«a biblioteca AUTORES CRISTIANOS D eclarada de interés nacional ESTA COLECCIÔN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECClÔN DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA LA OOMISIÔN DE DICHA PONTIFICIA UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA ICrti INMEDLATA RELAŒÔN CON LA B. A. C., ESTA INTEGRADA EN EL ARO 1955 ' POR LOS SENORES SIGUIENTES : PRESIDENTE; Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Concilier de la Pontificia Universi dad. Vicepresidente : Ππιο. Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Rector Magnifico. Vocales: R. P. Dr. Fr. Agapito Sobradillo, O. F. M. C., Decano de la Facultad de Teologia; R. P. Dr. Marcelino Cabreros, C. M. F., Decano de la Facultad de Derecho; Μ. I. Sr. Dr. Bernardo RinCÔn, Decano de la Facultad de Filosofia; R. P. Dr. José Jimenez, C. M. F., Decano de la Facultad de Humanidades Clàsicas; R. P. Dr. Fr. Alberto Colun­ ga, O. P., Catedrâtico de Sagrada Escritura; reveren­ do P. Dr. Bernardino Llorca, S. I., Catedrâtico de Historia Eclesiâstica. ■-K ' ’ P SecretarjQ : Μ. I. Sr. Dr. Luis Sala Balust, Profesor. LA EDITORIAL CATOLICA, S. A- Apartado 466 MADRID . MCMLV -2« LA PALABRA f Repertorio orgdnico^de textos para el estudio de las homilias dominicales y festivas ELABOR A DO POR UNA COMISJÔN DE AUTORES BAJO LA DIRECClÔN DE Mons. Angel Herrera Oria Obispo de Malaga ΤΟΜΟ VI uxdcJLiicc * BIBLIOTECA DE AUTORES MADRID . MCMLV CRISTIANOS 'I f ALABRA DE R.ISTO ESTA SSeVfc DE LA B. A. C. COXSTAR DE LOS SIGUIENTES VOLÛMENES : Advient© v Navidad. II. Epifania a Cuaresma. III. Cuaresma y tiempo de Pasion. IV. Ciclo Pascual. VI. Pentecostes (3.0) VIII. Pentecostes (4.0) Fiestas (20.). Indices generales. C ΤΟΜΟ VI ’» Reconciliaciôn fraterna (dom. 5 desp. Pent.).· Segunda multiplicaciôn de los panes (dom. 6 desp. Pent.). Lobos con piel de oveja (dom. 7 desp. Pent.). El mayordomo infiel (dom. 8 desp. Pent.).—Lianto sobre Jerusalén (dom. 9 desp. Pent,).- El fariseo y el publicano (dom. 10 desp. Pent.).—El sordomudo (dom. 11 desp. Pent.) Han colaborado en este volumen: D. Luis Vera Ordâs (selecciôn de textos patristicos y teolôgicos, comentarios exegéticos y guiones). D. Francisco Carrillo Rubio (guiones). D. José Maria Eguaras Iriartç (parte litûrgica, teolôgica y guiones). D. Manuel Dîez de los Rios (selecciôn de textos pontificios). D. Alejandro Sierra de Côzar (indices). D. Luis Ortiz Munoz (selecciôn de textos escriturîsticos y miscelânea histôrica y literaria). D. José Luis Gutierrez Garcia (ordenaciôn de materiales). U· NIHIL OBSTAT: Justo Novo de Vega, Censor. IMPRIMATUR: f Angel, Obispo de Mâlaga. Mâlaga, 16 de julio de 1955 La Editorial Catôlica, S, A.—Alfonso XI, 4.—Madrid SEGRETERIA DI STATO DI SUA SANTITA Vaticano, 2 de septembre Ι953· Excelcntisimo y revercndisimo senor: EI Augusto Pontifice ha recibido el tomo primero de La palabra de Cristo, serie de la benemérita Biblioteca de Autores Cristianos, y desea manifestar a vuestra excelencia la satisfacciôn con que ha acogido tan interesante obra. En estos dificiles tiempos, en los que la ignoranda religiosa ha hecho tanto dano a las almas, una publicaciôn como ésta, dirigida a restaurar una predicaciôn auténticamentc evangélica, es de exceptional impor­ tantia. El Padre Santo ha visto con viva complacentia que esta colecciôn no es uno màs de los sermonarios exis­ tantes. Su variado y abundante acopio de materiales ofrece al orador sagrado los element os necesarios para su mejor preparaciôn, una serie de conocimientos que abarcan la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, teôlogos, autores clàsicos y, con gran oportunidad, las enseûanzaS pontificias para que su predicaciôn esté sôlidamente fundada y la palabra de Dios pueda penelrar en los corazones de los hombres y dar frutos de vida elerna sin perderse en vanas retôricas. Su Santidad quiere que llegue a vuestra excelencia y a los dodos y diligentes miembros de la comisiôn que ha elaborado este hermoso trabajo el testimonio de su partictilar benevolentia y su paternal felicitaciôn por la obra que han realizado, que serà de mucho provecho para todos los sacerdotes, en especial para los dedicados a la cura de aimas, y muy a propôsito para formar a los jôvencs levitas en el verdadero sentido de la predicaciôn sagrada. El Augusto Pontifice pidc al Senor que les concéda llevar a cabo cl plan que se han propueslo ÿ los iluminc en su ejccuciôn, mientras que, en prenda de celeslialcs gracias, les da de todo corazôn la bcndiciôn aposlôlica. Reciba también de mi parte, excelentisimo senor, mi expresiva gralilud por el ejemplar que me ha enviado, deseoso de que alcance cl mayor éxito y produzca los màs copiosos frulos. : Al reilerarle cl testimonio de mi mas distinguida considcraciôn, quedo siempre de vuestra cxcelencia reverendisima seguro servidor. J. B. Montini, Prosecr. RECO N CI LI A CI ON FRATERNA Domingo quinto después de Pentecost és PagS. SECCION I.—Textos sagrados ........................................................ T. Epistola ......................................................................................... II. Evangelio ..................................................................................... III. Algunos textos de la Escritura relacionados con cl pasaje evangélico ............................................................................ 4 SECCION IL—Comentarios generales 8 I. Situaciôn litürgica ...................... II. Apiinles cxegético-morales ....... 8 9 9 9 9 II A) Epistola ......................... * a) Mons. Angel Herrera, Obispo de Malaga. B) Argumento ............. b) Los textos ............. Evangelio ...................... a) Fariseos y escribas b) Los textos ............. SECCION III.—Santos Padres 20 I. San Juan Crisôstomo 20 20 31 IL San Cipriano .............................................................................. Frente al odio y la venganza, la paciencia y el amor ..·. HT. San Agustin ............................................................................... A) B) SECCION IV.—Teôlogos Santo Tomâs de Aquino SECCION V.—Autores varios I. Bcalo Juan de Avila El conocimiento de nuestra nusena 39 39 Sobre el odio ........................................................................ 51 Los fariseos ....................................................................... 55 55 55 INDICE GENERAL ■ r INDICE GENERAL PAgs. Pàgs. ■ San Juan de la Cruz ............. Fariseismo de los principiantes Fray Luis de Leon Cristo, legislador .... Bourdaloue .............. La verdadera y la falsa piedad P. Félix ...................... La reforma de Cristo 68 68 73 73 78 78 13· Aspecto moral de la ira ............... 14. Perdonad las injurias ..................... IS- La desgracia de quien no perdona 16. Perdonar es veneer ......................... V· Antes de ofrecer la ofrenda ........ 18. «Si te acercas al altar...» .. substancia del Evangelio 19. De actualidad social .... Sene solo hombre .................... 20. Un 154 158 161 164 167 169 173 176 SECCION VI.—Textos pontificios A) B) C) D) ♦ r Justicia cristiena y justicia farisaica El odio y el perdôn ......................... La reconciliaciôn fraterna .............. Snprema ley de Cristo : la caridad . SECCION VU.—M is cd ân ea historica y literaria : '.· "v IOS IOS IO6 IO6 IO? IO8 113 ira Domingo sexto después de Pentecostés SECCION I.—Textos sagrados rôt Epistola . Evangelio Texto concordante Algunos textos de la Escritura sobre la bondad y benignidad de Dios IO7 SECCION VIH.—Guiones homiléticos 11. L· 105 109 109 no III 112 e ΠΙ : Sobre cl evangelio ....... 5- El sermôn de la Montana . 6. Cristo, Maestro necesario .. 7· La pédagogie de Cristo .... 8. Cristo, Maestro natural del hombre 9· Cristo, reformador 10. Justicia farisaica SEGUNDA MULTIPLICACION DE LOS PANES ΙΟΙ paciencia socrâtica .. Los daiios de la murmuraciôn Caridad contra ira ................. Côlera vencida ........................ VUI. Algunas sentencias sobre la ira y el perdôn Serie I : Liturgicos 1. El sacrificio de reconciliacion Serie II : Sobre la epistola ....... 2. Los pecados de la lengua 3. La contumelia o el insulto 4. Chisme, burla y chanza .... sr?; : -, > I. Las palabras traça* y tnabal» IL Los très castigos ................. Odio fraterno y reconciliaciôn A) Cain y Abel ........... B) Esaù y Jacob ........ C) José y sus bermanos D) David y Saùl ........ 95 US 1X3 116 116 121 «5 128 128 135 138 142 MS 151 SECCION II.—Comentarios generales 191 Situacîôn liturgica ............ Apuntes cxegético-morales 191 192 A) Epistola ....................... a) El bautismo, muerte mistica b) La muerte, principio de vida c) Los textos ......... d) La idea central. 192 192 194 195 196 B) Evangelio ................... a) Situaciôn histôrica b) ^Una o dos multiplicaciones ? c) Aplicaciones 196 196 197 198 SECCION ΙΠ.—Santos Padres San Juan Crisostomo La vida, mezcla de penas v alegrias Tertuliano ....................................... Un pasaje clâsico en la teologia eucaristica San Ambrosio .................... Comuniôn frecuente ......... San Agustin ....................... . propôsito del evangelio de hov 201 201 201 210 210 211 211 215 ÎXOÎCE GENERAL Pdgs. San Bernardo ......................................... La Iglesia camina atrafda por Jesucristo SECCION IV.—Teô'ogos I. Santo Tomds de Aquino El bautismo . IT. San Buenaventura El bauqnete de la Sagrada Escritura 235 235 240 240 240 246 246 SECCION V,—Autores varios I. Beato Juan de Avila Comen los hombres el pan de los ângeles Santo Tomds de Villanueva ..................... La misericordia ........................................ III. Fray Luis de Granada ............................ Preparaciôn para la sagrada comunion .. IV. Bossuet ............................. Los poderosos y el pneblo 250 261 261 271 SECCION VI.—Textos pontificios A) B) C) D) Novedad de vida Misericordia con el pueblo El hombre moderno v las masas Economia v renta nacional 276 279 282 286 SECCION VII.—Miscdânea historica y literaria 291 Los panes ........................................ Sbnbologias das i cas ........................ III Misericordia de las muchedwnbres . IV Misericordia recompensada .............. San Francisco envia de comer a unos ladroncs El pan de la caridad .......................................... La caridad, esencial cn la education del pueblo VIII. «Scitor, no tenemos qué comer» 291 292 293 SECCION VIII.—Guiones homiléticos 299 Série I : Liiiirgicos Misa, comnniôn y vide cristiana Serie II : Sobre la epistola ....... 2. Teologia del bautismo .... 3. Mortificaciôn cristiana .... 4. El espiritu de compunciôn 294 296 297 298 299 299 302 302 305 309 INDICE GENERAL XIII Pàgs. ■ -J- _ - 312 314 314 316 319 319 322 - 5. Muertos para el pecado ................... Serie III : Sobre cl evangelio ................... 6. Exegétîca ......................................... 7. «Vivos para Dios en Cristo Jésus» S. Seguir a Jesucristo ........................... 1. Como Maestro ....................... 9. Seguir a Jesucristo .......................... 2. Como santificaciôn nuestra 10. Turba digna de compasiôn ............ 11. «Movido de compasiôn» ................. 12. Bienes que no satisfacen ............... 13. La Eucaristia, pan de vida ........ 14. Pan de la fe ...................................... 15. Los ministros de Cristo ................. Serie IV : De actualidad social ........:........ «Praeesse» .................. 16. 17. Por la palabra, el pan iS. El pan de la palabra 19. La .palabra, espada 325 327 330 333 339 344 350 354 35S Domingo séptimo después de Pentecostes SECCION I.—Textos sagrados T. Epistola ................. II. Evangelio ............ IU. Texto concordante IV. Algunos textos de la Escritura sobre la hipocresia 367 367 63 SECCION II.—Comentarios generales 375 I. Situaciôn litiirgîca ............ II. Apuntes exegctico-morales A) Epistola ............................... a) Ocasion y argumento 375 B) Evangelio ................................... a) Ocasion histôrica y argumento b) Los textos ................................... 376 379 3S0 SECCION III.—Santos Padres ..... I. San Juan Crisôstomo ............ Los herejes, falsos profetas 3S6 4| INDICE GENERAL Pdgs. II. San Agustin El ârbol bueno y el ârbol malo SECCION IV.—Te&ogos Santo Tomas de Aquino ...... Devociôn, piedad y santidad SECCION V.—Antores varios ». . 393 393 413 413 413 419 419 Santo Toniàs de Villanueva ............................................. 419 El ârbol y sus frutos ........................................................ 426 Beato Juan de Avila .......................................................... Jesucristo sacramentado. ârbol de vida ........................... Tomas de Kempis .............................................................. 432 De los diversos movimientos de la naturaleza y de 432 la gracia .................................... IV. San Francisco de Sales ...................................................... 435 Verdaderas y falsas ami stades ........................................ 435 439 Doûos de la hipocresia ...................................................... 439 SECCION VI.—Textos pontificios Sobre el comunismo A) La doctrina comnnista.................................. B) Su extensiôn y tâctica ................................ Fiente a un programa, otro programa ..... D) Quiénes ban de colaborar en esta empresa Condenaciôn del comunismo .................... 446 446 446 448 451 456 459 SECCION VIL—MLsceiânea historica y literaria 463 I. El castigo de las hipôcritas ...................... Π. Algunos lobos con piel de cordera ........... 462 463 463 464 46.5 466 468 A) B) D) Pelagio ........................... Arrio ............................... Prisciliano ...................... Beguinas y begardos ..... Jansenio ......................... Sinceridad contra hipocresia Hacer la voluntad de Dios SECCION VIII,—Ouiones homiléticos Serie I : Liturgicos ................................................................ i. El principio y fundamento de la piedad litûrgica ... 469 472 472 472 INDICE GENERAL Pàgs. Serie II : Sobre la epistola .................................... 2. Los cautiverios del pccado ............................... 3. Los cautiverios de mi pecado ............................ 4. Castigo justo, premio y don ............................ Serie HI : Sobre cl evangelio .......................................... . 5. Milagros y virtudes falsas ................................... 6. Cristianisnio y santidad .................................... 7. El ârbol de la Iglesia ........................................... 1. Frutos de santidad eu el individuo . 8. El ârbol de la Iglesia ........................................... 2. El fruto de las virtudes no conocidas 9· El ârbol de la Iglesia ........................................... 3. Frutos de santidad en la familia .... ίο. Dos ârboles malos ............................ ·.................... h. La herejia y los herejes .................................... «Los que dicen : Seiior, Seiior» ....................... *3· La verdadera piedad ............................................ Piedad y caridad .................................................. Piedad falsa ............................................................ ιό. El naturalisme en la piedad ........................... «Por los frutos...» .................................................. 18. El ârbol bueno y el ârbol malo ....................... 19. El arquetipo .......................................................... 20. «Vir oboediens» .................................................... Serie IV : De actualidad social ...................................... 21. Falsos profetas modernos .................................. 22. Otro grnpo de falsos profetas modernos .... 475 475 479 482 485 485 488 493 493 495 495 498 498 501 5°4 507 510 513 517 52° 524 528 531 535 539 539 543 Domingo octavo despuis de Pentecostes 553 SECCION I.—Textos sa grados II. Evangelic ........................................................................ IIT. Algunos textos de Ta Escritura sobre las riquezas 553 553 554 5<5i SECCION II.—Comcntarios generales 561 I. Situaciôn litûrgica ............ IT. A punies cxegético-vnorales A) Epistola ......... a) Argumento b) Los textos 562 562 563 566 MM INDICE GENERAL PJtrS. a) b) c) d) Ocasiôn y argumento Lu parabola ............. La aplicaciôn esencial Otras aplicaciones SECCION ΠΙ.—Santos Padres a 3 I. San Cipriano . La limosna .. II. 5αη Ambrosio E! rico, administrador de sus bienes III. San Agustin ..................................... Normas en el uso de las riquezas .... IV. San Bernardo .................................... Cuatro acreedores que nos exigea vida santa SECCION IV.—TeôJogos Santo Tomis de Aquino La prudencia ................ SECCION λ’.—Autores varios 2 -2 I. Santo Tomis de Villanueva La rendiciôn de cuentas Beato Juan de Avila Pastores négligentes y falsos maestros III. P. Eusebio Nieremberg Los eternos taberndculos IV. Bourdalouc La limosna A. M. IPdw, O. P. Falta de prudencia en los hijos de la luz SECCION VI.—Textos pontificios :· A) La accion dei cristiano ........ B) Caridad y litnosna : riquezas Caridad y j usticia ............... C) 568 570 572 57 582 592 608 60S 612 612 612 622 622 626 626 635 63 5 639 639 647 647 658 663 668 SECCION VII.—MLscelânea historica y litoraria 672 .-llgnnos aspectos de ία pariboïa Al Propietarios y arrendatanos .... B1 Lo que debia e’, mayordomo Cl Los ricos en tiempos de Cristo 673 XVII INDICE GENERAL P&g3 Π. Sobre la prudentia ................................................................... A) Alegorias y simbolos ...................................................... B) Mâximas y sentencias ...................................................... C) Hombres prudentes ............................................................ a) Moisés ................................................................... b) Tobias ................................................................... c) Josafat ................................................................... d) La prudencia, principal virtud ..................... e) La perdiz de Sen Juan Evangelista ......... i) El peligro de la imprudencia ........................ g) La prudencia de San Fernando ..................... «Querria llevar el nombre de prudente® .. Wl h) • · «El rey para el pueblo» .................................... 1) j) Prudencia ignaciana ......................................... 674 674 675 676 676 676 677 677 678 679 679 680 680 681 SECCION VIH.—Guiones homiléticos ........................................... 683 Serie I : Litûrgicos ............................................................................ 1. La oraciôn filial ..................................................................... 2. j Padre ! .................................................................................. Serie H : Sobre la epistola ............................................................. 3. El Espiritu Santo y los hijos deDios ......................... 4. Movidos por el Espiritu de Dios ............................... 5. El temor filial ....................................................................... 6. Falso temor ........................................................................... 7. El temor servil en la vida cristiana .............................. Serie ΙΠ : Sobre el cvangelio ..................... 8. I^s riquezas y la limosna ................................................ 9. La pobreza ........................................................ 10. Administradores de los dones de Dios .......................... 1. Bienes espirituales ....................................................... 11. Administradores de los dones deDios ......................... 2. Bienes del cuerpo ......................................................... 12. El sacerdote, administradorde Dios ............................ 13. La prudencia de la carne .................................................. 14. Necesidad de la prudencia .............................................. 15. El hombre prudente ......................................................... ιό. Prudencia viciosa ................................................................ Serie IV : De actualidad social ............................................. 17. «Mammona iniquitatis» ..................................................... 18. La prudencia ........................................................................ 19· La prudencia de San Ignacio ......................................... 20. Prudencia politica ................. 683 683 ^86 689 689 691 694 698 701 705 705 709 712 712 715 715 717 720 722 725 728 733 733 740 745 748 XVIII INDICE GENERAL Pàgs. b LLANTO SOBRE J E RCSALEN Dominée noveno despues de Pentecostes SECCION L—Textos sagrados ..................................................... 757 757 L Epistola ................................................................... 757 II. Evangelio ......................... 758 ΓΠ. Tcxtos concordantes ........................................................... 759 IV. Algunos tcxtos de la Escritura sobre et llanto .............. SECCION IL—Comentarios generales ....................................... I. Π. 700 Situation liturgica ............................................................. Apuntes exegético-morales ............................................... A) Epistola ........................................................................ a) Ocasiôn .................................................................. b) Los textos .............................................................. c) Aplicaciones ..................................... B) Evangelio ................................................................ a) El llanto delSeüor ................................................. b) Los vendedoresdei templo ................................... c) Aplicaciones ......... 7^6 7&7 7^7 7^7 7® 7^9 77° 77° 77a 773 SECCION ΠΙ.—Santes Padres ..................................................... 776 L San Juan Crisvstomo .......................................................... Destrucciôn v llanto ......................................................... II. San .Agustin ............................................................... A) El llanto del cristiano ................................................ B) Gracia, libertad y obcecaciôn .................................. C) El templo .......... III. San Gregorio Magno .......................... La ceguera humana ........................................................... 776 776 781 781 785 791 795 795 SECCION IV.—Teôlogos .............................................................. I. Santo Tontâs de Aquino ................................................... Virginidad, castidad y Injuria ........................................ • II. Palmieri ............................................... '. ‘ Sobre la gracia suficiente ................................................ 8θχ g-^ goç SECCION V.—Autores varios ............................................ g^g I. Santo Toniàs de l'illanneva .................................. Santidad de los templos de Dioa ............................ g^g ς g JNDJCÇ GENERAL H. III. IV. . VIL VIII. l'ray Luis de Granada ........................................ Presnnciôn y temor de Bios ............................ Beato Juan de Avila ......... .................................. Jesucristo llora la muerte del pecador ......... San Alfonso Maria de Ligorio .... . ............. La muerte del pecador ............................. ......... San Luis Maria G. de Montfort ................. La visita de la Sabiduria cterna a las aimas Bossuet ....................................................... La jnsticia y la misericordia de Dios ............ Bourdaloue .............................................................. Sustituciôn de las gracias divinas ................ Ricciotti ..................................................... La destruction de Jerusalén ........................ . SECCION VI.—Tcxtos pontificios A) El amor a la patria ......... B) La sociedad supranacional C) La paz .................................... SECCION VII.—Miscdânea historica y literaria El lugar llamado «Dominus flevit» .............................. Los liantes de Cristo ..................................................1.......... A) Sobre Jerusalén .................................................................. B) Ante la tuniba de Lâzaro ................................................ C) En la cruz ....................... ..................................................... III. Valor y sentido de las làgrimas en San Ignacio ........... Contra cl pccado de la Injuria ....'........................................ A) El enigma de San Francisco ........................... ............. B) ..................................... 1031 1031 1032 1032 1033 1034 IV. El Quc humilia seri ensalzado ................................. A) Un obispo, monaguillo .............................................. B) El titulo de nobleza ........... 1035 1035 1035 SECCION VITI.—Guioncg homiléticos ...................................... 1036 1034 Serie II : Sobre la epistola ............................................... 1036 1. Uniôn y bien social del Cuerpo mistico .................. 1036 2. Unidad ffsica del Cuerpo mistico ............................. 103g Serie III : Sobre cl Evangelio .......................................... 1042 3. Los que salen peor del templo .’................................. 1042 4. Exposiciôn de la parabola ......................................... 1045 5. «El que se humilia...» .................................................... 1048 6. «La humildad es andar en verdad» ........................ 1054 7. Orgullo y humildad ..................................................... 1058 8. Necesidad de la humildad .......................................... 1061 g. El conocimiento de si mismo ................................. 1064 10. Humildad y personalidad .......................................... 1066 11. El humilde frente al soberbio ................................... i<>7o 12. Soberbia v codicia ................ ;...................................... 1074 13· Presunciôn y desesperaciôn ....................................... 1077 14. La oraciôn del fariseo ................................................ iûSi 15. Oraciôn laudable y oraciôn rechazable .................... 1084 16. La oraciôn del pecador ............................................. ιοβό 17. La oraciôn humilde .................................................... 10S9 18. Disposiciones para la justificaciôn ........................... iogi ig. El triunfo de un publicano ......................................... 1094 Serie IV : De actualidad social .............. 1097 20. Soberbia y avaricia colectivas ................................... 1097 EL SORDOMUDO Domingo tmdécîxno dcspzés de Pentecostes SECCION I.—Textos sagrados 1105 I. Epistola ............................................................................ 1105 TL Evangclîo ............................................... 1106 ΠΚ Algunos textos de la Escritura sobre la lengua y el bien hablar ................................................ nc6 INDICE GENERAI. ΧΧΙΠ Pàgs. SECCION II-_ Conwntarios generales mi I. Situation liturgica ....................... A) El tenia de la confianza .... IIII Η. .1 pinites exegético-morales A) Epistola ............................. a) Ocasiôn y argumento b) Los textos . Β) Evangelio ........ a) El milagro b) Aplicacioues SECCION III.—Santos Padres San Juan Crisostomo . Dos lecciones de la liturgia del die II. San Agustin .................. .................. La revelaciôn y los milagros ....... III. San Bernardo .................................... Visitas ocultas del Verbo Esposo al alma SECCION TV.—Teologos Santo Tomâs de Aquino Los sacramentos y su eficacia II. San Buenaventura ................... El silencio en la vida espiritual SECCIOX λ’.—Au toros varios Santo Tonids de Villanueva El sordomudo ............. . II. Fray Luis de- Lcôn ..... Todo lo lia heclio bien III. Fray Luis de Granada Doctrina y virtudes ... P. Alonso Rodriguez . Guarda en el hablar ., San Alfonso Μ.Λ de Ligorio El hablar deshonesto ......... San Francisco de Sales ....... Palabras buenas v honestas IIII IIII III2 III2 III2 m3 HIS Hio 1119 III9 III9 II25 II39 II39 1143 II43 II43 Hi! 1155 USS USS II59 II59 1164 1164 I168 I168 II72 II72 INDICE GENERAL XXIV Pdg3. SECCION VI.—Textos pontificioe .... 1180 1180 Sobre los ejercicios espirituales A) Necesidad de los ejercicios en una época de frivolidad e irreflexiôn ..................................................... 1180 B) Fuerza admirable de los ejercicios espirituales ... 1182 Método empleado por Jesucristo y por la tradiciôn de la Iglesia ................... ...................... ..................... B) Todos deben buscar un tiempo de retiro ............. 1185 Que sean verdaderos el silencio y la soledad ...... 1187 2 *· w · SECCION VII.—Mlscclânea histôrlca y litoraria 1189 El sordomudo ............................................ La tnds curiosa iconografta ....................... lEphetha» ............................................... Ceremonias litûrgicas: Efetaciôn .............. La glosolalia de San Vicente Ferrer ...... La virtud de los que callan ...................... Contra los pecados de la lengua ............... vm. El Patrono de los sordotnudos ................. 1189 1189 1190 1190 1191 1192 SECCION VITI.—Guiones homiléticos ........... ngô Serie H : Sobre la epistola ......................... i. El testimonio de San Pablo ............ Serie ΙΠ : Sobre el evangelio .................... 2. Apostolado seglar............................ «Seorsum de turba» ....................... 4- Jesûs, el pueblo y el mudo .......... Sordos para oir la palabra de Dios 6. Los sordos espirituales ........ Mudos para la gloria de Dios 8. Necesidad del silencio ......... El silencio exterior 1. De la lengua 10. El silencio exterior 2.De la actividad exterior 11. El hombre interior 12. «Ephetha : abrios» IS- Los sacramentos . ■ 14. Haccrlo todo bien • IS· «Todo lo hizo bien...» • Serie IV : De actualidad social 16 Soledad v vida activa . Artesanos v escribas .. 18. El maestro interior .... 19. Soledad, unidad, uniôn INDICE DE SAGRADA ESCRITURA ... Indice de materias 1195 1196 1196 1199 1199 1202 1206 1208 1211 1214 1217 1220 1220 1223 1223 1226 1229 1232 1235 1238 1240 1240 1245 1248 1253 1258 1250 e RECONCILIACION fraterna Domingo quinto después de Pentecoste's I. EPISTOLA (i Petr. 3,8-15) 8 Finalmente, todos tengan un 8 ln fine autem omnes una­ nimes, compatlentes, fraternita­ mismo sentir, sean compasivos. tis amatores, misericordes, mo­ fraternales, misericordiosos, humildes, desti, humiles: I 9non reddentes malum pro malo, nec maledictum pro mama­ ledicto, sed e contrario benedi­ centes: quia in hoc vocati es­ tis, ut benedictionem hereditate possideatis. 10 Qui enim vult vitam dili­ gere, et dies videre bonos, coer­ ceat linguam suam a malo, et labia eius ne loquantur dolum. 11 Declinet a malo, et faciat bonum: inquirat pacem, et se­ quatur eam: 12 quia oculi Domini super iustos, et aures eius in preces eorum: vultus autem Domini super facientes mala. 13 Et quls est qui vobis noceat, si boni aemulatores fueritls? 14 Sed et si quid patimini propter iustitiam, beati. Timo­ rem autem eorum ne timueretis, et non conturbemini. 15 Dominum autem Christum sanctificate in cordibus vestris, parati semper ad satisfactio­ nem omni poscenti vos rationem de ea. quae in vobis est, spe. 9 no devolviendo mal por mal ni ultraje por ultraje; al contra­ rio, bendiciendo, que para esto hemos sido Uamados, para ser herederos de la bendicidn. 10 Pues quien quisiere amar la vida y ver dias dichosos, cohiba su lengua del mal y sus la­ bios de haber engafiado. Apârtese del mal y obre el bien, busqué la paz y sigala, 12 que los ojos del Seüor miran a los justos, y sus oidos a sus oraciones, pero el rostro del Seüor estâ contra los que obran el mal. 13 ί,Ύ quién os harâ mal si fuereis celosos promovedores del bien ? 14 Y si, con todo, padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temâis ni os turbéis, 15 antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Senor y estad siempre prontos para dar razôn de vuestra esperanza a to­ do el que os la pidiere. EVANGELIO Π. (Mt. 5,20-24) 20 Dico enim vobis, quia ni20 Porque os digo que, si vuessi abundaverit iustitia vestra plus quam Scribarum, et Pha- tra justicia no supera a la de los rhaeorum, non intrabitis in escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos, regnum caelorum. *G* RECONCILE ACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. J 21 Habéis oîdo que se dijo a 21 Audistis quia dictum est los antiguos: No matarâs; el quel θ^1*168,; (Jul1Ia,u’ tern occiderit, reus erit iudicio. matare serâ reo de juicio. 22 Ego autem dico vobis: 22 Pero yo os digo que todo omnis qui irascitur fratri el que se irrita centra su herma-. quia suo, reus erit iudicio. Qui au­ no serâ reo de juicio; el que le tem dixerit fratri suo, “raca”: dijere “raca”, serâ reo ante el ! reus erit concilio. Qui autem sanedrin, y el que le dijere ‘‘loco’’, dixerit, “fatue": reus erit ge­ serâ reo de la gehenna del fuego. hennae ignis. 23 Si ergo offers munus tuum 23 Si vas, pues, a présentât] una ofrenda ante el altar y alli 1 ad altare et ibi recordatus fue­ quia frater tuus habet ali­ te acuerdas de que tu hermano I ris quid adversum te: tiene algo contra ti, 24 relinque ibi munus tuum 24 déjà alli tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconcil arte 1 ante altare, et vade prius re­ fratri tuo: et tunc con tu hermano y luego vuelve a conciliari veniens offeres munus tuum. présentât tu ofrenda. ΙΠ. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA RELACIONADOS CON EL PASAJE EVANGELICO Aplicabks homïléticamente a este pasaje evangélico, hemos insertado ya no pocos textos internantes de la Sagrada Escritura. Hemos de remitir, por tanto, al lector a los que se refieren a Ia munnureridn (cf. La Palabra de Cristo, t.2 p.561-5641, a la caridad (ibid., 0.1097-1x05), a la ira y a la mansedumbre (ibid., t-3 P-75X-758), a los juicios temerarios (ibid., t.5 P.39X-305) y 0 l·«* w 10 ; KECONCIUACÏÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. 2.0 Un mismo sentir Necesaria debe ser tai condiciôn, sobre todo cuando los catôlicoe no forman una mayoria total, puesto que no es sôlo San Pio X quien se lo recomienda a los espanoles en tiempo mâs o tnenos liberal, sino San Pedro y con él San Pablo, cuando escribe a los Romanos (Rom. 12,16 ; 15,5), a los Corintios (i Cor. 12,12) y a los de Filipos (Phil. 2,2). Sentir todos lo mismo, tener todos un mismo punto de vista, no es sino consecuencia natural de la estrictisima unidad copiada de la que reina en la Trinidad augusta, y que nos recomendô el Seâor en la ultima cena (Ιο. 17,21). Cierto que esta unidad se refiere sôlo a lo religioso, pues Dios ha dejado el mundo a las discusiones de los hombres ; pero aun en los mismos asuntos terrenos, si se relacionan con el espiritu, tenemos autoridades, cuyas normas de acciôn deben serlo también de ese ûuico sentir corn un a todos. La caridad compasiva y la humildad son virtudes necesarias en todo tiempo, distintivas de los fieles y con las que vencieron las pri­ meras generaciones al mundo pagano. 2. No devolviendo mal por mal Cuando ardan las hogueras de Néron, devolved bien por mal, bendecid a los que os persiguen. Jesûs en el sermon de la Montana sustituye la ley del taliôn (cf. infra, San Juan Crisôstomo, sec.111,1) poi esta otra ley, mucho mâs perfecta y cristiana, de la que uno de los discipulos, San Este­ ban, nos diô tan preclaro ejemplo. A las razones expuestas por los Santos Padres, y que hemos trans­ erito en numerosas ocasiones, podemos anadir la que aduce San Pe­ dro. Somos herederos de la bendiciôn y del cielo ; sôlo debemos pensar en él y deseârselo a todos. ^Quieres que dejen de perseguirte?, diria San Agustin. Pues pide a Dios que dejen de ser malos, y asi perderâs un enemigo y te encontrarâs con un hermano. 3. Pues quien quisiere amar la vida San Pedro es un buen judio que tiene siempre en sus labios el Antiguo Testamento. Recordemos que se dirige a cristianos perseguidos, a quienes recomienda la sunnsiôn, y para mejor convencerlos quiere hacerles ver, apoyândose en el salmista, que la virtud es ùtil incluso para ser feliz en este mundo, pues Dios no puede por menos de hacer objeto de su amor a los hombres piadosos que aman el bien. Los versiculos 10-12 comprenden esta confirmaciôn biblica que San Pedro hace citando de memoria la versiôn de las Setenta del salmo 33,12-17. 4. Y ^qulén os harâ mal si fueseis celosos promovedores del bien? Es su propia couclusiôn. Si sois buenos, jde que os podrôn acusar y por qué os podrân perseguir? Y si, con todo, padeciereis por la justicia Comienza la segunda parte de que hemos hablado antes. Cuando se predica que Dios protege a los buenos y les concede su felicidad, corremos siempre el riesgo de que nos opongan hechos contra- SEC. 2. COMENTAR1OS GENERALES H nos. Lo mismo debia ocurrirle a San Pedro. Sus oyentes procuraban ser mansos, pero su piedad no apagaba las hogueras. Por eso pasa inniediatamente a dar la verdadera razôn y motivo de nuestra paciencia, que para nosotros no puede estribar en razones terrenales desde el momento en que disfrutamos de otros bienes mncho mâs altos. Dejemos para los judios y el Antiquo Testamento el mucho hablar de premios recibidos aqui abajo Si, a pesar de ser piadosos y mansos, padecemos, felices de nos­ otros, pues recibiremos el galardôn. Ademâs, conseguiremos confuudir a nuestros perseguidores y llegaremos al triunfo final, a semejanza de Cristo, que primero muriô y des-pués de su muerte conven­ ed a los incrédules y goza de un sitial a la diestra de Dios (v. 14-22). La justicia de que liabla es la misma del sermôn de la Montana (Mt. 5,29), y el pensamiento del escritor es idéntico al de los versicu­ los 10-12 del mismo capitulo y sermôn. A continuaciôn de esta remembranza evangélica viene inmediatamente la inevitable cita del Antigno Testamento, del que transcribe las siguientes palabras, que pueden encontrarse en Isaias (8,12-13) : No tengàis ntiedo oil temor. A Yahvé Sebaot habéis de santificar: de El habéis de tenter, de El tener ntiedo. Temer mâs a Dios que a los hombres, fué un lema de los mârtires. El lector puede advertir, cotejando la versiôn de Isaias y la cita bêcha por San Pedro, que en donde el profeta dice Yahvé Sebaot, el Apôstol dice Cristo Seiior. Es uno de tantos lugares del Nuevo Testa­ mento en los que, a despecho de la critica, se ve claramente cômo desde el primer momento los mâs antiguos predicadores creian en la divinidad de Cristo. Ahi es nada que un buen judfo como Pedro sustitnya, asi como al desgaire y como quien no dice nada nuevo, el nombre de Yahvé por el de Jesûs. Una ecuaciôn tan perfecta hubiera sido para él la blasfemia mâs atroz de no tener el convencimiento de que Cristo era Y’ahvé. B) a) Euangelio Fariseos y escribas I. Los fariseos Séria imperdonable que a lo largo de nuestras explicaciones no estndiâramos el tema de los fariseos, su historia y su doctrina. Aprorecharemos la ocasiôn qne nos brinda el evangelio de hoy. t.° Historia Pocas veces el nombre de un partido o movimiento refleja mejor su ideologia que en nuestro caso. Farlsco quiere decir separado. A partir de la restauraciôn de Israel, después de la cautividad de Babilonia, todo el pueblo fué fariseo ; pues aunque de hecho y de derecho los judios no recobraron jamâs su libertad politica, sin em­ bargo, Nehemfas consiguiô levantar un doble muro que los aislô del exterior : el muro que cinô a la cindad de Jerusalén y otro de carâç- ■ RhCONClLlAClÔN FRATERNA. ’• j · 5.° DESP. PENT. ter moral, religioso y nacionalista que preservara a Israel de todo contacto corruptor con los pueblos y costumbres idolâtricas. Mientras duré la protecciôn persa, los hebreos se conservaron bastante bien. Pero llegô la invasiôn griega y con ella un fenômeno nuevo en el mundo. Tal fué la helenizaciôn, que no consistiô simpJemente en conquistar, sino en convertir a las costumbres y a la religiôn griega. Alejandro fué un civilizador, y entre los elementos que su civilizaciôn habia de barrer fignraban las bârbaras religiones orienta­ les, desconocedoras de la belleza humanista griega. El libro de los Macabeos nos describe el efecto de las nnevas cos­ tumbres, de los nuevos juegos atléticos en Israel : .4 miichos les parecieron bien seinejantes discursos...; en virtud de esto levantaron en Jerusalén un gininasio a los usos paganos, se restablecicron los prepucios, abandonaron la alianza santa, haciendo causa ccnnûn con los gentiles (i Mach. 1,13-16). Ante la apostasia, que, si no general, iba siendo muy abundante, Matatias levanta la bandera de la rebeliôn : Aunque todas las naciones que fornum el imperio abandonen el culto de sus padres... jTodo' el que sienta celo por la ley y sostenga la alianza, sigame! (ibid., 2,19 y 27). Presto se le unieron los «asideos» o, «piadosos», judîos que se habian «separado» de la ciudad para seguir fieles a Dios, y comenzé» la guerra. El Sedor les concediô la victoria, y todo el pueblo volviô a ser un «separado». Sin embargo, es diffcil oponerse a las corrientes de los tiempos y es muclio mâs diffcil que el poderoso no sucumba a ellas cuando lo que le ofrecen es comodidad y regalo. El helenismo fué apoderândose'de las clases altas, y los mismos hijos de aquellos guerreros de la estepa, una vez convertidos en reyes de Oriente..., se helenizaron. Entonces es cuando propiamente aparecen los fariseos. No sabemos quién les da este nombre ni en qué fecha comienzan a usarlo, pero en la politica asmonea existe una gran fuerza, acuchillada unas veces (en cierta ocasion, Alejandro Janeo, rey y sacerdote, crucificô a ochocientos, desollando a la vista de los agonizantes a sus mujeres e hijos, mientras él se banqueteaba en un lugar apartado ; cf. Josefo 4. 1., 13,14,2) y alguna que otra tornando su vencanza. Esta fuerza, heredada de los antiguos asideos, esté constitufda por amantes de las tradiciones puras de Israel, y se diô a si misma el nombre de fariseos o separados. Ahora bien, dentro de la masa formôse una selecciôn, que, en realidad, no pudo llamarse nunca secta, partido politico ni organizaciôn, pero que tuvo sus caractères perfectamente definidos y que conté» siempre con las simpatias del pueblo, mientras que las clases altas, y muy e&pecialmente los sacerdotes, de jerarquîa superior, se distanciaban cada vez mâs de él por sus aficiones helenistas. F.ran los saduceos. 2.0 Doctrina y costumbres farisaicas Es curioso comprobar que los tradicionalistas rabiosos fueron acusados de rnnovadores por los saduceos. En efecto, ésta es la primera y mâs radical diferencia entre unos y otros. Para el saduceo, ser jndio consiste en observar ùnicamente la «ley», quizâ porque, a iéndose estrictamente a ella, no ténia CO.MENTARIOS generales 13 por qui* separarse en absoluto de loa gentiles Los fariseos, en cam­ bio, equiparan con la ley a la tradiciôn recibida de Moisés y de los antiguos (Mt. 5,2 ; Mc. 7,3). En la parte dogmatica, los fariseos reconocfan la existencia de la Providenda, la cooperaciôn de la gracia y la libertad humana. «Atribuyen todas las cosas al destino y a Dios ; el obrar justamente 0 no, depende en rnâxima parte del hombre, pero Dios coopéra en todo» (cf. Josefo, B. I., 2,162-166). Admitian la inmortalidad del aima, la resurrecciôn de los cuerpos y la existencia de los Angeles, verdades negadas por los saduceos (Mt. 22,23 ; Mc. 12,18 ; Le. 20,27 ; Act. 23,8 ; Josefo, B. I 2,8,14 ; 3,8,5 ; Α· !·> Μ)· Junto a estos dogmas sanos unian un falso concepto del mesianismo. Dios derramarâ en ese tiempo sus bendiciones sobre el pueblo judio, y muy especialmente sobre los fariseos, que, gracias a los méritos de los patriarcas, al conocimiento de Yahvé, a la circuncisiôn y a los sacriiicios, no podrân condenarse y serân todos salvos (Josefo, .·!. L, 17.2,4). Fâcilmente puede comprobarse como San Pa­ blo tiene que luchar contra todos esos conceptos difundidos por los judaizantes. Instruidos por el Antiguo Testamento, insistian enérgicamente en la amistad que debiera existir entre todo hebreo ; pero, como quiera que ellos discriminaban a los judîos en verdaderos y falsos, segùn que observaran o no la ley conforme a las normas farisaicas, dedûcese que la cuestiôn de averiguar quién es mi prôjimo (Le. 10,29) revestia una gran importancia. En cuanto al estudio de la ley y de las tradiciones que la explicaban, solian sintetizarlo en très puntos capitales : descanso del sâbado, pago de los diezmos y limpieza ritual. De todos estos puntos, la mayorîa de ellos santos y buenos, nacen las costumbres ridiculas y los vicios mâs graves del fariseismo En primer lugar, del estudio y amor a las tradiciones mâs absur­ das, y a las que dieron mâs importancia que a la misma ley escrita y ciertamente revelada por Dios. El Talmud, quintaesencia del fariseismo, dice : «Mayor fuerza tienen las palabras de los escribas que las palabras de la Torah, y peor es ir contra éstas que contra aquéllas» (Sanhedrin, 11,3). A fuerza de tradiciones impusieron, por una parte, cargas insoportables, pues imposible es tener que observar veintitantos preceptos para matar una gallina, como hemos visto practicar celosamente a un hebreo ; y por otra corrompieron la ley, como ocnrriô en el caso de los juramentos, que no consideraban taies si no se nombraba a Dios. El casufsmo llegô a ser inverosimilmente complicado y necio. La limpieza ritual sustituye casi, y en muchas ocasiones sin casi, a la santidad interior. El amor al verdadero hebreo, al puro, divide a las cosas y los hombres en mundos, puros e inmundos. Pero, como quiera que son los fariseos con sus tradiciones y estimaciôn quienes dictaminan, acaban por ser ellos solos los puros. El resto recibe el nombre de «pueblo de la tierra». «jAy de mi! He dado pan a uno del pueblo de la tierra» (Baba Bathra, *8 a). «Es licito herir a uno del pueblo de la tierra incluso en el dia de Kippur que cayese en sâbado» (Pesahnim, 49, b) (cf. Ricciotti, Vida de Cristo, p.55). Esta gente ignora la ley y son unos inalditos, diceu refiriéndose al pueblo no fariseo que signe al Senor (lo. 7,49). Finalmente, la hipocresia, muy obvia, en donde todo se reduce κ I ί· i 14 . it» RFCONCILIACION FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. a an formalisme exterior, y la avaricia, cuyos medros les resultaban faciles gracias a la fama de santidad de que gozaban entre el pueblo y las mujeres ricas, a las que despojaban con el pretexto de orar, abundaron entre los fariseos. A pesar de ello, existieron muchos verdaderamente piadosos y buenos israelitas, como Nicodemo (Io. 3,1), Gamaliel (Act. 5,34) y otros cuyos nombres desconocemos (ibid., 15,4). ® Pecados farisaicos 3. El fariseismo en su concepto peyorativo ha sido retratado en otra parte de esta obra (cf. La palabra de Cristo, t.3 p.922-937). Ahora nos ceiïiremos a reunir los diversos lugares evangélicos que hacen alusiôn al terna. Practicaban ostentosamente los actos exteriores para parecer santos (Mt. 23,5). Ayunaban dos veces en semana (Lc. 18,12 ; Mt. 9,14), oraban delante de todos (Mt. 6,5; Lc. 18,11), daban limosna en ρύblico (Mt. 6,2), usaban amplfsimas filacterias (Mt. 23,5), diezmaban hasta el comino (ibid., 23 ; Lc. 11,42 ; 18,12), honraban los sepulcros de los profetas (Mt. 23,29), rechazaban el trato no sôlo de gentiles, sino de cuantos estimaban pecadores (Mt. 9,11 ; Lc. 7,39). A pesar de todo esto, descuidaban la santidad interior y hacfan poco caso de vicios, como la ira y la sensualidad (Mt. 5,21 ss. 27 ss.), buscaban las riquezas (Mt. 23,14), y no se cuidaban de corregir las costumbres de sus prosélitos (ibid.). Aplicaban al pie de la letra algunos preceptos mosaicos de menor importancia, en tanto que no hacian caso de otros mucho mâs graves, pero que no llevaban aparejada ninguna sanciôn en la ley, y falsificaban los mâs importantes, como, por ejemplo, el mandato de amar al prôjimo, que convertian en el de odiar al enemigo (ibid., 43), y el de no jurar (Mt. c.23). 2. Los escribas Todavia existen hoy y reciben un nombre parecido, el de sabios, pnesto que escriba en arameo quiere decir hombre de letras. No son sacerdotes, sino legos, y su oficio consiste en estudiar la ley, enseüarla y, por lo tanto, dirigir las conciencias. Contra nuestro modo de entender la religiôn organizada, esta fnnciôn no estaba reservada al clero, sobre todo desde que en los ûltimos tiempos perteneciô casi todo él al sadnceismo y se dedicô a la politi­ ca. Eran seglares y, con pocas excepciones, fariseos. El aprendizaje era larguisimo, y, una vez conseguiilo, gozaban de gran prestigio, se adornaban con el titulo de rabbi, enseôaban en los atrios dei templo y en las sinagogas y, ademâs, intervenian eficazmente como asesores y jueces hasta en el mismo sanedrin. .Son los que el Evangelio llama también doctores de la ley. Perteneciendo casi todos al fariseismo, ni que decir tiene que padecian las mismas lacras que éste, de las que eran en gran escala responsables, puesto que en realidad venfan a ser el cuerpo teorizante del partido. COMENT A RIOS GENERALES 15 ·■■ b) Los TEXTOS Después de las notas precedentes, podemos abordar la explicaciôn de los textos. 1. SI vuestra Justicia no supera a la de les escribas Interésauos ahora observar la existencia del espiritu farisaico en­ tre nosotros. Copiemos un autor extranjero : . PENT. En estas palabras manifiesta que la caridad puede perseverar tenazmente si sabe sufrirlo todo. Y en otra parte (Eph. 4,2-3) anade: Soportândoos unos a otros con caridad, solicitas en conservai' la unidad del Espiritu mediante el vinculo de la paz. Con lo cuai aseverô que los hermanos que no se toleren mutuamente y conserven el vinculo de la con­ cordia mediante la paciencia, no pueden conservât la uni­ dad ni la paz. Y ;qué decir de aquello de que no jures ni maldigas; que no requieras lo que te han arrebatado; que, recibiendo una bofetada en una mejilla, présentes la otra al que te la da; que no solo perdones setenta veces a tu hermano que peca contra ti, sino todos sus pecados; que ame. a tus enemigos; que ores por tus adversarios y perseguidores? ;Podrias hacer todo esto sino mediante la firmeza de la paciencia y de la tolerancia?” E) Odio, envidia y paciencia a) Males de la impaciencia "Para que resplandezca mâs, hermanos carisimos. la bondad de ia paciencia, consideremos los males que acarrea el vicio contrario. Asi como la paciencia es un bien de Cris­ to, la impaciencia es un mal del diablo; y asi como en quien habita y permanece Cristo es patiente, asi, por el contrario, aquel de quien se ha hecho duena la astucia del demonio es siempre impatiente. Veamos sus comienzos. El diablo no supo llevar con pa­ ciencia que el hombre fuera hecho a imagen de Dios (Gen. ; 3,14) de aqui provino que fuera el primero en perecer y perdiera a los demâs. Adân, impatiente contra el precepto divino que le vedaba corner aquel alimento mortal, incurriô en la muerte, y no conserv’d la gracia que habia recibido de Dios, por no guardarla con paciencia (Gen. 3,22 ss.); Caïn diô muerte a su hermano porque se impacientô ante sus sacrificios y sus dones (Gen. 4,5). Los judios, impatientes por la tardanza de Moisés, adoraron el becerro de oro, y por odio mataron a los profetas y al Senor." b) Bienes de la paciencia Cotejados los bienes de la paciencia y los danos de la impaciencia, permanezcamos en Cristo para Hegar a Dios. Virtud es esta “no encerrada en un estrecho circulo ni limitada a breves terminos. Por el contrario, es muy amplia, y si es verdad que su fecundidad y copiosa abundancia proce- SIX. 3. SS. PADRES. SAN CIPRIANO 37 den de una sola fuente, en cambio, sus raudales aumentan y ella se dilata y extiende por muchos caminos de gloria. Nada hay que pueda merecer alabanza perfecta para nuestros ac­ tos como ella no lo fije y perfeccione. La paciencia nos recomienda a Dios y nos guarda para El; ella es la que mi­ tiga la ira, la que frena la lengua, la que dirige el entendimiento, la que conserva la paz, gobierna la disciplina, con­ tione el impetu de las pasiones, reprime la violencia del orgullo, extingue el fuego de la discordia, encierra el poder de los ricos y alivia las necesidades de los pobres; es el arma con que las virgenes defienden su integridad, las viudas su laboriosa pureza, y los casados la indivisa caridad. Hace humildes en ia fortuna, fuertes en la adversidad y mansos contra las ofensas. La paciencia ensena a perdonar inmediatamente a los que delinquen, y, si eres tû el que prevaricas, también te enseharâ a orar con abundancia y firmeza. Asimismo rechaza las tentaciones, tolera la perse­ cution y consuma los padecimientos y martirios. Ella es la que da vigor y prestancia a los fundamentos de nuestra fe; ia que eleva y acrecienta nuestra esp.eranza; la que dirige nuestros actos para seguir el camino de Jesucristo, imitan­ do su tolerancia; ella hace que p ers ever emos como hijos de Dios imitando al del Padre.” F) La venganza a) La hora de la venganza no es de Dios es de los hombres “Mas como sé, hermanos carisimos, que muchôs desean tomar inmediatamente venganza, movidos los unos por el dolor de las injurias recibidas, impulsados otros por la crueldad de quienes se ensaûan con ellos, y no quieren diferir hasta el dia del juicio la rétribution de los réprobos, os exhortamos a que abracéis la virtud de la paciencia, para que en medio de estas borrascas del agitado mar dei mundo y entre las persecuciones de los gentiles, de los herejes y judios, esperemos permanentemente la hora de la venganza... Aun a los mârtires, que daman y desean llegue cuanto antes ese dia, se les manda que tengan paciencia. Habiendo abierto, dice San Juan (Apoc. 6,9-11), el quinto sello, vi debajo del altar las aimas de los que habian sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardan, y clamaban a grandes voces diciendo: Hasta cuândo, Senor, Santo verdadero, no juzgarâs y vengarâs nuestra sangre en los que moran sobre la tierra? A cada uno le tué dada una tunica i ; ' * ? RECONCH.IACION FRATERNA. 5.“ DES!·. PENT. blanca y les fué dicho que estuvieran callados un poco de liempo, hasta que se completaran sus consiervos y hermanos, que también habian de ser mucrtos como ellos..." b) En esa hora Dios no callarâ “^Quién es este que dice que se callé una vez, pero que no se callarâ siempre? Pues el mismo que como una oveja fué conducido at sacrificio, y como un cordero bajo la mano del que le trasquila, sin habiar, no abriô su boca (Is. 53,7); el mismo que no ciamô ni su voz se ha oïdo en las plazas (ibid., 42,4); aquel que no fué contumaz y présente» su espalda para recibir los azotes y sus mejillas para que le dieran boïetadas; el que no apartô su rostro de la inmundicia de los esputos; Aquel que, siendo acusado por los sacerdotes y ancianos, nada contesté y conservé su silencio en medio de la admiration de Pilato (Mt. 27,14). Este es el que, habiendo guardado tanto siiencio durante la pasién, cuando venga a tomar venganza, no se callarâ. Este es nuestro Dios, esto es, no el de todos, sino ei Dios de los fieles y creyentes; el cual, cuando venga en su segunda venida, no se callarâ; pues, habiendo permanecido pnmeramente oculto en la humildad, vendrâ manifiesto en el poder.” c) DlOS VENGAR ENTONCES LAS INJURIAS INFERIDAS A SU PUEBLO F “Esperemos, hermanos carisimos, a este juez y vengador nuestro, el cual vengarâ al pueblo de su Iglesia y a todos los justos que ha habido desde el principio del mundo. El que tanta prisa y tantos deseos tiene de su propia venganza, considere que todavia no ha sido vengado el misnio que ha de tomar venganza. Dios Padre mando adorar a su Hijo, y el apôstol Pablo, recordando este precepto. dice: Le exalto Dios y le dïô un nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesûs se doble toda rodïlla, de lo celeste, de lo terrestre y de los infiernos (Phil. 2,9-10). ‘En el Apocalipsis, el ângei resiste a Juan, que estaba en actitud de adorarle, y le dice: Mira, no lo hagas, porque soy consiervo tuyo y de tus hermanos. Adora al Seüor Jésus (Apoc. 19,10). ;Quién es Jesûs, y cuânta su paciencia, que no toma aûn venganza en el mundo el que es adorado en el cielo? Meditemos, hermanos carisimos, en esta paciencia cuando afrontemos ia tribulation y las persecuciones. Espe­ remos con plena confianza su venida. No nos apresuremos los esclavos a defendernos de modo irreverente e irrespetuoso antes que el Senor. Insistamos y trabajemos, y, vigilan- SRC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎn ΤΠ 39 I tes con el corazôn y dispuestos a sufrirlo todo, observemos los preceptos divinos, para que, cuando se acerque el dia de la ira y de la venganza, no seamos castigados con los impios y pecadores, sino coronados con los justos y con los que temen a Dios”. SAN AGUSTIN Sobre el odio Seleccionamos diversos lugares en los que San Agustin expone cîertos pensamientos que repite muchas veces a lo largo de sus obras. a) Las persecuciones del justo y el refugio de la SOLEDAD 1. Introducciôn i.° Cristo es nuestra perfecciôn “El titulo de este salmo es sobre el fin de los himnos. entendimiento para David. Voy a êxDlicaros brevemente, porque ya lo sabéis, qué es el fin. El fin de la ley es Cristo para la justicia de todo el que créé (Rom. 10,4). Dirijamos, pues, nuestro entendimiento al fin, dirijâmoslo a Cristo. ;Por qué se le llama fin? Porque todo lo que hacemos lo referimos a El, y cuando lleguemos a El no nos faltara nada. Fin es lo que termina una cosa o lo que la perfecciona. Uno es el sentido que entendemos al oir que se ha terminado la comida, y otro cuando oimos que se ha terminado el vestido que se tejia. El fin de la comida ha consistido en dejar de existir, y el del vestido, en conseguir su perfec­ tion. Asi, pues, nuestro fin debe ser nuestra perfecciôn, y nuestra perfecciôn es Cristo. El nos perfecciona porque somos miembros suyos. Y se dice también que es el fin de la ley, porque sin El nadie la cumple perfectamente” icf. Enarr. in Ps. 54,1: PL 36,628). 2.0 Gozosos en la esperanza “En himnos, en alabanzas, en tribulaciones y angustias, en alegria y regoeijo, sea alabado Cristo, que en las tribu­ laciones nos ensefia y en la alegria nos consuela. No se aparté nunca su alabanza del corazôn y labios cristianos; no le alaben en la prosperidad y le maldigan en la desgracia, sino como nos manda el Salmo (33,2) : Yo bendeciré siempreaYavé; su alabanza estarâ siempre en mi boca" (o.c., 2). t ·! 40 RECONCILUCIÔN FRATERNA. 5.° DESP. PENT ^Qué significa lo de entendimiento para el mismo Da­ vid? David era figura de Cristo y también nuestra, puesto que somos cuerpo suyo. “Entiendan, pues, los miembros de Cristo, y Cristo entienda en ellos, y los miembros entien­ Μ dan en El... Si entendiéramos, veriamos que este pais no es propio de alegrias, sino de gemidos; no de regocijos, sino de continuo lloro, porque hasta la alegria que habita en nuestros corazones no es poseida en realidad, sino en esperanza. Nos alegramos en las promesas, porque sabemos que no puede engafiar el que las hizo; mas por el présente oid cuântos males y angustias nos rodean...” (cf. o.c., 3: ibid., 629). ο Motîvos para no odiar T.® El malo puede convertirse Da oidos, joh Dios!, a mi oracion; no te escondas a mis suplicas; estoy aturdido ante los gritos del enemigo, ante la presiôn del malvado (Ps. 54.2-4). Los malos no estân en el mundo para que los odies, sino para ejercitarte. j Ojalâ se conviertan'., pero, desde luego, no les odies nunca, “por­ que no sabemos si el malvado perseverarâ hasta el fin, y muchas veces, al odiar al enemigo que nos ofende, odiamos sin saberlo a un hermano futuro. La Sagrada Escritura nos dice que el diablo y sus ângeles estân condenados para siempre en el infiemo; solo de su enmienda podemos desesperar”. · ?· 9 2.0 Hay que imitar a Dios El demonio es el principe de las tinieblas, y los malvados son las tinieblas, de los cuales “no sabemos si llegarân a convertirse en luz. De los que se han convertido en fieles dice el Apôstol: Fuisteis algunos tinieblas y ahora sois luz en el Senor (Eph. 5,8). Tinieblas en cuanto a nosotros, luz en el Seiior. Hermanos, todos los malos, mientras lo son, prueban a los buenos; pero oidme brevemente y entended: Si eres bueno, tus ûnicos enemigos son los malos. Ahora bien, ten siempre presente aquella norma segûn la cual debes imitar la bondad de tu Padre, que hace salir el sol sobre los buenos y los malos y Uover sobre los justos y los injustos (Mt. 5, 45). No es que tû tengas enemigos y Dios no los tenga. Tu enemigo ha sido creado contigo; el de Dios es criatura suya. En la Sagrada Escritura leemos frecuentemente que los malos y los inicuos son enemigos de Dios, y, sin em­ bargo, Aquel a quien nada pueden echar en cara sus ene­ migos y para quien todo enemigo es un ingrato, pues de El ha recibido cuanto tiene de bueno, los perdona... Y tû. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 41 ^qué es lo que has dado a ese enemigo a quien no puedes sufrir? Si lo tiene también por enemigo el que les da tantae cosas y hace salir su sol sobre buenos y malos y Uover sobre justos e injustos, tû, que no eres capaz de hacer salir el sol ni llover sobre la tierra, 2, no puedes perdonarle algo para que haya en la tierra paz a los hombres de buena voluntad? Si se te ha dado como regia de amor el que, imi­ tando al Padre, ames a tu enemigo: Amad, pues, dice, a vuestros enemigos (Le. 6,27-35), 4 como cumplirâs este precepto si no perdonas a ningùn enemigo tuyo?” j? El testimonio de la propia concienda “El que Dios perdone a los malos te ha servido a ti para alcanzar misericordia, porque, si hoy eres bueno, quizâs antes no lo fueras, y si Dios no perdonase a los malos, tû, que le das gracias, no podrias presentarte ante El. Per­ done, pues, a los demâs el que te perdonô a ti” (cf. o.c., 4). 3. Unico dano que las persecuciones nos pueden causar I? El refugio de la oracion "Estoy aturdido ante los gritos del enemigo, ante la presiôn del malvado, pues me echan encima los infortunios y me persiguen con furor (v.4). Habéis oido el ruido de las olas y del vient©; insultaban al humillado, y él erraba por doquiera. Rugian y amenazaban los insultos, y él en su interior invocaba al que ellos no veian” (cf. o.c., 5: ibid., 531). “Cuando el cristiano padece taies cosas, no debe alzarse fâcilmente, como con odio, contra el que le hace padecer, ni desear vencer a los vientos, sino, por el contrario, refûgiese en la oracion para no perder el amor. Nada tienes que temer del enemigo. iQué podria hacerte? ^Decirte muchos males, dispararte injurias, atormentarte con asechanzas? 4Y qué? Alegraos y regocijaos, porque vuestro premio es grande en el cielo (Mt. 5,12). El multiplica las asechanzas en la tierra, y tu la ganancia en el cielo. Atormenten, pues, mâs; ojalâ puÿeran mâs todavia, puesto que no hay nada mâs seguro para nosotros que aquello de no temâis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (ibid., 10,28)”. 2.0 Dos enemigos del hombre “iQué es lo que hemos de temer cuando se présente el enemigo? El perder el amor por el cual le amamos a él mismo, porque todo enemigo desea arrebatarte lo que ve que tienes. Hay un enemigo oculto, rector de estas tinieblas visibles de carne y sangre y que también desea lo tuyo, ii 4‘ir. 42 b i RECONCILIACIQN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. SPC. que codicia depredar y devastar tus tesoros interiores. Pon, pues, ante tus ojos estos dos enemigos, el uno abierto y el otro escondido, el hombre a las claras y el demonio oculto. El hombre es, segùn naturaleza, lo mismo que tû; segùn la fe y el amor, todavia no es lo que tu eres, pero puede serio. Asi, pues, siendo dos tus enemigos, mira al uno y entiende al otro, ama al primero y precâvete del segundo”. 3.· Cômo venccrlos “Lo ùnico que pretende tu enemigo visible es rebajar aquello en que le superas. Por ejemplo, si le aventajas en riquezas, quisiera empobrecerte; si en honores, humillarte; si en fuerzas, tornarte débil. Solo se fija y desearia arrebatarte aquello que le supera a él. El otro enemigo, el oculto, también quiere robarte aquello con que le vences. Al hombre lo vences con la felicidad humana; al diablo, con el amor del enemigo. Del mismo modo que el hombre da vueltas para poder quitarte, destrozar y derribar la felici­ dad con que le vences a él, asi el diablo desearia vencer arrebatândote aquello con que es vencido. Procura conservar en el corazôn el amor del enemigo, porque es el arma con que vences al demonio. Atorméntete el hombre cuanto pueda, rôbete lo que quiera, porque, si amas al que te ataca a las claras, queda vencido el que te impugna arteramente” (cf. o.c., 6: ibid., 639). 3) odio, muerte y tinieblas “Sin embargo, estas contristado y andas errante con la vista turbada por la ira. La ira del hermano, si es inveterada, se convierte en odio. La ira turba la vista, el odio la apaga; la ira es una paja, y el odio es una viga. Alguna que otra vez odiabas y corregias al airado; tû ténias odio y corregias la ira con pasiôn, pues se te dice: Hipôcrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verâs de quitar la paja del ojo de tu hermano (Mt. 7,5). Entristecido luchabas contra todas las asechanzas de los que se confabulaban, mas no para vencerlos en la lucha, sino para no odiarlos... Jie tiembla el corazôn dentro del pecho y asàltanme terrores de muerte (v.5). Nuestra vida es el amor; por lo tanto, el odio es muerte. El (tu enemigo) mataba con tormentos tu cuerpo; tû, al odiar, matabas el aima. El asesinaba un cuerpo ajeno; tû, tu aima misma” (cf. o.c., 7: ibid., 632). “Me invaden el temor y el temblor, me envuelven las tinieblas (Nâcar: el espanto) (v.6). El que odia a su hermano vive en las tinieblas. Si el amor es luz (1 lo. 2,9-11), el odio ha de ser tinieblas”. • · ** PADRES. SAN AGUSTfv 43 5. Deseo de lu muerte o deeeo do la soledad Frecucncia de este, dcsco en los justos “îQqé es lo que queria en medio de estas flaquez^s y de estas persecuciones? jQuién me diera alas como de paloma! Volaria al lugar del reposa (v.7). Cuando tal cosa me acaece y se me manda que ame a los enemigos, sus asechanzas, que me rodean, conmueven mi vista, turban mi luz, atacan mi corazôn y matan mi aima. Quisiera marcharme para no aumentar mis pecados si permanezeo aqui; quisiera, por lo menos. separarme algo del género humano para que mi herida no llegue a ulcerarse y pueda volver curado al combate. Muchas veces, hermanos, el siervo de Dios desea la soledad, vno por otra cosa sino para evitar la multitud de trib’ilaciones y de escândalos. y dice: jQuién me diera alas! ;Se ve sin alas o con las alas atadas? Si no las tiene, dénselas; si las tiene atadas, suéltenselas, porque el que les diô alas a los pâjaros puede dârselas o devolvérselas a él... Las a'as atadas no sirven sino de peso, tquién, pues, me diera alas como de paloma? Volaria al lugar del reposo”. ’.° Dos seutidos “Estas frases nueden entenderse de dos maneras: O. como dijo el Apôstol, deshacerse y nermanecer con Cristo, donde psperaba hallarse mucho mejor, porque, aunque era muy fuerte, grande y de corazôn robusto: aunque era un soldado invicto de Cristo, sin embargo se turbaba en sus peleas...”; o simplemente retirarse dei trato humano. Nos esforzamos en corregir a los hombres, y ellos no quieren oir: agotamos nuestras fuerzas, v es todo inûtil. Solo queda el dolor. ^Quién me daria, pues, alas de paloma? j.° El ejemplo de la paloma “La paloma. al volar, escapa de los peligros, pero no pierdp el amor; la paloma con sus gemidns es signo del amor... Nopuede soportar los ataques de los hombres: rechinan sus dientes, son devorados nor la rabia, encendidos en ira; no puedo anrovecharles. ;Ojalâ pudiera descansar algo separa­ do de ellos en p] cuerpo. nero no en el amor, no sea que se turbe mi carino! No puedo aprovecharles con mis palabras v e.’fuerzos. quizâs podria con la oraciôn. Asî piensan los hombres, pero muchas veces se encuentran de tal manera atados. one no pueden volar, atados no por liera, sino por su nficio. En este caso. si estân ligados por su obligaciôn y oficio v no pueden retirarse. no les queda sino decir que desean deshacerse y estar con Cristo” (cf. o.c., 8: ibid., 633). 4.° El descanso del desierto “Se refugiaria en su conciencia como en un desierto para encontrar descanso, pero aquel amor le turba; esta solo en ■ ·F 44 RFCONCH.T.ACI0N FRATERNA. 5 ° nl sl’· su conciencia, mas no solo en la caridad; en su interior la conciencia le consuela; no obstante, las tribulaciones no le abandonan por de fuera. Quieto, tranquilo, dentro de si m:smo, pero pendiente de otros, se turba, y iqué es lo que dice? Esperaré en aquel que me puede salvar de la nusilanimidad y la tempestad (v.9; Vulgata). El mar es la tempestad; no te queda sino exclamar: Seiior, que perezeo (Mt. 14,30). Extienda hacia ti su mano el que sabe marchar intrépido sobre las olas; ayude tu temblor, robustezea tu seguridad, hâblete dentro de ti y digate: Mirame a mi y lo que he sufrido. iPadeces quizâs de un hermano malo o de un enemigo exterior algo que yo no haya padecido? Por fuera rugian contra mi los judios, y en el interior un discipulo me entregaba. Ruge la tempestad, pero he aqui que él salva de la pusilanimidad y la tormenta. Quizâs tu nave se turba norque él duerme dentro de ti. Se levantaba el mar, peligraba la navecilla en que navegaban los discipulos, y Cristo dormia... Quizâs también se turba, y con razôn, tu corazôn, porque se ha marchado de ti aquel en quien tù creias, y padeces sin poder resistir porque no recuerdas lo que por ti sufriô Cristo. Si no recuerdas a Cristo, Cristo esta dormido; despiértale, aviva tu fe. Duerme Cristo en ti si te olvidas de sus dolo­ res; vigila contigo si los recuerdas. Si miras con abierto corazôn lo que él padeciô, ;no sufrirâ el tuyo con ânimo tranquilo? Y hasta quizâs te alegrarâs, porque has sido digno de parecerte a los sufrimientos de tu Rey. Si llegas a pensar todo esto, comenzarâs a consolarte y alegrarte; es que El se ha levantado, ha mandado a los vientos, y la tranquilidad se ha hecho” (cf. o.c., 9: ibid., 634). SEC. 3. PADRES. SAN AGUSTÎN 45 2. 1)1 ferendas entre la ira y el odio I.” Xo todo cl que se aira odia “Hay una gran diferencia entre el pecado de la ira y la crueldad dei odio. Nos airamos con nuestros hijos, y, sin embargo, iquién puede decir que los odiamos? Hasta la madré se aira con los animalitos cuando rechaza cansada •ΙΟ la boquita que chupa de sus ubres, y, sin embargo, sus entraâas estân llenas de amor de madré... No podriamos edu­ car a nuestros hijos si alguna vez no nos indignâramos y nos àirâramos con ellos, ni les corregiriamos si no les amâsemos. Por lo tanto, no todo el que se aira odia. Imaginate que un nino quiere jugar en un rio cuyo impetu le haria perecer; si lo ves y lo permites, es que le odias, y tu paciencia es mortal para él. iCuânto mejor seria airarse y corregirle, en vez de no airarse y permitir que muera! Asi, pues, lo primero que hay que evitar es el odio; urge que arrojemos de los ojos esa viga”. a.® Ira moinentânea y odio conservado “Muy grande diferencia existe entre la palabra excesiva que alguien dejô escapar en su ira y luogo borrô con el arrepentimiento, y el conservar el odio encerrado en el corazôn; gran diferencia hay entre aquella frase de la Sagrada Escritura (Ps. 6,8) : Se ha turbado mi corazôn por la ira (Vul­ gata), y aquella otra que dice: El qu* odla a su hermano es homicida (1 lo. 3,15) ; gran diferencia entre el ojo que se enturbia y el que se apaga; la paja enturbia y la viga destroza” (cf. o.c., 2). 3. ® Evitemos cl odio b) Ira, odio y correcciôn La paja y la viga “Si el ojo ha de ser lo suficientemente fino para poder quitar la paja del ajeno, es necesario que él mismo no tenga una viga. Voy a deciros brevisimamente lo que esto significa. La ira es la paja en el ojo; el odio es la viga. Cuando el que odia reprende al que tiene ira, quiere quitar una paja del ojo de su hermano y no puede, porque lleva una viga en el suyo (Mt. 7,3-5). La paja es el principio de la viga, porque ésta, cuando nace, es solo una pajita; pero, si la riegas, se convertira en viga. Alimentando la ira con las sospechas, se Uega al odio" (cf. Serm. 82,1: BAC, Obras completas de San Agustin, t.7 p.607 ss. ; PL 38,506). “Convenzâmonos, pues, en primer lugar, que, para po­ der cumplir lo que hoy se nos ha advertido, lo primero que debemos evitar es el odio. Cuando no tienes una viga en tu corazôn, ves claramente qué es lo que hay en el ojo de tu hermano y sufres hasta que consignes limpiârselo y quitarle lo que comprendes le per judica. La luz que hay en ti no permite que descuides la luz de tu hermano; pero, si odias y quieres corregir, ^cômo podrâs buscar la luz ajena, tù queperdiste la propia? No puede evitarse que el que odia a otro se irrogue mâs perjuicios a si mismo que a los demâs. Intenta danar por de fuera al prôjimo, pero devasta su propio interior. Cuanto nuestra aima es superior al cuerpo, tanto debemos cuidar que no padezea detrimento alguno, y quien odia al prôjimo hiere su aima. Mi enemigo no puede perjudicarme mâs que por de fuera; soy yo quien me perjudico por dentro. Ya has causado dano a tu enemigo; él quedô desnudo y tû te has hecho un pei verso. El perdiô lifi îl : 46 RFCONCn.I ACTÔN FRATERNA. ς.® DESP. PENT. su dinero, tû la inocencia. Pregunto: j.cuâl de los dos sufriô un daüo mayor? El perdiô lo que habia de perecer, tu perecerâs” (cf. o.c., 3). 3. Debemos corregir con amor i.® Dios exige la reconciliaciôn con el hermano “Debemos corregir amando, no con deseo de perjudicar, sino con ansia de enmendar. Si obrâsemos de esa forma, cumpliriamos admirablemente lo que hoy se nos ha advertido: Si peca tu hermano contra ti, corrigele a solas. iPor qué corregirle? Porque te da pena que haya pecado con­ tra ti? De ninguna manera; si obras por amor tuyo, no haces nada; si obras por amor a él, admirablemente obras” (cf. o.c., 4). ‘Ύ nadie objete que no ha pecado contra Dios, sino con­ tra su hermano, y que, por lo tanto, su pecado es leve o nulo. Quizâ piensas que es leve porque se cura pronto. Λ Si ? Pues, si pecaste contra tu hermano, desagrâviale y te curarâs. Râpido fuiste para herir de modo mortifero, pero râpidamente puedes encontrar remedio. i Quién de nosotros podria esperar el reino de los cielos, puesto que el Evangelio dice que quien haya dicho a su hermano fatuo sera reo del fuego del infierno? iQué espanto! Pero aqui tienes el remedio: Si vas a presentar una ofrenda ante el altar y alli te acuerdas de que tu hermano tiene altjo contra ti, déjà aUi tu ofrenda ante el altar (Mt. 5,22-24). A Dios no le incomoda que dilates colocay tu ofrenda, porque te prefiere a ti a tus obsequios, y si te acercas a El con tus dones, pero llevando en el corazôn el odio a tu hermano, te dirâ: Si tû has perecido, ipara qué me traes nada? Ofreces tus obsequios, y tu no eres obsequio aceptable para Dios. A Dios le satisface mucho mâs el hom­ bre redimido con su sangre que todo lo que tû puedas coger en tus graneros; por lo tanto, déjà aTlî tu ofrenda ante el al­ tar y ve primera a reconciliarte con tu hermano. Mira qué pronto has podido pagar aquel reato del infierno. Cuando no te habias reconciliado, eras un reo: reconciliado ya, ofrece tranquilamente tu ofrenda en el altar” (cf. o.c., 5). 2.° La humildad es necesaria “Los hombres son muv faciles para injuriar y muy dificiles para buscar el perdôn. Pide perdôn al que ofendiste, al que heriste. Contestarâs: No me quiero humillar. Pues, si desprecias a tu hermano. oye a tu Dios: El que se hu­ milia sera ensalzado (Le. 14.11). ;Caîste? ;No quieres humillarte? Mucha es la diferencia que existe entre el que se humilia y el que esta en el suelo: ahora yaces por tierra, l'ADRES. SAN AGÜSTÎN 47 no quieres humiliante? Mâs te valiera haber dicho: No quiero caer” (cf. o.c., 6). Esto es lo que debe hacer el que injurié, iy el que sufriô la injuria? Lo que hemos oido hoy. Si ha pecado con­ tra ti tu hermano, corrigele a solas; si le descuidas, eres peor que él, porque él al injuriarte se hirié gravemente y tû desprecias las heridas de tu hermano. Le ves perecer o que ha perecido, iy le descuidas? Eres peor callando que él injuriândote. Cuando alguien peca contra nosotros, preocupémonos mucho, no de nosotros, porque es una gloria olvidar las injurias, sino de las heridas de nuestro hermano (cf. o.c., 7). “El que odia a su hermano es un homicida” En estos dias santos de la Cuaresma hemos celebrado un pacto con Dios, diciendo en la oration: Perdônanos nuestras deudas, asi como nosotros perdonamos a nuestros dev­ iates; hemos firmado, como veis, la caucién de la deuda. “No se engaüe el hombre, que Dios no engaüa a nadie. Es de hombres el airarse, y ojalâ pudiera evitarse; es de hom­ bres el airarse, pero esta ira tuya, pequeûa simiente nacida ya, no debe regarse con las sospechas, porque llegaria a formarse la viga del odio”. 2. El corazôn del que odia es una prisiôn “Habéis debido llenaros de terror ante la sentencia de San Juan en su epistola, puesto que dice que las tinieblas pasan y aparece ya la luz verdadera, y a continuation ahade: El que dice que esta en la luz y aborrece a su hermano, ése està aûn en las tinieblas (1 lo. 2,8-9). Quizâ imaginéis que esas tinieblas son por el estilo de las que padecen los prisioneros en sus cârceles. Ojalâ fuesen como ellas, y, sin embargo, nadie quiere padecer las de la cârcel, en donde pueden ser encerrados incluso los inocentes, como lo fueron, por ejemplo, los mârtires, a los que rodeaban las tinieblas mientras brillaba la luz en su corazôn. En aquellas tinieblas, el justo no alcanzaba la luz, pero veia a Dios con el amor de la fraternidad. iQueréis saber que tinieblas son estas de las que se ha dicho que el que aborrece a su her­ mano, ése esta aûn en tinieblas? En otro lugar lo explica: El que odia a su hermano es un homicida (1 lo. 3,15). El que odia a su hermano, anda, entra, sale, marcha, no sufre el peso de cadena alguna, no esta encerrado en ninguna cârcel, y, sin embargo, tiene los grillos de su pecado. No créais que no esta en la cârcel; su corazôn es una prisiôn. 1 ' X· ; * ·.· RECONCU.1ACI0N FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. Y para que no menospreciéis esas tinieblas, anade que el que odia a su hermano es un homicida. ^Le odias y paseas tranquilo? ;No quieres hacer la paz a pesar de que Dios te da tiempo para ello? Pues eres un homicida... Dios te perdonô a ti; perdônate tù a ti mismo y haz la paz con tu hermano. ;Es que tù quieres y él se niega? Entonces te basta; podrâs compadecerte de él, pero tù estâs ya libre de ataduras. Si quieres hacer la paz y él se niega, di con tranquilidad: Perdônanos nuestras deudas, asî como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (cf. Serm. 211,2: PL 38,1054). ί '■ ’ ·■ : : J I 3. El odio es corruptor “Me parece que ya he advertido suficientemente a vuestra caridad, y vuelvo a recomendâroslo ahora, que procuréis adquirir el remedio curativo, considerando la tqrmenta en que peligramos. Considerad cuâl serâ el pecado del que intenta hacer daûo al inocente, toda vez que se castiga in­ cluso al que no perdona a su ofensor. Fijense, pues, nues­ tros hermanos y examinen si padecen la amargura del odio contra alguno, si no lo perdonaron, y vean qué es lo que han de hacer en sus corazones en estos dias. Si creen vivir seguros, oigan esta comparaciôn: Prueben a poner vinagre en los vasos donde guardan el vino bueno; no lo harân, precavidos, para que las vasijas no se estropeen, y, sin embar­ go, guardan en su corazôn el odio y no temen que alli se produzca también la corruption. Procura no hacer daîio a nadie en cuanto puedas” (cf. Serm. 278.14: PL 38,1274). 4. La oraciôn del perdôn i.® El perdôn de los enemigos es posible Después de repetir que se nos perdonan los pecados a condition de que pcrdonemos, y que odiando a los enemigos nos procuramos mâs daûo que el que ellos nos ocasionan, puesto que con su influentia no nos perjudican sino en los bienes exteriores, continûa: “Procurad alcanzar, hermanos queridisimos, esta perfection a la que os exhorto. ^Acaso ' os la doy yo? No, os la darâ Aquel a quien decis: Hàgase tu voluntad asî en la tierra como en el cielo. No os parezca imposible; yo sé, yo he comprobado que hay cristianos que aman a sus enemigos. Si os pareciera imposible, no lo hagâis; pero primero creed que puede conseguirse, y orad para que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios. ^Qué Îte aprovecha el dano de tu enemigo? Si no hubiese en él algo de malo, no séria enemigo tuyo. Deséale el bien, desea que quede libre de males, y entonces no te mirarâ con enei i mistad". I ;· SEC. 3· SS. PADRES. SAN AOUSTÎN Hay que odiar la malicia del pecado, pero no la persona del pecador “Porque no es enemiga tuya su naturaleza humana, sino el pecado. ^Va a ser enemigo tuyo porque tiene cuerpo y aima? Es lo mismo que tû; tienes aima, y él la tiene; tienes cuerpo, y él también; es consubstancial a ti, fabricado de un polvo semejante, y recibido habéis los dos la vida del Seùor. El es lo que tû; has de ver en él a tu hermano. Nues­ tros primeros padres eran dos, Adân y Eva, uno padre y otra madré; luego nosotros somos hermanos, pero no pensemos en nuestro primer origen: Dios es padre, y la Igle­ sia, madré; luego somos hermanos. Pero es que mi enemigo es pagano, judio o hereje. jOh Iglesia! El pagano, el judio, el hereje, son tus enemigos, pertenecen a la tierra. Si tû eres del cielo, invoca al Padre, que esta en el cielo, y ora por los enemigos, porque Saulo era enemigo de la Igle­ sia, y, sin embargo, se orô por él y se troeô en amigo. No solo dejô de ser perseguidor, sino que trabajô como ayudante. Si buscas la verdad, te diré que se orô contra él, pero contra su maldad, no contra su persona. Ruega tu también contra la maldad de tu enemigo; muera ella y viva él. Si tu contrario muriese, carecerîas ciertamente de un enemigo, pero no llegarias a encontrar a un amigo. En cam­ bio, si muere su malicia, perdiste un enemigo y lograste un amigo” (cf. Serm. 57,15: PL 38,384). 3? Son necesarias la gracia de Dios y la cooperation del hombre “Todavia insistirâs: ^.Quién es capaz de ello, quién lo ha hecho? Dios puede obrarlo en vuestros corazones. Bien sé que son pocos los que lo hacen y que es de hombres gran­ des el hacerlo, de hombres espirituales. ^Acaso son asî todos los fieles que se acercan en la Iglesia al altar y reciben el cuerpo y sangre de Cristo ? Y, a pesar de ello, todos di­ cen: Perdônanos nuestras deudas, asî como nosotros per­ donamos a nuestros deudores. Dios les contestarâ: iPor qué pides que cumpla yo lo que te prometi, si tû no cumples lo que te mandé? iQué prometi? Perdonar vuestras deudas. iQué mandé? Que perdonarais a vuestros deudores. ^Y cômo podrâs hacerlo si no amas a tu enemigo? iQué haremos, pues, hermanos? ^A tal punto se ha reducido el rebaûo de Cristo? Si solo deben decir perdônanos nuestras deudas los que aman a sus enemigos, no sé qué hacer, no sé qué decir. ;Os diré que no recéis si no amâis a vuestros enemigos? No me atrevo; es mâs, orad para que lleguéis a amar. 2,0s diré que, si no amâis a vuestros enemigos, no digâis en la oraciôn dominical las palabras de perdônanos nuestras deu­ das, asi como nosotros perdonamos a nuestros deudores? --'· RECONCILIACIÔN FRATERNA. 5·υ DESP. PENT. Suponed que os recomiendo que no las digâis. Si no las de­ cis, no se os perdonara; si las decis y no lo hacéis, no se os perdonara tampoco: entonces decidlas y hacedlo, y se os perdonara” (cf. o.c., 15: ibid., 384). 5. Perdona con sinccridad fc-.Ί “Terminado el sermon, empieza la misa de los cateciimenos, quedan solos los fieles y comienza la oraciôn. iSabéis que es lo primero que decimos? Perdônanos nuestras deudas... Esforzaos, esforzaos en perdonar, llegad a estas pa­ labras de la oraciôn. iCômo décidas, cômo omitirlas? Os pregunto por ùltima vez: ;Las decis o no las decis? i Odias y las dices? Contestante. Yo no las digo. iOras y no las dices, odias y las dices? Pronto te contestaré: Si las dices, mientes; si no las dices, no mereces nada. Obsérvate, exa­ minate, dentro de un momento vas a orar; perdona, pues, con sinceridad. ^Pleiteas con tu enemigo? Pues pleitea pri­ mero contigo mismo y no odies ese tu corazôn, esa tu aima. ; Odias todavia? Pues dile al aima que no odie. ^Cômo puedes orar y decir perdônanos nuestras deudas? Puedes, si, decirlo; pero icômo continueras asi como nosotros? iQué? Asi como nosotros perdonamos. iDônde esta tu palabra? Haz lo que dices: Como nosotros. iTu alma no quiere perdonar y se turba porque le mandan que no odie? Contéstale: p.Por que estâs triste, aima, y por qué me turbas? Espéra en Dios (Ps. 41,6). Languideces, anhelas, enfermas, no puedes arrancar de ti el odio. Espéra en Dios; es el médico, por ti colgô en un lefio y todavia no se ha vengado. iQuieres vengarte? Para eso odias, para vengarte. Pues mira a tu Seôor pendiente; considéralo pendiente y cômo te manda desde el leûo como desde un tribu­ nal; miralo pendiente haciendo medicina de su sangre para tu enfermedad. Si quieres vengarte, mirale pendiente y ôyele suplicante: Padre, perdônalos, porque no saben lo que hacen”. “No me digas que esto pudo hacerlo por ser Dios; tam­ bién lo hizo San Esteban, que era hombre” (cf. Serm. 50 7-10: PL 38,323). 6. No hay que dejar crecer la ira “Si te airas con tu siervo porque ha pecado, airate con­ tra ti para no pecar tù. No se ponga el sol sobre vuestroira (Eph. 4,26). Estas palabras se entienden, hermanos, con relaciôn al tiempo, porque, aunque es condition humana y enfermedad de esta mortalidad que soportemos el que hasta los cristianos sufran la ira, sin embargo, no debe conservarse la dei dia anterior. Arrôjala de tu corazôn antes SEC. 3. SS. PADRES. SAN AÜUSTÎN de que oscurezca la luz visible, no sea que te abandone la invisible. Pero también puede entenderse de esc sol de jus­ ticia, la verdad de Cristo...; verdad que ilustra a la naturaleza humana, que alegra a los ângeles y para cuya contemplaciôn, contemplation ante la que hoy tiembla nuestro corazôn, nos fortalecen los mandatos divinos. Cuando, este sol comienza a habitar en el hombre por medio de la fe, debes cuidar de que, al nacer la ira dentro de ti, no sea tal quo caiga y muera sobre ella Cristo en tu pensamiento, porque Cristo no quiere convivir con la ira. Cuando tù caes, es como si él anocheciera”. Repite el ejemplo de Jesûs dormido en la barca; hay que despertarle y hacer que vuelva a amanecer sobre nosotros (cf. Enarrat, in Ps. 25,3: PL 36,189). B) Los fariseos Son Agustin comento las palabras del Sefior : Vosotros, los tarisios, limpidis las copas y los platos por defuera, pero vuestro in­ terior esta lleno de rapiüa (Le. 11,39). a) La justicia no estâ en la limpieza del cuerpo. sino EN LA PUREZA INTERIOR “Habéis oido el santo evangelio y cômo el Senor, al hablar a los fariseos, amonestaba a los suyos para que tuviesen cuidado y no creyesen que la justicia consiste en la limpieza del cuerpo. Los fariseos se lavaban todos los dias antes de corner, como si este lavatorio cotidiano pudiese limpiar el corazôn. Después de estas palabras nos muestra lo que eran en realidad. Hablaba quien veia no solo su rostro, sino su interior. iQué nos dice? El bautismo, que se recibe una sola vez. limpia por medio de la fe. La fe esta en el interior y no fuera, y por eso se lee en los Hechos de los Apôstoles (15.9): Purificando con la fe sus corazones. Y el Àpôstol. en su epistola primera, habla en esta forma: ... Os salva ahora a vosotros en el bautismo. no quitando la suciedad de la carne, sino en demanda a Dios de una buena concien­ da (1 Petr. 3.21). Esta exigentia de una buena concienda era despreciada por los fariseos, que, lavândose solo por defuera, conservaban un interior manchadisimo”. b) La justicia completa abarca el cumplimiento de lo GRANDE Y DE LO PEQUENO “iQué le dice después? Dad limosna segun vuestras facultades, y todo serà puro para vosotros. Hacedlo y pro- Li ; RECONCILIATION E R ATERS A. $.u DES P. PENT. SEC. bad, pero escuchad un poco todavia... 4 Como se les dice: Dad limosnas y todo serâ puro para vosotros? Si lo oyeran los fariseos y diesen limosnas, todo les seria limpio, y en­ fonces ;qué necesidad tenian de creer en Cristo?... Al oirlo, indiscutiblemente debieron pensar que ellos ya daban limosnas. 4 Y como las daban? Pues pagando el diezmo y separando la décima parte de todos sus frutos. No lo hacen fâcilmente los cristianos. Pues lo hacian los judios. Y no solo daban limosna separando la décima parte dei trigo, el vino, el aceite, sino hasta de las cosas mâs pequenas y despreciables, como el comino, la hierbabuena, la menta y la ruda, con tal de cumplir el precepto de Dios... Por eso debieron reirse de que se dijese tal cosa como si ellos fuesen hombres que no dieran limosnas. El Seiior, que lo sabia, afiadiô: ;Ay de vosotros, fariseos, que pagdis el diezmo de la menta, de la ruda y de todas las legumbres! Os lo digo para que veâis que conozco vuestras limosnas... y descuidâis lo mâs grave de la Ley, el juieio y la caridad. Abandonâis el juieio y la caridad y diezmâis las legumbres. Eso no es hacer limosnas. Hay que hacer es­ to sin omitir aqueUo. Hacer, 4 qué? El juieio, lu caridad, la justicia y la misericordia, y no omitir lo otro. Haced lo otro. pero estimad mâs esto”. c) La limosna de la misericordia y la limpieza DEL CORAZÔN “;Y que es el dar limosna? Pues obrar misericordia. 4 Y qué es obrar misericordia? Si lo entiendes, empezarâs por ti mismo: 4 como puedes ser misericordioso con los otros si eres cruel para ti? Dad limosnas y serâ todo limpio para vosotros. Haced limosnas. ^Cuâles? La misericordia. Oye la Escritura: Compadécete de tu aima agradando a Dios (Vulgata) (Eccli. 30,24)... Tu aima te pide limosna; entra dentro de tu conciencia. Todos los que vivis mal, los que vivis infielmente, volved a vuestra conciencia y alli encontraéis a vuestra aima que pide limosna, alli encontraréis al necesitado, al pobre, al miserable, y lo encontraréis quizâ no solo necesitado, sino mudo por el hambre, porque, si pidiera limosna, es que y a ténia hambre de justicia. Cuando encuentres a tu aima en tal guisa (lo que ocurrirâ en el in­ terior de tu corazôn), dale en seguida la limosna, dale pan. ;Qué pan? Si el fariseo hubiese preguntado, el Seiior le hubiera contestado: Da limosna a tu aima... Ya sé que ]a haces, ya sé que pagas el diezmo sobre la menta, la hier­ babuena, el comino y la ruda; pero yo hablo de otra limos­ na; da a tu aima la limosna del juieio y el amor. 4 Qué es el juieio? El que tû mismo te desagravies. ;Qué es el amor? 3. SS. 53 VA 11 RI.s. Ama al Seiior tu Dios con todo tu corazôn, con toda tu aima, con toda tu mente; ama al prôjimo como a ti mismo, y habrâs tenido misericordia, en primer lugar con tu aima y tu conciencia. Si descuidas esta limosna, ya puedes dar lo que quieras, ya puedes separar de tu renta, no la décima parte, sino la mitad; da, si quieres, nueve partes y guarda una. No haces nada, porque no te das nada a ti mismo y sigues siendo pobre. Alimenta tu aima para que no perezea de hambre; dale pan. 4Qué pan? Ese mismo que te estâ hablando. Si lo oyeras y lo entendieras, creerias al Sefior, que te dice: Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo (lo. 6,41). 4No seria éste el primer pan que dieras a tu aima como limosna? Si, pues, crees, debes obrar y alimen­ ter en primer lugar a tu aima. Créé en Cristo y se limpiarâ tu interior, y el exterior quedarâ limpio también” (cf. Serm. 106: BAC, Obras de San Agustin, t.10 p.491 ss. ; PL 38, 325). d) La justicia de Dios y la justicia propia "Es fâcil referir todo esto a los judios, pero hemos du evitar que por fijarnos sôlo en ellos nos olvidemos de nos­ otros mismos. Habia que dirigirse a los judios para que 11egase hasta nosotros lo que les dice a ellos... Hablândoles, les aconseja: Tened cuidado con la levadura de los fariseos... (Mc. 8,15); lo cual significa: Evitad su doctrina. 4Y qué doctrina era ésta sino la que acabâis de oir? Recibis la glo­ ria uno de otro y no buscàis la gloria del unico (Ιο. 5,44). Que es lo mismo que dice San Pablo (Rom. 10,2) : Tienen celo por Dios, pero no siguen la verdadera sabiduria. Tie­ nen celo de Dios, lo sé y lo conozco, porque vivi entre ellos y fui como uno de ellos; tienen celo de Dios, pero no siguen la verdadera sabiduria. 4Qué quieres decir, joh Apôstoll. con eso de que no siguen la verdadera sabiduria? Explicanos qué ciencia es la que recomiendas, con dolor de que ellos no la tengan y deseo de que la poseamos nosotros. En se­ guida continûa escribiendo y nos abre lo que parece oscuro: Ignorando la justicia de Dios y buscando conforme a la propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Por lo tanto, la levadura de los fariseos consiste en ignorar la justicia d*·» Dios y querer constituir la propia, esto es, buscar la alabanza mutua y no la gloria del Dios ûnico” (cf. Serm. 129.2: BAC, Obras de San Agustin, t.10 p.731; PL 38.721). I’ vv-CONcn.I 'CION FRVTKRNV PENT. LOS ELEGIDOS SEGÛN EL FARISEÎSMO SANTO TOMAS DE AQUINO . i ■ il ................. .............a ■ ...... En el evangelio de hoy se reprueba la ira. Es claro que se refierc a la ira desordenada. Existe una ira licita, ordenada. Santo Tomâs expone con sobriedad y precisién la doctrina acerca de la ira, que transcribimos aqui. L,a materia es prolija. Hemos elegido lo que parece mâs prâctico para el pùlpito. M ,Oh miembro de Cristo! Cuando tu corazon no haya declinado hacia las palabras malignas y las disculpas que excusan en los pecados a los hombres que obran la iniquidad, no te mezclarâs con sus elegidos. ;Quiénes son sus elegi dos? Los que se justifican a si mismos. iQuiénes son eus ele­ gidos? Los que se creen justos y desprecian a los demâs, como el fariseo aquel que decia en el templo: Te doy gra­ cias, joh Dios!, porque no soy como los demâs hombres (Le. 18,11). ^Quiénes son los elegidos? Los que dicen: Si este hombre fuese projeta, sabria qué clase de mujer tiene a sus pies (Le. 7,39). Ya conocéis la voz de aquel otro fa­ riseo que invitô al Senor, en cuya ocasiôn aquella mujer pecadora de la ciudad fué a postrarse ante El. La que pn un tiempo era impùdica y desvergonzada para la fornicaciôn, fué mâs desvergonzada para conseguir la salvaciôn ° irrumpiô en casa ajena... Acercôse a los pies del Senor, porque queria seguir sus huellas; lavôlos con sus lâgrimas y enjugôlos con sus cabellos. ;Cuâles son los pies de Cristn sino los de los que recorren el mundo? jOh qué preciosns los pies de quienes anuncian la paz, de quienes anuncian el bien! (Is. 52.7; Rom. 10,15). Pero los fariseos no querian dejarse tocar por los inmundos; evitaban cualquier contacto con los pecadores, y, si por necesidad habian de hacerio, se lavaban. Podemos de­ ci r que se pasaban el dia bautizando no solo a si mismos, sino a sus vasijas, a sus lechos, a sus copas, a sus bandejas, como el Senor nos recuerda en el Evangelio. Asi, pues, como aquel fariseo conocia a la mujer, si ésta se hubiese acercado a sus pies, la habria rechazado para que no manchara su santidad, porque la ténia en el cuerpo y no en el corazôn, y por no tenerla en el corazôn era falsa la que ténia m el cuerpo. Y como él la hubiera rechazado, cuando el Se­ nor no lo hizo, creyô séria por ignorar qué clase de mujer era, y pensé dentro de si mismo: Si fuese un projeta, sa­ bria qué mujer se ha acercado a sus pies. No dijo la habria rechazado, sino sabria quién era, porque el rechazarla le parecia una consecuencia natural de conocerla. Por el mero hecho de haberla rechazado, ya sospechaba que no la co­ nocia”. El Senor reprende al fariseo y perdona a la mujer. “iPor qué? Porque confiesa, llora y no inclina su corazôn a las palabras malignas y a excusarse en sus pecados, y no se mezcla con sus elegidos, elegidos. esto es, con los que se defienden a si mismos”. I e) ς.° DESP. La ira: su objeto A) a) W .» · 54 LA IRA ES UNA PASIÔN “La ira es el apetito de la venganza” (2-2 q.158 a.l c). “Puede entenderse de dos modos: l.°, como el movimiento simple de la voluntad por el que uno aplica el castigo, no por pasiôn, sino segûn el juicio de la razôn...; 2.°, como movimiento del apetito sensitivo que esta acompanado de pasiôn y de conmocién corporal” (2-2 q.158 a.8 c). b) Pasiôn general ♦ “La ira puede decirse pasiôn general, en cuanto que es producida por el concurso de muchas pasiones; pues no se produce el movimiento de la ira sino por causa de alguna tristeza inferida y supuestos el deseo .y la esperanza de vengarse, ya que, como dice el Filôsofo, “el irritado tiene esperanza de castigar” (Rhet. H 2,1-2: Bk 1378a31), dado que apetece la venganza como cosa posible” (1-2 q.46 a.l c). “La ira encierra muchas pasiones, no a la manera del género, que engloba a sus especies, sino mâs bien al modo que la causa contiene los efectos” (ibid. ). C) EST CAUSADA POR LA TRISTEZA “Lo que dice el Filésofo de que “el airado obra con tristeza” (Ethic. VU 6,4: Bk 1149b20), no debe ser entendido como si se entristeciera porque se irrita; el airado se en- 13 ,χ. Rf C0NCH.IU.10N FRATERNA. 5.0 DESP. ΡΕΝΪ. riOJOGOS. tristece de ia injuria que juzga se le ha infermo, y esta tristeza es lo que le mueve a desear la venganza” (2-2 q.158 a.2 ad 3). d) “Todo el que se irrita pretende vengarse de alguien. Asi, el movimiento de la ira tiende a dos objetos, a saber: a la venganza misma, que apetece y espera como cierto bien o cosa que le deleita; y tiendes también hacia aquel de quien pretende vengarse, como contrario y nocivo, lo cual pertenece a la razôn del mal. Debe, con todo, notarse una doble diferencia en esta (relaciôn) de la ira con el odio y el amor: primera, que la ira siempre se refiere a dos objetos, mientras que el amor y el odio a veces mi ran a uno solo, como cuando se dice que uno ama el vino o cosa semejante, o también que lo odia; segunda, que los dos objetos a que el amor se refiere son buenos, porque el que ama quiere el bien para alguien como conveniente a si mismo. En cambio, los dos objetos a que se refiere el odio verifican el concepto del mal, pues el que odia quiere el mal para otro por considerarlo inconveniente para si. Ahora bien, la ira se refiere a un objeto bajo razôn de bien, a saber: la venganza que apetece; y a otro bajo razôn de mal, a saber: el hombre nocivo de quien quiere vengar­ se, Y por eso es, en cierto modo, una pasiôn compuesta d» pasiones contrarias" (1-2 q.69 a.2 c). a) En 57 ma especie importa un mal, pue» es tristoza del bien de otro, lo cual repugna a la razôn; y por esto la envidia, “apenas se lo ha nombrado, suena mal”, como dice el Filôsofo (cf. Ethic. II 16,18: Bk 1107a9) ; mas esto no compete a la ira, que es el apetito de la venganza, pues esta puede ser apetecida bien o mal” (2-2 q.158 a.l C). TlENE POR OBJETO EL BIEN Y EL MAL B) SANTO TOMÂS b) Su MORALIDAD DEPENDE DE LA RECTA RAZÔN “Hâllase lo malo en una pasiôn segûn la canti dad de ésta, esto es, segùn su exceso o defecto; y en este sentido puede hallarse lo malo en la ira, cuando uno se irrita mâs o menos fuera de la recta razôn. Mas, si uno se enoja con arreglo a la recta razôn, entonces el irritarse es laudable” (ibid.). “Lo irascible en el hombre estâ naturalmente sometido a la razôn, y por esto su acto en tanto es natural al hombre, en cuanto es conforme a la razôn; mas, en cuanto estâ fuera del orden de la razôn, es contra la naturaleza” (2-2 q.158 a.2 ad 4). c) Puede, por tanto, ser meritoria o VITUPERABLE “Puesto que la pasiôn puede ser o no regulada por la razôn, se sigue que la pasiôn, considerada en absoluto, no entraüa mérito o demérito ni alabanza o vituperio; pero, en cuanto es regulada por la razôn, puede ser meritoria y laudable; y, por el contrario, cuando no es regulada por aquélla, puede ser demeritoria o vituperable. Por lo cual dice también el Filôsofo (cf. Ethic. II 5,3: Bk 1105b31) que “se alaba o se vitupera al que de algûn modo se irrita” (2-2 q.158 a.2 ad 1). ’ ■ Moralidad de la ira si MISMA NI ES BUENA NI MALA d) "Los estoicos consideraban a la ira y a todas las demâs pasioncs como afectos situados fuera del orden de la ra­ zôn, y, segûn esto, suponian que la ira y todas las demâs pasiones eran malas. En este sentido toma la ira San Je­ ronimo, pues habla de la ira que le hace a uno irritarse contra el prôjimo, procurando el mal de este. Pero, segûn los peripateticos, cuya opinion aprueba San Agustin (cf. De ciu. Dei, 9,9: PL 41,258), la ira y las otras pasiones del alma se Haman movimientos del apetito sensitivo, sean n no moderados por la razôn, y en este concepto la ira no rs siempre mala” (2-2 q.158 a.l ad 1). A veces la pasiôn es mala por su misma especie,? “conque por su missiderada segûn su objeto, como la envidia, i La ira como sentimiento 1. No es acto humano “El hombre es dueno de sus actos por el arbitrio de su razôn; y, por tanto, los movimientos que previenen al juicio de la razôn, en general no estân en la potestad del hombre, de forma que ninguno de ellos pueda rebelarse, si bien la razôn puede reprimir en particular cada uno de ellos en caso de insubordinaciôn; y por eso se dice que el movimiento de la ira no estâ en la potestad del hombre, esto es, de modo que ninguno se levante” (ibid., a.2 ad 3). A /· t* 1 % RECON’CILIACIÔîi FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. 2. Es mala en cuanto que aparta a la razôn de su rectitud “La ira puede ser referida a la razôn antecedentemente, y en este caso aparta a la razôn de su rectitud, por lo cual es mala” (ibid., a.l ad 2). e) La ira, acto bueno La ira puede ser referida a la razôn consiguientemente, “en cuanto que el apetito sensitivo es movido contra los vicios conforme al orden de la razôn. Esta ira es buena, y es denominada ira por celo” (2-2 q.158 a.l ad 2). f) 1. La ira, acto malo o vicio Si es contra la razôn ,£La pasiôn del apetito sensitivo es buena si es regulada por la razôn; pero, si excluye este orden, es mala. Ahora bien, esta ordenaciôn racional de la ira puede ser considerada desde dos puntos de vista: 1. ° En cuanto al objeto apetecible a que tiende, que es la venganza; por consiguiente, si uno desea que la vengan­ za se ejerza segùn el orden de la razôn, es laudable el ape­ tito de la ira, y se llama ira por celo. Pero, si uno apetece la venganza contra lo ordenado por la razôn, como si desea que se castigue al que no lo mereciô, o mâs de lo que mereciô, sin observar el orden legitimo o sin el debido fin, que es la conservation de la justitia y la correction de la culpa, enfonces el apetito de la ira es vicioso, y se llama ira por vicio. 2. ° La ordenaciôn racional de la ira puede ser considerada en cuanto al modo de irritarse, es decir, que el movimiento de la ira no se excite inmoderadamente ni interior ni exteriormente; si se omite esa moderation, la ira no estarâ exenta de pecado, aunque uno desee una venganza justa" (2-2 q.158 a.2 c). 2. Si apetece la venganza injusta, es pecado mortal “ex genere suo” “El movimiento de la ira puede ser desordenado, y, consecuentemente, pecado, por parte del objeto apetecible, como cuando uno apetece la venganza injusta; y en tal concepto la ira, por su mismo género, es pecado mortal, ya que con­ traria a la caridad y a la justicia. Puede, no obstante, suceder que tal apetito sea pecado venial por la imperfection dei acto; esta imperfection puede ser considerada, ya por parte del apetito, como cuando el SEC. 4. TEOLOGOS. SANIO TOMAS movimiento de la ira previene al juicio de la razôn; ya también por parte de lo apetecible, como cuando uno apetece vengarse ligeramente, lo cual debe reputarse como nada, de modo que, aunque también se cornetiera el acto, no seria pecado mortal; v.gr., si uno tira ligeramente de los pelos a un nino o le hace otra cosa semejante” (2-2 q.158 a.3 c) 3. Si es acto desordenado en cuanto al modo, rara vez llega a mortal “Puede ser desordenado el movimiento de la ira en cuan­ to al modo de irritarse; por ejemplo, si se irrita interiormente con demasiado ardor o manifiesta exteriormente se­ nates de ira con demasîa; y, desde este punto de vista, la ira no tiene de si por su género razôn de pecado mortal. Puede, sin embargo, suceder que sea pecado mortal, como si por la vehemencia de la ira uno se aparta del amor de Dios y del prôjimo” (ibid.). a" el caso en que la ira contrarie a la caridad, es pe­ “En cado mortal; mas no sucede siempre eso” (2-2 q.158 a.3 ad 3). Cuando el Sefior dice: Todo el que se irrite contra su hermano sera reo de juicio (Mt. 5,22), se refiere al movimiento de la ira con que uno apetece la muerte del prôjimo o cualquiera grave lesion, ya que el Senor dijo aquellas palabras como adiciôn a las de la ley: El que matare sera reo de juicio (Mt. 5,21) (2-2 q.158 a.3 ad 2). 4. La ira desordenada perturba “El desorden de la ira causado por el modo de irritarse pertürba al que la padece, a causa de la vehemencia y velocidad de su movimiento, segun aquello: Cruel es la ira, furiosa la côlera; pero ^quién podrà parar ante la envidia? (Prov. 27,4). Por eso dice San Gregorio (Moral., V 451: PL 75,723) : "El corazôn encendido por el aguijôn de su ira palpita, el cuerpo tiembla, la lengua se traba, el rostro echa fuego, los ojos se exasperan y no se reconocen los conocidos; la lengua profiere voces, mas el sentido ignora lo que habla” (2-2 q.158 a.4 c). a. La ira es pecado capital “Se llama vicio capital aquel del que nacen muchos vicios, y hay muchos vicios que pueden nacer de la ira por una doble razôn: 1.‘, por parte de su objeto, que por su naturaleza es muy apetecible, esto es, en cuanto se apotece la venganza bajo la razôn de lo justo u honesto, lo cual atrae por su dignidad, como se ha dicho (a.4) ; 2.*, por su μ U 6Û RECONCII I U 1ÔN FRATERNA. impetu, con el cual précipita al espiritu a hacer toda clase de cosas desordenadas. Por lo cual es évidente que la ira es un vicio capital" (ibid., a.6 c). g) 1. Iracundos agudos, amargos y difîciles El desorden de la ira ‘El desorden de la ira puede ser considerado de dos modos : 1. · Por el origen mismo de la ira, y esto pertenece a los agudos, que se irritan demasiado pronto y por cualquiera causa ligera. 2. ° Por la duraciôn misma de la ira, esto es, porque la ira persevera demasiado, lo cual puede ser de dos maneras: Primera: Porque la causa de la ira, esto es, la injuria inferida, permanece demasiado en la memoria del hombre; por lo cual, este concibe una tristeza duradera, y por eso son para si mismos graves y amargos. Segunda: Por parte de la venganza misma, que uno busca con apetito obstinado; y esto pertenece a los difîciles o gra­ ves, que no pierden la ira hasta que logran el castigo” (2-2 q.158 a.5 c.). 2. Diferencia entre los amargos y los difîciles "Los amargos y difîciles tienen una ira duradera, pero por diversae causas. Pues los amargos conservan la ira constante a causa de la permanenda de la tristeza, que tie­ nen encerrada en sus entranas; y, como no manifiestan la iracundia por signos exteriores, no pueden ser persuadidos por otros; ni por si mismos se apartan de la ira, sino a medida que se disipa la tristeza con el transcurso del tiempo, y de esta manera decae su ira. En los difîciles existe la ira duradera a causa del vehemente deseo de la venganza, y, por lo tanto, no se debilita con el tiempo, sino que se calma solamente con el castigo” (ibid., ad 2). h) Hijas de la ira J MH.OGOH. 2 'IOMAS 61 hijas do la ira •‘La ira puede ser considcrada de tres modos: 1. " En cuanto que esta en el corazôn, y asi de la ira nacen dos vicios: Uno, por parte de aquel contra quien se irrita el hombre, y al que créé indigno do hacerle esto o aquello. Tenemos asi la indignaciôn. Y otro, por parte de si mismo, esto es, en cuanto que uno médita los diversos mo­ dos de venganza y llena su espiritu de taies meditaciones. segùn aquello (lob 15,2): ^Es de sabios... tener el pecho lleno de viento?; y asi se enumera entre las hijas de la ira la hinchazôn de la mente. 2. ° En cuanto que aparece en la boca, y en este caso proceden de ella dos clases de desorden: La primera, cuan­ do el hombre demuestra su ira en la manera de hablar; por ejemplo, el que dice a su hermano: Raca (Mt. 5,22). Aei tenemos el clamor, por el cual se entiende la desordenada y confusa iocuciôn; y la segunda, cuando uno prorrumpe en palabras injuriosas, las cuales, si son contra Dios. constituyen blasfemia; y si contra el prôjimo, contumelia. 3. ° En cuanto que la ira llega a realizarse en hechos, y en este caso de ella dimanan las rinas, por las cuales se entienden todos los danos que se infieren de hecho a las prôjimos por la ira” (ibid., a.7 c). ira en Dios 1. La ira se atribuye a Dios metafôricamente “Hay cosas que se afirman de Dios en un sentido pro­ pio, y otras que solo le convienen metafôricamente hablando. Asi, cuando atribuimos a Dios metafôricamente ciertas pasiones humanas, nos fundamos en la analogia o semejanza de los efectos; de manera que lo que en nosotros es sig­ no de tal pasiôn, se significa metafôricamente bajo el mismo nombre con respecto a Dios. Al modo que, entre nosotros, el hombre enojado esta dispuesto a castigar, y desde este punto de vista el castigo es para nosotros signo de ira, de la misma manera, para designar un castigo de Dios, le atribuimos la ira” (1 q.19 a.11 c). 1. La ira, fiionte de vicios 2. La atribuimos seg*ùn el juicio de su justicia "La ira se llama puerta de los vicios per accidens, a sa­ ber: porque impide separar los obstâculos, esto es, porque impide el juicio de la razôn, por el que el hombre se retrae del mal; pero directamente y per se es causa de algunos pe­ cados especialcs que se llaman hijos de ella” (2-2 q.158 a.6 ad 3). "El apetito irascible puede ser considerado de dos mo­ dos: l.°, propiamente, y asi es parte del apetito sensitivo, como la ira tomada también en su sentido propio es una pa­ siôn del apetito sensitivo; 2.°, en sentido lato, esto es, de modo que el apetito irascible pertenezca también al apetito intelectivo. al cual a veces se atribuye también la ira, y asi intelectivo, 62 REC0NCILIAC1ÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. SECCION V. atribuimos esta a Dios y a los ângeles, no segûn la pasiôn, sino segûn ei juicio de la justicia que juzga” (2-2 q.162 a.3 c). j) La ira en Jesucristo fué ordenada segûn la razôn “La ira es efecto de la tristeza, porque la tristeza pro­ duce en el que la experimenta, en la parte sensitiva del aima, el deseo de rechazar la injurià hecha a si o a otros; y de este modo la ira es una pasiôn compuesta de la tristeza y del apetito de venganza. El apetito de venganza es tam­ bién a veces pecaminoso, como cuando uno trata de vengarse fuera del orden de la razôn; y asi la ira no pudo existir en Cristo, pues esa ira es ira por vicio. Pero otras veces tal apetito de venganza no es pecado, e incluso es laudable, como cuando uno apetece la venganza segûn el orden de la justicia; y esto se llama ira por celo, pues dice San Agus­ tin que es devorado por el celo de la casa de Dios el que trata de corregir todo lo malo que ve, y, si no puede conseguirlo, tolera y gime” (cf. Super Gen. contra Munich., I 8: PL 34,180); y tal ira existiô en Cristo” (3 q.15 a.9 c). BEATO JUAN DE AVILA I. El conocimiento de nuestra miseria La justicia farîsaica no abundaba. porque los fariseos, confiados en su pureza legal, descuidaban el conocimiento del estado real de su alma. El Beato Avila nos habla en el Audi Filia (c.62 y 63) del conocimiento de nuestras faltas y dei origen divino de lo poco bueno que tenemos. Examen de nuestras faltas A) “Por maravilla hallaréis cosa tan provechosa para enmienda de la vida como tomarse el hombre cuenta de como la gasta y de los defectos que hace. Porque el ânima que no es cuidadosa en examinar sus pensamientos, palabras y obras, es semejante a la vina del hombre perezoso, de la cual dice el Sabio (Prov. 24,30) : Que pasô por eTla y vio su seto caido y Ueno de espinas. Haced cuenta que os han encomendado una hija de un rey para que tengâis cuidado continuo de mirar por sus costumbres, y que a la noche le pedis cuenta, reprendiendo sus faltas y amonestândole las virtudes. Miraos como a cosa encomendada por Dios y haceos entender que no habéis de vivir sin ley ni régla, mas debajo de santa sujeciôn y dis­ ciplina de la virtud, y que no habéis de hacer cosa mala que no paguéis. Entrad en capitulo con vos a la noche, juzgândoos muy particularmente, como hariades a otra tercera persona. Reprendeos y castigaos de vuestras faltas y predicaos a vos misma con mucho mayor cuidado que a otra persona alguna, por mucho que la améis. Y a donde sintiéredes que hay mâs faltas, ahi poned mayor remedio. Porque creed que, durante este examen y reprehension de vos misma, no podrân durar mucho vuestras faltas sin ser rejnediadas” (cf. c.62, ed. Apost. de la Prensa, p.215), F i. C? j y, « k. · 24 r 64 RECONC Π.1 ACION FRATERNA. DESP. PENT. B) Remedio contra la soberbia, el desagradecimiento y la pereza “Y aprenderéis una ciencia muy saludable, que os harâ llorar y no hinchar, la cual os guardarâ de la peligrosa enfermedad de la soberbia, que entra a poco y aun sin sentirlo, pareciéndose un hombre bien a si mismo y contentândose de si. Velad bien contra aquesta entrada y guardaos con todo cuidado no os parezcâis bien a vos misma; mas con la lumbre de la verdad sabeos reprender y desplacer, y seros ha vecina la misericordia de Dios, al cual aquellos solos parecen bien que a si mismos parecen mal, y a aque­ llos perdona sus faltas con largueza de bondad que las conocen y se humillan por ellas con el juicio de la verdad y las gimen con su voluntad. Y escaparéis de otros dos vicios que suelen acompaiiar a la soberbia, que son desagradecimiento y pereza. Porque, conociendo y reprendiendo vuestros defectos, veréis vuestra flaqueza e indignidad y la misericordia grande de Dios en sufriros y perdonaros y haceros bienes, mereciendo vos males; y asi seréis agradecida. Y mirando el poco bien que hacéis y males en que caéis, despertaréis del sueno de la pe­ reza y comenzaréis cada dia de nuevo a servir a nuestro Senor, viendo cuân poco habéis hecho en lo pasado. Y por esto y otros muchos bienes que de conocerse el hombre y reprenderse suelen nacer, siendo preguntado un santo viejo de los pasados dénde estaria uno mâs seguro. en soledad o en compaûia, respondiô: Si se sabe reprender. dondequiera estarâ seguro; y si no, dondequiera estarâ a peligro” (ibid., p.215-216). C) Deseo de reprensiones “Y porque, por el mucho amor que nos tenemos, no sabemos conocernos y reprendernos con aquel verdadero jui­ cio que requiere la verdad, debemos agradecerlo a la per­ sona que nos reprende; y también suplicar al Senor que nos reprenda El con amor, enuidndonos su luz y verdad (Ps. 42,3), para que sintamos de nosotros lo que, segûn ver­ dad, debemos sentir. Y esto es lo que Jeremias (10,24) pedia, diciendo: Corrigeme, Senor, en juicio y no en furor, porque por ventura no me tomes a nada. Corregir en furor pertencce al dia postrero, cuando enviarâ Dios al infierno a los malos por sus pecados; y corregir en juicio es repren- SIC. 5. 65 AUTORES VARIOS, îl. λνΠΛ der en este mundo a los suyos con amor de padre. La cual reprension es un testimonio tan grande de amar Dios al que reprende, que ningûn otro hay tan spguro ni que tan buenas nuevas traiga de ser vispera de recibir grandes mer­ cedes de Dios. Asi cuenta San Marcos (16 14) que, apareciendo nuestro Srnor Jesucristo a sus discipulos, les reprcndiô de incredulidad y dureza de corazôn; después de lo cual les diô poder para hacer obras maravillosas. Y el prnfeta Isaias (4.4) dice que el Senor lava las suciedades de las hijas de Siôn y la sangre de en medio de Jerusalén en espiritu de juicio y espiritu de ardor; dando a entender que el lavar nuestro Seiïor nuestras manchas, viniendo a nosotros, es dândonos primero a conocer quién somos, y esto es juicio; y después envia espiritu de ardor, que es amor, que nos causa dolor; y asi, nos lava, dândonos su perdôn y su gracia. De lo cual no osaremos atribuir a nosotros gloria alguna, pues primero nos diô a entender nuestra indignidad y desmerecimiento. Y esta reprensiôn no entendais ser alguna cosa que desmaye y demasiadamente entristezca al ânima, trayéndola desabrida; porque esta tal, o es del demonio, o del espiritu propio, y débese huir. Mas es un sosegado conocimiento de las propias faltas y un juicio del cielo que se oye en el anima, que asi hace temblar la tierra de nuestra flaqueza con vcrgüenza, y temor, y amor, que le pone espuelas para mejorarse y para con mayor diligenda servir al Senor; y le da muy gran confianza que el Senor lo ama como a hijo, pues usa con él oficio de padre, segûn estâ escrito (Apoc. 3, 19): Yo reprendo y corrijo a cuantos amo” (ibid., p.216217). D) Menos devocion.es y mayor conocimiento propio “Sed, pues, cuidadosa en mi raros y reprenderos, presentândoos delante de la prcsencia de Dios, delante del cual es mâs seguro el humilde conocimiento de nuestras faltas que la soberbia alteza de otros conocimientos. Y no seâis como algunos amadores de su propia estima, que, por no parecer mal a si mismos, se huelgan de gastar mucho tiempo en pensar otras cosas devotas y pasar ligeramente por cl conocimiento de sus defrctos, porque no hallan en ellos sabor, pues no aman su propio desprccio; como, en la ver­ dad, ninguna cosa haya tan segura ni que asi haga que aparté Dios sus ojos de nuestros pecados como mirarnos nosotros y reprendernos con dolor y penitencia, segûn estâ escrito (1 Cor. 11,31) : Si nos juzgàsemos a nosotros mis­ mos, no seriamos juzgados de Dios" (ibid., p.217-218). U Mûbra de Cristo 6 UI 66 RrCONCU.IACÎON ΓΚ\Π ΗΝΛ. Sec. 5. .. Ε) Examen de nuestras buenas obras a) Lo BUENO QUE EN’ NOSOTROS HAY ES DE DlOS “Lo segundo que habéis de mirar cerca de este conocimiento es que, aunque es bueno y provechoso, pues por él nos viene el corazôn contrito y humillado, que Dios no desprecia (Ps. 50.19), mas tiene esta falta, que se funda sobre haber pecado; y no es mucho de maravillar que un pecador se conozca y estime nor pecador, mas seria muv espaijtable monstruo que, siéndolo, se estimase por justo; como si un hombre Ueno de lepra se estimase por sano. Por tanto, no nos hemos de contentar con estimarnos en po?o en nuestros pecado^, mas aun mucho mâs hemos de mirar esto en nuestras buenas obras, conociendo profundamente que ni la culpa de pecados es de Dios ni la gloria de nuestros bienes es de nosotros. mas que, de todo lo bueno que en nosotros hubiere. se ha de dar perfectamente la gloria al Padre de todas las lumbres. dei cual procede todo lo bueno y dàdiva perfecta (lac. 1,17). De arte que, aun­ que nosotros tengamos el bien, lo miremos como cosa ajena y lo tratemos tan fielmente, que no nos alcemos con la glo­ ria de Dios, ni se nos pegue, como dicen, la miel en las manos”. b) Esta es humildad muy perfecta “Esta humildad no es de pecadores, como la primera, mas de justos; y no solo la hay en este mundo, mas en el cielo. Porque de ella se escribe (Ps. 112,6): jQuién como el Senor Dios nuestro, que mora en las alturas y mira las cosas humildes en el cielo y en la tierra? Esta tuvo en pie a los ângeles buenos y los hizo dispuestos para gozar de Dios, pues le fueron sujetos; y la falta de ella derribô a los ân­ geles malos, porque se quisieron a^r con la honra de Dios. Esta tuvo la sagrada Virgen Maria nuestra Seüora, que, siendo predicada por bienav^nturada y bendita por la boca de Santa Isabel, ne se hinchô ni atribuyô a si gloria alguna de los bienes que en ella habia, mas con humilde y fidelis'mo corazôn ensfiia a Santa Isabel y al mundo univer­ so que. de las grandezas que Ella tenia, no a si, mas a Dios se debia la gloria, y con profunda reverencia comienza a cantar (Le. 1 46) : Mi anima engrandece al Senor. esta misma y ma*’ perfecta humildad tuvo la benditisi ma ânima de Jesucrsfo nuestro S°nor. la rua], a~i como en el ser personal no estuvo arrimada a si misma, sino a la aluori.s varios, n. âvila 67 persona del Verbo, en lo cual excede a todas las ânimas y a los celestiales espiritus, asi los excede en esta santa humildad, estando mâs lejos de darse la gloria a si misma y de œnerse por su arrimo que todos ellos juntos. Y de este co­ razôn salia lo que muchas veces al mundo fidelisimamento predicaba, que sus obras y palabras, de su Padre las habia recibido, y a El daba la gloria, y decia (lo. 7,16): Mi doc­ trina no es mia, mas de Aquel que me envié. Y en otra par­ te dice: Las palabras que yo hablo, no las hablo de mi mis­ mo, mas el Padre, que estd en mi, El hace las obras. Y asi convenia que el remediador de los hombres fuese muy hu­ mide, pues que la raiz de todos los malos y males es la soberbia. Y, queriendo dar a entender el Senor cuânto nos convenga tener esta santa y verdadera humildad, se hace particula rm en te Maestro de ella, diciendo (Mt. 11,29): Aprenaed ae mi, que soy manso y humilde de corazôn. Para que, viendo los hombres a un Maestro tan sabio encomendar tan particularmente esta virtud, trabajen por la tener; y viendo que un Senor tan alto no atnbuye el bien a si mismo. uinguno haya tan desvariado que tal maldad ose hacer”. C) SUPONE UNA TOTAL POBREZA DE ESPIRITU “Aprended, pues, sierva de Cristo, de vuestro Maestro" y Seüor, aquesta santa bajeza, para que seâis ensalzada segùn su palabra (Le. 14,17): Quien se humiliare serâ ensalzado. Y tened en vuestra anima esta santa pobreza, porque de ella se entiende (Mt. 5,3) : Bienaventurados los pobres de espiritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Y tened por cierto que, pues Jesucristo nuestro Senor fué ensalzado por camino de humildad, el que no la tuviere fuera va de camino; y débese de desengaüar en lo que dice San Agustin: “Si me preguntares cuâl es el camino del cielo, responderte he que la humildad; y si tercera vez, responderte he lo mis­ mo; y si mil veces me lo preguntares, mil veces te responderé que no hay otro camino sino la humildad” (cf. ibid., c.63, o.c., p.218-220). RICoXCU.lWh'N FRATERNA. $.u FH S|·. i'EAt. bhC. 5. A SAN JUAN DE LA CRUZ Fariseismo de los principiantes La soberbia de crceruos bnenos, la ira y menosprecio de nuestros hermanos, son defectos farisaieus harîo d’.ficiles de desarraigar. Veamos cônio los sefiala el santo Doctor en su Noche oscura del senlido (ci. can.i.· c.1.2 y 5, ediciôn critica del P. Gerardo de San Juan de la Cruz [Toledo 1912] 1.2 p.6 ss. ; eu BAC, 2.a ed. P.S15 ss.). A) SlTUACIÔN DE PASO “En esta noche oscura comienzan a entrar las aimas cuando Dies las va sacando del estado de principiantes, que es de los que meditan ei el camino espiritual, y las comien•za a poner en el de los aprovechados, que es ya el de los contemplativos, para que, pasando por aqui, lleguen al es­ tado de los perfectos, que es el de ia divina union del aima con Dies. Por tanto, para declarar y entender mejor qué noche sea esta por que el aima pasa, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrâ tocar aqui algunas propicdades de los principiantes (lo cual, aunque serâ con la brevedad que pudiere, no dejarâ de servir también a los mis­ mos principiantes), para que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se an men y deseen que les ponga Dios en esta noche, donde se fortalece y confirma el aima en las virtudes y para los inestimab'es deleites del amor de Dios. Y, aunqi’e nos deVngamos en elle un poco. no serâ mâs de lo que basta para tratar luego de esta noche oscura...” b) Razôn de este est ado “Porque, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo v gusto que alli bellan y como también ellos no estân habilitados por ejercicio de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones; porque, en fin. cada uno obra conforme al hâbito de perfection que tiene. Y como éstos no han tenido lugar de adquirir los dichos hâbitos fuertes, de necesidad han de obrar como nifios. flncamente. Lo cua1, para que mâs claramente se vea y cuân flacos van estos principiantes en las virtudes acerca de lo que con cl dicho gusto con facilidad obran, irémoslo notando por los 69 siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas im­ perfecciones que en cuda uno de ellos tienen. En que so verâ claro cuân de ninos es el obrar que éstos obran. Y veràse también cuântos bienes trae consigo la noche oscura de que luego habemos de tratar; pues de todas estas imperfecciones limpia el aima y la purifica” (c.l. p.6: BAC, p.815-816). B) De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes acerca del hâbito de la soberbia Imperfecciones de los principiantes a) M.’loRI.S WKJOS. SAN JUAN UE Ι.Λ CRUZ “CIERTO RAMO DE SOBERBIA OCULTA “Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y di­ ligentes en las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su imperfecciôn les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde vienen a ténor alguna satisfacciôn de sus obras y de si mismos. Y de aqui tam­ bién les nace cicrta gana algo vana, y a veces muy vana, de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a ve­ ces de ensenarlas mâs que de aprenderlas, y condenan en su corazôn a otros cuando no los ven con la manera de dé­ votion que ellos querrian, y aun a veces lo dicen de palabra, pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las cosas que hacia y despreciando al publicano (Le. 18,11-12). A éstos muchas veces les acrecienta el de­ monic el .fervor y ganas de hacer estas y otras obras por­ que les vaya creciendo la soberbia y presunciôn. Porque sabe muy bien el demonio que todas estas obras y virtudes que obran, no solamente no les valen nada, mas antes se les vuelven en vicio. Y a tanto suelen llcgar algunos de éstos, que no querrian que pareciese otro bueno, sino ellos; y asi, con la obra y la palabra cuando se ofrece, los condenan y detracn: mirando la motica en cl ojo de su hermano y no considerando la viga que estâ en el suyo; cuelun el mos­ quito ajeno y tràganse su. camello (Mt. 7,3 y 23,24)”. b) “Suelen proponer mucho y iiacer poco” “A veces también, cuando sus maestros espirituales, como sus confesores y prelados, no les aprueban su espintu y modo de procéder (porque tienen gana que estimen y alaben sus cosas), juzgan que no les entienden el espiritu y que ellos no son espirituales, puesque no aprueban aqueUo y condescienden con ello. Y asi luego desean y procuran. SEC. 5. RECUNCLL1ACIÔN 70 FRATERNA. “Son 71 5·ν tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordinariamente desean tratar su espiritu con aquellos que entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se las deshacen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos. Presumiendo, suelen proponer mucho y hacer poco. Tienen algunas veces gana que los otros entiendan su espiritu y devociôn, y para esto hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras ceremonias, y a veces suelen te­ ner algunos arrobamientos, en pûblico mâs que en secreto, a los cuales ayuda el demonio, y tienen complacencia en que los entiendan aquello, y muchas veces codicia. Muchos quieren précéder y pnvar con los confesores, y de aqui les nacen mil envidias e inquietudes. Tienen empacho de decir sus pecados desnudos por que no los pongaa los confesores en menos, y vanlos coloreando por que no parezean tan ma­ los, lo cual mâs es irse a excusar que a acusar. Y a veces buscan otro confesor para decir lo malo, porque el otro no piense que tiene nada malo, sino bueno, y asi siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que parezea mâs de lo que es, a lo menos con gana de que le parizca bueno; como quiera que fuera mâs humildad, como luego diremos, deshacerlo y tener gana de que ni él ni nadie lo tuviesen en algo”. c) AUTORES VARIOS. SAN JUAN DE l.A CRUZ enemigos de alabar a otros” "También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habian de ser santos, y se arrojân contra si mismos con impaciencia, lo cual es otra imperfecciôn. Tienen muchas veces ansias con Dios porque les dice sus imperfecciones y faltas, mâs por verse sin la molestia de ellas en paz que por Dios; no mirando que, si se las quitase, por ventura se harian mâs soberbios. Son enemigos de ala­ bar a otros, y amigos que los alaben, y a veces lo pretenden; en lo cual son semejantes a las virgenes locas, que, teniendo sus lâmparas muertas, buscan ôleo por de fuera (Mt. 25,8). De estas imperfecciones, algunos llegan a tener muchas muy intensamente y a mucho mal en ellas. Pero algunos tienen menos y otros mâs, y algunos solo los primeros movimientos 0 poco mâs; y apenas hay algunos de estos prin­ cipiantes que en tiempo de estos fervores no caigan en algo de esto”. LOS QUE APROVECHAN CRECEN EN HUMILDAD "Pero los que en este tiempo van en perfecciôn, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de es­ piritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no solo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacciôn de si; a todos los demâs tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos. Porque cuanto mâs fervor llevan y cuantas mâs obras hacen y gusto tienen en ellas, cnmo van en humildad, tanto mâs conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por El; y asî, cuanto mâs hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es loque de caridad y amor querrian hacer por El, que todo loque hacen no les parece nada; y tanto les solicita t ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demâs hacen o no hacen; y asî, si advierten, todo es, como digo, creyendo que todos los demâs son muy mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana de que los demâs también los tengan en poco y les deshagan y desestimen sus cosas. Y tienen mâs: que, aunque se las quieran alabar y estimar, en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraüa decir de ellos aquellos bienes”. e) Desean λ 1 ser ensenados “Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo de que les ensene cualquiera que les pueda aprovechar. Harto contraria cosa de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrian ellos ensenarlo todo, y aun cuando parece les ensenan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, estân muy prontos de caminar y echar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demâs se gozan; sôlo tie­ nen pena de que no sirven a Dios como ellos. No tienen gana de decir sus cosas, porque las tienen en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezean hacer lenguajc de ellas. Mâs gana tienen de decir sus faltas y pecados. o que los entiendan, que no sus virtudes; y asi se inclinan mâs a tratar su aima con quien en menos tiene sus cosas y su espiritu. Lo cual es propiedad de espiritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes aimas el espiritu sabio de Dios, luego les ■ f' : III: IV **> ’ ’ΛιίΤΐί RfCONCIU ICIÔN FRATERNA. 5Λ UtS|*. |·ΕΝΙ. SEC. 5. mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y cchar fuera los males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demâs virtudes, esta gracia, asi como a los soberbios la niega”.· f) SUFREN CON PACIENCIA SUS PROPUS IMPERFECCIONES "Darân éstos la sangre de su corazôn a quien sirve a Dios y ayudarân cuanto es en si a que le sirvan. En las imperfccciones en que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espiritu y temor amoroso de Dios, y esperando en El. Pero aimas que en el princ’pio caminan en esta manera de perfecciôn, entiendo, ccmo queda dicho, son las menos, y muy pocas que ya nos contentariamos que no cayesen en las cosas contrarias. Que por eso, como después dirrmos, pone Dios en la noebe oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos adelante” (cf. c.2 p.8-10: BAC, p.816-819). C) De las imperfecciones en que caen los principian­ tes acerca del vicio de la ira a) La AF1CIÔN A LOS CUSTOS ESPIRITUALES “Por causa de la concupiscenda que tienen muchos prin­ cipiantes en los gustos espirituales, los poseen muy de or­ dinario con muchas imperfecciones del vicio de la ira. Por­ que. cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas es­ pirituales, naturalmente se hallan desabridos, y, con aquel sinsabor que traen consigo. traen mala gracia en las co­ sas que tratan, y se airan fâcilmente en cualquier cosilla, y aun a veces no hay quien los sufra. Lo cual muchas veces acaece después que han tenido algûn muy gustoso recogimiento sensible en la oraciôn, que, como se les acaba aquel gusto y sabor, naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien asi como el niüo cuando le apartan del pecho de que estaba gustando a su sabor. En el cual na­ tural. cuando no se dejan llevar de la desgana. no hay cul­ pa, sino imperfecciôn, que se ha de purgar por la sequedad y aprieto de la noche oscura”. b) Celo desasosegado "También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera de ira espiritual. y es que se airan contra los vicios ajenos con cierto çelo desasosegado, notando a otros, Al TORES IAKIO.S. FRAY LUIS DE LEÔN 73 y a veces les dan impetus de reprendcrlos enojosamente, y aun lo hacen algunas veces, haciéndose ellos duenos do ia virtud. Todo lo cual es contra la mansedumbre espiri­ tual. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se airan contra si mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrian ser santos en un dia. De éstos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propositos, y como no son humildes y confian de si, cuantos mâs propositos hacen tanto mâs caen y tanto mâs se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando fuere servido; que también es contra la dicha mansedumbre espiritual, que del todo no se puede remediar sino por la purgaciôn de la noche oscura; aunque algunos tienen tanta paciencia y se van despacio en esto de querer aprovechar, que no querria Dios ver en ellos tanta” (cf. c.5 p.19: BAC, p.824-825). FRAY LUIS DE LEON Cristo, legislator En el evangelic de hoy, Cristo se nos présenta como legislador que perfecciona la ley aniigua, punto desarrollado por Fr. Luis eri Los nombres de Cristo, Rey de Dios (cf. Obras completas castella­ nas: BAC, 2.a ed. p.566-569). La ley aniigua se limitaba a imponet precepios ; la de Cristo, Key que lêgislô en beneficio de sus subdi­ unto se tocô ligeraniente en la domitos, ayuda a cumplirlos. Este punto ’ nies de Cristo Rey (cf. La palabra de Cristo, t.8 p.1046-1050). I k : A) Leyes que dificultan y leyes que ayudan “Resta ahora que digamos algo de la tercera y postrera, que es la manera como este Rey gobierna a los suyos; que no es menos singular manera ni menos fuera del comûn uso de los que gobiernan, que el rey y los sùbditos en sus con­ diciones y cualidades, las que habemos dicho, son singulares. Porque cosa clara es que el medio con que se gobierna el reino es la ley, y que por el cumplimiento de ella consigue el rey, o hacerse rico a si mismo, si es tirano y las leyes son de tirano, o hacer buenos y prosperados a los suyos, si es rey verdadero. Pues acontece muchas veces de esta ma­ nera, que, por razôn de la flaqueza del hombre y de su encendida inclinaciôn a lo malo, las leyes, por la mayor parte, traen consigo un inconveniente muy grande: que, siendo la AUTORES VARIOS. ER AV LUIS DE LEON SIC. 74 RECONCILIACIÔN FRATERNA. 5.0 ÜESP. PENT. intention de los que las establecen, ensenando por ellas lo que se debe hacer y mandando con rigor que se haga, retraer al hombre de lo malo e inducirle a lo bueno, resulta lo contrario a las veces, y el ser vedada una cosa despierta el apetito de ella. Y asi, el hacer y dar leyes es muchas veces ocasiôn de que se quebranten las leyes, y de que, como dice San Pa­ blo (Rom. 5,20), se peque mâs gravemente, y de que se empeoren los hombres con la ley que se ordenô e inventé para mejorarlos. Por lo cual, Cristo, nuestro Redentor y Senor, en la gobernaciôn de su reino hallo una nueva manera de ley, extranamente libre y ajena de aquestos inconve­ nientes, de la cual usa con los suyos, no solamente enseüândolos a ser buenos, como lo ensenaron otros legisladores, mas de hecho haciéndolos buenos, lo que ningùn otro rey ni legislador pudo jamâs hacer. Y esto es lo principal de su ley evangélica y io propio de ella; digo, aquello en que notablemente se diferencia de las otras sectas y leyes”. ; B) Ilustrar al entendimiento o mover la voluntad a) Dos CLASES DE LEYES “Para entendimiento de lo cual conviene saber que, por cuanto el oficio y ministerio de la ley es llevar los hombres a lo bueno y apartarlos de lo que es malo, asi como esto se puede hacer por dos diferentes maneras, o ensenando el en­ tendimiento 0 aficionando a la voluntad, asi hay dos diferencias de leyes. La primera es de aquellas leyes que hablan con el entendimiento, y le dan luz en lo que conforme a ra­ zôn se debe o hacer o no hacer, y le ensenan lo que ha de seguir en las obras y lo que ha de excusar en ellas mismas. La segunda es la ley que no alumbra el entendimiento, sino que aficiona la voluntad, imprimiendo en ella inclination y apetito de aquello que merece ser apetecible por bueno y, por el contrario, engendrândole aborrecimiento de las cosas torpes y malas. La primera ley consiste en mandamientos y réglas; la segunda, en una salud y cualidad celestial, que sana la voluntad y repara en ella el gusto bueno perdido, y no solo la sujeta, sino la amista y reconcilia con la. razôn; y como dicen de los buenos amigos, que tienen un no querer y querer, asi hace que lo que la verdad dice en el entendi­ miento que es bueno, la voluntad aficionadamente lo ame per tal”. -, *4 75 b) Los EFECTOS DEL PECADO ORIGINAL “Porque, a la verdad, en la una y en la otra parte quedamos miserablcmente lisiados por el pecado primero, eî cual oscureciô el entendimiento, para que las menos veces conociese lo que convenia seguir, y estragô perdidamente e> gusto y el movimiento de la voluntad, para que casi siempre se aficionase a lo que dafia mâs. Y asi, para remedio y sa­ lud de estas dos partes enfermas fuerpn necesanas estas dos leyes: una de luz y de réglas para el entendimiento ciego, y otra de espiritu y buena inclination para la voluntad estragada. Mas, como arriba decimos, diferéneianse aques­ tas dos maneras de leyes en esto: que la ley que se emplea en dar mandamientos y en luz, aunque alumbra el entendi­ miento, como no corrige el gusto corrupto de la voluntad, en parte le es ocasiôn de mâs dano, y, vedando y declaran­ do, despierta en ella nueva golosina de lo malo que le es prohibido. Y asi, las mâs veces son contrarios en esta ley el suceso y el intento. Porque el intento es encaminar al hombre a lo bueno; y el suceso, a las veces, es dejarle mâs perdido y estragado. Pretende afear lo que es malo, y sucédele, por nuestra mala condition, hacer lo mâs deseable y mâs gustoso. Mas la segunda ley corta la planta del mal de raiz, y arranca, como dicen, de cuajo lo que mâs nos puede daüar; porque inclina e induce y hace apetitosa y como golosa a nuestra voluntad de todo aquello que es bueno; y junta en uno lo honesto y lo deleitable; y hace que nos sea dulce lo que nos sana; y lo que nos dafia. aborrecible y amargo”. C ) La ley antigua y la ley de gracia a) Ley de mandamientos y ley de amor "La primera se llama ley de mandamientos, porque toda elh es mandar y vedar. La segunda es dicha ley de gracia y de amor, porque no nos dice que hagamos esto o aquello, sino bâcenos que amemos aquello mismo que debemos hacer. Aquélla es pesada y âspera. porque condena por malo lo que la voluntad corrompida apetece por bueno, y asi hace que se encuentren el entendimiento y la voluntad entre si, de donde se enciende en nosotros mismos una guerra mortal de contradiction. Mas ésta es dulcisima por extremo, por­ que nos hace amar lo que nos manda, o por mejor decir, porque el plantar e injerir en nosotros el deseo y la, aficiôn a lo bueno es el mismo mandarlo. Y porque, aficionândonos y, como si dijésemos, haciéndonos enamorados de lo que 70 KFCONClLnCIÔN F KATFRNA. A.° HVSP. manda, por esa manera, y no de otra, nos manda. Aquélla es imperfecta porque, a causa de la contradiction que desp’erta, eDa por si no puede ser perfectamente cumplida, y asi no hace perfecto a ninguno. Esta es perfectisima, por­ que trac consigo y contiene en si misma la perfecciôn de si misma. Aquélla hace temerosos; aquésta, amadores. Por ocasiôn de aquélla, tomândola a solas, se hacen en la verdad secreta del ânimo peores los hombres; mas por causa de esta son hechos enteramente santos y justos. Y como prusigue San Agustin largamente en los libros De la letri y del espiritu (cf. c.28-31: Oper. ed. Mwr., t.10), poniendo siempre sus pisadas en lo que dejô hollado San Pablo, aquélla erer y hacer, a menos que admitamos el absurdo de que haya trnido realidad natural una concepciôn, resolution y execu­ tion humanamente imposibles. ‘ ; RECONCILIACION FRATERNA. 5-° DES!*. SEC. B ) Concepcion de la reforma a) CRISTO QUIERE FUNDAR LIN reino prlmordialmente espiritual El que quiere fundar algo ha de tener idea de ello. La création es la realizaciôn de una idea divina. La idea reformadora de Cristo es de una especie tal y rea’istiô grandeza tan sobrehumana, que no pudo ser coneebida por hombre alguno. Antes de Cristo, otros legisladores habian intentado fundar instituciones y sociedades, en las que nos dejaron vestigios de su genio; pero Cristo no continûa su li­ nea, y desde el primer momento se coloca en una esfera su­ perior a aquella en que suele desenvolverse naturalmentc el hombre, porque desde el principio intenta fundar un reino de aimas, cuyo limite natural lo forman las fronteras de la conciencia, con un gobierno organizado segun el espiritu y para el espiritu, y en el que los poderes que fundan o con.stituyen comûnmente las sociedades no han de significar absolutamente nada, ni como fuerzas creadoras ni constitu­ tivas. Esta idea es ajena al medio en que vive el hombre. Uno de nosotros hubiera pensado reformar las sociedades politi­ cas y las instituciones sociales. Solo Cristo ha sido capaz de pensar en una sociedad que descansa exclusivamente en lo espiritual e invisible. b) Universalidad espacial y 5. AUTORES Originalidad VARIOS. P. FÉLIX 87 absoluta de esta concepciôn Fero todavia hay algo mâs notable en la concepciôn de Cristo reformador, y es la propiedad y originalidad absoluta de su idea. La grandeza intelectual consiste en la propiedad y origi­ nalidad de las ideas. En la mayoria de los casos, tener ideas propias no pasa de ser una pretension, pues incluso aquellos genios que han sabido ver facetas nuevas de la verdad, en el fondo no han sido sino imitadores de un género superior. Creemos haber fecundado el misterio de la vida, hemos sen­ tido el intimo estremecimiento de los alumbramientos del espiritu, y, sin embargo, nuestro dia no es sino un producto de lo pasado, hijo de su siglo. “La verdadera originalidad de los hombres no consiste tanto en tener ideas propias como en comunicarles algo de su propia vida. Sucede, por ejemplo, que sobre la sociedad se cierne una idea; que esa idea esta en la atmôsfera, que se la siente pasar al oir la respiration del siglo...; pero un dia la encuentra y la aspira un genio vigoroso; al aspirarla se la asimila, y al asimilârsela le comunica algo de su propia savia, y muy luego esa idea, que a nadie pertenecia, porque era del dominio de to­ dos; que pasaba por encima de las aimas sin conmoverlas, como el polvo que se pierde en la atmôsfera, encarnada ya en el hombre, sale a luz con su palabra, animada con la rida que de él recibe, y, encendida con el ardor que él comu­ nica, corre electrizando aimas y produci en do en los corazones conmociôn hasta entonces desconocida”. temporal de este reino Resalta mâs lo sobrenatural de esta conception por su universalidad en el espacio y en el tiempo. Id y ensenad 0 todas las naciones, y ved q'ic yo estoy con vosotros hasta la consumacion de los siglos (Mt. 28.19-20). Bastan estas pala­ bras para demostrarnos la inmensid^d de su concepciôn y la divina magnificentia de su idea... “Poned a los doce apôctoles, tales como eran entonces. frente a frente de esta idea gigantesca, y no podréis menos de deciros. inundados con el resplandor de una idea invencible: Esta idea brota de una inteligencia divina 0 de una imagination enferma. Es el sig­ no que nos revela a un Dios que médita la création de un mundo desconocido o la locura de un hombre que suena con una extravagancia inaudita”. d) La reforma de Cristo es milagrosa y ûnica "La propiedad de la idea no existe en la humanidad”. La reforma de Cristo es milagrosa y ûnica, porque no estaba en ambiente alguno. Es propia, totalmente propia de El, sin que recibiera germen alguno del pasado o del pré­ sente, ajeno como era a toda cultura helénica, desconocidos para El incluso los ensayos filosôficos de los judios de Alejandria, segûn reconocen los racionalistas. Ni aun el ideal mesiânico se elevaba a la altura del con­ cepto de Cristo, porque en su tiempo era entendido en un sentido material. Pensâbase, si, en nuevas monarquias o repûblicas, nuevas escuelas filosôficas; pero nunca se sono en un reino de las aimas, en fundar sobre la conciencia y las creencias una sociedad universal y etc rna. Era una idea imposible de concebir en aquellos tiempos y que lleva la impronta de lo divino. AUTORES 88 RHOSCILIACIÔN ΕΚΛΓΕΚΝΛ. 5·ν DhSP. e) Plenitud P. PÉI.l.X t'E.X Γ. subit a y total de esta reforma Por ûltimo, esta idea es maravillosa por su plenitud sùbita e instantânea. Las mâs grandes concepciones humanas han ido elaborândose paso a paso. El genio es modesto, porque se conoce, y, al poner manos a la obra, la mayoria de las veces no sabe adônde va a llegar. En la hora afanosa de la ejecuciôn qui ta y pone, altccionado por la expe­ rientia y los fracasos. Esta misma basilica hubo de sufrir mil cambios en la mente del arquitecto y otros tantos en su realization. Solo Dios abarca desde un extremo a otro la totalidad de su obra, attingens a fine usque ad finem (Sap. 8,1). Aun la mâs luminosa vision humana no abarca sino una faz de las cosas. No hay hombre sensato que pueda decir: “Iré hasta alli y no mâs allâ; mi idea, mi desig­ nio, mi plan de regeneration, de reforma o de revolution son éstos. Asi estâ decidido y no quitaré ni pondre nada”. Pues bien, Jesucristo tuvo una vision completa y anticipada de su obra. “Esta es mi idea, dijo a los suyos; id y llevadla al mundo tal y como yo os la he declarado... Om­ nia quaecumque mandavi vobis (Mt. 28,20). ;Desgraciado dei que intente mudar en ella una jota siquiera! Si alguno anadiese, sea anatema; si alguno quitase, sea anatema... El mundo cambiarâ, pero mi doctrina nunca. La filosofia humana abdicarâ de sus dogmas para crear otros nuevos. pero mi doctrina jamâs... El cielo y la tierra pasarân, pero las palabras que expresan mi pensamiento no pasarân (Mc. 13,31)”. f) VARIOS. OTROS ASPECTOS DIVINOS DE LA REFORMA CRISTIANA Mas en esta revolution de Cristo se dan otros aspectos en los que brilla lo divino con resplandor crecicnte. 89 san de correr tras vanas formas. Una palabra basta para que se apodere de ellos el vértigo. Y, sin embargo, el fin de talas esas convulsiones sociales no es otro que cambiar una forma efimera de gobierno, cl del senor de ayer por el de hoy. Y para ello, ;qué insensato clamoreo y que distinto de la serena autoridad y convencimiento de Cristo! 2. Sabe adônde va Notad que no camina a cicgas. Conoce adônde va y los obstâculos que se levantan en su camino. ^Se puede concebir algo mayor? Si. La indcpendcncia absoluta de los hom­ bres y las cosas para realizar su obra. Los grandes fundadores y reformadores, ademâs de haber tenido que transigir muchas veces, no suelen ser sino genios que, deiândose llevar por el olcaje, poseen la cualidad de los grandes triunfadores, a saber, la de sentir las aspirationes generales y percibir claramente el momento en que suena la hora. Lutero no hizo sino aplicar la mecha, y el aura popular, preparada de antemano, produjo el in­ cendio. Napoleon aparece en medio de una tormenta; diez aûos antes o después y no hubiera ocurrido lo mismo. 3. Se enfrenta con las corrientes contrarias de la historia Jesucristo no busca la complicidad de los hombres ni de las cosas que sabe se le oponen. En lugar de obrar como los demâs reformadores, que se lanzan al torrente para dejarse arrastrar por él, Cristo lo hace rétrocéder en su curso. Todos han tenido que contar con los partidos. Jesucristo los desprecia, asi como a las opiniones de los filôsofos, que no cuentan para El. Estos preparan su palabra para cornbatirle, los politicos afilan su espada; Jesucristo simplemente quiere. iCômo podremos explicarnos cosa que no es propia del hombre? Con otra que lo es menos todavia: la certidumbre del éxito. Seren'dad absoluta ante su obra “En primer lugar, la tranquilidad absoluta con que esta en medio de la plena vision de todo lo que ha de hacer y de los obstâculos con que ha de tropezar. Mirad a Jesucristo trente a trente del designio que mé­ dita; nunca el humano querer se ha producido con esa serenidad en situation semejante. Oid las palabras que pro­ nuntia con tranquilidad divina: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, ensenad..., y ved que yo estaré con vosotros hasta la consumaciôn dei mundo (Mt. 28.18-20)”. iQué diferentes de las palabras que los agitadores lanzan al viento! Los hombres se agitan por poca çosa, sus empresas son juegos de niüos; los pueblos se can- ·*- b C) Milagro de la ejecuciôn Como quiera que el orador explana el milagro moral de la ex­ pansion del cristianismo, que ya bemos tocado repetidas-veces. nos linf.taremos ahora a escoger aquellos puntos que puedan tener una mayor relaciôn con la doctrina predicada por el Seüor en el sermôn de la Montana. a) JESUCRISTO CAMBIÔ EL EJE DE GIRO DE LA HISTORIA "La naturaleza y la humanidad no pueden ser superio­ res a si mismas; no pueden elevarse a mayor altura de la­ que tienen, no pueden por un acto dp energia cambiar las 4 90 HFCONClUACtftN FR\nR.\A. 5.° DESP. ΡΕΝ’7 condiciones fundamentales de su existencia. No pueden, en suma, sacar fuera de su centro el eje de su vida por virtud de su mismo poder, ni trocar los polos sobre los cuales gira y realiza todos sus movimientos". Jesucristo lo hizo. “Me parece que la mejor formula para expresar el milagro de la transformaciôn que operô Jesucristo es ése: que el eje de la humanidad mudô de sitio. Un dia decia Dios al patriarca Job: iHas tornado en tus manos los dos polos de la tierra para ponerlos en conmocion? NumQuid tenuisti concutiens extrema terrae? (lob 38,13)". b) JESUCRISTO HA CAMBIADO POR ENTERO AL HOMBRE “Pero Jesucristo ha hecho mâs todavîa: ha tornado los dos extremos, no en el mundo de los cuerpos, sino en el mundo de los espiritus, y, agitândolo con fuerza, lo ha trocado por completo de un extremo a otro. Y como en este mundo de los espiritus hay muchos mundos que deben gravitar hacia un mismo centro, en todos ellos ha sacado los ejes de su lugar y cambiado los polos. El mundo intelectual giraba sobre el quicio del pensamiento humano; el hombre se habia erigido en centro de la verdad; Jesucristo viene y lo muda todo diciendo: “La verdad soy yo", y con lo cual se constituye en centro del mundo intelectual, y llega un dia en que todas las inteligencias cristianas gravitan en torno de El como los satélites alrededor del sol. El mundo moral giraba sobre el amor de si mismo; en los puntos ex­ tremos estaba el orgullo y la voluptuosidad, y en el cen­ tro el egoismo. Jesucristo viene y lo muda todo. Al amor de si mismo sustituye el amor a su persona; al orgullo y voluptuosidad sustituye la humildad y la castidad, y en el centro, para servir de quicio al mundo nuevo, sustituye al egoismo ese fecundo principio del sacrificio de donde saldrân eternamente las virtudes heroicas. El mundo social giraba por completo sobre el poder del sable. De una parte se veia el despotismo, y de otra, la servidumbre, y en el centro, la fuerza, que con el lâtigo o la espada en la mano hacia marchar a las sociedades humanas. Jesucristo viene y lo muda todo. A la fuerza sustituye el derecho, el despo­ tismo déjà su puesto a la autoridad, y la servidumbre re­ trocede ante la libertad. Y i sobre qué giraba el mundo re­ ligioso? ;,Cuâl era el quicio sobre el que descansaban los templos, los altares?... Consistia en que todo era Dios, ex­ cepto Dios... Cristo crea en si mismo y en derredor suyo el cristianismo, esto es, la religion universal y definitiva... •c Serâ posible negar estas cuatro transformaciones escnciales ?" SECCION l·!. TEXTOS PONTIFICIOS1 Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. 5,20). Justicia cristiana y justicia farisatca A) a) Ninguna sociedad puede mantenerse firme sobre el CIMIENTO DE LA FALSEDAD Y LA HIP0CRE3ÎA τ335) ■ *EI dei salmo concuerda con su principio: bendiciones en su encabezamiento, bendiciones en su terminacîân; de una bendiciôn hemos salido, volvamos a otra bendiciôn para reinar bcndiciendo·». I La contumelia o el insulto I. Jesucristo condena el insulto. X. La epistola de este domingo alude en forma ge­ neral a los pecados de la lengua, y ensena que deben estar alejados de ellos los labios del cristiano: “Cohiba su lengua del mal y sus labios del engaüo” (1 Petr. 3,10). B. El evangelio, de una manera mâs concreta, con­ dena el insulto o contumelia: “El que dijere a su hermano raca serâ reo ante el sanedrin, y el que le dijere Zoco serâ reo de la gehena de fuego” (Mt. 5,22). C. Equiparando como sinônimos los substantivos “contumelia” e “insulto”, pretendemos examinar su moralidad a la luz principalmente de la doctrina de Santo Tomâs. Π. Que es la contumelia. Contumelia es la palabra injuriosa para otro; la palabra, que quita el honor al prôjimo, bien a so­ las, bien delante de otras personas. Se da, segun Santo Tomâs, “cuando uno pone en conocimiento del interesado y de los demâs lo que es contrario al honor de otros” (cf. Sum. Theol. 2-2 q.72 a.l). '1 a) Puede hacersc mediante signos o gestos. b) Pero se realiza, sobre todo, por las palabras, que, como signos expresivos del pensamiento interior, manifiestan mejor las concepciones d-el espiritu. ΠΙ. Ultraje, improperio y contumelia. A. Las très son palabras injuriosas. Las très ofenden a otro en su honor .’ Es, pues, idéntico su ob­ jeto formai. De ahi que se usurpen de ordinario indistintamente una por otra. B. Sin embargo, pueden distinguirse con rigor teolôgico, y la distinciôn contribuirâ a esclarecer mâs aun el concepto de contumelia tal como lo venimos exponi endo. a} *El ultrajc j' el improperio consisten en las palabras, como la contumelia ; porque por todas estas cosas se F' RECONCTLIACION FRATERNA. b) 5.0 DESP. PENT. maniflesta el defecto de alguien en perfuicio de su honor». tPero tal defecto es triple, a saber: T. Defecto de culpa, que se nianifiesta por palabras contumeliosas. 2. Defecto, en general, de cnlpa y pena, que se exterioriza por el ultraje, pues cl vicio se suele atribuir no sôlo al aima, sino también al cuerpo ; y, por consiguiente, si uno dice iniuriosamente a otro que esté ciego, profiere en verdad un ultraje, mas no una contumelia ; pero, si uno dice a otro que es un ladrôn, no sôlo le infiere un ultraje, sino también una contumelia. Algnnas veces indica una persona al prôjimo el defecto de bajeza o pobreza de éste, lo cual tam­ bién ataca el honor consiguiente a cualquier ex­ celencia. Ι,ο cual se hace por la palabra de im­ properio, y esto tiene lutrar propiamente cuando uno recuerda a otro iniuriosamente lo que le diô viéndole sufrir necesidad...» c) «.lias a veces una de estas denomination es se toma Por la otra» (2-2 q.72 a.i ad 3). contumelia es frecuentîsima. No diremos que sea siempre pecado. Mas es cier­ to que con gran frecuencia se oyen palabras inju­ riosas 0 contumeliosas. Sin que estén ausentes en los varones espirituales. Unas veces es la interfccciôn violenta y malsonante. que déjà al descubierlo un corazôn airado a la par que mezquino. b) Otras es la palabra ofcnsiva, premedltada, pronunciada como venganza a la ofensa que nos hacen. c) Otras el epiteto malévolo 0 dcspectivo para calificai a otro. d) Quizà en medio del juego y como broma y en tono humoristico. Quizd en medio de conversationes sé­ rias. a) también mal de las muchedumbres. Fdcihnente se extitan en contra de una persona y vierten sobre ella todo genero de palabras fuertes c injuriosas. b) Son frccucntes en ciertos espectdculos, como fütbol. loros, etc. c) Es increiblc el tono a que descicndcn personas de prestigio, que. exasperadas, proficrcn grilos de pa­ siôn. palabras socces. de mal gusto, ofensivas v escandalizadoras. a) SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICO9 123 V. Moralidad de la contumelia. A. La contumelia puede ser pecado y puede no ser­ io. “Las palabras, dice Santo Tomâs, no injurian consideradas como sonidos, pero si injurian por lo que significan; ahora bien, la significaciôn de las palabras procede siempre del afecto o intenciôn interior. Y, por ello, en los pecados de palabras hay que mirar ante todo a la intenciôn o afecto de quien las pronuncia” (2-2 q.72 a.2). No es pecado cuando la intenciôn es recta, como cuando se trata de corregir y no de difamar. No habrâ en este caso contumelia formal, sino tan solo material. iPor razôn de disciplina puede uno decir a otro, al que debe corregir, alguna palabra dura. De este modo cl Sciior Hamo anccios» a los discipulos, y San Pablo tinscnsalos» a los gâlalas». b) aHay que usar de ellas, sin embargo, rara vez y con gran neccsidad, de mancra que nos valgainos de ellas para servir al Sciior y no a nosotros» (ibid., ad 2). a) Tampoco es pecado cuando se dice jocosamente, con gracia y donaire, “por dclectaciôn o chanza” (ibid., ad 1), con tal que se guarden los justos li­ mites. a) Esto pcrtenece mâs bien a la eutrapelia. b) Seria pecado, sin embargo, si se dcsprecia la pena y tristeza del ofendido para excitar la risa de los restantes. D. Es pecado “si la intenciôn del que la profiere tiende a qui tar la honra a otro con las palabras que pronuncia” (ibid., ad 2). VI. Contumelia e ira. A. Guardan estrecha relaciôn. a) Santo Tomâs enumera la contumelia entre las hijas de la ira (2-2 q.158 a.7). b) Kace de la ira. dice cl santo Doctor, ^porque la con­ tumelia se rclaciona con el fin de la ira, que es la venganza, pues ninguna venganza tan pronta para el airado coma la contumelia» (2-2 q.73 a.4). B. Participa, pues, de la malicia de la ira, y en re­ laciôn con ella podremos precisar mejor el desorden moral de la contumelia. a) Hay una contumelia inadvertida, sin intenciôn alguna, como existe también una ira que previene a la razôn. RLCONCn.1 ΗΊΟΝ FRATERNA. 5.0 DESK PENT. Muchas veces el hombre se apasiona hasta el ex­ tremo de quedar cegado por la ira. Ni siquiera sabe lo que se dice. 2. Es fâcil que entonces profiera todo género de in­ sultos, que en la mayoria de los casos no son advertidos. 3. Ni serân pecado, aunque pueda imputârsele al hombre su negligencia en la guarda del equilibrio interior para que no sobrepase su ira los limites de la razôn. 4. Tal sucede con muchos de los gritos descompasados e insultos de la masa en las grandes y espectaculares concentraciones deportivas y en otros casos anâlogos. b) Otra contumelia es lève, porque es ligero el impetu de la ira que la origina o porque no se dice el insulto con ànimo de deshonrar gravemente a uno. A si han de considerarse muchas de las palabras groseras, bajas, malsonantes, que se escuchan de labios de gente poco formada, de ambientes sociales de es casa educaciôn, etc. c) Existe otra contumelia grave, cuando brota de una ira tan desordenada como premeditada y se traduce en palabras gravemente injuriosas. El evangelio de hoy sefiala dos, y, segiin el con­ texto, proferidas bajo el impetu de la ira. 2. La sanciôn que Jesucristo senala es grave. Grave es también, por consiguiente, la culpa. Postura del cristiana ante los insultos. Suele predominar la ley del talion. A palabras duras se contesta con otras mâs duras todavia. Jesucristo nos dejô ejemplo de lo contrario: “Ultrajado, no replicaba con injurias” (1 Petr. 2,23). explica Santo Tomâs. tAsi como nos es necesaria la paciencia para tolerar lo que se hace contra nosotros, es también necesaria La paciencia para sobrellevar lo que contra nosotros se dice·». b) tDcbemos tener preparado el corazôn para soportar los insultos, si esto f liera conveniente» (2-2 q.73 a.3). a) IH IONES HüMH.hilCOS Chisme, hurla y chanza Cohibe tu lengua del mal. A. Son, sin duda, frecuentisimos los pecados de len­ gua. Incluso en personas espirituales. En cierto sentido podemos decir que son mâs frecuentes en éstas. a) Dificilm&nte caen en la cuenta de la gravedad de los mismos. No siempre son pecado mortal. La inadvertencia libra muchas veces de la malicia suprema. b) Mas siempre son un obstâculo serio al progreso en la vida espiritual. De tal forma que los escritores ascéticos no dudan en afirmar que reprimir los pecados de la lengua es senal clara de aprovechamiento y que quien lo consigne alcanzard pronto la perfecciôn. B. La gravedad de estos pecados hay que considerarla por lagrandeza del precepto que quebrantan. a) Lesionan la caridad del prôjimo. b) Desgarran la unidad del Cuerpo mistico. c) Hacen incluso odiosa la religiôn cuando personas apartadas de la Iglesia observan cômo los que viven religiosamente no se desdeüan de hablar mal del prô­ jimo. Por eso los santos han recomendado insistentcmente la bondad en las palabras. Los fundadores de ôrdenes religiosas han tenido cautela en senalar normas eficaces para evitar las faltas de la lengua, que pueden acabar con la institution por elios fundada. La epistola de hoy recomienda de modo general, con palabras del Nuevo Testamento, apartar la lengua del mal: “Cohiba su lengua del mal”. a) b) Hemos hablado en el guiôn anterior de la contumelia. Nos ocuparemos aqui de otros ados parecidos, como los chismes, burlas, comentarios, etc. II. El chisme. Su naturaleza. a) b) Es la noticia verdadera o falsa que se repite para indisponer a una persona con otras. Por eso, chistnoso o susurrador, para Santo Tomâs. es taquel que siembra discordias entre los amigos» <· RECONCILIACION FRATERNA. 5·υ DESP (cf. «Sum. Theol.» 2-2 q.74 a.i, sed contra), y para esto tpro/iere tales males del prôjlmo, que pueden conmover el dninio del que oye contra el mismo» (ibid., c). El fin, pues, del chismoso es siempre destruir la amistad, indisponer a una persona con otra. Y esto es lo caracteristico. «El susurrador, en cuanto que habia mal de otro, se dice que murmura; pero difiere del detractor en que no se propone absolutamente decir mal de él, sino todo aquello que pueda perturbar el ôninto de uno contra otro, aunque sea absolutamente bueno y, sin embargo, aparezca malo, en cuanto desagrada a quien se lo dice» (ibid., ad 1). b) Por tanto, la iutcnciôn del chismoso no es tanto des­ truir la fama de uno cuanto sembrar discordias entre dos que eslaban unidos. a) Gravedad de este pecado. a) El chismoso manifiesta, cuando menos, un corazôn pequeno y mezquino, empobrecido y vil. Un corazôn carcomido por la ponzoùa de la envidia. El chisme es, de ordinario, hijo de la envidia y participa de la humiliante bajeza de esta pnsiôn. El que lo profiere, lo emplea como instrumento para congraciarse con uno o para destruir una amistad que él, por envidia, no encuentra bien. 2. Preséntase este pecado con capa o apariencia de bien. Parece que es prueba de amistad para con uno, detalle de sinceridad y de confianza, comunicarle lo que de él se dice por otros, aun cuando sea desagiadable. En e! fondo, juegan papel importantîsimo el amor propio y la envidia. 3- Quizâ pueda pasar inadvertido a la misma perso­ na que los dice. Debe, no obstante, cuando lo advierta, dedicarse a eliminar la pasiôn de la en­ vidia, causa de los chismes. gravedad del pecado proviene del fin. Este senib) brar discordias entre amigos conslituye un pecado gravisimo. 1. «Desprecia, dice Santo Tomâs, el precepto sobre el amor del projimo, contra el cual obra mâs directamente el que se esfuerza en destruir la amistad». 2. Llega a decir el Santo que es pecado mâs grave el chisme que la murmuraciôn : «Ea especie v la gravedad del pecado se consideran mâs bien por el fin que por el objeto material ; y, por lo tanto, por razôn del fin, la susurraciôn es mâs grave, aunque el detractor diga algunas veces cosas peores» (2-2 q.74 a.2 ad r). SEC. 8. GU1ONF.S HOMILHTIt’OS 127 3. Eu otro lugar unade que obrar directcimentc con­ tra la amistad, tendencia propia del chisme, es inàs grave que disponer a la enemistad, tenden­ cia propia de la niurmuraciôn, que destruye la fama (ibid., ad 2). Es, ademâs, contra Dios, porque Dios es caridad. .4 causa de esta se dice en la Escritura: iSeis cosas hay que aborrecc el Senor...; la ûllima es el que siembra la discordia entre hermanos» (Prov. 6,i6). '0 c) ΠΙ. La burla 0 chanza. A. Hay que distinguir. a) Si la burla 0 chanza se hacen con gracia y humor fino, sin herir ni entrlstecer a nadie, no es falta, antes al contrario, pertenece a la virtud de la eutrapclia (2-2 q.72 a.2 ad 1). b) Pero, si la burla en si es una falta contra la caridad, tel que se burla tiene intenciôn de hacer ruborizar a aquel de quien se burla» (2-2 q.75 a.i). B. Puede hacerse con signos o con palabras. La malîcia es idéntica en ambos casos. Hay que apreciarla segûn la intenciôn. a) b) c) Ridiculizar o rcirse del mal 0 defecto de otra perso­ na, en si pequeüos, es siempre pecado lève. Mas, si se torna como pequeno un defecto para rebajar la dignidad de la persona, es pecado grave, y tanto mâs cuanto mâs digna sea la persona Y asi es gravîsimo bnrlarse de Dios y de las cosas que son de Dios. Grave también la burla de los pa­ dres. Y, por fin, la burla de los justos (2-2 q.75 a.2 c). C. En la burla ha de atenderse a la razôn de caridad. a) b) La chanza frecuente a proposito de la actuaciôn o maneras de una persona pueden hacerla timida, apocada, pusilânime. y encoger su propia personalidad. Por esto siempre ha de procurarse la gravedad y scriedad, de modo que en las palabras de la epistola tcohiba la lengua del mal» entendamos que se reprueba también la chanza 0 la burla, impropia, cuan­ do menos, de un cristiano, que ha de distinguirsc siempre por su caridad. IV. Remedio contra los pecados de lengua. A. No podemos seguir analizando otros pecados que se cometen con la lengua, como la murmuraciôn, comentarios, discusiones, etc. Algunos de ellos serân objeto de nuevos guiones. B. Mas antes de terminar queremos dar unas nor­ mas que puedan orientar a las personas espirituales para corregir eficazmente estos pecados, RECONCILUCION FRATERNA, ς.·' DESP. PENT. Nunca digamos cosa atguna contra el prôjimo ausente. Y en su prcscncia no digamos palabras que pucdan série dcsagradablcs u ocasionarle tristeza. b> Dominado esto, proeürese no /altar en cl modo de hablar, evitando contradecir, inferrumpir, hablar con mal humor, etc. c) Procûrese. por fin. hablar siempre bien del prôjimo y con amabilidad, rostro afablc, contentdndole cn lo que se pueda... d) Sobrcnaturalicesc toda esta cuestiôn viendo a Dios en el prôjimo. a) SERIE III. SOBRE EL EVANGELIO El sermon de la Montana escenario. El evangelio de hoy nos ofrece un texto del sermon de la Montana, del cual se toman tres evangelios en las dominicas del ano. B. El sermôn de la Montana aparece en los primeros capitules del evangelio de San Mateo. a) Es el primer grau sermôn del Senor que San Mateo incluye (5,6,7). b) Parece que Cristo lo pronunciô en el llamado mon­ te de las Bienaventuranzas, situado a quince kilômetros al oeste del Tiberiades y a très kilômetros de Cafamaûm. c) La tradiciôn que le situa alli, segun los ultimos cstudios. se eleva al siglo IV. Jesucristo no lo pronunciô cn la cumbre. Descendiô a un rellano de la ladera (Le. 6,17). Contraposition entre dos leyes. T.as circunstancias externas pareccn qucrcr expresarla. Contraposiciân entre la ley niosaica v la ley evan- . gélica. b) Promulgada ésta cn la Montana; aquélla, en el Sinai. ci En el Sinai. Yavé queda en la cumbre; Moisés tiene que ascender. En la Montana, Jesucristo baja de la cumbre a buscar a los hombres en un rellano de la ladera (Le. 6,17). d) En el Sinai. Yavé aparece entre truenos, relâmpagos v una densa nube con sonido de trompeta (Ex. 19,16). En la Montana, Jesucristo se sienta en­ tre los hombres. a) SEC. 8. GUIGNES HOMILETICOS 129 En el Sinai, el pueblo no podia ni tocar el pie de la montana donde estaba el Seiior. Hubiera quedado muerto. Y la montana retemblaba fuertemente (Ex. 17.18). En la Montana, todo el pueblo se acerca a Jesus y le loca, tporque salia de El una virtud que sanaba a todos» (Le. 6,19). f) En el Slnai, Yavé formula en gran parte un côdigo penal con penas severas (Ex. 20,2-17). En la Monta­ na, Cristo expone el sermôn de la patemidad y de la misericordia divinas. e) ll. Dos espiritus. A. El escenario y las circunstancias corresponden a dos espiritus distintos: el espiritu de la antigua lev y el de la nueva; el espiritu de temor y el es­ piritu de amor. B. San Pablo lo dirâ mâs tarde: a) b) tPorque los que son movidos por el Espiritu de Dios, ésos son hijos de Dios* (Rom. 8,14). *Que no habéis recibldo el esbiritu de sierras para recaer en el temor, antes habéis recibido el espiritu de adopciôn, por el que clamamos: /Abba, Padre!» (ibid., 15). m. Libertad apostôlica. A. Jesucristo en esta escena es un modelo de liber­ tad apostôlica. Embieza por lanzar una terrible acusaciôn contra los escribas y fariseos, entonces muy poderosos en Je­ rusalén. b) La acusaciôn es fundamental. No les corrige en detalle. 1. Repraeba toda su iusticie, que es tanto como de­ cir su modo de intemretar v de anlicai la lev antigua : «Si vuestra justicia no supera a la de los escribas v fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. 5,20). 2. La reprobaciôn es terminante y radical. Los es­ cribas y fariseos no interpretan y aplican la substancia de la ley. a) B. A continuaciôn. Jesucristo corrige a la misma ley antigua: “Habéis oido que fué dicho a los antiguos. Pero yo os digo” (Mt. 5,33). Algunos comentaristas creen que Jesucristo corregia la justicia farisaica o las interprefaciones rabinicas. b) Maldonado sostiene v prueba que Jesucristo corregia y perfeccionaba la ley misma. i. «Con increfble consentimiento (los Padres y antiguos intérpretes) ensenaron que Cristo corrigiô le antigua ley, aüediendo lo que le faltaba para a) La palabra de Cristo 6 5 !L: ■ RECONCILIACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. 130 PENT. la perfecciôn del Evangelio* (cf. Maldonado, «Comentarios al Evangelio de San Mateo*, I sec.2,2 : BAC, p.255). 2. , c.2 : DB 1785.1006). 2. El teôlogo demuestra esta verdad apoyândose en San Pablo (Rom. 1,20), que arguye a los gentiles de pecado inexcusable, porque, pudiendo haber conocido a Dios, no le conocierou ; y en el libro de la Sabiduria (8,5 ss.), que les echa en cara su necedad porque de la belleza de la creaciôn no han sabido ascender a la de su Hacedor. b) Pero, por otra parte, esos mismos teôlogos afirman que la humanidad, si no es ayudada por la revela­ tion, es incapaz de conocer sin error las verdades de la religiôn natural. B. Una situation triste. K a) La solution de esta misma paradoja nos la da la tris­ te situatiôn del hombre. Su entendimiento, al menos el de an hombre nor­ mal, tiene, si, fuerzas suficientes para conocer la existencia de Dios. 2» Pero el ambiente en que vive, su pereza natural, las dificultades de la vida, que embargan su atenciôn, y las mismas pasiones, que se oponen a ello, explican el hecho histôrico de que los hombres sin la ayuda de la revelaciôn no alcancen la verdad religiosa. En suma, pueden. Pero son tantas las dificultades que han de vencer, que no se deciden a ello sin ayuda divina. Esta es la imposibilidad moral en que se hallatj. .ί/Τ,-.ΚΛ SEC. 8. GU1ONES HOM1LÉT1COS 133 La situation primera del hombre no hubicra sido ésa. I. Por una parte «diôle... un corazôn intoligente, 11enôle de ciencia e inteligencia y le diô a conocer el bien y el mal» (Eccli. 17,5-6). Y por oira liberôle de la sujeciôu al trabajo ex­ haustive y las pasiones, que pudieran entorpecer su conocimiento. c) Pero el pecado hizo perder al hombre esta situaciôn de privilegio, y los pecados personales y vicios inveterados levantaron un obstâculo que los hombres no suelen vencer, porque (Ps. 95, 8-9). a) 8 Cristo, Maestro natural del hombre I. Rey y Maestro. A. Dos cosas nos llaman la atencion al relacionar los titulos de Rey y de Maestro que adornan a Cristo. B. La primera es la firmeza con que se atribuye uno y otro. «Me llamôis Maestro y Senor, y decis bien, porque lo soy· (Io. 13,13). b) tSe maravillaban las muchedumbres... porque les enseiiaba como quien tiene poder· (Mt. 7,28). c) s aiuiguos: No mataias. fera yo os digo que todo el que se irrita..λ c) Corrigiendo lo dejectuoso, ya fuese por defecto de la misma cey, ya nuoiese siao iniroducido por reiajacion; iiamuicti se aa aicno: El que repudiare a su mujer, aeie noeio de repudio; peto yo os digo... Habets σιαυ que jue dicno: Ujo par ojo y dience por aiemc» pbid., 31 y 3ÔJ. Iniroaucicnao nuevos eiementos, distintos y muy su­ periors a 10s améliorés, pero que, por asi decirlo, cominuan la misma linea de perjeccion. Todo el Nuevo l'esiamenlo no es sino un cumpliniiento de las projectas y una realizacion de las jiguias. Preaicando a todos un ideal de majora y esjiierzo: «ôed nosotros perjeclos, como perjecio es vuesiro Pa­ dre celestial» v;oid., 40). Y todo el capitulo que signe. V. Los pseudo-rejormadores. A. Farecen haber ido siguiendo el ejemplo de Cristo para nacer louo lo eoatrano. hâ vez de evoiucioa y ne mejora, revoiucion corruptora. a) La historia de las naciones nias retrasadas en com­ parution con las mâs prosperas suele ser lo mismo. b) En las unas, a pesar de las grandes guerras y calàstrojcs nationales, la linea de la perfectibilidad es la misma siempre aun entre adversarios politicos. c) En las otras cada gobernante derriba la obra del an­ terior o, por lo menas, no la continua y mejora. B. En nuestros pequeûos problemas solemos hacer lo mismo. iCuâl suele ser la causa? b) Pues que Cristo, a pesar de ser Dios, era humilde y obediente, y no buscaba cl niedro propio ni de los suyos. Los hombres, en cambio, solemos ser intercsados, sin reconocer mâs auioridad ni ciencia que la nuestra propia. SEC. 8. GL1O.NES HOMILEIICOS 10 Justicia farisaica I. Condenaciôn explicita. A. Jesucristo dice: “Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5,20). B. La palabra “justicia” tiene aqui el valor de virtud general. Afecta, pues, a nuestros deberes y rela­ tiones para con Dios. Porque se puede equiparar en cierto sentido a la religion, no solo a la virtud moral de la religion, sino a la religion en el am­ plio sentido de relationes del hombre con Dios nuestro Senor. A la luz de este sentido amplio y trascendente de la justicia hay que interpretar la palabra de Je­ sucristo que rechaza a la justicia farisaica. 2, Por qué? Π. Ün texto de Santo Tomâs. Comentando este mismo evangelio de San Mateo, Santo Tomâs seâala en la justicia farisaica los siguientes graves errores y pecados: a) b) c) d) Presunciôn. Ostentation. Lavatorio externo, sin pureza de corazôn. A yunos y penitencias, sin misericordia. Observantia escrupulosa de los preceptos menores y desprecio de los preceptos mayores. Presunciôn. Los fariseos se consi deraban a si mismos como hombres religiosos y perfectos y despreciaban orgullosamente al pueblo. iEl fariseo, en pie, oraba para si de esta man era: jOh Dios!, te doy gracias de que no soy como los demâs hombres, rapaces, injustos, adûlteros, ni como este publicano» (Le. 18,11). b) lAyuno dos veces en la setnana, pago el diezmo de todo cuanto poseo» (ibid., 12). c) tLos fariseos y escribas murmuraban diciendo: Esteacoge a los pecadores y corne con ellos» (Le. 15,2). d) tPero esta gente ignora la ley y son unos malditos» (lo. 7,49). e) Respondiéronle y dijéronle: Eres todo pecado desde que naciste, ^y prétendes enseüarnos ? Y le echaron fuera» (lo. 9,34). a) 3 - RECONCILIACI0N FRATERNA. 5·° DESP. PENT. C. Ostentaciôn. Los fariseos hacian ostentaciôn de su vida religiosa. Pasaban a ocupar el primer lugar en el templo cuan­ do oraban. b) Oraban en las esquinas de las calles. Queiian singularizarse y separarse del pueblo. i. «Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus âlacterias y alargan los flecos» (Mt. 23,5). «Gusian de los primeros asientos en los banque2. tes, y de las primeras sillas en las sinagogas, y de los saludos en les plazas, y de ser Jlamados por los hombres rabbi» (ibid., 6-7). D. Los lavatorios. a) Daban exagerada importanda a los lavatorios prescrilos por la ley. Los inlerpretaban minuciosamente Se entretenian en interpretationes que llegaban al ri­ diculo. b) Les concedlan un valor moral y religioso de que carecian y, en cambio, descuidaban la pureza del cora­ zôn (ci. Ml. 5,1-10). *lAy de vosotros, escribas y jariseos, hipôcrilas, que limpidis por defuera la copa y el plato, que por dentro estdn llenos de rapiùas y coditiasl» (Mt. 23,25). E. Ayunos y penitencias. Los fariseos daban exage­ rada importancia al ayuno y, sobre todo, hacian ostentaciôn de él. a) tCuando ayunéis, no aparezedis tristes, como los hipderitas, que demudan su rostro para que los hom­ bres vean que ûyunan; en verdad os digo, ya recibleron su recompensa» (Mt. 6,16). b) «Tii cuando ayunes, ungete la cabeza y lava tu cara» (ibid., 17). F. Los preceptos menores. La imprecadôn de Jesucristo es impresionante : t[Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipôcrilas, que dieznidis la menta, el anis y el comino, y no os cuidâis de lo mâs grave de la ley: la juslicia, la misericordia y la buena fe! Bien seria hacer aquello, pero sin omitir esto» (Mt. 23,23). b) Jesucristo les dice con frase enérgica y expresiva, que deblera ser punto de meditadôn y de examen para todo hombre de espiritu religioso: tGuias ciegos. que coldls un mosquito y os tragàls un camello» (Mt. 23,24). a) Ph El mosquito y el cameUo, A. Convtene detenerse en este quinto punto de la fal. SEC. 8. GU1ONES HOMILÉTTCOS 147 sa religiôn: La religiôn que atiende a lo pequeno con de^precio de lo mâs importante. B. En materia del séptimo mandamiento es évidente que hoy, aunque no diremos que siempre con espiritu farisaico. se incurre en el error denunciado por el Senor. Se cometen enormes pecados contra la just’cia, despoiando. de hecho. a clases ente­ ras de lo que se les debe como productores en el reparto de la renta nacional: jornales insuficientes. nrotecciôn oficial a Ina mâ4» poderosos, distribuciôn inequitativa, onresiôn fiscal, en desventaja de las fortunas inferiores. C. Algunos moralistes no sp ocupan a fondo y como debieran de estudiar estos graves pecados contra la jusdcia social. a) b) c) Ahora empieza a prestarse atenciôn a la moral social. En estas craves relaciones sociales es domie se falta al séptimo mandamiento de la lev de Dios por niillones de pesetas, y, sin embargo, està mucho mâs preclsado y esfudlado v se abllca mucho nids, desde luepo con obllgacidn de restitulr, el robo de cantidades que. comparadas con éstas, son insignlflcantes. Debemos declr con el Maestro: No es que esto se haya de despreclar; pero hay que atender a aquéllas. I. Hav que cnmplir los preceptos mayores y los menores. No se debe conculcar nincrün mandamiento ni en 2 lo prande ni en lo pequeûo. Pero obietivamente—nunca diremos subjetivamente—es relipiôn con fermento farisaico ’a que ha pnesto mncha atenciôn en estos otros mandamien­ tos cuva transpresiôn supone una faite menor y a veces no quiere saber ni conocer la existencia de la falta mavor, de las transeresiones contra los dos mandamientos fundamentales. IV. Resumen y conclusion. Anarece claro en estos breves versiculos un princin’o que Jesucristo desarrollarâ en todo el Evan­ gelio. D'os no quiere relieiôn aparente. Dios rechaza la piedad ostentosa. Dios no acepta solo la penitencia ni la pureza externa. Dios busca y quiere la religion interior. Piedad sin caridad esta tocada dei defecto de fariseîsmo (cf. supra, San Agustîn. p.51. B. a). Dios no acepta a todo el oue se acerque al altar, aunque Ikve dones materiales v seriales externas de religion. No los acepta si falta en el oferente U8 RECOXCILIACIÔX FRATERNA. 5.0 DESP, PENT. SEC. 8. la caridad de corazôn, la pureza del afecto fra­ terno. D. Piedad para con Dios, caridad para con todos los hermanos. 11 justicia de los escribas y fariseos. Ia que reclamaban exclusiva men te para si. Todo el conocimiento auténtico de la ley se lo querian aprofiar con exclusividad los escribas. b) Los fariseos, por su parte, se presentaban como uni­ cos ejemplares acabados dei cumplimiento de la ley de Dios. a) Esta justicia consistia en oraciones, ayunos, cumplimientos de la ley hasta en sus mâs nimios preceptos. a) La justicia farisaica tiene su mejor représentante en el que sube al templo a orar segun la parâbola de Jesus (Mt. i8,io ss.). b) Semefante justicia no es verdadera, sino adulterina. Cristo atirma rotundamente que con ella no se entra en el reino de los cielos. Por los frutos se conoce el ârbol; luego, si la jus­ ticia farisa;ca lleva al infierno, no es verdadera, sino falsa. He aqui como un cristiano puede tener una falsa justicia que lo lleve a su ruina espiri­ tual. justicia exclusive mente exterior. No es verdadera, sino farisaica, la religion que se preocupa solamente de la virtud exterior, (cf. su­ pra San Agustîn, p.51, B.a). a) No evita mâs que los vicias exteriores. b) No cumple sino los deberes exteriores. Esta justicia puede satisfacer a los ojos de los hombres, que ven lo exterior. a) Es precisaminte lo que prctendcn quienes la culti­ vai con exclusiôn de la interior. b) Los tales habrân recibido ya todo el pago que buscaban de su santidad aparente con el aplauso que recibieron de los hombres (Mt. 6,16). GU IONES HOMILÉTICOS 149 C. Dios ve y at’ende al corazôn (1 Reg. 16.7). Por esto el Verbo de Dios se ha encarnado, para predicar la verdadera justicia, agradable a los ojos de Dios. b) Y asi dice Santiago: vLa rcligiôn pura e inmaculada ante Dios Padrc es visltar a los huérfanos y a las vludas en sus tribulationes y conservarse sin mancha en este mundo» (lac. 1,27). 1. Por consiquiente, toda justicia farisaica es una injuria a la auténtica verdad y santidad, y sumamente injuriosa a Dios. 2. Cristo la condena duramente llamando a los fa­ riseos sepulcros blanqueados. Capa externa de santidad e interiormente la podredumbre del pecado. a) La justicia exclusivamente interior. A. Es falsa la santidad que pretende ser verdadera encerrândose en lo interior, con exclusion de las obligaciones externas. e) Asi, algunos racionalistas proclamait una religidn pu- ramente interna, pretendiendo basar sus afirmaciones en la contestation de Cristo a la samaritana: tDios es espiritu, y los que le adoran han de adorarle en espiritu y en verdad» (lo. 4,24). 1. Cristo en este texto quiere condenar el error opuesto : ni la santidad exclusivamente exterior de los fariseos ni la puramente interior que pretenden los racionalistas. 2. Pide actos externos que traigan su vida de la santidad interior. b) Un error semejante, el error de Molinos, estâ condenado por la Iglesia: aDar gracias a Dios con pala­ bras exteriores no es propio de las almas interiores; estas deben permanecer en silentio, no oponiendo a la acciôn de Dios inùpedimento alguno que obre en ellas; y cuanto nids se entreguen a Dios, experimentan que son incapaces de rezar la oraciôn dominical o iPater noster» (DB 1254). c) Es el error de cuantos niegan la obligatoriedad de un culto externo y social. una justicia condenada por Jesucristo: e) El Seûor manda predicar a los apôstoles una doctrina que debe ser iluminada con la luz de sus obras: «Asi ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que estâ en los cielos» (Mt. 5,16). b) Los apôstoles de Cristo serdn conocidos y distinguidos de los falsos projetas precisamente por la serial inequivoca de las buenas obras, ya que cl verdadero reino de los cielos no es de los que se ere en santos Ph ' ' - 150 RFCONCTI.TACTÔN FRATERNA. A.0 ÜESP. PENT y en paz de Dios, sino de los verdaderos cumplidores de la voluntad del Padre (Mt. 7,15 ss.). Los apôstoles predicarân la justicia enseüada por Maestro: a) San Juan: Una santidad inferior que se hace obra externa y positiva de amor al proiîmo; «El que tuviere bienes de este mundo y, zdendo a su hermano pasar necesidad. le cierra sus entraüas. jcômo mora en él la caridad de Dios? Hijos, no amemos de pala­ bra ni de lengua, sino de obra y de verdad·» (1 lo. . 3.17-18) b) Santiago hace una exbllcaciôn perfecta de la santi­ dad completa y verdadera: i. «^Qué le aprovecha, hermanos mfos, a uno decir : «Vo teneo fe», si no tiene obras ? i PodrA salvarle la fe ?» 2. «Si el hermano y la hermana estân desnndos y carecen dei alimento cotidiano, y altrnno de vosotros les diiere : «Id en paz, que podAis calenteros y hartaros», pero no les diereis con qué satisfacer la necesidad de su cuerpo, équé provecho les vendrfa ?» «Asi también la fe, si no tiene obras, es de snyo muerta» (lac. 2,14-17). Lo ensefia la razôn. a) En cl hombre estân naluralmente tan unidos entre si las actos interiores y sus manifestaciones en actos externos, que aquéllos no pueden ocultarse mucho tiembo sin que espontâneamente se maniflesten al exterior. b) Por el contrario, si se amortiguan los actos externos de culto, poco a poco va muriendo la religiôn de los actos internos. El hombre no solamente ha recibido de Dios el aima, sino también el cuerpo; por lo cual con aima y cuerpo debe servir a Dios y manifestarie su reverencia. .·» la historia de las religiones. La universalidad dei culto extemo en todas las manifestaciones re­ ligiosas de la Humanidad demuestra que es algo connatural al hombre. IV. Concluaiôn. La verdadera justicia, la predicada por Jesucristo, es aquella que planta en p1 centro de nuestra aima la vida divina de la gracia. Esa justicia, como el mejor de los ârboles, da el precioso fruto del amor: SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS Ιδί a) Amor a Dios, que es verdadera cuando se traduce en el cumpllmlento de su volunlad por las obras. b) Y amor al prôjimo, que le allende aunque parezea haber entre ambos tanta distancia como la que entonces medlaba entre un judio y un saniaritano. La ira I. La ira como pasiôn. La ira se puede considerar de dos modos: a) Psicolôgicamente, como pasiôn. b) Moralmente, como hâbito o ado. La ira como pasiôn se define: Un movimiento impetuoso del apetito sensitivo con honda repercusiôn sobre el organismo corporal. a) b) La imaginaciôn influye sobre el apetito, el cual arras­ tra a la volunlad. Ante la ira caben très posiciones: i. Estoicos : Es pasiôn eseuciahnente mala ; enerniga de la razôn ; debe suprimirse. 2. Epicûreos : Debe servirse a las pasiones ; han de ser satisfechas ; cada cual debe vivir su vida. Cristianos : La ira como pasiôn no es mala de suyo. Es peligrosa ; es mala consejera ; o es un buen auxiliar. Es daûina la ira antecedente al justo juicio de la razôn y regido por ella. coadyuvante cuando el dominio de la razôn sobre ella es constante hasta el ûltimo instante de la ejecuciôn. Π. Anàlisis de la ira. . A. La ira es apetito de venganza. (cf. supra, Santo TomAs, p.55,A)'. B. En ella entran como elementos: a) b) presencia de un mal. tristeza causada por esc mal. * fe * · Le tristeza es inseparable de la ira. Es una de las très pasiones tristes del corazôn humano : la ira, la envidia, la soberbia. 2. La tristeza de la ire no siempre es male, Puede ser tristeza buene y para Dios (cf. supra, Santo Tomâs, p.ss,c, y 56.d)· La Laf [. c) El juicio por el cual pensâmes rechazar ese mat. d) La venganza por la cual intentâmes repararlo, La venganza puede ser propia o impropia Ta venganza a veces es impropia, porque la apll 17* RECONCILÏACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. camos a quienes no son culpables del moi. Por ejemplo, los arriéres con las caballerfas. Una mala maniobra dei carro puede desatar su ira y apolear a un irracional coino si tuera eJ culpable. A veces hasta los seres insensibles, como el caso de aquel filôsofo griego que contemplô a un hombre que no podia abrir la puerta de su casa, y, porque no entraba fâcilmente la Have, se airô, la tirô al suelo y la rompiô. 3. A veces por la ira nos vengamos de quienes no nos han hecho mal, como ocurre en el caso de los enfermos con los enfermeros que les cuidan ; como el caso dei leproso que escupiô al P. Damiân, que le curaba. Es un arrebato de venganza irracional. 4. De suyo la venganza de la ira supone la esperan. za de conseguir su objeto de indigir el castigo. La ofensa del principe de suyo sôlo causa tristeza porque no hay lugar a la venganza. e) 1m ejecucidn. Cualidades de Ία ira. Esta paeiôn tiene cualidades especiales. Es, en efecto, una pasiôn (cf. supra, San Juan Crisôstomo, p.26,B,a): a) Personal. El tyo» entra en juego. Hay la ofensa a la persone, a nosotros, o a lo nuestro. Por eso la soberbia, apetito de la exce· lencia del propio «yo>, es con frecuencia madré de la ira. 2. Otras veces es madré de la ira la ofensa a lo nuestro : nuestra familia, nuestro grupo, nuestra profesiôn, nuestro partido, nuestra congregaciôn, nuestra patria, nuestra religiôn. b) Humana. Todo el hombre queda poseido de la ira. i. En la ira entra el juicio, la razôn, el apetito iras­ cible, la imaginaciôn y hasta el cuerpo, porque la ira lleva consigo tramutaciôn corporal : en los ojos, en la voz, en el color, en el gesto, en la palabra. Otras pasiones quedan ocultas ; la ira, de ordi­ nario, no. Intima. En la ira hay siempre un primer momento intimo de concentraciôn. 1. Cuando ’.a ira es mâs grave y sostenida, ese mo­ mento no va seguido de la explosiôn. La ira sostenida se convierte en odio. 2. El odio puede conservarse oculto a veces por aüos. \ puede ocurrir que, llegado el momento, la ejecuciôn de la venganza sea mâs cruel y despiadada (cf. supra, San Agustîv, p.45,2). W: ’■Ά&ζ SEC. 8. GUIGNES HOMILÉT1COS 153 Repentina. La ira, de ordinario, es nuis bien expioslva. 1. Estalla, sorprende, arrastra, crece ; se desata y dijérase que se alimenta a si misma, como ocurre tantas veces con las mujeres iracundas, que se desatan en insultos. 2. Es mâs vehernente en su arranque que la concu­ piscenda, semejante a ella en que debilita el uso de la razôn y en sus formas extremas lo impide. c) Hereditaria. Por ser tan de todo el hombre y estar tan vinculada al temperamento, la ira es hereditaria. Hay familias iracundas y razas mâs propensas que otras a la ira. f) Noble. La ira tiene en si algo de noble, porque res­ taura un orden. 1. No se goza bestialmente. Y por su propia naturaleza no es ruin y vil sino cuando adopta ya la forma de odio. Los animales que llamamos ira­ cundos, que vengan las ofensas que se les hacen, son los mâs nobles, como el toro y el leôn. 2. A veces, aun extraviada, acusa dignidad y valor en el sujeto que la tiene. Por eso fâcilmente se incurre en error al juzgar moralmente la ira, y hasta se présenta como un honor lo que es un pecado. Por ejemplo : A secreto agravio, secreta venganza. Parece una exclamaciôn digna, y es, sin embargo, una fôrmula condenada por el Sal­ vador en la homilfa de hov. Buena. La ira es a veces necesaria porque la justicia exige la venganza. Si faltara la ira, el hombre esiaria incompleto. Podia incurrir en lo aue se llama la tPaciencia irracional* o la &neda indulgentia*. h) Necesaria. Ya para restaurar el orden perturbado. ya para acometer grandes empresas. d.< C. No envidiemos a los impasibles, a los insensibles, a los de temperamento acorchado, a los de aima de cântaro. ira en Jesucristo. La ira es compatible con muchas virtudes. a) b) c) Con la mansedumbrc, que la modéra. Con la fortalcza, a la cual puede servir la ira. Con la clementia, con la dwlzura; en una palabra con todas las virtudes. B. Bastaria para probarlo el hecho de que en Jesucrieto exi^dô la ira y en Jesucristo se dieron to­ das las virtudes en suma perfecciôn (cf. supra, Santo TomAs, p.61.1 y 62,j). a) En Dios no cabc la ira. Cuando se habia de la ira çn Diàs, se hace en sentido analdgico. * S- * * 1 •3 J REC0NC1LIACI0N FRATERNA. 5.0 DESP. 154 PENT. b) Pero cn Jesucristo si cabe la ira en cuanto hombre, porque en El se dan todas las pasiones humanas ordenadas. 1. En la sentencia final : El «Apartaos de mi, malditos», que parece un grito de ira, de venganza de todos los agravios, acuniulados por toda la humanidad pecadora en todo el curso de los si· glos, no es propiamente un grito de ira ; es una serena y tranquila sentencia de justicia. 2. Pero en su vida, Jesucristo tuvo expresiones ira­ cundas, como «hijos del diablo», que llamô a los fariseos ; «hipôcritas>, en otras ocasiones ; «apârtate de mi, Satanâs», que dijo a San Pedro, etc. 13 Aspecto moral de la ira I. La ira como habito. A. Puede ser virtuosa o pecaminosa (cf. supra, San Juan Crisôstomo. p.26,B,a). B. Virtuosa si es laudable por el objeto y por el modo. La ira entonces es como la ejecuciôn de una senten­ cia justa. El apetito sensitivo sigue al voluntario movido por la razon (cf. supra, Santo Tomâs, p.57, by c). 1. Asi como el objeto de la envidia siempre es malo y en la envidia siempre hay pecado, asi en la ira no siempre hay pecado y puede haber virtud. 2. Como se ha dicho en otro guiôn, la falta de la ira debida es siempre pecado. b) Dice San Crisôstomo : tEl que con motivo no se irri­ ta. peca; pues la paciencia irracional siembra el vi­ cio, nuire la negligencia ; no sôlo invita al mal a los que ya son malos. sino también a los buenos». c) Y es un vicio que puede designarse como paciencia indiscreta o necla indulgencia, propicia a la impunidad v. por lo menos, altamente reprcnsible y perjudicial. a) C. Entre la ausencia pecaminosa de ira y la ira peca­ minosa se interpone la mansedumbre, moderadora de una y de otra (2-2 q.158 a.l c) (cf. supra, p.58, e y t). Π. Dos normas seguras. Para distinguir la ira virtuosa de la pecaminosa basta tener présentes estas dos nor­ mas: La ira es antecedente o es consiguiente. Es ante­ cedente al juicio de la razôn q es consecuentç al juicio de la razôn, SEC. 8. GU1ONLS HOMILtllCOS La antecedente al juicio de la razôn siempre es pe. cammosa; ia cunsecuenle al juicio de La razon no lo es si se acomoaa al aictado ae la razôn. b). La ira que anteceae retrae a la razôn de su reclitud. La ira que sigue a la razôn es un movimiento ordeHado guiado por la razon misma. Esta ira es buena. Es la que se denomina ira por celo. c) Scgun frase de San Gregouo, es mala tja ira seûo>a», la que domina y va por delanle y arrastra a la razon y a todo el hombre. Y es buena tla ira esclava», pronta a obedecer a la razôn. d) Sin embargo, todo género de ira, aun la ira por celo, icnlurbla el ojo de la razôm> ; la ira por vicio le ciega (2-2 q.158 a.x ad 2). a) B. Norma objetiva. a) b) . La venganza puede ser requerida por el amor propio o exigiaa por el amor de Dios. La venganza requerida por el amor propio es siem­ pre pecaminosa. 1. A ésta se refiere el Apôstol : «No os toméis la justicia por vosotros nnsmos, amadisimos ; antes dad lugar a la ira (de Dios)» (cf. supra, Sam CipxiANO, p.37, F). 2. «Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de corner ; si tiene sed, dale de beber ; que haciendo asi, amontonâis carbones encendidos so­ bre su cabeza» (ibid., 20). HI. Defensa de la propia dignidad. A. Merece titulo aparté, aunque es un concepto sometido al dei apartado anterior. La defensa de la propia dignidad puede ser necesaria, no movida por el amor propio, sino por el amor de Dios, y en el que se resumen todos los amores grandes y nobles de la tierra. b) Mas esa dignidad ofendida no siempre requiere la intervention de la ira. Puede llevarse por procedimientos juridicos. Es necesario restaurar el orden perlurbado. a) Un militar necesariamente debe procurar la de­ fensa de la propia dignidad, porque la necesita para el ejercicio de su profesiôn y porque puede quedar agraviada en su persona la milicia. 2. Digase lo mismo de la defensa del honor de la patria. 3. Y finalmente, sobre todo, de la defensa directa del honor de la Iglesia y de Dios. Esa defensa puede hacersc muchas veces con pala­ bras llenas de cela y de ira en el noble concepto del voca bio. i. RECOSiCtLlACIûN FRAÏERXà. 5? DES?. PÈNT. . San Pablo, en los capituios 11 y 12 de su segunda Caria a lus curiniiua, nace una rnaguinca uexeiisa uei luunsœno apuotuueo de la une va icy en lermiuoo a veces may vivos, y a conunuaeion ia apo­ logia de su propio nuiuaieno, d.simguienao men entre ei PaDiu apusim y ei raoio pecador. a) En ellos aparece esta contraposition de un modo claro. 1. De un lado, Pablo apôstol, superior a todos sus éuinlos, pronunciando palabras al parecer demen­ tes (2 Cor. n,i)y, sin embargo, dictadas por el celo de Dios. 2. De otro lado, la gloria de la debilidad. Pablo se compiace «en las enlermedades, en los oprooios, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por Cristo ; pues cuando parezco débil, enionces es cuando soy inerte» (2 Cor. 12,10). b) No venga, pues, los agravios personales. En el desprecio. ae su persona va nids lejos de sus émulos. Pero dejicnde, « lias ta hacerse el loco» (12,11), la alteza de su ministerio. 1. Pablo apôstol es el primero de los apôstoles, por­ que ha necho mâs iruto que los demâs. 2. Pablo hombre, perseguidor, es un abortivo. Naturaleza del pecado de la ira. Es pecado mortal “ex genere suo” (2-2 q.158 a.3), porque va contra la caridad y contra la justicia (cf. supra, Santo Idmàs, p.59,3,4 y 5). Pero muchas veces es pecado vernal, ya por la parvedad de la materia, ya por la impenecciôn dei acto. Las pasajeras explosiones de ira de las personas iracundas o de mal carâcter generaimente son pecados vernales. La ira pasional, momentanea, es la paja. La ira mantenida largo tiempo, el odio consciente, es la viga. a) .4 esta segunda se reliere San Mateo en el evangelio de hoy. b) Y όαπ Pablo : tNo se ponga el sol sobre vuestra ira» (Eph. 4,26), para que no se convierta en odio, y sea, por consiguieme, fâcil llegar al pecado mortal. La ira pasajera, sin embargo, puede ser tan vehemente, que incurra en falta grave, por las expresiones o por los actos a que arrastra la pasiôn desbocada. “Mejor es dar con una osa a la que han arrebatado su cria que con un necio en el frenesi de eu necedad” (Prov. 17,12). GUIONES MOM1LÉT1COS sEC. 8. 157 V. Hijas de la ira. (cf. “Sum. Theol.”, 2-2 q.158 a.7; su­ pra. p.60,h y 61,2). A. Interiores: la indignaciôn y el tumor de la mente, a) El tumor de la mente produce en nosotros obceca- ciôn, hinchazôn, obluraciôn del entendimiento. El en­ tendimiento queda esclavo de la pasiôn iracunda. b) Se altera nuestra razôn como las agitas de un lago, que pierde la tersura y transparencia cuando el viento las agita y no reproduce fielmente los objetos de las orillas. c) La verdad es amiga de la serenidad y de la calma. B. Exteriores : Manifestada por lengua : el clamor, la contumelia y la blasjemia. b) Por obra; la rina. i. Desde la rina individual hasta los bandos de lâ­ chas de grupos y a veces hasta la guerre entre naciones. 2. La guerra de los Treinta Aiios se puede decir que comienza por un acto de ira : el haber arrojado por la ventana a unos embajadores : la defenestraciôn de Praga. a) • I VI. Pecado antisocial. ira es el pecado mâs antisocial. b) Va directamente contra la caridad y la justicia, que son las dos virtudes sociales. La ira separa, aleja, destruye, arruina. No es el pecado mâs torpe, pero es el mas grave por las consecuencias. a) Una explosiôn de ira quiebra una amistad, quiebra un amor y es como una pedrada en la luna de un espejo. b) Una explosion de ira separa a veces definitivam ente a dos esposos. Puede llegar a enfriar y a ramper definitivamente las relationes del padre con un hijo que injusta e iracundamente le agravia. d) Una explosiôn de ira puede apartar a criados ofendidos en su dignidad, tat vez antiguos y jieles, aunque, por otra parte, poco humildes. VU. La ira de los educadores. Gravisimo e imperdonable defecto en los educa­ dores. La educaciôn es obra de paciencia, de mansedumbre, de amor. a) La ira en los educadores es a veces injusta. Se vengan no de una mala voluntad que les agravia, sino RECONC1UACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. de la torpeza o negligencia de una naturaleza debil y sin format. b) Mas ésa es propiamen te su mision: el formaria. San Pablo da a los padres de familia, como educadores por naturaleza, esta regia pedagôgica: “Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos” (Col. 3,21), es decir, no os irritéis contra vuestros hijos. y da una profunda razôn pedagôgica también: por­ que les haréis pusilânimes, es decir, aimas encogidas (cf. ibid.). b) No es fâcil que el niiio conteste con ira a la ira del que le reprende, porque en él no se da todavia la esperanza de la venganza por su debüidad. c) No reacciona violenlamente en contra del maestro 0 padre. Pero se entristece y encoge. Tal vez di simula y pierde la sinceridad y se hace hipôcrita. a) educaciôn consiste esencialmente en sacar, “educere”. Las aimas se abren por la educaciôn como una flor en el invernadero. b) Por la ira se recogen los niiios internamente como una sensitiva. , a) 14 Perdonad las injurias Lo çue no se conocia. El perdôn de las injurias se encuentra incluido entre las obras de misericordia espirituales que resena el catecismo de la doctrina cristiana. B Mas aûn, el perdôn de las injurias es una per­ fecciôn caracteristica de la revelaciôn cristiana, a lo menos en cuanto al grado en que se exige. a) Los paganos consideraban como cumbre de su sabiduria este principio destructor: iLa venganza es el placer de los dioses». b) La ley antigua, por su parte, conocia la pena del ta­ lion: ojo por ojo y diente por diente ; amor al prôjimo y aborrecimiento dei enemigo (cf. Mt. 5,38-43). mandamiento de Cristo. Jesûs afirma en el sermon de la Montana, de donde estâ tornado el evangelio del dia, que ha venido a “cumplir”, es decir, a llevar a toda su per­ SEC. 8. GUIGNES HOMILÈTICOS 159 fecciôn, la doctrina moral de los profetas y de la ley. B. El amor al prôjimo es el punto en que mâs 30bresale esta preeminencia de la ley evangélica 30bre la antigua. Cristo da estas prescripciones taxativas en el sermon de la Montana (Mt. 5) : a) Si alguno te abofctea en la mejilla derecha, dale tam­ bién la otra. b) Al que quicra arrcbatar la tunica, dale incluso el manto. c) Dar doblc al que pide prestado. d) Ser generoso con quien pide. e) Amar a los enemigos y orar por los perseguidores. C. ê,Es posible esta nueva ley? a) A primera vista, esta no resistenda al mal parece paradôjica e imposible de cumplir. b) A veces no es conveniente. Conviene tener présente que de todas estas prescripciones se desprende una actifud general, una disposiciôn de espiritu que debe tener el Cristiano con relation a su prôjimo cuando éste se convierte en su enemigo. Estâ obligado a amar, a perdonar, a hacerle el bien. IH. Cualidades de este precepto. No es un consejo. Como lo son la guarda de la virginidad perpetua o la dislribuciôn de la hacienda entre los pobres para seguir a Cristo en pobreza real. b) El que no cumple un consejo, por esta sola razôn, de ordinario no peca, y puede, consiguientemente, salvarse. a) Urge bajo pena de condenaciôn. Cristo lo enuncia en sentido negativo y positivo para que tenga la maxima universalidad. a) sPorque si vosotros perdonâis a otros sus faltas. tam­ b) bién os perdonarà a vosotros vuestro Padre celes­ tial·». sPero si no perdonâis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonarà vuestros pecados» (Mt. 6,14-15). C. Es universal. Tiene por raiz la virtud mâs univer­ sal de todas, cual es la caridad. El cjempio del Padre celestial. Debemos tener este amor prâctico y eficaz a nuestras enemigos spara ser ’hijos de vuestro Padre, que estâ en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos» (Mt. 5,45). b) Mâs que los publicanos. Ellos también saben amar a los que a ellos los aman; ha de habcr una perfecciôn a) RECONCILIACION FRATERNA. 5.0 DESP. 160 c) PENT. mâs clevada en los seguidores de Cristo (cf. Mt. 5,46). Mds que los gentiles. 1. Elios también saben amar a los que estiman como hermanos y amigos. >2·· 2. Hay que hacer algo mâs, o, como dice el Evan­ gelio, «algo de mâs», es decir_ algo que no se deba y que sea de supererogaciôn, algo exclusive y propio de la perfecciôn evangélica (Mt. 5,47). El ejemplo de Cristo. Ejemplo en todo. a) Cristo nos lui dado ejemplo en cada una de sus ae­ dones. b) Para todos los ados de su vida vale lo que dijo en la ultima cena: tYo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagdis también como yo he hechot (lo. 13,15). Ejemplo de perdôn. a) Cristo confirmé siempre con el ejemplo la verdad que enseûaba. b) Esta conducta la guardô de modo especial en lo que habla de constituer la cumbre mâs clevada de su doc­ trina moral: el perdôn de los enemigos. 1. La actuaciôn de Cristo con Judas después de la traiciôn fraguada y consumada no tiene par en la historia del cristianismo (cf. Le. 22,58). 2. En. la cruz, cuando resume todo el Evangelio en siete palabras, la primera es la del perdôn de los enemigos que le han condenado inicuamente (cf. Le. 23,34). ejemplo de los santos. La doctrina excelsa del perdôn de los enemigos encuentra al pie de la cruz de Cristo toda una le­ gion de santos y doctores que la difunden con su doctrina y con su vida, hasta convertirse en distintivo cristiano. a) San Pablo puede decir: iHasta el présenté pasamos sed y desnudez...; afrentados, bendecimos, y perscguidas. lo soportanios; difamados, respondents con afabilidad» (1 Cor. 14,11-3). b) San Esteban, protomârtir. Parece que aun resuenan las palabras de Cristo moribundo en sus oidos. El pri­ mer màrtir muerc pronuntiando la misma oraciôn de perdôn de los enemigos : «Y mientras le apedreaban, Esteban oraba, didendo : Scfior Jésus, recibe mi esptritu. Puesto de rodillas, gritô con fuerte vos: Seûor, no les imputes este pecado. Y, diciendo esto, se durmiôt (Act. 7,59-60). SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 161 B. Y ha sido ley constante, como brote espontâneo de la sangre martirial, la ley del perdôn de los enemigos. Los labios de los niôrtlres han florecldo con palabra de amor hacia sus verdugos. b) F no rara vez vlrtud tan heroica ha producido su fruto Inmediato con la conqulsta para la verdad y el amor de qulenes odiaban a Crlslo y a los cristianos. a) La desgracia de quien no perdona I. Siffuiendo el evangelio del dia: A. Podemos considerar: a) b) Los frutos que resultan del perdôn de las Injurias. Los males a que dan ocasiôn la Ira, el rencor y el odio sostenldos. B. Consideramos aqui este segundo aspecto. Π. El que no perdona vive en tinieblas. A. El apôstol San Juan dice que “quien ama a su hermano vive en la luz y no se encuentra en él motivo de caida o de escândalo Pero el que aborrece a su hermano estâ en las tinieblas, y en tinif b’as anda, y no aabe adôpde va p^rnup las Hnieblas han cegado sus ojos” (1 lo. 2,9-11) (cf. supra, San Agustîn, p.42 4 y 47 c). que vive con el corazôn lleno de odio vive: a) b) c) Fuera de la luz de la razôn, la cual considera el per­ dôn como uno de los actos mâs racionales y humanos, por suponer el perdôn una mayor perfecclôn en la crlatura racional. Fuera de la luz sobrenatural de la fe. i. Esta nos dice que estamos elevados a un orden sobrenatural. s. Y nos enserïa, ademâs, que debemos no s61n creer en estas verdades. sino vivir la vida de Dios y procéder con el mismo nroceder de un D;ns misericordioso, que, leios de castigar inmed:atamente. usa de misericordia repetidas veces ante nuestros pecados. Fuera, sobre todo, de la luz del Evangelio. 1. No signe los pasos de Cristo, y por ello anda en tinieblas. 2. No signe el camino trazado con sus palabras y La Palabra de Crlsto 6 SEC. 8. GUIONES HOMUÉTICOS 163 RECONCILÏACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. y El que no perdona se condena a si mismo. con su vida por el Salvador, el cual nos gufa por un camino de calvario y otorgô el mâs sublime de los perdones a todos los que le maltrataban. d) Avança asi ciego. sin saber que camina hacia las tinieblas del in/ierno, como dice el evangelio de hoy. C. Esta misma ceguera de la ira inutiliza a la razôn mâs que ningûn otro vicio, pues quita la paz y el sosiego necesario para la serena contemplaciôn de la verdad. El que no perdona comete un crimen. A. San Juan dice: “Todo el que tiene odio a su her­ mano es homicida” (1 lo. 3,15). En efecto, el que odia a su hermano le mata en su corazôn, expulsândolo y deseândole el mal (cf. supra, San Agustîn, p.47,c, 2). B. Mata, al mismo tiempo, en si mismo el amor de Dios, con lo que destruye su propia vida espiritual, porque no pueden convivir en un mismo co­ razôn el odio al hermano y el amor de Dios. Lo afirma el mismo San Juan: a) «Si alguno dijere: Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, mientei. b) tPues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve». c) «K nosotros tenemos de El este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hemano» (1 lo. 4,20-1). . El que no perdona rechaza la misericordia de Dios. A. No perdonar es un pecado de tal naturaleza, que, si no perdonamos, Dios no nos perdonarâ. Por el contrario, perdonando nos aseguramos el perdôn de Dios. B. Lo af’rma Jesucristo: tPorque, si vosotros perdonâis a otros sus faltas, tam­ bién os perdonarâ a vosotros vuestro Padre celestial. Pero, si no perdonâis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonarâ vuestros pecados» (Mt. 6,14-5). b) Jesûs quiere que se perdone al hermano tde todo co­ razôn·», so pena de ser condenados por Dios al infierno (Mt. 18.35). Dios usarà con nosotros la misma medida que utilizamos para con los demâs. a) C. El apôstol Santiago ha resumido en brillante expresiôn toda la teologia del perdôn de los enemi­ gos: “Juicio sin misericordia nara los que no ejercieron misericordia” (lac. 2,13). A. Formula de nuestra oraciôn. a) Decimos en el padrenueslro : ^Perdônanos nuestras dcuaas, asi como nosotros perdonamos a nuestros aeudores». b) Jesucristo ha querido que pronunciemos cada dia es­ tas patabras para que jamas poaamos alegar ignoran­ da (et. supra, ôan Agustin, ρ.4δ,4). c) El Juez eterno puede conaenarnos con las mismas pa­ labras que nosotros hemos pronunciaao si no perdo­ namos de corazôn. B. Segûn el iibro del Eclesiâstico, no es digno del peruon de Lhos ofeudioo aquel que no perdona a su hermano. Y la razon es que no pueae aignamente levautar los ojos supncantes ae peruôn ante la Majestad infinita de lhos quien no per­ dona ai projimo, dei cuai ha recibiuo una oicu^a inlinitameute menor (hiccli. 2«,b-o). VI. El que no perdona, muestra su debilidad. A. El pensamiento es de San Agustin (cf. Serm. 61, de temp.). Compara el Santo la debilidad de quien no sabe per­ donar una injuria con la vaienha esjorzaaa y el perdon generoso de los màrtires, mucnos ae eiios ninos y mujeres débiles, que supieron hacer /rente a los castigos mas auros y a las mismas /ieras. b) Ao pueden tener caoiaa en un mismo cielo aimas tan dispares. a) B. Y Aristoteles, por su parte, compara al que no sabe perdonar con un tstômago deoil, incapaz de reteue'r cuaiquier alimento ingendo que sta mâs fuerte que el habituai. C. Esta debilidad hace que quien no perdona: a) Sea vencido por la injuria que se le hace. Con ello queda sepultado en una verdadera desgracia interior, con amargura que le acompaiïa siempre, intranquilo en su concienda, sin paz con Dios, maquinando ven­ ganza. b) Vencido por aquel que se la dirige, el cual ha conseguido su intento; mâs aun, si alguno alaba al ene­ migo, le estima o le ayuda, es cosa que la pone en­ ferma de envidia 0 de furor, y si aquél prospéra, su prosperidad lo amarga. c) Vencido por el demonio. Tan perfectamente vencido y dominado, que por la ira y el odio a su hermano lleva en su aima la imagen mâs perfecta de Satanés. d) Por los testigos de su cobardia, que lo vituperan, lo condenan y son escandalizados al ver que no cumpla S^C. 8. RECONCILIACIÔN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. GUIONES HOM1LÉTICOS 165 el precepto fundamental Cristiano del perdôn del ene­ migo. l encido por Dios, que irremisiblcmente lo condenard. b) Considera, en cambio, el perdôn como un defecto pro­ pio ae lûi aimas aeuues y asusiuaizu*, que se repiiegan cooaiaemenie ante ia aijicuuaa y ia contrarieaad que se les upune, VII. Conclusion. A. Sou muy distintos los caminos de Dios y de los hombres. B. Lo que en un concepto puramente humano, mejor diriamos, pagano, es una victoria y un triunio, es a los ojos de Dios una derrota; y, al contrario, hay derrotas aparentes que son el triunio mas ro­ tundo de una virtud y de un alma superior. Esio ocurre con ei perdôn de las injurias, que es un modo divino de vencer. B. Este concepto mundano es propio no sôlo de los luuivmuoo, biuo tamoien ue lus pueome y naciunea. ru huo.do pueoios que nan ucgauo a una gran prubperiuau material y numa.ua y nan laDrauo UcSpues su propia ruina, porque tenian una raiz no cortada luuavia de eapintu de veaganza. C. es un concepto propio del espiritu pagano y malenaiista. e) 16 Perdonar es veneer Las aimas grandes perdonan. A. Jesucristo predica la ley del perdôn de los enemi­ gos como meta sublime de su doctrina sobre el amor del prôjimo (cf. supra, San Agustîn, P-48,4). El mismo da ejemplo de ser el gran perdonador. b) Para presenlarnos el nifjor ejemplo de perdôn, nos hace levantar los ojos al Padre celestial, que extiende Para todos el pabellôn de los cielos y para todos en­ via lluvias y hace luclr el sol en el firmamento c) Ejemplo que han seguido los santos y cuantos practican la ley del Evangelio. B. Los mismos paganos consideraron el acto de per­ donar las injurias como fruto de una virtud superior. a) Cicerôn llega a decir de Julio César: tNo se suele clvidar de ninguna cosa si no es de las injurias. (cf. GUIONES HOMILÉTICOS 169 ΟΙ. Oraciones que no llegan al cielo. A. Se hacen en la vida cristiana una gran cantidad de oraciones que son ineficaces; se ofrecen dones que pueden ser inû tiles; muchas prâcticas de piedad que son esténies. Kl Seiior parece que no las acepta. B. Es que falta una condiciôn esencial a la oraciôn: el que brote de un corazon lleno de caridad para con el hermano. a) Dios no attende la voz de quien no pide ni otorga el perdôn; no concede La paz a quien la nlega. b) Dios lia querido, nos lo ensena Jesucristo, que la niedida de su misericordia la tengamos nosotros en los labios al orar: iPerdonanos como nosoiros perdonamos». c) Es necesario insistir en esta condition de la oraciôn, sintonizando las palabras de los labios con los sentimienios internos del corazôn y con Las obras ex­ ternas. Una oraciôn exenta de hipocresla, sin rutina, llena de vida y de ejicac'ia para atravesar hasta el corazôn niisericordioso de Dios. 18 «Si te acer cas al altar...» I. Tema fundamental. t A. Insistimos en el tema por ser, como es sabido, la quintaesencia del Evangelio. El tema es que no cabe amor de Dios si taita el amor al prôjimo. B. Es tema sabido, pero muy olvidado en la practi­ ce hasta entre personas espintuales. Gentes que aspiran a la perfecciôn hacen examen particular muchas veces de ciertas minucias que en la vida espiritual tienen un valor relativo y no cuidan de examiner el estado de su conciencia acerca del amor al prôjimo. H. Razones teolôgicas. Tomamos dos de Santo Tomâs. A. Especificamente constituyen el mismo amor: “Siendo Dios la razôn formal del amor que debemos tener al prôjimo, ya que no debemos amar al prô­ jimo mâs que por Dios, es manifiesto que el acto por el cual amamos a Dios es especificamente el mismo que aquel por el cual amamos al prôjimo” (“Sum. Theol.” 2-2 q.25 a. 170 RECONC1LIACION FRATERNA. 5.0 DEEP. PENT. . La bienaventuranza eterna: “Aunamos a Dios porque es la causa de nuestra bienaventuranza, y al prôjimo, porque estâ destinado a participar de esta misma bienaventuranza juntamente con nosotros” (2-2 q.26 a.2). a) En otros térniinos, la vida de gracia debe aproximarse en lo posible a la vida de gloria. b) En la vida de gloria, todos los bienaventurados se amarân con amor divino. Es decir, serân dignos de nuestro amor porque han sido dignos del amor de Dios. Y por eso amaremos mâs a los que estén mâs cerca de Dios. En la tierra hcmos de considerar a todos nuestros hermanos como destinados también al reino de los cielos, puesto que la voluntad de Dios es que todos se salven. Debemos amarlos porque Dios los ama «in actu> o porque, mientras son viadores, pueden hacerse dignos del amor divino. 2. Sôlo son indignos de nuestro amor los que ni aman a Dios ni le pueden amar, es decir, los condenados. Prueba escrituristica. A. Dios procede con nosotros como nosotros procedemos con nuestros hermanos. Fâcil es encontrar textos en la Escritura en los que el Senor nos manifiesta que El procédera con nosotros como nos­ otros procedamos con nuestros hermanos y que, si no perdonamos, no nos perdonarâ El. a) Con la medida... iPorque con el juicio con que juz- gareis seréis juzgados y con la medida con que niidiereis se os medirà» (Alt. 7,2). b) Perdonad. 1. «No juzguéis y no seréis juzgados ; no condenéis y no seréis condenados ; absolved y seréis absueltos» (Le. 6,37). 2. «Dad y se os darâ ; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, serâ derramada en vuestro seno. La medida que con otros usareis, ésa se usarâ con vosotros» (Le. 6,38). C) Cuàntas veces. tEntonces se le acercô Pedro y le preguntô: Senor, ^cuàntas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mit ^Hasta siete veces T Dicele Jésus: No digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt. 18,21). a continuation expuso el Senor la parâbola del rey que quiso tomar cuentas a sus siervos y perdonô al que le debia diez mil talentos. Pero éste, a su vez, no perdonô al que le debia cien dena- iI · f Vit GÎ’TONES HOMTLF.T1CÔS * 171 El nue no Perdnna al hermano no solamente falta a la segunda parte del primer precebto, sino que se enpana crevendo aue cumble la brimera. b) Se le debe aplicar el texto de San Juan: «Si no amas a fit hermano, a qulen ves. jcômo anieres amar a Dios, a auien no vesf* (i To. 4,20). Es decir, si no ves a Dios en tu hermano, no amas a Dios. c) «jOueréis amar a Dios? /Oueréls amar a Cristo Jesus? Debemos amarle boraue es el primero v el mâs grande de los inandamientos. Pues amad al prôiimo; amad a los hombres con los cuales convivis; amadlos. poraue Dios los destina, como a vosotros, a la mis­ ma bienaventuranza eterna; amadlos, poraue es la forma bain la cual Dios se nos Présenta aahi abaio> (cf. Dow Columba Marmton, «Cristo, vida del alma» [Paris 1938] p.439). ^& Φ **ί***& ** rios, v el rpv le dijo· “Mal siervo. ;.no te perdoné tnda la deuda?... ;.No era. nues, justo aue tû tuviesp* niedad dp tu companero, como la tuve yo de ti?” (Mt. 18.32-23). C. No tiene amor de Dios. a) ι · ι ΐι· ι·< — W W W i n i ι· ·ι··> «No puedo yo creer que aima que tan junto llega de. la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injuriô; porque tiene présente el regalo y merced que le ha hecho, adonde viô se­ nates de grande amor, y alégrasc se le ofrezca en qué mostrarle algunon (cf. eCamino de perfecciôn», c.36, 12 : BAC, «cObras completas de Santa Teresa», t.2 p.272). b) «Conozco muchas personas que las ha hecho el Sefior merced de levantarlas a esta oraciôn y contemplaciôn ; y aunque las veo con otras faltas e imperfec­ tiones, con esta no he visto ninguna, ni creo la habrâ. si las mercedes son de Dios, como he dichat (ibid.). a) Μ··» A. Los misticos corfrman expprimentalmente esta doctrina. Una de las spppIps ciertas de aup el aima ha llegado a tenpr oraciôn de union con Dios es la dp aue necesariampnte se olvida de todas las inûirias aue a plia se le han hpcho y las pprdona. B. Ouien no ha nerdonado al hermano y créé tener esta aha oraciôn’ se eauivoea. Nunca se olvide nue la nerfecciôn de la oraciôn no se conoce por los gustos aue en ella se exnerimentan, sino por los pfectos aue en nosotros produce. C. Dice Santa Teresa en el “Camino de perfection”: m IV. Confirmation mistica. RFCONCTLTACTON FRATERNA. 5.0 T>ESP. PENT. Las moradas quintas, a) Desarrolla de nuevo la Santa esta doctrina en las J .■'·> moradas quintas, al trata* de la unlfin perfecta de nuestra voluntad con la voluntad divina, que es dan­ de reside la santldad. Muchos espirituales se enganan crevendn haber llegedo a elle : «i Oh, que quedan unos gusanos que no se dan a entender, hasta que. como el que royô la yedra a Jonâs, nos han roido las virtudes con un amor nropio, una propia estimaciôn, un juzgar los prôjimos. aunque sea en pocas co­ sas ; nna falta de caridad con elios, no querïéndolos como a nosotros mismos : que, aunque arrastrando cumplimos con la obligaciôn para no ser pecedo, no llegamos con mucho a lo que ha de ser para estar del todo unidas con la voluntad de Dios» (cf. «Moradas quintas», c.3,6 : BAC, «Obras complétas!, t.2 p.^06). 2. Y mâs adelante dice : «Solas estas dos cosas nos pide el Senor : amor de su Maiestad y del prô­ jimo». «La mâs cierta senal que, a mi perecer, hev de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prôîimo ; porque si amamos a Dios, no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos ; mas el amor del prôjimo si» (ibid.). Las Irlstezas que a veces se presentan en ta vida de los esPirituales nacen muchas veces de aqui, de la falta de amor al prôjimo. porque esta falta de amor engendra dos pasiones tristes: la envidia y la ira. 1. La ira, que nace de sentirnos ograviados u ofendidos y nos cuesta reprimir un deseo de ven­ ganza. 2. La envidia, por la tristeza del bien ajeno. Ambas fallas indican que el amor al prôjimo no es perfecto, 0. por decir la verdad. que est& vivo el amor propio; que no estamos en la pobreza de espi­ ritu: tpobres de espiritu propio, ricos de espiritu de Dios», como dice San Agustin. T. Es decir, que no hemos llegado a 1a humildad perfecta. Si hubiera humildad perfecta, no tendrian lugar ni la envidia, ni la ira, ni la tris­ teza. «Aprended de mi, dice el Senor, que soy manso y humilde de corazôn, y hallaréis descanso para vuestras aimas» (Mt. 11,20). SEC. 8. GUI ONES HOMII.ETICOS 173 19 La substanda del Evangelio I. Amor de Dios y amor del prôjimo. A. Desde el comienzo nos ensefia el sermon de la Montana que la sustancia de la religion se encupntra en la caridad y que la caridad tiene dos preceptos: el amor a Dios y el amor al prôîimo. Ni el cumpUmlento dei rito religioso, ni la oraciôn, ni el don agradan a Dios si no amamos al prôjimo. religiôn es interna. Nos liga internamente con Dios nuestro Senor. a) b) B. La adoraciôn perfecta se conoce hasta en la disposiciôn del cuerpo; pero el cuerpo no hace mâs que manifestar ia disposition interior del espiritu. H. Dios rechaza el don. palabra del Senor: a) b) B. «Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y alli le acuerdas de que tu hermano tiene algo con­ tra lit. «déjà alli tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar tu of rendait (Mt. 5,23-24). inicia con estas palabras un tema que llega a su perfecto desarrollo en el sermon de la Cena, al final de la oraciôn sacerdotal, como veremos des­ pues. a) b) No es posible tener amlstad sincera con Dios si no la tenemos, en cuanto de nosotros depende, con los hermanos. Mâs atîn, si no procuramos de corazôn ganarnos los corazones de los enemigos. Aun en un orden puramente humano es verdadera la sententia del Crisôstomo: “Nemo enim inter duos inimicos potest esse fidelis amicus amborum”: “Nadie puesto entre dos enemigos puede ser amigo de ambos”. a) i Por qué? Porque la amislad, como dice Clcerôn, «nihil aliud (est), nisi omnium divinarum humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consen­ sio; qua quidem haud scio an, excepta sapientia, qulcquam melius homini sit a diis immortalibus da­ tum*: «Es la amistad el consentimiento benévolo y amoroso en todas las cosas divinas y humanas; y si PFCOKCn.TKCIÔN FRATFRW 5 ° BE.SP. PENT- se excebtûa la sabidurfa, creo que los dioses no han dado al hombre don que supere a la amistad* (cf. «De emicitia»). Dins ouiere ser amlro de los hombres, pero no pue­ de serlo de dos hombres entre st enemlpos. Y como M no biiedes llevar tn Insensata temeridad al bunto de vizpar a tu hermano enemistado con Dios Para siembre, debes conclulr que, si hav algo entre tu hermano y tû y bor tu barte no tratas de subrimirlo, aueda tibso facto* daiiada, ensombrecida. acaso rota tu amistad con Dios. Espiritualidad de San Juan. San Juan explana esta idea no solo en el sermon de la Ona (c.15) y en la oraciôn sacerdotal (c.17), sino en sus cartas, de las que es tema principal. Es comparaciôn familiar y grata al Apôstol la de la luz y las tin’eb’as para expresar nuestras relaciones con Dios (cf. supra, San Agustîn, p.47. c). a) El mundo està dividido en dos grandes campos : el cambo de la luz. de los que conocen y aman a Dios, T e! campo de las tinieblas. de los que no le conocen o aman. A Dios no le puede conocer el que no ama: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es caridad* (i lo. 4.8). b) El campo de la luz v el campo de las tinieblas es también el mundo de la vida y el mundo de la muerte c) Jesucristo, en la oraciôn sacerdotal, pide al Padre que dé a sus discipulos y a cuantos han de creer en El por la palabra de sus discipulos la claridad y la glo­ ria de que El goza desde el principio. I. «Pero no ruego sôlo por éstos, sino por cuantos creen en mi por su palabras (To. 17,20). 2. «rare «Para que toaos todos sean uno, como coma tû, vu, Padre, raure, estas estâs en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que tû me bas enviado» (ibid., 21), 3. «Yo les he dado la gloria que tû me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos unoj (ibid., 22). Es decir que el Padre con Jesucristo y con todos los discipulos de Jesucristo Jormdrân la ciudad gloria y de la luz. Por la palabra «luz» esté expresada la gracia v la caridad. No puede haber en esa ciudad nada que see contrario a la caridad y a la gracia. Aquel, pues, que tiene algo contra su hermano y no tratà de quitarlo, es como una zona de som­ bra, como un punto oscuro en el reino de la luz. 2 No merece tstar en él No puede decir que tie­ ne la caridad del Padre, porque la presencia de sçc. 8. GUIONES HO.MILÉTICOS 175 ésta eu el corazôn supone como efecto inmediato la caridad para con el prôjimo. IV. La fraternidad humana. A. Esta idea de la luz, pero aplicada ya, no a nuestras relaciones con Dios, sino a nuestras relaciones con el prôjimo, la desarrolla San Juan, especialmente, en las cartas. a) b) c) «El que dice quo esta en la luz y aborrece a su her­ mano, ése eslà aun en las tinieblaso (i lo. 2,9). «El que ama a su hermano està en la luz, y en él no hay escôndalo» (ibid., 10). «El que aborrece a su hermano esta en tinieblas y en tinieblas anda, sin saber adônde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (ibid., 11). B. Sociedad de la caridad. a) Esta sociedad de que habia San Juan, informada por b) el amor, en la que entra el Padre, Jesucristo, el Es­ piritu Santo y todos los cristianos, es la mâs intima y perfecta que imaginarse puede. Decir que goza de uniôn moral no es exacto. La uniôn es mâs intima y acabada. Hay un genero de union real, efecto de la gracia, que es la misma en todos, procedente de la Cabeza. Unidad que San Juan expresô en el capitulo vj de su Evangelio. «Yo ya no estoy en el mundo ; pero ellos estân en el niundo, mientras yo voy a ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a estos que me has dado, para que sean uno como nosotros» (lo 17,11). 2. «Para que todos sean uno. como tû, Padre, estâs en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tû me has enviado» (ibid., 21). i. c) No es, pues, uniôn de naturaleza, sino uniôn sobrenatural de la gracia y de la caridad. Es la union en Cristo que San Pablo expuso varias veces V. Un acto de hipocresia. A. Somos mentirosos, realizamos un acto de hipo­ cresia, una oblaciôn falsa, si pretendemos agradar a Dios acercândonos a su altar, pero conservando en nuestro corazôn el odio al hermano. B. Son palabras del propio evangelista San Juan. a) b) tQuien dice permanece en El, debe andar como El anduvo» (1 lo. 2,6). tSi dijéramos que vivimos en comuniôn con El y andamos en tinieblas, merUiriamos y no obrariamos segûn verdad» (1 lo. 1,6). ΊΠ 176 RECONCILIACION FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. VI. Conclusion y aplicaciones. A. En el versiculo 24, pues, del evangelio de hoy esta encerraua la sustancia oei Evangelio, cuyo desarroho Demos viato en San Juan y en San PaDio. B. 4 <^ue preceptos y consejos se derivan de esta reaazuciuxi evaugenca ! 'lomamos los que aesarroilô ei apusioi Sun raDio en ei Capitino 12 de ou epistoia a los Komanos: a) iB endec id a los que os persiguen, bendecid y no maiaigaii· bj •riiegnios con los que se alegran, Ilorad con los que Horan·. c) •Sed undnimes entre vosotros; no sedis altivos, nias allanaos a los humildes. No sedis prudentes a vues­ lros ojos·. d) •No lundis mal por niai; procurad lo bueno a los ojos de lodos los hombres·. e) •A ser posibie y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos·. f) •No os lomeis la justicia por vosotros niismos, a madisimos; antes dad lugar a la ira (de Dios); pues escrilo estd; iA mi la venganza, yo hard justicia, dice el Senor·. g) •Por el contrario, si tu amigo tiene hanibre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que hacienda asi amonlondis carbones encendidos sobre su cabeza». hi • No te de je s veneer del mal, antes vence al mal con el bien· (Rom. 12,14-21). SERIE IVj DE ACTUALIDAD SOCIAL Un solo hombre I. La doctrina del Cuerpo mistico. A. Nada ilustra tanto la doctrina contenida en el versiculo 24 del evangelio de hoy (Mt. 5) como el estudio a fondo de la doctrina del Cuerpo mistico. a) La teologia del Cuerpo mistico estâ expuesta en San bi Juan y, sobre todo, en San Pablo. La desarrollaron los Padres, y entre ellos descuella especialmente en esta materia San Agustin. SÇC. O. GUIGNES HOM1LÉT1COS 177 Es natural que San Agustin, el teôlogo de la gra­ cia, sea también el teôlogo del Cuerpo mistico. a) fenetrô como nadie en «j aoetnna, ia stnino y vivid con araor, la expresô con fuego oratorio en formulas beilisimas, repeuaas con jrecuencia. b) Y San Agustin la repite aeliberaaamenle, porque dice que α,ηααα es tan eciesiâslico ni Lan tradicional como esta manera de exphcar y entender la Escrltura». Aprenaan de el los preaicadores a no buscar en la preaicacion tanto la noveaad como el provecho del aima. c) sun Agustin repite reileradamente el tSaulo, Saulo, tpor que me persiguesr» (Act. 9,4) como fundamen­ to de su teorta at. que el cuerpo que sufre en la tie­ rra no estâ sepaiaao de la Caoeza, que habita en la gloria, y que la Cabeza desde su altura vigila y pro­ tege a su cuerpo. De otro modo no exclamaria el Senor: ^Poi que me persiguesï d) Y ai'iaae el Sanio Doctor : uTened paciencia los que jü me habéis oido esto otra vez; permiltame que lo replia, l/ueslra paciencia me ojrecerà ocasiôn de recoraarselo a los que lo han olvldado. Estas cosas tan saluaables hay que repelirlas frecuentemente» (cf. «Enarrat, in Ps.» 123 : PL 37,1640) *. Π. Un solo hombre. Todos formamos un hombre solo. “Todos los hom­ bres—dice San Agustin—en Cristo son un solo hombre, y la uniaad de los cristianos forma este soio nombre. Y este hombre son todos los hombres, y todos los hombres en Cnsto forman este hombre solo, porque todos ellos son uno, puesto que Cnsto es uno”. A este solo hombre se dirigen bellas formas ora­ torias. a) b) c) ijOh cuerpo do Cristo!—decia el Santo dirigiéndose a sus fieles—, joli sanla Iglesial, joh santo viajerol, lu no eres de la tierra, tu eres del cielo» (cf. «Enarrat. in Ps.» 136 : PL 37,1768). tjOh Cristo, que estâs senlado en el cielo, pero que en lus miembros sufres tpdavia en la tierra!» (cf. «Enarrat, in Ps.» 91 : PL 37,1178). tAlegrémonos, hermanos. Somos cristianos. Mâs que eso, me comprendéis : somos el Cristo. Asombraos y llenaos de gozo. Os lo repito: si El es la Cabeza, nosotros somos los miembros, y el hombre entero lo formamos El y nosotros. Parece lo qu-e digo un ataque de vesânico orgullo, y lo séria si no fuera un don de su bondad». 1 El P. Mervh (cf. Le Corps mystique du Christ) ha estudiado a fondo la doctrina de! Cuerpo mistico ; es el autor que ofrece mâs textos de los Padres sobre esta materia. KECONCILIACIoN FRATERNA. 5.0 DESP. PENT. Una multitud: “Veo que estoy hablando a una multitud, mas, puesto que todos nosotros estamos en Cristo, deliberemos como si estuviéramos en la soledad. Ninguna persona ajena o extrada nos oye. Aqui no hay mâs que uno; aqui todos somos uno, porque todos nosotros estamos en el “uno” (cf. Ser­ mon 55,2: BAC, Obras de San Agustin, t.7 p.471: PL 38,375). ΙΠ. Un solo viajero. Puesto que todos tenemos—dice—una vida nue va, que ella se convierta en fuerza y en gozo en cada uno de nosotros en nuestra peregrinaciôn por la tierra. a) tCaminad, pues, ;oh hijos de la pazl, dice en otra ocasiôn. Caminad, hijos del tinico catôlico; seguid vuestro camino; cantad mientras inarchdis. Los viajeros cantan para reanimarse mutuamente·. b). •Cantad, pues, durante la peregrinaciôn de este inun­ do. Pero cantad un cantico nuevo. Que nadie cante la canciôn antigua. Cantad los cànticos de amor de vuestra patria. Que nadie cante las bajas cantiones. Un camino nuevo; un viajero nuevo; un côntico nue­ vo· (cf. «Enarrat, in Ps.» 66 : PL· 36,807). El varôn perfecto. a) Para San Agustin, el varôn perfecto de que habia San Pablo (Eph. 4,13) : tCual varones perfectos, a la niedida de la plenitud de Cristo·, es el ûnico varôn que existe; el varôn cuya vida se ha renovado en Jesucristo, el varôn cuya Cabeza es Cristo y cuyos miembros son todos los hombres. b) Y este varôn llega a la perfection de la vida el dia de la resurrection de la carne. El hijo muy amado. a) Esc Hijo muy amado en quien tiene Dios puesta toda su complacentia es el Cristo historico con su pléroma; es cl Cristo cabeza y el Crislo cuerpo. Es decir: el Cuerpo mistico completo: Cabeza y miembros. b) Este Hijo muy amado, este varôn perfecto, subirà algûn dia al cielo, y subirà porque es Cristo, porque està escrito que tnadie sube al cielo sino el que bajô del cielo, el Hijo del hombre, que està en el cielo· (Io. 3U3)· Eslà en el cielo la Cabeza. Pero el cuerpo del Hijo del hombre està en la tierra; es su Cuerpo mistico. Y todos los miembros que reciben la vida de esa Cabeza, transformados en Cristo, cl que bajô del cie­ lo, subirân un dia con El a la gloria. sagrada comuniôn. Hablando de la Eucaristia, que contiene como en SF.C. R. GUIONPS HOMILÉHCOS 17β su oripen la vida y la unidad de la Iplpsia, d’ce: “Si quieres saber lo que es el cuerpo de Cristo. escucha al Anôstol decir a los fie1 es: “Vot»otros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros” (1 Cor. 12, 27> : v puesto que vosotros sois el cuprno de Cristo y sus miembros. es vuestro pronio mistero el aue esfâ colocado sobre la mesa del Senor: es vuestro rrnsterio el que vosotros vais a renbîr. Y a e«ta afirmaciôn due va a hacer el sacerdote vais a con­ testar: Amén. Y vuestro amén ps vuestra firma de compromiso. Y para que el amén sea verdadero, sed verdaderos miembros del cuerpo de Cristo” (cf. Serm. 272: PL 38,1247). B. Por esto dice San Apustïn en varios lupares que en la misa, antes dp renartir el pan eucaristico, se γρζα la orac-όη dei “Pater noster”, que es la oraciôn del perdôn a todos nuestros deudores. Y se da el osculo de paz para indicar que ya esta en paz la Tplesia y que todos son miembros del cuerpo de Cristo. que pueden recibir p! Sacramento, en el cual misticamente todos estân unidos. C. Se comprendp bien a la luz He estas consideraciones como no es po«ible que Dios admita el don de un miembro del Cuprno mistico que esté enemistado con el hermano? 1 · XL I V. Una e&nrefnôn feliz. Toda la doctrina ha ctuedado admirnhl^mente eamuesta en una ewresiôn feliz del propio San Agustin, Plena de fuerza y de vigor: A. “Que tu cardad, inflamada en amor. se extienda al mimdo entero, si es que de veras quierps amar a Cristo; norque los miembros de Cristo estân dp«parramados por toda la tierra. Si no amas mâs que a una parte del Cuerpo, estâs separado del Cuerpo; si estâs senarado, no estâs pn el Cuerno; y si no estâs en el Cuerpo, no recibes la influeneia vital de la Cabeza. Serâ nosible creer y blasfemar a la vez? Serâ poaible que adores en la Cabpza y le biasfemes en el Cuerpo?...” B. “Séria como si uno quisiera acercarse a ti para imprimir un beso en tu rostro y al mismo tiempo te nisara e hiriera los pies. No le contestaria^ diciéndole: Pero hombre, <,qué haces? ^No adviertes que, mientras quieres coper con tus mauos mi ca­ beza v besarla, tus botas de hierro han aplastado y herido mis pies ensaugfreutaHnc ?” (cf. In Epist. lo. ad Part., X 7: PL 35,2060-2061). 1 SECCION TEXTOS SAGRADOS EPISTOLA (Rom. 6,3-ιι} 3 An Ignoratis quia qulcum3iO ignorâis que cuantos he­ que baptizati sumus in Chris- mos sido bautizados en Cristo Je­ to lesu, in morte ipsius bapti- sûs fuimos bautizados para partizati sumus? 4 Consepultl enim sumus cum illo per baptismum in mor­ tem: ut quomudo Christus surrexit a mortuis per gloriam Pa­ tris, ita et nos in novitate vi­ tae ambulemus. 5 Si enim complantati facti sumus similitudini mortis eius; simul et resurrectionis erimus. 6 Hoc scientes, quia vetus homo noster simul crucifixus est, ut destruatur corpus pec­ cati, et ultra non serviamus peccato. cipar en su muerte? 4Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar en su muerte, para que, como El resucitô de entre los muertos por la gloria del Padre, asi tam­ bién nosotros vivamos una vida nueva. 5 Porque, si hemos sido injertados en El por la semejanza de su muerte, también lo seremos por la de su resurrecciôn. 6 Pues sabemos que nuestro hombre viejo ha sido crucificado, para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos al pecado. 7 En efecto, el que muere queda absuelto de su pecado. 8 Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El; 7 Qui enim mortuus est, iustlficatus est a peccato. 8 Si autein mortui sumus cum Christo, credimus quia si­ mul etiam vivemus cum Christo: 9 scientes qnod Christus re9 pues sabemos que Cristo, resurgens ex rnortuis lam non sucitado de entre los muertos, ya moritur, mors illi ultra non do­ no muere, la muerte no tiene ya minabitur. dominio sobre El. 10 Quod enim mortuus est 10 Porque, muriendo, muriô al peccato, mortuus est semel: pecado una vez para siempre; quod autem sivit, vivit Deo. pero, viviendo, vive para Dios. 11 Ita et vos existimate vos 11 Asi, pues, haced cuenta de mortuos quidem esse peccato, que estâis muertos al pecado, pe­ viventes autem Deo, In Christo ro vivos para Dios en Cristo Je­ lesu Domino nostro. sûs. 184 SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT Π. ΣΜ EVANGELIO (Me. 8,1-9) 1 Por aquellos dias, hallândose otra vez rodeado de una gran muchedumbre, que no tenian que comer, Hamo a sus discipulos y les dijo: 2 iengo compasiôn de la muchtdumbre, porque hace ya très dias que me eiguen y no tienen que corner; 3 si los despido ayunos para sus casas, desiaileceran en el ca­ mino, y algunos de eilos son de lejos. 4 Sus discipnloe le respondieron: ^Y cômo podria sac^arselos de pan aqui en el desierto? 5 El les preguntô: iCuântos panes tenéisï Dxjeron: Siete. 6 Mandô a la muchedumbre recostarse sobre la tier ru.; y( to­ rnando lus s.eue £.anes, dando gra­ cias, los partiô y 10s diô a »us discipulos para que los sirviesen, y sirvicron a la muchedumore. 