poco de vino, aceite o miel, salia él mismo a recibirle, y si veia que el vaso que llevaba para recoger la limosna era pequefto, se lo tomaba alegremente de las manos y lo rompia, ordenando que se le diese otro mayor ccmpletamente lleno... Al cabo de tres anos de vivir ya tranquilo desipués de la paz religiosa de Espafia, el obispo Masona determino distribuir sus bienes a los pobres, incluso aquellos mâs indispensables para su propia vida y la de los fâmulos que Vivian con él. Cuando ya no le habia quedado casi nada que darles, he aqui que se présenté pidiendo limosna una pobrecilla viuda llena de calamidades. El varén de Dios se quedé pensando qué podria darle y, no encontrando nada, pidié a los criados que estaban con él que si alguno de ellos tuviese algo se lo prestase para socorrer a la viüda. Uno de ellos, llamado Sagato..., le respondié diciendo : «Tengo un sueldo, pero si se lo doy no nos quedarâ nada para comprar cuando lo necesitemos.» Masona, sin vacilar, le ordené que se lo diera in­ tegro, sin reservase ninguna parte, no dudando que Dios le asistiria si alguna cosa necesitaba. El criado obedecié el mandate de su senor y entregé a la mujer el sueldo de oro. Mas poco después salié a su encuentro y le rogé que, puesto que no le habia queda­ do nada para comprar comida, de los tres tremises (el tremis era una moneda équivalente a la tercera parte del sueldo) le diera por lo menos uno. La pobre viuda, no sin pena, le devolvié un tremis y ella se marché con los otros dos. No habia pasado mucho tiempo de esta escena. cuando he aqui que de repente, ante las puertas dei monasterio, aparecleron doscientos asnos cargados con multltud de viveres, que enviaban al obispo diversos feligreses. Tan pronto como supo el prelado la grata nueva, dié gracias a Dios y mandé al punto que compareciese su criado Sagato. —(«Cuânto le diste de limosna a aquella pobre mujer?—le pregunté Masona. —Segùn lo que me mandaste, le entregué el sueldo que ténia - respondié el criado—. Pero como nos urgia la necesidad, le rogué que me devo’.viera un tremis. —Dios te perdo ne, hermano—replicé el obispo—, porque dudaste y descon fi a * t e d» °” Camo le di^te sélo dos tre­ mises, no hemos recibido mâs que doscientos asnos cargados de alimentes. Si no le hubieses quitado el tercer tremis, sin duda Dios 248 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2. .ADV. nos hubiera enviado trescientos asnos» (cf. Vitae sanctorum pa­ trum Emeritensium: De vita Masonas, 7,1-7, en ed. The Catholic University of America Press [Washington 1946], p. 218-220). VI. DIO DE LIMOSNA HASTA EL LECHO DE MUERTE «Tomâs de Villanueva fué llamado con razon el santo limos- · nero. De veinte mil ducados que rentaba la mitra de Valencia, dieciocho mil Servian para rescatar cautivos, para dar carrera a los pobres, para sustentar a los enfermos, para remediar toda clase de necesidades. Es:ando a punto de morir, el arzobispo ordenô que diesen a los pobres todo lo que tenia en su casa: ropas muebles, vajilla y dinero. Por lo que pudiera suceder, sus fami­ liares reservaron quinientos escudos; pero dândose cuenta de ello. se volviô a los que le asistian y les dijo: «^Por qué me retenéis aqui, impidiéndome gozar de la felicidad que el Senor me ha preparado? Sabed que no moriré hasta que sepa que no me queda nada en este mundo». Ejecutado su mandato, acordôse de un pa­ dre de familia a quien habia olvidado en el reparte. Hizole venir, le pidiô perdôn de su olvido y le entregô el lecho en que yacia mo­ ribundo, haciendo senal a los que le asistian de que le colocasen en el suelo, para que el nuevo propietario se llevase la manda. Pero como nadie parecia hacerle caso, rogô a aquel pobre hom­ bre que le prestase el lecho hasta la muerte» (cf. Fray Justo Pé­ rez de Urbel, Santo Tomâs de Villanueva, 22 de sept., Amo Cris­ tiano, t. 3, p. 571). VIL LA LIMOSNA ESPIRITUAL «Tomemos, hermanas, particular cuidado de suplicârselo y no nos descuidar, que es grandisima llmosna rogar por los que estân en pecado mortal; muy mayor que séria si viésemos un cristiano atadas sus manos atrâs con una fuerte cadena y él amarrado a un poste muriendo de hambre, y no por falta de que coma, que tiene cabe si muy extremados manjares, sino que no los puede tomar para llegarles a la boca; y aun estân con grande hastio y ve que va ya a expirar y no muerte como aeâ, sino e:ema: ^no seria gran crueldad estarle mirando, y no le llegar a la boca que comiese? iPues qué. si por vuestra oraciôn le quitasen las cade­ nas? Ya lo veis. Por amor de Dios os pido que siempre tengâis acuerdo en vuestras oraciones de aimas semejantes...» (cf. Obras de Santa Teresa de Jesûs, edit, y anot. por el P. Silverio de Santa Teresa. C. D . t. 6. Séptimas Moradas. c. 1. p. 181. ed. Burgos 1917). SEC. 7. MISCELÀNEA HISTORICA Y LITERARIA 249 VIII, UN CARACTER: SAN AMBROSIO En castigo de un motin popular, en el que las turbas habian asesinado al gobernador de Telasônica, el emperador Teodosio dispuso una matanza general de la poblaciôn, que fué bârbaramente ejecutada, mientras se celebraban en el circo unas carreras de cuadrigas. Historiadores hay que aseguran haber perecido en aque11a Jornada mâs de siete mil victimas, entre ellas muchas mujeres y nifios. «Después de dada la sangrienta orden, recapacitô Teodosio so­ bre su injusticia y expidiô en seguida un correo para que no se llevara a efecto; pero llegô tarde. A los pocos dias se extendiô la noticia de lo acaecido en Tesalônica por Milân. En un principio no se le diô crédito alguno, pues todos juzgaban a Teodosio incapaz de cometer taies atrocidades y no podian persuadirse que un principe tan intimamente unido a San Ambrosio hublera caido en crimen tan execrable. Mas la noticia iba tornando cada vez mâs cuerpo, hasta que, al fin, se confirmo de manera que no po­ dia ofrecer duda. Lo que no sabia la poblaciôn milanesa era que Ambrosio estaba tan ajeno a lo sucedido como todos los que moraban en aquella ciudad. Antes, al contrario, el santo obispo creia que Teodosio habia permanec’ido en el proposito adoptado por su consejo y el de los demâs obispos de perdonar a Tesalônica. Asi que tan pronto como se enterô del crimen cometido, y anunciândose la llegada del emperador a Milân, se ausentô él de alii, tan­ to para hacer ver al pueblo que el hecho habia ocurrido contra su voluntad como para dar a Teodosio tiempo de recapacitar y entrar dentro de si. La noche misma de su partida, acosado por el dolor que le habia producido el caso, le pareciô ver a Teodosio entrar en la iglesia y que ante su presencia le era imposible con­ tinuar el Santo Sacrificio. Tomô esta advertencia como una inspiraclôn del cielo, con la que le queria indicar Dios Nuestro Sefior que antes de recibirle en el templo debia someterle a una severa penltencia. Estando en el campo le escribiô Ambrosio una carta (Epist. 51 : PL 16,1159) llena de respeto y amor, pero muy enérgica, en la que le afeaba el horrible crimen que habia cometido al degollar a tantos inocentes, y le exhortaba a hacer penitencia como David y a abstenerse de asistir a los oficios divinos hasta que hubiera satisfecho su pecado...» Cuentan los historiadores que Teodosio, en efecto, se présenté una mafiana en la basilica milanesa y que el santo Obispo lo detuvo a las puertas dei templo, impidiéndole el acceso hasta que fuera pùbllca la penitencia de su delito. «Ante esta excomuniôn cediô Teodosio, se humilié y se resolviô a aceptar la penitencia pûblica a la faz de toda la Iglesia. Reconociô su crimen, lo confesô con gran dolor y se postrô en tierra con toda la dignidad real de que estaba investido. El pueblo se asociô a sus plegarias. Teodosio se retiré a su palacio a purgar su crimen por espacio de ocho meses... Durante todo este tiempo no llevô ninguna insignia especial, ayunô y derramô abundantes lâgrimas. Transcurrido el periodo prescrite para la penitencia, le levantô Ambrosio la excomuniôn y 250 LA M1SIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. le admitiô nuevamente a la participaciôn de los divinos oficios; pero âmes la hizo firmar una ley en la que se disponia que entre îas sentencias severas de los tribunales y su ejecuciôn habian de pasar treinta dias, para que de esta suerte se evitaran precipitaciones tan funestas como la que habia ocasionado el degüello tesalopicense...» (cf. Zacarîas Garcia Villada, S. !.. Historia Eclesiâstica de Espana, z. 1. 2.a parte, p. 220-221. Madrid 1929). IX. LA FE EN DIOS ANTE LOS PELIGROS DEL MUNDO Con ocasiôn de la peregrinaciôn realizada a Washington en enero de 1952 por los eclesiâsticos americanos de todas las confesiones el présidente de los Estados Unidos, Mr. Truman, pronuncié un dic urso sobre la necesidad de la fe y del esfuerzo comun de to­ dos los hombres religiosos frente a los peligros actuales que amenazan a la humanidad. Téngase en cuenta que no habia un catôlico. Por ello han de leerse con las naturales reservas los pàrrafos que transcribimos : «Esta naciôn fué establecida por hombres que creian en Dios... Para nuestros padres fundadores Dios era el creador de este pue34 blo. También yo lo creo. Ellos pensaban que Dios era nuestra fuerza en tiempos de peligro y la fuente de todas nuestras bendiciones. Por todas partes veréis las pruebas de esta profunda fe religiosa. Si nos remontamos a la declaraciôn de la In ependencia, notaremos que quienes la firmaron creian que Dios creô a to­ dos los hombres iguales y les otorgô derechos que nadie les pue­ de quitar. Al principio de su gran empresa los signatarios de la declaraciôn se conûaron al amparo de la providenda divina. A los ojos de nuestros padres pareciô como un milagro que esta naciôn pudiera atravesar las agonias de la revoluciôn americana y salir triunfan.e de ellas. Vieron el efecto de la mano de Dios en el éxito de nuestra lucha. En su primer discurso inaugural George Wash­ ington dijo : «Ningûn pueblo mâs que los Estados Unidos tiene la obligaciôn de reconocer y de adorar la mano invisibe que guia la vida de los hombres...» Mas no basta felicitamos dei espiritu religioso de nuestros pa­ dres. Hemos de preguntamos si de veras creemos las cosas que ellos creian. Debemos examinar nuestra conducta y ver si practicamos en nuestra vida diaria los idéales que defendemos... Nues­ tra herencia religiosa nos impone una gran responsabilidad ante los problemas de hoy... En primer lugar hemos de propugnar constantemente la justicia social en la vida de la republica. Esto quiere decir que debemos luchar contra los privilegios, contra las injusticias que sufren los pequefios asalariados, contra los obstâculos que impiden a algunos probar fortuna, contra las diferencias de raza. religiosas o nacionales... Hemos de acordarnos de que la prueba de nuestros principios religiosos no reside simplemente en lo que digamos, ni siquiera en el comportamlento irréprochable de nuestra vida privada, sino en lo oue hagamos por los demâs... Debemos recordar que en su ministerio sobre la tierra Jesûs pronunciô sus condenaciones mâs terribles contra los que eran super- SEC. 7. MISCELÂNE/X HISTÔRICA Y LITERARIA 251 ficialmente buenos. Los escribas y los fariseos a quienes El atacaba eran las gentes respetables de su época. Eran los jefes de la comunidad... Y El les decia: Hipôcrita; quita primero la viga de tu ojo y entonces verâs de quitar la paja del ojo de tu hermanot (Mt. 7,5). El interés propio nos puede cegar boy, como cegaba a los escribas y fariseos de los tiempos biblicos. Procuremos es.ar siem­ pre en guardia contra este enemigo... La cuestiôn postrera que habrâ de planteârsenos, como indivi­ duos y como sociedad, es: ôQué hemos hecho por nuestro prôjimo? έ Qué hemos hecho por aligerar su carga, para darle una suerte mejor?... Hoy nuestro problema no es solamente salvar la herencia reli­ giosa en nuestras vidas y en nuestro pueblo... Es preservar la civilizaciôn mundial, en la que pueda sobrevivir la creencia en Dios... Hoy toda la actividad humana estâ en peligro. Por una parte, de­ bemos resistir la expansion de un poder, enemigo de todo aquello en que creemos. Es una potencia que niega el reino de la ley, el valor del individuo, la fe en Dios. Es una potencia que se ha convertido en militante y agresora y que se sirve de las armas de la mentira y de la servidumbre, lo mismo que de una fuerza militar. Por otra parte, hemos de prévenir el estallido de una nueva guerra, que con los instrumentos modemos de destrucciôn séria mâs terrible que cuanto jamâs hemos experimentado y que podria arruinar todo nuestro orden social y econômico y hundir a la hu­ manidad en una nueva barbarie... No podemos ceder al comunismo soviético sin traicionar los idéa­ les por los que vivimos. No podemos afrontar una nueva guerra sin torpedear nuestra civilizaciôn. En este peligroso dilema, nuestra mayor fuente de fuerza y nuestra mayor esperanza de victoria se cifra en Dios, a quien reconocemos como Senor de todos. Recurrimos a la fe en El para que nos otorgue el vigor y la prudencia necesarios para cumplir su voluntad. Le pedimos que nos guie y nos libre de los peligros de los tiempos présentes hacia los caminos de la paz... iQue Dios nos concéda poder hablar juntos como hermanos de su poder y de su misericordia y dar testimonio de El ante los que le nieganl...» (cf. Ecclesia, 26 de enero de 1952, p. 6). X. LOS PELIGROS DE LA CIENCIA SIN DIOS En el mes de diciembre de 1951 Mr. Thomas E. Murray, miembro de la Comisiôn de Energia Atômica de los Estados Unidos, pronunciô una charla sobre sus experiendas en la investigacicn de la fisica atômica, ante la Asamblea del American Institute of Che­ mical Engineers. La charla se celebrô en Atlantic City (New Jer­ sey), y se titulô Algunas limitaciones de la ciencia. De ella entresacamos algunos pârrafos : «Podemos llegar mâs cerca de la vida fâcil, a través de este constante levant am lento del polvo atômico, dando a este polvo nom­ bre derivado del griego para disimular nuestra ignorancia. Pero aunque progresemos sin césar en el conocimiento de lo divisible nunca podremos contestar debidamente a preguntas tan fundamen- * · 252 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° .ADV. tales como las de <-Qué es el hombre? ôCual es su destino? ô Quién es Dios? Ahpra que nos es posible ver mâs allâ en el espacio y a mas profundidad en el foco del nùcleo del âtomo, pudiera decirse que el cuerpo de este mundo se ha tornado mâs grande. Por esta mis­ ma razôn, précisa, empleando la magnifica frase de Bergson, «un superavit de alma». Tal superavit no puede proporcionarlo un labo­ ratory. Hablamos frecuentemente de la ciencia como asunto de sistemas cerrados. La acciôn équivale a la reacciôn. Potencia empleada debe ser igual a rendimiento. Por esos las ecuaciones matemâticas son la mejor definiciôn de las leyes cientificas. Un miembro siem­ pre es precisamente équivalente al otro. Pero la vida y el amor no se cifran en meras ecuaciones. El sacrificio y la generosidad son lo que son, porque el esfuerzo empleado no se equipara al rendi­ miento. El ser generoso, caritativo, significa que la reacciôn es ma­ yor que la acciôn. En este campo, el hombre puede dar mâs de lo ha recibido. Por medio de la virtud, ya sea intelectual o moral, el hombre gasta, pero sigue reteniendo; o, mejor aùn, obtiene una ganancia en el mismo acto de gastar... Precisamente porque todas las cosas que son, fueron hechas por Dios, la atenciôn del hombre nunca ha de enfocarse tanto sobre la ciencia. que deje de lado a la religion y la filosofia, las cuales pueden dirigir nuestras vidas de acuerdo con la justa razôn y la caridad. Muchos de los descubrimientos cientificos que hoy conocemos, hace muy poco sôlo los conocïa nuestro Creador. Esto en si es suficiente para que el hombre se humilie. Si los hombres no revisten la desnuda armadura de la ciencia con los câlldos ropajes del verdadero humanisme, terminarân haciendo de las mâquinas su dios y de las matemâticas su ùn:co dog­ ma. La creciente marea dei paganismo en el mundo occidental transformarâ nuestra civilizaciôn en un algo frio y despiadado; tan frio como los espacios interestelares ; tan despiadado como los âtomos que se destrozan unos a otros. La vida y la cultura requieren la ciencia moderna; pero precisan aùn mâs de las cualidades que convierten a la vida en agradable y humana. Hay momentos en que cada uno de nosotros tie­ ne que elevar su pensamiento no solamente sobre el torbellino de ΣΗ la materia, sino sobre la vida de las plantas y de los animales. El hombre necesita apreciar por qué vive y ama y ha de ponerse en contacto con las cosas por las que ha de vivir y hasta por las que ha de morir. Las resplandeclentes galaxias y los vertiginosos circuitos dentro del âtomo no son—a pesar de su realidad—cosas por las que valga la pena vivir o morir. No olvidemos nunca que habremos adquirido la conqulsta de la materia a un precio demasiado alto, si nos roba anuella humildad, por la que nos es posible observar en cada majestuoso descubrimiento cientifico los caminos y las leyes marcados por Dios» (cf. Ecclesia, 6 de febrero de 1952. p. 9-11). SECCIO.N VIII. GUIONES HOMILETICOS SERIE II: SOBRE LA EPISTOLA Tengamos esperanza I. Entre las muchas ideas del Apôstol en la epistola del dia, descuella la de la esperanza, muy propia del Ad­ vient o, que aparece en el primero y ultimo versiculo (cf. «Apuntes exeg.-moral.», p. 156, A, a). IL La Sagrada Escritura se ha escrito para nosotros. A. San Pablo se reflere principalmente al Antiguo Tes­ tamento. Mas puede decirse lo mismo del Nuevo: «Todo cuanto estâ escrito, para nuestra ensefianza fué escrito» (Rom. 15,4). B. En otro lugar de la misma epistola aplica San Pa­ blo a todos los creyentes lo que la Escritura dice de Abrahân: «Y no sôlo por él esta escrito que le fué computado, sino también por nosotros, a quienes debe computarse» (Rom. 4,23-24). C. Hablando de los castlgos de Dios a los pecadores del Antiguo Testamento, dice el mismo Apôstol que se escribleron para nuestra correcclôn: «Todas estas cosas les sucedieron a ellos en figura y fueron escritas para amonestamos a nosotros» (1 Cor. 10,11). D. Nlngûn texto tan expresivo como el de la epistola a Timoteo: «Toda la Escritura es... ûtil para ensefiar, para argülr, para educar en la justicia» (2 Tim. 3,16). ΠΙ. La Sagrada Escritura exige en nosotros la esperanza (cf. Ibid., p. 158,e). Tal es el pensamiento fundamental de San Pablo en la epistola del dia. La Escritura Santa, con los textos directos de los libros proféticos y sapien­ tiales, o con los ejemplos de virtud que abundan en los LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. libros histôricos, nos lleva a la paciencia en las pruebas y sufrimientos y, por la paciencia, al consuelo, paz del aima. Mas, como resultado final de la paciencia y consuelo, aparece la esperanza: sPor la paciencia y por la consolation de las Escrituras estemos firmes en la esperanza) (Rom. 15,4). «La paciencia (produce) la virtud probada, y la virtud probada, la esperanza»... (Rom. 5,4-5). . ' El Antigua Testamento vive de la esperanza del Me­ sias. De manera especial en los profetas es frecuente la idea de la esperanza en el Mesias liber tador, para enjugar las làgrimas dei castigo con el gozo anticipado por la esperanza de bienes mesiânicos. El pueblo judio, vic­ tima de extrarias opresiones, suspiraba por el Mesias, movido por la esperanza. El Adviento, tiempo de esperanza. Conviene insistir en la actualization del Adviento. Jesucristo vendrd a libertarnos de la esclavitud del pecado y de la concupiscen­ tia que subyuga al aima (cf. San Bernardo, p. 186, d). La esperanza ha de ser el môvïl para prepararnos a recibir al Senor. Por eso la Iglesia la provoca en su liturgia con la afirmaciôn categôrica de que el Senor vendra: «.Pueblo de Siôn, mira que el Seûor vendra a salvar a las nationes, y dejarâ oir su voz en medio de la alegria de nuestro corazôn» (introito). Conclusiôn: Debe leerse la Sagrada Escritura en el Ad­ viento. Muy conforme con el espiritu cristiano que exi­ ge el Adviento es la costumbre de leer las Sagradas Es­ crituras. Especialmente las lectiones mesiânicas del pro­ feta Isaias. Lo que practica oficialmente la Iglesia en su plegaria liturgica, ipor qué no lo han imitar los Cristianos en su vida privada? En este punto nos aventajan los protestantes, y por supuesto los catôlicos ex­ traderas, familiarizados en muchos paises con la lectu­ ra de la Bîblia. /Cuàntos catôlicos no hay entre nosotros que acaso nunca han abierto las paginas de los textos sagrados! Aun cuando en estas anos se ha progresado mucho en fomentar entre el pueblo la lectura de las divinas Letras y la Comisiôn de Cultura Biblica trabaja con acierto y constanda, falta mucho por hacer. iPor qué no establecer en las familias la costumbre de leer en comùn una pagina sagrada?... El fruto serâ grande. En los dias de Adviento aprenderemos asi a prepararnos para recibir al Redentor de nuestras aimas. · '. * *;·*" SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO 29 Grandeza del Precursor La figura de Juan. «Figura ûnica en la historia, adornada en vida de un prestigio sobrehumano, se levanta misteriosa y solemne en los confines de ambos Testamentos» (cf. Tertull., «Ad Marc.», 33: PL 2,471). Hasta Juan Bautista, la ley y los profetas. Desde Juan Bautis­ ta, el reino de los cielos (Mt. 11,12-13). Fué el término de la vieja ley y el principio de la nueva, esto es, del Evangelio («Sum. Theol.», 3, q. 38, a. 1 ad 2). Todo es singular en el Bautista. 1 A. El anuncio de su venida (Mal. 3,1). B. El anuncio de su misiôn (Is. 40,3). C. Su justiflcaciôn en el seno de su madré (Le. 1,44). D. Su nacimiento (Le. 1,57). a) Profecia del àngel (Le. 1.13-17). b) Càntico profético de Zacarias (Le. 1,76-78). E. Su vida austerisima en el desierto: crecia y se fortalecia en espiritu (Le. 1,80). F. Su apostolado, intimamente unido al de Cristo (cf. San Roberto Belarmino, p. 191, c). a) No anuncia al Mesias, como los profetas, en formas misteriosas, sino que lo seüala: «He aquî el Cordero de Dios» (lo 1.29). b) No aparece como discipulo, sino en plan de colaborador^ «Conviene que cumplamos toda justicia» (Mt. 3,15). c) Cristo es bautizado por Juan (Mt. 3,16-17; Mc. 1,911; LC. 3.21-22; lo. 1,31-34). Avasallador prestigio en vida. A. En el pueblo. a) La muchedumbre... le ténia por profeta (M\ 14.5). Todos tienen a Juan por profeta (Mt. 21.26). b) Acudian a él de toda la reaiôn de Judea, todos los moradores de Jerusalén (Mc. 1,5). Todos tenian a Juan por verdadero profeta (Mc. 11 32). c> Las muchedumbres le prequntaban- Pu°s tqué hemos de hacer?... Vinieron también los pubUcanos y le declan: Maestro, tQué hemos de hacer?... Le preguntaban también los soldados... (Le. 3,10-14). IA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. d) Hallandose el pueblo en ansiosa expectaciôn y pen­ sando todos si seria él el Mesias... (Le. 3,15). e) Si decimos: De los hombres, todo el pueblo nos apeürearà, porque estâ persuadido de que Juan era un projeta (Le. 20.6). B. Entre los judios: «Cuando los judios desde Jerusalén le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle: Tû, ôquién eres?, él confesô y no negô; confesô : No soy yo el Mesias» (lo. 1,19-20). C. Ante Herodes. a) Tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenia por projeta (Mt. 14.5). b) Porque Herodes sentia respeto por Juan, conociendo ser hombre justo y santo (Mc. 6.20). D. Elogios de boca de Jesucristo (cf. San Agustin, p. 175, a). a) Yo os digo que mâs que a un projeta (Mt. 11.9). En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno mâs grande que Juan el Bautista (Mt. 11,11). λ , b) Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia... (Mt. 21.32). c) Aquél era la lampara que arde y alumbra... (lo. 5,35). IV. Prestigio en la historia. El mâs popular de los santos. A. Los santos que han llevado el nombre de Juan duplican al que le sigue, que es el de Pedro. Lo que prueba que el nombre de Juan ha sldo el mâs po­ pular en la Iglesia. B. Las fiestas de la noche de San Juan son popularislmas en todos los pueblos. C. Después de Jesucristo y la Santlsima Virgen no hay santo mâs tratado y reproducido en el arte. V. Consagraciôn de su grandeza por la Iglesia. No tiene par. En las letanias de los Santos figura a la cabeza Juan Bautista. Propiamente él solo es una categoria. Dones y virtudes del Bautista I. Plenitud del espiritu y docilidad a El. A. «Desde el seno de su madré serâ Ueno del Espiritu Santo» (Le. 1,25). B. «El nlfio crecia y se fortalecia en espiritu y mora- SEC. 8.‘ 257 GUIGNES HOMILÉTIC9S ba en los desiertos hasta el dia de su manifesta* ciôn a Israel» (Le. 1,80). II. Conocimiento de Cristo (cf. San Roberto Belarmino, p. 192, B). A. «Tras de mi viene uno mâs fuerte que yo» (Mc. 1,7). B. «En medio de vosotros estâ uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mi, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia» (lo. 1,26-27). C. «He aqui el Cordero de Dios, que quita los pecados ' dei mundo» (Ιο. 1,29). «Y yo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios» (lo. 1,34). «El que viene de arriba estâ sobre todos» (lo. 3,31ss). m. Amor a la soledad. Moraba en los desiertos... (Le. 1,80). IV. Penitencia. A. «Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturôn de cuero a la cintura» (Mt. 3,4). B. «Se alimentaba de langostas y miel silvestre» (Mc. 1,6). V. Humildad. No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias (Le. 3,16; cf. San Agustin, p. 176,8). VI. Celo. A. «Predicando en el desierto de Judea...» (Mt. 3,1). B. «Venian a él de Jerusalén y de toda Judea y de toda la region del Jordân» (Mt. 3,5). C. «Y eran por él bautizados en el rio Jordân y confesaban sus pecados» (Mt. 3,6). VU. Fortaleza. Soportô, segûn San Francisco de Sales, la prueba mas dificïl a que fué sometido ningûn santo: vivir apartado corporalmente de Cristo, sabiendo quô. Cristo estaba cerca de él. No fué a buscar a Cristo. Es­ péré a que Cristo viniera a él. VIH. Libertad apostôlica. Dice la verdad y condena los vi­ cias de todos. A. Al pueblo (Le. 3,7-11). B. A los soldados (Le. 3,14). C. A los publicanos (Le. 3,12-13). D. A los escribas y fariseos, a quienes trata durislmamente (Mt. 3,7-10). E. A Herodes (Mt. 14,4). IX. Abnegaciôn heroica. A. Sigue predicando después del bautismo de Cristo. Retirarse al desierto hubiera sido un impulso na­ tural. Porque la comparaciôn con Cristo dlsminuiria su prestigio. Perderia autoridad y discipulos. La palabra de Crlxto 1 9 B. Proclama que «précise es que El crezca y yo mengüe» (lo. 3,30; cf. San Agustin, p. 178, c). C. Se goza en morlr para que Cristo viva en las aimas. X. Santidad consumada. A. Desprecio total de si. De su cuerpo, de su fama, de su obra. B. Entrega total a Cristo. Puro amor de Dios. La misiôn del Bautista, unida a la de Cristo I. Preparaciôn para recibir a Cristo (cf. San Roberto Be­ larmino, p. 192 B). A. Toda la doctrina y todas las obras de Juan no tuvieron otro fin que preparar en las almas los ca­ minos de Cristo (cf. Sum. Theol., 3, q. 38, a. 3). «Preparad los caminos del Serior, enderezad sus sendas»,(Lc. 3,4). B. Juan, artifice inferior y auxiliar, préparé la ma­ teria, para que en ella infundiera la forma el ar­ tifice superior y principal (cf. Sum. Theol., ibid.). Esta «forma» es la gracia. II. La gracia. Juan, por su bautismo, no conferia gracia. aLa gracia y la verdad vinieron por Jesucristo» (lo. 1,17). III. El bautismo de Juan. A. Se llamô asi porque: a) El lo instituyô (cf. Sum. Theol., 3, q. 38, a. 2 ad 1). b) Nada se hacia que no h c 'era Juan. c) A él solo fué concedido este ministerio. B. Convenia que Juan predicara: a) Porque su predicaciôn, previa al bautismo, inducia a los hombres a la fe en Cristo. b) Les acostumbraba ai rito del bautismo de Cristo. c) Por la penitencia preparaba espiritualmente a redbir el efecto del bautismo (cf. Sum. Theol., 3, q. 38, a. 3 in c). IV. El bautismo de Juan y el bautismo de Cristo. A. El de Juan fué extemo. El de Cristo interno. B. El de Juan solo en agua y de agua. El de Cristo, de fuego y de Espiritu Santo. C. El de Juan era de Dios por el origen, no por los SEC. 8. GUIONES HOMUA’HCOS efectos. El de Cristo, de Dios por el origen y por los efectos. D. El de Juan lavaba el cuerpo; no purlficaba el aima. El de Cristo sanaba y purlficaba el aima. E. El de Juan fué instituldo por revelaciôn particular hecha a él por el Espiritu Santo. El de Cristo, revelado e instituldo solamente por El y entregado a la Iglesia. F. El de Juan naciô y murlô con Juan. El de Cristo perdurarâ con la Iglesia hasta la consumaciôn de los siglos. G. El de Juan era bautismo sôlo de penitencia. El de Cristo es bautismo de gracia. V. Conclusiôn. A. El respeto con que los judios santos y el mismo Sefior se acercaron al bautismo de Juan nos ensena el que debemos tener al nuestro. B. La veneraciôn dei peregrino que visita el Jordân debiera ser una sombra de la nuestra ante la pila bautismal de la parroquia. «Que yo mengiie» I. La ambiciôn es una pasiôn universal. A. La ambiciôn es una pasiôn universal que ejerce su imperio sobre todos los hombres. No hay clase, estado, condiciôn ni edad que no le pague tri­ buto. B. Es casi la primera pasiôn que se despierta en el nifio. Apenas empieza a darse cuenta de la vida, ya percibe en si el deseo de ser conocido y estlmado. Es también la primera que empafia el can­ dor angelical. Cuando los nifios comienzan cons­ cientes a hacer gracias, son ambiciosos. La ambi­ ciôn. la codicia y su compafiera la envidia son las principales pasiones infantiles. C. Porque deseamos que nos estimen, porque nos creemos con derecho a la gloria y a la alabanza de los demâs, nos dafia, nos ofende la gloria de los otros. Nos entristece el bien ajeno en cuanto constituye menoscabo de nuestra propia excelencia. LA MISIÔN 260 del precursor. 2.υ ADV. —----------- -------------------------------- - ------------ --------------------- IL La ambiciôn en las almas espirituales.—La ambiciôn de gloria no se da por vencida ni en las almas espiri­ tuales. Asalta también, y, jay!, tantas veces con éxito, a las mismas almas apostôlicas. El amor de la gloria es la polüla de estos espiritus. dios, ese mayor bien y ayudar a conseguirlo. Efectos de la envidia La envidia envilece al hombre. A. La envidia es una pasiôn y un pecado que todos, aun los paganos, han despreciado (cf. sec. 7,a I). a) Séneca y Cicéron emplean para condenarla térmi- nos parecidos a los de San Cipriano, San Crisôs­ tomo y San Agustîn (cf. p. 179, B,a, 180,b,c, y181,d,e y ss). b) Bossuet la califica de «baja, oscura, vïly>. «La mas despreciable de todas las pasiones» (cf. «Serm. de la Pas.» en Sermons de Bossuet [ed. Garnier, Pa­ ris], t. 3, p. 133). Deshonra y degrada al hombre, que pocas veces se siente tan herido como cuando se le llama envidioso. B. Bella descripciôn del envidioso la de Janvier, teôlogo y conferenciante frances: «Los envidiosos no toleran que otros triunfen, que sean estimados, alabados, aplaudidos... El espectâculo de sus virtudes y de sus victorias les exaspera y llena de hiel su aima. Si cometéis la imprudencia de relatar en su presencia un trozo sobre la superioridad de vuestros hermanos, oyen vuestras palabras con una malvada mlrada, crispan su rostro, respira despecho su flsonomia» (cf. P. Janvier, O. P., Exposition de la morale catholique. La charité, ed. Paris 1916, Lethielleux, t. 6. p. 57). C. La envidia indica un corazôn estrecho, mezquino, ruin. Por envidiosos, los hermanos de Jocé se nos hacen repulsivos. «iOh desventura de nuestra pobre naturaleza caida! Nos sentimos ofendidos de los otros, sin que los otros lo hayan intentado, sin que los otros tengan conocimiento de que nos han ofendido, sin que los otros nos conozcan siquiera; solamente porque son mejores que nosotros o mâs sabios o mâs felices que nosotros, nos causan mo­ lestia y los queremos mal» (cf. Bossuet, ibid.). te 266 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. II. La envidia en el cristiano. A. Contraria al espiritu. El cristiano ha recibido, por el bautismo, el Espiritu Santo. Con el Espiritu San­ to, la caridad. Debe caminar segün este Espiritu: «andad con espiritu» (Gai. 5,16). La envidia es con­ traria a este Espiritu..., sintoma inequîvoco de que el cristiano que la posee no vive segün el espiritu, sino segün la carne. La envidia es una de las obras de la carne: «las obras de la carne son manifiestas..., fornicaciôn, Impureza..., celos, iras, rencillas. disenslones, divisiones, envidias»... (Gai. 5,19). En cambio, los f rutos del Espiritu: «caridad, gozo, paz..., bondad...» (Gai. 5,22). El cristiano ha de huir de las obras de la carne: «No seamos codiciosos de la gloria vana provocândonos y envidiândonos unos a otros» (Gai. 5,26). Debe, por el contrario, vivlr del Espiritu: «Servios unos a otros por la caridad» (Gai. 5.13). B. Contraria al Cuerpo Mistico. Séria imposible la en­ vidia si todos nos considerâramos miembros del Cuerpo Mistico. ôEnvidia la mano al ojo que ve, al corazôn que late...? Todos formamos un Cuerpo en Cristo. Cada uno es miembro en este Cuerpo. con una misiôn propia y especifica dentro de él, con gracias distintas segün esta misiôn, y quién mâs, quién menos. Todo estâ sabiamente ordenado para la edificaclôn de este Cuerpo. ôPor qué envidiar a quien ha recibido mâs, si lo ha recibido para bien del Cuerpo. para bien de todos, para bien mio?... (cf. San Agustîn, p. 182, f). III. Hijas de la envidia. A. La envidia es un vicio capital. Hijas de la envidia son las exageraciones, las interpretaciones torcidas, los comentarios, la murmuraciôn, la calumnia y el odlo. Y dei odio se puede llegar al crimen. Cain matô a Abel, y su maldad comenzô por ser envidiosa. Los hermanos de José quisleron perderle por envidia. La envidia fué, con la soberbia. la que indujo a Calfâs y los fariseos a la mu?rte de Cristo. Muchos crimenes actuales han tenido su origen en el mismo vicio capital (cf. San Agustîn, p. 180 b, y Santo Tomâs, 190. C). B. La envidia es tristeza por el bien ajeno. En realidad este bien no lo podemos suprlmlr. Queremos ^uprimirlo en nosotros. en nuestro corazôn y en nuestra lengua. Y o rebajamos los mérites, o disimulamos sus virtudes, o exageramos sus defectos, SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 267 o inventâmes otros que no existen. Queremos que no se vean en otros los bienes que apreciamos para que nuestra gloria sea mayor que la del prôjimo. IV. Remedio de la envidia.—Para acertar en el remedio investiguemos la causa de la envidia. Dijimos antes que es obra de la carne. Inmediatamente nace de la vanagloria: «La gloria vana, al corromper el espiritu, engen­ dra la envidia» («Sum. Theol.», 2-2, q. 36, a. 4 ad 1). Si no se ataca al orgullo, es imposible destruir la envidia. Por eso hemos de pedir la humïldad y aceptar las hu­ miliationes que Dios envie o permita (cf. San Agustîn, p. 180 c y ss). Los falsos celos I. El espiritu humano de los discipulos de Juan: la envi­ dia (cf. San Juan Crisôstomo, 165, A). El espiritu divino de Juan busca la paz y la union. H. El signo distintivo de los verdaderos discipulos de Cris­ to (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 61,3). A. «Para que todos sean uno» (lo. 17,21). B. «Ubi charitas et amor, Deus ibi est» (liturgia). ΠΙ. iComo, pues, exist en y han exist ido siempre celos y di­ visiones en la Iglesia? (cf. Pedro el Venerable, p. 194, A). A. Existen: a) Espiritu de part-ido entre las distintas asociaciones. b) Entre los aficionados de diversas personas. B. Han existido siempre: a) En los primeras dias ya hubo divisiones entre los cristianos judios y greco-judios (Act. 6,1). b) San Pablo tuvo que reprendor a los que se decian de Pedro y de Pablo o de Apolo (1 Cor. 3,4.6.22; 1 Cor. 1,12; 4,6). C. ôPor qué? Porque el espiritu de Cristo solo busca la gloria de Dios y el bien de las almas por medio del oscurecimiento propio. Pero se suele mezclar el es­ piritu humano, que busca la gloria propia, los afectos de la amistad, etc. LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 268 2.° ADV. Danos. A. No sôlo perjuicio, sino pérdlda total de la gloria de Dios y del bien de las aimas. B. Dlscuslones, renclllas... C. Pérdlda del mérlto de nuestros trabajos. ôPor quién se hacen? V. Remedios. A. Buscar sôlo a Dios: «Ulum oportet crescere, me au­ tem minui» (Ιο. 3.30). B. San Pablo sabe que hay en Roma qulenes se dedican a predicar a Cristo movidos sôlo por el deseo de igualarle o superarle. A Pablo no le importa. Con 3U tal que se predique a Cristo... (cf. Pedro el Venera­ ble, p. 197, e). El escândalo de Cristo El falso escândalo y sus clases. A. Hay un escândalo que se recibe y que no se da. Su razôn estâ en el escandalizado, no en el que escandaliza. Jesûs no puede dar escândalo a nadie, pero las gentes se escandalizan de El sin motivo alguno (cf. Bossuet, p. 215 y ss). B. Este escândalo recibido y no dado puede provenir: a) De la debilidad de inteligencia y estrechez de espiritu del que se escandaliza. Es el escândalo de los débiles o «pusillorum». El de quien no sabe inter­ pretar la ley y se asusta, por ejemplo. de las excepcrmn* que pueden provenir de la necesidad o la caridad. b) d la intenciôn perversa de quien las busca torcidas. Es el escândalo de los fariseos, de quienes recibiô su nombre. El dei malo, que desea disminuir la virtud ajena para que no résulté su maldad. El del hipôcrita. que lo intenta para que brille ùnicamente su virtud jingida. El de quien, no queriendo conver-f tirse, desea parezcœn pecadores cuantos le predican con la palabra o el ejemplo. Cristo, objeto de escândalo (cf. (Apuntes exeg.-moral.», p. 163.4). A. E1. Seftor se vlô perseguldo por el escândalo farisalco. B. Si curaba.... era en sâbado manda a los obi^pos que eu!'’en par­ ticula rme^ te de los pobres leorosos de su diôcesis y les suministren, del fondo de la iglesia, alimento y vestido. 2. Asimismo, obliga al arcediano o prepôsito de la igle’ia a visitar a los pr^o- todos 1er dom'ne-os, a informarse de sus necesidades y a suministrarles alimento por medio de una persona elegida por el prelado. 280 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. B. Cualquiera que examine la historia de la Iglesia observarâ que su obra benéfica va aumentando y organlzândose a través de los slglos. Los prlmeros brotes del inmenso ârbol de la caridad extienden en nuestros dias sus ramas a los pobres, enfermos e ignorantes en multitud de hospitales, dispensarios, orfanatrofios y escuelas. Por si fuera poco, una leglôn de aimas consume su vida haciendo el bien en nombre de la Iglesia: Hermanos de San Juan de Dios, Hermanas de la Caridad, Hermanas de la Cruz, Hermanltas de los Pobres... «Esta obra y ministerio (de caridad) los réclama como propios la Iglesia, que, cual heredera, guarda el espiritu de su Fundador. Su vida integra es un tejldo de variedad admirable de bénéficies; pues ella, verdadera madré de los crlstlanos, de tal manera comprende el amor del prôjlmo y la caridad, que las diversas enfermedades que por sus pecados padecen las aimas, en ella encuentran su convenien­ te medicina; de modo que educa y enseûa suavemente a los nlfios, fuertemente a los jôvenes, con serenidad a los anclanos, a cada uno segûn su condiclôn y edad» (Benedicto XV, Pacem Dei mu­ nus, 9). III. Distintivo del cristiano: hacer el bien. A. No sôlo los actos de pledad, las insignias de las hermandades, el adorno de los retablos y el regalo de Imâgenes. Sin reprobar nada de esto, hay que decir que no son los verdaderos dlstintivos dei crlstlano, cuya caracteristlca es parecerse a Cris­ to en aquello que El practica y recomlenda y en lo que sefiala como misiôn suya esencial: hacer el bien. B. El mejor crlterlo para valorar la vida crlstlana de un pueblo no radica en la pledad Individualiste Se debe considérât mâs bien si en el pueblo existe un espiritu de misericordia, de caridad, de beneflcencia. Es muy lamentable ver cômo hay cristlanos que se conceptûan buenos y espirituales por­ que comulgan con frecuencia y vacan a la oraclôn, pero revelan después un corazôn cerrado ante las necesldades ajenas. ôPodrân reputarse los ta­ ies como discipulos de aquel que pasô haciendo el bien? a) Sin limitaciôn. Dios es la bondad. El bien es siempre reflejo de Dios. Cuando se haep. se comunica a El. Por eso no han de mirarse las circunstancias de nuestras acclones: si aquel en cuyo beneficio las verificamos es amlgo o enemigo, rico o pobre, sabio o içy- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 281 norante. El bien ha de obrarse para todos. «Para que seàis hifos de vuestro Padre, que estd en los clelos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos» (Mt. 5 45' Tal es la recomendaciôn de San Pablo: «En todo tiempo os hagdis el bien unos a los otros y a todos» (] Thes. 5,15). b) A los enemigos. El verdadero cristiano debe hacer el bien aun a los mismos enemigos. Lo prescribe expresamente Jesucristo: «Amad a vuestros enemigos y orad por lot que os p^rs'gu^n^ (Mt 544' Y el anôstol San Pablo recoge dos sententias de los Proverbios (Prov. 25.21»: «SI tu enemigo ti^ne hambr<> dale de comer: si tiene sed, dale de beber; que haciendo asi amontonas carbones encendi^os sobr° su cnbnza. No te dejes veneer del mal, antes vence al mal con el bien» (Rom. 12,20-21). c) A los pobres y necesitados. Mâs que a nadie. Dios permite en unos la necesidad, la enfermedad, la pobreza, para que otros se ejerciten en la caridad. Je­ sucristo hizo el bien al pueblo y entre el pueblo. La Iglesia no se cansa de predicar y clamer por esta action benéfica orientada hacia los humildes. Hemos de preguntarnos si cumplimos con esta misiôn. No es lo mâs fâcil ni lo mâs cômcdo, pero si lo mâs esencial. El pueblo suele ofrecer buena disposition para la vida cristiana por su fe y la sencillez de su aima. Sin embargo, se aparta de Dios y descuida el cumplimiento de sus deberes reliaio^os Mucho fruto con­ signe la predication, mucho tamb!én la oraciôn: mas para lograr plena eficacia resulta indispensable la beneficentia por parte de los cristianos. 1. La consigna de San Vicente de Paul, realizada por las abnegadas Hijas de la Caridad, se cifra en este lema : «Por los cuerpos, a las aimas», y la de San Juan de Dios fué idéntica. 2. Pasaron, como Cristo, haciendo el bien, y consiguieron levantar los corazones hacia Dios. IV. Aplicaciôn. îQué interesante nuestro contacto con el pueblo necesitado! Pero importa mucho que este con­ tacto sea personal. Si gran obra es la limosna, su va­ lor se acrecienta cuando nosotros las llevamos personalmente, y vemos dônde viven, dônde duermen y de qué se alimentan los pobres a quienes socorremos. Que puedan decir que Cristo ha nacido este aüo, porque se les ha instruido, alimentado, vestido, consolado y tranquilizado (cf. San Juan Crisôstomo, p. 166 B-174). 282 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.'1 .ADV. Evangelizare pauperibus I. Evangelizar a los pobres. Jesucristo, para dar prueba de su divinidad, dijo en mâs de una ocasiôn que El habia venido a evangelizar a los pobres (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 163,3). A. Asi en el evangelio de hoy. B. Asi en el primer sermon que pronunciô en la sinagoga de Nazaret. «El Espiritu Santo estâ sobre mi porque me ungiô para evangelizar a los pobres» (Le. 4,18). C. Y la primera bienaventuranza es: Bienaventurados los pobres de espiritu (Mt. 5,3). Π. Cômo evangelizô a los pobres (cf. Santo Tomâs de Vi­ llanueva, p. 200,3). A. Naclô pobre. De padres pobres. B. Anunciô antes que a nadie su Evangelio a los pastores, pobres. C. Vivlô pobre. Se ganô la vida con su trabajo, por­ que era hijo del carpintero. D. Se viô rodeado constantemente de los pobres. A veces tres dias y très noches (Mc. 8,2) seguidos predlcândoles, curândoles y, por fin, alimentândoles mllagrosamente. E. Mostrô particular amor al pueblo: Misereor super turbam (Mc. 8,2). Se compadeciô de la miseria ma­ terial y espiritual del pueblo. Estaban fatigados y decaidos como ovejas sin pastor (Mt. 9.36). F. Eliglô casl todos sus discipulos de entre los pobres. G. Muriô pobre. III. Elogio de la pobreza. No sôlo con el ejemplo, sino de palabra, elogiô Nuestro Senor Jesucristo la pobreza. Dijo que para los pobres era el reino de los cielos (Mt. 5,3). Mâs aùn, que los pobres introducirian a los ricos en el reino de los cielos (Le. 16,9). IV. Peligro de las riquezas. Paralelamente a las ventajas de la pobreza expuso el Seüor reiteradamente el pe­ ligro de las riquezas. Porque exigiô a los ricos que para ser perfectos lo dejaran todo y le siguieran. Y como los ricos no fueron fieles a la palabra de Dios. Dios SEC. 8. GUIGNES HOM1LÉÏ1COS 283 pronunciô su famosa sentencia sobre lo difîcil que es a los ricos entrar en el reino de los cielos (Mt. 19,23-24). V. Hizo de la Iglesia una sociedad de pobres. A. Hizo de la Iglesia una sociedad de pobres, y de la limosna, la Have para entrar en el reino de los cielos. B. Tuvo un elogio especial para la limosna bêcha por los pobres: el denario de la viuda (Me. 12,41-44; Le. 21,1-4). VI. Correspondencia del pueblo. A. El pueblo amô a Jesucristo. Le rodeaba, le oprimia, le acompanaba. En sus disputas con los escribas y fariseos, el pueblo se gozaba en los triunfos del Senor. El pueblo le proclamaba como pro­ feta, y gran profeta (Mt. 21,11). B. El pueblo le quîso hacer rey (lo. 6,15). Cl El pueblo se preguntaba: ôPor ventura no es éste el Mesias? D. El pueblo le recibe triunfalmente el domingo de Ramos en Jerusalén (Mt. 21,1-11; Mc. 11,1-10; Le. 19,29-40; lo. 12,12-19). E. El pueblo reacciona râpidamente de la pasajera ofuscaciôn del Viernes Santo, producida por los escribas y fariseos. F. En el propio monte Calvario, el pueblo (Le. 23,48) reconociô que habia matado al Justo y se golpeaba el pecho en serial de penitencia. VII. Sigamos el ejemplo de Jesucristo. Si queremos evan­ gelizar al pueblo, debemos imitar a Jesucristo. A. Amando al pueblo, que vive en la pobreza. B. Viviendo hasta corporalmente con el pueblo. Sean las parroquias de los suburbios las mejores atendidas. En los suburbios, las mejores escuelas. En los suburbios, las casas religiosas. Acostumbrémonos a vivir corporalmente en medio del pueblo. Excepciones hay honrosisimas y cada dia mayores; pero en con junto ôqué se puede decir de la con­ ducta que hemos seguido para con el pueblo? C. Hay que comprender las necesidades del pueblo, poner el remedio posible a ellas por medio de la caridad y hacer todo el bien de la limosna espiritual y de la limosna corporal. D. Es inexcusable hacer justicia al pueblo, que vive de su trabajo. «La caridad—dice el Papa Pio XII—, para ser verdaderamente auténtica, debe siempre mirar a instaurar la justicia y no contentarse tan 284 LA M1SIÔN DEL PRECURSOR. - 1 — ------------------------ —----------------------- ------ - - - — ■ . 2.° ADV. - --------------------------- ---------- -------------------------------------------- ------ ----------------------- _ "11 sôlo con paliar los desôrdenes y las deficiendas de una injusta condiciôn* (Carta a la Semana So­ cial de Dijon, 1952). VIII. El mejor sintoma. El mejor sintoma de que tenemos el espiritu de Cristo es el de que nos ganamos el amor del pueblo. Podrâ haber uno u otro hombre ingrato, pero el pueblo, como tal y en conjunto, es apradecido y bueno. El pueblo, como los niüos, conoce casi instintivamente quién le ama de verdad. El pueblo agradece una buena voluntad, aunque por falta de medios esa buena voluntad no se traduzca en obras. IX. Sintoma fatal. A. Si el pueblo no estâ con nosotros es que no somos perfectos apôstoles de jesucristo. a) Si el pueblo no acude a nuestras iglesias, a nuestras reuniones o a nuestras asociaciones. b) Si el pueblo no nos concede la confianza de sus sufragios, es que nosotros nos hemos apartado de él; es que no hemos sido buenos discipulos del divino Maestro. B. El pueblo, como nifio que es, seducido por jefes perversos, podrâ tener un momento de ofuscaciôn, de ira, de crueldad y crucificar al Justo. Pero cuan­ do de una manera constante, fria, general, uni­ versal, el pueblo se aparta de nosotros, es que nos­ otros no merecemos el nombre de justos. Es que no hemos entendido y practicado el Evangelio. Es que no hemos evangelizado en serio a los pobres. 16 Los ricos pobres I. Cristo amô a los ricos. Leyendo sôlo determinados ca­ pitules del Evangelio se puede llegar a esta conclusiôn: Cristo amô con preferencla a los ricos y vino a evangelizarles. A. Apenas nacldo, très ricos le vlenen a ofrecer pré­ sentes: oro. inclenso y mirra (Mt. 2,11). Y la Igle­ sia ha hecho de esta adoraciôn de los Magos una de las fiestas mâs solemnes del afio lltûrgico. B. Al eleglr a sus apôstoles busca entre ellos a dos ricos: Bartolomé (lo. 1,45-50) y Mateo (Mt. 9,9; Mc. 2,14-15; Le. 5,27-29). SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS 285 C. Prefiere para hospedarse la casa de los ricos: Zaqueo (Le. 19,2-9). D. Profesa particular amlstad a los ricos: Lâzaro y sus hermanas (Le. 10,38-42). El mllagro mâs por­ tentoso que hizo en la tierra fué la resurrecciôn de un rlco que llevaba cuatro dias en el sepulcro (lo. 11,1-44). E. Entraba a corner con frecuencia en casa de los ri­ cos: Simôn el leproso (Mt. 26,6-13; Mc. 14,39). F. Eligiô, camlno del Calvarlo, a un rlco, Clrlneo, para que le ayudara a llevar la cruz (Mt. 27,32; Mc. 15,21; Le. 23,26). G. Entregô su cadâver a dos ricos: José de Arimatea y Nlcodemo, para que lo embalsamaran (Mt. 27,57; Mc. 15,43; Le. 23,50-53; lo. 19,38-40). H. Quiso ser enterrado en el sepulcro de un rlco (lo. 19,41). I. Hizo de las riquezas, por medio de la llmosna, la Have para entrar fâcilmente en el reino de los cielos. J. En sus parâbolas representô muchas veces al Pa­ dre celestial en la persona de un rlco: el padre del hijo prodigo (Le. 15,11-13), el seftor de la vifïa (Mt. 20,1-16), el gran sefïor que ofreciô un gran banqueté (Mt. 22,1-14), etc. II. Los patriarcas, ricos. Los ricos santos tienen tradiciôn en el pueblo judio. Los grandes patriarcas fueron hom­ bres opulentos. Hay dos insignes figuras, Job y Tobias, que merecieron de Dios, como premia a sus virtudes, grandes riquezas temporales. HI. Doctrina de las riquezas. A. Dios no condena las riquezas. Comprendamos bien la doctrina de la Iglesia sobre la riqueza. Dios no condena las riquezas ni el poseerlas en abundan­ da. Al contrario, el rlco de suyo goza de un puesto preeminente dentro de la Iglesia, puesto que es un administrador de Dios. B. Misiôn provldenclal de los ricos: El rlco ostenta una determinada representaclôn divina en la tie­ rra. La Iglesia honra muchas veces de un modo es­ pecial a los ricos que saben serlo, como reconoclendo su misiôn provldenclal en la economia del mundo. IV. Deberes de los ricos. Los puntos fundamentales de la doctrina son: A. Que con frecuencia las riquezas estân mal adqulrldas («Mammona iniquitatis», Le. 16,9). LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.“ ADV. B. Que son peligrosisimas para el hombre, porque la inmensa mayoria de los ricos ponen su corazôn en las riquezas. C. Que son poquisimos los ricos que entienden bien el precepto de dar y de repartir liberalmente. D. Como consecuencia de esto, que las riquezas pueden cerrar a muchos hombres la entrada en el rei­ no de los cielos. V. Los ricos pobres. Hay que ensenar a los ricos a ser po­ bres. A ser pobres de espiritu. A considerarse adminis·* tradores de Dios nuestro Seüor. En otra parte se dan normas acerca de la limosna (cf. San Juan Crisôstomo, p. 166 y ss). Aqui queremos resumir cuatro que por si solas bastarian para orientar a un hombre de buena voluntad. A. La que trae San Ignacio en los Ejercicios cuândo expone siete réglas para ordenarse en el ministe­ rio de dar limosna. El Santo, que no suele concretar con ejemplos, aclara aqui su idea con el de San Joaquin y Santa Ana, que hacian très partes de sus rentas: una para si, otra para el culto y otra para los pobres (cf. Obras completas de San Igna­ cio: BAC, p. 233). B. Santo Tomâs, que condensa la doctrina sobre cuânto y como hay que dar de limosna, responde: «Prompte, abundanter, hilariter». C. La de Leôn XIII en la «Rerum Novarum»: «Satisfecha la necesidad y el decoro y la perfecciôn del propietario y la de los suyos, lo que resta hay que darlo de limosna» (cf. ibid., 19). D. La de San Pablo, que manda a los ricos de este mundo que den y repartan con liber alidad (1 Tim. 6,17). VI. Arte dificïl. A. Abrazarse con la pobreza. Arte dificilisimo es el de administrar los bienes. Por eso de ordinario las ai­ mas que han querido seguir a Cristo de cerca han preferido abrazarse con la pobreza, por ser cami­ no mâs seguro (cf. sec. 7.*, V y VI). B. O conservât las riquezas para la gloria de Dios. En efecto, ha habido santos que han conservado sus riquezas para adminlstrarlas segün la gloria de Dios. Los ricos pobres o, por emplear la palabra de la Escritura. los «ricos sabios» alcanzarân un premio especial en la gloria. Las riquezas bien administradas vivirân eternamente. Las riquezas servirân al sabio de corona de gloria (Prov. 14.24). SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 287 17 El carâcter I. Juan es un carâcter. Juan no es una caria agitada por el viento. La virtud propia de los hombres de carâcter es la fortaleza (cf. San Roberto Belarmino, p. 190, A). Π. La fortaleza. A. Definiciôn. «Fortaleza es una virtud que mantiene a los hombres dentro de los limites de la razôn, impulsândoles a realizar aquellas cosas que son razonables, sean cualesquiera los obstâculos que se ofrezcan» (cf. Sunj,. Theol., 2-2, q. 123, a. 1). B. La fortaleza supone: a) un entendimiento iluminado por verdades opérables o realizables; b) una voluntad sometida al entendimiento; c) una voluntad decidida a vencer los obstâculos que se ofrezcan en la realization de las obras. La fortaleza vence los impedimentos que se oponen a la voluntad en los lances o empresas difidles. El fuerte no es timido, porque la fortaleza vence los temores. Pero el fuerte no es propiamente audaz (cf. Balmes, p. 2(25,0. III. Fortaleza y audacia. En el audaz la voluntad se mueve arrastrada por la pasiôn. En el fuerte, la voluntad esta sostenida y dirigida por la razôn. En el audaz es mayor el impetu del arranque, porque a veces en el or­ den practice la pasiôn mueve la voluntad mâs vehementemente que la razôn ordenadora. Pero el audaz es . menos constante que el fuerte: A. Porque la pasiôn misma no es constante, cambia, se cansa, se debilita. B. Porque la pasiôn no es previsora, y cuândo llegan las grandes dificultades, como no estaban prevlstas, sorprenden y abaten. Por el contrario, el fuerte se apoya en la luz de la razôn, que es constante y pre­ visora, y con tiempo avisa las dificultades, las su­ pera con paciencia y busca el remedio con serenidad.' IV. Dos actos de la fortaleza. A. Acometer y resistir. Son dos los actos o momentos de la fortaleza: acometer y resistir. De ambos el principal y mâs dificil es resistir. El audaz suele ser 288 LÀ MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. mâs brillante en el acometer. El fuerte, mâs cons­ tante en el reslstir. B. No es lo mismo fortaleza que temeridad. El mundo llama fuertes a los temerarios, a los exaltados, a los impetuosos, por la decidida vehemencia con que acometen. El fuerte es muchas veces mâs cauto, pero no menos enérgico en el acometer. El mundo confunde a veces esta prudente cautela con la pusllanimldad, la timldez o la cobardia. V. Foftaleza e ira. A. El hombre fuerte no destruye las pasiones. SI lo hlciera, seria un hombre mutilado moralmente. Neceslta de las pasiones y, sobre todo, de la ira; de la pasiôn de la justa venganza. «El fuerte usa de la ira en los actos de la fortaleza; mas no de cualquiera, sino de la ira moderada por la razôn» (cf. Sum. Theol., 2-2, q. 123, a. 10). B. El audaz usa de la ira antecedente al dictamen de la razôn; el fuerte de la ira consecuente. C. La ira arrastra al audaz a veces contra el dictado de la razôn. La ira da vigor al fuerte para ejecutar lo que la recta razôn decide. VI. Fortaleza de Juan. A. Juan es admirable en el reslstir la larga noche oscura del desierto. B. Juan es admirable en el acometer con la santa 11bertad de su apostôlica palabra al pueblo, a los escribas, a los farlseos, a Herodias. C. Juan no se déjà arrastrar por los halagos de los sacerdotes, judios y pueblo, que le estimaban por Mesias. D. Juan no cede ante las amenazas de Herodes. E. Juan resiste dulce y fuertemente las excitaciones de sus discipulos, Ignorantes e Impaclentes. F. Juan sabe alrarse cuando la ira es santa. G. Juan sabe alrarse sin pecar. H. «Alraos, y no pequéis» (Ps. 4,5). L Juan es un carâcter. Nada le priva de la rectltud de su voluntad, esclava de su razôn. Nada turba la clarldad de su razôn, llustrada por revelaciôn es­ pecial. J. Juan no es una cafïa agltada por el vlento. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 18 El carâcter. Fin de la educaciôn I. El fin de la educaciôn es formar hombres de carâcter. Π. Dos condiciones. Pio XI exige al hombre de carâcter es­ tas dos condiciones: A. Un entendimiento constante en la rectitud del pensar. * B. Una voluntad constante y coherente en seguir el dlctado del entendimiento (cf. Pio XI, p. 243,1). HI. El ejemplo de Cristo. Anade el Papa un elemento esencial, puesto que se trata de la educaciôn del verdadero y perfecto hombre de carâcter: La luz intelectual es la que dimana de la doçtrina y de los ejemplos de Cristo. IV. No basta tenacidad de conducta. A. Obras de tenacidad. No basta cualquier tenacidad de conducta para formar el carâcter. Puede ser tenaz la voluntad del obstinado, la del extraviado, la del terco, por inspirarse en principios falsos (cf. Balmes, p. 224, B). Tales no son auténticos caractères. Por lo menos no son caractères per­ fectos. La perfecciôn del carâcter pide la perfecciôn de la norma, que dirige y sostiene la volun­ tad. Cuanto mâs alta sea esta norma, mâs noble es el carâcter. Yo soy la verdad (lo. 14,6). Cuan­ do esa norma es la verdad misma, el carâcter del hombre fidelisimo a ella es en lo humano per­ fecto. B. La fe, base del carâcter. El fundamento de este carâcter ya no es propiamente la razôn, sino la fe (cf. Pfo ΧΠ, p. 243,g). V. Los santos, hombres de carâcter. A. Los santos toman por modelo a Jesucristo. Su vida es una imitaciôn perfecta de la del Salvador. A todos los santos se puede aplicar la frase del Apôs­ tol: Os exhorto, pues, a ser imitadores mios (1 Cor. 4,16). La palabra de Crixto 1 290 LA MISIÔN DEL PRECURSOR. 2.° ADV. B. Se puede aflrmar que todos los santos son gran­ des caractères. La santidad perfecta exige esa fldelldad a las normas, esa coherencla y tenacidad de conducta en la verdad, en que consiste el verdadero carâcter. C. Las clrcunstanclas pondrân de manifesto con mâs elocuencla la flrmeza de voluntad de este o aquel santo. Pero potenclalmente, aun con menos aparlencla de brlllantez, la fortaleza del carâcter se da en todos. D. Grandes caractères son un San Atanaslo, un San Ambrosio (cf. sec. 7.a, VIII), un San Gregorio VII. Pero no lo son menos una Santa Teresita, una Santa Maria Goretti. VI. La virtud del ejemplo. Jesucristo es superior a Moisés y a todos los legisladores, porque no solamente diô la ley, sino que él mismo fué personificaciôn perfectisima de su ley de amor. ^Exemplum enim dedi vobis* (lo. 13,15). Bastaria este solo hecho para decir que el cristianismo es escuela de caractères. Porque el ejem­ plo arrastra y sostiene. VII. Jesucristo. Pero Jesucristo hi^o mâs. Con la verdad fué el autor de la gracia. 3)· No hagâis nada por espiritu de com­ Nihil per contentionem, neque petenda, nada por vânagloria: antes 11e- per inanem gloriam: sed in humi­ vados de b humildad, teneos unos a litate superiores sibi invicem arbi­ otros por superiores. trantes (Phil. 2,3). Se humillô hecho obediente hasta la Humiliavit semetipsum factus muerte, y muerte de cruz. oboediens usque ad mortem, mor­ tem autem crucis (Phil. 2,8). e 9 Glorîese el hermano pobre en su 9 Glorietur autem frater humi­ exaltaciôn; lis in exaltatione sua: 10 el rico en su humillaciôn, por­ 10 dives autem in humilitate que como la flor del heno pasarâ. sua, quoniam sicut flos foeni trans­ ibit (lac. 1,9-10). SECCION II. I. COMENTARIOS GENERALES SITUACION LITURGICA ■ La liturgla de este domingo se siente algo desplazada en el Ad­ viento actual, si no precisamente en cuanto a su espiritu de ale­ gria. muy compatible con la penitencia y muy connatural a la esperanza de la Navidad, si por lo menos en cuanto a su origen his­ torico. Como quiera que el ùltimo domingo de Adviento era dia muy ocuoado por las ordenaciones que se celebraban en él, las fiestas preparatorias para la Navidad—algo asi como nuestras novenas de hoy—se adelantaron ocho dias. Por ello, hoy en San Pedro se celebra el oficio con grandes fiestas litûrgicas y no menores de solemnldad externa en el ir y venir del Papa desde Letrân. De ello nos queda en la santa misa el gaudete y el color rosa. Alegraos... porque el Senor esta cerca, dice el introito, in'pirado en la epistola (Phil. 4.4-6). Alegria que, segûn explica San Pablo, es fruto de la paz Interior, adquirida mediante la moderaciôn en nuestra vida, y que no serâ turbada por la persecuciôn, si desterramos la excesiva solicltud. El evangelio continûa ocupândose del Bautista. También sus ùltimos testimonios demuestran que el Sefior estâ prôximo, y que ha de venir, como le pedimos en la colecta, disipando las tînieblas del pasado. Las restantes partes variables o nos muestran a Jesûs en su trono de querubines (Ps. 79.2-3)—graduai—, o invitan a los timi­ dos para que respiren animados (Is. 35.4)—communio—, o entonan un cântico de llberaclôn, como el salmo del introito (Ps. 84,2). El espiritu, pues, de la dominica es de alegria, porque el Sefior estâ ya cerca. II. APUNTES EXEGETICO-MORALES A) Epistola a) Argumento Pablo estâ preso. A quienes le escrlben desde Fllipos les con­ testa: Alegraos. La alegria es el argumento de la epistola o. por lo menos, la idea dominante. Le embargo de tal modo a Pablo en 308 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.'’ ADV. su prisiôn. que apenas si acierta a tratar de otra cosa. Me alegro —dice—al rezar por vosotros, cuya fldelidad al Evangelio conozco; me alegro porque, desde mi estancia en Roma, la buena nueva no déjà de ser predicada (c. 1). Completad mi alegria con la caridad, con la paciencia, etc. ; me alegraré y congratularé si sé que mis esfuerzos para con vosotros han sido fructiferos; os envio a Epafrodito para que, viéndolo sano, os llenéis de alegria (c. 2). Por lo demâs. hermanos mios, alegraos en el Senor... (c. 3). Y asi hasta el capitulo siguiente. el de las despedidas, cuyo ver­ siculo cuarto da comienzo a la epistola de hoy. Es este alegraos un «ritornello» de la epistola, y los versiculos que siguen no tienen por qué desenvolver lôgica y exact amen te el pensamiento de la ale­ gria recomendada. sistematismo que no suele ocurrir en San Pablo. Sin embargo, se pueden unir los cuatro versos. La alegria de Dios es muy diferente de la alegria dei mundo con sus solicitudes y preocupaciones. Sed moderados, porque Cristo se acerca, y en cuanto a asuntos de este siglo, encomendadlos a Dios. Asi gozaréis de la verdadera paz, la que supera a los sentidos, la paz de Dios en Cristo Jesus. b) COMENTARIO Por esta vez vamos a limitarnos a resumir el de San Roberto Be­ larmino en su plâtica predicada el 15 de diciembre de 1602. Pablo, preso, dice a los filipenses perseguidos: Alegraos. 1 ca­ mino del mundo y el de los servidores de Dios son diversos. Alegria dei mundo y alegria de Dios 1. La alegria dei mundo es pequefio e imperfecta, porque nace de fuente escasa y agostadiza: lo temporal. Salomôn, después de gozar todos los placeres, juzga que su risa fué un error (Eccl. 2.2.11). Di Senor dice: Bienaventurados los que ïloran (Mt. 5,5); y: jAy de E! vosotros los que ahora reis!... (Le. 6,25). En cambio, el gozo espiritual es grande y perpetuo, porque se deriva del amor de Dios y de la esperanza de los bienes futuros; proviene del mayor bien posible y nadie puede arrancarlo de nues­ tro corazôn. Nadie serâ capaz de quitaros vuestra a1egria 2 3 (lo. 16.22). Ni aun las afllcciones : Rebozo de gozo en todas nuestras tribulatio­ nes (2 Cor. 7,4). Como ocurre con el agua. que no apaga el fuego ar­ tificial. Mientras el gozo espiritual es gustado por el entendimiento. pozo profundisimo, capaz de no saciarse en la etemidad, el que se recibe a través de los sentidos es insignificante, por la pequeûez de la copa en que lo bebemos. 2. Iterum dico (Phil. 4,4) Os lo vuelvo a decir, repite San Pablo para recalear su propo­ sito. 3. Alegraos siempre (ibid.) Regocijaos con la contemplacion de Dios y con la hermosura de cuanto por El fué creado. Y pensad que si el destierro es asi, ôcômo serâ el cielo? Debemos alegrarnos no solo por las gracias del Senor, SEC. 2, COMENTARIOS GENERALES 309 sino también por sus castigos, que unas y otros van enderezados a nuestro bien. 31 origen de este gozo es nuestro dominio sobre todo lo creado, por la carencia de preocupaciones, que nace a su vez de la amistad y de la paz con Dios. Bùsquelos, pues, quien quiera vivir siempre contento. 4. Modestia vestra nota sit... (ibid. 6) En griego epieikés (moderaciôn de ânimo en codas las acciones y en las adversidades). Venciendo todas las pasiones, andarâs como el que domina los caballos y puede llevar el paso que quiere. Sea notoria a todos los hombres (ibid., 5). Esto es, delante de todos no como la de los hipôcritas, delante de aquellos que interesa. 5. Nihil solliciti... (ibid. 6) Pablo, que siente la solicitud de todas las iglesias, excluye solo la ansiedad inmoderada, enemiga de la moderaciôn. Echad sobre El todos vuestros cuidados, puesto que tiene providenda de vosotros (1 Petr. 5,7). 6. Dominus prope est (ibid. 5) No os preocupéis, el Sefior esta cerca. Cercano en el tiempo de nuestro juicio. ôA qué inquietarse por la construcciôn de la caca, si sabemos que mafiana ha de hundirse? Cercano en el lugar, pues Dios providente y omniprésente se cuida de nosotros. Pero, iay!, Dios estâ rniiv lejos de los condenados. Llamadle en tanto que esta cerca (Is. 55,6). Medio para que sintâis cerca a Dios: pedidle. Asi os colocaréis baio su amparo y viviréis tranquilos. Conozca Dios vuestras nece­ sidades por medio de la oraciôn, la obsecraciôn y la acciôn de gra­ cias. Ese es el sentido de las palabras de San Pablo. Cierto que muchas de nuestras peticiones no son oidas, pero tal fracaso se debe a que no reûnen las cuatro condiciones expue^tas por el Apôstol y explicadas por los Santos Padres : oraciôn, acciôn de gracias, peticiôn y obsecraciôn (Phil. 4,6). La oraciôn. ^Propia sôlo de monjes? No. San Pablo habia a to­ dos. Por el bautismo somos consagrados santos, y como taies debemos vivir en oraciôn. La oraciôn consiste en levantar a Dios nuestros pensamientos, pues aun cuando estâ en todas partes, nosotros no lo tenemos pré­ sente si no pensamos en El. Pensamiento santo que engendra el temor. la confianza y el amor. Acciôn de qracias. Nada mâs ùtil para alcanzar nuevos béné­ ficies oue a°radecer los recibidos. Todo buen don y tod-a dâdiva perfecta vienen de arriba (lac. 1,17). La Iglesia comienza cas! todas sus oraciones dando gracias. Peticiôn. Del conocimiento de Dios surge la acciôn de grac:as; del conocimiento propio, la peticiôn. Muchos no pueden emplear en la oraciôn un cuarto de hora. ôPor qué? Porque no se conocen bien. El pecador es como aquel a quien, mientras duerme, le hieren y roban sin que se dé cuenta ni advierta su desgracia. No sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego 310 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.θ ADV. y un desnudo. Te aconsejo que compres... colirio para ungir tus ojos a fin de que teas (Apoc. 3.17-18). Obsecraciôn. Viéndonos a nosotros, pobres pecadores, tan apartados de Dios, ôqué haremos sino interponer la mediae όη de Cristo, de su Madré y de los santos? Per lesum Christum Dominum nostrum. Pax Dei (Phil. 4,7) De tal trato con Dios nacerâ nuestra amlstad con El y la dicha de la paz. Paz que sobrepuja todo entendimiento, lo cual, segùn el Dm cuanto que nadie texto griego, puede entenderse de dos modos. En puede alcanzar a comprender la amlstad tan intima de Dios con un pobre ser humano, o en cuanto que ninguna inteligencia enemiga es capaz de perturbarla. Si Dios nos protege, ^quién contra nosotros? Paz que, por otra parte, aventaja a todo gusto y experiencia natural. Paz que nos coloca por encima de todo lo creado. de modo que nada de este mundo puede doiernos. Porque asi como al amor mundano se le pinta ciego y con una venda, este amor de Dios ilumina el entendimiento para juzgar rectamente sobre el verdadero valor de las cosas. Tal es el camino breve, recto y seguro para llegar al verdadero y perpetuo gozo. c) Acomodaciôn Alegraos porque estâ proxima la Navidad, pero no camalmente, con mentalidad Judia, por los banquetes y las diversiones que se acercan. Nuestras fiestas y nuestro Mesias son espirituales. Acordaos del Profeta ils. 5,12) : En vuestros banquetes hay arpas, ci- ■ taras, panderos. flautas y mucho vino, y no reparan en las obras de Dios, ni ven las obras de sus manos. Grandes misterios los de esa Jornada. Que no duerma espiritualmente ningûn seguidor de Cristo. B) Evangelio a) OCASIÔN LITURGICA E HISTORICA La Navidad se acerca; la liturgia. que comenzô con el Regem venturum Dominum, canta ya el prope est. En el evangelio aparecen también los ùltimos anuncios de Juan. Juan es el pôrtico por donde entrarâ en la vida pùblica el Me­ sias ; la lâmpara, que arde y alumbra (lo. 5,35), figura muy querida de San Agustîn, que alumbra sus pasos; el pregonero del juez. Del mismo modo que los anuncios de la llegada regia se anticipan con bastante tiempo. pero al fin se intensifica el clamor, cuândo se acerca el rey. asi Juan, después de su preparaciôn mâs remota, prorrumpiô con energia en los ùltimos testimonies al aproximarse Cristo. Fueron éstos très a lo largo de unos cuarenta dias. El prlmero, en el que Intervino el mismo Dios Padre, ocurriô cuândo se negô a bautizar al Sefior, y, al hacerlo mâs tarde, viô cômo se abrian los clelos. El tercero, cuândo al pasar Jesûs cerca del Jordân, ter- SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 311 minado su ayuno de cuarenta dias, le sefialô didendo: He aqui el Cordero de Dios (Io. 1,29). Entre uno y otro, probablement^ la vispera misma de este ùltimo testimonio, so brevi ene la escena de hoy, en la que ei precursor, si no indica directamente la persona de Jesus, el cual no se ha manifestado todavia, subraya su existencia electiva en medio del pue­ blo judio. b) La embajada El carâcter ascético del Bautista y su predicaciôn, tan diferente de la de otros agitadores de carâcter mesiânico-politico, atrajo ha­ cia las orillas del Jordân mâs cercanas a Jerusalén, en las proximidades del Mar Muerto, a gran parte de la multitud, provocan­ do un movimiento religioso. De la mâs lejana Galilea—regiôn de gente sencilla y piadosa—debieron de venir muchos a oirle, puesto que galileos son los que le rodeaban cuândo dijo: Ecce agnus Dei... Jerusalén vigilaba y diô ocasiôn al testimonio que comentamos. i. Este es el testimonio (lo. 1,19) Testimonio de importancia excepcional, pues fué dado a la autoridad religiosa, que le preguntaba oficialmente. 2. Cuândo los judios desde Jerusalén le enviaron sacerdotes y levitas (ibid.) La alusiôn a los judios en el evangelio de San Juan cas! siem­ pre entraûa sentido peyorativo : las autoridades incrédulas, envidiosas y malévolas. En esta ocasiôn parecen ser los mismos que después, en cuanto se refiere a Cristo, han de navegar a velas desplegadas por el mar de la envidia. Sacerdotes y levitas, saduceos casi todos; fariseos algunos, especialmente entre los levitas, de condiciôn social mâs humilde. Ninguno de ellos habia recibido la doctrina de Juan. Lo sabemos por el Sefior (Le. 7,33). Los primeros. porque la austeridad y el camblo de vida religiosa ponia en peligro su comodidad y sus sinecuraa Los segundos. porque no le pudieron atraer a su secta, ni querian a nadie que les hiciera sombra. Se tenian por maestros ûnicos y exclusives, de espiritu totalmente opuesto al del Bautista, pronto a ceder el paso a su Sefior. Les movia la envidia de Juan, pues Cristo no era conocido aim. Tal comisiôn. segùn la opinion de todos, fué enviada por el Sanedrin, que, aun cuândo no disfrutaba de verdadera autoridad en­ tre los profetas (éstos. al no haber recibido la Sinagoga los poderes de la Iglesia, sôlo dependian de Dios), debia, sin embargo, reprimir las Imposturas, mucho mâs si se piensa que habian transcurrido varios siglos desde la desapariciôn del profetismo. El objeto de la embajada es preguntar por la personalidad del Precursor, e indiscutiblemente, como se deduce de la primera res­ puesta de Juan, dilucidar si era o no el Mesias. Ante una pregunta asi, y formulada por la autoridad religiosa. Juan contesta sinceramente. 312 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. Primero. La autoridad religiosa es verdadera dentro de su am­ bito. Le corresponde el poder de inquirir y vigilar. Sus intervenciones para defender la moral y el dogma y salvaguardar lo escrito y la hablado, no son intromisiones clericales, sino parte de su misiôn divina. Si el Estado tiene autoridad dentro de sus fines, la Iglesia la posee mucho mayor dentro de los suyos. Segundo. Paralela a esta autoridad debe ser la obediencia de los subditos. El mismo Sefior, que se calla ante Herodes (Le. 23,9) y varias veces ante Pilatos (Mt. 27,14; lo. 19,9), responde el Sanedrin que le pregunta si es Hijo de Dios (Mt. 26,64; Mc. 14,62; Le. 22,67-71). Tercero. Pero toda autoridad debe obrar por fines santos. ] îh que manda no ha de moverse nunca por propias apetencias; y si su autoridad es espiritual, cuide mucho de que sus motivos no procedan nunca de la envidia (cf. supra, Segundo domingo de Adv., sec. 4.\ I, Santo Tomâs). £Τύ quién eres? (lo. 1,19) 3. M Mesias? Todos los predicadores se han apoyado en esta pre­ cEl gunta para hablar del dificil conocimiento propio. El Doctor Melifluo (Epist. 192: PL 182,358) acusa a Abelardo de «no desconocer nada de lo que existe en el cielo y en la tierra. Sôlo se desconoce a si mismo». c) La respuesta Consta de una primera parte simplemente negativa : ni soy el Cristo, ni Elias, ni el Profeta, y otra positiva, en que San Juan se describe como el adelantado mesiânico. En una y otra resalta su humildad. Enérgico en sus primeras negativas; hiperbôlico—si se puede admitir la hipérbole en este caso—al describir su pequefiez comparado con Cristo; sincero al reconocer su misiôn. La verdadera humildad consiste en la verdad, esto es, en saber lo que no se es, en reconocer lo que se es y en saber que eso mismo lo hemos recibido de Dios (cf. infra, San Agustin, en la sec. 3.aJI, y en la sec. 5.a,H, Santa Teresa). 1. El confesô y no negô; confesô: No soy yo el Mesias (lo. 1,20) Repeticiôn muy hebrea de afirmaciones y negaciones cuando se quiere contestar con energia. Podriamos traducirla: y confesô y sostuvo su testimonio de que no era el Cristo. Gran honor el que reohaza. Los mundanos suelen gloriarse de lo que son. Juan dice lo que no es. 2. Entonces..., «.eres Elias? (Io. 1,21) Malaquias (3,1) anuncia un àngel que prepararâ los caminos del Sefior. Pero también (3,23) habia de Elias, que aparecerâ an­ tes que venga el dia de Yavé, grande y terrible. Como quiera que los judios no tenian claros los conceptos mesiânicos y esperaban que el Mesias juzgase en vida al mundo—los apôstoles mismos preguntaban al Sefior cuando ocurriria la destrucciôn de Jerusalén SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 313 y cuando vendria a juzgar, uniendo ambas cosas por su interpre­ tation de la funciôn actual del Mesias como Juez (cf. Primer dom. de Adv., sec. 2.a,B,a, y b)—, creyeron muchos de ellos que Elias Λ habia de precederle. 3. No soy (lo. 1,21) Es la respuesta tajante. 4. iEres un profeta? (Ibid.) En griego el profeta (ό προφήτης). Tampoco. Para evitar la men­ tira en la respuesta de Juan,‘ desde San Agustin y San Juan Cri­ sôstomo se han esbozado diversas interpretaciones. El Crisôs'omo (cf. Hom. in Ioan., 16 : PG 59,104) entiende que el Bautista afirmô que no era el Profeta, esto es, el Mesias. San Agustin (cf. In Ioan. Evang. Tract. 4, c. 1 : PL 35,1409) le excusa, puesto que oficio de profeta es anunciar lo futuro y no lo présente, como hizo Juan. Creemos que la explicaciôn es mâs sencilla. Si a Santa Teresa o a San Pedro de Alcantara les hubiesen preguntado : ôSois vosotros ’os enviados de Dios para reformai' una parte de la Iglesia, se les habria acusado de mentira al contestar negativam ente? Juan, que no era profeta en el sentido antiguo de la organization del profetismo, no se reconoce el honor de ese nombre, aun cuando admite la misiôn, como nuestros santos hubieran rechazado el titulo, afirmando su vocation reformadora. 5) tQuién eres?... iQué dices de ti mismo? (lo. 1,22) Pregunta directa que da ocasiôn a la respuesta positiva. ôPodriamos nosotros contestaria sin avergonzamos? 6, Yo soy la voz que clama en el desierto (ibid. 23) Para entender a Juan debemos entender a Isaias, a quien alude. El libro de Isaias tiene dos partes: en la primera despliega sus profecias, amenazando con terribles castigos del Sefior. En la segunda anuncia la redenciôn y la vuelta de Babilonia, que suele ser préfiguration de aquélla. Comienza, en efecto, esta segunda parte con el capitulo 11, cuyos primeros versiculos constituyen una de las lectiones de los mâitines de Navidad, y de él estân tomadas las palabras del Pre­ cursor. Si directamente se refieren al regreso de Babilonia y en medio de los desiertos y de los âsperos caminos una voz de Dios va pidiendo que se abra via propicia para el retomo de su pueblo, la realidad profetizada significa la vuelta a la vida, la redenciôn. Una voz clama también que las soledades de los vicios y las asperezas de la soberbia, etc., se conviertan en paso seguro para Cris­ to. Esa voz es la de Juan (cf. Maldonado, Com. al Evang. de San Mateo: BAC. p. 181, y A Lapide, Comm, in Is., ed. Vivès [Paris 1881], t. 11, p. 490-491). El Bautista es, por tanto, segùn el profeta, la voz de Dios que clama, no solo en los desiertos reales en los que viviô y predlcô. 314 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDÎOS. 3.° ADV. sino en cuanto bajo la figura de desierto, dificil para el trânsito de los judios, represents las dificultades que se oponen al reino mesiânico que prépara. Voz. Voz, no palabra, dice San Agustin (cf. Serm. 2933: BAC, tomo 7, p. 877), porque la voz sirve para transmitir el pen amiento. El pensamiento era del Verbo, y en esto consiste la grandeza y humildad de Juan: la grandeza. porque transmite el pensamiento de Dios, y la humildad, porque reconoce que por si mismo no es mâs que un sonido en el aire. Juan encarna la voz del pregonero, que repite lo que el Juez le dictô. Todo Juan era voz que predicaba penitencia : sus palabras, su vestido, sus obras... (cf. A Lapide, Comm. in Is., ed. cit., c. 40, t. 11. p. 191, y Belarmino, infra, sec. 4AIII). En el Bautista se plasma el modelo del predicador, que debe ser voz de Dios y no de humana sa bi duria ni de propio lucimiento. Très nombres se dan a Juan, relativos a su cualidad de predi­ cador: voz, ângel y linterna, o, lo que es lo mismo, predicador. profeta y mâs que profeta. Voz y predicador de penitencia. ângel o profeta que anuncia la venida inminente del Mesias, linterna y mâs oue profeta que lo ensefia (cf. Franc. Toletum, In Lucam, c. 3, not. 16). Voz oue predica todas las virtudes (cf. infra Bourdaloue, secclôn 5AVIID Voz que clama, con energia que no consiguieron doblegar la en­ vidia de los suyos ni el calabozo de Herodes (cf. infra Belarmino, sec. 4 ‘jn, y el mismo autor en el segundo dominio de A^v ). En el desierto. Ya hemos indlcado los dos sentldos. Maldona­ do (cf. Corn, al Evang. de San Mateo: BAC, p 177.180) lucha e-forzadamente contra los pro’estan’es, que. por abolir el monacato, no querian confesar que Juan hubiera vivido en regiones de soledad. Sôlo apartândose del sentido verdadero puede entenderse este predicar en desierto por predicar con poco fruto. dsten numerosas conMderaciones piadosas sobre la nred:caciôn v la meditaciôn en el desierto e in solitudine, donde Dios habia con mayor facilidad, apagados los ruidos del mundo (cf. A Lapide, ibid., ed. cit., p. 492, e infra Belarmino, sec. 4ΑΠΙ). 7. Entonces, ipor qué bautizas? (lo. 1,25) Farlseos tenian que ser—y asi lo advîerte el evanvelio—los que proousleron una cuttst16n ritual Ezeouiel (36 25) v Zacarias (13.1) anunciaron que el Mesias bautlzaria. Si. pues, Juan no es el Cristo, ni aun slqu'.era un profeta. ^con qué derecho bautiza? No encaja en el carâcter de estos apumes Inquirir si el bauΐ!*πτ)ο era o no ceremonia corriente—no* l^cltnamos a que nr*—. ni exponer por demaslado conocidas las dlferenctas entre el bautismo de Juan v el de Cristo, aunque los Santos Padres in^istan mucho sobre ello. El propio Juan nos lo dice: Yo bautiw en agua (Io. 1-26); Cristo, en el Espiritu Santo (Mt. 3,11; Lc. 3,16). 8. En medio de vosotros estâ (Io. 1,26) No reorende. puesto que nadie tenia motivos para conocer a Jesûs. Se limita a cumpllr con su oficlo de buen predicador : ensefiar a Cristo. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 315 Hoy Cristo signe estando en medio de nosotros, y nosotros no le conocemos. A pesar de la Eucaristia, de los pobres, que représen­ tai! a Cristo, y del mismo Dios omniprésente, nuestro descuido con­ tinua dando actualidad a esta frase, 9. Vendrâ después de mi, pero es anterior a mi • · Juan busca los motivos de su inferiorldad. Cristo es eterno, aun­ que Juan se le adelante en el tiempo de su manifestaciôn El tex­ to griego, y a ello obedece la traducciôn de Nâcar-Colunga, no dice el que ha de venir o el que vendra, como leemos en la Vulgata : qui post me venturus est, sino el que viene. Tampoco se halla en el texto griego el qui ante me jactus est, que resefia la Vulgata, y que diô ocasiôn a muchos autores, entre ellos a San Agustin, para hablar de la generaciôn eterna dei Verbo. 10. No soy digno de desatar... Oflcio de los criados mâs bajos, dice el Crisôstomo (cf. Horn. 11 in Matth., 4: PG 57.196). No le bastaba humillarse, confesândose simplemente voz y pregonero, autor de un bautismo tan sôlo de agua, y declararse posterior a El. Necesitaba de la hipérbole que demostrase su nada en comparaciôn con la realidad ûnica de la Divinidad. SECCION 111. SANTOS PADRES I. SAN· JUAN CRISOSTOMO La limosna iiSSSgSS?“■ Mesias de rep^^^5PæfreΑ“ Xer fu«? Juan y no ésUel Precursor y’ habâ como* decUnwS? la humildad del sobre la limosna. ’ ° costumbre, al fina^izar sus sermones, HW A) a) Evangelio La soberbia «No hubiera caido el demonlo, a no ser por esta enferme­ dad... Ni la fornicaclôn ni el adulterio manchan al hombre como lo ensucia la soberbia. ôPor qué? Porque la fornica­ ciôn, aunque indigna de misericordia, puede pretender disculparse con el impulso de la lujurla; la soberbia, en cam­ bio, no tiene causa alguna ni provecho que la justifique. ... Si el que se envanece de los blenes verdaderos se convlerte en infeliz y desgraciado, al perder todo su mérito por esa vanidad, ôqué no serâ el que se engrie y alza por lo que nada es, por las sombras y la flor de heno, por la gloria vana que le hincha? Ridiculo sobre toda ponderaciôn nos pareceria el pobre mendlgo, siempre famélico, que anduviese por ahi pavoneândose de que una vez en suehos se vio rlco. Infellz y desgraciado. jTlenes un aima que vive en la miseria, y pregonas tu dinero y la muchedumbre de sus servldores!»... b) La limosna SI tan loco eres que no puedes advertir el escaso valor de las riquezas. mira como a la hora de la muerte habrâs de dejarias todas, y quién sabe si, como muchos, morirâs tan re- SEC. 3. 317 SS. PADRES. CRISÔSTüMO pentlnamente que ni aun por testamento puedas disponer de allas. «Para que tal no nos ocurra, enviémoslas a nuestra patria ahora, mlentras estâmes sanos. Sôlo nos podrân servir si las colocamos en un lugar seguro, alli donde ni la muerte, ni los testamentos..., ni los pleitos nos las pueden quitar, porque si nos marchamos llevândolas, las gozaremos perpetuamente... 6Hay alguien tan necio que no quiera poseer para siem­ pre sus riquezas? Pues hagamos una transferencia y coloquémoslas alli. No precisamos caballerias ni barcos para 11evarlas, porque Dios ha resuelto esa dificultad de transporte dândonos a los pobres, los cojos, los ciegos, los enfermes. Les ha encomendado a ellos la comisiôn de trasladar nuestro caudal a los cielos, y con ellos partirân nuestras riquezas a la patria celeste, que ojalâ nos concéda la gracia y benignidad de Nuestro Senor Jesucristo, por el cual y en el cual...» (cf. ibid., Hom. 16,4: PG 59,106-107). B) Cristo y los pobres Cas! todos los Santos Padres—y aun pudiéramos decir que to­ dos—se han ocupado de la limosna al acercarse Navidad, y nada de extraordinario tendria que se centrasen en ella las cuatro semanas de Adviento. El evangelio de hoy da ocasiôn para hacerlo asi, comentando la frase de en medio de vosotros esta... Hoy Cristo estâ entre nos­ otros desconocido, viviendo entre los pobres. También la limosna fué objeto de la predicaciôn de Juan (Le. 3,11), y es uno de los medios mejores de penitencia, segûn los Santos Padres, y muy en especial San Agustin y San Crisdstomo. Insertamos a continuacion una serie de textos de este ùltimo, que pueden servir de base para una homilia. La primera parte estâ compuesta por trozos espigados aqui y allâ, en los que aparece Cristo representado por los menesterosos. Tienen casi siempre carâcter de reproche, y pueden completarse con varios de la dominica precedente. La segunda parte estâ tomada de la homilia 7, de las nueve que predied sobre la penitencia, a la vuelta de una enfermedad y todavia convaleciente. Entre los cinco modos de penitencia indica la limosna como el principal, y a lo largo de su discurso aparece siempre la idea de que si la limosna perdona los pecados es por ser Cristo quien la recibe. a) Reproches a los que no socorren a 1. Tuve hambre y no me disteis de corner Cristo (Mt. 25,42) «Palabras de hondo sentido. Aunque fuere de piedra, ôhabrâ corazôn que no se mueva al oirlas? jTu Sehor marcha hambriento, y tû, que vives entre delicias, le desprecias, aun 318 EX TESTIMONIO DE JÜAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. cuando te pide tan poca cosa como pan para alivlar su hambre! iTu Seüor marcha temblando de frio, y tù, envuelto en Π sedas, ni le miras!...» (Horn. 50 in cap. 25 Gen.: PG 54,450). 2. Vives entre riquezas sin socorrer a Cristo De las dos homilias sobre el salmo 48,17, No te impatientes, pues, si ves a uno enriquecerse, contra el lujo excesivo, seleccionamos algimos pârraios. «Tû, que adornas con exceso tus cabellos, que no sabes distinguir el oro del plomo ni apreclar tu liberalidad, ves en cambio a Cristo hambriento...» (In Ps. 48: PG 55.514). «iOh suma demencia! éQuién te defenderâ? ôQué perdôn podrâs alcanzar, si cuando Cristo estaba de pie ante tu puerta, vestldo en traje de pobre, no tuviste piedad alguna? Yo di limosnas, me diras. Pero ôdlste todo lo que podias? ôQué dirâs cuando te encuentres en aquelios tormentos Intolérables? iAh!, entonces te acordarâs de mis sermonés; pero serâ un recuerdo inûtil. También se acordô el rlco epulôn y pidiô tiempo para hacer penitencia Envia a Lâzaro, decia, para que con la punta del dedo mojada en agua refresque mi lengua. porque estoy atormentado en estas llaporque es imposlble Tnas (Le. 16,24). Pero no se le concediô mezclar una gota de limosna con aquella dureza de corazôn...» (In Ps. 48: PG 55,508). b) El gran negocio de la limosna Tomamos de la homilia 7 sobre la penitencia (PG 49,323-332) cas! totalmente los pârrafos 6 y 7, en que el Crisôstomo remata, segûn su costumbre, la mayoria de sus alocuciones. 1. El mercado de la salvaciôn «Hoy se abre el mercado de la limosna. Alli acuden los presos, los pobres, los que andan mendlgando por las plazas, los que lloran... Gran feria es la que se acaba de inaugurai. Como todas las ferlas, su fin es comprar barato y vender . caro... Tal es el negocio que nos propone Dios: comprar la gracia santlflcante por muy poco dinero y después cobrar mucho por ella. iAqui se compra la justiflcaclôn por un pedazo de pan, por un vestldo viejo, por un vaso de agua fresca! En verdad os digo, grlta el gran director de este cornercio, que el que diere de beber... sôlo un vaso de agua fresca... no perderd su recompensa (Mt. 10.42). jAgua fresca! |L1mosna sin gastos!... ôCuâl serâ entonces la recompensa del que entregue vestldos, dinero u otros bienes?... Por lo tanto, en cuanto tengas alguna cosa de poco pre­ cio, apresûrate a comprar a ese gran Seüor... Mlentras la I SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 319 ferla esté abierta... comprad la salvaciôn con la limosna. El que vlste a un pobre, vlste a Cristo. ôQue ya lo sabéis?... Es clerto, pero ojalâ que a fuerza de repetlrlo lleguemos a dar de limosna alguna que otra cosllla...» 2. Préstale a Dios \ «La limosna es un préstamo que le hacemos a Dios para que nos devuelva su clemencia. A Dios presta el que da al pobre (Prov. 19,17). Asi habla la Sagrada Escritura, porque conociendo que nuestra avaricia y amblciôn... plden siem­ pre ganar algo, no qulere decir que qulen le da a un pobre le da a Dios, para que no nos parezca un negocio menguado, sino que quien da a un pobre presta a Dios a crédite, y Dios es su deudor... Elige tenerle como juez o como deudor. El deudor estâ siempre agradecido. El juez no tiene nada que agradecer, mucho menos cuando él es quien ha prestado» (.ibid., 6,332-333). 3. Dios, fiador de los pobres «Vamos a ver la razôn por la que Dios recibe a crédite lo que se da a los pobres. Sabla que nuestra avaricia... no presta nada sin garantia. Todo el que presta dinero exige o una hipoteca, o una prenda, o un fiador... Sabiendo, pues, que nadie presta sin estas cauciones ni se mueve a ello por misericordia, sino con ânimo de lucro; sabiendo que el in­ digente carece de hipotecas, porque no posee nada; de pren­ das, porque estâ desnudo; de fiadores, porque nadie se fia de su pobreza; y viendo, por lo tanto, que el pobre estaba en peligro por su necesidad, y el rico por su poca misericordia, se entregô El mismo como fianza del pobre y prenda del prestatario. £No te fias de él por su pobreza? Fiate, pues, de mis tesoros, nos dice el Sefior... No tengas miedo. A quien le prestas es a ml ôQué ganancia te voy a dar? Desde luego que parece inicuo pedlrle cuentas a Dios, pero para acomodarme a tu avaricia y deshacer tu maldad a fuerza de misericordia, vamos a estudiar Juntos este negocio... Cuando prestas a otros, ôqué es lo que ganas?... Si lo haces honradamente, el uno por ciento. Si te dejas llevar de tu avaricia, el doble o el triple. Pues yo voy a desbordarlo y vencer tu insaciable deseo... Sueles pedir el uno por ciento. ôTe parece bien el ciento por uno? Bien, Senor. Yo te daré ahora mismo en préstamo la li­ mosna de los pobres. éPero cuândo me vas a pagar? Quisiera ver las condiciones para firmar el contrato. Sefiâlame el tiempo dei pago... No haria falta tal cosa, pues fiel es Dios en todas sus pa­ labras (Ps. 144,13). Pero como es costumbre que el deudor de 320 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. buena fe indique el tiempo y dia en que podrâ pagar, oye cuândo y donde devolverâ Dios lo que prestes a los pobres. Cuândo el Hijo del hombre... se siente sobre su trono de glo­ ria... (Mt. 25,31). Admira la amabilidad con que el deudor devuelve en aquel lugar lo suyo al acreedor... Venid, benditos de mi Padre, to- mad posesiôn del reino preparado para vosotros desde la creaciôn dei mundo (ibid. 25,34). ôPor qué? Porque... tuve sed... (Ibid. 25,35). Pero, Seûor, dirân, icuânto te vimos hambriento, o sediento... (Mt. 25,37) a ti, a quien todos los ojos miran expectantes, y tû les das el alimento conveniente a su tiempo? (Ps. 144,15). iOh bondad admirable! Tu clemencia te impulsa a ocultar tu dignidad. iEl que alimenta a todo hombre, el que abre su mano y da a todo viviente la grata saciedad (Ps. 144,16), sin perder un âpice de su digni­ dad divina, pero, saliendo su clemencia fiadora de los pobres, dice: Tuve hambre, y me disteis de corner! (Mt. 25,35). iEl que provee de agua a los lagos, las fuentes y los rios ; el que afirma en el Evangelio: Quien creyere en mi, rios de agua viva correrân de su seno (lo. 7,38); el que dijo: Si alguno tiene sed, venga a mi y beba (ibid. 7,37), ahora nos habla: Tuve sed, y me disteis de beber! (Mt. 25,35). Vestimos al que cubriô los cielos, la tierra y a la Iglesia toda. Cuantos en Cris­ to habéis sido bautizados, os habéis vestido de Cristo (Gal. 3,27). Estgba preso... (Mt. 25,36). ôEn la cârcel tû, que redîmes los cautlvos?... Explicanos lo que quieres decir, porque titubearâ nuestra fe de lo contrario. ôCuândo te hemos visto en tal necesidad y cuândo te hemos socorrido de esa manera? Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis (Mt. 25,40). όθ acaso no es cierto que a Dios presta el que da al pobre?...* (Prov. 19,17). 4. La limosna, superior a las demàs virtudes en el juicio «Es muy de admirar que en el juicio no menciona ninguna otra virtud. Podia decir: Venid, benditos, porque ha­ béis sido castos... Pero todo lo calla, no porque sean virtudes indignas de menciôn, sino porque, comparadas con la caridad, ocupan un lugar secundario... Y del mlsmo modo que ofrece el reino a los de la derecha por su benignidad, asi condena por su sequedad a los de la izquierda... Porque tuve hambre, y no me disteis de corner... (Mt. 25,42). No dice: Porque habéis sido adulteros, ladrones... Todo esto es manifiestamente malo, pero menos que la dureza e inhumanldad... No juzgo—dice—el pecado, sino la inclemencia. No juzgo a los pecadores, sino a los que no han querido arrepentirse. a los que han despreciado este medio SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 321 tan fâcil de la limosna para borrar sus culpas. Condeno la Inclemencla.. come fuente de toda impledad, y alabo la mise­ ricordia, como raiz de todos los bienes». 5. Exhortacîôn final (Ibid. c. 36 y 37: 417-318). 334 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV III. SAN GREGORIO MAGNO El Bautista, modelo de humildad Seleccionamos dos pasajes, uno relativo a la predicaciôn del Bau­ tista, otro referente a la humildad, pero conectado asimismo con el evangelio de la présente dominica. A) La predicaciôn del Bautista En su Ho mil. 20 in Evang. (PL 76,1159-1170), San Gregorio va comentando todo el pasaje evangélico. De este comentario entresacamos lo mâs notable. a) Preparad EL ca: ΛΙ :no del Senor Comlenza aludiendo a las autoridades del rey y de los sacerdotes para precisar el tiempo del que habia de ser Rey y Sumo Sacerdote. Después de una extraûa interpretaciôn de la predicaciôn del bautismo para el perdôn de los pecados, continûa: Soy la voz, porque precedia a la palabra preparad el camino (Lc. 3,4). «Todo el que predica la fe recta y las buenas obras, ôQUé hace sino preparar el camino del Senor para que venga al corazôn de los oyentes, penetrândolos con la fuerza de la gracia, ilustrândolos con la luz de la verdad, para que, enderezadas asi las sendas que conducen a Dios, se engendren santos pensamientos en el aima?... Todo barranco sera rellenado y todo monte allanado (Lc. 3,5). En la venida del Seûor se llenaron todos los valles y fueron humillados los montes, porque, segûn sus palabras, el que se ensalza sera humillado y el que se humilia sera ensalzado (Lc. 14,11 y 18,14)». Los soberbios judios perdieron el reino que ganaron los despreclados gentiles. «Los corazones humildes serân llenos de la gracia y de las virtudes por me­ dio de las enseûanzas divinas, segûn lo que estâ escrlto: Ha­ ce brotar en los valles los manantiales... y los valles se cubrirân de mieses» (Ps. 103,10 y 64,14). El agua desciende resbalando de las montaûas de los soberbios para formar re­ mansos en el valle. Los caminos tortuosos, rectificados (Lc. 3,5). «Los corazo­ nes de los malos, torcidos por la injusticia, son dirigidos a la régla de la justicia (Is. 11,4-5), y los iracundos se tornan sua­ ves por la gracia sobrenatural. Cuando el Iracundo no quiere reclblr la palabra de la verdad es un camino que no permite SEC. 3. SS. PADRES. SAN GREGORIO MAGNO 33d marchai’ por él. Cuando... la reclbe, se convlerte en camino llano el inaccesible, por donde antes el predicador no podia dar un paso» (ibid. 6: 1162). Y toda carne verà la salud de Dios (Lc. 3,6). Por eso ha­ bia en seguida del juicio (Ibid. 7: 1165). Dignos frutos de penitencia (Lc. 3,8). En pro>porciôn con los pecados anteriores, «tanto mayores ganancias hemos de procurar conseguir con las buenas obras cuanto mayores perjuicios nos hayamos inferldo con el pecado»... (ibid. 8' 1163). b) El que tiene dos tunicas dé una al que no la tiene (Lc. 3,11) «Por lo mismo que la tunica es mâs précisa que la capa, indica aqui San Juan que es mejor fruto de penitencia dar y compartir con nuestro prôjimo lo que nos es necesario... que limitarnos a las cosas exteriores y menos utiles. Escrito estâ en la ley: Amaras al prôjimo como a ti mismo (Mt. 22,39 y Lev. 19,18), y no demuestra amarle de ese modo el que no comparte con él, cuando lo ve necesitado, las cosas que le son indispensables. Por consiguiente, tenemos la obligaciôn de dar una tunica cuando tengamos dos. Y no manda el evan­ gelio que se parta por la mitad que se tenga cuando sea sôlo una, porque eso equivaldria a desnudar a los dos, sin remediar anadie»... Considerad y ved cuânto valen las obras de misericordia. En este pasaje, cuando se enumeran los frutos dignos de pe­ nitencia, son aquéllas las preferidas. Por eso dice el Senor: Dad limosna... y todo sera puro para vosotros (Lc. 11,41); y en otro lugar: Dad y se os dard (Lc. 6.38). De aqui que esté escrito: El agua apaga la ardiente llama y la limosna expia los pecados (Ecll. 3,33). Y en otra parte: Encierra la limosna en tus areas y te lïbrarâ de toda miseria (Eccli, 29.15). Por eso, el buen padre ha de aconsejar a su hijo (Tob. 4,8): Si abundares en bienes, haz de ellos limosna: y si éstos fueren escasos, segûn esa escasez, no temas hacerla» (Ibid. 11: 1165). Extiéndese el Santo largamente sobre los que hacen limosnas a las personas dedicadas a Dios y al apostolado, y dice que reclbirân el mismo premio del Apôstol, segûn Mt. 10.41 (ibid. 12: 1165). Cuando el Sefior dijo que desde los dias de Juan el reino de Dios sufria violencla, se referia a esta predlcaclôn y a las limosnas, por medio de las cuales alcanzamos el reino de los justos, que habiamos perdido. «Dios se complace en sufrir esta vlolencia. Desea que lo que no hemos merecido con nuestras obras, lo arrebatamos con nuestras lâgrimas... Ved al buen ladrôn (Le. 23,42), arrepentido en la cruz» (Ibid. 15: 1169). B) La humildad En la Horn. 7 in Evang. (PL 76,1099-1103), después de una expo siciôn exegética, que omitimos, San Gregorio desarrolla el tema de la humildad. Debemos considerar nuestros defectos aun en medio de nuestras virtudes, y en medio de nuestra grandeza, si la hubiere, nuestra pequenez. a) No SOY DIGNO DE DESATAR SU ZAPATO <ôQué significa decir: No soy digno de desatar la correa de su zapato (lo. 1.27), sino confesar clara y humildemente la ignoranda? Es como si dijera: ôQué extraho es que se me anteponga Aquel a quien veo, si, aunque naciô después de mi, no comprendo el mlsterio de su naclmiento? He aqui cômo el Bautista, Ueno del don de profecia, brilla en la cien­ cia sobrenatural y nos indica lo que ignora» (ibid. 3: 1101 y 1102). b) La humildad, guarda de la virtud «En este punto, carlslmos hermanos, debemos considerar y pensar atentamente cômo los santos, a fin de conservar la virtud de la humildad, cuando por un don especial del cielo saben alguna cosa, procuran traer a su imaglnaclôn lo que Ignoran, para que, vlendo sus debllidades, no se enorgullezca su aima por lo que tlene de perfecta. La ciencia es clertamente una virtud. pero la humildad la custodia. Conviene, .por lo tanto, hermanos mlos, que nuestro entendimlento se humilie en lo que sabe, para que no se lleve el vlento del orgullo lo que ha reunldo la virtud de la ciencia... Cuando hagâls alguna obra buena, traed siempre ante vuestra consideraclôn el mal que hayâls hecho, para que, vlendo cautamente la culpa, jamâs el ânlmo se regoclje incautamente en el bien cumpUdo... SEC. 3. SS. BADRES. SAN BERNARDO 337 Considerad ccmo superiores a vuestros prôjlmos, principalmente a aquellos a qulenes no estâls encomendados, por­ que no sabéis si aun los que obran mal ocultan algûn bien dentro de si mismos...» c) El que se humilla serA ensalzado «Procure cada uno ser grande, pero ignore que lo es, a fin de que no plerda su grandeza cuando con arroganda se la atrlbuya. A este propdslto dice el profeta: jAy de los que son sabios a sus ojos y son prudentes delante de si mismosl (Is. . 5,21) Y San Pablo aftade: No seâis prudentes a vuestros propios ojos (Rom. 12,16). De aqui que se dljera contra el sober­ bio Saul: Hallândote tu pequeno a tus propios ojos, has veni­ to a ser el jefe de las tribus de Israel... (1 Reg. 15,17). Lo que équivale a decir: Por haberte considerado pequefto, te hice yo mâs grande que los demâs; mas como te has estlmado grande, te tengo yo por pequeno. Por el contrario, cuando el rey David valoraba en nada el fausto de su autoridad real y bailaba en presencia del arca de la allanza, dijo: Danzaré yo y aun mâs vil que esto quiero parecer todavîa y rebajarme mâs a tus ojos...» (2 Reg. 6,21-22). «Luego si los santos, cuando ejecutan grandes cosas, sienten pobremente de si, iqué han de decir en su defensa los que se engrien sin vlrtudes? Aun las buenas acciones carecen de valor cuando no estân sazonadas por la virtud de la humildad. Las mâs grandes, practlcadas con soberbia, en vez de ensalzar rebajan. El que acopie virtudes sin humildad, arroja polvo al viento; y donde parece que obra provechosamente, alii incurre en mâs lastlmosa ceguera. Por lo tan­ te, hermanos mios, mantened en todas vuestras obras la hu­ mildad..., no miréls a los que son menos que vosotros, sino a los que os aventajan, para que al proponeros los ejemplos de los buenos podâls subir siempre a mayor perfecclôn...> (Ibid. 4: 1102-1103). IV. SAN BERNARDO El conocimiento de si mismo San Bernardo escriblô un llbro, llamado De la consideraciôn, dlrigido al Papa Eugenio III, que habia sido monje cisterciense, y empleô en redactarlo ocho afios. En él advertia al Pontifice oue debia considerar con stant emente para no ensoberbecerse : te, quae sub te, etrea te, et supra te sunt. Como ejemplo de santa libertad, v por estimarlo aprovechable, si no como tema, a lo menos a ti- tulo de ilustraciôn de alguna plâtica u homilia, transcribimos algunos trozos. Pueden verse en BAC, Obras completas de San Ber­ nardo, t. 2, D. 596ss. ; y en PL 182,727-807. A) Conôzcase el Papa a si mismo «Viniendo ya al fruto de la consideraciôn, pienso que ha­ béis de pensar en cuatro cosas: en vos mismo, en todo lo que estâ debajo de vos, en lo que os rodea y en lo que estâ sobre vos. La consideraciôn ha de comenzar siempre por vos, no sea que os distraigâis en asuntos varios, descuidândoos de vos mismo. tQué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde el aima? (Mt. 16,26)... Aun cuando conocieseis todos los misterios a la par..., si os ignoraseis a vos, sériais como el que edifica sin fundamento, y amontonarias ruinas en vez de levantar edificios. Todo cuanto construyâis fuera de vos serâ como un montôn de polvo expuesto a los vientos. Por tanto, no serâ nunca sabio quien no lo es de si y para si. Lo serâ, en cambio, quien lo fuere para si mismo y bebiere la primera agua de su fuente y de su pozo. Comience, pues, por vos y acabe siempre en vos vuestra consideraciôn. A cualquier parte que divaguéis, volved, para vuestro provecho, al punto de partlda, que habéis de ser vos» (o. c., II, 3). «Notad quién sois y de qué fuisteis hecho... ôNo os avergonzarials primero de veros pequenito en tan alto sitial...?» (ibid. 5). «Oid ahora mi canciôn, ciertamente poco grata, pero saludable. Es algo monstruoso juntar un aima sin grandeza con el honor mâs grande, el mâs alto solio del mundo con la vida mâs rastrera, una lengua parlera con una mano ociosa... Os he puesto un espejo delante; reconôzcase feo en él todo el que lo sea; en cuanto a vos, alegraos de no pareceros en nada al retrato. Pero miraos bien, no sea que, a pesar de tener facciones regulares, de las que podâis mostraros satisfechos, haya algunos perfiles de que debâis descontentaros. Quiero os gloriéis en el testimonio de vuestra buena concien­ da, pero deseo toméls también ocasiôn de él para humillaros. Raro es poder decir: de nada me arguye la concienda (1 Cor. 4.4). Andaréis mâs precavido en el bien si no se os esconde el mal. Por tanto, como ya os decia, procurad conoceros a vos mismo, para que en las pruebas por las que ha­ béis de pasar gocéis del bien de la concienda tranquila y sepâis de qué habéis menester. ôPorque quién lo tendrâ todo? Todo le falta al hombre que plensa no necesitar nada. ôQué importa que seâis Sumo Pontifice? ôAcaso por el mero hecho de serlo sols el sumo y primero entre todos los hombres? SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 339 Si tal creyerais, sabed que por lo mismo serials inferior a todos los demâs... Para todo hombre debéis ser el ministro de Cristo, y ciertamente el primero..., pero... yo desearia que procuraseis 11egar a lo sumo mâs que a creéroslo o desear parecer sumo. Ademâs, ôcômo podriais progresar mâs en virtud, si ya os contentasels de vos mismo? No seâis, pues, négligente en inquirlr todo lo que os falta todavia, ni os cause repugnanda el reconocer que no lo poseéis» (ibid. c. 7). Después de hablar al papa Eugenio sobre la excelencia del Pontificado ahade: «Ahî veis quién sois. Pero no olvldéis... qué sois... Seguis siendo hoy lo que antes erais, y no lo sois menos ahora que lo que habéis venido a ser, sino que tal vez lo sois todavia mâs... No sois ni mâs ni menos que hombre, pues hombre habéis nacido y vuestra naturaleza hu­ mana es... Entre ser obispo y ser hombre, ôqué os parece mâs vuestro y mâs propio de vos? No lo que se os ha hecho ser, sino lo que fuisteis al nacer... ôNacisteis tal vez con tiara? ôBrillasteis desde aquel momento con la multitud de joyas, sedas...? Si todo esto, cual nublado en la manana, que pasa veloz y presto, se desvanece y disipa al soplo de la conside­ ration, ôno os veréis luego de manos a boca como un hombrt* desnudo, pobre y miserable?... Muy saludable fruto sacaréis si, al pensar que sois Sumo Pontifice, juntâis la consideraciôn de lo que no solo erais antes, sino de lo que ahora sois: polvo vilisimo y solo pol­ vo...» (Ibid. c. 9). B) Tres condiciones en la confesiôn de las faltas En sus sermones sobre el Cantar de los Cantares, San Bernardo hace una digresiôn a propôsito de las siete condiciones necesarias para el perdôn de los pecados. Las cuatro primeras constituyen cuatro motivos de arrepentimiento. Las otras très son las condi­ ciones de la humildad en que debe inspirarse la confetiôn de nues­ tros pecados (cf. Serm. 16 sobre los Cantares: BAC, Obras comple­ tas, t. 2, p. 93ss., y PL 183.848ss). — ---- En cuanto a la triple confesiôn (o cualidades de la mlsma) no hay duda de que es una fehaciente seftal de haber recobrado la vida... «El convencido de esta verdad (de sus pecados y castigo merecido) ha recobrado la sensibllidad del espiritu»... Réstale sôlo confesar debidamente su pecado. «Esta (confesiôn) ha de procéder de un corazôn humllde, sencillo y fiel» (cf. ibid. 8: 840). TSg 340 Π. TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. » 3.·’ ADV a) Humilde 1. Entre los malos «Los hay que se gozan en hacer el mal y se huelgan en la perversidad del vicio, dice el Sablo (Prov. 2,14)... Y aftade el profeta (Is. 3.9): Sus /rentes dan testimonio contra ellos, pues llevan, como Sodoma, sus pecados a la vista. De estos miséra­ bles no quiero hablaros mâs» (ibid.). 2. Entre los buenos «Es cierto, sin embargo, que algunas veces hemos oido a qulenes profesaron religlôn alabarse con sumo descaro de sus culpas pasadas». como duelos, triunfos, vanldades. «Con este lenguaje demuestran tener todavia el espiritu del siglo; el hâbito humilde que llevan no prueba la renovaclôn de su vivir... Algunos cuentan estas cosas con cierto sentlmiento de dolor y pesar; mas como buscan en ello interlormente la gloria, no borran sus pecados, sino que se suceden a si mlsmos, pues de Dios nadie se burla (Gal. 6.7). No se han despojado del hombre vlejo, sino que lo cubren con el nuevo... Me da vergtienza menclonar el descaro de algunos... en alabar­ se y alegrarse de cosas que debieran llorar, como de que aun después de recibido el hâbito de religlôn... han sorprendldo a alguno de sus hermanos... o... han rebatido bien a una persona que les injurlaba, o sea de haber vuelto mal por mal y afrenta por afrenta» (ibid. 9, p. 840). «Pero hay otra confeslôn tanto mâs pellgrosa, porque esconde su vanldad en forma mâs sutil, y es cuando no nos recatamos de descubrlr las faltas vergonzosas, no porque seamos humildes, sino a fin de que se plense que lo somos. Cierto, que el querer ser alabado por humilde no es vlrtud de humildad. sino destrucclôn de la humildad... Extrafia especle de orgullo no poder ser reputado santo sino pareclendo criminal. Mas esta confeslôn, que sôlo tlene las aparlenclas, pero no la vlrtud de la humildad, lejos de merecer el perdôn..., atrae sobre si la cèlera dlvlna. ôQué le vallô a Saul (1 Reg. 15.30) confesar su pecado al ser sorprendldo por Sa­ muel?» Cuando no se le perdonô es porque faltaba la humil­ dad (Ibid. 10: 841). ______ _____ b) Sencilla No se debe excusar la Intenclôn, «si ésta es culpable, con el vano pretexto de que no es conoclda de los hombres* ni dlsmlnuir una culpa si es notable: ni atrlbulrla a persuasiôn de otro... SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNAR 341 Lo primero no es confeslôn, sino defensa, y no apaga la côlera divina, antes la enclende mâs. Lo segundo es seflal de ingratltud, porque cuanto mâs se créé que una falta es me­ ner, mâs se dlsmlnuye la gloria de quien la perdona». Y el beneficio se concede mâs a disgusto cuândo se sabe que serâ menos agradecldo. En cuanto a lo tercero, véase el ejemplo de Adân y Eva (Gen. 3,12-14) echândose las culpas uno a otro (ibid. 11: 841). c) Fiel ... San Ambrosio (cf. Hexam., 3.13: PL 14,191), comentando el pasaje del Génesls (1.11): Haga brotar la tierra hierba verde... y ârboles frutales, cada uno segûn su especie..., afiade: «Y tû, hombre, prodûceles segûn la naturaleza que Dios te diô». San Pablo dijo: Somos de la raza de Dios (Act. 17,28)... SEC. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 355 Y San Bernardo (cf. De S. Bened. Serm.: PL 183,378) comenta: «Todo ârbol corresponde a su naturaleza, y todo grano a su semilla, menos nosotros». C) Por profesiôn a) Eres cristiano «Grandeza incomparable... Primero se te preguntô: «ôRenuncias a Satanâs y a sus obras?» Tu padrino contesté por tl: cRenuncio». Pues ya no eres del demonio, sino de Cristo... Después fuiste sumergido en el agua salvadora, sepultado en Cristo. Muerto al mundo, debes vivir solo para El. En tercer lugar recibiste la unciôn dei erisma y del ôleo santo, y quedaste consagrado tabernâculo, como morada y santuario eterno del Senor. En cuarto lugar te vistieron el traje blanco diciéndote: «Llévalo inmaculado al tribunal de Cristo»: la inocencia bautismal después del perdôn... En quinto lugar te dleron un cirio encendido, la llama de la fe informada de caridad»... Eso prometisteis. Pero haced examen de concienda... b) Pero faltas a lo prometido «No habéis cumplido ni una sola de las promesas hechas a Dios. Buscâis las riquezas y pompas dei mundo como pudiera hacerlo un judio o un gentil. En lugar de vivir para Cristo, vivis para el mundo... Habéis plsoteado y profanado mil veces el santuario de vuestro cuerpo... y expulsado de él al Espiritu Santo... ... Cristianos sacrilegos, iquisistels engafîar con vuestras promesas a Cristo y al Espiritu Santo? à No os acordâis de Ananias y Safira?... (Act. 5,1-11). Abrazasteis una régla y no observâis ni uno de sus pré­ ceptes. La régla es el evangello, régla de todos los cristianos. Pura, perfecta y rigurosa, aunque la creâis ancha y fâcil»... El orador expone los mandamlentos de pureza en las obras, pensamientos y hasta mlradas de mansedumbre, cari­ dad, etc., recapitulados en la frase de el que quiera venir en pas de mi, niéguese a si mismo y tome su cruz y sigame^ (Mt. 16,24). Esa es la regia. Observadla... Tomemos a Cristo por nuestro modelo. Los santos nos dan ejemplo. Si sois cris­ tianos seréis juzgados por vuestra propia ley (Rom. 12). EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 356 D) a) 3.° ADV. Por tu posicion social ôQué eres? ^Emperador? ôRey? ^Principe? Muchos, que serian ouenos cristianos en situation humilde, se pierden, al elevarse. Por miedo de que asi le ocurriera, San Agustin rehuia aparecer por las diôcesis que carecian de obispo (cf. Serm. 355, c. 1: PL 39,1568). «Felices los que en el dîa del juicio no tienen que rendir mâs cuentas que las suyas propias»... Entonces tu posiciôn es muy alta, pero el peso de tu carga mayor. iQué resplandor el de vuestra dignidad! iPero cuânto trabajo y peligro! No te engrias, antes terne (Rom. 11,20). Es necesario que vuestra virtud os levante por enclma de los demâs tanto cuanto os ensalzô vuestro poder. b) g Y TÛ, PRELADO? Pastor eres. Ni duefio, ni principe, sino forma facti gre­ gis (1 Petr. 5,3), ejemplo de santidad para el pueblo, redimido por la sangre de Cristo. Yo tengo, dices, cuarenta, cincuenta mil ovejas... Tu ângel de la guarda no tiene mâs que una... iOh terrible obligation! g Y habrâ quien recurra a la intriga para obtener tal empleo? San Bernardo (cf. Del precepto y de la dispensa: BAC, Obras completas de San Ber­ nardo, t. 2, p. 777: PL 182,870ss) se asustaba de tener que ré­ gir un corto numéro de monjes... «jAh, hermanos, respetemos a nuestros prelados, obedezcâmosles, honrémosles. Ved cômo exponen la salvaciôn de sus aimas por nosotros!> (Hebr. 13,17). C) gTÙ QUÉ ERES? gCONDE, DUQUE, SENOR...? ôConsiste ser seûor en tener gran numero de crlados, co­ ches?... iNo! . «Estudiando este asunto, he vlsto que mezclamos este ho­ nor en las cosas vanas, que lo ponemos a menudo en las ma­ las y que igualmente lo llevamos a las buenas». No podia ocurrir de otro modo. La honra es un juicio que hacemos sobre el valor de las cosas, y como nuestro juicio es tan liviano, no puede extrafiarnos que nos gusten las cosas vanas; como es tan depravado, nos complacen las cosas malas, y como ni es del todo débil ni del todo malo, también alabamos lo bueno, aun cuando en muchas ocasiones nos atribuyamos lo que debiéramos atribuir a Dios. El remedio a este triple mal seria, en primer lugar, con­ siderar el verdadero valor de todo, y asi lo perderian las co­ sas vanas; en segundo térmlno, su conformldad con la ra­ zôn, y caeria el pecado, y, por ultimo, el debido orden, con lo que alabariamos a Dios como su primer principio. 36H Lt IL Π ΜΟΝΙΟ DE JUAN A LOS JUDiOS. B) 3,·’ ADV El honor de lo uario 8an Pablo dice: No seals niflos en el juicio, sed pdrvulos sôlo en la malicia (1 Cor. 14,20). Nosotros lo somos en aquello, y padecemos vlclos pueriles, el mayor de todos los cualcs es la facllldad con que nos deslumbran las cosas vanas, como los trajes y la pompa exterior. Cual si el supremo bien y la rlqueza del hombre conslstlesen en que cuanto posea sea rlco y prectoeo, excepto 61 mlsmo <8an Agustîn, De civ. Dei, 1. 3, c. 1: PL 41,79). San Juan Crlsôstomo (Hom. 14 in Matth.: PL 57.217) explica parecldamente esta ceguera, dlclendo que los hombres, hablendo perdldo el verdadero bien Interior, buscan rodearse de brlllos externos. Lo cual me lleva a una mâs profunda conslderaclôn de las cosâs. «Todos los hombres han nacldo para la grandeza, porque todos han nacldo para poseer a Dios. Asl como Dios es grande, porque no neceslta de nadie mâs que de si mlsmo, el hombre es también grande cuando por su rectltud no ne­ ceslta a nadie mâs que a Dios... Pero as! como (al prin­ cipio) Uniendo a Dios vlvia en toda su plenltud, al perderlo por el pecado queda totalmente agotado y vaclo. Queda reducldo a sus proplos me dios, es declr, a su primera nada; no posée ya nada, puesto que, al hacerse dependlente de los blenes que parece poseer, es mâs bien su cautlvo que su duefio y soberano», Entonces pretende enrlquecerse como fuere y, no pudlendo ac recentar un âplce su estatura, comlcnza a afiadlrse por defuera mil bagatelas, que créé Incorporasse... Es la mujcr, por ejemplo. que lleva enclma de si el sus­ tento de varias familias y un patrimonio entero alrededor de su cuello colgando de un hllo... Es el hombre, pequefto en si mlsmo y avergonzado de su pequefiez, pero tantas vo­ ces conde, tantas marqués... Nabu codon osor, «modelo de almas vanas o, mâs blén. la vanldad mlsma>, no se eontentô con los desmesurados ho­ nores reales y los qulso divinos. Como su propio cuerpo mor­ tal los desmentla, se fabrlcô una estatua rlqulslma y muy alta para que reciblera los honores que querla para si (Dan. 3,1-8). Pero chasta cuândo los urandes habéis de ser insensatos? iPor qué arnâls la vanldad y sequis la mentira? , asi hoy los modernos imitadoreS de Herodes hacen todo lo posible por ocultar a los pueblos sus verdaderos designios y convertirlos en ciegos instrumentos de sus instituciones (Pio XII, Radiomensaje la vispera de Navidad de 1947: «Ecclesia», n. 338). ή) La Iglesia denuncia a los se; 3RADORES DE MENTIRAS, VERDADEROS LOBOS DISFRAZADOS DE OVEJAS La Iglesia, siempre rebosante de caridad y de bondad para con los descarriados, pero fiel a las palabras de su divino Fundador, que ha declarado: El que no estâ conmigo, esta contra mi (Mt< 12.30), no puede faltar a su deber de denunciar el error y de arrancar la mâscara a los sembradores de mentiras, que se presentan como lobos disfrazados con pellicas de oveja, como precursores e iniciadores de una nueva era feliz, y de advertir a los fieles que no se dejen extraviar del recto camino ni engafiar con falaces promesas (Pio XII. Radiomensaje en la vispera de Navidad de 1947: «Ecclesia», n. 338). O) Y PROCLAMA QUE NADIE TIENE DERECHO A RECURRIR A LA MENTIRA PARA RESTRINGIR EL USO DE LAS JUSTAS LIBERTADES Ninguno que pretenda hoy dia hacer valer el peso de sus convlcciones y de sus actos en la balanza dei destino de los pu°blos para el présente o para el porvenir. sea cual sea el campo o partido social o politico a que pertenezca, tiene derecho a enmascarar su faz. a querer aparecer lo que no es, a recurrir a la estrategia de la mentira, de la coacclôn y de la amenaza para restringir el ejercicio de sus justas libertades y de sus derechos civiles en los honrados ciudadanos de todos los paies. Por eso, amados hijos. os decimos: mafiana celebraremos el nacimiento de Aquel de cuyos labios saliô el grito de (lo. 8.32) Veritas Uberabit vos (Pio XII, Radiomensaje en la vispera de Navidad de 1947: «Ecclesia», n. 338). SEC. 6. C) a) TEXTOS PONTIFICIOS 393 «Yo soy la uoz dei que clama en el desierto* El Papa, después de maduro examen, se determinô a ELEVAR SÜ VOZ Largo tiempo meditd delante dei Sefior aquel prudentisimo Pon­ tifice este estado de cosas ; Hamo a consejo a varones sabios, consi­ dero atentamente y en todos sus aspectos la importanda dei asunto, y, por fin, urgido por la «concienda de su oficio apostôlico» y para que su silencio no pareciera abandono de su deber, determi­ nô hablar a toda la Iglesia de Cristo y a todo el género humano con la autoridad dei divino magisterio a él confiado (Pio XI, Qua­ dragesimo Anno, η. 2). b) No PUEDE CALLAR LA IGLESIA ANTE LAS DIFICULTADES QUE SE ΟΡΟΝΞΝ A LA VIDA CRISTIANA ό Como podria ser licito a la Iglesia, Madré tan amorosa y soli­ cita del bien de sus hijos, permanecer indiferente espectadora de sus peligros, callar o fingir que no ve condiciones sociales que, a sabiendas o no, hacen dificil y prâcticamente imposible una con­ ducta de vida cristiana guiada por los preceptos del supremo Legislador? (Pio XII, Discurso de 1 de junto de 1941: «Ecclesia», n. 12). C) Y QUIERE SACUDIR A TODA COSTA LA CONCIENCIA DEL MUNDO DEL LETARGO EN QUE SE ENCUENTRA Hoy mâs que nunca suena la hora de reparar, de sacudir la concienda dei mundo del grave letargo en que lo han hecho caer los tôxicos de las falsas ideas, ampliamente difundidas, tanto mâs cuanto que en esta hora de desastre material y moral el conocimiento de la fragilidad y de la inconstancia de todo ordenamiento puramente humano estâ desenganando aun a los que, en dias aparentemente dificiles, no sentian .en si y en la sociedad la falta de contacto con lo etemo y no consideraban esta falta como un defecto esencial de sus construcciones (Pio XII, Mensaje de Navi­ dad de 1942, n. 35). d) La voz de la Iglesia clama : Estamos ante un problema URGENTE Y PELIGROSO Pero es dificil de resolver y no carece de pehgro. Porque es di­ ficil dar la medida justa de los derechos y obligaciones que regulan las relaciones de los ricos y proletarios, de los que aportan el capital y el trabajo. Y peligrosa es una contienda que por hombres turbulentos y maliciosos frecuentemente se tuerce para pervertir el juicio de la verdad y mover a sediciones la multitud. Como quiera que sea, vemos claramente, y en esto convienen todos, que es precise dar pronto y oportu.no auxilio a los hombres de la infima clase, ya que inicuamente se hallan la mayor parte de ellos en una condiciôn misera y calamitosa (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 1 y 2). e) Que tiene suspensos a los hombres mâs eminentes La cual guerra cuânta gravedad entrafia, se colige de la viva expectaclôn que tiene los ânimos suspensos, y de lo que ejercita los ingenios de los doctos, las juntas de los prudentes, las asambleas populares, el juicio de los legisladores, los consejos de los principes : de tal manera, que no se halla ya cuestiôn ninguna, por grande que sea, que con mâs fuerza que ésta preocupe los ânimos de los hombres (Leôn XIH, Rerum Novarum, η. 1). Si no se remedia sera l Λί ?OSIBLE GARANTIZAR LA PAZ f) Y EVITAR LA REVOLUCIÔN Todo esto que nuestro predec r no sôlo insinuo, sino procla­ mé clara y explicitamente, queremos una y otra vez inculcarlo en esta nuestra enciclica, porque si con vigor y sin dilaciones no se em prende para llevarlo a la prâctica, es inûtil pensar que puedan defenderse eficazmente el orden publico, la paz y la tranquilidad de la sociedad humana contra los promovedores de la revoluciôn (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 27). g) Por eso la Iglesia convoca para una cruzada a los JORES MIEMBROS DE LA CRISTIANDAD Concieme a los mejores y mâs selectos miembros de la cristiandad, penetrados de un sentimiento de cruzados, el reunirse en esrpiritu de verdad, de justicia y de» amor al grito de « j Dios lo quie­ re!», prestos a servir, a sacriflcarse, como los antiguos cruzados. Si entonces se trataba de la liberaciôn de la tierra santificada por la vida dei Verbo de Dios encarnado, hoy se trata, si podemos expresamos asi, de una nueva ^ravesia, superando el mar de los errores del dia y del tlempo, para Ubertar la tierra santa espiritual, destinada a ser la base y el fundamento de las normas y leyes inmutables para las construcciones sociales, de interna y sôllda consistenda (Pfo XH, Radiomensaje de Navidad de 1942, n. 37). D) a) «Enderezad el camino del Senor)) ES DEBER DE TODOS PREPARAR LA VENIDA DE CRISTO AL MUNDO El deber de todos los fieles es preparar espiritualmente, con la oraciôn y con el ejemplo, con la purificaciôn y con la penitencia» con el trabajo y con el sacrificio, este futuro encuentro de Cristo SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 395 y el mundo, necesitado como nunca de su luz y de su gracia (Pio XII, Discurso al Sacro Colegio, 2 de Junio de 1942: «Eccle­ sia», n. 668). b) Con plena confianza en Dios y sin desanimarse ante los obstAculos No os espantéis, amados hijos, por las dificultades extrinsecas, ni os desaniméis por los obstAculos provenientes dei creciente pa­ ganismo de la vida publica. No os dejéis engaûar por los fabrican­ tes de errores o de teorias malsanas, tristes corrientes enderezadas a no intensificar, sino mâs bien a desvirtuar y corromper la vida religiosa; corrientes que pretenden que, pues la redenciôn pertenece al orden de la gracia sobrenatural, y es, por consiguiente, obra exclusiva de Dios, no necesita de nuestra cooperaciôn so­ bre la tierra (Pfo XII, Discurso de Pentecostés: «Ecclesia», n. 13). C) No ES HORA DE LAMENTOS, SINO DE ACCIÔN No lamentos. sino acciôn, no lamentos sobre lo que es lo que surgirâ y debe surgir Radiomensaje de Navidad de d) es el precepto de la bora présente; o lo que fué, sino reconstrucciôn de para bien de la sociedad (Pfo XH. 1942: «Ecclesia», n. 57). NO ES HORA DE PEREZOSA TRANQUILIDAD, SINO DE ACTIVIDAD Y DE LUCHA Mas para un cristiano consciente de su responsabilidad, aun para el mâs pequefio de sus hermanos, no hay tranquilidad perezosa ni existe la fuga, sino la lucha, el com bate, contra toda inacciôn y deserciôn en la gran contienda espiritual en la que se propone como galardôn la construcciôn, mâs aùn, el aima misma, de la sociedad futura (Pio XH. Radiomensaje de Navidad de 1942: «Ecclesia», η. 56). e) La paz nada tiene que ver con la pereza para el estudio ni con la terquedad en aferrarse a lo antiguo iOh feliz tranquilidad, tù no tienes nada de comûn con el aferrarse duro y obstinado, tenaz e infantilmente terco, a lo que existe; ni con la repugnancia, hija de la pereza y del egoismo, a aplicar la mente a los problèmes y a las cuestiones que el andar de los tiempos y el curso de las generaciones, con sus exigendas y con el progreso, hacen madurar y arrastran consigo como inaplazable necesidad del presente! (Pfo XH, Radiomensaje de Na­ vidad de 1942, n. 26). 396 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. — ES TIEMPO DE HEROÎSMOS Y DE VERDADERA SANTIDAD f) Hoy es necesaria la grandeza de un cristianismo vivido en su plenitud, con constancia perseverante. Es necesaria la fuerte le­ gion de aquellos hombres y mujeres que, viviendo en medio del mundo, se hallan siempre dispuestos a combatir por la fe, por la ley de Dios y por Jesucristo (Pio XII, Nonnas a los grupos italiànos del Renacimiento Cristiano: «Ecclesia», 1943, η. 117). g) No SE ADMITEN HUÎDAS COBARDES Pensativos por las dificultades que hay que superar, desilusionados tal vez por pruebas fracasadas anteriormsnte, no imitéis al profeta Elias fugitivo y desalentado, cuando. sentândose a la sombra de un enebro, se echa a dormir con triste resignaciôn in­ vocando a ’a muerte, sino al profeta Elias que sobre el monte Carmelo desafia a los adoradores de Baal y con su oraciôn, su palabra y su obra conduce a su pueblo al culto del verdadero Dios (Pio XII, Discurso a los Hombres de Acciôn Catôlica). h) Ni SE PERDONARÎA EL TEMOR Ningûn cristiano tiene derecho a dar sefiales de estar cansado en la lucha contra la oleada antirreligiosa de la hora présente. Poco importa cuâles puedan ser las formas, los métodos, las ar­ mas, las palabras ridiculas o amenazadoras, el disfraz con que se encubre el enemigo. A nadie se le podria perdonar que ante ella se quedase con los brazos cruzados, la cabeza baja y temblândole las piemas (Pio ΧΠ, Radiomensaje de Navidad de 1946). E) a) «En medio de vosotros esta» Jesucristo tiene especial predilecciôn para con los POBRES En ninguna otra parte de la tierra podrân hallar mâs completa felicidad sino en la casa de Aquel que siendo rico se hizo por nosotros pobre, para que con su pobreza llegâramos nosotros a ser ricos (2 Cor. 8,9 ) ; que fué pobre y estuvo entregado al trabajo desde su juventud; que invita a Si a todos los agobiados con trabajos y cargas (Mt. 11.28) para confortarlos plenamente en el amor de su Corazôn y que. finalmente. sin acepciôn de personas, exigirâ mâs a aquellos a quienes diô mâs (Le. 12J8) y premiarâ a cada cual (Mt. 16.27> conforme a sus obras (Pro XI. Quadragesimo Anno, η. 51). SEC. 6. b) Por eso la Iglesia 397 TEXTOS PONTIFICIOS ve en el pobre al mismo Jesucristo Ordena, ademâs, que el derecho de propiedad y de dominio, procedente de la naturaleza misma, se mantenga Intacto e inviolado entre las manos de quien lo posee, porque sabe que el robo y la raphia han sido condenados en la ley natural por Dios, au­ tor y guardian de todo derecho: hasta tal punto, que no es licito ni aun desear los bienes ajenos, y que los ladrones, lo mismo que los adulteros y los adoradores de los idolos, estân excluidos del reino de los cielos. No por eso, sin embargo, olvida la causa de los pobres, ni sucede que la piadosa Madré descuide el proveer a las necesidades de éstos, sino que, por el contrario, los estrecha en su seno con maternai afecto, y, teniendo en cuenta que representan la persona de Cristo, el cual recibe como hechos a si mismo los bienes concedidos hasta al ùltimo de los pobres. les honra grandemente y de todas las maneras posibles los sustenta; se emplea con toda soücitud en levantar por todas partes casas y hosplcios, donde son recogidos, alimentados y cuidados, tomândolos bajo su tutela (Leôn XIII, Quod Apostolici Muneris, n. 29). f c) También Jesucristo quiso hacerse trabajador para QUE EL TRABAJADOR FUERA OTRO CRISTO A los que carecen de bienes de fortuna enséfiales la Iglesia a no tener a deshonra, como no la tiene Dios, la pobreza, y no avergonzarse de tener que ganar el sustento trabajando. Todo lo social Io confirmo con sus obras y hechos Crlsto Nuestro Sefior, que para salvar a los hombres se hizo pobre siendo rico (2 Cor. 8,9), y aunque era Dios e Hijo de Dios. quiso, sin embargo, mostrarse y ser tenido por hijo de un artesano, y aun no rehusô gastar una gran parte de su vida trabajando como artesano. Mc. 6,3 : jNo es acaso el carpintero hijo de Maria? (Leôn XHI, Rerum Novarum. η. 20). d) Y QUISO DIGNIFICAR AL TRABAJADOR Y AL TRABAJO iOh trabajadores!, acercaos al pesebre de Jesûs. No os parezca hôrrida aquella cueva y aquel refugio del Hijo de Dios ; no por casualidad, sino por profundo e inefable designio, encontraréis alli unicamente sencillos trabajadores: Maria, la Madré virgen. de familia trabajadora; José, el padre de familia, trabajador; los pastores que guardan la grey y, finalmente, los Magos, venidos desde Oriente; trabajadores manuales, pastores vigilantes, traba­ jadores del pensamiento, todos ellos se postran y adoran al Hijo de Dios, que con su consciente y amable silencio, mas fuerte que la palabra, les explica a todos el sentido y la virtud del trabajo. No es éste tan solo trabajo de los miembros humanos desprovisto de sentido y de valor, y mucho menos una humiliante servldum* bre. El trabajo es servicio de Dios, don de Dios, vigor y plenitud de la vida humana, merecedor de un eterno descanso (Pfo XII, Radiomensaje de Navidad de 1943, n. 17). 