BIBLIOTECA AUTORES CRISTIANOS Declarada de interés Jiacional DIRECClÔN DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA INMEDIATA RELACION CON LA B. A. C., ESTA INTEGRADA EN EL ANO 1957 POR LOS SENORES SIGUIENTES : PRESIDENTE Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Concilier de la Pontificia Universidad. Vicepresidente : limo. Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Rector Magnifico. y*. Vocales: R· P- Dr. Fr. Agapito Sobradillo, O. F. M. C., Decano de la Facultad de Teologia; Μ. I. Sr. Dr. Lamberto de Echeverria, Decano de la Facultad de Derecho; Μ. I. Sr. Dr. Bernardo RinCÔn, Dectno de la Facultad de Filosofia; R. P. Dr. José Jimenez, C. M. F., Decano de la Facultad de Humanidades Clàsicas; R. P. Dr. Fr. Alberto Colun­ ga, O. P., Catedrâtico de Sagrada Escritura; reveren­ do P. Dr. Bernardino Llorca, S. I., Catedrâtico de Historia Eclesidstica. Secretario :M. I. Sr. Dr. Luis Sala Balust, Profesor. LA EDITORIAL CATOLICA, S. A. Apartado 466 MADRID . MCMLVII LA PALABRA DE CRISTO Repertorio organico de textos para el estudio de las homilias dominicales tj festivas ELABORADO FOR UNA COMISI0N DE AUTORES BAJO LA DIRECCIÔN DE Mons. Angel Herrera Oria Obispo delVÎllaga ΤΟΜΟ VIII “AT.· REI AI PRESIÔN WclcJLutt * BIBLIOTECA DE AUTORES MADRID . MCMLVn CRISTIANOS . .-*· *, - La Palabra de Cristo ESTA SERIE DE LA b. A. C, CONSTARA VOLUMENES : de LOS SIGUIENTES Advient© y Navidad. Epifania a Cuaresma. Cuaresma y Semana Santa. Ciclo pascual. Pentecostes (i.°). Pentecostes (2.°). Pentecostes (3.0). Pentecostes (4.0). Fiestas (ι.°). .Fiestas (2. ). Indices generales ΤΟΜΟ VIII La parabola de los invitados a la boda (dom. 19 desp. de Pent.).—La curaciôn del hijo del re­ gulo (dom. 20 desp. de Pent.).—El perdôn de las ofensas (dom. 21 desp. de Pent.).—El tributo al César (dom. 22 desp. de Pent.).— Resurrecciôn de la hija de Jairo (dom. 23 desp. de Pent).— Cristo Rey (dom. ant. a Todos los Santos).—La ultima venida de Cristo (dom. 24 desp. de Pent.) Han colaborado en este volumen: D. Luis Vera Ordâs y D. Francisco Carrillo Rubio (selec­ tion de textos patristicos y teolôgicos, comentarios exegéticos, guiones). D. José Maria Eguaras Iriarte (parte litûrgica, teolôgica y guiones). D. Manuel’ Diez de los Rios (textos pontificios, guiones). D. Alejandro Sierra de Côzar (indices). D. Luis Ortiz Munoz (selecciôn de textos escrituristicos, miscelânea hist&rica y literaria). D. Tomâs Cerro Corrochano (ordenaciôn de materiales). NIHIL OBSTAT: Dr Justo Novo de Vega Censor. DEPRULYTUR: f Angel, Obispo de Mdlaga. Madrid, 16 noviembre 1053 •CL SEGRETERIA DI STATO DI SUA SANTITÀ Num. 308.234 J Vaticano, 2 de septiembre 1953. Excelentisimo y reverendisimo serior: £1 Augusto Pontifice ha recibido el tomo primero de La palabra de Cristo, serie de la benemérita Biblioteca de Autores Cristianos, y desea manifestar a vues­ tra excelencia la satisfacciôn con que ha acogido tan interesanie obra. * En estos difîciles tiempos, en los que la ignoranda religiosa ha hecho tanto dano a las aimas, una publicaciôn como esta, dirigida a restaurar una predicaciôn auténticainente evarigélica, es de excepcional impor­ tanda. El Padre Santo ha visto con viva complacenda que esta colecciôn no es uno nids de los sermonarios existentes. Su variado y abundante acopio de materiales ofrece al orador sagrado los elementos necesarios para su mejor preparaciôn, una serie de conocimientos que abarcan la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, teôlogos, autores clàsicos y, con gran oportunidad, las enseiïanzas pontificias, para que su predicaciôn esté sôlidamente fundada y la palabra de Dios pueda penetrar en los corazones de los hombres y dar frutos de vida eterna sin perderse en vanas retôricas. Su Santidad quiere que llegue a vuestra excelencia y a los doctos y diligentes miembros de la comisiôn que ha elaborado este hernioso trabajo el testimonio de su particular benevolencia y su paternal felicitaciôn por la obra que han realizado, que serâ de mucho pro- IW I.M uy vecho para iodos los sacerdotes, en especial para los dedicados a la cura de aimas, y muy a propôsito para formar a los jôvenes levitas en el verdadero sentido de la Predicaciôn sagrada. El Augusto Pontifice pide al Seiior que les concéda Uevar a cabo el plan que se han propuesto y los ilumine en su ejecuciôn, mientras que, en prenda de celestiales gracias, les da de todo corazôn la bendiciôn aposiôlica. Reciba también de mi parte, excelentisimo seiior, mi expresiva gratitud por el ejemplar que me ha enviado, deseoso de que alcance el mayor éxito y produzca los màs copiosos frutos. Al rciterarle el testimonio de mi màs distinguida consideraciôn, quedo siempre de vuestra excelencia reverendisima seguro servidor. J. B. Montini, Prosecr. Mons. Angel Herrera, Obispo de Mâlaga. W ttttlitt LA PARABOLA DE LOS INVITADOS A LA BODA Domingo XIX después de Pentecostés SECCION I.—Textos sagrrados I. Epistola ............................. II. Evangelio ........................ III. Algunos textos de la Sagrada Escritura sobre la gracia. SECCION Π.—Comentarios generales I. Situation liturglca ............. II. Apuntes exegético-morales A) Epistola .................. — a) Argumento ........... b) Los textos ........... . B) Evangelio ................... a) Situation histôrica y argumento .. b) Los textos SECCION HL—Santos Padres I. Origenes 3 4 II II 12 12 12 13 i6 20 20 A) El hombre rey B| Los manjares .. C) Los ejércitos del rey D) La primera Hamada El vestido nupcial .. 20 20 21 21 21 H. San Juan Crisôstomo ..... 