7 Te man unos pocos pececillos, y, dando gracias, dijo que los sirviesen tamoién. 8 Comieron y se saciaron y recogieron de los mendrugoo que sobraxun siete cestos. 9 Eran unos cuatro mil. Y los despidiô. 1 Ln diebus illis cum turba multa esset nec Haberent quud manducarent» convucatls discipiuis ult illis: 2 Misereor super turbam: quia ecce lam triduo sustinent me, nec habent quod mandu­ cent: 3 et si dimisero eos ieiunos in domum suam» deficient In via: quidam enim ex eis de longe venerunt. 4 Et responderunt ei disci­ puli sui: unde mus quis poterit me saturare panibus in solitu­ dine? 5Et interrogavit eos: Quot panes habetis? Qui dixerunt: oeptem. b Et praecepit turbae dis­ cumbere super terram, piens septem panes» agens fregit et dabat diseip li­ us suis ut apponerent» et apposuerunt turbae. 7 Et habebant pisciculos pau­ cos: et ipsus benedixit» et lus» it apponi. 8 Et manducaverunt» et sa­ turati sunt» et sustulerunt quod superaverat de fragmentis» sep­ tem sportas. 9 Erant autem qui manduca­ verunt» quasi quattuor millia: et dimisit eos. TEXTO CONCORDANTE OIL 13,32-33) 32 Jésus llamô a si a sus dis­ cipulos y les dijo: Tengo compa­ siôn de la muchedumbre porque ha ya très dias que eetân conmigo y no tienen qué comer; no quiero despedirlos ayunos, no sea que desfallezcan en el camino. 33 Los discipulos le contestaron: 4 De dônde vamos a sacar . ■ :?.■. At 33 lesus autem, convocatis discipulis suis, dixit: Misereor turbae, quia triduo iam perse­ verant mecura. et non habent quod manducent: et dimittere eos ieiunos nolo, ne deliciant in via. 38 Et dicunt ei dJsdpull: Unde ergo nobis In deserto pa- SEC. I. 185 TEXTOS SAGRADOS nej tantoe, at saturemus tur-| »n el desierto tantos panes para bam tantam? saciar a tanta muchedumbre? SI Et alt Ulla lesus: Quo' 34 Di joies Jesûe: ^Cuântospahabetis panes? At 1111 dixerunt nés tendis? Elles contestaron: Septem, et paucos pisciculos. Siete y algunos pececillos. 35 Y, mandando a la muche­ 85 Et praecepit turbae, ut discumberent super terram. dumbre que se rccostara en tie36 tomd los siete panes y los 86 Et accipiens septem pa nes, et pisces, et gratias agens peces y, dando gracias, los partid frerlt, et dedit discipulis suis I v se los did a eus d'scipulos, y et discipuli dederunt populo. éstos a la muchedumbre. 37 Y comieron todos y se sa87 Et comederunt omnes, et saturati sunt. Et quod super­ ciaron, y se recogieron de los pefuit de fragmentis, tulerunt dazos que quedaron siete espuerseptem sportas plenas. tas llenas. 38 Los que comieron eran cua­ 38 Erant autem qul mandu­ caverunt, quattuor millia, extra tro mil hombres, sin contar las parvulos et mulieres. mujeres y los niüos. IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA SOBRE LA BONDAD Y BENIGNIDAD DE DIOS Pueden consultarse para esta homilia los textos relativos a la misericordia de Dios, insertos en el cuarto domingo de Cuaresma (cf. La palabra de Crista, t-3 p.560-568). A) Abrahân Y LOS PECADOS de 26 Dlxitqne Dominus ad eum: Si invenero Sodomis quin­ quaginta iustos in medio civi­ tatis, dimittam omni loco prop­ ter eps. 30 Ne quaeso, inquit, indlgneris Domine, si loquar: Quid si ibi Inventi fuerint triginta? Respondit: Non faciam si inve­ nero triginta (Gen. 18,26.30). B) Testimonios Sodoma 26 Y le dijo Yavé: Si hallare en Sodoma cincusnta justos, per­ donaria por ellos a todo el lugar. 30 Volviô a insister Abrahân: “No te incomodes, Sefior. si hablo todavia. se hallasen alii treinta jus*os?” Repuso: “Tampoco lo haria si se hallaren treinta.” para CON MOISÉS LT su PUEBLO Yavé dijo a Moisés: “Pronto Dlxltque Dominus ad Moysem: Nunc videbls quae factn- verâs lo que yo vov a hacer a rus sim Phar.vonl: per mannn· ^araôn. Con man·'» fuerte les de­ enim fortem dimittet eos. et In .u DESP. PENT. os lo olorgara mi Padre, que estâ petierint, fiet Illis a Patre nieu, qui in caelis est (Alt. 18,1!)). en los cieios. Et ait Angelus ei: Ne timeas, Y el ângel le dijo: No ternas, .Maria, invenisti enim gratiam Maria, porque has hallado gracia apud Deum (£.c. l>80). delante de Dios. Estote ergo misericordes sic­ Sed misericordiosos, como vuesut et Pater \ ester misericors tro Padre es missericordAOso. est (Dc. «,36). Y, levantândose, se vino a SU padre. Y, cuando aun estaba lejos, viole el padre y, compadecido, corriô a él y se arrojo a su cuello, y le cubrio de besos. Et surgens venit ad patrem suum. Cum autem adhuc longe esset, vidit iUum pater ipsius, et misericordia motus est, et accurrens cecidit super collum eius, et osculatus est eum (Ec. 15,20). Et dixit illi lesus: Arnen di­ Y le dijo: En verdad te digo, hoy seras conm.go en el paraiso. co tibi : Hodie mecum eris In paradiso (Lc. 23,43). Ita et istl nunc non credideAsi también ellos, que ahora ruat in vestram misericordiam: se niegan a obedecer, para dar ut et ipsi misericordiam conse­ lugar a la misericordia a vos­ quantur (Itoni. 11,31). otros concedida, alcanzarân a su vez misericordia. Benedictus Deus et Pater Do­ Bendito sea D.os, Padre de mini nostri lesu Christi, Pater Nuestro Sefior Jesucristo, Padre misericordiarum, et Deus totius de las misericordias y Dios de I consolationis (2 Cor. 1,3). todo consuelo. Deus autem, qui dives est In Pero Dios, que es neo en mise­ ricordia, por el gran amor con misericordia, propter nimiam charltatem suam, qua dilexit que nos amO... nos (Eph. 2,4). 13 A ml, que primero fui blasfemo y perseguldor violento; mas fui recibido a misericordia, por­ que lo hacia por ignoranda en mi incredulidad. 13 Qui prius blasphemas fui, et persecutor, et contumeliosus: sed misericordiam Dei consecu­ tus sum, quia ignorans feci In Incredulitate. 16 Ma-s por esto consegul la misericordia, para que en mi primeramente mostrase Jesucristo toda su longanimldad y sirvlera de ejemplo a los que habian de creer en El para la vida eterna. 16 Sed ideo misericordiam consecutus sum: ut in me pri­ mo ostenderet Christus lesus omnem patientiam ad informa­ tionem eorum, qui credituri sunt 1111, in vitam aeternam (1 Tim. 1,12.16). SECCION II. COMENTARIOS GENERALES SITUACION UTURGICA Refiriéndose Pio Parsch a la misa de este domingo, dice que «es una misa verdaderamente pascual». No cabe duda que la razôn de esta afirmaciôn se encuentra en las lecturas de la epistola y el evan­ gelio, con las dos claras alusiones al baulismo en la primera y a la eucaristfa en la segunda. Teniendo en cuenta que los textos litûrgicos del oficio y de la misa de estos domingos han sido compuestos, en funciôn del misterio pascual (cf. Dom G. Leff.bre, Liturgique enciclopédie populaire. For­ mation de Vanné liturgique, p.630), para ayuda del desarrotlo de la vida cristiana en las aimas, parece muy acertada la denominaciôn de Pio Parsch y muy conveniente enfocar de ese modo la liturgia del sexto domingo después de Pentecostés. La epistola no solamente recuerda el bautismo, con la participaciôn mediante él en el misterio de la muerte y vida de Cristo, sino que fiia, ademâs, categôricamente la doble obligaciôn inherente al cristiano por el hecho de serio. Una negativa, que es la de morir al pecado y al desorden de las pasiones, y la otra positiva, que es el vivir de la vida de Cristo atendiendo a su desarrotlo en nosotros. El predicador ha de insistir con frecuencia en lo que constituve la gran­ deza mayor del cristiano : «Vivir para Dios en Cristo Jésus...» Sin este ideal bello y luminoso se hace diticil la empresa de la purificaciôn de pecados y vicios y la eliminaciôn, mediante el sacrificio y la morti ficaciôn, de cuanto entrafie algûn desorden. Menos predicaciôn negativa v mâs positiva... i Cuânto mâs conseguiriamos si logrâsemos entusiasmar al cristiano con Jesucristo y con su vida ! B) Evangelio E1 evangelio de la multiplicaciôn de los panes simboliza la eucaristia, «pan de vida». Puede muy bien ser el complemento de la epistola en la predicaciôn. No es posible predicar a las aimas vivir en Cristo Jesûs si no se les habla frecuentemente dei sacrificio de la vida, diciéndoles como el ângel a Elias : Levântatë y conic (3 Reg. 19,7)· Si Cristo vino ut vitam habeant et abundantius ha­ beant (Io 10,10), con esa misma misiôn continûa en la eucaristfa su presencia entre los hombres. 192 SEGUXDA MULTTPLTC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. C ) Una interpretation de Santo Tomas Santo Tomâs recode en la Catena aurea nna înternretacîôn, acomodaticia sin duda, que puede servir para un desarrollo litnrtrico de la homilfa. Dice que la mucliednmbre qne siq-ue a Tesûs tres dias sin comer représenta a los bautizados, porque «el bautismo es llamado ilnminaciôn v se perfecciona con la triple inmersiAn» (cf. In Mc.. c.8; Cat. aur., I [Marietti 1925] 0.530). No quiere Cristo que sus bautiza­ dos permanezcan en avnnas de la verdad. para qne no sucumbnn en la lucha y trabaios de la vida. El alimento que les da es la predicaciôn. para que con ella reciban la palabra de consuelo... Mâs afin : el hecho de que diera los panes a los apôstoles simboliza qne a elios confiere los dones de la ciencia espirïtnal, para que nor su ministerio sean distribufdos en su Iglesia los alimentes de vida. D) Las otras formulas Lo restante de la litnrqia de la misa son fôrmulas independientes de diffcil coniunciôn con lo que acabamos de explicar. Tan sôlo la postcomuniôn puede admitir nna relariôn con el evangelio. norque en ella se indican los efectos de la encaristfa : «mundemnr effectn» y «muniamur auxilio». La encaristfa es, en efecto, el pan de las ai­ mas paras y el alimento de los inertes. T-a colecta merece por si sola una explicaciôn, v pnede dar ténia snficiente para un sermôn el desarrollo de las varias ideas que en ella se indican. H. APUNTES EXEGETICO-MORALES En la dominica de resurrecciôn nos extendimos ampliamente so­ bre la relaciôn existente entre la resurrecciôn del Senor y la nues­ tra, entre el bautismo y nuestra nueva vida. En vista de ello, reproduciremos abora unas paginas de Prat, Eara dar después ùnicamente unas breves notas execéticas (cf. Théo>gie de S. Paul, 1.3 c.2 sect.2 a.2, ed.6.“, Beanchesne, t.i p.308). a) 1. El bautismo, muerte mîstica Vida y muerte «Siendo la vida y la muerte dos nociones correlativas, es imposable que la una sufra alçuna modificaciôn sin qne repercuta en la otra. Tanto para San Pablo como para San Juan, la vida en toda su plenitud siemiüca, a la vez, la vida de la gracia v la vida de la gloria, la participaciôn en la justicia de Cristo y la felicidad celestial, que es la floraciôn espontânea de la caridad y la exîstencia erloriosa del cuerpo resucitado, complemento de aquella beatitud. De la misma manera, la muerte significa unas veces la separaciôn fisica del aima SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 193 v del cuerpo ; otras, la privaciôn de la gracia santificante ; otras, la perdiciôn eterna, Hamada por San Juan segunda muerte, y otras, la reuuiôu de todos estos elementos, unidos como estân entre si por un lazo de dependenda intima. Todos los efectos del pecado son agrupjdos ba jo el nombre de muerte, y todos los efectos de la gracia, ba jo el de vida. Im soldada del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna (Rom. 6,23). Séria limitât demasiado la soldada del pecado restringirla a la muerte fisica, puesto que su paralelo es la vida eterna, qUe 110 consiste ûnicamente en la restauraciôn del compuesto humano, sino eu la participaciôn de la vida de Cristo, aqui abajo por la gracia, allâ arriba por la gloria. Vivimos en la medida en que nos asociamos a la vida de Cristo. Ahora bien, Cristo nos hizo participes 'de su vida en su muerte, y no vivimos en El mâs que en tanto que muramos en El. Esto tiene lugar en cuanto al de­ recho, en el Calvario ; en cuanto al hecho, en el bautismo. La argumentaciôu de San Pablo es de las mâs sencillas para el que se balla penetrado por completo del pensainiento del Apôstol. El bautismo nos aplica los frutos del Calvario. Jesucristo nos asocia de una manera mistica, pero no por ello menos real, a su muerte y a su vida. Asociândonos a su muerte, neutraliza el principio activo que el pe­ cado habia depositado en nosotros, y que constituye el hombre viejo ; asociândonos a su vida, destruye todos los génnenes de muerte y nos confiere el privilegio de una vida sin fin : vida del aima y vida del cuerpo, vida de la gracia y vida de la gloria. Sin duda que una parte de estos favores no los poseemos mâs que en esperanza ; pero la esperanza no engafia. Dios quiere complétât su obra en nosotros y se compromete a ello concediéndonos alguna prenda de su fidelidad. No tenemos necesidad mâs que de dejarnos vivir». 2. Incorporados a Cristo «La pagina en que San Pablo desenvuelve esta afirmaciôn cons­ tituye una de sus mâs profundas concepciones. (El autor transcribe la epistola de hoy : Rom. 6,3-5.) Aparece San Pablo teniendo pré­ sente a la vez el rito primitivo del bautismo y la etimologia griega de la palabra bautizar. Bautizar quiere decir sumergirse, y el rito primitivo ponia ante su imaginaciôn y sus ojos esta etimologia. La inmersiôn, simbolo de sepultura y, por consiguiente, de muerte, pues­ to que no se entierra mâs que a los difuntos, era seguida inmediatamente por la emersiôn, emblema de la resurrecciôn y de la vida. Ser bautizado en Cristo no se reduce simplemente a estarle sujeto como un esclavo a su duefio o como un siervo feudal a su senor, ni en sujetârsele mediante un juramento, como un soldado a su gene­ ral, ni auti siquiera en consagrârsele como un templo a Dios, sino que consiste, sobre todo, en incorporârsele, en sumergirse dentro de El como dentro de un nuevo elemento, en convertirse en una parte de El mismo y en otro El. No contento con afirmar que en el bau­ tismo nos sumergiinos en Cristo, San Pablo dice que nos sumergimos en su muerte, esto es, en Cristo que muere. En efecto, nos asociamos a Cristo y nos convertîmes en miembros suyos en el momento prcciso en que El se convierte en nuestro Salvador. Ese momento coincide para Jesus con el de su muerte, figurada y realizada misticamente para nosotros en el bautismo. A partir de ese momento, todo nos es comûn con Cristo ; somos crucificados, sepultados y resucitados con El ; participâmes de su muerte y de su nueva vida, La palabra de Cristo 6 r 4 ; I 194 SEGÜNDA MULTirUC. DE LOS PANES. 6.°. DESP. PENT. su gloria, su reino, su herencia. Uniôn inefable asimilada por Sac Pablo al injerto, que mezcla întimamente dos vidas hasta confundir y absorber en la del tronco la de la rama injertada ; operaciôn niaravillosa que nos convierte a nosotros y a Cristo. σύιι^υτοι, animados· de un mismo principio vital, en σύ|ΐ|ΐορ®(κ, sujetos a un mismo prin­ cipio de actividad, o, como Pablo explica en otros lugares, nos re­ este de Cristo y nos hace vivir su vidai. I b) La muerte, principio de vida Un ser nuevo de la Virgen en la tierra. iCômo pues, bajô pan del cielo> y pan vivo? Porque el mismo Sefior nuestro, Jesucristo,. participa al mismo tiempo de la divinidad y del cuerpo, y tû, que recibes la carne, participas en ese alimento de su divina substanda” (cf. Los sacrament os, 1.6 c.l n.4: PL· 16,453). B) a) ERcacia de la consagraciôn Cristo, autor de la EucaristIa “iQuién es, por consiguiente, el autor de los sacramentos sino el Seûor Jesûs? Del cielo vinieron estos sacramen­ to, porque todo buen consejo del cielo viene. Verdaderamente fué milagro grande y divino el que Dios hiciera Ho­ ver del cielo manâ para el pueblo, y el pueblo comia sin trabajar. Quizâs me digas: “Mi pan es pan corriente”. Pero este pan es pan antes de las palabras sacramentales; mas, una vez que recibe la consagraciôn, de pan se hace carne de Cris­ to. Vamos, pues, a demostrar esto. iCômo puede el que es pan ser cuerpo de Cristo? Y la consagraciôn, icon qué pa­ labras se realiza y quién las dijo? Con las palabras que dijo el Sefior Jesûs. Porque todo lo que se dice antes son palabras dei sacerdote, alabanzas a Dios, oraciones en que se pide por el pueblo, por los reyes, por los demâs; mas, en cuanto llega el momento de que se haga el sacramento venerable, ya el sacerdote no habla con sus palabras, sino que emplea las de Cristo. Luego es la palabra de Cristo la que hace este sacramento”. r» * -* ' * SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. 212 - ■ ---------- . bi La - - - palabra de "’· ------ - -. -- . ■ - ..--1- -— Cristo ‘7Cuâl es la palabra de Cristo? Aquella con la que todo ha sido hecho. Mandô el Senor, y el cielo se hizo; mando el Senor, y la tierra fué hecha; mandé el Senor, y se hicieron los mares; mandô el Seiior, y fué producida toda criatura (cf. Gen. 1,1 ss.). Mira, pues, que poder tiene la palabra de Cristo. Y si tanto poder hay en la palabra del Senor Jesus, que comenzé a ser lo que antes no existia, 4 cuanto mâs eficaz es para que sean las cosas que ya existian y se cambien en otra cosa? El cielo no existia, ni el mar, ni la tierra; pero escucha a David: Hablô El, y todo sc hizo; El mandô, y las cosas fueron creadas (Ps. 148,5). Mira, pues, como te respondo: No era cuerpo de Cristo antes de la consagraciôn, pero déspués de la consagraciôn te digo que es ya cuerpo de Cristo. El lo dijo, y se hizo; El lo mandé, y fué creado. Τύ mismo existias, pero eras vieja criatura; después de ser consagrado, empezaste a ser nueva criatura. ^Quieres saber qué nueva criatura eres? Dijo: Todo el que està en Cristo es nueva criatura (2 Cor. 5,17)". c) Poder divino de la palabra de Jesûs “Date, pues, cuenta de qué manera la palabra de Dios suele cambiar cualquier criatura y, cuando quiere, trans­ formât las leyes de la naturaleza. Me preguntarâs: ^Cômo asi? Escûchame, y, lo primero de todo, tomemos el ejem­ plo de su generaciôn. La ley ordinaria es que el hombre no sea engendrado sino por una mujer y un hombre por medio del matrimonio. Pero porque el Seiior quiso, porque escogié esta santa manera, del Espiritu Santo y de una virgen nacié Cristo, esto es, el mediador entre Dios y los hom­ bres, Jesucristo (1 Tim. 2,5). Ves, pues, que, contra toda ley y todo orden (de la naturaleza), ha nacido el hombre de una virgen... 2, No sacas ya de todo esto cuanto poder tiene la pala­ bra celestial? Si tuvo poder sobre una fuente terrena, si pudo obrar la celestial palabra otras cosas, i no obrarâ tam­ bién en los sacramentos celestiales? Ya has aprendido que del pan se hace el cuerpo de Cristo y que en el câliz se echa vino y agua, pero por la consagraciôn de la palabra celes­ tial se hace sangre". ,. PADRES. SAN AMBROSIO d) 213 RECIBES EL CUERPO DE CRISTO “Mas quizâs digas: “Yo no veo la apariencia de san­ gre”. Pero tiene semejanza. Pues lo mismo que has recibido una semejanza de la muerte (cf. Pvom. 6,4), asi también bebes una semejanza de la sangre preciosa para que no te dé repugnanda la sangre y, por otra parte, obre el precio de la redenciôn. Sabes, por tanto, que lo que recibes es el cuerpo de Cristo” (cf. Los sacramentos, 1.4 c.4 n.13-17 y 19-20: BAC, ibid., p.363; PL 16,439). “Vuelve ya conmigo a mi proposition. Cosa grande^ ciertamente, y digna de veneration, que lloviese sobre los judios manâ del cielo (cf. Ex. 16,13). Pero entiende: ;Qué es mâs, el manâ del cielo o el cuerpo de Cristo? Claro es que el cuerpo de Cristo, que es el autor del cielo. Ademâs, el que comiô el manâ muriô; pero el que comiere este cuerpo recibirâ el perdôn de sus pecados y no morirâ eternamente. Luego no en vano dices tù: “Amén”, confesando ya en espiritu que recibes el cuerpo de Cristo. Pues, cuando tu has pedido, el sacerdote dice: “Cuerpo de Cristo”, y tu di­ ces: “Amén”, esto es verdad. Lo que confiesa la lengua, sosténgalo el afecto” (cf. ibid., c.5 n.24 y 25: BAC, ibid., p.367). Comuniôn frecuente C) a) Gran sacramento "Para que sepas, pues, que esto es un sacramento, ha precedido antes su figura. Después entiende cuân gran sa­ cramento es. Escucha sus palabras: Cuantas veces hiciereis esto, tantas celebraréis mi recuerdo hasta que venga de nuevo (cf. 1 Cor. 11,26). Y el sacerdote dice: “Acordândcnos, por tanto, de su pasiôn gloriosisima y de su resurrection de los infiernos y de su ascension a los cielos, te ofrecemos osta hostia inmaculada, hostia razonable, hostia incruenta, este pan santo y el câliz de vida eterna, y te pedimos y suplicamos que recibas esta oblation en tu sublime altar por manos de tus ângeles, lo mismo que te dignaste recibir las oblaciones de tu siervo el justo Abel y el sacrificio de nuestro patriarca Abrahân y el que te ofreciô el sumo sacerdote Melquisedec”. 214 SEGUHDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.· DESP. PENT. b) Anuncia la REMISIÔN DE LOS PECADOS "Por consiguiente, cuantas veces lo recibes, iqué te dice el Apôstol? Cuantas veces lo recibimos anunciamos la muer­ te dei Serior (cf. 1 Cor. 11,26). Si anunciamos la muerte. anunciamos la remisiôn de los pecados. Si cuantas veces se derrama su sangre se derrama en remisiôn de los pecados, debo recibirla siempre, para que siempre se me perdonen los pecados. Yo, que continuamente peco, continuamente debo tener la medicina” (ibid., 1.4 c.6 n.26-28: BAC, ibid.. p.367). “El pan nuestro de cada dia dânosle hoy (Mt. 6,11). Me acuerdo de lo que os dije cuando traté de los sacramentos. Os dije que, antes de las palabras de Cristo, lo que se ofrece se llama pan; tan pronto como se han pronunciado las pa­ labras de Cristo, ya no se llama pan, sino cuerpo. iPor qué. pues, en la oraciôn dominical, que viene después, dice: El pan nuestro? Dijo ciertamente pan, pero έτπούσιον, esto es, substantial. No es éste el pan que va al cuerpo, sino aquel pan de vida eterna que sostiene la substantia de nuestra aima. Por eso en griego se dice έτπούσιον. En cambio, los latinos llamaron “cotidiano” a este pan, al que los griegos llaman “el que vive”... De modo que lo que dicen los lati­ nos y lo que dicen los griegos, las dos cosas parecen ùtiles. Los griegos han expresado las dos cosas con una palabra; los latinos dijeron "cotidiano”. c) "Vive de manera que merezcas recibirlo a diario” "Si es pan cotidiano, i por qué lo has de tomar de ano en ano, como han solido hacer los griegos en Oriente? Recibe todos los dias lo que todos los dias te aprovecha. Vive de manera que merezcas recibirlo cada dia. El que no me· rece recibirlo cada dia, no merece recibirlo de ano en ano. Como el santo Job ofrecia todos los dias un sacrificio por sus hijos, por si hubieran pecado en algo de corazôn o de palabra (cf. lo. 1,5). De modo que oyes que cuantas veces se ofrece el sacrificio, se significa la muerte del Senor, la resurrecciôn del Senor, la ascensiôn del Senor y la remisiôn de los pecados, y 4no recibes cada dia este pan de vida? El que tiene una herida busca la medicina. Hay herida porque estamos bajo el pecado; la medicina es el celestial y vene­ rable sacramento. El pan nuestro de cada dia dânosle hoy. Si lo recibes cada dia, cada dia es para ti hoy. Si para ti es Cristo hoy, para ti resucita cada dia. iCômo? Tû eres mi hijo, hoy te he engendrado (Ps. 2,7). Por tanto, es hoy cuando Cristo • W Γ >*· M' SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 215 resucita. El ayer y hoy, el mismo es (Hebr. 13,8), dice el Apôstol. Y en otro lugar anade: Precediô la noche y se ha acercado el dia (Rom. 13,12) ; precediô la noche de ayer, ae ha acercado el dia de hoy” (ibid., 1.5 c.4 n.24-26: BAC, ibid., p.376). IV. SAN AGUSTIN A proposito del evangelio de hoy Seleccionamos diversos lugares y sermones de San Agustin que dicen relaciôn con los distintos pensamientos que pueden exponerse a propôsito del evangelio de hoy. A) El seguimiento de Cristo La muchedumbre siguiô a Cristo durante très dias, abandonando el mundo y marchândose con El al desierto para ofr sus ensenanzas. San Agustin nos habia de cômo y por dônde hemos de seguir a Cris­ to, abandonândonos a nosotros mismos y tornando nuestra cruz (cf. Serin. q6 : BAC, Obras completas de San Agustin, t.7 p.709 ss. ; PL 39.384-389)· a) Amar a Cristo para seguirle “Duro y oneroso parece lo que el Senor manda, a saber, que, si alguno quiere seguirle, se niegue a si mismo; pero no son duros y onerosos sus mandatos desde el momento en que nos ayuda para que cumplamos lo que ordena. Porque también es verdad lo que se dice en el Salmo: Gracias a las palabras de tas labios he custodiado los caminos dificiles (Ps. 16,4, segûn la Vulgata). Y es cierto igualmente lo que El mismo dijo: Mi yugo es blando, y mi carga, ligera (Mt. 11,29). En efecto, la caridad trueca en suave cuanto •puede haber de duro en sus preceptos. Ya conocemos la fuerza del amor; muchas veces hasta el mismo amor réproboy lascivo lo consigue. ] Cuantas cosas no sufren los hom­ bres, a cuantas indignidades y torpezas se someten con tal de alcanzar lo que aman! Hay los amadores del dinero, que son los avaros; los amadores del honor, los ambiciosos; los amadores de la belleza corporal, que reciben el nombre de lascivos; iy quién podrâ enumerar todas las clases de ama­ dores? Considerad cuanto trabajan todos los amantes, cômo sienten sus trabajos y cômo se esfuerzan cuantos mas impedimentos surgen. SEGUNDA Ml'LTIPLIC. DE LOS PANES. O.° DLSP. PENT. 216 Si, pues, la mayoria de los hombres son lo que sean sus amores, y, por tanto, en ningùn asunto deben poner tanto cuidadoso empeüo como en elegi r los objetos de su amor, ide qué te maravillas si los que aman a Cristo y quieren seguirle se niegan a si mismos en su amor? Si el hombre peredo por amarse a si mismo, necesario sera que se encuentre negândose a si mismo” (cf. o.c., 1: p.711). b) Salir de nosotros para encontrar a nosotros Cristo en El pensamiento es sutil, pero profundo ; los que pretenden amarse a si mismos mâs que a Dios, se dejan también a si mismos para correr tras criaiuras que los rebajan ; en cambio, nosotros nos negamos a nosotros mismos para seguir a Dios, a quien terminâmes encontrando en nuestro interior. “El amor a si mismo acarreô al hombre su primera per­ dition; pues, si no se hubiese amado, no se hubiera antepuesto a Dios y le hubiera permanecido sujeto siempre, sin inclinarse a menospreciar su voluntad y obrar la propia. El amarse uno a si mismo consiste en querer hacer la propia voluntad”. Para saber amar debes dejar de amarte “Antepôn a todo la voluntad de Dios; aprende a amarte a ti mismo dejando de amarte. Para que sepas que el amarte a ti mismo es un vicio, el Apôstol te dice: Habra hombres egoistas, amantes de si mismos (2 Tim. 3,2). Y qué? El que se ama a si mismo, icreéis que se queda dentro de si? No, porque tan pronto como, abandonando a Dios, comienza a amarse a si mismo, inmediatamente es lanzado fuera de si y obligado a amar las cosas extranas a él. Por eso, apenas el Apôstol dijo: Habrà hombres egoistas, cuando inmediata­ mente aüade: avaros, amantes del dinero. Ya lo ves como has salido fuera. Comenzaste a amarte a ti mismo; quédate. dentro de ti si eres capaz. iPara qué te sales fuera? ;Oh amador del dinero!, ^acaso el dinero te hace rico? Amaste una cosa que estaba fuera de ti y te perdiste a ti mismo. Porque, en cuanto el amor humano comienza a salir de uno para buscar lo que esta fuera, comienza inmediatamente a desvanecerse en la vanidad y a malgastar sus fuerzas prôdigamente; se rebaja. se empobrece, pastorea cerdos, hasta que, trabajando en este menester, tiene que acordarse alguna vez y dice: ;Cudntos criados de la casa de mi padre comen pan, y yo aqui muero de hambre! (Le. 15,17)”. SEC. 3. ss. 217 PADRES. SAN AGUSTIN 2.. Hay que entrar dentro de uno mismo “Pero, antes de pronunciar esta frase, «j/qué es lo que se cuenta que hizo aquel hijo que gastô todo su dinero con meretrices y quiso tener en su poder lo que se le. reservaba tan celosamente en casa de su padre? Por tenerlo en su po­ der, lo derramô y cayô en la miseria. 4 Qué es lo que se dice de él? Volviendo en si (Le. 15,17). Si vuelve en si, es que habia salido de si mismo, y lo primero que hace es volver dentro de si para reco'brar el puesto que habia perdido. Hace poco, cuando cayô de si mismo, permanecia dentro de si; ahora, al volver a entrar en si mismo, no debe quedarse alli, no sea que vuelva a marcharse otra vez. Vuelve en si mismo, pero no para quedarse alli. 4Qué es lo que dice? Me levantaré e iré a mi padre (Le. 15,18). Ahi lo tienes. Cuando se abandonô a si mismo, abandonô a la vez a su padre, porque saliô de si mismo para dirigirse a las cosas que estaban fuera de él. Ahora vuelve a entrar den­ tro y regresa al Padre, donde le guardarân con toda seguridad”. 3. Para volver al Padre hay que negarse "Si, pues, saliôse de si mismo y de su padre, al volver a si para ir al padre tiene que negarse a si mismo. 4 Qué quiere decir negôse a si mismo? Que no presumiô de si, que se sintiô hombre y atendiô a las palabras del profeta: Maldito el hombre que en el hombre pone su confianza (1er. 17,5). Arrancôse de si mismo, pero no para mirar atrâs; arrancôse de si mismo para unirse a Dios. Todo cuanto ténia de bueno atribuyôselo a quien le hizo; todo lo que ténia de malo, pensô que habia sido hecho por él” (cf. o.c., 2: p.711-713). c) Por dônoe y adônde seguir a Cristo 1. Hemos de ir al cielo con Jesucristo, Cabeza nuestra '^Adônde hemos de seguir al Senor? Ya sabemos donde fué, y hace muy pocos dias hemos celebrado su fiesta. Resucitô y subiô al cielo; alli hemos de seguirle. Nadie desespere de ello, no porque el hombre sea capaz de alguna cosa, sino porque El nos lo ha prometido. Muy lejos estaba el cielo de nosotros antes de que nuestra Cabeza hubiera su­ bido a él; pero ahora 4por qué desesperamos, miembros como somos de aquella Cabeza? Cierto que habremos de seguirle, y ^quién no le querrâ seguir a aquel sitial? Y tanto mâs cuanto que en esta tierra vivimos llenos de temor y su- 218 SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. frimientos. iQuién no querrâ seguir a Cristo al lugar de suma felicidad, suma paz y perpetua tranquilidad?” tn 2. La humildad es el camino 3 “Bueno es seguirle hasta alii, pero consideremos el ca­ mino. Porque nuestro Sefior Jesucristo no pronunciô estas palabras después de haber resucitado de entre los muertos. Cuando las dijo, aùn no habia padecido, aùn habia de marchar hacia la cruz, hacia la pobreza, a los insultos, a los azotes, a las espinas, a las heridas, a las injurias, a los oprobios y a la muerte. jDificil se ha hecho el camino’ 2Te asusta? 4No quieres seguirle? Siguele. Aspera es la senda que el hombre se hizo para ir, pero es suave la que Cristo ha aplastado con sus pisadas al volver, porque iquién no querrâ ir hacia el triunfo? La grandeza deleita a todos, pero la humildad es el ca­ mino. 4 Por qué extiendes el pie mâs allâ de tus fuerzas? Eso es querer caer, no querer subir; comienza por el pri­ mer escalôn y subiras. Aquellos discipulos que decian: Que nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a la izquierda en tu gloria (Mc. 10,37), no entendieron esta escala de la hu­ mildad; buscaban la gloria y no veian el escalôn. El Senor se lo muestra. 4 Que les dice? îPodéis beber el câliz que y g he de beber? (ibid.). Los que deseâis la cumbre de la altu­ ra, ipodéis beber el câliz de la humildad? Por esta razôn, no dice simplemente: Niéguese a si mismo, sino que afiade (Mc. 8,34) : Tome su cruz y sîgame” (cf. o.c., 3: p.713). 3. Hay que superar la persecuciôn, incluso la de los buenos “iQué significa lo de tomar su cruz? Soporte cada une lo que le sea molesto y asi seguirâ al Senor. Porque, en cuanto comience a observar sus costumbres y mandamientos, surgirân ante él miles de contradictores, miles de per­ sonas que querrân prohibirselo, miles que intentarân disuadirselo, y esto aun entre los mismos compafieros de Cristo. Seguidores suyos eran los que en vida de Cristo prohibian al ciego que le llamase. Asi, pues, si quieres seguirle, convierte hacia la cruz lo mismo las amenazas que los halagos. que las prohibiciones. Toléralo, sopôrtalo, no caigas. Parece como si el Senor os exhortase al martirio; realmente, si viniera la persecuciôn, 4 no deberân despreciarse 31 mundo es amable, pero mitodas las cosas por Cristo? El remos al que fué su Autor; grande es el mundo, pero es mayor el que lo hizo; hermoso es el mundo, pero es mâs hermoso el que lo ha creado; sabio es el mundo, pero es mâs sabio el que lo ha formado. Malo es el mundo, pero el que lo hizo es bueno. C SEC. 3. PADRES. SAN AGUSTIN 1 219 4 Cômo podré salir de esto y explicaros lo que acabo de decir? Ayùdeme Dios. iQué es lo que he dicho? iQué es lo que os ha gustado? Esta es la cuestiôn, y, sin embargo, la habéis alabado ya. 4 Cômo es malo el mundo si es bueno su Creador? 4 No dijo que el mundo era bueno cuando lo viô formado? (cf. Gen. 1)” (cf. o.c., 4: p.715). d) Abandonar el mundo malo I. Son malos los que se prefleren a Dios Dios hizo el mundo bueno, pero los que se empenaron en amar ese mundo terminaron por despreciar a Dios. “Asi es como se ha hecho malo el mundo, porque son malos los que lo prefieren a Dios. Bueno es el que hizo el mundo, el cielo, la tierra y el mar y a los mismos que aman todo esto; lo ûnico que no es obra suya es que amen al mundo y no a Dios. El los hizo en cuanto a su naturaleza, no en cuanto a su culpa. Esto es lo que yo decia hace poco. Borre el hom­ bre su propia obra y agradarâ a quien lo creô” (cf. o.c., 5: p.715). J. “Sal de la dispersion y vête a la unidad” “Porque en los mismos hombres hay un mundo bueno, pero que ha salido dei malo. El que cometiô el pecado ori­ ginal hizo al mundo malo... Dios habia hecho bueno al hom­ bre, como lo dice la Sagrada Escritura: Dios hizo rectos a los hombres, mas ellos se buscaron muchas perversiones (Eccl. 7,29). Sal de la dispersion y vete a la unidad... Permanece en ella, no te diviertas en muchas cosas. Alli esta la felicidad, pero nos hemos desparramado y hemos peca­ do; todos nacemos en pecado y, ademâs, aüadimos con nuestra mala vida otros mil al que contrajimos al nacer, y asi el mundo entero es malo. Cristo vino, quiso elegir su obra y no la encontrô, porque todos eran malos; pero los volviô buenos con su gracia, y enfonces hubo otro mundo, y ese mundo es perseguido por el antiguo”. S. Dos mundos: el perseguidor y el perseguido “^Cuâl es el mundo que persigue? Aquel de quien se nos dice: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no esta en él la caridad del Padre, porque todo lo que hay en el mundo, concupiscenda de la mrne, concupiscenda de los ojos y orguUo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa y también sus concupiscendas; pero el que hace la vo~ luntad de Dios, permanece para siempre (1 lo. 2,15-17). 220 SEGUNDA MULTTPUC. DE LOS PANTS. 6.° DESP. PENT. Ahi tienes los dos mundos: al perseguidor y al perseguido. iCuâl es el perseguidor? Lo que hay en el mundo: Concu­ piscenda de la carne... Ese es el mundo que persigue. Y cuâl es el perseguido? El que hace la voluntad de Dios...” (cf. o.c., 6-7: p.717). e) INVITACIÔN GENERAL “En medio de este mundo santo, bueno, reconciliado, salvado, mejor dire, que ha de salvarse después y que ahora lo esta en esperanza (cf. Rom. 8,4); en este mundo, repito, esto es, en la Iglesia que sigue a Cristo, se invita universalmente diciendo: EL que quiera seguirme, niéguese a si mismo (Mc. 8,34). No deben oirlo solo las virgenes, y las casadas no; no deben oirlo solo las viudas, y las casadas no; no solo los monjes, y los casados no; no solo los clérigos, y los legos no; ôigalo, si, toda la Iglesia, cuerpo universal; todos los miembros, repartidos cada uno en su oficio propio y diverso. Oiganlo y sigan a Cristo. Sigalo la paloma, sigalo la Esposa, siganle los redimidos y dotados con la sangre del Esposo. Aqui tiene su puesto la integridad virginal, aqui lo tiene la continencia de la viudez, aqui lo tiene la honestidad conyugal; quien aqui no tiene sitio es el adul­ terio, quien no lo tiene es la lascivia ilicita y punible. Todos estos miembros que tienen cada uno su lugar, siguen a Cristo en su puesto y a su modo; niéguense a si mismos, esto es, presuman de si, tomen su cruz y sufran por Cristo en este mundo lo que el mundo les haga padecer. Aunen a aquel que es el ùnico que no engaûa ni es enganable, el ùnico que no se equivoca; âmenle, porque cierto es lo que prometiô. Al no darlo ahora, la fe titubea; continûa, persevera, suf re, soporta la tardanza y llegarâs alli” (cf. o.c., 9: p.719). BI a) Diversas multiplicaciones Multiplicaciôn de la virtud In quacumque die invocavero te, cito exaudi me (Ps. . 137,3) “Veamos que es lo que pide y por qué dice con razôn: Oyeme en seguida. iQué es lo que pides para ser oido tan pronto? Me multiplicaTâs. 1. Variedad de multiplicaciones “La multiplicaciôn puede ser muy diversa. La generaciôn terrena es ya una multiplicaciôn conforme a la primera bendiciôn que oyô nuestra naturaleza: Creced y multipli- SEC. J. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 221 caos i/ henchid la tierra; sometedla (Gen. 1,28). ;Era esta la multiplicaciôn que deseaba cuando decia: Oyeme en seguida? Fructuosa es, desde luego, y no viene sino de la bendiciôn del Senor. Pero iqué diré de otras multiplicaciones? El uno mul­ tiplica su oro, el otro multiplica su plata; este su ganado, aquél su familia; ése sus posesiones, éste todas sus cosas. Muchas son las multiplicaciones terrenas, pero la mâs feliz es la de los hijos, aunque, para algunos· avaros, esta misma fecundidad sea molesta, porque temen empobrecerse si tienen mucha proie. Una tal preocupaciôn impulsa a muchos a la impiedad y les hace olvidarse de que son padres, expoliândolos de todo afecto humano, hasta exponer a sus hijos y hacerse extranos a ellos. La madré los expuso, y los recogiô la que no lo era; la una los desprecia, la otra los ama; la una es madré segun la carne, aunque lo sea en balde; la otra es mâs madré por su amor”. 2. La multiplicaciôn en la santidad del aima “Siendo, pues, muchas las clases y géneros de multipli­ caciones, £cuâl es la que desea este que dice: Oyeme en seguida? Puesto que dice me multiplicards, esperemos y oigamos en qué ha de ser multiplicado. Escucha, pues: En mi aima. No en mi carne, sino en mi aima. iSerâ necesario anadir algo, no resuite que también la multiplicaciôn del aima no signifique necesariamente la felicidad? Porque también los cuidados se multiplican en el aima, también parece multiplicarse- el aima cuando se mul­ tiplican en ella los vicios. Hay quien es solo avaro, o solo soberbio, o solo lujurioso, y hay quien es avaro, y soberbio, y lujurioso; multiplicôse en su aima, pero para su mal; esta multiplicaciôn engendra la necesidad y no la abundancia. Explicanos, pues, lo que deseas. Multiplicards, dice, mi aima en la virtud. Ya ha expresado su deseo sin confu­ sion alguna. Si hubiese dicho: Me multiplicards, pudieras pensar en algo terreno, y por eso aûade: En mi aima; pero para que no pienses que se refiere a los vicios del espiritu, anade: En la virtud. Ya no queda nada que decir” (cf. Enar­ rat. in Ps. 137,8: PL 36,1778). b) Multiplicaciôn santa y multiplicaciôn nociva Tû pones en mi corazôn una alegria mayor que la del tiempo de copiosa cosecha de trigo, lino y aceite. Segùn la Vulgata: A tempore frumenti, vini et olei sui multiplicati sunt (Ps. 4,8-9). SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. 1. Los bienes del hombre interior “Esperad en el Senor... Pero como quiera que desea pedir al Senor solo lo que estima y ama como bueno y no es fâcil encontrar quienes prefieran los bienes interiores, esto es, los que pertenecen al hombre interior y son los ùnicos dignos de ser amados, porque los externos solo merecen usarse para satisfacer las necesidades y no para gozarlos, por esto, digo, una vez que ha dicho admirablemente: Esperad en el Senor, afiader Multi dicunt: quis ostendit nobis bona? Esta pregunta la oimos a diario de labios de los tontos y malvados, bien cuando desean la paz y tranquilidad de la vida de este siglo, y, al no encontrarla, debido a la perversidad del género humano, ciegos, se atreven a acusar la ordenaciôn dei mundo, juzgando que nuestros tiempos son peores que los anteriores; bien cuando dudan y desesperan de la misma vida futura que se nos promete y dicen frecuentemente: i Quién sabe si todo ello es cierto, ni quién ha venido de los infiemos para contârnoslo? Al contestar a la pregunta de los que dicen: i Quién nos mostrarâ los bienes?, hace ver magnifica y brevemente, a los que son capaces de ver por dentro, qué bienes hay que buscar. Responde, pues: Signatum est in nobis lumen vul­ tus tui, Domine. Esta luz es el hombre interior, el verda•deramente bueno, el que no es visible a los ojos, sino a la mente. Esta ley es como un sello impreso en nosotros, a la manera que el denario lleva la imagen del rey, porque el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1, 26), imagen que se corrompe pecando. Su bien verdadero consiste en recuperar el sello naciendo otra vez”. Creo que a esto se refiere el dicho del Sefior: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mt. 22,21). Moneda somos con el cufio de Dios”. 2. En el interior del hombre habita Cristo “Tu pones en mi corazôn una alegria. Asi, pues, los que, con corazôn pesado, todavia aman la vanidad y buscan la mentira, no tienen por qué buscar la alegria fuera de ellos, sino dentro, donde han sido sellados con la luz dei rostro ■de Dios; en el interior del hombre donde habita Cristo, como dice San Pablo (Eph. 3,17). A él es a quien le corresponde juzgar la verdad, puesto que ha dicho: Yo soy la verdad (lo. 14,6). Desgraciadamente, los seguidores dei siglo, que son muchos por cierto, no saben decir otra cosa sino: j Quién nos mostrarâ los bienes? Porque son incapaces de ver los verdaderos y ciertos que tienen dentro de si mismos. Por eso dicen con toda razôn lo que sigue: A tempore frumenti; y si • * * '•’LI'Î SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 22S I aôade la palabra sui, no lo hace en balde, porque también hay otro trigo de Dios, ya que El es el pan vivo que bajd> del cielo (lo. 6,51) ; y otro vino de Dios, porque se embriagan con la abundanda de tu casa (Ps. 35,9 Vulgata) ; y otro aceite de Dios, del que se dijo: Has derramado profusamente el ôleo sobre mi cabeza (Ps. 22,5). En cambio, todos estos que dicen: 2, Quién nos mostrarâ los bienes?, y que no ven dentro de si el reino de los cielos (Le. 17,21), han sido multiplicados en su propio trigo, vino y aceite”. 3. Las preocupaciones multiplicadas del hombre exterior “La multiplicaciôn no acarrea siempre abundancia, sino muchas veces escasez. El alma entregada a los placeres terrenales se incendia siempre en deseos y no puede saciarlos, apretada por mùltiples y desgraciados pensamientos e im­ potente para ver el bien sencillo, como aquella de que sedijo: El cuerpo corruptible agrava el aima, y la morada te­ rrestre oprime la mente pensativa (Sap. 9,16)· Estas aimas se ven tan multiplicadas y abarrotadas en innumerables imaginaciones en los asuntos de su propio trigo, vino y aceite, que son incapaces por completo de cumplir el precepto que ordena: Pensad rectamente del Senor y buscadle con senciliez de corazôn (Sap. 1,1). Multiplicaciôn en esta que se opone reciamente a la sencillez. El varôn fiel déjà a esta muchedumbre de gentes que, multiplicadas en los deseos de bienes temporales, dicent ;Quién nos mostrarâ los bienes? Bienes que habian de buscarse no con los ojos de fuera, sino con los ojos interiores, con la simplicidad del corazôn. Los fieles se alegran y di­ cen: In pace in idipsum dormiam”. Estos son los bienescuya multiplicaciôn pedimos a Dios, y que no gozaremos del todo mâs que en la vida eterna (cf. Enarrat, in Ps. 4,8-9: PL 36,81). “Hay una multiplicaciôn de cosas temporales que estorban la union con Dios; por eso el cuerpo corruptible agrava: al aima, y la morada terrena, preocupada de mil pensamien­ tos, oprime la mente pensativa (Sap. 9,16). Multiplicanse los justos, segûn el poder de Dios, cuando caminan de vir­ tud en virtud (Ps. 83,8)” (cf. Enarrat, in Ps. 11,7: PL 36-139). 224 SEGUNDA MULTIPUC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. c) MULTIPLICACIÛN DE LOS CRISTIANOS La bendicion de Dios équivale a la niultiplicaciôn de los seres Bendiganos Dios y témanle todos los confines de la tierra... “Bendigales Dios, como os dije; bendigales una y otra vez, multipliquense con sus bendiciones. Observad como comenzô a fructificar la tierra en Jerusalén. Alli naciô la Iglesia, alli vino el Espiritu Santo... Llenos del Espiritu de Dios, se convirtieron los que alli estaban, y al recibir la lluvia divina dieron tanto fruto, que lo poseian todo en comûn y lo distribuian a los pobres... Alli les diô el Senor que aprendiesen a beber lo que habian derramado”. La bendicion de Dios équivale a multiplicar las cosas. Ved al Génesis: “No bendice la luz, ni bendice el cielo, ni bendice el agua ni la tierra, sino que se limita a aprobarlos, porque habian de permanecer siempre lo mismo; pero, cuan­ do llega a lo que ha de reproducirse, entonces lo bendice y ordena que crezca y se multiplique”. 2. * 1 La adopeiôn divina y la filiaciôn sobrenatural Ahora el salmista pide la bendicion de Dios para que le teman los confines de la tierra. “Ya nos ha bendecido el Senor abundantemente, ya ha llenado la faz del orbe con sus hijos y adoptado al reino suyo a los coherederos de su Unigénito. Engendrô al Unico, y no quiso que fuese solo; engendré al Unico, y no quiso que permaneciera solo. Diôle hermanos y, aunque no por generation, los hizo· cohere­ deros suyos adoptândolos. Hizo a El primeramente partici­ pe de nuestra mortalidad, para que supiéramos que podiamos ser participes de su divinidad”. Ya se han extendido los cristianos, multiplicados por la bendicion de Dios, y han llenado el mundo (cf. Enarrat, in Ps. 66,9: PL 36,810). C) El pan nuestro de cada dia Escogemos una serie de textos agùstinianos que comentan la cuarta peticiôn del «Padrenuestro». a) Très clases de pan “Réstanos explicar las peticiones ordenadas a esta vida de peregrinaciôn. Siguese: El pan nuestro de cada dia ddnosle hoy (Mt. 6,11). Dânosle eterno, dânosle temporal. Nos has prometidb el reino, no nos niegues la ayuda. Nos vas a dar la belleza eterna. danos en la tierra el alimento tem- / v L;··· * K v SEC. 3. SS. PADRES. SAN ACUSTÎN 225 poral. Por eso dice de cada dia; por eso dice hoy, esto es, en este tiempo. Porque, cuando haya pasado esta vida, ^acaso habremos de pedir el pan nuestro cotidiano? Entonces no habrâ cada dia, sino que todo serâ hoy. Decimos hoy cada dia porque los dias pasan y tras uno viene otro; pero ^diremos cada dia cuando el dia sea uno y eterno? En realidad, esta peticiôn del pan cotidiano podemos entenderla de dos modos: sea del preciso para la vida ma­ terial, sea del necesario para el alimento del espiritu. El alimento corporal para la comida diaria, sin la cual no podemos vivir; comida o vestido, puesto que la parte signi­ fica el todo”. b) La EueARISTIA, LA predicaciôn y EL alimento corporal “Los fiel es también conocen el alimento espi ritual que vosotros llegaréis a conocer y a recibir en el altar de Dios (habia a los “competentes”). También este pan es su pan cotidiano y necesario para esta vida nuestra. ^Creéis que acaso hemos de recibir la Eucaristia una vez que hayamos llegado a Cristo y comenzado a reinar con El eternamente? No, la Eucaristia es un pan nuestro cotidiano que recibimos con el estômago para que se alimente el aima. Su po­ der consiste en la unidad, para que, atados a su cuerpo, nos convirtamos en miembros suyos y seamos lo que recibimos. Entonces si que serâ realmente nuestro pan coti­ diano. También mi predicaciôn es un pan cotidiano, como lo son las lecturas que escuchâis a diario en la iglesia, los himnos que ois y que cantâis; todo esto es necesario en el tiem­ po de nuestra peregrinaciôn, pero ^creéis que, cuando 11eguemos al final, oiremos la lectura de los côdices? No, en­ tonces veremos el Verbo, oiremos al Verbo, le comeremos y le beberemos como los ângeles ahora. £ Acaso los ângeles necesitan de côdices, de lectores o de expositores? En modo alguno; ven a la misma Verdad y se sacian en la fuente de que nosotros somos regados. Pedimos, pues, el pan nuestro cotidiano, porque esta peticiôn se refiere a las cosas necesarias para esta vida” (cf. Serm. 57,7: PL 38,389). Pedimos el pan temporal a diario “porque vivimos to­ dos los dias, todos los dias nos levantamos, todos los dias comemos y todos los dias hambreamos; danos, pues, el pan diario. Pero también puede entenderse perfectamente este pan nuestro cotidiano por la Eucaristia, nuestro pan diario. Saben los fieles lo que reciben y cuân bueno es recibir a diario este pan necesario para la vida. Por eso ruegan por La balabra de Cristo 6 8 226 SEGUNDA MULTIPL1C. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. si mismos, para poder ser buenos y perseverar en la santidad, la fe y la vida buena. Lo desean y lo piden, porque, si no perseveran en la vida santa, serân privados de aquel pan. Luego, eso del pan nuestro de coda dia ddnosle hoy, ^qué significa? Concédenos el vivir de modo que no hayamos de vernos privados de tu altar” (cf. Serm. 58,5: PL 38,395). c) PEDIMOS POR NOSOTROS MISMOS “Bien claro es que pedimos por nosotros mismos. Cuan­ do decimos: Santificado sea el tu nombre, es necesario ex­ plicar que pedimos por nosotros y no por Dios. Al proseguir: Hdgase tu voluntad, también es preciso aclarar que, al desear que se cumpla su voluntad, no deseamos un bien para Dios, sino que oramos principalmente por nosotros mismos. Mâs adelante exclamamos: Venga a nos el tu reino, e igualmente hay que observar que lo que deseamos es que Dios reine en nosotros. Pero, en cambio, desde este lugar hasta el final de la oraciôn aparece claramente que rogamos a Dios por nosotros. Cuando dices: El pan nuestro de cada dia ddnosle hoy, te confiesas mendigo de Dios. No te avergüences. Por muy rico que fueres en la tierra, mendigo eres de Dios. El mendigo se coloca ante la casa del rico, pero el rico estâ en pie ante la del gran rico. Unos le piden a él y él pide también a su vez. Si no necesitase nada, no llamaria con la oraciôn a los oidos de Dios. ^Qué necesita el rico? Pues me atrevo a decir que el mismo pan cotidiano. '6 Por qué abunda en todo sino porque Dios se lo diô? 4 Y qué tendria si Dios no le alargara la mano? 4N0 son muchos los que se acostaron ricos y se levantaron pobres? El que no le faite nada, hay que atribuirlo a la misericordia de Dios y no a si propio. Pero, hermanos carisimos, este pan que sacia el estômago y que restaura nuestro cuerpo a diario, lo da Dios, como veis, no sôlo a quienes lo alaban, sino incluso a quienés le blasfeman, como hace salir el sol sobre malos y buenos y ïlueve sobre justos y pecadores (Mt. 5,45). Z Le alabas? Te alimenta. 2Le blastemas? Te alimenta. Para que hagas penitencia te espera; si no cambias, te condena”. d) No BASTA EL ALIMENTO CORPORAL; ES NECESARIO EL PAN DE LA PALABRA DE DlOS ies. Las aimas y la Iglesia lo deian todo por seguir el Doctor Melifluo (cf. Sermon 21 sobre los Canel Senor, nos dirâ i tares: BAC, Obras complétas de San Bernardo, t.2 p.127-132). A) a) Es Necesidad de seguir a Cristo DIFÎCIL MIENTRAS VIVIMOS EN LA TIERRA “Cierto, por mâs perfecta que el alma sea, mientras gime en este cuerpo de muerte y estâ detenida en la prisiôn de este sig)o malo, atada por molestas servidumbres y torturada por el recuerdo de sus culpas, si quiere alzarse a la contemplaciôn de las cosas celestiales, habrâ de hacerlo len­ ta y penosamente, sin poder seguir siempre al Esposo dondequiera que vaya. De ahi que se lamentase de esta profunda miseria el Apôstol cuando exclamaba: ]Oh qué hombre tan infeliz soy! îQuién me librard de este cuerpo de muerte (Rom. 7.24), o sea de esta mortifera concupiscenda?...” Es dificil “poder seguir las huellas de su vida, imitar sus virtudes, guardar las normas de su conducta y abrazar la perfecciôn de sus costumbres, pues necesita principalmente de esos auxilios para renunciarse a si misma. Uevar su cruz y seguir a Cristo”. b) Es NECESARIA PARA ELLO LA GRACIA DE CRISTO “La Esposa, sin duda, necesita, para llegar a tan alto grado de virtud, ser atraida, y no por otro, sino por Aquel que dice: Sin mi nada podéis hacer (lo. 15,5). Yo sé, die? ella, que no puedo llegar hasta ti sino caminando en pos de ti, y que tampoco puedo caminar en pos de ti si tù no me ayudas; por eso te pido me traigas tù mismo en pos de ti”. c) Muchos quieren encontrarle al fin de su vida sin SEGUIRLE AHORA "iCuân pocos, Senor Jesus, los que quieren ir en pos de ti, aunque nadie hay que no desee llegar a ti, sabiendo todos que en tu diestra hay delicias $in fin! (Ps. 15,11). Todos >1 SEGUNDA .MULTIPLIC. DE LOS PANES. 0.° DESP. PENT 236 quieren gozar de ti, mas no todos quieren imi tarte; quieren reinar contigo, pero no quieren padecer contigo. Tal era aquel que decia: Muera yo la muerte de los justos, y el fin de mi vida parézcase al suyo (Num. 23,10). Deseaba el fin de los justos, mas no deseaba sus principios. Aun los hom­ bres carnales desean la misma muerte que los espirituales, cuya vida aborreceen, sabiendo que la muerte de los santos es preciosa delante de Dios... Ademâs no hacen por buscar a Aquel a quien desean hallar, pretendiendo alcanzarle sin seguirle”. DlCHOSOS LOS QUE LE HAN SEGUIDO CON LOS PIES DE SU ESPIRITU d) “No eran de este numéro aquellos a quienes El decia: Vosotros sois los que habéis permanecido siempre conmigo en mis tentaciones (Le. 22,28). Dichosos los que fueron haHados dei todo dignos, joh buen Jesûsl, de recibir de ti tes­ timonio tan ventajoso. Ellos, sin duda, iban en pos de ti, no solo con los pies del cuerpo, sino con todos los afectos de su corazôn, que son como pies espirituales del aima. Tû les has mostrado el camino de la vida, llamândoles a seguir­ te a ti, camino, verdad y vida...” e) La Iglesia desea ser atraîda por su Esposo “Asi también tu Amada, dejando todas las cosas por ti, ansia ir siempre en pos de ti, caminar siempre sobre las huellas de tus pasos y seguirte por donde fueres, sabiendo que tus caminos son hermosos, que todos tus senderos son de paz y que quien te sigue no anda en tinieblas. Te pide y suplica que tû mismo la atraigas, porque tu justicia es mâs alta que las mâs altas montanas, y ella no puede llegar alli por si misma. Te ruega la atraigas, porque nadie puede ir a ti si tu Padre no le atrae (To. 6,44). Y si bien es cierto que aquellos a quienes tu Padre atrae tû también los atraes, por cuanto las obras que el Padre hace, el Hijo igualmente las hace; mas como ella tiene mâs familiaridad con el Hijo, a El dirige esta petition, al ser su propio Esposo, que el Padre ha enviado delante de ella para que sirva de guia y maestro que ande delante de ella en el ejercicio de las buenas obras, a fin de prepararle el camino de las virtudes, comunicarle su ciencia, ensefiarle las sendas de la sabiduria, darle la ley de vida y de ciencia y hacerla tan perfecta, que con razôn pudiera El codiciar su hermosura”. SEC. 3. B) a) SS. PADRES. SAN BERNARDO 237 Vicisitudes en este camino Necesitamos ser atraîdos en tiempo de desolaciôn “Précisâmes ser atraidas, porque el fuego de tu amor estâ algo enfriado en nosotras, y esta frialdad nos estorba para correr a todas horas, como hacîamos ayer y en dias pasados. Mas corremos ligeras en dândonos la alegria de poseer a tu Salvador; cuando el sol de justicia derrame sobre nosotras su calor vivificante; cuando la nube de la tenta­ tion que ahora lo oculta se haya disipado... Entonces si que correremos, correremos al olor suavisimo de aquel perfu­ me. Correremos, repito, en sintiendo el olor de tus per­ fumes, porque la pesadez de ahora se disiparâ en viniendo la devociôn, y ya no habremos de ser atraidas, por cuanto el olor de tus perfumes alentarâ para correr por nosotras mismas. Pero, mientras llegare ese momento, atrâenos en pos de ti”. El Espiritu Santo, b) ârbitro soberano de las gracias “4 No ves cômo aquel que camina en el Espiritu no permanece siempre en el mismo estado ni avanza siempre con la misma facilidad, y que el camino del hombre no estâ en su poder, como dice la Escritura, sino que, olvidando lo pasado y apeteciendo solo lo de por delante, debe ir corriendo a la meta, ora mâs ligero, ora mâs remiso, segûn que el Espiritu Santo, que es el ârbitro soberano de las gracias, se las dispense en mâs o menos abundancia?...” c) Por lo cual debemos ser humildes en tiempo de prosperidad« “Asi que, mientras sopla la gracia, alegraos y aprovechaos de ella; pero de manera que no creâis poseer este don como por derecho hereditario que nadie os pueda arrebatar, ni jamâs podâis perderlo, no sea que, viniendo de repente a retirar su mano y a substraer su gracia, caigâis de nuevo en el desaliento y os entristezcâis en demasia... Si sois pru­ dentes, seguiréis el consejo del Sabio, que os avisa diciendo: En los dias buenos no te. olvides de los dias malos, y en el dia malo acuérdate del dia bueno (Eccli. 11,27)”. SEGUNDA MULT1PLIC. DE LOS PAXES. 6.° DESP. PENT. 238 d) 1. Guard ar equilibrio y ecuantmidad Σ>Λ Tmagen de la eternidad “No os dejéis, pues, llevar de la excesiva confianza en tiempo de consolacion, sino clamad a Dios con el profeta: Cuando me ves desfallecido, Serior, no me abandonee (Ps. 70, 9). Mas, cuando arrecie la tentacion, decid con la Esposa: Atrdeme en pos de ti y correremos al olor de tus ungüentos (Cant. 1,3). Con esto, la esperanza no os dejarâ en los dias malos, y la prevision no os faltarâ en los buenos; y asi en adversidad como en prosperidad, asi en consolaciôn como en desolaciôn, conservaréis una como imagen de la eternidad, es decir, la igualdad de ânimo y constancia invencible e inviolable en cualquier infortunio, bendiciendo a Dios en todo tiempo y permaneciendo, por decirlo asi, en un estado siempre inmutable en medio de los sucesos imprevistos y de los desmayos inevitables en esta vida incons­ tante, comcnzando a renovaros y a recobrar vuestra anti­ gua semejanza con Dios, en quien no cabe mudanza ni som­ bra de variaciôn (lac. 1,17); pues viviréis en esto a la manera de Dios, sin abatiros en la adversidad ni mostraros disolutos en la prosperidad”. 2. Hace que todo nos sirva para el bien “Esto es, repito, en lo que el hombre, esa criatura tan noble hecha a imagen y semejanza de Dios, que lo creô, demuestra estar proximo a recobrar la dignidad de la glo­ ria antigua, cuando juzga indigno de él conformarse a este siglo en continuo fluir, prefiriendo, segûn el consejo de San Pablo, recuperar por medio de la renovaciôn de su Espiri­ tu (Rom. 12,2) el estado en que fué criado al principio; obli­ gando asi, como es razôn, a este mundo, criado para él, a cambiar de rumbo y a conformarse con él de una manera admirable, haciendo que-todas las cosas contribuyan y conspiren a su bien; de forma que, en algûn modo, ellas cobran la forma que les es propia y natural y desechan la que les es extraüa, reconociendo a su Senor, a quien estaban obligadas a obedecer en el orden de su primera creaciôn”... C) a) Lo que encontramos en Cristo Pos: MM ÎE3I0S LOS BIENES ESPIRITUALES Y TEMPORALES “Mas no se imaginen los ricos dei siglo que los herma­ nos de Jesucristo tienen solo derecho a poseer los bienes celestiales, diciendo el mismo Cristo: Bienaventurados los po- SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 239 bres de espiritu, porque de elios es el reino de los cielos (Mt. 5,3) ; no se imaginen, repito, que los hermanos de Cris­ to no alcanzarân otra posesiôn que la de los bienes celestiales, ya que, al parecer, sôlo éstos se les prometen; sepan que poseerân también los de la tierra; mas esto sera como quienes, no teniendo nada, lo poseen todo; no mendigando como misérables, sino poseyendo como duefios y propietarios, y siendo tanto mâs duenos y propietarios de los bienes terrenos cuanto mâs desprendidos estân de elios, segun aque11a palabra que dice que todo el mundo es como un tesoro para el hombre fiel. Digo todo el mundo, porque asi adver­ sidad como prosperidad y todo lo demâs cooperan a su bien”. b) El hombre avaro y el hombre fiel “El avaro, como el mendigo, hambrea bienes terrenos, mientras que el hombre fiel los menosprecia como senor. Aquél, poseyéndolos, mendiga; este, menospreciândolos, po­ sée. Preguntad a cualquiera de esos que suspiran tras de los bienes temporales lo que piensa acerca de aquellos que, vendiendo sus bienes y dando su precio a los pobres, adquieren el reino de los cielos por un bien vil y despreciable; preguntadle si, a su parecer, obra prudentemente. Os res­ ponded, sin duda, que si. Preguntadle todavia por qué no practica lo que en otros aprueba. No puedo, os dirâ. Y 4 por qué no puede? Sin duda por la àvaricia, duena de su cora­ zôn, que no se lo permite”... c) El avaro estâ esclavizado "Los bienes que créé poseer no son suyos, pues ni a si mismo se pertenece. Si fuesen verdaderamente suyos, procuraria aumentarlos mediante un trueque de los bienes de la tierra con los del cielo. Si no lo puedes hacer, confiesa que no eres dueno, sino esclavo de tu plata; que eres tan solo custodio de ella, no el poseedor. En resumidas cuentas, vives a merced de tu boisa, como el esclavo de su ama; y asi como él se ve forzado a alegrarse o entristecerse con ella, tù también, a medida que tus riquezas aumentan, te ensoberbeces y te abates a medida que merman; pues cuando ellas se agotan, te abate la tristeza, y cuando aumentan, tu corazôn se dilata con la alegria, o mâs bien, inflado con la soberbia. Ved ahi el estado dei avaro”. SECCION II . TEO LOGOS I. SANTO TOMAS DE AQUINO El bautismo Pnede parecer extrario a primera vista la inclusiôn de las ideas de Sanio Tomâs acerca del bautismo en este domingo. La lectura de la epistola facilita la explicaciôn. San l’ablo expone en la epistola de hoy la doctrina acerca del eiecto del bautismo. En la Sutna Tcolôgica enconlramos una explicaciôn de la doctrina paulina. Omitimos, por considerarlas menos propias, algunas cuestiones de carâcter mas bien disciplinar. Nos limitamos a lo mâs ùtil para la instrucciôn de los fieles. A) La naturaleza del bautismo a) Necesidad del bautismo Έ1 bautismo es el mâs importante de los sacramentos 'Ί > “El bautismo, por ser de la mayor necesidad, es el mâs excelente de los sacramentos” (3 q.65 a.3 ad 4). “Los hombres estân obligados a aquello sin lo cual no pueden conseguir la salvaciôn. Es évidente que nadie puede conseguir la salvaciôn sino por medio de Cristo, por lo cual dice el Apôstol (Rom. 5,18) : Como por la transgresion de uno solo llego la condenacion a todos, asi también por la justicia de uno solo llega a todos la justification de la vida. Y el bautismo se otorga para que el regenerado por él sea incorporado a Cristo y sea hecho miembro de este; por lo cual se dice (Gal. 3,27) : Cuantos en Cristo habéis sido bautizados os habéis vestido de Cristo. Luego es évidente que todos estân obligados al bautismo, y sin él no puede haber salud para los hombres” (3 q.68 a.l c). “Los hombres nunca pudieron salvarse, aun antes de la venida de Cristo, si no era haciéndose miembros de Cristo; porque, como se dice (Act. 4,12), ningùn otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos. Pero antes de la venida de Cristo los SEC. 4. 241 TEpLOGOS. SANTO TOMÂS hombres eran incorporados a Cristo por la fe en su futura venida; senal de ésta era la circuncisiôn; por eso, aunque el sacramento mismo del bautismo no siempre ha sido necesario para la salud, sin embargo, la fe, de la que es sacra­ mento el bautismo, siempre fué necesaria” (ibid., ad 1). b) Nombres del bautismo segûn sus efectos 1. Sello: “San Juan Damasceno definiô el bautismo no por sus efectos exteriores, sino por los interiores, en los cuales désigné los efectos pertenecientes al carâcter, esto es, el sello y la custodia, ya que el mismo carâcter, denominado también sello, cuanto estâ de su parte, conserva al aima en el bien” (3 q.66 a.l ad 1). 2. Regeneration: “Consiste ésta en que el hombre comienza la vida nueva de la justicia” (ibid.). 3. Rumination: “Pertenece ésta especialmente a la fe. por la que recibe el hombre la vida espiritual, segûn aquello (Hab. 2,4): El justo vive de la je” (ibid.). 4. Sacramento de fe: “El bautismo es cierta protestacién de fe, por la cual se dice sacramento de fe” (ibid.). c) El ritd bautismal représenta la muerte de Cristo 1. “Por el bautismo, el hombre es conformado a la pa­ siôn y resurrecciôn de Cristo, en cuanto que mata al pecado y comienza la nueva vida de la justicia” (3 q.66 a.2 c). 2. “En la inmersiôn estâ representada la sepultura de Cristo, y, por tanto, este modo de bautizar es el mâs comûn y mâs loable. Pero también en otros modos de bautizar estâ representado en cierta manera, aunque no tan expresamente; porque, de cualquier modo que se haga la abluciôn, el cuerpo del hombre o alguna de sus partes son cubiertos por el agua, asi como el cuerpo de Cristo fué sepultado bajo la tierra” (3 q.66 a.7 ad 2). 3. “Como dice el Crisôstomo (cf. Horn. 25: PG 59,151), “al sumergir las cabezas en el agua como en un sepulcro, es sepultado el hombre viejo, y, una vez sumergido, queda ocultado en el fondo; y a continuaciôn reaparece el nuevo (3 q.66 a.3 c). d) 1. SlMBOLISMO DE ALGUNAS CEREMONIAS La unciôn de la cabeza “Es signado el bautizado con el crisma en el vértice de la cabeza por el sacerdote..., a fin de que se signifique con ello la venida del Espiritu Santo para consagrar a Dios una mo 242 SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANTS. O.° L)ESP. PENT. rada. Asi lo explica Rabano Mauro (cf. De instit. cleric I 30: PL 107,314)” (3 q.72 a.ll ad 3). 2. La insallvaclôn “La sal que se pone en la boca y la saliva que se aplica en la nariz y oidos significan la recepciôn de la doctrina en cuanto a los oidos, y la aprobaciôn respecto de la nariz, y la confesiôn en cuanto a la boca. La unciôn con el aceite significa la aptitud del hombre para combatir contra los demonios” (3 q.71 a.2 c). 8. La vestidura blanca “La entrega de la veste blanca nada produce, sino que solamente significa la novedad de la vida” (3 q.71 a.3 ad 4). e) La eficacia del bautismo dimana de la pasiôn y muerte del Senor “El bautismo de agua recibe su eficacia de la pasiôn de Cristo, al que se asemeja uno por el bautismo; ademâs, como de causa primera la recibe también del Espiritu San­ to. Mas, aunque el efecto dependa de la causa primera, esta, sin embargo, sobreexcede al efecto y no depende de él. Y por eso, ademâs del bautismo de agua, puede una persona conseguir el efecto del sacramento por la pasiôn de Cristo, en cuanto que uno se puede asemejar a Cristo padeciendo por Cristo. Por lo cual se dice: Estos son los que v-ienen de la gran tribulaciôn, y lavaron sus tunicas y las blanquearon en la sangre del Cordero (Apoc. 7,14). Por esta misma razôn puede alguno conseguir por virtud del Espiritu Santo el efecto del bautismo, no solamente sin el bautismo de agua, sino también sin el bautismo de san­ gre, esto es, en cuanto que el corazôn de uno es movido por el Espiritu Santo a creer y amar a Dios y a arrepentirse de los pecados” (3 q.66 a.11 c). B) Los efectos del bautismo a) Primer Mi efecto: la vida espiritual El bautismo es una regeneraciôn “El bautismo es una regeneraciôn espiritual, es decir, que muere uno a la antigua vida y comienza a tener vida nueva. Por lo cual se dice: Quien no naciere del agua y del Espiritu, no puede entrar en el reino de los cielos (Io. 3,5) (3 q.66 a.9 c). sec. 4. teôeogos. santo tomAs 243 2. Conftrlendo la gracia y las virtudes “El bautismo sirve para que los bautizados sean incorporados a Cristo como miembros suyos. Ahora bien, la plenitud de la gracia y de la virtud dimanan de Cristo, que es la cabeza de todos sus miembros segùn aquello: De au plenitud hemos recibido todos (lo. 1,16). Luego es évidente que por el bautismo se consiguen la gracia y las virtudes” (3 q.69 a.4 c). · 3. Iluminando, ademâs, lu verdad y dando fecundidad para el bien obrar “Por el bautismo es regenerado el hombre a la vida espiritual, que es propia de los fieles Cristianos, como dice el Apôstol: Aunque al présente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios (Gai. 2,20). La vida no es propia sino de los miembros unidos a la cabeza, de la cual reciben la sensaciôn y el movimiento. Y por esto es necesario que por el bautis­ mo se incorpore el hombre a Cristo, como miembro suyo; pues asi como de la cabeza natural se deriva a los miem­ bros el sentido y el movimiento, asi de la cabeza espiritual, que es Cristo, se deriva a sus miembros el sentido espiritual, que consiste en el conocimiento de la verdad, y el movi­ miento espiritual, que proviene del influjo de la gracia. Por lo cual se dice: Le hemos visto lleno de gracia y de verdad (lo. 1,41); y de su plenitud recibimos todos (ibid., 15). De lo cual se sigue que los bautizados son iluminados por Cristo acerca del conocimiento de la verdad y fecundados por él, con la fecundidad de las buenas obras, por la infusion de la gracia” (3 q.69 a.5 c). “Dios ilumina interiormente a los bautizados preparando el corazôn de éstos para recibir la doctrina de la verdad, segùn aquello: Esta escrito en los profetas: Y serân todos enseüados de Dios (lo. 6,45)” (ibid., ad 2). “Se pone entre los efectos del bautismo la fecundidad por la cual el hombre produce buenas obras, no la fecundidad por la que uno engendra a otros” (ibid., ad 3). b) Segundo efecto: borra los pecados 1 cuanto a la culpa “Como dice el Apôstol, cuantos hemos sido bautizados en Jesucristo fuimos bautizados para participer en su muerte (Rom. 6,3). Y después termina: Asi, pues, haced cuenta de que estais muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesûs (ibid., 11). De lo cual se deduce que por el bau­ tismo muere el hombre para el antiguo pecado y comienza a vivir a la novedad de la gracia. Mas, como todo pecado L lihi 244 • · ; SEGUNDA MULTIPLÏC DE LOS PANES. 0.° DESP. PENT. pertenece a la primitiva vejez, siguese que todo pecado queda borrado por el bautismo” (3 q.69 a.l c). “El pecado de Adân no puede tanto cuanto puede el don de Cristo, que es percibido en el bautismo: Pues por el pe­ cado de uno solo vino el juicio para condenacion, mas el don, después de muchas transgresiones, acabô en la justificaciôn (Rom. 5,15). Por lo cual dice también San Agustin (cf. De peccat, remiss, et bapt. parv., I 15: PL 44,120): “Por la generation carnal solo se contrae el pecado origi­ nal, mientras que por la regeneration del Espiritu Santo se alcanza no solo la remisiôn del pecado original, sino también el perdôn de los voluntarios” (ibid., ad 1). "El bautismo obra en virtud de la pasiôn de Cristo, que es la medicina universal de todos los pecados; y asi por el bautismo se borran todos ellos” (ibid., ad 3). 2. En cuanto a la pena “Por el bautismo queda incorporado el hombre a la pa­ siôn y muerte de Cristo, segûn aquello: Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con El (Rom. 6,8). Por lo cual es évidente que a todo bautizado se le comunica para remedio la pasiôn de Cristo, como si él mismo hubiese suftido y muerto. Mas la pasiôn de Cristo es suficiente satis­ faction por todos los pecados de todos los hombres, y por eso aquel que es bautizado se libra del reato de toda la pena que le era debida por los pecados, como si él mismo satisfaciera suficientemente por todos sus pecados” (3 q.69 a.2 c). “El agua no solo lava, sino también refrigera, y, por tanto, su frescura significa la remisiôn del reato de la pena, asi como la ablution significa la purification de la culpa” (ibid., ad 2). 8. No qui ta, en cambio, las penalidades de esta vida “La pena del pecado es doble, la pena eterna y la pena temporal. Cristo borrô completamente la eterna, de modo que no la experimenten los bautizados y los verdaderamente arrepentidos; pero la temporal no la quitô todavia por com­ pleto, pues subsiste el hambre, la sed, la muerte y otras desgracias semejantes; pero destruyô su reino y su dominio, para que el hombre no las tema; y las exterminarâ por com­ pleto en los ûltimos tiempos” (3 q.68 a.3 ad 2). “El bautismo tiene la virtud de quitar las penalidades de la présente vida; mas no las qui ta en este mundo, sino que serân quitadas por su virtud a los justos en la resu­ rrection, cuando este ser corruptible se revista de incorrup* tibilidad (1 Cor. 15,54)” (ibid., c). “El pecado original se ha extendido, de modo que pri- SEC. 4. TliOLOGOS. SANTO TOMÂS 245 meramente la persona inficionô a la naturaleza y después ésta inficionô a la persona. Cristo, empero, en orden inver­ so, reparô primero lo que pertenece a la persona y después repararâ en todos simultâneamente lo que pertenece a la naturaleza. He aqui por qué el bautismo libra inmediatamente al hombre del pecado original y de la pena que con­ siste en la carencia de la visiôn divina, cosas que se refieren a la persona. Pero las penalidades de la présenté vida (como la muerte, el hambre, la sed y otras semejantes) se refieren a la naturaleza, por cuyos principios son causadas, por hallarse la naturaleza destituida de la justicia ori­ ginal. Y, por consiguiente, estos defectos no serân destruidos sino en la ùltima reparaciôn de la naturaleza por la re­ surrection gloriosa” (ibid., ad 3). 4. Conviene que el hombre sufra Las penalidades de la tierra 1. ° “Es razonable esta conveniencia, ya que por el bau­ tismo queda incorporado el hombre a Cristo y se hace miembro suyo. Por eso es conveniente que lo que ha sido hecho en la cabeza se haga también en el miembro incorporado. Cristo fué lleno de gracia y de verdad desde el principio de su conception; tuvo, sin embargo, un cuerpo pasible, que resucitô después de su pasiôn y muerte a la vida gloriosa. Por consiguiente, también el cristiano consigue en el bau­ tismo la gracia en cuanto al aima; tiene, empero, un cuerpo pasible, en el que puede sufrir por Cristo; pero este cuer­ po resucitarâ después a la vida impasible” (3 q.69 a.3 c). 2. ° “Es conveniente también a causa del ejercicio espiritual, es decir, a fin de que el hombre, combatiendo con­ tra la concupiscentia y las otras pasiones, reciba la corona de la victoria. Por lo que sobre estas palabras: Para que fuera destruîdo el cuerpo del pecado (Rom. 6,6), dice la Glo­ sa (cf. Lombardo: PL 191,1404; San Agustîn, De pecca­ tor. merit, et remiss., I 39: PL 44,150): “Si viviese el hom­ bre después del bautismo, tiene en su carne la concupis­ centia, contra la cual combate y a la cual vence con el au­ xilio de Dios” (ibid.). c) Tercer efecto: disminuye, pero no mata LA CONCUPISCENCIA “La dificultad para el bien y la inclinaciôn al mal se encuentran en los bautizados, no por falta dei hâbito de las virtudes, sino a causa de la concupiscenda, que no se quita en el bautismo. No obstante, asi como por el bautismo se disminuye la concupiscenda para que no domine, asi tam- ÎF 246 SEGVNDK MULTIPUC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. bién se disminuyen estas dos malas disposiciones para que el hombre no sea vencido por ella” (3 q.69 a.4 ad 3). “Nada impide que, remitida la culpa, queden las dispo­ siciones causadas por los actos precedentes, que se denominan reliquias del pecado. Permanecen, sin embargo, debilitadas y disminuidas, de tal modo que no dominen al hom­ bre. Y esto mâs bien a manera de disposiciones que a manera de hâbitos, de modo parecido a como queda también el “fomes” de la concupiscencia después del bautismo” (3 q.86 a.5 c). d) CüARTO EFECTO: ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO “Abrir la puerta del reino celestial es remover el obstâculo por el cual el hombre es impedido de entrar en el reino eterno. Este impedimento es la culpa y reato de la pena. Por el bautismo se destruye toda la culpa y todo el reato de la pena. Luego siguese de ello que el efecto del bau­ tismo es la apertura del reino celestial" (3 q.69 a.7 c). “El bautizado no esta sujeto a la muerte y penalidades de la présente vida por el reato de la persona, sino a causa del estado de naturaleza (segùn se ha dicho antes); y por eso no se le impide la entrada en el reino celestial cuando el aima es separada del cuerpo por la muerte, por haber ya pagado lo que se debia a la naturaleza” (ibid., ad 3). “Cuando la pasiôn de Cristo no se habia realmente consumado, sino que estaba en la fe de los creyentes, el bau­ tismo causaba proporcionalmcnte la apertura de la puerta, esto es, no en la realidad, sino en esperanza; pues los bautizados que entonces morian aguardaban con esperanza cierta su entrada en el reino celestial” (ibid., ad 2). Π. SAN BUENAVENTURA El banqueté de la Sagrada Escritura (Vdanse Colaciones sobre el Hexaemeron, XVII y XVÏÏI : BAC Obras complétas [Madrid 1947] t.3 p.493 ss.) A) Introducciôn La Escritura es alimento espiritual del hombre, mas para ello debe ser convenientemente explicada, porque, “como dice el Apôstol, eZ labrador, para recibir I03 frutos, SEC. 4· TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA 247 es menester que trabaje primera (2 Tim. 2,6); porque es menester que el predicador se empape primero y endulce en si mismo y proponga después a los otros. Muchos, con todo, quieren ser tenidos como profetas y ser oidos como profetas; y su pan o alimento es insipido y mal cocido y frio, y entretienen al pueblo y le aprovechan poco” (cf. Col. XVII 2). B) La Sagrada Escritura, refecciôn del entendimiento a) ES NECESARlA ^ablemos de la refecciôn del entendimiento. Como el cuerpo sin alimento pierde fuerza, hermosura y salud, asi el aima sin el conocimiento de la verdad se entenebrece y se torna enferma, deforme e inestable en todo; conviene, pues, que se alimente. De aqui nace que la mente vagabun­ da, careciendo de alimento, corre de acâ para alla y es in­ estable” (cf. o.c., 6). “En la Escritura se hallan no uno, sino muchos objetos de deleite espiritual; y de esta suerte no saldremos del huerto del paraiso, sino que esta el aima como cultivando y guardando y se hace de aquélla un pequeüo y delicioso huerto en el interior (cf. Gen. 2,15). En sola esta ciencia hay deleite, no en las demâs. El filôsofo asegura que causa mucho deleite el conocer que el diâmetro es asimétrico con la circunferencia; para él quede este deleite si de hecho acierta a saborearlo” (cf. o.c., 7). b) Ofrece espectâculos interiores “Ilustra la Escritura por sus renuevos de dentro por es­ pectâculos interiores; pues propone nobles espectâculos es­ pirituales, como son de manera especial los fundamentos de la fe” (cf. o.c., 9). 3 LO S EXTERIORES “De fliera (ilustra la Escritura), por los ejemplos visi­ bles, de los cuales esta llena. Si quieres ejemplo de paciencia, mira a Job y a Tobias; si de magnanimidad, mira a Da­ vid luchando contra Goliat y a Judas Macabeo; si ejemplo de fe, a Abrahân y a la gloriosa Virgen, cuya fe sobrepuja a la fe de Abrahân. Porque Abrahân creyô que podia tener hijo de una anciana estéril, pero Maria creyô que la virgcn concebiria del Espiritu Santo, ya que no hubiera concebido 24S SEGUNDA MULFIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. si no hubiese creido (cf. Lc. 1,26 ss.). Si ejemplo de ca­ ridad, tienes a Moisés, que di jo: O perdônales esta culpa o borrame del libro tuyo que tienes escrito (Ex. 32,32). Si ejemplo de misericordia, lees en el Eclesiâstico: Aqueilos fueron varones misericordiosos cuyas obras de piedad no han caido en el olvido (Eccli. 44,10). Si de justicia, de fortaleza, de prudencia, de pureza, te propone ejemplos de toda virtud honesta. Como la virtud se traduce en obras con­ cretas, no basta una norma directiva interior si no hay ejem­ plos concretos; por eso la Escritura propone ambas cosas. Contra la ira diô la norma: La respuesta suave quebranta la ira (Prov. 15,1). Considera el ejemlo de Abigail, que quebrantô la ira de David” (ibid.). d) Promesas de cielo “Asimismo, ilustra de arriba por las promesas divinas; pues la Escritura ensena lo que hay arriba. Por donde dice el Apôstol: Sabemos que, si esta casa terrestre en que habitamos viene a destruirse, nos dard Dios en el cielo otra casa no hecha de mono de hombre y que durard eternamente (2 Cor. 5,1)” (cf. o.c., 10). e) Tormentos de infier no “Hustra también de abajo, proponiendo los tormentos del infierno. Dice el Salmo: Lloverd lazos sobre los pecadores; el fuego y el azufre y el viento tempestuoso son el cdliz que les tocard (Ps. 10,7)” (cf. o.c., 11). f) r.-< i Preceptos que dirigen “Es necesario llevar la luz delante de si. El mandamiento es a manera de antorcha, y la ley, como una luz (Prov. 2, 23); ésta dirige al cielo, por lo que se ha dicho: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos (Mt. 19,17), a los cuales se anaden los consejos; aquéllos nos propone la Escritura en todas partes. Asi, en el Salmo: Bienaventurados los que proceden sin manciUi (Ps. 118,1); y: Dadme, ;oh Senor!, por norma el camino de tus justîsimos mandamientos, etc. (ibid., 33); en todos los versos se hace mcnciôn de los mandamientos con el nombre de ley, o de tes­ timonio, o de palabra, o de algûn otro nombre équivalente” (cf. o.c 12). SEC. 4. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA 249 JUICIOS RIGUROSOS g) Hustra, ademâs..., por los rigurosos juicios. Porque siem­ pre hizo Dios rigurosos juicios de las transgresiones de los mandamientos, como en Lucifer, en Adân, en su mujer, en Caïn, en los lujuriosos, sobre los cuales vino el diluvio; en lus soberbios, que edificaron la torre; en los cananeos, en Israel. Igualmente el Nuevo Testamento estâ lleno de jui­ cios. Pero el juicio viene detrâs; el mandamiento, delante. El juicio hace relation al mandamiento; si quebrantas éste, se­ ras castigado; si no sigues la luz que -dirige, te herirâ la espada” (cf. o.c., 13). h) Consuelos severos ‘Hustra también... con los severos consuelos. Y no sin razôn se dicen severos los consuelos y benignos los castigos, porque los consuelos son peligrosos. Mira a Adân, a Saùl, a Salomon, a Jeroboân el idolâtra y al primer ângel, para quienes los consuelos temporales y las excelencias fueron oca­ siôn de ruina” (cf. o.c., 14). i) Castigos benignos “Ademâs, ilustra... con los benignos castigos. Asi permitiô el Senor que el justisimo Abel fuese muerto... Lo mismo se observa en Abrahân, Isaac y Jacob, que tuvieron que irse por tierras extradas; y en José, quien no hubiese sido exaltado de no haber precedido la venta, la cârcel y la humiliation. Mira como fué humillado Moisés, escogido de Dios para ponerle al frente de todo el mundo; empleâbase en apacentar las ovejas de cierto sacerdote por cuarenta anos (cf. Ex. 3,1). De igual manera, David, mientras sufriô tribulation, fué muy bueno y llegô también al reino por las tribulationes; después, en cambio, puesto en prosperidad, cometiô muchos pecados (cf. 1 Reg. 16 ss.). Tal fué también la suerte de Cristo y de los apôstoles. Asi dice también San Pablo (Hebr. 11,37): Fueron apedreados, aserrudos, puestos a prueba, muertos a filo de espada" nem (1 Cor. 15,20) (Pio XJI, A los pàrrocos y cuaresmeros de Roina, 17 de febrero de 1942). I : η Μ d) La SANTIDAD PERFECTA PIDE UNA CONTINUA COMUNICACIÔN DEL ALMA CON DlOS POR MEDIO DE LA ORACIÔN cLa santidad perfecta pide, ademâs, una continua comunicaciôn con Dios. Ahora bien, para que esta comunicaciôn del aima sacer­ dotal con Dios no se interrumpa con el correr de los dias y las ho­ ras, la Igdesia ha obligado a los sacerdotes a recitar el Oficio divino, con lo que ha seguido fielmente el precepto dei Redentor divino : Es précisa orar en todo tiempo y no desfallecer (Le. ιδ,ι). Y asi como ella no cesa jamâs de orar, asi desea ardientemente que sus hijos nunca dejen la oraciôn, repitiendo la palabra del Apôstol (Hebr. 13J15) : Por El ofrezeamos de continuo a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de los labios que bendicen su nombre* (Pio XII, Menti nostrae, 23 de septembre de 1950). e) Para la adquisiciôn de la santidad nos encontramos CON DIFICULTADES DE ORDEN EXTERNO E INTERNO «Urgimos a que todos pongan su mayor esfuerzo y empefio para la adquisiciôn de la virtud y santidad (cf. Bula de indicciôn del Jubileo universal: AAS 41,257). Ahora bien, ^cuâles son los obstâculos que se oponen a esta excelsa obra ? iCuâles son los auxilios que por su naturaleza la favorecen ? Tanto se ha hablado de los impedimentos, que parece no séria diffeil hacer un catâlogo y enumeraciôn de ellos. Los hay que proceden deil interior y los hay que proceden del exterior. Del interior proceden los movimientos turbios dei espiritu humano, el orgullo. el placer, la huida y evitaciôn del dolor y él trabajo ; del exterior, les perversas solicitaciones de los demonios, los atractivos y fascinaciones sucias dei mundo y, en mayor grado afin, los errores propalados en estos tiempos, que llegan hasta la abierta profesiôn del ateismo, por no hablar de aquellas instituciones que no temen, in­ cluso por la fnerza y la coacciôn, imbnir a la ninez doctrinas errôn»as. Y estos impedimentos no dejarân de producir su efecto, si no Ί 278 SF.GUNDA MULTI PLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT, existe, o es inedecuado un fundamento que deberia ser estable y firme» (Pio XII, Al Congreso Catequistico International, 14 de octubre de 1950). f) El PRIMER MEDIO DE SANTIDAD Y PERFECCIÔN ES SABER CÔMO SOPORTAR LA VIDA CON DÔCIL RESIGNACIÔN EN LAS PRE­ SENTES CIRCUNSTANCIAS «i Saber cômo soportar la vida! Esc es la primera penitencia de todo cristiano, la condiciôn primordial y el primer medio de santidad y de perfecciôn. Con la dôcil resignaciôn propia de quien créé en un Dios justo y bueno y en Nuestro Senor Jesucristo, maestro y guia de los corazones, abrazad con volor la cruz de cada dia, a menudo pesada, que al Jlevarla con Jesûs se torna mâs ligera. Pero las condiciones particularmente graves de la hora présente impelen a los Cristianos, con mayor fuerza que nunca, a completar en si mismos lo que afin falta en los sufrimientos dp Cristo (Col. 1,24), no sôlo con el deseo de ofrecer mayor reparaciôn por la iniquidad que se comete y de dar mâs de un signo y una prueba seguros de la sinceridad de su retorno, sino también de contribuir a la salvaciôn de todos los redimidos» (Pio XII, A los fieles de Roma y del mnndo, 24 de marzo de 1950). g) Conformando nuestra vida con la de Cristo, goza- REMOS DE PAZ CELESTIAL EN MEDIO DE LAS INTENSAS TRISTEZAS DE HOY «Si, en verdad, conformâmes nuestra vida con esta manera de obrar, que, como acabamos de ver, con tanta claridad y entusiasmo nos describe el Apôstol de las Gentes (cf. Rom. 6,4 ; Tit. 2,12 ; Col. 3,9-10; 2 Cor. 5,15), estas fiestas pescuoles herân que cada uno de nosotros, con incesante labor, copie la viva imagen de Jesucristo en si mismo y en sus costumbres ; y asi, en medio de las borrascas y tempestades que tan horrendamente sacuden al mnndo actualmente y de las diversas tristezas que tan intensamente aquejan hoy la vida de los hombres en el mundo entero, gocemos de paz celestial, nos reanimemos con la esperenza de '.os bienes inmortales y nos sintamos llenos de celestiales consnelos. Pues si con El somos muertos, con El también viviremos; si con El sufrimos, con El reinaremos (2 Tim. 2,11). Si con El padecemos, también con El seremos glori/icados (cf. Rom. R. 17)» iPfo ΧΠ. Homilia pascual, 24 de marzo de 1940). h) En medio de las cuales, la ûnica esperanza de FELI­ CIDAD PARA LA HUMANIDAD ES LA RENOVACIÔN ESPIRITUAL en Cristo «Es necesaria (la renovaciôn espiritual en Cristo) no sôlo para la vida privada y felicidad particular de los individuos, sino también para la suprema felicidad de Y ello, sobre todo. x " toda --------la humanidad. ------en las actuales circunstancias, cuando contemplâmes panoramas tan tristes y aun los tememos mâs horrendos en lo futuro. Bien sabéis, SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 279 pues, en qué tiempos nos ha tocado vivir. Triturada yace la paz de îos pueblos ; los tratados, confirmados solemnemente por inutua promesa, câmbianse a veces y hasla son plenamente quebrados por una sola parte, sin intentar previos acuerdos o transacciones ; enmudecen las voces del amor fraterno y de todas sus relaciones... Ante tantos y tan grandes males que crecen sin césar, Jqué esperanza puede ya quedar sino sôlo aquella que nace del mismo Cris­ to, de su inspiraciôu y de su doctrina, que pueda influir saludablemente en las venas de la misma sociedad? Sôlo Cristo puede, con su ley y su gracia, renovar y restaurar las costumbres, asi privadas como pùblicas ; restablecer el justo equilibrio entre los derechos y los deberes, moderar el desmesurado afân de riquezas, refrenar la ambiciôn, realizar y perfeccionar la estricta justicia por medio de su caridad doquier difundida» (Pio XII, ibid.). B) a) «Tengo compasiôn de la muchedumbre». Miseri­ cordia con el pueblo (Mc. 8,2) como Vicario de Cristo, exper: •λιζη aquel “Misereor super turbam” del Maestro El Papa, «Habéis venido a Nos como al Vicario que experimenta en si, perpetuado por inefable participaciôn del poder divino, aquel sentimiento de ternura y de piedad hacia el pueblo que moviô a nuestro Redentor a exclamar un dia : Misereor super turbam (Mc. 8,2) : jTengo compasiôn de este pueblo! Habéis venido a Nos como al Pastor que en vosotros y por encima de vosotros dirige su mirada sobre la porciôn mucho mâs numerosa de la grey que le ha sido confiada por el amor de Dios y que en vuestra adhesiôn y en vues­ tra devociôn ve fielmente representados los sentimientos, los deseos y el amor de tantos hijos suyos lejanos» (Pio XII, A los trabajadores de Italia, 13 de junio de 1943). b) Sobre todo 3MI cuando contempla la gigantesca extensiôn DE LAS NECESIDADES DE MUCHOS «|Cuântas veces hemos tenido que repetir, con el aima destrozada, la exclamaciôn dei divino Maestro : Misereor super turbam: Tengo ccmpasiôn de este pueblo, y cuântas también hubimos de afiadir : Non liabent quod manducent: No tienen qué corner (Mc. 8,2), especialmente mirando a muchas regiones devastadas y desoladas por la guerra ! Jamâs hubo ocasiôn o momento alguno en que no sintiéramos apenados el contraste entre nuestra escasez de medios insuficientes para el socorro y la gigantesca extensiôn de las necesidades de mychos que hasta Nos hacen llegar su voz suplicante y su doloroso gemido, antes desde regiones lejanas, ahora ya aun desde las mâs vecinas. Trente a esa indigencia, que aumenta cada dia, dirigimos Nos al mundo cristiano un insistente grito de paternal invocaciôn de auxilio y de compasiôn : Ecce sto ad ostium et pulso: Ved que esloy a la puerta y doy aldabadas (Apoc. 8,20)» (Pio XII, Radiomensaje de Navidad de 1943, n.30 : Col. Enc., p.446). c) La Iglesia se negarîa a si misma si no sintiera esta MISERICORDIA POR EL PUEBLO «El lema Misereor super turbam es para Nos una sacra consigna, inviolable, poderosa y apremiante en todos los tiempos y en todas las vicisitudes humanas, como era la divisa de Jesûs ; y la Iglesia se negaria a si misma, dejando de ser madré, si se hiciera sorda ante el grito angustioso y filial que todas las clases de la humanidad hacen llegar a sus oidos» (Pio XII, Radiomensaje de Navidad, de 1942. n.3 : Col. Enc., p.420). d) Ante las multitudes de hombres en la miseria y sin FUERZAS, LA IGLESIA HACE BRILLAR LA LUZ DE CRISTO «Efectivamente, cuando sube amenazador, como una marea, el oleaje de las coinpeticiones y de las rivalidades terrenas ; cuando en el ardor de la lucha la efunera uniôn, dictada unicamente por los intereses econômicos y politicos, corre peligro de hacer perder el sentimiento de la verdadera fraternidad cristiana ; cuando las fuerzas de la subversiôn y del ateismo trabajan para conducir, como rebano insensato, las masas, tapândoles, bajo falsas apariencias, la meta adonde las llevan, principalmente en el campo moral y religio­ so, es tanto mâs necesario que desde el elevado faro de la Iglesia se irradie potente la luz de Cristo para iluminar el camino e indicar claramente los limites mâs allâ de los cuales, a uno y otro lado, acechan los escollos y los remolinos para resquebrajar y tragarse la nave. Sin duda, las amargas experiencias de la guerra, las desilusiones de la postguerra, las previsiones de un porvenir tan pobre de esperanzas, colocan a la Iglesia eu el desarrollo de su actividad ante multitudes de hombres, cada vez mâs numerosas, a quienes la mi­ seria ha agotado sus fuerzas, ha disminuido su vigor y enervado las energias de otro tiempo» (Pfo XIL Al Sacro Colegio Cardenalicio, i de junio de 1946). e) MS La Iglesia siempre ha predicado que se tenga mâs CUENTA DEL HOMBRE QUE DE LAS VENTAJAS ECONÔMICAS Y TÉCNICAS i' «La Iglesia nunca ha predicado la revoluciôn social ; pero siempre y en todas partes, desde la epistola de San Pablo a Filemôn hasta las enseûanzas sociales de los papas en los siglos XIX y XX, se ha esforzado tenazmente por conseguir que se tenga mâs cuenta del hombre que de las ventajas econômicas y técnicas, y para que cuantos hacen de su parte lo que pueden vivan una vida cristiana y digna de un ser humano. Por eso, la Iglesia defiende el derecho a la propiedad privada, derecho que ella considera fundamentalmente intangible. Pero también insiste en la necesidad de una distribuciôn justa de la propiedad y denuncia lo que hay de contrario a la naturaleza en una situaciôn social donde, fiente a un pequeiio grupo de privilegiados y riquisimos, hay una enorme masa popular empo- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 281 brecida. Siempre habrâ desigualdades econômicas ; pero todos los que de algùn modo pueden influir en la marcha de la sociedad deben tender siempre a conseguir una situaciôn tal, que permita a cuantos hacen lo que esté en sus manos no sôlo vivir, sino ahorrar. La Iglesia exhorta igualmente a todo aquello que contribuya a que las relaciones entre patronos y obreros sean mâs humanas, mâs cristiunas y estén animadas de mutua confianza. La lucha de closes nunca puede ser un fin social. Las discusiones entre patronos y obre­ ros deben tener como fin principal la concordia y la colaboraciôn» (Pio XII, A los trabajadores espanoles, 11 de marzo de 1951). f) Para lo » cual se requieren hombres que vivan de la FE Y CUMPLAN SU DEBER EN EL ESPÎRITU DE CRISTO «Pero esta obra la pueden llevar a cabo solamente hombres que vivan de la fe y cumplan su deber en el espiritu de Cristo. Nunca fué fâcil la soluciôn de la cuestiôn social, pero las indecibles ca­ tâstrofes de este siglo la han hecho angustiosamente dificil. La reconciliaciôn de las clases, la disposiciôn al sacrificio y al respeto mutuo, la sencillez de la vida, la renuncia al lujo, exigida imperiosamente por la actual situaciôn econômica, todo esto y tantas otras cosas sôlo se pueden obtener con la ayuda de la Providencia y la gracia de Dios. Sed, pues, hombres de oraciôn. Elevad vuestras ma­ nos a Dios para que por su misericordia, y a pesar de todas las dificultades, se realice esa gran labor» (ibid.). g) En las asambleas de gobernantes falta un constante EQUILIBRIO MORAL, PORQUE FALTA LA CLAVE DE LA BÔVEDA, QUE Ml es Cristo «En las asambleas deliberantes, como entre la multitud, jcuântos faltos de un constante equilibrio moral corren y arrastran a los dé­ nias a Ja ventura, entre las tinieblas, por los caminos que conducen a la ruina ! Otros, sintiéndose desorientados y perdidos, buscan ansiosamente, o por lo menos desean vagamente, una luz, un poco de luz, sin saber dônde estâ, sin prestar su asenso a la ûnica verdadera luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (lo. 1,9). Pasan junto a ella a cada momento y no acaban de reconocerla. Pero, aun suponiendo que los miembros de estas asambleas sean compe­ tentes en las cuestiones de orden temporal, politico, econômico y administrativo, muchos de ellos son incomparablemente menos versados en las materias que se refieren al orden religioso, a la doctrina y a la moral cristianas, a la naturaleza, los derechos y a la misiôn de la Iglesia. En el momento en que terminan el edificio caen en la cuenta de que nada viene a p’.omo, porque falta la clave de la bôveda o no estâ en su sitio» (Pfo XIT, Al Patriciado y Nobleza ronianot, 16 de enero de 1946) t I lit ?· 282 C) SEGLNDK MC'LriPLÏC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. «Super turbam». El hombre moderno y las masas a) El hombre de hoy, inclinado hacia el suelo, no tiene TIEMPO PARA ALZARSE A MlRAR AL CIELO, A PENSAR EN LOS INTERESES ETERNOS (cf. Florecillas de San Francisco, c.25 : BAC, Escrltos completos de San Francisco de Asis y biografias de s-u época p.140-143). VI. EL PAN DE LA CARIDAD «El amor de San Luis por Jesucristo, penetrado a fondo por las ensenanzas y consejos del Evangelio» se fijaba en los desdichados como en los représentantes y en los sustitutos aqui abajo del Dios hecho hombre. Por eso no juzgaba haber hecho bastante por ellos con sus limosnas e hizo una costumbre y una alegria el agregar a ellas los actos mâs expresos de servicio personal. Encontreba en esto la preciosa ventaja de satisfacer a la vez el triple ardor de caridad, de humildad y de penitencia. Los dias de fies­ ta—continua Wallon, resnmiendo los relatos contentporâneos—reunfa doscientos pobres en su palacio y les servia él mismo la mesa. Los miércoles, viernes y sâbados de adviento y de cueresma y los miércoles y viernes de toda estaciôn, hacfa llevar très a su habitaciôn o a la pieza vecine y les daba de corner de su mano, sin disgustarse por su suciedad. Si entre este nûmero habia algûn ciego el rey le ponia el pedazo de pan en una mono y le llevaba la otra hasta la escudilla en que estaba su pitanza. Si se tretaba de pescado, le sacaba las espinas, mojaba el pedazo en la salsa y se lo ponia en la boca. Antes de la comida les daba a coda uno doce denarios o mâs, segûn necesitasen ; cuando entre ellos habia una mujer con su hijo, agregaba otra para el nifio. El sâbado to­ rnabo tres de estos pobres, los mâs misérables, los mâs invâlidos, y los llevaba a su guardarropa, en donde se habian dispuesto très cubas llenas de agua y un lienzo ; les lavaba, enjugaba y besaba devotamente sus pies, por deformes que fuesen, gastados como estaban por el frote diario de la tierra ; después, de rodillas, les presentaba el agua para la abluciôn de las manos, les daba cuarento denarios y les besaba las manos. Esto no era todo ; en cualquier época, diariamente, hacfa venir otros trece pobres, y de estos trece elegia tres, los mâs repugnantes, y los hacia sentar en una mesa colocada cerca suvo. Les daba cuarenta denarios v hacia traer très escudillas ; él mismo cuidaba de servirles la sopa ; cortaba las viandas y los pescados que se comian delante suyo y se las enviaba. Ademâs, para confundir mâs nuestra delicadeza, se hacia traer las viandas que quedaban servidas y comia después de ellos. Un oia, entre estos très pobres vino un viejo que casi no podia comer. Le puso por delante la escudilla llena de viandas que le habian llevodo, y después que el viejo comiô cuanto quiso, se la • · · 9 > SEC. 7. M1SCELÀNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 297 hizo traer para guslarlas después de él, honrando a Jesucristo en este pobre viejo y estimando bastante bueno para si lo que aquél habia dejado» id. Marius Sepet, San Luis rey de Francia, trad, de Juan de Castro [ed. Excelsa, Buenos Aires] p.84-85). VII. LA CARIDAD, ESENCIAL EN LA EDUCACION DEL PUEBLO iNunca pudo concebir un maestro sin amor o caridad ; por esto escribiô : «Para educar, lo primero es amar ; por lo cual el mandamiento de la ley de Dios y del prôjimo debe ser el primer precepto y la primera mâxima de educaciôn humana y crisLiana ; quien no ame a Dios, que no se meta a educar ; quien no ame a los ninos, que no se haga maestro ; quien no ame la profesiôn, que no se encargue de ninguna escuela, pues para educar se necesita amar a Dios prôjimo». Viviô pobre, porque su caridad le obligaba a darlo todo. Anduvo apurado muchas veces, porque lo que ganaba era poco para atender a tantas necesidades. —Don Andrés—le decian muchas veces las madrés—, que mis ninos no tienen hoy qué corner. —Pues a la cocina, y que coman de la olla grande ; Dios nos ayudarâ. —Don Andrés, que mi estudiante no puede comprar los libros ni abonar las matriculas. —No se apure usted ; su nifio es una esperanza, y siguiendo asi, nada le faltarâ. Le ayudaremos y tendrâ ilibros, matriculas y cuanto necesite. —Don Andrés, que mi marido no trabaja y no tenemos naica que echarnos a la boca. —i Vâlgame Dios ! Reciba esta pequena limosna, y procuraré recomendar a su esposo para que gane el jornal ; pero sean ustedes buenos, que ésa es la mejor de las riquezas. Comprô setenta y tantes cuevas para adjudicarlas a pobres de cristiana conducta, ademâs de socorrerlos en determinados dias del ano, y todo ello de balde o casi de balde. No podia vivir sin dar algo ; sus bolsillos eran a modo de un almacén en pequeûo : estampitas, avellanas, nueces, caramelos o almendras para los ninos ; bonos de pan o de la cocina econômica para los pobres ; monedas para los de mâs rango (o de mayor vergüenza) ; tarjetas de recomendaciôn para buscar con ellas ocupaciôn o trabajo, etc., etc. El objeto era ejercer la caridad y que no pasara un solo dia sin hacer algo por los pobres. Ya en cama, y no pudiendo hacer la caridad por si mismo, ordenaba a sus familiares y les decia : —Entregad esta cantidad a la familia X, pues muriô el esposo y se llevô la Have de la despensa. Y tal otra para X, como recompensa y premio de sus servicios y trabajos. Y esto para que en el dia de mi entierro tengan pan todoe los uiâos y pobres del camipp. ■· h II 298 SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. Y tanto para que digâis misas por mi aima. Y... —Es que ya no hay que dar—deciale el tesorero. —Busca y rebusca por ahi, a ver si queda algo. Eleemosyna oppe­ rit multitudinem peccatorum meorum. Para Andrés, el ejercitar la caridad con los pobres era una verdadera obsesiôn. Lo diô tooo, en tal forma que hubo que enterrarle de limosna. Dichoso él, que se abrazô con la pobreza y fué a los pobres para con ellos escaiar el cielo» (cf. l'ida de D. Andrés Manjôn, jundador de las Escuetas del Ave Maria [ed. Patronato de las Escuelas del Ave Maria Madrid 1946] p.372-374). Vin. “SENOR, NO TENEMOS QUE COMER” p.597). El Ritual Romano considera esta prâctica como nor­ mal cuando dice: «La comuniôn del pueblo debe hacerse inmediatamente después de la dei sacerdote (a no ser que alguna vez por causa razonable haya que hacerla inmediatamente antes o después de la misa privada), puesto que las oraciones que en la misa si­ guen a la comuniôn no solamente se refieren al sacer­ dote, sino también a las otros fieles» (tit.4 c.2 n.u). b) Pio XII, en la «Mediator Dei», dice que: 1. «Son de alebar aquellos que comulgan dentro de la misa y con hostias consagradas en ella, pero que no faltan causas ni son raras las ocasiones en que pueden hacerlo antes o después de la misa». 2. Sin embargo, anade : «Si la Iglesia, con mater­ nai condescendencia, se esfuerza en salir al encuentro de las necesidades espirituales de sus hi­ jos, éstos, por su parte, no deben desdenar aquello que aconseja la sagrada liturgia, v, siempre que no haya un motivo plausible para lo contra­ rio, deben hacer todo aquello que mâs claramente manifiesta en el altar la unidad mistica del Cuer­ po de Cristo» (cf. Mediator Dei, 148-151). a) Es cierto que todos participan en el sacrificio de Cristo. a) b) Pero no es menas cierto que la circunstancia de co­ mulgar dentro de la misa ayuda a la disposiciôn interior de la propia înmolaciôn, tan eficaz para cl me­ jor aprovechamiento en cl fruto del altar. Citant os oyen la santa misa, en efecto. deben otrecerse «con espiritu de humildad y corazôn contrito» v poner su trabajo, sufrimientos, corazôn y vida juntamente con los dones de pan y vino, materia del sacrificio. •-2 SEGUNDX MULtlPl.IC. DE LOS PANES. 0.° DESP. PENT. 1. Cuando por la consagraciôn estos dones se conviertan en el cuerpo y sangre del Senor, serân trausforniados misticamente también sus propios dones, unidos a Cristo-Victima. 2. Eu la comuniôn, Cristo-Victima entrarâ en sus corazones para continuar en ellos durante el dia, en sus pequenos sacrificios y trabajos, en la victimaciôn de cada instante, su sacrificio, la obra de su redenciôn, y asi los fieles vivirân de Cristo, en El trabajarân y juntamente con El se inmolarân. SERIE II: SOBRE LA EPISTOLA Teologia del bautismo I. Recuerdo del bautismo. Siempre es conveniente recordar el hecho y la grandeza de nuestro sagrado bautismo, para que, conscientes de ésta, podamos vivir cristianamente. Con tal finalidad, la epistola de hoy incluye un texto del Apôstol que encierra toda la teologia del bautismo. "S’ * bautismo, regeneraciôn. Las palabras de San Pablo son la explicaciôn de otras del Senor en el diâlogo con Nicodemo: "Quien no naciere del agua y del espiritu, no puede entrar en el reino de los cielos” (lo. 3 5). El bautismo es una regeneraciôn (cf. supra, San­ to TomAs, p.242, B, a,l). San Pablo lo denomina asi en otro lugar: "Lavatorio de la regeneraciôn y renovaciôn del Espiritu Santo” (Tit. 3,5). Mas £en qué consiste esta renovaciôn o regene­ raciôn? En una muerte y en una vida: "ilgnorâis que cuantos hemos sido bautizados en Cris­ to Jésus fuimos bautizados para participar en su muerte? Con El hemos sido sepultados por el bautismo para participar en su muerte” (Rom. 6,3). HJ. Sepultados por el bautismo. A. Cuando el bautismo se administraba por inmersiôn, el bautizado era como sepultado en las aguas. SKC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 303 B. Por eso la pila bautismal puede considerarse como “un mistico sepulcro al que el aima desciende para morir al pecado” (cf. Schuster, Liber Sacramen­ torum, V p.143). El bautismo, en efecto, es la muerte y sepultura del hombre vicjo, con sus vicios y concupiscendas; de todo lo que es pecado. 1. Todo pecado queda borrado completamente por el bautismo, lo mismo el original que el actual, tan­ to de pensamiento como de palabra y de obra (cf. supra, Santo TomAs, p.243, b, 1)· 2. «En los recién bautizados, dice el concilio de Trento, nada odia Dios, porque nada hay de condenaciôn en aquellos que fueron sepultados con Cristo en la muerte» (cf. sess.V, Deer, super pecc. orig.: DB 792). b) Juntamente con. el pecado desaparece también la pena, ya eterna, ya temporal, del pecado, de modo que si uno muriera adulto ya, inmediatamente después de ser bautizado, entraria directamente en el cielo. c) No quita, sin embargo, el bautismo ni la concupis­ cenda, o inclinaciôn al mal o al pecado, ni suprime tampoco las penalidades de esta vida, tales como desgracias, enfermedades, tristezas, sufrimientos, etc. (cf. supra, Santo TomAs, p.244,3). 1. Los dones de integridad y de impasibilidad no eran exigencia intrinseca de la gracia santificante, sino que estaban vinculados a ella por favor de Dios especial. Al ser devuelta la gracia por la redenciôn de Jesucristo, nos fueron devueltos aquellos dones, perdidos por los primeros padres de una vez para siempre. 2. Santo Tomâs senala dos razones por las que conviene que no desaparezcan con el bautismo las penalidades de la vida : a) 1. * Para quc nos conformemos con Cristo Cabeza, quc fué pasible. 2. · Para ejercüarnos en la lucha. TV. Vida nueva. A. San Pablo senala, junto al efecto destructivo, el efecto constructivo. Al mismo tiempo que hace mo­ rir al pecado, el bautismo da la vida nueva. “Co­ mo El resucitô de entre los muertos..., asi tam­ bién nosotros vivamos una vida nueva” (Rom. 6,4). A través de sus epistolas senala el Apôstol que el bautismo nos da el «novus homo», la «nova crea­ tura». b) Aqui dice que este hombre o criatura nueva consiste en vivir la vida de Cristo. a) S04 SEGUNÙA MULTlPUC. DE LOS PANES. Ô.° DESP. PENT. B. Otro texto paulino, el que dice: “Cuantos en Cris­ to habéis sido bautizados os habéis vestido de Cristo” (Gal. 3,27), debe interpretarse a la luz del anterior. a) No se trata de algo puramente exterior como es el vestido. Ese vestirse de Cristo por el bautismo es participar de su vida, hasta el extremo de manifestarse en las obras exteriores del hombre. Una trans­ formation total. b) No desaparece nuestra humana naturaleza ni cambia de mariera de ser o de obrar. Es algo que se su­ perpone. 1. Recibimos una nueva naturaleza. La participaciôn en la vida divina, de la que rebosa Cristo. 2. Como injertados en El. El tallo injertado recibe nueva vida y, con ella, la capacidad para un fruto nuevo. Saludables consecuencias. A. Son incontables las consecuencias que se derivan de esta hermosa realidad. Todo lo de Cristo es participado por el bautizado: su espiritu, sus obras, sus méritos. En grado y medida di/erentes. Pero como miembro de un Cuerpo dd que El es Cabeza. b) Recibimos el espiritu de filiation, por el que podemos llamar a Dios Padre, y quedamos constituidos en herederos del cielo y coherederos con Cristo. c) Cuando el cristiana rece, Cristo rezarà en El; y si sujre, Cristo también sujrird con El y en El. d) Todos los bautizados son una misma cosa en Cristo. îNo hay ya distinciôn entre el judio y el gentil, csclavo y libre, hombre y mujer, sino que todos son uno en Cristo* (Gal. 3,28). a) B. Obligation del bautizado. Llamado por el bautismo a una vida nueva, estarà siempre obligado a luchar por conservarla y aumentarla. b) En el bautismo se infunde como un germen y semilla. Es necesario que crezca y desarrolle. Para esto requiérese ia cooperation del hombre. aHaced cuenta —dice el Apôstol—de que estâis muertos al pecado». La gracia del bautismo exige la lucha y el esfuerzo constante para vivir alejados del pecado y de cuanto a él conduce. Ninguna gratitud a Dios tan agradable como cl corresponder a la vocation, a la que fuinws llamados cuando recibimos el agua regeneradora, con la cons­ tanda en el vencimiento de las pasiones. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS Mortificaciôn cristiana I. El bautismo réclama la mortificaciôn. A. Por el bautismo se nos infunde la gracia santificante y se nos hace participes de la vida de Cristo. B. Por el bautismo también morimos con Cristo. La vida del bautizado ha de ser una muerte cons­ tante para desarroilar, fortalecer y Uevar a su plenitud la vida de Cristo. C. Por estar bautizados hemos recibido la altisima vocaciôn a la union con Dios. a) b) Debemos desearla ardientemente. Al mismo tiempo, este deseo debe impulsâmes a destruir en nosotros cuanto se oponga a la uniôn con Dios. 1. No solamente lo que es pecado, sino también aquello que de algùn modo puede conducirnos a él. 2. Como quiera que la raiz del pecado esté en el desorden de nuestras pasiones, amor propio, comodidad, sensualidad, etc., hemos de esforzarnos por destruir tal desorden. D. Esto es mortificarse. Matar las pasiones en lo que tienen de desordenadas, someterlas al dictamen de la razôn y al servicio de la voluntad para que sirvan al bien. * · H. Sin mortificaciôn no puede haber vida sobrenatural. A. “Si vivis segûn la carne, moriréis; mas, si con el espiritu mortificais las obras de la carne, viviréis” (Rom. 8,12). a) b) c) Aunque el bautizado ha sido incorporado a Cristo, conserva, no obstante, la concupiscenda, que puede arrastrarle al pecado: iNo reine el pecado en vuestro cuerpo mortal obedeciendo a sus concupiscendas» (Rom. 6,12). En nosotros, junto a la dey de Dios segûn el hom­ bre interior», vive notra ley en los miembros que repugna a la ley de la mente» (Rom. 7,2 ss.). Esta es la ley que 110s lleva a 010 hacer el bien que queremos, sino el mal que no queremos» (ibid., 19). La que nos conduce a la tfornicacldn, impureza, las­ civia, idolatria, hechiceria, odios, discordias, celos. SEGUNDA MULTIPL1C. DE LOS PANES. Ô.° DESP. PENT. iras, rencillas, divisiones, envidias, homicidios, embriagueces, etc.·» (Gal. 5,19 ss.). d) Cuando el apôstol Pablo dice: iMortiJlcad vuestros miembros terrenos» (Col. 3,5), se rejiere a la ley de los miembros, a las concupiscendas. e) El mismo Apôstol lo especijica a continuaciôn en un texto seme jante al citado de los Gôlatas: tMorti/lcad... la jornicaciôn, la impureza, la llviandad, la concupiscenda, la aiaricia...; deponed también todas estas cosas: ira, indignaciôn, maldad, maledicenda y torpe lenguaje... ; despojaos del hombre viejo con to­ das sus obras» (Col. 3,5 ss.). B. La mortificaciôn no es fin en si misma. Es me­ dio para un fin. Este fin es la vida de la gracia: “Despojaos del hombre viejo, dice el Apôstol..., y vestios del nuevo” (ibid.). Dios quiere nuestra verdadera vida, la del ahna. Para ello tenemos que acabar nosotros con el pecado. b) iEl hombre es pecador. He dicho dos nombres: hom­ bre y pccador. En estos dos nombres, uno es de la naturaleza y otro de la culpa. Uno que Dios hizo para ti y otro que lo hicisle Ιύ. Ama lo que Dios hizo, odia lo que hiciste tû» (cf. San Agustin, «Enarrat, in HI. La mortification, consecuencia del vivir en Cristo. A. Idea mâs profunda y no menos verdadera que la anterior. a) Necesltamos morUficarnos para destruir siempre el pecado y las raices del pecado en nosotros. Aun en el supuesto de que hubiésemos recibido la seguridad en la gracia, tendriamos también que morti/icarnos. b) Es una exigenda de nuestro vivir en Cristo Jesus. Si su vida jué de constante subordination a la vol un· tad de Dios, de renuntia a sus senlimientos, de sujrimlenlo, de cruz, de muerte, debe tener nuestra vida cristiana las mismas caraclcrislicas. c) No pueden ser de distinta condition los miembros y la cabeza siendo una la vida de ambos. d) Por eso los santos, cuanto mâs santos, mâs mortificados. 1. La mortificaciôn los llevaba a la santidad. 2. Mas, una vez adquirida ésta, la santidad erigia la mortificaciôn. B. El apôstol San Pablo, que pide la mortificaciôn para contrarrestar el impetu de las pasiones, ha­ bia de ella también como derivation necesaria de la vida de Jesucristo. a) £n su segunda carta a los de Corinto explica c&rtw tsomos transformados en nuestro interior de gloria en SEC. 8. b) GUIONES HOMILÉTICOS 307 gloria en la Imogen de Cristo por virtud del Espiri­ tu· (3,i8). Y aûade como consecuencia : tLlevando sfempre en el cuerpo la mortificaciôn de Jésus, para que la vida de JeStis se manijlesie en nuestro cuerpo. Mientras vivlmos, eslamos siempre entregados a la muerte por amor de Jésus, para que la vida de Jesus se niantfieste en nuestra carne mortal» (2 Cor. 4,10). IV. Criteria en las mortifieaciones. *·-*.· . . .. ( · r , A. Se hace preciso un discernimiento en las mortificaciones. a) b) En ellas puede estar el dedo de Dios o la mano del enemigo. ’ “ ' · Por eso, al llegar al terreno prâctico y concreto, hay que recomendar el consejo de un prudente confesor. B. Las siguientes normas son tan solo orientadoras. La mortificaciôn es verdadera cuando extirpa y mata lo que hay que extirpar y inatar y fortifica lo que hay que fortlficar. Las falsas llegan a malar lo que es necesario conservai- y a conservar lo que séria nece­ sario inatar. En vez de crucificar las pasiones, crucifican al hombre y dejan en pleno vigor sus concu­ piscentias (cf. Tissot, aLa vida interior», p.3a l.i c.2 10). b) Criteria seguro es aceptar todas aquellas mortifica­ tiones que impone la Iglesia, como ayunos y absti­ nentias en tiempos de austeridad. . c) Mortificationes del propio deber. τ. El mismo deber impone ya muchas privauiones. 2. Pero, ademâs, con frecuencia para su cumplimiento se hace necesario privarse de caprichos y comodidades, disminuir las horas de descanso y aumentar las de trabajo, etc. d) Otras vienen directamente de la mano de Dios. i. Sufriinientos, fracasos, humillaciones, enfermedades, inclemencias del tiempo, impertinencias del prôjimo, etc. 2. Saber aceptar todo esto con resignaciôn y aun con alegrfa constituye una mortificaciôn de buena ley. /i n las mortificationes voluntarias, que coda uno eli­ ge, debe intervenir la aprobaciôn de un confesor. Tendràn, ademâs. de este, modo el mérito de la obedientia. 1. No toda mortificaciôn es conveniente a todos. La mortificaciôn es medicina y no se aplica la misma a toda clase de enfermos. Segùn las enfermedades se prescribe el remedio. Asi, segiîn el tempe­ ramento, vigor espiritnal, etc., hahrAn de seleccionarse las mortificaciones. a) 308 J SEOUNDA MULTTPLIC. DE LOS PAXES. 6.° DESP. PES'T. 2. A los santos se les debe irnitar en el espiritu de mortificaciôn ; mas no siempre en sus concretas mortificaciones particulares, a menos que haya es’ pecial inspiraciôn de Dios para ello. 3. Es muy seguro el criterio de San Ignacio, en otro lugar expuesto. La mortificaciôn puede hacerse en la comida, en el dormir y en ciertas aflicciones corporales. Mas en todo esto de modo . 2. «A eso estad atentos y practicad lo que habéis aprendido y recibido y habéis oido y visto en mi, y el Dios de la paz serâ con vosotros» (Phil. 4,8-9). V. Mortificaos. A. A los Cristianos de hoy se debe predicar con frecuencia la mortificaciôn. Diriase que es una palabra que va desaparecîcndo, siendo asi que hoy como nunca es necesaria su prâctica. b) Pero «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos* (Hebr. 13,8). i. Su camino serâ también siempre el mismo. Nadie va al Padre si no es por El (lo. 14,6). 2. Y el camino de Cristo es le cruz. a) B. No pretendamos conseguir vigor de vida cristiana sin mortificaciôn. No es propia solamen te de religiosos o religiosas. a) Es necesaria a todo cristiano que desee progresar en la perfecciôn; a todo el que quiera evivir para Dios en Cristo Jesûs*. b) Es obligaciôn de todo cristiano Por el hecho de ser­ io, como dice San Pablo en la epistola de hov. ft®. SEC. 8. GUIONES homiléticos 309 El espiritu de compunciôn I. Su naturaleza. Muertos al pecado. a) b) En la epistola de hoy, el Apôstol no solamente afirnia que por el bautismo morimos con Cristo, sino que después, con lôglca consecuencia, termina diciendo que debemos morir al pecado para no servir mâs al pecado, para quedar absueltos de él (cf. supra, Santo Tomâs, p.243, b, I). Jesucristo, «muriendo, muriô al pecado una vez para siempre»; asi debemos también nosotros morir al pe­ cado para siempre. La vida del cristiano ha de ser un constante morir. El «quotidie morior·»: «muero a diario» (1 Cor. 15,31), de San Pablo. Puede esto conseguirse mediante el espiritu de com­ punciôn. El espiritu de compunciôn. a) Compunciôn es lo mismo que arrepentimiento, contricîôn, penitencia. b) Mas al hablar de espiritu de compunciôn no queremos significar tan sôlo un acto pasajero de arrepen­ timiento, sino una disposiciôn dei alma, mediante la que el hombre se mantiene habituai me nie en estado de contriciôn. c) Se trata de un hôbito. Odio habituai, renuncia habi­ tuai del pecado. extiende a todo pecado. a) b) Para que la compunciôn sea perfecta se requiere que comprenda todo pecado, ya mortal, ya venial, e in­ cluso las faltas e imperfecciones deliberadas. En una palabra, debe abarcar cuanto se opone a la uniôn con Dios o al progreso de la vida de Cristo en el aima. Por el pecado mortal el aima se aparta de Dios y convierte a las criaturas en su fin ùltimo. Elimi­ na, pues, la vida de Dios. El bantizado que lo romete no puede decir que «vive para Dios en Cristo». El pecado venial enfria el fervor de la caridad. 2. No aleja a Dios del aima totalmente, pero entorpece la acciôn divina. Causa, por tanto, una debilitaciôn en la vida del aima. I^as imperfecciones. Hav unas Que pas an inadvertidas al aima, que se cometen sin que se busquen. con inadvertencia. Nù h» SLGfXDA Mri.HPlJC. DE LUS PANES, O.° DESP. PENT. 310: se oponcn fatas a la vida de Dios: antes al contra rio, produc en en cl aima sentimientos de humildad y de confianza en Dios, los cuales cficazmentc disPch nen al proscr^so. c.· Mas hay otras voluntarias, deliberadas, Que se came, ten rccularmente, a san&re frfa, sln preocuparse por eliminarlas. Estas son. àplce al pro^reso. 4. Estas imperfecciones voluntarias proceden casi siempre del amor propio, el apego al propio criterio, la comodidad, la vanidad, etc. 5. Taies faltas son pequenas resistencias a las inti­ mas inspiraciones del Espiritu hacia la humildad, el desprendimiento, la obediencia, etc., etc. 6. Estas faltas îlevan muy pronto al estado de tibieza, y se puede tenter que el aima que no trabaja por corregirlas llegue a caer en culpas graves. >w Su eficacia. A. De la misma definicion que antes hemos dado del espiritu de compunciôn se deduce su eficacia. Es el odio habituai al pecado. Un ado de arrepentimiento es una retractaciôn. Si se hace bien, es imposable que se caiga en la culpa en el momento en que se formula. b) El espiritu de compunciôn no es ntôs que ese acto de arrepentimiento continuado. Un sentimiento de contriciôn que domina constantemente al aima. c) Si se extiende a todo pecado e incluso a las faltas, es moralmente imposible que el aima caiga voluntariamente en ellas. al B De aqui que pueda afirmarse que mediante la com­ punciôn vivimos habitualmente muertos al peca­ do, como el Apôstol recomienda. compunciôn en los santos. Los ejemplos son innumerables. . Cualquiera puede ver en el apôstol San Pablo este espiritu, cuando hace las humildes confeslones de los pecados de su vida. b) Leyendo a Santa Teresa, observâmes las constantes exclamaciones de contriciôn por sus pecados, tan sin­ ceras y humildes. que pueden inducir a pensar que la Santa hubiese sido una gran pecadora, siendo asi que, segûn sus biôgrafos. no cometlô pecado mortal en su vida.* · De Santa Catalina de Siena se cuenta que implorabo constantemente durante el dia misericordia divina, repitlendo con frecuencla : tApiadaos, Seiior, de mt. porque lie pecado-, (cf. Drkne, «Histoire de Sainte Catherine de Sienne,, t.i p.r.· r.4). a) La compunciôn es patrimonio de las aimas que reciben grandes favores de Dios. Hablando Santa Teresa de las almas que han llegado a la sexta morada. dice: £ SEC. 8. a) b) GUIONES HOMILÉTICOS 311 tEl dolor de los pecados crece mâs, mientras tnàs se recibc de nuestro Dios. Y tengo yo para mi que hasta que cslemos adonde ninguna cosa puede dar pena, que ésta no se quilarà». aNo se acuerda de la pena que ha de tener por ellos, sino de cômo fué tan ingrata a quien tanto debe y a quien tanto mercce ser scrvldo; porque en estas grandezas que le comunlca, entiende mucho mâs la de Dios; espântase cômo fué tan alrevida, Hora su poco respeto, parécele una cosa tan desatinada su desatino, que no acaba de lastimar jamâs cuando se acuerda por las cosas tan bajas que dejaba una tan gran majestad... Esto de los pecados estâ como un cieno, que siempre parece que se avivan en la memoria, y es harto gran cruz» (cf. «Moradas sextas», c.7,1-2 : BAC, «■Obras completas», t.2 p.447-448). IV. Frutos espirituales de la compunciôn. hecho de que la hayan tenido los santos y de que sea una caracteristica de las aimas que progresan en perfecciôn, es suficiente para pensar que la compunciôn, ademâs de la muerte al pecado, produce otros bienes. B. San Francisco de Sales los enumera: “A la tristeza que proviene de la verdadera penitencia, mâs que tristeza debe llamârsele disgusto y sentimien­ to de aborrecimiento del pecado; es una tristeza que no entorpece el espiritu, antes lo vuelve mâs activo, pronto y diligente; que no deprime el co­ razôn, sino que lo levanta por la oraciôn y confian­ za y estimula en él el fervor; que en sus mayores amarguras produce siempre la dulzura de un consuelo incomparable” (cf. Prdctica del amor de Dios, V. Medios para adquïrir la compunciôn. A. La oraciôn. Las lâgrimas son don del cielo. a) b) c) Hay que pedirlas a Dios confiados y suplicantes. La Iglesia dispone de una bella oraciôn entre las del misai spara pedir las làgrimas». Dice asi: al nf unde, Senor Dios, demente, en nues­ tros corazoncs la gracia del Espiritu Santo, que haga que borremos con los gemidos de las Idgrimas las manchas de nuestros pecados y nos concéda, por tu largucza, cl efecto del dcscado perdôn» (cf. cMissale Romanum, Orationes diversae», η.21). meditaciôn de la Pasiôn. a) b) Medio exeelente asimismo de conseguir la compun­ ciôn. Considerando los sufrimientos de Cristo para expiar d 1 SEGUNDA MULTIPL1C. DE LOS PANES. 0.° DESP. PENT. pecado y adquirir la gracia, se adquiere mejor el ho­ rror a cuanto sea ojensa a Dios nuestro Senor y destruya en nosotros su gracia. Por cualesquiera otros medios que el Senor nos inspire, debemos adquirir el espiritu de compunciôn, que darâ solidez a nuestra vida en Cristo. “Si hay algo, dice el P. Fâber, que pueda acompanarnos durante toda la vida, es el sentimiento de compuncion. Ha sido causa de nuestro retorno a Dios y no hay cumbre en la santidad que no pueda escalar con nosotros” (cf. Progreso (tel alma en Dios, c.19). Muertos para el pecado La epistola de hoy nos lleva como de la mano a sumergimos en el misterio de nuestra incorporation a Cristo. Este punto excede las posibilidadee de una plâtica. Vamos, por tanto, a concentrarnos en uno solo de los aspectos que implica nuestra uniôn con el Senor, a saber, la limpieza de pecado que se exige del Cris­ tiano. b) Es un pensamiento que entra muy de Ueno dentro de Ia epistola, que pende toda ella dei versiculo 2: *Los que hemos muerto al pecado, tcômo vivir todavia de él?» a) A? La argumentation de San Pablo es enérgica y debiera avergonzarnos. Parte de un supuesto: Hemos sido bautizados y, por lo tanto, hemos muerto al pecado (cf. aLa palabra de Cristo», t.4 p.125 ss.). b) Puesto este principio, no nos dice, como pudiera, que el pecado es contra la ley y voluntad de Dios; no nos habia de sus castigos, etc. c) Se limita a suponer que quien ha sido bautizado no puede pecar, porque ha muerto dejinitivamente para el pecado. Vamos a indicar unos puntos de méditation sobre las razones especificas que encontramos en el bau­ tismo, y que nos sitiïan en la vertiente mâs opuesta al pecado. . <■ - > SEC. 8. GUIGNES HOMTLÉTICOS 313 bautismo es el signo de la iniciaciôn del cristiano. convierte en hombre de Cristo. Aun sin entrar en mâs detalles, nos debe bastar con ello. a) b) c) j Quién es Cristo? «El Cordero que quita el pecado del mundo* (lo. 1,29). Muerto por el pecado... Si piensas que esta iniciaciôn se lleva a cabo incorporândonos a Cristo... ïQué sacrilegio mayor que hacer que Cristo sienta el pecado en su propia carne!... El cuerpo de Cristo aumenta cuando un hombre se convlerte y sana. En cambio, cuando el hombre peca. se desgarra uno de sus miembros. B. E1 bautismo nos inicia e incorpora a Cristo, di- fundiendo en nosotros la gracia. a) b) Nuestra naturaleza se diviniza. Hijos de Dios, ciudadanos del cielo, donde no entra nada manchado. Gracia y pecado son incompatibles. La gracia borra el pecado; el pecado expulsa a la gracia. Santa Te­ resa llora por eso la mancha de fea y asquerosa pez que embadurna a los espejos destinados a reflejar el sol. gracia viene acompanada del cortejo espléndido de las virtudes teologales. En primer lugar, la fe. a) Antiguamente se bautizaban los adultos. 1. I Qué larga preparaciôn la de su fe ! 2. i Cômo se les hacia ver que era incompatible la vida del hombre de fe con la del hombre carnal ! i Con qué arrojo se acercaban a la fuente los que sabian que en ella habian de depositar todas las costumbres del hombre pagano y empezar en esta vida quizâs SÔlo el martirio 1 i Cuântas renuncias implicaban aqnellas très promesas de separarse de Satanâs y de sus pompas ! b) Hoy nosotros nos bautizamos en edad de inconsciencia. 1. Pero después debemos revivir el bautismo y vivir de la fe. 2. Deshonroso estado el del hombre qne vive en desacuerdo con sus ideas. Mucho mâs si es en desacuerdo con su fe. I segundo lugar, la esperanza. a) b) El cristiano es hombre que pasa pisando ligeramente la tierra y mirando al cielo. El pecado le revuelca en la tierra y le aparta de la gloria. ^Pondera el pecador cl peso de una y otra? Si ni aun los sufrimientos de Pablo eran dignos de compararse con el cielo, j,podrà un placer momentdneo • SEGUNDA λΠΠ.ΤΓΜΛ€. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. equibararse con la pérdida de la gloria y la condenacidn al infiemot Locura del pccador. sobre todo, la caridad. La caridad es amor. El pecado otcnde al que se debiera amar infinitamente. b) La caridad es agradecimiento; el pecado, loca ingratitud. a) con la gracia y caridad comienza a inhabitar el Espiritu Santo, la Trinidad augusta, dentro de nos­ otros. A. Los nazarenos quisieron despefiar a Cristo y lo arrojaron de su patria. Al fin y al cabo no creian que era ni siquiera el Meeias. Si lo habian conocido como hijo del obrero... jY es tan dificil ser profeta en su tierra! B. Nosotros sabemos que habita en nosotros la Santfsi ma Trinidad y la expulsamos. 4Por qué? SERIE Ill: SOBRE EL EVANGELIO Exegética I. Vamos a considerar tres momentos del evangelio de hoy. Π. La compasiôn de Cristo. Description de la escena. “Misereor..." B. compasiôn de Cristo es: a) La clave del arco de todo este evangelio. Movldo por ella. ensena y alimenta (cf. supra, Santo Tomâs de Villanueva, p.256, A). b) Es la clave también de nuestra vida. Gracias a ell-<. nos hemos visto redimfdos v se nos perdonan después nuestras infidelidades. c) Es la clave de todo el cristianismo. ya que el amor y, por ende. la misericordia ocupan el centro de la doctrina cristiana. No es necesario explicar el primer punto. Es ev dente. Del segundo deduzeamos consecuencias de aliento. a) Cristo conoce nuestras necesidades : . La misericordia y amor son el centro de la doctrina cristiana. Ya lo hemos dicho muchas veces. Si somos crlstianos imitadores de Cristo, sintanws dentro de nosotros las panas del prôjimo. eMisereor». i'rocuremos conocerlas'. eQuot panes habetis?» b) Que nuestra caridad no se évaporé en palabras. a) III. Dos necesidades apremiantes. r A. Cristo Nuestro Senor vio dos necesidades que apremiaban. Son las mismas de siempre. B La primera la remedio ensenando. El mundo tiene necesldad de saber. i. Qûizâs desfàllece y no siente el hambre. Se créé satisfecho c0n"su saber en ciencias naturales. Pero ni conoce a Dios ni conoce el aima. ^Qué podrâ, por tanto, regular su vida privada y de relaciôn ? £Y su vida religiosa? 2. En naciones e'xtranjeras existe una ignorancia ab­ soluta sobre Cristo en grandes masas, en realidad no cristianas. En Espana existe también entre quienes son y se honran llamândose cristianos. Campesinos y Pes­ cadores que no saben, por lo menos, decir si hay o no hay Dios. b) Enseiïenios. 1. Las autoridades, impulsando y obligando a una ensenanza cristiana. 2. Los particulares adinerados, cooperando al sostenimiento de esos centres. De los de la Iglesia, de los del Estado, de los que ellos debieran fundar en sus industrias o campos. 3- E! ciudadano corriente, educando, a sus hijos, sembrando ocasionalmente’ la semilla siempre que pueda, entre sus criados, obreros, etc. 1 a) C. La segunda necesidad consistia en el harribre material. Cristo la remedia dando pan. • ■ - I» · aï Para rcpartirlo utiliza a los apôstoles. b) Es un medio acostumbrado. Dios ha multiplicado las riquezas dei mundo concediéndole la fecundldad (Gen. 1,22). Pero qulere que los hombres las distribuyan. T. Dios ha dado a los unos talento que supera el normal, ha colocado a otros en circunstancias especiales para que sepan hacer producir esas ri­ quezas en mayor abundancia. z. Pero, como quien sabe producir hierro debe hacer- 316 SEGV’NDA MULMPUC. nt LOS PANES. 6.'» DESP. PENT. lo para que el hierro cumpla su lin, y quien pro­ duce calor lo hace para que el calor lo cumpla calentando, el que sabe producir riquezas debe destinarlas a que cumplan el suyo ; sostener a los hombres. c) Dios les ha dado nuis talento o position sôlo para eso, para que lo ordenen al bien comûn. Para que sean los apôstoles que distribuyan los panes que Dios multiplica. Los poderosos que fomentan las riquezas de su pais. Los que extienden el mayor bienestar posi­ ble al mayor nûmero posible de personas, cum· plen la voluntad de Dios. Los que sin serlo hacen lo posible dentro de sus medios, también. Desde el obrero que procura producir hasta el que da alguna limosna de lo poco que le sobra. 3- Todos ellos figuran en esta vida rodeando a Cris­ to generoso y figurarân en la otra rodeando a Cristo rem un erador. «Vivos para Dios en Cristo Jesus» I. Cristo, camino y vida. A. Jesucristo es: El camino. Nadie va al Padrc si no es por El. Su Evangelio, sus enseüanzas, sus virtudes, son otros tantos modelos que imitar si queremos llegar al reino de los cielos. b) Es igualmente la verdad. Es la luz. c) Es también la vida. tYo soy el camino, la verdad y la vida...· (lo. 14,6). a) B. Cuando San Pablo, en el pasaje epistolar de este domingo, habia de nuestra participaciôn en la vida de Cristo mediante el bautismo, no hace sino aplicar la alegoria de la vid y de los sarmientos y pré­ senta a Cristo como vida nuestra. Π. Nuestra vida en Cristo. . A. Participamos de la vida de Cristo. Como el Sarmiento participa de la savia de la vid (Io. 15,1-8). b) San Pablo dice expresamente que ; <■ a) Mas con frecuencia se separan dos aspectos en Cris­ to, el de camino y el de vida, para insislir mucho en aquél y apenas decir nada de este. b) Cristo es nuestro ejemplar. Hay que orar, sacrificarse, obedecer, trabajar, predicar, sufrir, etc., como El. Mas todo esto es empresa harto dificil para nuestras posibilldades humanas. c) Junto a Cristo camino y ejemplar, hay que presentar a Cristo vida. Las aimas necesitan un fundamento firme para su piedad, y el progreso personal en la perfecciôn exige un Dios viviente y operante en ellas. 2. Deben convencerse que no son ellos, sino Cristo, el que ha de operar en ellas y quien ha de transformarlas. La santlflcaciôn no es mâs que un vivir, cada dia mâs intenso, de Cristo en nosotros. Nuestros esfuereos solamente contribuven de moao •e J t. 4 · ' SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 319 secundario, apartando obstdculos, dejando obrar al Maestro en nosotros.. Es el *Qulen qulslerc venir conmigo, ha de trabajar conmigo», de San Ignacio. j.· Se exige nuestro es/uerzo, pero junto a la acciôn de Cristo, que es la principal. B. En la ascension de la vida espiritual juegan papel muy importante los exâmenes de conciencia. El Maestro recomcndô juntamente con la oration, y casi en la misma linea, la vigilanda en el evigilate et orate» (Mt. 26,41) de Getsemanl. b) Pero es una desviaciôn el vivir obsesionados unicamente con el constante examinar de la concienda, con la sola preocupaciôn de mirar las Jaltas sin ha­ cer caso de Jesucristo. c) Si en nuestras aimas hay imperfectiones, mucho mâs que éstas debe resplandecer Jesucristo, uvida nues­ tra», y es mâs eficaz mirar a Cristo para ver junto a nosotros y en nosotros su omnipotentia y su amor..., su vida, que acabarà por vivificar plenamente la nuestra si somos jieles a los impulsos del Espiritu. a) Seguir a Jesucristo 1. Como Maestro I. El ejemplo de la muchedumbre. A. Digno elogio de Cristo. Cristo, para movers? a misericordia, no necesita que las turbas merezean de modo especial esa miseri­ cordia. b) Sin embargo, declara que su compasiôn brota ante la multitud que padece hambre, precisamcnte porque le ha seguido sin preocuparse de sus propias necesidades. a) B. La muchedumbre de los seguidores de Cristo no iba buscando el alimento material. De haberlo hecho asi, ya le hubiesen abandonado (cf. supra, San Agustîn, p.215, A ss.). a) b) c) Esta multitud de hijos de Israel va iras la luz de las palabras de Cristo y de sus obras portentosas. Tiene todas sus preocupaciones religiosas y espirituales centradas en el Mesias prometido. Busca en Jesucristo la realizaciôn personal de la Imo­ gen presentida en la luz borrosa de los projetas. C. Nosotros, como la muchedumbre, tenemos en Jesucristo el verdadero Maestro, “el ùnico Maestro”, en expresiôn del mismo Jesûs (Mt. 23,8). SEGÜNDA MTH.TTPLÏC. DE LOS P\NES. 6.° DESP. PENT. Por esto suplica e! aima en la tlmitaciin de Cristo»; iDertan en otro tient f>o los hijos de Israel a Moisis: «Hâblanos tu y oiremos; 110 nos liable el Sefior, por­ que auizis moriremos» (Ex. 20,19)· No asi, Senor; no asi. te rtiejro. sino mis bien, como el profeta Sa­ muel, con humildad y deseo te suplico: . Çastiga al hombre y 1o condena a destierrq. a) SEC. a. GUIGNES HOMILÉIICOS 329 2. Pero el hombre sale del paraiso con la esperanzadora proinesa de un Redentor (cf. Gen. 3,8-24). O El salmista se llena de conjianza pensando que las misericordias de Dios no pueden desaparecer ni quedar ahogadas por su ira (cf. Ps. 76,10). d) Asi ora el projeta Habacuc: «Yo, joh Yavehl, oi tu mensaje; vi, Yavé, tus designios. Dalos a conocer, joh Yavé!, en el transcurso de los anos; manijiéstalos en medio de los tiempos. En la ira no te olvides de la misericordia* (Hab. 3,2). D. La misericordia sigue a la justicia. Cuando Dios castiga, sôlo se propone el bien. Es el camino de su misericordia. b) La cruz de Cristo, manifestaciôn de la justicia de Dios para el pecador, es al mismo tiempo la suprema obra de la misericordia de Dios. Del mismo modo, nuestra cruz y el castigo que de Dios recibimos en esta vida no son sino medio para la aplicaciôn de la rcdenciôn obtenida por Jesucristo. Cuando Dios castiga no quiere la muerte del peca­ dor, sino que se convierta y viva (cf. Ez. 18,23). a) ΠΙ. Misericordia y omnipotencia. A. En el orden humano. Si consideramos las cosas con una mirada excesivamente mezquina, parece que cuanto mâs grande es una persona tanto mâs se le terne (cf. supra, Santo Tomâs de Villanueva, B. En Dios sucede todo lo contrario. Se cumplen en él las palabras del Sabio: «Te apiadas de todos porque eres poderoso» (Sap. 11,24). b) Es el mismo pensamiento del Salmista: «Estas dos cosas oi: que la potestad es de Dios, y que tuya, joh Seüor!, es la misericordia* (Ps. 71,11-12). c) Es decir, que en Dios se juntan la misericordia y la omnipotencia para nuestro bien y que la omnipoten­ tia se goza en estar al servitio de la misericordia. d) I\làs ailn, que precisamente Dios es misericordioso por ser omnipotente ; es decir, que el ejercicio de su misericordia Jluye de su omnipotencia. a) C. Nosotros tenemos un modo mezquino y despreciable de ejercer el poder, que es sojuzgando y destruyendo a los demâs; Dios manifiesta su poder creando, elevando, restaurando y perdonando. IV. Grandeza de la misericordia divina en sus manifes­ taciones. A. Por los frutos se conoce el ârbol, y las cosas invi­ sibles de Dios, por las obras que han brotado de sus manos (cf. Rom. 1,19-20). 330 SEGUNDA .MULT1PLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. a) Esto es verdad en tin ordcn natural. b) Pero en cl orden sob re natural subc de punto el conocimiento de la misericordia de Dios por los frutos que ella ha proporcionado. Antiguo Testamento es una lucha continua del hombre con Dios, del pueblo escogido con su Senor. a) Por parte del hombre, un empeüo en amontonar pe­ cados. b) Por parte de Dios, una manifestation continua de su misericordia. • En las promesas que comienzan en el paraiso y se prolongan por toda la historia de Israel. 2. Y en los cuidados amorosos de Dios sobre el pueblo escogido. el Nuevo Testamento, todas las manifestaciones de la misericordia se resumen en una sola palabra: “Jesucristo”, lo que es, lo que dijo, lo que hizo y continua haciendo por nosotros. a) San Pablo nos da la expresiôn mâs bella de este pensamient o. Parece como si Dios, que mani/estô todas sus misericordias en el Testamento Antiguo, apenas hubiera hecho nada y tuviera que hacerse hombre para aprender a ser misericordioso. b) iPor esto hubo de asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de hacerse Pontifice misericordioso... para expiar los pecados del pueblo. Porque por cuanto El mismo padeciô siendo tentado, es capaz de ayudar a los tentados* (Hebr. 2,17-18). Conclusion. Todo este ejercicio de la misericordia de Dios esta patente en el evangelic de hoy. En él, Cristo aparece movido a compasiôn de una muchedumbre que ha olvidado su propia necesidad, pero que esta junto a un corazôn que se anticipa a dar el remedio antes incluso de que esa misma multitud tenga conciencia de lo que necesita. ** · Bienes que no satisfacen h ambre de la muchedumbre. Jasucristo la advierte y se dispone a realizar un milagro, porque, si los despide sin comer, desfallecerân en el camino. SPC. GUTON’ES FJOMH.ETÏCOS 331 Motivos del hambre. a) Algunos de ellos vicnen desde muy lejos. b) Llevan tres dias sin corner. c) Antique se hayan alimentado algo, tan sâlo un joven liera algunas provisiones, del todo insuficlentes para tan grande muchedumbre. Impotencia humana. La ponen de relieve los apôstoles, afirmando que es imposable saciar a la multitud en el desierto. hambre del pecador. hijo prôdigo. a) b) c) Cuando el hiio prâdieo lo hubo gastado todo, «sobrevino una Inerte hambre en aquella tlerra y comenzô a sentir necesidad». «Deseaba llenar su - estâmago de las algarrobas que comfan los puercos, y no le era dado·». aVolviendo en si, dijo:,... vo aqui muero de hambre» B. Es la imagen del pecador. Es lo que ântentaba Jesûs enseûarnos en esta parabola de misericordia. a) b) La miseria en que vive cl pecador. La misericordia infinita de Dios, que es lo unico que puede saciar su hambre. C. Necesidad que padece el pecador. a) b) c) En el orden sobrenatural, un solo pecado mortal es la bancarrota total de los bienes que posée el hombre. Pierde la gracia santificante. T. 2. Queda sin Dios. 3· Si persevera en su pecado, debe arrojar lejos de si la esperanza de poseer a Dios en la otra vida. En el mismo orden natural. Cuando se reincide en pecados y llegan a constEuir vicias. éstos se encargan de one, como en la barâ^ola. lle^uen a padecrr ham­ bre un sfilo el pecador. sino hasta quienes estân a su ciiidado. El pecador publico. FAcilmente se encuentra «en una gran soledad». 2. Pierde su buena réputaciôn, es despreciado de los demis. Lejos de Dios, no encuentra, ni en sn interior ni a sn lado, quien pneda saciar el hambre que d) H 2. ejcmplo. San Arnstfn, qne tuvo a sn disposiciôn dinero, sabidurfa humana, honor v placerez, ve nor fin el hambre que padece cuando se vive lejos de Dios. El Doctor de la Gracia resumiré toda su vida pa- 532 SEGUNDA MULTIPLIC. DE LOS PANES. 0.° DESP. PENT. sada y futura en estas palabras : «Nos hîciste, Senor, para ti, y nuestro corazôn estâ inquieto hasta que descanse en ti (cf. «Confesiones» I 1,1 ; BAC, «Obras de San Agustin,, t.a p.78. ΠΙ. Jésus sacia a la muchedumbre. A. Lo hace en el evangelio del dia. a) b) Esa conducta de Cristo es manifestation de su om­ nipotentia, pero es, sobre todo, manifestaciôn de su misericordia. Hace el milagro tinovido de compasiôn*. B. Jésus sacia el hambre del pecador. El hombre cafdo en cl pecado vive en solcdad. 1. Es absolutamente imposible que con sus propias fuerzas pueda alimentarse para curar la enfermedad del pecado. 2. Es incapaz de merecer el perdôn. b) El Verbo encarnado, que nos redime en la cniz, es la mayor manifestaciôn del poder. sabiduria y amor misericordioso de Dios para con el hombre. 1. Asf lo dice la Iglesia : «jOh Dios, que creaste admirablemente a la naturaleza humana y mâs admirablemente la redimiste!» (cf. «Missale Ro­ manum, Ordo Missae»). 2. Jesûs ofreciendo sus méritos por el hombre ha remediado abundantemente el hambre del peca­ dor, nos ha saciado de Dios, y lo ha hecho viniendo El personalmente a hacerse hombre. No podrfa ni siquîera imaginarse el hombre que Dios pudiese hacer seme jante obra de reparaciôn. a) C. Alimentas que ofrece Cristo: a) Su palabra. 1. Con e!1a sacia el hambre del pecador, llenândolo de esperanza. La parabola del hijo prodigo es la mesa mâs abastecida qne jamâs podremos buscar. 2. En misiones, ejercicios espirituales, etc., cuando el pecador ha recogido su pensamiento para considerar sus propios pecados y se ve agobiado por la compunciôn, la parâbola del hijo prôdigo se recibe con sencillez, como algo nuevo hecho a la medida exacta de aquel momento psicolôgico. Nos hacemos niüos para recibir el abrazo del perdôn del cual tenemos necesidad. b) Su ley, que es ley de vida. 1. Precisamente el régimen de Cristo es el del pastor que gobierna a su rebafio apacentândolo (Ιο. το). 2. Al apacentarlo y regirlo interiormente, quiere que toda su ley sea una ley de amor. Un corazôn que se sacia y fructifica en amor a Dios y amor a los hombres. SEC. 8. c) ) d) GUIONES HOMII.ÉTICOS 333 Su gracia. , La samaritana, que ha bebido en los pozos inmundos del pecado, siente sed ; Cristo le ofrece el agua de su gracia, porque «el que beba del agua que yo le diere no tendrâ jamâs sed, pues el agua que yo le dé se harâ en él una fuente que salte hasta la vida eterna» (lo. 4,14). 2. Un alimento que pone a Dios en nuestros corazones para esta vida y también para toda la eternidad. Su Eucaristia. De ella es imagen el milagro de la multiplicaciôn de los panes. 2. En la Eucaristia estâ sintetizado todo lo que Jesûs ha venido a ofrecernos, puesto que estâ El personalmente. Por esto ha podido decir en el sermôn del pan de vida : r.· (lo. 13,13). «Yo soy la verdads (lo. 14,6). «Yo Μ· .-Z*»* SECONDA WULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. SEC. 8. para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (lo. 18,37). b) Ha recibido tel poder para que a todos los que tû le diste, les de El la vida eterna». «Esta es la vida eierna, que te conozcan a ti, ünico Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (lo. 17,2-3). c) ;Y donde predicard mejor esas paiabras secretas que en estas entrevistas mil veces mâs intimas que las que tuvo con Nîcodemo y la Samaritana? d) tMuchos mâs creyeron al oirle a El mismo» (lo. 4,41). Eso que ocurriô a los de Siquem cuando oyeron a Cristo después de haber oido a la Samaritana, nos ocurre a todos cuando, después de creer la predicaclôn 0 doctrina, oimos a Cristo en la sagrada co­ muniôn. V Pan de la fe, porque es el sacramento del amor. A. A la verdad se va por el amor. Los obstâculos de la fe suelen radicar en la voluntad. El amor los vence. b) La experienda lo demuestra. a) B. La caridad es la madré de las virtudes. a) jy /xi Eucaristia es pan de la Je porque aumenta la gracia. A. Es indiscutible que la Eucaristia es la fuente mâs abundante del aumento de gracia santificante y de gracias actuales (cf. supra, Fray Luis de Grana­ da, p.269, a, 1). a) Segûn doctrina cicrta, al crccer la gracia santificantc creccn todas las virtudes. b) Pero, ademâs, la Je ncccsita una luz especial del enteiidimiento para ver los motivos de un modo sobrenatural y una dccisiôn de la voluntad para sentir tsuper omnia», conforme lo piden csos motivos. Ambas cosas son un cfccto de las ilustraciones y moclones de la gracia actual. Cristo se entrega a los que le aman. Su entrega comienza para que crcamos y nos sometamos a El. iQué dulce es confiar en quien se ama! tGustad y ved cuân suave es el Senor» (Ps. 39,9). b) c) Los apôstoles usan una frase expresiva; Tener la mentalidad de Cristo, sentir en todo, sobre El y sobre las cosas, al estilo de Cristo. El tsensus Christi». «El espiritual juzga de todo... ; nosotros tenemos el pensamiento de Cristo» (1 Cor. 2,16). 2. «El Hijo de Dios vino y nos diô inteligencia para que conozcamos al que es verdadero». «Dédit nobis sensus» (1 lo. 5,16). 3· «Los que son segûn el espiritu sienten las cosas espirituales» (Rom. 8,5). «Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesûs» (Phil. 2,5). b) Esa mentalidad, esc sentir de Cristo, es la je que se infiltra en nuestro modo de ser. ±Y no es la con­ vivenda amorosa lo que amolda los sentires de dos personas? 2 Hay otra mâs espiritual e intima que la eucaristica? »El que corne mi carne y bebe mi san­ gre estâ en mi y yo en él...; el que me corne vivirà por mi» (lo. 6,56-57). 339 B. Al venir Cristo vienen las tree divinas Personas. Viene, pues, y dentro de nosotros estâ recibiendo su eterno origen y misiôn el Espiritu Santo, fuente de fe y de dones. fe tiende a conseguir que el justo viva de ella. /Qué significa vivir la fe? a) GUTONES HOAHLÉTTCOS Pan de los ângeles. “Panis angelicus”. A. Cerremos nuestra meditation con un recuerdo. Los ângeles, Rafael, comen un pan que desconocemos (Tob. 12,9) (cf. supra, Beato Avila, p.253, c)Es la visiôn dei Verbo, que los sostiene. tEc.ce panis angelorum factus cibus viatorum!» (cf. «Missale Ro­ manum, Sequentia in festo Corporis Christi»). a) b) el pan de la fe hasta que comamos con El el pan de la vision. , Feliz Emails el de aqui! jFelicisimo encuentro el de allâ ! ;r Los ministros de Cristo Definition paulina. A. La primera multiplication de los panes estâ incluida en el evangelio de la cuarta dominica de Cuaresma (cf. La palabra de Cristo, t.3 p.555). a) , b) c) . d) e) Calificamos alli este milagro de milagro parâbola. Es una expresiôn sensible dei Dios providente y gobernador dei mundo. Dios en la altura; entre Dios y el mundo, Cristo. El pueblo en la base. Entre Cristo y el pueblo, los ministros de Cristo, los apôstoles. que secundan las ôrdenes del Senor. Y un «rico» que ofrcce su «.riqueza» a Cristo para que, multipiicada por él, alimente al pueblo. Consideramos alli el aspecto social del Evangelio. Hoy consideraremos principalmente el aspecto re- 9 340 SFC.rXTlA 5m.TTPT.IC, DF LOS PANES. 6.0 DBSP. PENT. ligioso de la escena, sin perjuicio de subravar las derivaciones que, procedentes del orden religioso, afectan al orden social. al .4 lit los ministros personificaban las aristocracias so­ ciales. Hoy considcraremos con mâs propiedad en los ministros al sacerdote. b) El sacerdote es el ministro de Dios. colocado entre Dios y el pueblo. C. Nos lo ensena la definiciôn paulina: a) •Pues todo pontifice tornado de entre los hombres, en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios. Para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados·» (Hebr. 5,1). b) Cuatro clemcntos en la definiciôn. 1. El sacerdote es un hombre. 2. Eleqido por Dios de entre los hombres. 3. Instituido en favor de los hombres. 4. Para las cosas que miran a Dios. c) Entre Cristo y el pueblo, pues, los sacerdotes, minis­ tros de Cristo. Π. Los mediadores. El oficio propio del sacerdote es ser mediador en­ tre Dios y el pueblo. La misma etimologia, segûn San Isidoro, lo indica: “Sacerdos quasi sacra dans” (cf. EtymoL, Vm 12: PL 82.292). a) El sacerdote mediador ofrenda a Dios sacrificios poi los pecados del pueblo y también por sus probios pe­ cados. porque también él cstd rodcado de flaquezas (Hebr. 5,1-3). b) El sacerdote comunica al pueblo la palabra de Dios y lot misterios divinos. B. Cristo, mediador. a) En la escena evangélica. el verdadero mediador entre Dios v los hombres es Cristo. Cristo ha bendecido cl pan antes de entregârsclo a los discipulos. Cristo con esta bcndlclôn ha elevado a su Padrc las necesidades del pueblo y le ha pcdldo el milagro para satisfacerlas. bl El pan se multiplica en las manos de los apôstolcs. Pero es por la influentia de Cristo, autor verdadero del milagro. r. Cristo habfa hecho de sacerdote tres dias y très noches, comunicando al pueblo la palabra de Dios. «Todo lo que oi de mi Padre os lo he comunicado» (lo. 15,15)· 2. Cristo ha transmitido al pueblo la virtud curativa de sus enfermedades, poder que El ha recibido del Padre. SI C. 8. GUIGNES HOMH.ÉTICOS 341 El ser, pues, sacerdote y cl ser mediador convicne de un modo prlncipalisimo a Cristo nuestro Sciïor, por­ que por El se oblienen los dones divinos, por los cuales nos llegamos a hacer «.participantes y consortes de la naturaleza de Dios» (2 Petr. 1,4). Sôlo Cristo es mediador ; los demâs lo son en cuanto participan de la gracia de Cristo. 2. Cristo es mediador tan perfecto, que en El y por El se verifica la reconciliaciôn de todas las cosas, que es el fin de la mediaciôn (Col. 1,19-20). c) C. La mediaciôn dei sacerdote. a) «El oficio sacerdotal es dar cosas sagradas; y como quiera que éstas tienen dos orfgcnes y dos fines, este sacrificio es csenclalmente mediador*. b) «El primer origen de las cosas sagradas es Dios, v su destino, el hombre. El sacerdote da al hombre las cosas sagradas de Dios». 1. «Cosas sagradas de la inteligencia, como la doc­ trina y la verdad». 2. «Y cosas sagradas de la voluntad, como la cari­ dad, el amor divino. Y como raiz v fundamento de todo esto, lo que diviniza la naturaleza, la gra­ cia sobrenatural». c) «El segundo origen de las cosas sagradas està en el hombre, y el destinatario es Dios*. 1. «El hombre envia a Dios preces, oraciones, oblaciones y, sobre todo, sacrificios». 2. «Y’ el encargado de hacerlo oficialmente es el sacerdote. Sobre todo ofrece lo que por antono­ masia es lo sagrado nuestro. nuestro sacrificio» (cf. BAC, Sauras, O. P., «El Cuerpo mistico de Cristo», p.453-454). I * ! HL Dos momentos dei sacerdote. A, Los dos momentos sacerdotales, el primero, por el cual se dirige a Dios para presentarle las sùplicas del pueblo, y el segundo, por el cual se dirige al pueblo para pregonar los mandamientos de Dios, han sido expuestos elocuentisimamente por Bos­ suet en su discurso sobre la palabra de Dios (cf. Cuaresma de las Carmelitas, 2.° domingo, 13 de marzo de 1661. en presencia de la Reina, ed. Lebarcq, t.3 p.619). a) «El templo de Dios, queridas hermanas, tiene dos lugares augustos y venerables : el altar y el pûlpito.· En el altar se presentan las sùplicas ; en el pûlpito se pregonan los mandamientos. En el altar, los ministros sagrados hablan a Dios de parte del pueblo ; en el pûlpito hablan al pue­ blo de parte de Dios. H 342 SEGUXTH MULTTHJC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. 3. Fn el altar, Jesucristo se ofrece a nuestra adoracïôn en la verdad de sn cuerpo ; en el pûlpito se nos descubre en la verdad de su doctrina». b) tHay una estrecha alianza entre estos dos hiparcs sagrados y una admirable relation entre las obras que en el uno y en el otro se verifican. i. El misterio del altar prépara el corazôn para re­ cibir la palabra saprada. El misterio del pûlpito nos dispone e impulsa a aproximarnos al altar. En el altar y en el pûlpito se distribuye a los oios de Dios un pan celestial. 3. En el altar se aviva en nosotros el pensamiento de la saprada pasiôn y se nos invita a unir nuestro esfnerzo con el del Salvador. Se practica una elocuente predicaciôn muda. En el pûlpito se nos instruye por palabras animadas por la voz viva del hombre. 4. En el altar v en el pûlpito se verifica una maravillosa transformaciôn. Por la palabra del sacerdo­ te, los dones ofrecidos se transforman en el cuer­ po de nuestro Seiior Jesucristo. En el pûlpito. por influencia del mismo Espiritu Santo y por el poder de la misma palabra divina, deben ser transformados secretamente los fieles de Jesucristo, llamados a ser miembros de su Cuerpo» (cf. Bos­ suet, o.c., t-3 p.619-620). sentencia de San Agustin. fô·. ! Bossuet es llamado el San Agustin froncés. Ningûn Santo Padre ha influido tanto en él como San Agus­ tin. Bossuet es un eco de San Agustin siempre que habla de la divina palabra. b) El Aguila de Meaux reco^e en esta ocasifin un ser­ môn del gran Obispo de Hipona, en el que éste llega a taies comParaciones entre el cuerpo de Cristo y la Palabra de Cristo, que oblira a interpretarlas con un criteria oratorio. Pero que indican la altislma estima cn que tenian estos dos grandes hombres la predicaclôn de la auténtlca Palabra evangéllca. c) «Me preguntô. querldos hermanos. cuôl de estas dos cosas os parece de mayor dignldad : ;la palabra de Dios 0 el cuerpo de Jesucristo T Y. si queréls decir la verdad. me responderéis, sin dada, nue la palabra de Jesucristo no os parece menas estimable aue su cuerpo. Os acercôis al altar con las mayores precauciones a fin de que no caiga a tierra el cuerbo de Jesucristo. que se os ofrece. Oid con las mismas precaudones a los Predicadores, no sea aue bar vuestra negligencia caiga a tierra la palabra de Tesucristo destlnada a alojarse en vuestros corazones·» 1 1 Aunoue nlntnns atrfbnyen modem a mente ce te sermôn a San Cc.· Y. 5in embargo, lo hizo constantemente. Por dos razones : 3. Para que el mundo le reconociera como Mcsias v para aue por los bienes temporales se procuras en los espirituales. t) «Para que vcAis que el Hi io del hombre tient? 7) 3» poder». <; Eres tù cl que ha de venir?...» (Mt. n.jh Y probô que era haciendo milagros en beneficio de los necesitados. Resurrecciôn de Lâzaro : «Para que crean que tù me has enviado» (lo. 11,42). ·.· tPertransiit benefaciendo*, se dijo del sumo y cterno Sacerdote. 2. San Pablo: ;Le confiô Cristo el que organizara colectas ? Explicitamente, no. Pero las considéré muy propias de su vocaciôn apostôlica. Y las organizô para satisfacer necesidades materiales La limosnc. es caract eristic a de ilia. Y lo mismo el satisfacer la necesidad material o corporal en todas las formas. Hospitales, orfanotrofios. Mantes de Piedad, etc. To­ das las formas de caridad para satisfacer todas las necesidades y aliviar todos los dolores del Our bln son propias de la Iglesia. C. Nueva objeciôn. Pero eso es una cosa, y otra es el organizar cooperativas, constructors, cajas ru­ rales. a) Mezquina objeciôn. Cristo pasô haciendo el bien, re­ mediando necesidades temporales. Toda clase de nrcesidades. b) La Iglesia observa la misnta conducta. 354 SEGUNDA MULTI PLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. 1. Organizada la parroquia, todos puedeu ser ruedas de una gran mâquina cuyo motor es el pârroco con su oraciôn y con su palabra, ya dicha desde e! pùlpito, ya en el confesonario, ya en la intimidad. 2. La palabra, pan espiritual para los ricos y para los sabios, puede ser a través de ellos pan corpo­ ral para los pobres y para los obreros necesitados 3. Y de este modo lograràn convertir la parroquia en «esa comunidad eùciente v activa de cristianos, hijos del mismo Dios, que viven entre si como verdaderos hermanos#. 18 El pan de la palabra I. “No solo de pan". A. . No solo de pan corporal vive^el hombre, sino también del pan de la palabra. “No sôlo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4,4). B. Y en el pasaje evangélico, al dia siguiente de la primera multiplicaciôn, Jesucristo dijo a las tur­ bas: “Me buscâis porque os di pan; procuraos no el alimento que perece, sino el que permanece hasta la vida eterna; el pan de Dios, que bajô del cielo y que da vida al mundo” (lo. 26,27-33). C. Jesucristo se refiere al doble alimento: el de su cuerpo y el de su palabra. Aqui nos ocuparemos dei alimento de su palabra. Π. Hambre de verdad. A. Nuestro entendimiento estâ hecho para conocer la verdad. a) Todo hombre normal tiene hambre de verdad. El pue­ blo busca la verdad. Quiere verdades claras, scncillas, fundamentales, que ordenen su vida. Busca la clave de sus venturas y de sus desgracias. Espéra halla r en la verdad la esperanza de la felicidad. por la que anhela su corazôn. b) Toda eâtedra levantada en medio del pueblo tendrâ siempre alumnos. Si se alejan los que se acercaron a ella, es porque el maestro no les ha servido cl ali­ mento que esperaban. c) Cuando los seductores del pueblo o los falsos profetas SEC. 8. GU1OMES HOMILETICOS 355 mantienen en el pueblo sano constante prestigio de maestros, es porque en sus palabras hay una parte de verdad. d) Fenômeno que explica la popularidad del comunismo. B. Cuando hay una parte de verdad, no olvidemos que entre los alumnos figurai! almas puras y voluntades rectas. La prudencia aconseja entonces no tanto predicar contra los seductores ni solo mostrar la parte falsa de su doctrina, sino pasar mâs adelante y servir al pueblo la verdad total y completa que espera. III. "para oir palabra de Dios”. A. El puebio seguia y rodeaba a Cristo para oir su palabra. Asi: La primera pesca rnilagrosa: nAgolpândose sobre El la muchedumbre para oir la palabra de Dios» (Le. 5,1). b) Al salir de la casa del jariseo con quien habia coniido: nSe fué juntando la muchedumbre por miliares, al punlo de pisarse unos a otros» (Le. 12,1). En reiteradas escenas del patio del templo : aEl pueblo todo estaba pendiente de El escuchândole» (Le. 19,48). <1) En la casa de Simôn Pedro en Cafarnaûm. Hasta el punlo de que ni su madré ni sus hermanos podian acercarse a El, porque lo impedia la muralia de la muchedumbre que estaba pendiente de su palabra (Mt. 12,46). En la primera multiplicaciôn de los panes: tAl desembarcar viô una gran muchedumbre y se compadeciô de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a ensenarles largamente» (Mt. 6,34). a) Y lo mismo podemos pensar en esta segunda mul­ tiplicaciôn. Ni Mateo ni Marcos, que son ios uni­ cos que la relatan, lo dicen explicitamente, pero es lôgico suponerlo, porque: a) Jésus aprovechaba toda ocasiôn para hablar al pue­ blo. b) El pueblo llevaba très dias rodeando al Senor (Mc. S,2). c) Consta, como se ha visto, que les hablô en la prime­ ra multiplicaciôn. IV. La predicaciôn principal. Ya se ha dicho en otro lugar (cf. La palabra de Cristo, domingo de Sexagésima, t.2 p.1073 ss.) que la predicaciôn principal ha de ser la homilética. a) El Côdigo la impone ’ el Ordinario del lugar puede preccptuarla incluso para los religiosos exentos en sus ptopias iglesias (cn.ij-H y 1345). B. Otras formas de predicaciôn. a) Las misiones, que deben procurarse al pueblo, al me­ nas , coda diez aùos (en. 1349 § 1). b) Los ejerticios espirituales, abiertos y cerrados. Equiparables a las misiones los primeras en cicrto modo. Los ûltimos son especialmente indicados para la for­ mation de minorias (cf. Divini Redemptoris) y para los grupos 0 entidades que trabajan en cquipo. C. La instruccion catequistica. Dice el Côdigo (en. 1329) : a) tEs deber propio y gravisimo, especialmente de los pastores de aimas, procurar la instruction catcquistica del pueblo cristiana». b) tDebe d pàrroco: «Enseûar durante varios dias seguidos a los ni­ nes para disponerlos a recibir debidamente los sacramentos de la penitencia y de la confirmaciôn» (en.1330 § 1). 2. cPreparar con particular empeôo a los niüos para la primera comuniôn» (en.1330 § 2). 3- «Ampliar y perfeccionar la enseûanza del catecismo a los nifios que poco antes han recibido la sagrada comuniôn» (en.1331). «Explicar el catecismo a los adultos los domingos y dias de precepto» (en. 1332). 5- «Llamar en su ayuda a los clérigos, sobre todo a los que residen en el territorio de la parroquia» (cn.1333). «Acudir a los seglares piadosos, en especial a los que figuran en la Asociaclôn de la Doctrina Cris­ tina» (cn.1333). 7. Dedicar una secciôn especial de la Acctôn Catôlica a la preparaciôn de buenos catequistas. 8. Organizar los catecismos parroquiales con moder­ nos procedimientos pedagôgicos. ft. Una forma eficaz. A. Consiste en la multiplication de las escuelas con maestros especialmente preparados para la ensenanza de la doctrina. El pârroco debe visitar por si nrsmo las escuelas y cerciorarse de la compe­ tentia y del buen espiritu del maestro. B. En algunas nationes—en Espana concretamente- -, el Estado subvenciona la création de escuelas pa­ rroquiales, ofrece maestros del escalafôn nacional y concede la presentation de los mismos al obispo. SEC. a. GUIONES HOMLLETICOS 357 uj ô* en la parroquia se oiganiza la cantina escolar, o por lo menos el desayuno escolar, se veriflca una forma muy compléta de propaganda, pueslo que se asegura la asisicncia de los aiumnos a la escuela y se les da alimento para el aima y para el cuerpo. b) A ambos, por distintos titulos, tienen derecho. Si el nino no recibe en casa el alimento corporal, debe recibirlo en la escuela. Es una verdad que se abre paso râpidamenle en cl mundo conlemporâneo. Doble ti­ tulo del nino de exigir el pan: La justicia social. Toda sociedad bien orgamzada debe procurar alimentos. «A fortiori», al nino. 2. Por razôn pedagôgica. x.· La pcdagogia mu d στηa ha dijundidu esta maxima: Es tan ilôgicn mantcner en La escuela al niïlo mal alimcntadu cornu en un hospital un cnjermo mal co· mido. j." Ai ius mcdicamcntos opcrarân en âste ni aquél ast· mdaria la doctrina. VL Colaboraciôn obligatoria. A. Es de la mayor importanda recordar aqui un canon que de ordinario se cumple négligente o imperfectamente y que él por si solo, si se practicara, podria concluir con la ignorancia religiosa de re­ giones enteras, especialmente en el campo. B. Dice el Côdigo en el canon 1335: “No solamente los padres y los demâs que hacen sus veces, sino también los amos y los padrinos tienen obligaciôn de procurar que todos sus sùbditos o encomendados aprendan el catecismo”. C. Ei Côdigo habla de amos y de sùbditos, es decir, de individuos que los reconocen como taies amoa y que a ellos estân juridicamente sometidos en el area a que se extiende el contrato de trabajo. Area cuyos limites en el campo son indefinidos y que en la prâctica se ven muy ampliados por el concepto seûorial de la propiedad que aun prevalece. a) b) Los propietarios dcscuidan muchas veces este deber en cl campo. Y no se les rccuerda como debicra. En Andalucia se dan casos de pastores o gananes obreros jijos de «amos» catôlicos que dcsconocen en ab­ soluto la doctrina cristiana, hasta cl punto de ignorar la existcncia de Dios, y sus amos no sicilien, sin embargo, el manor cscrûpulo de conciencia ante la crasisima ignorancia religiosa de sus ^subditos» o Kcncomcndadoso. Dcbcr del pàrroco es recordar a los amos que la rclacion es reciproca; y. asi como se debe decir a todos los subditos, criados u obreros, que deben mirar en sus amos la persona de Jesucristo (Col. 3,23-24), SEGUNDA .MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. asi sc debe obligor a los amos a que vean en sus subditos un hcrmano suyo que un dia comparecerà con él ante el tribunal de Cristo. Ellos, «los anios, deben proveer a los siervos de lo justo y equitativo, mirando a que también tie­ nen un amo en el cielo» (Col. 4,1). 2. Ellos son responsables ante Dios de la ignoran­ cia de sus subditos por no haberlos instruido. Hoy es màs indisculpable el mantener al pueblo trabajador dei campo en esta crasa ignorancia, por las facilidades que la técnica y la crganizaciôn social moderna ofrecen para montar catecismos, escuelas, conferendas radiofônicas, misiones am­ bulantes, etc., etc. a) Los que asi proceden no tienen cicrtamente el espi­ ritu que Jesucristo demuestra en el evangelio de hoy. b) Taies tamos», al contemplar al pueblo, no sienten brotar en su corazôn la juente de la misericordia. 1. No lo consideran, entnstecidos cual un inmenso rebano sin pastor. «Viendo la muchedumbre, se enterneciô de compasiôn por ella, porque estaban fatigados y decaidos como ovejas sin pastor* (Mt. 9,36). 2. Al contrario, ellos; que en cierto sentido son los pastores naturales de los menesterosos que estân a su servicio, con facilidad se desentienden de «sus deberes pastorales» y abandonan a sus ove­ jas. 3. Y ni dan acaso el pan corporal que en justicia deben ni se curan del pan de la verdad, a cuyo reparto la caridad los obliga. i Quién es el culpable de la ignorancia de los “amos”? iQuiénes no les dieron a su debido tiempo el alimento de la predicaciôn insistente de eus deberes sociales, de justicia y caridad? 19 La palabra, espada .·* I. Espada de la justicia. A. La palabra “espada” es término paulino tornado especialmente de las Epistolas a los Efesios y a los Hebreos. a) «La palabra de Dios es como una espada de dos filos, viva, taiantc, eficazt (Hebr. 4,12). SEC. 8. b' GOTONES HOMILETICOS 359 En la panoplia paulina dcscrita en cl ultimo capitulo a los Efesios, la palabra de Dios es llamada «espada del espiritu» (Eph. 6.17). B. Esta palabra de Dios, “espada del espiritu”, es la espada de la justicia,· que, segûn el texto de la Vulgata, hay que manejar “a diestro y a siniestro” (2 Cor. 6,7). a) b) La interpretaciôn mâs autorizada y probable de tdiestra» y tsiniestra» es en lo «prôspero» y «en lo ad­ verso». Pero una interpretaciôn acomodaticia, mâs propia de nuestros dias, séria sa diestra» contra los egoismos conservadores y «a siniestra» contra las «ambiciones demagôgicas». C. La expresiôn adquiere un relieve especial aplicada a las cuestiones sociales. a) b) c) El sacerdote tiene en sus labios la palabra para abrirse Paso. El sacerdote, «embrazado el escudo de la fe», cubierta la cabeza con el «yelmo de la salud» (Eph. 6,16-17), toma en sus manos la espada de la palabra del espi­ ritu para abrirse paso a diestra y a siniestra por en media de las injusticias sociales y de los conatos revolucionarios e instauras asi un nuevo orden social en el que sea mâs justo el reparto de las riquezas. Por la palabra-espada se defiende el pan del pueblo, Π. Textos principes. k. Dos textos de Pio XH sirven a nuestro proposito. B. Uno del mensaje de la Navidad de 1942: “;Qu;én, sobre todo siendo sacerdote o cristiano, podria permanecer sordo al grito que se alza de lo pro­ fundo y que en el nombre de un Dios justo invoca justicia y espiritu de fraternîdad!” (cf. o.c., 23: Col. Enc., p.214) L C. Del mensaje de Navidad de 1954: “Ni cumplirian con su deber los sacerdotes y seglares que cerrasen voluntariamente los ojos y la boca ante las injusticias sociales que estân presenciando, dando asi ocasiôn a ataques injustos contra la capacidad social del cristianismo y contra la eficacia de la doctrina social de la Iglesia” (Col. Enc,, p.1631), IU. Enormidad de las injusticias. . A. Presentamos un ejemplo que ahorra muchas con­ sideraciones. a) Supongamos que en una naciôn la renta national es de mil y el ntimero de habitantes también es de 1 Çitamos por la ciiartn ediciôn I ï lllr! S60 SEGUNTH MULTIPLIC. DE LOS PANES. 6.® PESP. PENT mil. Y que en el reparto de csa renta national, el 75 por loo, esto es, 750, corresponde al 25 por too de la poblaciOn, esta es, a 250 de los ciudadanos. y quedan 250 unldades de renta para repartir entre los 750 habitantes restantes. b) Supongamos que, al distribuir las cargos o intpuestos, gravita sobre los 750 habitantes que recibieron la menor parte de la renta el 60 por 100 de las contribu­ tiones. Y conste que lo que decimos no es pura fan­ tasia; se aproxima mucho a algunas realidades que conocemos. c) ;No salta a la vista una injusticia social gravisinia? Independicntemente de la injusticia en la distribu­ tion de renta, < no se advierte que hay una clase, la mâs numerosa, perjndicada por una medida de poli­ tica fiscal, siendo asi que esa clase ha contribuido a la formation de la renta national f d) Puede ocurrir que dentro de esa misma clase mâs nu­ merosa existan grupos especialmcnte perjudicados por la injusticia con que se retribuye su colaboraciân al bien comin. para hablar ya concretamente de Espana, tal es el caso de los obreros dei campo. De un modo especial en todas las tierras del Sur, y sobre todo en algunas provincias andaluzas. a) El producto de la tierra ha enrlquecido a antiguos y nuevos propietarios, mlentras ha defado en la misma situation miserable en que siempre han vivido a los jomaleros. b) Muchos se han visto obligados a emigrar en las pcores condiciones. C. Sin llegar a formulae sentencia definitiva, aqui hay un fenômeno que estâ pidiendo el estudio y la aplicaciôn de las mentes que desean de veras aliviar las necesidades del pueblo o reparar una situaciôn injusta de los mâs desamparados. TV. Dos actitudes. A. Actitud negativa. Cabe en presencia de este fenômeno una actitud cômoda, inhibltcria. meramente negativa. Seria el tlragarnos cl camello» de las injustitias sociales, mlcntras tcolamos el mosquito» de los pccados individua­ tes» (Mt. 23.24). b) y, sin embargo, expresifin de la misma son frases muy repetidas como las siguientes: 1. No conviene aîrear estas cuestiones, porque excîtan las pasiones. 2. No conviene enemistar las clases sociales. 3. Son males que siempre han existido, difïciles de remediar. a SFC. 8. 0 GUIONES HOMII.ÉTICOS 361 Siempre ha de haber pobres entre nosotros. Estâ dicho por el Evangelio. Sufrirfa mucho la economia ài se intentara una reforma. 6. Es preferible aliviar las injusticias por medio de la limosna y de la caridad. Comprendemos que es necesario intentar pruden­ tes reformas, pero no es el momento oportuno. 8. Es materia reservada a los técnicos de la econo­ mia y no al moralista. > tantas frases mâs con que cubrirnos nuestra perea intelcdual, nuestro cgoismo, nuestra falta de amor verdadero a la justicia y al pueblo. B. Actitud positiva. Actitud positiva es la de los sacerdotes que acometen de corazôn, guiados por la Iglesia, la reforma justa en cl orden de las conciendas y de la moral. Denun­ tiando, después de bien aquilatado, el abuso existente, con tanta prudentia como energia. Urgiendo a los que deban poner remedio por razôn de su oficio. b) No acometerân csa justa reforma: 1. Ni los empresarios, aun los buenos, porque—de ley ordinaria—ellos no pueden ver con serena imparcialidad un pleito en el que son parte ; por­ que, aunque lo vean, el ambiente y los compromi­ ses de clasp les atarân las manos para obrar. 2. Ni los capitalistas, porque les faltarâ clara visiôn, ya que las riquezas aburguesan el espiritu, entenebrecen el entendimiento v fomentan la codicia y el egoismo. 3. Ni siempre los técnicos ni todos los profesionales. 2. Les hcrirâ cl reparto inicuo en la juventud, cuando cl corazôn es mâs puro, cl ideal mâs vivo, los cornpromises son minores y fâcilmente se siente el deseo de tdes/acer enluertos», amparar menesterosos y ordenar la vida social. Pero después un tanto por ciento crccidisimo de ellos se convcitirdn en aliados de empresarios y de capi­ talistas ccnservadorcs. Practicardn en la misma proJesiôn una moral taxa, que les permita hacer en pocos anos una fortuna. Mientras que otros sin escrûpulos. por propia con­ venienda, se pondrân al /rente de movlmicntos dcmagôgicos. tQuiéncs deben scr los autcnticos rcformadorcs por medio de la palabra? Ante todo en el orden doctrinal, los sacerdotes, que estân espccialmente preparados en cuestiones sociales y econômicas ; sacerdotes en colaboraciôn con los grupos de ciudadanos escogidos, que » siempre se encucntran en todas las nationes, que, aun siendo seglares, estân vivificados por un espiritu verdaderamente sacerdotal y apostôlico. d) Pero f,y los gobiernos? Los gobiernos, de ordinario, son gobiernos de partido o de clase. C) SEGUNDA MULHPtlC. DE LOS PANES. 6.° DESP. PENT. aun los gobiernos autoritarios son, a veces sin qucrerlo, amparadores de los llamados grupos de prestôn o de poder, que traban y dijicultan el cjercicio de la autoridad cuando va en contra de sus privile­ gio* de grupo. ’.· V aun los gobernantes mejor intencionados estân so. metidos a la pr estân de la close social a la Que pertenecen. Su corazôn insensiblement les lleva a de­ fender la posiciôn social de juc ellos disjrutan. :.· y 2« Los gobiernos de ordinario sôlo puedeu ser movidos por la actitud prudeutemente enérgica de los defensores sanos de las clases necesitadas. . La rnisiôn dei clero. A. Los eclesiâsticos deben ser los defensores natos de estas clases necesitadas; de ellos necesitan los gobiernos a veces para destrozar la trama de intereses creados, para romper la red de los podero­ sos—fmancieros, politicos, profesionales, empresarios, técnicos—, que a sangre y fuego defienden sus posiciones ventajosas, no siempre justas. a) Defensores y moderadores: defensores de sus dere­ chos, moderadores de sus impetus y de sus pasiones en los procedimientos. b) Deben ilustrar y moderar sus ideas, acaso un poco simplistas. I. Asi, to mando el caso de las cifras antes expuestas, no hay que lle^ar a la conclusion de un igualitarismo en el reparto. Ese igualitarismo seria en daûo de los mâs necesitados. Hay que recordar el axioma norteamericano : cNada hay mâs barato que pagar caro el trabajo intelectual». 2. A las empresas se debe aplicar lo que Napoleôn decia de las guerras de su tiempo : !*. il* '· TEXTOS SAGRADOS SECCION I. EPISTOLA (Rom. 6,19-23) 19 H umanum d i c o, propter Infirmitatem carnis vestrae; sicut enim exhjbuistis membra vestra servire immunditiae, et iniquitati ad iniquitatem, ita nunc exhibite membra vestra servire iustitiae in sanctificationem. 20 Cum enim servi essetis peccati, liberi fuistis iustitiae. r* 21 Quem ergo fructum ha­ buistis tunc in illis, in quibus nnnc erubescitis? Nam finis il­ iorum mors est. 22 Nunc vero liberati a pec­ cato, servi autem facti Deo, ha­ betis fructum vestrum in sanc­ tificationem, finem vero vitam aeternam. 23 Stipendia enim peccati, mors. Gratia autem Del, vita aeterna, in Christo lesu Domi­ no nostro. Π. 19 Os hablo a la Ilana, en atenciôn a la flaqueza de vuestra carne. Pues bien, como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, asi ahora entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santidad. 20Pues, cuando erais esclaves del pecado, estabais libres respec­ to de la justicia. 21 Y 4 qué frutos obtuvisteis entonces? Aquellos de que ahora os avergonzâis, porque su fin es la muerte. 22 Pero ahora, libres del pe­ cado y siervos de Dios, tenéis por fruto la santificaciôn y por fin la vida eterna. 23 Pues la soldada del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Sefior Jesucristo. EVANGELIO (Mt. 7,15-21) 15 Attendite a falsis prophe­ 15 Guardaos de los falsoe protis, qui veniunt ad vos in ves­ fetas, que vienen a vosotros con timentis ovium, intrinsecus au­ vestiduras de ovejas, mas por den­ tem sunt lupi rapaces: a fructibus eorum cognos­ cetis eos. Numquid colligunt dc 5pini* uvas, aut de tribulis fi­ cus? ornnls arbor bona auctus bonos facit: mala aum malos fructus facit. tro son lobos rapaces. 16Por eu fruto los conoceréis. i Por ventura se cogen racimos de los espinos o higos de los abrojos ? 17 Todo ârbol bueno da bue­ nos frutos, y todo ârbol malo da frutos malos. 368 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 18 No puede ârbol bueno dar nialos frutos, ni ârbol malo frutos buenos. 19 El ârbol que no da buenos frutos es cortado y arrojado al fuego. 20 Por los frutos, pues, los co noceréis. 21 No todo el que dice: ;Se flor, Senor!, entrarâ en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que estâ en los cielos. III. 7.0 DESP. PENT. 18 Non potest arbor bona ma­ los fructus facere: neque arbor mala bonos fructus facere. 19 Omnis arbor, quae non fa­ cit fructum bonum, excidetur, et in ignem mittetur. 20 Igitur ex fructibus eorum cognoscetis eos. 21Non omnis, qui dicit mi­ hi, Domine, Domine, intrabit in regnum caelorum: sed qui facit vo.untatem Patris mei, qui in caelis est, ipse intrabit in regnum caelorum. TEXTO CONCORDANTE (Lc. 6,45-46) 43 Porque no hay ârbol bueno j que dé fruto malo, ni tampoco âr­ bol malo que dé fruto bueno, 44 pues cada ârbol se conoce por su fruto; y no se cogen higos de los cspinos, ni de la zarza se vendimian racimos. 45 El hombre bueno, dei buen tesoro de su corazôn saca cosas buenas, y el malo saca cosas ma­ las de su mal tesoro, pues de la abundancia del corazôn habia la lengua. 46 i Por qué me llamâis Senor, Sefior, y no hacéis lo que os digo ? 43 Non est enlm arbor bona, quae facit fructus malos; ne­ que arbor mala, faciens fruc­ tum bonum. 44 Unaquaeque enim arbor de fructu suo cognoscitur. Ne­ que enim de spinis colligunt fi­ cus: neque de rubo vindemiant uvam. 45 Bonus homo de bono the­ sauro cordis sui profert bonum: et malus homo de malo thesau­ ro profert malum. Ex abundan­ tia enim cordis os loquitur. 46 Quid autem vocatis me Domine, Domine: et non faci­ tis quae dico? IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA SOBRE LA HIPOCRESIA A) Dios conoena LA HIPOCRESÎA Sic viae omnium, qui oblivis­ Tal es la suerte de los que se olvidan de Dios. La esperanza dei cuntur Deum, et spes hypocri­ tae peribit (lob 8,13). hipôcrita se desvanecerâ. Et ipse erit salvator meus: Y él vendrâ a ser mi justificanon enim veniet in conspectu dor, pues no hay hipôcrita que eius omnis hypocrita (lob 13. sostenga su presencia. 16). Congregatio enim hypocritae La prole de los hipocritas serâ estéril, y el fuego devorarâ la casa sterilis, et ignis devorabit ta­ bernacula eorum, qui munera del soborno. libenter accipiunt (lob 15.3-1). SEC. I. TEXTOS SAG R ADOS 5 Quod laus impiorum brevi* sit, et gaudium hypocritae ad instar puncti. 6 Si ascenderit usque ad cae­ lum superbia eius, et caput eius nubes tetigerit: 7 quasi sterquilinium in fi­ ne perdetur: et qui eum vide­ rant, dicent: Ubi est? 8 Velut somnium advolans non invenietur, transiet sicut visio nocturna. 369 5 Que es breve el tiempo de les malvados, y dura un instante la alegrîa de los hipôcritas. 6 Si hasta el cielo subiere su arrogancia y tocare en las nubes su cabeza, 7 cual un fantasma desaparecerâ para siempre; y loo que le vieron dirân: 2,Dônde estâ? 8 Desaparecerâ como un sueno y no le hallarân, huirâ como visiôn nocturna. 12Aunque él dulcificara la 12 Cum enim dulce fuerit in ore eius malum, abscondet il­ maldad y la ocultara bajo su lenlud sub lingua sua. gua, 13 Parcet illi, et non dere­ 13 la saborearâ antes de tralinquet illud, et celabit in gut­ garla, reteniéndola en su paladar. ture suo (lob 20,5-8; 12-13). i En qué podrâ confiar el hipô­ Quae est enim spes hypocri­ tae si avare sapiat, et non li­ crita cuando muera, cuando Dies beret Deus animam eius? dob le arranque la vida? 27,8). Los simuladores y astutos preSimulatores et callidi provo­ cant iram Dei, neque clama­ vocan la ira de Dios y no claman bunt cum vincti fuerint (lob cuando los encadena. 36,13). B) MALDAD DE LOS HIPÔCRITAS 12 Generatio quae sibi mun­ da videtur, et tamen non est lota a sordibus suis. 13 Generatio, cuius excelsi sunt oculi, et palpebrae eius in alta surrcctae. 14 Generatio, quae pro den­ tibus gladios habet et comman­ dit molaribus suis, ut comedat inopes de terra, et pauperes ex hominibus (Prov. 30,12-14). 36 Ne sis incredibilis timori Domini: et ne accesseris ad il­ lam dup ici corde. 37 Ne fueris hypocrita in conspectu hominum, et non scandalizeris in labiis tuis (Eccli. 1,36-37). 12 Hay quien se cree limpio, no ha limpiado su inmundicia. 13 Hay quien mira con altaneria y cuyos pârpados son altivos. 14 Hay gentes cuyos dientes son espadas y cuchillos sus mola­ res, para devorar a los pobres de la tierra y raer de entre los hom­ bres a los menesterosos. 36 No seas rebelde al temor de Dios y no te llegues a El con co­ razôn doble. 37 No seas hipôcrita delante de les hombres y pon atenciôn a tus palabras. 23 Et est qni emittit verbum 23 Y que pervierte el derecho certum enarrans veritatem. Est para mostrar el ingenio. Hay quien qui nequiter humiliat se, et in­ va encorvado y enlutado, pero en teriora eius plena sunt dolo. su interior estâ lleno de engafio. 370 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. 24 Et est qui se nimium sub­ 24 Lleva la cabeza baja y se hace el sordo, pero, cuando menos mittit a multa humilitate: et est qui inclinat faciem suam lo piensas, se te echa encima. et fingit se non videre quod ig­ noratum est (Eccli. 19,23-24). 13 Et dixit Dominus: Eo quod appropinquat populus iste ore suo, et labiis suis glorificat me, cor autem eius longe est a me, et timuerunt me mandatu hominum et doctrinis: 13 El Senor dice: Pues que es­ te pueblo se me acerca solo de pa­ labra y me honra solo con los labios, mientras que su corazôn esté lejos de mi, pues to que su te:111· de mi no es màs que un manda­ miento humano aprendido de me­ moria, 14 voy a hacer nuevamente con este pueblo extraordinarios prodigios, ante los que fallarâ la ciencia de los sabios y serâ comprendida la prudencia de los pru­ dentes. 14 Ideo ecce ego addam ut admirationem faciam populo huic miraculo grandi et stu­ pendo: peribit enim sapientia a sapientibus eius, et intellec­ tus prudentium eius absconde­ tur (Is. 29,13-14). Sus lenguas son saetas mortife­ ras; las palabras de su boca son dolo; dan la paz a su prôjimo y llevan la insidia en su corazôn. Sagitta vulnerans lingua rum, dolum locuta est: in suo pacem cum amico suo quitur, et occulte ponit ei sidias (Ter. 9,8). C) La hipocresîa en a) los textos ev angelicos Herodes, hipôcrita 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, les interrogô cuidadosamente sobre el tiempo de la apariciôn de la estrella ; 8 y enviândolos a Belén, les dijo: Id a informaros sobre ese nifio y, cuando le halléis, comunicâdmelo, para que vaya también yo a adorarle. b) eoore loin- 7 Tunc Herodes clam voca­ tis Magis diligenter didicit ab eis tempus stellae, quae appa­ ruit eis: 8 et mittens illos In Beth­ lehem, dixit: Ite et Interrogate diligenter de puero: et cum In­ veneritis, renunciate mihi, ut et ego veniens adorem eum (Mt. 2,7-8). Limosna y ayuno sin iüpocresia Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipôcritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Cum ergo facis eleemosynam, noli tuba canere ante te, sicut hypocritae faciunt in synagogis, et in vicis, ut honorificentur ab hominibus. Amen dico vobis, re­ ceperunt mercedem suam (Mt. Cuando ayunéis, no aparezcâis Cum autem ieiunatis, nolite tristes, como los hipôcritas, que fieri, sicut hypocritae, tristes. SEC. i. I. TEXTOS SAGRADOS exterminant enim facies suas, ut appareant hominibus lelunantes. Anien dico vobis, quia receperunt mercedem suam (Mt. 1 6,16). c) demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en ver­ dad os di go, ya recibieron su recompensa. Hipocresîa en los juicios 3 Quid autem vides festueam in oculo fratris tui: et tra­ bem in oculo tuo non vides? Ant qnomodo dicis fratri teo: Sine eliciam festucam de oculo tuo: et ecce trabs est in oculo tuo? 5 Hypocrita, eiîce primum trabem do oculo tuo, et tunc videbis elicere festucam de oculo fratris tui (Mt. 7,3-5). d) 371 3 2 Cômo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo? 4 2 θ cômo osas decir a tu her­ mano: Déjà que te quite la paja del ojo, teniendo tù una viga en el tuyo? 5 Hipôcrita: quita primero la viga de tu ojo, y entonces verâs de quitar la paja del ojo de tu hermano. La hipocresîa de los fariseos i) La falsa tradicidn 1 3 Ipse autem respondens ait Illis: Quare et vos transgredi­ mini mandatum Dei propter traditionem vestram? Nam Deus dixit : 4 Honora patrem, et matrem, et: Qui maledixerit patri vel matri morte moriatur. 5 Vos autem dicitis: Qui­ cumque dixerit patri, vel ma­ tri, Munus quodeumque est ex me, tibi proderit: 6et non honorificabit pa­ trem suum, aut matrem suam: et irritum fecistis mandatum Del propter traditionem ves­ tram. 7 Hypocritae, bene prophe­ tavit de vobis Isaias dicens: 8 Populus hic labiis me ho­ norat: cor autem eorum longe est a me. 9 Sine causa autem colunt me, docentes doctrinas, et man­ data hominum (Mt. 15,3-9). 2) 3 El respondiô y les dijo: iPor qué traspasâis vosotros el pre­ cept© de Dios por vuestras tradiciones? Pues Dios dijo: 4 Honra a tu padre y a tu ma­ dré, y quien maldijere a su padre o a su madré, sea muerto. 5 Pero vosotros decîs: Si alguno dijere a su padre o a su ma­ dré: “Cuanto de mi pudiere aprovecharte, sea ofrenda”, β ése no tiene que honrar a su padre; y habéis anulado la pala­ bra de Dios por vuestra tradiciôn, 7 Hipôcritas, bien profetizô de vosotros Isaias cuando dijo: 8 Este pueblo me honra con los labios, pero su corazôn estA lejos de mi. 9 En vano me rlnden culto, ensefiando doctrinas que son pré­ ceptes humanos. Invectivas de Cristo 18 Jesus, conociendo su mali18 Cognita autem lesus ne­ quitia eorum, ait: Quid me ten- cja| dijo: 2, Por qué me tentâis, hitatis, hypocritae? pôcritas ? * Sobre el fermento de los fariseos, véase Mt. 16,6-12. LOROS CON PTFL DE OVEJA. DESP. PENT 19 Mostradme la moneda dei' 19 Ostendite mihi numisma tributo. Ellos le presentaren un census. At ilii obtulerunt ei deLTJUULU. y narium (Mt. 22.1&-10). denario. i.° Falso celo y picdad 13 Vae autem vobis Scribae, 13 ;Ay de vosotros. escribas y fariseos, hipôcritas, que cerrâis a et Pharisaei, hypocritae: quia regnum caelorum an­ los hombres el camino de los cie- clauditis te homines. Vos enim non in­ los! Ni entrâis vosotros ni permi­ tratis, nec Introeuntes sinitis tis entrar a los que querian entrar. intrare. 14 ;Ay de vosotros, escribas y 14 Vae vobis Scribae, et fariseos, hipôcritas, que devorâis Pharisaei, hypocritae, quia co­ las casas de las viudas y hacéis meditis domos viduarum, ora­ por aparentar largas oraciones.' tiones longas orantes: propter Por eso seréis mâs rigurosamente j hoc amplius accipietis indicium. juzgadoe. j 15 Vae vobis Scribae et Pha­ 15 ;Ay de vosotros, escribas y risaei. hypocritae: quia circui­ fariseos. hipôcritas. que recorréis ts mare et aridam, ut faciatis mar y tierra para hacer un solo unum proselytum: et cum fue­ proséiito, y luego de hecho le ha- ; rit factus, facitis eum fiUum céis hijo de la gehenna des veces ‘ gehennae duplo quam vos. mâs que vosotros! ! 18 Vae vobis duces caeci, 16 ;Ay de vosotros, gulas ciegos, que decis: Si uno jura por el qui dicitis: Quicumque jurave­ rit per templum, nihil est: qui templo, eâo no es nada: pero, si ! autem juraverit in auro templi jura por el oro dei templo, queda i debet. obligado! I 17 Stulti et caecf: Quid enin 17 ; Insensatos y ciegos! iQué vale mâs. el oro o el templo, quf maius est, aurum, an templum quod sanctificat aurum? santifiea el oro? 1S Y si alguno jura por el al­ 18 Et quicumque juraverit b nihil est: quicumque au* tar, eso no es nada; pero. si jura altari, tem Juraverit in dono, quod est por la ofrenda. que estâ sobre él. super iliud, debet. és · queda obligado. 19 Caecf: Quid enim maius 19 iCiegos! iQué es mâs, la ofrenda o el altar, que santifica est. donum an altare, quod sanctificat donum? (Mt. 23,13la ofrenda? 19). 2.° Vacuo formaUsmo sin misericordia 23. ; Ay de vosotros, escribas y » fariseos. hipôcritas, que diezmâis la menta, el anis y el comino, y j no os cuidâis de lo mâs grave de la ley: la justicia. la misericordia y la buena fe! Bien séria hacer aquello. pero sin omitir esto. 24 ;Guias ciegos!. que colâis •in mosquito y os tragâis un ca­ mello. 23 Vae vobis Seribae et Pharisaei hypocritae: qui decima­ tis mentham, et anethum, et cyminum, et reliquistis quae graviora sunt legis, indicium, et misericordiam et fidem. Haec oportuit facere, et illa non omittere. 24 Duces caeci, excolantes culicem, camelum autem glutientes. SEC. I. TEXTOS SAGRAnos 373 vobis Scribae, et 25 i Ay de vosotros, escribas y Pharisaei hypocritae, quia mun­ fariseos, hipôcritas, que limpiâis datis quod deforis est calicis et paropsidis: Intus autem ple­ por defuera la copa y el piato, quo ni estis rapina et immunditia. por dentro estân llenos de rapi26 Pharisaee caece, munda prius quod intus est calicis et paropsidis, ut fiat id, quod ele­ foris est mundum. 37 Vae vobis Scribae, ct Pharisaei hypocritae: quia miles estis sepulchris dealba­ tis, quae aforis parent homini, bus speciosa, intus vero p ena sunt osslbtis mortuorum, et omni spurcitia (Mt. 23,23-37). fias y codicias! 26 Fariaeo ciego, limpia prim- ro por dentro la copa y el piato, y limpialo también luego por de­ fuera. 27. ;Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipôcritas, que os pare céis a sepulcros blanqneadoo, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda Guerte de inmundicias! 3·° Hipocresia c iniquidad 28 Sic et vos aforis quidem paretis hominibus iusti, intus autem pleni estis hypocrisi, et Iniquitate. 29 Vae vobis Scribae, et Pha­ risaei hvpocritae, qui aedifica­ tis sepulchra prophetarum, et ornatis monumenta iustorum, 30 et dicitis: Si fuissemus in diebus patrum nostrorum, non essemus socii eorum in sangui­ ne prophetarum. 31 Itaque testimonio estis vobismetipsis, quia filii estis eo­ rum qui prophetas occiderunt. 32 Et vos implete mensuram patrum vestrorum (Mt. 23,2832). D) La 28 Asi también vosotros por fuera parecéis justos a los hom­ bres, mas por dentro estâis llenos de hipocresia y de iniquidad. 29 ;Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipôcritae, que edificâis s?pulcros a los profetas y adorâis los monumentos de los justos, 30 y decis: Si hubiéramos vi­ vido nosotros en tiempos de nues­ tros padres, no hubiéramos sido cômplices suyos en Ia sangre de los profetas. 31 Ya con esto os dais por hi­ jos de los que mataron a los pro­ fetas. 32 Colmad, pues, la medida de vuestros padres. HIPOCRESÎA DE LOS JUDÎOS 17 Si autem tu Judaeus coç17 Pero si tû, ;oh judio!, que nominaris, et requiescis in le­ confias en la ley y te glorias en ge, et gloriaris in Deo, Dios, 18 et nosti voluntatem eins et probas utiliora, instructus per legem, 19 confidis teipsum esse ducwn caecorum, lumen eorum, qui in tenebris sunt, 20 eruditorem insipientium, magistrum Infantium, haben­ tem formam scientiae, et veri­ tatis in lege. 18 conoces su voluntad e, instruido por la ley, sabes estimar lo mejor, 19 y presumes de ser guia del ciego, luz de los que viven en ti­ nieblas, 20preceptor de vidas, maestro de nifios, y tienes en la ley la norma de la ciencia y de la ver­ dad; 374 LOBOS COX PIEL DE OVEJA 21 tû, en suma, que enseûas a otros, ^cômo no te ensefias a ti mismo? ;Tû, que predicas que no se debe robar, robas? 22 ^Tû, que dices que no se debe adulterar, adultéras9 iTû, que abominas de los idolos, te apropias loe despojos de los tem­ ples? E) 7.0 DESP. PENT. 21 Qui ergo alium doces, teipsum non doces: qui praedi­ cas non furandum, furaris: 22 qui dicis non moechan­ dum, moecharis: qui abomina­ ris idola, sacrilegium facis (Rom 2,17-23). CONDENACIÔN APOSTÔLICA DE LA HIPOCRESÎA 1 Pero el Espiritu claramente ; 1 Spiritus autem manifeste dice que en los ultimos tiempos dicit, quia in novissimis tem­ poribus discedent quidam a fi­ apostatarân algunos de la fe, dan­ de, attendentes spiritibus erro­ do oidos al espiritu del error y a ris, et doctrinis daemoniorum, las ensefianzas de los demonios, j 3 in hypocrisi ioquentium 2 embaucadores, hipôcritas, de mendacium, et cauteriatam ha­ bentium suam conscientiam cauterizada conciencia. (1 Tim. 4 1-3). Ab omni specie mala abstine­ Absteneos hasta de la apariente vos (1 Thes. 5,22). cia dei mal. Despojaos, pues, de toda mal- Deponentes Igitur omnem ma­ litiam, et omnem dolum, et si­ dad y de todo engafio. de hij mulationes, et invidias, et om­ sias, envidias y maledicencia. nes detractiones (1 Petr. 2,1). SECCION IL COMENTARIOS GENERALES •Ji SITUACION LITURGICA Mâs de una vez hemos notado que no debemos pretender siem­ pre encontrar una unanimidad objetiva entre las distintas fôrmulas de la misa. Sin embargo, cuando se leen y meditan los textos con ânalidad homilética, siempre es posible relacionarlas subjetivamente para aprovecharse de la liturgia en la predicaciôn. A) Armonia de las formulas de la misa Tai es el caso del séptimo domingo después de Pentecostés, don­ de puede encontrarse una dificil, pero bella armonia de las fôrmulas de la misa. Sou idénticos los cantos del introito y el verso aleluyâtico, torna­ do del salmo 46 (2-3) : Pueblos todos, aplaudid con estruendo de manos (plaudite manibus), regocijaos en Dios, cantadle himnos de gloria, porque el Seüor lia demostrado que El es el altisimo, el te­ rrible, el supremo moderador de toda la. tierra. Para Schuster, A) a) Epistola OCASIÔN Y ARGUMENTO La Epistola a los Romanos, o por lo menos los capitules que venimos comentando, y en los que figuran los textos litûrgicos de estos dos domingos, son como una grandiosa sinfonia, que va desenvolviendo siempre idéntico motivo : la libertad en Cristo. Adân y el pecado original· nos constituyen ceutivos ; Cristo nos libera (c.5). La concupiscentia y el pecado original nos aherrojan con 'a servidumbre de la carne ; el bautismo y su justicia nos snjetan a la de la justicia, que en realidad es verdadera liberted (c.6). Ya no vivimos bajo la servidumbre de la ley mosaica, sino bajo la libertad de los hijos de Dios (c.7). El pasado domingo comentamos ligeramente los versiculos 1 al 11 dei capitulo 6, en donde se nos habia de nuestra muerte al· pecado y de nuestra resurreerôn a vida nueva mediante la semejanza del bautismo, que nos injertô en Cristo. Por lo tanto, debemos estar muertos al pecado y vivos para Dios. El versicu’.o 12 comienza a desenvolver el tema con un nuevo acorde, presentando al pecado como un tirano, al que podemos permîtir que reine o no en nuestro cuerpo mortal. Su reinado consistirâ en que obedezeamos a sus concupiscendas (v.6). No sabéis que, ofrcciéndoos a uno para obcdccerle, os hacéis csclazOS de aquel a quicn 0$ sujelàls, sea del pecado para la muerte, sca de la obcdiencia para justicia (16). La verdad es que, para quien conociera algo de la historia de Roma, no debian serle extraûos estos vasallajes contrafdos por pueblos que habian prometido su obediencia con tal de obtener sn ayuda. Pero, gracias a Dios, cuando gemiais cautivos del pecado, os decidisteis a obedecer al Evangeîio y ahora sois siervos de la justi­ cia (v.iS). En este momento, San Pablo pasa, como de costumbre, a las consecuencias morales : SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 377 1. Si cuando fuisteis siervos del pecado obedecisteis a la concu­ piscenda, ahora del>éis entregoros totalmente a la santidad. 2. Con tanta mayor razôn, cuanto que la servidumbre primera desembocaba en e'. infierno, y esta segunda en la santidad y gloria. b) Los textos 1. Os hablo a la liana cm atenciôn... Es una especie de disculpa de San Pablo por haber llamado esclavitud a la justicia y santidad. Ante un pueblo como el romano, el Apôstol usa frase tan fuerte para inculcar la verdadera y real obli. gaciôn de vivir sujetos y luchar contra la sensualidad. A la vez pien$a en los jndeo-romanos, a quienes les advierte que estân ya libres de la ley, pero que a ellos, lo mismo que *a los puramente romanos, les conviene saber que, si es una equivocaciôn entender al pie de la letra que el côdigo cristiano constituée una esclavitud, seria mucho mâs peligroso creer que équivale a una licencia. El cristianismo supone libertad frente a la esc'.avitud de las pasiones, pero nunca con relaciôn a la obligaciôn moral. 2. Como pusisteis vuestros miembros..., asi ahora entregad... » Es la aplicaciôn dei versiculo ιό, que hemos transerito arriba. Si cuando erais malos lo erais totalmente, ahora que sois buenos, sedlo por completo. Sin embargo, no pasa de ser una habilidad dialécticu y oratoria, puesto que los motivos que nos impulsan y obligan a entregarnos a la santidad, y que el mismo San Pablo va recogiendo a lo largo de la epistola, son infinitamente mâs poderosos que jos que nos empujan a la esclavitud de la carne. Para servir a las pasiones solo tenemos un motivo : nuestra per­ sonal y momentânea satisfacciôn de la parte menos noble. Para entregarnos decididamente al servîciô de la santidad, los motivos son innumerables. Citemos algunos. tomândolos de la misma epistola. 1. ° Los frutos de la iniquidad son acciones de que ahora nos avergonzamos, la muerte corporal y la eterna (v.21). 2. ° Los frutos de la virtud son la santidad y la gloria (v.22). 3? Somos hijos de las promesas que Dios hiciera a Abrahân, y nos mantenemos y gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (0.4 y c.5,2). 4.0 Esta esperanza es firmisima, pues nos ha sido dado el Espi­ ritu Santo como prenda. 5.0 Cuando éranios dc'bilcs (esto es, pecadores), Cristo, a su tiempo, nniriô por los impios (5,6}. ° Y destruvô la obra del hombre, Adân, para que, en donde 6. abundabo el delito, sobreabundara la gracia (5,20). 7·° De ella participamos gracias al bautismo, que nos ha injertado en Cristo (6,1-7). Son suficientes estos motivos para justificar nuestra esclavtnd a la santificaciôn. (Felices cadenas, forjadas con tan amables motivos y preiniadas con tamafio galardôn ! ;Cômo se entregan nuestros miembros al servicio de la justicia? / 378 Lonos CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. Contradiciendo la ley de la carne y haciéudolos servir a la ley de la razôn v de Dios. 3. Esclavos del pecado, es ta bal s libres respecto de la justicia A hora, libres del pecado y siervos de Dios... (v.20-22). «El hombre es naturalmente libre gracias a su razôn y voluntad, que no pueden ser obligadas, aunque si pueden ser inclinadas por algo ; por lo cual, el libre albedrio de la razôn humana goza siempre de la libertad de coacciôn, pero no siempre se ve libre de toda inclinaciôn. Cuando el hâbito de la gracia y de la justicia inclinan al hombre al bien, entonces es siervo de la justicia y vive libre del pecado. Cuando el hâbito del pecado le inclina al mal, entonces vive bajo la esclavitud del pecado y èn libertad con relaciôn a la justicia. Me refiero a una servidumbre del pecado que le arrastra a consentir en él contra el dictamen de la razôn. Todo el que comete pecado es siervo del pecado (lo. 8,34). Y, refiriéndose a esto, dice : Esclavos del pecado. Son también libres en cuanto a la justicia, porque, rotos sus frenos, se precipitan hacia el mal, a lo cual alude con las pala­ bras libres respecto a la justicia, lo cual se verifica sobre todo en los que pecan deliberadamente, pues los que sucumben por la flaqueza o por la pasiôn no son del todo libres de la justicia, ya que todavia les detiene algo su freno. Debemos hacer constat, sin embargo, que este estado es una ver­ dadera esclavitud, que no tiene de libertad mâs que las apariencias, porque, consistiendo la dignidad del hombre en ser racional, se convierte en un verdadero siervo cuando es sacado fuera de lo racional. Romper los frenos con que la razôn prohibe que sigamos la concu­ piscenda es sôlo libertad para aquellos que colocan el sumo bien en seguir sus deseos» (cf. Santo Tomâs, In Rom., c.6, 1.4 [ed. Vivès. Paris 1889] p.462). Esclavos de la corrupciôn, pues cada uno es esclavo de quien triunfô de él (2 Petr. 2,19). Por fnito, la santificaciôn, y por fin, la vida eterna San Pablo contesta a su pregunta de qué frutos obtuvisteis, parangonando los conseguidos por el pecado y los que aporta la justicia. Los del pecado, aparté de aquella esclavitud que han llorado tan­ tos libertinos,- deseosos de romper unas cadenas mâs fuertes que su voluntad enflaquecida. son dos, la vergüenza de unas acciones que se deploran y el infierno. Los de la justicia, la santidad y la gloria. La santidad, con todo ese organismo vivo de la gracia y el Espiritu Santo dentro de nos­ otros, incluso con el aprecio de los hombres y, sobre todo, con el amor de Dios. La gloria o vida etema, que no es sino el desarrollo perfecto y edad madura o de Cristo a que llega la santidad y gracia. Notemos la oposiciôn entre la muerte temporal y etema, «estipendio», esto es, jornal y paga, merecida en justicia por el pecado, y la vida eterna, a la que San Pablo llama don, esto es, gracia, ob­ sequio y regalo. 4. ’ ι 1 SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES Para merecer el inlierno, basta cl pecado. Aun en el orden puramente natural hubiera existido el infierno. Para merecer la gloria no bastan nuestros buenas obras. Se necesitau, y no purainente como condiciôn—que en ese sentido también las admiten los protestantes—, sino como meritorias, pero con un mérito que reciben de la gracia. Cuando nos vea llenas de ellas el justo Juez, nos otorgarâ la vida eterna, como una corona que hemos merecido en justicia, con nuestros actos ; pero estos actos, para ha­ llage eu el mismo piano sobrenatural del premio, necesitaban una fuerza que los elevase y les concediese dignidad divina. Esa fuerza es la gracia sobrenatural, que Dios nos regala, y, por ende, la gloria conseguida en justicia con nuestras obras puede llamarse unas veces retribuciôn justa, puesto que la inerecemos con nuestros actos, y otras don, ya que es Dios quien ha concedido a esos actos la gracia interna que los avalera y hace meritorios. En resumen, se nos con­ cede el cielo porque nos hemos hecho dignos de él, con unos méri­ tes que hemos podido contraer gracias a un don de Dios. B) a) Evangelio Ocasiôn histôrica y argumento ■ Nuestro trozo es uno de los ultimos pârrafos del sermôn de la Montana. Dentro de la unidad, mâs o menos artificiosa, que los autores componen con los distintos argumentos de este discurso, los unos conectan la perfeopa que hemos de comentar con la ûltima parte, en la que, segûn ellos, se explica en qué ha de consistir la perfecciôn cristiana. Para conseguirla son necesarios cuatro medios : la oraciôn (v.7-11), la caridad y misericordia (v.12), la mortificaciôn 0 puerta estrecha (v.13-14) y el precaverse de los falsos doctores. Otros no lo conectan sino con el versiculo anterior : Qt(é estrccha es la puerta. Guardaos de los falsos doctores, que la predican mâs ancha. Aun cuando no parece que en aquel momento el Senor se refiere directamente a esta clase de falsoâ directores, sin embargo, es una recta aplicaciôn homilética, puesto que los taies predicadores, directores o amigos, por mucho que se envuelvan bajo la piel de oveja de la diferencia de tiempos, del acomodarse a los carac­ tères y condiciones sociales, son falsos doctores y reales lobos dafiinos. No nos preocupemos de averiguar si el pârrafo depende o no de otros, puesto que por si mismo estâ lleno de sentidos. El argumento de estos versiculos contiene dos partes, en la pri­ mera de las cuales se nos previene contra los falsos profetas (v. 15-18), y en la segunda se nos advierte. que para entrar en el reino de Dios se requieren las buenas obras. A continuaciôn, y en unos versiculos no recogidos por la liturgia, Jesûs habla de cômo serân condenados por falta de obras buenas algunos de los que llegaron a obrar milagros en su nombre. Este pensamiento va tan unido con el anterior que muchos textos de los que hemos recogido lo explican conjun· tamente. Sôlo nos queda por advertir que nuestro texto parece haber sufrido una trasposiciôn, pues el versiculo 18 no dice gran relaciôn con !· 380_____ LOBOS LON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. el 19, mientras que si lo tiene con el 20, en tanto que el 19 y el 21 se comple.an. Pur lo tanto, lu mejor lectura séria esta : Ao puede drbol oueno dar frutos maios, ni arbol malo dar frutos buenos. Por los frutos, pues, los conoccrcis. El àibol que no da /rutos buenos es cortado y arrojado al fuego. No todo el que dice: Senor, Senor... b) Los TEXTOS Guardaos de los falsos profetas Guardaos; segûn el texto griego : Guardaos con mucho cuidado. t.° Providenda de Dios Hay un principio que conviene tener présente para la interpretaciôu de la primera parte de nuestro evangelio. La sautidad, ciencio y poder de Dios no pueden consentir que el hombre sea engaûado tnvencib'.emente por mngûn falso profeta, ni aun siquiera por el demonio disfrazado en ângel de luz. Ello equivaldrio a pernntir voiuntarianieute que el hombre, destinado por Dios a la verdad y solvaciôn, se despeûara sin culpa en el error. Equivaldria también a que D.os se privase de poder manifestarse al hombre, pues caso de no existir un medio lâcil para disiinguir la verdadera revelaciôn de la falsa y el proleva verdadero del mentiroso, tendriamos que rechazar por sospechosa toda revelaciôn y profeta. De este principio deduce San Agustin (cf. Enarrat, in Ps. 47 : PL 36,456) que todo el que se déjà engeùar por un hereje se déjà enganar por culpa propia, y no es otra la doctrina de la Igle­ sia, la cual afirnia que nadie pierde la fe sin pecado. Medios tenemos para no dejarnos seducir. Lo ûmeo necesario es que nos guardemos. Esta precauciôn puede ser remota y a veces la mâs eticaz, y con­ siste en la rectitud de conciencia y vida cristiana. Cristo counere a los que viven umdos a El un cierto sentido espirilual que les hace disiinguir y aborrecer el mal y el error aun sin prueba ni demostraciôn alguna externa. Los santos y hasta personas bien sencillas parece como si a veces ventearan la herejia, harto bien disimulada cuando se enfrentaron con elle. 2.0 Los falsos profetas El Senor no se refiere en este momento a los falsos maestros de la cristiandad, pues, dado el estilo apostôlico, éstos hubieran sido llamados falsos hermanos o falsos apôslolcs (2 Cor. 11,13-26 y Gai. 2,4), sino con toda probabilidad a los fariseos y escribas. Lo cual no implica que su doctrina no sea eteruamente aplicable con las debidas distinciones. Sin embargo, tengamos muy présente a quien se refiere, para podernos desenvoiver de las sutilezas que nos presentaran los comeutaristas de los versiculos siguientes. Los falsos profetas abundaron en ei Antiguo Testamento, y esta denominaciôn abarca no sôlo a quienes se presentaban fa.samentç como enviados de Dios, sino a cuântos doctores explicaban equivocadamente la ley, concepto en el que encajan los escribas y fariseos. Pero también abundan en el Nuevo y también signe en pie la advertencia dei Senor. h alsos proféras son en primer lugar los herejes (ophcaciôn corritnte en los Santos Padres), y que se presentan siempre o como enviados de Dios o como ûmcos conocedorcs de su doctrina ; los doctores de la incredulidad, hijos de la falsa ciencia 1. v4·! w SEC. 2. COMENTARIOS generales 381 contra Dios ; ’.os que, apûyandosé eu doctrinas sociales o humanitarias, predican redenciones contrarias a la de Cristo. Con todos ellos debemos guardar las precaueioneS que nos recomienda el Senor, y que para nosotros, catôlicos, son bien sencillas. 2. Vienen a vosolros con vestiduras de ovejas i.” Es neccsaria la misiôn dada por la Iglesia Vienen ellos de por si, sin ser enviados. He aqui un criterio para conocerles, que, aunque no indicado por el Senor en esta ocasiôn, uparece muy claro en todas aquéllas en que nos habla del ladrôn que ûsalta la casa por la ventana y del pastor de quien no son las oveja». Para el catôlico, todo doctor que no sea enviado o aprobado por Cristo, esto es, por el organismo vivo y asistido del Espiritu Santo, que el Senor nos dejô, la Iglesia, es un falso profeta. La vestidura de piel de oveja. la hipocresia con que se présentai! 0 incluso ciertas virtudes naturales que posean realmente, es lo que puede inducir a error a quien no vigile. Vestidura de piel de oveja era el celo por la ley, los pretextos de orar, el diezmo exagerado y toda aquélla minuciosidad legal de los fariseos. ° 2. Las falsas virtudes Vestidura de piel de oveja ha sido la intransigencia con el vicio y el escetisnio de muchos herejes. No hay por qué creer que todos ellos eran personas de costumbres disolutas, pues el pecado gravisimo que les llevô a la herejia fué en ocasiones la soberbia disfrazada de virtud. Pelagio aparecia hombre santo, dedicado a la direcciôn espiritual, y enganô a muchas almas. Calvino predicô una vir­ tud intransigente. Verdad es también que, en la inmensa mayoria de los casos, esta virtud, siquiera parcial, no ha podido observarse durante toda la vida, y asi podemos recordar las gravisimas acusaciones lanzadas contra Pe'.agio. De los calvinistes nos dice Maldonado con gracia y con la éviden­ te antipatia que les ténia : «Con este hâbito de pastor disfrazado hicieron gran daôo a la grey del Senor, y le hubieran hecho mucho mayor si no se les hubiese conocido finalniente por sus frutos y se hubiese visto que la piel de oveja no era natural, sino pegadiza» (cf. Conicularios a San Malco, in h.l. : BAC, p.325). Lo mismo po­ demos decir de los jansenistas, piadosos y austeros, y de aquéllas monjas de Port Royal, «puras como ângeles y soberbias como demonios#, cuya pureza no pudo encubrir por completo el vicio capital de la soberbia y el pecado de obediencia. De todos modos, quede claro que la virtud de una o de un grupito de personas no es criterio suGciente, puesto que puede ser puramente natural y hasta simulada. «Vestidos de oveja que torna el lobo para encubrir su error y he­ rejia son el predicar la libertad de conciencia, las sentencias de la Sagreda Escritura que parecen favorecer su falsa opinion, la pretensiôn de reformar la Iglesia, y principalmente los eclesiâsticos y sacerdotes ; la palabra suave, galana y abundante...» (cf. Cornelio a Uhde in h.l.). Vestido de oveja lo es también el apoyarse en cier- 3S2 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. y.u DESP. PENT. tos defectos, a veces gravisimos, de la organizaciôn social y miseria del pueblo, e incluso en nuestras propias faltas. 3.0 Una advertenda Una cosa debemos advertir. Que no porque rehuyamos admitir la mercaderia averiada que encubren, despreciemos lo que puede haber de bueno, aunque nos répugné y sea perversa la persona que lo enseüa. Este serâ incluso un medio de arrebatarles la bandera engaôosa que tremolan ante los incautos. Y en nuestro interior, no habran sido nuestras pasiones, no habremos sido nosotros mismos falsos profetas que pretendemos enganarnos con pretextos que pudieran ser justos, pero que en nues­ tras circunstancias no lo son ? ; Somos tan habiles en ello ! 3. Por sus frutos los conoceréis. Todo ârbol bueno da frutos buenos i.° La explicaion catôlica Los versiculos 10-18 forman una unidad que no podemos romper al comentarlos. Sobre la frase de todo ârbol bueno da frutos buenos y todo ârbol malo da frutos malos se han lanzado los herejes como los buitres so­ bre su presa, y una de las consecuencias de sus interpretaciones ha sido la de que cada uno de ellos ha atraido una caterva de comen· tadores que les combaten en el mismo lugar escogido por ellos para dar la batalla. San Agustin, por ejemplo, y de ello damos varias muestras, se enfrentaba con los maniqueos, que exigfan la existencia de un Dios malo que crease nuestra carne pecadora y el mal en general, y con los pelagianos, que afirmaban que el hombre bueno y el libre albedrio podian producir los frutos de las buenas obras sin ayuda de la gracia. Contra los unos explica que nuestra naturaleza es buena ; pero la voluntad, que podemos iibremente convertir en buena o mala, es el ârbol que da buenos o malos frutos. Contra los otros ex­ plica que la concupiscenda es el ârbol malo, y la gracia el bueno. En cambio, los autores dâsicos viven bajo la preocupaciôn calvinista y se esfuerzan en demostrar que ni sus obras y virtud âspera son frutos buenos que demuestran la bondad de su ârbol, ni se pue­ de admitir la doctrina calviniste sobre la imposibilidad de que nues­ tras obras tengan algùn valor en nuestra justificaciôn, que ellos pretenden deducir de este texto. Quien quisiere ver un resumen de todas las interpretaciones heréticas, lea Maldonado sobre este lugar (cf. BAC, p.326-329). En cambio, otros mucho mâs modernos se enredan en otras dificultades. Sabido es que no todas las obras de los pecadores ni de los infieles son pecado, sino que pueden ser naturalmente buenas, c incluso, las que bicieren con la gracia actual, disponen para la jus­ tificaciôn. iCômo, pues, interpretar las frases de que un ârbol malo no puede dar fruto alguno bueno? Y icômo predicar sobre este punto sin que los fieles dednzean de las flaquezas o pecados del predicador cristiano que su doctrina es fulsa ? s’·,:·.· *·-· «i *<·V? SPC COMENTART0S GENERALES rts 383 Procnraremos explicar los textos sin complicar demasiado laa cuestiones, pues creemos que aqui, como en otros muchos lugares, la verdad es muy sencilla, y lo que conviene es no embrollar las cosas. Lo mismo que los criticos v escriturarios le exigen al teôloqo que no 1leve mas nil A de lo debido la explicaciôn de los textos de la Escritura, intentando deducir hondos sentidos y consecuencias teolôgicas de frases sencillas que se escribieron sin relaciôn alguna a tales intentos, del mismo modo podemos nosotros pedir a todos que no se deduzca de las frases del Senor otra cosa que lo que en aquel momento queria decir. Si después podemos concluir alguna aplicaciôn sencilla o aprovechar la ocasiôn para exponer algùn punto parecido, ello serâ perfectamente justificable. 2.» Argumentaciôn popular Aolicando este criterio, nos pregnntamos : ■ I OROS COX PIEL DE OVEJA. ;.° DESP. PENT. cede por excepciôn, sino de la regia general ; ni de lo que sucede por la perversidad de los hombres, sino por la naturaleza de la fe. La fe por naturaleza, si es bueno, no du ma'.os frutos, y si es mala no los da buenos» (cf. Maldonado, In ML, in h. 1. : BAC, t.i p.326). A pesar de que no sirva para juzgar o una persona concreta, generalmente sirve también para desenmascarar a los fautores de herejfa, pues convient recordar el principio, que hemos expuesto mâs arriba, de que Dios no puede consentir que el hombre, ni aun el mâs sencillo. sea engaûado invenciblemente, y por eso, mâs o mè­ nes pronto, ha solido aparecer siempre la garra dei lobo bajo la mâs virtnosa piel de oveja. Para terminar, diremos que una obra, y muy fundamental, es la obediencia a la Iglesia infa'.ible de Cristo. Y aun aûadiremos que el predicador tiene perfecto derecho a llamar ârbol malo a la mala volun’.ad o perversos fines de una acciôn, no porque no pueda llegar a ser buene convirriéndose a Dios, sino porque actualmente es mala, y sus frutos son la pérdida de la gracia, del cielo y de sus méritos ; la granjeria del infierno, etc. (cf. infra, sec.V, P. Nuremberg). También la concupiscenda es un ârbol desordenado que darâ fru­ tos maïos si no la enderezamos. 2.0 Enumeracion paulina y explanation agustiniana Ύ, va dentro de este plan homi'.ético, puede sernos muy ùtil San Agustin, quien, llamando ârbo’es nialos a los hipôcritas y sumendo entre las virtudes que adoptan para disfrazarse el ayuno, la limosna y la oraciôn ostentose, dice que los frutos verdaderos del ârbol bue­ no y dei malo son los enumerados por San Pablo : Las obras de la carne son manif lestas, a saber, fornication, impureza, idolalria, hechicetia, odios, discordias, envidias, arrebatos de ira. discusioncs. divisiones, homicidios, embriagueces, orgtas y otras conio estas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quiencs las hacen no hcredarân cl reino de los cielos. Los frutos del Espiritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad. afabilidad, bondad, je, mansedumbre, templanza... Los que son de Cristo Jesus han crucificado su carne con las pasioncs y concupiscendas (Gal. 5,19-24) (cf. San Agvstîn. In sermone Domini in monte, 1.2 c.24 : PL 34,1306). Apreciemos, pues, el ârbol bueno de la gracia y temamos al demonio y a nuestras inclinaciones concupiscentes, ârbo’.es malos o peligrosos. Sobre la profunda antipatia del Seûor para con los hipôcritas Icamos estos dos lugâres : Hipâcrita, quita primero la viga de tu ojo..., porque no hay ârbol bueno que dé fruto malo. ni ârbol malo que dé... (Le. 6,43). Una de dos. 0 haced cl ârbol bueno. y bueno tam­ bién s» fruto, 0 haced malo cl ârbol, y malo también su fruto (Mt. J2.33, segûn la versiôn de Bover. coïncidente con 1a de casi todos los autores). 5. No todo el que dice: ;Seiior, Seûor! Los perversos doctores serân arrojados al fuego. Y con ellos rua n os no dieren frutos de buenas obras, por buena que haya sido su fe. Las palabras: Seûor, Seûor (Κύριε), aunque usadas por San Pa­ blo como équivalentes a Dios, al Yavé de los judios, no implican SEC. 2. CONfENTARTOS GENER M ES aqui un reconocimiento précisa de la divinidad de Cristo, sino simplemente un acataniiento de su persona y autoridad, mayoi, de^de luego. que la que suele tener el maestro ( διδάστταλο^ ) No queremos extendernos mâs en materia bien sencilla. «El âr­ bol no se conoce por las hojas o las flores, sino por el fruto» (cf. San Bernardo, Eplst. 30). Hojas y flores son los buenos propôsitos no contplidos, las devociones sin obras. etc. Puede serlo el don de milagros y profecias, recibido en beneficio de los demâs, y que puede subsistir, siquiera sea raro encontrarlo asi, sin virtudes del que lo ejerce. Con ningnno de ésos liobrâ cornpasiôn. Quizâs no les sirva nada de ello, como no sea para alimenter su castigo. ■· ! II· t-β palabra de Crljtj ή • ■- ·» * SECCION 111. I. SANTOS PADRES SAN JUAN CRISOSTOMO Los herejes, falsos profetas El Opus imperfectum, aunque espurio, ha tenido tal autoridad en la Iglesia, que bien merece aduzcanios su doctrina, siquiera sea en este evangelio, que la tiene muy profunda (cf. Horn, iq sobre cl cap. y de S. Mt.: PG 3<>>73^-743)- A) La herejia, efecto del pecado y prueba dei justo a) 'Λ·.- . Los VESTIDOS DE oveja Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapa­ ces. Por sus frutos los conoceréis (Mt. 7,15-16). Habiales mandado antes que no dieran limosnas ni ayunasen como los hipôcritas, y ahora, aleccionados ya sobre lo que la hipocresia puede imitar, les habla y dice: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. ^.Cuâles son los vestidos de ovejas? La apariencia de una religion simulada. Las limosnas simuladas son un vestido y no obra de ove­ jas. La oracion simulada es un vestido y no obra de ove­ jas. El ayuno simulado es un vestido y no obra de ovejas. Y todas las demâs apariencias de virtud con las cuales se visten los lobos rapaces. No hay nada que acabe de tal ma­ nera con el bien como el simulado, porque el mal manifiesto se evita y se precave uno de él como de un mal; en cambio, el mal disimulado bajo la capa de bien no es precavido hasta que no se conoce, sino que se recibe como un bien y, al unirse con el bien verdadero. acaba por destruirlo. b) Peligro y utilidad de la herejîa • · En esta forma, los siervos del diablo corrompen trist.emente a la cristiandad disimulândose cristianos, y sobre ellos avisa el Seüor a sus discipulos, y mâs todavia a nos- SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 387 otros, diciendo: Guardaos de los falsos profetas, porque es una gran virtud de los hombres conocer el mal, y una firme defensa de la salud saber qué es lo que deben huir. La herejia es un peligro y représenta también una gran utilidad. Es peligrosa porque seduce y hace perecer a muchos; es ùtil porque los fieles son probados y separados de los infieles gracias a ella. Los que murmuran del peligro de la prueba, necesario es que murmuren del premio de la misma. En ningùn asunto puede merecerse el descanso si no ha precedido el trabajo, y mucho mâs en los espirituales. en donde, si no hay tentaciôn, no hay prueba. Guardaos de los falsos profetas; conviene a saber, en primer lugar de los falsos cristianos, porque nada ha ocasionado la perdiciôn de mâs cristianos como el creer que lo son todos los que lo dicen. B) a) Medios para conocerlos Es NECESARIA LA VIGILANCIA Quizâs me digas: 2,Como puede afirmar que no es cris­ tiano ese a quien veo confesar a Cristo, que tiene su altar, que ofrece el sacrificio del pan y del vino, que bautiza, que lee las Sagradas Escrituras y conserva el orden sacerdotal? Oyeme, varôn prudente; si no confiesa a Cristo, se veria claramente que era un gentil, y si te dejases enganar, sérias un tonto; ahora bien, si te dejas enganar por el que confiesa a Cristo, pero no como Cristo lo ha mandado, se deberâ a tu negligencia. El que cae en un hoyo disimulado es un négligente, por no mirar con esmero; el que cae en un hoyo abierto no es descuidado, sino un loco. Y en cuanto a lo que me has dicho de la semejanza de los oficios divi­ nos, escucha bien: iAcaso llamarâs hombres a los monos porque tienen miembros humanos y nos imitan? Pues lo mismo ocurre con los herejes, que imitan los misterios de la Iglesia, pero no pertenecen a ella. Por eso el Seîior, sabiendo muy bien que no.eran gen­ tiles manifiestos, sino disimulados bajo el nombre de cris­ tianos, no dijo mirad, sino guardaos. Mirar es sencillamente ver; guardarse quiere decir considerar precavidamente... Guardaos, para que entendâis que no debéis mirar solo la apariencia corporal, sino vigilar atentamente, porque, si mirais por defuera, no los podréis conocer, ya que llevan la apariencia de la cristiandad. .4 · ■-'7? 383 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. b) El J* DESP. PENT. criterio de las buenas obras Siendo hombres falibles, icômo podréis descubrir la mentira disfrazada con el velo de la verdad? En primer ter­ mino, habéis de utilizar las obras buenas, pues si ejecutâramos las de la justicia, no seriamos enganados por ningùn error y los descubririamos todos. La misma causa que pré­ cipita en el error ayuda a descubrir los ajenos, y asi como los pecados oscurecen los sentidos del pecador para que no vea la mentira y caiga en ella, de igual forma, cuando obramos el bien, la misma luz de la justicia abre nuestros ojos a la verdad. Comprobad cômo, desde el primer momento en que se sembrô entre los hombres el error en la fe, no fué el engano diabolico el que hizo a los hombres malos, sino los hombres malos los que se dieron a si mismos el error diabolico. Si el equivocarse hiciese malos a los hombres, habria que culpar a Dios, que nos hizo seducibles por el error; pero, en nuestro caso, la culpa es del hombre, que elige voluntariamente la mentira, ya que el error no puede prevalecer entre los hombres si antes no hubiera existido el pecado. Primeramente, el hombre es cegado por sus muchos pecados, y entonces el diablo puede seducirle y hacerle caer en la muerte. Asi como la noche no llega mientras brilla el sol, y se apodera dei mundo cuando éste se acerca a su ocaso, asi, mientras brilla en el hombre la luz de la justicia, las tinieblas del error no pueden conquistarle. Vigilemos, pues, viviendo en la prâctica del bien, porque no es el error quien engendra el pecado, sino el pecado al error. Como dice la Sabiduria, la impiedad arrastra al hombre al error (Prov. 13,6). F»«F. < C) ' »C Los HEREJES NO SON TRIUNF0 DEL DEMONTO, SINO PERiHSIÔN DE DlOS Cristo no hubiese conseguido llenar al mundo con su fe, habriamos creido que el diablo era mâs poderoso; pero ahora, que vemos nacer las herejias entre los creyentes, aparece claro que estas no son un triunfo del demonio, sino una permisiôn de Dios. Y ipor qué nos avisa contra ellas como si no quisiera que existiesen? Porque permite la tentaciôn y no desea tener siervos que no sean discretos. Mas, como no quiere dejarlos perecer por ignorantes, les avisa. Déjà llegar la tentaciôn para que no sean coronados a la vez malos y buenos; avisa para que los buenos no perezcan con los malos. SEC. 3. SS. PADRES. CRIS0STOMO C) a) 3 SO Los herejesf falsos profetas Los DOCTORES DE LA IGLESIA SON LOS ÙNICOS MAESTROS Después de Cristo continûan las profecias, no para anunciar al Salvador, sino para interpretar lo que dijeron les antiguos profetas. Esto es, los nuestros son los doctores de la Iglesia. Es mâs, podemos decirlo de todos los cristia­ nos, porque todos han sido ungidos para el reino, el sacer­ dotio y la profecia. Conociendo el Senor que habïan de existir falsos doctores de las diversas herejïas que se levantarian contra los verdaderos, y que intentarian confundir con una perversa interpretaciôn de las Escrituras proféticas y apostôlicas, nos avisa por medio de sus apôstoles, doctores de la Iglesia universal, diciendo: Guardaos de los falsos profetas. Llamamos ovejas propiamente a los cristianos, y vestidos de ovejas a la apariencia de cristiandad. iVes, pues, cômo Cristo se refiere a los herejes? Son, desde luego, mucho mâs peligrosos que aquellos judios expulsados y sefialados por los apôstoles. Porque ésos vagaban errantes fuera de las reuniones cristianas, y, en cambio, estos otros, como si fueran cristianos, levantan sus Iglesias. iQué digo? Suplantan libre y paladinamente a los jefes dp la Iglesia y se multiplican de tal forma, que no parece sino quesomos los cristianos los que vagamos fuera. b) El Ji I j PECADO DE HEREJÎA Y LOS PECADOS DE DEBILIDAD “Y para que el hereje no se escude diciendo que Cristo se refiere a los doctores verdaderos, que, aunque cristianos, son pecadores, queda explicar que el cristiano que peca es un cristiano falso... Sin embargo, el Senor, para que entiendas que, en lugar de referirse a ellos, alude a los herejes, nose limita a decir: Que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; sino que anade: Mas por dentro son lobos rapa­ ces. Los doctores cristianos, si fueran pecadores, merecen el nombre de siervos de la carne, porque son vencidos por ella; pero no se proponen perder a los cristianos, por lo cual nose les llama lobos rapaces. Estos lobos rapaces son aque­ llos de quienes dice el Apôstol (Act. 20,29-30): Yo sé que después de mi partida vendrân a vosotros lobos rapaces, que no perdonarân al rebaîïo, y que de entre vosotros mismos se levantarân hombres que ensenen doctrinas perversas para arrastrar a los discipulos en su seguimiento. Oyeme, pues, tù, que te crees sabio porque has sido ensenado por I LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 390 7·° DESP. PENT. los herejes y te juzgas cnstiano porque has sido bautizado por ellos; mira cômo llama Cristo a los doctores herejes: devoradores. Si te han ensenado los herejes, te han robado, no te han ensenado, no te han apacentado. Propio es de lobos devorar, y no salvar”. D) a) Modo de distinguirlos “Por sus frutos los conoceréis” Los frutos del hombre son la confesiôn de su fe y las obras de su vida. Si ves a un Cristiano, examinalo, y, si su fe concuerda con las Escrituras, es un verdadero Cristia­ no; pero, si no es como Cristo mandé que fuéramos, lo sera falso. Cuando Juan escribiô una carta sobre los herejes, no dijo: Si alguno viniere a vosotros no llevando el nombre de cristiano, no le saludéis siquiera, sino: Si alguno viene a vosotros y no lleva esta doctrina (2 Ιο. 10). No cifra la sefial del cristiano en el nombre de Cristo, sino en su fe, porque no es el solo nombre de Cristo el que hace al cris­ tiano, sino la verdad de Cristo, ya que son muchos los que andan en su nombre y pocos en su verdad. Piensa despucn si las ovejas han perseguido alguna vez a los lobos. No; al contrario, el lobo a las ovejas. Cain persiguiô a Abel, y no Abel a Caïn... Los judios a Cristo, y no Cristo a los judios; los herejes a los cristianos, y no los cristianos a los here­ jes. Luego por sus frutos los conoceréis. Si algùn lobo S' reviste de piel de oveja, lo conocerâs en su voz y en sus obras. Las ovejas balan inclinando la cabeza hacia abajo; los lobos aûllan levantando la suya contra el aire y el cielo. Por lo tanto, el que emite su voz en la humildad y en la fe segûn Dios, ése es una oveja. Otro modo de distinguir las obras, que pueden ser milagrosas también en los herejes, es examinar si son ûtiles, en cuanto que benefician al prôjimo, y acomodadas a las necesidades de los tiempoe, como para producir la fe, y no absurdas, como suelen ser los milagrcs mâgicos, y destinadas solo a la vanidad del que las hace. b) “iPOR VENTURA SE COGEN RACI3IOS DE LOS ESPINOS O HIGOS DE LOS ABROJOS?” Las uvas, multitud de granos unidos y pendientes de la cepa, como los cristianos en Cristo, y los higos significan el dulce abrazo de la caridad, que mantiene a la Iglesia unida. SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 391 La uva es también aenal de la paciencia, porque es aplastada en el lagar, y del gozo, porque el vino alegra el corazôn del hombre (Ps. 103.15), y de sinceridad, porque no se mezcla con agua. Los frutos del espiritu que distinguen al verdadero doctor son también la caridad, el gozo, la pas... (Gai. 5,22-23). Los herejes no dan mâs que espinas. "Si hablan, hablan dolosamente; si callan, piensan mal; siseairan, enloquecen; si obran pacientemente, es que csperanla ocasion de hacer dano; si obran mal, no se avergüenzan; si obran bien, lo hacen por la gloria vana de los hom­ bres. ;.Cômo puede dar fruto bueno aquel cuya raiz es el diablo?” c) 11 < • I “No PUEDE DAR FRUTO MALO UN ARBOL BUENO. NI BUENO EL MALO” "Fijaos que no dice que el ârbol malo no se puede con­ vertir en bue^o, ni que el bueno no pueda hacerse malo”. Pasa a explicar que quienes viven voluntariamente en el error, y sobre todo los falsos doctores, a quienes incluye bajo el nombre de infieles, porque pecan contra la fe. no pueden producir frutos buenos. "Si Hamas buenos sus frutos, haces mentiroso a Cristo, porque tû sôlo ves el rostro, y Dios el corazôn. Del mismo modo que en el huerto hay muchos ârboles que no dan fnrto, pero en la selva no encontramos ninguno que lo dé, y, si lo dan, serân insipidos y agrios, asi también en la Iglesia, huerto de Cristo, de quien dice Salomon: Jardin cercado, fuente seJlada, en tu plante! un 'bosquecïllo de granados (Cant. 4,12-13), existen muchos malos; pero en las Iglesias de los herejes, bosque desierto, no hay ninguno bueno, por­ que, aunque lo fueran, serân buenos al modo humano y ?io por Dios”. d) LA FE, CONFIRMADA POR LA RAZÔN "Os he explicado apoyândome en la fe, ahora escucha la razôn. Todo el que hace una cosa la hace por algo... Asi como nada puede nacer sin raiz, nada puede hacerse sin un motivo... Y pregunto: —;Por qué obra el bien el infiel? -Por temor a las penas, me diras. —;Pero si no terne a Dios! Porque 4cômo va a temer a Dios y no pecar en sus cbras el que no le terne y peca en la fe, siendo peor el creer mal que el obrar mal? —Por el premio. —Pero si no espera en Dios el que no se preocupa de creer la verdad o la men­ tira..., îpor qué, pues, obra el bien? —Para que lo vean Ips hombres y lo alaben, y, por lo tanto, su bien es un mal. I Π HW .· > y;. LOBOS CON PIEL DE OVEJA. DESP. ΡΕΝΊ. Si el hombre pudiese ser bueno en este mundo sin que le costase trabajo, podriamos creer que el infiel obra el bien por el mismo bien, porque comprende que el hacerlo es cosa buena. Pero, siendo asi que, mientras vivimos en la carne, nos es tan dificil hacer el bien, casi tan imposible que ni siquiera los mâs grandes santos han podido obrarlo perfectamente, icômo podré creer que el infiel sea capaz de ejecutarlo a pesar de tantas luchas y no teniendo ante sus ojos la esperanza del premio?... No queda otra cosa sino su esperanza. ^Cuâl? Recibir el premio de la gloria vanà de los hombres. El deseo de la vanagoria da mâs fuerza para trabajar, y, si me lo permitis, mâs virtud al hipôcrita que la esperanza del reino celestial a los fieles. La razôn es la siguiente. Nuestra naturaleza carnal se opone a la esperan­ za del reino de los cielos, en tanto que el deseo de la gloria vana es cosa de la carne y marcha de acuerdo con ella. Por eso se dice todo drbol que no da fruto bueno, porque el ârbol malo parece que obra la justicia, pero no es una justi­ cia buena”. E) a) La separaciôn del juicio Los FALSOS PR EDIC ADORES No todo el que dice: Senor, Senor, entrard en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. No se refiere con estas palabras a los gentiles y judios, sino a los falsos predicadores. “iCuâl es esta voluntad del Padre que hemos de cumplir? Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y créa en El tenga la vida eterna (lo. 6,40) ; luego cumplir la voluntad de Dios es creer en Cristo. Como en otro lugar se les dijo a los judios que preguntaban: iQué haremos para hacer obras de Dios? La obra de Dios es que credis en Aquel que El ha enviado" (ibid., 28-29). b) Profesiôn de fe y ejercicio de la fe “Pero la fe no consiste sôlo en profesarla, sino en obrarla. Créé en Cristo el que le confiesa en la forma que El ensefia, y el que no lo hiciere asi no créé en El. Si vive como Cristo manda, créé en El, y de lo contrario no. Créer a Cristo es obedecer a Cristo, y el que no le confiesa o no vive conforme a su doctrina, ni le oye ni le créé, y por eso ni el uno ni el otro entrarân en el reino de los cielos, sino que muchos dirân: Senor, Senor, no profetizamos en tu SEC. 3. S3. PADRES. SAN AGUSTfN 393 nombre? 4En qué dia? Cuando venga en su majestad y se­ pare a unos de otros como el pastor a su rebano; cuando ya nadie se atreva a defenderse ni contradecir la verdad con griterio de discursos y mentiras, porque entonces no se desea ya la gloria del mundo, sino que se terne la llama y castigo del juicio; en tai dia en que no habian los labios ni se esconden las obras como en este tiempo, sino que ha­ bian las obras y los labios callan; cuando no se pregunta a las personas sin ver su conciencia, sino que se examinan las conciencias y son confundidas las personas, segùn lo del Apôstol (Rom. 2,15) : Siendo testigos sus conciencias y las sententias; en aquel dia en que nadie excusa a los pecadores, sino que todos se acusan entre si; en que nadie se atreve a intervenir en favor ajeno, sino que todos temen, porque en aquel juicio no servirân de testigos los hombres faciles a la adulaciôn, ni los ângeles veraces nos juzgarân aceptando a las personas, sino que Dios justo dard a cada uno se g un sus obras (ibid., 6). jQué exactamente expresa la voz y angustia de los hombres aterrorizados que dicen : ;Seiior, Senor! No bastaba decir una vez Senor, cuando el temor aprieta. ^Acaso no profetizamos en tu nombre? Pon­ dera que dice en tu nombre y no en tu espiritu, porque muchos son los que andan en el nombre de Cristo para engaùar, pero sin su espiritu”. H. N SAN AGUSTIN El ârbol bueno y el ârbol malo Exponiendo el salmo 103, v.3, alzô sus inoradas sobre las agnas, dice San Agustin que las inoradas son las Escrituras y los profetas, y las aguas la caridad, que se difunde en nosotros por el ÉsDÎritn Santo. A) a) La Los falsos profetas falta de c arid ad, rasgo distintivo del falso PROFETA 1. Uso recto y uso desordenado de los dones de Dios “Todos los que son extrafios al camino de la verdad, pa­ ganos 0 judios, herejes o malos cristianos, pueden tener muchos dones, pero no la caridad. 4 Quieres saber cuâles? No hablemos de todos esos dones que se dan a todos los < 394 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. hombres por Dios, quien hace salir su sol sobre los buenos y sobre los malos; dones no privativos de los buenos, sino comunes también a los malos y hasta a las bestias y ani­ males. Don de Dios es vivir, ver, oir y gozar de todos los sentidos; pero advierte con quienes y con cuântos nos son comunes, y no pretendas imitar a sus poseedores. También los hombres malvados suelen tener un ingenio agudo, y los comicos mâs obscenos son muy hâbiles en su arte, y los ladrones tienen dinero, y los malos muchos hijos en su ma­ trimonio. Nadie niega que éstos son dones de Dios, pero mira quiénes los disfrutan. Ocurre esto hasta con los mismos dones de la Iglesia; dones son el bautismo, la eucaristia y todos los demâs sacramentos. Sin embargo, los consiguiô Simon el Mago. i Y qué don no es la profecia? No obstante, profetizô Saùl, rey malo, y cuando ya perseguia al santo David. No se jacten, pues, los que quizâs disfruten los santos dones de Dios, como el bautismo, si no tienen caridad; piensen, por el contrario, la cuenta que han de dar a Dios al usar las cosas santas no santamente, porque de entre sus filas saldrân los que han de decir: Hemos profetizado en tu nombre. Y no se les contestarâ: Mentis, sino: No os conozco... (Mt. 7,22-23)”. 2. El que obra la iniquidad carece de jidad “Profetizaba también Saul, pero obraba la iniquidad. iY qué es obrar la iniquidad sino carecer de caridad? La plenitud de la ley es la caridad (Rom. 13,10). Por lo tanto, 4qué quiere decir lo de alzô sus moradas sobre las agitas? Pues que la carida4 obtiene el lugar supereminente en todas las Escrituras; a ella no aspiran mâs que los buenos, y los malos no participan de ella con nosotros; podrân participar del bautismo y de los demâs sacramentos, podrân par­ ticiper de la oraciôn y hasta de este mismo sacrificio y es­ tas reuniones, pero no participan con nosotros de la cari­ dad” (cf. Enarrat, in Ps. 103,9: PL 36,1342). b) Caridad de uniôn en la misma Iglesia Después de transcribir el conocido pârrafo de San Pa­ blo sobre la caridad y decir que sin ella no nos sirve para nada el don de profecia, continûa: “Es, pues, claro que la profecia es un don del Espiritu Santo y que, sin embargo, quien lo tiene, si carece de caridad, no es nada..., porque sin caridad la profecia no lleva al reino de Dios, y la cari­ dad ein la profecia si”. 4Cômo es que el hombre sin cari- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN’ 3&5 dad no es nada? “Del mismo modo, quizâs, que podemos de­ cir que no es nada el hombre sin entendimiento... Aun siendo réprobos, podéis decir: Hemos profetizado en tu nombre; lo que no podéis decir es: Hemos conservado el amor que tû imperaste. Pues, si pudierais decirlo, no se os contestaria: No os conozco, ya que en esto se conocerd que sois discipulos mios, en que os amàis los unos a los otros (lo. 13,35)”. No es que os neguemos los dones del Espiritu Santo que disfrutâis, como, por ejemplo, el bautismo de los herejes, "sino que no debéis confiar en vuestra salvaciôn, porque, aunque no rechazamos lo que admitimos habéis recibido, sin embargo, conviene saber que hay que estrechar nuestra so­ ciedad con los vinculos de la unidad, sin la cual, por mu­ chas y muy santas y venerables cosas que poseâis, no solo no son nada, sino que os hacéis tanto mâs indignos de la vida eterna cuanto mayores sean los dones que recibâis en esta vida transitoria y los uséis mal. Nadie usa mal de la caridad, y la caridad lo sufre todo (1 Cor. 13,7) y, por lo tanto, no rompe la unidad, de la que es vinculo fortisimo” (cf. De diversis quaestionibus ad Simplicianum, TL 1,10: BAC, Obras de San Agustin t.9 p.145; PL 40,136). c) La Escritura y la Iglesia, criterios para discriminai: A LOS PROFETAS 1. El pecador es el que se déjà enganar Lloverdn lazos sobre los pecadores (Ps. 10, 7-8). “Si por el nombre de lluvia suelen entenderse los profetas buenos o malos y, por lo tanto, los pseudoprofetas, éstos han sido formados por Dios de tal manera, que se conviertan en la­ zos que llueven sobre los pecadores. Nadie cae en el pecado de imitarlos sino el pecador” (cf. Enarrat, in Ps. 10,10: PL 36,136). 