398 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. e) Penetrândolo con 3.u ADV. su gracia redentora Levantad y tened alta vuestra frente, trabaj adores. Mirad al Hijo de Dios. que con su Eterno Padre creô y ordenô el universo, y hecho hombre al igual que nosotros. con excepciôn del pecado, y crecido en edad entre la grande comunidad del trabajo, y en su misiôn salvadora se cansa consumiendo su vida terrenal. 1 redentor del género humano, con su gracia, que penetra nuestro ser y obrar, eleva y ennoblece todo trabajo honesto, el alto y el bajo, el grande y el pequeno, el agradable y el penoso, el ma­ terial y el intelectual, a un valor meritorio y sobrenatural delante de Dios, uniendo asi todo desenvolvimiento de la multiforme actividad humana en una ùnica y constante glorificaciôn del Padre en el cielo (Pio XH, Radiomensaje de Navidad de 1943, n. 18). f) Por eso el Papa exhorta a que veamos en los a otros Cristos necesitados obreros Deseamos, pues, venerables hermanos, que sea mâs y mâs explicado, de palabra y por escrito, este divino precepto, precioso distintivo dejado por Cristo a sus verdaderos discinulos: este precepto que nos ensefia a ver en los que sufren a Jésus mismo y nos obliga a amar a nuestros hermanos como el divino Salva­ dor nos ha amado; es decir, hasta el sacrificio de nosotros mismos y, si es nêcesario, aun de la propia vida (Pio XI, Divini Redemptoris, η. 47). g) Nadie, pues, ni El mismo, puede ignorar o violar la DIGNIDAD HUMANA DEL TRABAJADOR Nadie puede impunemente violar la dignidad del hombre, de la que el mismo Dios dispone con gran reverencia, ni impedirle que tienda a aquella perfecciôn que es a propôsito para la vida sempiterna que en el cielo le aguarda. Mâs aun, ni el hombre mismo, aunque quiera, puede en esta parte permitir que se le trate de un modo distinto del que a su naturaleza conviene ni querer que su aima sea esclava, pues no se trata aqui de derechos que libremente pueda disponer el hom­ bre, sino de deberes que le obligan para con Dios y que tiene que cumplir religiosamente (Leôn XIH, Rerum Novarum, n. 32). h) El haberse olvtdado de esta verdad llevô a los obre­ ros HACIA EL ABISMO Era natural que, marchando los directores de la economîa por camino tan alejado de la rectitud, la masa de obreros se pré­ cipitera a menudo por el mismo abismo ; tanto mâs que muchos de los patronos utilizaron a los obreros como meros instrumentes, sin preocuparse nada de sus aimas y sin pensar siquiera en sus intereses superiores (Pio XL Quadragesimo Anno, η. 54). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 399 ί) Y ENTRE ELLOS HAY QUE INCLUIR A LOS AGRICULTORES Es cierto que aun hoy no es éste el ùnico modo vigente de organizaciôn cconômlca ; existen otros dentro de los cuales vive una muchedumbre de hombres muy importante por su numéro y por su valer, por ejemplo, la profesiôn agricola; en ella la ma­ yor parte del género humano, honesta y honradamente, halla su sustento y su bienestar. Tampoco estân libres de las estrecheces y dificultades que sefialaba nuestro predecesor en no pocos lugares de su enciclica, y a las que también Nos en ésta hemos aludido mâs de una vez. Pero el régimen econômico «capitalista» se ha extendido muchisimo por todas partes, después de publicada la enciclica de Leon XHI, a medida que se extendia por todo el mundo el in­ dustrialisme. Tanto, que aun en la economîa y la condiciôn so­ cial de los que se hallan fuera de su estera de acciôn estâ invadida y penetrada de él, y sienten y en alguna manera participan de sus ventajas e inconvenientes y defectos (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 38). L LA EMBAJAD A DE LOS CORINTIOS A ALEJANDRO MAGNO «El cabildo y regimiento de la populosa y fortisima ciudad de Corinto, a quién llama Cicerôn lumbre de toda la Grecia, teniendo noticia del poder del magno Alejandro y de sus hazanas y victo­ rias, y pareciéndole que con tal seüor estarian defendidos y muy honrados, le enviaron sus embaj adores ofreciéndole su repûblica y dândosele por sus vasallos. Riôse al ambicioso rey de aquel ofrecimiento, porque para su codicia insaciable de reinar era pequeûa presa, no digo la ciudad, sino el mundo entero; pues se sabe que oyendo aflrmar al filôsofo Anaxagoras que habia muchos mundos, llorô con pensar de que siendo tantos, aùn no ténia él conquistado uno. Mas, visto por los legados el poco caso que hizo de su oferta, le oijo uno de ellos : «Ten en mucho el dominio de nuestra ciudad, rque nunca lo dimos sino a ti y a Hércules». Oido esto, admirôse de bonisima gana Alejandro de la honra que le daban; y preciândola por ser tan rara y porque le igualaban con Hércules, varôn excelentisimo. Hoy los principes de Jerusalén y aquel cabildo mâs florido del mundo, convencidos de la gran opinion y santidad prodigiosa del Bautista Juan, le envian a convidar con el reino de Israel y desde la ciudad metropolitana le despachan mensajeros graves y de autoridad, sacerdotes y levitas, que le pregunten quién es, y de su parte le ofrezcan la dignidad del Mesias y le rindan el eclesiâstico homenaje, alzândole en su nombre por Dios y rey. No se riô, sino escandalizôse el Bautista de semejante embajada, porque era mâs humilde que Alejandro soberbio y gozaba con mâs razôn del nombre de Magno, como dado por Dios y no por los hombres. Por­ que sera grande en la presencia del Seizor (Le. 1,15). Y si Alejandro recibe la honra por extraordinaria y por igualarse con Hércules, San Juan la desecha por ser ûnica y singular, a ninguno jamâs concedida, ni hombre en la tierra. ni ângel en el cielo ; y por no igualarse con Cristo, verdadero Dios y hombre, cuya era aquella investidura. Y asi lo protesta respondiendo a los embajadores : «Yo no soy Cris­ to, aunque soy su voz. No viene a mi este sobrescrito, sino a otro mejor y anterior a mi; que con estar en medio de vosotros no le conocéis; y yo estoy tan lejos de emparejarle, que no merezeo descalzarle los zapatos»... (cf. Fray alonso de Cabrera, o. c. serm. 2 del 3.«r dom. de Adv., p. 554-555). SEC. 7. MISCELÂNEA HLSWKICA Y LITERAKIA 401 II. COMO SE CONOCE LA PROPIA VOCACIQN Es evident© que todos los hombres son Hamados por Dios con una vocaciôn determinada y que esta vocaciôn ejerce en la vida de cada uno influenda definitiva. San Alfonso Maria de Ligorio decia: «Résulta indudable que nuestra salvaciôn depende princi­ palmente de la election de estado» (cf. Avisos sobre la voc. relig., § I.0, Barcelona 1871). Para Fray Luis de Granada, la vocation es «la rueda maestra de nuestra vida». Por su parte San Gregorio Nacianceno afirmaba que «asi como los relojes, colocada mal la primera rueda, anda desconcertada toda la mâquina, asi, en orden a nuestra salvaciôn, si se yerra en la election de estado, toda la vida se experimentarân los efectos tristes de error semejante. Si, pues, queremos salvamos, es necesario que al tratar del estado que se ha de elegir sigamos la vocation divina, en la cual solamente Dios tiene a cada uno preparados los auxilios eficaces con los que obtendrâ la salvaciôn», de acuerdo con aquella sententia del Apôstol (1 Cor. 7,7) : Cada uno tiene de Dios su propia gracia. Cornelio a Lapide decia : «Dios da a cada uno su vocation y elige y deter­ mina el estado en el cual quiere salvamos» (cf. Comm. in Scrip. Sacr., voL 18, In epist. Div. Pauli, ed. Vivès [Parisiis 1Ô80], p. 302304). Pero ha sido sobre todo San Ignacio de Loyola quien en su libro inmortal de los Ejercicios Espirituales ha tratado mâs claramente este tema de la vocation. Segün él (cf. Libro de los Ejercicios: BAC, Obras completas de San Ignacio de Loyola, p. 194ss), bay tres tiempos «para hacer sana y buena elecciôn». A) Primera manera o tiempo: La vocaciôn del P. Ginhac Se ha llamado a este primer tiempo el de la iluminaciôn subi­ ta. Pero digâmoslo con las mismas palabras ignacianas : «El pri­ mer tiempo es cuândo Dios Nuestro Seüor asi mueve y atrae la voluntad, que sin dubitar ni poder dubitar, la tal anima devota signe a lo que le es mostrado ; asi como San Pablo y San Mateo lo hicieron en seguir a Cristo nuestro Seüor». Podrian ponerse, como ejemplo de esta vocation, la de San Antonio, la de San Francisco de Borja o la de San Luis Gonzaga. Pero escogemos un caso en el que se muestra aun mâs esta iluminaciôn repentina. «Acabada la misiôn, Pablo Ginhac me vino a ver. Al entrar me dijo: «Bien, hermana mia, ya se acabô. Quiero darme del todo a Dios y entrar jesuita. Me voy al noviciado de Avifiôn». Yo no podia creer en cambio tan repentino. Gruesas lâgrimas caian de mis ojos. «Pero, Pablo, êqué ha pasado? c Como ha obrado Dios esta conversiôn?» Pablo respondiô : «Después de la magna procesiôn, a la vuelta de una calle, topé con unas andas llevadas por unos jôvenes sobre las cuales iba un Santo Cristo. De repente me pareciô que esta figura estaba resplandeciente y t.raspasaba mi corazôn. 402 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. --------- —----- I .... ......... 3.’' ADV. , ■ ... . ■ t Me hizo bajar los ojos y me senti cambiado por dentro. Desde en­ fonces no me conozco y estoy en disposition de entregarme todo a Dios» (cf. A. Calvet, S. L, Le Père Paul Ginhac, de la Compagnie de Jésus, p. 18, Tournai-Toulouse 1904). B) Segunda manera o tiempo: la vocaciôn de Santa Margarita Maria de Alacoque. Volvamos a San Ignacio : «El segundo cuando se toma asaz claridad y conocimiento por experienda de consolationes y desola­ tiones, y por experiencia de discretion de varios espiritus» (cf. ibid.). Tomamos como ejemplo la vocation de Santa Margarita Maria de Alacoque (cf. Autobiografia, p. 14-66, Bilbao 1890) : «Me llevaron a una casa religiosa, donde me prepararon para la primera comuniôn... Tenia vivas ansi as de hacer todo lo que veia practical a las religiosas, considerândolas a todas como santas y pensando que, si lo fuera, llegaria a ser como ellas. Por lo cual se apoderô de mi tan gran ansia de serlo, que a esto solo esperaba... 01 demonio se servia de mi temura y amor filial, representândome mcesantemente las làgrimas que derramaba mi madré y diciéndome que, si me hacia religiosa, la mataria de pena... Sentia un tormento insoportable, porque tan tierna y mutuamente nos amâbamos que no podiamos vivir sin vernos. Por otra parte, el deseo de ser religiosa y el horror a la impureza no cesaban de importunarme... Comencé, pues, a mirar al mundo y a componerme para agradarle, procuran­ do divertirme lo mâs que podia... Pero luego, cuando por la tarde me quitaba las malditas libreas de Satanâs, quiero decir los varios adomos..., lloraba amargamente... Habiendo Ûegado, finalmen te. el dîa tan apetecido de dar el adiôs al mundo, senti tal gozo y firmeza en mi corazôn, que estaba como insensible tanto al carino como al dolor que me manifestaban todos»... C) Tercera manera o tiempo: La vocaciôn de Santa Teresa de Jesûs. H tercero tiempo—dice San Ignacio (cf. ibid.)—es tranquilo, «El siderando primero para qué es nacido el hombre, es a saber, para alabar a Dios nuestro Seûor y salvar su ânima, y este deseando, elige por medlo de una vida o estado dentro de los limites de la Iglesia, para que sea ayudado en servicio de nuestro Seûor y salvaciôn de su ânima. Dije tiempo tranquilo, cuando el ânima no es agitada de varios espiritus y usa de sus potentias naturales li­ bera y txanquilamente». Darem os como ejemplo la vocaciôn de Santa Teresa, segûn la refiere ella misma (cf. Santa Teresa de Jesûs, Libro de la Vida, c. 3 y 4, p. 606-608 : BAC, Obras completas, t. 1, Madrid 1951) : «Aunque fueron los dias que estuve pocos, con la fuerza que hacian en mi corazôn las palabras de Dios... y la buena compafiia, vine a ir entendiendo la verdad de cuando nifia; de que no era todo nada y la vanldad dei mundo y cômo acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cômo me iba al infierno ; y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi era el mejor SEC. 7. MISCELANEA HISTÔRICA Y LITERARIA 403 y mâs seguro esta do, y asi poco a poco me déterminé a forzarme para tomarle... Mâs me parece que me movia un temor servil que amor. Poniame el demonlo que no podria sufrir los trabajos de la Religiôn, por ser tan regalada. A esto me defendia con los traba­ jos que pasô Cristo, porque no era mucho yo pasase algunos por El... Habianme dado con unas calenturas unos grandes desmayos, que siempre tenia bien poca salud. Diôme la vida haber quedado ya amiga de buenos libros. Leia en las Epistolas de San Jerônimo, que me animaban de suerte que me déterminé a decirlo a mi padre, que casi era como a tomar el hâbito... En estos dias... habia persuadido a un hermano mio a que se metiese fraile y concertamos entrambos de irnos... muy de maiiana al monasterio, adonde estaba aquella mi amiga, que era al que yo ténia mucha aficiôn... Acuérdaseme... que cuando sali de casa de mi padre no creo sera mâs el sentimiento que cuando me muera... Era todo haciéndome una fuerza tan grande, que, si el Seûor no me ayudara, no bastarân mis consideraciones para ir adelante. Aqui me diô ânimo contra mi, de manera que lo puse por obra. En tornando el hâbito, luego me diô el'Sefior a entender cômo favorece a los que se hacen fuerza para servirle, lo cual nadie no entendia de mi, sino grandisima voluntad. A las horas me diô un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jamâs me faltô hasta hoy...> HL LA VOCACION DE LOS PUEBLOS Y NACIONES: 34 IMPERIO ROMANO pensamiento de que Dios rige el destino de los pueblos y llama a las naciones, al igual que llama a los individuos, con una determinada vocaciôn, es de pura cepa espafiola y se halla por vez primera en las poéticas paginas de nuestro vate cesaraugustano Prudenclo. «La Victoria cristiana sirve a Prudenclo, en el poema contra Simaco, para exponer nuevas ideas providencialistas. No fué la diosa Victoria, retirada por Teodosio del Senado; ni Venus, la madré de teas, ni fueron los demâs dioses la causa de la grandeza romana, sino el esfuerzo de los legionarios, en lo cual el poeta repite ideas ya expresadas por San Ambrosio; pero luego va mâs allâ; la gloria, el poder de Roma y sus legionarios son obra de Dios, que quiso reunir bajo un solo imperio los pueblos separados por lenguas y cultos varios; ya igualados todos por el comercio, por el derecho, por las artes y por los matrimonios, las mâs extrahas gen­ tes mezclan su sangre y se hacen todas una sola familia; de este modo la paz romana préparé el mundo para la venida de Cristo, en quien todos los hombres han de hermanarse, unidos en cora­ zôn y en mente. Tal manera de ver cambia por completo el concepto histôrico acerca de Roma. Prudenclo siente admirativo orgullo ante las estatuas triunfales de Fabricios. Drusos y Camilos y ante todas las magnlficencias de la gran ciudad, patria de esos varones ; pero extranjero en ella y cristjano, para él la misiôn de Roma no pue34 404 EI. TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.υ ADV. de ser el régir los pueblos sometidos, que dijo Virgilio, y que ya no era verdad hacia mucho. sino que el destino de Roma estâ mâs alto que ella; el imperio romano no tiene su fin en si mismo; si ha fundido en una ciudadania juridica y cultural a todos los hom­ bres fué para disponerlos a otra catolicidad superior. Asi, en época de Honorio, cuando ya el gran organismo se tambaleaba caduco, Prudencio, mirando hacia el pasado, percibe la importanda h:stérica dei imperio con mâs grandeza que los que lo exaVaban mirando al présente en la época de plenltud y crecimiento. Tenemos ya en el poeta espaüol una interpretacién un'taria del desenvolvimiento dei mundo; no falta sino que diez afios mâs tarde un africano también, gran entusiasta de las glorias romanas, empiece a sistematizar el mi^mo pensamiento de Prudencio en los primeros libros de la Ciudad de Dios, para que tengamos completa la filosofia providencialista de la historia que guiarâ a las naciones venideras» (cf. Ramôn Menéndez Pidal, Historia de Espa­ ça t. 2. Espafia Romana [Espasa-Calpe, Madrid 19351, p. ΧΧΧΠXXXHD. IV. LA VOCACION DE ESPANA «Dios nos conservé la victoria, y premié el esfuerzo perseveran­ te dândonos el destino mâs alto entre todos los destinos de la his­ toria humana: el de completar el planeta, el de borrar los anti­ guos linderos dei mundo. Un ramai de nuestra raza forzé el cabo de las Tormentas. interrumpiendo el suefio secular de Adamâstor, y révélé los misterios del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas de Ceilân y las perlas que adornaban la cuna del Sol y el tâlamo de la Aurora. Y el otro rama] fué a pr=nder en tierra intacta aùn de caricias humanas, donde los rios eran como mares, y los montes veneros de plata, y en cuyo hem'sferio brillaban es­ trellas nunca Imaginadas por Tolomeo ni por H:parco. iDichosa edad aquella de prestigios y maravillas. edad de juventud y de robusta vida! Esnafia era o se crefa el pueblo de Dios. y cada espafiol, cual otro Josué. sentia en si fe y aliento bastante para derrocar los muros al son de las trompetas o para atajar el sol en su carrera. Nada parecia ni resultaba imposible: la fe de aquellos hombres, que parecian guamecidos de triple lâmina de bronce. era la fe que mueve de su lugar las m°ntafia<’. Por eso en los arcanos de Dios le* ectaba eruardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las mâ<; bârbaras genMlidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia. y salvar. por a] ministerio del Joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo: el romper las huestes luteranas en las mariâmes bâtavas. con la e~pada en la boca y el agua en la cintura, y el entr^ar a la ledesia Romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la hereiia. Espafia. evanaelizadora de la mitâd del orbe; Espafia. martillo de hereles, luz de Trento, espada de Roma, cuna de Ssn Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad : no tenemos otra. El dia en que acabe de perderse. Espafia volverâ al cantonalismo de los SEC. 7. MISCELANEA HISTÔRICA Y LITERARIA 405 arevacos y de los vectones o de los reyes de taifas»... (cf. Menén­ dez Pelayo, Historia de los heterodoxos espaüoles. Epilogo, ed. del Cons. Sup. de Invest. Cient., t. 6 [1948], p. 507-508). »1 PREDICADOR V. LA HUMILDAD DEL «A principios dei 1569 aparece Belarmino en Lovaina, ensefia en la Universidad, comenta la Summa del Doctor Angélico, refuta los errores semiluteranos de Bayo y aprende el hebreo en una gramâtica compuesta por él mismo. Al propio tiempo predica infatigablemente y con fruto y aplauso de catélicos y protestantes. De aquellos dias es esta anécdota que nos cuenta él mismo : Yendo un dia a predicar un sermon, juntôsele un alto personaje de la ciudad, el cual, no conociéndole, comenzé a hacerle preguntas acerca del predicador, alabândole mâs de lo que merecia, y después de algûn tiempo corté la conversaciôn con estas palabras: «Veo que vais muy despacio; yo, con vuestro permiso, voy a apresurarme para coger sitio». «Haced lo que os plazca, contesté él, que a mi no me faltarâ sitio en este sermon» (cf. Fray Justo Pérez de Urbel, San Roberto Belarmino [13 de mayo] : Ano Cristiano, t. 2, p. 304). VI. EL OBISPO MENDIGO «Hubo una recepciôn solemne en el palacio episcopal. Pasaron obispos, magnates, damas y prelados regulares. Tras ellos se pré­ senta un hombre de sotana raida, pies descalzos y aspecto de mendigo. El portero le rehusa la entrada, diciendo : «Llegas tarde, ha­ ce rato que se diô la limosna a los pobres». Pero un paje acudiô gritando: «ôQué haces, miserable? Es nuestro seûor. es nuestro prelado». El portero enfonces cayô de lodillas, deshaciéndose en ex­ cusas ; pero San Norberto le hizo callar diciendo : «Nada temas, hermano; te felicito, porque me conoces mejor que todas esas gen­ tes que me obligan a entrar en este palacio, dei cual soy indigno» (cf. Fray Justo Pérez de Urbel, San Norberto [6 de junio] : Ano Cristiano, t. 2, p. 477. VII. LA HUMILDAD EXALTADA «Estaba por proveer la plaza de organista de Granada y mandé poner cartas de edicto para la provision el arzoblspo don Pedro Guerrero. Concurrié una muchedumbre de opositores. Un pobre peregrino llamado Silvestre permanecié con su capa parda y muy timido, arrimado a un pilar de la iglesia, sin oir mâs que «Este no, y este otro no, y éste tampoco». Bajaban ya el arzobispo y los canénigos alabando a algunos y deliberando para escoger. Enfonces 406 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDÏOS 3.° ADV Silvestre se acerca con mucha humildad y ruega que le oigan tafier el ôrgano. «—No hay que oir, que lo que han estos tafiido basta ya—dice el arzobispo—. La Iglesia os agradece el buen deseo. El pobre Silvestre insiste: —Por llegar a tiempo de opositar, senor, he andado hoy diez léguas... —Dejadnos—dicen los canônigos—. Estamos hartos de mûslca en ayunas y nos vamos a corner». El peregrino ruega de nuevo inûtilmente. Ya se marcha entristecîdo, cuando de pronto un canônigo propone que se le oiga. Vuélvense, siéntase, comienza a tafier, y hace tantos monstruos y diferencias, que todo el dia se estuvieron oyéndole sin corner. Todos dijeron, sin discrepar nadie: «El ôrgano es suyo». Y el humilde peregrino que vino con su capa parda bajô la escalera con ciento cincuenta mil maravedises de renta cada ano» (cf. Memorial histôrico espanol. Colec. de docum., opiïsc. y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia [Madrid 18591, t. 11, Miscelânea, de Zapata, p. 457-458). vm. UN PAPA QUE RENUNCIA A LA TIARA San Pedro Celestino, de padres humildes, penitent© y ermitafio de primera vocaciôn y monje benedictino después, fundô por inspi­ raciôn divina la Orden llamada de los Celestinos. Al morir Nlcolâs IV, el conclave ellgiô a Pedro, «que estaba en su cueva haciendo penitencia muy descuidado y contento, pues nadie le inquietaba ni se acordaba de él... Como era humilde y temeroso de conciencia. determino huir... Finalmente, entendiendo que tal era la voluntad de Dios, bajô su cabeza, fué coronado Papa y tomô el nombre de Celestino V... No se puede creer la angustia y congoja de corazôn que cayô sobre el Santo, temiendo que por sus pecados no le hubiese levantado Dios a la cumbre de la mâs alta dignidad para condenarle con mâs graves penas». Después de muchas vacilaciones e impulsado por su humildad hizo el propôsito de renunciar a la tiara pontifi­ cia. Y aunque muchas aimas honradas, entre ellas el arzobispo de Nâpoles, le rogaron con muchas lâgrimas que no les abandonara, nada conslguleron. Celestino V redaetô un estatuto sobre la posibilidad de renunciar a la dignidad papal en el caso de que el poseedor de ella se reconociera inhâbil o insuficiente para ejercitar su oficio. «Hizo luego solemnisirfia renuncia del pontificado el 12 de diciembre de 1294, habiéndolo ocupado sôlo seis meses, y diô libre facultad a los cardenales para que eligiesen Pontifice a su volun­ tad. Y dejandb las insignias pontificales con mâs contento que ninguno Jamâs las tomô, el que era Papa y Sumo Pastor de todos, bajando de la Silla Apostôlica de San Pedro, para subir mâs seguramente a la del cielo, se postrô como un pobre monje a los pies de los que poco antes eran sus ovejas, con la admiraciôn y el espanto de todos... Y para que se viese que el Sefior aprobaba aquella estupenda renunciaciôn, que algunos reprendian atribuyéndola no a hu­ mildad. sino a pusilanimidad. al dia siguiente sanô Pedro Celestino SEC. 7. MISCELÀNEA HIST0R1CA Y LITEKARIA 407 a un cojo con su bendicion, y después hizo otros muchos milagros». El mayor de todos fué la paciencia y alegria con que sufriô la per­ secution tan inhumana de que le hicieron objeto. Fué encerrado en una estrecha cancel de una fortaleza, donde estuvo con dos de sus monjes «guardado de muchos soldados... con increible paz y tranquilidad de su aima». Con maravillosa alegria oyôsele decir: «Pe­ dro, celda deseaste, celda tienes». Al cabo de diez meses de prision, habiendo dicho misa, hizo llamar un dia a los soldados que le guardaban, y con gran blandura de corazén y serenidad de rostro les dijo que se llegaba ya la hora, por él tan deseada, en que el Sefior queria usar de su misericordia y llevarle a gozar de si. Y habiendo tornado la sagrada unciôn, echado en el suelo sobre una tabla, cantando salmos y acabando de decir : Todo cuanto respira alabe a Yavé... (Ps. 150,6), diô su espiritu a su Creador para alabarle etemamente en el cielo». Muriô de ochenta y un anos a 19 de mayo de 1296 (cf. P. Pedro de Rivadeneira, Flos sanctorum, t. 2, 19 de mayo [Madrid 1761], p. 124). DIOS, CENTRO DEL ALMA El pasaje del evangelio de hoy : En medio de vosotros estâ uno a quien vosotros no conocéis (lo. 1,26), trae a la memoria, como desarrollo mistico, un profundo pasaje de San Juan de la Cruz: «El centro del aima es Dios, al cual, cuando ella hubiere llegado, segûn toda la capacidad de su ser y segûn la fuerza de su opera­ tion e inclination, habrâ llegado al ûltimo y mâs profundo centro suyo en Dios, que serâ cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios. Y cuando no ha llegado a tanto como esto, cual acaece en esta vida mortal, en que no puede llegar el aima a Dios, segûn todas sus fuerzas, y aunque esté en este su centro, que es Dios, por gracia y por la comunicaciôn suya que con ella tiene, por cuanto todavià tiene movimiento y fuerza para mâs, y no estâ satisfecha, aunque esté en el centro, no, empero, en el mâs profundo, pues puede ir al mâs profundo de Dios» (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, cane. 1,12: BAC, p. 1187). X. LOS DOS PILONES Las palabras de San Juan Bautista : Asi este, mi gozo es cumplido (lo. 3,29,) que pueden relacionarse con el evangelio de hoy, evocan también un memorable pasaje teresiano : «Los que yo llamo gustos de Dios, que en otra parte lo he nombrado oration de quietud, es muy de otra manera, como entenderéis las que lo habéis probado por la M isericordia de Dios. Hagamos cuenta, para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se hinchen de agua... Estos dos pilones se hinchen de agua de diferentes maneras: el uno viene de mâs lejos por muchos arcaduces y artificio ; el otro estâ hecho en el mismo nacimiento del agua y vase hinchendo sin 408 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. ningün ruido. Y si el manantial es caudaloso..., después de henchido este pilén procede un gran arroyo ; ni es menester artificio, ni se acaba el edificio de los arcaduces, sino siempre estâ procediendo agua de alli. Es la diferencia que la que viene por arcaduces es, a mi parecer, los contentos que tengo dicho que se sacan con la meditaciôn; porque los traemos con los pensamientos, ayudândonos de las criaturas en la meditaciôn y usando el entendimiento; y como viene, en fin, con nuestra diligencia, hace ruido cuan­ do ha de haber algûn henchimiento de provechos que hace en el aima... A estotra fuente viene el agua de su mismo nacimiento, que es Dios, y asi como Su Majestad quiere, cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural, produce con grandisima paz y quietud y suavidad de lo muy interior de nosotros mismos, yo no sé hacia dônde, ni cômo, ni aquel contento y deleite se siente como los de acâ en el corazôn, digo en su principio que después todo lo hinche; vase revertiendo esta agua por todas las moradas y potencias hasta Hegar al cuerpo; que por eso dije que comienza de Dios y acaba en nosotros; que cierto, como verâ quien lo hubiere probado. todo el hombre exterior goza de este gusto y suavi­ dad» (cf. Santa Teresa de Jesûs, Moradas cuartas, c. 2, 2-4: BAC, Obras Completas, t. 2, p. 380-381). XI. Di SINCERIDAD Y VERDAD Quien recibe su testimonio pone su sello, atestiguando que Dios es veraz (lo. 3,33), dijo también San Juan Bautista. En relaciôn con este elogio de la sinceridad y verdad, escogemos esta bellisima pagina de uno de los mâs ilustres pensadores franceses : «La naturaleza del amor propio y dei yo humano consiste en no amar otra cosa que a uno mismo... El hombre quiere ser gran­ de y se ve pequeno; quiere ser feliz y se ve miserable; quiere ser perfecto y se ve lleno de imperfecciones; quiere ser el objeto del amor y la estimaciôn de los demâs y ve que sus defectos merecen la aversion y el desdén. Este embarazo en que se encuentra, le produce la mâs injusta y criminal pasiôn que puede imaginarse; porque el hombre concibe un odio mortal contra la verdad que le convence de sus defectos. Desearia aniquilarla, y no pudiendo destruirla en si misma, la destruye cuanto puede en su conoci­ miento y en el de los demâs, es decir. que pone todo su empefio en ocultar sus propios defectos a los demâs y a si mismo y no pue­ de soportar que se los descubra ni se les vea. Mala cosa es. sin duda, estar lleno de defectos, pero peor resul­ ta no quererlo reconocer... No queremos que los demâs nos engafien; no nos parece ju-to que qui?ran que los estimemos erf mâs de lo que merecen ; pero tampoco es justo engafiarles y querer que nos estimen mâs de lo que merecemos... ôNo es cierto que odiamos a la verdad y a cuantos nos la dlcen. y que nos gusta que los demâs se enganen respecto a nosotros y nos aprecien mâs de lo que rea’.mente so mer? He aqui una nrueba que me produce horror. La religiôn catôlica no nos obliga a descubrir los pecados a todo el mundo... Sôlo hay un hombre a SEC. 7. MISCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 409 quien nos ordena abrir nuestro corazôn y le obliga a un secreto inviolable, por virtud del cual este conocimiento estâ en él como si no estuviera... îPuede imaginarse nada mâs caritativo y mâs dulce? Y, sin embargo, es tal la corrupciôn de la naturaleza hu­ mana, que encuentra dura esta ley y es una de las causas princi­ pales por la que una gran parte de Europa se ha sublevado con­ tra la Iglesia... Hay diferentes grados en esta aversion que sentimos por la ver­ dad. pero se puede decir que siempre va inseparablemente unida al amor propio. iMaldita delicadeza la que impulsa a los que nos reprenden a simular suavidades para evitar impresionamos ! Disminuyen hâbilmente nuestros defectos, aparentan excusarlos, mezclan la represiôn con testimonies de afecto y estima... La vida humana no es sino perpetua ilusiôn... Nadie habla de nosotros cara a cara como hablaria en nuestra ausencia. La uniôn de los hombres se funda en un mutuo engafio. Pocas amistades subsistirian si cada uno supiese lo que su amigo dice de él cuando no estâ présente, aun cuando hable enfonces con sinceridad y sin pasiôn. El hombre, pues, no es mâs que mentira e hipocresia respecto a si mismo y a los que le rodean. No quiere que se le diga la ver­ dad y evita que los demâs la digan. Y todas estas actitudes, tan lejanas de la justicia y de la razôn, tienen su natural raiz en el corazôn de la humanidad» (cf. Blaise Pascal, Pensées [ed. Lute­ tia, Paris], p. 92-95). ΧΠ. ALEGRIA DEL PUEBLC : SAN FELIPE DE NERI El amigo del esposo que le acompana y le oye se alegra grandemente de oir la voz del esposo (lo. 3.29). A proposito de estas palabras del Bautista, seleccionamos entre los pasajes hagiogrâficos un magnifico ejemplo de alegria cristiana: «El mismo duerme en los porticos y sacristias. Le gusta, sobre todo, andar con los nifios y los jôvenes. Los recoge. los procura piadosas diversiones, conciertos y alegres paseos, que él sabe transformar en peregrinaciones. El mismo juega con Ia tropa infantil, la adiestra en la carrera, en la mùsica y en la declamaciôn. Aun se visita el pequeôo oratorio donde pasaba largos ratos con San Carlos Borromeo, San Camilo de Lelis, San Ignacio de Loyola y San Félix de Cantalicio. Alli, bajo una eminencia dei Janiculo, que domina toda Roma, y que fué transformada por él en un anfiteatro, a la sombra de los ârboles hacia representar a los mu­ chachos pequefias comedias, propias para inspirar la piedad y la virtud. Era una manera de santificar y ennoblecer el arte. Solia decir: «La experiencia ensefia que. alternando los ejercicios serios con los espectâculos amenos, se atrae lo mismo a los pequefios que a los grandes. ôAcaso Nuestro Sefior no se servia de esta redes para cazar las almas? Era un verdadero sembrador de alegria. «Jugad. decia a su tropa, gritad, divertios; lo ûnico que os pido es que no cometâis un solo pecado mortal». Y cuando le preguntaban cômo podia resistir la algazara infernal de los ctfqulllos respondia: «Con tal de que no ofendan a Dios, pueden cortar lefia sobre mi espalda si les place» (cf. Fray Justo Pérez de Urbel. San Felipe de Neri: Ano Cristiano, 26 de mayo, t. 2, p. 389). » SECC10N VIII. GUIONES HOMILETICOS SERIE I: LITURGICOS uGozaos en el Serior» I. La alegria de la liturgia: Los mâs variados sentimien- tos se encuentran esparcidos a través de las formulas liturgicas. Uno de los que mâs abundan es la alegria. Tema este que tiene su lugar propio en los domingos que siguen a la Resurrection. Encuéntrase también profusamente esparcida esta idea de la alegria en la liturgia de los dias santos de Navidad. Mas como anticipo de ambas alegrias aparecen el domingo cuarto de Cuaresma y el tercero de Adviento. A. El domingo dei «gaudete»: Asi se ha llamado el tercer domingo de Adviento. a) Las primeras palabras dei introito y epistola dan ocasiôn al nombre. b) Los elementos externos dan ambiente y regocijo. 1. Color rosa de los ornamentos. 2. Sonido del ôrgano. 3. Flores en el altar. B. Tiene anâlogas caracteristicas el domingo cuarto de Cuaresma, llamado domingo dei «laetare». La Iglesla quiere que en medio de la austeridad y del rigor del Adviento haya un dia de descanso, para que asi después de él vengan nuevamente dias de mayor fervor en la penitencia. Y ésta es la razôn psicolôgica de este pequefio alto en el ca­ mino que tiene lugar en el domingo dei «gaude­ te» (cf. sec. 2.a, «Comentarios generales», I). II. ^Dominus prope est*: Es el motivo. No natural, sino sobrenatural: la proximidad de Cristo (cf. «Apuntes exegét.-mor.», p. 310). A pesar de las necesidades, des­ SEC. H. GUIONES HOMILÉTICOS 411 gracias, pobrezas, miserias que hoy envuelven el mun­ do, capaces de engendrar tristezas aun en los corazones mâs fuertes, el Cristiano debe alegrarse, porque Cristo estd cerca. A lo sumo faltan catorce dias para la Navidad. La Iglesia quiere regustar hoy las dulzuras de esa fiesta. Este domingo marca una nueva etapa en el Adviento. A. En el primer domingo apenas se hace alusiôn a la venida del Salvador. De una' forma muy vaga se decia: «Dominus dabit benignitatem» (Comm, del domingo primero de Adviento). B. El segundo domingo mâs expresa y abiertamente anunciaba que vendria el Salvador: «Populus Sion ecce Dominus veniet ad salvandas gentes; et au­ ditam faciet Dominus gloriam vocis suae in laeti­ tia cordis vestri» (Introito segundo domingo de Ad­ viento). En ambos se adoraba al Senor que vendria: «Regem venturum Dominum, venite, adoremus». C En este tercer domingo todo cambia: «El Senor estâ cerca. Dominus prope est; venite adoremus». A partir de hoy pueden verse en las fôrmulas litilrglcas aspiraciones apremiantes, llenas de gozo y de esperanza dei alma en busca dei Redentor y, al mismo tiempo, suaves amonestaciones para preparar nuestros corazones a reciblrle. a) Al primer grupo pertenecen las antifonas Hamadas de Ια «O». b) Y del segundo encontramos antifonas como las siguientes: 1. «Permaneced constantes; veréis el auxilio dei Se­ nor sobre vosotros. Yo miraré al Senor y esperaré de esta forma a Dios, mi Salvador» (antifο­ πή de laudes de la feria sexta de la tercera semana de Adviento). 2. «Prepârate, Israel, para el encuentro dei Sefior, porque viene» (laudes dei sâbado de la tercera semana).' * 3. «Vigilad, porque estâ ya muy cerca el Sefior» (benedictus de la feria quinta). 4. Y finalmente : «Dice el Sefior : Haced penitencia, porque se acerca el reino .de los cielos, aleluya» (feria segunda de la semana cuarta de Adviento). La alegria no puede suprimir la pe' nitencia, el esfuerzo y el trabajo. La Iglesia con este doble tipo de formulas litûrgicas invita al cristiano a entregarse a la mortificaciôn y a la lucha, convencldo de que Jesucristo estâ cerca y de que la eficacia de su venida queda vinculada al esfuerzo. III. Nuestra preparaciôn a la Navidad: En el primer do- 412 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDÎOS. 3.c ADV. mingo de Adviento se indicaba la penitencia como preparaciôn para todo el santo tiempo. Hoy hemos de procurar el sentimiento de alegria que debe acompaüar nuestra rnortificaciôn hasta el dia de Navidad (cf. «Apuntes exegét.-mor.», p. 309, b). A. Excelente medlo para ello el leer las fôrmulas 11tùrgicas, de manera especial las antifonas de la O, que se encuentran ya en algunos misales. Forman un conjunto de plegarias bellisimas que estân distribuidas de manera que son una incomparable no­ vena de Navidad. B. Existen costumbres buenas y santas (por ejemplo, las «jornaditas»). mas carecen de la solidez y densidad e incluso de la delicadeza y ternura de la liturgia. No tiene ésta como aquéllas el peligro de llevar a un sentimentalismo poco serio e infantil. C. Si los ûltimos Papas han manifestado su deseo de que el pueblo participe en la liturgia y se alimen­ te de su piedad litûrgica, nunca como ahora para exhortar, haciéndonos eco del deseo de los Ponti­ fices, a esta buena, bella y eficaz preparacion que la liturgia proporciona. SERIE II; SOBRE LA EPISTOLA Alegria cristiana Dos figuras contrapuestas: A. San Pablo, preso en Roma, exhorta a la alegria: «Gaudete». a) Todo el pasaje de la epistola de hoy nos descubre el corazôn del Apôstol, lieno de un gran jûbïlo. b) No es natural, sino sobrenatural. No de orden mun­ dano y carnal, sino espiritual y divino. Amarrado en la prisiôn, sujeto dia y noche a un soldado romano, privado de la libertad y de la luz, no tiene en lo humano motivos de alegria. B. Junto a la figura de Pablo podemos poner la del poeta Ovidio. ia) El αήο 9 de J. C. es desterrado por Augusto a Tomi (■junto al mar Negro) b) El poeta no resiste el destierro. Escribe los cinco libros «Tristia» y los cuatro «Ex ponto», donde ma- SEC. y. GUIONES IIOMILETICOS 413 nijiesta la amargura que consume sU corazôn, y muere desconsolado cl ano 17. Ambos suf ren. C. Ambos suf ren. Mlentras uno escribe: «Nihil nisi flere libet», el otro exclama: «Gaudete in Domino semper» (cf. «Apuntes exegét.-mor.», p. 308, A, a). Π. Jesucristo, fundamento de nuestra alegria: A. Las dos figuras anteriores representan dos tipos de personas en la humanidad: las que se desconsuelan y aun desesperan cuando sufren y aquellas que en el sufrimiento encuentran alegria. B. ôCuâl es la causa de esta doble reacciôn? ôNo mira el sufrir lo mismo al uno que al otro? a) Los estoicos quisieron poner como remedio al dolor la sabiduria. Séncca, desterrado, exclamaba para alefar la tristeza de los que lloraban su muerte: «^Dôn^ de estân las ensenanzas de la sabidur.a? ^Dônde los motivos de consuelo contra la desgracia inminente, meaitados durante tantos aüos?» Mis 11 sdj duria no propordonaba alegria en el sufrir, y los estoicos acudian al suicidio para escapdr al dolor. b) El cristianismo trajo la verdadera causa de la ale­ gria: Cristo. Pablo se alegra en la prisiôn porque esta con Cristo; mientras que Ovidio se muere de tristeza en el destierro porque carece de él. III. Dos modos de encontrar la alegria en Cristo: Exami­ nando detenidamente la epistola de hoy, vemos que el Apôstol se regocija en Cristo de doble manera. A. Fâcilmente podemos adivinar que su consejo nace de la esperanza de su aima. a) Pablo confia en la providenda de Dios ciegamente, «no estâ solicitor. b) Es hombre de oraciôn, y juntamente con sus aedo­ nes de gracias présenta a Dios sus peticiones. c) Por eso Pablo siente que la paz de Cristo llena su corazôn y su inteligencia. 1. Puede decir en la prisiôn lo que antes escribiô a los Gâlatas (2,20) : «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi». 2. Y Pablo, Ueno de Cristo, rebosa la alegria : «Gau­ dete in Domino». B. La alegria es el «gigantesco secreto del cristiano» (Chesterton). a) Y es siempre resultante normal de una vida espiritual en progreso. Solamente las aimas que viven, como Pablo, llenas de Cristo, abandonadas en Dios, en constante equilibria interior, que son de oraciôn constante, poseen el secreto de la alegria. b) «La alegria—dice Bergson—anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha conseguido una victoria». ■' 414 ■ ·■ Γν ;---V. Sg Μ- TES1IMONIO DE JUAN À LUS JUD1OS. 3.u ADV. ο La alegria del cristiana es también indicio en él crece la vida divina y de que ella por encima de todos las adversidades que la existencia del hombre sobre la tierra (cf. tes exegét.-moral.», p. 309,b). · jy de que triunfa rodean «Apun- El Senor esta cerca. True nuevo motivo de alegria San Pablo: Jesucristo es la esperanza, ^Dominus prope est* A. Esta esperanza en la proxima venida era para los primeros cristianos poderoso motivo que les impulsaba a ser buenos, indulgentes, alegres... B. Nuestra esperanza en Cristo, que ha de venir, es también motivo de alegria. a) Ignoramos cuando llegarà ese dia. Sabemos que pron­ to, porque «mil anos son a tus ojos (del Senor) como el dia de ayer que ya pasô» (Ps. 89,4). Cuando él venga, el dolor se trocarâ en gozo, y tanto mâs cuanto mayor haya sido aquél. b) Por la esperanza participâmes ya anticipadamente de la alegria de la gloria. De aqui que el cristiano se alegre en Cristo aun en medio de sus dolores y mise­ rias (cf. «Apuntes exegét.-moral.», p. 310,6). V. Cristo en Navidad, en el sagrario, en los pobres: La frase de Pablo «el Senor esta cerca> puede acomodarse a multiples aplicaciones homiléticas. A. El Senor estâ cerca. Nace misticamente en Navi­ dad. De aqui la alegria en la liturgia y en los bue­ nos cristianos durante estos dias. B. El Senor estâ cerca. En el sagrario. La Eucaristia es slempre motivo de gozo para las aimas tristes que se acercan a ella. Sefior estâ cerca. En los pobres. Pocas cosas engendran una alegria tan clara y verdadera co­ mo los socorros que se ponen en manos de los necesitados. u/Vo vivais solicitas» £. La solicitud licita y laudable. A. «Providentia cum studio» (segün Santo Tomâs, 2-2, q. 166, a. 1 c, ha de entenderse la palabra «stu­ dium» como una vehemente apllcaclôn del aima). B. Pertenece a la prudencia (Sum. Theol., 2-2, q. 47, a. 9). «Presteza en hacer lo que se debe». SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 415 C. Quien preside, présida con solicitud (Rom. 12,8). D. Solicitas de conservar la unidad dei espiritu me­ diante el vinculo de la paz (Eph. 4,3). II. La solicitud pecaminosa. A. Desear cosas superfluas. Yo os querria libres de cuidados. El célibe se cuida de las cosas del Seüor, de cômo agradar al Seüor (1 Cor. 7,32). B. Desear cosas temporales, necesarias como fin. El casado ha de cuidarse de las cosas dei mundo, de cômo agradar a su mujer, y asi estâ dividido (1 Cor. 7,33-34). C. «Aegritudo animi cum cogitatione» (Cicerôn). «Ae­ gritudo» : indisposlciôn, aflicciôn, pena. Marta, Mar­ ta, tu te inquietas y te turbas por muchas cosas, (Le. 10,41). Solicitud con turbaciôn, celo amargo en las palabras de Marta. a) Sus efectos. 1. Inmediatos. 1. · Aumenta el temor (par los négocias particulares por los asuntos publicos). 2. ® Aminora la esperanza. 3. ° Représenta como actual el mal futuro. 2. Mediatos. 1. · Disminuye la confianza filial en Dios. El condenado por desconfiado. 2. · Disminuye la fe. nPor qué teméis, hombres de poca /e?» (Mt. 8,16). «Hombre de poca fe, ipor qué has dudado?» (Mt. 14,31). «Los cuidados dei siglo... ahogan la palabrai) (Mt. 13,22). 3. ® Disminuye la caridad. «Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones... por las preocupaciones de la vida» (Lc. 21,31). b ) Sus remedios. Excita en ti sentimientos filiales. «Echad sobre él todos vuestros cuidados, puesto que tiene pro­ videnda de vosotros» (1 Petr. 5,7). «En paz dormiré juntamente y reposaré, porque tù, Sefior, a mi, desolado, me das seguridad» (Ps. 4,9-10). «El Sefior es mi luz y mi salud, <,a quién temer?» (Ps. 26,1). «Yo he buscado al Sefior y ] me ha escuchado librândome de todos mis terrores» (Ps. 33,5). Confia en el Padre celestial. «Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad» (Mt. 6,32). Sé constante en la oraciôn : «en todo tiempo, en la oraciôn y en la plegaria» (Phil. 4,6). Por la oraciôn se llega a conocer la voluntad de Dios. Especialmente en tiempo de ejercicios espirituales. Efecto de la oraciôn es la paz, la carenda de solicitud pecaminosa. «La caridad de Cristo nos constrifie» (2 Cor. 5,14). La caridad de Cristo nos 416 EL TESTIMONIO DE JUAN Λ LOS JUDIOS 3." ADV. estimula, pero en santa paz, sin alteraclôn vlclosa. 4. Cumple tu d:ber, es decir, la voluntad de Dios: 1.· Busca el reino de los cielos y su justicia (Mt. 6,33). 3. · Confia como si todo depcndicra de ti: la exoesiva solicitud paraliza la acciôn. 4. · No pretendas el éxtto personal ni temas el fracaso por el desprestigio que pueda acarrearte. En lot cosas de Dios, /dichcsos los /racasos/ Quédate en tu gozo y en tu paz. 1. · Gozo constante y fiândolo en Dios («Alegraos siempre en el Serior*; Phll. 4,4). reiterado («de nuevo os digo: alegraos* ; Phil. 4,4). modesto, no alborotado, ni descompuesto, ni ostentoso, antes verdadero, se­ reno. intimo, oculto (tVuestra modestia sea notoria a todos los hombres*; Phll. 4,5). 2. · Paz: «Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entensamientos en Cristo Jésus* (Phll. 4.7). La magnanimidad Espiritu de la epistola. La epistola es una llamada de aliento a que ensanchemos el corazôn para cosas gran­ des. Isaias también, viendo a lo lejos la venida de Jé­ sus, canta la alegria de los desiertos, que florecen narcisos y manan fuentes. «Fortaleced las manos, débiles, y corroborad las rodillas, vacilantes» (Is. 35,3). «...El mismo guiard al caminante y los simples no se descarriaran* (Is. 35.8). Es una llamada a la magnanimidad. II. La magnanimidad A. Vlrtud que huye de los extremos de la ipresunclôn y desesperaclôn (cf. Sum. Theol., 1-2, q. 83) a) El presuntuoso serâ temerario, acometera empresas disparatadas, pero no podrà llevarlas a cabo, porque no ha medido sus fuerzas. El que sin contar los sol­ dados de su ejército y del de su enemigo (Le. 14,31)! se lanza a la batalla no es magnanimo, es un presun­ tuoso que morderâ el polvo de la derrota. El que sin apoyarse y pedir la gracia de Dios anuncia que aun­ que todos caigan él no caerâ (Mt. 25,35), tampoco es magnânimo. b) El apocado que desespera de sus fuerzas, no acometerâ empresa ninguna. La desesperaclôn es la negeciôn de la magnanimidad. La presunciôn, su caricatura. B. Sabemos que los grandes blenes han de ser los mâs apetecldos (cf. Sum. Theol., 2-2, q. 139, a. 3). I. SEC. 8. GUIONES HOMILÉIICOS 417 puestô que la voluntad equlllbrada debe ser 1mpulsada en proporclôn al valor de los motivos. C. Conoclendo que el mayor de todos los blenes es el honor, asplramos a hacernos dlgnos de él, despre•clando el mundano por pequeho y ordenânddlo todo a Dios (Ibid., a. 2). Los hombres de corazôn magnânimo estlmaron slempre la gloria por encima de las riquezas y del placer. El conquistador de Italla perdiô su gloria cuando, dormldo en Ca­ pua, no conquistô Roma. El que en una Isla remota del Pacifico traza con la espada una linea en el suelo y dice: «De esta parte estâ el honor, y de aquélla la comodidad^, es un hombre de gran co­ razôn. El santo que midlendo los honores sabe que sôlo es duradero e inlgualable el que tributa a Dios ante los cielos y la tierra, llega a los limites posibles de la magnanimidad. HI. Cristo ha venido. Llamamiento a la magnanimidad. A. El llamamiento. Dios no ha podldo venir al mun­ do para cosas pequenas. Dios no ha podldo venir a invltarnos a cosas de poca monta. El carâcter de Dios es la etemldad y la omnipotencia. Su llama­ miento tiene que llevar ese sello. a) En nuestra perfecciôn. Cristo ha venido a decimos: «Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre celes­ tial)} (Ml 5,48). «tPodéis beber el câliz que yo tengo que beber?... Beberéis mi câliz...» (Mt. 20.22-23'). Y después de que haydis laborado por imitar la perfec­ ciôn de vuestro Padre, y bebido el mismo câliz que yo, «conoceréis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mi y yo en vosotros» (lo. 14,20). b) En la conquista dei mundo. «He venido a echar fuego a la tierra, y ^qué he de querer sino que se encienda?» (Le. 12.40). «Id, pues, y ensenad a todos las gen­ tes»... (Mt. 23.19). Dios ha senalado un campo. Sus limites son los dei mundo. Su labor, llevarlo a Dios. Sus obreros, nosotros. B. Crlsto con nosotros hacia el triunfo. a) Cristo ha venido para levantar nuestra naturaleza y veneer. Basta con ello para estar seguros del triunfo. b) Cristo ha venido a darnos motivos suficientes para la lucha alegre y confiada, con la promesa de su ayuda y de su premia. c) Cuando yo lucho, lucha el cuerpo mistico de que Cris­ to es cabeza. Can Cristo lo podemos todo, porque es el vencedor. «Confiad, yo he vencido al mundo» (lo. 16,33). Poned los medios humanos y esperad. d) Y si en la lucha de la conquista de las aimas cayeras exhausto, debes saber: 1. Que en este mundo unos siembran y otros recogen, pero en el cielo recogen todos, y a veces recogen mâs los que aqui no vieron maduras las espigas Γλ palnhra d/> Crlato l 14 418 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. » 2. 3. 4. IV. Que, si siembras para Cristo, El y no tû es qulen debe recoger. Que en esta mllicia morir es vencer. Y que al final nos presentaremos todos con Cris­ to ante el Padre para célébrât el triunfo. Exhortaciôn: j Arriba los corazones! Cristo ha venido y llama, iQuién que no quiera parecer «mal caballero* dejard de acudir a su llamamiento? Y los que se quieran distinguir mâs y recibir los mayores galardones, ino serân los que acudan generosos a las primeras fi­ las?» (cf. San Ignacio, «Ejerc. esp.»: «Obras completas» [BAC], p. 178-179). Los mdrtires como Lorenzo, los misioneros como Javier, las mismas doncellas como Inès, nos miran. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO Criatura de Dios I. La respuesta de Juan. La da en el orden sobrenatural. A. Podia habet dicho que era profeta, pues lo era, y mayor Que profeta. B. Podia haber dicho que era un predicador, porque lo fué excelentisimo, «lucerna ardens et lucens» (Ιο. 5,35). C. Mas da de si una definiciôn que indica al mismo tiempo su pequehez natural y su grandeza sobre­ natural: «Ego vox clamantis in deserto» (Ιο. 1,23). II. iTû quién eres? El evangelio de hoy con esta pregunta brinda la oportunidad de hablar acerca de lo que San Ignacio Hama principio y fundamento. iTu quién eres? Con dos palabras puedes definirte, indicando, como el Bautista, que por ti eres nada y que tu gran­ deza proviene de Dios. Yo soy una criatura de Dios (cf. Santo Tomâs de Villanueva, 354, B). A. Criatura de Dios. a) Crear es sacar de la nada. «Et nihilo sui et subiectto. No se presupone mat?ria alguna. Crear es octo propio y ezclwsiuo de D:os. b) Eres criatura de Dios. Eres, por tanto, la 'nada, y Dios. en cambia, lo es todo en ti. La nada que vive en Dios y de Dios. «En El vivimos y nos movemos y existimos» (Act. 17. W. SEC. 8. GUXONES HOMILt^ilCOS 419 1. El ce diô el cuerpo con sus sentidos y el aima con sus potenclas. 2. El te lo sigue dando. Si Dios se aparta de tl, te verias reducido a ia nada. Dépendes de D.os, como la voz depende del que la pronuncia, como el arro­ yo del manantial. B. Criatura predllecta de Dios. a) Algo hay en ti que no poseen las criaturas materiales: el entendimiento y la voluntad. Mediante ellos, en un piano natural, te conviertes en imagen de Dios, mien­ tras que otras criaturas no son mâs que un vestigio de las perfecciones divinas. b) La gracia santijicante te asemeja mâs a Dios; te constituye su hijo. Nada y superior grandeza: eres criatu­ ra predilecta de Dios. C. Para Dios. Es consecuencla. a) En lo humano se establecen vinculos morales entre padres e hijos, superiores e inferiores, bienhechores y beneficiados. Mucho mâs una criatura, que esenclalmente en el primer momento y siempre depende de Dios, debe estar ligada a su Creador. b) Eres propiedad de Dios. El, tu Senor. Si manda, has de obedecer. Gran locura que, perteneciendo completamente a Dios, prejieras tu caprïcho y el de tus ac­ tos. Debes hacer lo que Dios quiere. 1. «Alabar, hacer reverenda y servir a D os Nuestro Senor». San Ignacio concreta el fin del hombre en esa triple idea: «Alabar, hacer reverenda y servir a Dios» (cf. «Ejerc. esp.»: «Obras completas de San Ignacio» [BAC], p. 161). 2. Podria suplirla por esta fôrmula : «Hacer la volun­ tad de Dios». Y con ésta: «Cumplir todos los mandamientos del Sefior». El, su voluntad y su servicio deben ser la norma reguladora de tu vida. Tienes muchos caminos, muchas carreras, muchas profesiones; en todas debes servir a Dios. Tendras alguna misiôn que llenar en orden a los hombres; por encima de ella tienes otra misiôn superior en orden a Dios. ΙΠ. El ultimo dia. £Tû quién eres? tCumpliste con el fin propio de tu vida? jOjald puedas decir el dia de la cuenta: yo soy tu criatura; me percaté que yo era nada y tû lo eras todo en mi, y no me busqué a mi, sino que trabajé por tus obras en todas mis ordinarias ocupacionesf Τύ, cquien eres?... Un miembro de Jesucristo L Respuesta de Juan. <,Tû quién eres? tCuâl es tu aspiraciôn? Un cristiano no debe anquilosarse: tiene que aspirar al crecimiento y desarrollo de la vida que posee. iQué haces tû para progresar en esta vida? ^Oras? 6Te sacrificas? c) El Cuerpo Mistico debe crecer con la coopération de todos sus miembros. El cristiano, por el hecho de serlo, tiene que hacer apostolado. El campo es inmenso. Infieles, aimas apartadas de Dios, ignorantes, malos cristianos... ΙΠ. Entra en el gozo de tu Senor. El ultimo dia te preguntard Cristo: fàuién eres tû? Poco valdrdn tus titulos humanos; poco tu nombre y prosapia. «Nadie sube al cielo sino el que bajô del cielo» (lo. 3,13). Sôlo Cristo puede entrar en los cielos. iTû quién eres?... Feliz de ti si puedes decir: el miembro vivo y activo de Cris­ to. Entonces, como sententia, oirds: «Entra en el go­ zo de tu Senor» (Mt. 25,21). Suprema perfecciôn del Bautista I. «Tu quis es?» No le preguntaban si era penitente o bautista o predicador, sino por la signification especial de aquellos actos, que séria determinada por el origen y el término de su actividad apostôlica. En una palabra, por la causa ejiciente y por la causa final. ùQué persigue Juan Bautista? A. Envlado y precursor. El evangellsta contesta en dos versiculos cumplldamente al «tu quls es?»: a) «Hubo un hombre enviado de Dios» (lo. 1,6). Origen altitimo de su misïtii. b) «Vino éste a dar testimonio de la luz» (lo. 1,7) : fin de su vida. B. Un curso trazado «ab aeternitate». a) El fin de la vida de Juan fué co^ctirdo por Dio^ an­ tes que por Juan. Fué ordenado e imp^ado vor Dins; no por Juan. Juan no hace mâs que seguir la via trazada por Dios (cf. SuArez. p. 349. A). b) Juan no es exceptiôn. Todos los hombres tenemos trazado por Dios el curso de la vida. Cada hombre EL TESTIMONIO DE JUAN À LOS JUDÏOS. 3.° ADV. ------------ - ■< tiene senalado el curso de su existencia hasta volver & Dios, de donde ha salido. «Condûceme en tu justicia^ (Ps. 5,9). C. Yo soy la voz del que clama en el desierto (lo. 1,23). Para desentranar todo el valor de esta confesiôn en boca de San Juan, necesitamos recordar algunas nociones teolôgicas. a) La perfection dei genero de vida, objetivamente considerado, depende del fin. 1. La vida contemplativa es de suyo mâs perfecta que la activa. 2. La vida mâs perfecta de todas es la del predicador o la del doctor, que ensena y comunica lo que ha adquirido por la contemplaciôn. Hay una doble vida activa. Una consiste totalmente en la obra exterior, como es el dar limosna. Esta vida es de suyo inferior a la contemplativa. Otra vida acti­ va hay que es un deTbordamiento de la vrfa inte­ rior. Se deriva de la plenitud de la contemplaciôn, como la doctrina y la predicac:ôn (cf. San GrlgoRio, «Moral.», 1. 6. c. 37 : PL 75.760-761). b) Y asi como es mâs lucir ïluminando a otros que solo lutir, asi es mis «contemplata aliis tradere» que simplemente contemplar. c) Suprema perfection del Bautista. No es un solitario, ni un penitente, ni un contemplativo. Nada de eso constituye la razôn de ser, el principio directivo de su vida. No vino al mundo a en?eüar a los hombres el amor a la so'edad o a infundirles espiritu de p°nitencia. Juan Bautista es un predicador, y la prédica­ tion es el medio directo e inmediato de préparer los caminos a Cristo (cf Suâpez, p. 350 B>. Su vida aus­ tera y exceptional, vida de solitario y de penitente, nos prépara. Es tan distinto su vivir del que adoptera después el Sefior, que los flaco? se escan^alizaran de Cristo al comparer su conducta externa con la de Juan. La penitencia en Juan era necesaria: 1. Para lograr la plenitud del Espiritu y comunicârselo después a su nalabra. 2. Para ganar autoridad y prestivio anle el pueblo. d) Modelo de predicadores. Resume, pues, Juan perfectamente su vida, su especial misiôn y signification, en una palabra: «vox». «Tu quis es? Ego vox». Yo soy una «vox» 1. Yo soy un pregonero. un heraldo, un nuncio, un mensaiero. un predicador. Tema de toda mi predicaciôn. Que otro viene detrâs de mi ; que es an­ terior a mi. y tan superior a mi, que yo no soy digno de desatar la correa de su zanato; preparadle. nues, los caminos, «escombrad carrera», «quitad los escombros de la via», limpiad y dis­ poned y enderezad y allanad las sendas. 2. En resumen, acomodad vuestros corazones para reclbirle. Arrivent ίο?, porque el reino de los cielos estâ cerca (Mt. 3.2). D. Vida una y perfecta. Porque es un orden consumado que obedece a un solo y constante principio ordenador. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 423 ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ —4 a) Existe admirable unidad en la vida del Bautista. Todos sus actos van dirigidos a su jin. b) Es una vida lôgica, madza y entera, en la que res~ plandece la jidelidad a la divina vocaciôn. La formula de la libertad cristiana consiste en un entenaimiento iluminado por la verdad; una voluntad sometida al entendimiento, y todo el mundo inferior del alma, esclavo de la voluntad (cf. Suarez, p. 351,c). E. Juan es un carâcter. a) Ni amenazas, ni ïisonjas, ni la gloria popular, ni el peligro de muerte harân enmudecer o vacïlar la voz de Juan. Juan no se agita, como las canas del desierto, a merced de cualquier viento que se levanto. «iQué habêis ido a ver al desierto? iUna cana agitada por el viento?» (Mt. 11.7). b) La raiz del carâcter se encuentra en el entendimiento; donde no hay convicciones hondas, no hay caractères. Convictiones', no sentimientos generosos o imâgenes brillantes. c) Former caractères es obra larga y lenta, porque 'ni las convicciones solides ni los verdaderos idéales se improvisan. Π. «La lamp ara, que arde y alumbra·» (lo. 5,35). Cuândo el ideal es Dios, la voluntad, esclava del entendimiento contemplativo, arde de amor divino. El entendimiento purificado, elevado, impulsado por el amor, contempla a Dios. El aima entera se llena del Espiritu Santo: luz y amor. Esas aimas «arden y lucen». Predican con las obras. Son «palabras vivas». El predicador I. Juan es un predicador. A. Predicar el Verbo fué su misiôn en el mundo. B. No vino a ser modelo de penitentes, aunque lo fué extraordinario. C. Ni modelo de contemplativos, aunque viviô en oraciôn, apartado dei mundo la mayor parte de su vida. D. Penitencia y oraciôn prepararon a Juan para su propio oficio: el de predicar el Verbo (cf. «Apuntes exegét.-moral.», p. 314,6). II. Altisimo ministerio: Es el mâs alto ministerio de la Iglesia; el de Cristo y el de los apôstoles (cf. San Ro­ berto Belarmino, 347, B). ■ ••Vf ··'—■· 'S U „ -.· i 424 -yzs EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JÜDÎOS. 3.° ADV. A. El de Cristo: Todo lo que Jésus hizo y enseüô (Act. 1.1). He manifestado tu nombre a los hom­ bres (lo. 17.6). B. El de los apôstoles: que lo dejaron todo, incluso el dar llmosnas. para dedicarse a la oraciôn y a la palabra. Nosotros debemos atender a la oraciôn y al ministerio de la palabra (Act. 6.4). C. El que mâs estlmaba San Pablo: No me enviô Cristo a bautizar, sino a evangelizar (1 Cor. 1,17). Pero en la Iglesia prefiero hablar diez palabras con sentido para instruir a otros, a decir diez mil pala­ bras en lenguas (1 Cor. 14.19). D. Altisima estima en que lo tiene el Beato Juan de Avila (cf. carta al arzoblspo de Granada en BAC Obras completas, t. 1, p. 851). E. El encomendado en la Iglesia principalmente al Romano Pontifice y a los oblspos (cf. Côdigo de Derecho Canônico, can. 1327: BAC, p. 500). F. De la importanda que le concedia Benedicto XV, da idea esta frase: «La principal calamidad de nuestros tlempos es la decadencia de la predicaclôn». «Los predlcadores son culpables de la de­ cadencia de la religlôn, porque no manejan como es debido la palabra de Dios» (cf. Humani gene­ ris, 15 junlo 1917). III. Eficacia de la predicaciôn: Todo lo puede. «Mira que que pongo en tu boca mis palabras*. «Hoy te doy sobre pueblos y reinos poder de destruir, arrancar, arruinar y asolar; de levantar, edificar y plantar* (1er. 1,10). IV. Asuntos. Exclusivamente los propios de la câtedra sa grada. A. Todo el Evangelio; a toda criatura, para que dejen los vlclos y se salven (Mc. 16,15). B. Jesucristo: Predlcar especlalmente a Jesucristo en en su vida y en su palabra. a) «Difundir la palabra de Jesucristo y toda la verdad revelada nara mantener la vida sobrenatural* (cf. Be­ nedicto XV. ibid.). b) Y espedalmp-nte a jesucristo cruciflcado. «Nunca me precfé de saber cosa alguna sino a Jesucristo, y éste cruciflcado» (1 Cor. 2,2). C. Dogma y moral: Estableclendo, a estllo de San Pa­ blo, relaclones entre la moral y el dogma. Se ha dlcho, con razôn, que los Santos Padres sembraron a Cristo en las intellgencias, y como consecuenda brotaron las buenas costumbres. No es sôllda la formaclôn moral si no estâ basada en el dogma. D. Verdades eternas: iCuântas voces hizo Nuestro Se’ - w AAλ ± yj yj · SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 425 nor Jesucristo aluslôn al infierno en sus discursos! iCuântas a la gloria futura! jCuântas a la muerte repentina! jCuântas al juicio final! E. Santidad positiva: Debe predlcarse de las virtudes y de los dones; del Cuerpo mistico, de la gracia, de la resurrecclôn gloriosa del cuerpo espiritual, de la inhabitaclôn del Espiritu Santo en el aima dei justo... V. Cualidades del predicador: A. Constanda. B. Ciaridad. C. Reiteraciôn de las verdades fundamentales. D. Santa libertad apostôlica. Escribe Santa Teresa: «Dicen que hacen poco fruto los sermones; sabe lo que me parece, que tienen demasiado seso los que predican. i Vamos con tanto cuidado de no disgustar a los reyes, ni a los senores, ni al pueblo !> VI. Fuentes de la predicaciôn: A. Especialmente el Nuevo Testamento, y princlpalislmamente el Evangelio. B. Padres: Preferentemente los dos principes de la predicaciôn: Crisôstomo y Agustin, como aconsejaba el papa Leôn XIII. C. Teôlogos: El predicador debe tener siempre a ma­ no la Suma de Santo Tomâs y los comentarios mâs autorlzados de la Escritura. D. Clâsicos espanoles: Beato Juan de Avila, San Juan de Dios, Santa Teresa, Fr. Luis de Granada, fray Luis de Leôn. E. Grandes oradores franceses, principalmente del si­ glo xvii : Bossuet en primer término. F. Escritores modernos y contemporâneos. G. Doctrina pontificia: No puede olvidarse la doctri­ na de los Pontifices, que han tratado todas las grandes cuestiones que se plantea la concienda moderna con ciaridad, profundidad y, de ordina­ rio, con gran elocuencia: relaciones entre Iglesia y Estado, constituciôn cristiana del Estado, autoridad, matrimonio, familia, sociedad internacional, sociedad supranacional, educaciôn, propiedad, traba­ jo, cuestiôn social, moral especial médica, juridica... Alma de la predicaciôn: El amor de Dios. «Hay que predicar en espiritu y en verdad* (1 Cor. 2). Para ello es précisa por parte del predicador: A. · Austeridad de vida. ’ ; · B. Espiritu de mortificaciôn. C. Oraciôn. «Contemplata aliis tradere». 4 ti tQuiénes sois? I. «Vos qui estis?» Cada uno deberia preguntarse: «Ego quis sum?» Pregunta que nunca os habréis hechos seriamente. Si os la habéis hecho, no habrâ obtenido respuesta. cQué valor tiene vuestra vida? (cf. Santo To­ mas de Villanueva, p. 553, A). II. Dos vidas. Hay en ti dos vidas: Una que te han dado, otra que te has creado. Una que recibiste de tus pa­ dres, que te dieron el cuerpo; que recibiste de Dios, que te infundiô el aima. Otra que tu -formas, que tû creas todos los dias, que se integra del conjunto de tus ac­ tos y operaciones. Por esta segunda te pregunto. Y si la vida es movimiento y el movimiento es especifico y determina un fin, preguntar qué vale tu vida es lo mismo que preguntarle cual es el fin que informa tus actos. Es tomar la vida en la tercera acepciôn (cf. Ibid., p. 354 B y ss). A. La vida de los animales. a' En plias la pregunta es otiosa y absurda. Su vida carece de unidad. Cada dia, cada operation, es independiente de la anterior y de la que le sigue. En cada instante pretende el animal la satisfaction de la necesidad que le acucia. Satisfecha una. piensa en satisfacer las siguientes, sin ilaciôn, sin dependentia, sin subor­ dination, como eslabones sueltos de cadena rota. No puede ser de otro modo. A los animales les falta el entendimiento y la voluntad. b) Pues esta «vida cuasi animal» es la de muchos hom­ bres. Su formula: «Comamos y bebamos, que manana moriremos» (1s. 22,13) ; «Cuyo Dios es el vientre» (Phil. 3.19). B. Vida humana. La vida de otros hombres tiene significaclôn mâs alta a) Han un fin permanente que la preside: ordenar, unificar, elevar, dignificar. 1. Viven para la propia perfecciôn. para el progreso, para la investifraciôn de la verdad. 2. Otros viven para su familia : para transmitir vir­ tudes. cultura, tradiciôn, apellido. Es una vida mâs elevada. 3. Otros sirven o abrazan un ideal : la patria, la ciencia... Es también una vida mâs grande y mâs bella. Un Ideal ilumina, ordena y unlflca la vida. Y. sin embargo... SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 427 --- I b) Lo eterno y lo absoluto. 1. Ninguno de estos idéales es eterno y absoluto. Ninguno da plena, total y permanente significaciôn a la vida. 2. Es preciso conservarlos, pero para enlazarlos con un orden superior. 1. ° No son los mâs perfectos porque no son los mâs elevados. 2. ° Tampoco los mâs permanentes, porque no son etemos. Unamos la vida ccn el fin ûltimo. C. Una vida divina. La plenitud y dignidad de la vida nace de una «interna y csencial conexiôn con Dios»... Sin dar a vuestra existencia formas rigidas y secas. «No para menosccL·bar en maner a alguna la vida humana, sino para elevarla, regularia y perfeccionarla» (Pio XI). Hemos de vivir una vida verdaderamente libre, en la que seamos duenos verdaderos de nuestros actos. Esto es lo que llama Pio XII una vida digna. b) Mas la union con Dios solo puede verificarse a través de Cristo. Despertad en vosotros la concienda de la relation de vuestra vida con Cristo, y no una relation fria y logica, sino amorosa, viva, fecunda. 1. Que para mi la vida es Cristo, y la muerte. ganancia (Phil. 1,21). Cristo, causa eficiente, ejemplar, final (cf. Corn, a Lapide, Comm, in Epist. ad Phil., ed. Vivès, t. 19. de Comm, in Script., p. 11). 2. Pablo transformado en Cristo, y Cristo transformado en Pablo (cf. A Lapide, ibi’d.). a) III. «Veritatem in charitate». No basta hacer la verdad, esto es lo que Dios quiere. Es preciso hacerla en ca­ ridad, esto es, en nombre de Jesucristo. «Y todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre dei Senor Jesils, dando gracias a Dios Padre por EU (Col. 3,17). IV Aplicacion. A. Conocer la propia vocacfon. B. Ser muy fieles a ella. C. Caldear el aima en la meditaciôn, a fin de que hagamos nuestras obras, siguiendo la vocaciôn. con actual amor de Dios, nuestro Senor. 428 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDÎOS. 3.« ADV 10 El propio conocimiento I. Necesidad del, conocimiento propio. Juan contestô eiactamente a la pregunta: (cf. Ibid.) pobreza antes que riqueza, enfermedad primero que salud. Estos son los caminos de la humildad. A. Diflclles, pero verdaderos, puesto que se apoyan en el conoclmiento de dos verdades. B. Activos con la actlvidad del cimiento, que cuanto mâs ahonda, mâs recio edlficio sostlene. C. El ejemplo de Juan (cf. San Agüstîn, p. 323, b). a) Conoce su nada, y no se créé digno de desatar la correa .... del zapato del Senor. b) Desea su gloria, y prefiere ser disminuido con tal que Cristo crezca (cf. Belarmino, d. 346, A). c) Su humildad se présenta vestida de pieles, pero le lleva a la actividad de las rïberas del Jordân y después a ofrecer su vida por predicar verdad a los grandes (cf. otros ejemplos de humildad en sec. 7.a, V-VIH). SEC. tt. GUIONES HOMILÉTICOS 433 13 Los pusilânimes I. Isaias intenta levantar el dnimo de los apocados diciéndoles: «iCcbrad dnimo! i Viene el Cristo!* Cristo, en ejecto, es el motivo de nuestro dnimo y valor. IL Que es la pusïlanimidad (cf. «Sum. Theol.», 2-2, q. 157, a. 2). A. El pusilânime «se Ignora a si mismo, pues de lo contrario apeteceria los blenes que merece» (cf. Arist., Ethic., 4, lec. 2)., B. Desconfia de sus fuerzas y exagéra las diflcultades que se le oponen. Por tendencia natural y peslmista, incluso por ânimo perezoso, cualquier obstâculo se convierte ante sus ojos en una montaüa. Las ciencias le parecen inasequlbles, sin advertlr que otros de igual condiciôn que él las llegan a dominar. Los empleos mâs sencillos le parecen complicados; las personas, inabordables. C. En consecuencia del poco aprecio de si mismo y de la supervaloraciôn de las diflcultades, ni aspira a los fines dignos de su ser de hombre ni osa acometer empresa alguna grande. Es mâs, si un dia la vida se le hace dificil, moriria de inaniciôn, sin fuerzas para hacerle cara. . . . ' III. La pusilanimidad en el orden sobrenatural. Aplicando estos mismos principios y la descripciôn de Santo ‘ Tomâs, podremos observar que el pusilânime se siente abrumado. A. Por lo elevado de la empresa. La perfecciôn («sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial», Mt. 5,48) le parece una meta por com­ pleto inasequlble, destinada a personas colocadas mâs arriba dei nivei ordinario de la humanldad. B. Los obstâculos a esa perfecciôn le resultan inven­ dues. Hay que domar las pasiones, hay que poner en ejerclclo virtudes recias. * C. Y enfrente de lo excelso de la empresa y lo arduo de los obstâculos sôlo conoce la debilidad de sus fuerzas y su pereza, que le provocan un sentimlento de apocamiento y cobardia muy parecido al de la pereza. Entonces el pusilânime se convierte en el que, habiendo reclbldo un talento, lo entierra para que no se plerda. 3.u ADV. IV. Cristo ha venido. Decidselo a los pusilânijnes. A. Si la perfecciôn era una meta alta, Crlsto te ha colocado a su nlvel. Se trataba de parecerse a] Padre, y Crlsto te ha hecho hljo suyo. Eres sarmlento de una vid divina y puedes produclr frutos divinos. Ya no eres tû el que vive, sino que Cristo vive en ti. Tu naturaleza ha sido vivida por un Dios, y Dios quiere vivir ahora en la tuya. B. No puede haber obstâculos para el poder divino. Las pasiones se amansan con la gracia. Los demonios tiemblan al nombre de Jesûs. Y si demonios y pasiones se sujetan ante ese don que Cristo te ha traido, ôqué puedes temer? C. Si te acobardaba lo escaso de tus fuerzas y tu so­ ledad en el camino, advierte que Cristo te las ha divinizado y que ya no marchas solo. En cualquier camino de la virtud que tomes, encontrarâs siem­ pre a Jesûs que marcha delante, dândote ejemplo y fuerzas. D. «Fortaleced las manos débiles» (Is. 35,4), pues la gracia de Cristo las ha robustecido. Se han abierto los ojos dei elego para que veamos la luz de la verdad, de la vanidad dei mundo y de la grandeza de Dios. Se han abierto los oidos del sordo para que oigamos el llamamiento de Cristo (Is. 35,5). La tierra seca de nuestra inutilidad y pecado se ha convertido en la fuente de aguas vivas de la gracia que el Senor ha hecho brotar en nosotros (Is. 35,7). La vocaciôn I. Cada hombre tiene la suya. Hay una vocaciôn gene­ ral de todos los hombres y otra especial de cada hom­ bre. Cada hombre estâ llamado por Dios para ejercer un ministerio en la vida. II. Doble aspecto. Puede considerarse la vocaciôn en re­ laciôn al orden natural o en relaciôn al orden sobrenatural y de la gracia. A. La vocaciôn natural suele ir acompafiada de ap­ titudes especiales. B. La vocaciôn sobrenatural, de gracias y dones proporclonados. ............. EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 435 ΠΙ. Una sola vocaciôn. Mas, propiamente hablamdo, la vo­ caciôn es una sola, aunque considerada bajo distintos aspectos. Hay que someter el orden natural al or­ den sobrenatural. No se oponen. El sobrenatural trans­ forma y perfecciona el orden natural. La gracia nunca se opone a la naturaleza. El casado, a quien sus ten­ dendas naturales, gustos e inclinationes llevan al ma­ trimonio, recibe de Dios gracias especiales para ser perfecto en ese estado. El religioso, para serlo en el convento. El sacerdote, para serlo al frente de una parroquia. IV. Miembro de Cristo. Considerada en el orden sobrena­ tural, nuestra vocaciôn es la funciôn que desempeüarnos dentro del Cuerpo Mistico de Jesucristo. Nues­ tra vida entera debe ser absorbida por la vida de Cristo. Todos debemos aspirar a decir con San Pablo: «7a no vivo yo, es Cristo quien vive en mi* (Gai. 2,20). V. Vocaciôn genérica en Cristo. Cuando San Pablo escri­ be a los Efesios (4,1): «Os exhorto a andar de una ma­ nera digna de la vocaciôn con que fuisteis llamados», no habia de la vocaciôn individual, sino de la colectiva en Cristo. A. Vocaciôn a la gracia. B. Vocaciôn a la gloria. VI. Vocaciôn individual en Cristo. Mas cuando San Pablo dice (Rom. 12.3): «Cada uno segûn Dios le repartiô la medida de la fe-», se refiere a la vocaciôn individual, al encaje, si se permite la frase, de cada uno dentro del Cuerpo Mistico de Cristo; a la funciôn que en él desempefta; y, por tanto, a las gracias y dones que Dios le tiene destinados. Mas «todos tenemos dones diferentes, segûn la gracia que nos fué dada* (Rom. 12,6). VII. A la medida y ajustados. Segûn la concepciôn paulina, estâmes hechos a la medida. «Somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro estâ al servicio de los otros miembros» (Rom. 12,5). Formamos parte de un cuerpo «trabado y unido», ajustado en sus «UgamentosT» (Eph. . 4,16) VIH. Las dos uniones. Por seguir el lenguafe paulino, cada uno de nosotros tiene dos uniones principales. A. La primera y princlpalisima. con Crlsto cabeza. La segunda, con sus hermanos. Con Crlsto cabeza, del cual nos llega la vida y la gracia. «Tenens caput» (Col. 2,19). «Crezcamos en caridad, llegândonos a Aquel que es nuestra cabeza, Crlsto» (Eph. 4,15). B. La segunda, conexiôn con los hermanos. Siendo instrumento de Dios para aumentar en ellos la 436 tL reSTIMOmO DE JUAN A LO» JUDÎOS. , _ -, ._____—-π ·■■·* ··*W·^·* 3.υ ADV. · "" vida, y la gracia, «para la perfecciôn consumada de los santos..., para la edlflcaclôn del cuerpo de Cristo» (Eph. 4,12). ae IX. Las dos partes del primer mandamiento. lie aqui una fôrmula perfecta: las dos partes del primer mandamlento. A. «Amar a Dios sobre todas las cosas». Esto es, unirnos. en cuanto de nosotros dcpenda, perfectamente con Cristo por la gracia y la caridad. B. «Amar al prôjlmo como a nosotros mismos». Esto es. procurar que el prôjlmo goce de la plenltud de la gracia y de la caridad de Cristo. X. Conclusiones. A. Debemos conocer nuestra propla vocaclôn. Todo esfuerzo por saber lo que Dies quiere de nosotros sert! pequefto. |Qué estado, qué oficio. qué ministe­ rio! Y en el curso de la vida, jqué negoclo, qué ocupaclôn. qué empleo del tiempo! En una palabra, cômo me Inspira Dios con sus gracias y sus dones. B. Reallzar con perfecciôn la vocaclôn propla. a) Naturalmcnte: agolando nuestras facullades naturales v can el mà.ulma esfucrzn de nuestra voluntad. b) Sabrenatural mente : mereci^ndo, par nuestra vida san~ ta, especlales luces y gracias del cielo. C. Reallzarla con amor Abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad (Eph. 4,15). Hacer la voluntad de Dios. Reallzar la verdad de nuestra vida en Dios. Hacerlo con mucho amor, porque El lo qulere y a El le agrada y es para su mayor gloria. Para consegulr este amor: oraciôn y sacramentos, especlalmente la Eucarlstia, y. si se es sacerdote, la santa misa. XI. El ejemplo de Juan. Asi obrô Juan. Juan, llamado des­ de el seno de su madré, fué fideltslmo a la vocaclôn (cf. Suârez, p. 439, A, y 54, B). Juan aparece unido a Cristo y comunicando la verdad y la caridad de Cristo a sus discipulos. Digamos: Sefior, icudl es ml vocaclôn? «HabZa, Sefior. que tu stervo escucha* (1 Reg. 3.9). SRC. 8. GUIGNES H0MILÉTICO» 437 15 Modo especial de conocer la propia vocaclôn I. San Ignacio de Loyola, maestro Incomparable en esta materia, sintetizô admirablemente la doctrina sobre la manera de conocer la vocaciôn (cf. BAC, «Obras com­ plotas de San Ignacio de Loyola* p. 192 as). A. La regia fundamental es el principio y fundamen­ to. Poner delante de los ojos el fin para que hemos sldo creados, a saber, la gloria de Dios y la salvaclôn de las aimas. B. San Ignacio rcplte este principio y fundamento en el «preâmbulo para hacer elecciôn* (cf. Ibid., p. 192). El Santo qulere «que el ojo de nuestra Intenclôn sea simple*. «SI tu ojo fuera simple, todo tu cuerpo estarà luminoso* (Mt. 6,22). II. Los très tiempos de elecciôn. De los très tiempos que establece San Ignacio «para hacer elecciôn buena y sanav, nos importun especialmente el segundo y el ter­ cero (cf. sec. 7», II, A, B y C). A. El prlmero es extraordinario. B. Segundo tiempo. a) Es propiamente mistico, asi como el tercero es cucétlco. Mistico quiere decir que la claridad y el conocimiento que se buscan se adquleren por Influenda directa del Espiritu Santo, por via de dones. El motor es sobrenatural. La luz pertene.ee al don de consejo, que esta sobre la prudcncia. La claridad no procede de la actividad de nuestras potenclas, sino de «la experienda de consolaciones y desolaclones y de discredôn de varios esplrltus» (ct. Ibid., p. 194). b) Doctrina de Santa Teresa. Para comvrender bien este segundo tiempo ignaclano conulcnc leer el capitulo 3 de los «Conceptos del amor de Dios», de Santa Teresa (cf. «Obras complétas», BAC, t. 2, p. G03ss). lie aqui al­ gunos textos que indican cômo esta elecciôn se hacc no por razoncs de entendimiento, sino por fe y por amor. 1. «Que no escucha las razoncs que qulere el entendimlcnlo, ni los temores que le pondrâ, sino que déjà obrar la fe, do manera que no mira provecho ni descanso.» 2. «As! que aqui, como he dlcho, obra el amor y la fe y no se qulere aprovechar el aima de lo que lo ensefia el entendimiento.» 3. «Creeria yo que su entendimiento no dejaria de representarlo algunas mâs razoncs de las que dlje, porque era oblspo que habia de dejar susovejas... Ya habéis leido cuân bien le sucediô y con la gracia que vino» (alude al acto heroico de San Paulino de Nola, obispo, que, ya anciano, se fué a trocar por el hijo de una viuda que e-taba cautivo en Africa, La Santa cita otro caso anâlogo ocurrido al hermano Alonso de Cordobilla, de los aescalzos de San Pedro de Alcântara. que, contra el parecer de muchas personas—de demasiado seso—, se embarcô para Tûnez a fin de libertar al hijo de una viuda, quedando él cautivo. Sôlo Santa Teresa de Jésus y San Pedro de Alcantara, entre las personas consultadas, conocieron c’.aramente ser inspiraciôn de Dios lo que a los ojos humanos era una imprudencia, Una tempestad obligé al hermano Alonso a regresar a Cadiz cuando ya iba camino de Argel para realizar sus santos propôsitos. Muriô poco después de unas fiebres). C. Tercer tiempo ignaciano: a) Este tiempo es normal. Obramos con nuestro en­ tendimiento y nuestra voluntad,. El tercer tiempo es «tranquilo cuando el ânima no es agitada de va­ rios espiritus y usa de sus potencias naturales li­ bera y tranquilamente» (cf. BAC, «Obras comple­ tas de San Ignacio de Loyola», p. 194). Libéra y tranquilamente no quiere decir que esté ausente la gracia de Dios nuestro Senor, antes todo lo con­ trario, se hacen petitiones a Dios nuestro Senor para que las potencias actûen bien y fielmente y con generosidad. b) San ignacio da seis réglas o puntos que, fielmente aplicadas, son infalibles, a sabsr: 1. «El primer puncto es proponer delante la cosa sobre que quiero hacer elecciôn, asi como un officio o be­ neficio para tomar o dexar, o de otra cualquier cosa que cae en elecciôn mutable. 2. Es menester tener por objeto el fin para que soy criado, que es para alabar a Dios nuestro Senor y salvar mi anima; y con esto hallarme indiferente sin affecciôn alguna desordenada, de manera que no esté mâs inclinado ni afectado a tomar la cosa propuesta que a dexarla, ni mâs a dexarla que a tomarla : mas que me halle como en me­ dio de un peso para seguir aquello que sintiere ser mâs en gloria y alabanza de Dios nuestro Senor y salvaciôn de mi ânima. 3. Pedir a Dios nuestro Senor que quiera mover mi voluntad y poner en mi ânima lo que yo debo hacer acerca de la cosa proposita que mâs su alabanza y gloria sea, discurriendo bien y fiel­ mente con ml entendimiento y eligiendo con­ forme su sanctisima y beneplâcita voluntad. 4. Considerar raciocinando quântos cômodos o provechos se me siguen con el tener el officio o beneficio propuesto para sola la alabanza de Dios nuestro Sehor y salud de mi ânima ; y. por el contrario, considerar asimismo los incômodos y peligros que hay en el tener. Otro tanto haciendo en la segunda parte, es a saber, mirar los cômodos y provechos en el no tener; SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 439 y asimismo, por el contrario, los incômodos y peligros en el mismo no tener. 5. Después que asi he discurrido y raciocinado a U)das partes sobre la cosa proposita, mirar dônde mâs la razôn se inclina, y asi, segûn la Μ mayor mociôn racional y no mociôn alguna sen­ sual, se debe hacer deliberaciôn sobre la cosa propôsita. 6. Hecaa la tal elecciôn o deliberaciôn, debe ir la persona que tal ha hecho con mucha diligencia a la oraciôn delante de Dios nuestro senor y offrescerle la tal elecciôn para que su divina majestad la quiera rescibir y confirmar siendo su mayor servicio y alabanza» (ci. ibid. p. 194-195). La prudencia no es virtud comûn. A. Asombra el considerar con qué ligereza toman los hombres las resoluciones mâs graves. jCuântas ve­ ces por impresiones! jCuântas por consejos o sugestiones temerariamente of recidas! El fenômeno se da hasta en personas graves. Hasta en personas de espiritu. a) Deciden y, sobre todo, aconsejan con una ligereza. incalijicable.. b) Muchas veces penetrando en terrenos qué, por no ser de su competenda, no les merecen gracias de Dios. c) Otras muchas procediendo sin conocimiento de las circunstancias, sin deliberaciôn sujlciente, sin oraciôn insis­ tente. B. Ejemplo insigne de lo que decimos se ofreciô en Avila con ocasiôn de la fundaciôn de Santa Teresa. a) iCon que ligereza procedieron el cabïldo y todos los religiosos, dos de cada orden, que se reunieron en capitulo para dictaminar sobre el proyecto de la Santa ! b) No se librô de dictamen de juicio temerario el pro­ pio P. Pedro Bânez, O. P., teôlogo insigne y maestro de espiritu. Pero este eminente varan, en comenzando a pensar mâs seriamente y a encomendar el asunto a Dios, cambiô de parecer. «Y se le asentô ser muy en servicio de Dios y que no debia dejar de hacerse lo que la Santa pretendia» (cf. P. Silverio de Santa Tere­ sa, Vida de la Santa, c. 32). C. Conclusion. a) Todos los hombres tenemos una especial vocation. Todos poseemos una vocation especijica de tola la vi­ da: la vocation de estado. Todos, en las encrucijadas principales de la vida, sentimos marcada la jlecha que nos indica nuestro camino. Dios esta pronto a hacernos conocer cual es su volwntad. b) En materia grave, no se debe tomar nunca una de­ termination sin mucha oraciôn, para conocer si es posible, por el segundo medio ignaciano, lo que el Espiritu Samto quiere, y sin muchas deliberationes, aplicando los seis puntos de San Ignacio con escrupulosidad y jidelidad. Las aimas que sinceramente buscan a Dios nuestro Seftor le encuentran siempre. 440 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDÏOS. 3.u ADV. IV. Vocaciôn de Juan. A. La vocaciôn de Juan pertenece al primer tiempo ignaclano. En la Sagrada Escritura se encuentran dieciocho vocaciones de ese tipo. La primera, la de Abrahân; la ultima, la de San Pablo. Entre ellas va comprendlda la vocaciôn de Maria Santisima para ser Madré dei Verbo. B. Juan Bautista fué llamado desde el vientre de su madré (Le. 1,44). Fué profetizado por el ângel (Le. 1,13) y proclamado por su padre en su nacimlento (Le. 1.66ss). C. Juan fué fidelisimo a esta vocaciôn. Esa fidelidad le mereciô la muerte. V. Pidamos a Dios Que nos haga conocer su voluntad so­ bre nosotros y que nos dé jortaleza para servirle hasta derramar nuestra sangre: 16 I Cristo, ûnico objeto de nuestro gozo pleno I. Cristo présente en nuestra aima. El sentido literal de las palabras evangélicas es: Cristo esta en medio de Israël. Pero ya desde Origenes se da a este pasaje un sen­ tido mistico: Cristo estd o puede estar en medio de vuestro corazôn, en la camara mas secreta de nuestra aima. Esta en medio de vosotros y ino lo sabéis* (cf. ‘ sec. 7>, IX). ‘ ' Z 3| II. Alegraos en el Seflor. K. «Gaudete»: domingo del gozo. La Iglesia, en la epistola de hoy, nos dice una palabra aparente- . mente extrafia e inoportuna: «Alegraos» (Phil, 4,4). Hoy es la dominica del «Gaudete». Pero ôy la realldad triste y sombria que nos rodea? No impor­ ta: Alegraos. Pero ôcuâl puede ser la causa de nuestro gozo? No mires al exterior. No contemples la tierra. La interpretaclôn mistlca del Evangelio te darâ la clave para interpretar alegre y gozosamente la vida, tan cefiuda y âspera. B. «Gaudete semper in Domino»·. «Semper». Pobreza, enfermedad, dolor...· Pablo' no dice: alégrate en las riquezas. Seria exclulr del gozo al pobre. Ni dice: alégrate en la Juventud, Seria afliglr al an• ·»· · III i ·_ > I SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 441 clano. N1 alee: alégrate en la salud. Seria excluir al enfermo. NI dice: alégrate en la clencla. Séria sentenclar al Ignorante, Pablo dice: «Alegraos en el Sefior». C. «El gozo Interno». Este gozo es la particlpaclôn del bien dlvlno en el alma. Tanto el gozo como la tris­ teza son consecuencla del amor. La ausencla del bien amado causa tristeza. La presencia del bien amado produce gozo. El gozo de Pablo es el gozo del Sefior. Gozo interior, fuente secreta, que sal­ ta hasta la vida eterna (cf. sec. 7.&). «Justicla y paz y gozo en el Espiritu Santo» (Rom. 14,17). «Nadie serâ capaz de quitaros vuestra alegria» (lo. 16.22). D. «Este gozo en la tierra nunca es completo». El gozo se compara al deseo como el reposo al movimlento. Mientras permanezeamos en este mundo, no cesa en nosotros el movimlento del deseo. Cuan­ do nada queda que desear, entonces es completo el gozo. El gozo en esta tierra nunca es completo, nun­ ca puro, nunca permanente, nunca seguro. Aqilé11a es la patria de la quletud. Esta es la patrla del lianto y el valle de lâgrimas. Cristo llôrô (Le. 19,41; lo. 11,35). Nunca poseemos a Dios como quisléramos y podemos poseerlo. E. «En el clelo el gozo serâ completo». Gozo pleno, con medlda rebosante, mayor de la imaginable. a) «E7 sacia tu boca de todo bien» (Ps. 102,5). b) «Ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Cor. 2.9). c) «Una medida buena, apretada, colmada, rebosante, sera derramada en vuestro seno» (Le. 6.38). d) «Entra en el gozo de tu Seûor» (Mt. 25,21). Como ninguna criatura es capaz de un gozo condigno de Dios, siguese, segûn Santo Tomas, que este gozo complétamente Ueno no es alcanzado por el hombre, sino que mas bien el hombre entra en él. III. Negociad para entrar en el gozo. A. Hermano, ôtù quleres olr, no de mis labios, slno de los de Jesucristo, el Alegraos siempre en el Se­ nor? (Phll. 4,4). άΤύ quleres oir el entra en el gozo de tu Senor? (Mt. 25,21). Pues bien, «négocia», hermano. Negociad mientras vuelvo (Le. 19,12). Ad­ ministra bien. SI hoy te pidiera Dios cuenta y le dljeras: Si, Sefior, los talentos que me dlste los tengo en el Banco en titulos de renta fija, en tlerras, en fIncas urbanas... B. Pero... Siervo malo y haragân (Mt. 25.26), mal siervo (Mt. 18,32), ôno sablas que tus hermanos, tus concludadanos, tus palsanos, tus veclnos... se morian de hambre y de miseria? No te excuses; 442 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.° ADV. îcuântas veces te Io he recordado por medio de la voz clara y tajante de la Iglesia! IV. La paz de Cristo monta la guardia: «La paz de Dios, que sobrepuja a todo sentido, guarde... en Cristo Jé­ sus*. A. «Custodiat», en el original φρουρήσει, «Monta la guardia». Vuestra aima es comb una ciudadela. La paz de Dios «monta la guardia». Vigila como el centinela en las altas horas de la mafiana. B. Para gozar de Dios hay que recluirse en la câmara mâs secreta del castillo interior. C. La paz de Dios, o sea, la tranquilidad del orden in­ terior (de nuestras pasiones), serâ el ùnico centi­ nela que nos asegurarâ la posesiôn del gozo de Dios en esta vida y su plenitud definitiva en la venidera. SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL Alegrémonos, porque se acerca el reinado de Cristo sobre la sociedad I. Un profundo sentimiento de alegria pénétra hoy toda la vida litûrgica de la Iglesia. La explicaciôn la da ella misma en los primeros pàrrafos dei introito cuando, parafraseando la epistola de la misa, conjuga en una relaciôn de causalidad dos frases que en la Carta a los Filipenses tienen un évidente enlace: «Alegraos siempre en el Sefior... El Sefior estâ, proximo* (Phil, Π. En el orden social como en el individual. A. Si nos referimos al orden social, la liturgia tiene plena aplicaciôn al momento en que vivimos. Aun en medio de sehales que parecerian mover a la trlsteza y al temor, hay motivos para el optimlsmo y la alegria. Porque, si se mira a los pueblos y a la sociedad con ojos inteligentes e ilumlnados por la fe, se ve cômo se acerca el reinado social de Jesucristo. a) Oeuvre a la sociedad, considerada en su conjunto, lo aue (u cristiano en particular. Dios les ha sefialado un GUIONES HOMILETICOS 443 jin semejante: crecer en jesucristo nuestro Sefior : «a la medida de la plenitud de Cristo» (Eph. 4,13) ; «Para la perfection consumada de los santos» (Epn. 4,12). b) Consecuencia de ello es que la labor de formar un cris­ tiano tiene un perfecto paralelismo en la ardua tarea de organiser la sociedad cristianamente. 1. Educar es eso: educere, sacar de, hacer brotar a Jesucristo, depositado como semilla en el alma del niüo por el bautismo, de modo que aparezea externamente visible por las virtudes crlstianas. 2. Y en esto mismo consiste la obra de la civiliza­ ciôn cristiana (cf. p. 337,a) : en lograr que la socie­ dad se organice como auténtico reino de Jesucristo en la tierra (cf. p. 378,0, de modo que en el orden temporal se descubra cada vez mas claram en te el Cuerpo mistico de Jesucristo (cf. p. 373,d). c> Es évidente que la sociedad cristiana se acerca al modelo trazaao por Jesucristo. 1. Podria repetirse aqui lo que Macaulay dijera a otro proposito. En la Qistona de la sociedad se dan, como en el océano, una especie de mareas. Ccn el vaivén de las olas, en la orilla, tan pronto se dîna que el mar avanza como que retrocede. Y, sin em­ bargo, una mâs detenida observacion comprueba que el mar en su conjunto sube. 2. También en la civilizac.ôn cristiana se dan avances y retrocesos parciales. Momentos hay que parece estar abocada al paganismo. En otros, nos acercamos visiblemente al ideal cristiano. En la misma historia interna de la Iglesia puede observarse esta especie de movimientos pendulares. Pero concretândonos a nuestros tiempos, pese a las crisis que sufrimos y a los dificiles problemas planteados, podemos decir sinceramente que avanzamos. Si miramos a la vida de la misma Iglesia, es évidente a todas luces. Lo prueba; 1.· La sucesion de los ultimos Pontifices. 2.’ La credente cohesiôn de la jerarquia con el sace^docio y con los fioles (cf. p. 375, a y b) y de todos alrededor dei Pontifice Romano (cf. p. 375, c y 376, d). 3.° Incluso de aquellos que no pcrtcnccen a la Iglesia (cf. p. 376, e) y de los hombres de gobierno de dis­ tintas naciones (cf. p. 377, f). El florecimiento de instituciones y obras providenciales, acomodadas a las necesidades de las aimas y de los cuerpos. 5.° Los modelas de vida cristiana elevados al honor de los altares para ejemplo de todos. Las grandioses solemnidadcs litûrglcas de carâcter multltudinario. 3. Aun en el orden temporal, social y humano, hay un avance évidente en la civilizaciôn cristiana. 4. Advirtamos aqui, sin embargo, que no puede confundirse en modo a’.guno civilizaciôn cristiana con civilizaciôn occidental. î.· Esta es sinônima—al menos en los tiempos que vlvlmo3—, en el orden social, politico y econômico,_de libéralisme; y nada puede haber mâs alejado de una J < 444 EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3.u ADV. cristiana concepciôn de la sociedad. iCômo puede liamarse civilizaciôn cristiana a la que aparece muchat voces en las pâginas de periôdicos y revistas, en lai pantallas o en los escenarios, en los altavoces o televisores de lot pueblos llamados occidentales? 2.· Advtrtamos también, por otra parte, que hay muchas cosas en el mundo no occidental que caben per/ectamente dentro del ideal de la civilizaciôn cris­ tiana. iCômo no re conocer ccmo cristiana aquella pu­ reza de costumbres individuates y familiares, tan arraigada en muchos pueblos aslâticos, o incluso las mlsmas ansias de justicia social que alientan en el fonda de los pueblos que se arrojaron en brazos del marxismo? B. Ese patrimonio comun de valores morales que hoy pugna por abrirse paso en todas partes (cf. p. 377, a) es herencia del crlstianlsmo. a) Podrân exagerarse en ocasiones; podrân incluso utili- zarse con fines torcidos. Pero es cierto que hoy tienen tal valor ante las conciendas de los pueblos, que todos se apresuran a enarbolarlos como banderas de sus programas politicos, econômicos y sociales. b) Cuândo se implanta en nomore de idéologies errâ neas, pronto comienzan a percibirse sus amargos jrur un tiempo, tal vez por la fuertos. Subsistirân za coactiva de los que gobieman; pero el jino instinto de los pueblos pronto descubrirâ el veneno que en ellos se escande. Esto es lo que en realidad sucede en nuestros tiempos. La experienda de tantos ensayos politicos f^anasados, el desengaûo ante tantos faisos mesianismos, la constante predicacion de la Iglesia, la elevaciôn cultural de los pueblos..., nos van acercando, aunque sea trabajosamente, a una concep­ tion y a una organization de la sociedad mas justa y ordenada. c) y las mismas convulsiones y peligros que nos inquietan en los tiempos de crisis son el ob'.igado y doloroso tributo que la humanidad ha de pagar en el grandioso alumbramiento de una sociedad mejor. HI. Nosotros podemos acelerar, por asi decirlo, el curso de la historia. El nVenga a nos el tu reino·» (Mt. 6,10) de nuestra oraciôn cotidiana estâ condicionado en su cumplimiento por nuestra leal cooperation. A. No con una revoluciôn sangrlenta, que acelere los acontecimientos; no favoreciendo el desarrollo hlpertrôflco de un capitallsmo en trance de devorarse a si mismo. B. Nuestra revoluciôn ha de ser producto de una efuslôn de carldad Inagotable y de un avance cons­ tante de la justicia social. a) Cada uno en la medida de sus posibi’idades pro­ cure realizar el reino de Jesucristo en si mismo por la justicia y el amor. b) Cada cual en la medida de sus fuerzas llévelos a la vida temporal de la sociedad. SEC. 8. GIHONES HOMXLÂTICOS 445 c) Y esa marcha inevitable de la sociedad hacia una organizaciôn mâs justa y mâs cristiana, lejos de conseguirse a costa de convulsiones y sujrimientos, serâ mâs bien una pacifica peregrinaciôn—llena de renunciamientos si se quiere—hacia el reinado de J e— sucristo en la sociedad. 18 Cristo estâ en los pobres I. «He aqui el Cordero de Dios». A. Dos aspectos de la misiôn del Precursor. a) b) Préparer el camino por donde el Seüor ha de He­ gar a las aimas. Y mostrarles donde esta Jesucristo, para que, conociéndole, le reciban. B. Nos ocupamos aqui de este ultimo aspecto. a) b) Sucede muchas veces que Jesucristo, aun viviendo constantemente en medio de la sociedad, es el gran desconocido. Juan llegarâ un momento en que lo mostrarâ abiertamente al pueblo: Y Juan responde sinceramente: «Yo soy la voz del que da­ ta palabra de Cristo 1 15 450 -- - , EL TESTIMONIO DE JUAN A LOS JUDIOS. 3." ADV. . ■ . ' _ ■ . ■ ~ y.·,· ma en el desierto: enderezad el camino del Senor» (Io. 1,28). B. Que pensaban de Juan sus contemporâneos, cabe descubrirlo en las propias palabras del Bautista. a) Muchos le creian el Mesias prometido. Los mâs eialtados entre sus discipulos corren esta voz entre el pueblo. b> Otros desconjian de él, porque esperan un caudillo querrero que libre a Israel de la opresiôn romana, y en Juan no acaban de descubrirlo. C. Pero Juan es hijo de Zacarias, venerado y admirado por el pueblo, y no conviene ofenderle pûblicamente. a) Por eso, cuando los levitas y sacerdotes de Jerusalén envian algunos judios para interrogarle, su pregunta es perfectamente inocente: «c.Tû quién eres?» b; Juan, que comprende la intention, contesta mâs bien a lo que aquéllos no han dicho: «Yo no soy el Cristo, ni Elias, ni el profeta». Soy, simplemente, «voz del que clama: enderezad el camino...» c) Su humildad le lleva a manifestarse insignijicante. èPor qué? Porque esta en medio del pueblo Aquel a quien él no es digno de desatar la correa del zapato. Esta humildad. que le situa en su verdadera position con respecto a Jesucristo, es su mayor timbre de gloria. Jesucristo harâ de él su elogio mâs cumplido: «Entre los natidos de mujer, no ha parecido uno ma­ yor que Juan el Bautista» (Mt. 11,11). D. cDe dônde le viene a Juan esta grandeza? De su especial relaciôn con Jesucristo. He aqui la fuente de mayor dignldad para un cristiano. Juan pudo contestar con verdad: «Yo soy un profeta... Yo soy el caudillo del pueblo... El reformador de esta so­ ciedad corrompida... El maestro de la moral...» Y, sin embargo, solo encuentra digno de ser tenido en cuenta aquello que le relaciona con Jesucristo; su calidad de Precursor. II. La grandeza de un cristiano tiene el mismo origen. A. Para un cristiano, toda su grandeza le viene de su intima relaciôn con Dios, a través de Jesucristo, por la gracia. a) Grandes como viv tentes, porque nuestra naturaleza nos hace superiores a todo lo creado. Grandes como rationales, porque con nuestro espiritu somos capaces de dominar a toda la creation (cf. p. 384,a). Grandes porque en nuestra aima esta impresa la imaaen y semejanza de Dios (cf. p. ?84. bk b» Pero, por encima de esta grandeza, la mayor dignidad le viene al hombre de su relation con Dios: en cuanto participa de la vida divina por la gracia de Jesucris­ to (cf. p. 3S4. c); en cuanto por ella es hecho hijo verdadero de Dios (cf. p. 385, e) ; en cuanto mediante ella tiene al mismo Dios como fin ultimo y felicidad total ’cf p. 384·.d y 386ΊΌ: en cuanto el pleno dcsarrollo de SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 451 su perfecciôn, lo alcanza por la perfecta semejanza y union con Dios (cf. p. 385. f y g). B. En cuanto vive en sociedad, hay también una es­ pecial relaciôn entre Dios y el cristiano. a) Dios coloca al hombre en el seno de la sociedad, asignândole en ella una misiôn concreta, no solo en el orden sobrenatural (cf. p. 386,i), sino incluso en el orden temporal (cf. p. 386,j). Mediante su cumplimiento, contribuye al bien de todos los demâs miembros de la sociedad (cf. p. 387,k). Diriase que, de alguna mane­ ra, Dios le hizo instrumento, représentante suyo, para comunicar por su medio a los demâs hombres ciertos bienes, y alcanzar asi el bien comûn (cf. p. 387,1). b) Es précisa que el pueblo vea a Cristo en los cristia­ nos. Y ha de verlo precisamente porque realizan las obras de Cristo. Pero hay que decir también: tanto vales cuanto tienes de Cristo. Y tienes de Cristo su propia vida por la gracia y una vocaciôn personal que ■te ordena el bien de tus hermanos. Fuera de esto, nada valemos. Piensa que tus obras serân las de Cristo en la medida que te des cuenta de que El te senalô una misiôn concreta en su nombre. Cumplirla fielmente es tu mayor grandeza. Es dar testimonio de Jesucristo. Es préparer sus caminos en muchas aimas. Es hacer que le encuentren tantos que an dan buscândole. Es edificar el Cuerpo mistico. PREDICACION DEL BAUTISTA I ;■ γ.ν.. ' ■ ; jv' ί] Cuarto domingo de Adviento ■/ SECCION I. TEXTOS SAGRADOS I. EPISTOLA (1 cor. 4,1-5) 1 Sic nos existimet homo ut mi­ 1 Es preciso que los hombres vean en nistros Christi: et dispensatores nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los mistcrios dc Dios. mysteriorum Dei. 2 Por lo demas, lo que en los dispen2 Hic iam quaeritur inter dis­ pensatores ut fidelis quis invenia­ sadores su busca es que scan fieles. tur. 3 Cuanto a mi, muy poco sc me da 3 Mihi autem pro minimo est ut a vobis iudicer, aut ab humano ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano, que ni aun a mi mismo die: sed neque meipsum iudico. me juzgo. 4 Es cicrto que de nada me arguye la 4 Nihil enim mihi conscius sum: sed non in hoc iustificatus sum: concicncia, mas no por eso me creo jusqui autem iudicat me, Dominus tificado; quien me juzga es cl Seiior. est. 5 Itaque nolite ante tempus in­ 5Tampoco, pues, juzgucis vosotros dicare, quoadusque veniat Domi­ antes de tiempo, mientras no venga cl nus: qui et illuminabit abscondita Seiior, que iluminara los cscondrijos dc tenebrarum et manifestabit consilia las tinieblas y hara manifestos los pro­ cordium: et tunc laus erit unicui­ positos de los corazones, y cntonces cada que a Deo. uno tendra la alabanza dc Dios. (Lc. 3,1-Cj r Anno autem quintodccimo im­ perii Tiberii Caesaris, procurante Pontio Pilato ludaeam, tetrarcha autem Galilaeae Herode, Philippo autem fratre eius tetrarcha Ituraeae, et Trachonitidis regionis, et Lysania Abilinae tetrarcha, 2 sub principibus sacerdotum Anna, et Caipha: factum est ver­ bum Domini super loannem, Zachariae filium, in deserto. i EI aiio quintodccimo del imperio dc Tiberio Ccsar, siendo gobernador dc Judca Poncio Pilato, tetrarca de Galilca Herodes, y Lisania tetrarca de Abilene. 2. bajo el pontificado de Anas y Caifâs, fué dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo dc Zacarias, en cl desierto. 456 PR sa ICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.“ ADV. 3 Y vino por toda la regiôn del Jor­ 3 Et venit in omnem regionem dan predicando el bautismo de peniten- Iordanis, praedicans baptismum poe­ nitentiae in remissionem peccato­ cia en remisiôn de los pecados. rum, 4 Segûn esta escrito en el libro de los 4 sicut scriptum est in Libro ser­ orâculos del profeta Isaias: Voz del que monum Isaiae prophetae: Vox cla­ grita en el desierto: Preparad el camino mantis in deserto: Parate viam Do­ del Senor, enderezad sus sendas. mini: rectas facite semitas eius: 5 Omnis vallis implebitur: et 5 Todo barranco serâ rellenado, y todo monte y collado allanado, y los caminos omnis mons, et collis humiliabitur: tortuosos rectificados, y los âsperos igua- et erunt prava in directa: et aspera in vias planas: lados. 6 et videbit omnis caro salutare 6 Y toda carne verâ la salud de Dios. Dei. III. TEXTOS CONCORDANTES A) Mt. 3,1-3 1 In diebus autem illis venit 1 En aquellos dias apareciô Juan el Bautista predicando en el desierto de Ju­ loannes Baptista praedicans in de­ serto ludaeae, dea, 2 et dicens: Poenitentiam agite; 2 diciendo: Arrepentios, porque el rei­ appropinquavit enim regnum caelo­ no de los cielos esta cerca. rum. < 3 Hic est enim, qui dictus est 3 Este es aquel de quien hablô el profeta Isaias cuando dijo: Voz dei que cla­ per Isaiam prophetam dicentem: ma en el desierto: preparad el camino del Vox clamantis in deserto: Parate viam Domini: rectas facite semitas Senor, haced rectas sus sendas. eius. B) Mc. 1,1-5 1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2 Como estâ escrito en el profeta Isaias. He aqui que envio delante de ti mi ângel, que preparara tu camino. I i Initium Evangelii lesu Christi, Filü De*· | 2 Sicut scriptum est in Isaia pro· i pheta: Ecce ego mitto angelum 1 2meum 3 4 5 ante faciem tuam, qui prae! parabit viam tuam ante te. 3 Voz de quien grita en el desierto: I 3 Vox clamantis in deserto: PaPreparad el camino del Senor, enderezad rate viam Domini, rectas facite sesus senderos. I mitas eius. 4 Apareciô en el desierto Juan el Bau4 Fuit loannes in deserto baptitista, predicando el bautismo de peniten- zans, et praedicans baptismum poc* cia para remisiôn de los pecados. j nitentiae in remissionem peccatorum. 5 Acudian a él de toda la regiôn de 5 Et egrediebatur ad eum omJudea, todos los moradores de Jerusalén. nis ludaeae regio, et lerosolymitac y se hacian bautizar por él en cl rio Jor-1 universi, et baptizabantur ab illo in dân, confesando sus pecados. Iordanis flumine, confitcntes pecca' ta sua, SEC. 1. IV. TEXTOS SAGRA S 457 TEXTOS COMPLEMENTARIOS A) Lc. 3,7-17 7 Dicebat ergo ad turbas quae exibant ut baptizarentur ab ipso: Genimina viperarum, quis ostendit vobis fugere a ventura ira? 8 Facite ergo fructus dignos poe­ nitentiae, et ne coeperitis dicere: Pa­ trem habemus Abraham. Dico enim vobis quia potens est Deus de lapi­ dibus istis suscitare filios Abrahae. 9 lam enim securis ad radicem arborum •I· sita est. Omnis ergo ar­ bor non faciens fructum bonum, excidetur, et in ignem mittetur. 10 Et interrogabant eum turbae, dicentes: Quid ergo faciemus? 11 Respondens autem dicebat illis: Qui habet duas tunicas, det non habenti: et qui habet escas, si­ militer faciat. 12Venerunt autem et publicani ut baptizarentur, et dixerunt ad illum: Magister, quid faciemus? 13 At ille dixit ad eos: Nihil amplius, quam quod constitutum est vobis, faciatis. 14. Interrogabant autem eum et milites, dicentes: Quid faciemus et nos? Et ait illis: Neminem concu­ tiatis, neque calumniam faciatis: et contenti estote stipendiis vestris. 15Existimante autem populb, et cogitantibus omnibus in cordi­ bus suis de loanne, ne forte ipse esset Christus: 16 respondit loannes, dicens omnibus: Ego quidem aqua bapti­ zo vos: veniet autem fortior me, cuius non sum dignus solvere cor­ rigiam calceamentorum eius: ipse vos baptizabit in Spiritu Sancto et igni: 17 cuius ventilabrum in manu eius, et purgabit aream suam, et congregabit triticum in horreum suum, paleas autem comburet igni inextinguibili. 7 Decia, pues, a las muchedumbres que venian para ser bautizadas por él: Raza de viboras, «j quién os ha ensenado a huir de la ira que llega? 8 Haced, pues, frutos de penitencia y no andéis diciéndoos: Tenemos por pa­ dre a Abraham. Porque yo os digo que puede Dios sacar de estas piedras hijos de Abraham. 9 Ya el hacha esta puesta a la raiz del ârbol: todo ârbol que no dé buen fruto serâ cortado y arrojado al fuego. 10 Las muchedumbres le preguntaban: (jPues qué hemos de hacer? 11 El respondia: El que tiene dos tùnicas dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentas haga lo mismo. Vinieron también publfcanos a bautizarse y le decian: Maestro, que no fuera al lugar de su gobiemo?—, Augusto lo depuso, y convirtiô a la Judea y las otras dos regiones en simples provincias del imperio romano, de­ pendi en tes directameme de la administraciôn del mismo, con autoridades propias 'en esta ocasion Pilatos», subordinadas al lega- SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 475 do de Siria, que ejercia a la vez la alta inspecciôn de los demâs lerritorios. Anâs y Caifas son tristement© conocidos. Pontifices ambos, pues el pontificado no salia de las manos de suegro y yerno, sabemos de sobra de cuânta influenda gozaba Anâs, aun sin ser pontifice. A pesar de estos datos, no se ha podido determinar con exactitud la fecha, porque el gobierno de los personajes aludidos duré varios afios. Ni siquiera la précision del décimoquinto de Tiberio lia servido para tal fin, toda vez que se desconoce el computo usado para el primer ano. Todos vivieron mâs que Juan. Todos brillaron, humanamente hablando, mâs que él. ôDônde estân hoy? Vana resulta la gloria de la tierra. Son las obras las que siguen a los justos. Tiberio pasô a la historia como figura amarga y cruel. Lisanias y Filipo murieron desconocidos. Herodes Antipas, desterrado. Pilatos, depuesto. Si no fuera por los evangelistas, apenas si los conoceriamos. Y iqué triste nombre nos han dejado! iQué contraste con la gloria del que fué mâs que profeta! Mayor aun que el que hubo entre las pieles del penitente y las sedas y pùrpuras dei libertino. La cabeza de Juan rodô en un banqueté de Herodes; la vida de Cris­ to osci’lô, hasta caer, entre las indecisiones de Pilatos. Ambos han visio a Jesus juez en el trono de su gloria y a Juan muy cerca de la majestad divina. b) Juan 1. El Evangelio comienza en Juan Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, asi comien­ za San Marcos, e inmediatamente nos présenta a Juan (Mc. 1,1). El Evangelio, la predicaciôn de la buena nueva, comienza en Juan, que le abre el camino. El sacerdote sobre todo, el cristiano también, obligado por el bautismo a ser hombre de Cristo, ôcuântas veces pueden ser pre­ cursors del Senor? Los Papas llaman angustiosamente a los seglares para que desempeflen hoy este oficio. 2. En el desierto (v. 2) La palabra de Dios vino a Juan cuando estaba en el desierto, adonde fué desde su infancia y en donde creciô fortaleciéndose en el espiritu, segùn nos dice San Lucas (1,80). Los comentaristas clâsicos (cf. Maldonado, BAC, t. 2, p. 446-447) suelen extenders© en consideraciones contra los protestantes, enemigos de la vida monâstica, de la que desde el tiempo de los San­ tos Padres ha sido reputado como principe el Bautista. Pero clâsicos, antiguos y contemporâneos, · han hablado todos de la vida de recogimiento. de soledad y de oraciôn, como la mâs apta para fortalecer el espiritu, para oir la voz divina y, sobre todo, para conservarse dentro del apostolado activo. El apôstol debe sa­ lir de la soledad y recogerse en ella en cuanto termine sus tarées, comenzadas sola y exclusivamente para obedecer la palabra de Dios. ■OU* ' 476 3. PR Dit ICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. Fué dirigida la palabra de Dios a Juan (v. 2) La vocaciôn. Tal suele ser la formula empleada en el Antiguo Testamento para llamar a los profetas (Is. 38,4 y 1er. 1,2). Juan obedece prontamente. Muchos profetas temblaron (1er. 1,6-7). Juan se reconociô in­ digno. Pero obedientes y conflando humildes en que Dios pondria las palabras en sus labios, acometieron la empresa. Todos ellos conocieron las diflcultades y trabajos a que se ex­ ian Y no solo repudiaron el lucro al seguir su vocaciôn, sino que ansiaron como recompensa esos mismos sufrimientos. Los apôs­ toles se sentian alegres de ser azotados (Act. 5,41). San Pablo afirmaba (2 Co;· 7 4): Reboso de gozo en todos nuestras tribulationes (2 Cor. 7,4). La palabra de Dios se dirige a todos. Todos por lo menos oyen aquella llamada de Sed perfectos, como perfecto es vuestro Pa­ dre celestial (Mt. 5,48). à Qué nos detiene? La obediencia a la voz de Dios ha de ser entera, pronta, gene­ rosa y perseverante. 4. Vino por toda la region del Jordân (v. 3) Predicando en el desierto, dicen San Mateo (3,1) y San Marcos (14). Prescindiendo de la distinciôn entre el desierto de Judâ y la zona desértdca del Jordân cercana al Mar Muerto y de las cuestiones geogrâficas que suelen agi tarse, se considera como seguro que Juan apareciô en las inmediaciones de Jericô, en las orillas del rio, lugares âsperos, aunque proximos a cinco o seis centros de poblaciôn, que reunian las dos circunstancias, de soledad y facilîdad. Facilidad para acudir y soledad para oir. Feliz regiôn, signo de salud. Por ella entraron los israelitas en la tierra promet ida y por ella vino la salvaciôn dei mundo. C) La FIGURA DEL PENITENTE Conocidisima es la descripciôn de San Mateo (3,4) y San Marcos (1,6). Vestia una tûnica de pieles de camello, ajustada con el cenidor clâsico oriental. Comia alimentes silvestres, tales como la langosta (que, aun cuando hoy la consuman todavia los beduinos, nunca ha pasado por exquisita) y la miel de colmenas selvâticas. En cuanto al traje, parece poco mâs o menos el de los eremitas que existian en aquella época, segûn atestigua Flavio Josefo (cf. Ricciotti, Vida de Jesucristo, 265*). Venia a proclamar la penitencia, mediante una vida acorde con lo que predicaba. Por eso se ha repetido tanto que todo él fué voz, incluso antes de que comenzara a predicar, ya que desde la infancia cumpllô aquel no beberâ vino ni licores, que profetizô el ângel (Le. 1,15). Los predicadores de mayores éxitos han sido siempre los san­ tos y penitentes. También la penitencia const ituyô argumento importante de la predicaciôn del Senor (Le. 5,32 ; 13,5). Sin embargo, la apariencia externa y el modo de vivir de uno y de otro se diferenciaron tanto como hayan podldo desemejarse los de un San Bruno y un San SEC. 2. COMENTAR1OS GENERALES 477 Francisco de Sales. El fondo es siempre el mismo. La forma la ins­ pira el Espiritu Santo a cada cual. Santa libertad dentro del espiritu de Cristo. Nadie se empehe en someter la virtud, la predicaciôn, el apostolado, a los moldes que a él le vienen bien, con tal de que todos se ajusten a los mol­ des de Dios. La puriflcaciôn del alma puede ser descrita por San Juan de la Cruz o por Santa Teresita de Lisieux. Castellano y francesa, hombre y mujer, reciedad y flores, pero debajo siempre la misma renuncia. d) La predicaciôn 1. Arrepentios, porque el reino de los cielos està cerca (v. 3,2) Asi la sintetiza San Mateo. El sentido causal indica muy bien cual era el objeto de la predicaciôn : el reino de los cielos, y ante su proximidad, la limpieza del alma. Innecesario nos parece insistir en el carâcter espiritual del reino de los cielos y en el concepto tem­ poral del imperio davidico-salomônico que se habian formado mu­ chos judios. Esta fué la novedad de Juan, lo que quizâs atrajo en tomo de él a tantas gentes y lo que permitiô que no fuera.sofocada desde el primer dia su predicaciôn. Porque no era el primero que por entonces se presentaba anunciando la llegada del reino, pero reinos que se preparaban mediante revueltas y morian ahogados en sangre. Ahora, en cambio, aparece un predicador con el mismo lema: ha llegado la hora. Mas su preparaciôn no consiste en afilar las armas, sino los espiritus : la penitencia. A los saduceos altivos, a los fariseos, que por ser hijos de Abra­ ham no les caia muy en gracia esta necesidad de limpieza—i ellos tan puros!—para el reino, hubo que decirles: raza de viboras... (Mt. 3,7; Le. 3,7). 2. La penitencia (v. 3) El pecado y su afecto impiden recibir el reino de Dios. El peca­ do se borra con la penitencia. Es el ùnico camino. Si el predicador no la anuncia, Dios le exigirâ cuenta de la condenaciôn de quienes debieran haberle escuchado (Ez. 3,18). No es el reino de Dios para los ricos, sino para los limpios de corazôn. Esta limpieza la conseguimos, mantenemos y aumentamos por medio de la penitencia. La palabra griega «metanoia» (μετανοία), explicada en los tratados de teologia dogmâtica, diô ocàsiôn a los clâsicos para discutir con los luteranos sobre el primer carâcter de la penitencia, a saber, el dolor del pecado cometido. Hoy, sin descuidar este punto, v pasada la disputa, se suele insistir en el cambio de vida (cf. Ricciom, o. c., 266). Esta penitencia presupone sus motivos. Primero, recibir den­ tro de nosotros el reino de Dios o participer plenamente de él. Pero, ademâs, el reino de los cielos se anuncia también como escatolôgico. Cristo no es sôlo rey de amor, sino juez, que empufia en su mano el bieldo (cf. infra., sec. 5.a, VI, Bossuet). La justicia di­ vina esta prôxima Quien no sea tronco jugoso serâ arrojado al 478 PKEDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.n ADV. fuego. Recibir a Dios, librarse del castigo. tales son los dos mo­ tives principales. Y se concreta también en el modo de ejercerse : haciendo /ru­ tos dignos de penitencia, esto es, cumpliendo los mandamientos, y muy en especial el de la limosna. îCumplir los mandamientos! Muchos, y de todas las clases so­ ciales, se acercaron a Juan, y todos recibieron un consejo, que pue­ de resumirse diciendo : cumplid vuestras obligaciones. La penitencia suele confundirse frecuentemente con la mortificaciôn. Muy vecinas ambas y completândose la una con la otra, encierran, sin embargo, definiciôn distinta. La penitencia consiste en detestar la vida pasada con proposito de enmendarse. San Juan no parece exigir a la masa mâs que esto. Los frutos de la penitencia son la observanda de la ley. Cuando la Santîsima Virgen de Fâtima envia su mensaje, ex­ plica que la penitencia pedida a los espanoles—sin excluir la mortificaciôn mâs generosa de los escogidos—consiste en cumplir los mandamientos. La limosna * y « j»;| La muchedumbre, al oir la predicaciôn del Bautista, preguntaba: —iPues qué hemos de hacer? (Le. 3,10). —El que tiene dos tunicas, dé una... (Le. 3.11), respondia Juan, a, como medio de penitencia, con su valor impetratorio y satisfactorio, ha sido tema preferido de los Santos Padres, que se han apoyado muchas veces en este texto, como puede verse en San Agustîn (cf. infra., sec. 3.a, ΙΠ). 3. El bautismo de penitencia Dejemos para los especialistas el estudio de si fué o no innovaciôn este rito. Suarez (cf. infra., sec. 4.a, IV) nos explica que este bautismo no concedia la remisiôn de los pecados «ex opere opera­ to», sino que excitaba al dolor y lo manifestaba pûblicamente. Antes de recibirlo, los aspirantes confesaban sus culpas (Mc. 1,5), probablemente en especie, segûn declaran muchos autores, pues reconocerse vagamente pecador no resulta difîcil para los munda­ nos. Cosa distinta es reconocer un pecado en especial. 4. e) La profecîa La profecia de Isaias (40,3-5) se refiere a la liberaciôn del cautiverio de Babilonia y al retorno de Israel a través del desierto. El profeta tomaba la metâfora de la costumbre de los reyes, quienes solian enviar un heraldo por delante para preparar los caminos. Ahora bien, la cautividad de Babilonia y la vuelta de los israelitas entranan siempre un sentido tipico. que aparece claramente explicado en esta ocasiôn por el hecho de apropiarse el pasaje San Juan. Trâtase ahora de disponer los ânimos de los judios, incultos y pedregosos, para que. «reblandecidos por la penitencia. allanados con la humildad y enderezados con la fe». pueda pasar Cristo por ellos fâcilmente (cf. Maldonado, BAC, t. 1. p. 178>. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 479 El allanar los montes se ha interpretado siempre como impe­ rativo de humildad. Maldonado, sin embargo, no anda en su ex­ position de San Lucas (cf. BAG, t. 2, p. 447) muy conforme con que se lleve hasta ese punto la aplicaciôn, pues enfonces carece­ ria de sentido el versiculo anterior, en el que habria que pedir a los humildes que se ensoberbecieran, tanto mâs cuanto que los fu­ turos implebitur, humiliabitur, son hebraismos que deben traducirse por imperativos, lo cual excluye que puedan interpretarse como un efecto de humiliation y exaltation conseguido por la venida o juicio del Mesias. Mas sea lo que fuere de ello, muchos han tornado pie del pasaje para hablar de la inauguration del «reino de la humildad», y entre ellos no pocos Santos Padres, citados algunos por el propio Maldonado (cf. ibid.). Toda came verd la salud de Dios (v. 6). Todos los hombres (car­ ne es un hebraismo) vieron la liberation del cautiverio babilônico. Todo el mundo verâ como ha sido liberado del cautiverio de Satan mediante la redenciôn. O también todos los hombres, si quieren prepararse debidamente, gozarân de esa salvaciôn (cf. numerosos textos biblicos sobre este punto en Maldonado, ibid., p. 440-450). f) El éxito del Precursor Muchedumbres (Le. 3,7) venian a él de Jerusalén y de toda Ju­ dea y de toda la region del Jordan (Mt. 3,5). Saduceos, fariseos, publicanos, soldados... Dentro del laconismo evangélico, no puede describirse mâs enérgicamente el movimiento popular que despertô el Bautista, y al que alude Flavio Josefo (cf. A. L, 18,116-119). Anos mâs tarde los enemigos del Senor no se atreven todavia a hablar mal de Juan cuando el Senor les propone un problema so­ bre su bautismo, que ellos no quieren resolver (Mt. 21,25). Venian y confesaban sus pecados (Mt. 3,6). Este era el fruto que se buscaba. Sin embargo, pronto surgieron los enemigos. La soberbia y avaritia de fariseos y saduceos persiguieron a Juan y ayudaron a su encarcelamiento. La sensualidad de Herodes le llevô a la muerte (Mt. 14,1-12; Mc. 6.14-29; Le. 9,7-9). En realidad, no fué el discipulo de mejor condition que su maestro. SECCION III. I. SANTOS PADRES SAN JUAN CRISOSTOMO Un ejemplo de penitencia En su Homilia 10 in Matth. (PG 57,183ss) el Crisostomo expla­ na, a proposito del evangelio de esta dominica, el tema de la penitencia, como preparaciôn para recibir a Cristo y como ejemplo de la vida ascética del Bautista. A) a) El El bautismo de penitencia camino para buscar a Cristo Entonces, esto es, cuando Cristo tenia unos treinta afios, vino Juan, movido por el Espiritu, a predicar el bautismo de penitencia en remisiôn de los pecados (Lc. 3,3). ôQué quie­ re decir esta frase? Los judios, reos de los mâs graves deli­ tos, no querian reconocerlos, y blasonaban siempre de jus­ tos. Ignorando la justicia de Dios y buscando ajirmar la propia, no se sometieron a la divina (Rom. 10,3). Asi, pues, siendo ésta la causa de los malos, vino Juan, que no intentaba otra cosa sino inducirles al conocimlento de sus propios pecados, a excitarles, con su porte exterior, a la pe­ nitencia. Tal era el argumento del Bautista cuando decia: Haced... dignos frutos de penitencia (Lc. 3,8). Puesto que el no reprobar los pecados aparta de Cristo, como dice San Pablo, y, por el contrario, el recogerse dentro de si mismo suscita deseos de buscar al Redentor y lograr el perdôn de las culpas, Juan en su venida intenté persuadirles a que hlcieran esa penitencia... para que pudieran recibir el perdôn. «... porque si no se hubiesen reconocido pecadores, tampoco hubleran pedldo gracia, y al no pedirla no hubleran alcanzado el perdôn» (Hom. 10,2, 135). «De suerte que este bautismo prépara el camino para el otro». Y vino clamorosamente, «arrastrando en pos de si a toda la ciudad... en magnifico espectâculo...». Y mâs prâctlco que si hublera ido ensefiando a Cristo de casa en casa, desipierta en todos el temor, les anima con la esperanza del SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 431 reino de los cielos, y obtiene tal éxito, que hasta los publi­ canos y soldados acudian a preguntarle por el camino de la salud. A ello contribula su prosapia, su austerldad. y el haber sldo profetizado por Isalas (Ibid. 2-3,185-188). b) El ejemplo de la austeridad de Juan La austeridad del Precursor, «estupenda y admirable en un hombre», atraia a los judios, pues era mayor que la de Elias. El Bautista debia representar en su propla persona el simbolo de la vida que iba a ser restaurada por Cristo. Por eso «vivia como los ângeles..., pero vlstlendo una âspera vestidura de pieles, para enseflarnos por su mismo hâblto exterior a apartarnos de las cosas humanas, a levantarnos sobre las de la tierra y a volvernos a nuestra pristina dignidad... De esta suerte, aquel vestldo encarnaba slmbolos de reino y de penitencia». «Bajaba (del deslerto) a las ciudades, como un ângel del cielo a la tierra, como atleta de la piedad, laureado en la lucha con las flaquezas dei mundo..., y todo ello cuando aun no habia sido destruida la culpa, ni cesada la ley, ni venclda la muerte... jEso es ser un alma generosa!» Ahora bien, si Juan, puro e inocente, «viviô entregado a una vida tan âspera, despreciando sobre toda medlda la holgura y el placer..., ôqué defensa cabrâ en nosotros, que, des­ pués de tanta misericordia de Dios y ban grande carga de nuestros pecados, no mostramos ni la minima parte de la confesiôn y penitencia del Bautista, sino que vivimos encenagados en la embrlaguez y en la comida, entre perfumes y delicias y, enervados continuamente, somos presa fâcil para el demonio?» (Ibid. 4 y 5,188-189). Muchos judios siguieron a Juan. Imitémosles nosotros, los no iniclados y los bautizados, puesto que todos necesitamos la penitencia. «Los primeros, para recibir el bautismo; los segundos, para acercarse a la sagrada mesa llmpios de toda mancha. Apartémonos de la vida muelle y relajada, por­ que no es posible... simultanear el placer y la penitencia. Bien lo ensenô el Bautista en su vestldo, en su comida y en su habitaclôn... ôTan estrecha vida nos mandas llevar? No lo mando, lo persuado y aconsejo. Pero si os fuera imposlble, aun cuando tengâis que seguir vlvlendo en vuestras ciudades, dad muestras de penitencia, porque el juicio estâ prôxlmo..., porque se acerca el térmlno de la vida de cada uno...» (Ibid. 5,190). La palabra de Cristo 1 16 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° .ADV c) Frutos dignos de penitencia «cComo los lograremos? Practicando lo contrario de lo que haclais antes. ôRobaste? Pues en lo sucesivo compen­ sa tu culpa dando llmosna de lo tuyo propio». El orador repasa los vicios mâs graves y termina afirmando que no bas­ ta sôlo abstenerse dei mal, sino que importa también restaurar la paz, arrojada de la tierra por la soberbia y la arro- · gancia (ibid. 6,190-191). B) El peligro de las delicias dei mundo a) La opulencia, 1. enemiga de la vida del alma La crâpula *C o ma mo s y bebarnos, Que manana moriremos (Is. 22,13), decian muchos judios en tlempo de los profetas. No resulta raro que tal cosa... dijeran los judios, cuando nosotros en el tlempo de la gracia... y de la perfecciôn repetimos lo mismo con las obras. Hay qulenes creen que han venido a esta vida para gozar de sus delicias y cebar su cuerpo..., que, a la postre, se convertirâ en banqueté de gusanos. Y ojalâ que el unico de los males fuera gastar en balde el tlempo pré­ sente, aun cuando sea también digno de reprensiôn. Porque cuando el caudal que Dios nos regalô para alimento y para limosnas lo gastamos en lujos y vicios..., nos hacemos reos de castigo y habremos de rendlr estrecha cuenta. Lo que se dijo de los talentos... (ML 25.15), hay que aplicarlo también a los blenes materiales... Lo peor es que el aima que vive en medlo de placeres, comilonas y bebidas, rodeada de parâsltos y aduladores..., corre el rlesgo de delinqulr... Como el barco cargada en demasia se hunde por su propio lastre, asi el aima y el cuerpo atlborrados con mâs alimento del que son capaces de soportar se anegan, y no pudiendo con la carga, se abisman en lo profundo de la maldad, con lo que naufragan a la vez la mercancia y los trlpulantes. Y como al barco asi cargado no le slrven ni la tranqullidad del mar ni la pericla del plloto..., al que vive crapulosamente tampoco le aprovecha la abundanda de discursos ni de consejos... Inutll para dlscurrir sobre el mâs allâ. se inutlllza también para los negocios de este mundo... De suerte que, aunque no hubiera Inflerno ni castlgos ni exlstiera la sentencla defini­ tiva de Dios..., sôlo esto ultimo deberia separarle de su modo de vivir... iQuién se compadecerà del encantador a quien muerde la serpiente?... (Eccll. 12,13). Pues animales peligro- SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 483 sos y nada manejables son las delicias mundanas... Las serplentes sôlo amenazan el cuerpo, pero los placeres de la carne perjudican al alma. No quiero decir que vivas en la aspereza del ayuno, a no ser que te decidas a ello, pero si que abandonee lo superfluo sin cortar lo necesario. ôCômo podemos hacernos dignos del perdôn, cuando hay quien carece de lo imprescindlble..., mientras nosotros sobrepasamos los limites debid os?... Si en el Antiguo Testamento el profeta se levantaba para fustigar con vehemencia a los que se deleitaban con los manjares, aun sin ser regaladisimos (Am. 6,46)..., ôqué no diria de muchas vidas de ahora... cuando buscamos, incluso atravesando el mar, los platos mâs refinados y selectos, los vinos mâs exquisitos..., los lechos y muebles mâs trabajados? |Y esto lo procuramos a veces—lo cual es gravisimo—empobreciendo a los demâs! (>Quién podrâ intercéder por nosotros? Nadie, pues contra éstos se dijo: Es como humo que sale de mis narices, fuego encendido todo el dia (Is. 65,5). En cambio, ante una modesta y sazonada mesa, ni el profeta se rie, ni Dios inculpa, ni el fuego castiga..., sino que Dios lo aprueba, participan los ân­ geles y lo recibe el cielo... Cristo estâ alii...; el Cristo que huye del lujo..., el amigo del humilde» (De jato, sive contra ingluviem, orat. 6: PG 50,770-774). 2. El lujo del vestido Exceslvo es el lujo de las mujeres, que suelen poner todo su empefio en el vestido y en las alhajas exteriores, sin preocuparse de aderezar su alma. No quleren oir a San Pa­ blo cuando dice : Sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con obras buenas, cual conviene a mu­ jeres que hacen profesiôn de piedad (1 Tim. 2,9-10). Y advlerte que es un hombre que vio el cielo quien no créé rebajarse hablando de los adornos de la cabellera, porque sabe que estos lujos perjudican al aima, ûnlca cosa que a él le preocupa... ôQuleres adornarte? Pues adôrnate, como mujer pladosa, con las buenas obras..., unico adorno que no te robarân y permanecerâ siempre nuevo... Grandes males se derivan dei adorno exterior, y no me refiero ahora a los daflos que sufre el aima, a la arroganda, al desprecio del prôjimo, a la hinchazôn y corrupciôn del es­ piritu, al deseo de ilicitos placeres, sino a las mismas preocupaclones materiales que engendran... (In cap. 18 Genes., hom. 41,5: PG 53,381). Oiganme los opulentos, los que viven entre el lujo de las sedas y de las purpuras; oiganme y sepan que el vestido se instituyô en el paraiso terrenal, cuando el hombre, por su pecado, sintiô la necesidad de cubrirse. Sôlo un objeto tienen los vestidos: cubrir la desnudez, evitando la tentaciôn 484 PREMOACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. y no aumentândola, y sôlo una cosa nos deben recordar: nuestro pecado, que les dlô origen (In cap. 3 Genes., hom. 18,2: PG 53,150). b) ôQUÉ QUEDA DE TODO ELLO? Después de describlr y censurai* los lujos de su tiempo, el Crlsôstomo anade: «Toda la carne es como hierba y toda su gloria como flor dei campo. Sécase la hierba, marchitase, la flor cuando sobre ellas pasa el soplo de Yavé (Is. 40,6 y 8). Somos actores en la escena. Nadie se créa rey ni rlco, por­ que al final dei acto nos encontraremos todos pobres» (De Lazaro, concio 2,3: PG 48,986). Como los que estân condenados a los trabajos forzados de las minas, cuando se despiertan después de sonar con la llbertad sienten mayores padeclmientos, asi el rlco sufrirâ mayor supliclo al despertarse en la otra vida (Ad Theodo­ rum lapsum, 1,9: PG 47,288). Vuela POR ENC] :a de las cosas. No SON estas malas, SINO SU USO «Bien sabes que caminas en medio de lazos y que te paseas en medio de redes (Eccli. 