22 A) Desposorios de Cristo y el alma . B) El banqueté de la palabra de Dios C) La invitacion ......................... D) Muerte de los profetas ........ Abundancia del banquete ... F) Las excusas ............................ G) Castigo y vocaciôn universal H) El hombre sin el vestido nupcial 22 22 23 24 24 24 25 INDICE GENERAL Pûgs. San Agustin A) La vestidura nupcial San Gregorio Magno A) Breve exegesis . B) El vestido de la caridad C) Dos preceptos de una misma caridad D) El castigo 20 27 37 37 39 40 SECCION IV.—Teôlogos 43 Santo Tomâs de Aquino A) El vestido de la gracia B) El banqueté eucaristico 43 43 46 SECCION V,—Autores varios 49 Beato Juan de Avila A) La vestidura blanca o la gracia intrinseca B) El hombre sin la vestidura. El pecado arruina la hermosura del aima .................................................... 49 49 Santa Teresa de Jesus 55 55 B) EI infierno P. Eusebio Nieremberg ............................................... A) El vestido de la gracia ............................................. B) El pensamiento de la eternidad ............................... San A) B) C) D) Francisco de Sales ............... ....................................... Valor que el amor sagrado da a las acciones .......... Cômo la caridad comprende todas las virtudes ...... Las virtudes traen su perfecciôn del amor sagrado. Las acciones humanas carecen de valor cuando son practicadas sin el amor divino Bossuet A) La muerte como la vida B) La ambiciôn aleja de Dios Preocupaciones dei siglo . D) Los placeres E) Resumen ... Ventura Raûlica Eternidad del infierno Carlos Rossignoli Las penas dei infierno 63 70 73 73 76 79 81 84 87 INDICE GENERAL XIII Pàgs. VIII· /· P- Terrien, S. I100 * A) De la gracia a la gloria .................................. .............. 100 B} El vestido nupcial de la gloria ..................................... ιοί SECCION VL—Textos pontificios ............................................. 104 I. Epistola ................................................................................. 104 A) «Renovaos en vuestro espiritu» ..................................... B) «En justicia y santidad verdaderas» .......................... C) «El qne robaba, ya no robe»... Naturaleza, cualidades y dignidad dei trabajo humano ............................. D) «Para poder dar al que tiene necesidad» .................. 104 108 Π. Evangelio ................................................................................... 120 A) La vestidura de bodas .................................................... B) «Id, pues, a las salidas de los caminos» ............... 120 122 SECCION VIL—Miscelânea historica y literaria ................... 124 I. Verdad y mentira ....................................................... 124 A) · Algunas sentencias de la literatura clâsica .............. B) Très adagios de San Agustin ................................. C) Algunas expresiones de Cervantes .............................. 124 125 125 El valor de decir la verdad, ...... ................................... La hipocrcsta .............................................................................. El gran banqueté ... .................................................... La vestidura del convite ........................................................ El matrimonio espiritual ........................................... 125 126 127 128 129 A) Consideraciones del Doctor Extâtico .......................... B) Doctrina de Santa Teresa .............................................. 130 131 ΠΙ. Las bodas niisticas de Santa Catalina de Siena ............ VIII. iFlic Judas el primer sacrilego de la Eucaristia? ....... IX. tSe habia salvado por gracia, sin mérito alguno por su Pariet .......................................................................... X. El infierno en iLa Divina Comedia» ................................. 132 133 La inscription de la puerta .............................. Los gritos de dos condenados ....................................... Muchedumbre doliente .................................................... El Aqueronte ..................................................................... El barquero Carôn ............................................................ Los que mueren en la côlera de Dios ...................... 136 136 137 137 137 138 SECCION VIH.—Guiones homiléticos ..................................... 139 Serie II ; Sobre la epistola ........................................................... 1. Renovaos .............................................................................. 2. La justicia de la verdad ................................................. 3. La santidad de la verdad .............................................. ·· 139 J39 H. HI. IV. V. VI. A) B) C) D) E) F) in 118 134 136 143 INDICE GENERAL Pàgs. 'AÏ 4. Despojaos de la mentira : hablad verdad — 5. El que robaba, que trabaje para dar limosna Serie ΠΙ : Sobre el evangelio ........................................ 6. Excelencia de la gracia .................................... 7- Participaciôn de la vida de Dios ................... 8. Hijos de Dios .................................................... Amigos de Dios .................................................. 10. La vida de gracia ............................................. 11. La gracia y el mérito ...................................... 12. La gracia y los sacramentos ........................... IS- Los sacramentos, signo y causa de la gracia La gracia actual ............................................... Desprecio de la gracia ..................................... 