2. La Escritura y la Iglesia ° i. Très clases de hombres “Hay très clases de hombres odiados por Dios: los que sequedan quietos, los que retroceden y los que se extravian. Defiéndanos y libre Dios nuestros pasos de estas très cla­ ses de males. iQuién es el que no adelanta? El que se créé sabio y dice: Me basta con ser como soy... ^Quiénes son los que re­ troceden? Los que de la castidad vuelven hacia la inmundicia..., y a los cuales increpa el apôstol Pedro diciéndoles: Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos 396 LOBOS CON PIEL DE OVBJA. 7.0 DESP. PENT. (2 Petr. 2,21). iQuiénes son Jos que se extravian? Todos los herejes, que, abandonando el camino de la verdad y vagando por el desierto, dedicândose a robar y a cazar las almas en los lazos del pecado, se empenan en que nadie pueda Hegar a la patria. Lobos vestidos de pieles de ovejas, siendo por dentro fieras rapaces, que predican el ca­ mino de Cristo y conducen a la muerte a quienes les siguen”. ® 2. Criteria para conocer a los falsos profetas “Pero si alguien me dice: No sé qué hacer; ese hombre predica a Cristo, indica el camino para seguirle, se dice discipulo suyo, afirma que anuncia la verdad, ^como no voy a seguir a quien ensena tales cosas? Responderé: Tiene una cosa en su lengua y otra en su conciencia. Me diras: ;Y por donde lo sé? i^caso puedo yo leer las conciencias? Yo oigo que habia de Cristo y creo que profesa lo que oigo. No te engafie el hi jo de la falsedad, y, si tû eres h i jo de la verdad, aprende, ;oh cristiano’, que deseas oir y ver a Cristo. Si alguno te predicase a Cristo, examina y considera qué Cris­ to te predica y en donde te lo predica. Cristo es la verdad ensenada por las Santas Escrituras, y no en cualquier rin­ con y ocultamente, sino delante de todos y en pûblico: En el sol colocô su tabernâculo (Ps. 18,6 Vulgata), esto es, en lugar abierto ha colocado su Iglesia” (cf. De cantico novo, 4-5: PL 40,681). ® 3. Hay que huir de los herejes Después de pasar revista a maniqueos, arrianos y here­ jes, demostrando que predican un Cristo no enseûado por las Sagradas Escrituras, continûa: "Y todas las demâs sectas de iglesias que predican el camino de Cristo, pero que se extravian muy lejos de la verdadera senda, son convencidas del verdadero y ûnico ca­ mino con una sola palabra: Muchos me dirân en aquel dia: Senor, Senor, fpues no hemos nosotros profetizado en tu nombre? (Mt. 7,22-23)... Habéis obrado la iniquidad, por­ que habéis perturbado la unidad de la Iglesia. Y vosotros, brotes fidelisimos de la santa madré Iglesia catôlica, difundida por todo el mundo, huid de los herejes. Si alguien os evangeliza otra cosa, sea anatema (Gai. 1,9)”. 4.0 La vida de la patria eterna “Dirigid vuestros pies por caminos rectos; no os torzais ni a la derecha, presumiendo, ni a la izquierda, desesperando. Corred veloces por el camino derecho que os lleva a la patria, aquella patria cuyos ciudadanos son ângeles, cuyo templo es Dios, cuyo esplendor es el Hijo, cuyo amor el Espiritu Santo; ciudad santa, ciudad feliz, ciudad donde no 397 SEC. 3. SS. PADRES. SAN ACUSTÎN se pierdo ningïin amigo, donde no se admite ningûn ene­ migo, donde nadie muere, porque nadie nace; donde nadie enferma, porque se disfruta alegre de una salud incorrup­ tible. Cuando lleguemos alli, no tendremos hambre ni sed, porque la visiôn serâ nuestra hartura; no dormiremos, por­ que no trabajaremos, ni serâ necesario reponer fuerza al­ guna donde no existe el cansancio; viviremos, reinaremos, nos alegraremos. Si tanto nos deleita el oir hablar de aque­ llo, iqué serâ el verlo, ver a Dios, vivir con Dios, vivir de Dios! Nuestra vida eerâ alabar a Dios y amarle sin cansan­ cio. Feliz, dice el profeta, el que vive en tu casa, Senor, y por los sifflos de los siqlos te alaba (Ps. 83,5). Hermanns queridisimos, si nos hemos cansado al navegar, si hemos guiado a los caminantes, si les hemos senalado cuidadosos las fauces perversas de los lobos, esto es, de los herejes; si ya veis con los ojos del corazôn aquella patria celestial, pagadme el fruto de mi trabajo, pagâdmelo, hermanos; pagâdmelo, que os lo exijo. El premio que os pido es tal, que no me avergiienza pedirlo ni a vosotros darlo; cuando me deis lo que os pido, no padeceréis mengua alguna, sino que oe enriqueceréis. ^Cuâl es mi premio? No os pido vuestro oro, ni vuestra plata, ni vuestro dinero, ni nada vuestro. Mi premio es que me ayudéis con vuestras oraciones desde aquella santa fuente” (hablaba el Santo a los catecûmenos (ibid., 9,10: 086). B) a) El Arbol de Los dos àrboles la buena voluntad y el MALA VOLUNTAD Arbol de la 1. El origen del mal moral “4 Qué significa eso de que por sus frutos se conoce el ârbol? 4No hablaba el Senor... de las dos voluntades del hombre, la buena y la mala, llamando a la una ârbol bue­ no y a la otra ârbol malo? Porque de la buena voluntad nacen las obras buenas, y de la mala las malas, sin que puedan las obras buenas nacer de una voluntad mala, y viceversa” (cf. De nuptiis et concupiscentia, Π 43: PL 44,462). “Nos preguntan de donde ha nacido el mal. Respondemos que del bien, pero no de aquel sumo e incommutable Bien. Los males han nacido, por lo tanto, de estos bienes inferiores y mudables. Entendemos que el mal no puede ser una naturaleza, sino un vicio de esta; pero, sin embargo, entendemos también que no puede por menos de nacer y vivir en alguna naturaleza y que no puede haber nada que 39S LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. sea malo si no se ha separado de la bondad. Pero ^de quién es defecto el mal sino de alguna naturaleza? Porque hasta la misma voîuntad mala es voîuntad de alguna naturaleza. Tanto el ângel como el hombre son naturalezas, y la voluntad, si es voîuntad, no puede por menos de pertenecer a alguien. Pero a tanto alcanza la voîuntad, que es capaz de cualificar a la naturaleza a quien pertenece. Porque, si preguntan qué es el ângel o el hombre de mala voîuntad, se os responderâ con toda razôn: malo; y la razôn es que reciben su cualificaciôn mâs de su voîuntad, que es mala, que de su naturaleza, que es buena. La naturaleza es una substancia capaz de recibir la bondad o la malicia; capaz de recibir la bondad, participando del Bien, por quien fué hecha; y de recibir la malicia, no porque participe de algïm mal, sino porque es privada del bien: esto es, no porque se mezcle con alguna naturaleza mala de suyo, puesto que no existe una naturaleza mala en cuanto tal, sino porque se separa del Bien sumo e inconmutable” (cf. Contra lulïanum, I 37: PL 44,667). 2. La calificaciôn moral de las obras procede de la voîuntad "El ârbol bueno no produce frutos malos, frase con la que el Senor no indica una naturaleza de la cual salgan esos frutos de que habia, sino una voîuntad buena o mala, cuyos frutos son las obras, que no pueden ser malas si proceden de una voîuntad buena, ni buenas si son producidas por una voîuntad mala” (ibid., 38). “Pero quizâs tù u otro me pregunte: ^Cômo es que un ârbol creado por el hombre, a saber, su buena voîuntad, no puede producir frutos malos y, en cambio, de la naturaleza, que fué creada por Dios, pueden nacer ârboles malos (la mala voîuntad), que producen frutos malos? Dios produce la naturaleza buena, y de la naturaleza buena puede salir una voîuntad mala. El hombre produce una voîuntad buena, y de ella no pueden salir obras malas. 4 Puede el hombre mâs que Dios? Oid diligentemente lo que nos dice Ambro­ sio: “4Qué es la malicia sino la falta del bien? No hay nada malo sino aquello que es privado del bien, porque la raiz de la malicia consiste en la falta del bien”. Deduce tù de esto que la voîuntad mala es un ârbol malo porque se ha separado del sumo Bien, con lo cual el bien creado se priva del Bien creador, y asi se puede encontrar en él la raiz del mal, que no es otra sino la falta del bien. Y la voîuntad buena es ârbol bueno, porque por medio de ella el hombre se dirige al sumo e inconmutable Bien, donde se llena de él y produce frutos buenos. Pero Dios es el autor de todos los bienes, SEC. 3. ss. PADRES. SAN AGUSllN 399 tanto de la naturaleza buena como de la voîuntad buena, la cual no puede hacer nada si Dios no obra en ella” (ibid., 39: 672). 8. La hipocrcsia i.° Pureza de intencidn y finghnicnto hipôcrlta “Los que se apartan de aquella intima y secretisima luz de la verdad no encuentran dônde pueda complacerse su soberbia, como no sea con fraudes y enganos. De ahi nace la hipocresia, en la que algunos son tan habiles que pueden engaùar a cuantos quieran” (cf. De Genesi contra Mani­ chaeos, 15,22: PL 34,208). "El 030 limpio, al obrar el bien, no debe pretender las alabanzas humanas ni referir a ellas sus obras buenas, esto es, no debe hacer el bien para agradar a los hombres. En caso de no buscar mâs que las alabanzas humanas, has­ taria con simular el bien, porque los hombres, incapaces de ver el corazôn, alabarian lo falso; los que esto hacen simulan la bondad y son hombres de corazôn doble. No tienen, por lo tanto, corazôn sencillo, es decir, limpio, que desprecie las alabanzas humanas y mire y desee complacer ûnicamente, con su vida buena, al que ve la conciencia en su in­ terior” (cf. De sermone Domini in Monte, Il 1,1: BAC 12, 887; PL 34,1269). 2.° Agradar a los hombres por Dios y para Dios “Nos dice el Apôstol: Si aun buscase agradar a los hom­ bres, no séria siervo de Cristo (Gal. 1,10), a pesar de haber dicho en otro lugar: Como procuro yo agradar a todos en todo (1 Cor. 10,33). Los que no entienden creen ver oposiciôn en ambos pensamientos, pero, en realidad, lo que quiere decir al afirmar que no agrada a los hombres, es que no obra bien por complacerles a ellos, sino a Dios, a cuyo amor quiere dirigir los corazones humanos complaciéndoles. Por eso dice con razôn que no procuraba agra­ dar a los hombres, porque hasta cuando los contentaba lo hacia por Dios, y si manda a los fieles que agraden a los hombres no es para que apetezcan esta complacenda como premio de sus obras, sino porque es imposible agradar a Dios sin mostrarse como ejemplo a los que queremos salvar, y es imposible mostrarse como ejemplo y que nos imiten si no les agradamos. Tampoco es un absurdo decir: Cuando busco el barco, no busco el barco, sino la patria a que me dirijo” (ibid., 3: p.888). 3.0 Castigo del hipôcrila "Cuando hagas, pues, limosnas, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipôcritas en las si- -· <· 400 LOBOS COX PIEL DE OVEJA. ?.° DESP. PENT. nagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres (Mt. 6,2). No te empefies en que te conozcan, como los hipôcritas. Todos sabemos que los hipôcritas no llevan en su corazôn lo que muestran a los ojos de los hombres. Son simuladores disfrazados de personas distintas de la propia, como ocurre en las fabulas escénicas, en las cuales el que représenta el papel de Agamenon de una tragedia, o el do cualquier otro personaje historico o legendario, no es realmente Agamenon, sino que lo simula, por lo cual se le llama hipôcrita. Asi también el que en la Iglesia, o en cualquier actividad de la vida humana, desea parecer lo que no es, es un hipôcrita. En efecto, él finge que es justo y no lo practica, porque pone todo el fruto en las alabanzas de los hom­ bres, fruto que también los simuladores, engafiando a aquellos que les creen buenos y les alaban, pueden conseguir. Pero estos taies no recibirân el premio de Dios, que lee los corazones, sino el suplicio de su mentira; ya recibieron su premio de los hombres y con toda razôn se les dira: Separaos de mi, operarios mentirosos; utilizasteis mi nombre y no hicisteis mis obras” (ibid., 2,5: p.891). 4.0 .4 los sacerdotes y obispos Escribe canûosamente a su amigo Aurelio, obispo, y le habla del peiigro en que se encuentra la clase sacerdotal de ensoberbecerse bu^cando las alabanzas, de lo cual nace la hipocresia. “La madré de todas estas enfermedades es la soberbia y la avidez de alabanzas humanas, que engendra también casi siempre la hipocresia y que no se puede resistir sino frecuentando la méditation de las cosas divinas. Inculcase por medio de estos libros el temor y la caridad. El que obra asi muéstrase como ejemplo de paciencia y humildad, recibiendo menos de lo que se le ofrece y rechazando absolutamente todo lo que sea honra de si mismo, aceptando las alabanzas y honores no para si, que debe entregarse totalmente a Dios y despreciar lo humano, sino en atenciôn a aquellos a quienes no podria cuidar si apareciese totalmente despreciado; a esto se referia lo que se dijo: Nadie desprecie tu juventud (1 Tim. 4,12), siendo asi que antes habia dicho: Si quistera complacer a los hombres, no séria de Cnsto (Gai. 1,10). Gran cosa es no alegrarse de los hono­ res y alabanzas, prescindiendo de toda pompa vacia, y si es necesario conservât algo, referirlo todo a la utilidad de los que nos honran... Fâcil es carecer de alabanzas cuando no se tributan, pero es dificil no deleitaise en ellas cuando se ofrecen, y, sin embargo, debe ser tal la suspension de nuestra mente en Dios, que, si nos alaban sin motivo, seamos capaces de corregir a quienes lo hacen, para que no crean que existe en nosotros lo que no existe o no es nues- k*.· SEC. J. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 401 tro, sino de Dios, o para que no alaben las cosas que, en rcalidad, no nos faltan, sino que nos sobran, pero que no son laudables, como, por ejemplo, toda clase de bienes que nos son comunes con los animales o con los impios. Si nos alaban con razôn, por Dios, alegrémonos de que les complazca el bien verdadero; pero no nos alegremos de agradar a los hombres, sino de ser delante de Dios los que ellos creen que somos, y no nos lo atribuyamos a nosotros mismos, sino a Dios, cuyo don es lo que en nosotros alaban” (cf. Ep. 22, 2, 7-8: BAC 8,94; PL 33,92). b) El Arbol de la concupiscencia y el Arbol de la GRACIA San Agustin tiene una serie de sermones en los que expone oratorianiente ia doctrina catôlica, que él defendiô tanto contra Juliano, sobre la concupiscencia y la gracia. Los ùltimos sermones son una repetition de los primeros, pof lo cual seguiremos el hilo de éstos, intercalando de vez en cuando algunos pârrafos mâs brillantes de los segundos. Prescindimos de las repeticiones y digresiones, pero conservando la linea agustiniana (PL 38,814-862). 1. Unlversalidad de la concupiscencia i.° La vida del justo es una guerra, no un triunfo “Los hombres sienten una inclinaciôn al pecado que apenas pueden contener, y por eso, en cuanto oyen que el Apôstol dice: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero (Rom. 7,19), obran el mal e, imaginândose que no les place haberlo obrado, se creen ya semejantes al Apôstol” (cf. Serm. 151,1: PL 38,814). “En primer lugar recordad lo que habéis oido tantas veces gracias a Dios: que la vida dei justo, mientras permanece en este cuerpo, es una guerra y no un triunfo. Un dia llegarâ el triunfo de esa guerra. Por eso el Apôstol ya lanza gritos guerreros y entona voces triunfales. Habéis oido el grito de la guerra: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Si, pues, hago lo que no quiero, reconozco que la ley es buena. Queriendo hacer el bien, es el mal lo que se apega; pues siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado (ibid., 16,23). En esas voces de repugnanda y de cautividad, 4no conoces el grito de la guerra? No es la hora del triunfo todavia, pero también éste ha de llegar. El mismo Apôstol te lo enseiia y dice: Es précisa que lo corruptible se vista de incorrupciôn... Ese es el grito triunfal. Entonces se cumplirà lo que estâ escrito: La muer­ te ha sido absorbida por la victoria. Gritan los triunfadores: /Donde estâ, joh muerte!, tu victoria? (1 Cor. 15,53-55)... Vivimos ahora en la guerra... Los que todavia no hayan hr I *< . * 402 LOROS CON PIEL DE OVEJA· 7.0 DESP. PENT. querido pelear, no entenderân lo que se dijo; los que peleâis lo entendéis; mi'voz resonara y la vuestra hablarâ en silencio”. 2.° Hay que vivir segiin el espiritu y nq segiin la carne “Ante todo recordad lo que San Pablo escribia a los gâlatas, lugar en que expuso claramente esta doctrina. Hablando a los fieles y a los bautizados, a los que se le habian perdonado en aquel santo lavatorio todos los pecados, hablando, pues, a los que luchaban, les dice: Andad en espi­ ritu y no deis satisfaction a las concupiscendas de la carne (segùn San Agustin, ne perfeceritis} (Gal. 5,16). No dice no hagâis, sino no perfeccionéis. 4Por qué? Porque, continûa, la carne tiene tendendas contrarius a las del espiri­ tu, pues una y otro se oponen de modo que no hagâis lo que queréis. Pero, si os guidis por el espiritu, no estâis bajo la ley (Gal. 5,16-18). Pero si, ciertamente, bajo la gracia. Si os guidis por el espiritu. 6En qué consiste guiarse por el espiritu? En consentir a los mandatos del espiritu de Dios y no a los deseos de la carne. Sin embargo, ésta desea y se resiste, quiere algo que tù no quieres, persevera y tû te opones” (ibid., 2). 3.0 Un ejemplo “Debiéramos desear a Dios en tal forma que ansiemos no tener siquiera una concupiscenda a que resistir... Por­ que mejor es no tener enemigos que vencerlos... Pero, como este deseo no puede cumplirse, cumplamos a lo menos los preceptos de la Santa Escritura (Eccli. 18,30): No te dejes llevar de tus codicias. Mejor seria no tenerlas, pero, puesto que las tienes, no vayas iras ellas" (ibid., 3). “Os voy a poner un ejemplo para que entendâis esto. Sabéis que hay hombres sobrios, aunque pocos. Sabéis que los hay borrachos y que abundan... Suponed que se ha bautizado un borracho; ha oido, y ha oido con temor, que entre las cosas que excluyen del reino de Dios a los que viven mal figura la embriaguez... (cf. 1 Cor. 6,9). Lo oyô y te­ rnio. Se bautizô y se le perdonaron los pecados de su em­ briaguez, pero le quedô la costumbre adversa. Ya tiene con qué luchar el que ha renacido; todos sus pecados anterio­ res le han sido perdonados; cuida, vigila y lucha para no embriagarse mâs. Sin embargo, surge aquel deseo de bcbcr, hormiguea el ânimo, se le secan las fauces, se revuelven los sentidos, quieren, a ser posible, romper el muro, llegar al que se ha encerrado dentro de él y Ûevârselo cautivo. Lu­ cha, se opone. jOh si no existiera la tentaciôn! Si retorna la costumbre mala, morirâ la buena; por tanto, no la satisfagas, no la sacies cediendo, sino mâtala resistiendo. Sin SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 403 embargo, mientras dura es un enemigo, aunque, si no la consientes y no te embriagas nunca, ira disminuyendo do dia en dia” (ibid., 4). % 4? Hay que luchar siempre “Lo que he dicho de la embriaguez puede decirse de dos los vicios y deseos. Hemos nacido con algunos de ellos, y otros los hemos contraido por la costumbre... Luego hay que luchar siempre, porque la concupiscenda, que heredamos al nacer, no se terminarâ mientras vivimos; puede amortiguarse a diario; concluirse, nunca. Refiriéndose a ella, se ha dicho que nuestro cuerpo es un cuerpo de muer­ te; de ella es de la que decîa el Apôstol: Me deleito en la ley de Dios segun el hombre interior. Siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que esta en mis miembros” (Rom. 7,22). Esta ley naciô cuando transgredimos la primera ley... ^Cuâl fué la ley primera? La que el hombre recibiô en el paraîso. Adân estaba desnudo sin avergonzarse, pero comiô y se le abrieron los ojos “a algo que nunca antes habîa sentido, porque nunca se habîa asustado de los movimientos de su cuerpo. Abriéronsele los ojos para experimentar. no para ver, y porque sintieron que habian de avergonzarse, procuraron taparse. Ahî tienes donde naciô el pecado ori­ ginal” (ibid., 5: 817). 2. i.° El ejemplo de San Pablo La perfecciôn no es cosa de un momento ni de una época San Pablo sufriô los ataques de la concupiscenda. Cuando escribe las palabras que hemos leido, 4 qué es lo que ocurre? “4 Quizâs no queria ser adùltero y lo era? ^.Quizâs no quena ser avaro y lo era? ;Quién de nosotros se atreverâ a blasfemar de esa forma del Apôstol! Eso quizâs lo sea algùn otro, quizâs tù, o aquél, o yo”. Sin embargo, San Pablo se opone al precepto de no desearâs. “4Se referîa quizâs a otro hombre? iQué diremos, hermanos mios! ^Sentia el Apôstol en su carne alguna con­ cupiscenda que no quisiera tener y a la que no consentia cuando la veia estremecerse sugeridora. solicitante, abrasadora y tentadora?... En realidad, hermanos carisimos, yo oigo que él mismo confiesa que no habîa alcanzado la per­ fecciôn de la justicia que creemos existe en los santos, y a la que esperamos llegar si lo queremos de veras, puesto que el Senor nos ha prometido que en la resurrecciôn seremos como aquellos que ni se casan ni toman esposa. Quizâs alguien me diga: 4 Y como sabes tù que el Apôs- 404 LOBOS CON PLEL DE OVEJA. 7.° DESP. PENT. toi no poseîa la justicia y perfecciôn de los ângeles? No 1p hago ninguna injuria, no creo a ningùn otro sino al mismo Apôstol. No busco otros testigos, no escucho a ningûn suspicaz, ni oigo ni busco a ningûn adulador. Dime tû, Apôstol santo, hâblame de ti mismo para que nadie dude de lo que dices, porque, si es verdad que dijiste: No hago lo que quiero, sino lo que odio, hay quien opina que has tornado en tus labios las palabras de alguno de los que trabajan, desfallecen y se ven vencidos y cautivos. Hâblame tu de ti mis­ mo para que nadie dude. Hermanos, dice el Apôstol, yo no creo haberla aûn alcanzado. Entonces, iqué es lo que hacp? Dando al olvido lo que ya quedô atrâs, me lanzo en perspcutiôn de lo que tengo delante (Phil. 3,12-13)”. 2.° El justo es vaso elegido, pero frâgil “Pero todavia hay quien discute e insinûa: El Apôstol indicaba que no habia conseguido todavia la inmortalidad. no que no hubiese alcanzado la perfecciôn de la justicia. Era tan santo como los ângeles, aunque no inmortal como ellos” (ibid., 4: 834). “Dinos, Apôstol santo, dinos algûn otro lugar mâs claro que nos demuestre que no buscas la inmortalidad, sino que confiesas tu flaqueza, porque aqui sueurran y me contradicen, porque me parece oir que algûn pensamiento me estâ di ciendo: Es verdad y sé lo que vas a contestar; confiesa su flaqueza, pero la flaqueza de la car­ ne, no del entendimiento; del cuerpo, no del aima, y en el aima es donde se encuentra la perfecta santidad, que no en el cuerpo. Porque ;quién ignora que el cuerpo del Apôsto. era frâgil y mortal, siendo asî que él habia dicho que llevamos un tesoro en vaso frâgil? (2 Cor. 4,7). Hâblanos, pues, del tesoro; veamos si le faltaba algo, si habia algo que pudiera afiadirse todavia al oro de su justicia. Oigâmosle a él mismo para no parecer que le injuriamos. Nos dice: Para que la grandeza de mis revelationes no me engria... Ahi tienes cômo él confiesa para que aprendae. Oye: Para que la grandeza de mis revelationes no me engria. Ahi tienes cômo puedo decirle a Pablo: No te ensoberbezcas, santo Apôstol; pero ^cômo, todavia hay que temer que te engrias?” (ibid., 5: 835). “Pero iqué es lo que me dices?, con­ testa el Apôstol. Oye tû lo que soy y asi aprenderâs a sentirte humilde y a temer. Para que la grandeza de las revela­ tiones no me engria, se me ha dado el aguijon de la carne, un àngel de Satanâs que me abofetee... Hombres somos; sepamos que aquellos santos hombres, los apôstoles, son va­ sos elegidos, pero fragiles todavia, que peregrinaban en esta carne y no habian conseguido el triunfo de la patria celes­ tial” (cf. Serm. 154,2-7: PL 38,834). SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 405 “San Pablo te pone ante los ojos su miseria para que no tengas miedo de la tuya. Si no te lo hubieee dicho, cuando vieras levantarse la concupiscenda dentro de tus miembros, aunque no la consintieras, quizâs desesperarias y dijeses: Si yo fuese de Dios, no sentiria estos movimientos. Mira, pues, al Apôstol cômo lucha y no désespérés” (cf, Serm. 151,6: 818). 3.0 El bien moral estâ en resistlr a la concupiscenda “4En qué consiste el bien? En no consentir a la concu­ piscenda. Obro el bien y no lo perfecciono, y la concupis­ cenda obra el mal y tampoco lo perfecciona. 4 Cômo obro el bien y no lo perfecciono? Obro el bien cuando no consiento a la concupiscencia mala; pero no lo perfecciono porque no dejo de tener concupiscencia. Y, a su vez, ella obra el mal porque mueve los malos deseos, pero no lo perfecciona por­ que no consigue arrastrarme al mal. En esta guerra se encierra toda la vida de los santos, 4y qué de los inmundos que ni siquiera luchan? Son arrastrados bajo el yugo, ni aun siquiera arrastrados, porque marchan muy gustosos” (ibid., 7: 818). 4.0 Aprended del -modelo "Este soldado veterano y valiente, después de. confesar su lucha, dice: àQuién me librarâ? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Senor. Ea, pues, hermanos, aprended del modelo, sujetad vues­ tro entendimiento a la ley de Dios, aunque la carne lo es^é a la del pecado por necesidad, porque siente la concupiscen­ cia, no porque consiente. Algunas veces ataca de tal mane­ ra a los santos, que consigne de ellos, cuando duermen, lo que no pudo conseguir de ellos despiertos. 4Por qué me aplaudis, sino porque lo habéis experimentado? Pero me da vergüenza continuar en esta materia; no nos dé vergüenza rezar a Dios por estos asuntos” (ibid., 8: 819). 3. La concupiscencia no es pecado “Aunque permanezean los deseos de la carne en los que no consentimos, aunque la ley de los miembros se levante contra la ley del entendimiento y quiera reducirla a cautividad, como quiera que el lavado regenerador del bautismo rompiô todos los reatos con que habias nacido y todos tus antiguos consentimientos a la concupiscencia, los pecados, crimenes, pensamientos o conversaciones, quedan todos borrados en aquella fuente en que entraste siervo y saliste libre, no hay condenaciân alguna para los que son de Cristo Jésus (Rom. 8-1). No la hay ahora, porque antes si que la hubo. Por uno se condenaron todos; la generaciôn nos trajo I 406 ■1.OB0S CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. este mal, la regeneraciôn nos ha concedi do este bien. La ley del espiritu de vida en Cristo Jesûs te Ubrô de la ley del pe­ cado y de la muerte (ibid., 2). Permanece en tus miembros, pero no te concertas en reo, te han librado de ella; lucha como libre y procura no ser vencido para no volver a la esclavitud. ;Sufres luchando? Te alegrarâs triunfando" (cf. Serm. 152.3: PL 38,820). ‘Ύ no creas, por eso, que estamos compuestos de dos naturalezas que hayan recibido su origen de diversos principios, segùn dicen locamente los maniqueos, como si la carne no viniese de Dios. No. Eso es falso; aima y cuerpo son de Dios, pero la naturaleza humana mereciô el castigo por el pecado. Existe una enfermedad; se cura, ya no existe. Entre el espiritu y la carne existe una discordia que se esfuerza en llegar a la concordia, porque el espiritu trabaja para poner de acuerdo a la carne, como en una casa en que el marido y la mujer estân desavenidos y el marido debe trabajar para domar a la mujer. La mujer domada se someterâ al ma­ rido, y, sometido al marido, reinarâ la paz en la casa”. 4. El remedio de la gracia 1. ° Très leyes “Sentimos très leyes: la ley del pecado, la ley de los mandamientos y la ley de la gracia” (ibid., 7: 825). Vamos a estudiar los efectos de la ley de los mandamien­ tos para ver después los efectos de la ley de la gracia. San Pablo dice: Los pecados, vigorizados por la ley, obraban en nuestros miembros (Rom. 7,5). “Mucho hay que explicar, pero antes alaba con mi go a la ley y conseguirâs entenderla” (cf. Serm. 153,3: 826). 2. ° Efectos de la ley de los mandamientos ^Es mala la ley? De ninguna manera; una ley que nos prohibe los malos deseos no puede ser mala (ibid., 4-5:. 826). iQué es lo que nos dice el Apôstol? Yo no conoceria la concupiscenda si la ley no dijera: No desearâs (Rom. 7-7). Marchaba yo. tranquilo y corria detrâs de mis concupiscen­ das, de sus blandos deleites, y juzgaba vivir en gran felicidad producida por la suavidad carnal. Se alaba el peca­ dor en los deseos de su aima y se créé bendito por que obra mal (Ps. 9,3, segùn San Agustin). Te encuentras con un hombre que sigue todos sus deseos carnales, que se entrega a ellos como siervo, que busca en todas partes el placer, la fornicaciôn, y no digo mâs. Todas estas cosas se cometen licitamente, pero no segùn la ley de Dios. Quién ha eido llevado ante los jueces por haber entra­ do en un lupanar? iQuién ha sido acusado ante los tribuna­ ls por haberse derramado lascivo e inmundo por todas par- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 407 tes?... No lo llevarân al foro, pero si lo juzgarân en el cielo, 110 scgûn la ley del mundo, sino segùn la del Creador. Sin embargo, el lujurioso inmundo y lascivo se créé feliz abundando en sus placerts y gozando sus delicias, y, aunque se llene de vino y beba las medidas sin medida, no se créera reo de crimen alguno, sino precisamente varôn muy fuerte... Pero se le acerca la ley de Dios y le dice: No desearâs. Aquei hombre que creia ser todo aquello un gran bien y magnifica felicidad serie licito no negar nada a la concupiscencia y seguirla por todas partes, oye que le dicen: No desearâs, y entiende que es pecado. Dios lo ha dicho; el hombre lo ha oido y creido a Dios, ha visto su pecado, ha comprendido ser malo lo que creia bueno. Quiere frenar su concupiscencia, no marchar tras ella; se esfuerza, trabaja, y es vencido. El que antes ignoraba su mal, ahora lo ha conocido, y, lo que es peor, es un vencido. Ha comenzado a ser no solo un pecador, sino un prevaricador. Pecador lo era también antes, pero, por no haber oido la ley, desconocia su pecado; oyô la ley, vio su pecado, in­ tento veneer, fué derrotado. Ya es un prevaricador de la ley el que antes era un ignorante pecador. Es lo que dice San Pablo” (ibid., 6: 828). Es mâs, la concupiscencia era menor cuando no se le oponia la ley, y ahora que se le opone tiene deseos incluso de saltar por encima de ella. 3.0 Vivir en la carne es vivir de nosotros mismos San Pablo continûa diciendo que obrâbamos este peca­ do descubierto por la ley cuando viviamos en la carne. “iQué significa lo de vivir en la carne, sino presumir de ella, esto es, de nosotros mismos? Al hombre se le ha dicho que verra la salud de Dios (Is. 40,5; Le. 3,6). 4 Y qué es ver la salud de Dios sino ver al Verbo que se ha hecho carne, al Verbo que se ha hecho hombre?... Cuando vivia­ mos en la carne, esto es, en nuestras concupiscendas, poniamos nuestra esperanza en nosotros mismos y cometiamos aquellos pecados a que diô ocasiôn la ley y que la ley aumentô... Todo ello precisamente por no tener a Cristo como ayuda” (ibid., 7-8: 829). 4.0 Los efectos de la ley de la gracia Ya sabéis, pues, el remedio: acudir a Cristo. “Tu, hom­ bre, ya lo sabes; si te vence tu concupiscencia, te vence porque te ha encontrado en un mal lugar, porque te ha encontrado en tu carne; mârchate. 4 Qué es lo que ternes? No te digo que mueras. No tiembles porque te he dicho: Mârchate de tu cuerpo. No he querido decirte que mueras. Pero, si, me atrevo a decirlo, muere. Si estâs muerto con LOBOS COX PIEL DE OVEJA. 7.® DESP. PÈNÎ. Cristo, busca las cosas que son de arriba. Vive en la carne, pero no quieras sumergirte en ella; toda carne es heno, y la palabra de Dios es la ùnica que permanece eternamente (I3. 40,6). Sea Dios tu refugio; la concupiscencia se subleva, te aprieta, ha reunido grandes ejércitos contra ti, ha aumentado con la prohibition de la ley; el enemigo es mâs grande, sea el Senor tu refugio y la torre de tu fortaleza delante de él (Ps. 60,4). No vivas en la carne, vive en el espiritu. iQué es vivir en el espiritu? Colocar la esperanza en Dios... No quedes dentro de ti, sal de ti, colôcate en el que te hizo” (ibid., 8-9: 821). 5.0 La suavidad de los gozos del espiritu supera a la dulzura aparente de los placeres del citerpo “;Oh, qué hermosa vida la de no desear! ;Oh dulce vida! Dulce es también la voluptuosidad del deseo, y, si no lo fuera, los hombres no la seguirian. Dulces son las concu­ piscentias y agradables los teatros, los espectâculos, la meretriz lasciva y las cantiones torpes; dulces, desde luego, suaves y deliciosas, mas los injustos me contaron sue deleites, pero no son como tu ley, Senor (Ps. 118,85, segun San Agustin)... Suaves, dulces y deleitosos, pero oye otros mejores: Los injustos me contaron sus deleites, pero no son como tu ley, Senor. Feliz el aima que se deleita en estos goces que ninguna torpeza mancha y la serenidad de la verdad abrillanta. Aquel a quien deleita la ley de Dios y de tal for­ ma que supera todo goce de la lascivia, no se lo atribuya a si mismo. El Senor dard la suavidad (Ps. 84,13). iQué he de decir? Senor, dame esa suavidad o aquélla otra: Suave eres, Senor, y en tu suavidad enséiïame tu justicia (ibid.. 14)” (ibid., 10: 830). C) .Ί Precauciones al juzgar el àrbol por su mal fruto No se debe juzgar mala Ia doctrina de un predicador que no la cumple ni basar nuestra critica de la herejia en la conducta de algùn hereje. Este modo de argumentar puede ser falso con relaciôn a los herejes y calumnioso con relaciôn al cristianismo. San Agustin tiene una carta hermosa, cuyos pârrafos principales copiaremos, extractando el resto. Un tal Spes, perteneciente al monasterio agustiniano, fué acusado de cierto crimen por el presbitero Bonifacio, y se defendiô reconviniendo al mismo Bonifacio de ser éste el autor del crimen que se le reprochaba a él. San Agustin, sin saber a quién dar la razôn, aunque iuclinândose a justificar a Bonifacio, les ordenô presentarse ante el sepulcro de San Félix de Nola, pidiéndole a este santo resolviese el pleito con un milagro. En una pastoral escrita al SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 409 clero y pueblo de Hipona explica lo ocurrido y cômo no debe jnzgarse ni a los catôlicos ni a los herejes por la conducta aislada de alguno que otro (cf. E pisi. 78 : PL 33,267-273). a) Saludo "Agustin saluda en el Senor a los queridisimos hermanos, clero, ancianos y pueblo todo de la iglesia de Hipona, a la que sirven en el amor de Cristo”. b) Perplejidad del Santo “Ojalâ conocieseis las Sagradas Escrituras lo suficiente para que ante los escândalos no neceeitarais que os ilustrara yo, puesto que el Senor y los apôstoles nos han anunciado que abundarian. Por lo tanto, hermanos carisimos, con relaciôn a este escândalo, con el que muchos se perturban, sobre la conduc­ ta del presbitero Bonifacio, no pretendo deciros que no os dolâis, pues quien no se duele en casos semejantes no posee la caridad de Cristo, y quien se alegra abunda en la malignidad del demonio... Doleos, si, porque es menester dolerse, pero no con una especie de sentimiento que enfrie vuestra caridad y os aparté del vivir bien, sino con otro que os encienda en el deseo de orar al Senor para que, si el clérigo es inocente, como me parece, brille su inocencia, y de lo con­ trario sea castigado. Aun cuando me incline a creer en la inocencia del pres­ bitero, sin embargo, no tengo pruebas ni a favor de él ni en contra de quien le acusa. Por eso, ni quiero borrar a Bo­ nifacio de la lista de los presbiteros, ni me atrevô a cargar con la responsabilidad de ordenar a Spes y ni aun siquiera de recomendarlo a uno de mis hermanos obispos para que cargue con la responsabilidad que a mi me asusta. En esta perplejidad los he enviado al lugar donde se verifican tantos milagros. Dios esta en todas partes y no hay lugar que li­ mite 0 encierre al que creo todos los lugares, siendo cierto que los verdaderos adoradores deben adorarle en espiritu y en verdad, para que, oyéndoles en secreto, en secreto los justifique y corone. Ahora bien, en cuanto a las cosas que ocurren visiblemente ante los hombres, ^quién puede escrutar las decisiones de Dios y por qué obra sus milagros en un lugar y no en otro? Ya sabéis que en el sepulcro de San Félix de Nola se verifican muchos milagros, y yo he visto como en los mârtires de Milan los nrsmos ladrones se veian obligados a confesar sus delitos, iPor qué no ha de ocurrir aqui lo mismo?” ! I K w · » • vlï 410 LOBOS CON' PIEL DE OVEJA. c) El 7.0 DESP. PENT. testimonio de la propia conciencia y la MALEDICENCIA HUMANA 1. La conciencia es el gran libro “Yo hubiera deseado que esta gravisima pena que atormenta mi corazôn no hubiese llegado a vuestro conocimiento, para que no os turbase contristândoos acerba e inûtilmente. Pero Dios ha querido que no se escondiera, quizâs para que oraseis conmigo y consigamos asi que se pueda manifestar lo que yo no conozco y El si lo sabe. No me atrevido a borrar el nombre de Bonifacio de las listas, porque no hay pruebas. El se ofrece muy voluntariam ente a someterse a cualquier juicio, y ha emprendido su peregrinaciôn al sepul­ cro del santo s:n querer llevar carta de recomendaciôn alguna. Ahora bien, si os parece a vosotros que su nombre no sea recitado, para que, siguiendo el consejo del Apôstol (2 Cor. 11.12), quitemos toda ocasiôn de queja a los que con este motivo no quieren venir a la Iglesia, en ese caso la culpa no serâ nuestra, sino de quienes nos obligan a ello. ;Qué le importa a un hombre que la humana ignorancia no quiera recitar su nombre leyéndolo en aquellas tablas, si su conciencia no le ha borrado dei libro de los vivos? Por lo tanto, hermanos mios, los que teméis en el Seûor, acordaos de lo que San Pedro nos decia: que nuestro ad­ versario el diablo nos rodea como leôn rugiente en bveca de presa que devorar (1 Petr. 5.8). Cuando no puede devorar a alguien, seduciéndolo con la maldc 1, procura man­ char su fama para que los oprobios de los hombres y las malas lenguas le fuercen a desfallecer y le precipiten entre sus fauces, y cuando no puede ni aun siquiera manchai la fama del inocente, entonces intenta disuadirle a juzgar mal de su hermano con sospechas malevolas”. Enumera diver­ sos textos sobre los males de la calumnia y murmuraciôn grave”. 2. El Seflor predljo estos daâos A·* Es cosa évidente que todos estos danos no ocurren en la Iglesia sin grave tristeza de los santos y fieles; sin embar­ go, consolémonos sabiendo que el Senor los ha anunciadi* No desfallezcâis para que no se aumente el dolor de nu ci­ tras heridas, porque los que se gozan al ver nuestras faltas son los mismos de quienes se habia predicho: Hablan con­ tra mi los que se sientan en las pr.ertas. Soy cantilena de los bebedorcs (Ps. 68.13). “iPara quê otra cosa se sientan sino para jactarse y discutir cuando cae un obispo, clérigo, monje o religiosa, y hacer ver qux. todos son iguales aunque no lo manifiesten? Sin embargo, ellos mismos, cuando ven que una mujer casada ha sido sorprendida en adulterio, no por eso expulsan a sus mujeres ni acusan a sus madrés; en cam­ bio, en cuanto se habla de algùn crimen falso o aparece algo cierto de alguno de los que profesan el nombre santo, inme­ diatamente instan, trabajan y dan mil vueltas para que to­ dos lo crean”. 3. "El que se gloria, gloriose en el Senor” No os preocupéis demasiado; Dios ayudarâ nueetro buen deseo. “Me he enterado que algunos de vosotros estâls mas tristes todavia precisamente porque habiais echado en cara a Proculeyo la caida de aquellos dos diâconos de la fracciôn de Donato, insinuândoles que entre nuestros clérigos no ocurrian taies cosas. Lo hicisteis, y os confieso que no obrasteis bien. Dios os ha ensenado que el que se gloria, gloriese en el Seûor (1 Cor. 1,31). No echéis en cara a los herejes otra cosa sino que no son catôlicos. No os parezcâis a ellos, que, no teniendo otro motivo para defender su cisma, afectan recoger todos los delitos de los hombres y encima anaden muchos falsos, para asi, ya que no pueden acusar y oscurecer la misma verdad de la Sagrada Escritura, predicada por todo el mundo por la gracia de Cristo, a lo menos consigan odiar a sus predicadores. No es eso lo que habéis aprendido de Cristo, si es que habéis oido y aprendido sus ensenanzas. El asegurô a sus fieles incluso contra los que dispensaban mal su predica­ ciôn, contra los que obraban mal y, sin embargo, predicaban sus bienes, y de los cuales dijo: Haced lo que os dïcen, no hagdis lo que hacen, porque dicen y no hacen (Mt. 23,3)”. d) “Hombre soy y entre hombres vivo” “Orad también por mi, no sea que, mientras predico a otros, yo me condene. Y si os gloriâis, no os gloriéis en mi, sino en el Senor. Por mucho que vigile mi casa, hombre soy y entre hombres vivo, y no me atrevo a pretender que mi casa sea mejor que el area de Noé, donde entre ocho hom­ bres se encontrô un réprobo (Gen. 9,27) ; ni mejor que la casa de> Abrahân, en la que se dijo: Expulsa a tu criada y a su hijo (Gen. 21,10); ni mejor que la casa de Isaac..., ni mejor que los que rodeaban a Pablo, el cual, si hubiera vivido sôlo entre buenos, no hubiese dicho lo que antes he citado: Atribulado en luchas por fuera y por dentro temores (2 Cor. 7,5) ; ni mejor que los que rodeaban a Cristo Se­ nor, y entre los cuales hubo once buenos, que soportaron a> LoBOS COS' PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. j • < pérfido y ladron Judas; ni mejor siquiera que el cielo, de donde cayeron los angeles. Confieso sencillamente a vuestra caridad y delante de nuestro Senor, que es testigo de mi alma desde el momento que empecé a servirle, que dei mismo modo que me ha sido dificil encontrar personas mejores que las que han sabido aprovechar en los monasterios, tampoco he encontrado otras peores que las que cayeron en ellos, hasta el punto de que me parece que en el Apocalipsis se escribiô lo de que el justo justifiquese mâs y el torpe hàgase mâs inmundo (Apoc. 22, 11, Vulgata) refiriéndose a ello. Por lo tanto, no os contristéis porque existan algunas sordideces; consolaos con las muchas bellezas”. ------- . SECCION IV. TEOLOGOS SANTO TOMAS DE AQUINO Devociôn, piedad y santidad Très palabras distintas y otras tantas virtudes. Las tratamos coniontainente por la estrecha relaciôn que guardan entre si. El evange­ lio de hoy gira todo él en torno a la auténtica devociôn. Los vestidos de oveias son, dice Santo Tomâs, «apariencias de cristianismo y de religion simulada...», como son las exclamaciones de «j Senor, Senor!...» La verdadera religiôn se manifiesta en el cumplimiento de la voluntad de Dios Nuestro Senor, que es «el camino del reino de los cielos». He aqui el concepto de «devociôn» segûn el Angélico. La piedad es un complemento que la supone v perfecciona. La san­ tidad comprende a ambas y les da estabilidad y firmeza. Seguimos exclusivamente la Sunia Teolôgica. Son afines a las ideas que vamos a exponer las que se encuentran en el dom. i.° y 6.° después de Epifaniaque podrân servir al predicador en el domingo actual (et. La palabra de Cristo, t.2 p.38 ss. y 714 ss.). A) a) Es La devociôn LA ENTREGA A LA VOLUNTAD DE DlOS “Se llaman devotos los que en cierta manera se consagran a Dios para estarle totalmente sometidos, de modo parecido a como antiguamente entre los gentiles se llamaban devotos los que ofrecian sus propias vidas a los idolos por la salvaciôn de su ejército, como narra Tito Livio de los dos Decios (cf. Hist. Rom., VIII 9)” (2-2 q.82 a.l c). “La devociôn no es otra cosa que cierta voluntad de entregarse con prontitud a lo que pertenece al servicio de Dios. Por lo cual se dice que la multitud de los hijos de Israel ofreciô al Senor con voluntad muy pronta y devota las primitias (Ex. 35,21). Pero es évidente que la voluntad de hacer con prontitud lo que pertenece al servicio de Dios es un acto especial. Luego la devociôn es un acto especial de la voluntad” (ibid.). La devociôn es “el acto de la voluntad del hombre, que se ofrece a si mismo al servicio de Dios, el cual es su fin ùltimo” (ibid., ad 1). LOBOS CON PtEL DE OVEJA. 414 b) 7.0 DESP. PENT. PERTENECE A LA VIRTUD DE LA RELIGIÔN “A la misma virtud pertenece querer hacer algo y tener la voluntad dispuesta a ejecutarlo, porque el objeto de am­ bos actos es el mismo. Por lo cual, como dice el Filôsofo (cf. Ethic., V 1,3: Bk 1129a8), “la justicia es la virtud por la que los hombres quieren y obran cosas justas”. Siendo, pues, évidente que hacer lo que mira al culto 0 servicio di­ vino pertenece propiamente a la religion, como consta de lo dicho (q.81 a.1.2 y 3), también pertenece a la religion tener voluntad pronta para ejecutar estas cosas, lo cual es ser devoto; y asi es évidente que la devociôn es un acto de religion” (ibid., a.2 c). c) La caridad y la devociôn 1. La caridad, principio de la devociôn “Pertenece inmediatamente a la caridad que el hombre se entregue a si mismo a Dios, adhiriéndose a El con una union espiritual; pero que el hombre se entregue a si mismo a Dios para determinadas obras dei culto divino, esto per­ tenece inmediatamente a la religion y mediatamente a la caridad, que es el principio de la religion” (ibid., ad 1). “La caridad causa la devociôn, en cuanto que por el amor se hace uno pronto para servir al amigo” (ibid., ad 2). 2. La devociôn alimenta a la caridad "Tamb:én se nutre la caridad por la devociôn, como igualmente cualquiera amistad se conserva y se aumenta por el ejercicio y meditaciôn de las obras propias de los ami­ gos” (ibid.). d) Causas de la devociôn 1. Causa extrinseca: Dios “La causa extrinseca y principal de la devociôn es Dios, de quien dice San Ambrosio (cf. 1.7 Super Le., 9,53: PL 15,1793) que “Dios Hama a quienes se digna, a quien quiere hace religioso; y, si quisiera, habria hecho a los Samarita­ nos de indevotos devotos” (ibid., a.3 c). 2. Causa intrinseca: la contemplaciôn “La causa intrinseca por nuestra parte es prec;so que sea la meditaciôn o la contemplaciôn; pues se ha dicho que la devociôn es un acto de la voluntad para que el hombre se entregue prontamente al obsequio divino. Mas todo acto Ilii H SEC. 4. TEÔI.OGQS. SANTO TOM.fe 415 de la voluntad procede de alguna consideraciôn, porque el objeto de la voluntad es e] bien conocido por el entendimien­ to. Por consiguiente, es necesario que la meditaciôn sea cau­ sa de la devociôn, es decir, en cuanto que el hombre por la meditaciôn concibe el propôsito de entregarse al obsequio divino” (ibid.). 3. Dos principales considerationes quo producen devociôn "Para producir en nosotros la devociôn son muy conve­ nientes dos consideraciones: La primera es de parte de la bondad divina y de sus beneficios, segùn aquello: Mi bien es estar apegado a Dios, tener en Yavé, Dios, mi esperanza (Ps. 73,28) ; y esta consi­ deration excita el amor, que es la causa prôxima de la de­ vociôn. La segunda es de parte del hombre, que considera sus defectos, por los que necesita apoyarse en Dios, segûn se dice: Alzo mis ojos a los montes, de donde me ha de venir el socorro; mi socorro ha de venirme de Yavé, el Hacedor de los cielos y de la tierra (Ps. 121,1) ; y esta consideration excluye la presunciôn, por la que uno se ve impedido de someterse a Dios, en tanto en cuanto se apoya en su propia virtud” (ibid.). 4. La humanidad de Jesucristo, muy conve­ niente para la devociôn "Las cosas que son de la Divinidad son por si mismas las que mâs excitan el amor y, por consiguiente, la devociôn, porque hay que amar a Dios sobre todas las cosas. Pero la debilidad dei espiritu humano hace que, asi como ha me­ nester de guia para el conocimiento de las cosas divinas, necesite también un guia para el amor divino, y en ambos casos le sirven de guia algunas cosas sensibles conocidas por nosotros, entre las cuales la principal es la humanidad de Jesucristo, segûn lo que se dice en el prefacio: “Para que, al conocer a Dios visiblemente, seamos conducidos por El al amor de las cosas invisibles” (cf. Misai Romano, prefacio de Navidad). Por consiguiente, las cosas que pertenecen a la humanidad de Jesucristo nos sirven como de guia para excitar en nosotros muy particularmente la devociôn, · si bien la devociôn consiste principalmente en las cosas pertenecientes a la Divinidad” (ibid., ad 2). 416 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. e) 1. Algunos efectos 7.® DESP. ΡΕΝΎ. sensibles de LA DEVOCIÔN Alegria “La devociôn causa per se y principalmente la alegria espiritual de la mente, mas como consecuencia y per acci­ dens produce tristeza; ...porque la devociôn procede prin­ cipalmente de la contemplaciôn de la bondad divina, ya que esta consideration orienta al hombre en orden a la conse­ cution del objeto ûlt'mo de la voluntad del que se entrega a Dios, y de esta consideration per se nace la delectation, segûn se dice: Me acordé de Dios y me deleité (Ps. 76,4)” (2-2 q.82 a.4 c). 2. Tristeza “Per accidens, esta consideration causa cierta tristeza en los que aûn no gozan plenamente de Dios, segûn aquéllo: 3fi alma estd sedienta de Dios, del Dios vivo; y después sigue: Mis làgrimas son dîa y noche mi pan... (Ps. 42,3-4). Secundariamente es causada la devociôn por la considera­ tion de los propios defectos; porque esta consideration pertenece al término, del que el hombre se separa por el movimiento de la voluntad devota, esto es, a fin de que no se apague a si mismo, sino que se someta a Dios. Esta consi­ deration, empero, es de indole opuesta a la primera, por­ que le es natural per se producir la tristeza al meditar los propios defectos; pero per accidens la alegria, esto es. a causa de la esperanza del socorro divino” (ibid.). 3. LA grim as "Las lagrimas provienen no solo de la tristeza, sino también de cierta ternura del afecto, principalmente cuando se considera alguna cosa deleitable mezclada con algo triste; al modo que los hombres suelen llorar, por efecto de piedad, cuando recuperan a los hijos o a los amigos queridos a quie­ nes habian creido perdidos; y en este sentido las lâgrimas proceden de la devociôn” (ibid., ad 3). B) La piedad y el don de piedad AD POR EXCELENCIA ES EL CULTO A DlOS “Dios es de un modo mâs excelente que nuestro padre o la patria el principio de nuestro ser y gobierno; y, por tan­ to, la religion, que da culto a Dios, es una virtud distinta de la piedad, que da culto a los padres y a la patria. Pero Jas cosas que son de las criaturas se transfieren a Dios por SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMAS 417 cierta superexcelencia y causalidad, como indica San Dionisio (cf. De div. nom., 15: PG 3,593); luego la piedad se denomina culto de Dios por excelencia, como también por excelencia decimos a Dios “Padre nuestro” (2-2 q.101 a.3 ad 2). b) VULGARMENTE DESIGNA A VECES LAS OBRAS DE MISERICORDIA Dice San Agustin “que la palabra piedad se usa de or­ dinario para designar las obras de misericordia; costumbre que yo creo originada de que Dios manda sobre todo hacer estas obras, que le agradan mâs, segûn su propio testimonio, que los sacrificios, y esta costumbre ha sido la causa de que se dé a Dios mismo el nombre de piadoso” (cf. San Agustin, De civ. Dei, 10,1: PL 41,279)” (2-2 q.101 a.l ad 2). c) Don de piedad es el impulso del Espiritu Santo AL AFECTO FILIAL PARA CON DlOS “Los dones del Espiritu Santo son ciertas habituales disposiciones del alma que la hacen apta para seguir con prontitud el impulso del Espiritu Santo. Ahora bien, entre otras cœas, el Espiritu Santo nos mueve a que tengamos cierto afecto filial con Dios, segûn aquello: Habéis recibido el espiritu de adoption, por el cual clamamos: Abba, Padre (Rom. ; 8,15) y puesto que a la piedad pertenece propiamente tributar obsequio y culto al padre, siguese que la piedad, por la cual tributamos culto y honor a Dios, como a Padre, me­ diante el impulso del Espiritu Santo, es un don del Espi­ ritu Santo” (2-2 q.121 a.l c.). d) Por el don de piedad somos también impulsados a soCORRER AL NECESITADO “Asi como por la piedad, que es virtud, tributa el hom­ bre obsequio y culto no solamente al padre carnal, sino tam­ bién a todos los consanguineos, en cuanto pertenecen al padre, asimismo la piedad, en cuanto don, no solo tributa culto y obsequio a Dios, sino también a todos los hombres, en cuanto éstos pertenecen a Dios; por cuya razôn es pro­ pio del don de piedad honrar a los santos “y no contradecir alas Santas Escrituras, ora se entiendan o no”, como dice San Agustin (cf. De doct. christ., 2,7: PL 34,39). La pie­ dad misma viene, por consiguiente, en auxilio de los que sufren la miseria” (2-2 q.121 a.l ad 3). U palabra de Cristo 6 14 il LOBOS CON PIEL DE OVEJV 418 e) Frutos 7·° DESP. PENT. de la piedad “La bondad y la benignidad pueden considerarse directamente como los frutos de la piedad; la mansedumbre, empero, indirectamente, en cuanto que esta quita los impedi· mentos al acto de la piedad” (ibid., a.2 ad 3). C) a) La santidad Es VIRTUD GENERAL “La santidad es una virtud especial segùn su esencia, y en este concepto es, en cierto modo, la misma que la reli­ gion. Pero tiene cierta generalidad, ya que por su imperio ordena al bien divino los actos todos de las virtudes; como también la justicia legal se dice virtud general, en cuanto ordena los actos de todas las virtudes al bien comûn” (2-2 q.81 a.8 ad 1). b) La santidad comprende la pureza y la constancia “El nombre de santidad parece implicar dos dosas: 1.*, la pureza, y a esta signification compete el nombre griego, pues se dice άγιος, como sin tierra; y 2.*, la firmeza, por lo que entre los antiguos se llamaban santas las cosas que estaban protegidas por las leyes para que no fuesen violadas. Por esta razôn se dice que algo estâ sancionado por­ que se halla confirmado por una ley” (ibid., c). c) Santidad y religiôn “La santidad no difiere de la religion segûn la esencia, sino sôlo por obra de la razôn; porque se dice religiôn en cuanto que tributa a Dios el servitio debido en aquellas co­ sas que pertenecen especialmente al culto divino, como en los sacrificios, oblationes y otras a este tenor; al paso que se 'dice santidad en cuanto que el hombre ref iere a Dios no solamente estas cosas, sino también las obras de las demâs virtudes, o en cuanto que el hombre se dispone por ciertas obras buenas al culto divino” (ibid.). SECCION V. I. AUTORES EARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA El ârbol y sus frutos El serniôn de Santo Tomâs de Villanueva para esta dominica es nno de los mâs largos entre los suyos, y en el que ha escrito pârrafos que merecen copiarse enteros por su belleza y sentimiento. Al final se déjà llevar del mal gusto de la época, pero prefenmos no omitir esta parte por la doctrina que contiene (ci. Divi Thomae a V1LUNOVA, Opera omnia [Manilae 1883] vol.3 dom. 7 post Pent.). A) a) Es La hipocresîa FALSO PROFETA QUIEN APARENTA SER LO QUE NO ES Guardaos de los falsos profetas, como lo son el libertino que alaba la castidad y el orgulloso que ensalza la humil­ dad, de quienes dice el Apôstol: Con apariencia de piedad, estân en realidad lejos de ella (2 Tim. 3,5). Falso profeta es todo el que pretende aparentar lo que no es. Maldit o el hom­ bre que multiplica los bienes que no son suyos (Hab. 2,6, Vulgata). Y i quién no los robô? “Gran virtud es no pertenecer a ninguna clase de estos ladrones.' Roba el bien ajeno ese avaro que despoja al pobre; lo roba también ese sabio que se gloria de su ciencia, porque la gloria solo se debe a Dios, segûn las palabras del Apôstol: Al Rey inmortal, invisible, ûnico Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos (1 Tim. 1,17) ; roba el bien ajeno el hipôcrita que quiere parecer santo. Y 4 quién es el siervo lo bastantefiel para que sea irréprochable en este punto, quién el dispensador tan leal que no se atribuye jamâs los bienes de Dios, quién el obrero bastante desinteresado que trabaja en la vina del Senor sin buscar mâs que el amor de Dios y la salvaciôn de las aimas? Y, sin embargo, todos los que roban los bienes ajenos habrân un dia de abandonar sus honores, sus dignidades, sus cargos, sus casas, sus criados, sus amigos y trajes preciosos. Serân obligados a dejarlo todo, porque a su muerte nada se llevarân consigo ni les seguira su gloria (Ps. 48,14). Solo les seguirân sus obras (Apoc. 14,13)”. 420 : E;Nt. poco soy hombre por las obras o los actos. El es la bondad, es el bien por excelencia. Dios no es bueno porque haya creado o rescatado al hombre, sino por su propia naturaleza. No son los frutos los que hacen al arbol bueno, sino que son buenos ellos porque el arbol también lo es. jOh feliz naturaleza, infinitamente feliz, aquella en la que el ser y la bondad no pasan de ser una cualidad accidentai de su naturaleza que les viene de fuera por su contacto con Aquel que es por si mismo la bondad! Ahora bien, todo lo que es accidental debe volver al ser que lo es por esencia. Asi, el hombre no es bueno mâs que cuando se inclina ha­ cia el bien increado, y esta inclinaciôn consiste en el amor. El objeto, pues, de vuestro amor sera el que os otorgarâ vuestro nombre”. b) • * El amor califica al hombre iOh amor, oh virtud, de donde deriva todo lo que es bueno! No sois mâs que lo que os haga vuestro amor. Si os inclinais, como las bestias, hacia las cosas vanas de este siglo, seréis un ser infimo y vil. Se hicieron abominables como lo que amaron (Os. 9,10). Si, por el contrario, aprovechando vuestra razôn, dirigis vuestro amor no hacia las cosas que se ven con los ojos del cuerpo, sino hacia aquellas que se ven con los del aima, entonces esta inclinaciôn os harâ buencs. Precisamente porque el hombre no es bueno por su natu­ raleza, sino por su inclinaciôn, Dios al principio no dice que viera que el hombre era bueno, pues juzgô necesario esperar la inclinaciôn que le concediese esta bondad, porque, ademâs de la inclinaciôn natural que tenemos todos hacia el autor de nuestro ser, existe en nosotros otra inclinaciôn moral, que es la que realmente nos hace buenos. Mirad, pues, lo que amâis, lo que deseâis, lo que buscâis; examinaos a vos­ otros mismos, escrutad vuestras intenciones; ellas son las que os hacen buenos o malos y dentro de vosotros mismos llevâis la causa del nombre que vais a recibir, porque vues­ tras obras son en verdad signo de vuestra bondad, pero no son la bondad. Por sus frutos los conoceréis; el hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas (Mt. 12,35). Vuestro amor y vuestros deseos son el principio y régla de vuestras obras, y, por ende, los frutos vienen de un arbol bueno, pero no hacen que el ârbol lo sea; son unicamente signos de su bondad”. SEC. C) S- AUTORES VARIOS. VILLANUEVA PODER TRANSFORMADOR DEL AMOR "iOh caridad, en la que consiste la plenitud de la ley! En ti reside cuanto podemos desear. Porque, si nuestro amor es bueno, obraremos bien todas las cosas. El amor nos hace ser lo que somos, nos transforma en el objeto de nuestros deseos. Mirad las criaturas; no sois poderosos por­ que ansiéis el poder, no sois ricos porque deseéis la riqueza, no tenéis salud porque la querâis. Pero en las cosas espiri­ tuales ocurne lo contrario; la voluntad lo consigue todo. iQueréis ser ricos? La voluntad os basta para enriqueceros. «iQueréis levantaros a una gran altura espiritual? Inmediatamente seréis grandes. iQueréis ser poderosos? Lo conseguiréis en seguida. La sola voluntad es un verdadero poseer las cosas. Por la voluntad poseemos a Dios, que es Senor de todos los bienes. Cuidaos de no rebajaros al nivel de los animales amando solo las cosas présentes, porque hay otros bienes superiores que se perciben con las miradas de la inteligencia y de la fe”. D) El simbolismo del arbol a) Très clases de Arboles Hay ârboles con hojas abundantes, figura de los predicadores que suelen hablar cosas admirables de Dios y de] cielo, pero que no producen fruto alguno de buenas obras. El Evangelio, refiriéndose a ellos, afirma que no todo el que dice: Senor, Senor, entrarâ en el reîno de los cielos. Y en otro lugar anade: Muchos me dirdn en aquel dia: Senor, Senor, £no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre ôbramos muchos müagros? Yo entonces les diré: Nunca os conoci; apartaos demi, obradores de iniquidad (Mt. 7,22-23). Grande era el arbol que vio Daniel, cuando una voz, gritando fuertemente, dijo: Abatid el àrbol y cortad sus ramas (Dan. 4 14). Otra clase de ârboles produce hojas y flores, pero quedan secas por la helada. Son los hombres que florecen en buenos deseos, pero no realizan sus propositos. La tercera clase de ârboles produce frutos maduros. Para ello son necesarias très cosas: Primera, echar raices hondas; arraigados y fundados en la caridad (Eph. 3,17). Las plantaciones adùlteras, esto es, fingidas, ni pueden echar raices ni resisten el viento de la tentaciôn. Edificios sobre arena, que las lluvias derribarân. En segundo lugar, necesitan la huiqedad de la devociôn y el gusto por las cosas de Dios, a e a U > ■HH 424 LOBOS CON PIEL OF. OVEJA. 7.0 OESP. PENT. la lectura de las Sagradas Escrituras, la meditaciôn do la pasion del Senor, que son fuentes de lâgrimas que riegan la piedad. La tercera cosa necesaria es desembarnzarse de todas las preocupaciones terrestres y matar todos los gusanos que roen el fruto, Conviene también apoyar algunos ârboles sobre pies secos, que bien pueden ser para el virtuoso el recuerdo de eus pecados. b) 1. SU VALOR SIMBÔLICO La vida religiosa: la higuera Veo, ademâs, otras tres clases de ârboles. La higuera. que simboliza la vida religiosa... Las obras del religioso deben conformarse a sus palabras; de lo contrario, sera cortado. Sus tres votos equivalen a aquellas très veces que el agricultor fué a visitar la higuera para comprobar si daba fruto. Por otra parte, en las higueras no hay termine medio, o son muy buenas o son muy malas, como las que vio Jeremias (24,3) ; y San Agustin dice sobre este punto (cf. Epist. 78,9): “Del mismo modo que no he encontrado hombres mâs santos que los que trabajan en su perfection dentro de los monasterios, tampoco he encontrado otros penres que los que en un convento cayeron en la relajaciôn’’. 2. La vida activa: el olivo Otro ârbol es el olivo, de fruto amargo, pero del que sale el aceite, y que simboliza a los hombres activos entregados a las obras de misericordia. Estos. como el samaritano, de­ ben curar las heridas de los desgraciados y empaparlas con el aceite de la piedad y el vino del consuelo. Conviene que notemos très cosas de aquella parâbola, a saber, el socorro material, la companion del corazôn y d consuelo de In ρ·Ί*»bra. Sobre la ayuda material se ha dicho: gSabes qué ayuno quicro yo? Partir tu pan con el hambriento, albergur al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu ros­ tro ante tu hermano (Is. 58,6). Sobre la compasiôn del corazôn: Si tu corazôn se enternece a la vista del pobre. si socorres al afligido, tu luz brillarà en las tinieblas y las tinieblas serân para ti como el sol (Is. 58.10, Vulgata). So­ bre las palabras consoladoras: El rocio refresca los ardo­ res del sol, y asi la buena palabra es mejor que cl don (Eccli. 18,16). 3. La vida de los prelados: la vid La vid da frutos dulces y amargos y représenta a los prelados, que participan de la dulzura de la vida contempla­ tiva y de las fatigas y preocupaciones de la activa; pero. SEC. 5· 42ΰ AUiOKES VAM1O8. VILLANUEVA jay!, no son muchos como éstos los que solcmos ver. San Agustin exclama (cf. Contra las cinco herejias, c.6) : Don­ de estais, joh buenos trabajadores!, qué bacéis, por qué os entregais al descanso? Estais viendo la tierra llena de calanüdades, las espinas, los cardos y las hierbas por todas partes; pero 4 a quien hablo? ;Oh fuente de lâgrimas! 6 Don­ de estais, quienes son estos trabajadores a los que hablo? Los unos han muerto, los otros huido, y la tierra ha sido entregada a las manos del impio. Pasé junto at campo del perezoso y junto a la vina del insensato, y todo eran cardos y ortigas que habian cubierto su haz (Prov. 24,30). ,Oh vosotros los encargados de cultivar la vina, oh vosotros, doctores y prelados!, 4 qué es lo que hacéis? Deberiais cortar los sarmientos, multiplicar las plantas buenas y dulces, arrancar las espinas, sembrar buena semilla. Pero i ay : [Qué pocos saben cultivar la vina, reprendiendo a los viciosos! Dicen muchas palabras, mas no hacen nada. Pala­ bra de Yavé: No quedardn racimos en la vina ni higos en la higuera (1er. 8,13)”. E) 11N0 todos los que me dicen: Senor, Senor» I 9 Pudiéramos preguntar cômo se compagina esta afirmaciôn con aquella otra de San Pablo, que escribe: Nadie hablando en el espiritu de Dios puede decir: Anatema sea Je­ sus, y nadie puede decir: Jesus es el Senor, sino en el Es­ piritu Santo (1 Cor. 12,3). Respuesta: Toda palabra 0 pensamiento bueno viene del Espiritu Santo, lo cual no quiere decir que quien las profiera esté en gracia. Porque a veces el Espiritu Santo da impulsos que no son santificantes para quien los recibe, como las gracias gratis dadas. Por otra parte, el Apôstol toma la palabra decir en su verdadero significado, que incluye la inteligencia y volun­ tad unidas a la palabra, mientras que el Senor la emplea en un sentido vago, refiriéndose al simple pronunciar y hablar, pero sin sentir y querer lo que se dice. Esto no es mâs que un simple sonido ante los ojos de Dios. t mm ilni niwriii LOÈOS CON PIEL DE OVEJA. II. 7.0 DESP. PENT. BEATO JUAN DE AVILA Jesucristo sacramentado, ârbol de vida Jesucristo habla en el evangelio de la misa de hoy sobre el âr bol bueno, que necesariamenie da buenos frutos ; este ârbol de vida cuyos frutos son celestiales es el mismo Jesucristo plantado eu nues­ tra aima. Particularmente se siembra y aumenta el desarrollo de dicho principio de vida por la comuniôû. Esta es la razôn de traer aquï ef sermon del Maestro Avila (cf. Sermon 45, del Sanlisimo Sa­ cramento: BAC, Obras complotas, t.z [Madrid 1953] P-°94-7°3)· A) a) Dios, fuente de vida Todos los seres desean vivir Todas las cosas que viven, desean vivir, las cuales, como desean su ser y la conservaciôn en él, asi desean su propia vida; “porque a las cosas que viven, el mismo vivir es el mismo ser. Si no, preguntadlo a un hombre enfermo que se quiere morir, qué darâ por dos aûos de vida... iQu® aprovecha al rico que tenga muchos tesoros, seûorios y reinos, si se muere y lo déjà todo aeâ? Trocarlo hia todo de buena gana por una poca de vida, aunque fuese con trabajos y pidiendo por amor de Dios de puerta en puerta. Sin vida, ninguna cosa se goza, y con ella de todas; y cuando todas fallecen, el mismo vivir da contentamiento, aunque tenga anejos muchos trabajos”. b) 1. Excelencia de la vida en Jesucristo Supera a la vida natural “Ea, pues, los que deseâis vivir, andad aeâ al manjar de la vida, que es la carne y sangre de Jesucristo, y hallaréis en El vida sana, alegre, rica y fuerte, y no por tantos y tantos anos, sino para todos los que Dios fuere Dios”. “Esta vida que tenemos... es cosa tan baja en comparaciôn de esta vida que el Seüor promete a quien bien lo recibiere, que ni tiene que ver con ella ni merece nombre de vida; ...para deciros en una palabra la nobleza y valor de esta vida, es vida sobre toda naturaleza”... 2. Supera a la vida de un ângel “Vale mâs un hombre con esta vida, por bajo y pobre que sea, que todos los ângeles y arcângeles, hasta querubi- ^‘2^6· . " Ύ>«·... v- » SEC. 5. AUTORES VARIOS. ÜEATO AVILA 427 nés y serafines, si de ella carecen. Paraos a pensar la ex­ celencia de los espiritus angélicos, su sabiduria, fortaleza, hermosura y bondad, que pueden alcanzar por su naturale­ za; todo esto junto no vale tanto como aquesta vida que da el altisimo Dios a una viejecita, y a un pastorcico, o a otro hombre, por bajo que sea, cuando, habiéndose confesado, dignamente se llega al santo altar y recibe de manos del sacerdote el divinisimo cuerpo de nuestro Senor Jesu­ cristo”. 3. Es eterna “La cual vida, si el hombre no la echa de si, no haya miedo que ella se acabe, como la del cuerpo, que, por muchos puntales que pongâis y por mucho que la querâis guardar de sus contrarios, no la podréis tener sin que se acabe”... c) Dios, fuente de toda vida 1. Natural “Como ninguna cosa puede tener ser sino participando, en su modo, dei ser infinito, que es Dios..., asi ningùn ârbol, ni animal, ni hombre, ni ângel puede tener vida si de esta infinita fuente, que es Dios, no la saca. Tuya es, Sefior, la vida de todos los vivos, y tu. la puedes dar y tornar a quien no la tiene; que para ti no hay nadie muerto. Y por esto se dice con mucha razôn: /Adoremos al Rey, al cual viven todas las cosas!" (cf. Brev. Rom. Off. defunct, ad Mat. invitj. 2, Sobrenatural “Mas entre todas estas vidas que de la ùnica Vida, que es Dios, manan, es esta de que hablamos, que en aquel di­ vino Sacramento se da. Y porque no pensemos que es vida oscura y triste, afiade diciendo: Y en tu lumbre vemos lumbre (cf. Ps. 35,10). Vida rica, vida alegre; y que quien la tiene no vive en las tinieblas, mas en lumbre semejable a la lumbre en que vive el Sefior”... d) Una vida que nos deifica “Hacéis a los hombres deiformes, y acabâis, con darles gracia en este mundo, de engrandecer en ellos la imagen natural que a tu semejanza criaste, para que asi como, Senor, tu vida es, tus placeres, tu negocio, tu ocio: conocerte, amarte, gozarte, poseerte para siempre jamâs, des t. JÎA' · * ' À · * -Z ♦- LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. a los hombres vida dândoles tu gracia, con que te conozcan y amen y gocen acâ en su modo, y en el cielo en el tuyo; ;que, segun se ha dicho, valga mâs un hombrecillo que la tiene que millones de Angeles si carecen de ella!”.. B) Vida perdida en los ângeles y comunicada a Adân y Eva a) Dios créa los Angeles para el cielo “Y porque la divina Sabiduria conoce cuân excelente vida es aquésta, la suma Bondad criô Angeles, no con otro intento sino para que participasen de esta vida tan buena y tan deleitable. Criôlos en vida de gracia: y a los que le agradecieron esta merced y usaron bien de ella, perfeccionoies esta vida, dândoles la vida de gloria; y a los que la perdieron arrojôles en el infiemo, excluidos de todo bien, ajenos de la vida bienaventurada”... Adân, b) criado para esta vida sobrenatural “Caen los Angeles malos: pierden por su soberbia la vida de gracia, que Dios de balde les habia dado: y cria Dios del polvo de la tierra a nuestro padre Adân: y dândole na­ turaleza a él y a Eva, diôles juntamente vida de gracia, con la cual su ânima viva, conociendo y amando y gozando de Dios por muv excelente manera, aunque no viéndole faz a faz... Les diô ârboles para corner y mantener la vida del cuerpo, y otro ârbol para que, comiendo de él. nunca muriesen, y otro ârbol para aue, no comiendo de él. obedeciesen a Dios y comiese su ânima del manjar de la obra que hace al hombre conservar y aumentar la gracia de’ Senor y merecer la vida eterna”... c) ·:· ■ V Todos los hombres, herederos de Adân 'Ύ no sôlo fuiste bueno para con nuestros primeros padres. dândoles vida de gracia, justicia original, seiiorio sobre todas las criaturas, medios para vivir y para nunca morir: mas no parô vuestra bondad en ellos, como perso­ nas particulares, sino quisiste que fuesen cabezas de to­ dos los hombres y que mediante ellos gozâsemos todos nos­ otros de la misma vida y mercedes, participando los miembros de los bienes de la cabeza. Convite, Senor. les hicistes, muy rico y muy delectable, por cierto, y a todos nos­ otros” SEC. 5- AUTORES VARIOS. BEATO AVILA ■129 C) Vida perdida en Adân y recuperada en Cristo a) Una herencia desgraciada “Acaeciô a nuestra madré Eva que se sale al campo y cogiô, y comiô, y diô a corner a su marido del amargo man­ jar vedado por Dios, y por eso lleno de ponzona; y como eUos eran la olla (cf. 4 Reg. 4,39-40) en que estaba la na­ turaleza humana, y de ellos la habian de tomar todos los hombres buena y sana, si tal la guardaran, tomâronla mala, enferma, corrupta, despojada de la gracia y justicia origi­ nal en el ânima, y de la vida del cuerpo que antes ténia y condenada a muerte, y sujeta a tantas miserias, que no sôlo de parte del cuerpo, mâs aûn del ânima, se diga el hombre, con verdad, rélleno de muchas miserias... (lob 14,1)”. b) El • 31 hombre siente en su ser el aguijôn de la muerte “Mas el Senor, cuya misericordia es grande, inspirô a Adân y a otros que le diesen voces a El, que era el Senor que habia hecho el convite y tenia poder para remediar el mal que habia hecho su mal cocinero Adân. Dan voces a El, Uenos de amargura y tocados de la ponzona: “j Senor de las virtudes! La muerte sentimos dentro de nosotros, y una inclination tan viva a pecar, que nos lleva cautivos a lo que ella quiere, i Remedio, Senor, para tanto mal!” Estas voces diô Adân, dieron los patriarcas, dieron los profetas, y, por su gran misericordia, oyôlos el Senor”... c) Jesucristo nos devuelve la vida “iQué te daremos, Senor, por esta merced, que nos has recobrado la vida perdida, hasnos resucitado por tu Hijo bendito, al cual llama San Pablo autor de la vida? (Act. 3, 15; cf. Hebr. 2,10; 12,2). Y el mismo Senor dijo: Yo vine para que mis ovejas tengan vida, y muy cumplida vida (lo. 10,10). Este es el constituido por Principe, y Principe de paz y de vida, de todos aquellos que gimen sus pecados con amargura y los confiesan dignamente, y a ésto.s da vida, por la muerte que El muriô en la cruz, cuya virtud se aplica en los sacramentos, que tienen virtud para resucitar animas muertas, y este divinisimo Sacramento del Altar para conservar y acrecentar la vida ya recibida, y aun para darla de nuevo, segûn adelante diremos I! 430 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. Jesucristo, ârbol de la vida D) a) 7.0 DESP. PENT. El Espîritu Santo riega, vivificAndola, la Iglesia "San Juan en su Apocalipsis viô la ciudad grande, por la plaza de la cual corria un rio de agua..., y en cada una de las riberas de este rio habia un ârbol de vida que daba doce frutos en los doce meses del αήο, y sus hojas daban sanidad a la gente (Apoc. 22,1-2). Este rio tan hermoso es la gracia del Espiritu Santo, el cual procédé del Padre y del Hi jo como de un principio; éste riega la gran ciudad, que es la Iglesia, asi a la que esta en el cielo como a la que esta en la tierra; porque, aunque la una goza y la otra trabaja, no son dos ciudades; una es la escogida, de Dios, una su Esposa (cf. Cant. 6,8) ; porque la de alla y la de aeâ, a un Dios adora, en un Dios se arrima, a un Dios ama y sirve segùn su manera. A esta ciudad riega el Espiritu Santo, alla dando gloria, aeâ dando gracia”. b) Jesucristo, ûxico ârbol 1. Vivifica la Iglesia triunfante "En las dos riberas de aqueste rio esta el ârbol de vida, que es Jesucristo nuestro Sefior. Cômo estâ de parte, de una ribera, que es alla en el cielo, los dichosos que alla estân, y que lo ven faz a faz, lo sabrân decir...” 2. Vivifica la Iglesia militante "En estotra ribera, aeâ en la Iglesia, veslo alli como estâ; al cual, aunque no vemos en su resplandor y hermosura inefable, como allâ, mas suspiramos por ello y esperamos de su grande bondad que traerâ aquestos ojos que derramaron lâgrimas por deseo de verle, o a lo menos porque hecimos cosas por las cuales mereceriamos no verle, le han de ver con mayor alegria que aeâ tuvieron amargura; y que decimos con Job (19,26) : En mi came veré a mi Sal­ vador”. 3. Aquî lo vemos con los ojos de la fe "Entre tanto, miramos alli con los ojos de ]a fe; y "el galardôn de quien créé lo que no ve, como dice San Agus­ tin (cf. Serm. 43, c.l, 1: PL 38,254), es que algun dia vea lo que creia”. Y pues los que ahora le ven alla pasaron por aquî, y por creerle y amarle gozan ahora de su bienaven- •V SEC. 5. AUTORES VARIOS. UEATO AVILA 421 turada fiesta, debemos nosotros contentarnos con creer lo que creyeron, y obrar como obraron, y esperar lo que esperaron, y procurar de hacer lo que hicieron...” c) Sus FRUTOS DE VIDA ETERNA “Este ârbol da doce frutos (cf. lo. 3,34), por los doce meses del ano; que ahora sean los doce frutos que cuenta San Pablo (cf. Gai. 5,33), ahora sean otros muchos mâs, en fin, esto es cierto que, recibiendo bien a este Senor, recibe el anima frutos de vida, no para tres anos o cuatro, sino para siempre jamâs; y que no se acaba el fruto recibido en un mes, mas luego otro y otro, como Isaias dice (Is. 66,23), habrâ mes de mes y sâbado de sâbado, que quie­ re decir que nunca se acabarâ”. d) Plenitud DE FRUTOS BUENOS EN JESUCRISTO “iQué hermosos frutos, que son las gracias, mercedes y gloria que da! iQué frescas y saludables hojas, que son las palabras que nos predicô, tan poderosas para dar salud, cuanto lo probarâ quien de ellas se quisiere aprovechar! Estas enfermo de ira o de soberbia? Reposa debajo de una sombra de este ârbol, que dice: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn (Mt. 11,29). Mira la frescura de aquesta sombra, iPuede haber cosa mâs hermosa que Dios humillado, y tan manso, que, maldiciéndole a El, El no maldice; siendo atormentado, no dice amenazas (IPetr. 2,23), y, siendo crucificado, ruega por quien lo persigue? Si tenéis frio de ciciones por falta de caridad con vuestros prôjimos, corned de este ârbol divino, y seréis sa­ nos; la cual hoja es: Amaos como yo os amé (lo. 15,12). Y de esta manera, si conociéredes vuestras enfermedades y entre las hojas de sus palabras buscâredes las recetas convenientes, si las quisiéredes poner en obra con su gra­ cia, cierto experimentaréis que las hojas de este ârbol de vida dan salud a las gentes...” E) Dos mandamientos contrarios “Ya cesô aquei entredicho que estaba puesto por Dios, de que ni Adân ni otro no pudiesen Hegar a comer del âr­ bol de la vida que estaba en medio del paraiso... Mandas ahora pregonar: Si no comiéredes la carne y bebiéredes la sangre de aqueste ârbol de vida, no tendréis - · e ■ 432 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. vida en vosotros (cf. lo. 6,54). Alli de corner de un ârbol murieron; aqui dice las palabras de nuestro tema: Quien comiere mi carne y bebiere mi sangre, tiene vida eterna (lo. 6,55). ;Cuân diverso mandamiento aquèste dei otro’ Y aunque entrambos buenos, este mejor. Manda alli Dios: “No co­ rnais de este ârbol; y si coméis, moriréis, y si no coméis, viviréis (cf. Gen. 2,17)”. Manda aqui Dios: “Corned de aqueste ârbol, y viviréis; y si no coméis, moriréis”. Alli manda ayuno, aqui hartura; aquello suele ser muy penoso, esto muy deleitable; y en gran manera excede el provecho que se sigue de corner de este ârbol, que es Jesucristo, al que habia de no comer del otro ârbol vedado...” m. TOMAS DE IΛΜΛΙ De los diversos movimientos de la naturaleza y de la gracia A) En orden a la mortificacion “Hijo, mira con vigilancia los movimientos de la na­ turaleza y de la gracia, porque son muy contrarios y suti­ les, de modo que con dificultad son conocidos sino por va­ rones espirituales e interiormente alumbrados. Todos desean el bien, y en sus dichos y hechos buscan alguna bondad; por eso muchos se engafian con color del bien. La naturaleza es astuta, atrae a si a muchos, los enreda y engaha y siempre se pone a si misma por fin. Mas la gracia anda sin doblez, se desvia de toda apariencia de mal; no pretende engafiar, sino que hace todas las cosas puramente por Dios, en quien descansa como en su fin. La naturaleza no quiere ser mortificada de buena gana, ni estrechada, ni vencida, ni sometida de grado. Mas la gracia trabaja en su propia mortificacion, re­ siste a la sensualidad, quiere estar sujeta, desea ser ven­ cida, no quiere usar de su propia libertad, apetece vivir bajo una estrecha observancia, no codicia sefiorear a nadie, sino vivir y servir y estar debajo de la mano de Dios; por Dios estâ pronta a obedecer con toda humildad a cualquiera criatura humana (1 Petr. 2,13)”. 5-’..A’ SEC. B) 5. AUTORES VARIOS. K EM PIS 433 Respecto al amor propio “La naturaleza trabaja por su convenienda y tiene la mira a la utilidad que le puede venir. Pero la gracia no considera lo que le es ùtil y convenien­ te, sino lo que aprovecha a muchos (1 Cor. 10,33). La naturaleza recibe con gusto la honra y la reverenda. Mas la gracia atribuye fielmente a sôlo Dios toda honra y gloria (Ps. 28,2). La naturaleza terne la confusion y el desprecio. Pero la gracia se alegra en padecer injurias por el nom­ bre de Jesûs. La naturaleza ama el ocio y la quietud corporal. Mas la gracia no puede estar ociosa, antes abraza de buena voluntad el trabajo. La naturaleza busca tener cosas curiosas y hermosas y aborrece las viles y groseras. Mas la gracia se deleita con cosas lianas y bajas, no desecha las âsperas ni rehusa el vestir ropas viejas”. C) Lo temporal y lo eterno “La naturaleza mira lo temporal y se alegra de las ganancias terrenas, se entristece dei dano y enôjase con cualquier palabra injuriosa. Pero la gracia mira lo eterno, no esta pegada a lo tem­ poral, ni se turba cuando lo pierde, ni se exaspera con las palabras ofensivas; porque puso su tesoro y gozo en el cielo, donde ninguna cosa perece. La naturaleza es codiciosa, y de mejor gana toma que da; ama sus cosas propias y particulares. Mas la gracia es piadosa y comiin para todos, huye la singularidad, conténtase con poco, tiene por mayor feli­ cidad el dar que el recibir. La naturaleza nos inclina a las criaturas, a la propia came, a la vanidad y a las distracciones. Pero la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia las criaturas, huye dei mundo, aborrece los deseos de la carne, refrena los pasos vanos, avergüénzase de parecer en pùblico. La naturaleza toma de buena gana cualquier placer ex­ terior en que deleite sus sentidos. Pero la gracia, en solo Dios se quiere convertir y deleitarse en el sumo bien sobre todo lo visible. La naturaleza, cuanto hace es por su propia utilidad y conveniencia; no puede hacer cosa de balde, sino que es­ péra alcanzar otro tanto o mâs; o si no, alabanza o favor por el bien que ha hecho; y desea que sean sus obras y sus dâdivas muy ponderadas. Mas la gracia ninguna cosa temporal busca ni quiere otro premio sino a solo Dios; y de lo temporal no quiere mâs que cuanto basta para conseguir lo eterno”. D) Dios y las criaturas “La naturaleza se complace en sus muchos amigos y parientes, se gloria de su noble nacimiento y distinguido linaje, halaga a los poderosos, lisonjea a los ricos, aplaude a los iguales. Pero la gracia ama aun a los enemigos y no se engrie por los muchos amigos, ni hace caso del propio nacimiento y linaje si en él no hay mayor virtud. Favorece mâs al pobre que al rico; se acomoda mâs bien al inocente que al poderoso; se alegra con el veraz, no con el engaüoso. Exhorta siempre a los buenos a que aspiren a gracias mejores y se asemejen al Hijo de Dios por sus virtudes. La naturaleza luego se queja de la necesidad y del trabajo. Pero la gracia lleva con buen rostro la pobreza. La naturaleza todo lo dirige a si misma y por si pelea y porfia. Mas la gracia todo lo refiere a Dios, de donde originalmente mana; ningûn bien se arroga ni se atribuye a si mis­ ma. No porfia ni prefiere su modo de pensar al de otros, sino que en todo dictamen y opinion se sujeta a la sabi­ duria eterna y al divino examen. La naturaleza apetece saber secretos y oir novedades; quiere aparecer en pùblico y observar mucho por los sentidos; desea ser conocida y hacer cosas de donde le procéda alabanza y fama. Pero la gracia no cuida de oîr cosas nuevas y curiosas; porque todo esto nace de la corruption antigua, y no hay cosa nueva ni durable sobre la tierra. Ensena a recoger los sentidos, a huir la vana complacentia y ostentation, esconder humildemente lo que tenga digno de admiration o alabanza y buscar en todas las cosas y en toda ciencia fruto de utilidad y la alabanza y honra de Dios. No quiere que ella ni sus .cosas sean pregonadas, sino que Dios sea glorificado en sus dones, que los da todos con purisimo amor”. AUTORES S1.C. 5. E) VARIOS. SAN FRANCISCO DE SALES 435 La gracia, don de Dios “Esta gracia es una luz sobrenatural y un don especial de Dios, y propiamente la marca de los escogidos y la pren­ ds de la salvaciôn eterna, la cual levanta al hombre de lo terreno a amar lo celestial, de carnal lo hace espiritual. Asi que, cuanto mâs apremiada sea la naturaleza, tanta mayor gracia se infunde; y cada dia es reformado el hombre interior, segûn la imagen de Dios, con nuevas visitationes” (cf. Imitation de Cristo, 1.3,c.54). IV. SAN FRANCISCO DE SALES Verdaderas y falsas amistades El evangelio del dia es aplicable con exactitud a las amistades que se presentan como buenas, pero que en realidad tienen desgraciadas consecuencias para la vida espiritual (cf. Introducciôn a la vida devota, p.j.a c. 19.20 y 21 : BAC, Obras selectas [Madrid 1953] t.i p.169-176). A) Excelencia de las verdaderas amistades “Filotea, ama a todo el mundo con amor de caridad, pero no profeses amistad mâs que a los que pueden hablar contigo de cosas virtuosas; cuanto mâs exquisitas sean las vir­ tudes que jueguen en el intercambio de esta amistad, mâs perfecta serâ ella. Si la comunicaciôn tiene por objeto la ciencia, tu amistad serâ muy digna de alabanza, y mucho mâs todavia si se fundamenta en la virtud, en la prudencia, en la discretion, en la fortaleza y en la justicia. Y si se funda en la caridad, en la dévotion, en la perfection cristiana, entonces, i amistad pretiosa’ Serâ excelente, porque procede de Dios; excelente, porque a Dios tiende; excelente, porque su lazo de union es Dios; excelente, porque durarâ para siempre en Dios. jCuân hermoso es amar en la tierra como se aman en el cielo y aprender a amarse en este mundo como amaremos eternamente en el otro!” (c.19). 436 LOBOS CON PIEL 1>E OVEJA. 7.0 DESK PENT. Diferencia entre amistades falsas y verdaderas B) a) Las amistades con personas de otro sexo son ESPECIALMENTE PELIGROSAS “Una grave amonestaciôn. La miel de Heraclea, si endo venenosa, se parece a la buena. Por tanto, se corre grave peligro de confundirlas o de tomarias mezcladas, pues la bondad de la una no neutraliza la acciôn danosa de la otra”. “Hay que estar sobre aviso para no ser enganados, sobre todo cuando se contraen amistades entre personas de diferente sexo bajo cualquier excusa, porque con mucha frecuencia Satanâs suele enganar a los que se estiman. Se co­ mienza por amor virtuoso, mas, si no se usa discrecion, pronto anda en juego el amor frivolo; después, el sensual, y ùltimamente el carnal; el mismo riesgo puede haber en el amor espiritual si no se esta alerta, aunque el peligro no sea tan grande, porque su pureza y candor hacen resaltar mâs las argucias de Satanâs; por eso, cuando él pretende adulterar este amor, procura que las acciones menos ho­ nestas se vayan filtrando de manera insensible”. b) CARACTERES DE LA AMISTAD MUNDANA Es melosa en sus palabras “Debes aprender a distinguir la amistad mundana <υ· la santa, como se distingue la miel de Heraclea de la ordi­ naria; aquélla es mâs grata al paladar por... una cantidad mayor de dulzor; la amistad mundana suele producir u”a serie de palabras melosas, una sarta de expresiones pasionales y de alabanzas fundadas en la hermosura, en la gracia y en las cualidades sensuales; la amistad santa, en cambio, usa lenguaje sobrio y sincero; solo alaba la virtud y la gra­ cia de Dios, unico fundamento sobre el cual se apoya”. 2. Produce turbaciôn al espiritu “La miel de Heraclea, una vez que se toma, produce mareos, y la falsa amistad da origen a cierta turbaciôn de espiritu que hace vacilar a la persona en la castidad y de­ vociôn, induciéndola a miradas afectivas, impertinentes u inmoderadas; a caricias sensuales, a suspiros exagerados, a lamentaciones por no verse correspondida, a pequenas. pero insistentes complacencias; a galanterias, a besos y otras libertades, presagios ciertos e indudables de prôxima ruina de la honestidad; la amistad santa solo tiene miradas sencillas y pudicas; sus caricias son honestas y sinceras; ;- * SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN FRANCISCO DR SALES 437 sus suspiros se dirigen al cielo; sus intimidadœ son para e) espiritu; sus lâgrimas aparecen cuando Dios no es amado. seriales todas infalibles de eegura honestidad”. 3. Nubla el juicio. "La miel de Heraclea nubla la vista, la amistad mun­ dana nubla el juicio, de suerte que sus victimas piensan que obran bien cuando obran mal, y estân convencidos de que sus excusas, pretextos y palabras son razones de peso; temen la luz y aman las tinieblas; pero la amistad santa es clarividente, jamâs se oculta y no terne comparecer ante la gente de bien”. 4. Déjà al fin amargura "Finalmente, la miel de Heraclea déjà en la boca gran amargura, y las falsas amistades terminan en palabras y preguntas carnales y picarescas, o, en caso de desavenencia, en injurias, calumnias, imposturas, tristezas, confusion y melancolia, que degeneran muchas veces en brutalidades ylocuras; la amistad casta es siempre honesta, educada y amable, dando origen a la pureza y perfecta union de los espiritus, imagen fiel de la âmistad dichosa que en el cielc. reina”... C) Remedios contra las malas amistades a) HUIR DE ELLAS A LOS PRIMEROS SÎNTOMAS “Apenas notes los primeros sintomas, vuélvete hacia otra parte y, detestando absolutamente la vanîdad, corre a la cruz del Salvador y toma la corona de esninas para rodear con ella tu corazôn a fin de que las raposillas no se le acerquen. Ten cuidado de no celebrar pacto alguno con es+e enemigo; no digas: “Le escucharé, pero no haré nada de cuanto me dice; le prestaré oidos, pero le negaré mi corazôn”. ;Oh mi amada Filotea!, por Dios te pido, sé rigurosa en semejantes ocasiones; el corazôn y los oidos estân de mutuo acuerdo, y de la misma manera que es imposable detener el torrente que avanza desde la cumbre de las montanas, dificilisimo es conseguir que el amor que se desliza a través del oido no descienda hasta el corazôn. Guardémonos de atender palabras necias, pues, si no lo hacemos asi, la victima inmediata serâ nuestro corazôn. No escuches ninguna declaraciôn bajo el pretexto que sea; solamente en este caso no importa pasar por descortée o malcriado”. 438 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. b) 7.0 DESP. PENT. Renovar los sentdhentos de fidelidad a Dios “Recuerda que has ofrecido tu corazôn a Dios y que tu amor le ha sido a El consagrado; séria, pues, sacrilegio el privarle de una sola fibra; sacrificaselo de nuevo mediante mil resoluciones y promesas, y permanece en medio de éstas como un ciervo en su refugio; acude a Dios, El te eocorrerâ y su amor protégera el tuyo a fin de que puedas vivir solamente para El”. c) Si se ha caîdo, retractarse de todo con valentîa “Si ya has caido prisionero en las redes de tan locos desvarios, ;cuân dificil te serâ recobrar la libertad! Ponte en la divina presencia; reconoce la magnitud de tu miseria y debilidad; después, con el mayor dolor posible, detesta el comienzo de estos amores, renuncia a las promesas reci· bidas y abjura de cuanto hayas prometido, y con la mayor fuerza de voluntad, arrepentida en tu corazôn, promete no volver a juegos tan peligrosos”. d) Alejarse del objeto pernicioso “Si te puedes alejar del objeto pernicioso, apruebo tu conducta de todas veras, porque... la persona herida por el amor dificilmente sanarâ mientras permanezca ce rca del que ha experimentado el mismo mal. El cambio de lugar es muy a propôsito para apagar ardores e inquietudes producidos por el amor o el dolor”... e) Si NO PUEDE UNO alejarse, cortar con decisiôn todo CONTACTO PELIGROSO “El que no se puede alejar, Z qué debe hacer? Es necesario que évité toda conversaciôn a solas, toda entrevista secreta, toda mirada tiema, las sonrisas afectuosas y, en general, toda suerte de comunicaciones que puedan alimentar este fuego pestifero y maloliente, o, por lo menos, si necesariamente tiene que hablar con el otro, que sea para manifestarie de manera dura y tajante que ha jurado permanecer eternamente separado de compafiia tan perniciosa. Yo digo a voz en grito a todos aquellos que han caido en desgraciados amores: "Corta, rompe, rasga; es necesario destruir, deshacer los lazos, romper o cortar; se trata de ataduras que no tienen valor alguno. No hay que andar con miramientos en un amor tan contrario al amor de Dios”. iJ - · %· SEC. 5. f) AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 43Ô CONFIAR EN LA PERSEVERANCE EN EL BUEN CAMINO “Pero, una vez que yo haya roto las cadenas de esta infâme esclavitud—dirâs—, quedarâ algûn vestigio, y las marcas y senales de los hierros permanecerân en mis pies, es decir, en mis afectos”. No, Filotea, no serâ asi; si odias el mal como él merece, no te senti râe turbada por ningûn movimiento, sino de un horror extremo a este infame amor y a cuanto de él depende, y quedarâs libre de todo afecto hacia el objeto abandonado, sintiendo solamente hacia él una inclinaciôn basada en la caridad segûn Dios”. g) Buscar la soled ad, los LIBROS BUENOS Y LA DIRECCIÔN ESPIRITUAL “Si, por la imperfecciôn de tu arrepentimiento, aûn sientes tendencias malvadas, procura, para bien de tu aima, practicar esos aislamientos espirituales de los que te hablé anteriormente, viviendo retirada en cuanto puedas, renunciando a todas las inclinationes mediante reiteradas protes­ tas del espiritu; lee con mayor frecuencia libros santos, confiésate mâs a menudo y comulga; manifiesta humilde y claramente todos los pensamientos y tentaciones que sientes sobre esto a tu director espiritual, si puedes hacerlo, y si no, a algûn aima fiel y prudente; no dudes un momento de que Dios te librarâ de toda mala pasiôn si continûas dôcilmente en estos ejercicios”. V. BOURDALOUE Danos de la hipocresia El P. Bourdaloue habia en el sermôn correspondiente a esta do­ minica no sobre la hipocresia, sino sobre los efectos que produce en quienes la ven (cf. Sennôn sobre la dominica 7Λ de Pentecostés [ed. Firmin-Didot] t.2 P.6S-77). A) Exordio y division Debiera hablar sobre la hipocresia como corruptora de la virtud, pero creo mâs interesante, para preservaros del triste efecto que produce en nosotros la hipocresia ajena, hablaros de un asunto que se os explica pocas veces, a sa­ ber, de los falsos juicios y conclusiones que deducen los que ven al hipôcrita. Espiritu de la Verdad, iluminame. 440 LOBOS CON PILL DE OVEJA. 7.“ DESP. PENT. Existe una clase de personas, los libertinos, que para levantarse contra Dios y su culto se prevalecen de la hipo­ cresia ajena, queriendo autorizar con ella su propio libertinaje y rebelarse contra toda piedad verdadera. Otra clase estâ constituida por los cobardes, a quienes atemoriza y quita el gusto de la piedad. La ùltima clase es la de los ig­ norantes y sencillos que se dejan enganar por los hipôcri­ tas, como ha ocurrido tantas veces con los herejes. B) a) El raciocinio del libertino Niega la piedad verdadera El libertino quiere convencerse y convencer a los demâs de que o no hay piedad verdadera o, por lo menos, toda es sospechosa, para asi debilitar los reproches que le dirige la virtud del prôjimo. Es un modo de oponerse formalmente al espiritu de Dios. Ante los buenos eqemplos se refugia en eu propio juicio y pronuncia, sin dudar, una sentencia condenando a todos, por lo menos, a la duda. Como quiera que estân decididos a continuar en su impiedad religiosa o en sus costumbres corrompidas, quisleran poder demostrar que todos los hombres se les parecen, y, aunque ellos se reconocen pecadores, y quizâs hacen profesiôn de serlo, su mayor alegria consistiria en probar que los demâs no son mejores que ellos. Es un sentimiento muy natural y poco a poco se convencen de tener razôn, y como el ejemplo de los hipôcritas y falsos devotos apoyan su error y le da cierto viso de verdad, se detienen en esta verosimilitud y lo dan todo por hecho. Hay devotos hipôcritas, y de ello deducen que todos o lo son o lo pueden ser, para conciuir que la ùnica diferencia existente entre ellos y los demâs no es otra sino que ellos obran sinceramente ante todo el mundo y que, si los que parecen buenos evitan ciertos vicios mâs groseros por respetos humanos, tienen otros pecados mâs espirituales, pero no menos condenados por Dios; es decir, que, si no son licenciosos, son soberbios, ambiciosos, mteresados, y asi se creen ellos, incluso, menos culpables, porque no pretenden parecen lo que no son. Su conclusion Uega a suponer que la virtud no es mâs que una quimera y que su concepto exacto supera a la naturaleza y a los recursos de la gracia, por donde se sigue que es imposible encontrarla en el mundo. ''2**τ*£*> SEC. 5. b) AUTORES VARIOS. BOURDALOUE Satiriza toda 441 devociôn A esto se deben tantos discursos y hasta obras litera­ rias como nos inundan. Sâtiras y conversaciones contra 1? hipocresia y la falsa devociôn, que terminan por danar l?t verdadera, basândose en lo que tiene de comûn lo fingido y lo real. No cesan en sus censuras contra el hipôcrita y no quieren reformar un abuso que no les importa sino para distraer los juicios sobre su conducta, y por eso exponen en los teatros y a la risa pùblica hipôcritas imaginarios o, si lo queréis, reales; colocan en ridiculo a las cosas y per­ sonas mâs santas, al temor por los juicios de Dios, al horror por el pecado. Esto es lo que pretenden cuando ponen en las labios del hipôcrita las mâximas de la religion, haciéndole que censure los escândalos dei siglo de una manera extrava­ gante, pintândole escrupuloso hasta la ridiculez sobre los puntos menos importantes, mientras que es reo de crimenes enormes; presentândole con un rostro penitente que solo sirve para cubrir sus infamias, concediéndole, a su capricho, un carâcter de piedad austera y hasta ejemplar, pero en el fondo mercenaria y cobarde. Obras condenables, cuyo fin ûnico es humillar a las gentes de bien, quitarles la libertad de declararse en favor de la virtud para que el vicio triunfe. Son estratagemas del demonio fundadas en el pretexto que le da la hipocresia. El mundo estâ lleno de hipôcritas, dice el impio, iqué sabemos si lo son hasta esos que nos parecen santos? Y asi, con una sola frase quitan toda la autoridad a la virtud. c) La conclusiôn de este raciocinio es falsa Pues bien, voy a sacar las consecuencias y los principios de este modo de penear y de obrar. Admitamos que es cierto el principio de que todos son hipôcritas; sin embargo, la consecuencia que deducen es fal­ sa y perniciosa. “Borrad toda la piedad del cristianismo 0 sujetad a sospechas légitimas todo lo que vemos. Siempre quedarâ un Dios que debe ser honrado en espiritu y en ver­ dad (lo. 4,23). Y aun cuando toda la humanidad le negas*5 los justos homenajes que se le deben, no por ello séria me­ nos obligatorio para cada uno de los hombres, ni cada uno de éstos dejaria de ser, al negârselos, menos criminal. Existirâ siempre una ley que debe obedecerse en su totalidad, y aun cuando el universo entero la violara, todos y cada uno de los hombres estarian obligados a cumplirla y no serian menos culpables de su transgresiôn. Dios, cuando nos ha hablado, nq nos dijo nunca: Honradme en la miama • * — υυι • · 442 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. medida que me honren los demâs hombres y precisamente porque ellos me honren. Lo que nos dijo fué: Me honraréis porque yo merezco ser honrado, porque soy el Seiior, porque soy vuestro Dios y no hay otro Senor mâs que yo. Y, cuando nos impuso su ley, no nos dijo: Haréis esto y os abstendréis de aquello, segûn que los demâs lo hagan o se abstengan, sino: Lo haréis porque os lo mando y os abstendréis porque os lo prohibo y porque tengo poder para mandar lo uno y prohibir lo otro, porque tengo motivos para imponer lo uno y vedar lo otro, porque es justo que hagâis eso y os abstengâis de aquello. Este es el mandato que os doy”. d) ·* eW! ’SW.· La conducta de los demAs y la conducta propia “Independientemente de la conducta que observen los de­ mâs, Dios es siempre Dios y, por lo tanto, siempre el Senor, siempre adorable, siempre digno de nuestro culto y obediencia. La ley es siempre ley; el Evangelio, siempre Evangelio; la razôn, siempre razôn; la justicia, siempre justicia; el bien, siempre bien; el pecado, siempre pecado; de donde se sigue que vosotros debéis observar esta ley, seguir este Evangelio, oir esta razôn, guardar esta justicia, practicar este bien y preservarse de este pecado”. El libertino debiera pensar de este modo: iQué tengo yo que ver con el modo de vivir ajeno ni con averiguar si su piedad es fingida? Su falsa devociôn no es un titulo que justifique el que yo sea mal cristiano, el que me entregue a mi ambiciôn y pasiones... David, por ejemplo, en el salmo 13, se apena viendo la corrupciôn dei mundo y dice: Todos van descarriados, todos a una se han corrompido, no hay quien haga él bien, no hay uno solo (Ps. 13,3). Sin embargo, iqué conclusion sacaba? No me he apartado de tus mandatos porque con ellos me enseüaste (Ps. 118,112). Esta misma era la conducta de Tobias (Tob. 1)”. e) El principio de ese raciocinio es falso también Pero es mâs: rechazaré enérgicamente el principio en que se apoya el libertino. Soy el primero en deplorar la decadencia dei cristianismo y en levantar mi voz contra la hipocresia, pero, sin embargo, soy el primer persuadido de que existen muchas almas solida y verdaderamente virtuosas, perfume de Cristo, de su Iglesia, y no solo en lo recoleto de los claustros, donde Ia virgen arde en caridad, sino en medio de la corte; y si el libertino no quiere conocer esas personas, no por eso dejarân de ser su acusaciôn deJaqte de Dios el dia dei juicio, porque para no conoçerlas SEC. £. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 443 cierra sus ojos, pues no quiere ver una luz que iluminaria sus miserias. Es mâs: cuando el mismo pueblo canta las virtudes de una persona, él se imagina razones para sospechar de ella. C) La hipocresia y el cobarde a) Très efectos de la hipocresia en las almas cobardes Es muy natural que el demonio se valga de la hipocre­ sia para perder a las almas, y, por eso mismo, quisiera haceros ver en qué consiste esta tentaciôn, para que podâis evitarla. La hipocresia suele producir en las aimas cobardes très efectos. Primeramente, el miedo de parecer hipôcritas y falsos devotos, de donde se sigue cierto temor y pereza para cumplir los deberes religiosos. En segundo lugar hace que les disguste la piedad, a la que juzgan poco sôlida y menos estimable ante Dios y sujeta a la malignidad de los juicios humanos. Finalmente, llega a abatirlos de tal ma­ nera que abandonan el partido de Dios por no desafiar la persecuciôn, esto es, las hurlas que les acarrearia la mâs ligera sospecha de hipocresia. b) El temor a pasar por hipôcrita Quisieran servir a Dios, pero se lo impide el temor a pa­ sar por hipôcritas. ;Cuântos de nuestros mâs patéticos dis­ cursos han sido inutilizados por este miedo! iQué pensarân de mi, por qué creerân que me he hecho piadoso? La verdad es que para evitar el nombre de hipôcrita caen en una verdadera hipocresia, porque, si lo es el fingir una apariencia de piedad sin tener su fondo, no lo es menos estimar en el corazôn a la piedad, tener su deseo y afectar por fuera otra cosa muy diferente, aprobarla en el interior y condenarla en las palabras, querer amar a Cristo y fingir seguir al mundo, en lugar de copiar el espiritu de San Pa­ blo, que dice: Cuanto a mi, muy poco se me da ser juzgado por vosotros 0 de cualquier tribunal humano... Quien me juzga es el Senor (1 Cor. 4,3-4). Hasta los mismos siervos de Dios no se ven exentos de esta tentaciôn y del peligro de perder el gusto por la pie­ dad, porque, como quiera que no hay cosa mâs despreciabie que la hipocresia, surge espontâneamente el temor de ser algo hipôcrita o de que nos tengan como taies, y de ahi se llega a irse separando de las prâcticas piadosas hasta caer * •·< EOBOb CUN PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. en ia tibieza; y, por ùltimo, si se comienza a ser objeto de bromas picantes, y no digamos de insultos, cuântos hay que desfallecen y lo dejan todo. C) El CRISTIANO NO TIENE POR QUÉ TEMER Pero yo os diré, en primer lugar, que el cristiano no tiene por qué temer, pues la verdad y la virtud no fingida se conocen siempre, ya que no tienen mâs que preocuparse de unir el ejercicio de una piedad sôlida con una total sinceridad de vida ante los nombres. Y si es cierto que hay hipôcntas, a nosotros nos corresponde defender la virtud verdadera, presentândola como tal en el mundo. No temâis. Es una luz que nadie puede apagar, un oro puro que se separa fâcilmente de los otros metales. Sed humildes sm afectaciôn y unid a ello una caridad sin exceptiones ni re­ servas, un espiritu dulce y suave para los demâs y severo para uno mismo, un desinterés real y perfecto, una igualdad uniforme en la prâctica del bien, una gran paciencia en los sufrimientos, y nadie os podrâ llamar hipôcritas. La malignidad dei siglo no puede llegar hasta ello, y, aun­ que quisieran, no conseguirian enganar a nadie. No tengâis miedo en afiliaros al bando de Dios. Y aunque os persiguieran, aunque a veces os acusaran injustamente, ^qué os he de decir? Bienaventurados los que padecen persecution por Cristo. Quien se avergonzare de mi y de mis palabras, de él se avergonzarà el Hijo del hombre cuando venga en su gloria (Lc. 9,26). D) Danos de la hipocresia en los ingenuos a) La hipocresia de los herejes Uno de los danos mâs grandes que causa la hipocresia es que engana a los sencillos. La historia de muchas herejias no es otra, porque el hereje y el predicador de errores se présenta con un exterior austero, una piedad muchas veces rigida, hasta conseguir introducirse e infiltrar el ve­ neno en la parte mâs sana de la Iglesia. Son verdaderos lo­ bos que se cubren con piel de ovejas y arrastran a pueblos sencillos. Hacen resonar por todas partes el nombre de re­ forma, y solo con eso ya arrancan el aplauso; las gentes de bien se dejan ganar y los devotos se entusiasman. Es un efecto de la sencillez del pueblo, a la cual sabe explotar perversamente la hipocresia de los herejes, de los desertores de la fe y la religion. SEC. 5. AUTORES varios, bourdaloue 445 It Y lo que ocurre con la verdad ocurre también con la justicia. Quiere defender alguien una causa mala; se viste de devociôn y siempre encontrarâ jueces favorables, patro­ nos poderosos que se inclinan hacia él sin considerar el dafio que hacen a la parte contraria, creyendo que glorifican a Dios. Quiere el ambicioso conseguir un cargo de que se juzga indigno; se disfraza de piadoso y siempre hallarâ amigos que le protejan. Quiere otro, violento y a la vez hi­ pôcrita, conseguir sus fines, y ya sabe hacerse pasar por celoso y devoto, y no le faltarân almas generosas que alaben su procéder. b) I B NO TIENEN EXCUSA LOS QUE SE DEJAN ENGANAR Sin embargo, ^creéis que tienen excusa estos hombres sencillos que se dejan engaüar y creen sobre todo en las herejias? No; el Senor nos ha avisado mil veces que tengamos cuidado con los hipôcritas y nos libremos dei fer­ mento de la levadura de los fariseos; nos ha encomendado otras mil que vivamos vigilantes, que no nos seduzca nadie; y los medios para descubrir la hipocresia y ver el mal son bien sencillos. “Porque en materia de religion, por ejemplo, este Hom­ bre Dios ha dejado dispuesto que la prueba infalible de la verdad consista en la sumisiôn a la Iglesia, de tal modo que, si todas las virtudes apareciesen en contradicciôn con ella, no serian mâs que hipocresia y mentiras, y que, aunque un ângel descendiera del cielo, si no escuchaba a la Iglesia, deberia ser considerado como un pagano. Por lo tanto, por muy de buena fe que se haya dejado seducir por un Lutero 0 un Calvino, si hubiesen llevado a la prâctica la regia del Hijo de Dios, hubieran sabido conocer el lazo que se les tendia. No me contestéis que iban donde podian encontrar el bien mayor, porque ése ha sido el camino por donde tantos cristianos, abandonando la senda de la piedad sencilla para correr por otras mâs altas, pero torcidas, se perdieron y se pierden en nuestros dias. Desgracia que Santa Teresa lloraba y para evitar la cual Dios la suscitô, mostrândonos con su persona el ejemplo de una conducta pru­ dente y recta”. San Bernardo dice que contra la Iglesia se levantan cuatro persecuciones: la de los tiranos, la de los herejes, la de los libertinos y, la mâs perniciosa, la de los hipôcri­ tas. Es, pues, necesario vigilar contra ellos, y el medio ya habéis visto que es bien sencillo: orar para que Dios nos ayude y escuchar a la Iglesia. i- •P , SECCION U. TEXTOS PONTIFICIOS Sobre el comunismo A) a) La doctrina comunista Contiens en si el comunismo una idea de falsa ri CIÔN, Y HACE GALA DE ELLA, COMO SI HUBIERA SI •MJ EL TNICI ADO R DEL PROGRESO «E1 comunismo de hoy, de modo mâs acentuado que otros movimientos similares dei pasado, contiene en si una idea de falsa redenciôn. Un pseudo-ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo penetra toda su doctrina y toda su actividad de un cierto falso misticismo, que comunica a las masas halagadas por falaces promesas un impetu y entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo como el nuestro, en el que de la defectuosa distribuciôn de los bienes de este mundo se ha seguido una miseria casi desconocida. Mâs aùn, se hace gala de este pseudo-ideal, como si él hubiese sido el iniciodor de cierto progreso econômico, el cual, cuan­ do es real, se explica por causas bien distintas, como son la intensificaciôn de la producciôn industrial en paises que cast carecian de ella, valiéndose de enormes riquezas naturales, y el uso de métodos inhumanos para efectuar grandes trabajos con poco gasto» (Pio XI, Divini Redemptoris, 8 : Col. Enc., p.650). b) En SUSTANCIA, LA DOCTRINA COMUNISTA se FUNDA SOBRE LOS PRINCIPIOS DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO E HISTÔRICO DE MARX «En sustancia, la doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan sednctoras, se funda hoy sobre los principios del materialismo dialéctico e histôrico proclamados antes por Merx, y cuya ùnica genuina interpretaciôn pretenden poseer los teorizantes del bolchevismo. Esta doctrina ensena que no existe mâs que una sola realidad, Ia materia, con sus fuerzas ciegas, la cual, por evoînciôn, llega a ser planta, animal, hombre. La misma sociedad humana no es mâs que una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona dei modo dicho, y que, por ineluctable necesidad, tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la sintesis final : nna sociedad sin clases. Es évidente que en semejante doctrina no hay lugar para la idea de Dios, no existe diferencia entre espiritu y materia ni entre cuerpo y alma ; ni sobrevive el alma a la muer- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 447 te, ni, por consiguiente, puede haber esperanza alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su inaterialismo, los comunistas sostienen que los hombres pueden acelerar el conflicto que ha de conducir al mundo hacia la sintesis final. De ahi sus esfuerzos por hacer mâs agudos los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la sociedad ; la lâcha de clasesj con sus odios y destrucciones, torna el aspecto de una cruzado por el progreso de la humanidad. En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren, que resistan a esas violencias sistemâticas, deben ser aniquiladas como enemigas del género humano» (ibid., 9 : Col. Enc., p.650). c) En su doctrina, EL hombre es despojado de la liber­ tad, ANULADO FRENTE A LA COLECTIVIDAD, SOSTENIENDO EL PRINCIPIO DE LA ABSOLUTA IGUALDAD Y NEGANDO EL DERECHO DE PROPIEDAD E OVEjA. 7? DESP. PEST. medio fundamental esta en una sincera renovaciôn de la vida privada y pûblica, seguu los pnncipios del Evangelio, en todos aque­ llos que se glorian de pertenecer al redil de Cristo, para que sean verdaderamente la sal de la tierra que preserve a la sociedad hu­ mana de una corrupciôn total. Con animo profundamente agradecido al Padre de las luces, de quien desciende toda dàdiva buena y todo don perfecto (lac. 1,17), vemos en todas partes signos consoladores de esta renovaciôn espiritual» (ibid., 41 y 42 ; Col. Eue., p. 662-663). b) Pero aun hay muchos catôlicos de sôlo nombre, que HOY QUE TAN FUERTE NO PODRÀN SOSTENERSE MUCHO TL :ηλι SOPLA EL VIENTO DE LA LUCHA «Pero no podemos negar que aûn queda mucho por hacer en este camino de la renovaciôn espiritual. Aun en paises catôlicos son demasiados los que son catôlicos cas: de sôlo nombre ; demasiados los que, si bien siguen mâs o menos fielmente las prâcticas mâs esenciales de la religion que se glorian de profesar, no se preocupan de conocerla mejor ni de adquirir una convicciôn mâs intima y profun­ da, y menos aun de hacer que al barniz exterior correspondu el in­ terno esplendor de una conciencia recta y pura, que siente y cumple todos sus deberes bajo la mirada de Dios. Sabemos cuânto aborrece el divino Salvador esta vana y falaz exterioridad. El que queria que todos adorasen al Padre en espiritu y verdad (lo. 4,23). Quien no vive verdadera y sinceramente segùn la fe que profesa, no podrâ sostenerse mucho tiempo hoy, que tan fuerte sopla el viento de la lucha y de la persecuciôn, sino que se ahogarâ miserablemente en este nuevo diluvio que amenaza al muudo ; y asi, mientras se labra su propia ruina, expondrâ también al ludibrio el nombre cristiano» (ibid., 43 : Col. Enc., p.663). c) El Papa habla de dos remedios unidos entre El desprendimiento de los bienes temporales si. «Y aquî queremos, venerables hermanos, insistir mâs partïcularmente sobre dos ensenanzas del Senor que tienen especial conexiôn con las actuales condiciones del género humano : el desprendimiento de los bienes terrenos y el precepto de la caridad. Bicnavcnturados los pobres de espiritu (Mt. 5,3) fueron las primeras palabras que salieron de los labios dei divino Maestro en su sermôn de la Montana. Y esta lecciôn es mâs necesaria que nunca en estos tiempos de materialismo sediento de bienes y placeres de esta tierra. Todos los cristianos, ricos y pobres, deben tener siempre la mirada en el cielo, recordando que (Hebr. 13,14) no lenemos aquî ciudad permanente, sino que vamos tras de la futura> (ibid., 44 : Col. Enc., p.44). 1 l d) ΤΑΝΓΟ EN LOS RICOS, QUE SON ADMINISTRADORES DE SUS BIENES li SEC. 7. M1SCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 463 lanias, l uimus hermaiios gozosos y boloneses. Yo me llamo Catalauu, y éste, Loderingo. Tu ciudad nos nombrô magistrudos, como suele elegirse a un hombre neutral para conservât la paz ; y la conservamos tan bien como puede verse cerca del Gardingo». Yo repuse: «|Oh hermauos I Vuestros males...» Pero no pude continuar, porque vi en el suelo a uno crucificado con tres clavos. Eu euauto xne viô se retorciô, haciendo agitar su barba con la fuerza de los suspiros ; y el hermano Catalano, que se percatô de ello, me dijo : «Ese que estâs mirando crucificado aconsejô a los fariseos que era necesario hacer sufrir a un hombre el martirio por el pueblo Estâ atravesado y desuudo sobre el camino, como ves ; y es preciso que sienta lo que pesa cada uno de los que pasan. Su suegro estâ condenado a igual suplici i en esta fosa, asi como los demâs del Con sejo que fué para los judios origen de tantas desgracias» (cf. Dante, La divina comedia: El infietno, c.23, trad, de Manuel Aranda [ed. Maucci, Barcelona] p. 138-140). Π. ALGUNOS LOBOS CON PIEL DE CORDERO. A) Pelagio «Originario, segun parece, de la Gran Bretana, Pelagio se nos présenta a principios dei siglo V en Roma como monje que gozaba de gran fama en la direcciôn de las aimas y por ciertos principios ascéticos y téolôgicos muy caracteristicos. Bien pronto, por efecto de su ascendiente personal y por la calidad de la doctrina que propngnaba,.reuniô en torno suyo a muchos admiradores, particularmente doncellas y matronas cristianas, mâs o menos amigas de novedades. En todo este trabajo de propaganda y en toda su actividad futura lo ayudaba otro personaje, monje como él, que habia de desempefiar en todo este asunto un papel importantisimo. Se llamaba Celestio, hombre decidido y mucho mâs curtido en la discusiôn que su maes­ tro, por lo cual él fué siempre quien sacaba la cara por las nuevas ideas. Estas eran, en verdad, muy a propôsito para fascinar a ciertas personas piadosas que, sin poseer especial instrucciôn en cuestiones religiosas, desean de buena fe adelantar en la perfecciôn. En efecto, Pelagio y Celestio predicaban que el hombre, con la libertad de que estâ dotado, es capaz de elegir siempre lo que le conviene. De aqui que pueda por si mismo y sin necesidad de ningiin auxilio sobrenatural evitar todos los pecados y, lo que es mâs todavia, practicar todas las obras buenas. Esto se explica teniendo présente la natura­ leza del hombre, tan perfecta como antes del pecado de Adân, ya que no existe el pecado original, por lo cual el pecado de nuestros priraeros padres no se transmite a su descendencia. Asi, pues, poseyendo el hombre una naturaleza perfecta e incontaminada, es por si mismo capaz de todo lo bueno. Tal es la base del sistema de Pelagio y Celestio : negaciôn del pecado original y afirmaciôn de la suficiencia del hombre, sin auxi­ lio d^ la gracia, para la salvaciôn y todo acto saludable. Asi se I I B » 464 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7·° DESP. PENT. explica que, halagando la suficiencia humana, atrajera con tanta facilidad innumerables discipulos. De esta manera era sumamente fâcil obrar el bien. Bastaba querer. Todo dependia de nosotros. El hombre resultaba omnipotente. La soberbia humana recibia un eli­ ciente poderoso. Es lo que se ha llamado la soberbia pelagiana» (cf. Llurca, S. 1., Historia de la Iglesia catôlica : BAC, t.i p. 539-540)· B) 1. SU DOCTRINA «Nacido en la Libia, se adhiriô al cisma de Melecio ; mas luego se reconciled con la Iglesia y, ordenado de presbitero, tué encargado por el obispo Alejandro de Alejandria de la iglesia de Baucaiis. Poseia un ascetismo o misticismo mâs o menos estudiado o sincero, al que juniaba gran habilidad dialéctica y, sobre todo, una tenacidad en sus opiniones a toda prueba. Eran, evidentemente, las cualidades mâs a propôsito para atraerle partidarios. Ya por el ano 318, en pleno apogeo del reinado de Constantino, Arrio desarrollaba en Egipto extraordinaria actividad. Como principio bâsico de todo el sistema, Arrio ponderaba la unidad absoluta de Dios, eterno, increado e incomunicabie. Fuera de El, todo lo demâs que existe son meras criaturas suyas. De este principio se deriva la ahrmaciôn fundamental de que el Verbo o Cristo no es eterno y ha sido creado de la nada, mas no por necesidad, sino por libérrima voîuntad suya. La razôn de su creaciôn es para que sirviera al Padre celestial de instrumento para crear el mundo. Por consiguiente, el Verbo no es de la misma naturaleza que el Padre ; es diverso de la divina esencia ; por su propia naturaleza ; mudable y susceptible de pecado. No obstante todos estos principios, que tendian a rebajar al Ver­ bo, procuraba Arrio, por otra parte, al modo de los racionalistas de nuestros dias, ponderar sus excelencias. Efectivamente, como primogenito entre las criaturas y la mâs excelente de todas, estâ por encima de todo lo creado, ha sido elevado a una verdadera impecabilidad, y de esta manera llega a una sublimidad tal, que le merece el titulo de Dios. Por tanto, podemos llamarlo Dios por catacresis o abuso de extensiôn de la palabra. Todo esto procuraba Arrio probarlo o ilustrarlo por medio de la Sagrada Escritura, para lo cual utilizaba de un modo especial los textos que marcaban la diferencia y una aparente subordinaciôn entre el Hijo y el Padre. En realidad, desde un principio encomrô muchos adeptos. Entre los letrados, procedentes del helenisino, muy acostumbrados entonces a la idea de! «Summus Deus», de un Ser supremo, hullabo fâcil acogida ·, pues, como destruia todo el misterio de la Trinidad, se hacia fâcilmente inteligible. Era un racionalismo muy acouiodado a aquel tiempo. En cambio, a muchos teôlogos cristianos, que sôlo se preocupaban entonces del peligro del monarquianismo, les resolvie la dificultad de una manera radical : el Hijo no se identificaba con el Padre, sino que era completamente distinto de El y criatura suya. Pero la consecuencia mâs fatal del sec. 7· miscelAnea histôrica y literaria 465 arrianismo es que la redenciôn y todo el Evangelio quedaban completauieute desiruidos ; pues si el Verbo no era Dios, Jesucristo no pudo redimir al mundo con la satisfacciôn que su pecado exigia» (cf. Llokca, S. I., Hlsloria de la Iglesia catôlica, t.i p.395-396). I 2. Muerte trAgica de Arrio «Era domingo el dia siguiente. Dos eusebianos preparaban una uianifestaciôn grandiose : amenazaban con ejecutar sus propôsitos vaiiéndose de la iuerza si el clero les opom'a la menor resistencia. En­ fonces el sauto obispo recurriô a Dios. Prosternado en tierra, en su iglesia, se le oyô murmurar : aSeüor, llamad a vos a vuestros servidor 0 impedid que el hereje mancille vuestra iglesia». Pues bien, al anochecer de este mismo dia, Arrio atravesaba la ciudad escoltado por un séquito numeroso, cuando, cerca dei foro de Constantino, una iudisposiciôn repentina le obligé a retirarse a un lugar excusado. ?uco después se le encontrô muerto en el mismo en circunstancias que hicieron a los antiguos historiadores aplicar a él las palabras de laSagrada Escritura relativas al traidor Judas : «Diffusa sunt viscera eius» (Murret, Historia de la Iglesia [Barcelona 1918] t.2 p.78). C ) Prisciliano «El retrato que de él hace Sulpicio Severo nos da poquisima luz, como obra que es de un pedagogo dei siglo v, servilmente calcada, hasta en las palabras, sobre aquella famosa etopeya de Catilina por Salustio. Era Prisciliano, segùn le describe el retôrico de las Galias, de familia noble, de grandes riquezas, atrevido, facundo, eru­ dito, muy ejercitado en la declamaciôn y en la disputa ; feliz, ciertamente, si no hubiese echado a perder con malas opiniones sus grandes dotes de aima y de cuerpo. Velaba mucho ; era sufridor del hambre y de la sed, nada codicioso, sumamente parco. Pero con estas cualidades mezclaba gran vanidad, hinchado con su falsa y profana ciencia, puesto que habia ejercido las artes mâgicas desde su juventud. De esta serie de lugares comunes sôlo sacamos en limpio dos cosas : primero, que Prisciliano poseia esa elocuencia, facilidad de ingenio y varia doctrina necesaria a todo corifeo de secta ; segundo, que se habia dado a la magia desde sus primeros aùos. Dificil es hoy decidir qué especie de magia era la que sabla y practicaba Prisciliano. ; En 12/7 1227) cl concilio de Tréveris ordenô que de ningûn modo predicasen las gentes iliteratas, begardos o conversos. En 1290, los begardos fueron detenidos como herejes en Colonia y 468 LOBOS CON P1EL OE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. Basilea. En febrero de 1306, el arzobispo de Colonia los identificaba con otros heterodoxos Apostoli vulgariter appellati. El nombre de begardo vino a significar lo mismo que hereje, o bien fanâtico y de fingida piedad, siendo aplicado a muchos que en su origen nada tenîan de comûn con los begardo» Clemente V, en e! concilio de Vienne (1211), condenô sus erro­ res, que eran los mismos que mâs tarde ensenarâu los alumbrados y quietistas» (cf. Garcia Villoslada, S. I., Historia de la Iglesia catôlica: BAC, t.2 p.8i6-Si8). E) Jansenio ■S'i «En la üniversidad de I.ovaina, las brasas del bayanîsmo seguian ardiendo bajo las cenizas. El heredero de las ideas de Bayo fué Cornelio Jansenio, o Janssens, nacido de linaje humilde el 28 de octnbre de 1585, en el pueblecito de Acquoy (Holanda méridional), Estudiô en Leerdam la gramâtica y en Utrech las humanidades, empezando también allf la filosofia, que terminô en Lovaina bajo la direcciôn de los jesuftas. Siendo su confesor y director espiritual el célébré P. Egidio Conninck y conversando frecuentemente con el P. Bahusius, no es de maraviîlar que el joven nniversitario pretendiese entrar en la Compaôîa de Jesûs, como lo habîa hecho ya su amigo Otôn Zilly. Pero ni su carâcter ni su salud dieron garantfas a los superiores, por lu cual no fué admitido en la Orden, con intimo disgusto y aun despecho de Jansenio, segùn cuenta Rapin. Pasô en 1604 a estudiar teologîa en el Colegio Adriano de la misma Üniversidad, donde acaso alcanzô a oîr las lecciones de Jacobo Janson, discipulo fiel y constante de Bayo. Lo cierto es que entonces o después escuchô una vez a Janson criticar la bnla de Pio V contra Bayo, y mâs taide serâ Janson quien le orientarâ hacia el mâs Hgido agustinismo. Tampoco es del todo cierta la afirmaciôn de que en Lovaina conociô por primera vez a Duvergier de Hanranne, joven francés que se doctorô en teologîa el 26 de abril de 1604 bajo la presidencia del P. Marcos van Voerne, S. I. t Alistôse ya entonces Jansenio entre los que combatian a los jesuitas dentro de la Üniversidad, y especialmente entre los adver­ sarios de la doctrina molinista, cnyo campeôn lovaniense era el insigne Leonardo Lessio (Leys), tan aborrecido de los bayanos? No consta ciertamente. Jansenio era hombre de estudio, no estaba adornado de extraor­ dinario talento, pero si de gran memoria y, sobre todo, de tenacidad y perseverancia en el trabajo. Psicolôgicamente nos lo describe Ra­ pin como «espiritu duro, seco, helado», interesado y ambicioso, apegado al dinero ; «timido por temneramento, se tornaba fiero y acometedor cuando se le hacia resistencia». Entregôse al estudio en Lovaina con tal ardor, que cayô enfermo, y los médicos le aconsejaron un clima mâs suave v benigno. Por eso se trasladô a Paris en 1604, adonde por el mismo tiempo se habia dirigido Duvergier de Hauranne, con quien se unîô en la amistad mâs intima y fraterna, no obstante las profundas dife­ rencias temperamentales que separaban al flamenco del vasco-francés. Duvergier le llevaba a su amigo cuatro anos, y, como a tantos SIC. 7. MISCKI.ÂNEA HISTORICA Y LITERARIA 469 otros personajes que se le acercaban, logrô cauti varie con no sé qué raro prestigio. l'or lo pronto le ayudô econômicamente, buscôndole una receptoria con que pudiera continuar sin graves expensas sas estudios. Asistian ambos a las clases de la Sorbona y concentraban su atenciôn en las cuesuones de la gracia y la libertad en el momento histôrico en que se debatfan en Roma las doctrinas opuestas de Molina y Bâüez. Ya puede suponerse de qué parte se indinarfa Jansenio. Un grondioso plan, concebido en secreto, unificnba los planés de los dos amigos ; ambos se sentian llamados a purificar la Iglesia de los errores y vicios que la afeaban desde que la escolâstica adul­ téré la sana y antigua teologîa de los Padres. Jansenio trabajaria en restituir a la ciencia sagrada su pristina dignidad, limpiôndola del filosofîsmo aristotélico, y Duvergier el restaurar la disciplina eclesiâstica conforme a la severidad de los primeros siglos. En esta doble empresa, el enemigo principal contra quien debian armarse y a quien debian combatir con todos los medios era la Companfa de Jesûs, cuyos doctores triunfaban en las câtedras y en los libros y cuya espiritualidad se imponia dondequiera que los jesuitas tuviesen una casa, un templo, un colegio» (cf. Montalbân, S. I., Historia delà Iglesia catôlica : BAC, t.4 p.208-209). SINCERIDAD CONTRA HIP OCRESIA / ·>· SECCION Vlll. GUIONES HOMILETICOS SERIE I: LITURGICOS El principio y fundamento de la piedad litûrgica El principio y fundamento ignaciano. A. San Ignacio de Loyola comienza sus “Ejercicios espirituales” con la verdad por él llamada “Prin­ cipio y Fundamento”. a) Principio, porque es verdad clara y évidente, que no necesita demostrarse. b) Fundamento, porque es el cimiento sobre el que se edifica a través de los ejercicios. B. Esa verdad es que el hombre tiene por fin “alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Senor" (cf. “Ejercicios espirituales” [23]). No son pocos los autores que generalizan la formula diciendo que el hombre ha sido creado para “cumplir la volun­ tad de Dios Nuestro Senor”. El principio y fundamento de la piedad litûrgica. A. Es curioso notar que esta verdad es también el principio y fundamento de la piedad tal como se ve a través de la liturgia. a) Antiguamente no habia ejercicios espirituales ni exis- tian escuelas particulares con métodos y caminos dis­ tintos de santidad. b) Los cristianos primitivos y aun los de la Edad Me­ dia, hasta las ôrdenes mendicantes, se alimentaban principalmente de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y de la liturgia. i. La liturgia, a la vez que era un medio de glorificaciôn y culto a Dios, les facilitaba el camino para purificar las aimas y elevarse de ascensiôn en ascensiôn hasta Dios. 3. La liturgia les presentaba lecturas de la Sagrada ~ *4 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 473 Escritura y en las asambleas litûrgicas se pronunciaban las sabrosas instrucciones y homilias que brotaban de los labios de los Santos Padres y de los Pontifices. B. Esta piedad, adquirida mediante la liturgia, tenia también su principio y fundamento, coïncidente en todo con el que mâs tarde habia de expresar con acierto San Ignacio. C. Y hoy la liturgia nos lo présenta a la consideraciôn a través de las fôrmulas de la santa misa. ΠΙ. Libres del pecado. ' A. San Ignacio présenta la creaciôn—“el hombre es creado”—como obra de Dios, de la que dimanan unos vinculos de justicia y de gratitud que obligan al hombre a cumplir lo que Dios quiere. B. En la liturgia de hoy vemos la fuente de donde brota una obligation para el cristiano como tal: “Liberados del pecado” (Rom. 6,22). Por dos veces repite la frase la pericopa de la epistola de hoy (cf. supra “Apuntes exeg.-mor.”, p.378,3). El cristiano, por estar bautizado, ha participado de los frutos de la redenciôn de Cristo y ha quedado libre del pecado. i. Va no se le da elegir o no elegir. Debe ser consecuente con su bautismo y eliminat todo aquello que es consecuencia del pecado. 2. «Que no reine el pecado en vuestro cuerpo mor­ tal obedeciendo a sus concupiscentias», «ni deis vuestros miembros como arma de iniquidad al pecado» (Rom. 6,12). Es obligaciôn de justicia. b) Lo debemos también por gratitud a Cristo, Cordero inmaculado, que muriô para lavarnos con su sangre. Si El nos ha llamado para hacernos participes de su redenciôn, tenemos que poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para conseruar nuestras aimas libres de pecado. a) IV. '‘Siervos de Dios”. A. Mas la redenciôn tiene un aspecto positivo, del que también hemos participado los cristianos por el bautismo: Nos hace “siervos de Dios” (cf. su­ pra, ibid.). B. No existe un término medio. a) tCuando erais esclavos del pecado, estabais libres b) respecto de la justicia* (ibid., 20). Ahora, en cambio, ^libres del pecado y siervos de Dios*, no sois ya libres. Lo mismo que la liberaciôn del pecado nos imponia la obligaciôn de apartarnos de él, esta nueva servi- LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PÇNT. dutnbre, grata y vivificadora, del hombre a Dios, obliga al hombre a entregarse a Dios. «Dad vuestros miembros a Dios, como instrumen­ tes de justicia» (ibid., 13). 2. «Como pusisteis vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad, asi ahora entregad vuestros miembros al servicio de la justicia para la santidad» (ibid., 19). 3· «Ofreceos mâs bien a Dios como quienes muertos han vuelto a la vida» (ibid., 13). V. "Tenéis por fruto la santificaciôn y por fin la vida eterna". A. La entrega del cristiano a Dios, por estar redimi, do, tiene un fruto claro y précise: la santificaciôn. “Tenéis por fruto la santificaciôn” (ibid., 22). Y por fin ùltimo, la vida eterna (cf. supra, “Apuntes exeg.-mor.”, p.378,4). B. Si somos esclavos, se impone la entrega a Dios, porque la entrega es el efecto propio de la esclavitud, el no depender de la voluntad propia, sino de la voluntad del Sefior. a) Ahora bien, en esta entrega a la voluntad de Dios estâ la santidad: tNo todo el que dice tSefior, Senorj, entrarà en el reino de los cielos. sino el que hace la voluntad de mi Padre» (Mt. 7,21). b) Nuestra esclavitud a Dios tiene que ser copia exacta de A quel que ise anonadô tornando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres* (Phil. 2,7). Jesucristo por una ley positiva. I? Todo Pecado incluye un desorden. •Se convierte en bestia, y con su muchedumbre en­ gendra dentro de si costumbres bestiales y hdbitos viciosos. Los apetitos prevalecen contra la razôn, y la carne contra el espiritu, y la esclava manda al que Por derecho es seflor, y el miserable espiritu es esclavo de su carne y de sus apetitos y de otras mu· chas criaturas con gran vileza*. tPorqu' como dijo Cristo nuestro Serior, quien hace ri pecado, siervo es del pecado, y el que es vencido, atce San Pedro, sirrvo es del que vence y como esclaro estd sujeto al vencedort. x) qué no serâ ante Dios? 3. Enfrente de mi maldad, su bondad. 4. Enfrente de mis pecados, su justicia. d) iY yo me he atrevido a of end rie? 1. iY a la libertad de sus hijos prefer! el cautiverio del pecado, su ira y la muerte? 2. (jY me tolera este mundo que le sirve a El tan admirablemente ? 1. IV. Mi redenciôn. ;Oh Seriora, Madré del amor hermoeo y limpio! Tù tienes dos hijos, el uno santisimo y el otro que le ofende. Sé bien que deseas la paz entre ambos y que consigues de El cuanto quieres. Haz a) Que aborrezca inis pecados. b) Que entlenda cuân desordenada es mi vida y cômo me Inclino a ella. * c) Cômo el mundo me rodea de ocasiones. d) iRuega por nosotros, pecadores*. B. ;Oh Hijo de Dios, tan ofendido como el Padre, pero mediador mio ante El! U palabra de Crifto f> !’ LOROS CON PIEL DE OVEJA. 7.® DESP. PENT. a) Unete coh Maria Santisima para llcvar mi oraciôn. b) /Alma de Cristo, substancialmente sauta, santlfica la mla! ■» c) /Cuerpo de Cristo, limpio de pecado y roto por tni. sàtvame!... C. iOh Padre Etemo, fuente infinita de la bondad, concédeme lo que te pido por medio de Maria y de tu Hijo! Castigo justo, premio y don Don y soldada. “Soldada del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna” (Rom. 6,23). San Pablo contrapone el infierno y la vida eterna, a) El infierno se debe a! pecado como el jornal al obrero, ten justicia absoluta*. b) La vida eterna es otorgada por Dios tcomo un dont que concede a la santidad. Desentrefiemos el sentido de la frase. infierno, soldada del pecado. A. No intentamos ahora demostrar la existencia del infierno, del que ya hemos hablado en otros mu­ chos lugares. Queremos ùnicamente explicar cual es el fruto natural del pecado. B. Para que el castigo del pecado sea el infierno, Dios no ha tenido que fundar ningun orden nuevo. à) Es mâs, cuando nos concediô el orden sobrenatural de que hablaremos, a pcsar de haber rnultiplicado hasta el infinito los premios a que nos destinaba, dejô los castigos en su mismo lugar. El orden sobre­ natural fué un superabundar de su amor y gcnerosidad, sin que la justicia sc hiciera mâs rigurosa. b) En efecto, lo terrible del infierno es su eternidad. i. La eternidad dei castigo es un fruto lôgico de la maided infinita de nuestras acciones. 2. Cuando el hombre peca, ofende a un Dios infinito e infinitamente merecedor de nuestros honores. El castigo de esa nuestra ofensa infinita debe ser infinito también, y no pudiendo sufrir casti­ gos de intensidad sin limites, pues ni los tormentos, creados como son, pueden ser infinitos, ni nosotros los podrîamos soportar, es necesario que SEC. 8. > J’ T GUIONES HOMILÉTICOS 483 una eternidad infiera al castigo la infinidad que merecemos. c) Elige el hombre entre la enemistad o la amistad con Dios. Termina cl tiempo durante el cual puede cambiar sus decisiones, y si a la hora de la muerte es un enemigo de Dios, enemigo de Dios quedarà para siempre. d) A ese extremo ha llegado el hombre. Pequeno como es, puede cometer males infinitos. No nos extrafie, pues hasta en ôrdenes muy dis­ tintos podemos comprobar su capacidad para el ma 1. 2. Siglos lleva la humanidad y no consigne vencer algunas enfermedades. En unos pocos anos in­ venta lo necesario para matar a millones de se­ res con un solo artefacto. gloria don de Dios. Estamos acostumbrados a oir hablar del cielo. Nos parece natural que sea el fin lôgico de las buenas obras. Sin embargo, no es asi. Dios créé al hombre y volcô su amor sobre su obra. Cuentan que Miguel Angel, al terminar el Moisés, le did un golpe con su martillo, diciendo: ij Habia Si hubiera podido, le hubiera comunicado su ser de hombre. b) Dios se enamorô de la humanidad y quiso concederlc el derecho a disfrutar de la misma felicidad de Dios. a) C. hombre con sus fuerzas naturales, por muy santo que fuera, jamâs hubiera podido merecer el cielo, la felicidad propia de Dios. ^Por qué? a) Porque los premios estân siempre en proporciôn a las fuerzas de la naturaleza de quien los merece. 1. iCômo concedet una dignidad humana a un ca­ ballo, por resistente y fiel que haya sido en su trabajo ? iCômo concéder un premio divino a un puro hombre ? 2. El cielo es la morada feliz de Dios. Para entrar en elle por derecho propio, es necesario ser de Dios. Si vamos a elle, habrâ de ser por un don puramente gratuito de quien «no supo darnos mâs, no pudo darnos mâs, no tuvo mâs que dar­ nos» (cf. San Agustîn, De civitate Dei, 10,5). b) La felicidad de Dios estâ proporcionada a su capacidad. Dios es tan feliz cuanto puede serlo, esto es, infinitamente feliz. · I a) Se restauran la unidad, la indisolubilidad y la san­ tidad del vinculo matrimonial. b) El marido tcudrà que amar a su mujer como Cristo amô a su Iglesia; las mujeres estarân somelidas a su marido como al Seùor; el vinculo entre ambos no Podri disolverse sino por la muerte (Eph. 5,21 ; Rom. 7,2-3 ; i Tim. 5,3 ss.). c) Se reconoce la dignidad y condiciôn especial de la mujer. A las virgenes, a las diaconisas, a las viudas, SEC. 8. GUIONES HOMILÊTICOS 499 se les encomiendan obras de caridad dentro de la Iglesia. d) El culto a la Virgen Madré. Este culto contribuye no poco a la rehabilitaciôn de la mujer. 2. Maria, virgen y madré a un tiempo, se présenta como ejemplar para una y otras. 3· Asi florecen la modestia, el pudor, la virginidad, el amor casto entre los esposos, de los padres para con los hijos y la educaciôn cristiana de la proie. HI. En cuanto a los hijos. Antes de Jesucristo, el hijo se ténia como una cosa de la que el padre podia disponer y sobre la que a veces podia usar el “ius gladii”. a) Los griegos. i. Los hijos se engendraban para la repûblica y no para la familia ; por lo tanto, los nifios mancos y débiles eran eliminados. Costumbre que era aprobada por filôsofos como 2. Aristôteles. Admite como ley de una ordenada sociedad que no se alimente ni se sostenga la vida de ningûn nifio que vaya a ser inûtil para la repûblica. 3. Cuando son muchos los hijos, conviene suprimir los que sobran ; el aborto en estos casos es lau­ dable (cf. «Polit.», I.7 c.15). b) Los romanos. •■ 1. En la ley de las diez tablas (tabl.4) se dice : «Pa­ dre, mata cuanto antes al nifio que va a ser extraordinariamente deforme». 2. El mismo Séneca escribe : «Hacemos abortar al feto informe, y a los nifios que nacen raqufticos o monstruosos los tiramos ; no es fruto de la ira, sino de la razôn, que manda separar lo bueno y sano de lo inûtil» (cf. «De ira», l.i C.T5). 3. Y durante toda la vida del hijo, el padre podia encarcelarlo, azotarlo, incluso venderlo. Después de Cristo. Florece el amor de predilecciôn que el Maestro ténia por los nifios. a) La religion cristiana, como madré amantisima. torna la defensa v cuidado de l-os p&rvûlos. i. Se defieûden sus derechos, iguales a los de las demâs personas. Son hijos de Dios y herederos dèl cielo. 2. Desde el momento en que el nino es engendrado, tiene los derechos de la persona hnmana, y el ahorto, por consiguiente, es un crimen. Merecen trato especial y cnidados exquisitos tan­ to la vida de su cuerpo como la de su aima. Tesu- 500 I.OBOS CON PIEL DE OVEJA, 7.° DESP. PENT. cristo lanza los mayores anatemas contra los escandalizadores de la niiiez. b) Los padres cristianos ya miran conto una bendiciôn del cielo la llegada del nuevo hijo, considerando que es fin primario del matrimonio la procreaclôn de la proie. Los hijos han de ser un dia ciudadanos del cielo. c) Cuando el iiino no es atendido en la propia familia, la religiôn crisliana abrirà las puertas de sus institu­ tos benéficos, donde los niûos encuentran el amor de unas aimas 6). c) Esta doctrina habia de abrirse camino con mucha dlficultad eu una sociedad que no estaba preparada para oirla siquiera. 4) Cuatro cosas, sin embargo, Uegô a conseguir la IgleRecibiô en su seno con i^ualdad de derechos a libres y esclavos. Para todos, la misma doctrina ; para todos, los mismos sacramentos ; para to­ dos, el mismo amor. SUC. 8. 2. G DIONES HOMIXÉTICOS 601 Recomendaba como nna de las mejores obras de caridad la manumisiôn de los esclavos, y a los sefiores que asi procedian los protegiô especialmente. Los emperadores Cristianos, siguiendo las indicaciones de la Iglesia, comenzaron a dar leyes en defensa de los esclavos. Ennobleciô el trabajo, haciendo ver que todas las artes serviles y liberales tenfan su razôn de ser en el concierto de la sociedad y que todos los hombres trabajadores eran dignos de honor. V. Conclusion. Los que vivimos una civilizadôn cristiana no podemos apredar del todo la fuerza renovadora de la nueva semilla evangélica, que hatna de remover raîces tan hondas en el campo del paganismo. 10 Dos ârboles malos I. Una advertenda del Maestro. A. En nuestra vida moral existen dos ârboles ma­ los: el pecado y la concupiscencia. B. Jesucristo nos advierte que debemos cortarlos. Un ârbol malo solo puede producir fruto danado. Π. El pecado. A. La vida espiritual del cristiano es como un âr­ bol, segûn la imagen empleada por Jesucristo (cf. supra, San Agustîn, p.401, b). a) Con su tronco y raîces, que es la gracia santiflcante. b) Con sus ramas, que son las distintas virtudes y potencias del orden sobrcnatural por las cuales fructi­ fica la gracia (cf. supra, Santo Tomas de Villanue­ va, p.423, D). c) Con sus frutos, que son las buenas obras. d) Y que necesita cuidados especiales: • I. Con el riego de la oraciôn, en la que Dios se comunica al alma dando luces y fuerzas para llevar pujante la vida espiritual. 2. Con la poda continua dei sacrificio y la mortificaciôn. B. Si queremos utilizar la imagen completa expuesta por Jesûs, mâs que ârboles independi entes somos ramas o sarmientos de un tronco, que es el propio Cristo (cf. supra, Beato Avila, p.429, D). LOBOS CON PIEL DE OVEJA, 7.° DESP. PENT. a) De El recibimos la savia de la vida sobrenatural. b) Pero es una vida que al comunicarse se nos hace bropia para cada uno de los individuos que la participan. 1. Por consiguiente, cada uno se hace administrador libre de esta vida sobrenatural ; cada cual puede producir libremente los buenos frutos. 2. Y asi como cuando ajusta su procéder a las exi­ gencies de la vida sobrenatural recibirâ un galardén en premio de sus buenas obras, asi tam­ bién, si no responden las obras a la vida de la gracia, ésta desaparece, cortando mâs o menos radicaîmente la comunicaciôn con Cristo a medi­ da del pecado que se comete. C. Una vez cortada la corrient-? vital que nos viene de Cristo, nuestra vida espiritual queda convertida en un ârbol malo. a) Que necesariamente ha de producir malos frutos. T. No en el sentido de que todas las obras del pe­ cador sean pecado. 2. Sino en el sentido de que ninguno de sus actos tendra un valor sobrenatural. b) No podrâ Hegar a rcincorporarse a Cristo por la ré­ cupération del estado de gracia merced a sus propios méritos. El ârbol de la naturaleza sin gracia, por mâs esfuerzos que haga, no puede de suyo producir ningïin ado de valor sobrenatural. c) No sâlo el ârbol ntalo del pecado no puede producir un fruto de orden sobrenatural, sino que ha matado jnntamente con la gracia todos los méritos contraidos. d) Continua dando sus frutos malos el aima en pecado. 1. En el orden espiritual, porque el aima en semejante estado es campo abierto y mucho mâs in-· defenso contra los ataques del enemigo. 2. Incluso en el orden natural, porque el pecado Obscurece la lu: de la razôn. Va cegando la fuente de verdadera amor natura!. Y fdcilmenU arruina la salud temporal y los bienes temporales Estos son los frutos del ârbol de la culpa concupiscenda. que entendemos por concupiscencia. a) No nos fijamos aqui en el sentido mâs noble de esta palabra, en cuanto que indica la inclinadôn del ape­ tito a las cosas sensibles. En este sentido es una perfecciân natural de nuestro ser humano. b) Entendemos la concubiscenria en un sentido moral o teolddco, a saber, el apetito sensitivo que se incli­ na al bien sensible contra lo que rectamente ordena la razôn ici. supra, San Agustin, p.401, b). SÇC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 503 B. Una falsa doctrina. La protestante, porque: a) Afirma que la concupiscencia es el pecado original en el hombre; por ella està viciada tolalmente la natu­ raleza 0 esencia misma del hombre. b) Por consiguiente, todos los ados que hace el hombre son pecado, pueslo que proceden de una naturaleza aonde radica la concupiscencia. C) Por lo cual, después de la caida de Adàn, el ârbol de la naturaleza humana no puede dar el fruto de las buenas obras por hallarse total y esencialmente viciado (cf. supra, Beato Avila, p.420, C). C. La doctrina catôlica. La concupiscencia es tara natural al hombre. Procede de su constituciôn misma. No es de suyo, por tanto, pecado ni un vicio esencial de la naturaleza. b) Guarda relaciôn con el pecado original en un unico sentido. 1. Porque antes de dicho pecado estaba sujeta a la razôn por un don preternatural de integridad gratuitamente concedido al hombre. 2. Al perderse por el pecado el don gratuito, la na­ turaleza siguiô su curso normal. c) ■Esta concupiscencia, en el estado actual, procede, en el sentido explicado, del pecado, y ademâs inclina al pecado. He aqui los malos frutos de la concupiscen­ cia en el hombre cuando se déjà llevar de ella contra el dictamen de la razôn. Es madré del pecado : «Cada uno es tentado por sus propias concupiscendas, que le atraen y seducen. Luego la concupiscenda, cuando ha concebido, pare el pecados (lac. 1,14-5). 2. La concupiscencia entra como cizana en medio del trigo, sirviendo de lastre pesado a la ley del espiritu, que pide al hombre mayor elevadon moral de sus acciones. a) 1. · Es la lucha Que s entia San Pablo in su interior (Rom. 7,23). 2. · Una ley de carne y una ley de espiritu con tend encias abiertamente contrarias, y Que el hombre libre ha de solucionar con la ayuda de la gracia, haciendo Que Quede la victoria del lado del espiritu (Gai. 15,16 ss.). Sus frutos. Cuando veryce ta concupiscencia o ley de la carne, produce los siguientes frutos: tFornicaciôn. impureza, lascivia, idolatria, hechiceria, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, divisiones, envidias, homicidios, embriagucces, orgias y otras como éstas* (Gai. 549-20). Cuando domina la concupiscencia, oscurcce la luz de la ιαζόη con aquiesccncia jàcil por parte de ésta, ha­ ciendo vivir al hombre una humiliante vida animal. También entre los frutos de la misma se encuentra la inQuietud Que siembra en el hombre, ya Que la boca abierta de la concupiscencia no se aauieta y cada dîa desea nuevos y variados placeres. I LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.° DESP. PENT. Conclusiôn. A. Extirpar el ârbol malo del pecado sin reconciliaciôn posible con él. B. Ordenar la concupiscenda de modo que se ponga toda la energia corporal y espiritual al servicio de la razôn y de la fe. Asi habremos transformado en buen ârbol, que coopéré a conseguir fru­ tos excelentes de vida eterna, a lo que de suyo tiende a rendir la balanza de la vida hacia el pe­ cado. 11 La herejia y los herejes Dos cuestiones. A. El ârbol malo no puede dar frutos buenos (cf. Mt. 7,17-18). a) La primera y mâs obvia conclusiôn es la de que no puede producir el fruto de la salvaciôn. Este aforismo es tan natural, que el pueblo pregunta frecuentisimamente rejiriéndose a paganos y herejes: jSe salvan o no se salvan T b) También propone otra cuestiôn: Los herejes, ^son buenos o no? Y hasta aducen el ejemplo de herejes que ellos han conocido como honrados, honestos y virtuosos. c) iQué contestar a estas dos preguntas tan trabadas entre si? Los herejes json buenos o malos? ^Se condenan o no se condenan ? Se deben evitar dos posturas poco prudentes. a) El serniôn que désorienta al pueblo hablândole de que todos pueden salvarse, lo cual, si no se explica delenidamcnte y aclarando bien las afirmaciones, puede acarrear ideas falsas, restar entusiasmo por las misiones y llevar a cierto estado de indiferencia. b) El dejamos llevar por una mala costumbre a la que nos inclinamos, lo mismo al juzgar a los politicos que militan en campo adverso que a los herejes, a saber, a acusarlos personahnente de distintos vicios. soluciôn es esta. Las sectas son malas y no pueden dar sino frutos pésimos. b) Las personas pueden ser buenas y salvarse, aun cuan­ do con mayor dlficultad. a) λ?· SEC. 8. GUIONTF.S HOMTLÉ.TICOS 505 Π. Las sectas son el ârbol malo. A. Arbol malo en su origen (cf. supra, San Juan Crisôstomo, p.386, A, b). a) b) C) La hcrejia nace de la soberbia pertinaz, del afàn de curiosidad y vida fâcil, y en muchas ocasiones del libertinaje y deseo de rômper los frenos morales (cf. «La palabra de Cristo», t.2 p.659). Rcsttmiremos la doctrina en pocos textos. 1. De la soberbia de los herejes nos habia San Pa­ blo : «Algunos se desvian viniendo a dar en vacîedades, alardeando de doctores» (1 Tim. 1,6-7). 2. Y San Pedro : «Audaces, pagados de si mismos, que no temen blasfemar de las potestades supe­ riores». A muchos de esos herejes, hombres eximios, les son aplicables las palabras de Isafas que suelen decirse a Luzbel : «iCômo caiste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora?... Τύ que decfas en tu corazôn : Subiré a los cielos, en lo alto sobre las estrellas de Dios elevaré mi trono» (Is. 14, 12-13). Algunos ejcniplos (cf. supra, sec.VU p.463-469). En su soberbia, Arrio no temiô intenter superar aquella corte de sabios y de confesores que habian vencido las persecuciones y llevaban el cuer­ po lleno de cicatrices. 2. Ni Pelagio temiô enfrentarse con Jerônimo y Agustin. 3· Lutero decfa : «Me mantengo firme y con pie inquebrantable y de ello me glorîo. La Divina Majestad me compromete a no hacer caso de nada, aun cuando mil y mil Ciprianos de la Igle­ sia se levanten contra mi» (cf. «Opera German.», t.4 p.147)· B. Arbol malo en sus frutos. Los inmediatos y personales. · i. Raro es que quien rompe con Dios por la sober­ bia no se despefie en los vicios que rebajan mâs al hombre. 2. La conducta de Calvino en cuanto a este punto no es dei todo clara, pero por lo menos constan su avaricia, su crueldad inclemente, su soberbia y tirania. Ôigamos también a Lutero : «No estâ en mi po­ der vivir sin mujer, y me es tan necesario como corner y beber unirme a ella» (cf. «Sermones de Wittemberg», t.5 fol.119). b) Los esenciales y permanentes. Dafios reportados esencialmente por la herejia son Iqs siguientes : a) t* K · 606 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. Separan de la Iglcsia. RomPen su unidad y se desgarran de dia. Los Santos Padres comparan la he. rejia al adulterio (cf. . Λ. a) Pueden salvarse. 1. Porque quien vive de buena fe en una religiôn falsa, si cumple los mandamientos de la ley de Dios, se salva. 2. Pero para ello es necesario que no peqne, y si peca, que se arrepienta con un acto de contriciôn perfecta. b) Pero se salva con mucha mayor dificultad. i. Porque si, a pesar de la ayuda que suponen los sacramentos de la Confesiôn y de la Eucaristia, a pesar de la predicaciôn continua, de la educaciôn dada tan abundantemente nor religiosos, de la predicaciôn, etc., nos cuesta tanto trabajo per­ severae, ;qué no serâ a quienes carecen de todos estos medios y ademâs fluctùan en sus mismas ideas por carecer de un magisterio seguro y autoritario? Cristo Nuestro Senor ha establecido la Iglesia, sus sacramentos, etc., como los medios normales de dar e incrementat la gracia. Cierto que no se ha privado del derecho de repartirla El con independencia de esta organizaciôn. Pero «Jcômo podemos presumir que la dé con la misma abundancîa fuera del orden establecido por El que en el ‘”z.· ·' -i SEC. 8. 507 GUIGNES HOMILETICOS seno de su Iglesia, con la que se desposô, des­ pués de haberla constituido limpia y sin arruga en el tâlamo de la cruz? IV. Alma y cuerpo de la Iglesia. La Iglesia de Cristo consta de aima y de cuerpo. a) b) El cuerpo lo constituye su organizaciôn social y vi­ sible. Su aima, la gracia santificante. Todos los que viven en gracia pertenecen al aima de la Iglesia. Por lo tanto, los herejes piadosos se salvan, y se salvan dentro de la Iglesia, a cuya aima pertenecen. Pero viven dentro de un cuerpo malo, del cuerpo de su herejia. ;Y no correrâ peligro de morir esa aima de la gracia encerrada en un cuerpo de gan­ grena? Roguemos a la Santieima Virgen, la Madré de la fe y de la santa esperanza, para que, desarraigândose los herejes del ârbol malo, se injerten en el vivo y frondoso de la verdadera Iglesia de Cristo. uLos que dicen: Senor, Senor» % I. Introduction. Jesûs habia directa e inmediatamente a los que tiene delante (cf. supra, “Apuntes exeg.-mor.”, p.384,5). a) b) B. La conducta de las escribas y fariseos es condenada una vez mâs abiertamente por Cristo. Ellos son los que dicen y no hacen. Pero otros muchos hombres de toda la historia de la humanidad y de la Iglesia estân incluidos en el nûmero de los ârboles que no dan buen fruto; a lo mâs, la frondosidad de las buenas palabras (cf. supra, Santo Tomâs de Villanueva, p.425,E). Enumeremos quiénes son estos hombres. Π. Los herejes. A. Todos los herejes estân incluidos en el nûmero de los que tienen palabras sin obras. a) Han cortado la raiz de la je, que los niantenia unidos a Cristo y a su Iglesia. LOBOS CON PIEL DE OVEJA, 60S b) 7.0 DESP. PEN1. Tienen palabras con tono de Evangelio, pero viven ratios de la verdad. B. Los protestantes de un modo muy particular. a) Defienden que la fe justifica sin las obras. b) Estân condenados por Cristo en este mismo capitulo de San Mateo (7,22 ss.). r. Eu el ultimo dia querrân acercarse al Senor para decirle que han profetizado en su nombre ; no sôlo han ensenado algunas verdades de la fe, sino que su doctrina parece ceutrarlo todo en Jesucristo con exclusividad. 2. Pero Cristo les dira : «Nunca os couoci ; apartaos de mi, obradores de iniquidad». 3. Ni ellos conocieron a Cristo con verdadero conocimiento, ni Cristo los conoce. Han tenido pala­ bras buenas, pero sus obras fueron inicuas. c) La razôn: Porque si solamente nos basta para justificarnos la fe en Cristo y sus méritos, sin que sea necesaria ninguna coopération por nuestra parte, se le hace a Jesucristo una doble injuria. 1. Cristo ayudaria al ocio e incluso facilitaria el pecado. 2. Se habria de contentar con una justificaciôn aparente e interna del cristiano, porque su redenciôn no habria sido capaz de limpiar reahnente al hombre del pecado y vivificar a las aimas. C. Es cierto que por Cristo y en Cristo nos justificamos y con El somos coherederoe del cielo, pero es para ello asimismo necesario que “compadezcamos” con Cristo (Rom. 8,17). a) Porque mo sera coronado sino el que luchare legitimamenle*, ajustando las obras de su vida a la doc­ trina que créé y predica (2 Tim. 4 ss.). b) Luchamos con las armas que Jesucristo proporciona, la virtud que viene de El, pero cada uno es soldado y ha de ganar la propia b a talla para recibir la corona. HL Los malos cristianos. A. Los que confiesan a Dios con sus labios y lo niegan con las obras. a) Prâcticamente obticnen el mismo fruto que los ante­ riores. Carecen de buenas obras. b) Son nias responsables, porque estân en posesiôn de la vcrdad plena y saben y confiesan que la fe no jus­ tifica sin obras. B. El Evangelio es una repetida amonestaciôn para semejante procéder. Cristo juzgô necesario desenmascarar el procéder farisaico, que habia sepul- SF,C. 8. GUIONES HOMILÉTJCOS 509 tado la verdad de Dios en un puro ritualismo ex­ terno. a) San Lucas, en el pasaje paralelo al que comentamos (6,43 ss.), nos présenta al leal discipulo de Cristo, que tiene en armonia perfecta el corazôn, la lengua y las obras. El tesoro de la vida moral se encierra en el corazôn y de él brotan las buenas obras, que son las que proclaman la veracidad con que nos presentamos ante Jésus llamândole Senor. b) Dos parâbolas enseüàn esta misma doctrina. i. La higuera que ocupa inûtilmente el suelo y los cuidados del vifiador, que se decide a cortarla porque no da fruto ; por fin espera un aüo mâs. 1. · Es aviso para los que oycn continuamente en su in­ terior la voz de Dios que los llama a que vivan la doctrina que creen. 2. · Dios espera, pero esto no quiere decir que no tome su justicia en ultima instancia. 2. Los dos hijos. · i. 2. C) Uno dice que va a cumplir lo que el padre le manda, pero no lo hace; el segundo se queja dei mandato, pero al fin lo cumple; éste, naturalmente, es el uni· co que ha cumplido la voîuntad de su padre. El mal cristiano odia el mandato de Dios; rcconoce que està obligado a cumplirlo, pero no lo hace. El buen cristiano no tendrà a veces la generosidad de recibir con un corazôn totalmente abierto y sin queja lo que se manda, pero lo cumple porque, en definitiva, su voîuntad està adherida al querer de Dios. Hablando del juicio final (Mt. 25), son juzgados to dos los hombres por las obras que han realizado; es que todos somos trabajadores y como a taies se nos paga el jornal merecido por la.s obras realizadas (Mt. 20). IV. Los que se contentan con buenos deseos. A. . Los buenos deseoe son fâciles de concebir. Bas­ ta con oir, ver, leer, etc., para que brote el buen deseo. B. Estân dispuestos a obedecer. Pero reclaman un piazo de la paciencia del Senor que nunca termina. b) Difieren dcmasiado la conversiôn, aunque desean morir cristianamente. c) Los frutos que producer son en realidad nulos. Esos buenos deseos han brotado en tierra dcmasiado super­ ficial, como la semilla del Evangelio que cayô en el pedregal y apenas durô unos momentos. d) Cuando sean cortados en el momento de la siega, veràn que aqucllos deseos no tenian el peso del fruto de las buenas obras y, como paja, no servirôn sino para el fuego. a) 510 LOBOS CON PILL DE OVEJA. DESP. PENT V. Los que se contentan con obras externas. A. Son frecuentes los cristianos que olvidan el cumplimiento de los mandamientos y la prâctica de las virtudes. Se contentan con oir sermones, rezar oraciones mâs o menos largas y bien compuestas, peregrinaciones, hâbitos, etc. B. Son duramente condenados por Cristo, como los fariseos: “Vosotros los fariseos limpiâis la copa y piato por defuera, pero vuestro interior estâ Ueno de rapina y de maldad” (Lc. 11,39 sa.). C. No justifican estas obras, como no justificaron al fariseo de la parâbola las obras que manifestaba haber hecho cuando hacia su oraciôn en el tem­ plo (Lc. 18). VI. Conclusion. A. Seamos varones prudentes. B. A continuaciôn dei texto evangélico de este dia afirma el Senor que son prudentes los que edifican su casa sobre roca, no los que lo hacen sobre are­ na movediza. C. Edificar sobre roca es “escuchar mis palabras y ponerlas por obra”, dice Jesûs, mientras que oir y no practicar es un terreno de arena, donde se edifican castiUos de ilusiones que serân derruidos con el mayor fracaso al primer soplo de viento o de la Uuvia. 13 La verdadera piedad I. “Por sus frutos los conoceréis”. A. En el evangelio de hoy, Jesucristo nos da un avi­ so: “Guardaos de los falsos profetas... Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7,15-16). Criteria de discreciôn que sine para conocer a los apôstoles, predicadores, sacerdotes, etc. Son buenos aquellos que acompaïïan con obras su predicaciôn (cf. supra, San Juan Crisôstomo, p.368, b). b) Criterio también para distinguir en la Iglesia de Dios las institutiones que son conformes al espiritu del Evangelio. a) B. Pero, ademâs, puede tener la advertenda del Senor una aplicaciôn individual, a la propia vida espiritual. SEC a) b) GUIGNES HOMILÉTICOS 511 Esta tiene que ser fecunda en frutos. El fruto primordial que ha de produclr la piedad, y que constituye el sello mâs sôlido de su autenticldad. es la conformldad con la voluntad de Dios. Π. La voluntad de Dios. La vida de cada mortal- va regulada por los dé­ signas de la voluntad de Dios. El senala a cada uno cuâl es el sendero que debe seguir en la tierra para conseguir el cielo. Esta voluntad de Dios se manifiesta en los man­ damientos y en el deber o deberes del propio tado. a) Mandamientos. Es la manifestaciôn de la voluntad de Dios general y absoluta. Para todos los hombres. 2. Es la fuente de todas las obligaciones. Son por ello el fundamento de la piedad. 3· Serân mandamientos de Dios los directamente promnlgados por El. Serân mandamientos de la Iglesia los que o interpretan los anteriores o especifican mâs y manifiestan mejor la voluntad de Dios. 4· La Iglesia, continuadora en el mundo de la misiôn de Cristo, tiene como misiôn trazar a los hombres de cada época el camino del cielo, ex­ plicando, aclarando, especificando los mandamien­ tos de Dios. b) Consejos. No son lo mismo que los preceptos. T. Estos manifiestan la voluntad de Dios de manera obligatoria, imponiendo a la voluntad libre del hombre una necesidad, que es la obligaciôn moral. 2. En cambio, los consejos no la imponen. Son, sin embargo, manifestaciones de la voluntad de Dios y, por eso, régla de piedad. 3. Los consejos senalan al hombre lo mejor, lo mâs perfecto para alcanzar a Dios de forma mâs ple­ na. Los consejos son muy numerosos. Y no son universales, como los mandamientos, ni convienen todos a todos, sino que varian segûn las aimas. Deberes de estado. Vienen a precisar y concretar so­ bre cada uno los mandamientos de Dios y los consejos evangélicos. «Los deberes de estado no son en manera alguna una categoria de obligaciones o direcciones distin­ tas de aquellas que estân contenidas en los man­ damientos y en los consejos. Su objeto propio es especificar concretamente los modos prâcticos de ejecuciôn y la parte personal de atribuciones que 512 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. a cada uno convienen» (cf. Tissot, «La vida in­ teror» [Herder] p.236). 2. Todos tienen unas obligaciones qne cumplir y to­ dos se encuentran con ciertos consejos que ayudan a la perfecciôn. Mas tanto unos como otros varian segùn la edad, profesiôn, estado, etc. El deber de estado senala la manera de observât el precepto comân. 3. Mandamientos de Dios y de la Iglesia, consejos v deberes proDios de cada estado particular son, pues, las manifestaciones de la voluntad de Dios. V todo ello constituye lo que puede llamarse el deber. :.· .Vo es. Pues, Cste otra cosa que Ια manifestaciôn de la voluntad de Dios sobre cada uno de los hombres. ' 2. La piedad verdadera. el fruto autintico de sôlida pieestd cn cumplir la obligaciôn respecto del proPio deber. ΠΙ. Conocer, amar, ejecutar fielmente el deber. A. A esto se reduce nuestra obügaciôn y en ello estâ la verdadera piedad. B. Conocimiento del deber, es decir, de todo aquel conjunto de obl’gaciones que tengo que cumplir, porque Dios las quiere de mi. a) Se kabla muchas veces de la piedad ilustrada. Es aquella que conoce perfectamente su propio deber. Mandamientos, consejos. deberes de estado. b) Se debe conocer. ademâs. el espiritu de todo ello. Adivlnar, a través de la letra que mata, el espiritu que vivifica, y que no es otra cosa sino conocer el motivo que inspira la obligaclôn y el fin a que nos conduce. c) Cuando se trata de mandamientos, rara vez se presentarâ la duda. En los deberes particulares, en cam­ bio, podrân presentarse muchas coyunturas en las cuales uno ignorarâ cuâl sea la voluntad de Dios en aquel momento concreto. 1. Y es preciso salir de la duda, porque en todo momento, si queremos ser piadosos, debemos sa­ ber qué quiere Dios de nosotros. 2. Para ello, con frecuencia serâ necesaria la direcciôn espiritual, uno de cuyos oficios es mostrar en todo momento ei camino de la voluntad de Dios. C. Amor al deber. a) Podri ser duro. âspero, dificil; podrâ contrariar la parte sensible de nuestra naturaleza. Pero todo se debe a su parte exterior, accidental; al hecho que se preceptua 0 se prohibe. b) En el fonda sc manifiesta la voluntad de Dios. Y hay que amarla y adherirse a ella. De este modo se lo- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 513 gra, ademâs, que lo que en si puede ser pesado sea suave y ligero. c). Duro el prccepto, costosa la obllgaciôn; tuas agradable el querer de Dios que en ella se cncierra. Cumplimiento del deber. a) Consecuencia de lo anterior. Este cumplimiento ha de ser exacto y generoso. Cuanto mâs generoso, ma­ yor puede decirse la piedad. b) En el deber no hay cosas pequenas, ya que cualquier insignificancia material encierra una manifestaciôn divina. c) iAsi conio en la comuniôn, por pequeûa que sea la hostia, me engrandezco por mi contacto con Dios nuestro Senor, asi también en la fidelidad al deber, por pequenas que scan las observandas a que me someto, siento que mi alma se ensancha y dilata por mi contacto con Diosn... (cf. Tissor, o.c., p.252). d) vLas cosas pequenas son cosas pequenas; pero ser fiel a ellas es cosa grande^ (cf. San Agustin, . Mucha cautela antes de juzgar y de confiarse. Pueden ser frutos aparentemente buenos y en el fonda malos, como el veslido o la piel pueden ser de ovejas y ocultarse bajo ellos el lobo rapaz. H. El fruto bueno. A. El fruto bueno, como ya se ha dicho, es la cari­ dad, es el amor de Dios. El fruto malo es la con­ cupiscenda, es el amor propio (cf. supra, San Agustin, p.393 ss.). a) En la caridad encerramos todas las virtudes. La con­ cupiscenda 0 amor propio es fonda comûn de todos los vicias y pecados. b) Algunos doctores, como San Agustin, aplican a esta materia la doctrina paulina de los frutos de la carne y del espiritu (cf. Gai. 5,16-25) (San Agustin, «So­ bre el sermôn de le Montana» : PL 34,1306). B. El primer fruto del Espiritu Santo es la caridad. Mas de nuevo se plantea la cuestiôn (cf. supra, San Agustîn, p.394, b). <*· * SEC. 8. a) b) GUIONES IIOMILETICOS tCômo se conoce que las obras de un hombre estân hcchas cn caridad y por amor de Dios? j Qué norma es segura para precisar cuândo una ins­ piration es del Espiritu Santo o es del mal espiritu? IH. Senales deficientes o enganosas. A. Empecemos con un criteria negativo a rechazar las senales que pueden ser deficientes o engano­ sas (cf. supra, San Agustîn, p.396,2.°). B. No podemos aceptar como pruebas indéfectibles y ciertas del buen espiritu las siguientes: û) I I b) ministerio sacerdotal. En el Evangelio estân condenados constantemente por el Salvador los sacerdotes de aquellos dfas. Basta para probarlo recordar todos los discursos 2. contra los fariseos, a cuya clase pertenecian la mayor parte de los sacerdotes, y la parâbola del buen samaritano, en que condena al sacerdote y al escriba. Hay ministros del Senor buenos y malos. Y los ectos pueden ester inspirados y dirigidos por el bueno o por el mal espiritu. Doctores. Precisamente contra estos sacerdotes y doctores previene la parâbola, porque todos admiten que el término «profeta» hay que interpretarlo, aun en el sentido mâs estricto, como sacerdote o doctor. Jesucristo condenô a los doctores aun en el caso 2. de que la doctrina que enseüaran fuera buena : «Haced lo que os ensefian ; no hagâis lo que ellos hacen». Contra los doctores de la ley de su tiempo profi3· riô el Senor la terrible sentencia : «| Ay de vos­ otros, doctores de la ley, que os habéis apoderado de la Have de la ciencia, y ni entrâis vosotros ni dejâis entrar!» (Le. 11,52). Predicadores. I. Aunque sea buena su doctrina y aunque obtengan éxitos populares, aparentes, superficiales 2. En la historia de la Iglesia se encuentran predicadores que produjeron enormes conmociones en el pueblo, y, sin embargo, internamente eran lo­ bos rapaces, hombres de mal espiritu. Caso insig­ ne de ellos es el de Ochino. San Juan de la Cruz previene mucho contra los 3· predicadores faltos de oraciôn y de vida interior, porque la predicaciôn entonces puede estar no movida por el amor de Dios, raiz buena del ârbol bueno, sino por la vanidad y el amor propio, raiz mala del ârbol malo. «Y pueden no hacer mâs que martillar y meter ruido, y a veces causai dano». -ft LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. Ni la austeridad de vida. i. Ha habido casos de filôsofos paganos y herejes que han sido hombres de vida muy austera. 2. Calvino, por ejemplo, tratô de imponer una auste­ ridad inhumana a la ciudad de Ginebra. Ni la pobreza. Los valdenses o pobres de Lyôn dieron sus bienes. 2. Los Padres han subrayado siempre al comentar el texto evangé’.ico : cHemos dejado todos las cosas y te hemos seguido, iqué nos darâs?> (Mt. 19,27), que Jesucristo al contestar acentuô la expresiôn »los que me habéis seguido», por­ que, dicen con razôn San Jerônimo y otros Pa­ dres, también Crates y otros filôsofos dejaron todas las cosas. Porque la caridad estâ en seguir a Jesucristo y no en el abandono de los bienes, que puede ser una serial de caridad si se hace por Dios, pero que no es cierta y segure. Ni la pureza de vida. Hay aimas a las cuales se pue­ den aplicar las palabras del arzobispo de Paris a las monjas de Port-Royal: tExcelencia—le dijeron des­ pués de la visita al convento—, habrâ advertido que son puras como los ângeles». IV. Un texto profundo. ’‘Todos los mandatos divinos estân en la mente del Padre, ya que éstos no son otra cosa que las razones de todo lo que se ha de obrar. Y como en la mente del Padre estân las razones de todas las criaturas creadas por El, y que llamamos ideas, asi también en su mente estân las razones de to­ das las cosas que nosotros hemos de hacer”. “Y, lo mismo que del Hijo, que es sabiduria del Padre, se deriva la razôn de todas las cosas, asi también la razôn de todas las obras que se realicen. Por eso dijo el Hijo: “El Padre, que me en­ viô, me diô”, en cuanto Dios, “un mandato”, esto es, que por generaciôn eterna me comunicô 534 LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. “lo que he de decir” internamente y “lo que he de hablar” externamente; lo mismo que nuestra pa­ labra, cuando queremos decir la verdad, expresa lo que la mente sugiere” (cf. Santo TomAs, “Comentarios a San Juan”, c.12,11, Marietti 1925). V. “Consummatum est". A. Lo dicho es la razôn ultima de la vida de Jesucristo. B A su luz queda interpretado el “consummatum est” (lo. 19,30). a) tTodo estâ terminado». Ya estâ acabada la tarea. Ya es perfecto el modelo. Mi vida de hombre ha seguido exactamente el camino trazado por mi Padre desde la eternidad. tSali del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre» (lo. 16,28). b) San Juan lo hace notar expiicitaniente, porque recoge que el Senor dijo: tSitio», para cumplir la Escritura» (lo. 19,28.30). VI. Los sinâpticos. A. Los textos citados son de San Juan. B. Podriamos citar textoe de los demis libros neotestamentarios, aunque no tan copiosos. a) En los Evangelios. «iQuién es mi hermano?... El que hace la volun­ tad de mi Padre, que estâ en los cielos» (Mt. 12,50) 2. «Mâs bien : Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan» (Lc. 11,28). en San Pablo: tObediente hasta la muerte·» b) (Phil. 2,8). c) Estaba asi profetizado en el Antiguo Testamento. I. die aquî que vengo para hacer, ]oh Dios!, tu voluntad». 2. «Los sacrificios, las ofrendas y los holocaustes por el pecado no los qnieres, no los aceptas». 3· «He aquî que vengo parau,Ecmfüyvbgkcmffiro (Ps. 39,7-9). VU. Otro dechado perfecto. A. Jesucristo hizo siempre la voluntad del Padre celestial. a) Esta perfecta y completa realizaciôn de la voluntad divina en todos y cada uno de los instantes de la vida es superior a las fuerzas humanas. Con la ayuda de la gracia, los santos se han acercado a este ejemplar. SEC. 8. bi c) GUIONES HOMILÉTICOS 535 Pero esta exactitud y perfecciôn de ejecuciôn no se da en ellos. Estâ escrlto que tel justo cae siete veces al dia*. B. La Santisima Virgen es la ùnica que supo calcar el modelo de Jesucristo. a) b) El tfiat mihi secundum verbum tuum» fué en ella perfecto. Su vida fué una continua realizaciôn de la divina pa­ labra. Es opiniôn autorizadisima que recoge y expo­ ne San Juan de la Cruz. Para él, la Santisima Virgen estuvo desde el primer momento movida y dirigida por el Espiritu Santo. Vin. Aplicaciones. A. Son innumerables las aplicaciones que se pueden hacer de esta auténtica doctrina de la santidad a todos los estados y profesiones e individuos. a) b) La santidad es la conformidad de la voluntad nuestra con la voluntad divina. Eso no puede conseguirse mâs que por la influentia de la gracia, con la que debemos todos colaborar con todas nuestras fuerzas. En la vida individual y social se traduce ante todo y sobre todo en la virtud de la obediencia, ya sea en los preceptos generales de la ley de Dios; ya en los deberes de estado, ya en los mandatos del superior legitimo. B. Nunca se insistirâ bastante sobre este punto basico de la santificaciôn individual y del recto orden de toda vida social. 20 «Vir oboediens» I. Un salmo admirable. A. Salmo admirable podemos llamar al salmo 119 (Vulgata 118). a) b) Este salmo ha recibido distintos nombres: salmo de los santos;. alfabeto dei amor divino; abecé de oro de la alabanza cristiana; salmo de amor, de la efïcacia y dei uso de la palabra de Dios; rosario del amor divino; ligera y suave fuente de alegrias y de méritos; salmo Ueno de luz y de sabiduria. Bossuet lo ténia en tanta estima, que, a su juicio. LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.q DESP. PENT. la Iglesia dcbia obligar a los sacerdotes a recltarlo todos los dias. El lo rezaba a diario. Y Pascal—escribe M. Périer (cf. «Les grands écri­ vains de la France», t.i p.103)—ténia un amor hasta sensible por el Oficio divino, pero sobre todo por las horas menores del domingo y dias festivos, compuestas con el salmo iiq (V. 118), en el cual cncontraba tantas cosas admirables, que cada dia experimentaba al recitarlo una nueva alegria. Cuando hablaba con sus amigos de las bellezas de los Salmos, en ocasiones se transfigurabo, inundada su aima de un entusiasmo contagioso, que comunicaba a los oyentes. d) De este salmo lia hecho un estudio breve, pero muy moderno y substancioso, el P. Jean Calés, S. I., al cual seguiremos en gran parte (cf, «Le livre des Psaumes» [Beauchesne, Paris 1936] t.2 p.407-444). El salmo de la obediencia. a) Dice San Roberto Belarmino (cf. «Psalterium Davi­ dis» [Marietti, 1920] P.5S8), en su introduction al comentario de este salmo, que es el salmo de la ley divina, la cual estâ designada en casi todos sus 176 versiculos con distintos nombres. Resume el santo Doctor los mas importantes : testamento, testimonio, juicio, justicia, equidad, justificaciôn, verbo, pala­ bra, ordenaciôn precepto, mandato, camino, senda verdad. b) Autor dei salmo. No se sabe quien es el autor, ni exactamente el lugar y la época de su cotnposiciôn. 1. Exegetas hay que creen que el salmo es de un autor joven y que inicia valientemente su vida protegido por la ley de Dios. 2. Otros creen que es un anciano que expresa su inmensa gratitud a Dios Nuestro Senor por los bénéficies que de El ha recibido durante su vida por la fidelidad a la ley. 3- No faltan quienes creen que el salmo se compuso en la prisiôn o el destierro. En cuanto a la época, perece que se compuso en tiempos de Nehemïas o Esdras. c) Un canto triunfal. i. El salmista espera y solicita de Dios la salad y la paz. Y con mayor frecuencia se reitera en el salmo la peticiôn de vida. 2. Mas ;qué entiende el salmista por vida? r.· No sôlo es la preservaciôn de la muerte, sino la preservaciôn de todo mal, interior y exterior, entendiendo por mal todo aquello que puede paralizar la expansion de la vida e impide el hacer usa de todas tas facultades y Principias vitales del hombre. 2.‘ Por eso, para cl salmista, cvida> es otras veces «luz», y talegria», y eprosperidad». Y la plena realizaciôn de la tida se encuentra en la intima comuniôn con Dios nuestro Senor. Por esto, su concepto de vida se aproxima a la ■'.‘s*-· SEC. 8. d) GUIGNES HOMILÉTICOS 537 significaciôn mâs alta que la palabra tiene en el Nuevo Testamento. Con razôn se ha dicho que su espiritu hace presenter el Evangelio. El salmista estâ lleno de una piedad filial, profunda, mistica, de la que penetra todo el salmo. Composiciôn del salmo. Tiene una singular composiciôn literaria. Es un trabajo muy elaborado, hasta en la forma ex­ terna. Ο Consta de 22 estrofas. Cada estrofa, de ocho disticos, y la primera letra de cada grupo de ocho es la correspondiente al alefato hebreo. Π. Resumen del salmo. A. Seguimos al P. Calés. En sus notae exegéticas agrupa de dos en dos las estrofas del ealmo, como se encuentran en el Breviario, y extrae la idea dominante en ellas. B. La ley, alegria profunda de la vida. a) Dichosos los que guardan perfedamente la ley- de Dios. Un ardiente amor de la ley es la salvaguardia y la alegria de la vida (w.1-16). b) Oraciôn para obtener la inteligencia de la ley divina, y su pràotica decidida y valiente en medio de todas las pruebas y tribulationes de la vida (vv. 17-32). c) Nueva oraciôn para comprender bien la ley, seguirla con firmeza y fidelidad y confesarla, si es preciso, delante de los principes (w.33-48). C. Aun en medio de los sufrimientos y de las perse- cuciones. En medio de todos los sufrimientoS) la ley produce alegria y consuelo. El salmista se propone guardaria, en oposiciôn a aquellos que la violan y en uniôn de aquellos que la observait (w.49-64). b) Yahvé es bueno incluso cuando nos prueba y aflige. Los castigos de Yahvé nos conducen a la ley. El sal­ mista reconoce que los que él ha sufrido son justos, pero pide a Dios que le consuele (w.65-80). c) Se hace esperar la consolaciôn. El salmista ruega con insistenda, al mismo tiempo que continua siendo fiel a la ley, porque ella es estable, universal, inmensa y fuente de alegria y de vida (w.81-96). a) La ley, luz de vida. a) El salmista ha encontrado en la ley cienda y suavidad. La ley es luz· de vida. El salmista se resuelve una vez mâs a guardaria a toda costa (w.97-112). b) De nuevo el salmista se situa, sin equivoco, en fa­ vor de la ley; pero él créé que ya es tiempo de que Yahvé intervenga en contra de sus opresores (vv.113128). LOBOS CON PIEL DE OVEJA. c) 7.0 DESP. PENT Ueno de renovada admiration por los cnseilanzas y los preceptos divinos, el salmista reitera su propôsito ardiente de conocerlos mejor y de observarlos con mayor fidelidad, porque los preceptos divinos son ijusticia, rectitud, verdad, consuelo* (w. 120-144). E. En la presencia de Dios. a) Oraciôn fervorosa, llena de celo ardiente para guardar la ley en medio de los transgresorcs que le rodean, Sûplica para que Yahvé le libre de las persecu­ tiones de los enemigos de la ley (w. 145-160). b) La ley inspira a! salmista alegria, amor, confianza, admiration. El salmista, observando la ley, marcha en presencia de Dios. Suprema oration para solicitor socorro y salud, con reiteradas protnesas de reconocimienlo y de fidelidad perseverante (w. 161-176). HI. El salmo de los que triunfan en la vida. A. Es el salmo de la obediencia. a) Es el salmo del triunfo en la vida por el cumplimien­ to del propio deber. b) El evangelio de hoy nos habia del triunjo definitivo y eterno, de la entrada en el reino de los cielos por haber lobedecido», por haber hecho «la voluntad del Padre celestial». Frente a la piedad huera o superficial y estéril, frente a los del ^Domine, Domine», a quienes se negarà la entrada si de ahi no pasan, estân los que ajustan su conducta a su fe. Para estos tiltimos estâ reservado el paraiso. B. Pero el salmo canta, ademâs, el triunfo en esta vida por haber sido fiel a la ley, por haber sido obediente. “Beati immaculati in via, qui ambulant in lege Domini”. Asi empieza el salmô. a) Bienaventurado ya en este mundo el que somete su voluntad a la ley. Bienaventurado ya en esta vida el que obedece, y tanto mâs dichoso cuanto mâs univer­ sal y perfecta sea su obediencia. Dichoso el que guarda los mandamientos de Dios y de su Iglesia. 2. Dichoso el que guarda la ley de su propio estado. 3- Dichoso el que cumple los preceptos de su legiti­ mo superior. Dichoso el sacerdote sometido de corazôn y de en­ tendimiento a su obispo. 5· Dichosos los religiosos porque hacen voto de san­ ta obediencia y lo cumplen de por vida. Dichosos los que obedecéis voluntariamente, con sumisiôn de entendimiento y con amor. b) A vosotros son aplicables las palabras de Santa Te­ resa comentando un versiculo de este salmo, el 32. A vosotros Dios os dilatarâ el corazôn, os lo en- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 539 sancharâ, os infundirâ en el centro del alma an nuevo principio vital. Os serâ tan fâcil y grato obedecer, que no sôlo andaréis, «correréis» por las vias del Senoi, transidos de alacridad y de intimo gozo, «con grandisima paz, y quietud, y suavidad de lo muy inte­ rior» (cf. «Moradas cuartas», c.2 n.4 : BAC, Obras complétas, t.2 p.381. «Viam mandatorum cucurri cum dilatasti cor meum» (Ps. 119 [Vulg. 118] v.32). «Correré por el camino de tus mandamientos y tû ensancharâs mi corazôn». SERIE IV. DE ACTUALIDAD SOCIAL Falsos profetas modernos I. Nunca mayor numero. A. En ninguna época de la historia ha habido mayor nûmero de profetas que en nuestros dias. a) b) c) Nunca tantas tribunas, tantos partidos, tantas doctri­ nas, tantas escuelas, tantos programas, tantas solu­ tiones. Nunca tantos doctores, tantos oradores, tantos jefes, tantos conductores de masas y de pueblos. Nunca tanto concurso de pueblo, ansioso de verdad y de justitia, en tomo a las câtedras que pronietian mostrarle el camino de la salud. B. Muchas causas han influido en esta proliferaciôn de falsoe profetas. El mundo moderno civilizado es superior en numero de individuos al de cualquier época de la historia. b) Es mucho mâs culto, al menos en la extensiôn de la cultura media y elemental. c) Son mucho mayores los medios de propaganda. d) Es mayor que nunca en la masa el ansia de verdad y de justicia. Es universal, moralmente hablando, la concientia de defectos fundamentales en la organization social. f) Es, pues, mâs necesaria una auténtica redenciôn so­ cial de las clases menos favorecidas en el reparto de los bienes producidos por la civilizaciôn. i. Los pontifices han levantado la bandera de re­ denciôn del proletariado, y ellos son los profetas verdaderos. LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 540 7.0 DESP. PENT. 2. Pero se han levantado muchas banderas de redenciôn del proletariado. g) Por ultimo, es época de transiciôn, de profundos cam­ bios en lo politico y en lo social, y muchos, aun en­ tre los hijos de la Iglesia, se han desorientado y han desorientado a otros, convirtiôndose de hecho en fal­ sos profetas. H. Dos grupos. A. Queda indicado que los falsos profetas se dividen en dos grupos. • a) Primer grupo: el de aquellos que son enemigos de Cristo y de su Iglesia. Estos van, en el orden teolôgico, desde los que profesan un odio formai a la idea de Dios hasta aquellos que viven y defienden una for­ ma de vida u organizaciôn social liberal y racionalista, que es una forma de ateismo prâctico. b) Segundo grupo: el de muchos catôlicos que viven dentro dei seno de la Iglesia, y excelentes catôlicos prâcticos en su conducta moral y en su piedad, pero que, por haber sido poco atentos y dociles a las orientaciones de los Pontifices, se desorientaron y des­ orientaron a otros en el orden social y, por consiguiente, realizaron una auténtica labor de falsos pro­ fetas. * B. Estudiemos en este guiôn el primer grupo. ΙΠ. Tres categorias. A. Clasificaremos los falsos profetas del primer sec­ tor en tres categorias. A cada una aplicaremos algunas sentencias de los Pontifices. a) Sociedades secretas. b) Socialisme y comunismo. c) Naturalismo o libéralisme. B. Las sociedades secretas. a) De ellas hace mâs de sesenta aüos, en 1884, dccia Leôn XIII, utilizando la comparaciôn del evangelio de hoy: t;Ojalà juzgasen todos del ârbol por sus frutos y conocieran la semilla y principio de los ma­ les que nos oprimen y los peîigros que nos amenazan! Tenemos que habérnoslas con un enemigo astuto y doloso que, halagando los oidos de pueblos y prin­ cipes, ha cautivado a uno s y otros con blandura de palabras y adulaciones» (cf. «Humanum genus» : Col. Enc., 4.* ed. [1955I P-44 c.2.» n.25). b) La Historia ha confirmado las palabras de Leôn XIII. Los principes fueron las primeras victimas de estos falsos profetas. c.41 insinuarse entre los principes fingiendo amistad, pusieron la mira los masones en lograrlos como socios y colaboradores poderosos para oprimir a la religion catôlica» (ibid.). SEC. 8. GUIONES HOMII.ETICOS 541 La masoneria no logrô hundir a la Iglesia, pero consiguiô en importantes naciones «sacudir los fundamentos de los imperios y persegulr, calumniar y destronar a los principes siefnpre que ellos no se mostrasen inclinados a gobernar a gusto de la secta» (ibid.). d) No hacen falta comentarios. Lo que fué profecia en 1884 es hoy un capitulo de historia contemporânea. C) C. El comunismo (cf. supra, sec.VI p.446 ss.). Una elocuente denuncia de los ardides de este falso profeta nos la ofrece la enciclica nDivini Redemp­ toris·». b) esta contra mi, y el que no recoge conmigo, desparrama». Las palabras de Cristo las hace suyas la Iglesia. b) El Papa atnpiia este pensamiento en toda la carta. Recogemos sôlo algunas ideas que “opportune et imi rtune” conviene repetir. a) Obligaciôn de conciencia: eEntre los principales (de­ beres de los cristianos) estâ el que cada uno, por to­ dos los medios, procure defender las verdadcs cristianas y rejutar los errores» (cf. «Sapientiae Chris­ tianae» : Col. Enc.,. p.91 n.21). b) Conto un ejército. iPcro no llenarân este deber como conviene, colmadamente y con provecho, los catôlicos si bajan a la arena separados uhos de otros» (ibid., n.22). c) Concordia. «Para combatir a los enemigos del nombre catôlico, lo primera de todo es n'ecesaria la concor­ dia de pareceres» (ibid., n.23). d) Unanimidad perfecta. *Pero, como manda el apôstol San Pablo, conviene que esta unanimidad de pareceres sea perfecta» (ibid., η.26). e) Obediencia. Para ello es prcciso obedeccr a los que Dios puso al frente de la Iglesia. «Y tan importante se reputa en el cristianismo la perfection de la obediencia, que siempre se ha tenido y tiene como nota caracteristica y distintivo de los catôlicos·» (ibid.. n.28). f) Los partidos. 1. «No cabe la menor duda que hay una contienda honesta en materia de politica» (ibid., η.35). 2. «Mas arrastrar la Iglesia a algûn partido o querer tenerla por auxiliar para vencer a los adversarios es propio de hombres que abusan inmoderadamente de la religion» (ibid.). g) Prudentia de la carne. La practican taquellos catôli­ cos bien hallados con la prudentia de la carne que fingen no saber que todo cristiano estâ obligado a ser buen soldado de Cristo» (ibid., n.42). h' Prudentia del espiritu. 1. Mejor lo entienden aquellos que no rehusan la batalla siempre que se ha menester... 2. Pero «con todo el corazôn querriamos que en el corazôn de todos arraigase profundamente la que San Pablo llama «prudencia del espiritu», tan alejada de la timida cobardia como de la confianza temeraria» (cf. ibid., n.44). i) Arquitectos y operarios. «En la Iglesia, los prelados son como arquitectos principales del edificio espiri­ tual, y los particulares son como operarios y ejecutores» (cf. ibid., n.46). j) Uniôn y disciplina. «Por lo cual, asi como es necesa- SEC. 8.· GUIONEg HOMILÉTICOS 545 ria la unlôn de los oblspos, cn el desempeflo de su cpiscopado, con la Sanla Sede, asi conviene también que tanto los clérigos conio los legos vivan y obren muy en armonia con sus oblspos· (cf. ibid., n.46) ΙΠ. En el orden social. Resume lo dicho reiteradamente por los Pontifices sobre esta materia el papa Pio XI en la introducciôn a la “Quadragessimo anno”. Los que modernamente han contribuido a deformar la conciencia catôlica, pertenecen a uno de los varios grupos que el Pontifice senala: a) Los bien avcnldos. Las flagrantes injusticias sociales icran un cslado de cosas al que con Jacilidad se avenlan quienes, abundando en riquezas, lo crclan producido por leyes cconômicas ncccsarias». b) Los falsos conscrvadorcs. Procedlendo muchas veces de buena fe, pero que »por la debilidad de la mente humana rcchazaron como peligrosos innovadores a sacerdotes y scglares que, impulsados por su admira­ ble caridad, tralaban de poner remedio a la Inmerecida indigenda de los proletarios·. c) Los desorienlados. Estos sacerdotes y scglares tenconlraron obsldculo entre sus mismas filas en los de­ fensores de parcccr contrario, y que, sin opclôn entre tan diversas opiniones, dudaron hacia dônde se habian de orientar·. d) Los del falso escândalo. aAlgunos, aun catôlicos, recibleron con recela, y algunos hasla con escândalo, la doctrina de Leôn Xlll, tan noble y profunda y que a los oldos humanos sonaba como tolalmenlc nueva». Los aferrados a lo anliguo. «Y asi fué que los aferrados en demasia a lo anliguo se desdeûaban de aprender esta nueva filosofia social·. f) Los apocados. a.Los de espiritu apocado se asuslaban de ascender a tales alturas». Los hombres aprâclicos·. tY que no faltaron quienes admiraron aquclla caridad; pero la juzgaron como un ideal quimérico de perfecciôn, mâs bien descable que realizable». C. Como todos estos grupos difundieron sus criterios y puntos de vista y contribuyeron a formar dentro de la Iglesia grupos de partidos y tendencias, hay que considerarlos como verdaderos falsos profetas que perjudicaron la obra unificadora y orientadora del Romano Pontifice. IV. El neoliberalismo. A. Existe en nuestros dias un necrudecimiento de errores, en el fondo liberales, que afectan mâs al palabra de Cristo 6 546 i.nnns con ptfl de nvFj\. 7.0 desp. pent. orden de la disciplina y de la cultura que no ali politico. B. Pîo ΧΠ ha aludido reiteradas veces a ese recrudecimiento. Tomamos ideas del ûltimo documento· (2 de noviembre de 1954: Alocuciôn al Sacro Co­ legio y al Epiecopado catôlico). Sintetizamos los errores (cf. Col. Enc., p.1586 ss.): a) Reducen la autoridad. • Reducen la autoridad, cuida­ do y vigilanda de los obispos, sin exceptuar at Ro­ mano Pout ilice. en cuanto pastores de la grey, a las cosas estriclainente religiosas*. b) /Itui seglares catôlicos. 1. Tal error se advierte «en los discursos pûblicos,. aun de algunos seglares catôlicos que se hallan en altos cargos·. 2. Que «de buen grado ven, escuchan y reverencian· a los obispos y sacerdotes en los templos, pero· que no quieren oir su voz en las calles, en los pûblicos edificios, donde se trata de resolver asuntos de vida lerrenal». Derecho natural. Los que asi plensan olvidan que la potestad de la Iglesia no se limita en modo algtmo a las cosas eslrlctamente religiosas, sino que dodo el contenido. inslituciôn. inlerprctaclôn y aplleacidn de la ley natural, en cuanto lo réclama su condidôn mo­ ral, se halia también bajo la poteslad de la Iglesia* d) U» axioma inadmisible. «No se puede admitir el axioma qne se acostumbra a escuchar con referendas a las opiniones de los particulares : «Tanto vale lo niandado cuan­ to valen sus ra/ones». 2. El Papa reproduce un texto de San Pio X de la «Singulari quadam·, de 1912. En él se alude a las cuestiones sociales y a las disputas que no pueden ser arreglndas sin tener en cuenta la auto­ ridad de la Iglesia. Cuestiones sociales politicas. «No hay una sola, sino que son muchas y muy graves las cuestiones, ya shnplemenle soi laies, ya socialcs-politicas. que locan al orden moral, a las conciendas y a la salvaciôn de las a linas·. Derecho Internaclonal. Entre estas cuestiones. en las que no se puede prescindir de la autoridad de la Igle­ sia, estân lias obligaciones y relaciones morales por las que se rigen y se obligan muluamente las naclnnes». g) •Super tecta*, tf.a autoridad estableclda por Dios puede y debe actuar no sôlo tin abscondito·. dentro d·· las paredes dei templo y de la sacristia. sino lambh'n. y mucho mâs aiin. en publico, clamando *super tecta· en el mismo frente y en medto de la lucha. misma empeùada entre la verdad y el error*. SEC. o. CU1ONES HOMTLETTCOS 547 La disciplina ecleslâslica. «Es objeto actualmente de una censura frecuentemente sorda y escondida». «Determinados espfritus soberbios de nuestros tient pos, que se van manifestando por los mâs diversos lugares y con distinta intensifiai], van sembrando plena perturbaciôn y peligrosas distinciones». tLa mayorîa de cdad*. T. «La conciencia personal de haber logrado «la mayoria de edad», que cada dîa se afirma mâs, de­ termina el que los ânimos se agiten y enardezcan cada vez mâs, movidos no sabemos por qué per­ turbaciôn espiritual». 2. «No pocos piensan qne el modo de comportarse la Iglesia en su direcciôn y vigilancia es iudigno del que corresponde a los adultos». j) Una dlslinciôn necesaria. 1. «Una cosa es ser adulto y haber dejado las cosas que son de niûo, y otra, completamente distinta, ser adulto y, por ello, no estar sujeto a la direc­ ciôn y gobierno de la légitima autoridad». 2. «Porque el gobierno no tanto es cierta tutela de los menores cuanto gnia eficaz de los adultos ha­ cia el fin de la sociedad». k) Los saccrdolcs. Reproduce Ρίο XTI nn texto de Benedicto XV de 1914. Benedicto XV avisa que todos los sacer­ dotes sin excepciôn sean obedientes a su obispo y permanezcan mâs unidos con él. 2. Y continua : «En verdad que ya antes hemos deplorado cômo no todos los sacerdotes se Italian libres de aquella soberbia espiritual y contuma­ cia, tan caracterfstica de nuestros tiempos». C. Todos los aludidos en los pasados textos, cuando hacen propaganda, incluso privadamente, de sus puntos de vista, sobre todo entre la juventud, pertenecen al grupo de los falsos profetas. V. También par los frutos. A. La actuaciôn de los catôlicos que durante el si­ glo XIX, en el orden social y en la vida pùbhca, y en otra forma en el siglo XX, se apartan de la direcciôn de la Iglesia y son, de hecho, verdaderos seductores, se conocen también por sus frutos. B. Estos frutos pueden agruparse asi: a) Generales. i. Discusiones, disensiones, fraccionamiento de fuer­ zas. Enfriamiento de la mutua caridad. 1 548 • LOBOS CON PIEL DE OVEJA. 7.0 DESP. PENT. 3. Ineficacia de la actuaciôn. 4. Confirmaciôn tardia de las sabias advertendas y de las nierecidas conminaciones del Romano Pon­ tifice. b) En el orden social. 1. Retardaron enormente la formaciôn de la concien­ da social. a. Impidieron las oportnnas reformas sociales. 3. Restaron prestigio y eficacia a la actuaciôn de los sabios catôlicos que, fieles a la autoridad eclesiâstica, marehaban en este orden en vanguardia. 4. Ofrecieron argumentes a los enemigos para atacar a la Iglesia y a los catôlicos como enemigos de las justas reformas. c) En la vida publica. i. Se perdieron o permanecieron inactivas muchas fuerzas generosas. 2. Se negô el apoyo debido a la autoridad en su lucha contra la revoluciôn. 3. Se implied a la Iglesia en movimientos de orden temporal. 4. Se confundieron los intereses de la Iglesia catô­ lica con los de ciertas formas de civilizaciôn cris­ tiana que tenian un valor histôrico y a las que no se les podia dar la significaciôn de représentantes auténticos y permanentes de los intereses reli­ giosos. 5. Se dificultô la evoluciôn normal y pacifica de las instituciones. C. Errores graves en el orden objetivo, pero que tienen, con respecto a las personas, serios atenuantes. a) Hay que salvar siempre la rectitud y generosidad del proposito. b) La confuslôn reinante en el orden de las ideas y en el de los hechos, confusiôn propia de toda época de transiciôn râpida y profunda. c) Que al fin, como buenos hijos de la Iglesia, se some· tieron de corazôn a ella y la de/endieron muchas ve­ ces con el màxlmo sacrificio. VI. Lecciôn de historia: la Acciôn Catôlica. A. Bien se advierte que no se vuelve sobre el pasado para remover cuestiones ya muertas, sino para advertir el error en que puedan incurrir personas muy rectamente intencionadas al querer sustituir su propia opinion o la opinion de jefes seglares desorientados por la direcciôn del Papa y los obispoe. B. La Iglesia insiste hoy, por causa del neoliberalismo denunciado, en la afirmaciôn de que no se cir- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 549 cunscribe su intervenciôn a lo estrictamente reli­ gioso, sino que se extiende a todo el campo moral iluminado por las verdades de la revelaciôn y por el mismo Derecho natural, del cual ella, la Iglesia, si no es el unico, es el mâs autorizado interprete. a) b) Consecuencia debe ser, pues, el actuar por encima de crilerios de partido y de close. Y la ultima y mâs importante de todas las consecucncias es que el catôlico moderno tiene obligaciôn de ser hombre de Acciôn Catôlica. C. A ]a Acciôn Catôlica corresponde esa gran misiôn historica de lograr que los eclesiâsticos, tanto seculares como regulares, y los seglares que quieran vivir pienamente su religiôn, se conviertan en instrumentos de la Jerarquia; es decir, que el Papa y los obispos tengan en su mano la direcciôn efectiva de todo el cuerpo de la Iglesia. D. Que las calamidades pasadas de las naciones, y especialmente de las europeas, nos enseûen a to­ dos que no hay mâs camino que dejarse gobernar por los legitimos pastores; que los verdaderos pro­ fetas, que explican al pueblo la verdad religiosa y moral y los deberes que de ella se derivan en to­ dos los ôrdenes son los obispos en sus diôcesis, ya por si, ya por los sacerdotes autorizados por ellos, y el Papa para la Iglesia universal. Domingo octavo después de Pentecostés jS I I a 'ΐ H · ’I * I « » ·■-·’♦·· SAGRAÜOS TEXTOS HF SECCION !. « ·· Γ. Γ EPISTOLA Rom. 8,12-17) 12 Ergo, fratres, debitorcs sum us non carni, ut secundum carnem vivamus. 13 SI enim secundum carnem vixeritis, moriemini: si autem spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis. 14 Quicumque enim spiritu Dei aguntur, ii sunt filii Dei. 15 Non enim accepistis spi­ ritum servitutis iterum in ti­ more, sed accepistis spiritum adoptionis filiorum, in quo cla­ mamus: Abba (Tater). 16 Tpse enim Spiritus testi­ monium reddit spiritui nostro quod sumus filii Dei. ’ 17 SI autem’ filii, et heredes: beredes quidem Dei. coheredes autem Christi: si tamen com­ patimur, ut et conglorificemur. ♦ - «· ·. · · ·· · · · I*·',·*··’ ·* > 12 Asi, pues, hermanos, no somos deudores a la carne de vivir segûn la came, «■ 13que, si vivis segùn la car­ ne, moriréis; mas, si con el espiritu mortiflcâis las obras de la carne, viviréis. 14 Porque los que son movi­ des por el Espiritu de. Dios, ésos son hijos de Dios. 15 Que no habéis recibido el espiritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espiritu de adopciôn, por el que clamamos: jAbba, Padre! 16 El Espiritu mismo da testi­ monio a nuestro espiritu de que somos hijos de Dios, 17 y si hijos; ■ tanibién herederos: · herederos de Dios, coherederos de Cristo, supuesto que padezeamos con El, para ser con El glorificados. · v ‘ • X · · ' · · ,· ' . .. 1 Dicebat autem et ad disci­ pulos suos: Homo quidam erat dives, qui habebat villicum: et hic diffamatus est apud Illum quasi dissipasset bona ipsius. 2 Et vocavit illum, et ait illi: Quid hoc audio de te? red­ de rationem villicationis tuae: lam enim non poteris > villicare. 3 Alt autem villicus Intra se: Quid faciam quia dominus meus aufert a me villicationem? fo­ dere non valeo, mendicare eru­ besco. . 16,1-9) ’ · , ' i W - i* L? r / t’ ·* !# J» 1Decia a los discipulos bia un hombre rico que ten ia un mayordomo, el cual fué acusado de disiparle f la► f * hacienda. Ο · ζ * %* · 2 Llamôle y le dijo: i Qué es lo que oigo de ti? Da cuenta de tu administracjôn> porqqe ya no podrés seguir de mayordomo. 3 Y se dijo para si el mayor­ domo: 2 Qué haré, pues mi amo me quita la mayordomia? Cavar no puedo, mendigar me da ver? güenza. . :· t .· 554 EL MAYORDOMO INFTEL. 8.° DESP. PENT. 4 Scio quid fuel am, ut, cum 4Ya sé lo que he de hacer I para que, cuando me destituya de amotus fuero a villicatione, re­ la mayordonüa, me reciban en sus cipiant me in domus suas. casas. 5 Convocatis Itaque singulis 5 Llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al pri- debitoribus domini sui, dicebat Quantum debes domino mero: i Cuân to debes a mi amo? primo: meo? 6 At ille dLxlt: Centum ca­ 6 El dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu caucion, dos olei. Dlxitque illi: Accipe siéntate al instante y escribe cin I cautionem tuam : et sede cito. scribe quinquaginta. cuenta. 7 Deinde alll dixit: Tu vero 7 Luego dijo al otro: Y tû, quantum debes? Qui ait Cencuânto debes? El dijo: Cien co-1 tum coros tritici, Alt illi Accii, ros de trigo. Dijole: Toma tu cau-j pe litteras tuas, et scribe oc~ ciôn y escribe ochenta. ! toginta. 8 Et laudavit dominus villi8 El amo alabô al mayordomo infiel de haber obrado indusirio- cum iniquitatis, quia prudenter quia filii huius saecu­ samente, pues los hijos de este si­ fecisset: li prudentiores filiis lucis in glo son mâs avisados en el trato generatione sua sunt. con los suyos que los hijos de la luz. 9 Et ego vobis dico: facite 9 Y yo os digo: Con las riamicos de mammona inlquezas injustas haceos amigos, vobis qui tatis: ut, cum defeceritis. para que, cuando éstas falten, os recipiant vos In aeterna taberreciban en los eternos tabernâcu- n acui a. los. ί . ALGUNOS TEXTOS DE LA I » LAS RIQUEZAS A) PROCEDEN DE LA BENDICIÔN DE DlOS Erat autem (Abram) dives Era Abrahân muy rico en gavalde in possessione auri et ar­ nados y en plata y oro. genti (Gen. 13,2). Sed et Lot, qui erat cum También Lot, que acompafiaba a Abrahân, tenia rebahos, gana- Abram, fuerunt greges ovium, et armenta, et tabernacula doa y tlendaa. (Gen. 1341). Yavé ha bendecido largamente a mi sefior y le ha engrandecido, dândole ovejas y bueyes, plata y oro, siervos y siervas, camelloe y asnos. Et Dominus benedixit domino meo valde, magnlftcatusque est: et dedit ei oves et boves, ar­ gentum et aurum, servos et ancillas, camelus et asinos (Gen. Ditntusque est homo ultra Vino a ser Jacob rico en extre­ mo, duefio de numerosos rebaftoa, modum, et habuit grebes mul­ de siervos y siervas, de camellos y tos, ancillas et servos, camelos et asinos (Gen. 30,43). asnos. SEC. I. TEXTOS SAG R APOS 555 Tulltque Deus substantiam Es, pues, Dloe el que ha cogipatris vestri, et dedit mihi do lo de vuestro padre y me lo (Gen. 31,9). ha dado a mi. et haec, quae non postuY aun te afiado lo que no has lasti, dedit tibi: divitias sclli- pedido: riquezas y gloria tales, que cot, et gloriam, ut nemo fuerit no habrâ en lus dias rey alguno similis tui in regibus cunctis como tû. retro diebus (3 Reg. 3,13). Sed Salomon autem erat in ditio­ ne sua, habens omnia regna a flumine terra Philisthiim usque ad terminum Aegypti: offeren­ tium sibi munera, et servien­ tium ei cunctis diebus vitae eius (3 Reg. 4,12). Salomôn sefioreaba sobre todos los reinos desde el rio hasta la tierra de los fillsteos y hasta la frontera de Egipto; todee le pagaban tributo y le estuvieron sometidos todo el tiempo de su vida. Fuit ergo losaphat dives et Tuvo Josafat muchas riquezas inclytus multum et affinitate y poder y emparentô con Ajab. coniunctus est Achab (2 Par 18,1). B) Λ· A LOS OBSERVANTES DE LA LEY PROMETDDAS 3 Si in praeceptis meis am balaveritis, et mandata mea custodieritis, et feceritis ea: dabo vobis pluvias temporibus suis. 4 Et terra gignet germen suum, et pomis arbores reple­ buntur. 5 Apprehendet messium tri­ tura vindemiam; et vindemia occupabit sementem: et come­ detis panem vestrum in saturltate, et absque pavore habitabitis In terra vestra (Lev. 26, I 3-5). I 3 Si cumplis mia leyes, si guardâis mis mandamientos y los ponéis por obra, yo mandaré las Ûuvias a su tiempo. 4 Y la lierra darâ sus frut os y los ârboles de los campos darân los suyos. 5 La trilla se prolongarâ entre vosotros hasta la vendimia, y la vendimia hasta la sementera, y comeréis vuestro pan a saciedad, y habitaréis en seguridad en vuee_ tra tierra. 3 Spera in Domino. et fac 3 Tû confia en Yavé y obra el bonitatem: et inhabitabis ter­ bien, y habitarâs en la tierra y ram, et pasceris in divitiis eius. seras apacentado en la verdad. 29 Tustl antem hereditabant 29 Los justos poseerân la tie­ terram: et inhabitabunt in sae- rra y serâ eterna en ella su moculum saeculi super earn (Ps. rada. 36,3.29). 1 Bienaventurado el varôn que 1 Beatus vir qui timet Dominum: in mandatis eius volet terne a Yavé y se deleita en gran nimis. manera en sus mandamienios. 2Su descendencia serâ pode2 Potens in terra erlt se­ men cius: generatio rectorum rosa sobre la tierra, y la generaciôn de los rectos serâ bendecida. benedicetur. ! ίί lijv . I EL MAYOR DOMO LNETEL. 8> DESP. PENT. 556 3 Gloria, et divitiae In do­ 3 Habrâ en su casa hacienda y riquezas, y su justicia perma- mo eius: et iustitia eius manet in saeculum saeculi (Ps. Ill, necerâ. por los siglos. 1-3). C) Se condena la violaciôn de la justicia y de la MISERICORDIA Yavé vendrâ a juicio contra los ancianos y los jefes de su pueblo, porque habéis devorado la vifta y los despojos del pobre Uenan vues­ tras casas. Dominus ad iudiclum veniet cum senibus populi sui, et prin­ cipibus eius: vos enim depasti eatis vineam, et rapina paupe­ ris in domo vestra (Is. 3,14). jAy de los que afiaden casas a casas, de los que juntan campos a campos hasta acabar el término, siendo los unicos propietarios en medio de la tierra! Vae qui conhingitls domum ad domum, et agrum agro copulatia usque ad terminum lo­ ci: numquid habitabitis vos soU in medio terrae? (Is. 5,8). Codician heredades, y las ro ban; casas, y ee apoderan de ellas, y violan el derecho del duefio y el de la casa, el dei amo y el de la heredad. Et concupierunt agros, et vio­ lenter tulerunt, et rapuerunt domos: et calumniabantur virum, et domum eius: virum et hereditatem eius (Mich. 2,2). D) No HAY QUE PONER LA CONFIANZA EN LAS RIQUEZAS He ahl al que no ténia a Dios por eu fortaleza, confiaba en sus muchas riquezas y se hacia fuerte en su maldad. Ecce homo qui non posuit Deum adlutorem. suum: sed speravit in multitudine divitia­ rum suarum: et praevaluit in vanitate sua (Ps. 51,9). Nolite sperare in inlqnltate, ' No confies en la violencia, ni en la rapifïa os gloriéis; si abun- et rapinas nolite concupiscere: dan las riquezas, no apeguéls a divitiae si affluant, nolite cor apponere ( Ps. 61,11). ellas vuestro corazôn. Qui confidit In divitiis suis, El que en sus riquezas confla, corruet: iusti autem quasi vi­ caerâ; los justos reverdecerân co­ rens folium germinabunt (Prov. mo follaje. 11,28). E) Son inûtiles para la felicidad humana 6 Melior est panper ambu­ β Mejor es el pobre que and a en integridad que el rico de per­ lans In simplicitate sua quam dives in pravis itineribus. versos caminos. 8 El que con usura y crecido 8 Qui coacervat divitias usu­ interée aumenta sus caudales, pa­ ris et foenore liberali, in paupe­ ra el que se apiada de los pobres res congregat eas (Prov. 28,6 y 8). lo allega. * Wot· J. SEC. I. 557 tEXTOS SAGRAI'OS 9 Avarus non implebitur pe­ 9 El que ama el dinero no se cunia: et qui amat divitias, ve harto de él, y el que ama los fructum non capiet ex eis: et tesoros no saca de ellos provecho hoc ergo vanitas. alguno; también esto es vanidad. 10 Ubi multae sunt opes, 10 Con la mucha hacienda, mu­ multi et qui comedunt eas. Et chos son los que comen; y iqué quid prodest possessori nisi quod cernit divitias oculis suis? saca de ello el amo mâs que verla con sus ojoe? (Eccles. 5,9-10). El que se impone privacionea, Qui acervat ex anlmo suo Inluste, aliis congregat, et in amontona para otros, y con sus bonis Illius alius luxuriabitur bienes otros se darân buena vida. (Eccll. 14.1». F) Por eso no es extrano que los malos las posean 17Ne timueris, cum dives factus fuerit homo: et cum multiplicata fuerit gloria domus eius: 18 quoniam cum interierit, non sumet omnia: neque de­ scendet cum eo gloria eius (Ps. 48,17-18). 17 No te impacientes, pues, si ves a uno enriquecerse y ee acrecienta la gloria de su casa; 18 porque a su muerte nada se llevarâ consigo ni le seguirâ su gloria. Esos, impios son, y, con todo, a Ecce ipsi peccatores et abun­ dantes in saeculo obtinuerunt mansalva amontonan grandes ri­ divitias (Ps. 72,12). quezas. ». G) ti CÔMO HAN DE COMPORTARSE LOS RICOS CON LOS POBRES 7 Si unus de fratribus tuls qui morantur intra portas civi tatis tuae in terra, quam Do minus Deus tuus daturus es' tibi, ad paupertatem venerit non obdurabis cor tuum, nec contrahes manum. 8 Sed aperies eam pauperi et dabis mutuum, quo eum In­ digere perspexeris. 7 Si hubiere en medio de ti un necesitado entre tus hermanos, en tue ciudades, en la tierra que Yavé, tu Dios, te da, no endurecerâs tu corazôn ni cerrarâs tu mano a tu hermano pobre, 8 sino que le abrirâs tu mano y le prestarâs con qué poder sar tisfacer sus necesidades, segûn lo que necesite. 9 Guârdate de que se alce en tu corazôn este bajo pensamiento: Estâ ya cercano el afio séptimo, el aôo de la remisiôn; y de mirar con malos ojos a tu her­ mano pobre y no darle nada, no sea que él clame a Yavé contra ti y te cargues con un pecado. 9 Cave ne forte subrepat ti­ bi Impia cogitatio, et dicas In corde tuo: Appropinquat sep­ timus annus remissionis; et avertas oculos tuos a paupere fratre tuo, nolens ei quod pos­ tulat mutuum commodare: ne clamet contra te ad Dominum, et fiat tibi in peccatum (Deut. 15,7-9). *Qui despicit pauperem exproEl que insulta al pobre, insulta bat factori eius: et qui ruina a su hacedor, y el que se goza dei laetatur alterius, non erit im­ mal ajeno, no quedarâ impune. punitus (Prov. 17,5). - EL MAYORDOMO IXFIEL. 8.“ BESP, PENT. 558 Foeneratur Domino, qui mi· A Yavé presta el que da al po­ seretui pauperis: et vicissitudi­ bre; El le darA su recompensa. nem suam reddet ei (Prov. 10, 17). Qui obturat aurem suam ad El que clerra sus oidos al cla­ pauperis, et Ipse cla­ mor dei pobre. tampoco, cuando clamorem mabit, et nou exaudietur (Prov. él clame, hallarA respuesta. il,!Sh pauperi porrige manum Et Alarga al pobre tu mano, para tuam, ut perficiatur tua propi· que seas cumplidamente bende- tiatio et benedictio tua (Eccli. cido. 7,36). No alleguéLs tesoros en la tie­ rra, donde ia potlla y el orin loe corroen y donde los ladrones horadan y roban. Nolite thesaurizare vobis the­ sauros In terra: ubi aerugo, et tinea demolitur: et ubi fures effodiunt, et furantur (Mt. 6. 19). Dijole Jesùs: Si quieres ser per­ fecto, ve, vende cuanto tienes. dalo a los pobres y tendrAa un tesoro en los cielos, y ven y sigueme. Ait Π1Ϊ Testis: Si via perfec­ tus esse, vade, vendo quae ha­ bes, et da pauperibus, et habe­ bis thesaurum in caelo: et ve­ ni, sequere me (Mt. 19,21). 13 Cuando hagas una comida, Hama a los pobres, a los tullidos, a loe cojos y a los ciegos, 14 y tendrAs la diCha de que no puedan juzgarte, porque recibirAs la recompensa en la resurrecciôn de los justos. 13 Sed cum facis convivium, voca pauperes, debiles, claudos, et caecos: 14 et beatus eris, quia nom habent retribuere tibi: retribue­ tur enim tibi in resurrectione· iustorum (Lc. 14,13-14). H) Modo de usar las riquezas Zaqueo, en pie, dijo al Sefior: Sefior, doy la mi! ad de mia bienes a los pobres, y si a alguien he de­ frauda do en algo, le devuelvo el cuAdruplo. Stans autem Zachaeus. dixit, ad Dominum: Ecce dimidium bonorum meorum. Domine, do· pauperibus: et si quid aliquem defraudavi, reddo quadruplum (Lc. 19,8). 15Si el hermano o la hermana estAn desnudos y carecen dei ali­ mento cotidiano. 16 y alguno de vosotros les di­ jere: Id en paz, que podAis calentaros y hartaros; pero no les d:éreis con qué satisfaccr la necesidad de su cuerpo, 2,qué provecho les vendria? 4 El jornal de los obreros que han segado vuestros campos, de- 15 Si autem frater, et so­ ror nudi sint, et Indigeant vic­ tu quotidiano, 16 dicat autem aliquis ex vobis illis: Ite in pace, calefarimini et saturamini; non de­ deritis autem eis, quae neces­ saria sunt corpori, quid prode­ rit? (lac. 2,15-16). ----------------------- I - · ---· --------------- ------ Ecce merces operariorum,, ηιίΑ qui ai4VO9ur;i uni, iv^iuiics messuerunt regiones ves— iras, quae fraudata est a vobis, SEC. î. TEXTOS SAGRADOS 559 clamat: et clamor eorum In au­ los gritos de los segadores han res Domini sabbaoth introivit. llegado a los oldos dei Seûor de los ejércitos. 5 Epulati estis super terram, 5 Habéis vivido en delicias so. et in luxuriis enutristis corda bre la tierra, entregados a los pla­ vestra in diem occisionis (lac. ceres, y habéis engordado para el 5,4-5). dia de la malanza. 5 Qul habuerit substantiam huius mundi, et viderit frntrem suum necessitatem habere, et clauserit viscera sua ab eo: quomodo charitas Del manet In •eo? (1 lo. 3,17). I) El que tuviere bienes de este mundo, y, viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra sus entrafias, 2, cômo mora en él la caridad de Dios? VANIDAD y MENOSPRECIO DE LAS RIQUEZAS Verumtamen in imagine perMuévese el hombre cual un tranelt homo: sed et frustra fantasma; por un soplo solamen• conturbatur. Thesaurizat: et te se afana; amontona sin saber ignorat cui congregabit ea (Ps. para quién. 38,7). Nil proderunt thesauri impie­ No aprovechan las riquezas mal tatis: iiiutitia vero liberabit a adquiridas, mas la justicia salva morte (Prov. 10,2). de la muerte. Non proderunt divitiae in die De nada sii*ven las riquezas el ultionis: iustltia autem libera­ dia de la ira, pero la justicia libra bit a morte (Prov. 11,4). de la muerte. Melius est parum cum timore Mejor es poco en el temor de Dei quam thesauri magni et Yavé que muchos tesoros en la insatiabiles (Prov. 15,16).. turbaciôn. Argentum eorum foras pro­ licietur, et aurum eorum In ster, quillnium erit. Argentum eo­ rum et aurum eorum non vale­ bit liberare eos In die furoris Domini. Animam suam non sa­ turabunt, et ventres eorum non implebuntur: quia scandalum Iniquitatis eorum factum est (Ez. 7,19) Tirari en las calles eu piata, y su oro se les torna estiércol: no los salvarâ su piata ni su oro el dia de la ira de Yavé. No saciarân su hambre y no llenarân su vientre con ellos, porque les fueron incentivo para el pecado. Les dijo: Mirad de guardaros de Dlxitqne ad illos: Videte, et • cavete ab omni avaritia: quia toda avaricia, porque, aunque se non in abundantia cuiusquam tenga mucho, no estâ la vida en vita elns est ex his quae pos­ la hacienda sidet (Lc. 12,15). Nam qui volunt divites fieri Dos que quieren enriquecerse incidunt in tentationem et In laqueum diaboli, ct desideria, caen en tentaciones. en lazos y en multa inutilia, et nociva: quae muchas codicias locas y perniclo- δ60 KL MAVORDOMO TNFIF.L. 8." DFSP. PENT. eas, que hunden a los hombres en mergunt homines ln Interitum et perditionem (1 Tim. 6,0). la perdiciôn y en la ruina. 10 El rico en su humlllaciôn, porque como la flor del heno paearâ. 11 Se levantô el sol con sus ardores, secôse el heno, se mar· chitô la flor y desapareciô su belleza. Asi también el rico se marchitarâ en sus empresas. j) En el 10 Dives aatem in hu>niiitit­ te sua, quoniam sicut flo» fOeni transibit: 11 exortus est enim sol cum urdore, et arefecit foenum, et flos dus decidit, et decor vul­ tus eius deperiit: Itu ct dives in itineribus suis marcescet (lac. 1,10-11). Evangelio, LOS POBRES SON PREFERIDOS A los RICOS Beati pauperes spiritu: quoBienaventurados los pobres de espiritu, porque suyo es el reino niam ipsorum est regnum caelorum (Mt. 5,3). de los cielos. Nadle puede servir a dos sefiores, pues bien aborreciendo al uno amarâ al otro, o bien adhiriéndoee a uno menospreciarâ al otro. No podéis servir a Dios y a las ri­ quezas. Nemo potest duobus dominis servire: aut enim unum odio habebit, et alterum diliget, aut unum sustinebit, et alterum contemnet, Non potestis Deo servire et mammonae (Mt. 6, 24). 23Y Jésus dijo a sus discipu­ los: En verdad os digo que dificilmente entra un rico en el reino de los cielos. 24 De nuevo os digo: Es mâs fâcil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que entre un rico en el reino de los cielos. 23 lesus autem dixit disci· pulis suis: Amen dico vobis, quia dives difficile intrabit in regnum caelorum. 24 Et iterum dico vobls: Pa­ cillus est camelum per foramen acus transire, quam divi­ tem intrare In regnum caelo­ rum (Mt. 10,23-24). Los discipulos se quedaron espantados al oir esta sentencia. Tornando entonces Jesûs de nuevo la palabra, les dijo: Hijos mios, jcuân dificil es a los que confian en el dinero entrar en el reino de los cielos! Discipuli autem obtupescebant In verbi» eius. At lesus rursus respondens ait illis: Filioli» quam difficile est, confidentes In pecuniis In regnum Dei in­ troire! (Mc. 10,24). Sucediô, pues, que muriô el poFactum est autem ut more­ ■bre, y fué llevado por loe Angeles retur mendicus, et portaretur al seno de Abrahân; y muriô tam- ab Angelis in sinum Abrahae. Hortus est autem et dives, et "bién el rico, y fué sepultado. sepultus est in Inferno (Lc. 16. 22). rWI COMENTARIOS GENERALES SECCION II. I. SITUACION LITURGICA Es el actual el tercer domingo consécutive en que la Iglesia hace alusiôn al bautismo en la liturgia de la santa misa, conjugando con maravillosa desireza la grandeza con las exigencias del mismo. Y en torno a las ideas paulinas de la epistola a los de Roina que hoy se leen, podemos buscar la unidad de las restantes fôrmulas. A) Dos consecuencias ' il Its II ί Si hemos recibido el Espiritu de adopciôn en el que llamamos a Dios Padre, brotan dos consecuencias : somos al mismo tiempo hi­ jos y herederos del cielo. Somos, pues, hombres espirituales y tenenios obligaciôn, porque el bautismo lo exige, de matar la carne para vivir del espiritu. Esta idea de nuestra cooperaciôn personal a fin de que se convierta en realidad el derecho a la herencia adquirido por el bautismo, que ya se afirma en la epistola, vuelve a repetirse en el evan­ gelio. Tal es la prudencia que quiere en los hijos de la luz de un modo general, si bien se especifica la prudencia en el uso de las riquezas haciendo con ellas amigos que puedan recibirnos un dia. en los cielos. B) Prudencia y cooperacion Prudencia y cooperaciôn que se reduce a la santificaciôn y al cumplimiento de la voluntad de Dios. Ambas cosas se piden en la oraciôn secreta, la primera, y en la colecta la segunda. e vivir la santidad (8,10), y asi llegarâ el dia en que, del mismo modo que Cristo resucitô glorioso a su cuerpo, resucite los nuestros, libres para siempre de leniaciôn y 1 lenos de vida (8,1r). En este pu 11 to comienza nuestro trozo, que depende todo él de la primera recomendaciôn : no debemos vivir segûn la carne, sinosegûn el espiritu. Las razones son dos, a saber, que la condenaciôn es iruto del vivir segûn la carne, mientras la vidii eterna lo es de la del espiritu. Pero, al probar este segundo miembro dei inciso, San Pablo se lanza dentro de los misterios de la iiliaciôn divina, sin perder el rigor dialectico de su argumento. El que vive la vida del espiritu es movido por el Espiritu de Dios ; qnien es movido por el Espiritu de Dios es hijo de Dios, y, si somos hijos de Dios, somos herederos suyos y coherederos de Cristo, e îremos, por lo tanto, al cielo. Este es el argumento, a través del cual se desgranan pensamientos. profundos sobre nuestra ûliaciôn divina. b) LOS TEXTOS 1. No somos deudores a la carne de vivir segûn la carne El sentido de este castellano tan oscuro, casi como pudiera série· e: griego arnmaizante de San Pablo, es el bigniente : No tenemos ningnna obligaciôn para con la corne que nos fuerce a vivir segûn ella, sino para con el Espiritu. Estas ûltimas palabras, «sino para con el Espiritu», no figuran en el texto paulino, cosa que es muy frecuente en un autor que déjà sin cerrar muchos parrafos, arrastrado por la idea que le empuja y bulle en los puntos de la pluma. Como qtiiera que ya hemos hablado hastante sobre la 1ucha entre carne y espiritu, las obligaciones y derechos que nos impone el bautismo, v sobre cômo, aunque hayamos crucificado la carne y sns pa­ siones (Gai. 5,24), sin embargo, debemos vigilar siempre, no sea que retonen, y desarrollar eu nosotros la vida nueva, pasaremos al ver­ siculo 14. 2. Porqne los que son movldos por el espiritu de Dios, ésos son hijos de Dios TrAtase aqui de un estado permanente de docilidad al Espiritu Santo. De El vienen también las gracias actuales que mueven al pecador a iniciar sus primeras pasos hacia la conversiôn ; pero ahora San Pablu se rellere a aquellos en los que el Espiritu de Cristo ha­ bita (8.9) y, por lo tanto, movidos por El, mortifican habitualmente las obras de la cante (8,13). Estos tôles son hijos de Dios. Oigamos a Santo Tomâs : Quicuntqtie Spiritu Del aguntur. Son movidos, aguntur. por el Espiritu de Dios los que se dejan guiar por El como por on doctor y maestro que interiormente les ilumina, ensenAndoles lo que deben hacer. «Pero, como qniera que e! que es movido no obra por si mismo, el hombre esptritnnl no se limita a ser instruido por el Espiritu Santo sobre lo que debe hacer, sino que; & 564 EL MAYÔR DOMO INFIEL. 8.® DESP. PENT. su mismo corazôn es impulsado por El, y, por lo tanto, no hay que detenerse en el primer semido al comentar lo frase de quicum'que... Dicese que son movidos, agi, los que obron por impulso de un instinto superior, por razôn de lo cual no decimos que los animales obran (agunt). sino que son movidos (aguntur) por su naturaleza. Del mis­ mo modo el hombre espiritual no se inclina prineipolmente a sus operociones por el impulso de su propia voluntad, sino por el instinto del Espiritu Santo..., lo cual no excluye que los varones espiritnales obren mediante su voluntad y libre albedrio, ya que el Espi­ ritu Santo causa en ellos ese movimiento de su voluntad y libertad, segûn oquello de la Epistola a los Filipenses (2,13) : Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrari (cf. ht Eplst. ad Rom. c.8 1.6). Pero ese movimiento recibido del Espiritu Santo no ha de ser concebido como algo puramente extrinseco y actual, a lo cual no res­ ponde en nosotros alguna exigencia y estado connatural a esos im­ pulsos. No ; eso seria violento. Del mismo modo que en el orden natural ’.as acciones divinas, necesarios para que pasemos al acto, responden a una naturaleza que se nos concediô previamentc y que es el coprincipio de la acciôn, del mismo modo en el orden sobrena­ tural estas iluminaciones y mociones del Espiritu suponen una natu­ raleza deificada y hecha hija de Dios por ese mismo Espiritu que nos mueve. Por eso, los que son movidos por el Espiritu de Dios, ésos son hijos de Dios, porque e! Espiritu no hace sino acompasar sus impul­ sos a la filiaciôn que anteriormente concediera. 3. Que no habéia recibido el espiritu de siervos Los versiculos 15 y 16 son un a modo de paréntesis, en e! cual Pab’.o canta la intensidad del amor filial de los cristianos hacia Dios. Contrapônese, en primer lugar, el espiritu de adopciôn del Nuevo Testamento con el de temor de La Antigua Ley. Ciertomente los judios conocian a Dios como Padre, pero no liabiao penetrado en los misterios de la verdadera filiaciôn. Alli se hablaba mâs bien de una filiaciôn metafôrica de todo el pueblo judio, dirigido y protegido por Dios. Por otra parte, su ley se basaba prineipolmente en el temor al castigo. Santo Tomâs (cf. ibid.) se extiende sobre las diversas clases de temor. «El temor tiene dos objetos, a saber, el mal del cual se aparta medroso y aquello de donde ve que le puede provenir ese mal. Por ejemplo, terne la muerte y al rey que le puede matar>. •Cuando huimos de un mal terreno movidos por un amor desordena­ do, el temor es malo. Cuando tememos un daûo que hace sufrir a nuestra naturaleza creada, como, v. gr., el castigo, y tememos que nos sea infligido por Dios, de suyo este temor es bueno, puesto que consiste en temer a Dios. Ahora bien, a este temor puede ocurrirle lo mismo que a la fe informe, que lo que tiene de bueno lo ha recibido del Espiritu Santo ; pero lo que tiene de defectuoso, a saber, el carecer de gracia, eso es atribuible sôlo al hombre. Cuando tememos a Dios, el temor proviene del Espiritu Santo ; pero si, movidos por este temor, nos espantamos sôlo del infierno y no del pecado, que lo merece, en cuanto a esto ya no obramos movidos por esa snntisima Persona. Otra tercera cïase de temor huye del pecado, porque lleva aneja la separaciôn de Dios como castigo eterno, y este temor, principio de la sabiduria, es un temor santo, aunque no perfecto, como aquei otro que tiembla ante la posible UOMENTAR rOS GENERALES 565 pérdida de un Senor a quien ania. Estos dos ûltimos temores procé­ dés de la caridad, y, en tanto que el amor de la pena «engendra la servidumbre, el amor de caridad produce la libertad de los hijos. La ley antigua fué dada en temor, significado por los truenos y todo aquello que acompaôô su promulgaciôn... Por eso la ley anti­ gua, al inducir al cumplimiento de los mandatos mediante la ame­ nai de castigos, fué dada en espiritu de servidumbre...> El centro de la devociôn cristiana consiste en que lo centremos todo en nuestra filiaciôn divina para con Dios, de la que surge el amor, que regular/ι todas nuestras acciones. Éste sentir nuestra filiaciôn es obra del Espiritu Santo, que, cuando nos dirigimos a Dios, nos pone en los labios la palabra de Abba, Padre (San Pablo la escribe primero en arameo y a continuaciôn se la traduce a sus lectores romanos). Es una especie de grito que surgia de aquella primera generaciôn cristiana, que habla oido prédicat por primera vez el amor de Dios como Padre de los hombres. 4. El Espiritu mismo da testimonio a nuestro espiritu iCômo atestigua el Espiritu Santo esta nuestra filiaciôn? Tenemos, desde luego, los casos extraordinarios de santidad, en los que obra libre y superabundantemente ; tenemos también nuestras propias experiencias humildes, en las que a veces hemos sentido la voz de Dios, que en la meditaciôn, ejercicios espirituales, etc., hablaba y nos ensefiaba dentro del corazôn. Pero de un modo general pndetnos afirmar con Santo Tomas (cf. ibid.) : «Da testimonio por medio del afecto de amor filial que produce en nosotros>. Es el Espiritu de la verdad, y, si ha sembrado en nosotros el amor filial, su siembra équivale a una cierta afîrmaciôn de nuestra filiaciôn divina. 5. Si hijos, también herederos Es un versiculo de gran abundancia dogmâtica. Nuestra filiaciôn no es puramente alegôrica. Aunque adoptiva, es real ; tan real, que produce el efecto juridico de constituirnos en herederos. Y para que no qnepa la menor duda de la realidad de la herencia, San Pablo la coloca en el mismo piano de la de Cristo, con un rigor lôgico de proposiciones roncatenadas. Si somos hijos, somos herederos, y si somos herederos, somos coherederos de Cristo. A tal punto llegô nuestra dignidad. Pero en este versiculo podemos también observar cômo, si en el orden de la ejecuciôn primero fué deificada mediante la gracia nues­ tra naturaleza, y esta deificaciôn nos constituyô en hijos, y, al ser hijos, mereccmos la herencia o cielo, en el orden inlencional se signe un orden inverso. Primero, Dios nos destina a la gloria, que es la herencia de sus hijos. Para ello quiere que seamos hijos suyos, y para conseguirlo nos adopta, deifiefindonos por la gracia. Por uno y otro camino nos encontramos siempre con un premio, el cielo, que, por ser herencia de Dios, exige un orden sobrenatural para quienes hayan de conseguirlo. Claro que su consecuciôn final depende de una condiciôn : que paaezeamos con Cristo, mortificando las obras de la carne, para ser ■con El glorificados. ô66 EL MnORDOMO TNF1EL. 8.’ DESP. PENT. B ) Evangelio a) OCASIÔN Y ARGUMENTO «Tan diffcil y oscura pareciA a muchos Padres esta parâbola,. segnn observa Sahnerôn (7.29), que San JerAniino la jnzgA merecedora de particulur diluridaciAn, escribiendo al papa San DAmaso, y no han faltado autores que la han tenido no sA!o por diffcil, sino ann por imposable· (cf. Sainz, Las parâbolas del Evangelio, p.j.‘ [Billiao 1915] p.423). En efecto, es diffcil si nos empeûamos en aplicar todos y cada uno de los elementos que lo componen, en vez de buscar y centrnrnos en ei pensamiento que el Senor quiere exponer, en cuyo coso no lo es tanto. No sabemos si el Senor lo pronnneiô a continuaciAn de la del liijoprôdigo, toi y como la sitûa San Lucas, qne bien pudo haberlns agrupodo todas sistemâticomente, sin que Jesûs los hubiera pronunciodo· a la vez. Maldonado, que con mucltos se inclina por la nnidad, escribe : «Habia enseùado Cristo en los tres parAbolas (interiores (la ovejo per* dïdo, lo draemo y el hijo prAdigo) e! cuidado qne ponfn en convertir a los pecadores y su benignidad para los ya converlidos ; en ésto». tomondo ocasiôn de la benignidad de Dios, enseûa el empeûo y di­ ligenda que han de poner a su vez los pecodores para convertirse 0 le amistad divtnoi (cf. Comentarlos a San Lucas, in li.l. : BAC, t.2 P.673L Seguiremos el método que nos parece mâs clam, exponîendo pri­ mer© la porAbolo o imagen, buscondo después la aplicaciAn intentadai por el Senor y, finalmente, trayendo o cuenlo otras aplicociones se­ cundarias, pero oporluuas y coin unes en los aurores de nota. b) La parâbola 1. Très elementos de las parâbolas Muchas de las parâbolos suelen constar de 1res elementos, π sa­ ber, la proparâbola, o peqneno sitnaciôn de la escena, que indica el’ fin que perstgue el Senor al predicarla ; v. gr. : Decia a los invitados una parâbola, observando cômo cscogian para si los primeras puestos (Le. 10,7) ; la parabola, o narraciôn, y la epiparâbola. o (ru­ to de la misma : Tal os digo que serâ la alcgrfa entre los ângeles de Dios por un pecador que haga penilencia (Le. 15,10). En el caso présente corecemos del primer elemento, y creemos que los versiculos 8 y 9. los hijos de este siglo son mis avlsados..., con las riquezas injustas hacenios amigos..., constituyen la epiparâbola y el hilo conductor de toda ella. 2. La par&bcla Comienzn hoblAndonos de un hombre rico, cnyas posesiones de* bfan consistir en mieses y olivares, 0 juzgar por las deudas de suscolonos, y cuyo adiuinistrador general habia coinetido ira u de s abundoutes. SEC. 2. COMEXT^RTnS GENERALES 567 i No debfa este tai senor estar may al tanto de sus asnntos ni ser muy celoso vigilante, cuando necesitô que gentes envidiosos quizâs del cargo le denunciaran (lo palabra griega indica cierta malevolencio en la denuncia) la conducta del adniinistrador. A partir de este momento, todo es dramâlico en el Evangelio : la llamnda del Senor, con la conminaciôn de un despido irrevocable ; los so'.iloqnios del adniinistrador, incapaz de un trabajo rudo y lo suficienteinente orgulloso para no poder mendigar ; y, por ùltimo, la soluciôn poco lion roda. Esta consiste en llamar a los renteros que pagaban el arriendo en -especie, preguntândoles la canlidad adeudada, para que resaltara mâs el favor que pensaba bacerles ; sacar el documento en el que figura lia el contrato y rebajar el tipo de pago o lo cantidad adeudada todavia. Era un modo de granjearse amigos, fiândose en cl agrade■cimiento y suponiendo la poca honradez. Al uno le rebaja la mitad, cincuenta batos de aceite, y al otro la quinta parte, veinte coros de trigo. No queremos adentrarnos en •averiguar la correspondencia de estas medidas, pues, quizâs porque eran distintas en cada regiôn, antore* muy serios dan con toda exactitud y seguridad cifras que, cotejadas entre sf, sôlo arrojan, entre unos y otros, la diferencia de 51.520 litros en la cantidad de trigo rebojada. Como para la explicaciôn de le parâbola es por completo indiferente, sôlo haremos notar que lo que se le rebajô al deudor del trigo suponia, desde luego, mucho mâs que lo condonado al del acei­ te. Desde este punto coniienzan las dificultades. 5. Dificultades y soluciones El amo alabô al inayordomo inflel de haber obrado indusfriosa· mente, pues los hijos de este siglo son nids avlsados en el tralo con los suyos que los hijos de la luz. Y yo os digo: con las riquezas in­ justas haccos... La palabra qne Nâcar traduce, y con razôn, por σάπιο», en griego es Κύριος, y algunos han supuesto que aqui comienza a escribir San Lucas en forma narrativa, atribuyendo al Senor la aprolxtciôn. Desde Ju’.iano el Apôstata hasta Henân, muchos se hen escandalizado de que Jesûs oprobase conducte tan fraudulenta. En realidad, quien la aprueba es el amo, pero el Senor hace suya esa aprobaciôn y basa en ella su moraleja. Lo que aprueba no es el fraude, sino la habiïidad. El segundo punto de discusiôn brota inmediatamente con las pa­ labres : Pues los hijos de este siglo..., que muchos de los modernos •afirnian ser una observaciôn explicativa del evangelista y no pala­ bras pronunciadas por el Senor. La verdad es que, aun cuando siempre nos ha maravillado cômo se atomizan los escritos bfblicos, descubriendo paréntesis y atribuyéndolos a uno u otro autor con una seguridad y facilidad que nos­ otros estarfamos muy lejos de sentir, si quisiéramos analizor escritos mucho mâs modernos y mâs fâciles, sin embargo, hemos de confesar que en esta ocasiôn no vale la pena discutir el asunto. Si las palabras fueron escritas por el evangelista, sin duda alguna que las intercalé, porque sintetizaban el pensamiento de Cristo al desenvotver la parâbola. Tenemos, pues, que el amo alaba a su mayordomo, pero no le alaba en modo alguno porque le baya robado—| si le priva de la L . I 66S EL MAYORDO.MO INFIEL. 8.“ DES1*. PENT. administraciôn por ello mismo!—, sino por sagaz. Si lo hubiéramos de traducir al castellano vulgar, diriamos : «El amo se quedô pasmado al ver lo lislo que era», y con ello se ha disuelto toda diiîcultad, como la sal en el agua. 4. La epiparâbola Y de esta maravilla del uno y agudeza del otro surge la epiparâbola : los hijos de las tinieblas son jnâs sagaces que los de la luz. Es sabido que por hijos de las tinieblas se entiende a los malos, y por hijos de la luz, a los buenos. La Vulgata emplea la expresiôn in generatione sua, traducciôn directa del texto griego, que a su vez es un aramaismo, bien vertido al castellano por Nâcar : En el tralo con los suyos. Por lo tanto, toda la parâbola ha ido enderezada, como después explicaremos, a indicarnos que imitemos, en lo tocante a nuestra salvaciôn, a los malos, emulando el celo que elios despliegan en sus asuntos temporales. Pero inmediatamente el Serior deduce una aplicaciôn : Y yo os digo: con las riquezas injustas haceos amigos, para que, cuando éstas Jait en, os reciban en los eternos taberiiàculos. ♦ 5. Las riquezas injustas En el original se lee por riquezas la palabra mammona, emp'.eada también en otros lugares del Evangelio (Mt. 6,24), locuciôn hcbrea y aramaica que pennaneciô hasta San Agustin en el dialecto fenicio hablado en Cartago. Aôâdasele el adjetivo injustas, y esto si que tnerece aquilatarse un tanto. Pueden ser injustas, por haber sido adquiridas con injusticia, v. gr., con fraude u oprimiendo al pobre. Asi opina San Jeronimo al comentar a San Mateo, y, con su rigor acostumbrado en la Epist. 150 ad Hedibium, liace suyo el adagio : «Todo rico o es un inicuo o heredero de un inicuo». En este caso no hay qne suponer que eï Senor recomiende robar para dar limosna, absurdo que al· gunos debieron profesar, a juzgar por las veces que San Agustin predica contra ello. Pueden ser injustas porque inclinan al pecado, y el aramaismo riquezas de la injusticia tendria el mismo sentido que la expresiôn castellana de «el maldito dinero». lo cual no quiere decir que se posea gracias a una maldiciôn. Ambas acepciones, sobre todo unidas, son muy corrientes entre los Santos Padres e interpretes, que afiaden una tercera y menos aceptada, segûn la cual Injustas quiere decir jalaces, engaüadoras, por lo fâcihnente que se pierden. Con estas riquezas podemos granjearnos el cielo si las empleamos caritativamente. También creemos inûtil extendernos, con muchos autores, sobre cômo nos recibirân los pobres en el cielo, siendo asi que ni a elios les pertenece el concederlo ni todos elios irân alli. El sentido es lo suficienteraente hermoso y fâcil para que necesite explicaciôn. * i ··«*■*« « c) La · i aplicaciôn esencial Con las nociones que hemos puesto al principio a guisa de introducciôn, creemos que es sencillo entender cuâl sea la intenciôn de la parâbola, conseguida la cual nos es fâcil distinguir los elementos ne- * ■ ■r3- , ! A SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 569 cesarios y los de rnero adorno, los que strven de ejemplo que imitar v los que no se proponen como modelo. 1. Conclusiôn esenclal Ln conclusiôn esencial de la parabola es lo siguiente : El amo alabô al mayordomo in/lcl de haber abrado industrlosamcnte, pues los hijos de este sfglo son mâs avlsados... «Es éste un argumento de lo mener a lo mayor, tornado no de cierta semejanza, sino de proporciôn. Si aquel mayordomo ni siquiera dudô en valerse de malas ar­ tes con tal de huir una pena pequena y temporal, )cuânto mâs ha de emplear el pecador todos los medios licitos para evitar la grandisima pena que nunca ha de arabar 1 Y si aquél fué alabado por su nmo, a pesar de haberlo defraudado con sus malas artes, icuânto mâs lo serâ el pecador que, sin ofender al Senor, antes agradândole en lo que liace con sus pobres, se muestra prudente e industrioso!» (cf. Maldonado, Conienlario a San Lucas, in h.i : BAC, t.2 p.68i). La industria, el celo y tesôn de los malos son propuestos para estimular a los buenos. Y no sôlo a la limosna, sino a la virtud en ge­ neral. A la frase de ci trato con los suyos de los hijos dei mundo, esto es, sus asuntos mundanos, corresponde el trato con los hijos de la luz, esto es, todas nuestras empresas de satisfacciôn, apostolado, salvaciôn propia y ajena, etc. Por lo tanto, el predicador tiene materia mâs que suficiente para extenderse ante toda clase de auditorios. Y todos la tenemos muy harta para examinar nuestra conciencia, porque también en nuestro interior vive a veces el hijo dei mundo y el de la luz. <»Cuâl de los dos es mâs industrioso? «La razôn aprioristica (de que los mundanos sean mâs industrio5os) estriba en la e.xistencia de los sentidos y del deseo de lo terreno dentro del hombre. El entendimiento y el espiritu son debilitados, oprimidos y entorpecidos por el cuerpo, por los sentidos y la concu­ piscencia ; de donde se signe que los mundanos, ayudados y empujados por sentidos y deseos, son mucho mâs vivos y despiertos en proveerse de lo temporal que los espirituales y santos cuando, estîmulados por el entendimiento y espiritu, se dedican a los negocios de este ùltimo. Las c^snç espirituales, ocultas e invisibles, apenas si impresionan a la mente» (cf. Cornelio a Lapide, Comm, in c.t6,8). 2. Aplicaciôn concreta Pero paréceme que el Senor apuntaba desde el principio q una conclusiôn y aplicaciôn concreta, que desarrolla no s61o en el versiculo que lee la liturgia para cerrar la parâbola, sino en los siguientes. Y me lo parece por dos razones. La primera, porque ofan estas cosas los fariseos, que son avaros, y se mofaban de El (Le. 16,14). Ya sabemos, pues, cuâl era el auditorio, y lo mismo que su murmuraciôn primera (15,2) motiva las parâbolas de la misericordia, creo que, previendo sus segnndos comentarios o, meior dicho, los corazones de que habian de brotar, apunta a ese defecto y propone una parâbola de la que puede sacar como aplicaciôn la doctrina que le interesa. En este caso dirfamos que Jesûs expone una parâbola de la que sacarâ una conclusiôn general que aproveche a todos, incluso a sus 1■ ■ 670 EL MAYORDOMO INFÏEL. 