9,20). A veces, debajo de un lucro hay un robo; ten culdado. Generalmente en un lujo se esconde una tentaciôn; descubrela. ôY por qué tanto lazo contra nosotros? Para que volemos alto. Cuando los pâjaros se remontan a la altura no caen en los cepos; asi, tû mira al cielo y no caerâs en esas trampas. Alll, desde arriba, no te asombrarân las insidias humanas, del mismo modo que al que ha escalado la cûsplde de la montafia le parecen pequefios la ciudad y sus muros, el ir y venir de hormigas, la marcha de los hombres... Nada te admirarâ. Riquezas, gloria, poder, honor, te parecerân minusculos si los con­ templas desde el cielo, como le parecian a Pablo, cuando dijo: El mundo esta crucificado para mi (Gai. 6,14). Por eso nos aconsejaba el mismo Apôstol: Pensad en las cosas de arriba (Col. 3,2). àQué cosas de arriba? έΕΙ sol y la lima? iNo, mâs alto!... (Mc. 12,42) (De diabolo tentatore, hom. 2,6: PG 49,263). b) La limosna, medio necesario «El cuarto medlo es la limosna, la reina de las vlrtudes, la que lleva rapidisima a los hombres a la puerta del cielo^ la que desempefia admlrablemente el oficio de abogada nues­ tra. La limosna hacia exclamar a Salomon: Muchos son los que a porfia se dan por amigos, pero iquién haïlard el ami-' go fiel? (Prov. 20,6). Grandes son sus alas. Rompen el aire, sobrepasan la luna, vuelan mâs alto que el sol, penetran has­ ta el mismo cielo. NI aun alli se detienen·, lo atravlesan, deJan atrâs las legiones de los ângeles, los coros de los areângeles y las potestades superiores, hasta Hegar al trono del Rey. Apréndelo de la Escrltura: Cornelio..., tus oraciones y limosnas han sido recordadas ante Dios (Act. 10 4) No te- SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO Y SAN AGUSTÎN 437 mas esa presencia de Dios, por muchos pecados que hayas cometido, si te acompafia como abogada la limosna. Ningùn poder celestial se le resiste. Ella réclama la deuda ensefiando el recibo, porque para eso dijo el Sefior: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos mâs pequenos, a mi me lo hicisteis (Mt. 25,40). Asi, pues, aunque te abrumen tus pecados, tu limosna pesa mâs que todos ellos» (De poenitentia, hom. 3,1: PG 49,293). «A este juez debemos rogarle y suplicarle, no sobornarle con dinero, o mejor dicho, si; con el dinero que demos a los pobres. Socorramos al necesitado y Dios se aplacarâ..., porque la penitencia sin limosna estâ muerta, le faltan las alas y no puede volar. La que impulso a Cornelio a la piedad fué la limosna; de tal modo que sin ella su penitencia no le hubiese granjeado el cielo». c) La limosna, superior a todo pecado ... Alll (en el juicio) no nos recibirâ nadle mâs que nuestras obras. No serân los amigos que mediante la limosna hayamos conqulstado, pues quizâ ellos no se salven, sino la li­ mosna misma la que nos reciba. «Y no me refiero sôlo a los rlcos, sino también a los pobres, a los que viven mendlgando; no hay pobre, por muy pobre que sea, que no tenga dos céntlmos que dar» (In Epist. ad Hebr., c. 2, hom. 3: PG 63, 34-35). B) Limosna y penitencia segùn San Agustin a) Digno fruto de penitencia tHaced dignos frutos de penitencia (Lc. 3,8). De donde se Inflere que, si alguien no los produce taies, vanamente juzga merecer el perdôn de sus culpas por efecto de una penitencia estéril; porque después de esto decianle las muchedumbres: iQue hemos de hacer?, o sea: ôqué frutos son estes que de forma tan terrible nos ordenas produclr?: El que tiene dos tunicas, les respondia, dé una al que no la tiene, y el que tie­ ne alimentas, haga lo mismo (Lc. 3,10-lD. ôHay algo mâs cla­ ro, hermanos mios, y mâs sln dudas y mâs terminante? Y estas palabras: Todo ârbol que no dé buen fruto, sera cortado y arrojado al fuego (Lc. 3,9), ôno recuerdan las que dlrâ a los de la izquierda: Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno..., rque tuve hambre y no me disteis de corner? (Mt 25,41-42). Poco es, por tanto, alejarse del pecado, si descuidas reparar lo pasado, segûn estâ escrito: Hijo, ipecaste? No vuelvas a pecar mâs; y porque no se juzgara seguro por esto solo, afiade: y ara por los pecados anteriores (Eccll. 21,1). SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO Y SAN AGUSTÎN 489 Mas ôde qué te servirâ rogar, si no te haces dlgno de ser oido, produciendo frutos dlgnos de penitencia? Arbol estéril, serâs cortado y echado al fuego. Luego, si queréls ser oldos cuândo rogâls por vuestros pecados (Lc. 6,37 y 38), absolved y se­ rtis absueltos, dad y se os dard* (Serm. 60, c. 12: PL 38,40*}; BAC, t. 7, 811-812). «Alabâis al mercader que cambia el plomo por oro y no alabâis al mercader que da dinero y compra la santldad. Pero yo, me decis, no doy dinero, porque no soy bueno... Pues da dinero con mâs motivo y asi reclblrâs la justificaclôn» (Serm. 61, c. 4: PL 38,410). Cristo pasa necesldad en sus pobres por nosotros. Porque bien podria alimentarios, como alimenté a Elias, por medlo de un cuervo, pero ni aun a Elias qulso alimentarie siempre asi, para que fuese socorrido por una vluda (3 Reg. 17,9-17)... Puso el cielo en venta, y en un vaso de agua fria estipulô su precio... Claro que se trata de un vaso de agua cuândo es otro pobre el que da la limosna, pues el que tiene mâs debe dar mâs, porque la vluda diô dos céntimos (Mc. 12,42), y Zaqueo la mltad de sus blenes (Lc. 19,8)... «La limosna aprovecha al que plensa cambiar su vida, socorrlendo a Cristo para redimlr sus pecados. SI da limosna para segulr pecando, con eso no alimenta a Cristo, sino Intenta sobornar al juez» (Serm. 39, c. 4: PL 38,243-244). b) El t i j valor satisfactorio de la limosna «Os veo conmovidos, y también lo estoy. A decir verdad, es cosa de maravillarse. Voy a recapitular, segûn mis fuerzas, la razôn de este misterio, y no he de dârosla. Escrito estâ: Como el agua apaga la ardiente llama, asi la limosna expia los pecados (Eccll. 3,33). Y también: Coloca tu limosna en el corazôn del pobre y ella pedirà por ti a Dios (Eccll 29,15). Item mâs: iOh reyl, sirvete aceptar mi consejo: redi­ me tus pecados con justicia y tus iniquidades con misericor­ dias a los pobres (Dan. 4,24). Muchos otros testimonies hay en la palabra divina por donde ver cuânto puede la limosna en orden a extlnguir y borrar los pecados. Por eso a todos los que ha de condenar, y mucho mâs a ,los que ha de coronar, el Sefior les tomarâ en cuenta solamente las llmosnas, como dlclendo: Es dificll, si examino y peso vuestras obras, no hallar por dônde condenaros; pero tomad posesiôn del reino..., porque tuve hambre y me disteis de corner (Mt. 25,3435). No vais al reino por no haber pecado, sino por haber redimido vuestros pecados con llmosnas... y los condenados ahora... verân serio justamente por los proplos delitos; mas el Juez vendrâ como a decirles: No, no es por lo que os flgurâis, sino porque tuve hambre y no me disteis de corner. Si. apartândoos de todas vuestras obras y vueltos a mi, hubie- ■ PREDTQACIÔN DEL BAUTISTA. 490 4.° ADV. seis redimido con limosnas vuestros crimenes y pecados, esas limosnas os librarian ahora y os absolverian de tanto cri­ men, pues bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarân misericordia (Mt. 5,7). Ahora, id al fuego eterno, rque (lac. 2,13) sin misericordia serà juzgado el que no hace misericordia* (ci. Serm. 60, c. 10: BAC, t. 7, 809, y PL 38,40). C) LOS PECADOS VENIALES Y LA LIMOSNA «... Si habéis sucumbldo ante los deleites dei siglo, ejercitaos en la misericordia, en la limosna, en el ayuno y en la oraciôn. Con esto se purgan muchos de esos pecados con los que por la fragilidad humana todas las almas se manchan. No dejéls de temerlos por su pequefiez; temedlos, mâs bien, porque son muchos... No son una fiera, como el leôn, que de una dentellada rompe la garganta, pero también las bestezuelas, cuando son muchas, matan... Pequefiisima es la are­ na, pero si se echa demasiada en el barco, éste se hunde; pequefiisimas las gotas de la lluvia, pero llenan los rios y derriban los edificios... Me diréis entonces que quién puede vivir sin estas faltas, y yo os contestaré inmediatamente. Nadie. Pero Dios proporcionô los remedios para curarlas: la limosna, la oraciôn, el ayuno. Très cosas son, pero para que puedas rezar y ayunar con verdad tienes que dar limosna»... (Serm. 9, c. 11,1718: PL 38,88-89). III. SAN AGUSTIN Necesidad universal de la penitencia Dividimos esta secciôn de textos agustinianos sobre la peni­ tencia en dos partes·. Primera: Motivos de penitencia. El pecado nos separa de Dios, y, por lo tanto, es preciso borrarlo para reci■ birle. De ahi la necesidad de la penitencia. Segunda: Exhortaciôn al penitente. Hemos compuesto la antologia entresacando textos variados y extractando dos sermones de San Agustin, cuyas referencias bibliogrâficas pueden verse en el lugar respectivo. A) a) Motivos de penitencia El pecado separa de Dios En Navidad se nos predica la penitencia para destruir el obstâculo que nos separa de Dios, el pecado. - U SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 491 1. Cristo es la luz. No te separes de El Juan, que no era la luz, vino a dar testimonio de ella. La luz era Cristo, pero las tinieblas no la abrazaron (lo. 1,5)... «Los inicuos son esas tinieblas. Cristo estâ, estaba y permanece... Es necesario, pues, que veas al que permanece dentro de tl; que no te separes del que no se sépara; que no le dejes para que no te abandone. No caigas y nunca caerâs en su olvido. Si tû caes, El se oculta (casum: occasum); si te sostienes, estarâ delante de tl, y si no puedes sostenerte, acuérdate dônde has caldo y quién es el que te derriba. Cayô antes que tû (Satanâs), y te derriba ahora; no por la fuerza, sino porque tû quieres. Si conocieses tu mal, seguirias sosteniéndote y permanecerias en la luz. Pero ahora que has caido y enfermado de ese corazôn, donde la luz podia verse, Cristo viene de forma que lo puedas ver a El, y te envia por delante a un hombre para que recibas su testimonio. Dios pide el testimonio al hombre... para ayudar a los hombres... iTan enfermos nos hallamos que tenemos que buscar la luz dei dia por medio de una linterna!» La linterna era Juan... (In Ioan. Evang., tr. 2, c. 2,8: PL 35,1392). 2. El pecado nos separa de Dios, que vivia entre nosotros «No anda lejos de nosotros Aquel en quien vivimos, nos movemos y somos (Act. 16,27-28). Sôlo te puede separar de Dios tu maldad. Derriba la pared del pecado y estarâs otra vez con aquel a quien rezas» (Enarrat, in Ps. 137, 2: PL 37,1775). «Dios, todo El en todas partes, no habita, sin embargo, en todos, porque no a todos se puede decir lo que dijo el Apôstol... iNo sabéis que sois te?nplo de Dios y que el Espiritu de Dios habita en vosotros? (1 Cor. 3,16), slno que, por el con­ trario, muchos merecen la otra frase: si alguno no tiene el Espiritu de Cristo, ése no es de Cristo (Rom. 8,9)... Luego hay que confesar que, aunque Dios estâ en todas partes por la presencia de su divinidad, no lo estâ por la inhabitaciôn de la gracia... Se dice que estân lejos de El los que se han hecho por el pecado desemejantes a El; y se dice que se le acercan los que vlviendo piadosamente reciben su seme j an za. Rectamente decimos que el ojo, cuanto mâs ciego, mâs lejos se encuentra de la luz. Aun cuando la luz estâ cerca de todos, dbay algo mâs alejado de ella que el ojo ciego bafiado por la misma luz? Ojos que se acercan a la luz son los que se curan y la reciben» (Epist. 187, c. 5,16-17:PL 2.838). 2.Ί !· 492 3. PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° .ADV. Aunque el pecado separa, Dios sigue amando y esperando «Vâyanse y huyan de ti los inquietos pecadores... ^En qué te pudieron dahar?... ôAdônde huyeron cuando huyeron de tu presencia?... Huyeron, si, por no verte a ti, que los estabas viendo; para, cegados, tropezar contigo, que no abandonas nlnguna cosa de las que has hecho; para tropezar contigo, in­ justos, y asi ser justamente castigados por haberse sustraido a tu blandura, haber ofendido a tu santidad y haber caido en tus rigores. Ignoran éstos, en efecto, que tu estâs en todas partes, sin que ningûn lugar te circunscrlba, y que estâs pré­ sente a todos, aun a aquellos que se alejan de ti. Conviértanse, pues, y bùsquente, porque no como ellos abandonaron a su Creador, asi abandonas a tu criatura. Convlértanse y al punto estarâs tu alli en sus corazones; en los corazones de los que se confiesan y se arrojan a ti y lloran en tu seno a vista de sus caminos difidles, y tû, fâcil, enjugarâs sus lâgrimas; y llorarân aûn mâs y se gozarân en sus llantos, porque eres tû, Seûor, que les hiclste, quien les repara y consuela. ôY donde estaba yo cuando te buscaba? Tû estabas, clertamente, delante de mi, mas yo me habia apartado de mi mismo y no me encontraba. ôCuânto menos a ti?» (cf. Con­ fess., 1. 5, c. 2: PL 32,706, y BAC, t. 2, p. 472-473). 4. Dios te ama a ti y odia tu pecado «ôLe ama y le odia a la vez cuando dice: cubre su rostro de ignominia? Parece ser sôlo adversario, pero oye lo que si­ gue y verâs cômo puede ser también amigo: cubre su rostro de ignominia y busquen tu nombre, ioh Yavé! (Ps. 82,17). ... Odia tus obras; te ama a ti; odia lo que hlciste, ama lo que hlzo Dios. Tus obras son los pecados, y tû eres el hom­ bre, hecho por Dios a imagen y semejanza suya. Tû olvidas lo que Dios te hizo y amas lo que hiclste tû. Amas lo que estâ fuera de El. tus obras, y te olvidas de la de Dios... No es Dios el que se separa ni el que se cambia; El no se mueve y enmienda. Si se separô, sôlo fué porque te separaste tû. Tu caiste, El no se ocultô. Oyele, pues, cuando dice: Volveos a mi y yo me volverê a vosotros... (Zach. 1,3). Persigue a quien le vuelve la espalda, llumlna a quien le vuelve el rostro». A continuaciôn afiade San Agustin que el mejor modo de volver a Dios es por medio de Cristo, camino y medicina que se encuentran en la penitencia (Serm. 142, c. 4: PL 38,780). b) Necesidad de la penitencia El sermôn 351 (PL 39,1535ss) es sencillo y prâctlco. Trasladamos la primera parte, destlnada a los catecûmenos. La SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 493 ? dedicada a los pecadores, por ser universales, respecto al pe­ cado, las razones aducldas, puede completarse con la exhortaclôn que extractamos seguldamente. 1, Necesaria a los buenos Una penitencia hay que los buenos, por el hecho de ser­ io, practlcan cotldianamente, a saber, la de soportar esta vida, gimlendo por la venidera; todos debemos considerar lo despreclable de la presente y llorar dlclendo: jAy de mi!... Demasiado se ha prolongado mi destierro (Ps. 119,5). O como dijo San Pablo: Persuadidos de que mientras moramos en este cuerpo estamos ausentes del Seûor (2 Cor. 5,6). Vida agravada por la concupiscenda, que obliga al Apôstol a suspirar con el fin, con ansias de revestirse de Inmortalldad (2 Cor. 5,1-4). Consiste, pues, esta penitencia en vivir despegados dei mundo, con la mirada puesta en la patrla celestial. Pero, ademâs, necesitamos otra: la del dolor y eastigos que voluntariamente nos imponemos y necesitamos: 1. ° Para resistir la tentaciôn Tal es la norma cristiana: que la carne y la ceniza no se confien mientras no haya pasado esta noche, en la que corretean todas las beètias salvages y rugen los leoncïïlos por la presa (Ps. 103,20-21). Por eso Job no dice que hay tentaclôn en esta vida, sino que la misma vida es una tentaciôn (lob 7,1). Es como la noche, en la que Satands nos busca para ahecharnos como trigo (Lc. 22,31). ôA quién, pues, desagradarâ la penitencia? «ôQuién no pedirâ humildemente la ayuda divina hasta que pase esta turba de tentaclones... y bri­ lle para nosotros el dîa eterno, el que siempre luce, el que, alumbrando lo mâs secreto de los corazones, nos ha de ser­ vir de alabanza y de gloria?» (1 Cor. 4,5). 2. ° Para conservar y aumentar la gracia Que nadle se glorie, aunque tenga domefiado el cuerpo y crucificado el mundo con sus obras... y castigue su carne reduciéndola' a servidumbre... Todo eso se lo han dado... No se contente con devolver lo mismo que le dieron, no sea que enfonces le dlgan: Siervo malo y haragân... Debias haber entregado mi dinero a los banqueros, para que a mi vuelta recibiese lo mio con los intereses (Mt. 25,26-27). Pues el que quiera aumentar la gracia, que haga penitencia. 3. ° A los sacerdotes «Se mueve en medio de las cosas humanas, pero no car­ nales, entregado como estâ a su ministerio de conquista de los espiritus. No vive absorbido por obligaciones temporales, ni la milicia de Dios le déjà tiempo para dormir en ocio in­ dolente. Dé, pues, con alegria sus limosnas al remediar en lo po- 494 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° .ADV. sible las necesidades materiales de los pobres, o cuândo en su calidad de dispensador del pan celestial construye dentro de los corazones de los fieles verdaderas fortalezas contra el demonio. Dios ama al que da con alegria (2 Cor. 9,7). No le venza el cansancio en las dificultades que se le presenten, para que el hombre no se olvlde de que lo es. No se deje llevar por la ira, ni con el que enojosamente le molesta ni con el que inoportuno le pide, empujado por la necesi­ dad; ni con el que, cuândo estâ mâs ocupado, pretende que le resuelva su asunto, sin que le importe nada del suyo; ni con el que resiste todo raclocinio de una justicia évidente por su apetito ciego o por su pereza. Que no dé mâs ni menos de lo que conviene. Que no hable mâs de lo necesario, y cuândo lo sea. iCudn hermosos los pies de los que anuncian el bien! (Rom. 10,15)... Y sin embargo, también se les pega el polvo de la tierra. Polvo que serâ sacudido contra ellos si por su mala volun­ tad desprecian esta mancha... Asi, pues, los sacerdotes no solo hemos de soportar esta vida hasta que pase, esperando en Dios y obrando virilmente para dar frutos con nuestra paciencia; no solo, digo, he­ mos de soportarla, pesada como es por su misma caducidad, miseria y preocupaciones cotidianas (Con las que ojalâ nos diésemos por satisfechos, segün el consejo del Seüor: bàstele a cada dia su afàn ; Mt. 6,34) ; sino que debemos hacer penitencia a diario para sacudirnos el polvo de este mundo, que se adhiere a los pies de todo el que va por el camino, y para reparar el desgaste que nos ocaslonan las mismas ocupaciones tan complicadas de nuestro ministerio, iOjalâ quiera Dios compensarlas con ganancias mayores!» (Serm. 351, 4: PL 39,1538-1539). A los seglares «Pues si esto ocurre a los dispensadores de la palabra de Dios, ministros de sus sacramentos y soldados de Cristo, ôqué no ocurrirâ a la multitud gregaria?... iCuânta mayor penitencia debieran hacer éstos..., que, aunque no sean adulte­ ros..., sin embargo, por la administraciôn y négocies de su casa, por los estrechos vinculos matrimoniales, estân, no digo rociados de polvo, sino manchados de lodo de arriba abajo!...» ;En cuântas culpas no se ven mezclados por hablar de los asuntos ajenos..., por las charlatanerias necias...: por las mismas comidas, indispensables para vivir, pero que se apetecen âvlda e inmoderadamente... ; por las malas acciones en la compra y en la venta!... «Da pena énumérai todo lo que encontrariamos dentro de nosotros si nos mirâsemos slnceramente en el espejo de las Sagradas Escrituras. En verdad que ninguna de estas cosas hiere mortalmente. pero son como la sarna. De tal modo afean. que nos separan ° 4. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 405 del abrazo castisimo de ese Esposo, el mâs hermoso de los hijos de los hombres (Ps. 44,3), si no la curamos con la me­ dicina diaria de la penitencia» (ibid. 5: 1540-1541). 5.° La caida diaria Todos caemos. En el santo sacrificio todos decimos: Perdônanos nuestras deudas (Mt. 6,12). Seftal de que las tenemos, pues no es aquel lugar proplcio para mentir. «En realidad, todo el que se considere a si mismo diligentemente y sin adulaciôn alguna, no podrâ por menos de darse cuenta del peligro de eterna condenaciôn en que vive y de la pe­ nuria de santificaciôn con que vamos peregrinando...» San Juan (1 lo. 3,9) dice: Quien ha nacido de Dios, no peca, pero en la misma epistola anade: Si dijéramos que no tenemos pecado, nos enganariamos (Ibid. 1,8). «La primera frase se refiere a las primicias del hombre nuevo, y la segunda a las reliquias del viejo. Viven los dos juntos, y poco a poco el nuevo va credendo y el viejo cede. Pero mientras duran ambos, estâmes en la palestra, y no solo propinamos al ad­ versario los golpes de nuestras virtudes, sino que recibimos los del pecado en cuanto nos descuidamos en esqulvarlos. Por ahora nadie vence def initivamente ; hay que esperar a ver quién es el que golpea con mâs vigor, hasta que llegue el momento final, cuândo el enemigo de todo el que se sostiene en pie se lleve a los vencidos a la muerte eterna, mientras que otros triunf antes griten: iDônde esta, /oh muerte!, tu victoria? (1 Cor. 15,55). Y sepâmoslo, nunca seremos vencidos mâs fâcilmente por nuestro rival que cuândo le imitemos en la soberbia..., ni le derribaremos con mâs empuje que imitando la humildad de Nuestro Senor, ni le serân nunca nuestros golpes mâs dolo­ rosos y duros que cuândo curemos nuestros pecados con la confesiôn y la penitencia» (ibid. 6: 1541-1542). Necesaria a los pecadores En esta parte San Agustîn se refiere a veces a la penitencia canônica de aquellos tiempos. Como las razones son fâcilmente acomodables, preferimos respetar el pensamiento del Santo, ya que el lector sabrâ fâcilmente entender cuândo se refiere a la penitencia en general y cuândo a la canônica. Intercalamos un pârrafo destinado a los catecûmenos y lo colocamos entre paréntesis. 2. La penitencia por los pecados cometidos «La tercera penitencia es la que ha de sufrirse por los pecados cometidos contra el decâlogo» (ibid. 7: 1542). «Nadie se acerca a Cristo y comienza a ser lo que no era sin haberse arrepentido antes de lo que era... Esta es la pe­ nitencia que como necesaria para el perdôn mandaba Pedro a los judios (Act. 2,38) y la que ordenaba el Sefior diciendo: Arrepentios, porque se acerca el reino de los cielos (Mt. 4.17), l.° » I 496 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. y Juan el Bautista (Mt. 3,8): Haced dignos frutos de peni­ tencia* (ibid. 2: 1537). «En esta tercera penitencia cada uno ha de mostrarse se­ vero consigo mismo y juzgarse a si propio para no ser juzgado por Dios: Si nos juzgàsemos a nosotros mismos, no sé­ riâmes condenados (1 Cor. 11,31). ... Constltûyase delante de si II ismo, para que esto no le ocurra después: Quisiera corregirte poniendo esto ante tus ojos (Ps. 49,21). Constltuido, pues, en su corazôn el tribunal, la memoria actûe de acusador, la conciencia de testigo y el temor de verdugo». Si se créé merecedor de ello, acuda a la disciplina eclesiâstica para que se le prive del pan celestial. Porque aqui se acercan al altar muchos indignos negândose a la penitencia, pero a aquel otro altar indefectible en el que oficlarâ nuestro Sumo Sacer­ dote, Cristo, asistldo por todo el linaje escogido—sacerdotio real (1 Petr. 2,9)—, no podrâ acercarse quien no hubiere hecho penitencia y en cambio se dedique a atesorar la ira. «Y tû, por no separarte ahora por algûn tiempo de nuestros al­ tares, dperderâs acercarte al celestial?» (Ibid. 7-8: 1542-1545). ôQué espera, pues, el que ha pecado gravemente? Ya que Dios le da vida, que haga penitencia. ôTan enemigo es de si mismo que no la hace? Cambie de voluntad y castlguese con medicina severislma, si, pero al fin medicina que cura. Vaya a los oblspos a que le indiquen la penitencia a que debe someterse, y si el escândalo ha sido grande y los oblspos lo creen preciso, practique entonces la penitencia delante de todos (ibid. 9: 1545). Excusas vanas Otros no la hacen. Ya nos dice la Sagrada Escritura que en la Iglesia habrâ buenos y malos hasta la ûltima siega, cuando el Sefior venga con el bieldo (Ibid. 10: 1546-1547). Otros muchos pecan. «Los que se niegan a la penitencia, que no busquen compafieros para el supllcio ni se alegren por encontrar numerosa compaôia. Porque sean muchos, no arderân menos...» Qulzâs se apoyan en que hay sacerdotes y dignidades eclesiâsticas que no viven como predican. iDesgraciados los que, mirando a los ministros, se olvldan del Senor, que ya recomendô... se siguleran sus palabras y no sus obras y que tolerô a Judas y hasta lo enviô a evangelizari... Se parecen al que en una carretera, al observar que las piedras milia­ rias llenas de indicaclones se estân quietas, no quisiera moverse. SI deseas llegar, ôpor qué no miras a tantos otros sacer­ dotes que seftalan el camino y marchan por él decidldos y constantes? Si los buscas no dejarâs de hallarlos, pues lo que ocurre es que se habia menos de ellos, porque los hom­ bres, en vez de fijarse caritativamente en los que viven como predican, prefleren sorprender con malicia susplcaz algo dig° 2. SEC. 3. ss. PADRES. SAN AGUSTIN 497 no de censura, unas veces para no encontrar a nadie bueno, ya que ellos son malos; otras, temlendo encontrarlas, puesto que no rehusan persévérai en su maldad. Pero concédâmes que no los encuentras... ôY Cristo? ôY los apôstoles... y los mârtires?... (Ibid. 11: 1547-1548). c) Exhortaciôn final Por muchos pecados que tengas, no te desesperes, recu­ rre a la penitencia como los ninivitas (Ion. 3,5) «jPero yo soy cristiano... y, perro despreciable, he vuelto al vômlto de mis viclos! iDônde podria alejarme de tu espiritu? iAdônde huir de tu presencia? (Ps. 138,7). dDônde me esconderè de Dios? (■Donde te esconderâs, hermano? En su mlsma misericordia. Nadie puede huir de Dios mâs que refugiândose en El», huyendo de su severidad, pero acudiendo a su amor... Todavia vives, y si Dios no quisiera curarte, ya te hubiera sacado de este mundo... El, que no consiguiô convencerte con sus clamo­ res para que no te fueras, te llama con su perdôn para que vuelvas. Acuérdate de David, circuncidado, ungido... San Agustin comenta el pecado y la penitencia de David y de Pedro... De David dice: «No basta cambiar de vida; hay que satisfacer con el dolor penltente y las limosnas». Aduce los versiculos 5, 11, 18 y 19 del Miserere (Ps. 50). Pedro ofreciô el perdôn, mediante la penitencia, a Simôn el Mago (Act. 8,21-23). «Nos rodean los préceptes de obrar el bien, los ejemplos de los que no lo practican y también los de quienes con su penitencia retornan al camino». Los hombres cuando ofenden al emperador buscan mil recomendaciones, emprenden viajes tan dificiles, que, para huir de la muerte, la desafian. Humiliate tû ante Dios y la Iglesia. El trabajo (de la penitencia publica, y en nuestro caso de’cualquier otra) que se impone es pequefio, y la muerte eterna se evita sin nlngûn peligro de esta vida temporal (ibid. 12,1548-1549). B) Exhortaciôn a los impénitentes a) LOS QUE DIFIEREN SU CONVERSIÔN 1. La tardanza en convertirse Unos por desesperaciôn No teman. Conviértanse pronto y oigan: d, Quiero yo acaso la muerte dei impio... y no mâs bien que se convierta de su mal camino y viva? (Ez. 18,23) (Serm. 40: PL 38.244ss). l.° PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 49B 4.° ADV. 2? Otros por eiceso de esperanza Dlcen: «Bios es misericordloso y lo perdona todo; no devuelve mal por mal. Estos deben oir al Apôstol (Rom. 2,4); cDesprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te atrae a peni­ tencia? > (cf. Ibid. 2: 244). Otros esperan mal Dlfieren para mâs tarde el dia de su converslôn: dPor qué, pues, si Dios me lo ha de borrar todo, no voy a aumen­ tar mis placeres y vlvlr a gusto?... Pero ôcômo dices eso, hermano mio? Porque Dios promete su perdôn en cuanto camble, responde él» (ibid. 3-4: 244-245). ° 3. 2. Dos respuestas 1? eso se llama vivir bien? c,Y a eso le Hamas dias buenos? A hartarte de placeres, a nutrir de lujuria tu corazôn, a asediar la virtud ajena, a contrlstar a tu prôjlmo con fraude, a negar lo prestado... Cuando ves tu mesa repleta de comida, όcrees que ése es un dia bueno? ôCômo pueden ser buenos esos dias, siendo malo el hombre que los vive?» (Ibid. 4,245). ôA 2? iSabes cuândo vendrâ Dios? «Nadie te ha prometido el dia de maüana. Y si no, tû que lees tan admirablemente el Evangelio y los Profetas cuando prometen el perdôn de tus pecados para el momento de convertlrte, léeme un solo lugar en que se te haya prometido el dia de mahana, y en ese caso yo mismo te dire: Aprovéchate y vive mal... Pero te acabo de recomendar un disparate. Tu vida podrâ ser larga o corta. Si ha de ser larga, ôpof qué la prefleres larga y mala? ôQué te ocurrlrâ de malo porque vivas mucho y bien? En camblo, si fuere corta, deléitete el pensar que irâs a una vida etema y felicisima. fNo difieras conver­ tir te al Senor y no lo dejes de un dia para otro, porque de repente desfogarà su ira y en el dia de la venganza pereceras! (Eccli. 5,3). ôAcaso he escrito yo esta sentencla? Acaso la puedo borrar? Ni puedo borrarla ni callarla, porque me aterrorlzaria ml silendo. Tengo obllgaclôn de predicar. Yo mismo estoy lleno de miedo. Temed conmigo, y asi un dia gozaremos juntos... Senor, ya sabes que me has atemorizado con las palabras de tu profeta. Sefior, has conocido que me llené de espanto cuando se leian desde este pulpito. Pues en su nombre os las repito. No quiero que os perdais» (Ibid. 5: 245). SEC. 3. b) 499 SS. PADRES. SAN CESAREO Despertar la conciencia que rehusa «No me digas: Déjame que me condene en paz. Es mi gusto». Si el médico le advlerte a un hijo que su padre serâ sobrecogido por un suefio dulce pero mortal, y le encomienda que le sacuda, le pellizque y aun le pinche con tal de que no se duerma, el hijo lo harâ. Y de nada le valdrâ al padre despertarse Incomodado, pidiendo que le dejen dor­ mir tranqullo, porque el hijo sabe que del suefio pasarâ a la sepultura, y quiere alargar a su padre anclano la vida unos afios para estar con él. Dios hace lo mismo contigo. «Dios te grita: No te duermas, pues de lo contrario dormirâs eternamente. Despiértate para que vivas conmigo y tengas un pa­ dre que no perderâs nunca. ôY sigues sordo?» (ibid. 6: 246). c) Son palabras de Dios. Pidâmosle la salvaciôn «Dios es el que amenaza... ôQué quieren? ôQué yo prometa lo que El no prometiô? ôDe qué vale la tranquilidad que te asegure el administrador, si el duefio no te la confirma? Yo no soy mâs que un administrador, un siervo... iOjalâ Dios te prometiese esa tranquilidad!... Pero si vosotros ni yo tenemos mâs tranquilidad posible que obedecer cuidadosamente los mandamientos divinos... Nos cansamos porque somos hombres, pero pidâmosle, gimiendo, su ayuda. No recemos por cosas temporales, pasajeras y transitorias, que se desvanecen como el humo. Rece­ mos, si, para poder ser justos y santos en el nombre del Se­ fior. Recemos, no para dominar a nuestro vecino, sino para dominar nuestra concupiscencia; no para curar nuestro cuer­ po, sino para sanar nuestra avaricia. Sea ésta nuestra oraclôn: Sefior, ayùdanos en la lucha y corônanos en la victo­ ria» (Ibid. 7: 246-247). IV. SAN CESAREO DE ARLES Preparation para la Navidad Existen dos breves sermones, que han sido atribuidos por unos a San Ambrosio y por otros a San Agustîn. Migne los arribuye a San Césareo de Arlés. pero los incluye con los numeros 115 y 116 en el apéndice de los sermones dudosos de San Agustîn (cf. PL 39,1973 y 1975). Damos el uno a continuacién de otro, y pueden distinguirse fâcilmente por las citas. PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. A) a) Hay 4.° ADV. Disposiciones necesarias que disponerse para recibir a Dios Al acercarse la Navidad, debemos prepararnos culdadosamente para que «merezcamos recibir a nuestro Rey con gloria y alabanza, sin que nos repela por nuestra fealdad al condenarnos como pecadores». Comulguemos ese dia pu­ ros y limplos, para no corner nuestra propla condenaciôn: «En el cuerpo de Cristo estâ nuestra vida, segün dijo El: Si no coméis la carne del Hijo del hombre..., no tendréis vida en vosotros (lo. 6.53). Cambie, pues, de vida quien quiera reci­ bir la vida,, pues si no cambia (1 Cor. 11,27), la de Cristo le servirâ de juicio, y en vez de vida sera muerte» (Serm. 115, 1: 1973). «St el Sefior os ve revestldos de la luz de la caridad, adornados con las joyas de la misericordia y de la justicia, cas­ tos. humildes y sobrios, su cuerpo y su sangre no serân vuestro juicio, sino vuestro remedio». De lo contrario, temo que os diga: Arrojadle a las tinieblas exteriores... (Mt. 22,13). «Esa es la sentencla que oirâ en el dia del Juicio el que llegue a la Navidad sin hacer penitencia de sus pecados» (Serm. 116, 1: 1975). b) Con limpieza de conciencia Cuando se acerca tu fiesta o la de uno de tus hijos, limpias tu casa, qultando todo lo desagradable e inûtll. «Si, pues, dispones tantas cosas para el natalicio de un hljo, ôqué no debes disponer para el de tu Sefior? Si préparas tantas co­ sas para un mortal, ôqué no deberâs preparar para el Eter­ no? Procura que Dios no encuentre en tu aima lo que no te gusta ver en tu hogar» (Serm. 105, 2; 1973). c) Adornando el alma con la caridad SI vlniera a vlsltarte un rey, ôcômo te adornarias? Pues con la ayuda de Dios esté tu aima «resplandeciente por la castidad, espléndida por la caridad, rozagante por las limos­ nas». Asi Cristo «no sôlo te visltarâ, sino que descansarâ en ti perpetuamente» (2 Cor. 6.16 y Apoc. 3.20). Fellz aquel en quien Cristo more. Desgraciado el que, repudiado por Cristo, sea dominado por Satanâs. Esta es la sltuaclôn «del aima que no recurre pronto a la medicina del arrepentimiento: porque serâ abandonada de la luz e invadlda por las tinieblas». SEC. 3. SS. PADRES. SAN CESÂJLEO 501 Temed a la ira como a una fiera; eliminad el odio de vues­ tros corazones como un veneno, y sea tal vuestra caridad que alcance no sôlô a vuestros amigos, sino a vuestros enemlgos, para que podâis decir: Perdônanos nuestras deudas... No sé cômo puede acercarse tranquilo al altar del Senor el que siente algûn odlo después de lo que con clamor terrible dijo San Juan: Quien aborrece a su hermano es homicida (1 lo. 3,15). «Quien con un trueno tan fuerte no se desplerta, ése no duerme, sino que estâ muerto» (Serm. 105, 3 y 4: 19741975). B) Las bodas de Cristo con la Iglesia y contigo a) Hay que presentarse limpio de toda mancha En este dia celebrô Cristo, al tomar nuestra carne hu­ mana, sus bodas con la Iglesia. Nosotros estamos invitados al banqueté, pero hemos de cuidar mucho del traje nupclal y de procurar que brille por su blancura. Es mâs, se trata de nuestras propias bodas, en las que podemos ser la esposa. Consideremos, pues, con quién nos desposamos y cômo conviene que nos aderecemos, no ocurra que podamos encontrarnos con que el interior, en vez de resplandecer de Joyas, estâ lleno de manchas (Serm. 106, 2: 1975-1976). b) CONVIDAD A LOS POBRES Slempre convlene dar limosna, pero mucho mâs en estas fiestas. No parece justo que mlentras unos se sacian, otros pasen hambre. «Tanto nosotros como los pobres somos slervos del mismo Senor, redimldos con igual precio; lo mismo entramos en el mundo todos y de la misma manera saldremos, y si obramos el bien, obtendremos semejante felicidad... ôPor qué no ha de corner contigo el poore, que recibirâ también contigo el reino? ôPor qué no has de regalar tu traje usado al tfue lucirâ Igual que tu la estola de la inmortalldad? cPor qué no puede corner tu pan el que fué bautlzado contigo? cPor qué es indigno de las sobras de tu comida el que se acercarâ en tu compahia a la mesa de los ângeles? Oid, hermanos, un mandamlento que no es mlo, sino del Senor: Cuando hagas una comida o una cena no liâmes a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a los parlantes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos a su vez te inviten y tengas ya tu recompensa. Cuando hagas una comida llama a los po­ bres. a los tullidos, a los cojos y a los ciegos, y tendrâs la di- 502 PREDIOACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. cha de que no puedan pagarte, porque recibirâs la recompen­ sa en la resurrecciôn de los justos* (Le. 14,12-14). ôY no podré invitai a mis amigos? Si, pero de modo que te quede algo para los pobres, no sea que en el dia del juicio te digan (Mt. 25,41-42): Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno... Porque tuve hambre y no me disteis de corner ... (Serm. 106, 4 y 5: 1976). I. SANTO TOMAS DE AQUINO La penitencia es necesaria Reproducimos en brevisima sintesis las ideas fundamentales del Angelico Doctor sobre la necesidad de la penitencia (cf. Sum­ ma Theol., 3, q. 86). A) En qué consiste la remisiôn del pecado La remisiôn. del pecado consiste en volvernos a unir a Dios, de quien nos separô (cf. ibid., q. 86, a. 1). La ofensa hecha a Dios procede de nuestra voluntad, que se separô de El por buscar un bien creado. Ahora bien, esta ofensa no puede perdonarse mientras el hombre no vuelva a dirigirse a Dios, mudando su voluntad por medio del arrepentimiento y el propôsito de nueva vida. En efecto, perdonar es devolver la gracia del ofendido al ofensor. Los hombres podemos perdonar a nuestros enemi­ gos y devolverles nuestra gracia, aun cuando ellos no cambien en su disposiciôn perversa hacia nosotros, porque nues­ tra gracia es algo meramente externo, que no cambia nada el interior de quien lo recibe. Nuestra gracia o benevolencia supone que aquel a quien se la otorgamos es bueno o lo parece. La gracia de Dios, en cambio, no obra asi; la gracia de Dios convierte en bueno al que no lo era, trocândolo interiormente. B) Para volver a la gracia se requière la penitencia Por lo tanto, para que Dios pueda devolver su gracia, es necesario que el hombre retire aquella su mala disposiciôn de la voluntad, por la que se convirtiô a las criaturas, separândose de El. Mientras dure la voluntaria aversiôn a Dios, es imposible que éste pueda devolver su gracia (q. 86, a. 2 in c.). 504 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. En otros lugares explica que el cambio de voluntad se verifica mediante la gracia actual. La misma razôn justifica que a los ni nos se les pueda perdonar el pecado original sin que previamente hagan acto alguno de penitencia. En realidad no es la voluntad del nine la que estâ desordenada; su desorden radica en la natura­ leza, que lo heredô. Asi, pues, no hace falta rectlficaciôn al­ guna por parte de la voluntad-, y basta la gracia inhabitante de Cristo (ad 1). C) También es necesaria para el pecado venial En cuanto al pecado venial, la penitencia es necesaria también (q. 87, a. 1), porque aun cuando no nos separe totalmente de Dios «se retrasan los afectos humanos, de modo que no lleguen tan prontamente a El». Es, pues, necesaria, en cierto modo, la penitencia, y no basta el simple estado de caridad habituai, puesto que el pecado venial es compatible con él. Requiérese por lo menos alguna displicenda virtual; por lo menos un deseo tal de Dios, que en aquel momento esté dispuesta nuestra aima a retirar cuanto Impida apartarnos de El. II. SAN BUENAVENTURA Tres grados de purificaciôn Segûn. el Doctor Serâfico, hay tres grados dentro de la purificaclôn: el temor, el amor y su fruto de misericordia (cf. Purifie, de la Virgen Maria : BAC, t. IV, p. 635 ss). A) Hay tres modos de penitencia «Debemos saber que exlsten très clases de purificaciôn: legal, profétlca y evangéllca. La primera tiene su origen en el temor de la severidad del juicio; la segunda, en el ardoroso celo de la justicia, y la tercera. en la dulzura de la dlvlna misericordia. La primera es legal; la segunda, profética, y la tercera, evangélica. La primera se indica en el ayuno cuadragenarlo de Moisés; la segunda. en el de Elias, y la tercera en el de Cristo...> SEC. 4. a) TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA La primera se origina 505 del temor al juicio «La primera purificaciôn es legal, y se origina del temor de la severidad del juicio, de la cual se habia en San Lu­ cas (3,17): En su mano tiene el bieldo para bieldar la era y almacenar el trigo en su granero, mientras la paja la quemarà con fuego inextinguible. Cristo, fuego que derrite, tendrâ el bleldo en su mano, o sea, la balanza del juicio final. La consideraciôn del juicio divino hace en nosotros por la gracia lo que harâ por la justicia vindicativa... Dios ablandô mi corazôn (lob 23,16), pues me ocupô en considerar sus caminos. Aqui conviene que el temor sea el principio de vuestra purificaciôn» (ibi.: 636 y 637). b) La segunda, de la caridad «La segunda purificaciôn es la gracia penitencial, que tie­ ne su origen en el celo vehemente de la justicia; y esta purificaciôn es profética y mâs excelente que la legal; de ella se dice en el libro de los Numéros (31,23): Todo lo que puede resistir el fuego, pasadlo por el fuego. Todo lo que pue­ de pasar por el fuego, esto es, por el de la caridad ardiente...» (Ibid.: 637). c) La tercera, de la misericordia «La tercera... proviene de la dulzura de la compasiôn de lo alto; y se llama evangélica porque el Evangelio viene acompafiado de mansedumbre. Dijeron Juan y Santiago: Senor, ^quieres que digamos que baje fuego del cielo que los consuma? (Le. 9,54). Y respondiôles el Sefior: No; no vine a eso. Respecto a esa purificaciôn se dice en el llbro de Tobias (12.9): La limosna libra de la muerte y limpia de todo pecadOT> (ibid.: 637). B) Grados de las très «Es necesario que la fe acompafie a la misericordia; mas si deseas guardar fldelidad a Dios, debes pertrecharte antes con el temor, porque con el temor del Seftor se aparta el hom­ bre del mal (Prov. 16,6). Esta tercera purificaciôn presupone las otras dos, la de Molsés y la de Elias. Si das limosnas sin dejar de pecar, es PREDIGACIÔN DEL BAUTISTA. 506 4.° ADV. como si dieras una bofetada junto con la limosna. Estas très purificaclones se ordenan mutuamente, pues la que procede del temor es como fundamento y la que procede de la dulzura de la compasiôn divina es como complemento. La pri­ mera es purificatlva; la segunda, purificati va e ilumlnativa, y la tercera, puriflcatlva, ilumlnativa y perfectiva» (ibid.: 639). Il H III. SAN ROBERTO BELARMINO Caminos hacia Dios Como en las dominicas anteriores, ex trac tamos de la obra citada el sermon correspondiente al evangelio dei dia. A) Los caminos que conducen a Dios Juan, anunciado por Isaias, nos ordena que preparemos al Sefior un camino recto, llano, estrecho y solitario. a) «Enderezad sus sendas» (Lc. 3,4) El camino recto es mâs breve, mâs hermoso y anima con la vlsldn directa de la meta final. Por eso dice el Sablo (Sap. 10,10): Le condujo por caminos rectos y le diô a cono­ cer las cosas santas. b) Todo barranco sera rellenado... y loîs caminos tor­ tuosos RECTIFICADOS (LC. 3,5) La llanura aprovecha a la comodidad, a la belleza y a la visiôn de la meta o fin. c) «Sendas» Las sendas son mâs estrechas, pero mâs râpidas y hasta mâs seguras, pues no transitan por ellas mâs que los peatones. << d) En SOLEDAD Camino recorrldo sôlo por los que quleren encontrar a Cristo. SEC. 4. B) TEÔLOGOS. BELARMINO 50Ί Camino recto: el fin del hombre a) La rectitud de intenciôn sEnderezad el camino del Senor» (Io. 1,23). La recta in­ tenciôn es el fundamento de toda la vida espiritual, porque en realldad el camino recto équivale a seguir la ley de Dios. Mas para andar por él se necesita la rectitud de intenciôn, esto es, conocer y desear nuestro verdadero fin. El que ama el fin elige los medios convenientes. Por eso dice San Pablo que quien ama al prôjimo ha cumplido la Ley (Rom. 13,8), y éste es el sentido de las palabras del Sefïor: Si tu ojo estuviese sano, todo tu cuerpo estarά lumino­ so; pero si tu ojo estuviese enfermo, todo tu cuerpo estarà en tinieblas (Mt. 6,22-23). De lo que amemos y busquemos dependerâ toda nuestra vida. b) Nuestro fin Ahora bien, ôqué buscan los hombres como si fuera su fin? Unos las riquezas, aun a costa de prevaricar; otros cierta mujer, otros tal dignidad. Nada de eso constituye el fin del hombre. Mejor que nadie conociô cuâl era nuestro fin el mismo que nos creô y al crearnos dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza (Gen. 1,26). El fin de una imagen es parecerse a su modelo. Por lo tanto, nuestro fin consiste en ir credendo en semejanza con Dios, hasta que llegue el dia en que seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es (1 lo. 3,2). Fin altisimo. c) Nuestra intenciôn debe dirigir todas nuestras obras A ESTE FIN Todas las obras, no alguna que otra (semitas, no semi­ tam). Los que se separan de este fin, cuanto mâs corren mâs se desvian, como la flécha que no se dirige bien al blanco. iCômo se esfuerzan los hombres en cosas transitorias! Merecen, en verdad, que les diga el profeta: JA que gastar vuestro dinero no en pan, y vuestro trabajo no en hartura? (Is. 55,2). Los que piensan en el cielo como fin, vlajan alegres, por­ que brilla siempre ante sus ojos la meta feliz. Ademâs llegan antes, porque los otros, o no llegan nunca, porque se condenan, o alargan su camino en el purgatorio, en donde un ml- PREDIOACI0N DEL BAUTISTA. 508 4.* ADV. nuto de dolor equivale a largos afios de sufrir en este mundo. Ven siempre la meta, porque su deseo se les présenta siempre y su concienda tranqulla les Infunde la confianza en la llegada. Donde esta tu tesoro, alli estâ tu corazôn (Mt. 6,21). Van alegres, porque los preceptos de Yavé son rectos y alegran el corazôn (Ps. 18,9). Nada mâs alegre que el bien obrar. C) Camino llano: la presunciôn y la desesperaclôn o pusilanimidad He aqui camino sin valles ni montanas, porque los dos obstâculos principales para salvarse son la presunciôn y la desesperaclôn ; la soberbia y la pusilanimidad. Hay quienes presuntuosamente se forman su concienda y su forma de vida, justificando todos sus actos. Malgasto mucho, pero todo es mio. Soy iracundo, pero ellos se lo merecen. Cometo fraudes en las ventas, pero también me engafiaron a ml cuando compraba. Se parecen al fariseo, que no vêla mâs que los pecados ajenos. A todos éstos hay que aplicarles las frases del Senor y de la Escritura: Yo he venido al mundo a un juicio, para que los que no ven, vean (lo. 9,39); esto es, para castigar a los que se creen suficlentemente sabios. Si fuerais ciegos no tendriais pecado; pero ahora decis: Vemos, y vuestro pecado es permanente (lo. 9,41), porque si reconocierais vuestra ceguera... Dices: Yo sqy rico, me he enriquecido, y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un mi­ serable, un indigente, un ciego y un desnudo (Apoc. 3.17). Otros conocen su pecado, pero contlnûan en él, conflando en la bondad de Dios y en los medios de perdôn que nos con­ cede. ’ ■ El extremo contrario es la cobardia de quienes quisleran ser buenos, pero estiman demasiado dificil la virtud. Sin la gracia de Dios nada podemos, pero con ella todo es fâcil. AUânanse los montes con el temor de Dios, rellénanse los valles con la confianza en su gracia. D) Camino estrecho: la cruz de cada uno Hay también un camino estrecho, una senda, porque na­ die puede entrât en el cielo si no es derramando su sangre en el martlrio o macerando su carne como los santos. La vida es una cruz que se lleva, una corona que hay que alcanzar SEC. 4. TEÔLOGOS. SUAREZ 509 en la lucha, una pelea con los enemigos de Dios. San Pablo dice: Todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesûs, sufrirân persecuciones (2 Tlm. 3,12). Necesarlo es este camlno a los pobres en su pobreza. Sufrirla es la senda angosta; desesperarse, robar, es salirse de ella. Necesarlo a los ricos, a quienes dar limosna les cuesta mucho mâs que al pobre sufrir sus escasez, pues han de superar su avaricla, su soberbia y su prodlgalidad. Olgamos al Apéstol: Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundanda; a todo y por todo estoy bien ensenado: a la tortura y al hambre, a abundar y a carecer (Phll. 4,12). Penosa aparece la obediencia, dificil el mando, tentada la juventud, enfer­ ma la vejez... ôY nos dijiste que el camlno era alegre? La gracia de Dios lo transforma todo: Reboso de gozo en todas nuestras tribu­ lationes (2 Cor. 7,4). E) El camino solitario Al ser estrecho el camlno ha de ser apenas transitado. Pocos slguen al Sefior. Cosas hay en las que debemos acomodamos al comûn de las gentes, como son las relativas aJ modo de vestir u otras seme jantes, en las que se puede mostrar indiferencia, pero nunca en dejar el bien y aceptar el mal IV. P. FRANCISCO SUAREZ El bautismo de Juan Suârez dedica la disputa 25. dividida en cuatro secciones, de su obra De Mysteriis vitae Christi al bautismo de Juan (cf. BAC, Misterios de la Vida de Cristo, vol. 1, p. 695-721). A) Elementos del bautismo de Juan Su materia era el agua, pues bautizaba cerca de los rios y dijo: yo ciertamente bautizo en agua (Mt. 3.11; Le. 3.16; lo. 1,26 y Act. 1,5). Se discute sobre si su forma fué en nom­ bre de Cristo venldero, segûn entlende Santo Tomâs (3. q. 8, a. 6 ad 5), o no tuvo forma, como preflere Suârez. No era, sin embargo, una simple abluciôn, pues la Intenclôn, el fin y el modo con que se conferia le daban un slgno de ceremonia religiosa. 510 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. B) 4.° ADV. Sus efectos Es de fe Que no conferia la gracia. El mismo Juan dlstinguiô su bautismo del de Cristo, didendo que él bautizaba en agua, y Cristo en el Espiritu Santo (Mt. 3,11; Lc. 3,15; lo. 1,33). «Luego, dândose ambos bautismos en agua, cierto es establecerse diferencia entre ellos, y al decirse que el bautismo de Juan se daba en agua, necesariamente ha de entenderse que se daba sôlo en agua, y el de Cristo en am­ bas cosas, a saber, en agua y en Espiritu Santo». Por lo que Ricardo de San Victor dijo: «Juan, como hombre, bautizô sôlo en agua; Jésus, como Hombre-Dios, en agua y en Espi­ ritu Santo. Bautlzar en agua y en Espiritu Santo es purificar de toda mancha de pecado e infundir por anadldura la gra­ cia» (cf. De superexcel. bapt. Christi: PL 196,1016). Confirmanlo los Santos Padres. San Basilio dice: «La misma diferencia que media entre el agua y el Espiritu, media entre aquel que bautlza en Espiritu Santo y aquel que bautiza en agua» (cf. Hom. 13: PG 31,430, y De bapt., 1. 1,4: ibid. 1531). Y San Juan Damasceno llama al bautismo de Juan «rudimentario» (cf. De fide orthod., 1. 4, c. 9: PG 94,1123). Tal es el sentido de la definiciôn dei concilio de Trento (ses. 7, can. 1, sobre el bautismo). I C) Fin del mismo Se instituyô para «servir de manifestaciôn y demostraciôn de Cristo y preparar el camino a su bautismo». Asi lo indicé dlciendo: Mas, para que El fuese manifestado a Is­ rael, he venido yo y bautizo en agua (lo. 1,31). Santo Tomâs aduce varias razones de convenienda (3, q. 38, a. 1), reducidas a decir que el bautismo de Juan preparaba los caminos para el de Cristo y ademâs diô ocasiôn a que éste reciblera el testimonio del Padre. Llamôse de penitencia, para perdôn de los pecados, dice San Mateo (3,2.6.11). Y San Basilio (cf. De bapt., 1. 1: PG 31,1534) y San Clrilo de Jerusalén (cf. Catech. 3: PG 33,439) aflrman que, en cuanto confesaban los pecados y eran bautlzados, se les perdonaban todos, por grandes que fueran. de Estos textos han de expllcarse dlciendo que el bautls: Juan fué Introducldo para excltar a los hombres a la peni­ tencia, y, como qulera que ésta perdona los pecados, se puede decir que era el bautismo del perdôn. Se diferencia esenclalmente del de Cristo, prlmero, en Ml· SEC. 4. TEÔLOGOS. SUAREZ 511 que a éste se le atribuye el perdôn como a causa prôxima (Act. 2,37-41), mientras al de Juan sôlo en virtud de la peni­ tencia; segundo, en que el bautismo de Cristo supone la pe­ nitencia, pero no la tiene por fin, como el de Juan, por lo que no es llamado bautismo de penitencia; y tercero, en que el fin primero del bautismo de Cristo no es el perdôn del pecado, sino la regeneraclôn por medio de la gracia, cosa que nunca se dice del de Juan. D) Quién lo instituyô Instituyôlo Dios, puesto que Juan dice claramente que Dios le enviô a bautizar (Io. 1,33) y el Sefior indica que su bautismo era del cielo (Mt. 21,25). Dios debiô de indicar tam­ bién la materia del agua, pues la frase de que le enviô a bautizar en agua no parece compaginarse con una simple inspiraciôn. Sin embargo, la causa prôxlma y efectiva fué Juan, obrando por mandato expreso de Dios. Este bautismo no fué sacramento, ni fué necesarlo para los judios, que sôlo recibian un consejo en cuanto a él. Fué, segùn San Justino, un preludio o proemio de la gracia evangélica (cf. Quaest. 36 ad orthod.i PG 6,1283), y segùn Santo Tomâs (p. 3, q. 38, a 1), cierto sacramento que dispone para el bautismo de Cristo. SECCI ON V. I. AUTORES VARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Cuatro formas de una misma voz Se trata del sermon de la dominica cuarta de Adviento. Santo Tomâs de Villanueva lo explana sobre el tema Vox clamantis in deserto, parate viam Domini (cf. ed. CompL 1572, fol. 27-29). A) Los pecadores, desierto donde clama la voz del Serior Los pecadores son el desierto, campo sin cultivar donde nlnguna semllla produce fruto. Desierto, donde la voz de Dios no déjà de llamar. La sabiduria esta clamando tuera, alza su voz en las plazas; clama encima de los muros, en las entradas de las puertas de la ciudad, y va didendo: iHasta cudndo, simples, amaréis la simpleza?... (Pton. 1,20-22). «El Sefior hace oir su voz de cuatro formas dlferentes: por medio de sus favores, de la predicaciôn, de sus castigos y de las inspiraclones internas». a) Voz DE LOS FAVORES Dios trata al pecador con su mayor bondad, dândole salud, honores y riquezas para tocar su corazôn. Pero tan perH , versos somos, que cuando todo nos es prôspero nos olvidamos del bienhechor y nos embrlagamos de orgullo. La prosperidad de los necios los perderà (Prov. 1,32). «Insensatos somos. Todos los animales conocen a su bienhechor y le demuestran agradecimlento; tû solo, hombre, eres mâs Ingrato que las fieras y muerdes la mano que te alimenta»... Por todas partes suena la voz de los favores divinos. Son voz de Dios los clelos..., el sol..., la tlerra...; joh hombre!, conoce a tu bienhechor y dale las gracias SEC. 5. AUTORES VARIOS. STO. TOMÂS DE VILLANUEVA b) 513 Voz DE LA PREDICACIÔN «Como la voz de los favores no resulta clara para muchos, Dios hace oir al pecador una segunda voz, que le empuja y le da prisa para convertlrse; la predicaciôn, Esta no es la voz del hombre, sino la voz de Dios... El Sehor decia: El que a vosotros oye, a mi me oye (Le. 10,16). Y San Pablo transmitiendo esta doctrina a los Tesalonicenses: Por esto incesantemente damos gracias a Dios de que, al oir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros que creéis (1 Thés. 2,13)». «Todos conocéis cuâl fué antiguamente en la tierra el poder de esta voz y cômo la predicaciôn de Dios convirtlô al universo entero. Mas hoy ha perdldo su poder, y es raro conseguir que se arrepienta el pecador...» Por eso en nuestros dias Dios hace oir con mâs frecuencia su tercera voz, la de los castigos. C) VOZ DE LOS CASTIGOS Para un sueno tan profundo, la sacudida que nos despierte tiene que ser muy grande. Ante los castigos, algunos, como los hermanos de José (Gen. 32,21), se despiertan; otros abren los ojos y dicen: îAyî, hemos pecado, pero vuelven a dormirse en segulda; otros comienzan su conversiôn, pero olvidan sus propôsitos; otros. por desgracia, no se despiertan siquiera. iQué pena verles, como Faraôn (Ex. 8), recibir golpe tras golpe, sin conocer la mano de donde vienen! «Ta! es la situaciôn de nuestros di as. iOh Dios mio, cômo pesa vuestra mano sobre nosotros! îCuântas guerras, cuântos azotes, cuânta calamidad, y nadie se convierte, nadie hace penitencia; nos hemos vuelto Insensibles! Cuantos mâs golpes recibimos, mâs aumenta nuestra locura... No queda otra esperanza sino la de que el Sefior haga oir fuerte la mâs poderosa de sus voces». d) VOZ DE LAS INSPIRACIONES INTERNAS «Voz de trueno por su fuerza, puede hacerse oir para les oidos mâs sordos. La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante mâs que una espada de dos filos y pénétra hasta la divisiôn del alma y del espiritu, hasta las coyunturas y la médula... iHebr. 4,12). Esta voz, decia San Bernardo (cf. Serm. de conLa palabra dc Cristo 1 514 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. vers, ad clericos, c. 2: PL 182,835), no es una voz que retumba, pero penetra; no es brillante, pero es eflcaz; no déjà olr ni aun el mâs ligero murmullo, pero arrastra a las aimas con su suave unclôn». Después de varias acomodaciones escrituristicas, dice San­ to Tomâs de Villanueva que esta voz, olda por Pablo (Act. , 9,4) por Mateo (Mt. 8,9), por la Magdalena (Lc. 7,36ss) y por el publicano (Lc. 19.5), es llamada por el Espiritu Santo fuego, martillo, granizada y carbôn ardiente. En efecto, unas veces es fuego que enclende en amor a la Magdalena (Lc. 7,48) y hace decir a los de Emaùs que sentian arder su corazôn (Lc. 24,32) ; otras, como martillo y granizo, retumba, fuerte, severa, terrible, reprobadora, tal como la oyô el Apôstol (Act. 9,4). Mâs duro es olr la voz de Dios que reprocha, que la sentencia de muerte en el cadalso. iOjalâ la oigas en esta vida y no en la otra! «Afligeme, Sefior, repréndeme, porque esta reprenslôn es sefial de tu amor Tû lo dijiste : Yo reprendo y corrvjo a cuantos amo (Apoc. 3,19)... El primer modo de llamarnos empuja hacia el amor, el se­ gundo nos arroja en el santo temor de Dios...» jOh hermanos!, deseemos oir esta voz. Pidamos que la oigan nuestros principes en los dlas de Navidad para que el Sefior, por fin, pueda enviar la paz a su pueblo; pidâmosle que infunda en el corazôn de los que gobiernan deseos de concordia, y en el de los prelados cuidado en la reforma de la Iglesia. «Porque ya lo sabéis, todo se ha perdido, y si la Iglesia no se reforma pronto no podremos esperar dias mejores» (el Santo muriô ocho afios antes dei concilio de Trento). Estos son los diferentes medlos de que Dios se vale para que se oiga su voz en el desierto. Si la ois vosotros, no endurezcdis nuestro corazôn (Ps. 94,8), como lo hlcieron aquellos a quienes en su côlera Dios jurô que no les dejaria entrai en su descanso. B) Preparad los caminos ôQué es lo que nos demandan todas esas voces de Dios? Que preparemos los caminos. Nada grande ni dlficll. No nos plden otra cosa sino que no résistâmes. El estâ a la puerta y llama (Apoc. 3,20). Sôlo qulere que le dejemos entrar. Apartad las pledras, los guljarros y las esplnas que embarazan vuestro camino; qultad los pecados que manchan vues­ tra aima, las querellas, los dlsgustos, los odlos, las enemlstades, las usuras, los adulterlos, las envldlas, el orgullo, todos eaos pecados que separan de Dios. Confesaos..., llorad, ador- SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN JUAN DE LA CRUZ ô»l& nad el aima de buenos deseos; orad, explad vuestras culpas# con ayunos y limosnas, y entonces la justicia préparait su morada (Ps. 88,15). II. SAN JUAN DE LA CRUZ La vida mundana y sus danos La austerldad de vida del Precursor, el hacer rectos los cami­ nos «in solitudine» tropolôgicamente interpretado, ha dado ocasiôn a muchos para hablar contra la vida mundana y sus danos. En esta ocasiôn presentamos a San Juan de la Cruz queriendo separarnos de las criaturas para acercamos al Creador. Cuanto mâs alejados de ellas estemos, mâs a propôsito serâ nues­ tra aima para el nacimiento del Sefior en nosotros. Seleccionamos lo mâs apropiado de la Subida al Monte Carmelo, 1. 1, c. 4-7 (cf. BAC, Vida y obras de San Juan de la Cruz, 2Λ ed., p. 568ss). A) Dios y las criaturas, terminos contrarios Dos contrarios no pueden caber en un sujeto. Por lo mis­ mo que un aima se aficiona a las criaturas. tiene Dios menos cabida en ella. Una forma no puede ser reclbida mlentras no desaparezca la forma contraria. Dios y las criaturas son con­ trarios y no pueden caber en la misma aima (c. 4, § 2). El amor no sôlo iguala a los amantes, sino que sujeta el uno al otro. «Por el mismo caso que el aima ama algo fuera de Dios, se hace incapaz de la pura unlôn con Dios (Ibid. § 4). Dios es luz; las criaturas, tinieblas. ôCômo podrân unirse ambas cosas? (2 Cor. 6,14). Las tinieblas no son nada; sôlo son privaciôn de luz. Las criaturas son menos que nada. Dios es la belleza; las criaturas, fealdad. Enganosa es la be­ lleza y vana la hermosura (Prov. 31,30). El aima que se afi­ ciona a las criaturas tiene parte de su fealdad; la que se prenda de sus gracias participa de su desabrimlento. No podrâ transformarse en la belleza y gracia de Dios. Dios es la bondad; las criaturas, malicla. Nada hay bueno sino Dios. La malicla y sus amigos no podrân unirse con la sum a bondad. Dios es sabiduria; la sabidurla humana, ignoranda (1 Cor. 3,19). El aima que hlclere caso de su saber quedarâ sumamente ignorante delante de Dios. TeniéJidose ellos por sabios, se hicieron necios (Rom. 1,22). Si alguno le parece que es sabio entre vosotros, hdgase ignorante para ser sabio... (1 Cor. 3,18). Dios es llbertad; los sefiorios dei mundo, servldumbre. Quien se enamore de mayor!as serâ tenido por Dios como PREDICACIÔN 516 DLL BAUTISTA. 4.° ADV esclavo de sus pasiones, por no seguir su consejo de ser pequeüo para ser mayor. No podrâ tener libertad del espiritu. Dios es deleite; las crlaturas, tormento. Dios, rlqueza; las crlaturas, miseria. Quien ponga su corazôn en ellas, serâ pobre y tenldo por Dios como digno de tormento, incapaz de transformarse al estado de rlqueza y gloria de Dios (cf. Prov. 8.4-6 y 18-21). Pequeûos son quienes se contentan con cosas tan pequeftas. Jl B) Ejemplos y autoridades Sobre lo anteriormente expuesto escribia San Agustin: «Miserable de mi, ôcuândo podrâ mi cortedad e Imperfecciôn convenir con tu rectitud? Tu verdaderamente eres bueno, y yo malo; tû piadoso, yo impio; tu bueno, yo malo; tû santo, yo miserable; tû justo, yo injusto; tû luz, yo ciego; tû vida, yo muerte; tu medicina, yo enfermo; tû suma ver­ dad, yo universal vanidad» (Solii., 1. 1. c. 1; PL 32,868 y BAC, t. l,479ss). Siendo esto cierto, habrâ, pues, que vaciar ante todo lo natural y desordenado. Por eso Cristo decia: el que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discipulo (LC. 14,33). «Y esto estâ claro, porque la doctrina que el Hijo de Dios vino a ensefiar al mundo fué el menosprecio de todas las cosas para poder recibir el precio del Espiritu Santo». En el Antiguo Testamento no se diô el manâ mientras durô la comida de Egipto (Ex. 16,13ss), y Dios se enojô gravemente cuando, no contentândose con aquella comida del cielo, pidieron manjar de carne, y teniendo todavia la comida en sus bocas, castlgôlos fuertemente. «iOh si supiesen los espirituales cuânto bien pierden y abundanda de espiritu por no querer ellos acabar de levantar el apetito de nifierias y cômo hallarian en este sencillo man­ jar del espiritu el gusto de todas las cosas si ellos no qulsieran gustarlas ! » C) De los danos que los apetitos producen en el aima a) Le privan de Dios Ante todo, le privan de Dios, por las razones dadas en el capitulo cuarto, que San Juan de la Cruz repite aqui. Dos males hizo el pueblo de Dios, que lo dejô a él para beber SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRANADA 517 las cisternas corrompidas (1er. 2,13). «ôQué tiene que ver crlatura con Crlador, sensual con esplritual, visible con In­ visible, temporal con eterno?... ôDesnudez de Cristo con aslmiento en alguna cosa?» Las crlaturas son migajas que caen de la mesa de Dios reservadas para los hijos (Mt. 19,26). Cômanlas los perros, y no anden los hijos como canes hambreando y sin poder saciarse, como no se sacian las crlaturas. b) Le cansan y atormentan Cansan y fatlgan los apetitos, «porque son como unos hijuelos inquietos y de mal contento, que siempre estân pldlendo a su madré uno y otro y nunca se contentan». El aima andarâ siempre cansada buscando lo que los apetitos le piden, y aunque lo hallare, no quedarâ saciada y seguirâ pidiendo. Son cisternas rotas. Enfermo de calentura, que en ninguna postura se encuentra bien. Satisfecho el apetito, crece mâs todavia. El corazôn del malo es como el mar cuando hierve (Is. 57,20). Hambriento que abre su boca al aire, y en vez de saciarse, se reseca mâs. Dejan a Dios y tienen hambre del espiritu. Buscan la criatura y no se sacian. III. · FRAY LUIS DE GRANADA Penitencia verdadera y penitencia falsa (Cf. Memorial de la vida cristiana, tr. 2, c. 1, t. 3, p. 45-50, y Compendio de la doctrina cristiana, part. 3, c. 9, t. 13, de la ed. Cuer­ vo [Madrid 1907] ; cf., asimismo, BAC. Obra selecta de Fray Luis de Granada. Una Suma de la vida cristiana, 1. 4, c. 5, p. 921-929). A) Frecuente penitencia falsa * «Entre todos los males que ahora hay en el mundo, nin­ guno hay que mâs merezca ser llorado que el modo que tie­ nen muchos cristianos de confesar cuando lo manda la Iglesia. Porque... vemos cuân mal se aparejan muchos para este sacramento y cuân sin arrepentlmlento y sin examen de concienda se llegan a él. De donde nace que, acabando de confesar y comulgar, luego se vuelven a lo pasado, y que apenas es acabada aque11a semana de la penitencia, cuando luego tornan a aquel mismo cieno en que antes se revolcaban... Este es un gran desprecio de Dios..., y parece que es andar cada aho jugan- 518 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. do con Dios, pldléndole perdôn de las Injurias hechas y pro­ testando la enmlenda de ellas, y a vuelta de cabeza tornan­ do a hacer otras mayores. El castigo que merecen éstos es el que Dios les da, que es el mayor que se puede dar, que es dejarlos andar en este Juego toda la vida hasta que llegue la muerte.... cuyo fin, regularmente hablando, como dice el Apôstol (2 Cor. 11,15), sera conforme a sus obras; de las cuales nunca hlcleron pe­ nitencia verdadera, sino falsa» como el mismo Sefior se queja por un profeta, dlciendo: No se volvieron a mi con todo su corazôn, sino con mentira (1er. 3.10). Y llama aqui mentira aquella penitencia falsa y aparente que hacen los taies, que parece penitencia y no lo es; con la cual no engafian a Dios, mas engafian a si mismos, pues les parece que han hecho penitencia verdadera, como quiera que todo lo hecho sea mentira. Pues si alguno desea convertirse a Dios de verdad y II hacer penitencia de verdad. aqui le declararemos en pocas palabras lo que para esto debe hacer...» B) Actos necesarios «Pues el que de veras y de todo corazôn desea volver a Dios; el que, entendlda la vanidad dei mundo y la obligaciôn que tiene al servicio de su Crlador y Redentor, se quie­ ra tornar a él y, a manera del hijo prôdigo (Lc. 15,11 ss.), desea volver a la casa de su padre, sepa que la primera puerta por donde ha de entrar es la contriciôn. Esta contriciôn tiene dos partes principales. La una es arrepenti ml en to de los pecados pasados, y la otra, propôsito de enmendar los venideros. La razôn de esto es porque la contriciôn, proplamente hablando, es una detestaciôn y aborreclmiento del pecado sobre todo lo que se puede aborrecer, en cuanto es ofensivo de la divina Majestad. Por donde el que este aborreclmiento tiene, asi aborrece los pecados pasados como los venideros, porque asi los unos como los otros son ofensivos de esta Majestad. Mas los pa­ sados, como ya no los puede excusar, pésale por haberlos cometldo, y los venideros, que estân en su mano, propone ilrmislmamente de évitailos». a) Dolor verdadero «iQuién, a quién y a qué viene? ôQuién viô venir los reyes a las casas de los muy bajos y viles y traldores vasallos? Y esto no por cosa que a los reyes cumpla, sino puramente por provecho de los que muy mal le han servido». Ponemos gran cuidado en recibir a una pequefia cria- SEC. 5. AUTORES VARIOS. BTO. ÂVILA 521 tura; abrimos a quien Hama a nuestras puertas, y a veces llama para nuestro mal, y dejamos al Sefior llamando a nuestro corazôn... (Carta 29, 1 y 2). «iCuân ocupada estarâ vuestra merced en este santo tiempo en aparejar posada al huésped que se ha de venir! Paréceme que la veo solicita como Marta y sosegada como Magdalena, para con los servicios exteriores e interiores servir al que viene, pues de uno y otro es digno y Sefior. iOh bienaventurado tiempo en que se nos représenta la ve­ nida de Dios, en carne, a morar entre nosotros para alumbrar nuestras tinieblas (Le. 1,79) y encaminar nuestros pies en la carrera de la paz!» (Carta 45,1). B) Cristo viene a los que le desean Bien hacen en desearle, porque es el Deseado de todas las gentes (Ag. 2,8), y a ninguno se da si primero no le desean. Dios, que oye el deseo de los pobres (Ps. 10,17), se entrega a quienes quieren que lo haga. «ôDônde èstân los que dicen que Dios es dificil de alcanzar y riguroso para tratar?... Querellémonos, sefiora, de nosotros, que por querer mirar a muchas partes no ponemos la vista en Dios, y no queremos cerrar el ojo que mira a las criaturas para con todo nuestro pensamiento mirar a solo el Sefior». Los que apuntan cierran un ojo para poner otro sôlo en el blan­ co. Cerremos nosotros el nuestro a todo lo que dafia. «Que como Dios sea amor, de sôlo amor se déjà cazar, y no tiene que ver con los que nô le aman. Y si dicen que no le conocen como le deben conocer, no dicen verdad, como dice San Juan (1 lo. 2,4)». Para dar mâs confianza se hace nifio. Este es el pan, que se ofrece y da a todos con sôlo que tengan hambre de él. No pide sino que confesando sus pecados le reciban. G-ran miseria la de los que prefieren morir de hambre. «jOh pereza, y cuânto mal haces!» (Carta 45,2 y 3). C) tQué *e detiene? ^El mundo? «Anima mia, ven aeâ y dime, de parte de Dios te lo pido: ôqué es aquello que te detiene de no ir de toda forma y con todas tus fuerzas tras Dios?... ôY por qué no amas mucho a quien mucho te amô? No tuvo El otros negocios en la tie­ rra sino entender en amarte y buscar tu provecho, aun con su dafio. ôQué tienes tû que ver en la tierra sino tratar en amores con el Rey del cielo? à No ves que se ha de acabar todo esto que ves, que oyes, que tocas. que gustas y tra- 522 PRKDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.u ADV. tas? iNo ves que es todo eso tels de arafias que no te puede vestlr ni defender del frio? ôAdônde estâs cuando en Jesu­ cristo no estâs? ôQué plensas? ôQué estimas? iQué buscas fuera del ùnlco y cumplldo bien? Levantémonos, sefïora, ya y rompamos este mal suefio. Despertemos, que es de dia, pues Jesucristo. que es luz, ya ha venido, y hagamos obras de dia, pues algûn tiempo hlclmos obras de noche. iOh si tanto nos amargase el tiempo que a Dios no conocimos, que nos fuese grandes espuelas para ahora con grande ansla correr tras de El!... ôQulén nunca oyô amor como éste?... Nos amô Dios cuando nos hizo a su semejanza, mas mucha mayor obra es hacerse El a imagen del hombre. Abâjase a nos para 11evarnos conslgo; hâcese hombre para hacernos dioses, y desciende del cielo para llevarnos allâ; y, en fin, muriô para darnos vida, îQue entre estas cosas esté yo durmlendo y sin agradeclmlento a tan grande amor!> (Carta 45,4). _ «ôQulén puede hacer contrapeso a estar Dios llamando a la puerta, convldândonos con que, si le abrimos, cenarà con nosotros, y nosotros con él? (Apoc. 3,20). El corne nuestro arrepentlmiento, bebe de nuestras lâgrimas y gôzase de cômo le pedlmos lo que nos falta... y nosotros comemos del perdôn de los pecados que nos da... y de otras mil merce­ des que conslgo trae...» «No plerdas mâs tiempo, que muy alto estâ el sol y bastante hemos perdldo» (Carta 29,3). D) Peticiôn y exhortaciôn. La limosna tAlumbra, Sefior, mis ojos para que no duerman en tal muerte (Ps. 12,4); y Tu, que hlclste la merced, danos el sentimlento de ella. Abre, Sefior, mis ojos para que te conslderen descender del seno del Padre... y... humilleme yo por TI. Véate yo en un pesebre por cama... y aprenda yo a desechar el regalo por Ti. No permitas Tu que llore Dios y no lo slenta el hombre; que no sé de cuâl de estas dos co­ sas me maravlllaria mâs... Recôjase en ml corazôn la sangre que por ml derramaste... Ea, sefiora, aparéjense esas entrafias, que viene Dios a nacer, y no tiene casa ni cama; téngalas muy encendldas en amor, porque el Nlfio ha mucho frlo. Y si las tiene tibias, con el frlo del Nlfio las calentarâ; porque mientras mâs frlo padece por nos, mâs amor ensefia a tenernos, y donde mâs amado me veo, alll debo mâs amor... Apareje. sefiora, cuna para dormlrlo, que es soslego de contemplaciôn. Y mire que lo trate y cure bien, que es Hijo del alto Rey; Hijo de la Virgen... SEC. 6. AUTORES VARIOS. LA PUENTE 523 Y porque tlenen muchos partantes pobres, y quien a 1 d le qulere también ha de querer a ellos, tlenda vuestra merced la mano para tas dar, porque son hermanos del Crlador. Y después de nacldo en ella, guârdele bien. El la guarde y la salve por su misericordia» (Carta 45,5 y 6). V. P. LUIS DE LA PUENTE La predicaciôn del Bautista Tom am os algunos pârrafos de la parte 3.a, médit. 1, punto 2 de las Meditationes (cf. ed. 9.» del Apostolado de la Prensa [Ma­ drid 1950], t. 2, p. 600-610). A) El Bautista, predicador «En teniendo perfecta edad, sallô por las rlberas del rlo Jordân a predlcar el bautismo de penitencia en remisiôn de los pecados, diclendo: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos (Mt. 3.2); y acudlô a él mucha gen­ te de Jerusalén y de toda Judea para que los bautlzase, confesando sus pecados (Mt. 3,5; Le. 3,3). Aqui se ha de ponderar quién moviô a San Juan a estos ejercicios de predicar y bautizar, con qué espiritu lo hacia, qué cosas predicaba y con qué fruto». B) Era movido por el Espiritu Santo «Lo primero, el que le moviô fué el mismo Espiritu San­ ta, que le habia llevado al desierto, porque proplo es de este Espiritu divino, después que hace a sus escogldos muy per­ fectos, moverles a que procuren hacer perfectos a otros, y asi moviô a San Juan para que sallese a predlcar y aparejar un pueblo perfecto para Crlsto Nuestro Sefior (Le. 1,17). Demâs de esto, como habia estado tantos afios en la se­ creta bodega de los vinos de Dios, embriagândose con el vino fortlslmo de la caridad, ella misma le hizo salir de aquel recoglmlento para convldar a los hombres al servlclo de su Amado. De suerte que amor de Dios y amor del prôjimo y la obedlencla a la Insplraclôn del Espiritu Santo, le hlcleron salir a lo pûbllco y manlfestarse en Israel. De donde sacaré los motivos que debo tener para semejantes ejercicios si deseo no errar en ellos». 524 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. C) 4.° ADV. Templaba el celo con la misericordia «Lo segundo, el espiritu con que predicaba era por una parte celoso y terrible, como de un Elias; y por otra parte, misterioso y compasivo, como de un Moisés; porque con fa­ riseos y saduceos, que eran mâs duros, mostraba gran celo, con palabras terribles y amenazas es pantosas, diciéndoles: Linaje de viboras, tquién os ha ensenado a huir de la ira que os amenaza? (Le. 3,7)... Pero a la muchedumbre del pueblo y a los publicanos y soldados acogia con gran misericordia, sin excluir a ninguno, dândoles consejos saludables, en razôn de cumplir con sus oficios, de no hacer agravio a nadie y de hacer bien a otros, dando limosna de lo que tuviesen...» D) Predicaba penitencia saludable «Lo tercero, la materia de sus sermones era exhortar a penitencia, haciendo frutos dignos de ella (Lc. 3,8), y a esto movia con la esperanza del premio eterno, porque se acercaba el reino de los cielos (Mt. 3,2); y también con ame­ nazas dei castigo eterno, porque la segur esta puesta a la raiz; y todo ârbol que no llevare fruto sera cortado y echado en el fuego (Lc. 3,9); y Dios tiene el bieldo en su mano para limpiar la era del mundo; y el trigo, que son los buenos, recogerâ en las trojes del cielo; y la paja, que son los malos, echarâ en el fuego que nunca se ha de acabar (Lc. 3,17). · r Todo esto aplicaré a mi mismo, exhortândome a hacer penitencia por estos dos titulos, esperanza de premio y temor de castigo, imaginando que quizâ estâ ya la segur a la raiz del ârbol de mi vida para cortarla; y que, si no me enmiendo, seré paja que debe ser cebo del fuego eterno». E) Confirmaba su predicaciôn no con milagros, sino con su ejemplo «Lo cuarto, el fruto de su predicaciôn fué copiosisimo, porque innumerable gente de todos estados concurrian a él, y le obedecian y se dejaban bautlzar con tantas muestras de humildad y arrepentimiento, que le confesaban y declaraban sus pecados (Mt. 3,6). Y lo que mâs admira es que con no hacer milagros SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 52Ô (Ιο. 10,41), persuadia esto; porque tenian su vida por un continuo y sefialado milagro. Por donde se ve cuân eficaz es la vida ejemplar del predicador para persuadir lo que predlca, aunque sea la cosa muy dificultosa y el que le oye muy duro de corazôn. iOh Padre Eterno!, despertad en vuestra Iglesia muchos imitadores de este soberano Precursor, que vayan delante de vuestro Hijo, aparej ândole un pueblo perfecto, predicando su santa ley con celo y misericordia, confirmando con la vida lo que dicen con la palabra, para que cojan fruto co­ pioso de muchas aimas que alcancen la vida eterna». VI. BOSSUET Austeridad de vida Este sermon sobre la austeridad y la necesidad del cambio de vida ha sido aplicado unas veces al tercer domingo y otras al cuarto. Desarrolla Bossuet ex ten sam ente una parte de él y esboza tan solo las otras dos (cf. Sermons, 1, p. 298-318, Garnier, Paris). A) Soledad y penitencia «Acabâis de oir hoy a un gran predicador, al célébré Juan Bautista, antorcha que va delante de la luz, voz que precede a la palabra... Viéndole tan extenuado..., sin cuerpo apenas y cuya voz es, sin embargo, tan penetrante, podriamos juzgar que, efectivamente, no es otra cosa sino solo voz; pero voz de Dios, que se hace oir de los mortales para infundirles un saludable temor. Al resonar esa voz, no solo el desierto, las ciudades se turban, los pueblos tiemblan y las provincias se alarman. Judea entera corre a los pies del Bautista, que anuncia reciamente los juicios de Dios...» Voz en su porte exterior, en su retiro y en su vida. Oigâmosle atentos cuando nos dice: Preparad los cami­ nos del Senor, enderezad sus senderos en la soledad. Este es el misterio de la penitencia y la expiaciôn; el medio de curar nuestros delitos. Veamos cual es el desierto en donde clama, la preparaciôn que plde y la rectitud que exige. a) La conciencia necesita reflexiôn tranquila «La voz que nos invita a la penitencia gusta de hacerse oir en el desierto. Es necesario abandonar el gran mundo y su bullicio para oirla, amar el retiro y la soledad, porque e! ruldo y el tumulto de los hombres ahoga». 526 PR_ ICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. La compunciôn verdadera es incompatible con la vida 'mundana. El penltente es un hombre recogldo. Tengo siem­ pre ante mis ojos mi maldad (Ps. 37.18). Va mi aima encorvada por la tristeza (Ps. 118,28). Consumido estoy a fuerza de gémir (Ps. 6,7). Para un hombre en ese estado, el mundo es una carga. La penitencia antigua asombraria hoy. Vivian retirados hasta de sus négocies y actividades. Oraban y meditaban dla y noche. La razôn es évidente. Pecamos porque el mundo nos extravlô hasta no permitlr que oyéramos a nuestra concien­ da. Es necesarlo volver a oirla. Pero la concienda, como el entendimlento, obran de modo muy distinto que los sentldos. Estos atacan repentlnamente, mediante una impresiôn brusca, mientras que la inteligencla neceslta recoger sus fuerzas, ordenar sus princlplos, apoyar sus conclusiones, afianzar sus propôsltos, de tal manera que, si no da a su reflexlôn el peso de la atenciôn contlnuada, serâ llevada por el viento..., nuestras iniquidades como viento nos arrastran (Is. 64,6)... En el mundo hay algo, no sé qué, que nos tiene siempre en movlmlento. Todas las horas pasan demasiado de prisa y todos los dias termlnan demasiado pronto. «Hombres errantes, vagabundos, desertores de vuestra propia alma, fugitivos de vosotros mismos, prevaricadores, volved a vuestro corazôn (Is. 46.8)..., reflexlonad un poco... Un profeta actûa de médlco y os lo dice: ... si salis de ese gran alboroto y os concedéls un poco de descanso, os salvaréis; y en el sllenclo comenzarâ vuestro convalecer (Is. 30,15). San Juan Crisôstomo dice (Hom. 11 in Gen.: PG 53,86) que tenemos que desaprender algo todos los dias. En efecto, en cuanto comenzamos a tener uso de razôn, el mundo co menzô a ensefiarnos y corrompernos el juicio. El nos ensefiô a medirlo todo segûn nuestro interés, a que todo se sujetase a nuestro bien, que la paclencla es virtud de débiles... Es, pues, necesarlo «desaprender», pero para ello es ne­ cesarlo abandonar la escuela y el maestro, tanto mâs cuan­ to que este pellgroso maestro no ensefia como los otros, sino que procura, mâs que demostrar sus mâxlmas, imprimirlas insenslblemente en nuestros corazones, «No os extrafïéls, pues, si os dlgo que el primer instinto del hombre tocado por Dios es retlrarse dei gran mundo... El espiritu de penitencia sustltuye ese aire siempre complaclente dei mundano por no sé qué rudeza y salvajlsmo (sic). Ya no es el hombre amable y galante que barajaba en todas las partldas, ni la mujer cômoda y complaclente, demasia­ do hâbil medladora y amlga demasiado oficiosa que facllltaba aquellas correspondenclas secretas...; entonces se aprende otro lenguaje, porque se aprende a decir que no, que no 3DC. Ο. AUTOKtB VARIOS. BOSSUET se puede, y a dar al mundo respuestas secas y vlgorosamente negativas». El que se arreplente de veras, al ver el mundo no puede por menos que recordar cuântas veces pecô por complacerle. Hasta los reyes penltentes buscan la soledad, y si durante el dia no han tenido lugar de retlrarse de vez en cuando a su habltaclôn, consumen parte de la noche en el secreto deseo que les hace gémir y susplrar, repitlendo: sôlo contra ti he pecado (Ps. 50,6) b) Utilidad de este dolor Este dolor es muy razonable, pues si las desgracias inevi­ tables nos afligen, las que nos causan mucho mayor dolor son las que nos sobrevienen por nuestra propia culpa. Pero es ademâs dolor muy ventajoso, puesto que es el ûnico dafïo que puede desaparecer mediante el llanto. Llorad por los difuntos. No resucitarân. Pero llorad por vuestros pecados y las lâgrimas los borrarân. Por eso la Historia ecleslâstica estâ llena de ejemplos de santos penitentes, que retirados de todo podian decir como el salmista: Estoy desfallecido y sobremanera acabado y la conmociôn de mi corazôn me hace rugir (Ps. 37,9). C) POR LO MENOS RECÔGETE INTERIORMENTE «Pero—me diréis acaso—ôQUé ejemplos nos propones? ô Quieres dejar el mundo completamente deslerto?... No hay que esperar taies efectos de la penitencia en nuestros dias. Ni aun el mismo Juan que viniera a predicar de nuevo conseguiria que dejâsemos el mundo para ir a llorar nuestros pecados en un rincôn desconocido... No apreciamos tanto nuestra salvaciôn ni estimamos en tanto nuestra aima, aun cuando haya sido comprada al mismo precio de sangre que la de aquellos otros. Es mâs, lo diré, taies austeridades, ni se nos mandan ni son del todo necesarias. Pero por lo me­ nos no nos entreguemos del todo al mundo... ni a sus dlversiones... Un corazôn verdaderamente contrito y afllgldo no se siente atraido por sus vanas alegrias... Sembrad un poco honda la buena semilla, que por haber estado demasiado somera no ha podido echar ralces y ha sido pisoteada por los que pasaban por el sendero, pisoteada por los pâjaros y sofocada por las preocupaciones mundanas... No todo el mun­ do puede gémir ni derramar lâgrimas verdaderas; el dolor puede, sin embargo, subslstir sin estas sefiales exteriores ;* y el corazôn debe padecer interlormente. Por lo menos hay que convencerse de que esos excesos de alegria de los sentidos son incompatibles con la santa tristeza penitente». SI 528 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.υ ADV. vuestra penitencia no exhala gemldos, por lo menos que sea seria, por lo menos que no se evapore tan pronto. Formémonos una soledad con nuestra atenciôn y recogimiento interior. Ya estamos en el desierto, adonde la voz de San Juan Bautista nos ha conducido, y hemos aprendido a llorar nuestros pecados; ôhace falta alguna otra préparaciôn para abrir el camino a Dios y conducirle dentro de nuestra alma? Es lo que vamos a ver en la segunda parte». B) Cambio de vida El retiro y soledad no son mâs que una parte—la parte negativa—de las preparaciones que exige la penitencia. El arrepentimiento bastaria; pero como sabemos muy de sobra que existen falsas compunciones, es necesario probar y preparer los caminos con exactitud. Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, restituid al agraviado, haced justi­ cia al huérfano, amparad a la viuda. Venid y entenddmonos, dice Yavé. Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarian blancos como la nieve... (Is. 1,16-18). Es mâs fâcil encontrar, dice San Ambrosio (cf. De poenit., L 2, c. 10,96: PL 16,541), personas que han conservado la inocencia que verdaderos penitentes. cO creéis acaso que se puede considerar como penitencia una vida en la que se siguen ambicionando dignidades, se bebe como de ordinario y el uso dei matrimonio no se limita? Es necesario, conti­ nua, hacer algûn esfuerzo doloroso. El concilio de Nicea advierte a los que cumplen descuidadamente los trabajos penitenciales que deben comprender que, dada la natural debilidad del hombre, es mâs fâ­ cil caer que levantarse, darse la muerte que recobrar la vida, dejarse deslizar por la pendiente del mal que violentarse pare salir de él... Sin embargo, muchos hay que no lo entlenden asi. «Colocan en la misma linea la penitencia y el pecado. Si les es fâcil pecar, no les es menos fâcil convertirse; tan pronto justos como pecadores, segûn su gusto». No, los afectos vicioscs en que hemos consumido nuestra vida no se arrancan con un solo esfuerzo. Los paliativos no pue­ den curer mâs que imaginariamente, sin suprimir la enfer­ me dad...____________________ SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 529 C) Amor a las normas de vida cristiana Preparada asi el alma y desconfiando de las ilusiones de conversiôn, rectifica sus caminos, enderezândolos de veras. tPero cuâl es esta rectitud dei corazôn tan alabada por la Escritura? Nosotros no somos rectos, ni la medlda de la rectitud. Nuestra rectitud consiste en conformarnos con la norma divina, y no exclusivamente por miedo, sino santamente deleitados por su equidad y encantados por su belleza y rectitud...; pues si no hacemos mâs que temer las amenazas de la ley, sin amar su verdad y su justicia, aun cuan­ do no quebrantemos claramente esa ley, no podemos decir que en el fondo de nuestro corazôn estâmes de acuerdo con ella. Cierto que el temor divino es mâs eficaz que el temor a los hombres, puesto que sabemos que éstos no nos ven; pero de todas maneras, donde sôlo hay temor, nunca puede haber el atractivo suficiente para arrancar y terminar con nues­ tras inclinaciones corrompidas. San Agustin (Serm. 169, 8: PL 38,921) decia: «Si pudieras enganar las miradas de aquel que lo ve todo, ôqué es lo que no harias?... Enderezad, pues, hermanos, vuestros senderos por medio de un principio de amor. Diligere incipiunt —dice el concilio de Trento (sess. 6, c. 6, De iustificat.)— ac propterea moventur adversus peccata per odium aliquod ac detestationem..., y asi de ese amor nacerâ otro temor; no el temor de la adùltera, que terne el regreso de su marido, sino el temor de una esposa casta, que terne penderie»; Temamos perder a Dios, a quien amamos. ·· t SECC10N VI. TEXTOS PONTIFICIOS » SOBRE LA EPISTOLA «Lo que en los dispensadores se busca es que sean fieles» a) Todos los bienes nos han sido dados para COMUNIQUEMOS CON NUESTROS HERMANOS que los Los que mayor abundancia de bienes han recibido de D’.os, ya sean estos bienes corporales y externos o espirituales e intemos, para esto los han recibido, para que con ellos atiendan a su perfecciôn propia. y, al mismo tiempo, como ministros de la divina Providenda, al provecho de los demâs. Asi, pues, el que tuviere talento, cuide de no callar; el que tuviere abundancia de bienes, vele no se entorpezca en él la largueza de la misericordia (cf. S. Greg. Magn., Hom. 9 in Evang., 7) ; el que supiere un oflcio con que manejarse, ponga grande empeho en hacer al prôjimo parti­ cipante de su utilidad y provecho (Leôn XII, Rerum Novarum, η. 19). b) QUIENES mAs DONES RECIBIERON, MAS OBLIGADOS ESTÂN A DISTRIBUIRLOS ENTRE LOS NECESITADOS En la grande solidaridad personal y social, cada uno debe estar dispuesto a trabajar, a inmolarse, a consagrarse al bien de todos. La diferencia estâ no en el hecho de la obligaciôn, sino en el modo de cumplirla. <,Y no es acaso verdad que los que disponen de mâs tiempo y de medios mâs abundantes deben ser mâs asiduos y mâs solicites en servir? Al hablar de los medios, Nos no queremos referimos ùnica o primariamente a la riqueza, sino a todas las dotes de inteligencia, de cultura, de educaciôn, de conocimientos, de autoridad, las cuales dotes no se han concedido a algunos prlvilegiados de la fortuna para su exclusivo provecho o para crear una irremediable desigualdad entre hermanos, sino mâs bien para el bien de toda la comunidad social. En todo cuanto sea de servicio del prôjimo, de la sociedad, de la Iglesia de Dios, debéis ser siempre vosotros los primeros; en esto consiste vuestro verdadero puesto de honor, vuestra mâs noble primacia (Pfo ΧΠ, Discur­ so al patriciado y nobleza romanos: «Ecclesia», n. 393. 22 de enero de 1949. p. 5). TEXTOS PONTIFICIOS SEC. 6. 531 c) TendrAn que dar cuenta ante Dios de su gestiôn No hay duda ninguna de que este deber se reflere a todos y en todos los tiempos; pero, a pesar de eso, va graduândose y diferenciândose segûn los sucesos, siempre mudables, y segûn las con­ diciones especiales de aquellos a quienes obliga. La Providenda di­ vina ha asignado a cada uno una funciôn especial dentro de la sociedad humana. Precisamente por eso ha dividido también y distrlbuido sus dones. Ahora bien, estes dones y talentos deben dar su fruto, y vosotros sabéis que el Seftor pedirâ cuenta a cada uno acerca del modo como los ha administrado, y segûn la ganancia obtenida Juzgarâ y separarâ (cf. Mt. 25 J4; Lc. 16,2) a los buenos de los malos servidores (ibid.). d) Asi, tienen gravîsima obligaciôn de dar limosna quienes dispongan de rentas no necesarias a la conve­ niente y decorosa sustentaciôn Tampoco las rentas dei patrimonio quedan en absoluto a merced'del libre arbitrio del hombre; es decir, las que no le son nece­ sarias para la sustentaciôn decorosa y conveniente de la vida. Al contrario, la Sagrada Escritura y los Santos Padres constantemente declaran con gravisimas palabras que los ricos estân gravisimamente obligados por el precepto de ejercitar la limosna, la bene­ ficentia y la magnificentia (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 19). Y Leôn XIII afirmô que urge el precepto, una vez e) SATISFECHA LA PROPIA NECESIDAD y EL DECORO Si se pregunta qué uso se debe hacer de esos bienes, la Iglesia sin titubear responde: Cuanto a esto, no tener el hombre las co­ sas externas como propias, sino como comunes; es decir, de tal suerte que fâcilmente las comunique con otros cuândo éstos las necesiten. Por lo cual dice el Apôstol: manda a los ricos de este si­ glo que den y que repartan francamente (2-2, q. 65, a. 2; 32, a. 6). Verdad es que a nadie se manda socorrer a otros con lo que para si o para los suyos necesita, ni siquiera dar a otros lo que para el debido decoro de su propia persona ha menester; pues nadie esta obligado a vivir de un modo que a su estado no convenga. Pero, satisfecha la necesidad y el decoro, deber nuestro es, de lo que sobra, socorrer a los indigentes. Lo que sobra (Lc. 11,41), dadto de limosna (Leôn XIH, Rerum Novarum, η. 19). . Λ. ’ ■ -r . - - · ► * · f) LA LIMOSNA CRISTIANAMENTE ENTENDIDA FOMENTA LAS RELACIONES SOCIALES Y ESTRECHA LOS VÎNCULOS ENTRE LOS HOMBRES De las obras de beneficentia no se ha de exclulr la distribuciôn del dinero en limosnas, segûn aquellas palabras de Cristo: Dad limosna de lo que sobra (Le. 11,41). Los socialistes la reprue- 532 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.υ ADV. ban y quieren suprimirla, como injuriosa a la nobleza ingénita del hombre. Mas cumdo se da limoma segûn la prescripciôn evangélica y conforme al uso cristiano, ni alienta la soberbia en quien la hace ni avergüenza a quien la recibe. Tan lejos estâ de ser indecorosa al hombre la limosna, que antes bien sirve para estrechar los vinculos de la sociedad, porque no hay nadie, por rico que sea, que no necesite de otro, ni nadie absolutamente pobre que no pueda ayudar en aigo a otro. Armonizadas de esta suerte entre si la justicia y la caridad, abrazan de modo maravilloso todo el cuerpo de la sociedad humana y conducen providencialmente a cada uno de sus miembros a la consecuciôn del bien individual y comûn (Leôn XIII, Graves de communi). Y EN MOMENTOS DE CRISIS SOCIAL ES MEDIO EXCELENTE DE SATISFACCIÔN E IMPETRACIÔN ANTE DlOS Los mâs acomodados cercenen voluntariamente, con espiritu de cristiana austeridad, algo siquiera de su acostumbrada manera de vivir, dispensando a los pobres generosamente el fruto de taies sustracciones; ya que la limosna es también medio excelente para satisfacer a la divina Justicia y atraer las divinas misericordias (Pio XI, Charitate Christi compulsi, η. 23). h) Quienes no cumplan este deber recibirân su castigo Los ricos no deben poner su felicidad en las cosas de la tierra. ni enderezar sus mejores esfuerzos a conseguirlas, sino que, considerândose sôlo como administradores, que saben tienen que dar cuenta al supremo Dueno, se sirvan de ellas como de precioîos me­ dios que Dios les otorga para hacer el bien; y no dejen de distribuir a los pobres lo superfluo, segûn el precepto evangélico (Le. 11,41). De lo contrario, se verificarâ en ellos y en sus riquezas la severa sentencia de Santiago Apôstol (lac. 5,1-3) : Vosotros, los ri­ cos, llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra ri~ queza esta podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata, comidos del orin, y el orin sera testigo contra vosotros y roerà vuestros cames como juego. Habéis atesorado para los ultimos dias (Pio XI. Divini Redemptoris, n. 44). i) Pero el uso adecuado de ellas solo puede alcanzarse por la virtud sostenida por la gracia La realizaciôn (de la doctrina social de la Iglesia) exige de to­ dos los participantes una cordura clarividente y previsora, una fuerte dosis de sentido comûn y de buena voluntad. Esto réclama sobre todo de ellos (industriales) una reacciôn radical contra la tentaciôn de buscar cada uno su propio provecho a costa de los demâs participantes, cualquiera que sea la naturaleza y la forma de su particlpaciôn, y en detrimento del bien comûn. Esto requiere. en fin, un deslnterés tal, que sôlo puede inspirarlo una auténtica virtud cristiana, sostenida por la ayuda de la gracia de Dios SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS (Pio XII. Discurso aEstado, patronos y obreros», 7 de mayo de 1949: «Ecclesia», n. 410, 21 de mayo de 1949, p. 5). j) La nobleza esta especialmente obligada a dar ejem- PLO EN LA ADMINISTRACIÔN DE SUS BIENES Profundamente convencidos de que solamente la doctrina de la Iglesia puede proporcionar un eficaz remedio a los males présen­ tes, debéis procurar abrir el camino a la vida sin reservas o desconfianzas, con la palabra y con la acciôn, de manera especial for­ mando en la administraciôn de vuestros bienes unas empresas que sean verdadero modelo, tanto desde el punto de vista econômico como social (Pio XII. Discurso a la Nobleza, j.6 de enero de 1946: «Ecclesia» [1946], p. 89). k) Séria vergonzoso y condenable vivir en la ociosidad Y EN EL LUJO EN MED1O DE TANTA NECESIDAD Hoy los sufrimientos, las dificultades y las necesidades son ordinanamente comunes a todas las clases, a todas las condiciones, a todas las familias, a todas las personas. Y si algunos estân exentos, si nadan en la sobreabundancia y en las satisfacciones de la vida, esto deberia estimularles a tomar sobre si las miserias y las estrecheces de los demâs. ôQuién podrâ encontrar contento y reposo, quién no sentira mâs bien inquietud y vergüenza de vivir en la ociosidad y frivolidad, en el iujo y en los placeres, en medio de la casi general tribulaciôn? (Pfo ΧΠ, Discurso a la Nobleza: «Ecclesia», n. 393, 22 de enero de 1949, p. 5). 1) Quienes disponen de la riqueza colectiva deben ha- CERLA CONTRIBUIR AL BIEN COMÛN Hoy mâs que nunca Ia gravisima crisis mundial exige que los que dispongan de fondos enormes, fruto del trabajo y del sudor de millones de ciudadanos, tengan siempre ante los ojos ûnicamente el bien comûn y procuren promoverlo lo mâs posible (Pfo XI. Divini Redemptoris, η. 76). 11) De FORMA QUE A TODOS Y A CADA UNO LE LLEGUEN LOS BIE­ NES EN MEDIDA SUFICIENTE La economia social estarâ solidamente constituida y alcanzarâ sus fines solo cuando a todos y cada uno se provea de todos los bienes que las riquezas y subsidios naturales, là técnica y la constituciôh social de la economia pueden producir. Estos bienes deben ser suficientemente abundantes para satisfacer las necesidades y comodidades honestas y elevar a los hombres a aquella condiciôn de vida mâs feliz, que, administrada prudentemente, no sôlo no impide la prâctica de la virtud, sino que la favorece en gran ma­ nera (Pio XI. Quadragesimo Anno, η. 34). 534 PR ICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. ■ m) SÔLO DE ESTE MODO SE CONSEGUIRA QUE EL PUEBLO SEA VERDADERAMENTE RICO La riqueza econômica de un pueblo no consiste propiamente en la abundancia de los bienes, medida segûn un computo pura y netamente material de su valor, sino en que tal abundancia repré­ sente y procure real y eficazmente la base material que baste al debido desarrollo personal de los miembros. Si una semejante Jus­ ta distribuciôn de los bienes no fuese actuada o vinlese procurada sôlo imperfectamente, no se obtendria el verdadero objetivo de la economia nacional; como quiera que, aunque hubiese una feliz abundancia de bienes disponibles, el pueblo, no llamado a participarla, no seria econômicamente rico, sino pobre. Haced, por el contrario, que tal Justa distribuciôn sea efectuada realmente y en manera durable, y veréis que el pueblo, aun disponiendo de menores bienes. se harâ y serâ econômicamente sano (Pio XH, Discur­ so de 1 de junio de 1941). n) Para ello es preciso atenerse a las normas DE LA JUSTICIA SOCIAL Dése, pues, a cada cual la parte de bienes que le corresponde; y hâgase que la distribuciôn de los bienes creados vuelva a conformarse con las normas del bien comun o de la Justicia social (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 25). fî) Y PUESTO QUE ELLOS CONTRIBUYEN MAS QUE NADIE AL BIEN COMÙN, JUSTO ES QUE SEAN LOS PRIMEROS EN LA SOCIEDAD Y que estos hombres, asi como sus deberes son los mâs graves, asi deben ser en todo el pueblo los primeros, nadie hay que no lo vea; porque ellos, inmediatamente y por excelente manera, trabajan por el bien de la humanldad (Leôn XHI, Rerum Novarum, η. 28). o) Quienes mAs talento han recibido, mAs deben TRIBUIR A LA ELEVACIÔN CULTURAL DEL PUEBLO con- Se proclama con frecuencla, y con Justa razôn, que quienes poseen en abundancia los bienes materiales de fortuna se deben considerar como «banqueros de Dios», mandatarios de su providen­ da para con los pobres. De la misma manera. y con mayor razôn, aquellos a quienes el Padre de las luces ha dispensado mâs abundantemente los dones de la inteligencia y del saber, han recibido por este hecho la misiôn y el deber de distribulr con sabiduria es­ tos tesoros a la masa, que se veria prlvada de ellos o que correria peligro de despreciarlos locamente (Pio ΧΠ. Discurso a los univer· sitarios franceses: «Ecclesia» n. 407, 30 de abril de 1949. n. 5). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 536 TAMBIÉN LOS FUNCIONARIOS ESTATALES Y PRIVADOS DHBEN CONTRIBUIR AL BIEN DE LA NACIÔN P) También los funcionarlos del Estado y todos los empleados cumplan por obligacién de concienda sus deberes con fldelidad y desinterés, siguiendo los luminosos ejemplos antiguos y recientes de hombres insignes, que en un trabajo sin descanso sacriflcaron toda su vida por el bien de la patria (Pio XI, Divini Redemptoris, η. 76). Por su parte, los q) trabajadores son en cierto modo ADMINISTRADORES DE SU TRABAJO Los que se ejercitan en algùn arte u oflcio, aunque menos directamente, sirven también muchisimo a la pùblica utilidad. Verdaderamente el bien social, puesto que debe ser tal que con él se hagan mejores los hombres, en la virtud es en lo que principalmente se ha de poner. Sin embargo, a una bien constituida sociedad toc a también suministrar los bienes corporales y externos, cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud. Ahora bien, para la producciôn de estos bienes no hay nada mâs eficaz ni mâs nece­ sario que el trabajo de los proletarios, y a empleen éstos su habilidad y sus manos en los campos, ya en los talleres. Aùn mâs, es en esta parte su fuerza y eficacia tanta, que con grandisima verdad se puede decir que la riqueza de los pueblos no la hace sino el tra­ bajo de los obreros (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 27). Γ) LO RECIBIERON DE DlOS PARA BIEN SUYO Y DE LOS DEMÂS Jésus, el divino Maestro, tenia gusto de ensefiar por medio de parâbolas (Mc. 4,2 y 33.34). El comparé nuestras aimas con la tierra, donde El siembra los dones de la naturaleza y de la gracia, mientras que a nosotros nos toca hacerlos fructiflcar. No tenemos derecho a dejar que duerman inûtiles para nosotros y para los demâs los talentos recibidos, de los que El nos pedirâ cuenta (Pio XII, A los obreros ceramistas, 27 de marzo de 1949: «Eccle­ sia», n. 404, 9 de abril de 1949, p. 6). S) Y AL EJERCITARLO ADQUIEREN DERECHOS ANTE LA SOCIEDAD Exige, pues, la equidad que la autoridad publica tenga cuidado del proletariado, haciendo que le toque algo de lo que él aporta a la utilidad comûn; que con casa en que morar, vestido con que cubnrse y proteccién con que defenderse de quien atente a su bien pueda con menos diflcultad soportar la vida. De donde se sigue que se ha de tener cuidado de fomentar todas aquellas cosas que se vea que en algo pueden aprovechar a la clase obrera. El cual cuidado tan lejos estâ de perjudicar a nadie, que antes aprovecharâ a todos, porque importa muchisimo al Estado que no sean de todo punto desgraciados aquellos de quienes provienen esos bie­ nes de que el Estado tanto necesita (Leôn XIII, Rerum Nova­ rum, η. 27). 536 PREDICACIÔN t) Entre DEL BAUTISTA. 4.° ADV. otros, el de intervenir en la administraciôn DE LOS BIENES POR ELLOS PRODUCIDOS Se sigue de esto que las dos partes tien en interés en hacer que los gastos de la produccicn nacional estén en proporciôn con su rendimiento, pero desde el momento que el interés es comûn, ôporqué no se podria traducir en una expresiôn comûn? ôPor qué no seria legitimo atribuir a los obreros una justa parte de responsabilidad en la constitucion y desenvolvimiento de la economia na­ cional? Sobre todo hoy, que las penurias de capital, la dificultad del intercambio internacional, paralizan el libre juego de las fuentes de la producciôn nacional. Los recientes ensayos de socializaciôn no hacen mâs que paner mâs en evidencia esta penosa realidad (Pio ΧΠ, Discurso «Estado, patronos y obreros», de î de mayo de 1949: «Ecclesia», il 410, 21 de mayo de 1949, p. 5). II. SOBRE EL EVANGELIO W A) a) El · _ aPreparad el camino del Senor» alejamiento de Jesucristo ha conducido al desmo- RONAMIENTO DE LA MORAL PRIVADA Y PÙBLICA Debilitada la fe en Dios y en Jesucristo y oscurecida en los ânimos la luz de los principios morales, se quitô el apoyo al ûnico e insustituible fundamento de aquella estabilidad y tranquilidad, de aquel orden interne y extemo, privado y pûblico, ûnicos que pueden engendrar y salvaguardar la prosperidad de los Estados (Pio ΧΠ, Summi Pontificatus, η. 16). b) Y ESTA INDIGENCIA MORAL CONDUJO AL PROBLEMA SOCIAL MODERNO Esa economia, con sus gigantescas relaciones y vinculos mundiales y con su sobreabundante divisiôn y multiplicacion del trabajo, cooperaba de mil maneras a hacer general y mâs grave la crisis de la humanidad, mientras que, no siendo corregida por ningûn freno moral y sin ninguna mirada ultraterrena que la iluminase. no podia menos de terminai en una indigna y humiliante explotaciôn de la persona humana y de la naturaleza, en una tris­ te y pavorosa indigencia de una parte y una soberbia y provocante opulencia de la otra. en una discordia atormentadora e implaca­ ble entre privilegiados y destituidos (Pio XII, Mensaje de Navidad del αήο 1943, η. 9). six:. c) Si 6. TEXTOS pontiucios todos recibieran a Jesucristo, 537 la sociedad estaria UNIDA POR EL AMOR CRISTIANO Si estas dos clases obedecieran a los preceptos de Cristo, los uniria no sôlo la amistad, sino un amor verdaderamente frater­ nal. Porque sentirian y entenderïan que todos los hombres, sin distincion alguna, han sido criados por Dios, Padre comûn de todos; que todos tienden al mismo bien, como fin, que es Dios mismo, uni­ co que puede dar la bienaventuranza perfecta a los hombres y a los ângeles; que todos y cada uno han sido, por favor de Jesucris­ to, igualmente redimidos y levantados a la dignidad de hijos de Dios, de tal manera que no sôlo entre si, sino aun con Cristo Se­ fior Nuestro, primogénito entre muchos hermanos, los enlaza un parentesco verdaderamente de hermanos. Y asimismo que los bie­ nes de la naturaleza y los dones de la gracia divina pertenecen en comûn y sin diferencia alguna a todo el linaje humano, y que nadie, como no se haga indigno, serâ desheredado de los bienes celestiales. Si hijos (Rom. 3,17), también herederos ; herederos ver­ daderamente de Dios y coherederos con Cristo (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 21). d) Las leyes deben favorecer la religion en todos Importa al bienestar del pûblico y de los particulares que haya paz y orden; que todo el ser de la sociedad doméstica se gobierne por los mandamientos de Dios y por los principios de la ley natural; que se guarde y se fomente la religion; que florezcan en la vida privada y pûblica costumbres puras; que se mantenga ilesa la justicia, ni se deje impune al que viole el derecho de otro; que se formen robustos ciudadanos, capaces de ayudar y, si el caso lo pidiere, defender a la sociedad (Leon ΧΠΙ, Rerum Novarum, η. 29). e) Especialmente en las clases trabajadoras Hay en el obrero muchas cosas que demandan que el E'tado con su protecciôn las asegure. Las primeras son los bienes del aima. Porque esta vida mortal, por buena y apetecible que sea, no es lo ûltimo para que hemos nacido, sino camino solamente e instrumen­ to para llegar a aquella vida del aima que serâ completa con la visiôn de la verdad y el amor del Sumo Bien. El aima es la que lleva impresa en si la imagen y semejanza de Dios... (Leôn Xlll, Rerum Novarum, n. 32). f) El hombre mismo no puede renunciar a estos derechos Ni el hombre mismo, aunque quiera, puede en esta parte permitir que se le trate de un modo distinto del que a su naturaleza conviene, ni querer que su aima sea esclava, pues no se trata aqui de derechos de que libremente pueda disponer el hombre, sino de 538 >ι ICACI0N DEX BAUTISTA. 4.° ADV. deberes que le obligan para con Dios y que tiene que cumplir reli· giosamente (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 32). g) HOY LOS GOBERNANTES ATIENDEN MAS A ESTOS FACTORES MORALES Y RELIGIOSOS Nos. que en vlrtud de nuestro apostdlico oflcio estamos acostumbrados y obligados a considerar todos los acontecimientos de este mundo, a veces tan agitado, «sub specie aeternitatis», notamos con satisfacciôn que en las deliberaciones de los hombres el insustituible factor formado por los grandes motivo s espirituales. morales y religiosos comienza ahora, en no pocos lugares, a ser tenido en cuenta mucho mâs de lo que haya podido serlo en un pasado reciente todavia. Todos los espiritus cuerdos y previsores pueden ver hoy que la primera entre las causas de las miserias del tiempo présente es la exclusion consciente de la religion como fuerza civilizadora y perfeccionadora, llevada a cabo por algunos movimientos de masa cuya decadencia espiritual es para todos pa­ tente (Pfo XII, Discurso al embajador de Bolivia: «Ecclesia», η. 412. 4 de junto de 1949, p. 6). B) uEnderezad sus sendas» a) SÔLO UNA ORDENACIÔN SOCIAL QUE COORDINE, ESTIMULE Y GARANTICE LA COOPERACIÔN DE TODOS ALCANZAR EL FIN QUErido por Dios Para que la vida social, cual Dios la quiere, obtenga su fin. es esencial un ordenamiento Juridico que le sirva de externo sostén, de reparo y de protecciôn; ordenamiento cuya funciôn no es dominar, sino servir, tender a desarrollar y acrecentar la vitalidad de la sociedad en la rica multiplicaciôn de sus fines, conduciendo hacia su perfeccionamiento todas y cada una de las energias en pacifica cooperaciôn y defendiéndolas, con medios apropiados y honestos, contra todo lo que entorpece su pleno des­ envolvim iento. Un tal ordenamiento, para garantizar el equilibrio, la seguridad y la armonia de la .sociedad, posee también el poder coactivo contra los que sôlo mediante este camino pueden ser contenidos en la noble disciplina de la vida social (Pio XH, Mensa je de Navidad de 1942, n. 18). b) Es TAMBIÉN NECESARIA UNA RECTA DISTRIBUCIÔN DE CARGAS, OFICIOS Y SOCORROS Constltuida la rellgiôn como fundamento de todas las leyes sociales, no es dificil determinar las relaciones mutuas que deben establecerse entre los miembros para alcanzar la paz y pros­ per Idad de la sociedad. Distribùyanse las carg as sociales de un modo conveniente a los Intereses comunes, y de tal suerte que la dlversldad no dlsminuya la concordia. Repartir los oflclos con tnteligencia y definlrlos con clarldad. es import antisimo para que SEC. Ô. TEXTOS PONTIFICIOS >39 no se lastlme el derecho de ninguno. Admlnistrense los blenee comunes con integridad, de modo que la necesidad de cada uno sea la medida dei socorro que se le dé, y armonicense convenientemente los derechos y deberes de los obreros (Leôn XIII, Beruin Novarum, η. 43). c) Pues para soportar la dureza de la vida se exige hoy A MUCHOS VERDADERO HER0ÎSM0 Muchas veces es necesaria verdadera valentia y heroismo, dig­ no en su simplicidad de admiraciôn y respeto, para soportar la dureza de la vida, el peso cotidiano de las miserias, las crecientes indigendas y las estrecheces en medida jamâs anteriormente experimentada. de la que frecuentemente no se ven ni la razôn ni la necesidad real (Pio XII, Summi Pontificatus, η. 25). d) Y SIENDO IMPOSIBLE QUE TODOS LA PRACTIQUEN, SE CORRE EL PELIGRO DE CAER EN UNA REVOLUCIÔN VIOLENTA Porque si las familias, sobre todo numerosas, carecen de domi­ cilio conveniente; si el varôn no puede procurarse trabajo y ali­ mentas; si los articulos de primera necesidad no pueden comprarse sino a precios exagerados; si la madré, con gran detri­ mento de la vida doméstica, se ve precisada a ganarse el sus­ tento con su propio trabajo; si a éstas les faltan, en los ordi­ narios trabajos de la matemidad, los alimentas y medicinas con­ venientes· el médico experto, etc., todos entendemos cuanto se depriman los ânimos de los cônyuges, qué dificil se les haga la convivencia doméstica y el cumplimiento de los mandamientos de Dios, y también a qué grave riesgo se expongan la tranquilidad pûblica y la salud y la vida de la misma sociedad civil si llegan estas hombres a tal grado de desesperaclôn que, no teniendo nada que perder, crean que podrân recobrarlo todo con una violenta perturbaciôn social (Pio XI, Casti Connùbii, n. 73). C) a) «Todo barranco sera rellenado, todo monte y collado allanado» La sociedad moderna aparece dividida en dos clases, ENORMEMENTE DISTANCIADAS La violencla de las revoluciones ha dividido los pueblos en dos clases de ciudadanos, poniendo entre ellos una distancia inmensa. Una. poderosisima, porque es riquisima, que como tiene en su mano ella sola todas las empresas productoras y todo el comercio, atrae a si, para su propia utilidad y proveoho, todos los manantiales de riqueza y tiene no escaso poder aun en la misma administraclôn de las cosas pùbllcas. La otra es la muchedumbre pobre y débil, con el ânimo llagado y pronto siempre a amotinarse (Leôn XIH, Rerum Novarum, η. 3δ). 540 PREDICACIÔN b) Una DEL BAUTISTA. 4.° .WV. muy poderosa, aunque exigua ; otra muy numerosa, PERO DESHEREDADA Cuando el siglo XIX llegaba a su término, el nuevo sistema econômico y los nuevos incrementos de la industria en la mayor parte de las naciones hicieron que la sociedad humana apareciera cada vez mâs claramente dividida en dos clases; la una, con ser la menos numerosa, gozaba de casi todas las ventajas que los in­ ventos modernos proporcionan tan abundantemente ; mientras la otra, compuesta de ingente muchedumbre de obreros reducida a angustiosa miseria, luchaba en vano por salir de las estrecheces en que vivia (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 2). c) La gran multitud de proletarios ha quedado en una INJUSTA SITUACIÔN DE DESAMPARO Como quiera que sea, vemos claramente, y en esto convienen todos, que es preciso dar pronto y oportuno auxilio a los hom­ bres de la infima clase, puesto caso que inicuamente se hallan la mayor parte de ellos en una condiciôn misera y calamitosa. Pues, destruidos en el pasado siglo los antiguos gremios de obreros y no habiéndoseles dado en su lugar defensa ninguna, por haberse apartado las instituciones y leyes pùblicas de la religion de nuestros padres, poco a poco ha sucedido hallarse los obreros entregados, solos e indefensos, por la condiciôn de los tiempos, a la inhumanidad de sus amos y al desenfrenado apetito de los competidores. A aumentar el mal vino una voraz usura, la cual, mâs de una vez condenada por sentencia de la Iglesia, sigue siempre, bajo di­ versas formas, la misma en su ser, ejercitada por hombres avaros y codiciosos. Jûntase a esto que los contratos de las obras y el comercio de todas las cosas estâ casi todo en manos de pocos, de tal suerte que unos cuantos hombres opulentos y riquisimos han puesto sobre los hombros de la multitud innumerable de proleta­ rios un yugo que difiere poco del de los esclavos (Leôn ΧΠΙ, Re­ rum Novarum, η. 2). d) Su GEMIDO SUBE DESDE LA TIERRA AL CIELO Desde que las artes mecânicas y las industrias del hombre se han extendido râpidamente e invadido innumerables regiones, tanto las tierras que llamamos nueva? cuanto los reinos dei Ex­ tremo Oriente, famosos por su antiquisima cultura, el numéro de los proletarios necesitados, cuyo gemido sube desde la tierra hasta el cielo. ha crecido inmensamente. Anâdase el ejército ingente de asa’.ariados de! campo, reducidcs a las mâs estrechas condiciones de vida y desesperanzados de poder jamâs obtener na repetido cien veces el estriblllo de la canciôn. Después el rumor calla. Los flagelantes se arrodillan ante el pôrtico. Ha llegado el momento. No se oye ya ni un grito, ni una palabra, nada mâs que el vacio del aire mate y denso, ese «ruido de lluvia pesada que producen sobre la carne los golpes de la disciplina»... «En Toulouse, en 1415, mientras Vicente predicaba en Semana Sanra, fué un delirio de penitencia y ciasta se dice un diluvio de sangre... Habia mercado de cilicios y disciplinas»... (cf. Henri Gheon, San Vicente Ferrer, trad, de Carmen Castro [Epesa, Madrid 1945], p. 66-75). Habia crecido en las orillas dei Nilo y todos decian que era hermosa. Pero, i ay !, que a los doce afios conociô ya las terribles fascinaciones de la vanidad. Desde entonces se hundiô en la ciénaga de la lujuria, y, abismada en las viles pasiones, permaneciô mâs de très lustros convertida en pùblica pecadora. Un dia sintiô ganas de salir de Alejandria. Dios velaba por ella cuando se encontraba tan lejos de El. Paseando por la playa una tarde del mes de abril, vio una nave cargada de peregrinos que se dirigian a Jerusalén. No era la devociôn lo que la empujaba, sino un afân inquieto de novedad y aventura. Y a la nave subiô loca e inconscientemente para entregarse al vicio y profanar su cuerpo una vez mâs... Ya en Jerusalén, la meretriz, pintada y engalanada, prosiguiô dirigiendo miradas de fuego. Mas he aqui que de pronto una fuerza misteriosa la sobrecoge cuando atrae a los peregrinos, que se acercan a la iglesia del Calvario para venerar el sagrado madero. Se siente turbada, la atormenta la idea de su indignidad y... llora. Después... clava los ojos en una imagen de Maria que aparece pintada en los muros del atrio y cae delante de ella implorando perdôn. Al levantarse, libre ya del peso que la abrumaba, entra en el templo sin dificultad, adora la cruz y oye una voz interior que le dice: «Ve al otro lado‘del Jordân y alli encontrarâs el descanso». Salio por la mafiana de Jerusalén, bordeo la colina en que se asienta Betania, pensando en Maria Magdalena. Paso adelante, sollozando, y no tardô en intemarse en la «via sangrienta», un camino que serpentea entre un caos de crestas amarillas y calvas. Siguiô adelante, siempre adelante. en pos del Jordân, y «dos horas mâs tarde, cuando el sol se escondia detrâs de las montafias de Judea, daba vista al rio sagrado. Estaba en el lugar mismo donde el Bautista habia comenzado su predicaciôn. Al otro lado, rodeado de palmeras.... se divisa el templo de San Juan, con su jardin en tomo. cultlvado por los monjes que Servian el santuario. Entrô en él. rezô, llorô, recibiô los santos misterios de la vida y quedô luego como petriflcada».., Ta la meretriz penitente ha recogido otra vez su hatlllo y camina a la buenaventura. En la orilla del rio se lava pladosamente la cara y las manos, y se enjuga en su manto de seda. Después se slenta junto a un ârbol y corne un bocado de pan, el primero que probaba aquel dia. «Sus ojos, de viva violeta, estân 5ôû hinchados de tanto Uorar; tiene pâlido el semblante y a la luz de la luna parece mâs pâlido todavîa ; todos sus rasgos revelan una gran belleza, pero una belleza cerca del ocaso»... La tentaciôn le arranca otra vez vacilaciones. Pero no. AqueUos dias pasaron para siempre. Subiô a una barca y remô hacia la orilla opuesta del rio. «Por ûltima vez vio ahora su rostro reflejândose en el cristal de las aguas, ella que tantas veces se habia mirado en espejos de plata bruûida o en vidrios de Tiro, encuadrados en marcos de ébano y marfil... Al otro lado el camino seguia hacia una cadena imponente de montanas... Era una tie­ rra desolada, sobre la que el lago maldito parecia derramar el hâlito pestilente que recordaba el castigo de Sodoma. Tal es el escenario en que aquella mujer escondiô la tragedia de su pasado... Trepô monte arriba, cruzô barrancos, atravesô gargantas y vallejos... Habia encontrado la perfecta soledad... «Asi un dia y otro dia. rechazando implacablemente lo que antano habia buscado con frenesi. Lucha contra la rebeldia de la came, contra los terrores de la soledad, contra el frio y el calor. Los très panes que llevaba en su saco al pasar el Jordan habian desaparecido a las pocas jornadas; los vestidos que cubrian su cuerpo se habian ido cayendo a pedazos; los ultimos rastros de su antigua belleza se habian desvanecido râpidamente. Ahora andaba desnuda, comia hierbas y frutas silvestres; estaba fea, enjuta, apergaminada, ennegrecida por el sol del dia y la escarcha de la noche. El dolor habia secado y arado sus mejillas... La penitencia y el liante habian hundido sus ojos. Solo le quedaba su espléndida cabellera, pero enmaranada y sucia»... Habian pasado cuarenta anos. Ya era vieja la penitente; los dientes se le habian caido... Los musculos de su garganta parecian cuerdas de esparto... Cuando la encontrô, por milagro de Dios, el anacoreta Zôsimo, apenas si tuvo tiempo para oir de sus labios el relato de su lejana vida pecadora. que aun le arrancaba sollozos de arrepentimiento, y las misericordias del Senor, por quien habia extenuado su carne y abrazado la santa desnudez. Alli, en el desierto, reposaron los restes de la pecadora Maria Egipciaca, que, redimida por la penitencia, alcanzô el mérito de la gloriosa santidad. (cf. Fray Justo Pérez de Urbel, Santa Maria Egipciaca [J. de abril] : Ano Cristiano, t. 2, p. 7-16). a) DE SAVONAROLA ΠΙ. EL «MISERERE» «Encerrado en un estrecho calabozo del palacio de la Seüoria. acostado sobre la tierra desnuda, sin luz, ni siquiera un lecho de paja. los pies en 10s cepos, las cadenas en las rnanos, el brazo izquierdo dislocado y roto por la tortura, tan dolorido que en ocasiones fué preciso llevarle el alimento a la boca; pero sin odiar a nadie, sin maldecir a nadie, manteniendo toda su magnanimidad, toda su bondad, toda su fe, hasta el punto de conmover a su carcelero, tratando de atraerles a él y a su hija a la perfecciôn de la vida cristiana, Savonarola tuvo aùn la fuerza suficiente para tomar la pluma y escribir casi de un tirôn, entre el 26 de abril y el 8 de mayo de 1498. el grito desgarrador y sublime de su ultimo SEC. 7. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA 561 «Miserere» y dar en un impulso a las palabras del Salmista, que la voz de la liturgia repetia desde quince siglos atrâs, un eco de belleza tan penetrante, de acento tan directo, de candor tan absoluto, que merece repercutir a través de los siglos como una de las mâs puras y emocionantes plegarias de la piedad cris­ tiana»... «Desgraciado de mi, abandonado por todos, habiendo ofendido al cielo y a la tierra, éadônde me dirigiré?... No me atrevo a levantar los ojos al cielo, pues he pecado gravemente contra él. No encuentro refugio sobre la tierra, pues soy un escândalo para ella. cQué haré, pues? e,Desesperaré acaso? jOh, no! La miseri­ cordia estâ en Dios, la compasion estâ en mi Salvador... Pero ôqué diré yo? No me atrevo a levantar los ojos. Exhalaré las palabras del dolor, imploraré vuestra compasion y diré: Tened piedad de mi, joh Dios mio!, segûn vuestra gran misericordia...» (cf. Luis Maria Lojendio, Savonarola [Espana-Calpe, Madrid J.945], p. 361ss). IV. EL CASO DEL BAUTISTA SE .REPITE EN OTRO JUAN Mediados de junio del 404. «El emperador Arcadio, en su deseo de ofrecer a su bella esposa una prueba excepcional de afecto, mandô erigir en la plaza principal de Bizancio, donde se levantaba Santa Sofia, una estatua de plata, efigie de Eudoxia, sustentada sobre airosas columnas de pôrfido. La inauguraciôn fué sazonada con ruidosas fiestas populares. Se prodigaban juegos mimicos, cantares, danzas. A través de los indiscretos cendales, Eros exhibia ante los ojos cùpidos de la turba su salaz y atrevida pirueta. La vecindad dei templo hacia eospechar una intenciôn diabolica de escarnio»... El patriarca de Constantinopla era a la sazôn el virtuoso prelado que por su elocuencia arrebatada mereciô llamarse Crisôs­ tomo, «pico de oro». El matiz irônico de la diversion, cuyos ecos de carcajadas irrumpian en la calma litûrgica dei templo, y la apoteosis con ribetes de idolatria, llenô de sinsabores su aima. Ensayô primero medios de suavidad... «Cuando se convenciô que estos pasos eran inutiles, desenvainô la espada del espiritu... En .alto eî acero, defendiô el santuario contra la arremetida de la ola que escupia sobre el altar de Jesucristo sus sucias espumas... Irguiôse Eudoxia como el ofidio que eleva su rigida espiral. Su furia tocô en delirio; jurô por todos los manes del imperio reportar cumplida venganza de aquel enemigo de su gloria... Otra orden de expulsiôn contra el Crisôstomo sale de palacio. Nadie piense que Juan, en su humildad, se apresura a darle cumplimiento. Humilde hasta el heroismo..., no era de los que toman la humildad como sinônimo de sumisiôn incondicional y servil. Respondiô con la protesta firme y digna, anunciando a la corte que no cederia sino ante la fisica coacciôn. «He recibido—dijo— los poderes episcopales de las manos de Dios y no los puedo abandonar. Si place al emperador separarme de la Iglesia, estâ en su mano, pero tendrâ que hacerlo a viva fuerza y su despotisme serâ mi justificaciôn ante el etemo Juez». Perplejidad en Arcadio y Eudoxia... El caso era muy similar 552 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. al de aquel tetrarca de Galilea, Herodes, cuando se las habia con otro Juan, por sobrenombre el Bautista. De él dice el Evan­ gelio : Quena matarle, mas temia al pueblo, el cual le tenia como profeta (Mt. 14,5). La popularidad de Juan... llegô a compararse entonces con la del sol. Era el gran emperador de los espiritus... Apoderarse del Crisôstomo manu militari equivalia a abrir el crâter al furor popular... Tentadas las posibilidades, se opté por recluir al gran rebelle en su propia iglesia bajo vigilancia... Esa reclusion era un me­ dio de dar tiempo al tiempo. Al fin se cumpliô la inicua orden de exilio... El mismo Obispo, por amor de la paz y para despistar a los suyos, mandô que su caballo estuviera ensillado y como a punto de marcha a la puerta principal de la basilica; mas era su idea, y asi la puso en ejecuciôn, salir por la puerta opuesta, que miraba a Oriente, y, a través de las calles secundarias, llegar a orillas del mar, donde estaba la barca dispuesta para la partida. Acontecia esto el 20 de junio del 404» Crisôstomo y a no volveria mâs. Exilado a setecientos kilômetros, en Cucuso, villorrio perdido en la cordillera del Tauro, y de alli, très aüos después, en Pityunte, en los confines de la Côlquida, el mâs glorioso de los sagrados oradores de todos los siglos se extinguiô poco a poco, y antes de sellar los labios con el etemo silencio pronunciô estas palabras, que en vida solia repetir a menudo: «i Gloria a Dios en todo!» (cf. Félix Arrarâs, Sam Juan Crisôstomo [Madrid 1943], p. 116ss). V. PREDICADOR Y PENITENTE «La palabra de Tomâs de Villanueva resonô en toda Castilla, transformo la ciudad de Salamanca, poblô los conventos de novi­ cios. arrancados a la Universidad; subyugô a los pueblos y conmoviô a los poderosos. «Tomâs no pide nunca—decia Carlos V—, Tomâs ordena y exige». La admiraciôn del gran emperador por el humilde fraile no ténia limites : le hizo su predicador y su consejero; le distinguiô incansable con sus favores y acabô por hacerie arzobispo de Valencia. Esto fué en 1544. Tomâs se diriglô a pie hacia la capital de su diôcesis, sin mâs bagaje que su Biblia, sin otra compania que un hermano lego, como cuando salia^ a predicar por las rutas polvorientas de Castilla. Al verle tan pobre su cabildo le obsequio con cuatro mil ducados, que él hizo llegar inmediatamente al hospital de la ciudad. Mientras Lutero reformaba las provincias de Alemania, desencadenando las paslones y abriendo los conventos, el agustino espanol realizaba el mâs puro programa de reforma, trabajando heroicamente en la predicaciôn, en la administraciôn, en la visita de las parroquias, en la depuraciôn dei clero y en el mejoramiento de la vida social. Cuando se encontraba algûn rebelde le llamaba a su casa, le introducia en su despacho, cerraba la puerta y después, descubriendo sus espaldas y arrodillândose ante el crucifijo, le decia : «Hermano mio, son mis pecados los que tienen la culpa de todo; ‘usto es que yo sufra el castigo». Y se flagelaba despladamente en su presencia» (cf. Fray Justo Pérez de Urbel. Santo Tomâs de Villa­ nueva [22 de septembre] : Afin Cristiano, t. 3. p. 570). W TOP·TR |l HP|Wl<«1r «Ι-,ΛΛΙ— SEC. 7. M1SCELÀNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 553 VI. A la edad de ochenta afios propùsose el Santo Pontifice Pio V ayunar rigurosamente una Cuaresma. Por mâs que le instaron sus ministros y cardenales, dado el estado precario de su salud, no pudieron vencer su fervorosa obstinaciôn. Cuando transcurriô la Cuaresma dijo a los suyos : « i Qué gran merced me ha hecho Dios! Me hallo mucho mejor de mis males por haber ayunado». «La gran merced que Nuestro Sefior ha hecho a toda la cristiandad—le replicaron sus servidores—ha sido que Vuestra Santidad no haya muerto al inspirarnos que le hiciésemos este engafio. Sepa que el agua donde se cocian las hierbas que comia Vuestra Santidad era de capones destilados». El Papa quedô confuso... Quiso entonces tornar al ayuno de nuevo con enorme rigor, pero todos, y su confesor mismo, doctisimo, se lo estorbaron (cf. Memorial hist, espanol, o. c., MiScel., de Zapata, p. 455). VU. ÎH PENITENCIA ESPIRITUAL En la vida de San Felipe Neri se leen muchos actos de mortificaciôn o penitencia espiritual: «En algunas ocasiones solia andar con un manojo de rétama en la mano, por que la despreciasen. Otra vez se hizo raer la mitad de la barba, y saliô asi en publico, saltando y bailando, para que todos se burlasen de él. Un dia, habiendo gran multitud de gente en la plaza de San Pedro «ad Vincula», se puso a saltar. Otra vez, en una de las calles mâs publicas de Roma se encontrô con el gran siervo de Dios Fray Félix de Cantalicio, capuchino, varôn doctisimo, grandemente mortificado. Preçuntôle el bendito Pray Félix si ténia sed, y respondiendo San Felipe Neri que si, le diô a beber en pûblico una botella de vino que llevaba al cuello, diciendo : «Ahora veré si sois mortificado». San Felipe al punto comenzô a beber, y concurriendo mucha gente, decian: «0N0 veis como un santo da de beber a otro santo?» Después dijo Felipe a Pray Félix: «Ahora quiero yo también ver si sois mortificado»; y quitândose el sombrero se lo puso en la cabeza, diciéndole que anduviese asi. Fray Félix respondiô que si iria, pero que, si le quitaban el sombrero, no fue*e a su cuenta. Anduvo de aquella manera un buen trecho, hasta que San Felipe, que tenia ya conocida la gran santidad de Frav Félix, le rogô que se lo quitase, y cada uno se fué por su parte, dejando en duda cuâl de los dos se habia mortificado mâs en aquella ocasiôn» (cf. P. Pedro de Rn^nvwFTRA. F’os sanctorum: San Felipe Neri [17 de mayo]. t 2 [Madrid 1762], p. 109). 554 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. VIII. EL QUE TIENE DOS TUNICAS... Martin era entonces soldado. Habia entrado en la milicia, obligado por una orden del emperador Constante, por la que todos los hijos de soldados viejos habian de inscribirse y ponerse en lista. Y a la guerra partio nuestro milite, con un siervo a quien frataba como a un hermano. Todo su empeno fué guardarse mu­ cho de los vicios que comûnmente acompanan a la soldadesca. Era un dia de inviemo.. Estaba Martin en las puertas de Amiéns y «vino un pobrecito desnudo, temblando y tiritando de frio y pidiendo alguna limosna para abrigarse. Como los demâs soldados no le socorriesen, Martin, entendiendo que Dios le enviaba aquella ocasiôn para merecer, no teniendo otra cosa que dar al pobre, sacô su espada de la vaina y cortô por medio la clâmide y vestidura militar que llevaba, y diô una parte de ella al pobre, y con la otra, lo mejor que pudo, se cubriô. Diô este hecho mucho que reir a los hombres livianos y que llorar y compungirse a los cuerdos y graves. Viôse también cuân agradable habia sido a Dios aquella obra, porque la noche siguiente le apareciô Cristo Nuestro Seûor cubierto con aquel pedazo de capa, diciéndole que mirase bien si aquélla era la vestidura que él le habia dado un dia antes al pobre; y volviéndose a una muchedumbre de ângeles que le acom panaban, con voz alta dijo : Martin, siendo aün catecûmeno, me ha cubierto con esta vestidura» (cf. P. Pedro de Ribaden: Ml FIA, Flos Sanctorum: San Martin de Tours [11 de noviembre], t. 3, o. c., p. 403). DE UN TURCO QUE AL BAUTIZARSE SE LLAMO COMO ÎM EL BAUTISTA Un turco estâ cautivo en Toledo. Se llama Hamete, y es tan fanâtico, que nunca se ha querido convertir. Siempre grunendo, porque no se cansa de alardear que en su tierra pertenecia a una familia de alcumia, cuida de los caballos de su amo. Un dia, cuândo volviô de acompaûar a su senor a un juego de cafias, Hamete bramé de furia. Se habian olvidado de darle de corner y, hambriento, reclamô con ira su yantar a la senora de la casa. Descontenta ésta por la manera tan descortés con que le demandaba el sustento, se irritô y le llamô perro. El, estimulado por el ham­ bre, llegô a injuriarla. A la grita acudlô el dueno, y una lluvia de palos acardenalô las espaldas del turco. Hamete, loco de rabia. esgrimiô un cuchillo y se lanzô contra su senor, quien. a duras penas, escapô atemorizado. El rebelde se vuelve entonces contra las mujeres. Apunala a su ama e hiere a très de sus dueûas. Gritan los de la casa, acude gente, y el turco, viéndose perdido, salta, como una ave. de tejado en tejado y se arroja a la calle en vertiginosa fuga. Como un ânade atraviesa el Tajo. anda errante esquivando a la justicia y se oculta SEC. 7. MISCELLANEA HISTÔRICA Y LITERARIA . 