16. El Dios inevitable ...... ,.................................... 17· El Dios justo ..................................................... 18. La clave de la vida .......................................... 19. Del pensamiento del infiemo al amor ......... 20. Las tinieblas exteriores .................................. El infierno y los predicadores del amor ....... Serie IV : De actualidad social .......................:....... 22. El hombre de la calle ...................................... 23. Cuestiôn social y vida futura ........................ MS 148 151 151 153 155 15S 160 163 165 168 169 172 179 1S1 186 186 190 LA CVRACION DEL H1JO DEL REGULO Domingo XX después de Pentccostés SECCION I.—Textos sagrados .................................................... 195 I. Epistola ................................................................................ H. Evangelio .................................................................. ΠΙ. Algunos textos de la Escrilura alusivos a la educaciôn de los hijos ............................................ A) Deberes de los hijos para con los padres B) Educaciôn de los hijos ...... 195 195 SECCION IL—Comen ta ri os generales I. Situâciôn litûrgica ........... A punies cxcgético-inoralcs A) Epistola ......... a) Argumento b) Los textos B) Evangelio ..... a) Situaciôn histôrica Argumento ......... b) Los textos ......... O El milagro en la apologética D) Grados en la fe ■’ ’ · 196 iq6 200 206 206 207 207 207 20S 212 212 213 214 218 XV INDICE GENERAL Pàgs. SECCION HL—Santos Padres ...................................................... 220 I. San Juan Crisôslomo .............................................................. 220 A) Obligaciôn de los sacerdotes de velar por el prôjinio ..................................................................................... B) Obligaciôn de los padres ............................................ 220 221 II. San Agustin .............................................................................. 225 A) Lu embriaguez ........:.............. .......i................................ 225 227 III. San Bernardo ............... Debilidad de nuestra fe 236 236 SECCION IV.—Teôlogos ............ 240 I. Santo Toniàs de Aquino . 240 A) Providencia del padre 240 241 H. Garrigou-Lagrange, 0. P A) Fe razonable (cf. t.6 C.5 p.515) B) Los criterios de la revelaciôn SECCION V.—Autores varios .... I. Santo Tomas de Villanueva A) Por que envia Dios las enfermedades B) El honor que el régulo tributa a Cristo C) Cristo, médico de las aimas .................. D) E) La humanidad enferma H San Juan de la Cru A) Cautelas .......... B) La fe ................ Santa Teresa de Jésus La fe, sobre el natural ëntender y amar y aun contra ellos IV. Fray Luis de Leôn ...................................................... Cômo deben tratar las senoras a su servidumbre Fray Luis de Granada ......... De la lujuria y sus remedies VI. Beato Juan de Avila ............ Oscuridad y racionabilidad de la fe J. B. Scaramelli, S. I................ A) Medios para robustecer la fe B) Modos de practicar la virtud de la fe 242 243 245 249 249 249 249 250 251 251 252 252 257 266 267 269 269 275 275 284 284 285 - — - M. INDICE GENERAL XVI Pàgs. 287 ν~ΠΓ Bossuet 287 A) Abuso de la ciencia 288 B) La fe comunicada a nuestro prôjinio . 290 Fe desinteresada .................................. D) 291 Exhortaciôn final ................................ Félix, S. I........................................................................ 291 A) La educaciôn segûn Cristo .............................. .......... B) La enfermedad del hijo. La impureza arruina la juventud ....................................................... ............... Hay que llamar a Jesûs para que cure al hijo ........ 292 X. Monseiior Gibier A) La educaciôn, obra del amor ......................... B) La educaciôn, obra de la autoridad que vigila 294 299 300 3θ2 . Fillion 304 A) Caractères generales de los milagros. Los milagros, obra de misericordia .............................................. 305 B) Otros caractères .......................................................... 306 SECCION —Textos pontificios A) «Creyô el bombre en las palabras que le dijo Jésus». BJ «Y crevô * él y toda su casa»............................. ······«··<··············· 308 308 317 SECCION VIL—MisceMnea histôrica y literaria 326 Côino vencio Lulio la batalla de la Injuria Virtud sitiada ...................... Hacia la fe por el amor ..... La enfermedad del niiio rcy V. La tlobai madré ........ Los padres de Santa Teresa Desvelo por los criados ....... λΓΙΠ. Dedicate a Dios y a tus hijos IX. Un inodclo de mujer fuerte .. X. Esclavo de los enfermas ... 326 327 327 329 330 331 331 332 332 333 I. Π. HI. IV. ill SECCION VIH.—Guiones homiléticos .. Serie Π : Sobre la epistola 1. La cautela ............. 2. Cautelas en San Juan de la Cruz 3. Aprovechamiento del tiempo ..... 4. Malicia de la embriaguez ........... 5. La embriaguez, lacra individual y social 6. La embriaguez y la Injuria 7. Malicia de la Injuria 335 335 335 338 340 342 344 347 349 INDICE GENERAL XVII Pàgs. S. Efectos de la lujuria en el entendimiento ... 9. La lujuria desvia la voluntad ........................... 10. La embriaguez del amor .................................. 352 355 357 Serie HI : Sobre el evangelio .......................................... 11. (iPuede haber eumento en la fe ? ................... 12. La fe del régulo ................................................. . 