8.” DESP. PENT. discipulos, con miras a deducir nna aplicaciôn dirigida a los avaros y los ricos. La segnnda razôn son los elementos draméticos enipleados en la imagen, a saber : administradores, riquezas, etc., y, sobre todo, un hombre que asegura su porvenir por medio del dinero, lo cuul va muy de acuerdo con el sermôn que se signe, dirigido a los fariseos : SI, pucs, no sois fielcs en las riquezas injustas, jquldn os con/iarà las riquezas verdaderas? Tenemos, pues, clara y terminantemente e.xpuesta por el Sefior la doctrina que tanto han predicado los Santos Padres y de la que hemos dado abundantes muestras en nuestra obra, y sobre todo en el Adviento. La limosna sîrve para devolver las riquezas injustamente adquiridas, aun cuando su injusticia no consista precisamente en herir la justicia conmutativa, sino la legal e incluso la que hoy se llnma social. Aunque sôlo haya perjudicado a nuestra alma con sus inmoderados afanes. La limosna sîrve también para implorar de Dios el perdôn. (cf. Ckisôstomo en La palabra de Cristo, t.i P.48S). La limosna es un medio magnifico de salisfacer por uuestras culpas (cf. San AgustÎn, ibid., P.4SS1. La limosna es un medio de santificaciôn por lo qne supone de renuncia a algo a lo que estamos muy apegados ; de caridad hacia el mismo Cristo, personificado en los pobres (cf. Crisôstomo en La palabra de Cristo, t.j p. 173,3), y d6 obedieheia y cumplimiento de sus deseos. Los pohres nos recibirân en los tabernéculos eternos, enviandopreviamente sus oraciones, recibiéndonos alli—> por qué no?—nnra demostrarnos su agradecimiento y aumentar nuestra gloria acciden­ tal. Y, aunque no oraran ni estuvieran en el cielo, podriamos decir también que rezan por nosotros y nos reciben, porque, lo mismo que ellos representaron a Cristo, Cristo haré sus veces. Recreéinonos en este trozo de los Hechos de los Apôstoles (0.3642) : llabia en Jope una discipula Hamada Tablta. que qulcre dcclr tgacclav. Era rica en buenas obras y limosnas. Succdid, pues, cn aqitcllos dias que, en/ermando, murio. Mientras la amortajaban 11amaroji a Pedrn, que aendiô donde estaba, y le rodearon todas las viadas, que lloraban moslrando las liinlcas y moulas que en vida les diera Tabila. Pedro se qneda a soins con la difuntn, la resiicîta v. Ilattiaudo a lox sanlos y viudas. se las presenld viva. He aqui el oficio de los pobres para con nosotros. d) Otras aplicacionîs Son mnchfsimas, la mayorfa de ellas inmediatas. 1. Los administradores Es un pensamiento mny frecuente no sôlo en el Nnevo, sino en el Antigno Testamento, el de qne somos administradores de los bienes recibidos de las manos de Dios. Cuerpo, aima, todas sus potencias, todos los bienes exteriores y, sobre todo. los de la gracia son de Dios, a quien por eso llamamos el Seûor, el Dueüo. SEC. 2. COMENTARTOS GENERALES 571 Obligaciôn primera del admini?trador es ser fiel, esto es, admi­ nistrât los bienes de acuerdo con la voluntad de su dueno. Ya el mundo, ya la nada, ya la nmcrle, ya lo présente, ya lo venidero, Iodo es vueslro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios... Por lo deinds, lo qite cn los dispensadores sc busca es que seau /leles (i Cor. 3,22-23 y 4.21· Voluntad del dueno es que todo lo refiratnos a El. Esta su volun­ tad se nianifiesta por los mandamientos, por las obligaciones de nuestro estado, las ôrdenes de nuestros superiores y el precepto suyo de nuestra santificaciôn progresiva. Tampoco sont os otra cosa sino administradores de los bienes tem­ porales. «Y la errônea opiniôn de creer que los poseemos como propios y seûores de lo que usâmes durante la vida, alimenta los pecados mortales y disminuye las obras buenas» (cf. Crisôstomo, cirado por Santo ToniAs en la Calena. El lugar no ha podido ser comprobado por las ediciones criticas ; tiene, sin embargo, la autoridad de su antigüedad y de haber sido hecho propio por Santo Tomôs). Dios ha creado y fertilizado el mundo ; luego es suyo. A nosotros nos ha concedido sôlo el uso ; luego debemos usarlo en la medida de su voluntad. Su voluntad al fertilizarlo fué qne produjera lo ne­ cesario para sustentar al hombre ; luego el derecho primario destina la producciôn dei mundo al sostenimiento de todos los hombres. A continuaciôn, la historia y la realidad de las cosas han demostrado que el medio mejor para que la tierra produzca los bienes de qne es capaz y para que los hombres participe!! de esa producciôn es el régimen de propiedad privada, de modo que los individuos posean par­ te de los medios de producciôn y de los productos. Sin embargo, esta posesiôn de los medios y de lo producido si­ gne siendo de Dios y conserva el mismo fin primero de mantener a toda la humanidad ; de lo cual se signe que la propiedad hmnana puede recibir las limitaciones que la necesidad comûn imponga como necesarias o’muy beneficiosas y que los propietarios deben seguir cousiderândose como administradores de Dios y disponiendo de sus bie­ nes conforme a la voluntad divina, que, ya hemos dicho, no es otra cosa sino que todos se aprovechen, en una forma u otra, de lo que creô para todos. Es doctrina estricta de los Santos Padres y de la Iglesia que lo que nos sobra no es nuestro. Ahora bien : ^quién ha de déterminât qué es lo que nos sobra? <> Nuestro egoismo o nuestra caridad? Dictamfnelo, por lo menos, nuestra conveniencia real, mirando prudentemente, como quiere la parûboln, a la futura rendïciôn de cuentas ante Dios, que es caridad y justicia. 2. La rendïciôn de cuentas Le aensaron ante su senor. Tenemos un acusador malévolo, Satanés. No se le permite la mentira ante Dios, pero ciertamente que desnudarâ nuestra aima ante la justicia divina. La hora de la muerte es la de la retidiciôn de cuentas. De toda la administraciôn, de los bienes temporales, naturales y de la gracia. .· I ! SECCION 111. SANTOS PADRES SAN CIPRIANO La limosna El libro de San Cipriano titnlado De opere et eleemosynis, citado EI con nno uno nu otro titulo por San Agustin (et. (ci. I.4, Contra las }as dos cartas de Pelagio a Bonljacio, c.S) v ban Jeronimo en su epistola a Panmaquio, es quizà el primer libro cristiano sobre la limosna y recoge todos los textos de la Escritura y argumentes que han sido'después desarrollados por los Santos Padres, especialmente por San Agus­ tin y San Juan Crisôstomo, como puede verse en nuestra misma obra. Adviértase que, cuando San Cipriano habia de las obras de justicia, se refiere a ’.as de misericordia, a las que da este nombre. Insertamos los textos biblicos que recogen la version usada por San Cipria­ no (cf. 0/>era D. Caecilii Cypriani Carthaginiensis Episcopi [Antuerpiae 156SJ p.304-312). A) La limosna y el perdôn de los pecados a) Beneficios de la divina misericordia “Muchos y muy grandes son, hermanos carisimos, los beneficios divinos que la abundante y copiosa clemencia de Dios Padre y de Cristo obra y obrarâ siempre para procu­ rer nuestra salud, lo mismo cuando para conservarnos y vivificarnos enviô el Padre a su Hijo que cuando el Hijo, enviado, q»jiso ser hombre para hacernos hijos de Dios, y se humillô para levantar al pobre caido, y fué herido para curar nuestras heridas, y siervo para llevarnos a la libertad, y sufriô la muerte para trocarnos en inmortales”. “Muchos y muy grandes son estos dones de la divina mi­ sericordia. Pero también lo es esa otra providenda y gran clemencia que con saludable solicitud se cuidô de nosotros, procurando conservar plenamente al hombre, que ya habia sido redimido. Porque, una vez que Dios nuestro Senor, vi­ niendo a nosotros, hubo curado las heridas que recibiera Adân y sanado los venenos de la antigua serpiente, promul­ go una ley obligando a los sanos a no pccar mâs, no fuera que le ocurriese algo mâs grave al pecador. Apurados estâbamos, y este mandato nos angustiaba en gran estrechez, SEC. 3 SS. PADRES. SAN CIPRIANO 573- obligândonos a la inocencia. La debilidad y flaqueza huma­ na no hubiera tenido remedio si la piedad divina no hubiera acudido otra vez a socorrerla y, mostrândonos las obras de misericordia, no hubiese abierto un camino para defender nuestra salvaciôn, facilitândonos el que pudiéramos borrar con la limosna cualquier mancha que contra jésemos”. b) Eficacia de la limosna El Espiritu Santo habia en las Sagradas Escrituras y dice: La limosna y la fe purgan los delitos (Tob. 4,11), pero no ciertamente aquellos delitos contraidos con anteriondad, porque los tales fueron borrados con la sangre de Cris­ to y la santificaciôn (del bautismo). Y en otro lugar dice: Como el agua apaga el fuego, asi la limosna borra el peca­ do (Eccli. 3,33), palabras con las que se demuestra que la limosna, lo mismo que el agua del bautismo, apaga las lla­ mas del infierno y que con las obras justas se extingue el fuego de los delitos. Y como quiera que el perdôn de los pe­ cados no se concede en el bautismo mâs que una vez, Dios indulgentemente nos ha concedido que las obras de miseri­ cordia puedan asidua y constantemente imitar la eficacia bautismal. c) La limosna limpia el alma "También nos lo ensena el Senor en el Evangelio, pues cuando los discipulos fueron acusados de comer sin haberse lavado primeramen te las manos, contestô : El que ha hecho lo interior, ha hecho también lo que estâ fuera; sin embargo, dad limosnas, y todo os sera limpio (Lc. 11,41), enseûândonos y haciéndonos ver que no hay que lavar las manos, sino el pecho; que hay que limpiar las inmundicias interiores con preferencia al exterior; que todo aquel que haya limpiado lo de dentro ha limpiado también lo de fuera, y, limpia el aima, también estâ limpio el cuerpo. Ahora bien, para enseûarnos cômo hemos de conseguir esa limpie­ za, afiade que se den limosnas. El misericordioso enseiia la misericordia, y el que quiere salvar a los que redimiô con gran precio, les hace saber que, si se han manchado después de la gracia bautismal, pueden limpiarse de nuevo. Reconozcamos, hermanos carisimos, el saludable obse­ quio de la indulgencia divina y curemos nuestros pecados con esta medicina espiritual, purificândonos de nuestras manchas, ya que no podemos vivir sin alguna herida en nues­ tra conciencia”. .--V ,Μ · «74 EL MAYORDOMO INFTEL. S." DESP. PENT. B) Textos escriturarios “Los avisos celestiales, hermanos queridisimos, no han •cesado nunca, no han callado nunca, y, tanto en las Escri’ turas antiguas como en las nuevas, siempre y en todas par­ tes se anima a) pueblo de Dios a las obras de misericordia, ■cantando y avisando el Espiritu Santo que todo el que quie­ re entrar en el reino de los cielos ha de dar limosnas”. a) “Parte tu pan con el hambriento” “Lo mandé y lo ensené Dios a Isaias: Clama, le dice, Juertemente, no tengas pereza; levanta tu voz como una trompeta y anuncia a mi pueblo sus pecados, y sus crimencs ■a lu casa de Jacob (Is. 58,1). Y, una vez que le hubo mandado les echara en cara sus pecados y les hubiera reprendido, ardiendo en indignacién, sus delitos, y les hubiera di•cho que, aunque se dedicaran a la oraciôn, a las preces y al ayuno, no podian satisfacer por ellos, y ni aun cuando se envolvieran en cilicios y cenizas podian amansar la ira de Dios, por fin, para demostrarles en la ûltima parte que Dios solo podia ser aplacado con las limosnas, continûa: Parte tu pan con el hambriento y haz entrar en tu casa a los necesitados que no tienen techo (ibid., 7). Entonces volverâs a recibir la luz y adornarte con los vestidos, e ira delante de ti la justicia y te rodeara la caridad de Dios. Las mismas palabras de Dios nos indican el remedio para volverle propicio, y el magisterio divino ensena lo que deben hacer los pecadores, a saber, satisfacer a Dios con obras de justicia y purgar sus pecados con méritos de misericordia. En Sa­ lomon leemos: Encierra la limosna en el corazôn del pobre, y ésta rogarà por ti en todo mal (Eccli. 29,15); y en otra ocasién: El que obtura sus oidos para que no oigan al débil, él también invocard a Dios y no habrd quien le escuche (Prov. 21,23). No puede merecer la misericordia del Senor quien no haya sido misericordioso, ni impetrarâ nada de la piedad divina el que no haya sido humano a los ruegos del pobre, lo cual esté también expli cado por el Espiritu San­ to en el salmo que dice: Bienaventurado el que piensa en el pobre, porque en el dia malo Dios le librard (Ps. 40,1)”. Acordândose de todos estos preceptos, Daniel recomendé a Nabucodonosor que diera limosnas para que Dios le perdonase los pecados (Dan. 4,24). SEC. b) La 3. SS. PAUMES. SAN CIPRIANO 575- limosna limpia los pecados “El ângel Rafael nos atestigua lo mismo, animândonos a repartir limosnas liberal y largamente, con estas pala­ bras: Buena es la oraciôn con el ayuno y la limosna, porque la limosna libra de la muerte y limpia los pecados (Tob. 12,. 8-9). Nos hace ver que nuestra oraciôn y ayuno pueden me­ nos si no son ayudados por las limosnas, y que los ruegos sirven poco para impetrar si no van acumpafiados por las obras y los hechos. El ângel revela, manifiesta y confirma que nuestras peticiones son eficaces merced a la limosna; que nuestra vida se libra de peligros y nuestra aima de la. muerte gracias a ella. Y no créais, hermanos queridisifnos, que hemos dicho estas cosas sin pensar en demostraros ser cierto lo que el ângel Rafael nos ha anunciado. En los Hechos de los Apôs­ tol es se nos propone a la fe un hecho que demuestra cômo las limosnas libran no solo de la segunda muerte del aima,, sino incluso de la primera del cuerpo". Tabita es resucitada. por San Pedro en atenciôn a sus limosnas (Act. 9,40-41). “Diôse cuenta Pedro de que podia pedir lo que asi se le pedia y que no habia de faltar la ayuda de Cristo a aquellas viudas que se la pedian... Tanto pudieron los méritos de la misericordia, tanto alcanzaron las obras justas, y la que· repartiô a las viudas subsidios abundantes para que pudieran vivir, mereciô ser devuelta a la vida por sus ruegos...”' c) Preceptcs evangèlicos “Por eso, en el Evangelio, el Senor, doctor de nuestra. vida y maestro de la salvaciôn eterna, vivificando al pucblo creyente y preocupândose de la etermdad de los vivificados, en nada insiste tanto, al darnos sus mandatos divinos y preceptos celestiales, como en que frecuentemos la limos­ na, en que no nos dediquemos a incubar riquezas terrenas, sino que ahorremos tesoros celestiales. Vended, decia, vuestras casas y dadlo en limosnas (Le. 12,33); y en otro lugar: No reundis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orin los exterminan y donde los ladrones los roban. Atesorad tesotos en el cielo... (Mt. 6,19-20). Donde esta tu tesoro, aïli esta tu corazôn. Y, queriendo mostrar el camino perfecto y consumado, dice a uno que observaba la ley: Si quieres ser perfecto, vete y vende todo lo tuyo, ddselo a los pobres y tendrâs un tesoro en el cielo. Ven y sigueme (Mt. 19,21)... Finalmente, llama hijos de Abrahân a los que ve trabajando en ayudar y alimentar a los pobres. Porque cuando Zaqueo· le dijo: Lie aqui que yo doy la mitad de mis bienes a los ne-- EL MAYORΠΟΜΟ INFTEL. 8.° DF.SP. PENT. cesitados, y si he defraudado algo a alguno, le devuelvo el cuàdruplo, Jesûs contestô y dijo: La salud se ha hecho hoy en esta casa porque éste es un hijo de Abrahân (Le. 19,8-9). En efecto, si Abrahân creyô a Dios y le fué reputado para justicia, ciertamente que el que da limosnas por obcdccer el precepto de Dios créé en Dios, y el que tiene la verdad de la fe guarda su temor, y el que guarda su temor ve a Dios en las necesidades de los pobres. Asî, pues, porque créé, obra y demuestra su fe en las palabras de Dios y en la Es­ critura Santa, que no puede mentir; sabe, por lo tanto, que los ârboles infructuosos, esto es, los hombres estériles, son enviados al fuego, y los misericordiosos, llamados al reino de Dios. El que en otro lugar llamô a los obreros fieles âr­ boles qûe dan fruto, niega su confianza a los infructuosos y estériles, diciéndoles (Le. 16,11): Si no habéis sido fieles en la mammona de la injusticia, iquién os confiarâ la ver· dadera? Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, i quién os darâ ■lo vuestro?”. C) a) Excusas falaces No CAERÂS EN LA POBREZA Dios es flador del pobre S- ·' ·“'· “Si ternes y te asustas, no sea que, emprendiendo muchas obras, se consuma tu patrimonio y te veas reducido a la pobreza, sé valiente, ten confianza. No puede terminarse aquello con que Cristo se ha alimentado y con lo que se lleva a cabo una obra celestial. No te lo prometo por mi cuenta, sino apoyado en la palabra fiel de las Sagradas Escrituras y en la autoridad de las promesas divinas. El Espiritu San­ to habia por Salomon y dice: El que da a los pobres nunca necesitarâ, y el que sépara de ellos su mirada, se verâ en gran necesidad (Prov. 28,27)... También el Apôstol, lleno de la gracia de la inspiration del Senor, dice: El que facilita la semilla al que siembra y el pan para corner, multiplicarà vuestra sementera y aumentarâ el trigo de vuestra justicia, para que abundéis en todo (2 Cor. 9,10-11)... Y el Senor en el Evangelio, atendiendo al corazôn de esta clase de hom­ bres y denuntiando con voz clara su perfidia e incredulidad, afirma: No penséis y digâis qué comeremos, o qué bebere· mos, o con que nos vestiremos; esto lo preguntan los genti· les: vuestro Padre sabe que necesitâis de todo ello (Mt. 6, 31-32). Tomes que tu patrimonio llegue a faltar si das limosnas -abundantes, y no sabes, desgraciado, que, mientras te pre- SEC. 3. SS. PADRES. SAN CIPRIANO 577 ocupas de que tus medios no se agoten, puede agotarse tu salvacién, y, mientras te afanas por que no disminuyan tus cosas, no consideras que disminuyes tû; amador de la mam­ mona mâs que de tu aima, ternes perder tu patrimonio y puede acaecer que te pierdas tu en vez de él”. 2. Dios provee las necesldades de los fieles Por eso el Apôstol clama magnificamente y dice: Nada hemos traîdo a este mundo y tampoco podemos sacar nada de él; por lo tanto, teniendo algo que comer o con qué cubrirnos, debemos estar contentos. Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos, en deseos perjudiciales, que hunden al hombre en la perdiciôn y muerte. La raiz de todos los males es la avaricia, y muchos naufragaron por dejarse llevar de ella, incurriendo en grandes dolores (1 Tim. 6,7-10). No ternas que tu patrimonio disminuya si das gran­ des limosnas, y 4 como podria ocurrir que le faite al justo lo necesario para la vida, siendo asi que estâ escrito: Dios no matard de hambre al alma justa? (Prov. 10,3)”. Elias fué alimentado por un cuervo (3 Reg. 17,8) ; Daniel, en el foso de los leones (Dan. 14,34-37), y hasta las avecillas del cielo y los lirios reciben los cuidados de Dios. “Y ^tù crees que puedan faltar al cristiano, al siervo de Dios, al que se entregô a las buenas obras, al amador de su Senor? 4 O es que piensas que el que alimenta a Cristo no serâ alimentado por Cristo, 0 que faltarân las cosas de la tierra al que se le dan las celestiales y divinas? 4De donde pensamiento tan in­ crédule, de donde idea tan impia y sacrilega? 4Qué hace un corazôn tan pérfido en la casa de la fe? 4Como puede 11amarse y decirse cristiano el que no confia en Cristo? Debieras llamarte fariseo, porque, cuando el Senor hablaba so­ bre las limosnas y nos decia que con las ganancias terrenas y un trabajo cuidadoso nos ganâsemos amigos que después nos recibieran en los tabernâculos eternos, los fariseos, que eran muy avaros, lo oian todo ello y se burlaban de El... Lo mismo que vemos hacer hoy en la iglesia a algunos, cuyos oidos estân taponados y sus corazones ciegos, incapaces de recibir luz de los consejos espirituales y saludables, algu­ nos de quienes no podemos admirar que desprecien a los siervos en su trato cuando vemos que desprecian a su Senor”. > 1 b) Da limosna, sin preocuparte del futuro L Cautivo del dinero “4 Por qué aplaudes semejantes ineptos y necios consejos y te retraes de las obras con la preocupaciôn y solicitud del futuro? 4Por qué te envuelves en sombras y fantasmas de La palabra de Cristo 6 & 578 EL .MAYQRDOMO INFIEL. 8.· DESP. PENT. excusas vanas? Confiesa la verdad; a los que te conocemos no nos puedcs enganar. Abre los secretos de tu pensamiento. Las tinieblas de la esterilidad cercaron tu aima, y, apartândote de la luz de la verdad, una honda y profunda nube de avaricia entenebreciô un pecho de carne. Eres un cautivo y un siervo de tu dinero, estas amarrado con las cadenas de tu avaricia, y aquel a quien Cristo desatô se ha vuelto a atar. Guardas un dinero que, guardado, no te guardarâ a ti; acumulas un patrimonio cuyo peso te abruma, y no te acuerdas de lo que Dios contesté al que se jactaba con alegria estùpida de la abundancia exuberante de sus frutos: Necio, esta noche serd pedida tu aima, y todo lo que has reunido, ide quién serà? (Lc. 12,20)... Divide tus rentas con el Senor Dios tuyo; reparte tus fru­ tos con Cristo, hazle participe de tus posesiones terrenas, para que El te haga a ti del reino de los cielos”. 2. Los ricos de este slglo» pobres ante Dios “Yerras y te equivocas si te crees rico en este siglo. Oye la voz de tu Serior en el Apocalipsis y como increpa con justo reproche a esta clase de hombres. Dices: Yo soy rico, me he enriquecido, de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo; te aconsejo que compres de mi oro, acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas; y vestiduras blancas, para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para ungir tus ojos, a fin de que veas (Apoc. 3,17-18). Por lo tanto, si eres opulento y rico, cémprale a Cristo el oro purgado por el fuego, para que, abrasado por esta luz inmensa, seas oro limpio acrisolado por las limosnas y obras justas. Cémprate un vestido blanco, para que, si fuiste desnudo segûn Adân. avergonzado de tu fealdad, te vistas con el indumento cândido de Cristo. Y tû, que eres matrona opulenta y rica en la Iglesia de Cristo, unge tus ojos no con los afeites del diablo, sino con el colirio de Cris­ to, para que puedas llegar a ver a Dios, mereciéndolo de EJ con tus obras y buenas costumbres. Pero por ahora, mientras eres asi, no puedes actuar en la Iglesia, porque tus ojos, llcnos de las negruras de las tinieblas y preocupados por la noche, no ven al pobre ni al necesitado. Eres opulen­ to y rico y crees que puedcs celebrar el sacrificio del Senor, tû que no miras al cepo de los pobres; tû que vienes al sa­ crificio divino sin sacrificarte tû; tû que participas de un sacrificio que el pobre ofrece”. Aduce el ejemplo de la viuda que diô dos sueldos de limosna en el gazofilacio (Lc. 21, 1-4; Mc. 12.41-44). “El que se compadece de un pobre, le presta a Dios”. PADRES. C) SAN CIPRIANO 579 LOS MUCHOS HIJOS 1. Hay que anteponor Dios a los hijos » “Hermanos carisimos, no puede servir de excusa al cris­ tiano y refrenarle en las obras buenas y justas el pensar en sus hijos, cuando lo que debemos pensar es en Cristo en medio de nuestras limosnas espirituales. Oigamos al Senor, que nos instruye y avisa para que no prefiramos a nuestros consiervos y nuestros hijos, sino al Senor. El que ama, dice, a su padre y a su madré mâs que a mi, no es digno de mi, y quien ama al hijo o la hija mâs que a mi, tampoco es digno de mi (Mt. 10,37)... Si amamos, pues, a Dios con todo el corazôn, no debemos prcferir ni a nuestro padre ni a nues­ tros hijos, de lo cual hablaba ya San Juan en su epistola, diciendo que no existia.el amor de Dios en quienes no querian ayudar a los pobres (1 lo. 3,17). En efecto, si las li­ mosnas son un préstamo que se le hace a Dios, y cuanto se da a los pequenuelos se da a Cristo, no debemos prcferir lo terreno a lo celestial ni lo humano a lo divino”. Moria de hambre una viuda y diôle a Elias lo poco que le quedaba (3 Reg. 17,10-15), y fué premiada con la multiplicaciôn de sus escasos bienes. “Y eso que ésta todavia no conocia a Cristo, no habia oido todavia sus mandamientos, no podia devolver la comida y la bebida por la sangre del que la redimiera con su cruz y su pasiôn, con lo cual se muestra cuânto peca aquel que en la Iglesia se antepone a si y a sus hijos a Cristo, conserva sus riquezas y no reparte su abundante patrimonio con la pobreza de los indigentes. Y si fuesen muchos los hijos de tu casa y su nûmero te retrajese de repartir largamente tus bienes, debes por eso mismo hacerlo con mâs generosidad, puesto que eres padre de muchos hijos. Muchos son aquellos por quienes tienes que rogar. a Dios, muchos son los delitos que tienes que redimir, muchas las conciencias que hay que purgar, muchas 'as aimas que tienes que salvar. En esta vida secular, cuan­ to mayor es el nûmero de hijos que hay que alimentar, tanto mayores son los gastos; y en la vida espi ritual y celestial, cuanto mayor es la abundancia de hijos, mayores deben ser las limosnas”. Job es un ejemplo (lob 1,5). “Si, pues, amas a tus hijos, si estâs Ueno de una paternal dulzura para con ellos, obra mâs y mâs y con tu caridad encomienda tus hijos a tu Dios”. 2. Dios, padre y tutor de tus hijos “No pienses que eres tû su padre; tû, temporal y débil, sino aquel otro Padre eterno y firme, Padre de hijos espiri­ tuales. Entrégale a El todos esos bienes que guardas para 680 EL MAYORDUMO INFIEL. 8." DESP. PENT. dejarlos en herencia. El serâ el tutor mâs generoso de los tuyos, El serâ quien los cuide. El serâ el que los protegerâ con divina majestad contra todas las desgracias seculares. Ni el Estado puede arrebatar, ni el fisco puede quitar, ni las calumnias ni los pleitos derruir un patrimonio que se le ha entregado a Dios. La heredad, cuyo custodio es Dios, estâ colocada en lugar seguro. Esto si que es proveer al porvenir de tus hijos, esto si que es preocuparse con carino paternal de los futuros herederos, confiando en la palabra de la Es­ critura santa, que dice: Fui joven, me he hecho viejo y no he visto un justo abandonado ni a sus hijos con necesidad de pan (Ps. 36,25). Serâs, si, un malvado y padre traidor si no te preocupas fielmente de tus hijos, si no oras por ellos con religiosa y verdadera piedad. Tû que te preocupas dei patrimonio terreno con preferencia al celestial, encomiendas tus hijos al diablo en vez de a Cristo; pecas dos veces y cometes un doble crimen no preparando a tus hijos el auxilio de Dios y ensenândoles a amar las riquezas mâs que a Cristo. Sé para tus hijos un padre cual lo fué Tobias; dales ùtiles y saludables mandamientos, como él lo hizo cuando les decia: Yo ahora, hijo, te mando que sirvas a Dios en la verdad y que obres delante de El lo que a El le gusta, y que ordenes a tus hijos que obren la justicia y la limosna (Tob. 4, 19)”. Repite todos los consejos conocidos de Tobias. "Magnificas honras conquista la limosna a todos los que la obran delante del sumo Dios. Y ^qué honras serân éstas, hermanos carisimos, cuya concesién se otorga en la presen. cia de Dios? Si los honores de los gentiles parecen grandes y gloriosos cuando se entregan ante los consules o emperadores, y los gastos y aparato de los honrados son mayores con tal de poder complacer a los grandes que asisten, icuânto mâs ilustre y mayor serâ la gloria de este premio que tiene como espectadores a Dios y Cristo, cuâl serâ el apa­ rato y los gastos que empleemos en un espectâculo al que acuden las virtudes de los cielos y todos los ângeles?”... D) a) El La rendiciân de cuentas juicio y sus premios x. y castigos A continuaciôn describe el juicio, con la adjudication del premio a loe caritativos y de la condenaciôn a los inmiseri cordes. << iQué mâs nos ha podido decir Cristo? iQué otra cosa hubiera podido hacer para incitarnos mâs a las obras de 3· SS. PADRES. SAN CIPRIANO 581 justicia y misericordia, sino decirnos que todo lo que se le ofrece a un necesitado se le ofrece a El y que El se ofende cuando no se le da al pobre? Con lo cual pretende que el que no es capaz de moverse ante la presencia de su hermano en la Iglesia, se mueva por la contemplaciôn de Cristo, y que el que no piensa en los sufrimientos y necesidades de sus consicrvos piense a lo menos en el Senor constituido en aquel mismo a quien desprecia. Por eso, hermanos carisimos, nosotros, que tenemos temor de Dios y despreciamos y pisoteamos el mundo, levantando nuestro ânimo hacia las cosas divinas y celestiales, mereciendo de Dios con la fe plenamente devota y obras continuas, obedezcamos al Senor, regalemos a Cristo los vestidos terrenos para recibir los indumentos celestiales. Démosle comida y bebida de este siglo para gozar del convite celestial con Abrahân, Isaac y Jacob. Sembremos para no recoger poco. Preocupémonos de nuestra seguridad y salvaciôn mientras es tiempo, puesto que Pablo Apôstol nos advierte: Mientras disfrutemos de tiempo, hagamos el bien a todos, y sobre todo a los familiares de nuestra fe (Gai. 6, 10). No cejemos de hacer el bien, porque a su debido tiem­ po segaremos”. b) Caridad de SH los primeros cristianos Describe la caridad de los primeros cristianos en Jeru­ salem “No pensaban que ninguno de sus bienes les fueran propios, sino que todos les eran comunes. Esto si que es hacerse hijos de Dios con una natalidad espiritual; esto si que es imitar con leyes celestiales la equidad de Dios Padre. Todo lo que es de Dios se nos ha dado para nuestro uso comûn, y nadie es privado de sus beneficios y dones, ni a hombre alguno se le impide disfrutar de la bondad y generosidad divina. El dia ilumina a todos por igual; el sol envia sus rayos, el suefio es el mismo para todos, y el esplendor de la luna y las estrellas nos es comûn. Con este ejemplo de igualdad, todo el que posee algo en la tierra y distribuye sus réditos y frutos fraternalmente, repartiendo gratis y a todos sin diferencia, se justifica y se hace imitador de Dios Padre”. c) Exhort aciôn a la limosna Termina con un cântico y exhortaciôn a la limosna, cuyas ûltimas palabras son: “Preclara cosa es y divina, hermanos carisimos, obra saludable, consuelo grande de los que creen, defensa salvadora de nuestra seguridad, muralia de la es- 11 ix****î ·* 582 EL MAYORDOMO INHEL. b.- UES?. l'EM. peranza, titulo de la fe, medicina del pecado; cosa que estâ en poder de todo el que quiere hacerla; cosa, sin embargo, grande y fâcil a la vez, sin peligro de persecuciones, corona de la paz; verdadero y mâximo don de Dios, necesario a los débiles, glorioso a los fuertes, con la ayuda del cual los cristianos consiguen la gracia espiritual, merecen de Cristo juez y hacen que Dios sea su deudor. Disputemos prontos y gustosos esta palma de las obras saludables; corramos a la lucha de la justicia, a que asisten Dios y Cristo, y los que hemos comenzado ya a ser su­ periores al siglo y al mundo, no consintamos que impida nuestra carrera ninguna avaricia dei mundo o del siglo. Y si el dia de la cuenta o de la persecuciôn nos encuentra ex­ peditos y râpidos corriendo en este concurso de las limos­ nas, nunca dejarâ el Senor de concéder recompensa a nues­ tros méritos. En la paz darâ a los vencedores una corona blanca como premio de sus obras; en la persecuciôn aüadirâ otra de purpura por sus sufrimientos”. Π SAN AMBROSIO El rico, administrador de sus bienes Este sermôn es muy citado por los autores ; sobre todo en la doctrina que afirma no ser los ricos sino admimstradores, contiene muchos pensamîentos similares a los del Crisôstomo (cf. Antuerpiae, apud Philippum Nutium, 15S3, p.198 ss.). A) Introducciôn DOS CLASES DE TENTACIONES “No estamos obligados, carisimos hermanos, a imitar todo aquello que alabô el Senor en el administrador 0 mayordomo de que nos habla el evangelio de este dia, porque el santo evangelista lo consigna ùnicamente para demostrarnos cuân grato es a Dios el que distribuyamos piadosamente nuestros bienes. Pues si hasta quien se valia del fraude para ejercer las obras de piedad mereciô que el Se­ nor le alabase, 4 cuanto mâs merecerân los que de todo corazôn distribuyen sus bienes entre los pobres?... Hay dos clases de tentaciones: en una. la tribulaciôn martiriza al corazôn humano, y entonces el hombre es probado y reconocido por la paciencia como el oro en el crisol; en la otra, la misma prosperidad de la vida viene a ser tentaciôn. Por- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO 683 que es semejante o igual cobardia decaer o rebajarse en las contrariedades que la soberbia y el orgullo en la prosperidad”. b) Lo que Dios concede a los ricos "Un ejemplo de que no debemos abatirnos ante las contrariedades nos lo présenta el magnanimo Job... Ejemplos de que las prosperidades de la vida son una tentaciôn te­ nemos, a la verdad, muchisimos; pero uno de los mâs elocuentes es el de aquel rico de que nos habla el Evangelio (Lc. 12,16 ss.)”. El Senor le permite acumular riquezas para ver si, Ueno alguna vez, comienza a pensar en los pobres. iPor qué parece ayudarle? Porque también hace salir su sol sobre buenos y malos. “Pero asi como esta benignidad de Dios, esta su excesiva paciencia, concede a los malos tiempo para que se conviertan y enmienden, asi también acumula suplicios mâs graves y mâs terribles para conver­ tir a los ingratos... Dios concede aun a los ingratos fecundidad de la tierra, un clima benigno, el gozo de los muchos frutos, el auxilio de los bueyes y todas aquellas cosas que hacen el aüo fecundo en cosechas felices. Veamos ahora las cosas que proceden del hombre. Teniendo un aima mezquina.y juzgando poco todo lo que nace, piensa siempre que le ha de faltar alguna cosa, por lo que, en su proposito in­ humano, nunca halla razôn oportuna para dar nada a nadie”. c) INGRATITUD DE LOS RICOS A LOS BENEFICIOS DIVINOS “Observa, pues, cuân ingrato es el rico a los bénéficies divinos. No se acuerda que los demâs hombres tienen la misma naturaleza que él, no juzga equitativo dar a los necesftados alguna cosa, a lo menos de las superfluas; no lee lo que expresa la Escritura cuando dice: No te abstengas de hacer bien al necesitado (Prov. 3,27) ; ni recuerda que estâ preceptuado que la fe y la misericordia no te abandonen (Tob. 4,6), y: Parte tu pan con el hambriento (Is. 58,7); el rico ni oye, ni ve, ni entiende nada de aquello que continuamente predican los profetas y doctores”. No piensa sino en enriquecerse y en sumergirse en las preocupaciones que le acarrean las riquezas. “La abundancia consume y gasta eu entendimiento, y, sin ser advertido por sentimiento alguno de humanidad, no puede comprender que faite a los demâs lo que a él le sobra. No oye las amonestaciones del Apôstol, para aprender de ellas el mo­ tive de su abundancia; pues dice: Que vuestra abundanda ;-· i 6δ4 EL MAYOKDOMO INFILL. 8.” DES?. PEN1. se haga, esto es, aproveche la escasez de otros (2 Cor. 8,14). A mi parecer, éste tiene una pasiôn de ânimo semejante a la de aquellos que se entregan tanto a la gula, que prefieren estallar con una excesiva comida a dar a otro las sobras”. B) La adminîstraciôn y la rendiciôn de cuentas a) Dios IM te encomendô la distribüciôn “Pero, ioh hombre!, recuerda quién es el que te diô a ti mismo y trae a tu memoria quién eres. Eres un siervo de Dios y se te ha encomendado la distribüciôn de los bienes divinos. Recuerda, pues, quién es el que te impuso la obli­ gation de administrar a su familia. 2,Por qué razôn, pues, has sido preferido a otros muchos? Hay, efectivamente, una causa por la que nuestro Senor, bueno y justo, te da a ti el cargo de distribuir y a otros les impone la necesidad de pedir. Conoce, pues, que tù eres el mayordomo de tus consiervoe en los bienes divinos. No juzgues que la tierra produce todos sus frutos para tu vientre y tu regalo. Reconoce que todas las cosas que tienes en tu poder se te han encomendado, no se te han regalado; te alegras con ellas algùn tanto y por corto tiempo, y te deleitas voluptuosamente en abusar de ellas; mas, cuando dejen de existir juntamente con nuestra vida, seremos .llamados por Dios para darle cuenta de nuestra administration”. b) Ante el terrible tribunal “Permiteme que insista en esto un poco mâs, tu, cualquiera que seas, a quien se encomendô en este mundo la dis­ tribution de las riquezas; y, libre tu pensamiento de toda idea mundana, si es que puedes desprenderte de los cuidados que te inspiran tus riquezas, considérate présente en aquel terrible tribunal dei divino juez. Cuando seas preguntado: iCon qué pobres dividiste las riquezas que se te encomendaron, a cuântos pacientes socorriste en su necesidad, a cuântos libraste con tu dinero de las cârceles, prisiones y muer­ te; de qué huérfanos fuiste padre y de qué viudas fuiste esposo con castas provisiones; qué utilidades ha producido mi dinero y qué bienes han hecho mis frutos? A estas preguntas, tû, desde luego, responderâs: Todas las cosas reunidas y escondidas las defendi con cerraduras fortisimas y selladas; a ninguno di nada, antes bien consagré todas mis vigilias para custodiarlas, y puse en ello toda mi solicitud y cuidado. Al consultarte a ti mismo te has valido de un consejero SF.C. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO 585 necio, pues dices al deliberar: 4 Qué haré? Lo procedente era que, cuando deliberaste acerca de estas cosas, dijeses: Abriré mis graneros y saciaré las hambrientas aimas de los pobres, manifestaré donde estân escondidas mis cosas e in­ vitare a los necesitados; buscaré a los afligidos, imitaré al casto José y llamaré con la voz de la caridad y dire: Si alguno necesita pan, acuda a mi y haré comûn la gracia que el Senor me diô con suma liberalidad. Como si fuesen fuentes pùblicas, beba cada uno lo que necesite. Pero tû no solo no dices nada de esto, sino que ni siquiera lo piensas, antes bien niegas a los hombres los beneficios del Senor, afliges a tu aima con consejos malignos y crees que la abundancia de Dios causa la penuria de los hombres... Y si te parece tan dificil, ioh hombre!, imitar la magnificencia de la liberali­ dad divina, imita a la tierra; si no puedes levantar tus ojos a lo alto, al menos observa las cosas que estân debajo de tus pies. Lleva tû también fruto, como lo hace la tierra; no quieras ser de peor condiciôn que el insensible elemento. Pues los frutos que ella produce no los dedica a sus usos, sino que los da para tu regalo. Pero tû solo te apoderas de sus frutos y los encierras para ti solo”. c) Remediq contra la avaricia “Mas, si la avaricia te obliga a tanto que quieras hacer tuyas todas las cosas, ôyeme un saludable remedio para librarte de ella. El beneficio de la liberalidad dura mâs al que da que al que recibe. Pues al indigente le llega la misericor­ dia, pero al que da le queda la gracia de la merced multiplicada. Diste pan al que tenia hambre, el cual en verdad comiô y se saciô; pero lo que diste vuelve a ti con los frutos y el interés. Si juzgas esto dificil de explicar, considera si el grano que se siembra en la tierra no da mayores ganancias al que siembra que al que recoge. Del propio modo, cuando se da de corner a los necesitados, después serâ restituido lo que se da, con gran aumento de gracia. Por lo tanto, sea para ti el fin de esta agricultura un principio de sementeras celestiales. Sembrad, pues, dice la Èscritura (Os. 10,12), para vuestra justicia. 4 Por qué, pues, te afliges, por qué te atormentas a ti mismo cerrando con barro y ladrillos las ayudas de la vida humana?...” □Ml l O A LA GENERO SID AD “Considera cuân grande serâ entonces tu gloria, cuando todo aquel pueblo que comiô y se saciô en tus almacenes, reuniéndose y apretândose, rodeen el tribunal de aquel gran- 586 ” ; - EL MAYOR DOMO INFIEL, 8/ DESP. PENT. ■* · I de y justo juez y con todas las palabras de gratitud den tes­ timonio de que fuiste su pastor, su piadoso tutor y su caritativo padre... iDudas y estâs irresoluto en ser espléndido en aquellas liberalidades en que Dios es juez, donde cl vulgo de los que favorecen y aplauden son los ângeles, donde te alabarân y ensalzarân todos aquellos que fueron cautos en este mundo, donde no terminarâ el favor y la alabanza juntamente con el dia, sino que permanecerâ eternamente; don­ de se te darâ una corona, no de oro, sino de justicia; donde permanecerân los honores, no de un pueblo, sino del reino de los cielos? Y estas cosas se conquistan con la caridad que se ejerce con los pobres, con las limosnas dadas a los indi­ gentes, en quienes compras por el precio de la comida co­ rruptible la gloria incorruptible y eterna del reino de los cielos”. C) Dad para agradecer a Cristo a) Obras de misericordia “Dispongamos sabia y ùtilmente nuestras riquezas y preparemos nuevos y mâs excelentes dpnes. Sea nuestra primera hermosa comida vestir a los que se encuentran desnudos; sea la segunda, y no menos noble que la anterior, reparar y fortalecer las aimas debilitadas y extenuadas por el hambre; y, sin que esto baste, preparemos la tercera, notabilisima: demos vuelta a la ciudad y busquemos a aquellos que, a causa de su debilidad, ni aun pudieron venir a pedir mise­ ricordia; paguemos sus gastos y démosles lo que necesitan; no te pese visitar al enfermo y buscar al que estâ en cama. Ten présente que, cuando estâbamos nosotros en nuestro lecho, cuando éramos débiles y no podiamos ir al Serior por nosotros mismos, Dios mismo vino a nosotros. Pues enviô a su Hijo en semejanza de carne de pecado (Rom. 8,3), el cual se nos diô a si mismo como comida. Pues El es el pan de vida que bajô del cielo y da la vida a este mundo (Ιο. 6,33)”. “iCon qué cara, pregunto, con qué descaro, nosotros, que recibimos el pan del cielo, no damos a nuestros hermanos el pan de la tierra? Por lo tanto, si aùn nos queda al­ guna cosa de nuestro patrimonio, demos hasta esa ultima... Vayamos a las cârceles, busquemos a los reos y condolâmonos de las miserias y penas humanas”. Pi SEC. b) Λ. SS. PADRES. SAN AMBROSIO 587 El ejemplo de Cristo “En todas estas cosas te sale Cristo al encuentro, el cual. siendo incomprensible por razôn de su naturaleza divina, sin embargo, le encontrarâs por las obras de misericordia. Pues El mismo dijo: Porque tuve hambre, y me diste de corner; tuve sed, y me diste de beber; estaba desnudo, y me cubriste (Mt. 25,35-36). iVes qué dones prépara la palabra de Dios? Alli reciben los cômicos y los gladiadores, y perece todo aquello que se da a los perdidos; aquî Cristo conûesa que El mismo es quien recibe en la persona de los hambrientos y sedientos y desnudos, enfermes y reos”. c) Obstinaciôn del avaro "iOh rico! iQué haces? iQué piensas? iQué deliberas? iCierras tus graneros a Cristo, que tiene hambre? iNo es eso solo, sino que derribas los pequenos y construyes otros mayores? iTus vestidos son destruidos por la polilla, mien­ tras que Cristo estâ pobremente vestido? iEncontrândose Cristo necesitado, tù buscas el oro, lo deseas y lo escondes; ves el oro en todas las cosas, es tu unico pensamiento cuando estas despierto, y dormido constituye todos tus suefios? Pues asi como aquellos que tienen trastornada su inteligencia por la locura, ya no ven las cosas mismas, sino solo ven las fantasias de su pasiôn, asi también la mente del ava­ ro, una vez sujeta por los vinculos de la codicia, no ve mâs que el oro, la plata y la cuenta de los réditos. Con mâs gusto ve al oro que al sol. En sus mismas oraciones y sùplicas pide a Dios oro, y quisiera y desearia que todas las cosas se le convirtieran en oro. Finalmente, en cuanto pue­ de, procura convertir en oro el grano que recoge, cambia en oro el vino, transforma en oro la lana y convierte en oro todos sus frutos, todos sus negocios y todo aquello que se mueve. Mâs aûn, con la detestable arte de la usura nace el oro del mismo oro...” - d) Exhortaciôn a la misericordia “Aquei rico tuvo un fin digno de sus malos pensamientos y el término que se merecia. Mas vosotros, hermanos, si atendéis a mis palabras, descubrid la entrada de vuestras despensas y procurad que vuestras riquezas tengan una salida tan generosa y espléndida como dudosa habia sido su en­ trada; extiéndase la abundancia de vuestra misericordia por toda la tierra, del propio modo que se extiende un caudalo80 rio en multitud de brazos para regar con ellos los campos. δ 88 ^Acaso ignorais que, cuanto mâs agua se saca de un pozo, tanto mâs saludable y abundante se hace aquélla, y que, por el contrario, cuanto mâs tiempo esté detenida y menos se la mueva, tanto mâs inûtil y mâs corrompida se encuentra ? Asi también el dinero, si estâ parado, si no se mueve, es inûtil; pero, si se mueve y corre, produce un fruto comûn y ûtil a todos. Recoge, pues, los abundantes frutos de tu dinero, esto es, las oraciones de los pobres y la intercesiôn de los santos, quienes, acordândose de tu cargo ante el justo juez, pedirân a Dios por ti, alegando como mérito tus buenas obras. No imitemos el ejemplo de este rico, a quien le fueron arrebatadas las riquezas al mismo tiempo que la vida cuando mâs se ocupaba en esconder las présentes y andaba solicito por las futuras, y es conducido ante el terrible tribunal, en el cual tiene como acusadora a aquella misma avaricia que fué su inseparable compafiera durante su vida, mientras que no encontrarâ en él ninguno que le defienda ni sea su intercesor. Dirigirâ la vista a la multitud de santos que asisten a los tribunales divinos, y con ojos atentos y solicites mirarâ alrededor por si ve por ventura alguna persona a la que con sus beneficios se la hiciera agradecida o familiar en esta vida, pero no verâ ninguna. No habrâ uno que diga: Senor, es digno de que le perdones, pues amô a nuestra gente y nos edificô la iglesia (Le. 7,4-5). No habrâ viudas que, precediéndole y llorando, rueguen a Pedro y presenten los vestidos que les diera el rico (Act. 9,39). No habrâ ninguno que se compadezea de aquel que no se compadeciô; pues estâ escrito: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaτάη misericordia (Mt. 5,7 y Le. 6,20); y en otra parte: Dad y se os dard, etc. Con la medida que midiereis, con ésa se­ réis medidos (Le. 6,38).” *1 vf* * EL MAYORDOMO INFIEL. 8.“ DESP. PENT. - ,T*r · if » D) No lo dejes para manana a) DUREZA DEL RICO “Mas 4 qué es lo que el rico habia consigo mismo? Alma, dice, tienes muchos bienes, corne, bebe y goza (Le. 12,19). ^Acaso, si es licito expresarnos asi, estas palabras no son las de un bruto animal? Pues si el puerco tuviese aima, iqué otra cosa debia anunciarle sino comer y beber?... El aima se alimenta con las virtudes. se sacia con la palabra de Dios y se educa con las ensefianzas piadosas y con la dis­ ciplina y ejercicios religiosos. Mas 4tienes algùn bien de esta clase?. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO 589 “4Qué piensa aquel a quien poco después se le ha de priver de la vida? Derriburé, dice, mis graneros (Lc. 12,18). Al cual le digo: Ciertamente obras bien, pues debes des­ truir los almacenes de la iniquidad, y todas aquellas cosas malas que edificaste debes echarlas a tierra con tus propias manos; destruye las despensas de las que ninguno consiguiô misericordia; arroja y echa a tierra los aposentos oseuros y tenebrosos donde escondias el dinero... Si quieres, yo te ensefiaré unos graneros ya preparados. Estos son el estômago de los pobres hambrientos; encierra en ellos tu tesoro. Pues tales tesoros se te conservarân en el cielo, don­ de ni la polïUa roe ni los ladrones cavan y roban (Mt. 6,20). Pero dices: Cuando llene los segundos graneros, entonces daré a los pobres. Muchos anos te prometes y larga vida te concedes, i Qué es lo que impide que ahora se hagan obras de caridad? Hay abundancia de grano, el tiempo es pros­ pero, y los necesitados que sufren estân présentes; los desnudos que gimen se encuentran alrededor; los reos desde las prisiones y los enfermos desde la cama daman con lamentaciones débiles y dignas de lâstima. 4 Por qué difieres tû para maüana la misericordia, cuando hoy puedes hacerte justiciero y misericordioso?” b) NO SABES LO QUE OCURRIRA MANANA “Oye, al menos, el consejo del sapientisimo Salomon: No digas: Vete ahora y vuelve τηαήαηα y te daré (Prov. 3, 28). Pues no sabes lo que ocurrirâ en el dia de manana. Pe­ ro la avaricia tapa tus oidos para que no escuches estos mandatos. 4 No debias dar gracias a Dios, saltar de gozo y alegrarte porque no tienes que mendigar a otro, sino que, por el contrario, otros se detienen delante de tu puerta para suplicarte misericordia? Pero tû eres poco apto para dar y te contristas y evitas que alguno, obligado por la necesidad de la pobreza, te sea molesto, como si no hubiera podido ser que fueses tû uno de aquellos que permanecen ante tu puerta agobiados por el hambre; y con harta ra­ zôn en verdad lo serias, porque por tus deseos, intenciones y propositos eres pobre y falto de todo bien. Porque, no teniendo caridad, no teniendo humanidad, faltândote la fe y la esperanza en Dios y faltândote la misericordia, ^puede darse mayor indigenda y mayor pobreza que la tuya?” » 590 EI. MAYORIKJMO INFILL. S.e L>ESP. PENI. E) a) Ladrôn de lo ajeno Nada trajiste a este mundo "Pero dices: iDonde estâ la injusticia, si, no usurpando lo ajeno, guardo diligentemente lo propio? ;0h dicho im­ prudente! iPropio dices? iCuâl es? iQué bienes trajiste a este mundo? Cuando entraste en él, cuando saliste del vientre de tu madré, te pregunto: 4 Con qué facultades, de qué subsidios viniste acompanado? Aprende tu venida a este mundo del apôstol San Pablo, el cual dice: Nada, pues, trajimos a este mundo, pero tampoco podemos llevar nada de él; mas, teniendo alimentos y vestido, contentémonos con esto <1 Tim. 6,7-8).” fa) ·' * ? Todo te lo diô Dios “La tierra se diô a todos los hombres sin distinciôn al­ guna; ninguno llame propio lo que sobra de lo que ha to­ rnado u obtenido violentamente dei deposito comun. Sin embargo, saliste desnudo dei vientre de tu madré y desnudo volveras a la tierra, y si crees que la tierra debe su existencia al acaso, eres un impio que desconoce a Dios Creador; pero, si reconoces el beneficio dei que da con esplendidez, sé agradecido al Creador y busca en ti mismo la ra­ zôn por la que te diô a ti mâs que a los otros. Acaso Dios es injusto, para no distribuir por igual entre nosotros los subsidios de la vida y para que tû estes en la abundancia y riqueza, mientras otros se encuentran en la necesidad y pobreza? 4Acaso no lo hizo mâs bien porque quiso darte muestras de su benignidad y a otro coronarie por la vir­ tud de la paciencia? Pero tû, después de haber recibido los dones de Dios y haberlos colocado en tu casa, i no crees obrar inicuamente cuando tû solo disfrutas de los medios de vivir de tantos? ;Quién es mâs injusto, mâs codicioso y mâs avaro que el que convierte los alimentes de muchos, no en su uso, sino en abundancia y delicias? Pues el negar a los pobres lo que necesitan, cuando puedes y tienes que darles, es tan grande crimen como robar al que tiene. De los hambrientos es el pan que tû tienes; de los desnudos es el vestido que tû encierras; el dinero que tû escondes debajo de la tierra, es la redenciôn y libertad de los desventurados cautivos. Asi, pues, sabe que usurpas todos aquellos bienes que puedes dar y no quieres”. SEC. c) J. SS. PADRES. SAN AMBROSIO Dios condenarA al 591 que usô mal de sus bienes “Buenas son, dirâs, «sas palabras, pero mejor es el di­ nero. Nada lo extrano; pues si uno habia con los lascivos acerca de la castidad y vitupera y reprueba a las rameras, la misma reprensiôn excita a aquellos en quienes domina la lujuria a encenderse en mayores deseos de impurezas. Pero presentaré de nuevo ante tu vista las misrnae formas dei futuro juicio de Dios, para que comprendas cuântas aflicciones te préparas. jOh qué valor tan grande tendrâ para ti en el dia del juicio aquella sentencia de que hemos ha­ blado anteriormente, y que dice: Venid, benditos de mi Par dre; recibid el reino que os prépara mi Padre desde el prin­ cipio del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de corner! (Mt. 25,34-35). Y iqué horror no te causarâ, qué sudor no te producirâ, qué tinieblas no se apoderarân de ti cuando oigas la sentencia de tu condenaciôn, por la que se dice: Apartaos de mi, maldïtos, pues tuve hambre y no me disteis de comer! (ibid., 41-42). Con estas palabras no se arguye al que usurpa lo ajeno, sino que se condena al que no usé con los demâs de lo que poseyô. Nosotros, en verdad, aconsejamos lo que juzgamos util. Mas, si alguno quiere obedecer los preceptos divinos, ya sabe cuâl es la merced que se le promete. Pero al que no quiere o descuida obedecer, es manifiesta esta conminaciôn del fuego eterno, del cual deseo que estéis libres y exentos y huyâis de las penas que amenazan a los impios, y, haciendo aquello que estâ escrito, que vuestras riquezas sean la redenciôn de vuestra aima (Prov. 13,8), vayâis al reino de los cielos, que estâ preparado por Aquel que os llamô, Cristo Jesûs, quien tiene la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”. F -t ✓A El MWURlxjMU 1NHEL. S.v DESK. PENT. SAN AGUSTIN Normas en el uso de las riquezas Transcribimos a continuaciôn distintos pensamientos del Santo sobre algunos puntos de la parâbola expuesta en el evangelio de hoy. A) Consideraciôn teolôgica de las riquezas a) El dinero inicuo 1. Las ûnicas riquezas son las del cielo “No debemos proponernos imitar en todo a aquel administrador a quien su amo privô de la administraciôn, puesto que no es licito defraudar nada para con los fraudes hacer limosnas... Es una semejanza que procede por via de oposiciôn, para que entendamos que, si quien la defraudaba pudo ser alabado por el Senor, mucho mâs ha de compla­ cer a nuestro Dios y Senor el que obréis el bien cumpliendo sus mandamientos. Ocurre algo parecido a lo de la parâbola del juez inicuo importunado por la viuda, en la que tampoco hay que comparar a Dios Juez con aquel juez malvado (cf. Le. 18,2-5). El Seûor Hama mammona de iniquidad al dinero que poseemos en este mundo, porque mammona quiere decir ri­ quezas, y las de esta clase no lo son sino para los inicuos, que colocan en ellas su esperanza y de ellas esperan su felicidad. Los justos, cuando las poseen, las llaman dinero, pero no riquezas, porque éstos no consideran como taies mâs que a las del cielo” (cf. Cuestiones sobre los Evangelias, 2,34; PL 34,1348). 2. La limosna para El Evangelio nos dice que con la mammona de la iniqui­ dad nos preparemos amigos que nos recïban en los eternos tabemâculos. Los que viven en los tabernâculos eternos son los santos, y serân recibidos en ellos los que socorran alegremente las necesidades. Acordaos de las palabras del jui­ cio. “iQué es la mammona de la iniquidad? En primer lugar, iqué es la mammona? No es una palabra latina, sino palabra hebrea, lengua que tiene algûn parentesco con la cartaginesa, puesto que ambas son companeras y vecinas en la significaciôn de los nombres. Lo que los cartagineses llaman mammon, en latin se dice rédito, y lo que los he- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 593 breos significan por ζζζατητηοηα, en latin son las riquezas; por lo tanto, para traducir al latin lo que dijo Nuestro Senor, digamos: Haceos amigos con las riquezas de la ini­ quidad. Entendiendo esto mal, algunos roban para socorrer a los pobres ...No lo interpreters asi; dad limosnas de vuestro trabajo honrado, dadlas de lo que poseéis rectamente; ja­ mas podréis cor romper a Cristo Juez ...No prétendais dar limosnas con los intereses de la usura” (cf. Serm. 113,2: PL 38,648). 31 ejemplo de Zaqueo 3. El “Pero, si ya prevaricasteis y tenéis tal clase de dinero, y habéis llenado con él vuestra escarcela, y lo habéis atesorado, pues que lo que tenéis viene del mal, no le anadâis otro mal y haceos amigos con la mammona de la iniquidad”. Después de narrar la historia de Zaqueo prosigue: “Lleno de gozo dijo: Daré la mitad de todo lo mïo a los pobres. Miralo como corre y qué prisa se da en hacerse amigos con la mammona de la iniquidad, y para no continuar siendo reo por algùn otro motivo, afiade: Si a dlguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuàdruplo (Le. 19,8). El mismo se condena para no incurrir en condenaciôn. Luego, los que po­ seéis mal, haced con él el bien, y los que no poseéis mal no prétendais adquirirlo de ese modo. Y tû, que haces el bien con lo que es malo, sé tû bueno, y, cuando comiences a obrar el bien con lo que es malo, no continûes tû siendo malo. ;Tu dinero se convierte en bueno y tû vas a seguir siendo malo?” (ibid., 3: 649). 4. No debemos llamar riquezas al dinero “También puede entenderse de otra manera que no voy a callar. Mammona de la iniquidad lo son todas las riquezas de este siglo. Vengan de donde vinieren y de donde quiera que hayan sido reunidas, son mammona de la iniquidad, esto es, riquezas de la iniquidad. iQué significa riquezas de la iniquidad? El dinero al cual la iniquidad llama rique­ zas. Porque, si buscas las verdaderas riquezas, son de otra clase; en ellas abundaba el desnudo Job cuando conservaba eu corazôn lleno y dirigido a Dios... Estas son las verda­ deras riquezas. Hay otras a las que la iniquidad les da ese nombre. Las posées y no te reprendo. Te ha llegado una herencia, tu padre fué rico y te lo dejô; lo has adquirido honradamente; tu casa estâ llena gracias al trabajo justo; no te reprendo. Sin embargo, aunque asi fuere, no las Ha­ mes riquezas, porque, si les das ese nombre, las amarâs, y si las amas te perderâs con ellas. Pierde para no perecer, 594 EL MAYORDOMO INFIEL. 8/ DESP. PENT. da para adquirir, siembra para segar. No las liâmes riquezas, porque no lo son verdaderas. Estân llenas de pobreza y sujetas a mil avatares. iQué riquezas son esas por las que ternes a los ladrones, por las que ternes a un esclavo, no sea que te mate, te las robe y huya? Si fuesen verdaderas riquezas, te darîan la seguridad” (ibid., 4: 650). 5. “A tesorad tesoros en el cielo” “Las verdaderas riquezas son aquellas que no pueden perderse una vez que se han poseido. Y para que no temas que las robe algùn ladrôn, estân colocadas donde nadie las puede robar. Oye a tu Senor: Atesorad tesoros en el cielo, donde el ladrôn no se acerca (Le. 12,33). Serân verdaderas riquezas cuando las envies allî ; mientras estén en la tierra no lo son. El mundo y la iniquidad les llama riquezas, y por eso Dios las Hama mammona de la iniquidad, porque es la iniquidad quien les da el nombre de riquezas”. Maravillanse las gentes ante los ricos y les llaman feli­ ces. “Pero iquiénes lo dicen? AqueUos cuyos labios habian la vanidad (Ps. 143,8 Vulgata). Luego vano es llamarles fe­ lices a quienes las poseen" (ibid., 5: 650). “Los hombres Daman felices a quienes poseen riquezas; iqué dices tù? Me responde (el salmista) como si le hubiera preguntado, y me contesta: Ellos Daman felices a los ricos, pero yo digo: Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Yavé (Ps. 143,15). Ya has oido cuâles son las verdaderas rique­ zas; haceos, pues, amigos con la mammona de la iniquidad y seréis ese pueblo feliz cuyo es el Senor Dios. A veces pasamos por un camino y, viendo fincas amenisimas y feraces, decimos: îDe quién es ese pago? Se nos contesta: De Fulano. Y replicamos: ; Hombre feliz! Hablamos la vanidad; feliz aquel cuya es aquella casa, feliz aquel cuyo es aquel prado, cuyo es aquel grano; feliz aquel cuyo es aquel siervo, feliz aquel cuya es aquella familia. Todo eso es vanidad. Oye, si quieres, la verdad: i Feliz aquel cuyo es el Sefior! ;Feliz, no aquel de quien es aqueDa finca, sino de quien es Dios!” 6. La felicidad dei oro es aparente “Pero tù, para explicarme claramente lo feliz que eres. me dices que esa finca te hace feliz. 2.Y por qué? Porque vives de ella. En efecto, cuando alabas fervorosamente al­ guna posesion tuya, sueles decir: Ella me alimenta y me da de vivir. Considera de donde vives, de donde recibes la vida y a quién le dices: En ti està la fuente de la vida (Ps. 35,10). Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Yavé. ;Oh Senor mio y Dios mio! iOh Senor Dios nuestro! Para que vengamos a ti, haznos que sepamos ser felices PADRES. S VN AGUSTIN 595 contigo. No queremos la felicidad dei oro, ni de la plata, ni de las fincas; no'queremos nada de estos bienes terrenos* vanisimos y transitorios, ni de una vida caduca; no hablen nuestros labios la vanidad. Haznos felices contigo para que no te perdamos a ti; si te poseyéramos, no te perderemos, no pereceremos. Haznos felices contigo, porque bienaven­ turado es el pueblo cuyo es el Senor Dios. No se enfada porque digamos que es nuestra finca, ya que hemos leido que el Senor es la parte de nuestra herencia (Ps. 15,5). Gran cosa, hermanos, el que seamos nosotros su heredad y El nuestra herencia” (ibid., 6: 651). b) Valor real de ■ ! las riquezas 1. Florecimiento temporal y felicidad eterna Comenta la dedicatoria del salmo en la cual se habia de aquellos que San Agustin llama florentes Ziphaei, cuya enemistad con David recuerda, y a quienes aplica las pala­ bras: He aqui el que no temia a Dios por su fortaleza, y confiaba en sus riquezas, y se hacia fuerte en su maldad (Ps. 51,9). “Estos son los que florecen, los hijos del siglo, de los que acabâis de oir en el evangelio que son mâs saga­ ces en su generation que los hijos de la luz. En efecto, se preocupan de un futuro al que no saben si llegarân. Habéis oido lo que hizo aquel administrador con su senor, convirtiendo en euyos los bienes del dueüo y perdonando a los deudores para que, cuando fuese removido de la administra­ tion, le recibieran. Y aunque defraudô a su sefior, sin em­ bargo, éste alabô su prudencia, no considerando el dario que recibia, sino su ingenio. jCon cuânta mayor razôn debemos hacernos nosotros amigos’con la mammona de la ini­ quidad, ya que hasta Nuestro Senor Jesucristo nos lo avisa! iQué hay que entender por mammona? Nuestras riquezas estân en nuestra casa celestial, en los cielos, y, por lo tanto, los que llaman riquezas al dinero son aquellos que no pueden florecer mâs que temporalmente, porque no quieren hacerse amigos para la eternidad, porque no han conocido las ver­ daderas riquezas. La iniquidad, que florece corto tiempo, como cl heno, créé que ésas son las ùnicas riquezas, y ésos son los zifeos, enemigos de David, que florecen en este si­ glo” (cf. Enarrat, in Ps. 53,2: PL 36,620). 2. Las riquezas del alma son riquezas interiores A muchos les ocurre lo mismo y se quejan cuando ven a los malvados enriquecidos. £ Quieres ser tù uno de los de Zif? Florecen en el siglo, se secan en el juicio y, una vez eecos, son enviados al fuego eterno. 2, Es eso lo que quieres? HUH • c. 596 ri. MKYOKDUMU INFIEL. 5.° UESP. PEN I. i Ignoras lo que te ha prometido el que vino a ti y lo que te muestra en si mismo? “Si la flor de los de Zif fuese apetecibie, ino hubiera florecido en ella y en esta vida Nuestro Senor? iEs que acaso le faltaba de donde florecer? Pero prefiriô pasar desconocido para los amigos de Zif y decirle a Poncio Pilato, que le preguntaba, sospechando que su reino fuese como las flores de los de aquél: Mi reino no es de este mundo (lo. 18,36). Escondido estaba aqui, como lo estân todos los buenos, porque sus riquezas son interiores; escondido esta en el corazôn donde anida la fe, la caridad, la esperanza y su tesoro. 2, Es que acaso brillan estas rique­ zas en el siglo? Escondido esta, y escondido esta el premio de los buenos... iQué clase de blancura posee la dignidad de este siglo? Brilla ahora, pero iacaso brillarâ siempre? Es hierba de invierno, que verdea solo hasta el verano”. 3. Las riquezas a la luz de los novisimos El salmo nos habia de las vacilaciones de un aima que duda al ver a los inicuos florecientes ; ‘‘pero, una vez que conocen el fin que Dios les reserva y el que ha prometido a los justos quien no puede enganar, dando gracias por este pensamiento, dice: ;Oh, cuân bueno es Dios para los buenos, para los limpios de corazôn! (Ps. 72,1). 2,Por qué dice eso? Porque estaban ya deslizândose mis pies, casi me habia extraviado. 2, En donde? Porque miré con envidia a los im­ pios (ibid., 2-3). Pero se aseguraron mis pies una vez que entendi los novisimos. Porque en el mismo salmo se dice un poco después: Hic labor est ante me; esto es, preocupô mi corazôn el saber por qué florecian en el siglo los hombres que viven mal, mientras que los buenos sufren en la tierra. Gran cuestiôn ante mis ojos y dificil de investigar. Labor est, dice, ante me, donec introeam in sanctuarium Dei et intelligam in novissima (Ps. 72,16-17). ^.Cuâles son estos novisimos, cuâles sino los que el Evangelio nos anunciaba? Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, se reunirân en su presencia todas las gentes, y separarà unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos (Mt. 25, 31-33). Ya estân separados los hijos de Zif; las llamas se siguen a la separaciôn. iDonde estân las flores de los colocados a la izquierda? ^No serâ ahora cuando lloren y cuan­ do les atormente un arrepentimiento tardio y digan: Qué nos aprovechô nuestra soberbia y qué ventaja nos trajeron las riquezas y la jactancia? Paso como sombra todo aquello (Sap. 5,8-9). iOh zifeos, colocados a la izquierda, tarde os arrepentis de haber florecido en la sombra!” (cf. o.c., 3-4: ibid.. 620). Δ··.— .■·' SEC. PADKKS. SAN AGUSUN >97 I. El desprecio de la prosperidad tcmj>oral es necesarlo Y si te aconteciera poseer riquezas, haz lo que Ester, que en momentos de angustia las desprecio como cosa asquerosa (Esth. 14,16). “Lo que pudo una mujer judia, ^no lo podrâ la Iglesia cristiana? Por eso he dicho a vuestra caridad: Si abundan las riquezas, no apeguéis a eUas vuestro corazôn (Ps. 61,11). Aunque se desborde y te envuelva la prosperidad de este siglo, no te lances al mar, por mucho que te sonria; aunque se desborden las riquezas y aunque abunden, mira a tu Dios y âsete a El. Si las tienes debajo de tus pies y tù estâs pendiente de El, aunque te lo arrebaten todo, no caerâs... Dios lo diô, Dios lo quitô, hâgase lo que Dios le plazca, sea bendito su nombre” (ibid., 622). “Sdlvame, joh Dios!, por el honor de tu nombre, defiéndeme con tu poder (Vulgata, juzgame) (Ps. 53,2). Sean estas las palabras de la Iglesia, escondida entre los de Zif. Profiéralas la congregaciôn cristiana, que posee ocultamente el tesoro de sus buenas costumbres y espera el premio oculto de sus mérites. Diga, si, salvame, joh Dios!, por el honor de tu nombre, defiéndeme con tu poder. Has venido, ;oh Cristo!, has aparecido humildemente y fuiste despreciado, azotado, crucificado y muerto, pero al tercer dîa resucitaste y al cuadragésimo subiste al cielo, donde te sientas a la diestra del Padre y nadie te ve... ^No dice el Doctor de las Gentes que no sepamos otra cosa sino Cristo Jesus, y este crucificado? (1 Cor. 2,2). Para que elijamos sus oprobios mejor que la gloria de los zifeos, que florecen”. “Jüzgame, joh Dios!, y apoya (Vulgata, distingue) mi causa, librame de esta gente malvada (Ps. 42,1). iQué quie­ re decir jûzgame? Distingueme de los zifeos, entre los que vivo oculto; he sufrido sus flores, consiga yo las mias. Su flor fué temporal y seca, como el heno se marchitô; icuâles serân mis flores? Plantados en la casa de Yavé, florecerân en los atrios de nuestro Dios (Ps. 91,14). Esa es la flor que nos espera, flor que no cae, como la de aquel ârbol plantado junto a las aguas, del que se dijo: Y su flor no cojera (Ps. 1,3)” (cf. o.c., 4: ibid., 622). B) El uso recto de las riquezas a) Prudencia necesaria 1. La presunciôn loca del género humano La perfidia de los que confian en su hacienda y se glorian de la abundancia de las riquezas. Asi dice el Salmo: ‘Hay quienes presumen de las riquezas. En esto viene a ; rl 598 EL MAYORDOMO INFIEL. 8." DENI·. PENT. resumirse la presunciôn del género humano que no confia en Dios. La perfidia no pisarâ los taloncs (v.6) al que no pre­ sume de su virtud, ni se gloria de lo abundante de sus riquezas, ni se jacta del poder de sus amigos. Présuma, si, en Aquel que muriô por El para que él no muriera eternamente, que se humilié por él para que él fuera exaltado, que buscé al impio para que le buscara el fiel” (cf. Enarrat, in Ps. 48,8: PL 36,549). "Non dabit Deo deproportionem suam et pretium redemp­ tionis suae. Non dabit Deo deproportionem suam. El que confia en su virtud y en la abundancia de sus riquezas, esto es, el que no intenta aplacar a Dios por sus pecados. Y no le paga el precio de la redencién de su aima el que presume de su propia virtud, de sus amigos y de sus riquezas”. ‘7Quiénes son los que pagan el precio de la redencién de su aima? Aquellos a quienes dice el Senor: Haceos ami­ gos con la mammona de la iniquidad para que os reciban en los tabernâculos eternos (Le. 16,9). Pagan el precio de la redencién de sus aimas los que no cesan de dar limosnas”. 2. La incertidumbre de las riquezas “El Apôstol les amonesta por medio de Timoteo para que no sean soberbios y no se glorien en la abundancia de sue riquezas..., sino que se conviertan en precio de la redencién de sus aimas; por eso les dice: A los ricos de este mundo encàrgales que no sean altivos ni pongan su confianza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que abundantemente nos provee de todo para que los disfrutemos (1 Tim. 6, 17). Y como si le hubieran preguntado: iQué hemos de hacer con nuestras riquezas?, afiade que los ricos lo sean practicando el bien, siendo liberales en repartir, y asi no perderân lo que poseen. ;Y cômo lo sabemos? Oye lo que sigue: Atesorando para el futuro con que alcanzar la verdadera vida (ibid., 19). Asi es como paga el precio de la redencién de su aima”. 3. Amonestaciôn del Senor “Y el Senor nos amonesta lo mismo: Haceos boisas que no se gasten; un tesoro inagotable en el cielo, adônde ni el ladrôn llega ni la polilla roe (Le. 12,33). Dios no quiere que pierdas tus riquezas, sino que te da un consejo para que las cambies de lugar. Entiéndalo vuestra caridad. Si un amigo entrase en tu casa y encontrase que habias colocado el grano en un lugar hûmedo, y conociese, y tu no, que el trigo fermenta fâciîmente, te daria en seguida este consejo: “Hermano, estas perdiendo lo que has conseguido recoger con tanto trabajo; lo has colocado en un lugar hûmedo y SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN Ô99 se te pudrirâ en unos dias. —4 Qué es lo que debo hacer, hermano? —Sùbelo a un lugar mâs alto”. Harias caso del amigo que te aconseja que cambies tu grano de un lugar bajo a otro mâs elevado, 4 y no oyes a Cristo, que te avisa para que eleves tu tesoro de la tierra al cielo, donde no se limitarân a devolverte lo que guardes, sino que ahorrarâs tierra para recibir cielo, atesorarâs mortalidad para recibir eternidad? Préstale a Cristo; El recibirâ poco en la tierra para devolverte mucho en el cielo. En cambio, aquellos a quienes la iniquidad pisotea sus talones, los que confian en su virtud y se glorian en la abundancia de sus riquezas, los que presumen de unos hombres amigos que no pueden ayudarles en nada, ésos no pagarân el precio de la redenciôn de sus aimas” (cf. o.c., 9: ibid., 549). 4. Muerte temporal y vida etema 4Y qué dice de esos hombres? Laborabit in aeternum et vivet in finem (v.10). Pues tendrân un trabajo eterno y una vida que se les acaba. Acabôsele la vida al rico epulôn y no le quedô sino el trabajo y el sufrimiento (cf. o.c., 10). Y todo ello, 4 por qué? Porque no vio la muerte cuando veïa morir a los sabios (v.ll: Vulgata). Veia morir a los sabios y no entendia cuâl fuera su muerte. ‘-Como vieron los judlos a Cristo pendiente de una cruz y lo despreciaron... Porque no entendian cuâl fuera su muerte. ;Ah si la hubieran visto! Muriô temporalmente para revivir eterno”. Desapareciô el necio y el estulto, déjà a otro sus ha­ ciendas (v.ll). “4Quién es el imprudente? El que no mira al futuro. 4Quién es el estulto? El que no entiende don­ de estâ el mal. Entiende tû y conoce el mal en medio del cual vives y mira hacia adelante para que te cuentes des­ pués entre los buenos. Si entiendes ahora que vives en medio del mal, no serâs un necio, y si te cuidas dei futuro no serâs un imprudente. 4 Quién es el que cuida dei futu­ ro? Pues aquel siervo a quien su senor encomendô su ad­ ministration, y al que después hubo de decir: No continuarâs en ella, entrégame las cuentas. 4Qué dijo él? iQué haré? No puedo cavar, me da vergüenza de mendigar. Pero con la hacienda de su seüor se granjeô amigos que lo recibieran una vez que fuese expulsado; defraudô a su senor para adquirir amigos. No tengas miedo a cometer ese fraude; el mismo Seüor te alienta a que lo cometas y te dice: Procûrate amigos con la mammona de la iniqui­ dad. Quizâs todo lo que adquiriste lo adquiriste de la ini­ quidad, o quizâs la iniquidad consista precisamente en que tû tienes aquello de que otro carece, en que tû abundas y otro necesita. Pues para ser prudente, granjéate amigos fiOÛ EL MAYOR ΓΟΜΟ INHEL. S.” DES!·. PL.XJ con la mammona de la iniquidad; con estas riquezas a quienes los inicuos llaman iniquidad, adquiere para ti, no serâs defraudado”. 5. Previsiôn para el futuro “Ahora te parece que lo pierdes. ^Acaso se pierde lo que se coloca en una hucha? Hermanos, los ninos, cuando quieren comprar no sé qué cosas y encontrar junto el di­ nero, lo guardan en una hucha y no la abren hasta mâs tarde. ^Acaso lo han perdido porque no ven lo que recogen? No temas. Los ninos lo colocan en la hucha y estan tranquilos; tû lo colocas en la mano de Cristo, iy ternes? Sé prudente, prevé para ti y ten prevision para el futuro en los cielos; sé prudente e imita a la hormiga, como dice la Escritura: Esconde en el verano para no pasar hambre en el invierno (Prov. 6,6; 30,25). El invierno es el ùltimo dia, el dia de la tribulaciôn; el verano es el dia de los escândalos y de la amargura. Prevé ahora para recibir después. Si no lo haces asi, eres un imprudente y pereceras como un necio” (cf. o.c., 11-12; ibid., 551). “Ya muriô aquel rico, jy qué hermoso funeral se le hizo! Ahi tienes lo que miran los hombres, que no se fijan en lo mal que viviô, sino en la pompa con que muriô. jOh, feliz aquel a quien tantos lloranî... jCômo se les con­ serva en la memoria, en memoria de mârmol! ;Pero si alli estân muertos! Asi piensan los hombres; se separan de Dios, no buscan lo verdadero, se engaôan con lo falso. Por eso mira lo que se sigue. Aquel que no pago el precio de la redenciôn de su aima, que no entendiô lo que era la muerte, porque veia morir a los sabios, es un imprudente y necio que morirâ en esa forma. Déjà a otros sus hacien­ das, desapareciô el necio y el estulto (Ps. 48,11). Atended, hermanos; déjà a otros sus haciendas... Cuando mueran, otros poseerân sus bienes; luego felices aquellos que dejan hijos que les sucedan y hereden. Tuvo hijos, luego no ha muerto. iQué hacen sus hijos? Guardan lo que les dejaron sus padres, y aùn mâs todavia, lo aumentan. '6Pa­ ra quién? Para sus hijos, y éstos para los suyos, y éstos para otros. 2.Y para Cristo, qué? ^Y para su aima, qué? Todo para los hijos. Pues bien, cuenten entre los hijos quw tienen en la tierra a un hermano que tienen en el cielo y dividan, por lo menos. su hacienda con aquel a quien debian dârselo todo”. G. Una dificultad solventada “Sin embargo, alguno me dira que la Sagrada Escritura llama malditos a los que perecen y abandonan sus bienes PADRES. SAN AGUSriN 601 a gentes extranas, y, por lo tanto, sera feliz el que los deje a los suyos. Yo discuto este sentido. Los hijos de los pecadores son extranos, pues sabemos que los extranos se convierten en prôjimos cuando no aprovechan. Si los tuyos no te aprovechan de nada, son extranos para ti. iPor donde sabemos que uno que era extrano se hizo prôjimo al aprovechar? Por el Evangelio.” San Agustin expone la parâbola del samaritano. Quién. de aquéllos fué prôjimo del herido? El contestô: Me parece que el que tuvo misericordia con él. Vete, dijo, y haz tû lo mis­ mo (Lc. 10,36-37, version de San Agustin). Tu prôjimo es aquel de quien te compadeces. Si, pues, un samaritano extranjero se convirtiô en prôjimo con su misericordia y ayuda, todos aquellos que no puedan ayudarte cuando estés atribulado se convertirân en extrarios a ti. Atendamos aho­ ra a ese rico que vive mal, que habla soberbiamente y muere; lo déjà todo, no digo a gente extrana, sino a sus hi­ jos, y estos hijos continûan por el mismo camino de sus padres; soberbios los unos, y ellos también; rapaces los unos, y ellos también; avaros los unos, y ellos también. Ex­ tranos son, por lo tanto, a sus padres. Y, para que comprobéis lo extrarios que son, ved como los herederos de aquel hombre rico no pudieron ayudarle cuando ardia entre las llamas... iQué te diria el rico? Tengo cinco hermanos, pero no consegui que fuese amigo mio mi otro hermano, aquel que yacia postrado ante mi puerta. Esos mis hermanos que poseen mis riquezas no pueden ayudarme, se han convertido en extranos para mi. Ya ves como los que viven mal dejan sus bienes a gente extrana”. Dejâdselos a los pobres y los habréis dejado a prôjimos vuestros (cf. o.c., 13-14: ibid., 552). 7. Casa temporal y mansion etema Sepulcra eorum domus illorum in aeternum “Oigo muchas veces a uno que otro rico que dice: Tengo una casa toda ella de mârmol y la he de dejar. Y, sin em­ bargo, no piensa en hacerse la casa eterna, donde debe es­ tar siempre. Cuando piensa en grabarse un recuerdo de mârmol, piensa en él como si hubiera de ser su mansion eterna, como si siempre hubiese de vivir alli. Pues, si viviese alli, no arderia en el infierno. Mâs le valiera pensar en el lugar en donde ha de permanecer el alma del que vive mal, y no en donde ha de colocar su cuerpo” (cf. n.15: ibid., 554). “El hombre, aun puesto en su prosperidad, no dura (Vulgata, no entiende), es seme jante a los animales, perecedero (v.13). Debieran, por el contrario, haberse prépara- 602 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.® DESP. PENT. do una casa eterna con sus buenas obras, prepararse una vida inmortal, enviar delante de ellos su dinero y hacer que le siguieran sus obras, cuidarse del compaüero de viaje necesitado, darle a aquel con el cual marchaban, no despreciar a Cristo lleno de ùlceras, que dice ante su puerta: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos mâs pequenos, a mi me lo hicisteis (Mt. 25,40). No lo entiende el hombre colocado en gran dignidad. iQué quiere decir colocado en gran dignidad? Pues que habia sido creado a imagen y semejanza de Dios, que ha­ bia sido constituido en superior a todos los animales. No hizo Dios al hombre del mismo modo que a los animales, sino que hizo un hombre a quien sirvieran los animales. Sin embargo, éste no entendiô, y el que habia sido creado a imagen de Dios, fué comparado con los jumentos insensa­ tos y hecho semejante a ellos, por lo cual se dice en otro lugar: No seas como el caballo y la mula, que no tienen en­ tendimiento (Ps. 21,9)” (cf. o.c., 16: ibid., 554). b) COMPARTIR LA POSESIÔN CON LOS POBRES El sermôn 41 comenta las palabras del Eclesiéstico (23,28) : Sé fiel al amigo en su pobreza para que asi goces de sus bienes en la brosperidad. El Santo dice que se puede ser fiel al pobre en su poDreza, esperando que despues se enriqnezca para compartir con él sns bienes. Sin embargo, no es éste, ni mucho menos, el st-ntido de la Sagrada Escritura, sentido expnesto realmcnte en la parabola del rico epulén, quien, si hubiera repartido sus bienes con el pobre Lâzoro, hubiera después compartido con él los que éste tenia en el cielo (cf. Serm. 41,1-4 : PL 38,247). 1. Cambio espantoso “Terminâronse las delicias temporales, quedô el rico sôlo y sin ayuda en las penas eternas. No ejecutô obras jùstas y oyô palabras merecidas. Acuérdate de que recibiste ya tus bienes en tu vida (Lc. 16.25). Por lo tanto, esta vida que ahora muere no es la tuya. Recibiste tus bienes. Luego es­ tos por los que suspiras y deseas desde lejos, no son tuyos. i Donde estân ahora las palabras del rico y de qui cm es adulan cuando ven a alguien abundoso en comodidades, rico en tierras, acaparador y amontonador de fincas, que no hace sino apoderarse del plomo que le ha de hundir? Aquel pe­ sado plomo lleva al rico al infierno, y el peso de sus alforjas le hunde hasta lo profundo. No habia querido oir aquello de: Venid a mî todos los que estais fatiqados y cargados. Mi yugo es blando, y mi carga liger a (Mt. 11,28-29)”. 2. El premio del pobre "La carga de Cristo se convierte para nosotros en alas; con estas alas volô el pobre al seno de Abrahân. El rico no SEC. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 603 lo quiso oir, prefiriô escuchar las lenguas de los aduladores, lenguas que ensordecian a los profetas, lenguas que la alababan perversamente y le decian: Sôlo tû eres el que vives. îY qué pasô? Recibiste tus bienes en tu vida. Juzgaste que éstos eran bienes tuyos, no creiste en otros, no esperaste en ellos, recibiste tus bienes en tu vida. Creiste que ésa era tu ûnica vida y no esperabas nada ni temias nada triste después de la muerte. Recibiste tus bienes en tu vida, y Lâzaro males. No dice: Lâzaro recibiô sus ma­ les, sino males, lo que los hombres juzgan como taies, lo que los hombres temen, lo que los hombres evitan con todas sus fuerzas. Lâzaro recibiô aqui males, no recibiô nunca tus bienes, pero no se perdiô. Él pobre sufria males tempo­ rales y Dios demoraba, pero no le quitaba sus bienes”. (cf. o.c., 5: ibid., 250). 3. Los pobres nos han de recibir en el cielo “Paréceme, hermanos mios, que ya he explicado bastante esta sentencia; entendâmosla cristianamente. No seamos los cristianos fieles al pobre para esperar las riquezas tem­ porales que puedan sobrevenirle. Entonces, 4cômo comprender el precepto del Senor: Con las riquezas injustas haceos amigos, para que, cuando éstas falten, os reciban en los eternos tabernâculos? Aqui tenemos a los pobres, que no poseen tabernâculos y son quienes nos han de recibir; haceos amigos con las riquezas injustas, esto es, con las ganancias que la iniquidad llama ganancias, porque hay ganancias Üamadas asi por los justos y que se guardan en los tesoros de Dios. No despreciéis a los pobres, que no tienen qué devolveros, que no tienen donde entrar, porque si que tie­ nen donde entrar: tienen unos tabernâculos, los tienen, y son eternos. El que recibe al justo como justo, obtendrà ré­ compensa de justo; el que recibe al profeta como profeta, obtendrà recompensa de profeta, y el que diere de beber a uno de estos pequenuelos solo un vaso de agua fresca en ra­ zon de discipulo, en verdad os digo que no perderd su re­ compensa (Mt. 10,41,42). Este tal es fiel al prôjimo en su pobreza y compartirâ después con él sus bienes” (cf. o.c., 6: ibid., 253). “Te lo dice el Sefior tuyo, el que, siendo rico, se hizo pobre... Quizâs duda y vacila tu ânimo pensando si ese po­ bre que recibiste en tu casa es un hombre veraz o un enganador e hipôcrita; quizâs titubees sobre si has de concederle tu misericordia, porque no puedes ver su corazôn. Hazla también al malo para que llegue a lo .bueno. El que terne derramar su semilla por los caminos y entre espinas o piedras, el que terne sembrar en invierno, pasarâ hambre en ve- t 604 I K MAV’ORDOMO INFILL. S." DESP. PENT. r aV4· *** rano. En realidad, quien te lo dice es nuestro Sefior, de quien no puedes dudar si eres cristiano: Yo por ti, siendo rico, me hice pobre. Siendo Dios en la forma, no reputô codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadô tornando la forma de s'iervo (ihay algo mâs rico que la forma de Dios? iHay algo mâs pobre que la forma de siervo?), hatiéndose semejante a los hombres, y en la condition de hombre se hu­ milio, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de crus (Phil. 2,6-8). Todavia mâs: tuvo sed en la cruz y recibiô su bebida no de alguien que se compadeciera de él, sino de alguien que le insultaba; la fuente de vida bebiô vinagre en su muerte. No le desprecies” (cf. o.c., 7; ibid., 252). c) 1. ADMINISTR ADORES DE DlOS Una dificultad propuesta por los maniquece “Los maniqueos calumnian al profeta Ageo, acusândole con odio de que hubiese puesto en los labios de Dios las pa­ labras de: Mio es el oro, mia es la plata (Ag. 2,9), y como se empefian en oponer el Evangelio a la antigua ley, para que una y otra Escritura parezcan opuestas, proponen esta Ques­ tion: En el profeta Ageo esta escrito: Mio es el oro, mia es la plata. En el Evangelio, en cambio, el Senor llama a estos metales mammona de la iniquidad (Lc. 16,9), de cuyo uso el bienaventurado Apôstol escribe a Timoteo: La raiz de todos los males es la avaritia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravian en la fe y a si mismos se atormentan con mu­ chos dolores (1 Tim. 6,10)” (cf. Serm. 50,1; PL 38,326). 2. Soluciôn de la dificultad A· “Estos desgraciados no entienden que el Senor, cuando habla por medio de Ageo y dice: Mio es el oro y mia es la plata, se dirige a aquel que no quiere compartir sus bienes con los necesitados, para que asi, cuando oiga el precepto de ser misericordioso, entienda que Dios no manda dar algo de lo propio de quien le oye, sino de lo suyo, y para que aquel que da algo al pobre no créa que da de sus bienes y. en lugar de santificarse con la misericordia, se hinche con la vanidad de la soberbia. Mio, dice, es el oro y mia es la plata, no es vuestro, ;oh ricos de la tierra! 4Por qué, pues, dudâis en darie al pobre lo que es mio 0 por qué os ensoberbecéis cuando dais algo de lo que me pertenece?” (cf. o.c., 2: ibid., 326). 3. El oro y la plata perteneccn a Dios “^Quieres comprobar como el oro y la plata pertenecen realmente al justo juez? El avaro es atormentado por lo SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 605 mismo que el misericordioso es aliviado. La justicia divina, distribuyendo lo que es suyo, manifesta las obras buenas y castiga los pecados. Porque el oro y la plata y todas las posesiones terrenas sirven para ejercitar la humanidad y para suplicio dei avaro. Cuando Dios da estos bienes a los hombres, consigne que se ponga de manifiesto qué cosas es capaz de demostrar el aima, cuyas verdaderas riquezas consisten en Aquel que se las da. No podria, en efecto, manifestarse como despreciador de las riquezas ei no las hubiera poseido ... Pero, cuando se las da a los malos, demuestra en ellos como esos mismos bienes dados por Dios sirven para atormentar el aima que menospreciô a quien le daba tantas cosas. El dinero da a los buenos ocasiôn de hacer beneficios, y a los malos los atormenta con el miedo de recibir algùn daûo. Y por ello, si unos y otros pierden el oro y la plata, los unos conservarân alegres en su corazôn las riquezas celestiales, y los otros verân su casa vacia de bienes temporales y su conciencia mâs vacia aûn de bienes eternos” (cf. o.c., 3: ibid., 326). “El oro y la plata son, pues, de aquel que ha sabido usarlos. Y hasta entre los mismos hombres sôlo podemos decir que son poseidos cuando son bien usados. Porque el que maneja una cosa injustamente no la tiene con derecho, y al no tenerla con derecho, aunque diga que es suya, no lo dice como poseedor, sino con maldad impudente” (cf. o.c., 4: ibid., 327). “Si, pues, el hombre dice con razôn que las cosas son suyas no precisamente cuando se apodera de ellas con inicuo y necio deseo, sino cuando sabe usarlas con dominio pru­ dente y moderaciôn justisima, con cuânta mâs razôn Dios llama suyo al oro y la plata, El que los fabricô con bondad amplisima y los administra con justisimo dominio”. 4. El hombre puede usar bien y mal del oro “Si sôlo se concediese el poseer oro y plata a los ma­ los, juzgariamos con razôn que era cosa mala, y si sôlo se diese a los buenos, juzgariamos con razôn también que era un bien muy grande. A su vez, si sôlo faltase a los malos, la pobreza pareceria un gran castigo, y si sôlo faltase a los buenos, la pobreza pareceria una gran felicidad. En cam­ bio, ahora, si quieres demostrar que el oro puede poseerse bien, te servirân de prueba los buenos, y si quieres demos­ trar que la pobreza no es la desgracia, te encontrarâs con pobres que son felices, y si quieres demostrar que la felici­ dad no es la pobreza, verâs a pobres desgraciados. De esta forma, Dios, creador y administrador de las cosas, distribuye entre los hombres el oro y la plata para que veamos que son buenos por. su propia naturaleza y género, aunque 1 606 EL MAYORDOMO INFIEL. S.'* DESP. ΡΕΝΓ. no sean el eumo y mâs grande bien, sino laudables dentro de su grado y orden” (cf. o.c., 5: ibid., 327). δ. F ïf *r·· El dinero en si no es malo “Por lo tanto, una cosa hecha por Dios para que los buenos sean probados y alaben al Creador, y para que sirva de castigo a los malos, no puede ser vituperada con razôn, y Dios puede llamarla suya, no sôlo porque la creô con abundantisima generosidad, sino porque la dispensa con providentisima moderation. Y si el Senor la llama en el Evangelio mammona de la iniquidad, nos indica que hay otra mammona, esto es, otra clase de riquezas que no pue­ den ser poseidas por los justos y los buenos y que, por lo tanto, merecen ser llamadas mammona de las iniquidad, porque la iniquidad las llama riquezas. La justicia, en realidad, sabe que las riquezas son otras, son aquellas con las cuales se adorna el hombre interior, como dice el bienaventurado Pedro: El que es rico ante Dios (1 Petr. 3,4). Estas riquezas se llaman justas porque se conceden a los justos en atenciôn a sus méritos. Estas se llaman verdaderas riquezas, porque el que las posea no necesitarâ nada, y las otras son riquezas injustas, no porque lo sean el oro ni la plata, sino porque es injusto dar el nom­ bre de riquezas a lo que no îibra de la necesidad. Tante mâs consume la necesidad, cuanto mâs posee esta clase de riquezas el que las ama. ‘6 Como pueden llamarse riquezas aquellas que, cuando crecen, aumentan las necesidades? ^Aquellas que, cuando aumentan, en vez de saciar a sus amadores, les encienden en deseos? ^Tù Hamas rico al que, si tuviera menos, necesitaria menos? Porque, en realidad, vemos a muchos que, cuando tenian poco dinero, se contentaban con una ganancia pequena; pero en cuanto comenzaron a abundar en oro y plata verdaderos, pero riquezas falsas en realidad, si les ofrecen algo menor, lo rechazan. Crees que estas ya saciado, pero es mentira. El mucho di­ nero no cierra las fauces de la avaricia, sino que las ensancha; no riega, sino que enciende. Los que tienen sed de un rio rechazan la copa” (cf. o.c., 6: ibid., 328). 6. La culpa no es del oro, sino de la veluntad del hombre desordenado “Pero la culpa no la tiene ni el oro ni la plata. Supôn que un hombre dotado de corazôn misericordioso encuentra un tesoro, ino te parece que la misericordia comenzaria a obrar y los peregrinos serïan acogidos; los famélicos, alimentados; los desnudos, vestidos; los desvalidos, ayudados; los cauti vos, remediados; las iglesias, construidas; los agotados, reconfortados ; los pleiteantes, apaciguados; los nâu- SEC. 3. PADRES. SAN AGUSTIN 607 fragos, reparados; los enfermos, cuidados, y que, mientras los bienes corporales se repartian en la tierra, los espiritua­ les se iban ganando en el cielo? iQuién es el que lo hizo? El misericordioso y bueno. con qué lo hizo? Con el oro y la plata. ^En servicio de quién? En scrvicio de Aquel que dijo: Mio es el oro y mia la plata. Ya veis, pues, hermanos, segûn me parece, qué error tan grande y qué gran locura es la de aquellos que acusan a las cosas del crimen cometido por quienes las usan mal. Si hubiera que acusar al oro y a la plata porque los hombres, depravadoe por su avaricia y olvidando los preceptos de su Creador omnipotentisimo, se afanan con una avaricia detestable en sus obras, habria que vituperar también a todas las criaturas de Dios” (cf. o.c., 7: ibid., 329). 7. El uso recto de las cosas es camino de salvaciôn eterna “Ninguna criatura es suficiente para justificar al hombre, pero este serâ justificado por el Creador usando bien de todas las criaturas. Y por eso, este mismo Sefior, que condena, como justo juez, la avaricia dondequiera que la encuentre, nos ensefia, en cambio, como maestro verdadero, · a usar de las riquezas terrenas, y precisamente en el mismo lugar que estân presentadas como una objeciôn contra el profeta. Porque dice: Haceos amigos con la mammona de la iniquidad; esto es, lo que para unos es mammona de la ini­ quidad, para otros no debe serlo. Podéis usar justamente de las riquezas terrenas y granjearos con ellas amigos que 03 reciban en los tabernâculos eternos si no las considerâis como mammona, esto es, si no creéis que os enriquecéis con ellas, porque vuestras riquezas, las que son verdaderas riquezas, las que os librarân de toda necesidad, no se adquieren con los bienes de la tierra. Pero, para que consigâis esas verdaderas riquezas, primero habéis de usar bien de estas otras que no lo son verdaderas, que no son vuestras, que se llaman riquezas injustas, que no quitan las necesi­ dades aunque los inicuos las llamen riquezas. Les parece a éstos verse con ellas libres de las necesidades, pero vos­ otros debéis desear otras que sean verdaderas y vuestras. Si vosotros, pues, no sois fieles en las riquezas injustas; iquién os confiard las riquezas verdaderas? Y si en lo ajeno no sois fieles, £quién os dard lo vuestro? (Lc. 16,11-12)” (cf. o.c., 8: ibid., 329). 60S EL MAYORDOMO INFIEL. 8/ DESP. PENT. SAN BERNARDO Cuatro acreedores que nos exigen vida santa (Cf. Sermones varios, 22 η.5-9, De cuatro deudas: BAC, Obras completas de San Bernardo [Madrid 1953] t·1 P·966-971.) A) Jesucristo exige de nosotros vida santa a) El ejemplo de su encarnaciôn “iOh si conocieses también tù cuânto debes y por cuântos motivos! Veriae que nada es lo que haces, y, en comparaciôn de tus muchas deudas, lo tendrias por cosa mini­ ma. iQuieres saber qué debes y a quiénes lo debes?” “Primeramente, a Jesucristo le debes toda tu vida, pues El entregô su vida por tu vida y sufriô tormentos amargos para que no los sufrieras eternos”. “iQué te podrâ ser penoso y duro si recuerdas que aquei que fué engendrado de la misma naturaleza de Dios en el dia de su eternidad, en los esplendores de los santos y antes de la aurora, que es esplendor y figura de la substancia de Dios, vino a tu cârcel, a tu barro, y se metiô, como se dice, hasta el cuello en el lodo?” b) El ejemplo de su vida “iQué cosa no te sera suave si, trayendo a la memoria todas las amarguras de tu Seùor, recordases primeramente aquellas infantiles necesidades; después los trabajos: como la predicaciôn, las fatigas, el andar, las tentaciones en el ayuno, las vigilias en la oraciôn, las lâgrimas al compadecerse, las insidias al hablar; finalmente, los peligros de los falsos hermanos, los sarcasmos, los salivazos, las bofetadas, los azotes, las burlas, los desprecios, los improperios, los clavos y otras cosas semejantes que durante treinta y très aiios obrô y soportô en medio de la tierra para nuestra salva ciôn?...” c) Una deuda que no puedo saldar “iQué volveré al Seùor por todas las cosas que me ha dado? Si se juntasen en mi todas las vidas de los hijos de \ SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO Ad an, y todos los dias de los siglos, y los trabajos de todos los hombres que existieron, existen y existirân, iserian acaso algo en comparaciôn de aquei cuerpo, admirable y estupendo por las virtudes divinas, por la conception del Espi­ ritu Santo, por el nacimiento de una virgen, por la inocencia de vida, por la afluenda de la doctrina, por el esplendor de los milagros y por la revelation de los misterios? Ves, pues, que asi como los cielos estân elevados sobre la tierra, asi también aquella vida sobre la nuestra; no obstante, fué entregada por nuestra vida. Asi como la nada no tiene com­ paraciôn con ninguna cosa, asi tampoco nuestra vida no tiene proportion con la vida de El, puesto que no puede ser aquélla mâs digna y ésta mâs miserable”... d) Le entregaré mi 11 voluntad totalmente “Si, pues, le diera cuanto soy cuando puedo, 4no séria esto como echar una estrella al sol, una gota al rio, una piedra a la torre, un poco de polvo al monte, un grano al granero? No tengo sino dos cosas diminutas, mejor, diminutisimas: el cuerpo y el aima; menos aùn, una sola cosa diminuta: la voluntad. 4Y no la echaré a la voluntad de aquei que, siendo tan grande, previene con tantos beneficios al que es tan pequeno, que para comprarme entero se entregô a si entero? De otra suerte, si la retengo para mi, 4con qué trente, con qué ojos, con qué mente, con qué concientia iré a las entranas de misericordia de nuestro Dios...?” B) Mis pecados también la exigen a) Debo compensar CON VIDA SANTA LOS pecados pasados “Mas iacaso soy solamente deudor de ese a quien apenas puedo devolver tan poca cosa? Mis pecados pretéritos exigen de mi vida futura que haga frutos dignos de peniten­ cia y que recuerde en la amargura de mi aima mis anos pa­ sados. Y para esto, ^quién es idôneo? Pequé sobre el numero de las arenas del mar, y mis pecados se han multiplicado; no soy digno de ver la altura del cielo por la multitud de mi iniquidad, pues he irritado tu ira y he hecho el mal delante de ti. Me rodearon males que no tienen numero; me apresaron mis iniquidades y no pude ver"... (Ps. 24,11). b) Todo cuanto de mi parte haga es insuficiente de suyd “Mas, por mucho que me arrepienta, por mucho que me aflija y macere, dice el justo, por tu nombre, no por nu La Palabra de Cristo 6 F: P4 ΉH 610 EL MAYORDOMO INFIEL. S.° DESP. PENT. mérito, Senor, perdonas mi pecado, que no es pequeno (Ps. 24,11). Aunque dedicases a la penitencia todo cuanto vives, todo cuanto gustas, todo cuanto tienes, todo cuanto puedes, ^acaso séria algo o se podria reputar en algo? Poco antes dijimos que debias devolver tu vida a Cristo por la suya, mas ahora lo exige de nuevo el recuerdo de los pecados preterites”... C) La vida del cielo que esperamos exige santidad de vida a) •% Deseam os la eterna felicidad “4 Y qué si te muestro un tercer deudor que exige de ti tu vida con no menor dureza que verdad? Pienso que tam­ bién deseas poseer la ciudad de la que se dice: Cosas glo­ riosas se han dicho de ti, ciudad de Dios (Ps. 86,3) ; y aquella gloria que ni ojo vio ni oido oyô, ni sintiô jamâs corazôn humano: el reino de todos los siglos, vivir eternamente en las perpetuas eternidades. Creo que quieres ser igual a los ângeles de Dios en el cielo, ser también heredero de Dios, coheredero de Cristo, y oir las melodiae angélicas en los placeres de la suprema Siôn y ver qué es aquello de dar Cristo el reino a Dios Padre y ser Dios todo en todos; finalmente, ser semejante a Dios y verle como es”... - b) Es NECESARIO COMPRAR EN ESTA VIDA LOS GOCES DE LA OTRA "^Acaso no es conveniente que para comprar esto te des a ti mismo y todas cuantas cosas puedas hallar donde­ quiera que sea? Y, después que hayas cumplido todo esto, no pienses que los sufrimientos del tiempo actual serân merecedores de la gloria futura que se revelarâ en nosotros. iAcaso eres tan desvergonzado o imprudente que para comprarlo te atrevas a contar este tu minuto, que absorben al 'junto tanto la vida de Cristo como la penitencia de los peados?” D) β· » Dios, acreedor de mi vida santa a) Todo se lo debemos a El “iQué dices si saco al medio al cuarto deudor, que no quiere ceder el derecho de primacia a ninguno de los otros très? He ahi que estâ a la puerta el que hizo el cielo y la ■ .‘•J*··.' SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 611 tierra; El es el Creador, tû su criatura; tû su siervo, El tu Senor; El el alfarero, tû su vasija. Todo lo que eres lo debes a Aquel de quien lo tienes todo, principalmente a aquel Senor que te hizo y te lleno de beneficios, te da la carrera del sol, la temperatura del aire, la fecundidad de la tierra, la abundanda de los frutos”. b) A El debemos servir “A este, pues, sin duda ninguna hay que servir con toda la verdad, con todas las fuerzas, para que no te mire quizâs con ojo de indignation, te desprecie y te entregue a tormentos para siempre”... E) Conclusion “Dime, pues, a mi: iA quién de estos cuatro te propones devolver lo que debes, siendo cada uno tan grande acreedor, que de por si solo te puede ahogar? Ea, pues, Sefior; me hacen violencia, responde por mi. En tus manos, Sefior, encomiendo mi espiritu; paga tû todas las deudas, librame de todas ellas, pues tû eres Dios y no hombre, y lo que es imposible a los hombres, a ti te es posible. Hice lo que pude, Senor; tenme por excusado, pues tus ojos vieron mi imper­ fection”... TEOLOGOS SECCION Π SANTO TOMAS DE AQUINO ti La prudencia Uno de los tratados mâs completos de la Sunw Teolôgica es el referente a la prudencia. Sus cuestiones son tan exhaustivas, que muy los tratadistas modernos ban .progresado _ .. _poco en esta materia. Siguen paso a paso a Santo Tomâs. Las ideas transcritas a continuaciôn serân muy utiles para format a los fieles acerca de una virtud sumamente necesaria en la vida, en especial a las personas de gobierno, y de la que, por desgracia, se predica muy poco. El evangelio de hoy ofrece ocasiôn para el tema y no debe desaprovecharla el sacerdote. A) Definiciones de la prudencia a) Nominal ‘Έ1 nombre de prudencia estâ tornado de providenda” (2-2 q.55 a.l ad 1). “La providenda es la parte mâs principal de la prudencia, porque todas las otras partes que se requieren para la prudencia son necesarias para que algo quede ordenado rectamente al fin; y por esto, el nombre de prudencia se toma de la providenda como de su parte mâs principal” (2-2 q.49 a.6 ad 1). b) Real “Dice San Agustin (cf. Quaest. 83, q.61: PL 40,51): “La prudencia es el conocimiento de las cosas que se deben apetecer y de las que se debe huir” (2-2 q.47 a.l sed contra). “Dice el Filôsofo (cf. Ethic 6,5,2: Bk 1140a28) que la prudencia es la recta razôn de lo operable” (2-2 q.47 a.2 c). SEC. 4. B) TF.OLOGOS. SANTO TOMÂS 613 Actos de la prudencia a) Consultar y elegir "El prudente considera las cosas que estân lejos en orden a ayudar o impedir las que deben hacerse de présente. De donde se ve que las cosas qûe la prudencia considera se ordenan a otras como a su fin; pero el consejo de las cosas que se refieren al fin existe en la razôn, y la elecciôn de ellas en el apetito. El consejo de ambas cosas pertenece mâs propiamente a la prudencia, como dice el Filôsofo (cf. Ethic., 6,5,1: Βκ 1140a25) : “el prudente es buen consejero”. Pero puesto que la elecciôn presupone el consejo, porque es “el apetito de lo previamente consultado” (cf. Ethic., 3,2,16: Βκ 1112al4), por eso también la elecciôn puede atribuirse a la prudencia; es decir, en cuanto que ésta dirige a la elec­ ciôn por el consejo” (2-2 q.47 a.l ad 2). b) CONSIDEBAR Y APLICAR A LA OBRA Es idea anâloga a la anterior. “El mérito de la pruden­ cia no consiste en la sola consideraciôn, sino en la aplicaciôn a la obra, que es el fin propio de la razôn prâctica” (2-2 q.47 a.l ad 3). c) Mandar, el acto principal “La prudencia es la recta razôn de lo operable. Luego es preciso que el acto principal de la prudencia sea el mismo · acto principal de la razôn de lo operable, cuyos actos son très: 1. ° Consultar, lo cual pertenece a la invenciôn, porque aconsejarse es indagar. 2. ° Juzgar acerca de las cosas halladas, y aqui para la razôn especulativa. 3. ° Pero la razôn prâctica, que se ordena a la obra, va mâs lejos, y es el tercer acto el preceptuar, cuyo ejercicio consiste en la aplicaciôn de lo consultado y juzgado al obrar. ' Y, puesto que este acto es el mâs prôximo al fin de la razôn prâctica, de aqui resulta que éste es el acto principal de la razôn prâctica y, por consiguiente, de la prudencia. La prueba de esto es que la perfecciôn del arte consiste en juzgar, mas no en mandar; y, por lo tanto, se reputa mejor artista el que voluntariamente infringe las réglas de su arte, pero teniendo un juicio recto, que el que falta a ellas sin quererlo, lo cual parece suceder por defecto de EL mayordomo infiel. S.° des?, pent. 614 juicio. Mas en la prudencia sucede al contrario (cf. Ethic., 6,5,7: Βκ 1140b22), “pues es mâs imprudente el que queriendo peca, faltando asi al acto principal de la prudencia, que es el mandar, que el que peca no queriendo” (2-2 q.47 a.8 c). d) CUALQUIER CONOCIMIENTO HUMANO “San Ambrosio (cf. De offic.j 1,24: PL 16,62) y también Tulio (cf. De invent, reth., 2,53) toman el nombre de pru­ dencia, en sentido mâs lato, por cualquier conocimiento hu­ mano, tanto especulativo como prâctico. Aunque se puede decir que el mismo acto de la razôn especulativa, en cuanto es voluntario, cae bajo la election y el consejo en cuanto a su ejercicio, y, por consiguiente, cae bajo la ordenaciôn de la prudencia; pero en cuanto a su especie, segûn que se compara al objeto, que es la verdad necesaria, no cae bajo el consejo ni bajo la prudencia” (2-2 q.47 a.2 ad 2). e) Prudencia y arte "Toda aplicaciôn de la recta razôn a algo factible pertenece al arte. Pero a la prudencia sôlo pertenece la aplica­ ciôn de la recta razôn a las cosas que son objeto de consejo. Taies son aquellas en que no hay caminos determinados para llegar al fin” (2-2 q.47 a.2 ad 3). "La prudencia no tiene lugar en las cosas que pertenecen al arte, ya porque este se ordena a algun fin particular, ya porque el arte tiene determinados medios por los que se 11ega al fin. Dicese, no obstante, que uno obra prudentemente en las cosas dei arte por cierta analogia; mas en algunas artes, a causa de la incertidumbre de las cosas, por las cua­ les se llega al fin, es necesario también el consejo, como en el arte medicinal y en el de la navegaciôn” (2-2 q.47 a.4 ad 2). C) Potencia en que reside a) En LA RAZÔN “La prudencia pertenece directamente a la potencia cognoscitiva, y no a la sensitiva, puesto que por esta conocemos solamente las cosas que estân cerca y que se ofrecen a los sentidos, mientras que conocer las futuras por las présentes o pasadas, lo cual pertenece a la prudencia, corresponde propiamente a la razôn... De donde se sigue que la pruden­ cia reside propiamente en la razôn” (2-2 q.4< a.l c). Λ** > SEC. 4. b) TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 615 EN LA RAZÔN PRÂCTICA “Como dice Aristoteles (cf. Ethic., 6,51: Βκ 1140a25), “es propio del prudente poder dar buenos consejos”. El con­ sejo se refiere a las cosas que deben ser hechas por nosotros en orden a algûn fin, y, como la razôn de las cosas que se deben hacer por algûn fin es la razôn prâctica, resulta évi­ dente que la prudencia no reside sino en la razôn prâctica (2-2 q.47 a.2). C) EN EL SENTI DO INTERIOR “La prudencia no consiste en el sentido exterior, por el que conocemos las realidades sensibles, sino en el sentido interior, que se perfecciona por la memoria y por medio de la experiencia para juzgar prontamente de las cosas par­ ticulares experimentadas. Pero no de forma que la pruden­ cia esté en el sentido interior como en sujeto principal, sino que principalmente se halla en la razôn y por cierta aplica­ ciôn llega a este sentido interior” (2-2 q.47 a.3 ad 3). D) La prudencia es la sabiduria en las cosas humanas a) Distinciôn neces aria “La sabiduria considera en absoluto la causa mâs elevada; por la cual, la consideration de esta causa en todo gé­ néra pertenece a la sabiduria en ese mismo género. Ahora bien, en el género de los actos humanos, la causa mâs elevada es el fin comûn de toda la vida humana, y a este fin se dirige a la prudencia; pues dice el Filôsofo (cf. Ethic. 6,5,2: Βκ 1140a28) que, “asi como el que raciocina bien por relaciôn a algûn fin particular, v.gr., a la victoria, se dice ser prudente, no en absoluto, sino en este género, esto es, en las cosas de la guerra, asi también el que razona bien acerca de todo el bien vivir, se dice prudente en absoluto”. Es évidente, por tanto, que la prudencia es la sabiduria en las cosas humanas; mas no sabiduria en absoluto, porque no se refiere a la causa mâs elevada absolutamente, pues se refiere al bien humano; y, como este no es el mejor de todos los bienes que existen, por esto se dice seüaladamente que la prudencia es sabiduria para el hombre, mas no sabiduria en absoluto” (2-2 q.47 a.2 ad 1). 616 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. b) La PENT. prudencia ha de conocer lo singular “A la prudencia pertenece no solo la consideraciôn de la razôn, sino también la aplicaciôn a la obra, que es el fin de la razôn prâctica. Mas nadie puede aplicar convenientemcnte una cosa a otra si no conoce ambas, esto es, lo que debe ser aplicable y aquello a que debe aplicarse; y, como las operaciones existen en los singulares, por eso es necesario que el prudente conozca, ya los principios universales de la ra­ zôn, ya los objetos singulares, que son el objeto de las opé­ ration es” (2-2 q.47 a.3 c). E) La prudencia, virtud a) Virtud general "Virtud es la que hace bueno al que la tiene y su obra. Mas el bien puede considerarse de dos modos: primero, materialmente, respecto de lo que es bueno; segundo, formalmente, segùn la razôn de bien. Pero el bien como tal es ob­ jeto de la potentia apetitiva. Y, por lo tanto, si hay habi­ tos que producen una recta consideraciôn de la razôn, sin ser referidos a la rectitud del apetito, son menos virtuosos, pues se ordenan al bien de una manera material, esto es, a lo que es bueno, pero no bajo la razôn de bueno. En cambio, verifican con mayor amplitud la razôn de virtud aquellos hâbitos que miran a la rectitud del apetito, porque miran el bien no sôlo materialmente, sino también formalmente, esto es, lo que es bueno y bajo la razôn de bien. A la pru­ dencia, empero, pertenece la aplicaciôn de la recta razôn a la obra, lo cual no se hace sin la rectitud del apetito; y, por lo tanto, la prudencia no sôlo tiene razôn de virtud, como las otras virtudes intelectuales, sino que también la tiene como las otras morales, entre las cuales es también enumerada” (2-2 q.47 a.4 c). b) Virtud especial “Los actos y los hâbitos se especifican por sus objetos... Es necesario, por tanto, que el hâbito al cual corresponde un objeto especial distinto de otros sea un hâbito especial también; y, si ese hâbito es bueno, constituye una virtud especial. Dicese, empero, objeto especial no sôlo segùn la consideraciôn material del mismo, sino mâs bien segùn su razôn formai, porque una misma cosa puede ser objeto de diversos hâbitos y también de potentias distintas, segùn SEC. 4. TIJÔLOGOS. SANTO TOMAS 617 diferentes razonos. Mayor diversidad de objeto so requiere para la diversidad de la potencia que para la diversidad del hâbito, ya que hay muchos hâbitos en una sola potencia. La diversidad formal del objeto que especifica a la potencia, especifica mucho mâs al hâbito. Asi, pues, debe decirse que, residiendo la prudencia en la razôn, se distinguo de otras virtudes intelectuales por la diversidad material de los objetos. Porque la sabiduria, la ciencia y el entcndimiento tienen por objeto las cosas neccsarias, al paso que el arte y la prudencia, las cosas contin­ gentes; pero el arte versa sobre las cosas factibles, que es­ tân constituidas por la materia exterior, como la casa, el cuchillo y semejantes; y la prudencia sobre las opérables, a saber, las que estân en el mismo operante... La prudencia se distingue a su vez de las virtudes morales por la razôn formai que distingue a las potencias, esto es, la razôn for­ mai de lo intelectivo, en lo que estâ la prudencia, y la razôn formai de lo apetitivo, en que se halla la virtud moral. Por esta razôn es évidente que la prudencia es una virtud espe­ cial distinta de todas las otras virtudes” (2-2 q.47 a.5 c). C) MÂS NOBLE QUE LAS VIRTUDES MORALES “El fin no pertenece a las virtudes morales, como si ellas mismas lo predeterminasen, sino porque tienden al fin preestablecido por la razôn natural. En lo cual son ayudadas por la prudencia, que les prépara el camino, disponiendo los medios conducentes al fin. De donde resulta, de un lado, que la prudencia es mâs noble que las virtudes morales, y de otro, que las mueve. La sindéresis, a su vez, mueve a la prudencia de modo parecido a como el entendimiento de los principios mueve a la ciencia” (2-2 q.47 a.6 ad 3). F) El objeto de la prudencia es el medio en la virtud “La conformidad del hombre con la recta razôn es el fin propio de cada virtud moral, porque la templanza tiende a que el hombre no se aparté de la razôn por causa de las concupiscencias; y, asimismo, la fortaleza, a que no se separe del recto juicio de la razôn por causa del temor o de la auda­ cia; y este fin ha sido predeterminado al hombre segun la razôn natural, pues ésta dicta a cada uno que obre de acuerdo con la razôn. Pero la manera y los medios con los que ol hombre debe alcanzar en sus operaciones este medio de la razôn pertenece a la prudencia, porque, aunque alcanzar 61S EL MAVORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. — este medio es el fin de la virtud moral, no obstante, este me­ dio se encuentra por la recta disposiciôn de las cosas con­ ducentes al fin” (2-2 q.47 a.7 c). G) a) Très especies de prudencia Monastica, domestica y politica “Las especies de los hâbitos se diversifican segûn la diversidad del objeto, considerado segûn su razôn formal. Mas la razôn formai de todas las cosas referentes al fin se consi­ dera de parte de ese mismo fin. Por lo tanto, es necesario que las especies de hâbitos se diversifiquen segûn los distin­ tos fines. Ahora bien, los diversos fines son el bien propio de uno eolo, el bien de la familia y el bien de la ciudad y del reino; y, por consiguiente, es necesario que la prudencia difiera en especies segûn la diferencia de estos fines, de modo que una sea la prudencia dicha en absoluto, la que se ordena al bien propio; otra la econômica, que se ordena al bien co­ mûn de la casa o de la familia, y otra la politica, que se or­ dena al bien comûn de la ciudad o del reino” (2-2 q.47 a.11 c). b) Prudencia politica "Asi como toda virtud moral referida al bien comûn se denomina justicia legal, asi la prudencia referida al bien comûn se llama prudencia politica; porque la politica es a la justicia legal lo que la prudencia absolutamente dicha es a la virtud moral” (2-2 q.47 a.10 ad 1). c) Procurando el b: ST COMÛN SE ES PRUDENTE CONSIGO MISMO “El que buses el bien comûn de la multitud busca tam­ bién el bien propio suyo, por dos razones: * 1. Porque el bien propio no puede existir sin el bien co­ mûn, ya de la familia, ya de la ciudad o del reino; por lo cual Valerio Mâximo dice de los antiguos romanos que “me­ jor querian ser pobres en un imperio rico que ricos en un im­ perio pobre” (cf. Facta et diet, memor., IV 4). 2.‘ Porque, siendo el hombre parte de la casa o de la ciudad, debe considerar como bien suyo propio lo que es pru­ dente para el bien de la multitud; porque la buena disposi­ ciôn de las partes hay que considerarla en relaciôn con el Sic. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 619 todo, ya que, como dice San Agustin (cf. Confes., 3,8: PL 32,689), “toda parte que no es conveniente o conforme con su todo es deforme” (2-2 q.47 a.10 ad 2). d) La prudencia en el gobernante y en los sùbditos “La prudencia reside en la razôn; mas el régir y gobernar es propio de la razôn, y, por lo tanto, a cada cual le conviene tener razôn y prudencia en la medida en que par­ ticipa del régimen y del gobierno. Es évidente, empero, que no es propio del sùbdito como subdito y del siervo como siervo régir y gobernar, sino mâs bien ser regido y gobernado, y, por tanto, la prudencia no es virtud del siervo en cuanto tal ni dei subdito en este concepto. Pero, puesto que todo hombre, por ser racional, participa algo del régimen segûn el juicio de su razôn,, en esa medida le conviene tener pru­ dencia. Por lo cual es évidente que “la prudencia esta en el principe como en el arquitecto que dirige” (cf. Ethic., 6,8,2; BK 1141b24) ; y en los sûbditos “como en obreros manuales que ejecutan” (ibid.) (2-2 q.47 a.12 c). H) a) Es Sujeto de la prudencia INFUSA EN LOS QUE TIENEN LA GRACIA SANTIFICANTE “Las virtudes deben estar necesariamente unidas, de mo­ do que el que tiene una las tenga todas. Pero cualquiera que tiene la gracia, tiene la caridad; por lo cual es necesario que tenga todas las otras virtudes; y asi, siendo la pruden­ cia virtud, necesariamente tiene prudencia” (2-2 q.47 a.14 c). “La prudencia gratuita es producida por infusion divi­ na; por lo cual, en los nifios bautizados que aun no tienen uso de la razôn, la prudencia existe segûn el hâbito, mas no segûn el acto, como también en los dementes; pero en los que ya tienen el uso de la razôn existe también segûn el acto en cuanto a las cosas necesarias para la salvaciôn; y por el ejercicio merece aumento, hasta que se perfeccione como las demâs virtudes. Por lo cual dice el Apôstol (Hebr. 5,14) que el manjar solido es de los perfectos, de aqueUos que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal” (2-2 q.47 a.14 ad 3). EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. b) PENT. No LA PUEDEN POSEER LOS PECADORES 1. El pecador puede poseer la prudencla do la carne o una niera prudencla natural 4 1). He ahi también un motivo para que sean humildes los que disfrutan de altos cargos. La grandeza de la gracia ha humillado siempre a los santos. c) En qué consiste la verdadera humildad Por otra parte, hermanos, la humildad no consiste en desconocer los dones de Dios, ignorancia que seria perni­ ciosa, sino en saber que los hemos recibido y que habremos de dar cuenta de ellos. La Santisima Virgen, después de haber dicho: Ha mirado la humildad de su sierva, anadiô: Por eso todas las generationes me llamardn bienaventurada, porque ha hecho en mi maravxllas el Poderoso (Lc. 1,48-49). Bien conociô las maravillas recibidas, pero supo también a quién atribuirlas. El que no piensa en la cuenta que ha de dar a Dios, se asemeja a aquellos recaudadores de contribuciones que dilapidan lo recaudado viviendo fastuosamente, hasta que de pronto todo se descubre y mueren en la cârcel. EL MAYORDOMO INFIEL. S.° DESP. B) Dones recibidos a) Dones naturales PENT. Bueno serâ examinât los dones que nos ha repartido Dios. Comencemos por los naturales: cuerpo, belleza, salud, fuerzas, buen carâcter, disposiciones felices, incluso las mis­ mas potencias naturales de memoria, inteligencia, voluntad, sentidos, etc. Dios nos pedirâ cuenta rigurosa de todas ellas, porque, como dueüo de un ârbol, lo es también de sus frutos. Dios nos concede la inteligencia y tiene derecho riguroso a nuestros afectos, amor, pasiones y deseos. Nos diô la lengua y tiene un derecho riguroso sobre todas nuestras accionee. Todos los condenados son ladrones insignes. Desgraciados de vosotros, hombres del mundo, que no pensâis mâs que en el interés de los talentos recibidos. Perder el dinero es harto menos lamentable que perder vuestra persona y vida; perder el tiempo es mâs grave que perder el oro, y vosotros lo 11amâis pasar el tiempo; mejor fuera que dijeseis perderlo. Escuchad a San Bemardo (cf. Serm. 17, De diversis, 3): ;Con tal de que el tiempo pase!... ;Con tal de que pase este momento que Dios te concediô para que hicieras penitencia, obtuvieras el perdôn y adquirieses la gracia! jCon tal de que pase este tiempo en el que debieras atraer sobre ti la misericordia divina, caminar hacia la compania de los ânge­ les, reanimar tu voluntad débil y llorar las faltas cometidas! Quizâs me digas: No tengo nada que hacer, no soy trabajador, ni obrero, ni comerciante. iCômo!, iy no tienes que négociât tus négocies de modo que hagas bien a tus hermanos? Si, no tienes nada que hacer porque revientas en bienes temporales y no buscas los eternos. b) Riquezas, honores, poder Bienes recibidos igualmente son los dones de fuertes riquezas, honores, poder. Dios, dice Job, no rechaza a los poderosos, porque El lo es (36,5, Vulgata) ; no rechaza a los ri cos, porque El también es rico. ;Oh, cuânto bien pudiera hacer un solo rico que emplease su poder en el servicio de Dios y de los pobres! ;Cuântas discordias podria calmar! Pero los ricos de este siglo no advierten que las riquezas son un don recibido; las creen suyas, se juzgan dueûos y no administradores que han de rendit cuentas. iNo es mio, dicen, el dinero? iPor qué no puedo hacer de él lo que me parezea? Pues oid a San Bernardo (cf. Obli- C. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 625 gaciones de los obispos, c.2,7) : "Hombres desnudos y hambrientos se quejan en voz alta y murmuran: Estamos des­ nudos y morimos de frio, ipara qué sirven tantos trajes como os cambiâis cada dia? Eso que estais gastando es nuestro, eso que disipâis es nuestro y nos lo estais robando con crueldad sacrilega. No sois los duenos de vuestros bie­ nes, sino ùnicamente los ecônomos, y los estais dilapidando inutilmente”. “San Gregorio (cf. ibid., 7) aîiade que el Senor exigirâ la misma cuenta que a los ricos y poderosos a cuantos les rodean y viven de sus, gracias sin intercéder por los pobres, porque hasta el favor de que disfrutan es un don de Dios^ y, si no lo emplean en favor de los menesterosos, serân condenados por- ese talento escondido”. c) •Μ Habilidad, ciencia o a rte Otro don que hemos recibido es el de la habilidad, cien­ cia o arte. No hay artista ni sabio sin la ayuda de Dios, por lo cual dice el Senor: Le he llenado del espiritu de Dios, de sabiduria, de entendimiento y de saber para toda clase de obras, para toda clase de manufacturas, para proyectar, para labrar el oro, la plata y el bronce; para tdUar piedras y engastarlas, para tallar maderas y ejecutar trabajos de toda suerte... He puesto la sabiduria en el corazôn de todos los hombres habiles para que ejecuten todo lo que te he mandado hacer (Ex. 31,3-6). “Digamos lo mismo de los obreros... Ahi tenéis la razôn por la que debemos hacer que nuestro arte y ciencia sea ûtil a la sociedad y a los pobres; grande puede ser la utilidad que reporta un médico al pobre enfermo, o la de un farmacéutfco, legista o artista de cualquier clase... Todos tendrân que dar cuenta de sus talentos, hasta el ultimo de sus obre­ ros, lo mismo da que sea zapatero que herrero”. d) Gracias sobrenaturales Otro don consiste en las distintas gracias sobrenatura­ les de que habia el Apôstol. Espiritu de sabiduria, espiri­ tu de ciencia, de curaciôn, etc. (1 Cor. 12,8). Con tanto mayor cuidado debemos emplear estos bienes cuanto que son mâs altos. A cada uno se le otorga la manifestaciôn del Espiritu para comûn utilidad (ibid., 7). Tener la piedad por materia de lucro (1 Tim. 6,5), j culpable simonia! Si lo es vender un beneficio eclesiâstico, jqué no serâ vender la gracia de Dios, aunque no se esperen dineros, sino ho­ nores ! 7·'.*- - ' EL MAYORDO.MO INFIEL. S.” DESP. PENT. Ultimo don a que me he de referir es el mismo Espiritu Santo, y la gracia santificante, y el amor de Dios. Estos si que son los mâs preciosos, pero también faciles de per■der si no los conservamos cuidadosamente y trabajamos con ellos. Quizâs me preguntéis qué utilidad reportan a la Iglesia estos dones que parecen puramente individuates. Pues bien, os digo que son todavia mâs ùtiles que los otros; un solo hombre santo es mâs provechoso que mil sabios y predicadores. Su eola presencia y ejemplo ya esparce por todos lados el buen olor de Cristo, y jqué decir de su ora­ ciôn’ No he podido hacer otra cosa que enumerar los talentos recibidos de Dios; examinad vosotros cuales son los vuestros y como loe administrais. C) • J k t La rendiciôn de cuentas Los grandes comerciantes viven preocupados todo el dia, y asi debieran vivir los cristianos colmados de tantas riquezas. iDesgraciado de! que no sabe rendir cuentas de los cinco talentos que acabamos de explicar! iQué dices, que ya sabes que tu Senor era un hombre rigido? Es una mentira; Dios no es rigido ni severo, sino misericordioso y el Dios de todo consuelo. No te imaginas al verdadero Dios, sino un idolo (cf. San Bernardo, S erm. 38,7, sobre el ■Cantor de los Cantares). iQue quiere segar donde no ha sembrado? Mentira évidente; ojalâ que recogiese la cen­ tesima parte de lo que sembrô. Quiere segar las aimas, pero El las creô; quiere segar las obras, pero i acaso no -eembrô las gracias? Siervos perezosos son todos los que por un temor falso, înspirado por el demonio, no emplean las gracias que Dios les diera; siervos que pudieran ser sabios confesores y no sé qué escrûpulo y pusilanimidad ee lo impide. No obraban asi los santos. H. BEATO JUAN DE AVILA Pastores négligentes y falsos maestros En los memoriales al concilio de Trento aparece en toda su gran•deza de contrarreformador el Maestro Avila. Al hablar de las causas y remedies de las herejias, seüala como la segunda causa, que ne. cesita, por consiguiente, remedio, «los pastores négligentes y falsos i SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA 627 maestros». Es lâstima no poder transcribir integro este verdadero tratado de acciôn pastoral, denso de doctrina y espiritu sacerdotal v certero en sas observaciones (cf. Memorial segundo para el concilio· de Trento. Causas y remedios de la herejia, en Miscellanea Comlllensis, III [Comillas, Santander, 1945] p.51-65). A) El pueblo es tal cual es su pastor ‘Ordenaciôn es de Dios que el pueblo esté colgado, en lo que toca a su dano o provecho, de la diligencia y cuida­ do del estado eclesiâstico, como estâ la tierra de las in­ fluendas del cielo. Y asi, ordinariamente acaece que, cual es el rector de la ciudad, taies son sus habitantes. Lo cual tanto con mâs verdad se verifica entre el sacerdocio y el pueblo, cuanto mâs necesaria es al pueblo la presencia sacerdotal que el temporal regimiento”. a) Pastores négligentes de Israel “Y para que del todo estuviésemos ciertos de aquesta verdad, quiso el Senor declararla por su profeta Ezequiel, diciendo, y con grande queja, que la causa de la perdiciôn de su pueblo fué la negligencia de los que eran pastores (Ez. 34,5) : Y asi andan perdidas mis ovejas por falta de pastor, siendo presa de todas las fieras dei campo. Pasto­ res habîa cuanto a la dignidad; mas, porque entendian en apacentarse a si mismos, buscanào sus intereses y regalos, sin tener cuidado de curar las ovejas enfermas o atar las perniquebradas, reforzar las flacas, mantener y engordar las sanas, dice que no habîa pastor; porque, para el pueblo, todo es uno no haberlo y ser descuidado”. b) Sus FALSOS PROFETAS "Juntése también, con la negligencia de pastores, el engafio de falsos profetas, que en mucho numéro entonces habîa. Unos de los cuales abiertamente engaiiaban al pue­ blo, diciéndoles que dejasen la creencia y el culto del ver­ dadero Dios y adorasen los îdolos; y otros, aunque no ensenaban contra la fe y conocimiento de Dios, mas enganaban al pueblo en las cosas tocantes al bien obrar, ensanehândoles mucho las conciendas, no reprendiendo sus vi­ cios, aprobando lo que el pueblo hacia. El intento de éstos era asegurar mucho al pueblo y darles gran confianza de que Dios estaba contento de ellos y su vida„ y que no tenîan por qué temer su castigo, sino por qué esperar su paz y copiosa prosperidad. Y cuando estos blandos sermones <528 EL MAYOKDO.MO INFIEL. 8.° DESP. PENT. eran agradables a todos, tanto eran desagradables y mal recibidos de los verdaderos profetas de Dios, los cuales reciamente amenazaban y reprendian al pueblo, y daban tes­ timonio del descontento que tenia Dios dellos y que no les habia de enviar paz, sino guerra y otros castigos”. B) Pastores indignos en la Iglesia de Dios a) Los HA HABLDO “Asi como, por la bondad divina, nunca en la Iglesia han faltado prelados que, con mérito propio y mucho pro­ vecho de eus ovejas, hayan ejercitado su oficio, asi tam­ bién, permitiéndolo su justicia por nuestros pecados, ha habido, y en mayor nûmero, pastores négligentes en lo uno y en lo otro, y ha seguido la perdiciôn de las ovejas, verificândose como en tiempo paeado (Ez. 34,5) : Siendo presa de todas las fieras dei campo". b) Han sido gausa de ruina para las ALMAS “Y no es sin razôn ni justicia, pues que de culpas y causas semejantes es digno que se sigan semejantes defec­ tos. Porque ahora se entiendan por estas bestias del campo la crueldad de los infieles, ahora se entienda la bestialidad de los vicios, ahora los monstruos irracionales de las herejias. los unos y los otros y otros males hemos experimentado en el discurso de la Iglesia y en los tiempos pré­ sentes. Y la euma verdad, que es Dios, cuyo testimonio es irrefragable, afirma haber venido todo este mal por no haber pastor que hubiese curado y cuidado de lo que toca a la necesidad y provecho de las ovejas”. c) ♦Γ’Λ* -1 Lo QUE BU SC A Y AEORRECE EL MAL PASTOR 4 Por qué se les pide a estos pastores lo que no tie­ nen? 4 Cômo ejercitarân oficio de médico, pues nunca aprendieron el arte? 4 Cômo aprenderân lo que no quisieron saber? Y 4cômo han de saber lo que no tienen por necesario para el buen uso de su oficio? O, si les parece que este arte de cuidar ovejas es de algùn provecho, estiman en tan poco a ellas y a él, que la alteza de éstos no se quiere inclinar a ejercitar cosa tan baja; ni el regalo de ellos sufre los trabajos que son menester para curar llagas feas de mirar y penosas para oler, y para tomar en los hombros las ovejas perdidas y llorar de noche por ellas, ; SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA 629 pidiendo pasto al Senor con que provechosamente las apacienten de dia, sufrir al tentado, esforzar al escrupuloso, dar buenos ejemplos de perfecta virtud, abajarse a comunicar con los pobres, hacerse siervo del pueblo por Dios, y otros semejantes trabajos, que los buenos prelados tie­ nen por honra y descanso, y los malos huyen de elloe con :odas sus fuerzas”. d) Son gobernantes y no padres “Hanse contentado con solo ejercicio de regimiento de cosas exteriores, que ni parecen que perjudican tanto a la honra vana que buscan ni tienen aquellos trabajos anejos que tiene la cura de animas, y tiran mâs a enseüorear y mandar que a administrar y tener corazôn y obras de padres”. e) Abandonan las ovejas en manos ajenas “Contentos con esta parte, dejaron la cura de animas en manos ajenas de predicadores y confesoree, muchos de los cuales no tienen ciencia suficiente, ni santidad de vida, ni celo de almas, ni aun prudencia natural; y, en fin, tales, cuales los obispos que les fian las almas y los ponen en su lugar, no les fiarian su hacienda ni otro oficio menor de su casa; de lo cual ha venido la Iglesia al triste estado en que estâ”. C) Castigo de Dios a los malos pastores a) Dios quiere que la vida del pastor sea espejo de LA VERDAD QUE PREDICA “Queria Dios, y con mucha razôn, que los prelados a quien El habîa hônrado le honrasen a El con la gente del pueblo, ensenando con sus propias lenguas su santo Evan­ gelio y andando con sus propios pies sus limpios caminos, autorizando con todas sus fuerzas la verdad de Dios y dando a entender con buenos ejemplos que la via de la cruz y el estrecho camino que lleva a la vida, por âspero que parezca al mundo, es posible e imitable y aun lleno de suavidad a quien se esfuerza a caminar por él con el favor del Senor. Con los cuales ejemplos, confortadas las ovejas, no tuvieran temor de andar el camino por el cual viesen ir delante de todos a su pastor, lleno de virtudes y determina- 630 EL MAYORDOMO INFIEL. S.” DESP. PENT. do a morir, si fuere meneeter. por el bien de sus ovejas, a semejanza dei Hijo de Dios, cuya persona représenta el prelado”. b) En sus manos estaba el tesoro de la honra de Dios “Este era el tesoro de la honra de Dios, y por esto no es de estimar en poco que Dios lo haya puesto en las ma­ nas de sus prelados. Porque, asi como de la castidad de la buena mujer esta colgada la honra de su marido, y esta obligada a tener mucho cuidado, mediante su buena vida, tenerla en pie y mirar por ella, asi de la doctrina y vida de los prelados estâ colgada para con el pueblo la honra de Dios y de su fe y de sus caminos, y en tanto estimada, en cuanto ven los hombres que la estima el prelado en palabras y obras”. c) Porque no supieron apreciarlo RECIBIERON CASTIGO “Y porque ellos no se honraron de aqueste oficio, habiéndolo hecho el Sefior por su propia persona, y estima31 habia ron en poco este tesoro de la honra de Dios que El depositado en ellos, como en gente conjunta en si y de quien se fiaba, y, partiendo mano de lo que era oficio pro­ pio suyo, lo encomendaron a otros, siguiôse que, aunque por ser malos no perdieron el poderio y dignidad obispal, la cual puede estar junta con mala vida, mas fueron désagradables delante los ojos de Dios y no merecieron nom­ bres de obispos, pues no ejercitaron el oficio debido”. d) La palabra de Dios, que es semilla y espada a un TIEMP0, FUÉ ESTÉRIL EN SUS MANOS ;r.·: “El brazo derecho de los que, con menear la espada de la palabra de Dios, han hecho los buenos obispos maravillosas y nombradas hazafias en la guerra de Dios, quedô en ellos tan flaco y aun del todo seco, como dice Dios, que ni quedô para menear espada, ni aun para tenerla en la mano, ni aun para tomarla. Y porque la palabra de Dios no sôlo es espada para matar los pecados, mas también es simiente espiritual con que los buenos prelados engendran hi­ jos de Dios y con que, como con leche sustancial, mantienen los ya engendrados, por la misma causa que los malos prelados quedaron flacos para ejercitar la guerra espiri­ tual, quedaron también estériles para engendrar y criar para Dios hijos espirtuales”. • -i «1. AUTOKES VARIOS. BEATO AVILA e) Despreciaron su oficio y 631 fueron despreciados “Mas no tienen por qué quejarse deste castigo de Dios, pues ellos mismos lo eligieron. No se preciaron ni se quisieron poner a ser capitanes en la guerra de Dios, y atalayas, teniendo la vista espiritual clara y fija en Dios, para anunciar al pueblo su santa voluntad; no tuvieron en nada engendrar hijos espirituales; huyeron del trabajo de eriarlos, 4 qué maravilla que Dios no les deseche y no les dé fuerzas espirituales, pues ellos no las quisieron, y haga lejos dellos su bendiciôn..., y se les acerque su maldiciôn con que queden estériles y malditos en Israel, perdidos ellos y causa que las ovejas anden descarriadas por todos los montes ?” D) a) Los falsos maestros Despreciaron las prâcticas de la vida cristiana Ademâs de pastores négligentes, hay falsos profetas, de los cuales unos han ensenado errores contra la fe; otros, sin llegar a esto, despreciaron las prâcticas de la vida cris­ tiana. ‘Otros, aunque no han hecho esto, no han ensenado al pueblo cristiano la doctrina sôlida y provechosa que habia menester, sino cada uno segûn él lo sentia y segûn sus antojos. Unos de los cuales se daban del todo a ensenar fe, esperanza y caridad, sin tener cuenta con cosas que sirven para alcanzar y conservar estas, asi como ayunos, frecuencia de sacramentos, oraciôn y otras santas ceremonias mandadas por la santa Iglesia, de las cuales hablaban algunas veces con demasiada libertad y no sin mucho daûo de quien lo oia o leia. Porque destos taies escalones se suelen los hombres hacer malamente libres y desacatados a nuestra madré la Iglesia”. b) Otros busier on toda la santidad en obras externas “Otros hubo que siguieron otro extremo a estos con­ trario, poniendo toda su fuerza en enseüar las cosas me­ nos principales, sin tener cuenta con edificar el corazôn con el argumento de fe, esperanza y caridad; la cual doc­ trina mâs hace a los hombre fariseos que buenos cristianos”. II b lit MAYORDOMO INFIEL. c) Otros S.° OESP. PENT. se contentaron con exigir que se evitase sôlc EL PECADO MORTAL “Y algunos destos ensenadores, y tenidos por los prin­ cipales, pusieron todo su estudio y fuerza en averiguar y enseûar cuâl es pecado mortal o venial y cuâl obra de pre­ cepto o de supererogation, y esto muy friamente. La cual doctrina, aunque sea verdadera y necesaria, no es bastante para édification de las aimas; y es conveniente para usar bien della que, con doctrina de palabra de Dios y de los santos, dicha con calor del Espiritu Santo, sean movidos los corazones de los oyentes a seguir lo mejor y a huir de los pecados pequenos, para no caer en los grandes”. d) Graves consecuencias que se siguen de esta PREDICACIÔN 1. Desprecio de la perfection de la ley de Cristo “Siguiôse de aqui que, en diciendo: “Esto no es peca­ do mortal”, sentian dello como si les dieran licencia para lo hacer, aunque fuese pecado venial; y en diciendo: “Esto no es de precepto”, no curaban de lo hacer, como cosa demasiada. Y si algunos les predican la palabra de Dios con aquella entereza que ella pide: Estote misericordes &icut Pater vester misericors est (Le. 6,36) ; buscad su santo contento, huid de darle enojos grandes y chicos, sentid de los cristianos como de vuestros propios hermanos y co­ mo miembros de vuestro cuerpo, tened todos corazôn uno y alma una, amaos unos a otros como Cristo os amô, imitadle en sus virtudes y en el desprecio dei mundo, seguid lo que dice el Apôstol (1 Cor. 6,12) : Todo es licito, pero no todo conviene..., a todas ellas les quitaron la fuerza con una respuesta: No somos obligados a esas perfecciones, cosas son de consejo. Y si mudaran la postrera letra en a, dijeran con la lengua lo que sentia su corazôn. Y asi, las palabras divinas... quedaron tan rechazadas y tenidas en nada y tan sin regirse por ellas el pueblo cristiano, como si no fueran suyas o como si no hubiera palabra suya en la Iglesia”. 2. Deeprecio de la imitaciôn de la vida de Jesûs “Y no paré aqui el mal; porque aquellas obras de excelentisimo amor y eficacisimo ejemplo que el Verbo divi­ no obrô en carne humana, de si muy bastantes a mover a los cristianos aun hasta dar su sangre por El, son tan tenidas en poco, que ni la pobreza de su nacimiento, ni los trabajos de su vida, ni la paciencia en sus injurias, ni des- SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA 633 precio de la honra, ni muerte de cruz, ni rogar por sus malhechores, que pone espuela a los cristianos a imitar lo que hizo y sufrir algo de lo que sufriô aquel Senior a quien adoramos por Dios, tuvieron fuerza para moverlos”. 3. Pierde las espuelas que excltan a obrar bien “Aquellas espuelas con que un cristiano debe ser movido para bien obrar; asi como es mirar que, pues, invocâis a Dios por nombre de Padre, es razôn que hagââs obras dignas de hijo; y pues Cristo os es dado por ejem­ plo, para que, mirando a El, rijâis vuestra vida, procurad de imitarlo, mirad que nos amô hasta la muerte y nos man­ do, conforme a su ejemplo, amarnos unos a otros; no sôlo no les movian a bien obrar, mas aun se escandalizan di­ ciendo: iCômo nos decis esas cosas? El era Dios y podialo hacer; mas nosotros no, que somos pecadores”. 4. Se llegan a despreciar los mâs graves preceptos “Vinieron a no confesar una vez al ano o hacerlo mal hecho por no hacerlo entre ano algunas veces. Vinieron a quebrar los preceptos, por no hacer obras de buenos consejos; y por no guardarse de pecados veniales, vinieron a caer en pecados mortales, tan feos y con tanta perseve­ randa, que en gran parte se ha estragado aquella congré­ gation que el Hijo de Dios, a costa de su sangre, vino a hacer en la tierra: “Un pueblo propio, celador de obras buenas”. 5. Pierde su eficacia el ejemplo de vida de los cristianos "... cuya vida habia de ser tan ejemplar a los infieles, que, como dice San Pablo (Hebr. 8,5), reluciese entre ellos como antorcha en el monte; aquel pueblo cuyas mujeres, como dice San Pedro, habian de ser de tal vida, que sus maridos infieles, y tan infieles que no quisiesen convertirse por la prédication de los santos apôstoles, aunque era hecha con milagros y fuego del Espiritu Santo, se convirtiesen a la fe viendo la santa conversation de las mujeres, alcanzando ellas por su santidad con sus maridos lo que no podrian los apôstoles con su predication, ejemplo y mi­ lagros”. •6. Se ofusca la misma luz natural de la razôn “Porque aun aquellos pecados que condenô la razôn na­ tural, y la ley de los moros, y el mismo mundo, abundan en muchos de los cristianos; y en lugar de lo que el Sefior nos mandé que luciesen nuestras obras, para que los que las viesen glorificasen a nuestro Padre celestial como a fuente de toda luz y todo bien que se divisaba en nosotros, han sido tan feas y tan llenas de oscuridad, que han infamado a nuestro Dios entre los infieles, dândoles causa que piensen como gente ciega, que, si el Senor fuera bueno, no fueran los Cristianos tan malos”. E) El remedio esta en los predicadores a) De vida santa "Y lo que mucho hay que sentir y doler en este negocio es que, aunque la vida de los cristianos fuera tan miserable como se ha dicho, mas si los predicadores, a los cuales San Pablo llama profetas (1 Cor. 12,28-29), porque han de predicar celestial doctrina y con el Espiritu del Senor, reprendieran al pueblo enseâândoles como iban errados..., aun tuviera remedio por la predicaciôn. Porque, segûn Dios lo dice, si estos falsos aseguradores no estuvieran en medio, El convirtiera a su pueblo de los malos caminos. Y, como no estuvieron en el consejo de Dios para saber su secreta voluntad, ni tuvieron aquel sentido de la pureza de su ley y cuanto ama Dios que se guarde, ni aquel dolor de las ofensas contra Dios hechas, que hace amargamente gemirlas, ni a ninguna tener por pequena; ni aquel amor de la honra de Dios, cuyo celo suele corner las entrafias y sentir poco el propio desprecio y mucho el de nuestro Senor; también les faltaba aquella entranable caridad a los prô­ jimos, por falta de la cual no amurallaron con ferviente oraciôn la casa de Israel ni resistieron en el combate el dia de Yavé, como Dios dellos se queja”. b) Que predican con’venienteaiente “Si estuviera el pueblo bien adoctrinado y fundado de ]a autoridad que tiene la Iglesia, del primado del Romano Pontifice; del provecho y necesidad de los sacramentos y de la santificaciôn ; de los misterios de la fe y de la hermosura dellos, pues es tal, que, como dice San Pedro (1 Petr. 1,12), los ângeles la desean mirar, no se despagaran tan presto ni perdieran la fe si les fuera gustosa. San Pablo (Eph. 6,16-17) arma al cristiano con el escudo de la fe para la guerra espiritual, y con la espada de la palabra de Dios, y con oraciôn instante y continua. Destas armas estaba el pueblo tan desarmado, como si fueran demasiadas, siendo tan necesarias, que el mismo Senor, para nuestro ejemplo, orô, y echo mano a la espada de la pala­ bra de Dios, con que très veces venciô al enemigo”. SEC. 5. AUTORES VARIOS. NIEREMBERG 635 P. EUSEBIO NIEREMBERG Los etemos tabemâculos La prudencia de los hijos de la luz debiera consistir en aplicar sus fuerzas por conseguir la eternidad con el mismo empeûo que los mundanos lo hacen por lo temporal. La obra clâsica Dljerencia entre lo temporal y eterno contiene una exactisima descripciôn y aplicaciones de lo que es la eternidad (cf. l.i c.4.6 y 7 [ed. Apostolado de la Prensa, 1049] p.21-28.32-34 y 37-43)· A) Poca prudencia ante lo eterno a) Olvido de la eternidad “Antes que lleguemos a declarar las condiciones de la eternidad, cosa tan necesaria para vivir santa y virtuosamente, pongamos delante de los ojos el olvido y engaüo mi­ serable de los hijos de Adân, de cosa tan importante, pues viven tan descuidados, amenazândolos por momentos la eter­ nidad, y no distando de ella mâs espacio de dos dedos, como dijo un filôsofo. Porque, 4 qué hay de los navegantes a la muerte sino el grueso de una tabla?... 4 Qué distancia hay en el mâs sano y robusto hasta la eternidad sino lo que hay de la vida a la muerte, que estâ inmediata, pues tantas veces sucede repentinamente y por momentos debe esperarse? La vida del hombre no es sino un camino peligroso que va a la orilla de la eternidad y con certeza de caer en ella. 4 Como vivimos descuidados? 4 Qué abiertos llevaria los ojos, con qué tiento pondria los pies quien caminase juntamente a un grande despeûadero, no por mâs ancha senda que cuanto cabian los pies, y ésa llena de tropiezos? Pues 1 como los que andan cerca de la eternidad no atienden a su peligro?... t b) ES INEXPLICABLE ESTA LOCURA “iPasmo es el olvido que de esto tenemos! ;Asombro es que no nos sobresalte este riesgo! 4 Como es esto, que cada momento nos amanece una eternidad y que nos descuidemos tantos dias y meses? Digame el mâs sano y robusto, 4 qué aâo tiene seguro de que no le acometerâ la muerte y le arrojarâ de un empellôn el abismo eterno? 4Qué digo aüo se­ guro? 4 Qué mes del aüo y qué semana del mes, qué dia 636 EL MAYORDO.MO INFIEL. 8.° DESP. PENT. de la semana, qué hora del dia y qué instante de cada hora tiene seguridad? Pues icômo comemos descuidados, cômo dormimos seguros, cômo nos podemos holgar con gusto alguno de este mundo? Si uno entrase en un campo que estuviese todo lleno de asechanzas y trampas secretas, que, en poniendo el pie sobre una, habia de caer sobre alabardas y picae o en la boca de un dragon, y viese a sus mismos ojos que otros hombres que con él habian entrado iban cayendo en ellas y desapareciendo, él se estuviese danzando y corriendo en aquel campo sin recelo de nada, iquién dijera que aquel hombre no estaba loco? Por cierto mâs loco estas tû, pues viendo que tu amigo cayô en la trampa de la muerte, y que a tu vecino se le sorbiô ya la eternidad, y que tu hermano se hundiô ya en la hoya de la sepultura, tû te estas tan seguro como si no te esperara otro tanto...” c) Hay que pensar en lo eterno para or denar LO TEMPORAL San Juan Damasceno cuenta que en cierto pais elegian un rey cada aûo y, para evitar que degenerara en tirano, al cabo de este tiempo le destronaban y arrojaban a una isla desierta, en la que venia a morir de hambre, hasta que uno de ellos, mâs avisado, hizo trasladar a la tal isla gran­ des riquezas y vituallas durante el aûo de su gobierno. “Esto es, pues, lo que pasa en el mundo y lo que debe hacer el que quiere ser prudente; porque aquella ciudad significa este mundo loco, vano, inconstantisimo, en el cual, cuando piensa uno que reina, de repente le despojan de todo y desnudo va a parar a la sepultura... Pero el prudente es el que, considerando lo que le ha de suceder en breve, de salir despojado de este mundo, se previene para el otro, aprovechando el tiempo de esta vida para hallarlo en la eternidad,. y, con obras santas de penitencia, caridad y limosnas, traspasa sus tesoros a la region en que ha de habitar para siempre, ordenando bien aqui toda su vida. Pensemos, pues, en lo eterno, para que ordenemos lo temporal y logremos lo temporal y eterno...” (c.4). B) La eternidad, definida por Boecio y Plotino “Lleguemos a escuchar el parecer de Severino Boecio y Plotino, dos grandes filôsofos, y el uno no menor teôlogo, qué sienten acerca de este misterio y secreto de lo eterno. Definiô Severino Boecio a la eternidad diciendo que era SEC. 5. AUTORES VARIOS. N1EREMBP.RO 637 "una total y perfecta posesiôn de una vida interminable”; la cual definiciôn, aunque principalmente conviene a la eternidad de Dios, también se puede ajustar a la eternidad de las criaturas racionales que le gozan, porque tienen una total y perfecta posesiôn de bienes en una vida eterna que nunca se ha de acabar... Por todo eso dijo también Plotino que la eternidad era una vida llena y toda juntamente; porque en ella estarâ Ueno y cumplido cuanto hubiere de vida, porque estarâ llena y vivo el sentimiento de todos los bienes con toda la capacidad del aima, y porque no habrâ parte de vida en el hom­ bre que no esté llena de dulzura, gozo y descanso...” C) La eternidad compendia dolores y gozos infinitos en un momento infinito Ella sola abraza todos los tiempos “De otra manera declara San Bernardo la eternidad, di­ ciendo “que es la que abraza todo tiempo”, el pasado, el présente y el futuro; porque no hay diae, ni anos, ni siglos que harten la eternidad... Ella sola se sorbe todos los tiem­ pos posibles e imaginables...; abraza todo tiempo, porque goza cada instante lo que ha de gozar en todo tiempo; por lo cual llamô Marsilio Ficino a la eternidad momento etemo, y nuestro Leonardo Lesio dijo que era juntamente larguisima y brevisima. Ee larguisima, porque sobrepuja a todo tiempo y durarâ infinitos espacios; es brevisima, porque en un instante de tiempo tiene lo que puede tener por tiempo infinito. Porque asi como el tiempo es un instante que vuela y pasa, porque no hay en el tiempo mâs que el instante présente, el cual esta siempre corriendo y mudândose de uno en otro cada paso y momento, asi la eternidad no es mâs que un instante que permanece y que estâ siempre fijo y estable, porque en ella estân todas las cosas juntas y con­ sistentes siempre en un mismo estado. Por ella pasan todos los tiempos, y, sucediéndose unos a otros, ella estâ siempre y perseverante en todos. El tiempo y todas las cosas tem­ porales son como un arrebatado rio, en el cual con mucha prisa van corriendo unas olas y otras sin césar de estarse mudando perpetuamente; pero la eternidad es como una roca firmisima, o la madré del.mismo rio, por donde pasan las aguas, que, corriendo por ellas unas y otras sin volver mâs a parecer, ella se estâ siempre en un mismo lugar; asi son todas las cosas temporales, que sin permanenda ni con­ sistenda alguna van, sin volver jamâs, pasando muy aprie- <63S EL MAVORDOMO IXFIEL. 8.υ DESP. PEST. - sa a la presencia de la eternidad; y como la madré del rio, con estar parada, contiene todas las aguas que corren en el rio, asi la eternidad abarca todos los tiempos que pasan por ella”. b) Como el punto que esta en el centro de un cîrculo “Es también la eternidad como el punto que esta en el centro de un circulo, el cual corresponde a toda la circunferencia del mismo circulo y a cada uno de sus puntos, y se los estâ mirando igualmente, porque de la misma manera la eternidad corresponde a todo tiempo y a todos los instan­ tes de tiempos, y tiene présente con modo maraviUœo lo que por todos los siglos ha de tener; y asi es un instante que équivale a infinitos tiempos, porque no tiene una parte después de otra, sino toda su extension la tiene recogida en un instante, de suerte que en cada momento de tiempo tiene todo junto, cuanto se extendiere por infinitas distan­ cias de tiempo; porque asi como la inmensidad de Dios tiene en un punto toda la grandeza divina, que sin término ni linde se dilata por todas partes, de suerte que no tiene menos en un punto que en millones de léguas, asi también la eternidad recoge en un instante toda la duraciôn divina, aunque se extienda por tiempo infinito, y esto participan las criaturas racionales en la otra vida, en el modo que son capaces, cuanto a lo esencial de su gloria o pena y conforme a su capacidad”. c) Bien mejor y mal peor ante la eternidad “De donde se sigue una cosa bien para considerar que aquel bien adonde se Hegare la eternidad se hace infinitamente mejor, y esto de dos maneras, esto es, como si dijémil ramos con dos infinidades; por el contrario, aquel mal al •cual se le apegare la eternidad, le hace infinitamente peor también de otras dos maneras. La primera, por razôn de la duraciôn, porque le da duraciôn infinita, y una cosa, •cuanto mâs dura, por mayor se tiene. El contento de un dîa no es tanto como el de una semana, pero mucho mayor bien serâ el de un mes, y mucho mayor el de un afio, y mucho mayor el de ci en mil, y asi irâ creciendo eu esti­ ma mientras mâs dure; por lo cual el que durare infinito «s mâs estimable infinitamente; de la misma manera, el dolor, cuanto mâs tiempo dure, mayor mal serâ... La eternidad recoge en cada instante todo segundo modo por el cual hace la eternidad* donde se llega al bien infinitamente mejor y al mal infinitamente d) SEC. 5. I AIJTORES VARIOS. ROURDALGUE 63» peor, es por razôn de que recoge en cada instante, como a si, todo; de manera que en cada instante se siente lo que ha de tener por cuanto durare; y como ha de durar infinito, recoge en cada instante como un infinito, sintiéndose cada instanto lo que tiene de présenté y tendrâ de futuro; y asi, dice un doctor: “Con la eternidad, todo el bien que una cosa puede tener sucesivamente en infinito tiempo lo recoge en uno, y hace que se dé, y sienta, y goce de por junto: como, si todo el gusto que un espléndido banqueté pudiera dar sucesivamente por parte de tiempo infinito lo resumiera en uno, y todo ese deleite junto se diese por tiempo eterno, seria infinitamente mejor y de mayor estima”. Lo mismo hace la eternidad en los males y penas, porque las recogede cierta manera en uno y hace que sientan de por junto, porque, aunque no estén actualmente juntas, hace que se aprendan todas juntas, y asi causa en el aima un dolor sin modo ni tasa. Estos son verdaderamente males, pues son males por todas partes con su extension y por su intenciôn> por lo que duran y por lo que son; pues por lo que duran no tienen fin, y por lo que son no tienen medida. iQué doliente hay que, considerando esto, tiene impaciencia, pues su dolor en esta vida ha de tener fin y tiene en si medida?... BOURDALOUE La limosna (Cf. ed. Firmin-Didot, t.2 p.77 ss.) A) Exordio “Y yo os digo: Con las riquezas injustas haceos amigos (Lc. 16,9). Esta es la conclusion del evangelio de hoy, y os he de decir que este consejo, o mejor dicho, mandamiento, es uno de los mâs indispensables y beneôciosos. 4Hay algo» mâs conveniente que tener amigos poderosos que defiendan nuestra causa delante de Dios? iHay alguna obligaciôn mâs importante que la de enriquecernos en méritos? Pues bien, estas riquezas, que merecen llamarse de la iniquidad, pueden convertirse por la caridad cristiana en riquezas de justicia y de predestinaciôn. Mi sermon serâ tornado todo él de la doctrina del Crisôstomo, que dice ser ésta una materia que un ministro del Evangelio no puede omitir sin faltar a unede los deberes mâs esenciales de su ministerio. I. i P i » il·’;· 64 i) EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. Juzgando por las apariencias, creeriais que la limosna tiene como fin principal socorrer al pobre, puesto que este es quien parece necesitarla mâs; pero a lo largo de mi ser­ mon veremos que son tantas eus ventajas, que podemos decir que existen los pobres para que se salven los ricos. El precepto de la limosna es poco conocido; su eficacia, generalmente, mal entendida, y por eso se descuida el mandamiento y no se aprovecha la limosna. Al dar este mandamiento, el Senor proveyô a los pobres, y al concéder a la limosna la virtud soberana que posee, se cuidô de los ricos”. B) La limosna, beneficio del pobre a) TRES MALES DE LOS POBRES “Très males de los pobres. El primero, la desigualdad de los bienes, que les distingue de los ricos en forma tal, que unos viven en la opulencia y otros no poseen nada. Segundo, y derivado necesariamente de esta desigualdad, es la necesidad del pobre, que lo sufre todo, mientras el rico lo goza todo. Tercero, el estado de dependenda en que se encuentra para con los ricos y los desprecios con que éstos suelen colmarle. La limosna remedia estos très males y, ademâs, be­ neficia al rico”. b) El reparto desigual de la riqueza “La primera desgracia del pobre consiste en este reparto desigual de la riqueza. ^Sabéis cuâl es la causa? Dios creô a la naturaleza para que sirviese a todos los hombres y les diese medios de vida. Parecia, pues, natural que fuese de todos y cada uno tomase de ella segùn sus necesidades. Pero la corrupciôn del corazôn humano no podia permitir que esta comunidad de bienes durase mucho tiempo; la avaricia y la ambiciôn producen la guerra y la division. Nadie hubiera querido dedicarse a trabajos duros y humiliantes, nadie hubiera querido obedecer, y el mundo se hubiera convertido en un pillaje universal. De ahi saliô el reparto de bienes, de ahi la desigualdad, el que existieran pobres, y la orga­ nizaciôn de la sociedad humana, en la que se subordinan los unos a los otros. Fué, desde luego, una desgracia para los pobres; pero, ,ah, Senor!, tu providenda es tan amable hasta cuando parece rigurosa y severa, que sabes dar con tus cuidados patemales lo que parecia evitar tu adorable sabiduria. En efecto, 4 qué hace Dios en favor del pobre? SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 641 Estableciô el precepto de la limosna. Dijo a los ricos por medio de San Pablo: Haréie participe de vuestros bienes a vuestros hermanos, porque, desde el punto y hora que lo son, debéis preocuparos de ellos como os lo mando. No pretendo que os empobrezcâis para que ellos sean ricos, no se trata de que para otros haya desahogo y para vosotros estrecheces (2 Cor. 8,13), sino que midâis las cosas en forma tal, que entre vosotros exista cierta igualdad, de modo que haya equidad (ibid., 14)”. c) La abundancia debe aliviar la escasez “Por lo tanto, para •que el que no tiene disfrute de lo necesario, vosotros debéis gastar en él lo superfluo, en forma tal que el uno complete lo que le falta al otro. Vuestra abundancia alivie la escasez de aquéllos (ibid.). Con esta compensation, todos serân iguales. El rico, aunque rico, no disfrutarâ de una suntuosidad y vida muelle, tan perjudicial para él como dafiina para el pobre; ni el pobre, aunque pobre, perecerâ en un triste abandono. Cada uno tendra lo que le conviene, de modo que haya equidad, segùn esta escrito: Ni el que recogïa mucho abundaba, ni el que recogia poco estaba escaso” (ibid., 14,15). Dios Padre tiene otros hijos también, y si por razones fundadas no les ha concedido los mismos favores que a vos­ otros, tampoco les ha abandonado, y si a vosotros os ha correspondido la herencia del primogénito, no sois mâs que los depositarios de unos tesoros que tenéis que repartir. “Como le pertenecen a El, porque todo le pertenece, El se lo da a quien le place y en la forma que le place. Pues bien, esta es la forma en que le ha parecido dârselos a los pobres a quienes se ]os tiene destinados. Y de ahi concluye el Crisôstomo que el rico, cuando da limosna, no debe glonarse de su liberalidad, porque esa limosna es una deuda que paga, es la légitima del pobre, que no le puede negar sin injusticia. Es cierto que honra a D:os con su limosna, pero le honra como un vasallo que reconoce el dominio de su soberano y le concede la obediencia debida. Le honra como un fiel administrador, que administra sabiamente los bienes que le han sido confiados y los distribuyp, no en su nombre, sino en el nombre del duefio; administrador fiel y prudente, a quien pondrâ el amo sobre toda su servidumbre para distribuirle la racion de frigo a su tiempo (Le. 12,42). Meditad estas palabras, en cuyo sentido quizâs no habéis profundizado nunca. El rico es un administrador, y si Dios es el senor, el siervo ha de ser fiel. Es el intendente de la casa. El gobierna y dirige, pero es el Senor quien le ha La palabra de Cristo 6 042 EL MAYORDOMO INHEL. S.u DESK ΡξΝΓ. otorgado el cargo, quien le ha puesto sobre su servidumbre. Los pobres pertenecen a esa casa de Dios, y hay bienes suficientes para todos los de la familia. Por lo tanto, debéis repartirlos entre todos como justa compensation. Pero, ade­ mâs, como quiera que las necesidades no son siempre las mismas, la prudencia debe examinar el estado de cada uno para darle una medida personal: la raciôn de trigo. Y como hay ocasiones en que unos necesitan mâs y otros menos, debe cuidar también de distribuir los socorros segûn los distintos cambios y estados: para distribuirles la radon de trigo a su tiempo". d) La necesidad del pobre 1. No es consejo, es obligation . ,-ii ·♦’ “Una desgracia acarrea otra, y de la desigualdad de bie­ nes se sigue la necesidad del pobre. Vosotros me sois testigos y yo podria llenaros de espanto contando todo lo que sé ί,Νο parece ser esto un motivo para escandalizarse de la providencia de Dios? “;Oh Senor mio!, yo sé que Τύ no debes nada a nadie, pero también eres su Padre”. Si; pero, si nuestros pobres perecen, no es a D'os a quien hay que culpar, sino a aquellos a quienes El colocô en ciertos puestos para que cuidaran de ellos, y a quienes impuso el mandato gravisimo de la caridad. Quien entienda la fuerza y extension de este precepto, se verâ obligado a cantar la misericordia y cuidado del Senor. Hay muy pocos que mediten sobre este mandamiento; por eso os quisiera yo advertir que Dios, celoso del bien del pobre, no solo aconseja al ri co que lo sostenga y ali­ mente, sino que le impone una obligation rigurosa. “Y con el fin de dar mâs peso a su ley, transfiere al pobre todos los derechos de Dios sobre los bienes del rico. Lo escogiô, me atrevo a decirlo, para tesorero suyo y le confié el oficio de cobrar las contributiones que Dios tiene perfecto dere­ cho a exigir, y que el rico estâ obligado indispensablemente a pagarle. No le parecié suficiente todavia, y anadié al mandamiento la amenaza, la mâs terrible de las amenazas, porque le anuncié al rico que en este asunto ventila su aima, su condenaciôn y su salvation, y que el que en este tiempo no haya ejercido la misericordia, no la puede esperar en la eternidad. El serâ el vengador del pobre, de la viuda y del huérfano, y no necesitarâ de mâs acusacién para condenar a los ricos y para fulminar sobre ellos su maldicién que ver que no han cuidado de los pobres. No créé haber hecho bastante con esto para asegurar el mantenimiento de los pobres de quienes ee cuida, y, previniendo SEC, 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 643 falsas interpretaciones que sirvieran de pretexto a la avaricia, no limita, en modo alguno, su precepto de la limosna a ciertas necesidades extremas y raras, sino que lo extiende a las necesidades comunes y présentes. Tu providenda, i oh Padre!, todo lo g obier na (Sap. 14,1). Si, Senor; por muy severa que haya parecido ser tu conducta hacia los pobres, evidentemente que tienes una providenda de Padre que vela por ellos”. 2. Es un precepto rlguroso “Es un precepto riguroso dei que, amados oyentes, ten­ drais que responder en el juicio, en aquel dia en que resonarân en vuestros oidos las voces planideras que hoy no queréis oir. i Qué contestaréis a Cristo cuando os diga cara a cara: Yo queria que éstos estuviesen vestidos, tû se los negaste; yo queria que fuesen alimentados, y no les diste el pan; yo queria que estos hombres agobiados de deudas fuesen animados y consolados, y no te has dignado ni hablarles ni extender tu mano hacia ellos; yo queria que la situacion de todos éstos fuese endulzada, y tû te has ovidado de sus desgracias? ^Es asi como obedeces mis leyes? 4Es asi como os he tratado yo a vosotros? Y pues­ to que yo fui tan liberal contigo, i no convenia que tû tambien te compadecieses de tu consiervo? Retiraos de mi, malditos”. e) Desprecios a que el pobre estA sujeto 1. La soberbia de los grandes “Pero, si el Senor ha pretendido remediar con la limosna la desigualdad y necesidades dei pobre, os he de decir que también ha querido remediar con ella los desprecios a que ordinariamente esta sujeto. La injusticia dei mundo no estima a los hombres mâs que por el exterior que brilla, y como los opulentos, los grandes de la tierra brillan, se acostumbran a recibir honores y desprecian y no miran a los pobres. No parece sino que ni aun siquiera fueran hombres como ellos. Una limosna de lejos y por manos extranas, porque su presencia causa repulsion. ; Senor a quien adoramos, Salvador de los hombres! Τύ naciste po­ bre, viviste pobre, moriste pobre, y aqui tienes a los Cris­ tianos, a tus discipulos, que desprecian una pobreza que tû has consagrado. Pero no me hace falta recurrir al ejemplo del hombre Dios; me basta la consideraciôn de su ley. Nuestros afectos deben regularse por los afectos de Dios, y si los pobres son tan queridos para El, si los ha apreciado hasta el pun­ to de hacer que dependa de ellos la salvaciôn de los ricos, •G*' ·Γ 644 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PÇNT. hasta recompensar con el reino eterno un vaso de agua que se les dé, iqué obligaciôn no tendremos de amarlos y estimarlos! El mundano orgulloso y ciego por su orgullo, se avergonzaria de tratar con ellos; pero el Hijo de Dios no se avergüenza y, cuando los recomienda a nuestros cuidados, los llama hermanos suyos y los reconoce comu miembros de su cuerpo mistico. No se avergüenza de vivir en ellos, y de pertenecer a ellos, y de estrecharlos con un nudo especialisimo que los une a El como jefe; no se aver­ güenza de verse representado en ellos como imâgenes vi­ vas. Y tampoco se avergonzarâ de clamar delante de todo el mundo, diciendo a los condenados: Tuve hambre, tuve sed, no tuve habitaciôn. ‘6Cuando, Senor? Cuando pasaban hambre y sed todos estos pobres, que son mis représen­ tantes”. La persona del pobre représenta a Dios. “Después de esto no os puede extranar que el Evange­ lio hable con tanta veneraciôn de los pobres; no me sorprende ya que San Juan Crisôstomo afirme que debemos escuchar su voz como la voz de Dios, que debemos apreciar sus manos en cierta manera mâs que el altar, porque en el altar se sacrifica a Cristo y en las manos del pobre se alivia a nuestro Senor. Ahora puede entenderse como la Iglesia humilia a sus jefes y a los monarcas de la tierra con una ceremonia que no es puramente piadosa ni simbôlica, sino verdaderamente real, cuando hace que obispos y cabezas coronadas se inclinen ante los pobres y besen sus pies en el dia del Jueves Santo. Pobres de la tierra, mirad vuestra dignidad; ricos de la tierra, ved la dignidad del pobre. Aprended, porque, si no lo aprendéis hoy, ]o aprenderéis el dia en que os veâis colocados a la izquierda, y, contemplândolos a ellos junto al trono de su hermano Cristo, repitâis con dientes que rechinan las palabras de la Sabiduria: Nosotros, insensatos, tuvimos su vida por locura y su fin por deshonra. ï.Cômo son contados entre los hijos de Dios y tienen su heredad entre los santos? Luego erramos el camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos alumbra, y el sol no sale para nosotros (Sap. 5,46).”. C) La limosna, beneficio del rico a) Très motivos de humillaciôn para el rico “Très cosas debieran humillar a los ricos, a saber: pri­ mera, la oposiciôn que existe entre su estado y el de Cris­ to pobre, que escogiô para si la pobreza en vez de las ri- SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 645 quezas, a las que diô cierto carâcter de maldiciôn con sôlo haber bendecido y canonizado a la pobreza. La segunda es la cspecie de necesidad de pecar en que se encuentran los ricos por la facilidad e inclinaciôn a ello que les da el di­ nero; y la tercera, la imposibilidad moral de que se ealven. No es posible que un estado tan diferente de aquel del Dios hombre, que les salvô y es su modelo; un estado que ks pone en pel’gro de pecar y condenarse, no les humilie si lo consideran bien”. b) La limosna, consuelo para el estaoo del rico “Sin embargo, la bondad de Dios ha concedido al rico un alivio y consuelo a la desgracia de su estado, precisamente usando de sus riquezas mediante la misericordia cristiana. Pueden con ellas no solo disminuir, sino corregir totalmente la oposiciôn entre su estado y la pobreza de Cristo. Va­ mos a verlo. Es évidente desde el momento en que se deciden a repartir sus bienes con Cristo, haciéndole deposita­ rio de los mismos. He aquî el admirable secreto y artificio de los ricos misericordiosos, que saben convertir a Cristo, de juez temible, en coadministrador y coparticipe de sus bienes. Si, y todos éstos son pensamientos del mismo Crisôstomo. Cristo es demasiado fiel para maldecir unas rique­ zas a las que debe su subsistenda y que contribuyen a ali­ menter a los que le representan en este mundo. Nos lo ha prometido y asi lo harâ; las riquezas que pasan a ser poseidas por Cristo, son riquezas que de maldiciôn han pasado a ser fuente de bendiciones”. c) i nil’ Remedio contra los pecados 1. Rigor expresivo de la Escritura Pero, ademâs, la limosna constituye el mejor remedio contra los pecados, sobre todo contra los pecados a que los ricos estân mâs expuestos. ^No es realmente extraho el rigor con que la Escritura se expresa cuando habla del poder de la limosna y de su virtud para borrar los peca­ dos? No ha hablado nunca tan fuerte, ni siquiera cuando se refiere a la eficacia de los sacramentos, ni a la misma sangre del Redentor, que es su fuente; ni encontramos pa­ labras mâs decisivas en favor del bautismo que las que fi­ gurai! en San Lucas a proposito de la limosna: Dad limosnas segûn vuestras facultades, y todo sera puro para vosotros (Lc. 11,41). “No es una autorizaciôn para pecar, no; es que la li- II tl. MAYORDOMO INFILL. 8.° DFSP. PENT. mosna abrira el tesoro de las gracias de Dios, Dios nos mo­ vers a penitencia y, finalmen te, gracias a ella, nos llevarâ al cielo”. 2. La Providenda cnida lainbiên del rico mlsericordioso Esto supuesto, admirémonos de la amabilidad de la providenda para con el rico, que se demuestra de tres mu­ neras. La primera es haber imaginado como medio para justificarse el mâs propio a su estado y a su flaqueza, habiéndole dado, a pesar de su facilidad, la condiciôn de aflictiva. Es una prueba no solo de la misericordia, sino de la sabiduria de Dios. Cada clase tiene sus pecados especiales, y Dios ha querido que cada clase tuviese también sus fuentes peculiares de perdôn. El pobre satisface a Dios con sus penas, y el rico con su caridad. 4 No es una satis­ faction mâs fâcil y agradable? Ricos, ése es el privilegio que os ha concedido Dios; ya no tenéis excusa; por flacos que fuereis, por amantes de la comodidad, el dar limosna os es cosa fâcil. Esta fué la razôn por que Daniel, queriendo encontrar un medio para que el soberbio Nabucodonosor se convirtiese, buscô uno que le fuera fâcil. Deseaba agradar a su prin­ cipe, pero sin herir los intereses de Dios; queria facilitar la satisfaction debida al Senor, acomodândose a la flaqueza del rey. ;Sabéis qué medio encontre? La limosna. Re­ dime tus iniquidades con las misericordias a los pobres (Dan. 4,27). San Ambrosio dice que es un medio facilisimo para que el rico expie sus faltas. Una vez, continua, el Senor, para curar a un enferme, no tuvo mâs que decir: Extiende tu mano (Mt. 12,13). Lo mismo hay que deciros a vosotros; extended vuestra mano y seréis curados. El segundo rasgo de la providentia de Dios para con los ricos es que ha querido que los bienes que fueron ins­ trumento de sus pecados lo sean también de su reparation. 4Te vendiste por dinero? Redimete con él. El ultimo rasgo es haber buscado un intermediario po­ bre entre El y el rico. Muy desgraciado eras al carecer de acceso a Dios, porque tus faltas te lo impedian, pues El odiaba tus delitos; hazte amigos con la mammona de la iniquidad, ahi tienes a los pobres. Mirô el desvalido a Yavé, y El le oyô (Ps. 33,7). Y todo ello con una circunstancia que hemos de subrayar: el crédito de estos pobres no de­ pende ni de sus méritos ni de su inocencia, porque interceden sin hablar, sin obrar, sin pensarlo y, lo diré, hasta sin quererlo. 4Por qué? La razôn es hermosa y nos la da San Agustin; porque, segûn el lenguaje de la Sagrada Es- - Ô46 — -jr ____________________ _ n .·* 5 SEC. 5. AUTORES VARIOS. WEISS 647 critura, no es el pobre, sino la limosna que se da al pobre, la que intercede por el rico. Encierra tu limosna en el co. razôn del pobre, que ella orard por ti (Eccli. 29,15)”. d) La limosna para salvarse Esto es lo que nos ensena la fe; de donde se sigue esta ultima y consoladora verdad: que, si los ricos pueden te­ ner alguna seguridad de su predestinaciôn eterna, se debe a la limosna. De cuântos ricos se podria decir como de To­ bias, que sus limosnas han subido hasta el trono de Dios y les han conseguido el perdôn después de una vida que parecia no merecerla. Dad y se os darâ; dad limosnas y se os darâ gracia. “Pero por esta parte, cristianos, no os enganéis; no estéis seguros con vuestras limosnas si no las dais en la medida necesaria. iCuâl es ésta? Oidme y grabad reciamente en vuestros corazones mis palabras. Si un rico de este si­ glo no tuviese pecados por los que satifacer a Dios, deberia, sin embargo, dar al pobre lo superfluo de sus bienes, como os he dicho ya, puesto que son su patrimonio y heredad. Concluid, por lo tanto, cual serâ la obligaciôn del rico pecador, del rico criminal. Yo afirmo que no debe sustraer ni aun siquiera lo necesario para su estado, o. por lo me­ nos, dar una parte de lo que le es necesario, y me fundo en la autoridad de los Padres, que han obligado mil veces a los ricos penitentes a que disminuyesen los gastos de su clase, a que se vistieran con mâs modestia, a que viviesen mâs vulgarmente, a que rebajasen no sôlo el brillo lujoso, sino hasta el modesto y razonable de su condiciôn social, y a convertir lo que retraian a sus comodidades y bienestar en limosnas para pagar sus deudas para con Dios y expiar sus pecados. Justo es que le cueste mâs salvarse a quien mâs debe, y es un absurdo que ocurre frecuentemente en el cristianismo el que sean los mâs santos y los mâs inocentes los que dan limosnas mâs abundantes”. Aprovechaos, hermanos, dei talento que se os ha dado; nrrad que luego se os pedirâ cuenta de él. Falta de prudencia en los hijos de la luz A la gran apologia de Weiss le ocurre lo que a todas las obras maestras, que, aunque se refieran a los problèmes de su tempo, presentan enfoques y soluciones permanentes. , La poca prudencia de los hijos de la luz consiste en su escaso . " «s 648 EL MAVORIKJMo INFIEL. 8.° DESP. PENT. espiritu sobrenatural» y la soluciôn de todo estriba en afrontar los problemas no conteinporizando con el mundo, sino resol viéndolos segùn Cristo (cf. Apologia del cristianismo, p.5* c.6. Traducciôn del aleinân por E. Villelga [ed. Gil, 1906] t.9 p.257-281). A) Triste situaciôn de la época r. ·*·♦-· • 'i ·· “La présente situaciôn es triste, y sombrio el porvenir. Como consecuencia, profundo malestar ha invadido todo. Unicamente dos clases de personas vense libre de ello. La primera comprende a los partidarios inveteradoe del liberalismo. Cuando, desde las alturas del aislador de su ciencia y de su formaciôn misteriosa, sienten que han perdido todo contacto con el mundo real, que lucha, sufre y trabaja, consuélanse entonces con el titulo honorifico de espiritus distinguidos. La segunda estâ formada por las supuestas esferas elevadas de la sociedad, que viven siempre en un pasado mâs hermoso y que no tienen mâs que un cuidado: evitar las seüales que pudieran hacerles notar el volcân sobre cuyo crâter danzan, juegan y duermen. Mas, aparté de esas personas, nadie hay que no diga diariamente que el estado actual de cosas no puede sostenerse tal como es... Las diversas clases de descontentos no difieren sino en lo referente a la causa del mal y a los medios de curarlo. Echan unos la culpa al clero y al cristianismo. En tan­ to que ese obstâculo para la felicidad de los pueblos no se remueva enteramente, la situaciôn no podrâ mejorar. Hâcenla otros recaer exclusivamente sobre los enemigos de la fe y de la Iglesia... Por el momento, queremos penetrar un poco mâs en el fondo de las cosas y decirnos la verdad a nosotros mismos, después de habérsela dicho tantas veces a los demâs. iDe qué nos servi ria mejorar al mundo entero, si 11evamos siempre en nosotros los gérmenes de nuevos males? Por esa razôn, la simple prudencia exige que dirijamos to­ dos nuestros esfuerzos por este lado. El justo comienzu por acusarse él mismo, dice el Espiritu Santo (Prov. 18,17). Y de hecho, en circunstancias anâlogas, los justos han obrado asi cuando se hacia necesario mejorar la situaciôn. Cuanto has hecho con nosotros es justo” (Dan. 3,27). SEC. 5. B) a) AUTORES VARIOS. WEISS 649 Carenda de base sobrenatural LO SOBRENATURAL HA DE TRIUNFAR POR MEDIOS NATURALES “Aqui nos hallamos en presencia de cierto enigma. Si el cristianismo es la religion verdadera, creaciôn misma de Dios, ipor qué entonces logrô tan poco éxito y como es que no ejerce mayor influencia en el mundo? Hay en eso aparentemente un gran misterio, y, no obstante, no es dificil entenderlo”. “Dios puso su propia causa en manos de los hombres. Quiere que lo sobrenatural triunfe por medios naturales. Somos los obreros de su honor y de su obra; mas también podemos ser sus destructores. A nosotros corresponde unir lo natural y lo sobrenatural en un modo tal, que ninguno de ambos resuite perjudicado. Tal es la idea fundamental del orden sobrenatural. De la admisiôn y de la ejecuciôn de tal principio depende toda la prosperidad del reino de Dios. De su desconocimiento y de su olvido depende, por el contrario, su ruina... En una pa­ labra, necesario es que nos sintamos y que nos portemos como pueblo de Dios, con propia manera de considerar la vida, con leyes propias, y que seamos independientes en nuestro propio terreno. Si nos hemos dado cuenta de la importancia y del alcance de estas palabras, la cuestiôn de saber por qué nos hallamos en tan mala situaciôn no puede causarnos distinta impresiôn de esta otra cuestiôn: ^Por qué los pueblos ca­ tôlicos van actualmente por doquiera mâs atrâs que los otros ? La respuesta encuéntrase ya en estas dos palabras: pue­ blos catôlicos. iHay actualmente pueblos catôlicos? Conocemos muchos pueblos hibridos, que antes eran catôlicos... Pero, desde que toda clase de elementos heterogéneos han venido a invadir su suelo natal, no producen mâs que vâstagos esmirriados y pobres. Tal es la verdadera respuesta al asunto”. b) La bendiciôn de Dios y la propia actividad "Dos cosas deben hallarse juntas para que la acciôn del cristiano sea prospéra: la bendiciôn de Dios y la propia actividad... Dos cosas hay que nos vemos obligados a aceptar si queremos ser verdaderos discipulos del Salvador y de los ÎI 650 EL MAYORDOMO INFIf.L. 8.° DESP. PF.NT. apôstoles—pues los discipulos no son superlores al Maes­ tro— ; dos cosas que no fueron escaseadas tampoco al Hi jo de Dios ni al Apôstol de los gentiles: el odio y la pcrsecuαόη. Pero, en cambio, y sôlo con esta condiciôn, nos haUamos seguros de conseguir el respeto del mundo y una energia interior invencible. Para resumir en pocas palabras la causa de nuestra debilidad, digamos que nuestra fe no descansa sobre convicciones bastante sôlidas y que nuestra manera de obrar no es bastante sobrenatural”. C) La mediocridad a) La causa de nuestra debilidad “Condenamos ese espiritu grosero que sôlo encuentra censuras que infligar a cuanto en la Iglesia ocurre, trâtese de ciencia, de arte o de instrucciôn. Criticos hay para quienes todo es grande, perfecto, admirable, con tal que no sea en el terreno de la Iglesia. Otros hay para quienes, “a priori", todo cuanto pretende armonizarse sinceramente con la Iglesia, nada vale. No queremos tener nada que ha­ cer con éstos... Trâtase mâs bien de reconocer la verdad y de saber en donde se halla la causa de nuestra debilidad. Pues bien, ésta no es dificil encontrarla. Por doquiera no se oye mâs que este juicio descorazonador : Jamâs las cosas han estado tan mal como ahora. Hablando de una manera general, esto no es muy exac­ to. Tiempos hubo en que los enemigos de la Iglesia procedieron con mayor crueldad y menos miramientos; y, lo que es todavia peor, tiempos hubo en que la corrupciôn en el seno de la Iglesia era mucho mayor. Pero hay una cosa cierta, a no dudarlo, y es que la mediocridad, la timidez, la indecisiôn, son actualmente mayores que en los periodos desgraciados por los cuales atravesô. Nada se terne tanto como romper con cosas que por si mismas se rompen. Vacilase siempre en tomar por lo serio cuanto la razôn y la fe prescriben como indispensable. Témese la contradicciôn y la lucha, los juicios del mundo, la fuerza de la costumbre, de la inclinaciôn, de la tendencia a la comodidad. Créese poder adelantar algo por medios templados, negociaciones, retiradas, siendo asi que diariamcnte se sale perdiendo. Quiérese asegurar, por lo menos personalmente, el propio reposo, el propio honor, las propias ventajas, aun cuando sea con detrimento de la buena causa SEC. 5. b) AUTORES VARIOS. WEISS 651 INMENSO NÛMERO DE PERSONAS MEDIOCRES "Ciertamente, en el corto numéro de los que han pasado por el tamiz y resultado fieles, el espiritu de la Iglesia creciô, la recepciôn de los sacramentos, el celo por la de­ fensa de los intereses de Dios, hicieron progresos; sin duda que las obras de caridad son innumerables, las vocaciones religiosas aumentan. Pero, a la par, hay también inrnenso nûmero de personas mediocres. Por todas partes el enemigo esparce cizana entre cl trigo. El espiritu del mundo—al que Ludovico Stein llama laicismo (cf. Die religiose Gefuhr [3] 473)—hace estragos en la casa de Dios, en las filas del clero y en la soledad de los claustros. Hâcelo calladamente y con lentitud, pero de irresistible modo”. Vanidad, ambiciôn, apariencias c) exteriores "En las prâcticas piadosas, en las obras de caridad, encuéntrase a menudo el gusano roedor de la vanidad, de la ambiciôn, de las apariencias exteriores. En las casas de educaciôn cristiana, bajo el pretexto de querer rivalizar con la enseüanza laica, el veneno del espiritu del mundo infiltrase a veces en proporciones considerables, y vense aun a veces algunas religiosas enteramente penetradas de él. La manera de defender a la Iglesia y los medios emdeados para ello estân con tal frccuencia copiados de os del mundo, que, por su éx'to ligero dei momento, la vida espiritual y aun la salvaciôn de algunos de sus de­ fensores, vense por largo tiempo, y tal vez para siempre, profundamente perjudicadas. Los confesonarios vense asediados por las supuestas personas piadosas. Pero 4 en dônde estân los confesores que se atreven a pcnetrar en el corazôn y, llegado el caeo, en la vida de aquellos que se les confian? ^En dônde hallar penitentes que Heven bien que se les exhorte severamente en serio a la mortificaciôn y a la renuncia de los atractivos del mundo? Lisonjéanse y trâtanse de consolarse mutuamente. Pero se piensa poco en la abnegaciôn personal y en la perfecciôn”... • d) Poco ESPÎRITU DE ORACIÔN "Por otra parte, y como de buen grado lo decimos, las exigencies de la época no dejan tiempo libre para la ora­ ciôn. La actividad desplegada en las reuniones publicas debe reemplazarla... iNo se ven, efectivamente, eclesiâsticos que asisten al teatro, a la ôpera? ;No se les encuentra en las 652 EL MWORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PÇNT. reuniones profanas de todo género, en los conciertos, en los cafés, en las fiestas pùblicas, en los espectâculos y diversiones mundanas? Ciertamente, las mâs de las veces no lo hacen por divertirse—dicen—, sino para hallar acceso entre aquellos que no acuden a la iglesia y para dar ocasiôn al mundo de ha­ cer ver que no son tan groseros y oscuros como ordinariamente se les considera. ;Qué ilusiôn.’ Tiempos hubo en que se deploraba ver a los sacerdotes manteniendo relaciôn sobradamente constan­ te con las familias. Creiase entonces que, haciendo visitas excesivamente frecuentes y aceptando invitaciones inûtiles, L·:·· comprometian su situation y se perjudicaban a si mismos y a quienes trataban sobrado familiarmente. Y ahora, iquerriase que las ocupaciones mâs mundanas cuadrasen a su estado?... Es vieja lepra que, al parecer, supura constante men te. Pero, al menos en pasados tiempos, llamâbase por su ver­ dadero nombre y combatiase ese mal pegado al cuerpo de la Iglesia”... “Antes de ahora, la opinion pùblica habia obligado a esos pobres hibridos a presentarse en su porte exterior, como anfibios, mitad eclesiâsticos, mitad seglares, mas por doquiera como faquines. Con eso lisonjeâbanse, como el abad Bermudo en la corte del rey Fernando, de llevar tan bien la sotana en el coro como en la guerra el estandarte. A lo cual un conocedor de los hombres como el Cid, respondia: Hermano, la sotana siéntaos mal (cf. Cid [ed. Herder] 41)”. D ) La mediocridad en la fe y el pensamiento a) ESPÎRITÜ DEL MUNDO “Todavia causa mayores males en la fe y en el pensa­ miento... De una parte, la mediocridad, que, en la vida prâctica, prefiere mâs bien el espiritu dei mundo a la voluntad santa de Dios, empuja, como es perfectamente natural, a mantener igual conducta en el terreno de la ensenanza. El pen­ samiento y la vida no pueden andar nunca separados. Cuan­ do el uno sufre, el otro no lo pasa bien. Pero necesario es, casi siempre, buscar en la prâctica el comienzo del mal del espiritu. Una vez extinguido ahi el espiritu eclesiâstico, séria necesario no tener conciencia, si no se tratase de forjarse principios mediante los cuales se pudiese hacer desaparecer el malestar sentido en el corazôn... SEC. 5. AUTORES VARIOS. WEISS r Por otra parte, Gregorio Magno viô ya que aquellos que a si mismos sc buscan y que, por lo tanto, aceptan las ensenanzas de la fe, pero no sus obligaciones, y estas unicamente cuando reportan honores exteriores, tôrnanse casi siempre sus mayores adversarios tan pronto como alguna tempestad se levanta contra ella y pide sensibles sacrificios. Ni siquiera se les ocurre estudiarla mejor—dice el caritativo santo—. Prefieren chucherias que halagan el corazôn y los oidos. Pero bien pronto su corazôn flaquea y luego su fe vacila. Vense entonces atormentados por los reproches de su conciencia y acaban por hacerse los adversarios mâs encarnizndos de la verdad y de sus defensores (cf. Moral., 19,5G; 20,77)”. Y de esta suerte—dice San Agustin—engânanse a si mismos y seducen a otros. En apariencia parece que miran las verdades de la fe desde el punto de vista mâs liberal y mâs en conformidad con los tiempos. En realidad obedecen a una tendencia que nada tiene que ver con la fe ni con la religion (cf. Conf., 4,1,1). Ese triste hecho tiene, ademâs, una tercera explication. Demuéstranos cuân fâcil es mover a cualquiera para que tome parte en el asalto contra el cristianismo y la Iglesia, con tal que no deje ver claramente tal intention”. b) Experiences histôricas “Después de haberse estrellado contra los inexpugnables muros de la Iglesia de Dios, cada gran defection o tormenta viôse seguida de esfuerzos hechos para hacer penetrar en la ciudadela de Dios, por medio de minas secretas y disfrazadamente, el mismo espiritu que no habia logrado vencer en franca lucha. El semiarrianismo suced’ô al arrianismo; el semipelagianismo, al pelagianismo; el montanismo, al monofisitismo. Del kantismo saliô el diluvio de las teologias y filosofias kantianas de Salat, Mutschelle, Hermes y mu­ chos otros. Del panteismo gnôstico-maniqueista de Schel­ ling saliô la tentativa—que felizmente no cuajô—de Rosenkrantz, pretendiendo salvar la vida a la fe en peligro a causa de un pretendido panteismo catôlico. Lo que el calvinismo no habia conseguido con su inflexible rigidez, el jansenismo intentô lograrlo por medio de falsa piedad, de ductilidad y de engafio. Si el césaro-papismo habia dejado ver su debilidad en las groseras eruptiones de su violentia contra la Iglesia catôlica, el galicanismo y el josefismo trataron de sacar mejor éxito mediante una hipôcrita sumisiôn respecto de ella, por medio de su celo en favor de la fe y mediante generosa benevolentia”... (cf. Die religiose Gefahr [3] 248L I* • I c) Lamentable actuaciôn del clero "Es una desgracia que en todas csas circunstanclas aean miembros dei clero quienes se presenten para hacer esa labor de zapa. Cuando las ideas de Rousseau hubieron preparado la gran Revohiciôn, Siéyès fué quien creyô prestar un favor a la buena causa dândoles la ùltima limadura. Bajo la dominaciôn del liberaliemo, hallâronse centenares que le prestaron el apoyo de la teologia para patrocinar su parccer acerca de los misterios, acerca de lo sobrenatural, acerca de la fe, acerca del interés y acerca de la usura. Y hoy, que todo se democratize, falta poco para que veamos a sacerdotes catôlicos partidarios de las doctrinas socialistas de Marx y de la independencia democrâtica en materia de disciplina eclesiâstica. Admitimos que los que favorecen esa tendencia, y principalmente los que trabajan por introducirla fraudulentamente en la Iglesia, no conocen todo el alcance de sus ac­ tos. Pero eso nada cambia del hecho que consiste en la ruina de la fe y la disoluciôn del poder y de la disciplina de la Iglesia. Eso tampoco nada cambia en la responsabilidad de quienes se prestan a esa labor. Que se equivoquen tocante a la importancia de su empresa, es posible; pero en lo que jamâs pueden equivocarse es que el asunto da que pensar, y que nunca querrian tener parte en eso si no se sintieran influidos por la opinion pûblica y atraidos por el incentivo de los aplausos dei mundo...” d) Actitüd sumamente peligrosa “Para estar de acuerdo con la época y su manera de ver, piden que la Iglesia, y con ella la religion, rebajen un poco en sus ideas y en sus principios anejos. Si en las opiniones teolôgicas pasadas de rnoda, y a vecee sobrado severas y excesivamente exclusivas, no se cediese en muchos puntos. nada podria quedar en pie. He ahi una confesiôn que ellos mismos hacen. ;Entonces los divinos y eternos principios de fe, por los cuales el Uni­ genito de Dios entregô su vida, por los cuales el ejército glorioso de loe mârtires derramô la ultima gota de su san­ gre, por los cuales los Padres, los santoe y los doctores han sufrido el destierro, el desprecio, la muerte misma, son opiniones teolôgicas pasadas de moda, vieja mercancia que ee créé poder negociar como plazca y cambiar por una sonrisa benévola, por un cumplimiento desdenoso, por algunas monedas dadas por favor! Y iseria necesario comprar a ese precio el acuerdo con las ideas modernas? No; eso fuera SEC. 5. • " - ' ' AUTORES VARIOS. WEISS - - —r - - 655 - - -II ■ IlB I ■ —■■ ■ pagarlo sobrado caro. Es contrabando que no debemos com­ parai·. Es querer pagar con dinero quo no nos pertenece. Por esta razôn hâcese dificil creer que estos esfuerzos proccden formalmente del deseo de resucitar en el mundo la estirnaciôn de la fe cristiana y la vida de la Iglesia. Si asi fuese, los promovedores de esas ideas tratarian manifiestamente de presentar la doctrina de la Iglesia y la vida cristiana en una pureza y en una pcrfecciôn tan elcvadas como fuera posible. Pero su primer y su postrer fin es con frecuencia todo lo contrario, es decir, que no tienen sino una sola intenciôn: descartar todo lo sobrenatural y todo fervor, hasta tal punto que cuesta trabajo reconocer en eso la fundaciôn de Jesucristo y de los apôstoles. Pero, si los représentantes de esa tendencia se avergüenzan del Salvador mismo y de sus palabras, si hacen lo que se requiere para que se les cuente en la masa de aquellos que menos valen en la Iglesia, en tanto que los apôstoles, los grandes doctores y los santos hanse gloriado de la vergüenza de Jesucristo y de la locura de la cruz, ^cômo pue­ den entonces alimentarse con la ilusiôn de que llevarân al mundo a confesar gozosamente el nombre ultrajado de Jesucristo? Lo mâs curioso que hay en eso estâ en que, de una parte, esoe hombres llevan con frecuencia ventaja a su época en despreocupaciôn tocante a la critica referente a lo que la Iglesia manda o tolera y en predilecciôn por las opiniones arriesgadas, y que, por otra parte, exigele que acepte sin decir palabra, como verdad inmutable, lo que quieren obligarla a aceptar”. E) a) La prudencia necesaria Deformaciôn de lo sobrenatural “Amamos sobradamente al mundo, sobradamente le te­ nemos; hallâmonos sobradamente penetrados de eus sentimientos. Que aquel que se créa exento de estas très faltas nos arroje la primera piedra... Todos hémonos hecho sobrado mundanos, no digo sobrado naturales. jPluguiera a Dios que fuéramos a lo menos eso! Pero lo verdaderamente natu­ ral nos es tan extraho como lo sobrenatural, y tan apartados de ello estamos porque nos hemos dado al mundo. Nuestra gran desgracia procede de nuestra falta, el desconocimiento, la deformaciôn, la negaciôn de lo sobrenatural. Debiéramos pensar y obrar de manera enteramente sobrenatural, o, como la Escritura dice, en el Espiritu 656 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. — (Gai. 5.16), de manera celestial (Phil. 3,20), divina (Col. 1, 10; 1 Tness, 2,12). Deberiamos vivir en Jesucristo (Rom. 6,2), revest irno s de Jesucristo (Rom. 13,14). Jesucristo deberia vivir en nosotros (Gai. 2,20). El mismo Salvador ensefiônos el camino y los medios para llegar a eso: Negarse a si mismo, llevar la cruz, imitar a Jesucristo... (Mt. 16,24; 10,38). El liberalismo en la ensefianza, el ingenio en el arte y en las letras, el intento de echar abajo el respeto a la auto­ ridad, en la prensa igualmente que en las relaciones par­ ticulares; el desdén respecto de los medios que traen la gra­ cia y de los mandamientos de la Iglesia, de las prâcticas del culto divino, del desprecio de la vida de oraciôn y mortificaciôn; la participaciôn en las diversiones y futilidades del mundo, son otras tantas cosas que nosotros mismos hemoe aprendido a considerar como ùnicas notas caracteristicas de la civilizac ôn moderna y la ûnica idea exacta de las exigencias de la época”. b) El espîritu im»; mundano en los medios eclesiasticos “Pero la medida se llena cuando vemos la manera con que ese espiritu mundano se extiende en el santuario hasta cerca del altar. iCuântas veces se celebra con tibieza el eanto sacrificio! iCuântas enséfiase la palabra de Dios con indiferencia en la escuela y en el templo! iCuântas veces reciiase sin atenciôn el Oficio! No debemos hacer grandes cargos al mundo cuando no mira con gran respeto todo eso y cuar.do pretende hasta que nosotros no lo tomemos en serio. Por el contrario, hablamos florido lenguaje, adoptamos maneras que parecen desafiar a los mejores actores..., nues­ tros aposentos hâllanse d spuestos para recibir visitas distinguidas, en tanto que los altares del Senor y su vesti­ menta inspiran disgusto y desdén—si asi se nos permite decirlo—a causa de su poca limpieza y de la negligencia con que se les cuida. Por doquiera el culto de Dios va a menos. Por el contra­ rio, el pod r del reino dei mundo, que desde el principio fué opuesto al reino de Dios, eîévase en cada momento cada vez mâs sobre el horizonte... En una palabra, servimos al mun­ do y renegamos de lo sobrenatural”... c) Hay que romper cox el espîritu del mundo “Ante esa lamentable situaciôn y ante los peligros que la siguen, no hay mâs que un medio de salvaciôn: una rup­ tura formai y decisiva con el espiritu dei mundo. SEC. 5. AUTORES VARIOS. WEISS 65? No condenamos al mundo; no es cosa que nos compete. Alguien hay que juzgue y cuyo juicio vale para la etemidad, y aun este no necesita formular una sentencia, puee el mun­ do condénase ya él mismo. Pero no nos es dado cambiar lo que se nos ha dicho: No os conforméis al siglo presente (Rom. 12,2). No améis al mundo ni las cosas que estdn en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no esta en él, pues en el mundo todo es concupiscenda de la carne, concupiscenda de los ojos y soberbia de la vida (1 lo. 2,15-16). Si, el mundo entero hâllase sumergido en el mal. No hay paz posible con él, a menos de abandonar la causa de Dios. Y a ésta no debemos hacer traiciôn”. d) LOS MALES DE LA ACTUALIDAD “Si esto fué verdad siempre, lo es doblemente en la actualidad. No se trata de poner obstâculos a la expansion del reino de Dios. A los adversarios actuales de Jesucristo, no mâs que a los judios, el viennes santo, no les basta con flagelarle para ver alguno de sus miembros mutilados. No; preciso es que sea crucificado, muerto, arrojado dei mundo de los vivos; es necesario que su fundaciôn, la Iglesia, sea demolida y aniquilada de arriba abajo. Actualmente es la guerra, reino contra reino, ejército contra ejército, iglesia contra iglesia... Una vidente moderna, que con frecuencia hablô de estas cuestiones, dice en su pasaje notable: Esa iglesia dei mundo llena estâ de lodo y de tinieblas... Cuando la ciencia se sé­ paré de la fe, es cuando nacié esa iglesia sin Salvador, en la cual la santidad de las obras existe ein la fe; esa contraiglesia, de la cual la maldad, el error, la mentira y el dolor de cada demonio de la época tornan su centro; esa anti-iglesia que no tiene un solo misterio religioso. Su lado peiigroso es su aparente inocencia. Sus adherentes quieren y hacen por doquiera lo contrario de lo que Dios quiere. Todos estân de acuerdo para prescindir de Jesucristo... (cf. Schmoger, Emmerich [2] I 475). Y ipodriamos callar en presencia de todo eso?... ^Preguntâmonos todavia si podemos ir con ellos? ;No! Imposible. Cierto que debemos tratarlos para comunicarles los dos bienes que el Senor trajo al mundo: la verdad y la vida. Mas para que reciban ellos de nosotros esos dos tesoros debemos, desde luego, refugiarnos al pie de Jesucristo. Unicamente cuando los hayamos recibido de su corazôn, puros e intactos en el nuestro, podremos ofrecérselos al mundo sin daûo para nosotros y con provecho para él”. 658 EL MAYORDOMû INFIEL. 8.° DESP. e) s r4 PENT. — HOY SE NECESITAN MAYORES ALTURAS DE VIRTUD “Por esa razôn no vemos con malos ojos que se llenen los aires con esta queja: Las cosas no pueden ir como en pasados tiempos. Los tiempos han cambiado. Y quien no comprenda que las necesidades apremiantes del présente y del porvenir nos imponen exigencias mucho mâs elevadas que antes de ahora, se verâ infaliblemente aplastado por la rueda del tiempo. Ciertas son estas palabras. Unicamente requiérese en· tenderlas de manera distinta de lo que generalmente se hace... Si, los tiempos han cambiado; hanse tornado de excepcional gravedad... Ya no hay nada que hacer con la mediocridad y la comodidad... Quien no quiera perecer en estos dias dificiles, necesita de gran formalidad; no debe obrar a medias. Como son pocos los que pueden resolverse a ello, ésa es la razôn por la cual también son muy pocos los que comprenden estos tiempos y proceden en conformidad con sus necesidades. Los que viven de verdad del espiritu del cristianismo y piensan y sienten con la Iglesia, comprenden lo que la época exige. La gran lâstima estâ en que sean tan pocos. Pero, cuanto menor sea su nûmero, con mâs vigor deben obrar, mâs deben trabajar de incansable manera y levantar la voz para clamar a quien quiera oirlo: Las necesidades que en la hora présente se imponen, son la separaciôn total del mundo, el amor gozoso de la cruz, la imitaciôn sincera de Jesucristo, los esfuerzos por llegar a la perfecciôn y aun a la mâs elevada santidad”. SECCION K/. TEXTOS PONTIFICIOS «Los hijos dei siglo son para sus negocios mâs sagaces que los hijos de la luz» (Le. 16,8). La acciôn del cristiano A,) a) El Papa no PUEDE QUEDAR INERTE ANTE UN MUNDO QUE SE DESPENA EN EL ABISMO «Escuchad hoy de los labios de vuestro Padre y Pastor un grito de alerta ; de Nos, que no podemos quedar mudo e inerte ante un mundo que camina, sin saberlo, por los derroteros que llevan al abismo aimas y cuerpos, buenos y malos, civilizaciones y pueblos. El sentimienro de nuestra responsabilidad delante de Dios nos exi­ ge que lo intentemos todo, que lo emprendamos todo para ahorrar al género humano tan tremenda desgracia. Para confiaros estas nuestras inquietudes, hemos escogido la festividad de la Virgen de Lourdes, que maôana celebramos, porque conmemora las prodigio­ sas apariciones que hace cerca de cien anos dieron a aquel siglo de desbordamiento racionalista y de depresiôn religiosa la respuesta misericordiosa de Dios v de su Madré celestial a-la rebeliôn de los hombres ; la irresistible invitaciôn hacia el mundo de lo sobrenatural, primer paso para una progresiva renovaciôn religiosa, (Y qué corazôn de cristiano, por tibio y olvidadizo que sea, podrA resistir a la voz de Maria ?» (Pfo ΧΠ, Exhortaciôn pontificia a los titles de Roma, 10 de febrero de 1952). b) Ante este hecho, cada HOMBRE DE BUENA VOLUNTAD DEBE EXAMINAR CON RESOLUCIÔN DIGNA LO QUE PUEDE HACER POR EL MUNDO DE HOY «Ahora no se os oculta que los peligros que agobian sin césar a la présente generaciôn son mucho mâs extensos y graves que lo fueron las pestes y los cataclismos terrestres, si bien es verdad que la persistenda de su amenaza ha empezado a hacer a los pueblos como insensibles y apAticos. (ibid.). e) Es preciso, pues, acoger la consigna del Papa y dar COMIENZO A UN POTENTE DESPERTAR DE IDEAS Y DE OBRAS «Acoged con noble impetu de entrega, reconociéndola como Ha­ mada de Dios y digno criterio de vida, la santa consigna que vuestro Pastor y Padre os confia : dar comienzo a un potente desnertar de ideas y de obras. Despertar que obligue a todos, sin distinciôn de estado, al clero y al pueblo, autoridades, familias y asociaciones a todas y cada una de las personas, a una renovaciôn total de la vida cristiana, a la linea de la defensa de los valores morales, en la realizaciôn de la justicia social, en la reconstrucciôn del orden cris­ tiano, de tal manera que hasta el aspecto externo de la ciudad, ya desde los tiempos apostôlicos centro de la Tcrlesia, aparezca pronto resplandeciente de santidad y de belleza. Ίμ ciudad de Roma, sobre la cual todas las edades han ido dejando las huellas de sus glorio­ sas realizaciones, convertidas después en herencia de todo el mundo, ojalâ reciba en el siglo présente, de parte de los hombres que hoy la pueblan, la gloria de ser la promotora de la salvaciôn comûn en un tiempo en que fuerzas opucstas se disputan el mnndo. Todo eso aguardan de ella los pueblos cristianos, y, sobre todo, esperan de ella acciôn» (ibid.). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 661 f) Porque no es el momento de discutir y buscar NUEVOS PRINCIPIOS, SINO DE UNA REALIZACIÔN CONCRETA L ΜΛΥΟΚυΟΜΟ 1NHEL. 8.” DESP. ί’ί-.ΝΙ. nuestra ciudad, procurad conocer bien en concrdo lus necesîdndes ; que estén bien claras las metas, bien calculadas las fuerzas disponi· blés, de modo que los présentes recursos iniciales no sean desaprovechados y gastados en actividades secundarias. Que se invite a las aimas de buena voluntad ; que ellas mismas se ofrezcan espontâneamente. Sea su ley la fidelidad incondicional a la persona de Jesucristo y a sus ensenanzas. Sea humilde v suniiso su ofrecimiento. Que su trabajo se vierta como elemento activo en la grandiosa corriente que Dios moverâ v giiiarâ por medio de sus ministros» (ibid.). j) Que los hijos de la luz no se dejen ganar por los DE LAS TINIEBLAS EN LA EDUCACIÔN DE LA NINEZ Y DE LA JUVENTUD cSaben pvrfectamente que de la misma manera que la cera blan­ da se maneja con facilidad, se pliega en todos los sentidos y puede recibir toda huella, los jôvenes guardan, cuando se han endurecido ya por el progreso de la edad, las huellas que recîbieron en la infancia y rechazan las demâs. De ahf el proverbio de los libros sagrados que se encuentra en todos los labios : El joven signe su primer camino y no lo abandona ni siquiera en su uejez. Procurad evitar, pues, venerables hermanos, que los hijos dei siglo no sean mâs pru­ dentes en su conducta que los hijos de la luz. Considered sin césar, investigad con cuidado y con insistencia, examined a qué superiores debéis confier la custodia de los nirios y de la juventnd en los semi­ narios y en los colegios ; qué materias conviene enseôar, qué maes­ tros hay que dar a los liceos, qué escuelas hay que abrir. Apartad a «los lobos voraces, que nada perdonan», del rebafio de estos corderos inocentes, y si alguno de elios se desliza, arrojadlo y expulsadlo inmediatamente, «segûn el poder que os ha dado el Senor para la educaciôn» (Pio VIT, Diu salis). k) También los hijos de las tinieblas son mAs sagaces, CUANDO SE VE QUE LA PRENSA MALA ES F R EC UE NT EMENTE MÂS DIFUNDIDA QUE LA BUENA «Por buena prensa entendemos aqnella que no solamenle no contiene nada que sea contrario a los principios de la fe y a las réglas de la moral, sino que se hace propagadora de taies principios y ré­ glas. No hay para qué demostrar cuâl y cnânm sea la eficacia educativa de semejante prensa, porque bien deniostrado qneda por la experiencia de cada dfa ; como se demuestra, por otra parte, el in inenso mal que va sembrando, especialmente entre la juventnd, la prensa mala, frecuentemente mâs difundida que la buena, verificândose en esto la palabra de Cristo : Los hijos de este siglo son en sus négocias mis sagaces que los hijos de la luz (Le. τό,8). Por tanto, es necesario a todo trance oponer a la prensa mala la prensa buena, aplicando también aqui el antiguo principio : Contraria contrariis cu­ vant uv· (Pio XI. Ex officiosis litteris, it : Col. Enc., p. toRA). ..1 SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 663 B) uHaceos amigos con las riquezas de iniquidad» (Lc. 16,9). Caridad y limosna: riquezas a) Grande aluviôn de males se desprende de la execrable sed de riquezas <|Qué grande aluviôn de males se desprende de la execrable sed de riquezas I De ella provienen las guerras, las revueltas, las hambres, la corrupciôn de costumbres y los trastornos sociales. La desordenada diferencia entre los que disfrutan de excesivas riquezas y los que se mueren de hambre y de miseria es la que origina una desmoralizaciôn fatal. Por eso la pobreza evangélica es un admirable remedio para esta calamidad y para esta desmoralizaciôn. La pobreza evangélica es companera del trabajo impuesto por Dios, amiga de toda virtud, maestra de los pueblos, defensa y honra del reino de Cristo, custodio fidelfsimo de mejores esperanzas» (Pio XII, A los Iranciscanos capuchinos. 25 de noviembre de 1948). b) El Senor no condena las riquezas justamente adquiRIDAS, SINO QUE JUZGA LA CONDUCTA RECTA O INICUA PARA CON ellas «En el santo Evangelio, el divino Maestro no condena las riquezas justamente adquiridas. El alaba o reprueba la conducta recta o inicua del hombre para con ellas. i A y de quien se hace su esclavo, porque no sc puede servir a dos seüorcs! (Lc. 16,13). j Ay de quien, engaùado de ellas, sofoca en si mismo la semilla de la palabra divi­ na! (Mt. 13,22). 1 Ay de quien confia en ellas sin preocuparse de la cuenta que debe dar a Dios! (Lc. 12,20). ] Ay del rico que no vive mâs que para gozar, sin dirigir una mirada al pobre Lâzaro, que, lleno de llagas, yace delante de su puerta ! (Lc. 16,19). Si; 1 ay de todos éstos I Pero alabanzas y recompensas al siervo bueno y fiel, que ha hecho fructificar los talentos recibidos, y reprobaciôn, por el contrario, y castigo al siervo infiel, que ha ocultado el dinero de su senor bajo tierra en vez de entregarlo a los banqueros y obtener de ello un congruo interés (Mt. 25,20.30)1« (Pio XII, A los emplcados de la Banca italiana, 25 de abril de 1950). C) ES PRECIS© SUPRIMIR LQS GASTOS DE LA VANIDAD PARA EMPLEARLOS EN LA CARIDAD «Exhortâmes e impelimos a todos a que en la abstinencia cris­ tiana y en la abnegaciôn de si mismos avancen voluntariamente mâs allâ de lo que prescriben las leyes morales, cada uno segûn sus pro­ nias fuerzas, segûn el estimulo de la gracia divina y segûn lo permita el cargo que desempeûe. Hay que llegar asi a la consecuciôn de muchas metas. Ante todo, cada cual expiarâ por medio de la penitencia sus propios pecados, borrarâ de su aima las manchas de los vicios y se harâ cada vez mâs santo y mâs inerte. Después servirâ de ejemplo y acicate a los hermanos que profesan la misma fe y a los que militan fuera de nuestras filas ; lo que substraiga a la vanidad lo emplearâ en la caridad, saliendo misericordiosamente al 664 MAYOKDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. encuentro de las necesidades de la Iglesia y de los pobres. Los fieles de la primitiva Iglesia asi, y ayunando y absteniéndose aun de cosas licitas, alimentaron el inanantial de una activa caridad. Seguir aque­ llos ejemplos es laudable y en consonancia con la coudiciôn y el estado de nuestra época, y eso no sôlo eu tal o cual regiôn que sobresalga por la virtud de la liberalidad espontânea y acuda a las necesi­ dades de la Iglesia, sino en todas las tierras dei globo sin excepciôn» (Pio XII, A los cardinales, arzobispos y obispos que asistieron a la proclamaciôn del dogma de la Asuncion, 2 de noviembre de 1950). El dinero, d) cuando no es un îdolo de bajos egoîsmos, SUSCITA Y ALIMENTA TODA OBRA BUENA «Todos los dias experimentâis que cuando el dinero, abundante­ mente poseido, no se couvierte en un îdolo al que se sacrifica todo y en un vulgar instrumento de bajos egoîsmos, sino que se encuentra en las manos de aimas no impedidas por la codicia y libres, con aquella libertad de las cosas contingentes con que nos ha hecho li­ bres Jesucristo, entonces no hay obra buena que él no suscite y no alimente para bien de los hombres y gloria de Dios, convirtiéndose asi, por uu milagro de la gracia, en una escala que lleva a la justicia y a la santidad cristiana» (Pio XII, A los empteados de la Banca, 20 de junio de 1948). e) MX LOS QUE POSEEN BIENES—MATERIALES O ESPIRITUALES— SON CONSIDERADOS COMO BANQUEROS DE DIOS , mandatanos de su providencia para con los pobres. De la misma manera y con mayor razôn, aquellos a quien el Padre de las luces ha dispensado mâs abundantemente los dones de la intehgencia y del saber han recibido por este hecho la misiôn y el deber de distribuir con sabiduria estos tesoros a la masa, que se veria privada de ellos o que correria el riesgo de desperdiciarlos locamente» (Pio XII, A una misiôn universitaria francesa, xb de abril de 1949). f) Es MEJOR DARSE CON UNA SONRISA, DERRAMANDO EL TESORO DE UNA CORDIALIDAD ACTIVA Y ALEGRE «Dar y darse no es bastante para vosotras ; pues que asi place a Dios, hilarem enim datarem diligit Deus (2 Cor. 9,7), queréis daros con la sonrisa. El pobre, que tiene un alma como el rico, tiene tam­ bién, como él, un corazôn ; y | cuân poco basta a veces para consolar a un afligido y endulzar la aniargura de un rebelde 1 En no pocas casuchas donde llegare a entrar, aunque sea con modestos socorros materiales, un tesoro de cordialidad activa y alegre, se cumplirâ aquella palabra de la Sabiduria : Melius est vocari ad olera cum cari­ tate, quam ad vitulum saginatum cum odio (Prov. 15,17). Y asi, obligândoos a pasar dei sentimienlo de la piedad a los actos dc beneficencia, el pobre os harâ comprender al mismo tiempo la necesidad de SEC. ô. TEXTOS PONTIFICIOS Ô65 unir a los actos el sentimiento, sin el cual todo ademân séria gla­ cial, y toda palabra, indiferente» (Pio XII, A un grufio de damas de la Sociedad de San Vicente de Patil, de Roma, 13 de marzo de 1940). g) El pobre nos une a Dios con su ejemplo, sirviendo DE LECCIÔN A VECES LA INDIGENCIA MORAL EN QUE ALGUNOS SE ENCUENTRAN «El pobre, ademâs, os une a Dios con su ejemplo. Florecen a veces virtudes maravillosas bajo los techos pobres, como en la es· cuâlida estancia de aquel paralitico, inmôvil hacia ocho afios, que solemnizaba cristianamente, con su esposa e hijos y con algnnas 8 efioras de vuestra Sociedad, sus bodas de oro, y leia, conmoviendo a todos los présentes, la consagraciôn de su familia al Sagrado Cora* ζόη. Cierto que a veces el vicio se muestra ante vuestros ojos con no menor crudeza que la misma miseria material. Si el contraste entre el snfrimiento del pobre y vuestro bienestar es de saludable efecto, porque al tornar de su casucha fria, desnuda, quizâ sucia, a vuestra cômoda y alegre morada, os sentis inspiradas a elevar un pensamien to de la mâs viva gratitud a la divina Providencia y hasta tal vez a renunciar a algûn gasto superfluo, 1 no reconoceréîs ademâs, a la vista de la abyecciôn moral provocada o favorecida por la indigencia material, que vuestra buena y virtuosa conducta es debida, en una gran parte, a las condiciones mismâs de vuestra vida familiar y so­ cial, de vuestra desahogada situaciôn, de la educaciôn que habéis recibido?» (Pio XII, ibid.). · -, · h) Mi PEDIR PARA EL POBRE ES UN ARTE CON EL QUE SE AYUDA AL RICO A GANAR EL CIELO «Pedir es un arte cuyo secreto conocéis bien ; y al hacerlo asi, ayndâis al rico a que gane el cielo, porque, segûn la Escritura, la llmosna libra de todo pecado y de la muerte eterna (Tob. 4,11). Imaginad que en Jerusalén, en tiempo del mendigo Lâzaro, del que nos habia el evangelista San Lucas (Le. 16,19 ss*)> hubiese habido una dama de caridad. Al pasar ante aquel mendigo, hubiera curado sus Uagas ciertamente de una manera mucho mâs eficaz y mâs aséptica que los buenos perros que acudian a lamérselas ; y luego hubiera entrado con decisiôn en la sala del banqueté llevando en sus manos la valerosa cajita de las limosnas ; y de esta suerte, mientras aliviaba al pobre Lâzaro, hubiera tal vez logrado volver al camino del cielo al rico epulôn. Ved la feliz audacia a que os conduce el pobre ; ella hace de cada una de vosotras una como dispensadora de bendiciones, no menos para el aima de los bienhechores que para las de los beneficiados por vuestra caridad» (ibid.). i) LA CARIDAD IMPREGNA DE FRAGANCIA LAS MANOS DEL QUE LA HACE Y LLENA EL ALLIA DE INEFABLE CONSUELO Y ALEGRÎA «El bâlsamo de la caridad es como aquel nardo oriental alabado en la Escritura, cuya fragancia imprégna las manos y ann la persona entera de quien lo toca. Por ello decia Nuestro Senor que es mayor lellcidad el dar que el recibir (Act. 20,35). De esta felicidad sois deu- Ô66 EL MAYORDOMO INFILL. 8.» DESP. ΡξΝΤ. doras a vuestros pobres. Los dones que les hacéis pueden cousumirse, pero es ilimitado el acrecentamiento de la gracia que tal ejercicio de beneficencia produce en vuestras aimas. A los pobres debéis también la alegria de gustar acâ abajo aquel inefable consuelo que inunda al sacerdote y a la hermana misionera cuando en el atardecer de una jornada de fatigosas andanzas a través de las heladas estepas o de los bosques tropicales caen rendidos, pero radiantes de jûbilo por haber dado a las aimas un poco mâs de amor y a Dios una mayor gloria. Lo dice vuestra Memoria : «Algunos barrios en el corazôn mismo de Roma tienen sus pequenos salvajes como las tierras inexploradas». Vuestro trabajo es, por lo tanto, una misiôn ; la alegria que conforta y anima a los misioneros os mantiene tam­ bién en vuestras caritativas fatigas y os procura una muestra pâlida, pero segura, de la eterna recompensa» (ibid.). j) La caridad, ùnica virtud que triunfarâ EN LA GLORIA, MUESTRA A LA TIERRA LA MEJOR IMAGEN DE DIOS (ibid.). 1) LOS RICOS ESTÂN GRAVÎSIMAMENTE OBLIGADOS A EJERCER LA LIMOSNA, LA BENEFICENCIA Y LA MAGNIFICENCIA «Por otra parte, tampoco las rentas dei patrimonio quedan en ab­ soluto a merced del libre arbitrio del hombre ; es decir, las qne no le son necesarias para la sustentaciôn decorosa y conveniente de la vida. Al contrario, la Sagrada Escritura y los Santos Padres constantemente dedaran con clarisimas palabras que los ricos estân gra- £·χ « SEC. Ο. TtXTOS PONTIFICIOS 667 visnnaniente ubligados por el precepto de ejercitar la limosna, la beneficencia y la magnificencia» (Pio XI, Quadragesimo anno, 19 : Col. Enc., p.597). m) Proporcionando trabajo se practica de una manera MAGNIFICA ESTA OBLIGACIÔN «El que emplea grandes cantidades en obras que proporcionan mayor oportunidad de trabajo, con tal que se trate de obras verdaderamente ûtiles, practica de una manera magnifica y muy acomodada a las necesidades de nuestros tiempos la virtud de la magnifi­ cencia, como se colige sacando las consecuencias de los principios pueslos por el Doctor Angélico» (ibid.). n) Que no haga câlculos el que da, porque HACE EL NEGOCIO DE LOS NEGOCIOS «Y ipara quién os pedimos, después de todo? Para aquellos a quienes Dios Padre, desde la eternidad, ama ; para los que Jesucristo ha amado hasta el punto de identificarlos consigo mismo, con una identificaciôn tan perfecta como su amor, y de proclamar que lo que se hiciera con ellos lo contaria como hecho a si mismo (cf. Mt. 25,40). I Lejos de vuestra grande aima todo câlculo mezquino ! Pero si todavia queréis mâs, pensad que os proponemos el negocio de los négocies : un vaso de agua fresca, que no quedarâ sin recompen­ sa (cf. Mt. 10,42) ; un mendrugo o una prenda de vestir, que pueden valer el reino preparado desde el principio del mundo (cf. Mt. 25,34) y hasta el mismo gozo de Dios (cf. Mt. 25,28)» (Pio XII, Al clero y al pueblo de Argentina, 1 de febrero de 1948). mundo necesita apôstoles de la caridad «Hoy el mundo navega a la deriva, acaso mâs que nunca, tras el norte enganoso de la felicidad. Y la felicidad estâ solamente en Dios y en la prâctica de sus divinas ensefianzas. Por eso nuestros dias reclaman apôstoles. Sedlo vosotros. Pero no olvidéis que la caridad tiene que ser vuestra credencial, porque el que ha de despacharla ha dicho : Por aqui os conocerân todos que sois mis disci­ pulos: si os tenéis amor unos a otros (lo. 13,35). El que regala lo que le sobra cumple sencillamente con su deber. El que da al que ha menester se eleva sobre el comûn de los hombres, tiranizados por la ley inexorable del egoismo. Ser generoso el pobre es cosa admirable, aunque no rara, pero que no podrâ exigirse todos los dias. Serlo el que tiene en abundancia serâ la forma mâs elemental de gratitud para Aquel de quien todo bien procede» (ibid.). 0) La salud que se desea se ha de esperar de una gran EFUSIÔN DE CARIDAD, DISPUESTA SIEMPRE A SACRIFICARSE «Apliquen todas las fuerzas de su ânimo y toda su industria los sagrados ministros y, precediéndolos vosotros, venerables hermanos, con la autoridad y con el ejemplo, no cesen de inculcar a los hom­ bres de todas las clascs las ensefianzas de vida tomadas del Evange- 1 El r - ’ ·■>*- ---- n) 668 EL .MAJORDOMO IXFIEL. S.° DESP. PÜNT. lio ; con cuantos medios puedan, trabajen en bien de los pueblos y especialmente procuren conservât en si y excitar en los otros, lo mismo en los de las clases mâs altas que en los de las mâs bajas, la caridad, sefiora y reina de todas las virtudes. Porque la salud que se desea, principalmente se ha de esperar de una grande efusiôn de caridad, es decir, la caridad cristiana, en que se compendia la ley de todo el Evangelio y que, dispuesta siempre a sacrificarse a si propia por el bien de los demâs, es al hombre, contra la arrogancia del siglo y el desmedido amor de si, antidoto certisimo, virtud cuyos oficios y divinos caractères describiô el apôstol San Pablo con estas palabras (1 Cor. 13,4) : La caridad es patiente, es benigna, no busca sus p)OVechos; todo lo sobrelleva, todo lo soporta* (Lfôn XIII, Re­ rum novarum. 45 : Col. Enc., p.sSok C) Caridad y justicia CON EL ADVENIMIENTO DEL NUEVO SISTEMA ECONÔMICO DEL SIGLO XIX, SE CONFIARON A LA CARIDAD MUCHOS DEBERES QUE SON DE JUSTICIA «Cuando el siglo xtx llegaba a su término, el nuevo sistema econômico y los nuevos incrementos de la industria, en la mayor pane de las naciones, hicieron que la sociedad humana apareciera cada vez mâs claramente dividida en dos clases : la una, con ser la me­ nos numerosa, gozaba de casi todas las ventajas que los inventos modernos proporcionan tan abundantemente, mientras la otra, compnesta de ingénié muchedumbre de obreros, reducida a angustiosa miseria, luchaba en vano por salir de las estrecheces en que vivia. Era un estado de cosas al cual con facilidad se avenian quienes, abundando en riquezas, lo creian producido por leyes econômicas necesarias ; de ahi que todo el cuidado para aliviar esas miserias lo encomendaran tan sôlo a la caridad, como si la caridad debiera encubrir la violaciôn de la justicia que los legisladores humanos no sôlo toleraban, sino aun a veces sancionaban. Al contrario, los obreros, afligidos por su angustiosa situaciôn, la sufrfan con grandisima di­ ficultad y se resistfan a sobrellevar por mâs tiempo tan duro yugcj (Pfo XI, Quadragesimo anno. 2: Col. Enc., p.582). b) La CARIDAD NO SER NUNCA UNA VERDADERA CARIDAD SI NO SE TIENE EN CUENTA LA JUSTICIA (Pio XI, Divini Redemptoris. 49 : Col. Enc., p.666). 3EC. 6. c) El TEXTOS PONTIFICIOS 66Ô obrero no TIENE que recibir de limosna lo QUE LE CORRESPONDE POR JUSTICIA «Ni el obrero tiene necesidad de recibir como limosna lo que le corresponde por justicia, ni puede pretender nadie eximirse con pequenas dâdivas de misericordia de los grandes deberes impuestos por la justicia. La caridad y la justicia imponen deberes con trecuencia acerca del mismo objeto, pero bajo diversos aspectos ; y los obreros, por razôn de su propia dignidad, son justamente muy sen­ sibles a estos deberes de los demâs que dicen relaciôn a ellos» (ibid.). a: d) Si LOS RICOS TIENEN un deber de misericordia para CON EL NECESITADO, mAs OBLIGADOS ESTÂN A DARLE LO QUE LE DEBEN POR JUSTICIA «Pues si los ricos y opulentos tienen el deber, por misericordia, de ayudar con liberalidad a los necesitados, mâs obligados estân, en consecuencia, a darles lo que les debieren por razôn de justicia. Y justicia es que los salarios de los obreros sean taies que hasten para sustentar tanto a ellos como a sus familias. Gravisimas son, a este propôsito, las palabras de nuestro inmortal predecesor Pio XI : «Por todos los medios ha de lograrse que los padres de familia perciban una remuneraciôn tal que baste para proveer a las ordinarias necesidades domésticas. Que si las circunstancias présentes de la sociedad no permiten hacerlo siempre, la justicia social exige que lo antes posible se vayan introduciendo aquellas reformas que aseguren semejantes salarios a todo obrero adulto. Singular alabanza merecen ciertamente quienes, con miras tan sabias como prâcticas, han ensayado ya e intentado los mâs diversos sistemas para retribuir el trabajo en razôn de las cargas de familia, de suerte que, al aumentar éstas, aquél se aumentare también ; y aun, lo que fuera mejor, que llegare también a satisfacer hasta las necesidades ex­ traordinarias» (Enc. Quadragesimo anno). «Lôgrese, pues, que todos cuantos se hallan con fuerzas para trabajar tengan la justa posibilidad de ganar por medio del trabajo el alimento cotidiano para si y para los suyos. Profundamente compadecemos, por lo tanto, a quienes, en gran nûmero entre vosotros, aun siendo robustos, capaces y bien dispuestos para el trabajo, no pueden encontrar la ocupaciôn que tan afanosamente andan buscando» (Pio XII, Al Episcopado de Ios Estados Unidos, 1 de noviembre de 1939). e) SIN QUE SEA UNA SUSTITUCIÔN DE LOS DEBERES QUE DEJAN a: DE CUMPLIRSE, LA CARIDAD SE DEBE UNIR A LA JUSTICIA «Mas para asegurar estas reformas es meuester que a la ley de la justicia se una la ley de la caridad, que es vinculo de perfecciôn (Col. 3,14). iCômo se engaüan los reformadores incultos que desprecian soberbiamente la ley de la caridad, cuidando sôlo de hacer ob­ server la justicia conmutativa 1 Ciertamente, la caridad no debe cousiderarse como una sustituciôn de los deberes de justicia que injustamente dejan de cumplirse» (Pio XI, Quadragesimo anno, : Col. Enc., p.625). FT 670 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. f) PORQUE LA JUSTICIA, AUN OBSERVADA PUNTUALMENTE, NO PUEDE UNIR LOS CORAZONES, SIN LO CUAL LAS FÔRMULAS MÂS PERFECTAS NO TIENEN ÉXITO «Pero, aun suponiendo que cada uno de los hombres obtenga todo aquello a que tiene derecho, siempre queda para la caridad un cam­ po dilatadisimo. La justicia sola, aun observada puntuahnente, pue­ de, es verdad, hacer desaparecer la causa de las luchas sociales, pero nunca unir los corazones y enlazar los ânimos. Ahora bien, todas las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover la colaboraciôn social, por bien concebidos que parezean, reciben su principal firmeza dei mutuo vînculo espiritual que une a los mieinbros entre si ; cuando falta ese lazo de uniôn, la experiencia demuestra que las formulas mâs perfectas no tienen éxito alguno. La verdadera uniôn de todos en aras de! bien comûn sôlo se alcanza cuando todas las partes de la sociedad sienten intimamente que son mieinbros de una gran familia e hijos del mismo Podre celestial ; mâs aùn, un solo cuerpo en Cristo, ssiendo todos reciprocamente mieinbros los unos de los otros» ; por donde, «si un miembro padece. todos los miembros se compadecen» (ibid.). ♦ .H — g) La caridad social acrecienta casi hasta lo infinito LA POTENCIA REGULADORA DE LA JUSTICIA «Cnanto a la caridad social, después de haber unido con ’os actos propios de la caridad como tal a los hombres con Dios y entre si por El, condicione, determina, impera los actos de la justicia social misma, acrecentando de este modo ces: hasta lo infinito la potencia reguladora de ésta» icardenal Pacelli, .4 la Semana Social de Niza, en IQ34). h) La LIMOSNA, HECHA SEGÛN EL SENTIDO CRISTIANO, NI ALIENTA LA SOBERBIA DEL QUE DA NI AVERGÜENZA A QUIEN LA RECIBE »-·Α «De las obras de beneficencia no se ha de excluir la distribuciôn del dinero en limosnas, segûn aquéllas palabras de Cristo : Dad li­ mosna de lo que os sobra (Lc. 11,41). Los socialistas la reprueban y quisieren suprimirle, como injuriosa a la nobleza ingénita del hom­ bre. Mas, cuando se da limosna segûn la prescripciôn evangélica y conforme al uso cristiano, ni aiienta la soberbia en quien la hace ni avergüenza a quien la recibe. Tan lejos estâ de ser indecoroso al hombre la limosna, que antes bien sirve para estrechar los vinculos de la sociedad humane, fomentando la necesidad de deberes entre los hombres, porque no hay nadie, por rico que sea, que no necesiie de otro, ni nadie absolutamente pobre, que no pueda ayudar en algo a otro. Armonizadas de esta suerte entre si la justicia y la caridad, abrazan de modo maravilloso todo el cuerpo de la sociedad humane y conducen providencialmente a cada uno de sus mieinbros a la consecuciôn del bien individual y comûn» (Leôn XIII, Graves de communi: Col. Enc. Argentina, n.12). foi» SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 671 i) Desde los primeros Cristianos, la Iglesia ha promoV1DO SIEMPRE LA CARIDAD EN TODAS PARTES HASTA UN GRADO SUBLIME «Pero, fuera de esto, provee lû Iglesia lo que ve convenir al bienestar de los proletarios, institnyendo y fomentando cuantas cosas entiende que pueden contribuir a aliviar su pobreza. Y sobresaliô siempre tanto en este género de beneficios, que la colinan de elogios hasta sus mismos enemigos. Tanta era entre los Cristianos de la antigüedod mâs remota la fuerza de la caridad, que muchas veces se despojaban de sus bienes los ricos para socorrer a los pobres, y asi no habia nlngùn nccesilado entre ellos (Act. 4,34)· A los diâconos, orden instituida precisamente para esto, dieron los apôstoles el car­ go de ejercitar cada dia los oficios de la caridad ; y el apôstol San Pablo, aunque oprimido bajo el peso del cuidado de todas las igle­ sias, no dudô, sin embargo, emprender trabajosos viajes para llevar él en persona una limosna a los cristianos mâs pobres. Los dineros que los cristianos voluntariamente daban cuantas veces se reunfan los llama Tertuliano «depôsitos de la piedad», porque se einpleaban «en alimenter en vida y enterrar en muerte a los necesitados, a los ninos y ninos pobres y huérfenos, a los ancianos que tenian en sus casas y también a los nâufragos» (cf. Apolog., 2,39). De «qui poco a poco se fué formando aquel patrimonio que, con religioso esmero, guardô la Iglesia como propiedad de la familia de los pobres Y no sôlo esto, sino que hallô el modo de socorrer a la multitud de desgraciados, quitândoles la vergüenza del mendigar. Porque, como ma­ dré comûn de ricos y pobres, promoviendo en todas part-s la ca­ ridad hasta un grodo sublime, estableciô comunidades de religiosos e hizo otras muchisimas utiles fundaciones, para que, distribuyéndose por ellas los socorros, apenas hubiese género alguno de males que careciese de consuelo» (Leôn XIII, Rerum novarum, 24 : Col. Enc., p.561). j) NO HAY NI HABR NUNCA ARTIFICIO HUMANO QUE SUPLA LA CARIDAD DE LA IGLESIA «Hoy, en verdad, hâllanse muchos que, como los gentiles de otros tiempos, hacen capitulo de acusaciôn contra la Iglesia de esta misma excelenlisima caridad y en su lugar les parece que pueden poner la beneficencia estab’.ecida y regulada por leyes del Estado. Pero la caridad cristiana, de la cual es propio darse toda al bien del prôjimo, no hay ni habrâ artificio humano que la supla. De sola la Iglesia es esta virtud, porque, si no se va a buscar en el Sacratisimo Corazôn de Jesucristo, no se halla en parte alguna, y muy lejos de Cristo van los que de la Iglesia se apartan» (ibid.). SECCION Vil. I. HISTORICA ALGUNOS ASPECTOS DE LA PARABOLA A) 1 M1SCELANEA Y LITERARIA Propietarios y arrendatarios «El arriendo en Egipto es mâs conocido por los documentas que el de Palestina. Sin embargo de eso, conociendo la Biblia, se comprenden mâs fâcihnente ciertas expresiones que se encuentran en aquellos documentes. Al mayordomo de la parâbola se le llama oikônomos, «ecônomo». Asi se llaman también en Egipto los mayordoinos o administradores, y eso no sôlo los de la propiedad privada, sino también los de los fondos del erario pûblico y de los tributos. Asi, en tiempo de los Ptolomeos, a quienes estuvieron sujetos los judfos durante un siglo, se distingue entre cl ecônomo de los impuestos de dinero y el ecônomo de los impuestos de cereales. Los ecônomos de estos ûltimos impuestos tenfan que recoger las tributacioues y habfan de cuidarse de la conservaciôn dei grano, y luego, segûn las indicaciones de la autoridad superior, se cuidaban de venderlo o cntregarlo a las guarniciones para alimento o a los empleados como salario. Los cainpesinos que toman en arriendo la vina de la parâbola de Jesûs se llaman georgoi, palabra que, traducida literalmente, es lo mismo que agricultor o labrador, es decir, hombre que se ocupa de la labranza de la tierra. Pero de hecho la palabra ha tornado el sentido de «arrendatario>. Como hoy dfa, era también entonces muy grande el nûmero de agricultores que tenfan las tierras en arriendo. Los grandes propietarios haefan trabajar a otros en su propio provecho. Ser georgâs significa en los documentas ser «arrendatario». Se habla también de georgoi basilikoi, es decir, arrenda­ tarios del erario pûblico ; aun hoy dfa, una cuarta parte de la tierra en Egipto es propiedad del Estado. Por ejemplo, en una lista de doce terratenientes romanos se encuentra una nota en ocho de ellos haciendo constar que hacen producir sus propiedades por georgôs, es decir, por un arrendatario. Con los documentes adquieren un nuevo realce no sôlo el sentido de las palabras técnicas, sino también las leyes de todo lo referente a los arriendos. El Estado arrendaba con preferencia a sociedades arrendatarias para sitnplificar la administraciôn y para asegurar el pago. Existe el arrendamiento en grande y el arrendamiento en pequeûo ; hay arriendos por un ano y otros por mâs tiempo. Dos arrendstarios declaran una vez que llevan a renta un campo hace va vcinticinco f· MISCEL\NE\ iriSTÛRÏCA Y I.TTERAKIA 673 aüos. El precio del arrendamiento se paga parte en dinero y parte en productos de la tierra. Segûn un documento del iifio 88, la renta de una vina su 1k- a un tercio dei producto ; ea lo que se suele pagar todavia hoy en Palestina. Los artesanos, para vivir mâs desahogadamente, toman en arriendo pequefias parcelas de terreno. El gran propietario era el «capitalista», y el arrendatario el «obrero» de nuestros dias. Estos trabajadorcs conocian ya entonces una especie de huelga ; dejaban de cultivar los campos arrendados y los abandonaban. Asi consta ya por un documento del afio 141-140 antes de J. C. ; algo semejante presuponen ciertos decretos de tiem­ pos posteriores, que ordenaban a los arrendatarios la vuelta al tra­ bajo» (cf. F. Miguel Willam, La vida de Jésus en el pais y pueblc de Israel, trad, del P. José Sola, S. I., 3.* ed. [Calpe, Madrid 1943] ρ· 349-350)· B) Lo que debia el mayordomo Cuânto debes tû a mi sefior ?» De seguro que antes no habia hablado tan frecuentemente de «su senor». «Cien barriles de aceite». Eran 100 barriles de aceite, cada uno de un bato, o, en nûmeros redondos, de 35 litros, o sea, en total, 3.500 litros. Ahora viene la sorpresa. Con un movimiento de mano, que nunca sale mal a un oriental, le propuso el mayordomo : «Toma tu escritura, siéntate luego y escribe cincuenta». Cien batos de aceite valian, segûn los documentes judios, 3.000 de­ narios (poco mâs o menos très veces mâs en pesetas). El mayordomo perdonô, pues, al primero una deuda de unas 4.500 pesetas. No sabemos si ténia delante una hoja de pergamino o de papiro 0 bien un ladrillo de arcilla cocida. Pronto se entendieron. «[Gracias!» Llegô el segundo. Este debia 100 coros de trigo. Un coro son 10 batos ; la deuda, pues, superaba, en cuanto a la medida, diez ve­ ces a la del primero. En cuanto al valor, 100 coros de trigo eran, poco mâs o menos, lo mismo que 100 batos de aceite, como ya hemos dicho. Una quinta parte ; por consiguiente, en nûmeros redondos, de 600 a 700 denarios menos era ya una rebaja cuantiosa. «Escribe ochenta». «[Gracias!» Y se frotô las manos de satisfacciôn. Todos esos habian falsificado ya antes sus recibos, pero se guardaban bien de hablar del asunto. Cuando fuera depuesto el mayordomo, acudiria a ellos, y enton­ ces podrian reirse juntos del rico sefior» (cf. ibid., 353-354). C) Los ricos en tiempos de Cristo «En Judea, mâs que en Galilea, habia labradores ricos. Sus cam­ pos les dejaban mâs de lo que necesitaban ; con préstamos e hipotecas que hacian a los pequefios propietarios, acababan por devolverlos, como el lobo al cordero. La palabra de Cristo 6 21 : τ . 674 EL MAYORDOMO INFIEL. S.Q DESP. ΡΕ.ΧΊ. Estos ricos crearou el comercio. Con el dinero que les dejaban sus latifundios hacian grandes negocios. En tiempo de los Asmoneos y, sobre todo, en el reinado de Herodes figuran estos grandes terratenientes. No es que fueran tan numerosos como en Roma ο en Italia, pero existian. Se los encontraba en los miembros de las familias reales y en la aristocracia sacerdotal. Los Evangelios ha­ blan del oikônomos y dei epitropos, el encargado que dirige la nu­ merosa servidumbre que trabaja en las propiedades de un gran senor que vive en la ciudad o viaja por motivo de negocios. La Mishna nos habla de Rabban Gamaliel II, que tenia sus obreros para explotar vastos campos y con los cuales iba a medias de ordinario. También aparecen îos grandes banqueros, cuyos negocios se cuentan por talentos, que era la moneda maxima. El talento hebreo venia a valer unas 9.500 pesetas oro. Sus negocios no eran sôlo cambio, sino préstamos a los labradores y comerciantes mâs modestos. Los notables de Jerusalén no eran solamente gente aristocrâtica, sino rica. Habia hombres y mujeres muy acaudalados. En el Talmud son famosos por sus enormes fortunas Kalba Shebua, Nicodemos ben Gorion, Eleazar ben Harsum y Marta bath Boëto. Josefo nos ha conservado la lista de los ricos que mandô matar Herodes al prin­ cipio de su reinado, y cuyas propiedades y bienes se apropiô. El origen de estas grandes fortunas no siempre era limpio Algunas se habian creado con el trabajo y el comercio. Pero otras habian nacido en las guerras, en las revueltas politicas y también por la absorciôn de los pequenos propietarios en los préstamos de intereses elevados. Toda esta gente rica de Jerusalén aparece en el Talmud como venidosa y sensual, perezosa y muy apasionada. En materia de religiôn, fria, indiferente y, a veces, francamente impia y escéptica. No creian mâs que en el dinero y en la comodidad. Todos los gran­ des comerciantes, los grandes propietarios, la aristocracia sacerdo­ tal, los miembros de las familias reales y, en general, todos los que estaban en contacto inmediato y frecuente con los griegos y los romanos. En Jerusalén, centro de civilizaciôn y ciudad donde vivian 'os ricos y los poderosos, es donde se encuentran los impios, los pe­ cadores, que el Talmud califica con los epitetos de «insolentes y vanidosos». Con toda razôn y conocimiento de la realidad de su tiempo compadecfa Jesûs a los ricos. La excesiva prosperidad y abundanda los habia hecho malos y desgreciadoss (cf. P. Juan Leal, S. I., El mundo de los Evangelios [Escelicer, S. L., Câdiz-Madrid] p. 164-165). SOBRE LA PRUDENCIA Λ) Alegorîas y simbolos Entre los egipcios, la prudencia se representaba por una serpiente de très cabezas : una de lobo, otra de leôn y otra de perro. En Ια época moderna la simbologia que se ha hecho clâsica es la de una mujer bella que ostenta un espejo rodeedo de una serpiente. En la estatua de piedra que para la balaustrada de Versalles es- sic. 7 MISCELANEK HISTÔRICA Y LHERARÏA 675 culpiô Masson, esta virtud cardinal se significa por nna innjer con uua serpiente enrôlleda en una flécha. Gravelot la colocô sobre una peana con un bu ho y un reloj de arena, sosteniendo un libro. Entre las estatuos universales mâs relevantes de la Prudencia figuran la que labrô Bernini para la tuinba de Alejandro VII en el Vaticano, la que decora el sepulcro de Mazarino, esculpida por Coysevox, y las del Arco de Triunfo de Marsella, Câmora de los Diputados y Pa­ lacio de Justicia de Paris, esta ûltima obra de David. Las mâs in­ téressâtes rcpresentaciones pictôricas son : la Prudencia sentada en su trono, de Pollaiuolo ; la Prudencia de Veronés, que, simbolizada con varios atributos, como cuerdas, un bestôn claveteado, un triâ.ngulo, una garza y un gato, decora el palacio ducal de Venecia, y, por ùltimo, el cuadro de Simôn de Vouet, en que la figura de la virtud se contempla en un espejo que très ninfas le ofrecen, y el de Tiépolo, de la capilla Coleoni de Bérgamo, donde aparece la Prudencia guerrera con una espada en la que se enrosca une ser­ piente. B ) Màximas y sentencias «La prudencia es la ciencia que sabe distinguir las cosas que hay que apetecer de las que hay que huir» (Cicerôn, De officiis, 1,43). «Mezcla a tu prudencia un grano de locura» (Horacio, Odas, ^’,12,37). «La prudencia es la primera en abandonar a los desgraciados» (Ovtdio, Epist. ex Ponto, 4 ep.12,47). «Si la prudencia te acompaüa, ningùn poder celestial te desampararâ» (Juvenal, Sâtiras, 10,365). «No es la blancura de los cabellos la que comunica la prudencia» (Menandro, Fragm. 639). «Es tarde para ser cauto cuando se estâ en medio de adversidades» (Séneca, Thyestes, 3,487). «La imprudencia suele précéder casi siempre a la calamidad» (Appiano, De bello Mithridatico). «La prudencia es como una fuente clara. Asi como ésta con sus limpias aguas autre a las plantas y hermosea a las flores, asi la prudencia, con sus puros consejos y sabias determinaciones, da a las flores de las virtudes morales cuanto tienen de hermosura y aprecio» (cf. San Ambrosio, De offic., l.i c.27). «Un hombre sin prudencia es como nave sin piloto, porque asi como ésta, privada de conductor, 110 sabe ir por el camino derecho que conduce al deseado puerto, sino que impelida, ora aeâ, ora allâ, por el impetu de los vientos, viene a dar en los escollos, asi el aima sin prudencia no sabe ir por el camino del medio, que sôlo es el derecho, porque conduce à la virtud, sino que por su indiscreciôn es llevada, ora a un extremo, otra a otro, y se ve forzada a dar en el escollo de algùn vicio» (cf. San Basilio, Orat. 21, De felic.). «La discreciôn, que por otro nombre se llama prudencia, es la que ordena todas las virtudes, la que las modera y les da lustre y estabilidad. La prudencia no es tanto virtud como gobernadora y guia de las virtudes, moderadora de los afectos y maestra de las costumbres. Quitese del hombre la prudencia y luego vendrâ a ser vicio toda virtud» (cf. San Bernardo, Serin. 49 in Cant.). £ 676 EL MAYORDOMO INFIEL. S.