555 en Madrid. Mas por las senas de los pregones que le persiguen, le denuncia un carretero que le habia conocido en una taberna. Hamete hiere al carretero y a la tabernera. Por fin, acosado por sus perseguidores, es preso y traido a Toledo, donde se le condena a suplicio. «Sâcanle en cueros en un carro, atado a un palo, y una fragua de un herrero a par de él. Comiénzanle a atenacear, le cortan am­ bas manos y, sin aguardar a que cirujanos se las cauterizasen, métenle los mismos trozos de brazos en el fuego de la fragua. Llegado a la plaza, le cuelgan de los pies, y los verdugos le atenacean otras partes del cuerpo... Ténia ya casi el. aima en los dientes, cuândo dijo a voces : i Oli Mahoma! ôCômo me has enganado? jAhora veo que todo es mentira! iBautismo! iBautismo! Acudieron los teôlogos, que estaban al espectâculo, y, consultado el caso, se determino que prosiguiese el tormento, diciéndole que ni habia de dejar morir ni césar los suplicios aunque se bautizase. El dijo que no pretendia eso, sino. siendo cristiano, salvarse. Habida licencia entonces, con gran priesa, del corregidor y, cuanto al bautismo, dei vicario, bânjanle de donde estaba boca abajo colgando. Pide que le pongan de rodillas. —·ôQué nombre?—dijeron todos. —El de Juan Bautista, Asi, con tal nombre fué bautizado, y al momento se le subiô el espiritu; y fué tanta la alegria pûblica, que mâs de dos mil oios se hicieron de placer fuentes de lâgrimas...» (cf. -Memorial historico espanol..., o. c., Miscelânea de Zapata, p. 315-317). X. UN SACERDOTE MODELO: SAN JUAN BAUTISTA DI ROSSI «Desde sus quince anos... se uniô a un cuerpo de sacerdotes cuya especial tarea fué predicar a los pobres. Con ellos aprendiô el celo apostolico y planed y distribuyd sus trabajos. La misma piedad lo indujo a invertir su modesta fortuna en aliviar las dificultades de los indigentes. Dejd tras si perdurables frutos de su infatigable caridad por la instruction de criados, vagabundos y gentes analfabetas para la santa celebracidn de la Pascua florida, por la fundacidn de un hogar de refugio para guardar seguras a las mujeres perdidas que vagaban de noche por la ciudad, pero sobre todo por el celo tan fervoroso que supo despertar entre el clero por la salvacidn de las aimas. El esplendor de su amor de Dios se manifestaba en su fisonomia mientras oficiaba, y no po­ dia hablar de la bondad del Creador sin lâgrimas Se vio forzado a aceptar una silla de canônigo en la iglesia colegiada de Santa Maria in Cosmedine, y durante la salmodia parecia caer en éxtasis. Fué cumplidor muy exacto en todas las sagradas ceremonias, preocupado de la belleza de la casa de Dios, y contribuyô espontâneamente con sus medios personales a tal objeto. Inculco en los demâs su propio amor hacia la madré de Dios y promoviô el culto de la Virgen en su propia iglesia, en la que instituyô un sermon diario en su honor, ademâs de su oficio. Traté de imbuirse del espiritu de Felipe Neri, y, si bien fué devoto de todos los moradores del cielo, a lento el culto hacia los principes de los apôs­ toles; fué constante en la oraciôn y en las buenas obras y rico en dones de gracia. Finalmente, en el hospital llamado de la Santisima Trinidad, al que se habia acogido para vivir entre sacer­ dotes, quebrantado por sus tareas, alcanzé el término de su vida, y cuando recibiô los sacramentos de la Iglesia exhorté otra vez a las obras de caridad y al cuidado de los pobres, y murié en el beso del Seûor el 23 de mayo del ano de Cristo de 1764, a los setenta y un anos de su edad>> (cf José A. Dunney, Historia de la Iglesia a la luz de los Santos, ed. Peuser [Buenos Aires] : San Juan Bautista di Rossi y el siglo décimoctavo, p. 317-318). SECCION VIII. SERIE II: GUIONES HOMILETICOS SOBRE LA EPISTOLA Ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios «Es précisa que los hombres vean en nosotros minis­ tros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios* (epistola del dia). Abruma exporter un tema sobre la grandeza y dignidad dei sacerdote, cuando estamos Uenos de defectos. Mas cerrad los ojos a estas ultimos y fijaos solamente en lo que el sacerdote debe ser para el mundo: «Ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios*. IL El sacerdote, ministro de Cristo. A. La misiôn de Cristo fué «consagrar el mundo a Dios», segûn la profunda expresiôn de la calenda de Navidad. «Dios se hizo hombre para convertir a los hombres en Dios» (cf. San Agustîn, Serm. 166: PL 38,909). B. Cristo subiô a los cielos y dejô como continuadores de esta obra a unos hombres que le representaran auténticamente, los sacerdotes. Esto quiere decir ministro de Cristo. El que hace sus veces, el que le représenta. Ministro de Cristo significa «otro Cristo». I. a) En el altar, en el conjesonario, en el pulpito, el sacer­ dote es otro Cristo. b) En medio del mundo, en sus relaciones con los hom­ bres, en sus aspectos humanos, ha de ser también otro Cristo. Tiene razôn el mundo al cxigir mucho dei sacerdote. Ha de ser transparencia de la virtud y santidad de Jesucristo. «Christi bonus odor» (2 Cor. 2.15). X.··' 558 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. c) Es, sobre todo, otro Cristo en su aima. El alma del sacerdote ha recibido una especial consagraciôn, participaciôn de la que la naturaleza humana de Cristo recibiô al ser unida hipostâticamonte al Verbo. Por eso, mejor que «otro Cristo», podria decirse que es «Cristo». No hay distinciôn en el saceraocio. Existe uno solo, el de Cristo, continuado por los siglos en los sacerdotes. III. El sacerdote, dispensador de los misterios de Dios (cf. «Apuntes exeg.-mor.>, p. 472, b). El sacerdote, como Pablo, ha recibido la gracia de comunicar a todos los hombres el gran sacramento o «misterio escondido» en Dios (Coh 1,26). La encarnaciôn dei Verbo y la incorporaciôn de los hombres a Cristo. En ese gran misterio se encierran otros muchos que van directamente encaminados a conseguir la participaciôn de Dios en Cristo. B. De todos ellos es dispensador el sacerdote: a) Dispensador de la palabra de Dios. La palabra es espiritu y vida. La palabra a veces reprende, a veces corrige, a veces consuela, a veces ensena, pero siempre une las aimas con Dios y proyecta luz so­ bre la vida humana y sus problèmes. b· Dispensador dei alimento de Dios. El lo hace en nombre de Cristo. El lo guarda. El lo reparte. c) Dispensador del perdon de Dios. El sacerdote no es en el confesonario mâs que el représentante de la misericordia y del perdon de Dios. Como Cristo, busca y espera a los pecadores para abrirles las puertas del cielo y concederles la paz de sus aimas. d) Dispensador de la vida de Dios. En sus manos estdn los sacramentos, juentes que comunican la vida de Dios a los hombres. IV. Veueraciôn y respeto al sacerdote. A. San Francisco de Asis besaba el lugar por donde pasaba un sacerdote. El nunca quiso serlo, porque lo reputaba excesiva grandeza. B. ôHay sacerdotes poco dignos? Alguno, si. Muy pocos, gracias a Dios. Mas no por ello se puede desprestigiar a los sacerdotes. Se murmura de ellos con tanta frecuencia como poco fundamento. Si alguno no es digno, se debe a que no son como Cristo los quiere y la Iglesia lo manda. Pero eso mismo resalta mâs la grandeza del sacerdocio. Defendedlo siempre y respetadlo. Dar a los sacerdo­ tes sehales publicas de respeto es una loable costumbre, que, por desgracia, se va perdiendo. Significaciôn dei osculo en la mano dei sacerdote. C. Finalmente, hay que recomendar la oraciôn por el sacerdote. Es muy importante infundir en el pue- SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 559 bio la costumbre de pedir por los sacerdotes, especialmente por aquellos que Dios ha puesto al trente de la parroquia. Pedir para que sean siempre dignos de su misiôn, de suerte que veamos en ellos al «ministro de Cristo» y «dispensador de los miste­ rios divinos». SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO La Providenda Que es la Providenda? A. El evangelio de hoy, con sus trazos historicos,nos présenta la providencia de Dios en el gobierno de las naciones. A. El concilio Vaticano la ha definido exactamente. C. Fundamento: «Todo lo que ha creado». El funda­ mento de la Providencia es la creaciôn. a) Dios no se despreocupa de sus obras (deistas). Ni mucho menos cuando éstas tienen inteligencia y al­ ma. El que puso a los padres la obligation de cuidar sus hijos, no abandona a sus criaturas. b) Las criaturas, por cuanto que retibieron el ser de Dios, continûan necesitando de su apoyo para existir y obrar. Son el motor que necesita acumular continuamente la energia eléctrica que lo haga funtionar. D. Esencia. a) Sostiene y gobïerna «.tuetur atqû'e gubernat». «Pero tu providencia, Padre, la gobierna» (Sap. 14,3). 1. En el ser y en el obrar. 2. Todo es de Dios. b) Dirigiendo todo «desde un fin a otro». 1. Desde las aeciones humanas mâs insignificantes hasta las vidas de los grandes imperios; 2. consiguiendo sus fines aun por medio de las vo­ luntaries torcidas de los hombres. 1. ’ 2. ’ El odio de Judas, medio para la rcdenclôn. La usurpaclôn de los Estados pontificios ha libcrado al Papa de las cuestiones sociales y politicas, dàndole una gran independcncia cspiritual. c) Suave y juertemente. Sin quebrar la libertad del hom­ bre y sin que éste se dé cuenta. El medio, pues todas las cosas estân desnudas y abiertas a sus ojos (Hebr. 4,13). g—™» g»™ - .......... 560 DEL BAUTISTA. PREDICACIÔN r . l_ I ~ I r 1 ’ - *-■- J - . ■' τι- I II. ■ - 4.° .ADV. I ■ 11 '. a) Su ciencia y poaer infinitos. b) Conoce hasta los secretos de la voluntad humana y el medio de dirigirlo. c) Puede gobernar cuanto pudo crear. Π. La Providenda en la Sagrada Escritura. A. La historia entera del pueblo judio. B. Tobias y su historia. Permisiôn del endurecimiento de Faraôn. C. El decreto de Asuero contra los judios: «se echô el pur, es decir, la suerte». III. Consecuencias. Navego en un barco cuyo timonel es mi padre: Dios. A. Confianza. B. Aceptaciôn. C. Docilidad. La historia alrededor de Cristo L Jesucristo, en el centro de los tiempos. A. El evangelio de hoy comienza con los datos histôricos necesarios para situar la época del naci­ miento del Salvador. B. En él aparece ademâs clara la idea de que Jesûs naciô en el «centro de los tiempos» y previa una cuidadosa preparaciôn providencial de la historia. a) En efecto, la Providenda la ha hecho girar a toda ella en torno a Jesûs. b) Es lôgico que asi sea. 1. La Providencia consiste en el gobierno divino de las ccsas con relaciôn a su fin ûltimo, la salvaciôn de los hombres y la gloria de Dios. 2. Siendo Cristo la fuente principal de esa salvaciôn y de esa gloria, es lôgico que haya sido también el eje de la Providencia. II. El ejemplo del pueblo romano. Para darse cuenta basta sôlo con considérer la historia del pueblo roma­ no, cuyas autoridades se enumeran hoy en el evangelio. A. Roma nace, crece, conqulsta al mundo. B. Julio César construye las fronteras dei Imperio y lo déjà firme. C. Augusto trae la paz al universo y con ella la unldad de gobierno, de comunlcaclones, en gran par­ te de lengua. En este momento «toto orbe in pa­ ce composito» nace Cristo (Martirologio, dia de SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 561 Navidad) y sus predlcadores encuentran el ca­ mino sin las barreras del nacionalismo, etc. D. Robustecido el cristianismo con la persecuciôn, llega a convertir el Imperio. La cruz remata sus estandartes. E. El Imperio romano llega a ser un obstâculo. Al otro lado de sus fronteras estân los bârbaros. a) En ese momento el Imperio se desmorona ante gen­ b) tes a medio civilizar. Invasiôn de los bârbaros. Pero lo que al mismo San Agustin pareciô catâstrofe increible y a muchos seûal del fin dei mundo, sirviô para que los bârbaros se convirtieran. San Remigio manda a Clodoveo que adore lo que in­ cendio. Mientras San Isidoro se olvida y a dei Im­ perio romano, Recaredo se convierte. ni. La interpretaciôn providencialista de la historia (cf. p. 403, III). A. Hasta que en el dia del juicio lo recapitule todo, ôcuântos hechos y épocas de la historia girarân en torno suyo? B. Lo que a veces nos parece una desgracia inmensa es designio de la providencia de Dios, que in­ cluso de los males hace bienes. La vocaciôn de Espana I. La patria espanola y sus caract eristic as. A. Espafia es una patria. a) b) c) Estado y patria. Espana no es solo un Estado, es una patria. Elemento e~encial de la patria es te­ ner una tradiciôn y una experienda. Hijos de la patria son los que participan de la vocaciôn nacionol. es decir, de la tradiciôn y de la experienda patriôticas. Ciudadania y patriotisme. Con el Estate nos liga la virtud de la ciudadania; con la patria, la vir­ tud del patriotismo. La ciudadania es un vinculo propiamente juridico. El patriotismo es un vinculo mo­ ral y cad religioso. Patriotismo y piedad. Santo Tomâs coloca el pa­ triotismo dentro de la virtud d° la piedad, «que es el culto que debemos a aquellos de quienes redbi^os ni s'··^ R^cilrmos cl sor de Dio*. v'rtw1 de la religion; de los padres, virtud de la piedad filial; de la patria, patriotismo (cf. Sum. Theol., 2-2, q. 80, 1 c : q. 101. 1 2 ad 3 y 3 c). B. Con caracteristicas acusadas. a) Vocaciôn national definidp ■»/ fi°lmentc servida. Se­ ra dificü encontrar un pueblo que haya tenido una 562 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° .ADV. vocaciôn national mas dejinitia y que con mayor fidelidad la haya servido. La vocaciôn de Espaiia quedô definida en frases lapidarias por Menéndez Pelayo en el epilogo de la Historia de los heterodoxos espanoles (cf. p. 404,IV). b) El motor de Espaûa es la religion. Una religion expansiva. Espana es, por tradition, una nation civilizadora, evangelizadora, misionera. Caracteristicas dei sentimiento religioso en Espaûa son: La universalidad. La solidez doctrinal. La adhesion al Pontificado. Y, contra lo que muchos creen, el sentido prac­ tice y de organizaciôn. 1. · Por eso nuestros grandes teôlogos, mâs quç en la zona metafisica, se sitûan en la zona juridica y moral. 2. · Nuestra gran teologia se caracteriza por sus derivacicncs para la aplicaciôn a todas las ramas del derecho publico y privado. 3. ® Hasta en el orden social, incluso en el orden mismo econômico, hay una initiation en nuestro Siglo de oro que deriva del campo de la teologia, y que, por desgracia para Espaûa y para el mundo, quedd truncada. c) Espaiia, organizadora. Espaûa tiene un gran sentido organizador social. 1. Santo Domingo es llamado, con razôn, el primer ministro de Obras Pùblicas de Europa. 2. San Ignacio es considerado como el primer ge­ nio organizador de la humanidad. 3. No son figuras aisladas. En América se cuentan por docenas los talentos y a veces los genios fundadores y organizadores. II. Caida y resurgimiento de Espaûa. A. Caida vertical. a) Por agotamiento. La caida vertical de Espaûa, que se consuma en la segunda mitad dei siglo XVII, podriamos llamarla «biologica». Es una caiaa de ago­ tamiento por el desgaste en mil empresas durante el siglo XVI y la primera parte del XVII. b) De carâcter general. La caida alcanzô a todos los ôrdenes de la vida nacional y llegô a taies limites, que algunos émulos nuestros dieron a Espaûa por muerta. B. Renacimiento biologico y desorden politico. a) La savia vital comenzô a subir por el nuevo tronco, a juicio de algunos—Valera—, a comienzos del siglo XVIII. Y la constante de la ascension no se pierde hasta nuestros dias. La poblaciôn. en efecto. va en aumento desde comienzos del XVIII has­ ta hoy. b) Nos referimos al crecimiento «biologico». El desorden de nuestra politica, las guerras exteriores, las guerras civiles, las revolutiones, etc., son todos fenômenos de superficie comparables con un aumento vital de la nation. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTTCOS C. La Espaûa de 1950. a) Energia vital credente. La energia vital de Espaûa sigue credendo, aunque estamos todavîa a distan­ cia en algunos aspectos de otros grandes nadones. b) Conciencia clara de su pasado y orientaciôn definida de su porvenir. Sintoma cierto de la madurez que va adquiriendo el espiritu nacional es la conciencia cada dia mâs clara que tiene Espaûa de su pasado y la orientaciôn definida de su porvenir en la vida de las nadones. Portugal, América, contacto con el mun­ do arabe. Esta orientaciôn nacional ha encontrado una interpretaciôn afortunada en los ùltimos aûos. III. El deber de Espaûa. A. El mundo occidental y la-lucha contra el comunismo. El mundo llamado occidental, incluyendo Amé­ rica, estâ en guerra con una gran potencia oriental. La guerra es doble: material y espiritual. Para organizar la defensa y la posible guerra material, Dios ha suscitado una gran potencia en América. Las demâs naciones cooperan o colaboran con ella. Pero destruida la potencia material de Oriente, con guerra o sin guerra, queda siempre en pie la lucha espiritual contra la civilizaciôn cristiana. Esta lu­ cha se intensificarâ y enconarâ extraordinariamente una vez que el Oriente sea desarmado en el or­ den militar. Hoy el comunismo occidental estâ contenido por la virtud del nacionalismo o patriotismo. B. Espaûa, potencial espiritual t a) b) El mundo de habia espaûol, bloque espiritual con­ tra el comunismo. Asi como hay una potenda ma­ terial para luchar en el campo de las armas, asi, a nuestro juicio. hay una potencia espiritual en el mundo que puede encarnar la defensa en el orden social de la civïlizadôn cristiana. Tal potenda es Espaûa. Espaûa lo siente y comienza a prepararse para su alta misiôn. Y cuândo hablamos de Espaûa pensâmes en un segundo lugar muy inmediato en todos los pueblos de habia espaûola. He aqui la misiôn urgente dei momento: organizar en el cam­ po social todas las fuerzas de habia espaûola para oponer un bloque espiritual a la doctrina comunîsta. Acciôn positiva. Mas nuestra actuaciôn no ha de ser sôlo 'negativa, de oposiciôn al comunismo. Ha de ser positiva, de difusiôn del Evangelio. 3 El Evangelio social predicado por los Papas ha de ser nuestra bandera comûn. A nosotros nos toca poner los fundamentos de la nueva civiliza­ ciôn cristiana. Esa campaûa pide no solamente ideas claras y voluntades enérgicas, sino corazones amplios y ge­ nerosos. No podemos oponer odio a odio, sin amor a odio. Nuestra campafia ha de ser positiva en lo in- 564 ST PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. telectual como en lo afectivo. Verdad y caridad es la divisa de nuestra bandera. · c) Mistica a mistica. Se. ha dicho con razôn que el comunismo tiene una seudomistica (cf. Pio XI, «Divini Redemptoris», 8 : Col. Enc., p. 6ô0). A esa seudomisti­ ca hay que oponer una mistica auténtica. 1. Hombres de fe. Espafia necesita para su nueva cruzada de hombres de fe. de hombres abnegados, verdaderos santos. Necesitamos gente de oraciôn. Necesitamos de aimas movidas por el Espiritu Santo. 2. Espana al serviclo de la civilizaciôn y de la Igle­ sia. Espana, que, afortunadamente, conserva su unidad espiritual, fiel a su tradiciôn, modernizada en sus ideas y en sus métodos, restaurada en su grande espiritu universal, estâ llamada a prestar un serviclo incomparable a la civilizaciôn y a la Iglesia. La historicidad del Evangelio I. El Evangelio, obra rigurosamente histôrica. A. Planteamiento del tema alrededor del evangelio de hoy. El evangelio de hoy, con su enumeraciôn detallada de las autorldades contemporâneas al nacimîento del Sefior, reviste todo el carâcter de una obra histôrica y nos lleva como de la mano a tratar de la historicidad de los Evangellos. Siendo la materia tan larga, nos limitaremos a ver los intentos vanos del adversario. B. Los contradictores de la historicidad evangélica se contradicen y refutan unos a otros. Una breve exposiciôn nos demostrarâ cômo todo contradic­ tor de la historicidad evangélica ha tenldo como enemigo que destruyô su obra a su discipulo Inmediato. La historia de los heterodoxos es la de una continua retlrada estratéglca. II. Ojeada de conjunto sobre los ataques contra el va­ lor hlstôrico del Evangelio. A. Voltaire y los enciclopedistas. r.W. a) Los euangelistas, «falsarios». 1. Se inlcia la apostasia total. Olvidados los primeros ataques de paganos y judios, el mundo cristiano admitiô siempre reverentem ente los San­ tos Evangellos, hasta que, en el siglo xvni, se iniciô la apostasia total con Voltaire y sus en­ ciclopedistas, que, blasfematoriamente, afirman que Cristo y los apôstoles fueron unos falsarios. SEC. 8. GOTONES HOMILÉTICOS que engaftaron al mundo y que han de ser borrados de la memoria de los hombres. 2. Pero los evangelistas estân ahi. Ante el Inten­ to de Voltaire se levantan como monumento hlstôrico los cuatro Evangelios, que nos hablan de Cristo y prueban su divinidad. Para derrlbar a Cristo hay que empezar por derrlbarlos a ellos. b) Nadie sostiene una mentira hasta morir por defen­ ders. La blasfemia no pudo ser mantenida. Era demasiado absurda, y para destruirla no habia sino recordar La sangre derramada por los mismos calumniados. · B. La escuela naturallsta de Paulus. a) Paulus frente a Voltaire. Los apôstolos no fueron unos falsarios. Paulus lo reconoce (1312). b) Pero busca otra explication, también heterodoxa. Los discipulos de Jesucristo, simples ignorantes, interpretaron como milagros hechos que tenian una explication natural y sen cilla. ^Por qué hablar de muertos resucitados, cuando podemos creer que se trataba de colapsos y desaparecidos? C. Strauss. a) Strauss (1825) frente a Paulus. No hay quien razonablemente pueda suponer tal necedad en los apôs­ toles y los lectores del Evangelio. b) La «leyenda» de Jesucristo. 1. La soluciôn tiene que ser mâs sencilia. Cristo fué un hombre normal, santo en su vida, como lo fueron los suyos. Pero la leyenda popular idealizô su figura hasta convertirla en mito. El Cristo evangélico no se parece en nada al Cristo real. 2. Y aquf comienza la segunda etapa de rectificaciones continuas. Segûn Strauss, esa leyenda ha necesitado por lo menos un siglo para forjarse y, por lo tanto, los Evangelios, que creiamos escri­ tos por testiPOS oculares, no pudieron aparecer has­ ta el afio 150. D. Baur y Renân rectlfican a Strauss. a) Pero la historia no siempre se déjà manejar, ni permite jugar con las fechas. Baur (1847) tendrd que admitir que alguna parte de los escritos es an­ terior y que su estado actual se remonta al 130. b) Los documentas acorralan a Renan. Renan (1877), hombre funesto por su estilo fàcil, frecuente burlador de la verdad, se siente acorralado por los docu­ mentas que van apareciendo. iQué mâs quisiera que poder sostener las fechas de Strauss en su «Vida de jonûs^! Pero no han duda po'ible, y Renân tiene que admitir que los cristianos leian los Santos Evangelios a finales dei siglo I. Fueron escritos, segûn él, hacia el afto 76. E. Harnack y Loisy corrigea a Renân. Tampoco hay que recurrlr a la Iglesia para forzar a Renân en este punto Nos basta con invocar a Harnack, pro­ testante y agnôstico alemân, y al desdichado PR 566 IGACIÔN DEL BAUTISTA. 4." ADV. apostata francos Loisy. En el ano 76 eran los Evangellos conocidos en toda la rlbera oriental del Mediterrâneo, por lo que hay que admitlr que fueron escritos hacla el 70. Harnack, obligado por la Historia, sefiala, por fin, unas fechas: del 30 al 70. Estamos ya en el campo catôlico. El error ha terminado. por ceder a la verdad. Couchaud niega la existencia de Jesucristo. a) b) Una «legenda» formada a través de varios siglos. Las fechas indicadas ponian a los racionalistas entre la espada y la pared. Pero los caminos del error son niuchos. Puesto que en el ano 60 los Evangelios estaban ya escritos y no habia medio de alterar esta fecha, quedaba la posibilidad de borrar la primera. Un me­ dico jrancés. Couchaud, hace aproximadamente unos veinte aiïos, sostuvo que Cristo no existio. La «leyenda» se formé, segûn él, a lo largo de varios siglos y los evangelistas se limitaron a recogerla adobada por las opiniones contemporaneas. Lo malo era que las doctrinas anteriores no habian dejado lugar a duda sobre la existencia real de Jesu­ cristo. III. La actitud de los catôlicos ante el problema. A. Para contestar a Voltaire basta con remitirle a Paulus; y a éste recomendarle a Strauss; y a Strauss y Baur, aconsejarles que lean a Renan: y a Renân, que oiga las lecciones de Harnack, mientras éste pregunta a Couchaud y Couchaud escucha a todos los anteriores. B. En cuanto a nosotros nos basta con creer en el mensaje del Espiritu Santo, que nos narra la vida dei Verbo encarnado, y sefialar con el dedo, en el comienzo del Evangelio de San Juan (1,5), el verso que dice: La luz luce en las tînieblas, pero las tînieblas no la abrazaron Dignidad y obligaciones dei sacerdote I. El sacerdocio en la epistola y en el evangelio de hoy. La epistola, al describir a los «.ministros y disp e ns adores», y el evangelio, presentàndonos al Precursor, nos inclinan a tocar algunos p untos sobre la digni­ dad y obligaciones dei sacerdote. La dignidad de éste. como la de Juan o Pablo, son tan excelsas que exigen un cuidado especial para no ensoberbecerse y con- SEC. 8. GUIGNES HfOMILÉTICOS 567 servarse nierecedores de ella (cf. «Apuntes exeg.-moral.», p. 472,b). II. Dignidad del sacerdocio. A. El sacerdote es ministro. ! B. La dignidad dei ministro depende: * a) De la de su jefe, en cuyo nombre obra. El sacer­ dote es ministro de Cristo. b) De los bienes que administra. 1. Los sacramentos. 1. · Bautismo, superior al de Juan. 2.° renitenda. aiQuiên puede perdonar los pecados mâs que Dios?» 3. · lEucaristia!... 2. La predicaciôn. Como Juan, es voz de Dios, cuyo pensamiento transmite. c) De su mayor o menor proxiinidad al jefe. El sacerdote esta tan prôximo a Cristo como causa instrumental... (cf. «Apuntes exeg.-moral.», p. 472,b). III. Obligaciones inhérentes al sacerdocio. A. Humildad en la dignidad. Grave dano séria para el sacerdote crcerse algo mâs que ministro y actuar en nombre propio, como lo indica a veces tanta banderia y afecto personal existente entre nosotros (cf. ibid. p. 471,2). Para evitarlo pensemos en que: a) No tenemos nada propio. En el orden sobrenatural, y especificamente en el ministerial, todo es de Cristo. b) Somos pecadores. Aun el sacerdote mâs santo lleva sus pies por el suelo (cf. San Agustîn, p. 493,3.°). B. Medio para que los hombres lleguen a Dios. San Juan es un buen modelo. Santo Tomâs dice de él que, sirviéndonos siempre de lo sensible para su­ bir a lo espiritual, Dios utilizô la persona de Juan para que los hombres llegaran a él. Tal debe ser el sacerdote: una escala para que los hombres asciendan por él a Dios. Cuidese, por tanto, de adornarse solo con lo que puede Hegar a Dios. E imite de Juan: La Jidelidad a su vocaciôn, no torcida por los aplausos ni por la muerte. b) La larga preparation. c» La austeridad (cf. San Juan Crlsôst., p. 481,b). 1. Las criaturas enturbian la presencia de Dios en el aima (cf. San Juan de la Cruz, p. 515,A). 2. Las riquezas, lujos, abundancia en comidas, son lastres que impiden volar a lo alto (cf. San Juan Crisôstomo, p. 482,B) y enfrian la caridad. 3. Dios les pedirâ cuenta de los talentos que enterraron entré la basura. a) d) S nr-J02’ K **· por QUe no ^ablemos mâs que de ^isl° y todo en nosotros hable de Cristo (cf Santo Tomas de Villanueva, p. 512ss). C. Celo por la elevada dignldad del propio oficio. No la rebajemos. Aun sin Hegar a la slmonla el que-trabaja, predlca, etc., sôlo por dinero, se pa­ rece a Judas y cobra por la obra del Espiritu San­ to. Los oficlos seculares. IV. Exhortaciôn. tTe rodean muchos peligros? Pues vuela alto para lïbrarte de los lazos (cf San Agustîn, p. 497c). Crucifica cd mundo con la austeridad y la oraciôn. La austeridad I. La austeridad de San Juan. La figura de San Juan, austera sobre todo, contrasta violentamente con nues­ tra época, pero precisamente por ello es mâs necesaria su evocaciôn, porque la verdad y el remedio estân en San Juan y no en nuestras costumbres (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 476,c, y San Juan Crisôst., p. 481,b). II. Falta de austeridad en las costumbres de hoy. A. Lujo superior a la capacidad econômica de cada uno. Hoy vlvimos todos para el lujo, para un lujo que generalmente supera nuestra capacidad econômica. El del rico es muchas veces insultante, pero el nlvel de vida de algunos pobres y de la clase media suele exceder la norma prudente. To­ dos aspiramos a mâs comcdldades, a mâs diver­ siores y mâs lujos de los que nos pertenecen. El deseo de ir mâs allâ del limite debido constituye la ruina de muchas honras y de muchas casas. B. El amor de las delicias. El amor de las delicias, como han solido llamar los Santos Padres a esta paslôn, es sumamente perniciosa para el aima. a) Principios. 1. El hombre no puede poner todo su interés en dos idéales, y el Ideal de las «delicias» Ile^arâ a embotar cualquier otra capacidad. lastrando su aima con un peso que le impedirâ navegar libremente (cf. San Juan Crisôst.. p 482.B). porou° todo aquello que entra por los sentidos nos mueve con mu­ cho mayor empuie. sin que ouena otro medio de defensa que el aislarse (cf Bossuet, p 525.ak 2. Dios y el afecto a las criaturas son incompatibles. Para arrepentirse hay que separarse de ellas; pa­ SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 589 ra santiflcarse se requière una separaciôn progresivamente mayor (cf. San Juan de la Cruz, p. 515,A). b) Consecucncias. De eilo se deriva: 1. Que las riquezas suelen engendrar soberbios. 2. Las diversiones, la sensualidad. 3. Y todo ello la tibieza y disipaciôn religiosa. 4. Sintesis y triste final: los lujos y riquezas, dividiendo los hombres entre si, terminan por arruinar el alma del mismo que los goza, Y al final, cuando todo desaparezca como escena de teatro. Dios nos pedirâ cuenta de los talentos que nos diera, y en­ tonces caeremos en la cuenta de que nos habia creado para otra cosa (cf. San Juan Crisôst., p. 488,d). III. El remedio: Imitemos a San Juan. A. Austeridad y desprendimiento. cQueréis arrepentiros y dejar el pecado? ôQueréis adelantar verdaderamente en la perfecciôn? (cf. Bossuet,, p. 527c). Pues imitad a Juan en su austeridad y despren­ dimiento. B. Formemos un desierto interior de recogimiento. No es tan duro lo que se nos propone, pues no se habia de que os inarchéis al desierto. sino de que os fabriquéis dentro de vosotros mismos un pequeüo desierto de recogimiento para pensât (cf. Bossuet, p. 527,c). C. El que tenga dos tunicas... Desprendeos por lo menos del afecto al lujo.. y para eso escuchad a Juan: el que tenga dos tûnicas. que dé una. Ejercitaos en la limosna. En ella iréis encontrando el remedio a todos esos peligros de las «delicias». D. Aunque hayamos de renunciar a alguna de nues­ tras comodidades. Y si tenéis que renunciar a al­ guna de vuestras comodidades, examinaos sinceramente y pensad si en realidad no os podéis pasar sin ellas. Asi cuando llegue el Senor con el bieldo, os placerâ haber renunciado a una parte. IV. Exhortaciôn final. Viene ya la Navidad, y Dios quiere ser recibido en tu casa. A buen seguro que, si lo piensas, deseards aderezarla tal y como a él le gusta. Re­ duce, pues, un poco tus aficiones al lujo, porque no son las suyas (cf. San Cesâreo de Arles, p. 500. A). Dios te ha creado para El. Vuela alto, y desde allé arriba perds qué misérables te parecen todas las cosas de la tierra (cf. San Juan Crisôst., p. 484,c). El pecado, mal de Dios y del hombre El pecado, supremo mal. Errados suelen andar los juicios de los hombres al valorar el pecado. Cuando Is­ rael estaba en el punto mâs alto de su expectation mesidnica y los unos esperaban un nuevo relumbrar de las ceremonias del templo y los otros el triunfo de las armas de Israel, apareciô Juan, y lo unico que predicô fué la penitencia de los pecados. Viviendo cada uno en medio de tanta falta (cf. San Agustîn, p. 490, A ss) y en medio de los actuales conflictos del universo, îhay quien piensa que el supremo mal es el pecado? Y, sin embargo, lo es, porque es el mal de Dios y el mal mayor del hombre. El mal de Dios, porque niega sus atrïbutos; el mal del hombre, porque destruye su felicidad. II. El pecado, mal de Dios. Consecuencias. El pecado es mal de Dios. porque: a) Niega su bondad no corresi ndiendo integraménte a su amor. b) Niega su omnipotentia, puesto que el hombre desprecia las leyes de Dios, como si no tuviera derecho a darlas, repitiendo el non serviam de Satanâs. c) Niega su justicia, como si le importaran poco sus castigos. Odio de Dios al pecado. Consecuencia de lo dicho es el odio de Dios al pecado. Para medirlo, lo me­ jor es atender a lo duro del brazo que descargô so­ bre su Hijo amado sôlo porque saliô responsable de los nuestros; o a los castigos que descarga so­ bre los hombres que son objeto de su amor. III. El pecado, mal del hombre, porque: A. Lo separa de Dios. a) Dios es la luz, y el pecado las tinieblas, y asi cuando vino a este mundo, los que vivian en ellas no le recibieron (cf. San Agustîn, p. 491,1). b> Dios es el amor, y a El nos unimos por medio del amor. El pecado rompe esa union que Dios queria gozar con nosotros, con lo que perdemos el supremo bien. c) El pecado acaba con la inhdbitatiôn de Dios dentro del aima, y el que, siendo omniprésente, se camplatia en vivir dentro de nosotros, ha de renunciar a ello, dejàndonos vados de El Otros, de carâcter subjetivo, alegadas por San Ig­ nacio de Loyola en sus «Ejerticios» (cf. «Obras com­ pletas» : BAC, p. 177) : 1. Como satisfacciôn de los pecados cometidos. 2. Para vencerse a si mismo, a fin de que la sen­ sual idad obedezea a la razôn, y la parte Inferior a la superior. ' . . . 1. ° Hay un aesequilibrio en el hombre por el pecado de Adân, desequilibrio que aumenta por los atractivos erteriores dei mundo sobre la carne y las pasiones. 2. ’ El modo de contrarrestarlo es la mortificaciôn ex­ terior. 3. Para obtener alguna gracia o don que especialmente se quiera obtener del cielo. olvido de esta doctrina. Efectos y causas. a) Los cristianos van olvidando esta doctrina y quizâ haya que considerar aqui la causa del languidecimiento de muchos y de la esterilidad de obras y organizaciones. b) Quizâ en parte seamos culpables los sacerdotes al no predicarla, trazando las normas claras y razonables que la regulan. Juzgamos que es inûtil hablar de ella, lo cual no es asi. f. E! corazôn humano, en sus relaciones con Dios. siente la necesidad de practicar la penitencia exterior. 2. En la historia de las religiones no falta: 1. · Budismo, mahometismo. hlnduismo... 2. · En el Antiguo Testamento son muchas las figuras que echan mono de la penitencia exterior para conseguir de Dios gracias especiales fJudit, profetas). La Igle­ sia la practica desde los primeras tiempos (ayunos, Cuaresmas. er mi ta nos...). SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 577 II. Modos y normas de la penitencia exterior. A. Como puede hacerse. a) Accptando la? enfermedades, dolores, molestias, indemendas del tiempo, etc., que Dios envia. Estas son siempre muy buenas y muy seguras mortificaciones. b) Guardando las prâcticas del ayuno y abstinenda cuando lo manda la Iglesia. Con ocasiôn de la vi­ gilia de Navidad, se puede hablar del abandono en que muchos cristianos tienen el cuarto precepto de la Iglesia. c) Eligiendo voluntariamente lo que nos causa dolor corporal o contraria las aficiones y gustos del cuer­ po, lo que es contra nuestra comodidad y sensualidad, ora en el dormir, o comer, o bober, etc. Mas en este caso deben guardarse las siguientes B. Normas para practicarla. a) La penitencia exterior nunca debe atentar contra la salud («Que no se corrompa el subj~cto»; cf. «Eierc. Espirit.», en Obras Comnletas de San Igna­ cio : BAC. p. 176, y sec. 7.*. p. 553, VI). b) No debe impedir el cumplimiento del propio deber. La penitencia tiene razon de medio, y el deber, de fin, por ser expresiôn de la voluntad de Dios. c) Lo seguro es no practicarla sin consultar previamente con el director espiritual y confesor. El enemigo puede fadlmente engaüar a las almas por aqui. Hay que vigilar especia^ente a los jovenes, porque las consecuencias pueden sentirse mds adelante en la vida. I · ΠΙ. Exhortaciôn final. Fdtima. Actualidad de Fdtima. La Virgen pidiô penitencia exterior por la conversiôn de los pecadores. Los tres ninos videntes comenzaron a practicarla inmediatamente. Haced penitencia por vuestros pecados y los ajenos. Haced penitencia por vuestras necesidades. Hacedla para que «el Pacifico» que va a nacer reine en los individuos, en las familias y en el mundo entero y sea realidad el mensaje de paz de la Nochebuena. Penitencia espiritual I. Juan predica penitencia interior. El cumplimiento del propio deber. A. Penitencia... B. Interior ante todo. La palabra de Cristo 1 1Q SE PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 578 4.° ADV. a) Consistente, primera, en la compunciôn del corazôn para obtener el perdôn de los pecados: «En remisiôn, de los pecados» (Lc. 3,3). b) Pero la penitencia de Juan présenta, ademâs, otro aspecto muy claro, también interior: el cumpli­ miento del propio deber (cf. Lc. 3,7-9; Mt. 3,7-10): 1. Hay que evitar las desviaciones en el concepto de penitencia. Hay una penitencia exterior ciertamen te. Mas en tanto vale ésta en cuanto es fruto de la interior o a ella conduce. 2. La verdadera penitencia es interior y consiste en el cumplimiento del propio deber. Es aleccionadora en este punto la carta en que la hermana Lucia (la vidente de Fâtima, hoy re­ ligiosa carmelita descalza en Oporto) pide en 1943, al obispo de Leiria, reforma y penitencia, particularmente dei clero y del pueblo espafiol, y en la que hace notar cômo son much os los que equivocadamente ponen el concepto de la penitencia · en las grandes austeridades y mortificaciones, mientras que la penitencia que Dios pide de todos es la observanda de los mandamientos, el cumplimiento del propio deber, el permanecer en la gracia santificante. He aqui el texto integro de la carta, leida al final de los ejercicios de los prelados portugueses en Fâtima el 20 de abril de 1943: «Dios Nuestro Seûor me habia ya manifestado su contento por el acto del Padre Santo y varios obispos, aunque incompleto, segûn su deseo. En cambio, promete acabar en breve la guerra; la conversion de Rusia no sera ya (es decir, no se verificarâ tan pronto) sino con esta condiciôn, si los sefiores obispos de Espana atendieren los deseos de Nuestro Sefior y emprendieren una verdadera reforma en el pueblo y el buen clero; mas si no, ella (Rusia) sera todavia el enemigo con que Dios los castigarâ (a los espafioles) una vez mâs todavia. Dios Nuestro Sefior vase dejando aplacar, mas quéjase amarga y dolorosamente del nûmero limitadisimo de aimas en gracia dispuestas a renunciar a si mismas en lo que les exige la observancia de su (divina) ley. Lo que Dios Nuestro Sefior pide ahora es penitencia: el sacrificio que cada persona tie­ ne que imponerse a si misma para Uevar una vida de justicia es la observancia de su ley; y desea que se haga conocer con claridad este camino a las aimas, pues muchas, juzgando (es decir, poniendo) el sentido de la palabra «pe­ nitencia» en las grandes austeridades, no sintiendo fuerza ni generosidad para ellas, desanimanse y descansan en una vida de tibieza y pecado. Del jueves al viemes, estando en la capilla con licencia de las madrés superioras, a las doce 31 sacri­ de la noche, me decia Nuestro Sefior: El ficio de cada uno exige el cumplimiento del . propio deber y la observancia de mi ley; (ésa) es la penitencia que ahora pido y exijo». Π. Diflcultad y trascendencia de la penitencia interior. A. Cumplir siempre con el proplo deber es dificll. Si SEC. 8, GUIONES HOMILÉTICOS el hombre no tuviera pasiones o las sometlera, no habrla diflcultad. Pero junto al deber se levanta la pasiôn: a) El deber habia de Dios, de su voluntad, de sus mandamientos. Las pasiones, de comodidad, de capricho, placer. b) El entendimiento ilumina la voluntad sobre lo que Dios quiere. La imaginaciôn y las pasiones actûan sobre el entendimiento y disminuyen la acciôn de éste sobre la voluntad. Atraen, sobre todo, y arrastran a la voluntad. 1. San Pablo nos habia de estas dos leyes: «Siento otra ley en mis miembros, que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado que estâ en mis miembros» (Rom. 7,23). 2. Nuestra voluntad es como la aguja de una brûjula atraida por dos polos: el deber y la pasiôn. Para que permanezca unida a Dios y a su voluntad, cumpliendo siempre y en cada mo­ mento con su deber, tiene que dominar las pa­ siones y contrariarlas constantemente. Constantemente en lucha. De aqui la diflcultad de la penitencia interior. Supone esfuerzo no pequefio v es de todos los segundos hasta el fin de la vida. B. Son muy pocos los que cumplen perfectamente y siempre con su deber. a) Cumplimiento parcial o condicionado. 1. Se cumple cuândo es fâcil y agrada. Se déjà de cumplir si es dificil o desagrada. Es mal frecuente, incluso en personas religiosas, abandonar el deber para ir en pos de lo que agrada, o crearse un deber que agrade, y asi hermanar el deber con la pasiôn No es esto lo que quie­ re Dios. Ni aun con pretexto de piedad o de apostolado se puede dejar el cumplimiento del deber. 1. · Es el caso de los hljos que dan lugar a los lamen­ tas de sus padres, porque, absorbidos por la sala de reunlones de la Acciôn Catôlica o de la Congregaciôn, ni estudian ni trabajan. 2. ® O de las hijas que, atareadas en barrer la iglesia. adornar el altar y hacer la colecta, no ayudan a sue madrés en los quehaceres domésticos. 2. Se cumple un dia y se déjà de cumplir dos. 1 O se cumple a medias, sin la perfecciôn y el cuidado que debieran ponerse en las cosas de Dios. b) iMala voluntad o falta de voluntad? 1. En much os es mala voluntad evidentemente. Para ellos no es Dios la norma de su conducta, sino la pasiôn. Son los pecadores. 2. Pero en otros no hay mala voluntad. Son hom­ bres buenos. Lo que ocurre es que les falta la penitencia Interior, el dominio constante sobre su imaginaciôn y sus pasiones para disminuir. ya que no aniquilar, sus fuerzas. Falta la dis­ ciplina férrea del entendimiento y la voluntad para no desviarse. 580 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. III. Lo que Dios quiere. Preguntaos a cada hora y a cada momento que es lo que Dios quiere de vosotros, cuàl es vuestra obligation. La respuesta la dard vuestro car­ go o profesiôn o el mandato del superior. Haced lo que debâis como si ûnicamente aquella hora existiera pura vosotros, sin dispiitas ni otras preocupaciones, entregândoos al deber con todas vuestras facultades. Guste o no. Cueste o no. Esta es la principal penitencia, la penitencia interior, la que predicaba el Bautista y la que predica la Iglesia. Esta es, ademâs, la principal virtud: «No hay virtud mâs eminente que el hacer sencülamente lo que tenemos que hacer» (cf. Pemân, «El Divino Impaciente»). La penitencia, necesaria a justos y pecadores I. El Bautista y la penitencia. Cuando Dios manda especiales mensajeros parece como si éstos tuvieran que venir con nuevas y sorprendentes misiones, destinadas a cambiar la faz de la tierra. Y he aqui que casi todos ellos, y muy especial?nente Juan, que viene a preparar los caminos del Mesias, se limitan a predicar la penitencia. êEs de extraüar que los hombres se llamen a engano? Y, sin embargo, si algo hay trascendental y necesario en cl mundo, es esa virtud. Juan la predica clamando (cf. San Juan Crisôst.’, p. 480,A,a). II. La penitencia, necesaria para todos. A. ôQué es la penitencia? El cambio de vida, el dejar lo que eras, el comenzar a ser lo contrario (cf. San Juan Crisôst., p. 482,c). B. La penitencia, necesaria a los justos. Esta peni­ tencia es necesaria de todo punto, y para mejor probarlo comenzaremos por aquel estado que pa­ rece ser el que menos podia necesltaria, el de los justos, para hablar después de los pecadores. Los justos la necesitan: a) Porrrue todo’i tienen pecado? nue, si no les impiden sa’rarse. di?mînuyen su mérita y les pnn<>n en neHaro de hundtrse (cf. San Agust., p. 493,1.°; Santo TomAs, p. 503JB). 1. Lo~ tienen los sacerdotes, oue, a pe*ar de su vida entrerada a Dios. Hevan «un pies dot el suelo polvoriento dei mundo (cf. San Agustîn, p. 493.3.·). 2. Los tuvieron los apôstoles. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 581 3. ôCuânto mâs los tendrân los seglares, en medio de las preocupaciones dei siglo? (cf. ibid, pâgina 494,4.°). Es imposible no caer a diario en el pecado venial (cf. ibid. p. 495,5.°). b) Porque la penitencia es necesaria para resistir la tentaciôn y para aumentar la gracia (cf. ibid. p. 943,1.° y 2.°). La penitencia, necesaria a los pecadores. Los pe­ cadores la necesitan absolutamente, porque es el ûnico modo de salir del estado de pecado, que, en realidad, es el mal mayor que puede acaecer. a) Es el ûnico modo de salir del pecado, porque, consistiendo éste en un acto libre de la voluntad, por el cual se separa de Dios y elige en su lugar una criatura, no puede ser perdonaao mientras el aima continue en tal disposition (cf. Santo Tomâs, pa­ gina 503, A). b) No puede acaecer ningûn mal mayor que el pecado, ya que es el mal de Dios y el mal del hombre, en cucunto consiste en una rebeldia de éste contra su Creador. 1. Mal de Dios. Forque se niegan sus atributos. Su majesLad, como si no tuviera derecho a imponer leyes ; su sabiduria, como si éstas no fuesen prudentes; su justicia, como si no hubiera de sancionar a quienes las conculcasen; su ban? dad, con la ingratitud... 2. Mal del nombre. Porque su rebeldia contra el Senor, incapaz de producirle la felicidad, le llevarâ a la ruina, haciendo que sus pecados se revuelvan contra él para caistigarle. En efecto : 1. · Le separa de D’os, que es amer y ha querido unirse a nosotros por amor, mientras el pecado rompe esta union y que es luz incompatible con las tinieblas, que no le recibieron (cf. San Agustîn, p. 491,1). Dios omniprésente se niega a habiter en el aima e-n pecadt (cf. ibid. p. 491,2). 2. · Atrac, por cons'.guiente, su odio, al que nos arroja el pecado. Y si quieres conocer la medida de este odio, piensa en los tormentos que infligiô a su Hijo amado por sôlo habçrse hecho responsable de ellos. Piensa, pues, cuàles seràn los efectos de este odio cuando descargue sobre tl. 3. · Acanea la muerte del aima y la convierte de s'.erva de Dios en esclava del demonio, situaciôn que se convertira en definitiva si en ella tç sorprendo la muerte. 4. * Penas eternas. 6.· En resumen, el pecado es la locura del hombre, que se subleva contra Dios. III. Exhortaciôn. Necesaria para los que no hacen peni­ tencia porque desesperan de su salvaciôn y para los que la aplazan confiados en que habrd tiemvo de practicarla alguna vez (cf. San Agüstîn, p. 497,B ss). A. A los desesperados. a) 6No sdbéis que Dios os espera? Dios odia en vos- ÏKH PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4“ ADV. otros lo que es obra vuestra, pero quiere salvar lo que es obra suya; Dios no se separa nunca del todo sino que espera (cf. San Agustin, ibid.). b) îDônde te esconderâs de Dios? Pues en Dios mis­ mo. Huye de su justicia y refûgiate en su miseri­ cordia (cf. ibid.» p. 498,2,2.*). c) Dios no quiere que te condones. No digas nunca: déjame que me condene en paz, porque Dios no te quiere dejar entregarte a la condenaciôji (cf. ibid., p. 499,b). los presuntuosos. a) De dos maneras puede reinar Dios, por su amor o su justicia. Elige. Pero no creas nunca que por­ que tu duermes duerme también él y no advierte tu pecado. b) El tiempo posa y la muerte llega por sorpresa. c) iCrees acaso que lo que haces es vivir bien? Es acumular males sobre males (cf. ibid , 498,2.1.“). Nadie sea tan enemigo de si mismo que busqué su condenaciôn (cf. ibid., p. 499,b y c). 14 W · ·’ Penitencia y caridad I. Penitencia y caridad en el Adviento. El Bautista pré­ para los caminos del Senor y exhorta a la penitencia y a la caridad. Los Santos Padres en la predicaciôn de Adviento abundan en las mismas ideas: penitencia y caridad. Hoy dia. casi todos los obispos predican la caridad y organizan campanas en favor del necesïtado, mientras la Uturgia de Adviento exhorta a la pe­ nitencia (cf. «Apuntes exeg.-mor.», p. 477,2). No pierde la imaqen su contenido social cuândo Juan la utiliza en un sentido inoral y religioso. El mismo, como auténtico heraldo de un nuevo reino que se acer­ ca, dispone a los- pueblos para recibirlo. Y para que esa disposition, que ha de brotar en lo mâs intimo de los espiritus por la penitencia, se proyeete externamente sobre, la vida social, su predication contiene f todo Un programa.de reforma colectiva. No es sôlo la confesiôn de los pecados y el bautismo' de penitencia. 590 PR ICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. San también aquéllos préceptes a las distintas clases sociales, que vienen a ser como la version social del enderezar senderos, terraplenar valles, rebajar montes o allanar jragosidades. IL La Iglesia catôlica y el panorama social de nuestro tiempo. i A. Cuando la Iglesia toma estos pasajes evangélicos para dlsponernos a celebrar la Natividad del Seôor, intenta renovar aquéllos mismos efectos en la sociedad actual. Si contemplâmes el panorama social de nuestro tiempo, tlenen plena vigenda las predicaciones del Bautista. No es el equlllbrio lo que caracterlza la vida social moderna. Hay demaslados altibajos, excesivas desigualdades, dlferencias Irritantes, de las que han brotado y segulrân brotando violentos conflictos y revoluciones. B. El testimonio de los Papas. Podriamos cltar testi­ monies elocuentislmos de los Papas, que, como mo­ dernos precursores, daman en el desierto, pidiendo una nlvelaciôn necesaria para que Jesucristo pueda reinar en nuestra sociedad. Recordemos tan sôlo unos pocos: a) La injusta distrïbucidn de los bienes provoca en nues­ tra sociedad un estado de conflicto latente (cf. p. 536,b). b) El régimen econômico liberal, vigente en muchas na­ tiones, ha dado como consecuentia la formation de un ejército de proletarios (cf. p. 540.b), que se extiende ahora peligrosamente entre los trdbajadores dei cam­ po (cf. p. 540,d). c) Como consecuencia, la sociedad modema présenta una peligrosa divisiôn entre dos clases opuestas (cf. p. 539,a), situadas a enorme distancia: una, formada por pequena minoria, acapara gran parte de los bienes producidos; la otra, constituida por la masa enorme de los proletarios, esta privada de un nivel sufitiente de vida (cf. p. 540,b). d) Tan injuste desnivel provoca en la sociedad una inestabilidad sumam ente peligrosa. 1. Por su parte, la multitud de los proletarios ha de soportar una injusta situaciôn de desamparo (cf. p. 540,c), que amenaza en todo momento conducir a una rebeliôn violenta (cf. p. 539,d). 2. De otro lado, los poseedores del capital, olvidando su condiciôn de administradores, se apoderan de los bienes producidos en gran parte por los obreros (cf. p. 539,a), abusan incluso de su poder sobre los campeslnos (cf. p. 540,d y 541.e), y se lanzan a una lucha despiadada entre si para conquistar el poder econômico (cf. p. 541,g). C. En una sociedad seme jante, Jesucristo no puede establecer su relnado. Taies dlferencias se oponen al orden querldo por Dios (cf. p. 542,1), que no pue- GUIGNES HOMILÉTLCOS de basarse sobre la oposiciôn entre las clases (cf. p. 542,k) ni sobre una distrlbuciôn de bienes que coloca a gran parte de los hombres en el tran­ ce de ser verdaderos héroes si quleren soportar la dureza de la vida (cf. p. 539,c). Tanto la exceslva riqueza de unos como la exceslva pobreza de otros son ocaslôn y fuente de todo pecado (cf. p. 542,j). Hay que preparar los caminos. Para que Jesucris­ to venga a esta sociedad es necesarlo suprimir diferenclas, disminuir distancias, acercar unas cla­ ses a otras. a) La solution no puede ser dejarlo todo en las manos de las fuerzas que mueven espontâneamente la vida econômica. b) Ni puede tampoco ser producto de una revolution violenta. (cf. C) Es necesaria una progresiva transformation p. 544n) que, animada por la justicia social, redistribuya equitativamente los bienes (cf. p. 544,û), a lo menos los que se produzcan en el Juturo (cf. p. 545r Ji»s). ΠΙ. La reforma social se impone. Seria vano empeno querer desarrollar aqui todo el programa de reforma social que la Iglesia propugna. Habrd de ser objeto de muchas homilias. A. Hoy basta con que quede en vuestra conciencia la necesidad de esa reforma. B. Y con que slntâls en vosotros mismos la parte de responsabilidad que os corresponde en preparar los caminos al Redentor. a) Tal vez diréis que la solution 'no esta en vuestras ma­ nos. Y es cierto. Depende en gran parte de los que riaen la sociedad. b) Pero hay una parte que depende de vosotros: colaborar activamente con aquéllos en la aplicaciôn y en el estudio de las solutiones y realizar lo posible por vuestra cuenta. c) Sôlo asi réunira en vuestros corazones el saludo evangélico de «.paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». 19 El pensamiento de los Papas sobre la limosna I. Limosna y justicia social en San Juan Bautista. A. Medio principal para disponer las aimas a la venlda del Salvador es la limosna. Tal es la predi­ caciôn de Juan. 592 PREDICACIÔN DEL BAUTISTA. 4.° ADV. B. Mâs toda via; para él, la limosna es instrumento necesario para conseguir en la sociedad una nivelaciôn de fortunas, un equilibrio, una colaboraciôn social que haga posibie socialmente el reino de Jesucristo. II. Trascendencia social de la limosna segûn los Papas. En nuestros tiempos, los Sumos Pontifices urgen con in­ sistenda el cumplimiento de este precepto formai de la caridad. Lo consideran, es claro, como un medio de santificaciôn individual. Pero destacan también su im­ portanda y su trascendencia en el orden social. A. El auténtico concepto de la limosna. Cuando los Papas hablan de limosna no se refieren tan solo a la limosna material. Por limosna entienden la entrega caritativa de toda clase de bienes a quie­ nes carecen de ellos (cf. p. 530,a y b). De ordina­ rio, se refieren a la limosna material, y, concretamente, en forma de dinero. Pero sin pretender encerrarla nunca dentro de esta restringida significaciôn. Y de esta primera verdad dedûcese inmediatamente que la limosna es medio eficacisimo para promover la colaboraciôn social y estrechar los vinculos entre los hombres (cf. p. 531,f). B. Urgencia del precepto de la limosna referida a toda clase de bienes. Sobre un solido fundamento cristiano estâ basada la urgencia de este precepto. Sobre la doctrina de que Dios dispensa de ordi­ nario sus dones par medio de los hombres. Dios puso en manos de ciertos hombres abundanda de bienes, constituyéndoies en depositarios y administradores de los mismos, en beneficio de todos los demâs (cf. p. 530.a). Podrian enumerarse multitud de aspectos de esta verdad bâsica: desde la administraciôn de los bienes mâs bajos—como son los materiales—hasta la de los dones sobrenaturales de la gracia, Dios la confiô a hombres determinados, haciéndoles responsables ante El de la fidelidad de su gestion (cf. p. 531,c y 532,h). Cuan­ to mayores dones recibieron de Dios, mâs obligados quedan a distribuirlos entre quienes no pue­ den aicanzarlos por si mismos (cf. 530,b). C. Tres motivos fundamentales, segûn los Pontifices, para la prâctica de la limosna: a) La penitencia. supone la limosna una auténtica inmolaciôn. Supone despojarse de lo que es propio nuestro. Llena consigo un reconocimiento implicito del supremo dominio de Dio-?, dueüo absoluto de todos los bienes. Por eso recomiendan de modo especial la limosna, corno medio de satisfacciôn colectiva en mo- SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS 593 mentos de crisis sociales peligrosas, consecuentia siempre y muchas veces origen de pecados sociales (cf. p. 532,g). b) La caridad sobre todo. Es el precepto del amor al prôjimo el que urge la limosna al h. rm ano nec sitado. Totalmente necesaria para asegurar las reformas implantadas en nombre de la justicia, esa caridad sôlo puede actuar cuando todos se sienten miembros de una misma familia e hijos del mismo Padre. Cuando en el pobre, en el ignorante, en el necesitado vemos al mismo Jesucristo y, por amor a El, acudimos en remedio de su necesidad. c) La justicia social, en muchas ocasiones (cf. p. 534,n y p. 546.t,u y v). Cuando la organization econômica de la sociedad es tal que la distribuciôji de los bienes producidos no se ajusta a las normas de la justicia dis­ tributive, muchas veces los particulares no tienen otro medio para restablecer la justicia que el dar como li­ mosna lo que debieran haber dado en otra forma. 1. No se trata de sustituir con dâdivas de caridad el cumplimiento de graves deberes de justicia (cf. p. 546.t). Ni de encubrir con la caridad la violaciôn de la justicia, tolerada e incluso sancionada por las leyes (cf. p. 546 u). En todos estos casos, los Papas se refieren evidentemente a aquellos debe­ res de justicia que nacen de un contrato, por el que tantas veces, en la economia liberal, quedo sancionado con fuerza de ley el incumplimiento de la mâs elemental justicia conmutativa, forzando al trabajador a aceptar salarios de hambre. 2. Pero, aparté estos casos, puede haber, y de hecho las hay, situaciones taies que, aun cumpliendo los deberes de la justicia conmutativa, queden por cumplir todavia auténticos deberes de justicia social, sin que las leyes hayan provisto suficientemente a su cumplimiento, bien porque ello requeria un mécanisme tributario mas complejo y perfecto y una conciencia social mâs elevada en el conjunto de la sociedad, bien porque la prudencia politica aconseja una implantaciôn graduai y paulatina. Y aun cuando en estos casos no es po.'ible urgir coactivamente el cumplimiento de aquellos debe* res que impone la justicia social, queda a la con­ ciencia de los individuos el libre cumplimiento de los mismos en forma de limosna. D. Norma para fijar la euantia de la limosna. a) La misma que la de Juan en el evangelio de hoy. En una sociedad donde hay diferencias taies que, mien­ tras unos carecen de lo necesario, otros tienen mâs de lo conveniente, tales diferencias deben desaparecer. Cuando en una familiâ alguno de los hijos carece de algo totalmente necesario o sujre especial nece­ sidad por causa de enfermedad o subito accidente, todos los demâs miembros de la familia se privan de lo superfluo e incluso reducen, si es précisa, el consu­ mo de lo necesario. Esto es allanar los montes y relie· nar los barrancos. Por esto Juan ordena al que tie­ ne dos vestidos que entregue uno al que carece de él. No dice: «si tienes siete vestidos», sino «si tienes dos vestidos». Por eso Leôn XIII afirma que el precepto .'91 PRKDieACIÔN MX BAUTISTA. <·“ ADV. de la caridad obliga a dar limosna con lo que wbra una vex satisfecha la propia necesidad y deC0r0iot„i d. 531,e). Por eso Pio XI urge como una gravlsima obligation la de dar limosna de las rentas no necesanas para la sustentation decorosa y conveniente (cf. p. 53.1,d). b) No exijàis en los Papas, como no poaels exigir en el Evangelio, un anâlisis minucioso de los tantos por ciento que os corresponde dar. Seria tanto corno encerrar la vida cristiana en una casuistwa solo apta para fomentar verdaderas anemias en el espi­ ritu. Cuando os planteéis a vosotros mismos este gra­ ve problema de la limosna, consultad a vuestra con­ ciencia, después de contemplar la sociedad que os rodea. Recordad después la doctrina del Evangelio y de los Romanos Pontifices. Pensad luego que se trata de una obligation grave, que urge en la con­ ciencia. Tal vez de su cumplimiento dépendu no sôlo vuestra propia salvaciôn, sino acaso la de otros muchos, que necesitan de vuestra limosna. Y des­ pués resolved, sabiendo que Jesucristo, a quienes entregâis vuestros dones, os devolverà un dia el cien­ to por uno. PRESENTACION Y PURIEICACION EN EL TEMPLO Domingo infraoctava de Navidad TEXTOS SAGRADOS SECCION l. I. EPISTOLA (Gal. 4,1-7) 1 Dico autcm: Quanto tempore heres parvulus est, nihil differt a servo, cum sit dominus omnium: 2 sed sub tutoribus, et actoribus est usque ad praefinitum tempus a patre: 3 ita et nos cum essemus par­ vuli, sub elementis mundi eramus servientes. 4 At ubi venit plenitudo tempo­ ris, misit Deus Filium suum factum ex muliere, factum sub lege, 5 ut eos qui sub lege erant, re­ dimeret, ut adoptionem filiorum re­ ciperemus. 6 Quoniam autem estis filii, mi­ sit Deus Spiritum filii sui in corda vestra clamantem: Abba, Pater! 7 Itaque iam non est servus, sed filius. Quod si filius, et heres per Deum. 1 Digo yo, pues: Mientras el heredero es menor, siendo el dueno de todo, no difiere dei siervo. 2 sino que esta bajo tutores y curadores hasta la fecha senalada por el padre. 3 De igual modo nosotros: mientras fu:mos nirios, viviamos en servidumbre, bajo los elementos dei mundo; 4 mas, al llcgar la plenitud de los tiempos, enviô Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, 5 para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que rccibiésemos la adopciôn. 6 Y por ser hijos enviô Dios a nuestros corazones el Espiritu de su Hijo, que grita: [Abba, Padre! 7 De manera que ya no es siervo, sino hijo, y si hijo, heredero por la gra­ cia de Dios. a II. EVANGELIO (Le. 2,33-40) 33 Et erat pater eius, et mater mirantes super his, quae dicebantur de illo. 34 Et benedixit illis Simeon et dixit ad Mariam, matrem cius: Ecce positus est hic in ruinam, et in re­ surrectionem multorum in Israel:, et in signum cui contradicetur: 33 Su padre y su madré estaban maravillados de las cosas que se dccian de El. · 34 Simeon los bendijo y· dijo a Maria, su madré: Pues to esta para cajda y 1cvantamiento de muchos en Israël y para blanço de contradicciôn; · 598 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 35 y una espada atravesara tu alma, i 35 et tuam ipsius animam per­ para que se descubran los pensamientos | transibit gladius ut revelentur ex de muchos corazones. multis cordibus cogitationes. 36 Habia una profetisa, Ana, hija de I 36 Et erat Anna prophetissa Fanuel, de la tribu de Aser, muy avanza-1 filia Phanuel, de tribu Aser: haec da en afios; casada en los dias de su ado- processerat in diebus multis, et vi­ lescenda, viviô siete aüos con su marido. j xerat cum viro suo annis septem a virginitate sua. 37 Y permaneciô viuda hasta los 37 Et haec vidua usque ad anochenta y cuatro. No se apartaba del nos octoginta quatuor: quae non templo, sirviendo con ayunos y oraciones discedebat de templo, iciuniis, et noche y dia. obsecrationibus serviens nocte, ac die. 38 Como viniese en aquella misma 38 Et haec, ipsa hora supervehora, alabô también a Dios y hablaba de niens, confitebatur Domino: et loél a cuantos esperaban la redenciôn de quebatur de illo omnibus, qui exJerusalén. spectabant redemptionem Israel. 39 Cumplidas todas las cosas segûn 39 Et ut perfecerunt omnia sela Ley del Senor, se volvieron a Galilea, eundum legem Domini, reversi sunt a la ciudad de Nazarrr. in Galilaeam in dvitatem suam Naj zareth. 40 El nine crecia y se fortalecia, De40 Puer autem crescebat, et conno de sabiduria, y Ia gracia de Dios es- [ fortabatur plenus sapientia: et grataba en El. I tia Dei erat in illo. ΙΠ. TEXTO CONCORDANTE 22 Asi que se cumplieron los dias de Ia purificaciôn, conforme a la Ley de Moises, le llevaron a Jerusalén para prescntarle al Senor, 23segûn esta escrito en la Ley del Senor que «todo varôn primogénito sea consagrado al Senor», i 24y para ofrecer en sacrificio, segûn lo prescrite en la Ley del Senor, un par de tôrtolas o dos pichones. 1 25Habia en Jerusalén un hombre 11amado Simeôn, juste y piadoso, que esperaba la consolaciôn de Israel, y el Es­ piritu Santo estaba con él. 26 Le habia sido revclado por el Es­ piritu Santo que no veria la muerte an­ tes de ver al Cristo del Senor. 27 Movido del Espiritu Santo, vino al templo, y al entrar los padres con el ni- 22 Et postquam impleti sunt dies purgationis eius secundum le­ gem Moysi, tulerunt illum in lerusalem, ut sisterent cum Domine, 23 sicut scriptum est in lege Domini: Quia omne masculinum adaperiens vulvam, sanctum Do­ mino vocabitur: 24 et ut darent hostiam secun­ dum quod dictum est in lege Do­ mini par turturum, aut duos pul­ los columbarum. 25 Et ecce homo erat in lerusalem, cui nomen Simeon, et homo iste iustus, et timoratus, expectans consolationem Israel, et Spiritus sanctus erat in eo. 26 Et responsum acceperat a Spiritu sancto, non visurum se mortem, nisi prius videret Chris­ tum DominL 27Et venit in spiritu in tem­ plum. Et cum inducerent puerum SEC. 1. TEXTOS SAGRA lesum parentes eius,, ut facerent secundum consuetudinem legis pro e·: 28 et ipse accepit eum in ulnas suas, et benedixit Deum, et dixit: 29 Nunc dimittis servum tuum Domine, secundum verbum tuum in pace: 30 quia viderunt oculi mei salu­ tare tuum. 31 Quod parasti ante faciem omnium populorum. 32 Lumen ad revelationem gen­ tium, et gloriam plebis tuae Is­ rael. 5θ9 no Jesûs para cumplir lo que prescribe la Ley sobre El, 28Simeôn le tomô en sus brazos y, bcndiciendo a Dios, dijo: 29 Ahora, Senor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, segûn tu palabra; 30 porque han visto mis ojos tu salud, 31 la que has preparado ante la faz de todos los pueblos; 32 luz para iluminaciôn de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel. IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA SOBRE LA TRIBULACION A) Dios atribula a los justos postquam gesta sunt tentavit Deus Abraham et dixit ad eum: Abraham, Abraham... 2 Ait illi: Tolle filium tuum unigenitum quem diligis Isaac et vade in terram visionis: atque ibi of­ feres eum in holocaustum... (Gen. 22,1-2.) 1 Despues de todo esto quiso Dios probar a Abraham, y llamandole, dijo: Abraham... 2 Y le dijo Dios: Anda, coge a tu hijo, a tu unigenito, a quien tanto amas, a Isaac, y ve a Ia tierra de Moriah, y ofrécemclo alii en holocausto... Et nunc fratres, quoniam vos estis presbyteri in populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum, ad elo­ quium vestrum corda eorum erigi­ te, ut memores sint, quia tentati sunt patres nostri, ut probarentur si vere colerent Deum suum. 22 Memores esse debent, quo­ modo pater noster Abraham tentatus est, et per multas tribulationes probatus, Dei amicus effectus est. 23 Sic Isaac, sic lacob, sic Moy­ ses, et omnes qui placuerunt Deo, per multas tribulationes transierunt fideles (ludith 8,21-23). 21 Pues ahora, hermanos, por cuanto sois los ancianos en el pueblo de Dios, y de vosotros depende el ànimo de ellos, alentad con vuestras palabras sus cora­ zones, que se acuerden que nuestros pa­ dres fueron tentados, para que fuesen probados si de veras honraban a Dios. 22 Deben acordarse cômo fué tentado nuestro padre Abraham, y probado con muchas tribulaciones, fué hecho amigo de Dios. 23 Asi Isaac, asi Jacob, asi Moisés, y todos los que agradaron a Dios, pasaron fieles por muchas tentaciones. 1 Quae Para que le visites cada dfa y a cada Visitas eum diluculo et subito momento le pruebcs. probas illum (lob 7,18). Mas ya que El conoce mis marchas Ipse vero scit viam meam. et probavit me quasi aurum, qu K·. per y mis paradas, que me escudrifie y me ignem transit (lob 23,10). acrisole como el oro. 600 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. Ponme a prucba, (oh Yavél, y examiProba me, Deus, ct tenta me: namc, acrisola mis cntranas y mi cora­ ure renes meos ct cor meum (Ps. zôn. 25,2). Prohn me, Deus, ct scito ebr Escudrinamc, joh Dios!, y examina mi corazôn, pruébamc y examina mis pen- meus: interroga me ct cognosce semitas meas (Ps. 138,23). samientos. Vasa figuli probat fornax, ct ho­ El horno prueba los vasos del alfarero, la prueba del hombre es su tribula- mines iustos tentatio* tribulationis (Eccli. 27,6). ciôn. Et tu, Domine, nosti me, vidisti Tu, joh Senor!, me conoccs; tû me ves, tû penetras los sentimientos de mi me ct probasti cor meum tecum... (1er. 12,3). corazôn para conti go. Yo, Yavé, que penetro los corazones Ego Dominus scrutans cor, et y pruebo los riûones para retribuir a probans renes; qui do unicuique cada uno segûn sus caminos... iuxta viam suam... (1er. 17,10). Muchos seran purificados, emblanqucciEligentur ct dealbabuntur, ct qua­ dos y depurados... si ignis probabuntur multi... (Dan. 12,10). El que quiera venir en pos de mi, nicSi quis vult post me venire, ab­ guesc a si mismo y tome su cruz y si- neget semetipsum, et tollat crucem gamc. suam, et sequatur me (Mt. 16,24). Entonces os entregaran a los tormentos Tunc tradent vos in tribulatio­ y os mataran, y scréis aborrecidos de to­ nem, et occident vos: ct eritis od:o dos los pueblos a causa de mi nombre. omnibus gentibus peropter nomen meum (Mt. 24,9). Estad alerta: Os entregaran a los sanedrines y en las sinagogas seréis azotados, y comparccercis ante los gobernadores y los rcycs por amor de mi, para dar testimonio ante ellos. Videte autem vosmetipsos. Tra­ dent enim vos in conciliis, et in sy­ nagogis vapulab:tis, et an‘c praesi­ des, ct reges stabitis propter me, in testimonium illis (Mc. 13,9). Pero antes de todas estas cosas pondrân sobre vosotros las manos y os perseguiran, entregdndoos a las sinagogas y metiéndoos en prisiôn, conduciéndoos ante los .reyes y gobernadores por amor de mi nombre. Sed ante haec omnia inficient vo­ bis manus suas, et persequentur tradentes in synagogas, et custodias, trahentes ad reges, et praesides prop­ ter nomen meum (Lc. 21,12). Si me persiguieron a mi, también a Si mc persecuti sunt, ct vos per­ vosotros os perseguiran... sequentur... (Io. 15,20). A fin de que nadie se inouiete por es­ Ut nemo moveatur in tr‘b’i1a,:otas tr’bulaciones. Bien sabéis que para nibus istis: ipsi enim scitis quod in eso estamos. hoc positi sumus (1 Thes. 3,3). Y todos los que aspiran a vivir piadoEt omnes, qui pie volunt vivere samente en Cristo Jcsûs sufriran las per- in Christo lesu, persecutiones pasccucioncs. 'dentur (2 Tim. 3,12). SEC. 1. TEXTOS SAGRA S 601 Por la fe ofrcciô Abraham a Isaac cuanFide obtulit Abraham Isaac, cum lentaretur, et unigenitum offerebat, do fué pucsto a prueba, y ofrcciô a su qui susccpezat repromissiones (Hebr. unigénito, cl que habia recibido las promesas. 11,17). Yo, Juan, vuestro hermano y compaEgo loannes frater vester, ct par­ ticeps in tribulatione, et regno ct ficro en la tribulaciôn, en cl reino y en patientia in Christo lesu... (Apoc. la pacicncia en Jesus... i»9)· B) LA TRIBULACIÔN VIENE EN PROVECHO NUESTRO jDichoso cl hombre a quien castiga Beatus homo qui corripitur a Deo: increpationem ergo Domini ne re- 1 Diosl No desdefies, pues, el castigo dei Omnipotente. probes (lob 5,17). Cuando estoy en medio de la tribula­ Si ambulavero in medio tribula­ tionis vivificabis mc: et super iram ciôn, préservas mi vida, extiendes tu mano inimicorum meorum extendisti ma­ contra la ira de mis enemigos y tu diesnum tuam et salvum me fecit dex­ tra me salva. tera tua (Ps. 137,7). Porque al que Yavé ama, le corrige, y Quem enim diligit Dominus, cor­ ripit: et quasi pater in filio compla­ afligc al hijo que le es mas caro. cet sibi (Prov. 3,12). Confirmantes animas discipulo­ rum, exhortantesque ut permane­ rent in fide: et quoniam per multas tribulationes oportet nos intrare in regnum Det (Act. 14,21). Confirmando las aimas de los discipu­ los y exhortandoles a perma necer en la fe, diciéndolcs que por muchas tribulaciones nos es preciso entrar en el reino de Dios. Tentatio vos non apprehendat nisi humana: fidelis autem Deus est, qui non patietur vos tentari supra id, quod potestis, sed faciet etiam cum tentatione proventum ut possitis sus­ tinere (1 Cor. 10,13). No os ha sobrevenido tentaciôn que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitira que scâis tentados sobre vues­ tras fuerzas: antes dispondrâ con la ten­ taciôn el exito para que podâis resistirla. Yo reprendo y corrijo a cuantos amo: Ego quos amo, arguo et castigo. Aemulare ergo, ct poenitentiam agi­ ten, pues, celo y arrepiéntetc. te (Apoc. 3,19). C) POR ELLA C0N0CEM0S a Dios y la eterna felicidad Alii buscaras a Yavé, vuestro Dios, y le Cumque quaesieris ibi Dominum Deum tuum, invenies cum: si ta­ ballaris si con todo tu corazôn y con men toto corde quaesieris, ct tota toda tu alma le buscas. tribulatione animae tuae (Deut. 4,29)· Cerca estâ el Senor de aquellos que luxta est Dominus iis qui tribula­ tienen el corazôn atribulado: y a los hu- to sunt corde: et humiles spiritu mildcs de espiritu los salvarâ. salvabit (Ps. 33,19). El que no ha sido probado, ^qué sabe? El hombre de mucha experiencia, muchas cosas pensarâ; y el que muchas cosas aprendiô, hablarâ con inteligencia. Qui non est tentatus, quid scit? ΐ Vir in multis expertus, cogitabit multa: et qui multa didicit, enarra­ bit intellectum (Eccli. 34,9). ^No era preciso que el Mesias padecieNonne haec oportuit pati Chris­ se esto y entrase en su gloria? tum, et ita intrare in gloriam suam? (Lc. 24,26). Y si hijos, también herederos; heredeSi autem filii, et heredes: heredes ros de Dios, coherederos de Cristo, su- quidem Dei, coheredes autem Chris­ puesto que padezeamos con El para ser ti: si tamen compatimur, ut et con­ glorificemur (Rom. 8,17). con El glorificados. Llevando siempre en el cuerpo Ia morSemper mortificationem lesu in tificaciôn de Jesus, para que la vida de corpore nostro circumferentes, ut et vita lesu manifestetur in corpor.bus J esùs se manifieste en nuestro cuerpo. nostris (2 Cor. 4,10). Pues por la momentanea y ligera triId enim, quod in praesenti est bulaciôn nos prépara un peso eterno de momentaneum et I"ve tr b iMionis nostrae, supra modum in sublimi­ gloria incalculable... tate aeternum gloriae pondus opera­ tur in nobis... (2 Cor. 4,17). Videmus lesum propter passionem Vernos a Jesûs coronado de gloria y mortis, gloria et honore coronatum... honor por haber padecido la muerte... (Hebr. 2,9). D) Hay que sufrirla con paciencia y alegrîa In tempore tribulationis illius perPermanecc a su lado en el tiempo de la tribulaciôn para que tengas parte de mane illi fidelis, ut in hereditate illius coheres sis (Eccli. 22,29). su ventura. n Beati estis cum maledixerint n Bienaventurados seréis cuando os vobis, et persecuti vos fuerint, et di­ insulten y persigan y con mentira digan xerint omne malum adversum vos contra vosotros todo género de mal por mentientes propter me: mi: 12 alegraos y regocijaos, porque gran­ 12 gaudete et exultate, quoniam de serâ en los cielos vuestra recompensa, merces vestra copiosa est in caelis. pues asi persiguieron a los profetas que Sic enim persecuti sunt prophetas, bubo antes de vosotros. qui fuerunt ante vos (Mt. 5,11-12). Ellos se fueron contentos de la presenEt illi quidem ibant gaudentes a cia dei consejo, porque habian sido dig­ conspectu concilii, qnoniam digni nos de padecer ultrajes por cl nombre de habiti sunt pro nomine lesu contu­ Jesûs. meliam pati (Act. 5,41). SEC. 1. TEXTOS SAGRAJ ·Ί·;s 003 Media autem nocte Paulus et Silas I Hacia medianoche, Pablo y Silas, puesorantes laudabant Deum: et audie- tos en oraciôn, alababan a Dios, y los bant eos qui in custodia erant (Act. presos les oian. 16,25). Non solum'autem, sed et gloriaY no sôlo esto, sino que nos gloriamos mur in tribulationibus: scientes qued hasta en las tribulaciones, sabedores de tribulatio patientiam operatur (Rom. que la tribulaciôn produce la paciencia... 5>3)· Spe gaudentes: in tribulatione paVivid alegres con la esperânza, pacientientes: orationi instantes (Rom. tes en la tribulaciôn, perseverantes en la 12,12). oraciôn... Quod in multo experimento tri- I Que la gran tribulaciôn con que ha sibulationis abundantia gaud.i ipso- do probado abundo en gozo y su extrerum fuit, et altissima paupertas eo- mada pobreza se convirtiô en riqueza de rum abundavit in divitias simplici- su liberalidad. tatis eorum (2 Cor. 8,2). Qui nunc gaudeo in passionibus pro vobis, et adimpleo ea, quae desunt passionum Christi, in came mea pro corpore eius, quod est Ecclesia (Coi. 1,24). Nam et vinctis compassi estis et rapinam bonorum vestrorum, cum gaudio suscepistis, cognoscentes vos haberc meliorem, et manentem substantiam (Hebr. 10,34). I Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia. Pues habéis tenido compasiôn de los presos y recibisteis con alegria el despojo de vuestros bienes, conociendo que teniais una hacienda mejor y perdurable, ! 2 Omne gaudium existimate, 2 Tened, hermanos mios, por sumo fratres mei, cum in tentationes va- I gozo veros rodeados de diversas tentlrias incideritis: cioncs: 3 scientes quod probatio fidei 3 considerando que la prueba de vestrae patientiam operatur (lac. vuestra fe engendra la paciencia. 1,2-3). Bienaventurado cl varôn que soporta la Beatus vir qui suffert tentationem, qunniam cum probatus fue* tentaciôn, porque probado, recibirâ la co­ rit, accipiet coronam vitae, quam rona de la vida que Dios prometiô a repromisit Deus diligentibus se (lac. los que le aman. Gia). E) La tribulaciôn, prueba divina Et quia eras acceptus Deo, necesY porque cras acepto a Dios, fué necese fuit ut tentatio probaret te (Tob sario que la tentaciôn te probasc. 12,13). Tû, |oh Diosl, nos has probado, nos Quoniam probasti nos, Deus: igne nos examinasti, sicut examinatur has examinado como se examina la piata. argentum (Ps. 65,10). 604 TRESENTACIÔN EN EL TEMPLO INFRAOCT. NAV. Τύ me has hecho probar muchas an- I Quantas ostendisti mihi tribulagustias y tribulacioneS; pero de nuevo mc tiones multas et malas: et converdaras vida y de nuevo me sacaràs de los sus vivificasti me, et de ab.ssis terrae iterum reduxisti me (?s. 70,20). abismos de la tierra. in tribulatione invocasti me, et Me llamaste en la tribulaciôn y te sa­ qué, y te hablc oculto entre los truenos, liberavi te: exaudivi te in abscondi­ to tempestatis: probavi te apud te probe en las aguas de Meriba. aquam contradictionis (Ps. 80,8). Sicut igne probatur argentum ct El crisol para la plata, la hornaza para el oro, mas los corazones los prueba Yavé. auram camino: ita corda piobat Do­ minus (Prov. 17,3). 5 Después de un Egero castigo scran colmados de bendiciones, porque Dios los probô y los hallo dignos de si. 6 Como el oro en el crisol los pro­ bo, y le fueron accptos como sacrificio de holocausto. 5 In paucis vexati, in multis be­ ne disponentur: quoniam Deus tentavit eos, et invenit illos dignos se. 6Tamquam aurum in fornace probavit illos, et quasi holocausti ; hostiam accepit illos... (Sap. 3,5-6). Quoniam in igne probatur aurum Pues el oro se prueba en el fuego, y los hombres gratos a Dios en el crisol de et argentum, homines vero recep­ tibiles in camino humiliationis la tribulaciôn. (Eccli. 2,5). Timenti Dominum non occurrent Al que terne al Senor no le sobrevendra desgracia, y si es puesto a prueba, el ma’.a, sed in tentatione Deus illum conservabit, et liberavit a malis Senor le librard. (Eccli. 33,1). Yo pondre al fuego este tercio y le fundiré como sc funde la plata, y le acrisolaré corne sc acrisola e! oro, e invocarâ mi nombre y yo le escucharé. Yo dire: Este es mi pueblo, y él dira: Yavé es mi Dios. Et ducam tertiam partem per ig­ nem, et uram eos sicut uritur ar­ gentum, ct probabo eos sicut probratur aurum. Ipse vocabit nomen meum, et ego exaudiam eum. Di­ cam: Populus meus es; ipse di­ cet: Dominus Deus meus (Zach. B»9)· Y nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios por vuestra pacicncia y vuestra fe en todas vuestras persecuciones y en las tribulacioncs que soportâis. Ita ut ct nos ipsi in vob:s gloriemur in Ecclesiis Dei, pro patien­ tia vestra, et fide, ct in omnibus persecutionibus vestris, ct tribulatio­ nibus, quas sustinetis (2 Thes. 1,4). In eo enim, in quo passus est Porque en cuanto El mismo padcciô siendo tentado, es capaz de ayudar a los ipse et tentatus, potens est et eis, tentados. qui tentantur, auxiliari (Hebr. 2,18). Para que vuestra fe, probada, mas preciosa que cl oro, que sc corrompe aunque acrisolado por el fuego, aparezea dig­ na de alabanza, gloria y honor en la revelaciôn de Jesucristo... Ut probatio vestrae fidei multo pretiosior auro (quod per ignem probatur) inveniatur in laudem, et gloriam, et honorem in revelatione Icsu Christi (1 Pctr. 1,7). SECCION IL I. COMENTARIOS GENERALES SITUACION LITURGICA El cardenal Schuster escribe que las partes variables de esta misa han sufrido numerosos cambios, lo cual implica que, aunque no constituya un rompecabezas de ideas, tampoco hay en ella un pensamiento dominante, salvo el general de esta etapa litûrgica: Dios ha nacido entre nosotros. El evangelio recuerda los antiguos tiempos, cuando los misterios de la infancia y vida oculta del Senor aùn no se habian segregado, para celebrarlos en distintos dias, y se agrupaban todos en torno a la Navidad. Al domingo de hoy le correspondia la presentaciôn del Niho Jesûs y la purificaciôn de Maria, la cual por cierto se trasladô al 2 de febrero para sustituir a las fiestas paganas de la purificaciôn de Roma (cf. infra, sec. 8.a, X). En cambio, la epistola (léase hoy casualmente o de intento, como hace notar el mismo cardenal) viene a ser muy oportuna, porque recopila un pensamiento, tan comûn en los Santos Padres, respecto a la Natividad del Sefior: Cristo naciô y muriô para conseguir nuestra filiaciôn divina. El graduai es un canto en honor de Cristo (Ps. 44,3 y 2). El introilo (Sap. 18,14-15) nos recuerda la figura sangrienta del ângel exterminador, que apareciô en el silencio de la noche para degollar a los primogénitos de Egipto. Este Primogénito presentado hoy en el templo «nos libra a todos con la sangre de la cruz. Indicadas, pues, las salvedades anteriores, podemos advertir, en­ tre todos los pensamientos de la liturgia de hoy, dos hitos princi­ pales: la filiaciôn divina en la epistola, y la presentacicn en el ternplo, con la profecia de Simeon, en el evangelio. En la presentaciôn y en la profecia aparece el carâcter esencial de Cristo, Victima propiciatoria. La Iglesia quiere que desde el pri­ mer momento sepamos a qué viene al mundo el Hijo de Dios. i· 606 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. JLNFRAOCT. N AV. IL APUNTES EXEGETICO-MORALES A) Epistola a) Sentido general La Epistola a los Gâlatas se propone un fin especifico y concreto. Los gâlatas, convertiras f r San Pablo en su primera misiôn apostôlica (Act. 14), recibieron después la visita de ciertos pseudodoctores judaizantes, que les inculcaron la obligatoriedad de la ley mosaica. Debido a ello, el argumento de toda la epistola se concentra en el propôsito de mostrar la superioridad de la ley nueva sobre la antigua, puesto que los ritos mosaicos representaban sôlo figu­ ras vacias de realidad, mientras que los de Cristo son Uenos. En el primer capitulo el Apôstol expone a los gâlatas la apostolicidad de su misiôn y les amonesta de que, aun cuândo recibieren la visita de un ângel, no le hagan caso, si les predica en contra de la fe recibida. En el segundo, declara que su doctrina sobre la caducidad de la ley ha sido confirmada por los demâs apôstoles con tal seguridad, que en una ocasiôn en que Pedro, por no escandalizar a cier­ tos judios, comenzô a obrar de modo distinto, Pablo se lo echô en cara. El pensamiento dei tercer capitulo viene a ser, sumariamente expuesto, el siguiente: Si los judios son hijos de Abraham, nosotros también lo somos, sin necesidad de someternos a la ley. A Abra­ ham se le hizo una promesa por su fe. Pues nosotros poseemos esa misma fe y somos herederos de su promesa. Después de Abraham se promulgo la ley, que no ha anulado ni modificado lo prometido La ley no fué mâs que un pedagogo (el esclavo que conducia âl hijo del Sefior a la escuela) que nos ha ido sostenlendo y llevando a Cristo, después de cuya venida sobra el pedagogo. Nosotros nos imimos con Abraham por medio de la fe en Cristo présente, ya que la promesa se le hizo por su fe en el Cristo futuro. En el capitulo cuarto expone el Apôstol una metâfora muy suya. Los que Vivian bajo la ley eran menores de edad, porque sus ritos no estaban Uenos de gracia. Nosotros, en cambio, hemos alcanzado la plenitud de la edad de hijos de Dios. Y asi como el nifio no se diferencla de1 esclavo, nosotros, adultos ya, somos libres y no estâ­ mes sujetos a la dura coyunda de la ley judia. b) El texto De los textos sôlo hay uno de mayor dificultad. Es el versiculo 3, donde se dice que los judios Vivian esclavizados bajo los elementos del mundo. La mayoria de los comentarlstas entienden por estos elementos los ritos vacios del judaismo, y la palabra mundo la interpretan como pueden Desde luego, parece referirse a loe ritos ju- SEC. 1. ITOS SAGRA DOS 607 daicos, pues en el versiculo 9 el Apôstol pregunta a los gâlatas cuâl puede ser la razôn de que quieran retomar a ellos, y sabemos ciertamente que a donde volvian los gâlatas era a la antigua ley. Asi, pues, estos elementos vacios y pobres qulzâ puedan 11 am arse del mundo, porque consistian en la ofrenda de seres puramente mar ter laies. Distribuciôn y sentido c) de la perîcopa Puede distribuirse en très partes. En la primera se establece que la ley mosaica fué una especie de minoria de edad. En la segunda se afirma que hemos recibido, mediante el nacimiento de Cristo—motivo litûrgico probabilisimo de su lectura—, la filiaciôn divina. En la tercera se atribuye esta filiaciôn a la presencia del Espiritu Santo en nosotros. 1. La minoria de edad (v. 1-3) Durante el periodo de nuestra nifiez hemos vivido bajo la esclavitud de los elementos del mundo, porque un nifio en nada se diferencia de un siervo, ya que no es duefio de su libertad. Hemos indicado en qué consiste la minoria de edad de la ley mosaica. Pero, como toda minoria de edad, debe terminarse cuândo llega el tiempo prescrite por la ley, y en este caso por el Padre. Cuândo el Apôstol escriba a los corintios volverâ a utilizar la metâfora de la nifiez—aun cuândo sobre as unto muy diverso—y siempre con la misma idea : cuândo llegué a ser hombre dejé, como inutiles, las cosas de nino (1 Cor. 13,12). La plenitud de los tiempos (v. 4-5) San Pablo indica: 1) el tiempo en su plenitud, o sea una vez cumplido el plan divino, después de la promesa de Abraham, la ley, los profetas y la historia entera de Israel; 2) la venida de Cristo como enviado de Dios. Bover (cf. Teologia de San Pablo, en BAC, p. 169) hace notar que. si fué enviado, preexistia, y considéra a este texte fundamental en la teologia trinitaria paulina. Sobre esta ve­ nida dice ademâs el Apôstol que fué de una mujer, para recalear su naturaleza humana, y bajo la ley, bajo el judaismo, con lo que uniô, por lo tante, a los judios y a los hombres todos; 3) Cristo vino como judio para redimlr a los judios de su ley, y como hombre, para hacemos a todos hijos adoptivos. 2. El envio del Espiritu Santo (v. 1-3) Para oonseguir esta filiaciôn, fué enviado el Espiritu Santo, que es quien nos hace orar, como taies hijos, llamando al Padre. 3. « d) Pensamientos El central es la adopciôn de hijos, consegulda mediante la encarnaciôn del Hijo de Dios. Pueste que reserva mos para las fies­ tas del clclo de Navidad la exposiciôn completa de nuestra elevaclôn al orden sobrenatural, en ellas podrâ verse la doctrina sobre la filiaciôn deten idam ente expuesta por Terrien. Notemos que esta 608 PRESENTACION EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. flllaçiôn la a.canzamos gracias a que Cristo naciô de una muier Mana da a Jesus su naturaleza humana, mediante la cual rec bii mos la dmmzac’on de la nuestra. Luego existe una relaclon tec ta de maternidad espiritual entre Maria y nosotros La libertad, la verdadera libertad, es alcanzada por la fe Pn Cristo. u B) Evangelio En la santa misa se lee tan sôlo una parte de la escena evangélica, la que recoge la profecia de Simeon y las manifestationes de Ana. En cambio, se ana den los ultimos versiculos, compendio de la vida oculta en Nazaret. Aunque el dia de la Purification de Nuestra Sefiora no es fes­ tivo, suele celebrarse en muchos lugares. y apenas existe una iglesia donde no se dedique algun culto a los dolores de Maria, el primero de los cuales ocurre al ser presentado el divino Infante en el tem­ plo. Por eso, no nos limitamos al trozo dei evangelio leido en la misa, sino que expondremos todo el pasaje. El hecho de que litûrgicamente se lea solo un trozo, no siempre quiere decir que el pensamiento de la Iglesia y de la liturgia pres­ cind a de los necesarios complementos anteriores o posteriores. En cambio, la parte relativa a la vida oculta de Nazaret la dejaremos para el domingo siguiente. a) La escena Hay en ella un argumento central: la purification de Nuestra Sefiora y la redenciôn del nino. Alrededor de ese nucleo surgen di­ versos acontecimientos que le afiaden matices e speciales, como el encuentro de Simeon y de Ana y las palabras de uno y otro. Al explicar los textos indicaremos la existencia de dos leyes, rela­ tivas, una, a la purification de toda mujer que acaba de dar a luz, y otra, a la redenciôn de los primogenitos. Ninguna de estas leyes obligaba a la Sagrada Familia, que quiso. sin embargo, cumplirlas. A los cuarenta dias del nacimiento, José y Maria emprendieron el viaje a Jerusalén. Llevaron al Nifio por devociôn, pues no era obligatorio. Nadie que desde el atrio de las mujeres hubiese visto llegar al templo a aquella sencilla pareja de jôvenes casados, habria podido suponer el misterio que iba a cumplirse. Siglos antes Zorobabel reedificô el templo, y sus paisanos lloraron recordando la opulentia del de Salomon y comparândola con la pobreza del que se construia. Enfonces apareciô el profeta Ageo : No lloréis, les dijo, porque si grande fué el templo de Salomon, ma­ yor lo serâ éste, pues a él vendra el Deseado (Ag. 2.8). c Quién pudlera pensai en tan sencillo y humilde cumplimiento de la profecia? Sa’.omôn inauguro el templo con toda pompa y majestad, pero ahora Dios mismo es el que viene, sin fiestas ni aparatos. El Espiritu Santo moviô a Simeon a ir al templo, y El mismo le iluminô para que entre las numerosas mujeres que acudian a SEC. 1. TEXTOS SAGRADOS 609 puriflcarse distinguiese a la Virgen. El anciano sacerdote se adelanta, coge al Nino entre sus brazos y pronuncia el Nunc dimittis (Lc. 2.29). Vueive a entregarlo a Maria, como a persona principal; Te describe el oficlo de su Hijo y la suerte que a ella misma aguarda. Ana, de­ tail* muy femenino, habia con todos los justos que andan por alli. Deniô de formarse un erupo en torno a la Sagrada Familia, puesio que el evangelio dice claramente que las palabras de Ana fueron dirigidas a cuantos esperaban la redenciôn de Israel (Lc. 2,38), esto es, a personas fieles, de las que hay que suponer lo iueran también a la gracia de esta profecia. Todos, pues, en grupo, asâstieron a la purificaciôn de Nuestra Sefiora. Atravesaron el patio de las mujeres, para Hegar al lugar de los sacrificios, en donde, si no les era permltido el acceso, por lo menos podian tomar parte en la ceremonia, separados ûnicamente por una pequena balaustrada. En ese momento ocurriô el acto mâs importante del dia, cuyo hondo significado probablemente entendieron muy pocos: Jesûs fué ofrecido al Padre. Todas las demâs escenas resultan secundarias, y pudiéramos decir que la misma vida de Cristo Nuestro Senor se deduce del ofrecimiento. Las facetas de Cristo, si no infinitas, aparecen mùltiples, ado­ rables todas ellas. Pero indiscutiblemente hay que considerar como principal la de inmolarse como victima de un sacrificio. Cristo es el cordero. Segùn la voluntad del Padre, segùn las profecias, segûn el desarrollo historico de su vida, comenzada por el ofrecimiento hecho en el seno de su Madré y culminada en la cruz, Cristo viene al mundo para ofrecerse como hostia inmolada. Ahora bien, junto a ese carâcter de victima piacular, Cristo encarna también la fizura dei sacerdote, cuyo ofertorio es necesario y esencial en el sacrificio. ôCuando hizo Cristo la oblaciôn de su vida? Ciertamente que en la cruz. Ciertamente que al celebrar el sacrificio de la primera misa, indivisible del de su muerte. Pero ciertamente también sus treinta y très afios de permanenda en la tierra constituyeron un ofertorio continuo, que si en ocasiones fué virtual, en otras debiô alcnzar la intensidad dei acto. Ya hemos aludido a su primer ofre­ cimiento (Hebr. 10.5). ôNo parece natural que ahora, cuando el sacerdote judio, représentante del pueblo ante Dios, toma a Cristo' para ofrecerle al Padre, esté Cristo repitiendo ese ofertorio y que alli, por ministerio de un hombre, acaso rutinario y distraido, se consume de un modo oficial la ofrenda dei sacrificio ûnico y eterno? Ya no quiere Dios los de toros y otros animales. Ligeramente levantado entre cielo y tierra, estâ el cuerpo del Hombre-Dios, y junto a El, como después al pie de la cruz, Maria, que se asocia al ofer­ torio. Cristo es de Dios, segûn el ritual hebreo, y précisa rescatarlo. Maria paga cinco siclos—segûn Ricciotti (cf. Vida de Jesucristo, 249), algo mâs de unas veinte liras oro, esto es, de cuatrocientas a quinientas pesetas actuales, jornal de mâs de veinte dias de trabajo de Sa h José—, y acaso asiste al sacrificio de las palomas que entregô al sacerdote en el momento de la purificaciôn. El evangelio no dice nada mâs, y quien quiera reconstruir otros sentimientos y escenas, como la despedida de los ancianos, ha de recurrir a la imaginaciôn. Lo que podemos asegurar es que ni esta visita ni la adoraciôn de los pastores alcanzaron gran resonancia La valnbra de CrLtto 1 * 20 610 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. en la ciudad. No mucho después llegarân los Magos, y enfonces el pueblo y los notables se conmoverân ante la noticia del nacimiento del Rey. b) Los textos Lo que prescribia la ley Asi que se cumplieron los dias de la purification conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Seüor, segùn esta escrito en la ley... que todo varôn primogénito sea consagrado al Seüor, y para ofrecer en sacrificio, segûn lo prescrite en la ley..., un par de tôrtolas o dos pichones (Le. 2,22-24). Las leyes son dos, una, relativa a toda parturienta, y otra, a los hijos primogenitos. La primera figura, promulgada en e] Levitico (c. 12). A los cuarenta dias, el nacido varôn, y a los ochenta, la hembra (cômpuro relacionado con los conceptos biolôgicos de aquellos tiempos sobre la gestaciôn), la mujer debia purificarse, pues desde el momento del parto se la consideraba inmunda, tanto civil como mora’mente. En el orden civil, porque Moisés convirtiô en religiosas numerosas prâcticas higiénicas, continuando la tradiciôn de su raza, y moralmente, porque aun cuando no hubiera quizâ en el Antiguo Testamento una idea clara y précisa de la existencia del pecado original, sin embargo, cierta sombra de tristeza y culpa acompafiaba al nacimiento del ser humano, tan celebrado y deseado por otra parte. Aplicando otra ley del Levitico (5,11), la madré para purificarse de su mancha babia de ofrecer un cordero y un pichôn, o en caso de pobreza, dos pichones o dos tôrtolas (animales castos y puros, dirân todos los comentaristas), uno por la mancha legal y otro en holocausto. La segunda ley observada por la Sagrada Familia es la del rescate de su primogénito. Cuando el ângel exterminador hubo acaba ' con todos los de Egipto, Dios se reservô para si, como consagrados, a todos los primogénitos, varones o machos, hombres o animales, de Israel (Ex. 13,11). Ahora bien, esta consagraciôn y pertenencia divina en cuanto a las personas hubiera sido imposible de observât, y por ello la misma legislaciôn promulgada en el desierto prevé el modo de rescatarse. comun a todos los primogénitos varones. El recién nacido séria cosa de Dios y a Dios se lo ofreceria el sacerdote, pero después los padres lo rescataban mediante el pago de cierta cantidad. que ya hemos dicho consistia en cinco siclos (Ex. 34.20). En cambio, Dios se reservô, en sustituciôn de los primeros nacidos. a todos los levitas (Num.. 8,14-18). 1. Ninguna de estas leyes obligaban a Jesûs y a Maria La concepciôn y parto de Nuestra Sefiora no fueron acompafiados de ninguna de las manchas legales que fundamentaban la ley. Donde no hay mancha no puede haber purificaciôn. Cristo no ténia por qué ser ofrecido al Padre, en el sentido en que lo eran los mis· mos Judios, ni por qué ser rescatado. En la primitiva Pascua, Cristo estaba representado por el cordero, y el pueblo, por los primogé­ nitos que se salvaron mediante su sangre No tiene. pues, el Sal­ vador que redimirse como los salvados. 2. SEC. 1. TEXTOS SAGRADO3 βαι £Por qué, pues, se ofrecieron? La pregunta ha motivado innumerables respuestas, no por piar dosas menos exactas. Para darnos ejemplo de obediencia humilde a las leyes divinas... Pidiéronle al Sefior en otra ocasiôn que pagara el tributo del templo y dijo a Pedro : iQué te parece?... Los reyes de la tierra, ^de quiénes cobran censos y tributos? ^De sus hijos o de los extra­ nos?. . Luego los hijos son libres. Mas para no escandalizarlos, anda... (Mt. 17,25-27). La obediencia de Maria no busca excusas, aun cuando supone una humillaciôn para ella. Inmaculada, parecerâ manchada; ma­ dré virgen de Dios. pasarâ por una madré corriente. Su hijo habrâ de someterse a las leyes comunes. El primer paso de la santidad y gran parte de ella misma consiste en el cumplimiento exaclo de la ley. · 3, Maria ofrece a Dios lo mejor que tiene y lo que mâs le cuesta Nuestros ofrecimientos han de ser sin reservas. Maria ofrece a su hijo. Ejemplo para las madrés. La Iglesia guarda también la costumbre de presentar a los nifios recién nacidos, ceremonia en la que la madré da gracias a Dios y pide la bendiciôn del cielo para, su proie. 4. 5. Jésus rescatado por cinco siclos Cinco siclos: éste es el precio del rescate del Hombre-Dios. La sangre de Cristo, tal es el precio del rescate del hombre... El Cris­ tiano conoce su dignidad. Habéis sido comprados a precio. Glorijicad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor. 6,20). Cristo fué ofrecido como pnmicias. Ofrécele tù a Dios lo me­ jor de tus pensamientos, palabras y acciones. No los rescates. Déjâselos a Dios. «Habia... un hombre llamado Simeon, justo y temeroso de Dios» (Le. 2,25) □iï griego piadoso, ευλαβής. En La piedad y la religion adoman la vejez. Nada mâs repugnante que el anciano impio, ni mâs triste que el despreocupado de Dios y de su salvaciôn. 6. «El Espiritu Santo estaba con El» (Ibid.) El evangelio parece indicar algo mâs que la inhabitaciôn de la tercera Persona en el hombre justo, y lo confirma con la promesa recibida y el hecho de que fuera guiado al encuentro del Sefior. 7. «Esperaba la consolaciôn de Israel» (ibid.) Esperaba fiado en las profecias con fe firme, y en premio de su fe recibe la promesa del Espiritu Santo, que le afirma mâs y mâs. La verdadera esperanza se fundamenta en la fe ; es la fe la fir­ me seguridad de lo que esperamos (Hebr. 11,1), y florece en buenas obras de caridad Cristo ha sido presentado mil veces en el Antiguo 8. 612 PRESLNTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. Testamento como consuelo de Israel, y en Israel, de toda la tierra Consolad, consolad a mi pueblo, dice Isaias (40,1; 51,12; 61,1, etcétera). Por Cristo abunda nuestra consolation, aflrma San Pab.o (2 Cor. 1,15). Para los judios carnales este consuelo representaba la liberaciôn de extranjeras opresiones y quizâ la vida en una tierra que manara leche y miel. Para los judios espirituales significaba el con­ suelo de la liberaciôn del pecado. Cristo continûa siendo el consuelo de todo mal. Del mal mayor, del pecado, del que nos libra su sangre ; dei castigo que estâ dispuesto a perdonarnos siempre, de las tribulaciones... 9 «Le habia sido revelado por el Espiritu Santo que no veria la muerte» (Le. 2,26) «En griego se indica que tenia prendas», dice Maldonado (cf. BAG, Com. a San Marcos y San Lucas, p. 406). En realidad el verbo χρηαατ.’ζ* p». en voz pasiva, que ya en Plutarco, Luciano y otros autôres significaba, hablando de orâculos, escuchar una respuesta, en la zo-.vij vino a expresar recibir un aviso por la intervenciôn divina (cf. Mt. 2,12 o Apoc. 10,22, etc.). TrâLase, desde luego, de una verdadera revelaciôn, la cual aseguro al anciano sacerdote que veria con sus propios ojos lo que tantos desearon ver. Segûn Maldonado (ibid.), las causas de la elecciôn de Simeon fueron su santidad, su don de profecia, su ancianidad y su ardiente esperanza, indicadas todas ellas en el evangelio. Parécenos que la segunda causa es mâs bien un premio otorgado a sus condicio­ nes. En cambio, la primera y cuarta resultan fâcilmente imitables. Con ellas conseguiremos ver a Dios, ya que la promesa es cierta e inf alible para todos los que perseveran. 10. «Movido del Espiritu Santo, vino al templo» (Le. 2,27) El Espiritu Santo es su guia; el templo, su refugio; la fe, su ccnsolaciôn ; el temor de Dios, su vida ; Cristo, su alegria ; la muer­ te, su deseo. 11. «Los padres» (ibid.) «Suéle hablar muchas veces la Sagrada Escritura conforme al modo de opinar de los hombres de cada época... Asi, también Ma­ ria misma llama luego a José padre de Cristo» (cf. Maldonado, ibid., p. 407-408). 12. «Simeon le tomo en sus brazos» (Le. 2,28) Demostracién de amor. Dios va mâs alla de lo prometido. Prometiô que veria al Mesias, y se lo coloca entre los brazos. iCuâles fueron los efectos de agradecimiento y amor de Simeon? En la sagrada comuniôn nos unimos a Cristo mâs intimam en te que él. 13. «Ahora, Senor, puedes ya dejar ir a tu siervo»... ? (Le. 2,29) Es el N une dimittis... No creemos necesario desentrafiar sus pa­ labras una por una. El sentido parece obvio : ya puedes dejar que muera, pues has cumplido tu palabra y mi muerte estarâ Uena de paz y de alegria. • 4* SEC. 1. TEXTOS SAGRADOS 613 El que abraza a Cristo, esperanza de vida etema, promesa de resurrecciôn corporal, hostia por nuestros delitos, ^temerâ la muerte? Feliz la dei Justo. Feliz la del que en sus ùltimos mementos recibe la visita del Santo Viâtico y puede morir en paz porque ha visto la salud. 14. «Luz para iluminaciôn de las gentes» (Le. 2,32) He aqui al verdadero profeta. Los judios no habian a-simllado la idea de la universalidad cristiana. Tengo otras ovejas que no son de este aprisco (lo. 10,16). Para el judio, esas ovejas eran las gentes. Muccio trabajo le costô a San Pedro entender la misiôn sin limites (Act. lO.llss). Cristo es la luz, y con ese nombre se le designa muy frecuentemente (cf. lo. 1,9; 8,12; 9,5; 12,35). «Gloria de tu pueblo, Israel» (Le. 2,32) Puestos a distribuir luz y gloria, la luz la necesitaban mâs bien los gentiles, que andaban en tînieblas ; la gloria pertenece al pueblo de Israel, patria y progenie de Cristo. Pero Cristo es gloria también de toda la humanidad. primogénito de los hombres. 15. «Su padre y su madré estaban maravillados...» (Le. 2,33) Saber de qué se asombraban es querer dessntrafiar el misterio, que Dios nos ha conservado oculto, de qué sabian y qué no sabian sus padres sobre Cristo. Ciertamente que en las palabras de Simeon no habia nada nuevo, pues no parece creible que lo fuera para Ma­ ria la universalidad de la redenciôn. Su asombro consistiô en ver como Simeon y Ana hablaban demostrando conocer al Senor, que tan oculto se habia presentado. 16. «Simeôn los bendijo» (Le. 2,34) Los felicitô por un nifio tan extraordinario (cf. Maldonado, ibid., 414l 17. «Y dijo a Maria, su madré» (Le. 2,34) Dirigese a Maria porque es la que habia de vivir en el momento de la contradicciôn y la que habia de unir sus dolores a los de Cris­ to. No importa que José muera, Maria ha de llegar hasta el Calvario. 18. «Caida y levantamiento de muchos en Israel» (Le. 2,34) En Israel, porque un hebreo habia normalmente de su pueblo; porque la caida principal, como la principal contradicciôn. «han de venir del pueblo judio. Pero todo ello no quiere decir que Israel no alcance el sentido tipico de siempre y que la profecia de Simeôn se detenga en la muerte del Sefior, sin mirar a todos los siglos en los que se ha ido cumpliendo. En este sentido han predicado casi to­ dos los Padres y autores. Caida y levantamiento que dependen de la acogida que se dis­ pense a Cristo, y aqui oeuvre comentar las palabras de estâ destina- 19. 614 PRESENT.ACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. do o estâ puesto, χείται, segûn el texto griego. «Estai puesto no sig­ nifica que Dios lo haya enviado con este fin, para que tropezasen algunos en El... Quiere indicar que de tal modo caerân algunos y se levantarân otros por su causa, como si hubiera venido ex profeso... Las expresiones de esta clase que se encuentran en la Escritura no significan un designio o determinaciôn de Dios, sino un suceso tan cierto que pueda atribuirse a un decreto divino» (cf. Maldonado, ibid., 414-415). Dios quiere que t os los hombres sean salvos (1 Tim. 2,4), pero la mala disposiciôn de los que no desean recibir la luz hace decir al Salvador: Yo he venido al mundo para un juicio, a jin de que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos (lo. 9,39). La frase de Simeon parece inspirada en Isaias (8,13-15). «Sefial de contradicciôn... y una espada atravesarâ tu aima» (Lc. 2,34-35) Sobre las mil interpretaciones—algunas de ellas harto peregri­ nas—que se han dado a estas palabras, parece oportuno mencionar el juicio de Maldonado (ibid., 420) : «Resulta a veces mâs concertada la sentencia dei vulgo que la de los sabios, porque buscando con mâs sencillez la verdad, la encuentra mâs fâcilmente.» La sefial de contradiccion es el blanco a que apuntan las fléchas, y cuando se habia al pueblo no tenemos por qué andar discurriendo sobre si la contradiccion consiste en la disputa entre les flecheros por ver quién dispara antes o cualquier otra cosa por el estilo. Siendo cierto, afirma Maldonado (ibid. 417), «que Simeôn préten­ dit) signiflcar la pasiôn y muerte de Cristo cuando dijo una espada atravesard tu aima, ninguna otra interpretaciôn se puede acomodar sino ésta». No creemos necesario insistir en este punto, uno de los mâs trillados por todos los oradores catôiicos. Cristo ha sido, desde la persecuciôn de Herodes, el blanco perpetuo de contradiccion. Contradâcciôn en los pueblos, en las doctrinas, en nosotros mismos. Contradicciôn tan perenne, que no puede explicarse sin la intervenciôn de otro poder sobrenatural opuesto. Mas por venir muy a propôsito respecto a las persecuciones, trasladamos unas lineas de Maldonado (ibid. 421-422) : «Lo mismo ve­ mos que sucede boy dîa cuando padece Cristo. esto es, su cuerpo mistico, que es la Iglesia, entre los infleles y herejes, maxime en Inglaterra, donde unos mueren por la fe y otros reniegan de ella». El cristiano. hombre de Cristo y que reproduce en su vida los misterios de Aquél. siente dentro de si mismo esta contradicciôn. Su aima libre debe decidirse. Feliz de ella si abraza a Cristo conr.radlcho y sufre la •contradicciôn de sus pasiones sujetas. Maria, al pie de la cruz. culmina su vida. Desde este momento el dolor perpetuo de la certidumbre anticipada de la Pasiôn amargarâ todas las horas de su existencia. Maria repite el fiat (Lc. 1.38), y acepta. como su Hijo, todos los dolores. Puede llamâr^ela mârtir, porque no solo sufre por Cristo. sino con Cristo; porque la compasiôn es su martirio. Las tribulaciones vo’untarlamente aceptadas nos asemejan a Cris­ to y a Maria. Podemos darles el carâcter expiatorio y de holocausto que alcanzaron los dolores de ambos, y sobre todo ver en ellas la voluntad del Padre. 20. SEC. 1. TEXTOS SAGRADOS 015 21. «Una profetîsa, Ana» (Lc. 2,36) Cuidadosamente se anotan los detalles de su familia, su castidad prolongada, su vida de oraciôn y penitencia y su apostolado. Es notable el interés que desplegaron los padres del protestantismo en desvirtuar cuantos ayunos y mortiflcaciones aparecen en el Evangelio, lo mismo los de Juan que los de Ana, que los del Se­ fior. Aun hoy se nota en muchos neoconversos cierta repulsion hacia las mortificaciones exteriores. 22. «Se volvieron a Galilea» (Lc. 2,38) Acostumbran los evangelistas narrar a continuaciôn hechos muy distantes en el tiempo cuando quieren omitir lo acaecido en el entretanto. Marcharon, si, a Galilea, pero después de recibir a los Magos y huir a Egipto. SECCION III. SANTOS PADRES I. SAN JUAN CRISOSTOMO Todo ha sido creado para el hombre El 26 de febrero del ano 387, al principio de la Cuaresma, el pueblo de Antioquia se subleva contra un tributo impuesto por el emperador Teodosio, comete mil desmanes y llega a arrastrar las estatuas de César. Vue’.ta en si la ciudad, terne ser arrasada como castigo, y mientras el obispo corre a Constantinopla a pedir perdcn, el Crisostomo—en esta ocasiôn mereciô tal nombre—, de unos cuarenta y dos anos de edad y predicador oficial de An­ tioquia, pronuncia sus 21 homilias cuaresmales, Hamadas de las Estatuas (cf. PG 49,15-222). Su argumento principal es consolar a los antioquenos y mejorarlos, tornando pie de la tribulaciôn que atraviesan. Hacia la Pascua llega la nocicia dei induito imperial conseguldo por el obispo Flaviano. Espigamos la doctrina del Crisostomo a lo largo de cada una de sus homilias. A) Consolar, oficio del sacerdote Llevo muchos dias consolândoos, pero he de perseverar en el mismo argumento, pues los médlcos no abandonan la herlda hasta que estâ curada. Sean mis palabras esponjas y ungüentos que os sanen. «ôOs espantan los jueces? Pues por eso mismo deben consolar los sacerdotes. ôAmenazan los maglstrados? Pues por eso os sostiene la Iglesia. Tal ocurre con los niftos cuando llegan a sus casas atemorizados por el cas­ tigo de los maestros; las madrés los acariclan, enjugan sus lâgrimas, y, alivlada la pena, les convencen para respetar a sus preceptores» (Hom. 6,1: PG 49,81). B) Todo, hasta la tribulaciôn, esta ordenado por Dios para el bien del hombre Pretende probar el Crlsôstomo que toda la Escritura sirve de consuelo. Por ello, sin necesidad de fundarse en textos e'peciales. asegura que construirâ hoy su discurso de aliento basândose en el trozo escriturario que de antemano le tocaba comentar. Era el primer versiculo del Génesis: Al principio creô Dios los cielos y '*·■ SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 617 la tierra (Gen. 1,1). De versiculo aparentemente tan alejado del asunto, deduce el Crisostomo que, siendo el fin de la creacion colocar al hombre como rey de ella para hacerle feliz, todo cuanto ha sido creado por Dios. hasta los mismos castigos, hasta el infiemo, se ordenan al bien de la humanidad. a) El universo, creado para nosotros «Oidme con cuidado, porque cuando hayâis entendido que todo cuanto se ve, el cielo, la tierra, el mar, el aire, las aguas y las estrellas, las dos grandes laminarias del firmamento, las plantas, los cuadrupedos, las aves y los peces, todo en general ha sido creado por Dios para vuestro bien, no podréis por menos de sentiros inundados de consuelo y admirar esta insigne prueba del amor de un Dios, que créa y ordena un mundo tan grande y tan hermoso para ti, que eres tan pequeûo». Recorre y admira la grandeza de la tierra y la mesa tan regalada..., y, lo que es mâs notable todavia, piensa que todo ello lo hizo no por tus méritos, sino por su bondad. Te creô Dios a imagen suya, esto es, dândote la primacia total sobre el mundo, y constituyéndote en rey no electivo ni por conquista, sino natural del universo. Fabricô un paraiso para tu residencia y te infundiô un alma inmortal para que gobernaras todas las cosas. b) Hasta los castigos son fruto de la benignidad divina «Dios es bueno slempre, no solamente cuando honra y be­ neficia, sino cuando corrige y castiga... Si fuera bueno sôlo cuando nos dnaltece y no cuando nos sanciona, séria bueno a médias... Cierto que asi ocurre entre los hombres, porque obran con pasiôn y furor, pero Dios no estâ sometido a ta­ ies pasiones, e igualmente manifiesta su bondad cuando nos muestra el cielo como cuando nos amenaza con el infierno». Si no amenazase con él, muchos a quienes el premio lejano no conmueve, no llegarian a conseguirlo. Por eso pro­ cura despertar las aimas con la perspectiva de las eternas penas. «Aunque el infierno sea contrario al reino de los cie­ los, uno y otro se dirigen al mismo fin: a salvar al hombre; el uno atrayéndole con su aliciente, el otro como empujândolo hacia el cielo y corriglendo, con el temor, la negligencia humana» (ibid. 2). No prolongo mi discurso en balde, sino para que cuando nos amenacen calamidades de cualquier orden sepamos que son obra dei amor divino. Si hasta los padres corrigen a veves duramente por un motivo semejante, mucho mâs debemos pensar que Dios nos castiga para nuestro bien. PRESENTACIÔN EN EL T SCI ?LO. INTRAOCT. N AV. 618 c) Ejemplo de AdAn, corregido por Dios en su culpa Os demostraré lo que vengo diciendo sôlo con la frase que dijo Dios a Adân inmedlatamente después de su pecado: Adân, tdônde estas? (Gen. 3.9). Exigia la razôn que Adân lo perdiera todo y sufrlera ful­ minante castigo, pero «Dios ni abominô ni aborreciô al in­ grato, antes vino a él como el médico al enfermo». Ni aun siquiera envlô a un ângel, sino que se présenté El mismo a «levantar al caido en tierra, y a solas se acercô al hombre, como a un amigo infortunado que se halla en gran adversidad». No manda jueces que tomen declaraciôn al reo, ni le reprende como se merecia, diciéndole: «iOh malvado e infelicislmo, que, gozando de mi benevolencia y honrado con tan alta dignidad de rey, puesto al frente de todo lo visible, sin mérito alguno por tu parte, con prendas de ml solicitud y pruebas verdaderas de mi providenda, has preferido confiarte al demonio, malvado y enemigo de tu salvaciôn, antes que a tu Senor y tutor! ôTe ha dado él algo como yo? ôNo crié para tl el cielo y la tierra?... ôY tû has tenido por mâs dignas de crédite unas palabras, una promesa llena de frau­ de, que las obras recibidas de mi benéfica providencia, y te has entregado a él y pisoteado mis leyes?» En vez de reprenderle asi, le llama por su nombre, como para insplrarle confianza; le hace salir de su escondrijo, «hablândole El prlmero, cortando con su llamada gran parte de la ansiedad, alejando el temor, provocândole a cobrar con­ fianza y libertad, para asi conduclrle a limpiarse de sus ma­ les y alcanzar el perdôn. A esto se ordena todo el proceso del par also». Los jueces se limitan a condenar el crimen. «Dios, empero, cuando se enfrenta con un pecador, no piensa en cômo dictar castigo, sino en cômo corregirle y hacerle mejor e inexpugnable para el futuro. Juez, médico y maestro en una pieza, porque como juez inquiere, como médico sana y como maestro adoctrina» {Hom. 7,3: PG 49,94-96). C) Las tribulaciones apartan del pecado iCômo has cambiado. Antioquia! No hay ya borrachos ni libertinos, las calles aparecen desiertas: el foro, sin gente, Las Iglesias, atestadas. La trlbulaclôn fué el mar bravo que obligé a refuglarse en puerto seguro. «Demos gracias a Dios del provecho conseguido. Sin prueba no hay corona, sin lucha no hay premlo, sin trlbulaclôn no hay descanso». La semllla no brota mientras no pasa por ella el invierno. Invier- ^-η·. . .... . 7..-^i.kA*WU··------ SEC. 8-. --- 1 SS. PADRES. CRISÔSTOMO 619 no de penas y lluvia de lâgrimas obligan a las almas a segar en el estio. Qui seminant in lacrymis, in exultatione metent (Ps. 126,5). Es necesario romper muy hondo el corazôn con el arado de las tribulaciones para que el arrepentimiento perdure. Rasgad vuestros corazones, no vuestras vestiduras (loel 2,13). «Pues si ahora que padecemos trlbulaclôn no cambiamos, ôcuândo llegaremos a compungirnos? ôAcaso cuando venga el perdon (imperial) y la paz tranquila? No. El sosiego y la paz vuelven a los hombres perezosos; los trabajos despiertan e impuLsan a reflexionar al alma desparramada por el exterior y dlstraida». a) En ELLAS SE CONOCE A LAS ALMAS Aprovechemos la trlbulaclôn, pues en ella se conoce a las aimas. El lodo y el heno se secan y consumen en el fuego; el oro se purifica. Del mismo modo los corazones (Hom. 4,1: PG 49,59-61). «No es el ataque recio de los males lo que arruina nuestra salvaciôn, sino la pereza de nuestro espiritu». Edificô el uno sobre arena y el otro sobre pledra (Mt. 7,24-27). Sobre ambas edificaciones vinieron las lluvias, pero no fueron ellas, sino la imprudencia del que edificô sobre arena, lo que arruinô la casa. Job, tentadd, saliô mâs fuerte (lob 1,16-22). Los âr­ boles robustos se afianzan con el viento. b) gES LARGO EL TIEMPO DE LA TRIBULACIÔN? Pues sabed «que Dios puede disiparla en un solo dia, pero la mantiene hasta que nos ve totalmente purgados, hasta que se cerciora de nuestra transformaciôn por el efecto de una penitencia firme y constante». El oro permanece en el crlsol hasta que queda limpio por completo. El citarlsta tem­ pla la cuerda hasta que la considera afinada y a punto. Abandonémonos en las manos de Dios, pues «nuestro trabajo ra­ dica en convertirnos, y el de Dios en poner término a los males présentes. El desea mâs que tû apagar el fuego, pero espera el momento oportuno para tu salvaciôn». Del descanso nacieron estos trabajos, y de los trabajos ha de pro­ venir el descanso. No siempre ha de perdurar el invierno, pero sin invierno, sin nieves y sin tormentas no llegarâ la siega abundante (ibid. 2-3). N-adle debe temer al bisturi de la tribulaciôn, sino a la pustula del pecado. 620 D) PRESENTACI ÔN EN EL T ’LO. INFRAOCT. NAV. La tribulaciôn nos recuerda el cielo y éste nos sostiene en ella a) NOS RECÜERDA EL CIELO «Si de veras viviéramos una vida de ayuno, vigilia y escasez; si recortâramos nuestras absurdas concupiscendas, moderando los placeres, y soportâramos las penalidades de la virtud, a imitaciôn de Pablo, corrigiendo nuestro cuerpo y obligândole a servir (1 Cor. 9,27); si no secundâramos los deseos de la prudencia carnal y siguiéramos la estrecha y escarpada senda, deseariamos ardlentemente los bienes fu­ turos», como los anhelan los anacoretas penitentes vecinos de Antioquia. Como no vivimos de este modo, «Dios nos dépara vida molesta y trabajosa, para que, empujados por el malestar présente, apetezcamos la dicha venidera. Porque si a pesar de tantas tristezas, temores y desasosiegos como suelen envolvernos por todas partes, nos encontramos tan a gusto en la présente vida, ôqué ocurriria si no existieran? ôCuândo nos acordariamos del cielo?» {Hom. 6,3: PG 49,85). Dios, para que los jüdios desearan ir a la tierra prometida, les hizo pasar antes mil trabajos en Egipto (Ex. 1,14). «También a nosotros, apegados a la tierra y ansiosos de lo présente, nos hace amargos nuestros dias para que no menospreciemos y olvidemos los futuros». ôQué tiene de bueno este mundo? Solo que nos sirve para ganar el cielo.· «Pues si viviendo no hemos de agradar a Dios, mejor serâ morlr»... «No conceptuemos dichosos a los que viven ni lloremos por los que mueren; lloremos sôlo por los pecadores, vivos o muertos. Los justos son felices»... «No estés consternado. El que sufre por causa de Dios, merece alabanza; pero el que padece algo injustamente y sobrellevândolo con generosidad da gracias a Dios, que lo permite, no es inferior al otro» (ibid. 4). b) El PENSAMIENTO DEL cielo nos sostiene «El cristiano debe diferenciarse del infiel en que lo soporta todo con generosidad, levantando su ânimo con la esperanza de lo venidero y mostrândose superior al impetu de los males humanos. Firme estâ sobre la pena, inexpugnable a las olas. Si se encrespan no podrân anegarle los pies, por­ que estâ muy por encima. No decaiga nuestro espiritu. A Dios le importa nuestra salvaciôn mâs que a nosotros mismos y SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 621 se preocupa mâs que nosotros de que no padezcamos ningùn mal funesto e irreparable (Hom. 2,3: PG 49,57). «Si tienes a Dios por amigo, aun cuândo caigas en un hor­ no no desesperes; pero si lo tienes por enemigo, aunque vivas en un paraiso no confies. En el paraiso residia Adân; irritô a Dios y no le sirviô de nada; en el horno estaban (los très jôvenes) y nada les perjudicô el fuego. En el edén vivia Adân y por su culpa fué derribado. En un muladar yacia Job y por­ que vigilaba venciô... No fué el lugar lo que aprovechô a los moradores, ni su vileza les hizo daûo» (Hom. 4,5; PG 49,66). Motivos por los que Dios permite la tribulaciôn de los justos E) • * · I C< · J *’*· i * * ». g 1 · · te · ’t * · <%*'·“ \ t Dios permite que los santos sufran penalidades por muchos motivos. a) Para que no se ensoberbezcan Bien me ha estado ser humiïlado, para aprender tus mandamientos (Ps. 118,71). San Pablo sufre las bofetadas de un ângel de Satanâs (segûn el Crisôstomo, infieles y perseguidores) para que a causa de la altura de mis revelacidnes yo no me engria (2 Cor. 12,7). Aunque justos, son hombres, y nada puede envanecerlos tanto como considerar sus méritos. b) Para que los demâs no los reputen dioses Me abstengo (de gloriarme) para que nadie juzgue de mi por encima de lo que en ?ni ve (2 Cor. 12,6). tQué os admirais de esto?, exclamaba San Pedro ante los Israelitas, absortos por la curaciôn del cojo. iQué nos mirdis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra. piedad hubiéramos heclio andar a éste? (Act. 3,12). c) Para que brille el poder de Dios,, que pos sos­ tiene con su gracia * + • • * V 1 * * · · ,· te · Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al çolmo el poder (2 Cor. 12,9) y que verlflca sus obras por medio de hombres encadenados y débiles, cômo liberô a Pâblo, sih que él, entre grillos y cepos, pudiera hacer nada. PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INTER AOCT. NAV. 622 d) Para que su paciencia demuestre que no sirven a POR RECOMPENSA HUMANA Dios El demonio pudo declr a Job: iAcaso terne Job a Dios de balde? (lob 1,9). Pero cuando lé viô santo en un muladar, hubo de callarse derrotado. e) Para que pensemos en la resur recciôn y en el cielo » . Las palabras de Simeon también nos hablan de sacrificio y de do­ lores. Todo ello brinda la ocasiôn para presentar la faceta principal de la fiesta que se conmemora : Cristo es el cordero que nace para morir por el pecado. Asi, pues, seleccionamos Ia doctrina de San Agustîn sobre esta materia. A) Cristo nace para morir por el pecado a) El pecado fué el motivo de la venida de Cristo En un sermon sobre San Juan Bautista dice incidentalmente San Agustîn que Cristo bajô al mundo para sanar el pecado: «El Cristo habia de venir a nosotros con un cuerpo; el Cristo mismo, no un ângel, un enviado u otro cualquiera, sino viene El mismo, y El nos salvarâ (Is. 35 4)... Debia El nacer con un cuerpo mortal y ser pequehuelo: debia ser reclinado en un pesebre de bestias, fajado con papales... y, en fin, entregado como victima de la muerte... ôQulén habla de humi- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 625 llarle asi? El Excelso... No busqués en la tierra términos de comparaciôn; elévate sobre los astros, y cuando hayas llegado a las jerarquias angélicas, ellas te dlrân: Sube mâs. Acércate a los tronos, domlnaciones, principados y potestades, y te dirân a su vez: Mâs, sube aûn mâs, porque nosotros somos también criaturas... Sobrepasa la creaciôn entera... Como no puedes sobrepasarla corporalmente, despliega las alas de tu fe y sube hasta el Creador... y contempla alli: En el principio era el Verbo (Ιο. 1,1). Jamâs fué creado; existia ya en el principio...» Pues bien, ése ha venido a nosotros..., a los indignos, a morir por los impios (Rom. 5,6)... Y ôcômo vi­ no? El Verbo se hizo carne y habitô entre nosotros (lo. ... 1,14) «De haber venido sôlo con su divinidad, ôquién podria soportar su majestad...? Para no dejarnos en lo que éramos, se revistiô El, no de lo que nosotros éramos por la culpa, sino de lo que teniamos de naturaleza; porque, aunque vino a los hombres en naturaleza de hombre, no vino a los pecado­ res hecho pecador. De los dos elementos de nuestra humanidad: naturaleza y culpa, tomô el primero y sanô el segundo... y asi, hombre manifiesto y Dios escondido, apareciô entre los hombres» (Serm. 293, 5: PL 38,1330-1331 y BAC, Obras de San Agustin, t. 7, p. 883). 1. Bajô del cielo para que nosotros subamos a él En su diâlogo con Nicodemo (lo. 3,1-21), Jesûs dice que ba­ jô del cielo para que nosotros subamos a él. Bajô para morir y para esto se revistiô de carne mortal. La serplente del desierto es figura de Cristo en la cruz. Cristo, el médico que vino a curar el pecado. Si alguno es juzgado por él, serâ porque rehusô su medicina, porque las tinieblas rechazan a la luz. Nadie sube al cielo sino el Que bajô del cielo (lo. 3,13)... recibiendo el cuerpo de Adân por medio de Maria..., jea, pues, hermanos! Dios quiso ser hijo del hombre y que los hombres fueran hijos de Dios. Bajô para que nosotros subiéramos...; pero si El es el ûnico que sube, ôqué esperanza nos queda a los demâs? Nuestra esperanza se funda en que El bajô para que, hechos unos con El, subamos todos con El y por El... 2. Su muerte nos librô de la muerte Bajô y muriô, y su muerte nos librô de la muerte; muriendo, la matô... Nacimos mortales de un hombre mortal, naclmos para morir los que pudimos ser inmortales...; pero Jésus, el Hijo de Dios, el Verbo de Dios. por el cual han sido hechas todas las cosas (lo. 1.3), el ûnico que es igual al Padre, se ha hecho también mortal y habitô entre nosotros (lo. 1.14). Tomô la muerte para colgarla de la cruz y librar a los hombres. Los judios en el desierto mlraban a la serpiente y se curaban (Num. 21,8-9); las mordeduras eran imagen de 626 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. nuestros pecados, y la serpiente salvadora, de Cristo Nuestro Seûor, Que se hizo carne para sanarnos (lo. 3,14-15). 3. No vino a juzgar, sino para salvar Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvado por El (lo. 3,17). El médico, en cuanto estaba de su mano, vino para curar al enfermo; fué el enfermo quien, al no observar las prescripciones, se dlô la muerte. Vino el Salvador al mundo para salvarlo ; ôno quieres aprovecharte de su salvaciôn? Pues tû mismo te juzgarâs, porque el que créé en El no es juzgado; el que no créé ya estâ juzgado, porque no creyô en el nombre del Unigénito de Dios (lo. 3,18)... Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron mâs las tinie­ blas que la luz, porque sus obras eran malas (ibid. 3,19)... El que obra la verdad (lo. 3,21) viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues estân hechas en Dios (In lo. Evang., tr. 12, c. 3,8-13: PL 35,1488-1490). «Ninguna ora causa impulsé mâs a Cristo a venir al mundo que salvar a los pecadores. Si se suprimen las enfermedades y las heridas, la medicina no tiene razôn de ser. Si, pues, un gran médico bajô del cielo, es porque habia un gran enfermo que curar, todo el mundo». Y no todos se curaron, pues los judios, orgullosos, no se reconocieron enfer­ mes, y de las cien ovejas resultaron la unica que se quedô fuera dei redii. 4. Vino a salvar lo que estaba perdido «El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido (Le. 19,10), porque todos habian muerto des­ de que uno pecô, hasta que vino uno limplo de pecado y sal­ vo a todos, menos a los que, por su soberbia, se creian sanos estando enfermos, que es lo peor que puede acontecer...» En su enfemedad llegaron a perder la cabeza y a golpear; ôqué dlgo golpear?, a herir; ôqué digo herir?, a matar al mlsmo médico. Pero El, mientras moria, era mâs médico aûn; mien­ tras le golpeaban, seguia curando... Peligroso es este padeclmiento, que hace perder la cabeza con su fiebre y reir cuando Importa llorar... Y no me digan que puesto que Jesucrlsto no vino a salvar a los justos, sino a los pecadores, es preferible pecar para gozar de su amor, porque entonces habré de contestarte: SI has conocldo al médico, ôpor qué no ternes a la enfermedad? El médico visita a los enfermos, pero para que dejen de estarlo (Serm. 175, 1-3: PL 38,945-947). SEC. 3. b) Cristo SS. PADRES. SAN AGUSTIN vino a morir por el pecado de sus enemigos Al entregar el credo a los catecûmenos en. la ceremonia adecuada, San Agustin les resume la doctrina de la fe, cuya idea central consiste en proclamar que el Hijo de Dios se hizo hombre para morir por nosotros. Después de cantar las excelencias de la concepciôn eterna y de la virginal, anade: «Maravilla todo ello porque es divino, resulta inefable porque es inescrutable. Ni los labios del hombre son capaces de describirlo, ni su corazôn de escudrifiarlo... Prodigioso nacimiento este... Piensa, hombre, que es lo que tu Dios hizo por ti y el Creador por la criatura. Piensa que Dios, permaneciendo Dios, eterno, viviendo con el Eterno, Hijo igual que el Padre, sin embargo no juzgô in­ digno de si tomar forma de siervo (Phil. 2,7) por los peca­ dos de los siervos. No lo hizo ciertamente porque lo mereciéramos, ya que nuestras culpas sôlo podian merecer castigo. Si las hubiese examinado, ôquién hubiera podido presentarse delante de El?» 1. Se hizo hombre por los impios y los pecadores «Digâmoslo de una vez, se hizo hombre por los impios, por los siervos pecadores... Y por si acaso os pareciera poco encontrar a Dios revestido de la carne humana por los hom­ bres, al justo por los pecadores, al inocente por los reos, al rey por los cautivos, al seûor por los esclavos, sabed que se encarnô para ser crucificado y muerto... Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por los amigos (lo. 15,13). ôCrees que esto es cierto? Desde luego, puesto que lo dijo Cristo; pero oye al Apôstol, y encontrarâs a alguien que diô mayores muestras de amor. Cristo, dice, muriô por los impios (Rom. 5,6). Y en otro lugar: Siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Rom. 5,10). Ahi tienes, pues, cômo has encontrado una caridad mayor que la de dar la vida por los amigos, la caridad de Cristo, que se entregô por los mismos enemigos» (Serm. 215, 4-5: PL 38,10741075). 