13. Nicodemo ................................................................ 14. La Samaritana ..................................................... 15. ... y toda su casa ................................................. . 16. La enfermedad moral de los hijos ................ 17. La responsabilidad de los padres .................... 18. La oraciôn, los hijos y el ejemplo de la vida 358 358 3<χ> 302 3*4 3^7 3^9 372 374 Serie IV : De actualidad, social ....................................... 19. Amos y criados : doctrina de San Pablo 20. Amos *v criados : Ideas de Pio ΧΠ ...... 21. Acciôn Catôlica y apostolado doméstico 22. Criados del campo ................................... . 23· Pablo y Espartaco ....................................... 377 377 38ο 382 387 EL PERDON DE LAS OFENSAS Domingo XXI después de Pentecostés SECCION I.—Textos sagrados I. Epistola .............................................................................. ........ Π. Evangelio ............................................ EU. Algunos textos de la Sagrada Escritura sobre la caridad y la correcciôn fraterna SECCION IL—Comentarios generales 393 393 393 394 4°5 I. Situaciôn litûrgica ............. 4°5 idea del perdôn .. hombre deudor .... figura de Job ........ tema del pecado ... 405 405 4οό 4οό H. Apuntes exegético-mo raies 4<>7 A) B) C) D) La El La El A) Epistola ................. a) En vigilia tensa b) La lucha contra el enemigo c) Las armas de Dios d) Resumen ............... 407 407 407 410 412 B) Evangelio ...................... a) Situaciôn histôrica y argumentes b) Los textos ............. Primera escena 412 412 412 4*3 INDICE GENERAL χνπι Pàgs. SECCION m.—Santos Padres I. San Juan Crisôstomo ......... A) La correcciôn fraterna B) La pai âbola U. San Agustin .... A) Universalidad del pecado B) Todo hombre es deudor de Dios y acreedor de su hermano ...................................................................... C) Perdonad para ser perdonados .................................. D) El perdôn de las deudas ........................................... No te perdonarâ Dios si tù no perdonas ................. Perdonad siempre ........................................................ G) Perdonad todo .............................................................. H) Perdonad, por lo menos, a los que piden perdôn ... I) El perdôn, compatible con la correcciôn y el castigo. 414 415 417 417 417 419 424 424 427 428 428 430 432 432 433 — — 2. Segunda escena 3. Tercera escena ΙΠ. San Isidoro ..................................... 436 A) Quiso tomar cuentas a sus siervos ............ 436 B) Cômo te has de comportar con tu hermano 437 SECCION JV.—Teôlogos I. Santo Tanids de Aquino El pecado en sf mismo Π. Galtier ......................... A) B) C) B) Concepto catôlico de la penitencia Necesidad de la penitencia .......... La disciplina penitencial. Razôn teolôgica Corolarios IU. Palmieri ....... A) Objeto de la penitencia B) Motivos de la penitencia 440 440 440 455 456 457 458 459 459 459 460 SECCION V.—Autores varios 462 I. Santa Teresa de Je sus 462 A) El pecado ......... B) El perdôn en Santa Teresa II. Fray Luis de Leôn Cristo Cordero ..... HI. Fray Francisco de Osuna El amor a los enemigos y a la perfecciôn 462 468 472 472 474 474 Indice general XIX Pàgs. A)1 La deuda ............... B) Denuncia y correcciôn paterna 480 480 484 P. Juan Eusebio Nicremberg La grande deuda que debemos a nuestro Creador 489 489 San Ignacio de Loyola VI. P. Antonio Vieira, S. I............................................ . El abuso de la misericordia: alam amplius noli peccare». 494 494 VU. San Francisco de Sales .......................................................... De la afabilidad con el prôjimo y remedio contra la ira. 499 499 Bourdaloue ................... El perdôn de las injurias 502 5θ2 Massillon .......................... A) Causa de los odios .. B) Perdôn sincero ......... C) Uniôn cristiana ....... 508 508 510 511 Ventura Raulica ............. El perdôn de las ofensas 5« 511 SECCION VI.—Textos pontificios 516 Epistola ....................................................................................... 516 A) «No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino... contra los dominadores de este mundo tene­ broso» ................................................................................... B) «Estad, pues, alerta, revestida la coraza de la justicia» ..................................................................................... 5^ 518 Π. Evangelio .......................................................................... ........ 520 tSe le présenté uno que le debia diez mil talentos». a) Los males de nuestra sociedad ............................. b) El socialism© y comunismo ateos, como pecados colectivos .................................................................... c) El racionalismo radical y el panteismo de Estado, como pecados sociales ................................. d) Deismo o ateismo de los Estados ........................ 520 521 525 528 B) Compadecido el senor del siervo aquel, le despidiô condonândole la deuda .................................................. 531 A) SECCION VU.—Miscelânea histôrica y literaria iras del demonic ................................................... A) Desgarrôn de la carne y curaciôn de la Virgen ... B} iFuego, fa ego 1 I Que se quema una casa! 522 533 533 533 533 INDICE GENERAL Pàgs. C) El demonio del flautado D) El lâtigo del sermôn . A) B) C) D) ... armadura del Caballero cristiatw La armadura del Cid El héroe de Mühlberg Las armas del vencedor de Lepanto El caballero cristiano ... .................. a) Su carâcter de paladin ............. b) Grandeza contra mezquindad — •Arrojo contra timidez ................ €} d) Altivez contra servilismo ......... Mas pâlpito que câlculo .......... f) Personalidad ............................... Culto del honor........................... g) Idea de la muerte ...................... h) i> Vida privada y vida pùblica — j) Religiosidad ................................ k) Impaciencia de la eternidad .... ILL Una pâgina de Donoso Cortès sobre el pecado ..... La tragedia del cnano Habibrah .............................. Juan Gualberto perdona al asesino de sti hertnano VI. Una frase de San Edmundo ...................................... Antân Martin ............................................................. vin. El olvido de las injurias .......................................... XI. 534 534 535 535 536 536 537 537 538 538 538 538 538 539 539 539 539 539 540 540 541 543 544 545 A) El accidente ......................................................... B) El sacrificio de Santa Juana .............................. 545 Las reconvenciones de fray Cristôbal ................... Im dementia, virtud de principes .......................... t;Hifo mio, por la dementia.'* ................................. 547 55θ 550 SECCION VITI.—Guiones honxiléticos ............... Ill Serie I : Liturgicos .............................................. 1. Très lecciones de la liturgia del dia ... Serie II : Sobre la epistola ................................. 2. LjOS dominadores del mundo tenebroso 3. Las armas de Dios. La verdad Serie III : Sobre el Evangelio ........... 4. Malicia del pecado contra Dios 5. Efectos del pecado en el que lo comete 6. La gravedad del pecado por el castigo Pecados propios ............................ 8. Pecados de omisiôn ...................... 9· Imperfecciones de los espirituales 10. El perdon de los enemigos 11. Perdôn v olvido . Del odio al amor 551 551 551 553 553 555 557 557 560 5^4 569 574 579 581 Indice general Pàgs. 13· 14. 15· 16. 17· 15. El perdôn y el Cuerpo mfstico .................... Clemencia ........................................................... Necesidad de la penitencia ......................... . El dogma y la historia de las indulgencias Prâctica de las indulgencias ........................... La obligaciôn de denunciar ........................... Serie IV ; De actualidad social .................................................... 19. Los grandes pecados colectivos : el odio formai a Dios ....................................................................................... 20. Pecados publicos : deismo y laicismo ...................... 21. Pecados publicos : nacionalismo radical o panteismo de Estado ....................................................................... 584 586 589 591 593 594 596 596 600 6ci EL TRIBUTO AL CESAR Domingo XXII después de Pentecostés SECCION I.—Textos sagrados Epistola ....................................................................................... Evangelio ................................................................... Textos concordantes ................................................... IV. Algunos textos de la Escritura relacionados con el pasaje evangélico A) «^De quién es esa imagen...?» B) «...y que no tienes acepciôn de personas» cy «Dad al César 1o que es del César» ............ D) Obligaciones de los sùbditos 607 607 607 608 610 612 618 SECCION IL—Comentarios generales 623 I. Situation litûrgica .......................... 623 A) El «introito» y el «ofertorio» B) Evangelio y epistola .............. a) A Dios lo que es de Dios b) El «bonum pietatis» ...... c) Los deberes civicos y patrioticos Π. Apuntes exegético-morales 623 624 624 624 624 625 A) Epistola ........................ a) Argumento ........... b) Los textos ........... 625 625 626 B) Evangelio .................... a) Sitnaciôn histôrica v argumento 629 629 630 ■ P — ■ — INDICE GENERAL Pl*gS. SECCION m.—Santos Padres I. San Juan Crisôstomo Dad al César .......... r i - TT. San Agustin ......................................................... A) Obediencia a la autoridad .................................. B) La ruerza del Estado, al servicio de la Iglesia SECCION IV.—T eô logos ....... I. Sanio Tom&s de Aquino astucia ........................................................ A) acepciôn de personas ................................ B) a) Respeto a la colaciôn de dones ............... b) En los honores .......................................... En los juicios .......................................... C) 635 635 635 638 639 640 645 645 645 647 647 650 hipocresia .-................................................... cuestiôn de las investiduras y el galicanisnio SECCION V.—Autores varios 654 661 I. Santo Tomâs de Villanueva ....... La imagen de Dios en el hombre 661 661 Π. Beato Juan de Avila ............................ Obligaciones de las autoridades civiles 664 664 III. Francisco de Quevedo .......................... El pago de los tributos ......................... 668 668 IV. Sardd y Salvany ............................................ 670 A) Grados del libéralisme ................................. B) El libéralisme catôlico ................................. 671 672 C) Razôn intrinseca del catolicismo liberal ... Razôn extrinseca ....................................... D) 673 Lo que es y lo que no es libéralisme ..... 674 F) La «tesis» y la «hipôtesis» del liberalismo SECCION VI.