° DESP. PENT. «La prudencia te darâ el conocimiento de ti mismo» (Raimundo Lüuo, Llibre de mil praverbis, 17). «La prudencia espera, la imprudencia huye» (ibid., 13,15). «Los varones prudentes, por los casos pasados y por los présen­ tes, juzgan lo que estâ por venir» (Cervantes, Persiles, 1.2 c.8). «No mirando ser suma prudencia no buscar el hombre lo que no le estâ bien hallar» (ibid., 1.3 c.7). «El bien que estâ adquirido, conservallo—con mana, diligenda y con cordura—, es no menor virtud que el granjeallo® (Cervantes, Viaje al Pamaso, 4). C) Hombres prudentes a) Moïses «Al dia siguiente sentôse Moïses para juzgar al pueblo, y el pue­ blo estuvo delante de él desde la manana hasta la tarde. Él suegro de Moisés, viendo lo que el pueblo hacia, dijo : «i Como haces eso con el pueblo? ^Por qué te sientas tû solo a juzgar y todo el mundo estâ delante de ti desde la manana hasta la tarde ?» Moisés respondiô a su suegro : «Es que el pueblo viene a mi para consultar a Dios. Cuando tienen alguna querella, vienen a mi, y yo pronuncio entre ellos, haciéndoles saber los mandamientos de Dios y sus leyes». El suegro de Moisés dijo a éste : «Lo que haces no estâ bien. Te consumes neciamente y consumes al pueblo, que tiene que estar delante de ti. Ese trabajo es superior a tus fuerzas y no puedes 11evarlo tû solo. Oyeme, voy a darte un consejo, y que Dios sea contigo. Sé tû el représentante del pueblo ante Dios y lleva ante él los asnntos. Ensénales los preceptos y la ley y dales a conocer el cami­ no que han de seguir y lo que deben hacer. Pero escoge de entre todo el pueblo a hombres capaces y temerosos de Dios, integros, enemigos de la avaricia, y constitûyelos sobre el pueblo como jefes de millar, de centena, de cincuentena y de decena. Que iuzguen ellos al pueblo en todo tiempo y te lleven a ti los asuntos de mayor im­ portanda, decidiendo ellos mismos en los menores. Aligera tu carga y que te ayuden ellos a soportarla. Si esto haces y Yavé te comunica sus mandatos, podrâs sostenerte, y el pueblo podrâ atender en paz a lo suyo». Siguiô Moisés el consejo de su suegro e hizo lo que le habia dicho. Eligiô entre todo el pueblo a hombres capaces, que puso sobre el pueblo como jefes de millar, de centena, de cincuen­ tena y de decena. Ellos juzgaban al pueblo en todo tiempo y llevaban a Moisés los asuntos graves, resolviendo por si todos los pequeüos. Despidiô Moisés a su suegro, y Tetrô se volviô a su tierra» (cf. Ex. 18,13-27). ‘'■i b) Tobias «Y ahora, hijo mio, ama a tus hermanos y no te ensoberbezcas en tu corazôn ni desprecies a los hijos e bijas de tu pueblo, rehusando tomar de ellas mujer, porque en el orgullo estâ la perdidôn y el desorden y en la ruindad la penuria y el hambre, pues la madré del hambre es la ruindad. No retengas uni noche el salario de un >· ·· SEC. MISCELANEA HISTORICA Y UTERARΙΑ 677 obrero que trabajare para ti. Entrégaselo luego. Si sirvieres a Dios, El te recompensa. Atiende, hijo, a todas tus obras y muéstrate pru­ dente en tu conversaciôn. Lo que no quieras para ti no lo hagas a nadie. No bebas vino hasta embriagarte, no vaya contigo la embriaguez. Da tu pan al hanibriento y de tus vestidos al desnudo. Todo cuanto te sobrare dalo en limosnas, y no se te vayan los ojos tras lo que vieres. Pon tu pan y tu vino en los funerales de los justos y no comas ni bebas con los pecadores. Signe el consejo de los prudentes y no desprecies ningùn buen consejo. En todo tiempo bendice al Senor Dios y pidele que tus caminos sean rectos y todas tus sendas y consejos vayan bien encaminados ; porque no es del hombre el consejo ; sôlo el Senor es quien da todos los bienes, y a quien quiere le humilia segûn su voluntad. Acuérdate, pues,1 hijo mio, de mis preceptos. y no se borren de tu corazôn» (cf. Tob. 4.13-19)· c) JOSAFAT «Habitaba Josafat en Jerusalén ; pero saliô a recorrer el reino desde Berseba hasta la montana de Efrafm, para traerlos a Yavé, el Dios de sus padres. Puso en la tierra jueces por todas las ciudades fuertes de Judâ, de ciudad en ciudad, y les dijo : «Mirad lo que hacéis, porque no juzgâis en lugar de hombres, sino en lugar de Yavé, que estâ cerca de vosotros cuando sentenciâis. Sea, pues, so­ bre vosotros el temor de Yavé, y cuidad de guardarlo, porque no hay en Yavé, nuestro Dios, iniquidad ni acepciôn de personas ni recibir cohecho». Puso también Josafat en Jerusalén levitas, sacer­ dotes y jefes de las familias de Israel para que diesen a los habi­ tantes el juicio de Yavé y decidiesen las causas. Les diô sus ôrdenes, diciendo : dHaced en todo con temor de Yavé, fielmente y con corazôn perfecto. En toda causa que venga a vosotros de vuestros hermanos que habitan en las ciudades, trâtese de causas de sangre, de cuestiones de la ley, de los mandamientos, ceremonias y pre­ ceptos, instruidlos para que no pequen contra Yavé y caiga su côlera sobre vosotros y sobre vuestros hermanos, y asi no pecaréis. Aman'as, sacerdote, os presidirâ en toda causa tocante a Yavé, y Zebadias, hijo de Ismael, principe de la casa de Judâ, en las causas tocantes al rey ; tenéis entre vosotros a los levitas, que serân vues­ tros maestros. Esforzaos, pues, y a la obra, y que Yavé sea con quien bien lo haga» (cf. 2 Par. 19,4-11). d) La prudencia, principal virtud «Habian venido de varias partes de la Tebeida al santo Abad mu­ chos monjes para saber cuâl fuese la virtud con la cual pudiese el monje subir con seguridad a la mâs alta cumbre de la perfecciôn ; porque los pareceres fueron diversos, se alargô la conferencia espiritual desde la tarde hasta rayar el dia. Algunos juzgaban que la virtud mâs necesaria era la austeridad de vida eu la continuaciôn de ayunos y vigilias, porque, decian, extenuando el cuerpo y purgado el espiritu con taies esperezas, le era mâs fâcil unirse a Dios. A otros les parecia que era mâs importante el total desprecio de todas las cosas terrenas, porque, rotas las ataduras que nos tienen pegados a la tierra, podia el aima, ya libre y suelta, volar a Dios. El. MWORPOMO ΙΧΠΕΙ.. S.° DESP. PENT. Otros tenian por nuis importante la soleJod, porque, estando el alma a solas con Dios, le era fâcil uuirse cou El por cl vinculo dei saqto amor. Otros eran de parecer que, entre todas las virtudes, la mâs necesaria era la caridad, apoyados en la autoridad dei Evangelio, donde promete Cristo el reino de los cielos a quien se hubiere ejer· citado mucho en obras de piedad. Otros, iiualmente, ensalzaban otras virtudes, segûn las diversas inclinationes e instintos de sus espiritus. Entretanto, hebiendo pasado toda la noche en semejantes razonamientos, se levantô el gran Antonio e, imponiendo silentio, comenzô a hablar de esta manera : «Todo lo que habéis dicho es ûtil y aun necesario a quien desea acercarse α Dios y uuirse con El ; mas las innumerables caidas de muchos que caminaron por la senda de las virtudes que vosotros habéis mencionado, no nos permiten dar a ninguna de ellas la primacia ni reputarla como- la mas segura y necesaria entre las virtudes. ê A cnântos hemos visto extenuados con vigilias y ayunos, apartados dei comercio humano, desnudos de los bienes terrenos, en rigidisima pobreza, dados muchos a las obras de caridad, que infamaron después estos fervorosos principios con actos lamentables? Para entender, pues, cuâl sea la virtud principal que con toda seguridad nos Ueva a Dios, conviene observât de dônde tnvo origen la ruina de aquellos hombres fervorosos, y ciertamente no se hallarâ sino en la indiscrétion y la imprudentia, por la cual, no habiendo sabido mantenerse en un justo medio, que es el asiento de la virtud, dieron en el exceso de lo macho o en el defecto de lo poco. Y por eso la penitencia, la soledad, el desapego, la caridad y las demâs virtudes imprudentemente practicadas, en vez de conducirlos a la perfecciôn y a Dios, los llevaron infelizmente al precipicio. La discretion, pues, y la prudentia (prosiguiô diciendo el san­ to .Îbad) son las principales entre les virtudes. Estas son el ojo de quien dijo Cristo que, siendo simple y puro, todo el cuerpo serâ claro y lûcido ; pero, estando vitiado y corrompido, todo el cuerpo serâ tenebroso y oscuro. Porque si el ojo de la prudentia supiere discernir lo que se debe hacer y omitir para obrar con rectitud, el hombre estarâ adomado de lûcidas obras. Mas, si el ojo de la pru­ dentia estuviere ccrrompido po ndiscreciones e imprudentias, quedarâ el hombre ofuscado en las tinieblas de operationes viciosass (cf. Casiaxo, Collât. 2 c.i). e) La perdiz de San Juan Evangelista «Mientras San Juan se entretenu en acoriciar una perdiz, llegô a visitarle un hombre eu traje de cazador, con el arco en la mano y las fléchas al lado, y, al verle ocupado en tal entretenimiento, se admiré mucho y llegô en cierto modo a reprenderle. a^Vos, por ventura, le dijo, sois aquel Juan cuya celeberrima fama me ha traido a vuestra presencia para conoceros? ^Por qué, si sois hombre tau santo como el mnndo predica, os entretenéis en tan puéril divertimiento?» Respondiôie San Juan : «;Qué es lo que traes en las ma­ nos?» Contestô el hombre que era el arco para arrojar las saeta5;. <<Υ por qué, replicô el Santo. no le tienes siempre tirante, sino que le dejas flojo?» «Porque, estando de continuo apretado y tirante —replicô—, o se romperia o perderia aquella rigidez que lo mantiene fuerte para despedir las fléchas». «No te escandalices, pues, dijo el Santo, de este tenue alivio que tomo ; porque de la misma manera, si SEC. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA 679 la persona espiritual no afloja de cuando en cuando un poco su ri­ gor, el espiritu, cansado y oprimido, no puede, cuando lo pide la necesidad, servir para ejercitar las virtudes» (cf. ibid., 24 c.21)· f) El peligro de la imprudencia «Pascasio, diâcouo de esta Apostôlica Sede, cuyos libros sobre el Espiritu Santo, rectos y clarisimos, andan en las manos de todos, fué hombre de admirable santidad, dado a las limosnas, amador de k>s pobres y despreciador de si mismo». Mientras estaba en el fe­ retro, hizo milagros, sanando instantâneamente a un endemoniado. Después de haber hecho San Gregorio de él elogios bastantes para canonizarlo como santo, reüere que se apareciô a Germano, obispo de Capua, pidiéndole sufragios, porque estaba en el purgatorio, no por otra causa sino porque en la election de Simaco, papa, contra el sentir comûn, habia sido pertinaz en su parecer, queriendo poner en el pontificado a un tal Lorenzo romano. Y aunque no hizo esto por malicia, como dice el santo Doctor, sin embargo, se viô obligado a sufrir las penas de su pertinacia (c. San Gregorio, Dial., 1.4 c.4). g) La prudencia de San Fernando Menéndez Pelayo, en su conocido discurso ey don Fernando (cf. RAC, Nicolas Gonzalez Ruiz, .Teatro teolôgico espaûol, t.i p.621) : «Sus virtudes desde nifio le adoruan, y le acompanan tan iguales como ser, en una misma babnza, detenido a la justicia y liberal a la gracia. afabilidad, su agrado, SU clemencia, su constancia, SU saber premiar las letras, SU saber honrar las armas, en fin, su saber mostrar tan siempre una misma cara, a pobre y rico, que ni éste alienta ni aquél desmaya, convinieudo en un semblante dos acciones tan contrarias como gratitnd temida v severidad amada. Amado y temido a un tiempo, le aplauden en ensenanza de que no reina en las vidas el que no reina en las aimas.» I! Asi pudo decir Menéndez Pelayo (cf. o.c., p.56) : «En lo meramente humano, fué tal la grandeza de San Fernando, que en aquel siglo, tan fecundo en grandes monarcas, ninguno puede encontrarse que ni en perfection moral ni en prudentia politica... pueda disputarle la primacia». h) Vi; J« “Querrîa llevar EL nombre de prudente" «Aunque San Luis haya poseido cualidades religiosas y morales ^u grado mucho mâs alto que el comûn, son por si mismas las virtudes del cristiano bueno y leal. Su tiempo lo comprendiô asi, y gustaba de rësumir todas esas virtudes bajo el nombre de pru­ dencia. Segun el relato de Joinville, el rey expresaba su opiniôn a este respecto con esa punta de sal humoristica con la que en su intimidad no se abstenia de sazonar algunas veces el piadoso sabor de sus conversationes. «Cuando el rey estaba alegre me decia : «Senescal, decid las razones por las cuales prudente vale mâs que beato (devoto)». Entonces comenzaba la discusiôn entre maese Roberto y yo. Cuando habiamos discutido mucho, entonces el rey daba su sentencia, y decia asi : «Maese Roberto, querrîa llevar el nombre de prudente, con tal de serlo en la realidad, y todo lo demâs os lo dejaria, porque el nombre de prudente es tan gran cosa y tan buena cosa, que hasta el pronunciarlo llena la boca» (cf. Marius Sepet, San Luis, rey de Francia [ed. Excelsa, Buenos Aairesj p.68i. “El key para el pueblo «De Felipe II se ha dicho que fué el rey mâs espaûol que ha tenido Espaûa. Identificado con el espiritu de Castilla, en cuya corte se formô, represents a su pueblo, encarnando sus virtudes y sus vicios, propios de la época. Los espaîioles de entonces le veneraron y le quisieron, considerândolo un monarca popular, sin mengua de su excelsitud. Reinô plenamente en el corazôn de sus sùbditos, que le demostraron su adhesiôn en la mayoria de sus empresas politico-religiosas. Si se le compara con los soberanos de su tiempo, el Rey Pru­ dente los aventajô a todos en sentido moral, eu cnltura y en gusto artis tico. A Felipe ΓΙ se le cita aun, con notoria ligereza, como prototipo SEC. ;. MISCELAKEA HISTÔRICV V LITEKARï\ 681 ■ ■ de monarca absoluto. No lo fué, ya que sn soberania se viô condicionada por fronteras interiores, donde la moneda, los impuestos y hasta las normas de administrat justicia eran distintos y peculiares. Numerosos fueros, libertndes, usos y costumbres. concedidos ea tiempo de ia Reconquista a los untiguos reinos, regiones y lugares que integraban la unidad espanola, reconocidos y respetados des­ pués por los monarcas, ponfan coto a la autoridad real. En aquel entonces, Espana estaba constituida por una especie de confedera­ tion de Estados bajo el signo tutelar de la corona. Para Felipe II, como para su padre el emperador Carlos V, el arte de gobernar se sustentaba en dos principios fundamentales de orden teocrâtico : fe y conûanza en Dios. Creia Felipe, y asi lo expuso con lapidaria frase, que «el pueblo no es para el rey, sino, al contrario, el rey para el pueblo». Y comparaba su vida al oficio del tejedor, «cuyo trabajo y cuidado exceden a todos los oficios y artes, pues pide a todo el hombre pies, manos y ojos, sin apartarlos de la tela y de cada hilo». Durante su dilatada y trabajosa existencia, Felipe II atendiô en todo momento no a acrecer, sino a conservât sus dominios. Transinitir integra la herencia patrimonial recibida como en usufructo fué el objeto y la razôn de sus camparias militares. A rafz del desas­ tre de la Invencible, en escrito privado que elevô a la diputaciôn de las cortes castellanas, declarô terminantemente : «El deber de defen­ der mis pueblos es tan sôlo el que me impuso la carga de la empresa, y en modo alguno—Dios me es testigo—la ambiciôn de mâs tierras y de mayor poderio, pues estaba y estoy asaz contento con lo que el Creador me ha asignado y concedido». En la vida de Felipe Π hay que diferenciar el hombre del rey^ El hombre, como criatura de Dios, se sabe condenado a morir. Pero el rey, asi que nace, debe atender a su conservaciôn, pues sobrevive en su descendencia. Porque la instituciôn monârquica, de derecho divino, desde el momento que tiende a desempeûar entre los hom­ bres una misiôn sobrenatural, se situa mâs allâ del tiempo y de «a muerte. Existirâ, con carâcter de permanencia, mientras el mundo exista. Todo esto en el concepto dogmâtico de Felipe H. Acaso no haya habido en todo el orbe cristiano otro monarca con mâs depurada conciencia de su responsabilidad. La dignidad real se comunicô a su naturaleza, imprimiéndole una aparente frialdad de sentimientos. Juzgaba incompatible la expansion afectiva con su condiciôn de soberano. Convencido de ser en la tierra el ejecutor de la voluntad divina, ùnicamente el Dios eterno. como supremo Juez, podia exigirle cuenta de sus actos. Esta convicciôn intima trascendiô a su persona, que supo rodearse de un respetuoso aislamiento. De él se cuenta que impresionabci de tal modo a nobles, guerreros, prelados, juristes y frailes, que, al ser éstos recibidos en audiencia, perdian el habla, cambiaban de color y hasta -'e ponfan a temblar bajo sus ojos inquisidores, desmentidos por aquel su dulce y amable «jSosegaos!», que les devolvia la confianza y el dominio de si mismos. En contadas ocasiones Felipe II dejô de ser rey para mostrarse hombre solo. Hasta la hora trascendental de su muerte no se despojô por entero de su soberania. Pero estaba sometido, como los demâs, a las flaquezas de la carne, y, muchas noches, el gentil hom­ bre de câraara que ténia por misiôn apagar las luces de palacio Π. Μ IVORDOMO INFIEL. S. DESP. PENT. llegô a sorprenderle dormido entre montones de expedientes, con un documento a medio escribir en la mano» (cf. Manuel Iribarren, Los grandes hombres ante la muerte [Montaner y Simon, Barcelo­ na 1951] p.rsp-iôik j) Prudencia ignaciana (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q.19 a.9 ad 1, y a. 10 ad 2). ΠΙ. Temor filial y temor initial. A. Santo Tomâs llama temor inical al que es mezcla del filial y del servil. Inicial, porque es el propio de los principiantes en la vida ©spiritual. 696 EL MAYORDONO IN FIEL. S. ° DES?. PENT. B. “Cuando el temor filial, dice San Francisco de Sales, se junta y mezcla con e! temor servi 1 de la condenaciôn eterna o con el temor mercenario de la pérdida del cielo, no déjà de ser muy agradable a Dios, y se llama temor inicial, esto es, temor de los principiantes que comienzan los ejercicios del divino amor. Porque..., cuando los novicios y prin­ cipiantes en el servicio de Dios se sienten perdidos en medio de los asaltos que sus enemigos les dan a los comienzos, no solamente se valen del temor filial, sino también dei servii y mercenario, sujetândose como pueden para no descaecer en su in­ tento” (cf. San Francisco de Sales, o.c.). IV. Temor filial y temor casto. A. Pertenecen a la misma especie, aunque se diferencien como lo perfecto de lo menos perfecto. a) El temor filial y el temor casto pertenecen a una mis. ma cosa, puesto qtic por el amor de la caridad Dios se hace nuestro Padre y, segûn la misma caridad, se llama también esposo nuestro* (cf. pirllu de. apiovcchamlcnto que corran parejos el cieclmlenlo del amor y cl del temor. b) Cuando nos accrcamoji a la oraciôn, debemoi repelli con frecuencia las palabras de la colerta del domin­ io infraoctava del Corpus; «Sancti nominis lui, Do­ mine, timorem pariter et amorem foc nos habere per­ petuum»; «Danos, Scitor, un perpetuo temor y amor de tu santo nombre» Fatso temor I. Introducciôn. A En la epistola de hoy parece quedar excluîdo del bautizado el temor. Dice San Pablo: “No habéis recibido cl espiritu de aiervoe para recaer en el temor" (Rom. 8,15), B. Existe, sin embargo, un temor saludable, enurnerado por el concilio de Trento entre lo« actos que dieponen a la justificaciôn con estas pala­ bras: "A divinae iustitiao timore quo utiliter con­ cutiuntur" (soss.VI c.6: DB 718). No es solamente un acto que sucede en nosotros a la fc, como preparaciôn a la justificaciôn, sino que, ademâs, es ùtil por el arrepentimiento que causa. C. Por otro lado, en la Sagrada Escritura se nos exhorta al temor del Sedor: «Venite, filll, audite me, timorem Domini docebo vos» (Pu. 33,π). b) E Indireclam ente en aquella1 palabras; «El principio de la sabldurla es temor a Yavé» (Ph, in/;). a) D. ;,Hay alguna contradicciôn entre estos textos y la afirmaciôn dol Apôstol refer Ida al principio? ;Qué papel juega el temor de Dios en nuestra vida cristiana? SK. ; Gi JONEb }|OMIL£HC04 —*—ι· ·<· i i ■> μ j ■ i· »99 II. Clane* do temor, fl A. Jnlcrc-Hu, unie? todo, p recinar la» diferente» claBOH do tornor (cf. nupra, “Apuntc» exeg.-rnor.”, ρ.δβ4,3). B. Santo TomA» aofiala la» algui onto»: Temor mundano o humano, mediante el cual el hom­ bre se sépara de Dlo·. por lot males que terne, b) Temor servii, mediante el que uno se adhlere a Dios por temor de la pena. <·) Temor filial, .si lo hace por temor de la culpa. d) Temor initial, inlerniedio entre los dos anteriores, mczcla de uno y otro. u) HI. Un temor falso y reprobable. λ. De la» claeo» de temor expueetô» deepréndcHO a primera viata que una» claec» de ternor no» convierten del modo que sea a Dio», rnientra» que el humano o mundano no» «epara de El. Aquéllo» »on, de algûn rnodo, bueno», y é»te, en cambio, c» malo y reprobable. B. Efcctivarnentc, cl temor mundano e» siempre malo. Supone cl amor mundano, por el que uno se apega al mundo y a los bleues mundanos, como rlquczas, fama, buen nombre, comodldadcs, etc., cuya pérdlda engendra el temor mundano. Asi como el amor mun­ dano es malo, asi lo es tamblôn el temor (2-2 q.ixô a.3). b) Tenter la pôrdlda de los bleues antcrlormente citados o de los bleues del propio cuerpo no es en si malo; es fenômeno natural, y a il se sometlô Incluso Jesucristo cuando en la noche de Gctscmani tuvo te­ mor y pavor. c) la malicla sobrevlenc cuando cl temor a la pérdlda de unos bleues materiales nos aparta del sumo bien, que es Dios, impldléndonos obrar segûn su voluntad. «lis natural que el hombre huya del detrimento del propio cuerpo y de los daflos de las rosas temporales ; pero que el hombre, por causa de estas cosas, se separe de la justicia, es contra la razôn natural. Por eso dice cl Fllôsofo (cf. eEthîc.», 3,1,8 ; Βκ juoasô) ; «Hay clerlas obras, como, por ejemplo, las de los pccados, a las que por nlngûn temor debe uno ser obligado, puesto que es peor cometer talcs pccados que sufrlr elertos easttgos» (cf. cSnm. Thcol», 2-2 <|.T9 n.3 ad 3). d) Esto no tuvo lugar en Cristo. «A pesar del temor que acongojaba su espiritu, pronunciô la palabra de entrega: «Ilôgase tu voluntad* (Mt. 24,42). Causa, sin embargo, cslragos en los crlsllanos que, a pesar de a) LL MAYOKDOMO INFIEL. S.° DESP. PLNT. haber recibido cl mismo espiritu de Cristo, se dejan dominar por el *apetito de la carne, que es muerte y encmistad con Dios· (Rom. 8,7). IV. Efectos del temor mundano. El hecho de “sentir” temor mundano no es imperfecciôn. Sôlo de los locos y de los animales suele decirse que no temen. Un temor moderado puede ser incluso factor de prudencia. Mas el cristiano debe combatir tal sentimiento para nunca ser dominado por él y por los efectos que causa en la voluntad. a) Casi siempre el temor produce una como pardlisis y enervamiento. b) J veces desasosiego, preocupacion, inquietud. c) A medida que cl mal aumenta, hdeese mayor el te­ mor v mas debil la voluntad. d) Causa a veces excitaciôn en la imaginaciôn y sensibilidad. Y esto lleva a la pnsilanimidad, tan catastrôjica en la vida cristiana. Consecuencia del temor al trabajo arduo y dificil suele ser la poca decision de las aimas en la vida de perfecciôn. a) Por el temor se frustran mtichas Inspiraciones de Dios. Es como una barrera que impide abrazarnos con el sacrificio de regalos, vida cômoda y bienestar, al que nos empuja la gracia de Dios. b) De aqui que a/irmen los maestros de la vida espiri­ tual que los que no saben dominar el temor tienen que renunciar a la vida de perfecciôn. Combatid. A. Si el temor lleva al cristiano a la mediania y de aqui lo puede precipitar al pecado venial y mor­ tal, impônese, en consecuencia, la lucha para combatirlo. a) El cristiano solamente ha de tcmer a Dios y al pe­ cado. b) La pérdida de los bienes temporales, cualesquiera que scan, los ha de considerar como ganancla y vic­ toria (Phil. 1,22). B. Remedio sobrenaturaj para veneer el temor serâ siempre la oraciôn y confianza en Dios. Nunca deben faltar ambas cuando el corazôn se encuentre acongojado y abatido. b) Jesucristo en Getsemanl es vivo ejemplo de cllo. Tie­ ne miedo, ora y triunfa. SEC. 8. GUXONES HOMILÎTICOS 701 C. Como remedio natural podrian decirse las pala­ bras de los antiguos maestros espirituales: “co­ rrigere phantasiam”. El temor brota con frecuencia por efecto de una alocada imaginaciôn, que se inventa males e inconvenientes, cuando en realidad no existen. D. Finalmente, el cristiano ha de sentirse en posesiôn del mismo espiritu de Cristo. a) b) Con El nada hay que temer. Y sabemos que El vive en nosotros y con nosotros actûa. Que El es nuestra vida. Que tenemos en El la clave de la generosidad y jortaleza. El temor servil en la vida cristiana I. El servilismo y el temor servil. A. Queremos glosar en este guiôn las palabras de la epistola de hoy: “No habéis recibido el espiritu de siervos para recaer en el temor” (Rom. 8,14). a) Con estas palabras, el Apôstol quiere desterrar del b) cristiano el servilismo, pero no el temor servil. El temor servil es bueno, mientras que el servilismo es malo (cf. supra, «Apuntes exeg.-mor.>, p.564,3). servilismo es malo. a) iLa esclavitud, dice Santo Tomds, se opone a la libertad. Siendo libre tel que es dueno de si mismo», es esclavo el que no obra por causa propia, sino como movido por causa extraria. El que hace por amor una cosa, la hace por si mismo, puesto que por propia in­ clination es movido a obrar. Por lo tanto, es contra la naturaleza del servilismo obrar por amor. Asi, pues, el servilismo es contrario a la caridad» (2-2 q.19 b) Obra por servilismo cl que 110 ama la justicia, sino que terne exclusivamente el castigo. i. No déjà la voluntad de pecar por temor del infierno, sino que persevera en ella, aunque por miedo no cometa algunos. 2. Tal temor o servilismo es reprobable. x · tSi cl temor no cxcluyc la voluntad de pccar ni cl ale cto al pecado, séria cicrtamentc malo y semejante al de los demonios, los cuales cesan muchas vcccs de dailar a los hombres por miedo a ser atormentados con los exorcismos, sin césar de descar y aucrcr cl mal, que maquinan siempre...* 2.· «En verdad, cl auc ama cl pecado y le Quisiera de L· •y EL MUORDOMO INFIEL, S.° DESP. PENT. buena gana compter, a ptsar de la voîuntad de Dios, aunque en realidad no lo cometa par temor de la condenacion Que le espera, tiene un temor horrible y detestable, Porque, aunque no abrigue el Propôsito de llegar a la ejecuclôn del Pecado, tiene, sin embar. go, la ejecuciôn de él en su voîuntad, pues lo querria hacer si el temor no le detuviera, y asi solamente Por una csPecie de fuerza se absticnè de realizarlo» (et San Francisco de Sales» cTratado del amor de Dios», ri, c.xS). Este servilismo no es el temor scrvil. El temor servil es el temor de la pena o dei castigo que puede imponer Dios. Es compatible con la vida cristiana. A él se refiere el Apôstol cuando dice: ‘Obrad vuestra salvaciôn con miedo y temor” (Phil. 2,12). Objeto del temor serv'd. A. El objeto del temor servil es la pena. Hay dos géneros de penas que pueden temerse, y ambos causan temor. Uno es cl conjunto de castigos, desgracias, pruebas, que Dios puede enviar mientras vivimos en este mundo. 1. Este temor brota como sentimiento o impulso na­ tural. Procede del conocimiento que tenemos de la providencia de Dios Nuestro Senor. Nos hace reconocer que dependemos de Dios, excitdndonos a implorat su auxilio, y produce saludables bienes en el alma. 2. «Los relâmpagos, truenos, rayos, t'empestades, inundaciones, temblores de tierra »v otros semejantes e inopmados accidentes excitan, aun a los hombres mas ajenos a la religiosidad y pie­ dad, a tenter a Dios ; y la naturaleza, previniendo el discurso en tales casos, impulsa el cora­ zôn, los ojos y las manos hacia el cielo para reclamar el socorro de la Divinidad» (cf. San Fran­ cisco de Sales, o.c., c.iS). b) Mds existe otra pena, conocida por la fe, que es el principal objeto del temor servil. 1. Es la pena eterna, el infierno, con que Dios cas­ tiga a los que mueren eu pecado mortal. 2. Produce también grandes bienes en el alma. a) temor servil es saluddble y bueno. No solamente es bueno el temor servil, sino que produce en el cristiano efectos saludables. a) Eleva a la justificaciôn : aEl dolor que se concibe de la consideraciôn o miedo del infierno y otras penas. si excluye la voîuntad de pecar con esperanza del perdôn, no solamente no hace al hombre hipôcrita y ■mâs pecador, sino que es don de Dios c impulso del sir. S. b) G ITIONES HOMTLETICOS 703 Espiritu Santo, que, si no inhabita todavia mueve y mediante el cual el penltente prépara el camlno a la justicia* (cf. Cone. Tnd., sess.XIV c 4) tEs imperfecto, ciertamente, y asi lo llama 'el concilio de Trento, porque dimana del amor de si mismo puesto que es el temor de la pena, la cual es a sit vez un detrimento de nuestro propio bient (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q.19 a.6 c). principio del amor: Porque introduce la caridad en nosotros, como la aguja introduce la seda en una tela. 2. Asimismo se dice que es el principio de la sabiduria, porque «dispone exteriormente a la sabiduria, en cuanto que alguno se retira del pecado por temor dei castigo y se hace apto por esto para el efecto de la sabiduria» (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q.19 a.7 c). B. Doctrina de San Francisco de Sales. a) b) El santo Obispo de Ginebra expone bellamcnte qué es el temor servil y cudles son sus efectos. Su doctrina confirma la de Santo Tomds. I. 2. «En cuanto a los temores serviles y mercenarios, no proceden en realidad del amor, sino que ordinariamente le preceden, para servirle de aposentador, y muy frecuentemente son muy ûtiles para su servicio». «Habrâs visto algunas veces a una mujer honesta que, no queriendo corner su pan en la ociosidad, semejante a lo que Salomôn tanto ha alabado, forma una labor de gran mérito, entretejiendo la seda en una hermosa variedad de colores sobre un blanquisimo raso, para hacer un bordado de muchas hermosas flores, las cuales realza des­ pués riqufsimamente con oro y plata, segùn la correspondencia conveniente. Esta obra, pues, hâcela con la aguja, que ella pasa por todas par­ tes donde quiere extender la seda, el oro y la plata ; mas advertirâs que no liera la aguja sobre su labor para dejarla alli, sino solamente para introducir en la tela de seda el oro y la plata y abrirles paso, de manera que, a raedida que éstas entran en el fondo o campo del dibujo, es de alli sacada la aguja v sale de la tela». «Asi la divina bondad, queriendo extender en el alma humana una gran variedad de virtudes y realzarlas al fin con su amor sagrado, sirvese de la aguja del temor servil y mercenario, con el cual, ordinariamente, son nuestros corazones primeramente heridos ; pero este temor no es dejado en nuestras aimas, sino que, al paso que las virtudes vanse imprimiendo y extendiendo el MAYORDOMO INFIEL. 8.” DESP. PENT. en el aima, el temor servi! y mercenario sale de ella segûn aquello del discipulo amado (i lo. 4,18) : «La caridad perfecta echa fuera el temor» (cf. «Tratado del amor de Dios», n c.17). IV. El temor servil y la vida de gracia. A. Aun viviendo en gracia, es necesario conservar el temor servil, para que, si el môvil del amor fallara o disminuyera, viniera a ser compensado por el temor. B. Esta es la idea de San Ignacio en la meditaciôn del infierno: “Para que, si del amor del Seûor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado” (cf. “Ejercicios espirituales” [65]). C. Esta misma idea es expresada por San Francisco de Sales siguiendo la analogia de la bordadora: tAunquc la tnujer de que hemos hablado no deje la aguja en la labor, cuando esta se halla ya hecha y terminada, sin embargo, si mientras le falta alguna cosa que hacer vese obligada a distraerse por alguna circunstancia, dejard clavada la aguja en el clavel, en la rosa o en el pensamiento que estâ bordando, para hallarla mâs a punto cuando vuelva a continuar su labor. De la misma manera, mientras la divina Providentia hace el bordado de las virtudes y la obra de su santo temor en nuestras aimas, déjà siem­ pre en ellas el temor servil o mercenario, hasta que, estando perfecta la caridad, quita la aguja punzante y la pone de nuevo, por asi dccirlo, en su acerico». b) tEn esta vida, pues, en la cual nuestra caridad no serâ jamds tan perfecta que se halle exenta de pcligros, tenemos siempre necesidad del temor, y asi, cuando saltamos de gozo por el amor, debemos teniblar de aprensiôn por el temor» (cf. o.c., ibid.). a) V. Educad en el temor. A. A los padres, maestros y educadores se refiere el consejo. a) Han de evitar el formar en sus educandos una piedad de temor, de esclavitud, angustiosa, repulsive, oprimente. El cristiano ha rccibido cl espiritu de adopciôn, por el que clama a Dios Padre, y no es conforme con este espiritu mirar a Dios exclusivamente como a un Seûor de justicia implacable, siem­ pre severo y terrible. b) Sin caer en este extremo, han de evitar el otro de no excitar para nada el temor. Acabamos de ver que es muy saludable. Conviene que desde niûos aprendan a caminar por él. Llegarà tin dia en que esta etapa serâ superada. Mas para empezar hay que marchar por ella. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 705 B. Otro tanto diriamos de la predicaciôn. No hay que exagerar los temas del temor con repeticiôn abusiva 0 con descripciones poco reales. b) Mas tampoco se deben omitir. La predicaciôn de las verdades edemas es neccsaria. A todos los Cristianos, incluso a los que camlnan en perfecdôn. Porque el temor no solamente aparta del pecado, sino que lleva a detestar lo que puede ser ligero desorden o afecto al pecado, del cual nadie estâ exento. 2. Y porque, segûn la idea ignaciana antes expresada, conviene conservar siempre el temor, para que venga a suplir la falta de amor si algûn dia se enfriara éste. a) SERIE III. SOBRE EL EVANGELIO Las riquezas y la limosna ■parâbola. La limosna es la obligaciôn mâs perentoria de la impuestas por la religion cristiana. a) Durante, la primera generaclôn no era necesario predicarla, porque los jieles tenian un solo corazôn y corrlan a depositor sus bienes en manos de los apôs­ toles (cf. supra, San Cipriano, p.581, b). Hoy conviene insistir mucho en ella. La parabola, bajo la forma de un administrador que se busca amigos por medio de los bienes te­ rrenos, nos pone ante los ojos cômo por medio de la limosna podemos merecer el cielo. Siguiendo la parâbola, vamos a ver en qué consis­ te el error de los ricos y cual es el valor de la li­ mosna. II. El error de los ricos. Su triple error consiste en no saber en qué con­ siste el ser ri co, en equivocar el concepto de la propiedad de sus bienes y en no conoccr cual cs su recto uso. B. Concepto equivocado de la riqueza. /.A ra de Cristo 6 IL MAYORDOMO INFILL. 8.” D'SP. PENT. La parâbola nos présenta a un poderQSo que se in­ digna cuando ve que han repartido sits bicncs. b) El verdaderamentc podcroso es Dios, y sus riquezas consisten en dos cosas. 1. En que no necesita de nadie : «Tû eres mi Dios, no necesitas de mis bienes» (Ps. 15,2). 2. En que derrama sus bienes sobre los demâs «Rico para todos los que le invocan» (Rom. 10,12) c) Los ricos deben imitar a esc modela. Por el contrario, se considérai!—fatuaniente—el centro del muudo, no buscan sino su felicidad y se convierten en verdoderos pobres . 2. Hultiplican progresivamente sus deseos, hasta no • poder encontrar nunca la felicidad, que sc va retirando a medida que crecen sus ansias. 3. No tiene nunca bastante, y cl que no tiene bas tante es pobre. a) Concepto equivocado de la propiedad. a) El sciior de la parâbola tenta un adminislrador. b) Las relaciones entre cl seüor y cl adminislrador tie­ nen dos notas cscnclales: El senor puede retirer el ejercicio de la admlnistraciôn cuando lo tenga a bien. Los hombres ricos son propietarios con relaciôn a los otros hombres, pero no lo son con relaciôn a Dios. Este puede retîrarles su administraciôn cuando le parezea. Lo hemos visto infinitas veces. 2. Puede condicionar su administraciôn como en tienda ser j^sto o le parezea a él. 1. · Dios ha establecido clarfsimamente sus condiciones en la SagrnJa Escritura. 3. · Dios ha im pues to a los ricos la contrlbuclôn de la limosna. j.· La limosna implica. por lo tanto, torn obllgaclôn de caridad para run fos pobres. 4. · Pero a! msmo tiempo. y esta es muy importante v se olvi'fa de ordinario, la limosna es una obllgaclôn d,· justifia para con Dios, Que da los bienes con esta •■condlctôn. 3 La conducta de los ricos es absurda y peligrosa. x.· Los riens nn sirnten la prcscncia del verdadero due- no y se ofridan de Que han de rend trie cucntas. 2. · SfVo se preocvpan de aumenfar sus caudal rs, sin advertir Que lo ûnfco aur rnnslmien de un umdo defi­ nitivo es aumenlar la cucnta Que han de dar (ci. supra, San Ambhumo, p.583, c). ' Error sobre cl uso de las riquezas. a) Es un error prâctico derivado de los dos anlcrîorcs. b) El adminislrador in fiel disipô los bienes que no cran suyos. El rico los disipa con un lujo desmesurado. En nuestros dias. en los que lanlo abundan los po­ bres, el lujo ha Ucgado a ser insultante ; los caprlchos se tasan en centenares de miles de pesetas, SEC. A. c) d) CtHONES IIOMlLÉTICOS 707 Es una excusa vana la de decir que laies dispcndios son cxigldos por la condlcién social. 1. El «quoi! superest date eleemosynam» (Lc. 11,41), sea o 110 sea ésta la versiôn literal, es uno de los postulados de la moral cristiana. 2. Pues bien, si vuestra posiciôn os exige que no os sobre nada, entonces habrâ que acusar a Dios de no haber proyeido de los pobres, puesto que ha encomendado su alimento a las limosnas que les deis emp’.eando en ello lo que os sobre. Considered, en cambio, las cosas a la luz verdadera, y encontraréis la verdadera norma. 1. Somos peregrinos en este mundo, en el que no debemos vivir sino en tiendas de campaûa, prontas a enrollarse. 2. Siendo esto asi, qué los banquetes, a qué las vestiduras fastuosas, a qué los lujos superabun­ dances ? 3. El viajero se provee sôlo de las comodidades necesarias para el viaje, que, aun a pesar de ellas, resultarâ necesariamente incômodo. HL La cuenta del rico. A. Le acusan. No sabemos quiéii acusô al adminislrador. Pero si sabemos quien acusarà al rico infiel. i. Los pobres a quienes defraudô su limosna y me­ dios de vida. Una comida tuya, dirén, me hubiera ‘v..,. bastado a mi, por lo menos, una semana. 2. Cristo, a quien los pobres representaban y a quien los ricos no quisieron dar de corner ni de veslir. 3· Los que recibieron escdndalo y se perdieron al ver cômo se portaban con el pobre quienes se llamaban cristianos fervorosos. % ** a) b) muerte: “Ya no podrâs seguir de mayordomo”. B. b) En la muerte se le arrebatan al rico violentamente y conio castigo las riquezas que pudo convertir en obras que le acompaùaran (cf. supra, San Ambrosio, P.5S9, b). Un nicho cstrccho para quien nada le bastaba. [Cômo cambia rà entonces de pensamientos y qué diferente uso hubiera querido hacer de sus bienes! juicio: “Da cuenta de tu administration” (cf. supra, San Ambrosio, p.584, B). a) b) Tus bienes habrân pasado a tus hcredcros, pero tu aima es enlregada a Dios para que la juzgue. El jucz es cl mismo pobre a quien negaste tus li­ mosnas. - EL MAYORDO.MO INFILL. 8.° DLSP. PENT. i. iQué excusa podrâs dar y cômo defenderâs tus lujos ante un Dios que viviô pobre ? -· cQué excusa ante un Dios que te diô las nqu<·· zas con las condiciones que hemos dicho ? (cf. su­ pra, San Cipriano, p.580, D). D. El infierno. tMuriô también el rico y fué sepultado». , Y <’» el infierno entre tormentos... ! (Lc. 16,22). b) El rico epulon y Lâzaro. fQué cambio de papules ' (cf. supra, San Ambrosio, p.591, y San AGUSTIN, P-599.4)· IV. El ric0 y 1°· limosna. A. El punto de comparaciôn de la parâbola consiste en hacer ver cômo el administrador supo proveer a su futura seguridad por medio de los bienes que administraba, siquiera lo hiciera aumentando SUS injusticias. El rico también puede proveer a su salvaciôn pen medio de la limosna. b) Es mâs, diremos que no sôlo le es obligatoria por haberle sido impuesta esa obligaciôn, sino que es el medio mâs fâcil que tiene para remediar sus muchos defectos. a} B. La razôn es la siguiente: Todos somos pecadores. b) Las obras satisfactorias, resumtdas una y oira vez por la Sagrada Escritura, son: 1) el ayuno; 2) la oraciôn, y 3) la limosna. El ayuno comprende todas las obras de mortificaciôn. (. La situaciôn personal del rico, con relaciôn a la austeridad y penitencia, puede estar representada en la frase del administrador : «Cavar no pueao». ?. Remedio para tal pereza? «Redime... tus iniquidades con misericordia a los pobres», le dice Daniel (4,27) a Nabucodonosor, amenazado de gravisimos castigos. Tabita y Cornelio, salvados por sus limosnas. 3. No es que la limosna sea un talisman mâgico , pero, aparté de su propio valor satisfactorio y del sacriûcio que exige, granjea la gracia de Dios (cf. supra, San Cipriano, p.572, A). d) La oraciôn. i. También los ricos tienen poco tiempo y espiritu poco templado para la verdadera oraciôn. Tam­ bién parece que les da vergüenza mendigar. La limosna es ella por si misma una oraciôn. En este sentido ha sido comentado siempre el si c. 8. GUIGNES HOMiurricos 709 verso de la Vulgata ; «Encierra la limosna en el corazôn del pobre y ella rogarâ por ti para librarte de todo mal» (Eccl. 29,30). limosna nos merece la gracia para orar bien 4· La pobreza I. La parabola. El administrador infiel no terne la ira de su senor, no se arrepiente de sus injusticias; solo tiembla ante la pobreza. a) b) El trabajo duro que curve sus espaldas sobre la tie­ rra, para arrancarle el pan de cada dia: nCavar no puedo». El vestirsç los andrajos de la miseria y extender su mano para recoger una limosna desdeiïosa: nMendigar me da vergüenza*. pobreza temida. En realidad, la pobreza es lo mâs teinido poi el hombre. b) Es natural que asî sea, puesto que supone la caren cia de las cosas que son necesarias para la vida. c) Ahora no nos hemos de referlr a la miseria extrema, que, salvo casos de virtud milagrosa, acaba con las energias del hombre y casi le imposibilita para mi­ rar hacia arriba. Nos referimos a la pobreza que consiste en obte ner apenas lo preciso, u obtenerlo muy escasamente, con el trabajo penoso. A la que supone que a veces falten comodidades que la vida esti­ ma necesarias o incluso lo que en algunos casos, como la enfermedad, es necesario por completo. 2, No queremos indicar que Dios pretende que el pobre se contente con su situaciôn y la considere como definitiva para él y sus hijos. No queremos decii ni aun siquiera que sea justa. d; Lo que si queremos es hacer ver a lodos csos pobres del mundo, ancianos rccogidos en los asilos, pobres en los hospitales, viudas que consumen su vida en un trabajo demasiado duro, etc., cuâlcs son los bienés de su pobreza a) aprecio de Dios. En la corte se envidia al que disfruta del aprecio y confianza del principe, j Cuân tas murmuracio- ri. MAYORDOMD 710 INFIEL. S.° DESP. nes, calumnias y zancadillas sin otro objeto que conseguirla! B. El pobre es quien disfruta dei aprecio y confianza de Dios (cf. supra, San Agustin, p.603,3). a) Lo dice expresamente la Sagrada Escritura en di­ versos lugares: iScrà pretiosa su sangre a sus ojost (Ps. 71,14). Dios se (.uida de todos sus criaturas, pero la Sagrada Escritura atesligua toda cita cl cuidado especial que Dios se toma en provecr y hasta vengar a sus po­ bres. «Protegerâ al desvalido que le implora y al oprimido que no tiene quien le ayude». 2. 3 C. El pobre disfruta del gran privilegio de ser el re­ présentante de Cristo. a) b) c) J Nos hubiera guslado ver a Crlslo vivo? Ahi lo tenemos en los pobres. En cl juicio. Crlslo mismo aflrma que lo que les dl1110s se lo debemos a él. 'La mano del pobre es el gazojllacio de Crlslo* (cf. San Pedro Crisôlogo). Cornelio, oido por Dios gracias a sus Umosnas. tA Tabila ; quién la rcsucila? i Los que la rodeaban o los meudlgos ?» (cf. San Juan Crisôstomo, «Sobre los Hechos», 10,4 : PG 32,237). IV. Los consuelos del pobre. 9 A. No nos referimos al argumento, tan utilizado por los Santos Padres y especialmente por San Juan Crisôstomo, de que el pobre se ahorra las mil in­ quietudes que acarrean las riquezas, porque tenemos otros argumentes de mucho mâs peso, pobreza ayuda grandemente a la santidad. Convino que Crlslo fuera pobre, porque los predlcadorcs deben scrlo, para que asi «se veau libres de toda prcocupaclôn temporal, de la que no pueden ver­ se los ricos» (cf. Santo Tomâs, «Sum. Theol.>, 3 q.40 a.3). i. La abundancia de las riquezas y la mendicîdad de­ ben evitarse por los que quieren vivir virtuosamente, en cuanto que son ocasiones de pecado. La riqueza da ocasiôn a '.a soberbia, y la mendicîdad al robo, mentira, etc. (ibid, ad 7). 2· FAcil es de comprobor lo inevitable del primer peligro, dada la condiciôn bumana, y lo fâcilmente qne se libera del segundo el pobre de es­ piritu. b) Estas prcocupacioncs de que libéra la pobreza no son cxclusivamcnle cl cuidado de sus bienes. sino cl alcjamicnlo de Dios, que no suelcn dejar nunca de pro­ ducer. Segûn Sanlo Tomâs. la pobreza se sigue del don de temor de Dios, epucs, al someterse a El. ya 110 se prétende cngrandcccrse por nada proplo ni ajeno. sino sôlo en Dios..., ni por nada proplo. con la soberbia ni con cosa alguna exterior, como los ho­ nores y riquezas» (2-2 q.ir a. 12). c) Por lo tanto, segûn la doctrina de Santo Tomâs, cl pobre licnc menos peligros de pccar y. sobre todo. carccc del peligro de caer en cl mâs grave de los capi­ tales. Ademâs, la pobreza le ponc en un punto de pcrfccciôn derivado del don de temor de Dios, haciéndole apoyarsc sôlo en él. d. Esta es la razôn por la que las ôrdenes religiosas han buscado la pobreza. y no sôlo la que pudiéramos lla­ mar pobreza juridica, sino segûn la mente de sus a) v %' > r.t -« •4 712 EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. fundadotes, la pobreza real. Recuérdesc la historia de San Bernardo en la reforma de sus monjes. C SEC. h. PENT. La pobreza y la imitaciôn de Cristo. a) La pobreza hace que el hombre se parezea todos los dias a Cristo de un modo nuevo. Si cae enfemo y se ve desatendido, puede repetir la frase de San Pablo : «Estoy crucificado con Cristo» (Gai. 2,19). En su hambre y sed puede ocordarse dei Sal­ mo (68,22), que anuncia que en su sed le abrevarân con vinagre. Y si tiene frio, de la desnudez de la cruz. b) Y esta semejanza con Cristo, si es sobreUevada con paciencia, les dard un cielo mayor que el que ten· gamos los demâs. ESPIRITUALES I. Introducciôn. A. Al administrador del Evangelio se le pide que rinda cuentas de su administraciôn (cf. supra. San Ambrosio, p.584, B). B. La razôn es porque ha sido acusado como disipador de los bienes del Senor. C. Todos somos administradores de Dios. a) Hemos de rendfr cuenta; biteresa saber cômo se disipan estos doues, para que, realizando una recta ad­ ministraciôn, no scamos condenados (cf. supra, San Cipriano, p.580, D). b) Tratamos de los bienes espirituales que recibimos. II. Bienes sobrenaturales. Son taies (cf. supra, Santo Tomâs de Villanue­ va, p.625, d): a) La gracia santijicantc con todas las virtudes y danes del Espiritu Santo. b) Todas las gracias actuales, que Dios nos da para cada uno de los actos de crden sobrenatural que realizamos. Este caudal de bienes se nos da como capital iniçial por Dios Nuestro Senor desde el primer mœ 713 mento que por el bautismo o por la caridad se nos comunica la gracia santificante. a) b) El capital de orden sobrenatural signe aumentando por el ejercicio de las virtudes, por la recepdôn de los sacramentos de vivos, por gracias extraordinarias que Dios envia al aima. Pero cada miembro del Cuerpo mistico deberà rendit cuentas de la gracia y méritos que ha recibido o alcanzado en su trabajo bajo el injlujo vital de la Ca­ beza, que es jesucristo. C. Los bienes sobrenaturales son disipados. a) b, 10 Administradores de los dones de Dios (U,'IONES HOMîLÉTiCOS En un sentido mâs radical, por el pecado, que mata la gracia del aima y dcslruye todos los méritos. También se disipan, aunque en sentido distinto, cuan­ do no se les hace fructificar conforme a la voluntad de Dios. Todo cristiano tiene una meta scûalada, que jamâs cubre del todo en el recto ejercicio adminis­ trativo de los bienes sobrenaturales. «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt. 5,48). D Esta mala administraciôn, acusada en la falta de crecimiento en la vida espiritual, puede incluso llegar a privar al aima de gracias eficaces para conservarse en estado de gracia. ΙΠ. Bienes naturales. A. Las facultades espirituales del aima: entendi­ miento y voluntad. Estas facultades son rectamente administradas cuando se ponen al servicio de la verdad y de un consecuente amor ordenado (cf. supra, Santo Tomâs de Villanueva, p.624, B). B. La ciencia (cf. ibid.). La riqucza de la ciencia en sus distintos grados, des· de el hombre consagrado al estudio hasta la persona que ha alcanzado una cultura humana cual convient a su dignidad de persona, es uno de los tesoros hu­ manos mâs nobles. b) Son disipadorcs de estos doncs; i. Los que la utilizan en dano propio o del prôjimo. a) 1. · Pueden ser sumamcnic responsables por el influjo Que cjcrccn en gcncraciones enteras. 2. · De ordinario, cuando llegan a la cumbre mâs elevada, si la ciencia es verdadera, van aproximdndose a la verdad sobrenatural, rcsolviendo por lo general su problema religioso y de concienda. 2. Los que no la utilizan en beneficio propio. Son aimas de una buena formaciôn en el orden in· telcdual, pero que, sin que la apllqucn a un daHo positivo, la poseen sin bencficiarse de ella; es el dr· ool estérü del Evangelio. ' ■ ) · • 1 i·! M KYORnOMO 714 3.· 5rrd cl tXFIFL. 8,° DESP. PENT. fort ado, sin quc sina Para nada, si ho es para 3· Los que no lo utilizan en beneficio de los demâs. También san matus administratores y cometen un fcca.lo de ombiJn. Los (nenes cspiritnaies tienen une misiôn social que cump’.ir, y con nuis rasôn que los btcues materiales. El niera Itecho de tenerlos ariosos ya merctc el cas­ tigo, como el crlado que entend cl talento rcclbido (Mt. 25,351. Jcsucrisla se reservo para si 110 prccisamcntc la ad­ ministration de un reino temporal, antique con todo derecho lo podia haber exigido y hubicra oblcnido cl mayor de los ëxilos. La misiôn personal v la inslltucion social, que crcô con lodos los detalles, haciendola conlinuadora de su propia misiôn, fui consagrada a la adntiuislraciôn de los bienes cspirituales: la verdad, la ley moral sobrenatural, la santificaciôn de las aimas por la gracia. C EJ honor y la buena fama. Es mi importante bien de orden espiritual, pues constituye al hombre en una especial categoria de dignidad. b) Los que viven en el piano mâs elevado por la noblcza. cl honor, la buena fama. posent un tesoro que estân obligados a administror rectamcntc. c) Dice cl libro del Eclesiaslës (7,1) : sMcjor es la fama que cl btten ungüento». Para cllo deben: i. Lo primero, conservar estos bienes. Λ Dios de­ bemos la conciencia, pero al prôjimo debemos la fama. Hay obligaviôn grave de guordar el bueu nombre. Dice el Eclesiâstîco (41,15) : «Ten cui­ dado del buen nombre ; éste es de mâs valor para ti que mil tesoros grandes y preciosos». 2. Administrai! mai los que viven a capncho, sin que les importe lo que puednn pensar los demâs, siendo asi que deben mâs bien con su ejemplo conservar la buena fama y procurar al prôjimo el beneficio y estimulo de su ejemplo. 3. La nob'.eza, de toda clase, tiene una gran misiôn que cumplir, procurando e-Ievar cl nivel moral humano de la sociedad en que viven. 4. Finalmente, los que ilevan un procéder abiertamente indigno de su esiado cosecban frulos de pecado en su propia aima con la mayor facilidad. Son campos abiertos a todas las mâs bajas tentaciones del enemigo, ya que ni siquiera encuentra un muro de pudor y de buena fama que in­ tenta conservarse. û) . y TV. Conclusion. A. Todos los bienes de orden espiritual, bien administrados, son los que nos granjean mâs directamente amigos numerosos y buenos para la otra vida. SEC. 8. GUTONES homit.^ttcgs 715 B. Quizâs muchos no tengan bienes materiales, pero a) alcance de todos se encuentra sobre todo la riqueza de orden espiritual; y de entre las riquezas espirituales, las que mâa valen, como son las de orden sobrenatural. 11 ♦ · · A dministr adores de los dones de Dios 2. Bienes del cuerpo Bienes del cuerpo en administration. A. Todo cuanto tenemos lo hemos recibido de Dios. Somos administradores que hemos de rendir cuen­ tas: a) Del alma y del cuerpo. b) De las facitllades espirituales y de los scntldos cor­ porales. Ellos son las potentias por las que acti'ia el hombre, y de todos sus ados en uno ù otro sentido dard cuenta a! lin (cf. supra, Santo Tomâs de Villa» nueva, p.624, B). β. Todo cuanto Dios nos ha dado lo ha subordinado al fin sobrenatural al que nos tiene destinado. Toda nuestra acluacldn, directa o indlreclamente, debe encamlnarse hacia la cnnsecucidn de este fin. b) Debemos, por tanto, examiner end! sea la recta adml. liltiracldn que debemos cjercer, incluso del propia cuerpo, en orden a alcanzar tan elevada flnalldad, a) ■J La vida del cuerpo. * v ·· · I A. Administran malamente la vida del cuerpo: a) b) Los que sc la quilan. Pecan gravemente contra el qulnto mandamiento. Dios es ductio absoluto de. la vida y de la muerte. El se ha reservadq este campo. Los que no cuidan sujiclcntemcntc de su salud pudiéndolo hacer. B. Los padres. Es misiôn important fshna de éstos la de procurar la salud corporal de sus hijos. llasla la misma naturaleza lo dicta. b) El padre mds bien tendrd que atender a procurar cl sustento; la mûdrc mds dlrcctamcntc estâ a!enta a la salud de los hijos. Por ellos deben prepararse convenientemente para la crcaciôn de un hogar. a) 716 EL MAYORDO.MO IN'FIEl.. 8.° DESP. PENT. c) Const ituyen mala administraciôn de la vida corporal del nino cosas tan dementales como no alimentar­ ios, amamantôndolos ellas mistnas cuando pueden no acostumbrarlos a una disciplina rational en los alimentas, dândoles comida sana, nutritlva, reglamentada, etc. C. Las autoridades. â) Todas aquéllas de las cuales depende procurar la salud con normas de higiene, cuidando eficazmentc de que las agitas estén sanas, de evitar epidemias, etc., son administradores de la vida de los cucrpos. b> Se estôn palpando los resultados admirables en la poblaciôn infanti', donde las defunciones han dlsminuido hasta el niàxlmo. D. Todas estas administradores de la vida del cuerpo han de dar cuenta, para recibir premio o castigo, segûn la gestion que han llevado a cabo. ΠΙ. Los sentidos corporales. A. Constituyen la gran riqueza de nuestro cuerpo. a) Pertenecen a una vida superior a la vegetativa; no sôlo esto, sino que los sentidos corporales en el hom­ bre tienen una exquisita perfecciôn. b) Estôn al servicio de la vida rational. Por lo cual su administraciôn debe tender, para que sea ordenada. a que sean utiles al espiritu. B. La dificultad especial nace de que fâcilmente entra la concupiscencia para aprovecharse de los senti­ dos contra ei dictamen de la razôn. Poner, por consiguiente, los sentidos bajo el dicta­ men de la conciencia, utilizândolos para el bien y mortificando muchas veces su uso, es una sabia administraciôn. b) Merece el galardôn de una gloria para el aima, que alimenta su mérito, y para el cuerpo, que ha trabajado juntamente con ella. a) IV La belleza corporal. A. Es otro don recibido de Dios y, sin duda alguna, una riqueza positiva. a) No es otra cosa sino un reflejo de la infinita hermosura de Dios. b) Puede ser administrada rectanicnte. Sobre la jover. hay un adagio que dice: *La belleza en la joven suple la dotet; es decir, ha recibido una dote de Dios inhé­ rente a su cuerpo. Debe utilizarla para aquello para lo cual Dios se la ha dado. c) Administran mal este bien corporal los que abusa» y la emplcan para el pecado, se traie de su propia hermosura o de la ajena. SFC. 8. GU1ONES nOMTLÉTTCOS 717 Los concursos de belleza han sido prohibidos como inmorales. I-a razôn es que ’.a belleza natural no debe someterse a concurso, siendo como es un don gratuito de Dios. Es tau inconsecuente seme jante concurso como si, de ser visible, quisiéramos someter a concur­ so 1a belleza espiritual alcanzada por el bautismo conferido a distintos ninos, y a quienes Dios da una medida distintiva y voluntaria de gracie. 4· Estos concursos, aparté de las ocasiones que ofrecen de pecar en si mismos, fomentan la con­ cupiscenda y la vanidad, menos fundementeda y mâs va cia, de la joven. de fomentar la belleza que brota naturaimente de la virtud, de la educaciôn, de un cuidado del cuerpo honesto. a) b) Pero todo ello subordinado al bien espiritual. Hay ocasiones en que la tnujer ha de tener cuidado especial de su aderezo personal por obligaciôn de es­ tado. Se trata de la mujer casada con relaciôn a su propio ntarido. V. Conclusion. A. Es sumamente alentador saber que todo lo que encierra nuestro cuerpo, tan fâcil e inclinado al pecado, es en realidad un tesoro que, bien explotado, conduce a la vida eterna. B. Sobre el cuerpo glorioso brillarâ el gozo que le corresponda por haber estado al servicio de nues­ tra aima en la obra de la santîficaciôn personal. El sacerdote, administrador de Dios I. Gracias “ gratis datae". A. Hay dos clases de gracias en el orden sobrenatural, especificadas por el fin para el cual se dan. a) Gracias que santifican de suyo a aquel que las reci­ be, conto la gracia santificant e ; estas gracias santifi­ can al que las recibe, y para ello han sido crcada> Por Dios. b) Gracias ^gratis dataev. Las que se dan no tanto para beneficio del que las recibe cuanto para beneficio de los detnàs. De este género es la gracia dei ministeria 718 rL MxvoRDovn τχέτπ . 8° ncsr. rrxT. sacerdotal. El propio sacerdote, que tiene, por clcm· pio, el poder de absolver los pecados, no puede darse a si mismo la absoluciôn. Somos administradores con relaciôn a todas las gracias que recibimos de Dios. a) De El las reclbimos y a El debemps dar cuenta de las mismas. bl Sin embargo, parecc que de un modo mâs exacto se salva este aspecto de no ser propietarios, sino solamente administradores en ias gracias que se conjlcren para ulilizarlas en benc/icio de otros De ellas si que ha de dar cl sacerdote est récita cuenta. III. La mayor dignidad. A. Nace de haberlos hecho Jesucristo sus administradoree. Sin duda alguna, los bienes que Cristo ha venido a buscar en la tierra los ha conseguido al darnos su doctrina y todos los méritos alcanzados en la cruz: lo que hizo y lo que enseüô. Ahi estân todas sus riquezas. . B. Las ha entregado al sacerdote. a) b) primer beneficiario. Es, sin duda alguna, el sacerdote. No porque esas gracias ministeriales sean formas que le santifîquen y hagan agradable a Dios, como la gracia santificante, sino por la preparaciôn que supone en el candidato para reeibir las gracias “grat’B datae”. Para recibir el sacerdocio, el candidato es segregado dei mundo y exclusivamente dedicado < a Dios. « 4) Ha consagrado su vida a una exquisita formaciôn espiritual y a la prâctica de las nids pcrfcctas virtu­ des evangéllcas. b) Se le exige tal grado de preparaciôn antes de rcclbh el sacerdocio. que debe sobresalir entre los flclcs poi sus virtudes positivas nada conjunct. » Puesto que ésta es exigencia previa para la co* laciôn del orden sacerdotal, necesariamonte Dios da sus gracias extraordinarias a cada uno de los que eligen el sacerdocio, para que puedan dlgnamente prepararse a recibirlo. a) El sacramento del orden sacerdotal Il eva conslgo cl aumento de gracia santlflcante. b) La recta adminlslraclôn de los bienes y obllgaciones que impone el ministerio sacerdotal, proporciona un mérita especial, rcmuncrado por Dios con el alimen­ ta de gracia. La funclôn principal del sacerdote, cual es la oblaciôn del sacrlllclo de la misa, lieue un Jruto especlalisimo e inalienable para cl mismo sacerdote. Dios darâ una recompensa del todo especial para los que han consagrado su vida a cuidar exclusivamente ^e la aplicaciôn de los méritos adquiridos por El en la cruz. c) Toda su dochina. Ya en adclante no serân slcrvos, sino amigos. Razôn: porque les ha revelado todos los secretos que ha oido del Padie (lo. 15,15/. Todos sus méritos. 1. Los sacramentos son la fuente por la que se aplica la redenciôn de Cristo a las aimas. 2. Han sido puestos en manos de los sacerdotes para que los administren. Los sinlctiza Jesûs en el momento de la Ascensiôn (Mt. 2S,iSy. 1. Hace una primera afirmaciôn : «Se me ha dado todo poder ; por consiguiente, id y ensenad... Bautîzad... Haced que guarden mis preceptos». 2. Cristo pone todo el i>oder, que ha recibido en el cielo y en la tierra en orden a la santificaciôn de las aimas, en manos de los discipulos. 3. Es lo que decia en el Cênâcu’.o, sintetizando y elevando lo mâs posible la dignidad dei minis­ terio aposuülico : «Como mi Padre me enviô a mi, asi también yo os envio a vosotros» (lo. 17,18]. IV. La gran TCsponaabilidad. A. Corresponde a la excelencia de la misiôn. B. Ha puesto en manos del sacerdote la administraciôn de sus méritos: a) b) c) Lo que mâs le ha costado. Lo que mâs vale. Lo que cslà deslinado a la salvacîôn de las aimas. C. De ley ordinaria, todo el fruto de su redenciôn esta vinculado a ]a mejor o peor administraciôn que el sacerdote haga de los méritos de Cristo, de su doctrina. D. También ee cierto que a tanta responsabilidad corresponderâ la remuneration justa (cf. supra, Beato Avila, p.629 c). Los apôstoles entrarôn a formar parte del tribunal que incluso Jitzga al mundo. Ellos pcdlràn cucntas del uso que las aimas hlcieron de los bienes que les proporcionaron. b) Aslmismo. por estar mâs cerca de Cristo que ningun otro, recibirân el galardôn de otros Cristos. a) 720 EL MAYOR DOMO INFT BL. 8.° DBSP. PENT. 13 prudencia santa en la predicaciôn de Cristo. En el evangelio del dia es alabada por Cristo la prudencia del administrador. Esta alabanza se entiende de una prudencia adquirida, de una vir­ tud natural, alabada no por el objeto concreto a que se aplica, sino por el modo con que el administrador ha sabido granjearee amigos en circunstancias apuradas de su vida. La prudencia totalmente buena. a) Es la que sc aplica a dirigir los actos en orden a la consecuciôn de un bien honesto; en definitiva, el fin ultimo para que hemos sido crcados. b) Jésus la exalta en dos ocasiones. Prudencia para a’.canzar el galardôn individual. Asi se alaba como administrador fiel y prudente a quien todo lo tiene siempre dispuesto para cualquier momento en que pueda llegar el Senor. Al encontrarlo Dios asi, le darâ un gran galardôn (Mt. 24,45)· 2. Prudencia para el apostolado : «Os enviô como ovejas en medio de lobos ; sed, pues, pruden­ tes como serpientes y sencillos como palomas» (Mt. 10,16). Prudencia para gobernar. 2J Segûn se desprende de esta doble amonestaclôn de Cristo, la prudencia es necesaria para conducirse rectamente; conviens sobre todo a quiencs incumbe el deber de aconsejar y dirigir a los demâs. En el primer caso anotado, el hombre se gobierna a si mismo; en el segundo, gobierna y dirige a las ai­ mas para conseguir la vida eterna. Este doble aspecto se hace resaltar también: Por Cristo, quien alaba a las virgenes prudentes en oposiciôn a las virgenes necias (Mt. 25,4). b) Por San Pedro y San Pablo, que ensalzan la pruden­ cia de los ancianos, principalmente de los encargados de vigilar las primitivas comunidades cristianas (i Tim. 3,2; i Petr. 4,7). a) prudencia de la carne. Hay una prudencia que no es buena. a) Lo dice Jesucristo. El Padre celestial ha castigado la sabiduria y prudencia de los sabios del inundo, los cuales confiait en su propia sabiduria, revelando los SEC. 8. b) GUIONES HOMILÉTICOS 721 misterios a lus pequeûos y humildes, mientras ellos luin quedado ch la oscurldad acerca de las verdades mâs bellas ael reino de Dios. Lo replie San Pablo. «No seâis prudentes a vuestros propres ojos» (Rom. 12,16). «Dios destruirâ la sabiduria de los sabios y la prudencia de los prudentes» (i Cor. 1,!9). El Apôstol se refiere a esa misma sabiduria y prudencia de los sabios dei mundo, los cuales vi­ ven segûn la luz, no ya de su razôn, sino de sus apetitos ; y viven lejos de la sabiduria del Evan­ gelio. prudencia de la carne es la prudencia falsa. San Pablo sinteliza la prudencia de la carne diciendu que es .muerte. y .enemiga de Dios. (Rom. 8,6). b) En la doctrina de San Pablo acerca de la doble ley que hay en nosotros, la del espiritu y la de la carne, la del nombre viejo y la del hombre nuevo, se da la prudencia de la carne cuando todo el hombre se com­ pone y gobierna siguiendo el dictamen de la concu­ piscenda y no cl de la razôn iluminada por la fe. /Isi resulta que esta prudencia es enemiga de Dios o de la vida de Dios en nosolros y, consiguientemente, es muerte para el espiritu. c) Concrelamente, entendida asi esta prudencia en su sentido peyorativo, persigue un fin rastrero y terreno. 1. No busca el bien honesto, que es objeto de la vir­ tud, sino el bien ûtil, como, por ejemplo, el di­ nero. 2. Al mismo tiempo se ingénia innoblemente para procurârselo. ΓΠ. Triste situacïôn de los prudentes segûn fa carne. Prefieren lo temporal a lo eterno, lo présente a lo futuro. b) Nace semejante procéder de falta de una fe y espe­ ranza verdaderas. Viven para lo que tienen ante los ojos. pero no para el mâs allô. Es propia de una filosofia pagana que vive sin conocimiento de un Dios, de un aima inmortal, de una rernuneraciôn futura. Tienden a procurar un bien présente, sin pensar en evitar los males futuros que le esperan. Es la locura de quien edifica como morada eterna lo que no es sino pasajero. Sabe buscar y conseguir los bienes terrenos, pero no los eternos. En ello emplean los hombres toda la luz natural de su razôn, todo su ingenio, todo J ■r 1 722 EL MKVORDOMO INFIFL. 8.” DESP. PENT. el esfuerzo de su voluntad, poniendo un caudal de fuerzas en juego dignas de mejor causa. . Frente a las dificultades, saben eludir todos los lazos que se les tiendan, ptro no se preocupan de eludir los del demonio. . Saben aconsejar a otros, con frecuencia hasta en su vida espiritual y sobrenatural. Solamente a si mismos no saben aconsejarse. Como los escribas y fariseos, que sabian explicar la ley a los demâs, pero ellos no la cumplian, o que resuelven las dudas de los Magos, indicândoles con claridad meri­ diana dônde habia de nacer el Cristo, pero no supieron aprovecharse de la luz para seguir el camino de la estrella. Los medios que utilizan para conseguir su inten­ to, unos serân honestos y otros inhonestos. Todo es indiferente con tal de que le puedan servir para conseguir el fin deseado. Conclusion. A. Como dice San Pablo, para los que han sido iluminados con la fe, semejante modo de procedor es nccedad (1 Cor. 3,19). Desarrollan preciosas energias, cuya cosecha deünitiva eerâ tan triste como la condenaciôn eterna que se labran. B. Aprendamos del administrador del Evangelio a utilizar todo nuestro ingenio y esfuerzo para granjearnos amigos para una eternidad. Esta es la ver­ dadera prudencia. Necesidad de la prudencia Introduction. A. Cristo nos invita a la imitacion dcd administrador infiel. No para imitar su mala admlnlstracidn. b) Sino para imitar la prudencia en ganarsc amigos que le socorran cn cl momenta de necesidad. g) B. Todos somos administradores. Siempre de nosotros mismos, ya que cada uno se sal­ va o sc condcna segûn cl buen o mal uso que haya hecho de cuanto Dios le ha dado en orden a conse­ guir su salvaciôn eterna. SPC b) GtHOXFS HOMHÉTTCÔS 723 /llgunas -erres de los dcmàs, cuando se tiens una misiôn de aposlotado. C. En uno y otro caso es sumamente necesaria la vir­ tud de la prudencia. Para cl gobierno y santificaciôn personales. A. Prudencia para evitar el pecado. El pecado no puede cvllarse sin conocer bien las cau­ sas y las ocasloncs del mismo a fin de proctirar y paner los remedies. b) Esta es labor de la prudencia. a) i. Actùa con !os siguientes datos : Los resuïtados que ha dado nuestra vida trente a los obstdculos rn la vida pdSüda, cunoclendo los fracasos O los triunfos que hubo. 2 9 Eu segundo lugar vc la dlsposlclôn actual en que se encuentra el aima, de mds forlaleza y virtud o de mayor drbllldad, y, conslgulcntcmcntc, prietbe lo que para lo Juturo puede ser ocasiôn de pecado. i? Indica los medios mâs a propôsito para remover o atenuar dîchas causas que nos ponen en oca­ siôn de pecar. La prudencia harâ que el aima no sea temeraria acercândose a un peligro para el cual, segûn datos de su experienda pasada, no se encuentra en disposiciôn de superarlo con éxîto, 3· Ensena la estrategia para vencer las tentaciones que no han podido evitarse. Aconseja el modo de procéder frente a estas tem taciones, a fin de que no solamente se venzan, sino que se conviertan en ocasiôn de adquirir nuevos mérites. 2. X? t Esas tcntacioncs y Pellgros serfan entonces la itnam? mono iniquitatis*, con la que se pueden granjear ami· gos para la elernidad. En este dltlmo caso, la victoria Puede ser tan défi· nHIvd, que el demonio, vicmla que su tentaclôn ha ser· vida para propurcinnar intritos extraordinarios al aima, désista de nuevas teutacioncs. B. Prudencia para la prâctica de là virtud. Es necesaria la prudencia para nuestro adclanto en la vida csphilual mediante la prâcllca de lus virtudes.· b) Naturaleza de la prudencia. Se define como .recta ratio agibllinint ; *la razôn que con rcctitud dirige nuestros actos,. Se la Hama por los antiguos .auriga virlulum,: conductora de las virtudes, que flja si» justo medlo. C) En concreto, y con rclaclôn a las virtudes morales, determina cl justo medlo, para que no haya falta ni por exccso ni por defecto. Por ejemplo, sciïala cl jus­ to media de la forlaleza entre la cobardia y la lemcridad, que inclinaria a algulcn a exponerse a Ia muer­ te sin causa justifleada (cf. supra, Santo Tomas, p.616, E). a) * 4 n. MWORPOMO tXFTFI.. D’SP. PENT. También es necesarla en el cjerciclo de las virtudes teologalcs, que deben practicarse en tiempo oportuno y coh los medios apropiados a las diversas circuns­ tancias de la vida. Ash I. Con relaciôn o la fe. SfHiiZa las que h: amouizan y los medios con que se evltan. Indica «·! modo de que crezca y sea de dia en dta mds prâctica. Con relaciôn a la esperanza. :.· F.nseùa a conctliar hi confianxa en Dios con tin janto temor. :.· Ί ev'htr de! misnu· modo la presunciôn y la deses Peraciôn. Con relaciôn a la caridad. Ensena el modo de que la caridad mâs exquisita informe coda une de nuestras obras, sin que sea nunca obstâculo para el cumplimiento de los propios deberes. especialmcnte necesaria cuando se trata de con­ ciliar en una misma persona virtudes aparentemcnle contradictorias : justicia y bondad, mansedumbre y tortaleza. austeridad y cuidado de la salud, vida in­ terior y tralo social, defensa del propio honor y jama v verdadera humildad. 3’ t - - < .····« ΓΠ Para el apostolado. La prudencia es virtud de gobemantes. El mas delicado de los gobiernos es el gobierno de las almas. La prudencia tiene ante la vista el fin a que se encamina toda la acciôn apostôlica y los medios con que puede contar para conseguirlos; es decir, cômo debe aplicar todos los medios para conseguir la salvaciôn y santificaciôn de las aimas. La prudencia ensenara prâcticamente. A exponer convenientemente la palabra de Dios. Ella indica al sacerdote qué es lo que debe caller y qué es lo que debe decir. 2. Cômo ha de decirlo para no ofender a los oyentes, sin que por ello caiga en la cobardfa de ser cperro mudo® ante su auditorio. El sacerdote prudente busca el modo de acomodar al entendimiento de sus oyentes la exposiciôn de le palabra de Dios, para persuadirlos, conmoverlos, convertirlos, alentarlos a un grado mâs alto de santidad. el confesonario. Es de capital importancia el ejercicio de la prudencia. Basta atender a las funciones que alli desempena sacerdote. SEC. 8. 2. 3- 4- OUIONES HOMH.ÉÎICOS 725 l.c juez due debe preguntar con clarldad v precisiôn Para fonnar tin juicio iCudnime, dar la sentencia jus­ ta y poner las Penitcncias acomodadas. Es doctor oue. debe ensedar sin cscandalizar. Es ni/dico due Investiga las causas de la enjermedad para aplicarles remedlos oportunos y ejicaces. Es padre Inspirador de conjianza, pero con paternal severldad para no facllltar con sus debllidades el ca­ mino para el pecado. En la administracMn de todos los sacramentos. No haciendo odiosos dichos actos a los fieles crïstlanos, pero siempre imponiendo suave y fuertemente lo que pide Dios, la liturgla, el Derecho Canônico y el bien de las aimas. d) En la administracMn temporal de la parroquia. Sin molestor a los feligreses ni escandolizarlos, niostrândose demasiado interesado en ’os bienes temporales. Pero sabiendo qne es administrador prudente de 2. los bienes e intereses que se le confian v que, en definitiva, son para ordenarlos al culto divino. la formaciôn social de los catôlicos. Es uno de los puntos en que mâs necesaria es la I. prudencia dei sacerdote. Debe enseûar el pensamiento de la Iglesia sobre 2. el problema social, pero sin salir de sa campo sacerdotal. Exige esto una preparaciôn exquisita. c) IV. Conclusion. A. Esta es la importancia de la virtud de la pruden­ cia, necesaria en la vida espiritual propia y en el ejercicio del apostolado. B. Cuanto queda dicho del apostolado sacerdotal es aplicable, por lo que se refiere al ejercicio general del apostolado, a los mismos seglares que colaboran con la jerarquia de la Iglesia. La falta de pru­ dencia malogra muchos esfuerzos apostôlicos. El hombre prudente prudencia. La parabola de hoy es la parâbola de la prudencia humana con relaciôn a su ùltimo fin. B. El Senor nos pone como modelo la prudencia per­ versa del administrador, para que nosotros la santifiquemos y la apliquemos con el mismo celo a nuestra salvaciôn. ET. ΜΛΥΟΚηΟΜΟ INTIEL. 8.° PESI *. PENT. ■ . — ______ _____________ ·__ — 726 H. Necesidad de la -prudencia. “Los frutos de la sabiduria son las virtudes, por­ que ella enseûa la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes mâs provechosas para el hombre (Sap. 8,7). o) Si cl Espiritu Santo colora entre las virtudes tnàs nccesarias a las enatro cardinales, ni que decir tiene cual sera la importanda de la prudencia, que regula las otras 1res. b) Expilcacidn de Santo Tomds. 1. «La prudencia es la virtud mâs necesaria para la vida humana, porque el vivir bien consiste en obrar bien, y para obrar bien no sôlo importa lo que se hace, sino cômo se hace ; esto es, que se lleve a cabo mediante una elecciôn recta y no por impetu o pasiôn». 2. «Ahora bien, como quiera que la elecciôn versa sobre todo aquello que se refiere a un fin, para • ser recta exige dos cosas, a saber : el fin debido ' y los medios que se ordenan a ese fin». 3. «El hombre, con relaciôn a todo aquello que se ordena convenientemente al fin debido, necesite de un hâbito racional que lo disponga bien, por­ que el consejo y la elecciôn de los medios que se ordenan al fin son actos de la razôn, y, por lo tanto, es preciso que exista una virtud intelectuol que perfeccione la razôn, para que se haya convenientemente con relaciôn a lo que ha de elegir para conseguir el fin. Esta virtud es la de la prudencia. de donde se colige su necesidad para vivir bien» (cf. Santo Tomâs, «Sum. Theol.», 2-2 q.57 0.5 c). B. Por lo tanto, la prudencia consiste en la recta elecciôn de los medios convenientes para conse­ guir cl fin. Y tanto mâs necesaria sera cuanto mâs necesario fucre el fin. HI. La prudencia en la parabola. A. La elecciôn del fin. La parâbola compara implicitamcnte los dos fines, el humano del administrador y los eternos tabernâculos, a cuya preparactôn nos invita·. b) De prudentes es comparer lo pasajero con lo cterno, lo limitado con lo infinito. c) Y para mâs rcsaltar la gravedad e Importanda de ele­ gir bien el fin, el Senor; a) * I. Nos habia de la rendîcîôn de cuentas, cuya inevi· tabilidûd todos conocemos. SPC. 8. GXHOXF.S TIOMH.ÉTTCOS 727 2. A continuaciôn propone la parâbola del rico epulôn, en la que coteja la felicidad pasajera y el fuego eterno del uno con las desgracias terrenas y el goce futuro del segundo. Los medios. Su elecciôn constituye el nervio de la parâbola. a) b) c) d) ' e) f) El administrador infiel sc prcocupa scriamciitc de su problema. tjQutf haré, pues nil amo me quita la mayordomfa!» 1. 4 Nos preocupainos nosotros seriamente de nnestra salvaciôn ? 2. No serâ el asunto al que dediquemos menos tiempo y atenciôn ? Sc propone seriamente lo que ha de conscguir y entiende lo que le conviene; iPara que... me reclban en sus casas». 1. Es algo que mâs bien pertenece a la elecciôn del fin debido. 2. El hecho de que dediquemos tan poca atenciôn a nuestra salvaciôn, i no se deberâ a que no he­ mos dedicado la consideraciôn debida a saber cuâl es nuestro fin? Se ingénia en bitscar y encontrar medios. ιΥα sé lo que lie de hacer». 1. Nosotros para todo encontramos tiempo y soin ciones, menos cuando se trata de algo relativo a nuestra santificaciôn. En ese caso, todo sc vuelven dificu’.tades insolubles. 2. La razôn consiste siempre en que no hemos pesado la importancia de los distintos fines y la supremacia del ùltimo de todos ellos. Toma sus rcsolucioncs y las ejccuta râpidamentc. ti.lamando a cada uno de los dcudorcs..., sientate al instante y escribe...» 1. <>No es esta actitud la mâs opuesta a nuestro continuo dejarlo todo para mafiana ? 2. En la adolesceneia esperâbamos a la juventud. La juventud creyô que la edad madura seria la de la virtud ; pero, llegada esta, nunca se juzga lo suficientemente avanzada. Los medios que emplca, aunque malos, son los mâs proporcionados al fin que protende. r. Para encontrar amigos injustos que le reciban, emplea medios injustos que puedan granjear su amistad. 2. Nosotros debemos buscar la amistad del Dios de los pobres, de los justos, de los castos... En resumen. el mayordomo injusto sabe utilizar perfectamcnte para sus fines los bleues de la tierra. i. Nosotros también tenemos un fin. Los bienes de 728 H MAYORDOMO INF1E!.. 8.° DES!’. PENT. la tierro, sentidos, riquezas, etc., puedeu ser me­ dios u obstâculos para conseguirlo. 2. i Qué hucemos ? En qué los convertîmes ? IV. Principio y fundamento. A. He aqui cômo toda la parâbola coincide con el “Principio y fundamento” de los “Ejercicioe” de San Ignacio. B. La sintesis de la prudencia cristiana consiste en embeberse bien de aquel principio fundamental: El hombre ha sido creado para honrar a Dios y salvar su aima. C. Todo lo demâs no sirve sino para conseguir ese fin. D. Saber utilizar lo creado, utilizarlo con deci­ sion para ese fin, es el resumen de la primera meditaciôn de los “Ejercicios” y de la parâbola del administrador infiel. 16 Prudencia viciosa I. Materia del guiôn. Incluimos en este guiôn la falsa prudencia, la prudencia imperfecta y los vicios opuestos a la prudencia, que tienen cierta semejanza con ella. II. iPuede existir la prudencia en los pecadores? A. “Es imposible que el que no es hombre de bien sea prudente” (cf. Aristôteles, “Ethic”, VI 12,10: Bk 1144; cf. “Sum. Theol.”, 2-2 q.47 a.13 sed contra.) La prudencia absolutamente perfecta sôlo se da en los justos. b) La verdadero, aunque imperfecta, también en los pecadores (cf. supra, Santo Tomâs, p.620, b). a) B. Debemos distinguir très clases de prudencia. Prudencia falsa (cf. ibid., p.620, 2,1.°). 1. Sôlo apariencia de prudencia. Llâmase también astucia. Vienen bien los medics al fin, pero el fin es malo. 2. Por ejemplo, se trata de nn buen falsificador en el sentido de que conoce con perfecciôn el arte de falsificar ; pero moralmente es malo, porque la acciôn es reprobable. b) Prudencia verdadero e imperfecta (cf. supra, Santo Tomâs, p.620, 2,2.°). a) SEC. «. GUIONES HOMTI.ÉTTCOS 729 El fin es bueno, pero no es el ùltimo fin. 2. No es perfecta en los medios : se aconseja bien, juzgn bien, pero es ineficaz en el precepto o mandato. Prudencia verdadero y perfeela (cf. ibid., 3.0). Se aconseja bien, juzga bien, precepLiia o manda bien, y todo ello respecto del ultimo fin del hombre. r) C. Conclusion. La prudencia falsa se da en los pecadores. La verdadero y perfecta, sôlo en los justos. a) b) III. Pérdida de la prudencia. Λ. La prudencia se pierde por el olvido y por las pasiones (cf. supra, Santo Tomâs, p.621, e). Por el olvido, esto es, por los afios, no se pierde del todo la prudencia, pero se desvirtùa. La pru­ dencia reside en el entendimiento y en el apetito. Por eso no se pierde completamente por el olvido. Mas pierde vigor y eficacia. a) Por la pérdida de la memoria, que es una parte in­ tegrante y muy importante de la prudencia. b) Por la dificultad de conocer bien las circunstancias. porque cl anciano observa mâs deficientemente Ια realidad que le circunda. c) Por la misma debilidad del entendimiento para Ins actos de juzgar. d) Por la debilidad de la voluntad para los actos de mandar. Las pasiones enervan la virtud de la prudencia. Por ellas puede perderse también. a) b) c) *I.a bcllcza te sedujo, y la pasiôn pervirtiô tu cora­ zôn·» (Dan. 13,55). «No recibas regalos, que ciegan a los prudentes y tuercen la justicia» (Ex. 23,8). kLo dcleitable y lo triste pervierten en el corazôn el concepto de la prudencia» (cf. Aristoteles, «Ethîc.», VI 5,6 : Bk H4obi3 ; cf. 2-2 q.47 a.ïfi c). TV. La imprudencia. A. La imprudencia es vicio o pecado opuesto a la prudencia. Puede serlo: . a) b) Privativamente. Cuando se carece de la ■prudencia que naturalmente se debe tener. Contrariam ente. Cuando se obra positivamente con­ tra las réglas de la prudencia (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q-53 a.ï). B. La imprudencia se espccifica segûn la oposiciôn a los tres actos de que consta la prudencia: consejo, juicio, precepto. I * π. MtvnRnnMn ixfïfi.. 8.° desp. pf.xt. La o position al consejo caitsa la precipitaciôn o te­ meiidad. b) La oposiclôn al juicio, la inconsideraciôn. c) La oposiclôn al precepto, la inconslancia y la negllgcncia. a) C. La precipitation. • El cauiino de los impios es tenebroso y no saben donde caerâm> (Prov. 4,19). b) La precipitaciôn en los actos dei alma se toma metafôricamenle del movimiento corporal. La précipita­ tion corporal se produce cuando se procede de arriba abajo, segûn cierta impetuosidad del propio movi­ miento 0 de algûn impotente que 110 procede ordenadamente y por grados (cf. 2-2 q.53 a.3). Los principales grados de la prudencia son: La memoria de los hechos pasados. 2. Intelîgencia de los présentes. 3· Circonspection para examinar todas las circunstancias v relationes. 4· Précaution para advertir los peligros. 5· Consejo para confirmar o rectificar nuestras apreciaciones. 6. Ratiocinio que compara una cosa con otra. 7· Juicio, término de nuestro raciocinio. 8. Mandato o precepto para obrar. 9· So’.icitud y rapidez en la ejccuciôn. d) Estas distintas partes son como grados por los cualcs se descicnde desde cl plantcamiento de una cuesliôn hasta la ejccuciôn de la misma. c) Cuando. dcsprcciando estos distintos grados o rcalizôndolos imperfcctamcntc, se baja râpidamente a la ejccuciôn, hay precipitaciôn. a) D. La temeridad. a) I.a temeridad coincide con ta precipitaciôn en ser b) dejccluosa en la claboraciôn del proceso. i. Cuando este desprecio de las réglas de la pru­ dentia nace dei impetu de la voluntad, arrastrada j>or la imaginativa o por las pasiones, entonces hay precipitaciôn. La temeridad propiamente dicha nace cuando el 2. desprecio de las réglas nace de soberbia o presunciôn. valor es te'rmino mcdlo entre la cobardia y la icmcrldad. inconsideraciôn. a) Testimonio cscriturislico : »M:ra siempre de frente con tus ojos, vayan tus pôrpados derechos ante ti» (Prov. 4,25). «Mira bien dônde pones el pie, y sean rectos to2. dos tus caminos» (ibid.. 26), te. 8. b) GUIOXKS nOMH.ÎTTCOS ?31 La inconsideraciôn consiste en no considcrar aquellas cosas de qne depende cl rcclo juicio. i. La inconsideraciôn perlencce al entendimienio. Es acto de juzgnr. La inconsideraciôn se opone directamente a la rectitud de juicio (cf. ibid., a.4). inconstancia. La inconslancia es la scparaciôn del buen propôsito (cf. ibid., a.5). Se inicia la inconstancia en el falso apetito. Se consuma en la ra/.ύη. La razôn del inconstante se engana a! rechazar lo que antes habia aceptado rectaniente. La rectitud y permanenda de la razôn prâctica pertenece de algûn modo a la pru­ dencia. El defecto de la misma, a la imprudencia. La prudencia prefiere el bien mayor al bien menor. La inconstancia desiste del bien mayor por alcanzar el bien menor. 3· La constanda es propia de los fuertes. La fortaleza, como todas las virtudes morales, participa del bien de la prudencia. b) La continenda y la perseveranda se apoyan en la razôn. El fuerte es constante porque su. voluntad estâ iluminada y so st cnida por la razôn. V. Origen de los très vicias. A. Es importantisimo este articuio para los directo­ res de adolescentes y de jôvcncs. Y es muy sabio para conocer y apreciar la estima y confianza que merecen los hombres (cf. ibid., a.6). a) b) aPrccipitaciôn, inconsideraciôn e inconstancia procé­ dai de la Injuriai) (cf. San Gregorio, «Moral.», 31,45: PL 76,621). «La dclectaciôn corrompe mâs principalmente cl jui­ cio de la prudencia» (cf. Akistôieles, «Ethic.», 6,5,6 : Bk ii4obij). B. Los deleites sensuales absorben el aima y la arrastran a los deleites sensibles. Mas la perfec­ tion de la prudencia, como la de cualquier virtud intelectual, consiste en la abstraction de la cosas sensibles. Adviértase, pues, a la juventnd del pecado de Injuria. b) No es en si el pccad,o môs grave, porque es pecado corporal, y de suyo son mâs graves, por ir môs di­ rectamente contra la caridad, los pecados espirituales. c) Mas cl pecado de injuria es gravisimo por las consc■ cucncias que tiene en la vida. C. Véase lo dicho contra las hijas de la lujuria, entre las cuales figuran la precipitation, la inconsidera­ Et MAYORDOMO TNFIFt. S.o DESP. PENT. ciôn, la inconstancia; y de ollas se pasa al desprecio de los bienes espirituales, al odio de la otra vida e incluso hasta al odio formal a Dios nues­ tro Senor (cf. ibid., a.4 y 5). VI. Vicios que se asemejan aparentemente a la prudencia. Son seis: a) Prudencia de ta carne b) Astucia. Dolo. d) Fraude. e) Solicitud de las cosas temporales. 0 Solicitud de las cosas futuras. Solicitud de las cosas temporales. Puede ser mala : a) Si SC buscan como ultimo fin. b) Si se empiea excesivo cuidado c) Si se terne demasiado que nos des, porque esto séria pecado Dios y, por tanto, contra la fe divina. en procurarlas. fallen en las necesidacontra la confianza en y contra la paternidad Solicitud de las cosas futuras. a) Hablamos de la solicitud viciosa, que puede ser con descuido de las cosas espirituales. tLa solicitud dei siglo ahoga la palabra» (Mt. 13,22). b) Es un pecado contra la providenda divina; tBuscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo de­ mâs se os dard por anadidura» (Mt. 6,25-34). astucia. aj La falsa prudencia por el fin se llama prudencia de la carne. b) La falsa prudencia por los medios empleados, sea el fin bueno 0 malo, se llama astucia. El evangelio de hoy nos propone un caso de astucia. C) El Senor propiamente no elogia al mayordomo infîel. Le llama «infîel», «hijo de este siglo». 2. Le contrapone \ |a Semana Social de Dijôn», 7 de julio de 1952 : Col. Enc., P-537)· B. Practicas la prudencia de la carne, a) Cuando procedéls asi, practlcàis la prudencia de la IV. El deber de la limosna. Hacemos capitulo especial sobre esto, porque olvidan muchos cristianos que la limosna puede ser un deber, y deber grave. a) Hay obligaciôn de dar limosna. b) En otros gulones hemos tratado mâs despacio de este punto moral. b) B. Baste recordar aquî dos normas. a) La de Leôn XIJI en la «Rerum Novarum»; tPoseer los bienes como proPlos y adminlstrarlos como si fueran comunes». Esto es. ttoma lo necesario para tu necesidad. decoro, perfeccionamiento tuyo y de los tuyos, y de lo que sobra da limosna». b) Y el consejo de Santo Tomôs; Dad •prombte. abundanter, hilariter», es decir, dad con prontltud, generosldad y alegrta. A continuation dei texto evangélico de hoy refiere San Lucas la parâbola del rico ppulôn, cuyo pecado fué la falta de caridad con Lâzaro (cf. Le. 16, 19-31). a) Le negô la limosna que le debia. Y este pecado le sepultô en el infierno. b) Y no lo olvldes. Porque puede ocurrir que ha va s heredado de tus antepasados un dinero que debiô ir a los pobres. afecto desordenado a las riquezas. Pones el corazôn en ellas (cf. supra, San Agustîn, p.597, B). •Mammona iniquitatis !» Porque las riquezas ciegan al hombre y le arrastran el corazôn. Es la causa por que el joven rico no quiso seguir a Dios Nuestro Senor. No se decidiô a desprender el corazôn de las riquezas por medio de la limosna y entregarlo puro a Cristo. b) Entonces es cuando el Seùor pronunciô aquellas pa­ labras: tj Cuân dificil es que un rico entre en el reino de los cielos!» (Mt. 19,23). Y continué el Senor que, «si para los hombres era dificil, pera Dios no hay nada imposible» (ibid., 26). 2. Porque Dios Nuestro Senor puede hacer que esos mismos bienes que opartan al hombre del cami­ no de la salud sirvan de medio para que se le abra la puerta del reino de los cielos. a) 739 GUIONES MOMIL^TICOS came. Ponéis vuestro fin en los bienes temporales. 2. No pocas veces practices la conducta condenada en el Evangelio. La del siervo de iniquidad, la de los hijos de las tinieblas. 3· Porque los medios que cmpleâis para poseer esas riquezas, que absorben vuestro amor, son tam­ bién ilicitos. Y, sin embargo, a vosotros se dirige el Salvador, para deciros que esas mismas riquezas os deben servir para practicar la prudencia del espiritu. prudencia del espiritu. iQué hacer, pues? Levanta tu vista al fin ultimo de las cosas, cleva tu vida a ese fin. i. Practica la prudencia del espiritu y sirvete de esas mismas riquezas, que tù reconoces que han sido adquiridas demasiado fâcilmente, para lograr la entrada en el reino de los cielos. 2. Si no te remuerde la conciencia, no te tortures con vanos escrûpulos ; pero tranquilizate por la largueza de tus limosnas. b) Da con abundanda a los pobres. Esconde tus rique­ zas, como dicen los Santos Padres (San Agustin), en cl corazôn del pobre, que con eso habrâs dado un va­ lor inmenso y eterno a tus riquezas, porque te las encontrarâs en el reino de los cielos (cf. supra, San Agustîn, p.594.5)· c) «Fac traiectilium» (San Agustîn). 1. Haz el contrato de situar fondas. El que va de viaje, sitùa fondos en las ciudades por donde ha de pesar. 2. Sitùa tus fondos en el reino de los cielos, para que, cuando llegues alli, aunque estés desnudo de otros bienes, te aprovechen las virtudes, y los méritos y las oraciones y sùplicas de los pobres a quienes favoreciste (cf. supra, San Agustîn, P-598.3)· 3. Sean los pobres tus banqueros. Que ellos salgan a tu encuentro «y te introduzean en las eternas moradas» (Le. 16,9). n) 1 ty · a Π. NIWÙRDÛMÙ tNFIEL. S.° DESP. 740 PENT. 18 Un tratado completo. Admirable es toda la “Secunda secundae” de la "Suma Teolôgica” de Santo Tomâs. a) b) c) Es un tesoro de sabiduria especulativa y prâctica. Y entre los diversos tratados, uno de los mâs célé­ brés es e! tratado de la prudencia. Lo encierra cl santo Doctor en sels cuestioncs (2-2 q.47 a q-53 inclusive). Imposible reproducir aqui todas las ideas. a) El orador sagrado hard bien en estudiar diredarnen- te este texto de la tSuniat *. b) Es de gran valor para orientar c iluminar la mente de politicos, gobernantes, directores, y para cl pro­ pio gobicnio det individuo y de la misma familia. Recogcremos aqui algunas ideas capitales. Definition de la prudencia (cf. supra, p.612, A). A. La prudencia es “la recta razôn de lo operable”: “recta ratio agibilium” (cf·. Aristôteles, “Ethic.”, 6,5,6: Bk 1140b20; cf. 2-2 q.47 a.2). B. La prudencia pertenece propiamente a la potencia cognosci ti va. Obra por cicrta comparaciôn, y por eso estâ en la razôn. b) Conoce las cosas futuras por las cosas présentés y pasadas. Pero el medio de la prudencia no consiste en la sola consideration de las cosas, sino en la aplicaciôn a la obra, que es cl fruto de la razôn prâctica (cf. 2-2 q.47 a.i). a) III. Sabiduria y prudencia. A. Para calificar la prudencia es précise tener en cuenta el fin y los medios. a) La prudencia es la irecta razôn de lo operable*, que conocc ante todo por qué se opera, cuàl es el fin de nuestra actividad; después, por qué medios 0 cami­ nos licitos queremos llegar a este fin. b) La prudencia es tanto mâs pcrfccta cuanto mâs clevado es el fin que se persigue y mâs nobles los me- 1 De este tratado hay una elegante exposiciôn castellana debida a la pluma de don Lcopoldo Eulogio Palacios. SEC. 8. GUIGNES HOMilÉTICOS 741 dios que se emplcan para alcanzarlo. Por eso, pru­ dente en absoluto no es mâs que el que ratiocina bien y obra bien acerca de todo cl vivlr, es decir, el que orienta su actividad vital a conseguir el fin ulti­ mo y mâs perfecto. Prudencia asimplltiter», la cual no se halla en los pecadores (cf. 2-2 q.47 a.13). B. Santo Tomâs comenta profundamente el texto de los Proyerbios (10,13) : “En los labios del prudente se halla la sabiduria”. La sabiduria consiste en juzgar todas las cosas por la causa mâs elevada. Pero la considcraclôn de la causa mâs elevada en el orden prâctico y el perseguirla por medios licitos pertenece a la prudencia. b) En el género de los actos humanos, la causa mâs elevada es el fin comûn de toda la vida. A este fin se refiere la prudencia. Y por eso solamente el que ordcna todo cl conjunto de la vida al fin mâs perfec­ to merece el nombre de prudente en absoluto. c) Luego es évidente que la prudencia es la sabidu­ ria en las cosas humanas (cf. supra, Santo Tomâs, p. 615, D). 1. No la sabiduria en absoluto, porque no se refiere a las cosas mâs elevadas absolutamente consideradas. 2. Se refiere al bien humano. Y por esto se dice de la sabiduria que es a la vez especulativa y prâc­ tica. a) C. Por eso, anadimos, los santos son hombres sabios en absoluto. No solo porque en el orden especulativo contemplan mâs perfectamente que los demâs hombres la Verdad absoluta en si, sino porque en el orden prâctico hacen de la posesiôn de esa Ver­ dad el término de toda la actividad vital y ordenan sabia, recta y licitainente todos sus actos para conseguirla. IV. Principios y circunstanclas. A. Los dos elementos que entran en la virtud de la prudencia son: conocimiento claro de los princi­ pios; apreciaciôn exacta de las circunstancias. a) b) «La prudencia no solamente tiene por objeto los universales, sino que debe conocer los singulares» (cf. Aristôteles, «Ethic.», 6,7,7 · Bk ii4ïbi4 ; cf. 2-2 q. 47 a.3 sed contra) ; porque la prudencia es la treela razôn de lo opérable», y las operationes existen en los singulares. La razôn prâctica no puede abarcar la infinidad de las cosas singulares. «.Inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros câlculos, muy aventurados», dice Salomôn (Sap. 9,14). LL MAYOR DOMO INFIEL. ô.° DESP. PENT. B. Por eso es cualidad caracteristica del prudente el mudar de parecer. a) Se dice: Del sabio es mudar de consejo. 1. Pero esto no hay que enteuderlo tanto del sabio en un sentido especulativo cuanto del sabio en el orden de lo operable, esto es, del prudente. 2. Porque el variar de parecer no es porque cambien los principios, que son inmutables, sino por­ que se modifican las circunslancias. b) Las circunstanclas, sobre todo cuando dependen de los actos humanos, son por si cambiables todos los dias. 1. Y mâs cuando la acciôn de la prudencia por el gobierno o mando se extiende a muchos, puede ocurrir que, sin cambiar las circunstancias, sean éstas mejor apreciadas por una informaciôn mâs detenida. 2. Enlonces el verdadero prudente no terne cambiar de juicio prâctico y, como consecuencia, rectificar, si es preciso, el mandato o la orden. V. La prudencia en los ancianos. A. La prudencia es propia de los ancianos por dos razones (cf. supra, Santo TomAs, p.621, d). a) Porque en ellos es mayor la experienda de la vida y, por consigulente, el conociniiento de las circums­ tantias. Pueden practicar el acto propio de la pru­ dencia, que es comparar, porque tienen acumulado en su memoria un numéro muy grande de casos o circunslancias parecidos, a veces anâlogos, a veces casi idénticos a los casos que se les ofrecen para el conscjo o para el mando. b) En los ancianos se halla mâs aniortiguada la fuerza de la pasiôn, y, por consigulente, suele estar mâs limpida y pura la opération mental. B. A veces los ancianos pueden carecer de una cultura especulativa, pero no hay que olvidar la sentencia aristotélica, que recoge Santo Tomâs: “Los ancianos, por la larga experienda, ven los princi­ ples” . VI. Aplicacion a los pueblos. . Por analogia se pueden aplicar a los pueblos las anteriores considerationes. a) Los pueblos viejos suelcn ser mâs prudentes en sus decisiones que los jôvenes. Por eso mismo suelcn ser mâs lentos. b) Los pueblos pueden carecer de una auténtica filosofia politica national. Sin embargo, cuando han con- SEC. 8. GITTONFS HOMTT.FTTCns 743 scrvado sabla in ente la tradiciôn, la experienda de los siglos les hace sabios. He aquî por qué tiene un inmenso valor la tra­ diciôn en la vida pûblica de las naciones. a) b) La tradiciôn no es propiamente de principios. Puede conlrlbulr a robustecer los principios. Mas el valor de los principios no nace de la tradiciôn. Tal tesis const It uve un grave error en fllosofia. La tradiciôn es de experiendas. Y en la vida pùblica de los pueblos es de instituciones. 2. Es decir, de las formas concretas que han torna­ do los principios para un determinado pueblo o raza. Por eso ningùn pueblo sabio desprecia la tradiciôn. Despreciar la tradiciôn es pronio de pueblos jôvenes o de «pueblos que han cafdo en una se­ gunda infancia muv prôxima a la imbecilidad senil» (cf. Menéndez Pelayo, aDos palabras sobre el centenario de Balmes», 1910). Los dos pueblos mâs sabios en punto a conservar las tradiciones han sido Roma e Inglaterra. suprema prudencia. I » Por encima de estos dos pueblos ha sido sabia la Iglesia catôlica en conservar las tradiciones. Bas­ ta para comproba rlo el hacer un estudio histôrico de la liturgia catôlica. B. La Iglesia es sapientisimamente tradicionalista. Pero, ademâs, la Iglesia supera a todas las naciones en lo que pudiéramos llamar elemento es­ peculativo de la prudencia, esto es, claridad de principios, que en ella no son principios naturales, sino dogmas revelados, comprendidos en lo humano muchas veces e iluminados a la luz de una filosofia perenne. Por eso todos reconocen que no hay gobiemo mâs sabio en el mundo que el gobierno de Roma, ni câtedra superior en el orden de la prudencia a la Santa Sede. Mientras por una parte acumula dianamente cantidad enorme de datos para resolver en cualquier materia, tiene siempre a su disposiciôn excelentes consejeros, que conocen perfectamente los principios aplicables y poseen toda la tradiciôn y todos los antecedentes de la historia de la Iglesia. El. MAYORDOMO INFIFL. 8.° DESP. 744 PFNT. Vin. La prudencia en I03 jôvenes (cf. supra, p.621, c). La prudencia adquirida no puede existir en los jôvenes, ni segûn el acto ni segûn el hâbito (cf. 2-2 q.47 a.14). a) j>) B. Existe en los baullzados la prudencia infusa en cuan­ to al hâbito, y en cuanto al acto en los que tienen uso de razôn para las cosas nccesarias a la salud. Pero la prudencia no se posee naturalmente si no es por la experienda, y la juventud carece de ella. Dice profundamente Santo Tomâs: “Se puede poseer naturalmente la prudencia respecto de algu­ nos fines..., porque algunos hombres tienen ciertas virtudes naturales por las que se inclinan a fines rectos...; pero no se puede tener respecto de los medios aplicables... Como sucede en los primeros principios especulativos, que se poseen naturalmente; mas la ciencia, que es de conclu­ siones, no se adquiere sino por experienda 0 ensefianza. Y asi como dice la Escritura: “Esta en las canas el saber y en la ancianidad la sensatez” (Tob. 12,12), asi también dice: “La necedad se esconde en el corazôn del nifio” (Prov. 22,15). Aplicaciôn prâctica. a) Diffcilmente se halla cosa mâs deplorable que el ofr hablar a los jôvenes de cuestiones politicas. Generalmente les falta la claridad en los principios y siem­ pre el mâs elemental conocimiento de las circunstan­ cias y la experienda de la vida. b) Y quien dice de los jôvenes. dice también de aque­ llos que por razôn de su ministerio estân apartados del tràfago de la vida y de los négocias. Los cuales tienen prudencia en su campo propio,' pero yerran y a veces deliran cuando se ocupan de négocias pu­ blicos. oraciôn del gobernante. En los labios y en el corazôn debieran tener siem­ pre cuantos gobiernan, y mâs si tienen que gobernar estados, que es el gobierno mâs dificil, la sublime oraciôn de Salomon, que se lee en el capitulo noveno de la Sabi du ria. Tomamos algunos versiculos: a) iDios de los padres y Seiior de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas: b) Dame la sabiduria asistente de tu trono y no me excluyas del numéro de tus stereos. c) Porque sieruo tuyo soy: hijo de tu sieraa, hombre SEC. 8. GUIOXES HOMILÉTICOS • 745 debil y de pocos artos, demasiado pequeno para conocer el juicio y las leyes. d) Pues, aunque uno sca perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduria, que procede de ti, serâ eslimado en nada. Tû me clcgisle para rey de tu pueblo y juez de tus hijos y lus hijas. f) Contigo estâ la sabiduria, conocedora de tus obras, que le asislio cuando hacias el mundo, y que sabe lo que es gralo a lus ojos y lo que es recto segûn tus preceptos. g) Mândala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria enviala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. h) Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiarà prudentemente en mis obras, y me guardarà en su esplcndor. Y mis obras te serân aceptas, y regiré tu pueblo con justicia, y seré digno del trono de mi padre·» (Sep. 19 La prudencia en San Ignacio El santo de la prudencia. A. San Ignacio sobresale por la virtud de la pruden­ cia. Es caracteristica de él y de su obra. Se ha dicho de la Compania que es un dechado de pru­ dencia humana. B. San Ignacio ha dejado un tratado inestimable de prudencia perfecta en el libro de los “Ejercicios”; de auténtica e insuperable prudencia del espiritu x. * Prudencia perfecta. A. Segûn Santo Tomâs, la prudencia perfecta abarca toda la vida del hombre. a) b) B. Consiste en buscar el fin mâs alto, el fin ultimo del hombre, y poner los medios conducentes al fin. Esto es lo que se expone y logra en el libro de los aEjercicios». Se logra cuando los ejercicios se haeen con arreglo a la mente del Santo. formula perfecta de esta prudencia ignaciana es el Principio y Fundamento: “El hombre es cria- 1 Prescindimos, por falta de espacio, de las innumerables normas de admira­ ble prudencia contenidas en las Constituciones, Regias y cartas. EL MAYORDOMO INFIEL. 8.° DESP. PENT. do para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Senor, y mediante esto salvar su aima”. a) Procede el Santo por causas altisimas. Ürigen : Es criado. Gloria de Dios y salvaciôn del aima. 2. 3. Aledios : Alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Senor en esta vida, es decir, cumplir en esta vida su voîuntad. 0) Y con esto ordena prudentemente todo el uso de las criaturas, con la formula »en lanlo en cuanto conducen para el fin». i. III. Don de sabiduria. A. La sabiduria es especulativa y pràctica. La sabi­ duria practica es la que se llama propiamente pru­ dencia. B. El rrincipio y Fundamento parece un pârrafo inspirado. Dadas ias cire uns tancias de su autor, uno se confirma en que lo fué. Dijérase escrito bajo la inbuencia del non de sabiduria. C. Desde ci rnncipio y Fundamento ya San Ignacio orienta al ejercuante en los “Ejercicios” a la consecuciôn dei fin ultimo. IV. La prudencia en el ejercitante. A. Las réglas de elecciôn. a) Es la clave del arco. El libro, que es él mismo un modelo de prudencia en su composition y orden, pré­ para al ejercilanle para el momenlo de las electiones. b) Una vez que le supone en el estado de gracia, procu­ ra deslerrar de él la sabiduria o prudencia tierrena animal, diabôlica» (lac. 3,15). C) Para ello ojrcce el Santo las meditationes previas a las réglas de election. i. Sabiduria diabôlica. Se anuncia en las primera» anotaciones. Se trata de ella especialmente en la mediiaciôu de las dos banderas, donde se dcscubren «los engaàos del mal caudillo... para dellos me guardar», y se la compléta mâs adelante en las réglas para la discreciôn de espiritus. 2. Sabiduria carnal. Se coinbate en la meditaciôn del Key temporal y en los tres grados de hu­ mildad. Sabiduria mundana. Ya desde el coloquio con Nuestra Senora, en la meditaciôn de los pecados propios, y mâs particularmente aûn en la meditaciôu del Rey temporal, en la de los tres grados de humildad y en la de las dos banderas. SEC. 8. GUIONES HOMTLETTCOS 747 B. Preâmbulos para considerar estados. Antes de entrar en las réglas de elecciôn, San Igna­ cio pone el preâmbulo para considerar estados. Es una rcpetlciôn, en clerto modo, dei Principio y Fun­ damento. b) Coloca al ejercitante delante del fin ultimo de las criaturas para ordenar toda su actlvidad. Solidisima y lôglca arqultectura. a) C. Consejo y prudencia en la elecciôn. Convlene tener présenté que hay très tiempos de elecciôn. Sôlo nos interesa el tercero. b) El primero y el segundo no pertenecen a la pruden­ cia, sino al don de consejo, que estâ sobre la pru­ dencia. i. En ellos no se conoce la voîuntad divina por ré­ glas naturales. Habia y decide el Espiritu Santo. Por medios sobrenaturoles es conocida la voluntad de Dios. El mismo Dios nos la inspira. 2. La prudencia aquf consiste en ejercitarse largamente por la oraciôn y en la fidelidad al director para conocer la voîuntad de Dios. Cuando Dios habia, huelgan y hasta estorban todas las razones humanas. c) El tercer tiempo entra de lleno en el campo de la prudencia. Resuelve el hombre con sus facultades na­ turales de entendimiento y voîuntad; *.cs tiempo tranquilov. No sopia extraordinarianiente la inspiraciôn del Espiritu Santo. d) Da el Santo sels réglas sapientisimas, que apenas necesitan comentarlo. i. Poner delante el objeto concreto : «La cosa de que quiero hacer elecciôn». Merece ampliaciôn este sapientisimo consejo. a) r.· En el orden especulativo, icudntas veces se discute vanamente por no haber precisado el estado de la cuestlôn, el valor que damos a los términos y el punto de discrepanda! 2* En el orden prdetteo, jcuântas veces tenemos una idea confusa de lo que queremos, de la materia acerca de la cual thic et nunc> debemos tomar una determinaciôn ! Recuerda el fin para que somos creedos. Siem­ pre la misma sapientfsima insistencia. Recordar el fin de toda la vida y quedar en «sancta indiferencia». Prudencia del espiritu. Pedir gracia a Dios, no para que obre el Espiritu Santo directamente sustituyendo a las potencies naturales, sino para que el ejercitante discurre bien y fielmente con su propio entendimiento y elija «conforme a su santisima y beneplâcita voluntad». Docilidad. «Considerar cômodos o provechos» e «incômodos o peligros». Mirar a todas partes. Examiner to- EL MAYORDOMO 1.XFIEL. 8.° DESP. PEXI. 748 das las circunstancias, procéder con circunspecciôn, con deliberaciôn, con cautela, procurando el consejo. Todo va encerrado en este punto cuarto. 5. Examinadas bien todas las circunstancias «segûn la mayor mociôn racional y no niociôn alguna sen­ sual», juzgar y elegir. Consejo, juicio, decisiôn. 6. Ofrecer a Dios nuestras resoluciones, que es tan­ to como ordenar nuestra resoluciôn al fin ûltimo, que es la gloria de Dios y la salvaciôn del aima, «el mayor servicio y alabanza divina». prontitud en la ejecuciôn. û) Compléta estas réglas la mcditaciôn anterior de los tres binarios. Es dccir, que trata el Santo de evitar la dilaciôn. la negÎigcncia, la pereza. Trata de robustecer la determination en la ejecuciôn. tAconsejarse de corazôn y obrar rdpidantcntc». b) El Santo quiere que se procéda a la obra pronto, de verdad y con generosidad. y a esto ticndc la méditaciôn de los tres binarios, de gran valor psicologico. E. Réglas complementarias. a) Otros muchos textos del libro podrian aducirse. Scûalados estân los principales. Sin embargo, es importaniisimo el texto referente a las réglas para sentir con la Iglesia. b) AlUsima y segurisima prudencia en el sûbdlto. La prudencia dei subdito estâ en obedecer. c) Puesto que tratamos de seguir la voluntad de Dios, ninguna régla mas segura para conocerla que la enseüanza y la direcciôn de la Iglesia. 20 Prudencia politica I· Dos especies. A. La prudencia necesaria para el gobierno de la sociedad civil se llama genéricamente prudencia politica. La divide Santo Tomâs en dos especies: reinativa v propiamente politica. 1. Reinativa es la prudencia que reside en el su­ premo gobernante de la sociedad. 2. Politica, la que reside en los sûbditos. b) Dondequiera que haya una sociedad hay autoridad. A toda autoridad es necesaria la prudencia. Mâs aun, a) SEC. 8. c) B. GUIONRS HOMILÉTICOS 74Ô la prudencia es necesaria hasta para el propio goblerno individual. Existe, pues, prudencia individual, prudencia fami­ liar, prudencia mllltar, etc. i. En la rnilicia, sin embargo, hay que distinguir lo que propiamente pertenece al arte, que tiene ré­ glas iijas, y lo que pertenece a la prudencia, que estâ relacionado con el bien comûn. 2. Hoy distinguiriamos entre técnica, arte y Prudencia. La suprema categoria de prudencia es la que se refiere a toda la sociedad civil o Estado, y que reside en el supremo gobernante. a) b) Dirtamos, con términos modernos, reside en el sujeto titular de la soberania. La cual puede residir en una persona fislca o en una persona moral: un parlamenlo, una câmara, un con­ sejo, etc. prudencia en los subditos. i Se llama a esta prudencia en la terminologia de Santo Tomâs prudencia politica (cf. supra, p.618, b). a) b) B. La prudencia en el supremo gobernante reside tpor modo arquitectônico*. En los subditos reside como en el tioperario manual*. Ambas frases entrecomilladas son muy felices, porque en efecto: Asi como el arquitecto concibe mentalmente todo el edificio y después lo desarrolla en los pianos, del mismo modo el supremo gobernante concibe mental­ mente la organizaciôn de todas las fuerzas y partes de que se compone una sociedad politica y las con­ templa y relaciona en consideraciôn al bien comûn de todas ellas. b) Y asi como cl obrero manual, ejecutor de los pianos del arquitecto, no sabe muchas veces ni el destino de la obra que ejecuta, ni su relaciôn con el conjunlo, ni los motivos que movieron al arquitecto a ordenarle aquella tarea concreta y propia suya, asi también los subditos muchas veces dcsconocen las razones que tiene el supremo gobernante para dictar leyes, imponcr deberes, porque carecen de elcmentos de jui­ cio. Y solamente pueden formar una opiniôn de su trabajo concreta, pobre, limitada, a veces errôneq, porque dcsconocen todo el sistema de relaciones que el supremo gobernante tiene en la mente. c) Al arquitecto se le hace responsable de la belleza, de la estabilidad, dei costo de todo el cdi/icio; pero al obrero manual sôlo se le exige que realice con per­ a) I K I-S - - EL MAYOKUOMO INFIEL. 8.° DESK PENT. fecciôn cl piano particular que a el arquitecto. Asi es la relaciôn subditos. d) Por eso Ia suprema prudencia dei suprema fidelidad al mandato; en y ejecutarlo aquilatadamente. él le ha entregado entre autoridad y subdito estâ en la comprenderlo bien C. De pasada digamos que esta comparaciôn nos hace ver con evidencia dos cosas: a) Primera, que no hay zùrtud nids razonable que la de la obediencia. b) Segunda, que la desobediencia, propiamente tal, es tan absurda como lo séria el que un obrero manual reformara por su cuenta los planos pardales que a él le ha entregado el arquitecto para su ejecuciôn. Una aplicaciân historica. A. Esta comparaciôn fué desarrollada con la profundidad y exactitud acostumbradas por Leon XIH en la “Sapientiae Christianae”. B. El Papa la aplicaba a la Iglesia y a los obispos, citando a Santo Tomâs: “El gobierno del pueblo cristiano, después del Papa y dependientemente de él, toca a los obispos, que, si bien no han llegado a lo mâs alto de la potestad pontifical, son, empero, verdaderos principes en la jerarquia eclesiâstica, y, teniendo a su cargo cada uno el gobierno de una iglesia, son como arquitectos principales... del edificio espiritual” (cf. n.46: Col. Enc., 4.* ed. [1955] p.97). Tres actos de la prudencia politica. i El gobemante civil debe practicar cuidadosamente los tres actos propios de la prudencia, que son: aconsejar, juzgar y mandar. El acto propio y especifico y de mâs valor de la prudencia es el mandar. Sin mandato no hay ejecuciôn, no hay obra, no hay prudencia, que es la “recta razôn de lo operable”. a) b) Pero no se debe mandar sin juzga> detenidamente del caso en cuestiôn. Y para juzgar es un elemento necesario el consejo consejo. Sapientisimo es el axioma “nihil sine consilio fa­ cias”. a) La falta de consejo puede lleuarnos al defecto de inconsideraciôn. SEC. 8. b) GUlUNt,S HOMILÉnCOS 751 Cuando sin consejo se procede a la obra. se incurre en la precipilatiôn. B. El consejo puede ser consejo particular o puede ser consejo colectivo. Este segundo existe cuando se oye a personas morales, juntas o consejos, especiaimente preparadas para dar un (Letamen sabio. VI. Dos normas sablas en La materia. A. El que pide consejo debe observar las siguientes condiciones : a) b) c) Que lo pida sinceratnenle. Que exponga el caso lealmente. Que los consejeros no adviertan en el modo de expotier cual es la soluciôn deseada, prejerida o adoptoda. Que el que da el consejo no lo haga temerariamen­ te. “No oigae muchos pareceres, que pocos te aconsejarân sin temeridad” (palabras del Senor a San­ ta Teresa). El consejo temerario. a) Es jrecuente el dar temerariamente un consejo. Ya b) individualmenle, en materia de moral o de direction espiritual; ya colectivamente en materia de gobierno. No es raro el incurrir en alguno de estos dejectos. 2. C) No detenerse a conocer todas las circunstancias. Cuando es asunto entre partes, no oir a la otra parte. Tal ocurre a veces al enjuiciar pleitos fa­ miliares, en los que solamente se oye a una de las partes. No tener competencia en la materia sobre la que se da consejo. No deliberar y pensar seriamente el caso antes de dictaminar. No ser imparcial e independiente al emitir dictamen. Cuântas veces se busca halagar a los que nos lo piden, sobre todo si el que lo pide es per­ sona inf.uyente. incomprensible la ligereza con que en esta materia proceden hasta varones sensatos. Un ejemplo historico. A. Recuérdese lo ocurrido con la primera fundaciôn de Santa Teresa. a) •Junlâronse algunos de los regidores y corregidor y b) del cabildo. y todos juntos dijeron que en ninguna manera se habia de consentir. iHicieron juntar todas las Ordenes, para que dlgan su parecer de cada una dos letrados. Unos callaban, EL MAYORDOMO ÎNFIEL. S.° DESP. PENT. otros condcnaban. En fin, concluyeron que luego se deshiciese». •Sôlo un presentado, el P. Domingo Eâùez, de la Or. den de Santo Domingo, aunque era contrario, no del monasterio, sino de que juese pobre, dijo que no era cosa que asi se habia de deshacert. •Todos llcvaban sus razones y llevaban buen celo; y asi, si» ofender a Dios, hacianme sufrir» vc£. Santa Teresa, «V;da>, c.36 n.15). B. jCuân frecuentemente, en materia de trascendencia, varones buenos, bien inclinados y doctos, dan consejos ligeros y temerarios! Juzgar y mandar. "Aconséjate de corazôn y obra râpidamente”. Es sapientisima sentencia aristotélica, que reproduce el Aquinatense. a) Consejo lento, con calma, sin urgir a los consejeros. b) Después juicio soscgado, unido a la oraciôn; pero sin incurrir en el pecado de dilacion inncccsaria. C) Llegado el momento de mandar, hay que resolver y ejecular con decision y rapidez. d) La solercia, fâcil en hallar los medios, facilita la ràpida ejecuciôn y es parte integrante de la prudencia. B. El hombre que no tiene decision para mandar ni energia para hacer ejecutar râpidamente, no es prudente. Acaso sea un buen consejero; pero un buen gobernante, nunca. Otro ejemplo historico. A. Es insigne y no debe olvidarse la lecciôn dada a Felipe II, llamado “el Prudente*’. a) Cicrtamenîe, lo era. b) Pero tenia el dejecto de dilatar la resoluciôn de los asuntos. Merece citarse la pùblica amonestaciôn que le hizo en la iglesia de San Jerônimo de Madrid un predicador de su corte. “Comprendo que para casar al heredero de la corona o declarar la guerra al rey de Francia hace falta mucho consejo, deliberaciones, lentitud y reposo en la decision. Mas para los asuntos corrientes del reino no es aconsejable la dilacion exagerada; que es preferible errar en uno que no el dejar de resolver, a su tiempo y oportun amen te, veinte”. Admiremos la iibertad del orador y la magnanimidad y humildad del rey. Felipe II hizo al P. Ca­ brera preceptor del principe. SEC. 8. GUIGNES ÏIOMILÉTICOS 753 X. Prudencia eclesiastica. A. En el gobierno de la Iglesia, la prudencia debe tener una acentuaciôn caracteristica. Y es que en toda soluciôn debe tomar una parte principal la caridad. a) b) c) 117 bien comün en la Iglesia es la gracia y la caridad. Y por cslo el superior ha de procéder de tal manera que. salvando la disciplina y la exigenda del buen gobierno, procure al mismo tiempo que el sùbdlto no decaiga cspirilualmenlc ; que vea siempre en el supe­ rior al padre. Y por cslo puede decirse que la equidad canônlca estâ printipalisimamente rcgulada por la caridad, es decir, que se atcnïia el rigor de la ley en considera­ tion a lo que pide la caridad dei subdito y de toda la Iglesia. El gobierno eclesiâslico por eso es siempre mâs sua­ ve y paternal que el gobierno civil. r B. Esta verdad se ve confirmada en el capitulo ùltimo de San Juan. a) Jesucristo quiso poner de relieve que daba el gobier­ b) no de la Iglesia al hombre de mayor caridad: *Pedro, ^me amas mâs que éstos?... Apacienta mis oveJas» (lo. 21,15-16). Humanamente, Pedro parece el menos indicado para el gobierno. El Evangelio nos lo présenta como el mâs imprudente de palabra y de obra de todos los discipulos. Sin embargo, Jesucristo quiso hacer notar la razôn por la que le concedia el primado. C. La vida de la Iglesia es la caridad. Un superior eclesiâstico falto de caridad paterna, nunca serâ un gobernante perfecto. * ■ ·» SECCION I TEXTOS SAGRADOS EPISTOLA (i Cor. 10,6-13) 6 Haec autcm in figura facta sunt nostri, ut non simus con­ cupiscentes malorum, sicut et Illi concupierunt, 7 neque Idololatrae efficia­ mini, sicut quidam ex ipsis: quemadmodum scriptum est: Sedit populus manducare, et bi­ bere, et surrexernnt ludere. 8 Neque fornicemur, sicut quidam ex ipsis fornicati sunt, et ceciderunt una die viginti tria millia. 9 Neque tentemus Christum: sicut quidam eorum tentaverunt, et a serpentibus perierunt. 10 Neque murmuraveritis, sicut quidam eorum murmuraverunt, et perierunt ab exter­ minatore. 11 Haec autem omnia in fi­ gura contingebant illis: scripta sunt autem ad correptionem nostram, in quos fines saeculorum devenerunt. 12 Itaque qui se existimat stare, videat ne cadat. 13 Tentatio vos non appre­ hendat nisi humana: fidelis au­ tem Deus est, qui non patietur vos tentari supra id, quod po­ testis. sed faciet etiam cum tentatione proventum ut possi­ tis sustinere. 6 Esto fué en figura nuestra, para que no codiciemos lo malo, como lo codiciaron ellos, 7 ni idolatréis como algunos de ellos, segûn estâ escrito: Se sentô el pueblo a corner y beber y se levantaron para danzar. 8 Ni forniquemos, como algu­ nos de ellos fornicaron, cayendo veintitrés mil en un dia. 9 Ni tentemos al Sefior, como algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. 10 Ni murmuréis, como algu­ nos de ellos murmuraron, acabando a manos del extenminador. 11Todas estas cosas les sucedieron a ellos en figura y fueron escritas para amohestarnos a nosotros, para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos. 12 Asi, pues, el que créé estar en pie, mire no caiga. 13 No os ha sobrevenido tentaciôn que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirâ que seâis tentados sobre vuestras fuerzas; antes dispondrâ con la tentaciôn el éxito para que podâis sistirla. EVANGELIO (Lc. 19,41-46) 41 Et ut appropinquavit, 14 Asi que estuvo cerca, al dens civitatem flevit super li­ ver la ciudad, llorô sobre ella, dilam, dicens: ciendo: ’*rS 758 LI.AHTU SOBRE JERUSALÉN. 9-u DESP. PENT. 42 Quia si cognovisses et 42 ;S1 al menos en este dia conocieras lo que hace a la, paz tu, et quidem in hae die tua, tuya! Pero ahora estâ oculto a quae ad pacem tibi, nunc au­ tem abscondita sunt ab oculis tus ojos. tuis. te 43 Qui» venient dies In 43 Porque dias vendrân sobre ti, y te rodearân de trincheras tus et circumdabunt te Inimici tul enemigos, y te cercarân, y te es* vallo, et circumdabunt te, et coangustabunt te undique: trecharân por todas partes, Il et ad terram prosternent 44 y te abatirân al suelo a ti y a los hijos que tienes dentro. y te, et filios tuos qui In te sunt, no dejarân en ti piedra sobre pie- et non relinquent In te lapi­ dra por no haber conocido el tiem­ dem super lapidem: eo quod non cognoveris tempus visita­ po de tu visitaciôn. tionis tuae. 45 Et ingressus in templum, 45Entrando en el templo, comanzô a echar a los vendedores. coepit eiicere vendentes in Illo et ementes, 46 diciéndoles: Escrito estâ: 46 dicens Illis: Scriptum est: Y serâ mi casa casa de oraciôn: pero vosotros la habéis converti- Quin domus mea domus ora­ tionis est. Vos nutem fecistis do en cueva de ladrones. illam speluncam latronum. HI. TEXTOS CONCORDANTES A) ■ Mt. *21,12-13 12 Entrô Jesûs en el templo de Dios y arrojô de alli a cuântos vendian y compraban en él, y de­ rribô las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas, 13 diciéndoles: Escrito estâ: Mi casa serâ Hamada de oraciôn, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones. B) 12 Et intravit lesus in tem­ plum Dei, et eliciebat omnes vendentes, et ementes In tem­ plo, et mensas numulariorum, et cathedras vendentium colum, bas evertit: 13 et dicit eis: Scriptum est: Domus mea domus orationis vocabitur: vos autem fecistis Illam speluncam latronum. Mc. 11,15-17 15 Llegaron a Jerusalén. y, entrando en el templo, se puso a expulsar a los que alli vendian y compraban, y derribô las mesas de los cambistes y los asientus de los vendcdores de palomas; 16 no permitia que nadie transportase fardo alguno por el tem­ plo; 17 y les ensefiaba y decia: ;,No estâ escrito: Mi casa serâ casa de oraciôn para todas las gentes ? Pero vosotros la habéis convertido en eue va de ladrones. 15 Et veniunt lerosolymam. Et cum Introisset In templum, coepit elicere vendentes et ementes in templo et mensas numulariorum, et cathedras vendentium columbas evertit: 10 et non Mnebat ut quis­ quam transferret vas per tem­ plum: 17 et docebat dicens els: Nonne scriptum est: Quia domus mea, domus orationis vocabitur omnibus gentibus? VOB autem fecistis eam speluncam latronum. SEC. I. IV. TEXTOS SAGRA DOS 759 ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA SOBRE EL LLANTO A) Ejemplos de llanto Vénnsc el llnnto de Jncob (Gcn. 29.11) y d de José (Gcn. 43,30.31); loe gc· mldos de Ruqucl (1er. 31,15) ; lus làgrimns de la hija de Jcfté (lud. 11,37-38) ; y el llanto de Ann (1 Reg. 1,7-8), de David (2 Reg. 15,30), de Job (10,20), de la mujer de Tobias (Tob. 5,22), de Ezcquias (lo. 38,2.4-5), de Ester (8,3)j Yen el Nuevo Testamento, las lûgriinus de Jesûs sobre Jerusalén (Lc. 19,41-42) y cl llanto de Sun Pedro (Mt. 26,75). Modalidades de a) llanto For los muertos 34 Scisslsque vestibus, Indu­ tus est cilicio, lugens filium suum multo tempore. 35 Congregatis autem cunc­ tis liberis eius ut lenirent do­ lorem patris, noluit consolatio­ nem accipere, sed ait: Descen­ dam ad filium meum lugens in infernum (Gen. 37,34-35). 34 Rasgé Jacob sus vestiduras, vistiése de saco e hizo duelo por su hijo durante mucho tiempo. 35 Venian todos sus hijos y sus hijas a consolarle; pero él rechazaba todo consuelo diciendo: En duelo bajaré al sepulcro a mi hijo. Y su padre le lloraba. 1 Cayô José sobre el rostro de 1 Quod ccrnens loseph, ruit super faciem patris flens et su padre y lloré sobre él y le besô. dcosculans eum. 2 Mandé José a los médicos 2 l'raecopitque servis suis que tenia a su servicio emba'samedicis, ut aromatibus condi­ mar a su padre, y los médicos rent patrem (Gen. 50,1-2). cmbalsamaron a Israel. Veneruntque ad Arcam Atad Llegados a la era de Atad, que quae sila est trans Iordanem: estâ al otro lado del Jordân, hiubi celebrantes exequias planc­ cieron alli muy grande llanto e tu magno atque vehementi, im­ di as pleverunt septem dies (Gen. hizo José un duelo de siete por su padre. 50,10). ; ...... Omnis autem multitudo vi­ dens occubuisse Aaron, flevit super eo triginta diebus per cunctas familias suas (Num. 20,30). Y viendo la muchedumbre que Aarén habia muerto, hicieron duelo por él todas las familias de Is­ rael por treinta dias. 11 Modicum plora super mor­ tuum, quoniam requievit. 11 No llorcs demasiado por un muerto, pues ha logrado cl reposo. 13 Luctus mortui septem dies: fatui autem et Impii om­ nes dies vitae illorum (Eccli. 22,11 y 13). 13 El duelo por un muerto du­ ra siete dias; pero el duelo del necio y dei impio, todos los dias de su vida. 38 Et veniunt in domum ar­ chisynagogi, et videt tumultum, et flentes, et ululantes mul­ tam. 38 Llegados a la casa del jefe de la sinagoga, ve e) gran alboro to de las lloronas y plaflideras. 760 LLKNTO SOBRE JERUSALÉN. 9.0 DESP. PENT. 39 Y, entrando, les dice: ê,A| 30 Et ingressus, ait illis: qué ese alboroto y ese llanto? La Quid turbamini, et ploratis? l'ueua non est mortua, sed dor­ nifia no ha muerto, duerme. mit (Mc. 5,88-39). Viéndola el Sefior, se compadeciô de ella y le dijo: No llores. Quam cum vidisset Dominus, misericordia motus super eam, dixit iiii: Noli flere (Lc. 7,13). ludaei ergo, qui erant cum Los judios que estaban con ella en casa consoiânaoia, viendo quc ea in domo et consolabantur Maria se levantaba con prisa y tam, cum vidissent Mariam saiia, la siguieron, pensando que quia cito surrexit, et exiit, se­ cuti sunt eam dicentes: Quia iba al monumento para llorar ani. vadit ad nunumemum ut plo­ ret ibi (lo. 11,31). Maria autem stabat ad mo­ Maria se quedé junto al monu­ numentum foris, plorans. Dum mento fuera, llorando. Mientras ergo fleret, inclinavit se, et lloraba se incliné hacia el monu­ prospexit monumentum (Io. mento. 20,11). b) De penitencia Sed quia patiens Dominus est, Porque el Sefior es paciente, por lo mismo debemos hacer peniten­ in iioc ipso poeniteamus, et in­ dulgentiam eius fusis 1acrymis cia y pectrle perdon derramando postulemus (ludith 8,14). lâgrimas. En todas las provincias, en dondequiera que llegô la orden del rey y su edicto, hubo entre los judios gran desolaciôn, y ayunaron, Uoraron y ciamaron, acostândose muchos sobre ceniza y ves­ tidos de saco. In omnibus quoque provinciis, oppidis ac Leis ad quae crude­ le regis dugma pervenerat, planctus ingens erat apud Indaeos, ieiunium, ululatus et fletus, sacco et cinere multis pro strato utentibus (Esth. 4,3). Mis lâgrimas son dia y noche mi pan, mientras continuamente me dice: ; Donde estâ tu Dios? Fuerunt mihi lacrymae meae panes die ac nocte dum dici­ tur mihi quotidie: Ubi est Deus tuus? (Ps. 41,4). Les das a comer pan de lâgri· mas, les haccs beber lâgrimas en abundancia. Cibabis nos pane lacryrnarum: et potum dabis nobis in lacrymls in mensura ( Ps. 79,6). El Sefior, Yavé Sebaot, os invi­ ta en ese dia a llorar, a gemir, a rasurar ia cabeza, a cefiir el saco. Et vocabit Dominis Deus exercituum in die iiia ad fle­ tum et ad planctum, ad cal vi­ tium et ad cingulum saed (Is. 22,12). Por eso, pues, ahora dice Yavé: Converties a mi de todo corazôn. en ayuno, en llanto y en gemido. Nunc ergo dicit Dominus: Convertimini ad me in toto cor­ de vestro in leiunio, et in fletu, et in planctu (loel 2,12). Y al instante, por segunda vez, cantô el gallo. Se acordô Pedro de la palabra que Jesûs le habîa di- Et statlm gallus iterum can­ tavit. Et recordatus est Pe­ trus verbi, quod dixerat el le- SEC. TEXTOS SAGRADOS 761 sus: Prius quam gallus cantet I cho: Antes quc el gallo cante dos b’s, ter ir.e negabis. Et cuepit veces, tu me negarâs tres; y rom* flere (Me. 11,72). piô a llorar. Et stans retro secus pedes plus, hicrymls coepit rigare pedes élus, et capillis capitis sui tergebat, et osculabatur pedes eius et unguento ungebat (Ec. 7,38). c) Se puso detrâs de él, junto a sus pics, llorando, y comcnzô a bafiar con lâgrimas sus pics y los enjugaba con los cabellos de su cabe­ za, y bcsaba sus pies y los ungia con el ungüento. De reconciliaciôn Currens Itaque Esau obviam Esaù corriô a su encuentro, le fratri suo, amplexatus est eum; abrazé, cayô sobre su cuello y stringensque celluni eius, et os­ le besô. Ambos lloraban. culatus, flevit (Gen. 33,4). 1 Non se poterat ultra cohi­ bere Joseph multis coram as­ tantibus: unde praecepit ut egrederentur cuncti foras: et nullus interesset alienus agni­ tioni mutuae. 1 Entonces José, viendo que no podia contenerse mâs ante to­ dos los que alii estaban, gritô: Salgan todos. Y no quedô nadie con él cuando se did a conocer a sus hermanos. 2 Lloraba José tan fuertemente, que le oyeron los egipeios y le oyô toda la casa del Faraôn. 3 Yo soy José, les dijo. ^Vîve todavia mi padre? Pero sus her­ manos no pudieron contestarle, pues se llenaron de terror ante él. 2 Elevavitqne vocem cum fletu: quam audierunt Aegyptii, omnisque domus Pharaonis. 3 Et dixit fratribus suis: Ego sum Joseph: adhuc pater meus vivit? Non poterant re­ spondere fratres animo terrore perterriti (Gen. 45,1-3). Besô también a todos sus her­ Osculatusqun est Joseph om­ nes fratres suos, et ploravit manos, llorando mientras los abrasuper singulos: post quae ausi zaba, y después sus hermanos essunt loqui ad eum (Gen. 45,15). tuvieron hablando con él. d) De compasiôn 27 Sequebatur autem illum multa turba populi, et mulierum: quae plangebant et lamentabantur eum. 28 Conversus autem ad illas Jesus, dixit: Filiae Jerusalem, nolite flere super me, sed su­ per vos ipsas flete, et super filios vestros (Ec. 23,27-28). 37 Magnus autem fletus fac­ tus est omnium: et procum­ bentes super collum Pauli, os­ culabantur eum, 38 dolentes maxime In ver­ bo quod dixerat, quoniam am­ plius faciem eius non essent visuri. Et deducebant, eum ad navem (Act. 20,37). 7ΰ------- Γ-’·· 27 Le segnia una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, ; que se herîan y lamentaban por él. : 28 Vuelto a ellas Jesûs, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi; llorad mâs bien por vosotras mismas y por vuestros hijos. 37 Y se levantô un gran llanto de todos, que, echândose al cuello de Pablo, le besaban, 38 afligidos sobre todo por lo que les habîa dicho de que no volverian a ver su rostro, y ]e acompafiaron hasta la nave. 762 LLKNTO SOBRE JERUSALEM. 9.° DF.SP. PENT. .... ■■ ■ ■ < ■ e) Lian to y oraciôn Ella, amargada el alma, oraba a Yavé. llorando muchas lâgrimas. Cum esset Anna amara ani­ mo, oravit ad Dominum, flens InTglter (1 Reg. 1,10). Vuelve a Ezequias. jefe de mi pueblo, y dile: Am habia Yavé, el Dios de David, tu padre: He escuchado tu oraciôn y he visto tus lâgrimas. Te curaré. Dentro de tres dias subirâs a la casa de Yavé. Revertere et dic Ezechlae du­ ci populi mei: Haec dicit Do­ minus Deus David patris tui: Audivi orationem tuam et vidi iacrymas tuas: et ecce sanavi te. die tertio ascendes templum Domini (4 Keg. 20,5). Mientras que Esdras lloraba postrado ante la casa de Dios y hacia esta plegaria y esta confesiôn, hab:ase reunido-junto a él una gran muchedumbre de gentes de Israel: hombres, mujeres, nifios. y todos derramaban abundan­ tes lâgrimas. Sed ergo orante Esdra, et implorante eo, et flente et iacente ante templum Del. col­ lectus est ad eum de Israel coe­ tus grandis nimis virorum et mulierum et puerorum, et fle­ vit populus fletu multo (Esdr. 10.1) . Tunc Tobias ingemuit, et coe­ Entonces Tobias gimiô y comenpit orare cum lacrymis (Tob. zô a orar con lâgrimas. 3.1) . Sed in oratione persistens, Y persistla en la oraciôn y con lâgrimas rogaba a Dios que la li- cum lacrymis deprecabatur Deum, ut ab isto improperio berase de tal improperio. liberaret (Τού. 3,11). Tunc dixit Bague! : Non du­ Entonces dijo Ragüel: No dudo que Dios ha admitido en su pr^- bito quod Deus preces et lacry­ mas meas in conspectu suo ad­ sencîa nais oraciones y mis lâmiserit (Tob. 7,13). grimas. Quando orabas cum lacrymis Cuando orabas con lâ°rinias. y sepultabas a los muertos. y aban- et sepeliebas mortuos, et de­ donabas tu comida. y escondias relinquebas prandium tuum, et mortuos abscondebas per diem cada dia a los muertos en tu casa in domo tua, et nocte sepelie­ y los enterrabas de noche, vo ofre- bas eos. ego obtuli orationem ci tu oraciôn al Senor. tuam Domino (Tob. 12,12). Y se detuvo Judit ante el lecho orando con lâgrimas y moviendo en silencio los labios. Stetltqne ludith ante lectum orans cum lacrymis. et labio­ rum motu in silentio (ludith 13,6). 1 La reina Ester, presa de mortal angustia, acudiô al Senor. 1 Esther quoque regina con­ fugit ad Dominum pavens pe­ riculum, quod imminebat. 2 Y, despojândose de sus tiduras de corte, se vistiô gustia y duelo y. en vez ricos perfumes, se cubriô ves2 Cumque deposuisset vestes de an­ regias, fletibus et luctui apta de los indumenta suscepit, et pro un­ la ca- guentis variis, cinere et stereo- SEC. 1. TEXTOS SAGRADÔS re implevit caput, et corpus suum humiliavit ieiunils: omniaque loca, in quibus an tea luctari consueverat, crinium laceranono complevit (Esth. 14, 1-2). 763 beza de polvo y ceniza, humillândose. Todo cuanto solia ella adornar por placer, lo cubriô ahora con sus cabellos. Ut autem Machabaeus, el Asi que los de Macabeo supiequi cum eo erant, cognoverunt ron que Lieias estaba atacando la expugnari praesidia, cum fle­ fortaleza, a una con la muchetu et lacrymis rogabant Domi­ num, et omnis turba .simul, ut dumbre rogaban al Sefior, entre bonum angelum mitteret ad sa­ liantes y gemidos, que enviase un buen ângel para salvar a Israel. lutem Israel (2 Mach. 11,6). Exaudi orationem meam, Do­ Oye, ioh Yavé!, mi plegaria; da mine, et deprecati unem meam: oidos a mis clamores, no seas in­ auribus percipe Iacrymas meas sensible a mis lâgrimas. (Ps. 38.13). Deus vitam meam annuntia­ vi tibi: posuisti Iacrymas meas in conspectu meo (Ps. 55,9). Tienes cuenta de mi vida errane, pon mis lâgrimas en tu re­ dorna. Et continuo exclamans pater pueri, cum lacrymis aiebat: Credo, Domine: adiuva incredulitatem meam (Mc. 9,24). Al instante gritando el padre del nifio, decia entre lâgrimas: ;Creo, Sefior! Ayuda a mi incredulidad. 19 Serviens Domino cum om­ 19 Sirviendo al Sefior con toda ni humilitate et lacrymis, et humildad, con lâgrimas y en tententationibus, quae milii acci­ taciones que me venian de asederunt ex insidiis ludaeorum. chanzas de los judios.· 31 Propter quod vigilate me­ moria retinentes: quoniam per triennium nocte et die, n:n cessavi, cum lacrymis monens unumquemque vestrum (Act. 20,19 y 31). f) 31 Velad, pues, acordândoos de que por très afios, noche y dia. no cesé de exhortaros a cada uno con lâgrimas. Lianto de gozo Plurimi etiam de sacerdoti­ bus et levitis, et principes pa­ trum, et seniores, qui viderant templum prius cum fundatum esset, et hoc templum in oculis eorum, flebant voce magna: et multi vociferantes in laetitia, elevabant vocem (Esdr. 3,12) Muchos de los sacerdotes y le­ vitas. y de los jefes de familias, y ancianos, que habian conocido la casa primera, lloraban en voz alta al ver poner los cimientos de esta obra, mientras que los demâs gritaban jubilosos. Et suscipiens osculatus est eum cum uxore sua, et coeperunt ambo flere prae gaudio (Tob. 11,11). Y recibiéndoîe le besô. asi como su mujer, y comenzaron amboe a llorar de alegria. 764 LLANTO SOtlRF. JERUSALÉN. g) 9·° DESP. PENT. Llanto eterno Filii autem regni elicientur in Mientras que los hijos dei reino scrân arrojados a las tinieblas ex­ tenebras exteriores: ibi erit fle­ teriores. donde habrâ llanto y cru­ tus, et stridor dentium (Mt. 8,12). jir de dientes. Et mittent eos Ln cuminum Y los arrojaron en el horno de fuego, donde habrâ llanto y crujir ignis. Ibi erit fletus et stri­ dor dentium (Mt. 13,42). de dientes. Entonces el rey dijo a sus mi­ nistros: Atadlc de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exterio­ res: alli habrâ llanto y crujir de dientes. Tunc dixit rex ministris: Li­ gatis manibus, et pedibus eius, mittite eum In tenebras exterlores: Ibi erit fletus, et stri­ dor dentium (Mt. 22,13). SEC. 1. Gaudere cum gaudentibus, flere cum flentibus (Kom. 12, 15). Miseri estote, et lugete, et plorate: risus vester in luctum convertatur, et gaudium In moerorem (lac. 4,9). Vae vobis qui ridetis nunc: ;Ay de vosotros los que ahora reis. porque gemiréis y Uoraréis! quia lugebitis et flebitis (Lc. 6.25). Alli habrâ llanto y crujir de Ibi erit flete», et stridor den­ dientes, cuando viereis a Abra­ tium: cum videritis Abraham hân. y a Isaac, y a Jacob, y a et Isaac, et lacob, et omnes todos los profetas en el reino de Prophetas in regno Del. vos Dios, mientras vosotros sois arro­ autem expelli foras (Lc. 13,28). jados fuera. Et flebunt et plangent se su­ per Illam reges terrae, qui cum Illa fornicati sunt, et in deli­ ciis vixerunt, cum viderint fu­ mum incendii eius (Apoc. 183). Consuelo y dicha del llanto No te alejes del que Hora. Llora con quien liera. Non desis plorantibus ln con­ solatione, et cum lugentibus ambula (Eccli. 7,38), Bienaventurados los que Horan, porque ellos serân consolados. Beati qui lugent: quoniam ipsi consolabuntur (Mt. 5,5). Bienaventurados los que ahora llorâis, porque reiréis. Beati qui nunc fletis; quia ridebitis (Lc. 621). En verdad. en verdad os digo que Uoraréis y os lamentaréis. y Arnen, amen dio vobis: qtjja plorabitis et flebitis vos, mun- Alegraos con los que se alegran, llorad con los que Horan. Desiderans te videre, memor Dcseoso de verte, acordândome hicryinarum tuarum, ut gaudio de tus lâgrimas para llenarme de implear (2 Tini· 1,4). gozo. Et Inutilem ' servorum elicite Y a ese siervo inûtil echadle a las tinieblas exteriores; aHi ha­ in tenebras exteriores: Illic erit fletus, et stridor dentium (Mt. brâ Hanto y crujir de dientes. h) 765 dus autem gaudebit: vos au- . el mundo se alegrarâ; vosotros os tein contristat)!mini, sed tristi- i entrlsteceré s, pero vuestra tristetia ventru vertetur ln gaudium' za se volverâ gozo. (Io. 16,20). j Et dividet eum, partemque Y le harâ azotar y le echarâ con los hipôcritas; alli habrâ llan­ élus ponet cum hspocritis. Illic erit fletus, et stridor dentium to y crujir de dientes. (Mt. 24,51). Llorarân y por ella se herirân los reycs de la tierra. que con ella fornicaban y se entregaban al lujo. cuando vean el humo de su incendio. TEXTOS SAGRADOS ’■'7 Sentid vuestras miserias, llorad y lamentaos; conviértasc en llan­ to vuestra risa, y vuestra alcgria en tristeza. SECC10N 11. COMENTARIOS GENERALES 4 I. SITUACION LITURGICA Se observa en este domingo noveno después de Pentecostés un marcado contraste en las distintas formulas de la misa. Por un lado, lb idea de castigo y temor, y por otro, la de la misericordia y bondad del Senor. A) La idea de castigo y temor La liturgia no abunda demesiado en los deseos de venganza, cas­ tigo, justicia. El Senor es benigno, paciente y misericordioso. La liturgia no hace mâs que presenter los sentimientos de Cristo Jesûs. Lo mismo que en el Evangelio, en las distintas formulas que componen la liturgia se respira un clima de perdôn y bondad que mueve a las aimas a la confianza. Pero al igual que en el Evangelio hay dos lugares especialmente terribles que reflejan el aspecto justiciero del Senor, asi también en la liturgia encoiuramos la reproduction de este sentimiento de la justicia de Dios. Son el juicio final y la predicciôn de la ruina de Jerusalem Esta segunda vtene a ser simbolo de la primera. En el domingo 24 después de Pentecostés se habia del juicio. Hoy, de la predicciôn de la ruina de Jerusa'.én. Pero es distinto el tono. Alli se présenta la destruction, la tragedia ; aqui mâs bien el la­ mento de Jesucristo y sus lâgrimas al contemplar que, a pesar de sus buenos deseos de saîvar a Jerusaién, su patria querida, va a perderse. Conmueve e impresiona mâs el «si couocieras tû todas las cosas que se han hecho para tu paz», que lo de «tus enemigos te rodearân de nna muralia#. Llora Jesûs, y sus lâgrimas son prueba de la ternura de su cora­ zôn, porque no tiene mâs remedio que castigar la infidelidad y la· poca correspondencia a sus gracias. Conforme con esta idea se refleja eî pensamiento de castigo en el introito : «Ved cômo el Senor me socorre. El Senor da fuerza a mi aima. Vuelve el mal contra mis enemigos. Destrûyelos tù que eres veraz». Coinentondo estas palabras, dice Schuster : «No pide aqui el pro­ feta el mal para sus enemigos, sino que, defendiendo tôpicamente la parte de Jesûs, del cual es una de las mâs bellas figuras proféticas, pronostica el fallo final que Cristo como Juez pronunciarâ contra sus obstinados adversarios» (cf. Liber Sacramentorum, t.5). 2. B) COMENTARIOS GENERALES. 767 La idea de misericordia En contraste con la idea de castigo se hallo la de la misericor­ dia. Como bien dice Schuster, «los actos de venganza que Dios ejerce aqui en la tierra contra los pecadores son otros tantos rasgos de mi­ sericordia con ellos, sea porque van cncaminados a doblegar su pro­ tervia y que se arrepientan, sea también porque, desbaratando Dios sus planes inicuos, les evita una ocasiôn de gravarse con nuevos de­ litos y de hacer por ellos que su condenaciôn sea mâs terrible» (ibid.) Expresamente, sin embargo, resalta la bondad del Senor en el ofertorio : «El mandato del Senor, que es lucido, regocija al cora­ zôn. Sus juicios son mâs suaves que la miel que destilan los panales, Tu siervo estâ bien instruido en ellos». C) Sintesis de ambas En fin, conjugando las dos ideas se nos présenta la secreta, que es una de las mâs bellas de todo el afio : «Siempre que se renueva este sacrificio se realiza la obra de nuestra redenciôn». En la santa misa, en efecto, tenemos la victima para aplacar la justicia de Dios Nuestro Serior y conseguir al mismo tiempo los tesoros de su miseri­ cordia, sobre todo la purificaciôn de las conciencias y el aumento de la caridad, frutos santos de la redenciôn que ahora se aplican por la Eucaristia («Postcomm.»). » APUNTES EXEGETICO-MORALES > i 4 A) Epistola a) Ocasiôn En la dominica de Septuagésima explicamos por qué fueron escritas las dos cartas a los Corîntios y cômo en ellas San Pablo, ademâs de intervenir enérgicamente para cortar las disensiones nacidas en aquella ciudad, en la que, apenas se habia marchado, surgieron las banderias entre quienes se decian discipulos de Pablo, o del buen orador A polo, o de Pedro, esto es, de los predicadores llegados de Jerusalén, resuelve varias cuestiones que le habian propuesto des­ de alli. Dos de estas cuestiones consistfan en saber si se podia o no corner la carne que habia sido ofrecida a los idolos y si se podia tomar parte en estos banquetes sacrificales. La primera la resuelve en los capitules 8 y 9, diciendo que, puesto que los idolos son pura va­ nidad, pueden comerse las viandas que les hayan sido presentadas, aun cuando con las debidas precaueiones para no escandalizar a nin- 768 Ι.ΙΛΝΤΟ SOBRE JERUSALEM. Q.° DESP. PENT. gûn flaco. Para la segunda cuestiôn reserva una negativa rotunda. Eso seria participar en. un culto idolAtrico, Los versiculos que hemos de comentar formait parte del comienzo de esta segunda soluciôn, y su fin estriba en presentar como abomi­ nable la idolatria, poniendo ante los ojos los castigos que sufriô el pueblo judio cada vez que incurriô en ella. Adnce cuatro pecados de los hebreos, y cîertamente que en los dos ûltimos no se ve una relaciôn clara con la apostasia idolâtrica ; pero sabido es que tampoco le podemos pedir a San Pablo un rigor dialectico que no sea el de fondo, en donde si que lo tiene, y muy fuerte. Preséntanos, pues, el Apôstol la historia judia como tipo de lo que ha de ocurrir en el reino mesiânico, sentando como principio el de que esto fué en figura nuestra (v.6), principio que, después de resumir brevemente los desmanes iudios en el desierto, vuelve a repetir en el versiculo n. Pero al llegar aqui, San Pablo, como de costumbre, se déjà llevàr por las ideas, y, puesto que nos ha hablado de tentaciones y caidas, nos da una magnifica lecciôn de teologia sobre '‘lias en los versiculos 12 y 13, para terminar deduciendo la lecciôn. b) Los TEXTOS 1. Esto fué en figura nuestra Los incidentes de la historia hebrea que San Pablo ha venido relatando en los versiculos 1 al 5 son un tipo o figura de lo que ha de ocurrir en el reino mesiânico, lo mismo que lo serân los que expone en los versiculos 7 al 10. No es de creer que constituya una mera exposiciôn lo que San Pablo, inspirado por el Espiritu Santo y con su autoridad apostôlica, escribe en este lugar. Ello séria rebaiar el concepto tradicional de la inspiraciôn divina de las Sagradas Escrituras. Por lo tanto, tenemos que reconocer que la historia del Antiguo Testamento no es sôlo maestra de la vida, como la historia civil, sino un aviso de Dios para el lector cristiano. La principal lecciôn que debemos sacar es la de no codiciar y no idolatrar, lo cual nos va a demostrar San Pablo con los ejemplos siguientes. Se sentô el pueblo a corner La primera advertencia paulina se basa en el incidente narrado en el libro del Exodo (c.22), en el cnel se nos présenta a ’os judios adorando al becerro de oro. La comida y bebida que se refieren nudieron tener un significado sacrifical, pero la danza no lo tuvo indiscutiblemente. De este ejemplo quiere Sen Pablo que aprendamos e’. horror que Dios tiene a la idolatria, pues aunque no nos habia del castigo que se siguiô, lo omite por ser de sobra conocido. El segundo incidente (Num. 25,1 ss.) se refiere a los pecados que cometieron los israelitas con las mujeres de Moab, seguidos, como ocurria siempre que se mezclaban con mujeres extranjeras, de la adoraciôn y banqueté idolâtrico ante Baal, y que fueron castigados con la muerte de 33 ô 34. judios, segûn los côdices que se prefieran. La lecciôn, por lo tanto, se refiere a la idolatria y a la deshonestidad. SEC. 2. 3. COMEN TAR IQS GENERATES 769 Ni tentemos al Sefior Son lus quejas de los judios hartos del manâ (Num. 21,5-6), castigados con la plaga de las serpientes. Las murmuraciones a que alude el versiculo 10 fueron muy frecuentes ; algunas de ellas se describen en el libro de los Nûmeros (c.14 y en el 16,41 ss.), donde se afirma que murieron 14.700 hebreos. San Pablo atribuye la mortalidad al exterminador, lo cual no implica la intervenciôn visible de ningùn ângel, sino que, segûn costumbre hebrea, se atribuye de modo inmediato a Dios y a sus Angeles lo que lleva a cabo por medios naturales, o milagrosamente, o empleando una providencia extraordinaria. La palabra ân­ gel exterminador nos recuerda el Exodo (12,23) y vuelve a aparecer en el libro segundo de los Reyes (24,16). 4. Ha llegado la plenitud de los tiempos El Apôstol vuelve a repetir que todos estos hechos sucedieron en figura, porque el Antiguo Testamento era un anuncio del tiempo ple­ no en que vivimos. Este es el sentido verdadero de la traducciôn que dan muchos (el fin de los tiempos), y que no se refiere .a la proximidad del juicio, sino al definitivo y ûltimo de nuestra economia religiosa, en la cual se cumple todo lo anunciado anteriormente. 5. El que créa estar en pie, mire no caiga San Pablo mira a los corintios un tanto confiados en su sabiduria y presuntuosos con su santidad y maestros, y viene a decirles que todo lo ocurrido en el Antiguo Testamento es figura de lo que ocurre en el Nuevo. Tened cuidado y no présumais, no sea que caigâis como cayeron ellos. La lecciôn es permanente. 6. Fiel es Dios, que no permitirâ que sedis tentados sobre vuestras fuerzas Ni presunciôn ni desesperaciôn, como explicaremos en las aplicaciones. Este es uno de los versiculos de mayor utilidad ascética que podemos encontrar en San Pablo. c) Aplicaciones 1. De esta epistola puede deducirSe, como del evangelio, el temor a los castigos colectivos infligidos por los pecados sociales. 2. La recomendaciôn paulina contra los que se dejan llevar de las concupiscencias, de lo cual ya hemos hablado suficientemente en otras ocasiones. 3. La lecciôn principal es la contenida en los versiculos 12 y El hombre en su vida de gracia, y por lo tanto en todo lo concerniente a su santificaciôn y salvaciôn, debe evitar cuidadosamente dos extremos : la presunciôn y el abatimiento. Para ello es necesario que conozca su situaciôn y sus fuerzas. La teologia nos ensena que el hombre, sin la ayuda de la gracia, no puede resistir todas las tentaciones ni cumplir todos los mandamientos. Mâs aun : es doctrina comûn en los teôlogos que sin ayuda divina no puede resistir las tentaciones mâs graves. Y adviértase que no nos referimos ahora al orden sobrenatural, sino simplemente al no caer, al no pecar. La razôn de esta falta de vigor radica en la propia F La palabra de Cristo 6 ?£ • .S*·; v ' ;W • fA ‘ * ’.4 770 LLANTO SOBRE JERUSALEM. 9.° DES?. PENT. debilidad de nuestra constituciôn fisica, mezcla de espiritu y de concupiscendas terrenas, que, por su asiduidad y por su influenda sobre el alma, exige una lucha tau constante, que es moralmente imposible salir vencedor de ella sin alguna ayuda exterior que nos robustezca. Si el pecado original agravô o no agravô esta debilidad radical, es cosa discutible. De este dogma cristiano se signe cuâl sea la necedad de aquellos a quienes oimos repetir con tanta frecuencia : Yo sé hasta dônde pnedo llegar, yo sé hasta dônde me puedo exponer, yo sé qué es lo que puedo leer y a qué espectâculos puedo asistir. Lo que no sabe es hasta dônde puede llegar si la gracia de Dios no le sostiene. Y si es cierto que Dios no la niega, también es cierto que Dios no se ha comprometido a darla en los peligros que nos buscamos nosotros voluntariamente. Pecado mâs grave seria el de la presunciôn, esto es, el del que Uegase positivamente a excluir la gracia de Dios y su necesidad, lo cual, si doctrinalmente constituye un error y herejfa, en la prâctica es mâs frecnente, pero siempre peligrosisimo. Asi, pues, el que créa estar en pie, mire no caiga. Pero el otro punto consiste en saber que, por inertes que nos parezcan las tentaciones que nos rodean, nunca van mâs allâ de las fuerzas humanas robustecidas por la gracia. Adviértase que decimos robustecidas por la gracia, porque, aunque San Pablo escribe : No os ha sobrevenido tentaciôn que no juera humana, inmediatamente aôade : Fiel es Dios. Esta fidelidad de Dios consiste eu dos cosas, la primera de las cuales, y por cierto la ûnica que aqni nota San Pa­ blo, es la sujeciôn en que tiene a Satanâs, a quien no permite embestidas mayores de lo que nuestras fuerzas pueden resistir con la gracia. La segunda es su promesa de darnos la gracia necesaria. No es preciso encontrar textos en los qne Dios se comprometa a ello, pues nos basta con leer los innumerables en que nos manda resistir. Su fidelidad le compromete a ayudarnos en el cumplimiento de sus mandatos. La ûltima lecciôn, abundante también en derivaciones ascéticas, estâ incluida en la frase de que Dios dispondrâ con la tentaciôn el éxito. Exito quiere decir triunfo, ventaja, no sôlo ayuda para que pueda resistirse, sino ganancia espiritual derivada de esa tentaciôn, y que es precisamente uno de los motives por los cuales Dios la perm’te, segûn doctrina constante de los Santos Padres. B) Evangelio a) El llanto del Senor La escena La escena que relata el evangelio de hoy ocurre el domingo de Ramos en medio del camino de Betania a Jerusalem Aquella manifestaciôn, que describimos en su dia, alcanzô la cumbre del monte Olivete cerca de Betfagé, y entonces ocurriô algo que quizâs no advirtieron mâs que los mâs inmediatos al Senor. Ante la comitiva se presentaban el esplendor y belleza de la Ciudad Santa, los palacio» y edificios en claro relieve, las murallas v torres que la rodeaban, y SEC. 2. COMRNTARIOS GENERALES 771 casi inmediatamente debajo del Sefior, de forma que su vista podia recorrer toda el Area dei templo, aparecia éste con la magnificencia de que le habia dotado Herodes. El sol de la tarde se quebraba en los mârmoles y en las techumbres, revestidas de pinchos dorados para que las aves no se detuvieran ; las lineas rectas de sus muros hablaban de su serenidad y santidad. No era la primera vez que el Senor habia contemplado este espectâculo, ni la primera en que, al llegar a este punto, recitara los salinos dei peregrino. Sin embargo, este momento causô en él una emociôn especial. Era la ùltima visita. Resonaban los gritos y ho­ sannas, mauifestaciôn exultante de la ciudad que pudo ser de Dios y séria deicida. Alli se divisaha la ciudad de los amores de Jesûs, como buen judio, y la ciudad de los amores del Verbo, que, como Dios, habia sofiado en ella y la habia protegido desde su fundaciôn. El Seûor, al verla, llorô. La tradiciôn ha localizado el llanto del Sefior elevando en el misnio lugar una capillita cuyo titulo es Dominus flevit, el Sefior llorô. Durante mâs de dos afios, Jesûs ha predicado su Evangelio, ha ensefiado el camino de la verdad y de la paz, de la reconciliaciôn con Dios. El pueblo de Jerusalén ha oido sus ensefianzas, ha visto muchos de sus milagros y ha oido contar todos los demâs ; pero se ha negado a creer en su divina misiôn y no ha querido aprender la necesidad de la penitencia que se le predicaba. | Si ahora, a lo me­ nos, en esta ûltima hora del dia en que se vuelve a llamar a los obreros, quisiera aceptar a Jesûs y ver en él el reino mesiânico du­ rante tantos siglos esperado ; si quisiera, por lo menos ahora, conocer la paz total para con Dios y para con los hombres, que se le entra por sus puertas ! Se le ofrece la ûltima gracia, la oportunidad final para creer ; y tanto es asi, que Jesûs abandons su modo acostumbrado de obrar y permite que lo presenten en la ciudad entre aclamaciones mesiânicas. No obstante, en medio de los hosannas, el pueblo auténtico de Jerusalén mira, pero no ve ; escucha, pero no entiende, y el carâcter real de Jesûs se le esconde porque ha endurecido sus corazones y taponado sus oidos. 2. El lenguaje de Jesûs El lenguaje del Senor es entrecortado, como el de los tristes, sin terminât el pensamiento. Si al menas hoy conocieras..., pero ahora estâ oculto a tus ojos. Son los misterios del endurecimiento del pecador ; Dios no niega la gracia. Sin embargo, la verdad se oculta a los ojos, como se ocnlta la luz del sol de mediodia para quien los cierra. Pero no olvidemos que Dios sabe dar las gracias también en los momentos en que prevé que no han de ser aprovechadas, y es de suponer que obra asi cuan­ do se han desperdiciado temerariamente las que se dieron en mo­ mentos mâs oportunos. En este sentido se dice que endurece al pe­ cador, pero el pecador ha merecido previamente el endurecimiento (cf. infra, sec.HI, San Agustîn). I Si al menos hoy conocieras tû lo que a tu paz conduce ! Esta paz le es quizâ sugerida al Senor por la visiôn terrible de guerra que ve proféticamente. Jerusalén ha significado siempre la ciudad de la paz, pero por culpa suya se convertirâ en la ciudad del horror. La paz de Jerusalén era el motivo de las oraciones deJ peregrino cuando llegaba Il - J?-'.·:, v ·****<’ .4 772 * LLAN'TO SOBRE JERUSALÉN. g.° DESP. PENT. a ver'.a. El recuerdo de su maldiciôn, junto con el de la pasiôn del Sefior, son las dos ideas que su nombre nos trae hoy a la memoria. El corazôn de Jesûs es humano, posee todos nuestros buenos sentimientos. Aqui vemos al Sefior llorendo. j Qué contraste entre las lâgrimas de Dios y la alegria con que Jerusalén se preparaba para las fiestas y los négocies que en ella hacia ! 1 Qué contraste entre el liante de Jesûs, previendo el pecado y la ruina de sus enemigos, y el brillo de los ojos envidiosos y coléricos de éstos I Los peregrinos solian repetir el cântico del Salmista (Ps. 47,9-15). 3. La mirada al futuro Mas Jesûs mira al futuro y ve al ejército de Tito rodeando de una empalizada la ciudad, crucificando durante dies y dies judios a un ritmo de quinientos ; ve cômo las mujeres se comen a sus propios hijos ; ve, por fin, la ruina total ; mira mâs lejos y adivina en los anos del emperador Adriano el templo de Venus, donde hoy se eleva el templo de Dios. Lo ve y lo anuncia con toda precisiôn. En otro lugar copiamos los pârrafos principales de la Historia de Israel de Riccioti, que toma sus datos, como todos los historiadores, dei libro de Josefo, testigo y protagonista de aquella guerra. El Sefior anuncia que no quedarâ piedra sobre piedra. No hay por qué tomar esta profecia al pie de la letra, puesto que es una hipérbole de uso corriente, y, por otra parte, en aquella ocasiôn casi tuvo un cumplimiento exacto. Tampoco anuncia el Sefior en ningûn lugar evangélico que Jeru­ salén no baya de ser reconstruida. De hecho lo fué, incluso por los mismos emperadores romanes, puesto que la destrucciôn final y completa fué llevada a cabo por Adriano, precisamente porque deseaba construir una ciudad pagana. Tampoco dice el Sefior que no serâ reconstruida nunca por los judios, aun cuando la tradiciôn cristiana parezea haberlo creido en muchas ocasiones. Probablemente esta tradiciôn se ha derivado no tanto del relato evangélico cuanto de la realidad que hemus vivido durante veinte siglos. Finalmente, hagamos constat que la destrucciôn de la ciudad de Jerusalén se refiere no tanto a los edificios, ni aun siquiera a que sigan o no viviendo en ella los judios, como a la constituciôn teocrâtica de la capital hebrea. El Sefior, como hemos dicho, no anunciô nunca que Jerusalén no fuera reconstruida y poblada por judios ; pero, aunque lo hubiera anunciado, una restauraciôn de la ciudad llevada a cabo sin el templo, sin los sacrificios, sin la organ izaciôn teocrâtica del pueblo de Israel, sin su mesianismo cerrado, podrâ significer una ciudad que lleve el mismo nombre, pero nunca la Jerusalén verdaderamente judia, aunque sus habitantes y gubernan­ tes sean hebreos. b) LOS VENDEDORES DEL TEMPLO Son Lucas, después del liante del Sefior, nos describe su actuaciôn en el templo como si hubiese ocurrido a continuaciôn ; sin em­ bargo, por San Marcos, que nos detalla perfectamente los dfas de la Semana Santa, sabemos que en aquella ocasiôn Jesûs se iimitô a entrar en el templo, darie una ojeada y volverse a Betania, porque r SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 773 se estaba haciendo tarde (Mc. ιι,ιι). Por lo tanto, la expulsiôn de los mercaderes no sucediô el domingo de Ramos, sino el Lunes Santo. Este dia por la manana, después de haber maldecido la higuera, que serâ sfmbolo de un pueblo de hipécrita apariencia y frnto nulo, llegô el Sefior y se encontrô en el templo con un espectâculo al que ya estaba acostumbrado y contra el que protesté en su primer viaje pùblico a Jerusalén, renovando su protesta en el ûltimo, si suponemos que, en realidad, estas dos expulsiones de los mercaderes sean dos hechos distintos, como lo suele admitir la mayoria de los au­ tores. El templo constaba de varios patios, el primero de los cuales se llamabo de los gentiles, porque a éstos se les permitia entrar en él. Todos los patios revestian un carâcter de lugar sagrado ; sin embar­ go, el afân de negociar de los jefes teocrâticos habia convertido en una especie de bazar oriental el patio de los gentiles. Alli, en pequeûos puestos, se amontonaban los vendedores de todo lo necesario para los sacrificios, como vino, aceite, sal, las palomas que ofrecian las mujeres en su purifîcacién, corderos e incluso, y esto ya no serian pequefios puestos, vendedores de reses mayores para los gran­ des sacrificios. Tenian también sus mesas los cambistas, puesto que no podian ofrecerse en el templo monedas paganas. Por otra parte, como quiera que el atravesar el patio de los gen­ tiles constituia un atajo y evitaba dar la vuelta alrededor de la esquina dei templo, aquel lugar que debiera ser sagrado se habia convertido en un paso de caballerias y mozos de cuadra (Mc. ιι,ιό). La escena ya es conocida ; el Senor expulsa a los vendedores (la palabra compradores que figura en Sen Marcos es un afiadido de la Vulgata) y pronuncia unas palabras tomadas de Isàias (56,7) y Jeremias (7,11) : El templo es casa de oracidn y lo habéis convertido en cueva de ladrones. Los mismos principes de los sacerdotes, irritados al ver tratados en esta forma a sus servidores, buscan desde este momenio perder a Jesûs (Le. 19,47). También se ofenden los escribes, custodies de la ley y de las costumbres, que no pueden tolerer que el Senor hable con autoridad propia. c) r: !1I y· Aplicaciones San Pablo en la epistola de hoy nos hace ver que la historia de los judios estaba llena de anuncios dei futuro, pero entre todos ellos hay uno que descuella, a saber, la ciudad de Jerusalén, simbolo de la Iglesia y del aima. Las gracias que se le dispensan, los premios que se le anuncian, los castigos que sufre, son figura de lo que oenrre en nosotros. i 1. » 6Por qué Hora Jesûs? Nos manifiesta Jesûs su misericordia y la verdad de su naturaleza humana, capaz de sufrir las emociones naturales. En vez de insistir sobre este pnnto, pregnntémonos por qué llora. Jesûs llora porque nosotros no lloramos. He aqui las causas que motivan sus lâgrimas : i.° La vista del pecador y las desgracias que nos amenazan. • ; 774 IXANTO SOBRE JERUSALÉN. Ç.° DESP. PENT. Nuestra insensibilidad. 3.0 Su al que fio puede ser indiferente vernos perecer. Detallando algo mâs, diremos que Jesûs lloraba : a.· Por el pecado del pueblo judio Dora Dios por los pecados, y es muy de notar que no Hora tan­ to por lo que suponen de ofensa para El como porque le obligan a ejercer su justicia en vez de su misericordia y amor. Ocasiôn es ésta de insistir en la gravedad de los hechos que mueven a Cristo al llanto. a.· Sobre las gracias que se derrochan Jesûs no llora sôlo por las gracias desperdiciadas, sino porque éstas aumentan la culpabilidad de quien las desprecia. Estas gra­ cias, para nosotros son las iluminaciones y toques interiores, los sentimientos de paz y consnelo que se difunden en nuestra aima, los sufrimientos y castigos que se nos envian, los ejemplos que se nos dan y, sobre todo, el mâximo don de la paz en la santa co­ muniôn. *> Llora también porque se desaprovecha el tiempo oportuno jSi conocieras, dice, la gracia que recibes en este dial Tanto los pueblos como los individuos viven con mucha frecuencia épocas cri­ ticas en las que se decide su salvaciôn o pérdida. Si Jerusalén hubiese aprovechado aquel dia, ja qué grado de prosperidad espiritual, y quizâs temporal, no hubiese sido elevada ? Aun prescindiendo de estas ocasiones excepcionales, todos los dias son dias preciosos. 4.0 Llora por la ceguera y obcecaciôn del pueblo judio 2. Obcecaciôn del pecador • Conviene aclarar el concepto de los fieles sobre el endurecimiento y obcecaciôn del pecador. San Agustin nos dirâ en breves lineas (cf. sec.HI) que la obcecaciôn proviene de Dios, y el pecador la merece. En efecto, para ver se necesita la iluminaciôn de la gracia, y para creer, su tnociôn. Cuando Dios retira una y otra, el pecador queda endurecido, sentido en el cual hay que entender todas las frases de la Sagrada Escritura en las que se dice que endureciô a Faraôn, etc., para que no vieran y entendieran. Ahora bien, es tradicional el aforismo que San Agustin repite en mil lugares : Deus non deserit nisi deseratur: Dios no abandona si previamente no es abandonedo. Es el hombre quien se hace indigno de las gracias y obliga a Dios a retirarlas. Y aun en este caso de endurecimiento, la teologfa catôlica afirma que Dios no priva jamâs de las gracias suficientes para salvarse. El pecador mâs duro recibe las que le bastarian si las quisiera aprovechar. 3. Sustituciones de la gracia Otra lecciôn terrible es la de las sustituciones de la gracia, pues las que el Senor ve desperdiciadas se las entrega a quien sabe aorœvecharlas, como ocurriô con el pueblo judio. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 775 4. El castigo do los pecados pùbllcos También puede meditarse en este evangelio cômo el Senor castiga los pecados publicos, esos pecados que unas veces son cometidos por todos y cada uno de los individuos y otras no son cometidos por ninguno de ellos, sino por la colectividad entera, segûn suele ocurrir con las injusticias sociales. La epistola y el evangelio de hoy nos ponen ante los ojos los castigos colectivos que snfriô el pueblo ju­ dio, y en nuestra misma historia contemporânea, la Santisima Vir­ gen de Fâtima nos habia de ellos. Por âltimo aprendauios a llorar los pecados ajenos, y no sôlo en cuanto ofensa de Dios, sino en cuanto mal de nuestro prôjimo. Alegrarse de la condenaciôn ajena séria un pecado gravisimo ; no llorarla estâ muy lejos de ser cristiano. 5. La, segunda escena Las ensefianzas que se derivan de la segunda escena son tan espontâneas y tan explicitas en los autores que aducimos, que no hemos de extendernos ahora sobre la santidad de los templos ma­ teriales, ni sobre la de nuestras aimas, ni sobre los distintos modos de profanor unos y otras. SECCION HI. SANTOS PADRES SAN JUAN CRISOSTOMO Destrucciôn y lianto Sen Juan Crisôstomo utiliza como argumento contra los judios la destrucciôn de su templo, profetizada por Jesûs. Contentporâneo como fué de Juliano el Apostata, es testigo de mayor excepciôn sobre los hechos que relata, verificados edemas en Jerusalén, ciudad no lejana de su Antioquia (cf. Contra judios y gentiles, 16 : PG 26,834). A) Destrucciôn del templo de Jerusalén a) La predicciôn de Cristo “Ea, pues, tratemos ahora de otra predicciôn mâs clara que el sol, mâs brillante que sus rayos, abierta a los ojos de todo el mundo y que se manifiesta, como la anterior, a todas las generaciones futuras... Desde el dia para el cual fué anunciada, permanece firme e inmutable, floreciente, fûlgida, creciendo y adquiriendo mâs fuerza hasta la consumaciôn de los siglos... Porque todos los que han vivido antes que nosotros, lo mismo que sus remotos antecesores, conocieron su virtud (de la Iglesia) y vieron levantarse contra ella guerras, peligros, tumultos, estrépitos, olas y tempestades, sin que pudieran, sin embargo, sumergirla, vencerla, superaria o extinguirla, sino que, por el contrario, cada vez florecia, crecia y se sublimaba mâs. El vaticinio que ahora voy a explicar tiene gran fuerza para confirmar y demostrar la verdad de lo que llevo dicho”. T-. b) La destrucciôn del templo ^Cuâl es este vaticinio? Aquello que dijo el Senor a sus discipulos, que se admiraban cuando en cierta ocasiôn entraron en el templo, entonces de gran prestigio, brillante como el oro por la belleza y magnificencia de sus edificios, adornado con toda variedad de artificios y materias, g Veis ί I I SEC. 3. SS. PADRES. CRISOSTOMO 777 todo esto? Pues en verdad os digo que no quedarà pïedra sobre piedra (Mt. 24,2). Asi anunciô su destrucciôn futura, la desolaciôn, devastation y ruina que ahora padece Jeru­ salén. Todos aquellos magnificos y notables edificios fueron destruidos. 4Ves ahi, en ambas cosas, su inefable poder? 4Ves cômo edifica y hace crecer a los que le adoraban, y humilia, destruye y arranca de raiz a sus enemigos? Nunca habia existido un templo tan célébré e insigne, ni aun siquiera semejante a éste por su culto, porque en todas partes dei mundo, incluso en los confines de la tierra, viven los judios, y todos acuden desde cada una de estas partes llevando sus dones, hostias, oblationes, primitias y muchas otras cosas, ador­ nando aquel templo con las riquezas de todo el orbe. Pere­ grinos judios llegaban al sagrado recinto de todos los rincones dei mundo. Grandemente conocido era su nombre, cuya fama habia llegado a los confines dei universo. Pero una sola palabra de Cristo lo arraso, lo perdio y lo esparcio como si fuera polvo, y el lugar adonde no podian entrar, no digo todos los judios, pero ni aun siquiera todos los sacerdotes, sino ùnicamente el sumo pontifice y una sola vez al afio, con estola, corona, mitra y todas sus sagradas vestiduras, ahora es lugar donde nadie impide que entren las prostitutas, los degenerados, los afeminados y toda clase de deshonestos. Cayô sobre él aquella palabra; todo lo arraso, todo lo derribô. Solo queda dei templo lo necesario para que conozcamos donde estaba erigido”. c) Nadie ha podido restaur arlo “Pues meditad qué puede demostrar todo esto; los que antiguamente eran gentes poderosas que vencian a los pue­ blos y a los reyes, y que muchas veces solian incluso vencerlos sin derramar sangre alguna; los que levantaban innumerables y maravillosos trofeos, no han podido volver a cons­ truir un solo templo en todos estos siglos, a pesar de haber existido tantos reyes que les han ayudado, a pesar de ser los judios una muchedumbre tan grande, dispersa por toda la tierra, y a pesar de tener tanto dinero. 4Ves cômo lo que Cristo edifica no le destruye nadie, y lo que El destruye nadie lo vuelve a edificar? Edificô la Iglesia, y nadie puede destruirla; destruyô el templo, y nadie ha podido restaurarlo en tan largo tiempo. Aun cuando pretendieron destruir la Iglesia, no lo han conseguido, y aunque han intentado restaurar el templo, trabajaron en balde. Les fué permitido intentarlo para que nadie dijese que quizâs, de haberlo pretendido, hubiera sido posible. Ahi lo tenéis; lo intentaron y no lo han conseguido. ili! 778 ELANTO SOBRE JERUSALÉN. g.° DESP. PENT. Porque, en nuestros mismos tiempos, aquel emperador que supero a todoe en la impiedad (Juliano el Apôstata) les did permiso para hacerlo e incluso les prestô su ayuda. Comenzaron las obras y no pudieron seguir adelante lo mâs mini­ mo, porque saliô un fuego de las zanjas de los cimientos y huyeron todos. Ahi tenéis la senal de que quisieron, puesto que podéis ver las zanjas vacias, lo cual nos prueba que pudieron comenzar a cavar, pero no pudieron construir, porque sigue en pie la sentencia de Cristo”. d) En pie la profecîa del Senor santo explica que el culto judio esta tan vinculado al templo, que no puede ofrecerse sacrificio alguno fuera de él; que en Babilonia no se atrevian ni siquiera a cantar (Ps. 136,1-4) ni cumplian los ayunos rituales (Zach. 715). iPor que, pues, un pueblo tan decidido y conservador de todo lo suyo, sabiendo que “no podia celebrar la Pascua, ni Pente­ costes, ni la Escenopegia, ni nada semejante, no lo vuelve a construir?... Porque el poder de Cristo, que ha edificado la Iglesia, destruyô aquel templo. El profeta anunciô con certeza que Cristo vendria y que obraria todo aquello... Oye sus palabras: Se cerrardn vuestras puertas y no se encenderà el fuego en mi altar. No tengo en vosotros complacen­ da alguna, dice Yavé Sabaot; no me son gratas las ofrendas de vuestras manos. Desde el nadmiento del sol hasta su ocaso es grande mi nombre entre las gentes. En todas partes se ofrece a mi nombre un sacrifido humeante y una oblaciôn pura (Mal. 1,10-11). îHas visto con qué claridad expulsa al judaismo y nos muestra un cristianismo brillante y extendido por la tierra entera?” B) Llanto por los pecadores En la HomilÎa i8 de las estatuas (n.j), el Crisôstomo exhorta a los antioqnenos a qne no se entristezcan por los castigos que le han sido impuestos a la ciudad. Las ùnicas lâgrimas propias y provechosas para un cristiano son las que se derraman por los pecadores (cf. PG 27,185). ΪΛΙΙΜ !TTO DE LOS SANTOS “Si ni la muerte, ni la pérdida de los hijos o riquezas, ni las injurias, ni las calumnias, ni ninguna cosa parecida puedcn entristecernos, antes por el contrario, nos deleitan mâs y mâs, iqué motivos podremos encontrar nunca de tristeza ? SEC. 3. SS. PADRES. CRISOSTOMO 779 Enfonces, ^qué, me dirâs, los santos no eufrian? Si. 4 No oyes a Pablo que te dice: Siento una gran tristeza y un do­ lor continuo en mi corazôn? (Rom. 9,2). Pues eso es precisamente lo mâs admirable, que sabia sacar de la tristeza ganancia y del lianto placer. Y asi como los azotes no le proporcionaban dolor, sino alegria, asi también con la tristeza se granjeaba aquellas grandes coronas. Y lo notable es que entre los mundanos no sôlo la tristeza, sino hasta la misma alegria desemboca en dano, mientras que a los espirituales les ocurre totalmente lo contrario, que no solo la alegria, sino hasta la tristeza les proporciona un gran tesoro de bienes. Por ejemplo, con frecuencia se alegra alguien en el mundo cuando ve padecer a su enemigo, y esta alegria le merece gran castigo; en cambio, el otro se entristece viendo a su hermano caido, y esta tristeza le granjea una gran benevolencia de Dios, i Te has dado cuenta como hasta la tris­ teza segûn Dios es mejor y mâs alegre que la alegria dei mundo? En esta forma se apenaba Pablo por los que pecaban y no creian en Dios, y con esta tristeza consiguiô un gran premi ο”. b) El ··■ CONSUELO del llanto "Y para haceros mâs claro lo que os voy diciendo y que aprendâis que es verdadero aunque parezca falso, y que el llanto suele reparar a las aimas que lloran y aliviar a una conciencia apesadumbrada, podéis ver como muchas veces las mujeres que han perdido a sus hijos queridisimos enferman y mueren si se les impide llorar, gémir y quejarse; pero, en cambio, si pueden manifestarse segûn costumbre de los dolientes, reciben gran consuelo y alivio, 4 y es acaso extraüo que ocurra esto en las mujeres, si hemos visto que puede ocurrir en un profeta cuando padece? Este solia repetir: Apartaos de mi, dejadme verter amargas làgrimas, no me importunéis con vuestros consuelos, por la ruina de mi pueblo (Is. 22,4). En esta forma suele consolar la tris­ teza. Y si en el mundo ocurre asi, mucho mâs sucede en las cosas espirituales. Por eso dice San Pablo: La tristeza segûn Dios produce una salvation estable (2 Cor. 7,10). Este pasaje puede parecer oscuro, pero viene a decir lo siguiente: Si te entristeces por el dinero, no aprovecharâs nada; si por tu enfermedad, nada, sino al rêvés, lo que haces es apenarte mâs”. c) AFLICCIÔN POR LOS PECADOS “También he oido a muchos que, después de haber sufrido esta experiencia, se reprochan a si mismos diciendo: ;Qué he sacado con tener tanta pena? No he recuperado *- ■ ·■· * 780 LLANTO SOBRE JERUSALEN. g.0 DESP. PENT. el dinero y he perjudicado a mi propia persona. Si te hubieses afligido por los pecados, los hubieras borrado y hubieras ganado un gran placer. Si te hubieras contristado por tus hermanos caidos, te hubieras animado y consolado a ti mismo, y a ellos los hubieras recuperado, y, aunque no hubieses conseguido nada, tendrias un gran premio. Y para que aprendas como entristecerse con los que caen, aunque no aprovecha nada para su conversion, nos granjea siempre un gran beneficio, oye a Ezequiel, o mejor dicho, a Dios, que habia por su medio. Después de haber enviado a algunos para destruir la ciudad y consumir por el fuego y el hierro todos sus edificios y habitantes, hablo asi: Pon por serial una tau en la frente de los que se duelan (Ez. 9,4) ; y habiendo mandado decir a otros: Comienza por mis santos, afiade: No os Ueguéis a ninguno de los que lleven la tau (ibid., 6). Decidme, 4 por qué? Porque, aunque no consiguieran nada, sin embargo, gemian y lloraban por lo que estaba ocurriendo. De los otros dice: Entregados a su vientre y a sus placeres, disfrutando de gran lïbertad, han visto como los judios eran Uevados a la cautividad y no se dolieron ni participaron de su tristeza, y, acusândoles, les incre­ pa: No hdbéis padetido nada en la persecution de José (Am. 6,6): llamando José a todo su pueblo; y en otra ocasiôn: El que habita en Sidôn no saliô a Tlorar la casa de su vecino (Mich. 1,11, version de los LXX). Aunque sean castigados justamente, Dios quiere que nos condolamos con ellos y no que nos alegremos y les insultemos. Si, pues, dice: Yo, cuando castigo, no lo ejecuto con alegria ni me deleito en vengarme de ellos (Ez. 18,23), conviene que tû imites al Senor y que, por lo tanto, llores cuando el peca­ dor da ocasiôn y motive a una justa venganza. El que se contrista segûn el Senor, granjea con ello una gran utilidad. Y si fueron los azotados mâs felices que quienes les azotaban, y entre nosotros los que son afligidos y sufren se alegran mâs que los paganos cuando consiguen el perdôn, i que habrâ que pueda ser causa de tribulaciôn para nos­ otros ?” » U- 1^^· J I SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN II. A) 781 SAN AGUSTIN El llanto del cristiano Extractamos diversos lugeres de San Agustin sobre los motivos por los cuales puede llorar el cristiano. a) El cristiano llora en este mundo Enjugard las lâgrimas de sus ojos, y la muerte no existird mâs, ni habrâ dolor, ni gritos, ni trabajos (Apoc. 21,4). Quién es hombre tan obstinado y absurdo en sus discusiones que ee atreva a afirmar que en medio de las desgra­ cias de esta vida mortal pueda existir, no digo un pueblo, ni aun siquiera un santo que viva, pueda vivir o haya vivido sin lâgrimas ni dolor, siendo asi que, por el contrario, cuan­ to mâs santos y llenos de buenos deseos estân, tanto mâs abunda su lloro en la oraciôn? Mis lâgrimas son dia y no­ che mi pan (Ps. 41,4)... 4O acaso no son hijos suyos los que, llenos de pesadumbre, gimen y no quieren ser desnudados, sino revestidos, para que su mortalidad sea absorbida por la vida? (2 Cor. 5,4). 2, No son acaso los que disfrutan de las primicias del Espiritu Santo quienes gimen dentro de si mismos, ansiosos de la adopciôn y de la redenciôn de su cuerpo? (Rom. 8,23). iAcaso el apôstol Pablo no era un celestial habitante de Jerusalén, o aun mucho mâs que esto, cuando confesaba su gran tristeza y continuo dolor de su corazôn ante los pecados de sus hermanos israelitas? (Rom. 9,2). En este libro llamado el Apocalipsis son muchas las co­ sas oscuras capaces de atormentar el entendimiento de quie­ nes las lean, y, en realidad, muy pocas aquellas cuyo conocimiento nos facilite el trabajar e investigar sobre las demâs... Sin embargo, estas palabras: Enjugard las lâgrimas..., se refieren tan evidentemente al siglo futuro y a la inmortal eternidad de los santos (ùnica ocasiôn en donde faltarâ todo aquello), que, si nos pareciera oscuro, no deberiamos buscar ni leer nada claro en las letras sagradas” (cf. De civitate Dei, 20-17: PL 41,683). b) 1. El justo llora ansiando el cielo El alma anhela ver el rostro de Dios “Mis lâgrimas son dia y noche mi pan, mientras continuamente me dicen: /Donde esté tu Dios? (Ps. 41,4). Fue- H 782 LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9“ DESP. PENT. ron mis lâgrimas, dice, no mi amargura, sino mi pan. Sediento de aquélla fuente que aûn no podia beber, me alimentaba âvido de mis lâgrimas. Lo mismo en medio de las prosperidades de este siglo que de sus adversidades, yo derramo las lâgrimas de mis deseos, yo no me separo de la ansiedad de mi anhelo, y cuan­ do en el mundo todo marcha bien, para mi todo es malo has­ ta que consiga presentarme ante el rostro de Dios. iPor qué prétendes que esté alegre en este dia, cuando sonrie la prosperidad mundana? iAcaso no es engaüadora? ^Acaso no es tarda en fluir, caduca y mortal? iAcaso no es temporal, volâtil y transitoria? ■ 790 LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9.0 DESP. PENT. Dios puede obrar con un juicio oculto no lo puede obrar con un juicio inicuo. La piedad de los cristianos debe creer esto como una cosa inconcusa y conservarla inviolada, del mismo modo que San Pablo, cuando trataba esta difici) cuestiôn, decia: iQué diremos, pues? iQue hay injusticia en Dios? No (Rom. 9,14). Si, pues, es imposible que exista la injusticia en Dios, cuando ayuda lo hace misericordiosamente y cuando no ayuda obra con justicia, porque no ejecuta nada temerariamente, sino con mucho juicio. Si losjuicios de los santos son justos, cuanto mâs lo serâ el de Dios, que santifica y justifica. Justo es, pero oculto”. 3. Hay que pensar con humildad en la luz de la fe “Por lo tanto, cuando se presenten estas cuestiones de cômo obra con el uno en esta forma y con el otro en otra, y por qué el uno es obcecado por el abandono de Dios y el otro es iluminado por su ayuda, no nos atrevamos a juzgar los juicios de un juez tan grande, sino exclamemos teme­ ro s os con el Apôstol: /Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduria y de la ciencia de Dios, cuàn insondables son sus juicios, cudn inescrutables sus caminos! (ibid., 11,33). Por lo cual se dijo en el Salmo: Tus juicios son insondables abismos (Ps. 35,7). No me empujéis, hermanos, a que pénétré en profundidades tan grandes, ni querâis que discuta abismos semejantes ni que investigue lo ininvestigable. Conozco mi capa­ ci dad y me parece que también la vuestra. Esto supera mi medida, es mâs fuerte que mis fuerzas, y creo también que sobrepuja a las vuestras. Hemos alcanzado el camino de la fe, continuemos per­ severantes en él, porque nos habrâ de conducir a las habitaciones del Rey, donde se encuentran escondidos todos los tesoros de sabiduria y ciencia (Col. 2,3). No era otro el pensamiento del Sefior cuando decia a aquellos sus grandes y elegidos discipulos: Muchas cosas tengo aun que deciros, mas no podéis llevarlas ahora (lo. 16,12). Es necesario caminar, es necesario adelantar, es necesario crecer, para que nuestros corazones lleguen a ser capaces de entender todas aquellas cosas que ahora no caben en ellos. Y si el ultimo dia nos cogiese adelantando, entonces aprenderiamos lo que ahora no podemos” (cf. Comentarios al Evangelio de San Juan, tr.53 c.12,6-7: PL 34,1777). SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN C) a) 1. 791 El templo M? SlGNIFICACIÔN DE LOS TEMPLOS MATERIALES Dos doses de templos “Aunque Dios estâ en todas partes y todo El en cada una de ellas, sin embargo, no habita en todos, sino solo en aquellos que ha convertido en templos felicisimos suyos, sacândonos del poder de las tinieblas y trasladândonos al reino del Hijo de su amor (Col. 1,13), obra que tiene su principio en la regeneraciôn bautismal. Una cosa son los que se llaman templo en atenciôn a lo que significan, y que han sido construidos por manos de hombres, empleando en ellos elementos inanimados; ... y otra cosa los verdaderos templos, significados por aquellos otros de los cuales se dice: Vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casas espirituales (1 Petr. 2,5). Por eso tam­ bién estâ escrito: Vosotros sois templo de Dios vivo, segûn Dios dijo: Yo habit aré y andaré en medio de ellos (2 Cor. 6,16)” (cf. Epist. 187,35: BAC, Obras de San Agustin 1.11 p.732; PL 33,846). 2. Los bienes de la casa de Dios Habitar en tus atrios y saciarse de la dicha de tu casa de la santidad de tu templo (Ps. 64,5). “Esa es la Jerusalén que aman los que comienzan a salir de Babilonia: Habitarà en tus atrios y se llenarà de los bienes de tu casa. ^Cuâles son los bienes de la casa de Dios? Hermanos, imaginaos una casa rica llena de bienes abundantes; muchos vasos de oro o piata, numerosa servidumbre, gran nûmero de jumentos y animales, toda ella deleitable con sus pinturas, mârmoles, adornos, columnas, patios y alcobas. Todo esto se desea, pero mientras se vive todavia en la confusion de Babilonia. Prescinde, ;oh ciudad de Jerusalén!, prescinde de todos esos deseos y, si quieres regresar, no te deleites con la cautividad. Ya has comenzado a salir; no vuelvas atrâs, no te pares en el camino, aunque haya enemigos muy abundantes que intenten convencerte de que vuelvas a la cautividad y continûes extranjera. Desea la casa de Dios y sus bienes, pero no precisamente esos que sueles apetecer en tu casa, o en la casa del vecino, o en la de tu patrono. Muy otros son los bienes de El. iSerâ necesario que los expliquemos? Indiquenoslo el mismo que canta al salir de Babilonia: Nos saciaremos de los bienes de tu casa. iQué bienes son éstos? Quizâs hemos inclinado nuestro corazôn al oro, a la plata y demâs cosas preciosas; Γ. 4 792 LLANTO SOBKE JERUSALEM. 9.0 DESP. PENT. no las busqués, que oprimen y no levantan; ansiemos loe bienes de Job, los bienes de la casa del Senor, los bienes del templo de Dios, porque la casa del Sefior es lo mismo que el templo de Dios. Nos saciaremos de los bienes de tu casa, santo templo tuyo, admirable en la justicia. Estos son los bienes de su casa; no ha dicho templo santo suyo admira­ ble en sus columnas, en sus mârmoles y en tus techos do­ rados, sino admirable en la justicia. Tienes estos ojos de fuera para ver los mârmoles y el oro, pero dentro hay otros que ven la hermosura de la justicia”. No hay nada hermoso en el cuerpo de un anciano, y, sin embargo, es hermosa su virtud. Todo es horroroso en el cuerpo del mârtir, y, sin embargo, nos entusiasma la belleza de su vir­ tud. "Estos son los bienes de la casa de Dios; prepârate a saciarte con ellos; pero, para que te sacies cuando lleguen, conviene que tengas hambre y sed mientras caminas. Ten sed de esto, ten hambre de esto, porque éstos serân los bienes de la casa de Dios... Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serân hartos (Mt. 5,6). Santo templo suyo, admirable en la justicia. Pero no penséis, hermanos, que ese templo es algo dis­ tinto de vosotros mismos. Amad la justicia y sois templos de Dios" (cf. Enarrat, in Ps. 64,8: PL 36,779). b) El templo que Dios mismo ensancha 1. El amor divino ensancha la capacidad del aima "El corazôn fiel no es estrecho para quien fué estrecho el templo de Salomon. El mismo que fabricaba este dijo: Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, cauti menos esta casa que yo he edificado (2 Par. 6,18), y, sin embargo, es muy cierto que el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17). Si uno de los poderosos patronos te dijese: Voy a vivir en tu casa, ^qué dirias? Al ser pequena, como es, te turbarias, te asustarias y desearias que no ocurriera. No quisieras verte en el apuro de recibir a un grande, al cual no bastaria tu pequefiuela casa. No temas la llegada del Dios tuyo, no temas el carino de tu Dios; no serâs estrecho cuando 11egue, porque El, al llegar, te ensancharâ, y para que entiendas que te ensancharâ, mira cômo no sôlo ha prometido su llegada: Yo habitaré, sino también la amplitud de la habi­ tation, afiadiendo: Y andaré en medio de ellos (2 Cor. 6,16). Sôlo con que âmes has conseguido esa anchura; el temor estrecha, el amor ensancha; mira qué ancha sea la caridad que Dios ha difundido en nuestro corazôn (Rom. 5,5). Tu SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 793 buscabas sitio, y tu mismo huésped ha ensanchado la casa” !.< >< ;< >s SANTO TOMAS 803 la lujuria; y por eso se enumera la precipitaciôn, que im­ porta la desapariciôn del consejo. 3. ° El juicio sobre lo que se debe hacer. Este también es impedido por la lujuria, pues se dice de los ancianos lujuriosos que, pervertido su juicio, no mîraban al cielo ni sc acordaban de los juicios de Dios (Dan. 13,9). A esto per­ tenece la inconsideraciôn. 4. “ El precepto de la razôn sobre lo que se debe hacer, el cual es también impedido por la lujuria, en cuanto que el hombre se ve impedido por el irnpetu de la concupiscencia de ejecutar lo que decretô debia hacer; y en cuanto a esto se enumera la inconstancia”. 3. Desôi doues de la voluntad “Por parte de la voluntad hay dos clases de acto desordenado: 1. ° Uno de ellos es el apetito del fin. Y en relaciôn a esto se pone el amor de si mismo, esto es, en cuanto a la delectaciôn que se apetece desordenadamente; y en oposiciôn se enumera el odio a Dios, en cuanto que Dios prohibe la delectaciôn apetecida. 2. ° El otro apetito es el de las cosas conducentes al fin. En cuanto a esto se pone el afecto del présenté siglo, con el que quiere gozar del placer; y por oposiciôn se pone la desesperaciôn de la vida futura, porque, al estar uno demasiado unido a los goces carnales, no se cuida de llegar a los espirituales, antes bien éstos le fastidian” q.153 a.5 c). 4. Desôrdenes en las palabras “En la locuciôn, algo es desordenado de cuatro modos: 1. ° Por la materia, y en este capitulo figuran las pa­ labras torpes (turpiloquia) ; porque, como de la abundan­ cia del corazôn habia la boca (Mt. 12,34), los lujuriosos, cuyo corazôn estâ lleno de torpes concupiscencias, prorrumpen con facilidad en palabras obscenas. 2. ° Por parte de la causa; pues, como la lujuria causa la inconsideraciôn y la precipitaciôn, siguese de éstas que haga prorrumpir en palabras dichas ligeramente y sin consideraciôn, denominadas chocarrerias. 3. ° En cuanto al fin, porque, como el lujurioso busca la delectaciôn, ordena sus palabras a ésta, y por ello prorrumpe en palabras lascivas. 4. ° En cuanto al sentido de las palabras, sentido que pervierte la lujuria por la ceguedad de la mente que produce, y asi prorrumpe en snndeces (stultiloquia), ya que en sus palabras prefiere los deleites que apetece a cualesquiera otras cosas” (2-2 q.153 a.5 ad 4). 9·° B) a) La castidad Modera los placeres sensuales ’•La castidad reside, efectivamente, en el aima como en su sujeto, pero tiene su materia en el cuerpo, porque pertenece a la castidad el que uno use moderaüamente de los nuembros del cuerpo en conformidad con el juicio de la razôn y la elecciôn de la voluntad” (2-2 q.151 a.l ad 1). b) 1. Es virtud · · Somete el apetito a la razôn “El nombre de castidad (castitas) se toma del hecho de ser castigada la concupisccncia por la razôn, la cual concupiscencia debe ser refrenada como un nino (cf. Ethic. 3, 12,5: Bk 1119a33). La razôn de la virtud humana consiste en que las cosas sean conformadas de acuerdo con la razôn” (2-2 q.151 a.l c). “La concupisccncia deleitosa se asemeja sobre todo a un nino, porque el apetito de lo deleitable nos es connatural, principalmente el de los goces dei tacto, los cuales estân ordenados a la conservaciôn de la naturaleza. De ahi es que, si se nutre la concupiscenda de estos goces consintiendo a ella, se aumenta en gran manera, como el nino que es abandonado a su voluntad. Por eso la concupiscenda de estos goces necesita sobremanera ser castigada. De ahî que, con relaciôn a tales concupiscendas, se usa por antonoma­ sia el nombre de castidad, asi como la fortaleza es la vir­ tud por antonomasia en aquéllas cosas en las que mâs necesitamos firmeza de ânimo” (2-2 q. 151 a.2 ad 2). 2. Virtud general si se toma en sentido metafôrico La palabra castidad puede tomarse en sentido metafôrico, “si el espiritu del hombre se deleita en su union espiritual con el objeto a que debe unirse, es decir, con Dios, y se abstiene de unirse deleitablemente a los demâs seres, evi­ tando asi el contrariar el orden divino" (2-2 q.151 a.2 c). “De este modo, la castidad es virtud general, puesto que, por cualquiera virtud, el espiritu humano se retrae de unirse deleitablemente a las cosas ilicitas; y la escncia de esta castidad consiste principalmente ^n la caridad y en las otras virtudes tcologales, por las que el alma del hombre se une a Dios" (2-2 q.151 a.2 c). SEC. .|. 3. TEÔLOGOS. ΜΑΝΤΟ TOMAS 805 Virtud especial h! .se toma en senti do propio "Porque, asi considerada la castidad, tiene su materia especial, a saber, las concupiscentias de lo deltitable” (2-2 q.151 a.2 c). 1. Es también fruto del Espiritu Santo "La castidad, en cuanto que obra conforme a razôn, tiene naturaleza de virtud, y en cuanto tiene delectation en su acto propio, se la cuenta en el nûmero de los frutos” (2-2 q.151 a.l ad 4). c) Castidad y tortaleza "Como dice San Agustin (cf. De civ. Dei, 1,18; PL· 41, 32), "permaneciendo el propôsito del ânimo, por el cual también el cuerpo mereciô ser santificado, la violencia de la pasiôn ajena no quita al cuerpo mismo la santidad, que conserva la perseveranda de su continenda”, y en el mismo lugar dice que la castidad es una virtud del aima, que tiene por compancra la fortaleza, por la cual se toma la resolu­ tion de soportar todos los males antes que consentir en el pecado” (2-2 q.151 a.l ad 2). C) a) La virginidad Concepto de virginidad "El nombre de virginidad (virginitas) parece tornado de verdor (virore); y, asi como se dice verde y que permanece en su verdor lo que no ha sido agostado por el exceso de calor, igualmente la virginidad denota que la persona en quien se halla estâ inmune del ardor de la concupiscenda” (2-2 q.152 a.l. c). "La integridad corporal es accidentai a la virginidad; la inmunidad de la delectaciôn es lo material; el designio mismo de abstenerse de tal delectation es lo formai y com­ pletivo en la virginidad” (2-2 q.152 a.l c). b) La virginidad no es contra la ley natural "Una cosa puede ser debida de dos modos: 1. ° De forma que doba ser cumplida por uno solo, y este débito no puede omitirsc sin pecado. 2. ° De forma que sea cumplida por la multitud, y a cumplir tal débito no estâ obligado cada uno do la multitud; porque hay muchas cosas necesarias a la multitud a cuyo cumplimiento no basta uno solo, sino que deben ser cumplidas por la multitud, al hacer uno una cosa y otro otra. Por eso, el prccepto de la ley natural dado al hombre sobre su alimentaciôn es necesario que se cumpla por cada uno, porque, de lo contrario, el individuo no podria conservarse. Pero el precepto dado sobre la generaciôn atane a toda la multitud de los hombres, a la que es necesario no solo multiplicarse corporalmente, sino también progresar espiritualmcnte. Por lo tanto, se provee suficientemente a la multitud humana si algunos se dedican a la generaciôn carnal, y otros, absteniéndose de esta, se entregan a la contemplacion de las cosas divinas para la belleza y salud de todo el género humano. De manera parecida a como en un ejército unos cuidan los campamentos, otros llevan las banderas y otros pelean con la espada; cosas todas, sin embargo, obligatorias a todo el ejército, pero que no pueden cumplirse por uno solo” (2-2 q.152 a.2 ad 1). c) Es, POR EL CONTRARIO, LAUDABLE ‘‘En los actos humanos es vicioso lo que cae fuera de la razon recta; y la recta razôn manda que el hombre use de lo conducente al fin en la proporcion conveniente al fin. Mas hay para el hombre très clases de bien, como dice el Filôsofo (cf. Ethic. 1,7,2: Bk 1098bl2): uno, que consiste en las cosas exteriores, como las riquezas; otro que consiste en ios bienes del cuerpo; y el tercero, que consiste en los bienes del alma; entre los cuales los de la vida contemplativa son mejores que los de la vida activa, como prueba también Aristoteles (cf. Ethic. 10,7: Bk 1177al2); y el Sefior dice: Maria ha escogido la mejor parte (Lc. 10,42). Entre’estos bienes, los exteriores se ordenan a los que son del cuerpo; y los que son del cuerpo, a los que son del alma, y, en fin, los que son de la vida activa, a los que son de la vida con­ templativa. Pertenece, pues, a la rectitud de la razôn el que uno use de los bienes exteriores segùn aquella medida quo conviene al cuerpo, y asi de los demâs. Por consiguiente, si uno se abstiene de poseer algunos que, por otra parte, seria bueno poseer, con el fin de aten;der a la salud corporal o también a la contemplacion de la verdad, este procéder no serâ vicioso, sino conforme a la recta razon. De la misma manera también, si uno se abstie­ ne de las delectaciones corporales para entregarse mâs libremente a la contemplacion de la verdad, esto pertenece a la rectitud de la razon. La virginidad piadosa se abstiene de toda delectaciôn carnal para dedicarse mâs libremente a la contemplacion divina; pues dice el Apôstol (1 Cor. 7,34): La mujer no casada y la doncella solo tienen que preocupar- TEÔ LOGOS. SANIO TOMAS 807 se de las cosas del Senor, de ser santas en cuerpo y en espiri­ tu. Pero la casada ha de prcocuparse de las cosas dei mundo, de agradar al marido. Luego resulta que ]a virginidad no es algo vicioso, sino mâs bien laudable” (2-2 q.152 a.2 c). d) Es, ademAs, virtud “En la virginidad, lo formai y Ίο que la completa es el propôsito de abstenerse perpetuamente de la delectaciôn carnal, propôsito que se hace laudable por su fin, esto es, en cuanto se hace para entregarse a las cosas divinas; pero lo material en la virginidad es la integridad de la carne, sin experienda alguna de delectaciôn carnal. Es évidente, eippero, que, donde existe una materia especial, que tiene una especial excelencia, alli se encuentra la razôn especial de una virtud; como se ve en la magnificencia, que tiene por objeto los grandes dispendios; y por esto es una virtud es­ pecial distinta de la liberalidad, que comunmente se refiere a todo uso del dinero. Ahora bien, el conservarse inmune de todo indicio de delectaciôn venérea tiene cierta excelencia de alabanza sobre conservarse inmune del desarreglo del placer carnal. Por lo tanto, la virginidad es una virtud es­ pecial que se refiere a la castidad como la magnificencia a la liberalidad” (2-2 q.152 a.3 c). e) Es, PUES, LA VIRGINIDAD UNA CONSAGRACIÔN A DlOS 1. El elemento formai de la virginidad es “el proposito de guardar tal integridad por amor a Dios, y por eso tiene naturaleza de virtud. De âhi que con razôn dice San Agus­ tin (cf. De virginit., 11: PL 40,401): “No elogiamos nos­ otros en las virgenes el hecho de ser virgenes, sino el que son virgenes dedicadas a Dios por piadosa continenda” (2-2 q.152 a.3 ad 1). 2. “La virginidad, en cuanto virtud, implica el propo­ sito, confirmado por el voto, de conservar la integridad perpetuamente; pues dice San Agustin (cf. De virginit., 8: PL 40,400) que “por la virginidad se ofrece, consagra y guarda la integridad de la carne al Creador del aima y de la carne” (2-2 a.3 ad 4). f) <‘•5 ES LA FLOR DE LA CASTIDAD “La virginidad es la mâs excelente en el género de la castidad, por cuanto excede a la castidad de las viudas y de las casadas; y, puesto que a la castidad se atribuye por antonomasia la belleza, por eso a la virginidad sc atribuye ■ . · · LIANTO SOBRE JERL’SALÉN. 9.0 DESP. 80S PENT. por consecuencia, la belleza excelentisima; por lo cual dice San Ambrosio (cf. De virginit., 1,7: PL 16,210): “iQuién puede idear una belleza mayor que la de una virgen, que es amada por el rey, aprobada por el juez, dedicada al Senor y consagrada a Dios?” (2-2 q.152 a.5 c). g) Es LIENOR, SIN EARGO, QUE LAS VIRTUDES TEOLOGALES Y LA RELIGIÔN “La virginidad no es la mâs excelente de las virtudes, porque el fin siempre excede a lo que a él conduce, y cuanto mâs eficazmente se ordena algo al fin, tanto mejor es. Y, pues el fin, por el que la virginidad se hace laudable, es entregarse a las cosas divinas, como ee ha dicho, se sigue que las mismas virtudes teologales y aun la virtud de la religion, cuyos actos son la ocupaciôn misma en las cosas divinae, son preferidas a la virginidad. De iguàl modo, tam­ bién obran mâs vehementemente para adherirse a Dios los mârtires, que posponen a esto la vida propia, y los que viven en los monasterios, que posponen la voluntad propia y todo lo que puedan tener, que las virgenes, que posponen a esto el placer carnal. Por lo tanto, la virginidad no es absolutamente la mayor de las virtudes” (2-2 q.152 a.5 c). h) La virginidad es MAS perfecta que el llatrimonio “El error de Joviniano fué haber afirmado que la virgi­ nidad no debia ser preferida al .matrimonio; el cual error se destruye principalmente por el ejemplo de Cristo, que eligiô madré virgen y El mismo guardô la virginidad; y por la doctrina del Apôstol, que (1 Cor. 7,25 ss.) aconsejô la vir­ ginidad como el mejor bien; y aun por la razôn, ya porque el bien divino es mejor que el bien mundano, ya porque el bien del aima es preferido al bien del cuerpo, ya, as;mismo, porque el bien de la vida contemplativa ee prefiere al bien de la activa. La virginidad se ordena al bien del aima segûn la vida contemplativa, que consiste en meditar las cosas que son de Dios; mientras que el matrimonio se ordena al bien del cuerpo, que es la multiplicaciôn corporal del género humano, y pertenece a la vida activa, puesto que el hombre y la mujer que viven en matrimonio tienen necesariamente que pensar en las cosas del mundo, como consta por el Apôstol (1 Cor. 7,33-34). Por consiguiente, indubitablemente la vir­ ginidad debe ser preferida a la continencia conyugal” (2-2 q.152 a.4 c). SIX'. 4. 110LOGOS. PALMIERI i) Puede, no obstante, ser 809 mejor el casado que el virgen “Aunque la virginidad es mejor que la continentia conyugal, puede, sin embargo, el casado ser mejor que el vir­ gen, por dos razoncs: 1. · Por parte de la castidad, esto es, si el que esta casado tiene el ânimo mâs dispuesto a guardar la virgini­ dad, si fuera preciso, que el que estâ en acto virgen. Por eso, San Agustin instruye al virgen (cf. De bon. conïug., 22: PL 40,392) a que diga: “Yo no soy mejor que Abrahân, pero mejor es la castidad de los célibes que la castidad de las bodas”; y después da la razôn, diciendo: “Pues lo que hago ahora, mejor lo hubiera hecho él si entonces hubiera debido hacerse; y lo que ellos han hecho, yo también lo haria asi ahora si actualmente debiese hacerlo”. 2. ‘ Porque quizâs el que no es virgen tiene alguna vir­ tud mâs excelente; por cuya razôn dice San Agustin (cf. De virginit., 44: PL 40,422): ‘7 De dônde sabe la virgen, aunque solicita de las cosas que son del Senor, si, quizâ a causa de alguna debilidad de espiritu para ella desconocida, no estâ madura para el martirio, mientras que aquella mujer a quien pretendia preferirse puede ya beber el câliz de la pasiôn del Senor?” (2-2 q.152 a.4 ad 2). PALMIERI Sobre la gracia suficiente La epistola de hoy- nos avisa que a nadie le falta la gracia sufi­ ciente para resistir las tentàciones. El evangelio nos présenta una ciudad endurecida y abandonada por Dios. Para entender este puuto transcribimos la doctrina de Palmieri sobre la distribüciôn de las gracias (cf. Tractatus de çratia., th.59 v 60 [Salopiae 1885] p.qog ss. y 523)· r A) Nunca falta la gracia a los justos a) Tesis Ningun precepto de Dios es imposible a los hombres que quieren e intentan cumplirlos con las fuerzas que actualmente tienen. Siempre tienen a punto las gracias necesarias que se los hacen posibles. “Esta proposition es la contradictoria de la primera de Jansenio”. 4; ■ 810 f■ ■ ■ »- I Ι··ι· Ι.ΙΛΝΓΟ SOU Κ Ε JERUSALEM. 9.0 DISP. PENT, _- - b) - . . Μ ■ «an - - - U - - - - -- · > ----- -. _ Planteamiento de la cuestiôn “La cuestiôn es la siguiente: 1) Si, cuando urge un precepto, los justos, contando con las fuerzas que actualmente disfrutan, tienen las suficientes para cumplirlo. Y como quiera que el verdadero cumplimiento de los preceptos debe ser saludable, surge la segunda cuestiôn. 2) Si tienen (los justos) estas fuerzas por medio de la gracia, esto es, si se les da la gracia para que el cumplimiento de esos preceptos pueda ser también saludable’’. c) Doctrina herética de Jansenio “Jansenio niega que los preceptos de Dios sean posibles a los mismos justos, pero lo niega de tal forma, que a la vez afirma que éstos pecan con un verdadero pecado formai y merecen castigo cuando no cumplen la iey. Es una debilidad de nuestra naturaleza y, proviniendo como proviene de la culpa del primer hombre, no nos excusa del pecado. Aunque diga que algunos preceptos de Dios son imposibles, en realidad, esta imposibilidad se da, segùn él, tantas cuantas veces peca el justo. La razôn por la cual afirma esto (cf. De la gracia de Cristo, 1.3 c.13) depende de su concepto herético sobre la gracia eficaz. Si la ùnica gracia · para obrar es la gracia eficaz, cuya eficacia consiste precisamente en que produzca de modo necesario el acto para el cual se da, de tal manera que, existiendo ella, es imposible que faite el acto, y faltando ella es imposible que el acto se lleve a cabo, siguese que todo el que peca ha carecido de la gracia eficaz y, por io tanto, ha carecido de la ûnica gracia para obrar el bien, y que le es imposible cumplir aquel pre­ cepto... Adviértase que no sôlo se dice que algunos precep­ tos son imposibles a los justos, sino a los justos que lo quieren y lo intentan (volentibus et conantibus) utilizando las fuerzas que tienen en ese momento. Por mucho que lo quieran y lo intenten, si les falta la gracia eficaz y vencedora, todas sus fuerzas son inutiles... Dedûcese, pues, ovidentemente, que en el sistema de Jansenio la segunda parte de su proposiciôn condenada es la causa de la prime­ ra. Lo ûnico que podia hacer posible el cumplimiento de los preceptos era la gracia, y como no se les da, resultan impo­ sibles”. SEC. 4. TEÔLOGOS. PALMIERI d) 811 Doctrina de la Iglesia catôlica "La doctrina de la Iglesia, opuesta a la jansenista, es que ningûn precepto de Dios es imposible a los justos si emplean las fuerzas de que disfrutan en aquel momento, y que no les falta nunca la gracia que se los hace posibles. Si se preguntara de qué preceptos estâ hablando, habria que responder que la proposiciôn es universal, pero que, sin embargo, si atendemos al sentido de la proposiciôn jan­ senista que se proscribe y al de la Iglesia, 'que establece lo contrario, hay que confesar que se habia principalmente de aquellos preceptos cuya violaciôn hace que el justo pierda su justicia (esto es, de los pecados mortales)... Por otra parte, es también cierto que los pecados veniales pueden evitarse, singularmente si el justo quiere y lo intenta segûn las fuerzas de que disfruta. El poder que niega Jansenio es el que solemos llamar relativo, esto es, en aquellas determinadas circunstancias en las que el justo se encuentre en ese momento”. 1. El concilio de Orange “La doctrina catôlica estâ evidentisimamente expuesta tanto en el concilio de Orange como en el Tridentino. El canon 25 del primero dice: “Creemos, segûn la fe catôlica, que todos los bautizados, una vez que han recibido la gra­ cia por medio del bautismo, pueden y deben cumplir, con el auxilio y la cooperaciôn de Cristo, todo lo que es nece­ sario para la salvaciôn si quieren trabajar fielmente”. En este texto las palabras “auxilio” y “cooperaciôn de Cristo” significan la gracia actual... En las proposiciones condenadas que se refieren a los hechos, la particula condicional si afecta a aquella parte que es incierta y puede tener o no tener lugar, y no a aquella otra que es cierta. Ahora bien, en la doctrina jansenista, la parte incierta y que puede darse o no darse seria el auxilio eficaz de Cristo, puesto que, una vez que existe éste, no puede faltar el deseo de esforzarse. Por lo tanto, el concilio, para darle la razôn, debiera haber dicho: Si Cristo quisïera auxiliar y cooperar; Dero alli no hay duda alguna sobre el auxilio de Cristo; 0 ûnico que queda incierto es el deseo humano de trabajar. Luego el auxilio existe siempre y, por lo tanto, existe siem­ pre el poder querer trabajar”. 2. El concilio de Trento “El concilio de Trento (cf. ses.6.a c.ll) dice que “nadie emplee aquella frase temeraria y prohibida por los Padres bajo anatema, de que los preceptos de Dios son imposibles 812 I.IANTO SOBRE JERUSALÉN. Q.° DESP. PENT. de observar al hombre justificado, puesto que Dios no man­ da lo imposible, sino que al mandar ordena que hagas lo que puedes y que pidas todo lo que no puedes y ayuda para que puedas”. Por esto escribiô el canon 18: “Si alguno dijese que los preceptos de Dios son imposibles de observar incluso por el hombre justificado y bajo la gracia, sea anatema". “El concilio de Trento estableciô en el mismo capitulo el siguiente principio: “Dios no abandons a los que justifico una vez con su gracia, si El no es primero abandonado por ellos...” Este principio es utilizado por los Padres para demostrar que los justos pueden obedecer las prescripciones de Dios con el auxilio divino, esto es, que Dios no manda lo imposible, porque ayuda para que podamos; luego no habia alli del abandon© de Dios en el sentido de que este aban­ don© consista en que nos substrae su divina amistad porque el hombre haya abandonado a Dios pecando, sino que se refiere a un abandon© divino que consistirâ en substraerle su auxilio para obrar el bien y conservar la amistad divina. En realidad, si Dios nos quitase los auxilios necesarios an­ tes de haber sido abandonado por el hombre, como quiera que en este caso el pecado no podia evitarse por haber negado Dios su auxilio, tendriamos que decir que Dios habia abandonado al hombre antes de que éste le abandonase”. S. Principio clave de la cuestiôn “Los Padres del Tridentino tienen como principio en el que se basa teolôgicamente su doctrina, y al que consideran como revelado. el de que Dios no manda cosas imposibles, principio que brilla con la misma evidencia con que resplandece el que Dios es justo, el que Dios es perfectisirno, y del que son testigos todos los Padres, que niegan la necesidad de pecar”. e) CONSECUENCIAS ERRONEAS DE LA DOCTRINA JANSENISTA Los jansenistas (el autor aduce numerosas citas) se defienden diciendo que en realidad pecamos, puesto que nues­ tra impotencia es culpable cn nuestro primer padre Adan. “Para que un acto sea libre, dicen, es suficiente con que lo sea en su causa, como lo fué el pecado de Adân. Por lo tanto, Dios puede con todo derecho exigi r al hombre que cumpla con la ley, con una ley que Adân recibiô con su naturaleza, aunque por su propia culpa esta su naturaleza no pueda ya cumplirla. Ahora bien, esta doctrina: 1) Borra por completo la diferencia existante entre el pecado original y los pecados personales, que se imputan a quienes los cometen. * kl >·> .sr MP SEC. 4. TEÔLOGOS. PALMIERI 813 2) Niega, a la vez, que haya sido perdonado a los jus­ tos el pecado original; pues, si se les ha perdonado, no se les puede imputar el pecado de Adân, y si no se les imputa, no pueden constituir un pecado las reliquias que se nos derivan de la falta de Adân, como es la concupiscencia. Cierto que, perdonado un pecado, puede perdurar el castigo, pero no puede durar el reato de la culpa, esto es, la misma culpa. Ahora bien, como quiera que todo lo que se siga del pecado original, si se imputa como culpa, ha de serlo en virtud del reato precedente, del cual se deriva la maldad del acto presente, siguese que, si falta ese reato y el hombre vive en realidad como si no hubiera existido nun­ ca, falta también la razôn que haria que se le pudiese impu­ tar como culpable ese acto. Por ejemplo, si alguien tuviera un siervo que se hubiese cortado los pies y él le hubiera perdonado este delito, no podria en adelante castigarle solo por el hecho de que no fuera a los lugares donde tenia obligaciôn de ir. De un modo contrario, habria que decir también, segûn la doctrina jansenista, que ningûn pecado cometido por un hombre bautizado reviste el carâcter de culpable; porque, si la culpabilidad o su reato se nos imputa exclusivamente como derivada del libre pecado de Adân, una vez que este reato de Adân se perdona por el bautismo, desaparece toda la razôn de culpa para los demâs actos que cometemos, pues­ to que éstos, segûn su doctrina, no son libres, sino necesarios. El reato libre que los pudiera hacer imputables ya ha sido perdonado. 3) Con esta doctrina se establece que Dios puede justamente mandar a un hombre ciego de nacimiento que mire y que vea, y, si no obedece, castigarle con la muerte eterna, toda vez que existe la misma imposibilidad de obrar el bien sin la gracia que ver sin ojos, y tanto la ceguera, que le impide ver al uno, como la flaqueza natural, que le impide obrar bien al otro, son efecto del pecado de Adân”. f) Prueba de la Sagrada Escritura “Si consultants la doctrina de las Sagradas Escrituras aparecerâ inmediatamente la falsedad de esa opiniôn, como probaremes con los argumentos aducidos ya en otras tesis”. 1. Testimonio de San Juan “Hemos aducido en primer lugar las palabras de San Juan (1 lo. 5.3-4): Esta es la caridad de Dios. que auardemos sus préceptes, y sus préceptes no son pesados w S DE GRACIA 1. Autoridad de Santo Tomâs Se comprueba por la autoridad de Santo Tomâs, el cual, como hemos visto, no admite mâs obstinaciôn que la imper­ fecta. Queda siempre libre, aunque débil, la voluntad hu­ mana, y la hace consistir toda ella en una mayor dificultad para cooperar a la gracia. Es frase suya la de que en el pecador obstinado existen "movimientos para el bien, aunque débiles”. Es évidente que estos movimientos son de la gracia. •. ■*· •* 2. Autoridad de San Agnstin I< Pruébase también por la autoridad de San Agustin, que claramente afirma que, si no puede obrar el bien, es porque no quiere, lo cual seria falso, sobre todo en* la doctrina agustiniana, si le faltase la gracia, que es la que conflere el poder. 3. La penitencia es siempre posible Ademâs, el pensamiento, tanto de San Agustin como de Santo Tomâs, se basa en que nuestra vida es tiempo de prueba que se nos ha concedido para que no pequemos o volvamos al bien después de .haber pecado; es toda ella tiempo de misericordia. Cierto es que puede compaginarse con la voluntad salvifica de Dios el que abandone en esta vida, negando su gracia, a algunos pecadores; porque, del mismo modo que les envia la muerte cuando le parece, pudiera dar por terminado su periodo de prueba negândoles la gracia, aunque les concediera el bien de esta vida durante algunos I ' SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Santidad de los templos de Dios En este sermon desenvuelve el Santo una serie de consideraciones de clara raiz agustiniana (cf. Divi Thomae a Villaxova Opéra omnia [Manilae 1S83] vol.3 dom.9 post Pent.). A) Santidad de los templos materiales Os extrafiarâ, hermanos, ver que la Iglesia celebra la fiesta de los muros y piedras de un templo, pero debéis comprobar que antes de que se celebrase la festividad de los eantos, cuando afin no se honraba ni a Moisés, ni a David, ni a Abrahân, se festejaba ya durante catorce dias la consagracion del templo de Salomon. Era la fiesta de las encenias. Grande era la solemnidad, y, sin embargo, el templo antiguo ‘‘no encerraba mâs que un arca de madera, y los nuestros guardan la majestad dei Todopoderoso; en el tem­ plo antiguo se quemaba solo carne de animales, en los nues­ tros se ofrece el cuerpo inmaculado de Cristo y su sangre preciosa; en el templo antiguo, los nifios se circuncidaban para ser admitidos entre los hijos de Abrahân ; en los nues­ tros, los nifios se bautizan para convertirse en hijos de Dios; en aquél se ofrecian las primicias de los frutos de la tierra, en los nuestros se ofrecen las primicias dei espiritu, a sa­ ber, las alabanzas y acciones de gracias que nuestra piedad debe ofrecer continuamente al Sefior. i Veis la diferencia entre el uno y el otro?” Sin embargo, ;qué confusion causa ver cômo tratamos a nuestros temples! Sobre todo si lo comparamos con el respeto que le tuvieron David, Elias, Samuel, etc. Los sacer­ dotes entraban descalzos y una semana al ano, viviendo austerisimamente durante ella. En los nuestros, mientras se ofrece el sacrificio que amedrenta a los espiritus ange­ licos, “jcômo alborotan los nifios, qué ruidos de pasos y convereaciones ! La gente rie y hasta trafica en medio de SEC. 5, AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 819 los canticos sagrados; ningûn orden, ninguna piedad, ninguna reverencia ni respeto para la majestad divina. Todo es desorden, confusion y mcnosprecio. Y no digo nada de la suciedad de los templos y altares, de la negligencia para con los lienzos y ornamentos sagrados. Pensad, hermanos inios, cuâl serâ la fe y piedad de un sacerdote que coloca sobre panos tan manchados el cuerpo tan puro y sagrado de Cristo, nacido de una virgen, encerrado ch un sepulcro nuevo, cnvuelto en un sudario sin mancha. 2.Y es un sacer­ dote cristiano? ^Cree en el misterio que ejerce? Pues, si créé, es imperdonable su negligencia. Bien seguro que su conciencia no estâ en mc-jor estado ni mâs limpia que esos pahos. Bien seguro que su pecho debe ser una sentina asquerosa, en la cual no terne depositar el cuerpo sagrado del Senor”. B) El templo de nuestra aima Sin embargo, y siguiendo a San Bernardo (cf. Serm. 1.” en la dedication de una iglesia), la consideration del templo material nos debe llevar a la del templo de nuestra alma, porque todo lo que pasa en éstos, en donde nos congregamos, pasa también en nuestro edificio espiritual, porque el templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros (1 Cor. 3,17). “Cuando Salomon levanto su templo, alzaba su vista hacia arriba y decia: Los cielos y los cielos de los cieloS no son capaces de contenerte, cuanto menos esta casa quei yo he edificado (3 Reg. 8,27). Pero, en cambio, un aima santa es mâs digna, mâs ilustre, mâs inmcnsa que el cielo todo, porque el mundo entero no es suficiente para llenarla, puesto que estâ hecha a imagen de Dios y solo Dios puede descansar en ella, como dijo un aima santa: El que me creô dcscansa en mi tabernaculo (Eccli. 24,12, Vulgata). Las aimas son, pues, el templo mâs sagrado de Dios, y por eso dice el Apôstol: &No sabéis que sois templos de Dios y que el Espiritu de Dios habita en vosotros? (1 Cor. 3,16). Y si no lo creéis a él, creer al menos a aquel otro que dijo: Si alguno me ama..., vendremos a él y en él haremos morada (le. 14,23); y en otro lugar: Yo habitaré y andaré en medio de ellos (2 Cor. 6,16)”. ;Oh inmensidad del aima donde se pasea Dios! “Siem­ pre que sintâis en vuestro interior los movimientos de un buen deseo o santos afectos, el aguijôn del arrepentimiento o el fervor de la devociôn, conoced los pasos de Dios dentro de vosotros, el caminar del Espiritu Santo, que se pasea • W r- • * L 820 LIANTO SOBRE JERUSALEM. 9.0 DESP. PENT. por su templo". ;Oh Seüor, que encuentras en el cielo espiritus tan brillantes y templos tan magnificos como los An­ geles, y, sin embargo, no te desdcnas en entrar en la abyecta morada de mi aima! {Que es el hombre para que en tanto le tengas? (lob 7,17). iPor qué colocas tu corazôn tan cerca del suyo? C ) Dios, ùnico habitante digno de este templo “Pero hablaré todavia de otro prodigio mayor, como es el de que nuestra alma no pueda ser templo sino de Dios. San Bernardo (cf. Serm. 51 sobre el Cantar de los Canta­ res, 8) dice: “Sabed que no hay ningùn espiritu creado que pueda unirse al nuestro, de forma que se extienda por él para hacerle participe de su ser y tornarnos mejores o mâs sabios. Ningûn ângel ni espiritu puede expansionarse de eea forma en mi alma, ni yo puedo contener a ninguno de ellos...” Esta prerrogativa le estâ reservada al Espiritu supremo, a aquel que no hay casa que pueda contencrle. Sôlo Dios puede habitar en mi alma; mi alma no es templo mâs que de Dios. No es templo de Angeles, ni de arcângeles, ni de ningun espiritu; Dios es el unico que baja a ella, Dios es el unico que se le apega y une, de forma que realiza con toda verdad aquellas palabras: El que se allega al Senor, se hace un. espiritu con El (1 Cor. 6,17). El ângel es enviado por el Todopoderoso para que inspire al hombre, pero se limita a manteneree alrededor de los que temen a Dios. Inspira desde fuera; Dios es el unico que nos inspira desde el mismo fondo de nuestro corazôn. Lo comprenderéis mediante un ejemplo que tomaré del cuerpo humapo. El cuerpo es la morada del aima, como el aima lo es de Dios. El ângel puede estar al lado del cuer­ po, pero no unirse a él; puede incluso penetrar el cuerpo, pero no informarle, no unirsele, como el aima se une al cuerpo donde vive, dândole a sus miembros vida, sentidos, fuerza, energia y belleza, hasta formar con él un solo sujeto y una sola persona. De esta misma forma se une Dios con el aima a la que viene a habitar, de modo que, aunque no llegue a ser su forma, ein embargo, la vivifica y obra en ella movimientos y actos vitales, y por medio de su presencia intima y union vivificante le da vida, sentir, movimiento, fuerza, belleza y vigor. El ângel puede estar présente a nuestra alma, pero no puede unirse a ella. Por consiguiente, hermanos, lo que el aima le da al cuerpo, Dios se lo da al aima, pero con mavor perfecciôn; y asi, en cierta manera, podemos llamar a Dios el aima de nuestra aima". SEC. g. AUTORES VARIOS. VILLANUEVA D) 821 h i Cuidad de vuestra aima» No permitâis, pues, que haya en ella nada que avergüence o deshonre. iNo sabéis que sois templos de Dios?... Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruirâ (1 Cor. 3,16). Abominable sacrilegio, diriamos, si viésemos a alguno convirtiendo un templo en pesebre. Horrorosa impudencia la de colocar en él los idolos de Baco, etc. Y tû, pecador, colocas en el templo de Dios a los demonios mâs impuros, iQué concierto entre el templo de Dios y los idolos? Pues vosotros sois templo de Dios vivo (2 Cor. 6,16). iQué impiedad expulsar el Espiritu Santo de su templo y profanar su santuario con deseos y placeres inmundos! Oid a San Pablo: Si el que menosprecia la ley de Moisés, sin miseri­ cordia es condenado, ^de cuânio mayor castigo pensâis que sera digno el que pisotee al Hijo de Dios y repute por inmunda la sangre de su testamento, en la cual fué el santificado, e insultare al Espiritu de la gracia? (Hebr. 10,29). Grande es el ultraje que se hace a Dios, pero no es menor el daüo que sufre el pecador, cuya casa quedard desierta como vina abandonada, como choza saqueada. (Is. 1,8). . E) El alma sacerdotal “Oidme, si, cristianos; oidme, discipulos de Jesucristo; oidme, sobre todo, vosotros, los que por un voto especial o por vuestra profesiôn os habéis entregado y consagrado al Senor. Cuanto mâs santo y sagrado es el templo, mâs grave y horrendo es el sacrilegio que se comete. A vosotros es a quienes se dirige especialmente el profeta cuando dice: Sed vosotros santos, porque yo, vuestro Senor, lo soy (Lev. 19,25). Como si dijera: Dios es santo; sea, pues, también santo su templo, sea santo vuestro corazôn, sea santo vues­ tro cuerpo, sea santa vuestra lengua, sea santa vuestra vida, sea santa vuestra conversaciôn, que todo en vosotros sea santo Que no haya un pensamiento de envidia, un pensamiento y deseo de este s’glo, ni una palabra liviana, ni un movimiento culpable, ni una mirada impura, ni un acto dcsordenado; en suma, ni una mancha en el que esté consagra­ do a Dios. porque, como decia San Bernardo al papa Euge­ nio (cf. Libro de la consideraciôn, 1.2 c.13), entre los seglares las bromas no son mâs que bromas, pero en los la­ hios de un sacerdote son blasfemia. Los pecados de los se· Dr- y*·. ?.';"·', '? 1 -· *· · **** , *· -«< . fc 822 I I WTO SOBRE JFRl’SA! ÉN. 9.® DESP. PENT. culares, comparados con los nuestros, no son, por asî decirlo, mâs que veniales. ^Es aeaso de extranar que el hijo dei mundo, embarazado por las preocupaciones dei siglo y los negocios de la vida, se aparté de los preceptos divinos, cuando nosotros, que nos ocupamos sôlo de Dios, que vivimcs en medio de la casa santa, que rodeamos sus altares, que estamos consagrados y dedicados a El, que paseamos nuestros di'as en el templo de Dios como en un paraiso, caemos tan frecuentemente? Cuando pecamos, cometemos un sacrilegio grande contra Dios; he ahi por qué lloraba un proféra y decia: /No han cometido en mi casa mil iniquidades aquellos a quienes yo amaba? ÇLer. 10,15). Si mi ene­ migo me hubiera maldecido...” II. FRAY LUIS DE GRANADA Presunciôn y temor de Dios (Cf. Cuia de peeadores, l.i p.j." c.’6 Fed. Apostolado, 1948 J p.340357·? A ) Una falsa esperanza “Otros hay que, perseverando en su mala vida, se aseguran con la esperanza de la divina misericordia... Dices que es grande la misericordia de Dios, pues por los pecadores se puso en la cruz... Yo te confieso que es muy grande, pues te consiente tan grande blasfemia como es hacer tû su bondad fautora de tu maldad, y que la cruz que El tomo por medio para destruir cl reino del pecado tomes tu por medio para fortalecerlo, y donde le habïas de ofrecer mil vidas que tuvieras por haber puesto la suya por ti, tomes de ahi ocasiôn para negarle esa sola que El te diô... Mas le dolio esto al Salvador que la misma muerte que padecia... Dime, ruégote: ^Quién te ensenô a hacer esa consecuencia que, porque Dios es bucno, tomes tû licencia para ser malo y salir con ello? A lo menos el Espiritu Santo no cnsena a argüir de esa manera, sino de ésta: Porque Dios es bueno, merece ser servido y obedecido y amado sobre todas las cosas. Porque Dios es bueno, es razôn que yo lo sea y espere en El, que me perdonarâ, por gran pecador que haya sido, si de todo corazôn me volviere a El. Porque Dios es bueno y tan bueno, por eso es mayor maldad ofender a tal bondad. Y asî, cuanto mâs engrandeces la bondad en que confias, tanto mas encareces la culpa que contra ella cometes”. . 5· AUTORES VARIOS. GRANADA B) La Escritura y la justicia divina a) El pecado de los Angeles “La primera obra de la divina justicia de que se hace menciôn en la Escritura Divina fué la condenaciôn de los Angeles... Hasta aquella primera culpa no se habia àescubierto la justicia. Encerrada estaba en el eeno de Dios como espada en su vaina... Esta primera culpa hizo que se desenvainase la espada, y mira tû aquel primer golpe qué tal fué. Alza los ojos, y verâs una gran lâstima. Verâs una de las mâs ricas joyas de la casa de Dios, una de las principa­ les hermosuras del cielo, una imagen en quien tan altamente resplandecia la hermosura divina, caer del cielo como un rayo (Le. 10,18) por un solo pensamiento soberbio. De prin­ cipe entre los Angeles se hizo principe de los demonios; de hermosisimo, el mâs feo; de gloriosisimo, el mâs atormentado; de graciosisimo, el mayor enemigo de todos cuantos Dios tiene y tendrâ jamâs. 4 Qué cosa de tan grande admiraciôn debe ser ésta para aquellos espiritus celestiales, los cuales también conocen de dônde y adônde cayô una tan excelente criatura? 4 Con qué espanto dirân todas aquéllas pa­ labras de Isaîas (14,12) : Como caiste del cielo, lucero que salias a la manana?” b) El pecado de nuestros primeros padres “Desciende luego mâs abajo, al paraiso terrenal, y verâs otra caïda no menos espantosa si no fuera reparada... Al cabo de tantos siglos, el hijo que nace saca la lanzada del padre... En tan largo espacio no estâ aun olvidada aquella injuria por tantos hombres repartida y coh tantos azotes castigada ; antes todas cuantas penas hasta hoy se han padecido, y to­ das cuantas muertes ha habido, y todas cuantas aimas arden y arderân para siempre en el infierno, todas son centellas que originalmente descienden de aquella primera cul­ pa, y argumentes y testimonios de la divina justicia. Y todo esto pasa aun después de la redenciôn del género humano por la sangre de Cristo; porque, a no estar de por medio, 4qué diferencia hubiera del hombre al demonio, pues tan poco remedio tenian el uno y el otro para se salvar? ^Parécete, pues, que es ésta razonable muestra de la divina jus­ ticia?” r n LLANTO SOBRE JERUSALÉN. Ç." DESP. PENT. 824 C) LOS PEC ADOS PERSONALES “Y como si no bastara este yugo tan pesado sobre los hi­ jos de Adân, anadiéronse de ahi adelante otros y otros nuevos castigos por otros nuevos pccados, que, como dijimos, se derivaron de aquel pecado. Todo el universo mundo pereciô con las aguas dei diluvio (Gen. 7,21). Sobre aquellas cinco deshonestas ciudadcs lloviô Dios fuego y piedra azufre del cielo (Gen. 19,28-29). A Datân y Abirôn, por una competencia que tuvieron con Moisés, tragô la tierra vivos (Num. 16,32). Dos hijos de Aarôn, Nadab y Abiù, porque dejaron de guardar una ceremonia en un sacrificio, fueron sùbitamente abrasados con el fuego del santuario (Lev. 2), 10,1sin que les valiese la dignidad del sacerdocio, ni la santidad del padre, ni la privanza que con Dios tenia Moisés, su tio. Ananias y Safira, en el Nuevo Testamento, por una mentira que dijeron, al parecer liviana, en un punto los arrebatô la muerte juntos (Act. 5,1-10)”. d)4 La MUERTE DEL R Ml ENTOR Y EL PERDÔN DEL MUNDO “Mas, sobre todo esto, i qué mayor muestra de justicia que no contentarse Dios con otra menor satisfacciôn que la muerte de su unigénito Hijo para haber de perdonar al mundo? iQué palabras tan para sentir aquellas que e. Salvador dijo a las mujeres que le iban llorando? (Le. 23, 28-30)... Como si mâs claramente dijera: Si este ârbol de vida y de inocencia, en el cual nunca hubo gusano ni carcoma de pecado, asi arde con las Hamas de la justicia divina por los pecados ajenos, icômo arderâ el ârbol estéril y seco, a quien, no la caridad, sino la maldad, tiene tan cargado de los suyos propios? Pues si en esta que fué obra de tanta misericordia ves tan grande rigor de justicia, ^qué serâ en resplandece tanto esta miseri­ las otras obras donde cordia? Mas si por ventura eres tan rudo que no penetras la fuerza desta razôn, pârate a considerar aquella eternidad de las penas del infierno, y mira cuân espantable sea aque­ lla justicia, que el pecado que se pueda hacer en un punto castiga con eterno tormento. Con esa tan grande miseri­ cordia que alabas se compadece esta tan espantable jus­ ticia que ves. 2 Qué cosa tan espantosa como ver de la manera como estarâ aquel sumo Dios mirando desde el trono de su gloria un ânima que habrâ estado penando millones de aiios en tan terribles tormentos, y que no por eso se inclinarâ jamâs a compasiôn della, sino antes se holgarâ SEC. 5. AT ITOR ES VARIOS. REATO AVIEA 825 que pone, y que esta pena sea sin cabo y sin término y sin esperanza de remedio? ;Oh alteza de la justicia divina! ;0h cosa de grande admiraciôn! jOh secreto y abismo de altisima profundidad! 4 Qué hombre hay tan fuera de jui­ cio que, considerando esto, no se estremezea y admire de tan grande castigo?...” III. BEATO JUAN DE AVILA Jesucristo llora la muerte del pecador El Maestro Avila habia del llanto de Jesûs sobre la tumba de Lâzaro ; cotno los interprétés entienden que las lâgrimas de Cristo e la vista de Jerusalén fueron arrancadas por el pecado, recogemos en este domingo el bello sermôn del Apôstol de Andalucfa. La pri­ mera parte, que no resuminios, es un modelo perfecto de homilîa exegélica (cf. Sermôn del viernes de la cuarta setnana de Cuarestna, Obras completas : BAC [Madrid 1953] t.2 p.246-260). A) a) El El pecador esta muerto ALMA QUE NO EST EN GRACIA EST MUERTA “Preguntô: ^Adonde lo pusiste? Y echo lâgrimas Cris­ to (lo. 11,34). Algo debe de ir, pues Cristo llorô. 4 Donde lo pusiste, hermano, vuestro defunto? ; Donde habéis puesto vuestra anima? 4Donde estâ cuando pecô? iDonde estâs, hombre que estabas en pie? 4Donde has puesto tu muerto? Hombre que murmuras, que matas, que blasfemas el santo nombre de Dios, y adulteras, y eres sucio y soberbio, 4donde estâs? 4Qué es de ti? 4Donde posiste tu muerto?... Todo hombre que no tiene amor entranable a Jesucristo, el que no ama a Dios sobre todos los amores..., muerto estâ, no tiene segura su conciencia. Mira; si no estâs amancebado, es porque no se te ofrece ocasiôn. Hombre que has profesado la santa obediencia de Dios, que morirâs antes que vayas contra su santa volun­ tad, 4donde has puesto tu muerto? 4Donde ha de estar, sino en el sepulcro?...” b) Es SEPULCRO QUE INFESTA A OTROS “Dice David que su garganta es sepultura abierta (Ps. 5,11; 13,3; Rom. 3,13) para que con su hedor y mal olor inficione a todos. Si en alguna parte tuviesen sepulturas de los muertos abiertas para que con 3U hediondez inficio- i -· '4 A LIANTO SOBRE JERUSALEN. Q.0 DESP. PENT. nasen a las gentes, iqué diriades? Mal regimiento de pue­ blos es éste, pues tal consiente. Cuando murmuras y tomas lo ajeno, sabe que estas muerto; si con tus engafiosas pala­ bras y malos consejos y trato. con tus mentiras y promesas engaâas a la casada, y a la doncella, y a la otra que se te antoja, sepultura abierta es tu garganta”. c) Quien coopéra al pecado ajeno hace la MAYOR injuria a Cristo “Si, tû, que diste el mal consejo.., pluguiera a Dios que antes te murieras. ;Ay de ti, que tocaste a Jesucristo en la lumbre de sus ojos! 4 Con tu mal consejo ofendiô alguno a Dios? Tocado has a Cristo en su corazôn. Por las animas vino acâ, por las animas padeciô, por ellas derramô su preciosa sangre y muriô. 4 Y lo que ganô con tanto traba­ jo echas tû a perder con tu mala lengua? 4L0 que El alle­ go con tantos sudores y trabajos derramas tû con tus pa­ labras? ^Cômo? ;Que digas tû palabras con que matas a quien El tanto ama! Di, cuando blasfemas, cuando mur­ muras, i qué es tu garganta sino sepulcro abierto? Con su hedor inficiona y mata y echa a perder a quien te oye’’.. B) Cristo, llama del sepulcro a) Cristo invita a la vuelta “Posible es que hubiese aquî alguno que se haya ido con el rufiân y que ande peor que la otra que dijimos, que lo traiga el demonio a su mandar y lo trate- peor que si fuese esclavo de Barbarroja, que ande miserable y que no se harte del manjar que los puercos comen. 4 Estâ aquî algûn enganado? Hermano, si estas en pecado..., no te hagas eordo y oye la voz: Vuélvete a mi, que yo te tomarê^ vente a mi (cf. 1er. 3,1-2) iFornicado has? Yo te recïbiré. 4 No te mueve ese corazôn esta palabra?... Vuélvete a mi; yo te doy mi palabra de no hacerte mal ninguno, antes de aquî adelante te haré mayores bienes y mercedes”... b) Testigos de la sinceridad con que Cristo hace SU· INVITACIÔN “Porque quieres testigos, sea norabuena. Pecô nuestro primer padre Adân en el principio del mundo; perdonôlo Dios; en el cielo estâ, goza de El para siempre. Pecô Moi­ sés; los hijos de Israel adoraron idolos; pecô Manasés, rey SI C. 5. Al IORIS VARIOS. ΠΙΑΤΟ AVH Λ 827 del pueblo de Dios; derramô tanta sangrc e hizo tantas maldades como dice la Escritura; luego, corno pidiô perdôn a nuestro Senor, fué perdonado. ^Osarte hias fiar? Pecô David, tomô la mujer ajena; asi como dijo: Peccavi, oyô del profeta: Dios ha pasado y perdonado ta pecado (cf. 2 Reg. 12,13). Llamôle el iadrôn, y respondiôie: Hoy se­ rds conmigo en el paraiso (Lc. 23,43). A la Magdalena ;qué le perdonô de pecados!” (Lc. 7,47)... c) Cada uno es consciente de la llamada de Jesûs “Viene Cristo. Meta cada uno la mano en su pecho. Quizâ hay aqui alguno que ha diez anos que ofende a Dios y estâ en pecado... Enviate a decir que te perdona, envïate su palabra real... 4No te lo ha dicho alla dentro? Y jcuan­ tas veces te lo ha dicho y amonestado, cuantas buenas y santas inspiraciones te habrâ inspirado, cuântas veces te habrâ dicho: “Cata, que me lo pagarâs; mira que te irâs a los infiernos; vuélvete a mi, 4 qué haces, qué esperas, en qué te detienes? 4No te pasa alla todo esto? 4Cuântos aüôs ha que me ofendes? Hasta cuando has de pecar?... ; Oh ! jBendita sea tu misericordia, Senor, que tanto sufres; ruegas con halagos, convidas con misericordia, perdôn y amistad, y amenazas con infierno, con fuego y penas, y no hay, Senor, quien te responda!” C) Cristo llora sobre el pecad'or a) Por que llora Jesucristo “Viéndonos Cristo tan pertinaces, pârase a llorar. —Senor, 4 qué hacéis? 4 Por qué llorâis?—. Fué al monu­ mento Jesucristo y llorô. Ansi como ver sangre es serial que hay herida—decimos luego: “Sale sangre, luego herido han alguno”—, ansi las lâgrimas son serial de corazôn herido. iQuién os hiriô, Cristo, pues llorâis? ^Quién os hiriô? Tû, hermano, y yo lo herimos. Mira como perdiô la vida por ti, 4 y tû estâste en el sepulcro de tus pecados? Por eso el Hijo de Dios echa lâgrimas...” b) Une tus lâgrimas a las de Cristo “Llora Jesucristo tu aima, no te rias tu; razôn es que lloréis también vos. Veislo a El penado, afligido, lleno de angustias por vos, 4y estâisos vos en vuestros pecados? Con mucha razôn podrân decir de vosotros lo que dice San Juan Ά... 328 LLANTO SOBRE JERUSALÉN. PEN r. que decian unos muchachos a otros: Lloramos, y no pla­ nistes; cantamos, y no respondistes (cf. Mt. 11,16-17; Le. 7,31-32). Estâ nuestro Senor llorando nuestros pecados y estamos nosotros riyendo. Llora Cristo y tû no, 4 qué serâ de ti?...” c) APRENDE EN EL LLANTO DE CRISTO LA MALICIA PECADO DE TU "Pues Dios te llora, grande debe ser tu mal. iLlora por­ que te vino deshonra, porque no tienes dineros y estas enfermo? 4 Qué es esto, que saca lâgrimas Dios de su corazônï Cosa recia debe ser. Veia Dios lo que perdia el anima y lo que ganaba; conoce bien la pérdida grande que es Dios, conoce los grandes males y trabajos en que cae en apartândose de El, y j r esto lo conoce mejor que nadie Dios, por eso te llora...” d) ES INEXPLICABLE QUE NO LLORES CON CRISTO “Hombre que estâs enfermo y muerto, 4 por qué no Ho­ ras? 4 Qué haces? 4A cuândo aguardas? Que si te diesen por penitencia que trujeses un cuerpo muerto a cuestas cuatro anos, responderas que no lo podrâs cumplir, 4 por qué traes un ânima muerta contigo siempre, que es peor y mayor carga mil veces que la del cuerpo muerto? Si te die­ sen muchos dineros, no lo traerias un cuerpo muerto a cuestas, y date Dios dinero porque no traigas un ânima, y no quieres. Di, 4 no te hiede? 4, No lo sientes? Guerra te da siempre con mil aguijones, y no lo sientes. Tienes allâ dentro un traslado de infierno...” D) Urge llorar con Cristo nuestros propios pecados a) Estemos siempre en vela “Llora, hermano, tus pecados. Mira como llora Dios por ti. Respôndele, vuélvete a El. 4 Como puedes vivir sin El? Sea luego; no aguardes mâs; 4qué esperas? 4No basta el olvido que has tenido de Ios veinte anos? Vela, hermano; no te descuides, que Jesucristo vela (cf. Le. 12,88; Mt. 14,25; 24,42; 25,13; Mc. 6,48; 13,35); vela llamé a toda la vida del hombre, para darnos a entender el gran cuidado que habiamos de tener. Pues estemos siempre en vela...” a’» SEC. b) Repara AUTORES VARIOS, liüorio “iPor qué ofendes a Dios y le haces combate con las piedras suyas? Diôte sentidos, ojos, oidos, gusto, manos, pies, con que le sirvieses y honrases, y con todo ello le ofendes. Diôte hacienda, con ella le ofendes; diôte honra, con ella le enojas; de manera que todo lo que te diô para que lo alabases y sirvieses lo vuelves al rêvés 830 II.AMO SOBRI JI’.Rl'SAI I X. 9.'· Ht SI». PENT. negoeio de nnestra salvaciôn para el manana tan dudoso. Copiamos los p.irraios nuis seniidos (cf. Obras ascclicas de San Alhmso M. de Ligaria; BAC, t.2 p.5 ss.). A ) El cerco enemigo a) Testimonios de la Escritura y DE LOS santos “Los enfermos que se hallan en tan deplorable estado, se confiesan; pero, como dice San Agustin (cf. Serm. 37, de temp.), “la penitencia que hace el enfermo es enferma”: Paenitentia, quae ab infirmo petitur, infirma est. Y San Je­ ronimo escribe que, “de cien mil pecadores que siguen viviendo en pecado hasta la hora de la muerte, apenas se salvarâ tan sôlo uno: Vix de centum millibus, quorum mala vita fuit, meretur in morte a Dei indulgentiam unus (cf. San Hieron., In Epist. de mort. Eus. ad Dam). San Vicente Ferrer (cf. Serm. 1, de Nat. Virg.) ahade que “es mayor milagro que se salve uno de esos pecadores que resucitar un muerto: Maius miraculum est, quod male viventes faciant bonum finem, quam suscitare mortuos. Conocerân los desgraciados cuân mal obraron; querrân detestar sus pecados, pero no podrân. Antioco Uegô a conocer la malicia de sus pecados, cuando dijo: Num reminiscor malorum, quae feci in lerusalem: Ahora se me presentan a la memoria los males que causé en Jerusalén (1 Mach. 6,12)..Si; entonces se acordô de los pecados, pero no se atreviô a detestarlos, y muriô desesperado y oprimido de una gran tristeza, diciendo: Et ecce pereo tristitia magna: Ved aqui que muero de profunda melancolia (ibid.). Lo mismo aconteciô a Saùl a la hora de la muerte. como dice San Fulgencio: “Reconociô sus pecados, ternio el castigo que merecia por ellos, pero no los detestô: Non odit quod fecerat, sed timuit quod nolebat: No aborreciô los pecados que habia cometido, pero ternio el castigo que no queria sufrir”. b) Hora dificil “i Oh, cuân dificil es que un pecador que ha vivido tantos anos en pecado se convierta sinceramente a la hora de la muerte, teniendo la mente oscurecida con las tinieblas y el corazôn endurecido’ Tiene el corazôn duro, dice Job, como piedra, y apretado como yunque de herrero: Cor eius in­ durabitur tanquam lapis, et stringetur quasi malleatoris incus (41,15). Es decir, el pecador, durante su vida, en vez de ablandarse a las gracias y a las divinas inspiraciones, se endureciô mucho mâs como se endurece el yunque a los SIC. 5. AUTORES VARIOS. I.IGORIO 831 golpes de martillo. En pena, pues, de esta dureza, estarâ mâs duro a la hora de la muerte. Y se lee en el Eclesiâstico que el corazôn duro lo pasarâ mal al ftn de su vida; y que quien ama el peligro perecerâ en él: Cor durum habebit male in novissimo, et qui amat periculum, in illo peribit (Eccli. 3,25). Efectivamente, habiendo amado el pecado hasta la muerte, amo al mismo tiempo el peligro de su condenaciôn; y por esto justamente permitirâ Dios que perezca en aquel peligro en que quiso vivir hasta la muerte... Es cierto que, en cualquier tiempo que se convierta el pecador, promote Dios perdonarle; pero a ningun pecador le ha prometido que se convertira a la hora de la muerte...” B) El temor de la muerte eterna “El sacerdote que asiste al moribundo, hace la recomendacion dei alma y suplica al Senor diciendo: Agnosce, Do­ mine, creaturam tuam: Reconoced, ;oh Senor.', a esta criatura vuestra. Pero Dios le responde: Reconozco que es criatura mia, pero él no me ha honrado como a su Creador, sino que me ha tratado como a enemigo. Sigue suplicando el sacerdote, y dice: Ne memineris iniquitatum eius anti­ quarum: No os acordéis de sus antiguas iniquidades. Y Dios responde: Yo le perdoné sus culpas pasadas, cometidas en sus anos juveniles; pero él ha seguido despreciândome has­ ta la hora de la muerte. Verterunt ad me tergum, et non facient et un tempore afflictionis suae dicent: Surge et li­ bera nos. Ubi sunt dii tui, quos fecisti tibi? Surgant et Uberent te (1er. 2,27-28). Me volvieron la espalda y no la cara, y ahora, en el tiempo de su aflicciôn, ^quieren que los libre del castigo? Que llamen a sus dioses, esto es, a aquellas criaturas, aquellas riquezas, aquellos amigos a quienes amaron mâs que a mi: Pidanles que vengan ahora a libraries del infierno que les espera. A mi solamente me toca al présente castigar las ofensas que me hicieron. Ellos despreciaron mis amenazas hechas a los pecadores contu­ maces y no hicieron caso ninguno de ellas. Por tanto, mi deber es castigar los crimenes que se cometieron: Mea est ultio, et ego retribuam in tempore, ut labatur pes eorum (Deut. 32,35). Llego el tiempo de mi venganza, y es justo que se ejecute...” 