2. Tomô nuestra carne para ofrecerla por nosotros San Pedro (Mt. 16.13-23), después de reconocer que Cristo es el Hijo de Dios, intenta disuadirle de que muera, a pesar de que no habia venido al mundo para otra cosa sino para morir. «Le confesô Hijo de Dios vivo (Mt 16.16) y le daba mledo que murlese, siendo asi que el Hijo de Dios no habia venido para otra cosa. Si no hubiera venido a morir, <»cômo podrlamos vlvir nosotros? ôDe donde nos ha llegado la vida sino PR 628 iNTACIÔN EN EL TEMPLO. INTRAOCT. NAV. de aquella muerte? Escucha: Al principio era el Verbo, y el Verbo eslaba en Dios, y el Verbo era Dios (lo. 1,1). Busca la muerte alli y verâs como no la encuentras. SI encontrases carne o sangre podrias encontrar la muerte, pero ôcômo podrâs hallar taies cosas en el Verbo? Y entonces, ôdônde encontraremos nosotros, vlviendo en la tierra mortal, corrup­ tible y pecadora, donde encontraremos la vida? No pudiendo El morlr ni vlvir por nosotros, tomô nuestra muerte para darnos su vida. ôCômo pudo hacerlo? El Verbo se hizo carne y ha­ bit ό entre nosotros (lo. 1.14). Tomô la nuestra para ofrecerla por nosotros... La vida era la luz de los hombres (lo. 1,4). El fué nuestra vida, nosotros fuimos para El la muerte. ôCômo muriô? No porque tuvlera condlclôn mortal, sino porque se dignô morlr. Porque se dignô, porque qulso, porque se compadeclô» (Serm. 232, 4-5: PL 28,1109-1110). c) Cristo asumiô la natüraleza humana para poder morir Cristo, teniendo natüraleza divina, asumiô la humana para poder morir y para que su muerte tuvlera el valor de la Persona divina. «Creemos que naciô de Maria y del Espiritu Santo, porque e'. que no reputô codiciable tesoro mantenerse igual a Dios... se anonadô tomando la forma del siervo (Phil. 2,6-7)... Y asi un solo Cristo, un solo Hijo de Dios, no es sôlo Verbo, sino Verbo y hombre, todo El, Hijo de Dios Padre por el Verbo e Hijo del hombre por su humanidad... Convenia que en aque­ lla humanldad que Dios tomô no sôlo se viera al Invisible y naciese temporalmente el Coeterno con el Padre, sino que el Inconmensurable fuese sujeto; el Invencible, colgado de un leho: el Inviolable, clavado, y la vida inmortal, muerta en la cruz. Creamos, pues, lôgicamente y confesemos para nuestra salvaciôn que el mismo Hijo Unigénlto de Dios, Nuestro Se­ ttlor Jesucristo, es no sôlo un hombre nacldo de mujer, sino también muerto y sepultado. Y slendo todo El Hijo de Dios, Nuestro Seüor Jesucristo, Verbo y hombre, a ese todo se re­ fiere cuanto le ocurriô a su aima cuândo estuvo triste hasta la muerte (Mt. 26,38)... y a su cuerpo cuândo fué cruclflcado> (Serm. 214, 6-7: PL 38.1068-1069). d) Cristo se encarnô para tener un cuerpo que ofrecer EN SACRIFICIO V. SAN BERNARDO La oblaciôn de la Virgen Eleglmos algunos trozos de los sermones que San Bernardo dedico a la purificaciôn de la Eienaventurada Virgen Mar.a, y que el lector puede ver integros en BAC, Obras complétas, t. 2, pâginas 629ss. En primer lugar recogemos lo mâs importante del ser­ mon 3.“, titulado Del Niûo. Maria y José, y a continuaciôn del l.\ sobre La triple misericordia. A) Ofrezcâmonos como el nino «ôPiensas que no podia la Virgen quejarse y decir: Qué necesidad tengo yo de purificaciôn?... ôQué tiene que purificar en mi la ceremonia legal, habiéndome hecho purisima en el mismo parto inmaculado? Cierto, Vlrgen bienaventurada; cierto, tenéis sobrada razôn; no necesitâis purificaciôn. Pero ôaeaso vuestro Hijo necesita circuncisiôn? Sed, pues, entre las mujeres como una de ellas, porque asi también es vuestro Hijo entre los ninos. Quiso ser clrcuncidado, ôy no querrâ también ser ofrecido? Ofreced vuestro Hijo, Vlrgen sagrada, y presentad al Senor el fruto bendito de vuestro vientre virginal. Ofre­ ced para nuestra reconciliaclôn la Victima santa y agradable a Dios. Por todos modos aceptarâ Dios Padre la nueva ofrenda y preciosisima Victima, de la cual dice El mismo: Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacendas (Mt. 3,17). Pero esta ofrenda, hermanos. parece bastante delicada, ya que solamente es presentado el Nino al Sefior; des­ pués es redimido con algunas aves y luego se lo llevan. Tiem­ po vendrâ en que no serâ ofrecido en el templo ni entre los brazos de Simeôn, sino fuera de la cludad y entre los brazos de la cruz. Tiempo vendrâ en que no serâ redimido con lo aje­ no, sino que redimlrâ a otros con su propia sangre, porque Dios Padre le ha envlado para rescate de su pueblo. Aquél serâ el sacrificio matutino; éste, el vespertino... Mas de uno y otro puedes entender lo que predijo el profeta: oblatus est, quia ipse voluit (Is. 53,7); pues aun ahora fué ofrecido. no por necesldad, no porque estaba bajo el edicto de la ley, sino por­ que quiso; y en la cruz iguaimente fué ofrecido, no porque SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 641 lo mereciese ni porque los judios maqulnaron, sino porque El mismo quiso. Te ofreceré voluntarlamente un sacrificio, Se­ ftor, porque voluntarlamente fulste ofrecido por ml salud, no por tu necesldad. Pero ôqué ofrecemos nosotros, hermanos, o qué le devolvemos por todos los bienes que nos ha hecho? El ofreciô por nosotros la Victima mâs preciosa que tuvo, no pudlendo darse otra mâs preciosa; hagamos también nosotros lo que podamos, ofrecléndole lo mejor que tenemos, que somos ciertamente nosotros mismos. El se ofreciô a si mismo: ôtù quién eres que dudas ofrecerte? iOh si yo tuviera la dicha de que se dignara recibir mi ofrenda tan grande Majestad! Dos moneditas tengo, Senor, que son el cuerpo y el alma. jOjalâ te las pueda ofrecer en sacrificio de alabanza! Mejor me es y mucho mâs ùtil y glorioso ofrecerme a ti que dejarme para mi mismo. Porque en mi mismo se turba mi aima, y mi espiritu se alegrarâ en ti si sinceram ente es ofrecido. Los judios, hermanos, ofrecian victimas muertas al Sefior que habia de morlr; mas ahora ya: Por mi vida, dice el Senor, que yo no me gozo en la muerte dei impio, sino en que se retraiga de su camino y viva (Ez. 33,11). No quiere Dios mi muerte, ôy no le ofreceré yo gustosamente mi vida? Esta es una victima pacifica, victima agradable a Dios, victima viva. En la ofrenda del Sefior se lee que hubo très personas, y en la nuestra igualmente très cosas pide el Sefior. Estuvo alli José, esposo de la Madré del Sefior, que era reputado padre suyo; estuvo también la Virgen Ma­ dré y él N-ifio Jesûs, que era el ofrecido. Haya, pues, en nues­ tra ofrenda también constancia varonil; haya continenda de cuerpo, haya humilde conciencia. Haya constancia varonil en el propôsito de perseverar, haya pureza virginal en la castidad, haya en la conciencia la senclllez y humildad propias del nifio. Amén» (Serm. 3, Del Nino, de Maria y de José: BAC, Obras completas, t. 2, p. 635-637; PL 183,370-371). B) Très visitas de Cristo a su templo Tres veces visita el Sefior en procesiôn su templo. La pri­ mera fué aquella humilde a la que asistieron la Sagrada Familia, Simeon y Ana. La segunda procesiôn fué con mayor clamor el domingo de Ramos. Los vestidos de los apôstoles—caridad, piedad, buenas costumbres—alfombraron su camino. ôY a nosotros no ven­ drâ? También, puesto que Cristo ayer, hoy y eternamente es Dios. Es la tercera procesiôn a este su templo. El que os vea, Sefior, serâ despedido en paz de este mundo después de haberos tenido en sus brazos. Vos sois la paz. La palabra de Critto 1 21 042 — Mfe. PHISENTAClÔN KN IL HMI’LO. INFHAOCT. NAV, . — -»··-* ·*·— · -- —· · —· -·- · - — · ·♦*——«- *- · — · — ** -* · —*·ΙΝ*· - *V|BI· I ·*- — Muchos hay que no te conocen. porque eres la luz quo ilumlna las gentes, pero las tlnieblas no la abrazan (Io. 1,5). El agua se extlende por las plazas, pero hay quien no se aproxlma a beber. La misericordia està en el centro del templo, pero hay algunos que no se le acercan. Ha venldo Dios a nosotros. Eramos hljos de Ira, engaflados por una mujer. La Ignoranda de una mujer nos cegô; la flojedad del hombre, esclavo de su propia concupiscenda, nos debllltô, y la mallcla del demonlo nos cautlvô. Por todo ello hemos nacldo Ignorantes del camino de la salvaclôn, débiles y desidiosos para segulrlo cuândo nos lo ensefian y oprlmldos por el duefto mils tlrano. Pero Cristo so hizo para nosotros sabldurla, fortaleza y llbertad, convlrtléndonos en templos suyos. ResLstamos, pues, al demonio y a la concupiscenda, y siendo libres, conservemos puro este «corazôn en el que habita Cristo, y en el que anuncla la paz para su pueblo, para sus santos y para aquellos que se convlerten>... (Serm. 1, Dc la triple misericordia: BAC, Obras complétas, t. 2. p. 629-631; PL 183.366-368). - ' MU Illudi S E C C / O /V I. T E O L OG OS HUGO DE SAN VICTOR < La purificaciôn de! aima (Cf. Serin. 41, in purificat. Meat. Mariae semper Viry.: de purificat. mentis, en Appendix ad Hugonis Opera mystica; Sermo­ nes centum: PL lfl7,100G-1009.) Porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17). A este templo viene el Seftor de diversos modos. Pues viene por la contemplaclôn de las crlaturas, la lecclôn de las Escrltur&s Sagradas, los mllagros y la prcdlcaclôn; viene por las insplraclones, las adversldades, las promesas... Permanece por medlo de la gracia, y viene El a aumentarla: Y cl santo santiflqucse mds (Apoc. 22,11); a todo el que tiene se le dard (Lc. 19,26). Mas este templo puede arrulnarse si pecamos voluntarlamente. Entonces fiat habitatio eorum deserta (Ps. 68,26). Los que deblmos haber sldo casa de oraciôn nos convertirons en cueva de salteadores, de malos pensamlentos y deseos (Mt. 21,13). Pero cuândo viene el tiempo de su misericordia (Ps. 101,14), prépara Dios su templo para que pueda entrar el domlnador a quien busca nuestra aima y el Angel que anhelamos. El do­ mlnador es el que nos creô, el Angel es el que nos redlme. Entonces manda de antemano que aderecen la casa a sus slervos. En la conslderaclôn de la culpa, nos h ace ver el tem­ plo profanado, convcrtldo en morada dc ni 1 mafias (el orador dlstrlbuye los vlclos entre muy diversos animales, citando los pasajes de Ls. 34,11-15 y Soph. 2,14-15), y en medlo de ellas al crlstlano pecador corrompldo por las sugestlones del encmlgo o los consejos del malvado, vlvlendo en lo que fué casa de Dios y ahora lo es de Bellal. El pecador, al no encontrar consuelo, mira hacia arrlba, y Dios le envia su segundo mensajero: la conslderaclôn de la pena mereclda, y entre uno y otro producen la compunclôn 644 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. précisa para que la ostiaria de la confesiôn abra deflnltlvamente la puerta dei templo purificado al Dios que quiere vi­ vir en él. Esta es la solemnidad de nuestra puriflcaciôn. II. SANTO TOMAS Obediencia y tribulaciôn Recogemos un articulo de la Sum?na sobre el pasaje evangélico (p.3, q.37, a.3) y a continuaciôn la doctrina de Santo Tomâs sobre la obediencia dolorosa y la aceptaciôn de los sufrimientos por parte de Cristo. Completam os el tema con unos pensamientos de! Santo sobre el valor satisfactorio de nuestras penalidades. A) Cristo, of recido en el templo ôPor qué fué presentado, siendo asi que su humanidad santisima estaba siempre présente a Dios mediante la union hipostâtica? El Hijo de Dios no se encarnô ni fué circuncida« lo necesitara, sino para merecemos la filiaciôn do porque El divina y circuncidarnos espiritualmente. Del mismo modo se présenta ahora a Dios Padre después de la circuncisiôn, para que aprendamos a presentarnos nosotros después de hacernos dignos de las miradas de Dios por la previa circun­ cisiôn de nuestros vicios (ibid, ad 2). Aceptô que por El, Hostia definitiva, se ofreciese otra hos­ tia, para unir el Antiguo y Nuevo Testamento, la figura y la realidad. La Hostia ofrecida por el Cordero no fué un cordero, como hubiera parecido mâs propio, porque la pobreza le ex­ cusé. En cambio, fué admirablemente significativo el ofrecimiento de tértolas y palomas. La tértola, con su continuo canto, significa la predicaciôn y confesiôn de la fe; animal casto y solitario, recuerda estas dos virtudes. La paloma, man­ sa y sencilla, amiga de vivir en colectividad, représenta la vida activa; la perfecciôn, por lo tanto, de la comunidad formada por Cristo y sus miembros. Tôrtolas y palomas con sus gemidos nos hab'.an dei suspirar continuo de los santos por la vida futura. Mientras la tôrtola solitaria significa el gemido de la oraclôn secreta, la paloma, animal gregario, gime en pùblico, como la oraciôn de la Iglesia. Ofrécense dos anima­ les, que slmbolizan la doble santidad del cuerpo y del aima (ad 2 y 3). Maria fué purlflcada para dar ejemplo de obediencia y humildad (a. 4). SEC. 4. B) TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 645 Cristo y Maria aceptan la Pasiôn 9 1 En los indices comentes de la Summa suele figurai un epigrafe que dice: Cristo, Maria y todos los santos aceptan la Pa­ siôn de Cristo deliberadamente, a pesar de la repugnanda de la voluntad natural (cf. Perujo, Passio). Santo Tomâs en realidad, no habla mâs que del Senor, pero la doctrina es aplicable a todos, y muy especialmente a Maria Santisima, no solo en este punto, sino en cüalquier sufrimiento enviado por Dios. En Cristo, y por razôn de su naturaleza humana, existia una duplicidad de apetitos: el apetito sensitivo, a veces 11amado voluntad participativa, y el apetito o voluntad racional, el cual, a su vez, muestra dos tendendas, una natural y espontânea y otra dirigida por la razôn. Sabido es (3, q.14, a.3) que por disposiciôn especial el Hijo de Dios permitia a su cuerpo y a su aima ejercer sus propias operaciones, y, por consiguiente, a aquel apetito sensitivo habia de repugnarle todo lo que fuera dolor, como a la vo­ luntad, en cuanto natural, habia de repugnarle todo lo que pareciera malo, como la muerte. Ahora bien, la voluntad puede ser dirigida por el entendimiento, como nos ocurre a nosotros con la misma sensualidad, a la que, a pesar de re­ pugnarle con todas sus fuerzas el cauterio, sin embargo, la obligamos a sufrirlo, porque la razôn lo exige para fines su­ periores. Aplicando esta doctrina, diremos : Dios queria los dolores y muerte de su Hijo, no por ellos mismos, sino por la salvaciôn dei mundo. Y mientras la voluntad, o apetito sensitivo, y la voluntad natural de Cristo se oponian reciamente, la volun­ tad dirigida por la razôn, dominando todo otro impulso, repetia (Mc. 14,36): mas no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tû (3, q.18, a.5 in c). Ni la voluntad sensitiva ni la voluntad per modum naturae (espontânea) pueden llegar a someterse a los dictados de Dios, porque, tendiendo sôlo a cosas sensibles la primera y muy concretas la segunda, queda reservado al entendimiento ver el orden y relaciôn de las cosas con la voluntad divina. Sôlo, pues, la voluntad, que impera con posterioridad y conforme a las ideas de la razôn, puede someterse a ellos (ad 1). Aceptô sufrir por obediencia y caridad. Porque la obedien­ cia al Padre hizo que aceptara el acto de caridad de morir por nosotros, y la caridad o amor al Padre le obligé a obedecerle, de modo que cumpliô el precepto de la caridad por obe­ diencia y obedeciô por caridad (3, q.47, a.2 ad 3). La obediencia no impone necesidad alguna a la voluntad, que libremente acepta el cumplimiento, como lo aceptô el Re- 646 PRESENTACIÔN EN EL T ?LO. INFRAOCT. N AV. dentor (ad 2), el cual muriô porque quiso: tengo poder para darla (la vida) y poder volver a tomarla, pero la entregô, porque tal es el mandato que del Padre he recibido (Ιο. 10,18). Por eso pudo decir con gran razôn al cumpllr su sacrificio: consummatum est (lo. 19,30). Habia consumado todos los preceptos morales, puesto que éstos se encierran en el amor de Dios y del prôjimo. En cuanto al amor de Dios, Cristo fué obediente: para que el mundo conozca que yo amo al Padre y que, segùn el mandato que me diô el Padre, asi hago (lo. 14,31). Su amor al prôjimo fué resumido por San Pablo: me amô y se entregô por mi (Gai. 2,20). Consumô también todos los preceptos ceremoniales, sustituyendo las figuras y la limpieza legal por la realidad y la pureza interna. C) a) T ribulaciones SU CARACTER SATISFACTORY Todo pecado importa, ademâs del reato de culpa, otro de pena o castigo, porque, habiendo ofendido el pecador a Dios por seguir su propia voluntad, es justo que deba padecer algo que contraiga esa voluntad y gusto. El solo hecho de que sea perdonado el reato de culpa, lleva conslgo la aceptaciôn de ese castigo, porque el reato de culpa se borra acercândose a Dios, y el acercamiento a Dios no con­ siste mâs que en acomodar nuestra voluntad a la suya. Asi, pues, todo el que recibe el perdon y se acerca a Dios, sabiendo, como debe saber, que Dios quiere que sufra alguna pena, ha de buscarla o aceptarla cuando venga. Ahora bien, esta libre aceptaciôn dei castigo le quita todo o casl todo el carâcter de pena, convirtiéndole en satisfacciôn, pues lo especifico de la pena es su coactividad, mientras que la nota esenclal de la satisfacciôn es su voluntariedad. Las tribulaciones o sufrimientos que sobrevengan serân volunta­ rios simpliciter, aun cuando repugnen secundum quid (vide supra). Hemos dicho al principio de nuestro racloclnio que el reato de culpa se borra acercândose a Dios, y la razôn consiste en que ese reato no es sino la separaciôn de El, que mancha y afea el aima (1-2, q.87, a.6 in c). Ademâs de este carâcter de satisfacciôn, las tribulaciones tienen también el de medicina, destlnada a sujetar nuestras paslones, reliquias del pecado, asi como también el de reparaciôn de escândalos, malos ejemplos, etc. (Ibid, ad 3). SEC. 4. b) TËÔLOGOS. SANTO TOMÂS 647 SUFRIMIENTO APLICAD0 POR OTROS La pena, en cuanto tal, no puede sufrirla mâs que el que pecô, pero como satisfacciôn puede ser sufrida y aplicada por persona distinta, precisamente por su carâcter de voluntaria. El amor hace que dos personas distintas sean consideradas como una sola, estableciéndose esta comunicaclôn de bienes y satlsfacciones, del mismo modo que en lo humano un amigo puede pagar las deudas de otro (ibid, a.7 in c). c) CarActer preventivo y medio de perfecciôn Sucede a veces que estlmamos como castigo lo que en realidad no lo es. Ciertamente que muchos de nuestros sufrimientos son cas­ tigos del pecado original, î>ero hasta éstos estân ordenados por la divina Providencia a la salud del hombre, sea proban­ do a los que sufren, sea sirviendo de aviso a los que los ven, sea para mayor gloria de Dios. Pero hay otros que no son, en modo alguno, penas ni cas­ tigos. El castigo tiene que privar de algûn bien, y a nosotros nos parece castigo todo lo que nos priva de uno temporal, cuando en realidad no es asi. El hombre disfruta de bienes espirituales y corporales, y éstos pueden ser internos y exter­ nos. Cuando en beneficio de un bien superior hay que cercenar alguna satisfacciôn inferior, nadie podrâ decir que esta privaciôn tenga carâcter de castigo, pues en realidad no es privaciôn de bienes, sino consecuciôn de otros mayores. Disminuir el propio dinero por conseguir la salud del cuerpo no es un castigo, y perder el dinero y la salud corporal por alcanzar la perfecciôn del aima tampoco lo puede ser. En este caso, los sufrimientos no son penas, sino medici­ nas amargas, pero curativas, y no guardan con el pecado mâs relaciôn que la remota de que, si no hubiera existido el origi­ nal, no hubieran hecho falta taies remedios para adelantar en la virtud (ibid.). Dios a sus justos les reparte abundantemente bienes ma­ yores, los espirituales; y de lo temporal, goce o dolor, sôlo aquello que les conviene para un mayor aprovechamiento (Ibid, ad 2). Estas penas no son sôlo medicinales, en cuanto que curan el pecado pretérito, sino preservativas del pecado futuro y promotoras de una mayor virtud, por lo que puede declrse que Dios las envia sin culpa, pero sln causa o motivo. Mas ha de tenerse en cuenta que una medicina nunca privô de un bien mayor para obtener un bien de menos impor- PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. __________________ 648 tancia, como ningun médico dejô ciego a un hombre para curar un mal insignifiante, y que, por lo tanto, Dios podrâ hacemos sufrir con danos temporales para buscar un bien espiritual, pero nunca nos privarâ de bienes espirituales, como no sea en castigo de algûn pecado o falta nuestra que nos haya hecho indignos (2-2, q.108, a.4 in c. Toda la cuestlôn trata de las penas vindicativas). ΠΙ. SAN ROBERTO BELARMINO • · La subida al templo Extractamos el sermon segundo sobre la purificaciôn de Nues tra Senora (cf. Tromp, o. c., en el lugar correspondiente). A) Manifestaciôn a Simeon y Ana Cristo se aparece primero a los pastores, que representaban a los prelados y sacerdotes (simbolismo frecuente) ; después a los reyes, représentantes de principes y poderosos, y de quie­ nes, si son buenos, depende la salvaciôn de muchos, y en tercer lugar a Simeon y Ana, personas privadas, a las que trata mâs afectuosamente. Asi, se déjà tomar en brazos y les otorga el don de profecia, para que los subditos no envidien a los prelados, puesto que pueden alcanzar iguales y mayores dulzuras de Dios. B) Presentation del Senor Es representado como primogénito, porque Dios quiere que se le entreguen las primlcias. Primicla nuestra es el libre albedrio, por el que somos sefiores de nuestros actos y por el que nos parecemos a Dios. El libre albedrio se ofrece mediante la obediencia. ^No quiere mejor el Sefior obediencia a sus man­ datos que los holocaustes y las victimas? (1 Reg. 15,22). Yo hago siempre lo que es del agrado de mi Padre (lo. 8,29). C) La purificaciôn San Agustin (cf. Serm. 51, c. 22: PL 38,352) hace notai que el numéro cuarenta, desde que los judios peregrinaron cuarenta aftos, viene significando nuestra vida en este mun- SEC. 4. TE0LOGOS. BELARMINO 649 do, en espera del dia quincuagésimo del aleluya final o la resurrecciôn ; durante estos cuarenta dias, pues, tenemos que purlflcarnos. ôEN QUÉ CONSISTE NUESTRA PURIFICACIÔN? a) San Pablo lo ensena (2 Cor. 7,1): Purifiquémonos de toda mancha de nuestra carne y nuestro espiritu, acabando la obra de la santificaciôn en el temor de Dios. Se opera mediante la fe (Act. 15,9), que, limpiando el entendimiento de errores, lo purifica con la verdad y dirige la voluntad con el amor del sumo bien. Cuando veamos a Dios cara a cara, nuestro entendlmlento y nuestra voluntad serdn purisimos, pero hoy, mientras moramos en este cuerpo, esta­ mos ausentes del Senor, porque caminamos en je y no en visiôn (2 Cor. 5,6-7). b) La FE NOS PROPONE LAS VERDADES QUE PURIFICAN ôCuâles son estas verdades? La amistad con Dios es el su­ mo bien, y su enemistad y el pecado, el sumo mal. Al amigo de Dios no le dana, al enemigo nada le beneficia. Esto significan las palabras de la Escritura (Le. 10,42; 12,4; 1 Petr. 3,14; Rom. 8,28-31). La razôn conoce la existencia de Dios, sabe lo que es la amistad, pero no llega a comprender que un hombre pueda ser verdadero amigo de Dios. Esto sôlo lo alcanza la fe. îün prin­ cipe y un siervo no pueden ser amigos, por la distancia que los separa, y yo puedo serlo de Dios ! He aqui una verdad que libra al entendimiento de toda visiôn errônea sobre el valor de las riquezas y que Impulsa a la voluntad a seguir el dictamen del entendimiento. c) El cuerpo se purifica con la sal de la penitencia Porque los apetitos carnales combaten contra el aima (1 Petr. 2,11), ciegan el entendimiento y corrompen la volun­ tad, como los vapores que se levantan de la tierra llegan a oscurecer el sol. Iluminado el entendimiento por la fe, comprenderâ fâcilmente que debe dominar las pasiones. Todos los santos han practicado estas normas, pero limitémonos hoy a considerar el ejemplo de Jesus, Maria, José, Simeôn y Ana. Cristo, conociendo la gracia de Dios y el mal del pecado, se llenô desde el primer momento de gracia y gloria y mortiflcô su carne con la pobreza, ya que no por ne- 650 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. ------------------------------- - --------------------------------------- — cesidad, para ejemplo nuestro. Lo mismo hlcieron José y Ma­ ria. SImeôn era justo y timorato, y esperaba la consolaclôn, esto es, estaba lleno de la gracia que justifica y del temor de ofender a Dios. No deseaba el consuelo de aqui abajo, sino que esperaba el de arriba. Ana, anclana de ochenta y cuatro aftos, no se separaba dei templo, donde permanecia en oraclôn y ayuno. SECCION V. AUTORES VARIOS I. SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Sobre el evangelio del dia En el sermon 1 sobre la purificaciôn de la Bienaventurada Virgen Maria (cf. Divi Thomae a Villanova opera omnia [Manl­ iae 1883], vol. 4, p. 394-403), va describiendo el Santo afectivamente los pasos dei evangelio, y termina con varias aplicaciones. A) Contemplaciôn del misterio Debemos conocer el objeto de nuestro culto y de las fies­ tas que celebramos para santificarlas mejor. El Santo des­ cribe la ley de la purificaciôn y del rescate, y hace ver que ninguna de ellas comprendia a Jésus ni a Maria. «Asi purificase hoy la mansion de toda pureza y es redimido el mlsmo Redentor»... Después del encuentro con los dos ancianos, comlenza la proceslôn solemne (solemne por la dignidad de las personas), en que ellos abren paso. La Iglesia la repite por todo el mundo. La Santisima Virgen se pone de rodlllas, «mâs inflamada por el dlvino Espiritu que los mismos serafines», y, tornando a su Hijo entre los brazos, lo ofrece al Todopoderoso. Un sacerdote recibe al Nifio, y la Madré paga cinco siclos por su rescate. «jOh piadosisima Madré!, si hubiera sido yo tal sacerdote, qulzâ no te hubiera vendido tal hijo... Y si alguna vez se puede violar la ley, sin duda que este Nifîo merece la violaclôn»... «Compra, pues, la Virgen por cinco siclos al Redentor, que con sus cinco llagas habia de redimir al mundo. Por cinco siclos es comprado el Dios y hombre... cQué es lo que tramas tu, joh misera sinagoga!, slega y perversamente avara? dQué es lo que tramas con el traidor para comprarle al Redentor? No puede él venderte lo que no es suyo, y Cristo es de la Vir­ gen. Ella fué la primera que lo comprô, y no tiene valor una segunda compra...» «iOh buen Jésus! Eres ya nuestro, y lo eres con doble dere­ cho. El Padre te entregô a nosotros, y tu Madré para nosotros PRESENTACTON EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 652 te comprô... Cuando vengas a juzgar al mundo, acuérdate que fuiste comprado por nosotros. Eres, joh Seftor!, justo: pues da a cada cual lo suyo. Dâtenos a ti mismo, porque, co­ mo dije, eres nuestro por doble titulo. Y si tû eres nuestro, tus cosas son también nuestras; porque cuya es una perso­ na, suyos son también todos los bienes de esa persona. Por consiguiente, nuestros son tus méritos, nuestras son tus heridas, nuestros son los vagidos de tu infanda, nuestros los trabajos de tu evangelizacion, nuestros los dolores de tu muer­ te... jOh qué rico soy con tan grandes méritos! Por grandes que sean mis crimenes..., mayores son mis servicios. Mios puedo decir con toda propiedad ; no porque yo los haya merecido, sino porque los recibi de ti... iOh Seftor!..., vamos a jui­ cio. pero vayamos juntos... ; porque, aunque el peso de mis pe­ cados es grande, mi satisfacciôn, sin embargo, aparecerâ mâs pesada que la arena del mar». El Hijo de Dios quiso hacerse esclavo. Ya lo dijo por el profeta: Siervo tuyo soy, siervo tuyo e hijo de una esclava tuya (Ps. 115.16). Por eso quiso servir primero a su Madre y después a todo el mundo, conforme aquello de que no he ve­ nido a ser servido, sino a servir... (Mt. 20,28). Ved los grados por los que fué humillândose Dios. Primero se hizo hombre ; después, al circuncidarse, apareciô como pecador; hoy, como esclavo en venta; en su Pasiôn, como per­ verso y revoltoso. A continuaciôn glosa las palabras de Simeon a la Santisima Virgen. · .'v,-» B) Aplicaciones. La compra del Senor Dos veces fué vendido el Senor. Una en esta ocasiôn, como esclavo, para libertarnos a nosotros, para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopciôn de hijos de Dios (Gai 4,4). Otra vez fué vendido, pero por el traidor Judas. También en la Iglesia es vendido Cristo de dos modos diferentes. Venta impia y a poco precio la del pecador. Nos indignamos con Judas, y nosotros le vendemos no por un trono, que fuera poco siempre, sino por una moneda, por un mo­ mento de placer... Pero también puede Cristo comprarse piadosa y santamente. jDate prisa, cristiano! Te aconsejo que compres de mi oro acrisolado por el fuego... (Apoc. 3.18). Cinco siclos sôlo se requieren. El primero es la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios (Hebr 11,6). El segundo, el temor de Dios. Con él aléjase el hombre del mal (Prov. 15.28). Simeôn era hombre justo y temeroso de Dios. Job también. No temàis a los que SEC. 5. 653 AUTORES VARIOS. GRANADA matan el cuerpo...; temed al que después de haber dado la muerte tiene poder para echar en la gehenna..., decia el Se­ fior (Lc. 12,4-5). Pero como, a pesar de este santo temor, caemos muchas veces, es necesario el tercer siclo, el dolor. El cuarto es el mâs precioso de todos, el amor que perfecciona. «Empezamos por el temor y terminâmes por el amor». El temor es el princi­ pio de la sabiduria (Prov. 1,7); la sabiduria estriba en amar. El quinto y ultimo siclo, eterno en la tierra y en el cielo, es la alabanza dei Senor. Ofrece a Dios sacrificios de alaban­ za y cumple tus votos al Altisimo (Ps. 49,14). II. FRAY LUIS DE GRANADA * I Las personas y su ejemplaridad (Cf. Adiciones al Memorial de la vida cristiana [Vida de Cris­ to], ed. Cuervo [Madrid 1901], t. 4, p. 325-331, y BAC, Obra selecta de Fray Luis de Granada, L 3, c. 15, p. 763-768.) A) Llegada a Jerusalén «iOh santo Nifio! Esta es la ciudad en donde, segûn estâ de Vos profetizado, habéis de obrar grandes maravillas (Ps. . 86,6) Porque aqui habéis de hacer una hazafta mayor que fué crear al mundo, pues mayor cosa es redimir al mundo que crearlo de nuevo. Este es el campo donde habéis de pelear con aquel famoso gigante Goliat (1 Reg. 17,40), con cinco llagas mortales recibidas en vuestro cuerpo y con el bâculo de la cruz, donde le venceréis y le cortaréis la cabeza con sus mis mas armas, destruyendo la muerte con vuestra muer­ te, y el pecado con la pena del pecado. Esta es la tela donde habéis de justar: paseadla ahora, Senor, muy despacio para que tengâis bien reconocidos los pasos de ella. Ahora la pasearéis... llevândoos la Virgen en sus brazos, después llevando Vos la cruz en vuestros hombros. Aquel monte que veis en lo alto, ioh qué encuentro, Seftor mio, veréis y recibiréis en él!» B) Maria entrega su Hijo a la Iglesia Cristo no solo se ofrece al Padre, sino que por medio de Maria es entregado a la Iglesia, representada por Simeôn. Maria, que taies ejemplos de llberalidad ve en su Hijo, nos entrega lo mejor que tiene. La Santislma Trinidad râtifica esta donaciôn, pues el Padre la habia dlspuesto, el Hijo PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. IN FR A OCT. NAV. 654 se habia ofrecido para nuestro remedio y el Espiritu Santo trajo a Slmeôn. Hoy se nos entrega oficialmente en lugar publico, como era el templo; por persona publica, que era Maria. «Corred, pues, viejos, y cantad con Simeon. Corred, vludas, y predlcad con Ana. Corred, virgenes, y alegraos con Maria. Corred, va­ rones, y cefiios de fortaleza con José. Corred, niftos, y juntaos con el Nifio Jésus. Corred, justos, y aumentad la gracia. Co­ rred, pecadores, y recibid perdôn. Corred, Angeles, y maravi­ li aos de ver a Dios redimido y a la Virgen purificada... y aprended en la escuela de ese Nifto cômo, slendo Dios tan alto, le agradan los corazones humildes en el clelo y en la tierra». C) Simeon. Afectos ante el Redentor ôCuAl séria la alegria de Simeon? Considerando al mundo lleno de maldades y a los hombres condenândose, dolianle las ofensas de Dios y el castigo de los hombres y deseaba el remedio, segûn aquello de Isaias (62,7): Los que tenéis me­ moria del Serior no calléis ni ceséis de importunarle hasta que haga a Jerusalén materia de alabanza en toda la tierra. De pronto ve aquella preclosa margarita engarzada en el oro puro de los brazos de su madré. iQué devoclôn! jQué arnor!,.. D) Gozo y dolor de Maria Gozô viendo la devoclôn de este santo vlejo y la gloria que empezaba a tener su Hijo. «dQué haces, santo varôn? dPara qué quieres dar perpetua materia de dolor a esta Vir­ gen?» Alli se echô acibar en los placeres de su vida. «Sin duda la causa fué porque en todo qulslsteis que fuesen conformes la madré y el hijo, y que, pues esta Virgen era la mâs perfecta de las perfectas, no dejase de participar de la mayor gloria del Santo de los santos. Y porque la mayor gloria de este Sehor fué haber padecldo tantos dolores por obediencia del Padre, no era razôn que faltase parte de esta gloria a su Madré santisima...» «Pues àdônde estân ahora los que infaman los trabajos, los que buscan el descanso y el regalo y en él ponen su fellcidad? Si éstos fueran verdaderos bienes, no carecieran de ellos las dos mejores personas del mundo... ôDe qué te quejas, enfermo, pobre, atribulado? Por muy buena medicina tie­ ne el esclavo la que el Padre da a un hijo suyo... ôQuién con este ejemplo no tiene las tribulaclones por favores.. ?» SEC. 5. E) AUTORES VARIOS. RIBADENEIRA Virtudes de Ana. Ayuno y oraciôn . V. MASSILLON Sacrificio y fidelid ad Massillon pronunciô un sermon bellisimo sobre la fiesta de boy, cuyo tema homilético, basado en el texto : le llevaron a Je­ rusalén para presentarle al Senor (Lc. 2.22), se refiere al espi­ ritu de sacrificio y de fidelidad de que dieron pruebas Jésus y Maria. El esquema de su discurso, tal como lo plantea en el exordio, viene a ser el siguiente: Cristo va al templo para cumplir la ley. El es la victima prefigurada. En esta primera senal de culto que da el Padre, quie­ re ensefiamos la disposiciôn que hemos de adoptar para consagrarle nuestra nueva vida de cristianos. Jesucristo se ofrece al Padre con un espiritu de sacrificio que no se reserva nada, y Maria le ofrece con un espiritu de fidelidad, ejemplo del que no nos debe faltar en el servicio de! Senor (cf. Sermons de Mas­ sillon: Mystères, second sermon nour la fête de la Purification, p. 64-112, Paris 1763). A) Espiritu total de sacrificio a) Cristo se ofrece totalmente Asi como, segûn Tertuliano (Adv. Marc., 1. 2, c. 27: PL 2, 344), Cristo antes de unirse a nuestra naturaleza se deleitaba en aparecerse a los patrlarcas en forma visible, asi ahora, antes de que llegue el momento del Calvario, tiene prisa por ofrecer al Padre una como representaclôn de su holocausto. Alli estâ en el templo, el altar, el pontifice, la victima y Maria Dolorosa. Simbôllco en la forma, pero real en el ofertorio. Los primogénitos mâs bien eran rescatados que ofrecldos, pues su ofrenda resultaba sôlo figurativa, ya que se les sustituia en la inmolaclôn por un animal. Cristo se ofrece realmente para reemplazar las antiguas hostias rechazadas. Desde alli contempla toda su vida y acepta la cruz hacia la que empieza a caminar. b) Nuestro sacrificio consiste en la ofrenda total DE LOS SENTIDDS I Dios debiera exiglr al pecador la ofrenda total de su existencia, puesto que se ha hecho indigno de vivir. Sôlo nos im- SEC. 5. A Ü TO RES VARIOS. MASSILLON 663 pone el «continuo sacrificio de los sentidos, ley de muerte exigida a todos los fleles y aceptada al bautizarnos». Es un verdadero martlrio de la fe que nos convlerte en testigos dei Salvador. Por ella confesamos continuamente las promesas ofrecidas y sacrificamos nuestras pasiones. No basta consagrarse a Dios mediante ciertas prâcticas de virtud, escoger un director espiritual y no avergonzarse de las obras de misericordia. Si no somos menos ambiciosos, te­ rrenos, sensuales..., nos pareceremos a los primogénitos de Israel, que se ofrecian delante dei sacerdote, pero a la hora de la inmolaciôn todo eran apariencias, apariencias en nues­ tro caso de rellgiôn. Dios no acepta ofrendas extrahas. Os quiere a vosotros mismos. c) CONTEMPORIZACIONES MUNDANAS Y OFRENDA A MEDIAS La mayoria de los conversos, sobre todo cortes-anos, dejan pâbulo a sus pasiones, menos fuertes, pero no menos verdaderas. Envidias, rencores, in trigas... Buscan una pledad sosegada que no les moleste demasiado en su manera de vivir. A lo sumo llegan a despojarse de un exterior lascivo. Tal actitud no suele ser hipocresia, sino error. En los primeros momentos, andan como asustados de sus culpas ante­ riores, pero paulatinamente, al socaire de las alabanzas de los demâs, y la familiaridad adquirida entre la vida del espi­ ritu y la mundana, se persuaden de que eso es lo que Dios quiere. d) Sacrificio universal No; la piedad ha de ser real y universal. Pretendemos ir poco a poco con el pretexto de que un cambio repentino no conduzca râpjdamente al fracaso. Deseamos romper con una amlstad culpable, pero no abandonamos los espectâculos y las conversaclones peligrosas... No. La conversiôn, si no es entera, no vale nada. La perfecciôn se alcanza por grados, pero el mundo y cuanto él encierra de perverso ha de abandonarse de repente. e) Sacrificio de los honores Jesucristo lo ofreciô todo de una vez. Ocultô sus honores y su gloria al penetrar en su propio templo. He aqui un pun­ to en el que raramente lo sacrificamos todo. Nos apartamos de los vicios. Pero no solemos apartarnos de la vanldad y ostentaciôn. Quisléramos hasta asociar nuestros titulos y blasones a los actos de reverenda que tributamos a Dios. Si 664 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. construimos templos, altares u hospitales, allâ van nuestros escudos y nuestros hombres. Los sacrificios ocultos no nos agradan; las obras de religion Que nos confunden con el pue­ blo, menos. Es necesario que cuanto obramos para el cielo ostente el carâcter de lo que somos en la tierra. iCuânta industria désarroilaron los santos para obrar de distinta manera! Dios busca la humildad. No le hablô a Moisés hasta que no se despojô de todas las dignidades de la casa de Faraôn y vlviô como pastor oscuro (Ex. 3,1-6). f) Sacrificio de la reputaciôn Cristo se ofreciô como si fuera un pecador. Tu procuras excusarte de cumplir tu obligaciôn por no parecerlo. Si restituyo y abandono mi espléndido modo de vivir, sospecharân... Ya hace tiempo que el mundo recela que vives a costa de las lâgrimas del pobre. Si rompo tal trato y amistad, pensarân... Ya hace tiempo que lo piensan. Ademâs, cuândo se trata de la salvaciôn, no se debe temer la humillaciôn indispensable. g) Sacrificio voluntario y superabundante Cristo se ofreciô voluntaria ce ente, y mâs allâ de lo nece­ sario, porque le impulsaba el amor. Si nuestra conversion fuera obra de un gran amor, no andariamos buscando siem­ pre la mâxima mâs suave y menos molesta y formando pla­ nes de vlrtud en los que participa casi tanto el mundo como el Evangello. El orador explana el ejemplo de la conversion sincera basada en el amor y el deseo de satlsfacer por nuestros peca­ dos, y de las conversiones a medias, como la del joven rico (Mt. 16,22) y la del que quiso enterrar a sus padres (Mt. 8,21). B) La fidelidad Hemos visto las causas de la poca sinceridad en la conversiôn. Vamos a ver cômo el defecto de fldelldad acarrea su duraciôn escasa. Maria nos da el ejemplo contrario. Los motivos de la infidelldad suelen ser: l.°, una prudencla de la carne, que se las ingenia siempre para encontrar inconvenientes en los fines a que la gracia nos destina; °, una soberbia, que tropleza hasta con los dones del Espi­ 2. ritu Santo, y 3.°, una cobardia, que consulta demasiado el amor propio y mide las obligaclones por nuestra flaqueza. SEC. 5. a) Maria AUTORES VARIOS. MASSILLON no tuerce los fines de 665 Dios. Nosotros, si Maria pudo encontrar en su honor y en el de su Hijo mil motivos para no someterse a una ley de suyo humiliante. Pero desde Nazaret sabia que la oscuridad de la fe no nos permite ver muy claro en los designios de Dios, que deben aceptarse sencillamente. Pocos imitadores ha encontrado. Siempre sabemos hallar pretextos para torcer la voluntad de Dios, escudândonos en razones pias: no te singularices en la piedad, que llamarâs la atenciôn; no te corrijas del todo, porque los inconvenien­ tes son mayores; no disimules la injuria, porque se trata del honor de la religion y no del tuyo. Contesta violentamente por el mismo motivo. Dejemos a Dios el cuidado de vengar su gloria y no queramos encubrir la nuestra con el celo. Ademâs, ôsabéis dônde quiere Dios encontrar su gloria? έΕη los éxitos? Os engafiâis. Quizâs prefiera, como lo ha preferido tantas veces, encontrarla en la paciencia del calumniado. Quizâs honraron a Dios mâs las lâgrimas del judio junto a los sauces de Babilonia que sus cânticos en el templo reconstruido. Maria no desprecia las ceremonias sencillas y populares, como muchos que, pretendiendo mayores devociones, dejan lo que la Iglesia ha instituido no para el pueblo sencillo, sino para ayudar a la piedad de todos, y terminan en una piedad ficticia o nula. La perfeccion de la vîrtud no estriba en el cumplimiento de obligaciones sublimes, sino en lo fuerte de la fe, que puede acompanar las mâs triviales». b) Maria, humilde en recibir ensenanzas de Simeon Maria, iluminada directa y abundantemente por el Espi­ ritu Santo, no desdeha oir a Simeôn lo que ella probablemente conoce. Da muestras de aprender y de admirarse. A las primeras luces recibidas no hay director espiritual que estimemos suficiente. La sencillez y devociôn nos parecen talentos destinados a salvar almas vulgares. En los mismos minlsterios mâs santos se plantea una emulaciôn de do­ nes exteriores, como ocurriô en Corinto (Act. 18,8-11). No sentimos el celo mâs que para los minlsterios aparatosos y abandonamos los probablemente mâs ùtiles para la gloria divina. Pocos se parecen a David, que se contenté con réunir materiales para el templo que habia de construir Salomôn (3 Reg. 5,5). 666 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. c) Marîa, generosa frente al desaliento La Virgen oye la profecia y se apresta a ofrendar la misma hostia que Cristo, y con el mismo espiritu generoso. iCuân pocos imitan este ejemplo! Si los padres descubren talentos en su hijo, lo miran como consagrado al mundo. Dios tiene derecho sobre él. Los santos movimientos de la gracia se estiman ligerezas pueriles. Con pretexto de pro­ bar la vocaciôn, consiguen que la pierda; pretenden que la pierda; pretenden que la razôn madure, y marchitan la inocencia, robusteclendo las pasiones. Entre los poderosos, la vergüenza de la familia viene a ser la herencia del Seftor..., los que no han sido considerados dig­ nos de brillar en vuestra casa. èEs que acaso pide el arte y la ciencia menos dignidad que el goblerno de los espiritus? Vos­ otros mlsmos exigis a los sacerdotes cualldades eminentes en todos los ôrdenes: queréls que aclaremos vuestras dudas, que consolemos vuestras aflicciones. Pues si presentâis al templo lo mâs desechable, ôcômo esperâis encontrar lo mâs precioso y excelente? Massillon expone aqui los consuelos que puede hallar un padre en su hijo sacerdote: posterldad espiritual, que perpetuarâ su nombre en el cielo; nuevo José, elevado a dignidad tan grande, que ayudarâ a sus padres en la muerte, como aquél ayudô a Jacob... (Gen. 47,29-31). VI. BOSSUET Cristo, motivo de con trad icciôn y escândalo Se conservan de Bossuet tres sermones para el dia de la Purificaciôn de Nuestra Sefiora. El primero, predicado en la capilla del Louvre el 2 de febrero de 1662 es acaso también el primero que pronunciô el orador en presencia de Luis XIV. Puede verse en la ed. Firmin-Didot Oeuvres de Bossuet, t. 3. p. 236-243. o en la de Garnier (Paris 1889), Sermons de Bossuet, t. 4. p. 292-312. En él se refiere el orador al espiritu de sacrificio y de inmolaciôn con que Jésus se ofrece a su Padre, a la obligaciôn que nos in­ cumbe en inmolamos con El y a très géneros de sacrificio que nos imponen su elemplo y el de las personas que concurren al misteriô de este dia. El segundo. predicado en la corte el 2 de febrero de 1666. en Saint Germain en I aye (cf. ed. Firmin-Didot, ibid., p. 243-262, y Garnier ibid., p. 313-336), versa cobre la necesidad de las leyes, la sumisiôn que les debemos y la dependenda en que hemos de vivir respecto a Dios y a las ôrdenes de su providenda. El tercero. predicado en Metz en 1658, en la casa ades Nouvelles converties» . «La religiôn es un sentimiento compuesto de miedo y de alegria: inspira terror al hombre, porque es pecador, y alegria, porque espera la remisiôn de sus pecados. Le inspira terror, porque Dios es justo; y alegria, porque es bueno... Por eso cantaba el Salmista: Servid al Senor con temor, servidle con temblor (Ps. 2,11)». SI Dios no nos concede mâs que bienes, y por eso Cristo estâ puesto para levantamiento de muchos, nuestros pecados nos atraen el castigo, y por eso serâ también caida para otros. Estos mismos son los caractères anunciados del Mesias. San Pablo y San Pedro se completan cuando el primero dice (Rom. 9,32): He aqui que pongo en Siôn una piedra de tropiezo, una piedra de escdndalo, y el que creyere en ella no serâ confundido; y cuando el segundo afiade: una piedra escogida, angular, preciosa, y el que creyere en ella no serâ con­ fundido (1 Petr. 2,6). Pero câllense los discipulos cuando el mismo Maestro habla: Bienaventurado aquel que no se escandalizare en mi (Mt. 11,6). B) Cristo, motivo de contradicciôn y escândalo Para calar hondamente en tan gran misterio debemos considerar que Jesucristo es motivo de contradicciôn y es­ cândalo en aquellas très cosas principales en las que consis­ te su misiôn de Salvador: en su persona, en su predicaciôn y (568 PHLSb.NTACION EN EL TEMPLO. 1NFHAOOT. NAV. en sus sacramentos... En su persona, extrada su humildad En su predicaciôn resplandece la severa e inexorable veX En los sacramentos, «lo dlré para nuestra confusion su X ma bondad y misericordia». C7 La humillaciôn de Dios repugna a los sabios A los filôsofos platônicos, segün San Agustin (De civ. Dei, 1 10, c. 29: PL 41,205), les entusiasmaba aquel comlenzo del Evangelio de San Juan: Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios (lo. 1,1); pero lo que escandallzô a los espirltus que se las daban de sublimes fué: El Verbo se hizo carne (lo. 1,14). j El Verbo, nacido de una mujer en un pesebre y, sobre todo, muerto en una cruzl... a) La primera verdad es la humildad «No querian comprender que la primera verdad que ha de saber el hombre, a quien su propia soberbla perdiô, es la hu­ mildad. Se necesltaba que un Dios venldo para ser maestro del mundo nos enseûase a humillarnos y que el primer paso indispensable para ser cristiano fuera sentlrse humilde. Pero la humanldad, hinchada con la vanldad de su ciencla, se mostraba incapaz de dar este paso, y cuanto mâs se acercaa a Dios por su Intellgencla, tanto mâs se separaba de El r su orgullo», dice San Agustîn (Contra Iulian., 4,13: PL 44,769). b) El humillarnos nos repugna «iOh desgracia’, a los crlstianos nos cuesta aprender esta lecclôn, lo mismo que a los sabios y a los grandes del mundo; lejos de imitar el humilde nacimlento de Cristo, procuramos olvldar la bajeza del nuestro. El uno se elevô por su trabajo, quién sabe si por sus delitos, y no quiere recordar nunca la pobreza en que naciô. El otro vlô la luz en alguna posiclôn ventajosa, ôpero acaso se acuerda de la debllldad, de la 1mpotencla de su mismo nacimlento? iQué poco se parecen a aquel rey, autor dei libro de la Sabiduria, que decia: Cal en la misma tierra que todos y lloré Ujual que los otros! (Sap. ... 7,3) Entremos, pues, en los profundos sentlmlentos de nuestra nada y bajemos con Crlsto si queremos subir con El. El mismo que bajô, dice San Pablo, es el que subiô sobre to­ dos los cielos para Uenarlo todo (Eph. 4,9)». Todavla hemos descendldo mâs profundamente; y aun estarlamos en el Inflerno si la gracia de Dios no nos hubiera llbrado. SEC. 5. AUTORK# V AKIOS. BOSSUET c) Ejemplo de 669 Cristo El o rador comenta el pasaje de San Pablo a los Flllpenses (2,6-7) y dice: No se rebajô sôlo tornando la forma de stervo, sino que rebajô, por asi declrlo, la misma dlvlnldad ocultândola cuanto pudo, pues llevô su obediencla hasta la muerte, y muerte de cruz (Ibid. 8). No creamos que somos de mejor condlclôn que Crlsto, ni pensemos hublr hasta El sino después de haber gustado «toda la profundldad de su Igno­ minia y haber bebido hasta las heces el câllz de sus humUlaclones». Entonces Crlsto «no serâ para nosotros ruina, sino resurrecclôn, consuelo y alegrla». D) Los hombres rechazan la doctrina de Cristo, que les muestra sus pecados a) El escAndalo de los fariseos * La doctrina ha sido el blanco segundo de contradlcclôn, porque queria encontrar pecadores que se humlllaran, y encontré, si, fariseos rapaces, Impuros y corrompldos; doctores de la ley observantes de lo pequeho, que vlolaban los pré­ ceptes mayores. éSabéls lo que les sublevaba contra el Hijo de Dios? El mismo nos lo dice: Viiw la luz del mundo, y los hombres amaron mâs las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas (lo. 3,19). Como Crlsto les exlgia que confesaran sus pecados, le perslguieron con mayor safia que a cualquier otro profeta. No sabemos de dônde vlene (lo. 7,27), es un blasfemo (lo. 10,33), que viola el sâbado (lo. 9,16), un samaritano (lo. 8,48), un scdicioso (Le. 23,2), glotôn y amîgo de pecadores (Mt. 11,19), endemoniado (Mt. 9,34: 12.24)... Hasta le pospusieron a un ladrôn de caminos (Mt. 27,21; Mc. 15,15; Lc. 23,18-25), y es que sus mllagros y su doctrina aparecian tan patentes que no les quedaba mâs remedio que o confesar o sublevarse. Prueba hay de ello cuândo, ante la evldencla de la resurrecclôn de Lâzaro, lo condenaron a muerte (lo. 11,46-57). b) El hombre no puede sufrir la verdad «Nunca fué combatlda la verdad con mayor dureza, por­ que nunca habia sido mâs cierta, mâs convincente ni, por asi declrlo, mâs soberana. Entonces se descubrleron los pensamlentos que muchos escondian en sus corazones. ôSabél.s cuâles eran? Pues que el hombre no puede sufrir la verdad y que preflere no ver su pecado, para continuar en él. a recono- PRESENTA CIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. N AV 670 cerle para curarse. En una palabra, que el mâs grande enenûgo del hombre es el hombre mismo... He aqui el secreto y el pensamiento profundo del humano llnaje, que debia revèlarse ante la presencia de Jesucristo y de su luz. Para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Le. 2,35)». c) Exhortaciôn Guârdate, hermano, de merecer que se cumplan en tl aquellas palabras de Cristo: Buscâis matarme porque mi pa­ labra no ha sido acogida por vosotros (lo. 8,37). «La luz de tu concienda y esa guerra secreta que se levanta dentro de tu corazôn no te conmueven y quisieras apagarla. Las verdades del Evangelio te escandalizan, te molestan, y por eso las combates, no porque tengas razôn alguna, ya que los testimonies de Dios son firmisimos (Ps. 92,5), sino por tu pereza, por tu ceguera, por tu furor». Ya no te queda mâs que una lucecita en la concienda (lo. 12,35). Es Cristo, que brilla dentro de ti todavia; marcha, pues, a su luz, «para que no te sorprendan las tinieblas, pues el que camina en tinieblas no sabe por dônde va (lo. 12,^5) y termina tropezando con la piedra, y sus caminos se convierten en precipicios». E) El mundo abusa de la bondad de Dios «Lo que mâs llama la atenciôn es que el ùltimo motivo de escândalo que ha sublevado al mundo contra Jesucristo haya sido su bondad. Si en su paslôn, si en su vida, los ultrajes 11egaron hasta el colmo, fué porque se abandonô a la injusticia, como dijo San Pedro (1 Petr. 2,23), porque se dejô golpear impunemente, como el cordero ante quien lo trasquila...; fué porque obrô prodigios para hacer el bien a sus mismos enemigos y no para impedir el daûo que éstos querian ocaslonarle; de ahi viene el gran escândalo de Israel y su tropezar con Cristo». 'Pero este escândalo de Israel se ha repetido en la misma Iglesia de Dios. Desde Juliano el Apôstata, que se escandalizaba del bautismo, afirmando que el perdonar todos los pe­ cados constituia una invltaciôn al mal; desde los herejes, que quisieron que en el sacramento de la penitencia no se perdonaran nuestras culpas, el escândalo ha llegado hasta nos­ otros, que abusamos de la bondad de Dios, conflando en un perdôn suceslvo de nuestras faltas, y pretendemos que se nos perdonen sln arrepentlrnos. iCuântos cristianos dicen que se arrepentirân después! iFalaz pensamiento! El que se arre- SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 071 plente de una acciôn tiene motivos sobrados para no cometerla. Temblad, hermanos, al abusar del espiritu clemente del Seiior. SI no hay pecado que no borre la sangre de Cristo, hay uno que no se perdona, y Dios puede cansarse de los que abusan de su perdôn y trocar en supllclos todas sus gracias. Mirad, pues, al pesebre, y que la bondad de Dios, lejos de servir de titulo para que le ofendamos, nos impulse a inflamarnos en su amor, y en vez de ser la piedra de escândalo en que tropecemos, nos abra el camino de la eterna gloria. VH. BOURDALOUE Obediencia y fervor de espiritu «rtractamos el sermon de la Purificaciôn de Nuestra Senora, que puede verse integro en Sermones de los misterios de la Vir­ gen, trad, de Miguel del Castillo (Madrid 1778), voL 10 de las Obras completas, p. 125-172). A) La obediencia a la ley Maria condujo a Jésus al templo para obedecer la ley. La inmensa mayoria de los delitos se cometen por desobedecerla La desobedecemos por el orgullo, que nos torna insolentes y libertinos, o por la tibieza, que debilitândonos nos asusta ante el cumplimiento de la obligaciôn. Maria, con su obediencia, nos da ejemplo de humildad que acata la ley y de humildad heroica que supera sus dificultades. B) La soberbia nos inclina o a la rebeldia o a buscar excusas Pecamos por soberbia cuando a lo menos con nuestras obras repetimos el non serviam de Satân (1er. 2,20) o cuando, engafiândonos a nosotros mlsmos, buscamos pretextos que nos dispensen de la ley. He aqui el pecado capital de los grandes siglos, que viven como si la ley de Dios no se hubiera hecho para ellos y como si David no proclamara que precisamente los pueblos tendrian un legislador para que supiesen que eran hombres (Ps. 9,21), También los pobres suelen ser rebeldes, si no por la soberbia de su posiciôn, por la licencia de sus vlclos. Pero Maria no sôlo obedece sln obligaciôn, sino que somete a la ley a su propio Hijo, mâs grande, mâs libre y mâs exento que ella misma. Un rey obediente presentado por una madré obediente da ejemplo a grandes y pequefios. 672 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. a) Très motivos para que los grandes obedezcan la ley Las leyes divinas se imponen a los grandes con mayor interés que a los pequefios. l.° Cuanto mayores sols, mayor honra podéis tributar a Dios, como Jesucristo le honrô mâs que otro cualquiera. 2.° Dios colocô a los grandes en la tierra para tener quien pudiera honrarle mâs. Tal es el favor que os ha dispensado, porque de lo contrario no hubiera sido equitativo al distribuir desigualmente los honores dei mundo. Pero nunca creâds que os asignô la condiciôn de que dlsfrutâis para que obrarais a capricho, segûn vuestra voluntad. Los mis­ mos reyes estân para servir al Senor (Ps. 101.23). El propio Jesucristo, cabeza de los predestinados, hubo de honrar a su Padre y obedecerle (Gai. 4,4). 3.° Dios colocô a los grandes en el mundo para que fueran modelo de santa dependencia, como Cristo y Maria. b) Très motivos para que los humildes obedezcan la ley Y vosotros, cuyas almas debo amar con mayor ternura y reputarlas tanto mâs preciosas cuanto, recibiendo menor par­ te de las ventajas dei siglo, participan menos de su desorden y corrupciôn; vosotros, cuya vocaciôn es depender de los de­ mâs, mirad a Maria y a Jésus. Se sujetan a la ley: l.° Para consolaros en vuestro estado. que se reduce al exclusivo ar­ bitrio de la obediencia. En el estado que escogiô Cristo, quien teniendo la forma de Dios eligiô la de siervo y prefiriô someterse a la ley antes que darla. Pensad que los que os mandan serân juzgados, como vosotros, segûn la ley. 2.° Para instruiros del modo cômo debéis obedecer a los que os gobiernan. Obedecedles como a Dios, no como a hombres (Col. 3,23). Sin esto vuestra obediencia serâ servii, pagana e infructuosa ante el Sefior. 3.° Para avergonzaros de la oposiciôn que mostrâis a depender de Dios y de su ley, cuando con tanta docilidad os sujetâis a los hombres. San Pablo decia: Obedeced a vuestros amos segûn la carne como a Cristo (Eph. 6,5), y hoy me parece que tengo que deciros: Obedeced a Cristo como a los sefiores de la tierra. c) La obediencia no humilla. sino que ensalza No creâis que la sujeciôn a la ley os humilla, como habéis pensado. La obediencia a la ley santa es la gloria del hombre, que aparece tanto mâs libre cuanto mâs sujeto a ella. En las leyes humanas la libertad y la exenciôn constituyen un privi­ SEC. 5. AUTOKES VARIOS. BOURDALOUE 673 legio; la gran prerrogativa de la gracia es la incapacidad de emanciparos de la ley divina. Cuanto mâs obedientes a ella, mâs santos, mâs elevados, mâs prôximos a Dios. Maria nos da el ejemplo. d) Endurecimiento y excusas. Marîa Ejemplo contrario de Gentes desordenadas piensan que Dios ni ve ni castiga cuando no se lo imaginan acomodaticio a sus pecados. «jLo sabe acaso Dios, lo conoce el Altisimo? (Ps. 72,11). Claro estâ que hay quien no llega nunca en teoria a tamano dislate, pero en la prâctica se incurre en ello con la costumbre de pecar. El libertino, en realidad, piensa: he pecado, ty qué me ha sucedido? (Eccli. 5,4). Mucho han llorado los profetas este endurecimiento. Si yo predicase a las gentes sencillas, les mostraria sus culpas; pero a vosotros, grandes dei mundo, os tengo que decir con el pro­ feta Malaquias: No sôlo pecdis, sino que escandalizàis al pueblo (Mal. 2,8). Quienes no llegan a este endurecimiento, buscan razones que acomoden la ley a sus gustos o les excusen de ella. La usurpaciôn de los bienes es aconsejada por la politica, por no decir la codicia; la venganza, por el honor; la ocasiôn proxi­ ma de pecado no se abandona, porque sus aparentes vinculos no se pueden romper o se confia en las propias fuerzas; la abstinenda y el ayuno se consideran una quimera irrealizable. Maria, exenta totalmente de la ley, se subordina a ella, porque no querla su Hijo que comenzase su vida dando pré­ texte a una aparente transgresiôn. No penséis que he venido a dbrogar la ley y los profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla (Mt. 5,17). Antes pasardn el cielo y la tierra que faite una jota o una tilde de la ley hasta que se cumpla (ibid. 5,18). Comparémonos con ambos; a nosotros nos solemos preguntar: èEs precepto? ôDepende de ello mi salvaciôn? Nor­ ma engafiosa que nos expone a la condenaciôn eterna, porque entre la ley y el consejo no hay mâs que un paso, y comportândonos asi, caminaremos siempre muy cerca del preclpicio. e) Exhortaciôn Bienaventurados aquellos que andan en camino inmaculado, que andan en la ley de Yavé (Ps. 118,1). El que diô la ley otorga el premio al que la guarda. La gracia colocô a Maria por encima de la ley, la humildad la sujeta a ella. Lo contra­ rio que nos sucede a nosotros: la gracia y la humildad nos Le palabra <1r Crhto 1 22 PRESENTAC10N EN EL TEMPLO. INFRAOC1'. N AV. 674 Inspiran la sumisiôn, porque nuestra gracia es la que se con­ cede al penitente. C) Nuestra tibieza se opone a la obediencia No es fâcil que nos excuse la dlficultad de la ley. Es nues­ tra tibieza la que se opone (Deut. 30,1 Iss). No hay que ir al desierto ni pasar el mar para cumplir la ley de Dios. Estâ en nuestro corazôn y en nuestros labios, como decia Moisés al pueblo escogido. Nosotros solemos imaginar lo contrario y decir: éQuién puede subir por iiosotros a los cielos? (Deut. . 30,12) Lo que nos asusta del rigor de la ley es que a veces nos obliga a privarnos de lo que mâs nos agrada, como abstenernos de algunas de las alegrias de la vida o renunciar a ciertos honores Indignos. Maria nos da ejemplo. Veamos sus lecciones. a) Maria nos ensena a sacrificar lo que amamos Maria no tiene mâs que un hijo, y por obedecer a la ley lo sacrifica. Después acepta la profecia de Simeôn. Verdad que la observanda de la ley nos puede costar el sacrifido de lo que mâs amamos. Podria mandar que sacrificâramos, como Abraham, a nuestro propio hijo. Pero no. Nos ordena Inmolar a lo sumo al primogénito de nuestro corazôn, la pasiôn dominante, que, al fin y al cabo, constituye un trato vergonzoso que nos deshonra y llena nuestra vida de melancolia y desesperanza. ôPodemos contestar a Dios diciéndole: Me pedis mucho? Si nos mandase sacrificar inclinaciones inocentes y légi­ timas, nada podriamos replicarle. Es el Sefior. Pero cuando me dice: Sacrificame, cristiano, lo que te dafïa y te condena.’.., ôqué réplica cabe ante tan provechosa demanda? Para endulzar nuestro sacrifido, consideremos, en fin, como Maria, que la ofrenda aplaca la ira de Dios, cumple con la mucha obllgaciôn que le debemos y granjea para nosotros los favores divinos. b) Maria nos ensena a privarnos de algunas dulzuras DE LA VIDA Maria, acepiando la profecia de SImedn, sacrifica las dul­ zuras de su vida. Me dirijo ya no sôlo a los que no quieren dejar de vivir como mundanos, sino a los que son piadosos con tal de que SEC. 5. AUTORES VARIOS. FABER la devociôn y la dulzura acompafien su piedad. Si alegrias y gustos tan santos como los de Maria debieron sacrificarse, no es justo que exceptuemos los nuestros. c) MARÎA NOS ENSEÎÏA a SACRIFICAR EL FALSO HONOR Maria, cuando se présenté en el templo a purificarse, apareciô en el mismo estado y condiciôn que las demâs mujeres y se oscurecieron sus privilegios. Nosotros no aspiramos sino a conservar las aparlencias. Unas veces guardamos la ley de Dios sôlo movidos por el falso honor, y otras este mismo falso honor nos mueve a sacrificar la ley. d) Exhortaciôn La dirige al rey, alli présente; alaba sus virtudes y le in­ vita a perseguir los vicios dentro de la naciôn y dentro de su mlsma aima, si los viera brotar. VIII. P. FEDERICO G. FABER El primer dolor de la Santisima Virgen El evangelio de la présente dominica constituye el primer dolor de la Santisima Virgen, del que se suele predicar en todas las novenas. Reproducimos por eso aqui el correspondiente capi­ tulo del P. Faber (cf. Al pie de la cm o los dolores d-e Maria, trad. D. G. Tejado, 7.‘ ed. [Madrid 1933], c. 2, primer dolor, Profecia del santo Simeon, p. 98-144). Comienza el autor describiendo la escena evangélica. pasaje que suprimimos, limitândonos a extraer las principales consideraciones. A) La tribulacion de Maria, signo de santidad En cuanto Maria présenta a Dios una ofrenda digna de El, reclbe inmediatamente el galardôn de un dolor indecible para toda su vida, porque es pensamiento fijo del Sefior que las penas de este mundo sean raices de las gracias del otro. Por eso se gozan los santos en padecer, pareciéndose a Cristo. El dolor apaga las engafiosas fosforescencias dei mundo, y al dejarnos en apariencia sumldos en la oscuridad, nos per­ mite divisar claramente a Dios. La inmensidad del dolor de Maria y la rapidez con que acepta su oblaciôn, demuestran la santidad de nuestra Madre, pues Dios proporciona las tribulaciones con las fuerzas neces arias para sobrellevarlas. Ô7tî PRESeNTACIÔN EN EL 1EMPL0. INi’KAÜCT. NAV. a) La predicciôn de Simeôn amarga toda la vida de Maria Desde este momento todo fué dolor para Maria: el tiempo, porque acortaba la distancia del Calvario; la vislôn del Nifio, que se lo recordaba; la de los campos y la ciudad, que traia a su pensamlento algo relacionado con la Pasiôn. Cuando sufrimos, los trabajos cotidianos nos agobian. La Santisima Vir­ gen bubo de desempefiâr sus tareas siempre bajo esta aflicciôn. El tiempo no pudo desgastarla, porque tenia siempre présente a Jesûs, cuya vision se la recordaba. Este dolor se compone ademâs de los siguientes: l.° Fué ella misma quien of recia a su Hijo para el sacrificio de la cruz como una ofrenda que no estaba dispuesta a retractar. ° Vio que su Hijo seria seüal de contradicciôn aun antes 2. de su muerte. 3.° Viô que habia de ser sefial de ruina, pues no se convertirian los contradictores e inutilizarian su sa­ crificio y el de Jesûs. 4.° Considero que esta ruina habia de sobre venir principalmente sobre su patria, la de los profetas, la de sus padres. Ciertamente que ninguna madré desearia tal destino para su Hijo. b) Gracias 1. de que Maria da muestras Acata integramente la voluntad de Dios La santidad consiste precisamente en esa abnegaciôn que nos parece fâcil cuando somos venturosos, pero que se convierte en dificil cuando llega la hora de la injusticia. Cada uno tiene su punto de vista; procurar que el nues­ tro coïncida con el de Dios, constituye la esencia de la perfec­ ciôn. Dios ve el mundo; la Iglesia, nuestra vida y nuestro destino, y nosotros debemos acomodamos a su modo de ver. Algunos designios de Dios se conocen fâcilmente. Importa obedecerlos en seguida, y lo conseguiremos por grados con el avance en la virtud; para conocer otros, hemos de desprendernos de todas nuestras miserias y debilidades y recurrir a los métodos de la ascética. 2. Acepta esta voluntad generosamente En nosotros, la generosidad se mide por la repugnancia. Maria no tuvo que sostener ninguna lucha, aunque si soportar el sufrimiento. Sufrimiento y repugnancia son cosas dis­ tintas; Maria sufre, pero sin rebeliôn, porque su intima uniôn con Dios no permite ni sombra de rebeldia. Si el Sefior luchô en Getsemani fué porque repugnaba a su inocencia cargar con las iniquidades dei mundo, punto culminante de su gran­ diose sacrificio. SEC. 5. AU TORES VARIOS. FÂBER Ensenanzas del dolor de Maria B) Marîa a) sufre durante toda su vida También nosotros tendremos siempre, mâs o menos, por companera a la cruz. Unas veces por haber abrazado un es­ tado que no nos convenia, otras por defectos de las personas a quien amamos..., siempre nos saldrâ al paso la cruz... ôQué hacer con estas penas? Lo que Maria, no buscar el consuelo humano, sino sufrir en silencio y gozosamente. Pensar que la Virgen no padeciô un solo instante sin unir sus amarguras a las de Cristo y entender que podemos también unir las nues­ tras. Aun cuando nuestros dolores provienen del pecado, Je­ sûs no rechazarâ nuestra ofrenda, sino que, ademâs de aceptarla, serâ nuestro consuelo. b) El sufrimiento nos preservarâ de muchos pecados Digamos: ôte empenas en no dejarme hasta el sepulcro? Pues bien, tu serâs mi ângel de la guarda. Maria nos ensefia también que de ningûn modo podemos emplear mejor los dones de Dios que restituyéndoselos. Todo lo que poseemos, fuera del pecado, pertenece a Dios, y Dios nos lo ha concedido sin olvidar que El es nuestro fin ultimo. Devolvâmoselos. pues; seamos ninos que entregan a su padre sus tesorillos para que los custodie. Seamos como los canales de la sangre, que nace y vuelve al corazôn, de donde saliô, sin detenerse en vaso alguno donde se pueda corromper c) Nuestra aflicciôn es nuestra Aprendamos que la tribulaciôn constituye el premio de la santidad. Aprendamos que nuestra aflicciôn nos pertenece y no esperemos que nadie la comprenda. Triste cosa es conflar en la compasiôn ajena y ver que terminamos importunando a los demâs. Sepamos, en cambio, que Dios harâ que nuestro corazôn se pueble de tantos ângeles como penas lo atribulan. d) Las alegrîas, cebo de nuestras pruebas Aprendamos que las alegrîas que envia Dios son cebo de nuevas tribulaciones, cosa que llevamos harto bien experimentada en nuestra vida. La felicidad disfraza y oculta las PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 678 realidades de nuestra existencia; sôlo el dolor nos quita la careta y descubre la verdad. Cambiar las alegrias en pesâtes, he aqui nuestra tarea segura en este mundo. Trocar los pesares en alegrias corresponde al cielo, y acâ abajo en la tierra a la gracia y a la fe. e) Persecuciôn por Jesûs Aprendamos a padecer sufrimientos que tienen a Jesus, por causa. Cuantos siguen a Jesucristo padecerân tribulaciones, y es raro que hasta el reclnto doméstico del amor ciego del marido, de la mujer y de los padres no se convierta en persecuciôn, mâs o menos severa, para la esposa, el esposo o los hijos que se aflcionan a la piedad. IX. J. B. TERRIEN La Maternidad universal de Maria En Navidad aparece Maria como Madré de Dios y Madré nues­ tra. pero esta maternidad universal no se cumple hasta que se consuman sus dolores en la pasiôn. Tal es el tema homilético que nos brinda la dominica infraoctava al anunciamos el primer dolor de Nuestra Seriora (cf. La Madré de Dios y La Madré de los hombres, Ediclones Fax [Madrid 19421, t. 1, 1. 3. Maria on el Cal­ vario, c. 1, jPor qué debia subir al Calvario?, p. 103-117). A) Maria es nuestra Madré por el dolor En la encarnaciôn y en el nacimiento, Maria Santisima fué, como es évidente, Madré de Dios, pero a la vez, al traernos al Redentor dei mundo, y con El las gracias salvadoras, fué también constituida Madré de los hombres. «Para que Maria sea completamente nuestra Madré no le basta haber merecido su divina fecundldad, ni haber libremente dado a luz al autor de la gracia y de la vida. Es menester que suba al Calvario con su Hijo y que participe en la Pasiôn del Redentor de los hombres. Sôlo con esta condiclôn oirâ de labios de Jésus las palabras que promulgan auténtlcamente su maternidad espiritual» (1. 3, c. D... a) La Redenciôn se inicta en la Encarnaciôn y se con­ suma en el Calvario En las humilias de los Padres se repite con mucha frecuencla que el dia de la concepclôn o nacimiento del Sefior la humanidad ha sido liberada. Por otra parte, los mismos SEC. 5. AUTORES VARIOS. TERRIEN 679 Santos Padres y la Sagrada Escritura nos aseguran que el hombre no fué libre hasta que Cristo muriô en la cruz. Si el grano de trigo no cayere en la tierra y muriere, quedard solo; pero si muriere llevarà mucho fruto (lo. 12,24-25). Ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, tendra posteridad (Is. 53,10). «ôCômo resolver esta aparente contradicciôn? De un modo muy sencillo. jSi! En el Calvario y por sacrificio sangriento... Jésus nos ha libertado y salvado. Alli solamente fué pagado el rescate... Pero esta reparaciôn comienza al entrar Jesucristo en el mundo. San Pablo nos lo advierte en su Epistola a los Hebreos: Entrando en este mundo, dice: No quisiste sacrificios ni oblaciones, pero me has preparado un cuerpo...; entonces yo dije: Heme aqui que vengo... para ha­ cer, ioh Dios!, tu voluntad... En virtud de esta voluntad so­ mos nosotros santificados por la oblaciôn del cuerpo de Je­ sucristo, hecha una sola vez (Hebr. 10,5-10). Tal es el plan divino de la Redenciôn... Ser concebido, nacer, crecer, inmolarse, es para Cristo como un solo y mismo acto de Redentor y Salvador. El sacrificio cruento presupone lo que antecede, y lo que antecede estâ ordenado, por los decretos del Padre y la aceptaciôn del Hijo, al mismo fin: la salud del hombre». Cualquier acto de Cristo pudo bastar para salvarnos, pero la voluntad del Padre era que la muerte fuese el rescate de la salud dei mundo; «y he aqui por qué la Sagrada Escritura puede atribuir los bienes inestimables de la Redenciôn, ya a la Encarnaciôn, ya a la inmolaciôn de Dios hecho hombre. A la Encarnaciôn, porque, ademâs de que es la Redenciôn comenzada, va con todo su peso hacia el sacrificio del Calva­ rio, puesto que Cristo nace mortal para morir; a la inmola­ ciôn cruenta, puesto que a ella pertenece el completar el precio». b) La maternidad de Maria se completa junto a la cruz Aplicando esta doctrina a Maria, veremos que su mater­ nidad espirltual ha de consumarse al pie de la cruz. Es Ma­ dré nuestra porque engendré a nuestro Salvador, principio de la vida sobrenatural, pero sobre todo porque es una con Cristo en el misterlo final de la Redenciôn. El mismo San Ignacio en los Ejercicios Espirituales (cf. 2.a semana, Contemplaciôn de la Natividad) dice: «Mlraré y conslderaré lo que hacen Nuestra Sefiora y San José, cômo se ponen en camino, cômo sufren mil pruebas a fin de que el Sefïor nazca... y muera por ûltimo en cruz, y todo esto por mi». El morir Cristo fué una consecuencia de su ofrecimiento en el instante de ser concebido; los dolores de Maria son una consecuencia de aquel fiat de la Encarnaciôn (Lc. 1,38). 680 PRESENTACION EN EL TEMPLO. INFRAOCT, NAV. B) Maria ofrece su Hijo y sus dolores en el templo Segân todos los autores, Cristo y Maria renovaron este ofertorio al presentarse en el templo. Cristo se ofreciô por medio de su Madré, y ésta conocia perfectamente el signiflcado de la oblaciôn. Aquellos primogénitos judios que debian ofrendarse al Padre, representaban al primogénito de Maria, a Cristo y a su inmolaciôn, del mismo modo que lo representaba el cordero pascual. Maria, pues, al ofrecer a su Hijo estaba renovando con Cristo la oblaciôn de su vida para redimir al pueblo. «Ahora bien, para apartar de ella todo equivoco, o mejor dicho, para que nosotros mismos penetremos seguramente en el sentido mâs recondito de la ofrenda exterior, he aqui que viene el anciano Simeôn conducido por el Espiritu Santo; recibe el Nifio de manos de su Madré, como para tomar posesiôn en nombre de la humanidad, y lo proclama en alta voz el Salvador prometido desde el origen de los siglos; pero un Salvador que sera de tal modo objeto de contradicciôn, que una espada de dolor atravesarâ el corazôn de su Madré (Le. 2.28)». Cosa digna de notarse es que Simeôn no se dirige a José, porque él no habia de hacer la ofrenda. José puede morir antes de la cruz; quien se necesitaba que llegase hasta ella era Maria. «ôNo veis en todo eso, que le sucede a la Madré lo mismo que al Hijo? Para El la concepciôn, el nacimiento, la circuncisiôn, la presentaciôn en el templo, todos sus misterios, en una palabra, aun cuando significan la redenciôn comenzada, son mâs bien compromisos para completar la oblaciôn final, que serâ la Redenciôn consumada. Si, pues, Maria ha de ser la Madré de los redimidos. como Jesucristo el Salvador y el Padre, es menester que lleve, en cierto modo, su ofrenda hasta donde El llevarâ la suya, esto es, hasta el Calvario. Pararse antes séria no participar de la misiôn redentora sino a médias y. por consiguiénte, no hacer sino a medias también esa gran labor que da a Dios hijos adoptivos». Si un cristiano se esfuerza para que su hijo sea sacerdote, y le entrega el pan y el vino, no podrâ decir que se ha unido Intimamente al sacrificio sino cuando oye su misa y la ofre­ ce de corazôn. Maria diô la materia del sacrificio, diô al mis­ mo sacerdote y estuvo presente junto al altar. SEC. 5. C) 681 AUTORES VARIOS. TERRIEN Maria, asociada a la redenciôn 9 a) DESQUITE DEL PARAISO La Redenciôn es un desquite del paraiso. Del mismo mo­ do que junto a Adân estuvo Eva, aqui, junto a la cruz de Cristo aparece Maria. b) Maria cooperadora del Padre El Padre entregô a Cristo a su Pasiôn, se la ordenô, le ins­ piro el amor que le llevô a la muerte, y no le protegiô, sino que lo abandonô a sus enemigos. Pues el mismo Padre asociô a Maria a la obra de la redenciôn en estos très momentos. «Por consiguiente, lejos de asombrarnos o escandalizarnos de hallarla al pie de la cruz, deberia mâs bien sorprendernos el no verla alli, porque no podriamos explicarnos como Dios, la Victima, no la tomase ya por asistente en la hora y para el acto en que la ofrenda habia de consumarse. éNo hubiera sido esto rebajar la maternidad espiritual en el momento en que la paternidad de la gracia era mâs exaltada?» El Padre no sufre y Maria si; primero, porque Maria es pasible, y segundo, porque se trata de engendrar culpables. y la sangre reparadora no la derrama el Padre eterno, sino Cristo en cuanto hombre y su santisima Madré, humana también. c) Maria, ejemplo nuestro, confianza nuestra El verla sufrir nos sirve de ejemplo y nos anima a conflar en ella. 1 SECCION VI. II. TEXTOS PONTIFICIOS SOBRE LA EPISTOLA * 5’ A) Justicia social a) Qienes carecen de todo otro medio, que son la PARTE, HAN DE SUSTENTARSE CON SU TRABAJO mayor Los que carecen de capital lo suplen con su trabajo, de suerte que con verdad se puede anrmar que todo el arte de adquirir lo necesario para la vida y mantenimiento se funda en el trabajo, que o se emplea en una finca o en una industria lucrativa, cuyo sala­ rio, en ûltimo término, de los frutos de la tierra se saca o con ellos se permuta (Leôn XIH, Rerum Novarum, η 7). b) Como a mâs débiles, los patronos no pueden perjudi- CARLOS, SINO FAVORECERLOS Con extremo culdado deben guar darse los amos de perjudicar en lo mâs minimo los ahorros de los proletarios, ni con violencia, ni con engafio, ni con los artificios de la usura; y esto aun con ma­ yor razôn, porque no estân ellos suficienternente protegidos contra quien les quite sus derechos o les incapacité para trabajar, y por­ que sus haberes cuanto mâs pequefios son, tanto deben ser mâs respetados (Leôn XHI, Rerum Novarum, η. 17). ' c) El Estado debe también favorecer a los asalariados y pobres, que no pueden hacerlo por si MISMOS En el protéger los derechos de los particulares, débese tener en cuenta principalmente con los de la clase infima y pobre. Porque la clase de los ricos se deflende por sus propios medios y necesita menos de la tutela publica; mas el pobre pueblo, falto de riquezas que le aseguren, estâ peculiarmente confiado a la defensa del Es­ tado. Por tanto, el Estado debe abrazar con cuidado y providenda peculiares a los asalariados, que forman parte de la clase pobre en general (Leôn ΧΓΠ. Rerum Novarum, η. 29) SEC. 6. d) El Papa alaba a :tos pontificios 683 quienes tratan de ayudar a los pro­ letarios Muy de alabar son algunos de los nuestros, que, conociendo bien lo que de ellos exigen los tiempos, hacen experiencias y pruebas de cômo podrân con honrados medios mejorar la suerte de los prole­ tarios y, haciéndose sus protectores, aumentar el bienestar asi de sus familias como de los individuos (Leôn XIII, Rerum Novarum, η 41). B) a) Pero Y caridad cristiana una verdadera caridad cristiana debe evitar toda apariencia de protecciôn envilecedora Todavia mâs importante para remediar el mal de que tratamos, o, por lo menos, mâs directamente ordenado a curarlo, es el pré­ cepte de la caridad. Nos referimos a esa caridad cristiana paciente y benigna (1 Cor. 13,4), que evita toda apariencia de protecciôn en­ vilecedora y toda ostentaciôn (Pio XI, Divini Redemptoris, η. 46). b) Si LOS OBREROS experimentan esta verdadera caridad VERÂN CÔMO LA IGLESIA EST CON ELLOS Cuanto mâs experimenten en si mismos los obreros y los pobres lo que el espiritu de amor, animado por la virtud de Cristo, hace por ellos, tanto mâs se despojarân del prejuicio de que el cristianismo ha perdido su eficacia y que la Iglesia estâ de parte de quie­ nes explotan su trabajo (Pio XI, Divini Redemptoris, η. 46). C) a) La apostasia de las masas Desgraciadamente, las divisiones SOCIALES demuestran QUE NI SE GUARDA LA JUSTICIA NI LA VERDADERA CARIDAD Pero cuando vemos, por un lado, una muchedumbre de indi­ gentes que, por causas ajenas a su voluntad, estân realmente oprimidos por la miseria; y por otro lado, junto a ellos, tantos que se divierten inconsideradamente y gastan enormes sumas en cosas inutiles, no podemos menos de reconocer con dolor que no sôlo no es bien observada la justicia, sino que tampoco se ha profundizado lo suficiente en ei precepto de la caridad cristiana, ni se vive con­ forme a él en la prâctica cotidiana (Pio XI, Divini Redemptoris, η. 47). I I 684 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. b) La Iglesia condena la conducta de muchos catôlicos QUE, POR AFAN DE LUCRO, FUERON CAUSA DE LA PREVARICACIÔN DE MUCHOS Angustiados por nuestra paternal solicitud, estamos examinan­ do e investigando los motivos que los han llevado tan lejos, y nos parece oîr lo que muchos de ellos responden en son de excusa : que la Iglesia y los que se dicen adictos a la Iglesia favorecen a los ricos, desprecian a los obreros, no tienen cuidado ningimo de ellos; y que por eso tuvieron que pasarse a las filas de los socialistas y alistarse en ellas para poder mirar por si. Es, en verdad, lamentable, venerables hermanos, que haya habido y aun ahora haya quienes, llamândose catôlicos, apenas se acuerdan de la sublime ley de la justicia y de la caridad, en virtud de la cual nos estâ mandado no sôlo dar a cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos necesitados como a Cris­ to mismo (cf. lac. 2) ; ésos, y esto es lo mâs grave, no temen oprimir a los obreros por espiritu de lucro. Hay ademâs quienes abusan de la misma religion y se cubren con su nombre en sus exacciones in­ justas, para defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de que la Iglesia. inmerecidamente. haya podido tener la apariencia y ser acusada de inclinaise de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces de quienes se encontraban como desheredados de su parte de bienestar en esta vida. La historia entera de la Iglesia claramente prueba que esa apariencia y esa acusaciôn es inmerecida e injusta: la misma enciclica cuyo aniversario celebramos es un testimonio elocuente de la suma injusticia con que tales ca­ lumnias y contumelias se han lanzado contra la Iglesia y su doc­ trina (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 50). c) Muchos perdieron la fe porque se les explotaba INICUAMENTE Dispûtase ahora dei estado de los obreros, y que la soluciôn que se dé a esta disputa sea razonable importa muchisimo al Estado. La soluciôn acertada la darân los obreros cristianos si, unidos en sociedad y valiéndose de prudentes consejeros, entran por el camino que, con singular provecho suyo y pùblico. siguieron sus padres y antepasados. Pues por grande que en el hombre sea la fuerza de las preocupaciones, y la de las pasiones, sin embargo, si una depravada voluntad no ha embotado por completo el sentimiento del bien, espontâneamente se inclinarâ mâs a la benevolencia de los ciudadanos a los que vieren laboriosos y modestos, a los que se sepa que anteponen la equidad a la ganancia y el cumplimiento religioso del deber de todas las cosas. De donde se seguirâ también esta ventaja: que se darâ no pequena esperanza, y aun posibilidad de remedio, a aquellos obreros que viven, o con desprecio completo de la fe cristiana, o con costumbres ajenas de quien la profesa. Entienden éstos muchas veces que los han enganado con falsas esperanzas y vanas ilusiones, porque sienten que son muy SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 685 inhumanamente tratados por amos codiciosos, que no les estiman sino a medida dei lucro que con su trabajo les producen (Leôn XIII, Rerum Novarum, n. 44). d) NO ES CIERTO QUE FOR UNA LEY FATAL LOS OBREROS ESTÉN CONDENADOS A LA POBREZA Por largo tiempo el capital logrô aprovecharse excesivamente. Todo ed rendimiento, todos los productos, reclamaba para si el capital, y al obrero apenas se le dejaba lo suficiente para reparar y reconstituir sus fuerzas. Se decia que por una ley econômica completamente incontrastable, toda la acumulaciôn de capital cedia en provecho de los afortunados. y que por la misma ley los obre­ ros estaban condenados a pobreza perpetua o reducidos a un bienest ar escasisimo (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 23). e) CREYENDO QUE LA JUSTICIA NACÎA DE LEYES NECESARIAS, CON LA CARIDAD SOLO EXCITABAN A LA REBELIÔN Y AL DESEO DE REFORMAS Era un estado de cosas al cual con facilidad se avenian quienes, abundando en riquezas, lo creian producido por leyes econômicas necesarias; de ahi que todo el cuidado para aliviar esas miserias lo encomendaran tan solo a la caridad, como si la caridad debiera encubrir la violaciôn de la justicia, que los legisladores humanos no solo toleraban, sino a veces sancionaban. Al contrario, los obreros, afligidos por su angustiosa situaciôn, la sufrian con grandisima dificultad y se resistian a sobrellevar por mâs tiempo tan duro yugo. Algunos de ellos, impulsados por la fuerza de los malos consejos, deseaban la revoluciôn total, mientras otros, que en su formaciôn cristiana encontraban obstaculo a tan perversos inten­ tos, eran de parecer que en esta materia muchas cosas necesitaban reforma profunda y râpida (Pio XI, Quadragesimo Anno, n. 2). f) ABUSAR DE LOS TRABAJADORES CON AFÂN DE LUCRO ES CON­ TRA TODO DERECHO DIVINO Y HUMANO Sabido es que para determinar la medida justa del salario, débense tener présente muchos puntos de vista; pero, en general, deben acordarse los ricos y los amos que oprimir en provecho propio a los indigentes y menesterosos, y tomar ocasiôn de la pobreza ajena para mayores lucros, es contra derecho divino y humano. Y el defraudar a uno dei salario que se le debe es un gran crimen que clama al cielo venganza (lac. 5,4) : El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, dejraudado por vos­ otros, clama, y los gritos de los segadores han llegado a los oidos del Senor de los ejércitos (Leôn XIII. Rerum Novarum, η. 17). -f’». 686 g) PRESENTACIÔN EN EL T Wï ’LO. ineraoct. nav. Hay, pues, que tender a formar a los obreros en sus DERECHOS Y EN SU RESPONSABILIDAD PARA QUE ELLOS MISMOS TOMEN LA INICIATIVA El constante trabajo emprendido para empapar el ânimo de los obreros en el espiritu cristiano ayudô en gran manera a hacerlos conscientes de su verdadera dignidad y a que, propuestos claramente los derechos y las obligaciones de su clase, progresaran légitima y prôsperamente y aun pasaran a ser guias de los otros (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 7). h) La autoridad debe ejercerse paternalmente a ιμγταciôn de Dios Como el poder de mandar proviene de Dios y es una comunicaciôn de la divina soberania, debe ejercerse a imitaciôn del mismo poder de Dios, el cual, con solicitud de padre, no menos attende a las cosas individuales que a las universales (Leôn xul Rerum Novarum, n. 28). D) Funcion supletoria del Estado en la cuestiôn social a) El orden social depende mâs de la cooperaciôn de TODOS QUE DE LA ACCIÔN DEL ESTADO ' ' Que no se apague o se débilité entre vosotros la voz insistente de los dos Pontifices de las enciclicas sociales, que magistralmente enseôan a los que creen en la regeneracion sobrenatural de la humanidad el deber moral de cooperar al ordenamiento de la socie­ dad, y en modo especial de la vida econômica, impulsando la actividad de aquellos que participan de tal vida no menos que el Estado mismo (Pio XII, Conmem oraciôn del cincuentenario de la enciclica «.Rerum Novarum», η. 14). IL lïti ■ b) LO IDEAL ES QUE CADA CUAL SE OCUPE DE LO SUYO, Y EL Estado tan sôlo supla cuândo sea necesario · » ... i | Por tanto, tengan bien entendido esto los que gobieman: cuanto mâs vigorosamente reine el orden jerârquico entre las diversas aso- . .Ί ciaciones, quedando en pie este principio de la funciôn «supletiva» del Estado. tanto mâs firme serâ la autoridad y el poder social y tanto mâs prospera y feliz la condiciôn del Estado (Pio XI·, -2^ Quadragesima Anno. η. 35). ** ■ 1 SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 687 c) DEJANDO A LAS SOCIEDADES INFERIORES lo QUE ÉSTAS PUE­ DEN racer, el Estado puede atender mejor a lo que es SUYO PROPIO Conviene que la autoridad publica suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por si mismas los cuidados y negocios de menor importaticia, que de otro modo le serian de grandisimo impedimento para cumplir con mayor llbertad, flrmeza y eficacia lo que a ella sola corresponde, ya que solo ella puede realizarlo, a saber: dirigir, vigilar, urgir, castigar, segûn los casos y la nece­ sidad lo exijân (Pio XI, Quadragesimo Anno, n. 35). d) Si el Estado sustituye a la actividad privada, pronto se palpan las consecuencias nocivas Es, por tanto, noble prerrogativa y misiôn dei Estado inspeccionar, ayudar y ordenar las actividades privadas e individuales de la vida nacional, para hacerlas converger armônicamente al bien comûn; el cual no puede determinarse por concepciones arbi­ trarias ni recibir su norma en primer término de la prosperidad material de la sociedad, sino mâs bien del desenvolvimiento armônico y de la perfecciôn natural del hombre, para la que el Criador ha destinado la sociedad como medio. Considérai el Estado como fin al que debe subordinarse y dirigirse todo, solo podria tener consecuencias nocivas para la prospe­ ridad verdadera y estable de las naciones. Y esto, sea que este dominio ilimitado se atribuya al Estado como mandatario de la naciôn, del pueblo o sôlo de una clase social; sea que lo reclame el Estado como absoluto senor, independientemente de todo man­ dato. s ' Si, en efectô, el Estado se atribuye y ordena las iniciativas privadas, toda vez que éstas se gobiernan por normas internas, delicadas y complejas, que garantizan y aseguran la consecuciôn del fin que les es propio, pueden recibir dario, con desventaja para el bien del publico, si se las arranca de su ambiente natural, es decir, de la actividad privada responsable (Pio XII, Summi Ponti­ ficatus, η. 24). e) Lo propio del Estado es la tutela y defensa del orden JURÎDICO, SOCIAL Y ECONÔMICO La autoridad pûblica no debe desmayar en la tutela y defensa eficaz del orden juridico, social y de la economia, y no le serâ dificll lograrlo si arroja de si las cargas que no le competen (Pio XI, Quadragesimo Anno. η. 37). PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 688 f) Para ello es necesario que los ciudadanos coj^aboren INTELIGENTEMENTE Creemos que para alcanzar este nobilisimo intento con verdadero y estable provecho para todos, es necesaria primero y principalmente la bendiciôn de Dios y luego la colaboraciôn de todas las buenas voluntades. Creemos, ademâs, y como consecuencia natural de lo mismo, que ese mismo intento se alcanzarâ tanto mâs seguramente cuanto mayor sea la cooperaciôn de las com­ petendas técnicas, profesionales y sociales, y mâs todavia de los principios catôlicos y de la prâctica de los mismos, no de parte de la Acciôn Catôlica (porque no pretende desarrollar actividad estrictamente sindical y politica), sino de parte de aquellos de nuestros hijos que Acciôn Catôlica educa exquisitamente en los mismos principios y en el apostolado bajo la guia y el magisterio de la Iglesia; de la Iglesia, que en el terreno antes seüalado, asi como dondequiera que se agitan y regulan cuestiones morales, no puede olvidar o descuidar el mandato de custodia y de magisterio que se le confio divinamente (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 37). a) E) La necesidad de intervenir y sus limites Pero cada vez se hace mâs necesaria la intesvenciôn Es verdad, y lo prueba Ia historia palmariamente, que la mudanza de las condiciones sociales hace que muchas cosas que antes hacian aun las asociaciones pequeûas, hoy no las puedan ejecutar sino las grandes co'.ectividades. Y, sin embargo, queda en la filosofia social fijo y permanente aquel importantisimo principio que ni puede ser suprimido ni alterado : como es ilicito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia industria pueden realizar para encomendarlo a una comunidad, asi también es injusto, y al mismo tiempo es grave perjuicio y perturbaciôn del recto orden social, avocar a una sociedad mayor y mâs elevada lo que pueden hacer y procurar comunidades men ores e inferiores. Toda acciôn de la sociedad debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, nunca absorberlos y destruirlos (Pio XI, Quadragesimo Anno. η. 35). b) El individualismo colocô a LOS individuos frente al Estado, con perjuicio para ambos Por el vicio que hemos llamado «individualismo» han Uegado las cosas a tal punto que, abatida y casi extinguida aquella exube­ rante vida social que en otros tiempos se desarrollô en las corporaciones o gremlos de todas clases, han quedado casi solos frente a frente los particulares y el Estado, con no pequeno detrimento para el mismo Estado; pues, deformado el régimen social, y recayendo sobre el Estado todas las cargas que antes sostenian las FT Mi -- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 689 antiguas corporaciones, se ve él abrumado y oprimido por una infinidad de negocios y obligaciones (Pio XI. Quadragesimo Anno, n. 35). c) CONCRETAMENTE OBSTACULIZ0 EL NACIMIENTO DE ORGANIZACIONES • · OBRERAS En cada época los gobernantes de ciertas naciones, entregados comple tame nte al libéralisme, favorecian poco a las asociaciones de obreros, por no decir que abiertamente las contradecian ; reconocian y acogian con favor y privilegio asociaciones semejantes para las demâs clases, y solo se negaba, con gravisima injusticia, el derecho nativo de asociaciôn a los que mâs estaban necesitados de ella para defenderse de los atropellos de los poderosos, y aim en algunos ambientes catôlicos habia quienes miraban con malos ojos los intentos de los obreros de formar tales asociaciones, como si tuvieran cierto resabio socialista o revolucionario (Pfo XI, Quadragesimo Anno, n. 9). d) Pero Leôn XIII estimulô su nacimiento con el fin de QUE ELLAS MISMAS DEFENDIERAN SUS INTERESES No faitan catôlicos acaudalados que, «haciéndose, en cierto modo, companeros voluntarios de los obreros, se esfuerzan, con grandes dispendios, por establecer y. propagar en muchas parles estas aso­ ciaciones, con la ayuda de las cuales, y con su trabajo, puedan fâcilmente los obreros procurarse, no solo algunas comodidades en lo présente, sino también la esperanza de un honesto descanso en lo por venir (Leôn ΧΙΠ, Rerum Novarum, η. 41). leyes sôlo pueden prohibirlas cuando llevan ma­ los fines; de otro modo, carecerîan aquéllos de fuerza e) Las OBLIGATORIA Hay algunas circunstancias en que es justo que se opongan las leyes a esta clase de asociaciones, como es, por ejemplo, cuando de proposito pretenden algo que a la probidad, a la justicia, al bien del Estado claram en te contradiga. Y en semejantes casos estâ en su derecho la autoridad publica si impide que se formen; usa de su derecho si disuelve las ya formadas; pero debe tener sumo cuidado de no violar los derechos de los ciudadanos, ni, so pretexto de publi­ ca utilidad, establecer algo que sea contra razôn. Porque a las leyes. en tanto hay obligaciôn de obedecer en cuanto convienen con la recta razôn, y consiguientemente con la sempiterna ley de Dios (Leôn XIH, Rerum Novarum, η. 38). PRESENTACIÔN EN EL Tl XJ.t ?LO. INFRAOCT. NAV. wit ES DEBER DEL ESTADO INTERVENIR EN LA ORGANIZACIÔN DEL TRABAJO f) Este deber y su correspondiente derecho al trabajo lo impone y Io concede al individuo en primera instancia la naturaleza y no la sociedad, c 0 sa el hombre no fuese otra cosa que simple siervo o funcionario de la comunidad. De donde se signe que el deber y el derecho de organizar el trabajo del pueblo pertenece, ante todo, a los inmediatos interesados : patronos y obreros. Si éstos no cumplen con su deber o no pueden hacerlo por circunstacias especiales y extraordinarias, es deber del Estado intervenir en el campo del trabajo y en su division y distribuciôn, segûn la forma y medida que requiere el bien comûn debidamente entendido (Pio XH. Cincuenta aniversario de la «Jierum Novarum», n. 11). g) Pero sôlo cuando los propios trabajadores no pueden RESOLVER SUS PROBLEMAS Pero en éstos semejantes casos, como en cuanto se trata de determinar cuântas horas habrâ de dinar el trabajo en cada una de las industrias u oficios, que medios se habrân de emplear para mirar por la salud, especialmente en los talleres o fâbricas ; para que no se entrometa en esto demasiado la autoridad, lo mejor sera reservar la decision de estas cuestiones a las corporaciones de que hablaremos mâs abajo, o tentar otro camino para poner en salvo, como es justo, los derechos de los jornaleros, acudiendo el Estado, si Ia cosa lo demandare, con su amparo y auxilio (Leôn X1H, Rerum Novarum, η. 34>. h) Debe también protéger las asociaciones, pero sin entrometerse en su régimen de vida Proteja el Estado estas asociaciones que en uso de su derecho forman los ciudadanos, pero no se entrometan en su ser intimo y en las operaciones de su vida, porque la acciôn vital, de un prin­ cipio Interno procede, y con un impulso externo fâcilmente se destruye (Leôn XIH, Rerum Novarum, n. 41). i) Si CUENTAN CON OBREROS PREPARADOS, ELLOS MISMOS DEFENDERÂN SUS DERECHOS Las citadas asociaciones formarâp obreros verdaderamente cristianos, los cuales, armonizando la diligencia en el ejercicio profesional con los preceptos saludables de la religion, defenderân sus propios temporales intereses y derechos con eficacia y fortaleza, contribuyendo, con su misiôn obligada a la justicia y el deseo sincero de colaborar con las demâs clases de la sociedad, a la restauraciôn cristiana de toda la vida social (Pio XI, Quadragesimo Anno. η. 10). SEC. 6. 091 TEXTOS PONTIFICIOS II. SOBRE EL EVANGELIO A) a) «Cumplidas todas las cosas segun la Ley del Serior^) Es PROPIO DEL SER RACIONAL Y LIBRE OBRAR CON ARREGLO A LA LEY, CONOCIDA POR SU RECTA RAZÔN En primer lugar fué necesaria la ley, esto es, una norma de lo que habia de hacerse y omitirse, la cual no puede darse propiamente en los animales, que obran forzados de la necesidad, puesto que todo lo hacen por instinto, ni de si mismos pueden obrar de otro modo alguno. Mientras que los que gozan de libertad, en tanto pueden hacer o no hacer, obrar de un modo o de otro, en cuanto ha precedido, al elegir lo que quieren, aquel juicio que deciamos de la razôn, por medio del cual no sôlo se establece qué es por naturaleza honesto, qué torpe, sino ademâs qué es bueno y en realidad debe hacerse, qué malo y en reaiidad evitarse; es decir, que la razôn prescribe a la voluntad adônde debe tender y de qué apartarse para que el hombre pueda alcanzar su ùltimo fin, por cuya causa ha de hacerse todo. Esta ordenàciôn de la razôn es lo que se llama ley, por lo cual la razôn de ser necesaria al hombre la ley ha de buscarse primera y radicalmente en el mismo libre albedrio para que nuestras voluntades no discrepen de la recta razôn. Y no podrâ decirse ni pensarse mavor ni mâs perverso contrasentido que el pretender exceptuar de la ley al hombre, porque es de naturaleza libre, y si asi fuera, seguiriase que es necesario para la libertad el no aiustarse a la razôn. cuando, al contrario, es certisimo que el hombre, precisamente porque es libre, ha de estar sujeto a la ley. la cual queda asi constituida guia del hombre en el obrar, moviéndcle a obrar bien con el aliciente del premio y alejândole del pecado con el terror del castigo (Leôn ΧΣΠ, Li­ bertas, η. 8). e b) · · . · < Esta ley natural recibe su fuerza obligatoria de la LEY DICTADA POR DlOS ··«··' · ·'· · · * · · 2 * * * * · · · Tal es la ley natural, primera entre todas, la cual estâ escrita y grabada en la mente de cada uno de los hombres, por ser la misma razôn humana mandando obrar bien y vedando pecar. Pero estos mandatos de la humana razôn no pueden tener fuerza de ley sino por ser voz e intérprete de otra razôn mâs alta, a que deben estar sometidos nuestro. entendimiento y nuestra libertad. Como eue la fuerza de la Îey, qué estâ. en importer Obiigaciohes y adjudicar derechos, se apoya del todo en -fa autoridad, esto es, en la potestad verdadera de establecer deberes. y concéder derechos, y. dar sanciôn, ademâs’ con premlôs y castigos,’ a lo ordenado ; y es ; claro que nada de esto habria en el hombre, si se diera a si mismo norma para las propias acciones como un legislador. Sigueee. 692 pues, que la ley natural es la misma ley eterna, ingénita en las enaturas racionales. inclinândolas a las obras y fin debidos, como •2« razôn eterna que es de Dios, Creador y Gobemador del mundo universo (Leôn XIII. Libertas, n. 8). c) Muchas leyes positivas son mera expresiôn de la ley NATURAL Y lo dicho de la libertad en cada individuo, fâcilmente se aplica a los hombres unidos en la sociedad civil ; pues lo que en los primeras hace la razôn y la ley natural, eso mismo hace en los asociados la ley humana, promulgada nara el bien comûn de los ciudadanos (Leôn ΧΠΤ, Libertas, n. 10). d) ÛTRAS son aplicaciôn de un precepto genérico, a PECTOS CONCRETOS de la vida social AS­ De estas leyes humanas hay algunas cuya objeto es lo que de su natüraleza es bueno o malo, y ordenan. con la sanciôn debida, seguir lo uno y huir de lo otro (Leôn xm, Libertas, n. 10). e) El que gobierna no debe sanctonar ninguna ley que no dimane de la ley eterna Y la libertad en los que gobieman no estâ en que puedan mandar temeraria y antojadizamente, cosa no menos perversa que danosa en sumo grado a la sociedad, antes toda la fuerza de las leyes humanas debe estar en que se las vea dimanar de la eterna, y no sancionar cosa alguna oue no se contenga en ésta como en principio universal de todo derecho (Leôn xm, Libertas, n. 11). f) Porque carece de fuerza obligatoria la ley positiva que se aparta de la eterna Sapienti sim amente dijo San Agustin (De lïb. arb., 1. 1, c. 6,15): «Creo, al mismo tiempo, que tû conoces no hallarse en aquella dey) temporal nada justo y legitimo que no lo hayan tornado los hom­ bres de ésta dey eterna). De modo que, si cualquier autoridad estableciera algo que se anarte de la recta razôn y sea pernicioso a la sociedad. ninguna fuerza de ley tendria, puesto que no séria norma de justicia v apartaria a los hombres del bien para que estâ ordenada la sociedad (Leôn ΧΠ, Libertas, η. 12). g) Y CUANDO MANDA ALGO CONTRARIO, ES JUSTO NO . OBEDECERLA V* Pero cuândo falta el derecho de mandar, o se manda algo contra la razôn, contra la ley eterna o los mandamientos divinos, es justo no obedecer a los hombres, se entiende para obedecer a Dios. Çerrado SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 693 asi el paso a la tlrania, no lo absorberâ todo el Estado, y quedarân a salvo los derechos de los particulares, de la familia, de todos los miembros de la sociedad, dândose a todos parte en la libertad ver­ dadera, que estâ, como hemos demostrado, en poder cada uno vivir segün las leyes y la recta razôn (Leôn XIII, Libertas, η. 15h SlENDO LA OBEDIENCIA A LA LEY SUMISIÔN A LA VOLUNTAD de Dios, es deber de justicia observarla religiosamente h) En consecuencia, traen a su jurisdicciôn los matrimonios Cris­ tianos, legislando aun acerca del vinculo conyugal, de su unidad y estabilidad; privan de sus posesiones a los clérigos, diciendo que la Iglesia no tiene derecho a poseer; obran, en fin, de tal modo respecto de ella. que, negândole los derechos y la natüraleza de una sociedad perfecta, la ponen en el mismo nivel de las otras sociedades incluidas en el Estado, y, por consiguiente, dicen, si tiene algûn derecho, alguna facultad légitima para obrar, lo debe al favor y a las concesiones de los gobernantes (Leôn ΧΙΠ, tôle Dei, n. 34). i) El acto de obediencia estâ ennoblecido por el hecho de que la potestad que da la ley viene de Dios La potestad légitima viene de Dios, y el que resiste a la potes­ tad, resiste a la ordenaciôn de Dios, con lo cual queda muy ennoblecida la obediencia, ya que ésta se presta a la mâs justa y elevada autoridad (Leôn XHI, Libertas, n. 15). j) Tanto LOS SUBDITOS COMO LOS GOBERNANTES ESTÂN SUJETOS A LA LEY O, LO QUE ES LO MISMO, A LA AUTORIDAD de Dios Resulta de todo lo dicho que la natüraleza de la libertad, de cualquier modo que se la mire, ya en los particulares, ya en la comunidad, y no menos en los imperantes que en los subditos, incluye la necesidad de someterse a una razôn suma y eterna, que no es otra sino la autoridad de Dios, que manda y que veda, y tan lejos estâ este justisimo senorio de Dios en los hombres de quitar o mermar siquiera la libertad, que, antes bien, la defiende y perfecciona ; como que el dirigirse a su propio fin y alcanzarle es perfecciôn verdadera de toda natüraleza, y el fin supremo a que debe a^pirar la libertad del hombre no es otro que Dios mismo (Leôn ΧΙΠ, Libertas, n. 13). k) Cuândo la ley es jüsta mira no solo por los bienes EXTERIORES, SINO PRINCIPALMENTE POR LOS DEL ALMA Como la misma natüraleza exige del Estado que proporcione a los cludadanos medios y oportunidad con que vivir honestamente, esto es. segün las leyes de Dios, ya que es Dios el principio de toda 6ÎH PRESENTACIÔN EN EL T PLO. INFRAOCT. NAV. nr· que honestidad y justicia, repugna, ciertamente por todo extremo, sea licito al Estado el descuidar dei todo esas leyes, o establecer la menor cosa que las contradiga. Ademâs, los que gobiernan los pueblos son deudores a la sociedad, no sôlo de procurarle con leyes sablas la prosperidad y bienes exteriores, sino de mirar principalmente por los bienes del aima. Ahora bien: para incremento de estos bienes del aima nada puede imaginarse mas a pro pôsito que estas leyes, de que es autor Dios mismo; y por esta causa los que en el gobierno del Estado no quieren tenerlas en cuenta, hacen que la potestad politica se devie de su propio instituto y de las prescripciones de la naturaleza (Leôn XIII, Libertas, n. 26). 1) El ordenamiento juridico, fruto del espiritu huma­ no, ES LA PROYECCIÔN EXTERNA DEL ORDEN SOCIAL QUERIDO por Dios Quien con mirada limpia y penetrante considere la vital conexiôn entre el genuino orden social y el genuino ordenamiento juridico y tenga presence que la unidad interna en su multiplicidad depende del predominio de las fuerzas espirituales, del respeto a la dignidad humana en si y en los otros, del amor a la sociedad y a los fines que Dios le ha senalado, no puede maravillarse de los tristes efectos de aquellas concepciones juridicas que, alejândose dei camino real de la verdad, marchan por el terreno resbaladizo de postulados materialisticos, sino que echarâ de ver en seguida la maplazable necesidad de la vuelta a una concepciôn espiritual y ética, seria y profunda, templada al calor de una verdadera humanidad e iluminada por el resplandor de la fe cristiana, que hace ver en el ordenamiento juridico una refracciôn externa del orden social que Dios ha querido, luminoso fruto del espiritu humano, imagen a su vez del espiritu de Dios (Ρίο XII, Radiomensaje en la Navi­ dad de 1942, n. 23). Il) Es EL SOPORTE EXTERNO Y PROTECTOR DE LA VIDA SOCIAL QUE LE PERMITE OBTENER SU FIN Para que la vida social, cual Dios la quiere, obtenga su fin, es esencial un ordenamiento juridico que le sirva de extemo sostén, de amparo y de protecciôn; ordenamiento cuya funciôn no es dominar, sino servir, tender a desarrollar y acrecentar la vitalidad de la sociedad en la rica multiplicidad de sus fines, conduciendo hacia su perfecciodamiento todas y cada una de las energias en pacifica cooperaciôn y defendién dolas, con medios apropiados y honestos, contra todo lo que entorpece su pleno desenvolvimiento (Ρίο XII. Radiomensaje en la Navidad de 1942, n. 18). m) Aquella ordenaciôn natural no puede ser abolida EN NINGÙN MODO Las ultimas, profundas, lapidarias y fundamentales normas de la sociedad no pueden ser tocadas por obra dei ingenio humano; rân negar, ignorar. despreciar, quebrantar. mas nunca abrose SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 695 gar con eficacia juridica. Ciertamente a medida que el tiempo pasa cambian las condiciones de vida; mas no se da nunca caren­ da absoluta ni perfecta discontinuidad entre el derecho de ayer y el de hoy, entre la desapariciôn de antiguos poderes y consti­ tutiones y el resurgir de nuevos or denam ientos (Ρίο XII, Radiomensa je e7i la Navidad de 1942, n. 19). MAs todavîa: ünas leyes que no se basan en el de­ recho DIVINO, A LA LARGA SE DESMORONAN POR SÎ MISMAS n) No se debe olvidar la esencial insuficiencia y fragilidad de toda norma de vida social que descanse sobre fundamento exclusivamente humano, se inspire en motivos meramente terrenos y haga consistir su fuerza en la sanciôn de autoridad ùnicamente extema. Donde se rechaza la dependentia del derecho humano del dere­ cho divino, donde no se hace apelaciôn sino a una idea inclerta de autoridad meramente terrena y se reivindica una autonomia fundada ûnicamente en la moral utilitaria, alii el mismo derecho humano pierde justamente en sus aplicaciones mâs dificiles la fuerza moral, que es la condition esencial para ser reconocido y exigir hasta sacrificios. Bien es verdad que el poder, apoyado sobre fundamentos tan débiles y vacilantes, puede conseguir alguna vez, por la contin­ genda de las circunstancias, éxitos materiales de que se maravillan observadores menos profundos ; pero viene el momento en que triunfa la ineluctable ley que sacude todo cuanto se ha construido sobre una velada o manifiesta desproporciôn entre la magnitud del suceso material y externo y la fragilidad del motivo interno y de su fundamento moral. Desproporciôn que subsiste siempre que la autoridad pùblica desconoce o reniega dei dominio del Legislador supremo, que, si ha dado la potestad a los gobernantes, ha senalado también y determinado los limites de la misma (Ρίο XII, Summi Pontificatus, η. 23). ή) De donde cualquier positivismo juridico es condeNABLE PARA UNA CONCIENCIA CRISTIANA Entre estos postulados errôneos se debe enumerar el positi­ vismo juridico, que atribuye una engafiosa majestad a la promulgaciôn de leyes puramente humanas y allana el camino a una funesta separaciôn entre la ley y la moral; viene después la con­ ception que réclama para determinadas naciones o estirpes o clases el instinto juridico como ùltimo imperativo e inapelable norma; por ultimo, las diversas teorias, que, si bien diferentes en si mismas y procedentes de puntos de vista ideolôgicamente opuestos, concuerdan, sin embargo, en considerar al Estado o a un cierto nûmero de personas que lo representan como entidad absoluta y suprema, exenta de control y critica, aun en el caso de que sus postulados teôricos y prâcticos tropiezan y desembocan en una abierta negaciôn de notas esenciales de la concienda humana y cristiana (Ρίο ΧΠ. Radiomensaje en la Navidad de 1942, n. 22). NN PRESEN TACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. O) TAL POSmVISMO CON su «derecho legal» ha EL ORDEN ESTABLECIDO POR DlOS destruîdo El siglo XIX es ei gran responsable del positivismo juridico. Si sus consecuencias han tardado en hacerse sentir en toda su gravedad en la legislaciôn, se debe al hecho de que la cultura estaba todavia impregnada del pasado cristiano y a que los repré­ sentantes del pensamiento cristiano podian todavia, casi en todas partes, hacer oir su voz en las asambleas legislativas. Debia venir el Estado totalitario, de impronta anticristiana ; el Estado que —por principio, o al menos de hecho—rompiera todo freno frente a un supremo derecho divino, para descubrir al mundo el verdadero rostro del positivismo juridico. g Hay que subir mucho en la historia para poder encontrar un llamado «derecho legal» que quite al hombre toda dignidad personal, que le niegue el derecho fundamental a la vida y a la integridad de sus miembros, poniendo una y otra al arbitrio del partido y del Estado; que reconozca al individuo el derecho sobre sus hijos y el deber de su educacion y, sobre todo, considere el reconocimiento de Dios, supremo Seüor, y la dependencia del hombre de El como sin interés para el Es­ tado y para la ^comunidad humana? Este derecho legal en el sentido asi expuesto ha destruîdo el orden establecido por el Creador; ha llamado orden al desorden, autoridad a la tirania, libertad a la esclavitud, y al delito virtud patriética (Pio XII, Discurso a la Rota, 13 de noviembre de 1949 : «Ecclesia», n. 437). P) Y DE ÉL HA NACIDO EL ESTADO ABSOLUTO Positivismo juridico y absolutismo del Estado ; dos manifestaciones que, a su vez, derivan y dependen la una de la otra. Quitada, en efecto, al derecho su base, constituida por la ley mo­ ral y positiva, y por lo mismo inmutable, no queda mâs que fundamentarlo sobre las leyes del Estado, como su norma suprema, y he aqui puesto el principio del Estado absoluto. A su vez este Estado absoluto intentarâ necesariamente someter todas las cosas a su arbitrio, y especialmente hacer servir el derecho mismo a sus propios fines. El positivismo juridico y el absolutismo han alterado y desfigurado la noble fisonomia de la justicia, cuyos fundamentos esenciales son el derecho y la conciencia (Pio XU, ibid). B) ((Puesto estâ... para blanco de contradic cio n» a) La lucha contra Jesucristo IGLESIA continua contra su Ya anunciô Jesucristo que el odio y envidia de los hombres, de que El, antes que nadie, fué blanco, se extenderian del mismo modo a la obra por El fundada, de tal suerte, que a muchos se les im34 pediria dé hecho conseguir la salvaciôn que El por singular SEC. 6. 697 TEXTOS PONTIFICIOS beneficio nos ha granjeado. Por lo cual quiso no solamenta formar alumnos de su escuela, sino ademâs juntarlos en sociedad y unirlos convenientemente en un cuerpo que es la Iglesia (Coi. 1,24), cuya cabeza es El mi'mo. Asi que la vida de Jesucristo penetra v recorre la trabazôn de este cuerpo, nutre y sustenta cada uno de los miembros y los tiene unidos entre si y encaminados al mismo fin (cf. Rom. 12,4.5), por mâs que no es una misma la acciôn de cada uno de ellos (Leôn XIH, Sapientiae Christianae, η. 22). b) A la Iglesia transmitiô Jesucristo su propia EXCELSA MISIÔN Porque el unigénita Hijo de Dios constituyô sobre la tierra la sociedad que se dice la Iglesia, transmitiéndole aquella propia ex­ celsa misiôn divina que El en persona habia recibido de su Padre y encargândole que la continuase en todo tiempo : Como me en­ viô mi Padre, asi también yo os envio (lo. 20,21). Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumaciôn dei mundo (Mt. 28,20). Y asi como Jesucristo vino a la tierra para que los hombres tengan vida, y la tengan en mâs abundanda (lo. 10,10), no de otra suerte el fin que se propone la Iglesia es la eterna salvaciôn de las ai­ mas: por lo cual, en razôn de su intimo ser, se extiende y dilata, cobijando en su regazo a todos los hombres, sin que haya limi­ tes, ni de lugar ni de tiempo, que la circunscriban. Predicad (Mc. 16.15) el Evangelio a toda criatura (Leon ΧΠΙ, Immortale Dei, η. 14). c) De tal manera vive Jesucristo en su Iglesia, que esta SE CONVIERTE EN UNA SEGUNDA PERSONA DE CRISTO Como sutil y agudamenta advierte Belarmino (cf. De Rom. Pont., 1,9; De conc. 2,19), este nombre de Cuerpo de Cristo no so­ lamenta proviene del hecho de que Cristo debe ser considerado Cabeza de su Cuerpo mistico, sino también de que asi sustenta a su Iglesia y asi vive en cierta manera en ella, que ésta se convierte como en una segunda persona de Cristo. Lo cual afirma el Doctor de las Gentes, escribiendo a los Corintios (1.12,12), cuando sin mâs aditamento llama Cristo a la Iglesia, imitando en esta al divino Maestro, que a aquel que perseguia a la Iglesia le hablô de esta manera: Saulo, Saulo, tpor qué me persigues? (Act. 9.4). Mâs aûn, si creemos al Niseno (cf. De vita Moysis, I : PG (44.385), el Apôstal con frecuencia llama Crista a la Iglesia, y no ignorais, venerables hermanos, aquel dicho de San Agustin (S erm. 354: PL 39.1563): «Cristo predica a Cristo» (Pio ΧΠ, Mystici Corporis Christi, η. 24). d) NO PELEAR EN FAVOR DE LA IGLESIA ES PELEAR CONTRA Dios Por estas causas, no sôlo es la Iglesia sociedad perfecta y mu­ cho mâs excelenta que cualquiera otra sociedad, sino ademâs le ha impuesto su Fundador la obligaciôn de trabajar por la salvaciôn 698 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. del linaje humano como un ejército ordenado en batalla (Cant. 6,4k Esta composition y conformaciôn de la sociedad cristiana de ningûn modo se puede mudai*, y tampoco es permitido a cada uno vivir a su antojo o escoger el modo de pelear que mâs le agrade, rque desparrama y no recoge el que no recoge con la Iglesia y con Jesucristo (Le. 11,23), y en realidad pelean contra Dios todos los que no pelean con El y con la Iglesia (Leôn XIII, Sapientiae Christianae, η. 22). e) No HAY TERMINO MEDIO.’ NO QUERER DEFENDER A JESU­ CRISTO ES MILITAR EN LAS FILAS ENEMIGAS No puede ser molesto y pesado el cumplimiento de estos deberes, ya que el yugo de Jesucristo es suave y ligera su carga (Mt. 11,30). Mas si algo pareciese dificil de hacer, procurad con vuestro ejemplo y antoridad despertar en todos alientos generosos y que no se dejen veneer por ninguna dificultad. Hacedles ver, como Nos he­ mes dicho muchas veces, que corren grave riesgo bienes grandisimos y sobremanera dignos de ser codiciados; por conservar los cuales todos los trabajos se deben tener por llevaderos, siendo tan excelente el galardon con que se remuneran esos trabajos, como es grande el premio que corona la. vida de quien vive cristianamente. Fuera de que no querer defender a Cristo peleando, es militar en las filas de sus enemigos, y El nos asegura (Lc. 9,26) que no reconocerâ por suyos delante de su Padre en los cielos a cuantos rehusaron confesarle delante de los.hombres en este mundo (Leôn ΧΠ, Sapientiae Christianae, n. 55). f) En los momentos difîciles por que atravesamos, ESTAMOS CON CRISTO O ESTAMOS CONTRA CRISTO o La gran hora para la conciencia cristiana na sonado. O esta conciencia despierta a la plena y viril conciencia de su deber de ayuda y salvaciôn para la humanidad, puesta en peligro de su ser espiritual, y entonces habrâ salvaciôn y se verificarâ la formula prometida por el Redentor: Confiad: yo he vencido al mundo (lo. 16,33); o, de lo contrario, y Dios no lo permita, esta conciencia despertarâ sôlo en parte, no se entregarâ valiente a Crlsto, y se c}u*iplirâ el veredicto—terrible veredicto—no menos solemne (Mt. 12,30) : El que no estâ conmigo, esta contra mi (Pio XII, Mensaje de Pascua, abril de 1948). g) NO SE PUEDE ESTAR CON CRISTO Y CON LAS RIQUEZAS Mundo bancario e idea cristiana ; Dinero y Evangelio ; términos antitéticos en si mismos para quien tenga présente la predicaciôn de Jesucristo y el contraste que El solemnemente estableciô entre □1 también: Donde estâ tu Dios y Mammona (Mt. 6.24). Y dijo El tesoro, dlli esta también tu corazôn (Mt. 6,21). Asi que, si el hom­ bre pône su tesoro en el dinero, su corazôn estâ alli. y enfonces no oueda ya sitio en aquel corazôn para los verdaderos bienes. para SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 0 699 Dios y su justicia, porque éstos son bienes que no admiten el do­ minio de otras pasiones y que en realidad se niegan a quien queria darle todo, con excepciôn de lo mejor que tiene, que es precisa­ ment e el corazôn, con sus afectos y predilecciones (Pio XII, Dis­ curso a los empleados de Banca, 20 de junio de 1948: «Ecclesia», n. 366, 17 de julio de 1948, p. 6). C) a) ((El nino crecîa y se fortaleciav A la familia corresponde una parte importante en LA EDIFICACIÔN Y CRECIMIENTO DEL CUERPO MISTICO Deseamos, pues, que todos cuantos reconocen a la Iglesia como a Madré, ponderen atentamente que no sôlo los ministros sagrados y aquellos que se han consagrado a Dios en la vida religiosa, sino también los demâs del Cuerpo mistico de Jesucristo, tienen obliga­ ciôn, cada uno segûn sus fuerzas, de colaborar intensa y diligentemente en la edificaciôn e incremento del mismo Cuerpo (Pio XH, Mystici Corporis Christi, η. 45). b) Fin del matrimonio cristiano es engendrar conciu- DADANOS DE LOS SANTOS Y FAMILIARES DE DlOS En primer lugar, se asignô a la union matrimonial un fin mucho mâs noble y elevado que el que antes se le atribuyera, pues quedô establecido que se dirigiera no solo a propagar el género humano, sino a engendrar la proie de la Iglesia, conciudadanos de los santos y familiares de Dios (Eph. 2,19) ; esto es, para que se formase y educase el pueblo en la religion y el culto del verdadero Dios y Sal­ vador nuestro, Jesucristo (cf. Catech. Ram., VIH). En segundo lugar quedaron definidos los deberes y senalados todos los derechos de cada uno de los cônyuges. Es a saber, que se hallen éstos siempre persuadidos del grande amor, fidelidad constante y soli citos y con­ tinuos cuidados que se deben mutuajnente (Leôn XHI, Arcanum Divinae Sapientiae, η. 7). C) Los HIJOS SON UN TESORO QUE DlOS LES ENTREGA PARA QUE SE LO RESTITUYAN CON PROVECHO Y ambos (los padres) esposos, recibiendo de la mano de Dios estos hijos con gusto y diligencia, los considerarân como un tesoro que Dios les ha encomendado, no para que lo empleen exclusivamente en utilidad propia o de la sociedad humana, sino para que lo restituyan al Sefior, con provecho, en el dia de la cuenta (Pfo XI, Casti Connubii, n. 12) PRESENTACIÇN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. d) Dios ha dispuesto que, de un modo natural, sean PRINCIPALMENTE LOS PADRES QUIENES REALICEN ESTA LABOR No acaba con la procreaciôn el beneficio de la proie, sino que es necesario que a aquélla se le anada la debida educaciôn. Porque insuficientemente. en verdad, hubiera provisto Dios, sapientisimo, a los hijos, mâs aûn, a todo el género humano, si no hubiese encomen. dado el derecho y la potestad de educar a quienes diô el derecho y la potestad de engendrar. Porque a nadie se le oculta que la proie no se basta ni se puede proveer a si misma no ya en las cosas pertenecientes a la vicia natural, pero mucho menos en lo que dice relaciôn con el orden sobrenatural, sino que durante muchos anos necesita el auxilio de la instrucciôn y de la educaciôn de los demâs. Y estâ bien claro, segün lo que exigen Dios y la Naturaleza, que este derecho y obligaciôn de educar a la proie pertenece, en primer lugar, a quienes, al engendrar, incoaron la obra de la Naturaleza, y, habiéndola dejado imperfecta, les estâ totalmente prohibido exponerla a una ruina segura. Ahora bien, en el matrimonio es donde se proveyô a esta tan necesaria educaciôn de los hijos, pues, estando los padres unidos entre si con vinculo indisoluble, siempre se halla a mano su cooperaciôn y mutuo auxilio (Pio XI, Casti Connubii, n. 13). e) Por derecho natural y divino, colaboran con la Iglesia en la educaciôn de los hijos Tenemos, pues, como lo declaramos en nuestro discurro ya citado (Disc, al Coleg. de Mondragon, 14 mayo 1929), dos hechos de altisima importancia : «La Iglesia, que pone a disposicion de las fami­ lias su oficio de maestra y educadora, y las familias, que acuden presurosas para aprovecharse de él, y confian a la Iglesia por centenares y miliares a sus propios hijos. y estos dos hechos recuerdan y proclaman tma gran verdad, import anti sima en el orden moral y social. A saber, que la misiôn de la educaciôn toca, ante todo y sobre todo. en primer lugar a la Iglesia y a la familia, y que les toca por derecho natural y divino, y, por -tanto, de manera inderogable, ineluctable, insubrogable» (Pio XII, Divini illius Ma­ gistri, η. 21). f) No es sôlo un derecho inatacable DE LOS PADRES La misiôn ou» encomendô Dios a los padres de proveer al bien JVo!e procurarle una formaciôn armonlca imbuida de verdadero espiritu religioso, no ou»Je arr»batârseles sin leMonar gravemente el derecho (Ρίο ΧΠ, Summi Pontificatus, η. 26). ’ " SEC. 6. g) Sino, 701 TEXTOS PONTIFICIOS incluso, un deber gravîsimo Conjurâmes, pues, por las entrafïas de Jesucristo a los pastores de aimas que empleen toda clase de medios en las instrucciones y cat-equesis de palabra y por escritos profusamente divulgados, a fin de recordar a los padres cristianos sus gravisimos deberes, y no tanto teôrica o genéricamente cuanto prâcticamente, y en particu­ lar cada uno de sus deberes en materia de educaciôn religiosa, moral y civil de los hijos y de los métodos mâs convenientes para reallzarla efica*11 tente, ademâs del ejemplo de su vida (Pio XI, Di­ vini illius Magistri, η. 45). Hoy, h) por desgracia, muy descuidado en la familia Queremos, con todo, llamar de manera especial vuestra atenciôn, venerables hermanos y amados hijos, sobre el deplorable decaimiento actual de la educaciôn familiar. A los oficios y profesiones de la vida temporal y terrena, ciertamente de menor importanda, preceden largos estudios y cuidadosa preparaciôn, mientras que para el oficio y deber fundamental de la educaciôn de los hijos estân hoy poco o nada preparados muchos de los padres, demasiado metidos en los cuidados temporales (Pio XI, Divini illius Magistri, η. 44). i) La educaciôn debe tender al fin para el que Dios DIÔ TALES HIJOS Los padres, a quienes la misma naturaleza da derecho para edu­ car a sus hijos, imponiéndoles al mismo tiempo el deber de que la educaciôn y ensefïanza de la ninez corresponda y diga bien con el fin para el cual el cielo les diô los hijos (Leôn XIH, Sapientiae Christianae, η. 54). j) Que es eminentemente sobrenatural y divino Dios, ademâs, quiere que sean engendrados los hombres, no solamente para que vivan y llenen la tierra, sino muy principalmente para que sean adoradores suyos, le conozcan y le amen, y finalmente le gocen para siempre en los cielos; fin que supera por admi­ rable elevaciôn del hombre, hecha por Dios. al orden sobrenatural (1 Cor. 2,9), cuanto el ojo viô y el oido oyô y ha subido al corazôn del hombre (Pio XI, Casti Connubii, n. 10). k) Es, PUES, fin propio de la educaciôn formar a Jesucristo en los bautizados Fin propio e inmediato de la educaciôn cristiana es cooperar con la gracia divina a formar el verdadero y perfecto cristiano, es decir. al mismo Cristo, en los regenerados con el bautismo. segün la vlva PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. N AV. 702 expresiôn del Apôstol (Gai. 4.19) : Hijitos mios, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros Ya que el verdadero cristiano debe vivir vida sobrenatural en Cris­ to: Cristo, que es nuestra vida (Col. 3,4), y manifestaria en todas sus operaciones (2 Cor. 4,11) : Para que la vida de Jesûs se mani­ feste también en nuestra came mortal (Pio XI, Divini illius Ma­ gistri, η. 58). .__________ Ί 1) Abarca toda la vida del hombre, hasta conformarlo con Jesucristo Por esto precisamente la educaciôn cristiana comprende todo el âmbito de la vida humana sensible y espiritual, intelectual y moral, doméstica y social, no para menoscabarla en manera alguna, sino para elevarla, regularia y perfeccionarla segûn los ejemplos de la doctrina de Cristo (Pio XI, Divini illius Magistri, η. 59). 11) Y SE EXTIENDE A TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA SOCIAL Tal meta y término de la educaciôn cristiana parece a los pro­ fanos como una abstracciôn, o mâs bien como una cosa irrealizable, sin arrancar o menoscabar las facultades naturales y sin renunciar a las obras de la vida terrena ; por tanto, ajena a la vida social y a la prosperidad temporal, contraria a todo progreso en las letras, en las ciencias, en las artes y en toda otra obra de civilizaciôn. A semejante objeciôn, movida por la ignoranda y el prejuicio de los paganos, aun eruditos, de otro tiempo—repetida, desgraciadamente, con mâs frecuencia e insistenda en los tiempos modernos—, habia ya respondido Tertuliano : «No vivimos fuera de este mundo. Bien nos acordamos de que debemos agradecimiento a Dios, Sefior Creador; no rechazamos fruto alguno de sus obras; solamente nos ré­ frénâmes para no usar de ellas desmesurada o viciosamente. Asi que no habitamos en este mundo sin foro, sin mercado, sin bafios, casas, tiendas, cuadras, sin vuestras ferias y demâs trâfico. También nosotros navegamos y militamos con vosotros, cultivâmes los cam­ pos, y négociâmes, y por eso trocamos nuestros trabajos y ponemos a vuestra disposiciôn nuestras obras. Cômo podamos pareceros in­ utiles para vuestros négociés, con los cuales y de los cuales vivimos, francamente no lo veo^ (cf. Apol., 42). Por tanto, el verdadero cris­ tiano, lejos de renunciar a las obras de la vida terrena o amenguar sus facultades naturales, mâs bien las desarrolla y perfecciona coordinândolas con la vida sobrenatural hasta el punto de ennoblecer la misma vida natural y de procurarla un auxilio mâs eficaz. no sôlo de orden espiritual y eterno, sino también material y temporal (Pio XI, Divini illius Magistri, η. 60). SEC. 6. 703 TEXTOS PONTIFICIOS m) Incluso a la educaciôn fîsica y civil, en cuanto TIENE RELACIÔN CON LA RELIGIÔN Y LA MORAL Obsérvese, ademâs, que el deber educativo de la familia comprende no sôlo la educaciôn religiosa y moral, sino también la fisica y civil (Cod. I. C., c. 1113), principalmente en cuanto tiene rela­ tion con la religiôn y la moral (Pio XI, Divini illius Magistri, η. 17). η) Para educar debidamente al niïïo hay que protéger SU VIRTUD EN LAS CRISIS Y HABITUARLO, DESDE EL PRIMER MOMENTO, a SERVIR A DlOS En otros tiempos, la madre de la familia, cuando veia despuntar en sus hijos los primeros sintomas de la adolescenda, redoblada su vigilanda para protéger su virtud en la crisis de la edad. Sentia calmarse sus inquietudes al verle mantenerse fiel a sus deberes reli­ giosos, a la santificaciôn de los domingos y de las fiestas. Hoy, la observanda del precepto dominical no es ya una garantia segura para la conducta moral de la joven. Esta escisiôn entre la religiôn y la mor alidad es bastante significativa, y a que aquellos dos elementos, si son genuinos, hacen una unidad indivisible. Sin duda, ha habido siempre alguna falta moral, pero cuando la vida religiosa ha sido sana y firme, repercute en la conciencia personal y pùblica. También en esto no hay mâs que un remedio: poner ante los ojos del nifio, desde los primeros afios, los mandamientos de Dios y habituarle a cumplirlos. La juventud de hoy estâ no menos dispuesta y pronta que la de otros tiempos a obrar bien, a servir a Dios. Pero debe ser educada para esto (Pio XII, Discurso ante mâs de 40.000 mujeres de la Action Catôlica Italiana: «Ecclesia», n. 421. 6 de agosto de JL949, p. 6). ü) Ademâs de corregir desviaciones y FOMENTAR impul­ sos SANOS, HAY QUE ILUMINAR EL ENTENDIMIENTO Y FORTALECER LA VOLUNTAD Es, pues, menester corregir las inclinaciones desordenadas, fomentar y ordenar las buenas, desde la mâs tiema infancia y, sobre todo, hay que iluminar el entendimiento y fonalecer la voluntad con las verdades sobrenaturales y los medios de la gracia, sin la cual no es posible dominar las perversas inclinaciones y alcanzar la debida perfecciôn educativa de la Iglesia, perfeçta y completamente dotada por Cristo de la doctrina divina y de los sacramentos, medios eflcaces de la gracia (Pio XI, Divini illius Magistri, η. 35). ο) Hasta que se llegue a poseer a CONOCIMIENTO Y AMOR Dios por el Pero a Dios no se acerca el hombre por movimiento corporal, sino por medio de las facultades del aima, por el conocimiento y el _______ PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV amor. Porque Dios es la primera y suma verdad, y el entendimiento solo se apacienta con la verdad ; es asimismo santidad perfecta y CUTaLla voIuntad s6:° Puede aspirar y acercarse guiada por la virtud (Leôn XUI, Sapientiae Christianae, η. 1). P) ES PRECISO CONSERVAR LA VIDA Y LA PERFECCIÔN CRIS­ TIANA DE LA FAI Λί :lia la cristiana de la familia. Dondequiera ella S°”avia subsiste’ Principadmente en el campo, conservadla y defenïdhî’ ΡΟΓ?“>& aUIÎ ella esrâ en gran Peli^ro perderse. Donde ya 0e na Perdido, sobre todo en ciertos barrios urbanos de trabajado­ res, reediflcadia. Vosotros no podéis dar a vuestros hijos y a vuestra ?a Radiomensaje a la Alemania catôlia: «Ecciesia», n. 428, 24 de septiembre de 1949, p. 5). SECCION VU. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA I. LA OFREND A.