—Textos pontificios I. Dos sociedades supremas ................................................ A) Dos sociedades supremas, armoniosamente unidas. B) Iglesia : relaciones con los Estados ...................... Estados : relaciones con la Iglesia .......................... D) Pero el derecho nuevo desquiciô esta armonia ...... Ultima consecuencia del derecho nuevo : el totali­ tarisme 678 678 678 681 685 688 Indice general Pàgs. La sumisidn al César .................................................. 691 A) La obediencia a la autoridad es voluntad de Dios. B) Esta doctrina es predicada por todos los Papas mo­ dernos sin interrupciôn, ya desde Pio VI y Pio VU. 691 ΙΠ. jEs licita dar el tributo al César? ..................................... El Estado y la prensa ............................................................. V. jA quién corresponde educar? ............................................... A) A très sociedades corresponde el derecho y el deber de la educaciôn .............................................................. B) Cuyo fin es la formaciôn del hombre sobrenatural, o el hombre de carâcter ................................................ b) La familia ................................................................... c) El Estado ............................................................... . d) Relaciones armônicas de la Iglesia y el Estado en la educaciôn 693 701 704 704 704 704 706 707 709 SECCION Vn.-JVÏiscelânea histôrica y literaria .. 712 I. La adulaciôn halaga hasta a los màs austeros H. La acepciôn de personas ..................................... 712 712 V. VL VU. VIII. X. A) El recuerdo de la Reina Catôlica ............. . B) Rectitud de Cisneros para con su hermano C) Un rasgo de San Pio X .. 712 713 714 San Mauricio y la legiôn tebea Osio /rente a Constantio ......... San Ambrosio responde a Valentiniano II El peregrino de Canosa ................................ El caso de Tomâs Becket ............................ El martirio de Santo Tomâs Moro ......... Cuando el César se rebela contra Dios... El poder de Dios, por encima de toda tiranîa 714 716 716 7T7 718 719 720 722 4 - H ·*· -"Il » λ i* Il SECCION Vili.—Guiones homiléticos 724 Serie I : Liturgicos ............................. . 1. A Dios lo que es de Dios ... 2. Piedad y liturgia ., 724 724 727 Serie II : Sobre la epistola 3. El amor de Pablo a los filipenses 4. El dia de Cristo 730 730 733 Serie ΙΠ : Sobre el euangelio hipocresïa adulaciôn astucia ... acepciôn de personas 8. Las recomendaciones ... 735 735 739 741 745 750 PàgS. Serie IV : De actualidad social ............................................... 10. Ensefianza necesaria y oportunisima ....................... 11. Dos sociedades soberanas ........................................... 12. El nuevo derecho ........................................................ 13. El totalitarismo ........................................................... 14. La sumisiôn al César .................................................. 15. Gregorio XVI .............................................................. 16. Pio IX y el Kulturkampf .......................... 17. 8>- co- En tus labios se ha derramado Diffusa est gratia in labiis la gracia y te ha bendecido Dios tuis: propterea benedixit te con eterna bendicién. .Deus in aeternum (Ps. 44,3). 5 Qulu misericordiam et veri­ tatem diligit Beus: gratiam et gloriam dabit Dominus (l»s. 83,12). (Porque eoi y escudo es Yavé, Dios. y da Yavé la gracia y la gloria. • ' Ipse deludet illusores, et man­ suetis dabit gratiam (1‘rov. 3,31). Escarnece a los escarnecedores y da su gracia a los humildes. Qui bonus est hauriet gra­ tiam a Domino; qui autem con­ fidit in cogitationibus suis im­ pie agit (ibid. 12,2). El bueno alcanza la gracia de Yavé, que condena al de mala vida. Doctrina bona dabit gratiam: In itinere contemptorum vora­ go (Ibid. 13,15). La cortesîa concilia gracia; los modos de los soberbios son As­ peros. Stultus illudet peccatum, el inter iustos morabitur gratia (ibid. 14,9). El necio desprecia la expîaciôn: entre los justos habita la benevolentia. Melius est nomen bonum quam divitiae multae: super argentum et aurum gratia bo­ na (ibld. 22,1). Mâs que las riquezas vale el buen nombre: mâs que la plata y el oro la buena gracia. Quoniam gratia Dei, et mi­ sericordia est in sanctos eius, et respectus in electos illius (Sap. 4,15). Que la gracia y la misericordia es para los elegidos, y la visita­ tion para los santos. Quanto magnus es, humilia te in omnibus, et coram Deo invenies gratiam (Eccli. 3,20). Cuanto mâs grande seas humi­ liate mâs, y hallarâs gracia ante el Sefior, Est enim confusio adducens peccatum, et est confusio ad­ ducens gloriam et gratiam (ibid, 4,25). Pues hay una confusion que es fruto del pecado y una confusion que trae consigo gloria y gracia. Et effundam super domum David et super habitatores lerusalem spiritum gratiae et precum (Zach. 12,10). Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén un espîritu de gracia y de oracién. En el Nuevd Testamento B) (Le. 1,28). Dios te salve, llena de gracia. Ne timeas, Maria, invenisti enim gratiam apud Deum (ibid. 1,30). No ternas, Maria, porque has hallado gracia delante de Dios. Et gratia Dei (Ibid. 2,40). illo Y la gracia de Dios estaba en él. Et lesus proficiebat sapien­ tia et aetate, et gratia apud Deum et homines (ibid. 2,52). Jésus crecia en sabiduria y edad y gracia ante Dios y ante los hombres. Ave gratia plena erat in r J 6 s? LOS 1NVITADOS A LA BOD A. IQ DESP. PENT. Y se ni ara villaban. de las pala­ bras llenas de gracia que salian de su boca. Et mirabuntur in verbis gra­ tiae, quae procedebant de ore ipsius (ibid. 432). Si ajnâis a los que os aman, i.qué gracia tendréis? Porque los pecadores aman también a quienes los aman. Et si diligitis eos, qui vos diligunt, quæ vobLs est gra­ tia? Nam et peccatores diligen­ tes se diligunt (Ibid. 6,32). Si prestâis a aquellos de quienes esperâis recibir, iqué gracia tendréis? También los pecadores prestan a los pecadores para re­ cibir de ellos igual favor. Et si mutuum dederitis his a quibus speratis recipere, quae gratia est vobis? Nam et pec­ catores peccatoribus foenerantur, ut recipiant aequalia (ibid. 6.34). Mas a cuantos le recibieron, diôles poder de venir a ser hijos de Dios... Quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem filios Del fleri... (Io. 1.12). Y hemos visto su gloria, gloria como de unigénito del Padre, Ue­ no de gracia y de verdad. Et vidimus gloriam cius, glorium quasi unigeniti a Putre, plenum gratiae et veritatis (ibid. 1,14). Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia. Et de plenitudine el US nos omnes accepimus et gratiam pro gratia (ibid. 1,16). Porque la ley fué dada por Moisés, la gracia y la verdad vino por Jesucristo. En verdad, en verdad te digo que quien no naciere dei agua y del Espiritu, no puede entrar en el reino de los cielos. Quia lex per Moysem data est, gratia et veritas per lesum Christum facta est (ibid. 1.17). Amen, am en dico tibi, nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu sancto, non potest in­ troire in regnum Del (Ibid. 3,5). S’, ecnocieras el don de Dios y rmes con la imagen de au Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos. Nam quos praescivit, et prae­ destinavit conformes fieri ima­ ginis Filii sui, ut sit ipse pri­ mogenitus in multis fratribus (ibid. 8,29). 5 Pues asi también en el pré­ sente tiempo ha quedado un res­ to, en virtud de una election gra­ tiosa. 6 Pero si por gracia, y a no es por las obras, que enfonces la gracia ya no seria gracia. Sic ergo in hoc tempo­ re reliquiae secundum electio­ nem gratiae salvae factae sunt. Aai que no escaseéis en gracia alguna, mientras llega para vosotros la manifestation de nuestro Sefior Jesucristo. Ita ut nihil vobis desit in ulla gratia, exspectantibus revela­ tionem Domini nostri lesu Christi (1 Cor. 1,7). A otro fe en el mismo Espiri­ tu; a otro gracia de curar en el mismo Espiritu. Alteri tides in eodem Spiritu: alii gratia sanitatum in uno Spiritu (ibid. 12,9). Mas por la gratia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me confiriô no ha sido estéril. antes he trabajado mâs que todos ellos, piTO no yo. sino la gracia de Dios conmigo. Gratia autem Dei sum id quod sum, et gratia eius in me vacua non fuit, sed abundan­ tius illis omnibus laboravi: non ego autem, sed gratia Dei mecum (ibid. 15,10). Cooperando, pues, con El, os exhortâmes a que no recibâis en vano la gracia de Dios. Adjuvantes autem exhortamur ne in vacuum gratiam Dei re­ cipiatis (2 Cor. 6,1). Y poderoso es Dios para acrecentar en vosotros todo género de gracias. Y El me di jo: Te basta mi gra­ cia, que en la flaqueza llega al colmo del poder. Pero cuando plugo al que me segregô desde el seno de mi ma­ dré, y me llamô por su gracia... No desecho la gracia de Dios, pues si por la ley se obtiene la j’usticia, en vano muriô Cristo. Potens est autem Deus om­ nem gratiam abundare facere in vobis (ibid. 9,8). ... para que recibiésemos la adopciôn. ... ut adoptionem filiorum re­ ciperemus (ibid. 4,5). 5 6 Si autem gratia. iam non ex operibus: alioquin gratia iam non est gratia (ibid. 11,5-6). SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 9 Os desligâis de Cristo los que buscâis la justitia en la ley; habéis perdido la gracia. Evacuati estis a Christo, qui in lege iustlficaminl: a gratia excidistis (ibid. 6,4): Por cuanto que en El nos eligiô antes de la c >nstituciôn del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante EL 5 y nos predestinô en caridad 5Qui praedestinavit nos in adoptionem filiorum per Ies uni a la adopciôn de hijoa suyos por Christum in ipsum... (Eph. Jesucristo... 1,4-5). 6 Y estando nosotros muer6 Et cum essemus mortui peccatis, convivificavit nos in tos por nuestros delitcs, nos diô Christo (cuius gratia estis sal­ vida por Cristo (de gracia habéis vati). sido sal vados). 7 A fin de mostrar en les si7 Ut ostenderet in saeculis supervenientibus abundantes di­ glos venideros la excelsa riqueza vitias gratiae suae in bonitate de su gracia, por su bondad hasuper nos in Christo lesu. cia nesotros en Cristo Jesûs. 8 Pues de gracia habéis sido 8 Gratia enim estis salvati per fidem, et hoc non ex vo­ salvados ror la fe, y este no os bis, Dei enim donum est (ibid. I viene de vosotros, es don de Dios. 4 Sicut elegit nos in ipso ante mundi constitutionem, ut essemus sancti et immaculati in conspectu eius in cliarltate. 