3 832 LLAXTO SOBRE JERUSALEM. 9.0 DfSP. C) v. ‘4 PENT. Si al menos hoy. “Concluyamos, oyentes mios, esta plâtica. Decidme, si uno se hallase en pecado y le sobreviniera una enfermedad que le hiciese perder los sentidos, 4 qué compasiôn no os cau­ saria verle morir tan tristemente, sin sacramentos y ein dar senales de arrepentimiento? 4 Y no es loco aquel que, teniendo tiempo para reconciliarse con Dios, sigue en el pecado o torna a pecar, poniéndose de esta manera en peligro de morir repentinamente? El Senor nos dice que el Hijo de Dios vendra a juzgarnos a la hora que menos pensemos: Qua hora non putatis filius hominis veniet (Le. 12,40). Una muerte improvista puede sucedernos a cualquiera de nosotros, como ha sucedido a tantos otros hombres. Y es necesario tener présente que todas las muertes que tienen los hombres de mala vida son imprevistas, aunque la enfer­ medad dé algùn plazo de tiempo; porque los dias que dura la enfermedad, son dias de tinieblas, dias de confusion, en los cuales es dificil, y aun moralmente imposible, ajustar una conciencia manchada con una larga serie de vicios y pecados. Decidme, hermanos mios, si os hallaseis ahora en peligro inminente de morir, desahuciados de los médicos y luchando ya con las agonias de la muerte, icon cuânta ansia . deseariais que se os concediera un mes de tiempo, o una semana, para ajustar vuestras cuentas con Dios? Dios, pues, os concede este tiempo, os llama y os hace conocer el peligro en que estais de condenaros. Ocupaos, por tanto, del negocio de vuestra salvaciôn. 4 Qué es lo que esperâis? iAcaso que Dios 03 envie al infierno? Ambulate in luce dum lucem hebetis (Ιο. 12,35). Obrad bien nr entras tenéis tiempo, mientras vivis sobre la tierra, porque, si os sorprenden las tinieblas de la muerte, nada podréis hacer ya para asegurar vuestra salvaciôn. ÀDnana me enmendaré, dice el pecador endurecïdo. Y iquién te asegura que ll^garas a mafiana?... jEa, pues, cristiano! Dad la espalda al pecado hoy mismo, sin esperar a manana; volveos a Jesucristo, que os llama a su redil con silbos amorosos y os espera con los brazos abiertos para abrazaros. Hacedlo asi por las entrafias de Jesucristo, y yo en su nombre os aseguro que este Padre amoroso de los pecadores os perdonarâ vuestras culpas y os darâ la vida eterna”. SEC V. - AUTORES VARIOS. G. DE MONTFORT 833 SAN LUIS MARIA G. DE MONTFORT I La visita de la Sabiduria eterna a las aimas Adncimos este testimonio, denso y de sôlido contenido, que pue­ de ser tema de predicaciôn positiva y profunda acerce de los bienes que nos trae la visita de la eterna Sabiduria ; la queja de Cristo so­ bre Jerusalén es que no conoce lo que su visita le puede traer (cf. El ainor de la Sabiduria eterna, c.g : BAC, Obras de San Luis Maria G. de Montfort [Madrid 1954] p.163-169). A) Introducciôn “Siendo esta soberana hermosura por naturaleza “amiga del bien”, amans bonum, y en particular del bien del hom­ bre, su mayor complacencia es el comunicarse. Por lo cual dice de ella el Espiritu Santo que busca entre las naciones personas dignas de ella y que se derrama en las aimas santas (Sap. 7,27). Esta comunicaciôn de la Sabiduria eterna es la que ha formado los amigos de Dios y los profetas. Entrô en otro tiempo en el alma del siervo de Dios Moi­ ses, dândole luz abundante para ver cosas magnificae y una energia maravillosa para realizar portentos y alcanzar vic­ torias (Sap. 10,16). Cuando la divina Sabiduria se aduena de un alma, intro­ duce en ella toda clase de bienes y la comunica tesoros sin cuento. Tal es el testimonio que Salomon rinde a la verdad, después de haber recibido la sabiduria (Sap. 7,11). He aqui, entresacadas de una infinidad de ellas, algunas de las operaciones mâs corrientes que la divina Sabiduria Ueva a cabo en el aima, por manera tan oculta, que ni el aima misma se da cuenta de ello”. B) cW ■i HL K C· E·, La Sabiduria eterna comunica su Espiritu » todo luz a) Para que juzgue con claridad de todo La Sabiduria eterna comunica al aima que la posee su Espiritu, todo luz: Deseé la inteligencia y me fué concedida, e invoqué del Senor el espiritu de Sabiduria, y se me diô (Sap. 7,7). A este espiritu sutil y penetrante se debe el que un hombre, a ejemplo de Salomon, juzgue todas las cosas con gran discernimiento y penetraciôn: Y me reconocerân por agudo en el juzgar y seré admirable a los ojos de los grandes (Sap. 8,11). La palabra de Cristo 6 & ♦ 1... 834 LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9-° DESP. b) PENT. COMUNICA CIENCIA SOBRENATURAL Y HUMANA Comunica al hombrc la suprema ciencia de los santos y las demâs ciencias naturales, incluso las mâs ocultas, si le han de ser de provecho: Si alguno desea el mucho saber, ella es la que sabe lo pasado y forma juicio de lo futuro; conoce los artificios de los discursos y las soluciones de los argumentas (Sap. 8,8). Ella diô a Jacob la ciencia de los santos (Sap. 10,10). En ella aprendi cuantas cosas hay ocul­ tas y nunca vistas (Sap. 7,21). DE ELLA ESTUVIERON LLENOS LOS DOCTORES DE LA IGLESIA C) “De esa fuente infinita de luz bebieron los mâs grandes doctores de la Iglesia, entre ellos Santo Tomâs de Aquino, como él mismo lo afirma, aquellos admirables conocimientos que los hicieron célébrés; lo cual nos demuestra que las lu­ ces y conocimientos qué comunica la Sabiduria no son secos, estériles o indevotos, sino, al contrario, son luminosos, estan Uenos de unciôn, son operantes y devotos, conmueven. y alegran el corazôn, iluminando el entendimiento”. C) La Sabiduria eterna hace apôstoles de la a) HaBLÔ POR LOS PROFETAS Y APÔSTOLES Y HABLAR HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS “La Sabiduria no se contenta con derramar sus luces so­ bre el hombre para que conozca la verdad, sino que, ademâs, le capacita de modo maravilloso para darla a conocer a otros: Scientiam habet vocis (Sap. 1,7). La Sabiduria tiene el conocimiento de lo que se dice y comunica la ciencia de decirlo bien, porque es la Sabiduria la que abriô la boca de los mudos e hizo elocuentes las len­ guas de los ninos (Sap. 10,21). EUa soltô Ja lengua de Moi­ ses, que era tartamudo. Ella comunicô la palabra a los profetas para desarraigar y destruir, desbaratar y disipar, edificar y plantar (1er. 1,9 y 10), a pesar de que reconocian que de si mismos no sabian hablar mejor que los ninos. La Sabiduria comunicô a los apôstoles facilidad para predicar por todas partes el Evangelio y anunciar las maravillas de Dios (Act. 2,11). Como la divina Sabiduria es “pala­ bra” en la eternidad y en el tiempo, ha hablado siempre, y por su palabra fué creado todo y todo fué reparado. Hablô por los profetas, por los apôstoles, y hablarâ hasta el fin de los siglos por boca de quienes la posean”. •η*· μ SEC 5. AUTOREfi VARIOS. G. DE MONTFORT b) Hablarâ I 835 por sus apôstoles palabras eficaces “Ahora bien, las palabras que comunica la divina Sabi­ duria no son comunes, naturales y humanas; son palabras divinas: vere verbum Dei (1 Thés. 2,13). Son palabras enérgicas, eficaces y penetrantes (Hebr. 4,12); palabras que, partiendo del corazôn de quien habia, penetran hasta el fondo del corazôn de quien escucha. Este don de Sabiduria es el que habia recibido Salomon cuando decia que Dios le habia concedido el expresar con claridad lo que sentia en el corazôn’’ (Sap. 7,5). c) iPOR QUÉ ES MENOS EFICAZ LA PALABRA DEL PREDICADOR? "He aqui la promesa que Nuestro Senor Jesucristo hizo a sus apôstoles: Yo pondre palabras en vuestra boca y una sabiduria a que no podrdn resistir ni contradecir todos vues­ tros enemigos (Lc. 21,15). ;Oh, cuân pocos son hoy en dia los predicadores que posean ese inefable don de palabra y que puedan decir con San Pablo: Predicamos la sabiduria de Dios! (1 Cor. 2,7). La mayor parte habian guiados por las luces de su propio espiritu 0 que han sacado de los li­ bros, pero no ex sententia, segûn la divina Sabiduria (Sap. 7,15) les hace sentir; o bien ex abundantia cordis (Mt. 12, 34)..., segûn la abundanda divina que reciben de la Sabi­ duria. He aqui por qué son tan raras las conversiones logradas por la predicaciôn. Si el predicador hubiese reci­ bido de modo eficaz la Sabiduria, el don de la palabra, el auditorio no podria resistirle, como sucediô antano: No podian los que oian (a San Esteban) contrarrestar la Sabi­ duria y el Espiritu, que hablaban en él (Act. 6,10). Ese tal predicador hablaria con tanta suavidad y autoridad: Quasi potestatem habens (Mt. 7,29), que su palabra no volveria a él vacia ni quedaria sin efecto...” (cf. Is. 55,11). D) Es el principio de los mâs suaves deleites “Asi como la Sabiduria eterna es el objeto de la felicidad y complacencia del Padre Eterno y la alegria de los ângeles, asi para el hombre que la posee es el principio de los mâs suaves deleites y consuelos. Le comunica el gusto por las cosas de Dios y le hace perder el gusto de las criaturas. Alegra su Espiritu con el resplandor de sus luces, derrama en su corazôn una alegria, una mansedumbre y una paz indecible, aun en medio de las mayores tribulaciones, como lo atestigua San Pablo cuando exclama: Superabundo gaudio ,.t · ,•7 : 1 ‘ 836 1ΛΛΝΠ> SOBRE JEKUSALÉN. DES!·. PENT. in omni tribulatione (2 Cor. 7,4). Entrando en mi casa, hallaré en ella mi reposo; porque ni en su conversaciôn tiene rastro de amargura ni causa tedio su trato, sino, antes bien, consuelo y alegria; y no solam ente en mi casa y en su con­ versaciôn disfrutaba de alegria, sino también en todas par­ tes y en todo, porque iba delante de mi (Sap. 8,16; 7,12 y 8,18). En cambio, las alegrias y gozos que pueden hallarse en las criaturas no son sino sombras de placer y aflicciôn de espiritu”. « E) Infunde los dones y virtudes del Espiritu Santo “Cuando la Sabiduria eterna se comunica a un aima, le infunde todos los dones del Espiritu Santo y todas las gran­ des virtudes en grado eminente; es a saber, las virtudes teologales: fe viva, esperanza firme, caridad ardiente; las virtudes cardinales: templanza sobria, prudencia consumada, justicia perfecta y fortaleza invencible; las virtudes morales: religion perfecta, humildad profunda, mansedumbre atrayente, obediencia ciega, amor sin acepciôn de personas, mortificaciôn continua, oraciôn sublime, etc...” F) No permite la tibieza o negligencia a) Uthjza para ello todos los medios posibles "En fin, como nada hay mâs activo que la Sabiduria, omnibus enim mobilibus mobilior est (Sap. 7,24), no con­ dente que quienes se honran con su amistad permanezcan en la tibieza o en la negligencia. Los inflama y los mueve a emprender grandes cosas por la gloria de Dios y la salvaciôn de las almas, y, con el fin de probarlos y hacerlos mâs dignos de ella, les procura grandes combates y les reserva contradicciones y obstâculos en casi todas sus empresas. Consiente unas veces que el demonio los tiente o que el mundo los calumnie y desprecie, o bien que sus ene­ migos triunfen y los humillen, e incluso que los traicionen y desamparen sus propios parientes y amigos. Ya permite que los aflija la pérdida de sus bienes, ya una enfermedad; ora los hiere una injuria, ora son presa de la pena y el desaliento. En una palabra, los prueba de todas formas en el crisol de las tribulaciones. Pero, si delante de los hombres han padecido tormentos, su esperanza estâ llena de inmortalidad. Su tribulaciôn ha sido pequefia, y su galardôn serâ grande, porque Dios hizo prueba de ellos y los hallo SEC. 5- AUTOKES VAKIOS. BOSSUET 837 dignos de si. Probôlos como el oro en el crisol, y los aceptô como victimas de holocausto y a su tiempo se les darâ la recompensa” (Sap. 3,4-6)... b) Ofrece como precioso regalo y récompensa la cruz “Asi, pues, la cruz es el patrimonio y la recompensa de aquellos que desean o poseen la sabiduria eterna. Pero esta amable soberana, que todo lo hizo con nûmero, peso y me­ dida, no envia cruces a sus amigos sino proporcionadas a sus fuerzas, y es tal la suave unciôn con que las dulcifica, que en ella encuentran sus delicias”. VI. » BOSSUET La justicia y la misericordia de Dios (Cf. Sermôn predicado a unas religiosas [ed. Firmin-Didot] t.2 p.306-373. Usa como ténia : Cooperando, pues, con El, os exhorta a que no recibâis en vano la gracia de Dios (2 Cor. 6,1). A) T res motivos de penitencia Très obstaculos se levantan ante el hombre cuando quie­ re convertirse. El primero, el horror de su pecado, que juzga imperdonable; para salvar este obstâculo le anunciamos en nombre de Cristo que este Sefior ha derramado su sangre en sacrificio propiciatorio. Cuando comienza a respirar la esperanza, se levanta el nuevo impedimento, la imposibilidad de cambiar su vida e inclinaciones; le inspiraremos confianza contra este temor hablândole de la omnipotencia divina, que tiene medios infaliblemente eficaces para los que quieren servirse de ellos y que no se niegan a quien los pide. Solo le falta ya al pecador tener tiempo para cumplir su obra, y es Dios quien le contesta dândole la vida de que disfruta. Très cosas necesita para convertirse, a saber: la miseri­ cordia de Dios, que le perdona; el poder divino, que le socorre, y la paciencia, que le espera. Las très se le ofrecen, 4 qué nos queda sino decirle: No recibâis en vano la gracia de Dios? (2 Cor. 6,1). Y, sobre todo, no despreciéis la tercera gracia, de un tiempo del que cada uno de sus minutos puede valer una eternidad. 838 LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9. ° DESP. a) La PENT. — misericordia llama Incertidumbre del pecador El hombre pasa facilîsimamente de un extremo al opuesto. Consumido por la fiebre, desespera de curarse; una vez sano, se imagina inmortal. En medio de la tormenta, el marino jura no volver a navegar; tranquilo el mar, se embarca sin temor, como si fuese dueno de vientos y tempestades. El pecador pasa también temerariamente de la confianza excesiva a la desesperaciôn, y viceversa. Primero peca confiado, después desconfia de salvarse, “y asi marcha de pecado en pecado como a una ruina cierta, desesperado de su esperanza” (cf. San Agustîn, Serm. 20,4). Ved un pecador. Al principio se engana imaginândose que es imposible que un Dios tan grande quiera tiranizar a una criatura y ejercer su poder contra un vaso de barro. Es indigno de Dios sentirse ofendido por un ser que no es nada. Pero después se aterroriza al ver que la nada se ha atrevido a levantarse contra Dios, y se dice a si mismo lo que el profeta decia al capitân de los asirios: &A quién has insulta· do y ultrajado, contra quién has alzado tu voz, contra quién alzaste tus ojos? Contra el Santo de Israel (2 Reg. 19,22). El que creia que no podia agotar la misericordia, no ve ahora el medio de apagar la justicia. 2. Misericordia y justicia La causa de este engano consiste en que los atributos ^e Dios, lo mismo el de la misericordia que el de la justicia, son tan infinitos que cuando se mira uno de ellos anega el pensamiento de forma tal, que no puede meditarse en el otro. La idea de la misericordia hace que el pecador olvide la justicia, y viceversa. Pero debemos destrui r estos idolos de la misericordia y de la justicia que el pecador adora en lugar de los verdaderos atributos. No son incompatibles las virtudes amigas. En primer lugar, la bondad de Dios no es insensible, y un Dios que no castigase seria un Dios despreciable. No séria Dios aquel “bajo el cual los pecadores viven a gusto y de quien el diablo se puede burlar. No es bue­ no sino en cuanto que odia el mal y ejerce el amor que tie­ ne al bien mediante el odio que profesa al mal” (cf. Tertuliano, Contra Marciôn, 1.2,20). Pero tampoco su bondad es incompatible con la justicia, porque, si le roba sus vic­ timas, le ofrece otras, y, en vez de derribarlas por la venganza, las abate con la humildad, y, en lugar de quebrantarlas con el castigo, las quebranta con la penitencia, y, si hace falta ofrecer alguna sangre, le ofrece la del mismo Dios. Por lo tanto, no hay que presumir ni desesperar, por- V—'S.'-J SEC. 5. SUTORES VARIOS. BOSSUET 839 que es cierto que Dios se venga, pero también es cierto, y me atrevo a decirlo, mâs cierto todavia, que Dios perdona. 8. El perdôn de los pecados El perdôn de los pecados es el fruto principal de la san­ gre del Nuevo Testamento, y por ello el Espiritu Santo se ha cuidado celosamente de inculcarnos esta idea. Dios, dice, olvida los pecados, los disipa, los aleja de nosotros, los borra. En efecto, el pecado dentro del hombre es como un tumor que lo devora y una mancha que lo desfigura; hay, pues, que extirpar este tumor, y ved cômo lo aleja Dios: Cuan lejos estân el Oriente dei Occidente, tanto alejo de nosotros nue stras culpas (Ps. 102,12). Yo he disipado como nube tus pecados, como niebla tus iniquidades, vuelve a mi (Is. 44,22). Si el pecado con relaciôn al hombre es un tumor, con relaciôn a Dios es un grito terrible en sus oidos, un espectâculo horroroso para sus ojos. Como espectâculo, cau­ sa aversion, y como grito, pide venganza; pero Dios, para tranquilizarnos, nos asegura que cubre los crimenes de modo que no los vea y que ahoga este grito funesto con la voz de Jesucristo, abogado propiciatorio por nuestros delitos (1 lo. 2). 2,1Los cielos y la tierra se alegran. Cantad, cielos, la obra de Yavé; resonad, profundidades de la tierra; saltad de jubilo, montanas (Is. 44,23)... Volved a Dios, volved a vuestro Esposo, pero confesando vuestros delitos y diciendo: He pecado. No sofiéis con excusaros, no acuséis a las estrellas ni a vuestro carâcter, no acuséis ni siquiera al mismo demonio, no sea que encontréis en los acusados un fiscal que os denuncie. El diablo se alegra cuando se le acusa, y su mâs ardiente deseo es que le acuséis y echéis sobre él vuestros delitos a fin de que perdais el fruto de una confesiôn humilde (cf. San Agustîn, Serm. 20,2). Es muy distinto el modo de tratar a un juez y el de tratar a un padre, porque èl uno busca el castigo y el otro la conversion. Vamos a verlo. b) > «R: k\ Ii. ml E' La misericordia ayuda II 1. Inclînaciôn y costumbre . Ante el juez hay que decir: No lo he hecho, o lo he hecho contra mi voluntad, sin advertirlo. Ante un padre hay que confesar nuestra falta y recurrir a su bondad. Recurramos asi a Dios y veamos el segundo motivo de aliento. Lo que suele detener a los pecadores es el temor de cambiar su vida, pues desconfian de su debilidad y creen imposible conseguirlo. No hay nada de que podamos disponer .'JT* v ' · ι· 840 LIANTO SOBRE JERUSALÉN. Q.° DESP. PENT. menos que de nosotros mismos; no hay nada menos sujeto a nuestro poder que nuestra voluntad; no hay nada mâs fâcil que hacer lo que queremos. Los dos obstâculos que parecen invencibles son la inclinaciôn, que torna amable al vicio, y la costumbre, que lo vuelve necesario. El hombre a quien sus inclinaciones tiranizan, desearia que lo cambiaran, y éste quisiera que lo fundieran de nuevo para que desapareciese su temperamento colérico, y aquél que lo hicieran otro hombre, etc. Pues es lo que os ofrece la gracia, un nuevo nacimiento. · .'t 2. La gracia vencedora Y si la gracia vence las inclinaciones, es lôgico que su­ pere la costumbre, que no es otra sino una inclinaciôn robustecida. Nada puede igualar la fuerza del espiritu para fundir el hielo: El hace caer su hielo como en pedazos; ante su frio se congelan las aguas; pero manda su palabra y se liquidan, hace soplar su viento y manan las aguas (Ps. 147,17-18). îEs frio tu corazôn? Ahi tienes el remedio. <;Es duro tu corazôn? Pues he aqui que paso Yavé y delante de El un viento fuerte y poderoso que rompia los montes y quebraba las penas (3 Reg. 19,11). Aunque corras a la muerte mâs impetuoso que el Jordân, sabe detener eu cur­ so; aunque estes corrompido en el sepulcro, sabe resucitar a Lâzaro; no recibas, pues, en vano sus graciae. 3. La conversiôn cuesta Confesemos, sin embargo, que vemos pocas veces estos efectos de la gracia, pero es porque recibimos harto muellemente la de la penitencia, a la que enervamos con nuestra delicadeza. Una penitencia cobarde y perezosa no se atreve a ningûn esfuerzo, mas sepamos que la condiciôn de nuestro natural exige que el bien os cueste; el pan ha de ganarse con sudor y la penitencia ha de ser violenta. “iQué es la penitencia sino una indignaciôn contra si mismo?” (cf. San Agustîn, Serm. 19,2). Oigamos cômo habia David penitente: La conmocion de mi corazôn me hace rugir con rugidos de leona (Ps. 37,9). No es un gemido de paloma; semeja al de un leôn. Asi es la queja del hombre contra sus vicios, la del hombre que no puede soportar su debilidad y cobardia; côlera que le lleva a una especie de furor. El furor ha turbado mi vista (Ps. 6,8, Vulgata). Y llega al punto de que­ rer huir de toda compania y compararse a los pâjaros que huyen de la luz del sol; Soy como un buho entre ruinas (Ps. 101,7). En esa soledad se indigna, brama contra si mismo para que “la violencia de la penitencia supere a la costumbre de pecar”. *1 -, t • * SEC. AUTOKES VARIOS. BOSSUET El · 841 tiempo se va El valor del tiempo 1. Para entender bien el valor del tiempo debemos considerar que puede medirse de dos formas: en si mismo, dividiéndolo en horas, dias y anos, o comparândolo con la eternidad, en que desemboca. Desde el primer punto de vista no es nada, se va, y, sin embargo, jqué paradoja!, siendo nada, al perderlo se pierde todo. ^Por qué? “Porque el tiem­ po es un velo, una gran cortina extendida delante de la eternidad, a la que nos oculta; para ir a esa eternidad hay que atravesarlo” (cf. Tertuliano, Apolog., 43). El tiempo es el precio de la eternidad, y no me extraria, joh virgenes del Senor!, que vuestras réglas sean tan escrupulosas al administrarlo. Es un peso infinito, y no hay nada mâs cri­ minal que desperdiciar semejante gracia (2 Cor. 4,17). 2. Los hombres dejan que se les escape Quisiera explicaros las dos causas por las cuales los hom­ bres dejan que se les escape de entre las manos el tesoro mâs precioso. La una depende de nosotros mismos, y la otra es condition del mismo tiempo. Nosotros, sea porque, si examinamos el tiempo, advertimos que se acerca el fin, sea porque nuestra pereza no sabe el modo de emplearlo, nos empefiamos en no querer comprobar cômo huye; es como un peso que gravita sobre nuestras espaldas y procurâmes no pensar en él para no sentirlo. Pero también el tiempo ayuda a engafiarnos, por­ que, segûn advierte San Agustin (cf. De musica, 1.6 c.39), el tiempo quisiera imitar a la eternidad, y, como quiera que la eternidad consiste en ser siempre igual, éste nos ofrece horas, dias y anos exactamente iguales para que no advirtamos cômo pasa. Y si es cierto que nuestros miembros se debilitan y los cabellos grisean, sin embargo, sutil impostor, queriendo imitar a la eternidad, que conserva todas las co­ sas en un estado permanente, el tiempo nos va despojando e hiriendo muy poco a poco. Ezequiel, en su ano cuadragésimo, creia que acaba de nacer. Esa es la terrible verdad: que nos encontramos de golpe y sin advertirlo en los brazos de la muerte. Por otra parte, el tiempo nos hace creer que lo tendremos siempre delante de nosotros, y es cierto que existe, pero muy posible que no podamos alcanzarlo. 8. La ilusîôn peligrosa del pecador Otra de las ilusiones es que el pecador unas veces juzga larga su vida y otras corta: corta, cuando se trata i 1' · 842 LLANTO SOBRE JERUSALEM. 9.” DESP, PENT. de gozar, y dice: No se nos escape ninguna flor prtmaveral. Coronémonos de rosas antes que se marchiten (Sap. 2,7-8); comamos y bebamos, que nuestro fin esta cerca· no (Is. 22,13). Pero ;cômo cambia su lenguaje y qué largo lo ve todo cuando se trata de convertirse! ;Oh, y como sabemos mudar el tiempo, que es puerto de salud, en escollo temeroso! Tenemos tiempo para convertirnos. sigamos p ecando. 4. La ciencia del tiempo, secreto del Padre Pero notad como el Hijo de Dice nos enseiia que la ciencia del tiempo es uno de los secretos del Padre, y cuan­ do le preguntan cuândo sera el fin, El, como embajador del Padre celestial, dice que no lo sabe. “Se nos esconde el ultimo dia para que cumplamos en todos ellos” (cf. San Agustin, Serm. 39,1). Mas 4 para qué voy a seguir hablando? 4No es el mismo Evangelic el que os dice que la segur esta aplicada ya a la raiz del ârbol? 4 Por qué no comienzas hoy a convertirte? ^Ternes que tu penitencia se prolongue demasiado? No te contentas con ser pecador y quisieras vivir mucho tiempo en pecado; quieres que tu vida sea larga y mala. Espéras que el médico te condene para que te absuelva el sacerdote. ;Ah, no esperéis que haya que gritar a vuestros oidos para arrancaros un si 0 un no! No esperéis a que el sacerdote tenga que disputar su puesto junto a vuestro lecho con los herederos y nota­ rios; haced que el pensamiento de convertirnos os venga de Dios y no de la fiebre, de la razôn y no de la necesidad, de la autoridad divina y no de la fuerza. Concededle algo a Dios con libertad y no con angustia. 5. Celebrad la penitencia en tiempo de alegria Si la penitencia es un don de Dios, celebradla en tiem­ po de alegria y no de tristeza. Puesto que vuestra conver­ sion alegrarâ a los ângeles, es un triste contratiempo comenzarla cuando vuestra familia llora. Si vuestro cuerpo es una hostia que hay que inmolar a Dios, consagradlej una hostia viva; si es un talento precioso, emprended pronto con él un negocio y no esperéis el momento en que hay que enterrarlo. Si se ha burlado de vosotros el tiempo, tened cuidado, no sea que se burle también la penitencia. SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET B) 843 Las gracias despreciadas Para, complétât el sermôn anterior trasladamos ampliamente la segunda parte del Sermôn tercero de Adviento, del que dimos un esqueina en La palabra de Crislo, t.i p.74. a) Guardaos de entristecer al Espîritu de Dios “Aunque un Dios irritado se manifiesta siempre a los hombres con un aparato amedrentador, sin embargo, no hay nada mâs terrible que el estado en que os lo quisiera describir, no sobre una nube inflamada como podâis ima­ ginar, ni sobre un torbellino relampagueante con una voz siempre amenazadora que lanza rayos y un fuego devorador en sus ojos, sino armado de sus favores y sentado so­ bre el trono de sus gracias. Guardaos de entristecer al Es­ piritu de Dios, en el que habéis sido sellados (Eph. 4,30). Se alegra uno cuando hace el bien y se entristece cuando le rechaza. No son los ultrajes dirigidos a su santidad los que afligen y contristan mâs al Espiritu Santo, sino la violencia que padece su amor despreciado y su buena voluntad frustrada por nuestra testaruda resistencia...” b) El amor desdenado “Asi como se gozaba Yavé en vosotros haciéndoos bé­ néficias y multiplicdndoos, asi se gozard sobre vosotros arruindndoos y destruyéndoos (Deut. 8,63). El amor rechazado, el amor desdenado, el amor ultrajado por el mâs injurioso de los desprecios, el amor agotado por el exceso de su abundancia, seca las fuentes de la gracia y abre aquellas de la venganza; nada mâs furioso que un amor despreciado y ultrajado. Dios se ha dejado llevar de su naturaleza bienhechora al bendecirnos, pero lo hemos entristecido, hemos afligido su santo Espiritu, hemos cambiado la alegria de hacer el bien por la alegria de castigar, y es justo que repare la tristeza que hemos proporcionado al Espiritu Santo de la gracia por una alegria eficaz, por un triunfo de su corazôn, por el celo de su justicia empleada en castigar nuestra ingratitud; justicia del Nue­ vo Testamento, que se aplica por la sangre, por la bondad misma y las gracias infinitas de un Dios redentor”. * c) JUSTO FUROR DIVINO “He aqui el Cordero de Dios. La segur ya esta puesta a la raiz (Mt. 3,10). La côlera estâ muy cercana siempre a la gracia, y la segur se aplica a los mismos beneficios. S44 LL\ΝΤΟ SOBRE JERUSALEN. 9.° DESP. PENT. Si la santa inspiration no nos vivifica, nos mata, porque ide donde creéis que salen las Hamas que devoran a los cristianos desagradecidos? De eus mismos altares, de sus sacramentos, de esas llagas y de ese costado abierto en la cruz para ser fuente de amor infinito; de ahi saldrâ la indignaciôn de su justo furor, tanto mâs implacable cuanto que ha eido empapado en la fuente misma de las gracias..." d) El Cordero airado “A facie irae columbae (1er. 25,38). Poneos a cubierto dei rostro airado de la paloma, de la côlera del Cordero (Apoc. 6,16). No es tanto el rostro del Padre irritado como el de esa paloma tierna y bienhechora que ha gemido tantas veces por ellos, de ese Cordero por ellos inmolado. La cruz, la redenciôn, hacen mâs grave la condena y acumulan los crimenes. El que da tiene derecho a exigir. Exige agradecimiento. Si no encuentra agradecimiento, exigirâ suplicios, porque no pierde su derecho”. e) • πs· Dios acompasa su côlera a nuestra gratitud En efecto, ee justo que se acompase su côlera a su bon­ dad y a nuestra ingratitud y que su furor implacable atraviese el corazôn infiel con el mismo nûmero de saetas con que intentô atravesarlo su amor No debemos creer nunca que las gracias de Dios se pierden; esas gracias que nosotroe rechazamos, Dios las recoge dentro de si, donde su justicia las cambia en dardos penetrantes para herir a los desagradecidos. Si conocieran ellos, desgraciados, lo que es abusar de la bondad de un Dios, lo que es torcer su in­ clination bienhechora, lo que es obligarle a que se convierta en cruel e inexorable, El, que no queria eer sino liberal y generoso. Dios no se cansarâ de golpearlos con esa mano soberana y victoriosa cuyos dones rechazaron injuriosos, y sus golpes redoblados y sin fin constituirân los eternos reproches de su gracia despreciada y ese siempre vivir muriendo siempre”. “Temblad, pues, crisfanos, en medio de esas gracias inmensas y beneficios infinitos que os rodean. Las santas predicaciones pesan terriblemente, los santos sacramentos, las inspiraciones, los ejemplos buenos y malos, que nos avisan cada uno a su manera; el miemo silencio de Dios, su paciencia, su longanimidad, su espera. ;0h, qué terri­ ble peso!... Nuestro destino, estado y vocation no consienten nada mediocre; todo nos beneficia o nos per judica infinitamente; cada momento de nueetra vida, cada inspira- ShC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 845 ciôn, cada latir de nuestro pulso, si me es licito hablar de esta forma; cada relampaguear de nuestro pensamiento tiene consecuencias eternas. Eternidad de un lado y eternidad de otro. Si habéis seguido fielmente los impulsos de la gracia, una eternidad feliz. Si los habéis desobedecido, otra eternidad os eepera; habréis merecido un dano etemo, porque habéis perdido voluntariamente un bien que pudo serlo”. VII. BOURDALOUE Sustituciôn de las gracias divinas El orador expone pensamientos sobre diversos asuntos morales y religiosos, y esoecialr especialmente sobre la salvaciôn. El tema primordial del sermôn lo constituye la sustituciôn de las gracias de la salvaciôn, los fines que Dios se propone y cômo ejerce su justicia y misericordia (cf. ed. Firmin-Didot, t.3 ^.326-329). A) Sustituciones terribles Dios, en su plan de la salvaciôn, lleva a cabo sustituciones terribles, retirando las gracias de uno para dârselas a otro, segùn el misterio de su predestinaciôn. Una cosa ha hablado Dios y dos le oi: que solo en Dios estd el poder, y en ti, ;oh Senor!, la misericordia (Ps. 61,12-13). Los hechos nos lo demuestran. Os serd quitado el reino de Dios y serd entregado a un pueblo que rinda sus frutos (Mt. 21,43). Esta es también la conducta de San Pablo: A vosotros os habiamos de hablar primera la palabra de Dios, mas, puesto que la rechazdis y os juzgdis vosotros mismos indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gen­ tiles; asî nos lo ordena el Senor (Act. 13,46-47). Son pala­ bras de San Pablo a los judios de Antioquia de Pisidia. Sustituciones de naciôn por naciôn. Un pueblo que vivia en tinieblas, mientras que los hijos de la promesa fueron rechazados (Is. 9,2). Lo mismo hemos visto en reinos e imperios donde la Iglesia de Cristo dominaba y que, siendo rectos y santos, se precipitaron en los abismos de la apos­ tasia. Este peligro es para nosotros tanto mâs grande cuanto menos pensamos en él. Sustituciones de un hombre por otro, como la de Jacob por Esaû, tan familiares a San Pablo; la de Mateo por Ju­ das, la de aquel mârtir que fallô entre cuarenta y fué sustituido por uno de los soldados. No ha ocurrido una sola Hr h I . LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9.° DESP. 846 PENT. vez que el monje màs austero se haya convertido en mun­ dano escandaloso y el impio en monje eanto. No olvidemos nunca el consejo que San Pablo daba a los romanos, amo· nestândoles para que no se engriesen con las gracias recibidas, puesto que podian perderlas, y si vemos a algùn pe­ cador eumergido en el libertinaje no le despreciemos. Humillémonos al saber que ha habido muchos como él que han llegado a santificarse y muchos como nosotros que han caido donde estâ él. B) Se verifican segûn la mâs estricta justicia Por riguroso que parezca este misterio, se verifies Be­ gun las leyes de la mâs estricta justicia. Cuando en la cor­ te vemos que un favorito del rey cae en desgracia, nos quedamos pasmados; pero después, al conocer los justos motivos que le han llevado a ese punto, nos lo explicamos todo. Imagen perfecta de lo que ocurre entre Dios y el hombre. Cuando veamos que se dirige a sus mâs amados y les dice: Vosotros sois ya mi pueblo y yo soy vuestro Dios (Os. 1,9), cuando leamos la parabola de las bodas y advirtamos como· los hijos de Dios son echados a las tinieblas (Mt. 22,13), cuando observemos como comunidades o pueblos fervorosos caen después en la corrupciôn mâs desbordadora, temblemos de la mano omnipotente de un juez que se nos aparece formidable. Ciertamente que es mano muy temerosa, pero debemos estar seguros de lo que alli ocurre, compro­ bando que, segûn los principios de nuestra religion, este quitar las gracias no proviene originariamente de Dios, sino de nosotros mismos. Dios no quita las gracias al hom­ bre mâs que cuando la resistencia de éste le ha hecho formalmente acreedor a ello; Dios no cesa de comunicar al hombre su espiritu sino después que el hombre, por medio de una obstinaciôn voluntaria y libre, le ha cerrado la en­ trada en su corazôn; Dios no abandona al hombre hasta que el hombre no le abandona a El... C) Tesoros inmensos de la misericordia diüina lHay algo irracional en este procéder de Dios? No, la consecuencia que debemos sacar es la de vigilar nuestra conducta, procurando no ponernos nunca en peligro de que nos retiren el talento que nos dan, y sabed que lo llevamos en un vaso muy frâgil. Este misterio nos descubre a la vez los tesoros inmensos de la misericordia divina, haciéndonos . f «U SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDAI.OUE 847 ver que Dios no es como uno de esos duenos interesados que reclaman sus donativos para voiverlos a guardar. Lo que le quita a uno se lo da a otro, 4 y a quién? A aquellos a quienœ escoge su misericordia para revalorizar lo que otros habian convertido en inûtil, de forma tal que los dones de Dios no hacen sino cambiar de mano. Es una sustituciôn en la que no podemos menos de admirar los inefables con­ sejos de la sabiduria de Dios y los cuidados paternalee de su amor. Gracias a ellos se completa el numero de los elegidos, puesto que dice San Pablo: 4 Porque alguno haya sido incredulo va a anular su incredulidad la fidelidad de Dios? (Rom. 3,3). Ciertamente que no, y si alguno le falla, buscarâ a otro; si el hijo se empeüa en convertirse en esclavo, tomarâ a un extrano para nombrarle su heredero; cuando los vecinos s'e niegan a ir a la fiesta, el senor no consiente que se desperdicien los platos preparados, y quie­ re que su casa se llene. Los demonioe dejaron un gran vacio en el cielo y Dios los sustituyô por los hombres... D) Un favor que se hace al pecador Mâs todavia, yo descubro inclueo en estas sustituciones un favor que se hace al pecador a quien se le priva de la gracia para dârsela a otro, porque esta gracia que se le quita no servia sino para aumentar el castigo con que ha­ bia de abrumarle la justicia de Dios. En realidad, mejor le es carecer de ella que tener que dar cuenta de la misma y ver que se le cambiaban en motivos de condenaciôn. Glorifiquemos, pues, a Dios en todas las cosas, lo mis­ mo en su misericordia que en su justicia. “iCuâl serâ la contestaciôn de tantos réprobos cuando lleguen al juicio de Dioe y se les muestren los lugares a que estaban destinados, y de los que han de verse excluidos para siempre; cuando un eclesiâstico vea en su puesto a un seglar, y un religioso a un hombre dei siglo, y un cris­ tiano a un infiel? Nosotros, que somos tan celosos en de­ fender nuestros derechos y puestos en el mundo, seâmoslo mil veces mâs para lograr un dia los del cielo”. ■■mm· ’ AV 'Z7 / 848 LLANTO SOBRt JERUSALÉN. Ç.u DESP. vin. PENT. ricciotti La destrucciôn de Jerusalén Ante la rapacidad de los pretores, se promueve un levantamiento, al que se sienien arrastrados los saduceos. Tras unas victorias imciales de Vespasiano comienza la cainpaha, y se conquista toda Galilea, Samaria y parte de Judea. Luego Tito, mientras la Jucha civil interna cerca la ciudad, la intenta rendir por hambre, tras construir en torno a ella un muro de circunvalaciôn. Posteriormenle la asa'.ta, hasta que, dominada la torre Antonia e incendiado el teruplo, los Israelites sucumben. Tomamos los datos de la conocida obra de RicciOTTi, quien se sirve fundamentalmente como fuente dei Bellum ludaicum de Flavio Josefo. A ) La guerra civil a) Dualismo de partidos “Vespasiano no tenia ninguna prisa... En efecto, entre los judïos no habîa ni organizaciôn ni disciplina. El dua­ lismo entre el partido sacerdotal saduceo, que iba a remolque, se agudizaba cada vez mâs; los sucesos del primer periodo de la guerra, que se cerraron en el 67, llevaron a la ùnica conclusion, la de los zelotes sicarios... La llegada a Jerusalén dei furibundo Juan de Ghischala con sus secuaces significo reforzar la corriente extremista, y se paso pronto a la acciôn”. b) Los ZELOTES PIDEN AYUDA A LOS IDUMEOS “Se encarcelô y luego se diô muerte a las personas mâs notables de Jerusalén... Se encendiô de este modo la gue­ rra civil, y el propio templo se convirtiô en una posesiôn que se disputaban con las armas los contendi entes. Enton­ ces los zelotes, viéndose muy poco numerosos frente al partido aristocrâtico, se dirigieron, en busca de ayuda, a los salvajes habitantes de Idumea...” c) Horrible matanza “Très breves pasajes de Flavio Josefo alumbran como destellos lo que ocurriô a partir de aquella primera noche tenebrosa. “El exterior del templo fué anegado en san­ gre, y (cuando despuntô) el dia, yacian 8.500 muertos” (cf. B. I-, IV 5,1 [313]). “No creo equivocarme al decir que la ruina de la ciudad comenzô con la muerte de Aniano” *V SEC. 5. AUTORES VARIOS, ricciotti 84 & (cf. IV 5,2 [318]), que fué degollado con los sacerdotes mâs eminentes. Pero inmediatamente “después de esto, 10s zelotes y la turba de los idumeos se lanzaron sobre el pueblo y degollaban a la gente como rebaiios de animales inmundos” (cf. IV 5,3 [326]). La matanza duré bastante, fué metôdica y diô a los demôcratas 12.000 victimas aristocrâticas. Después de las matanzas en masa se establecieron tribunales regulares para juzgar a las personas que eran poco gratas... El astuto rabino (Vespasiano), viéndose tan bien secundado, siguiô esperando en Cesarea con mâs calma que an­ tes; sin duda empezô a sonreir. Mas no permanecia ocioso...” Ocupô casi todo el pais y llamô nuevas legiones. d) Un tercer grupo en discordia “Mientras tanto, en Jerusalén se habîa complicado la situaciôn. A los dos partidos en pugna, el de Juan de Ghischala y el de Simon Bar-Ghiora, se habîa sumado un tercero, capitaneado por el sacerdote Eleazar... De modo que la ciudad apareciô como dividida en très campamentos, ocupados cada uno por una partida... Entre las très partidas habîa frecuentes escaramuzas, especialmente entre Juan y Eleazar, que batallaban devotamente dentro del recinto sagrado del templo...” B) La campana de Tito En el entretanto, Vespasiano fué nombrado emperador. “Tito, saliendo de Alejandrîa, habîa subido por tierra hasta Cesarea... Debîa disponer de un total superior a los 60.000 hombres que mandaba Vespasiano...” a) I La marcha sobre Jerusalén “Se ordenô la concentraciôn de tropas en torno a Jerusalén, y la marcha comenzô a principios del mes de Nisân (marzo-abril) del 70; los caminos se hallaban abarrotados de peregrinos que afluian a Palestina y de la diaspora hacia la ciudad santa para celebrar la Pascua hebrea (14 de Nisân). Pero los romanos no impidieron el peregrinaje, de modo que la ciudad fué llenândose cada vez mâs...” Llena la ciudad, se acercô el ejército romano, que du­ rante algùn tiempo se dedicô a asaltos, por lo general in­ fructuosos. il·*- 850 LLANTO SOBRE JERUSALEN. Q.° DESP. b) PENT. Hambre y evasiones “Dado el gran nûmero de peregrinos que venidos para la Pascua habian quedado encerrados en la ciudad, el ham­ bre era grandisima. Entonces muchos, especialmente de entre los peregrinos, comenzaron a evadirse. Vendian todo lo que poseian, se tragaban, para ocultarlas, las pocaa monedas de oro que poseian, huian hacia el campo o hacia los romanos, y con aquéllas monedas, que volvian a obte­ ner al poco tiempo por sus vias naturales, se procurahan el alimento fuera de la linea del cerco. Otros, aisladamente, hacian incursiones fuera de las murallas en busca de algûn alimento, se introducian de noche,‘en los momentos de tregua, entre los centinelas romanos, recogian matas de.hierbas, carroüas de perros, lo que despreciaban los chacales, y de nuevo huian dentro de las murallas. Con todo, los defensores no abandonaban en absoluto la guardia, y no dejaban de entorpecer la construcciôn de los cuatro bastiones. Tito entonces pasô a las represalias, esperando intimidar a los sitiados, y mandô crucificar frente a la ciudad a los vagabundos que salian de ella; se crucificaron mâs de 500 en un dia, pero sin el menor resultado...” c) Se DECIDE TOMAR POR HAMBRE LA CIUDAD Y SE CONSTRUYE EL MURO DE CIRCUNVALACIÔN "Entonces, sea por ahorrar tropas, sea por substraerse a las insidias de los enemigos, el consejo de guerra aprobô la propuesta de Tito de tomar la ciudad por hambre. Para cerrar la via a los misérables fugitivos y a todo el que quisiera salir, se decidiô la construcciôn de un muro de circunvalaciôn que no estuviera a tiro de los sitiados y que los encerrara por completo... El hambre se hizo de pronto espantosa, inhumana, bestial. Todo lo comestible se habia comido; las cantidades minimas que aûn quedaban las reco­ gian los sicarios para los defensores de las murallas. Buscaban por todas partes para descubrir alimentos ocultos; torturaban a los presuntos ocultadores para que revelaran el escondite. Por un poco de trigo o de cebada podrida, mien­ tras pudo encontrarse, los particulares daban sus patrimo­ nies enteros; después, cuando ya no existieron eemejantes delicadezas, se pasô a masticar todo lo demas, hasta el cuero de los escudos y de las sandalias; los restos de heno viejo eran articulos de lujo, y una pequena cantidad valia cuatro minas ateni enses”. SEC- 5. AUTORES VARIOS. RICCIOTTI d) FaLTÔ 851 MADERA PARA LAS CRUCES DE LOS CRUCIFICADOS “Por fuera, todo alrededor, se hallaba el inexorable muro; delante de él, la selva de los crucificados, que aumentaba de dia en dia, tanto que en un cierto momento empezô a faltar la madera para las cruces y el lugar donde plantarlas. Pero alli, sobre aquel terrible muro, habia algo mâs potente que las agudas fléchas y las sangrientas cruces de los romanos. Estaban los alimentos abundantes y frescos, distribuidos puntualmente a las legiones por la intendencia militar; aquellos alimentos que los soldados, con burla into­ lerable, mostraban desdeflosamente a los extenuados defen­ sores de las murallas. Ante aquella vista no era posible resistir, y muchos, como llevados de un frenesi sobrehumano, marchaban de los muros hacia la circunvalacién, esperando lo inesperable con tal de acercarse al alimento”... e) Una mujer que devoraba a su hijo “Un dia, pasando algunos zelotas por las callejuelas de la ciudad sépulcral, sintieron un olor de asado que saha de una casa. Ante el perfume arrobador, se precipitaron den­ tro; hallaron una mujer viva. Amenâzanla entonces con degollarla al instante si no les entrega su alimento. La mujer se lo présenta. Era su propio hijo, nino de pecho, que en el frenesi del hambre habia matado ella misma, lo habia asado, medio se lo habia comido, y ahora alargaba la mitad restante a aquellos que se llamaban los “zelotas” siervos de Yavé. El hecho no era nuevo en Israel; pero ante tan espantoso alimento hasta los sicarios temblaron. Pronto se difundiô por toda Ia ciudad la noticia dei suceso inaudito; hasta llegé a oidos de Tito, que, invocando a Dios . por testigo, protesté de que aquel crimen recaià sobre los obstinados a quienes inûtilmente ofrecia la paz, y juré que sepultaria semejante infamia entre las ruinas de la ciudad entera. La desgraciada madré era una tal Maria, de noble y rica familia de Beth-Ezob, en Transjordania, que habia venido a Jerusalén y habia quedado encerrada alli durante el sitio (cf. B. L, VI 3,3-4)....” Incendio del santuario del templo “El dia 10 de Loos (6 de agosto) dei 70 de J. C. fué el mâs luctuoso para el hebraismo de todo el mundo y de todos los siglos siguientes. Al principio de aquella jornada, las posiciones de los dos beligerantes eran evidentemente 352 LI.AXTO SOBRE JERUSALEM g.° DESP. PENT. provisionales, Los romanos poseian el atrio externo, y con el incendio de la puerta tenian el camino abierto hacia el atrio interior; los judios, que hasta entonces se habian parapetado detrâs del inexpugnable muro dei atrio, ya no se hallaban protegidos desde el incendio de la puerta. El trayecto desde la puerta incendiada, que estaba en poder de los romanos, hasta el “santuario” propiamente dicho, no ofrecia gran resistenda al asalto, pues las subdivisiones intermedias—del “atrio de los israelitas” y dei “atrio de los sacerdotes”—se superaban sin dificultad particular. Con esto se llegaba al “santuario”, al corazôn del hebraismo. Aquella manana los soldados romanos se hallaban ocupados aùn en la extinciôn de los residuos del incendio, que se habia propagado desde la puerta hasta el portico. Una salida que hicieron los judios por la puerta oriental puso en grave aprieto a la guardia de aquel punto; acudiô Tito -con refuerzos, y los judios fueron tan sôlo rechazados me­ diante contraataques renovados al cabo de tres horas de lucha. Tito se retirô entonces a descansar a su tienda. Poco después, los judios renovaron su salida, dirigiéndola contra los soldados ocupados en la extinciôn del incen­ dio. Rechazados nuevamente, fueron perseguidos esta vez por los romanos a través del espacio intermedio hasta el “santuario”. Ciertamente se tratô de una persecuciôn desordenada y arrolladora, en la que los perseguidores lanzaban sobre los que huian cuanto caia en sus manos, hasta los tizones dei incendio que estaban apagando. En el ardor de la persecuciôn y del desorden, uno de los soldados, no esperando la orden, ni atemorizado por la empresa—o mâs bien impelido por algùn impulso—, toma un madero ardiendo y, levantado por un companero, lanza el fuego por la Ventana Dorada, que daba a las estancias circundantee del santuario por el lado septentrional” (cf. B. I. VI 4,5 [252]). Aquellas estancias eran todas de madera vieja, y contenian, sin duda, materias inflamables dedicadas a los sacrificios litûrgicos; alli, con la temperatura del torrido agosto, el tizôn arrojado por el inconsciente soldado pro­ pago inmediatamente el incendio, que pronto fué indomable”. g) Asalto y conquista “Tito, prevenido inmediatamente, se precipitô sobre el lugar junto con los altos comandantes; poco después acudieron las legiones. Diô orden de apagar el fuego; pero en medio de la confusion sus ôrdenes no se oyeron, o por lo menos no se ejecutaron. Los eoldados, a la vista de las lla­ mas, que habitualmente significaban la victoria y el comienzo SEC. 5. AUTOKES VARIOS. RICCIOTT1 853 del saqueo, fueron presa de un furor irrefrenable; las legio­ nes que llegaron hicieron causa comûn con los soldados ya présentes, y todos irrumpieron en el “santuario” con ta! impetu, que ee estrellaron contra las puertas. En vez de circunscribir el incendio, los legionarios se dieron a propagarlo cada vez mâs. Al mismo tiempo comenzo la matanza de los judios que no habian podido huir; pronto surgieron en torno al altar de los holocaustos pilas de cadâveres, que por la gran altura que alcanzaban rodaban unas sobre otras. El altar parecia un escollo en medio de un pantano de sangre. Tito, viendo lo inûtil de su intervenciôn, se puso a salvar cuanto pudo de los objetos dei templo. Logrô internarse, atravesando la orgia bestial de los legionarios, hasta dentro del “santuario”, cuando aun no le habia alcanzado el fuego; acompafiado de algunos altos oficiales, penetrô en el “sancta sanctorum”, renovando una vez mâs el gesto de Pompeyo Magno (313), que no se repetiria ya en los siglos venideros. De nuevo intentô que los soldados respetaran el lugar santisimo y apagaran las Hamas; pero ni su autoridad ni los bastonazos, que repartiô en abundancia, domaron a aqueUas fieras. En un momento en que Tito se volviô para rechazar a algunos soldados, otro lanzô dentro el fuego. También se habia perdido el “sancta sanctorum”...” • · TtçTJ r \ «!ι SECCION El. TEXTOS PONTIFICIOS A) El amor a la patria a) La patria ha de ser amada y defendida de toda injusta AGRESIÔN, A LA VEZ QUE SE HAN DE EVITAR LAS LUCHAS QUE ENVENENAN LA VIDA ECONÔMICA «Nicolas de Flüe es vuestro santo, amodos hijos, no solamente por­ que ha salvado a la Confederaciôn en un momento de profunda crisis, sino también porque ha trazado para vuestro pais las grandes lineas de une politica cristiona (cf. Durker., t.i p.209 ; t.2, p.846. 982 ss.). Estas lineas las conocéis. Se pueden resumir en los signientes puntos : Defended la patria contra toda injusta agresiôn. Empunad valerosamente las armas solamente en este caso, es decir, para una guerra defensiva. No hagâis ningnna politica de expansiôn. «Amigos mios, advertia él a sus compatriotas, no extendâis de­ masiado las fronteras de la Confederaciôn para que podamos seguir viviendo tanto mejor en la libertad, tranquilidad y union. cos, 15 de abril de 1953' g) La libre CONCURRENCIA DESHACE EL CONCEPTO CRISTIANO DE PATRIA Y LAS RELACIONES MUTUAS INTERNACIONALES «Las ûltimas consecuencias dei espiritu individualiste en el cam­ po econômico, vosotros mismos, venerables hermanos y amados hijos, las estâis viendo y deplorando : la libre concurrentia se ha destrozado a si misma. La prepotencia econômica ha suplantado al mercado libre ; al deseo de lucro ha sucedido la ambiciôn desenfre. SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 857 nada de poder ; toda la economia se ha hecho extremadamente dura, cruel, implacable, Anâdanse los danos gravisimos que han nacido de la confusiôn y mezcla lamentable de las atribuciones de la autoridad pùblica y de la economia, y valga como ejemplo nno de los mâs graves, la caida del prestigio del Estado ; el cual, libre de todo partidismo y teniendo como ùnico fin el bien comûn y la justicia, deberia estâr erigido en soberano y supremo ârbitro de las ambicionés y concupiscencias de los hombres. Por lo que toca a las naciones en sus relaciones mutuas, se ven dos corrientes que manan de ia misma fuente : por un lado fluye el nacionalismo o también el imperialism© econômico ; por el otro, el no menos funesto y detes­ table internacionalismo del capital, o sea el impérialisme internacio­ nal, para el cual la patria estâ donde se estâ bien» (Pio XI, Qua­ dragesimo anno, 40 : Col. Enc., p.614). h) El porvenir de una patria esta en sus juventudes ESTUDIANTES «Para vuestra patria sois vosotros, no exclusivamente, pero si con preferencia a todo otro grupo de jôvenes, el porvenir, porque las artes liberales y las profesiones cuentan entre las actividades civicas como aquellas que dan con mayor eficacia el tono a la vida de las naciones y les sefialan su ruta. La' direcciôn de la sociedad de mafiana estâ puesta principalmente en la mente y en el corazôn de los universitarios de hoy. Y porque habéis venido a Nos para recibir algùn pensamiento favorable, nos parece oportuno deciros : penetrad, enraizad, profundizad la conciencia de futuros dirigentes de la naciôn y, al mismo tiempo, la especial responsabilidad para con la patria en cada una de las profesiones a las cuales os dedicaréis una vez que hayâis terminado con éxito vuestros estudios» (Pio XII, A los profesores y estudiantes de la Universidad de Rotna, 15 de junio de 1952). i) Por eso los estados las cuidan con esmero (ibid.)· a) Se escribe y se formula mucho sobre la paz, pero se OLVIDAN O SE IMPUGNAN LOS PRINCIPIOS PARA SU SÔLIDA BASE «Por otra parte, las présentes condiciones sociales de los pueblos de tal manera se presentan a nuestra mirada, que suscitan eu Nos las mâs vivas ansiedades y preocupaciones. Muchos discuten, escriben y tratan sobre la manera de llegar, finalmente, a la tan deseada paz ; pero los principios que debian former su sôlida base, algunos los olvidan o abiertamente los repudian. De hecho, en no pocos poises no es la verdad, sino la falsedad, lo que se présenta con una cierta apariencia de razôn ; no es el amor ni le caridad io que se . t ' « IZ TEXTOS PONTIFICIOS *’ 861 fomenta, sino que se excita el odio y la ciega rivalidad ; no se ex­ horta a la concordia entre los ciudadanos, sino que se provocan disturbios y el desorden. Pero, como reconocen .todos los hombres sin­ ceros y cuerdos, en tal forma no se pueden resolver justamente los problemas que separan todavia a las naciones, ni las clases pro­ letarias pueden ser dirigidos dirigidas como es necesario hacia un porvenir mejor» (Pio XII, Summi moeroris, 19 de julio de 1950). b) La paz que el Papa desea ES LA DEL INCREMENTO COTIDIANO DE LA PROSPERIDAD EN LAS NACIONES DE TODAS LAS ESTIRPES «Nos, que elevamos nuestro pensamiento por encima de la marea de las pasiones humanas y experimentamos sentimientos paternales para los pueblos y las naciones de todas las estirpes, deseamos que se conserve incôlume la tranquilidad y el incremento cotidiano· de le prosperidad. Nos, venerables hermanos, cada vez que vemos oscurecerse el cielo con nubes amenazadoras y correr a la Humanidad peligros de nuevos conflictos, no podemos menos de levantar nuestra voz para exhortar a todos a que apaguen les discordias, compongan las diferencias e instauren aquella verdadera paz que garantice los derechos de la religiôn, de los pueblos, de cada uno de los ciudadanos, pùblica y sinceramente reconocidos como es debido. Sin embargo, sabemos muy bien que los medios humanos son desproporcionados para tan alto fin. Antes que nada es menester ré­ nover los espiritus, reprimir las pasiones, calmar los odios, poner realmente en prâctica las normas de le justicia, llegar a una mâs jnsta distribuciôn de las riquezas, fomentar la caridad mutuamente y estimular a todos a la virtud» (Pio XII, Carta encidica exhortan­ do a una cruzada de oraciones por la paz, 6 de diciembre de 1950). C) LA PAZ NO PODR REINAR EN LA SOCIEDAD SI CRISTO NO INSPIRA Y GUÎA EL ALMA DE CADA UNO cReflexionemos todos sobre lo que Cristo dijo a los apôstoles : Os dejo la paz, os doy mi paz. Yo no os la doy a la manera como la da el mundo (lo. 14,27). Sabemos bien, por triste experiencia,. cuântos delitos, calamidades y guerras fueron causados porque los hombres abandonaron el recto camino que el divino Redentor indicô cou el esplendor de su luz y consagrô con su sangre. A aquel ca­ mino hay que volver priveda y pûblicamente y considerer con toda seriedad que la paz no podrâ reinar en la sociedad si Cristo no ins­ pire y guia el aima de cada uno. Por ello es necesario frener fuerteniente los apetitos desordenados y malos. Es necesario sujetarlos a le razôn, y la razôn, a Dios y a la ley divina. Desde este punto de vista es magnifica la enseâanza del sumo orador romano, aunque pagano : o. Asi: a) b) c) d) Cuando se atribuye algo falso a otro. Cuando se exagéra el pecado con las palabras. Cuando se descubre el pecado oculto. Cuando lo que en si es bueno se dice que se ha he­ cho con mala inlenciôn. B. Otros son indirectos, porque no refieren directamente el pecado o mal ajeno, sino que se insinùan indirectamente callando, negando o disminuyendo el bien. a) Muchas veces estos modos son mâs malitiosos que los anteriores, Asi, por ejemplo, se estiman como detracciôn las siguientes frases: 2. 5· b) Λ i «No quiero decir todo lo que sé». «Sé todavia otras muchas cosas, pero mejor es callar». «Si yo pudiera decir aqui todo lo que sé». «Si, es persona piadosa, pero... podria avergonzarla si dijera algunas cosas». «Me lie enterado de una cosa que nadie podria sospechar de tal persona». Con frecuencia el gesto, la sonrisa, la yiirada, pue­ den dar a entender la detracciôn. a I LLANTO SOBRE JERUSALÉN. 9.0 DESP. PENT. 878 HI. Gravedad de la detracciôn. A. Dicho queda ya que el pecado de detracciôn es mortal, segûn su género. Para apreciar cuando la materia es grave, hay que atender a la gravedad del dano que sufre el projimo en la fama. B. Para esto se debe tener en cuenta: a) El defecto que se descubre en si. 1. Si el defecto es grave, ordinariamente atenta gravemente contra la fama. 2. Si es leve, atentarâ leveinente. x es mayor la detracciôn que descubre defectos morales que aquella que se refiere a defectos natu­ rales, ya scan del cuerpo o del aima., 4 j.· Es mds grave decir que uno es blasfemo que decii que es un imprudente o un indocumentado, etc. jl· • 3. Podrian, no obstante, darse casos en los que la manifestaciôn de un defecto natural fuera pecado muy grave, por el dano que se causaba al prôjimo. Asi, decir de una persona de gran prestigio que es hijo natural. 4. No es tan grave desenbrir el defecto en general como narrar hechos porticulares, y asi es menos pecado decir que una persona es soberbta que ma­ nifester el hecho concreto en que tal soberbia se puso de manifiesto. * b) La persona del difamado, su condiciôn y dignidad. 1. Es claro que la gravedad dei defecto depende de la condiciôn de la persona ; asi, serâ mayor pecado difamar a aquella que por razôn de su cargo, profesiôn, situaciôn, necesita de una fama integramente perfecta. 2. Decir de un seglar que es ambicioso no es tan grave pecado como decirlo de un sacerdote o de un religioso. c) La eficacia de la detracciôn, que depende tanto del que la profiere como del nûmero y calidad de los que la oyen. ' 9 1. Dana mâs la detracciôn cometida por un varôn grave, prudente y sincero que por otro que se considera como ligero, embustero, etc. 2. Peor es la detracciôn de’.ante de personas que van a divulgarla que de otras sensatas y prudentes, capaces de guardar el secreto. C. En la prâctica, la prudencia del director juzgarâ de la mayor o menor malicia de la detracciôn. Debe tenerse, no obstante, muy présente que fâcilmente se puede llegar al pecado mortal, por el dano que la detracciôn causa al prôjimo. £3. -· <.·.«* T*; ·■ £ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 879 IV. Cooperadores de la detracciôn. A. iTienen alguna responsabilidad moral los que de alguna forma cooperan a la detracciôn? B. Aclaremos los distintos casos: β) b) c) El que induce a otros a proferlrla, preguntando por el defeclo del prôjhno o alabando a otros con la in­ tenciôn de moverlos a la detracciôn, peca lo mismo que los detractores : contra la caridad y contra la justicia, puesto que coopéra a una acciôn Injusta y, ademâs, da escândalo provocando a otros a hacerlo. El que interlormente se alegra de la detracciôn sin la cooperaciôn formai, no solamente peca contra la caridad, porque se alegra del mal del prôjimo, sino que, ademâs, peca por afecto injusto, puesto que se complace en una acciôn injusta. Los que no impiden la detracciôn, a menos que al­ guna razôn les excuse de hacerlo, pecan contra la caridad por no evitar el mal del difamado y el peca­ do del que difama. obligaciôn de impedir la detracciôn es grave en materia grave. a) Requiérese, no obstante, para el pecado mortal qzie b) se traie elertamente de una detracciôn Injusta, que se tenga alguna esperanza de impedirla y que no haya un inconveniente grave para dejarlo de hacer. Tal pudiera ser el temor a una reconvenciôn o cas­ tigo, etc. V. Obligaciôn de restituir. A. Por ser la detracciôn pecado contra la justicia conmutativa, el que difama a otro tiene obliga­ ciôn de restituir la fama, lo mismo que el que quita a otro una cantidad de dinero tiene obliga­ ciôn de restituirla. B. He aqui por qué este pecado es tan dificil de ser perdonado. a) b) He aqui por qué los cristianos deben tcmerle y apartarse de él sin vacilaciôn. Fâcllmente se quita la fama, mas después quién la restltuye ? VI. £ Se permite alguna vez la detracciôn? A. Nunca se puede referir un hecho ajeno con la intenciôn explicita o implicita de herir y desprestigiar la fama de otro. B. Puede haber, no obstante, ocasiôn en que, previendo el desprestigio ajeno, pero sin intentarlo, se puede manifestar el pecado o defecto de otro. S t 880 LLANÎÛ SOBRE JERUSALEM. 9.0 UESP. PENT. C. Mas para esto tiene que existir motivo justificado. Puede ser este motivo: a) Religioso, como el descubrir al oblspo los defectos del ordenando. b) De justicia, cuando uno debe denunciar la falta de otro. De caiidad, para evilar el daïio que se segulria si no se descubiiera el vicio ajeno. Asi; Por caridad a la sociedad debemos denunciar ante el superior al indigno o incapaz, para que no se le confieran cargos de responsabilidad. 2. Por caridad al difamado debemos denunciar a los padres los defectos de los hijos, para que puedan corregirlos. 3· Por el bien del que lo manifiesta podremos de­ cir a otro defectos ajenos : i.· Para desahogarnos (como cuando vin cuenta a su amijfo las injurias Que se le han hecho o incompren· slants de Que ha sido objeto). 3.· O para pedir consejo. Podremos référer al superior o al conjesor casos Concretos de otras Pur*on Menos intoleranda. i. Se critica lo ajeno y no se repara en que al hacerlo manifestamos un gran defecto : la intoleran­ da. De ella proceden, en gran parte, las criticas, i.* Las munnuradones de los judios y cristianos a que se refiere el capitulo 14 de la Epistola a los Roma­ nos tienen su origen en esta intoleranda de unos 5 a) otros. 1.’ El remedio que a plie a San Pablo es el de la cornprensiôn hacia los demâs: «Cada uno procéda segûn su propio sentir... El que come, por el Sedor conte, dando gracias a Dios, y el que no conte, por el Ser.or no come, dando gracias a Dios» (Rom. 14, 5-6). . Muchos comentarios y faltas de caridad se evitarian si sûpiéramos ser menos intolerantes y mâs benignos para con los otros. 3. Un pensador y agudo observador moderno expo­ ne esta idea en un bello pârrafo : «Los hombres tienen faltas que son sôlo relativas, segûn su oposiciôn y grado de tirantez, respecto del modo de ser de los demâs hombres. Mucho de lo que te molesta en el medio ambiente es insoportable ûnicamente por el hecho de que tû no eres como los demâs, de que estas formado de manera dis­ tinta y tienes canrichos diversos de los que 1os demâs tienen. ^Por qué tus sentimientos, tus deseos, tu propia manera de ser van a ser los unicos que tengan razôn ? Déjales a los demâs su carâcter y sus caprichos. Asi son. Déiale a tu medio ambiente su manera de vivir, de corner, de hablar, de callar, de refr. A menudo lo saben hacer bien. Y si no lo supieran hacer bien, las continuas protestas y reproches no harân que los demâs mejoren su modo de ser ; antes Lien, se harân mâs intolérables. Sé un observador mâs callado, un investigador mâs psicôlogo, si te gus­ ta el término. Précisa primero los hechos. Los hombres sou asi y asi ; reaccionan, si en ten, <1ς- a. SEC. 8. GUIONES HOMILfeTICOS 885 sean de esta o aquella manera. Respeta los hechos, amigo. Es ya cosa ardua el fijarlos ; sola­ mente en casos raros y excepcionales puede uno aventurarse a combatirlos» (cf. Lippert, S. I., «De alma a alma» [Excelsa. Buenos Aires] p.38). B. Ademâs de estos remedies naturales o humanos, ha de senalarse el sobrenatural dei vivir la union del Cuerpo mistico. Todos miembros de Cristo. Debemos tratarnos como tales, ayudândonos unos a otros, nunca perjudicândonos ni destruyéndonos. VL Nuestra pastura ante los comentarlos. A. Puesto que los comentarios proceden siempre de un foco de intoleranda o de amor propio, hemos de pensar que mâs perjudican a quien los dice que a quien los sufre. Si de nosotros se hablara y se murmurara, no por eso hemos de apartarnos dei bien obrar. B. Deberiamos decir todos con Santa Teresa: “En cosas que dicen de mi de murmuraciôn, que son hartas..., no me parece me hace casi impresiôn" (cf. “Rec.”, 2,5). “Haceos sordos a murmuraciôn” (cf. “Consejos” 26,7). q La tentacion epistola y la tentacion·. Lo epistola contiene tres pensamientos sobre la tentacion: a) aEl que créé estar en pie, mire no caiga* (cf. supra, «Apuntes exeg.-mor.», p.769,5). b) «Dios no permitirà que seàis tentados sobre vuestras fuerzas^ (cf. ibid., p.769,6). cDispondrd con la tentaclôn el éxito para que poddis resistlrla·» (1 Cor. 10,13). *5 i El primer pensamiento nos precave contra la presunciôn; el segundo anuncia que contendrâ a los tentadores dentro de limites determinados por nuestras fuerzas; el tercero nos promete una ayuda positiva y eficaz. Los dos pensamientos ùltimos, a la vez que confortan el ânimo para que no decaiga, nos avisan ■ 1 / · ·· LLA.X1U SOBRE JERUSALEM 9." l>ESe. PENT. indirectamente para que no confiemos en nuestras propias fuerzas, conforme con el primero (cf. su­ pra, “Apuntes exeg.-mor.”, p.769, c). II. Los tentadores. La carne. El demonio. eContra los principados...» (Eph. 6,12). los que buscan la paz. A. Cristo se dirige a tantas almas como buscan la paz. A todas... B. La paz es la felicidad. Somos felices cuando vi­ vimos en paz. A todos nos dice Jesûs: “Si cognovisses et tu, et quidem, in hac die, quae ad pacem tibi..” a) b) Buscas la paz, y ;has errado los caminos de Te traigo la paz, y no me la reclbes. produce todos los dias. Λ paz! LLANTO SOBRE JERUSALEM. Ç.Q DESP. PENT. /No conoces tu dia! jDefas pasar tu hora! : iEo quod non cognoveris tempus visitationis tuae*. d) Te afanas, ternes, esperas, padeccs, suf res, pierdcs la paz... No lias conocido la hora de la visitaciôn. hora de la visitaciôn. 1 En cierto sentido, todas las horas son la hora de vi· sitaciôn. i. «Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum» (Rom. 8,28) : «Para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para su bien». En todas las cosas ven la mano amorosa de Dios nuestro Senor. 2. Y asi como estâ escrito que «todo lo que hagamos lo hagamos en el nombre de nuestro Senor Jesucristo», asi puede decirse que detrâs de todo lo que nos sucede en la vida estâ la providencia amorosa del Padre celestial. b) Pero hay clertos momentôs en la vida en los cuales se ve de un modo nuis cierto da visita del Seiïor». 1. La visita se ofrece en mil formas variadas : la inspiraciôn interior ; la lectura piadose ; la pa­ labra de Dios ; el consejo del amigo, del hermano, del padre, de la madré, del esposo o de la esposa ; las grandes calamidades pûblices ; las muertes repentinas y otros castigos de Dios nues­ tro Senor a nu stro prôjimo ; la muerte do’.orosa de los seres queridos ; nuestra propia enfermedad ; nuestra angustiosa necesidad ; la injusta deshonra que cae sobre nuestro nombre ; les humillaciones ; las injusticias que con nosotros se cometen ; los mismos sucesos prôsperos y fe­ lices... 2. Hay que referirlo todo a Dios. Detrâs de todo estâ Dios. En todo hay que ver la visita de Dios. 3. Y Dios nos visita para nuestra paz. tQué te pide Dios? Cada cual lo sabe. 3· 7’ 8.· 9’ io.· Tomar en serio el negocio de tu aima. Ordenar cristianamente tu vida. Cumplir puntualmente tus deberes familiares y profesionales. Recibir con mâs frecucncia los sacramentos. Practicar un retira, unos ejcrcicios. Ser de verdad apôstol seglar. Cumplir con mâs exactitud tus votos sagrados. Restaurer tu espiritu sacerdotal. Aplicarte en serio a tu progreso esPiritual. Poner la vista en las cosas eternas. En una palabra, aprender de una vez que lo que no es Dios, es nada. SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS Ô05 ’ 10 Jerusalén y el alma I. Jerusalén. A. Jesucristo llora sobre la ciudad real de Jerusalén. a) b) Jerusalén ha sido siempre el simbolo de las almas. El llanto de Jesus es merecido también por las que viven en pecado. B. No nos referimos exclusivamente a los pecadores endurecidos, sino a toda alma que peque mortaimente. C. Solemos mirar al pueblo deicida con horror. Aprendamos a mirarnos con horror a nosotros mismos. El pecado del cristiano y el pecado de Jerusalén. A. Pecado de perfidia. a) El pueblo judio cometiô un pecado grave de perjidia, pues, siendo el pueblo de Dios, 110 se sirviô de esta prerrogativa sino para rebelarse contra su Sefior. 1. Elegidos de entre los demâs pueblos, Dios habia sellado con ellos una alianza. 1. ® 2. ° Los habia distinguido de entre todos mediante U circuncisiôn, Los habia rescatado del cauiiverio de Egipta y, alimentândolos milagrosamente en el desierto, los habia introducido en la tierra prometida. Los profetas se complacen en pintar al pueblo judio como rebano de Dios. «Nosotros, tu pue­ blo, grey de tus pastizales> (Ps. 78,13). 3· Sin embargo, lo violaron todo y ultrajaron a su pastor. El salmo 77, después de recordar toda la historia judia, termina diciendo : «Se acordaban de que Dios era su roca, y el Todopoderoso, el Atlisimo, su redentor ; pero le enganaban con su boca y con su lengua le mentian» (Ps. 77,35). Los cristianos son tlinaje escogido, sacerdotio real, naciôn santa, pueblo adquirido para pregonar el po­ der dei que os llamô de las tinieblas a su luz admi­ rable·» (1 Petr. 2,9). i. Nuestra alianza es mâs perfecta. El bautismo no sôlo nos inscribe en el pueblo de Dios, sino que nos injerta en el cuerpo de Cristo. 2. Rescatados del cautiverio dei demonio, somos alimentados con el cuerpo de Cristo e introducidos en su reino, incoado en la tierra y per· fecto en el cielo. 2. b) - 1 906 ΙΧΛΝΤΟ SOBRE JERUSALÉN. 9.0 DESP. PENT. B. Pecado de ingratitud. a) Pasô entre los judios haciendo el bien. Y éstos prefirieron a Barrabds. 1. Dijo que uo habia sido enviado sino a las ovejas de Israel, y ellos le entregaron a un gentil. Realizaron la parâbola de los vinadorcs homi­ cidas. 2. Con razôn los profetas y el mismo Senor llamaron tantas veces generation adùltera al pueblo que ronipia, pérndo, la alianza considerada como un desposorio, y acusaron a los judios en mil ocasiones de ser un pueblo ingrato. b) Fâcil es recordar los favores que hemos recibido personalmente de Cristo Nuestro Senor, aun prescindiendo de la redenciôn y de su muerte. C. Pecado de crueldad. a) Los judios. Hasta la muerte..., /y muerte de cruzl b) Nosotros. 1. Menospreciamos su pasiôn y le ofendemos des­ pués de haberle reconotido como Dios y de sabernos redimidos con sus dolores. 2. A lo menos los judios le mataron porque no le conotieron (i Cor. 2,8). 3. «No, no es un enemigo quien me afrenta ; eso lo soportaria. No es uno de los que me aborrecen el que se insolenta contra mi ; me ocultaria de él. lires tû, mi otro yo, mi amigo intimo. Ibainos ambos juntos en dulce compania. jSorpréndalos la muerte 1 jDesciendan vivos al se­ pulcro!» (Ps. 55.U-15)· HL El castigo de Jerusalén y el castigo del pecador. A. El castigo mâs terrible que Dios puede reservar para un pecador endurecido es permitir su endurecimiento. Cotejemos el endurecimiento de Jerusalén y el del aima (cf. supra, San Agustîn, p.789, c). B. Ceguera. a) De los judios. 1. «Si al menos hoy conocieras...» 2. Ciegos entonces para los milagros y doctrina del Senor. 3. Ciegos después, a pesar de tener entre sus ma­ nos los libros santos y sus profecias ya cumplidas, han venido a caer en la ceguera total de la indiferencia religiosa y el agnosticisme. b) Del aima. i. Confiesa, comulga, oye la predicaciôn, y no acaba de entender ni lo que hace ni la gracia que SK. 8. 2. GUIGNES HOMILETTCOS »07 desperdicia. Si entendiera su fin y los medios que se le dan para conseguirlo... Incapaz de ver la contradicciôn existente entre su vida y su fe, es portador de los evangelios, como los judios llevaban la ley para convertirla en su libro acusador. C. Endurecimiento. De los Judios. 1. Parâbola de los viûadores homicidas. 2. Dios les enviô a sus profetas y ûltimamente a su Hijo. A los unos los apedrearon y al Hijo lo mataron. b) Del aima. i. Cristo envia continuamente a sus ministros. i Cômo los recibiinos? 2. Escuchamos su predicaciôn como si no se refiriese a nosotros, como si fuesen retôricos que hablan de frivolidades, atentos sôlo al bien decir. 3· Los matamos con la lengua, buscando en su vida algo que desdiga de su predicaciôn. j Quién sabe si para no cambiar nosotros la nuestra ! a) D. Impénitente final. La ruina de Jerusalén. La muerte. El alma rodeada dei muro de angustias, con el ejército enemigo que la aprieta, hasta que no quede de ella piedra sobre piedra. Y no lo olvidemos: el desmoronado es el cuerpo. El aima es inniorlal para sufrir. c) Llanto de Jeremias ante la ciudad antes tan hermosa (cf. «Lamentacionesnl. Llanto de los ângeles sobre el aima que pudo ser imagen de Dios. a) b) 11 La destrucciôn de Jerusalén y la muerte del pecador T. El pecador y Jerusalén. 3> λ. Existe un claro paralelismo entre ambos. I B. A ambos les amenaza el mismo fin desastroso. a) Jerusalén. I. Estâ brillando de gloria, en paz aparente, con la magnificencia de sn templo. Jesûs, sin embargo, que ve el fondo todo y la realidad completa, Hora sobre la ciudad. Mâs aûn. Jesûs lanza un anatema, una profecia anunciando el desgraciado fin de la ciudad. c la 908 LI. WTO SOBRE JERUSALEN b) Q.° DESP. PENT. El pecador. 1. Vive con frecuencia en medio de dulzuras y pesatiempos mortales. 2. Dios conoce perfectamente la realidad interior. En el pecador no hay vida sobrenatural. Sôlo vive e! pecado, semilla de ruina eterna para el hombre. 3. Los terribles caractères de la muerte del pecador estân representados en lo que ha de ocurrir a la Ciudad Senta. H. Rodeados de enemigos. A. Asi estaba Jerusalén cuando llegaron los ejércitos de Tito y Vespasiano en el afio 68 p. C., para ponerle uno de los cercos mâs terribles que la historia ha conocido. B. Asi hacen los demonios con el pecador moribundo, (cf. San Gregorio Magno, p.796, B). Le rodean con tentaciones, cuidados y a fane s tempo­ rales, para que descuide la salud de su aima. b) Le cercan de tentaciones. intentando afiadir nuevas cuipas a las precedentes. c) Especialmente le ticntan de desesperaciôn, prescntândole agrandada la fealdad y malicia de los pecados pasados. El demonio actûa a la hora de la muerte de modo distinto a como actuaba en la vida. Antes cualquier pecado lo presentaba como pequeüo, ahora lo représenta como iniPosible de perdonar (cf. su­ pra, San Alfonso M.* de Ligorio, p.830, A). a) HI. Atacados por todas partes. A. Jerusalén. Mi entras los enemigos la cercaban por fuera, en su interior los judios, desesperados, se dieron a la rapina y a las sediciones, estimulados por los estragos del hambre y de las enfermedades. B. Es imagen viva del pecador. a) Totalmente envuelto en angustia a la hora de morir. b) La paz de que parecia disfrutar se ha visto atacada Por todas partes. r. Arriba : un Dios ofendido y justamente airado. 2. Abajo : un infierno que le aguarda y que se le présenta como inmediato. 3. Dentro : el gusano roedor de la conciencia, que ya le anticipa une de las penas que padecerâ' después. 4. A su alrededor : Un mundo engaüador, causa de sus crfntenes. ünos blenes temporales que le cautivan. pero que ya son inutiles. 3. · Unoj demonios atacando. 4. · Unos parientes qulzd solamente tristes en apariencia y esperando la herencia y el reparto. 1. · 2. · SFT. 8. 5. GUIGNES HOMTLF.TTCOS F.nfrente : la muerte llega con un sepulcro para el cuerpo y un juicio inmediato para el aima (cf. supra, San Alfonso M.a de Ligorïo, p.832, C). IV. Echarân por tierra a ti y a tus hijos. que literalmente ocurriô en Jerusalén. a) b) c) d) 009 I Toda la ciudad fué destruida. El templo, sobre cl cual cayô una antorcha encendlda, fué devorado por las Hamas. Los cdificlos, derrlbados o incendlados. Los habitantes, pasados a cuchillo o reducldos a esclavltud. Ocurre espiritualmente al pecador. Estaba excesivamente apegado a los bienes de la tierra y a sus pecados. b) Serâ violcntamcntc arrancado de todo y arrojado al sepulcro. c) Le sorprenderà la muerte de improviso, porque no pensaba en ella. Dios castiga fâciltnente al pecador haciendo que en el trance de la muerte se olvide de si mismo el que durante la vida estuvo olvidado de su Dios. d) Por ultimo, caerà con toda violencla sobre el infierno, como Satanés, que cayô como un rayo. a) 1 V. No dejarân en ti piedra sobre piedra. Asi muere el impio. Plerde los bienes materiales. A ellos habla dedlcado toda su preocupaciôn y no le pueden acompav.ar. b) La muerte le arrebata todos los titulos, honores y posiciôn, en que confiaba. c) Déjà atrâs a los amigos y parientes. d) Le priva la muerte de todo el fruto de las buenas obras que alguna .vez hiciera en su vida, ya que, al morir en pecado, han muerto todas las buenas obras. Cae también por tierra aquella tenue luz que le quedaba como fundamento de su esperanza. i. Los propôsitos que abrigaba de convertirse mâs adelante, restituir, etc. 2- No le.queda tiempo, porque la muerte se ha presentado inesperadamente, como un ladrôn repen­ tino. a) ft* ■ B. Conclusiôn. al b) Termina este evangelio diciendo que Jesûs entrô en el templo de Jerusalén y arrojô a los vendedores, dicléndoles : eMl casa es casa de oraciôn, y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones·» (Le. ’19,46). El pecador debe tomar a tiempo una aciitud semejante. j. Su aima es casa de oraciôn, templo dedicado un dfa a Dios por la gracia santificante (cf. supra, il 910 Ι.1ΛΝΤ0 SOBRE JERUSALEN. 9. ° DESP. PENT. Santo Tonus de Vili.anuf.va, p.8i8, A, y 819, B). 2. Los pecados son ladrones dentro de ella (cf. su­ pra, San Gregorio Magno, p.797, D). 3. Debe arrojarlos por medio de una buena confesiôn, llorândolos con orrepentimiento y aplicândose a si mismo el lâtigo de una penitencia eficaz. Creo en la santa Iglesia catôlica I. Importanda de la visiôn dogmatica de la Iglesia. A. Suponemos la visiôn apologetica y fundamental de la Iglesia de Cristo: todo lo que los Evangelios, como documentes historicos, nos prueban acerca de la constitution externa de esta sociedad religiosa, fundada por Jesucristo, que es la Iglesia. a) Fué instituida por Cristo. 1. Escogiô a los apôstoles (Le. 6,12), a quienes diô su propia misiôn (lo. 20,21). 2. Les confiriô el triple poder de ensenar, régir y santificar (Mt. 28,18). 3. Destacô sobre los apôstoles a Pedro, confiriéndole el primado (lo. 21). b) Jesucristo quiso que su Iglesia, jer&rq 11 ico-m ο η ά rquica, fuese perpetua. c) Esta Iglesia, conservada con todo el poder recfbido de Cristo, es la Iglesia catôlica romana. - ». 1> B. La visiôn dogmatica de la Iglesia queda a veces postergada, cuando no totalmente olvidada. Se avanza de dia en dia, viene a confirmarlo la enciclica “Mystici Corporis Christi”, de Pio XH, en el conocimiento dogmâtico de la sociedad fundada por Cristo. C. Defectos de una vision exclusivamente apologéticn de la Iglesia. a) V1 Queda incompleto el cnnocimienlo de este dogma tan entranable de te. r. En la Iglesia perdura el magisterio infalible, que nos introduce en el estudio intimo y en las relaciones que guardan todos los miembros de la Iglesia entre si y con Jesucristo. 2. Cuando saboreamos el contenido vivificador de estas expresîones «Cuerpo mfstico», «Madré espiritnalr, «Comuniôn de los santos*» sentimos participar de una corriente de vida sohrenatural. SIX. 8. GU1ONÜS HOMILETICOS 911 j. b) Nos alienta pensar en la dignidad y consecuen­ cias inhérentes a nuestra condiciôn cristiana. Constituye a voces un impedimento para los intelectuales. La vision superficial de la Iglesia, considerada exclusivamente como una autoridad, que, aunque dada por Dios, impone obligaciones, impide en muchos inlelectuales una feiiz incorporaciôn a la Iglesia. II. La esencia de la Iglesia, expresada en sus nombres. A. En los diversos nombres con que aparece designada la Iglesia en las fuentes de la revelaciôn, y que han sido implicitamente confirmados por el magisterio ordinario, se refleja la esencia de la Iglesia. B. Escogemos para hacer unas consideraciones sobre la Iglesia algunos de estos nombres mas signifi­ cativos. “Iglesia”. Signi/icado de la expresiôn. Tanto el lenguaje pa­ gano como el lenguaje escrituristico entendlan por tlglesia» La treuniôn del pueblo». b) Expresiôn usada por Cristo. Asî lo entiende Jesûs también, al decir a San Pedro que sobre él, como sobre piedra fundamental, iba a edijicar su Iglesia (Mt. 16,18). c) Sentido de comunidad. Es lo que va expresado en la accpciôn mâs viva de este vocablo, comunidad de todos los hermanos. 1. En este sentido se aplicard el nombre de «Igle­ sias no solainente a la comunidad que en la tie­ rra sigue la verdadera doctrina de Cristo. 2. Se aplica también a la «Iglesia purgante», que expia la pena temporal de los pecados, y a la «Iglesia triunfante» del cielo. d) Sentido complexivo. 1. Todos los que actualmente militan bajo la bande­ ra de Cristo en la tierra, en el purgatorio y en el cielo, forman una sola comunidad unida por lazos de una niisma corriente vital, con los mismos intereses, con posibilidad de socorros y obli­ gaciones mutuas. 2. Nuestros propios miembros estân ya en el cielo en la persona de nuestros hermanos y alli reclaman nuestra presencia. a) “ciudad o casa”. a) b) No podemos agotar la expllcaciôn del b cil o contenido de tantas metâforas como se usan en la Escritura y en la tradiciôn para designar a esta Iglesia. Escogemos solamento algunas. iCiudad de Dios». * E 5 Γ K. Λ·**·** 912 LLAXTO SOBRE JERUSALÉN. 9. ° DESP. PENT. 1. Como en otro tiempo se llamaba a Jerusalén (Ps. 45,47.86) la amada y santa ciudad. 2. La nueva Jerusalén celestial, la que baja del cie­ lo, yace sobre el monte, cuyos habitantes son los conciudadanos de los santos (Eph. 2,9). 3. Cristo no llorarâ sobre la nueva ciudad suya, que es la Iglesia, porque esta se perpetuarà cou fidelidad exquisita hasta la consumacion de los siglos, hasta darse la mano con el reino triunfante en el cielo. c) »Casd de Dios y de Cristo». Asi se llama también a la Iglesia casa de Dios y de Cristo, la transûgurada, la espiritual, la gran casa, cuya piedra angular es Cristo (Eph. 2,20). 2. Casa construida por los ûeles como con piedras vivientes (1 Petr. 2,5), que son los familiares de Dios, cuyos jefes son siervos de Cristo y administradores de los misterio.> Ici Altisimo (i Cor. 4,1). 3. De esta concepciôn brota el concepto de la uni­ dad viva en la Iglesia, asi como la digmdad de todos sus miembros y el amor con que el Padre de familia, Cristo, tiene su corazôn entre los hijos que viven en la casa. HL Conclusiôn. Si a estos nombres unïmos el de Tem­ pto de Dios vivo", "Esposa”, "Cuerpo mîstico de Cris­ to", y las distintas metâforas con que las parâbolas del reino designan a la Iglesia, llamândola nave, red, levadura, piedra pretiosa, grano de mostaza, campo de siembra, etc., podremos atcanzar un conocimiento mâs jugoso y real que el que nos viene dado por la simple consideraciôn de una sociedad jerârquico-mondrquica. 13 Siempre una misma Iglesia Introduction. Pasa la economia religiosa del Antiguo Testamen­ to. Lo afirma Jesûs: Hasta San Juan Bautista han durado la Ley y los Profetas (cf. Le. 16,16). Sucede la Iglesia de Jesûs. a) Desde Juan se estâ ya prcdicando el reino de Dios. b) Un nuevo reino, que serâ invariable en sus d tin en­ ta s esenciales. SEC. 8. GUIONES HOMXLETICOS 913 c) Junque a través de todos los siglos se levanlen pseudo-p>ojelas, que anunclen una nueva cconomia reli­ giosa de Dios con la humanidad. II. La Iglesia descansa en la Trinidad. A. La plenitud de fuerza y la inagotable capacidad de desarrollo de la Iglesia catôlica provienen de que sus fuentes reposan en Dios, trino y uno. B. De esta vida divina arranca la vida sobrenatu­ ral de la Iglesia con una promesa y garantia de eficacia y perpetuidad indéfectibles. HI. La Iglesia del Padre. El Padre ha enviado por amor eterno a su Hijo, tanto en la generaciôn eterna como al hacer que se encarne. La encarnaciôn lia sido la gran manijestaciôn del amor del Padre a los hombres, proporcionândoles la vida eterna por medio de El. b) iPorque tanto amô Dios al mundo, que le diô a su unigenito Hijo, para que todo el que créa en El no perezea, sino que tenga la vida eterna, pues Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvado por El> (lo. 3,16-17). a) A este Hijo lo envia con plenitud de poder para que funde la Iglesia. Por eso, Jesûs en el ûltimo dia, para fundamentar la entrega de poderes ministeriales a los apôstoles, hace esta introduction: aSe me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, por tanto...» (Mt. 28,18). b) Los apôstoles son, por consigulente, enviados tam­ bién por el Padre. Son significativas en este sentido las expresiones paulinas (cf. Gai. 1,1 ss. ; 2 Cor. 1,1 ; Col. 1,1 ; Eph. 1,1). C) El Espiritu Santo es también enviado por el Padre. a) 1. Jesûs rogarâ al Padre para que lo envie (lo. 14,16). 2. Y el Padre lo enviarâ en nombre de Jesûs (lo. 14,26). Por tanto, nuestro agradecimiento y alabanza de­ ben ser a Dios Padre, ya que todo el admirable plan de la encarnaciôn dei Verbo, desde la resurrecciôn de Jesucristo hasta la consumacion en la gloria, no es otra cosa que una bendiciôn de Dios Padre sobre nosotros (Eph. 1,3 ss.) 7 4» SIC. 8. LLANTO SOBRE JERUSALEN. 9.0 DESP. PENT· IV. La Iglesia del Hijo. A. El Cristo verdadera e historico ha realizado la fundaciôn de la Iglesia. a) El mismo que hizo la redenciôn y qucria perpetuaria, décrété y realizô la Iglesia (cf. DB 1793 1821 2145). b) Ciirdo ha dado a su Iglesia, como ella expresamente lo ensena cual doctrina de je, su triple poder de ensenar, gobernar y santijicar bajo el représentante de Cristo, el sucesor de San Pedro, el Romano Pontijice (cf. DB, ibid.). B. Los modernistas han dicho que Cristo ni pensô siquiera en fundar una sociedad religiosa que hu­ biese de durar sobre la tierra durante todo el tiempo. Todo habria sido el desemolvimiento de un impulso religioso que Cristo, puro hombre, imprimiô a los hombres que le conocieron. Han sido—segûn ellos— estas hombres los que se encargaron de hacer una creacion completamente nueva y distinta de la que Cristo tenia en su mente. b) Tal doctrina fué condenada, después de un estudio que déjà sorprendidos a los propios adversarios, por cl papa San Pio X en su enciclica tPascendit (cf. DB 2071 ss.). a) GUIGNES HOMIkÉTlCOS 915 B. El Espiritu Santo no vicme a crear una nueva economia religiosa, sino que es prometido por Cristo y serâ enviado por el Padre para esta Igle­ sia que estâ encerrada en el cenâculo con Maria Madré de Jesûs, esperando la venida de la tercera Persona. Entrarâ en la Iglesia de Jesûs como el alma vivificadora (cf. Act. 1,4 ss.). VI. La Iglesia lo debe todo a toda la Santisima Trinidad. A. Quien entra en la Iglesia, entra en la vida de toda la Santisima Trinidad; se hace posesiôn de toda ella. B. Por lo cual, el bautismo, toma de posesiôn de las aimas para la Iglesia, se hace por mandato de Cristo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo” (Mt. 28,18). C. Al ofrecernos Cristo su Iglesia como la ciudad santa de la nueva ley, ha dado a nuestro corazôn un lugar de reposo imperturbable. a) En ella nuestra aima se injerta en la vida dlvina, que b) nos santijica en la tierra y nos glorificarà en la vida eterna. El que vive en la Iglesia tiene la firme esperanza de quien estâ descansando en el propio Dios. C. Es cierto que la Iglesia responde en su esencia y en su acciôn a las necesidades de los hombres de todas las razas y de todos los tiempos. a) Pero no porque en cada época el aima humana vaya con/igurando a la Iglesia como si esta brotara de sus entranas. b) La Iglesia estâ hecha de antemano por Cristo con todas sus lineas esenciales, con un deposito intangi­ ble de verdades dogmaticas, con una ley moral siem­ pre la misma, con unos medios normales siempre idênticos de comunicaciôn de gracias. c) Este Crislo, Dios-hombre, que es de ayer, de hoy y de todos los siglos, hizo la Iglesia, a semejanza de si mismo, con capacidad de adaplaciôn para todas y cada una de las circunstancias de la vida; pero per­ severa siempre la misma Iglesia que Crislo nos legô, idéntica a si misma. V. La Iglesia del Espiritu Santo. Ha habido quienes han proclamado una nueva eco­ nomia religiosa, denominada por ellos la Iglesia del Espiritu Santo, y que habia de suceder a la Iglesia de Cristo. No estân muy lejanos loe protestantes que admitieron semejante herejia. La Iglesia se desarrolla I. Iglesia de todos los tiempos. A. La ciudad santa que se présenta ante los ojos de Jesûs, pasa con todo su significado para dar lugar a otra ciudad. Esto nos indica que, aunque la religiôn del pueblo de Dios nace de una revelaciôn sobrenatwral, tiene Preflfado un término por el mismo Dios para dar paso a una nueva revelaciôn. b) Esta revelaciôn nueva: i. Conserva todo el contenido esencial de la reve­ laciôn primera. 2. Aumenta el contenido de verdades y se perfecciona en todos los sentidos. Es personalmente el \zerbo de Dios quien viene a hacerse Cabeza de esta nueva Igiesia. a) Ύ s: KHS >1’ SEC. 8. 1.1' ΝΤΟ SOBRE JERUSALÉN. 9. 916 GUIONES HOMILÊTICOS 917 DESP. PENT. su gobierno. B. La a) b) C) Iglesia de Cristo serâ perpetua. Serâ la misma hoy que en el siglo I. Pero habrâ tenido un sorprendente desarrollo en cada época. Esta perpetua juventud de la Iglesia attenta a cobijarse en los muros de la santa ciudad de Dios, contra la cual no se pueden lanzar, mirada en su con junto total, los anatemas de la infidclidad. Π. Iglesia en desarroTlo. A. No existe el desarrollo dogmâtico objetivo, es de­ cir, no se ha revelado por Dios ninguna verdad nueva desde el tiempo de los apôstoles para que entre a formar parte dei deposito de la revelaciôn universal. como semilla que se desarrolla. Mucho mâs perfecto y estudiado. Lo indica el monumento del CÔdigo de Derecho canônico. Sus mismas relaciones con los factores terrenales, con la cultura y el poder del Estado son muy distintos también. c) En su misma liturgla y administraclôn de sacramentos se ha ido embelleciendo en cl decurso del tiempo con elementos ciertamente accidentales, pero de in· menso valor. IV. Factores que influyen. A. Ideal y realidad. a) El ideal propuesto por Cristo a su Iglesia debe ser realizado en el transcurso de los siglos por los hombres. 1. a) La invariabilidad escncial de la Iglesia, proclamada por la fe, no es entumecimiento y muerte, sino capacidad de desarrollo y cultiva dei organismo que vive por virtud de Dios. b) Asi lo afirma Cristo. 2. Compara la Iglesia al grano de mostaza, que continuamente crece (Mt. 13,31). 2. Y a la levadura, que poco a poco fermenta toda la masa (Mt. 13,33). 1. San Pablo la présenta como un cuerpo que paulatinamente se va desarrollando (Eph. 4,16). d) De aqui que la Iglesia, retando al tiempo y al espacio, siempre presentarà el aspecto que exijan el tiempo y las necesidades, llevando a todas partes la Inagotable abundancia de su scr escncial e inmutable. 3. c) b) HL Cambios operados. A. Un hecho indiscutible. a) La Iglesia participa de la vicisitud que es propia de b) 2. 3- mâs ligero anâlisis nos evidencia hoy: a) En su doctrina. Un évidente desarrollo snbjetivo. Ha trabajado el magisterio de la Iglesia, al que se un en Pa­ dres, teôlogos, escritores, el mismo pueblo. 2. Todos bajo la acciôu directa o indirecta del Es­ piritu Santo. Hoy encontramos la verdad revelada mucho mejor explicada v entendida por la Iglesia El mismo Cristo sabla que en la red de su reino iban a entrar los peces malos, que hàbrtan de ser desechados al fin, y que su campo seria asaltado por el ene­ migo y sembrado de cizaûa. i. todo aqui en la tierra. Inflencia prépondérante y desobediencias a su ma­ gisterio, prosperidad y decadencia, honor y afrenta, amor y odio, etc., se suceden variadamente en su historia. Los hombres con su entendimiento han de ir penetrando las verdades de Dios y poniendo en prâctica toda la doctrina moral del Salvador. En este camino por recorrer hay influencias de tiempo y circunstancias ; hay luchas con la pesadez, limitaciôn y pecabilidad de la naturaleza humana. Hay también una lucha de carne y espiritu den­ tro de cada uno de los miembros de la Iglesia, que no queda suprimida por el bautismo y que da ocasiôn a una lucha a veces tremenda dentro de la misma Iglesia, hasta traducirse alguna vez en cisma o herejia. La misma Iglesia desechô siempre como herejia la afirmaciôn de que solamente los buenos fueran verdaderos miembros de la Iglesia (cf. DB 1515). Asi, siempre ha habido en la Iglesia épocas que favorecen en los miembros el desarrollo de las fuerzas sobrenaturales y épocas en que miras demasiado terrenas, imperfecciones y pecados las entorpecen. Cristo ha querido para su Iglesia horas de Ta­ bor y jornadas de Calvario. *· B, Acomodaciôn a los hombres y a los tiempos. a) b) c) Es otra de las causas que van determinando el des­ arrollo de la Iglesia. Jesucristo en su vida terrena se acomodô a todos. De un modo predicaba a las gentes sencillas y de otro muy distinto a los escribas y fariseos. San Pablo darâ este e 1 jemplo, que debe ser ley uni- 918 LLANTO SOBRE JF.KVSALÊX. ç." DESP. PENT. versai del Apôstol; «Me hice a todos para ganarlos a todos» (i Cor. 9,22). d) La Iglesia, invariable en su esencla, es multiforme en sus manifestaciones. Ninguna de éstas la agota por entero ; es nece­ saria toda una vida de conjunto para apreciar la plenitud que ella goza. 2. Asi irâ atravesando por la historia, dando la pa­ labra justa para cada época, asistiendo a la muer­ te de muchas civilizaciones, mientras ella permanece en una sorprendente actualidad. C. Esta ciudad de Dios se présenta para alentar nuestra esperanza firme en todos los vaivenes de la vida. Su fidelidad a Cristo la hace invencible. El celo vengador I. Dos escenas antagônicas. A. Se nos refieren en el evangelio de hoy dos esce­ nas distintas y diria que antagônicas. Una de ellas es el liante de Jesucristo sobre la ciu­ dad de Jerusalén. b) La otra, la expulsîôn por parte de Cristo de los mercaderes del templo de Jerusalén. a) B. Lâgrimas y lâtigo. a) A primera vista. dos cosas contradictorias. 1. Las lâgrimas manifîestan amor, misericordia, ternura, bondad. 2. El lâtigo, justicia, venganza, ira, etc. b) Las dos, sin embargo, pueden agruparte y conci­ liarse. i. Las dos indican maravillosamente que Cristo es hombre perfecto, con aquellas pasiones que no implican imperfecciôn moral alguna. a. Pero, ademâs, las dos, en este caso, son manifestacione* dei celo justiciero n vengador eucristo. Π. La expulsiôn de los vendedores. A. Fué un acto de ira. B. La ira, como pasiôn del apetito irascible, ni es buena ni mala. a) En un hombre cualquiera serâ buena si es conformea lu razôn. y mala, por el contrario, si es disconla razôn, forme. sec. a. b) UU1ONHS homiléticos 819 En Cristo, todas las pasiones fueron ordenadas y buenas. C. La ira 0 apetito de venganza sera, pues, pecado cuando alguno trate de vengarse fuera del orden de la razôn. Es claro que en este sentido no pudo existir en Cristo. D. Pero el apetito de venganza, si es conforme al or­ den de la razôn y de la justicia, no solamente no es pecado, sino que es bueno y laudable. a) En este sentido se llama a la ira celo, ya que tel b) c) y.-. celo es un amor intenso que no sufre el menoscabo del bien amado y que procura rechazar lo contrario a la persona amada» (cf. «Sum. Theol.», 1-2 p.28 a.4). Este celo 0 ira existiô en Cristo: tEl celo de tu casa me devora'». tEs devoiado—dice San Agustin—por el celo de la casa de Dios el que trala de corregir todo lo malo que ve, y si no puede conseguirlo, tolera y gime* (cf. «In lo.», tr.io). I III. Las lâgrimas. A. . Son manifestaciôn del celo. Lo acabamos de de­ cir con palabras agustinianas: “Si no puede con­ seguirlo, tolera y gime”. B. 2,Por qué llora Cristo? a) b) C) Llora Cristo porque ama a su pueblo y ve destruido el tesoro artîstico e histôrico de los suyos. Llora ademâs, y sobre todo, por el celo de la gloria de Dios. i. El pueblo judio, hijo de Dios, pueblo de Dios, no ha sabido corresponder al amor del Padre... Se ha prolanado con monstruosas infidelidades que euhninan en la crucifixion de Cristo. 2. Cristo tiene que castigar necesariamente esta profanaciôn. La gloria de Dios exige el castigo. Lo réclama también su justicia «por no haber conocido el tiempo de tu visitaciôn» (Le. 19,44). Cristo llora porque El hizo cuanto pudo por salvarle, y cl pueblo 110 quiso : tjCuântas veces quîse juntar a tus hijos como el ave a su nldada debajo de las alas, y no quisislcht (Le. 13,35). IV. Justicia de Cristo. A. El celo de Cristo estâ lleno de misericordia y de justicia. Es infinito en ésta como en aquella. Por­ que es justo, emplea el lâtigo. Por esto mismo prorrumpe en lâgrimas. B. Terrible es la justicia de Dios. En la otra vida serâ perfectisima; en ésta es tan sôlo imperfecta, pero terrible también. I * 1 I I ?4 : SEC. 8. GU1ONES MOM1LET1COS LLAN’TO SOBRE JERUSALÉN. 9.“ DESP. PENT. 920 a) b) La maldiciôn de la higuera (Mt. 21,18 ss.) enseiïa elocuentemente que, si no se fructifica con la gracia de Dios, nos hacemos reos de su castigo. La destruction de Jerusalén es como una confirma­ tion hisldrica de lo expresado en la parâbola. 16 «Vision de paz» C. Una y otra constituyen para el cristiano un I, “Si conocieses tû...” simbolo de lo que le estâ reservado si no corres­ ponde con fidelidad a la gracia de Dios. A. Contemplando Jesucristo a Jerusalén desde la ladera de los Olivos, pronunciô aquellas sentidas palabras: “Si conocieses tû, precisamente hoy, las cosas que son conducentes a tu paz...” B. Jesucristo vino a traer paz a la tierra. a) Cuanto el cristiano posée lo ha recibido de Dios: la existencia, el cuerpo y el aima, la inteligencia y el corazôn... b) Muchas veces en el decurso de la vida ha enviado el Senor distintos mensajeros para senalarle el verda­ dero camino: sermones, consejos, lecturas..., sobre todo la concienda, tnuncio o pregonero de Dios*, que nos acompana inevitablemente y nos marca lo que hemos de hacer o evitar. C) iCuâl ha sido nuestra correspondencia? ^Somos soberbios, ambitiosos, sensuales?... Quizâs confesamos de palabra al verdadero Dios, pero tenemos nuestro corazôn mâs apegado a las criaturas. Una vida que apenas ha producido o ha producido muy poco por Dios. a) b) c) Π. Ideas agustinianas. Recogemos en este guiôn ideas de San Agustin, expresadas especialmente en las “Enarraciones sobre los Salmos” y en “La ciudad de Dios”. B. De San Agustin es la definition exacta: “Pax est tranquillitas ordinis”. C. Las ideas principales de San Agustin han sido elo­ cuentemente y bellisimamente expuestas por Fray Luis de Leôn en el nombre de “Principe de la Paz”. “Una orden sosegada o un tener sosiego es lo que pide ti buen orden” (cf. Fray Luis de Leôn, Obras completas: BAC, p.587). V. Exhortation. A. Tomando las palabras de la epistola, terminaremos con la misma amonestaciôn que hacia San Pa­ blo a los de Corinto: “Todo lo que sucediô a los judios, les sucediô en figura y ha sido escrito para nuestra correcciôn” (1 Cor. 10,11). B. Si queremos evitar la justicia de Dios, sigamos los consejos del Apôstol: a) iHermanos, no nos abandonemos a los deseos mal- b) tPaz a los hombres de buena voluntad*, cantaron los ângeles el dia de su nacimiento (Le. 2,14). «Λ/i paz os dejo, mi paz os doy*, fué el testamento de Jesucristo a los apôstoles (lo. 14,27). «Pax vobis*, el saludo de Jesucristo después de la resurrecciôn (lo. 20,20). La paz, bien universal. vados, Uenos de concupiscencia, como hicieron los judios. No os hagàis idolâtras, como algunos de ellos, segûn estâ escrilo: Se puso en pie el pueblo para corner y beber, y ellos se levantaron para jugar. Ni cometamos impurezas, como algunos de ellos las cometieron, y cayeron en un dia veintitrés mil. Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos lo tentaron, y perecieron por la serpiente. Ni murinuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el exterminador* (χ Cor. 10,6-10). En una palabra: t;Oh cristianos!, sed fieles a las exigendas de Dios*. paz del individuo, segûn San Agustin. a) b) c) d) e) La paz del cuerpo es la ordenada disposiciôn y tempianza de las partes. La paz del alma irrational, la ordenada quietud de sus apetitos. La paz del alma rational, la ordenada conformidad y concordia de la parte intelectual y activa. La paz del cuerpo y del aima, la vida metôdica y la salud del vlviente. La paz del hombre mortal y de Dios inmortal, la con­ corde obediencia en la fe bajo la ley eterna. B. La paz en la sociedad. a) b) La paz de los hombres, la ordenada concordia. La paz de la casa, la conforme uniformidad que tie­ nen en mandar y obedecer los que viven juntos. 7” -, LLANTO SOBRE JKRÜSAtÉX. Q.° DESP. PENT. La paz de la ciudad. la ordenada concordia que tie­ nen los ciudadanos v vecinos en ordenar y obedecer. d) La paz de la ciudad celestial es la ordenadlslnta y conformisima socledad estableclda para gozar de Dios y unos de otros en Dios. c) C. “La paz de todas las cosas”: a) -.V 924 LLANTO SOBRE JERUSALEN. 9.0 DESK PENT. — VI. La paz de Jerusalén. Los comentarios del santo Doctor a los salmos 147 y 125 tienen aqui un valor especial, porque en el evangelio de hoy contemplantes con Jesucristo la ciudad de Jerusalén, que no conociô la hora de la paz. salmo 147, sin ser estrictamente mesiânico a la letra, tiene una tendencia mesiânica. a) Paul Claudel ha escrito una bella parâ/rasis de este salmo. b) El salmo esta compucsto para cantar la alabanza de Dios Nuestro Seûor, que ha permitido la restauration de la ciudad de Jerusalén. i. Yahvé ha reunido a los dispersos de Israel y aliviado la aflicciôn de sus corazones. 2. Ha muiliplicado sus fieles ; les alimenta con pan de flor. Ha rodeado a Jerusalén de la muralia de la paz y ha cerrado con fuertes cerrojos sus puertas para que nadie pueda turbar la tranquilidad de sus hijos Paz sobre Israel. San Agustin comenta el sal­ mo 125. a) Condena San Agustin la paz y la fortuna aparentes de los malvados: tLos que amaron las alegrias presentes del rnundo y no creyeron en cl futuro suplicio». i. iQué reserva el Senor a sus hijos? La herencia, que es la porciôn que les corresponde. 2. iCônio se llama nuestra herencia y la patria que nos espera? Se llama paz. Es el mismo Cristo. ι.ι) 2 Scitis quoniam cum gentes essetis, ad simulachra muta proot ducebamini euntes. 3 Ideo notum vobis facio, quod nemo in Spiritu Dei loquens, dicit anathema lesu. Et nemo potest dicere, Dominus lesus, nisi in Spiritu Sancto. 2 Sabéis que, cuando erate gen­ tiles, ciegamente os dej abate arrastrar hacia los idolos mudos. 3 Por lo cual os hago saber que nadie, hablando en el Espi­ ritu de Dios> puede declr “anatema sea Jésus”t y nadie puede decir "Jesûs es 'el Seôor” sino en el Espiritu Santo. 4 Divisiones vero gratiarum 4 Hay diversidad de dones, sent, idem autem Spiritus: pero uno mismo es el Espiritu. 5 et divisiones mlnlstratîo5 Hay diversidad de mintetenum sunt, idem autem Domi­ nos, pero uno mismo es el Sefior. nos: 6 et divisiones operationum sont, idem vero Deus, qui ope­ rator omnia in omnibus. 7 Unicuique autem datur ma­ nifestatio Spiritus ad utilita­ tem. 8 Alii quidem per Spiritum datur sermo sapientiae: alii au­ tem sermo scientiae secundum eundem Spiritum : 9 alteri fides in eodem Spi­ ritu: alii gratia sanitatum In ono Spiritu: 10 alii operatio virtutum, alii prophetia, alii discretio spiri­ tnum, alii genera linguarum, alii interpretatio sermonum. 9 · 11 Haec autem omnia opera­ tar onus atque idem Spirites dividens singulis prout vult. 6 Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. 7 Y a cada uno se le otorga la manifestaclôn del Espiritu para comûn utilidad. piritu la palabra de sabiduria; a otro la palabra de ciencia, segûn el mismo Espiritu; 9a otro fe en el mismo Espi­ ritu; a otro don de curaciones en el mismo Espiritu; 10a otro operaciones de milagros; a otro profecia, a otro dtecreciôn dé espiritus, a otro género de lenguas, a otro interpretaciôn de lenguas. 11 Todas estas cosas las obra el ûnico y mismo Espiritu, que distribuye a cada uno segùn quiere. 940 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. II. EVANGELIO (Le. X3.9-U) 9 Dijo también esta parâbola a algunos que confiaban mucho en si mismos teniéndose por jus­ tos y despre-ciaban a los demés. 10 Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo, el otro publicano. 11 El fariseo, en pie, oraba para si de esta manera: ;OhDios!, te doy gracias de que no soy como los demâs hombres, rapaces, injustos, adulteros, ni como este publicano. 12 Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de cuanto poseo. 13 El publicano se quedô allâ lejos y ni se atrevia a levantar los ojos al cielo. y heria su pecho diciendo: ;Oh Dios, oé propicio a ml, pecador! 14 Os digo que bajô éste justiflcado a su casa y no aquél. Porque el que se ensalza serâ humillado y el que se humilia serâ ensalzado. 9 Dixit autem et ad quos­ dam qui in se confidebant tanquam iusti, et aspernabantur ceteros, parabolam istam: 10Duo homines ascenderunt in templum nt orarent: unus pharlsaeus, et alter publicanus. 11 Pharlsaeus stans, haec apud se orabat: Deus gratias ago tibi, quia non sum sicut ceteri hominum: raptores, iniusti, adulteri: vel ut etiam hic pu­ blicanus. 12 leiuno bis in sabbato: de­ cimas do omnium, quae pos­ sideo. 13 Et publicanus a longe stans, nolebat nec oculos ad caelum levare: sed percutiebat pectus suum, dicens: Deus pro­ pitius esto mihi peccatori. 14 Dico vobis, descendit hic instiflcatus in domum suam ab illo, quia omnis, qui se exaltat, humiliabitur: et qui se humi­ liat, exaltabitur. ALGUNOS TEXTOS DE LA SAGRADA ESCRITURA SOBRE LA SOBERBIA Pueden utilizarse asi mismo para esta homilfa los textos escrituristicos sobre la humildad que se insertan en La palabra de Cristo, t.r, p.300307 ; los alusivoe a la honra y a la Gloria (cf. ibid., t.3 p ç.15-949) y los que se refieren a la oraciôn (cf. t.4 p.904-914). A) Castigo de la soberbia a) Contra los que hicieron la torre de Babel 5 Descendit autem Dominus 5 Bajô Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo I Dt videret civitatem et turrim qnam aedificabant filii Adam. los hijos de los hombres, 6 Et dixit: Ecce unns est po6 y se dijo: He aqui un pue­ blo uno, tienen todos una lengua] puius et mm est labium omsola. Se han propuesto esto y nibus: coeperuntque hoc facere, desistent a cogitationibus nada les impedirâ llevarlo a câbo. nec suis, donec eas opere com­ pleant. 7 Bajemos, pues, y confunda7 Venite igitur, descendamus, moa su lengua, de modo que no et confundamus ibi linguam eo­ rum ut non audiat unusquis­ se entiendan unos a otros. que vocem proximi sui (Gen. 11,5-7). SEC. I. b) TEXTOS SAGRAI>OS 941 La soberbia de Faraôn At Ille respondit: Quis est Dominus ut audiam vocem eius et dimittam Israel? Nescio Do­ minum et Israel non dimittam (Ex. 8,2). Reversaeque sunt aquae, et operuerunt currus et equites cuncti exercitus Pharaonls, qui sequentes ingressi fuerant ma­ re: nec unus quidem superfuit ex eis (Ex. 14,28). c) Pero el Faraôn respondiô: Y ;,quién es Yavé, para que yo le obedezca, dejando ir a Israel? No conozco a Yavé y no dejaré ir a Israel. Las a gu as al reunirse cubrieron carros, caballos y todo el ejército de Faraôn, que habian en­ trado en el mar en seguimiento de Israel, y no escapô uno solo. La de Goliat 42 Cumque inspexisset Phi­ listhaeus, et vidisset David, despexit eum. Erat enim adolescens, rufus, et pulcher as­ pectu. 48 Et dixit Philisthaeus ad David: Numquid ego canis sum, quod tu venis ad me cum bacu­ lo? Et maledixit Philisthaeus David in diis suis: 42 Mirô, viô a David y le de»preciô por muy joven, de blondo y bello rostro. ■ 43 Dijole, pues: i Créée que soy yo un perro para venir contra mi con un cayado? No, contestôle David; eres todavia peor que un perro. Maldijole el filisteo por sus dioses, Ven, que daré 44 dixitque ad David: Venl ad me, et dabo carnes tuas vo­ tus carnes a las aves del cielo y latilibus caeli, et bestiis terrae a las bestias del campo. <1 Key. 17,42-44). 48 Cum ergo surrexisset Phi­ 48 El fiHsteo se levantô, listhaeus, et veniret et appro­ puso en marcha y avanzô hacia pinquaret contra David, festi­ David. David echô a correr a lo navit David, et cucurrit ad largo del frente del ejército para pugnam ex adverso Philisthaci. 49 Et misit manum suam in peram, tulitque unum lapidem et fanda lecit, et circumducens percnssit Phillsthaeum in fron­ te: et infixus est lapis in fron­ te eius, et cecidit in faciem suam super terram. 50 Praevaluitque David ad­ versum Phillsthaeum, et tulit gladium eius, et eduxit eum de vagina sua: et interfecit eum. praeciditque caput eius. Viden­ tes autem Phillsthiim, quod mortnns esset fortissimus eo­ rum, fugerunt (1 Reg. 17,48-50). d) ir al encuentro del filisteo. 49 Metiô la mano en el zurrôn, sacô de él un chinarro y lo lanzô con la honda. El chinarro se clavô en la frente del filisteo, y éste cayô de bruces a tierra. 50 Corriô, parândose ante el filisteo, y, no teniendo espada en la mano, cogiô la de él eacéndola de la vaina. le maté y le cortô la cabeza. Viendo los filisteos muerto a su campeôn, pusiéronse en fuga. La de Senaquerîb 19 Dixitque ad eos R-absa19 Y el copero mayor le haces: Loquimini Ezechiae: Haec blô diciendo: Decid a Ezequias: dicit rex magnus, rex Assyrio­ Asi habia el rey grande, el rey rum: Quae est ista fiducia, qua de Asiria: i Qué confianzà es ésa niteris? que manifiestas? EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. & 20 Forsitan inisti consilium, 20 Crees tu que las nuevas palabras son prudencia y fuerza ut praepares te ad praelium? In quo contidis, ut audeas rebelpara la gu erra? ;En quién real- lare? (4 Reg. 18,19^20). mente confias para querer rebelarte contra mi? 35 Aquella misma noche saliô el ângel de Yavé e hiriô en el campamento de los asirios a cien­ to ochenta y cinco mil hombres; y al levantarse por la manana, todos eran muertos. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantô el campo y partiô. 36 Se volviô y se quedô en Ninive. 37Mientras estaba prosternado en el templo de Nisroe, su dios, Adramelec y Sarasar, sus hijos, le hirieron por la espalda y huyeron a la tierra de Ararat. Su hijo Asaradôn reinô en su lugar. e) 35 Factum est igitur in nocte ilia, venlt angeius Domini, et percussit in castris Assyrio­ rum centum octoginta quinque millia. Cumque diluculo sur re­ xisset, vidit omnia corpora mor­ tuorum: et recedens abiit. 36 Et reversus est Sennacherlb rex Assvrioriini et mansit in Ninive. 37 Cumque adoraret in tem­ plo Nesroch deum suum, Adramelech et Sarasar filii eius per­ cusserunt eum gladio, fugeruntque in terram Armeniorum, et regnavit Asarhaddon filius eius pro eo (4 Reg. 19,35-37). Castigo de Holofemes 6 Stetitque ludith ante lec­ 6 Se paro Judit ante el lecho, orando con lâgrimas y moviendo tum, orans cum laciymls, et la. biorum motu in silentio... en silencio los labios... 8 Y, acercândose a la columna dei lecho que estaba a la cabeza de Holofernes, descolgô de ella su alfanje. 9 Y, desenvainândolo, cogiô a Holofernes por los cabellos de su cabeza y dijo: Fortaléceme, Dios de Israel, en esta hora. 10 Y con toda su fuerza le hiriô dos veces en el cuello, cortAndole la cabeza. Envolviô el cuerpo en las ropas dei lecho, qui­ tô de las columnas el dosel y, cogiéndolo, saliô en seguida. f) 8 Et... accessit ad colum­ nam, quae erat ad caput lec­ tuli eius, et pugionem eius, qui in ea ligatus pendebat, exsolvit. 9 Cumque evaginasset illum, apprehendit comam capitis eius, et ait: Confirma me, Domine Deus, in hac hora. 10 Et percussit bis in cervi­ cem eius, et abscidit caput eius, et abstulit conopaeum eius a columnis et evolvit corpus eius truncum (ludith 13,6-10). De Nabucodonosor 28 Todavia estaba la palabra en su boca, cuando bajô del cielo una voz: Sabe, ;oh rey Nabuco­ donosor!, que te va a ser quitado el reino. 29 Te arrojarân de en medio de los hombres, morarâs con las bestias del campo y te darân a corner hierba, como a los bueyes. 28 Cumque sermo adhuc es­ set in ore regis, vox de caelo ruit: Tibi dicitur Nabucbodonosor rex: Regnum tuum transibit 29 Et ab hominibus elicient te, et cum bestiis et feris erit habitatio tua: foenum quasi foos comedes, et septem tempora nutabo ntnr super te, donec A I·*** TEXTOS SAGRADOS 943 »ctas quod dominetur Excelsus y pasarân sobre ti siete tiempos in regno hominum, et cuicum- hasta que sepas que el Altisimo que voluerit, det illud. 30 Eadem lior a sermo com­ pletus est super Nabuchodonosor, et ex hominibus abiectus est, et foenum ut bos comedit, et rore caeli corpus eius infec­ tum est: donec capilli eius in similitudinem aquilarum crescerent, et ungues eius quasi avium (Dan. 4,28-30). g) De Herodes Agripa 21 Statutu autem die, Herodes vestitus veste regia, sedit pro tribunali, et concionabatur ad eos. 22 Populus autem adama­ bat; Dei voces non hominis. 23 Confestim autem percus­ sit eum Angelus Domini, eo quod non dedisset honorem Deo: et consumptus a vermi­ bus, expiravit (Act. 12,21-23). B) es duefto del reino de loe hombres y se lo da a quien le place. 30 Al momento se cumpliô en Nabucodonos or la palabra: fué arrojado de en medio de los hom­ bres, y comiô hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapô del rocio del cielo, hasta que llegaron a crecerle los cabellos como plu­ mas de âguila y las ufias como las de las aves de rapifia. Cômo abate 21 El dia se&alado, Herodes, vestido de las vestiduras reales, se sentô en el estrado y les dirigiô la palabra. 22 Y el pueblo comenzô a gritar: Palabra de Dios y no de hombre. 23 Al instante le hiriô el ângel del Senor, por cuanto no habia glorificado a Dios, y comido de gusanos expirô. Dios el orgullo humano Superbum sequitur humilitas: La soberbia trae al hombre la et humilem spiritu suscipiet humillaciôn, pero el de humilde gloria (Prov. 29,23). corazôn serâ ensalzado. 51 Fecit potentiam 51 Desplegô el poder de su chio suo: dispersit superbos brazo y dispersé a los que se enmente cordis sui. grien con los pensamientos de su corazôn. 52 Derribé a los potentados de 52 Deposuit potentes de se­ de, et exaltavit humiles (Lc. sus tronos y ensalzô a los hu­ 1,51-52). mi Ides. Y tu, Cafamaum, ite levan ta­ exaltata, usque ad in- rés hasta el cielo? Hasta el indemergeris (Lc. 10,15). fiemo serâs abatida. Et tu, Capharnaum, usque ad caelum ternum Quia omnis qui se exaltat, Porque el que se ensalza serâ humiliabitur: et qui se humi­ humillado, y el que se humilia serâ liat, exaltabitur (Lc. 14,U). ensalzado. Omnes autem invicem humlTodos cenidos de humildad en litate Insinuate, quia Deus su- el trato mutuo, porque Dios resis­ perbis resistit, humilibus autem te a los soberbios y a los humildat gratiam (1 Petr. 5,5) .. EL FARISEO Y EL PUBLICANO. 1ΰ DESP. PENT. 17 Son éstoe fuentes sin agua, nubes empujad&s por el huraeân. a quienes estâ reservado el orco tenebroso. 18 Profiriendo palabras hin:·«· chadas de vanidad, atraen a los deseos carnales de aquellos que apenas se habian apartado de los que viven en el error. C) 17 111 sunt fontes sine aqua, et nebulae turbinibus exagita­ tae, quibus caligo tenebrarum reservatur. 18 Superba enim vanitatis loquentes, pelliciunt in desideriis carnis luxuriae eos, qui paulu­ lum effugiunt, qui in errore conversantur (2 Petr. 2,17-18). Aborrecimiento divino de la soberbia Oculos sublimes, linguam Ojoe altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre mendacem, et eum qui seminat inter fratres discordias (Prov. inocente. 6,17). Domum superborum demolie­ Asola Yavé la casa del soberDominus et firmos faciet bio y afirma los linderos de la tur terminos viduae (Prov. 15,25). viuda. Abominatio Domini est omnis Abominacion del Sefior es todo arrogante: aunque estuviere mano arrogans: etiam si manus ad manum fuerit, non est inno­ sobre mano, no eg inocente. cens. Initium viae bonae, facere El principio del camino bueno : accepta est autem es hacer justicia, porque delante | Deum magis, quam im­ de Dios es mâs acepta que ofre- apud molare hostias (Prov. 16,5-6). cer victimas. Erunt homines se ipsos aman­ Porque habrâ hombres egoistas, tes, cupidi, elati, superbi, blasavaros, altivos, orgullosos, maldi- phemi, parentibus non obediencientes, rebeldes a los pobres, in­ tes, Ingrati scelesti... (2 Tlm. ·Σ·Μ 3Λ. gratos, impios... D) SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 945 tibi: Ascende huc; quam ut hu­ milieris coram principe (Prov. ‘25,6-7). "Sube aeâ”, que tener que cedit tu puesto a otro mâs grande. Quoniam initium omnis pec­ cati est superbia; qui tenuerit illam adimplebitur maledictis, et subvertet eum in finem (Eccli. 10,15). Porque el pecado es el principio de la soberbia, y la fuente que le alimenta mana maldades. 20 Bien, por su incredulidad 20 Bene: propter incredulita­ tem fracti sunt. Tu autem fide fueron desgajados, y tû por la fe stas: noli altum sa-pere, sed estâs en pie. No te engrias, antea time. terne. 21 Si enim Deus naturalibus 21 Porque, si Dios no perdonô ramis non pepercit: ne forte a las ramas naturales, tampoco a nec tibi parcat (Bom. 11,20-21). tl te perdonarâ. Hi sunt murmuratores queru­ Estos son murmuradores, quelosi, secundum desideria sua rellosos, que viven segûn sus pa­ ambulantes, et os eorum loqui­ siones, cuya boca habia con eotur superba, mirantes personas berbia, que por interés fingen quaestus causa (ludae 16) admirar a las personas. CONSEJOS CONTRA LA ALTANERÏA Y LA PRESUNCIÔN Y no te ensoberbezcas en tu co­ razôn ni desprecies a los hijos e hijas de tu pueblo, rehusando tomar de ellas mujer, porque en el orgullo estâ la perdiciôn y el deeorden. Superbiam nunquam in tuo sensu, aut in tuo verbo domi­ nari permittas: in ipsa enim initium sumpsit omnis perditio (Tob. 4,14). Ubi fuerit superbia ibi erit et Detrâs de la soberbia viene la ubi autem est hu­ deshonra, con la modestia va la contumelia: militas, ibi et sapientia (Prov. sabiduria. 11,2). La soberbia siempre contiendas Inter superbos semper ocasiona; pero es sabio quien sunt: qui autem agunt omnia cum consilio, reguntur sapien­ toma consejo. tia (Prov. 13,10). 6 No te al abes en presen ci a β Ne gloriosus appareas co­ dei rey y no te sientes en la silla ram rege, et in loco magnorum ne steteris. de los grandes. < Melius est enim ut dicatur Pues mejor es que te digan: 4·*^ ·* COME,NTARIOS GENERALES SECCION II. 947 COMEN TARI OS GENERALES judio y el gentil I. SITUACION UTURGICA A) La fiesta de San Lorenzo La fiesta de San Lorenzo, celebrada en Roma con el mâximo esplendor desde el siglo iv, diô origen a un pequefio cielo litûrgico de siete semanas antes y después de la fiesta de San Lorenzo. Recuérdese cômo existia también otro cielo parecido, sôlo que mâs breve, en torno a la fiesta de San Pedro y San Pablo. Pero, asi como en éste se adivinaba en los textos la influencia de la fiesta de los apôsto­ les, en la de San Lorenzo no aparece alusiôn alguna al santo mârtir ni présenta caractères especiales la litnrgia de los domingos que la forman. B) Dos tipos de cristianos y de piedad En la parâbola del fariseo y publicano, que se lee en el domingo décimo de Pentecostés, aparecen dos tipos de cristianos : el soberbio y el humilde. Y dos tipos distintos de piedad : la orgullosa y la humilde. La primera, falsa ; la segunda, verdadera. Segûn este sen­ tido individual, no hay dificultad en admitir una relaciôn de la epis­ tola con el evangelio, ya que en aquélla se présenta como el funda­ mento de la humildad, que el evangelio recomienda. En efecto, segûn San Pablo en el pasaje epistolar de hoy, todo en nosotros lo obra el Espiritu, que derrama sus dones en diferente calidad y medida sobre cuantos formamos el Cuerpo mistico de Cristo, hasta el hecho de que «nadie puede decir Sefior Jesûs si no es en el Espiritu». C) Las oraciones Perfumadas de humildad van las très oraciones, a cuâl mâs beUa. Particular interés tiene la colecta, en la que nos acogemos a la mise­ ricordia del Sefior. Si se tiene présente que el fundamento de la mi­ sericordia es la miseria, fâcilmente se comprenderâ que sôlo un corazôn humilde puede decir con verdad la oraciôn colecta de hoy. Los cantos mâs bien reflejan la confianza en el Sefior, que, si bien es distinto de la humildad, ha de ir inseparablemente unido con ella. Dom Gueranguer aplica la parâbola a dos tipos de pueblos : el judio y el gentil. Es muy corricnte en Dom Gueranguer esta tenden­ da. Haciendo el comentario de este domingo, dice que pocos textos evangélicos tan. propios como éste para colocarlo después del de la caida de Jerusalén, que se leia en el pasado domingo, porque el ori­ gen remoto de tal ruina hay que buscarle en la soberbia del pueblo judio. La explicaciôn de Dom Gueranguer la fundamenta en un texto de Beda el Venerable : «El fariseo es el pueblo judio, que se gloria de sus méritas y del cumplimiento de la ley. El publicano es el gentil, que permanece lejos de Dios Uorando sus pecados. El orguUo de uno hace que se aparté abatido ; el otro, levantado por sus gemidos, se merece una alabanza. De estos dos pueblos, como de todo humilde y todo soberbio, estâ escrito en otro lugar : ”E1 engreimieuto del corazôn precede a la ruina, y la humillaciôn del hom­ bre, a su elevaciôn en la gloria”». Quizâs esta interpretaciôn sea menos prâctica. Puede, no obstan­ te, dar pie para presentar en la historia de dos pueblos, el judio y el gentil, la realizaciôn de las palabras con que el Sefior cierra la parâbola del fariseo y el publicano : El que se ensalza serâ hutnillado y el que se humilia serâ ensalzado. Π. APUNTES EXEGETICO-MORALES A) a) Epistola Ocasiôn y argumento 1. La consulta de los cristianos de Corinto Entre las consultas propuestas a San Pablo por los cristianos de Corinto figuraba una sobre la importancia de los carismas y sus relaciones mutuas. Se desprende muy claramente de los escritos pauliuos que en Corinto abundaban estas manifestaciones sobrenaturales de la primitiva Iglesia, pero que muchos de los que las disfrutaban se engreian côn sus poderes milagrosos y menospreciaban no sôlo a quienes no los tenian, sino a los que disfrutaban otros dones del Es­ piritu Santo que ellos suponîan inferiores. Entre todos ellos, los cristianos primerizos se entusiasmaban con el don de lenguas, que era precisamente el menos ûtil de todos. Es dificil explicar en qué consistian los carismas, y todo cuanto se escribe no suele pasar de hipôtesis. Jesucristo, al subir al cielo, anunciô a los suyos que expulsarian demonios, hablarian lenguas nuevas y convertirian en inofensivos los venenos, promesas que comenzaron a realizarse inmediatamente después, apenas hubo descendido el Espiritu Santo sobre los apôstoles. Antes de que comenzaran su predicaciôn, ya que ésta no se describe hasta el capitulo 2, versiculo 14, de los Hechos de los 948 £L FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. Apôstoles, éstos cantaban la gloria de Dios en varias lenguas (Act. 2,ni. Cosa parecida les ocurria a los deles de Samaria (Act. 8,6), de Cesarea (ibid., 10,46), a los ancianos de Efeso (ibid., 19,6), etc. 2. Son veinte los carismas Sobre los carismas, y aparté de nuestros textos, que no constituyen una verdadera clasificaciôn, como veremos luego, existen cuatro listas: una que comprende nuevos dones (1 Cor. 12,8-10), otra que comprende ocho (ibid., 12,28-30), otra siete (Rom. 12,6-8), y la ùltima, cinco (Eph. 4,11), con un total de veintinueve. Ahora bien, si se tachan aquellos que figuran repetidos en las cuatro listas, quedan reducidos a unos veinte, diez de los cuales parecen destinados a la instrucciôn de los fieles, seis a aliviar las necesidades corporales y cua­ tro a gobernar la Iglesia. 3. Definiciôn de carisma Puesto que San Juan Crisôstomo, tan versado como era en la teologfa paulina, confiesa su ignorancia, no pretendemos nosotros ir mncho mâs alla que el Santo Padre. Contentémonos con reproducer la definiciôn corriente : es un don gratuito, sobrenatural y pasajero, conferido en atenciôn al bien comûn para la edificaciôn del Cuerpo mîstico de la Iglesia. r.° Gratuito No como la gracia, sino en cuanto que es del todo independiente del mérito, aunque se puede pedir y esperar (1 Cor. 14,13). Es completamente gratuito, porque no es necesario para la santificaciôn, razôn por la cual el Espiritu Santo lo da a quien quiere y como quiere (1 Cor. 12,11). 2.0 Sobrenatural No en el sentido de que nos eleve al orden sobrenatural, sino en el de que procede de una operaciôn extraordinaria del Espiritu Santo que supera toda aptitud natural. 3.0 Pasajero Porque no es como la gracia santificante, sino un mero impulso temporal, desaparecido el cual, el mismo que disfruta de los carismas no puede utilizarlos. No se parece, pues, en nada a las virtudes teologales. 4.0 En atenciôn al bien conitin Como establece taxativamente San Pablo (1 Cor. 12,7). Esta es quizâ la diferencia especifica de los carismas, porque, en tanto que las gracias y virtudes se conceden primariamente para el bien de quien las recibe, los carismas, como el poder de hacer milagros, se otorgan en beneficio de la comunidad que los ve. Quien los disfruta puede utilizarlos para su propia santificaciôn, pero no es ése su fin principal. De aqui que su importancia se mida por el bien que re­ porta a la colectividad, y, por lo mismo, la glosolalia o don de len­ guas, que era el que mâs maravillaba a los de Corinto, sea el mâs inûtil, puesto que consistia en hablar lenguas que los oyentes no entendian. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 949 San Pablo en nuestros textos tiende a hacernos ver que es una locura pretender enorgullecernos y ser superiores a los demâs basândonos en unos carismas cuyo fin es fomentar el bien comûn y la aridad, a la que llamarâ después reina no sôlo de los carismas, sino de las virtudes, que les son en todo superiores. b) Los textos 1. Cuando erais gentiles Parece ser que San Pablo quiere establecer taxativamente la diïerencia entre los fenômenos que se presentaban en los ritos misteriosos de la iniciaciôn gentil y los carismas cristianos. Cuando eran gentiles, también sentian impulsos que los arrastraban hacia sus idolos mudos, que les hacian prorrumpir en gritos y en fenômenos demoniacos. Todo lo que ocurre en la religiôu cristiana tiene que ser :nuy distinto de aquellas sacrilegas extravagancias. 2. Nadie, hablando en el Espiritu de Dios... Quiere San Pablo establecer un criterio que distinga de una vez el carisma verdadero dei falso. Parece ser que existian, ciertamente, entre los mismos cristianos algunas manifestaciones carismâticas que no se debian al Espiritu Santo, sino al demonio, ya que eran resi­ duos de su antigua formaciôn pagana o intentos satânicos de desvirtuar el cristianismo. Uno de los efectos del poder de discernir los «spiritus consistia precisamente en distinguir esta clase de carismas. qCômo encontrar una regia o criterio positivo para distinguir los verdaderos de los falsos carismas? San Pablo, notémoslo bien, no pretende ofrecernos una piedra de toque ûtil para todos los tiempos y lugares. En cada una de las épocas, perturbadas por discusiones religiosas, ha existido una fôrmula que es el santo y sefia de los ortodoxos : el homousios en los tiempos de Arrio, el mérito de las obras en los de Lutero, la gracia suficiente en los de Jansenio. Para San Juan, el dividir o no dividir a Cristo es el schibboleth de la ortodoxia, porque todos los herejes de su tiempo o negaban la humanidad de Cristo, o rechazaban su divinidad, o no reconocian entre ambas mâs que una uniôn accidentai. Para San Pablo, todo estriba en la supremacia de Jesucristo. Confesar que Jesûs es el Senor constituye una profesiôn resumida de fe y un compendio del «Credo», porque équivale a confesar que es el Mesias, el Hijo de Dios y Dios» (cf. Prat, Teologta de San Pablo, 1.2 c.i a.4 [Paris 1913] » ed. t.2 p.113). 6. Este parece ser el sentido dei versiculo 3 : Todo el que diga: Jésus sea anatemizado, esto es, desaparezca, habia en nombre del diablo, y el que diga que Jesûs es el Senor, habia en nombre del Espiritu. 3. Hay diversidad de dones La palabra diversidad no significa en griego divisiôn en grupos, sino que, de acuerdo con la otra de distribuye dei versiculo 11, in­ dica las distintas y libres dispensaciones del Espiritu Santo. En los versiculos 4 al 6 se agrupan estas dispensaciones en très clases : unas, Hamadas dones y concedidas por el Espiritu Santo ; otras, ministerios, conferidas por el Senor, y otras, operaciones, con- <■ L * F · EL FARISEO Y EL PUBLICANO. ΙΟ DESP. PENT. feridas por el Padre. No parece que sean distintas clases de dones, por lo cnal estos versiculos no figuran entre las distintas clasificaciones de los carismas, sino mâs bien parece que San Pablo clasifica aqui los mismos fenôraenos, segûn que los apropie a una u otra de las personas de la Santisima Trinidad. Considerados como favores gratuitos, se refieren al Espiritu Santo, Dios, que se comunica a si mismo, en tanto que los ministerios se apropian a Cristo, el Rey y Jefe de la Iglesia, y las operaciones u obras de energia y poder, al Padre, a quien se considera como fuente del ser y de la fuerza. 4. A cada uno se le otorga la manifestaclôn En este versiculo se supone una idea : que todos estos dones proceden del Espiritu Santo, lo cual es muy compatible con la triple atribuciôn, si se entiende la doctrina trinitaria de las obras ad extra. Y otra idea se manifiesta claramente, a saber, que el Espiritu Santo los otorga para comün utilidad. 5. Palabra de sabiduria, palabra de... Tenemos aqui una de las enumeraciones de los distintos dones del Espiritu Santo, recalcando siempre la santidad de su origen para que desaparezca toda clase de celos. £ 1. ° Palabras de sabiduria y palabras de ciencia Por ser palabras, se entiende que San Pablo se refiere aqui a la predicaciôn, en tanto que la sabiduria parece referirse a la explicaciôn de las mâs hondas verdades sobre los planes de Dios, mientras que la ciencia se concreta a los métodos prâcticos de ensefiar los puntos mâs fâciles (cf. 28,29). Y es de notât que^Zu palabra de sabi­ duria es conectada directamente con el Espiritu Santo, puesto que se dice le es dada por el Espiritu la palabra de sabiduria, mientras que en la de ciencia se insiste entre la conexiôn de las dotes, dispo­ sitiones y estados humanos con la inspiraciôn de la tercera persona : Palabra de ciencia segûn el mismo Espiritu. 2. ° La /e en el mismo Espiritu Debe referirse a aquella fe maravillosa capaz de transportât las montanas y que de una u otra forma debe manifestarse su robustez. 3.0 El don de curaclones Es fâcil de entender, asi como el de obrar milagros que no fue­ sen pretisamente los de curar enfermos. 4.0 La profecla. No consistia en adivinar el futuro, sino en cierta unciôn y fuerza de la palabra para convencer, edificar, exhortar y consolar (1 Cor. 14,3). 5. ® La discreciôn de espiritus Es una especie de sabor espiritual quz hacia distinguir fâcilmente la verdadera doctrina y los carismas genuinos. 6. ° El don de lenguas y la interpretaciôn de lenguas Se completaban mutuamente. El que ténia don de lenguas solia prorrumpir en orationes y alabanzas entusiâsticas de Dios, proferidas, segûn muchos autores, en estado de trance y en lenguas des- Z--·.—- SEC. 2. COM^NTARIOS GENERALES Ô51 eonocidas totalniente por él y generalmente por los oyentes, lo cual exigfa que hubiera otro que tuviese el don de interpretarlas. Ya sabeuios que San Pablo no era muy amigo de este don, del cual decia que, si no se sujetaba a cierto método, podia convertir las reuniones Je los cristianos en una casa de locos. 6. Todas estas cosas las obra el ùnico y mismo Espiritu Esto es precisamente lo que intenta inculcar San Pablo : que el origen de todos estos dones es el Espiritu Santo, por lo cual todos son igualmente dignos, y que, ademâs, el Espiritu Santo los distribuye segûn quiere. De donde se deduce que no hay lugar a en• greimiento alguno, puesto que no se deben al mérito propio, y todos deben emplearse en modificar el Cuerpo de Cristo, de quien somos 'miembros; doctrina sobre la que se extiende en los versiculos siguientes, desde el 12 hasta el 31, que termina el capitulo para dar lugar al siguiente, en el que hace ver que ninguno de estos dones sirve para nada si no se posee a la que es reina de las virtudes, la caridad. c) Apucaciones El centro del pensamiento paulino consiste en el espiritu de servicio y ausencia de todo egoismo de los hermanos entre si y de todos en beneficio de la Iglesia. En nuestros tiempos han desaparecido los carismas, pero ciertamente que no todos disfrutamos de las mismas gracias naturales 0 sobrenaturales. Una obligaciôn negativa, la de no creernos supe­ riores a los demâs ; otra positiva y muy cristiana, la de reunirnos todos al servicio del Cuerpo de Cristo y de nuestros hermanos. Para nuestra propia confusiôn, debemos observar y maravillarnos de cômo en los mismos albores de la Iglesia, ya los cristianos, con una especie de nueva simonia, utilizaban los dones del Espiritu San­ to para engreirse y medrar, por lo menos en el aprecio ajeno. Exagerado es San Jerônimo, pero mucho tienen de verdad sus quejas contra las autoridades de aquella Iglesia que acaba de salir de las catacumbas y de lavarse con la sangre de los mârtires. Asombra y contrista ver a los obispos arrianos codeândose con los que aûn conservaban en su cuerpo las cicatrices del martirio. **%.■ 960 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. Io DESP. PENT. SEC. 3- C) La humildad y el perdôn de los pecados San Juan Crisôstomo expone cinco modos de conseguir el perdôn de los pecados. a) El primer modo es confesarlos “Eres pecador, no decaiga tu ânimo, entra y busca la penitencia. Pecaste; dile a Dios: He pecado. i Tanto trabajo te cuesta? ; Tantas vueltas hay que dar? iSupone algùn cansancio? ;Tan dificil es proferir esta palabra: He pecado? Aun cuando tû no te confieses pecador, idejaria el demonio de acusarte de ello? Preocûpate tû de qui tarie eu cargo, que no es otro sino el de acusar. i Por qué, pues, no te adelantas a él, confiesas tus pecados y purgas tu delito, sabiendo que tienes encima de ti una clase tal de enemigo y de acusador? ^Has pecado? Pues entra en la Iglesia y dile a Dios: Pequé. No te pide ninguna otra cosa. La Sagrada Escritura dice: Habia tû para justificarte (Is. 43,26). Di tus pecados para borrar tus pecados”. Me •diras que Caïn confesô su pecado y no fué perdonado. Si, lo confesô, pero excusândose e incluso creyendo que no se podria perdonar después de que fué argüido de él (cf. De paenitentia: PG 27,283). b) El segundo, las lâgrimas El segundo medio consiste en las lâgrimas, como las llorô Acab el impio, como las lloraron los ninivitas (cf. ibid., 3,287). c) El tercero, la humildad “Aqui tienes ahora el tercer camino de penitencia..., la humildad. Sé humilde y romperâs la cadena de los pecados. La Escritura te lo demuestra con la lecciôn aquella dei pu­ blicano y del fariseo. Subian, dice, al templo de Jerusalén para orar un fariseo y un publicano, y el fariseo comenzô a enumerar sus virtudes. No soy, decia, un pecador como todo el mundo ni como ese publicano. jOh aima infiel y desgraciada! Ya has condenado a todo el mundo y todavia afliges a ese prôjimo tuyo. ;No te ha bastado todo el mundo, que aun quieres condenar al publicano? Vituperas a todos y no perdonas ni a uno siquiera. Yo no soy como todo el mundo ni como ese publicano, porque ayuno dos veces en semana, pago los diezmos sobre lo que poseo, doy a los pobres. Palabras de arrogancia son las que pronuncias. Hom- , I SS. l'ADKLS. CRISÔSTOMO 961 bre infiel, ya que has condenado al orbe entero, 2, por qué afliges también a ese tu prôjimo y publicano? iQué hace el publicano? Pues, oyendo todo aquello, no contesté: ‘7Y tu quién eres para echârmelo asî en cara? ;Por donde conoces mi vida? No has hablado conmigo, no has vivido conmigo, no has pasado tu vida conmigo, pues ;por qué te ensoberbeces? '6 Quién demuestra y atestigua tus buenas obras?”... Nada de esto dijo, sino que inclinaba su cabeza a tierra adorando al Sefior y diciendo: Sème propicio a mi, que soy un pecador, y precisamente porque oraba con humildad fué justificado. El fariseo bajô dei templo después de haber perdido su justicia, y el publicano después de haberla conseguido, y asî las palabras pudieron mâs que las obras, porque el uno perdié la justicia de sus obras, y el otro, con las palabras de su humildad, la adquiriô. Y eso que ni aun siquiera podemos decir que fué humilde, puesto que la humildad consiste en rebajarse siendo grande, y lo que hizo el publicano no fué obra de humildad, sino de ver­ dad, puesto que sus palabras eran ciertas, ya que él era un pecador”. d) La humildad de Pablo “iQuieres saber cômo es el humilde? Mira a Pablo, que lo era de verdad; a Pablo, doctor del orbe de la tierra, orador espiritual, vaso de eleccién, puerto tranquilo, torre inconcusa, de cuerpo desmedrado, pero que rodeô la tierra como si tuviera alas. Mira qué humilde y modestam ente sentia de si mismo, necio y filésofo, necesitado y rico. A ése si que podemos llamarle humilde, a ese que, después de haber llevado a cabo innumerables trabajos y arrancado al demonio miles de trofeos, predicaba y decia: La gracia que me confiriô no ha sido estéril, antes he trabajado mâs que todos. Ese que padecié prisiones, heridas y azotes; que compré el mundo entero con sus cârceles, que fué llamado con una voz celestial, ése si que era humilde, cuando exclamaba: Soy el menor de los apôstoles y no soy digno de ser llamado apôstol (1 Cor. 15,9). ^Ves la grandeza de la hu­ mildad? iVes qué humildemente sentia San Pablo de si mismo cuando se llamaba el mâs pequeno de todos? La hu­ mildad consiste en rebajarse a todos y llamarse el mâs pequefio. Piensa quién era el que decia aquellas palabras: Pablo, ciudadano del cielo, columna de la Iglesia, ângel te­ rrestre y hombre celestial. Pero no nos separemos demasiado de nuestro argumento. El fin de nuestro discurso era demostraros que en la humil­ dad consiste el tercer medio de penitencia, que el publicano La palabra de Crlsto 6 962 EL FARISEO V EL PUBLICANO. I> DESP. PENT. no se rebajô mâs de lo justo, sino que confesô la verdad al manifestar sus pecados, y que consiguiô adquirir la justicia no cuando contaba sus dineros ni recorria a pie los cami­ nos..., sino con las obras de humildad, que le merecieron el reino de los cielos” (ibid., 4-5,289). D) Orar con humildad "Para atraer a Dios basta lo siguiente: tristeza, lâgri­ mas, gemidos, apartarse de los malos y temer y horrorizarse ante la sentencia. En otro lugar dice: Tu, en la angustia, me salvas (Ps. 4,1). Dios nos escucha: primero, porque somos dignos de recibir; segundo, porque oramos segûn El lo man­ da; tercero, porque oramos asiduamente; cuarto, porque no pedimos nada de lo que se refiere a esta vida; quinto, porque pedimos lo que es ûtil... Mirad cuântos son oîdos en esta forma: Cornelio, por su vida (Act. 10,4); la si rofenisa, por su constancia (Mt. 15,28) ; Salomon, porque no pidiô ni di­ nero ni la vida de sus enemigos (3 Reg. 3,11), y el publi­ cano, por su humildad. Lo mismo que muchos son oîdos por esto, también hay otros que, aun siendo justos, no reciben lo que piden. îQuién mâs justo que Pablo? Y, sin embargo, porque pidiô lo que no era ûtil, no fué oido. Le bastaba la gracia de Dios, como se le contestô (2 Cor. 12,8-9). Π. SAN AGUSTIN En torno a la parâbola A) La parâbola a) 1. Exposiciôn Diferencia entre el fariseo y el publicano “Busca en sus palabras qué es lo que pide a Dios, y no lo encontrarâs. Subiô a orar y no quiso rogar a Dios, sino alabarse a si mismo. Pobre cosa es alabarse en vez de rogar a Dios, y le afiade todavia el menosprecio al que oraba. Un publicano estaba lejos y, sin embargo, se habia acercado a Dios. Su conciencia le movia, su piedad le despertaba; el publicano estaba lejos, pero Dios le miraba muy de cerca. Alto es Dios y mira a los humildes. Muy de lejos conoce a SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 963 los soberbios como aquel fariseo. Desde lejos conoce a los altivos (Ps. 137,6), pero no los reconoce. Oye todavia la humildad dei publicano: es poco colocarse lejos. Y no levantaba los ojos al cielo; para ser mirado no miraba. No se atrevia a mirar hacia arriba; le oprimia la conciencia, la esperanza le animaba. Oye todavia: Golpeaba su pecho. El mismo se castiga, y por eso Dios le perdonaba. Golpeaba su pecho y decia: Seûor, compadécete de mi, que soy un pecador. Ahi tienes cômo pide. 4 Serâ maravilla que Dios le reconozca, cuando él mismo se conoce?” ?. La sentencia del Sefior “Habéis visto ya la diversidad existente entre el fariseo y el publicano, escuchad ahora la sentencia. Habéis oido al soberbio acusador y al reo humilde; oid ahora al juez: En verdad, en verdad, dice la Verdad, dice el Juez, en verdad, en verdad que el publicano volviô a su casa justificado, mas no el otro. Senor, explicame la causa. Veo cômo un publi­ cano baja dei templo justificado y no asi el fariseo, y te preguntô por qué. Oyeme: Porque el que se ensalza sera humiUado y el que se humilia serâ ensalzado. Ya bas oido la sentencia, precâvete de la mala causa. Te lo diré de otra forma: Has oido la sentencia, precâvete de la soberbia”. 3. El error de los pelagian os “Vean, .pues, y oigan esos impiamente gârrulos que presumen de sus fuerzas y dicen: Dios me hizo hom­ bre, pero yo soy el que me hago justo. jOh malicia mâs detestable que la del fariseo! Aquel fariseo ciertamente se llamaba justo, pero, sin embargo, daba de ello gracias a Dios..., y, no obstante, fué reprendido por soberbio, no por dar gracias a Dios, sino porque creia que no necesitaba se le afiadiese nada al que ya ténia. Te doy gracias, decia, porque no soy como los demâs hombres, que son unos injustos. Luego tû eres justo, luego no pides ya nada, luego estas lleno, luego no es una tentaciôn la vida humana sobre la tierra, luego abundas, luego ya no necesitas decir: Perdônanos nuestras deudas. 4 Qué hacen, pues, esos que niegan impiamente las gracias si ven que se reprende incluso al que da gracias con soberbia?” (cf. Serm. 115,2: BAC, Obras completas de San Agustin t.7 p.509). b) Tres actos de humildad 1. La actitud del hombre soberbio “En tanto que se cava el impio la fosa (Ps. 93,13). ;Quién es este impio? ^Acaso un hombre solo? No. 4 Quién, 4 il· t EL FARISEO V EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. pues? Todo el género humano de los pecadores, de los soberbios, puesto que antes habia dicho: Da a los soberbios su merecido (ibid., 2). Pecador habia sido el publicano, que, con los ojos derramados en tierra, golpeaba su pecho diciendo: Apiâdate de mi, Senor, que soy un pecador, y, sin embargo, por no ser soberbio, Dios, que da su castigo a los tales, no le préparé la fosa que prépara para ellos. Luego cuando dice: En tanto que se cava para el impio la fosa, entiende que se trata de los soberbios. Quién es el sober­ bio? El que no hace penitencia confesando sus pecados para curarse por medio de la humildad. 4Quién es el soberbio? El que lo poco bueno que posee se lo atribuye a si mismo, menosprcciando la misericordia divina. Quién es soberbio? El que, aunque atribuye a Dios lo que Dios le diô, sin em­ bargo, insulta a los que no lo recibieron y se coloca por encima de ellos”. La penitencia y la aociôn de gracias “Porque aquel fariseo dijo: Te doy gracias, y no dijo: Yo lo hago. Daba gracias a Dios por su obra, y, por lo tanto, entendia que obraba el bien y que lo hacia gracias a Dios. 4 Por qué fué condenado? Porque insultaba al publi­ cano. Atiende bien para entenderlo perfectam ente. Todo hombre 0 mujer debe hacer una penitencia saludable, pero una penitencia que sirva para corregirse y no para burlarse de Dios. Cuando después de esta penitencia haya comenzado ya a vivir bien, debe meditar hondamente, no sea que se atribuya a sus propias fuerzas lo que pudiera tener de bue­ no, y dar gracias a Aquel de quien ha recibido el poder vivir santamente, a Aquel que le llamô e iluminô. 4 Y con esto queda terminada la obra? Ni mucho menos, todavia le falta no ensoberbecerse ni compararse con los que no viven como él. El que obra, como digo, viva seguro, porque no sufrirâ aquel castigo del que se dijo: Da a los soberbios su merecido, porque él no figura entre aquellos para quienes se prépara la fosa. Mirad, si no, aquel que decia: Te doy gracias porque no soy como los demâs hombres, injustos, rapaces, adulte­ ros, como ese publicano; mirad y ved cômo se engrie al decir no soy como ese publicano; en cambio, el otro, con su ry; uno era soberbio en rostro curvado, golpeaba su pecho. El sus buenas obras; el otro, humilde en sus malos hechos. Y observadlo, hermanos; gùstale mâs a Dios la humildad en los hechos malos que la soberbia en las obras buenas. Asi odia Dios a los soberbios”. SEC. 3. 3. SS. PADRES. SAN AGUSIÎN 965 La doctrina cristiana sobre las buenas obras “Hermanos niios, no es solo aqui donde Cristo nos ensefia la humildad, porque ademâs Dios se hizo hombre; ésta es la humildad que desagrada a los paganos y por la cual nos injurian. iQué Dios es ese que honrâis que puede nacer? iQué Dios es ese que fué crucificado? La humildad de Cristo desagrada a los soberbios. Si a ti, cristiano, te agrada, imitala, y si la imitas, no te costarâ trabajo, puesto que El dice: Venid a mi todos los que trabajàis y estais carga- dos y aprended de mi, que soy 'manso y humilde de corazôn (Mt. 11,28-29). Tal es la dôctrina cristiana. Nadie obra el bien si no es por la gracia de Dios. Lo que el hombre hace de malo es suyo; lo que hace de bueno lo debe a Dios. Cuando comienza a obrar el bien, no lo atribuya a si mismo, y cuando sepa que no es suyo, que le dé gracias a Dios, que se lo ha dado. Y cuando sea justo, que no insulte al que no lo fuere ni se ensalce sobre él. La gracia de Dios no se ha agotado en ti y todavia sobra alguna para este pobre” 1. B) Todo hombre es pecador Habiendo expuesto en numerosos lugares de esta obra el pensamiento de San Agustin sobre la humildad y la universalidad del peca­ do, preferimos en esta ocasiôn extractar el libro 2.0 de la obra De peccatorum meritis et remissione. Es una obrita compuesta de tres li­ bros y dedicada a Marcelino, en la cual refuta los principales capitules del pelagianismo. En el libro 2.0 se enfrenta con la doctrina de esta secta sobre la posibilidad de que el hombre sea totalmente perfec­ to, como afirmaba Pelagio, y son notables no solo sus afirmaciones, sino su exposiciôn sobre las causas que mueven a pecar y sobre cômo ha de desarrollarse la perfecciôn humana (cf. BAC, Obras complétas, t.9 p.310 ss. ; PL 44,151-182). a) UTILIDAD PRACTICA DE LA CUESTIÔN “Voy a exponer en este libro, con la diligencia y facul­ tades que Cristo me concéda, si hay alguien que viva, o baya vivido, o pueda vivir en este mundo sin ningùn pecado, exception hecha de nuestro Mediador entre Dios y los hom­ bres, Cristo Jesus, que se entregô a si mismo para reden­ ciôn de todos” (cf. o.c., II 1,1). 1. Error pelagiano “El resolver esta cuestiôn sobre la vida del hombre y sobre si podemos vivir sin pecado alguno, nos es muy necesario en atenciôn a las oraciones que diariamente hemos de 1 Sobre los dos actœ de la humildad, a saber, reconocernos todos pecadores y Que todo lo hemos recibido de Dies, cf. La palabra de Cristo, t.i p.328 ss. SEC. 3. elevar. Porque hay algunos, confiados de tal forma en el libre albedrio de la voluntad humana, que piensan no necesitar ayuda alguna de Dios para no pecar, creyendo que esto ha sido concedido al arbitrio de nuestra naturaleza y libre voluntad; de donde se sigue, consecuentemente, que no tenemos por qué rezar pidiendo no entrar en tentaciôn, esto es, no ser vencidos por ella” (cf. o.c., 2). “Les parece decir una agudeza, como si hubiese alguien entre nosotros que lo ignorara, afirmando “que, si no queremos, no pecamos y que Dios no hubiese mandado al hom• bre lo que seria imposible a su humana voluntad” ; pero lo que ellos no ven es que, para veneer en algunas ocasiones en las que o se desea malamente o se terne malamente, es necesario emplear todas las fuerzas de la voluntad, y que el profeta previô que nosotros no habiamos de utilizarlas perfeetamente, por lo cual pudo anunciar con toda verdad que ante ti no hay nadie justo (Ps. 142,2). Previendo nuestro Senor que habiamos de ser asi, se dignô darnos y hacer vâlidos algunos remedios saludables contra el reato y cadenas de los pecados postbautismales, a saber, las obras de misericordia: Perdonad y se os perdonard, dad y se os dard (Lc. 6,37-38)... Sin misericordia serâ juzgado el que no use misericordia. La misericordia avent a ja al juicio (lac. 2,13)” (cf. o.c., 3). “Cuando el nifio se bautiza, queda la concupiscencia como una ley de pecado en los miembros de este cuerpo de muer­ te, libre, si, de la culpa, pero dejada alli para que luche”. Continûa diciendo que la concupiscencia en si misma no es pecado, pero nos inclina a cometerlo, por lo cual debemos pedir que nos ayude Dios en la lucha y nos libre de ella. ■“Resumamos, pues, todo en tres beneficios: Perdônanos cuando la concupiscencia nos arrebate; ayùdanos para que no nos arrebate; quita de nosotros esa concupiscencia”. 2. La doctrina catôlica “Dios no nos ayuda para pecar. Pero no podemos obrar justamente ni cumplir por completo los preceptos de su jusiticia si no somos ayudados por El. Asi como el ojo corporal no es ayudado por la luz para que cerrândose se separe de la misma, sino que es ayudado para que vea y no puede conseguirlo tampoco sin su ayuda, asi también Dios, luz del hombre interior, ayuda a la mirada de nuestra mente para que obre el bien, no segûn nuestra justicia, sino segûn la suya. Si nos separamos de El, es cosa nuestra, y enton­ ces sabemos segûn la carne y consentimos en los placeres ilicitos de la concupiscencia carnal. Ayuda a los que se inclinan a El; abandons, a los que se separan. Pero también SS. PADRES. SAN AGUSTIN 967 nos ayuda para que nos inclinemos hacia El, cosa que no Heva a cabo la luz material con los ojos del cuerpo’* (cf. o.c., 5). “Lejos, pues, de nuestros oidos y de nuestro pensamiento todos esos que dicen que, una vez que hemos recibido la libre voluntad, no necesitamos pedir que Dios nos ayude para no caer en pecado. Ni aun siquiera aquel fariseo habia llegado a una ceguera parecida, porque aun cuando se equivoeô creyendo que su justicia no necesitaba aumentar en nada, que estaba ya saturado, sin embargo, daba gracias a Dios... Si, pues, fué condenado, ^qué no 1θ3 ocurrirâ a es­ tos otros que confiesan no tener una justicia plena y, no obs­ tante, presumen de alcanzarla por si mismos sin necesidad de pedirla a su Creador, granero suyo y fuente suya?” (cf. o.c., 6). b) CUATRO CUESTIONES “Una cuestiôn es saber si puede pecado); otra, saber si existe; otra, diendo existir, por qué no existe, y alguna vez algûn hombre que no (cf. o.c., 7). existir (un hombre sin saber, si no existe puotra, si podria éxistir tenga pecado alguna”' 1. Puede existir el hombre sin pecado “Si de estas cuatro preguntas me hacéis la primera, a saber, si puede vivir el hombre sin pecado en esta vida, confesaré que si mediante la gracia de Dios y su libre albe­ drio. Si lo negâsemos, derogariamos el libre albedrio delhombre y el poder de Dios y su misericordia, que estâ dispuesta a ayudarle” (ibid.). 2. No existe un hombre sin pecado “Si me dirigis la segunda preguntb, os contestaré que no creo que lo haya. Prefiero creer a la Sagrada Escritura, que nos dice: No entres en juicio con tu siervo, pues ante ti no hay nadie justo (Ps. 142,2), razôn por la cual necesi­ tamos de esa misericordia de Dios que aventaja al juicio, y de la que no disfrutarâ el que no haya sido misericor­ dioso... Y no se trata ya de un pecador, sino de cualquier eanto, porque palabra de los santos es aquélla: Si dijéra- mos que no tenemos pecado, nos enganariamos a nosotros mismos y la verdad no estaria en nosotros (1 lo. 1,8)” (cf. o.c., 8). 968 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. c) Perfeccion progressa 1. Renovaciôn paulatina “Y en cuanto a aquello que también estâ escrito de que quien ha nacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios esta en él (1 lo. 3,9), se engaûan muchos por estudiar poco las Sagradas Escrituras si lo entienden de otro modo”. La filiaciôn divina y la renovaciôn total se consiguen después de la resurrecciôn de los muertos, y entonces el hombre serâ impecable. Mientras tanto, vivimos en un camino de perfeccion, en el cual la perfeccion divina y nuestra naturaleza tendenciosa se entremezclan, porque, aunque es cierto que en el bautismo se consigne una total y plena remisiôn de los pecados, sin embargo, si el hombre se mudase también inmediata, completa y plenamente hacia la nueva vida etema (y no me refiero precisamente al cuerpo, el cual es manifiesto que tiende todavia hacia la antigua corrupciôn de la muerte y que serâ renovado en el fin, cuando en realidad sea todo nuevo, sino prescindiendo del cuerpo, a 1? mism^ alma del hombre interior y a su perfecta renovaciôn en el bautismo), no diria el Apôstol: Mientras nuestro hom­ bre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de dia en dia (2 Cor. 4,16)”. 2. Lo viejo y lo nuevo en el cristiano “En realidad, lo que se renueva de dia en dia no estâ renovado todavia del todo, y en tanto en cuanto no estâ renovado, en tanto permanece todavia en su antiguo estado. Por lo tanto, en cuanto a aquello que permanece en su vetustez, es hijo dei siglo aun cuando esté ya bautizado. Y en cuanto a aquello que es ya nuevo, esto es, en cuanto a la plena y perfecta remisiôn de sus pecados y en cuanto a que suba espiritualmente y obre con costumbres convenientes, es hijo de Dios. Nos hemos despojado interiormente del hombre viejo y nos hemos revestido del nuevo, porque ya hemos abandonado la mentira y obramos la verdad, y llevamos a cabo todas aquellas obras que indica San Pablo cuando nos explica qué es despojarnos del hombre viejo y revestirnos del nuevo, que ha sido creado por Dios en justicia y en la santidad de la verdad (Eph. 4,22-24)” (o.c., 9). 3. La redenciôn total “Los fieles bautizados ya son amonestados continuamente para que lo ejecuten, y no necesitarian de tal amonestaciôn si en el bautismo hubiese sido todo completo. Una cosa, sin embargo, lo fué, y es que consiguiéramos nuestra salvaciôn, porque nos salvô mediante el lavatorio de la rege- i SEC. 3· SS. PADRES. SAN AGUSTIN 969 neraciôn (Tit. 3,5). Pero en otro lugar nos explica como se obra esta salvaciôn porque no solo ellas, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espiritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adoption, por la redenciôn de nuestro cuerpo. Porque en esperanza somos salvos; que la esperanza que se ve ya no es esperanza; por­ que lo que uno ve, &cômo esperarlo? Pero, si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos (Rom. 8,23-25). Cuan­ do llegue ese momento de la redenciôn incluso de nuestro cuerpo, entonces se obrarâ la adopciôn plena de los hijos. Ahora disfrutamos las primicias del Espiritu, por lo cual en realidad ya eomos convertidos en hijos de Dios; pero en las demâs tcosas no somos salvos, sino en la esperanza, y del mismo modo que somos renovados, somos hijos de Dios, y asi como no estamos salvados todavia por completo en realidad, asi tampoco hemos sido plenamente renovados, y asi no somos hijos de Dios por completo, sino hijos del siglo en parte. Nos hace ir adelantando en la renovaciôn y en justa vida aquello por lo cual somos hijos de Dios y por lo cual no podemos pecar en modo alguno, hasta que llegue el dia que sea transmutado todo, incluso aquella parte nuestra que es todavia hija dei siglo y que es la que hace que aùn podamos pecar”. 4. Hijos dei siglo e hijos de Dios “Por esto ocurre que el que ha nacido de Dios no peca y que, sin embargo, si dijésemos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos enganamos y la verdad no esta en nosotros. Desaparezca, pues, lo que nos hace ser hijos de la carne y del siglo y perfeccionemos lo que nos hace ser hijos de Dios y renovados en el espiritu. Por eso dice San Juan: Carisimos, ahora somos hijos de Dios, aunque no es manifestado lo que hemos de ser. i Y qué es lo que somos y lo que hemos de ser sino lo que somos en esperanza y seremos en realidad? Porque continûa diciendo: Sabemos I * a t c • F-J que cuando aparezca, seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es (1 Io. 3,2). Ahora hemos comenzado a serie semejantes, porque tenemos las primicias dei Espi­ ritu; pero todavia somos diferentes, porque conservâmes las reliquias de nuestro estado antiguo. En cuanto semejantes, somoe hijos de Dios por el Espiritu, que nos regenera, y en cuanto desemejantes, somos hijos de la carne y del siglo. Alli no podemos pecar; aqui, si decimos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos enganamos, hasta que todo sea llevado al estado de la adopcion perfecta y no haya pe­ cadores y busqués su lugar y no lo encuentres (Ps. 36,10)” (cf. o.c., 10). IV 970 .s EL FAR ISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. “Por lo tanto, ese testimonio de que el que ha nacido de Dios no comete pecado, no es contrario al otro que afir­ ma que, si dijéramos que no tenemos pecado, nosotros mis­ mos nos enganamos, porque el hombre, aunque todo él ya viva en esperanza y en parte haya sido renovado real mente por la regeneraciôn espiritual, sin embargo, lleva un cuerpo que se corrompe y que agrava al aima’’ (cf. o.c., 12). 5. Très ejemplos del Antiguo Testamento Tres justos representativos dei Antiguo Testamento: Noé se embriaga, Daniel ora por sus pecados (Dan. 9,20) y Job se lamenta de los suyos. “Aqui tenemos a Job confesando sus pecados y diciendo con verdad que sabe muy bien que no hay nadie justo ante el Senor. Cuando Dios profiere aquel gran testimonio sobre su Hijo, habia segûn el modo humano de expresarse, y euan, do Job se mide segûn la regia de la justicia divina, en tanto en cuanto puede verla, dice en verdad que es un pecador” (cf. o.c., 14). “iHas reparado en mi siervo Job, Que no lo hay como él en la tierra, varon integro y justo, temeroso de Dios y apartado dei mal? (lob 1,8). Con estas primeras palabras, Job es alabado, comparândolo con los demâs hombres que habitan la tierra... No es que él careciese en absoluto de pecados por el hecho de superar a todos los demâs en jus­ ticia*, se anade, si, que era un hombre integro, porque nadie podia quejarse de él; justo, porque nadie podia igualarse a él en la probidad de sus costumbres; temeroso de Dios, porque, veraz y humilde, confesaba sus pecados; apartado de todo mal, de obra o pensamiento. No sabemos como fuera Job...; sin embargo, todas esas palabras con las cuales Dios le alaba pudieran aplicarse también a aquel otro que se deleita con la ley de Dios segûn la parte interior del hombre, pero que ve, no obstante, otra ley en sus miem­ bros que. repugna a la ley de su mente, y que le hace decir: No pongo por obra lo que quiero, sino lo que no quiero. Si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mi (Rom. 7,15-20). También éste, segûn su hombre interior, era muy ajeno a cualquier pe­ cado, puesto que no era él quien lo obraba, sino el mal que habitaba en su carne, y, sin embargo, como quiera que si se deleita en la ley de Dios no se debe sino a la gracia di­ vina, todavia siente necesidad de liberation y clama: ,Desdichado de mi! îQuién me lïbrarâ de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo Nuestro Senor (ibid., 24,25)” (cf. o.c., 17). SEC. 3. 6. SS. PADRES. SAN AGUSTIN La obra del cristiano “Hay, pues, si, en la tierra, hombres justos, grandes, fuertes, prudentes, continentes, pacientes, cuidadosos, misericordiosos, capaces de sufrir con ânimo sereno todos loa danos temporales por la justicia. Pero, en cambio, si es verdad, y precisamente porque lo es, que, si dijéramos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos enganariamos y que ante ti no hay nadie justo (Ps. 142,2), preciso es que esos mismos no vivan sin pecado y que ninguno de ellos sea tan arrogantemente loco que piense que no necesita decir el Padre nuestro por si y por sus pecados” (cf. ibid., 17-18). Ni el mismo Apôstol fué perfecto; él mismo reconoce que caminaba hacia la perfecciôn. Esta es la obra del cris­ tiano, a la que nos invita a todos (Phil. 3,3-16). “Y este caminar no es un caminar con los pies del cuerpo, sino con los afectos del aima, con las costumbres de la vida, para que lleguemos a ser poseedores perfectos de la justicia, caminando por la senda recta de la fe y adelantando de dia en dia en nuestra renovaciôn” (cf. ibid., 20). d) El Μ mandato de la perfecciôn “Sin embargo, el Senor dice: Sed perfectos, como es per­ fecto vuestro Padre celestial (Mt. 5,48) ; y no impondria este mandamiento si El no supiera que era posible obedecerle. Ahora no preguntamos si es posible conseguir esta per­ fecciôn y alcanzar a vivir sin pecado, porque a eso ya hemos contestado que si; lo que preguntamos es si hay algui en que lo haga, y ya hemos visto que innumerables testimonios de la Sagrada Escritura, de los cuales he recitado algunos, nos enseûan que no hay nadie que se esfuerce tanto como el asunto exige” (cf. o.c., 22). “Y no es posible negar que Dios nos manda que seamos de tal manera justos y perfectos, que no cometamos pecado alguno. En realidad no habria pecado si Dios no hubiese mandado que no lo hubiera. iPor qué, pues, manda lo que sabe que ningiin hombre ha de hacer? Del mismo modo podria decirse que por qué mandô a aquellas dos primeras criaturas lo que sabia que no habian de obedecer... Asi como enfonces sabia que no habian de obrar la justicia, pero sabia también qué justicia es la que habia que hacer con ellas, asi también ahora manda a los hombres que no cometan pecado ninguno a pesar de prever que nadie ha de cumplirlo, para asi, en esta forma, cuando algunos desprecien im­ pia y condenablemente sus preceptos, obrar El lo que es justo al condenarle, y cuando otros los obedezcan y se apro- * '· 5 •· * 972 EL FARTSEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. vechen piadosos, aun cuando en realidad no hayan cumplido todo lo que les mandara, demostrar El su bondad limpiando a los que perdonaron los pecados ajenos, como ellos quieren ser perdonados” (cf. o.c., 23). e) Por qué no vive nadie sin pecado “Resolvamos la tercera cuestiôn... Podrîa contestar fâcilmente y con toda verdad diciendo: Porque no quieren. Pero, si me urgis preguntândome por qué no quieren, iremos demasiado lejos. Sin embargo, voy a contestaros brevemente, sin perjuicio de un estudio mâs cuidadoso. Los hombres no quieren obrar el bien, o porque se les esconde que es bueno o porque no les deleita, porque tanto mâs vehementemente deseamos una cosa cuanto conocemos con mayor certeza que es buena y cuanto que nos deleita mâs ardientemente. La ignorancia, pues, y la flaqueza son vicios que impiden a la voluntad que se mueva a obrar el bien o que se abstenga del mal. Y para que conozcan todo lo que se les esconde y para que se trueque en suave lo que no les deleita, estâ la gracia de Dios, que ayuda la voluntad de los hombres. Si no reciben esta ayuda, la causa hay que buscarla en ellos y no en Dios. No digamos, pues, que Dios es la causa de la culpa hu­ mana. La soberbia es la culpable de todos los vicios del hom­ bre, y para convencerla y raerla bajô desde el cielo la me­ dicina, y Dios, humilde, descendiô por la misericordia al hombre, que se habia erguido por la soberbia, enriqueciendo con aquella clara y manifiesta gracia al mismo hombre, que recibiô e hizo participe sobre otros con tanto amor. Tanto mâs deleita el bien cuanto mâs es amado Dios, sumo e inconmutable bien, autor de toda clase de bienes, y para que Dios sea amado se ha difundido su caridad en nuestros corazones” (cf. o.c., 27). Pecamos, pues, porque queremos, y el remedio estriba en la humildad, en el amor de Dios, y cuando en la oraciôn “pedimos auxilio para obrar la justicia, iqué es lo que pedimos sino que nos abra lo que se esconde y nos haga agradables lo que no nos deleita?” (cf. o.c., 30-33). C l O N I. SANTO TOMAS DE AQUINO La humildad La virtud de la humildad, que resplandece en la oraciôn dei pu­ blicano del Evangelio, es el tema de le secciôn tomistica de hoy. Varios articulos de la Suma Teolôgica, claros y luminosos, han servido de inspiraciôn a muchos escritores clâsicos de la vida sobrenatural. Son, ademâs, muy provechosos para la predicaciôn. La doc­ trina del Angélico sobre la oraciôn puede ser de utilidad también en este domingo (cf. La palabra de Cristo, t.4 p.945 ss.). A) Humildad : su concepto y clases a) Qué es la humildad 1. Etimolôgicamente "Se dice humilde como si uno estuviese inclinado hacia la tierra (humi acclinis), esto es, adhiriéndose a lo mâs bajo” (2-2 q.161 a.l ad 1). . 2. Realmente “Es la virtud que modera y contiene al ânimo para que no tienda a elevarse inmoderadamente” (ibid.). “La hu­ mildad reprime el apetito para que no tienda a lo grande saliéndose de la recta razôn” (ibid., ad 3). 3. Très géneros de humildad: penosa, necia, virtuosa “La humildad es inclinaciôn hacia lo bajo. La cual sucede de dos modos: l.° Por un principio extrinseco, como cuando uno se ve rebajado por otro, y en este caso la hu­ mildad es una pena. 2.° Por un principio intrinseco, y esto puede hacerse unas veces bien, por ejemplo, cuando, con­ siderando uno de sus defectos, se considera entre los infi­ mos, como Abrahân dijo al Senor (Gen. 18.27): Hablaré a mi Senor, siendo yo polvo y ceniza, y de este modo la hu­ mildad se considera como virtud; pero otras puede hacerse £»74 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. mal, por ejemplo, cuando el hombre, no comprendiendo au honor, se compara a las bestias irracionales y se hace semejante a eUas (Ps. 48,13)” (ibid., ad 1). b) Humildad falsa y huauldad verdadera ildad falsa illllï “La humildad, como virtud, implica en su concepto cierta laudable inclination hacia lo bajo. Pero esto algunas veces se hace solamente segùn los signos exteriores o ficticiamente. Y ésta es falsa humildad, de la que dice San Agustin en una de sus cartas (Epist. 149,2: PL 33,642) que es una gran soberbio, porque parece tender a la exce­ lencia de la gloria” (ibid., ad 2). 2. Ηΐ III ildad verdadera “Otras veces se hace con arreglo al movimiento interior del aima, y, segùn esto, la humildad se considera propiamente virtud, puesto que la virtud no consiste en las mani­ festaciones exteriores, sino principalmente en la electiôn interior del espiritu” (ibid.). c) El conocimiento propio y la humildad a conocimiento de las propias limitationes “A la humildad pertenece propiamente el que uno se reprima a si mismo, para no ser llevado a lo que estâ por encima de él. Pero para esto es necesario que uno conozca su desproporciôn respecto de lo que estâ sobre sus facultades. Por lo tanto, el conocimiento de la .propia limitation pertenece a la humildad como regia directiva del apetito; y, como la humildad consiste esencialmente en el mismo ape­ tito, diremos, por tanto, que la humildad es propiamente la que dirige y modera el movimiento del apetito” (2-2 q.161 a.2 c). 2. Todo lo bueno procede de Dios “Sin falsedad puede uno decirse y creerse inferior a to­ dos los demâs en razôn de los defectos secretos que reconoce en si y de los dones de Dios que estân ocultos en otros. Por esta razôn dice San Agustin (cf. De virginit., 31:. PL 40. 413) : “Pen s ad que hay quienes os aventajan en su oscuridad, aunque parezcâis mâs perfectos que ellos a la vista de los hombres”. De la misma manera, también sin falsedad puede uno confesar y creer que es inûtil para todo e indigno por sus propias fuerzas, para referir a Dios toda su sufi- SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAs 975 ciencia, segiln aquello (2 Cor. 3,5) : No que de nosotros seamos capaces de pensar algo como de nosotros mismos; que nuestra suficiencia viene de Dios” (ibid., a.6 ad 1). d) 1. Excelencia de la humildad En general “El bien de la virtud humana consiste en el orden de la razôn, el cual principalmente se observa con relaciôn al fin; y, por consiguiente, las virtudes teologales, que tienen por objeto el ùltimo fin, son las mejores. Pero secundariamente ese orden de la razôn se considera segùn que se ordenan conforme a la naturaleza del fin de las cosas que conducen a dicho fin. Efectivamente, esta ordenaciôn consiste principalmente en la razôn misma ordenante, y participativamente en el apetito mismo ordenado por la razôn, cuya ordenaciôn produce universalmente la justicia, sobre todo la legal. Pero la humildad hace que el hombre se someta en general a la ordenaciôn en cuanto a todas las cosas, mientras que cualquiera otra virtud en cuanto a alguna materia especial. Por consiguiente, después de las virtudes teologales y de las intelectuales, que se refieren a la razôn misma, y después de la justicia, sobre todo la legal, la humildad es mâs excelente que las demâs” (ibid., a.5 c). 5 « 2. Es fundamento de la santidad “Asi como la reunion ordenada de las virtudes se com­ para en cierto modo a un edificio, asi también lo primero en la adquisicion de las virtudes se compara al cimiento, que es lo primero que se asienta en el edificio. Mas las vir­ tudes verdaderas son infundidas por Dios. Luego lo primero en la adquisicion de las virtudes puede considerarse de dos maneras: Primero, por modo de remociôn del obstâculo, y asi la humildad ocupa el primer lugar, esto es, en cuanto rechaza la eoberbia, a la que Dios resiste, y hace al hombre sumiso y dispuesto a recibir el influjo de la gracia divina, en cuanto disipa la hinchazôn de la soberbia; por lo cual se dice (lac. 4,6) que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes; y en este concepto se dice que la humildad es el fundamento del edificio espiritual. Segundo. Algo es lo primero en las virtudes directamente, esto es, aquello por lo cual se acerca uno a Dios; mas la primera aproximaciôn a Dios se realiza por medio * s 976 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. de la fe, segûn aquello (Hebr. 11,6) : El que se Uega a Dios es preciso que créa; y en este eentido la fe se pone como fundamento de un modo mâs noble que la humildad” (ibid., a.5 ad 2). B) a) Grados de humildad Doce, segûn San Benito Son doce los grados de humildad consignados en la régla de San Benito (c.7) : El primero, mostrar siempre humildad en el corazôn, teniendo los ojos âjos en la tierra; segundo, hablar poco y razonable, sin levantar mucho la voz; tercero, no ser fâcil o pronto a la risa; cuarto, guardar silencio hasta ser preguntado; quinto, observar lo que manda la régla comûn dei monasterio; sexto, juzgarse y proclamarse el mâs vil de todos; séptimo, confesarse y reputarse indigno e inûtil para todo; octavo, confesiôn de los pecados; noveno, abrazar la paciencia por obediencia en las cosas mâs duras y enojosas; décimo, some terse con obediencia al superior; undécimo, no deleitarse en cumplir la voluntad propia; y duodécimo, temer a Dios y acordarse de todo lo que ha mandado” (2-2 q.161 a.6). b) Siete, segûn San Anselmo “San Anselmo distingue siete grados de humildad, de los cuales el primero es "conocer que uno mismo es digno de desprecio; el segundo, dolerse de esto; el tercero, confesarlo; el cuarto, persuadirlo, es decir, querer que esto se crea; el quinto, soportar con paciencia que se diga esto; el sexto, sufrir que se le trate con desprecio; y séptimo, sufrir esto” (ibid., praeterea 3). “Todos los grados que Anselmo distingue se reducen a la opinion y manifestation y voluntad de la propia abyecciôn, porque el primer grado pertenece al conocimiento del propio defecto; y, como seria vituperable que uno amase su propio defecto, queda esto excluido por el segundo grado. Mas a la manifestation dei defecto propio pertenecen el tercero y cuarto grado, esto es, que uno no solamente anuncie sencillamente sus defectos, sino que también persuada de ello a otros. Los otros tres grados pertenecen al apetito, que no busca la excelencia exterior, sino que o sufre con igualdad de ânimo el abatimiento exterior, ya sea de palabra, ya de hecho, puesto que, como dice San Gregorio (cf. Regïst.. 52: ■s- : · /tt. SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 977 PL 40,427), “no es cosa grande que seamos humildes con aquellos que nos honran, porque esto también lo hacen to­ dos los hombres del siglo, sino que debemos ser hurnildes sobre todo con aquellos de quienes sufrimos algo”, y esto pertenece al quinto y sexto grado; o también abraza con anhelo el abatimiento exterior, lo cual concierne al séptimo grado; y asi todos aquellos grados estân comprendidos bajo el sexto y séptimo de los enumerados” (ibid., ad 3). ο) Tres segûn la Glosa “La humildad perfecta tiene tres grados: el primero,, someterse al mayor y no preferirse al igual, el cual es suficiente; el segundo, someterse a su igual y no preferirse al menor, y éste se Hama abundante; el tercero, someterse al menor, en cuyo grado reside toda justicia” (ibid., praeter eu 4). C) Efectos y caractères de la humildad La humildad conviene a todo hombre “Una cosa puede ser perfecta de dos modos: l.° Absolutamente, esto es, cuando no hay en ella defecto alguno, ni segûn su naturaleza ni por relaciôn a alguna otra cosa; y en este sentido sôlo Dios es perfecto, al que segûn su na­ turaleza divina no le corresponde la humildad, sino sola­ mente segûn la naturaleza humana que tomô. 2.° Relati vamente, por ejemplo, segûn su naturaleza, estado o tiempo; y de este modo el hombre virtuoso es perfecto. Sin embar­ go, su perfecciôn es imperfecta por comparaciôn a Dios» segûn aquello (Is. 40,17) : Todos los pueblos son delante de El como nada, son ante El nada y vanidad. Y asi a todo hombre puede convenir la humildad” (ibid., a.l ad 4). b) Efectos de la humildad 1. Sumisiôn a Dios “La sumisiôn de un hombre a otro estâ determinada segûn la ley; y, por lo tanto, estâ contenida en la justicia legal. Pero la humildad, como virtud especial, mira prin­ cipalmente a la sumisiôn del hombre a Dios, por quien también se somete a otros humillândose” (2-2 q.161 a. ad 5). 2. Sumisiôn al prôjimo por Dios “En el hombre pueden considerarse dos cosas, a saber, lo que es de Dios y lo que es del hombre. Todo lo que ρετJ . 978 Mt ISEO V EL PUBLICANO. ΙΟ DESP. PENT. tenece al defecto es del hombre, y todo lo que concierne a la salud y perfecciôn es de Dios, segûn aquello (Os. 13,9) : Tu perdition, Israel, de ti; sôlo en mi esta tu socorro. Mas la humildad mira propiamente a la reverencia, por la que el hombre se somete a Dios; y por esto cada hombre debe, segûn lo que le es propio, someterse a cualquier prôjimo en cuanto a lo que hay de Dios en este. La humildad no requiere, sin embargo, que uno someta lo que tiene de Dios en si a lo divino que aparece en otro; porque los que participan de los dones de Dios conocen que los tienen, segûn aquello (1 Cor. 2,12) : Para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido. Y por esto, sin perjuicio de la humildad, pueden preferir los do­ nes que ellos recibieron a los dones de Dios que aparecen otorgados a otros, como dice el Apôstol (Eph, 3,5) : No fué dado a conocer a las generationes pasadas a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apôstoles. Asimismo no requiere la humildad que uno someta lo que es suyo en si mismo a lo que es del hombre en el prô­ jimo; de lo contrario séria preciso que cada cual se reputase mâs pecador que otro, a pesar de lo que, sin menoscabo de la humildad, dice el Apôstol (Gai. 2,15) : Nosotros somos judios de nacimiento, no pecadores procedentes de la gentilidad. Puede, empero, uno reputar que hay algo bueno en el prôjimo que él mismo no tiene, o que hay algo malo en si que no hay en el otro; por lo que puede sometérsele por humildad” (ibid., a.3 c). c) Esta sumisiôn ha de ser interna y sincera La humildad es virtud interior “La humildad, como igualmente las demâs virtudes, consiste ante todo interiormente en. el aima; y, por lo tan­ to, puede el hombre, segûn el acto interior del alma, someterse a otro, sin que esto dé ocasiôn a algo que perjudique a su salvaciôn” (ibid. a.3 ad 3). “Si preferimos lo que es de Dios en el prôjimo a lo que es propio en nosotros, no podemos caer en falsedad. Por esta razôn, sobre aquello (Phil. 2,3) : Teniendo cada uno por superiores a los demâs, dice la Glosa (cf. Lombardo: PL 192,232; San Agustîn, Quaestiones 8-3, 71: PL 40,82): “No debemos entender esto en el sentido de que finjamos estimarnos, sino que verdaderamente debemos pensar que hay en otro algûn bien oculto por el cual es superior a nosotros, 'i* . Λ·' SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMAS 979- aunque el nuestro, por el que parezcarnos serie superiores, no esté oculto” (ibid., ad 2). 2. En Wï lo exterior debe ser modcrada “En los actos exteriores de la humildad, como en los ac­ tos de las demâs virtudes, debe aplicarse la debida moderaciôn, para que no puedan redundar en detrimento de otro. Mas, si alguno hace lo que debe y otros toman de esto oca­ siôn de pecado, no se imputa al que obra con humildad, por­ que él no escandaliza, aunque el otro se escandalice” (ibid., ad 3). 3. Facilita la salvaciôn “Cristo nos encomendô la humildad principalmente por­ que por ella se remueve sobre todo el impedimento de la salvaciôn humana, la cual consiste en que el hombre se dirija a las cosas celestes y espirituales, de las que es im­ pedimento el deseo de ser engrandecido en las terrenas. Por esto el Senor, para quitar el obstâculo a la salvaciôn, mostrô con ejemplo de humildad que es preciso despreciar las grandezas exteriores; y asi la humildad es como una disposition al libre acceso del hombre a los bienes espirituales y divi­ nos” (ibid., a.5 ad 4). d) El que se humilla serâ exaltado ne 1. Por la humildad a la gloria “Al que desprecia las cosas terrenas le son prometidas las celestiales, asi como a los que desprecian las riquezas terrenales se les prometen los tesoros celestiales, segûn aque­ llo (Mt. 6,19-20) : No alléguais tesoros en la tierra, mas atesorad tesoros en el cielo; y, asimismo, a los que despre­ cian los goces del mundo les son prometidos los consuelos celestiales, segûn estas palabras (Mt. 5,5) : Bienaventurados los que lloran, porque ellos serân consolados. De igual modo, a la humildad se promete la exaltaciôn espiritual, no porque ella sola la merezca, sino porque es propio de la misma despreciar la grandeza terrenal; por lo cual dice San Agustin (cf. Serm. 351,1; PL 39,1536): “No pienses que el que se humilla estarâ siempre por tierra, pues se ha dicho serâ exaltado; ni opines que su exaltaciôn se ha de hacer a la vista de los hombres por medio de honores corporales” (ibid., ad 3). 2. Exaltaciôn de Cristo humillado i.· Cuatro humiliationes de Jesucristo “Cristo en su pasiôn se humillô a si mismo mâs de lo que debia, en cuatro conceptos: 1.* Respecto a la pasiôn y a •I 980 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. ΙΟ DESP. PENT. la muerte, de que no era deudor. 2.° Con relaciôn al lugar, porque su cuerpo fué colocado en el sepulcro y el aima en el infierno. 3.° Respecto a la confusion y oprobios que sufriô. 4.’ En cuanto a que fué entregado a la potestad humana, sêgùn lo que dice él mismo a Pilatos (lo. 19,11) : No tendrias ■poder alguno sobre mi si no te hubiera sido dado de arriba". * Cuatro cxaltaciones de Jesucristo 2. “Por lo tanto, mereciô por su pasiôn la exaltaciôn desde cuatro puntos de vista: l.e En cuanto a su resurrecciôn glo­ riosa; y asî se dice (Ps. 138,2): Tu conoces mi sentarme, esto es, la humildad de mi pasiôn, y mi levantarme. 2.° En cuanto a su ascension al cielo; por lo cual se dice (Eph. 4,910) : Primero bajô a estas partes bajas. de la tierra; el mis­ mo que bajô es el que subiô sobre todos los cielos. 3.’ En cuanto a que esta sentado a la diestra del Padre y ha manifestado su divinidad, segùn aquello (Is. 52,13) : He aqui que mi siervo prosperarà, serà engrandecido y ensalzado, puesto muy alto. Como de él se pasmaron muchos..., asî se admiraràn de él las gentes. Y (Phil. 2,8) también se dice: Se humïllô a si mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo ensalzô y le diô un nombre que esta sobre todo nombre, esto es, de modo que sea llamado Dios por todos y todos le tributen reverencia como a Dios, y esto es lo que se aüade: Para que al nombre de Jesûs se doble toda rodiUa de los que estân en los cielos, en la tierra y en los infiernos. 4.° En cuanto a la potestad judicial, porque se dice (lob 36,1) : Tu causa ha sido juzgada como la de un impio; ganarâs la causa y sentencin'' (3 q.49 a.6 c). e) 1. Humildad y magnan: 1011» AD Son distintas “Aunque la magnanimidad y la humildad convengan en la materia, difieren, sin embargo, en el modo, en razôn del cual la magnanimidad es considerada como parte de la fortaleza, y la humildad como parte de la templanza” (2-2 q.161 I rôl·a.4 ad 3). 2. La magnanimidad exige humildad “Aspirar a cosas mayores confiados en nuestras propias fuerzas es contrario a la humildad; mas no lo es que tenda­ ntes a ellas teniendo confianza en el auxilio divino, sobre todo porque el hombre se exalta tanto mâs ante Dios cuanto mâs se somete a El por la humildad. Por lo cual, dice San Agustin (cf. Serm. 351,1: PL 39,1536): “Una cosa es le- SEC. 4. IEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA »81 vantarse ante Dios, y otra levantarse contra Dios: Quien ante él se postra es levantado por El; quien se levanta con­ tra Dios, por El es derribado” (ibid., a.2 ad 2). II. SAN BUENAVENTURA El verdadero conocimiento de si mismo (Cf. Vida perfecta para religiosas, c.i : BAC, Obras de San Bue­ naventura t.4 p.411 ss.) A) El conocimiento propio es indispensable para alcanzar la perfecciôn “En primer lugar, la esposa de Cristo que desea subir a la cumbre de la perfecciôn debe comenzar por fijar la atenciôn en si, de forma que, olvidada de todo lo exterior, entre en el secreto de su conciencia, y alli, con diligente cuidado, investigue, examine y vea todos sus defectos, to­ dos sus hâbitos, todas sus aficiones, todas sus obras, to­ dos sus pecados, asî pasados como présentes; y si hallare en si algo menos recto, deplôrelo al momento con amargura de corazôn. Y para que mejor puedas llegar a este cono­ cimiento, debes saber que todos estos pecados y maldades los cometimos o por negligencia, o por concupiscencia, o por malicia. En torno a estos tres puntos debe versar el recuerdo de todas tus maldades; de otro modo no podrâs llegar nunca al perfecto conocimiento de ti misma”. B) a) Objeto del conocimiento propio CONOCER NUESTROS PECADOS DE NEGLIGENCIA 1. En la guarda del corazôn “Si quieres, pues, conocerte a ti misma y, conociéndote, llorar los pecados cometidos, primeramente debes exami­ ner si hay o hubo en ti alguna negligencia, es decir, si hubo negligencia en la guarda del corazôn, en el empleo del tiempo o en asignar un fin torcido a tus obras. Pues hay que observar con sumo cuidado estos très puntos, de modo que se guarde bien el corazôn, se emplee utilmente el tiempo y a toda hora se le fije una intention buena y debida”. 982 2. EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO-DE5P. PENT. En la oraciôc, en la lectura y en las obras "Asimismo, debes examinât cuân négligente has sido en la oraciôn, en la lectura y en la ejecuciôn de las obras. Porque en estas très cosas debes ejercitarte y perfeccionarte muy diligentemente si quieres producit y dar buen fruto a su tiempo (cf. Ps. 1,3); pero mira que esto ha de ser de tal manera que no basta una de estas cosas sin las otras”. S. En el arrepentimlento, en la resistencla v en el aprovechamiento “También debes examinât cuân négligente eres o has sido en arrepentirte, en resistir y en aprovechar. Pues de­ bes con sumo cuidado llorar los males cometidos, rechazar las tentaciones diabolicas y adelantar de virtud en virtud (cf. Ps. 83,8), para poder llegar a la tierra de promisiôn. Asi es como debes ejercitar el conocimiento de ti misma respecto a tus negligencias”. b) CONOCER LA VITALIDAD DE LA CONCUPISCENCIA “Pero si quieres conocerte mejor, debes, en segundo lugar, examinât si tienes o tuvo vitalidad en concupiscencia del placer, de la curiosidad o de la vanldad”. 1. Concupiscencia del placer "La concupiscencia del placer tiene vitalidad en el hombre religioso cuando éste apetece lo dulce, esto es, los manjares sabrosos; cuando apetece lo blando, a saber, los vestidos delicados; cuando apetece lo carnal, es decir, los deleites lujuriosos”. 2, Concupiscencia de la curiosidad “La concupiscencia de la curiosidad esta vigente en la sierva de Dios cuando apetece averiguar cosas secretas, o ver coeas hermosas, o tener cosas raras”. 8. Concupiscencia de la vanidad "Domina la concupiscencia de la vanidad vigente en la esposa de Cristo cuando apetece el favor de los hombres, cuando busca alabanzas humanas, cuando desea humanas honras. La sierva de Cristo debe huir de todas estas coeas como de veneno, porque son las raices de toda maldad”. 983 TEOLOGOS. SAN BUENAVENTURA c) CONOCER SI PREVALECIÔ EL ESPÎRITU MALO “Igualmente, si quieres tener exacto conocimiento de u misma, debes en tercer lugar recapacitar diligentemente si prevalece o prevaleciô en ti la maldad de la ira, la mal­ lad de la envidia o la maldad de la acidia”. 1. La nuildad de la ira “Oye lo que con todo encarecimiento te digo: Prevalece en el alma religiosa la ira cuando manifiesta a su prôjinio alguna indignation del aima, por pequeüa que sea, o àlgûn rencor, ya en el ânimo o de corazôn, o con el afecto. o con senales; ya en el rostro, ya en las palabras o con gritos”. « 2. La maldad de la envidia “Reina la envidia en el hombre cuando se goza de la adversidad del prôjimo y se entristece por la prosperidad del mismo, cuando se alegra por los males del prôjimo o se repudre por sus bienes”. it - 3. La maldad de la acidia "Vive la acidia en el religioso cuando esta tibio, sonoliento, ocioso, perezoso, négligente, remiso, disipado, in­ devoto, triste y aburrido. La esposa de Cristo debe abo­ minar y huir de todas estas cosas como de veneno morti­ fero, porque en ellas esta la perdition del aima y del euerpo”. C) Es necesario el recogimiento para el conocimiento propio a) Aprende a estimar tu alma “Por lo tanto..., si quieres llegar al perfeeto conocimiento de ti misma, reconcéntrate, entra en tu corazôn, aprende a estimar tu alma. Investiga lo que eres, lo que has sido, lo que deberias ser, lo que podrias ser; lo que has sido por naturaleza, lo que eres ahora por la culpa, lo que debiste ser por tu diligencia, lo que puedes llegar a ser por la gracia. Oye mas, oye al profeta David cômo se te propone por modelo; dice (Ps. 76,7): Médité de noche en mi corazôn y me ejercitaba y barria en mi espirïtu. El meditaba en su corazôn; médita tu también en el tuyo; él barria también en su espiritu, barre tù también en el tuyo: ■ JU li 9S4 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. trabaja este campo, atiende a ti misma. Insistiendo en este ejercicio, hallarâs seguramente el precioso tesoro escondido (cf. Mt. 13,44). Puesto que con este ejercicio se àumenta la abundancia de oro, se multiplica la ciencia. crece la sabiduria; con este ejercicio se limpia el ojo del aima, se aguza el ingenio, se dilata la inteligencia”. bi Nada aprecia just am ente quien se desconoce a si MISMO “Nada aprecia justamente quien se desconoce a si mis­ mo, el que no pondera la condiciôn de su dignidad. Nada sabe absolutamente, no sabe qué se debe opinar de los espiritus angelicos o dei espiritu divino el que primero no piensa en su espiritu. Si aun no eres capaz de reconcentrarte, icômo seras capaz de escudriûar aquellas cosas que estân sobre ti? Si aun no eres digna de entrar en eû primer tabernaculo, *con qué cara presumes entrar en el tabernaculo segundo?” C) No SE PUEDE LLEGAR AL TERCER CIELO SIN PASAR POR EL PRIMERO, QUE ES EL PROPIO CONOCIMIENTO 1. El consejo de San Bernardo “Si quieres ser transportada al segundo y al tercer cielo (cf. 2 Cor. 12,21), pasa por el primero, esto es, por tu co­ razôn; y cômo puedes y debes hacerlo, ya te lo he ensenado mâs arriba; sin embargo, también te lo ensefia muy bien San Bernardo cuando dice (cf. Méditât., c.5,14): “Sécurioso de investigar tu integridad, piensa con asidua exploraciôn y examina diligentem ente tu vida, cuânto adelantas y cuânto faltas, cuâl eres en las costumbres y afectos, cuânto te asemejas o te diferencias de Dios, cuân cer­ ca o cuân lejos estâs de El”. 2. Peligros que encierra el olvido y desconocimiento de si mismo “iOh cuân peligroso es en el alma religiosa querer averiguar muchas cosas y desconocerse a si misma! ;Oh cuân cerca esta de la perdiciôn y la ruina aquel religioso que es curioso en saber las cosas, afanoso en juzgar las conciencias ajenas, y a si mismo se desconoce e ignora!. ;Oh Dios mio! 4De dônde tanta ceguedad en el religioso? Hela aqui, a mano tengo la razôn; ôyela: Porque el alma del hombre, • · I SEC. 4. TE0LOGOS. SAN BUENAVENTURA &B5 distraida por las afanes, no entra en si misma por la me­ moria; porque, oscurecida con fantasmas, no vuelve a si por la inteligencia ; porque, arrastrada por concupiscendas ilicitas, de ningûn modo se convierte a si misma por el deseo de la suavidad interna y de la espiritual alegria. Por ello, deteniéndose enteramente en estas cosas sensibles, no puede entrar en si, como imagen de Dios, y asi, miserable, se ignora y desconoce totalmente (cf. San Agustîn, De or­ dine, c.1,3). Por lo tanto, pospuestas todas las cosas, recuérdate y conôcete a ti mismo. Es lo que San Bernardo pedia al decir (cf. Serm. 2 de diversis, 1) : “Dios me dé no saber otra cosa mâs que conocerme a mi mismo”. l' ;î . 'J· • J *’· SECCI 0 N I . I. AUTORES EARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA El orgullo (Cf. Din Thomae a Villanov \ Opera omnia (Maniloe 1S83) vol.3. Sermôn sobre la ιο.Λ dominica de Pent.) A ) Definiciôn y division del orgullo a) Deseo desordenado de la propia excelencia El orgullo es un deseo desordenado de nuestra propia excelencia. El avaro desea el dinero, el gloton el alimento, el libertino el placer, el orgulloso la superioridad y los ho­ nores, que busca de una manera inmoderada y excesiva; de donde le viene el nombre de soberbia, en latin superbire. esto es, super ire, ir por encima del propio estado o condicion. Por lo tanto, el orgullo incluye très excesos: el primero, estimarnos mâs de lo que valemos, lo cual se llama hinchazon o vanidad; el segundo, querer ser estimado de la misma forma por los demâs, en lo cual consiste la ambiciôn; el tercero, desear conseguir todas las alturas, lo que constituye la presunciôn. b) CUATRO CLASES San Gregorio (cf. Moral., 1.23 c.6) distingue cuatro clases de orgullo: el primero consiste en estimarse sobre lo que se es o se posee (Gal. 6,3) ; el segundo, en creer que lo que tenemos se debe a nosotros mismos; el tercero, en ver que lo hemos recibido de Dios, pero en atenciôn a nuestros mé­ rites; el cuarto, en confesar haberlo recibido gratuitamente, pero en mayor abundancia que los demas a quienes despreciamos. Este es el orgullo del fariseo. SEC. 5. c) AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 987 bX- Espiritual y material También hay un orgullo espiritual y otro material, segùn el objeto que mueve a ensoberbecerse; el espiritual es mucho mâs culpable y peligroso, mejor diria, el mâs culpa­ ble y el mâs peligroso. Es el mâs culpable porque roba a Dios lo mâs intimamente suyo; el mâs peligroso, porque pasa inadvertido. 4Por qué va a ser pecado que yo me juzgue tal y cual soy y quie­ ra dar ejemplo a los demâs y exigi ries el honor que me merezco? No pido mas que la honra debida a la virtud. B) Castigos del orgulloso ^Queréis saber la gravedad del pecado de soberbia? Pues atended a sus castigos. Precipito a Lucifer desde el cielo al infierno, convirtiendo un ângel en demonio. Expul­ so a Adân del Paraiso y condenô a muerte a él y a su posteridad. JCômo no lo detestarâ Dios cuando le castiga asi! Atended también a los remedios de este pecado, porque Dios, para curar a los orgullosos, permite que caigan en el pecado impuro, que les humilia, curândoles con la mâs grave de las heridas, como buen cirujano, que no terne sajar bien hondo. “ iOh enfermedad desgraciada que necesita taies remedios!” , dice San Gregorio (cf. Moral.. 1.2 c.3). C) Injurioso a Dios y a los hombres El orgulloso injuria al Sefior, usurpândole su gloria, negândole, rebelândose contra El, despreciândole y queriendo, como Lucifer, ser seme jante al Todopoderoso. Me diréis que no, que os humillâis ante Dios aunque os ensoberbezcâis ante los hombres. Pero escuchadme y veréis cômo os pruebo lo que acabo de decir. Dais una limosna o ejecutâis una buena obra y os lo atribuis a vosotros mismos. Gran injusticia, 4 quién es el que ha hecho esa obra? ^Se ensoberbece el hacha contra quien la maneja? (Is. 10,15). 4Se gloria la pluma de su es­ critura? Pues vosotros tampoco sois mâs que instrumentos de Dios. Cuanto hacemos, eres tû quien para nosotros lo haces (Is. 26,12). No hace falta que sean vuestras palabras las que.nieguen a Dios, pues basta para ello con vuestras acciones. c Alardean de conocer a Dios, pero con las obras le nie cjan Tit. 1,16). d 4 y -, - li iv-. 1 > 988 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. ΙΟ DESP. PENT. En segundo lugar, el orgullo es una rebeldia contra Dios, a quien no quiere obedecer ni someterse, porque no quie­ re sujetarse a ninguna ley, sino a su propia voluntad. Cuan­ do los ângeles, el cielo, la tierra y los mares obedecen a Dios, solo el hombre, hormiga, gusano vil, insecto de la tierra, quiere ser independiente. Dios le manda que se humilie, y él no quiere ; le amenaza con el infierno, y no se preocupa. Pero, desgraciado, quie­ re encontrar la libertad y se trueca en un esclavo, porque no hay peso mâs abrumador que el de la propia voluntad. San Bernardo dice (cf. Epist. 11,5) que es una ley justa, divina y eterna que, cuando el hombre rechaza la domina­ tion dulce de Dios, su propia voluntad, nunca satisfecha, se le convierte en peso intolerable; y San Agustin afirma que Dios lo ha regulado todo de manera que el espiritu que no quiere freno sea su propio castigo, (cf. Confess., 1.1 c.12). Pero, ademâs, el orgullo es una injuria contra el prôji­ mo, porque el orgulloso ataca y desprecia a todo el mundo, quiere ser siempre el primero, no se precia mâs que de si mismo, menosprecia a los demâs y quisiera acaparar todos los honores y respetos. De todo se burla, de todo se queja, y, lo que encierra mayor culpa, para mantener su boato no terne despojar a cuantos le rodean. Por la soberbia dei impio son consumidos los infelices y cogidos en los lazos que les tiende (Ps. 10,2). D) Peligros del orgullo El orgullo es la raiz de todos los pecados, porque el orgulloso se convierte en avaro para mantener su fausto, en glotôn por ostentation, en perezoso, porque se créé ya con suficiente virtud y, aunque avaro, es prôdigo por vanidad. Y no digo nada de su obstination, desobediencia, hi­ pocresia, espiritu peleôn y otro tantos vicios que tienen en el orgullo su fuente. Dice San Gregorio (cf. Moral., 1.34 c.ûltimo) que, asi como la humildad es la serial mâs segura de la predestination, el orgullo lo es de la réprobation. a) Vicio oculto Ademâs es peligrosisimo por tres razones. La primera porque es un vicio oculto. Todos los demâs se manifiestan claramente, como la glotoneria, la avaricia, la côlera, en tanto que la mayoria de las veces somos esclavos del orgu­ llo sin advertirlo, porque es un vicio interior que se cubre, como con una piel de oveja, con la apariencia de humildad, SEC. 5. AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 989» escondiendo una infernal ambiciôn. Cuando los apôstoles· venian alegres por haber obrado milagros, el Senor les advierte que no se alegrasen de ello, sino de que su nombre esté escrito en el cielo (Lc. 10,17). De ahi nace el que busquemos los dones de Dios y hasta ]as virtudes, no por Dios, sino por nuestra propia excelen­ cia, como demuestra claramente la envidia que nos embarga cuando vemos que otro los posee y hasta nos adelanta. b) Se PRESENTA EN PÛBLICO En segundo lugar, el orgullo es peligroso porque se pré­ senta en pûblico. Todo el mundo se avergüenza de sus vicios, pero, en cambio, se complace en hacer ostentaciôn de los. motivos de su orgullo. Ahi tenéis al soberbio ensenando a todos sus lujos, sus casas, sus muebles, tapices, dignidades; en fin, toda la paja que sirve para encender su vanidad. Por eso mismo, porque este vicio no estâ sujeto a la vergüenza, es mucho mâs dificil de corregir. c) El ultimo en abandonar al hombre Finalmente, el orgullo es peligroso, porque es el ûltimo en abandonar al hombre, aunque sea quizâ.el primero quele ataque. Cuando se han vencido todos los vicios, queda todavia la ultima victoria y la lucha mâs dificil y mâs peligrosa, humillar el orgullo. iOh miseria extrema la del hombre, que, cuando quiere descansar, ve que comienza la mayor fatiga! Ya eres jus­ to, perfecto; ya abundas en toda clase de bienes y de vir­ tudes, y esa misma abundancia se va a convertir en la princi­ pal causa de tus temores. Ahora es cuando debes comenzar a temer la soberbia. Ten en cuenta que este vicio naciô en. el cielo y se apega especialmente a las almas celestiales. iHay alguien mâs santo que San Pablo? Y, sin embargo, cuando ya no tenia por qué combatir la carne y la sangre, cuando habia recorrido los cielos, de repente tiene miedo de que la grandeza de sus revelaciones le envanezca, y he aqui que se le da un aguijôn de la carne que le abofeteepara humillarle e impedirle que el orgullo le derribe. Y 4 no temeremos nosotros un vicio que San Pablo temiô? ·· · EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. Π. BEATO JUAN DE AVILA La humildad alcanza la misericordia (Gf. Sermon del doiningo déciino después de Peut, en Okras completas t.2 p.313-323 : BAC, Madrid 1953.) A ) Es necesario y peligroso subir a) Dios lo impone a nuestra naturaleza “No sé si habéis caido en la cuenta... en cuânto cuidado estâ puesto nuestro Dios por nosotros. Pûsonos... tanta inclinaciôn para subir, que no nos contentamos aunque subamos hasta los cielos. Todos queremos subir. Y ansi veréis que tan descontento estais después de haber subido a una deseada dignidad como antes. Y, aunque subieses a ser senor de todo el mundo, no te hartarias de subir; tan des­ contento estarias como si no tuvieses nada. Y ansi, aunque fueses senor de los ângeles y de los cielos, no estarias con­ tento si no subieses a ver a Dios. Fecisti nos ad te et inquie­ tum est cor nostrum donec requiescat in te (cf. San Agus­ tin, Confess., 1.1 c.l n.l: PL 32,661). Y en tanto es nece­ sario subir hasta alcanzar a Dios, que o lo has de alcanzar, 0 serâte necesario bajar hasta el infiemo a pasar tormentos eternos”. b) Lucifer y el hombre CAEN AL SUBIR “Alla quiso Lucifer subir, y aunque recio de cabeza, aunque tan excelente, como sea tan peligroso el subir, no acertô... Desvaneciôsele la cabeza y cayô y no paro hasta dar en lo profundo del infierno. Y de tan excelente criatura es el mâs malaventurado que Dios crié ni criarâ. Ya allâ a aquellos buenos de nuestros padres dijoles el demonio: Seréis como dioses... (Gén. 3,5), y, como quisieron subir, dieron tal caida, que dieron con todos nosotros en el lodo”. C) • ■ ES NEGOCIO QUE EXIGE TODA NUESTRA ATENCIÔN “Y, Senor, pues que hemos de subir y hay tanto peligro en subir, iqué remedio para que acertemos a subir? ^No os parece que, pues tanto va con el negocio, que debemos de SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA 991 subir hasta tener a Dios? Que, si no lo tenemos, aunque seamos seûores del cielo y de la tierra y de los ângeles, somos malaventurados. 4 No os parece en qué tan gran cuidado nos ha puesto Dios?... Ansi ha de hacer el cristiano, que, si tiene tantico seso y se para a pensar el negocio que tiene entre manos, no es posible sino que muchas veces pierda el sueno y en me­ dio de la comida se le pare el bocado en la boca, y en me­ dio de los placeres se pare pensativo y diga: “Vete, mundo; vete y no me pidas que me pare a holgar, reir ni jugar, que no me vaga hasta que se dé por mi la sentencia y diga mi Dios: Ven aeâ, entra conmigo en la gloria. No descansaré, pues tal negocio tengo entre las manos”. ^No os parece que es negocio que os ha de poner en cuidado?”... B) a) 1. Mala oraciôn del fariseo Por el modo como da gracias a Dios Se han de dar gracias a Dios “iOh qué gentil oraciôn! iQué dices, fariseo? Gracias te hago, Senor, que soy yo, etc. Veamos qué mala es esta oraciôn. iNo hemos de dar gracias a Dios, si somos buenos? Gracias te hago, Senor. iQué mala palabra es ésta? Dice San Agustin (cf. Epist. 41 ad Aurelium, 1: PL 33,158) que no puede el hombre decir oraciôn mâs buena y mâs provechosa que gracias a Dios. Que no soy como los otros,. rohadores, adulteros, carnales, mundanos. Si el hombre no es malo, ino darâ gracias a Dios por ello? Si no da gracias, soberbia es. Pues ien qué peca el fariseo en: Gra­ cias te hago, Senor, etc. ?” 2. No las da el fariseo “i Quieres ver cômo mientes? Ven acâ, fariseo ci ego. Si tû das gracias a Dios en tu corazôn, ipor qué menosprecias a aquel arrendador? Si tû conoces que el no ser tan malo es obra de Dios, que graciosamente la puso en ti y no en aquél, ipara qué reprehendes y menosprecias a aquél, pues que no la puso Dios en él? Ciertamente que, aunque de fue­ ra dices: “Gracias, que no soy malo”, de dentro dices: “Gracias a mi, no soy malo como aquél...” 3. Nada nos podemos atribuir a nosotros “Asienta esto en tu corazôn y tenlo por muy cierto, que ni la menor cosita, iqué diremos?, un menear de una pes- i 992 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. tana del ojo, dar un paso, pensar un pensamiento, no puedes sin la ayuda de Dios, si la mano poderosa de Dios no te diese fuerzas para ello...” 4. Robamos a Dios lo que nos aporopiamos “En El estamos, que, si no fuese por el influjo que con su poder en nosotros influye, nada seriamos. Y, por tanto, dice San Jeronimo (cf. In Epist. ad Ephes., 1.2 c.3: PL 26,520): El tiene nombre de ser, que se llama ser; por­ que todo lo que es esta de esta manera colgado de su ser, y porque todo lo que es participa de El el ser. El se llama El que es (cf. Ex. 3,13-14). Y porque todo lo bueno es por su bondad, y sin ello nada séria—todo lo bueno tiene de El la bondad—... El sôlo es bueno por su esencia, y todo lo otro no tiene la bondad sino de El. Luego, fariseo, si alla en tu corazôn tien es hinchazôn y te das gracias a ti, por tan­ to eres robador, pues a ti te das las gracias y te atribuyes la honra de lo que hizo Dios, y a El se lo quitas, y lo menosprecias y a ti te haces Dios...” 5. Dios, tan celoso de su amor como de su honra “No te atribuyas a ti la honra que se debe a sôlo Dios, que es en gran manera celosisimo de la honra, que estâ casado con ella, y ansi como es marido, ansi ama a su mujer, que a nadie quiere dar parte de ella. Ansi nuestro Dios no quiere que nadie tenga parte en su honra. El mesmo lo dice: Gloriam meam alteri non dabo (Is. 42,8; 48,11). 4 De cual pensais que es mâs celoso Dios, de su amor o de su honra? El pide el amor diciendo: Diliges Dominum Deum tuum ex toto corde tuo, et ex tota anima tua, et mente et ex totis viribus tuis (Le. 10,27; Deut. 6,5; Mt. 22,37; Mc. 11,30), que no queda fuerza alguna con que no lo amemos; pues tan celoso como es dei amor, tanto es de la honra. No quiere que nadie le usurpe nada de ella, y ansi xlecia (Deut. 32,39) : No quiera nadie atribuirse mi gloria y honra y hacerse Dios, que no hay otro Dios sino yo solo". b) 1. POR LAS OBRAS DE QUE BLASONA Son obras exteriores “No soy robador, no soy adultero, no soy injusto. Eso 2qué te aprovecha, si dentro tienes hinchado el corazôn? Obras son éstas de fuera. Mâs cuenta tiene Dios con el co­ razôn. Cuerpos son, pero el ânima les falta. Ramos son que tienen seca la raiz. Limpia primero la fuente, y saldrâ el agua limpia... Limpia primero el corazôn... Con el amor ■de Dios. Con el amar a Dios de todo corazôn sobre todas «un® SÇC. 5. AUTORES VARIOS. REATO AVILA 993 las cosas. Que estâmes agora tan interesados para con Dios como con los hombres. No darâ uno por otro un paso sin interese, o porque nos tengan por buenos, o porque se lo pague Dios, y nos guarde la hacienda, y nos sane el hijo 0 el marido, o porque tenemos temor de su castigo. Ese no es amor de Dios sobre todas las cosas, sino por ti misnio. Por eso, las obras que de ahi procedieren nada valdrân”. 2. Dios pide una vestidura de amor “No es malo dejar de pecar por temor del infierno, mas no basta eso para ir al cielo. Mâs. En el palacio del rey Asuero no entraba hombre vestido de sayal. En el palacio del gran rey Asuero, que es Dios, que es la Iglesia, no puede entrar hombre vestido de vestidos de temor; vestiduras de boda ha de llevar, y de hijo, no de esclavo o jornalero, que quiere decir el que obra por solo su interese; que el ladrôn que por temor de la horca no hurta, no le ahorcarân, mas no pida después premio por ello”. 3. No bastan obras negativas “No soy robador.—No basta no ser robador, mas no has de amar demasiadamente tu hacienda. No basta no matar a nadie, mas no te has de airar, etc. Y esto es lo que Cristo dijo (Mt. 23,25) : Nisi abundaverit iustitia vestra plus quam pharisaeorum, etc. La justicia del fariseo era aquella; la del cristiano es esta. Como aquél es un mal tan general y que tanta inclina­ tion tenemos a ello, que hasta los nifios, si uno tiene unos zapatos nuevos o un sayo, luego se nos hincha y luego desprecia a los otros. Si uno tiene un poco de ciencia, si uno es de linaje, si una mujer es un poco hermosa, de ahi viene a decir: “No soy yo como aquél”, y tenerse en mucho y al otro en nada, como este fariseo. Esta es la una per­ sona de la farsa. Entra agora la otra”. C) a) Buena oraciôn dei publicano Palabras a r • : il·; huahldes salidas del corazôn ‘Entra el arrendador. En aquel tiempo eran comûnmente malos y pecadores, y como entrô en el templo y viô cômo estaba en la casa de Dios, a quien habia ofendido, alborotôsele el corazôn, trabôse todo y comienza a temblar. ‘;Oh Senor! Que éste es tu templo, iy oso yo entrar en casa de aquel contra quien tanto he pecado?”... Este dice en su oraciôn: Deus, propitius esto mihi peccatori. El que La palabra de Cristo 6 ■λ E 994 EL EARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. _ ______ - PENT. ---------- - ---------------------------~ pide que el juez le sea manso, confiesa que mcrece castigo. El hombre le habia de decir a Nuestro Senor de corazôn estas palabras. Yo ha mâs de quince anos que primero que me acuesto las digo”. b) Se acusa a si mismo “Dice San Agustin (cf. Serm. 278 c.12; 296 c.9; 115 c.2: PL 38,1273 1358.656) : Si nos juzgamos, Dios no nos juzgarâ; si nos reprehendemos de corazôn, Dios nos perdonarâ; y si nos mi ramos para avergonzarnos, Dios quita los ojos de nuestros pecados; y si tû te condenas, Dios te sal­ va; y si tû te acusas, El te excusa. jOh, bendita sea tu ley y condiciôn, Senor!”... c) La humildad sale triunfante del templo “Mira cuanto vale la humildad, que, puestos en una balanza muchos pecados y en otra buenas obras con sober­ bia, pesa mâs la humildad con pecados. jCuânto mâs si pusieran buenas obras con humildad! i,Qué harian, pues que muchos pecados son perdonados con humildad, y muchas buenas obras, condenadas con soberbia? iCuanto vale la humi’.dad para alcanzar misericordia de Dios! El que antes era un miembro del demonio y condenado al fuego, agora es hermano y amigo de Jesucristo, hijo de Dios y ciudadano del cielo...” FRAY ALONSO DE CABRERA Maldad de la santidad hipôcrita (Cf. Scrmôn del lunes de la cuarla dominica de Cuarcsina, en Nueva Biblioieca de Autores Espr.ûoles, Predicadorcs de los siclos Al l y Xlf'il, t. i [ed. Bailly-Builliêre, Madrid 1906] P.25S ss.) A) Falsedad dei mundo “Dijo San Juan (1 lo. 5.19): Mundus totus in maligno positus est: Estâ armado sobre falso, puesto en cuentos; todo es mentira cuanto en él hay. Vcréis una dama aderezada y compuesta al uso que se lleva los ojos iras si; pues toda de pies a cabeza es mentira. La blancura, del afeite; lo rojo del color, postizo; lo rubio, de la lejia; en- SEC. 5. AUTORES VARTOS. CARRERA 995 garrotado el cuello; el talle del pccho, cartôn; cl moldc, de la verdugada; a estatura, del chapin. 4Hay falsedad como esta, que miente con todo su cuerpo? 6 Y hay locura como la de los hombres, que de semejante engaüo se pa­ gan? Veréis al otro rico que hunde el ligar: coches, caba­ llos, criados, tapiccs, banquetes. —Fulano, iqué hacienda tiene? —Senor, tantos pares de casas, tantas aranzadas de olivar, tantos cahices de pan de renta, tantos mil ducados de juros; y todo es mentira, porque debe mâs que tie­ ne. y todo eso estâ afianzado y atributado; que, sacado en limpio lo que es suyo, apenas hay para corner. Lo mismo pasa en la virtud. Porque de dineros y bondad, la mitad, y comûnmente hay menos. Dicen de la otra que da limosna, que reza, que ayuna. Es verdad; pero es hacienda atributada y paga tantos corridos de vanagloria, de sober­ bia, de desprecios de los otros, como el fariseo jactancioso, y al cabo todo vale tanto como nada. Pero de estas menti­ ras, que tan comunes son en cl mundo, unas hay mas perjudiciales que otras. Que el labrador mczcle el trigo con tierra y paja, y el tabernero agüe el vino, y cl lechcro la loche, malo es; pénelos la justicia. Pero que el boticario mixtifique las medicinas o las trueque con tal maldad que por caûafistola nos diese coloquintida ; por ruibarbo. eléboro; por agârico, opio, mil muertes mercce. Traidor, si mal lo queréis, mata rasio-a punaladas, ipero con tal engano? ^En la purga, la medicina la ponzona? Perniciosa men­ tira, odio mâs que capital. Que haya mentira en las ma­ jores, *en las riquezas, en los oficios de la repûblica y aun en la santidad, tolerable mal es. puédese llevar; pero que haya en el templo, en la oraciôn, en los sacramentos? Into’erable traiciôn. Es inficionar los rcmedios con que las aimas han de tener salud”. B) Los que son falsos en el templo “;Qué dano haria el que atosigase el agua toda de los cafios de Carmona y las fuentes de la Alameda? Pues ;,qué es el templo sino una fuente de aguas vivas? Asi lo sontia David cuando andaba desterrado y huido, ya de Saûl. ya de su hijo Absalôn. Era tanta su pena por verse ausente del tabernaculo del Seüor y tan ansioso cl deseo de tornar a verle y cantar alli sus ordinarios himnos, que decia: Que­ madmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desi­ derat anima mea ad te, Deus (Ps. 41,2). No pudo explicar mâs su congoja que sentîa en estar ausente dei templo, ni encarecer mâs lo que sentia del mismo templo que compa- I' û1 Z 7 F c- cP -v *■· 5 996 EL FARISEO V EL PLBLICANO. IO DESP. PENT. rar su fatiga a la de la cierva herida, sedienta, acosada por los perros y que estâ lejos de la fuente que ha de ser su reposo y refrigerio; ni lo que es el templo, que con 11amarse fuente de aguas vivas adonde se desahogan y desvanecen nuestras tristezas, melancolias, pasiones, desconsuelos, pobrezas, miserias, descontentos ; hallaisos inquieta, turbada con algûn trabajo y pesadumbre o tentaciôn, venis a la iglesia, ccnfesâis, comulgâis, ois misa, sermon; encomendaisos a Dios, volvéis a vuestra casa consolada, quieta, desenojada; refrescôse la cierva en la fuente. Pero si en esa fuente hallâsedes veneno, y en la confesiôn al diablo, y en los sacramentos inmundicias, y en la oraciôn arrobos y desvanecimientos, y que se tome la virtud por rebozo para encubrir y paliar el vicio, y que se venda por servicio de Dios lo que es gravîsima ofensa suya, y que lo que es feo como Sa­ tanas lo afeiten y compongan que parezca ângel de luz, eso es lo que hace dar gritos al criado del profeta cuando gustô el caldo emponzoûado. Mors in oïla, vir Dei (4 Reg. 4,40): Grande mal, varôn de Dios, la muerte en la oUa. ^En la comida que se toma para vivir, en el potaje se bebe la muerte?” C) El pecado de los fariseos a) SUMA INIQUIDAD “Esta mentira es la que mâs gasta la paciencia de Dios y le hace salir de su paso. Y éste era el pecado de los fari­ seos. Hacian el templo publico mercado y rebozâbanlo con que era aumento dei culto divino, y que en el lugar donde habian los fieles de hallar sermon, oraciôn y ley de Dios, hallasen trâfagos, latrocinios, voces. Dad por eso tanto, y por esotro, tanto. ;Y que la infernal avaricia esté enmascarada con titulo de religiôn? Suma iniquidad”. b) La cl arid ad de la conciencia * “Côrrese Dios mucho que la malicia humana le eche a la puerta sus malos partos, para que los crie por suyos, y que a sus obras torpes de bajo metal les eche el sello y armas de Dios, haciendo moneda falsa. No es crimen hacer alquimia y contrahacer diamantes, esmeraldas y rubies; pero vender alquimia por oro, piedras falsas por verdaderas, y, sobre todo, hacer escudos de latôn y reales de estano, y echar el sello real, es traiciôn que se castiga con fuego. Des ta manera fué el pecado del rey Saul cuando hubo aque- ίΐ SEC. 5. AUTORES VARIOS. S. F. DE SALES 997 lia excelente victoria contra Amalec (1 Reg. 15,9-29). Habiale Dios mandado por el profeta Samuel que todo lo destruyese, hombres, ganados, vestidos, joyas, y que nada reservase. El, con codicia de la presa, hizo guardar el ganado mâs lucido, los mâs ricos vestidos, las piezas de oro y plata, y quemô lo que era de poco valor. Viene Samuel y dicele: Di, rey, 4hiciste lo que Dios te mandé? Si, hice. Y estaba el ganado que habian guardado dando bramidos. Responde el profeta: Pues 4 qué ganado es aquel que brama alli? Dice Saùl, queriendo encubrir su pecado y echarle el sello de Dios: El pueblo reservo esas vacas y toros para ofrecer sacrificio al Senor. Y replica el profeta: i Ah, rey, rey! 4 No te basta haber sido traidor a Dios en no hacer lo que te mandé, sino que le quieres ahijar tu pecado? iPiensas tû que yo no sé las piezas que tienes escondidas? Dime, ;sacrificanle a Dios vestidos y vasos? Pues en castigo de esa desobediencia perderâs el reino, que no es justo qüe obedezcan los hombres a quien desobedece a Dios. Y fué sentencia definitiva, sin apelacién. Mirad que os digo: No pequéis; mas, si pecaredes, pecad claro. No digo seâis peca­ dor con tablilla, como meson, y con ramo, como taberna, pregonando vuestro pecado como los de Sodoma; que otra cosa es ocultar el pecado por no dar el escândalo (que eso es loable), y otra venderlo por virtud. Lo bueno sea bueno, y lo malo hacedlo como malo; porque, conocido por tal, sea mâs fâcil el remedio. Estos fariseos eran falsarios de la moneda dei cielo, que a su codicia desordenada le ponian las armas reales de Dios, vendiéndola por celo de su honra, dei templo y sacrificios. Por eso se indigna tanto el Salva­ dor y acelera el castigo”. SAN FRANCISCO DE SALES / La verdadera humildad (Cf. Introduction a la vida devota, p. 3.», c.4-5 : BAC, Obras selec­ tas, t.i p.131-137, Madrid 1953.) c A) Es necesario vaciarse de si mismo para llenarse de Dios “Para recibir la gracia de Dios en nuestros corazones es necesario tenerlos vacios de vanagloria. La humildad excluye a Satanâs y conserva en nosotros las gracias y los =1 90S Γΐ. FKR1SFO V EL PUlU.TCWVh TO DES?. PENT. doncs del Espiritu Santo; por esta razôn, todos los santos, y particularmente el Rey de los Santos y su Madré, han honrado y preferido siempre esta preciosa virtud sobre todas las morales". B) Futilidad de la vanagloria “Llamamos vana a la gloria que se tributa a lo que no tenemos, a lo que existe en nosotros, pero que no es nues­ tro, o a lo que tenemos y realmente nos pertenece, pero sin merito alguno para recibir tal gloria. La nobleza de la raza, cl favor de los poderosos, el aura popular, son cosas no nuestras, sino de nuestros antepasados o pendientes de la estima ajena. Hay quienes se sienten altivos y orgullosos por montar un buen caballo, por llevar un pcnacho de plu­ mas en su sombrero, por ir suntuosamente vestidos; mas ^quién no ve en todo esto una locura? Pues, si es alabado, ello se debe al caballo, al pâjaro cuyas fueron las plumas o al sastre. Y 4qué mczquindad no suponc recibir en prestamo la estima de un caballo, de unas plumas o de un ador­ no? Otros se prccian y alardean de sus bigotes crespos, de una barba bien peinada, de una buena cabellcra, de unas manos bien cuidadas 0 de saber danzar, jugar, cantar; mas ;no es verdadera ruindad el querer acrecentar el propio valor y la propia reputation con cosas tan frivolas y vanas? Otros, por toner un poco de cicncia, quieren ser honrados y respetados de todo cl mundo, como si cada uno tuviese obligation de ir a aprender a su casa y considerarlos como maestros; por esto se les tacha de pedantes. No faltan quienes se pavonean de su hcrmosura y creen que todo el mundo les hace la corte. Todo es pura vanidad, locura 0 impertinencia; la gloria que se recibe de cosas tan fûtiles, se Hama vana, necia y frivola..." C) Cualidades del verdaderamente sabio a) En él todo conspira hacia la humildad “Para conocer si un hombre es verdaderamente sabio, prudente, generoso, noble, es necesario comprobar si estas cualidades ticndcn a la humildad, a la modestia y a la silmisiôn, put's entonces scrân verdaderas; pero, si sobrenadan y quieren aparecer, scrân bienes menos reales, pues casi todo se ira en apariencia. Las virtudes y bellas cualidades que se forman en el orgullo, en la soberbia y en la vanidad, sôlo SIC. 5. 990 AUTORFS VXRTOS. S. F. DF, SW.F.S tienen una simple apariencia de bien, faltândoles el jugo, la substanda, la solicitud... Cuando uno so complace en su propia belleza, poco honor puede recabar de esto; pues la hermosura, para que agrade, debe pasar inadvertida al que la posée; la ciencia es causa de deshonor cuando nos infla y se convierte en pedanteria”. b) No EXIGE HONORES VANOS “Si somos exigentes en lo que se refiere a las categorias, a las pr»’Cpdi»ncias, a los titulos, ademâs de exponer nues­ tras cualidades al examen, a la discusiôn y al contraste, las cnvilecemos y las hacernos despreciablcs; porque e) honor, buena cosa cuando se recibe espontâneamente, se convierte en villania si se le exige, se le busca o se le pide...” C) LOS ADMITE CON MODERACIÔN “Los honores proporcionan un dulce consuelo a quien los prueba de lejos y ligeramcntc, sin entretenerse ni pararse; mas para quien se aficiona y se recrea en ellos son extraordinariamente nocivos y vituperables. El deseo y amor de la virtud comicnza a hacernos virtuosos; mas el deseo y amor a los hombres nos hace despreciablcs y mczquinos. Los espîritus bien nacidos no paran mientes en menudencias de rango, honores y saludos; tienen otras prcocupaciones; esto es propio de espiritus frivolos... Ciertamente que cada uno puede procurarse un rango y mantenerlo sin faltar a la humildad; pero ha de hacerse de manera insen­ sible y desapasionada...” (ibid., c.4 p.131-133). D) a) Una humildad mâs profunda Reconocer las gracias recibidas de Dios “El poner en prâctica lo que te he dicho hasta ahora es mâs sabiduria que humildad; por tanto, prosigue adelante. Muchos ni quieren ni se atreven a pensar en las gracias particulares que Dios les ha conccdido, por miedo a ser victimas de vanagloria y de inùtil complacencia, en lo cual ciertamente se engafian; pues, como dice cl gran Doctor Angelico (cf. Sum. Theol., 1-2 q.82 a.3), “verdadero me­ dio para alcanzar el amor de Dios es considerar sus bene­ ficios; cuanto mâs los conozcamos, mâs los amaremos; y IC 1000 EL FARISEO Y EL PUBLICAXO. IO DESP. PENT. como los beneficios particulares incitan mâs al amor que los comunes, debemos reflexionar sobre aquéllos de una manera particular”. b) - · Es UN GRAN MEDIO PARA HUMILLARNOS “Nada nos puede humillar tanto delante de la misericor­ dia de Dios como la multitud de sus beneficios; ni nada nos puede humillar tanto delante de la justicia cuanto la muchedumbre de nuestros pecados. Consider emos lo que El ha hecho por nosotros y lo que nosotros hemos hecho contra El; y, de la misma manera que nosotros hacemos examen minucioso de nuestros pecados, hagâmoslo también sobre las gracias recibidas. No hay que temer que el conocimiento de las gracias di­ vinas engendre en nosotros vanagloria, con tal que estemos convencidos de esta verdad: que nada de cuanto bueno tenemos nos pertenece. ^Qué tenemos nosotros de bueno que no hayamos recïbido? Y si lo hemos recibido, îpor qué nos vanagloriamos? (1 Cor. 4,7). La atenta consideraciôn de las gracias recibidas nos hace humildes, porque el conocimien­ to engendra el reconocimiento”. c) nuestra ingratttud, remedio con­ tra LA VANIDAD La consideraciôn de “Mas si al considerar las gracias que nos ha hecho Dios nos asalta alguna especie de vanidad, el remedio infalible serâ acudir a la consideraciôn de nuestras ingratitudes, imperfecciones y miserias; si meditamos en lo que hemos he­ cho cuando Dios no estaba con nosotros, comprenderemos que lo que hemos hecho cuando El estaba en nuestra compafiîa no es de nuestra cosecha ni de nuestro estilo; nos alegraremos y regocijaremos por ello, pero glorificando a Dios, autor de todo. Asi, la Santisima Virgen confesô que Dios habia hecho en ella cosas grandes, y por ello se humillô y glorifico a la Divinidad: Mi aima—dice—engrandece a mi Dios, porque ha hecho en mî cosas grandes (Le. 1,46-49)”. E) a) Falsa humildad Recrearse en parecer humilde “Decimos frecuentemente que no somos nada, que somos la miseria y la basura del mundo; pero acaso nos sentiriamos contrariados si alguien nos tomase por la palabra y nos considerase pûblicamente como decimos que somos. Por ’A ^7*. J £»* SEC. 5. AUIORES VARIOS. S. F. DE SALES 1001 el contrario, haeemos ademân de retirarnos y de ocultamos, mas es para que se vaya detrâs de nosotros y se nos busqué; aparentamos desear ser los uitimos y sentarnos en el lugar postrero de la mesa, mas para que se nos honre haciéndonos ocupar el primero. La verdadera humildad no adopta aire de tal ni dice palabras humildes, porque no sôlo desea ocultar las demas virtudes, sino también, y principalmente, busca ocultarse a si misma; y si le fuese permitido mentir, fingir 0 escandalizar al prôjimo, cometeria acciones arro­ gantes e iracundas a fin de esconderse en ellas y vivir desconocida y a cubierto de alabanzas”... b) Las palabras de humildad sean sinceras né—ι— “No digas nunca palabras de humildad o, si las dices, dilas con verdadera sinceridad interior, que esté de acuerdo con lo que dices; no abajemos nunca nuestros ojos si no es humiliando nuestro corazôn; no hagamos ademân de querer ser los ultimos si interiormente no lo queremos ser”... c) La c arid ad permite ciertas alabanzas no exactas “Ciertas frases de honor y de respeto que, en rigor, no son verdaderas, valen si el corazôn del que las pronuncia lleva intenciôn de honrar y respetar a quien se las dirige; pues, aunque las palabras expresen con algûn exceso lo que significan o queremos decir, no haeemos mal en emplearlas si el uso comûn asi lo requiere. Claro que yo desearia que las palabras se ajustasen de tal manera a los sentimientos, que pudiesen reflejar la sencillez y sinceridad del corazôn”... d) Una humildad falsa y maligna “Muchos dicen que dejan la oraciôn mental para las per­ sonas perfectas, ya que no son dignos de hacerla; otros aseguran que no se atreven a comulgar frecuentemente porque no estân dotados de la pureza necesaria; otros afirman que temen deshonrar la devociôn si a ella se dedican, a causa de su miseria y fragilidad; y no faltan quienes rehuyen emplear sus talentos en el servicio de Dios y del prôjimo; porque, dicen, conocen sus flaquezas y tienen miedo a envanecerse si son causa instrumental de algûn bien, y, por otra parte, iluminando a los demâs, temen quedarse a obs­ curas. Todo ello no es mâs que puro artificio y una suerte de humildad no solamente falsa, sino maligna, mediante la cual se pretende, silenciosa y sutilmente, desacreditar las cosas de Dios o, al menos, encubrir, bajo el pretexto de hu­ mildad, la propia opinion o la propia indolencia”... R·’ 5 ο a) Ni necios ni vanidosos “Pcnsar que sabemos lo que ignoramos es neccdad évi­ dente; querer pasar por expertos en lo que no conocemos es insoportable vanidad; por mi parte, ni querria pasar por sabedor de lo que ignoro ni por ignorante de lo que sé. Cuan­ do la caridad lo requière, es neccsario comunicar al prôjimo, de una manera dulce y sincera, no solo cuanto debe saber para su instrucciôn, sino también èuanto le sea ûtil para su consuelo; la humildad que oculta virtudes lo requière para aumentarlas, engrandecerlas y perfeccionarlas”... b) Humildes y carit ATI vos “Asî, la humildad cubre y oculta todas nuestras virtudes y pcrfecciones humanas y sôlo las hace aparecer mediante la caridad, que, siendo virtud no humana, sino celeste; no moral, sino divina, es el verdadero sol de las virtudes, so­ bre ias cuales debe siempre dcscollar; de forma que la hu­ mildad que ofende a la caridad es falsa”. > c) El justo medio es virtud "Yo no querria pasar ni por sabio ni por necio; pues si la humildad me impide pasar por sabio, la sencillez y la sinceridad me impedirân pasar por necio; y si la vanidad es contraria a la humildad, el artificio, la afcctaciôn y el fingimiento son contrarios a la sinceridad y a la sencillez. Si algunos grandes santos se hicieron pasar por necios a los ojos del mundo para ser despreciados, debemos admirarlos y no imitarlos. pues ellos tuvieron sus motivos para practicar talcs rxcesos, los cuales fueron tan particulares y ex­ traordinarios, que nadie debe deducir consecuencia alguna para si". V. BOURDALOUE En la* obras de Bourdalone, v bain e*. tltuln de Pcnsonifcnfns sobre dlvcrsoa asuulof de moral y de vdlvhhi. se inclure nn Inrim capliulo titulado. a su ver, .S'nbrc lo hiiuiildad y cl οιχίιΙΙο, cnyos 1res pr’.ineros articulos parafrasean punio por punio la parAbola del fariseo v el SEC. 5. AUTORES VARTOS. DOUR TM LOUE 3 publicano. Los otros très versan sobre la grandeza de In Immildnd y !os pcHgrns de gozar de una gran repuiaciôn v cotejim la humildad v rl orgullo; pero hemos de suprimirlos por falta de espacio (cf. ed. Firunu-Didot, 1.3 p.443-440)« Introducciôn a la parabola A) Ni el mismo Evangelio nos dice a quién destinaba el Senor esta parabola, que, aunque tiene aplicaciôn directa a cualquicr aima orgullosa, sin embargo, fué pronunciada dirigiéndose a los farisc-os y a qui ones se ascmejaban a ellos ; gentes llenas de si mismas, de sus pretendidos méritos; que creian ser los unicos clogidos del Sefior y hablaban y dccidian como si fuescn los solos interpretes y depositarios de la ley, modclos vivos de santidad suscitados por Dios para reformat el mundo y dotados, sobre todo, de una altancria que nada podia doblogar, y que con una vana apariencia de vida regular y austera deslumbraban las ojos de la gcnte scncilla. Hombres como éstos han cxistido siempre en la Iglesia, de forma que la parabola no ha perdido nunca su triste actualidad. El fariseo y cl publicano fueron al mismo templo, a la misma hora y con el mismo intento de orar, pero no con la misma disposiciôn del aima; de donde acacciô que la oraciôn del uno consiguiô su fin y la del otro se convirtiô en delito, porque las fuentes de la oraciôn son dos, la gracia y la disposiciôn del aima, fuentes de las cuales deduce su fruto y mérito. Por eso el Espiritu Santo nos advierte que nuestro primer cuidado antes de la oraciôn sea el de preparar el aima (Eccli. 18,19). Cualquier otra preparaciôn que no fuere la del aima, es inûtil. Pero iqué preparaciôn os la conveniente? A los ojos del mundo lo hubiera sido la del fariseo, exacto cumplidor de todas las normas; sin embargo, los juicios de Cristo fueron opuestos. iPor qué? Porque la oraciôn del fariseo era orgu­ llosa, de pretendida justieta, y la dei publicano, humilde, de penitencia sincera. B) Caractères y efectos del orgullo a) El fariseo ESTABA DE PIE 1. Un orgullo grosero De pie dolante de todos y en el primer lugar. Si hay un vicio que debiera ocultarse por lo odioso que se hace a todos loe que lo advierten, es el de la soberbia, vicio que dificilmente es perdonado por Dios ni por los hombres. Sin S embargo, es de maravillar que sea el vicio menos fâcil de disimular; presencia, gestos, andares, mi radas, palabras y hasta el mismo silencio son senales que dejan transparentar el orgullo interior. El orgulloso no tiene mas que aparecer para que se le conozca. En una reunion ocupa el primer puesto. Si habla, es el director de toda conversaciôn y pronuncia sus opiniones como oràculos, cerrando la boca a todos los que quieran interrumpirle u oponer algo en contra. Pero, si se decide a callar, su silencio es nias soberbio; es un silencio compuesto de respuestas escasas dadas con la cabeza, de ciertas sonrisas de conmiseraciôn, de alguna frase entrecortada, como si fuese el ùnico entendido en los asuntos de que se trata, como si fuese el ùnico capaz de entrever los secretos de lo que alli se discute, y solo se dignarâ, como por lâstima, prestar oidos a lo que dicen los demas. Orgullo grosero, de que se avergonzarîa toda persona sabia, pero del que ellos, en su fatuidad, no se avergüenzan. Por visible que sea, se escapa a sus ojos. De creerlos, todas esas prerrogativas que se atribuyen no nacen del orgullo. sino de su ingenuidad y franqueza, de la justicia y verdad; por lo menos asi lo creen ellos. 2. Otro orgullo nuis sutll Se da también otro orgullo mâs delicado y sutil de per­ sonas que aceptan cierta modestia exterior cuando no 11egan a hacer profesiôn clara de humildad; pero al presentarse la ocasiôn aparece el orgullo, y en la vida se tropieza muy a menudo con mil ocasiones que nos mortifican y hacen saltar. La razôn es sencilla, y consiste en que el orgullo es la parte mâs sensible del corazôn humano y no hay mâs que rozarlo para que la fuerza del dolor nos haga gritar. Y lo mâs doloroso es descubrir esta sensibilidad y orgu­ llo en aimas piadosas y hasta consagradas a Dios. Eso si que es la abominaciôn de la desolaciôn, el orgullo bajo el sayal y el cilicio, en el santuario de Cristo, en el altar. Eso es un escândalo que confirma al mundo en los prejuicios que padece contra la devociôn y que autoriza a decir, siquiera sea maliciosamente, que basta con trocarse en devoto para convertirse a la vez en celoso de su rango, intratable sobre sus privilegios y derechos, sensible a la menor ofensa; en una palabra, orgulloso. • b) Oraba dentro de si mismo Muchos significados pueden tener esta frase, pero fijémonos en uno, y es que el orgullo se mezcla hasta en la misma oraciôn. Existi endo en esta diferentes caminos y j *■ SEC. A AUfOKES VARIOS. IlOURDALOUE 1005 soliendo Dios llamar a las sendae normales de la ascética, hay quien desde el principio se créé con alas de serafin, llamado desde el primer dia a lo mâs santo. Si un director le ilumina e insiste en sus afirmaciones, en eeguida resulta que es un hombre nada versado en la vida interior y al cual se déjà. El lenguaje de esta persona no parece de hombres, sino de ângeles, porque emplea expresiones recogidas de los santos, que comprendieron bien lo que decian, porque le salia del corazôn, pero que aqui no representan nada. La sencillez de la oraciôn, el ejemplo que de ella nos dan los santos, es el camino mâs seguro para llegar a la montana de la santidad. ‘OS ΌΌΥ GRACIAS 1. Ingeniosa habilidad Debemos dar gracias a Dios côntinuamente, pero este agradecimiento debe consistir en: 1. Darle a El, y no a nosotros, toda la gloria por las gracias recibidas. 2. No prevalerse de ellas para preferirnos y despreciar al prôjimo. 3. Confundirnos ante el mal uso que hacemos de ellas. 4. Temblar de la cuenta que hemos de dar. 5. No contentarnos con ellas, no creer que ya no necesitamos nada, sino reconocer nuestra indigencia y pedir huevas y aumentadas gracias. No era este el espiritu del fariseo, quien se aplaude de haber usado siempre santamente y, lejos de temer el juicio de Dios, no parece sino qué quisiera prevenirlo y presentarse él mismo para responder de su buena administraciôn. Persuadido como estâ de que no le faite nada, y es cosa que maravilla a San Agustin, no pide absolutamente en su ora­ ciôn. ··. , La malignidad de nuestro orgullo no llega a negar a Dios su cualidad de primer principio, y hasta entendemos ser obligaciôn capital la de repetir las palabras del Apôstol: jQué tienes que no hayas recibido? Pero, en cambio, nues­ tro corazôn no llega a aplicarse lo que sigue: Si lo recibiste, ide qué te glorias como si no lo hubieras recibido? (1 Cor. 4,7). Guardamos las apariencias, pero la verdad es que nos bendecimos a nosotros mismos. Damos, si, gracias a Dios; pero nuestro agradecimiento siempre vuelve a nosotros, y, por mucho que protestemos delante del Senor que toda la gloria le pertenece a El, no pasamos de decirlo solo con los labios. Quisiéramos que todos nos ayudaran a dar gracias a Dios, y decimos: Unios a nosotros para agradecer al * 4 t Mr* - -w— · 1006 FL FXRTSF.O Y EL PUBLICANO. TO DESP. PENT. Senor el buen éxito que ha concedi do a todos mis deseos. Nada nias cristiano a primera vista; pero iqué es lo que prctendemos? Pues enterar bien a todos de aquello que quizâs ignoren y que nos gusta mucho que sepan. j Ingeniosa habilidad! ► Damos gracias a Dios, pero al mismo tiempo nos damos a nosotros mismos la satisfacciôn de saber que correspondemos a los deseos del Senor y que usamos santamente de sus favores. Gracias exteriores y gracias interiores 2. Damos gracias a Dios, pero £de qué lo hacemos con. mayor placer? De las gracias exteriores que pueden ser conocidas y aplaudidas por el mundo. ; Si hasta los apôstoles fueron a contarle gozosos a Cristo los milagros que obraban! En cambio, ;qué pocas gracias damos por esas oiras silenciosas que se derraman y santifican al aima: espiritu de piedad, de humildad, de mortificaciôn! No olvidemosjamâs los dones del Senor, pero no los recordemos mâs que para honrarle a El. jOh Senor!, os doy gracias, persuadido· como estoy de que todo lo que tengo y soy lo he recibido de vuestra liberalidad y que, por lo tanto, siendo tuyo todo, te lo he de devolver a ti. Te doy tantas mâs fervientes gra­ cias cuanto mâs indigno me reconozco. iCuântos que valen. mâs que yo estaban mâs dispuestos y se hubieran aprovechado mejor de las gracias que me has dado a mi! iQué fruto no hubiera podido yo conseguir de ser menos perezoso, mâs generoso, con los talentos que me has dado y puestoen que me has colocado! Os doy gracias, pero quizâs seria de desear que hubieras sido menos liberal para conmigo, porque el juicio y cuenta que he de darte me hacen temblar. Cuando pienso en el tesoro de côlera que amaso, me lleno de espanto y, abrumado por este pensamiento, vuelvo a dar­ te gracias y a confîar que esa tu misericordia sabrâ tratarme con benevolencia. Cuanto menos he aprovechado tus dones, mâs necesidad tengo de tus socorros para reparar mis pérdidas. No me los niegues, Senor. d) 1. “No SOY COMO LOS DEMÂS HOMBRES” Espiritu de singularidad El orgullo navega a velas desplegadas y se manifiesta sobre todo por las seriales siguientes: El fariseo ho se considera como la generalidad de los hombres, sino en un puesto aparté, y si las gentes se niegan a distinguirle, él mismo se distinguirâ, porque confun­ di r se con los demâs seria oscurecer su propio mérito. Por SEC. 5. AUTORES VARÏOS. BOUPDALOUE P* eso dice: Yo no soy como los demas hombres. Por todas partes encontramos esta clase de espiritus que solo aman lo extraordinario y diferente, y, lo que es mâs triste, los encontramos hasta en la casa de Dios y en las devociones. 2. Espiritu de censura iPor dônde comienza el fariseo? Acusando de ladrones, etcétera. a todos los demâs hombres. Si al menos hubiese dicho: Yo no soy como algunos...; pero eso no es bastante para su orgullo, el cual necesita mcdir a todos por el mismo rasero y dentro de la masa de perdiciôn. Lo que le place es precisamente ser el ûnico. “Reconozcamos que la mayoria no llegamos a este extre­ mo, pero la experienda nos enseria que en la Iglesia misma hay prctendidos santos que lo condenan todo y que se precian de ser los ùnicos depositarios de la ciencia de la salva­ ciôn y de los caminos de Dios. No unirse a ellos es perdcrse. Y como el nûmero de los que les siguen no es tan abun­ dante como desearian, se levantan contra todo, fulminando anatemas, imaginândose en el cristianismo y en el mundo un estado de decadencia que atribuyen a los guias que lo conducen. Cierto que cl mundo estâ corrompido, pero un poco mâs de caridad y un poco menos de orgullo haria que las censu­ ras fueran mcnores y el provecho mayor”. ■ 1 ? 8. Espiritu de dureza contra los pecadores El publicano era un pecador, pero un pecador penitente; en cambio, el fariseo, incapaz de sentir otra cosa que su propia excelcncia, injuria las desgracias ajenas: Yo no soy como ese publicano. Si hubiera ido de acuerdo con el espi­ ritu de Dios, hubiera comprobado que aquel pecador era un pecador contrito; pero un fariseo no sabe comportarse mâs que como juez inexorable y jamâs como padre. ;A cuântos desgraclados ban rechazado y asustado esos modales altaneros y desdenosos, cuântas buenas disposiciones han sido ahogadas por la conducta farisaica de los buenos! Sin embargo, me diréis, la culpa es suya. Si, es cierto que deben juzgarse dignos de recibir ese trato; pero no es menos cierto que es condenable el que tû no respetes en tu hermano, por criminal que sea, la imagen de Dios y el pro­ cio de la sangre de Cristo y que lo expongas a una ruina total por ese pretendido ascendiente e imperio sobre él, ha* ciéndole sentir todo el peso de tus amargas expresiones y amenazas. Si quiere condenarse. que se condene; a mi qué me importa, eso es cosa suya. Si, que se condene; pero no ■.· *1 H É· 1008 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. lû DESP. PENT. dejarâs tû de ser culpable si lo hubieras podido evitar con mâs amables medios. 