—ELOGIO DE LA TORTOLA MISTICA La Sagrada Familia ofrendô en el templo un par de tôrtolas 31 hecho de que esa simple avecilla sirvlera de prenda (Lc. 2,24). El de rescate del Hijo de Dios, nos evoca el conocido pasaje de San Bernardo y nos trae a la mente el elogio de la tôrtola mistica tal como la presintiô el espiritu poético del Doctor Extâtico, San Juan de la Cruz. A) El gemido de la tôrtola «Vox turturis audita est in terra nostra (Cant. 2,12) : Se deja oir en nuestra tierra el arrullo de la tôrtola. Sehal cierta de haber pasado el invierno y de haber llegado ya el tiempo de podar la vifia. Esto segûn la letra. Verdad que no es muy agradable la voz de la tôrtola, aunque anuncia cosas muy dulces. El precio de esta avecilla es môdico si la compras; pero, sutilizando algo acerca de su valor, no es de poco preclo. En efecto, su voz, que semeja mâs bien gemido que canto, nos avisa de nuestro destierro. Escucho gustoso la voz de un predicador que no se atrae los aplausos, pero si mueve a llorar. Imita verdaderamente a la tôrtola el que enseûa a gémir con afectos de compunciôn. Si quieres persuadir, has de procurar hacerlo mâs bien gimiendo que declamando. El ejemplo aqui, como en otros casos, serâ mâs eficaz que la palabra. Tu voz serâ poderosa y lien a de virtud si se conoce que estâs de veras persuadido de lo que quieres persuadir a los demâs. La voz de las obras puede mâs que la de los labios. Haz lo que dices, y no sôlo conseguirâs enmendar la conducta de tu auditorio con mâs facilidad. sino que con ello te librarâs de los reproches...» (cf. San Ber­ nardo, Obras selectas: BAC, Serm. 59, sobre los Cantares, 3, p. 1117). B) La Esposa en busca del Amado «De la tôrtola se dice que, cuando no halla a su consorte, ni se aslenta en ramo verde, ni bebe el agua clara ni fria, ni se pone debajo de la sombra, ni se junta con otra compafha. Pero en juntândose con él, ya goza de todo esto. 706 FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. Todas estas propiedades tiene el aima, y es necesario que las tenga para haber de llegar a esta union y junta del esposo, Hijo de Dios ; porque con tanto amor y solicitud le conviene andar, que no asiente el pie del apetito en ramo verde de algùn deleite, ni quiera beber el agua clara de alguna honra y gloria del mundo, ni la quiera gustar fria de algün refrigerio o consuelc temporal, ni se quiera poner debajo de la sombra de algùn favor y amparo de criaturas; no queriendo reposât nada en nada ni acompafiarse de otras aficiones. gimiendo por la soledad de todas las cosas hasta llegar a su Esposo en cumplida satisfacciôn. Y porque esta aima, antes que llegase a este estado, anduvo con grande amor buscando a su Amado, no se satisfaciendo de cosa sin él, canta aqui el mis­ mo Esposo el fin de sus fatigas y el cumplimiento de los deseos de ella, diciendo que ya la tortolica ai socio deseado en las rïberas verdes ha hallado; que es tanto como decir: Ya el aima Esposa se sienta en ramo verde, deleitândcse en su Amado, y ya bebe el agua clara de muy alta contemplaciôn y sabiduria de Dios, y también se pone bajo de la sombra de su amparo y favor, que tanto ella habia deseado. donde es consolada, apacentada y refeccionada sabrosa y divinamente, segûn ella de ello se alegra en los Cantares (2,3), diciendo: Debajo de la sombra de aquel que habia deseado me sente y su jruto es dulce a mi garganta» (San Juan de la Cruz, Cantico es­ piritual, cane. 34.5 y 6: BAC. Vida y obras de San Juan de la Cruz, p. 1127-1123). * C) «Y en soledad ha puesto y a su nido» «La soledad en que antes vivia era querer carecer por su Esposo de todas las cosas y bienes dei mundo, segûn hemos dicho de la tortolilla, procurando hacerse perfecta, adquiriendo perfecta sole­ dad, en que viene a la uniôn dei Verbo y, por consiguiente, a todo refrigerio y descanso; lo cual es aqui significado por el nido que aqui se dice, el cual significa descanso y reposo. Y asi es como si dijera: En esa soledad en que antes vivia, ejercitândose en ella con trabajo y angustia porque no estaba perfecta, en ella ha puesto su descanso ya y refrigerio, por haberla ya adquirido. perfectamente en Dios. De donde, hablando espiritualmente, David dice (Ps. 83,4) : De verdad que el pàjaro hallô para si casa, y la tôrtola nido donde criar sus pollicos. Esto es, asiento en Dios, donde satisfacer sus apetitos y potencias... (cf. ibid.; cane. 34,3 y 4, p. 1129-1130). SEC. 7. MISCELÂNEA HISIÔRICA Y LITERARIA 707 II. TRES ENCUENTROS PROVIDENCIALES La fiesta de la Purificaciôn fué Hamada antiguamente en la Igle, sia oriental Hypapante, esto es, del encuentro (υπαπαντή, lat. occur­ sus) de Simeon y Ana con la Sagrada Familia en el templo. Recordaremos, por ello. très encuentros providenciales : A) Agustin y Ambrosio Es el ano 384. Agustin habia cumplido los treinta. No era rico y no estaba solo. Tenia una mujer y un hijo que comenzaba a crecer. Para colmo de desdichas habia estado durante algun tiempo enfermo. De repente una ocasiôn se presents. Simaco, prefecto de Roma, ha­ bia sido encargado de escoger un profesor de elocuencia para la Ciu­ dad imperial que era enfonces Milân. Se puso Agustin entre los pretendientes y obtuvo la preferencia... ôQuiénes se habian de encontrar alii? Con el joven airicano viene Alipio, «el hermano de su corazôn», que serâ testigo discreto de sus luchas morales. También Nebridio, «el amigo dulcisimo y tiemisimo», iba a Uegar bien pronto, deseoso, como subraya Agustîn, «de vivir conmigo y de buscar ardientemente la verdad y la sabiduria». Monica no podia vivir lejos del hijo predilecto, cuya conversion constituia su constante pesadilla. Luego que supo su nueva situaciôn, se embarcô para juntârsele. Pero la clave del encuentro era Ambrosio, aquel consul de Liguria que, enviado a Milân para poner orden, fué aclamado obispo por el pue­ blo aun antes de haber recibido el bautismo. Dejemos ahora la palabra al propio Agustîn (Confes., 1. 5, c. 13 : BAC, t. 2, p. 449) : «Visité a Ambrosio, famoso entre los mejores de la tierra... A él era yo conducido por ti, Sefior, sin saberlo, para ser por él conducido a ü, sabiéndolo. Aquel hombre de Dios me recibiô paternalmente... Yo comencé a amarle... Oîale con todo cuidado cuando predicaba al pueblo...» El resultado del encuentro, en el que estuvo présente la madré con su oraciôn y sus lâgrimas, fué la luz divina para el cerebro atormentado de Agustîn y la paz para su corazôn. Luego el bautismo, que el propio Ambrosio le administrarâ por su mano... (cf. Pedro Guilloux, El aima de San Agustîn, trad, de Ignacio Nùfiez, c. 6, p. 55ss, ed. Gili, Barcelona 1947’. B) Juan y Teresa Mes de septembre de 1567. La santa andariega peregrina ya por los caminos de CastiUa en las andanzas de sus fundaciones y de sus reformas. Ahora ha llegado a Medina del Campo. Pero oigamos a la propi a Madré Teresa : «Acertô a venir aqui un Padre de poca edad (ténia veinticinco afios) que estaba estudiando en Salamanca y él fué con otro compafiero, el cual me dijo grandes cosas de la vida que este Padre hacia. Llamâbase fray Juan de la Cruz. Yo alabé a __ lliLrT - 708 w λ» π·’ ΐίΛ,,·*7·5 ,€:' ♦ FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. Nuestro Seûor, y hablândole, contestôme mucho, y supe de él cômo se queria también ir a los cartujos. Yo le dije lo que pretendia y le rogué mucho esperase hasta que el Seûor nos diese monaste­ rio y el gran bien que seria... El me diô palabra de hacerlo, con que no se tardase mucho. Cuândo yo vi ya que ténia dos frailes para comenzar, pareciôme estaba hecho el negocio...» (cf. Libro d« las Fundaciones, c. 3, ed. Aguilar, p. 476). ôQué negocio era éste? La reforma de la Orden carmelitana, que habia perdido su primitivo fervor; el pacto moral que, para lograr empresa tan fructifera, concertaban aquella mujer extraordinaria, rica en experiendas internas, y el mancebo flaco y menudo, a quien el gracejo de la Santa llamaria medio jraile. El encuentro de Me­ dina sefiala ciertamente una fecha conmovedora en la historia de la humanidad. C) Ignacio y Javier «En Navarra dejô las calzas y el jubôn de gentilhombre, y por los claustros de la Sorbona pasea ahora, con la larga veste escolar y el ceûidor de cuero. Apenas el bozo varonil apunta en su mocedad. Por el rostro le rebosa la simpatia de su aficiôn cortesana y de su gusto de chanzas y donaires. Un orgullo de familia le torna a veces presumido y vanidoso. Su padre, muy pagado de su estirpe y de sus blasones, anduvo en guerra contra el Rey Catôlico, porque era navarro obstinado y creyô justo defender la causa de Labrit, a quien apoyaba Francia. En verdad que el adolescente, de prendas nada comunes, estudia con ahinco. Arde en impaciencia por sobresalir, por brillar, conquistar fama y renombre, y a su vehemencia no se resiste obstâculo alguno. Cuândo cumple los veinticinco afios es ya maestro en Teologia, y con cierto aire altanero y pedante da clase en el colegio parisino de Santa Bârbara. Mâs de una vez se ha cruzado en los corredores con la figura canija y adusta de Calvino y mâs de una vez ha asaltado al Joven navarro la codicia de entrar con él en controversia. jEquivocada doctrina la que llega de Alemania! 91 joven la ha atacado reiteradamente con asombro de sus compafieros. Una aureola de prestigio le circunda. La gloria le cerca y le mima... Pero una frase martillea sus oidos y le produce cons­ tante inquietud. Un alumno espafiol, viejo, desmedrado y cojo, que dlcen fué capitân hace afios, la ha deslizado con acento de reprensiôn y consejo y se la ha clavado en lo mâs hondo del espiritu : «iDe qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si al fin pier de su aima?»... · ' *? En aquel encuentro y en aquella porfia termina por vencer la gracia, que quema la broza de las vanas ilusiones. El mozo navarro une su vida a la de Ignacio de Loyola y es uno de los que con él su be la colina de Montmartre, para formar la nueva milicia, la mafiana radiante del 15 de agosto de 1534. El estudiante de la Sor­ bona se ha convertido en el P. Francisco Javier...» (cf. Luis Ortiz, Glorias imperiales, t. 2 [Edit. Magisterio Espafiol, Madrid 1940], p. 16U. ’ r· J SEC. 7. MISCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA . .*>v . .<■' :· i■ > ■ • - < '· 700 I ■ III. «AHORA PUEDO MORIR EN PAZ» «iSesenta y ocho anos! Y pensar que a los treinta padecia vo­ mitos de sangre y estaba condenado a morlr tisico... Sus pufios son fuertes. El médico, viéndolo consumido por la enfermedad, quiere medir su fuerza con un manômetro. Aquel viejo aprieta y la aguja marca el mâximum. El instrumento estâ a punto de romperse entre sus dedos férreos... Sin embargo, la lâmpara quemaba su ultimo aceite. Este afio, 1884, renueva la sùplica tantas veces presentada para que la Santa Sede le concéda los privilegios de las otras Ordenes religiosas. Su Congregaciôn no podia vivlr sin ellos y él no puede morir sin dejar arreglado aquel supremo negocio de su vida. Su nota concluye asi : «Cuândo vea consolidada la obra que la Santa Iglesia me ha conflado, cantaré alegremente el Nunc dimittis servum tuum, Domi­ ne». ;Entonces podia morir! El 9 de Julio de este afio se desencadena una honorosa tempestad... En medio de la bonasca ha llegado tembloroso el cartero con el sobre de Roma. Llévanlo a Don Bosco, que lo despliega. La ventana se abre repentinam ente. Estallan tres horrisonos truenos... Don Bosco da un grito de alegria; ha comprendido lo que trae aquel sobre... ;Ahora si que puedo morir en paz! Aquel decreto, arrancado casi por fuerza a todas las intrigas coligadas, las de los buenos y las de los malos, ajusta definitivam ente la portentosa mâquina de su Congregaciôn... ,Ahora ya puedo morir en paz!» (cf. Hugo W.ast, Don Bosco y su tiempo, XIX. p. 212-213, Zarago­ za 1041). IV. «EL HIJO DE TANTAS LAGRIMAS» «Entre tanto mi madré, fiel sierva tuya, llorâbame ante ti mu­ cho mâs que las demâs madrés suelen llorar la muerte corporal de sus hijos, porque veia ella mi muerte con la fe y espiritu que habia recibido de ti. Y tu la escuchaste, Sefior; tû la escuchaste y no despreciaste sus lâgrimas, que coniendo abundantes regaban el suelo debajo de sus ojos alli donde hacia oraciôn...» (San Agustin, confes., 1. 3, C. 11,19 : BAC, t. 2, p. 417-419). «No se contenté Santa Monica con las oraciones y penitencias que continuamente hacia por su hijo, sino que determino de venir a buscarle a Italia, y pasô la mar con grande confianza y seguridad, animando a los otros pasajeros y marinos, que estaban atemorizados por la tormenta que se desencadenô... Hallô a su hijo en Milân, donde habia sido enviado desde Roma para ensefiar la retôrica, y con la comunicaciôn y sermones de San Ambrosio estaba mas blando y no tan pertinaz como solia...» (cf. P. Pedro de Ribadenetra, Flos Sanctorum, Santa Mônica [4 de mayo], t. 2, p. 29) Una mafiana, instando Mônica a Ambrosio para que disputase 710 FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. con Agustîn sobre su conversion, el santo Obispo, cansado de su importunidad, le dijo: «Vete en paz, mujer. jAsi Dios te dé vidal, ·:·χι que no es posible que perezca el hijo de tantas lâgrimas. Res­ pues ta que ella recibiô... como venida del cielo» (cf. Conjes., ibid., 1. 3, c. 12-21 : BAC, ibid., p. 421). Llegô, por fin, la tarde bienaventurada en que el hijo entré en la habitaciôn de su madré con los ojos enrojecidos por el llanto y el alma inundada de paz. Era después de la escena del jardin, en que cruzaron el aire las misteriosas palabras que le traian el ul­ timo rayo de luz: «Toma y lee». Ahora venîa a anunciar a su madré su conversion absoluta y definitiva... ôPara qué mâs? Des­ pués de saborear un instante el consuelo de los dias del bautismo y de los coloquios a solas con su hijo, en quien ya empezaba a adivinar al santo, Monica podia morir en paz. Sus ojos, ahora llorosos de alegria, habian visto la salud... Una tarde en que los dos paseaban envueltos en los colores ·;·· agonizantes dei crepusculo, en la tristeza sombria del agro romano, en un aire de nostalgia que parecia subir de la llanura de la tierra y de la planicie del mar, Monica descubriô su secreto: «Hijo..., nada me deleita ya en esta vida. No sé qué hago en ella ni por qué estoy aqui, muerta a toda esperanza dei siglo. Una sola cosa habia por la que deseaba detenerme un poco en este mundo, y era verte cristiano catôlico antes de morir. Abundantemente me ha concedido esto mi Dios, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ôQué hago, pues, aqui? No recuerdo bien—confiesa el hijo—qué respondi a esto; pero si que, apenas pasaron cinco dias o no muchos mâs, cayô en cam a con fiebres... «Enterrad este cuerpo en cualquiera parte, ni os pre* ocupe mâs su cuidado; solamente os ruego que os acordéis de mi ante el altar del Sefior doquiera que os hallareis...» Taies fueron sus ultimas palabras». «Asi, pues—prosigue Agustîn—, a los nueve dias de estai enferma, a los cincuenta y sels afios de su edad. fué liberada del cuerpo aquella alma religiosa y pia. Cerraba yo sus ojos, mas una tristeza inmensa afluia a mi corazôn y ya iba a resolverse en lâgriH as, cuando al pim to mis ojos, al violento imperio de mi espiritu, resorbian su fuente hasta secarla, padeciendo por tal lucha de modo imponderable». El hijo de tantas lâgrimas casi no pudo llorar a la que fué siempre un mar de llanto por él (cf. Conjes., 1. 9, c. 10,26; c. 11.27 y c. 12,29: BAC, ibid., p. 689-691). L SIGNO DE CONTRADICCION En todas las edades y épocas la Iglesia catôlica ha sufrido cruenta persecuciôn. Bastarâ como botôn de muestra recordar la era de los martires durante los cuatro primeros siglos del Imnerio romano hasta la paz de Constantino. impeno «Si se desdefian pormenores, se puede establecer una especie de estadistica entre los afios 64 y 313, es decir, sobre un periodo de doscientos cuarenta y nueve afios, y llegar al siguiente resultado : Siglo I: seis afios de persecuciôn y veintiocho de toleranda SEC. 7. MISCELÀNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 711 Siglo II : ochenta y seis afios de persecuciôn y catorce de tolerancia. Siglo IU: veinticuatro aûos de persecuciôn y setenta y sels de tolerancia. Siglo LV : trece aûos de persecuciôn. La Iglesia conociô, pues, ciento veintinueve aûos de persecuciôn y gozo ciento veinte de tranquilidad». En cuanto al numéro, «probablemente el exacto estâ muy por debajo de los doscientos mil», pero sobrepasa, sin duda, los cien mil Téngase en cuenta que el Imperio romano tendria unos cincuenta millones de habitantes (cf. Daniel Ruiz Bueno, Actas de los mârtires: BAC, p. 101 ss). Los suplicios estaban sabiamente graduados. Primero la pri­ son preventiva, con sus mazmorras, el hambre, las cadenas, los cepos y el interrogatorio, a veces acompafiado dei tormento: azo­ tes, tracciôn de los miembros en el potro, silla enrojecida al fuego, etcétera. Luego las penas, de las que la menor era el destierro, porque las mâs fueron: la déportation con sus consecuencias atro­ ces; permanencia en una isla insalubre,’ trato de criminal, muerte civil; los trabajos forzados que reducian a la esclavitud; y sobre todo la pena de muerte, que se aplicô de cuatro formas distintas: a) La décapitation : arrodillado en el suelo o apoyado de pie en un poste, esperaba el mârtir el golpe de la espada fatal. b) La cruz: los romanos no remataban a los crucificados; les dejaban que fueran perdiendo las fuerzas hasta desfallecer. c) El fuego: era ofrecido como espectâculo. Sobre una al ta pira se desnudaba a la victima, se la ataba y a veces se la clavaba a una pieza de madera. Se introdujeron refinamientos : el caldero de agua hirviente, la cal viva, las parrillas. Galerio inventé en 309 el fuego lento, que a veces duraba un dia. d) Las fieras: fué el espectâculo de las grandes solemnidades. El aûo 107, en la comnemoraciôn del triunfo de Trajano sobre los dacios, murieron once mil fieras. ôCuântos cristianos no despedazarian antes? Este suplicio se rodeaba de un aparato teatral. «Los mârtires desfilaban primero alrededor de la arena del circo bajo el lâtigo de los encargados de las fieras... Se colocaban luego desnudos, sin defensa, atadas las manos a un poste, sobre un estrado que comunicaba con el suelo por uno o dos terraplenes. Entonces, entre aplausos de la multitud, surgian leopardos, jabalies, osos, que se precipitaban, cogian con sus garras a las victimas, las mordian y se las llevaban a los cuatro extremos dei circo. A los que no morian, los beluarios daban el golpe de gracia. Otras veces la ferocldad romana disfrazaba a los santos atletas con vestidos policromos, para que algûn toro se ensafiase con ellos como con un maniqui de paja...» c) Suplicios extraordinarios. Los hubo en muchos sitios, como lanzamiento al agua de los mârtires encerrândolos en un saco con animales daûinos, amputaciôn paulatina de los miembros... En Ara­ bia mataban a los cristianos a hachazos. En Mesopotamia se les ahumaba, suspendiéndolos por los pies, sobre brasas. En el Ponto se les hundian puntas de cafia bajo las ufias o se les rociaba con plomo derretido las partes mâs intimas dei cuerpo... (cf. Buisse, La Iglesia de Jesus, p. 91-94, ed. Lit. Espaûola, Barcelona 1930). 712 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. VI. LA ORACION DE PASCAL Casi desde que traspuso la adolescenda, Biaise Pascal, el gran fisico y matemâtico fiancés, vivié aquejado de una misteriosa enfermedad—parâlisis o tuberculosis—, que produjo grandes tonnentas en su espiritu y le llevô a la sepultura a los treinta y nueve aôos. Triste y acongojado por su dolencia y decidido a no pensai en otra cosa que en la filosofia y la religion, compuso a los veintlcuatro afios su famosa Prière pour demander à Dieu le bon usage de maladie. Pascal sostuvo en esta plegaria que la enfermedad es un medio de satisfacer por nuestros pecados, de conocer la vanidad dei mundo y de honrar a Dios, sometiéndose a su voluntad: «Se­ ûor, cuyo espiritu es tan bueno y dulce... Que como verdadero cristlano os reconozca por mi Padre y Dios en cualquier situaciôn en que me encuentre... Vos no sois menos Dios cuando afligis y castigâis que cuando concedéis consuelo e indulgencia... Me habéis dado la salud para serviros y yo la usé profanamente. Me enviais ahora la enfermedad para corregirme. No permitâis que os irrite con mi impaciencia. He abusado de mi salud y me castigâis con toda justicia. Mas no permitâis que haga ahora mal uso de la sanciôn. Puesto que la corrupciôn de mi naturaleza es tal que convierte en perniciosos vuestros favores, haced que vuestra gracia todopoderosa trueque en saludables vuestros cas­ tigos... iOh Dios, ante quien debo dar cuenta exacta de todas mis obras al fin de la vida!... iOh Dios, que hacéis morir nuestros cuerpos y que en la hora de la muerte desatâis a nuestra aima de todo lo que amaba en el mundo!... jOh Dios, que debéis con­ sumar en el ûltimo dia el cielo, la tierra y todas las criaturas para mostrar a los hombres que nada subsiste mâs que Vos y que nada es mâs digno de amor, porque nada existe que sea perdurable sino vuestra divinidad!... Yo os alabo y os bendeciré todos los dias de mi vida porque me habéis reduci do a la incapacidad para gozar de la salud y de los placeres del mundo... Haced, i Dios mio!, que adore en silencio el orden de vuestra Providencia en cuanto a mi vida y que, habiendo vivido en la amargura de mis pecados durante la paz, disirute de las dulzuras celestes de vuestra gracia durante los males saludables con que me afligis... Abrid mi corazôn, Seûor; entrad en esta plaza rebelde ocupada por los vicios. La idea del mundo estâ grabada en ml corazôn y la vuestra no se conoce. Vos habéis creado mi aima y podéis crearla de nuevo. Haced que me arrepienta de mis culpas, puesto que sin este dolor interior los males exteriores de mi cuerpo serian nueva ocasiôn de pecado. Hacedme conocer que los males del cuerpo son el castigo y la figura de los males del espiritu. Hacedme considerar en los 'dolores que siento los que no he sentido en mi aima, aunque estaba cubierta de ùlceras. La mayor de las enfermedades es esa insensibilidad y esa extrema debilidad que me privé del sentlmiento de mis propias miserias. Haced que lo que me queda de vida sea una penitencia continua para lavar las ofensas que he cometldo... SEC. 7. MISCELANEA HISTÔRICA Y LITERARIA 713 Habéis dicho: Bienaventurados los que Horan (Mt. 5,5) y desgraciados los que son consolados. Yo he dicho desgraciados los que lloran y muy dichosos los que son consolados; dichosos los que gozan de una gran fortuna, de una reputaciôn gloriosa y de una salud robusta, γ ^por qué los he considerado dichosos? Porque todas estas ventaj as les proporcionaban gozar de las criaturas. Confieso haber creido que la salud era un bien, no porque sea un me­ dio fâcil para serviros ùtilmente, para hacer bien al prôjimo, sino porque con salud podia entregarme a las delicias de la vida y sal rear los funestos placeres. iSefior! Reformad mi corazôn corrompido y conformad ml sentir con el vuestro. Que yo me considere dichoso en la aflicciôn y que, impotente para ocuparme de las cosas exteriores, se purifiquen mis sentimientos para encontraros dentro de mi... jSenor! Haced que me conforme con vuestra voluntad y que, estando enfermo como estoy, os glorifique en mis sufrimientos. Sin éstos no puedo llegar a la gloria. Por las seûales de vuestros padecimientos os reconocieron vuestros discipulos, y por los padecimientos los reconoceréis Vos también. Reconocedme, pues, por vuestro discipulo en los mates que sufro en mi cuerpo y en mi aima y por las ofensas que he cometido. Haced que mis dolores sean los vuestros ; umdme a Vos y llevadme con vuestro santo Espiritu. Penetrad en mi corazôn y en mi aima a fin de que se colmen de Vos y Vos seâis quien viva y sufra por mi, j oh Salvador mio I » y que asi, tornando alguna parte de vuestros sufrimientos, me llenéis eternamente de la gloria en que vivis con el Padre y el Espi­ ritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén» (cf. Oraciôn para pedir a Dios el buen uso de la enfermedad, trad, cast., ed. José Asillo, Madrid 1879). VH. LA TRIBULACION DE LA ENFERMEDAD Liduvina era hija de un sereno y vivia en un hogar pobre y honrado en la aldea holandesa de Schiedam, que descansa junto a un rio a pocos kilomètres de La Haya. De nifia se crié fuerte y sonrosada, con esa belleza especial de las rubias del Norte. Pero Dios iba a escoger aquella carne fresca y joven para triturarla, martirizarla y desfigurarla, a fin de que apareciera mejor el aima que habitaba en ella. A los quince anos, la tez, que era blanca como la nieve, se cubre de un color verdoso y repugnante. Poco después, un dia que la muchacha intenta patinar con sus amigas sobre el hielo del Schie, se le rompe una costilla del lado derecho. En seguida una postema pertinaz aparece en el lugar de la frac­ tura. Luego, la gangrena. Los mùsculos se convirtieron en hervidero de gusanos. El cuerpo todo llegô pronto a estar en carne viva. «A los tumores y las ùlceras se juntô la enfermedad del fuego sagrado, que consumiô en unas semanas la carne de uno de los brazos hasta dejar los huesos descubiertos. Era el mal mâs temido en la Edad Media. Los nervios se crisparon y acabaron por romperse, excepto uno que continuo uniendo el brazo al tronco. A todo esto se afiadieron neuralgias espantosas, que partieron de la frente desde la 714 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. parte superior hasta la nariz. El ojo derecho se extinguiô, y el otro se hizo tan sensible que no podia soportar la luz sin sangrar. Parecia que la enferma habia recorrido el cielo de todas las enfermedades, mas pronto el pecho empezô a cubrirse de equimosis lividas, que se transformaron en pustulas de color cobre; el mal se paso al higado y a los pulmones; siguiô un cancer, que vino a abrlr un agujero profundo en el pecho; y finalmen te, la peste negra, que entonces hacia estragos en Europa, se abatiô también sobre las provincias de Holanda, y dos bubones monstruosos brotaron junto al corazôn demej la °mârtir de honor Schiedam. Dos—dijo Trinidad^ ella-no esU Tod r treS’ en de la îSantisima Todo era milagroso en aquella existencia. La enferma continuaba sufriendo, sin corner apenas. Durante los primeros aftos, su alimento consistia en unas rodajas de manzana asada, del grosor de una hostia... El suefio desapareciô completamente... Dû treinta y ocho aftos de enfermedad no llegô a dormir veinte horas... El sufrimiento *af y levantànd^ a las cumbres glorio su miqlôn fn'iaAîumbrada P°r gracia repentina, comprends su mislon en la tierra: reproducir como un espejo sangriento la faz dolorosa del Crucificado. «La alcoba de la Santa... se iluminaba con celestes auroras». Por alli desfilaban los Angeles y los santos. La Virgen y el Nifio le regalaron delicias y consuelos. «Las llagas de Cristo dispararon hasta ella rayos luminosos, y entre las ûlceras y los bubones aparecleron los rubies de los estigmas...» Pero el dolor siguiô su curso inexorable aftos y aftos. Parecia imposible que la Santa pudiera continuar viviendo. «A exception de la lepra, no hubo enfermedad que no se cebase sobre aquel amasijo informe y monstruoso, del cual salian lâgrimas y sangre, sollozos y alaridos. Mas con el dolor podia compararse la alegria. Era dulce sufrir y mezclar el sufrimiento con los sufrimientos de Dios... Una manana, Liduvina oyô que alguien le decia al oido : «Mira». . Mirô y viô a un ângel... y junto a él un rosal florecido, grande como un ârbol, que derramaba delicioso perfume. Sôlo en la rama mâs alta quedaban algunas rosas por abrlr. Era un anuncio gratioso de la postrer llamada. Unos dias mas de amorosa y de dolorida primavera, y los capullltos despegarian sus hojas, las rosas se cubririan/de un brillo nuevo y el rosal séria trasplantado al paraiso. Asi fué. Muerta Liduvina, volviô a aparecer como a los quince anos: fresca, rubia y graciosa. De sus llagas quedaban très cica­ trices, que corrian como hilos de pûrpura sobre la nieve de su car­ ne» (cf. Fray Justo Pérez de Urbel. Santa Liduvina [12 de abril] : Aüo Cristiano, t. 2, p. 95-102). ______ VIII. NUESTRO PECADO, LA OCTAVA ESPADA «Cuenta el P. Reviglione, de la Compaftia de Jesûs, que un joven quo tenia la dcvoclôn de rezar algo todos llos dias a una imagen · de Nuestra Seftora de los Dolores con las siete espadas, cayô una noche en pecado mortal. Hablendo ido a rezar la mafiana sigutente, SEC. 7. MISCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 715 como de costumbre, viô en el pecho de la Sefiora no siete, sino ocho espadas, y oyô una voz que le decia que su pecado era la oc­ tava clavada en su afligidisimo Corazôn. Oido lo cual se fué desde alli a confesar, y recobrô la gracia por la intervenclôn de la soberana Sefiora» (cf. San Alfonso Maria de Ligorio, Glorias de Maria, trad, del P. Ramôn Garcia, S. I., 12.» ed. del Apost. de la Prensa [Madrid 19471, p. 14). IX. REVELACIONES DE SANTA TERESA «Esto me dijo el Sefior otro dia : ^Piensas, hija, que estâ el merecer en gozar? No estâ sino en obras y en padecer y amar... Ves mi vida toda llena de padecer y sôlo en el monte Tabor habrâs oido ml gozo. No pienses. cuândo ves a mi Madré que me tiene en los brazos, que gozaba en aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeôn aquellas palabras la diô mi Padre clara luz para que viese lo que yo habia de padecer...» (cf. Rela­ tiones espirituales, XXXVI, p. 222: Obras complétas de Santa Te­ resa, ed. Aguilar, Madrid 1942). «Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el aima en paz, o ponerla el Sefior con su presencia, por mejor decir, como hizo al justo Simeôn, por que todas las cosas se sostengan. Entiende el aima, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que estâ ya junto cabe su Dios, que con poquito mâs llegarâ a estar hecha una misma cosa con El por uniôn. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veia el justo Simeôn mâs dei glorioso nifio pobrecito; que en lo que Uevaba envuelto y la poca gente que con El iban en la procesiôn, mâs pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas diôselo el mismo Nino a entender. Y asi lo entiende acâ el alma, aunque no con esa claridad, porque aun ella no entiende cômo lo entiende...» (Camino de perjecciôn, c. 31, p. 294 : Obras completas de Santa Teresa, ed. Aguilar, Madrid 1942). X. LA FIESTA DE LA CANDELARIA La fiesta de la Presentaciôn de Jesûs en el templo y de la Puriprimeros siglos de la era cristiana. ficaclôn de Maria data de En la Iglesia de Oriente estaba dedicada a Jesûs. Los griegos conmemoraban en ella el encuentro de Simeôn y Ana con Jesucristo. Los armenios la titularon fiesta de la ida de Jesûs al templo. En Oc­ cidente la fiesta estaba consagrada a la Virgen y se llamaba de la Purificaciôn de Nuestra Sefiora. En nombre de Candelaria provino de las candelas o velas que se acostumbrô bendecir y Hevar encendidas en la festividad. Parece que en los primeros siglos se celebraba en Jerusalén el décimo dia después de la Epifania, que a su vez coincldia enton- 716 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV ces con la Navidad. Pero ya en la primera mitad dei siglo IV. la fiesta se conmemoraba el 14 de febrero. Es curioso recordar que este dato historico ha sido aportado por el testimonio de la virgen espafiola Eterla. Entre todos los peregrinos que en la antigüedad visitaron Tierra Sama, ninguno ha alcanzado mayor renombre que esta monja gallega, cuyo itinerario de viaje, descubierto en el siglo pasado en un manuscrito de la catedral de Arezzo, relata minuciosamente su visita a los Santos Lugares, y describe en especial la liturgia de Jerusalén, tanto los oficios ordinarios como los de las fiestas principales. No resistimos la tentaciôn de transcriber sus palabras : «La cuadragésima de la Epifania se celebra aqui con sumo honor, pues en tal dia se va solemnemente a la Anastasis y todos van procesionalmente y todas las cosas se hacen en orden como en la Pascua. Predlcan también todos los presbiteros, y luego el obispo, comentando siempre aquel lugar del Evangelio que narra cômo a los cuarenta dias José y Maria llevaron al Sefior al tem­ plo y le vieron Simeon y la profetisa Ana, hija de Fanuel, y las palabras que profirieron al ver al Sefior y la oblaciôn que ofrecieron los padres. Y después de celebrar todas las cosas segûn el orden acostumbrado, se hacen los sacramentos (misa) y luego se despide el pueblo» (cf. Süviae quae fertur peregrinatio ad Loca Sancta, en Itinera Hierosolymitana saeculi II1-VIII. Recens, et comm. erit, instrux. Paulus Geyer [Vindobonae, F. Tempsky. 1898], p. 17, y Eteria... Itinerario a los Santos Lugares, trad, de Pascual Galindo [Vitoria 1924], p. 69). De Jerusalén se propagé la fiesta a todo el orbe catôlico. El papa Gelasio I renovô la celebraciôn en la Iglesia romana para abolir las supersticlones gentilicas que con el nombre de Luper­ cales se festejaban en el mes de febrero. La procesiôn con luces continua sin interrupciôn desde principios dei siglo V en Oriente, como parte de la fiesta, y en el siglo XI se halla como uso comûn la bendiciôn de las candelas, con la que quiere simbolizarse la entrada de Jésus, verdadera y ûnica luz dei mundo. SECCION VIH. GUIONES HOMILETICOS SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO Jesus, cumplidor de la ley I. La prescripciôn mosaica. En el Exodo (13,2-12 y 16) y en el Levitico (12,6-8) se prescribe el ofrecimiento a Dios y rescate de los primogénitos varones y la purificaciôn de las madrés (cf. Apunt. exeg.-mor., p. 610,b,1). Doble significaciôn ténia esto en el caso de Jesucristo. La histôrica, como gratitud a Dios Nues­ tro Senor por la liberaciôn de la primera plaga de Egipto. La mistica o simbôlica, que era el sacrificio de la cruz por los pecados dei mundo. «Tiempo vendrd en que no sera ofrecido en el templo ni entre los brazos de Simeôn, sino fuera de ciudad y entre los brazos de la cruz* (cf. San Bernardo, Obras se­ lectas: BAC, Serm. 3 de la Purif., p. 508,2). ΙΓ. La obediencia de Maria. A. Maria no estaba obligada a esta ley. Cristo es Hijo natural de Dios. Estâ por encima de toda ley. El es el término de todo el Antiguo Testa­ mento. No estaba Maria obligada a ofrecerlo en el templo del Sefior (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 610,b,2). B. Maria cumple la ley. a) La cumple con todo detalle. b) Como la cumplian las buenas israelitas. c) Como una israelita pobre, por el sacidficio que pré­ senta por el rescate. d) A pesar de las molestias que pudiera originar su cumplimiento. Puede describirse la escena segûn el evangelio de San Lucas. C. Maria, modelo de obediencia. Entre las muchas vlrtudes que pueden comentarse en esta escena, FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 718 estâ la de la obediencia de Maria (cf. Apuntes exe g.-inor., p. 611,3 y 4). Obedece a todo. «Cumplldas todas las cosas segûn la ley del Sefior» (Le. 2,39). Maria, modelo de obediencia. No solamente a la autoridad familiar, a José. Obedece las leyes publicas, ya religiosas, ya civiles (cf. San Fran­ cisco de Sales, p. 660, B), la purlficaciôn, la celebraciôn de la Pascua, el edicto del César sobre el empadronamiento. Maria sabe que «no hay au­ toridad sino por Dios» (Rom. 13,1). Ve a Dios en las prescripciones mosaicas. Ve a Dios también en el César, cuyo yugo no puede soportar el pueblo de Israel (cf. Bourdaloue, p. 671,A). III. Nuestra obediencia. Debe imitar a la de Maria. Particularmente en lo que a las leyes publicas se refiere. Es necesario formar bien la conciencia en esta materia. No tanto en lo que se refiere a leyes eclesidsticas como civiles. Fdcilmente encontramos recursos para no obedecerlas y justificar, ademâs, nuestro procéder. A. Las leyes de un poder legitimamente constituido son leyes que, en ùlti II .o término, derivan de Dios (cf Bourdaloue, p. 672,a y ss). B. Si no prescriben algo que vaya confia Dios, hay que obedecerlas. a? b> c) las ôrdenes del emperador son segûn Dios, hay que obedecer las ôrdenes del emperador como ôrdenes de Dios.» «Si el emperador manda cosas contrarias a la ley de Dios, hay que obedecer a Dios, desobedeciendo al emperador» (San Agustin). Estas ideas se ven frecuentemente reiteradas en los documentas de los ultimos Pontifices. Las leyes publicas exigen, ademâs, la cooperation de todos. El gobemante mediante ellas pretende la consecution del bien comûn. Sin la obediencia de todos, se haria imposïble la consecuciôn de ese fin. El cristiano debe distinguirse. Lo predica San Pablo. «Si Pureza de la Virgen I. Las dos ceremonias legales. Dos ceremonias legales ocurren en la escena del evangelio de hoy. Una se refiere al Hijo y otra a la Madre. A. La presentaclôn y oblaciôn del primogénito. B. La purlficaciôn de Maria Santisima. A ésta he­ mos de referirnos al hablar de la pureza de la SEC. 8. GUIONES HOMLLÉTICOS 719 Virgen ante Dios y ante los hombres (cf. Apun­ tes exeg.-mor., p. 610,b,l). II. Maria se purifica ante la ley. A. Establecia la ley que toda mujer que daba a luz quedaba impura (cf. Apuntes exeg.-mor., ibid.). No era impureza espiritual o pecado, sino impureza legal. Habia de purificarse antes de reanudar su vida ordinaria. 3. Maria no habia contraido tal impureza, porque la concepciôn y nacimiento de Jesucristo habia sido sobrenatural y ella permanecia virgen (cf. Apuntes exeg-mor., p. 610,b,2). Sin embargo, se somete a la ley y da ejemplo, a la vez que de obediencia, de profunda humildad. III. Se purifica a los ojos de los hombres. Los acontecimientos en torno a la vida de la Virgen y de su di­ vina maternidad, con ser tan grandes, pasan inadvertidos a los ojos del mundo. Nadie conoce el misterio de la encarnaciôn del Verbo. El mismo José dudo hasta que el ângel le revelô la verdad (Mt. 1,19-24). A los ojos de los hombres, Maria es la mujer joven, sencilla y pobre del carpintero José. José y Maria son los padres de Jesucristo. Si no hubiera subido al tem­ plo, como toda mujer, hubiera sido considerada como mala israelita y nunca la hubieran admitido en la vida social por impureza. Ténia que purificarse ante los hombres y lo hace. IV. Pureza corporal. A. La purlficaciôn ante la ley y ante los hombres fué solamente exterior y corporal. En el Antiguo Testamento la pureza del cuerpo, la abstenciôn de los placeres carnales, tenia ya su valor espi­ ritual y social a la vez. Siempre el pûblicamente impuro ha sido despreciado por la sociedad. Hoy, sin embargo, se avergüenzan menos los hombres de ser impuros. A veces, por el contrario, se hace alarde de ello. B. El cristianismo réclama imperiosamente la pu­ reza del cuerpo. El hombre ha de ser puro por­ que lo exige su propia razôn natural. El cristiano tiene motivos superiores: a) Es miembro de Cristo (cf. Hugo de San Vîctor, p. 643). Su cuerpo es templo del Espiritu Santo: tNo sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ^Tornando, pues, los miembros de Cristo, los voy a hacer miembros de una ramera?» (1 Cor. 6,lô). b) Ha sido redimido por Cristo. Su cuerpo ha sido rescatado merced al precio de la sangre de Cristo: 720 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. «Habéis sido comprados a precio» (1 Cor. 6,20). «No con plata y oro, corruptibles, sino con la .sangn preciosa de Cristo, como cordero sin dejecto ni mancha» (1 Petr. 18,19). Por eso digamos con el apostol San pablo: «Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuer­ po» (1 Cor. 6,20). V. Maria se purifica a los ojos de Dios. A. La purificaciôn de Maria tiene inapreciable mé­ rite a los ojos de Dios. Con ella el aima de Maria Santisima adqulere mâs santidad. B. La pureza es ausencia de mezcla y de composiciôn. Dios es, en su simplicidad y en su santidad, el puro por esencia. Las cosas son puras en cuan­ to participan de la pureza de Dios. El santo, «agios», es puro, Porque le liamamos «Jésus», pero repetimos a la vez: «Que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». b) Le adoramos escondido en el sagrario, pero le rezamos el Credo, ditiendo: «Esta sentado a la dies­ tra de Dios Padre». c) Cantamos·' «Se encamô por nosotros hombres», pe­ ro antes hemos ensalzado al «Hacedor del cielo y de la tierra». d) En resumen: Abrimos el sagrario y nuestro himno dice: «A tan grande sacramento venerémosle inclinados». Ver a Cristo en los brazos del Padre I. La esperanza del padre cristiano. Simeôn ve cumplida la esperanza de su vida al contemplar a Cristo en sus brazos. La esperanza del padre cristiano tie­ ne como meta ver a Cristo formado en sus hijos. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTTCOS 727 A. Dios le asociô a la obra de poblar el mundo. El padre de familia ha sido también asociado por Dios a su obra de poblar el mundo de hombres y el cielo de santos. Dios pudo reallzar una y otra cosa directamente, pero prefiriô pedir la cooperaclôn de los padres para ello. B. De donde identidad de fines. Si, pues, el padre es un asoclado de Dios, debe proponerse los mismos fines que éste. a) Hijos a imagen de Dios. El fin de Dios, al crear al hombre, fué formarle a imagen y semejanza suya. Luego el fin del padre debe ser formar la imagen de Dios en sus hijos. jNotable dignidad de la patemidad humana, destinada no a reproducer su propia especie, sino los hijos adoptivos de Dios! b) Formar a Cristo en los hijos. Pero en la actual economia, estos designios divinos han sido concretados en Cristo. Cristo es la Idea de todo lo creado. Y aquella imagen de Dios que deben reproducir los hombres se realiza hoy cuando reproducen en Cristo. Luego el designio de Dios y la esperanza del padre debe ser formar a Cristo en sus hijos. IL Su realization. A. La obra empieza en el bautismo. Cuando el pa­ dre recibe a su hijo de las manos del padrino, recibe a otro Cristo. En él se encierra la vida di­ vina, creada en todo segün el mismo Cristo. B. Continua en la educaciôn. Pero esa vida ha de ser preservada y desarrollada. Como la misma vida fisica, el ideal del padre es defender la vida de Cristo injertada en su hijo de todo influjo ex­ terior incompatible con ella y que pudiera ahogarla. Educar, ademâs, sus pensamientos, sus deseos y amores para que sean los pensamientos, amores y deseos segün Cristo. C. La mislôn cumplida. a) «Nunc dimittis». Cumplida su labor, levantando a su hijo al cielo entre sus brazos, podrd cantar el «N une dimittis». Ha visto a Cristo en ellos. Su es­ peranza y su misiôn estân cumplidas (cf. San Fran­ cisco de Sales, p. 661 ,c). b) El ejemplo de Santa Monica. iCual sera entonces su muerte? Monica Hora la vida airada de su hijo. .Sus orationes arrancan a Dios la gracia necesaria para llevarlo de la disipaciôn sensual y jilosofica a la santidad. Ha conseguido, ver formado a Cristo en Agustin. En tierta ocasiôn conversa con su hijo en Ostia Tiberina. «Inquiriamos los dos delante de la verdad présenté, que eres Tû, cual serd la vida eterna de los santos» (cf. Confes., 1. 9, c. 10: BAC, t. 2, p. 685). Cinco dia$ después muere Santa Mônica. San Agustin, junto a ella, la oye decir- «Solamente os ruego que os acordéis de mi ante el altar del Senor» (ibid. c. Il·: BAC 689). La esperanza de 728 FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ------------------------------------ — Monica se vio cumplida en la tierra y su muerte no fué sino el paso para verla cumplida en el cielo (cf. sec. 7.‘, p. 709,IV). La esperanza I. Un mundo triste. Caract eristic a del mundo moderno es la enfermedad del pesimismo. A. Los pontifices lo han expresado varias veces con distintas frases: «negro pesimismo entristece el mundo> (Leôn XIII). «La ceniza del tedlo cubre los corazones» (Leôn ΧΠΙ). «Melancolia enfermlza débilita las aimas» (Pio XII). B. El mundo moderno se halla triste porque ha per-, dldo la esperanza. Puso la esperanza en los bie­ nes de la tierra, y los desastres de las dos gran­ des guerras y de las revoluciones sociales le han mostrado que era vana su esperanza. II. Très posiciones ante la vida: La filosofia de la vida se sintetiza en très escuelas. A. Epicureos: Placeres sensuales. Su fôrmula: fundamentos: Nuestra debilidad. La confianza es virtud de hom­ bres humildes. En el primer momento nos sentimos paralîticos. Hasta buscamos el concurso de nuestros hermanos para que nos ayuden a acercarnos a Dios. Es decir, no confiamos en nosotros. Confiâmes en Dios y en las oraciones del prôjimo. Nos gloriamos de nuestros mismos fracasos. «Gloriândome en mis debilidades» (2 Cor. 12,9). b) La paternidad divina. Tenemos un padre que por ser Dios es omnipotente y por ser padre es infmitamente misericordioso. La Iglesia pone constantemente en boca de sus sacerdotes «omnipotens et misericors Deus» como entrada de las oraciones de peticiôn. Los lemas de la virtud son: nosotros solos nada podemos. «Sin mi no podéis hacer nada» (lo. 15,5). En El lo podemos todo. «Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Phil. 4,13). a) La confianza, virtud de santos. a) Niüos omnipotentes. La union de los sentimientos de nuestra nada y de la omnipotente misericordia 732 FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. de Dios engendra en las aimas santos el dulce abandono en los brazos del Seûor. Bellisima personifica­ tion de esta espintualidad ha sido en los tiempos modemos Santa Teresita del Nino Jesus. Ella hizo antorcha de su vida las siguientes palabras de Isaias (66.13) : «Como consuela una madré a su hijo, asi os consolare yo a vosotros y seréis por Je­ rusalén consolados». b) Varones fuertes. La espiritualidad de la confianza y del santo abandono no es sôlo de santos ninos, es de todos los santos. Ha brillado en la Iglesia en varones de una grandeza y fortaleza humanas abrumadoras. 1. David. ôQué figura mâs varonil, inerte y valiente que la de David? ^Qué hazafias com­ parables a las suyas? Desde su apariciôn en escena. nifio rubicundo y de bello rostro, vestido de pastor, con su honda y sus cinco piedras, para vencer a Goliat (1 Reg. 17,20-32). En el decurso de toda la vida, David es verdaderamente gran­ de. Por serio, hasta en el pecado lo es. Y lo es todavia mâs en la penitencia, a la cual puede aplicarse la frase de San Agustîn: «No es arrull*o de paloma, sino rugido de leôn». El enérgico «Miserere» es, en efecto, el mâs brillante y vigoroso canto del pecador arrepentido (Ps. 50,6-24). David en la expresiôn de su confianza se antici­ pa a Santa Teresita El salmo 131, que la critica modema signe admitiendo como de David, es una perla del Salterio—como dice Ritter—. Es breve. Parece que lo escribiô David ya anciano. Dice asi: «No se ensoberbeciô, ioh Yavé!, mi cora­ zôn, no son altaneros mis ojos ni querrân alimen­ tai* las grandezas; ni quiero para mi cosas demasiado altas; antes he reprimido mis deseos; y como nifio destetado de la madré, asi reposé yo 2. La formula ignaciana. Los hombres de confian­ za son los hombres de las grandes obras. Por desconflar de si, confian en Dios. Acometen grandes obras, porque todo lo puede la omnipotencia divina. Su formula de acciôn es la de San Ignacio : Poner de nuestra parte todo el esfuerzo posible, cual si todo el éxlto de la obra dependiera de nosotros. Poner toda nuestra confianza en Dios Nuestro Sefior, como si a . » sôlo estuviera reservada la realizaciôn de la empresa (cf. Obras completas de San Ignacio de Loyola: BAC, p. 933). La confianza en los Salmos. El libro sagrado de la confianza en Dios es el libro de los Salmos. Los escrituristas modernos—Calés, S. I·—sefialan diecinueve salmos dedicados principalmente a cantar la confianza en Dios. Los versiculos sueltos sobre la confianza son innumerables en el Salterio. El testamento de Jesucristo. Jesucristo nos dejô como testamento la seguridad de su asistencia divina. Nos pidiô que tuviéramos confianza en El. ôCuâles son nuestros ma yores enemigos? El mundo y el demonio. Jesucristo, en el sermôn de la Cena, anticipé a sus discipulos la victo SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS 733 ria obtenida por su auxilio invencible. «El prin­ cipe de es Ve mundo ya estâ juzgado» (lo. 16,11). «Confiad, yo he vencido al mundo» (lo. 16,33). ttl. Conclusiôn: «Confidite». Confiad todos en el Senor. Confiad, especialmente, vosotros los pecadores. Con­ fiad los que sentis aminorarse y amortiguarse vuestra fe. Confiad los que, oprimidos por vuestros pecados y por vuestros malos habitos, os sentis incapaces de dar un paso hacia Jesucristo. Confiad también vosotros en las oraciones de vuestros hermanos. Ellos son los que, como los amigos del paralitico, os conducen a la presencia de Jésus. Confiad todos en la misericordia infinita de Dios Nuestro Senor. Confiad, porque nada es imposible para la omnipotencia de vuestro Padre. Esperanza y . vida temporal I. Fecundidad de la esperanza. Si la esperanza nos hace vivir anticipadamente la gloria, parece que debe ser virtud renida con el trabajo, con el progreso y con la civilizaciôn. La esperanza nos aparta demasiado de las cosas de este mundo. Al despreciar los bienes de la tierra, mata en nosotros el estimulo del trabajo, cuyo motor es el producir y gozar de las riquezas. Tal es un concepto superficial, equivocadisimo, falso, de la verdadera esperanza cristiana, la cual es virtud fecundisima. H. Ver a Cristo. Simeôn viviô con la esperanza de ver a Cristo en esta vida. El cristiano debe vivir también con la esperanza de ver a Cristo en ella. Tal fué la esperanza de Simeôn. Tal debe ser la de todo verdadero cristiano. A. En nosotros mismos. Ver a Cristo en nosotros. Conformâmes nosotros con Cristo. Ser otros Cris­ tos. Acercarnos cada dia mâs a El. Poder exclamar con San Pablo: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi» (Gai. 2,20). B. En los demâs. Nuestra vida, consagrada a formar a Cristo en los demâs, a edificar a Cristo. Todas las cosas «para la perfecciôn consumada de los santos» (Eph. 4,12). Y en otra parte: «Cada uno cuide de complacer al prôjlmo para su bien, para su edificaclôn» (Rom. 15,2). Toda nuestra vida 734 FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INT’RAOCT. NAV. para edlficar el Cuerpo Mistlco de Cristo. Esta idea fecundisima se aplica a todos los estados. fe a) Cristo es el esposo. Si el in arido ha de amar a la mujer como Cristo a la Esposa, ha de procurer que ella se presente ante los ojos de Dios como Cristo présentera la Esposa al Padre, «sin mancha o armga o cosa semejante, sino santa e intachable» (Eph. 5,27). Es decir, desearà ver a Cristo en su esposa. La esposa debe ser palabra viva en el hogar para edijicar a su esposo con sus virtudes, ganéndole por el ejemplo de su vida (1 Petr. 3,1). b> Cristo en los hijos. El ideal del padre cristiano debe ser ver a Cristo formado en sus hijos. Ejem­ plo insigne de Santa Monica (cf. San Agustîn, Conjes., L 9, c. 10 y ss. : BAC, t. 2, p. 689-691). Una vez que Agustîn se hizo cristiano, ya ella consideraba llegado el final de su vida. Cantô el «Nunc di­ mittis». Ya habia visto a Cristo en su hijo Agus­ tin (cf. sec. 7.a, IV, p. 709). c) El ideal del sacerdote·' engendrar hijos para Cristo. «Por quienes sufro de nuevo dolores de parte hasta ver a Cristo formado en vosotros» (Gal. 4,19). d) El ideal del hambre publico debe ser- formar a Cris­ to en la sociedad. Trabajar por la constitution cris­ tiana del Estado. Procurar el triunjo de la justi­ tia social. III. Cristo por toda la eternidad. Concebida asi la vida cristiana, la esperanza permanece hasta la hora de la muerte. Realizada aqui la esperanza de formar a Cristo en nosotros y en los demâs, nos acercamos a la' hora suprema con la esperanza de encontrarnos con Cristo. Dejamos aqui a Cristo formado en sus miembros y nos encontrarnos de la otra parte de la vertiente de la vida con nuestra Cabeza, que es Cristo. Mantenemos todo nuestro vigor hasta la ultima hora. Y cuando comienzan a apagarse las luces de la tierra, se perciben los primeras resplandores de la luz indeficiente de la gloria. El mismo Pablo, que engendraba hijos para Cristo, exclamaba: «Me siento apretado, pues de un'lado deseo morir para estar con Cristo, que se mucho mejor» (Phil. 1,23). En la madurez de su vida espiritual, Pablo no sabe qué elegir. «Quedarme aqui es mejor para vosotros; morir es mejor para mi» (Ibid. 1,23-24). Para Pablo, que déjà en la tierra tantas Idmparas encendidas por la palabra de Cristo (Phil. 2,15-16), es la brillante corona que Cristo, justo juez, va a poner sobre su cabeza (2 Tim. 4,8) para que resplandezca por toda la eternidad. SEC. 8. GÜIONES HOMILÉTICOS 10 Signo de contradicciôn en nuestros dîas I. Signo de contradicciôn. Serial que serd contradecida (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 614,20). La profecia se ha vertificado en todos los siglos de la historia (cf. San Agustîn, p. 632, B y ss), pero nunca con la extension e intensidad de nuestros tiempos. Voltaire es el alférez que rompe filas. Lenin, la consecuencia logica, completa y sangrienta. Estudiemos sus pasos hasta llegar al estado actual. IL De Voltaire al comunismo contemporaneo. A. El siglo xvirr. Hasta ese momento los heresiarcas niegan -uno u otro dogma, los poderes humanos se rebelan contra una u otra autoridad. En el siglo xvni comienza lo que pudiéramos llamar rebeliôn total. Se negarâ absolutamente todo. a) Voltaire. Deîsta. Admite la existentia de Dios, pero lo relega a un cielo solitario, indiferente al mundo y sin intervenir en él. Reniega de Cristo. No ad­ mite su revelation, ni su ley, ni aun quizds siquiera su santidad personal. Sus discipulos los enciclopedistas van mâs lejos. Estân dispuestos a entronizar a la diosa razôn en los templos del Altisimo. b) El agnosticismo alemân. Kant arroja la semilla que después fructifica tristemente en casi todos los sistemas europeos. No se rechaza sôlo a Cristo, sino a todo lo sobrenatural. tSabemos acaso si Dios existe? c) El laicismo liberal. Prescindamos de Dios en el Es­ tado. d) Sotialismo. Continua sacando consecuencias: ateismo y materialismo. B. El siglo xx. Lucha total. Negaciôn absoluta. a) Negaciôn dogmatica. Salvo contadas exceptiones, el mundo esta dividido en dos bandos. 1. El bando que defiende la que Hainan «civiliza­ ciôn cristiana», pero que o se demuestra oficialmente laico en sus constituciones o rechaza la ensenanza religiosa en sus escuelas estatales. Es el bando que indulgentem ente podemos lla­ mar «indiferente». 2. El bando opuesto tiene un dios, Lenin, y un lema religioso: educar a la juventud sin Dios. b) Négation moral. El vicio no sôlo se practica, se defiende. Los printipios morales carecen de base sôlida, apoyados en una filosofia agnôstica o atea. Si conviene defender la familia, se defenderà. Si 736 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. conviene disminuir la poblacién, se la atacarà oficial y organizadumente en su misma esencia. 1. Vicio explo'ado public itari am en te. 2. Aborto estatificado: Japon, India. 3. Divorcio Justificado: Estados Unidos, Inglateira. Fidelidad en los pactos, cosa irrisoria por laùtil: Rusia. iA qué seguir? Negation politica. Tardé algo mâs en abrirse pose, hasta que la Revolution francesa inaugurô las nuevas normas, que el liberalismo predicô durante un siglo. Estado laico, Estado ateo, Estado perseguidor. îCuântos Estados caen fuera de esta triste di­ vision? d) Persecution organizada y sangrienta. 1. Estâmes quizâs ya tan acostumbrados a ella, que es muy posible que no nos demos cuenta de que en estos ûltimos decemos el nûmero de mârtires es, sin duda, mayor que en el tiempo de las persecuciones romanas. 2. Solo desde el ano de 1917, Rusia, Méjico, Tailandia. Espafia y hoy esa inmensa regiôn que va desde las riberas dei Danubio hasta las orillas del mar Pacifico han sido jardines de martirio y campos de contradicciôn. ΠΙ. Concluslôn. A. Para los apologistas de los primeros siglos, la cruz de Cristo era un fuerte motivo que robustecia su fe, porque en ella veian el cumplimiento de las profecias que les habian anunclado. B. La contradicciôn actual, mâs honda y extensa que nunca, debe afirmar también la nuestra. C. Y los que vivimos tranquilos sintiendo en nos­ otros la unidad de la caridad cristiana debemos recordar a los hermanos que sufren y, dlrigiendo nuestra mirada a Cristo, repetir una y otra vez su oraciôn: «Venga a nos el tu reino». * Los dolores de Maria I. La presentation en el templo y el problema del dolor. A. La presentaclôn del Nlfio Jésus y la profecia de Slmeôn abren el pôrtico doloroso de la vida de la Santislma Virgen (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 614.20). B. Un contraste inevitable. Forma un verdadero con­ traste con nuestra tendencia natural a la fellcldad y a rehuir todo dolor el que nuestra religiôn nos présente presidiendo los altares a un Cruel- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 737 flcado, y a sus pies, como devociôn principal, una «Madre dolorosa». C. El problema del dolor, irresoluble fuera de la filosofia cristiana. Es que el dolor es problema que han intentado en vano resolver todas las filosofias no cristianas. Para unos ha sido un mal que evitar a toda costa; para otros un mal que pade­ cer con el mayor estoicismo, considerândolo in­ evitable, como el vestido Ueno de espinas, que, llevado sin moverse, se puede tolerar, pero que, al revolverse dentro de él, se clavan todas. Π. Un defecto natural del hombre, convertido en bien por la religion catôlica. Nuestra religiôn, en cambio, ha sabido convertir en bien lo que indiscutiblemente es un defecto de nuestra naturaleza. Para darnos cuenta de ello bastaria con observar que el corazôn amante de un Dios ha escogido para su Madré una via dolorosa, que comienza con la profecta de Simeôn y termina en aquellos tres dias de soledad después del Viernes Santo. A. El dolor es un bien restaurador. a) El hombre, seducido por el placer. La naturaleza, elevada a situaciones de privilegio por el Creador, cayô, borrando cuanto habia en ella de divino y recibiendo la forma de condenada. ^Por que? Por­ que el placer sedujo la voluntad del hombre hasta inducirle a robar el honor de Dios. b) El dolor como satisfacciôn y tributo a Dios. Camino natural es, por lo tanto, de volver a Dios lo que le hemos negado, seguir el contrario y encontrar en el dolor, en la negation de nuestra felicidad mo­ mentanea, el obsequio que mejor demuestre a Digs nuestro cambio de voluntad (cf. San Juan Crisôstomo, p. 618.C). Por eso podemos ver al Hombre Cabeza de la humanidad satisfaciendo y tributando a Dios el sacrificio de honores màximos en una cruz. El sufrimiento del Hombre Dios restauro lo que el placer del hombre pecador habia arruinado (cf. San Agusiîn, p. 627,b y 628,c y d). Y Maria, sin pecado personal, se asocia durante toda su vida en ese honrar a Dios mediante el sufrimiento (cf. Santo Tomas de Aquino, p. 645.B). c) El dolor, voluntariamente aceptado como penitencia (cf. sec. 7.Q, p. 712.VI). èY tû, hombre? <,No has pecado? En esos dolores aceptados, ya que no buscados, puedes encontrar la penitencia que desagravie a Dios y te devuelva la gracia (cf. San Roberto Belarmino, p. 649.e\ êPor qué los desperdicias? B. El dolor es un bien purificador. a) Porque nos limpia del apego a las crlaturas. No solo para purgar las penas merecidas, sino para limpiar al aima de ese polvo que impide la penetra­ tion de la luz divina (cf. Santo Tomâs, p. 646,c). Ese polvo. ese lastre, es nuestro apego a las criaLa palabra de Cristo 1 24 738 PRESENT ACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. turas, que no nos dejan subir con impulso decidldo a Dios (cf. Ribadeneira, p. 657,a). b) El dolor de Maria Santisima y la gracia. Maria estuvo unida siempre a El intimamente (cf. Terrien, p. 678Λ y ss), pero sus dolores la fueron haciendo crecer en gracia, hasta el punto que los àlngeles al verla se preguntaban: «tQuién es esta que se alza como aurora, hermosa cual la luna, espléndida como el sol, terrible como escuadrôn ordenado en batalla?y> (Cant. 6.9k C) O tristeza inûtil o aceptaciôn purificadora. £ün me­ dio fâcil de santidad? Aprovechad los dolores para desprenderos de las criaturas (cf. Santo Tomâs, ibid.). En la jelicidad es muy fâcil olvidarse de Dios. En el dolor aprendemos lo deleznable que es todo bien perecedero y lo suave dei recurso al Bien de los bienes. O tristeza inûtil o aceptaciôn purifica­ dora. Esa es la disyuntiva. C. El dolor es la prueba del amor (cf. Ribadeneira p. 656,b). a) En cuanto que es aceptaciôn de la voluntad del ser amado. Dos voluntades que se aman tienen un mismo querer, y tanto mâs se demuestra éste cuanto mâs dificil sea de aceptar lo que quiere el amado. Asi, pues, mi amor a Dios se demuestra cuando acepto su voluntad. y se demuestra hasta lo sumo cuando acepto lo que mâs me repugna, los dolores que me envia. b) La oraciôn dei Serior en el huerto y la de Maria en el templo. La oraciôn del mayor amor del Hijo a su Padre fué la del huerto: «Hâgase tu voluntad y no la mia» (Le. 22,42). La de Maria fué en el templo, cuando, después de oir la profecia de Simeon, ofreciô su Htjo al Padre aceptando la cruz (cf. Bourdaloue, p. 674,a). III. El camino del dolor, camino de santificaciôn. tQueréis santificaros rdpidamente? Buscad sôlo la volun­ tad de Dios, y estad seguros que, si vuestra santidad es sincera, Dios os la premiarà santifiedndoos mâs (cf. sec. 7.a, p. 713,VID. tCômo? Por el camino que ha escogido para todos sus santos desde Maria Santisi­ ma: ipor el camino del dolor! (cf. Faber, p. 675,A). Y si un dia te parece dura la navegaciôn en medio del sufrimiento, no tienes sino repetir la invocaciôn de San Bernardo: «(Mira a la estrella, llama a Ma­ ria!* (cf. Horn. 2 sobre el «Missus est*, en BAC, San Bernardo, Obras selectas, p. 536,17). SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 739 Bienes de la tribulaciôn I. La antitesis del dolor. A. Se ha llamado a nuestra religlôn la religiôn de las antitesis, y realmente abunda en ellas, efecto de la también antitética composiciôn del hom­ bre, con tendendas hacia el barro y hacia el ângel. Una de las mâs fuertes es la del dolor. B. Que repugnamos la tribulaciôn es évidente y esencial a ella. Sin embargo, en cuanto Maria présenta su ofrenda a Dios en el templo, recibe como galardôn la profecia que amargarâ su vida (cf. Faber, p. 676,a). Cuando San Pedro quiere disuadir al Seftor de su voluntad de cruz (cf. San Agustîn, p. 627,2) es increpado con el nombre de «Satanâs» (Mt. 16,23). Y a todos nos es inevitable la cruz. C. ôPor qué esta decidida voluntad de Dios ante una cosa que repugna naturalmente al hombre? II. El punto de vista de Dios. Cada uno suele tener sus puntos de vista, y la perfecciôn estribard en aceptar o coincidir con el punto de vista de Dios. Veamos cuàl es el suyo en este tenia (cf. Faber, p. 676,1 y 2). A. La tribulaciôn debe tener un fin bueno. a) Dios es santo siempre, no solo cuando premia, sino cuando castiga o permite la tribulaciôn. Sus mismos castigos y amenazas tienen como fin el préser­ vâmes y convertîmes. Luego también debe. proponerse fines buenos al permitir el dolor (cf. San Juan Crisôstomo. p. 617,b y 6J8,c). b) Dios ha creado el mundo para el hombre, con todo cuanto encierra. En este mundo existe la imperfecciôn y el dolor, luego el hombre puede sacar de ellos algun bien, pues de lo contrario no los hubiera permitido Dios (cf. San Juan Crisôstomo, p. 617,a y b, y Ribadeneira, p. 655A). B. Fines buenos de la tribulaciôn. Podemos considerar al hombre enfermo por el pecado, débil por su tibieza y tentaciones. Pues bien, la tribula­ ciôn es a) Medicina que cura. Poco suele acordarse de Dios el pecador que vive en la abundancia y alegrla. Pero cuando el dolor llama a sus puertas... Sujetâbanle al pecado las coy undas del placer y de pronto la tribulaciôn las ha roto (cf. Santo TomXs de Aqui- »- FRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. p. 646,c). Entonces recuerda que hay otra vida, en donde existe la justicia que necesita o la pas que desea, y en comparaciôn de la cual no son dig­ nos de ser tenidos en cuenta los sujrimientos de esta. Entonces puede ofrecer a Dios la penitencia que satisfaq a por sus pecados (cf. San Juan Crino, b> & & 657’a’ y «“·»· P. 547X). .De sufri/niento y a cuàntos nos hubiera conducido la vida muelle! Harto hace el que sufre con sobrellevar su dolor sin tener tiempo para pensar en otras cosas. jOh tribulaciôn, sé mi àngel de là guarda..j (cf. Faber, p. 677,b), y Crisôstomo, p. 621,a y ss)/ iComo nos aleja de la soberbia la tribulaciôn, que nos humilia y pone por delante nuestra nadai (cf. San Juan Crisôstomo, p. 616,c y ss). c) Medicina que fortalece en la virtud. 1. El crecer en la viriud consiste en acomodarse a la voluntad divina. La generosidad se mide por la repugnanda a ella. Nada, pues, mejor que aceptar la tribulaciôn que Dios envia o permite, a pesai* de la rebeliôn de nuestro ser (cf. Faber, p. 676,b.l y 2). 2. Pero la misma tribulaciôn nos da los medios para aceptar la voluntad de Dios, al hacemos entender lo caduco de todo lo terreno (cf. Riba­ deneira, p. 659,2), al levantar nuestra mirada hacia el Padre de todas las misericordias y provocar en nosotros ansias del cielo (cf. San Juan Crisôstomo, p. 620,D,a y b). d) Medicina que viene de la mano del amor. 1. èQuién corrige a sus hijos sino su padre? (cf. Ribadeneira, p. 656,b). Hasta tal punto es cierto que los castigos son pruebas del amor de Dios, que este amenazô con dejar de enviarlos a su pueblo, que le habia cansado (cf. Ribade­ Ni neira , ibid.). 2. Y Dios mismo, que las envia, ayuda a tomar la medicina, como la madré al niûo. Su gracia sostenia a San Pablo, capaz de todo en aquel que le confortaba (Phil. 4,13). La esperanza en Dios sostuvo a Simeôn, y la esperanza en el cielo nos sostiene en los dolores, que, sufridos con paciencia, aumentan el premio futuro (cf. San Juan Crisôstomo, p. 620,b, y Apuntes exeg.mor., p. 611.8». III. Exhortaoiôn. iSufres? Acepta lo inevitable. Ofrécelo por tus pecados (cf. sec. 7.a, p. 712.VI). Acéptalo con amor, ofrécelo por los pecados dei mundo y por tu santificaciôn. Abandônate a Dios. Tu obra es la de santificarte, la de Dios senalar la hora final del sufrimiento (cf. San Juan Crisôstomo, p. 623.F). Perfecciona tu caridad consolando a los que sufren, y tu amor, aceptando tus sufrimientos. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 741 La profetisa Ana I. La figura de Ana. A. Pocas figuras de mujer han sido tan detalladamente descritas en el Nuevo Testamento como la de Ana (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 615,21). Se alude a su origen, a sus afios de matrimonio, a su viudedad, a su vida piadosa y a la recompensa que recibe de Dios (cf. Fray Luis de Granada, p. 655,E). Ana sigue los pasos de la viuda Judit en el Antiguo Testamento (ludith 15,11). B. Simeôn era «vir iustus»; podemos decir que Ana era «mulier iusta». Ambos reciben dei Senor idéntico premio: conocer y confesar a Jesucristo · (cf. San Roberto Belarmino, p. 649,c). En Ana podemos ver un simbolo de la mujer santa en la Iglesia. ’ II. La mujer en el Euangelio. Es inodelo de penitencia, de generosidad, de amor, de apostolado. Entre muchas pueden citarse y describirse, resultando las an­ teriores virtudes, las figuras de la Samaritana y de la Magdalena. III. La mujer en la historia de la Iglesia. A. Arrancando desde los tiempos apostôlicos, podemos ver por las epistolas del Apôstol que son va­ rias las mujeres que le ayudan en la propagaciôn del Evangelio. «Te ruego que ayudes a esas que han luchado mucho por el Evangelio» (Phil. . 4,3) B. Después, en la historia de la Iglesia, muchas veces la mujer ha sido instrumento de Dios para grandes obras: fundaciôn de ôrdenes religiosas, revelaciones, escritos. Asi Santa Catalina de Sena, Santa Gertrudis, Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal, Santa Teresa, Santa Margarita Ma­ ria de Alacoque... IV. La mujer santa en el mundo. Pueden también mencionarse algunas mujeres distinguidas por su santidad, su oraciôn, su prudencia y sus virtudes: Santa Isabel, reina de Portugal; la madré de San Luis, rey de Francia; Isabel la Catôlica... 742 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. V. Piedad de la mujer. A. Frecuentemente se encuentran muj eres que viven no una vida de piedad sincera, sino un sentimentalismo piadoso, infructuoso e inconstante. Es la hipocresia de muchas mujeres, sobre todo de las jôvenes. No son Ana. B. Hay muchas, no obstante, que lo son. VI. a) Las hay escondidas y humlldes, para quienes no exis­ te mâs que el templo y el hogar, que es también un templo. Viudas que Uoran la muerte de sus esposos en sUencio y oraciôn, dedicadas a la education de los hijos. 2. Mujeres entregadas al apostolado y a la cari­ dad, incondicionales siempre para las obras de Dios. b) Algun dia sabremos el gran papel que han jugado en el mundo, y que hoy no podemos conocer. Oran y ayunan como Ana, como Simeôn, como los justos del Antiguo Testamento, como Maria Santisima, que merecieron la venida del Redentor. Exhortaciôn final. A. La piedra de toque para conocer la verdadera piedad es la oraciôn y el sacrificio (cf. San Agus­ tin, p. 631,2, y San Francisco de Sales, p. 661.c). B. Oponed a los pecados de la mujer, que tantos estragos causan en otras aimas, la vida de auténtico espiritu de piedad. C. Huid de los sentimentalismos, de las conversatio­ nes en apariencla espirituales, en el fondo inûtiles o nocivas. D. Buscad a Dios, no a las criaturas ni los consuelos de Dios. Orad sin intermisiôn I. Orar en todo tiempo y sin desfallecer. A. Ana, figura orante. San Pablo recomienda a los de Tesalônica la oraciôn constante, «orad sin cé­ sar» (1 Thés. 5,17). He aqui a Ana, la mujer que, mucho antes que el Apôstol escribiera, «no se •apartaba dei templo, sirviendo con ayunos y ora­ tiones de dia y de noche» (Lc. 2,37). Es la viuda santa (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 615,21) que el mismo Apôstol describlrâ mâs tarde: «la que de verdad es viuda y desamparada, ponga en Dios su confianza e inste en la plegaria y en la ora- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 743 ciôn noche y dia» (1 Tim. 5,5). Mas ies posible tal continuidad en la oraciôn? ^Puede el cristia­ no observar el precepto del Apôstol: .(1 Cor. 10,31). «Siempre en salmos, himnos y cânticos espirituales, cantando y salmodiando al Sehor en vuestros corazones, dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre en nombre de Nuestro Senor Jesucristo» (Eph. 5,19-20). «Y todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Senor Jesûs, dando gracias a Dios Padre por El» (Col. 3,17). No son precepto, sino consejo, estas palabras del Apôstol. Son un ideal, en pos del cual ha de caminar el cristlano. Es el modo prâctlco de poner por obra el «hay que orar siempre y orar sin intermisiôn». C. Tiempo de oraciôn. Mas estas palabras, juntamente con otras sentencias del Evangelio, exigen que a la oraciôn se dedique cierto tiempo. Asi lo han entendido los teôlogos, sin que estén acordes en cuanto al tiempo que haya que dedlcar o res­ pecto de la frecuencia de la oraciôn. Santo Tomâs aflrma que el hombre que asiste a la santa misa los domingos y dias de fiesta uniendo su intenclôn con la dei sacerdote que ora por ellos, cumple ya con el precepto. Mas nlngûn cristlano debe contentarse con esto. Todos han aprendido de sus padres las oraclones mâs bellas, cuales son el Padrenuestro y el Avemaria. Todos conocen también por el Catecismo el Credo, que, como acto de fe, es oraciôn bella y eficaz. A ninguno es necesario recomendar que los recen, porque, gra­ cias a la educaciôn cristiana que en los hogares espafioles se recibe, dlariamente suben al cielo de los lablos y corazones de todos esas plegarias. Pero hemos de decir, en general, que el hombre tiene que dedlcar todos los dias un espaclo de tiempo a la oraciôn. ôQulén no ha deliberado en las gracias espirituales y materiales que recibe del cielo a cada hora? ôQuién no conoce cuânto neceslta de la protecclôn divina mientras milita en esta tie­ rra en todos los momentos de su existencla?... No daremos fôrmulas concretas de oraciôn. Cada cual, a su manera, ya vocal, ya mentalmente, debe rendir el tributo de acciôn de gracias a su Creador y SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 745 Padre y pedirle al mismo tiempo su auxilio y favor. III. La oraciôn de noche, en la iglesia. Hoy se echa un velo sobre tal oraciôn. Ni se menciona en püblico siquiera. Parece imprudencia recomendarla. Se dice que las circunstancias de la vida moderna son muy distintas. Lo cierto es que el espiritu de nuestros primeros cristianos, desde San Pablo hasta San Gregorio Magno, se manifestaba en las solemnes vigilias de fiestas en la oraciôn colectiva. Estâ frecuentemente aconsejada en las Escrituras. a) Ya en el Antiguo Testamento: «De noche nie acuerdo de tu nombre» (Ps. 118,55). «Me levanto a me­ dia noche para darte gracias por tus justos juicios» (Ps. 118,62). «Alzad vuestras manos al santuario y bendecid a Yavé» (Ps. 133,2). Y después en el Nuevo: 1. La consagra Nuestro Senor Jesucristo, que tenia por costumbre hacer por la noche un rata de oraciôn, como lo demuestra Getsemani (Mt 26,36 ; Mc. 14,32; Lc. 22,39-41) y las palabras de San Lucas : «pasô la noche orando a Dios» KLc. 6Λ2). 2. Sabemos de Pablo que oraba también por la no­ che: «orando noche y dîa con la mayor instancia» Cl Thés. 3,10). 3. Y los santos, que han seguido las huellas del Sefior, la han frecuentado. Por citar un ejem­ plo, el de San Francisco Javier. Cargado de ocupaciones durante el dîa, predicando y bautizando y ensefiando el catecismo sin césar: «Mientras viviô en Santo Tomé, por las noches solia estai* horas y horas meditando en la iglesia, y cuando en Malaca le observaban sus compafieros, veian siempre al Santo Padre pasarse la mayor parte de la noche arrodillado ante su crucifijo»... «Largos viajes maritimos le proporcionaban al Padre tiempo abundante para la oraciôn. Veiasele con frecuencia, una hora des­ pués de media noche, levantarse dei duro lecho y permanecer absorto en la meditacién hasta que apuntaba el alba» (cf. Schurhammer, S. I. Vida de San Francisco Javier, c. 36). C. Ventajas de la oraciôn nocturna. Expuesto lo an­ terior, no es dudoso recomendar la oraciôn noc­ turna. Serâ imprudencia, pero es imprudencia que ha hecho santos. Entre otras, tiene las siguientes ventajas: a) Muy eficaz. El silencio de la noche javorece no poco al recogimiento. Cuanto mâs recogimiento, mâs eficacia. Por otro lado, exige sacrifido, que bendice Dios de modo especial y aumcnta el poder de la oraciôn. 746 TRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. b) Agradable a jesucristo. La realizô El mismo. En las apariciones a Santa Margarita Maria de Alacoque le pidiô que le dedicara una hora santa en la media noche del jueves al viemes. c) Especialmente reparadora. Asi lo indicé a Santa Margarita Maria de Alacoque. Las horas de la no­ che son prodigas en pecados. Esta oraciôn puede aplacar de modo especial la justicia del Padre. oraciôn nocturna en nuestros dias. Parece que comienza un movlmlento a su favor. El nuevo de las vigilias del Sâbado Santo es un in­ dicio claro de que la Iglesia la aprueba y bendice. a) Con esta bendici&n de la Iglesia se verijica la plegaria noctuma de manera oficial en muchos monasterios de religiosos y de religiosas, y especial­ mente en los dedicados a la vida contemplativa. b) Mas hoy privadamente entre los mismos jieles hay un movimiento en pro de ella. 1. Asi las horas sautas a media noche. 2. La camp an a dei rosario perpetuo: muchas fa­ milias interrumpen el descanso para rezar el rosario a la hora que le han asignado. Conclusiôn. Digamos, conforme al espiritu de la Sa­ grada Escritura y con el ejemplo de Jesucristo y de los santos, presentando la figura de Ana, que hoy nos evoca el Evangelio: Orad sin intermisiôn. De dia y de noche. Mantened siempre vuestro espiritu de ora­ ciôn (cf. San Francisco de Sales, p. 661,0. Referid todas las cosas a Dios. Dedicad el tiempo que poddis, ya de dia, ya de noche, a alabar y dar gracias a Dios y a impetrar sus beneficios sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros problèmes. La vida contemplativa I. Ana, simbolo de las religiosas contemplativas. Ana re­ présenta la oraciôn y el sacrificio (cf. Apuntes exeg.mor., p 615,21). Se puede ver en ella un simbolo de tantas y tantas mujeres que no se apartan de la casa del Sefior, y que dia y noche le sirven con oraciôn y sa­ crificio. Son las religiosas de vida contemplativa. II. Las monjas de clausura. Todos conocen quienes son. Las encerradas, las que no salen. Su unica misiôn es la de rezar y sacrificar se. Cada congregaciôn en la Iglesia tiene su fin especifico. Elias también. Unas la ensefianza, otras los enfermas, otras los pobres, otras los ancianos, otras las misiones. Las monjas de clausura, la ora- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 747 cion y el sacrificio de dia y de noche. Son muchas las que interrumpen sus horas de descanso para orar, y durante las horas heladas de invierno suben y bajan las escaleras del coro con los pies descalzos, sin mâs abrigo que el hdbito de estamena. A. Excelencia de la vida contemplativa. a) Magdalena a los pies de Jesucristo: «Maria ha escogido la mejor parte, que no le sera arrebatada» (Le. 10,42). b) La religiosa contemplativa busca al Senor directamente en la oraciôn y en el ejercicio de las virtudes teologales. No mira mâs que a Dios, y a Dios directamente. «Ya no guardo ganado—ni ya tengo otro oficio,—que ya sôlo en amar es mi ejercicio» (cf. San Juan de la Cruz, Cant, esp u BAC, p. 1332). B. Necesidad de las monjas de çlausura. a) Muchos no comprenden por qué en el siglo XX, cuando tantas necesidades hay en la Iglesia, per­ mite ésta la inactividad de tantas religiosas que se encierran en monasteries de clausura. No compren­ den su razôn de ser. Lamentable error. b) La «Sponsa Christi» ha hablado reciente y clara­ mente sobre su necesidad en la Iglesia. 1. La vida contemplativa y la vida activa son en ella como el corazôn y los brazos en el cuerpo humano. Nadie dira que el corazôn, por estar oculto, es inactivo, cuando de él depende el mo­ vimiento y la actividad de los brazos y de todo el cuerpo. La vida contemplativa es el corazôn en las obras de apostolado. Ejemplo el de Santa Teresita del Nifio Jesûs, de quien se dice que salvô tantas aimas desde la celda y el coro de su convento de Lisieux como San Francisco Ja­ vier en la India y en el Japôn. 2. Pio XI quiso que a dos paises de misiôn fuesen también las monjas de clausura. 3. Los sacerdotes que se dedican a dirigir ejerci­ cios y misiones, como base de la organizaciôn, piden oraciones a las monjas de clausura. El pueblo y las monjas de clausura. a) Gran beneficio para un pueblo o una parroquia que exista en su demarcation un convento de clausura. 1. Son los grandes pararrayos que detienen la ira de Dios. 2. Son el imân que atrae sobre el pueblo innumerables gracias. Cuando querâis conseguir del Se­ fior alguna gracia especial, acudid a ellas, por­ que son auxiliar poderosisimo. b) Mas el pueblo debe mirarlas como cosa propia. 1. La mayor parte de nuestros conventos se encuentran hoy en extrema pobreza. Quedariamos asustados si supiéramos lo que com en muchas religiosas de clausura. Las circunstancias han variado y han hecho difîcil materialmente su vida. De aqui la nueva orientaciôn de la «Spon­ sa Christi» para que se ejerciten en algûn tra- 748 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. bajo manual con ©1 que sacar medios para vivir decorosa mente. 2. Es necesario que se les ayude. Digna de todo elogio es la costumbre de muchas personas que, de tiempo en tiempo, como agradecimiento a Dios por los beneficios recibidos, depositan un donativo en las rejas de los conventos. Ese do­ nativo sera fuente de nuevos beneficios. SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 16 La obediencia a la ley, fundamento de la vida cristiana I. La actitud obediente de Jesûs. Hay un profundo misterio en la constante actitud de obediencia de Jesûs y de sus padres a las leyes. A. Los evangelistas la resaltan siempre que se les ofrece ocaslôn. B. Los Santos Padres la comentan, proponiéndola co­ mo ejemplo que deben seguir los cristianos. No solo cuando se trata de las leyes eclesiâsticas, que obligan a determinados deberes religiosos. También cuando el precepto viene de la ley civil. C. ôCuâl es la intenciôn que anima esta fiel observan­ da de las leyes por parte de aquéllos que estaban sobre toda ley? No puede ser otra sino la de mostrar con el ejemplo de su conducta, la excelencia de una virtud cuya raiz es la fe, y el fruto maduro la perfecciôn cristiana. II. Contenido teolôgico de la obediencia a la ley. Excluyendo aqui el caso de las leyes religiosas, consideremos, a la luz del evangelio, el contenido teolôgico de la obediencia a la ley civil. A. Garantiza el bien comûn. Suponemos que se tra­ ta de leyes justas. No intentaremos discernir cuâles lo son. Nos basta con saber que, si lo son de veras, reflejan de algûn modo la voluntad de Dios (cf. p. 692,e y 691,b). Tanto si son mera expresiôn de la ley natural (cf. p. 692,c) como si especifican aquélla, aplicândola a un caso concreto (cf. p. 692,d), tienden a garantizar el bien comûn, cuando no basta dejar su cumplimiento al mero imperativo de la concienda. Φ SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 749 .B. La promulga quien ejerce una autoridad recibida del mismo Dios (cf. p. 693,1). a) Obedecer, pues, a la ley, es cumplir la voluntad de Dios (cf. 693,h y j). Y en esto consiste la perfec­ ciôn cristiana: «No todo el que dice: jSefior, Sefior!, entrarâ en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre» (Mt. 7,21). b) Pero decir que el legislador promulga la ley no es decir, en modo alguno, que es él quien la hace o quien le da su fuerza imperativa. Seria tanto como caer en un positivismo juridico que o niega la existencia de Dios o arranca el orden juridico de la es­ tera del orden moral, impuesto por la ley divina. El legislator se limita a declarer el precepto de la ley moral en el caso concreto. c) Pero la fuerza obligatoria le viene de algo anterior y superior al legislador mismo (cf. p. 691,b) : de la voluntad divina, cuyo reflejo en el entendimiento humano es la ley natural. C. Garantia de la paz y el orden social. Ordenada la ley al bien comûn de la sociedad, su observanda es una garantia de la paz y el orden sociales (cf. p. 694,11). a) El complejo de leyes que ordenan la vida en la so­ ciedad constituye como la proyecciôn externe del orden trazado por Dios en la vida social (cf. p. 694,1). b) Someterse a ese orden, aunque en ocasiones suponga esfuerzo o sacrificio propio, es asegurar el bien de los que forman con nosotros la comunidad social. c) Obedecer a la ley es querer y procurar el bien de nuestros hermanos. Y ésta es otra forma de alcanzar la perfecciôn, no solo en un orden individual, sino incluso en el social. D. Necesidad de recalear estos principles. Conviene insistir mucho sobre estos principles, tan claros en si mismos, pero por desgracia insuficientemente conocidos por los cristianos. Hay sobre esta mate­ ria demasiada amplitud en las conciencias. Inclu­ so entre personas que buscan a Dios sinceramente. La falta de formaciôn, casi siempre, y, no pocas veces, incluso una formaciôn torcida, hace que se violen tranquilamente leyes de cuyo cumpli­ miento depende en gran parte el orden y el bienestar de toda una sociedad. III, Algunas consecuencias. A. La ley es superior y anterior al legislador. a) Se le impone con la misma fuerza que a los ciudadanos (cf. p. 693,j). b) Tiene tal fuerza, que en modo alguno puede ser abo­ nda su base natural (cf. p. 694jn). c) Si se pretendiese legislar contra ella, pronto se desmoronaria la construcciôn social asi establecida (cf. p. 695.n). d) Y no solo debe atenerse al legislar a aquella ley superior, sino que el propio legislador debe dar 750 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. ejemplo de obediencia a ella, si quiere dar .testi­ monio ante la sociedad del valor supremo del or­ den juridico. La ley natural es superior al precepto positivo. a) De donde, si es suficientemente conocido el alcance de la ley natural en un caso concreto, tiene fuerza plenamente obligatoria, aunque no este promulgada positivamente por el legislador humano. En aque­ llos casos en que la ley civil no llegô a preceptuar coactivamente un deber que evidentemente emana de la ley natural, esta sola basta para jorzar al hom­ bre al cumplimiento de aquel deber. b) Algunas aplicationes. El principio tiene apLicadones incalculables; pero, por via de ejemplo, hagamos tan sôlo una. Es precepto de ley natural que quien no dispone para vivir de otros medios que las juerzas fisicas retibidas de Dios para trabajar, pueda vivir decorosamente y hacer posible una vida dig­ na a su familia con el fruto de su trabajo (cf. p. 682. a). Pero puede darse el caso de que las leyes civiles no establezcan en concreto la euantia de los sala­ rios o lo dejen a la libre contrataciôn de las partes. En tal caso la empresa esta obligada a dar al trabajador, no el salario minimo con el que este estaria dispuesto a trabajar, sino aquel que basta para cubrir sus necesidades (cf. p. 237,e). !. Casos de desobediencia a la ley. a) Contradiction de la ley natural. Si una ley civil contradice evidentemente a la ley natural, carece de juerza obligatoria (cf. p. 692,f), podria ser desobedecida (cf. p. 692,g), y en ocasiones en que la contradicciôn sea flagrante, debe ser desobeaetida. Pongamos también algûn ejemplo: aquel en que, fijados los salarios por la ley, se pretendiera fijai los pretios de venta en tal forma que evidente­ mente no permitieran al empresario beneficio aiguno, sino que le causaran pérdidas en el négocie. La detensa natural de los empresarios séria la ocultacion de las mercandas y la venta clandestina a un precio superior y remunerador. b) Ha de ser patente la injusticia. claro es que de tal manera dépende el bien comûn del cumplimiento de las leyes, que, aun tratândose de leyes injustas, cabe exigir que se las obedezea, porque su viola­ tion podria acarrear mayores males. Es deber del legislador mirar muy bien que las leyes se acomoden en todo momento a la ley natural, teniendo en cuenta las circunstancias de hecho. Pero, aun en los casos en que tal no suceda, para desobedecer a las leyes habrâ de ser patente su injusticia—consideradas todas las circunstancias—y no seguirse de la desobediencia mayores males que los que se seguirian de su cumplimiento. El espiritu de Cristo en la obediencia. Observadas las leyes con pleno conocimiento de su origen y de su fi­ ll alidad, el Cristiano pone en su observantia el mismo espiritu de Jesucristo y de Maria y José. Y sôlo enfon­ ces la ley produce en la sociedad todos los bienes a que SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 751 esta ordenada: a garantizar el bien comûn en el or­ den temporal y a hacer posïble y mas fdcilmente asequible el bien comûn sobrenatural, que es la perfec­ tion cristiana. La esperanza del padre de familia I. Una virtud de los padres cristianos. A. La alusiôn a la Sagrada Familia prédomina en toda la liturgia posterior a la Navidad. B. Hoy, al contemplar la figura de Simeôn, se ofrece ocasiôn de considerar una virtud que debe ser caracteristica de los padres cristianos. El Espiritu Santo le habia revelado que veria cumplido su gran deseo antes de morir: ver al Cristo, Salvador de los hombres. Y toda su vida fué una anhelante espera. Logrado su deseo, carecia de aliciente en este mundo. Podia muy bien entonar su cântico de despedida. IL La- educaciôn cristiana. La esperanza de ver a Jesu­ cristo en los hijos: he aqui la razôn de ser de los pa­ dres como taies. Desde el momento en que Dios ha concedido que se cumpla el fin primario del matrimo­ nio (cf. p. 699,b) y desde el punto en que los hijos han sido hechos cristianos por el bautismo, la vida de los padres debe estar llena de la esperanza de ver aparecer a Jesucristo externamente en los propios hijos. Edu­ car, para un cristiano, es esto: procurar, con suavidad y tacto, con perseveranda y energia, que el Cristo depositado en el aima por el bautismo, como semilla, crezca en ella hasta aparecer exteriormente por las virtudes cristianas (cf. p. 701,k). III. La esperanza de Simeôn y la de los padres. A. Hay semejanzas entre la esperanza de Simeôn y la de los padres. Unos y otros han de alimentar su esperanza de la fe. a) La fe sostiene y guia a Simeôn durante largos aiios de espera. Pese a que nada externamente parezca confirmarla; pese a que, por el contrario, se acerca el fin de la vida, sin que ninguna seiial se descubra. b) La fe ha de sostener también a los padres en el diùmplimidnto de su misiôn, no obstante dificultades y sinsabores; a pesar de que muchas veces los defectos, e incluso los pecados, oscurecerân la imagen de Jesucristo en el alma del hijo. 752 FRESENTACION EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. B. Pero hay también diferencias. pj La esperanza de Simeon estâ basada en la revela­ tion del Espiritu Santo. Tiene en su favor un verdadero privilegio exceptional, que sirve como de faro que ilumina toda una vida de esperanza. En los padres, la esperanza no tiene otro fundamento que la palabra divina contenida en la Sagrada Escritura y la ensendnza de la Iglesia. b) La esperanza de Simeon, para verse cumplida, no exige nada positivo. A Simeon, para ver a Cristo, le basta mantenerse en su esperanza aiio tras aüo. La esperanza de los padres, por el contrario, lleva en si misma la exigentia de colaborar activamente (cf. p. 701,g). Para ver a Jesucristo en los hijos, los padres han de cooperar necesariamente a la action de la gracia. La ley natural y la divina les han encomendado esta misiôn (cf. p. 7 ■It Contarân para ello con la ayitda de la Iglesia, ma­ dré de los cristianos. Pero a ellos corresponde la parte principal. La Iglesia quiere que se recuerde a los padres este grave deber suyo (cf. p. 701,g). F tiene bien présente que en la edification y crecimiento del Cuerpo Mistico de Jesucristo correspon­ de a la famüia una parte principal (cf. p. ©99,0,a). C. Consecuencia import antisim a para nuestros dias: hacen mal los padres en confiar totalmente en manos ajenas la educaciôn de sus hijos. a) Dios se los entregô a ellos como un tesoro, y a ellos les exigirà que se lo devuelvan aumentado (cf. P. 699,c). Hoy, por desgracia, se descuida la educaciôn de los hijos en muchas familias (cf. p. 701,h). Por egoism o y comodidad de los padres, se entrega a los hijos en brazos mercenarios. 2. Y no siempre puede decirse que el resultado sea satisfactorio. El menor de los males sera la pérdida de la union familiar en Jesucristo. i Cô­ mo podrân sentirse satisfechos al fin de su vida, si ellos no hicieron nada por descubrir a Cristo en el hijo? b» Esta labor lleva consigo sacrificio. 1. Para vigilar amorosamente al nino, a fin de protegerle en los momentos de crisis (cf. p. 703n). 2. Para corregir desviaciones perniciosas o fomentar virtudes que apuntan (cf. p. 7O3.n). Para ofrecer al hijo en todo momento el ejem­ plo de una vida de perfection cristiana en el ambiente familiar (cf. p. 703 il; B. El resto de las intervenclones de la autoridad se justifica por su funciôn supletorla (cf. p. 686,b). a) En estricto derecho natural, corresponde ejercer ta­ ies actividades a la iniciativa privada dentro de la misma sociedad (cf. p. 686,b 687,c; 688.E,a). b) Que para ello debe crear sus ôrgdnos propios, con la necesaria solvenda para garantizar la perfec­ tion posible en su ejercicio (cf. p. 688,f y 689,d). Pero es obllgaciôn del Estado: a) No solamente no coartar el nacimiento y organi­ zation de taies iniciativas y taies ôrganos (cf. p. 689,c y e). b) Sino estimularlas y promoverlas positivamente (cf. p. 688.E.a y 690. h). c) Formar para ello la concientia de los ciudadanos y de los grupos sociales en orden a su responsa- SEC. 8. d) e) f) g) GUIGNES HOMILÉTICOS bilidad en la soluciôn de los problemas planteados (cf. p. __ f). Poner al alcance de quienes hay an de asumir taies tareas e instituciones la adecuada preparaciôn. Transferir los resortes que provisionalmente tomô en sus manos en la medida en que aquéllos puedan manejarlos. Descargarse cuanto antes de actividades que no son las suyas (cf. p. 687,c y 688,a y b) y, por el contra­ rio, pueden dificultar el cumplimiento de su mi­ siôn propia (cf. p. 687,d y p. 688,b). Que es: dirigir, vigilar, urgir. castigar (cf. p. 687,c). V. Provisionalidad de la intervenciôn. Conviene destacar la provisionalidad de la intervenciôn autoritaria. «Mien­ tras el heredero es menor> (Gai. 4,1). SI su misiôn es suplir incapacidades, tante debe intervenir y durar su intervenciôn cuanto dure la incapacldad. Pero no mâs. El hecho de haber intervenido usando un derecho y supllendo un de­ ber; mâs todavia, el hecho de haber producldo con ello grandes bénéficies a la sociedad, no justiflearia nunca la pretensiôn de mantenerla indefinidamente. Si pasado un plazo suficientemente ampllo persisten las circunstanclas que pldieron la Intervenciôn, la razôn se volveria contra la propia autoridad que interviene. Porque, habiendo comprendldo la ne­ cesidad en que la sociedad se encontraba: a) No puso todo su empeno—ademâs de suplir la de­ ficienda—en preparar y estimular a los individuos privados a hacerse cargo de taies necesidades. b) Vino a complicar los problemas, echando sobre si pesos que le impiden llevar debidamente sus propias cargos. c) Hay el peligro de que pretenda utilizar su poder con fines politicos particulares. VI. Las obligaciones de la sociedad. A. No es ésta la ocasiôn para abordar una critica de clertas intervenclones del Estado que, en opinlôn de algunos, se prolonga mâs allâ de lo que pareceria necesarlo. Basta con que quede formada la concienda de los que escuchan en relaciôn con estos problemas. La Iglesia, como maestra de la verdad, se limita—sobre todo desde la câtedra sagrada—a exponer los prlnclpios. B. Pero conviene destacar aqui la responsabilldad que incumbe a los cludadanos por el mero hecho de serlo. a) No basta exigir al Estado una intervenciôn cuando es necesaria. Ni tampoco pedir que se retire, en la medida en que tal intervenciôn viene a hacerse mâs perjudicial que beneficiosa. PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. NAV. 756 b) Hay que recordar la obligation de la sociedad de prepararse a resolver los nuevos problèmes que la marcha de los acontetimientos va planteanao. Es demasiado cômodo esperar a que el Estado lo resuelva todo, y lue go criticar mordazmente su ac­ tuation, si se desviô de su camino. A la postre, la autoridad cumpliô su deber interviniendo, y su jalta, por exceso, puede encontrar muchas defensas y explicationes. Pero la inertia e indolentia de los ciudadanos para asumir sus graves responsabilidades no puede justificarse fâcilmente. VII. Un grave deber de justicia social. Abramos bien los ojos a los grandes problemas que plantea nuestro tiempo. Aquellos que por su cultura, su influentia, su position social, son llamados a actuar los primeros, piensen que de ellos depende en gran parte llevar a la sociedad a aquella mayoria de edad que no solo abrevie, sino in­ cluso haga innecesaria la intervenciôn del Estado. Sobre ellos pesa este grave deber de justicia social, del que habrân de responder un dia ante el tribunal de Dios. Sobre el paternalismo laboral I. El paternalismo de empresa. El mismo simil de San Pablo puede servir para aplicarlo a otro interesantisimo y actual aspecto de la doctrina social catôlica, a las relationes en el interior de la empresa. Aqui el nino que necesita tutela es el trabajador, mientras no esta en condiciones de bastarse a si mismo. El tutor o procurador del mismo serâ, en unas ocasiones, el Es­ tado, y en otras, el propio patrono o empresario. Limitémonos aqui sôlo al ûltimo caso. II. Es una situaciôn de hecho. No es un caso hipotético, por desgracia. A. Real. El paternalismo de empresa es un hecho que ha venido dândose en la realidad de las empresas, especialmente Industriales, desde la segunda mitad del pasado siglo, y que estâ plenamente vi­ gente todavia en la mentalidad de muchos hom­ bres de empresa. Pero no nos interesa tratarlo aqui, porque encuentra especial arraigo entre los patro­ nos catôlicos. B. Creada generalmente con intenciôn recta. Trata de corregir con slnceridad los defectos del libéra­ lisme econômico, especialmente en cuanto ha so- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 757 metido al trabajador a una condlciôn muy semejante a la del esclavo. a) Para conseguirlo hace un llamamiento a la responsabilidad patronal y, apelando a los deberes de Id caridad cristiana, pide al empresario que considere a sus trabajadores como hijos. b) Como buen padre, debe mirar por el bienestar de sus hijos, procurando que no les faite nada de lo necesario y aun de lo conveniente para la vida or­ dinaria, e incluso remediando excepcionales necesidades. Hasta aqui no sôlo no hay nada censura­ ble, sino que el propôsito es digno de todo aplauso (cf. p. 682,b y 683,d). C. Tuvo su justificaciôn ante los abusos dei liberalismo econômico. a) Todo depende del espiritu con que tal paternalismo se ejerce. Porque es évidente que esta actitud pa­ ternal nace del convencimiento de que los obreros son, en algûn sentido, como niûos indefensos, que necesitan protection. b) Y, en efecto, como tales pueden considerarse cuando en el seno de una economic liberal, faltos de toda protection en sus propias organizaciones (cf. p. 688,b y 689,c), disueltas y prohibidas por las le­ yes, e incluso en el mismo Estado. deliberadamente abstencionista en los problemas econômico-sociales (cf. p. 690,g), estaban expuestos a una inicua explotaciôn (cf. p. 684,c y 685,f) por parte de los empresarios, si a estos, como era ordinario, sôlo les movia el deseo del mayor lucro posible (cf. p. 684,b). Era, pues, conveniente que los propios empresarios reaccionaran, ofreciéndoles protection (cf. ρ. 683,d). , caridad, hacia , _ .los o^reroSt victimas del Movidos de inhumano sistema, debian asumir por su cuenta la defensa y conservation de los mas elementales derechos de los trabajadores. D. Pero en la cual es necesario distinguir. Porque esa tutela paternal dei empresario no puede ser definitiva. a) Tan solo se justifica en cuanto el trabajador se halla en cierta «minoria de edad», bien porque el Estado liberal ni le defiende ni le permite defen· derse a si mismo, bien porque, aun cuando se lo permita, carece del criterio y de la formation necesarios. b) En cuanto el trabajador alcance la «mayoria de edad» y sea cap az de gobernarse, de defender sus propios derechos, de contribuir a la marcha de la vida econômica como contrïbuye a la producciôn de los bienes, deberà césar en su actitud proteccionista y concederle como auténticos derechos lo que hasta entonces le otorgaron como gratuita concesiôn. III. Reconocer los derechos de los obreros no es caridad, sino justicia. A. La dificultad estâ en que el empresario comprenda que aquellas concesiones de un principio no 758 PRESENTACIÔN EN EL TEMPLO. INFRAOCT. N AV. eran meras dâdivas de caridad, sino auténticas obligaciones de justicia (cf. p. 546,v y 547,x), a las que en concienda estaba estrictamente obligado aun cuando las leyes o la fuerza de las organizaciones sindlcales no le forzaran a realizarlas. B. Si con su conducta sôlo buscaba la paz en el négo­ cie y su tranquilidad de concienda, y no un reconocimiento implicito de los derechos de sus obreros, pronto la fina sensibilidad de éstos quedarâ herida (cf. p. 546,v) y se despertarân los deseos de emanciparse de aquella «patria potestad» (cf. p. 685,e). C. La Iglesia no puede menos de reprobar este paternalismo, que trata de cubrir con la caridad el incumpllmlento de deberes de justicia (cf. p. 546,u) y causa verdadero dafio en la fe de los trabajado­ res (cf. p. 4,b, y p. 547,x). IV. El paternalismo làboral debe concluir con la mayor edad de los trabajadores. A. Pero si el empresario es consciente de sus debe­ res y de los correspondientes derechos de los tra­ bajadores, sabrâ que su actitud proteccionista ha de ser transitoria. a? Como buen padre, procurarâ que su caridad no tenga ni la apariencia de envüecedora protection. b) Se considerard orgulloso de que sus hijos puedan llegar un dia a ser como él, o aûn mâs. Se esfprzard por superar rdpidamente la etapa minorilaria. c) Con prudentia y mesura, pero sin plazos dilatorios ni torpes egoismos, ira adoptando sus providendas espontânea y provisionalmente, para transformarias, en el momento oportuno, en verdaderas realizaciones institucionales, en las que al obrero se le con­ céda mayoria de edad. B. La Iglesia por su parte (cf. p. 686,g, 689,d y 690,i) no tiene para esta actitud mâs que palabras de allento, que estimulan a avanzar sin descanso. a) Ni impone fôrmvlas rigidas ni plazos conminatorios. b) Prestarâ la luz de sus consejos y el calor de sus orationes para que el ejemplo ciünda y la evolutiôn avance con paso rapido. c) Y si, por acaso, se oponen obstâculos legales, re­ cordard al Estado que, velando por el bien comûn, debe hacer posible la implantation de taies iniciativas (cf. p. 69O.g y h), estimaiàndolas incluso con un trato de favor. EL DULCE NOMBRE DE JESUS Domingo después de la Circuncision del Senor SECCION I. TEXTOS SAGRADOS I. EPISTOLA (Act. 4,8-12) 8 Tunc repletus Spiritu Sancto Petrus, dixit ad eos: Principes po­ puli et seniores audite: 9 Si nos hodie diiudicamur iu benefacto hominis infirmi, in quo iste salvus factus est, 10 notus sit omnibus vobis, tt omni plebi Israel: quia in nomine Domini nostri lesu Christi Nazare­ ni, quem vos crucifixistis, quem Deus suscitavit a mortuis, in hoc is­ te astat coram vobis sanus. 11 Hic est lapis, qui reprobatus est a vobis aedificantibus, qui factus est in caput anguli: 12 et non est in aliquo salus. Nec enim aliud nomen est sub cae­ lo datum hominibus, in quo opor­ teat nos salvos fieri. II. 8 Entonces Pedro, Ueno del Espiritu Santo, les dijo: Principes del pueblo y ancianos: 9 Ya que somos hoy interrogados sobre la curaciôn de este invalido, por quién haya sido curado, 10 sea manifiesto a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en nom­ bre de Jesucristo Nazareno, a quien .vos­ otros habéis crucificado, a quien Dios resucitô de entre los muertos, por El este se halla sano entre nosotros. h El es la piedra rcchazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser piedra angular. 12 En ningùn otro hay salud, pues ningùn otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos. EVANGELIO (Le. 2.21) Et postquam consummati sunt dies octo ut circumcideretur puer: vocatum est nomen eius lesus, quod vocatum est ab angelo prius quam in utero conciperetur. Cuando se hubieron cumplido los ocho dias para circuncidar al nino, le dicron el nombre de Jcsùs, impuesto por el inecl antes de scr conccbido en el seno. 762 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. II· M. DESP. CIRC. III. SELEÇCION DE TEXTOS DE LA ESCRITURA RESPECTO AL NOMBRE DE JESUS A) El nombre de Dios Y Dios dijo a Moisés: Yo soy el que Dixit Deus ad Moysen: Ego sum soy. Asi responderis a los hijos de Is­ qui sum. Ait: sic dices filiis Israel: rael: Yo soy me manda a vosotros. Qui est, misit me ad vos (Ex. 3>M)· Este es para siempre mi nombre, éstc Hoc nomen mihi est in aeternum, mi memorial de generation en gene- et hoc memoriale meum in genera­ raciôn. tionem et generationem (Ex. 3,15). Et nomen meum Adonai non in­ Y mi nombre Adonai no se lo mani­ dicavi eis (Ex. 6,7). festé a ellos. Posui te, ut... narretur nomen Para que por ti brille mi poder y mi nombre sea celebrado en toda la tierra. meum in omni terra (Ex. 9,16; Rom. 9,17). Quasi vir pugnator, Omnipotens Yavé es un fuerte guerrero; omnipo­ tente su nombre. nomen cius (Ex. 15,3). Gloriabuntur in te omnes qui di­ Que gocen de tu protecciôn y puedan en ti regocijarse cuantos te aman. ligunt nomen tuum (Ps. 5,12). Quam admirabile est nomen tuum jCuân magnifico es tu nombre en in universa terra! (Ps. 8,2). toda la tierra! - te qui noverunt Sperent in Para que confien en él cuantos conomen tuum (Ps. 9,11). cen su nombre. jo- Propter nomen tuum, Domine, Por ia gloria de tu nombre, joh Yavé!, perdona mis culpas por gran­ propitiaberis peccato meo: multum des que sean. est enim (Ps. 24,11). Bienaventurado el hombre cuya espeBeatus vir, cuius est nomen Do­ ranza es el nombre de Yavé... mini spes eius (Ps. 39,5). En tu nombre pisotearemos a nuesIn nomine tuo spernemus insur­ tros adversarios. gentes in nobis (Ps. 43,6). jOh Yavé! Cual es tu nombre, asi es Secundum nomen tuum, Deus, tu gloria... sic est laus tua (Ps. 47,11). Esperaré en tu nombre, porque Exspectabo nomen tuum quoniam eres benigno en la presencia de tus bonum est in conspectu sanctorum santos. tuorum (Ps. 51,11). ... Me diste por heredad a los que teDedisti haereditatem Timentibus men tu nombre. nomen tuum (Ps. 60,6). SEC. 1. 763 TEXIOS SAGRAOOS Pôstrcse toda la tierra y entone sal­ Terra adoret te... psalmum dicat inos, cante salmos a tu nombre. nomini tuo (Ps. 65,4). Dominari de mar a mar, dei rio has­ Λ mari usque ad mare, a flumine usque ad terminos orbis terrarum ta los cabos de Ia tierra. effusum est nomen tuum super oinnem terram (Ps. 71,6), Sera su nombre bendito por siempre; Sit nomen eius benedictum in saecula: ante solem permanet no­ durari mientras dure el sol. men cius (Ps. 71,17) · ‘i Pauper et inops laudabunt nomen tuum (Ps. 73,21). El pobre y cl menesteroso alaben tu nombre. Glorioso es Dios en Judi, grande es Notus in ludaea Deus: in Israel su nombre en Israël. magnum nomen cius (Ps. 75,2). Effunde iram tuam in... regna quae nomen tuum non invocaverunt (Ps. 78,6). Dcrrama tu ira... sobre los reinos que no invocan tu nombre. Et cognoscant quia nomen tibi Dominus (Ps. 82,19). Y reconozcan Yavé... que tu nombre es Domine, fac mecum propter no­ Senor, protegeme por cl honor de tu men tuum (Ps. 108,21). nombre. Sanctum ct terribile nomen eius (Ps. 110,9). Su nombre es santo y terrible. Dcsdc dondc sale el sol hasta dondc Usque ad occasum laudabile no­ men Domini (Ps. 112,3). sc ponc, sca alabado cl nombre de Yavé. Φ Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam (Ps. xi3,r). No por nosotros, joh Yavél, no por nosotros, hazlo por la gloria de tu nombre. |Oh Yavél, tu nombre es eterno. Yavé, Domine, nomen tuum in aeter­ num: Domine, memoriale tuum in tu testimonio es por edades y edades. generationem et generationem (Ps. Turris fortissima, nomen Domi­ ni (Prov. 18,10). Oleum effusum (Cant. 1,2). nomen tuum Torre fuerte es cl nombre de Yavé. Es tu nombre ungüento derramado. Comcrcmos de nuestro pan, nos vesPanem nostrum comedemus et vestimentis nostris operiemur: tan­ tiremos con nuestras ropas, pero que tummodo invocetur nomen tuum podamos llcvar tu nombre (Is. 4,1). 764 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. _ ___ _ ____ _ ... Y le llama Emmanuel. - ——-—------- — _ Et vocabitur nomen eius Emma­ nuel (Is. 7,14). ...Se llamarâ Maravilloso, Consejero, Vocabitur nomen eius Admirabi­ Dios fuerte, Padre sempiterno, Princi­ lis, Consiliarius, Deus, Fortis, Pa­ ter futuri saeculi, Princeps pacis (Is. pe de la paz. 9,6). •■ Ecce nomen Domini veniet dc He aqui el nombre de Yavé, que vie­ ; longinquo (Is. 42,8). ne de lejos. Soy yo, Yavé es mi nombre... Ego Dominus, hoc' est nomen meum (Is. 42,8). Dominus exercituum, nomen Cuyo nombre es Sefior de los ejérmeum (Is. 51,15). dtos. También mi pueblo conocerâ mi nom­ Propter hoc sciet populus meus bre y que soy yo quien dice: Aqui nomen meum in die illa: quia ego ipse qui loquebar, ecce adsum (Is. estoy. 52,6). Vocabitur tibi nomen novum, Y te darân un nombre nuevo, que te quod os Domini nominavit (Is. pondrâ la boca de Yavé. 62,2). Mittamus lignum in panem eius Vamos a darie veneno en el pan, le raeremos de la tierra de los vivos, y no et eradamus eum de terra viven­ tium, et nomen eius non memo­ se hara mas memoria de su nombre. retur amplius (1er. 11,19). Non propter vos... faciam... sed No lo hago por vosotros..., sino mâs bien por el honor de mi nombre profa- propter nomen sanctum meum quod •I·.----nado... I X / Ait Dominus... Ecce vir Oriens Asi habia Yavé... He aqui que el vanomen eius (Zach. 6,12). rôn cuyo nombre es Oriente... • Ab ortu enim solis usque ad oc­ Porque desde el orto dei sol hasta el ocaso, es grande mi nombre entre las casum, magnum est nomen meum gentes y en todo lugar se ofrece a mi in gentibus, et in omni loco sacri­ nombre un sacrificio humeante v una ficatur et offertur nomini meo obla­ tio munda (Mal. 1,11). oblaciôn pura... B) Poder y majestad del nombre de Jesûs (Le) pondras por nombre Jesus, por­ Vocabis nomen eius lesum: ipse que salvarâ a su pucblo de sus pecados. enim salvum faciet populum suum a peccatis eorum (Mt. 1,21). Santificado sea tu nombre. Sanctificetur nomen tuum 6,9). (Mt. SEC. 1. TEXTOS SAGRADOS 765 Nonne in nomine tuo propheta­ (jNo profetizamos en tu nombre, y en vimus, et in nomine tuo daemonia nombre tuyo arrojamos los demonios, y eiecimus et in nomine tuo virtutes en tu nombre hicimos muchos milamultas fecimus? (Mt. 7j22). gros? Et eritis odio omnibus propter noSeréis aborrecidos de todos por mi Lc · nombre. men meum (Mt. 10,22 » 21,17). • > Porque donde estan dos o tres conUbi sunt duo vcl tres congregati in nomine meo ibi sum in medio gregados en mi nombre, alli estoy yo en medio de ellos. eorum (Mt. 18,20). Qui reliquerit... propten nomen Y todo el que dejare... por amor de meum, centuplum accipiet (Mt. mi nombre recibirâ el céntuplo... 19,29). Pues el que os diere un vaso de agua Quisquis enim potum dederit vo­ 1 z suΐ recombis calicem aquae in nomine meo... en mi nombre... no perderâ non perdet mercedem suam (Mc. pensa. 9,40). El que recibiere a este nmo en mi Quicumque susceperit puerum in nomine meo, me suscipit (Lc. nombre, a mi me recibe. 9,48). Si quid petieritis Patrem nomine Cuanto pidiereis al Padre, os lo dârâ meo dabit vobis (Ιο. 16,23). en mi nombre. Quicumque invocaverit nomen Do­ Y todo el que invocare el nombre del mini, salvus erit (Act. 2,21 y Sefior se salvara. Rom. 10,13). In nomine lesu Christi: Surge et ambula (Act. 3,6). En nombre de Jésus Nazareno: Anda. (Extendiendo tu mano para realizar Signa et prodigia fieri per nomen curaciones), senales y prodigios por el Sancti filii tui lesu (Act. 4,30). nombre de tu santo siervo Jesûs. Ellos se fueron contentos... poirque Ibant gaudentes... quoniam digni habiti sunt pro nomine lesu contu­ habian sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesûs. meliam pati (Act. 5,41). Yo le mostraré cuanto habra de paEgo enim ostendam illi quanta oporteat pro nomine meo pati (Act. deccr por mi nombre. 9,16). Y cl nombre de Nuestro Senor Jesus Ut clarificetur nomen Domini nostri lesu Christi in vobis (2 Thes. sea glorificado en vosotros... Donavit illi nomen quod est su­ ... Y le otorgô un nombre sobre todo nombre. per omne nomen (Phil. 2,9). 766 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. •I·. M. DESP. CIRC. io Para que al nombre de Jesus doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos n y toda lengua confiese que Jesucristo es Scnor para gloria de Dios Padre. io Ut in nomine lesu omne genu flectatur caelestium, terrestrium et infernorum, n et omnis lingua confiteatur quia Dominus Jésus Christus in gloria est Dei Patris (Phil. 2,10-11). Y todo cuanto hacéis de palabra o de Omne, quodeumque facitis inverobra, hacedlo todo en nombre dei Se- j bo aut in opere, omnia in nomine nor Jesûs, dando gracias a Dios Padre Domini lesu Christi, gratias agentes por El. Dco et Patri per ipsum (Col. 3,17; i Cor. 10,31). Bienavcnturados vosotros si por nombre de Cristo sois ultrajados. el Si exprobamini in nomine Christi: beati (1 Petr. 4,14). Por su nombre os han sido perdonaRemittuntur vobis peccata propdos los pecados. ter nomen eius (ι lo. 2,12). Al vencedor... sobre él escribiré cl nombre de Dios, y el nombre dc la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén, là que dcsciendc del cielo dc mi Dios, y mi nombre nuevo. ... Ticnc por nombre Vcrbo de Dios. | Qui vicerit... scriban super eum nomen Dci mci, et nomen civitatis Dci mci novae Jerusalem quae de­ sccndit dc caelo a Dco meo, et nomen meum novum (Apoc. 3,12). Et vocabitur nomen cius Verbum Dei (Apoc. 19,13). veran su rostro y llevaran su nom- 1 Et videbunt faciem eius: et nobre en la frente. men eius in frontibus eorum (Apoc. 122,4). SECC1ON II. COMEN TARIOS GENERALES I. SITUACION LITURGICA La fiesta del Santisimo Nombre de Jesûs, que se celebra el domingo intermedio entre la Circuncisiôn y la Epifania o el de 2 de enero, si no cae ningûn domingo entre esos dias, se remonta en sus on genes al siglo xvi. Su celebraciôn comenzô en la Orden franciscana, y en 1721 el papa Inocencio XIII la declarô fiesta universal. La solemnidad evoca la imposiciôn del nombre de Je­ sûs al Hijo de Dios, que, siguiendo la costumbre judia, se verificaba en el mismo acto de la circuncisiôn. Por eso la Iglesia repite aqui el mismo evangelio dei dia 1 de enero. En el introito se recuerda el pasaje de San Pablo (Phil. 2.10-11) : Para que al nom­ bre de Jesus doble la rodilla cuanto hay -en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Jesucristo es Seûor para gloria de Dios Padre; que a su vez se inspira en Isaias (45,23-24). Asimismo en el introito se recuerda el salmo 8,2: /Oh Padre, Seûor nuestro, cudn magnifico es tu nombre en toda la tierra! Tanto el ofertorio como la communio rememoran pasajes de exaltaciôn del nombre de Dios, tornados del salmo 85. II. APUNTES EXEGETICO-MORALES Esta vez la epistola estâ tomada de los Hechos de los Apôstoles y alude al primer milagro obrado en el «nombre de Jesûs»: No tengo oro ni plata, pero lo que tengo, eso te doy: En nombre de Jesucristo Nazareno, anda (3,6). Iremos siguiendo el escueto, pero magnifico comentario de San Juan Crisôstomo (cf. In Act. Apostol. hom. 10: PG 60,85ss). Verificado el milagro, debio rodear a los apôstoles una turba inmensa, a juzgar por el nûmero de cinco mil creyentes que resefia el texto (Act. 4,4). Es fâcil imaginar el revuelo que se produjo. En la misma puerta dei templo Hamada la Hermosa se pre­ dica a Jesûs crucifie ado y resucitado, y no precisamente delante de un auditorio dispuesto a sllenciar los hechos, sino cia estilo oriental. Anâs, Caifâs, todos los fautores de la muerte del Sefior, se 768 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. enteran de! prodigio dolentes (Act. 4,2), esto es, con pesadumbre. «jHabremos perdido el tiempo? ^Habrâ que comenzar otra vez? Y ciertamente sera la ultima impostura peor que la primera (ML 27,64). De poco nos ha servido el soborno de los guardias. Cuando ya habiamos olvidado el asunto, brota de nuevo con entusiasmo de multitud. Dolidos, dice el Crisostomo (ibid. 85), de dos cosas: De que anunciaran que Cristo habia resucitado (esto es lo que indica el texto : Act. 4,2) y de que anunciasen nuestra resurecciôn en virtud de la suya. Al fin, saduceos. Los apôstoles son presos, y nada menos que cinco mil personas mezclan sus comentarios en torno de Cristo y de la prisiôn de Pedro. ôTemerian la reproducciôn de un Viemes Santo? ôQué decidiria su ardor neôfito? A la maûana siguiente—esta vez no tuvieron tanta prisa como la noche de la prisiôn de Jesûs—se reûnen Anâs, Caifâs, Juan y el helenizante, de nombre al menos, Alejandro. Se conjabulan los principes (Is. 53,7; Ps. 2,2) por segunda vez, comenta el Crisos­ tomo (ibid. 86). y poniéndolos en medio (Act. 4,7). No hay detalle que no indique el exacto conocimiento del que ha vivido la época por lo menos. 34 Sanedrin y, en general, los jueces se sientan en semi­ circulo, y en el centro el reo. cCon qué poder o en nombre de quién habéis hecho esto vos­ otros? (ibid. 7). Es clâsica la division del milagro en cuanto a su cognoscibilidad, verdad historica, filosôfica, teolôgica y relativa. La verdad historica—el hecho—y la filosôfica—su sobr enatur ali­ dad— se admiten desde el primer momento. Pero qué poder o en nombre de quién lo habéis hecho? Parece que va a comenzar una reproducciôn del examen del ciego de nacimiento (lo. 9,1335). Tampoco alli se pudo negar el milagro, pero se buscô la explica­ tion de atribuirlo al demonio (ibid. 9.24). Lleno del Espiritu Santo (Act, 4,81). No con la misma plenitud o con los mismos efectos que el dia de Pentecostes (Act. 2,4), sino mâs bién con aquella otra que prometiô el Senor a los apôstoles para cuando se vieran acusados: No os preocupéis de cômo o qué habéis de responder o decir, porque el Espiritu Santo os ensenarà 31 Espiritu en aquella hora lo que habéis de decir (Lc. 12,11-12). El Santo, que vela por su propio honor y toma la palabra. Pedro, el que se atemorizô ante una criadita (Mt. 26,69), comienza con un brevisimo, pero respetuoso exordio: Principes del pueblo y ancianos (Act. 4,8). A partir de este momento, el dis­ curso es un ejemplo de santa valentia. Para imaginârsela cuâl hubo de ser basta pensar en el tormento horrible de la cruz y en el tri­ bunal alli présente, el mismo que condenara a Cristo. y a que somos hoy interrogados sobre la curaciôn de este inva­ lido (ibid. 9). El Crisostomo (ibid. horn. 10, p. 86) hace· notar la habilidad con que San Pedro comienza remachando el carâcter benéfico de su obra, realizada en provecho del enfermo alii presente, como testigo. En todo parece recordar algûn pasaje del Senor. Muchas obras os hé mostrado, dijo Jesûs; A veces, algunos crimi­ nales acuden a refugiarse en la iglesia, y tenemos que padecer a hombres indisciplinados que no quieren someterse a ningün senor y, sin embargo, se subyugan a sus delitos. En otras ocaslones se refugian también en la iglesia perso­ nas a quienes se ha retenido injustamente en la esclavitud, y entonces el obispo ha de intervenir para defender su 11bertad. «Corramos todos a Cristo y amemos a nuestro Libertador; ofrezcâmonos a El en venta para que nos redima con su sangre. Dice el Senor: De balde fuisteis vendidos y sin dinero seréis rescatados (Is. 52,3). Sin dinero vuestro, porque era mio. Dice el apôstol (1 Petr. 1,18-19): Habéis sido resca­ tados... no con plata y oro corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, pues de otro modo hubiéramos permanecido esclavos e indigentes. d) Solo Cristo nos libra del pecado Sôlo nos podia llbrar de este cautiverio el Sefior, que no lo padeciô, porque es el ùnlco que no ha tenldo pecado. San Pablo dice (2 Cor. 5,20): Somos embajadores de Cris­ to... Por Cristo os rogamos: Reconcïliaos con Dios. Si hemos de reconclliarnos con Dios, sefial es de que somos enemlgos suyos y, por lo tanto, siervos del pecado. ôCômo consegulr esta reconcillaclôn? «Qultando algo de entre los dos y poniendo algo entre uno y otro. Hay una cosa entre Dios y nosotros que nos separa: el pecado: Hay otra que nos une y reconcilia: nuestro mediador Cristo Jesus (1 Tim. 2,5)>. El siervo, dijo el Sefior, no permanece en la casa para siem­ pre (lo. 8.35). Luego, aunque ahora estemos en la Iglesia, SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 779 sl somos siervos del pecado nos habrân de expulsar algûn dia. ôQué esperanza nos resta entonces, si todos somos pe­ cadores? El hijo permanece para siempre (Ibid.). Si, pues, el Hijo os libra, seréis verdaderamente libres. Esta es nues­ tra esperanza, hermanos, que nos libre el que ha sido siem­ pre libre, y al librarnos nos haga siervos, no de nuestros deseos, como lo éramos antes, sino siervos libres de la cari­ dad (Gal. 5,13). e) Libres del pecado mortal La primera libertad consiste en carecer de crimenes, no de pecados, porque pecados todo el mundo tiene, sino de aquellos que llegan en su gravedad a ser crimenes (pecados mortales). No es que Dios odie unos pecados y otros no. Los odia to­ dos, como el médico a la enfermedad, y su obra en nosotros consiste «en ir deshaciendo el pecado para que el hombre sea libre. Pero icuândo?, me preguntaréis. Si lo va amen­ dando, ôpor qué no lo consume de una vez? Lo disminuye en esta vida a medida que vamos adelantando y lo deshace totalmente en la vida perfecta». El pensamiento de San Agustîn es que el pecado mortal desaparece, pero no podemos vernos libres del venial hasta alcanzar la gloria. f) SUJETOS A LA CONCUPISCENCIA, PERO SIN QUE REINE EN NOSOTROS EL PECADO La primera libertad que nos trae Cristo es vernos libres del pecado. Levanta el hombre la mirada hacia la libertad y ya la goza, pero no es perfecta, porque todavia ve en sus miembros una ley que repugna a su voluntad (Gai. 5,17) y una carne que pelea contra el espiritu. Sin embargo, en su interior se delêita con la ley divina. Esta es nuestra liber­ tad: no obramos por miedo, sino porque amamos la ley de Dios, mientras el esclavo obra solo por temor. Me complazco en la ley de Dios, segûn ml hombre inte­ rior, y aun cuando en mis miembros exista la ley que se opone, yo no dejo que el pecado reine en mi, porque la gra­ cia de Cristo Jesus me ha hecho libre y me ha ensefiado a servir con ml mente a la ley de Dios, aunque la carne esté sujeta a la ley del pecado. No reine, pues, el pecado en nuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcdis a sus concupiscendas (Rom. 6,12). Se ha despertado en ti la ira: pues no le des poder nlnguno sobre la lengua, no dejes que gobierne las manos. Una in- 780 el DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. clinaciôn ha habido dentro de ti, la concupiscenda, que la ha hecho levantarse, pero arrebâtale el relnado, y sin nlngün arma no podrâ pelear contra ti. No deis vuestros miem­ bros como armas de iniquidad al pecado (ibid. 13). g) Libertad perfecta Gozaremos de la libertad plena y perfecta que nos concediô Cristo libertador cuando no exista enemigo alguno, ni aun la mlsma muerte; cuando este cuerpo corruptible se halle revestido de incorrupciôn, y nuestro ser mortal, de inmortalidad. Enfonces viviremos, sin morir, en Aquel que por nosotros murlô y resucitô para que los que viven no vivan ya para si, sino para Aquel que por ellos muriô y resucitô (2 Cor. 5,15). h) La Iglesia, depositaria de la salvaciôn de Cristo Roguemos al Médico para que nos lleve a la posada don­ de nos curen, porque El ha prometido la salud y él es el que, compadecido de aquel hombre dej ado medio muerto por los ladrones, lo euro y le sanô sus heridas con aceite y vino... (Lc. 10,34). ôA qué posada nos ha de llevar? A aquella en que se dice: Somos embajadores de Cristo (2 Cor. 5,20). Hermanos, en este tiempo en que el enfermo puede curarse, la Iglesia es la posada dei camino y a la vez la herencia del heredero. D) > H' O con Cristo o con el Anticristo Aunque el comentario de San Agustin a la epistola primera de San Juan no trata direct am en te dei tema de nuestra salvaciôn. lo escogemos, porque expone ideas oportunas a la orientaciôn que hemos querido dar a parte de esta dominica, demostrando que no puede haber salvaciôn sino en Cristo y su Iglesia. El pensamiento de San Agustin es que hay muchos ahticristos en el mundo, pues todo el que no estâ con El lo es. Primeramente los que no creen en El. y, en cierto modo también. los que creyendo no siguen su doctrinà (cf. In Epist. loan, ad Parthos, c. 2,18-27, tr. 3 : PL 35,1997ss). a) El que niega a Cristo o sale Anticristo de su Iglesia es Os digo ahora que muchos se han hecho anticristos (1 lo. . 2.18) «Hay muchos anticristos; salieron de nosotros, pero no eran de nosotros. Todos los herejes y cismâticos se han apar- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 781 tado de la Iglesia, mas no se hubiesen separado si hubiesen sido nuestros. Antes de marcharse, ya no lo eran. Luego tenemos que confesar que entre nosotros hay muchos que no son nuestros, sino anticristos». b) gEn QUÉ CONSISTE SER ANTICRISTO? «Los que no son contrarios a Cristo no pueden salir de ninguna manera, porque todo el que no es contrario suyo estâ adherido a El y se cuenta entre sus miembros, y no hay ningùn miembro que sea contrario a la cabeza». Hay algunos que estân dentro del cuerpo de Nuestro Senor como los malos humores, que cuando se arrojan dejan sano al que danaban. También cuando éstos se marchen quedarâ limpia la Iglesia y podrâ decir: Salieron de mi, pero no eran mios, porque mâs bien me molestaban y me hacian enfermar. En nuestra mano estâ elegir: «O Anticristo o con Cristo; o miembro suyo o humor daüino». cEn qué consiste, en resumidas cuentas, ser Anticristo? Decidme: «ôQué es Cristo? La verdad. El lo dijo». Asi, pues, el que vive en la mentira, no es de Cristo y estâ contra Cris­ to. ôEn qué consiste mentir? Oigamos la Escritura: t Quién es el embustero sino el que niega que Jésus es Cristo? (1 lo. 2,22). Jesûs es un nombre propio y Cristo su oficio; negar su oficio, como lo negaron los judios, es estar fuera de la verdad, y todo el que cayere contra esa piedra se quebrantard y aquel sobre quien ella cayere quedarâ aplastado (Lc. 20,18). Tropezarâ con ella si no lo reconoce ahora que se présenta humilde y serâ aplastado cuando venga con todo su poder. Pero ningûn here je quiere negar a Cristo. Preguntad a los donatistas y os dirân: Jesûs es Cristo. Ahora bien, con­ tra ellos podemos esgrimir un argumento: ôQuién es el que se ha marchado? ôQuién es el que se ha separado? Desde luego, que no somos uno, porque de lo contrario, «ôpor qué hay dos altares distintos en la mlsma ciudad? ôPor qué se han dividido las casas y los matrimonios? ôCômo es que en un mismo hogar hay dos Cristos?» Enfonces, âquién es el que ha salido fuera, nosotros o ellos? «Nosotros de ningûn modo; nosotros poseemos el testamento de la heredad del Senor. lo leemos y vemos que estamos dentro de él... Posee­ mos la herencia de Cristo y ellos no... Estamos seguros de vivir en la unidad de la poseslôn, y todo el que no comunique y viva en esta heredad es porque se ha marchado fuera». , EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESK CIRC. 782 c) El que en la prâctica niega la doctrina de es Anticristo Cristo «Todo el que niegue que Jésus es Cristo se convierte en Anticristo. Busquemos, pues, quienes son los que le nlegan, pero no atendiendo a las palabras, sino observando los hechos, porque, si nos fiamos de las palabras, no habrâ ni uno que no confiese que Jésus es Cristo. Descanse, por lo tanto, la lengua e interroguemos la vida» (Tit. 1,16)... El mayor mentlroso es el que conflesa con sus labios que Jesus es Cristo y lo niega en la prâctica, porque dice una cosa y hace otra diferente. Aplicando este criterio, habria que contar entre los anticristos no sôlo a los que han salido de la Iglesia, sino a todos aquéllos cristianos que, aunque no blasfeman de Cris­ to, blasfeman de sus ministros porque les corrigen sus costumbres. Si Intentas demôstrarles que no estâs predlcando una doctrina tuya, sino de Cristo, ellos querrân convencerte de lo contrario, y si resulta claro que la ensenanza es de Cristo, entonces comenzarân a murmurar del mismo Cris­ to». ôVes cuâl es el camino para llegar a ser un Anticristo maniflesto? d) No BUSQUÉIS A DlOS Y NEGUÉIS A CRISTO Para que no se atreva nadie a decir: Yo no adoro a Cris­ to, sino a Dios, que es su Padre, porque todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tie­ ne también al Padre (1 lo. 2,23). Vosotros, oyentes mios, sois grano de trigo; ôiganme todos los que son paja y conviértanse en trigo bueno. II. SAN AMBROSIO El misterio de la redenciôn Transcrlbimos los distintos fragmentes que componen el ser­ mon 45 de San Ambrosio (cf. PL 17.715-716), titulado De primo Adam et secundo), en el que el santo Doctor explana el tema de la redenciôn, corn raponi endo a Cristo con Adân y a Maria con Eva. A) Adân y Cristo «Oid, hermanos carislmos, cuâl es el misterio de la ley. El primer hombre provino de la tierra y del cielo; el se­ gundo, del cielo y de la tierra; éste, de Dios y Maria, que SEC. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO 783 era de la tierra; aquél, de la tierra y del Espiritu, que es del cielo. Ambos, sin embargo, nacieron de una virgen y sin contacto carnal: éste de una virgen incorrupta, aquél de otra intacta, porque todavia la tierra no habia recibido ninguna semilla, ni habia sldo herida por ningun arado ni lluvia. Por el primero se perdiô la vida, por el segundo nos fué devuelta. El primero perdiô la gracia recibida; el segundo nos retornô, juntamente con la vida, la gracia. El primero cayô por instigaciôn de una virgen, el segundo levantô lo que habia caido por el parto de otra virgen. El primero, pecando, nos trajo la pena de la muerte; el segundo, padeciendo, nos otorgo a todos el perdôn; el primero fué arrojado del paraiso por la culpa; el segundo fué crucificado en una cruz por la gloria del mundo» (ibid. 1). B) Eva y Maria «Si el mal nos vino por una mujer, por otra mujer nos vino asimismo el bien; por Eva caimos, por Maria estamos de pie; por Eva postrados, por Maria levantados; por Eva sometidos a esclavitud, por Maria liberados. Eva nos arrebatô la perpetuidad, Maria nos la restituyô; Eva hizo que nos condenâramos por la fruta del ârbol, Maria nos absol­ ve por el don del ârbol; porque también Cristo estuvo pendiente, como un fruto, en el leno de la cruz (ibid. 2). C) El ârbol del paraiso y el de la cruz «Si, pues, por un ârbol morimos, por otro ârbol fuimos vivificados. Un ârbol nos mostrô la desnudez, otro ârbol nos vistiô con el follaje de la indulgencia. Un ârbol nos infundiô ardor, el de los pecados, el ârbol de la ciencia nos preparô con su vestido el refrigerio de los delitos; un ârbol engendrô espinas y abrojos, el ârbol de la ciencia nos produjo esperanzas y salud; un ârbol nos acarreô sudor y tra­ bajo, el otro paz y salvaciôn; un ârbol nos descubriô la luz del cuerpo, otro nos abriô los ojos del corazôn; uno nos in­ sinuo la astucia dei mundo, el otro la prudencia divina; uno nos trajo el mal, el otro el bien... Si Adân no hubiese caido corporalmente, Cristo no nos hubiese resucitado espiritualmente en esta vida» (ibid. 3). 