4. Ceguera con relaciôn a si mismo 1. ° Su vida, un engaîïo El orgulloso estâ tanto mâs dispuesto a enganarse a si mismo sobre sus condiciones personales, cuanto que le agrada este error. Se ufana de no ser semejante a los demâs, y en realidad es peor que todos, puesto que a los vicios comunes que él disfraza, y que le asemejan a los demâs, anade el de ser soberbio. Aquel fariseo era como los demâs hom­ bres, pues no tenemos razôn ninguna para suponer que fuese distinto de aquellos contra los que Cristo lanzô sus anatemas. Pero era peor, puesto que aüadia su presunciôn y orgullo, tratando a todos de ladrones, injustos, etc. Ladrôn, ademâs, que roba a Dios su gloria, atribuyéndose a si mis­ mo lo que no era suyo; adûltero que profanaba en su amor propio los dones divinos de que abusaba. Pero no veia nada de ello. 2. ° Imagen desagradable También nosotros tenemos vicios que no conocemos, porque nuestro orgullo nos inficiona de tal forma, que somos capaces de ver la paja ajena y no la viga propia. Es mâs, rechazamos todos los medios que se nos ofrecen de podernos ver, no escuchando consejos, ni remordimientos, ni refle­ xiones. Es que este conocimiento propio nos mostraria una imagen tan desagradable de nosotros, que nos haria perder la buena opinion que tenemos de nosotros mismos. Enfon­ ces veriamos vicios que nosotros ignoramos, pero que el mundo ha sabido descubrir y que dan lugar a que se burlen de nosotros, porque no hay nada que excite tanto la indignaciôn, mofa y desprecio de la gente como la confianza y estima que un hombre testimonia de si mismo, cuando todo pone de manifiesto sus flaquezas. La gente se pregunta si no encontrarâ nadie que le haga ver la verdad y le saque de su ignorancia. 3·° Virtudes ajenas y vicios propios Solemos obrar como el fariseo, que se comparaba cou los escandalosos, y, en esta comparaciôn, claro estâ que nuestros vicios desaparecen, siendo asi que deberiamos com­ parâmes mâs bien con personas ejemplares para que resaltasen nuestros defectos y podernos corregir. Quizâs no tengamos vicios groseros, pero ;cuântos vi­ cios del corazôn, de la imaginaciôn, del humor, de la testarudez, de la inconstancia, del disimulo, pereza, etc.’ Vi­ cios son que se conservan escondidos en lo hondo de la con- SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOURDALOUE 1009 ciencia, o porque se disfrazan con una apariencia menos odiosa, o porque pasan inadvertidos y asi no menguan en nada la hermosa opiniôn que tenemos de nosotros mismos. Pero, si no nos dejâsemos cegar por el orgullo, diriamos: Cierto es que no hago dafio a nadie, mas también es cierto que tengo un genio harto dificil, un corazôn frio, un natu­ ral colérico, obstinado, etc. He aqui lo que diriamos, pero no lo que decimos. e) “Ayuno dos veces por semana” El orgulloso, ciego, créé que tiene virtudes de que carece. Créé que es mortificado y observador fiel de la ley, cuando en realidad no posee ni la virtud de la penitencia ni la de la religion, puesto que estas consisten no precisamente en las obras, sino en el espiritu que las anima. No son vir­ tudes sino en cuanto que proceden de Dios y tienden a El como principio de gracia y fin del mérito. Pero si el orgullo las produce, ni se originan de la gracia ni tienden mâs que a nosotros mismos; no son sino un fantasma de virtud. Las obras de estas personas son buenas en si mismas, piadosas, quizâs utiles al prôjimo y a los pobres y hasta apostôlicas y laboriosas; pero, sin embargo, no son obras de virtud, desde el momento en que se mezcla el orgullo y las inficiona. Se obra el bien sin ser personas de bien y se practican las obligaciones del cristiano sin ser cristiano. Constituye un escollo tan sutil y peligroso, que el Hijo de Dios se dirige especialmente a estos taies y les dice: Estad atentos y no hagdis vuestra justicia delante de los hombres para que os vean (Act. 6,1). iEs tan agradable recibir las alabanzas de los hombres! C) Caractères y efectos de la humildad a) El publicano se colocô lejos M El Crisôstomo no terne decir que el estado de pecado con humildad vale mâs que el de justicia con orgullo, porque este ùltimo destruye todo el valor de la virtud, mientras que la humildad prépara el camino de la conversiôn. El publicano comienza por desconocers* a si mismo y, en virtud de ello, soporta hasta las injurias del fariseo. Bien pudiera quejarse y echarle en cara su soberbia; no obstante, calla. Nosotros estamos muy lejos de conocernos, y de ahi viene el trabajo que nos cuesta soportar la menor humillaciôn, y lo peor es que no sôlo no nos conocernos, sino · 1010 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. ΓΟ DESP. PENT. que no queremos conoccrnos. He aqui el porque de aquella herniosa oraciôn de San Agustin: Sefior, que yo te conozca, porque cuanto mâs te conozca, mâs te aniaré; pero, a la vez, job Senor!, que me conozca a mi mismo, porque cuanto mâs me conozca, mâs me dcspreciaré. En efecto, dcsde el momento en que comenzamos a cavar este abismo, concebimos una idea exacta de nuestro valor y, por lo tanto, de lo que mcrecemos, de nuestros errores, ignorancia, inclinaciôn al mal, etc. Y si de lo general bajamos al detalle de nuestra vida... Pero 4 qué séria yo cntonces ante la opinion püblica, que piensa otra cosa tan dis­ tinta? 4Qué seria de mi si me conocieran como tû, Senor, me conoces? Verdad es, pero un aima humilde no ambiciona honorus vanos ni busca prccminencias necias; trabaja y se csfuerza cn la vida, sin hacer caso de naderias. ;Qué lecciôn de moral para el mundo, y sobre todo para los grandes del mundo! iQué extraüa paradoja, que no entcndiô jamâs la filosofia pagana ni el mundo entiende hoy! Esto es lo que escandahza y moteja de bajeza, pero la ver­ dad dcspreciable segûn el mundo, es sublime segûn Dios; es el milagro de la humildad evangélica, esa de los hombres que se esfuerzan en todo y son incapaces de dejarse deslumbrar por una vana complacencia o una grandeza ima­ ginaria. Todo el que se irnaglna ser algo, se engaila a si mismo (Gai. 6,3). b) No LEVANTABA LOS OJOS AL CIELO El pobre publicano no sabia dônde mirar, pues pareciale •que la tierra le acusaba y que el cielo estaba dispuesto a condenarle. Cuando la humildad estâ cn el corazôn, se manifiesta hasta en el rostro, y no precisamente porque se afeute demostrarla, lo cual no pasaria de ser un orgullo disfrazado de humildad, y el poor de los orgullos humanos, porque, como dice San Jeronimo, lo mismo que la gloria sigue a la virtud como la sombra al cuerpo, asi también hay ciertas sefia’cs que manifiestan siempre la verdadera humildad, como son cierta prudente modestia, cierta templanza y moderaciôn en las acciones, etc. P<.ro donne la humildad nos hace mâs evidentementc respetuosos y sencillos es en los ejercicios de las prâcticas religio’as, que no sôlo se llevan a cabo con mayor decoro ante Dios. sino con mènes afectaciôn ante los hombres. Cotejemos nuestro modo de obrar en la iglesia con el dei publicano. SEC. 5. c) AUTORES VARIOS. BOURDALOUE Se daba 1011 colpes de pecho Pûblicamente. No se contentaba con confesar a Dios sus ofensas, sino que hubicse querido asociar a todos los que le rodeaban. Exislen cspiritus altaneros, tan satisfechos de todo le que piensan, dicen y hacen, que ee creen impecables; no parece sino que son infalibles en sus palabras, frases y accioncs, o, por lo menos, siempre encuentran pretextos para convcncernos de que la razôn milita en un bando. Ocras son personas de mejor fe y no ciegan hasta el punto de no advenir lo que les falta. En su tribunal interior se hacen justicia, pero esto es una cosa muy distinta a confesarlo en una discusiôn contra un adversario y decir: La razôn la tiene usted. Ahora bien, uno de los efectos de la humildad es curar todos estos prejuicios. Entonces el remordimiento tiene su valor, y las equivocaciones el suyo; entonces se conoce la verdad de todo lo nuestro. En esa forma deben entenderse las exclamaciones de santos muy altos que se tenian por personas muy bajas, lo cual se debia a que, aunque cono· cicran su virtud, conocian también sus defectos. Ponderaban éstos y, en cambio, engrandecïan las virtudes de los demâs, asi como la gracia de Dios, que les habia servido para subir y la que suponian, y con razôn, que habian desperdiciado. Si esta humildad es necesaria para todo, lo es muchomâs para asuntos religiosos, y principalmente para el sa­ cramento de la penitencia. d) “îOh Senor!, sème propicio porque soy un pecador En esto se cifraba toda la oraciôn dei publicano, verdadero penitente que sabia lo que era ser pecador, pero también que Dios es misericordioso. El recuerdo de los pecados con­ funde, pero no se descorazona, porque no borra el recuerdo de la misericordia divina. Esta es la gran instruction y consuelo que reserva el Evangelio para los pecadores. Se alejaron de Dos, pero Dios les llama; se vuelven hacia El, y Dios extiende sus brazos; se endurecieron durante mucho tiempo, mas Dios les sigue esperando. ^Qué tienen, pues, que hacer? Repetir confiados y humildes la oraciôn dei publicano: Senor, he pecado, he abandonado tus caminos, la concupiscencia me arrastrô y précipite de abismo en abismo, el peso de mis pecados me agobia; pero, joh Senor, mi Dios!, por eso mis­ mo recurro a ti, porque soy un pecador que, cuanto mâs. l·’ et - t - □ ? 1012 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. 10 DESP. PENT. grande lo he sido, mayor ocasiôn doy a que uses las rique­ zas de tu misericordia; por eso me sostengo todavia y le­ vanto mis manos hacia ti. Mas seria una presunciôn orgullosa e ilusoria creer que esta oraciôn es propia unicamente de los escandalosos. Las aimas mâs santas son las que han solido usarla con mayor frecuencia, excitândose cada dia a un vivo dolor de sus pecados. A buen seguro que nunca nos ha de faltar materia. Pecados que mataron el aima y pecados mâs leves, pero siempre peligrosos; pecados de acciôn y de omisiôn, de ignorancia y de negligencia, personales y ajenos... e) Se volviô justificado Ya hemos senalado que es un pensamiento muy repetido del Crisôstomo el que un pecador humilde es de mejor con­ diciôn que un justo orgulloso, porque la humildad atrae las gracias divinas, que terminan por convertirle y llevarle a la justicia, mientras que la soberbia le expone a los castigos de Dios y al pecado grave, si es que antes no habia caido en él. El fariseo y el publicano verifican aquel orâculo de que Dios resiste a los soberbios y se entrega a los humildes. Asi fué en todo tiempo: Acab, sacrilego e impio, se humillô ante Dios e inmediatamente el Senor dice a su profeta: iHas visto cômo se humillô Acab ante mi? Porque se ha humülado ante mi, yo no haré venir el mal durante su vida (3 Reg. 21,29). Nabucodonosor, soberbio hasta la idolatria de si mismo, castigado por Dios du ri sim a mente, cuando se humillô ante el castigo recibiô la paz y fué restablecido en el trono. Gracias a la humildad, la cananea consiguiô la curaciôn de su hija y la de su aima. iFelices los humildes de corazôn! Aqui tenemos al Se­ nor 1 Aqui tenemos al Senor, que se nos propone como modelo, y no precisamente de su poder, de sus milagros o de sus virtudes mâs heroicas, sino que dice sencillamente : Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn . (Mt. 11.29). SECCION El. TENTOS PONTIFICIOS La oraciôn A) a) Necesidad de la oraciôn En la Edad Media, a pesar de todas sus deficiencias LA VIDA PÙBLICA ESTABA ENNOBLECIDA POR LA ORACIÔN . «Ciertamente, no hay por qué desconocer las deficiencias de la vida religiosa durante la Edad Media y siglos siguientes ; pero toda la vida pùblica, en todas las clases sociales, estaba acompafiada, animada y ennoblecida por la oraciôn ; hasta podria decirse que aun la misma sociedad educaba, criaba y mantenfa en la oraciôn al cristia­ no. El esplendor de Roma como ciudad orante se halla atestiguado por la historia y es conocido y deserito por los peregrinos que du­ rante los anos de jubileo afluian a ella en grupos numerosos desde todas las partes dei mundo. Los sepulcros de Pedro y Pablo fueron la meta de innumerables ansias y deseos para muchos santos y sau­ tas, para espiritus ardientes que, junto a las sacras aguas del Tiber, aprendieron los cantos litûrgicos y los himnos devotos de adoraciôn a Dios, para luego hacerlos resonar en su patria y en otras tierras, en sus iglesias, en sus soledades y en sus monasteries» (Ρίο ΧΓΓ, A los pàrrocos y cuaresnieros de Roma, 13 de marzo de 1943). b) Mas, en nuestros tiempos, la educaciôn del pueblo SE HA DESVIADO DEL CAMINO QUE CONDUCE A LA IGLESIA Y A LA ORACIÔN «Mas los tiempos recientes presenciaron la decadencia de aque11a piadosa y exuberante prâctica de la oraciôn, y la educaciôn del pueblo, en las familias y en las escuelas, se desviô dei camino que conduce a la iglesia y a la oraciôn. Verdad es que semejante proceso suscité, como reacciôn, una fuerte falange de catôlicos que, avezada a luchar contra corriente y a desdeôar todo desprecio, prefiriô siem­ pre alzar su corazôn y sus manos a Dios mediante la oraciôn ; pero al propio tiempo, por contraste entre el bien y el mal, surgiô un grupo no pequeno de otros que, mâs preocupados de lo material que de lo espiritual, se habituaron a separar perniciosa y funestamente de la vida pùblica, profesional y social toda prâctica religiosa, Finalmente, de ahi naciô, aumentando sin césar, la muchedumbre de los que ya no oran ni alzan su pensamiento a Dios» (ibid.). - i t 1014 EL FARISEO Y EL l’HOLTCWO. IO DFSP. PEX’T. c) Hay quienes piensan que la oraciôn es un incienso QUE CONVIENE DEJAR A LAS MUJERES, COMO SI EL HOMBRE NO TUVIERA LA MISMA NATURALEZA Y NO MENOS FRÀG1L «Hay jôvenes que piensan que en el mundo, a partir de cierta edad, la oraciôn es un incienso cuyo oloroso humo conviene dejnr a las mujeres, h» mismo que civrlos perfumes de itioda ; otros m udvn en alguna ocasiôn a la misa, cuando les es côimnlo ; pero se creen, a lo que parece, demasiado grandes para arrodiliarse. y no lo basiante misticos, como dicen algunos, para acercarse a la sagrada coniunîôn. Tant poco faltan muchachas jôvenes que, aun habiendo sido eduvadas con todo cuidado por sus madrés o por buenas religiosas, se creen eximidas, una vez casadas, de las mas elementales nonnas de pru­ dencia. Lectutas, espectâculos, balles, distracciones peligrosas, todo les es perinitido. Pero en una familia vcrdaderainenle cristiana, cl marido sabe que su aima es de la misma naturaleza y no menos frâgil que la de su mujer y la de sus hijos ; por eso aùade a la de éstos su oraciôn diaria, y asi como se complace en verlos en torno suyo en la mesa familiar, no déjà de acercarse con ellos a la mesa eucaristica» (Pio XII, Discurso a los reclcn casados, 24 de julio de 1940). El apôstol ha de imprimir en las conctencias la ne­ cesidad de la oraciôn, para acompanar a todas las cosas criadas en la alabanza a Dios d) «iQué significan y que piden a todo apôstol esas condiciones tan tristes y tan dolorosas? Significan la decadencia y el olvido de la idea del aima y de Dios en el pueblo cristiano, y piden remedio para el mal, sugiriendo el camino que ha de seguirse para vencerio, esto es, hacer que en las conciendas, sobre todo de los hombres, reviva la saludable y necesaria convicciôn de que la oraciôn no sôlo es un deber del esplritn, sino también una obligaciôn de honor. Si todo el mundo visible canto las alabanzas de Dios con potentes acordes que, desde el cielo hasta la tierra, resuenan en sublime armor, ία por los espocios dei universo, ^cômo podria el hombre, a quien el Creador da ver claramcnte su eterna potencia y divinidad en sus obras (Rom. 1,20), substraerse al gran coro de los cielos y de todas las criaturas que a su alrededor estân, y eximirse del deber de bendecir a Dios, de adorarle y de alabarle?» (l'io XII, Λ los pàrrocos y cuaresnicros de Roma, 13 de marzo de 1943). e) Sin la oraciôn, nadie puede observar por largo tiempo la ley de Dios y evitar la culpa mortal «Surge de aqui la luz de otra verdad. que vuestra palabra harà que pénétré en la mente y en la conciencia cristianos : In absoluta necesidad de la oraciôn. Es doctrina cutô’.icn que nadie puvde por largo tiempo observar la ley de Dios y evitar la cnl|xt mortal sin el auxilio de la gracia ; par otro parte, Dios nos previene con sa gracia sin nuestra cooperaciôn ; pero, segûn las normas ordinarias de su acciôn salvadora, exige luego la cooperaciôn del hombre, en sfc. 6. textos; roNTTFTCTOs 1015 primer lugar con la oraciôn. l'iglla/e cl orale, ut non Int relis In lenlûlhnicni! (Mt. 26,41). Luego podemos af'irmar que ’.a misma norma de fe no cambia «le valor si, sustitnyendo In palabra «oraciôn» |>or el término «gracia», decimos : Sin la oraciôn nadie puede observar por largo tiempo la ley de Dios y evkar la culpa mortal. l’reguiitod, amndos hijos, en cuantos cristianos se hallu viva, de hecho, esta verdad luminosa y fundamental y cuénios caminan a la luz de ella, conformando a su guia los peiisamicntos, los ofectos y '.as obras ; y recurrid a estos primeras e inconmovibles priucipios de la vida personui religiosa cuando inslruvéis a los. fivles |>ura orar bien» (Pio XII, A los ‘ pdrrocos y a los cuaresineros de Ruina, 13 de marzo de 1943). f) No SE HA DE REDUCIR LA ORACIÔN A UNOS MINUTOS EN LA SEMANA, SINO QUE HAY QUE OR AR SIEMPRE, SIN INTERMIS1ÔN «Efectivamente, podéis estar convencidos de la necesidad de la respiraciôn del aima ; es decir, de la necesidad de orar ; pero podriais sentiros inclinados a creer que basta una vez a la semann, como, por ejemplo, en la misa del domingo, o una vez al dia, como, por ejemplo, antes de acostaros Sin embargo, el divino Maestro ha dicho a todos : Debéis orar siempre (Le. iS.i), y ha hecho que sus apôstoles repitan a todos la misma invitnciôn : Orad sin inlermisiôn (1 Thés. 5,17). Amadisimos hijos: 1 queréis ser realmente cristianos, ser hom­ bres y no méqninas o, a lo mâs, instrunrentos de prodncciôn ? 1 la­ ced que vuestra oraciôn no sea solamente algûn momento del dia o algunos minutos de la semana. Sabcis por experienda que ninguna ocupaciôn, ningùn trabajo o fatiga interrumpe el ritum de vuestra respiraciôn; aun durmidos, se signe respirando, y ] ay de vos­ otros si no fuera asi I Y i por qué no ha de pasar lo mismo con la respiraciôn del aima, que es la oraciôn ?» (Ι’ίο XII, Discurso a un grupo de /erroviarios, S de junio de 1952). g) La prâctica continua de la oraciôn se logra ofreCIENDO A DfüS, AL COMIENZO DE CADA DÎA, NUESTROS PENSAMIENTOS, PALABRAS Y OBRAS «Pero acaso preguntaréis : ^Cômo es posible en la préctica esta respiraciôn continua ciel a'.ma ? ^Cômo es posible orar cuando sc estâ trabajando o cuando nos estamos causando, cuando coincuios o lloranios, cuando gozmnos o sufrimos? He aqui, ainados hijos, un método sencillo y fâcil. prolxiblcmerite muy conocido ya por muchos de vosotros. Al empezar el dia, ofreced al divino Corazôn vuestros pensomientos, palabras v obras, vuestras alegrias y dolores, en uniôn con aquellas intenciones p<»r las que El mismo se inmola cotidianameute sobre el altar» (ibid.). t 1016 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. ΙΟ DESP. PENT. Y RENOVANDO EL OFRECIMIENTO, EN CUANTO ES FUSIBLE DURANTE EL DÎA h) «Esta oferta, renovada, en cuanto es posible, durante el dia, especialmente antes de los actos mâs importantes, nunca retrotralda, ni siquiera implicitamente, con acciones contrarias a ella, basta para que vuestra vida de todos los dias sea una continua oraciôn. ^Quién podrâ decir cuantas gracias actuales esta vida vuestra, asi transformada y sublimada, os podria obtener de Dios, gracias que descenderian como lluvia de bendiciones sobre el monte ârido y desolado? ^Qué aumento de gracia santificante procuraria a las ai­ mas en esta vida y qué aumento de gloria en la eternidad? Asf, el maquinista, el jefe de tren, el revisor, el expendedor de billetes, el guardagujas, el telegrafista, los empleados todos, con su jornada de trabajo, dondequiera que el deber los llame, sin buscarse una fatiga mâs, sino con el mismo trabajo y con la misma fatiga, pueden cooperar con Jesûs en la salvaciôn de las aimas y ayudar al mundo a hacerse mejor. Entonces ya no se daria el espectâculo de una tierra casi convertida en un infierno, donde los hombres estân cansados de habitar» (ibid.). B) Cômo ha de ser nuestra oraciôn La VERDADERA ORACIÔN DEL CRISTIANO, ENSENADA POR Jesûs, se preocupa de todos los intereses espirituales y a) MATERIALES DE LOS HOMBRES «La verdadera oraciôn del cristiano, ensefiada por Jésus a todos, pero que por un titulo especial es la vuestra, esencialmente es ora­ ciôn de apostolado. Reûne ella en si la santificaciôn del nombre de Dios, la venida y la difusiôn de su reino, la filial adhesion a las , disposiciones de su amorosa providencia y a su voluntad redentora y glorificante ; por lo tanto, todos los intereses materiales y espiri­ tuales de los hombres : el pan cotidiano, el perdôn de los pecados, la uniôn fraternal, que no conoce odios ni rencores ; el auxilio en las tentaciones para no sucumbir a ellas, la liberaciôn de todo mal. iDe qué otra plenitud puede venir tamano cûmulo de favores sino de los tesoros de Dios, de aquel Dios que se digna otorgarlos a nuestre oraciôn?» (Pio XII, .4 los miembros del Apostolado de la Ora­ ciôn, 17 de enero de 1943). b) En 34» LA ORACIÔN DEBEN PEDIRSE LAS GRACIAS TERRENALES DESPUÉS DE LAS ESPIRITUALES «iQué habéis, pues, de hacer? Habéis de inculcar a los fieles que —aun pudiendo y debiendo orar por el «pan cotidiano» también y por las necesidades de esta vida—en la oraciôn deben pedirse las gracias terrenales y temporales después de las espirituales, y que ninguno puede estar seguro de ser escuchado en la peticiôn de los bienes pe­ sa jeros de este mundo, porque, al ignorar si lo que desea ha de con- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 1017 tribuir a su bien supremo, ha de entregarse necesariamente con fe y humildad a la santisima voluntad de Dios, que bien sabe qué le conviene mejor para esta vida y para la otra. Por lo tanto, en el pri­ mer lugar de toda vida cristiana digna de tal nombre estâ el adorar a Dios y el implorât de El los bienes sobrenaturales y eternos. Nuestra patria estâ en los cielos (Phil. 3,20) ; allâ debemos alzar la mente y el deseo; acâ abajo, aspirar a la eternidad con la fe, que todo lo vence, la que animaba a los primeros cristianos en medio de las persecuciones y de las angustias y que debe subyngar e inflamàr también los corazones de nuestros fieles y vivificar su oraciôn, haciéndola espiritualmente intima y limpia de todo afecto no ordenado al fin supremo» (Ρίο XII, A los pàrrocos y a los cuaresmeros de Roma, 13 de marzo de 1943). C) 3 Mg A VECES NO CONSEGUIMOS LO QUE PEDIMOS PORQUE NO ORAMOS CON PERSEVERANCIA «^Por qué—se puede afin preguntar—no obtenéis tantas veces lo que pedis? Porque, mientras el Espiritu Santo os inspira y os mue· ve a orar, cesâis vosotros de seguir su inspiraciôn y el movimiento que El os imprime y no continuâis en la constancia de la oraciôn, haciendo que ésta no obtenga el efecto esperado. Nuestro Senor ha dicho y repetido que la oraciôn perseverante es infaliblemente oida ; porque el perseveror es una insistencia que hace violencia a su Co­ razôn y triunfa. El, que ve las cosas y sus consecuencias desde mâs alto y desde mâs lejos y contempla todo el bien que vuestras ai­ mas obtienen de las oraciones prolongadas, de los deseos confiados, de las humillaciones ante El, de la animosa fe que sostiene vuestra constancia, no quiso prometer la inmediata concesiôn del favor pedido. 2Y por qué? Porque tiene un corazôn mâs que de madré, de aquélla avisada y tierna madré que no duda denegar el alimento a su querido hijo y dejarlo también llorar un poco, porque sabe que la leche que éste querria obtener en seguida, le ayudarâ mâs esperando un rato» (Ρίο ΧΠ, A los recién casados: sobre la eficacia de la oraciôn, 9 de julio de 1941). d) ÀDEMÂS DE PEDIR LO QUE CONVIENE A NUESTRA ALMA, CON PERSEVERANCIA, HAY QUE HACERLO PIADOSAMENTE «La oraciôn tiene que ser, por lo tanto, un pedir lo que estâ bien para nuestras aimas, un pedirlo con perseveranda ; pero también un pedirlo piadosamente : tal es la tercera condiciôn que pone San­ to Tomâs para la eficacia de la oraciôn, entre las cuatro que senala : «pro se, necessaria ad salutem, pie et perseveranter» 'cf. Sum. Theol., 2-2 q-3 a.15 ad 2). i La oraciôn piadosa ! 1018 FL FWWl V FL PTTBLTCANO. in DFSP. PENT conoce la arroganda del fariseo, que se enorgullece de ser mejor que los otros hombres, sino que, a semejanza del pobre publicano, o> hace sentir en vuestro corazôn que todo lo que recibiréis no serâ sino pura misericordia de Dios hacia vosotros» (ibid.). e) Dios nos escucharâ si nuestra oraciôn confiada va AVALORADA POR LA HUMILLACIÔN Y LA PEN1TENCIA «Este es el mistcrio del corazôn de Dios, el gran misterio del cristianismo. Dios, con su infinita y amorosa misericordia, que se expansiona sobre todas las criatnras (Ps. 144,9), nos escucharâ—en el momento y en la manera que su bendita Providencîa tenga dispuestos—si a los pies de su trono asciende unânime la oraciôn con­ findo y ardiente, avalorada por la humillaciôn y la penitencia ; porque pertenece a la suprema eminenda de la bonded y de la carid.id divina no sôlo distribuir el ser y el bienestar a todos, sino también escuchar en su liberalidad los piadosos deseos que se expresan par media de la oraciôn. < Acaso el Hijo de Dios encarnado no nos ha llamado amigos y discipulos suyos ? (cf. lo. 15.15). no es mérilo de la amistad que quien ama quiere que se vea saciado el onsia del amado?» (Γίο XII, En el dia de sûplica univer­ sal, 34 de noviembre de 1940). C) Por quiénes debemos orar a) A EJEMPLO DE CRISTO, DEBEMOS ORAR CADA DÎA AL SENOR POR TODOS LOS MIEMBROS DE SU CUERPO MÎSTICO «De una manera muy particular mostrô nuestro Redentor su ar­ dent i>imn amor para con la Iglesia en las pindosas sûplicas que por tlla dirigia al Padre celestial. Puesto que—bôstenos recordar sôlo esta—todos conoren, venernbles hermanos, que El, cuando estaba ya para subir al patibulo ile la rruz, orô fervorosamente por Pedro (cf. Le. 22,32), por los demâs apôstoles (cf. lo. 17.9-19) y, finalmente, p«»r todos cmintos, mediante la predicaciôn de la palabra divina, habijn de creer en El (cf. lo. 17,20-23). Imitando, pues, este ejemplo de Cristo, roguemos cada dia al Sc­ itor de la mies para que envie operaria.·; a su mies (Mt. 9.38; Le. 10,2), y elevemos todas cada dîn a los cielos la comiin plegaria y encomvndcmns a todos los miembros del Cuerpo mistico de Jesucristo. Y ante todo a los obispos, a quienes se les ha confiado especialmente el cuidado de sus respeclivas diôcesis ; luego a las sacerdotes y a los religiosos y religiosas, quienes, llamados a la herencia de Dios, ya en la propia patria, ya en lejanas regiones de infieles, defienden, acreçientan y pmpagan el reino dei divino Redentor» (Pfo XII, Mys­ tici Corporis Cliristi, 46 : Col. Eue., p.735). SFC. 6. b) En TF.XTOS rOXTIFTCTOS 1010 LAS PRESENTES CIRCUNSTANCIAS ES NECESARIO ORAR POR LOS GOBERNANTES DE LOS PUEBLOS «Y principal mute en 1ns présentes circiinstancîas parece ser, mâs que oportuno, necesario que se ruegne c<>n fervor por los reyes y principes y por todos aquellos que, gbbernamlo a los pueblos, pneileii con su tutela externa ayudar n la Iglesia, para que, resiablecido el recto orden de las cosas, la paz, que es obra de la justifia, (Is. 32,17), emerja para e) aïonnèniado género humano de entre las aterradoras olas de esta tenipestad, mediante cl sopio vivificante de la caridad divina, y para (pie nuestra santa madré la Iglesia pueda llevur una vida quieta y tranquila, en toda piedad y castidad /cf. Sap. 6,23)» (ibid., 4S : Col. Eue., p.737). c) En la oraciôn que HAGAMOS POR la CONVERSIÔN de LOS DEMÂS, INTERVIENS LA TERRIBLE POSIBILIDAD DE QUE ELLOS RESISTAN A LAS POTENTES GRACIAS DE DlOS «Piadosa, perseverante, sobrenatural, la oraciôn que hagâis por vosotros mismos ser/ι siempre oida, asegura el Doctor Angélico , pero iy en relaciôn con los demâs, para aquellas almas cuya salvacién tanto qncréis, cuya compaùia espérais y anhekiis en la felicidad celeste, almas del esposo, de la esposa, del hijo, de la hij.a, del pa­ dre, de la madré, de los amigos y de los conocidos ? (Ctiânlo vale para ellos vuestra oraciôn? ^Cuânto hace ante el trono de Dios? Aqui, sin duda, interviene aquella terrible posibilidad, inhérente al libre arbitrio del hombre, de resislir a las gracias potentes y mul­ tiformes que vueslras oraciones hayan obtenido para aquella·; ai­ mas» (Γίο XII, A los recicii casados: sobre la c/lcacia de la oraciôn, 9 de julio de 1941). Pero los misterios infinitos de la misericordia de Dios vencen nuestros pensamientos, y por eso siempre de­ bemos ORAR FOR OTROS d) imos, el consnelo de que os mantengôis tan junte» a Nos, uniendo vuestra oraciôn a la nuestra, vuestros sncrificios a nuestros dolores, vuestras obras a nuestras preocnpnciones. (lo. 5,44). 3. Es decir, vuestra soberbia es incompatible con c) !& ΙΠ. Corazôn encorvado. Llama el Beato Juan de Avila “corazôn encorva­ do’’ (cf. “Carta a un juez”: BAC, “Obras com­ pletas”, t.l p.319) al corazôn egoista, vuelto ha­ cia si. Se puede aplicar también al soberbio vuelto hacia si. Dice San Agustin de este fariseo que todo se lo atribuye a si mismo. SEC. b) c) d) a) b) c) No piensa en Dios; no se vuelve a Dios; no termina en Dios la consideraciôn humilde de su mente y el sincero ajecio de su voluntad. b) Revierte sobre si mismo. No adora a Dios; se adora a si mismo. 1. Y su presencia en un lugar distinguido dei tem­ plo no es un acto de reverencia y acatamiento de la Divinidad. 2. Es mâs bien una exhibiciôn ; es un ofrecerse y buscar la estima, el honor, la gloria de los hoπιbres. La frase es de San Bernardo: “Dum ΕΘ singulariter exultât; aliis insultat”. De otro modo procediô David. a) David dijo (Ps.115.11): ,Todo hombre es men tiroso»: lOmnis homo, mendax». A nadie excepluô, para no alabar a nadie. Todos pecaron. Todos necesita» de la gracia de Dios. No se atrevia, dice San Agustîn, a mirar a Dios, para que Dios le mirase. Aparecia oprimido por el peso de su conciencia. Volaba, empero, su corazôn a Dios en alas de su es­ peranza. Con su gesto humilde nuestra reconocer que ha pecado contra toda la familia celeste. 2. Contra los ângeles, cuyas inspiraciones ha resistido. Contra los santos, cuyas oraciones ha defraudado. Contra Dios mismo, cuyos preceptos ha violado. ‘Mihi peccatori”. El fariseo se atribuyô a si todo lo bueno que habîa hecho. El publicano se reconoce como autor unico de sus pecados. a) IV. “Se exultât, alüs insultat”. El fariseo se exceptûa a si mismo. Los demâs hom­ bres son pecadores. El es justo. El projeta no se excluyô a si mismo de la comûn miseria, no tuera que quedara excluido de la univer­ sal misericordia. El fariseo, al ocultar su miseria, se hizo indigno de la divina misericordia. i. •Fecit mihi magna, qui potens est» (Le. 1,49). •Gratia Del sum id quod sum» (i Cor. 15,10). El “gratias ago tibi. Domine” en boca del fariseo es una oraciôn hipôcrita y, por tanto, impia (cf. supra, Beato Avila, p.991, B, a). 1047 Suidas dice del publicano: “La vida de los publi­ canos es una descarada violencia, un impune despojo. Es un comercio que carece de toda ley. Es una vergonzosa granjeria” (cf. A. Lâpide, in h.l.). Sin embargo, la humildad de este publicano borrô una vida de crimenes. El lenguaje del humilde es otro. a) b) GUIONES HOMILÉTTCOS V. La oraciôn dei publicano. •Todo en primera persona». •No soy como los demâs hotnbres»; tyo ayuno»; tyo doy los diezmos». a) b) 8. 2. «Mihi peccatori». «No me escudo con la mala fortuna, ni acuso a mis socios, ni lo atribuyô a los astros, ni lo imputo a los demonios. A mi solo me lo imputo ; mfo es el pecado ; mia es la culpa» (cf. San Agustîn). b) •El fariseo, que se creia lleho, saliô vacio. El publi­ cano, que presentô el vaso vacio de su absoluta in­ digenda. fué cqlmado de misericordia y de gracia» (cf. San Bernardo). 4 Qué. te extraûaf Dios perdona al que sbiceramente se confiesa. 2. 5· El publicano se puso lejos. «A longe». Dios le escnchaba de cerca. Le hacia estremecerse la conciencia de su pecado. Le sostenia la esperanza de la bondad divina. Golpeando su pecho reconocfa su culpa. Su confesiôn sincera le mereciô el perdôn de sus inmensas culpas. 1048 H. EAKISEO Y EL HtlLICANO. to DESI*. 1»EN Γ. VI. Doe e&presiones del Crisostomo. A. La puerta de la soberbia. El fariseo recorre, como un vigilante nocturno, las puertas de la ciudad y las halla todas cerradas y seguras. 1. «Ayuna, paga los diezmos, ora». 2. Su fortaleza moral y religiosa parece inexpugnable. b) jPobre incauto! Dejaste abierta la puerta de la soberbia. Por ella entrô el enemigo. a) B. Las dos bigas. a) Dice San Juan Crisostomo : Dos carros ligcros compiten en la carrera. El uno va tirado de la biga formada por la virtud con la soberbia. El otro tronco estâ compuesto por el pecado con la humildad. b) Apuesta por el segundo. Cercis con que facilidad se adelanta y consigne la palma. 1. Es mâs râpida su carrera. Porque la pesadez y lentitud con que la agobia el pecado quedarâ vencida por el poder de la humildad, que con él estâ uni do. 2. Advierte cômo el otro, a pesar dei impulso de la virtud, se retrasa y es vencido, no por la debilidad de la virtud, sino por el peso y la mole opresora de la soberbia. c) La humildad acaba por levantar y veneer el peso del pecado. Mientras que la virtud, que deseaba, ligera, levantarse y volar, queda, por la soberbia, hundida en el polvo. «El que se humilia...» .. I. Un tema reiterado. A. El tema central de esta dominica se halla reite­ rado en varios pasajes del Evangelio. La misma sentencia y con las mismas palabras se repite en otro texto de San Lucas (14,11), que la Iglesia nos propone en la dominica 16 después de Pentecostés: b) «El que se ensalza serâ humillado; el que se humilia serâ ensalzado·» (cf. supra, Santo Tomas, p.979. d). "a) .... .· B.· La humildad es virtud cristiana. a) La humildad supone o exige la idea de Dios. ■ SEC. 8. b) C. GUIONES HOMILÉTICOS 1049 Santo Tomâs, que en su tratado de las virtudes sigue tanto a Arislôteles, se aparta del Filôsofo en que ordena todas las virtudes principaltnente en consideraciôn a Dios, mientras que Aristôteles lo hacla en consideraciôn al bien comun de la vida civil. 1. Esta diferencia resalta de un modo especial en la virtud de la humildad. 2. Aristôteles, dice el santo Doctor, no tratô de la humildad porque la humildad es principalmente respecto de Dios. Y Aristôteles considera las vir­ tudes respecto de la vida civil (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q.iôi a.i ad 5). El repetir ideas respecto de la humildad es sabio y prudente. El Evangelio las repite. a) Jesucristo por dos veces se nos présenta explicitamente como tnodelo o dechado especial de vida San­ ta, y en las dos nos da lecciôn de humildad. 1. «Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn, y hallaréis descanso para vuestras ai­ mas» (Mt. 11,29). 2. Y después de lavar los pies a sus discipulos, su­ premo’acto de humildad, les dice : 1. ® tPorque yo os he dado cl ejemplo para que vosotros hagâis también como yo he hecho*. 2. ® «En verdad, en verdad os digo: No es el siervo ma­ yor que su sefior, ni el enviado mayor que quien lo envia*. 3. ® . 2. «Quiero decir : Si no pnedes subir a la altura de la virginidad, sigue siquiera a tu Dios por el ca­ mino segurisimo de la humildad, de la cual, si las vfrgenes mismas se apartan, ya no seguirân al Cordero en todos sus caminos» (cf. «Homil. super «Missus est», 1,6 : BAC, «Obras completas de San Bernardo», t.i p.189). J. Es la doctrina de San Pablo. a) Toda la obra realizada por el Verbo desde que, sa­ liendo del seno del Padre, se encarnô y, después de recorrer la vida humana, llegô a morir en una cruz, se resume en un acto de humildad hasta el anonadamiento por la obediencia, que lo lleva a la muerte en cruz. b) La consideracîôn de San Pablo se encamlna a dccîr110s que debemos tener los mismos senlimientos en nosotros que animaban a Cristo, es decir, senlimien­ tos de humildad (Phil. 2). D. En humildad han caminado todos los santos. a) Maria Santisima. 1. A la sublime embajada del ângel tiene una sola respuesta : «He aqui la esclava del Senor» (Le. 1,38). 2. Ella misma ante Santa Isabel cantarâ sus inefables grandezas, pero afirmarâ que Dios ha pnesto los ojos en la humildad de su esclava (Le. 1,48). b) San Juan Bautista. 1. Es admirable el contraste en este santo. 2. Alabanzas por parte de Cristo como para ninguno otro. Para Jesûs, Juan es «antorcha que arde e ïlumina» (lo. 5,35). «El mayor de entre los nacidos de mujer» (ML 11,11). «Mâs que un profeta» (Mt. 11,9). Mi* SEC. 8. GUIONES HOMTLÉnCOS 1063 Entre tanto, Juan se llamarâ «la voz que clama en el desierto» (Mt. 3,3), que no llega siquiera a ser digno de desatar la correa del calzado del Salvador (Le. 3,16). Los personajes que pasan por el Evangelio robando con su humildad el corazôn del Maestro. El publicano de nuestra parâbola. 2. El centuriôn, que no se créé digno de recibir en su casa la visita de Cristo (Mt. 8,8). San Pedro, que le pide a Jesûs que se aleje de él porque se ve hombre pecador (Le. 5,8). La Magdalena a los pies de Cristo. 3. c) HI. Necesidad de la humildad en toda la vida espiritual. A. Dice San Agustin: “Si me preguntâis cuâl es el camino que conduce al conocimiento de la verdad, qué cosa es la mâs esencial en la religion y dis­ ciplina de Jesucristo, os respondere: Lo primero es la humildad, lo segundo ee la humildad y lo tercero es la humildad. Y cada vez que me hagâis la misma pregunta, os daré la misma respuesta” (cf. “Enist.” 56: BAC, “Obras de San Agustin”, t.8 p.365). B. Es necesaria para cualquier acto en la vida espi­ ritual. a) b) c) Jesucristo nos dice que es condlciôn indispensable para entrar al reino de los cielos hacerse como un nlüo pequcûo (Mt. 18,3). i. Estas palabras de Cristo, tan universales, son eu su significado paralelas a otra afirmaciôn asimismo universal y sin excepciôn posible : «Sin mf nada podéis hacer». 2. Es, por tanto, indispensable reconocer nnestra impotencia ; toda la capacidad sobrenatural nos viene de Jesucristo. San Pedro nos dard también un principio general de doctrina: que «Dios resiste a los soberblos y da su gracia a los humlldes* (1 Petr. 5,5). La humildad es una de las virtudes mâs principales de la vida y de la perfeccîôn cristiana. Es la virtud opuesta al vicio capital de la soberbia. Asi como la soberbia es la ratz y fucnte de los demâs vicios v pe­ cados, asi también, por el contrario, la humildad es raiz y origen de las demâs virtudes. necesaria en la cumbre mâs alta de la vida espiritual. a) b) Siempre serâ verdad que para subir en la vida espi^ ritual es necesario bajar. Tanto en los principiantes como en los projicientes y en los perfectos. I t 1 if 3 I * t SEC. EL FARISEO V «· PUBLICANO. 10 DESP- PENT. 1064 b) ♦r El conocimiento de si mismo > .‘:ΛΊ I. La humildad es el fundamento de la vida £ espiritual. A. Reprime la soberbia. Para todo lo cual es necesario conocer a Dios v conocerse a si mismo en relaciôn con Dioe (cf. su­ pra, San Buenaventura, p.981, A y B). La humildad, entendida como acabamos de indi­ car, se funda en la verdad, en el conocimiento de esta verdad: la infinita distancia entre la criatura y el Creador. La humildad crece a medida que mejor se comprende y se penetra esta distancia. La humildad da muerte a la soberbia, que es princi­ pio y Juente de todo pecado, puesto que nos aleja de Dios. b) Por esto la humildad es el foso que se ha de ahondar para levantar el edificio, y tanto mâs profundo ha de ser cuanto el edificio ha de ser mâs elevado. La humildad ha de reprimir la soberbia, bajo cual· quier forma que se présenté, incluso la intelectual y espiritual. a) b) B. No es esta, sin embargo, la funciôn principal de la humildad. c) El acto propio y principal de la virtud de la humil­ dad no es precisamente la represiôn actual de los movimientos de orgullo, porque entonces todos los que tenian humildad debieron reprimir algûn acto de soberbia. /; b) Ni Jesucristo ni Maria Santisima pudieron sentir ningun movimiento de orgullo. Sin embargo, poseyeron la virtud de la humildad en grado sumo. Por nids elevada que esté una criatura, su distancia de Dios es siempre infinita. Por lo cual, el aima que esté mâs alla en la vida es­ piritual es al mismo tiempo mâs humilde, ya que es quien comprende con mâs perfecciôn esta verdad. La Virgen Santisima excede en humildad a todos los santos, y Jesucristo supera a la misma Virgen San­ tisima. ΤΠ El conocimiento de dos dogmas. dogma de la creaciôn de la nada. a) b) i C. La humildad es algo mâs positivo que una simple represiôn. a) * como Creador, Redentor, etc. Prâctico: i. Dando a Dios cuanto se merece. 2. Esperando que nuestra pequeûez e jndigencia sean socorridas de Dios. 3. Sobre todo después de haber caido en la culpa. Asi la humildad envuelve: i. La virtud de religiôn, que da a Dios cuanto co­ rresponde. . 2. Y la virtud de obediencia, que se pone totalmente en manos de su Creador y del autbr del orden sobrenatural. Π. Un conocimiento fundamental. a) *) 1065 GUIONES HOMILÉTICOS Inclinaciôn ante Dios. Este rendimiento debe ser: a) Especulalivo, conociendo a Dies y r econo ciéndolo Los perfectos necesitan una humildad nuis fina y penetrante, que destruya las mâs leves insinuationes del amor propio, a fin de que el Espiritu de Cristo pueda realizar su obra en el aima. d) Siempre sera verdad lo de San Juan de la Cruz: cPara venir a serio todo, no quieras ser algo en nada» (cf. «Subida al Monte Carmelo» : BAC, «Obras com­ pletas», P-555)· 1 8. Hay que descartar el concepto de virtud negativa que algunos enemigos de la Iglesia tienen acerca de la virtud de la humildad, como si fuese propia de aimas débiles. b) El nombre de esta virtud viene de la palabra ihumusv, que significa tierra. · cj Consiste, pues, en inclinarse hacia la tierra, es decir, inclinarse delante de Dios. c) Los filôsofos de la antigüedad no lo conocieron, al menos explicit am ente, a pesar de que puede ser conocido con la luz de la razôn. Pero nosotros tenemos, ademds de la luz de la ra­ zôn, la revelaciôn, que nos ha enseiiado toda la verdad encerrada en el hecho de ser Dios nuestro Crea­ dor, Conservador, la Providentia que nos gobierna. De ahi brota, para humildad nuestra, el conocimiento de que: ' ~ i. Por nosotros mismos somos nada. 2 Todo lo hemos recibido de Dios. Segnimos en una dependencia absoluta, y esencial del mismo. Para realizar cualquier acto es necesario su con- ;· J t·..* Γ Γ 1066 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. curso; aun para hacer un acto libre necesitamos a Dios con nosotros, porque incluso estos actos no es que en parte sean de Dios y en parte nues­ tra, sino que totalmente son de Dios como causa primera y totalmeute son nuestros como causas segundas. d) Esta dependenda. conocida y reconodda prâctlcamente, poniendo libremente al servldo de Dios todo cuanto de El hemos recibldo, es la mâs alta virtud de la humildad y lo que mds dlgnlfica a una criatura radonal. El dogma de la gracia santificante y de la gracia actual. a) Hemos de conocer, ademâs, que existe un orden so­ brenatural en nosotros. 1. La gracia santificante es ’a esencia de semejante orden, don puramente gratuito de Dios. 2. La gracia actual es necesaria para cada uno de los actos que se realizan. b) Como no podemos por solos méritos naturales merccer el orden sobrenatural, asi tarnpoco salir del pe­ cado para recuperar la gracia por nuestros propios méritos. Esta gracia sobrenatural la recibimos de Cristo y en Cristo. El la ha merecido, El es la fuente; El no la comunica sino a los que le estân incorporados. d) Esta gracia debe penetrar toda la vida humana. 1. En nosotros vive una tendencia contra la gracia, el hombre viejo, que lucha contra la acciôn de Cristo en nosotros. 2. La perfecciôn consiste en dejar que el Espiritu de Cristo sea el que domine y el que implante su dignificante vida en nosotros, vaciândonos del espiritu de la carne. . El conocimiento de estos dogmas, con todo su as­ pecto positivo, da un aire de robustez y espiritu constructivo a la cristiana virtud de la humildad. 10 Humildad y personalidad I. La humildad del santo. A. No estân refiidas, sino intima y estrechamente re- lacionadas, la humildad y la personalidad. B. La afirmaciôn bâsica es esta: Todo santo es hu­ milde. O bien: sin humildad no hay santidad. ’ toll SEC. 8. a) 1067 Ahora bien, el santo no es un fantasma, ni un per­ turbatio, ni un cnfermo, ni un ser mâs o menos raro. 1. 2. b) GUIONES HOMILÉTICOS El santo es el que ha llegado a realizar el «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfec­ to» (Mt. 5,48). El santo es el que ha alcanzado su plena personalidad. En la tierra no existen nf han existido hombres tan perfectos y completos como los santos, porque ellos y sôlo ellos han sometido lo natural a lo so­ brenatural, consiguiendo asi, segùn el aforîsmo : «La gracia perfecciona la naturaleza», que lo na­ tural llegue a limites insospechados de desarrollo y perfecciôn. Tlabremos de concluir, pues, que, si la humildad es indispensable, como fundamento negativo de la san­ tidad, es fundamento también de la personalidad. Π. Persondlidad. A. No es lo mismo persona que personalidad. Esta es el desorrollo, el desenvolvimiento de las posibilidades perfectibles de aquélla. Dios nos ha creado personas. Nosotros tenemos que hacer la per­ sonalidad. B. Para explicar esta afirmaciôn conviene tener pré­ sente que la persona es rica y pobre al mismo tiempo. a) Riquezas de la persona. i. 2. b) Santo Tomâs dice que la persona es lo mâs per­ fecto que existe en toda la creaciôn (cf. «Sum. Theol.», i q.29 a.3). Es una entidad substancial, la mâs perfecta entre todos los seres creados, porque su esencia es espiritual, posee como don la libertad, tiene un destino eterno. Esta perfecciôn, sin embargo, no es estâtica. Es capaz de desarrollo. Pobreza de la persona. 1. 2. 3. La idea perfecta del ser hnmano no se realiza nunca perfectamente en ninguna persona. La persona humana estâ Hamada a realizar la perfecciôn de si misma. Es vocaciôn especifîcainente humana y, como tal, universal. Es una ley ontolôgica y moral al mismo tiempo. Este hacerse, trabajarse..., es crear una personalidad. Para esto, el desarrollo de lo espiritual es la fuente y el principio, ya que es lo ùnico capaz de dar perfecciôn a todo lo demâs. Ill 1068 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. HI. Personalidad y cristianismo. A. i Como ha de destruir el cristianismo la persona­ lidad, siendo ésta una ley humana ontoîôgica y moral ? a) b) El cristianismo, al contrario, con su mensaje de pa­ labra y de gracia, con los frutos de vida sobrenalural, con los medios sobrenaturales de oraciôn y sacrifi­ cio, facilita el desarrollo de la personalidad, porque el cristianismo présenta la medicina que sana las Hagas del hombre caldo en pecado, herido en sus facultades naturales, con inclinaciôn hacia lo malo, car­ nal y terreno; y da al mismo tiempo una elevaciôn de dlgnidad a todo lo humano y natural. El cristiano no es que pueda, sino que debe alcanzar una personalidad. *Con razôn debemos esperar que el cristiano logre un mâs perfecto desarrollo de su personalidad puramente humana que quien vive fuera del cristianismo· (cf. A. Rademachçr, «Religiôn y Vida» [Madrid, Atenas, 1940] p.250). B. Cuando San Pablo dice a los de Corinto: “Sed adultos en el juicio” (1 Cor. 14,20), los exhorta a que sean hombres hechos y derechos y no muûecos; que sean grandes, con la grandeza a que han sido llamados. Cada cristiano debe conservar lo humano que Dios le did: sus modales nada amanerados, sus aficiones, sus gustos, su sensibilidad, su temperamento, su carde­ ter, todo aquello que no le aparté de Dios. Habrà de desarrollar su naturaleza, su actividad humana, sus cualldades hasta el infinito. b) Pero, ademâs, habrân de ser los Cristianos, como dice el Apôstol a los de Filipos, rirreprensibles y sin mancha en medio de la generaciôn mala y perversa, como antorcha que brilla en el mundo, llevando siem­ pre en alto la palabra de vida· (Phil. 2,15-16). a) *w IV. Personalidad y humildad. Segûn lo dicho, la personalidad no es orgullo, sino condiciôn humana. Pero queda algo mâs por decir: Sin humildad no puede existir verdadera persona­ lidad. Entiéndese algunas veces por humildad el rostro triste, la cabeza inclinada y hundida en el pecho, el apocamiento, la despersonalizaciôn. No, esto no es humildad. a) La humildad no es autonihilîsmo. El humilde no se juzga como algo sin importanda, sin contenido, ni se desposee de su dignidad personal. Esta tnds bien séria soberbia. SEC. 8. b) c) GUIGNES HOMILÉTICOS 1069 El humilde tampoco es el carâcter moralmente nega­ tivo, el hombre débll que lo soporta todo y que es incapaz de defenderse por su cobardia para arrlesgarse en la lucha. El humilde tampoco es el que posee temperamenta de esclavo. No hay que confundir humildad con servlllsmo. No son los mâs humlldes aquellos que vlven siempre somelidos a los fuertes y poderosos, sin costarles esfuerzo alguno depender de ellos. Ciertamente que esto en modo alguno es altaneria. Mas no es la caracterislica del humilde, puesto que se debe en muchas circunstancias a incapacidad natural, que encuentra su fuerza en la subordinaciôn al fuerte y poderoso. Principios de Ζα humildad en relaciôn con la personalidad. El humilde verdadero posee el mejor fundamento para el desarrollo de su personalidad. El humilde reconoce los dones recibidos de Dios. a) b) No es lo mismo reconocer los dones que gozarse y glorlarse. Esto es incompatible con la humildad; aquello, en cambio, no. H humilde reconoce su propia vocaciôn. a) b) 1 Tiene concienda de que Dios le tiene destinado para realizar su obra précisa y concreta en el mundo. Creer que uno es incapaz de dar gloria a Dios o de hacer cosa a derechas, pensar que uno es tan inslgnificante que Dios no quiere nada de él, es una falsa mo­ destia en la que puede ocultarse soberbia refinada. El humilde no se preocupa de si es o no es digno de un destino por parte de Dios. Sabe que Dios le ha dicho como a Isaias: tTe he llamado por tu nombre; eres mio*. Se confia en Dios y se abandona en sus manos, convencido de que El le conducirâ. Las palabras de la Virgen: sHe aqui la esclava del Senor; hôgase en mi segiin tu palabra*, son expre­ siôn clara de un aima humilde que siente una altisima vocaciôn. ). El humilde, finalmente, es magnânimo. “Aspirar —dice Santo Tomâs—a cosas mayores confiados en nuestra propia fuerza, es contrario a la humildad; mas no lo es el que uno tienda a ellas teniendo confianza en el auxilio divino, sobre todo porque el hombre se exalta tanto mâs ante Dios cuanto mâs se somete a El por la humildad” (cf. supra, s.IV). * n· 1070 EL FARISEO Y EL PUBLICANO, io DESP. PENT. VI. El que se humilia sera exaltado. A. Santo Tomâs explica la promesa del Sefior: “Al que desprecia las cosas terrenas le son prometidas las celestialee” (ibid.). B. Pero la realization de esta promesa se realïza ya en esta vida. a) «La humildad posée cn si misma un elcvado valor y presta al hombre una particular belleza. Con ella queda rota toda angostura y loda llmitaciôn ; por ella se convierte cn dilatado y grandioso lo que naturalmcnlc carccia de trasccndencia*. b) ^Solamente en cl humilde, cuyo interior ha quedado vacio, puede verterse sin estorbos la vida divina, que hemos recibido cn el bautismo, y en su propia natu­ raleza encontramos un reflcjo de la grandeza o infi­ nitud de Dios*. •He aqui el mayor misterio-paradoja. Sôlo quien afir­ ma pienamentc su propia limitation y su propio cardeter linito, sôlo este hombre es capaz de reflejat en su propia naturaleza algo de la ilimitada vaslcdad de Dios. Sôlo quien tperece* internamente y al mis­ mo tiempo se rebaja por debajo del ser natural que Dios le ha concedido, quien no se esfuerza ya en procurarsc ninguna suerle de espacio, sôlo en éste puede tlorecer la riqucza de la vida sobrcnatural. Sôlo él puede decir como San Pablo: eVii’o; pero no vivo yo. sino que Jesucristo vive en mi* (Gai. 2,20). d) »1.a elevation del hombre humilde no es solamente prcmlo que Dios dispensa al humilde en la eternidad, sino también tnt efccto de la propia humildad, que se rcaliza ya en la misma tierra mediante la singular nobleza que cnvnclve al hombre humilde, y ante la cual palideeen todos los esplendores y toda la riquc­ za de los lalentos y doncs de espiritu puram ente na­ turales. Por cuanto cl humilde se rebaja Hbrcmcnte, por propio impulso; por cuanto se prosterna mfstlcainenle. como Marfa Magdalena, a los pies de Jésus, es levanlado palerualmenle por El para ser conduci­ to al mundo celestial* (cf. Von Hildebrand, «Nnesira transformaciôn en Cristo» [Patmos] p.263-264). 11 El humilde frente al soberbio I. Dos capitanes. A. Frente a frente, cual dos capitanes, estân Cristo y Satan. a) Este, como el fariseo, orgulloso. Su lema.; tNon ser­ viam*. SEC. 8. b) GUIGNES UOMILÉTICOS 1071 Aquél, como el publicano, humilde: tHumillavil semellpsum» (Phil. 2,8). B. Detrâs de ellos, dos bandos: el de los soberbios y el de los humildes; éstos, elegidos; aquellos, réprobos, segûn la description de San Gregorio: a) b) ^Nuestro enemigo qulso levanlarse sobre todo. Nues­ tro Redcntor, cn cambio, siendo el mayor por cncima de todas las cosas, se dlgnô hacerse pequcûo en­ tre todas ellas». «K asi, porque nuestro Redentor goblerna los corazones de los humildes, dcducimos claramente que la humildad es signo clarisimo de los elegidos. Y por­ que Leviatân se dice rey de los soberbios, conocernos abiertamente que la soberbia es slgno de los réprobos» (cf. «Moral.», 34,21). C. Analicemos a unos y a otros. Π. Los soberbios. A. La soberbia absoluta es el gesto de Satân. El pe­ cado de Adân, en si pecado de desobediencia, pro­ cédiez también de la soberbia. La soberbia es uno de los grandes enemigos del hombre. Es, ademâs, la raiz de su malicia. El soberbio es un ciego que fâcilmente cae en el pecado (cf. supra, Santo TomAs de Villanueva, p.987, C). B. He aqui las caracteristicas del soberbio (cf. supra, Bourdaloue, p.1003, B). No busca mâs que su propia gloria. Tiene la ambiciôn de ser, de ser mucho, de do­ minar y triunfar. Quisiera serlo todo. El mundo no le resulta interesante sino en cuan­ to que le ofrece ocasiôn de acrecentar su propia gloria. 3· El «yo» es el môvil de todas sus acciones. soberbio se niega a reconocer valorcs distintos de b) ■ él. Mejor dicho, admite solamente aquellos que no rozan su afàn de grandeza; por cjeniplo, fiaelidad, justicia, etc. Mas rechaza los que supone que mcnguan su dominio. Λ nadie reconoce superior. No se dobfega. 2. El grado sumo de soberbia es rech^zar a Dios y quererse constituir a si mismo cokuo un dios. soberbio es hombre duro. De la soberbia se llecra al endurecimiento, porque el enfermo de soberbia no quk/e reconocer valo­ res superiores, ni menos doklegarse ante ellos. El soberbio aparece lleno d\ amargura y de in2. tranquilidad, desabrido park, con todos. Es incapaz de ser bondadoso. ; Γ.·< a) r ir- 1072 EL FAK1SEO Y EL PUBLICANO. XO UBSP. PENT. soberbio usa mal de la libertad. Lo mâs grande del hombre es el libre albedrfo. Por él es semejante a Dios. Para que le busqué a El y le alabe y le sirva, se lo diô. El soberbio lo convierte en instrumento de su propia gloria. Convierte la libertad en arbitrariedad. e) El soberbio hace gala de todos sus valores, como el fariseo de la parâbola. Se alegra de los defectos ajenos, porque asi brilla él mâs. Tiene, en cambio, resentimiento de las cualldades de otro, porque las considera como una amenaza de su propia gloria. d) Ei La soberbia destruye el valor de lo bueno. A. En la parâbola de hoy vemos al fariseo pregonando sus obras buenas: limosnas, ayuno, etc. a) No sale, sin embargo, justificado. b) Nada de eso tiene valor a los ojos de Dios (cf. supra, San Juan Crisôstomo, p.956, A, a). B. La soberbia destruye lo que en si es bueno y desposee a la virtud de todo valor ante Dios. a) Cuanto mâs elevada sea la virtud o cualidad de que se gloria, tanto mâs grave es la soberbia, pues utili­ za para su lo que es de orden superior. b) Por eso la soberbia espiritual es la mâs maliciosa de todas. r IV. Los humildes. ■ 1' A. Al humilde no le preocupa su “yo”, ni el brillar, ni el querer ser mucho. Le preocupa lo bueno, lo bello, lo que vale en si. Le preocupa la virtud, el deber, Dios mismo. b) Por eso el humilde rinde tributo y sirve. a la virtud y a la voluntad de Dios. a) humilde es el amigo de todos; su aima esta llena de luz y de paz; utiliza su voluntad para el bien. “Como ninos". De muchas maneras ha recomendado el Maestro la humildad. a) La mâs solemne, el ejempio de su. vida. b) Pero ha hablado también y ha recomendado la hu­ mildad cuando dice: «Si no os hiciereîs como ninos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mc. 9,33.36). «Como ninos»... Los ninos son humildes porque tienen conciencia de sn limîtaciôn e incapacidad tî SEC. 8. GUIONES HOMILÊTICOS 1073 al refugiarse en el poder de su padre, que se les présenta a su inteligencia como el mayor de los hombres. Asi hemos de ser ante Dios. Tal es la poetura del humilde, como la de Cristo. Solamente si anhelamos ser pequeüos, seremos grandes. a) b) c) lAndar temerosos y preocupados de que se nos res­ pite debidamente; que al hablarnos nos den ei tratamiento que nos corresponde; que todos se lêvaiiten cuando entrantes; que se nos coloque en puesto de honor al sentarnos a la mesa; que no se nos contradiga; que se nos deje andar segûn nuestro antojo; que se inclinen ante nuestras liazaüas y se escriba nuestro nombre en todas las · calles..,, todo esto se opone a lo que dijo e hizo Jésus en la escena mencionada. Todo esto pertenece a otro mundo: Al mundo que es la antltesis del reino de Dios* (cf. Hans Wirtz, «El gran escândalo» [Ed. Studium] p.171). Esto es opuesto al Evangelio. Es fariseismo. Cuanto mâs cristianos, hemos de ser mâs niiios, mâs pequeüos y mâs hacia lo ultimo. Asi podremos trans­ formor al mundo. Terminemos con un notable pârrafo del autor an­ tes citado. a) t^Por qué no se inclinan ante nosotros los Cristia­ b) nos, ni el cielo, ni la tierra? iPor qué el cristianismo es una... bagatela a los ojos del mundo? 2 Por qué no brotan de nosotros fuerzas ' creadoras que transforment realmente la vida: la vida en la familia, junto al torno y cabe la mâquina de coserT.en las ventanillas del Banco, en los estudios de los artistas, en las mesas verdes de la administraciôn y en los sillones de los gobernantes?> Λ iPorque en todas esas partes no hay... cristianos, sino sôlo hombres muy prudentes, muy experimentados, muy capaces, muy diligentes y muy dipiomàticos. Cuando en uno de estos puestos... surge un cristiano, un hombre que es un Niüo Jésus (Francis­ co, el Cura de Ars, Dont Bosco, Clara Schervier...), alli se nota inmediatamente la diferencia·». 1074 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. Soberbia y codicia I. Origen de todo mal. A. En la Sagrada Escritura se dice que la raiz el principio de todos los pecados son la codicia y la soberbia. «Radix enim omnium malorum est cupiditas· (i Tim. a) 6,ιο). dnitium omnis peccati est superbia· (Eccli. 10,15). b) B. Los teôlogos dan distintas explicaciones a estas dos sentencias. a) Seguiremos, como de ordinario, a Santo Tomâs. b) Trala de la materia en la tSum. Theol.· (1-2 q.84 a.i Π. La codicia, raiz de todos los males. La codicia puede entenderse en très sentidos: a) Apetito dcsordenado de riquczas. b) Apetito de cualquier bien natural. c) Inclinaciôn desordenada de la naturaleza corrompida a los bienes corruptibles. Algunos, por esta ultima razôn sobre todo, creen que la codicia es raiz de todos los males, porque, asi como el ârbol extrae de la tierra el jugo, de que se alimenta, asi la codicia, porque se alimenta y vive del amor de los bienes temporales, es causa de todo pecado. Sentencia de Santo Tomâs. Admitiendo Santo Tomâs como verdadera la sent en· cia anterior, opina que, como se ve por el contexto, la interprctaciôn recta de las palabras del Apôstol es, refiriéndose concretamente a las riquczas, que la codicia ofrece medios para perpetrar cualquier peca­ do, porque con el dinero se consigne todo. b) tPecuniae obediunt omnia· (Eccli. 10,19). a) soberbia, principio del pecado. La soberbia admite un triple significado: a) b) A petito desordrnado de la propia excelcncla. Dcsprccio actual de algûn mandamlcnto. t Actualcm comtemptum De!·. Inclinaciôn permanente a este desprecio. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1075 B. Algunos entienden que es principio de todo pe­ cado “ex parte aversionis”, en cuanto que nos se­ para de Dios nuestro Senor. C. Sentencia de Santo Tomâs. a) ■b) c) Califica el Doctor Angélico esta sentencia de verda­ dera. Mas juzga que no es la mâs conforme al sen­ tido del escrito sagrado. El Eclesiâslico trala en el capitulo το de la soberbia como apetito desordenado de la propia exedenda. 1. Y en los actos humanos, el fin, o sea la inten­ ciôn, tiene razôn de principio, porque todos los actos de la ejecuciôn se dirigen a la consecuciôn de dicho fin. Y por eso, lo primero en la inten­ ciôn es lo ùltimo en la ejecuciôn. 2. El fin para el cual quiere el hombre los bienes temporales es para adquirir cierta perfecciôn. 3. Y este afân de perfecciôn, de mejora, de excelencia, es lo que le lleva a desear desordenadamente las cosas de este mundo. Por eso la soberbia, que es el apetito de la excelencia, se pone como principio de todo pecado. TV. Mayor pecado, la soberbia. A. De ambos pecados, el mayor es la soberbia. a) b) c) Hay dos clases de soberbia: 1. La de los que se eleven sobre 1os demâs. 2. La de los que se atribuven mâs de lo que les corresponde (cf. «Sum. Theol.», 2-2 q.35 a.5 c). De ordinario van unidas. Lo fueron evidentemente en el fariseo. La soberbia consiste principalmente en la segunda c.lase, en el apetito de la propia exedenda, mâs que en la desestima o desprecio de los otros (2-2 q.163 a.3)· B. La malicia de la soberbia. a) b) c) La soberbia no es pecado de ignoranda ni de debtlidad 0 flaqueza. Es pecado de malicia. En el pecado hay un doble movimiento : aversion del bien Inconmutable y conversion a las criaturas. 1. La aversiôn del bien inconmutable es la razôn formai y completiva del pecado. 2. Por eso el soberbio no quiere someterse ni a Dios ni a los mandamientos divinos. Lleva en si, pues, este pecado la mayor repugnanda al bien de la salud. V. Sentencia de Boecio. k. Santo Tomâs reproduce una afortunada frase de Boecio: “Por los demâs pecados, el hombre huye de Dios; por la soberbia se opone a Dios”. 1076 EL FARISEO Y EL PVDLTCANO. IO DESP. SEC. 8. PENT. 1077 GUIGNES HOMILÉTICOS - B. Es correlativa la actitud de Dios con respecto de estos pecadores. Dios corre tras del pecador. Dljérase que el pecador excita su misericordia. Es el pastor que va tras la oveja perdida. Esta a la puerta del pecador y llama: tSto ad ostium et pulso» (Apoc. 3,20). Pero Dios resiste a los soberbios (lac. 4,6), asi como los soberbios, segûn lo dicho, no huyen de Dios, sino que se oponen a Dios. i. El soberbio hace frente a Dios. Le disputa su propia excelencia. En el fondo aspira, como nuestros primeros pa­ 2. dres, a ser como dioses. 3. De los soberbios fariseos dijo Jesucristo que el padre de ellos era el demonio (lo. 8,38). a) b) a) b) soberbio, no. a) b) Personificaciôn de los dos pecados. A. En la parâbola estân personificados los dos pe­ cados capitales aludidos: la soberbia y la codicia. La soberbia, en el fariseo; la codicia, en el publi­ cano. En los publicanos se cumplia la sentencia de San Pablo: ïRaîz de todos los pecados, la codicia», en el sentido de que por adquirir riquezas cornelian los mayores crimenes. b) Taies eran el cohecho, la corrupciôn en grande escala de la publica autoridad, la presiôn sobre el mis­ mo Senado de Roma, al que oprimia la gran sociedad capitalista de los publicanos; la falsedad, la despiadada expiotaciôn—por via de chantafe—del pueblo, el abuso de la fuerza pûblica. Toda clase de crimenes y pecados, los mâs despreciables. Pecaron arrastrados por las criaturas. La vejez, la enfermedad, el desamparo, los desengaûos, la proximldad de la muerte, han alenuado o malado en ellos la tendenda a los bienes conmutables. Se vigoriza en ellos la fe en Dios, que siempre han tenldo. Conflesan fâeilmente unos pecados que siempre habian reconocido. Se declaran, como el publicano del Evangelio, humildes y contritos, necesitados de la gracia y de la misericordia divinas. A los soberbios, aun a la hora de la muerte les cues­ ta mucho volverse a Dios, al cual se han opuesto. La conversiôn es mucho mâs ardua. Es penosisimo para ellos humlllarse delante de un Dios al cual en cierto modo han desaflado. Y el humlllarse delante de los hombres de quienes habian exigido que reconocieran su propia exce­ lencia. a) B. La codicia estâ representada en el publicano; la soberbia, en el fariseo. Pero el publicano era humilde. Y, segûn el texto del Crisôstomo citado en otra parte, esta humildad venciô y redimiô la iniquidad del corazôn dei publica­ no, que, contrito y arrepentido, se acercô a Dios. b) El fariseo, en cambio, era soberbio. Y, aunque no incurriô en los pecados y crimenes dei publicano, la soberbia le mantuvo alejado de Dios y saliô conde.......... nado dei templo. Presunciôn y desesperaciôn Presunciôn. A. El fariseo pecô de presunciôn. La parâbola va dirigida a algunos que “confiaban mucho en si mismos”, esto es, que presumian. B. La presunciôn es la inmoderada esperanza. a) a) b) .·&· * VU. A la hora de la muerte. X ·-*· · . · · · * · A. Los confesores saben que el pecado mâs dificil de vencer a la hora de la muerte es la soberbia. B. Otros pecadores, los que quebrantan el sexto 0 séptimo u otros mandamientos de la ley de Dios, ’ ‘ aunque hayan Hevado vida muy eecandalosa, mâs ·' fâeilmente se vuelven a Dios si son humildes. Dos clases hay de presunciôn: una, confiar demaslado en las propias fuerzas; otra, confiar inmoderadamente en la divina misericordia. Por la primera, el hombre se estima en m&S de lo que vale y se promote lo que no puede dar. Por la segunda se peca contra la divina providenda, en cuanto que uno Mende a un bien cual si fuera posible por la virtud y por la misericordia de Dios, cuando, dentro del orden establecido por el mismo Dios, no es posible. Como si uno esperara obtener el perdôn de sus pecados sin penitencia o la gloria sin méritos» (cf. «Sum. Theol., 2-2 q-2i a.i c). • Λ * - · « · « - * 4 * La causa de la presunciôn. A. Hay, pues, dos clases de presunciôn. a) b) La que se apoya en la propia virtud. Y la que desordenadamente se fia de la misericordia divina. v* ». • · · "«a1 1078 EL FARISEO EL PUBLICANO. TO DESP. PENT. B. La causa u origen de la primera estâ en la vanagloria. El hombre, aspirando a la gloria, inten­ ta algo que estâ sobre sus propias fuerzas. La segunda procede directamente de la soberbia, cual si el hombre se estimara a si mismo en tanto que se creyera digno del perdôn sin el arrepentimiento o de la gloria sin los méritos (2-2 q.21 a.4 c). k V HI. Importanda educativa de la materia. El cuadro de las virtudes que se tratarân en este guiôn tiene una importancia grande para la edu­ caciôn, para la formaciôn del carâcter. a) b) c) Especialmenle para el hombre de acciôn. Y mâs si la acciôn es aposlôlica. Es doctrina que ilumlna y regula nuestras relacicnés con Dios, para que no seamos ni cobardes ni te­ merarios. Doctrina que nos orienta en la vida activa para no pecar ni de pusilânimes ni de presuntuosos. hombre de verdadero carâcter no es presuntuoso, ni es temerario, ni es soberbio. Es humilde y magnânimo. Presunciôn y magnanimidad. La magnanimidad, como toda virtud, tiene que con­ sista en el medio. ^En qué medio? No en el medio segûn la cantidad del fin a que tiende, porque el magnânimo tiende al fin mâximo. 2. Sino en el medio segûn la proporciôn del fin a sus propias facultades. Es decir, el hombre en determinadas circunstancias no tiende a un fin que estâ por encima de sus fuerzas. b) El presuntuoso, puts, no es superior al magnânimo en cuanto al fin que prétende, porque de suyo, segûn lo dicho, el magnânimo prétende el fin mâs alto. x. Surge la presunciôn desde el momento en que hay desproporciôn entre los medios o facultades de que dispone el sujeto y el fin a que aspira. a. Pecado en que no incurre el magnânimo (2-2 q.130 a.2). a) Presunciôn y pusilanimidad. a) b) La pusilanimidad es pecado. Es pecado todo lo que va contra la ley de la natu­ raleza y contra la natural incllnaclôn. Ahora bien, es propio de la naturaleza el que cada uno intente una acciôn conmensurada a su potencia. Ley patente en toda la naturaleza. 2. Pero, asf como por la presunciôn alguien aspira a conseguir un êfecto superior a su potencia, asi x. MM· SEC. 8. GU1ONES HOMII.ÉTICOS 107» por la pusilanimidad uno recusa por temor a no conseguirla el tender a una acciôn proporcionada a su potencia (2-2 <1.133 a.i). IV. Gravedad de la pusilanimidad. A. La pusilanimidad puede ser un pecado gravisimo. B. Los Padres en esta materia recuerdan el caso evangélico del eiervo que enterrô su talento. a) b) c) Jesucristo fué severislmo con él. Es una de las ocaslones en que la figura del Salvador aparece mâs Iracunda en el Evangelio. Le llama tslcrvo Inûtil, slervo perezoso, slervo malot (Mt. 25,14 ss. ; Lc. 19,12 ss.). Le quitô el talento enterrado y mandô que le arrojaran a las tinieblas exteriores. C. E! si ervo “enterrô el talento en tierra y no tra» bajô con él por cierto temor de pusilanimidad (2-2 q.133 a.l c). V. El pusildnime soberbio. A veces se unen la pusilanimidad y la soberbia. a) b) c) Asi como la magnanimidad y la humildad deben ir siempre unidas, sucede en ocasiones que tde alguna manera se puede decir que la pusilanimidad procede de la soberbia, como en el caso de que alguno, apoyândose excesivamente en su propio juicio y rechazando el mandato del superior, se negara, por conslderarse falto de virtud, a emprender el trabajo a que le invita la obediencian. Nunca pensô San Bernardino de Sicna ser predica­ dor. Le faltaba hasta la voz. Y, sin embargo, por santa obediencia se lanzô a la predicaciôn y fué uno de los predicadores de penitencia mâs ilustres que ha tenido la Iglesia. Nunca pensô Santa Teresa en escriblr tLas Moradas*. Por santa obediencia coçiô la pluma, y saliô uno de los libros mâs admirables de mistlca. B. Mas jcuântas aimas pusilânimes, faltae de humil­ dad por no obedecer, han dejado de realizar gran­ des obras a ellas providencialmente reservadas! VI. La desesperaciôn. Por la desesperaciôn, el hombre pierde la espe­ ranza de alcanzar la beatitud eterna. Dos causas hay de desesperaciôn. a) b) El no conslderar la beatitud que se nos promete como cl bien mayor, arduo y dificll. El considerarse uno como carente de fuerzas para alcanzarla, ya sea por st solo, ya sea con externa ayuda. 5 S îoso EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. • . C. La primera causa tiene su ongen en el exceslvo :—- apego a los bienes temporales, en el amor a las delectaciones -corporales, y prinéipalmente venéreas. Este género de desesperaciôn es una de lae hijas de la lujuria. D. La segunda nace del excesivo abatimiento o deyecciôn propia. Y es con frecuencia hija de la tristeza y, sobre todo, de la acidia o tristeza es• piritual. E. jCuânta importancia tiene la pureza para la edu­ caciôn y para la formaciôn del carâcter! jCuânta el mantener un sano optimismo en el adolescente y en el joven! VU. Enfermedad moderna. A. La juventud, especialmente la universitaria en las naciones que sufrieron la gran guerra, oscila en nuestros dias con facilidad, cuando no tiene soli­ da formaciôn cristiana, entre la presunciôn y la desesperaciôn. Un autor moderno, que ha influido mucho en la ju­ ventud francesa, Alberto Camus, llega a decir que tes necesario construir una ciudad en la que el hom­ bre no esté çonstantemente enfrentado con la abrup­ ta roca de la esperanza teologal* (cf. Charles Moel­ ler, t.i p.87, Casterman, 1954, Paris). b) Mas no hay tal roca abrupta. La esperanza, por ser virtud teologal, viene al aima por la gracia. La esperanza alienta y sostiene y alegra la vida. tNuestra vida ahora es esperanza; después serâ gloria*, dice San Agustin. 1 a) B. La misiôn del educador es hacer de la esperanza un estimulo para intensificar el desarrollo de to­ das nuestras energias vitales en beneficio del prô­ jimo. a) b) _ Es decir, la esperanza del cielo debe impulsâmes a llevar una vida de ardiente y fecunda caridad en la tierra. • ·· · · ·^ Tal fué el ejemplo de los santos, empezando por San Pablo, el santo de la esperanza. * -' '- ' C. Volviendo a la teologia, digamos que una gran parte de nuestra juventud no puede escalar la abrupta roca de la esperanza teologal por causa de su presunciôn desmedida o de su vida licenciosa o por la tristeza, que es causa y efecto dé la desesperaciôn. · > Ώ SEC. 8. 1081 GUIONE3 HOMILÉTICOS VUI. Humildad confiada. A. Para fundar un monasterio, dice San Francisco de Sales, hacen falta dos cualidades: humildad y confianza en Dios. ’ ' a) b) <· · tAvanzad val erosa a fundar un nuevo enjambre de abejas—escribe el Santo—, llena de confianza en la bondad del que os llama a tan alta empresa. La desconfianza que tenéis de vos misma serâ buena mien­ tras sirva de fundamento a la confianza que debéis poner en Dios». fLa caridad todo lo créé, todo lo espera, todo lo aguanta. Ύ como es partidaria de la obediencia, créé también que la obedien'ia lo puede todo» (cf. BAC : «Obras de San Francisco de Sales>, t.2 p.711). B. He aquî la lecciôn mâs profunda de pëdagogia que puede darse a la juventud: humildad, confian­ za en Dios, magnanimidad para las grandes empresas. C. i Qué receta para seguir el camino recto sin sucumbir a la diestra por la desesperaciôn ni caer a la siniéstra por la presunciôn? . b) c) San Agustin la resume en una palabra; tVia tu ta, Christus»; tCamino seguro, Cristo». Que las enseüanzas de Cristo nos yergan valerosamente en la vida, para que no caigamos abatidos por la desesperaciôn. Que ellas nos atemoricen, para que no seamos vanamente confiados y envanecidos por la soberbia. Cierto. Seguir el camino recto de la vida media ver­ dadera entre la desesperaciôn a la derecha y la pre­ sunciôn a la izquierda, seria dificilisimo si Cristo no nos hubiera dicho (ïo. 14,6) : «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (cf. PL r 38,778); 14 La oraciôn del fariseo I. sus buenas obras. • Peca al exponer ·.··*· ( A. Lo hace con mal fin (cf. supra, Beato Avila, < p.991, B). a) . _ Es decir, intentando justificarse delante de Dios y de b) los hombres. Esta justificaciôn no es pecado cuando se busca la gloria de Dios o el provecho del prôjimo, que a ve­ ces pueden estar interesados en la exposiciôn de los méritos personales. 4 4 S 1082 EL FARISEO Y FL PUBLICANO. io DESP. PENT. San Pablo en una ocasiôn hace el recuento de todo lo que tiene en su haber en la obra dei ministerio apostôlico (2 Cor. 11). Se atribuye a si mismo las obras que dice. a) No hace referenda al auxilio o gracia de Dios, con que se hacen todas las obras buenas. b) San Pablo, que reconoce todo lo bueno que hay en su nueia vida después de la conversiôn, conficsa al mismo tiempo que por la gracia de Dios es lo que es (i Cor. 15,10). Es ingratitud especial para con Dios no solamente no agradecer sus doues, sino, môs aûn, ni siquicra reconocer que son dàdivas suyas (cf. supra, Βξλτο Avila, p.991, B, 3). Palia su vana jactancia con capa de religion. a) Se présenta como hombre religioso, didendo que da gracias a Dios (cf. supra, Bourdaloue, p.1005, c). 2. b) Lo cual es una manera de abrir hipôcritamente el tesoro de su soberbîa, de un modo que pueda tener sabor religioso. Porque en realidad no da gracias a Dios, sino parece que mâs bien va a exigir para si las gra­ cias de parte de Dios. Intenta pagar a Dios con moneda falsa. La mâs refinada hipocresia y de nids desastrosos resultados en quien lo advierte es aquella que se pré­ senta con capa de espiritualidad. La auténtica hu­ mildad y santidad sabe ocultarse discretamente, inadvertidamente, sin llamar la atenciôn de los espeo tadores para que contcmpien su humildad. Exagéra el valor de sus obras. a) Se fifa en obras externas, sin atender a las internas. b) Attende a los rilos externos y no a las obras que bro- tan dlrectamentc de la virtud de la caridad. Π. Peca porque no se acusa de nada. A. No ha encontrado nada reprendible en su propia vida. Todo lo que tiene que decir son virtudes. Al no verse indigente no puede pedir; cl mendlgo debe mostrar sus miserias; éste juzga no tenerlas. c) Falta la principal parte de la oraciôn, que es la peticiôn a Dios. a) b) B. Cuando ora el justo o habia de si mismo, es precisamente el primero en acusarse (Prov. 18.17). Es que sabe que de Dios es de quien recibe la absoluciôn y aprobaciôn y que anticipari a él es hacer que Dios la retire. ■■ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1083 C. Esta es precisamente la oraciôn do quienes desean alcanzar el perdôn. a) b) Decir al Sciïor con.el salnilsta (105,6) : tHemos pe­ cado, hemos obrado injuslamente, hemos hecho iniquidadest. Es la oraciôn del prôdlgo a su padre: iHe pe­ cado...·» D. Los santos se acusan, ademâs, de los pecados que pueden haber cometido: a) b) tLimpiame, Seilor, de los pecados que no conozco·» (Ps. 18,13). El Apôstol dlrà que su conciencia no le arguye de pecado; pero que no por esto queda justlflcado, siendo asi que quien justifica dando sententia favorable es Dios (1 Cor. 4,4). m. Peca comparândose con el publicano. A. Juzga temerariamente dei publicano y de todos los demâs hombres (cf. supra, Bourdaloue, p.1006 d). a) b) arroga a si mismo un conocimiento del secreto todos los corazones, que de ninguna manera tie­ puesto que es propio y excluslvo de Dios. Roba en su corazôn la fama del prôjimo sin un motive fundado. 2. Les acusa de ladrones, y el robo lo estâ cometiendo él. Mâs bien por lo que aparece, que son los datos que tiene para juzgar, el publicano es hombre Ueno de virtudes, porque todas las tiene, y todos sus peca­ dos, aunque los hubiera cometido, desaparecen des­ de que se présenta penitente (cf. supra, Bourda­ loue, p.1007, 3)· Se de ne, 1. B. Imita al demonio. a) b) c) Este aparece en el Apocallpsis como tel acusador de nuestros hcrmanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios de dia y de noche* (Apoc. 12,10). Dios odia el pecado, pero no quiere que perezea el pecador; quiere que cada cual se acuse a si mismo y excuse a los demâs. Cristo en la cruz moribundo ora, y su^rimera pala­ bra es para excusar a los que estân cometiendo el mayor de todos los pecados. C. El justo, cuando ora, si advierte los pecados de los demâs: a) b) c) d) Ora por los pecadorcs. Pldc a Dios que le preserve de semejante pecado. Pide perdôn para sus propias ofensas. Se humilia pensando que él mismo habria caldo mâs abajo si Dios no le hubiera protegido Por una bon­ dad especial. EL EAR ISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. 1084 Oraciôn laudable y oraciôn rechazable ·· · ‘: ’ ■ I. La oraciôn del fariseo. ’ ’ - - . A. Lo que tiene de laudable. a) Sube al templo para orar. Acciôn laudable, puesto que el templo es casa de oraciôn (Is. 50,7). b) Da gracias a Dios por los bénéficias rècibidos, obli­ gation sagrada y necesidad de todo buen corazôn. c) No es un ladrôn, ni un adùltero, ni un injusto, lo cual puede constituir su felicidad, pues quienes obran de esa forma iposeerân el reino de Dios» (1 Cor. 4,10). d) Ayuna. Obra santa de penitencia, practicada por los santos e imperada por la Iglesia. e) Paga los diezmos, con lo cual se muestra celoso cumpiidor de la ley e imitador de Abrahân, de Tobias, etcétera. tDad al César lo que es del César» (Mt. 22,21). B. Lo que malogra su oraciôn (cf. supra, Beato Avila, p.991, B). ■ a) Calla sus pecados. i. En primer lugar, cualquiera diria que es la inocencia misma. • · 1. · No encuentra ningûn motivo de arrepentimiento ni una falta de Qué acusarse. Sôlo tiene motivos para dar gracias. 2. · No procedian asi los santos ni era ése el modelo de oraciôn que pudo leer en sus libros sagrados. 2. Quizâs ello se deba a qne mira ùnicamente los pecados graves y externos. Dios, en cambio, escmta los corazones. ·i. Y icudnto pecado Que no ha trascendido a las gentest a.\ ICuânto defecto de intenciôn Que no sôlo ha Inutili· zado las obras buenas, sino Que las ha torcido y con· vertido en malas I 3? iCudnto Pecado oculto para el mismo Que lo comete, Porque él mismo se ciega como esc fariseo Para no entender su orgullo! , «ê Quién serâ capaz de conocer los deslices? J Absuélveme de los qne se me ocultan!» (Ps. 18,13). «Cierto que de nada me argnye la conciencia, pero no por eso me creo jnstificado ; quien me juzga es el Seüor» (1 Cor. 4,4). Asi escribia alguien mâs santo que el fariseo. b) Se jacta de sus buenas obras. i. Mala seûal es que nosotros mismos las enumeremos. Corremos el peligro de detenernos en ellas, sin aspirar a mâs, como quien ha llegado a la perfecciôn. De exagerar su valor y de apropiârnoslas, como veremos. 3. -SEC. δ. GUIONES HOMILÉTICOS 1085' 2. c) El fariseo acusa todos estos sintomas. Su enumeraciôn es orgullosa y de propia glorifiçaciôn, olvidândose que qué son to­ das ellas sin el espiritu interior, del cual no ha­ bia y que demuestra no poseer ? He ahi el gravisimo defecto de creer bueno lo que no es sino vicio. . .. Aunque el sonido de sus palabras sea distinto, sin embargo, claro estâ que se atribuye a si mismo todo el mérito. De lo contrario, ^a qqé vendria despreciar al publicano? San Pablo, por el con­ trario, dice : »Por la gracia de Dios soy lo que soy» (i Cor. 5,10). . . I Es, pues, un hombre que se miente a si mismo y a Dios, declarando méritos que no posee, y que por anadidura roba al Senor la gloria que le debe en lo poco bueno que haya hecho. Se separa de los demâs y acusa al publicano. 1. No soy como los demâs hombres. Basta con opi­ nar asi para series inferior a todos ellos (cf. su­ pra, Bourdaloue, p.1006, a). tHomo sum, humani nihil a me alienum putot. Frase que, aunque pagana, nadie debe perder de vista. 2. * Sin embargo, leudntos, incluso de los que escalan ciertas alturas de la virtud, siguen creyéndose distin­ tos de los demâs y cubren ante sus misnios ôjbs esta soberbia rejinadisima con el pretexto de la autoridad, de los talentos que Dios les ha dado, etc.t 1. · Con el publicano llega a mâs. No se limita e incluirle en esa masa de delitos que forman los demâs hombres, sino que le acusa personalmente, desempenando el papel de demonio, acusador de nuestros hermanos (Apoc. 12,10), y usurpando el de Dios, a quien corresponde el juzgar a los que son siervos suyos (Rom. 1,2). "Envuelve su soberbia en la capa de virtud. Todo lo hace en el templo, orando y dando gracias a Dios. 2. d) Π. Resultado de la oraciôn del fariseo. A. . Dios resiste a los soberbios. B. Serâ extrano que el que subiô aparentemente justo regrese sin haberse justificado. H. La oraciôn dei publicano. A. En ella no hay nada censurable, sino solo ejemplos que imitar (cf. supra, Bourdaloue, p.1009, a, y 1010, b). B. Humildad. No se atreve a acercarse al altar. No se atreve a levantar los ojos. Se llama pecador con toda sincerldad p.ioii, c). a) b) » ■ (cf. ibid., 1086 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. C. Contriciôn. a) No cuenta nada bueno suyo, que algo es de suponer que tuvlera. b) Se goipea el pecho. c) No se excusa en nada de sus fallas. d) Pide perdôn paladinamente. D. Confianza. Pero sabe que Dios escucha al corazôn contrito y humillado. Por eso una vez y otra pide perdôn. b) Porque estâ seguro de poderlo obtencr de una Bon· dad suprema que se compadecc del arrepcntido. a) IV. Exito de su oraciôn. Volviô a casa justificado. 16 La oraciôn del pecador I. El problema. A. En la Sagrada Escritura leemos, por una parte, las siguientes palabras: “Mucho puede la oraciôn fervorosa dei justo. Elias era hombre semejante a nosotros y orô para que no lloviese, y no lloviô sobre la tierra durante très afios y seis meses; y de nuevo orô, y enviô el cielo la lluvia y produjo la tierra sus frutos” (lac. 5,16-18). B. Pero por otro lado dice: a) b) tSabido es que Dios no oye a los pecadores; pero, si uno le pide y hace su voluntad, a ése le escucha» (lac. 9,31). 3 talabra d-t Cristo ô * 1090 EI. FARISEO Y El PVUI.ICANO. 10 DESP. PENT. B. Cuanto mâs humilde, pues, sea uno, tanto mâs reconoce su dependencia de Dios, su incapacidad, su nada. Tanto mejor, pues, serâ la oraciôn. jB. Lo ofirma la Sagrado. Escritura. el Antiguo Testamento. «La oraciôn de! humilde traspasa las nubes y no descausa hasta llegar a Dios, ni se retira hasta que el Altislmo fija en ella su mirada· (Eccli. 35,21). b) En los Salinos se canta continuamcnte la humildad. i. «En mi angustia invoqué a Yavé e imp'.oré el au. xilio de mi Dios. El oyô mi voz desde sus palacios, mi clamor llegô a sus oidos» (Ps. 17.7). 2. «Mirô el desva’.ido a Yavé •v él le escnchô *v le salvô de todas sus angustias» (Ps. 33,7). 3· «Invôcame en el dia de la angustia ; yo te libraré y tû cantarâs mi gloria» (Ps. 49,15). c) Son muchos los ejcmplos de la eficacia de la oraciôn humilde. Citarcmos uno: tCuando se viô en la anguslia, orô a Yavé, su Dios, humillôndosc grandcmcntc ante cl Dios de sus padres. Giniiô y le dirigiô ins­ tantes sûplicas y fué atendido, pues oyô su oraciôn y le volviô a Jerusalén, su rcino. Entonces conoclô Ma­ nases que Yavé es Dios* (2 Par. 33,13-14). a) B. En el Nuevo Testamento. a) Son varios los atendidos por la humildad con que pidieron: la cananca, cl cenluriôn, el leproso. b) En el sermon de la Montana cspccialmente nos man­ da orar con humildad: «Cuando oréis, no seâis como los hipôcritas, que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los cantones de la plaza, para ser vistos de los hom­ bres ; en verdad os digo que ya recibieron su ré­ compensai. 2. «Tû, cuando ores, entra en tu câmara y, cerrada la puerta, ora a tn Padre, que estâ en lo secreto; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensarâ». «Y orando no seâis habiadores, como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablari. «No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes de que se los pidâis» (Mt. 6,5'8). En la parâbola de hay se ve cômo desecha al soberbio y orgulloso. IV. HumiUaos. A. La humildad es siempre fuente fecunda de bienes, porque supone reconocimiento de la omnipo- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1091 tencia de Dios. La humildad en la oraciôn la hace sumamente eficaz. a) b) c) Cuantas veccs orcs desde que te levantas hasta que te acuestas, sobre todo eu la sauta misa y cuando vas a la prcsenda del Senor, acércale tcon espiritu de humildad·. aCon espirltu de humildad·..., renunclando a tu yo, viendo que lo poco bueno que hay en ti es de Dios, persuadido de tu incapacidad. «Con espiritu de humildad», es decir, compenetrado con tu Creador y Sefior, abandonândole en sus manos. B. Asî, ya sea que ores vocal o mentalmente, ya ca­ lles, ya cantes, ya adores o expies, ya des gracias o pidas mercedes, hazlo siempre “con espiritu de humildad”. De este modo seras grato a Dios, como el publicano del Evangelio. 18 Disposiciones para la justificaciôn I. La escena evangélica. A. El fariseo sale en pecado; el publicano sale justificado. B. El Senor nos ha deserito las acciones de ambos, y a estas acciones atribuye la justificaciôn del uno y el que el otro continûe en sus pecados. C. Luego, a pesar de ser gratuita la justificaciôn, alguna influencia tienen en ella nuestras acciones. H. Valor de la disposiciôn subjetiva. A. La justificaciôn, en cuanto que supone la elevaciôn del hombre a un estado absolutamente sobrenatural, ha de ser necesariamente gratuita, puesto que, si ese estado es sobrenatural, el hombre no puede merecerlo por si mismo. a) b) En efccto, la causa meritoria de nuestra justificaciôn es Cristo Nuestro Sefior. Cristo con su muerte mereciô el perdôn y la adopciôn divina para los hombres. B. Sin embargo, a pesar de ser gratuita, Dios exige que nosotros por nuestra parte pongamos algunos actos, que, si no la merecen, por lo menos apartan los obstâculos que impedirîan la colaciôn de la gracia. 1092 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. JO DESP. PENT C. Es mâs, como quiera que, aunque seamos pecadores todavia, esos actos se ejecutan ya bajo el impulso y la elevaciôn de la gracia actual, no se limitan simplemente a retirar los impedimentos u obstâculos, sino que en algùn momento disponen positivamente al aima para que reciba la gra­ cia de la justificaciôn, lo mismo que el que ablanda el hierro en la fragua lo ha dispuesto antes para que después el forjador le dé la forma que quiera. TTT Errores sobre estos actos. A. Los errores pueden ser dos: a) El del soberbia fariseo. b) Y el del casi desesperado protestante. B. Los soberbios. Los pelagianos représentât! al fariseo, y en su orgullo creen poderse justificar sin ayuda alguna de la gra­ cia, lo mismo que afirman poder vivir si» pecar, ni aun veniabnente, sin ella (cf. supra, San Acustîn, p.965, a, 1). b) 5e asemejan también al fariseo los pelagianos prâcticos, que presclnden de implorar humildes la gracia de Dios, de exambiar y de llorar sus pecados. Λ a) C. Los desesperados. a) Por camino opuesto, los protestantes de tal manera desconfian de nuestras fuerzas, que rechazan incluso el que podamos lloiar saludablemcnte nuestras faltas y se refugian exclitsivamenle en la fe en Cristo. b) Creamos y confiemos que Cristo no toma en cuenta nuestros pecados, y ya no nos harâ falta ninguna otra preparaciôn. c) Si es cierto que tal teoria arranca de un acto de excesivo rebajamicnlo del hombre, también es cierto que conduce al mâs fâcil de los perdoncs, sin arrepentbnlento, propôsilo, etc. TV. Las dispositiones exigidas. A. El concilio de Trento las enumera todas al dé­ finir la doctrina contra los protestantes en la sesiôn 6, capitulo 6 (cf. DB 793). tDispônense para la justificaciôn cuando, excitados y ayudados por la gracia divina, concibiendo la fe por el oido, se mueven libremente hacia Dios, creyendo ser verdadero todo lo divinamente revelado y prometido, y en primer lugar el que Dios justifica al i. pio con su gracia y por la redenciôn que tenemos en Cristo Jesûs». b) «Y cuando. entendiendo ser pecadores y pasando des­ de el temor a la justicia divina, que ùtilmente les sa- a) SEC. 8. c) d) GUIGNES HOMILÉTICOS 1093 cude, a considerar la misericordia de Dios, se levan­ tan a la esperanza, conflando en que Dios ha de ser­ ies propicio en atenciôn a Cristo·; lEntonces comienzan a amarle como a principio de toda Justicia y, por lo tanlo, a conceblr contra sus pecados odio y detestaclôn, esto es, la penitencia que es necesario hacer antes del bautismo·, tFlnalmente, se proponen recibirlo, incoar nueva vida y cumpilr los divinos mandamlentos·. Aun cuando el concilio habia del bautismo como de la primera justificaciôn, sin embargo, el orden exigido es el mismo para cualquier otra ocasion en que deseemos ser justificados después del pe­ cado. C. Todos estos actos tienen un fondo comûn: la hu­ mildad. Veâmoslo. a) b) c) El final donde desembocan es la verdadera peniten­ cia, a saber, en *el odio y delestaclôn del pecado propio, en cuanto que es ofensa de Dios, con el propôsito de incoar una vida nueva·. Esta penitencia es esencialmente un acto de humil­ dad, puesto que en ella el hombre odia sus propias obras como malas y decide recti/icar su vida entera. Si, pues, la meta es acto esencial de humildad, lôglco es aue cuantos lo preparan incluyan también esta virtud. efecto: 2. 5- El primero es un acto de fe, por el cual el hom­ bre somete su entendimiento a Dios y créé, como primera verdad que le interesa de cerca, que Dios perdona a los impios en atenciôn y por la gracia de Cristo. El primer acto, pues, exige que esperemos la salvaciôn de Dios. El segundo es otro totalmente opuesto al espiri­ tu del fariseo. El hombre entiende ser pecador. Mientras no lo reconozca, no habrâ dado el se­ gundo paso hacia la justificaciôn, y aun podriamos decir que ni el primero. El tercero es un temor santo a la justicia divina, de la que se siente objeto y merecedor de su ira. Temor ûtil, pues le lleva a la conversiôn ; justo, pues no es sino la verdad. El cuarto es la esperanza, pero esperanza en la ayuda ajena, porque, aplicando la primera ver­ dad, que ha crefdo, a su estado lastimoso, atten­ ta confianza en Cristo, que le ha de perdonar. Entonces comienza a amar, pero su amor debe ser estudiado. Es un amor que se compone de dos notas. a. Ama a Dios como a principio de donde mana la justicia, y détesta sus obras como males. 3·· Esta Podrlamos decir que es la esencia de la hu~ mil dad. ■ lL j **** - ■ 1094 EL FAKISEO Y EL PUBLICANO. 1O DESP. SEC. PENT. 8. GUIONES HOMTLÉTTCOS 1095 ... d) Desde esc momenta, todo es fâcll. El hombre se lia convcrtido en el publicano, que se golpea cl pecho y pide a Dios su salvaciôn. b) c) AL V. N’t descsperaciôn ni soberbia. A. El camino de la justificaciôn es una llamada de aliento al publicano y un aviso temible para el fariseo. B. Por grandes que sean tus pecados, se le dice al uno, tu salvaciôn es facil. a) 51 eslds a punlo de desfallccer porque le ves tan malo, tu salvaciôn estriba sôlo en que rcconozcas csa misma maldad y mires a Crlslo en la cruz, que muere por perdonôrlela y por darte gracias, para que puedas cambiar lu vida. b) Si te crees bueno, terne, porque todos los pasos que conduce» a la justificaciôn son pasos de humildad, y es muy posible que no hayas andado ni siquicra el primero. ΠΙ. “No se atrevia a levantar los ojos”. A. El fariseo estâ de pie (cf. supra, Bourdaloue, p.1003, B, a). b) I. El secreto del triunfo. La parâbola nos présenta como un estadio en que luchan dos para alcanzar un objetivo. a) Cada uno va por un camino opuesto al del otro. b) Jesucrislo estâ como àrbitro de la cuestiôn. c) Sale triunfador e! publicano. triunfo dei publicano ha sido sorprendente, ya que el fariseo se atribuye a si la victoria, y el pu­ blicano no solamente no le discute la corona, sino que proclama en alto no ser digno de galardôn. Por qué triunfa el publicano sobre el fariseo? Porque siguen un camino distinto. quedô alla lejos”. El fariseo debia estar mâs cerca del santuario, en lugar mâs visible, ya que dice el Evangelio que el publicano se quedô allâ lejos (cf. supra, Bourdaloue, p.1009. C, a). El publicano a lo lejos. Como quien esta leproso y considera que puede contaminar a los demâs. Fislcamente de pie, que no es de suyo la actltud mâs propia para adorar a Dios. Interiormente, y en un sentido moral, estâ falsamente de pie y erigido sobre todos los demâs a sus pro­ pios ojos, despreciando como mâs bajos al reslo de los hombres. B. El publicano mira hacia la tierra (cf. p.1010, b). a) b) c) El triunfo de un publicano Como el hljo prôdlgo, que se encuentra indigno de sentarse a comer el pan a la mesa de su padre. Esta humildad mueve el corazôn de Dios, como en los casos de los leprosos curados y como en el del hijo prôdigo, a corlar por su parte toda la distancia y bajar a donde se encuentra el pecador. Porque no Porque se Porque no a quienes ibid., se créé digno del cielo. avergüenza de su propia miseria. se atreve a mirar a los demâs hombres, estima mejores. C. Dios, que resiste a los sobarbios y da gracias a los humildes, va con el publicano hasta la profundidad de su miseria, en que tiene clavados los ojos, para levantarlo por la gracia santificante. IV. “Sé propicio a mi, pecador”. A. El fariseo se muestra interiormente y hasta en la expresiôn de sus palabras lleno de jactancia. La soberbia le hace crecer y abundar a sus propios ojos, de modo que le avergüenza pedir limosna ante Dios. B. El publicano ora de modo muy distinto, en espi­ ritu de humildad. A biertamente se golpea el pecho, sin avergonzarse de ser mendlgo pûblico (cf. supra, Bourdaloue, p.ioii, c). b) No es que se condone la oraciôn oculla para alabar la ptiblica ostenlaciôn del que ora. Lo que se condena es la oraciôn que se cabre con la capa de la soberbia, como es la que pretende hacer el fariseo de la parâbola. 2. Este fariseo es le representaciôn mâs grâfica del modo de oror de todos los que tenian espiritu forisaico, tan duramente fustigados por Jesucristo. a) ii L ‘/43 SEC. FL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. 1096 r “Heria su pecho”. A. El fariseo hacia en su oraciôn un estudio compa· rativo con todos los demâs hombres. Desprecia a los demâs hombres, a quienes considéra pecadores. b) Desprecia al publicano que estâ haclcndo oraciôn cerea de él. c) Desprecia al publicano con injusticia maniflesta. Mas bien debia reconocer que se trataba de un hombre verdaderamente penitente y que obtendria, por tanto, el perdôn de Dios. I b) c) a) B. El publicano. a) Golpea su propio pecho denunciândose como fiecador. b) No golpea la fama y buen nombre de los demâs. Ni siquiera acusa a quienes podian haberle ayudado a pecar. d) A los fariseos, falsos seguidores de la santidad, les invilaba Jésus a lirar una piedra contra el pecador pûblico solamente cuando se encontrasen a si misnios limpios de pecado. Nuestro publicano contra nadie hablô. El fariseo, aunque no hubicse sorprendido a los demâs en pecado, a todos los tachaba como taies. VI. “Soy pecador” (cf. supra, Bourdaloue, p.1011, d). fariseo. a) b) c) C. Hablamos de un estadio en el que contienden dos hombres. También la escena se repite hoy con no poca frecuencia; hombres que pùblicamente no se recatan de afirmar que son ellos las primeras figuras en un arte o déporté. mX* . 1097 Esta actltud presuntuosa es fruto de la soberbia y vanidad. Es una nianifestaciôn de una civillzaclôn poco ro­ busta. Es lamentable que a veces el pûblico no formule su Protesta, sino que aplauda su modo de procéder. dignidad y en el concepto elevado que ellos protenden alcanzar. SERIE IV. DE ACTUALIDAD SOCIAL I Soberbia y avaricia colectivas I. Un mal permanente. A.. Se da un mal permanente en la historia, que se ceba a veces en aimas buenas y virtuosas. Es el que llamariamos mal de la soberbia y de la codi­ cia colectivas. Aimas a veces humildes y desprendidas en el orden individual parlicipan, sin embargo, de un mal espi­ ritu, que se extiende a toda la entidad a la cual perteneccn. 1. publicano. pecado moderno. GUIONES HOMILÉTICOS Al fin, esos hombres saldrân condenados en su Hace una exposiciôn de sus buenas obras. Posiblemenle no lo eran del todo como él las vêla. Pero lo cierto es que, con exponerlas asi, las perdia para su aima, puesto que Cristo le condena. %* También tendrta alguna s obras buenas que manifestar, pero las calla. b) Hace solamente la exposiciôn de sus pecados y se condena a si mismo por ellos. c) El resultado es que también pierde lo que ha expuesto, que son sus propios pecados. d) La humildad es un manto que cubre el tesoro de las buenas obras para que no estén expuestas y con pe­ ligro de perderse. 8. 2. b) En el fondo, es claro, se trata de una forma de amor propio. Es que no se ha llegado a la perfecciôn ni del desprendimiento ni de la humildad. Mal dificil de combatir. 1. 2. Tiene un aspecto santo y laudable : servir a la instituciôn ; procurar a la instituciôn medios para que cumpla su fin. Mas con cuânta frecuencia en esta materia hay desorden... B. Aludimos, ya se entiende, a instituciones que tie­ nen fines religiosos. a) b) Caso notable de esta dolencia fueron las dlscusiones entre monjes blancos y monjes negros, que dleron lugar a la sabia correspondencia entre San Pedro el Venerable y San Bernardo. Pero el mal es incomparablemente mâs agudo cuan­ do infecta las instituciones del orden temporal y, especialmènte, las naclones. ·. : ç 1093 EL FARISEO Y EL PUBLICANO. IO DESP. PENT. Π. Agravaciôn moderna. A. En la Edad Moderna este vicio se ha acentuado. Ha revestido formas graves y gravisinias y ha tnostrado el culmen de su malicia con ciertas manifestaclones dei moderno racismo o naclonallsmo. b) Ha llegado al endiosamiento de la propia naciôn o de la propia raca, tomada la palabra tendiosarniento» en todo el rigor de su signification propia. a) B. Sin llegar a tanto, ha sido epidemia general de todas las almas de la Edad Moderna. Desde el si­ glo XVI para aeâ se ha ido formando un tipo de hombre mâs estrecho de mente y de corazôn, mâs egoista que el que conociô la Edad Media o el que formô el Renacimiento. concepto deformado. Nos referimos al concepto de patria, a) El concepto de patria es propio de pueblos cullos, b) c) que tienen ya tradiciôn, vocaciôn dcjinida y, por con siguiente, esperanza. La patria es un senlimiento natural. Cuando estâ bien ordenado, en cierto sentido, es el mas alto de los sentimientos naturales, porque los bienes que produce son los mâs universales en el orden humano. Las aimas nobles lo sacrifican todo al servicio de su patria. 2. Mas la razôn pide que la patria esté sometida a categorias superiores : la verdad, la justicia y el amor natural a los demâs pueblos, a la humanidad entera. 3· Entre cristianos, ademâs, la patrio debe servir al bien de la Iglesia y a la gloria de Dios. Las naciones catcflicas son el instrumento mâs poderoso que Dios tiene, después de La Iglesia, de pro­ paganda del Evangelio. Exacerbation moderna. b) c) El concepto de patria se ha exarçrbado en los tiem­ pos modernos. Se ha incutrido en el pecado de soberbia y de codlcia coleclivas. E/ectos de taies vicios han sido: Un concepto falso de la excelencia de la propia patria, sobre todo cuando se hace con desconocimiento, desestima o desprecio de las demâs naciones. 2. Un ansia desmedida de poder, que se caracteriza por el afân de ensanchor el territorio, d^ debilitar otros poises, de practicar el impérialisme en cualquiera de sus formas. SEC. 8. GUIGNES HOMTLÉTTCOS 1099 Un afân egofsta de riquezas y de bienestar. Ordenar toda la economia national en propio provecho, con olvido de las demâs naciones ; acaparar primeras materias ; tratar de hundir, incluso Negando a la guerra, a pueblos competidores in­ dustrial y comercialmente..., etc., etc. d) La edad contemporânea ha conocido las ultimas ma­ nifestationes agudas de este mal. C. Tal concepto de naciôn o de patria es incompa­ tible con la misrna Iglesia catôlica. a) b) c) Los paiscs que han llegado al extremo del nationa­ lisme no reconocen a la Iglesia; prelenden sustiluirla. Convlerlcn al Estado en la ûnica fuente del derecho y de 'a moral. /1 caban en el panleismo politico. Tales formas tienen manifestationes a veces verdaderamente salânlcas. D. La vanidad nacional. a) b) c) Un aspecto no despreciable de esta deformaclôn es cl daüo que causa a! bien comûn. No sôlo en el orden pedagôgico, de que luego hablaremos, sino en el econômico. 1m vanidad national es causa de: 2. Gastos militares excesivos. L,ujo oficial. Medidas antieconômicas por lograr nna irracional autarquîa. IV. Danos en la formaciôn individual. A. Constituyen una grave manifestaciôn de la sober­ bia y vanidad colectivas. B. En virtud de esta se deforma a veces conscientemente la conciencia de los educandos. C. Sobre todo en el estudio de la historia se peca fâcilmente: a) b) c) <3) Contra la verdad. Desfigurando los hechos en forma favorable a la propia naciôn. Contra la justicia. Juzgando de ciïos con criteria par­ tial. personal y apasionado. Contra la paz. Se créa, como consecuencia, un espfrlhi agreslvo contra otros pueblos. Contra la caridad. El amor de patria mal enlendido en/ria o débilita el amor a otras naciones. Contra la magnanimidad. En cuanto que no se cuL tivan del modo debido las grandes ideas universales de amor a todas las naciones, de fraternldad univer­ sal. de dispàsltiôn pronta a acudir en socorro de pueblos, razas y continentes mâs neecsitados. * y· < - . · Λ" V. Los separatismos. A. Este sentimiento ha ido adquiriendo en la segun- * EL FARISEO V EL PUBLICANO. 1100 IO DESP. PENT. da mitad dei siglo XIX y en el XX formas mâs particulares dentro de cada naciôn. Se han fomentado nacionalismos cada dia mâs estrechos. B. Con lo cual se ha perjudicado a grandes entidades formadas por la historia. a) b) Y, sin llegar a los extremos del racismo, se ha acen- tuado la nota separatista en tal forma de desconsideraciôn y desestima a otros pueblos o naciones, que en el fondo se ha incurrido en auténticos vicios farisalcos. Los fariseos, como dice la etimologia—los separados—, se apartaban desdeûosamente de otros grupos. . Doctrina pontificia. El terna ha preocupado a los Pontifices desde los dias de Pio IX. a) b) Le dedlcaron mayor atenciôn Leôn XJ1I y Pio XI. K es mayor la abundanda de doctrina, que aun estâ en pleno desarrollo, bajo el magisterio de Pio XII. Pio IX: Proposiciôn condenada en el “Syllabus”: “Tanto la violaciôn del mâs santo juramento como cualquier acciôn criminal y malvada, opuesta a la ley eterna, no sôlo no es censurable, sino que ha de tenerse por sumamente laudable cuando se realice por amor a la patria” (cf. “Syllabus”, 64). Leôn ΧΙΠ. «El amor sobrenatural de la Iglesia y el que naturalmente se debe a la patria, son dos amores que pro­ ceden de mt mismo principio eterno, puesto que de enlrambos es causa y autor el mismo Dios» (cf. «Sa­ pientiae cliristianae», 8). b) Pero se lamenta a continuadôn de que *el orden de estos deberes se trastorna» en nuestros dias (cf. ibid., 9). c) tOl’ddândose que el amor de la patria celestial debe ocupar lugar preferenle en el corazôn del cristiano» (ibid., 14). PÎO XI. tEl amor de la patrla es fuente poderosa de virtudes y de actos heroicos cuando se halla regulado por la ley cristiona». b) tPero se convlerte en semilla de Injusticias y de iniquldades sin numéro cuando, violando las réglas de la justicia y del derecho, degenera en un nadonallsmo Inmoderado» (cf. «Ubi arcano Dei», 12). a) . Pio XII. a) Ha intentado moderar el sentimiento de naciôn y de Palria acomodândolo al derecho natural y también a las exigendas de los nuevos tiempos, que impulsa» SEC. b) 8. (HHONES HO.MXLÉTICOS hoi a la clvlllzaciôn hacia la constlluciôn de organismos internationales y de institutiones estalales supra­ nationales. 1. En los mensajes de los afios 1939, 1940 y 1941 bay abundante materia. 2. Airïpliada y concretada en sus discursos sobre la coniunidad de Estados. Hay un aspecto del magisterio de Pio XII que debe subrayarse. 1. El Papa desea que ya desde las escuelas, y por supuesto en la segunda ensefianza y ensefianza superior, se forme la mente de los ninos y de los jôvenes segûn exige este nuevo espiritu de coloborociôn internacional y de fâcil disposiciôn de los ânimos para comprender y servir organismos supranacionales. 2. Es decir, pretende atenuar una falsa y equivocada formaciôn patriôtica. Moderar—para que no incurra en soberbia ni en codicia desordenada— un noble sentimiento colectivo, subordinândolo a criterios superiores. VU. ΈΙ magisterio de San Agustin. A. San Agustin sintiô vivamente el amor natural a la patria. Lo defendiô. a) b) Llegô a escribir que se les prépara un premio singu­ lar en el cielo a los que han sido beneméritos de su patria natural (cf. «Epist.» 103,4 · PL 33,387). En la tCiudad de Dios* elogia a los romanos por su levanlado patriotismo («De civ. Dei», V 16: PL 41,160). B. Pero el canto enamorado y ùnico del escritor es para la patria celestial. Aquella patrla cuyo tesoro es la verdad (cf. «De civ. Dei», V 16: PL 41,160). b) Esa palria que no la comprenden ni la aman aque­ llos para los cuales es dulce la peregrinaciôn de esta vida. c) Esa patria que es la vida de Cristo, asi como la via para esa patria es la muerte de Crlslo (cf. PL 34,1624). d) No camina hacia esa patrla el que no camlna por la senda del amor («De cantico novo·, 3-4 : PL 40-681). e) A esa palria, por la que los peregrinos suspiran llumlnados por la Je, canton alegres durante la peregri­ naciôn, sostenldos por la esperanza, llevando gozosos la cruz de Cristo. a) - UM»'a * i EPISTOLA (i Cor. 15,1-10) 1 Notum autem vobis faclo. 1 Os traigo a la memoria, fratres Evangelium, quod prae- hermanos, el Evangelio que os he dicavi vobis, quod et accepistis, predicado, que habéie recibido, en in quo et statis. 2 Per quod nt salvamini: qua ratione praedicaverim vobis, si tenetis, nisi frustra credidistis. 3 Tradidi enim vobis In pri­ mis quod et accepi: quoniam Christus mortuus est pro pec­ catis nostris secundum Scrip­ turas : est, et 4 et quia sepultus quia resurrexit tertia die seeundum Scripturas: 5 et quia visus est Cephae, et post hoc undecim. 6 Deinde visus est plus quam quingentis fratribus simul: ex quibus multi manent usque ad­ huc, quidam autem dormierunt. 7 Deinde visus est lacobo, deinde apostolis omnibus. 8 Novissime autem omnium tamquam abortivo, visus est et mihi. 9 Ego enim sum minimus apostolorum, qui non sum dig­ nus vocari apostolus, quoniam persecutus sum Ecclesiam Dei. 10 Gratia autem De! sum id. quod sum, et gratia ehis In me vacua non fuit, sed abundantius illis omnibus laboravi: non ego autem, sed gratia Del mecum. el que os mantenéis firmes. 2 Y por el cual sois salvos, si. lo retenéis tal como yo os anuncié, a no ser que hayâls creido en vano. 3 Pues a la verdad os he transmitido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido: que Cristo mu­ rid por nuestros pecados, segûn las Escrituras. 4 Que fué sepultado, que resucitd al tercer dia, segûn las Es­ crituras. 5 Y que se aparecid a Cefas, luego a los doce. 6 Después se aparecid una vez a mâs de quinientos hermanos, de los cuales muchos viven todavia y algunos murieron. 7 Luego se aparecid a Santia­ go, luego a todos los apdstoles. 8 Y después de todos, como a un aborto, se me aparecid tam­ bién a mi. 9 Porque yo soy el menor de los apdstoles, que no soy digno de ser llamado apdstol, pues persegui a la Iglesia de Dios. 10· Mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me confirid no ha sido estéril, an­ tes he trabajado mâs que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmlgo. 1106 KL SORDOMUDO. Il DES!·. HEM I. II. EVANGELIC) 'Me. 7.31-37) 31 Dejando de nuevo los tér-! minos de Tiro, se fué por Sidôn | hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decâpolis. 32 Le llevaron un eordo y tartamudo, rogândole que le impuslera las manos. 33Y, tomândole aparté de la muchedumbre, metiôle los dedos en los oidos, escupiô en el dedo y le tocô la lengua. 34 Y, mirando el cielo, suspirô y dijo: “Epheta”, que quiere decir âbrete. 35 Y se abrieron sus oidos y se le soltô la lengua, y hablaba expeditamente. 36 Le encargô que r.o lo dijesen a nadie, pero cuanto mâs se lo encargaba, mucho mâs lo pu­ blicabam 37 Y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oir y a los mudos hablar. HZ. 31 Et Iterum exiens fle fluibue Tyri, venit per Sldunein ad mace Galilaeae inter medio· fi. nee Decnpuleos. 32 Et adducunt ei «urdum et mutum, et depieeabantur eum, ut Imponat illi manum. 33 Et apprehendens eum de turba seorsum, misit digitos suos in auriculas eius: et expuens, tetigit linguam eius. 34 Et suspiciens in caelum, ingemuit, et ali illi: Ephetha. quod est adaperire. 33 Et statlm apertae sunt aures eius, et solutum est vin­ culum linguae eius, et loqueba­ tur recte. 30 Et praecepit illis ne cui dicerent. Quanto autem ei« praecipiebat, tanto magis plus praedicabant: 37 et eo amplius admiraban­ tur, dicentes: Bene omnia fe­ cit: et surdos fecit audire, et mutos loqui. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRTTURA SOBRE LA LENGUA Y EL BIEN HABLAR Pueden utilîzar.se para e.'ta dominica los texto? sazradn^ que «eleccionamos en el quinto ciominvo rlespnés de Epifania (cf. La palabra de Cristo, t.a 0.561-564) sobre la murmuraciôn. A) HEMOS DE GUARDARNOS DE LA MALA LENGUA Non rr!s criminator, nec su­ No vayas sembrando entre el in populo. Non stable pueblo la difamaciôn; no depon- surro rontra songuliiom proximi tul. gas contra la sangre de tu prôji­ Ego Dominus (Lev. 19,16). mo. Yo, Yavé. Tota die Iniustitlam cogitavit Tu lensrua médita la maldad: es Hnztia tua: Rient novacula acu­ como afilada navaja, artifice de ta fecisti dolum (Ps. 51,4). engâûos. Acuerunt linguas suas sicut Afilan su lengua como serpienvenenum aspidum tes, tienen bajo sus labios el ve­ I serpent's: sub labiis eorum (Pe. 139,4)neno de la vibora. SEC. I. TEXTOS SAGRA DO S Vlr linguoso* non dirigetur in terra: vlruin Inlustum mala capient In Interitu ( Γμ. 139,12). 1107 El hombre lenguaraz no eerâ eatable sobre la tierra; el hombre malvado serâ presa de Infortunio, que le derribarâ. Pon, îoh Yavé!, guarda a mi Tone Domine cnNtndlnm or' moo: et ostium circumstantiae boca, centinelas a la puerta de labiis meis (Ps. 140,3). mis labios. Lejos de tl toda falsia de la Remove a te on pravum, el detrahentis labia sint procul a boca y aparta de ti toda iniquidad te (Prov. 4,24). de los labios. Simulator ore decipit amicum El impio con su boca arruina al suum: lustl nutem liberabuntur prôjimo; el justo con su sabidurîa scientia (Prov. 11,0). le salva. Labium veritatis firmum erit El labio veraz mantiene siem­ In perpetuum: qui autem testis pre la palabra; la lengua mentiest repentinus, concinnat lin­ rosa, sôlo por un momento. guam mendacii (Prov. 12,19). nomo perversus suscitat li­ tes: et verbosus separat prin­ cipes (Trov. 16,28). El perverso excita contiendas, el chismoso aparta a los amjgos. Qui perversi cordis est, non El de perverso corazôn no hainveniet bonum: et qui vertit llarâ bien, y la lengua mendaz linguam, Incidet In malum incurrirâ en el mal. (Prov. 17,20). 6 Labia stulti miscent se ri­ xis: et os eius iurgia provocat. 7 Os stulti contritio eius et labia Ipsius ruina animae eius. 8 Verba bilinguis, quasi sim­ plicia: et Ipsa perveniunt us­ que ad Interiora ventris (Prov. 18,0-8). El qui rovelnt mysteria, et ambulat fraudulenter, et dllatat lubln sua, ne commiscearis (Prov. 20,19). Qui custodit os sunm et lin­ guam suam, custodit ab angus­ tiis animum suam (Prov. 21, 23). 6 Los labios del necio mueven contiendas, y su boca provoca 11tigios. 7 La boca del necio es su rui­ na, y sus labios, lazo para su vida. 8 Las palabras del chismoso parecen dulces y llegan hasta lo mâs hondo de las entrafias. El chismoso no guarda los se­ cretos; no te entrometas con el suelto de lengua. El que guarda su boca y su len­ gua, se presei-va de la angustia. Nolite seduci: corrumpunt No os engafiéis, las conversaciomores bonos colloquia mala (1 nes malas estragan las buenas Cor. 16,33). costumbres. Nolite detrahere alterutrum fratres. Qui detrahit fratri, mit qui Indicat fratrem suum, de­ trahit legi, et ludicat legem. SI autem tudlca» legem, non est factor legi·, sed ludex (lac. 4,11). No murmuréis unos de otros, hermanos; el que murmura de su hermano o juzga a su hermano, murmura de la ley, juzga la ley. Y si juzgas la ley, no eres ya cumplidor de ella, sino juez. tL SORlKJMl’DO. I HOS B) La lengua se ha de USAR DISCRETAMENTE De fructu oris sui unusquis­ De los frutoe de su boca se sacia el hombre, y, segûn él trata, que replebitur bonis, et hixta opera manuum suarum retri­ asî serâ tratado. buetur el (Prov· 12,14). 2 Del fruto de su rectitud gozarâ el hombre; el deseo de los desleales es la prepotencia. 3El que guarda su boca, guar­ da su vida; el que mucho abre sus labios, busca au ruina. 2 De fructu oris sui homo satiabitur bonis: anima autem prae\ aricatorum iniqua. 3 Qui custodit os suum, eustodlt animam suam: qui autem inconsideratus est ad loquen­ dum, sentiet mala (Prov. 13, 2-3). Qui moderatur sermones suos, Es parco en palabras quien tie­ ne la sabiduria, y el hombre sen­ doctus et prudens est: et pre­ tiosi spiritus vir eruditus (Prov. sato es de sangre fria. 17,27). Beatus vir qui non est lapsus Dichoso el varôn que no peca con su boca y no siente el remor- verbo ex ore suo. et non est stimulatus In tristitia delicti dimiento del pecado. (Eccll. 14,1). ; Quién pusiera una guarda a mi boca y un sello de circunspecciôn a mis labics, para que por ellos no caiga y no me pierda mi len­ gua’ Quis dabit ori meo custodiam et super lania mea signaculum certum, ut nun cadam ab Ipsis, et lingua mea perdat me? (Ec­ cll. 22,33). Y os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres habrân de dar cuenta el dia del juicio. Dico autem vobis quoniam omne \erbum otiosum, quod lo­ cuti fuerint homines, reddent rationem de co In die ludlcil (Mt. 12,36). Pues quien quisiere amar la vi­ da y ver dïas dichosos, cohiba su lengua del mal y sus labios de haber engahado. Qui enim vult vitam diligere, et dies videre bonos coerceat linguam suam a malo, et labia eius ne loquantur dolum (1 Petr. 3,10). C) Se ha de hablar lo VEKDADERO Y HONESTO Mala aurea in lectis argen­ Fruto de oro en plato de plata teis, qui loquitur verbum in es la palabra dicha a tiempo. tempore suo (Prov. 25,11). Sea vuestra palabra: si, si; no, Sit autem sermo vester, est, no; todo lo que pasa de esto, del est: mm, non: quod autem his abundantius est, a malo est mal procede. (Mt. 5,37). No saïga de vueetra boca pala­ bra âspera, sino palabras buenas y oportunas para edifîcaciôn, a ûn de ser gratas a los oyentes. Omnis sermo malus ex ore vestro non procedat: sed sl quis bonus ad aedificationem fidei ut det gratiam audienti* bus (Eph. 4,29). .SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 1109 8 Fornicatio autem, et om­ 3 Cuanto a la fornicaciôn y nis Immunditia, uut avaritia cualquler género de impureza o nec nominetur In vobis, sicut avaricia, que ni siquiera pueda dedecet sanctos: cirse que lo hay entre vosotros, como conviene a santos; 4 nut turpitudo, aut stultilo­ 4 ni palabras torpes, ni grosequium, aut scurrilitas, quae ad riae, ni truhanerias, que desdicen rem non pertinet: sed magis de vosotros, sino mâs bien acciôn gratiarum actlu (Eph. 5,3-4). de gracias. Nunc nutem deponite et vos Pero ahora deponed también to­ omnia: Iram, indignationem, das estas cosas: ira, indignaciôn, malitiam, blasphemlain, turpem maldad, maledicenda y torpe lensermonem de ore vestro (Coi. guaje. 3,8). D) Tiempo y oportunidad de hablar Laetatur homo In sententia Gusta saber qué responder, y la oris sui: et sermo opportunus palabra dicha a tiempo, icuânto est optimus (Prov. 15,23). bien hace! Priusquam audias, ne respon­ Antes de oir no respondas, y no deas verbum: ot In medio ser­ interrumpas el discurso ajeno. monum ne adilcias loqui (Eccli. 11,8). Est tacens non habens sen­ sus loquelae ct est tacens sciens tempus aptum (Eccli. 20,6). Hay quien calla porque no tie­ ne qué responder y hay quien calla esperando su vez. Qui interrogationem manifes­ Reflexiona antes de responder, tat parabit vcibum, et sic de­ y serâs escuchado; recoge tus penprecatus exaudietur, et conser­ samientos y responde. vabit disciplinam, et tunc re­ spondebit (Eccli. 33,4). E) Cômo Respondete, obsecro, absque contentione; et loquentcs Id quod lustum est, ludlcate (lob 6,29). SE DEBE HABLAR Reflexionad, por favor, y desaparezca la injusticia. Reparad, y triunfarâ mi rectitud. Lingua placabilis, lignum vi­ La lengua blanda es ârbol de tae: quae autem Immoderata vida; la âspera hiere el corazôn. est, conteret spiritum (Prov. 15,4). 20 Eruditus In verbo reperlet bona: et qui sperat In Domino, beatus est, 21 Qui sapiens est corde, ap­ pellabitur prudens: et qui dulcla eloquio, maiora percipiet (Γιον. 16. 20-41). 20 El que pone atenciôn a la palabra hallarâ el bien, y quien confia en Yavé es bienaventurado. 21 El sabio de corazôn es tenido por seneato, y la blandura de los labios hace eâcaz la doctrina. 1110 fl SOROOMUDO. II DESP. PENT. Noll citatus esse In lingua No seas duro en tus palabras, et Intitula, et romlsnus In ni perezoso ni remiso en tus obras. tun: operibus tuis (EcclI. 4,34). Verbum dulce multiplicat ami· La palabra suave multiplica los amigos, y la lengua bienhablada com. el mitigat Inimicos, et Un· gua ouchartft >n bono hoiulne es rica en afabilidad. abundat (EcclI. 0,5). vester semper In gra­ Sea vuestro hablar agradable, tiaSermo sale sit conditus, ut scia­ salpicado de sal, de manera que tic quomodo oporteat vos uni­ sepâis cômo oe convenga respon­ cuique respondere (Cul. 4,(J). der a cada uno. SECCION II COMENTARIOS GENERALES SITOACION LITURGICA El tema de la confianza Nuevamente en este domingo, como en tantos otros después de Pentecostés, aparece el tono de confianza ilimitada en el poder, amor y misericordia de Dios. Asi en el introito : «El Senor esté sentado en su santuario. El es quien permite a los desterrados volver a su casa, el que da a su pueblo valor y fortaleza». El gradual : «Mi cora/,όη puso su esperanza en Dios y he sido auxiliado. Mi corazôn rebosa de gozo y prorrumpe en cânticos de alabanzas». Schuster lo comenta diciendo : «Esta breve plegaria de la liturgia dominical équivale a todo un tratado sobre la oraciôn, la cual, si se ha de man* tener dentro del orden debido, debe ser humilde y comenzar por los ejercicios de la via purgativa, pidiendo asiduamente a Dios el per­ dôn de los pecados. No es propio de un aima que se reconoce culpa­ ble de mil infidelidades pedir al Senor aquellos favores ^spéciales que sôlo puede prometerse la esposa o el amigo. Por eso aquel monje que convirtiô a la ramera Thais la recluyô en una gruta y la ensenô a no decir sino esta plegaria : Qui plasmasti me, miserere mei, juzgândola indigna hasta de pronunciar el adorable nombre del Se­ nor. Thais obedeciô y se hizo santa. Una vez que el aima ha practicado los ejercicios de purificaciôn que son propios de la via purgativa, Dios mismo la invita—ascende superlus—a elevarse mâs alto, es decir, a la via iluminativo, y por fin a la unitiva, a la que estâ reservada la uniôn perfecta con el Se­ nor, o sea el don del amor, que es precisamente a lo que alude hoy liumildemente la colecta : Et adiicias quod oratio non presumit. No puede ciertomente pretender tan excelso don la oraciôn del pobre pe­ cador ; mas es muy licito esperarlo de la infinita, bonded de Dios por los méritos de Jesucristo, pues si a nosotros no se nos debe la gracia dei amor perfecto, si se le debe a él y en atenciôn a él mismo» (cf. Liber sacramentorum, t.5 p. 169-170). El comentario de esta oraciôn seria bello y ûtil a la vez para retiros espirituales o conferencias especiales. B) La epistola y el evangelio La epistola y el evangelio nos hacen recordar el dia de nuestro bautismo. En él, el Senor abriô nuestros oidos y nuestros labios para poder escuchar y hablar a Dios. En él o por él fuiuios admitidos a 1112 EL SO R DOM U DO· II DESP. PENT. la comunidad de ans elegidos. Fâcilmente puede relocionorse el evengelio con la epistola. El evangelio nos da ocasiôn de hablar del boutismo, donde el Senor iniundiô su gracia. Gracia que tiene su» exi­ gencies sobre nosotros. Todo boutizado debe exclamar como Pa­ blo : «La gracia de Dios no ha sido estéril en mi». De este modo, si el evangelio nos recuerda el bautismo, la epistola nos amonestu acerca de la cooperaciôn que debemos prestar a la gracia recibida en aquél. A) Epistola a) ■ >* '· V*’' Ocasiôn y argumento Entre las dudas surgidas en Corinto, y de las que ya hemos dicho que movieron, entre otros asuntos, a que San Pablo les dirigiera la primera de sus cartas, figuraba la de si los cuerpos resucitaban o no. Pareciales suficiente la inmortalidad del aima, sin recurrir a una verdadera «anastasis» o resurrecciôn del cuerpo. Esta cuestiôn no fué baladi, ni mucho menos, en los primeros momentos de la predicaciôn, y aun pudiéramos decir que en los primeros siglos. El concepto de un cuerpo que resucita era tan nuevo y parecia tan absurdo a los paganos, que vemos constituée una preocupaciôn para todos los escritores desde los primeros apologistas hasta San Agustîn y el Crisôstonio, siendo de maravillar que todos ellos responden a la ingenua pregunta que todavia nos hacian a nosotros en la catequesis : £À quién pertenecerâ un cuerpo humano que fué devorado por un pez, el que a su vez fué comido por otros hombres ? Testigo de la repngnaucia de los inteligentes lo es la misma pre­ dicaciôn pauliua, que en el Areôpago de Atenas desembocaba en este lesultado: Cuando oyeron lo de la resurrecciôn de los muertos, unos se echaron a reir, otros dijeron : Te oiremos sobre esto otra vez, esto es, le dieron unas largas corteses (Act. 17,32). Cuando San Pablo afirma que predica lo que para los gentiles es una locura, no se refiere en parte, sino principalmente, a este punto, y sabido es que lo era para los mismos saduceos. Dirigiéndose, pues, a los de Corinto, les propone este argumen­ to : Si es imposible que Ios muertos resuciten, en ese caso tampoco resucitô Cristo y nuestra fe es vana. Ahora bien, vosotros sabéis muy bien que resucitô, luego nosotros podemos resucitar. Ademâs, Cristo resucitô como primicia de los muertos, y asi como en Adân morimos todos, asi todos resucitaremos en Cristo. El primero de estos dos argumentes comprende los versiculos 1-19, y dentro de ellos dedica los comprendidos del 1 al 10 a establecer el hecho de la resurrecciôn, que es el pasaje leido en la présente dominica. Como quiera que la historia se prueba mediante el testimonio de los contemporâneos que presenciaron los hechos, San Pablo pre- «w* SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 1113 senta una lista de testigos, que no prétende ser exhaustive ni mucho menos, en la que omite apanciones hechos a las mujeres, quizâ por ser testigos de menor calidad, y en la que, en cambio, nos habla de otras que no figuran en los Evangelios. La gran importancia de este pârrafo paulino consiste en ser el primer escrilo relativo a la resurrecciôn del Senor, puesto que, escrita la carta el aôo 58 todo lo mâs tarde, se refiere a lo que les habîa predicado seis o siete afios antes, y ademâs les atestigua que él lo aprendiô a su vez, recibiéndolo de la tradiciôn en Damasco al convertirse, esto es, todo lo mâs el 35 ; en que nos muestra la re­ surrecciôn del Senor como verdad admitida inconcusamente por toda la Iglesia y en la que puede apoyarse para deducir otros dog­ mas y, finalmente, en que el testimonio procede de un persegnidor que cambia de ideas, porque después de todos, como a un aborto, se me apareciô a mi también (v.8). Incisos notables dentro dei argumento general lo son también : necesidad de vivir en la fe para salvarse (1-2). tradiciôn o comunicaciôn oral de la doctrina dogmâtica. 3· La humilde descripciôn que dentro de la verdad hace de sf mismo el Apôstol (9-11). b) Los textos 1. Os traigo a Ia memoria La importanda de este versiculo qneda indicada antes. San Pa­ blo recuerda lo que predicô como evangelio o buena nueva, lo que se recibiô con firmeza, y cuya fe salvarâ si se permanece en; ella. Claro es que este evangelio predicado abarca todo el dogma cristia­ no ; pero inmediatamente se hace ver que el centro de todo él y la piedra sobre la que se apoya, porque, de lo contrario, vana es nues­ tra fe, atin est dis en vuesîros pecados (16), y nosotros seremos fal­ sos testigos, porque teslificamos contra Dios (15), es la resurrecciôn de Cristo. Queda, pues, como verdad inconcusa que la resurrecciôn de Cris­ to se creîa firmemente, por lo menos, en el aôo 50, y quienes no argumenten de mala fe han de admitir lo mismo para el aôo 35. Estas son las fechas que, como espada aguda, han ido arrinconando contra la pared de otra fecha indubitable, la de la muerte de Cristo, a los heterodoxos que desde Strauss para acâ han querido explicar el nacimiento dentro de las iniaginaciones populares de lo que modestamente Hainan el «mito pascual». Con harta razôn, siquiera haya sido con éxito muy efimero, los mâs modernos (Couchaud) intentaron derribar la pared, negando la existencia real de Cristo hombre, con lo cual pueden atribuir .a la imaginaciôn popular los mismos Evangelios. Si Cristo no existiô, la fâbula cuenta con todos los siglos que quiera para poder plasmarse. Tales monstruos produce la razôn humana cuando suena... B =· . ■ 2. Por el cual soie salvos si lo retenéis Dos ideas hay que subrayar. Una, la salvaciôn mediante la fe en el Evangelio, con tal de que no se créa en vano. Escucharlo, abrazarlo, perseverat en él. No es necesario insistir que, para San Pablo, 2s*i: y 1114 FX SORDOMUDO. II DESP. PENT. admitir el Evangelio équivale a adinitirlo con todas sus consecuencias prâcticas, y que lo contrario es creer en vano. La segunda idea es la de la intangibilidad de la fe. Si lo rete­ nds tal como yo lo anttndé... os he transmitido lo que yo mismo hc recibido... Es cosa notable cômo el citado Couchaud y otros compatriotas nos han întentado presentar a San Pablo amalgamando religiones hasta formular el cristianismo. Judio y fariseo, | y querer que anduviera bebiendo en las fuentes que para él eran mâs aliominables ! No. Es predicador de la nueva fe, porque ha visto a Cristo, v dentro de ella es tan herméticamente cerrado como el mâs fervoroso hebreo en la suya. Es notable también, desde el punto de vista apologético, la firmeza exigida en la fe, tan ajena a toda evoluciôn dogmâtica. Os he transmitido lo que yo mismo he recibido Lo recibiô durante su primer periodo de formaciôn. La doctrina se recibe y se transmite oralmente. Es curioso comprobar el gran. aprecio que se hace de la tradiciôn apostôlica, apreciada en mâs que los mismos escritos. Papias andaba siempre preguntando a los testigos sobre qué habian oido a Juan o a otro de los apôstoles, porque estirnaba este testimonio vivo de mucho mâs valor que cualquier letra escrita. Deducese de ello no sôlo el carâcter histôrico e inmediatamente testifical de nuestra fe, sino lo muy errados que andaban los padres del protestantisme cuando rechazaban la tradiciôn. 3. 4. Que Cristo murio por nuestros pecados...; que fué sepultado; que resucitô al tercer dia segûn las Escrîturas Es el punto central del Evangelio. La versîôn de Nâcar omite infelizmente las palabras in primis, en el griego έν πτώτοις. v que obliga n a traducir el texto en la siguiente forma : Os lie transmitido como vcrdadcs de primera importanda lo que yo mismo he rccLbLdo, que Crislo... Por tradiciôn ha recibido de los maestros autorizados y oralmente ha transmitido como dogmas centrales unos hechos qne se han verifîcado en cumplimiento de las Escrîturas. Estos hechos se relatan en una forma sintética, que parece ser constîtuia ya un primer credo o simliolo de la fe cristiana. Cotéiese con nuestro credo vulgar, 11amado de los apôstoles, y con el mismo de Nicea : Passus et sepultus est el resurrexit tertia die secundum Scripturas. Su conformidad con lo profetizado es recalcada. En efecto, la muerte piacular de Cristo es descrita en el conocido lugar de Isaias sobre el siervo de Yavé (53.4-9). Su sepultura, en el mismo versicu­ lo 9. Eu cuanto a la resurrecciôn, San Pedro en su primer sermôn ÏAct. 2.31) aludiô ya al salmo 15.ro. y el mismo Senor a Jonâs (2,1-2). Probablemente, San Pablo, al referirse a las Escrîturas, lo hace cifiéndose ônicamente al hecho de la muerte y resurrecciôn, sin llegar hasta el matiz del tercer dia, que algunos, quiz.A un tanto aventura· damente, han querido ver en Oseas (6,3) y los Reyes (4 Reg. 20,5). Que se apareclô Las particulas d-ra que se tradncen por después, no indican necesariamente un orden cronolôgico. 5. SEC. 3. COMKNTAKIOS GENERALES 1115 —- Es muy posible que San Pablo no escogiera estas apariciones asi como al azar, sino atendiendo a Ia imporiancia dei testimonio. En eiecto, los testigos son Pedro, el jefe ; Santiago, el obispo de Jeruealén, y después coleciividadcs numerosas y compuestas por perso­ nas vivas todavia, y, finalmente, él mismo, que les estâ escribiendo. La apariciôn de los quinientos suele identificarse con la de San Mateo (28,16), cuando coin un ica el poder de ensenar y bautizar. Los doce primeramente citados (los once segûn la Vulgata) son el nombre del Colegio apostôlico, completo o no, y es muy verosimil que, al referirse a todos los apôstoles, quiera indicar a los apôstoles y dis­ cipulos que presenciaron la ascensiôn. i G. Como a un aborto, se me apareclô también a mi Humildad de Pablo, que se apoya en su propio testimonio, por la fuerza confirmativa que tiene, pero que para mencionar el amor re­ cibido se Hama aborto, esto es, hijo uacido antes de tiempo y con pocas esperanzas de vivir. El mismo nos indica las condiciones que lo convertian en feto repugnante : Soy el menor, no soy digno de ser llnmado apôstol, pues persegui a la Iglesia. | Bendita humildad de Pablo, que nos remâcha en la fe predicada por quien confiesa avergonzado haber sido su enemigo I No es la ûnica vez que aludirâ a su antiguo ânimo perseguidor (cf. Gai. 1,12-15; Eph. 3,8; 1 Tim. 1,15). 7. Mas por la gracia de Dios soy lo que soy Es un contraste que séria chocante, si no conociéramos ya el ar­ gumento de las Epistolas a los Corintios, este alabarse y rebajarse a un mismo tiempo. En realidad, las discordias corintias le fuerzan a defender su apostolado, y por eso, cuando se Hama abortivo, para que no tengan en menos su predicaciôn, inmediatamente tiene que reconocer que es tal apôstol como los demâs e incluso que ha trabajado mâs que todos ellos ( | los ûltimos llamadosl) ; pero inmediatamente, y para no enorgullecerse, muestra la fuente de sus méritos : Por la gracia de Dios soy lo que soy. Ile aqui en un solo versiculo condensada toda la doctrina cristiana sobre la gracia, para confusion de pelagianos y protestantes. Soy lo que soy por la gracia de Dios. Mis fuerzas naturales no alcanzan para ello, hijo de la ira, si atendiera exclusivamente a ellas. Pero esta gracia no ha sido estéril. Ha producido su fruto y he trabajado mâs que cualquier otro. i Por qué? Porque, aunque no he sido yo solo, sin embargo, la gracia ha encontrado lo que necesita para convertirse en fuente de méritos. i A qnién ? A mi mismo. Hemos sido dos los autores del bien : la gracia de Dios conmlgo. ! R B) a) Evangelio El milagro En la dominica sexta, y a propôsito de la segunda multiplicaciôn de los panes, hablamos dei viaje emprendido por el Sefior a través de tierras paganas y motivado por el deseo de substraerse a las in- g’ • I Π15 EL SORnOMUDO. Il DESP. PENT. aidias de los fariseos, que le seguian desde Jerusalén, y a la jurisdic· ciôn de Herodes. Asi, sin que su predicaeiôn tnviera un centro fijo, y quizâ incluso predicando lo menos posible, si bien la gente al presen tarie sus en­ fermes forzaba su misericordia para que obrase y, agolpândose en derredor suyo, le obligaba a hablar, fué recorriendo en forma de arco los terrenos que van desde el mar fenicio hasta el nordeste de Galilea. El milagro que se nos cuenta hoy, y que ocurriô en este viaje, es deserito unicamente por San Marcos, y en lo minucioso de sus detalles suelen ver los comentaristas el estilo de las catequesis de San Pedro. Presentâronle «n sordo y tartamudo. La palabra griega μογιλάλο indica que hablaba con dificultad y balbuceando, a lo que hace re­ ferenda también el versiculo 35 cuando dice que se le solid la len­ gua y hablaba expeditamenle. No era, pues, un sordo de nacimiento, puesto que sabia hablar, si bien no podia pronunciar distintamente, y debia constituir uno de tantos casos que se presentan con harta frecuencia, después de una meningitis o alguna enfermedad parecida, en las que no es raro desaparezea el uso dei oido e incluso quede la lengua mâs o menos impedida y balbuciente. Jesûs, que queria curar su aima a la vez que sanaba el cuerpo, lo tonia aparté, para que nadie pueda distraer su atenciôn. En efecto, los ninos sordos son extremadamente distraidos, pues, como quiera que la vista es su unico medio de relaciôn, viven como en un cons­ tante estado de inquietud, volviendo continuamente la cabeza de una parte a otra ; por lo que sus maestros procuran colocârselos cara a cara y mediante suaves toques en la mejilla, en los hombros, etc., sostienen su atenciôn. Otro elemento esencial en la pedagogia de los sordos lo forman los signos o senas. Jesûs, que queria despertar la fe del enfermo demoslrândole ser El quien le curaba, recurre a esta forma de expre«iôn. Le toca los oidos, como para decirle : Aqui estâ tu mal, y yo te Ta curaré. Le humedece la lengua con su propia saliva, esto es, cou algo muy intimo del Taumaturgo, cual si quisiera comunicir la vitalidad de la suya, y después pronuncia la palabra de imperio eficiente transcrira a la ortograffa griega : j Abrete I Ya hemos indicado que el Senor viajaba casi de incôgnito, y en este momento no le seguian todavia las muchedumbres que le rodearon hacia el final de su jira (cf. Mt. 15,29-31). No es, pues, de extrafiar que les encomendase guardar silencio, para poder conti­ nuar lo mâs inadvertido posible Ocurriô todo lo contrario. Los judfos, que abundaban en aquella regiôn, repetfan los versiculos de Isafas {35,5 y 6) que el mismo Sefior habia utilizado en su respuesta a los discipulos de Juan (Mt. 11,1-6) : Entonces se abrlrân los ojos de los clegos, se abrlrân los oidos de los sordos; entonces saltarâ el cojo como un clervo y la lengua de los mudos cantarâ gozo sa. O como ellos resumian : Todo lo ha hecho bien. SIC. 2. b) COMRNTARrOS GKNEKALES 1117 Aflicacioneb Como en cualquier milagro, la primera es la apologética. Milagro real, comprobado jxjr todos los présentés, que sintieron en sus pechos lu fe mesiânica suficientemente justificada. No son tampoco escasas las aplicaciones analôgicas posible». 1. La sordera y mudez espiritual Sordos para oir la predicaeiôn y la verdad, mudos para alabar a Dios, segûn idea que repite muchas veces San Agustin. Oidos bien abiertos para todo lo que sea escândalo y murmu­ raciôn, cerrados para los consejos, para los avisos y ejemplos, que se podrian escuchar lo mismo desde el pûlpito, que desde el confesonario, que en la vida ordinaria. En la predicaeiôn, sordos para la verdad, muy alerta para los defectos o galanura de’, decir. Una lengua que recibimos para alabar a Dios y decir la verdad y que solemos einplear en pecados e iniquidades como la blasfemia ; que, en vez de honrar y ayudar al prôjimo, lo difama y publica sus defectos ; que, en lugar de ensenar la justicia, se entrega a la chocarreria deshonesta ; lengua de mentiras, de desprestigio para la religiôn y sus sacerdotes, ciertamente que es una lengua que balbucea, pues no merece recibir el nombre de lenguaje lo que tan mal cumple su fin. El que tenga oidos para oir, que oiga, solia decia el Sefior ; y para que pudiéramos oir «como conviene», en el bautismo se repitiô una ceremonia similar a la del evangelio de hoy. Recordémosla y hagâmosla eficaz. 2. El retiro Jesûs se queda solo con el enfermo para hacerse entender de él y comunicarle sus favores. En no pocas ocasiones hemos insîstido sobre este punto. Soledad de los ejercicios, de la meditaciôn, del hombre que procura llevar una vida intima y robusta, i No es el mundo con sus ruidos quien nos convierte en sordos para todo lo de Dios? Hasta en el orden natural los hombres grandes han sido fâciles para recogerse. 3. Sacramentos y sacramentales Cristo no necesitaba para nada ni tocar los oidos ni humedccer la lengua. Sin embargo, usa de todos aquellos signos, como los continûa usando para conferir la gracia de los sacramentos. El hombre no conoce sôlo por el entendimiento, sino por los sentidos. Es mâs, todo lo que llega a aquél comenzô por éstos, que, por otra parte, impresionan mâs y constituyen el lenguaje mâs apto y fâcil para los rudos. El uso de los signos es natural y espontâneo. Por eso, al instituir los sacramentos se ha valido de seriales exte­ riores que simbolicen lo que producen : el agua en la limpieza del aima, etc. Una diferencia (no exclusiva) existe entre sacramentos y sacramentales. En aquéllos, los elementos exteriores disfrutan de verda­ dera causalidad, en tanto que los actos internos de quien los recibe no pasan de condiciones necesarias, etc. En cambio, en los sacra- ¥ ·*· •λ· SM SSâ . 1113 tL SORDOMUDO. II DISK ΡΚΝΙ. mentales, los sûnbolos externos, no instituions ni mediata ni inmediatamente por Cristo, sôlo sirven para exciter nuestra devociôn, que, unida a las oraciones de la Iglesia, producen su fruto. Nada de alabanzas Que las tribute Dios y no los hombres. El mejor modo de obtenerlas es reducirlas, con tal que no sea una fuga hipôcrita, por des­ gracia no poco corriente. 5. Todo lo ha hecho bien La santidad personal de Cristo constitnye por si sola un argu­ mento apologetico no sôlo efîciente, sino fâeil. L’nida con sus afirinaciones de mesianidad y diviuidad, forman una prueba sôlida, pues nadie que nu tuera un loco o un malvado y falsario hubiera podido lanzar en vano taies aseveraciones. Todo lo hizo bien : su doctrina, sus obras y sus milagros. Su sa­ biduria, su amor, su omuipotencia y su modestia. I. SAN JUAN CRISOSTOMO Dos lecciones de la liturgia del dia A) Resurrecciôn y humildad (Cf. Comcntarios a la Epistola i.» a los Corlntios, l10m.38.4-6 : PG 33,3-27-330-) a) El porqué de las diversas apariciones “4Y por qué no se apareciô a todos a la vez? Para sembrar primero la simiente de la fe, pues el que le vio primero y se convenciô con certeza de la resurrecciôn, pasô a anunciârsela a los demâs, y asi sus palabras preparaban a quien las oia, y con la esperanza de tan gran milagro se abria para él el camino de la fe antes que el de la vision. Por eso no lo vieron todos a la vez, ni al principio lo vieron muchos, sino uno solo, el capitân y mâs fiel, porque en verdad se necesitaba que fuese un aima fidelisima la que recibiera por primera vez la vision. En realidad, cl que viera a Cristo después que otros disfrutaban ya de este testimonio, disponia de éste, que no era pequeâa ayuda para que pudiese seguir la fe, y preparaba de antemano su mente para ello ; pero, en cambio, el que fué encontrado digno de ser el primero en ver a Cristo, necesitaba, como os he dicho, una fe muy grande para no ser conturbado por aquel espectâculo admirable y que superaba todo pcnsamiento. Por eso se aparece a Pedro antes que a nadie. porque quien confesô a Cristo el primero, merecia en justicia ser el primer testigo. No fué ésta la ùnica razôn. Habia otra, y es que le habia negado y queria demostrarle con la abundancia del consuelo que no habia sido rechazado; por lo cual se le manifiesta primero, y también es a él a quien primeramente entrega las ovejas... Por idéntico motivo se manifiesta igualmente a las mu­ jeres antes que a nadie, porque su sexo era de condiciôn mâs humilde, y asi quiso ilustrarle en su nacimiento y en su resurrecciôn... Después de aparecerse a Pedro, lo hace en distintos lu gares, unas veces a pocos, otras a muchos, convirtiéndolos en testigos y doctores y haciendo a los apôstoles dignos de crédito de lo que después contarân” (cf. o.c., 4: 327). b) Intento de San Pablo "Después de a todos, como a un aborto, se me apareciô también a mi (1 Cor. 15,8). '6 Qué pretende y en qué ocasiôn se dicen estas palabras tan humildes? Parece que, si lo que intentaba era merecer crédito y contarse como uno de los testigos de la resurrecciôn, estâ realizando lo con­ trario de su intento. Convenia ensalzarse, mostrar que era bien grande, como lo hacia frecuentemente cuando lo exigia la ocasiôn. Pues por eso mismo, porque de ese modo hablaria luego y no era prudente hacerlo inmediatamente, se expresa ahora con tanta modestia. Y asi se muestra primero modestamente, acumulando sobre si las acusaciones para después engrandecer sus méritos. ^Por qué? Para que, cuando haya de pronunciar sobre si mismo aquellas gran­ des y elevadas palabras de he trabajado mâs que todos, se reciban favorablemente... El que alaba sobrèmanera a los demâs puede hablar intrépido y seguro, pero el que necesita contar sus propias alabanzas, sobre todo cuando quiere presentarse a si mismo como testigo, se avergüenza y se sonroja; por eso, en esta ocasiôn, el santo se présenta antes como miserable y después expone sus grandezas. Lo hace para cortar la molestia de la alabanza propia y para hacerse digno de lo que ha de ensenar a continuaciôn. Quien no calla ninguna de las cosas que le son oprobiosas. sino que las narra ccn toda veracidad, como haber perseguido a la Igle­ sia, intentar derrocar la fe, consigue que mâs tarde no sean sospechosas las cosas buenas que cuenta de si mismo” (cf. o.c., 4: 327). c) 1. Humildad de San Pablo Corazôn contrito ‘7Habéis visto otra vez su grandisima humildad? Los delitos se los atribuye a él mismo, y las cosas buenas sôlo a Dios. La gracia que me confiriô no ha sido estéril, antes he trabajado mâs que todos ellos. No dice: He sido honrado, sino: He trabajado, y cuando podia contar todos los peligros y muertes que habia afrontado, se limita a englobarlos bajo el nombre humilde de trabajo, e inmediatamente, con su acostumbrada modestia, pasando por ello como so­ bre ascuas, lo vuelve a atribuir todo a Dios: Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. SEC. PADRES. CRXSOSTOMO 1121 iPodemos encontrar algo mâs admirable que aquella alma? Después de haber dicho tantas cosas bajas de si mismo, apenas si ha mencionado una sola buena, cuando inmediatamente afirma que no es suya, y, como si le pesara haberse visto obligado a pronunciar esas frases laudatorias, procura rebajarlas con todo lo que ha dicho antes y lo que dira después... El que se muestra humilde, pero a tontas y a locas, no habia de este modo; en cambio, el que aduce las causas obra realmente con un corazôn contrito. Entonces, ipor qué pronuncia aquellas palabras tan lau­ datorias: He trabajado mâs que todos eïlos? Porque era necesario; pues, si no lo hubiera dicho, si se hubiese limitado sôlo a vilipendiarse, icômo iba a poder citarse como testigo, y contarse entre los demâs, y decir: Tanto yo como ellos, esto predicamos y esto habéis creîdo?" (cf. o.c., 5: 328). ■ 2. La confesiôn de los pecados propios “Ante este ejemplo confesemos en pùblico nuestros pe­ cados y callemos nuestras buenas obras, y si alguna vez la ocasiôn exigiere que hablemos de ellas, digâmoslas modestamente y atribuyéndoselo todo a la gracia. Es lo que hizo él, que nos habia de los principios de su vida y luego, al contarnos lo que ha llegado a conseguir, se lo imputa a la gracia, para mostrarnos, por una y otra parte, la benignidad y clemencia de Dios, que primero le conservo y, tras de conservarle, le elevô a semejante altura. No desespere, pues, nadie del que vive en el vicio; no confie nadie del que vive en la virtud; sea éste timido y el otro animoso. El que es cobarde y perezoso no se bastarâ para perseverar en la virtud, y el que se esfuerza y pone diligencia no serâ incapaz dé huir del pecado. El bienaventurado David nos sirve de ejemplo en una y otra cosa; en cuanto se durmiô un poco, cayô en lo hondo, y cuando se compungiô volviô a subir a la misma altura. Desesperar y ser perezoso o négligente son dos males exactamente iguales, porque el primero hace caer desde lo mâs alto del cielo, y el segundo no permite levantarse”... (cf. o.c., 6: 329). La palabra de Cristo 6 IP. 0! Γ 1122 EL SO R DOM U DO. II DESP. PENT. B) Pecados de la lengua San Juan Crisôstomo dedica nna cuaresma entera (cf. Honiilias de las estatuas) a prédicat contra los juramentos. Traducimos sôlo una de sus catequesis sobre el inisino asunto, Lo que aqui se dice so­ bre los juramentos puede aplicarse a la blasfemia, pecado quiz&s mucho mis frecuente en nuestra Patria. a) 1. Gravedad y abundancia de este pec ado La lengua es instrumento peligroso “(El demonio) acostumbra a herirnos por todas partes, pero en primer lugar en la lengua y los labios. No existe or­ gano mâs a proposito para el fraude y para nuestro dario que una lengua intempérante y unos labios abiertos. De ahi nos vienen tantas caîdas y de ahi nacen crimenes tan graves. Alguien declarô lo fâcil que es pecar con la boca: Muchos han caido al filo de la espada, pero muchos mâs cayeron por la lengua (Eccli. 28,22). Y él mismo, para indicarnos en otra ocasiôn lo grave que sea esta caida, emplea las palabras siguientes: Mejor es caer en el suelo que caer por la lengua (Eccli. 20,20), esto es, mejor es que nues­ tro cuerpo caiga y sea aplastado que proferir palabras que pueden perder nuestra aima. Y no menciona solo las caidas, sino que, ademâs, nos exhorta a que pongamos una extrema solicitud, no sea que caigamos: P on a tus labios puerta y candado (Eccli. 28,28 segûn los Setenta), con 1σ cual no quiere decir precisamente que pongamos puertas ni candados, sino que cerremos precavidamente nuestro hablar a las palabras necias... ^Ves cômo todos estos autores temen las caîdas, las lloran, dan consejos y nos piden que tengamos una gran cau­ tela con nuestra lengua?” 2. Pero ûtil “Pero, me dirâs, si este miembro es un instrumento de tanto dano, ipor que nos lo diô Dios desde el principio? Pues porque es también extremadamente ûtil, y, si tenemos cuidado, solo serâ ûtil, sin que cause perjuicio alguno. Oye, en efecto, lo que dice el Sabio: La muerte y la vida estân en poder de la lengua; cual sea el uso que de ella se haga... (Prov. 18,21); y Cristo nuestro Senor nos lo explica lo mismo con estas palabras: Pues por tus palabras serâs dcclarado justo o por tus palabras serâs condenado. La lengua estâ en medio de uno y otro uso; tu eres el senor. Asi estâ la espada colocada en el centro; si la empleas contra los enemigos, sera instrumento de salvaciôn; -·;·λ •ζ>· SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 1123 si te hieres a ti mismo, no le eches a ella la culpa de tu muerte, sino a tu maldad. Digamos lo mismo de la lengua. Espada es colocada en el centro; afilala contra tus vicios en vez de prepararla para herir a tu hermano. Por eso la ha rodeado Dios de un doble muro: de la mu­ ralia de los dientes y de los labios, que la rodean para que no profiera palabras impertinentes con facilidad y sin pensarlo”... (cf. Catequesis a los iluminados, 4: PG 27,228). b) Los JURAMENTOS 1. Pecado grave “La lengua suele pecar en muchas cosas: en las rinas, en las blasfemias, con palabras obscenas, con calumnias, con juramentos y perjurios; pero, por no formar una verdadera confusion hablando de todo a la vez, voy a explicar solo la ley que nos manda evitar los juramentos, advirtiendo de antemano que, mientras no os convenza de que habéis de evitar no solo el perjurio, sino hasta los juramentos por causa justa, no pasaré a tratar de otro asunto... Es éste un pecado grave, y lo es mâs precisamente porque no lo parece, y tanto mâs de temer cuanto que nadie le terne. Es una enfermedad incurable, porque no parece enfermedad, y asi como unas palabras corrientes no son pe­ cado, de la misma manera diriase que este delito no lo es, y todo el mundo lo comete tranquilamente”... 2. Cristo prohibe el juramento “Os repito que no quiero hablar solo de los perjurios, sino hasta de los juramentos dichos con verdad. Me dirâs: Pero también aquel hombre que es bueno, que es sacerdote, que vive piadosa y modestamente, jura. No me hables ni me alegues ningùn hombre honrado, piadoso y sacerdote. Aunque me nombres a Pedro, o a Pablo, o a un ângel que haya bajado del cielo, porque yo no he de mirar a la dignidad de la persona. Yo no estoy hablando de una ley dada por los siervos, sino por el Senor, y cuando se leen los escritos imperiales, câllase toda dignidad de los esclavos. Si me puedes decir que Cristo ha mandado jurar o que, por lo menos, no amenaza con castigos el juramento, demuéstramelo y me callaré; pero si, por el contrario, lo pro­ hibe con celo y pone tanto empefio en ello que compara al que jura con el demonio (sea vuestra palabra: si, si, y no, no; todo lo que posa de esto, dei malo procede (Mt. 5,37), ia qué me vienes trayendo cuentos de éste o de aquel otro? Dios ajusta sus cuentas no atendiendo a la negligencia de nuestros consiervos, sino a los preceptos de su ley; lo he R - 1124 EL SO RIX) M U DO. II DESP. PENT mandado, dice, y convenia que obedecieras, no que te excu­ seras con pretextos de uno y otro ni que investigases curio­ so los pecados ajenos... Preparémonos, pues, para aquel tribunal, porque, por muy alto y grande que seas tû, que violas esta ley, seras castigado con el suplicio que corresponde a este pecado; Dios no es aceptador de personas” (cf. ibid., 5: PG 27,229). O Mi Xi: 10 PARA EVITARLOS 1. El juramento y la costumbre “iCômo haremos para evitar este pecado? No basta con demostrar su gravedad si no pasamos a aconsejar el medio> para librarnos de él. Tienes una mujer, tienes hijos, amigos, parientes y vecinos. Pues pideles que te ayuden en este asunto con preferencia a cualquier otro. Esta costumbre es grave e incluso muy dificil librarse de ella, porque con frecuencia suele invadir a las gentes inadvertidamente e incluso a la fuerza. Por lo tanto, cuanto mâs conoces la fuerza de la costumbre, tanto mayor debe ser tu empeho en librarte de ella. , Del mismo modo que la costumbre, una vez adquirida, te vence, aunque te cuides y te precavas solicitamente, del mis­ mo modo, si adquieres la buena costumbre de no jurar, no caerâs ya en ningûn juramento ni aun a la fuerza. Muy recia cosa es la costumbre, que adquiere carta de naturaleza. Por lo tanto, para cambiar de costumbre, pide como favor a to­ dos y cada uno de los que viven contigo y te tratan que te amonesten, que te avisen para que evites los juramentos y que te reprendan cuando caigas en ellos. Esta guarda que han de tener contigo les servira a ellos mismos de consejo y amonestaciôn para obrar el bien, porque el que echa en cara a otro sus juramentos no caerâ fâcil­ mente en ese abismo, no pequeûo, que es jurar con frecuen­ cia, y no solo en las cosas minimas, sino aun en las grandes”. 2. Dillgencia en la correcciôn “^Qué tiempo debe bastar para ello? Me parece que los que se preocupan de veras de su salvaciôn no han de necesitar mâs de diez dias en perder esta desdichada costumbre de jurar. Si, transcurridos estos diez dias, se les sorprende to­ davia en un juramento, castiguesele por su prévarication con un castigo fuerte. iQué castigo? No seré yo quien lo establezca; os constituyo a vosotros mismos en jueces que dicten la sententia”· (cf. o.c., 5: 230). SEC. 3. II. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 1125 SAN AGUSTIN La revelaciôn y los milagros El santo Doctor se refiere de pasada en algunos pasajes al sordoniudo, cuya mudez hace consistir en que no podia alabar debidamente a Dios. Siendo brevisimos estos pasaies. ontainos por referirnos al efecto que causô el milagro, aumentanuo la te en quienes seguian al Senor. Como ya en otros lugares hemos expuesto la doctrina agustiniana sobre la eficacia de los milagros para despertar la fe, preferinios hoy extractor el libro Sobre la utilidad, de creer, dedicado a Ho­ norato, y en el que, siguiendo una linea intermedia entre el racionalisino y el tradicionalismo, nos hace ver la necesidad de la revelaciôn incluso para las verdades naturales, revelaciôn que se hace razouable por los milagros (cf. BAC, Obras de San Agustin, t.4 p.821 ss. ; PL 42,65-90). A) a) La razôn, la fe y los milagros Diferencia Ml entre EL hereje y sus seguidores “Si me pareciese, ;oh Honorato!, que son una y la misma cosa el hereje y el hombre que le créé, séria cosa de dejar en reposo la lengua y la pluma. Ahora bien, entre uno y otro existe una gran diferencia, puesto que el hereje, segûn mi opinion, es aquel que por alguna ganancia temporal, so­ bre todo la que suele consistir en la gloria y en el mando, da a la luz 0 sigue nuevas y falsas opiniones, mientras que el que créé a esta clase de personas es generalmente un hombre enganado por una apariencia de verdad y de piedad. Siendo, pues, esto asi, he decidido no callarte la doctrina que me parece cierta sobre el modo de encontrar y conservar la verdad, sabiendo, como sabes muy bien, que desde la adolescenda he ardido en un grande amor hacia ella. Asunto es éste muy apartado de los entendimientos de todos esos hombres vanos que, caidos y entregados a lo cor­ poral, no entienden exista otra cosa que la que conocen con el auxilio de los medioe cognoscitivos del cuerpo y, habiendo recibido sus impresiones e imâgenes, no saben sino darles vueltas, incluso cuando intentan separarse de los sentidos, de modo que pretenden medir las inefables honduras de la verdad con la regia mortifera y falaz de esos mismos sentidos. No hay nada mâs fâcil, ;oh carisimo mio!, que decir y hasta opinar que se ha encontrado la verdad; pero cuân dificilisimo lo sea en realidad, espero que lo lleguee a conocer por medio de mis cartas” (cf. o.c., 1). EL SORDOMUDO. II T>ESP. PENT 1126 b) El racionalismo de los hombres “Ya has sabido, amigo Honorato, que yo cai entre esos hombres (los maniqueos) solo porque prometïan a quienes quisieran oirles introducirlos a Dios y libraries de todo error con la simple y sola razôn, prescindiendo dei testimonio odio­ so de la autoridad. ;Qué es lo que me obligô a que, despreciada la religion que me inculcaron mis padres desde niîio, siguiera y escuchara diligentemente a aquellos hombres du­ rante casi nueve anos, sino el que me decian que estâbamos aterrorizados por la superstition y que se nos imperaba la fe antes que la razôn, en tanto que ellos no obligaban a ninguno a creer sino después de haber discutido y desnudado la verdad? Pero, a su vez, iqué motivos hubo también que me impidieron el adherirme a ellos por completo, puesto que nunca pasé dei grado que Daman de oyente y no abandoné la espe­ ranza y negocios de este mundo, sino el advertir que ellos mismos eran abundantes y facundos cuando se trataba de refutar a los otros y muchisimo menos cuando se trataba de probar sus dogmas con firmeza y certeza?” (cf. o.c., 2). c) Necesidad de la ciencia para Escritura 1. El peligro de desorientar a loe inexpertos entender la Sagrada “Sabes muy bien que los maniqueos, con sus ataques a la fe catôlica y sobre todo con los destrozos que hacen en el Antiguo Testamento, alarman a los inexpertos, quienes no saben en realidad cômo han de ser tomadas estas cosas (del Antiguo Testamento) ni cômo en las aimas tiernas que abrevan aqui llegan los efectos de esa bebida hasta las zonas mâs intimas y mâs alejadas Y como quiera que se encuentran muchas cosas que extranan a los entendimientos igno­ rantes o perezosos, como euelen ser los de la muchedumbre, es fâcil levantar acusaciones populares, mientras que defenderlas de un modo popular es muy dificil por los misterios que contienen. Los pocos que saben hacerlo no gustan de la propaganda y de las Uamaradas, de las disputas y certâmenes, por lo cual no son conocidos casi mâs que de · aquellos que los buscan con todo celo” (cf. o.c., 4). 2. Hay que seguir a los expositores catôlicos de la Sagrada Escritura “Te pongo, amigo Honorato, por testigo a mi concien­ cia y al Dios que inhabita las almas puras, que no estimo nada mâs prudente, casto ni religioso que lo contenido en SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 1127 aquellas Sagradas Escrituras que la Iglesia catôlica con­ serva con el nombre de Antiguo Testamento. Sé que te admirarâs, y no puedo negar que en algûn tiempo pensé de manera muy distinta. Pero no hay cosa mâs temeraria que abandonar a los expositores de los libros, que se dedican a explicarlos con todo amor a los discipulos, y buecar, en cambio, las opiniones de aquellos que son enemigos de quienes los escribieron, y a quienes declararon la guerra por no sé qué causas, i Quién séria capaz de decir que, para entender los libros mâs oscuros y reconditos de Aristoteles, hubiera que encargar su exposiciôn a un enemigo suyo? Y al decir esto pongo un ejemplo de unas disciplinas en las cuales el lector puede errar sin sacrilegio alguno. i Quién querria aprender la ciencia geométrica de Arquimedes, expuesta por el maestro Epicuro, sabiendo que éste se dedicô pertinazmente a hablar contra ella, sin entender, segûn me parece, absolutamente nada? iO es que, acaso, estas Es­ crituras de la ley, contra las cuales se levantan estos s cho­ res, exponiéndolas al vulgo y atacândolas inûtilmente, son mucho mâs claras?” (o.c., 13). H 3. El amor es necesario para la recta comprensiôn de las Escrituras “Créeme, todo lo que se encuentra en estas Escrituras es hondo y divino; en ellas podemos hallar la verdad total y la norma mâs oportuna para restaurar e instaurer las aimas en tal forma, que no hay quien no pueda sacar de ellas lo que hace falta, siempre que se acerque para obtenerlo pia y devotamente, como la verdadera religion exige. Para demostrârtelo necesitaria muchos argumentes y mucha oraciôn. Tendria que convencerte en primer lugar de que no odies a sus autores y después que les âmes... Porque, en realidad, si odiâsemos a Virgilio, mejor dicho, si aun antes de entenderlo no le hubiéramos amado ya porque asi nos lo recomendaban nuestros mayores, nunca hubiéramos podido resolver todas aquellas innumerables cuestiones que los gramâticos encuentran y agitan en sus libros... Ahora bien, como quiera que amamos a Virgilio, intentamos descubrir el sentido de todas aquellas cosas dificiles de entender hasta romper en un aplauso y juzgarle, una vez expuesta su doctrina, el mâs in­ signe poeta, el que no sôlo no ha errado nunca, sino que ha sido el mejor de los cantores, como lo saben incluso aque­ llos que no lo entienden, pero lo creen”. A 1128 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. d) Dudas y tinieblas En busca de la verdad “Te voy a explicar, en la medida de mis fuerzas, qué ca­ minos utilicé cuando me decidi a buscar la verdadera reli­ gion. Cuando os dejé a vosotros para marcharme al otro lado del mar, ya iba pensativo y dudoso, sin saber qué es lo que habia de conservar y qué es lo que debia abandonar; duda que se me fué haciendo mayor de dia en dia desde el momen­ to que conoci aquel hombre (Fausto, segûn el libro 5." de las Confesionea, c.6), cuya llegada, bien lo sabes, se nos prometiô como venida del cielo para explicarnos todo aquello que nos preocupaba. Pero pronto me di cuenta de que era exactamente igual que los demâs, excepto en cierta elocuencia de que disfrutaba. Desde el momento en que llegué a Italia, mi preocupaciôn no consistia en si habia de permanecer en aque­ lla secta, que ya deploraba haber conocido, sino en cômo habia de encontrar la verdad por la que suspiraba... Con frecuencia me parecia que no podrîa encontrarla, y entonces me dejaba llevar de las corrientes y olas de los académicos (los escépticos), a quienes prometia mi voto. Pero inmediatamente me ocurria que, al considerar, en la medida de mis fuerzas, la vivacidad dei entendimiento hu­ mano y su sagacidad y perspicacia, no me parecia que la verdad estuviera escondida, sino que no sabiamos encontrar el modo de buscarla y que habiamos de hallar ese modo recibiéndolo de alguna autoridad divina”. 2. Necesidad de una autoridad divina para alcanzar la verdad “Quedâbame, pues, el averiguar cuâl habia de ser esa au­ toridad, siendo asi que, en medio de tantas disensiones, eran muchos los que prometian entregârmela. Me topaba con una selva inextricable en la que me daba mucha pena perderme y en la que me revolvia sin descanso, ansioso de encontrar el camino. Cada vez me cansaba mâs de esos taies a quienes ya habia decidido abandonar. No me faltaba en medio de taies peligros sino orar a la divina Providencia con gritos de lâgrimas y compasiôn para que me ayudara. Lo hice con asiduidad, y casi me habian convencido ya los sermones del obispo de Milân... Habia decidido apuntarme como catecûmeno en la Iglesia a la que me habian entregado mis padres, hasta que encontrase lo que deseara o me convenciera, por fin, de que no habia por qué buscarlo. En aquel momento, si hubiese habido alguien capaz de enseüarme, me habria encontrado sumamente dôcil. Pro­ cura que a ti te ocurra lo mismo, y si te parece que te has SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGÜSTÎN 112» cansado bastante, decidete a poner fin a todos tus trabajos; aigue el camino de las ensenanzas catôlicas, que han llegado hasta nosotros desde Cristo por medio de los apôstoles, y que desde nosotros han de seguir llegando a toda la posteridad” (cf. o.c., 20). e) Necesidad de la revelaciôn 1. El engafio de los herejes “Es cosa ridicula que todos pretendan estar en posesiôn de la verdad y que afirmen que ensehan la doctrina de Cris­ to. No puedo negar que todos los herejes lo afirman, pero se empenan en prometer que han de explicar y dar razôn de las cosas mâs oscuras a aquellos a quienes intentan engaûar, y acusan, sobre todo, a la Iglesia catôlica de que manda creer a los que se acercan, en tanto que ellos no imponen el yugo de la fe, sino que se glorian de que saben abrir la fuente de la enseüanza. 4 Hay cosa que pueda redundar en mayor alabanza suya, me diras quizâs? Pues no es asi, puesto que lo hacen sin ser capaces de ello y sôlo para atraerse a la multitud en nombre de la razôn. Con estas promesas, el aima humana se goza y, sin considerar sus fuerzas y salud, apetece la comida de los sanos, comida de la que sôlo éstos son capaces, y termina por comer el veneno de los enganadores” (o.c., 21). San Agustin resuelve varias cuestiones. En primer lugar, una cosa es creer y otra ser crédulo, esto es, creerlo todo (o.c., 22). 2. La fe es necesaria para entender la verdad revelada Sabiendo que el creer a alguien cuando hay motivo para ello no es malo, sino honroso, todavia se puede preguntar si debemos creer las cosas religiosas y si no serâ indecoroso el creer antes de saber (o.c., 25). “4 No seria mejor, me dirâs, que me lo explicases todo, para que siga a la Iglesia sin incurrir en el pecado de temeridad? Quizâs lo seria, pero es cosa tan profunda el conocer a Dios por medio del raciocinio, que ^acaso crees que todos sean capaces de entender los argumentes por los que el entendimiento humano puede llegar a entender las cosas divi­ nas? 4 Te parece que serân muchos o pocos? Pocos, desde luego, me contestarâ. Entonces, ihabrâ que negar la religion a todos esos hombres que no estân dotados dei ingenio suficientemente sereno? 4 No crees mejor que habria que llevarlos poco a poco y por grados a que alcancen aquella suma profundidad? ^Encuentras algo mâs religioso que el hacerlo? Es 1130 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. - - imposible abandonar o rechazar a ningùn hombre que tenga el deseo de la verdad, s demâs, principalmente si es grande la ciudad. Y cuando son referidos en otras partes y a otros, no llevan consigo tanta autoridad que sin dificultad o sin poner duda se crean, aunque los refieran y den noticia exacta de ellos los mismos fieles a los fieles cristianos". 1. El milagro de Milân "El milagro que sucediô en Milan, estando yo alli, cuan­ do recobrô la vista un ciego, pudo llegar a noticia de mu­ chos, porque la ciudad es populosa y dilatada y se hallaba entonces alli el emperador, sucediendo el prodigio en presencia de una multitud inmensa de pueblo, que concurriô a visitar los cuerpos de los bienaventurados mârtires Protasio y Gervasio, los cuales, habiendo estado ocultos sin saberse su paradero, se hallaron, por revelaciôn hacha en suenos al obispo San Ambrosio, en el lugar donde aquel ciego, despojândose de sus tinieblas, vio el dia" (o.c., 8,2). 2. También en Cartago 1. ° Fui testigo presencial "Pero en Cartago, iquién sabe, a excepciôn de muy po­ cos, la salud que recobrô Inocencio, abogado que fué de la audiencia del gobernador, hallândome yo présente y viéndolo con mis propios ojos? Como él y toda su familia eran muy devotos, nos hospedô a mi y a mi hermano Alipio cuando veniamos de la otra parte del mar, pues, aunque no éramos clérigos, sin embargo, ya serviamos a Dios, y entonces posâbamos en su casa". 2. ° Inutllidad de los esfuerzos médicos . La visit-a de los presbiteros catôlicos «Visitâbanle a la sazôn cada dia aquellos santos varones, Saturni­ no. de buena memoria, que entonces era obispo uzalense ; Geloso, presbitero, y los diâconos de la iglesia de Cartago, entre los cuales estaba y sôlo vive ahora el obispo Aurelio, digno de que le nombre con reverencia, con el cual, discurriendo de las maravillosas obras de Dios, muchas veces he tratado sobre este particular y he hallado que ténia muy présente en la memoria lo que vamos refiriendo. Visitândole, como acostumbraban, por la tarde, les rogô con muy tiernas lâgrimas que le hiciesen el favor de hallarse a la manana si­ guiente présentes a su entierro mâs que a su dolor, porque habia concebido tanto miedo a los dolores que antes habia pasado, que no dudaba que habia de dar el aima en manos de los médicos. Ellos le consolaron y exhortaron a que confiase en Dios y sufriese con esfuerzo y conformidad todo lo que Dios dispusiese». 4.0 5.0 Todos en oraciôn con el enfermo «En seguida nos pusimos en oraciôn, en la cual, como se acostumbra, hincamos las rodillas, y, puestos en tierra, él se arrojô como si alguien le hubiese gravemente impelido y derribado al suelo, y empezô a orar. Quién podria explicar con palabras apropiadas con ■qué emociôn, con qué afecto, con qué angustia de corazôn, con qué abundancia de lâgrimas, con qué gemidos y sollozos que conmovian todos sus miembros y casi le ahogaban el espiritu ? Si los otros rezaban o si estas demostraciones de ternura y aflicciôn distrafan su atenciôn, no lo sé. De mi sé decir que no podia orar, y sôlo brevemente dije en mi corazôn : «Senor, icuâles son las oraciones que ois de los vuestros si éstas no ois ?» Porque me parecia que no le restaba ya mâs que dar el aima en la oraciôn. Levantâmonos, pues, y, recibida la bendiciôn del obispo, nos fuimos, snplicândoles el doliente que viniesen a la manana, y ellos exhortâronle a que tuviese buen ânimo». •ô.° El milagro de la cicatriz curada “Amaneciô el dia tan temido y vinieron los siervos de Dios, como lo habian prometido. Entraron los médicos, aprestando todo lo que exigia la prôxima operaciôn; sacando la horrible herramienta, estando todos atônitos y sus­ pensos animando al desmayado y consolândole los que alli tenian mâs autoridad, componen en la cama los miembros del paciente para la comodidad de la mano del que habia de hacer la abertura, desatan las ligaduras, descubren la herida, mirale el médico, y, armado ya y atento, busca aquel seno que debia abrirse. Escudrinalo con los ojos, tiéntalo con los dedos, y al fin, buscando y examinando todo. hallô una firmisima cicatriz. La alegria, alabanzas y acciones de gracias que dieron todos Uorando de contento, no hay que fiarlo a mis razones y expresiones patéticas. Mejor es considerarlo que decirlo”. 3. “También ahora se hacen muchos milagros” El Santo cuenta diecisiete milagros mâs presenciados por él. Antes de narrar el ultimo, intercala este pârrafo. “Asi, pues, también ahora se hacen muchos milagros, obrândolos el mismo Dios por medio de quien quiere y como quiere, el cual hizo igualmente aqueUos que leemos, aunque éstos no son tan notorios como los très, y, para que no se olviden, se suelen renovar con la frecuente lecciôn de eUos, como preservativo de la memoria. Porque aun donde se pone exacta diligencia, como la que se ha empezado a poner aqui entre nosotros de que se reeiten al pueblo los memoriales o relaciones de los que reciben los favores divinos, los que se hallen présentés lo oyen sola una vez, y los mâs no se haUan présentes; de manera que ni los que los oyeron, pasados algunos dias, se acuerdan de lo que oyeron, y apenas se halla una que quiera contar lo que oyô al que sabe que estuvo ausente” (ibid.)- SEC. 3 m. PADRES. SAN BERNARDO 1139’ SAN BERNARDO Visitas ocultas dei Verbo Esposo al aima Jesûs retira de la turba al enfermo para hacer su curaciôn en la. soledad ; en el reliro y en el silencio hace Dios sus visitas al aima ; de estas visitas nos habia San Bernardo (cf. Serm. 74 sobre los Can­ tares: BAC, Obras complétas, t.2 p.494-502). A) Introducciôn: San Bernardo se excusa por tratar el tema “En verdad que cuadraria mejor hablar de esto a otro· mâs experto y mâs sabedor del santo y mistico amor. Mas no puedo faltar a mi oficio ni tampoco a vuestros deseos. Veo mi peligro y no lo evito. Vosotros me habéis obligado... Oid, sin embargo, a un hombre que, por una parte, tiembla de tener que hablar, y por otra no puede callar. Quizâs el Senor se digne también mirar propicio las lâgrimas que estoy vertiendo”. B) El Esposo hace visitas al alma a) SU VENIDA ESPIRITUAL “El Verbo de Dios, o sea Dios Esposo del aima, viene a ella y de ella se aleja como y cuando le place; aunque, claro estâ, debemos entender esto de una manera espiritual y en cuanto indica un sentimiento interior del alma, sin que suponga mutaciôn alguna en el Verbo. Por ejemplo, cuando el alma siente la gracia, reconoce que el Verbo estâ presente; y cuando no la siente, quéjase de su ausencia, pidiéndole se le presente de nuevo, diciendo con el prof eta: En busca de ti han andado mis ojos; Senor, tu cara buscaré” (Ps. 26,8). b) El ALMA QUE LO sintiô una vez lo llama SIN CESAR CON LA VOZ DEL DESEO “Y icômo no le ha de buscar, si, luego que este amable Esposo se ha retirado, no acierta ella a desear otra cosa ni a pensar sino en El? No le resta, pues, sino buscarle con cuidado cuando El esta ausente y volver a llamarle cuando alli se va. Asi es como el Verbo es llamado, y llamado por el deseo del alma, pero del alma a quien ha tenido la dignacion de hacer sentir y gustar siquiera una sola vez su dulce presencia. iNo es acaso la voz un deseo? Y vehemente^ * w .v· 1140 EL SORDOMÜDO. II DESP. PENT. Finalmente, dice, el Senor escucharà el deseo de los pobres (Ps. 9,17). Al ausentarse, pues, el Verbo, la ûnica y con­ tinua voz del aima, su continuo deseo, es como un ûnico y •continuo Vuélvete hasta que venga...” c) Solamente el Verbo conoce por qué viene y por qué se va “A ias veces disimulaba también ir mâs allâ, no por-que quisiera esto, sino porque querîa oir: /Quédate con nos­ otros, Seûor, porque atardece! (Le. 24,28-29). E hizolo de nuevo, otra vez, andando sobre el mar, al navegar los apôs­ toles y trabajar al remo, como queriendo pasar de largo jun­ to a ellos, lo que tampoco querîa entonces esto, sino mâs bien probar su fe y provocar su oraciôn. Finalmente, como dice el evangelista, se turbaron y clamaron, pensando era un fan­ tasma (Mc. 6,48-49). Luego esta misma disimulaciôn y aun saludable dispensaciôn que entonces corporalmente el Ver­ bo cuerpo mostrô a veces, no cesa asimismo el Verbo espi­ ritu, a su modo espiritual, de practicarla cuidadosamente con el aima que le es devota. Al pasar, quiere se le detenga; al irse, quiere se le torne a llamar. Porque no es un Verbo irre­ vocable. Vase y vuelve conforme le place, como quien visita de manana, y de pronto prueba. Pero El se reserva la razôn de todo ello”. d) Lo QUE SIENTE EL ALMA EN LA AUSENCIA DEL ESPOSO "Ahora bien, consta que en el aima se realizan estas vicisitudes dei Verbo que se va y que torna, como dice: Voy y vuelvo a vosotros (lo. 14,28). Y también: Un poquito, y no me veréis; y otro poquito, y me veréis (lo. 16,17). ;Oh po­ quito y poquito! ;Oh poquito largo! Piadoso Senor, ;llamas poquito al tiempo en que no te veremos? Salva sea la pala­ bra de mi Senor. Largo es, largo por demâs. Aunque ciertamente entrambas cosas son verdad: poquito en méritos y largo en deseos. Tienes entrambas cosas en el profeta: Si tarda, aguârdale, porque vendrà, y no tardarâ (Hab. 2,3). ;Cômo no tardarâ si tarda, sino porque lo que basta para el .mérito no basta para el deseo?” (ibid.). C) Experienda personal de San Bernardo a) Ha recibido la visita del Amado “Aunque sea pecar de poca modestia, debo confesaros sencillamente que el Verbo se ha dignado venir a mi aima, :no ya una, sino muchas veces. Mas, aun habiendo sido muy SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 1141 frecuentes esas visitas, jamâs he podido notar el momento de su llegada. Cierto que he sentido que El estaba en mi, quo después he recordado haberme visitado, y hasta algunas ve­ ces he podido barruntar su visita; pero nunca jamâs se me ha dado notar claramente el preciso momento de su venida y partida; ni tampoco he podido saber jamâs de dônde La venido a mi alma, ni adônde se ha ido al abandonaria, ni siquiera cômo ni por dônde ha entrado y salido de ella. Aho­ ra mismo ignoro todo esto, sencillamente os lo confieso. De esto no sé mâs que lo que dice San Juan, o sea: No sabes de dônde sale o adônde να (Ιο. 3,8). Y ciertamente no es de ex­ trahar, siendo aquel de quien dijo el salmista: No se conocerân los vestigios de tus pisadas (Ps. 76,20)”. b) No ha venido de fuera “Sin duda que no ha entrado por mis ojos, porque El no •es Colorado; ni por mis orejas, pues El no es un sonido; ni por mis narices, pues El no se mezcla con el aire, sino con el aima; ni le afecta el aire, sino que El lo orea; ni por mi garganta, porque a El ni se le corne ni se le bebe. Yo no le he hallado tampoco con el tacto, por ser impalpable. ^Por dônde, pues, ha entrado? ^Habremos de decir que no ha en­ trado en realidad, al no venir de fuera ni pertenecer al nùmero de los seres que estân fuera de nosotros?” c) No HA VENIDO DE DENTRO “Mas tampoco ha venido de dentro de mi, porque El es un bien, y yo sé que el bien no habita en mi. Me he elevado también sobre mi, comprobando que el Verbo estâ todavia mâs arriba. Mi curiosidad me le ha hecho buscar debajo de mi, y he visto asimismo que estâ mâs profundo. He mirado fuera de mi, y he reconocido que El esta todavia mâs alla de lo que se halla fuera de mi; en fin, le he buscado dentro de mi, y he visto que El estâ todavia mâs interior que yo mis­ mo. Entonces he reconocido la verdad de esta palabra: Dentro de El vivimos, nos movemos y subsistimos (Act. 17,28). “Pero dichoso aquel en quien estâ El, dichoso el que vive para El y es movido por El”. d) Ha conocido su presencia por los efectos “Me preguntas, pues, cômo he podido conocer que El estaba présente, siendo intransi tables sus caminos. Vivo es y eficaz; y tan pronto como ha venido a mi, ha despertado a mi aima dormida, ha movido, ablandado y herido mi cora- - H · 1 frfJ 1142 EL SORDOMUlXh II DESP. PENT zôn, duro como la piedra y malsano. Ha comenzado también a arrancar, a destruir, a edificar y plantar; a regar lo seco, a alumbrar lo tenebroso, a abrir lo cerrado, a inflamar lo frio, a enderezar lo torcido, a allanar lo desigual y âspero; por lo que mi aima bendecia al Senor, y todo euanto en mi habia glorificaba su santo nombre. Asi es como, entrando en mi alma algunas veces el Ver­ bo Esposo, no me ha hecho conocer su entrada por sena alguna, ni por la voz, ni por la figura, ni por los pasos. En fin, yo no he sentido por ninguno de mis sentidos que El se hubiese deslizado hasta el fondo de mi alma. Solo he conocido su presencia por el movimiento de mi corazôn, como he dicho; he notado el poder de su virtud por la huîda de los vicios y por la represiôn de las pasiones que obraba en mi; he admirado la profundidad de su sabidurîa en la discusiôn y represiôn de mis culpas secretas; he experimentado su bon­ ded y su misericordia por la enmienda de mi vida; he descubierto de algùn modo su infinita hermosura por la renovaciôn y reforma de mi espiritu, o sea de mi hombre interior, y, contemplando todo esto juntamente, he quedado espantado ante la multitud de su grandeza”. e) Su NOSTALGIA POR LA VUELTA DEL VERBO "Mas porque, cuando el Verbo se va, todas estas cosas comienzan a decaer y a resfriarse, lo mismo que al quitarse el fuego de debajo del caldero hirviendo, y porque ésta era la senal de su ida, por eso, al notar que se habia ido, veiase mi aima triste hasta volver El, y, caldeando de nuevo mi corazôn, dâbame testimonio de su vuelta. Ahora bien, des­ pues de haber tenido tal experienda de la dicha que entraüa el poseer al Verbo, ^qué tiene de extraho si me sirvo también de la voz de la Esposa para llamarle de nuevo al ausentarse, pues me siento acuciado por un deseo, si no del todo igual, al menos en parte semejante al suyo? Mi entras viviere, usaré familiarmente de esta voz, y cuantas veces se vaya de mi, otras tantas volveré a llamarle, y no cesaré de clamar con los ardientes deseos de mi corazôn, suplicândole que sin tardanza regrese, que me dé la alegria de su gracia saludable·, que se dé El mismo a mi. Confieso, hijos, que no hallo gusto en nada hasta que Aquel en quien estâ cifrado todo mi gus­ to haya vuelto. Y pidole no venga vacio, sino Tleno de gra­ cia y de verdad (lo. 1,14), como suele y como antes habia venido...” (ibid.) Los sacramentos y su eficacia Es importante, sin duda, la doctrina acerca de los sacramentos v de los sacramentales, no solam en te porque instruye completando la ensefianza cateqiifstica,. sino también porque contribuye a que el pueblo estime y aprecie mâs las fuentes de la vida sobrenatural. No es tanto tema de una homilfa cuanto de una predicaciôn catequfstica de adultos. Pero el pasaje evangélico de bov da ocasiôn de insertar en esta secciôn la doctrina correspondiente de Santo Tomâs de Aqui­ no, clara v luminosa, que servirâ al predicador tanto y quizâ mâs que cualquier catecismo explicado. Porque en el Evangelio se nos présenta Cristo, que da la salud por seriales exteriores. Tal sucede con los sacramentos, a los que Cristo ha conferido también eficacia sobrenatural. A) Los sacramentos 4 a) El sacramento, causa y signo “Los sacramentos de la nueva ley son simultâneamente causas y signos, y de ahi es que, como comûnmente se dice, “producen lo que figuran”. De lo cual es notorio también que tienen perfecta razôn de sacramentos, en cuanto se ordenan a algo sagrado, no sôlo por modo de signos, sino tam­ bién por modo de causa” (3 q.62 a.l ad 1). b) 1. El sacramento significa nuestra santificaciôn Tres realidades signifleadas “Se dice propiamente sacramento lo que se ordena para significar nuestra santificaciôn, en la que pueden conside­ rate tres cosas, a saber: la causa misma de nuestra santi­ ficaciôn, que es la pasiôn de Cristo; la forma de nuestra santificaciôn, que consiste en la gracia y virtudes; y el ùltimo fin de nuestra santificaciôn, que es la vida eterna. To­ das estas très cosas se significan por los sacramentos. Por lo cual, el sacramento es signo recordativo de lo que prece- κΕη • T. < : 1144 EL SORDOMUDO. II DESP. PEINT diô, es decir, de la pasiôn de Cristo; y demostrativo de lo­ que en nosotros es producido por la pasiôn de Cristo, a sa­ ber, de la gracia; y pronosticador, esto es, preanunciativo de la futura gloria” (3 q.60 a.3 c). 2. Signo santiflcador “Los signos se dan a los hombres, de los que es propia llegar por las cosas conocidas a las desconocidas. Y por esto se dice propiamente sacramento lo que es signo de alguna cosa sagrada perteneciente a los hombres; de tal forma que se dice propiamente sacramento, segûn lo que aqui entendemos por sacramento, aquello que es signo de la cosa sagra­ da, en cuanto santifica a los hombres” (3 q.60 a.2 c). c) 1. Son de institüciôn divina El culto divino y la santificaciôn del hombre “En el uso de los sacramentos pueden considerarse doscosas, a saber: el culto divino y la santificaciôn del hombre; de las que la primera pertenece al hombre por comparaciôn a Dios, y la segunda, por el contrario, pertenece a Dios por comparaciôn al hombre. Mas no pertenece a uno déterminât lo que estâ en la potestad de otro, sino solamente lo que esta, en la suya. Por lo tanto, como la santificaciôn del hombre estâ en la potestad de Dios santificante, por eso no pertene­ ce al hombre tomar por juicio propio las cosas por las que es santificado, sino que esto debe ser determinado por ins­ titution divina, y en tal concepto en los sacramentos de la nueva ley, por lo que se santifican los hombres, conforme a aquello (1 Cor. 6,11) : Habéis sido lavados, habéis sido santificados, es menester hacer uso de las cosas determinadas por institüciôn divina" (ibid., a.5 c). 2. Dios es el que elige los signos y les da su slgnificado “Determinar qué signo debe usarse para significar, per­ tenece al significante. Mas Dios es el que nos significa en los sacramentos las cosas espirituales por las cosas sensi­ bles, y por expresiones metafôricas en la Escritura Sagrada. Asi, pues, como por juicio del Espiritu Santo se ha determi­ nado bajo cuâles imâgenes se signifiquen las cosas espiri­ tuales en ciertos lugares de la Escritura, asi también debeser determinado por institüciôn divina qué cosas se toman para la significaciôn en este o aquel sacramento” (ibid.», ad 1). SEC. 4- TEÔLOGOS. SANTO TOMA S d) 1145 Son siete 1. Paralellsmo con la vida corporal “Los sacramentos de la Iglesia se ordenan a dos cosas ; a perfeccionar al hombre en las cosas que pertenecen al ■culto de Dios segûn la religion de la vida cristiana y también para remedio contra el defecto del pecado. En uno y otro concepto se reconocen convenientemente siete sacramentos; porque la vida espiritual tiene alguna conformidad con la corporal, como también las demâs cosas corporales la tienen con las espirituales. Ahora bien, en la vida corporal se perfecciona uno de dos modos: l.°, en cuanto a la propia persona; 2.°, con res­ pecto a toda la comunidad de la sociedad en que vive, puesto •que el hombre es naturalmente sociable. Mas respecto de si mismo se perfecciona el hombre en la vida corporal de dos modos: l.°, per se} adquiriendo alguna perfecciôn de vida; 2. °, per accidens, esto es, removiendo los obstâculos de la vida, como enfermedades o algo semejante”. 2. En cuanto a la vida personal propia “Per se perfecciona el hombre su vida corporal de très modos: l.°, segûn la generaciôn, por la cual el hombre comienza a ser y a vivir, y en su lugar en la vida espiritual estâ el bautismo, que es la regeneration espiritual; 2.°, segûn el aumento, por el cual se llega a la salud y virtud perfectas, y a esto corresponde en la vida espiritual la con­ firmation, en la que se da el Espiritu Santo para fortaleza; 3.°, segûn la nutrition, por la que se conserva el hombre en la vida y en el vigor, y a esto corresponde en la vida es­ piritual la Eucaristia; por lo cual se dice (lo. 6,54): Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Y esto bastaria al hombre si tuviera, tanto corporal como espiritualmente, una vida impasible. Pero, puesto que el hombre cae a veces, ya en enfermedad corporal, ya en espi­ ritual, esto es, en el pecado, por eso es necesaria al hombre la curaciôn de la enfermedad, la que es de dos clases: una es la curaciôn que restituye la sanidad o salud, y su correspondiente en la vida espiritual es la penitencia; otra es la restitution a la primitiva salud por medio de la dieta y ejercicio convenientes, y la correspondiente a ésta en la vida es­ piritual es la extremaunciôn, que quita las reliquias de los pecados y prépara al hombre para la gloria final”. 8. En cuanto a la vida social “Se perfecciona el hombre en orden a toda la comunidad de dos modos: l.°, porque recibe la potestad de régir a la Η *ΜJ — ; Jt 1146 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. multitud y ejercer actos pûblicos, y su correspondiente en la vida espiritual es el sacramento del Orden, segûn aquello (Hebr. 7,27): que los sacerdotes ofrecen hostias no solamen­ te por si, sino por el pueblo; 2.°, en cuanto a la propagaciôn natural que tiene lugar por el matrimonio, tanto en la vida corporal como en la espiritual, porque es no sôlo sacramen­ to, sino también deber de la naturaleza”. Ordenaciôn de los sacramentos en orden al pecado “Por esto es évidente también el nûmero septenario de sacramentos, segûn que se ordenan contra el defecto del pe­ cado. Porque el bautismo se ordena contra la carencia de la vida espiritual; la confirmaciôn, contra la debilidad del aima que se halla en los recién nacidos; la eucaristia, contra la facilidad del aima para pecar; la penitencia, contra el peca­ do actual cometido después del bautismo; la extremaunciôn, contra las reliquias de los pecados, que no han sido quitadas suficientemente por la penitencia, sea por descuido, sea por ignorancia; el orden, contra la disoluciôn de la multitud; el matrimonio, como remedio contra la concupiscencia personal, y la falta de la multitud, que tiene lugar por la muerte” (3 q.65 a.l c). e) Los SACRAMENTOS SON NECES ARIOS “Los sacramentos son necesarios a la humana salvaciôn por très razones” : 1. Por la condiciôn de la naturaleza humana “La primera debe tomarse de la condiciôn de la humana naturaleza, de la que es propio ser conducida«a las cosas es­ pirituales e inteligibles por medio de las corporales y sensi­ bles; mas pertenece a la divina Providencia proveer a cada cosa segûn el modo de su condiciôn; y por eso, convenientemente la divina sabiduria ayuda al hombre para su salva­ ciôn por medio de estos signos corporales y sensibles que se dicen sacramentos”. 2. Por el estado del hombre caido en pecado “La segunda razôn debe tomarse del estado del hombre, que pecando se somete por afecto a las cosas corporales. Ahora bien, el remedio medicinal debe ser aplicado alli don­ de estâ el mal. Y por esto fué conveniente que Dios aplicase al hombre la medicina espiritual por ciertos signos corporaies, porque, si se le propusieran cosas puramente espiri- E Μ»/ SEC. 4- TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 1147 tualcs, su espiritu, dcdicado a las cosas corporales, no po­ dria aplicarse a aquéllas”. S. l’or la inclinaclôn de la acciôn humana “La tercera razôn debe ser tomada de la inclinaciôn de la acciôn humana, que versa principalmente acerca de lo cor­ poral. Asi, para que no fuera demasiado duro al hombre si se abstrajera totalmente de los actos corporales, le han sido propuestos en los sacramentos ejercicios corporales, de los que se sirve saludablemente para evitar los ejercicios supersticiosos, que consisten en el culto de los demonios o cualesquiera otras cosas danosas que consisten en los actos de los pecados. Asi, pues, por la institution de los sacramentos, el hom­ bre es instruido por medio de las cosas sensibles del modo que conviene a su naturaleza; se humilia, conociendo que estâ sometido a las cosas corporales, puesto que por medio de ellas se le ayuda; y es preservado de las actiones perjudiciales por los saludables ejercicios de los sacramentos” <3 q.61 a.l c). B) a) Eficacia de los sacramentos Son aplicaciôn de la redenciôn “La pasiôn de Cristo es causa suficiente de la salud hu­ mana; mas no por esto se sigue que los sacramentos no sean necesarios para la humana salud, puesto que obran en vir­ tud de la pasiôn de Cristo, y ésta es aplicada de cierto modo a los hombres por medio de los sacramentos, segûn aquello (Rom. 6,3) : Los que hemos sido bautizados en Cristo Je· sus, hemos sido bautizados en su muerte" (3 q.61 a.l ad 3). b) 1. La gracia es el primer efecto Son causa instrumental Consta, por la autoridad de muchos Padres, que los sa­ cramentos de la nueva ley no solamente significan, sino que causan la gracia, y por esto debe decirse que “hay dos clases de causa agente, principal e instrumental. La principal obra por virtud de su propia forma, a la cual se asemeja el efec­ to, como el fuego calienta por su propio calor; y de este modo nada ni nadie puede causar la gracia sino sôlo Dios, porque la gracia no es otra cosa que cierta semejanza participada de la divina naturaleza, segûn aquello (2 Petr. 1,4): Nos ha «τ' 1148 ’vf EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. dado muy grandes y preciosas promesas, para que por ellas seàis hechos participantes de la naturaleza divina. La causa instrumental, empero, no obra por virtud de su forma, sino solo por el movimiento con que es movida por el agente principal. Por consiguiente, el efecto no se asemeja al instrumento, sino al agente principal; como el lecho o cama no se asemeja al hacha, sino al arte, que estâ en la mente del artifice. Y de este modo los sacramentos de la ley nueva causan la gracia, porque son conferidos a los hom­ bres, segûn la ordenaciôn divina, para causar en ellos la. gracia” (3 q.62 a.l c). 2. Mediante la acciôn que les es propia “El instrumento tiene dos acciones propias: una instru­ mental, segûn la que obra, no en virtud propia, sino en vir­ tud del agente principal; y otra propia, que le compete segûn su propia forma, como compete al hacha cortar por ra­ zôn de su filo y hacer el lecho en cuanto es instrumento del arte; mas no perfecciona la acciôn instrumental sino ejerciendo su acciôn propia, pues hace el lecho cortando. Igualmente, los sacramentos corporales, por la propia acciôn, queejercen sobre el cuerpo que tocan, producen la operaciôn ins­ trumental por virtud divina en el alma, como el agua del bautismo, lavando el cuerpo segûn su propia virtud, lava el aima en cuanto es instrumento de la virtud divina” (ibid.,, ad 2)‘. 3. Los sacramentos, por tanto, contlenen la gracia “Algo se dice estar en otro de muchos modos; entre ellos hay dos segûn los cuales la gracia se halla contenida en los sacramentos: l.°, como en el signo, porque el sacramento es signo de gracia; 2.’, como en la causa, pues, como se ha dicho (a.l), el sacramento de la nueva ley es causa instru­ mental de la gracia. Por lo cual, la gracia esta en el sacra­ mento de la nueva ley, no segûn la semejanza de la especie, como el efecto estâ en la causa univoca; ni tampoco segûn alguna forma propia y permanente, proporcionada a tal efecto, como estân los efectos en las causas no univocas, v.gr., las cosas engendradas estân en el sol; sino segûn cier~ ta virtud instrumental, que es transeûnte e incompleta en su naturaleza” (3 q.62 a.3 c). 4. La gracia sacramental “La gracia, considerada en si misma, perfecciona la esencia del aima, en cuanto participa de cierta semejanza dei divino ser; y asi como de la esencia del aima dimanan sus potencias, asi de la gracia fluyen ciertas perfeccion.es> . SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMÂS .y" 114ft’ a las potencias del aima, que ee dicen virtudes y dones, por los que se perfeccionan las potencias del aima en or­ den a sus actos. Mas los sacramentos se ordenan a ciertos efectos especiales necesarios en la vida cristiana; como el bautismo se ordena a cierta especial regeneration por la cual el hombre muere a los vicios y se hace miembro de Cristo, cuyo efecto es algo especial independiente de los actos de las potentiae del aima; y la misma razôn hay respecto a los otros sacramentos. Luego, asi como las virtudes y dones anaden sobre la gracia comûnmente dicha cierta perfecciôn ordenada de un modo determinado a los propios actos de las potencias, aei la gracia sacra­ mental anade sobre la gracia comûnmente dicha y sobre las virtudes y dones cierto auxilio divino para conseguir el fin dei sacramento” (3 q.62 a.2 c). c) El carActer es efecto de algunos sacramentos 1. Existencia “Los sacramentos de la ley nueva se ordenan a dos co­ sas: al remedio contra los pecados y a perfeccionar el aima en las cosas que pertenecen al culto de Dios segûn el rito de la vida cristiana. Todo el que es destinado a una. funciôn positiva estâ revestido de una insignia al efecto; como a los soldados que antiguamente se adscribian a la militia solian revestirlos de ciertos caractères corporales, porque se les destinaba a algo corporal. Y por esto, como· los hombres son destinados por los sacramentos a algo es­ piritual perteneciente al culto de Dios, es consiguiente que se les revista, por ello, de algûn carâcter espiritual” (3 q.63 a.l c). 2. i·. ü 3 Naturaleza “Los sacramentos de la nueva ley imprimen carâcter, en cuanto que por ellos los hombres son destinados al culto de Dios, segûn el rito de la religion cristiana. Por lo cual, San Dionisio (Eccle. hierar., 2,3,4: PL 3,400), des­ pués de decir “que Dios transmite con cierto signo, al que se acerca al bautismo, una participaciôn suya”, anade: “haciéndole divino y comunicador de lo divino”. El culto· divino consiste, ya en recibir algunas cosas divinas, ya en transmitirlas a otros; mas para una y otra cosa se re­ quière cierta potencia activa; para recibir se requiere po­ tencia pasiva; y por esto el carâcter importa cierta poten­ cia espiritual ordenada a las cosas pertenecientes al cultodivino” (ibid., a.2 c). * ·’ ·‘ Λ·**· F 1150 EL SOKDOMUDO. II DESP. PENT. 3. Es la participaciôn eu el sacerdocio de Cristo . “Todos los fieles son destinados para recibir o transmitir a otros las cosas que pertenecen al culto de Dios, y para esto se confiere propiamente el carâcter sacramental. Pero todo el rito de la religion cristiana se deriva del sacer­ docio de Cristo. Y por esto es évidente que el carâcter sa­ cramental es especialmente el carâcter de Cristo, a cuyo sacerdocio se asemejan los fieles segûn los caractères sacramentales, que no son otra cosa que ciertas participa­ tiones del sacerdocio de Cristo derivadas del mismo Cris­ to” (3 q.63 a.3 c). “El sacerdocio de Cristo es eterno, segûn aquello (Ps. 109,4) : Tû eres sacerdote eterno segûn el orden de Melquisedec. De aqui es que toda santificaciôn que se hace por su sacerdocio, es perpetua, permaneciendo la cosa consagrada. Lo cual se ve también en las cosas inanimadas; porque la consagraciôn de la iglesia o del altar permanece siempre, a menos que éste o aquélla se destruyan. Siendo, pues, el aima el sujeto del carâcter segûn la parte intelectiva, en la cual estâ la fe, es évidente que, asi como el entendimiento es perpetuo e incorruptible, asi el carâcter permanece indeleblemente en el aima” (3 q.63 a.5 c). 5. No todos los sacramentos imprimen carâcter “Los sacramentos de la nueva ley se ordenan a dos co­ sas: al remedio del pecado y al culto divino. Es comûn a todos los sacramentos el que por ellos se aplique algûn re­ medio contra el pecado, por lo mismo que contienen la gra­ cia. Mas no todos los sacramentos se ordenan directamente al culto divino, como se ve acerca de la penitencia, por la que el hombre es librado del pecado; y no se da por este sacramento al hombre alguna cosa nueva perteneciente al divino culto, pero se le restituye a su primitivo estado. Un sacramento pertenece al culto divino de tres maneras: 1.*, por la modalidad de la action misma; 2.*, por el agente; y 3.*, por el que la recibe. Por la action misma per­ tenece al culto divino la Eucaristia, en la que consiste principalmente el culto divino en cuanto es sacrificio de la Igle­ sia; y por esto mismo este sacramento no imprime al hom­ bre carâcter, pues por este sacramento no se ordena el hombre a obrar o recibir otra cosa ulteriormente en materia de sacramentos, puesto que él es mâs bien “el fin y la consumaciôn de todos los demâs”, como dice San Dionisio (cf. Eccl. hierarch.. 3,1: PL 3,424). Contiene, sin embargo, en SEC. 4. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA 1151 si mismo a Cristo, en el que no hay carâcter, sino toda la. plenitud del sacerdocio. El sacramento del orden pertenece al que actùa en los sacramentos, puesto que por el orden son destinados los hombres para transmitir a otros los sacramentos. El sa­ cramento del bautismo pertenece a los que le reciben, pues­ to que por el bautismo adquiere el hombre la potestad de recibir los otros sacramentos de la Iglesia; por lo cual se dice ser la puerta de todos los sacramentos. A lo mismo se ordena en cierto modo la confirmation, como después se dira en el lugar oportuno. Asi, pues, por estos très sacramentos, a saber, el bautismo, la confirmation y el orden, se imprime carâcter” (3 q.63 a.6 c). SAN BUENAVENTURA El silencio en la vida espiritual (Cf. Vida perfecta para religiosas, c.4 : BAC, Obras de San Bue­ naventura [Madrid 1947] t.4 p.437-441.) A) a) Necesidad del silendo ES NECESARIO PARA LA VIDA INTERIOR “No ayuda poco al religioso para alcanzar la perfection la virtud dei silentio; pues asi como en el mucho hablar no faltarà pecado (Prov. 10,19), del mismo modo el hablar poco· y brevemente sirve para que el hombre se guarde del peca­ do. Y como del mucho hablar se sigue frecuentemente ofensa lo mismo a Dios que al prôjimo, asi en el silentio se ali­ menta la justicia, de la que, como de ârbol, se coge el fruto de la paz. Por lo que, siendo en gran manera necesaria la paz a los que viven en el claustro, les es muy necesario el silentio, por cuyo medio se conserva la paz, asi del corazôn como del cuerpo”. b) La justicia y la paz, frutos del silencio “Por cuya causa el profeta Isaias, considerando la vir­ tud del silencio, dijo (Is. 32,17) : Obra de la justicia sera la paz, y cultivo de la justicia el silencio; como si dijera: Es de tan grande virtud el silencio, que conserva en el hom­ bre la justicia de Dios y nutre y guarda la paz entre los 5 - - * 1152 El SORDOMUDO. II DESP. PENT. prôjimos. Porque, si el hombre no pone con sumo cuidado una guarda a au boca (Ps. 38,2), pronto disipa los bienes ai gratuitos que posee, y càe también en muchos males. Efectivamente, como dice el apôstol Santiago en su Canonica (lac. 3,5-6): La lengua es, en realidad, un miembro pequeüo, pero se gloria de grandes cosas; y sigue: Nuestra len­ gua es fuego, un mundo de maldades; sobre lo cual dice la Glosa “que por ella se preparan y cometen todoe los crîmenes”. C) LOS MALES DE LA LENGUA “^Quieres oir, quieres saber cuântos males salen de la lengua si no se guarda con cuidado? Oyeme y te lo dire. De la lengua salen la blasfemia, la murmuraciôn, la defen­ sa del pecado, el falso juramento, la mentira, la difamaciôn, la adulaciôn, la maldiciôn, la injuria, la porfia, la burla de los buenos, el mal consejo, el chismorreo, la jactancia, la revelaciôn dei secreto, la amenaza indiscreta, la promesa imprudente, la conversaciôn larga, la chocarreria. Verdaderamente es gran confusion para el sexo femenino y gran deshonra para las virgenes consagradas no tener la guarda de la lengua, no guardar la disciplina de la lengua, siendo asî que tantos males se cometen por la inquietud de la len­ gua. Ciertamente me atrevo a decir que en vano se gloria el religioso de poseer virtud en el aima si quebranta la dis­ ciplina del silencio con la inquietud de mucho hablar. Por­ que si alguno, segùn la Escritura (lac. 1,26), créé que es religioso no refrenando su lengua, sino enganando su aima, ■es vana su religion”. B) Maria Santisima, modelo de silendo "iOh amables esposas de Jesucristo.’, mirad a vuestra Senora y mia, mirad a la Virgen Maria, espejo de virtudes, y aprended de ella la disciplina del silencio. Sobrado claro estâ cuân caDada fué la bienaventurada Virgen. Pues, si recorremos el Evangelio, hallaremos que hablô muy poco y con pocos. Leeremos que solamente tuvo coriversaciôn con cuatro personas y que no hablô mâs que siete veces: dos con el ângel, dos con su Hijo, dos con Isabel y una sola vez con los servidores en las bodas de Canâ (Le. 1,34.38. 40.46; 2.48: lo. 2,3-5). Con esto pp confunde nuestra locuacidad, por la que somos propensos a multiplicar palabras, siendo, sin embargo, tan grande la utilidad del silencio”. SEC. 4- TEÔr.OGOS. SAN BUEXAVENTUVA 1153 Frutos del silencio Mueve a compunciôn "Una utilidad es que mueve a compunciôn. El hombre, cuando calla, piensa en sus caminos y tiene tiempo para rcflcxionar cuântos son sus defectos, cuân escaso en su aprovechamicnto, de lo cual vicne la compunciôn. Por esto dice el profeta David (Ps. 38,3): Enmudeci y me humilié; callé razones buenas, y mi dolor se renovo". b) Demuestra 5 al hombre que es celestial "Otra utilidad del silencio es que demuestra al hom­ bre que es celestial. El argumento es casi infalible. Si estâ un hombre en Alcmania y no habia el alemân, parece que no es alemân; del mismo modo, el que esta en el mundo y no habia cosas del mundo, prucba claramente que no es dei mundo, Porque el que es de la tierra, habia de la tierra, scgùn dice el evangelio de San Juan” (3,31). c) LA SOLEDAD ES NECESARlA AL SILENCIO "Pero nada ayuda tanto al hombre religioso para guardar el silencio como huir de la compania de los hombres y llevar vida solitaria. Pues aquel hombre que ya se levanto sobre el estado de los hombres, no debe tener mâs consolador e interlocutor que a Dios, y, por lo mismo, debe estar solitario y callar, porque desde el momento que tiene a Dios por companero no se debe cuidar de la compania de los hom­ bres. Por esto se dice en cl capitulo 3 de los Trenos (v.28): Se scntarà el solitario y callarà, porque se Icvantarâ sobre si. Esto es, se sentarâ cl solitario, huyendo de la compania de los hombres, y callarâ, meditando en las cosas celestiales, y se levantarâ sobre si, gustando las dulzuras del cielo”. D) El silencio en las vir genes "Aunque cl sUencio es necesario a todos los religiosos para la perfecciôn de las virtudes, sin embargo, de un modo particular es necesario a las virgenes consagradas a Dios y a las siervas de Jesucristo que guarden la disci­ plina de! silencio. Pues de tal modo deberia ser prcciosa su palabra, de tal manera deberian ser poderosas en sus laLa palabra de Cristo 6 d H te 1154 EL SORDOMXT II· . IT DESP. PENT. bios, que nunca hablaran, a no ser en gran necesidad. Por esto dice San Jeronimo (cf. Epist. 1): “Sea el hablar de la virgen modesto, raro y precioso; precioso no tanto por la elocuencia como por el pudor”. Lo mismo aconseja también el Filôsofo, diciendo (cf. Sènec., Epist. 40 in fine): “Para la suma perfecciôn quiero que seas poco hablador, que hables raras veces y que hables en voz baja”. E) Medida en las palabras “Por consiguiente, habla pocas veces, poco y brevemente; habla con temor y pudor, y afin mâs, apenas ha­ bles en defensa propia. Cùbrete el rostro con el vélo del pudor, cose tus labios con el hilo de la disciplina, y tu conversaciôn sea corta, preciosa y ùtil, modesta y humil­ de. jOh sierva de Dios’, habla raras veces y poco, pues en la conversaciôn larga no faltard pecado (Prov. 10,19). Ne hables palabras ociosas, porque de toda palabra ociosa que hablaren los hombres han de dar cuenta a Dios en el dia del juicio (Mt. 12,36). “Palabra ociosa es, dice la Glo­ sa, la que se dice sin necesidad del que habla o sin utilidad del que oye”. Asi, pues, es mejor y mâs util callar que hablar, porque dice el Sabio: Alguna vez me he arrepentido de haber hablado, pero nunca de haber callado”. SECCION V. AUTO RES VA RI OS El sordomudo Cf. Divi Thomae a Villanova Opera omnia [Manilae 1883] vol.3 serm.i sobre la U. n.ft8· doin. post. Pent.) A) Nadie mâs sordo que el pecador “Nosotros somos, hermanos, los sordos, que no oimos las voces con que las criaturas celebran a nuestro Senor.” a) Las criaturas reconocen al Creador “San Gregorio dice: Todos los elementos rinden testi­ monio a su autor, todos reconocieron al Dios del cielo y, al verle nacer, le enviaron inmediatamente una estrella; reconôcele el mar, y le ofrece para sus pies camino sôlido; reconôcele la tierra, y tiembla a su muerte; reconôcele el sol, y oculta sus rayos; reconôcenle las piedras, y en su ûltimo suspiro se desgarraron; reconôcenle las sepultu­ ras, y devuelven los muertos que retenian. Reconociéronle, pues, los elementos insensibles y le proclamaron Dios, y, sin embargo, el pecador endurecido rehusa escucharle. Nada hay mâs sordo que el pecador: ni las piedras, ni los muertos, ni la misma nada. Dios muere lanzando un grito poderoso desde la cruz, y los judios no lo oyen. Las piedras, en cambio, se rompen, haciendo ellas lo que hubieran debido hacer los corazones. jOh corazôn del hom­ bre, mâs duro que las rocas! Grita el Senor dicicndo: La­ zaro, sal fuera (lo. 11,43), y un cadâver de cuatro dias sale de la tumba. En el mismo dia del juicio, los muertos oirân la voz de Dios y recibirân la vida. En el primer dîa de la creaciôn dijo: Hâgase la luz, y la luz se hizo (Gen. , 1,3) y heme aqui, Senor, contesté ella. Llamô al firmamen­ to, y éste saliô de la nada, y heme aqui, Senor, dijo él. Ordenô: Hâgase el sol, y el sol fué hecho, y desde el fon« do de la nada oyô la voz de Dios”. H 8 .1 c b .·;·<«!- fl snRnoMuno. τι r>F_sr. text. Π 56 b) El pecador, ûnico sordo “;Oh pecador!, tû eres el ûnico sordo a todas las pala­ bras de Dios, j Quien es el ciego sino mi siervo? (Is. 42,19). Dios lanza sus voces por medio de las criaturas, gnta a nuestros corazones por medio de sus inspiraciones. jOh y que gritos tan fuertes dejan oir el sol, cl firmamento y todos los seres creados! El sol dice: Dios me forrno cria­ tura bella y magnifica, yo guardo la ley que me impuso desde el principio y, obedeciendo a su sola mirada, vivifi­ co todas las cosas. El firmamento proclama: Yo cumplo su ley, todos los dias ejecuto los mismos movimientos: —Y tû, hombre, eres el ûnico que desprecias mi ley, y, sin embargo, hombre débil y frâgil, iqué puedcs sin mi?” David compara a los pecadores con dspides sordos, que cierran sus oidos para no oir la voz del encantador, po* hdbil que el encantador sea (Ps. 57,5-6,7). San Agustin, a propôsito de este salmo (cf. Enarrat, in Ps. 57,7), exp-ica la loycnda antigua sobre ciertos aspides, que aplicaban una oreja al suelo y se tapaban la otra con la cola para no oir al encantador que les llamaba. “Eso es lo que ha ocurrido des­ de el primer dia de la Iglesia. El mârtir San Esteban predicaba la verdad y encantaba a los espiritus tenebrosos para llevarles a la luz; recordâbales a Jesucristo, a quien rchusaban escuchar obstinadamente. Y iqué nos dice la Sagrada Escritura, qué nos cuenta? Tapdronse los oidos (Act. 7,5-6). iQué hicieron a continuaciôn? El martirio de este gran Santo nos lo ensena. No eran sordos, pero se volvieron voluntariamente sordos. No abrian los oidos de su corazôn, y, sin embargo, el poder de las palabras, precipitandose por los oidos de la carne, llcgaba hasta los oidos del corazôn para hacer alii violencia, y por eso olios cierran hasta Jos oidos carnales y se arrojan sobre las piedras. Sordos âspides, mâs duros que las piedras, con las cuales apedrean al encantador. Y lo que decimos del sordo debemos aplicarselo al mudo, porque, lo mismo que somos sordos, somos también mudos para dar gracias a Dios y alabarle. Es, pues, necesario que nos humillemos, que levantemos los ojos al cielo, que gimamos y euspircmos para que Dios nos abra todos los senti doe”. AUTORES VARTOS. VILLANUEVA SEC. 5. B) 1157 Todo bien hecho "Todo lo hizo bien. Un Dios no podia hacer mâs que cosas buenas, porque todo ârbol bueno produce frutoe buenos”. a) La bondad del universo "También los seres fueron crcados buenos todos ellos uno por uno; pero, tornados en conjunto y con la relaciôn a un orden general, no son sôlo buenos, sino muy buenos, por­ que esa general ordenaciôn afiade un gran esplendor a cada bondad particular. He aqui como nos lo explica la Sagrada Escritura: Dijo Dies: Sea la luz, y hubo luz, y vio ser buena la luz" (Gen. . 1,3) Y con esta forma de aprobaciôn describe cl Géncsis la crcaciôn entera. "He aqui como el Bien declara de cada uno de los scree, tornados singularmente, que eran buenos; pero iqué es lo que dice de todo su conjunto? Dios viô todas sus obras y que eran muy buenas”. b) CÔMO LA DISFRUTARAn LOS BIENAVENTURADOS "La vista de este conjunto magnifico causa a los bien­ aventurados una alegria accidentai. Nosotros no vemos ahora mâs que las vicisitudes del dia que vivimos, porque no tocamos mâs que una sola cuerda; pero cuando lleguo el dia del juicio, cuando todas las cosas aparezean en su luz, cuando se manifieste el orden y disposiciôn de todas ellas, entonces veremos en aquel conjunto todo lo que té­ nia de maravilloso la paz de los seres y la armonia de los tiempos. Imaginaos que nos encontramos en un rccinto 11eno todo él de cuadros maravillosos, pero con una oscuridad tal que nos impidiera vcrlos; enccndcd las antorchas y quedaremos sobrecogidos de admiraciôn. Lo mismo ocurre ahora; vivimos en las tinieblas, pero en aquel momento se harâ la luz, y los secretos del corazôn scrân rcvelados. Entonces conoceremos los juicios de Dios, que hoy se nos . csconden”. c) La bondad del hombre se deriva de sus obras 1. El silendo de Dios "San Ambrosio (cf. De inst. virgin., c.3) escribe una reflexion verdaderamente extrana; sôlo del hombre es de i* >v 1158 EL SORPOMUDO. II DESP. PENT. quien no se dice que Dios viera que era bueno. ^Por qué este silencio a propôsito de la mâs bella de todas las cria­ turas corporales? Porque la bondad del hombre no se de­ riva de su forma exterior, sino de sus obras, y Dios esperaba para alabarle. Pero, puesto que Dios hizo buenas todas las cosas, ^por qué no hizo al hombre impccable y glorioso? Si el juez pudiera conseguirlo, ^no haria mejor evitando la existen­ cia de los ladrones que preparando instrumentos para caetigarlos? He aqui la respuesta de Santo Tomâs: Dios ha hecho muy bien todas las cosas, pero no ha hecho que cada una de ellas fuera excelente; pudo hacerlas mejores; pero los seres no pudieron ser hechos en una condiciôn mejor si se les estudia no en si mismos, sino dentro de la armonia del conjunto total. El hombre, confîrmado en gracia o creado mejor y bienaventurado ya, hubiera sido mâs perfecto sin duda alguna; pero, sin embargo, fué me­ jor crear a un hombre pecable y en estado de via. Y esto por cuatro razones”. 2. Cuatro razones “Primero, por utilidad del hombre, para que pudiera cooperar a su propia bienaventuranza, para que fuese jus­ to no por necesidad, sino libremente, También un emperador pudiera concéder a sus hijos los honores del triunfo, pero un triunfo no merecido por la victoria no séria ni agradable ni glorioso. Para merecer los honores es nece­ sario exponerse a los azares de la guerra. En segundo lugar, es un efecto de la Sabiduria infinita, que ha ordcnado todas las cosas, puesto que nos dice Pla­ ton que es propio del sabio el ordenarlo todo. Convenia que el mal existiera en el mundo, para que, opuesto al bien, le hiciese brillar. Séria loable la virginidad si no existiera la corrupciôn? Lo negro hace resplandecer mâs lo blanco, y el mal, al oponerse al bien, entra él mismo dentro del orden en el sentido de que se convierte en un bien, no en si mismo, sino al obedecer las disposiciones de Dios. Suponed, por ejemplo, un lunar natural, una ligera mancha en el rostro de una mujer. En si mismo es algo feo, pero con relaciôn al conjunto dei rostro puede convertirse en algo bello.—Los buenos mùsicos emplean de vez en cuando ciertas disonancias que producen un efecto exce­ lente en el conjunto. San Agustin y Santo Tomâs (cf. SumTheol., 1 q.19 a.9. ad 2) ensenan que el mal moral no contribuye por si mismo a la perfecciôn de Dios, pero contribuye accidentalmente. Suponed que algun cortesano, celoso del rey, rompiera el asa de oro de algun vaso hermoso. El rey coloca en lugar del asa una piedra preciosa; SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE 1159 el vaso es mâs hcrmoso todavia. La rotura era indudablemente un mal, pero, por voluntad del rey, de ese mal ha resultado accidentalmente un bien. No hay ningun mal que no deba engarzarse dentro del orden, y asi ccurrirâ por el castigo, sea en este mundo o en el otro. En tercer lugar era necesario mostrar la misericordia de Dios. Y en cuarto lugar, su justicia y su severidad, que son una de las facetas de su bondad”. Π. FRAY LUIS DE LEON Todo lo ha hecho bien (Cf. Los nombres de Cristo: Cordero, en BAC, Obras completas lastellanas, 2.® ed. [Madrid 1951] p.778-787.) A) Humanidad santîsima de Cristo a) Por ser amado de Dios “Cierta cosa es que lo que Dios en sus criaturas ama y precia mâs es santidad y pureza. Porque el ser puro uno es andar ajustado con la ley que le pone Dios y con aquello que su naturaleza le pide; y eso mismo es la verdad de las cosas, decir cada uno lo que es y responder el ser con las obras. Y lo que Dios manda, eso ama; y porque de ello se contenta, lo manda; y al que es el ser mismo, ninguna cosa le es mâs agradable, o conforme a lo que con su ser responde, que es lo verdadero y lo cierto; porque lo falso y enganoso no es. Por manera que la pureza es verdad de ser y de ley, y la verdad es lo que mâs agrada al que es puro ser. Pues, si Dios se agrada mâs de la humanidad santa de Cristo, concluido queda que es mâs santa y pura que todas las criaturas y que se aventaja en esto a todas tanto cuan­ tas son y cuan grandes son las ventajas con que de Dios es amada...” b) Por su uniôn hipostAtica “Bien se ve que no tiene su grandeza medida en la vecindad que con Dios tiene, o por decir verdad, en la unidad o en el lazo estrecho de union con que Dios consigo mismo lo enlaza. Que si es mâs claro lo que al sol se avecina mâs, ;qué resplandores no tendrâ de santidad y virtud el que cr· 1160 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. estâ y cstuvo desde su principio y cstarâ para siempre lanzado y como sumido en el abismo de esa misma luz y pureza? En las otras cosas rusplandcce Dios, mas con la humanidad estâ unido personalmente; las otras llcganse a El, mas ésta tiéncla lanzada cn el seno; cn las otras reverbera este Sol, mas en esta hace un sol de su luz. En el sol, dice (Ps. 18,6), puso su morada; porque la luz de Dios puso en la humanidad de Cristo su asiento, con que quedô en puro sol transformada. Las otras ccntellean hormosas, ésta es de rcsplandor un tesoro; a las otras le adviene la pureza y ia inocencia de fuera, ésta tiene la fuente y el abismo de ella en si misma; finalmentc, las otras reciben y mendigan vir­ tud; ésta, riquisima de santidad cn si, la derrama en las otras. Y pues todo lo santo y lo inoccnte y lo puro nace de la santidad y pureza de Cristo, y cuanto de este bien las criaturas poscen es partccilla que Cristo les comumca, claro es, no solamente scr mâs santo, mâs inoccnte, mâs puro que todas juntas, sino también ser la santidad y la pureza y la inoccncia de todas, y, por la misma razôn, la fuente y el abismo de toda la pureza e inocencia". c) 1. Por ser fuente de santidad Universal principio de santidad y virtud “Cristo es universal principio de santidad y virtud—de donde nace toda la que hay en las criaturas santas—y bas­ tante para santificar todas las criadas y otras infinitas que fuese Dios continuamcnte criando. Y ni mâs ni menos es la victima y sacrificio accptable y suficiente a satisfacer por todos los pecados del mundo y de otros mundos sin nûmero. Luego fuerza es decir que ni hay grado de santi­ dad ni manera de ella que no le haya en el aima de Cristo; ni menos pecado, ni forma, ni rastro de que del todo Cristo no carczca. Y fuerza es también decir que todas las bondades, todas las perfecciones, todas las buenas maneras y gracias que se espareen y podrian esparcir cn infinitas cria­ turas que hubiese, estân ayuntadas y amontonadas y unidas sin medida ni cuenta en cl manantial de ellas, que es Cristo..." 2. Porque habia de santiflcarnos a nosotros “Que, porque habia de quitar en nosotros los hechos ma­ los que oscurccen el aima, no puede haber en El ningùn hecho desconcertado y oscuro. Y porque habia de borrar en nuestras aimas los malos deseos, no puede haber cn la suya dcsco que no fuese del cielo. Y porque reducia a orden y a buen concierto nuestra imaginaciôn varia y nuestro en- SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE LEÔN 1161 tcndimiento turbado, el suyo fué un cielo scrcno, lleno de concicrto y de luz. Y porque habia de corregir nuestra vo­ luntad malsana y enferma, era nccesario que la suya fuese una ley de justicia y salud. Y porque reducia a templanza nuestros enccndidos y furiosos sentidos, fueron nccesariamente los suyos la misma modcraciôn y templanza. Y por­ que habia de poner freno y desarraigar, finalmente, del todo nuestras malas inclinaciones, no pudo haber en El ni movimiento ni inclinaciôn que no fuese justicia. Y porque era limpicza y perdôn general del pecado primero, no hubo ni pudo haber, ni en su principio ni en su nacimiento, ni cn el discurso de sus obras y su vida, ni cn cl aima ni en sus sentidos y cuerpo, alguna culpa, ni su culpa de El ni sus reliquias y rastros. Y porque a la postre y en la nueva rcsurrccciôn de la carne la virtud eficaz de su gracia habia de hacer no pccables los hombres, forzoso fué que Cristd no sôlo careciese de toda culpa, mas que fuese desde su principio impecable...” B) Santidad del aima de Cristo "Veamos cada parte de Cristo, y veremos cômo cada una de ellas no sôlo esta bafiada cn la limpicza que digo, mas sirve para ella y la ayuda. En Cristo consideramus cuerpo y considérâmes aima; y en su aima podemos considerar lo que es en si para el cuerpo, y los dones que tiene en si por gracia de Dios, y el estar unida con la propia persona del Verbo...” La santidad de su cuerpo derivaba de haber sido formado de la purisima sangre de Maria. a) Por informar un cuerpo perfectîsimo "Y de esto mismo se ve cuanto era de su cosccha pura su aima, y de su natural inclinada a toda excelencia de Bien, que es la otra fuente de esta inocencia y limpicza, de que platicamos ahora...” "Pues si hay este respecto y condiciôn (jerârquica) en las almas (de los seres vivos), la de Cristo, fabricada de Dios para ser la del mâs perfecto cuerpo y mâs dispuesto y mâs hâbil para toda manera do bien que jamâs se compuso, forzosamente diremos que de suyo y de su naturaleza mis­ ma estâ dotada sobre todas las otras de maravillosa virtud y fuerza para toda santidad y grandeza, y que no hubo género ni especie de obras, o morales o naturales, perfec­ tas y hermosas, a que, asi como su cuerpo de Cristo era F * · ' —T* 1162 EL SORDOMUIM). 11 DESP. PENT. — hâbil, asi no fuese de suyo valerosa su aima. Y como su cuerpo estaba dispuesto y fué sujeto naturalmente apto para todo valor, asi su aima, por la natural perfecciôn y vigor que ténia, aspiré siempre a todo lo excelente y perfecto. Y como aquel cuerpo era de suyo honestisimo y templado de pureza y limpieza, asi el aima, que se crié para él, era de su cosecha esforzada a lo honesto. Y como la compostura del cuerpo era para mansedumbre dispuesta, asi el aima, de su misma hechura, era mansa y humilde. Y como el cuerpo, por el concierto de sus humores, era hecho para gravedad y mesura, asi el alma de suyo era alta y gravisima. Y como de sus calidades era hâbil el cuerpo para lo fuerte y constante, asi el aima, de su vigor natural, era hâbil para lo generoso y valiente. Y, finalmente, como el cuerpo era hecho para instrumento de todo bien, asi el aima tuvo natural habilidad para ser ejecutora de toda grande­ za; esto es, tuvo lo sumo en la perfecciôn de toda la latitud de su especie”. b) Por sus dones de gracia “Y si por su natural hechura era aquesta sacratisima aima tan alta y tan hermosa, tan vigorosa y tan buena, ^qué podremos decir de ella con lo que en ella la gracia sobrepone y ariade? Que si es condiciôn de los bienes del cielo, cualesquiera que ellos sean, mejorar aun en lo na­ tural su sujeto, y la semilla de la gracia, en la buena tie­ rra puesta, da ciento por uno, en naturales no sôlo tan corregidos, sino tan perfectos de suyo y tan santos, ^qué barâ tanta gracia? Porque ni hay virtud heroica, ni exce­ lencia divina, ni belleza del cielo, ni dones y grandezas de espiritu, ni ornamento admirable y nunca visto que no ré­ sida en su aima y no viva en ella sin medida ni tasa... Y con grande razôn puso mâs en El que juntos todos, pues eran particioneros suyos; esto es, pues habia de venir por El a ellos y habian de ser ricos de sus migajas y sobras. Porque la gracia y la virtud oivina que el aima de Cristo atesora, no sôlo era mayor en grandeza que las vir­ tudes y gracias, fundidas y hechas una, de todos los que han sido justos y son ahora y serân adelante; mas es fuente de donde manaron ellas, que no se disminuye enviândolas y que tiene manantiales tan no agotables y ricos, que en infinitos hombres mâs y en infinitos mundos que hubiese podria derramar en todos y sobre todos excelencia de vir­ tud y justicia, como un abismo verdadero de bien”. SEC. 5- c) AUTOKES VARIOS. PRAY LUIS DE LEÔN Por su 1163 uniôn personal "2Qué dire, pues, de lo que se aûade y sigue a esto, que es el lazo que con el Verbo divino tiene y la personal union que ella sola, cuando todo lo demâs faltara, es jus­ ticia y riqueza inmcnsa? Porque, ayuntândose el Verbo con aquella dichosa anima, y por ella también con el cuer­ po, asi la penetra toda y embebe en si mismo, que, con suma verdad, no solo mora Dios en El, mas es Dios aquel hombre y tiene aquella aima en si todo cuanto Dios es: su ser, su saber, su bondad, su poder. Y no solamente en si lo tiene, mas tan enlazado y tan cstrechamente unido consigo mismo, que ni puede desprcnderse de El o desenlazarse, ni es posible que, mientras de El presa estuviere o con El unida en la manera que digo, no viva y se conserve en suma perfecciôn de justicia. Que como el hierro que la fragua enciende, penetrado y poscido del fuego, y que parece otro fuego, siempre que estâ en la hornaza es y parece asi; y, si de ella no pudiese salir, no tendria, ni tener podria, ni otro parecer ni otro ser, asi, lanzada toda aquella feliz humanidad y sumida en el abismo de Dios, y poseida enteramente y penetrada por todos sus poros de aquel fue­ go divino, y firmado con no mudable ley que ha de ser asi siempre, es un hombre que es Dios, y un hombre que serâ Dios cuanto Dios fuere, y cuanto estâ lejos de no lo ser, tanto estâ apartada de no tener en su aima toda inocencia y rectitud y justicia. Que como ella es medianera entre Dios y su cuerpo, porque con él se ayunta Dios por medio del aima, y como los medios comunican siempre con los extremos y tienen algo de la naturaleza de ambos, por eso la aima de Cristo, que, como forma de la carne, dice con ella y se le avecina y allega, como mente criada para unirse y enlazarse con Dios y para recibir en si y derivar de si en su cuerpo, asi natural como mistico, los influjos de la divinidad, fué necesario que se asemejase a Dios y se levantase en bondad y justicia mâs ella sola que juntas las criaturas, y convino que fuese un espejo de bien, y un dechado de aquella suma bondad, y un sol cncendido y Ue­ no de aquel sol de justicia, y una luz de luz y un resplandor de resplandor, y un piélago de bellezas cebado de un abismo bellisimo. * 1164 FL SORPOMUDO. IT PESP. PENT. in. FRAY LUIS DE GRANADA Doctrîna y virtudes (Cf. .4 diciones al 'Memorial de la vida crlsllana* [ed. Justo Cuer vo, Madrid 1907] t.4 p.354-362 : BAC, Übra selecta, P.782-7S8.) A) a) Excelencia de la doctrina de Cristo Aprecio que debemos hacer DE ELLA “Esto se ha dicho gcncralmente de la vida de nuestro Salvador. Mas para mayor luz y conocimicnto de clla serâ bien tratar mâs en particular de la cxcclencia de su doc­ trina, de los cjemplos tan admirables de sus virtudes y de los trabajos de su vida santisima. Cuanto a lo primero, una de las considcraciones mâs cotidianas del verdadero cristiano habia de ser la ley de Dios y la doctrina de sus santos mandamientos. Por donde, entre las alabanzas del varôn justo, una de las prin­ cipales es que pensarâ en la ley del Senor dia y noche. Y cl profeta David, en sus Salmos, a cada paso se gloria del amor que tenia a esta ley, y como todo cl dia tenia el pensamiento en ella, y como esta considcraciôn le era mâs dulce que el panai y la miel (Ps. 18,10). Pues si tan dulce cosa era a este santo considcrar las palabras y mandamientos de aquella antigua ley, icuanto mâs dulce serâ considcrar las de los Evangelios?... Por donde, por la cxcelencia del dador de la ley se puede conocer la cxcelcncia de la ley. Porque para este Senor se guardaba el mejor vino del convite, cl cual habia de convertir el agua fria de la ley en dulce y precioso vino del Evangelio...” b) Perfecciôn de la doctrina de Cristo “El Autor de la gracia primero diô al mundo, cuando estaba groscro y rudo, una ley por la mayor parte corporai, y, después de informado ya con ésta, le diô ley espiritual.. Y, por tanto, cl que ha pasado por la Icy al Evangelio, el que dcsea y suspira por la perfccciôn de la vida crisliana..., ponga los ojos en este espejo del Evangelio en todos los conscjos y palabras de Cristo... Y no es mencster para esto gastar mucho ticmpo ni re- SEC. 5. AUTORES VARTOS. GRANADA 1165 volver mucho los libros, porque en solas ocho palabras do San Mateo esta sumada muy gran parte de esta perfccciôn. Si no, pârate a considcrar atentamente aquellas ocho bicnavcnturanzas de Cristo (Mt. 5,3): aquella pobreza vo­ luntaria, que de un golpe corta la raiz de todos los pccados, y cuidados, y trabajos, y negocios dei mundo, que es la codicia; aquella mansedumbre de cordcro, que excusa to­ dos los odios e iras y contiendas de los pobres; aquellas piadosas lâgrimas con que el aima es otra vcz bautizada, refrigerada y regada para que dé frutos de vida eterna; aquella hambre y sed de justicia que son las primicias de la gracia y las flores que prcccdcn al fruto de las virtudes; aquella misericordia que, proveyendo a las necesidades ajenas, remedia las suyas y asegura para el tiempo del mencster la divina misericordia; aquella limpieza de corazôn donde rcsplandecen los rayos de la divina luz como en un espejo muy claro; aquella paz y concordia con todos, que hacc al hombre hijo de Dios e imitador de aquella infinita bondad y caridad para con los hombres; y, sobre todo, aquella paciencia y alcgria en las tribulaciones y pcrsccucioncs, la cual levanta al hombre sobre .las estrellas del ciclo y le constituye en aquella région de paz y tranquilidad adonde no llegan las peregrinas impresiones y nublados de este siglo tem­ pestuoso y de donde ve como debajo de sus pies todas las nieblas y torbellinos dei mundo”. c) Alteza DE SUS CONSEJOS "Mira después de esto la alteza de los consejos que estân repartidos por todo cl cucrpo del Evangelio...” Tal es el conscjo de vender todas las cosas y darlas por amor de Dios, para tcnerlas seguras en el cielo; el conscjo de la castidad, que es imitadora de la pureza de los angeles y de aqucllos bienaventurados moradores del cielo; el conscjo de no plcitcar ni defender la capa por términos de justicia, por no perder la caridad con el prôjimo y la paz de la concicncia; el conscjo de no resistir a los malos y persoguidores, sino estar aparejado para darle un carrillo al que nos hiere en el otro; el conscjo de hacer bien a los que mal nos hacen y decir bien de los que dicen mal y rogar por cllos, que es como un traslado de aquella infinita bondad y largueza de Dios, °’ cual hace salir su sol sobro buenos y malos y llueve sobre justos y pecadorcs; el consejo de la continua y perpetua oraciôn, dei nunca jurar ni por un cabcllo de la cabcza, y de negar a si mismo y su propia voluntad, y tomar su cruz cada dia, y seguir a Cristo, ; * c 2. ■ 1166 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. y dejar padre y madré y todas las cosas y a si mismo por su amor... Esta es, pues, la perfecciôn de la vida evangélica que trajo al mundo el Hijo de Dios, de la tierra de donde vino, que fera el cielo”. B) Excelencia de sus virtudes y trabajos “Y por que no pienses que esto es sôlo decir y no hacer, considera luego cuanto mâs resplandecen estas mismas vir­ tudes en los ejemplos que en las palabras del Salvador”. a) POBREZA Y HUMILDAD “Si no, dime: iQué tan pobre fué aquel que naciô en un establo, y fué reclinado en un pesebre, y pudo con verdad decir aquellas palabras (Mt. 8,20) : Las raposas tienen cuevas y las aves del aire nidos, y el Hijo del hombre no tiene sobre Que reclinar su cabeza? Pues iqué mayor po­ breza que ser mâs pobre que los pâjaros y que los anima­ les dei campo? Y si por esta pobreza de espiritu se entiende, como al­ gunos autores entienden, la humildad, ^quién mâs humilde que aquel que, siendo Dios y Senor de los ângeles, vino a decir aquellas palabras (Ps. 21,7): Yo soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y desecho del mundo?” b) Lâgrimas, hambre y misericordia “^Quién derramô mâs lâgrimas que aquel que se obligô a llorar y entristecerse por todos los pecados del mundo? iQuién tuvp mayor hambre y sed de justicia que aquel que, por poner esta justicia en la tierra, echo tantos cami­ nos, padcciô tantos trabajos, sufriô tantas contradicciones y derramô toda su sangre en una cruz? iQuién tuvo mayor hambre y sed de justicia que aquel que ni con todas las aguas de la pasiôn pudo apagar esa sed, cuyas entranas estaban abrasadas con el deseo y celo de la honra de Dios y de la hermosura de su casa? ^Quién mâs misericordioso que aquel a quien la misericordia hizo tomar sobre si todas las miserias de los hombres para que por este medio fuesen todos libres de ellas?...” SEC. 5. C) AUTORES VARIOS. GRANADA 1167 LlMPIEZA, PAZ Y PERSECUCIÔN '7Qué tan limpio fué aquel que, recibiendo en si las deudas y manchas de todos los pecados del mundo, quedô tan limpio y tan hermoso como estaba antes? '7Qué tan pacifico fué aquel que sôlo hizo paz entre cielos y tierra (Col. 1,20), entre Dios y los hombres, entre judios y gentiles, quebrando las iras todas y furias de to­ das estas enemistades en su propia carne? IQué tanto padeciô por la justicia aquel cuya muerte y cuya vida fué toda una perpetua cruz por la obediencia y por la gloria del Padre y por la predicaciôn de su doctrina?” d) Caridad y obediencia “Pues iqué diré de aquella su ardentîsima caridad, de aquella perfectisima obediencia hasta la muerte, de aquella fidelidad para con el Padre, de aquel amor para con los prôjimos, y de aquella paciencia inexpugnable en los tra­ bajos, y de aquella tan encendida sed y deseo de la gloria de Dios y de la salud de los hombres?... iQué de caminos echo para esto, qué de ayunos, qué de peregrinaciones, caminando de castillo en castillo, de ciudad en ciudad, de provincia en provincia! 4Qué aldea hubo tan pobre que no quedase honrada y esclarecida con su presencia, y donde no amaneciese este nuevo Sol de jus­ ticia, y donde no dejase rastro y memoria de sus virtudes? Pues icuântas necesidades padeceria en estos caminos, cuânta pobreza, cuântas contradicciones, cuântas injurias, cuânta sed, hambre, frio y calor, con todo lo demâs que en los caminos suelen los pobres caminantes padecer!” C) Espejo y medicina “He aqui, pues, îoh aima mia!, un espejo en que te puedes mirar y una medicina eficacîsima con que puedas curar tus llagas, que es la vida y ejemplos del Salvador. Para todo, pues, tenemos aparejo en este tan hermoso retablo. Aqui tenemos qué mirar, y qué imitar, y qué llorar, y con qué alegrarnos, y de qué maravillarnos, y con qué consolarnos, y con qué curar nuestras llagas, y con qué provocarnos a amar a aquel que tanto nos amô y tantas maneras de trabajos por nuestra causa padeciô”. 1168 EL SORDOMUnO. II DESP. PENT· IV. P. ALONSO RODRIGUEZ Guarda en el hablar (Cf. Ejercldo de perjccciân, p.2.a tr.a c.8 7.* ed. Apost. de la Prensa, Aladrid 1950.) A ) Discrecion en el hablar a) Ensenanza de la Escritura y doctrina de los Padres “Poned, Senor, guarda a mi boca y una puerta con que se cierren mis labios (Ps. 140,3). Los bienaventurados san­ tos y doctores de la Iglesia Ambrosio y Gregorio, tratando de los muchos males y daôos que se siguen de la lengua, de que esta llena la Sagrada Escritura, especialmcnte los Sapiencialcs, y encomendândonos mucho la guarda del silen­ cio para que nos Jibremos de tantos darios y peligros, dicen: Pues ^qué queréis que hagamos? ^Habemos de ser mudos? No queremos decir esto, dicen estos santos, porque la vir­ tud del silencio no estâ en no hablar. Asi como la virtud de la templanza no estâ en no corner, sino en corner cuando es menestor y lo que es menester, y en lo demâs abstenerse, asi la virtud del silencio no estâ en no hablar, sino en saber callar a su tiempo y en saber hablar a su tiempo. Y traen para esto aquello del Eclesiastés: Hay tiempo de callar y tiempo de hablar (Eccl. 3,7). Y asî es menester mucha dis­ crecion para acertar a hacer cada cosa de éstas a su tiempo; porque, asi como es falta hablar cuando no conviene, asî también lo es dejar uno de hablar cuando deberia hablar. Estas dos cosas dicen estos santos que nos diô a entender el profeta en 1ns palabras propuestas:Poned, Senor, guarda a mi boca. iQué guarda pedis, santo profeta? Una puerta con que se cierren mis labios... Son menester tantas circunstancias y condiciones para hablar sin errar, que con razôn terne el Sabio perderse por la lengua, y pide esta discrecion para saber cerrar y abrir la boca cuando conviene; porque una sola circunstancia que faite basta para errar, y para que el hablar sea acertado y bueno es menester que concurran todas las circunstancias, sin faltnr ninguna. Esta diferencia hay del bien al mal y de la virtud al vicio: que para la virtud es menester que concu­ rran todas las circunstancias sin faltar ninguna, y para el vicio basta una sola que faite". SFC. 5. AUTORES VARIOS. ALONSO RODRÎGUEZ b) Circunstancias necesarias 11G9 para el hablar bien “Las circunstancias que son necesarias para hablar bien, pénenlas comûnmcnte los Santos Basilio, Ambrosio, Ber­ nardo y otros”. 1. Mirar lo que se ha de hablar “La primera y principal es mirar primero muy bien lo que se ha de hablar, y la misma naturaleza nos da bien a entender el rccato grande que habemos de tener en esto, pues asi guardô y escondiô la lengua, no solamente con una puer­ ta y cerradura, sino con dos, primero con los dientes y des­ pues con los labios; muro y antemuro puso a la lengua, no habiendo puesto a los oidos guarda ni cerradura alguna, para que por ahi entendamos la dificultad y rccato que habemos de toner en el hablar y la prontitud y facilidad en el oir, conforme a aquello del apôstol Santiago: Sea todo hombre presto y fâcil para oir y tardo para hablar (lac. 1,19)”... Y asi este es el primer aviso que da San Agustin para hablar bien: La palabra primero ha de ir a la lima que a la lengua; primero se ha de registrar alla dentro en el corazôn y limarse con la régla de la razôn que saïga por la boca”... San Cipriano dice que asi como el hombre sobrio y templado ninguna cosa echa en su estômago sin que primero lo masque bien, asi el hombre prudente y discreto ninguna pa­ labra echa de la boca sin que primero la rumie muy bien en su corazôn, porque de las palabras no bien pesadas ni pensadas se suelen levantar las contiendas. Otro santo (San Vi­ cente Ferrer) dice que tanta dificultad habiamos de tener en abrir la boca para hablar como en mirar la boisa para pagar. ;Qué despacio y con qué acuerdo abre el otro la boi­ sa, mirando primero muy bien si lo debe y cuânto debe! Pues de esa manera y con esa dificultad habéis de abrir la boca para hablar, mirando primero si debéis hablar y lo que debéis hablar; y no habléis mâs palabras de las que debéis, como el otro no paga mâs de lo que debe”... 2. Mirar cl fin que nos mueve a hablar “La segunda circunstancia que habemos de mirar en el hablar es el fin e intcnciôn que nos mueve a hablar. Porque no basta que las palabras scan buenas; es menester que el fin también sea bueno; porque algunos, dice San Buenaven­ tura, habian cosas buenas por parccer espirituales; otros, por venderse por agudos y bien hablados; de lo cual, lo uno es hipocresia y fingimiento, y lo otro vanidad y locura”. 1170 EL SDR DOM U DU. 11 DESP. PENT. 3. Mirar quién habia y delante de quién “Lo tercero, dice San Basilio que es menester mirar quién es el que habia y a quién y delante de quién habia. Y da aqui muy buenos documentes de cômo se han de haber los mozos delante de los viejos, y delante de los sacerdotes los que no lo son, apoyândolo todo con autoridades de la Sagrada Es­ critura (Eccli. 7,15). Es muy buena crianza y reverencia ce­ llar delante de los ancianos y delante de los sacerdotes. San Bernardo dice que los mozos callando honran a los mayores: aquélla es una manera de reverencia y reconocimiento y de darles la ventaja. Y anade una buena razôn (cf. De ord. vi­ tae et morum institut.): El silencio es un acto muy princi­ pal de la vergüenza, la cual parece muy bien en los mozos”... 4. Mirar cuândo se habia “La cuarta circunstancia, dice San Ambrosio, es mirar el tiempo en que se ha de hablar, porque una de las princi­ pales partes de la prudencia es saber decir las cosas a su tiempo. El hombre sabio y prudente callarà hasta su tiem­ po; pero el imprudente e indiscreto no guarda tiempo ni co· yuntura (Eccli. 20,7). Y del que guarda esta circunstancia de hablar a su tiempo, dice el Espiritu Santo: Manzanas de oro sobre columnas de plata es hablar lo que conviene a su tiempo (Prov. 25,11). Parece eso muy bien y da mucho con­ tento. Y, por el contrario, aunque lo que se habia sea bue­ no, si no se dice a su tiempo, desagrada. De la boca del necio, dice el Eclesiâstico (Eccli. 20,22), no es bien recibida la palabra sententiosa, porque no la dice a su tiempo. A esta circunstancia pertenece no interrumpir a nadie, que es mala crianza y poca humildad; no es buen tiempo de hablar cuan­ do el otro estâ hablando: Nient ras otro habia, no le inte­ rrumpetis, dice el Sabio (Eccli. 11,8). Esperad que acabe el otro su razôn, y entonces entraréis vos con la vuestra. A esto también se reduce lo que alli aûade: No respondetis antes que acabéis de oir lo que os dicen (ibid.)”... 5. Mirar c6n?o se habia “La quinta circunstancia que ponen los santos para ha­ blar bien, es el modo y tono de la voz... Basta que habléis de manera que los que estân cerca os puedan entender. Y si queréis decir algo al que estâ lejos, id alla y decidselo, por­ que no conviene a la modestia religiosa hablar a voces ni desde lejos... A esta circunstancia del modo de hablar dice San Bue­ naventura que pertenece también hablar con serenidad del rostro, no haciendo gestos con la boca, encogiéndose o extendiendo mucho los labios, ni mostrando seriales en los SEC. 5. AUTORES VARIOS. ALONSO RODRIGUEZ 1171 ojos 0 arrugas en la frente o en la nariz, ni meneos en la cabcza, ni hablando mucho de manos, que es lo que nos encomicnda nuestro Padre en las réglas de la modestia... Y aunque siempre es menester guardar buen modo en el hablar, pero particularmente es esto mâs necesario cuan­ do queremos amonestar o reprender, porque, si esto no se hace con buen modo, perderâse del todo el fruto de ello. Dice muy bien San Buenaventura (cf. De inform, novitior.) : El que turbado y con côlera corrige o avisa a otro, mâs pare­ ce que lo hace de impaciencia y por lastimarle que de cari­ dad y celo de aprovecharle. No se ensena la virtud con vicio, oi la paciencia con impaciencia, ni la humildad con soberbia. Mâs se edificaria y aprovecharia el otro del ejemplo de vuestra paciencia y mansedumbre que de vuestras razones. Y asi dice San Ambrosio (cf. Of fie., 1.1 c.22) : El aviso y amonestaciôn ha de ser sin aspereza y sin ofensiôn. Y traen a este proposito aquello del apôstol San Pablo: Al anciano· no le rcprendâis, sino rogadle como a padre (1 Tim. 5,1). También se reprende aqui con razôn el hablar afectadamente, con intenciôn de parecer muy discreto y bien ha­ blado. Y asi son muy reprendidos los predicadores que procuran hablar curiosa y pulidamente y hacen estudio par­ ticular de eso, con lo cual pierden el espiritu y el fruto de los sermones; dicen que el hablar ha de ser como el agua, que ningùn sabor ha de tener para que sea buena”. B) El silencio “Finalmente, son tantas las circunstancias que se requieren para hablar bien, que serâ gran maravilla no faltar en alguna de ellas; y por eso es muy buen remedio acogernos al puerto del silencio, donde con sôlo callar esta uno guardado de los muchos inconvenientes y peligros que hay en el hablar, conforme a aquello del Sabio (Prov. 21, 23): El que guarda su boca y su lengua, de angustias guar­ da su aima. Y asi decia uno de aquellos Padres antiguos: Si fuercs callado, en cualquier lugar tendrâs quietud y sosiego. Y aun alla dijo Séneca (Epist. 107): No hay cosa que asi aproveche como andar uno recogido y hablar muy poco con otro y consigc mucho. Bien célébré es aquella s ea­ tencia del santo abad Arsenio, que la solia él repetir rn uchas veces y aun cantaria, dice Surio en su historia: Muchas veces me peso de haber hablado, y ninguna de haber callado... Pues resolvâmonos de guardar muy bien nuestra len­ gua, diciendo con el profeta: Concerté y determine de guar- Li EL SOROOMITOO. IT PESP. PENT. dar mis caminos, no pecando con mi lengua (Ps. 38.2). San Ambrosio, sobre estas palabras, dice (cf. O/fic. 1.1 c.2): Unos son los caminos que habcmos de scginr, y otros los que habemos de guardar; los caminos de Dios habcmos do seguir, y los nuestros guardar, por quo no nos despenemos y perdamos por ellos cayendo en pecado; y guardurcmoslos, dice, si sabemos callar”. V. SAN ALFONSO M.a DE LIGORIO El hablar deshonesto (Cf. Scrmfin XJI para esta dominica, y, como todos tos del Santo, eencillo y practice, en BAC, Obras asccîlcas, 1.2 Ρ·553*50ο.) ■*1 "En el présenté evangelio refiere San Marcos cl mila­ gro que hizo nuestro divino Salvador curando a un hom­ bre sordo y mudo con solo tocarlc la lengua: Toco su len­ gua... y se solid la atadura (Me. 7,33-35). Pero de estas ultimas palabras no se deduce que aquel hombre fuese mudo en efecto, sino que tenia la lengua impedida y no po­ dia hablar expeditamente, por lo cual anade San Marcos que después del milagro hablaba corrcctumente (Me. 7,35). Fué, pues, necesario un milagro para desatar la lengua de este hombre y soltarle el impedimento que lenia . 4 A cuântos, empero, haria Dios un favor si les atasc la lengua para que no pudiesen hablar deshonestamente? B) Danos que causan al prôjimo las palabras torpes a) EscAndalo grave “San Agustin (cf. In. Ps. 160) Hama Satanae mediato­ res (cf. Ad Frat, in herem., s.49), medianeros de Satanâs, a los que habian deshonestamente, porque, donde no puede llcgar Satanâs con las sugestiones, llegan éstos con las pa­ labras obscenas que pronuncian. De estas lenguas malditas dice Santiago: Et lingua ignis est... inflammata a ge­ henna: Es su lengua un fuego inflamado por el infierno, con el cual abrasa cl obsceno a cuantos le escuchan (lac. 3,6)’’... Λί SEC. 5. AUTORES VARTOS. SAN ALFONSO M. DE UGORTO 1173 "El Real Profeta, hablando de la vida de los hombres so­ bre la tierra, dice (Ps. 34,16): Via illorum tenebrae et lu­ bricum: Su camino es tinieblas y lubricidad. Como si dijéramos: El hombre, mientras vive, camina entre tinieblas por un carnino resbaladizo, por lo cual estâ en peligro de cacr a cada paso si no tiene toda la cautela y no mira por donde asienta los pies, con el fin de evitar los pasos peligrosos, es decir, las ocasiones de pecar. Si en este camino, pues, tan resbaladizo, hubiese alguno que le empujase para haccrle caer, seria un milagro que no cayere en cl precipicio. Pues esto cabalmente practican los satélites del demonio que habian obscenidades. Inducen a otros al pecado mientras estân en este mundo, habitando en las tinieblas y cercados de una carne tan propensa a este vicio”... b) ESCÂNDALO EN EL QUE ΝΌ SE REPARA "Lo penr es que estas bocas infernales, que pronuncian a menudo palabras deshonestas, tienen este vicio por una bagatela, y poco se confiesan de él, pues suelcn responder, cuando cl confcsor les reprende: Yo lo digo por chanza y sin malicia. £ Conque lo dices por chanza? iDesdichado! Esas chanzas hacen reir al demonio y te harân Uorar a ti eternamentc en el infierno. Porque no sirve decir que tû lo dices por chanza y sin malicia; pues, por lo mismo que profierce esas palabrotas escandalosas y obscenas, es muy dificil que no pcqucs por obrar también; porque, como observa San Je­ ronimo, el que se deleita con las palabras no estâ lejos de las obras. Ademâs de que, cuando se habia tan escandalosamente delante de personas de ambos sexos, siempre hay en cllas delectaciôn peligrosa. Y £ no es pecado también el escândalo pûblico? Una sola palabra deshonesta que se pronuncie, es capaz de hacer caer en pecado a cuantos la oyen... En fin, esos hombres, cuya lengua no tiene freno, son la ruina del mundo. Mâs dano hace uno solo de ellos que cicn demonios del infierno, siendo asi la ruina de muchas aimas. Y no soy yo quien os lo digo, sino el Espiritu Santo, que dice: La boca lûbrica y deshonesta es causa de ruina de muchos (Prov. 26,28)... Si tuviesen présenté, cuando habian de este modo, la amenaza que les hace Dios por Ezequiel, de que les pedirâ cuenta de su pcrdiciôn: Yo he de reclamar su sangre de tu mano (Ez. 3,18), seguramente que refrenarian la lengua y no causarian la muerte dei alma a tantos inoccntes”. H 1174 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. C) Danos que causan al mismo que habla a) Le incunan al pecado de obra •‘Dicen algunos: Pero yo hablo sin malicia. A esta excusa frivola y necia he contestado ya en el punto primero: que es muy dificil que uno hable palabras deshonestas sin complacerse con las ideas que ellas suscitan en la imagination, especialmente cuando se profieren delante de muchachas y casadas jôvenes, porque regularmente résulta de ellas una secreta complacenda, que suele ser semejante a una chispa eléctrica, que abrasa cuanto toca... Al que dice libremente palabras obscenas, siempre se le presentan a la imagination aquellas mismas ideas impuras y deshonestas que nombra; y éstas suscitan la complacentia en su aima y le hacen caer, primeramente en torpes deseos y luego en las obras; y esta es la consecuencia de hablar obscenidades, aunque sea sin malicia, como suelen decir los que acostumbran a divertir a los demâs con torpezas. 4 Con­ que hablas mal sin malicia? 4 Y no hay malicia en obrar mal? 4 Y no es hablar mal hablar lo que Dios prohibe? ;Y no prohibe Dios los actos, las alusioncs y hasta los pensamien­ tos impuros? 4Como, pues, osais decir que hablâis sin ma­ licia? Decid que despreciâis la salvation de vuestra aima y los preceptos de vuestro Dios y que obedecéis al demonio”. b) Le acarrea el castigo del escândalo “Mas 4 como ha de querer Dios compadecerse de aquellos que no se compadccen de las aimas de sus prôjimos? Por esto dice Santiago: Aguarda un juicio sin misericordia al que no usô de misericordia (lac. 2,13). ;Qué compasiôn causa a las veces ver a estos habladores obscenos hablar delante de jôvenes casadas y muchachas! Y cuando mayor es la concurrencia de los oyentes, con tanto mâs calor y desenfreno suelen hablar, sin contemplar el mal que hacen ni el escândalo que dan a tantos inocentes. Porque muchas veces se hallan présentes ninos y ninas de poca edad, a quienes escandalizan sin reflexion ni miramiento... iOh Dios mio, como llorarian los ângeles custodios, si pudiesen llorar, de aquellos desgraciados muchachos que se condenan por el escândalo que le causaron las palabras des­ honestas que pronuncian en su presencia algunos hombres impuros y desalmados! Pero pedirân contra ellos terrible venganza delante de Dios. Y esto es lo que significan aque­ llas palabras de Jesucristo: Mirad que no despreciéis a aigu· SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN ALFONSO M. DF. LIGORIO 1175 nos de estos pequenitos, porque os hago saber que sus An­ geles custodies estân siempre viendo continuamente en el cielo la cara de mi Padre (Mt. 18,10). Cuidad, por tanto, hermanos mios, de guardaros, mâs que de la misma muerte, de hablar palabras deshonestas. Oid la exhortaciôn que os hace el Espiritu Santo por estas palabras (Eccli. 28,29-30): Haz una balanza para tus palcl·· bras y un freno bien ajustado para tu boca, y mira no resbales en tu hablar y sea incurable y mortal tu caida. Con las palabras: Haz una balanza, se nos exhorta a pesar bien las palabras antes de proferirlas; y con la expresiôn: Haz un freno bien ajustado para tu boca, se nos intima que cerremos la boca cuantas veces nos sentîmes tentados a pronunciar palabras deshonestas. Dios nos ha dado la lengua no para ofenderle, sino para alabarle y bendecirle (Eph. 5,3). De manera que no solamente debemos evitar las palabras obs­ cenas y las palabras equivocas, teniendo présente que los equivocos deshonestos tal vez causan mâs daûo que las pa­ labras impuras, sino también las palabras picantes o que son ajenas de las personas santas, esto es, de los cristia­ nos, de quienes habla San Pablo”. D) Exhortaciôn “Reflexionad, dice San Agustîn, que vuestras bocas son bocas de cristianos, en las que tantas veces ha entrado Je­ sucristo por medio de la santa comuniôn, y por esto debéis absteneros de proferir palabras lujuriosas, que son un vene­ no infernal (cf. Serm. 265, E. B., app.). San Pablo escribe: Vuestra conversaciôn sea siempre con agrado, sazonada con buena gracia (Col. 4,6). Es decir, mezelad en la conversa­ ciôn algunas palabras santas que muevan a los que escuchan a amar a Dios y a retraerlos de ofenderle... No nos avergoncemos de parecer discipulos de Jesucristo si no queremos que Jesucristo se avergüence de recibirnos después en el paraiso. Manifestemos a los malos que seguimos la doctrina y los preceptos de Jesucristo; confesemos que somos sus discipulos, para que El también declare que es nuestro Maestro en la otra vida, como nos lo promete en el Evangelio con estas palabras: A todo aquel que me reconozca delante de los hombres, yo también le reconoceré delante de mi Pa­ dre, que estâ en los cielos (Mt. 10,32). De esta suerte cumpliremos con su santa ley y después de esta vida mereceremos disfrutar de su compania en la eterna”. 1170 EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. ------- --- VI. . -- SAN FRANCISCO DE SALES Palabras buenas y honestas (Cf. Jntroditccidn a la vida dévala, p.3.» c.26 y 27 : BAC, Obras seleclas [Madrid 1953] t.i p.iSô-iSg.) A) Hablar de Dios a) Las palabras son indicio de las cualidades del alma “Los médîcos se hacen cargo de la enfermedad de un hombre o de su estado de salud examinando su lengua. Nues­ tras palabras son el verdadero indicio de las cualidades de nuestra aima. Por las palabras, dice el Salvador, serâs justijicado, y por las palabras serâs condenado” (Mt. 2,37). b) El que ama a Dios habla de El “Llevamos inmediatamente la mano a la parte dolorida, y la lengua, al amor que sentimos. Si amas a Dios, Filotca, hablarâs frecuentemente de El en tus conversaciones fami­ liares con los domésticos, amigos y vecinos; si, porque la boca dei justo meditarà la sabiduria y su lengua hablarà del juicio (Ps. 36,60). De la misma manera que las abejas no gustan otra cosa con su boquita que miel, tu lengua gustarâ siempre las dulzuras de Dios, y tu mayor dicha serâ deslizar entre tus labios las alabanzas y bcndiciones de su nombre, como se dice de San Francisco (cf. San Buenaven­ tura, Vida de San Francisco, 1,10), que pronunciando el nombre del Senor se chupaba y lamia los labios, como si sintiera la mayor dulzura dei mundo”. c) Se ha DE HABLAR DE DIOS CON DEVOCIÔN os cleros, sino también entre las agrupaciones de seglares catôlicos, y que nos complacemos en dejar a nuestros a mados hijos como recnerdo de nuestro ano jubilar> (Pio NI, Mens nostra, n.4 : Col. Enc. p.797)· b) PORQUE CONSTITUYEN UN ESPECIAL MEDIO PARA ALCANZAR LA SALVACIÔN ETERNA «Lo cnal hacemos con tanto mayor gusto al expirar el qnincnagésimo aniversario de nuestra primera misa, cuanto que nada nos puede ser mAs grato qne recordar las celesttaies gracias e inefables consolaciones qne mnchas veces hemos experimenlado al hacer los ejercicios espirituales ; con cuya prActica asidna hemos marcado, como con otros tantos jalones, las distintas etapas de nuestra vida sacerdotal, v hemos sacado luz y alientos para conocer y cumplir el divino heneplAcito. Nada nos es mA* grato, finalmente, qne recordar ctiAnto en tndo el transcnrso de nuestro minis­ terio sacerdotal trahajamos por instrnir a los prôjimns en las cosas del cielo por medio de los mismos ejercicios, con tanto fruto y tan increflile pmvecho de las aimas, qne con razôn inzgnmos nne los ejercicios espirituales son y constitnyen nn especial medio para alcanzar la eterna salvaciôm (ibid.). ί) VlVIMOS UNA ÉPOCA DE GRANDES MALES POR LA LICEREZA E IRREFLEXIÔN DE LOS HOMBRES •Y, en verdad, venerable* hermanos, qne, si se considérât», siqniera sea de pnso, los tiempos en qne vivimos, se ver.A por mAs de una razôn la importancia, utilidad y oportunidad de los santos SPC. 6. TEXTOS rOXTIFTCTOS 1181 retiras. La mâs grave enfennedad que aflige nuestra época, y fuen­ te fecunda de los males que toda persona sensata lamenta, es la ligereza e irrellexiôii, que lleva exiravitidos a los hombres. De aqui la distpaciôn continua y vehemenie en las cosas exteriores ; de aqui la insaciable codicia de riquezas y placeres, que |m>co a poco débilita y exlingue en las aimas el deseô de bienes mâs elevados, y de tal manera las enreda eu las cosas exteriores y transitorias que no las déjà levan tarse a la consideraciôn de las verdades elrrnas, ni de las leves divinas, ni aim del mismo Dios, ùnico principio y fin de todo el universo creudo ; el cual, no obstante, pur su infinita bondad y misericordia, en nuestros mismos dias y a pesar de la corrupciôn de costumbres, que todo lo invade, no déjà de atracr a los hombres hacia si cou abuudaniisimas gra­ cias» (ibid., 5 : Col. Eue.,, p.797). d) Los EJERCICIOS ESPIRITUALES SON UN ALIVIO PARA ESTA ENFERMEDAD «Pues para curar esta enfennedad, que tan recîamente aflige hoy a los hombres, qtié remedio y qué alivio mejor ]x>driamo3 pro|>oner que invitar al piadoso reliro de los ejercicios espiritua­ les a estas aimas débiles y descuidadas de las cosas eternas? Y, ciertamente, aunque los ejercicios espirituales no fuesen mâs que un corto reliro de algunos dias, durante los cuales el hombre, apartado del trato ordinario de los demâs y de la barahunda de inquietudes, halla oporlunidad, no para emplear este tiempo eu una quietud ociosa, sino para meditar en los gravUimos problemns que siempre han preocupudo profundamente al género humano, los problemas de su origen y de su fin, de dônde viene el hombre y adônde va ; aunque sôlo esto fuesen los ejercicios espirituales, nadie déjà r fa de ver que de ellos pueden sacarse no pequeùos provechos» (ibid.). e) Son necesarios los ejercicios espirituales para instaLAR EN LAS ALMAS LA VERDADERA PIEDAD •Orientad, pues, vuestra actividad de modo particular para que muchisimos fieles, no sôlo dei clero, sino también seglarcs, y especialmente los pertenecientes a las sociedades religiosas y a las ramas de la Acciôn Catôlica, tomen parte en los retires men-males y en los ejercicios espirituales realizados en determinâdos dias para fomentar la piedad Como hemos dicho anteriormente, estos ejercicios espirituales son ulilîsimos e incluso ncccsnrios para instalar en las aimas la verdadera piedad y para aymlarlas en la santidad, de modo que puedan oblener de la sagrada liturgia beneficios mâs eficaces y abundantes» (Pio XII, Mediator DcL V) de noviembre de 1947). LL SORDOMUDO. 11 DESP. PEN Γ. 1182 B) Fuerza admirable de los ejercicios espirituales a) Pero sirven para mucho mâs, porque con ellos el ALMA SE ELEVA A SU NATIVA NOBLEZA Y EXCELENCIA «Pero todavia sirven para mucho mâs. Porque 4! obligar al hornbre al trabajo interior de examiner mâs ateûiamente sus pensamientos, palabras y acciones, considerândolo todo con mayor diligencia y penctraciôn, es admirable cuûnto ayudan a las huma­ nas facultades; de suerte que, en esta insigne palestra del espiritu, el entendimiento se acostumbra a pensar con madurez y ponderar juslamente las cosas ; la voluntad se fortalcce por extremo ; las pasiones se sujetan al dominio de la razôn ; la aelividad toda del hombre, unida a la reflexiôn, se ajusta a una norma y régla fija, y el aima, finalmente, se eleva a su nativa nobleza y excelencia, segûn lo declara con una hermosa comparaciôn cl papa San Gre­ gorio en su libro Pastoral: «La mente humana, a la manera del agua, si va encerroda, sube hacia lo alto, volviendo a la misma altura de donde baja ; pero, si se la déjà libre, se pierde, porque se derrama inûtilmente en lo nids bajo» (Pio XI, Mens nostra, 6: Col. Enc., p./oS). b) LOS ejercicios tienen un maravilloso po­ der PARA FORMAR AL HOMBRE SOBRENATURAL Y CRISTIANO, APARTÂNDOLE A LA SOLEDAD CON CRISTO De ahî que «De aqui se sigue claramente que los ejercicios espirituales tienen un maravilloso poder, asi para perfeccionar las facultades naturales del individuo como principalmente para formar al hom­ bre sobrenatural o cristiano. Ciertamente, en estos tiempos, en que el genuino sentimiento de Cristo, el espiritu sobrenatural, esencia de nuestra sanla religiôn, vive cercado de tantos estorbos e impedimentos, mientras por todas partes campen y domina el naturalisme, que debilita la firmeza de la fe y extingue las Hamas de la caridad cristiana, importa sobre toda ponderaciôn que el hombre se sustraiga a esa fascinaciôn de la vanidad que osctirece el bien ; y se esconda en aquella bienaventurada soledad, dnnde, alumbrado por celestial magisterio, aprenda a conocer el verdadero valor y precio de la vida humana, para ponerla al servicio de solo Dios ; tenga horror a la fealdad del pecado ; concilia cl santo temor de Dios ; vea claramente, como si se le rasgnsc un vélo, la vanidad de las cosas terrenas, y, excitado por los avisos y ejemplos de Aquel que es el cambto, la verdad y la vida, se despoje del hombre viejo, se niegue a si mismo, se revista de Cristo y se esfuerce por Uegar a ser varôn perfecto, por conseguir la completa medida de la edad perfecta segûn Cristo, como dire San Pahlo, y hasta procure con todas sus energias poder 61 también repetir con el mismo Apôstol (Gai. 2,20) : Yo vivo, o mâs bleu, no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en tnf» (ibid. : Col. Enc., p.yoo). • V* J.- -.-· ■■ ·'■ SEC. 6. TFXTOS POXTÎFÎCÏOS 1185 C) CONTENIENDO EN SÎ UNA FUERZA ADMIRABLE PARA PACIFI­ CAR A LOS HOMBRES Y ELEVARLOS A LA SANTIDAD DE LA VIDA «Cosas son éstns, vénérables hermanos, vcrdnderamente singu­ lares y cxcelentfsimas, que exeeden cou mucho a la naturaleza y en cuyii feliz. cotisecuciôn se Italian, y solamente en ella, el deseaneo, la felicidad, la verdadera paz, que con tanta sed apetece el alma humana, y que la sociedad actual, arrebatada por la fiebre de placeres, busca inâtilmente en los bienes inciertos y caducos, en el tumulto y agitaciôn de la vida. En cambio, vernos muy bien por experiencia que en los ejercicios espirituales hay una fuerza admirable para pacificar a los hombres y elevarlos a la santidad de la vida ; lo cual también se prueba por la larga prâctica de los siglos pasados, y quizâ mâs claramente por la de nuestros dîas, en que una multitud casi innumerable de aimas, que se han ejercitado bien en el sagrado retiro de los ejercicios, salen de ellos arraigadas en Cristo y edificadas sobre El como sobre fundamento, llenas de luz, rebosando de gozo e inundadas de aquella paz que sapera a todo sentido» (ibid. : Col. Enc., p.8oo). d) De esta PLENITUD DE VIDA CRISTIANA BROTA EL ANSIA DE GANAR ALMAS PARA CRISTO, QUE LLAMAMOS ESPÎRITU APOSTÔLICO r el cielo este valle de miserias, quiso que sus apôstoles y discipulos recibierau su ûltima formaviôn y perfecciôn en el cenâculo de Jerusalén, donde, por espacio de diez dias perseverando unAnimes en la oraciôn, se hideron dignos de recibir al Espiritu Santo. Memorable retiro, a la verdad, que bosquejô el primera los ejercicîos espiriluales, de! que la Iglesia saliô dotada de perenne vigor y pujanza, y en que, Bajo el poderosisimo patrocinio y la asislencia de la Virgen Marin, Madré de Dios, se formaron no sôlo los primeros apôstoles, sino también aquellos que justamente podriamos llamar precursores de la Acciôn Catôlica» (ibid.). c) Desde el gran retiro de Pentecostes se hizo familiab ENTRE LOS PRIMEROS CRISTIANOS LA PRÂCTICA DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES «Desde aquel dia, la prâctica de los ejcrcicios espiritualcs, si no con el nombre y método que boj se usa, por lo menos en cuanto a la cosa misma, se hizo familiar entre los primeros cristianos, como enseûa San Francisco de Sales, y de ello hay indictos ma· nilîestos en las obras de los Santos Padres. Asi, San Jerônimo e.xhortaba a la noble matrona Celandia : «Eligete un lugar con­ veniente y apartado del trâfago familiar, en el cual te refugies como en un puerto. Dedica alli tanto cstudio a la lecciôn divina, akrrnôndolo con la frecuenie oraciôn y la consideraciôn asidna de las cosas futuras, que con ese retiro compenses todas las ocupaciones dei resto del tiempo. No decimos esto para aparlarlc de los tuyos, sino qne te aconsejamos asf para que en ese retiro aprendas y médités cômo debes [lortarte con ellos· (cf. Episl. i.|8 ad Celand., 24 : l’L 22,1216). Y el coniempor.'ineo de San Jerônimo, San Pedro Crisô’.ogo, obispo de Ravena, dirigia a sus fieles esta conocidisima invitaciôn : «Hemos dado al cuerpo un aûo, conce­ damus al aima unos dias... Vivamos un poco para Dios, ya qne cl reslo del tiempo lo hemos dedicado al siglo... Suene cn nue-tros oîdos la voz. divina, no rnsordezen nuestro oido al estrépito de las cosas familiares... Asi forlalecidos, hermanos, y preparados de este modo, déclarerons la guerra al pecado..., segnros de veneçr (cf. Sa» Pedro Crisôlogo, Serm. 12 : PL 52,186)· (ibid. : Col. Enc., p.Sojt d) En EL DECURSO DE LOS SIGLOS, MIENTRAS MÂS BORRASCOSOS HAN S1DO LOS TIEMPOS, MÀS HAN SIDO LOS HOMBRES IMPULSADOS POR EL ESPÎRITU AL RETIRO «En el deenr^o de los slglns, lnr no decir necesaria) la participaciôn -de los seglares en el apostolado jerârquico. No tenemos, ciertaniente, palabras Instantes con que jxxler expresar la singular alegria que nos ha inundado al saber que casi en todas partes se han organizado tandas especiales de sentos ejercicios en que se ejercitan estos pacificos y valerosos soldados de Cristo, y principalinente ïos grupos de los jôvenes. Los cua’.es, al acudir frecuenteniente a ello> jnra estar cada vez mâs preparados y prontos para pelear las sagradas batallas del Senor, en elles no solo hallan medios para imprimir en si mâs perfectamente el sello de la vida cristiana, sino que ni ami es raro que oigan en su corazôn la secreta voz de Dios, que los llama a los sagrados ministerios y a promover la salud de las aimas, y hasta los impulsa a ejercitar plenamente el apostolado. Espléndida es, en verdad, esta aurore de bienes celestiales, a la que seguirâ y coronarâ en breve un dia pleno, con tal que la prâctica de los ejer­ cicios espirituales se propague mâs extensamente y se difmida con périma y prudencta entre las varias asociaciones de catôlicos, en especial de jôvenes» (ibid. 17 : Col. Enc., p.806). 1187 TEXTOS KtSHHCloS r E ) Que sean verdaderos el silencio y la soledad a) Para que los ejercicios den su fruto es preciso ha- CERLOS CON DILIGENCIA, NO POR RUTIN A . «Pero para que los alegres frutos que henios enumerado se sigan de los santos ejercicios, es preciso haccrlos con la debida diligen­ cia ; porque, si s61o por rutina o perezosa y negligentemente se prac­ tical! estos ejercicios, jx>co o ningtin provecho se obtendra eiertotnente de ellos» (ibid., t<) : Col. Enc., p.807). b) ALEJÂNDOSE EL HOMBRE DE LOS CUIDADOS DE CADA DIA, PORQUE EN EL SILENCIO Y SOLEDAD APROVECHA el alma «Por tanto, es preciso, ante todo, que en la soledad el alma se entregue a las sagradas meditaciones, alejando todos los cuidados y preocupaciones de la vida ordinaria ; pues, como claramente ensefia el Aureo librito De la imitaciôn de Cristo (l.i c.20), «en el si* lencio y la soledad aprovecha el alma devota» (ibid., 20: Col. Enc., c) AdemAs, no se han de abreviar DEMASIADO si se quieren OBTENER TODOS LOS BENEFICIOS QUE PROMETEN «Ademas, los ejercicios espirituales genuinos requieren que se invierta en ellos cierto espacio de tienipo. Y antique, segùn las circunstancias de las cosas y de las personas, pueden reducirse a pocos dias o extenderse a todo un nies, no se han de abreviar demasiado si se quieren obtener todos los bénéficies que proineten los ejer­ cicios. Porque, asi como la salubridad de un lugar solo favorece a la salud del cuerpo cuando se vive alii durante algùn tienipo, asi el saludab’.e arte de las sagradas meditaciones no ayuda eficazmente al alma si no se ejercita durante cierto tienipo» (ibid., 21 : Col. Enc., p.So8). d) Entre todos los métodos, el de San Ignacio lleva la PRIMACÎA, FECUNDO EN FRUTOS DE SANTIDAD DURANTE CUATRO SIGLOS «Finalmen te, interesa en sumo grado, para hacer los ejercicios espirituales debidaniente y sacar frtito de ellos, el que se practiquen con un método sabio y apropiado. Mas es cosa averiguada que, entre todos los métodos de ejercicios espirituales que muy laudablemente se fundan en los principios de la sana ascética catôlica, uno principalmente ha obtenido siempre la primacia, el cual, adornado con plenas y reiteradas aprobaciones de la Santa Sede y ensalzado con las alabanzas de varones preclaros en santidad y ciencia del espiritu, ha producido en el espacio de casi cuatro siglos grandes frutos de santidad : nos referi mos al método introducido por San Ignacio de Loyola, al que cuniple llamar espe- 1188 EL SORDO.MUDO. II OESP. PENT. cial y principal maestro de los ejercicios espirituales, cuyo «admi­ rable libro de los Ejercicios*, pequefio ciertemente en volumen, pero repleto de celestial sabiduria, desde que fué solemneuiente aprobado, alabado y recomendado por nuestro predecesor, de feliz memo­ ria, Pablo ILI, ya desde entonces, para repetir palabras empleadas en cierta ocasiôn por Nos antes de que fuésemos elevado a la Câtedra de Pedro, «sobresaliô y resplandeciô como côdigo sapientisimo y completamente universal de normas para dirigir las aimas por el camino de la salvaciôn y de la perfecciôn ; como fuente inexhausta de piedad, a la vez muy eximia y muy sôlida, y como fortisimo estimulo y peritisimo maestro para procurar la reforma de las costumbres y alcauzar la cima de la vida espiritual» (ibid., 22 : Col. Enc., p.SoS). e) Porque se acomoda a toda clase de personas, aparté DE LA EXCELENTE DOCTRINA Y UNIDAD ORGANICA DE SUS PARTES «Y, ciertemente, la excelencia de la doctrina espiritual, enteramente apartada de los peligros y errores del falso misticismo ; la admirable facilidad de acomodar estos ejercicios a cnalquiera clase y estado de personas, ya se dediquen a la contemplaciôn en los claustros, ya lleven una vida activa en négocies seculares ; la unidad orgânica de sus partes ; el orden claro y admirable con que se snceden las verdades que se meditan ; los documentes espirituales, finalmente, que, sacudido el yugo de los pecados y desterradas las enfermededes que atacan a las costumbres, llevan al hombre por las sendas seguras de la abnegaciôn y de la extirpaciôn de los malos hâbitos, a las mâs elevedas cumbres de la oraciôn y dei amor di­ vino : sin duda alguna, son taies todas estas cosas, que muestran suficiente y sobradamente la naturaleza y fuerza eficaz del método ignaciano y recomiendan elocuentemente sus ejercicios» (ibid. : Col. Enc., p.809-810). f) SON INSTRUMENTO PRECIOSÎSIMO DE RENOVACIÔN SOCIAL LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES *En primer lugar, estimen mucho y apliquen frecuentemente, para bien de sus alumnos, aquel instrumento preciosisimo de renovaciôn privada y social que son los ejercicios espirituales, como dijimos en nuestra enciclica Mens nostra. En ella hemos recordado explicitamente y recomendado con insistencia, ademâs de los ejer­ cicios para todos los seglares, los retiros, de especial utilidad para los obreros. En esa escuela del espiritu no sôlo se forman ôptimos cristianos, sino también verdaderos apôstoles para todas las condi­ ciones de la vida, inflamados en el fuego del Corazôn de Cristo. De esa escuela sa'.drân, como los apôstoles del cenâculo de Jerusalén, fortisimos en la fe, armados de une constancia invencible en medio de las persecuciones, abrasados en el celo, sin otro ideal que propa­ ger por doquiera el reino de Cristo» (Pk) XI, Quadragesimo anno, 58 : Col. Enc., p.628). SECCION MISCELANEA LITERARIA HISTORICA EL SORDOMUDO enci!la pa­ labra ephetha <> effétha, que équivale a sc abierto, y que San Mar­ cos nos ha ennservado tal y como fué pronuneiadn, sin duda por haberla oido a>i de labios de San Pedro. < La mejor lecciôn del griego os ίφψαθά, que corresponde con mâs exactitud til araineo eftah, abreviada de etpetah, imperativo it petal o et puai. Se hallo también la lecçiôn έφί3ά, que ha seguido la Vulgato (cf. Dots, Gratunialik Jcs jüdisch-paléislinischcii IramSiseh, 2.' ed. 10* 5] P-2;S). IV. CEREMONIAS LITURGICAS: EFETACION El voceblo arameo del Evangelio de San Marcos ha ventdo a nombrar una ceremonia litûrgica del sacramento del bautismo, inspirada en un milagro de la curaciôn de! sordomudo. Después del tercer exorcismo, o exorcismo solemne, y antes de la renuncia a Satanas, el sacerdote procede a la Hamada «efetaciôn». Para ello moja el dedo en su propia saliva y toca primero los oidos del niiio, diciendo : Ephcta, que significa 1 brios. Luego toco con los mismos dedos la nariz de! neôfito v anade : u olfato interior, para que percilxi el olor de Cristo. Λ este propésito dice Prat : «Todos los milagros de Cristo son acetones teândricas, es decir, operationes en que se encuentran las dos naturaleza* : la divinidad, procurando la omnipotencia, sin loque el milagro séria imposible, y la humanidad, prestando su concurso activo, a la manera de un instrumento, por una oraciôn, una pala­ bra de mando o un gesto >imbôlico. Pero la curaciôn del sordomudo de la Decâpolis tiene como nota especial, que en traita de alguna ma­ nera un carâcter sacramental, las palabras que responden a los ges­ tos, y los dos combinados producen el favor que simbolizan. He aqui por qué la Iglesia incluye estos rites en la colaciôn del Ixintismo. El estado del hombre sin bautismo, no es comparable al del sordomudo de! Evangeîio? Λ1 trazar con su dedo hûmedo de saliva el sig­ no de la cruz sobre los oîdos y la boca del neôfito, al pronunciar la palabra sacramental effetha, el sacerdote le dispone a oir y a confesar las rerdades sobrenaturales» (cf. Ferdinand Prat, Jésus Christ, sa vie. sa doctrine, son oeuvre [Paris 1933] t.i p.420). MlStHÂ.M-K V. HISTORICA V I.ITER ARI \ 1191 LA GLOSOLALIA DE SAN VICENTE FERRER • Tafubién predicarâ en las igloias, en las plazas, ante el abigarrado pueblo que afltiye sin césar al gran puerto de todas las orillas tli-1 niar azul, de todas las ciudades del continente. Italianos, sardos y griegos, franceses del sur y del norte, iberos, teutones y hùngaros, bretones, flamencos, ingleses y suizos, armenios y judios, todas las razas se dan cita aqui y todas las lenguas se encuentran. Cada cual no habia y no entiende mas que la suya... Pero jqué importa! Se agolpan para ver al iluslre predicador, si no es para escucharle... V todos le entienden a un tiempo. Parece, en cfecto, que fué en Génova, en el curso de su misiôn del aûo 1406, cuando se tuvo concienda dei prodigio, del don maravilloso, anadido a otros machos, que habia recibido A’icente Ferrer. Sin duda debian de haberse dado cuenta antes, desde el dia en que un extranjero que habia de convertir.se se mezclô a su auditorio ; jamas perdiô el cielo ocasiôn de hacer fructificar su voz. Como los apôstoles el mediodia de Pentecostés, que saltaron fuera dei cenacu­ lo, donde las lenguas de fuego acababan de alumbrar sus intehgencias y sus corazones, analogamente, en el mismo grado, Vicente Ferrer habia recibido el don de lenguas ; bastaba con que dijese lo que pensaba en el idioma de su infanda, de sus padres, de su pais, el anti­ guo valenciano vulgar, para que la multitud le entendiera y le comprendiera en todas las lenguas. Tal es el hecho cierto, indiscutible, atestiguado por centenaires de testigos ; con escasas y raras excep­ tiones, el que tenia oidos le oia en cl sentido pleno de la palabra... Sin duda no estâ prohibido subrayar la importancia dei gesto, de la inimica, de la «representaciôn» propiamente dicha en la elocuencia de Vicente. El estilo dialogado de sus sermones nos déjà entre­ ver al brillante «juglar», al prestigioso «comico del arte», que se afiadia al orador y al catequista. O. 11 U» SI aquella mirada pura y casta que permite contemplar al Esposo divi­ no, cuyo amor sôlo a los corazones puros se revela, y levantarse hasta la adorable Trinidad. Alli igualmente se gusta ese reposo tan activq y esa acciôn tan reposada de la conlemplaeiôn. Es la vida representada por la Sulamitis, la mâs bella de todas las hijas de Israel ; es la parte que escogiô la Magdalena, y que nadie le puede arrebatar» {cf. Frky Justo Pérfz i»f Vrbel, Jho cristiano: San Bru­ no. t.4 p.42-45). VII. CONTRA LOS PECADOS DE LA LENGUA A) Las conversaciones obscenas «Puede darse el caso de que no tenga- mâs remedio que romper definitivamente con un antiguo amigo. En algunas ocasiones serâ suficiente que no celebres sus bromas y chistes frivolos. Aunque él liable con «cliispa» de ciertas cosas, las faccione< rigidas de tu cara le darân a conocer sin equivocos tu modo de pen-ar mâs noble, le demostrarân que tû consideras pudridero al pudridero, aunque esté rociado de perfumes, y que no tienes ganas de escarbar en él. ' Otras veces podrâs decir a tu amigo con toda tranquilidad que hiere tu moral y que es muy humiliante para ti el que un amigo quiera tratar contigo de semejantes cosas. Porque realmente es asi, te ofende quien -upone que encuentras complacenda en la inmundicia. El celebre conde Esteban Ezéchenyi, refiriéndose no ya a una conversaciôn sucia, sino aun a faltas leves, escribe : aLa debilidad, la falta, es inseparable al hombre ; pero alardear de ella es el escalôn mâs bajo de la corrupciôn». Alejandro Magno, en la época de realizar sus mayoress hazanas, era modelo de pureza. Cuando, en la guerra de Asia, alguien le dirigiô por carta ciertas alusiones de doble sentido, el joven monarca exclamô indignado : <êQué cosas humiliantes puede saber de mi, ya que se atreve a escribirme de esta manera?» Tû también has de tener por insulto mâs grave que el mismo bofetôn el que alguien quiera distraerte con semejantes cosas. Dile con firmeza que tal modo de hablar hiere tus gustos senoriales y tu noble manera de pensar. Es inmensamente grande el reino del espiritu ; se cuentan por miliares los temas de que tratar, y tû cstâs dispuesto a conver­ sar de cualquier cosa mientras se prescinda de este punto, de este ûnico punto. Si, a pesar de todo, el amigo no presta atenciôn a tu adverten­ da, entonces piensa bien que un principe, vestido de blanco de pias a cabeza, nada tiene que ver con gaüanes que acarrean basura, y, por muy antigua que sea vuestra amistad, j rompe con tal amigo!... Plutarco, pagano, habla de un filôsofo que preguntô por la calle a un joven que corria presuroso : « corrompidos y se esfuerzan en «explicarte» esas cosas, yérguete con valentia. Si, joven mio ; i valor ! Algunas veces basta una mirada seria para ahogar la voz en la garganta... de qpien va escarbando en el charco de la inmoralidad ; y ya mereciô el pagano Horacio este epiteto muy poco halagador : Amica lutu sus: «Cerdo que se deleita en el cieno». De modo que no te asustes» (cf. Tihvmer Tôth, Energia y pureza. 6.ft ed. [Madrid 1946] p.110-112). B) Lecciôn a un blastema «Como pârroco de Salzano, doni Sarto (San Pio X) proeuraba por todos los medios corregir a sus feligreses dei habito de blasfemar. Pasando un dia frente a una taberna, oyô blasfemar y reconociô la voz. Seguidamente eiitrô en el recinto con aire indiferente. Al verle, todos los présentes se levanlaron y le ofrecieron de beber. Aceptô, tomô un vaso y bebiô ante aquella gente. El blasfemo se acercô con su vaso en la mano para brindar con todos. Pero el cura le increpo : «No ; no quiero chocar con tu vaso. Me daria niiedo que el mio después me desollara la boca». Y satisfedho de haber dado aquella lecciôn, saliô de la taberna» (cf. A. Meyer, Anécdotas papales [Soc. Educ. Atenas, Madrid 1954] p.147-148). VIII. EL PATRONO DE LOS SORDOMUDOS Desde que San Francisco de Sales, el glorioso obispo de Ginebra, educô personalmente con esmero y paciencia al famoso joven sordomudo Martin, hasta el punto de que logrô ensenarle a hablar, las asociaciones catôlicas francesas y suizàs que practical! con altruïsmo esta caritativa pedagogia le han venido proclamando patrono de las escuelas de sordomudos. Este patronato se ha extendido incluso en nuestra patria a partir dei siglo pasado, como lo revela la declara­ tion de la Escuela Municipal de Sordomudos de Barcelona, la cual ha editado una estampa, debida a la pluma de J. Vinyals, en la que con alta finalidad cristiana se présenta al santo Obispo en actitud de milagrosa redenciôn auditivo-oral de un joven. Sobre un paisaje de fondo y junto a una caprichosa construcciôn arquitectônica de carâcter decora tivo aparece el ilustre prelado en habitos episcopales. Delante de si figura un nifio en traje de pajecillo. Por un rompimiento del cielo y en una nube de luz descuella el simbolo del Espiritu Santo, cuya râfaga taumatûrgica ilumina el rostro y la boca del nino, regenerado por el celo dei patrono de lo* sordomudos. x ■ SECClOy f in. SERIE II: GUIONES HOMILETICOS SOBRE LA EPISTOLA El testimonio de San Pablo I. Doble valor. A. El testimonio de Pablo sobre la resurrection tiene un valor inapreciable desde dos puntos de vista. B. Los adversarios suelen presentar la resurrection de Cristo como un mito producido por la imagi­ nation de la primera generation cristiana. San Pablo nos demuestra que entre la muerte de Cristo y la fe en su resurrection no transcurriô el tiem­ po necesario para ello. C. Otros han recurrido a explicar la fe en la resu­ rrection como producida por el estado psicolôgico de los que pasaron como primeros testigos de. la misma. San Pablo es un testigo de valor excep­ tional desde este punto de vista (cf. supra, “Apuntes exeg.-mor.”, p.1114,4). II. Antigüedad dei testimonio de San Pablo. A. San Pablo escribe a los Corintios hacia el ano 56: a) La je. en la resurrection de Cristo es tan connîn en­ tre los fieles, a pesar de Ia repugnantia que tuvicron siempre en admitir una resurrccciôn corporal, que San Pablo no tiene por que detenerse a probarla. Se apoya en ella como en una base cierta para deducir otros dogmas (ci. supra, San Juan Crisôs­ tomo, b) p.1119, a). Luego hay que suponer que esa fe existia desde muchos anos antes. ^Cuàntos? San Pablo nos lo dira. B. En efecto, San Pablo afirma que la resurrection constituye el nùcleo central de la prédication apostôlica. “Tanto yo como ellos, esto predicamos, esto SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 1197 habéis creido”. Pero i desde cuândo lo predican? Veâmoslo. San Pablo emplea esta frase no nueva en él: “A la verdad os he transmitido lo que yo mismo he recibido” (v.3). a) b) Aunque el sentido no requière explicaciôn ulterior, sin embargo, bueno serâ observar que, en los diver­ sos lugares en que emplea las palabras griegas correspondlentes a transmitir y recibir, éstas tienen cl sentido de reciblr y transmitir enseûanzas (cf. su­ pra, cApuntes exeg.-mor.®, p.1114,3). Por lo tanto, San Pablo ensena lo que a su vcz le enseüaron a él. ^Cuândo? i. Hay una etapa en la vida de San Pablo en la que éste se dedica a aprender. • 0 2. 3- Los très primeras aûos después de su comersiôn. Primera de Ananias y después, en vida solitaria, del mismo Cristo (Gal. Dja). Terminados estos afios, acude a Jerusalén para texplorar» (informarsc del pensamiento de una persona) a Pedro, convivicndo durante quinee dias con él y Santiago. Catorce ailos mâs tarde vuelve a Jerusalén para con­ fronter su doctrina con ^.Santiago, Ccfas y Juan, que pasan por ser las columnas» (Gal. 2,9), pero y a se rejicre sôlo a la cuestiôn de la circuncisiôn y a su apostolado entre los gentiles. La doctrina esté fuera de toda comprobaciôn. Por lo tanto, cuando Pablo recibe la doctrina que después entrega él mismo es durante los très primeros afios de su conversiôn. Luego, segùn las distintas cronologias modernas, del afio i al 3 o del 3 al 6, después de resucitado el Sefior. Si cotejamos las palabras con que Pablo se refiere a la resurrecciôn con las pronunciadas por San Pedro en sus tres primeros sermones (Act. 2,32 ; 3,15 y 10,40), nos encontraremos con expresiones idénticas. Es mâs, observando que sôlo se citan las apariciones habidas ante Santiago- y San Pedro, no puede uno por menos de recordar aquellos dos interlocutores de la primera estancia de San Pa­ blo en Jerusalén (cf. supra, aApuntes exeg.-mor.», p.1114,5). Luego la resurrecciôn cristiana constituia el cen­ tro dogmatico del cristianismo al tercer ano, por lo menos, de muerto el Senor. a) b) « La predicaban los apôstoles mâs caractcrizados. La creta la cristiandad entera en la misma ciudad deicida y la profesaba con palabras casi exactas a las del que hay llamamos Slmbolo de los Apôstoles, y que en realidad ha recogido del tiempo apostôlico la mavoria de sus frases. 11 soRnoMT iK). 11 htsr 1198 III. Testimonio' psicolôgico de San Pablo. A. Al recurrir al testimonio personal de San Pablo, queremos hacer resaltar en él las condiciones psicolôgicas que lo avaloran muy especialmente. q) b> Ricciotti compara a San Pabla con cl .Titanic*, que cl a de abril de iqu zarpa como la mejor obra de la ingenio ia naval. dominando los elementos y su ruta, y de pronto tropieza con un deeberg» que lo humic. El pilota Pablo sabc muy bien adôndc va y qm( es lo que quiere, pero de pronto tropieza con Cristo. Es. tudiemos su cambio (cf. «Pablo ApôstoJ. La couversiôn>, M2 (ed. Cormier., Madrid 1950] p.2U). B. San Pablo antes de su conversion. a) Concienda segura y t ran quila dentro del judaismo. Xi la mener prcocupaciôn cristiana. i. Lo afirnia repetidas veces. 3- «Ko me crci en cl debcr de hacer mucho contra rl nombre de Jésus Xazareno* (Act. -6,9 ; discurso ante Atfripa). •Habéis oido mi conducta de otro t tempo en el judaismo, cdmo con gran furia persegnia a la Iglc· sia de Dios y la derastaba. aventajando en cl cclo Por cl judaismo a muchos coctâneos de mi naclôm (Gai. 1,13-14, donde describe su vida hasta cl momen­ to de su conversiôn) . 2. b) 1. · Cristo, pues, le sorprendc. eontrariando todas sus prcocupacioncs < intcncioncs de aauel momento. 2. · jCdmo lo conauistôt Presentândosclc en persona viio. .Isi se lo explica a Agripa (Act. 2632 ss) y lo repite en multitud de lugarcs. 2. -· Después. y como henios visto en otras epistolas, .San Pablo defiende celosamente su condiciôn de apôstol. Pues bien, para serlo, segûn el concepto de aquellos tiernpos, era necesario ser testigo presencial de Cristo resucitado, y San Pablo afirma que él es apôstol, pues lo ha visto. r. j- Convient que, de todos los varones que nos han acompaüado, uno de ellos sea testigo con .nosotros de su resitrrccciân* (Act. x.îi : clccciôn de San Ma­ tias). <éA’o soy apôstol? j.Vo hr visto a nuestro Scûor Jcsucrlsto9* fi Cor. 9,1). •El Evangelio por mi Prcdicado no es de hombre. S. SEC. GUIGNES MOMILF.TÎCOK 1199 pues yo no lo rccibi o a prend ί de los hombres, sino por rcvrlaciôn de Jesucristo» (Gai. ι,π·η, donde a contlnuaclAn narra la cscnia de Damascoj. C. San Pablo después de su conversion. Si cl estado psicolôgico de San Pablo anterior a su convcrsiôn es cl nids opuesto a todo fenômeno patolôgico c histérlco, su actividad posterior no lo puede ser menos. b) El histerismo se caractérisa, entre otras cosas, por dos: a) 1. 2. c) Por no distinguir las percepciones imaginarias de las reales. Y porque es incapaz de producir ningun esfuerzo creador y constante. Todo él se cifra en la iniaginaciôn. San Pablo, en cambio : 1. Distingue perfectamente los éxtasis de su vida, 2. a los que se refiere solo forzado por las circunstancias, de la visiôn que tuvo de Cristo, a la cual recurre innumerable» veces. San Pablo es un prodigio de lôgica, de actividad constante, de sufrimientos, etc. IV. Este es un indice del valor del testimonio de San Pablo. A. El testimonio de un enemigo de Cristo, normal por completo en su psicologia, enemigo de toda novedad opuesta a la ley y que de pronto cambia de rumbo su vida entera. B. iPor qué? Porque ha visto a Cristo resucitado. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO 2 Apostolado seglar I. Llevaban los enfermas a Jésus. A. Es muy frecuente en el Evangelio que los judios hagan con sus enfermos lo que hoy nos dice el texto que comentamos: llevarlos a Jesûs para que El los curase. a) Unas veces es la /e constante de unos hombres que introdueen al enferma par cl tccho (Le. 5,17). EL SÛR DOM U DO. II DESP. PENT. b) San Marcos nos describe râpidamente unas cscenas que recucrdan el gran milagro de la fe de nuestros dias, que hace poner en movimiento a multitudes de enfermas para acudir a un santuario, como Lourdes, o para recibir la bendiciôn del Santfsimo al paso de la Virgen peregrina de Fatima: «.Recorrieron toda aquella regiôn, y comenzaron a traer en camillas a los enfermos a donde oian que El estaba». «Y adondequiera que llegaba, en las aldeas, o en las ciudades, o en las alquerias, colocaban a los enfermos en las plazas y le rogaban que les permitiera siquiera tocar la orla de su vestido ; y cuantos le tocaban quedaban sanos» (Mc. 6,55-56). B. Apostolado horizontal. Dos clases de apostolado: a) b) Vertical, que viene de arriba abajo. T. Es el apostolado ejercido por la misma jerarquia de la Iglesia. 2. Tertuliano hace esta gradaciôn con frecuencia en sus escritos : El Padre ha enviado a Cristo ; Cris, to, a los apôstoles ; los apôstoles, a los obispos. 3. Todos estamos bajo la jurisdicciôn y bajo la ac­ ciôn santificadora de la jerarquia de Je Igleçia. Horizontal. Es el que se ejerce de hermano a her ma­ na, de seglares can seglares. Es la moderna Acciôn Catôlica organizada. 2. Es el apostolado seglar, que ha existido en todos los siglos de la Iglesia. El apostolado alumbrado ya en la actitud de aquellos judios que llevaban los enfermos a Cristo para que los curase ; no eran los apôstoles o discipulos de Cristo, eran los amigos o parieutes. C. Jesûs es el que cura. Los israclitas, al lie-car sus enfermos a Jesûs, tienen una sola obsesiôn: llegar a El y que El pueda ver a los enfermos, o al menos que ellos lleguen a tocar la orla de su vestido. b) Es ley fundamental de un verdadero apostolado conseguir que las aimas toquen a Jesûs. i. Se ha de tener suficiente conciencia de lo que es el apostolado para saber que el hombre siembra o riega, pero que Dios da el incremento (i Cor. 3,7). 2. Que la virtud qne cure procede solamente de Cris­ to, porque sôlo su nombre se nos ha dado para poder selvarnos en El. C) Para una verdadera actuaciôn apostôlica se deben te­ ner présentes dos cosas. I. Hasta que no llegan las aimas a sentir el contacto vivificante de Jesûs no se ha hecho verdadera misiôn apostôlica ; a lo mas podrîa decirse que SEC. 2. 8. GUIONES HOMH.ÉTICOS 1201 estâ iniciada ; debe terminai en ese contacto, so pena de ser estéril, Una vez que las aimas han conseguido dicho con­ tacto, no deben ser estorbadas, teniendo muy présenté el apôstol seglar que el contacto con Jesûs debe entender que lo tiene aquella aima a quien conquista, cuando a través de la acciôn sacramental ha entrado el mismo Dios en ella por la oraciôn o por una conciencia viva de su vida de gracia. II. Cômo Uevaban I08 enfermos a Jesûs. Los seglares en el Evangelio nos dan las mâs be­ llas lectiones de apostolado en los distintos mo­ dos con que Uevaban a Jesûs sus enfermos y sus conocidos. Los arrojaban a sus pies, como aparece en San Mateo (15,30). Los Padres han visto en esta escena a los pecadores, que hay que llevar a Cristo para arrojarlos a sus · pies por medio de la correcciôn, de la reprcnsiôn, del castigo, a fin de inducirlos a penitencia. b) Fué el apostolado ejercido con frecuencia por los pro­ fetas, que hablaron con duras palabras al pueblo de Israel. Aquel pueblo distraido hacia los bienes de la tierra, ingrato para su Dios, que lo gobernaba con singular providenda ; cerrado al amor y mâs sumiso ante el castigo, necesitaba ser arrojado con violencia a los pies de Dios. c) Lo ejerciô en ocasiones el dulce y misericordioso Je­ sûs. Cuando intenta reducir a los judios para combatir el pecado, que los tiene endurecidos, contra el Espiritu Santo, no cncuentra otro medio que lanzar a escribas y fariseos sus terribles anatemas. d) Lo utilizan los misioneras cuando exponen en todo su aspecto temible e hirientc el tema de las verdades eternas. Los seglares. Para ellos mâs bien es el apostolado horizontal, para con el hermano, que debe ser suave. Pero también los seglares pueden utilizar est apos­ tolado en su familia y con sus subordinados. a) Los lie van en sus camillas. a) b) Muchos de aquéllos serian llevados por sus amigos en las camillas que les habrian prestado. Con bénéficias, con limosnas, con ruegos al prôjimo. es fâcil abrirles cl camino que los conduce a Jcsucristo. Con la instruction de la palabra. a) b) Como los escribas Uevaron a los Magos a su CHCUCHtro con Cristo. Como Juan conduce a Cristo a sus propios discipulos (Mt. 11,2-5)· II. SoRlX'Ml’lH·. II ni si·. PEM 1202 E. Con el ejemplo. Como la samaritana. Es un gran ejemplo de apostolado seglar. Ha c recido râpidamente en la escuela de Cristo y del amor, y en un momento ha pasado de pecadora pùblica a ser apôstol de sus hermanos en las circunstancias mâs dificiles. F. Finalmente, el apostolado de la oraciôn. Santa Teresita del Nino Jesûs ha llevado desde su retiro del Carmelo tantas almas a Cristo, que ha mereeido ser proclamada Patrona de las Misiones. 3 Seorsum de turba I. Parâbola en acciôn. A. Ha de considerarse el milagro como una parabola en acciôn. Veamos en los hechos que relata el evan­ gelio la representacicn de una serie de ideas de un orden mâs elevado. B. Dios tiene con algunas almas una especial mise­ ricordia, como hoy la tuvo con el sordomudo. a) b) c) Ims liera a la soledad. ' K en ella les abre los oidos y los ojos internos del alma para que le oigan y le rean. K les desata la lengua para que liablcn trccto». 1. Confesando sus culpas en el tribunal de la pe­ nitencia. 2. Prorrumpiendo en himnos de gratitud y alabanza al Dios omnipotente y misericordioso. 3. Predicando a los demâs con el ejemplo de una vida rectamente cristiana. 4. Practicando el apostolado a que Dios ies llame, ya sea el apostolado general de Acciôn Catôlica, que obliga a todos los cristianos ; ya el ministe­ rio mâs alto, propio de religiosos y sacerdotes. Π. Milagro mesiânico. A. No podia faltar entre los milagros de Cristo el de dar la voz al mudo y abrir el oido al sordo. B. Estaba profetizado por Isaias en el capitulo 35: a) b) 1 Este tfuiôn tiuiles. *Se abrlrân los oidos de los sordos» (v.5). «y la lengua del mudo cantard gozo sa» (v.6). puede servir (te pl/ittai ifitrofluctorin para ejercicios csnîri- SIC. cj B. GIUONFS HOMII.ÉTIt'OS 12Ô3 ti'cndiân a Siôn cantando cantos Irhinjalcs, y la aiegria etema coronarà su /rente» c) C A veces cl mismo Dios facilita la liberation. Lo que parece y es de hecho un castigo de Dios, en ocasioncs es un castigo paternal misericordioso. 1. ‘Dios pone acilxir eu las cosas dulces para el mundo. 2. Dios pone tristeza, y sequedades, y abandono, y contradicciones, v tribulaciones, v enfermedades, y a veces durisimas aflicciones en la vida terre­ na del aima que quiere llevar a si. Taies males son bienes, porque Dios con ellos aligera la asccnsiôn de nuestro espiritu por cl monte de la solcdad cspiritual, cn cuya cambre nos espéra. La profecia de Oseas. Dificil sera hollar un texto que expresc cou tanto vigor, con tanta pasiôn, con tan altisima poesia las ideas anteriores como cl que nos ofrccc el projeta Oseas. b) El aima pecadora esta representada por una mujer infiel. Propiamcntc la mujer prostituta y sus hijos. cl simbolo de Israël. Mas se puede aplicar, como es sabido, al aima pecadora. i. El despojo. i? Dios c libre a la mujer iiifiel de op robio y de ver- a) güenza, y la aflige con tribulaciones, y lo rodca de necesidades y de tristeza. EL SO R DO MU DO. II DESP. PENT. 1204 χ· La desPoja de todos sus bienes internos. Por mejor decir, el aima pecadora se ha despojado voluntariamente de la gracia y de las virtudes; *No sea que yo la despote y, desnuda, la ponga como el dia en que nacid» (Os. 2,3). Dios no tiene misericordia con sus hijos de proslituciôn: «Y no tendré piedad de sus hijos, porque son hijos de prostituciôn» (Os. 2.4). guerra con la naturaleza. »;Vo ha querido reconocer que era yo quien le daba el trigo, cl mosto y el aceite; y la Plata, que yo prôdigamente le di, igual que el oro, se lo consagrô a Baal» (Os. 3,8). tPor eso voy a recobrar mi trijjo a su tiempo y mi mosto a su sazôn. y me tomaré ml lana y ml lino, que habian de cubrir su desnudez» (Os. 3,9). Cercarâ sus caminos : €AVs/ Impncsta por Dios mismo: cl Padre nuestro. Por nuestra solidaridad de hijos todos de un mismo Padrc. Por ser miembros del mismo cuerpo, cuyo desarrotlo nos Incumbe. Por ser cooperadorcs a la aplicaciôn de la redcnciôn. I EL SORIXXMUDO. Il DESP. PENT. 2. c) «Ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, sùplicas, acetones de gracias por todos los hombres. Esto es bueno y grato ante Dios, el cual quiere que todos los hombres seau salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (i Tint. 2,1.4). Es logico que esta obligation sea inuclio nids perentoria para con los nuis nccesitados. C. Dar gracias a Dios. El pueblo, enlusiasmado, no respetô ni aun siqulera la orden de Cristo de que se guardara silencio sobre el milagro. Prorrumpiô en alabanzas fervorosamente câlidas. b) .4 burn seguro que el sordomudo tomaba parte muy principal en ellas. c) En ejecto, el dar gracias a Dios es una obligation deri-cada. a) De la otra de glorificarle. La ntanera mâs sencilla es la de darle gracias por los innumerables bénéficies recibidos. 2. De gratitud natural, si no queremos ser objeto de los reproches que en mil ocasiones tiene que dirigir Dios al pueblo judio. 3. Del precepto divino que sanciona estas obligaciones naturales. 1. 1. · El Antiguo Testamento, sobre todo los Salmos, estân llenos de acciones de gracias. El capitulo 43 del Eclesiâstico estâ dcdicado todo él a cantar los favores recibidos de Dios. Termina diciendo: tMucho mâs diria y no acabaria, y el resumen de nuestro dis­ curso sera: tEl lo es todo...» Cuantos alabâis al Seflor alzad la voz cuanto podâis. que estâ muy por encima de vuestras alabanzas» (ibid., 51-53). 2.· El SeAor nos diô cjemplo. ·..* Los apôstoles constantem ente. tDov continuamcnte gracias a Dios por la gracia que os ha sido otorgada» (i Cor. ïvî). 4. " üno de los objetos que se propone la Iglesia en las conmemoraciones liturgicas es que demos gracias por los favores recibidos. 5. · Finalmente, por nuestro propio interis, porque la acclôn de gracias atrae otras nuevas por lo que suponc de humildad y gratitud. 5 Sordos para oîr la palabra de Dios I. Sentido espiritual del milagro. A. Los milagros de Nuestro Senor pueden conside­ rate segùn la letra y segùn el espiritu o signi­ fication espiritual. al Segun la letra, en cuanto hechos histôrlcos, son el fundamento de nuestra fe. ·> SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1209 Segun el espiritu, constituyen la norma de nuestra vida. b) B. La mudez y la sordera han eido interpretadas simbôlicamente por los Santos Padres: La mudez représenta nuestro olvido de gloriflcar a Dios. l^a sordera, el entorpecimiento del aima que no escucha la voz de Cristo. b) mismo Senor se quejô muchas veces de que los judios, oyendo materialmente, no oian con el es­ piritu. IL La sordera espiritual. A. La vida espiritual se cifra en oir la voz de Cristo y contestarle como Samuel: “Habia, que tu siervo escucha” (1 Reg. 3,9), o como San Tablo, obediente en cuanto la oye camino de Damasco. B. Pero el pecador, entontecido por el ruido de sus eentidos, termina por quedar sordo a todo lo que représente la voz de Dios, la cual suena en el desierto en cuanto a él (cf. supra, Santo TomAs de Villanueva, p.1155, A). Por eso llega el pecador a vivir totalmente olvidado de Dios (cf. ibid., p.1156, b). ΠΙ. Modos divinos de hdblarnos. A. Nos habia por medio de la creaciôn, pregonera de su poder, ciencia y gloria (of. Sap. 12). B. Nos habia por medio de los hechos visibles de su providenda : De la providenda natural, por la que se castiga el vicio y al final triunfa siempre la virtud. Por medio de los castigos, de las muertes repentinas, etc. b) Por la providenda sobrenatural, de la que constituye un ejcmplo vivo toda la historia sagrada. El libro de la Sabidurîa se dedica a dcsenvolvcr este argu­ mento a partir dei capitulo ίο. a) C. Pero el espiritualmente sordo no ve en la naturaleza sino un lugar de recreo o fuente de riquezas. a) No sc molesta en ver a Dios a través de ella. i. Cuando no llega a una insensatez mayor, de la que reprende el libro de la Sabidurîa (c.io). Porque ésta acusa de vanos a los hombres que, admirando el mundo, sin embargo adoraron como a su autor a un idolo mâs débil que éste. Pero algunos, con mayor necedad, no quieren admitir la necesidad de un autor inteligente. Ο. Iu .Vo se molesta tampoio ch leer la hisloiia de la pro­ videnda sobreuatural. ni lo sobienatiual de la liiston’a h- emociona. O. por lo monos, no Ic parecc que rece con d. D. Nos habia por medio de la Iglesia y de sus instituciones. a) Cristo se marcha a los cielos. pero nos déjà la predi­ cation y todo cuanto supone la organizacidn cclesidstica eristiana. y que va desde la doctrina ponti­ ficia hasta los buenos eiemplos recibidos a diario, pasando por las lecturas, etc. bi El sordo espiritual o no asiste a nada de esto o asis­ te e incluso aprueba. pero unas voces no pasando de la forma externa, y otras muchas. sin aplicarlo a su vida como norma. E. Por si todos estos medios externos no fueran suficientes, Dios nos habia todavia por medio de los toques de su gracia. «V bl l’or endurccido que sea u>t pecador, es doctrina catôlica que Dios no déjà de Uamarle. y no solo poi medio de cicrtos rcmordimientos, atraccion de la vir­ tud, etc., sino por medio de las ilustracioncs y mo­ tiones que su pone la gracia actual. Dios estâ conlinuamente a nuestra puerta llamando. IV. Causas de la sordera. A. Esta sordera espiritual es mucho mâs universal de lo que a primera vista parece. b) En cuanto al mundo en general, podemos deducir su sordera, como sc deduce la sordera tisica, por medio de la mudez. 1. l’ara oir a Dios no es suficiente que El sc baje a nosotros, sino que se exige que nosotros nos levantenios a El por medio de la oraciôn. 2. De quien no ora es muy dificil suponer que oign a Dios. 3. jCnântos hay que no oran nunca ? Entre los mismos piadosos. cuântas voces la palabra de Dios predicada. feida o senlida en nuestro cora­ zôn ha quedado sin rcspucsla ! B. Las causas de esta sordera consisten, por lo gene­ ral, en que nuestros oidos estân demasiado abiertos para las voces extrahas a Dios. a) Es imposible cicuchai a la vez dos voces distintas, b) y mucho mâs todavia si habian dos lengnajes di fe­ rentes. Y di/e rentes son cl habia de Dios y el griterio del mundo. El Icnguajc de la vida agradable de los senlidos v la palabra viva de la austeridad del esbiritu. (11ΊΟΝΊ S HOMII.H ROS 1211 V. El remedio. A. Dios se llevô al enfermo aparté. Separarnos del mundo. Hucer un momento de silcncio en torno a nuestra aima. Puso sus dedos en los oidos. ai Los dedos de Dios sou un simbolo escritimsllco para indicar su poder. «El dcdo de Dios estâ aqui» quiete decir que se estâ manifestando su omidpotencia. b) Ahora bien, la gracia es la mayor obra de su podet y el modo sobrenat tirai de su acciôn en nosotros. cl Pedir, pues, y dejar c.brar a la gracia es cl ïmico me­ dio para que se cure nuestra sordera. di No sc necesita nada menos que la intervention (fi­ Dios. Pero con clin contâmes siempre. aplicô su saliva. Tambitii la saliva es otro sinibolo cotiientc (Ή la Sagrada Escritura para indicar la sabiduria. b) I.a sabiduria consiste en conocer la verdad de las cosas y cual es su causa suprema. Por lo tanto, el remedio definitivo ho es otro sino cl silcncio y la soledad. Ayudados por la gracia, h cnios de convcncernos de la vanidad de lo mundano v la verdad de Dios. d) Asi estaremos dispuestos a oirle. a) r' - Ί Los sordos espirituales I. Introduction. A. Es curado un sordomudo, un hombre que nunca ha podido hacer uso de su lengua, porque jamâs ha percibido con sus oidos el sonido articulado de la voz. B. En el orden espiritual hay quienes estân sordos a la divina palabra y, por consiguiente, no pueden producir frutos. II. Quiénes son sordos espirituales. Sordos espirituales son los pecadores que no quieren escuchar a Dios cuando habia a su aima de tan diversas maneras como son las siguientes (cf. supra, Santo TomAs de Villanueva, p.1156, b): revelaciôn natural. El SORDOMUDO. Il DESP. PENT. 1212 — Dios habia por la creaciôn. Una sami trok’gïa natural llega al conocimiento de Dio$ mediante el conocimiento de las criaturas. Lo dice il sahnista: «Los cielos proclamait la gloria de Dios» (Ps. i8,j). Pero también habia de quienes «tienen ojos y no ven, tienen oidos y no oyen» (Ps. 113,6). Estos, dice San Pablo, son inexcusables en el dia del juicio. revelaciôn sobrenatu ral. Dios ha comunicado una verdad sobrenalural des­ de cl primer momento de la creaciôn del hom­ bre ; verdad sobrenatural completada por Jesu­ cristo. Esta palabra se contiene en la Sagrada Escritu­ ra, particularmente en el Nuevo Testamento y en la sagrada tradiciôn de la Iglesia (cf. supra. Ci El pecador, a medida que se va enredando en la vida de pecado y a pesar de haber recibido una >ana educaciôn cristiana, llega a hacerse sordo e insensible a la palabra de Dios, liasta el punto de que nada le hace mella ni le mueve a salir de sus graves pecados. Esto explica muchas veces que, habiendo verdades tan graves y claras en el Evangelio, los Cris­ tianos muchas veces vivan prâcticamente distanciados del cumplimiento de las obligaciones mâs fundamentales con la mayor tranquilidad aparente. I.a voz de la Iglesia. i. Gran beneficio de Cristo fué concedernos un ma­ gisterio eclesiâstico perpetuamente vivo sobre la tierra. El pobre entendimiento humano necesita un amparo y una defensa infalible de la verdad, por­ que, dadas las circunstancias normales en que se desarrolla la vida humana, las mismas verdades naturales mâs claras quedan obscurecidas, cuanto mâs los misterios estrictamente sobrenaturales. I^a voz dei magisterio eclesiâstico se manifiesta clara y potente por medio del papa, de los obispos, de los sacerdotes. 1.’ Sin embargo, son muchos los sordos a esta palabra. 2/ Ideas précisas y claras sobre un nuevo orden social que a duras Penas logran abrirse camino en la so­ ciedad cristiana, muchas veces r fetas que no les hablasen de ensas Jcsagradables. si no que les dijesen er la actividad exterior. Por esto el apôstol Santiago dice que la fe, si no tiene obras, estâ muerta en si misma (lac. 2, 14-7)· Al final de nuestra vida seremos examinados de amor, pero de un amor que ha cristalizado en obras (Mt. 25,35 ss.). D. La teologia, con Santo Tomâs, nos dira que la vida mixta es la forma mâs perfecta de vida, al hermanarse en ella la acciôn y la contemplation. a) Es lo que se ha llamado modernamente la herejia de las obras. a) Es cl que vive nuis intlmaniente recogido cn si y actuante en todas las cosas al mismo tiempo. 2. Se da entre aimas cristianas aûn no cultivadas. Es un verdadero positivismo religioso, que confia sôlo en el valor de la actividad humana para la edificaciôn del Cuerpo mistico de Cristo. c) No comprendc que haya horas diarias dedicadas exclusivamente a la oraciôn. d) Considera iniitil en la édification de la Iglesia la existencia de Ordenes religiosas exclusivamente contem­ plativas. 1225 ley de la caridad. activisme» como error teôrico. a) b) GUIGNES HOMII.ÉTICOS b) Dios ha hecho que la actividad humana sirva como elemento para el desarrollo del reino de Dios. Es el papel de la actividad apostôlica en la vida de la Iglesia. Pero las auténticas aimas apostôlicas han suspirado siempre por huir al retiro y a la soledad. V. Para hermanar la acciôn y la contemplation. Dedicar con escrupulosidad a la oraciôn el tiempo prescrito por la obediencia y preservarlo de las usurpationes que pueda haber por parte de la action. Cumplir lo que mandaba Jesûs, buscando primero el reino de Dios y su justicia, que todo lo demâs vendrâ como aûadidura (Mt. 6,33). B. Dedicar a la actividad, y especialmente a los de­ beres de estado, el tiempo, preocupaciôn y ener­ gias que exige su exacto cumplimiento. A. a) b) Nuestra actividad agrada a Dios exactamente en la medida en que es el cumplimiento de su voluntad. Dicha actividad, si no por el camino de la oraciôn, aumentarô, por el camino de la caridad y de la obli­ gation cumplida, la presencia de Dios en nosotros. EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. 1225 11 El hombre interior I. El retiro en la vida cristiano. A. Es muy recomendado por todos los maestros de la vida espiritual el retiro y la soledad (cf. supra, San Buenaventura, p.1153, C). Alguïen pudiera créer que se trata de un aspecto de la vida espiritual que no estân llama dos a realizar los scglares, que viven en el mundo. b) Mas uno de estos scglares, profesor de filosofia en la Universidad de Munich, l'on Hildebrand, deshace este modo de pensar cuando afirnia; a) 1. 2. «En el recogimiento espiritual encontramos uno de los pilares fundamentales de la vida religiosa». «El recogimiento constituée el supuesto de toda vida verdaderamente despierta y profunda y, por ello, un elemento indispensable de la transformaciôn en Jesucristo» (cf. «Nuestra transformaciôn en Cristo» [ed. Patmos] I p.154). B. El evangelio de hoy nos lo recomienda simbôlicamente. Del mismo modo que Cristo separa de la turba al sordomudo para curarlo, asi, cuando nosotros procuramos la soledad, nos disponemos primorosamente a la acciôn transformative de Cristo en nuestras aimas. b) «Le conduciré a la soledad y hablaré a su corazôm a) (Os. 2,14). H. Doble retiro. A. Al predicar la naturaleza del retiro o recogimien­ to, conviene distinguir un doble retiro. El interior, del alma o del corazôn. Se entiende que es el apartar el espiritu de las cosas temporales que a uno le rodean, de modo que aun en medio de empresas y négocias temporales se conserve interiormente despegado y solitario. b) El corporal 0 externo. Es el apartarse en lo exterior. El estar isolo», sin négocias, sin amigos, sin diversiones, etc. a) B. Ambas clases de retiro guardan estrecha relaciôn. Uno es como medio, y el otro es fin. a) El interno es el fin. En la vida cristiano de nada serviria exclusivamente el externo. Los melancôlicos y apocados suelen practicarlo con frecuencia. SEC. b) c) 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1227 No es el retiro exterior el que mâs interesa, sino el interior, el despegarse de todo para vivir cerca de Dios. El exterior es, sin embargo, excelente medio para lograrlo. III. Caracteristicaa del recogimiento interior. A. Siguiendo al profesor alemân anteriormente citado, podemos senalar las siguientes caracteristicas del retiro o soledad interior: a) b) c) Acallar la mente. Son contrarios al recogimiento : 1. El vagar constante de la mente de idea en idea por la natural asociaciôn que guardan unas con otras. 2. El bullir de ideas distintas, la agitaciôn de la imaginaciôn en sueûos e ilusiones, incapacita para la soledad. No dejarse absorber por las actividades exteriores. 1. Es claro que el hombre pendiente siempre de lo exterior, concentrada su atenciôn en una u otra actividad, no tiene disposiciôn para el recogi­ miento. 2. Quizâs no se puede decir que tenga la mente dis­ persa en mil ideas, mas tampoco que esté recogido. 3· «Un hombre que cada vez se vea arrastrado por el momento, que sin respiro pase de un trabajo en el que tiene concentrada su atenciôn a otro, que se siente siempre dominado por las leyes propias de cada tarea y se extravfe de continuo en aquéllas, que jamâs alcance una forma de verda­ dera meditaciôn por encontrarse de continuo en actividades actuales y précisas, conoce tan poco el recogimiento como aquel que pasa la vida en ensonaciones o la malbarata en juegos o charlas, aunque ciertamente el ùltimo es mucho peora (cf. Von Hildebrand, o.c., p.156). Concentrarse en Dios. Àcallar la mente y no dejarse absorber son mâs bien dispositiones previas. τ. El recogimiento interior es la elevàciôn sobre to­ das las cosas para descubrir en nosotros a Dios y penetrar en El y vivir de El. 2. Para aclararlo puede servir el hecho que obser­ vâmes diariamente. Cuando alguien ha de resol­ ver un asunto grave y serio, dice que necesita recogerse. Y recogerse para él es abstraerse, despreocuparse y dedicarse integramente al asunto en cnestiôn. 3. En el orden religioso es también abstraerse entrar dentro de un mismo para hablar con Dios, que vive cerca de nosotros, y para valorar en El todas las cosas. EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. 122S B. El recogimiento implica. a) b) ■. ■■ ■ Que tseparcmos de nuestro interior todo lo actual; que nos liberemos de toda posesiôn de las cosas de la vida; que sepamos escurrirnos de los lazos de las particulares situacioncs y las ocupaciones de la vida; que nos presentemos directamente ante Dios y nos liguemos de nuevo con el alfa y omega de nuestra existencia* (cf. Von Hildebrand, l.c., p.159). El recogimiento, por decirlo nuevamente, es un tvlvir consigo* para encontrar a Dios, como, segûn San Gregorio, lo practicaba San Benito. IV. Necesitamos recogernos. Nuestra misiôn, como criaturas de Dios, es alcanzarle y glorificarle en todas las cosas. a» bi La vida cristiana eleva, perfecciona esta fin alidad del hombre y. a la vez, proporciona medios que la faci­ litait. Mas no serâ posible realizarla con perfecciôn si no se practica el retiro. B. No es predicar un imposible a los que vivan en el mundo. El seglar puede alcanzar la verdadera soledad del co­ razôn, tal cual le hemos cxplicado, y, en cambio, pue­ de ser que no viva eu ella un religioso en su con­ vento. b) Porque el retiro o soledad interior no exigen apartarse de actividades exteriores..., ni cortar expansiones legitimas..., ni prescindir de amores humanos. c) Exige, en cambio, no dejarse dominar por ellos, mantenerse en lo mâs intimo del hombre en uniôn con Dios, verio todo y juzgarlo con su luz. d) tVivlr consigo» dentro dei mundo, llevando a cabo las empresas que uno estâ llamado a realizar. a) Esto no es solo posible; es necesario. a) Aun en lo humano, cl hombre resulta tanto mâs eficaz cuanto mâs recogido. b) Mucho mâs en lo sobrenatural, porque cl que logra recogersc se mantienc siempre vigilante, haciendo en cada momento lo que debe y como debe. V. Pràoticas de retiro. A. Tal como hemos expuesto la doctrina sobre el re­ cogimiento, vemos que es muy compatible con la actividad exterior. a) Mas para lograr tal retiro interior hace falta practicar de vez en cuando el retiro exterior, apartôndonos de diversiones, amigos, négocias, expansiones ; buscando el lugar solitario, poniéndonos en contacto con Dios nuestro Sefior. SEC. b) c) B. 8. GUIGNES HOMTLÉTICOS 1229 Esto se logra mediante la prâctica de los ejercicios espirituales y del dia de retiro. Aquéllos deben practicarse una vez al ano. El dia de retiro es convenien­ te hacerlo una vez al nies. Ciertamente que quien sea fiel a estas prâclicas alcanzarà con facilidad el vivir de Dios en la intimidad de su espiritu. San Ignacio de Loyola senala los bienes que pro­ duce en los hombres tal retiro, cuando dice en la anotaciôn vigésima dei libro de los “Ejercicios”: a) b) «Tanto mâs se aprovecharà cuanto mâs se apartare de todos, amigos y conoscidos, y de toda solicitud terrena, asi como mudândose de la casa donde moraba y tornando otra casa o camera para habitar en ella cuanto mâs secretamente pudiere... Del cual apartamiento se siguen très provechos principales, entre otros muchos» : 1. «El primero es que en apartarse hombre de mu­ chos amigos y conocidos y asimismo de muchos negocios bien ordenados, por servir y alabar a Dios nuestro Senor, no poco meresce delante su divina majestad». 2. «El segundo, estando asi apartado, no teniendo entendimiento partido en muchas cosas, mas poniendo todo cuidado en sola una, es a saber, en servir a su Criador y aprovechar su propia âniraa, usa de sus potencias naturales mâs libremente para buscar con diligencia lo que tanto desea». 3. «El tercero, cuanto mâs nuestra ânima se halle sola y apartada, se hace mâs apta para se acercar y Uegar a su Criador y Senor, y cuanto mâs asi se allega, mâs se dispone para rescibir gracias y dones de la su divina v summa bondad». San Ignacio lo dice rcfiriéndose a los ejercicios. Mas son bienes generales vinculados siempre a la soledad, que de vez en cuando debe practicar cl cristiano para Uegar al equilibria de su vida, a «ser hombre inte­ rio n>. 12 ^Ephphethà: abrios» I. La ceremonia del bautismo. A. Antiguamente, cuando el bautismo se conferia en la gran solemnidad de la vigilia pascual, uno de los escrutinios previos que en un principio se ce- Λ" 1230 EL SORDOMTDO. II PESP. PENT. lebraban en Roma estaba reservado a la mahana del Sâbado Santo. En él se haeîa el rito del “Ephphetâ”. Un sacerdote, con el dedo humede* cido en saliva, tocaba las orejas y el labio supe­ rior de cada catecûmeno mientras decia: “Ephetha quod est adaperire, in odorem suavitatis”. B. Hoy dia se conserva el mismo rito, bien que simplificado, y como una de las ceremonias del santo bautismo. Pero el sacerdote toca las narices y no el labio del bautizado. Hoy, como entonces, el rito debc su origen al nülagro que cl evangelio de hoy relata. b) La variante de tocar las narices en vez de la lengua se debc a razon es de modestia y delicadcza, que era muy conveniente guardar sobre todo en bautismos de adultos. a) C. Su significaciôn. Senalan los liturgistas que la razôn de la inclusiôn de este rito se debc a la analogia que guarda lo que en cl bautismo se confiera con lo que hizo Cristo. b) Lo que, en un orden humano, sc realizô con cl sordomudo, se rcaliza en el bautismo con cada uno de los bautizados. C) Se haeen aptos por cl bautismo para escuchar y hablar con Dios. E- "Se abrieron sus oidos y se le soltô la lengua". A. Antes del bautismo, el hombre, reo del pecado ori­ ginal, es incapaz para todo lo sobrenatural, por­ que el obrar sigue al ser. No es posible, pues, obrar sobrenaturalmente si se carece, como el que no ha sido bautizado, de la vida sobrenatural. B. Por el bautismo se infunde la gracia, que sobrenaturaliza el aima y sus potencias. Juntamente con la gracia infunde unos hâbitos o virtudes que informan las potencias sobrenaturalizadas, y que ~ son el principio de la acciôn. C. Todo queda, por tanto, sobrenaturalizado en el hombre al participar de la vida de Dios: la vida y las facultades por las que la vida se ejerce. Y toda la sobrenaturalizaciôn de la actividad la podemos ver comprendida en estas dos de hablar y oir sobrenaturalmente, conforme a la frase y al milagro del evangelio. a) El bautizado pucde Jtablar a Dios. De un modo general, mediante las virtudes infu­ sas, ya teolôgicas, ya morales, puede dirigirse a Dios con actos sobrenaturales. En particular sefialaremos : > SEC. 8. GUI Ο N ES JIOMII.ÉTICOS 1231 El llamar a Dios tAbba, Padrc», consecuencia de haber recibido el esplrltu de JUiaetôn. 2. · En el mismo esplrltu podemos pronunelar la pala­ bra santlsima de tjrsüs». 3. · Kl mismo csplrilu vient en ayuda de nuestra flaquexa, pornue nosotros no sabrmos pedir lo nue nos convient; mas el mismo Esplrltu taboga por nosotros con gemidos ine/ables» (Rom. 8,26). .).· Podemos tacercarnOs a Dios seguros y conflados» (Eph. b) 3,12). El bautizado pucde es eu char a Dios. 2. Asî comprendeinos la acciôn de los doues, que son «hâbitos sobrenaturales que nos disponen a recibir y seguir las inspirationes del Espiritu Santo...» En la vida sobrenatural se dan interventiones directas del Espiritu Santo. o 2. 3.· para acudir en auxilio de las virtudes en algunos casos graves, v. gr de tentaciones Que con una virtud ordinaria no sc pueden vencer. Ya para promover en nuestra vida obras excelentes nue sobrepujan la comûn medida. Ya Para vincularnos nids estrechamente a la vida divina, dirigiéndonos y goberndndonos El directamente. Va Los doues son como las dispositiones habituales, las disponibilidades para pertibir y seguir ta­ ies impulsos sobrenaturales directos del Espiritu. Y de aqui que los vea representados en ese «abriéronse los oidos» dei texto evangélico, pues por el bautismo se nos dan los dones para oir al Es­ piritu. ΠΙ. Renuncia y credo. A. Para completar la explication queda por examinar lo que sigue inmediatamente al rito del “Ephphetâ”. B. Abiertos ya los oidos y la lengua, el que va a ser bautizado profiere solemnemente : a) b) Primero, las renuntias, que son dichas por el padrino, como la expresiôn de la cooperaciôn que el bau­ tizado estâ dispuesto a prestar a la acciôn de la gra­ cia: uRenuncio a Satanâs, a sus pompas y a sus obras». Y luego la profesiôn de Je: tCreo en Dios Padrc, creo en Jesucristo, creo en el Espiritu Santo». IV. Actualizaciôn dei 'bautismo. A. Hoy es dia de recordar el gran beneficio de Dios del santo bautismo para agradecerle su miseri­ cordia. B. Pero también podemos actualizar lo que entonces se realizô en nosotros, al conmemorarlo con la ex­ plication del milagro del sordomudo. - - ; SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1233 El. SORDOMUDO. Il DESP. PENT j2S2 Como sordomudos espirituales nos acercamos a la misa en este domingo. Los buUicios y fragores del mundo han impcdido escuchar y hablar a Dios. h) La gracia de la misa, y mas si comulgamos, nos restituye el oido espiritual y desata nuestra lengua, haciêndonos cada dia mâs aptos para el reino de los cielos. c) El bautismo nos did la gracia. No puede esta quedar vacia en nosotros. Para hacerla fructificor aprovechémonos de la gracia eucaristica. mo, fuésemos espiritus puros, Dios nos hublera dado una naturaleza totalmente espiritual; mas, constando de aima y cuerpo y dominados por los sentidos, strvesc de éstos para despertar y excitar en nosotros el deseo de las cosas suprasensibles y elevarnos a las cosas espirituales» (cf. «Horn. 82 in Mt.» y «Ηοτη. 6o a) 13 ad popul. Antioq.»). C. Excelencia de los sacramentos. Los teôlogos y predicadores la han cantado bellamente. a) b) Los sacramentos I. Senates que dan vida. A. El que es la omnipotencia y cura a distancia, se nos présenta en el evangelio de hoy curando a un sordomudo mediante ciertas seriales exteriores, descritas también en el texto sagrado. B. El mismo que es vida, comunica a las aimas la savia divina para que puedan vivir. a) b) C) Podia haberla comunicado dire clam ente. Ha querido, no obstante, servirse de ciertas senates exteriores que la signifiquen y la den al mismo tiem­ po. Eso son los sacramentos (cf. supra, Santo Tomâs, p.1143, A, a). Asi San Agustin cuando dice: «Del costado de Cristo, perforado por la lanza en el patibulo de la cruz, salieron los sacramentos de la Iglesia» (ci. «Tract. 15 in lo.», 4,8). «Los sacramentos, exclama fray Luis de Granada, son aquellas fuentes de agua viva que saltan hasta la vida eterna, de que decia el projeta Isaias: «Cogeréis aguas con alegria de las fuentes del Salvador». Donde no dice fuente, sino fuentes, que son los siete sacra­ mentos, de donde manan siete diferencias de aguas de gracia, apropiadas al remedio de todas las numé­ ros de flaquezas y dolcncias espirituales de las ani­ mas» (cf. «Introd. al simbolo de la fe», p.3.a tr.i). Y en otro lugar: «.Los sacramentos de la ley de gra­ cia son canos por donde corre y se deriva en nuestras aimas el agua de la divina gracia, la cual, ademâs de hacer al ànima gratiosa y luminosa en los ojos de Dios, trae consigo todas las virtudes, que la esjuerzan y habilitan asi para la guarda de los divinos mandamientos como para resistir a todas las tentaciones de nuestros adversarios y enfrenar todos nuestros apefitos» (cf. «Comp. de la doc. crist.», p.2 c.io). ■ 1. Signos eficaces de la gracia. 2. Signos simbôlicos, dice el cardenal Billot, no de carâcter especulativo, sino con eficacia para pro­ duct? lo qne significan (cf. «De sacr.», I 25). III. El triple efecto. A. Los sacramentos producen todos ellos dos efectos. B. Algunos de ellos, très. II. Dios con nosotros. A. Mediante los sacramentos, Dios esta con nosotros, porque ellos nos lo comunican. B. Son los medios ordinarios y, por ende, necesarios para recibir la vida divina (cf. supra, Santo Tomâs, p.1144, c). con la particularidad de que en los de muertos la co­ munican, ya que no existia en el sujeto que las recibe, y en los de vivos, que exigen la gracia como disposiciôn, la aumentan (cf. supra, Santo Tomas, Cierto que Dios puede comunicar en todo tiempo directamente con los hombres, ilustrar su mente, mo­ ver su voluntad, enriquecer su aima con la gracia. b) No ha querido hacerlo asi. Ha querido valcrse de ciertas criaturas visibles, inferiores al hombre, para santificarlas y hacerlas, a la vez. instrumento de santificaciôn. c) Quizà por ser esto muy conforme con nuestra huma­ na naturaleza. «Si nosotros, dice San Juan Crisdsto- a) a) La gracia santificantc. Es efecto de todo sacramento, p.1147, B, b). b) La gracia sacramental. Es la especifica de cada sacramento. Anade, so­ bre la anterior, el derecho a recibir los auxilios de Dios necesarios para cumplir las obligaciones que se derivan dei sacramento recibido (cf. su­ pra, Santo TomAs, p.1148,4). 2. La explica el cardenal Billot diciendo : «Si los sacramentos son remedio para nuestra caida y cu­ raciôn de las heridas que en la caida recibimos, dicese racionalmente que la gracia sacramental anade, sobre la gracia comûn, ciertas habituales ï. iv < EL SORDOMUDO. Il DESP. PENT. 1234 disposiciones, mâs o menos reductoras de la con­ cn piscencia en sus mûltiples y variadas fatnificaciones, de tal manera que n cada sacramento le corresponde una propia y especial curaciôn» (cf. Billot, «De sacramentis®, I p.90). c) El carâcter, que solamente lo confieren el bautismo, la confirmation. y la participaciôn en cl sacerdotio de Cristo (cf. supra, Santo Tomâs, p.1149, c). IV. Independiente mente dei ministro. A. Lo mâs admirable de los sacramentos es que producen el fruto, si estân bien administrados, independientemente de la santidad o dignidad dei mi­ nistro, en virtud de la pasiôn y muerte del Senor. B. Es lo que los teôlogos expresan con la frase “ex opere operato”, a diferencia de “ex opere ope­ rantis”, con lo que se quiere significar que el fruto se debe a las disposiciones del sujeto que pone la obra. V. Frecuencia de los sacramentos. A. ;Si los cristianos conocieran el don de Dios! ;Si se dieran cuenta de la grandeza de los siete sacra­ mentos! Los mâs es cierto que no se pueden repetir; pero hay dos que pueden y deben recibirse muchas veces. b) Por desgracia, no todos los cristianos saben estiniarlos en todo su valor. Muchisimos de ellos no los reciben o lo hacen pocas veces en su vida. c) La Iglesia ha tenido que imponerlos bajo precepto para que no se olviden de ellos totalmente. a) B. Mas existen dos grandes motivos para frecuentarlos: a) El agradecimiento a Jesucristo. 1. Obrô nuestra redenciôn para que tuviésemos abierta la entrada a la felicidad. Hizo lo mâs. 2. Exige nuestra cooperaciôn para aplicarnos el fru­ to que consiguiô en la cruz... Ksta cooperaciôn es acercarnos al sacramento. 3. iNos negeremos ?... Siquiera por agradecimiento a la redenciôn y cruz de Jesucristo. b) La relaciôn con nuestra vida cristiana y perfecciôn espiritual. 1. Ni la vida espiritual ni menos la perfecciôn pue­ de existir en el aima sin la frecuencia de los sa­ cramentos. 2. Si deseamos santidad, tenemos que embriagarnos en estas fuentes saludables para ser inundados de la vida divina. SEC. 8. GUIONF.fi HOMI LETTCOS 1235 C. Cuantas veces nos sintamos débiles o enfermos, te­ nemos que acudir a Jesucristo. El se acercarâ para curarnos, como se acercô al sordomudo del Evan­ gelio, con unas senales exteriores, que son los sa­ cramentos. 14 Hacerlo todo bien I. Error comûn y general. A. Cuando los judios contemplaron el milagro, prorrumpieron en gritos de admiraciôn: “iTodo lo ha hecho bien!” b) En ejecto, obrô bien sus milagros, pero obrô bien asjmismo en todos los ados de su vida, dando ejemplo de todas las virtudes. Obrô bien en su vida oculta. Porque siempre tuvo ante sus ojos el cumplimlento de la voîuntad de su Padre. Los judios sôlo admiraban los actos maravillosos. Nosotros no caemos en el mismo error con relaciôn a Cristo, porque lo reconocemos Dios en cada momento de su vida. Pero: Solemos caer en este error al juzgar las vidas de las santos y creyendo que lo son unicamente en sus momentos extraordinarios. b) Y caemos en el mismo error al juzgar nuestras vidas, desprcciando lo pequeno y haciendo consistir la per­ fecciôn en lo que se présenta raras veces en nuestra vida. a) H. La perfecciôn en la vida corriente u ordinaria. * A. La perfecciôn consiste en santificar los actos comunes de la vida. B. Santo Tomâs hace consistir la suma de la perfec­ ciôn en someter la voîuntad a Dios, porque, como quiera que nosotros usamos de todas las criaturas mediante nuestra voîuntad, que las domina y utiliza, sometiendo a Dios la voîuntad lo hemos sometido todo. a) Ahora bien, someter a Dios la voîuntad es procurar cumplir perfectamentc y por El las obligaciones del estado en que nos ha colocado, en vez de soüar con otras ilusorlas. EL SOR 1286 ·ι·:■MVDO. II DESP. PENT. El acto perfecto de obediencia de nuestra voluntad a la de Dios consiste en ejecutar constantemcnte. cou paciencia y perfecciôn libremente determinada, estas obligaciones, que précisante nte. son mâs meritorias porque son mas costosas, y son mâs costosas porque son mâs continuas e iguales. c) En cualquier nivel social, en cualquier cargo, brillan­ te u oscuro, rigiendo la naciôn o cumpllcndo las tareas oscuras de madré de familia, cl ideal de la santidad consiste en le-petir; «Como estait atentos los ojos de la esclava a la mono de su seiïora, asî se alzan nuestros ojos a Yavé. nuestro Dios* (Ps. 122,2). h) C. Esta vida encierra en si todas las virtudes esenciales a la perfecciôn cristiana. Es vida de mortijicaciôn, como hemos indicado. Es vida de oraciôn, que convicrte en union con la voluntad divina nuestros ados mas corrientes. c) Es vida de amor, sobre todo en la miis perfecta de sus manifestationes, que consiste en adaptarse a la voluntad de! amado. a) b> D. Si ha habido santos de vida realmente extraordi­ naria en sus apostolados y ministerios, también los ha habido en los ôrdenes mâs humildes y sencillos; v. gr., San Alfonso Maria Rodriguez, portero. La Santisima Virgen, nada menos que la Ma­ dré de Dios. III. Vida sin peligros. A. Uno de los peligros mâs graves para la santidad es el de errar el camino. a) b) Nos suele inclinar al error nuestra vanidad y ambidôn, haciéndonos creer capaces de cosas grandes y convenciéndonos de que perdemos cl tiempo inutilizando nuestros talentos. También procura desviarnos de! camino indicado por Dios cl demonio. Las ilusîones que provienen de nuestra propia vanidad encuentran sn mejor corrective en la dedicaciôn al cuniplimiento de nuestro deber. Si Dios quiere realmente otra cosa de nosotros, ya moverâ a los superiores o encaminarâ nuestra vida de modo que nos encontremos en situaciôn de poder desplegar las velas. 2. Los maestros de la vida espiritual ponen gran empeno en que podamos y sepamos distinguir las tentaciones del demonio sobre este punto. X.· Satanâs suele dlsfrazarse de ângel de Itiz y apoyarse 1. en nuestra vanidad. -■* Por otra parte, nos présenta los eiemplos extraordi­ narios de los santos, aquellos que son mâs de admi­ rar que de imitarse, para que nos creamos fracasados. SEC. 3. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1237 Y asî nos lleva de la petulantia al cansancio y fracaso. B. Nada mâs seguro para rechazar estas tentaciones que el cumplimiento perfecto de nuestra obliga­ tion diaria. a) b) c) Aunque hlciéramos mllagros, sin caridad no nos servirlan de nada. Pues bien: el amor de caridad nos obliga a cumplir la voluntad actual de Dios. «Tenéis necesidad de pa­ ciencia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancéis la promesa» (Hebr. 10,36). Estas palabras de San Pablo, dlrigidas a los hebreos perseguidos, tienen aplicaciôn exacta a las virtudes sencillas. Finalmentc, para la tentaciôn de vanagloria, nada mas ut il que mirarnos empleados en tareas tan sim­ ples y decir: «Somos slervos inutiles; lo que debimos hacer, eso hteimos* (Le. 17,10). IV. Perfecciôn social. Por otra parte, nada mâs conveniente para la so­ ciedad que esta virtud del cumplimiento perfecto de la obligation diaria. Los hombres extraordina­ rios no son los que salvan las naciones. Estos aparecen de tarde en tarde, y no solo para su bien, sino la mayoria de las veces para su desgracia. El bienestar social se consigne totalmente cuando cada uno cumple en su puesto. El barco navega gracias a la exactitud de cada marinero, no gra­ cias al heroismo del capitân, que casi nunca suele hacer falta. Y lo mismo podemos decir de la familia. a) b) Five en paz cuando cada uno respeta cl orden de su puesto y cumple con él. Cuando el padre trabaja y gobierna con la autoridad del amor. Cuando la mujer administra, respeta y obcdece. Cuando los padres cducan y los hijos se dejau educar. Nada extraordinario, y, sin embargo, es una familia feliz y santa. EL SORDOMUDO. II DESP. PENT 1238 15 uTodo lo hizo bien...» I. “Paso haciendo el bien”. A. Podemos poner en nuestros labios la exclamaciôn de la muchedumbre para admirar y dar gracias a Jesucristo por su omnipotencia y misericordia. “Todo lo hizo bien”. B. ’ Después de veinte siglos de redenciôn, tenemos mâs razôn que aquellos hombres para comprender que Jesucristo ha pasado haciendo el bien. No so­ lamente entonces, sino también a través de toda la historia de la Iglesia vemos que todo ha sido dispuesto segûn los caminos adorables de su mi­ sericordia. Π. Aplicaciôn a la obra de Dios. A. Pero es conveniente dar, ademâs, un sentido mâs amplio a dichas palabras y aplicarlas a la obra de Dios, que es la creaciôn. De este modo brota el tema de la bondad de las criaturas (cf. supra, Santo Tomae de Villanueva, p.1157, B, a). B. A la vista del conjunto de todas las criaturas te­ nemos que exclamar también: “Todo lo hizo bien...” El Génesis refiere que después de crear Dios las cosas veia que eran buenas. “Vidit quod esset bonum” (Gen. 1). EU. Doble bondad. 1 A. Las criaturas son todas ellas buenas. B. Tienen una doble bondad. a) Bondad ontolôgica. 1. Es la perfeccion ontolôgica, fisica o metafisica de las criaturas. Todas son buenas, en cuanto que todas reflejan algunos destellos de las perfeccio­ nes de Dios. Ix> malo, el mal, no es entidad, sino privaciôn. Los seres, sean los que sean, reflejan alguna perfecciôn de Dios. 2. Constituye esto la gloria objetiva externa. Por ella creo Dios todas las cosas. eDios, por su bon­ dad y omnipotente virtud. creo desde el princi­ pia ambas criaturas, la espiritual y la corporal, no para aumentar su felicidad ni para adquirir perfecciôn, sino para comunicar su perfecciôn SEC. 8. 3. b) GUIONES HOMILÉTICOS 1239 por los bienes que da a las criaturas» (cf. C. Vat., sess.III:.DB 1783). Es, pues, ésta una bondad objetiva, inherente al ser independiente de toda consideraciôn snbjetiva. Bondad teolôgica. i. 2. Llamaremos asi a la capacidad que encierran to­ las las cosas para levantar el hombre a Dios. Por eso, esta relaciôn a Dios la podemos llamar teolôgica. Todos los seres la poseen, en cuanto que el hom­ bre, mediante los actos libres de su entendimien­ to y voluntad, puede glorificar a Dios por las criaturas. Es esta bondad mâs amplia que aquélla. 1, ® El mal, lo malo, dcciamos, carece de perfecciôn y, . por tanto, de bondad ontolôgica; pero el mal puede llevar a Dios. Incluso cl mal moral, la iniperfecciôn y las faltas. 2. ” Las palabras del Apôstol: tSabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para bien de los (lue le aman» (Rom. 8,28), deben tomarse en toda su am* piitud. Todas las criaturas tienen un lado divino, El entendimiento humano, guiado por la fe, sabe descubrirlo, y asi se une con Dios. IV. Por las criaturas a Dios. hombre tiene obligaciôn de buscar a Dios valiéndose de las criaturas. a) Lo explica Santo Tomâs didendo: I. 2. b) «Hemos de usar rectamente de las cosas criadas, porque debemos usarlas para lo que fueron hechas por Dios. Y han sido hechas para dos co­ sas : para gloria de Dios, porque todo lo hizo para su gloria, y para nuestra utilidad, es decir, para que usândolas no cometamos pecado. Tuyas son todas las cosas, y lo que hemos reci­ bido de tu mano, eso te hemos dado. Asi que todo cuanto tienes, sea ciencia, sea prudencia, sea hermosura, todo lo debes referir y usar a gloria de Dios...» (cf. «Opusc. De Symbol.», 7 a.i). Es lo mismo que dice San Ignacio: tTodas las cosas sobre la faz de la tierra han sido hcchas para el hombre y para que le ayuden en la persecuciôn de su fin...» (cf. «Ejercicios espirituales : principio y fundamento»), B. Las criaturas han de cantar un himno de alabanza y gloria de Dios: “In gloriam et laudem Dei”. El hombre es el artista que debe dar las notas de ese himno, usando rectamente y no abusando de lo creado. 1240 El SORDOMUUO. II DESP. PINI. V. Modos de ir a Dios por las criaturas. A. Los comentaristas de los “Ejercicios espirituales”, al comentar el Principio y fundamento, seâalan tres medios de ir a Dios por las criaturas: la contemplaciôn, el uso y la abstenciôn. B. Solamente nos ocuparemos aqui del primero, por ser el mâs uni versai. a) El fundamento es la gloria objetiva externa. 1. «Caeli enarrant gloriam Dei» (Ps. iS,i). «Invisibilia enim ipsius per ea quae facta sunt visibilia percipiuntur» (Rom. 1,20). 2. La creaciôn viene a ser toda como un libro, doude cada criatura es una pAgina que ensena a Dios con toda verdad. 3. San Juan de la Cruz lo lia cantado en la estrofa de su «Cântico espiritual» : «Mil gracias derramando, pasô por estos sotos coh presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejô de su hermosura...» b) Es muy fâcil ver a Dios en lo fâcil, lo agradablc, lo prospero. Hemos de contcmplarlo ademâs en lo ad­ verso, triste, dificil. Cuando triunfa la injusticia y es vencida la virtud, en los fracasos, en las humiliatio­ nes, en cl dolor y en la cruz. Como lo han hecho los santos en sus noches oscuras. C. Uno de los secretos de la santidad es el “ojo simple”..., mirar todas las cosas como venidas de Dios y ver a Dios en todas ellas. Entonces podremos exclamar como la muchedumbre admirada del evangelio de hoy: “Todo lo ha hecho bien”. SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 16 Soledad y vida activa I. Mutua relation. A. Se da una estrecha relaciôn entre ambas. Soledad no tanto fisica cuanto intclcctual, moral y espiritual. b) Soledad, es decir, vida interior. a) SEC. 8. GU IONES HOMILETICOS 1241 vida interior ordena la vida activa. Soledad y silencio del aima para aprender a actuar y a hablar rectamente. b) En la soledad y en el silencio aprendiô a hablar cl sordomudo. c) «Ninguno habia con acicrto sino cl que calla de bucna gana* (cf. «Imitaciôn de Cristo», I 20). a) II. Doble sentido. A. La soledad espiritual, la méditation, la contemplaciôn, tienen un doble sentido: natural y sobre­ natural. a) La natural: operaciôn filosôfica, ministerio de pen- b) c) d) sadores, quedarse a solas consigo mismo; la sobre­ natural: procediendo a veces del orden natural, elevarsc luego a la comunicaciôn y al trato con Dios. La natural: emplca y ejercita al hombre sus propias facultades ; la sobrenatural: pide luces al cielo. La natural: al habia con nosotros mismos, con nues­ tras propias ideas; la sobrenatural: al habia con Dios, meditando la palabra y el pensamiento divinos u oyendo dircctaniente la voz dei divino Esbiritu. Ambas son neccsarias. Ambas deben ser cjcrcitadas por el hombre de acciôn. La natural es deliberaciôn, es reflexiôn, es consejo de los hombres, es el campo de la prudencia; la so­ brenatural es don de consejo del Espiritu Santo, que estâ por encima de la prudencia. B. Nos referiremos principalmente a la segunda en este guiôn: a la oraciôn, méditation y contempla­ tion sobrenaturales en relation con la vida activa. a) b) Tema riquisimo, inagotablc. ya tratado en otras ocasiones. Es abundante y sabrosisima la doctrina que accrca de él se encuentra en los Padres, en los doctores y en los autores misticos. m. Qué es la contemplation. A. No es lo mismo méditation que contemplation. “La méditation se ordena a la contemplation como a sufin” (cf. San Juan de la Cruz, ' Avisos y sentencias espirituales”, n.242). B. Muchas son las definitiones dadas de contemplaciôn. a) b) «Perspicuae veritatis admiratio*. Se atribuye a San Agustin. «La almiraciôn gozosa de la verdad iluminada*. «Mentis in Deum suspensa elevatio aeternae dulccdinis gaudia degustans*. Es de San Bernardo. «La clcvaciôn suspensa del alma a Dios saboreando el gozo de la dulzura eicrna*. ?! 1242 EL S0RD0MUD0. II DESP. PENT. C. Doctrina de Santo Tomâs. Recomcndamos cl estudlo de las cuestlones j-jq a 1S2 inclusive de la 2-2 de la *Suma Teolôgicat, Maravlllosa sintesis de las dos vidas, la activa y la contem­ plativa, teolôgicamente consideradas, y de su mutua relaciôn. b) «La vida contemplativa tiene por termino la delectacion en el afecto, aunque esencialmente consiste en la operation del entendimiento* (2-2 q.180 a.i c). 1. La vida contemplativa tiene un solo acto final y perfectivo, aunque consta de varios actos a él conducentes. El acto final y perfectivo es la con­ templaciôn misma de la verdad divina (ibid., a-3 c). 2. La meditaciôn es una mirada del espiritu ocupado en la averiguaciôn de la verdad. La contemplaciôn es concentrada intuiciôn penetrante y li­ bre del ânimo en las cosas que intenta ver. 3. Pertenece principalmente a la vida contemplativa la contemplaciôn de la verdad divina ; y secundariamente, la contemplaciôn de los humanos efectos conducentes al conocimiento de Dios (2-2 q.180 a.4 c). a) IV. Relaciôn entre ambas vidas. A. La vida contemplativa es de suyo mâs meritoria que la vida activa, porque pertenece directa e inmediatamente al amor de Dios. Sin embargo, pue­ de suceder que alguno merezea mâs en las obras de la vida activa que otros en las de la contem­ placiôn. B. Una admirable doctrina consuela a los que estân en la vida activa por santa obediencia o caridad y aâoran o desean ardîentemente tiempo y vagar para dedicarse a la vida contemplativa. a) Santa Teresa la expuso en los primeras capitulas del libro de las tFundaciones». b) Santo Tomâs dilucida este tema en la cuestiôn 182, articulo 3. C. La substancia de esta doctrina es que, asi como la vida contemplativa debe ordenar la vida acti­ va, asi la vida activa puede ayudar y disponer el aima para la vida contemplativa. a) He aqui la doctrina del santo Doctor, que, a su vez, se basa en San Gregorio (cf. «Moral.», VI 37 : PL. 75,764). i. «La vida activa, por su ocupaciôn en las cosas exteriores, impide alijo la contemplativa, mas contribuye a fomentarla como moderadora de las pasiones interiores. - SEC. 2. 8. GUIONES 1IO.MILËTICOS 1243 «Cuando uno desea retener la ciudadela de la contemplaciôn, ejercitase antes en el campo de las buenas obras, a fin de que sepa con cuidado : Si no irroga mal alguno al prôjimo. Si sufre con igualdad de ânimo las ofensas Que el prôjimo le ha injerido. Si no se déjà llevar el aima Por la alegria de las cosas temporales. 4. · Si la pérdlda de éstas no le causa trlsteza excesiva. 5. · Si, en fin, al rcconcentrarse en si mismo Para refie· xionar sobre las cosas espiritualcs, no lleva consigo sombra de las cosas corporales (>2 q.i&? a.3 c). b) Esto explica lo que dice la Santa, que conociô perso­ nas muy metidas en la vida activa que llegaron râpidamente a la contemplaciôn y a la perfection espiri­ tual. Bien se entiende que estaban en la vida activa por obediencia y caridad. V. Sujetos y temp er ament os. A. No se olvide, empero, que hay sujetos y temperamentos mâs adecuados o aptos para la vida ac­ tiva y otros mâs para la contemplativa. “Los que son inclinados a las pasiones por consecuencia de su impetuosidad para la acciôn, son mâs aptos para la vida activa a causa de la inquietud de su espiritu” (2-2 q.182 a.4 c). B. Y cita la “Suma” a San Gregorio: a) b) «.Hay algunos tan turbulentos, que, si les llega a faltar el trabajo, trabajan mâs gravemcnte, porque, entregados a sus pensamientos, libres de ocupaciôn ex­ terior, agitan tumultuo sam ente su pobre aimai». aOtros tienen naturalmente purcza y calma espiri­ tual, por lo cual son muy aptos para la vida contem­ plativa y sufririan gran daiio si se cntrcgaran totalmente a la vida activa» (1-2 q.183 a.4 ad 3). VI. Mutua piedra de toque. A. Se conoce si la oraciôn ha sido buena y si la con­ templaciôn ha sido de Dios, por los efectos y no por los gustos. a) b) Los gustos o consuelos en la oraciôn pueden ser falaces. Mas es segura la prueba de los efectos, es decir, si se advierte que toda actividad posterior a la oraciôn està dirigida, transida y dulcificada por la caridad. 1. Dios se nos ocultô tal vez en la oraciôn ; pero se 2. nos hace présente en la suavidad y dulzura y eficacia de las obras posteriores. Por el contrario, la actividad exterior es buena y de Dios cuando con facilidad y con gusto la dejamos para consagrarnos a la oraciôn y a la con­ templaciôn. EL SORDO.MUDO. Il DE.«iP. 1244 Peligrosa es la actividad externa, aunque meta mu­ cho ruido y parezea producir grandes frutos y la hagamos con facilidad y con deleite, si nos cuesta y nos enhistece cl tener que dejar de obrar para hablar a solas con Dios. d) Mutuamente se relacionan ambas vidas. c) B. Mistica activa. a) Cien eces .<<· /ni hecho notât que la caracterislica de los grandes escritores mîsticos es un misticismo activo. El pasar facilmente de la contcmplaciôn a la acciôn y el dejar con gusto la acciôn para volver a la contcmplaciôn. b) Este es cl resumen y la cumbre de toda la doctrina de Santa Teresa, como sc lee al final de las «Moradas» : r. «Para esto es la oraciôn, hijas niias ; de estosirve este matrimonio espiritual : de que nazean siempre obras, obras». 2. «Esta es la verdadera muestra de ser cosa y merced hecha de Dios» (cf. «Moradas séptimas·, 4). VIT. Dos ejemplos. A. Tomamos de la Escritura dos casos: uno de au· téntica y otro de falsa oraciôn y contemplacion. B. El sacerdote y el levita de la parâbola del buen samaritano venian dei templo, de hacer oraciôn. Tal vez pensaron haberse elevado a la contem­ placion de los divinos misterios (cf. Le. 10,30 ss.). a) Mala oraciôn la de ambos. Xo salieron del templo encendidos por la caridad. Pasaron por delante del prô­ jimo neccsitado y no fueron para accrcarse a cl y dccirle una palabra de consuelo. b) Si hubicran estado en comunicaciôn con Dios, sal· drlan llenos de la caridad de Dios y hubicran visio a Dios en el hermano tendido a la vera dei camino. C. Ejemplo, en cambio, insigne de auténtica oraciôn el de Maria Santisima. a) En altisima contcmplaciôn estaba. lisitôla cl ôngel y le comunicô el mensaje divino. En cl acto ofrcciô su voluntad a Dios nuestro Senor. b) Concibiô a su Hijo en su seno y, como habîa oido del àngcl que su parienta habîa concebido, movida de la caridad. saliô tcum festinatione», con prisa, para prestarie algûn servicio. r. iQué bien pasa de la vida contemplativa a la vida activa ! · H 2. iCômo abandona las dulzuras de estar a solas con su Hijo para atender a las necesidades de su parienta anciana ! c) He aqui una relaciôn altisima entre las dos vidas. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1245 Y. por lo que sabemos unas veces y podemos deducir otras, Maria Santisima sigulô muy de cerca a su Hijo en guardar la perfecta relaciôn entre ambas vidas. Del Evangelio puede deducirse que ella acompanô a su Hijo en la vida .pùblica hasta que le dejô en el sepulcro. Y lo ultimo que sabemos de Maria es que estaba en oraciôn en cl cenâculo pidiendo que el Espiri­ tu Santo bajara sobre los apôstoles. Después no sabemos mâs. j. 2. d) Es lôglco suponcr que contimiara toda su vida en al­ tisima oraciôn, consiguiendo en ella luz, aslstencia, virtud cficaz a los predlcadorcs del Evangelio de su divino Hijo. 17 Artesanos y escribas I. Una comparaciôn bîblica. A. Inspirâmes este guiôn en un bello pasaje del Eclesiâstico (c.38 y 39), donde se contraponen eljartesano y el escriba. a) b) Λα ciudad necesita del uno y del otro. No son ministerios cspecialnicnte distintos. Son dos tipos de hombres. B. Las eternas ideas, poéticamente expresadas, son de muy util aplicaciôn en nuestros dias. Π. El artesano. A. El artesano no puede ser sabio. al b) No tiene tiempo para cultivar la sabiduria. 5c ve obligado a dcdicarlo a otras ocupacioncs. 1. 2. 3. 4. Tiene que manejar el arado, y pone su enipeno en trazar derechos sus surcos o en buscar forraje para los novillos (Eccli. 38,26-27). O bien es carpintero, albaiïil, o graba los sellos y se aplica a inventar varias figuras (ibid., 28). Ô tal vez es un herrero, que junto al yunque con­ sidera el hierro bruto, a quien el calor del fuego tuesta las carnes, a quien el martillo ensordece los oidos (ibid., 29-30). O es, por ûltimo, un alfarero que da vueltas al torno con los pies y con su mano modela la arcilla ; que pone su atenciôn en acabar el vidriado, y sn diligenda en calentar el horno (ibid., 32-34)· SEC. 8. EL SORDOMUDO. II DESP. ΡΕΝΓ. 1246 escriba. 2. ê Especialista no mâs? Artesano eres, que no escriba. i Investigador pacientfsimo en cualquier ramo de las ciencias y no mâs? Artesano eres, que no escriba. 4· jMédico, o abogado, o economlsta, o sociôlogo... y no mâs ? Artesano eres, que no escriba. 5· (tlnclinado sobre el microscopio no mâs? Artesa­ no, que no escriba. Y asi otras muchas especialidades... es sabio cn su arte. Sin elles no podria edîficarse tuia ciudad (ibid., 35-36). Pero no basta este tipo de hombres para ordenar la ciudad perfecta. Porque los artesanos Ni se levantan en la asamblea sobre los otros. Ni son dignos de sentarse en la silla del juez. Ni entienden las ordenanzas de las leyes ni son capaces de interpretar la justicia y el derecho. Ni se cuentan entre los que narran las parâbolas (ibid., 37-38). Se puede ser sabio en cada una de tales materias, y, sin embargo, no pasar de artesano en el sentido escrituristlco. « c) Expertos son cn su labores ntateriales, y su pensamiento queda absorto y fijo en las obras de su arte (ibid., 39). IH. El escriba. A. Necesidad del escriba. ciudad necesita de otro tipo de hombres. a) 4· ciudad necesita del escriba. b) b. ■· R» : 31 El hombre que aplica su espiritu a meditar en la ley del Altisimo (ibid., 39). Investiga la sabiduria de los antiguos y dedica sus ocios a la lectura de los profetas (ibid., 39,1)Guarda en su mente las historias de los hombres famosos ; penetra en lo intrincado de las parâbolas (ibid., 2). Recorre tierras extrafias para conocer lo bueno y lo malo de los hombres (ibid., 5). escriba trata con Dios. a) El escriba madruga de maiiana para dlrigir su cora­ zôn al .Sciior, que lo creô; para orar en presencia del Altisimo (ibid., 6). b) Si le place al Senor Soberano, le llenard el espiritu de inteligencia (ibid., 8). c) Como lluvia derrama palabras de Sabiduria. Dirige su voluntad y su inteligencia a meditar los mi.steri.os de Dios y publica las enseiïanzas de la doctrina di­ vina (ibid., 9-11). Mundo de artesanos. B. El mundo moderno es riquisimo en artesanos y pobrisimo en escribas. Las grandes naciones son un enjambre de abejas que realizan una prodigiosa actividad, ordenada y fecun­ da, en oficinas, en talleres, en facultades, en blbliotecas, cn seminarios de investigaciôn, etc. b) Pero faltan los hombres de espiritu. a) V. Los hombres de espiritu. A. Pero 1 dônde estân los hombres que, precisamente para ser ùtiles a las naciones, empiezan por “aplicar su espiritu a meditar en la ley del Altisimo” (Eccli. 38,39)? a) b) El mundo moderno necesita los verdaderos sabios, cuya inteligencia serâ alabada de muchos (ibid., 39,12), cuya memoria no se borrarâ jamôs de generaciôn cn gcneraciôn y cuya sabiduria cantarân los pue­ blos, pregonando la asamblea sus alabanzas (ibid., a) * A - Dônde los que estudian la historia con sentido filosôfico? (ibid., 39,2). f, Dônde los que recorren cl mundo para ahondar en el conocimiento de la vida y de los hombres (ibid., 5), pero que saben retirarse a tiempo de la turba, iseorsum de turba», y en la solcdad, en el silendo, en la meditaciôn, cn la content placiôn, en cl trato con Dios, encuentran, como el escriba, la palabra de la sabi­ duria (ibid., 6-9), para despuôs dirigirsc a sus her­ manos? (ibid., ii). B. Lo que le falta al mundo moderno no son artesanos, ni técnicos, ni investigadores, ni especialistas. A. Las grandes naciones modernas estân compuestas de artesanos muy peritos en su oficio. Los dcscritos por la Escritura citada y otros innumerables. Gentes sablas cn su arte, como cl alfarcro, el herrero, cl albaiïil, y tlos que tienen su trato con los hijos de los toros» (ibid., 38,26). b) Pero hay muchos que deben ser contados entre los artesanos en el sentido de la Escritura. 1247 I Eres técnieo no mâs? Artesano eres, que no B. Pero el artesano es necesario. a) Todos tienen su vida fiada a sus manos, y cada uno b) GUIGNES HOMILETICOS 13-15)· b) El oficio de escriba no es incompatible con el de ar­ tesano. Se puede ser especialista, hombre de ciencia, investigador, tener un oficio manual y, sin embargo, por el sablo y oportuno cultiva del espiritu, ale-fado EL SORDOMUDO. II DESP. PENT. 1248 a ratos del bullicio y del trdfago de la vida, scr hombre de conciencia ilumlnada y profunda, capaz de guiar a sus hermanos por el camino de la verdad. VI. Alfa va la nave. A. Los grandes Estados modernos son grandes naves, en cuyas entranas los artesanos desarrollan una actividad febril y agotadora. Una actividad, a su modo, sabia. B. Pero c quién se da cuenta de la ruta que sigue la nave? El que la dirige y gobierna. C. ; Dônde estâ el escriba que, apartândose oportunamente del bullicio, “seorsum de turba”, suba a la cubierta del navio, contemple en la serenidad de la noche el cielo estrellado, sepa dialogar con las estrellas, entienda su lenguaje y, adoctrinado por ellas, rectifique a tiempo el rumbo peligroso y equivocado de la nave, en cuyo interior consumen febrilmente su vida laboriosa los incautos y despre· venidos artesanos? 18 El maestro interior I. Perfecciôn del retiro. A. Lo que no son los retiros. Los retiras espirituales no han de ser réfugias de poetas eque huyen del mundanal ruido». Menos he­ mos de hacer nuestra la antievangélica sentencia horaciana: «Odi protanum vulgus et arceo». Jesucristo, par cl contrario, tse dejaba rodear del pueblo y de los pccadores y hasta comia con ellos» (Le. 15,1). b) Tampoco la nuestra es ocupaciôn de filôsofos que persiguen en la soledad la contemplaciôn de la ve.rdad natural, lograda al fin por el esfuerzo del enten­ dimiento. * c) .Vi siquiera de la verdad teolôgica, aquilatada, vivida y caldcada por la meditaciôn, para deducir de ella las consccuencias prâcticas que ordenan nuestra vida moral. a) B. Lo que son los retiros. a) % La perfecciôn del retiro pide mâs. i. El término a que han de aspiror las nlmas apostôlicas, deseosas de santificarse mâs cada dia, es «•EC 2. b) 8 GUIGNES HOMILÉTICOS 1249 el contacto directo con la verdad misma ; es de­ cir, la visita del Espirito Santo. Iluminar su propio espiritu, no solamente como fruto del natural trabajo y de la racional fatiga, sino por la embajada y noticia directa del Sefior, «de quien toda paternidad», es decir, «toda per­ fecciôn» (segûn Santo Tomâs), «procede en el cielo y en la tierra» (Eph. 3,15). Nos referimos a retiros relativamentc largos, es de­ cir, a los ejercicios espirituales cn soledad y silen­ do y muy seriamente pradicados. Apoyaremos nues­ tra opiniôn en textos del Patrôn universal de los ejercicios, autoridad singular en este caso, predsamente porque no falta quien afirme que la mistica estâ ausente de los ejercicios de San Ignacio. Π. Un texto de Santo Tomâs. Precisando nuestro pensamiento y huyendo de discusiones, reservadas a los especialistas, llamamos estado mistico a aquel en que el aima actùa bajo la influencia de los dones; en que el motor, por emplear los términos de Santo Tomâs. no es inte­ rior, sino exterior. B. No es la razôn, dice el Aquinatense, la que mueve a la voluntad; es el Espiritu divino, ùnico motor externo que tiene virtud para influir, directa e in­ mediatamente, sobre nuestras potencias espiri­ tuales. He aqui el texto luminoso de Santo Tomâs: a) Ή «El hombre goza de un doble motor: el interior, que es la razôn; el exterior, que es Dios». b) «El môvil debe ser proporcionado al motor. Cuanto mâs alto sea el motor, mâs perfecta debe ser la disposidôn del môvil». «Las virtudes perfcccionan al hombre para que en la actividad, interna o externa, se muera por la razôn». d) «.Conviene que haya en el hombre perfecciones mâs altas para que esté bien dispuesto a ser movido por la influenda divina A estas perfecciones llamamos dones (cf. «Sum. Theol.», 1-2 q.68 a.r c). ΠΙ. La mistica en San Ignacio. Las alusiones a estos estados misticos, en los cua­ les el aima es movida de fuera, por el buen Espiri­ tu, son numerosas en el libro de los “Ejercicios”. No hay que pasar de las “Anotaciones”, con que se abre el libro, para comprobar plenamente el a serto: (.a Palabra de Cristo 6 40 • —r 1250 EL SOKDOMUDO. II DESP. PENT. a) b) c) d) «... quier por la ratiocination propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divina» [2]. «... que el mismo Creador se comunlquc a la su ànima devota» [15]. «... deje inmediate obrar al Criador con la criatura y a la criatura con el Criador» (ibid.). «... para que el Criador y Senor obre mâs ciertamente en la su criatura» [16]. “Sin causa precedente...” Muchos otros pasajes de que prcscindimos podrlamos aducir. Es, enipero, inexcusable citar la segunda ré­ gla de discreciôn de espirilus ; ,Sôlo es de Dios nues­ tro Senor dar consolaciôn a la ànima sin causa pre­ cedente; porque es propio del Criador entrar, salir, haccr mociôn en clla, trayéndola toda en amor de su divina Majestad. Digo sin causa, sin ningün previo sentiniiento o conocimiento de algiin objeto, por el cual venga la tal consolaciôn mediante sus actos de entendimiento y voluntad» [330]. bj «Sin causa precedente* ; «sin previo sentiniiento 0 conacimiento» ; «sin ados previos del entendimiento o voluntad». Es decir, motor divino; cfecto de un don del Espiritu Santo; estado mistico. c) Misticos son algunos estados, no todos los que des­ cribe en la consolaciôn espiritual [316]. d) San ignacio, pues, en los ejercicios propiamente ta­ ies, largos y concienzudamente practicados, espéra la presencia del Espiritu Santo. a) C. Tiempos de elecciôn. Pero donde resplandcce mâs la mente mistica del Santo es en los très tiempos de elecciôn. b) De los très, el primero y el segundo son misticos. La soluciôn nos viene del cielo. No resolvemos nos­ otros por el prudente ejcrcicio de entendiniiento y voluntad. El primero es muy extraordinario : «Dios asi mueve y atrae a la voluntad, que, sin dubitar ni poder dubitar la tal ànima devota, signe a lo que es manda­ te» [175]. d) Mas el segundo es mucho mâs frecuente, a pesar de ser auténticamente mistico. a) i. No «nsa en él el aima libera y tranquilamente de sns potencias naturales de entendimiento y voluntad» como en el tercer tiempo. 2. Habia el Espiritu Santo. Y se percibe su voz, y nos libramos del ardid del mal espiritu, «cuando se toma asaz claridad y conocimiento por experiencia de consolaciones y desolaciones y por experiencia de discreciôn d? varios espiritus» [176·]. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 1251 IV. Por consolaciones y desolaciones. A. Las personas que seriamente se proponen conocer la voluntad de Dios para seguirla con generosidad consumada, debian intentar, con voluntad decidida y resuelta, conocer, por el segundo tiempo ignaciano, qué es lo que el Senor, en orden a su santidad y a su mayor gloria, pretende de ellas. B. Esta norma es la que hallamos, expuesta de un modo explicito, en el “Directorio autôgrafo de Ejercicios” (cf. “Obras completas de San Ignacio de Loyola”, ediciôn critica por los PP. Dalmases e Iparraguirre, S. I.: BAC [1952] p.244-247). Dice, en efecto, el Santo, y subrayamos: a) b) «Entre los tiempos de hacer elecciôn. si en el prime­ ra Dios no moviesc, debese insistir en el segundo. de conocer su voluntad con experiencia de consola­ ciones y desolaciones...» «Y debese bien declarar qué cosa sea consolaciôn. que es tanto como alegria espiritual. amor, esperanza de las cosas de arriba, làgrimas y todo movimientn interior que déjà el ônima en el Senor. nuestro consolador» (cf. o.c., p.246). C. Movimiento interior. «Movimiento interior», es decir. influenda del divino Espiritu, don o /ruto del Espiritu Santo. b) Y lo. confirma la regia 11 «original», «de mano de San Ignacio», que se lee en el «Directorio» (cf. o.c.. p.245) : «consolaciôn..., como son: paz interior, «gau­ dium spirituale», esperanza, je, amor, làgrimas y elevaciôn de mente, que todos son dones del Espiritu Santo». c) Bien se entiende que cl ejercitante ha de estar en perfecta indiferencia, «con entera resignation de vo­ luntad» y, «si es posible, que llegue al tercer grado de humildad» (cf. o.c., p.246).. d) Y graben en su memoria, cuantos deseen conocer la voluntad de Dios por los santos ejercicios, las siguientes palabras del Santo: «Quien no estâ en la indiferencia del segundo grado, no estâ para ponerse en electiones» (cf. o.c., p.246). a) V. Doctrina fundamental. A. Doctrina del P. L’Allemand. a) Nunca se recordarà basiante a varones espirituales esta doctrina, porque los debe llenar de saludable tristeza y de santo temor aquel pensamiento del P. L'Allemand : que la mayoria de los que aspiran a la perfccciôn andan en cl camino espiritual diez pasos en lugar de andar diez mil, como es la volun­ tad de Dios. 1.L SURbO.MÜbu. Xl DESl*. 1’ERt. 12S2 SEC MA b) F la razon es que pidcticamente prescinden de las c) inspirationes del Espiritu Santo. B. Doctrina de Santa Teresa. a) Santa Teresa desanolla muy bella y Jugosamcnte esta misma doctrina en el capitulo 5 de los «Conceptos de amor de Dios». 1. Im esposa encuentra, al fin, la sama paz «pie hace aventurar el alma a ponerse en guerra con todos los del mundo». Su voluntad «se hace una con la de Dios», porque «no escucha las razones que le da el entendimiento», porque «aqui obra el amor y la fe y no quiere aprovechar el alma de lo que la ensefia el entendimiento». 4. Obra a veces contra la razôn. Ni siquiera para determinarse a empresas grandes por la gloria de Dios se acuerda de sus pecados. «No es aho­ ra tiempo de pensar vuestros pecados. Dejadlos aparté ; que no es con sazôn esa humildad. Es a la mala coy un tura». b) I. La soledad unifica el aima. San Gregorio dice en la vida de San Benito que el patriarca, fatigado de la vida activa, se retiraba a restaurar su aima en la soledad y en el silencio. San Ignacio concediô una importancia extraordina­ ria a la soledad y al silencio para sacar el mayor fruto de los ejercicios espirituales. a) A. Cristo desea curarnos como curô al sordomudo. b) Cristo nos curard como al enfermo de que nos habia San Marcos (c."). b) Pero no se hard el milagro si no nos apartamos del bullicio dei mundo. a) Aconseja el mudarse de casa y habilar en otra «quan­ to mds secretamenle pudiere; de manera que en su mano sea ir cada dia a misa y a visperas, sin temor que sus conoscidos le hagan impedimento» (ibid.). Por la soledad a la unidad. JJenala el Santo très provechos principales de este apartamiento. B. Los très tiempos de la curaciôn. a) b) «Apartar al sordomudo de la turba» fué el primer tiempo de la curaciôn taumatürgica. El Senor le tomô •seorsum de turba». «Aparté de la muchedumbre» Lograda la soledad exterior y la calma interior, pro­ cede cl segundo tiempo de la cura: «El toque dei dedo divino en los oidos del sordo» (Mc. 7). Es decir, la influenda del Espiritu Santo, •digitus Del», con el explicito tdbrete» dotado de virtud divina (Mc. 7,33-34). El principio bàsico es el siguiente: «Tanto nids se aprovecharà, quanto mâs se apartare de todos, ami­ gos y conocidos, y de toda solicitud terrena» (anot.20 [20]). Que tal vez sordos somos para oir la voz de lo alto, y mudos para hablar palabras sabias a lo divino. b) Y, por ulthno, el toque en la lengua, para que scan verdaderos, cflcaces y firmes los santos propôsltos que concibiô por influjo dei divino Espiritu. «Et lo­ quebatur recte» (Mc. 7,37). Para que hable bien, para que ore bien, para que cumpla bien sus deberes profesionales y familiares, para que sus palabras santas y su vida ejempiar sirvan de edificadôn y de consue­ to a los demâs fieles, sus hermanos. Soledad, unidad union Abomina la Santa de los discretos puslldnimes, a quienes la ambiciôn generosa les parece «disparate», y comenta gentilmente : «j,Y cuânto mayor disparate es acabdrsenos este sueûo de esta vida con tanto seso f» (Mc. 7,33). t. Y hay turba no solo en el mundo exterior, agitado y bullicioso. Mâs importante y diffcil es aca11er el griterio de la turba interior. 2. Hay que sujetar la imaginaciôn y las pasiones con un enérgico y sostenido toque de clarin—es decir, actos imperativos y efxcaces de voluntad— que apague el motfn de', aima. 1253 19 VI. El milagro del sordomudo. a) GU1ONEB HOMILETICOS II. Fijémonos ahora en cl segundo. Dice de esta manera: «Estando ansi apartado (el hombre), no teniendo el entendimiento partido en muchas cosas, mas poniendo todo el cuidado en sola una, es a saber, en servir a su Criador y aprovechar a su propia dnima, usa de sus potentias naturales mds libremente, para buscar con diligentia lo que tanto desea.» (ibid.). La division interior. Alma partida, despedazada. a) b) Es aguda la obscrvaciôn de San Ignacio. Los hombres, y nids en nuestros tiempos, y mâs si son hombres de négocias y de gobierno, tienen tel entendimiento partido en muchas cosas». En frase de Santa Teresa, tienen «el aima despedazada». Y esto con daüo de la propia actividad inlelcctual EL SORDO.MUDO. II DESP. PENT. 1254 y de lus potencias naturales. No usan de ellas libre· mente. Estân como esclavizadas en parte. Es dijicil concentrarlas en un objeto, porque son muchos los que la solicitan. B. Alma dividida. Mas aûn, las personas que no tienen muchos négocias externos pueden llcvar denlro de su aima la division, nacida principalmente de la guerra que les da la ima­ gination, «la loca de la casa» (Santa Teresa), y de la que les mueven sus propios apetitos. bj Recordemos la magnifica doctrina de San Juan de la Cruz en el libro i de la «Subida al Monte Carmelo»: a) 1. 2. 3. 4. Los apetitos atornientan (c.y). Oscurecen y ciegan (c.8). Ensucian (c.g). Entibian y enilaquecen a la pobre ânima (c.io). ΠΙ. El fruto de la unidad. A. Aun los propios filôsofos paganos desearon y buscaron esta unidad interior que librara al aima de embarazo, tristeza y turbaciôn. Véase, por ejem­ plo, el bello trozo de Epicteto que Fray Luis de Leon inserta en el nombre de Pastor (cf. “De los nombres de Cristo”, I: BAC, “Obras completas de Fray Luis de Leon”, p.455). B. Mas el filôsofo cristiano considera la soledad y el silencio interior y la union natural del aima y de sus potencias como un medio para otra unidad mâs perfecta, que es la que se adquiere por via sobre­ natural por la union con Dios. C. San Ignacio la indica: “Quanto mâs nuestra ânima se halla sola y apartada, se hace mâs apta para se acercar y llegar a su Criador y Senor; y quanto mâs asi se allega, mâs se dispone para recibir gracias y dones de la divina y summa Bondad” (cf. anot.20 [20]). IV. Pastor interior. A. En el suavisimo y apacible nombre de Pastor, llcno de una profunda poesia, Fray Luis de Leon présen­ ta a Cristo como Pastor interior de las aimas. Pastor tque hace al hombre usar bien de lo que es suyo y de lo que tiene encerrado en si mismo». b) Que, tcolocado en medio de las entraüas del hombre, guia sus opiniones, sus apetitos y sus deseos al bien». c) En una palabra, los unifica. Y, una vez unificados, tlos levanta del suelo» (cf. o.c., p.456). a) 8. SEC. GUIGNES HOMILÈTICOS 1255 Y se llama a Cristo Pastor uno “porque su oficio todo es hacer unidad”. a) Primero, unidad interior de cada una de las ovejas ; después, unidad con el mismo que es cabeza de todo rebaûo. b) Es decir, que la unidad interior es un paso para la uniôn con Dios, donde la propia unidad se perfeccio­ na por la influenda de la divina gracia. V. El silbo del Pastor. Es frase de Santa Teresa explicando la oraciôn de recogimiento. Es cosa “sobrenatural, porque no es estar en escuro ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa esterior, puesto que, sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad” (cf. “Moradas cuartas”, c.3,1: BAC, “Obras completas de Santa Teresa”, t.2 p.384). que “el aima entra dentro de si”. Es decir, que el alma se unifica no tanto por el esfuerzo natural cuanto porque Cristo, tcomo buen pas­ tor, con un silbo tan suave que aun casi ellos mesmos no lo entienden, hace que (las potencias y los sentidos) conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada*. b) λΥ tiene tal fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas esteriorcs en que estaban enajenados y métense en el castillan. c) Es decir, el aima se recogc «como un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sin, «con un encogimiento suave al interior* (cf. o.c., p.384-385). a) VI. Por la unidad a la uniôn. La Santa describe la oraciôn de recogimiento pre­ via a la oraciôn de union. Por la oraciôn de union, el aima se une con Dios por amor. Los misticos explican maravillosamente sus distin­ tos grados, sobre todo Santa Teresa y San Juan de la Cruz. a) b) c) Primero es la uniôn de la voîuntad. Después se une también el entendimiento. Quedan aûn libres, edando guerra como estas maripositas importunas de las noches junto a la luzt, la imaginaciôn y la memoria, hasta que al fin se uncn todas las potencias y fâcilmente se verifica la uniôn en la esencia del almq. * A Λ · · 1256 EL SORDOMUDO. Il DESP. PENT. — d) Uniôn transitoria en cl desposorio espiritual. Permanente en el matrimonio espiritual. “Filosofia la mâs alta y generosa que jamâs los hombres imaginaron” (cf. Fray Luis de Leôn, “Carta sobre Santa Teresa”: BAC, “Obras com­ pletas”, p.1314). Filosofia prâctica. a) b) .Vo sc créa que esta es una doctrina para inacoretas o ermitaüos o para puros contemplativos. Es doctrina que tiene una sabia aplicaciôn a la prâc­ tica. porque cl aima, en el estado que dcscriben los misticos, cobra extraordinaria claridad y vigor y ener­ gia y decision. Es doctrina para hombres de acciôn y de gobierno. D. Hasta podriamos aplicar aqui aquella sabia sentencia de Aristoteles y de Santo Tomâs de que el gobierno substancialmente consiste en unificar. a) b) Unificar con orden y con sabiduria. F que de suyo el que mejor gobierna es cl que ya en si es mâs uno. Que es el fundamento que ambos filôsofos ponen en cl orden puramente especulativo para defender la superioridad de la monarquia sobre otras formas de go­ bierno, porque en si es mâs una. El acallar, pues, el matin interior; el poner soslego en el barullo de las aprensiones desordenadas ; el someter a disciplina las cuatro pasiones naturales: amor y temor, gozo y esperanza; el recobrar, en fin, el im­ perio de la razôn, ïluminada por la fe y por el Espi­ ritu Santo dentro de nosotros mismos, es excelente cualidad para ordenar a los demâs, para ser hombres perfectos en la vida activa. Vil. iQué estado para reyes! A la pluma acude una exclamaciôn de nuestra San­ ta, que tuvo alientos para gobernar algo mâs que un convento de monjas. Santa Teresa, describiendo el estado del aima a quien ha traido el Senor “a entender verdades” y “que con voluntad se entregô en sus manos”, profiere las siguientes magnificas expresiones: «;Oh, qué estado este para los reyes! jCômo les valdria mâs procurarlo que no gran seüorio! iQué rectitud habria en el reino! -Qué de males se cxcusarian v se habrân excusado!...» b) •;Oh, Senor! Si me dierais estado para decir esto a voces...·» «Con ser la que soy, me dan grandes impe­ tus por decir esto a los que mandan, que me deshacen». «;Oh Dios mio! Dadles a entender a lo que me estân obligados...» «Mucho me atrevo... Rômpal·· SLC. 8. GU1ONLS HO.M11.KT1COS 1257 vuestra merced si mal le parece, y crea se lo diria major en presencia si pudiese y pensase me han de creer,..» (cf. «Libro de la vida#, 21,1 : BAC, «Obras completas de Santa Teresa de Jesûs», t.i p.717). e) iQué estado, no solo para rayes, sino para jefes de Estado y también para ministros/ jQué estado para directores de Acciôn Catôlical jQué estado para organizadores y dirigentes de cualquier clase que sean, para superiores/ jQué estado para padres de fami­ lial iQué estado, en fin, para individuos, porque en todas las cosas procedertan con mâs calma, mansedumbre, dignidad y eficacia! INDICE DE SAGRADA ESCRITURA Deut Ps Prov Ecc! Ecck Mt lo 8.63 48,11 66,8 94,6 125.5-6 137,3 ss 10.3 28,27 7,40 10,15 28,29-30 53.1 2,9 5,17 5.20 5,21-22 600 224 783, 2 783, ara dedicarnos a la oraciôn 243, VI; Maria, modelo en armonizar la vida activa con la contemplativa 1244, C; el dejarse absorber por la activi­ dad exterior irnpide el necesario recogimlento 1227, b; soIpdad y vida activa 1240; cômo ayuda y dispone el aima para la contemplaciôn 1242. IV; eu I [ Acciônl defensa frente a razones eapedosas 1224, IV; hombres de aeclôn y hombres de espiritu en la sociedad 1245: pelbjros del activismo 1223, III. Acciôn social: cf. Social. Acciôn Catôlîca: su misiôn en lo social 549: Acciôn Catôlîca v acciôn social 457, e; su cooperaciôn en la lucha contra e) comunismo 457, c; el Papa recomienda a sus miembros la prâctica de los ejercicios espi­ rituales 1186, c. el apostolado seglar en el Evangelio 1199. Acepciôn de personas: la justicia debe implantarse sin acepciôn de personas 677, c. Adulaciôn: debemos huirla 202. 1 (cf. Alabanza). Agradecimiento : la obligaciôn de dar gracias a Dios 1208, C; cô­ mo agradecer a Dios con hu­ mildad sus beneficios 1006, 2: en qué debe consistir nuestro agradecimiento 1005, c; el ser agradecidos a Dios nos granjea mayores dones 959, b ; el da’· gracias a Dios es muy buena oraciôn 991. Agricultura: el trabajo agricola como defensa contra el auto­ matismo y despersonalizaciôn del obrero 289, h; la evoluciôn unilateral de la economia j distribuciôn de la renta ha si­ do una de las causas del éxodo rural de nuestros dias 288. f; medidas de politica econômica en su favor 288, g; injus­ ticias sociales que soportan los obreros dei campo 360, B; ignorancia religiosa de los obreros dei campo, imputable con frecuencia a los patronos 357, VI. Ahorro: la Iglesia pide que to­ dos los que traibajan tengan posibilidad de vivir y ahorrar 280, e. Alabanza: nuestra obligaciôn de alabar a Dios 687, A; el precepto de la alabanza a Dios y al prôjimo 119, C; las alaban­ zas exagcradas al prôjimo es­ tân a veces permitidas por la •J caridad 1001, c; el deseo de ala 1260 INDICE DE MATERIAS [Alabama] banza humana conduce a la hipocresia 399; no nos podemos alabar de nada, porque todo lo bueno que tenemos es de Dios 66; la alabanza propia destruye el mérito de las buenas obras 958. a-b; cômo hemos de por­ tâmes cuando nos alaban 400, 4.° (cf. Adulaclôn). Alegria: en esta vida siempre andan juntas las tribulaciones y las alegrias 202 ss. ; la alegria en el cùmplimiento de la volun­ tad de Dios 470, E; alegria es­ piritual dimanante de la devo­ ciôn 416 (cf. Gozo). Alma: el aima, morada de Dios 819; sus enemigos. denunciados por la Sagrada Escritura 249, j; necesidad de vigilancia para conocerlos 387; lucha pe­ renne entre el espiritu y la car­ ne 401 ss. ; 432 ss. ; paralelismo entre la vida corporal y la espiritual 1145; sus goces superan a los del cuerpo 408, 5.°; la misericordia con la propia aima 52, c; la Eucaristia. vida del aima 426, b-c; 431. E; 333. 55 ; 198. 1; 206. 2 ; 225. b; la gracia alimento del alma 333. c; también se sustenta con la palabra de Dios 332. a ; muere con el pecado 825. a; unidad y dlvisiôn en el aima 123, II; cômo habia Dios al aima 1209 ΠΙ; 1211. II; santidad del ai­ ma de Cristo 1161; relaciones del aima con Dios (cf. Inlôn». Amistad: definiciôn 173. C; excelencias de la verdadera amistad 435: diferencia entre falsas v verdaderas amistades 436; pe­ ligro especial de las amistades con personas de diferente sexo 436. a; caracterfsticas de la amistad mundana 436. b: reme­ dies contra las malas amista­ des -137; la amistad y trato con Cristo en la piedad moderna Amor: convierte en suaves todos los trabajos 215. a: el amor despreciado se convierte en odio 895. Ill : es camino para la ver­ dad 339. V; le. ley de amor y la ley antigua de temor 75 ss. : ira, amor y odio 56. d; reme­ dies contra el amor pecaminoso 437. amor que Dios nos tiene 686. ΈΙ; su exponente son los gran­ des bénéficies que hemos reci­ bido de El 683, ΤΠ: le impul­ sé a quedarse con nosotros en la Eucarlstia 267. 2; cuando lo despreciamos nos convertîmes en objeto de su odio 894 ; 843, B. r: -i**1 4 · [Amori —del hombre a Dios: nuestra deuda de amor con El nos exlI (ena eterna 473, III; 243. b; 405 . 3 : 312; pero no con­ dona la pena temporal 244, 3; nos une con Bios 305. C: nos abre las puertas del cielo 246. d; ilumina al entendlmiento y fortalece la voluntad 243 , 3; es la muerte del hombre-vlejo y de sus vicios 303, SA B; es reme­ dio sobreabundante para los efectos del pecado original 243. b; disminuye, pero no qulta la concupiscenda 303. C; 305. II; 245, c: el bautismo, muerte y vida 312; 302; 192. a; 195, 3; nuestra incorporaclôn y transformaciôn en Cristo por el bau­ tismo 193, 2; 304, B; la reno­ vaclôn que se inicla en él se consumarâ en la resurrecciôn 968, c. —sus exigendas ; obli gaciones que impone 304, V; la Eucarlstia, complemento necesario del bautismo 299, B; la morti­ ficaciôn como exigenda del 'bautismo 305. Beneficencia: las Instltuciones reguladas por el Estado no podrân nunca supllr a la caridad de la Iglesia 671, j: acciôn in­ igente de la Iglesia en este campo 671, i; oprendamos de Cristo a reallzar todo el bien que podamos 1206, II (cf. Mi­ sericordia: obras). Bénéficiés: de Dios al hombre: los grandes bénéficies de Dios v nuestra correspond end a 1205. B; 234; bénéficies reclbidos en el orden natural 624; Dios los •ha reparti do segûn su omnimo­ da voluntad 622; especial es benefidos de Dios a los ricos y correspondence Ingrata de és_ tos 583; son exponentes de su amor 686. III: cômo hemos de agradecerlos 1005, c: la humil­ dad no consiste en desconocerlos. sino en sentlrse indigno de ellos 623. c; 999. a: reconocer cuântos hemos recibido y nues­ tra poca correspondencia es un medlo para humillarnos 1000. b-c ; los mayores dones de Dios no slrven para nada sin cari­ dad 393, a (cf. Dones). —econômicos: su injusto reparte ha conducldo a la crwdon do INDICE DE MATERIAS [Beneflclosl doa clases 736, F; causas que pueden hacer injusta une determinada distribuciôn 737. c (cf. Riquezasl. Bien: todo bien procede de Dios 788. 2: ;.es posibie hacer el bien por e! bien? 391, d; debemos practlcario cade uno en nues­ tro puesto 275; diversas clases de bien que el hombre puede buscer 806. c; para obrar ei bien o ei mal el hombre necesita ser libre 786, 1.·; crlterlos para distinguir al bueno y al malo 387-88. Bien romûn: en qué consiste, e; la iniusticia social exige a los Individuos cuanto es necesario para promoverlo 455, j; su con. secuclôn y la misiôn princi­ pal del Estado 287, e: al procurarlo también se obtiene el bien particular 618. c. —materiales: son dones de Dios y, por tanto, buenos. aunque se use mal de ellos 786. 3: Dios los ha repartido segùn su vo­ luntad absoluta 622; no impor­ ta que tengamos mâs o me­ nos; Dios nos premiarâ con­ forme a nuestro esfuerzo 623; lo que Dios nos ha dado lo usamos a veces para ofenderle 829: de todos nos pedirâ Dios cuenta 624: temer la pérdida de los bienes humanes no es malo. pero si lo es cuan­ do para ovltarla abandonamos a Dios 699, •JA III. B; cuândo es perniciosa la solicltud por ellos 732. B; la justa distrlbuciôn de los bienes en el orden internaclonal 934. D: cuando los pedimos en la oraciôn su consecuclôn estâ subordinada a nuestra sslud eterna 1016, b; despreciarlos es el ûnico modo de poseerlos sin dejarse domi­ nar por ellos 238, C: quienes los poseen son admlnlstradores de ellos, no pronietarlos 584: 601: 664. e; su funclôn social: deben ser admlnistrados para beneficio de todos 664 e: 315. C: 571: 715: porque Dios los ha creado para nue slrvan a todos los hombres' 590: 571. —espirituales: también los bienes de orden espiritual los tenemos conflados en admlnlstraclôn y habremoe de rendlr cuentas* a Dios 712: la mala admlnistraciôn de estos bienes 713. C; su funclôn social 315. C: 664. e. Blenestar social : depends en gran parte do la sana organlzaclôn de la familia 284. g; no influve tanto la abundanClft de biene^ cuanto su Justa IBlenestar sociali distrlbuciôn 287, d; cômo el cumplimiento del deber contribuye a su consecuclôn 1237, IV; la abundanda de bienes materiales constituve un pellgro para el aima 582 a-b. Bondad: la infinita bondad de Dios 267, 1; Dios es bueno por esencia 421, a; el hombre no es bueno o malo por naturaleza, sino por sus obras 422, b; to­ do lo que Dios ha creado es bueno 1157; bondad ontolôglca y teolôgica de todas las criaturas 1238. III; todo lo bueno lo es, porque participa de la bondad de Dios 992. 4. Burla: naturaleza y moralidad 125. II; burla buena y rechazable 1178. C alumnia: detracciôn y calum­ nia: naturaleza y moralidad 876: va contra la ‘justicia y la caridad 876. I. Capitalisme: su dominio en la economia nacional como causa del éxodo rural 288, f : el ca­ pitalisme liberal preparô el ca­ mino ôl comunismo 449, b. Caridad: sus excelencias 666, j; 28. 1; es el principal mandamiento d,e la nueva ley 167 ; 159. B; 169; es la senal’cierta del espiritu de Cristo 527, V; en ella consiste la perfecciôn de la vida cristiana 104. j : cô­ mo inculcô Cristo el precepto de la mutua caridad 98. a; es­ piritu de caridad de los primeros cristianos 581, b; 495. II: 671, 1: 98, c; es la que valoriza y hace meritorias nuestras obras 393, a: la ca­ ridad es el fruto de la verda­ dera piedad 513: la reina de las virtudes 1002, b : vale mâs que el sacrificio 28; todo lo que hace Io ordena a buscar la concordia y evitar la disensiôn 103, i; grados de generosidad en su prâctica 667, fi : modos de ser carltatlvo 516. c: sus exigencias 515. C: si to­ dos estuvl'esen inflamados por ella, reinaria la paz en el mundo 102, d: es précise suprimir los gastos de la vani­ dad para emplearlos en la ca­ ridad 663. c: el realizar obras de caridad favorece en primer lugar a quien las realiza 665. 1: 667. n: Ineflcacln de la ora­ ciôn sin caridad 169 TU: sin paciencia no es duradera 35. a-b · es remedio para et vicio de la murmuraclôn 109. V: las palabras Injuriosas v au casti50 105. Χ-ΓΓ ; gcclôn ’jnçentç de INDICE DE MATERIAS [Caridad] la Iglesia en este campo 671, i; no hay ni habra artificio humano que supla a la cari­ dad de la Iglesia 671, j. —social: impera los actos de la justicia social, acrecentando su potencia reguladora 670, g; es necesaria, ademâs de la justi­ cia, como vinculo de la uniôn 670, f; su misiôn, junto con la justicia, de promover la paz 101, b; pero no es un sustitutivo de la justicia 668-69, b-c, e; de tal modo que no es verdadera caridad si no tiene en cuenta los deberes de jus­ ticia 454, h; nunca mâs que en nuestros dias es necesaria la caridad bienhechora 103, 4; una gran efusiôn de caridad es el remedio de los males présentes 667, o; remedio de los males del comunismo 453, g. Carismas: definiclôn y naturale­ za 948: su apariciôn en la Igle­ sia primitiva 947, 1; su nume­ ro en San Pablo 948; explicaciôn de los distintos cansmas 950, 5; criterios para discernir los verdaderos de los falsos 949, 2. Castidad: la castidad considerada como virtud general 804, 2; castidad y pureza: conceptos 888, II; castidad y fortaleza 805; es menos excelente que la virglnidad 807, f; es fruto del Espiritu Santo 805; somete la concupiscenda a la razôn SOI, I ; modera los apetitos sensua­ les 804; los pecados contra ella no son los mâs graves, pero tienen fata 1 e s consecuencias 888, III; la castidad en los jô­ venes 888; bienes que engen­ dra: fortaleza, alegria, felicidad 890; las luchas por conservarla no terminan hasta la muerte 891, B; es dificil conservarla, sobre todo en la juventud 889, IV; medios para conservarla: oraciôn y lucha 890 (cf. Pureza). Castigo: la idea de castigo en la llturgia 766; castlgos divi­ nos a los pueblos que pecaron 869; los castigos de Dios en la Sagrada Escritura 249, 1; castigo eterno para una ofensa inilnita 182, B, b; en los cas­ tigos de Dios resplandece su misericordia y su ’’usticia 328, II ; los que Dios envia a los pecadores son muestra de su misericordia 767. B. Catequesis: necesldad y obllgaciôn de dar al pueblo Instrucclôn catequistlca 356, C: una forma eflcaz : la creaciôn de 1263 [Catequesls] escuelas parroqulales 356, V; obligaciôn de los amos y pa­ tronos de ensefiar a sus criados y obreros 357, VI. Catolicismo: los falsos profetas sociales dentro del catolicismo 543; es incompatible con el co­ munismo 461. d; iejerce in­ fluenda en el mundo? 649 ss. (cf. Cristianismo, Religlén). Catôlicos: los catôlicos de espi­ ritu farisalco 15, 1; son mu­ chos los que practican externamente la rellgiôn, pero no se preocupan de conocerla ni de acomodar su vida totalmente a ella 452, b; los catôlicos d,e sôlo nombre no podrân resistir la lucha y persecuclôn de nuestro tiempo 452, b; es necesario emprender una eflcaz acciôn social aplicando los prlncipios que abundantemente ofrece la Iglesia 92, e; dahos que causaron los que en la acciôn politico-social no siguieron a la Iglesia 547, V ; quiénes han contribuldo a la for­ maciôn de una falsa con­ cienda social 545, III; en su acciôn social y politica deben estar unidos bajo las orientaciones dei magisterio de la Iglesia 543, II (cf. Cristianos). Celibate: es mâs perfecto que el matrimonio 808; no es contra­ rio al mandato de la procreaciôn 805, b (cf. Castidad). Cielo: alli existe la felicldad suma 396 , 4.°; el bautismo nos abre sus puertas 246, d; es el premio de los seguiflores de Cristo 217, 1: al ser hijos de Dios somos también herederos de su gloria 565; el sufrlmiento es el camino para llegar a él 218, 2; el anhelo por gozar en él produce tristeza en el justo 781. ib ; no podemos alcanzarlo si rio nos entregamos del todo a Dios 610, C: con sus solas fuerzas no puede el hombre merecerlo 483, III; en qué sentido lo merecemos con nuestras obras 379; inos lo con­ cede Dios como un don puramente gratuito?: doctrina catô­ lica y protestante 484, IV. Ciudadanos: no pueden estar a merced de la autoridad; debe existlr una organizaciôn Judi­ cial que los ampare 929, D; el ciudadano cristiano toma como proplas las necesidades colectivas v lucha por resolverlas 856. f. Clvillzaciôn : el mejor medio pa­ ra defender la clvillzaciôn cris­ tiana del comunismo es la renovaciôn de la vida prlvada y ISblCE DE MATERIAS [ Civil izaclôn] publica segûn el Evangelio 451, a; caracteristicas de la Hama­ da civilizaciôn moderna 656. Closes : el injusto reparte de los bénéficies ha creado las clo­ ses econômicas con una desigualdad que hoy se hace irri­ tante 736, F; siempre habrâ desigualdades econômicas, pero es injusto un orden social don­ de frente a unos pocos riquislmos hay una masa ingente de pobres’ 280, e; la lucha de clases en el comunismo 446, b; hoy existe, aunque sus manifestaciones e s t â n cohibidas por regimenes autoritarios y por la amenaza comunista 935, C. Clero: recomendaciôn de los ejercicios espirituales al clero y los obispos 1185, q-b; actitud modernisla de buena parte del clero 654 (cf. Sacerdotes). Codicia: triple sentido 1074, II, A; soberbia y codicia 1074; raiz de todos los males 1074, II ; mal de la sociedad mo­ derna 1180, c; los publicanos, person ificaciôn de la codicia 1076, VI (cf. Avaricla). Compunciôn: el espiritu de compunciôn 309; es un hâblto de arrepentimiento y penitencia 309, B; para ser perfecta se debe extender a todo pecado e imperfecciôn deliberada 309, C; sus frutos espirituales 311, IV ; medios para adquirirla 311, V; caracterîstlca de las aimas que progresan en la santidad 310, III; su especial eficacla para conserver la gracia 310, Π; el silencio mueve a compunciôn 1153; el ejemplo de los san­ tos 310, III (cf. Arrepenti­ miento, Penitencia). Comtiniôn de los santos: comunicaclôn Γ de bienes espirituales entre los miembros y la Cabeza del Cuerpo mistico 1037, III (cf. Cuerpo mistico). Comunismo: naturaleza: sistema errôneo, contrario a la razôn y a la revelaclôn, subversive del orden social 448, f; es ma­ teriali sta y anticristiano y, aunque con palabras lo nlegue, con los hechos combate a la Iglesia 461, e; tiene una par­ te de verdad y con ella pré­ tende cubrlr sus errores 541, C, c; oculta sus errores iras aparienclas buenas: lucha por la paz. colaboraciôn humanttaria, etc. 451, g; su falsa mistlca 541; es una lucha friamente calculada contra todo lo divino 450, e; es la peor de las persecuciones que ha pade- LComunlsmoJ cldo la Iglesia 450, a; se aprovecha de las justas aspiraciones sociales de nuestros dlas para propagav sus errores 448, a; encuentra en los pobres un campo fâcil 546, a; el capitalis­ me liberal le préparé el cami­ no 449, b; su difuslôn se expli­ ca por una extraordinaria y hâbil propaganda en todo el mun­ do 449, c; también ha contribuido no poco la prensa mundial no catôllca 450, d; se ha propagado merced a la descristianizaciôn del pueblo 449, b. —doctrinas: niega a los padres el derecho a la educaciôn de sus hijos, que es considerada como incumbenda de La colectivid^d 447, d; niega el dere­ cho de propiedad privada 447, c; destruye el carâcter sagrado dei matrimonio y familia 447, d; su concepciôn del estado poUtico 448, f; segûn sus doctrinas materialistas, la so­ ciedad no tiene mâs finalidad que produclr bienes para su disfrute colectivo, bajo la lïnica jerarqula del sistema econômico 448, e; cômo concibe a la sociedad^ 446, b; la lucha de clases en su doctrina 446, b; para él la religiôn es “el oplo del pueblo" 450, e; excluye la idea de Dios, la espiritualidad del aima, la vida futura 446, V; ensena que el orden moral y juridico no es mâs que una emanaciôn del sistema econômico, mudable y caduco 448, e; propugna la absoluta igualdad de los hombres, rechazando tod£. jerarqula y au­ toridad 447, c; predica la ab­ soluta emancipaciôn de la mujer, separândola del hogar pa­ ra arrastrarla a la vida publi­ ca 447, d; aunque su doctrina estâ superada en el orden cientlflco, se ha extendido râpidamente; razones de este hecho 448, a; niega los derechos del individuo frente a la colectlvldad 447, c; reconoce a la colectividad el derecho ilimltado de obliger, aun vlolentamente, a los individuos al tra­ bajo colectivo 448, e; su cam­ bio de tâctlcas no implica un cambio de doctrina 451, g. —efectos: despoja al individuo de su dignldad personal 447, e; al negar la ley natural no ha podldo ni podr'â obtener su in­ tento ni siquiera en el cam­ po puramente econôcnico 450, f; el progreso econômico que el comunismo ha creado 450, 1265 l Concupiscencia] mete a la razôn por la virtud f; las doctrinas comunistas de la castidad 804, 1; mientras por si mismas no han creado vivirnos en la tierra tenemos progreso econômico, que cuan­ 2ue luchar contra ella 401 ss. ; do se ha dado se ha debido a iflcultad cLe resistirla y venotras causas 446, a; mediante cerla 886, III; debemos exami­ el terrorisme ha impuesto la ner cuidadosamente su vitali­ esclavitud a millones de hom­ dad en nosotros 982, b; el re­ bres 450, f. medio es la gracia de Cristo —condenaciôn ; la Iglesia no ha •107, 4.°; la ley de Dios, al callado ante él, sino que lo prohibir satisfacer las concu­ condenô desere el principio 460, piscendas, hace pecar 406, 4; b; condenaciones explicitas de el amor a si mismo y el amor los Pontifices 460, b-c; solema Dios como raiz de la bondad ne condenaciôn por el Santo o malicia de los actos huma­ Oficio 461; quienes lo profesan nos 528 (cf. Pasiones). caen en excomuniôn 461, e; es Conducta: se debe amoldar a la intrinsecamente perverso y no fe que se profesa 508, III; es licito colaborar con él 451, conducta farisaica d,e muchos h; adherirse a sus doctrinas catôlicos 15, 1; divisiôn fresupone desertar de la Iglesia cuente entre lo que se créé y y dejar de ser catôlico 461, lo que se practica 93, h ; cond-e; los fieles que se adhieran tradicciones en la conducta de a él deben ser privados de los los que se dicen piadosos 80; sacramentos 461, e; no es li­ cito publicar, propagar o leer no es imposible realizar un profundo cambio de vida; la aquello que propugne las doc­ trinas comunistas 461, e; no gracia ayuda 839, b. es licito inscribirse en los parConfesiôn: cf. Penitencia. tidos comunistas ni favorecerConocimiento: de Dios: el cono­ los 461, e. cimiento experimental de Dios —medios para vencerlo: no se le por los misticos 693, IV. vencerâ con medlos puramen­ —propio: es mejor que muchas te econômicos o politicos, son devociones 65; es remedio con­ necesarias fuerzas espirituales tra la soberbia, la ingratitud 459, j ; la oraciôn y la peniten­ y la pereza 64 ; es indispensa­ ble para alcanzar la perfêccia, armas para vencerlo 455, 1 ; la renovaciôn de la vida priva­ ciôn 981; 984, 1; nos ayuda a conseguir la vercLadera devo­ da y pnlblica segûn el Evange­ ciôn 415, 3; consecuencias del lio es la mejor arma de lucha humilde conocimiento propio contra él 451, a; para vencerlo 1050, d; peligros que encierra es necesario movilizar todas las el olvido y desconocimiento de fuerzas espirituales dei mun­ si mismo 984, 2; del propio do y, sobre todo, dejar am­ conocimiento y del de Dios plia llbertad a la Iglesia 459, brota la humildad 1066. III; i; la caridad cristiana reme­ 1064; humildad y conocimien­ dia sus males 453, g; los sacer­ to propip 974; 1050, c; el hu­ dotes son los prlmeros apôstomilde no terne que los demâs les de la lucha contra el co­ le conozean tal como es 1009, munismo 456, a; cooperaciôn a; muchas veces no queremos de la Acciôn Catôllca 457, c. conocernos para no perder la Conciencia: por medio de ella buena opinion que de nosotros habla Dios al pecador; pero, tenemos 1008, 2.°; tod,o lo bue­ si su voz es d,espreciada. se no que veamos en nosotros es embota 1212, d; frecuente desde Dios 66; necesidad de exadoblamiento de conciencia en minarse para conocerse 63; nuestros tiempos 93, h; puri983, C; qué hemos de examificaciôn de la conciencia para nar 981-83; conozcâmonos pa­ recibir la Eucarlstia 208. e. ra corregirnos 64, C. Concordia: procurarla y manteConsejo: su necesidad para obrar nerla es postulado necesario prudentemente 750, V; réglas para el buen goblemo de una que se deben observar al penaclôn 228. 1 (cf, Unlôn, Paz). dir y dar consejo 751, VI-VU ; Concupiscencia: doctrina protes­ consejos de los varones pru­ tante y catôlica sobre ella 503; dentes 675, b; en qué sentido en si no es pecado 405; lo pueden los pecadores ser buebueno y lo malo en ella 503, nos consejcros 620, 1. C; sus malos frutos 503, 3; no desaparece con el bautismo, Consejos evangélicos: manlfiesaunque disminuye su fuerza I tan la voluntad dei Serior, pe­ ro no la imponen 511, b; el 303, c; 305, II; 245, c; se so- , li'oinunismol [Consejos evangéllcos] olvidarles completamente con­ duce a quebrantar los precep­ tos 633, 4; graves consecuencias de predicar exclusivamente la moral de precepto y olvidar la de consejo 682, c-d. Consolaclôn : en qué consiste 1251, B-C; la consolaclôn mistica 1250, B; la elecciôn de es­ tado realizada por la experien­ da de consolaciones y aesolaciones 1251 (cf. Consuelo, Desolaclôn). Consuelo: la aficlôn a los Con­ suelos espirituales en los prin­ cipiantes 72, a; la sabiduria etema, fuente ae gozo espiritual 835, D; el llanto, fuente de consuelo 779 (cf. Alegria, Go­ zo, Consolaclôn). Contemplation: definiciôn y na­ tural eza 1241. LU; natural'y sobrenatural 1241, II; contempla, ciôn v vida active 1223; 1240; ca­ ractères y temperamen-.os mâs propios para la acciôn o ia contemplaclôn 1242, IV; cômo le vida activa ayuda y dispone ai aima para la contemplaclôn 1242, IV; la uniôn armônica de acciôn y contemplaclôn como fundamento de le paz 923, E, V (cf. Oraciôn); Maria, modè­ le en armonlzar la vida activa con la contemplativa 1244, C; hombres de acciôn y hombres de espiritu en la sociedad 1245. Contumelia: naturaleza y mora. lidad 121; es hlja de la ira 123. VI. Conversaciôn: los pecados de la lengua U6; 125. 1; limpieza en las palabras U77 ; circunstancias necesarias para nabiar bien 1169; dafto que las pa­ labras deshonestas causan a quien les dice y a quien les oye 1172 ss. ; cômo debemos por­ tâmes en las conversaciones obscenas 1194; las palabras jo_ cosas: buenas y rechazabies U78; conversaciôn y charlataneria U7, IU; perjuictos de la cnerlataneria 1222; pecados de lengua: cnlsme y burla 125; ha­ blar de Dios 1176. Conversion: siempre es posible. aun para el pecador endureci­ do 816; 1019, d; mâs pecadores se convlerten con dulzura v hu­ mildad que con reprensiones 294, V; dificil conversiôn de! pe­ cador soberbio 1076, VII; es ompresa costosa y para los que ?uleran hacerse vlolencle 840. ; cuando se trata de realizar. la, todo son dlficultades y dilaciones 727, c-d; los obstâculos que se le oponen y eu eo’uciôn 837; no se debe dejar para la hora de la muerte 842 . 4; di. [Conversiôn] ficultud de convertlrse en aque­ lla hora 830, A; realicémosla ahora; no subemos si mâs tar. de tendremos tiempo 832; exnortaciôn a una pronta converslôn 828-29; la soledud y la con. versiôn dei pecador 1202. Correcciôn; los bienes que repor­ ta 64, C; paru que aproveene debe hacerse con mesura y bue. nus palabras 1170, 5; debe ha­ cerse con amor 46. Costumbres: su corrupclôn en el mundo pagano y cambio operado por el cnstiunismo -02; 498; la corrupclôn ae costum­ bres destruye el vigor de las naciones 227, a. Creaciôn: bondad original de la creaciôn 115/; 1238; por medio de ella habia Dios e los nom­ bres 1209, IlI ; 1212, 1; cômo los bienavenuirados gozan de las beiæzas de la creaciôn 1157. Criaturas: su bondad ontolôgica y teolôgica 1238, LU; 1157; en si son ouenas; lo malo es pre­ fer irl as a Dios 219, 1; cômo es. tâ Dios en todas las criaturas 1041, B; todas reconocen y ala­ ban al Creador 1155; por las ciiaturos a Dios 1239, IV; mo­ dos de usarlas pare ir a Dios 1240; el grado de aesprendimiento de ellas indica el gra­ do de santidad que tenemos 490, IV. Crisüanisino: excelencias de su doctrina y consejos 1164; su inmutabilidad 88, e; sus prin­ cipes fundamentales no son susceptibles de modernizaciôn 651-55; debe informar toda la vida, no mantenerse en puro ritualism© 508, IU; de nada sirve conocer perfectamente sus principles si la conducta no se amolde a ellos 661, g; cristianismo v santidad 488; quienes viven su espiritu necesitan hoy mâs virtud y mâs entrera 658; el crisdanlsmo de espiritu fariseico 15, 1; sus enemigos pretenden desacredltarlo acusando de nlpôcritas a quienes lo prac. tican 440 ss. ; cambio operado por él en las costumbres corrompldas del mundo pagano 492; 498; virtudes que Implan­ té 495; la ley del amor en eus pri meros tiempos 495-96; no destruye, sino perfecclona la personalldad numana 1068; /.po­ sée eficacia social? 649 ss.; por qué no Influye en la socleaad como debiera 1073, C; el no haber sido observados sus pre. ceptos en la vida privada v pùbdica he traido a la sociedad un gran cùmulo de males 100, h; exclulrlo de la vida pûbllca es INDICE DE MATERIAL [Crlstlanlsmo] favorocer al comunlsmo 459. j: ninguna naNôn tiene que tem»*r nada de la aplicaciôn de los principles del crlstlanlsmo 854, b; la fe crlstlona como fundamento de las formas poli, tlcas 285, k. Cristianos: no son verdaderamente tales mlentras no vtvan el espiritu de Cristo 514, II; la medlocrldad de muchos cris­ tianos de hoy 650 ss. ; los cris­ tianos a médias que oscllan en­ tre Dios y el mundo enemigo 93, h; los hipôcritamente plodosos desacredltan a la Igle­ sia 83, d; tienen que portarse como taies en todo momen'o y en todas las esteras de la Aida 93, h; condeneclôn de los que confiesan a Dios con los labios v lo nlegan con las obras 508. III; por sus obras dlstingulremns los verdaderos de los falsos 390; por el hecho de ser­ io tienen una doble obligaclôn: morir al pecado v vivir en Cris, to 191, A; su actltud ante Dios: alabanza, Imltaclôn v obediencla 687: Dios. nuestro Padre: amor y sacrificio 686: su en­ trera a Dl^s. exie-encia de le redenciôn 473. IV-V: el temor a pasar por hipôcrita retrae a muchos del servlclo a Dios 443; su entrega a Dios en la santa misa 474. VI: Cristo en la vida del cristiano 317, III ; todos pueden y deben seguir e. Cris­ to 220. e: todos cuantos quleran segulrle de verdad sufrirân persecuclôn 218, 3: los mo­ tives del gozo del crls*lano en las persecuclones 10, 5; prlvilecrlos y obligaciones oue les con. fle^e el bautismo 304. V; su obüraclôn de san’lficarse 474. V: 488: deber suvo es levantar a la sociedad del neligroso leta.rgo en que se halla 284. 1: su actueciôn en el mundo es’â falta de base sobrenatural 64. ss. ; 655, a; hoy necesitan mâs virtud para actuar en el mundo 658; unlôn que debe reinar entre ellos 10. 2.': deben ser modelo de caridad 98. c: roostura crls’lana nnte los In­ sultos 124: floreclmlento de vtrtndes en’re los prlmeros cris­ tianos 493 : 496, II : 581. b : 671. 1; el pecado del nueblo lu. dio v el pecado de los cristia­ nos 905; el llanto del cristiano: motivos diversos 781 ss. Cristo: su oersona y su rrüsiôn: su persona y su doctrina son desconocldas por muchos en nuestros dlas 315. ΙΠ; su do­ ble entendimiento: humano y dlvipo 139. in, sus pasto η çç . V- -s* 1267 [Cristo] 897, C; la ira en Jesucristo 153 IV: 62; santidad del aima y humanldad de Cristo 1161; 1159; Cristo, Mesjas 130; medlador en*re Dios v los hom­ bres 340. B; cômo hizo siempre la voluntad de Dios 531; cômo procurô siempre la gloria de su Padre celestial 1207, C; vino a darnos vida: côrno lo reallzô 334, C: Cabeza vivificante de su Cuerpo mis ico 324, d : es elemento unlflcador de su Cuerpo mistico a! ser la Cabe­ za 1040. III: vlvificador de la Iglesia 430: Cristo, reformador religioso 142; 85 ss. ; exceleru clas de su doctrina y consejos 1164; no abollô sino nue perfecclonô a la loy antigua 21. —Cristo Redentor: con su pasiôn y muerte nos redlrriô 873. II: nos librô de la esclavltud del pecado 799, c; nos devolvlô la vida sobrenatural, perdida por Adân 429; la misa, renovaclôn de su sacrificio redentor 873; el ri to baptismal es una repre. sentaclôn de su muerte 241: los humlllaclones y la exaltaciôn de Cristo 979. —Cristo Rev: Cristo, Key y Maestro 138, I; las leyes del reino de Cristo ayudan y no diflcultan el cumplimiento de lo mandado 73. —Cristo en la vida del hombre: Cristo, centro del mundo y de la historia 89, C: es camino, verdad y vida 316, A ; nuestra incorporaciôn a El segûn San Pablo 193, 2: nuestra transformaciôn en El por el bautismo y por la Eucaristia 304 B: 265. e: vivir en Cristo, ideal del cristiano 191, A; nuestra vida en Cristo, y la vida de Cristo en nosotros 316: ûnicamente el que vive segûn su espiritu, 11eno de caridad. es verdatîeramente pladoso y cristiano 513; es causa ejemplar y eficiente de nuestra vida sobrenatural 328. III; Cristo. alimento del nimft 322 : 332 III : 321. D; 322, Π ; Pastor de las aimas 1254. IV-V ; la amistad y trato con . Estado: naturaleza y misiôn: su misiôn principal es la consecuclûn del bien comûn 287, e; debe ser ârbitro supremo Dure de partidismos y con la mira puesta en el bien comûn y la Justicia «56, g; su prestlglo na decaido 856, g; la constituciôn de estado auténticamente cristiano como garantla de la paz 930; debe someterse a las normas de la justicia 930, E; concepciôn comunlsta del estado politico 4-18, f; sobriedad en la administraciôn de sus gastos 458, h; su obllgaciôn de impedir la propaganda atea 458, f; de­ be crear aquelias condiciones materiales de vida sin las cua­ les no puede subsistir una so­ ciedad bien ordenada 458, g; obligue a los ricos y poderosos a contribuir mâs eficazmente al bien comûn 458, g; no siem­ pre es el mâs indicado para acometcr dlrectamente refor­ mas sociales 361, d. —reloclones con lu Iglesia: debe ayudar a la acciôn apostôli­ ca de la Iglesia 458, f; deje amplia libertad de acciôn a la Iglesia, pues con ella se favorcce a si mismo 854, b; 459, i; cuando manda cosas con­ trarias a la Iglesia hay que obedecer antes a ésta 855, d. Eucaristia: naturaleza: grande­ za de este misterio 252 ; 262, c; en ella se contlene al mis­ mo Cristo 270, 2; el que comulga recibe el cuerpo de Cristo 213, d; Jesucristo, pan del cielo 232; pan d,e vida 333; pan de los ângeles 339, VI; a ella se ordenan todos los de­ mâs sacramentos 334, c; el misterio de la transubstanclaclôn 211; es efecto del gran amor que Cristo nos tiene, 2: Cristo sacramentado tiene que sufrir mâs ultrajes en su pa­ siôn 255, c. —recepclôp : rec 1 b 1 m o s a un Dlos-hombre, que todo lo pue­ do y que ha experlmcntado nuestra llaqueza 254, d: Cris­ to viene con espiritu de dul­ zura y amor 255: motlvos bue­ nos v malos que nos pueden Impulsar a reclblrla 264, d; necesidad de prepararse convenlcntemento 261, a; por qué muchos no la asimllan conve- l Eucaristîa J nientemente 198, 1; cômo debe­ mos prepararnos 207 : lo me­ jor es pedir a Dios que El mismo nos prepare 263; con­ diciones requeridas para recibirla 264; el que esté man­ chado no debe renunciar a ella, sino purificarse 209, 3; cômo debemos acercarnos : con humildad y temor 266: con conciencia limpia, c; con hamtre y encendldo deseo 269; con amor y confianza 267 ; con la pureza de intenciôn 264, d: con profunda devociôn 265; al recibirle debemos olvldar todas las cosas y atender sôlo a Dios que viene 263; afectos del alma que ha recibldo a Cristo 232; la misa como preparaclôn para la comunlôn 300, II; la comuniôn se debe recibir dentro de la santa misa 300, IH; misa, comuniôn y vi­ da cristiana 299. —necesidad: necesidad de su frecuente recepciôn 214, c; no hay excusa nlnguna nara dejar d,e reciblrla 269; deben recibirla todos 268, 4; es mâs necesaria para los pecadores que para los justos 268: es complemen­ to necesario del bautismo 299. B. —efectos: sus maravillosos efec­ tos 270, 2; es de virtud infi­ nita 261, a; remedio de toda necesidad 254; 268; vida del aima 426, b-c; 431, E; alimen­ to del alma 198, 1; 206, 2; duce en el aima los mismos efectos que el alimento mate­ rial en el cuerpo 334, II; es vida para quienes la reciben bien, es muerte para quienes lo hacen indjgnamente 262, b; nos transforma en Cristo 265. e; haedlcina de los pecados 214: aumenta la caridad 335. C-D; es fuego que nos enclende en amor a Dios 253, a-b; es remedio para todos 268; la gracia que en ella recibimos 261, a; sus efectos destruyen los del pecado de Adân 269, 1 : alimento y sustento de la fe 336. Evangelio: la perfecciôn en la ley evangélica 16; la ley nue­ va, ley de amor 17; 75, a; el amor al prôjimo, principal caracterlstlca de la ley evangé­ lica 159, B; 167; 169: la ley antigua y la ley de gracia 75 ss. ; la ley nueva, perfecciôn de la antigua 20; el sermôn de la Montana, contraposiciôn entre la ley mosaica y la evangélica 128; excelencias de la doctrina [Evangelio] y consejos evangélicos 1164; el apostolado seglar en el Evan­ gelio 1199; cômo desiiguran los racionallstus l o s relatos del Evangelio 197. Evaslôn fiscal: va contra la jus­ ticia social ; modos de practicarla 737. Examen de conciencia: su nece­ sidad 63; puntos sobre los que debemos examinarnos 981 -83; es medio o .caz de progreso es­ piritual 319, B. Fama: dos pecados que la des­ truyen: detracciôn y calumnia 876; la recta admlnistraciôn de este don de Dios 714, C; la critica de los defectos ajenos: la murmuraciôn 881; cuândo se puede difamar a otro 879, VI. Familia: célula y fundamento de la naciôn 284, g; es el funda­ mento de la prosperidad de los pueblos 284, g; hoy va quedando cada vez mâs pendiente del Estado y de organizaciones y contrôles de toda indole 282, b; el comunismo destruye el carâcter sagrado dei matrimonio y la familia 447, d; su estado en el paganismo y renovaciôn que realizô el cristianismo 498; programa de los Papas para la restauraciôn de la familia 927, b; los derechos familiares que hay que tutelar para conseguir la 'paz 927, D ; el perdôn de las ofensas en la vida familiar 100. 1. Fariseîsmo: très caractères de la piedad farisaica 78; catolicismo de espiritu farisaico 15. 1 ; justicia farisaica condenada por Cristo 145; 148, I (cf. Fa­ riseos). Fariseos: su historia, doctrina y costumbres 11 ; pecados farisaicos 14; eran personiflcaciôn de la soberbia 1076, VI ; la sober­ bia farisaica: una pâgina del Talmud 952, 1; la falsa justicia farisaica 51; su pecado de hlpocresia 996: Cristo les acusa y reprueba 129, III : exposiciôn de la parâbola del fariseo y el publicano 952 ss. ; 960, c; 962; OX 4; 991; 1081; 1084; 1045 (cf. Fariseismo). Fe: el proceso de la fe 337, II: intangibilidad del depôsito de la fe 1114; necesidad de la revelaciôn 1129: Dios autoridad ûnica en materia de fe 1132; la salvaciôn mediante la fe. segùn San Pablo 1113, 2; fe y obras para la justificaciôn 506. B; 150, C; la prudencia y la INDICE DE MATERIAS lie! fe 724, d, 1; el conocimiento por la fe y el conocimiento ex­ perimental de Dios 693, IV ; la fe exige humildad 1045, II; no es indigna del hombre 141, IV; 1131 ; en nué consiste vivir de la fe 338, B; tener fe en Cristo es obrar conforme a su volun­ tad 392, b; la fe mediocre es frecuente en nuestros dias 652: la Eucaristîa es su alimento y sustento 336. Filiaciôn adoptiva: tiene su cnmienzo en el bautismo y su complemento en la resurrec­ ciôn 968-69; adopciôn divina y vida divina 689, il; el Espiritu Santo y nuestra filiaciôn adop­ tiva 689 ; 565, 4; al ser hijos somos también herederos con Cristo 565: el espiritu de filia­ ciôn del Evangelio, opuesto al de temor de la antigua ley 564 3; Dios, nuestro Padre: amor y servicio 686; temor filial 694. Fraternidad: el hecho de la fcaternidad humana 49, 2.°; es una exigenda del espiritu de cari­ dad 515, C; sôlo ella garantiza la verdadera libertad 862, d ; los principios de la fraternidad cristiana 862, d; diferentes ca­ sos de odio fraterno y reconci­ liaciôn en la Sagrada Escritu­ ra 106 SS. Gloria: todas las criaturas dan gloria a Dios 1238, III; IH; obligaciôn de glorificar a Dios y tré­ ou en te cobardia para cumplirla 1214 ; a ejemplo de Cristo he­ mos de buscarla siempre 1207, ■C; apetito ordenado y desordenado de la propia gloria 326. II ; no nos podemos gloriar, pues todo lo bueno que tenemos es de Dios 66; cuando nos atribu'imos algo, robamos a Dios su gloria 992; vanidad y futilidad de la gloria dei mundo 998. Gobernantes: su ïinica razôn de ser es el bien de los subditos 1037, B, b; la rapidez en la ejecuclôn, cualidad del buen gobernante 752, VIII-IX; la pru­ dencia del gobernante 748 ; 619; d; no deben hacerlo todo personalmente; deben encomendar a otros los asuntos de menor importancia 676, a; deben rodearse de varones prudentes que sepan resolver los asuntos 676, a; la oraciôn del gobernan­ te pidiendo a Dios prudencia 744; réglas que deben observar al pedir y dar consejo 761, VIVII; su obligaciôn de velar por la salud corporal de sus 1273 [Gobernantes! sùbditos 746, C; debemos orar insistentemente por ellos 1019, b (cf. Estado, Gobierno). Gobierno: el principio de dominaciôn sobre otros hombres no en­ traîna violaciôn de la justicia 231, 3; la tarea unificadora 1256, D; no es posible gobernar bien sin atender a la justicia 229, 2; la prudencia politica: en los gobernantes y en los sùbditos 748; la prudencia, vir­ tud necesaria para gobernarse a si mismo y los demâs 720, B, 3; las formas autocitarias estân mâs influidas que las democrâticas por los "grupos de poder o de presiôn” 73o, D ; pru­ dencia y caridad en el gobierno de la iglesia 753 (cf. Autori­ dad, Estado, Gobernantes). Gracia: naturaleza: su causa principal e instrumental 1174, b; los sacramentos son su cau­ sa instrumental 1147-48; cômo esté, contenida en ellos 1148, 3; la gracia sacramental 1‘ 1148; la gracia “gratis data" y "gratum faciens" 717, I ; doctri­ na teolôgica sobre la gracia suficiente 809 ss. ; error jansenista 810; 812; coexistencia de la gracia y la libertad 785; obras meritorias, coopecaciôn del hombre y gracia de Dios 1115, 7; excelencias de la vida en gracia 426 ss. ; desde la justifi­ caciôn al “lumen gloriae": li­ nea ascendente de nuestra vida en Dios 691; contrarias tendencias de la naturaleza y de la gracia 432 ss. ; especial eficacia del espiritu de compunciôn pa­ ra conservarla 310, II; también la oraciôn es necesaria 1014, e ; se nos da en proporciôn a nues­ tra misiôn en la vida 622; la sustitucién de las gracias di­ vinas 845; las gracias desperdiciadas 774, 2.°; la continua in­ fidelidad a sus impulsos puede llevarnos a la tibieza 874, III; las gracias despreciadas nos concitan la ira divina 894, 84344; Dios no retira su gracia si el pecador no se ha hecho indigno de ella 846, B 774, 2; no se niega ni al pecador endure­ cido 816; tenemos que rendir cuenta a Dios 712, H; doctri­ nas falsas : pelagianlsmo 463 ; vida de gracia: cf. Vida sobrenatural. —necesidad: es necesaria para evltar el pecado 966, 2; sin su ayuda no podemos vencer todâs las tentaciones 769, c: su necesidad para las obras buenas 965, 3 ; 966, 2; esta necesi r-7 1274 INDICE DE MATERIAS [Gracia] dad debe llevamos a la humil­ dad 1066. B. —efectos: vida divina y filiaciôn adoptiva 6S9. I: nuestra vida en Cristo y la vida de Cristo en nosotros 316: la santidad. desarrollo de la gracia santificante 439. B: es la savia que mueve la vida sobrenatural del hombre 501. II; sus frutos en comnaraciôn con los del peca­ do 378. 4: es la que confiere el mérito a las obras 379: alimen­ to de! aima 333. c: el aima en gracia, templo de Dios 791, 1; 819: la srracia como elemento uniflcador del Cuerpo mistico 1040: cuando se nos infunde viene accmnafiada de virtu­ des teologales 313. ΤΠ: 619, a fcf. Amor de Bios, Unlônh Guerra: exterminio que causaria una nueva guerra 96. f: enten­ dra el rencor y el odlo entre los pueblos 95. a: el desarme progresivo y leal por sunuesto para una verdadera paz 932, D: 934. E. Herejes: ;.son buenos o malos? ;.Se salvan o se condenan? 504 : la soberbia de los herejes: di­ versos ejemplos 505. II : diferencia entre el hereie y sus seguldores 1125: se atra'en nartidarlos prometlendo la liberacidn del yu?o de la autoridad 1129. 1: lôs herejes, falsos profetas 386 ; 395. e; los herejes. lobos con piel de oveia 444, a. Herejias: Dios las permite 388, e; generalmente son causadas por la soberbia 505, Π; su peligro y utllidad 386: sus perniciosos efectos 505. B: criterios para distinguirlas de la verdad 485: cuando pierden la lucha ablertamente buscan la victoria de modo solanado: experiendas hlstôr’cas 653: hereies y hereiias 463 ss. (cf. Herejes). Hipocresia: consiste en aparentar lo que no se es 400; es fre­ cuente 419-20: no lo es ocultar lo malo, sino fingir lo bueno 420. b; es hija de la soberbia y del deseo de alabanzas 1059. a: 399 ; 400. 4.°; no puede man­ tenerse por mucho tiempo; al fin aparecerâ la verdad 420, a: sus perniciosos efectos en las aimas cobardes y débiles 443. a: perjuicios que causa el hipôcrita 444: el temor de pasar por hipôcrita retrae a muchos del serviclo de Dios 443; pecadoI de log farisecs 996 el castiero 399. S.*»; fie los hipôcritas [Hipocresia] los malos acusan de hinôcrhas a los buenos para jusHflcarse as’ de sus acclones 4-10 sa.; condenaclôn de la nledad hipécrita 904 ss. : la fâcil hipocresfa de los ministros del culto aue no practlcan lo que ensefian 84, b; «nentira e hlnocresla del mundo 994: la socledad no puede mantenerse firme so­ bre la hinonr?s’a v la falsedad 91. a (cf. Farlsefsmo). Hombre: el cristlanlsmo v los valores humanos 1068, ΦΙΤ : no es bueno o malo per naturaleza, sino nor sus obras 422. b: Dios. nuestro nadre: amor servlcio 686· el hombre moderno estA amena^ado de auedar reducldo a un simple instrumento de la nolitica y la economia 282. d; hoy hav pncns con verdadera personalidad, encadenados nor gigantescas organizaclones Hombre vle’n: su muerte en el bautismo 194. 1; 195. 4: 303. B: contrarias tendencias de la na­ turaleza y de la gracia 432 ss. ; mientras estamos en esta vida no desanarece del todo. a uesar de nue el hombrp nuevo naciô en el bautismo 968. 1. Honores: el despo insac^able de honores v dienldades 900; con­ trarias tendencias de la natu­ raleza v de la ’Tracia 433; hono­ res y humildad: el que los busca se concerte en un per despreciable 999, h: es bueno admîtirlos con moderacidn. nero snn nocivns cuando anaslonan 990. c: tributar al nrôiîmo ho­ nores excesivos estâ a veces permit! do nor la caridad 1001, c: el esniritu de rrandeza. con­ trario al de CHstn 274. b: 1073. B: no nos oprxdrdn n^ra nada en la hni-a de la miieHe 205. e: Cdmo çRtiman 1ns santos los honorp.s dp] rnundn: una anAcdota d» Humildad: naturaleza: definlciôn 1049. 973; en qué consiste 1060, A; 1055, II; en que nos conozcamos taies eue]es somos 1050, c; su fundamento 974, c; 1056: no consiste en desconocer los dones de Dios, sino en sentirse inditno de ellos 623. c; la humildad as le verdad 1049. B; 1055: no va contra ella el reconocer sencilleimente los dones recibidos de Dios 999. a; falsa y verdadera 973. 3-b: no es hurnllde el epocado, el cobarde, el débll, el servii 1068. IV. B; huimlldad verdadera v humil­ dad “de farebato” 1052, V; la INDICE DE MATERIAS 1275 [Humildad] lllunüldiull confiada, motor de la acciôn faisa numildad 1000, a; las per1081; el humilde no terne que sjnas pludosas de humildad fal­ los demâs le conozcan tal co­ sa 1001, d; cuando digarhus pa­ rno es 1009, a; la humildad en labras de humildad, que nuesla oraciôn del pecador 1111; los iros sentimientos correspondan que avanzan en la vida espia elles 1001, b; sefiales de nurituel crecen constantemente mllded 1010-11; el justo medio en humildad 71; la absoluta 1002; no es virtud negativa, necesidad de la gracia para tosino positiva 1004, I; debe ser da obre debe ll&vernos a la hu­ interna y sincera 978, 1; la que mildad 1066, B; cento triunfal no es caritativa no es verda­ fie la hurnlldafi: el "Magnifi­ dera 1002, b; soberbia y hucat’· 1053. rnildad frente a fren’e 1058; -modelos a imitar: el ejempl ) 1070; sentencias clâsices sobre fie Cristo 1049. C; 1062. Il; la la humildad y modestia 1031; Virgen, modelo 1053, VI; la hu­ debe ser moderada en los ac­ milde sencillez de los santos tos exteriores 979, 2; su exce1052. V; 1031, B; 1062, II: San lencia 975; 1054, I; sus diver­ Pablo, modelo 961; 1115, 6; sos grados 976; principi os en 1120, c; la oraciôn humilde del que se basa 954, 1; brota del publicano 1094. conocimiento de nuestra mise­ Humillaciôn: para hunüllarnos ria y de la grandeza de Dios reconozcamos la multitud de 1056. Ill; 1064; medios para bénéficies recibidos de Dios y conseguirla 1061, C; sumisiôn nuestra poca correspondencia a Dios v a los hombres que que se humilia exige la numildad 977, lo-c ; imserâ exaltado 979, d; 1070: las perfecciones de los principian­ humillaciones de aigu nos santes respecto a la humildad 69; tos son para admir arias y no es virtud cristiana 1048, I; su para imitari as 1002, c: humi­ relaciôn con las d&mâs virtu­ llaciones y exaliaciôn de Cris­ des 1054. I; humildad y megnato 979 (cf. Humildad). nimidad 980; 1069, D; dignidad personal v humildad 1068, IV-V; humildad y pobreza de espirlglesia: naturaleza: la visiôn dogtu 1051; la humildad v el remâtica de la Iglesia, en conconoclmiento del propio velor traposiciôn con la visiôn apo1069, V; humildad v conoci­ logética 910; Cristo es su funmiento propio 974. dador 914, A; errores moder—necesidad: su necesidad 66, b: nistas sobre su fundaciôn por 1061; 1064, I; deb&mos ser co­ Cristo 914, B; la reforma que Cristo realiza con su Iglesia, mo nifios delante de Dios 1072. comparada con las institucloV; es camino necesario para el nes y reformas humanas 85 ss. ; cielo 67. c; es el primer paso su Inmutabilidad 88. e; su des­ en el seguimiento de Cristo arrollo y evoluciôn 915; en sus 218, 2; Ια humildad en la ora­ lineas 'esenciales permanece ciôn 955: condlciôn necesaria :·ν< la humil­ siempre como Cristo la fundô. de su eficacia 1089; dad en el agradecimien’o a Dios aunque lu ego se adapte a las 1005, c; por qué debemos ser mudables circunstencies hlstôricas 914, C: el afân de mohurrdldes 1060, B. dernizarla puede llevar dema—efectos: sus efectos 977; consesido lejos 654; o es una obra cuencias del humilde conocidivina o es una locura 86, b; imiento propio 1050. d; blenes reino espiritual 86. a; la Igle­ que trae el aima 997, A; fun­ sia como “comunldad" 911, II; damento de la santidad 1051: la Iglesia como “ciudad" v “ca­ 975; cômo facilita la salvaclén sa” de Dios 911, D; la Iglesia 979 . 3; la humildad como fun­ catôlica, como Iglesia de la damento de la fe 1045, II: sôlo Santisima Trinidad 912; la Igle­ el humilde es verdaderamente sia, esposa de Crlsto que va grande 998, C; la exaltaclôn siempre en su seguimiento 236; fiel humilde 1070 ; 979; la hu­ el Esplrltu Santo es su vivifimildad como disoosiclôn para cador 430; aima y cuerpo de la justificaciôn 1091: la humil­ la Iglesia 507: su perpetuidad dad y el perdôn de los Oecados 916, B: la Iglesia es santa 492; 960;‘994, c; es preferible un 495 ; 498; valor apologético de pecador humilde a un justo orsu santidad 492. I; su apolitlgu lloso 1012, e: 1048. B: la con­ cidad 544, f; orar con la Igle­ ducta del humilde 1057 V; 1072. sia, la oraciôn liturgie a 685. IV; pos’ura del humilde res­ —su obra: pretende format al pecto a Dios. a los demâs y a hombre completo, en todas las si mismo 1056. IV; la humildad *·* iSnicr de materLAS k [Iglesia] esteras de su vida 93, h; la simple investlgaciôn hlstôrica no puede valorar los bénéficies que la acciôn de la Iglesia ha reported© a la sociedad 1021, c-d; si no influye en el mun­ do como debi era, se debe a la faite de base sobrenatural en la actuaclôn de los cristia­ nos 649 ss. ; cambio ope rado por ella en las costumbres corrompldos dei mundo pagano 492; 498; su acciôn ingénié en el campo de la caridad 671. i; no hay artificio humano que supla a su acciôn caritativa 671, 1; ella sola no puede conseguir la paz y la .uniôn de los pue­ blos 858.' a; no obstante, ali enta y sosüene a quienes defienden esta causa, pero acusa la fal­ ta de una atmôsfera propicia 858. b; cooperaciôn de la Igle­ sia a! establecimiento de una democracia sana 285, j-k ; : es mlsiôn suya orgenlzar obras sociales? 352; no podria lievar a cabo sus empresas apostôlicas sin la ayuda de la oraciôn de los fieles’1021, e; la oraciôn por la Iglesia v sus necesidaprudencia de la des 1 IAI Iglesia en sus ac’.uaciones 743, VII: 753. —su magisterio: es la suprema norma en lo religioso 445: la necesidad dei magisterio 1212. c; 131: cada dia es znâs nece­ saria la orientaciôn doctrinal de la Iglesia ente las calamidades de nuestro tiempo 280. d: se extiende a todo cuanto aberca el derecho natural 546, c; sus orientaciones se han de tener en cuenta también en las cuestiones de derecho interna­ tional 546. f; también en acclôn social y politica hav que seguir sus orientaciones 543. II; 546 g: 548, VI; obliga también a aquellos esniritus fuertes que roretenden ser "mayores de edad” 547. i-j; y su fuerza obli­ gatoria no se fundamenta en las razenes que tenga para imponer su criterio 546. d; reducciôn de la autoridad magiste­ rial de la Iglesia por el neoüberalismo 546, B: dafios aue causaron quienes en lo politicosocial no siguleron sus orienta­ ciones 547. V. —su d’etrina: su concepciôn del matrimonio 498. IT ; qué ensefia sobre la esclavitud 5C0· los derechos de 1ns hijos en su doc­ trina 499, III: no ha callado ante el comur.ismo. sino que lo ha condenado desde e! nrlmer momento 460. b (cf. Pontifices). —su doctrina social: cf. Social. I Iglesia] —sus enemigos: sus enemigos pretenden desacredltarla acusando de hipôcritas a quienes siguen sus leyes 440 ss. ; nunca ha sufrido tanto como ahora con la amenazn del comunlsmo 45, a; adherlrse al comunismo implica deserter de la Iglesia 461, d; debe gozar de plena libertad como potencia (.spirituel en la lucha contra el ccmunlsmo 459. i ; con fre­ cuencia la desacreditan los cris­ tianos hi pôc ritemen le piadosos S3, d; la contemporizaclôn de los cristianos con el espiritu del mundo le causa grandes males 650 ss. ; sus enemigos quieren prevalecer abierta o solapademenete : experiendas hlstôrlcas 653. —relaciunes con el Estado: el concéder amplia libertad a la Iglesia es medida eficaz para la paz 935; la libertad dejeda a la Iglesia favorece a la pros­ peridad del mismo Estado 854, b; el amor que le debemos no se opone al amor a la patria 85o. c; no hay oposiciôn entre sus intereses y los de la patria 856, f; cuando ambas potestades mandan cosas contrarias, hay que preferlr a la Iglesia S55, d. Ignorantia religiosa: la enorme ignoranda religiosa de nuestro tiempo 315, III; Impi de que la palabra de Dios sea oida con fruto 1213, C. impaciencia: sus males 36 (cf. Ira, Paciencia). Impenitencia: cf. Endurecimiento. Imperfecciones: impiden el progreso espiritual 309, 3; no debe­ mos impaclentarnos ante ellas, sino sufrlrlas con humildad 72, b; imperfecciones de los prin­ cipiantes 68 ss. (cf. Perfecciôn, In fidelidades). Imperialism© : las ambiciones 1mperialistas se cubren a veces bajo el manto del patriotisme 855, e. imprudentia: en qué consiste 729 (cf. Prudencia). Inipuestos: la evaslôn fiscal, tan frecuente en nuestros dias, va contra la justicia social: mo­ dos de practlcarla 737, b. Impureza: cf. Lujuria. Incon*ideraciôn: vicio contra la prudencia 730, E. Inconstantia: vicio contra la pru­ dencia; su naturaleza 731. Independencia: el derecho de to­ das las naciones a su inuependencla juridico-econômica. co­ mo presupuesto para una paz du radere 932, C. INDICE DE M.VtEklAS 12/7 Industrlalizaciôn: su râpido avan­ lira) ce va despersonalizando al nom- j pecado mortal o venial segûn bre y haciendo dificil la tutela las circunstancias 156, IV; 58, de su dignidad 282, b. 2-3; es causada por la tristeza Infldelidaües; las continuas infi55, c; algunas sentencias sobre delidades a la gracia pueden la ira y el perdôn 112; diversas llevarnos a la tibleza 874, III; clases de personas iracundas por la sanla misa nos limpla60, g; tres posturas ante la ira: mos de ellas 874, IV (cf. Im­ epicûrea, cristiana, estoica 151, perfectiones). B; no estâ en manoa del hom­ Inflerno; es el castigo del pecado bre el reprimirla siempre ïfl, I ; en estricta justicia 482, II; lo pecado antisocial 157; vicios terrible en él es la eternidad que nacen de ella; 60 h; 157, de sus penas, pero es justo que V ; tiene como efecto la contu­ sea asi 482, B, b; esta eterni­ melia o insulto 123, VI; sus dad es una prueba de la grave­ efectos en la vida espiritual dad del pecado 824, d ; ei temor 18-19 ; perturbaciôn que causa a sus penas es saludable y bue­ 59, 4 ; la ira y la defensa de la no 702, III. propia digniaad 155; la ira en Ingratitud: es hija de la soberlos educadores 157; en qué sen­ bla 1059, f (cf. Agradecimiento). tido se atribuye a Dios 61; la Inhabitaciôn: el aima en gracia, ira divina estâ siempre muy morada de Dios 819-20; la Sancerca de la misericordia para tisima Trinidad, présente en actuar cuando ésta es desprenosotros y nuestra vida divina ciada 843, c; la ira en Jesucris­ 690 (cf. Union con Dios). to 153, IV ; 62 ; el celo vengaInjurias-Perdôn: el precepto de dor de Cristo 918. perdonar las injurias 158; estaIrréflexion: ligereza e irrefiexiôn, ba preceptuado en el Antiguo mal es de nuestra época 1180, Testamento 95, b; frutos de es­ c; los ejercicios espirituales, te perdôn 165, IV; es condiciôn necesaria para ser perdonados remedio contra ella 1181, d. 162, IV-V; 170, III; el ejemplo Israel: el pueblo judio y el gentil de Cristo v de los santos 160, I simbolizados en la parâbola del IV; 99, e; heroismo del perdôn: fariseo y el publicano 947 ; el perdonar es vqncer al enemigo pecado del pueblo judio y el y a si mismo 164; juicio equipecado de los cristianos 9Oa; el vocado de] mundo sobre el per­ endurecimiento, castigo del pue­ dôn 164, II; desgracia de quien blo judio 906, III ; paciencia no perdona 161; la santa misa, de Cristo con los judios 33, 2; sacrificio del pendôn y reconfariseos y escribas : historia, clllaciôn 113; es una seüal de doctrina y costumbres 11; la tener buena oraciôn 171, IV; organizaciôn judicial en Is­ debilldad que muestra el que rael 18, 3; pastores négligentes no perdona 163; el perdôn de y falsos profetas en Israel 627 ; las ofensas en la vida fami­ el publicano, figura odiosa pa­ liar 100, 1; las palabras injurio­ ra el pueblo judio 953, 3; el sos 121; 105. I-U (ci. Enemi­ llanto de Cristo sobre Jerusa­ gos, Insulto). lén: la escena 770; sus enseInsulto: las palabras mjur’osas fianzas 892 ; 919, III ; la des121; postura del ciistian ante trucclôn de Jerusalén 848 ss. ; los Insultos 124. 772, 3; la destrucciôn de Jeru­ Instituciones: cf. Religiosus, Desalén, simbolo de la muerte del recho. pecador 907 ; profundo significaInternacional: cf. Tratados, Ordo religioso del templo de Je­ ganismos, Relaciones, Paz, So. rusalén 901, 'IV ; la profecia cledad supranacional. cumplida de la destrucciôn del Ira: concepto 55, a; ira, amor y templo 776 (cf. Ley mosaica). odio 56, d; 44; es pasiôn gene­ ral 55, b ; tiene por objeto el Jansenismo: su fundador 468; la bien y el mal 56, d ; la ira co­ doctrina sobre la suficiencia mo pasiôn : naturaleza y cuade la gracia 810; 812. lidades 151; ira buena e ira Juicio: final: alli se distinguirû mala 26, a; su moralidad 56, la verdad del error 392, b ; el 918, H; puede merecer o desmeterrible juicio de los ricos 588; recer 57, c; la ira, pasiôn bue­ 591. na 153, f-h; 154, B; 58; es com­ patible con las virtudes 153, [ —sobre el prôjimo: diferencia entre los juicios humanos y los A; normas para distinguir la de Dios 955; juzguemos siempre ira virtuosa de la pecaminosa I bien del prôjimo aunque tenga154, II ; cuândo la ira es vicio mos razones pa/*a juzgar mal 58; es pecado capital 59; es i -· r INDICE DF. MATERIAS indice de > [Juicio] 109, v ; el juicio sobre acetones evidentemente malas 420, 1 ; suficiencia de juicio del sobenblo 1058, b; juicio inexorable del soberbio 1007; 1071, c; juzguémonos y castiguémonos nosotros para no seno luego por Dios 782, c; por qué no debemos ha­ cer juicios temerarios 420, 1 (cf. Justicia, Critica). Juramento ; prohi bicion 1123; me­ dios para evitarlo 1134. Justicia: general: procurarla y mantenerla es postulado nece­ sario para el buen gobierno de una naciôn 229, 2; su implantaciôn es la flnalidad del orden juridico 230, 1; fundamento de la ordenacion social 230; se ha de impartir sin acepclôn de personas 677. c; el cumplimlento de sus preceptos producira una intensa acuvidad econômi­ ca en orden y tranquilidad 455. j ; una organizaciôn judicial de­ be amparar a los individuos cuando la autoridad pretende conculcar sus derechos 929, D; dlûcultades que encuentran quienes no quieren salirse de sus normas 272; en su obra por la paz debe ir acornpanada Ώί por la caridad 101, b; qué exi­ ge la justicia para con Dios 231, 2; la detracciôn y la ca­ lumnia, pecados contra la jus­ ticia conmutativa y social 875, I; en las relaciones internacicnales se deoe aplicar con igual medida para todos los pueblos 859, f; la organizaciôn judicial en Israel 18, 3. —divina: misericordia y justicia divinas 328, II: la justicia de Dios es tan infinita como su misericordia 838. 2: las muestras de la justicia divina: cas­ tigos del pecado 823; ejemplos que nos ofrece la Sagrada Es­ critura 249. g. —social: ademâs de la justicia conmutativa existe la social cuyos preceptos obligan a tcdos 455, j; exige a los indivi­ duos cuanto es necesario para el bien comûn 455, j ; los gran des pecados contra ella quedan ocultos mientras se insiste en lo pequefio 147. B-C: la caridad social impera los actos de la justicia, acrecentando su poten­ cia reguladora 670. g; exige que se introduzean las oportunas reformas para que se dé al obrero un salario familiar 669. d; exige para el obrero un sa­ lario digno, una cierta propie. dad prlvada y conveniente se gurlaad social 455, j; no puede 1279 Materias l Justicia] darse como limosna lo que su dooe en justicia 154, h. —legal: toda virtud moral referida al bien comûn se denomi­ na justicia legal 618, b; es virtud general en cuanto qus ordena al bien comûn los aetoa de todas las demâs virtudes 418, a. Justificuclôn: es el primer paso en la vida divina; su contenido 692; doctrinas pelaglana v protestante 1092, 111; no sôlo por la fe, también las obras* son necesarias 508, B; cômo as puede disponer el pecador a la justi, cacion 1091. Justos: el justo, templo de Dios 791, 1 ; la constante lucha con tra la concupiscencia: el ejemplo de San Pablo 401 ss. ; son acusados de hipôcritas por loa viciosos que pretenden asi justificar su conducta 440 ss. ; los mundanos son mâs sagaces que los hijos de la luz 569, 1; el deseo de soledad en los jus. tos 43; Dios vengarâ las Inju­ rias y persecuciones que se les imieren 37, F (cf. Santos). Juventud: la necesidad de que esa educaciôn sea netamente cristiana 662, j; la esperanza en la educaciôn de la juventud 1080, VH; la castidad en loa jôvenes 888; la prudencia en los jôvenes 744; el porvenir de una naciôn estâ en sus juventudes estudlantes 857 ; la ju­ ventud en la politica 744, D. Lâgrimas: las lâgrimas en la vi­ da del cristiano 7S1 ss. ; las lâgrimas causaôas por la devociôn 416; lâgrimas reveladoras de la Intima uniôn con Dios 867; valor y sentido de las lâ­ grimas en San Ignacio 866 (cf. Uanto, Tribulticiones). Lalcismo: los ponti lices llamaron oportunaraente la atenclôn so­ bre sus desastrosas consecuencias 460, b ; preparô el cami­ no al comunismo 4-10, b. Lengua: instrumento peligroso y ûtll al mismo tiempo 1122; fuente de bienes y males 1220, II ; su mal empleo 1117, 1; los males de la lengua 1152; circunstancias para hablar bien 1169; las palabras injuriosas 121 ; los pecados de la lengua y la perfecciôn 881, 1; los pecados de la lengua : importanda, efectos, remedios 116; 125 1 ; 27, b; pecados de la lengua: de­ tracciôn y calumnia 876; chisme y burla 125; murmuraciôn I LibertadJ [Lengua] 284, f; en nuestro tiempo. el 881 ; consejos para evitarlos 127, hombre va perdlendo su liber­ IV; en qué consistla el don de tad y convirtiéndosc en un au­ lenguas 950, 6.·; el don de lentomata 283, e. guae de San Vicente Ferrer Limosna: su obligatorledad 738; 1191 (of. Convereoclones, Pala­ 259, d ; 642, 1 ; razôn de su obli­ bras). gatorledad 640. bt es una obliLey: es buena y ûtll para rofregaclôn de lustlcla 706, C, 2; nar la malicia humana 24, e; a al inculcarfa no se pretende veces es ocasiôn de transgreque los ricos se ermpobrezean, slones 73, A; levés que ilustran sino que haya mâs equidad 641 ; el entendimiento y leyes que la limosna como beneficio del mueven la voluntad 74. rico 644 ; hay que darla sin pre—de Bios: todas las criaturas ocuparse dei futuro 577; cuan­ la cumplen. sôlo el hombre la do el rico la da, no hace nada conculca 1955-56; no dejaria de extraordinario, cumple sencillaobliger aun cuando nadie la mente su obll/jaclôn 641, c; cumpliera 441, c; cômo es ocacuando damos a los pobres, dasiôn de pecados al prohibir samos a Cristo 530, a; quienes tisfacer a las concuplscenclas la plden para los pobres ayu406, 4; ninguno de sus precep­ dan también a los ricos a gatos es imposible de cumplir; to­ nar el cielo 665. h ; practicada dos tienen las gracias necesa­ con sentido cristiano, no alienrias para ello 809, ss. ; doctrina ta la soberbia del que la da, jansenlsta sobre la Imposlbillno avergüenza a quien la reci­ dad de su cumplimlento 810; be 670, h; dar con alegria 812; su cumplimlento es presuamor 664, f; favorece en pr puesto necesario para la paz mer lugar a quien la da 665, 1 861, c; el salmo de la obedien­ 667, n; mâs aprovecha al que cia a la ley 535 (cf. Manda­ la da que a quien la recibe mientos). 585, c; la limosna sin miseri­ —mosaica: cômo Cristo la cumcordia nada vale 51, b: los ri­ pllô 21, c; Cristo no la abroga, cos preocupados con sus bienes la perfecciona 144, C; era bue­ no cuidan de favorecer a los na, aunque no perfecta 16, 2.°; pobres 583, c; nunca te harâs la lev antigua y la ley de gra­ pobre por dar muchas limos­ cia 75 ss. ; la lev nueva. per­ nas; Dios vela por ti 576; no fecciôn de la antigua 20; el es licito defraudar a otros pa­ sermôn de la Montafia, contrara dar limosnas 592. 1-2; como posiciôn entre la ley mosaica y medio de restitulr las riquezas la evangéllca 128; su interprèinjustas 570; como medio de taclôn por lo« fariseos 12, 2.° satisfacer por los pecados 708, —evangéllca: cf. Evangelio. B ; la limosna y el perdôn de Liberallsmo: el libéralisme, falso los pecados 572 ss. ; 645 ; la li­ redentor social 541; el capita­ mosna como beneficio del po­ lisme liberal preparô el cami­ bre 640; cuando acompafia a la no al comunismo 449, b; erro­ oraciôn. aumenta su eficacla res del neoliberalismo en el or­ 575, b; ni aun las cargas fami­ den dlscipllnar, cultural y poliares nos debe.n retraer de dar­ 1 tico-social 545. la con abundanda 579; el pre­ Libertad: es un don de Dios y. mio a la llberalidad en darla por lo tanto, buena, aunque se 586. d; su cuantfa 647; sus beuse mal de ella 786; es necesaneficlos 570; exhortaciôn a dar­ ria para obrar bien o mal 786. la 581; la Sagrada Escritura 1. ° ; conslguientemente, también nos exhorta a darla con larpara merecer o demerecer 786 rgueza 574. 2. °; coexistencla de la gracia y Liturgia: era la base de la pie­ la libertad 785; el hombre es dad en los primeros siglos del libre gracias a su razôn y vo­ cristianismo 472, II; la oraciôn luntad, que no pueden ser colitûrgica 685; el principio y fun­ accionados 378, 3: la absoluta damento ignaclano en la litur­ libertad e independencia de to­ gia 472 ; la idea de ca’tlgo y do lazo es una perniciosa anartemor en la liturgia 766; las qufa 283, d: sôlo la fraternidad ceremonias de la santa misa, cristiana garantira el disfrute simbolo de uniôn y reconclliade la verdadera libertad 862, d: clôn entre los hombres 113: la la coexistencla de una auténticonflanza en sus fôrmulas 1111: ca libertad individual es ele­ la llturda como fuente de sanmento indispensable de un ortlficaclôn 562. D; slmbolismç dçp social que garantlce la paz 1280 INDICE DE MATERIAS [Llturglal de las ceremonias lltiïrgicas del bautlsmo 241 ; ceremonias del bautlsmo: la * efetaciôn" 1190; 1229; el antiguo cielo lltûivrico en torno a la fiesta de San Lo­ renzo 946. Lujo: no pueden emplearse las riquezas en lujos bajo pretexto de ser exigidos por la condlciôn social 706. D; es intolera­ ble gastar grandes sumas en lujos suntuosos mientras muchos viven en la miseria 287, e; los bienes licitamente ganados pueden usarse ilicitamente en lujo y gastos superfluos 737. Lujeria: naturaleza 801; por or qué es pecado 801; es un vicloi capl tai 802; los pecados impuros no son los mâs graves, pero tie. nen fatales consecuenclas 888. ΙΠ: desordena las ootenclas suEerlores. entendLmlen’o y vointed S02; sus efectos en el entendlmlento 802, 2; efectos en !a voluntad 803: nrofana el cuerpo. templo de Dios 802; la insatisfacciôn del lujuricso 327 IV; engendra la incons’ancla. ia precipitaciôn. la Inconsidera. ciôn 731. V: desôrdenes en las palabras 803: les palabras luju ri osa s conducen a las obras 1174: cômo debemos portâmes en las cnnversaciones obscenas 1194: dafios que causan las pa­ labras deshonestas 1172 ss. Lianto: es fuente de consuelo 779; nanto fecundo v lianto es. térl! 783, d: e' llanto de] crls■tlano 781; facilita el retorno a Dios 783: el llanto de Cristo: causas que lo provocan 773: el llanto de Crlsto por sus amigos, por su patria, por los pecados 898: llanto de Crlsto sobre e] pecador 827: el llanto de Crlsto sobre Jerusa'én: la escena 770; ensefianzes 892 ; 919, UI (cf. Lâ­ grimas). Magisterio: el magisterio de Dios, necesario para Jos hombres 131 : el magisterio incompleto en el Antiguo Testamento 133. TV; Cristo. Maestro natural de! hombre 138: Crlsto. Maestro ne. cesario 131; la oedagogia de Crlsto Maestro 135: en el cam­ po religioso puede ser maestro oulen tenga misiôn de la Igle­ sia 381. 2: los falsos maestros de la fe 380 ss. : ei magisterio de la Iglesia (cf. Iglesia). Magnanimidad : humildad y mag. nanlmidad 1069. D: 960: presunçlôn v magnanimidad 1078, C- Magni licencia; proporcionar opor tunldades de trabajo es un mo. do do practicar esta virtud 667. m. Mal: consiste en la prlvnclôn del bien 398 2; e] orlgen de! mal moral 397; por qué Dios lo per­ mite 1157, c; para obrtir el bien o el mal se neceslta ser libre 786. 1.»; crlterlos para distin­ gui r al bueno y ail maJo 387388; los peligros del mal que se présenta bajo capa de bien 386 a. Mandamlentos; su cumpllmiento es la base de la reiigiôn 81. c; graves consecuenclas de predlcar sôlo la moral de mandamien’os, olvldando la de conse. jos 632. c-d; este olvldo condu­ ce a la larga a quebrantar tam. bién los preceptos 633, 4: son menifestaclôn de la voluntad de Dios. que hay que cumblir 511; nlngùn precopto de Dios es Imposable de cuanpilr: a nadie faltan las gracias para ello S09 ss.; doctrina jansenista so­ bre la Imiposlbilidad de su cumpümiento 810; 812 (cf. Ley de Dios). Maria: modelo en anmonizar le vida activa con la contempla­ tiva 1244. C; modelo de silen­ do 1152: modelo en el cumnllmlento de la voluntad de Di^s 535. B: su canto trlunfal a la humildad: el •'Magnificat” 1053: la implantaciôn de su culto en e] mundo pagano contrlbuyô a rehabllitar a la muier 499. d. Masa: merced al avance de la téenica. el hombre moderno va siendo absorbldo por la masa 282. b: es cempo abonado para ser converti de en iuguete de paslones y de intereses bastar. dos 282. c (cf. Pueblo). Masoneria: su actividad contra la Iglesia 540. B. Materialismo: promoverlo es fa­ vor ecer al comunismo 459. cuando domina en la socledad es mâs necesario el desprendlmlento v el espiritu de cari­ dad 452, c. Matrimonio: la virgînidad es mâs perfecta que el matrimonio 808: su estado en el mundo pagano y renovaclôn realizada por eJ crlstlanismo 498: el comunismo destruye el carâcter sagrado de] matrimonio v de la familia 447. d. Mentira: la mentira e hloocresia del mundo 994: hov se utlliza llbremente como arma sistemâtlce para formar a la opiniôn pïïbllca y para las luchos poli’icas 91, b. Mérito: nuestras obras merecen porque van Informadas por la fNDICE DF MXTERÏAS 1281 I Misericordia! (Mérllol la Sagrada Escritura 288. B; gracia 379: para noder merecer el demplo de Crlsto 314 II; se necesVa ser libre 786, 2.*: en senti mi entos de misericordia de qué sentldo Podemos merecer el la Iglesia y los Pontifices cielo: doctrina catôlîca v pro­ 279, a-c. testante 483-84: obras merito­ —obras de: el poder hacerlas es rias cooporaclôn del hombre y un beneficio de Dios 572· exgracie de Dios 1115, 7; la trans. hortaclôn a realizarlas 586. a; ferencia de méritos entre los 587, d; hagâmoslas on agrademiembros del Cuerpo mîstico clmiento a Cristo 586. a; las 1037 III. B; la entrega de los obras dé misericordia y el perpropios méritos en favor de los dén de los necados 572 ss. : no pecadores: un ejemplo 294. IV: dejes para mafiana las aue nueel envanecerse de las buenas dos hacer hov 588: su desarro. obras les qulta el τη é r 1 t o lia en la Iglesia primitiva 496. 958. a-b. B; el elemnlo de Crlsto .587, b; Milagro: el milagro como prueba la misericordia con la propia de la veracldad de la rellgiôn aima 52, c (cf. Caridad, ΙΛ1134. 5: cômo sabemos si es de mosna). Dios o del demonlo 485 : 390, a: Miriones: o r e m o s por ellas por qué no se reallzan como en 1020, e. los primeras siglos de la Igle­ Mistica: caracteristicas del esta­ sia 1134, 6-B; los mllagros de do mîstico 1249, II: el conodhoy 1135. mlento mîstico de Dios 693. IV ; Minqrias: las minorlas selectos la mistica en San Ignacio 1249: como instrumento de acciôn tiempos mîsticos en la elecclôn 931: necesidad de una minorla de estado 1250 C: mistica ac­ sacerdotal formada en lo ecotiva 1244. B: la falsa mistica nômicosoclal 353. V; 3G3. VIT; del comunismo 541 (cf. Union es necesario para la fundamencon Dios, Morada). taciôn del orden social'prestar Modernismo: niega la fundaciôn atenciôn a las asoiraci^n^s de de la Iglesia por Crlsto 914. B; las minorlas étnlcas 933, el afân de modernlzar a la 934. C. Tglesia nuede llevar demasiedo Misa: la misa, renovaciôn del sa. lejos 654-55; caracteristicas de crlfido redentor de Crlsto 873: la Hamada clvllizaclôn moder­ la oblaclôn de si mismo a Dios na 656. en la santa misa 375. B· 474. Modestia: sentenclas clâsices so­ VI: sacrificio de la unlôn y bre la humildad y modestia recondliaclôn de todos los hom­ 1031: la falsa modestia de ai­ bres 113: ccmT>araciôn entre la mas piadosas 1052. V: la falsa funclôn sacri ficel v la doc en* e dei sacerdote 341, III: misa, coy soberbia modestia de ciertas personas 1004 , 2; 1000, E muniôn v vida crlstlana 299: la misa como nreparaciôn nara la (cf. Humildad). cornuniôn 300. II: con la narMoral: necesidad de estudiar mâs ticlpaciôn efectlva de los fteles a fondo la moral social 147. en ella reclben los frutos de la BjC: el olvldo de todo moral redenciôn 875 C: nor medlo de es hoy parte integrante de la elle nos Jlmpiamos de nuestras té^nica r>ara formar a la oniinfldelldades a la gracia 874, nlôn nûblica y trlunfar en los luebas polaires 91. b: graves consecuenclas de insistir excluMisericordia: de Dios: miserlcorsivamente en lo preceptuado. oldlo v jus’icla 328. II: Dios es viHando la moral de consejo inflnltamen’e iusto y mlserlcor632 c-d: este olvldo conduce a dioso 838, 2: a Dlns le conviens ser miserlcordioso 257. b; se la larra a quebrantar también fundamenta en su omnipotenlos precentos 633, 4: économie sa III: su grandeza cla 256 : 329. y moral 450 f: nara el comu­ nismo el orden moral m es si­ y comraraciôn con los demâs no una emanaciôn del eronôatributos divinos 327: sus pruebas 329. IV: se mnestra al casmico. mudable v caduco 448, c: tltrar al nocadnr 767. B: tomoinmorolidad de costumbres en el mundo pagwno y cambio one■mos n'-esiôn de elle para pecar 822: cuando se ve desprerndo nor el cristianismo 498; 492 (cf. Mandamlentos). ciada. se convierte en ira y veneranza 843 B: no la alcanMnrtiflcaciôn: contrarias tenden­ zarâ aulen no perdona a su das de la naturaleza y de la hermano 162. IV-V: 170. ΠΙ. gracia 432, Λ: mortifléadones —con el prôjimo: razones que deverdederas y falsas 307. IV: su ben mover nos a ser miseri cornecesidad eh la vida espiritual dlosos 258; recomendaciones de 305, II; no es fin por si mis. Lu Palabra de Cristo 6 <1 iSDÎCE DE MATERIAS [Mortificaciôn] ma; es medlo para conservar la gracia 306 B: es una exi­ genda de nuestra vida en Cristo 306, III: la mortificaciôn como exigende de! bautismo 305: neceslded de que los cris­ tianos la practlquen con mâs Intensldad 308. V: necesidad y normas pera su ejercicio 305: necesaria ora conservar la castidad 890. VI. a; como me­ dia de satlsfecer por los pecedos 708, B. c ; en primer lugar la que e xi Ere el cumnllmiento de! deber 307, c: v areptar la que Dios nos envia 307. d: de­ be ir acompafiada nor las bue­ nas obras y la caridad 956-57 : la piedad moderne rehuye la mortificaciôn 521, B; es conve­ niente soliciter la aprobadôn de un prudente confesor 307, c (cf. Penitencia). Muerte: el necio olvido de la muerte en nuestra conducta diaria 635: las congojas y el te­ mor cuando la muerte se acerca 205. 2; las obras buenes es lo ünlco que tendrâ valor en aquella hora 205. c; nues'ra victoria sobre ella no se harâ efectlva hasta la resurrecciôn 276. a: la soberbia es el pecado mâs dlflcll de vencer a le hora de la muerte 1076. VIT: dificultad de convertlrse entonces 830, a-b; la muerte del pecador 831. B: la muerte del peca­ dor comparada con la destrucclôn de Jerusalén 907: muerte fisica v muer’e mfstlca 192, a. Mujer: e! comunismo oredlca su absoluta emanclPaclôn 447. d: su estario en el mundo pagano y su rehabiUtaclôn por el crlstlanismo 498, II (cf. F e m i nlsmo). Mundo: contraria poetura respec­ to a sus cosas de la naturaleza v la gracia 433, C: mentira e hipocresia dei mundo 994; la demaslada atenciôn a sus cosas imnlde dedlcarse a las de Dios 1210. IV: cômo nos induce a pecado 886, B: el espiritu de mnndo en el sacerdote 651, d; 656. b: los mundanos son mâs sagaces que los hijos de la luz 569, 1: le contemporizaclôn con su espiritu v la piedad moder­ na 523; esta contemporizaclôn es causa de grandes males pa­ ra la Iglesia 650 ss.; su juicio sobre el nerdôn de las inju­ rias 164. Π. —■'Mnndo mejor”: es hora ya de actuar para transformer un •mundo de humano en divino 660. d-e; la oraciôn contrlbulrâ a jograrlo mâs prontamente 1016. h: la Igieela es la finie a [Mundo] ue sa puede poner al frente e es·.-» cruzada para lluminar y dirlgirlo 660, d (cf. Orden n"evo). Murmuraciôn: so debe evitar el preocuparse curiosamente de la vida de los demâs 958; la mur. murac'ôn como simple comentario de los pecados ajenos 881; procede muchas veces de la falta de tolerancla con el prô­ jimo 884, b; la murmuraciôn que qulta le fama: detracclôn v calumnia 876: especial ma. licia de las ■«•rîticas contra el superior S83; dafios que causa 109; 883; sus remedlos 884; el espiritu de caridad es remedio contra ella 109 (cf. Critica). 3 i^acionalisnio: los séparatismes modernos 1099. V (cf. Minorias étnicas). Naciones: la familia, célula y fundamento de la naclôn 284. g; la concordia, vinculo impresclndlble entre los diversos ele­ mentos nacionales 228, 1; la co. rrupclôn de costumbres destro­ ys al vigor de las naciones 227, e; ninguna naciôn tiene que temer naua de la apllcaclôn de los prlncipios del cristianismo 854, b: el porvenir de las naciones estâ en sus juventudes univers! tari as 857; no se puede vengar sobre las genenaclo-nes actuales las faltas del pasado 859. d; la vanidad naclonal y sus malus efectos 1099, D: la soberbia v codifia colectlva de las naciones 1097; la prudencla de los pueblos viejos y jôvenes 742, VI; dere­ chos fundamentales de las na­ ciones 934. B; deben guardarse mutua estima y respeto a los derechos 860, g; y confianza mutua mientras alguna no se haga Indigna de ella 860. h; no se puede llegar a la uniôn entre ellas mientras a!gu nas fomentan el error, el odio y el desorden 860, a; exterminio v idestrucciôrn que causaria un nuevo conflicto arrnado 96. f; postulados para una verdadera paz internaclonal 931: el dere­ cho de todas a la independen­ ce, como presupuesto para la paz 932. C (cf. Minorias étnl­ cas, Peeblo). Naturaleza: no existe una natu­ raleza mala en st migma 397, 1: 529, C; contrarias tendendas de la naturaleza y de la gra­ cia 432 ss. Natnrallsmo: el naturalisme en la vida espiritual 520. Négocias: la excesiva preocupa- [Négocias] ciôn por los négocies tempora, les impide la vida del aima 222; dificultades que encuentran en ellos quienes pretenden obser­ ver siempre la justicia 272, B; la preocupaciôn por ellos absor­ be de tal modo al hombre mo­ derno que no tiene tiempo de pensar en los eternos 282, a (cf. Solicited). Nifios: los derechos del ni fio an­ tes y después de la apariciôn del cristianlsmo 499, III (cf. Educaeiôn). Novlsimos: su consideraclôn es imedlo eficaz para evitar el pe­ cado 798; valor de las riquezas conslderadas a su luz 596 (cf. Juicio, Infierno, Muerte). Obcecacrôn: cf. Endurecimiento. Obediencia: virtud razonable 750, C; no se compagina con la so­ berbia 1059, c; nuestra sumisiôn a Dios 688, C; e! salmo de la obediencia 538, III. Obispos: son quienes, junto con el papa, tienen que gobernar a la Iglesia 750, III; su prin­ cipal oficio es la oraciôn y la predicaciôn 353, A; en sus'ma­ nos estâ la defense de la honra de Dios y de su religiôn 630, b; la vida del pastor debe ser esipej-o de todas las virtu­ des para ejemplo de los fie­ les 629, a; el pueblo serâ como su pastor 627; tienen que armonizar la vida activa con la contemplativa 923, D; el papa les recomlenda la prâctica de los ejercicios espirituales 1185, a; ^es misiôn suya organizar obras sociales? 352; su misiôn en el campo social serâ mâs eficaz y propia si se mantiene en el campo de los principios, conflando a seglares competen­ tes las realizaciones prâcticas 353, B ; 362-3 ; la palabra de Dios queda estéril en los que son malos pastores, 630, d ; és­ tos causan la ruina de las ai­ mas 628; el mal pastor es gobernante y no padre 629; cas­ tigo de Dios a los malos pasto­ res 629 (cf. Sacerdotes). Obras buenas: nada valen sin la SK a; no son merito­ caridad 393, rias sino por la gracia 379; 965, 3; 966, 2; es io ûnico que tendrâ valor en la hora de la muerte 20S, c; necesidad de que las obras externas vayan impulsadas por el amor 992, b; la perfecciôn cristiana y las obras ordinarias 1235; su premio y su castigo: el cielo y el infierno 482; el amor a si mismo y el 1283 [Obras buenas] amor a Dios como raiz de la bondad o malicia de las obras del hombre 528; su necesidad para salvarse 379; 150, C; la salvaciôn de los que carecen de ellas 507; fe y obras 392, b; no bastan obras negativas 993; la vanidad les qulta el mérito LU , c; 1072, II; 958, a-b; nin­ guna nos podemos atribuir 991, 3; todo lo bueno que hay en nosotros es de Dios 66. Obreros: las exigendas de la dignidad del trabajo 928, II ; reconoce el comunismo a la colectividad el derecho ilimitado de obligar aun violentamente a los individuos al trabajo colectivo 448, c; la conducta de mu­ chos patronos catôlicos ha quebrantado la confianza de los obreros en la Iglesia 454, i; cumpliendo sus deberes de ca­ ridad y justicia para con sus patronos estân promoviendo sus propios intereses 455, j; la Igle­ sia pide para ellos una vida digna y la posibilidad del ahorro 280, c; la justicia social exige un salario digno, una cierta propiedad privada y con­ veniente seguridad social 455, j; los sacerdotes deben dedicar la mayor parte de sus energias a la conqulsta dei mundo obrero 756, a-b; el papa recomienda la prâctica de los ejercicios es­ pirituales para que se conviertan en apôstoles de Cristo 1185, f (cf. Salario, Trabajo). Odio: ira, amor v odio 56, d; 44; el amor edifica, mientras el odio no hace mâs que destruir 103 f; el que odia anda en tinieblas 47 ; 161, II ; el amor despreciado se convierte en odio 895, III ; evitemos el odio, que nos causa grave perjuicio 45, 3.°; no debemos odiar a los pecado­ res, pues todos se pueden con­ vertir 40, l.°; magnitud de las calamidades que reporta el odio entre los hombres 96, c; dlferentes casos de odio fraterno en la Sagrada Escritura 106 ss. ; un odio profundo ha sido efec­ to de las guerras modernas 95, a; el odio de los pueblos es siempre de una injustlcla cruel, absurda e indigna del hombre 859, c (cf. Enemigos). Omnipotencia: el poder infinito de Dios fundamenta su miseri­ cordia 256; 329, III. Opiniôn pûblica: hoy estâ ahogada por la presiôn de gigantescas organizaciones 94, i; en la técnlca moderna para formarla 1284 INDICE DE MàTERÎAS [Opiniôn pùblical se prescinde de todo sistema moral 91, b. Oraciôn: naturaleza: la oraciôn como diàlogo amistoso con Dios 6S3. II; la oraciôn de dar gra­ cias a Dios 991 ; la oraciôn del trabajo cotidiano 1016, h; la oraciôn de uniôn 1253, XT; orar con la Iglesia: la oraciôn litùrgica 685; la oraciôn filial 683; valor de la oraciôn vocal 522, D. 1-2; los métodos para orar mentalmente 522, D. 3; las ilusiones sobre las luces y cornunicaciones de Dios en la ora­ ciôn 523, c; intervenciôn en ella de los dones del Espiritu San­ to 6S5, C; el Espiritu Santo ora en nosotros 684, UI-IV ; es fal­ so creer que las oraciones de­ ben dlrigirse a Dios Padre y no a Jesucristo 1023. b; medios pa­ ra conocer si la oraciôn ha si­ do buena o no 1243, VI; no se debe reduclr a unos minutos, sino que hay que orar sin interrupciôn 1015, f ; para ello ofrezcamos a Dios a! comienzo del dia nuestros pensamientos, pa­ labras y obras 1015, g-h; cômo durante la Edad Media impregnaba toda la vida, privada y pûb.icr-. 1013 a : en cambio, en los tlempos modernos pocos se acuerdan de orar 1013, b; la vi­ da de oraciôn en la piedad mo­ derna 522, D. —necesidad: crar, obligaclôn de honor 1014, d; es necesario pa­ ra asegurar una ininterrumpida comunlcaciôn con Dios 277 d; sin ella nadie puede obser­ ver por largo tiempo la ley de Dios y evitar el pecado grave 1014, c: necesidad de orar pa­ ra acompanar el himno de alabanza que toda la creaciôn tri­ buta a Dios 1014, d; no es cosa de mujeres; todos tienen nece­ sidad ce ella 1014, c; el domingo debe ser el d a de la oraciôn 1024, d; obligaclôn de orar por el prôjimo 1207, B; a ejemplo de Cristo debemos orar por to­ dos Ibs miembros de su Cuerpo mistico 1018, a; la oraciôn por la Iglesia y sus necesidades 1020-21 ; sin la ayuda de la ora­ ciôn de los fieles no pedrâ la Iglesia llevar a cabo sus empresas apostôlicas 102c; la oraciôn por el papa 1 ■Α· 1022. a; oremos especialmente por los goibernantes 1019, b; de­ bemos orar por las misiones 1020. c. —cualidmles : debe ser piadosa 1017, d; la humildad en la ora­ ciôn 955; la soberbia en la ora- Λ? 1 Oraciôn 1 ciôn 1094, b; por quienes deb-jmos orar 1018 sa.; se deben pe· dir toda clase de bienes, pero los materiales después de los espirltuales 1016, b; la mejor oraciôn del pecador 1011, d; la oraciôn humilde del pecador 1111; la oraciôn del fariseo y el publicano, 991 ss. ; 953, 4; 954 ; 1003; 1081; 1084; 1094; 1045; la rutinaria oraciôn de muchos cristianos 683, I. —oficacla: condiciones para que Dios la atienda 962, D; 1087, III ; la oraciôn coniiada y hu­ milde serA escuchada por Dios 1018, c; cuando va acompahada de obras de misericordia aumenta su e. cacia 575, b; ineficacia de la oraciôn sin caridad 169; la humildad, condiclôn de su eficacia 1089: mayor eflcacia de la oraciôn en comûn 1024, c; es errôneo creer que sôlo valen las oraciones publi­ cas, despreciando las privadas 1023, a; una condiclôn es la perseveranda 1017, c; no tenemos seguridad de recibir los bienes materiales que pedimos porque estAn subordinados a nuestra salvaciôn eterna 1016, b; la oraciôn por los pecadores puede no ser eficaz porque ellos resistan a la gracia; sin em­ bargo, no abandonemos la ora­ ciôn por ellos, ya que la mise­ ricordia de Dios es inl nlta y omnipotente 1019, d ; Dios oye la ocaciôn del pecador 1086. —efectos: dimensiôn apostôlica de la oraciôn 1016, a; oraciôn y vida activa 1223; 1240; me­ dio para adquirir la compun­ ciôn 311, V ; refugio en las persecuciones 41, 3; contribuirâ a lograr un mundo mejor 1016, h ; la oraciôn y la peni­ tencia, armas para vencer al comunismo 455, 1; quienes tienen alta oraciôn perdonan con facilidad las injurias 171, (cf. Contomplaciôn, Uniôn con Dios). —Apostolado de la oraciôn (cf. Apostoiado). Orden nuevo: es necesario promover un despertar de ideas y obras que obligue a todos a una renovaciôn completa 660, e; un acercamlento dei mundo a lo sobrenatural es necesario paya su renovaciôn 65Û, a; no es posible esperar una renova­ ciôn de la sociedad sino en Cristo y por Cristo 278. h ; los falsos redentores sociales de nuestros dlag 539 ; 543; para establecerlo hay que tender en indice de materias [Orden] el campo econômico a evitar el acaparamlento de las fuen­ tes de producciôn y materias primas 934, D; la oraciôn contrlbuirâ a conseguirlo 1016, h; medio para acelerarlo es dar amplia libertad a la Iglesia; los ejerciclos espirituales, ins­ trumento precioso de renova­ ciôn social 1185, f; exige que se garantice al pueblo ayuda material y, sobre todo, la se­ guridad de una recta organizaciôn social, politica y econômica 281, h; la renovaciôn de la vi­ da privada y pûbllca se/gûn el Evangelio es la mejor arma de lucha contra el comunismo 451. a; condiciones para un nuevo orden internacional 933 ss. Organismos: los organismos in­ ternacionales son necesarios para garantizar la paz 932, E ; en muchos ceganismos y asambleas se trabaja a ciegas por­ que falta la luz de Cristo 281, g. Orgullo: cf. Soberbia. 1 ablo: modelo de humildad 1115, 6; 1120, c; 061, su doctrina so­ bre nuestra incorporaciôn a Cristo 193, 2; su testimonio so­ bre la resurrecciôn de Cristo 1196; sus consejos sobre el amor al prôjimo 176, VI; razones que nos da para que nos cntreguetnos a la santidad 377, 2. Paciencia: paciencia y esperanza 34, C ; sus bienes 39 ; cuando es reprobable 154, B; es necesaria como sustento de la caridad 35, a-b ; es particularmente ne­ cesaria en nuestros tiempos 453, f ; imitemos la paciencia de Dios 32; Cristo modelo 33; la paciencia de Sôcrates 109 (cf. Impaciencia). Padres: su obligaciôn de cuidar la vida de sus hijos 715, II, B; el comunismo les nie»ga el dere­ cho de la educaciôn de sus hi­ jos, que es considerada como incumbenda de la colectividad 447, d; procuren no airarse con­ tra sus hijos 1158, B (cf. Educaciôn, Niiios). Palabra de Dios: sus excelencias 311, III : su eficacia 343 ; ali­ mento del alma 332, C; 225, b; 226, d; su virtud ôperativa 211; la sabiduria eterna comunica fuerza a los apostoles de la Pa­ labra 834; el pueblo quiere o'rla 355, III; diversos medios de que Dios se sirve para hablarnos 1209, III ; 1211, II ; respon­ sabilidad de los que cierran sus oidos a ella 1043, III; quiénes 1285 I Palabra de Dios] la oyen mal 1044, d-c; Impedimentos para oirla 1213; queda estéril en rnanos de los malos pastores 630, d (cf. Predicuclôn). Palabras: la palabra, don de Dios 119, B; el lin cristiano de las palabras 119, C; fuente de bie­ nes y males 1221, III; circunstancias necesarias para hablar bien 1169; medida y ponderaciôn en lo que se habia 1154; consejos para no faltar con la palabra 127, IV ; los malos efectos del mucho hablar 1152; 1222, IV; hablar de Dios 1176; limf>ieza en las palabras 1177; la ujuria en las palabras 803; escândalo que causan las pala­ bras impuras 1174, b; las des­ honestas conducen a las obras 1174 ; dano que las palabras des­ honestas causan a quien las dice y a quien las oye 1172 ss.; los pecados de la lengua: im­ portanda, efectos, remedios 116; 125, I; detracciôn y calumnia 876; murmuraciôn 881; chisme y burla 125; malos efectos de los pecados de lengua 27, b; las palabras injuriosas y su castigo 105, I-Il; 121; las pala­ bras de burla: buenas y rechazables 1178 (cf. Palabra de Dios). Parabolas: elementos literarios de las parâbolas 566, 1; la ora­ ciôn del fariseo y el publicano 1081; 1084; 1094. Pârroeo: es el centro unificador de las fuerzas de la parroquia 344, II; debe identificar a los enemigos de las aimas aunque se presenten bajo buena apariencia 456, c-d; su principal oficio es la oraciôn y la predicaciôn 353, A ; el poder de su palabra I-III ; su eficacia se debe en gran parte al contacto directo e intimo con las perso­ nas 345, IV ; su delicada misiôn de atender a ricos, sin preferirlos 347, VII; el pueblo serâ como sea su pastor 627 ; la vi­ da del pastor debe ser espejo de todas las virtudes para ejemplo de los fieles 629. a: los ma­ los pastores causan la ruina de las aimas 628; el mal pastor es gobernante y no padre 629; castigo de Dios a los malos pastores 629; 5 es misiôn suya organizar obras sociales? 332; su misiôn en el campo social serâ mâs eflcaz y propia si se mantiene en el campo de los princlpios, coriiando a seglares experimentados las realizacio- .■ [1'A.rroco] i [Putrlotiamo] bajo un aparente patriotisme nes prâcticas 353, B; 362-3 (cf. se encubren las peores pasio­ Apostolado, Sacerdote, Parrones 855, e; religiôn y patrlotisquia). mo 898, III (cf. Patria). Paxroquia: lo que debe ser la paPatronos: condenaciôn de qulerroquia 350, B; célula primera nes se oponen a la doctrina del Cuerpo mistico 340: célu­ social de la Iglesia 454, i; la la del cuerpo social 348; 350, conducta de muchos patronos Π; sus dos elementos caractecatôlicos ha que bran tado la r.sticos y unificativos son el conüanza de los obreros en la espiritu de vecindad y la tra­ Iglesia -154, i; su obligaciôn de diciôn 346. V· los elementos procurar que quienes estân ba­ vivificadores de la parroquia jo su jurisdlcciôn aprendan la 1043. B-C: la renovaciôn del es­ doctrina cristiana 357, VI. piritu parroquial es sintoma de Paz: definiciôn de San Agustin renovaciôn espiritual en la 921, II; la paz en el individuo Iglesia 349, X; necesidad de un y en la sociedad : conceptos 921, fdan de coordinaciôn de todas III ; el orden como fundamento as actividades parroquiales de la paz 926. 348; las organizaciones parro­ —interior: la paz de los justos, quiales en èl campo social 350, fundamentada en la esperanza II; no se compaginan con el 923; fuerza pacitcadora de los espiritu parroquial los afrentoejercicios espirituales 1183, c; sos contrastes de unos muy rila exlgua paz que existe en cos y otros en la miseria'346, esta vida 922, C; la paz en la VI; la creaciôn de escuelas y armonia de la vida activa con cantinas escolares 356, V (cf. la contemplativa 923, IV-V; la Pârroco ). paz eo los Salmos 924. Partidos politicos: la Iglesia no —internacional : los cinco postuse une a ninguno de ellos 544, lados de Pio XII para la paz f; infravaloran al hombre, no 925, 928, 931; la paz que ei Paconsiderândolo sino en lo que f>a desea para las naciones es vale su voto 283. d; no es lici­ a que garantice los derechos to inscribirse en los partidos de la religiôn de los pueblos y comunistas ni favorecerlos 461, los individuos 861, b ; urge la e (cf. Politica). paciflcaciôn de los espiritus y Pasiôn de Cristo: paciencla de el acuerdo fraternal encendienCristo durante su pasiôn 33; do el amor cristiano que apala meditaciôn de los sufrimiengue el odio 100, h; la Iglesia tos de Cristo, medio para consola no puede conseguirla 858. seguir la compunciôn 311. V a; los esfuerzos de la Iglesia (cf. Cristo Redentor). f>or conseguirla se ven obstacuPasiones: sus tendencias son con­ izados por la falta de una autrarias a las de la gracia 432 téntica conciencia de libertad ss. ; mientras vivimos en la y responsabilidad individual tierra tenemos que luchar cons284, f; es sospechoso todo in­ tantemente contra ellas 401 ss. : tento pacifista de quien niega 305. II; hacen perder la virtud a Dios y sus leves 542, d; se de la prudencia 729: las pasio­ escribe mucho soore la paz, pe­ nes de Cristo S97. C (cf. Con­ ro se olvidan o se impugnan cupiscenda). los principios que la fundaxnenPatria: deformaciôn del concepto tan 860, a; el comunismo se de patria en los tiempos mo­ présenta como celoso propagandernos 1093, HI; debe ser amadista de la paz, pero al mismo da y defendida de toda injusta tiempo provoca la lucha y la agresiôn 843, a: no hay opos»guerra 451, g; reinarâ cuando ciôn entre los intereses de la se implanten y cumplan los religiôn y los de la patria 856. principios de la fraternidad f; el amor a la patria no se cristiana 862, d; exige la crea­ opone al que debemos tener a ciôn de un organismo Interna­ la Iglesia 855: el amor a la pa­ cional que vele por el fiel cumtria' y sus condenables extraplimiento de lo pactado 932, E; llmitâciones 1100. VI: inclina para conseguirla han de trabaa utilizer diferentes medidas al jar juntas justlcia y caridad aplicar la justlcia a propios y 101, b; no puede fundamentarextrafios 859. f (cf. Naciones. se en la sumisiôn forzada de Patriotisme). los débiles a los fuertes 97. g; Patriotisme: deformaciôn de su para que exista hay que respeconcepto por la soberbia y amtar la dignidad de la persona biciôn colectivas 1097 ; a veces f . X «Λ*Λ · INDICE DE MATERIAS [l’azl humana y sus derechos funda­ mentales 927; exige la independencia de todas las naciones 932, C; y un desarme progresivo y leal 932, D; 934, E; la constituciôn de un Estado auténticamento crlstiano, como garantia de la paz 930; para su mantenimiento es necesarla una profunda renovaciôn del orden juridico 929, III ; para gozarla en medio de las dificultades de la hora présente debe­ mos conformar nuestra vida a la de Cristo 278, f-g; no podrâ reinar si no se someten las pa­ siones a la ley divina 861, c; para que ella reine deben rei­ nar la veracidad, la justlcia y una mâs equitatlva distribuclôn de riquezas 97, g; para obtenerla debe ser suprimido todo rencor y odio y frio egoismo y descontianza 97. g; dere­ chos familiares que es necesa­ rio tutelar 927, D; la defensa de la unidad social como presupuesto para la paz 927, a; la cuestiôn social debe ser solucionada para encontrar la paz 935, V; para conseguirla es preclso suprimlr los odios, practicar la justicla, distribulr me­ jor las riquezas y fomentar la caridad y demâs virtudes 861. b; hay que evitar los gérmenes de futuros conflictos 933, D; reinaria en el mundo si todos los hombres estuviesen llenos de caridad cristiana 102, d; pidamos a Dios y a la Virgen Santisima que la paz genuina resplandezca en el mundo 97, 4; la santa misa, sacrificio de la paz y reconciliaciôn entre los hombres 113. Pecado: naturaleza: el precepto de Dios de que nos abstengamos de todo pecado 971, d; concupiscencia y pecado 503, C; el pecado no procede de Dios. sino del hombre 788; la igno­ randa de la mente y la flaqueza de la voluntad llevan al hombre al pecado ; todos tienen pecados 798, b; aunque puede existir un hombre sin pecado, de hecho todos los cometen 967, b; hasta que no Qlegue el mo­ mento de la resurrecciôn, el hombre no serâ impecable 968: doctrina pelagiana sobre la posibllldad del hombre de evitar los pecados 965; meditaciôn 1gnaciana sobre los pecados pro. pios 479; meditaciôn sobre trea pecados 475; hay que odlar al pecado, pero no al pecador 49, pecados farl3âicos 14- 1287 [Pecado] —gravedad y malicia: su fealdad y mallcia -ISO, ELI ; su malicia como ofensa del Criador por su crlatura 481, C; pruebas de su gravedad : la muerte de Cristo y la eternidad del infierno 824, d; la gravedad del pecado por sus castlgos: consideraclôn de très pecados 475: especial gravedad de los peca­ dos dei sacerdote 821, E; el pecado del pueblo judio y el pecado de los cristianos 905. —castigo: su castigo en estricta justicla es el infierno eterno 482, II; terribles castigos que Dios ha impuesto al pecado: testimonio de la Sagrada Escritura 823-24; caida y castigo del primer hombre 477 ; pecado Ύ castigo de los ângeles i»? 476, II. —efectos: efectos en el orden na­ tural y sobrenatural 331, C; el pecado, ârbol malo, que siem­ pre da malos frutos 502. C; sus frutos en comparaciôn con los de la gracia 378, 4; es muerte para eï aima 825, a; 309, 1; esclaviza al hombre 378, 3; nos somete a la servidumbre del demonio 873, Π, B ; y a la ser­ vidumbre del mismo pecado 475, A; el pecado venial debili­ ta la vida del aima 309, 2. —original: sus efectos 477, C; hizo perder para todos los hom­ bres la vida sobrenatural concedida a Adân 429; su castigo 823-24; el bautismo le perdona en cuanto a la culpa y en cuan­ to a la pena 243, b. —capital: qué pecados son capi­ tales 802, d; quienes viven sometidos a ellos nunca logran saciar sus deseos 325. —perdôn: Dios perdona realmente el pecado 839, 3; perdona a todos los que se arrepienten 826, B; Cristo nos librô de su esclavitud 799, c; la muerte al peca­ do en el bautismo 312; 192 ss. ; 473, III : el bautismo lo perdo­ na en cuanto a la culpa y en cuanto a la pena eterna 243, b; para ser perdonados es necerio perdonar 49, 3.°; el temor “serviliter servilis” al pecado no prépara para el perdôn 701, B; la limosna y el perdôn de tes pecados 572 ss.; 645; la humildad y el perdôn de los pecados 960. —remedies: el temor de Dios 697, A; la consideraciôn de los no­ vlsimos 798; evitar las ocasiones 770; la Eucarlstia, medici­ na del pecado 214; sin la oraçjôn ns die puede evlt^rlç du- ■ J •«3I .-r •. i -U 1288 INDICE DF. MATERIAS :--------- [Pecado] rante mucho tiempo 1014, e; la prudencia es necesaria para evltarlo 723. A; necesidad de la gracia 966. 2. —colectlvo: cas tiens divinos a los pecados colectivos 869 ; 775. Pecadores: por qué Dios permite que el hombre peque 1157, c; cuando veamos que alguno cae en pecado, pensemos que tam­ bién nosotros podemos caer 411, 3: cuando todas las criatu­ ras alaban al Creador. ellos traspasan sus leyes 1155-56: son esclaves de sus pecados 378. 3: no todas sus obras son pecado 501 ; toman ocasiôn de la mise­ ricordia de Dios para seguir pecando 822; usan para ofender a Dios los bienes que de El recibieron 829; la sordera y la mudez del pecador: causas y remedies 1208; 1211; cegado's por sus pasiores, no piensan en el castigo futuro 795; pretenden justiflearse achacando a los justos pecados que no tie­ nen 440 ss. ; tienen mâs necesi­ dad que los jnstos de acercarse a la Eucarlstfa 268; la muer­ te del pecador 831. B ; la muer­ te del pecador simbollzada en la destrucciôn de Jerusalén 907 ; sus tentaciones en la hora de la muerte 9C<8. B: la mejor ora­ ciôn del pecador 1011, d; la oraciôn humilde del pecador 1111 ; no pueden poseer la ver­ dadera prudencia. sôlo astucia o natural habilidad; hay que odiar al pecado, pero no al pe­ cador 49. 2.°; el soberbio es duro e inexorable con los pecadores 1007. —su converslôn: todos pueden enmendarse 40. l.°; exhortaciôn a una pronta conversiôn 828-29; mejor'se convierten con dulzura que con reprensiones : una escena de las “Florecillas” 294. V; cômo pueden disnonerse a la justificaclôn 1091; no deien su conversiôn pard mâs tarde, porque no saben ni tendrân tiempo 832; prîncinalmente no la deien para la hcra de la muerte 842. 4; dificultad de convertirse en aquella hora 830. a-b; es mâs dificil aûn para el pecador soberbio 1076 : descripciôn del pecador endurecido 814; ellos mismos. no Dios, son la causa del endurecimiento de sus conciencias 789. c; la oraciôn por ellos puede no ser eficaz porque resistan a la gra­ cia 1019; sin embargo, no deje•mos de orar, va que la miseri- i ; < · ' I PecadoresJ cord la de Dios es inflnlta y om­ nipotente 1019, d. —Dies y el pecador: Dios perdona a todos los que se arrepienten 826. B; invita a todos al arrepentlmiento 827, c; di­ versos medios por los que Dios los llama a penitencia 796; los trabajos de Cristo para convertirlos 267, 1; ia indigenda del pecador y su satisfacciôn por Cristo 330; alimentes que Cris­ to les ofrece: su palabra, su ley. su gracia 332, C; llanto de Cristo sobre el pecador 827; Dios no les abandona si ellos no le abandonaron antes 774, 2; cuando Dios les castiga estâ usando con ellos su misericor­ dia 767, B; Dios no les retira sus gracias hasta que no se han hecho Indignos de ellas 846, B: cuando Dios les retira la gracia, les hace un favor, por­ que asi no contraen la responsabllidad de despreciarla 847. D: no se opone a la voluntad salvifica de Dios el que abandone a algunos pecadores aun en esta vida 816, 3 ; cuândo oye Dios la oraciôn del pecador 1086: la hora de la venganza de Dios 37. Pclagianlsmo: su fundador y sus doctrinas 463; su error sobre la eficacia de la gracia 965: sus doctrinas sobre la jus­ tificaclôn 1032. B; naciô de la soberbia y presunciôn 963. 3. Penitencia:' se nos exige por nuestros muchos pecados 699, B : si somos severos con nos­ otros mismos. evitaremos que Dios lo sea 782, c: la peni­ tencia non medio de la humildad 960; la craciôn y la pe­ nitencia armas para vencer al comunismo 455, 1 (of. Mortificaclôn). Perfecciôn: en qué consiste 977, a; la eterna perfeetibilidad de las cosas humanas 142, I; li perfecciôn en la ley evangélica 16: cômo se compagina la obligaclôn de ser perfectos con la natural fragilidad humana 971, d; la suma perfecciôn es­ tâ en someter la voluntad a Dios 1235, II: el temor al sa­ crificio Impide que muchos lleguen a la perfecciôn 700. C: la perfecciôn cristiana y el cumpllmien'o del deber diario 1235: el conocimiento propio es su base indispensable 981; 984, 1: quienes avanzan en ella crecên constantemente en hu­ mildad 71; necesidad de la humildad en la vida esp|r|- INDICE DE MATERIAS [Perfecciôn! tuai 1064, I; desprecio de la perfecciôn al inslstir ünicamente en lo preceptuado y olvidar los consejos 632, c-d ; es­ te olvido condtuce a la larga a quebrantar también los pre­ ceptos 633, 4 (cf. Santidad, Vida espiritual). Persona: persona y personalidad 1067, Il ; perfecciôn y perfectlcilidad de la persona huma­ na 1067, B. —su u.gniuad: respetarla es fundamento indispensable pa­ ra la paz 927, C ; es cada vez mtis dificil la tutela de la dignidac^ humana 282, b; hay que tener mâs cuenta del hom­ bre que de las ventajas eco­ nômicas y técnicas 280, e; el hombre moderno estâ amenazado de quedar reducido a un instrumento sin vida 283, d; hoy dia el hombre se hace cada vez mâs autômata y falto de sentido de responsabilidad 283, e; el comunismo ΐ; MAl'llRUS I Sant on] C. hombre.· complotos y por* footos 1VG7 ; el mundo moderno nceeslta Mantos 401; modelo do caridad con mum encmilGoa; San Benito 110; la doctrina y ejampios sobre ci silencio 1219, IV ; Γ.Ρ2 » s. ; perscvuclones do quo tueron objcto: Sun Benito 110. cômo lueharon por conaervur la caMtldad «91, 11, la humil­ dad, camlno ordinario de lo.·» Kanina 1062; sus ejemplos de hui.dldad 1031. B; las humiliaClones de algunos suntoa son para admirartns y no pari hnllurias, 1002, c. la tristcza incrlt< ria de km Mantos 77, a; In prudencla de Ion Mantos: Igna­ cio de Loyola 682; modela de curnpunoidn pursue p oca dos 310 ΓΙ4 ; un santo servalor de los pobres 296. S·^lares: el apostolado sagiar on el Evangelio 1199; el recogimlento do las personas de mun­ do 1228, IV. SnnUdP·: son doncs de Dios, y, por tanto, buenos, aunque nt use mal de ellos 786, 3; mu rec­ ta ailmlnistraeiûn como bien que Dlou n<»s ha encomondado 716; diflcultad do reslstir a sus exuenelns y vencerias «86. Ill (cf. I’lmloncH). Silencio: no consista on callnr slempre, «Ino en suber luiblar y collar a su tiempo 1168; us el unlco medio de no oqulvocarsa un el hublar 1171; circunstanela« ncce.iarias para hublnr bien 1169; mus biencu 1163; Ioh males de no guardnr cl silen­ cio 1152; recomendaclôn dr la Sagradu Escrltura y Iom Santos Padres 1168; cl silencio cn la vida espiritual 1217. 1220; 1151; MU csuednl necesidad 1163; el nllcncfo y la actividad exterior 1223. su nocoeldad para la reflexlôn 1218, II; la soltdad co­ mo rnodlo para guardnrlo 1163; el ejomplo do Cristo y de los santos 1208, 111-1V; 1102 as.; Mara, inodolo 1132 (cf, BccuKlmlento, Soledml). Soberbia: nuturalez.n : naturaleza 9«6; triple slgnltlcndo 1074, HI, A; closes 980; material y espi­ ritual us/; man if es tael one a diversan 1058, 11; 1071, If; au mnlicla 1075, IV; Injuria y rebollôn contra pilos y los hom­ bres 987; 1030, C; ICfrà. V; sentencins clAalcas sobre In soberbla y presunciôn 1026; sus pellgros 988; mu especial peligro por ser un vlclo oculto &88; el pallgroao daseo de subir en ho­ nores y dlgnldud 900; aoborbla l Noberbln I y humildad trente n. fronte 1074 ; lu soberbia y la codk'la coluctivaa 1097, V; la soberbia sutil de lus personas pamouua llXB, 2; intlcimia Incluso a la oraciôn 1004, b; cômo se Intro­ duce hasta en la aedon do gra­ dus hocha n Bios por sus benellcloM 1006, c; cômo se engunu el soberblo u «1 mismo 1008, 1. lu ocultn aoborbla do los principianto* eu la vida osplrllual 60; os prcforlble un poen· dur humilde a un Justo orgulluso 1012, v; 1018, H; los lariseos, pcraonIHcuclôn de In su­ berbia 1070, VI; lu soborbia fitγη aléa; una pilglnu dol Talmud 932; la soberbia del farisco do la parAbola HMô; sua remedies 1060. E; un remedio contra vllit e.< el proplo conocimiento 61. — «'foetos: sus hljoe y efoctoe 10(4); ralz de otrus muchos viclos 9S8. D; 1074, ill; vlclo odloso y dcsiproclublo 1003, u; Bios re­ siste a los sobcrblos 1076, B; uüd, 1-2; cast)qos que Dios le ha Impucsto 987 ; darios quo nu­ ire el aobcrbio 1060, D; cornportamlcnto del hombre soberblo 1003, B; 1071, H; produce Inquletud y desen«;aflos 326, c; es causante de inuehas hercjlns 505, IJ. cl soberblo ch duru con los peendoros 1007; 1U71, c; haco al homorc Ingrato 1050, f; la insatlsfacclôn del sobcrblo 325. Il; engendra hipocresia 1059, n; es causa do una devoclôn externa f.-trisulca 1054). b, cl corazôn egoist a del soborblo 1046; engendra un esp rltu de slngularldad 1006, 1; 1071, II. a; csp.ritu de censura y condenaclôn d<- los dem/is 1007; impldo cl proplo conocimiento para que no resalton los defectos 1008, 2."; cl soborblo es dcsobedlonto 10.7.), c; qulta el môrlto u 1ns obras buenns 1009, c; 1072, III; suriclencla propla del soberblo 1058, b; cômo ol «oborbio usa mal de su llberfml 1072, <1 ; el soborblo hc complaco vnnnmente en al mismo 1058, c; es el ultimo vlclo que ac logra voncor 989. c; es dlflcll de corregir, porque no se avecgtlonzn