784 el DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. D) Maria y el misterio de la salvaciôn «iOh misterio de Maria, el mâs grande de los sacramentos! jOh ensehanza inaccesible a los incrédulos y manifes­ ta a los creyentes! El inmortal créa el mortal y el mortal engendra al inmortal; el incorporeo se recluye en la tierra, el corpôreo en el cielo. Dios se hace hombre, pero se exhibe como Dios; y todo esto se comete por Adân y es lavado por Maria. Asi, pues, si feliz es Eva, por quien fué dada la ocasiôn, feliz es Maria, por quien fué alcanzada la curaciôn; feliz Eva, por la que naciô el género humano, pero mâs feliz Ma­ ria, por quien naciô Cristo. Ella es mejor, mas ambas son gloriosas, porque Cristo no hubiese alegrado a Maria si no hubiese primero creado a Eva, de la cual naciô la misma Maria; ni hubiese venido al mundo si antes ella no hubiera pecado en el mundo. Eva se dice madre del género huma­ no, Maria madre de la salud. Eva nos ensenô, Maria nos confirmo» (ibid. 4). «For Eva crecemos, por Maria reinamos; por Eva fui: seducidos en la tierra, por Maria elevados al cielo... Finalmente en Eva estaba entonces Maria, por Maria fué des­ pués revelada Eva»... (ibid. 5). III. SAN PEDRO CRISOLOGO La justificacîôn por la fe en Cristo Por su relaciôn con el tema de Jesûs Salvador, escogemos el sermon 110 de San Pedro Crisologo. donde desarrolla el pensamiento de San Pablo de que nos justificamos por la fe en Cristo, segûn se expresa en el capitulo cuarto de la Epistola a los Ro­ manos (cf. PL 52.503-505). A) La salvaciôn consiste en la fe «El bienaventurado Apôstol, para la salvaciôn de los primeros y de los ùltimos, esto es, de los judios y de los grlegos, levantô el estandarte, siempre ûnico y singular, de la fe. Porque quien no merezca tenerla, no podrâ poseer la gloria de los triunfos celestiales. Solo esta ensena, hermanos, es la que dirige en el combate a los que pelean contra la incredulidad. la que nos indica al rey, la que fédéra a los aliados, la que aterroriza con su sola vision al enemigo Impio. Por eso San Pablo nos dice (Rom. 4,23-24): Y no sôlo por él (Abraham) esta escrito que le fué cornputado (a SEC. 3. SS. PADRES. SAN PEDRO CRISÔLOGO 785 justicia), sino también por nosotros, a quienes debe computarse; a los que creemos en el que resucitô de entre los muertos, nuestro Seüor Jesûs. Veis, hermanos, que mientras los antiguos creen en lo futuro y los posteriores en lo pasado, unos y otros, por el mismo y unico camino de la fe, se acercan a la salud. Mientras aquéllos confiesan que Cristo ha de venir, nosotros afirmamos que ya ha venido. Ellos se asombran de que haya descendido, como el hombre, hasta la muerte y lo creen, nosotros nos gloriamos de que haya muerto y resucitado. Por eso, esta salvaciôn, tanto de los que nos antecedieron como de los que nos han de seguir, fué negada a los ojos, para que toda consistiese en la fe. Por lo cual dijo el Apôstol: A los que creemos en el que re­ sucitô de entre los muertos, nuestro Seüor jesûs (ibid. 24). Para que nadie créa que otro pudo hacerlo, el mismo autor y resucitador de su cuerpo dijo: Tengo poder para dar la vida y poder para volver a tomarla (lo. 10,18). Pues no pudo ser resucitada por otro la misma resurrecciôn ni vivificada la vida. Ni El pudo negar para si lo que habia de traer a to­ dos. Ni la fuente tiene sed, ni el pan hambre, ni el sol carece de luz, ni el descanso se fatiga». a) Cristo nos justifica con su muerte «Fué entregado, dice San Pablo, por nuestros pecados y resucitado para nuestra justification (Rom. 4,25). Entrega­ do por nuestros pecados, no para que aquella vida que no podia morir fuese castigada, sino para que se borrasen los pecados que nos habian desterrado de la vida. Y resucitô para nuestra justificaciôn (ibid.). Permaneciendo la condenaciôn, no puede justificarse el condenado. A nosotros, pues, que por la culpa de nuestro primer padre estâbamos sometidos a la muerte, Cristo, celestial y verdadero Padre, liberândonos de la condena de la muerte, nos justifica con su propia muerte para la resurrecciôn, de modo que no perece el reo; y la misma pena, esto es, la muerte, a la que se ordenô que acometiese a los reos, desfalleciô y perdiô las infulas de su poder. ôPor qué la muerte cruel e impia fué obligada a tocar al inocente, al propio Juez?» b) La paz con Dios por Jesucristo «Con razôn anade San Pablo (ibid. 5,1): Justificados por la fe, tenemos paz con Dios por mediation de Nuestro Se­ üor Jesucristo. Es como si dijera: Déjenos, déjenos la ma­ dre de las rencillas, la adversaria de la quietud, la enemiga de la paz; no se enorgullezca el judio por su ley ni se 786 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. ensoberbezca par su naturaleza el gentil, ni se hinche el filôsofo con sus vanas y espumosas opiniones, nadie se glorie de sus mérites y de sus obras; porque la paz divina nos ha restituido y devuelto la vida que nos arrebatô la prevaricaciôn primera... Tenemos paz con Dios por mediaciôn de Nuestro Seûor Jesucristo (Rom. 5,1). No se rebele la tierra contra el cielo, no se subleve la carne contra el espiritu, an­ tes al contrario, humillândose, unase a la gloria perpetua de la paz celestial. Por quien hemos tenido también el acceso... (ibid. 5,2). Porque El se ha hecho para nosotros ca­ mino por la fe para esta gracia (Ibid. 5,2). La paz de esta vida es la fe, hermanos. En que nos mantenemos y nos glo­ riamos en la esperanza y la gloria de Dios (ibid.). Nos mantenemos ciertamente en la fe y no en el cuerpo; y nos gloriamos en la esperanza, no en las cosas que ya hemos recibido. Y no sôlo esto, sino que nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulaciôn produce la paciencia; la paciencia, la virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedard confundida (Rom. 5,3-5). He aqui las edades en que el justo se fortalece hasta convertirse en varôn perfecto: la tribulaciôn, la paciencia, la virtud probada, la esperanza». C) La FORTALEZA DEL JUSTO «La tribulaciôn, hermanos, es como la primera prueba que sacude y conturba la infancia del varôn juste. Cuando lo encuentra paciente, enfonces educa al adolescente de buena indole para cosas mayores. La tribulaciôn produce la paciencia (Ibid.). La paciencia es, hermanos, la que prueba que el joven es apte para las virtudes. La esperanza no quedard confundida (Ibid.). La esperanza es la que perfecciona al hombre, e Infatigable, lo adapta a la medida de la plenltud de Cristo. La virtud probada consiste en poseer todas las cosas con el vigor de la esperanza. El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espiritu Santo, que nos ha sido dado (ibid. . 5,5) Para mostrarnos la calidad de este amor divino que se derrama en nosotros, afiade San Pablo: Porque cuando todavia éramos débiles, Cristo, a su tiempo, muriô por los impios. En verdad, apenas habrd quien muera por un jus­ to; sin embargo, pudiera ser que muriera alguno por uno bueno; pero Dios probô su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, muriô Cristo para salvarnos (ibid. 5,6). Si Cristo amô de tal manera al género humano que muriô por los impios y los pecadores, ... (Virg., Aeneid., 6,857-861). A los crlstianos hay que decirles: Sean otros lo que quieran; acuérdate tû de que has nacido para obrar el bien. D) Las letras del nombre de Jesûs Much os escritores antiguos utilizan un juego de ingenio, que consiste en estudiar el valor de las letras segûn el alfabeto griego o hebreo. Asi el numéro del Senor es 888, y, conti­ nuando la alegoria, el numéro 3 représenta la felicidad final. E) El modo de dibujarlo El anagrama del nombre de Jesûs suele dibujarse siempre con la cruz en el centro. De ella se derivaron todos los bé­ néficies merecidos por Cristo, que se entregô por nosotros (Tit. 2,14). Pudo escoger otro medio, y prefiriô el mâs duro y humiliante. Pensemos en los beneficlos que hemos recibido de la cruz, y sean éstos los clavos que nos sujetan a ella para no pecar. SECCION V. I. AUTORES VARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA La circuncisiôn del Senor y sus circunstancias Entre los mâs bellos sermones del glorioso arzobispo de Valen­ cia figura la Concio II in Circumcisionem Domini, de la que transcribimos los mâs interesantes pasajes (cf. Divi Thomae a Villanova, Opera omnia, vol. 4, p. 107-113, ed. Manliae 1883). A) Exordio Le dieron el nombre de Jesus (Lc. 2,21). «La perfecciôn de un nombre y su propiedad residen en la conformidad y proporciôn con su significado. Existe una doble proporciôn, una en la pronunciaciôn y otra en la significaciôn. En lo que res­ pecta a la pronunciaciôn, el nombre debe ser tal que sôlo su elocuciôn descubra lo que significa. Por eso, segun Platôn (cf. Cratyl., p. 259, ed. Lugdun. 1590), la elocuciôn es, en cierto modo, natural en el nombre, o sea, que no estâ al libre arbitrio de quien lo impone, sino que ha de considerar éste su confor­ midad natural, de suerte que asigne a cada cosa su propio vocablo. La segunda proporciôn estriba en la significaciôn. Hemos de demostrar que ambas proporciones se dan en el nombre de Jesûs; por eso le dieron el nombre de Jesûs (Lc. ...» 2,21) Mi discurso constarâ de dos partes. Primera, de cômo este nombre es propio y convenientisimo a Cristo, y segunda, de sus excelencias... B) Propiedad y convenienda del nombre de Jésus a) El nombre de Dios «Dios es mâs excelente que toda palabra y que toda cien­ da, y no hay sentido, ni imaginaciôn, ni opiniôn, ni nom­ bre... que pueda alcanzarle. ôCômo, pues, nos atreveremos a hablar de los nombres divinos, si sabemos que la Deidad su- el DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. persubstancial carece de vocablo y estâ por enclma de todo nombre? Asi como Dios es incomprensible, asi también es inefable... Por eso Santo Tomâs (I Sent., dist. 22, a. 1) dice: «Asi como Dios se comprende El solo a si mismo, asi también El solo se nombra. Al engendrât al Hijo, la misma generacién constituye el nombramiento y el mismo Hijo es su nombre». Por lo cual Isaias (30,27) afirmo: He aqui el nombre del Senor que viene de lejos... Y el Senor, como ofcndido, cuando le pregunto Jacob cuâl era su nombre, respondiô (Gen. 32,30): iPara qué preguntas por mi nombre, que es admirable, inefable, iné­ narrable e innombrable?... Es, pues, innom inado el nombre de Dios, como su alabanza es el silencio... Y asi ocurre que cual es tu nombre, asi es tu gloria en los confines de la tierra (Ps. 47,11). La suprema alabanza es el silencio. Porque hay una ignorancia mayor que toda ciencia, un callar que supera a todo decir y un desfallecer que aventaja a todo sentimiento. Anhela mi aima y ardientemente desea los atrios de Yavé (Ps. 83,3). Conoces bien a di y hablas bien de Dios cuando entiendes que no sabes nada de El El si para hablar te callas. Asi dice San Agustîn (De doctrina Christiana, 1. l,c. 6: PL 34,21): «ôPodemos decir y pronunciar algo digno de Dios? Yo siento que no otra cosa que querer decirlo, pues si algo dije, no es esto lo que he querido decir. De donde sé que Dios es inefable, porque lo que he dicho, si no fuera inefable, no lo dijera». Por tanto, Dios, que es ine­ fable, es innombrable. Para que podamos nombrarle e invocar su nombre, segûn se dice en la Escritura (Act. 2,21): Y todo el que invocare el nombre del Senor se salvard, quiso ser invocado con muchos nombres. Asi se le Hama Principio, Sefior, Dios, Bondad, Verdad, Luz, Vida, Sabiduria, Cari­ dad, etc. Asimismo se le nombra Leôn, Cordero, Piedra angu­ lar, Sol, Estrella de la mafiana, Fuego, etc.; asi el que no tie­ ne ningûn nombre es llamado con nombres diversos, para mostrar el piélago infinito de su esencia, puesto que, careciendo de nombre, tomô los de todas las cosas, y para manifestat que El mismo estâ sobre ellas y es Dios todo en todas, como dice el Apôstol (1 Cor. 15.28), pues posee las perfecciones de las criaturas. He aqui, pues, al Dios de ningûn nombre y de todos los nombres. De éstos, unos se le aplican metafôricamente, como Leôn, Cordero, Piedra, Sol, etc.; otros, con propiedad en cuan­ to a la cosa misma, no en cuanto al modo de entenderla o de slgnlficarla: Dios proplamente es vida y es luz, pero no la vida ni la luz como tû la entiendes. Nada hay en que puedas fijar el entendimiento respecto a Dios, y si algo concibes, no es Dios aquello que entiendes...» ne. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUBVa 901 ____ ) b) El nombre de Cristo . «Verdad eres, Seûor, y no puedes discrepar de tu nom­ bre. ôCômo podrîas tener nombre de Salvador si desdeûaras salvar? ôCômo te podrîas llamar piadoso si a los que te imploran piedad les mostraras sôlo julcio? No hay en Dios ficciôn ni engaûo. Eres tal cual eres llamado. Te Hamas Jésus, pues eres Jésus. Acérquese a Jésus el pecador, porque para eso se llama Jesûs, para salvar a su pueblo de sus pecados (Mt. 1,21). Si estâs inmundo, El es el que limpia los pecados y el que purifica las aimas. éPor qué tiemblas? Nada hay âspero y amargo, nada suena terrible en el nombre de Jesûs: todo es dulzura y suavidad. Oye a la Esposa de los Cantares (Cant. 1,3): Es tu nombre como ungüento derramado. Dice unguento, no vinagre; dice derramado, no tlrado. £Te duelen las heridas de la culpa, te atormentan los estimulos de la concienda? Pues acércate. Derramado estâ el ungüento, recibelo, ûngete y cesarâ la plaga (Ps. 105.30), et computres­ cet iugum a facie olei (Is. 10.27). Pues el ungüento, como dice San Bernardo (cf. Serin. 15 in Cant., 5: BAC, o. c., p. 831; SEC. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUEVà 805 PL 183,845). llumina, alimenta y unge. Eso mlsmo obra el nombre de Jesûs. llumina, cuando se le predica; alimenta, cuando se médita en El; unge, cuando se le invoca. De esta manera es ungüento. Pero ôcômo es derramado? En la an­ tigua ley, cuando Moisés le preguntaba por su nombre, Dios le respondiô (Ex. 3,14): Yo soy el que soy. El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob (ibid. 3.6). iOh Sefior!, ôpor ventura eres Dios solamente de hombres y no eres Dios del cie­ lo y de la tierra? êCômo limitas tu nombre sôlo a très hom­ bres? Demasiado abreviado es tu nombre, Sefior; demasiado es­ trecho dentro de los insignificantes vasos del pueblo judio. ôEl que es grande como el mar y mâs amplio que el océano se enclerra en vaso tan minusculo? Glorioso es Dios en Judd, dice el Salmista; grande es su nombre en Israel (Ps. 75,2). Grande, en verdad, el nombre y pequefio el pueblo. Te ruego, pues, Sefior, que se derrame el ungüento y se disperse sobre todas las gentes. No otra cosa deseamos y pedimos. Comeremos de nuestro pan, nos vestiremos con nuestras ropas, pero que podamos llevar tu nombre (Is. 4,1)... Mas ôcômo se derramarâ si no se quiebra el vaso? Y dquién lo romperâ? Oid el miste­ rio. Dijeron aquéllos hombres estûpidos del tabernâculo, los escribas y fariseos (1er. 11.19): Vamos a darie veneno en el pan, le raeremos de la tierra de los vivos y no se hard mâs memoria de su nombre. Los necios quieren empequefiecer su nombre, coartar el ungüento y quebrar el vaso. Si no queréis que se derrame el ungüento, ôcômo quebrâis el vaso? dAcaso ignorâis que, puesto que es mortal, aun se encierra el ungüento dentro del vaso de la inmortalidad, pero que des­ pués de que el mortal se vistiô de la inmortalidad, por la abertura de las heridas se derramô el ungüento por toda la tierra y por todos los pueblos? Gracias, Sefior. Do minard de mar a mar, dei rio hasta los cabos de la tierra (Ps. 71,8), para que proclame toda carne que te Hamas Jesûs». c) Eficacia del nombre de Jesûs «Habia un hombre tullldo junto a la puerta dei templo llamada la Hermosa. Entra Pedro Apôstol y dice al cojo (Act. 3,6): En nombre de Jesucristo Nazareno, anda. Y al punto saltô. Y sus pies y sus talones se consolidaron (ibid. 3,7). Habia muerto Drusiana L Dicele Juan: «Drusiana, que te resuclte mi Sefior Jesucristo». La muerta resucitô. 1 Aunque muchos milagros del apôstol San Juan después de su vuelta a Efeso se reputan ciertos y creibles, este de la resurrecciôn de Drusiana ha sido generalmente considerado como apôcrifo. 806 el DULCE NO.MBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. ôQué, pues, hay mâs poderoso y eficaz que este nombre? Los muertos al oirlo revlven, los cojos andan, los clegos ven, los enïermos sanan. jOh cuanto poder en un nombre! Todos los eximios milagros que fueron hechos se obraron por la vlrtud de este nombre. ôQuién se atreverâ ya a mentar nombra tan sagrado y tan poderoso sin temor ni reverenda? ^Nombre a cuyo solo sonido los ângeles se inclinan, los hom­ bres se arrodillan y los demonios tiemblan? Este nombre pone en fuga al diablo, suaviza las mâs duras tentaciones. penetra en los cielos y todo lo alcanza, pues el Sehor dijo: Lo que pidiereis al Padre en mi nombre, eso hare (lo. 14,13), y aun aôadiô: Si me pidiereis alguna cosa en mi nombre, yo la haré (ibid. 14). iCuâmta reverencia, pues, debemos a este santo nombre y de qué suplicio no hemos de considérât dignos a aquellos que temerariamente blasfeman del nom­ bre de Dios!...» Para terminai recuerda el orador el asombro de San Bernardo (cf. supra. Serm. 2. in Circum. Domin., 4) al comentar el pasaje de Isaias (9,6): Nos ha nacido un Nino, nos ha sido dado un Hijo, que tiene sobre su hombro la soberania, y que se llamarâ Maravïlloso, Consejero, Dios iner­ te, Padre sempiterno, Principe de la paz, cuando dice: «Grandes nombres, en verdad, pero ôdônde esta el nombre que es sobre todo nombre? (Phil. 2.9). ôPor qué se ha olvidado de un nombre tan grande? No me quedo satisfecho si no escucho este nombre». Mas ôpensamos nosotros que Isaias se olvidô de un nombre tan sagrado y tan propio? No. Todos estos nombres estân comprendidos en este ûnico de Salvados, esto es, Jesûs, como el mismo San Bernardo demuestra seguidamente (cf. ibid. 5). II. FRAY LUIS DE LEON Cristo, salud de los hombres * Parece inexcusable extractar aqui la clâsica doctrina de fray Luis sobre el nombre de Jesûs. que aparece en su obra inmortal Los Nombres de Cristo (cf. BAC, Fray Luis de Leon, Obras com­ pletas castellanas. 2.* ed., ; Los Nombres de Cristo: Jesûs, 1. 3. p. 735-769). A) Jesûs, nombre propio El nombre de Jesûs es nombre propio, porque solo le conviene a El. y le conviene perfectamente, significando todo cuanto hay en Cristo, mientras que los demâs son nombres comunes que se les apllcan solo por alguna semejanza, y aun ésta compete a otros seres. SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE I* N 807 En cuanto a Dios. tiene el nombre propio de Verbo; una vez encarnado, le corresponde el de Jésus; en su lengua original, Jehosuah. «Con una significaciôn y figura que tiene sola, dice la manera de ser de Cristo-Hombre y toda su obra y su oficio»... B) Jesûs, salud de nuestra enfermedad Si se llama salud, es que lo es, y puesto que El no tiene necesidad de salud, cierto sera que lo es para nosotros. Veamos cuâl era nuestra enfermedad para conocer lo grande dei remedio. El hombre de su natural es movedizo, y enferme en todas sus partes ; porque, en cuanto a su entendimiento, padece oscuridad; en su voluntad, flaqueza; en su apetito, perversa inclinaciôn; en su memoria, olvido; en sus sentidos, engano y fuego. Y lo que peor es, heredô la culpa de sus padres, que es enfermedad en muchas maneras: por la fealdad suya que pone y por la luz y la fuerza de la gracia que quita, y porque nos enemista con Dios, que es fiero enemigo, y porque nos sujeta al demonic y nos obliga a penas sin fin. A esta culpa comûn anade cada uno las suyas; «y para ser del todo misérables, como malos enfermos, ayudamos al mal y nos llamamos la muerte con los excesos que hacemos. Por manera que nuestro estado, de nuestro nacimiento y por la mala elecciôn de nuestro libre albedrio..., es infelicisimo»... De todas estas enfermedades nos libra Cristo, y por ello es verdaderamente Jésus salvaciôn y salud... «Grandisima salud, porque la enfermedad es grandisima»... Jesûs significa C) salvaciôn o salud. Todos los nombres de Cristo se cifran en éste Como la enfermedad ténia tantas raices, todos los demâs nombres y oficios del Seüor iban ordenados como partes a conseguir la salud total, siendo Jesûs el nombre del todo que los otros han conseguido por partes. Asi, si es Pimpollo, esto es, fruto y «parto comûn» de la creaciôn, es porque todas las cosas se enderezaban a producirle para que fuera nuestro Jesûs o Salvaciôn. Isaias dice: Rociad, cielos..., y tû, tierra, fructificarâs la salud (45,8). Si es Faciès o rostrô de Dios es porque nuestra salvaciôn consiste en asemejarnos a El, como el mismo Cristo dice: Esta es la vida eterna, conocerte a Ti y a tu Hijo (lo. 17,3). Le llama- 308 KL DULCE NOMBRE DE JESÛS. •I· M. DESP. CIRC. mos Camino porque es guia hacia la salud, y Monte, porque es su defensa; Padre del siylo futuro, porque es quien nos engendra en la nueva salud que pretendemos; Brazo de nuestra libertad, necesaria para conseguir la salud; Principe, para conservârnosla, y Esposo, porque indica el deleite de esta nueva y casta salud. Si le faltara uno de sus titulos no séria totalmente nuestro Jésus. No tendriamos salud completa si no fuese el Pastor que nos apacienta y guia·, la Oveja que nos alimenta y vlste, la Hostia que se ofrece por nosotros, el Sacerdote que interviene y nos desenoja a su Padre, el Leôn que despedaza al leôn enemigo, el Cordero que lleva sobre si los pecados del mundo, la Vid que nos comunica su jugo, la Puerta que nos mete en el cielo, el Médico que cura mil llagas, la Verdad que nos saca del error, la Luz que nos alumbra en la noche de la vida y, finalmente, el Sol de justicia, que derrama sus rayos para hermosear nuestras aimas. D) Escogiô el de Jesûs por amor Jesûs es nombre verdaderamente propio porque «le trae embebido en el ser..., porque... su ser de Cristo es Jesûs, por­ que todo cuanto en Cristo hay es salvaciôn y salud». Escogiô este nombre como propio para declararnos su amor, pues, significando los demâs nombres tantas grandezas suyas, preflriô éste, que indica su obra para con nosotros. Y lo mismo que dijo una vez: Yo soy el que soy, ahora dice: Yo soy Jesûs. «Jesûs es su ser; Jesûs son sus obras y Jesûs es su nom­ bre, esto es, piedad y salud». E) a) La Modos como Cristo es salud salud no es solo un bien, sino un conjunto de BIENES «En la salud estân las fuerzas y la llgereza del movimlento, y el buen parecer, y el habia agradable, y el discurso ente­ ro de la razôn. y el buen ejerclcio de todas las partes y de to­ das las obras del hombre»... Jesûs es salud universal, primero, porque tiene reparos y medicinas para todos los males. Y segundo, porque los tiene para todos los hombres, y no sôlo para librarios del mal, sino para ser ricos perfectamente en salud. Concede la salud universal «limpiando la culpa, dando libertad del tlrano. rescatando del inflerno, vistlendo con la SEC. 6. ADTOKES VARIOS. FRAY LUIS DE LEÔN 809 gracia, comunlcando su mismo Espiritu, envlando su amparo y, ùltlmamente, resucitando y glorificando los sentidos y el cuerpo». b) La salud consiste en la proporciôn y armonîa de COSAS DIFERENTES Cristo trajo esta armonia perfecta, pacificando con su sangre asi lo que estâ en el cielo como lo que reside en la tierra (Col. 1,20), quitando de en medio la divisiôn que habia entre los hombres y Dios, haciendo de ambos uno (Eph. 2,11-17) y constituyéndose en piedra angular (Ps. 117,22). «Porque es la paz de todo lo diferente y el nudo que ata en si lo visible con lo que no se ve...; y es la melodia acordada y dulce sobre toda manera, a cuyo santo sonido todo lo turbado se aquieta y compone»... c) Llâmase Cristo salud para que entendamos SU OBRA Y LA DESEEMOS cual es Es necesario entender la diferencia que existe entre la sa­ lud y las medicinas. Las medicinas son algo externo; la sa­ lud es Interna. La salud o santidad que trae Cristo es tamblén algo interno, mientras que la limosna y los ayunos son medios exteriores para conseguirla. Medios santos y apreciables, pero que pueden convertisse en dahosos si hicléramos consistlr en ellos la santidad, o la vanaglorla los estropease. Fray Luis cita el texto de San Pablo: Fué determinado ser Hijo de Dios en fortaleza, segûn el espiritu de la santifi­ caciôn, en la resurrection de los muertos de Jesucristo (Rom. 1,4). Y afiade que es como si dijera: «El argumento... por donde se conoce que Jesûs es el verdadero Mesias, Hijo de Dios prometido en la ley..., es porque es Jésus; esto es, por la obra de Jesûs, que hizo, que era reservada por Dios y por su ley y profetas para sôlo el Mesias». Pero dcuâl es esta obra, poderio o fortaleza? La santificaciôn de los espiritus, que se alcanza muriendo con Cristo y resucitando con El a la vida de la gracia Interior. «Asi, el condenar la ceremonia es error; y el poner en ella la proa y la popa de la justicia es engafio. El medlo de estos dos extremos es lo derecho; que la ceremonia es buena cuando sirve y ayuda a la verdadera santificaciôn del aima»... el dulce 810 NOMBRE DE JESUS. ·Ι· M. DESP. CIRC. d) El mismo es la salud Jesûs no sôlo causa la salud mediante la gracia, sino que El H ismo es la salud. «El mismo, por medio de su Espiritu, se junta con ella (el aima), y juntândose la sana y agracia; y esa misma gracia que digo que hace en el aima, no es otra cosa sino como un resplandor que resulta en ella de su amable presencia. Asi que él mismo, por si y no solamente por su obra y efecto, es la salud». Cuândo se buca a Cristo, El mismo se da. «Abraza con nuestro espiritu el suyo, y abrazândose, le viste de si. segün San Pablo dice: Vestios de Nues­ tro Senor Jesucristo (Rom. 13,14), y vistiéndole, le reduce y sujeta a si mismo y se cala por él totalmente». Como el hierro enciende el fuego y como la levadura fermenta la masa, asi Cristo, «ayuntado conmigo y hecho totalmente seüor de mi..., me incorpora de tal manera en sus saludes y bienes, que yo ya no parezco el enfermo que era, ni de hecho soy ya el enfermo, sino tan sano, que parezco la misma salud, que es Jesûs»... e) Toda la salud es de Cristo Fuera de El no la hay. La salud da medicina, préserva y cura. Cristo lo hace también. El es el pan de vida que ali­ menta, sostiene y sana. t f) ES SALUD TODO EL «Son Jesûs sus palabras, son Jesûs sus obras; su vida es Jesûs y su muerte es Jesûs». Fué salud con su doctrina y su ejemplo, pero salud también con la vlrtud saludable que sale de EJ mientras estuvo en la tierra y ahora en el cielo. Jesûs es el ârbol plantado en las aguas vivas de la gracia, cuyas hojas sirven para salud a las gentes (Apoc. 22,2). Salud del aima y del cuerpo y de todos sus vicios. Para nuestra soberbia es salud su cetro de cana; para nuestra am­ bition, su pûrpura de escarnio; para nuestra aficiôn a los deleites, su corona de espinas; para todo lo camal y torpe, sus azotes; para nuestra codicia, su desnudez: para nuestro coraje, su sufrimiento; para nuestro amor propio, el desprecio que siempre hizo de si. Por eso la Iglesia el dia de Viernes Santo, en que esta Salud se mostrô tan claramente. le pide por to­ dos: por los papas, por los obispos, los sacerdotes, los reyes y principes, los fieles y hasta por los herejes y judios, que para todos es salud. Es Jesûs el nombre propio de Crlsto porque sana Crlsto SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE LEÔN 811 y porque sana consigo mismo, y porque es toda la salud, y porque sana todas las enfermedades del hombre y en todos los tiempos y con todo lo que en si tiene, porque todo es me­ dicinal y saludable y porque todo cuanto hace es salud?/... F) Cristo repara todas las cosas En bçeve y hermoso diâlogo afirma fray Luis que las co­ sas fueron creadas de la nada y, por lo tanto, tienden a la nada. De suyo tienden a su menoscabo, unas deshaciéndose y otras empeorândose. De los ângeles dice la Escritura: Los que le sirven no tuvieron firmeza y en sus ângeles hallô torcimiento (lob 4,18). De los hombres afiade: Los que moran en casas de lodo y cuyo apoyo es de tierra se consumirân de polilla (ibid. 19). Del universo: Los cielos perecerdn y Tu permanecerds, y se envejecerân todos, como se envejece una capa (Ps. 101,26-27). Con todo lo cual indica su fin y la cau­ sa de su fin, a saber, la falta de firmeza y el ser por nacimiento como pano sujeto a la polilla. Pues bien, Dios, que creô todas las cosas valiéndose del Verbo, lo encarna, para que, hecho hombre, sea la Salud, el reparo y la medicina que restaure todas las criaturas, por donde El, que en la creaciôn fué Idea o Verbo, ahora sea Jesûs o Salud. Jesûs es el océano inmenso en donde estâ atesorado todo el ser y todo el buen ser, el alfa y el omega (Apoc. 21,6), el que hizo àl principio todas las cosas, y deshaciéndose ellas, las sana y repara. A los hombres los sanô muertos y a los ângeles les diô vigor para que no murieran. Y como dijimos que era el Pimpollo, porque toda la creaciôn tuvo como fin el que naciera en ella Cristo, ahora decimos que este Fruto o Pimpollo del rrfundo fué hecho salud y Jesûs para remediarla. Para crear el mundo no fué necesario que Dios hiciera a su Hijo hombre, porque, como no obraba sobre mate­ ria alguna, no ténia por qué existir ninguna proporciôn en­ tre el artifice y la obra. En cambio, lo encamô para reparar lo que se iba deshaciendo, porque, segün el suave orden divino, juzgô conveniente que hubiera cierta vecindad entre la medicina y el sujeto sobre quien habia de obrar. Fué, pues, Médico en una natüraleza y Creador en la otra. Existieron dos ârboles en el paraiso, el uno que era del saber, y estaba prohibido, y el otro que era de la vida, y del que habia que alimentarse. En la persona de Crlsto estâ el ârbol del Saber divino, el Verbo, de cuya ciencia es incapaz la creatura (al que escudrinare la majestad, hundirale la gloria: Prov. 25,27), y estâ el ârbol, Jesûs, del que, si no corne mos, no alcanzaremos la vida eterna (lo. 25.27). -’■a· 812 EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. III. BEATO ALONSO DE OROZCO Victoria de la muerte 4 Del Venerable P. Fr. Alonso de Orozco, de la Orden de 8an Agustîn, predicador de Carlos V y de Felipe II y confesor de la reina de Espana dona Ana de Austria, acaso la obra mâs bella por la profundidad de pensamiento y por la calidad del estilo clâsico sea la Victoria de la muerte. De ella exhumâmes algunos pasajes, que estimamos relacionados con el tema de la présente do­ minica (cf Obras de Venerable P. Frau Alonso de Orozco. Dalas a luz la Provincia de Castilla del Orden de nuestro Padre San Agustîn, en esta tercera impresion. Madrid, en la imprenta del venerable siervo de Dios Fray Alonso de Orozco, afio 1736, t. 1, p. 476-583). 4) De la victoria que nuestro Salvador ganô de la muerte para sus amigos e a) Nos SALVÔ DE LA MUERTE tVencido ha el Leôn de la tribu de Judà, el cual es raiz de David (Apoc. 5.5). Uno de los misterios que el ângel revelô al blenaventurado San Juan, desterrado en la isla de Pat­ mos porque predicaba a nuestro Senor Jesucristo, fué esta admirable victoria que el Sefior nos habia ganado muriendo por nuestra salud en la cruz. Estaba afligido este amado de Jesûs... por ver que no se hallaba quien abrlese un libro cerrado con slete sellos. Entonces le dijo un ângel: No llores; mira Que y a venciô el Leôn de la tribu de Judd (Ibid.), y 1 Μ remediarâ esa falta que te da tanta pena. Era tan fuerte y espantoso glgante la muerte, que nadle, por muy santo que fuese, ni todos juntos, b'astaban a vencerla. No bastô la inocencia de Abel, justo (Gen. 4,8); ni la de Noé, a quien dijo Dios (Gen. 7,1): A ti te hallé justo en la tierra; ni la de Abraham ni Isaac, que se conslntlô sacrificar a Dios en la flor de su edad... (Gen. 22,9); mas, muriendo todos, la muerte quedô con el campo y de todos los santos dei Testamento Viejo trlunfô. Mas cuando el Leôn fortisimo, Hijo de Dios y virtud del Eterno Padre, tomô la demanda y se armô con las armas de nuestra humanldad, aunque al parecer flacas, tomôse a brazos con la muerte muriendo, y ella quedô muerta... îOh soberano Sefior Crlsto Jesûs, Leôn fortisimo!, ôqulén nos dlô vencida la muerte, que tan sefio­ ra era en el mundo, sino Vos? A gran costa vuestra fué, que os costô vuestra sangre y vuestra vida; mas al fin, resucitando vos al tercer dia, la muerte quedô derrlbada. Da la razôn nuestro Padre (San Agustîn) por qué la muerte no SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO OROZCO 813 murlô sino muriendo nuestro Redentor. No muere la amargura sino con la dulzura; nl tampoco muere el frio sino con el calor; asi no es muerta la muerte sino en la vida. ôQulén es esta vida? Crlsto, nuestro bien y nuestro Salvador. El mismo lo dijo a Santa Marta: Yo soy resurrecciôn y vida (lo. 11,25). Por aqui entendemos que ningûn santo pudo ganar esta victoria, pues no era vida alguno de ellos»... «El filôsofo dice ser la muerte la cosa mâs terrible que hay en el mundo; y la razôn es porque para la pobreza hay camlno por donde salir de ella, tenlendo buena diligenda; para la infamia también, y es enmendando la vida pasada; para las enfermedades hay médicos y medicinas; mas para no morir no hay fuerzas ni sabiduria que lo pueda reme­ diar. iQuién jamâs de los hombres naciô en este mundo que no pasase por la muerte? (Ps. 88,49)». b) Nuevas obligaciones para con nuestro V Salvador David, joven y con armas ligeras, venciô al gigantesco Goliat, con el que no se atrevian los mâs esforzados. Cristo con su carne y con su cruz venciô al gigante de la muerte. «Contemplaba este vencimlento el rey David cuando dijo: Cantad al Sefior cantar nuevo, porque ha obrado maravillas (Ps. 97,1). Justo es que a las mercedes nuevas que el rey hace a su criado respondan servicios nuevos y nuevo haclmlento de gracias. Cantemos alabanzas los cristlanos a nues­ tro Soberano Rey Cristo por tan alto vencimlento, y pues en el cielo, segûn dice San Juan (Apoc. 5.9), siempre los santos alaban a este Sefior cantando esta victoria, razôn es que nosotros respondamos desde la tierra y digamos: Redimistenos, Sefior, con vuestra sangre, eligléndonos de en­ tre tanta gente y naciones y haciéndonos reino para nues­ tro Dios» (c. 12, Ibid., p. 500-502). B) a) De Triple salvaciôn la muerte del cuerpo «Y para que mejor se desplerte nuestra ânima a reconocer tan admirable beneficio, serâ bien notar que no sola­ mente nuestro Redentor ganô la victoria de una muerte, sino de très. La muerte corporal estâ vencida por su santislma resurrecciôn, porque si El no resucitara, que es cabeza nues­ tra, no resucltariamos jamâs nosotros; siempre nuestros cuerpos se quedarlan hechos cenîza, y ésta es aquella consecuencia que hace el Apôstol digna de notar: si Cristo resu- 814 EL DULCE NOMBRE de JESUS. DOM. DESP. CIRC. citô, también nosotros resucitaremos (1 Cor. 15,14ss). De ar­ te que no solamente nos redimiô muriendo, mâs aun, nos ganô la resurrecciôn para nosotros sus miembros misticos...» «Y hase de advertir que Cristo resucitando fué causa me­ ritoria para que aun los malos resucitasen; mas no fué causa ejemplar sino para los predestinados. Mâs claro: resucitarân los amigos de Dios con las cuatro dotes de gloria: inmortalidad, claridad, ligereza y sutileza, conformes a la resurrecciôn del Sefior. Y esto es lo que significo San Pablo en aquellas palabras tan de gran consuelo: Esperemos al Salvador Nuestro Sefior Jesucristo, el cual reformera nuestro cuerpo humillado conforme a la claridad de su glorioso cuer­ po (Phil. 3,20-21). Quiere decir: serâ en su manera nuestra resurrecciôn imitada a la suya. Verdad es que, como el Apôs­ tol dijo (1 Cor. 15.41): Como en el cielo una estrella resplandece mâs que otra, sera la resurrecciôn de los muertos. El mâs santo resplandecerâ mâs, y esta serâ una cosa de gran contento ver en la gloria tantos amigos de Dios, y unos mâs resplandecientes que otros, y todos muy contentos. jOh, desventurados de los malos! Que, aunque les pese, han de resucitar (lo cual ellos temen mucho), porque si ahora las ânimas solas tanto penan, cuando resuciten con sus cuerpos para arder en fuego eterno, ôcuânto mayor tormento tendrân? Esto es cosa maravillosa, que resucitarân pasibles sus cuerpos y juntamente inmor taies...» b) De la muerte del alma «También nos diô el triunfo de la muerte del aima, que es mâs preciosa que la corporal, cuanto es mâs excelente el ânima que el cuerpo. Esta nos ganô pagando nuestros pe­ cados con los mérltos de su sagrada vida y pasiôn. De aqui es lo que dijo el santo Bautista en la ribera del Jordân (lo. 1,25): Veis aqui el cordero de Dios, que viene a quitar los pecados dei mundo. No viene a matar los pecadores, como el diluvio, que para quitar el pecado quitaba la vida a los malos. Venldo es para quitar los pecados, muriendo por ellos y dejândoles las vidas para que se salven. Y San Pedro dice (1 Petr. 2,24): El Senor llevô nuestros pecados en su bendito cuerpo sobre la cruz. Esta resurrecciôn espiritual ordenô el Sefior que luego la gozâsemos, porque de ésta de­ pende la otra corporal que dijimos, y es gran misericordia que el Sefior nos hizo. Bendito sea El y todas sus criaturas le alaben. Mira, pues, hombre, que si no resucitas aqui, viviendo tu ânima. no gozarâs de la resurrecciôn gloriosa de tu cuerpo que Cristo te ha merecido...» 815 SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO OROZCO c) Del demonio «Otra tercera muerte nos diô venclda nuestro bendito Seüor, y ésta es el demonio. As! le llamô San Juan en el Apocalipsis (6,8): Vi en un caballo pdlido a un caballero, y su nombre era muerte, y todo el injierno le seguia. Muy bien le cuadra el nombre de muerte a Satanâs, pues trajo la muerte al mundo, y también porque no entiende sino en ma­ tar las almas; por tanto, le llama nuestro Salvador homi­ cida desde el principio dei mundo...·» (Ιο. 8,44). «iOh, cuân de lejos viô esta victoria el rey David! Este dragon, Senor, al cual formaste para Que se burlen de él (Ps. 103,26). El mismo nombre le puso San Juan (Apoc. 20,2), recontando la caida que por su soberbia diô del cielo empîreo hasta el iniierno. Consiéntele Dios y no le aniquilô para que nos burlemos de él, no para que le tgmamos, que flaco es, pues no le quedô sino bramar. ôDe donde las niüas tiernas tenian tanto ânimo en tiempo de los tiranos, ministros de este leôn, sino de tener el Seüor vencido a este que se llama muerte? jCosa admirable a una Santa Cata­ lina verla, por amor del Senor, puesta a esperar una rueda de navajas, y que pasase por ella otra nina, Santa Inès!...» «No resta, cristiano, sino que demos todos gracias al Pa­ dre Eterno, que con taies entraüas de misericordia nos enviô a su Hijo para que nos ganase victoria de la muerte cor­ poral, resucitando al tercer dia, y también nos ganase el triunfo de la muerte del aima, muriendo por la satisfacciôn de nuestros pecados y, finalmente, nos venciese al de­ monio, leôn ferocisimo, que tanto poder ténia en el mundo, que el Senor (lo. 12,31) le nombrô principe de este siglo» (c. 13, ibid., p. 502-504). C) Los justos se aprovechan de las tres victorias que Cristo les gana a) «El que te hizo sin ti, no te salvarâ sin ti» «No es pequeüa honra nuestra que en alguna manera nuestro premio y corona saiga de nosotros mismos... Mira, hombre, que el que te hizo sin ti, no te salvarâ sin tl Por lo tanto, dice ahora el Senor en el Apocalipsis: Al que ven­ dere daré a comer del ârbol de la vida (Apoc. 2.7). Aqui se nos manifiestan dos cosas. La primera es que nos manda nuestro Rey celestial pelear, y no como quiera, sino animosamente, hasta ganar la victoria de nuestros enemlgos. ·■ ‘· Vè V·***»*···-i 816 el dulce nombre de JESUS. M. DESP. CIRC. La segunda, el salario que Dios tiene aparejado a los ami­ gos suyos, que es darles a conocer el ârbol de la vida». b) La victoria de Jesûs en los suyos Viô San Juan en el Apocalipsis un jinete llamado Verbo de Dios, que saliô vendendo para vencer (Apoc. 3,2). P*leaba primero el Verbo solo contra el pecado con sus casti­ gos, hasta que nacido de Maria luchô como caballero, ven­ dendo primero El, para continuar venciendo después con sus amigos los justos. Saliô a pelear vendendo para vencer (ibid.). Venciô por su persona al pecado, la muerte y al demonlo, y saliô para vencer en sus amigos los justos, los cuales vencen en la virtud y gracia que el Salvador les da. Saliô vendendo y para vencer (ibid.). La primera victoria, que fué.vencer El mismo, concluyôse el dia de su santa re­ surrecciôn, y asi dijo El: Se me ha dado el poder del cielo y de la tierra (Mt. 28,18). Palabras que declaran el vencimiento glorioso que habia ganado por sus trabajos y muer­ te. Mas el vencer al mundo, al pecado, muerte y demonio, en sus escogidos, no se acabarâ hasta que se acabe el mun­ do y se cumpla el nûmero de los predestinados, de los cua­ les dijo Dios, respondiendo a las ânlmas que estaban de­ bajo del altar (Apoc 6,11): Esperad un poco hasta que se cumpla el numero de vuestros hermanos. Este poco de tiem­ po ha corrido mâs de mil y quinientos ahos, y podrâ ser que pasen otros tantos hasta que se acabe; porque alll y en otros lugares semejantes habia Dios midiendo este tiem­ po con su eternidad, en cuya comparaciôn mil aûos son co­ mo el dia pasado (Ps. 89,4)>. «Soldados son de nuestro Sefïor Jesucristo los justos, y El es el capitân a qulen hemos de seguir, pasando trabajos, tentaclones y adversldades... De aqui es que tantas veces el Sefïor nos dice en el Evangelio (Mc. 8,34): Quieîi quisiere venir en mi compaüia, tome su cruz y sigame. Quien qui­ siere t dice Cristo, declarando la libertad que nos diô; no criândonos esclavos, sino hijos libres. jOh, cuân humildes habiamos de ser sirviendo a tan gran Sefior! Pues que en nada le aprovechamos y todo lo que trabajamos es prove­ cho nuestro. Se ha de notar que dice: Tome su cruz. No dijo: Tome la mia, porque fué muy pesada y nadie tuviera hombros para llevar cruz de inocencla tan admirable; cruz de tantos dolores y afrentas como la de Cristo, nadie, ni todos los hombres juntos, la pudieran llevar. Por tanto, dice que llevemos nuestra cruz. Cada estado en esta Iglesia Ro­ mana tiene su cruz: los casados, los continentes, ecleslâsticos y religiosos, todos tienen cruz que llevar y trabajos que padecer y enemlgos con quien pelear. Esta cruz nuestra vie- SEC. 5. AUTORES VARIOS. ΒΕΑ'ΓΟ OROZCO 817 ne medlda por la mano de Cristo, sablduria infinita, y nivelada con nuestra fiaqueza. Y, por tanto, dijo San Pablo (1 Cor. 10.13): Fiel es el Senor, que no consentirà que sedis tentados mâs de lo que vuestras fuerzas pueden. jOa piedad inmensa de tan gran Padre de misericordias! No tienes que quejarte, hombre, si te da el Sefior pobreza, enfermedad o cualquler trabajo. Fidelisimo es. La cruz que te da es muy moderada, y El te da su gracia y te la ayuda a llevar»... (c. 14, ib.d., p. 504-506). D) Cômo los justos vencen estando en la cruz con Cristo a) LO PRIMERO, EL AMOR A DlOS Crucificado estoy con mi Redentor Jesucristo (Gal. 2,19). Este es el arte para triunfar de todos los enemigos. Para ello lo primeramente necesario es amar a Cristo. «Todo lo quiere poseer el que todo lo criô; quiere todo el hombre Interior, que denota el corazôn, y también el ex­ terior. En tal cama de flores como es el corazôn, quiere reposar el que tanto nos amô, que abriô sus entrafias y cora­ zôn para encerrarnos en ellas. ôQué es la causa por que qui­ so resucitar ablerto su divino costado sino darnos a entender que en la batalla del amor que peleô por nosotros, muriendo sacô aquella divisa para aficlonarnos a siempre amarle? Este amor ha de salir al brazo a la vida activa y obras santas imitadas a las que El obrô>... Pero para amar a Cristo hay que procurar tenerle siem­ pre présente. Fuerte es el amor de Dios como la muerte (Cant. 8,6), porque la caridad mata en nosotros todo lo que contradice al amor del Sefior; mortifica los sentidos, destierra todo pensamiento malo y, finalmente, obra una mortlficaclôn santa en todo el hombre. Mas porque para obra tan heroica es menester cuidado, dijo ahora David (Ps. 15.8) que despertaba su memoria representando a Dios y ponléndole delante de sus ojos. No es ejerclclo este de gen­ te ocupada en las cosas terrenas, amândolas con olvido de Dios. Oflclo es de ângeles, de quienes dice nuestro Salva­ dor (Mt. 18,10) que siempre ven el rostro de nuestro Pa­ dre eterno. iOh, dlchosa el aima que ya gusta de la salva y principio de la gloria que los ângeles tienen en el cielo y en la tierra! Y qué gananclas traia esta presencla de Cris­ to. no lo callô el Real Profeta: Alegrôse mi corazôn por esto (Ps. 15.9). Dificll cosa parece ser olvldarse de Aquel en qulen vi~ 818 el DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. vimos, nos movemos y scmos (Act. 17,28;, cuândo nadie es capaz de distraerse en la sala donde vive un rey. Mi pueblo se olvidô de mi dias sin numéro, quéjase Su Majestad (1er. 2,20). b) LO SEGUNDO, UNIR LA ACCIÔN Y LA CONTEMPLACIÔN «Los perfectos varones no lo hacen asi, miran siempre a Cristo con ojos amorosos, considerândole como a Criador, Redentor, Sustentador, Justificador y Glorificador, y mirândole le aman y dan gracias continuamente. Estos, dice San Juan (Apoc. 14,4), que siguen al Cordero de Dios por dondequiera que va-»... «Y porque nadie en esta vida hay que no ha de tener algunos negocios y ocupaciones, usan de un aviso delicado, y es en los mismos negocios dar parte al Redentor; prèsentarle delante de si, como huyendo el cuerpo a los mismos negocios, no estando con olvido de su amado y Seûor... Estos son como los santos animales que vio Ezequiel (Ez. 1,12,), que iban con gran prisa a donde los guiaba el Espiritu San­ to, y volvian con ligereza, como un rayo apresurado; de tal manera van a los negocios y a cumplir con la vida activa, que presto dan vuelta a la contemplaciôn y memoria de Jesucristo, en la cual descansan y reposan con una paz que se puede (loado sea nuestro Dios) sentir, aunque por pala­ bras no se puede decir. No callo esto el Apôstol, el cual ex­ perimento este secreto (Phil. 4,7): La paz de Dios, que ex­ cede todo sentido y todo entendimiento, guarde vuestros corazones». c) Siempre en la cruz Con todo, el lugar en donde debe contemplarse a Cristo con mâs frecuencia es en la cruz. «De aqui es que dijese San Pablo (Gal. 2,19): Crucificado estoy con mi Salvador Cristo. Con tal compania el ânima no tiene a quien temer; alli se fortalece en aquel homenaje; de alli le parecen sombras las altas dignidades y honras mundanas; tiene por cosa de sueno y de engano las riquezas, burlândose del demonio ; y, flnalmente, desde la cruz del Senor, atalaya y ve de lejos aque­ lla gloria celestial, a la cual se sube por esta escala que es­ tando en la tierra penetra en los cielos, segûn lo revelô Dios al patriarca Jacob muchos afios antes (Gen. 28,12)» (c. 15, Ibid.). IV — SEC. 5. AUTORES VARIOS. LA PUENTE IV. 819 P. LUIS DE LA PUENTE Tomamos de las meditaciones del P. La Puente la que se refiere al nombre de Jesûs (cf. Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe, 9.a ed. del Apostolado de la Prensa [Madrid 1950], t. 1, parte 2, médit. 21, p. 497-504). Λ) Quién impone el nombre de Jesûs El Padre Eterno, que le conocia y sabla el fin para que encarnaba y el oficio que habia de hacer en cuanto hombre, quiso que se llamase Jesûs, porque es Salvador de las ai­ mas y de los cuerpos, de lo que se derivan très excelencias: Primera, no hay mal de que no nos pueda librar, tanto en cuerpo como en aima; segunda, nos concede excelentes bienes en gracia, virtudes y dones; tercera, sôlo El nos pue­ de salvar, porque solo El es Dios. Yo me gozaré en el Senor y me alegraré en Dios, mi Jé­ sus y Salvador, porque El es mi fortaleza y me dard pies como de ciervo (Hab. 3,18-19) para huir del pecado, y como vencedor me llevarâ con sus santos al cielo. Hemos de ponderar ademâs dos cosas. Primera, la ale­ gria de Maria y José al conocer el nombre de Jesûs. Lo entendieron perfectamente. Segunda, el sumo gusto con que Jesûs acepta el nombre y el oficio de Salvador. «Gracias te doy, joh buen Jesûs!, por esta voluntad que tuviste de salvarnos... Pues eres Jesûs, esto mihi lesus, sé para mi Jesûs. sé mi Salvador». B) Por que se le impuso el dia de la circuncisiôn Primero, para honrarle en el dia en que se humillaba, apareciendo como pecador. La humildad me granjearâ el premio. Segundo, para que se vea que habia de desempefiar su oficio derramando sangre. En la circuncisiôn se derramaron sôlo las primeras gotas del mar de la pasiôn. ôQaé serâ razôn que hagamos nosotros por salvarnos cuândo tanto hizo Jesûs? 820 el DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. C ) Proüecho que nos vîene de este nombre Invoquemos prlmero al Padre, puesto que nadie puede decir tJesûs es el Seüor> sino en el Espiritu Santo (1 Cor. . 12,3) «Presupuesto esto, conslderaré cômo el nombre de Jesûs es una suma y memorial de todas las grandezas que hay en Cristo Nuestro Senor, reduciéndolas a très cabezas: porque es suma de todas las perfecclones, que le convlenen en cuan­ to a Dios, y de todas las gracias y vlrtudes, que tiene en cuan­ to hombre, y de todos los oficlos que en cuanto Dios y Hom­ bre hace con los hombres. De suerte que puedo bien inferir: si es Jesûs, luego es inflnitamente bueno, santo, sabio, todopoderoso y miserlcordioso, y la misma bondad, santidad y sablduria de Dios, porque todo esto es menester para cumpllr con el nombre de Jesûs; el cual, como dice San Pablo, para nosotros es sabiduria, justicia, santificaciôn y redenciôn (1 Cor. 1,30). También si es Jesûs, luego es sumamente humilde, manso, paciente, fuerte, modesto, obediente y carltativo, porque de todas estas virtudes ha de ser dechado, y de su plenitud han de recibir todas las gracias y virtudes con que se han de saivar (lo. 1.16). Item, si es Jesûs, luego es Maestro, Médico, Padre, Juez, Pastor, Protector y Abogado nuestro. De modo que en sôlo Jesûs tenemos todas las cosas, y asi le puedo decir: iOh ml Jesûs y todas mis cosas! Si estoy enfermo, Tû eres mi salud; si hambrlento, Tû eres ml hartura; si estoy pobre, Tû eres mis riquezas; si flaco, Tû eres mi fortaleza. El nombre de Jesûs es el ûnlco medlo para obtener el perdôn, ser oido en nuestras oraclones y amparado en los H pellgros... Desee yo tenerle en ml memoria, para acordarme de El; en ml entendlmlento, para pensar en El, y en ml voluntad, para amarle. Reverénclele siempre, pues que ante ai hlncan la rodllla los moradores de! clelo y la tlerra y aun del Infierno (Phll. 2,1)>. Sic. 5. AUTORES VARIOS. MALÔN DE CH AIDS 821 V. MALON DE CHAIDE El Salvador y los redimîdos El nombre de Jesûs o Salvador no puede entenderse sin su relaciôn al hombre salva do. Malén de Chaide percon:fica la humanldad de Crlsto en la pecadora de Magdala y contrapone el Ecce mulier nuae erat in civitate peccatrix (Le. 7.37) con el Ecce homo (lo. 19 5) de Pilatos (cf. Malôn de Chaide. La conver^iôn de la Magdalena, p. 2.\ XII, p. 275-277, en ed. Clâslcos Castellanos [Ma­ drid, «La Lectura», 1930], t. 1). . «En fin, para terminar, el pecado es un mal sobre todos los males, porque es una desgracia y un crlmen. Desgracia que nos agobla y crlmen que nos deshonra; desgracia que nos roba toda esperanza y crlmen que nos quita toda excusa: desgracia que nos hace perder la eternldad y crlmen que nos convierte en culpables de esta pérdida funesta, sin darnos siquiera la posibilidad de quejarnos>. 2. Sus consecuencias eternas cPor qué la eternldad? «Os podia decir que no nos pode­ mos extrahar que un Dios eterno tenga pensamlentos y decretos también eternos. Os podia decir que, habiendo determinado Dios darse a la crlatura por medio de una comunlcaclôn eterna, ésta, al rechazarla, se ha hecho digna de un castigo eterno; pero voy a ahondar mâs adentro en la naturaleza del mal hasta encontrar la fuente intima de mallgnldad, de donde brota una eternldad desgraclada... Decldme, ôme concedéls que todos los hombres anhelan una felicldad sin término...? ûY en qué ha puesto el pecador su felicldad? En los bienes sensibles, ôno es asi? Los que pue­ den asplrar, dijo San Agustin (cf. De vera Religione, c. 45: PL 34.160), al dlsfrute de los bienes perdurables, se abandonan a los perecederos. Luego si todo hombre desea una telicldad eterna, y el pecador la ha cifrado en lo que llevamos dlcho, siguese lôglcamente que qulere vlvir eternamente separado de Dios, gozando de los bienes creados». Decldme, pecadores: si en vuestra mano estuvlese, ôno suprimlrlals la muerte para prosegulr pecando? No me dlgâls que os pensâis correglr. porque os contestaré. con el gran papa San Gregorio (cf. Diâlog., 1.4, c. 44: PL 77,404), que relteradamente demostrâls vuestro deseo de permanecer en pecado, ya que no os separâls de él mlentras podéls contl- SBC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 825 nuar tranquilos. Es, pues, afiade este gran Papa, un justo juicio de Dios mantener por toda la eternldad en el castigo al que ha deseado vlvlr separado de El eternamente. 3. Cristo nos libra dei pecado Cristo nos ha sal vado, arrojando nuestras culpas no a Lo hondo del mar, como dijo el profeta (Mich. 7,19), sino al diluvio precioso de su sangre. Venid, crlstlanos, cantad conmigo la grandeza dei Sefior. Ensalcemos a una su nombre (Ps. 33,3). Cuando un rey concede una gracia, o perdona totalmen­ te el castigo o conmuta una parte. Cristo Nuestro Sefior, en el bautismo, nos absuelve completamente de la culpa; a los que han vuelto a pecar, aun cuando les perdona el Infierno, les déjà todavia una pena temporal, como para que advlertan lo que habian merecido con su falta. Por esto en el Evange­ lio se habia de dos prislones: una, de la que no se sale; otra, en la que se permanece hasta pagar el ultimo ochavo (Mt. 5,26): el infierno y el purgatorio. La severa disciplina penitencial que se practlcaba antiguamente tenia por objeto satisfacer esta pena temporal. Nuestras penltencias actuales son harto exiguas, pero aun asi, la Iglesia nos brlnda los méritos de Cristo, aplicados por medio de las indulgencias. c) 1. El peligro de caer Debilidades humanas Los médicos humanos nos abandonan en cuanto la enfermedad se ha curado, porque ésta, una vez sanada, desaparece. Cristo no puede dejarnos aun después de justlflcados, porque los gérmenes de la enfermedad contlnùan ocultos dentro dei alma para hacernos recaer. Es tal nuestra debilidad, que seguimos inclinados al pe­ cado por dentro y por fuera. Al exterior, todos los objetos que nos clrcundan son piedra de escândalo: amores engafiosos, sensaciones... En el interior, i Dios mîo, qué desorden! En cuanto al entendlmlento, la ignoranda lo anula, la pasiôn la oscurece, la poca reflexlôn lo Inutlllza. Todos los bienes degeneran en exceso. Los sencillos son groseros, los utiles son presuntuosos; si a esto afiadlmos las viciosas costumbres de la voluntad, que, siendo libre, ella mlsma fabri­ ca, como el gusano de seda, las envolturas que la aprlsionan, porque puede eleglr los objetos y es capaz de atarse con sus propios actos, àcômo no habremos de confesar la necesldad de una ayuda exterior que nos robustezca en nuestras fuer­ zas y nos preserve de los peligros? «Dura es la lucha que se 826 XL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. verifica en el interior del hombre, âspera la pelea contra los propios deseos... y nadie puede librarse sino mediante la gra­ cia de nuestro Salvador, Jesucristo» (cf. San Ambrosio. Exposit. in Ps. 118, v. 46: PL 15.1346). 2. Hay que huir de la ocasion Dejad las ocasiones, con las que os habéis familiarizado hasta el punto de no pareceros peligrosas; no os enganéis; de Dios nadie se' burla (Gal. 6,7). Su bondad es justa y po­ tente; Dios es bueno. porque es enemigo dei mal, y ejerce su amor al bien con el odio que profesa al crimen. d) La GRACIA DE NO VOLVER A PECAR 1. Paz total en el cielo La ultima gracia es aquella feliz necesidad de no poder ya nunca someterncs a pecado. Para esto nos ha nacido un Salvador, en quien la culpa no pudo hacer nunca presa, y para esto hemos sido regenerados por el mismo Espiritu, que obrô su concepciôn. El principio de nuestro descanso es poder no pecar, la perfecciôn del mismo sera no poder pecar tampoco. El principio consiste en ser justo, el fin en no perder nunca esta justicia. El uno es el consuelo de la vida présente, el otro la felicidad de la vida futura. Podemos ahora estar seguros de que Dios no nos abandona, puesto que El no déjà a nadie, si antes no es abandonado (cf. San Agustîn, Enarrat, in Ps. 45 : PL 36,521). Dios se desposô con nosotros (Os. 2,20), celebrô un pacto sempi­ terno (Is. 55,5), y no es espcso que pueda ser infiel. Pero jes tan dificil estar seguros de nosotros mismos ! Llegarâ, en fin, el dia en que Dios, que nos quiso hacer en todo a su semejanza, trueque nuestra facilidad de cambiar en la inmutable beatitud que le es propia. La gracia, que comienza a asemejarnos a Dios en este mundo, nos harâ participes de su inmutabilidad. Esta gracia se nos concede por Jesucristo nuestro Salva­ dor. Como muriô El, morimos a nuestros pecados, y como resucitô inmortal (Rom. 6,9), resucitaremos nosotros inmortales en la vida de la gracia, de la que enfonces poseeremos la plenitud de que ahora goza Cristo. 2. Entra en el gozo de tu Senor Enfonces nos dirâ: Entra en el gozo de tu Senor (Mt. 25,21). No es lo mismo que la alegria entre en nosotros que nos­ otros entremos en la alegria. Nuestra aima es como un vaso, y la alegria se derrama en él como un licor. La felicidad estâ como esparcida por todos los objetos que nos rodean. y SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 827 los sentidos nos atraen para hacer gotear en nuestro cora­ zôn el jugo que a ellos les parece tan agradable. iCuântas falsas alegrias, aun sin hablar de las disolutas! Sdlvame, ioh Dios!, porque amenazan ya mi vida las aguas; hundome en profundo cieno, donde no puedo hacer pie; me sumerjo en el abismo y me ahogo en la hondura (Ps. 68,2-3). De vez en cuando, la alegria del cielo llena algo nuestra alma, y enfonces conocemos el verdadero deleite; pero, jay!, penetra en nuestros corazones como en un vaso corrompido, donde, si no pierde todo su gusto, por lo menos es bien dificil saborearlo solo, sin que se mezcle con las enganosas ale­ grias de la tierra. Mas ha de Hegar el dia en que no sea la felicidad la que entre en este vaso, sino el vaso entero el que se hunda en el abismo de la bienaventuranza, para que nuestra inmortalidad sea absorbida por la vida (2 Cor. 5,4). Y alii, incapaces de probar otra falsa beatitud, estaremos se­ guros de no perder el placer inmortal y casto, que atraerâ nuestra alma con el amor supremo y permanente de una justicia y una verdad inmutable. El gozo de la verdad, que decia San Agustin (cf. Confess., 1.10, c. 23,33: PL 32,793). Bossuet termina su sermon con una exhortaciôn vigorosa, en la que repite las palabras: Démonos prisa, pues, a en­ trer en este descanso (Hebr. 4,11). B) La saivaciôn, comienzo de una nueva vida O Bossuet redacto también de otra manera la primera parte del sermon que acabamos de extractar, o compuso, como suponen algunos editores, un sermon nuevo, en este caso el quinto, para la Circuncisiôn del Sefior. No nos toca aqui discutir este extremo. Nos limitâmes tan sôlo a recoger, también en extracto, esta nueva pri­ mera parte, tal como unida al sermon quinto para dicha festividad aparece en la ed. Garnier, y a citada, p. 498-503. El argumento es el siguiente: excelencia del nombre de Jesûs; terrible compromise que el Senor contrae el dia de la circuncisiôn; sentimientos del pecador reconciliado y maldad de la ingratitud del reincidente. a) COMPROMISO TREMENDO CON EL SENOR Bossuet comienza con un cântico al nombre de Jesûs, que pone a todas las criaturas liberadas a los pies del Seftor. Pero este nombre atemoriza, al observar las obligaciones que impuso a Cristo, porque el perdôn de los pecados no consis­ te en una simple aboliciôn, sino en una satisfacciôn sangrienta (Hebr. 9.22), por lo que el mismo dia que Dios fué llamado Jesûs comenzô a derramar su sangre. La circunci­ siôn es el comienzo de un camino que termina en la cruz, donde, segûn San Justino (cf. Epistola a Diogneto, 9): «Uno 828 el DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. solo es herido y todos curados; el justo padece deshonra y el criminal es restablecido en su honor. El inocente paga lo que no debe y se perdona a los deudores. Porque ôqulén podrâ mejor cubrir nuestros pecados que su justicia? ôPodrâ haber mejor expiaclôn para la rebeliôn del crlado que la obedlencia de! hijo? La iniquldad de los culpables se esconde en un solo justo y la justicia de uno justifica a los demâs». Hasta los ângeles se maravillan de este cambio. b) AFECTOS DEL PECADOR SALVADO Un condenado a muerte que no créé ya ni en su propia vida, recibe el induito real. Para él, el principe es su segundo padre, que le devuelve a la vida y a la luz. Asi nos ocurre a nosotros cuando nos levantamos del tribunal de la penltencia. En estos momentos exclamad con Isaias (44,23): Cantad, cielos, la obra del Seüor; resonad, profundidades de la tierra; saltad de jubilo, montanas..., que el Seüor ha rescatado a Jacob y ha mostrado su gloria en Israel. Este perdôn debe ser el comienzo de una vida nueva. ôA quién ama Dios: al que perdonô poco o al que perdonô mu­ cho? (Le. 7,42). Mas jqué ingratitud la del que reincide en sus crimenes! El pecador se ve separado de la condenaciôn eterna solo por esta vida humana, que deshace un ligero soplo. La mano de Dios estâ armada contra su iniquidad; el Infierno, abierto a sus pies. iEspectâculo temible! Lleno de terror corre al sa­ cramento de la penitencia y no espera que le acusen. El mismo, delante de Dios, confiesa sus culpas. Inmedlatamente, al invocar el nombre del Salvador, nombre que calma olas y tempestades, vientos y borrascas; nombre que amansa cielos y tierra, desciende la paz sobre el pecador tembloroso. Pero con una condlclôn: la de que corrija su vida desarreglada y sus amores criminales. Alli lo promete todo; dame la ley, dice al Seftor; yo obedeceré. Esta es vuestra historia, hermanos mios, a no ser que vuestras confesiones hayan sido sacrilegas. Lo habéls prometido, habéls puesto a Jesûs de flador, y luego, jcuâl no serâ vuestra culpa si por enclma de esa sangre que sellô el pac­ to de vuestra reconclllaclôn con Dios, si despreclando aquellos terrores que sentistels y la misericordia que se derramô sobre vosotros, quebrantâis vuestra promesa!... J SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE C) 829 Peroraciôn final Lo mismo que ocurre con la primera parte pasa con la pero­ raciôn. Sean uno o dos los sermones precedentes, las ediciones insenan una nueva peroraciôn, que sueæ colocarse al final icf. ed. cit.» p. 508-11). «Para prepararnos a entrai en esta abundante alegria, acostumbrémonos a reclblrla cuando desciende del cielo en nuestro corazôn». jAy, a qué locas diverslones nos solemos entregar! Desde luego, que observamos mejor el carnaval que la cuaresma. Es mâs, tendemos a convertir en carnaval toda nuestra vida. Dejemos estos pensamlentos y gustemos de la alegria ce­ lestial, que no admlte mezcla con otras alegrias. Las del mundo son precisamente mâs agradables cuanto mâs variadas, pero este gozo celestial es severo, casto y solitario. La menor mixtificaclôn lo corrompe. ôQueréis disfrutarlo y a la vez solazaros en vuestras ri­ quezas? Oid al Sefior: lAy de vosotros, ricos, porque habéis recibido nuestro consuelo! (Le. 6,24). ôQueréls que Jesûs, cuando llame a vuestra puerta al final de la vida, os halle engolfados en las diverslones que ahora os complacen? No quiero consultar orâculos necios para saber vuestro porvenir; no encuentro los pronôsticos necesarios en vuestra vida licenciosa y profana. Lo que veo en vosotros me da miedo, pensando que Dios puede cansarse de vuestra ingratitud. Bebed el vaso de la alegria de Dios. «Una sola gota os saciarâ por el momento, pero irâ creciendo en vuestro inte­ rior hasta convertirse en ese océano de infinita fellcidad que yo os deseo en el nombre del Padre, del Hijo y del Es­ piritu Santo». VII. BOURDALOUE Circuncisiôn y salvaciôn No se conserva de Bourdaloue un sermôn especialmente dedicado al nombre de Jesûs. pero si estimamos ùtil reproducir aqui en extracto el que prcdicô con motivo de la circuncisiôn del Sefior (cf. Sermones de los misterios de Nuestro Seüor Jesucristo, del P. Luis de Bourdaloue, trad. cast, de Miguel del Castillo, L 9 de la* Obras completas [Maxirid 1778], p. 36-66). A) Relaciôn del nombre con la circuncisiôn Cuando se hubieron cumplido los ocho dias para circuncidar al Nifïo, le dieron el nombre de Jesûs, impuesto por el àngel antes de ser concebldo en el seno de Maria, su Madre 1 f ‘iî A EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. 830 2.21). «ôPor qué se espera que sea clrcuncldado el Nifio para darle el nombre de Salvador? ôQué relaciôn puede tener el nombre de Salvador con la circunclsiôn del Nifio?» Im­ portante cuestiôn es ésta, que servlrâ de asunto a este dis­ curso. îLc. B) Division Era necesarlo que Jesucristo, para ser perfectamente Sal­ vador, no solamente desempefiara el oficio de tal, sino que nos ensefiase como debiamos nosotros cooperar al desarrollo de. esta gran obra. En este misterio cumpliô Jésus admirablemente ambas obligaciones. Empezô a salvarnos obedeciendo la ley de la antigua circunclsiôn, que era la circuncisiôn de la carne. Y nos diô un medlo seguro para que nos­ otros nos ayudemos a salvarnos por la ley que estableciô de la circunclsiôn nueva, que es la circunclsiôn del corazôn. C) Obediencia a la ley de la antigua circuncision Jesucristo empezô a salvarnos obedeciendo a la ley de la antigua circunclsiôn; porque en el instante en que se circuncidô se colocô en la disposiciôn inmediata y necesaria para poder ser la victima del pecado ; ofreciô a Dios las primicias de su santlsima sangre, que debia ser el remedio de nuestra culpa, y se obligé a derramar esta misma sangre mâs abundantemente en la cruz por la reparaciôn entera del pecado. a) Se hallô en la disposiciôn necesaria para ser la VICTIMA DEL PECADO Y por consecuencia, para ser perfectamente Salvador. Para salvar pecadores y reos se necesitaba un justo, pero un justo que supiese satisfacer a Dios segûn todo el rigor de su justicia y sobre quien pudiese recaer la maldiciôn que arrastra consigo el pecado y el castigo que merece. Este jus­ to era Jesucristo. No debia ser pecador. pues Dios no lo hu­ biese aceptado: y no era bastante que fuese justo, pues como tal no hubiera oodido ser obieto de las venganzas de Dios, sino que. en cal’dad de med’ador, habia (aunque exento de culpa e Impecable en si) de ocupar una especie de puesto intermedio entre la inocencia y la culpa: y este medio conslstia en tener la sefial del pecado. êDônde tomô la sefial de la culpa? En la circunclsiôn. . i SEC. 5. b) Ofreciô a Dios AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 831 las primicias de su santîsima sangre La menor obra del Hijo de Dios podia bastar para redimimos; pero, segûn el orden de los divinos decretos y de la satisfacclôn rigurosa a la que se habia sometido, era necesarlo que le costase sangre. Hoy empieza a cumplir esta condiciôn. Bien diferente fué el Sefior de los sacerdotes de Baal, los cuales para honrar a su dios se hacian dolorosas heridas hasta quedar cubiertos de sangre. Jesûs, para salvar a su pueblo, aun siendo Dios, toléra y padece esta cruenta operaciôn. c) Se OBLIGO A DERRAMARLA MÂS ABUNDANTEMENTE EN LA CRUZ Tal hizo por la reparaciôn entera del pecado, porque, segûn San Pablo (Rom. 2,25), todo hombre al circuncidarse se obligaba a cumplir toda la ley. La consumaciôn de la ley, respecto de Jesucristo, era su propia muerte, pues El era el fin de la ley, y no habia de cumplirlo sino por la consumaciôn dei sacrificio de su santa humanidad. Con razôn en este misterio se le diô el nombre de Jesûs; y la sangre que derramô para salvarnos nos manifiesta cuâl fué el precio de nuestra salvaciôn y como debemos estimarla. D) La circuncisiôn nueva del corazôn Jesucristo nos ha dado un medio seguro para que nos­ otros mismos nos ayudemos a salvarnos por la ley que ha establecido de la nueva circuncisiôn. Esta circuncisiôn nue­ va es la del corazôn: a) de ella nos hace una ley; b) nos explica el precepto, y c) nos facilita el uso. a) Nos PROPONE LA CIRCUNCISIÔN DEL CORAZÔN, Y DE ELLA NOS RACE UNA LEY Porque no anula la antigua circuncisiôn, o, mâs bien, la antigua no acaba en El, sino porque establece la nueva. Circunclslôn del corazôn quiere decir apartamiento do todos los deseos culpables y de todas las pasiones desordenadas. Necesitamos esta circunclsiôn para salvarnos, pues el orlgen de nuestras culpas son nuestros deseos y pasiones. Esta cir­ cuncisiôn debe ser entera, esto es, ha de extenderse a todo. sin exceptuar nada. pues una sola pasiôn basta para condenarnos. Γ gL DUTCH NOMBRE DK JESÛS. IX M. DESP. CIRC. 832 b) Nos 1PLICA EL PRECEPTO DE ESTA CIRCUNCISIÔN NUEVA CON SU EJEMPLO En la clrcuncisiôn hallamos las cuatro pasiones dominan­ tes y mâs dificiles de vencer perfectamente sacrlficadas y sometidas a Dios; la de la libertad, por la obediencia prestada a una ley que no le obligaba; la del Interés, por la po­ breza en que quiere manifestarse; la del honor, por el ca­ râcter Ignominioso del pecado, cuya vergüenza sufre, y la del placer, por la dolorosa operaclôn que soporta. He aqui las cuatro pasiones que debemos desarralgar de nuestro co­ razôn. C) Nos FACILITA EL USO DE ESTA CIRCUNCISIÔN POR LA SANGRE QUE EMPIEZA A DERRAMAR Esta sangre divlna lleva conslgo una dupllcada gracia. «La gracia interior es la gracia de Jesûs, la gracia que el mismo Salvador de los hombres nos ha traido: la gracia que ilumina el espiritu y nos hace conocer nuestras obligaciones; que nos mueve el corazôn y nos la hace amar, y la gracia victoriosa y potente que refrenaba en San Pablo el estlmulo de la carne (2 Cor. 12.9). La gracia exterior es la de este mismo ejemplo, con que Jesucristo nos explica su ley y nos anima a cumplirla: porque a la vista de la sangre que El ha derramado, icon qué pretexto podemos paliar nuestra flojedad y tibieza?...» E) Exhortaciôn final «Tiempo es ya, cristiano, de que despertemos dei profun­ do suefto en que nuestra fe se halla sepultada (Rom. 13,11)... Hoy empezamos un afio nuevo. (»Cuântos hay en este audito­ rio que lo emplezan y no lo acabarân?... Penetrados en el pensamlento de que éste es el ultimo afio de nuestra vida, équé resoluciones no hemos de formar?... Tengamos siem­ pre. como el Profeta Real, nuestra aima en nuestras manos: Mi vida estâ siempre en constante peligro (Ps. 118,109). Esto es, estemos siempre prontos para presentarnos delante de Dios: porque no sabemos cuândo nos llamarâ. y puede ser que sea en este mismo afio. Sea como fuere, santlfiquémosle y hagâmoslo para nosotros un aïïo de salvaciôn>... SEC. 5. AUTORES VARIOS. FLECHI ER VIII. FLECHIER La salvaciôn, empresa gloriosa de Dios Extractamos un sermôn del Flechier, dei texto inserto en Tesoro de predicadores ilustres (cf. 7,9, Madrid 1852). Fléchier, obi-po de Nimes, naciô en 1632 y entrô en la Congregaciôn de la Doctrina Cristiana. Alcanzô gran fama y prestigio como predicador en la cor­ te real. En 1685 fué exaltado a la mitra de Nimes. Muriô en 1710. El sermôn que presentamos es el de Navidad y fué predicado delan­ te del rey en la capilla de San German. (Puede también verse su texto integro y traducido a] espanol por don Juan de Arribas en Sermones morales, de Espiritu Fléchær, obispo de Nimes, t. 5, ed. Fernândez, Madrid 1774.) I A) Exordio y division Os ha nacido... un Salvador (Le. 2,11). En las tinieblas ha nacido la luz, el Salvador, que ha cumplido y llenado todas las funciones de su ministerio con perfecciôn; pero la mayor parte de los hombres no se preocupa de aprovecharse de él. B) Jesucristo, Salvador La salvaciôn es la empresa mâs gloriosa de Dios. Su fin fué domar al Infierno y reconciliar la tierra con el cielo. Su principio, la infinita caridad. Sôlo Dios podla salvar al hom­ bre. Las obligaciones que Impuso parecen, en cambio, la cosa menos proporcionada a la dignidad de Dios. a) Dios, revestido de nuestra flaqueza Algunas veces leemos en la Escrltura que Dios se eleva o baja, metafôricamente, cuando quiere dar idea de su grandeza o compadecerse de nuestra debllidad. Pero en este mlsterio el bajarse Dios hay que entenderlo a la letra, segün la expresiôn del Apôstol: Se anonadô tomando la forma de siervo (Phil. 2.7). ôHay cosa mâs débil que un nlfto? A él qulso parecerse Dios. El hombre al nacer crece, y Crlsto se anlqulla. Para nosotros. nacer es salir de la nada, para Crlsto entrar en ello. Dlficll es para el hombre rebajarse, porque bajar has­ ta la nada es subir hasta su origen. En cambio, para Dios... Comparémonos con El. Somos soberblos en todo. La nalabra de Critia f EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. 834 b) Obligaciôn de sufrirlo todo por la salvaciôn de LOS HOMBRES Dios pudo durisima, pero justamente, abandonarnos en nuestro pecado y condenaciôn. Pudo elegir otro medio mâs suave para salvarnos. Pero, sablendo que el Padre habia escogido este medio como el mâs apto para honrarle, darnos ejemplos de virtud y hacernos conocer lo que costô nuestra salvaciôn, dijo: Heme aqui que vengo (Hebr. 10,7). «Yo me destino a ser el objeto de la infidelidad de los pueblos, de la contradicciôn de los sabios dei mundo..., de la crueldad de los tiranos, de la injusticla de mis enemigos, de la traiciôn de mis discipulos, de la côlera de Dios; extendido ya so­ bre mi pesebre como un dia lo estaré sobre mi cruz, llevo ya en mi voluntad todo el peso de los pecados de los hom­ bres, impaciente por crecer para consumar la obra que emprendo... Hostia débil y tierna, pero y a voluntariamente consagrada, yo adelantaré mis deseos, ya que no puedo cum­ plir todavia mis designios. Ningûn Interval© de reposo o de placer interrumpirâ el curso de mi vida laboriosa y paciente...» Comparémonos con Cristo. La religiôn del cristiano es de austeridad y penitencia. En cambio, la mayoria de los hom­ bres piensa que unos tlenen la obligaciôn de la penitencia por sus gravisimos pecados, y otros por la santidad de su vida. Se forma asi un tercer y errôneo estado de molicie y libertad, porque no se creen ni bastante malos ni bastante buenos para ser penltentes como Cristo desea. c) Obligaciôn de pensar en la salvaciôn de los pecadores La tercera obligaciôn que el Salvador se impuso es pen­ sar toda su vida en la salvaciôn de los pecadores. Cristo Nuestro Sehor tuvo pasiones, no en el sentido en que solemos emplear la palabra, sino suaves y ordenadas. Utilizô unas y otras segûn los casos; pero si tuvo una pasiôn perpetua y permanente, fué el deseo de la salvaciôn de los hombres. jCômo me siento oWgado hasta que se cumpla! (Le. 12,50). <»Y nosotros? ôCuidamos de parecemos a Cristo en ese deseo? C) cNos aprovechamos de su salvaciôn? Hay très clases de personas que no se aprovechan de la salvaciôn de Crlsto. SEC. 5. AÜTORES VARIOS. F LECH 1ER a) LOS QUE NO CONOCEN A CRISTO El mundo no le ha conocido. La sociedad, animada del espiritu natural, piensa en el hombre segûn Adân y no segûn Cristo, y no admite otros bienes que el placer, el honor y la riqueza. Consume su vida en una falsa alegria, regocijândose o afligiéndose como si no tuviese que creer ni aun siquiera la religion que sôlo simula profesar. Espiritu de necedad, tropel de espiritus que inutuamente se combaten. Es­ tos hombres, en realidad, no conocen a Cristo, porqus entre sus costumbres, que han espesado las tînieblas espirituales ; sus oidos, sordos a la palabra de la vida, inasequible al horn­ bre animal, y sus pasiones, que han cegadc· su entendimiento, viven exactamente igual que si no hub. eran oido hablar nunca de Cristo. El mar trocô en sôlidas sus olas para sostener a Cristo, la tierra abriô sus sepulcros ante su mandato y temblô ante su muerte. Sôlo el hombre permanece insensible frente a sus preceptos y sus dolores. b) Otros conocen a Cristo, pero no creen en El Se puede creer con la razôn unicamente, admitiendo la verdad, o con la voluntad, decidiéndose a obedecerla. Las personas que pertenecen a esta segunda clase, admiran la virtud, pero no creen que ellas deban practicarla. San Pablo dice que Jesucristo se hizo para nosotros sa­ biduria, justicia, santificaciôn y redenciôn (1 Cor. 1,30). Como sabiduria nos instruye, como justicia nos inspira do­ lor de nuestros pecados, como santificaciôn nos purifica y es régla de conducta, como redenciôn nos devuelve la esperanza de los bienes eternos. Pues bien, necesitamos seguir a Cristo en estos cuatro estados, creyendo, acudiendo a su gracia, viviendo segûn sus leyes y aguardando la felicidad futura. Mas hay quienes dividen a Cristo y quieren que sea redentor, pero no maestro; que nos dé su sangre, pero no su espiritu; que nos quite la pena del pecado, pero nos deje en él. Esto no es creer en Jesucristo, sino despreciarlo. Mu­ chos anhelan la santidad y estân persuadidos de la necesi­ dad de esforzarse para alcanzarla, mas quisieran ir al cielo cômodamente, porque los medlos les parecen dificiles, y les convendria gozar de impunidad para algunas de sus pa­ siones. 836 C) SL DULCE NOMBRE DE JESUS. >Σ· M. DESP. CIRC. FiNALMENTE, LOS HAY QUE CONOCEN Y CREEN A CRISTO, PERO NO LE SIGUEN El Salvador ha adqulrido tres grados de dominio sobre los hombres. Uno de redenciôn al posesionarse de aquéllos a quienes llberô por un nuevo derecho de protecciôn y socorro. Otro de rellglôn, con derecho a un homenaje Infinito, y el tercero de instrucclôn, como ministro de la verdad y cabeza y modelo con quien hay que conformarse como con una imagen. El designio de la encarnaciôn es darnos medios de llegar a Dios, ûnico bien nuestro. ^De qué nos slrve conocer la meta si no nos decldimos a segulr el camino? No obstante, idônde hallaremos cristianos que conformen su vida con la de Cristo desde el pesebre hasta la cruz? Aun aquéllos que ya no pecan gravemente no dan importanda a la mentira la murmuraclôn, la adulaciôn y otros vicios peores... IX. CARDENAL GOMA Jésus en la historia Sintetizamos las ideas mâs interesantes dei capitulo 3 de la obra Jesûs Redentor, del Cardenal Gomâ, arzobispo de Toledo y primado de Espana (cf. ed. 3.* [Barcelona 1944], p. 67-98). A) Jésus, el esperado de la historia El grito de Isaias pidiendo a las nubes que lluevan al Sal­ vador dei mundo (Is. 45.8) es el eco general de todo el universo, que responde a la promesa hecha por Dios en el paraiso. Israel espera con ansias al Salvador. Dios le confiô a sus orâculos (Rom. 3,2). Raza nômada en sus comlenzos, espera con Abraham la bendiciôn que nacerâ de su descendenda para todas las naciones (Gen. 26,4); Jacob muere con la esperanza en el que ha de ser enviado, cuando el cetro sea quitado de la casa de Judd (Gen. 49,10). Cuando bendlce a su hijo José a la hora de morir. le afirma: Las bendiciones que te da tu padre Jacob sobrepujan las bendiciones de sus progenitores hasta que venga el Deseado de todas las gentes (Gen. 49,18-26). David ante los despojos de sus enemigos coge su arpa y le arranca el hlmno: îVisitanos en tu Salvador!... Que su nombre sea bendecido por todos los siglos (Ps. 105,4; 71,17). Y después todos los profetas, cuando Israël es invadido SEC. 5. AUTORES VAKIOS. GOMA 83Γί pur los carros blindacios de Sargôn o Hora en el cautlverlo, se levantan para declrle: Las naciones, ioh Jerusalén!, ve­ rari a tu Justo, v Los reyes todos a tu qlorioso Salvador (Ls. 62,2). Mâs arrlba dei Libano, hacia el oriente y el occidente de aquel rincon dei mundo, la misma esperanza allenta y vive. Egipto espera confusamente un Orus Salvador. Persia, la venlda del envlado del Dios bueno contra el mal. Coniucio ha oido decir que nacerâ en Occidente un hombre que producirâ un océano de aedones meritorias y que vendrâ del cielo y salvarâ la tierra. Socrates espera al Justo en la Grecla florida, y en las colinas de Roma resuena la voz de Virglllo, eco de la sibila de Cumas, quien anuncia la edad de oro, en la que nacerâ el hijo de una virgen (Ecl., 4,5). Tâcito y Suetonio recuerdan la tradiciôn en la que se promete una era de poder y dominio a la pequeha regiôn de Judea (TÂc., Hist., 5,13; Suet., Vespas., 4,3), y hasta Josefo hace menciôn de esta esperanza de un Mesias (B. I., 3,8,9). Y he aqui que en el ano 750 de la fundaciôn de Roma, en un prado tranquilo de Belén, los ângeles anuncian a unos pobres pastores: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo... (Lc. 2,11), y a los ocho dias se le impone el nom­ bre de Jesûs (ibid. 21). B) Salvador por la plenitud de su gracia a) SlGNlFICADO DEL NOMBRE El nombre se lo impuso Dios, que conoce la esencla de las cosas. Por eso es un nombre lleno. Jesûs «no llevô sôlo la sombra de un gran nombre*, como pudo ocurrir con algunos personajes del Viejo Testamento, sino que su nombre es la verdad (cf. San Bernardo, Serm. 1 sobre la Circunc.: BAC, p. 303). «Salvar es conservar un oien que estâ en pellgro y llbrar del mal en que se ha incurrido... Salva de la ruina a un deudor aquel que le da con que pagar sus deudas..., como salva el médico a ouien cura de su enfermedad»... { , j. 838 el DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. b) SlGNIFICADO DE LA SALVACIÔN EI aspecto espiritual y fundamental de la obra salvadora de Jesûs consiste en saber que es Salvador por la p'.enltud de su gracia, encerrada en todos los misterios que se contienen en su nombre. El anonadamiento dei Verbo, que se obrô en el misterio de la encarnaciôn, y del que resulto esta persona historica que se llama Jesucristo, es lo que le mereciô.un nombre so­ bre todo nombre. El apôstol San Pablo exhorta a los filipenses a la cari­ dad; y en una digresiôn breve, pero profundamente teolôgica, les describe todo el curso de la vida de Cristo desde el seno del Padre hasta su aniquilamiento y muerte en la cruz. Después dice: Por esto le diô un nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesûs se doble toda rodüla en el cielo, en la tierra y en el infierno (Phil. 9,10). Jesucristo, antes que fuera hombre, tenia la misma na­ turaleza o esencia de Dios. «Por una condescendenda inefable de su amor a los hombres se anonadô, vino del cielo a la tierra se vaciô, en la apariencia, de la naturaleza y prerrogativas de la dlvinidad y apareciô en la forma de hombre... Es el misterio de la union hipostâtica, en virtud de la cual una persona divina, la del Verbo, Dios verdadero. es al mismo tiempo hombre verdadero por haber tornado una naturaleza humana... Esta gracia de la union hipostâ­ tica, ûnica e insuperable, constituye a Jesûs Salvador de la humanidad». Adân habia caido. Para restaurar a la humanidad la mltologia no encontre otro recurso que la fâbula de Prometeo, que roba el fuego de los dioses y lo esconde en el pecho de los hombres. Dios encuentra otro medio soberano. El mis­ mo se hace hombre, no sôlo Igual, sino superior a lo que ha­ bia sido Adân. Jesûs, Hombre-Dlos, queda constituido desde ese momen­ to Jerarca supremo de la humanidad, porque si la jerarqula de los seres aumenta a medida que ellos se aproxlman a Dios, no puede haber jerarqula sobre la de Jesûs. iOh maravilla!, dijo Dios irônlcamente: He aqui que Adân ha venido a ser como uno de nosotros (Gen. 3.22). Aho­ ra podemos decir: He aqui que Dios se ha hecho como los hombres. ôQué mayor salvaciôn y qué mâs amplia llberaciôn? Jesûs no se avergüenza de llamarnos a nosotros her­ manos (Hebr. 2.11). Es nuestro hermano mayor, como le llama el Apôstol (Rom. 8.29). éAdân reciblô el aliento vital de su aima? Jesûs es la Vida, de donde procede toda vida natural y sobrenatural. SEC. 5. AUTORES VARIOS. GOMÀ 839 (•Adân fué creado en rectitud y justicia? Jesûs naciô santo esencial y circunstancialmente. ôAdân inmortal? Jesûs, Dios inexterminable, muere por unas horas para devolvernos la inmortalidad. ^Adân recibiô la ciencia del espiritu? Jesûs, como Dios, es la Sabiduria esencial, y como hombre estaba «lleno de verdad» infusa y de vision beatifica... «iOh Jesûs mio! Vuestro nombre es miel para mi boca, armonia para mis oidos, jûbilo para, ml corazôn» (cf. San Bernardo, Serm. 15 in Cant.: PL 183,847). Al pronunciarlo me parece asistir a esas bodas en las que bajô el Verbo hasta nuestra naturaleza y subiô ella hasta Dios; pues por la gracia de vuestra union todo os quedô sometido, menos Aquel que lo sujetô todo a Vos (1 Cor. 15,27). C) Salvador por su operaciôn La salvaciôn traida por Jesûs no es la obra del artista que, despechado al ver su estatua hecha pedazos, se indemniza haciendo otra mejor. No, Jesûs rehace lo que el adver­ sario arruinô, y lo rehace por medio de su obra. Jesûs es el hombre nuevo; pero por medio de este hombre nuevo, per Dominum Nostrum lesum Christum, el hombre viejo es rehabilitado. a) Etapas de la redenciôn La primera et-apa fué la forma Dei; la segunda, la forma servi, y la tercera, obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Phil. 2,8). En esta tercera etapa nos redimiô individualmente. El hombre, esclavo de un dueüo mâs fuerte que él, ofensor de un Dios y deudor de una deuda infinita, necesitô un vencedor mâs fuerte que Satanâs, un Dios que pudiese perdonar sus propias ofensas y pagar deudas infinitas. Como hombre paga, pero la paga es divina. De esta salvaciôn hay que decir: l.°, Jesûs nos salvô satisfaciendo condignamente la ofensa; 2.°, redimiéndonos mediante el precio de su sangre; 3.°, como cabeza nuestra, influyendo continuamente con sus méritos y gracias en nues­ tra salvaciôn personal. b) TODAVIA VIVE Y SE INMOLA Jesûs no nos comprô y redimiô, sino que sigue comprando, redimiéndonos, pagando nuestras deudas y salvândonos, porque todavia se inmola y hace correr su sangre por el EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. 840 mundo, derivândola a cada uno de nosotros para obrar nuestra salvaciôn personal. Es el dlvlno samaritano... (Lc. 10, 30-37). Es el nuevo sacerdote, cuya gracia baja por la Jerarquia a todo el cuerpo mistico y de cuya plenitud todos recibimos con él, produce copiosos frutos de salvaciôn (lo. 15.5). Es Jesûs. Sin El nada podéis hacer (lo. 15,5); pero acoplando nuestra libertad a su voluntad salvadora, somos reengendrados por El en el bautismo, robustecidos en la confirmaciôn, alimentados y preservados de enfermedades en la Eucaristia... Vive orando e intercediendo continuamente por nosotros (Hebr. 7,25). Nuestro ideal seria injertarnos de tal forma en El, que obedeciéramos a San Pablo: Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo en el nombre de Nues­ tro Senor Jesucristo (Col. 3,17). c) 1 Abundancia de la salvaciôn por el nombre de Jesûs Mas profunda que la condenaciôn que nos vino de Adân Porque nos ha hecho un solo Cristo eon El, una sola cosa con El y con Dios (lo. 17,21), y donde abundo el delito sobreabundô la gracia (Rom. 5,20). 2. Mâs universal Porque la caida de Adân no rebasô los limites del género humano, y la encarnaciôn de Cristo ha dignificado a todo el mundo: Todo doble la rodilla al nombre de Jesûs, el cielo, la tierra y los infiernos (Phil. 2,10). D) Poder social del nombre de Jésus «Una sola frase del Apôstol sintetlza toda su obra salva­ dora: Instaurare omnia (Eph. 1,10), revocarlo todo a la unidad de un principio capital: Jesûs que lo présida, armonice y dlrija todo en los cielos y en la tierra»... La solldaridad del aima y del cuerpo nos acarreô la corrupciôn y muerte corporal. La solldaridad social ha he­ cho que la ruina dei espirltu humano se traduzca en las afrentas de las socledades anteriores al Salvador Jésus. Mas la solldaridad en Jesûs ha devuelto la inmortalidad a nuestro cuerpo (la vida de Jesûs debe manifestarse hasta en nuestra carne mortal: 2 Cor. 4,11) y debe dllatarse en una vida so­ cial espléndida. Los gloriosos y universales trlunfos de Cristo fueron vis- SEC. 5. AUTORES VARIOS. GOMA 84Jf lumbrados por Isaias al describir la gloria del Mesias futuro. Toda esta gloria la reduce a très grandes factores de fuerza social: la verdad, la justicia y el imperio. a) La verdad Herird la tierra con la vara de su boca (Is. 11,4). La pa­ labra de Jesûs, penetrante como una espada de dos filos (Hebr. 4,12), hablando lo que oyô en el seno del Padre (Ιο. 15,15), transformé la tierra como la levadura. San Ber­ nardo nos describe el ministerio de San Pablo con estas pala­ bras: «Llevaba el nombre de Jesûs como se lleva una luz, e iluminaba la patria y en todas partes clamaba: Pasô la noche, clarea ya el dia; abandonemos las obras de las tinieblas y vistàmonos las armas de la luz (Rom. 13,12-13). Y senalaba a todos la luz sobre el candelabro, anunciando en todas par­ tes a Jesûs, y éste, cruciflcado» (cf. Serm. 15 in Cant.: PL 183,846). La doctrina de Cristo ha influido en la ciencia, en la po­ litica, en las costumbres, en las leyes y en los grandes problemas de la vida individual y social. «Cada etapa de la his­ toria ve brillar el nombre de Jesûs con una luz nueva; para cada momento tiene su matiz; para cada problema un rayo de claridad que consienta descifrarlo y resolverlo». ôPor qué buscarân los hombres las misérables luciérnagas de las opiniones humanas? Los hombres son llevados por el viento de toda doctrina a toda maldad (Eph. 4,14). b) La justicia Serd la justicia el ceiïidor de sus lomos (Is. 11,5). La jus­ ticia no reino en el mundo hasta que vino Cristo, y desde entonces ha reinado en la medida que los pueblos aceptaron su ley. Triste justicia en que Cresos y Césares dlvidian el mundo en castas de dioses y de parias y convertian a la so­ ciedad en juguete de sus caprichos. Jesûs réhabilité a la humanidad desgraciada diciendo: Padre nuestro, que estas en los cielos (Mt. 6,9), y los hombres se convierten en her­ manos. Jesûs dijo: Bienaventurados los pobres, los mansos, los pacificos, los que padecen persecuciôn por la justicia (Mt. 5,3-10), y la humanidad infortunada vio su amanecer. Y la paz serd obra de la justicia (Is. 32,17). 842 el dulce nombre de jesûs. M. DESP. CIRC. C) El IMPERIO DEL PODER Y con el aliento de sus labios matô al impio (Is. 11,4). Ciro hizo estremecer la tierra, los horizontes huian ante Alejan­ dro, Napoleôn fruncia el cefio de despecho, Alejandro desapareciô en un festin, y Jesûs, después de muerto, reina al cabo de dos mil anos. Admirables ascensiones logrô la humanidad creyendo en Crlsto. Los mârtires..., los confesores, el genio entero del cris ti anis mo... Humillemos la frente ante el nombre de Jesûs para consuelo nuestro, porque El da al aima los verdaderos goces (himno de visperas). Invoquémosle en la hora dificil, pues quienquiera que invocare este nombre sera salvo (Act. 2,21). SECCION VI. TEXTOS PONTIFICIOS -, b ? I. SOBRE LA EPISTOLA ♦ A) · · ' La descristianizacion de la sociedad y sus consecuencias a) El aleja: έντο de Dios y de su fe da siempre una TRÂGICA COSECHA ôQué corazôn no deberia arder y sentirse empujado a prestar su ayuda a la vista de tantos hermanos y hermanas que, por errores, pasiones. instigaciones y prejuicios, se han alejado de la fe en el verdadero Dios y se han separado del alegre y Salvador mensaje de Jesucristo? Quien pertenece a la milicia de Cristo, sea eclesiâstico o seglar, <1·: M. DESP. CIRC. pués, en extension y en amplitud. Busca, en primer lugar. al hom­ bre mismo; se dedica a formar al hombre, a modelar y perfeccionar en él Ia semejanza divina; su trabajo se realiza en el fondo del corazôn de cada uno, pero tiene su repercusiôn sobre todo, en la duraciôn de la vida, en todos los campos de la actividad de cada uno (Pio XII, Discurso a los nuevos cardenales, n. 4). g) ACTÙA SOBRE EL SER HUMANO COMPLETO, TAL COMO ES A los ojos de Dios Este ser humano no es un hombre abstracto, ni considerado solamente en el orden de la pura naturaleza. sino el hombre comple­ to, tal cual es a los ojos de Dios, su Creador y Redentor ; cual es su realidad concreta e historica, que no se podria perder de vista sin com orometer la economia normal de la humana convivenda (Pio XII, Discurso a los nuevos cardenales, n. 6). h) Sobre el hombre entero, a un tiempo fuente de la SOCIEDAD Y DEL CRISTIANISMO La Iglesia actûa en lo mâs intimo del hombre; del hombre en su dignidad personal de criatura, en su dignidad infinitamente su­ perior de hijo de Dios. La Iglesia forma y educa a ese hombre, por­ que sôlo él, completo en la armonia de su vida natural y sobrena­ tural. en el ordenado desarrollo de sus instintos y de sus inclinaciones, de sus ricas cualidades y de sus variados objetivos, es al mismo tiempo el origen y el fin de la vida social, y por lo mismo también el nrincipio del cristianismo (Pio ΧΠ, Discurso a los nue­ vos cardenales, n. 5). i) La elevaciôn del hombre en el seno de la Iglesia A LA SOCIEDAD HUMANA SU MÂS SOLIDO FUNDAMENTO da La Iglesia, que vive en el corazôn del hombre, y el hombre, que vive en el seno de la Iglesia: he aqui. venerables hermanos, la union mâs profunda y activa que se puede concebir. Por esta union la Mesia eleva al hombre a la perfecciôn de su fe y de su vitalidad. para dar a la sociedad humana hombres asi formados, hom­ bres constituidos en su inviolable integridad, en imâgenes de Dios; hombres ufanos de su dignidad personal y de su sana libertad; hombres justamente celo-os de la caridad con sus semejantes en todo lo que toca a la dignidad humana; hombres establemente apevados a su tierra y a sus tradiciones; hombres, en una palabra, caracterizados por ese cuâdruple elemento. Es esto lo ou* da a la sociedad humana su fundamento sôlido y le procura agilidad, equilibrio. igualdad, desarrollo normal en el espacio y en el tiempo. Este es también, por consiguiente, el verdadero sentido y el influjo prâctico de la supranacionalldad de la Iglesia. que. muy lejos de ser semejante a un imperio, elevândose por encima de las diferencias. por encima de todos los espacios y tiempos. construye sin ce- SEC· ii. TEXTOS PONTIFICIOS 859 sar sobre el fundamento inconcuso de toda sociedad humana. Tengamos confianza en ella; si todo vacila a su alrededor, ella permanece firme: a ella se le aplica también en nuestros tiempos la palabra del Senor (Ps. 74,4) : Aulnque se disolviese la tierra con to­ dos sus habitantes, yo solidi ficaria sus columnas (Pio ΧΠ, Mensaje a los nuevos cardenales, n. 9). j) No puede la Iglesia abandonar esta misiôn para ELLA ESENCIAL La Iglesia no puede, encerrândose inerte en el secreto de sus templos, abandonar su misiôn dlvinamente providencial de formar el hombre completo, y con ello colaborar sin descanso en la for­ maciôn dei fundamento sélido de la sociedad. Tal misiôn es para ella esencial. Considerada desde este punto de vista, la Iglesia puede definirse la sociedad de los que, bajo el influjo sobrenatural de la gracia, en la perception de su dignidad personal de hijos de Dios y en el desarrollo armônico de todas las inclinationes y energias humanas, construyen la potente armazôn de la humana conviventia (Pio XII, Discurso a los nuevos cardenales, n. 11). E) Dignidad del trabajo humano y sus consecuencias a) Por voluntad de Dios, el trabajo posee una dignidad INALIENABLE, QUE LE HACE SERVIR AL PERFECCIONAMIENTO DE LA PERSONA Quien desee que la estrella de la paz nazca y se detenga sobre la sociedad, dé al trabajo el lugar que Dios le sefialô desde el prin­ cipio. Como medio indispensable para el dominio del mundo, querido por Dios para su gloria, todo trabajo posee una dignidad in­ alienable, y al mismo tiempo un estrecho lazo con el perfeccionamiento de la persona; noble dignidad y prerrogativa del trabajo, en ningûn modo envilecidas por el peso y la fatiga, que se han de soportar, como efecto del pecado original, con obediencia y sumisiôn a la voluntad divina (Pio XU, Mensaje de Navidad de 1942, n. 42). b) Jesucristo, con su gracia, elevô el trabajo humano A UN VALOR SOBRENATURAL Levantad y tened alta vuestra Trente, trabajadores. Mirad al Hijo de Dios, que, con su Etemo Padre, créé y ordenô el universo y, hecho hombre al igual que nosotros, con excepciôn del pecado, y crecido en edad, entra en la grande comunidad del trabajo y en su misilôn salvadora se cansa consumiendo su vida terrenal. El. • . r K-’ & el dulce nombre de jesûs. lit M. DESP. CIRC. 860 Redentor del género humano, que con su gracia penetra nuestro ser y obrar, eleva y ennoblece todo trabajo honesto, el alto y el bajo, el grande y el pequeüo, el agradable y el penoso, el mate­ rial y el intelectual, a un valor meritorio y sobrenatural delante de Dios, uniendo asi todo desenvolvimiento de la multiforme actividad humana en una ûnica y constante glorificaciôn del Padre en el cielo (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1943, n. 18). C) JESUCRISTO, HACIÉNDOSE TRABAJADOR, DIGNIFICÔ EL TRABAJO A los que carecen de bienes de fortuna enséûales la Iglesia a no tener a deshonra, como no la tiene Dios, la pobreza, y no avergonzarse de tener que ganar el sustento trabajando. Todo lo cual confirmé con sus obras y hechos Cristo Nuestro Senor, que para salvar a los hombres se hizo pobre, siendo rico (2 Cor. 8,9), y aunque era Dios e Hijo de Dios, quiso, sin embargo, mostrarse y ser tenido por hijo de un artesano (Mc. 6,3», y aun no rehusô gastar una gran parte de su vida trabajando como artesano (Leon XIII, Rerum Novarum, η. 20). d) El trabajo es servicio de Dios merecedor de la VIDA ETERNA iOh trabajadores!, acercaos al pesebre de Jesûs. No os parezca hôrrida aquella cueva y aquel refugio del Hijo de Dios; no por casualidad, sino por profundo e inefable designio encontraréis alli ûnicamente sencillos trabajadores: Maria, la Madré virgen, de familia trabajadora; José, el pa-dre de familia, trabajador; los pastores, que guardan la grey, y, finalmen te, los Magos, venidos de Oriente. Trabajadores manuales, pastores vigilantes, trabajadores del pensamiento. todos ellos se postran y adoran al Hijo de Dios, que con su consciente y amable silencio, mâs fuerte que la palabra, les explica a todos el sentido y la virtud del trabajo. No es éste tan solo trabajo de los miembros humanos, desprovisto de sentido y de valor, y mucho menos una humiliante servidumbre. El trabajo es servicio de Dios, don de Dios, vigor y plenitud de la vida humana, merecedor de un etemo descanso (Pio XII, Mensaje de Navidad de 1943, n. 17). e) El TRABAJADOR COLABORA AL BIEN COMÛN, SIGUIENDO LAS HUELLAS ite JESUCRISTO Por su parte, los obreros depondrân sinceramente ese sentimiento de odio y envidia de que tan hâbilmente abusan los propa­ gations de la lucha social, aceptarân sin molestia el puesto que les ha sefialado la divina Providencia en la sociedad humana, o mejor dicho, lo estimarân mucho, bien persuadidos de que colaboran ûtil y honrosamente al bien comûn, cada uno segûn su propio grado y oficio, y que siguen asi de cerca las huellas de Aquel que, siendo Dios, quiso ser entre los hombres obrero y aparecer como hijo de obrero (Pio XI. Quadragesimo Anno, η. 56). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 861 f) LOS MAYORES PROGRESOS DE LA HUMANIDAD SE DEBEN AL 1KABAJO DE HOMBRES ANIMADOS POR LA CARIDAD SOBRENATURAL Tal es la maravillosa doctrina de amor y de paz que ha contribuido tan notablemente al progreso civil y religioso de la humanidad. Y los heraldos que la anunciaron, animados de candad sobrenatural, no solo roruraron terrenos y curaron enfermedades, sino, sobre todo, bonificaron, plasmaron y elevaron la vida a alturas divinas, lanzândola hacia las cumbres de la santidad, donde todo se ve en la claridad de Dios: levantaron monumentos y templos, que demuestran a qué vuelos de geniales alturas empuja el ideal cristiano ; pero, sobre todo, hicieron de los hombres, sabios o ignorantes, poderosos o débiles, templos vivos de Dios y sarmientos de la misma vid, Crlsto ; transmitieron a las generaciones venideras los tesoros de arte y de sabiduria antigua; pero, sobre todo, les hicieron participantes de aquel inefabie don de la sabiduria eterna, que hermana y une a los hombres con vinculo de parenresco sobrenatural (Pio XII, Summi Pontificatus, η. 21). g) EL TRABAJADOR IMPRIME EN SU OBRA UNA HUELLA DE SU PERSONALIDAD Las cosas que para conservar la vida, y mâs aùn las que para perfeccionarla son necesarias, prodûcelas la tierra, es verdad, con grande abundancia, mas sin el cultivo y cuidado de Jos hombres no las podria producir. Ahora bien : cuando en preparar estos bienes naturales gasta el hombre la industria de su inteligencia y las fuerzas de su cuerpo, por el mismo h echo se aplica a si aquella parte de la naturaleza material que cultivo, y en la que dejô im­ press una como huella o figura de su propia persona (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 7). h) La ley del trabajo, que existîa incluso en el estado DE INOCENCIA, SE HIZO LUEGO MEDIO DE EXPIACIÔN Y por lo que al trabajo corporal toca, ni aun en el estado de inocencia habia de estar el hombre completamente ocioso, mas lo que para esparcimiento del ânimo habria en ronces libremente buscado la voluntad, eso mismo después por necesidad, y no sin fatiga, tuvo que hacer en expiaciôn de su pecado. Por ti serà maldita la tierra; con trabajo corneras de ella todo el tiempo de tu vida (Gen. 3,17). Y del mismo modo no han de tener fin en este mundo las otras penalidades, porque los males que al pecado siguieron son âsperos de sufrir, duros y dificiles, y de necesidad han de acompafiar al hombre hasta lo ùltimo de su vida (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 14). St i) Quienes trabajan contribuyen en gran parte al bien COMÛN DE LA SOCIEDAD Dis:into del de éstos es el modo y distintos los servicios con que aprovechan a la sociedad los que se ejercitan en algun arte u oficio, si bien estos ûltimos, aunque menos directamente, sirven también muchisimo a la pâblica utilidad. Verdaderamente el bien social, puesto que debe ser tal que con él se hagan mejores los hombres, en la virtud es en lo que principalmente se ha de poner. Sin embargo, a una bien constituida sociedad toca también suministrar los bienes corporales y externos, cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud Ahora bien : para la producciôn de estos bienes no hay nada mâs eficaz ni mâs necesario que el trabajo de los proletarios, ya empleen éstos su habilidad y sus manos en los campos, ya en ios talleres. Aun mâs : es en esta parte su fuerza y su eficacia tanta, que con grandisima verdad se puede decir que la riqueza de los pueblos no la hace sino el trabajo de los obreros (Leôn XIII, Rerum Novarum, η. 27). j) El ejercicio del trabajo, segûn la voluntad de Dios, ELEVA AL HOMBRE, PERO DENTRO DE LA ORGANIZACIÔN LIBERAL LO DEGRADA En verdad el ânimo se horroriza al ponderar los gravisi ··!· peligros a que estân expuestos, en las fâbricas modernas, la moralidad de los obreros (principalmente jôvenes) y el pudor de las doncellas y demâs mujeres; al pensar cuân frecuentemente el régimen moderno del trabajo, y principalmente las irracionales con­ diciones de habitaciôn, crean obstâculos a la union e intimidad de la vida familiar ; al recordar tantos y tan grandes impedimentos que se oponen a la santificaciôn de las fiestas; al considerar cômo se debilita universalmente el sentido verdaderamente cristiano, que aun a hombres indoctos y rudos ensenaba a elevarse a tan altos idéales, suplantado hoy por el ûnico afân de procurarse por cualquier medio el sustento cotidiano. Asi el trabajo corporal, que estaba dest-inado por Dios, aun después del pecado original, a labrar el bienestar material y espiritual del hombre, se convierte a cada paso en instrumento de perversiôn ; la materia prima sale de la fâbrica ennoblecida, mientras los hombres en ella se corrompen y degrar dan (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 54). k) El liberalismo considera prâcticamente al trabajo COMO VIL MERCANCÎA, CON LA QUE ESPECULA EN EL MERCADO Aunque el trabajo, como decia muy bien nuestro predecesor en su enciclica, no es vil mercanda, sino que hay que reconocer en él la dignidad humana del obrero y no ha de ser comprado ni vendido como cualquier mercanda, sin embargo, en nuestros dias, segûn estân las cosas sobre el mercado que Haman del trabajo, la oferta y la demanda separan a los hombres en dos ejércitos. SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 363 y Ia disputa de ambos transforma tal mercado como en un campo de batalla, donde, uno enfrente de otro, luchan cruelmente. Como todos ven, a tan gravisimo mal, que précipita a la sociedad humana hacia la ruina, urge poner cuanto antes un remedio (Pio XI, Qua­ drag es 17710 Anno, n. 36). 1) En nombre de LIBERTAD HUMANA, exige que se deje AL TRABAJADOR CONTRATAR LIBREMENTE la Vamos ahora a apuntar una cosa de gran importancia, y que es preciso se entienda muy bien, para que no se yerre por ninguno de los dos extremos. Dicese que la cantidad de jornai o salario la determina el consentimiento libre de los contratantes, es decir, del amo y del obrero, y que, por lo tanto, cuando el amo ha pagado el salario que prometié, queda libre y nada mâs tiene que hacer; y que solo enfonces se viola la justicia cuando o rehusa el amo dar el salario entero o el obrero entregar completa la tarea a que se obligé ; y que en estos casos, para que a cada uno se guarde su derecho, puede la autoridad pùblica intervenir; pero fuera de éstos, en ninguno (Leôn XIH, Rerum Novarum, η. 34). 11) SUPONE QUE LA DISTRIBUCIÔN DE LOS BIENES PRODUCIDOS SE AJUSTA A UNA LEY ECONÔMICA NECESARIA Por largo tiempo el capital logré aprovecharse excesivamente. Todo el rendimiento, todos los productos reclamaba para si el capital, y al obrero apenas se le dejaba lo suficiente para reparar y reconstruir sus fuerzas. Se decia que, por una ley econômica completamente incontr as table, toda la acumulaciôn de capital cedia en provecho de los afortunados, y que por la misma ley los obreros estaban condenados a pobreza perpetua o reducidos a un bienestar escasisimo (Pio XI. Quadragesimo Anno, η. 23). m) La aplicaciôn de las doctrinas liberales redujo a LOS TRABAJADORES A LA CONDICIÔN DE PROLETARIOS Pero es igualmente cierto que, desde que las artes mecânicas y las industrias del hombre se han extendido râpidamente e invadido innumerables regiones, el nûmero de los proletarios necesitados, cuyo gemido sube desde la tierra hasta el cielo, ha crecido inmensamente. Afiâdase el ejército ingente de asalanados dei cam­ po, reducidos a las mâs estrechas condiciones de vida y desesperanzados de poder jamâs obtener «participacién alguna de la propiedad de la tierra», y, por tanto, sujetos para siempre a la condicién de proletarios, si no se aplican remedios oportunos y eficaces (Pfo XI, Quadragesimo Anno, η, 26). el DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. n) El capitalismo liberal hace asi del obrero un esclavo, DESPRECIANDO SU DIGNIDAD HUMANA En realidad, no es por su naturaleza vicloso; pero vicia el rec­ to orden cuândo el capital esclaviza a los obreros o a la clase pro­ letaria con tal fin y tal forma que los negocios v. por tanto, todo el capital sirvan a su voluntad y a su utllidad. despreciardo la dignidad humana de los obreros, la indole social de la economia y la misma justicia social y bien comûn (Pio XI, Quadragesimo Anno, η. 38). F) El comunismo, la dignidad humana y la paz social a) El comunismo ha construîdo, en torno al trabajo, UN FALSO MISTICISMO El comunbmo de hoy, de modo mâs acentuado que otros movimlentos similares del pasado. contiene en si una idea de falsa redenciôn. Un seudo-ideal de justicia. de igualdad y de fratemidad en el trabajo penetra toda su doctrina y toda su actividad de cierto falso mistici^mo. oue corn unica a las masas, halagadas por falaces promesas. un impetu y entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo como el nuestro. en el que de la defectuosa distribuciôn d? lo La gloria de este mundo es breve: 1. ôCuântos grandes triunfadores han conocido en vida su «Santa Elena»? Al comenzar la ùltima guerra, cuatro hombres conmovieron el mundo; Hitler, Mussolini, Chamberlain y Roosevelt. Ninguno de ellos viô la terminaciôn dei conflicto. 2. Y aunque durare lo que la vida : Toda came es como hierba, y toda su gloria como flor del cam(Is. 40,6). c) Al final, tener como juez al que reputô por nada toda la gloria del mundo y pronunciô sus mâs iner­ tes invectivas contra el soberbio. El Dios de Belén y de la cruz. III. Gloria de Cristo. A. Origen. El amor del Padre y el amor de si debidamente ordenados, sabiendo que aquél es el princi­ pio y fin. B. Medios: se humilia, obedece hasta la cruz. C. Fin: el Padre le nombra «Senor» de todo lo creado, para que delante de El doblen todos la rodilla (Phil. 2,10). IV. Nuestra gloria, segûn Cristo. A. Origen. El amor a Dios y el amor a si mismo debidamente ordenados. Yo, para Dios, y en Dios tendré mi felicidad y gloria. B. Medios. a) Humildad. Sabiendo quien es Dios y quién soy yo, buscando ser el ûltimo en vez del primera, rehusando los honores terrenos; en suma, rehuyendo lo que no es para unirme a lo que es. b) Obediencia a la voluntad de Dios, indicada: 1. Por los mandamientos. 2. Por la Iglesia. 3. Por los superiores. 4. Por la inspiraciôn de la gracia. c) Su final: «Et vitam venturi saeculi...» 1. Honrado por los ângeles y santos. 2, Honrado por Dios. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 875 SERIE III : SOBRE EL EVANGELIO Jesûs, Salvador I. El nombre de Jesûs. A. El evangelio, breve, nos dice todo lo que nos im­ porta saber en velnticuatro palabras. Todo lo tenemos en una sola. El niûo se llama Jesûs. Atraigamos y concentremos nuestra atenciôn sobre este vocablo: Jesûs. B. El Mesias se llama Jesûs. Es el nombre glorioso traido a la tierra por los ângeles antes de que Jesûs fuera nacido. Le dieron el nombre de Jesûs, impuesto por el àngel (Le. 2,21). C. La Iglesia honra mâs al nombre de Jesûs que al nombre de Dios (cf. sec. 7.a, p. 871). Al nombre de Jesûs se inclina la cabeza o se dobla la rodilla. San Agustin, here je, siempre tuvo en veneraciôn este nombre: «Porque este nombre, Seûor, este nombre de mi Salvador, tu Hijo, lo habia yo por tu misericordia bebldo piadosamente con la lé­ ché de mi madré y lo conservaba en lo mâs pro­ fundo del corazôn; y asi cuanto estaba escrito sin este nombre, por muy veridico, elegante y erudi­ to que fuese, no me arrebataba del todo» (cf. Con­ fess., 1. 3, c. 4: BAC, t. 2, p. 403). II. Jesûs es Salvador. Es el ûnico Salvador. «Os anuncio una grande alegria...'. os ha nacido el Salvador» (Le. 2.10-11). No un Salvador. El Salvador. Es el ûnico que merece este dulce y suspirado nombre. El ûnico..., por­ que... es Salvador de todos los hombres. Salvador de todos. los males. Salvador definitivo, porque la salud o salvaciôn que comunica dura para siempre. El Sal­ vador nos libra de un mal o nos ampara de un peligro. A. Salvador de todos los hombres. f 't » ί~ ΓΤ * a> Los salvadores de la historia. Los que la historia llama salvadores. aun aceptando que lo sean, son siempre salvadores de un grupo, de una clase, de una nation entera si se quiere, pero a costa de la 876 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. •I· M. DESP. CIRC desgracia del grupo, de la clase o de la naciôn enemiga y opresora. b) Salvador en la mentalidad judia. Cristo viene a salvar a todos. Un Salvador de toda la Humanidad es una idea que no cabe en nuestros mezquinos corazones, y menos podia caber en la estrecha men­ talidad judia. 1. Los judios esperaban un Salvador de raza, na­ cional, para ellos, que labrara su felicidad a costa de la esclavitud o desventura de otros pue­ blos. 2. Los judios no podian comprender el Evangelio. No podian seguir—espiritus apocados y rastreros—-ol vuelo de San Pablo. El Apôstol expresô vigorosamente, en la Epistola a los Efesios, la situaciôn espiritual del mundo a la venida de Crlsto. Estaba dividido en dos campos: judios y gentiles, separados como pueden estar separadas dos parceias por las tapias que las dividen y encuadran ; como pueden estar separados dos mares por la lengüeta de tierra que forma el istmo. Dos campos, para los judios, incomunicables; dos mares, cuyas aguas jamâs 11egarân a mezclarse en una comûn reunion. (Es­ paûa ha comprendido esta universalidad de la religion tal vez como ningûn pueblo.) c) Jesûs, Salvador universal. 1. Vosotros, dice el Apôstol dirigiéndose a los gen­ tiles (Eph. 2,11), estabais con Cristo, alejados de la sociedad y trato de Israel, sin participar de la promesa, sin esperanza, sin Dios en este mundo. 2. Un muro, continûa el Apôstol (ibid. 14), divi­ dia los dos campos, incomunicables, inconciliables. Cristo derribô el muro; uniô a los dos en uno, los fundiô, y ambos, por El, subieron al Padre. Paz a los que estaban cerca. Paz a los que estaban lejos (ibid. 17). «Dios quiere que todos los hombres sean salvos» (1 Tim. 2,4). 3. Jesûs es Salvador; lo cantô, lo expresô enérgica y rotundamente el Apôstol : «No hay ya judio o grlego, no hay slervo o libre, no hay varôn o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesûs» (Gai. 3.28). 4. Crlsto salvô a todos. Es Jesûs para todos (cf. Fray Luis de Leôn, p. 808,E,a). B. Nos salvô de todos los males. a) Todos se reducen a la muerte. De todos en su raiz. o causa, u origen. Porque todos los males de los hijos de Addn se reducen a uno: la muerte (cf. Beato Orozco, p. 813,B y ss). 1. Todos son. en el fondo, una privaciôn de pleni­ tud de vida verdadera ; ya sea corporal, ya espiritual (ya moral). Porque el dolor, y la en­ fermedad, y el error, y la ignorancia, y el des­ orden de las pasiones, que manchan y afean y debilitan el aima, y la pérdida de libertad, ex­ terior o interior, todo mal humano es un prin­ cipio de muerte o una muerte parcial de nues­ tro ser o de nuestras naturales actividades y SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 877 operaciones. Todos los males humanos se redu­ cen a la muerte. 2. Le, muerte es término y sintesis y acabamiento de todos. Mientras haya pecado, habrâ muerte. No merece el nombre de Jesûs, el nombre de Salvador, mâs que el que triunfe plenamente del pecado y de la muerte : «Por un hombre entrô el pecado en el mundo y por el pecado la muerte» (Rom. 5,12). b) La doble victoria de Jesûs. Jesûs nuestro Salvador obtuvo 'plenamente la doble victoria. Triunfô del pe­ cado en la cruz. Triunfô de la muerte en la resu­ rrection gloriosa. El triunfô sobre el pecado ha producido sus ple­ nos efectos en todas las aimas santas que han querido acercarse a la cruz y lavar sus manchas con la sangre redentora (cf. San Agustîn, p. 778.c y d; Beato Orozco, ibid., y Bossuet, p. 822,3 y 823,b). 2. El triunfô sobre la muerte no ha sido total mâs que en el propio Cristo, y por especialisimo privi legio en su Madré Santisima. Solo Cristo y Maria han resucitado. Sôlo los cuerpos de am­ bos estân gloriosos en el cielo. En el resto de los hombres la muerte no ha sido aûn despojada de su presa. Los cuerpos de los mâs grandes santos—gloriosamente honrados si queréis—yacen en tierra, en la corrupciôn. en la destrucciôn..., en la muerte. C. Nos salvô definitivamente. a) Los hombres a quienes la historia llama salvadores no triunfan de la muerte nunca. Son servidores y esclavos de la muerte misma. Lograrian, en el mejor de los casos, concéder temporalmente paz a un pueblo, veneer o alejar un peligro, de una comunidad de hombres; pero siempre a costa de la des­ truction y la muerte y el exterminio de la parte adversa. No son enemigos de la muerte; son aliados. b) Roma levantarà un arco de triunfô al pacificador de la Judea. Tito alejô un peligro: destruyô un enemigo de la patria y aûadiô un trojeo mas a la corona gloriosa de Roma. Pero en tal monumen­ to triunfal aparecen tallados en bajorrelieves los triunfos de la muerte: los judios esclavos llevando sobre sus espaldas. encorvados por el bochorno, la vergüenza y el deshonor, los despojos dei templo de Jerusalén; al embellecer a Roma con un monumento mâs, que le inmortaliza como Salvador de la patria, ha destruido el monumento religioso mâs veneran­ do que conocia la antigüedad. c) Tended la vista por Europa y el mundo. Los triun­ fos humanos son frecuentemente fuentes de dolor y de lâgrimas para los mismos vencedores. En las guerras entre imperios, el triunfô cierto es siempre el de la muerte. d) Serâ Salvador de la humanidad el que triunfe de la muerte. «Seré tu muerte, joh muerte!» (Os. 13,14). No cabe otro grito de victoria. Ese grito de victoria no ha resonado aûn en el mundo. «El ultimo ene­ migo reducido a la nada sera la muerte» (1 Cor. 15,26). EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. 878 e) Mas para vencer definitivam ente a la muerte hay f) que destruir la causa de la muerte. Dios no hizo la muerte. En la obra creadora de Dios no aparece la muerte entre las criaturas. La muerte es obra del hombre. Es obra Je la voluntad perversa del hombre. Es hija del pecado. Por el mal uso que hizo el hombre de su libre albedrio se apartô de los ca­ minos de la vida, donde Dios le habia colocado, y pe­ netro en la région tenebrosa y fria de la muerte; en esa misteriosa privaciôn que Uamamos la muer­ te. Por la desobediencia de un hombre penetro en el mundo el pecado y por el pecado la muerte. Los hombres quedaron convertidos en siervos del peca­ do y siervos de la muerte. Cristo triunjô del pecado, primero, por su muerte en la cruz. Cristo triunfô de la muerte por su re­ surrecciôn gloriosa. Jesûs es la salad I. Jésus, nuestra salud. A. Jesûs es no sôlo Salvador, sino que es la salud misma (cf. Fray Luis de Leôn, p. 807,B). Otros salvan, curan o remedlan, pero no son ellos mlsmos el reII edio o la salud (cf. Belarmino, p. 798,c). a) El médico aplica las medicinas, pero la salud y la vida es obra de la naturaleza (cf. Fray Luis de Leôn, p. 8O9.c). b) El politico planea formas, pero el efecto es obra de la vida virtuosa de los ciudadanos. c) El maestro enseûa la verdad, pero él no es la verdad misma. d) Eï guia conduce por el camino, pero él no es el ca­ mino. B. Cristo es la salud y la vida (cf. San Agustîn, p. 777.c). Es la verdad misma. Es el camino (cf. San Agustîn, p. 773,A,a y 774,b). «Ego sum via, veritas et vita» (lo. 14,6). C. Crlsto es la puerta por donde se entra al redll y es el redll mismo (lo. 10,7). Es el Pastor que conduce a las ovejas a los pastos saludables, y El es el unico pasto del alma (Ιο. 10,11 y 14). D. Por Cristo se sube al Padre, pero el que ve a Cristo ve al Padre (lo. 14,9). Jésus, nuestra vida. A. Cristo tenia la virtud de comunlcar a los hombres la vida que en El existia. «In ipso vita erat* (Ιο. 1,4). SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS B. Cristo no sôlo les comunica la vida natural, sino que puede comunlcarles la vida sobrenatural y de la gracia. La ûnica que merece el nombre de vida verdadera, porque es eterna. C. La gracia se hizo en Cristo.. a) Apareciô en la tierra con Cristo. «Porque se ha manifestado la gracia salutifera de Dios a todos los hom­ bres» (Tit. 1,11). Y Cristo apareciô «lleno de gracia y de verdad» (lo. 1,14). b) y de esa. gracia y de esa verdad podemos recibir y participer todos los hombres. «Et de plenitudine eius nos omnes accepimus» (Ιο. 1,16). Los sacramentos, canales de salud y vida. Mas para participar de Cristo es preciso un acto voluntario y libre de nuestra parte. A. Debemos querer participar de esa verdad y de esa gracia. B. Debemos poner los medios para participar de ella. C. Cristo instituyô los sacramentos como canales que conducen a nuestras aimas muertas o débiles la gracia y la verdad. Los que no estân en comuniôn con Crlsto por la gracia deben adquirir esa co­ muniôn por el sacramento de la Penitencia y aumentar después esa gracia por el sacramento de la Eucaristia. IV. Jesus, Juez. Cristo, es, pues, salud para los que quieren de verdad ser salvos. Mas para los que voluntariamente se apart an de Cristo, Cristo no serâ, salud; sera juez que dictard sentencia de muerte, y tanto mas severa cuanto mayor sea el desprecio que hemos hecho de la gracia de vida que Cristo nos ganô con su muerte y que nos' ofrece con largueza por su infinita misericordia (cf. San Bernardo, p. 789,b y 790). III. Jesûs salua por la palabra I. El hombre vive de la palabra de Dios. «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt. 4,4). La palabra de Dios infunde vida espiritual en este mundo y vida eterna en el otro. II. Vida espiritual en este mundo. A. La adhesiôn a la palabra. El comlenzo de la vida espiritual se encuentra en la adhesiôn a la pala­ bra. «La palabra de Dios es viva, eficaz y tajante 880 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. mas que una espada de dos filos y penetra hasta la divislôn del aima y del espiritu»... (Hebr. 4,12). B. Palabra y espiritu. La palabra, pues, separa—objetiva, no subjetivamente—la parte mejor del alma y la convierte en espiritu. Espiritu es el aima mis­ ma en cuanto vive la palabra. «Las palabras que yo os he hablado son espiritu y vida» (lo. 6.63). C. Lâmpara encendida. El hombre en quien habita la palabra es como una lâmpara encendida. «Sicut luminaria in mundo, verbum vitae continentes» (Phil. 2,15-16). D. Lâmpara apagada. El hombre en quien no habita la palabra tiene alma, pero no espiritu. Es una lâmpara apagada. III. La palabra produce vida eterna. A. «Tienes palabras de vida eterna» (lo. 6.69). B. «Si alguno guardare mi palabra, no verâ jaj muerte» (lo. 8,51). IV. Dos conclusiones. A. Para los predicadores. Tremenda responsabilidad de los administradores de la palabra de vida y de salud: a) De los que no la predican. b) Mayor tal vez de los que predican y no predican la palabra de Cristo. c) iCuântas làmparas apagadas por culpa del sacer­ dote a quien Dios en su providenda tiene destinado a encender con su palabra un aima, e, infiel a su vocaclôn, no quiso administrer honradamente la palabra divina! B. Para los fieles. iGravisima responsabilidad de las aimas que reciben la palabra de Dios y la matan! a) iOh aimas representadas en la tercera simiente de la parâbola evangelical (Lc. 8 14). ; Vosotros, tierra buena y escogida de Dios, fuisteis infieles en la palabra! Sofocasteis la simiente. Apagasteis la llama de la vida. ^Concupiscenda carnal y sensual?... ^Honores?... ^Riquezas?... iPreocupaciôn excesiva por las cosas de este mundo?... Todo es yerba mala que ahoga la simiente de vida que nace en vuestras aimas. Todo es aaua que extingue la llama espiritual del Verbo de Dios. b) iOh aimas sencillas, buenas y fieles que llevais abierto el surco de vuestra buena voluntad para recibir la palabra y retenerla con paciencia! No os faltarà predicador... Dios tendra con vosotros pro­ videnda extraordinaria... V. Exhortaciôn. A. Predicad, joh sacerdotes!, sin negligencia la ver­ dadera palabra. B. Acogedla. vosotros, fieles, con mansedumbre y pureza de corazôn. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 831 El nombre de Jesûs I. Su belleza y amabilidad. iHaria falta cantar su belle­ za y amabilidad sabiendo que lo llevô el Senor? Muchos nombres son amados sôlo en atenciôn a la persona que designan; pero éste, ademâs, lo es desde todos los puntos de vista, lo mismo si consideramos quién lo impuso que la hordura y propiedad de su significado (cf. Apuntes exeg.-mor., p. 771.2 y 772,3). IL Quién lo impuso. El mismo Dios por el ministerio de los ângeles. Desde muy antiguo en todas las profecias habia indicado el carâcter de Salvador (cf. Santo To­ mâs de Aquino, p. 795,C,a); pero, llegada la hora de su nacimiento, El mismo envia sus ângeles a que lo comuniquen. <,Habrâ, pues, de extranar que sea propio? (cf. Santo Tomâs de Villanueva, p. 802,C,a). III. Caractères del nombre. Por muchas razones familiares, politicas, locales, etc., suelen designarse los nombres de las, personas (cf. Santo Tomâs de Aquino, p. 794,a y b, y 795,c,d). Pero la que moviô a elegir el de Jesûs fué la exactitud de su significado (cf. Santo Tomâs de Villa­ nueva’, p. 801,2). A. Era Dios inaccesible a los hombres, y su nombre inefable. Hasta que decidiô venir a habitar en­ tre nosotros (cf. ibid., p. 801,b), y entonces, previendo nuestro posible terror, enviô por delante a un ângel que dijese que habia de llamarse «Sal­ vador» (Lc. 1,31; Mt. 1,21). B. Y Dios, que a fuerza de ser incomprensible ha­ bia utilizado nombres muy diversos, eligiô finalmente uno que los recapitulara todos, porque si habia sido el Omnipotente, obra de su omnipotencia era la encarnaciôn y redenciôn; si habia sido el Justo, âpice de su justicia era la salva­ ciôn: si era el Ser, ahora venia a devolver el ser divino a las criaturas... (cf. San Bernardo, p. 791, b; Santo Tomâs de Villanueva, p. 806, y Fray Luis de Leôn, p. 807,c). C. Y entre todos, éste es el nombre verdaderamente propio, porque a) Todos los demâs que se le aplicaron en cuanto hombre han podido ser llevados con alguna razôn por otros personajes, mientras que éste le compete S62 EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. solo g El, y a que solo en El esta la verdad, ya que en El estâ toda la salvaciôn. b) Porque compendia la esencia de su misiôn (cf. Fray Luis de Leôn, p. 806.A). En ejecto: 1. Cristo vino solo a salvarnos. Tai es el hecho. 2. En su vida no hay nada que no gire en tomo a nuestra salvation. La misma Eucaristia no tiene por fin recibir honores muy merecidos, sino ser medio de nuestra santificàciôn. Es Jesûs en su ser, sus obras y su nombre (cf. ibid, p. 808,D). IV. Consecuencias. A. Amar el nombre de Jesûs. Eligiôlo El movldo por amor, porque designaba la obra principal del suyo. No hay otra moneda para pagarle. B. Acudir a El. Es ungüento suave para cualquier herida, porque El sabe compadecerse y salvar­ nos en todos los dolores (cf. Santo Tomâs de Vi­ llanueva, p. 804). C. Obedecerle. Es Salvador «porque ha venido a salvar a su pueblo», pero debemos procurar ser pue­ blo suyo (cf. San Bernar: »1· , p. 788,b). Los nombres de Cristo I. Los nombres: Verbo, Hijo y Salvador. Muchos nom­ bres han sido aplicados a Cristo, derivândolos de la consideraciôn de una u otra de sus cualidades u obras. Pero nombres propios que reflejen perfectamente su esencia y, por lo tanto, sôlo le convengan a El (cf. San Bernardo, p. 191,b, y Fray Luis de Leôn, p. 806,A) son los de Verbo e Hijo en su generation eterna y el de Sal­ vador en su misiôn en el mundo. Estudiemos la relaciôn existente entre los très II. Generaciôn eterna. A. El Verbo. Verbo, Irnagen, Idea del Padre son tres sinônimos que desde los primeros siglos han designado a la s_egunda persona. a) En efecto, del mismo modo que cuando nosotros. al entender una verdad o cosa, producimos en nues­ tro entendimiento una idea, que refleja el objeto entendido con tanta mâs intensidad y semejanza cuanto mâs perfecto haya sido el acto de entender, el Padre, el conocerse a si mismo, da origen a una idea tan perfecta y semejante, que es en todo exactamente como El, y tan intensa y viva, que consti- SEC. 8. GUIGNES HOMIUÉTICOS MX tuye otra persona viviente. Por su intensidad esta idea es una persona viva y distinta del Padre; su semejanza es tan exacta, que es infinita, omnipo­ tente, santa; en suma, tiene su misma naturaleza. b) La perfection del Verbo estriba, pues, en ser en todo igual que el Padre, que le diô origen como a una idea, y a tan alto grado uegô esta ïgualdad, que aun oculto bajo los vélos de la carne pudo decir: «Fe­ lipe..., el que me ha visto a mi, ha visto al Padre» do. 14,9). B. El Hijo. a) Misterios profundos. Esta idea del entendimienlo del Padre no solo es una idea, sino una idea engendrada, esto es, un Hijo propio y verdadero. b) La Iglesia se ha visto en mâs de un peligro y mâs de un mârtir diô su vida por defender este dogma de la filiation natural y consustancial dei Verbo. c) Hijo y Padre se asemejan eji todo, y han existido eternamente, sin que haya podido el Padre existir sin ser Padre y, por lo tanto, decir relaciôn a su Hijo, ni el Hijo sin serlo también y referirse al Padre. No de otro modo los rayos del sol coexisten con su astro, procediendo siempre de él. d) La perfecciôn del Hijo consistirà también en asemejarse a su Padre. La perfection de su voluntad en ser la misma que la de El, aunque un dia su obediencia le traiga al mundo primero y después a la cruz. «Y o hago siempre lo que es de su agrado (del Padre)» (To. 8.29). ΠΙ. Creaciôn y elevaciôn. La obra de la creation y elevatiôn del hombre lo es de las tres divinas personas en comiln, pero, sin embargo, la revelaciôn nos ha defado entrever alguno de sus modos misteriosos de opé­ ration. A. El Verbo. a) Las ideas son las que dirigen la mano del artista que intenta reproducirlas al exterior. En la S antisima Trinidad el Verbo o Idea no solo refleja perfectamente al Padre, sino que refleja también y con­ densa todas las criaturas posibles. Dios fué desenvolviendo en el mundo lo que estaba en el Verbo como en Idea ejemplar. La perfection, pues, del mundo consiste en acomodarse a ese tipo divino reflejado u participado. Es lo que indicé» San Juan: «En el principio... el Verbo era Dios..., y todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho» (lo. 1.1-3). b) Pero al formar al hombre, este reproducir la idea divina tuvo una expresiôn mâs enérgica y concreta: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza» (Gen. 1,26). B. El Hijo. a) cEn qué habia de consistir esta especial semejanza del hombre a Dios? En parecerse a la segunda per­ sona de la Santisima Trinidad en cuanto que es Hiio. No se contentô Dios en dejarnos en la ca­ tegoria de criaturas y quiso que nuestra semejan­ za llegara a reproducir la filiation de la segunda 884 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. persona. «Ved, decia San Juan, qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos» (1 lo. 3,1). b' Lo que el Hijo natural es por generaciôn, nosotros lo seremos por la gracia; lo que El es por identidad de naturaleza. lo seremos nosotros por divinizaciôn de la nuestra. {{Participes de la divina naturaleza» (2 Petr. 1.4). c) Y si el Hijo ha servido de idea y de modela para nuestra filiation divina, El es también el medio de conseguirla. «A cuantos le recibieron diôles poder de venir a ser hijos de Dios» (Io. 1J2). IV. La perfecciôn final. La perfection final de esta filiaciôn la recibiremos también del Hijo cuândo, después de habernos preparado las mansiones en la ca­ sa de su Padre (lo. 14,2), se nos aparezca y, haciéndonos en todo semejantes a El (1 lo. 3,2), nos lleve al reino. V. El Salvador. El pecado trocô los planes divinos. Lo que pudo ser un Tabor de gloria para la humanidad presidida por el Hijo, necesitô una reparation, y en­ tonces esta segunda persona lanzôse, cual brioso gigante, a la carrera (Ps. 18,6), revistiôse de nuestra na­ turaleza y, padeciendo por nosotros, a los nombres de Verbo y de Hijo anadiô el de Salvador. VI. Nuestra obra. A. Para con el Verbo. a) Dios nos ha creado segûn El. Debemos, por lo tan­ to, ser expresion pura y adecuada del pensamiento de Dios, desarraigando de nosotros cuanto hayamos aportado de nuestro y pueda oscurecer la Idea di­ vina. b) Toda nuestra tarea espiritual se reducirà a aseme- ■ jarnos al Verbo y, como El, parecernos al Padre. «Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre ce­ lestial» (Mt. 5,48). B. Para con el Hijo'. rt Reconocer y honrar nuestra filiation divina. b) Vivir como vivia el Hijo para gloria de su Padre. c) Asemejamos en todo al Hijo. El Padre nos reconocerd como hijos suyos si ve en nosotros el pa­ recido de Jesûs (Rom. 8.29). Para con Jesûs. Senor, tû me bas salvado y redimido, tû has restaurado en mi cuanto tu Padre obrô por medio del Verbo e Hijo. En amarte a ti, agradecértelo todo a ti y asemejarme a ti en­ cuentro el camino para volver contigo al Padre. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 885 Jesûs, Salvador de los pueblos Salvador total. Jésus es el Salvador total, no solo del orden sobrenatural, sino de todos los valores huma­ nos, en cuanto que son obra de Dios, arruinada por el hombre y sus concupiscendas. Es, pues, el Salva­ dor de los pueblos en cuanto a su bienestar social. II. El egoismo del mundo. A. Es la ultima causa de su malestar. La ultima causa del malestar del mundo radica en el egois­ mo, que se busca a si en vez de darse a los demâs por amor. Quitad el egoismo, y los problemas econômico-sociales desaparecerân, como desaparece el humo en cuanto se apaga el fuego. B. Desquicia la moral de los pueblos. Mientras el mundo fisico es un conjunto de fuerzas ordenadas entre si, el mundo moral estâ desquiciado por el egoismo. El filôsofo y el artista trabajan no para ilustrar o deleitar, sino para brillar y ganar. El funcionario cumple sôlo para vivir, cuândo no claudica, inmolando el derecho en aras del favor o del dinero. El hombre de empresa busca su ganancia por encima del bienestar del artesano, y éste trabaja a veces menos de lo que debe sôlo para poder gozar, sin importarle un ardite del bien comûn. Los jefes de estado llevan el mundo a diluvios de sangre, cuândo por el egoismo de unos intereses materiales, cuândo por la locura de la gloria de su nombre. C. Siempre ha sido el perturbador universal. El egois­ mo ha sido siempre el perturbador universal; pe­ ro si el mundo vive en un ambiente materialista, entonces es cl ûnico motor y tela de arana que envuelve al universo entero. III. La verdadera salvaciôn. A. No la da la filosofia. ôQuién podrâ salvar al mun­ do del egoismo? ôLa filosofia? No tiene fuerzas ni razones suficientes para conseguir el sacrificio de los intereses propios. No habléis nunca de felici­ dad comûn, porque siempre parecerâ mâs apetecible la felicidad dei individuo. No habléis de im- 886 Ht LL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. perativos morales, porque es una voz que se apaga ante los gritos de la propia convenienda. Solo Cristo con su doctrina y ejemplo. El ûnlco que puede salvar a los pueblos del egoismo es Cristo con su doctrina y ejemplo. Cuando se conoce a Cristo, el amor sustituye al egoismo. a) Ved la primera cristiandad de Jerusalén repartl'J tiendo sus bienes en colectivismo de caridad. b) Ved en los primeras tiempos las cclectas de San Pablo. c) Ved a San Lorenzo presentando los innumerables pobres que sostenia coh una iglesia perseguida y sin medios. d) Ved en cualquier tiempo esa plcyade de aimas que han renunciado a todo para consagrarse al servi­ tio de los pequeüos y los enfermas. Ved a un Javier o a un Juan de la Cruz. Es el ejec­ to de conocer a Cristo. Sôlo el amor. a) Porque para vencer al egoismo se necesitaba algo mâs que una doctrina fria, y Cristo nos ha traido el impulso càlido de la doctrina dti amor. b) El hombre se salvarà si ama a Dios y si ve a Dios en todos sus hermanos. c) La perfection del hombre comenzarà por negarse a si mismo e identijicarse con Dios. D. Y el negarse a si mismo. a) Este negarse a si mismo no es una pura negation, sino un desarraigar cuanta tendentia egoista antihumana, antisocial y antirreligiosa hay dentro de nosotros, para terminar uniéndose a Cristo. b) La union de Cristo se verifica por el amor. Dios es amor, y unirse a El consiste en amar. Cristo es el hombre que en su amor renunciô a su misma vida, y amarle a El es tomar su cruz benéfica y seguirle. IV. El reino de la justicia, la paz y el amor. A. La salvaciôn de los pueblos consiste en mirar a Cristo y aprender la lecciôn de su abnegaciôn. mlrar a la cruz y colocar debajo de ella todos sus egoismos, para que la sangre redentora de Cristo al baûarlos los trueque en amor desinteresado. B. Entonces pueblos y clases sociales vivirân en paz. porque habrân reconocldo el reino de la justicia, la paz y el amor. C. La paz, justicia y amor darân sus frutos natura­ les, y Dios a los que la busquen otorgarâ los bienes de la tierra por anadidura. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 887 Jesûs, Salvador de todas las razas • > L La actual pugna de pueblos y razas. Vivimos tiempos en que las clases sociales, considerândose superiores unas a otras, predican el exterminio de las demâs. Hemos conocido otros muy recientes en los que no ya prâcticamente, cosa que siempre ha ocurrido, sino llegando a la teoria filosôfica, se ha querido presentar a unos pueblos o razas como totalmente superiores a los otros. II. El problema en otras épocas. El problema no es nuevo. A. El romano se creia nacido para gobernar los pue­ blos. B. El judio se sigue considerando separado de «las gentes». C. En paises de infieles la division de castas se ha basado en motivos religiosos. III. «Filantropia, humanidad y democracia». Enfrente de esta divisiôn dei mundo en razas y de los pueblos en clases, han levantado algunos la bandera de la «filantropia», dândole cada vez nombres distintos segûn la hora y el momento; nombres que han ido desde el de «humanidad» hasta el de «democracia», pero que en . realidad no pretenden sino sustituir, con intenciôn laica o por miedo a parecer claramente religiosos, el de paz cristiana e igualdad en Cristo. IV. Doctrinas heréticas sobre la salvaciôn. En la misma Iglesia hubo un momento en que surgiô también una doctrina calvinista y otra jansenista, que quiso dividir a los hombres en capaces e incapaces de salvaciôn. V. La verdadera doctrina. A. Cristo muriô por todos. Pero la Iglesia, a la vez que expulsaba de su seno con energia a los taies, exponia la verdadera doctrina, unica capaz de fundamentar sôlidamente la unidad humana: Cris­ to ha muerto por todos, y todos somos salvados con igualdad de derechos por El. B. El problema en la época de San Pablo. Como no podia ser menos, San Pablo, que sintiô en sus mismas carnes el problema de la divisiôn dei mun­ do en sectores, es qulen estableclô clarisimamente la doctrina. Sintiô la divisiôn, porque enfrente de 888 EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. su predicaciôn universal, de Apôstol de las gentes, se alzaron siempre los judios, cuyo lema consistia en el verso de David mal interpretado: «No hizo tal a gente alguna y a ninguna otra manifesto sus juicios» (Ps. 147,20), convirtiendo lo que fué depo­ sito temporal, hasta que llegara el dia de extenderlo a todo el mundo, en monopolio definitivo de un pueblo. C. La doctrina del Apôstol. Y para combatirla expuso su doctrina (Eph. 2,11-21). a) Ya no hay «extranjeros ni huéspedes», sino que to­ dos somos «conciudadanos y jamüiares de Dios», edijicados sobre los apôstoles y siendo «piedra an­ gular» del edificio «el mismo Cristo Jesûs» (v. 19-20). b? Porque si durante algun tiempo no pudo reinar la paz, porque los gentiles Vivian sin esperanza y sin Dios en el mundo, enemigos como eran de El y alejados de la sociedad de Israel, ûnica que disfrutaba las promesas (v. 12), Cristo «hizo de los dos pue­ blos uno, derribando el muro de la séparation» (v. 14), anulando la ley antigua, que dividiô el mundo en dos sectores, circunciso e incircunciso, y llevândolos todos a Dios. c) Y reconcïliôlos a unos y otros entre si y a todos con Dios: «por la cruz, dajido muerte en si mismo a la enemistad» (v. 16) d> De modo que, formando todos «un solo cuerpo con Dios» (v. 16) y habiendo lanzado a los cuatro vientos la buena nueva de «paz a los de lejos y paz a los de cerca... tenemos los unos y los otros el poder de acercarnos al Padre en un mismo espiritu» (v. 17-19). e) Esta es la verdadera unidad humana. «No hay ya judio o griego, no hay siervo o libre» (Gai. 3,28), porque Cristo al morir nos ha dado la doble unidad de los hombres entre si y de todos con Dios. VI. Formamos un solo pueblo, con un solo pastor. A. Y si un dia un pueblo, raza o clase quiere arrogarse superioridades esenciales sobre todos los demâs, nosotros podremos mostrarle la cruz de Cris­ to y decirle: Hemos sido comprados con un precio muy grande (1 Cor. 6,20), pero pagado por Igual, en beneficio de todos. Y las pequenas y accidenta­ les diferencias de color o sangre que pudiera haber son superadas por el valor infinitamente mayor de la gracia y el espiritu que habita en todos. B. Porque todos formamos un solo pueblo con un solo pastor; y en todo lugar ofrecemos un mismo sacrificio limpio al mismo nombre (Mal. 1,11). Todos tenemos el mismo sacerdote y mediador que lo ofrece, Cristo, y todos, gracias a El, damos a Dios el nombre de Padre. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 889 El nuevo Adân Salvador ï. La imagen del nuevo Adân. La imagen mâs compléta y fecunda que nos ha dejado San Pablo referente a la misiôn salvadora de Cristo es la del nuevo Adân (cf. San Ambrosio, p. 782.A). Completa, porque resume todo el dogma; fecunda, por las consideraciones prâcticas que de ella se derivan. II. Imagen completa. San Pablo en dos lugares (Rom. 5,12ss y 1 Cor. 15,45ss), con su paralelismo unas veces de igualdad y otras antitético entre los dos Adanes, nos indica: A. La obra de Adân y de Cristo. a) «Triste y exacto paralelismo». Por Adân, «que es el tipo del que habia de venir (Rom. 5,14), entré el pecado en el mundo y por el pecado la muerte» (ibid. 12). El Apôstol nos présenta aquella transgresiôn (primera de las innumerables en que habia de incurrir la humanidad) y tras ella a la muerte entrando en el mundo para seüorearlo de modo per­ manente. La obra del antitipo ha de ser totalmente contraria: ^por el pecado la muerte?; pues por la justicia, la vida. El pecado fué muerte de las aimas que acarreô la de los cuerpos; la justicia de Cristo serà la vida sobrenatural que traerâ en pos de si la resurrecciôn de la carne. b) «Pero el paralelismo se siente desbordado». El don ha sido mayor que el delito; la obra de Cristo, mayor que la de Adân. Porque ésta ha podido borrar no solo el primer pecado. sino (ibid. 145) «muchas transgresiones» (todas las personales), y porque parece que la gracia se nos reparte hoy con mâs abundan­ da que al mismo Adân antes de su caida. B. Condiciones previas para la obra. a) «La solidaridad». Es el punto de arranque de las dos economics del viejo y del nuevo Adân. Solidarios de Adân, «por uno» pecamos todos. Solidarios de Cristo, «por uno» nos salvamos. Y a veremos en qué consiste esta union con ambos, pero por ahora senalemos que cuanto padezcamos de pecado y muer· te se lo debemos a uno solo, y cuanto gocemos de gracia y vida se nos deriva de Cristo, con una di fe­ renda en favor de éste, que a la condenaciôn que nos trajo Adân hemos sumado la merecida por nues, tros propios pecados, mientras que las gracias de la redenciôn se le deben a Cristo solo. b) «El hombre pecador y el Hombre sin pecado». La solidaridad con Adân y Cristo exigia que fueran «hombres», para poder ser cabezas de la especie, y 890 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIKC. por ello San Pablo insiste tan a menudo en la realidad de la humanidad de Cristo. Pero los ejec­ tos esenciales de esa solidaridad humana requieren que Adân juese el hombre «pecador», mientras que Cristo es el hombre «siji pecado», que puede morir por él. Aunque este pensamiento no aparece explicita en el capitulo présente, su idea lo domina todo él (v. gr. v. 6-9». Las tinieblas necesitan de la lue; el ofendido, de un mediador amigo. Dios necesita el hombre sin pecado. El medio: La soberbia de Adân le moviô a desobediencia, y por querer ser como Dios, quebrantô el precepto. La obediencia de Cristo le llevô a humlllarse hasta la muerte, y muerte de cruz (Phil. 2,8). Adân, desobedeciendo, nos hizo a to­ dos pecadores, y Cristo, sometiéndose, nos trocô en justos (Rom. 5,19). D. Nuestra incorporaciôn a Cristo. C. III. a) Hemos hablado de nuestra solidaridad con Cristo y con Adân. Entiéndese la que tenemos con éste, nuestra cabeza natural y moral, pero tcuâl es la que nos hace depender de Cristo? ^Es una libre dispo­ sition de Dios? No. Es algo mâs, que San Pablo explica con otro paralelismo (1 Cor. 15,45-49): «EZ primer hombre, Adân, fué hecho aima viviente; él ïdtimo Adân, espiritu vivificante» (v. 45) ; «eZ primer hombre fué de la tierra, terreno; el segundo hom­ bre fué del cielo» (v. 47). «Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial, tales son los celestiales, y como llevamos la imagen dei terreno, llevaremos también la imagen del celestial» (v. 4849). b) Nuestra solidaridad es évidente. Si somos hijos de Adân y llevamos su imagen terrena y mortal como él. hdbremos también de llevar la imagen incorrup­ tible e inmortal del Adân del cielo, porque nos une con El también el lazo de la filiation retibida. c) Adân nos engendra, comunicândonos, como todo padre a sus hijos, las conditiones de la vida de su especie; pero el nuevo Adân nos reengendra, co­ municândonos algo intimo y proplo suyo, principio vital que nos asimila a El. i El qué? La gracia, ese don de vida divina que, merecida con su muerte, poseida por El con la plenitud de la cabeza, se nos deriva a todos, haciéndonos hijos suyos en cuanto Dios y hermanos en cuanto hombre. d) La teologia del nuevo Adân aparece clara. Gene­ ration de muerte la del primero. Regeneration de gracia e inmortalidad la del segundo. Terrena, por lo tanto, la una; celeste, la otra. Imagen fecunda. De la imagen a la realidad. A. SI nos unimos con Adân recibiendo e imitando su pecado, unâmonos con Cristo recibiendo su gra­ cia e imitando su vida. B. Si Incorporados a Cristo, vlvir en Cristo y por Cristo. . SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICO6 891 C. Si engendrados por obediencia a la voluntad del Padre... D. Si somos del cielo, dqué nos importa la tierra? 10 La victoria del amor El triunfo dei odio. La historia sobrenatural del uni­ verso es una lucha entre el amor y el odio que se desenvuelve en très estadios. El primero es de Satdn, o dei odio; el segundo es de Cristo, o del amor, y el tercero es nuestro. El triunfo dei odio tuvo lugar en el paraiso. El campo quedô por Satanâs, y con él por el pecado, la concupiscenda y la muerte. iPara siempre? El triunfo del amor. Saliô para vencer. Nadie puede triunfar contra el Amor omnipotente. Cuando Satanâs gritaba: «Victoria», Cristo «saliô para vencer» (Apoc. 6,2). y hoy podemos cantar (Apoc. 5,5): «Ha vencido el leôn de la tribu de Judâ» (cf. Beato Orozco, p. 812,A). B. Era la obra de su amor. El mundo era enemlgo suyo, y El vino no a juzgar, sino a salvar (cf. San Bernardo, p. 789,b), porque ésta era la obra de su amor, y El quiere tomar del amor su nombre (cf. Fray Luis de Leôn, p. 808,D). C. El poder y el remedio. Dos cosas eran necesarias para vencer: el poder y el remediar al hom­ bre. Para poder, Cristo contaba con su natura­ leza divina, que le daba eficacia infinita; para ser remedio contaba con la humana en que morir y padecer. Para ser remedio poderoso, el que era Dios se hizo hombre (cf. Santo Tomâs de Villa­ nueva, p. 801.2). Para salvar la materia la tomô y quedô hecho centro de. todo lo creado (cf. Fray Luis de Leôn, p. 811,F) ΠΙ. El triunfo completo. Y venido que hubo, cerrô con­ tra el odio en el Calvario, y su victoria fué completa, porque A. Reparô todos los males. a) Del pecado. 1. Perdonândolo. «Ecce agnus Dei...» (Ιο. 1,29). Lleνό nuestros pecados (cf. Beato Orozco, p. 814 892 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. 5 Bossuet, p. 823.4 y 825,3), su gravedad (cf. ibid p. 833, b.l). 2. Ayudando a no repetirlos por medlo de su gra­ cia (cf. ibid. p. 825 c). 3. Llevândonos finalmente a donde, terminada esta vida, seamos impecables (cf. ibid. p. 826 dj y 2). b) De las consecuencias del pecado. 1. Como la sujeciôn al demonio, de quien hoy nos podemos burlar en vez de temerle (cf. Beato Orozco, p. 815,c). 2. De la muerte, que habia senoreado y vencido a todo el mundo. Cristo es hoy causa meritoria de la resurrecciôn de todos y ejemplar de la de los justos (cf. ibid. p. 813,B,a). 3. De la debilidad para obrar el bien, que cura con su gracia y ejemplo (cf. Belarmino, p. 797,B). En suma, triunfo sobre toda iniquidad (cf. Ibid. 797B). B. Porque salvô a todos sin diferencia alguna (cf. Fray Luis de Leôn, p. 808,E,a). C. Porque fué un triunfo de desquite total. a) Como satisfactorio. El triunfo parece mâs sat isfac­ torio si al reportarse sobre un enemigo injusto se obtiene en el mismo campo y del mismo modo que él lo obtuvo. b) Paralelismo entre Adân y Cristo. El triunfo de Cristo tuvo este carâcter de desquite, no solo porque destruyô toda la obra de Satan y su odio, sino porque parece que fué escogiendo un paralelismo exacto para llevarlo a cabo. Comparaciôn entre Adân y Cristo (cf. San Ambrosio, p. 782,A). Porque fué superabundante. a) En donde abundo el delito superdbundô la salva­ tion (Rom. 5.20). b) Porque esta ha sido mâs profunda, devolviendo mâs gracia de la perdida, y mâs extensa, pues si el pe­ cado manchô a todos los hombres, la redenciôn ha dignificado a toda la naturaleza, que ha de doblar su rodilla ante Jesûs (cf. Goma, p. 840,c). Porque fué amable. a) Se nos présenta en forma de nino el Vencedor. iHabrâ quien le tema? (cf. San Bernardo, p. 789,b) b) Lo ha obtenido pacificando y uniendo los hom­ bres entre si y con Dios hasta quedar El constituido en piedra angular que sostenga el edificio del amor (cf. Fray Luis de Leôn, p. 809,b). IV. Nuestro triunfo. A. La tercera etapa de la lucha. Es la tercera etapa de la lucha, y si queremos asociarnos a Cristo serâ la segunda de su victoria. a) No menospreciar la misericordia. Inverosimil séria que hubiera que recurrir a hablar de la ira de Dios, que bien puede deducirse de la grandeza de la mi­ sericordia que desplego en su salvation (cf. San Bernardo, p. 789,b). Pero, sin embargo, si que hay que preguntarnos · ^por qué axrreciamos tan poco a esta? (cf. Belarmino, p. 797.B). SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 893 b) Ayudar a nuestra propia salvaciôn. Mas nos alentard quiza el considerar que nuevos favores deben nuevos servicios (cf. Beato Orozco, p. 813,b, y el que ahora se nos picte es que ayudemos a nuestra propia salvaciôn. B. Hemos de unirnos a Cristo. a) Es salvaciôn para todo. En El todo es salvaciôn, y salvaciôn para iodo. Nuestra soberbia éncontrarà sus humillaciones ; nuestra sensualidad, su corona de espinas..., y nuestra aima, su gracia (cf Fray Luis de Leôn. p. 81O.f). b) Los medios ascéiicos nos unen a El. Todos los de­ mâs medios ascéticos no lo son sino para unirnos con El. Aprovechémoslos para eso (cf. ibid. p. 810,c). c) Vivamos crucificados al mundo. Viviendo crucificados al mundo con El (cf. Beato Orozco, p. 817,D), que continua ofreciendo su sacrificio perenne por nosotros (cf. Gomâ. p. 839,b), verificaremos la pro­ fecia del Apocalipsis. Cristo ha salido vendendo para la victoria. Ha salido vencedor para vencer con nosotros (cf. Beyio Orozco, p. 815,0. Nuestro aprovechamiento de la salvaciôn I. El modo de la victoria. Cristo vencedor del pecado, de la muerte y del demonio. Veamos como reportô esta Victoria y como nos podemos aprovechar de ella. A. Causas. a) La principal fué la voluntad del Padre, que de tal manera «amô al mundo, que le diô su unigenito Hijoy> (lo. 3,16). b) Causa ejiciente también fué la de Cristo, que deseo obedecerle y salvarnos. c) Dios, que sabe end-erezar con su providenda hasta los crimenes del hombre, supo utilizar como causa ocasional la envidia de los judios. B. El modo. Cristo, al salvarnos victorioso, debiô a) Borrar el reato de culpa y pena, restituyéndonos al orden sobrenatural. Con sus méritos satisfizo al Padre por nuestras culpas, borrando todo reato y devolviéndonos la gracia. 1. Fué una verdadera satisfacciôn, por la que honrô a Dios mâs que cuanto honor le hubieran podido quitar los hombres. 2. Y al satisfacer de esta manera. se llenaba de méritos. por los que redundô en nosotros la gra­ cia de su vida entera. 3. iOh Sefior! Tu gracia me hace a mi capaz de merecer, para crecer en gloria delante de ti, y me hace capaz también de satisfacer por mis pecados y los de todo el mundo. 894 SL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. b) Debiô lïbrarnos del cautiverio del demonio y del pecado. Esta satisfacciôn revistiô un carâcter es­ pecial. 1. Con ella pagô Cristo cuanto debiamos, y el que pudo ser sôlo Salvador, ha sido también Redentor, que entregô el rescate y nos librô del cautiverio. 2. Sé ya, Senor, no lo que valgo, sino lo que bas querido pagar por mi, tu sangre. y pues he sido comprado con precio tan grande (1 Cor. 6,20), procuraré llevar siempre a mi Dios en mi. Le­ jos toda impudicicia o deseos de aqui abajo. 3. Se también de qué me redimiste, del enemigo malo, que no busca mâs que el mal; de la mancha de mi pecado y de sus castigos eternos. C. Este pago y satisfacciôn fueron condignos. Cris­ to, Dios y hombre, pagô cuanto se debla, y hasta rebosando nuestro precio, y el valor de la ofensa nos ha merecldo gracias mayores que las que per­ dîmes. î Seûor, aprecle yo tu generosidad! II. Aplicaciôn de esta victoria. A. Cristo nos ha salvado. Ha puesto su parte. Pero la salvaciôn abarca varias fases, la primera de las cuales consiste en la satisfacciôn y rescate, mien­ tras la segunda estrlba en la justiflcaciôn me­ diante la gracia reclblda. B. Esta aplicaciôn estâ condlcionada a que nos conectemos con Cristo. Para ello necesitamos poner nuestra buena voluntad. ôConsentiremos que la pasiôn y la salvaciôn del Seiior sea vana para nos­ otros? C. A muchas personas qulzâ lo que les faite sea que haya alguien que les lleve a Cristo, que se les haga conocer. éSerâ a mi a quien esperan? ôNl aun siquiera intentaré ayudarlos con la oraciôn? 12 Jesus, Salvador de la verdad I. Cristo, Salvador de la verdad. «Yo soy el camino, la verdad y la vida* (lo. 14.6). Cristo es el Salvador de la verdad, y con la verdad nos salva a nosotros. A. Los gentiles apenas si le entrevleron. Los genti­ les pudleron encontrar a Dios manifiesto en la belleza dei mundo, pero apenas si entrevleron la SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 895 verdad aprislonândola con la injusticia (Rom. . 1,18) Los filôsofos sin Cristo también han errado siempre sus caminos. iCuânto mâs ha valido ser pobre en el de Cristo que rico en los equivocados de la falsa filosofia! (cf. San Agustin, p. 773,A,a). B. Cristo abriô el camino. Vino Cristo, que era la ver­ dad, la sabiduria del Padre. El abriô el camino de la verdad, y la verdàd se hizo asequible al hom­ bre. Jôvenes y débiles supieron morir por ella sin temer a los tiranos (cf. ibid., p. 774,b). C. No hay verdad contra Cristo. Y no puede haber verdad contra Cristo porque no hay verdad contra la Verdad. y El es la de Dios (cf. ibid., p. 777,a). D. No se puede llegar a ella sin Cristo. Ni se puede llegar a la verdad sin Cristo, porque la luz no se ve sin la luz, y Cristo es la luz dei mundo. π. Cristo nos salva con la verdad. A. La verdad, vida y camino. La verdad es también vida y camino. Y nadie puede llegar a la meta si no va por el camino debldo, ni resistir la muerte si no posee la vida (cf. ibid., p. 774,b). B. La verdad nos llbra. Esta verdad nos libra (lo. 8,32). ôCômo? Llevândonos por el camino recto a la vida verdadera después de librarnos del peca­ do (cf. ibid., p. 778,d). a) La vida verdadera es Dios, sumo bien y felicidad compléta. b) Pero para llegar a esta vida hemos de ser libres del pecado, consiguiendo que no reine en nosotros. Sentiremos sus espolonazos, caeremos quizàs alguna vez en él. pero no retnarà nunca en nosotros mien­ tras luchemos en su contra, sin obedecer su tirania. c) Del pecado y su reino nos libra la verdad de Cris­ to. que, ensenândonos la maldad de aquéllos y la bondad de su amor, nos dard también la gracia necesaria para vernos libres (cf. ibid. p. 778.C y ss). Jésus, Salvador de la muerte I. Jesûs, Salvador. El Hijo de Dios se llama Jésus par­ que io es en verdad. Los nombres que Dios impone a determinadas personas significan siempre algûn don gratuito que les ha concedido (cf. Santo Tomâs d< Aquino, p. 794,A). A Cristo hombre se le concediô la plenitud de la gracia para que todos se salvasen por .1 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. DORI. DESP. CIRC. El. Le «pondras por nombre Jesûs, porque salvard a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1,21). II. Por el pecado, la muerte. A. Asi, pues, como por un hombre entrô el pecado en el mundo (Rom. 5.12). El estado de justicia original se caracteriza por la armonia y la paz: del hom­ bre con Dios y del hombre en si mismo. El peca­ do es la raiz de todos los males: por el pecado la muerte (Ibid.). B. La palabra «muerte» lo compendia todo. a) La muerte del aima o pecado. b) La muerte de la ïnteligencia o ignoranda. c) La muerte de la voluntad. C. Del hombre no puede salir el bien. No que de nos­ otros seamos capaces de pensar algo como de nos­ otros mismos, que nuestra suftciencia viene de Dios (2 Cor. 3,5). En el hombre reina la muerte, que es inactividad y carencia absoluta de movimiento. III. Por Cristo, la vida. A. Salvaciôn de la muerte. Jesûs nos salva de la muerte superabundantemente. Pero donde abundô el pecado sobreabundô la gracia» (Rom. 5,20). B. ûCômo nos salva? Reconciliândonos con Dios (cf. Fray Luis de Leôn, p. 809,b). «Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rom. 5,10). S® C. La paz con Dios por Jesucristo (cf. San Pedro Crisôlogo. p. 785,0. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por mediaciôn de nuestro Senor Jesucristo, por quien en virtud de la fe he­ mos obtenido también el acceso a esta gracia, en que nos mantenemos y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Rom. 5,1-2). D. Por Cristo, la amistad con Dios. Podemos decir en general con el Apôstol: «Si... por obra de uno solo relnô la muerte, mucho mâs los que reclben la abundanda de la gracia y el don de la justi­ cia reinarân en la vida por obra de uno solo, Je­ sucristo» (Rom. 5.17). Conviene desentraüar el profundo pensamiento de Pablo: a) Por uno, b) La vida vida de c) La vida la muerte; por otro, la vida del aima: la vida de la ïnteligencia; la la voluntad. del cuerpo mismo. IV. Por Cristo, la vida del aima. No se da término medio entre pecado y gracia. Al reinar la gracia por Cristo. quedô vencida la muerte del aima o pecado. «El pe- SEC. 8. 897 GUIONES HOMILÉTICOS cado no tendrd ya dominio sobre vosotros, pues que no estais bajo la ley, sino bajo la gracia» (Rom. 6,14). En el capitulo sexto de la Epistola a los Romanos, va­ rias veces expresa el Apôstol la idea de que hemos sido Ubertados del pecado, muertos al mismo para vivir en Cristo y en su justicia (cf. 11,18,22). V. Por Cristo, la vida del entendimiento y voluntad. A. No hay capacidad intelectual y moral sin la gracia, a) En el orden sobrenatural, nada atsolutamente pue­ den ni el entendimiento ni la voluntad sin la gra­ cia de Cristo Salvador. b) Aun en el orden puramente natural, el hombre por el pecado fué herido en sus potencias. Segùn la opinion mas comûn y cierta, el hombre sin gracia no puede conocer todas las verdades naturales colectivamente considero.das con certeza y sin error. El hombre sin gracia no tiene capacidad moral c) para guardar por mucho tiempo toda la ley na­ tural ni para vencer las tentaciones graves. B. Nos la alcanza Jesucristo con su gracia. Cristo nos alcanzô la gracia, y con ella fueron curadas las heridas naturales del pecado y trocada en vida la muerte de la Ïnteligencia y de la voluntad. Expresa muy bien esta idea el apôstol San Pablo cuando escribe a Tito: «Nosotros fuimos también alguna vez neclos, desobedientes, extraviados, esclavos de toda suerte de concupiscendas y placeres, viviendo en la maldad y la envidia, dignos de odlo y aborreciéndose unos a otros; mas cuando apareciô la bondad y el amor hacia los hombres de Dios, nuestro Salvador, no por las obras justas que nosotros hubiéramos hecho, sino por su miseri­ cordia, nos salvô» (Tit. 3,3-5). VI. Nuestra cooperaciôn con Cristo Salvador. A. En el pasaje antes citado (Rom. 5,17) dice el Apôs­ tol que para reinar en la vida de Cristo es nece­ sario recibir la abundanda de su gracia y el don de su justicia (cf. GomA, p. 840.C). No afectan del mismo modo al hombre la muerte y la vida, La muerte a todos, quieran o no, por estar todos de alguna manera en Adân. La vida, en cambio, so­ lamente a aquellos que la quieran recibir, a los que se unan a Cristo. B. La obra de la salvaciôn de Cristo continûa (cf. Go­ mA. p. 839,b). Se operô en su vida mortal; mas perpetuase en los siglos. Se ofrece a todos los hom­ bres. Si cooperan serân salvos y vlvlrân. De lo contrario, la muerte relnarâ en ellos. C. Nuestra cooperaciôn a la salvaciôn de Cristo poLa palabra de Cristo I 29 • · 898 EL DULCE NOMBRE DE JESUS. •I· M. DESP. CIRC. dria resumirse en la frase del Apôstol: «Si hemos « muerto con Crlsto, también vivlremos con El» (Rom. 6,8). Muerte con Crlsto mediante el arrepentimiento de nuestra vida mala, para no dar en adelante nuestros «miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos a Dios como quienes muertos han vuelto a la vida y dad vuestros miembros a Dios como instrumento de la justicia» (Rom. 6,13). VII. La vida eterna. La obra de la salvaciôn se consumarâ en la gloria. El Salvador triunfô de la muerte del cuerpo. Todos resucitaremos con él. Entonces viviremos la plenitud de la vida. Vida completa, sin imper­ fectiones; vida feliz, sin sombra de dolor; imperecedera, que durard por toda la eternidad. SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 14 Jesûs, Salvador de ta sociedad I. Sin Jesucristo la vida social se desmorona. No sôlo la salvation del hombre, también la de la sociedad sôlo puede alcanzarse en el nombre de Jesucristo. Cuan­ do la vida social se intenta montar sobre sistemas alejados de la verdad, de la justicia y de la caridad de Jesucristo, pronto muestra sus fallos y se desmorona con estrépito (cf. p. 844,b). Nuestros tiempos son testigos, en este orden, de una serie de convulsiones y conflictos que constituyen la mâs impresionante apo­ logia del cristianismo. II. Creada por Dios y sometida a sus normas. No se ha dado otro nombre a la sociedad sobre el cual pueda ordenarse. Ella, como el hombre mismo que la constituye, fué creada por Dios mismo, trazô a ambos unas normas fundamentales, a las que es necesario atenerse si quiere alcanzar el bienestar posible (cf. p. 695,1). Trazadas por Dios hay unas normas ultimas y funda­ mentales, que no pueden ser abolidas por ningûn legislador humano (cf. p. 694.m). Y es misiôn del hom­ bre, si se quiere hacer estable y fecunda la vida social, buscarlas serenamente y con tesôn. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 89ΰ III. NO puede apartarse de Dios. El grave peligro de error. Cuando se Intenta apartar de Dios, el hombre corre el gravisimo peligro de equlvocarse. Su mente queda privada de la fir­ me garantîa de su doctrina, que le préserva con­ tra el error. Su voluntad queda desprovista de la gracia, auxilio poderoso que estimuia al entendimiento en su labor investigadora, y enciende la caridad en el momento de la ejecuciôn prâctica. Necesidad de acercarse a Jesucristo. a) La dura experienda de los jracasos obligarâ, sin duda, a introducir rectificaciones. Pero las tristes consecuencias de errores pasados perdurardn mucho tiempo. Porque, obstinados los hombres en la suficiencia de su entendimiento, querrân llevar su doctrina hasta las ultimas consecuencias. Pretenderân que los Jracasos se deben a que no se aplicaron en toda su pureza. Y sôlo dbandonarân sus intentos cuando el clamor del pueblo y tal vez la rebeliôn violenta los haga totalmente insostenibles. b) Pero entonces, las mismas circunstancias en que se provoca el cambio, y la falta de base doctrinal, tal vez conduzcan a un error mayor... Trabajosamente, el hombre se ira acercando hacia el recto orden social. c) Si en algo acierta, serâ porque, tal vez sin pretenderlo siquiera, aplicô la verdad de Jesucristo. Pero la pudo descubrir sin tanto esfuerzo y a costa de tantos males. La pudo aplicar evitando tan dé­ plorables consecuencias. En todo caso, se pudo rectijicar a tiempo. Mas era necesario acercarse a Jesucristo. IV. Sôlo Cristo es el Salvador de la sociedad. A. Como cabeza de la sociedad sobrenatural. I a) Ante todo, por una razôn muy profunda. Porque El es el fundamento y la misma cabeza de la so­ ciedad sobrenatural, o Cuerpo Mistico de Cristo, que es la Iglesia (cf. p. 856,b). b) Es cierto que se trata de una sociedad distinta de la civil; sus fines son distintos^ el bien comûn temporal y el bien sobrenatural^ Pero hay entre ellos una intima relaciôn. c) Querer dar a tal diversidad un valor absoluto se­ ria tanto como hacer una vivisection del hombre mismo: separar la razôn de la fe, desvincular la cientia humana de la teologia y la moral. Y esto es imposible para un cristiano. B. Iglesia y Estado se componen de los mismos miembros. a) Ni el cristiano, hijo adoptivo de Dios por la gra­ cia de Jesucristo, puede concebirse despojado de sus valores y virtudes naturales. b> Ni es tampoco concebible el ciudadano puro, con una proyecciôn meramente social y temporal, sin que su vida esté traspasada de valores religiosos y morales (cf. 868,g,i). 900 EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. •l·· M. DESP. CIRC. c) Jesucristo es cabeza del Cuerpo Mistico; pero el Cuerpo Mistico, a su vez, esià inserto en un cuerpo real y temporal, que es la sociedad civil. Y asi Je· sucristo es el fundamento ûltimo de la misma so­ cied ad civil. Fines distintos, pero en intima relaciôn. Clertamente sus fines son distintos. Pero aun siéndolo, existe entre ellos una intima relaciôn. El bien co­ mûn temporal, fin propio de la sociedad humana, ni puede concebirse ni alcanzarse sin que tenga en cuenta el bien comûn sobrenatural (cf. p. 854,a y 857,e). Por el contrario, aquél es un medio ne­ cesario para éste. El bien comûn ha de ser tal que no implda el sobrenatural, sino que positivamente lo favorezca. Y el bien comûn sobrena­ tural es Jesucristo poseido por el entendimien­ to y por el amor, como ya hemos dicho. Jesucris­ to, por tanto, es también el fin ûltimo de la socie­ dad temporal. La sociedad humana, sobre la piedra angular de Jesucristo. a) Sobre El se asienta, como sobre roca inconmovible, la excelsa dignidad del hombre completo (cf. p. 858,g). Y el hombre completo esta destinado a vivir en sociedad. b) La sociedad, pues, brota como de su fuente del mismo Dios, que ha creado también todo un or­ den objetivo, cuyo refiejo debe ser el orden establecido por los hombres. c) Jesucristo, fundamento de la sociedad entera, es la solution ûnica para sus problemas. Fuente cons­ tante de naz y de concordia social (cf. p 852.C, y 853.d). Alma de la verdadera civilization. Salva­ dor de los hombres y de las sociedades. Jesûs Salvador de la autoridad I. La autoridad social y la autoridad divina. Con la encarnaciôn de Jesucristo y con su doctrina, la autoridai civil quedô establecida sobre una base inconmovible. Y, puesto que Jesucristo da a la autoridad so­ udez. y la autoridad es fundamento del orden social, a través de ella Jesucristo aparece de nuevo como piedra bàsica de la sociedad. Hasta Hegar a Jesucris­ to, cuândo se queria robustecer la autoridad, era ne­ cesario hacer un dios de quien la encarnaba. A partir de Jesucristo, si la autoridad no se funda sobre Dios SEC. 8. GUIGNES HOMILETICOS 901 mismo, corre otra vez el peligro de verse divinizada (cf. p. 847,11). Para un cristiano, la autoridad social es représentante de la autoridad divina. II. Cômo Jesucristo salva la autoridad. En varios sentidos puede decirse que Jesucristo y su doctrina han salvado la autoridad. A. Por su origen. Ante todo, por su mismo origen. Podrâ transmitirse o reciblrse de modos distin­ tos (cf. p. 855,a y b). Puede incluso adoptar for­ mas diversas, todas ellas aceptables. a) La autoridad, delegada de Dios. Pero, si es auténtica autoridad, aquellos modos diversos de transmisiôn son tan sôlo una forma de recibir delegada la propia autoridad de Dios (cf. p. 854,b). Ta­ ies formas, puramente contingentes, contienen en esencia la misma autoridad recïbida de Dios. b) Cuândo se prescinde de Dios, la autoridad solo puede tener su origen en los hombres (cf. p. 845,g). Bien porque se suponga que procede, por par­ tes iguales, de cada uno de ellos, y entonces quien la ejerce es un puro représentante o mandatario del pueblo. 2. Bien porque se suponga originada en un ente moral superior, la colectividad, que encarna en el mando politico. En el primer caso, la voluntad del pueblo—expresada a través de la mayoria—darâ la nor­ ma ordenadora de la sociedad. En el segundo, el arbitrio absoluto de quien gobierna. 5. Pero en ambos, la flaqueza y la maldad hu­ manas, abandonadas a sus propias fueraas, amenazan abocar en un desorden anârquico o en una insoportable tirania (cf. p. 847,1 y 11, y 849,b y c). c) Sôlo cuândo se admite que procede de Dios puede ser ejercida dignamente y dignamente obedecida (cf. p. 848,n). Porque entonces la autoridad y él pueblo que la obedece saben que hay un as normas supe­ riores, dictadas por el mismo Dios, a las que una y otros deben atenerse (cf. p. 693,j). 2. Saben que la autoridad fué dada para el bien de la sociedad (cf. p. 693,k y 694,11). Saben que es inseparable de la sociedad misma. Y que, por lo tanto, la sociedad misma debe ejercer sobre ella cierta vigilancia y contrapeso. 4. Saben que. si no se ejerce dignamente el mismo pueblo, en cuyo bénéficie Dios la delega, podria retirarla (cf. p. 850,d, y 854,c). B. Por su fin. a) Todos admiten que el fin de la autoridad es el bien comûn. Mas para algunos ese bien es pu­ ramente material. Es decir, para todos aquellos que, haciéndola independiente de Dios, ponen su origen en el hombre, su fin ûltimo es el mismo hombre, con la misma independencia de todo fin 902 KL DULCE NOMBRE DE JESUS. DOM. DESP. CIRC. ulterior. Por tanto, el bien comûn, para éstos, que­ da reducido a las puras dimensiones temporales, sin referenda alguna al orden sobrenatural (cf. p. 847,k). Y como el fin es régla de las conductas, no hay contrapeso alguno que se oponga a su consecucion ni bien material alguno que no pueda ser alcanzado. De donde fâcilmente se caerà en el pecado y el desorden (cf. p. 844,c y d). b) Sôlo cuando se ordena hacia Jesucristo puede ser establecido ese bien comûn temporal. En ese sentido, se afirma también que Jesucristo ha salvado la autoridad, por razôn de su fin, que es el bien comûn. Siendo completo en si mismo, el bien comûn tem­ poral no es independiente del bien sobrenatural (cf. p. 854,a). Es mâs bien medio indispensable para alcanzarlo. A lo menos, no puede impedir su consecuciôn. De donde tiene algunos limitaciones, no solo en el propio àmbito al que se extiende su acciôn, sino en cuanto a los medios que puede utüizar para lograr sus fines (cf. p. 849,c y 850,f). ΠΙ. Jesucristo, origen y fin de la autoridad. Jesucristo, alfa y omega, principio y fin de todo. Sôlo cuando la autoridad reconoce a Jesucristo puede dar a la so­ ciedad el orden y el bienestar. Jesûs, Salvador del trabajo La salvaciôn en el campo del trabajo humano. Hay un campo en el que hoy se cumple la afirmaciôn del Apôstol (Act. 4,12) de modo impresionante: no nos ha sido dado otro nombre en el cual podamos salvarnos. Es el campo del trabajo humano. Jesucristo, pie­ dra angular, ha sido rechazado por muchos que edifican en este terreno. Y el edificio sobre este funda­ mento levantado, por fuerza ha de ser inestable y se ha de venir abajo ante cualquier embate. A. Jesucristo, rechazado por el llberalismo. Separado de Dios en su misma raiz, supone que en este como en otros aspectos exlsten leyes necesarlas, fatales, que regulan la vida econômica y social (cf. p. 863,11). En nombre de la libertad — para trabajar, para escoger trabajo, para contratar, etcétera—se le priva de toda posibilldad de defen­ sa (cf. p. 863,1). Se considéra el trabajo como vil mercancia, con la que se opera en el mercado (cf. p. 863,k). El trabajador queda asi reducido a la condiclôn de proletario. Su situaclôn dlftere muy poco de la del esclavo (cf. p. 863,m y 864,n). SEC. rf. GUIONES HOMILKTICOS 903 B. Rechazado también por el marxlsmo. a) La doctrina comunista. Diriase que el marxismo eleva el trabajo a una dignidad iniaualable. En torno al trabajo se créa una verdadera mistica cuasi-religiosa (cf. p. 64.ai Si han en pl comunismo un aspecto constructivo, es éste precisamente. Se trata de construir una nueva sociedad formada por trabajadores. Fin de esa sociedad es el bienestar colectivo, es decir. la riqueza producida con el trabajo de todos. Cada cual trabajarâ seguin su capacidad y recibirâ segün sus necesidades (cf. p. 864.b). El supremo valor en la sociedad marxîsta es el trabajo colectivo. Y como el hombre no se explica si no es en funciôn de la sociedad (cf. p. 865.c), el supremo valor personal es también el trabajo. Trabaiando. el hombre se hace a si mis­ mo. porque solo asi contribuve al progrès de la sociedad, en la que ùnicamente su personalidad se explica. b) Su lôgica consecuencia. La consecuencia es idéntica a la del liberalismo. La dictadura del proletariado. Parque mientras no desaparezean las clases y el marxismo se extienda por todas las naciones y se créé aquel «paraiso marxista»; mientras haya Estados ca­ pitalistes, enemigos del marxismo. éste habrâ de mantener un Estado fuerte (cf. 865.e). Es el Es­ tado de los trabaiadores, la dictadura del oroletariado. Serâ necesaria una férrea disciplina oue est imule y ordene el esfuerzo de todos. 2. El trabajo transformado en esclavitud. Cuando. superada esta etapa se lleeue a la sociedad sin clases, sin Estados, sin fronteras. sin erobernantes y sin subditos, formada por hombres nue­ vos. el trabaio serâ un placer sobrehumano. Entre tanto, hay que ponerlo al servicio del poder. en la lucha revolucionaria. Y como es necesario que ese poder sea superior a otros poderes, hay que trabajar mâs; hay que trabaiar como y donde a cada uno le ordenen. Lo contrario séria traicionar a la causa misma del trabajo (cf. p. 865,d). Prâcticamente se transfor­ ma en una odiosa esclavitud (cf. p. 865,f). II. Tan sôlo Jesucristo puede salvar el trabajo. En el 7iombre de Jesucristo, el trabajo se eleva a una altura a la que ninguna otra concepciôn que se aparté de Dios puede llegar (cf. p. 859.b). Trabajar en el nombre de Jésus puede significar varias cosas. A. Trabajar con la misma Intenclôn de Jesucristo. Asi el trabajo humano es no sôlo un medlo de perfecciôn natural, que promueve el perfecto des­ arrollo de la personalidad humana y contrlbuye al bienestar de la sociedad. sino Incluso un me­ dlo de perfecciôn sobrenatural (cf. p. 859.b y 860.C). No sôlo constltuye un servicio divino, como obe­ dlencia a la ley general (Gen. 3,19): «con el sudor de tu rostro comerâs el pan» (cf. p. 860,d), sino i I 904 EL DULCE NOMBRE DE JESÛS. DOM. DESP. CIRC. incluso un medio propio y personal de cumplir la vocaciôn personal, en la que se manifiesta de modo concreto el plan de Dios sobre cada hombre. B. Trabajar a imitaciôn de Jesuclsto. El mero hecho de ejercer una activldad, ya es un reflejo de la dlvinidad misma, que es activldad por esencla, o acto puro. Pasar de la potencla al acto es reallzar una vida mâs llena y elevarse a una parti­ cular semejanza con Dios. Y como quien trabaja déjà impresa en su obra una impronta de su pro­ pia personalidad (cf. p. 861,g), es también reflejo de la bondad y belleza divinas, que dejan impreso en todas las cosas un destello de su bondad y belleza infinitas. Todavia mâs: el trabajo del hom­ bre—como causa segunda—completa y perfecciona la obra comenzada por la Causa Primera, o Causa de las causas. Dios, que creô las enormes rlquezas y energias de la naturaleza, déjà al hom­ bre el cuidado de descubrirlas y explotarlas. Le entrega toda la tierra y, dotândole de unas po­ tentias, le encomienda la sublime y divina tarea de llevar adelante la obra. C. Trabajar unido con Jesucristo. Por la gracia de Jesucristo, el trabajador queda unido con el mis­ mo Dios (cf. p. 859.b). Si el propio Jesucristo quiso hacerse trabajador, fué precisamente para que el trabajador (cf. p. 850,0 quedara transformado en Jesucristo. Nadie como el trabajador cristiano puede decir con San Pablo: «Es Cristo quien vive en mi» (Gai. 2,20). III. El trabajo, valor supremo. Para el cristiano el trabajo es también, en cierto modo, el valor supremo. Pero no en si mismo, sino en el nombre de Jesucristo. Incluso en lo que tiene de fatigoso y mortificante. A. Instrumento redentor. Si, de una parte, es expiaciôn del pecado (cf. p. 861,h), también mediante Jesucristo queda transformado en instrumento re­ dentor, que completa lo que falta a la pasiôn de Jesucristo por la unlôn voluntaria a su sacrificio en la cruz. B. Instrumento de colaboraciôn. El trabajo asi considerado es medio eflcacislmo de santlficaclôn: instrumento de colaboraciôn social. Con él se construye el soporte temporal del Cuerpo Mistico, y, elevado por la gracia, contribuye al desenvolvimiento del reino de Dios. INDICE DE SAGRADA ESCRITURA Μ 802, a. 73, 1. 28.47-48 76, 3. 28,63 74, 14,1-2 26,21-30 Deut. lob Prov. EccJ. Cant. Eccli. Is. Os. Zach. Mt. 27,45 Ale, 2. 39, 3-4. 330, 4. 631, 2. 634, d. 60, 1. 50,5 55.12 69.3 80,13 84.9 88 15 93,9 134.13 19,17 802, a 320 , 2. 30. 804. 705. 15,14-18 64, a. 31,18 659. 41.15 210. 9,6 791, b. 22.13 1. 35,4-6 162, 2. 40,3 349, 40.3-5 478, c. 51.17 79, 3.0 38, 1. 12,10 1,21 771 ; 787, a ; 822, 770?' B. 3.5 479, f. 3.6 479. f. 10.42 319, 1. 11.2-10 159, B 11,2 160-61. it ik176· '· a' 4. 18.8 19,28 24 30 191, 164. 326, 519, 2,26 2.27 2,28 2,29 2,35 2.36 2,38 3,2 3,3 3.4-5 3.5 3,6 3,10-11 3.11 9,26 19.13 21.25-33 21.25 21.26 26, 3 263. 318, 1; 321. 4. 614,20; 638. c. 476 ss. ; 480 δ 478, e, 479. 478, 3. 335. b. 637, D. 441, HJ. 22 ss. 24, 1. 1 24, *2 27'2.'.ft -4S- 29-31 21, 27, 3. Ιο. 1,4 1,5 1,16 1,19 1.20 1,21 203 ‘ c. c. 2. b. θ36> B; 816. 790. a. 608-610 611: 66 612, 9. 612, 10. 612, 12. 612. 13. 613. 14. 611?' ί?; θ38· a· jiyu *»■b ■· 3,16 3,17 3.20 3,30 5.27 8.35 10,10 12,31 177, 1 313. 1; 313, 2 314. 5 314. 6 349, 315. 7 315, 8 n ^6, «6. 9 ; 330 626, 3. 33. 177, 2.0 177. 3.0 178, e. θθ’ 3; 778. 8o, a. 61. 2. 906 Lo. Act. Rom. INDICE DE SAGRADA ESCRIl’URA 773. 388, c. 56, 2. 767 SS. 61, 1. 61, 1. 40, 1. 785, B. 785, C. 889. 331, 2. 124. 19. 1; 78, a; 89, e: 119,; 135. 13,12 20. 2; 120. 13,14 21. 114. 15,3 157, 1. 15,4-13 157, A. 15.4 158, e. 15.7 157, 2. 15.8 ss. 158, d. 1,30 835, b. 4,1 472. 1; 557. 4.2 473. 4.3 473. 2. 4.5 473, 3. 4,7 179. 2. 12,26 96. e. 13.4 380, c. 15,24 35. 15 26 34. 4. 15,45 ss. 889. 14,6 17.37 19.37 4,6-12 20,28 1.24 2,4-5 4.25 5.1 5,12 ss. 8,13 8,18 13,11 3; I Cor. 2 Cor. GeJ. 15.53 16,1 16,2 5.5 5.21 2.20 4,1-3 4,5-7 4.30 2.5 4.4 4,5 4,6 31, 2; 47, b 167, 2-3. ’ 168-69. 607, 1. 607, 2. Hph. 74, 2.0 Phil. 114. 309; 414, IV-V. 310, 4. 6. 310,TT 5; 414; 440, 4,7 311, 7; 442, IV. Col. 3,4 134, V. 3.14 547, y. 1 Thés. 5 5-6 22, c. 5,7 742. Tit. 3,4 185, c; 789. B. Hebr. 10.7 834, b. 4 1 Petr. 1,18-19 61, 3. 5.3 356, b. 1 lo. 1,18 328, b. 2.2 61. 1. 2,18 780, a. 32 86. b. 3,17 583. Apoc. 3,20 72, E. 6.6 75, 3.0 22,11 720, VI. Absolutisme Cf. Totalitarisme. Abnegaciôn: arma contra el egolsmo que impera en el mun­ do 885. Abstencionismo: inadmisible en nuestros d*as 233. f: 395. g; no cabe ante las exigencias de una reconstrucciôn social 98 d (cf. Acciôn). Acciôn: clases de vida activa 421, C, 2; la vida contemplativa es mâs perfecta que la activa 421. C, 1; m lamen'os sino acciôn, es el precepto de la hora présente 89, d-e; 395, c-d; es tiempo de heroismo y de combate por la fe 395, f; acciôn sin desanimarse ante los obstâculos 394, b; 312, f; las condiciones de la sociedad lmponen nuevos deberes 103, e; ante las exigencias de la re­ construcciôn social no cabe la fuga ni la pereza, sino la lucha 98, d; se impone la lucha ante el estado catastrôfico dei mun­ do 242; no se puede permitir el descanso ni el temor ante las necesidades de hoy 396 h ; hombres de acciôn y fortaleza de ânimo exigen los tiempos présentes 103, e c-d; el hombre de acciôn ha de ser hombre de idéales 292, V ; debe distinrruirse por sus virtudes teologales, que son fuente de energia 292, vl: para tener éxito en la ac­ ciôn. concienda tranqulla, designio premeditado, voluntad «firme 225; el trlunfo finaJ de Cris*o es seguro 212, e: recomendaclôn de los ejerciclos es. îplrltuales para el hombre de acciôn 293, F. Acciôn Catôlica: ha contribuido a solidarizar mâs a los Cristia­ nos entre si y con la ierarquia 375, b-c; no desarrolîa actividades estrictamente politi­ cas 688, f; debe preocuparse preferente-mente de las clases humlldes 238. h. Adolescenda: cuidado especial de los educadoffes 'en ‘lâ'9 crisis de I* n. la adolescenda 70S. Adviento: su histôrla 17: su ftnalldad <^4 ritual 48. B: [Adviento] carâcter esenciei 17, B; 156; 252; preperaciôn de la venlda de Crlsto por medio dei temor 73. a; tiempo de oraciôn 117, A; tiempo de austeri clad de vida 117, B: la esperanza es virtud peculiar del Adviento 254 V ; la alegria en sus tôrmulas 11tûrgicas 308 : 410; el eristlano en el Adviento: très figures que debe imitar: Isaias, el Bau­ tista, Maria Santlsima 116; un programs de vida: -induimini Christum” 18; la figura de Ma­ rie en la liturgia del Adviento 118. C: la lecture de la Sagrada Escritura es muy recomendable en este tiempo 254, VI (cf. Navidad). Agricultura: muchos hombres viven de ella y no estân exentos de las dificultades de le hora présente 308. i: 446. B, c: es muy grande el numéro de obreros agricoles que viven en la Indigencia 236, b; tristes condi­ ciones de vida de dfe’.os obreros 540, d; los obreros agricolas carecen de la esperanza de dejar de ser proletarios v perticipar de le propiedad de la tie­ rra. con lo que su situaciôn se hece insostenibJe 236. b; la peculaciôn capi'allste sobre los productos de la tierra arrulnô a los agricultores v agotô a la economia nacional 381, f. Alabanza: valor expiatorio de la alabanza a Dios 631; ante la alabanza de los hombres, humlldad 362. B. Alegria: sus motlvos 440. II, B; la verdadera alegria tiene su reiz en Dios; 235. a; Crlsto, ùnlco fundamento de .a auténtica alegria 412; 440: alegria dei mundo y alegria en Dios 308, II; 829. C: la esperanza, fuente de elegrie 729. D: es fruto de la naz Interior 308: la limosna. fuente de alegria 414, V, C; alegria v temor. senti■mlentos que infunde la religiôn 667, A: le conflanza en Dios y le oraciôn, fuentes le alegria 413, III; la alegria en el sufrlmiento 485. d: 714; 309 . 3; recoa rie es- i 908 INDICE DE MATERIAS [Alegria] rias de !a vida 440. H; alegria santa ante la muerte de las personas queri das 36, b; espiritu de alegria en el Advlento 308 ; 410: la recomendaclôn de San Pablo 308. II; San Pablo, modelo de alegria 412, 2 (cf. Gozo). Alma: es imagen de Dios y fun­ damento de la dignidad huma­ na 384, b; si conociéramos su dignidad, otra seria nuestra conducta 354 b; no le dedicamos e] tiempo necesario, preocupados con los négocies del mundo 348. c. Ambiciôn: oasiôn universal 259. I, A; sus perniciosos efectos en las aimes espiritu al es 260, Π: existe una ambiciôn colectlva que dafia a la caridad 260, III (cf. Codicia. Honores). Amor: se demuestra aceptando la voluntad del amado 737. C, a; el dolor, prueba de! amor 737, C: amor y humildad 361, c; la alegria y la tristeza, efec­ tos suyos 441. C: para consegulr que nos amen hay que amar antes 203. 4; el amor despreclado se convierte en odio y venganza 75. 3.°: toda la lev de Di^s se enclerra en el doble mandamlento del amor 131. C; amar a Dios v al prôjimo, doble postulado de la reali dad del Cuerpo mistlco 436. IX. —de Dios al hombre: su gran amor v nuestra corresr>nnd*>n_ cia 522, C: fué el que le moviô a encarnarse y redimirnos 203, d: Dios hace sufrir a quienes ama 514, E: 656 : 617. b: si lo desnreclamos, seremos cestigados 715, 3". —del hombre a Bios: no puede coexistlr con el apego a las criaturas 568-9; tiene su com­ plemento Indispensable en el amor al prôilmo 582. TI. b: nodfemos demostrârselo en las tribulacîones 624: el temor le pré­ para el camlno 73. a: temor y amor. dos caminos hacia Dios 639. B ; su necesldad para el hombre de acciôn 292. D: im­ pulso a la acciôn apostôlica 445. Π-ΤΠ. —al prôjimo: es complemento in­ dispensable del amor a Dios 582. Π. b: équivale a procurar eue ?Oce de la eracla v caridad de Cristo 436. IX: debe llegar a compartir con el hermano has­ ta lo que nos es necesario 336; tenemos que amar al hermano para que Dios nos perdone 501. c; es ta fuerza que Impulse la acciôn anostôlica 523. B (cf. Caridad, PrôjLnw, Enemigos).· Apologética: valor apologético de la conducta de los verdaderos catôlicos 240, 9, h. Apôstol: necesidad de su perfecciôn para la eficacia de su obra 523, B; no debe arrogarse el fruto de su apostolado. que sôlo de Dios depende 471, 1-2; el Bautista, modelo de apôstol 192, B; 258, I (cf. Apostolado, Sacerdote). Apostolado: la obligaciôn de ha­ cer apostolado 834, C; es una exigencia del amor a Cristo 245, II-IIŒ ; es obligatorio para todos los cristianos por el he­ cho de serlo 420, C, c; Dios exige la cooperaciôn de unos hombres para ayudar a otros 491. 1: el falso celo anostôlico 267; los celos en el apostolado: el ejemplo de San Juan Bautis­ ta 161, 3; la falta de fruto no es motivo de desaliento 417, B, d; se ha de realizar en union y bajo las ôrdenes de la Igle­ sia 697, d ; las obras apostôlicas no nos eximen de cumplir el deber 579, B; debemos ser •ambiciosos en nuestros anhe­ los apostôlicos 417, III, b; pa­ ra atraer a las aimas hay que mezclar lo serio con lo ameno y alegre: un ejemplo 409, XII: hemos de intensificarlo ante el trabajo incesante de los enemiigos d® Cristo 843: el silen­ do, la soledad y el recogimiento como preparaciôn y alimento de la vida apostôlica gustamos de la ostentaciôn y huimos el apostolado oscuro 665. b: la ambiciôn de honores, polilla del apostolado 260. H; necesidad de la perfecciôn del apôstol para que fructifique 523. B: un modelo de sacerdote apôstol: San Juan B. de Rossi 555 (of. Acciôn, ApôstoD. Arrepenti ml en to: su necesidad nara recibir el perdôn 518, B; 581. C, a; 828. b: todos nueden tener un verdadero arrenentimlento de sus pecados 527. c; nadie nos asegura que tendremos tiempo para errepentirnos cuando nosotros queramos 217, b (cf. Conversiôn. Penitencia). Asociaciones : es deber de todos promover las de patronos y obreros 544, p; es necesario estimutar la creaciôn le asociaciones que defiendan los intereses de los obreros 689, d; el Estado debe fomentarlas 535, s; y tutelarlas durante su minoria de edad 753. ΓΠ; porque ellas les orocuran algunas comodidades en· el présente y-la INDICE DE MATERIAS [Asociaciones] esperanza de un honesto des­ censo 689, d; sôlo pueden ser prohibldas por el Estado cuan­ do de propôsito lleven rnalos fi­ nes. Pero use el Estado mucha circunspecciôn 689, e; es injus­ to y perturba gravemente el orden social avocar al Estado lo que ellas puedan reallzar 688, a; el régimen liberal obstacullzabe la formaciôn de asociacio­ nes obreras, con grave injusticle 689, c; deben tener a su cargo os negocios de menor importanda con libertad de ac­ ciôn 687, c; al preparar a sus obreros cristiana y técnicemente, ellas mlsmas defenderân sus Intereses y contribulrân a la restauraciôn de la vida so­ cial 690. 1 (cf. Corporativismo). Asunciôn de Marfa: la proclamaciôn del dogma como testimo­ nio de la cafollcldad de la Igle­ sia y del poder espiritual del Papa 276, III. Audacia: se mueve por la pasiôn que no es constante ni previsora 287, III; ira y audacia 288, V; comparaclôn con la fortale­ za 287, III. Austeridad: su necesidad en la sociedad moderna 568; con qué espirl’u debemos praotlcarla 371, 1-2; no se opone a la carldad 374; a-b; la verdadera austeridad gus’a de permanecer olvidada 373. b; especlalmente recomendada en el Adviento 117. B; es mâs eflcaz la predicaciôn dei predicador aus­ tero v penltente 476. c; Juan Bautista, modelo 481, b· 371, A (cf. Mortificaciôn, Penitencia). Autorldad: es de origen divino 846, g; 847, 1-m; 901, A; 686, h; 138. Ill, B; es necesaria en la sociedad 854, b; 138, III, B; de­ be emplearse ûnicamente en servicio del bien comûn 901, B; 855, c; Dios le gefialô la misiôn de trabajar por el bien tempo­ ral del hombre como medio pa­ ra el bien sobrenatural 854, a; hay que ejercerla patemalmente 686. h; pierde su fundamen­ to cuando prescinde de su de­ pendenda 847. 1-m; 846, g; 849, b; 901, C; cuando no tiene en cuenta las leyes de Dios, se olvida de su proplo fin 693, k; no puede ordenar cualquier cosa a su antojo; todas las leyes de­ ben dlmanar de la eterna 692, e; hay que obedecerla a ejem­ plo de Cristo y los apôstoles 848. n; por qué hemog de obe-decerla 672, b; cuando sus man­ datos se oponen a la de Dios ., ceaa la obllgadôn de obedecer- 909 [Autoridad] la 854, c; 692; Cristo, principio y fin de la autoridad 900 ο (cf. Gobernantes). Avaricia: Cf. Codicla. Biiitismo: por él entramos en la gran familia cristiana 420. II, a; no quita la concupiscenda 630. 3; no solemos ser consecuentes con lo que alii prometimos 77, 4.°; 355, a-b; con nuestros pecados profanamos todo lo santo que alii se nos diô; en el juicio se nos pedirâ cuenta 77, 4.° Bautista (San Juan): persona, vlrtudes, obra: lazo de uniôn entre el Antiguo y Nuevo Tes­ tamento 350, B; anunciado por los profetas 349; su santificaciôn antes de nacer 352; su mi­ siôn, unida a la de Cristo 258; su figura como profeta 191, c; su vocaciôn comparada con la de otros profetas 476, 3; su em­ bajada a Cristo: diversas interpretaciones 159, b; 262, I; 165, A; 175. A: sus très testi­ monies sobre Cristo 311, a; su santidad: valoraciôn y testi­ monio 351, C; grandeza de su figura 450, D; 255; perfecciôn, dones y virtudes 256 : 260, IV-V; 262, I ; 287, I ; 288, IV ; 290, VIII; 293, VII; 421; su predi­ caciôn 523 ss.; 476, 4; sentido episcopal de su predicaciôn en pugna con la concepciôn judaica 477, 1; el gran fruto que consecuia se debia a su ejem­ plo 524. E; cômo cumpliô lo que predlcaba 476, c; penetraciôn popular de su actuaciôn, 479, f; sus enemigos 479, f. —el Bautista, modelo: de humilded 313, 1· 316, 10: 175, a; 323; 429, T; 257, V; 190. 1; 346. A; de fidelidad a la vocaciôn 436, XI; 440. IV, C:; de austeridad 481. b; 371. /A: de carâcter 287, I; 288, VT; 290. VIII; de trabajo en silencio 260, IV; de sinceridad 447, I ; en el desprecio de los bienes terrenales 192; modelo para el sacerdote 474, c ; pe ra el apôstol 192, B; 258. I; ejemplo de los predicadores 347, a; 314, 6. —su bautismo: exposiciôn teolôgica 509 ss.; 478. 4; comparaciôn con el de Cristo 258, II-V. Beneficencla : es misiôn de la Iglesia y de los cristianos, a ejemplo de Cristo 279; disposiciones de los concilies primiti­ vos en torno a ella 279, 1-2 (cf. Misericordia, Caridad, Limoena). I 9 ■ 910 ÎNDICE DE MATERIAS Bénéficiés: econômicos: el capi­ talisme los asigna todos al ca­ pital, dejando al obrero desamparado 863, 11. —de Dios: no es humildad desconocerlos, sino creerse indigno de ellos y agradecerlos 359, c; 429. II. Bien comûn: en qué consiste 687. d; ha de ser colocado per enclma del interés privado 232, e: fundamentalmente se ha de poner en la virtud, pero también exige un minimo de bienes ma­ teriales 535, q: su consecucién y la misiôn de la autoridad 90Ï, B; 855, c; ordenar al bien co­ mun las actividades privadas es la misiôn del Estado 855, c: todos han de sacrificarse por el bien de los demâs, pero especialmente quienes recibieron mâs bienes 530, b; 534, o; 535. r; la crisis de la sociedad exige una mâs eflcaz cooperaciôn de todos a] bien comûn 533. 1: e! pecado de qxîienes se aprovechan en beneflcio propio de lo que estâ destinado al bien co­ mûn 189, B; todos deben contrlbuir a él con el exacto cumpllmiento de sus debereg 533. p; exige una mâs justa distribuciôn de las riouezas 544, fi; . 140, B: 134, n; exige el cumplimiento de los preceptos de la religiôn 537, d; no se podrâ conseguir sin la obediencia de todas las leves 718. c: la ley ci­ vil, garantis del bien comûn 738, Il ; pide que se promuevan •las asoclaciones de patronos y obreros 544, p. Bienes materiales; su doble funclôn: Individual v social. 530, a; 535, t: 140, A: cada hombre es depositario de los que reciblô en beneficio de los demâs 140, A; 170. 2; de tal manera han de poseerse que fâcllmente se comunlquen al prôjimo cuando éste los necesita 531, e; su dlstrlbuciôn ha de ecomodarse a las normas del bien co­ mûn y de la justicia social 534, n; su justa distribuciôn. mâs que su abundanda, crea el bienestar econômico de los pue­ blos 534. m; todos los bienes que hemos recibido de Dios debemo<, hacerlos fructificar para nuestro nrovecho y el de los demâs 535. r; Bios no los ha repartldo por icrual para salvar al rico por sus limosnas y al pobre pnr la paciencia 322. 5: son caducos: no pongamos nuestro afecto en ellos 193. A: nn merece la pena sufrlr y faligarsv’ por olios 30; awi Çuat»- fBienes materialesl do los perdamos, hemos de dar gracias a Dios 623, F; nos sirven para conquistar el cielo 130. I: el Bautista, modelo en despreclarlos 192 (cf. Rlquezas). Bienestar: material: un minimo de bienestar es necesario para la prâctica de la virtud 535, q; es condenable vivir en el lujo mi entras hay tantas necesidades 533. k ; cuando lo poseemog nos solemos olvidar de Dios, que nos lo diô 512, B: es causa con frecuencia de ruina para el aima 482, 1 ; contribuye a que se hagan mâs inertes las pasiones 191, b. —social: no consiste ûnicamente en una perfecta orranizaciôn econômica de la sociedad 234, c; mâs que en la abundancia de bienes estâ en su justa distri­ buciôn 534, m; tanto mâs existirâ cuanto mejor se guarde el orden jerârquico de las diverses asociaciones y la funciôn supletiva del Estado 686, b; no es justo que una clase excluya a la otra de este bienestar 544, fi; fundamentalmente es el tra­ bajo quien lo procura 535, q; 862, i; favorece mucho la prâc­ tica de la virtud 533, 11: el cumplimiento de la ley de Dios contribuye a en^endrarlo 102, a; labor de la Iglesia en pro de su consecuciôn 861, f (cf. Paz social, Orden social. Capital: no todos los bénéficies le pertenecen 685, d ; no puede existir sin el trabajo; deben, pues, estar acordes 542, k. Capitalisme: en la organizaciôn capitalists del trabajo se crean grav^imos problemas de orden moral y se degrada al obrero 862, j; 864, n; se extendlô mu­ cho a la par de la industriallzaclôn 382. g; bajo capa de responsabilidad colectiva, comete terribles injusticias 380, c: la organizaciôn capitaliste del tra­ bajo degrada a la persona 237, f ; funestas consecuencias 380, c: réclama para el capital to­ dos los bénéficies, dejando al obrero desamnarado 863, 11; sus efectog perniciosos en la agri­ cultura 381, f. Carâcter: su naturaleza y efectos 225. C; se fundamenta en convicclones hondas, no en sentimientos 422; carâcter, terquedad e inconsistency 224, B: carâcter y tenacidad 289. IV; for+AlATA y rarâr+AT 287 : gn Indice l Carâcter] de materias qué consisto ser hambre de carâcter 287; la fe es su fun­ damento y de ella recibe su pureza 289, IV, B; 243, g; su formaciôn no se improvisa, es tarea larga y dit'icil 422; su for­ maciôn, fin de la educaciôn 289; su firmeza, elemento in­ dispensable para el éxito 225; el cristianismo, escuela de ca­ ractères 290, VI-VII ; el hom­ bre de carâcter no terne enfrentarse con los poderosos: ejemplos 249; ascendiente y confianza que inspira el hom­ bre de carâcter 225, C; los san­ tos, hombres de carâcter 289, V; el mundo moderno necesila ca­ ractères 291; las circunstancias présentes exigen hombres de carâcter, capaces de confesar su fe con palabras y obras 241, a; la penitencia, como medio de formaciôn del carâcter 526, a; un modelo imitable: Juan Bautista 287, I; 288, VI; 290, VIII. Caridad: es la principal de las virtudes 321, 4; las comprende y vivifica a todas 583. b; âpice de la perfecciôn cristiana 659, c; a ella se reducen todos los (preceptos 546, t; su Intensidad es criterio para valorar la vida cristiana 280, III, B; signo distintivo de los cristianos 267, II ; 162, 1; complemento indispen­ sable de la penitencia 582; las omisiones contra ella y la sentencia del juicio final 131, 26, 3; se alegra de los bienes ajenos como si fueran propios 182, f ; no es envidiosa 180, 2; hay que tenerla con todos sin limitaciones 280, BII, a; caritati vos con los demâs, austeros con nosotros mismos 374, a-b; mo­ tivos para sacrificarnos por el prôjimo 157, c; su ausencia ha producido la terrible disgregaciôn que padece la sociedad en todos los ôrdenes 233, g; dimensiôn internacional de la ca­ ridad 158, d. —social: su misiôn es la solu­ ciôn de los males sociales 240, tf; efecto suyo ha de ser en gran parte la restauraciôn so­ cial 95, c; cuando los obreros la experimentan, comprenden que la Iglesia estâ con ellos 683, b; es mâs Importante aùn que la justicia para solucionar el problema social 683, a; évité toda apariencia de protecciôn envilecedora y toda ostentaciôn 683, a: aliviar las miserias sociales no pertenece sôlo a la caridad, que no debe encubrir 911 [Carldad social] la violacion de la justicia so­ cial 685, e; suplirâ las deficien­ das sociales, y, no obstante, tiene la principal misiôn, por­ que sin ella es diffcil cumplir la justicia social 141; su instauraciôn, arma de lucha con­ tra el comunismo 292, V, B; no debe sustituir a la justicia, pe­ ro es necesaria para asegurar su acciôn por medio del amor 547, y; antes de llegar a su campo hay que cumplir los pre­ ceptos de la justicia social 140, C; 546, t (cf. Amor, Misericor­ dia, IJmosna). Castigos: es privaciôn de algûn bien, pero no se puede llamar castigo cuando en beneficio de un bien superior hay que cortar satisfacciones inferiores 647, E; el castigo libremente aceptado le quita el carâcter de pena ( coacti vidad) para convertirlo en satisfacciôn 646, C; el castigo, prueba de amor 656, b; es necesario como mantenedor y restaurador del orden 65, 2; el que Dios de ordinario no nos castigue en esta vida no indica que se despreocupe de nosotros 38, 2; los que Dios nos envia son advertendas por nuestra mala conducta 513, C; diversas posturas del pecador ante los castigos de Dios 513, D ; la humanidad se estâ volviendo insensible a los que Dios le envia; sintoma desgraciado 513. D. Catolicismo: es combaHdo por­ que exige y molesta 670, c (cf. Cristianismo, Iglesia). Catôlicos: el comportamlento de aJgunos en sus relaciones so­ ciales ha disminuido la fe en­ tre los obreros 547, x; no son dignos de este nombre quienes olvldan la justicia v la caridad y no temen oprimir al obrero por el afân de lucro 684. b: mu­ chos no han querido reconocer los derechos de los obreros rproclamados por la Iglesia e incluso han imuedido la dlfusiôn de la vnz de] Pana 547, x; las circunstancias présentes exigen hombres de carâcter, canaces de confesar su fe con palabras v obras 241. a (cf. Cristianos). Celos; existen y han exlstldo siempre en la Iglesia, causan­ do muy graves dafios 267-68; celos y envidia 263, V: los ce­ los en el apostolado: el ejemplo de Juan Bautista 161, 3. Cielo: su belleza inénarrable 31. 1; lugar del gozo pleno 826, 2; 54, b; 441, E; pez y tranquili- 912 INDICE DE .MATERIAS [Cielo] dad perfectae 45, 3; 47. b; tendremus alii mayor premio cuan­ to mâs hayamos su fri do en la tierra 624; cuAnto importa alcanzar el mayor grado posible de gloria 87; alli alcanzarâ su perfecciôn la vida divine en nosotros 8f; io perdemus por librarnos de un pequeôo esfuerzo 28, A; pensar en el da alegria a la obra de la santificaciôn 507. c; su pensamiento nos ayudarâ a luchar en este mun­ do 125, VI; 132, II; 53, a; el amor al cielo, motivo para ha­ cer penitencia 524, D; el deseo ardiente del cielo engendrado por las tribulaciones 620: a él se llege por la senda ùnica del sufrimiento 508, D; la limosna, camino para ir a él 319. 1. Ciencia: es buena, pero debe ir acompaüada por la humildad 337, b; por s. sola no puede responder a cuestiones fundatmcniatcs en la viua zôl, X. sin fundamentarse en la religion illegurâ e destruir la civilizaciôn 252 (cf. Civilizaciôn). Circuncisiôn: el rito de la imposiciôn del nombre 770, a; cunexiôn del significado dej ruo con el del nombre impuesto a Cristo 790. a; 819. B; 829, A. Ciudadanos: no pueden eximirse de sus deberes para con la so­ ciedad 228, c; no pueden inrubirse de las actividades de su pais y de su tiempo 233, f; co­ rresponde a los mâs selectos unirse pare trabajar v sacrificarse por una mejor siluaciôn social 89. d-e; deben piepararse para resolver los problèmes de la sociedad, sin esperar a que el Estado lo solucione todo «55, VI-VII ; porque el orden social depende mâs de la couperaciôn de todos que de le aec^ôn del Estado 688. f; 686. a. Civilizaciôn: su obra es faciliter el reinado de Cristo en la so­ ciedad 443r b; civilizaciôn cristiana y civilizaciôn occidental 443-44; el cristianismo no es contrario a le civilizaciôn v al progreso 702, 11; acciôn clvillzadora de la Iglesia 377. b; lnflujo credente de la civilizaciôn cris’iana 377. a: su progreso o retroceso estân en relaciôn di­ recta con su adhesiôn a la idee cristiana 378. b: importanda del elemento religioso en el pro­ greso de le civilizaciôn 252: Espefta es la putenda espiritual que puede encarnar la defensa de la civilizaciôn cristiana 563. B. a (cf. Ciencia). Clases: enorme diferencie entre las dos clases 539, a; 540, b; [Closes] 539, a; 540, b; tal dlferencia no es queri da por Dios 541, h; no es justo que una clase excluya a le otra de la partlcipaciôn de los beneficios sociales 544, fi; las enormes dlferencias en­ tre eilas demuestran que no se guardan ni la justicia ni ia caridad 683, a; se disiandaron a partir del siglo XIX merced a las nuevas ideas econômlcas y al adelanto de la industria 540, d. —lucha de: la lucha de stases no es exigida por la naturaleza de la sociedad, antes bien ésta pide una mutua comprensiôn 542, k; no conduce a ningûn resultado bueno, solamente engen­ dre confusiôn y odtos 542, k; 544, n; se promueve aj considé­ rer el trabajo como una mer­ canda 862, k; una economîa sin moral lleva a la lucha de clases 536. b; los remedtus: la consideraciôn de la hermanded de todos los hombres en Cristo 537, c. Codicia: ha llegado a persuadlr a muchos de la licitud de cualquier medio para defender y aumentar las riquezas 380, c-d; cause principal de la apostasia de la masa obrera 380, c; la oraciôn, remedio para sus males 382, c (cf. Riquezas). Colaboraciôn social: es l'îciio negarla cuando lo exige el bien comûn 233, f; grave deber de colaborar a) ordenamiento so­ cial 242. f-g; 686. a: 688, f; es necesario la cooperaciôn de to­ dos para soluclonar las présen­ tes necesidades sociales 88. b-c. Comunlsmo: sus postulados acerca del trabajo 903, B ; ha construîdo en torno al trabajo un falso misticismo que halaga a las masas obreras 864, a; sostiene que la ùnica finalidad de la sociedad es producir y gozar de los bienes producidos 864, b; 865, f; sus teorlas sobre el Es­ tado politico 865, e; la religiôn, “oplo del pueblo” 866, h; de­ grada al obrero, considerândole como una pieza mâs en la mâquina estatal 865, c-f; su apnenaza sobre la sociedad moderna 251 ; sus efectos serân el terro­ risme y la disoluciôn social 866, g; la economîa liberal le pré­ paré la adhesiôn de los obreros 239, d; una campafia contra él exige ideas claras, voluntades enérgicas, corazones amplios 563. B. 2-3; para luchar contra él no es bueno ponerse a la defenslva, sino instaurar la justi­ cia y caridad, sociales 292, V, B ; Indice de materias IComimlsmoJ para opunerle un bloque esplritual hay que difundir el contenido social del Evangelio y de los Pontifices 563, III; la doc­ trina social de la Iglesia es la unica que puede salvar al mun­ do del comunlsmo 241, i; colaboraciôn de Espana en la lucha anticomunista 563, III. Concupiscenda: aun borrado el pecado, no desaparece la concu­ piscenda 630, 3; no puede el hombre librarse de ella en esta vida 779, f-g; es mâs fuerte en quienes gozan d vive de les reservas espiri’uales cristianas 377. a: su carâcter so­ cial 139: la masa obrern se ha apartado de é! a consecuencia del desenfreno de las pasiones, ospeclalmente de la codicla 380, c; el haber orescindido de sus precentos como norma de vida familier v social, causa de los males présentes 230. h: es formador dp hombres de carâcter 290. VI-VTI; no es ajeno a la vida social ni contrario a la clvillzaclân v progreso 702. Il; el cumnllmiento de sus obllgariones no incanaclta ni 1mnide al cristiano mnvprse en les dlversas esteras de la vida social 702 11: lleva v aleg^e le vida nor medio de la esperan­ Crisza 728. C (cf Cat tianos. iglesia. Religion, Vida cristiana). Cristianos: dlgnldad del ser crlstiano 355. a; 611: es’ân colocedns en un eleva do cs’ado de perfecciôn ontniôctca 154 e; to­ da su grandeza se dériva de su unlôn con Cristo oor le gra­ cia 450. II: su alttsima vocaclôn 271. c: el cristiano. pre­ cursor de Cristo en la sociedad 449 : 475. b: quienes creen en Cristo deben segulrle con to­ das sus consecuencias 835, b-c; [Cristianos] ban de reproducir en su vida el ejemplo y las doctrines de Cristo 782, b; 788, b; 295, ΙΠ, A; ellos, que estân obltgados a ser ejemplares, niegan a Cris­ to con su conducta 633, e; al no dar testimonio de Cristo con sus vidas, son causa de gran­ des males 295, III, B; debe asemejarse a Cristo contradecldo 614; su obligaciôn de acrecen­ ter su vida esplritual 420, C, b; la caridad es su sefial distintiva 162, 1: 267, II: su lema: hacer el bien a ejemplo de Cristo 280. III; tienen necesi­ dad de las persecuciones 632; el cristiano perseguido debe responder a sus nerseguidores orando por ellos 634; el verdadero cristiano, objeto de escândalo 269, III: su vida, conceblda como una lucha nor imprimlr la imagen de Cristo en las a’rnas. serâ Humlnada por la esperanza hasta la hora de la muerte 734. III: sus motivos esoeciales pare ser puros 719, IV. B: cômo cumplen las promesas que hicieron en el beutismo. e-b: deben distinguirse por su en^ereza y esperanza en las tribulaciones 620. e: su obliga­ ciôn de apostolado 420, C, c; tienen el deber de defender a la Iglesia 698. e; todos sin excepciôn tienen que cooperar al incremento de le Iglesia como miembros suyos 699. a; deben intensificar su acciôn al ver cômo trabajan los enemlgos de Cristo 843: su grave ob’îgaclôn de colaborar al ordenemlento de la sociedad 242. f-g; no pue­ den nermltirse el descanso en­ te Jas necesldades dei mundo 396 h; ni encerrerse en un cômodo ajslaclonismo ante las •'"'resentes necesldades sociales 88. b-c (cf. CatôJicos). Cristo: su persona: su generaciôn eterna 882, II· imagen consus'enclal con el Padre 883, B; su dlvlnldad 272; derpostrada por los mllagros v las orofeclas 200. 1-2: Cristo. ho^bre per­ fecto: equilibrlo total de sus fncultedes 273: noseîa un aneti‘o sensitivo ademâs de la vo­ luntad raclnnal 645: bellpza de la humanidad de Cristo 792. D: es el Mesias anuncledo en el Antlguo Testamento 156 e: e! CHsto-MIto de |r>s racmnallstas 565. C: Ns nombres de Cristo: Verbo, Hijo, Salvador: relaclôn entre ellos 882: comoaraclôn del nombre “Cristo” con el de “Jesûs” 772, 3: su vida, anunclada por los profetas 162, 2: expectaclôn histôrlce ante su INDICE DE MATERIAS [Crteto: su persona] venida a la tierra 836, A; sus très venides: encarnaciôn, inhabitaciôn, julclo 50, A; 132, 133: su vida publica: situaciôn hislôrica 474. a; pasô su vide, haciendo bien y los hombres le pagaron con la Ingrati Lud 213; Cabeza de su Cuerpo mistlco 420 II; Esposo de la Iglesia 177, 3.°; su unlôn intima con ella 697, c; fundô la Iglesia y le confiriô su propia misiôn 697, b. —Cristo Redentor: Cristo, ûnico redentor y Salvador 767; 787, a; 789, B; 822, A; 797, B; 807 ss. ; 812, A-B; 819, A; 821; 830, C; 837; 875; 893 ; 898; mediador ûnico entre Dios y el hombre 778, d; 785, B-C: 789, B; 814. b; 891, III; 893 ; 895; etapas de su obra redentora: Antiguo Testa­ mento Nuevo y Parusia 21, 1; contraposiciôn entre Jesûs Sal­ vador y el hombre pecador 821; comparaciôn entre Cristo y Adân 782; 838, b; 889; Cristo, nuevo Adân Salvador: doctrina de San Pablo 889; la acciôn redentora fué mâs abundante y mâs universal que la caida de Adân 840, C: con su sacrificio pagô por nosotros la deuda que tenîamos con Dios 629, 2; su doble oblaciôn al Padre 640: Salvador y reparador de todos îles hombres 811, F; 876, c; 891; 887; 56. 3; 385, g; doctrina de San Pablo 888. C: su acciôn re­ dentora se extendiô también a los ângeles 791; se inicla en la Encarnaciôn y se consuma en el Calvarlo 678. a: voluntariedad de su entrega 640; cualquier acto suyo pudo bastar para salvarnos, pero escogiô el dolor 679, a: 831; 834, b; el fin de la redenciôn fué sanar los efectos del pecado 624, a: le obra de la redenciôn se consumarâ en el clelo 898. VII ; el julclo universal serâ el momen­ to de su triunfo definitivo 87; 62; nos liberta de la servidumbre del demonlo 61. 2; aceptô sufrir por obediencia y amor al Padre, pero libremente 615: en qué sentldo querîa Dios los Îjadecimientos de Cristo 645; a a parte sensitiva de Cristo repugnaban los sufrimientos. pe­ ro su voluntad los aceptô gozosa 645; sus sufrimientos deben «lenternos en nuestras mortlflcaciones 403; nuestra cooperaciôn al sacrificio de Cristo 630; Cristo contlnûa satisfa­ ciendo por nuestros pecados 839, b; salvaciôn para unos. 915 LCristo Redentor] ruina para oiros 613, 19; 638; 667 ; vino al mundo para sanar los efectos del pecado 624. a; bajô del cielo para que nos­ otros pudiéramos subir a él 625, 1 ; se encarnô para poder morir por nosotros 628; nos re­ concilia con el Padre 61, 1; su redenciôn le constituye en juez universal 56, 3; Cristo, vencedor de la muerte, de la cual nos salvô 812-13; 876 B-C; 895; 87; con su muerte nos ganô la inmortalidad 625, 2 ; 34, 4; Cris­ to, vencedor del demonio 815, c; 891; nos librô de la servidumbre que produce el pecado 61; para que se nos apliquen los frutos de la redenciôn es ne­ cesaria nuestra cooperaciôn 892, IV; 894, II; 897, VI; quiénes no se aprovechan de su re­ denciôn: los que o no le conocen, o no creen en El, o no le siguen · 834, C; la Iglesia es depositaria de sus méritos 780, h; Mar a, Corredentora 609. —Cristo Juez: es Juez sapientisimo 56, 1; Juez en cuanto Rey 82; juez en cuanto hombre: mo­ tivos 55; juez de toda la natu­ raleza 56, 3; cuando venga a castigar serâ irresistible; corrijâmonos antes 49, D; nos juzgarâ quien conoce experimentalmente nuestras flaquezas 67; puede usar de la justicia o de la misericordia; de nosotros de­ pende 879, IV; quienes ahora le reciban poire y humilde serân recibid|Os por Êl el dia del juicio 118, III ; solamente con una cosa se le puede sobornar 48788; la ûltima venida de Cristo 24; comparaciôn de sus dos venidas 37, a; su venida gloriosa en desquite de su ignominiosa pasiôn 56, 2; para prevenirnos a su venida vigilemos 80, 1; apoteosis de su triunfo en el juicio final 57, c; 125, V. —Cristo Sacerdote: Cristo, Rey y Sacerdote para nuestra sal­ vaciôn 618, d ; Sacerdote v vic­ tima 609; se ofreciô a si mis­ mo porque El era la ûnica vic­ tima pura 628, d. —Cristo Rey: Cristo superior a todos los reyes de la tierra 842, c; Rey y Sacerdote para nues­ tra salvaciôn 628, d ; el haber sido redimidos por Cristo nos somete a su imperio 56. 3; por ser Rey es también Juez 82; plenitud de sus poderes: su actuacion en el juicio final 26. 3: en el relno de Cristo es ley fundamental servir a la verdad v a la caridad 387. b; su rtd* 916 INDICE DE MATERIAS (Cristo Roy] nado en la familia 379; su rei­ nado en la sociedad 442, 379; reforma social necesaria para que este relnado sea efectivo 539; el reinadp de Cristo en la vida privada y pùblica traerâ la paz 378, cL —Cristo en la vida del hombre: centro de toda la vida esplritual 574( A-B : su comunicaciôn vital con los hombres por me­ dio de la gracia 878, II; 890, D; 199. b; 52, a; 85, a; nuestra asimilaciôn con Cristo 115; “Re­ vesti rse de Jesucristo" 21. 3; lo es todo para nosotros 29, c ; sal­ vaciôn ûnica del hombre 807 ss. ; 878; ûnica luz; fuera de El to­ do sn tinieblas 133. 1: 32, 1 ; es la vida; quien no estâ con El, estâ muerto 776, e; 32, 1; 133, II; Cristo y la Verdad 775, c; 777. a: 894; 134, III; ûnico ca­ mino para la verdad 773; 775, b; consolador de todo mal 611, 8; ûnico fundamento de la auténtica alegria 412; 440; médico del cuerpo y del aima 798, C; 807-8; estâ representado en los pobres; cuanto hacemos con ellos, con Cristo lo hacemos 446, B: 42; 69, A; 349. b; 130, I, B; habiendo vivido la pobreza, tie­ ne predilecciôn por los pobres 396, a: Cristo, evangelizador de los pobres 163, 3 : 282, I; 282; los ricos y Cristo 284, I; tam­ bién se ha quedado con nos­ otros en la persona de los su­ periores 349 b: necesidad de dar testimonio de El con nues­ tra conducta 445, III; quienes creen en El deben se en! rie con todas sus consecuencias 835, b-c; cuân pocos le siguen 509, E: es inadmisible la fôrmula: “Dios. si; Cristo, no” 782. c; quien no estâ con El, estâ con­ tra El 780, a; 698. f; los que de verdad le siguen sufrirân tribulaciones 485, d ; 678, e ; pa­ ra seguirle es Imprescindible la penitencia 573 ; 816; su programa, opuesto a nuestras Inclinâciones; hemos de negamos para estar con El 636: quien cuenta con su ayuda, nada tie­ ne que temer 434, IV, B; la fe en El nos harâ libres 608 ; quien le abandona para verse libre, cae en la esclavitud del error 99, b. —Cristo, modelo del hombre: mo­ dèle do humildad 325-26 : 429, B; 184. B; 660 ; 833. a; 838, b; de paclencla 348, a; de obedien­ cia 717; de sumisiôn a la auto­ ridad 848, n ; de pobreza 282, HT; en acaptar las bu miliaci o- [Cristo, modelo] nés 665, a; en su humillaclôn al encarnarse 51, b; en 'a mortlfl. caclôn de las pasiones 831. D; en despreclar a las crlaturas 516, B; siempre antes de ensefiar nos da ejemplo 332, a; 430. V. —Cristo en la sociedad: es el centro de la historia ael mun­ do 560: Cristo, ayer, hov y siempre 133; es el gran desconocldo nera la sociedad 445; su influenda social hlstôrlca 840, D; Salvador del bienestar so­ cial de los pueblos 885 Cris’o v el pueblo senclllo 283. VI-VTI; lazo de uniôn entre los pueblos 157. B; el haberse apartado la sociedad de El le ha trafdo mu­ chos males 843-48 ss. : 899, III; 98. a; 230. h: es el remedln ûni­ co de los males sociales 843-48; 851-53 : 989 : 233, a: 240. e: sus preenrsores en !a sociedad: los crlstlanos 449: princiolo y fin de la autoridad 900: dignlficador del trabajo 859. b-d; su persona v su doctrina como so. luclôn a los problèmes del mundo del trabajn 902· Cristo, obieto de escândalo 268: 163-4; sefial de contradicciôn 734 : 474, c: 614: 667 ss. ; la lucha contra El conti nûa contra su Iglesia 696, a. CriterHs: es necesaria una sana amplltud de criterlos 477. c: es­ to es necesario pare, comprender a los demâs 194. Cruz; todos. ricos v nobres. tienen aue llevar la suva si auieren salvarse 508 D; n”nca careceremos de ella: IJevémnsle en sllencio v gozosos 677. a; nocos la llevan como deben 509, cada uno tiene aue llevar su cruz; nero Dios se la manda aproplada a sus fuerzas 816 (cf. Tribulaciones). de Cristo: comparaciôn entre la cruz v e] âr 1 del oarafso 783, C; sefial de contradicciôn: locura v derrota nara el mun­ do. mérlto ante Dios 25: serâ una acusaclôn, en el juicio fi­ nal, contra los que no se aprovecharon de la redenciôn 25; su poder admirable: es la sefial del triunfo de Cristo 25: bie­ nes que nos tree la contemptaciôn de la cruz de Cr'sto 818. Cuerpo: nuestro cuerpo es deleznable, polvo 354, a; se purifica con la oraciôn y mortiflcaclôn 649, c; no estamos en esta vida para dar contento al cuerpo 482. 1; su glorificaciôn en el juicio final 125, III. —glorioso: sus dotes 44: su‘hermosura no admlte parangôn en la tierra 35, 5; resurrecciôp del ÎNDICE DE MATERIAS r-— ■ " [Cuerpo glorioso] cuerpo glorioso (cf. Resnrrecciôn). Cuerpo mistico: Cristo, Cabeza 420. II: somos miembros de Je­ sucristo 419; 774. a: le Iglesia, Cuerpo de Cristo 278, D; 696, a; 697. c: concepciôn paulina 435, VII-VIII ; miembros vivos y miembros muertos 420. II, B; diversôs grados de vida en sus miembros 420. C; cada uno de sus miembros tiene una doble conexlôn: con Cristo. Cabeza, y con los hombres 435. VIIIÏX; este dogma es fundamento de nuestra futura resurrecciôn 43, b; cada miembro tiene asignada por Dios una misiôn es­ pecial 386, I; 451, a; hemos de ayudarnos mutuamentç 182, f; la envidia rompe esta uniôn y comunicaclôn de bienes 182, f; 266 II, B; la integraciôn de todos los hombres en Cristo de­ be evitar toda dlsensiôn entre ellos 158, d: cada miembro es instrumento para aumen'ar en los demâs la vida 435. VIII: la soclabllldad humana v el Cuer­ po mistico 140, IV; la concien­ da de esta uniôn de todos los hombres en Cristo debe soluclonar los roces en el mundo del trabajo 96 e: el conocimien­ to de esta realidad nuede con­ tribute eficezmente a la refor­ ma social 547, v; necesldad que tlenen sus miembros. por el hecho de serlo de le peniten­ cia corporal 576, C: todos los que sufren oor la fe. estân unidns con Cristo - Obeza, que también sufrlô 633. b. Cuestiân social: su gravedad 97, a; su estado actual es un gran pecado de la sociedad moder­ na 294. I; no es sôlo cuestlôn econômica. sino princlpalmente moral y religiosa 90, c: su pun­ to neurâlgico es el problema obrero 238, su soluciôn es dlficll, pero urgente 393, d; es el problema que mâs preocupa en nuestros tiempos 393, e; si no se resuelve prontamente, serâ Imposible garantlzar la paz y evitar la revoluciôn 394, f ; para soluclonarlo tiene aûn mâs Importanda la caridad que la justicia 683, a; la Iglesia no puede permanecer indiferente ante ella 393. b; la Iglesia con­ voca a sus hijos mâs fieles dlspuestos al sacrificio a una cruzada para solucionarla 394. g; los obreros cristianos, con su conducta recta y bien unidos, pueden cooperar a soludonarla 684, c; funciôn supleg: 917 [Cuestiôn social] toria del Estado en su solu­ ciôn : textos pontificios Loeber: es dificil cumplirlo por la oposicién de las pasiones 578, II; contribuciôn al bien comûn mediante el exacto cumplimiento del deber 535, p; no se pue­ de abandonar ni aun con pré­ texte de piedad o apostolado 579, B; en su cumpllmlento consiste la penitencia que Dios nos exige 577; el cumplimiento fiel del deber en las revelaciones de Maria Santisima en Fâtima : una carta de L.ucia 578. Demonio: por el pecado quedamos sometidos a él 60, 2; pero Cristo, con su muerte, nos libra de sus manos; la victoria de Cristo sobre él 815. c ; 891 ; cuâles son sus pompas 77, 4°. Derecho: natural: ha de ser el fundamento de toda ley po­ sitiva 846. g; 854, c; le socie­ dad no puede privar al hombre de sus derechos naturales ni hacerle imposible su uso 228, c; el sujeto de derecho es el hombre, no en su naturaleza ipura, sino sobrenatu ralizada 232, c: el cumplimiento de sus leyes. remedio pera los males de la sociedad moderne 815, a. —interna-cimal : estâ en crisis por la desconfianza e infidelidad en ias relaclones internacionales 390. i (cf. Ordenammnto juridicn, Pnsitlvismo juridico) Dios: sus mlsterios 215, 1; cômo por la creaciôn conocemos su naturaleza 773; a El sôlo pode­ mos llegar por el conocimiento y el amor 703, o; su omnisciencla v omninresencla 492. 3; su infallbilidad, 799, a; 881 A-B; su omnlpresencia, motivo de temor para el pecador v de ale­ gria para el justo 349, e; nos diô el ser y nos lo conserva 418, A, b; siempre es bueno, aun cuando castiga 617; sus deslgnios no fallen 27, 3; no se despreocupa de sus crlaturas 559. I, C’; su voluntad salvifica universal 385, g; 581, A; 38, 2; desea salvar y no condenar aj pecador 618, c; odla al pecado, pero ama el pecador 492 . 4; aunque calla, ve y odia el pe­ cado 39, 3: su si 1 ericio actual no es signo de despreocupaclôn; observa las obras humanas pa­ ra premiarlas o cestigarlas 37; se porta con el pecador como juez. médlco v maestro 618, c; diversos modos que tiene para llamar al pecador 512, A; pre­ tender luchar contra EL es una insensatez 74, 4.°; ventajas. de 918 INDICE DE MATERIAS [Dios] tenerlo por amigo y perjuicios que ecarrea su enecnistad 621; por pequefios trabajos paga abundantemente 29, b; su im­ perio es suave v alegre 76. 2.°; los que no quieren someterse e. y se someterân a la fuerza a vugos mâs pesados 76. l.°, 3.°; ï)ios providente, cf. Providen­ da; Dios creador, cf. Creaciôn; Dios mlsericordioso. cf. Mise­ ricordia: Dios juez, cf. Cristo .Inez, Justicia; Dios y êl aima, cf. Cniôn; amor de Dios, cf. Amor. Dol r: es camlno de santidad 738, ΙΠ; sus bienes 738; como sa­ tisfacciôn y tributo a Dios 737, b: su valor purificador del aima 737, B; nos conduce a Dios 675, A; como penitencia 737, c; prueba dei emor 737, C; nos descubre le verdadera realidad de la vida 677, d: so-luclôn cristia­ na al nroblema del dolor 736: diferentes posturas del hombre ante él 413, II; su remedio no estâ en la sabidurîa estolca, sino en la ategria del que posée a Cristo 413, a-b; Cristo lo escoedô oara salvarnos 679; iam­ bi én repugnabe a Cristo, pero lo aceo’ô goz'-so 645: en lusar de quejarse de él es preferible pedlr a Dios fuerzas v resignaclôn 107, IV: los siete dolo­ res de Maria, cf. Maria. conomfa: la reacciôn contra el libéralisme econômico ha 11evado al paternalisme lâboral 756: la sltuaciôn econômica mo­ derna se caracteriza oor la acumulaclôn de riquezas en manos de unes pocos 541, f; tal concen’raclôn de riquezas produ­ ce graves conflictos 541, g; el deseoullibrlo econômico causa grandes males en la sociedad moderna 852. a; la competenda econômlca no moderada ha producldo las enormes riquezas de algunas y Ia miseria de mu­ chos 541,’f; todo el campo eco­ nômico quedô invadido por los principi os dei canit a’ismo 382, g: su organizadôn moderna embnta las conciendas 380. c; la dismlnuciôn de les responsabilldades indivlduâles en el cemno économie© bajo la capa de sociedades enônlmas hl cielo al reciblrle nosotros en la tierra 69, B; Crlsto permanece en ella por amor, que no sabemos agradecer 71, D; Cristo desea ardlentemente estar con nosotros; recibâmosle 72; no recibir a Cris­ to cuando El implora posada es sefial de reprobaciôn 70; si conoclésemos de verdad a Crls­ to, lo reciblriamos mâs y me­ jor 349. d; cuando no nos cuidamos de recibir a Cristo, estamos cayendo bajo la sentencia del juicio 70; consideraclones para movernos a reciblrle 71, D; quien le hubiese recibido bien, se salvarâ 70; la proximidad de Cristo, que viene a nosotros, debe llenarms de ale­ gria 414, V, B; necesidad de m a. prepararse para reciblrle 500, Evangelio: es combe tl do porque exige y molesta 670. c; su hlstorlcldad v enemigos de ella 564; su eficacla: una frase con­ vier te a Javier 708. F amilia: el relnado de Cristo en ia familia 379: dafios que le acarrea una ordenaciôn social que prescinde de Dios 846. h; es preciso conservar y reediflcar la vide cristiana de la fa­ milia 704; es necesario prompver la oraciôn en familia 382, a; sus derechos y deberes funda­ mentales en la educaciôn 700; su deber éducative se extiende no sôlo a la educaciôn religio­ sa y moral, sino también a la fisica y civil 703. m. Fe; oscuridad 204; raclonabllldad 205, a; su firmeze fundeda en la veracidad de Dios 204, A; 206. b; Dios tiene derecho a exigirnos que creamos 214, 1; su prueba son los mllagros 213, C; sus enemigos: la Indlferencla 215, 2; es la base de la esperanza 234. b; 611: es necesa­ ria para ]a salvaciôn 784, A; pero no basta, se necesitan tam­ bién las obras 835. b; 207. a; fe y moral son inseparables 215, E; nuestra conducta debe 921 [Fe] ajusteras a nuestra fe 83, C; cuando vacila desaperece tam­ bién la fraternldad, que pierde su fuerza 231, a: qultada la fe en Dios. cae la lev moral v es inevitable la ruine de Ins pue­ blos 390, 1; su necesidad para el hombre de acciôn 292 VI, A; la fe como fundamento de la formaciôn del carâcter 289, IV, B: como remedio de los males sodales 240. f; es el fun­ damento de la estabilldad del orden social 536, a; darâ vigor y prudencie ante los pellgros dei mundo moderno 251: la fe en Cristo nos harâ libres 608; fundamento y garantîa de responsabilidad y solvenda moral 449, C; su acciôn purificadora del aima 648. C (cf. Cristianismo, Religiôn). Felicidad: consiste en la visiôn de Dios; aqui por la fe des­ pués cara a cara 57. c; 329: no se puede conseguir al margen de Dios o en pugna contra El 74, 4.°: felicidad en el mundo y felicidad en Dins 829, C; nos oculta la realldad de la vida, que sôlo él dolor nos descubre Fidelidad: virtud esencial al sacerdote 473, 1; ser fiel a las insplraciones de Dios es medio necesario nara encontrar la naz interior 272. B-C: Maria Santîsima, ejemplo de fldelldad a la gracia 664. B; para garantizarle en las relaciones internacionales es necesario crear Instltuclones adecuadas 390. k; 449, B; hay que volver a la fldelidad. fundamento de la jus­ ticia, para hacer observar los tratados y facilitar asi la con­ vivenda internacional 390, j; Filiaciôn adoptiva: el hombre, hijo adoptivo de Dios 883. III, B; la obtenemos mediante el Espiritu Santo 607; todos sus bénéficies los perdemos por ed pecado 60, 1. Fin: cuâ] es y cuâJ no es él fin del hombre 507, b; nuestro fin sobrenatural debe ser el punto de referenda de todas nuestras acclones 507, c; todos los fines particulares de esta vida hay que subordlnarlos al fin supre­ mo: Dios 229. d. Fortaleza: naturaleza 287. III; ira y fortaleza 288, V: temeridad v fortaleza 288, B; sus ac­ tos: acometer y reslstlr 287. IV; su relaciôn con el entendlmlento y la voluntad 287, B; no suprime las pasiones 288, V; se perfecciona con ia dulzura 290. VIII; el carâcter y la fortaleza 922 INDICE DE MA Π. RI.IS f Fortaleza) 287: de acciôn y for­ pretaleza exigen los tlem ΠICS un modelo: Juan Bautista 288, Fracasos: no se han de temer en las obras de Dios 415, b, 4; a pesar de ellos, no hay que desal en tarse 417, B, d. nombres s VI. fobernantes; tienen gran digni­ dad, pero también gran responsabilldad y peligro de salvarse 356. a; su ideal debe ser former a Cristo en la sociedad 734, d; ellos y los sùbditos estân sujetos sobre todo a la autoridad de Dios 693. j; han de ser pa­ dres y protectores de los po­ bres, no opresores 356. c; aeben procurer que la justicia social informe todo el orden ju­ ridico v econômico 545. rr; el factor religioso va siendo tenido en cuenta por los que iratan de ordenar la sociedad 538, g. Gloria: Dios juzga la celebridad y el honor con crlterioa distin­ tos de los nuestros 260-61; la gloria de Cris’o y la gloria del mundo 873; buscar la gloria del mundo es vade iluslôn que no sacla el aima 708. C; mâs que con éxitos. se da gloria a Dios con paciencia en las adversldades 665, a (cf. Honores, Honra). Gozo: el hombre ha sido creado para gozar 385. g; no puede ser completo en este vida; lo serâ en el cielo 441, D-E; gozo Inefable del cielo 54, b; 826. 2; nues­ tro gozo pleno en Jesucristo 440; no estâ el mérito en gozar. sino en padecer y emar 715 conve­ ne a lus justos y a los pecado­ res 333 ; 430, V. —mudelos: Crlsto 325-26; 429, B; 184, B; 660; Maria Santlsima 611; 660: Juan Bautista 190, 1; 175, a; 257, V; 313, L; 316, 10; 323; 429, I; 346, A. Humiilaciôn: humillaciôn de Cris­ to al encarnarse 833, a; 838, b; Cristo y Maria Sant.sima nos clan ejemplo; no buscan librarse de ella 665, a; camino para ir a Cristo 669, c; repugna a ilos que tienen la sabiduria y el espiritu del mundo 668. glesia: natüraleza y misiôn: so­ ciedad fundada por Crlsto 697, b; 229, f; sociedad perfecta, maestra y guia de las demâs socledades 379; es sociedad per­ fecta no sometida al Estado 693, h; es perenne, mientras pasan las instltuciones humanas 276, IV-V; su catollcidad 276, III; 278, C; su u ni versalldad 229. f; 856, d; 697, b; es socie­ dad supranacional 856, d; no pretende consiituir un imperio mundlal terreno ni intervenir en lo meramente temporal 857, f; apostolicldad 278, D; su existencla y desarrollo son un midagro moral 275; 214; es el Cuer­ po mistico de Crlsto 278, D; 696, e; 697, c; su intima uniôn con Cristo 856, b: 857. c; 697, c; Cristo y su esposa 177, 3.°; su seguridad estâ en Crlsto, su cabeza, 385, f; deposltana de los ■mérltos de Cristo 780, h; su santldad credente: ôrdenes re­ ligiosas, vida de oraciôn, canonizaclones 278, B; su unldad: dogmâtica. discipliner, juri­ dica 277, VI; su unldad se ■muestra en le solidarlded de todos los fieles con el Pontiflcedo 376, c-d ; objen quien entendra la riqueza de Dios 743, c; dlferenclas entre los pueblos 535, q ; deben ser la oration de quieiud y la meespeclalmente protegldog por el dltaciôn discursive 407 X; esEstado, como mâs débiles 672. 'pirltu de oraciôn y actu de c; los obreros cristianos, con orar 743, 2, B; dos mudos de su conducta recta y bien uniorar: prâcticas especiaies; slmdos, pueden cooperar mucho a ?Je uniôn del corazôn con Dios solucionar la cuestiôn social 42. II, A; oraciôn y munlfico684, c; el no remediar su mala ciôn, virtu des conexas 655; pa­ situaclôn social puede condticirra orar bien no se necesilan 103 a provocar una violenta métodos 661; condiciones para una buena oraciôn 661; qué he­ perturbaclôn social 104, b: tan­ rn >3 de pedir 499. c; condicio­ to como el bienestar econômico nes para ser oida 310, 6; para necesitan una formaciôn moral que sea oida es muy ebcaz que y religiosa 90. c; no es cierto veya recornendada por las que por una ley econômica fa­ obras de misericordia 489; retal estén condenados a la po­ comendaciôn y ventajas de la breza 685. d; se ha impedido oraciôn nocturna 744, III. a veces que la voz del Papa —necesidad: el precepto de dedillegase hasta ellos 547. x; tris­ car a la oraciôn un tiempo tes condiciones de vida de los determlnado: modos de cumobreros agricolas 540, d; es plirlo 743, C; le oraciôn cons­ insostenible la situaclôn de los tante 742, I; p>r el bautismo obreros agricolas 236, b; paquedamos obllgados a orar ternallsmo laboral 756; no es310, 6; su necesidao para el tân suflclentemente protegldos hombre de acciôn 292, E; es 682, b; muchos pierden la fe necesario promover la oraciôn porque se les explotaba y en en familia 382, a; la necesiianlnguna parte encontraron ca­ mos diariamente para obtener rldad 684, c; es necesario esla protecciôn divina y dar gra­ tlmuiar la creaclôn de asociacies 744; para la elecclôn de ciones obreras que defiendan estado 438, C. sus Intereses 689, d; abusar de —efeclos: es fuenle de alegria ellos con afân de lucro es con­ 413, III; es incompatible con tra todo derecho divino y hu­ las discordias entre los pueblos mano 685. f; el liberalismo les 383, d; su eflclencla para resnegaba contra justicia el deretablecer el equlllbrlo en el re ho de asoeiaclôn 689. c. tiemundo del trataJo 382, c; cuânnen derecho a vlvir de su tra­ to contribuye e la conserva-clôn bajo y, por tanto, a un salario de la paz 383, d; diamtnuye las suflclente para sus necesida­ preocu'peclones temporales 415, des 749, B, b; se hullan degrab, 3; con ella podran ser vendados por el réglmen capitalis­ cidos los males soclâies 382. ts de trabajo 862, j; 864, n; b-c; su valor expiatorio 631; re­ la apostasia de la masa obrera medio para la codlcla 382. c. INDICE DE MATERIAS Orden nuevo: todos asf/lran a un orden nuevo. pero cspeclaJ■mente las clases obreras 90, a; hay que rehacer e! mundo desde sus clmientos bajo la gu.a de la Iglesia 90. b: lus direc­ trices de lus Pontifices, fundamentos de un orden cristiano 663, B, 1 ; la Iglesia exhorta a sus hl'os mas ue.es diHpoestos al sacrificio, a una cruzada pa­ ra Implamarlo 394, g; su 1nstauraclôn por Crlsto v los cris­ tianos 294; su necesidad para que Crlsto reine en la sociedad 589; grave deber de colaborar a un ordenamiento social mâs justo 242, f-g; necesidad de trabajar por una profunda refor­ ma social 135: ante las exigen­ das de la reconsi rucciôn social no cabe la fuera ni ia pereza, sino la lucha 98, d: lodu orden nuevo que qulera oromover la paz debe basai se en a ley mo­ ral 853. d; modos de cooperar a su eslableclmlenlo 295, III, C: 851. a; para conseguirlo se segulrâ una rennvaciôn profun­ da del esnrlrilii cristiano 91. a: ver a Cris'o en nuestros prôilnr'S, esneclclmentc en los po­ ires y obreros 447, V: y la restauraciôn de las cos’urnbres crlstlanas 91, b; se ha de esperar or I nci ρα I m en : e como efecio de la carldad cristiana 95, c; para Implamarlo es necesnrlo que Crlsto aoarezca en tnda le vida prlvada ·· social 240. e: el conocimiento de la realldad del Cuerpo mls’lco puede contrlbulr eflcezmenle a 'la cons'iluclôn de un orden nuevo 547. y; un principio que hay que téner en cuenta: la deslgualdad na'ure de los hombres v la necesidad de sufrlr en esta vida 92. c; 140. A; su esabilldad depende de la observanda de las supremas normes de la verdad 390, I; mlslôn de las asoclaclones obreras en ’.a r^stauraci^n Un] nrden social 690. 1· e! obrero tie­ ne que contrlbulr con la moderaciôn y el ahorro 92 b: eflcez cooperaclôn de las mlnorlas para su es'abledmlen'o 291, III; pr>demos acelerer su Implantaclôn cnn le caridad v la justicia social 444, III; no se conseguirâ con la lucha v la revoluclôn. sino con ei trabajo consterne balo las normas do le Justicia cristiana 544. n: se habrâ logrado cuando a todos lieguen los bienes en la rnedida suflclente a sus necesidades 533, 11 (cf. Sociedad: remedies » ses males). 933 Ordenamiento jnridlco; es la proyecclôn externa del orden so­ cial querido por Dios 694, I; es necesario como sosién y protecclôn del orden social 538 a; 694, il· cuando se desconecia del derecho divin» pierde su eflcacie v a la larga se desrnorona 695, n; su unidad Interna depende del predomlnio de lo espiritual. del respeto a la dtgnldad humena 694, I; su funciôn no es dominar, sino deaarrollar la vltalldad de la so­ ciedad 694. Il; 538, a; las nor­ mas fundamen'ales de derecho no pueden ser abrogadas por ser de ley natural 694. rn; cuando se basa en postulados materlalls'as estâ condenado al fra­ cas» 694, I; el que se basa en fundamentos excl u si va mente humanos v en una moral mili­ taria es esenclal mente Insuticiente 695. n (cf. Der*»ch·»). Oriente: su lucha material y esplrltual con Occidente 563. III. Pablo: apostojlcldad de su mlslôn 6C6: modelo de alegr’a 412, 2; su tcologla trlnl'arla 607: su concepciôn del Cuerpo mlstico de CrCst - 435 VTT-VHÎ · sen'ldo de su frase “Revestlrse de Jesicrisio" 21, 3; su doctrina so­ bre Crlsto, nuevo Adz’n Salva­ dor 889; snbre la universalldad de la redenciôn 888. C; sobre la limosna 167, b. radre*·: son cooperadores de Dios para poblar el mundo de hum­ ores y el cielo de santos 726, I: deben considerar a sus hijos como un tesoro que Dios ha putsto en sus manos 699 c; su misiôn es formar a Cristo en sus hijos 726; han de ver a Crlsto en sus hijos v procurar 3ue sean una au'éntlca reproucclôn de El 446. IV. b: la gran dlgnldad de su misiôn 727, B; su misiôn mâs elevada es la pd"raclôn crls'lana de sus hijos 752, IV; ellos tlenen prlmarlarnente el deber v el de­ recho de educar a sus hijos 700 ss. : con frecuencla, por su escasa preparaclôn, desculdan este deber gravfslmo 701. h; no deben conflar totaJmente la educaclôn de sus hlj.»s a per­ sonos ajenas 752, C; su alegria cuando havan cumnlldo su mlslôn educadnra 727. C: la es­ peranza del padre cristiano en la educaclôn de sus hijos 750; cômo se han de porter anie la vocaciôn religiosa de «us hijos 666, c· gozo v consuelos de te­ ner un hijo sacerdote 666, c; no fatten quienes dedlcan al INDICE DE MATERIAS 934 I Padres] se.vicio de Dios a los hijos in­ capaces de briller en el mundo 666, c. Paganismo: la sociedad moderna ha vuelto al paganismo 845, f ; el paganismo moderno, conse­ cuencia dei laicismo 98, a; la humildad era desconocida en el mundo pagano 324, a; 429, B. Palabra de Dios: sus ofectos en las almas 558, III, a; la since­ ridad es muy buena disposiciôn para que fructifique 389. h; responsabilidad de quienes la oyen y no la dejan fructificar 880, IV, B (cf. Predlcaclôn ). Pasiones: en sacrificar sus exigencias consiste la entrega a Dios 662, b; en m ierarlas con­ siste la auténtica piedad 662 b-c; mientras no estén dominadas no serâ, posible gozar de Cristo en nuestra alma 442, IV C; si se cede al principio, lue­ go no se puede volver atras 161; son mâs violentas en quie­ nes gozan de bienestar 191, b : aunque se condescienda con ellas, nunca saciarân el alma 517, b; para luchar contra ellas necesltamog la gracia 825, 1; no nos abandonarân hasta la muerte 80, 2; es necesario mortificarlas, el ejemplo de Cristo 831. D; nos dificultan el cum­ plimiento del deber 578, II; especialmente la de codicia es la raiz de la apostasia de la fe en nuestros tiempos 380, c; sus males: privan al aima de Dios. la cansan y atormentan 516, C (cf. Concupiscenda). Paternalisme: el estado paternalista 753; paternalism© laboral 756; reprobaciôn del pater­ nalisme que pretende dar al obrero a titulo de caridad lo que se le debe por justicia 587, a. Patria: no es lo mismo que Es­ tado 561, 1, a. Patriotismo: diferencia entre pa­ triotismo y ciudadania 561, 1, b. Patronos: hay que tender hacia una organizaciôn corporativa que implante la solidaridad en­ tre los patronos y obreros 230. 1; mejorarân sus relaciones con los obreros si los miran co­ mo hermanos, miembros de un mismo Cuerpo mistico 96, e; hay quienes por afân de lucro abusan de los obreros contra toda justicia y humanidad 237. d; abusar de log obreros con afân de lucro es contra todo derecho divino y humano 685, f; utilizaron a veces a los · -J I · [ Patronos] obreros como meros instrumentos, sin preocuparse de sus ai­ mas 381, e; defraudat el justo salario a sus obreros es un gran crimen 685, f ; deben dar al obrero no el salario m nimo con el que éste estâ dispuesto a trabajar, sino aquel que bas­ ta a cubrir sus necesidades 749, B, b; son de alabar quie­ nes tratan de ayudar a los pro­ letarios 683, d : no deben perjudicar, sino favorecer a los obreros como mâs débiles 682, b; les serâ Licito burlar las le­ yes que ordenen de tal modoprecios y salarios que no les dejen màrgen de bénéficies 750 b; su actitud proteccionis­ ta ante los obreros ha de ser transitoria 757, IV; porque han de procurer la formaciôn de sus obreros para que ellos puedan bastarse y defenderse por medio de instituciones apropiadas 758; patemalismo laboral 756 (cf. Empresa, Capital, Obre­ ros, Salario). Paz: interior: la imperturbable paz de Dios 311, 7; en esta vida no se encuentra la paz 46; la paz perfecta ùnicamente la conseguiremos en el cielo 45, 3 ; 47, b; la esperanza, garantïa de paz 730, b; engendra la alegria 308; para encontrarla es nece­ sario ser fieles a las inspiraclones de Dios 272, B-C; sôlo en la humildad se puede encontrar 333; es especialmente necesaria a quienes dirigen a los pueblos 383, d. —social: no consiste en aferrarse obstinadamente a lo antiguo ni en ausentarse de los problemas que présenta el mundo mo­ derno 395, e ; hay que conser­ vai· a toda costa la paz entre lag naciones 230, y; pero no se conserguirâ si no hay senti­ mientos de patemidad y fidelidad a los pactos 230, g; para conseguirla es necesario remo­ ver las causas que agravan el peligro de guerra: penuria de materias primas y estrechez dei territorio nacional para ali­ mentât a sus habitantes 543 m ; se fomentarâ mediante una concepciôn cristiana del traba­ jo 860. e: corre el peligro de ser perturbada por quienes, a causa de sus excesivas mise­ rias, pueden provocar una revoluciôn social .539, d: todo or­ den social que quiera prcvnover la paz debe basarse en la ley moral 853. d; la ley civil, garantia de la paz social 748, II, Indice de [Paz social] C ; se conseguirâ ùnicamente cuando Cristo reine en la vida privada y pûblica 378, d; Cris­ to, Salvador del bienestar y paz social 885; no es posible garantizarla si no se resuelve el'icazmente la cuestiôn social 394, f; la acciôn de la Iglesia es imprescindible para conseguirla 856, a, c; cuanto contribuye la oraciôn a conseguirlo 383, d; la destruye el egoismo 885, U. Pecado: naturaleza: definiciôn 823, 1; es una ofensa y rebeliôn contra Dios 570, II ; es una rebeliôn contra la razôn 84, E; es incompatible con .la gracia 570, ΓΙΙ ; 581, l.° ; razones de su malicia: los efectos que pro- cado venial no debe despreciarse por ser pequeno 490, c; es el mayor mal del hombre 822 ; 824; los cometemos por negligencia, poc concupiscenda, por malicia 344, A ; todos somos pecadores 329, 1-4; 430, III; 495, 5.°; es efecto de la falta de hu­ mildad 660, A; la falta de vigi­ lancia, causa de pecados 78, b. —original : la caida : Adân-Eva ; la restauraciôn ; Cristo-Maria, 782-84; su idea en el Antiguo Testamento 610; por él incurrimos en una doble muerte: del cuerpo y del aima 33, 2; la ac­ ciôn redentora de Cristo fué mâs abundante y universal que la caida de Adân 840, C; con­ secuencia suya son las pasiones desordenadas 380, c; viciô a la naturaleza humana 807 ; 825, 1; todavia persisten sus efectos: debilidad de la voluntad y tendencias desordena­ das 384, d. —castigo: doble castigo: tempo­ ral y eterno 120, I; 824, 2-3; en si mismo ya es un castigo 60. 3; a veces Dios permite, en castigo, el endurecimien’o de concienda 79, 3.°; 129, B: los ipecados de omisiôn y la sentencia del juicio final 131; 26, 3. —efectos: diversos efectos 822, 3; sus consecuencias a través de la historia 202, 2; importa reato de pena y de culpa; cômo se quiten ambos 646. C: convierte al pecador de amigo de Dios en siervo del demonio 571. C; causa la muerte al almu porque destruye su vida divi­ na 570. Ill: 581. 3.°: hace al hombre objeto de la ira de Dios 570, II, B; 581, 2.«; 60, 1; el pecado. mal de Dios y del hombre 570 : 823. 1: 581. C, b; el primer perjudicado con ci ! ' i I ; i ! j MATERIAS 935 [Pecado: efectos] pecado es el .i..smo pecador 824 ; la muerte, efecto del pecado 878, e; 896, U; impide ver a Cristo, luz y verdad del aima 33; nos separa de Dios 490, a; nos somete al demonio 60, 2: quita al hombre la libertad, haciéndodo esclavo 60; 778, c; los hâbitos de pecado hacen que no se aprecie su gravedad y endurecen la concienda 39; imipide merecer 60, 3. —perdôn: para sanar sus efectos vino Dios al mundo 624, a; en qué consiste la remisiôn del pe­ cado 503, A-B; el milagro del perdôn de los pecados 217, a; cômo se perdona la cuipa y la pena 646, C; aunque sean mu­ chos, mayor es la misericordia de Dios 497, c; Dios ûnicamente nos exige el arrepentimiento para perdonarnos 828, b; necesidad del arrepentimiento 518, B; 581, C; no hay perdôn sin penitencia: razôn ÿ explicaciôn teolôgica 503 ; 480, e; peniten­ cia y perdôn de los pecados: testimonio de la Escritura 497, c; la expiadôn por la peniten­ cia 549. II; también para la remisiôn del pecado venial es necesaria la penitencia 504, C; necesidad del propôsito de enmienda 519, a; el bautismo de Juan y la remisiôn de los peca­ dos 478, 4; 510, C; necesidad de la humildad para alcanzarlo 333, b; 430, V; la limosna y el perdôn de los pecados 584, C; 586. B: 592, C; aun perdonado el pecado, permanece la concupiscenda 630, 3; modos de satisfacer por él 630, e; valor expiatorio de las tribulaciones voluntarlamente aceptadas 614; valor satisfactory de la limosna 486. b; 488, d; 489, b. —remedios: una vez cometido, aplicar pronto la medicina de la penitencia 193, c; très remedios: limosna, oradôn y ayuno 490, c: el temor de Dios 505, E ; evitar las ocasiones aun a coste de los mayores sacrificios 519, b; el no evl'arlos es causa de pecados 826, 2. Pecadores: obran neciamcnte cuantas veces proponcn arre­ pentimiento y sigrien pecando 828, b; de amigos de Dios se convierten en siervos del demo. nlo 571, C: suelen justificerse ante su concienda con razones espedosas que nada velen ante Dios 508. C; necesitan hacer penitencia de sus pecados 495, 2; 581, C: diversas posturas an­ te los castigos de Dios 513, D; en esta vida se burlan de los justos, pero en la otra llçvarân I î i | I i > | ’ j i ] i | ] | ! I | ' j i | ί I ! 11 936 INDICE DE MATERIAS [Pecadoref] su merecido 724, TV; Dios ama al pecador v odia al pecado 492. 4; Ding no cesa de llamarlos a penitencia : diversos mo­ dus coiiij lu nace 512. A; se vale de muchos msdios para d‘'soertar sis conciene.as ; no rehusar esas liamadaa 499, b; Dios no se separa de ellos. son ell’S los que se apart an 492, 4; no les olvida v les espe>a aunque ellos se han apartado volun’arlamente de El 492. 3: 499. c; Dios quiere sal varios, no condenarlos: de ahi su paclencia con ellos 39; para salvarlos vino Cristo el mundo 626-7; ahora desprecian los avisos de Dios, después se arrepen’irân 42 d: no se c^nfien porque Dios no les castiga de momen­ to 39. 3; obran como si Dius no les vlese, v Di^s vendrâ de im­ proviso a turbar sus p anes 79, 2; Dios se porta con ellos co­ mo juez. médlco y maestro 618, c; cuando Ilegue el juiclo, comprenderân sus errores: pero ya no tendrân tiempo de enrnendarse 40. 4; 129. Ill: 42. d: terrible juiclo del necador 126. Penitencia: interna: hacer penltencle es juzgerse y castlgarse a si mismo para no serin por Dios 496; ademâs del irrenentimlento exige obras positivas de virtud 528. B: diversos >-rados .segûn su diverso funda­ mento y origen 504-505: su diferencla de la mortificaciôn 478, 2; modos de ejercitarse en ella 486. a: es medicina dolorosa, pero cura’iva 496. 1: su predicaciôn constante en la Sagrada Escritura 573. I; materia predliecta de la predicaciôn del Bautista 524. D: dos invitaciones de Maria Santisima a la penitencia: Lourdes v Fâtlma 573, V: 578; una carte de Lucia, la vidente de F^tima sobre la penitencia lnferior 578: la penitencia fundamental que Dios nos exige es el cumpllmlento del deber 577; motivos 490, A: 524. D: 481. b; no es fâcil la verdedera penitencia, porque exige muchos sacrlflclos 528, B; newest ta del recoglmlento; el bulllcio de’, mundo la ahoga 526. a; es ?’ ûnico medlo de aplacar la ira de Dios 572, C-D: carldad v penitencia 582; la llmosna como peniten­ cia 584 : 592 C: 318 B: 478. 3; el dolor como penitencia 737. c; las obras de misericordia, me­ dios para hacer penitencia 488, a; el cumplimtento de los mandamientos, modo de hacer pe­ nitencia 478, 2; la [Penltencia: Interna] voluntariamente es medio para vencer las ten aclones 493. 1; ed hacer penitencia por los peca­ dos como remedin de los males presen’es de la sociedad 571; es medio para fortificai la volun ad 526 a. —externa: necesidad y normas para su prâctica 575; es mâs frecuente sufrir iluslones en esta materia 528 B; ejemplos de los sentos 548. —necesidad: necesidad v motives 481, b; 477. 2; 492, b; 495. 2; razones de su necesidad 493-95; todos tlenen necesidad de hacerla 834. b; es necesaria a los justos v a los pecador es 580; su necesidad para seguir a Cristo 573: su necesidad abso­ luta pare obtener el perdôn de Inq pecados· raz6n ^eop^ica 503: 495 l.°: 480. a: penl’encla y perdôn de los pecados: testi­ monio de la Escritura 497. c; también es necesaria para la remlslôn del pecado venial 504, C; su necesidad anfe los crecientes males de la soci&dad 382 b; hemos de hecerla tanto mayor cuantns mâs pecados hayamos cometido 335. c. —sacramento de la: su ministro es Cris’o. reprresentado por el sacerdote 558. B. c; condicio­ nes: dolor y pro.pôsito 517 ss. ; su recepclôn seria sacrilep-a si careciera de dolor y propôsito 519. a: reclbirla sin preparaclôn adecuada es inûtil y un desprecio e Dio3 517, A:’ la falta de propôsito firme suele ser castigeda por Dins nermrîendo la impenitencia final 518 A; es frecuen’e que se reciba por mero formulismo v asi no aprovecha 517, A: después de recibir el sacramento ^s necesarln cambiar de cond ic’a 828 (cf. Arrepentimlento, Confe­ siôn, Mortificaciôn). Perfecclôn: Dios nos Invita a una gren perfecciôn 417, III. a: ca­ da uno estâ llamado por Dios a un determlnado grado de perfecclôn 386, I; 451. a: con­ siste en que nuestro modo de apreclar las cosas v de a^luer coïncida cnn el de Dios 676, b; la elevada perfecclôn un'olôglca del crls’lano 164. e: la carMad. â~lcp de la nerfecciôn 659. c: Cristo, centro de la autén’lca perfecclôn 574. A-B; Cristo nos antecede en este ca­ mino y nos ayuda con su ejemplo y gracias 434. N, C: el pri­ mer paso es el conocimiento proplo 344, A; a mayor perfec­ clôn. mâs humlldad'361, c; ne­ cesidad de la penitencia para f N DICE DE MATERIAS 1 Perfecclôn] aicanzuna 474, B; el trabajo, medio de perfecclôn 903, A; laa criaturas impedimento paj a la perfecclôn 515 ss. (cf. Santidad, Vida espintuai). Persei uciune*»; Cristo v su Igle­ sia sieinpre peiscguidos 614; la Iglesia las necesita 632; las pri­ meras perseuuclones de la Iglesia: ua.ance trisuanu 110; lodos lus que sufren por la fe es.ân umdos con Ciis.o, que también sufriô 633, b (cf. Tri­ bulationes). Pesiinisino: no es soluciôn para las duicuiiades de la vida 124, li ; caiacueristica dei mundo moderno 728, I; en nuestros tiempos no podemos ser pesitmistas, nay que actu ar 395, g; temor y pesimismo ante el povoruso problema social de nues­ tros dias 136, 1-11 (cf. Pusnanimiclad). Persona: su conservaciôn, desarrollo y perfeccionannento es el tin de la vida social 844, b; derechos fundamentals de la persuna 385, e. —su digmuad: dignidad natural del hombre. rey de la creaciôn 384, a; 450, II, c; gran uignidad del cristiano 611; sus fundamentus 450, il; se fundamen­ ta en la grandeza y preroga­ tives del hombre 385. c; igualmen e en los bienes recibidos •de Dios y en la igueldad de todos los hombres ante El 53/, c; pero la mayor oign.uad del hombre le viene de Cristo, con su gracie 384, c; derivada de su elevaciôn a) orden sobrenatural 232, c; y del ün de la persona: conocer, adorer y gozar de Dios 386, h, j; 450, II, b; a los derechos v debnres que esta dignidad le coniierc no puede el nombre ren-inciar 537, f; 398. g; nadie, ni Dios mismo, puede violaria 398, g; eJ comunisrno rebaja la dignidad de la persona de) obrero 865. c-f; queda degradada con la orgamzaciôn capitalista del traba­ jo 862, j. Piedad: su naluraleza v extensiôn 561. I. A; la autén’ica piedad no consiste en prâcllcas exteriores, sino en el sacrificio de las pasiones 662, b-c ; cômo buscamos una oiedad fâcil que no exija demasiedo 663; no es compatible con la cnn^mporlzaciôn con el mnndo 663: no es bueno despreclar las formas de piedad insti'uidas por la Iglesia para buscar o'ras 665. a; condenaciôn de la piedad falta de misericordia 131, oHI; el prétexta de obras pla- 937 [ Piedad] dosas 0 apostôlicas no nos exi­ me del cumplimiento del deber 579, B; hasta nuestras obras pladosas estân muncna das pur la vanaglorie 663, e; recomendaciôn por los rapas de la piedad lltûrgica 412. C; caracteristlcas de la piedad femenine 741, V (cf. Vida espiritual. Vida cristiana). Placer: el ansia desenfrenada de guzar, mai de la souieuad mo­ derna 568, II; el ansia de pla­ ceres va entrando también en el mundo obrero y déséquilibra su econctnia 92, b; las riquezas inducen al placer 542, j (cf. Gozo). Pobres: son miembros de Cristo; naciéndules bien a Cristo lo hacemos 42; 69. A; 130, 1, B; la e\angelizaciôn de los pobres, misiôn de Crisio y de la Igle­ sia 282; su evangelizaciôn, prueba de) espiritu de Cris.o 162, 2-3. 200. 3; 282. 1-11 ; Cris­ to tiene predilecciôn por ellos 396, a; hemos de ver en ellos a Cristo 238, i ; la Iglesia los pro­ tege especialmente porque ve en ellos a Crisjo 396, b ; tienen la misma dignidad que todos los de»nâs hombres 446, B, b; el pobre es el gran abandonado porque es el gran desconocido 447, V; modos de acercarnos a ellos 283, VIII; hay que sa­ ber tratarles con delicadeza 172, 2; mâs que la litnosna ma­ terial es interesante el contacto personal con el necesitado 281, IV ; ayudarles personalmente ennoblece 172, 1 ; constituye un honor remediar sus necesidades 167, 2; razones pa­ ra socorrerlos 501, b; dejémonos llevar de una santa einulaciécj para socorrerles 168, 3 (cf. Limosna, Pobreza). Pobreza: no es deshonra: Cristo se hizo pobre 397, c; Cristo las elogiô y viviô 282, III; por qué Cristo y Maria fueron pobres 721 ; Dios estima a la pobreza 200, 3; voluntariamente buscada o aceptada la aprecla Dios 721, I-B; es carnino mâs seguro que las riquezas para seguir a Cristo 28é, VI: Dios la permite en unns para que otros se ejerciten en la caridad 281, c; la exceslva pobreza, lo mbsmo que la excesiva riqueza. es causa de olvido de las leyes de Dios 542. j; 104 b; en ciertas condiciones hace dlflcil atender a la salvaciôn del ai­ ma 236, a; un oblspo pobre: San Norber to 405, VI; el ejem- 938 INDICE DE MATERIAS I PobrezaJ plo de Santo Tomâs de Villa­ nueva 552 (cf. Pobres). l’oderosos: estân especialmente obligados a cumplir la ley de Dios 672; no suele decirseles la verdad 107, IV; tienen que rendir a Dios cuentas muy estrechas 356, D; el juicio de Dios serâ mucho mâs riguroso con ellos 93, a; 211, B (cf. Gobernantes, Ricos). Politica: hay quienes pretenden con enganos convertir al pue­ blo en instrumento de ilicitas maquinaciones 392, n ; 448, II, A; hoy se emplea la mentira sistemâticamente como arma politica, sin tener en cuenta la ley moral 391, m, n, d; 448, II, A; teor.as politicas del comunismo 865, e ; la Iglesia no se entromete en cuestiones puramente politicas 390, i ; la Ac­ ciôn Catolica no desarrolla actividades estrictamente politi­ cas 688, f. Pontifices: su misiôn es dar tes­ timonio de la verdad y refutar el error con valentia y caridad 398, c, e; 389, g; 390, i; 392, n; 448, C, HI; en cumplimiento de su deber levantan su voz para denunciar los males de la sociedad 392, a; sus orientacionés imparciales defienden la verdad, la justicia y la caridad 376, d; sug directrices sociaies han de ser las fundamentales de la sociedad cristiana 563, B, 1; necesidad de predicar sus doctrinas 425, VI, G; han advertido una y otra vez la ra z de los males sociales: el apartamiento de Dios 136, II, A ; nunca han dejado de ayudar al necesitado ni de hacer ver su responsabilid«ad a los que no cumpien sus deberes 99, b; aumento de su autoridad moral en el mundo 376, d-f; es un he­ cho notorio que no sôlo los crlstianos, sino hasta quienes no lo son, estân mâs unidos al Pontificado hoy que nunca 376, c-f ; su doctrina sobre la li­ mosna 591; sus doctrinas sobre el patemalismo e intervenciôn del Estado 754, IV; el Pontifi­ cado es perenne, mientras pasan las instituciones humanas 276, rV-V (cf. Iglesia). Posltlvismo juridico: es condenable al prescindir en las leyes de Dios y de la moral 695, fl ; sus Intimas relaciones con el totalitarismo de Estado 636, p ; su verdadera realizaciôn se encuentra en el Estado totalitario, que rompe todo derecho di- [ Positivisme juridico I vino 696, o; establecu el "derecao legal", que rompe con la dignidad del nombre y su de­ pendenda de Dios para someterlo omnimodamente al Esta­ do 696, o; desfigura y corrom­ pe el verdadero sentido de la justicia 696, p. Predicaciôn: es palabra de Dios: cômo se ha de oir 513, C; es el mâs alto ministerio de la Igle­ sia: testimonio 423, II; estima en que Cristo y los apôstoles la tuvieron 423, II; la grave obligaciôn de predicar que in­ cumbe a los obispos 38, 1; es para el sacerdote derecho ina­ lienable y deber ineludible 3b9, h; fuentes en que se debe ins­ pirât 425, VU; el amor a Dios, aima de la predicaciôn 425, VII; la evangelizaciôn de los pobres, nrueba del espiritu de Cristo 2Ô0, 3; 282. II; la pre­ dicaciôn del Bautista 523 ss. ; cuando el hornbre no la quiere oir, Dios le habia de otro mo­ do con los castigos 513, C; ne­ cesidad de predicar el arrepentimiento de los pecados como remedio a los males présentes 571; es vehiculo de vida sobrenatural 879; su eficacia 424, III ; sus efectos en las aimas 558, B, a; condiciones para que su palabra tenga vida 425, VII ; tiene mayor eficacia cuan­ do el peedicador da ejemplo de austeridad y penitencia 476, c; ejemplos de su eficacia 707-708 (cf. Palabra de Dios, Predicadores). Predicadores: excelencias de su misiôn 421, C, 2; su gran responsabilidad como administradores de la palabra de Dios 880, IV, A; 38, 1; tienen ed deber de desenmascarar los errores y presenter la verdad limpia 388, d; 389, h; deben defender la vended aun a costa de su vida: el ejemplo de San Juan Crisôs­ tomo 551 : sus cualidades 425, V; no deben buscar su propia alabanza, sino la gloria de Dios 348; con su palabra preparan los caminos del Senor, como el Bautista 335, c: qué materias se deben predicar 424, IV ; cuando el predicador da ejemplo de austeridad, su predica­ ciôn tiene mayor eficacia 476, e: 524, E; un ejemplo imitable: Juan Bautista 314, 6: 347, a (cf. Palabra de Dios, Predica­ ciôn). Presunciôn: es completamente injustificada: todo lo hemos re­ cibido de Dios 178, e; el que INDICE DE MATERIAS [Presunciôn] presume ser algo roba a Dios su gloria 178; su castigo es que Dios permite nuevas caidas 331, 1-2; la evitaremos con el pro­ pio coQocimiento 365, a; 428, E; remedio: nadie te ha prometido que vivirâs mafiana 498, 2.°; el temor de Dios es remedio contra ella 363, E; conduce a acciones temerarias 416, II (cf. Soberbia). Profecias: su cumplimiento, prue­ ba de la divinidad de Cristo 200, 2; confirma la verdad del cristianismo 205, a; dos profe­ cias de Isaias: comentarios 162, 2. Profetas: su recia personalidad 220, b; la admirable instiLuciôn del profetismo 219, a; habian anunciado todos los aspectos de la vida dé Cristo 162, 2; también la misiôn de Juan Bau­ tista 349. Prôjimo: siempre hemos de buscar su bien a ejemplo de Cris­ to 157, 1; motivos para sacrificarse por él 157, c (cf. Amor, Misericordia). Proletarios: su numero ha crecido desde la implantaciôn de la industria 540, d; es imprescindible darles pronto auxilio, pues su condiciôn es misera 393, d (cf. Obreros). Propiedad: el derecho de pro­ pi edad es natural e inviolable 396, b; su doble funciôn: indi­ vidual y social 530, a; 535, r (cf. Riqueza). Propôsito de enmienda: funda­ men talmente es la misma contriciôn, por la cual detestamos los pecados que aun no hemos cometido 518, B; su ne­ cesidad para el perdôn 519, a; debe extenderse hasta evitar las ocasiones 519, b; su fclta constante en las confesiones puede ser castigada con la impenitencia final 518, A. Providencia: en qué consiste la providencia de Dios 559; 561, B, 1; su modo de actuar 559, D; interpretaciôn providencialista de la historic 561, E. III; la historia de Israel y la Provi­ dencia 560. II, A; la providen­ cia de Dios en le Sagrada Escritura 560, II; cômo regula la marcha de las naciones 250. IX; etiende preferentemente al bien social 58, 1; los deslgnlos de Dios deben acoptarse humildemente, sin pretender coin, prenderlos 665, B, b; es fun­ damento de nuestra confianza en Dios 560. Ill; el die del jui­ cio. conoceremos le rectitud de sus deslgnlos 128, I: 58, 1; es adorable siempre, aun cuando 939 [Providencia] nos colrne de dolores 712 (cf. Voluntad de Dios). Puehlo: Cristo y el pueblo senclllo 283, VI-VII: el pueblo busca a Cristo; programe de redenciôn 294, II; modos de acercarnos a él 283, VII; si de un modo constante se aparta de nosotros, es que no somos auténtlcos discipulos de Cristo 284, IX; conoce instintivamente qulén le ame de verdad 284, VIII; es de condiciôn agradecida 284. VIII; para inducirle a cumplir sus deberes religio­ sos: predicaciôn, oraciôn y, so­ bre todo, el ejercicio de la ca­ ridad 281, c; el pueblo, prota­ goniste de las tragedias bibli•cas 218, A; falsos redentones social.es que se le han acercado, v de los cuales se ha desengaüado 294, II, B-C; hay quienes pretenden con enganos convertirlo en instrumento de ilicitas maquinaciones 392, n; 448, II, A; nadie tiene derecho a recurrir a la mentira para impedi rie el uso de sus legiti­ mes libertades 392, D; su elevaciôn cultural deben procurarla quienes mâs dotes de Intellgencia han recibido de Dios 534, o. Pureza: es ausencia de mezcla y de composiciôn; por eso Dios es el puro por esencia 720, B; su valor espiritual v social 719, IV; la exige la misma razôn natural 719. IV. B; tiene una doble medida: ausencia de 1mperfecclôn y unlôn con Dios 720, C; motivos del cristiano para ser puro 719, IV, B (cf. Castidad). Purgatorio: sus penas son terri­ bles 507, c; mediante las tribu­ laciones podemos pagar en esta vida lo que deberlamos pegar en el purgatorio 658. Pusilanimidad : es consecuencla del propio aprecio de si mismo y de la supervaloraciôn de Îas dificultades 433, II, C: paraliza la vida de perfecciôn 433, III: se une con frecuencia a la pereza 433, III, C (cf. Pesimismo). Kacismo: no es una teoria nue­ va; ejemplos histôricos 887,1-11; sus postulados pugnan con la universalidad de la redenciôn de Cristo 887; cond.enaciôn 695. fi. Razôn : dirige a la voluntad ha­ cia el fin, senalando lo bueno y lo malo 691, a; el pecado es una rebeliôn contra la razôn 84 ta utilidad y para dominar en a sociedad 539, a; necesitan menos de la tutela del Estado, porque se deflenden con sus propios medios 682. c; son pocos los que dan llberalmente 289, C; su gravisima obligaciôn de dar limosna 531, d (cf. Riquezats Llmosnas, Poderosos). Riquezas: Dios no las condena en si mlsmas 285, III, A; tampoco la Iglesia lad condena: a veces honra especialmente a los ricos que saben serlo 285, III. B; puntos esenciales de la doctri­ na de la Iglesia sobre ellas 285, IV; Cristo y las riquezas; doc­ trina sobre ellas 284; dinero y Evangelio, términos antitéticos 698, g: su misiôn provldenclal 285, III, B; bien administradas, aumentan el mérito y el premlo 286, VI. B; réglas de San Ig­ nacio para su buen uso Γ86. V; son utiles porque nos sirven pa­ ra conquistar el cielo 130, I; bien empleadas. sirven a la vir­ tud 484, c: puede darlas Dios en premlo temporal a las vlrtudes 285. II ; son deseables sô­ lo en cuanto nos conduzcan a Dios 722, III: su recta admlnlstraclôn. arte difidl 286. VI; sus peligros 286, B; 379 a: Crls­ to nos advirtiô sus peligros 282, IV; para segulr a Cristo es mâs seguro el camlno de la pobreza 286, VI ; la excesiva riqueza, lo mismo que la excesiva pobreza, son causa de olvido de las le­ yes de Dios 542, j; son todavia peores si se han adqulrldo empobredendo a los demâs 483, 1; cierran a muchos el cielo 286, D: causa de la ruina del aima 482. 1 ; su lugar mâs seguro es el banco del cielo; hagamos una transferenda por medio de los pobres 318; cuando ocupan el co­ razôn no delan lugar para Dios 698 g; inducen a abandnnarse a una vida de placeres 542, j; las que se emplean en luios, debiendo emplearse en llmos­ nas, se hacen dignas de castigo 482. 1: no son dignos de perdôn oulenes viven lujosamente habiendo quienes carecen de lo necesario 483. 1 ; a la hora de la muerte habrâ que dejarlas: ampleêmosla^ idea ahora 317, Indice de MATEKIAS 941 [Sacerdotes] uad limpia 388, d: 389, h; tienen el deber y el derecho de predlcar 38d, n; consolar, oficio ■dei sacerdote 616; dis.mguirse especialmenle en la ensenanza y prâctlca de la verdad y ca­ ridad 387, b; si el pueblo se aparta de ellos de un modo constante, es que no tienen el espiritu de Crlsto 284, 1X ; el pueblo cristiano debe orar por ellos 558, 1V, c: los ileles de­ ben imitar a los que viven ejemplarmenLe y no lijarse en quienes proceden mal 496, 2.u; un modelo de sacerdote apôstol: San Juan B. de Rossi 555; gozo y consuelo de los padres de un sacerdote 666, c. Sacramentob: son veniculo de la gracia 819, Ill; comunican la vida de Dios a los hombres 558, B. d. Sacrificio: el sacerdocio, nece­ sario para el sacrificio 609; los sacrificios de Israel no eran mas que anuncios del de Cris­ to 629, 1. Salario: es grave obligaciôn reI tribulr dignamente el irabajo de quien carece de otro medio Sacerdocio: no hay mâs que uno, ! de subsistir 141: defraudar el ■el de Crlsto, contlnuado en sus justo salario es un gran cri­ ministros 558, c; su necesidad men 685, f; hay que determlpara el sacrificio 609. narlo fu ndamentalmente segûn Sacerdotes: ministros de Dios y las exigencies de la lev natu­ dlspensadores de sus misterios ral 749, B; si la euantia sefia557; 471, 2; dispensador; de la lada por el legislador no alpalabra, dei alimento, del percanza a lo exigido por ia ley dôn. de la vida de Dios 558, III, natural, hay que pagar segûn B; hade ser otro Cristo en todos ésta 749, B, b; ha de ser sufilos aspectos de su vida 557, II, ciente para la sustentaciôn de B; su altisima dignidad 557. I; un obrero frugal y de buenas 471, A; su dignidad y sus obli­ costumbres 237, e; para delergaciones 566; respeto v veneminarlo justamente hay que raciôn que se les debe 558, IV; atender al doble carâcter del 471, A; por desgracia hav altrabajo; individual y social funos Indignos, pero esto nada 228, b. ice contra el sacerdocio 558, Salvaciôn: es el mâs importante IV, B; consejos y exhortaclode los negoclos 81, 5; voluntad nes para el trato con las aimas salvifica universal de Dios 385, 493, 3.°; ha de trabajar siem­ g; 581, A; su conslderaciôn es pre con alegria, sin dejarse remedio para los que desespedominar por el cansanclo ren 497, 1.®; Dios desea salvar 493, 3.°; le es necesaria la pe­ al pecador 618, c; Dios qulere nitencia para reparar el dessalvar, no condenar: de ehl su gaste que le ocaslonan sus ml■paclencla con el pecador 39; la nisterlos 493. 3.°; una virtud unica salvaciôn del hombre es esenclal, la fldelldad 473, 1; de­ Crlsto 807, ss. ; 878; condiciones ben dlstlngulrse por su absti­ para consegulrla: la fe en Dios nenda de lujo y comodidades y en Crlsto 784, A; no basta la 94, g; no deben arrogarse el fe; se necesitan las obras 835, fruto de su apostolado, pues de b; la conseguirân quienes reelsôlo Dios depende 471, 1-2; su ban bien la Eucarlstla <0: dos responsabllidad como predlcaobstâculos para alcanzarla: dores de la palabra de Dios presunclôn y desesperaclôn 508, 880, III, A; no se dejen dominar C; el temor al infierno. camlno Îtor la ira, antes atlendan a de salvaciôn 617, b: necesidad odos con amabllldad 494; tiede la penitencia para conse­ nen el deber de desenmascarar gulrla 477, 2; las condiciones de lo* erroree y presentar la ver- [Riquezas] b; de nada sirven ante Dios: para El todos somos iguales 484, d. —su justa distrlbuciôn: su d