2Λ7-8). Et dixit mihi: Sufficit tibi gratia mea: nam virtus in in­ firmitate perficitur (ibid. 12,9). Cum autem placuit el, qui me segregavit per gratiam Su am (Gai. 1,15). Non abiicio gratiam Dei. Si enim per legem iustitia, ergo gratis Christus mortuus est (ibid. 2,21). Omnis sermo malus ex ore I vestro non procedat: sed si I quis bonus ad aedificationem | fidei ut det gratiam 4._„_ audienti - * - ­ bus (ibid. 4,29). No saïga de vuestra boca palabra aspera, sino palabras buenas y oportuna/9 para edificaciôn, a dar gracia a los oyentes. Noli negligere gratiam, quae in te est, quae xdata est tibi per prophetiam, cum impositio­ ne manuum presbyterii (1 Tini. 4,14). No descuides la gracia que po|sees. que te fué conferida en medio de buenos augurios, con la imposiciôn de manos de los presbiteros. Propter quam causam admo­ neo te ut resuscites gratiam Dei, quae est in te per impo­ sitionem manuum mearum (2 Tim. 1,6). Por esto te amonesto que ha­ ga-3 revivir la gracia de Dios que •h a y en ti por la imiposicidn de mis manos. Tu ergo, fili mi, confortare in gratia, quae est in Christo lesu (ibid. 2,1). Tii pues, hijo mio, ten buen cuidàdo, confiado en la gracia de Cristo Jesûs. Apparuit enim gratia. Salvatoris nostri omnibus minibus (Tit. 2,11). Porque se ha manifestado la gratia de Dios a todos los hombres. Dei ho­ Ct iustificati gratia ipsius, heredes simus secundum spem riiae aeternae (ibid. 3,7). Adeamus ergo cum fiducia ad thronum gratiae: ut mlseri- A fin de que, justificados por su gracia, eeamos herederos, segùn nuestra esperanza, de la vi­ da eterna. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a ii 10 LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno au­ xilio. cordi am consequamur, et gra­ tiam inveniamus in auxilio op­ portuno (Hebr. 4,16). No os dejéis llevar de doctri­ nas varias y extranas; porque es mejor fortalecer el corazon con la gracia que con viandas, de las que ningùn provecho sacaron los que a elloo se apegaron. Doctrinis variis et peregrinis nolite abduci. Optimum est enim gratia stabilire cor, non escis: quae non profuerunt am­ bulantibus in eis (ibid. 13,9). Al contrario, El da mayor gra­ cia. Por lo cual dice: Dios resis­ te a los soberbios. pero a los humildes da la gracia Maiorem autem dat gratiam. Propter quod dicit: Deus su­ perbis resistit, humilibus au­ tem dat gratiam (lac. 4,6). Por lo cual, ceôidos los lomos de vuestra mente y apercibidos, tened vuestra esperanza completamente puesta en la gracia que OA ha traido la revelaciôn de Jesucristo. Nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos asi participes de la divina naturaleza, huyendo de la corrupciôn que por la concupiscencia existe en el mundo. Propter quod succincti lum­ bos mentis vestrae, sobrii per­ fecte sperate in eam, quae of­ fertur vobis, gratiam, in reve­ lationem lesu Christi (1 Petr. 1,13). Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que eeamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Videte qualem charitatem dedit nobis Pater, ut filii Del nominemur et simus (1 Io. 3,1). Quien ha nacido de Dios no peca, porque la simiente de Dios estâ en El y no puede pecar por­ que ha nacido de Dios. Omnls qui natus est ex Deo, peccatum non facit: quoniam semen Ipsius in eo manet, et non potest, quoniam ex Deo natus est (ibid. 3.9). Per quem maxima, et pretio­ sa nobis promissa donavit: ut per haec efficiamini divinae consortes naturae: fugientes eius, quae in mundo est, con­ cupiscentiae corruptionem (2 Petr. 1,4). SECCION II. COMENTARIOS GENERALES SITUAŒON UTURGICA En muchas ocasiones las circunstancias litûrgicas pueden motivar una acomodacîôn del sentido de la pericope evangélica. Tai ocurre con la parâbola de los invitados a las bodas. Dos veces en el decur­ so dei ano se présenta la econoinia de los bienes sobrenaturales bajo la imagen dei banquete de bodas : en la infraoctava dei Cor­ pus, segùn la narraciôn de San Lucas, y en este domingo décimonono de Pentecostes, segün San Mateo. Descûbrese en ambas parâbolas un fondo comûn o un minimo sentido literal con todas las variantes que entre ellas existen. Caben, sin embargo, distintos sentidos acomodaticios. En su elecciôn para la homilia influye la liturgia. Alli, por ser infraoctava del Corpus, tratamos de la Èucaristia, simbôlizada en el banquete. Aqui, en cambio, nos fijamos en la gracia santificante. Todos los textos de la misa aconsejan el tema. El «introito» con las palabras «yo soy la salud del pueblo...» ; la epistola con el «renovaos... y revestios del hombre nuevo...», y la «communio» con el s caminos Allî donde las calles desembocan en plazuelas y los mendigos suelen colocarse, y allî también donde las calles, terminada la ciudad, se convierten en caminos. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES .Malos y buenos” Esto es, aun cuando fuesen gentiles Aun cuando fueran viciosos, ciertamente para que dejen de serlo. 8. “Vi6 allî a un hombre que no llevaba traje de boda” Parece como si hubiera quedado flotando una duda contra la santidad del reino mesiânico. < Qué harian en él todos aquellos malos y buenos en la sala de las bodas ? No se hagan ilusiones. El reino mesiânico es como una efusiôn de la «justicia» o santidad, y es necesario que quien quiera participar de él vaya revestido de esta virtud. Este vestido no es otro que «las obras de la fe», resumidas por San Agustin (cf. infra, Serin. 90) en la caridad que nace de un corazôn puro, en contraposiciôn con el ayuno, la asistencia al tem­ plo, etc., obras que por si solas no bastan. San Gregorio (cf. infra, sec.IIT, IV) desarrolla magnificamente este pensamiento. Ni que decir tiene que el asimilar el vestido a la gracia es perfectamente licito. Viene de muy lejos el que los autores traten de explicar cômo podia exigirse un vestido lujoso a un mendigo, y proponen como soluciôn, si bien no muy convencidos histôricamente de ello, que el rey, segûn costumbre, obsequiaba con un traje a sus convidados. Insistimos en que en las parâbolas no hay que intentar justificar todos los detalles. De todos modos, fuere lo que fuere, el traje de la gracia es completamente gratuito y asequible para todos. 9. “Atadle de pies y manos” Comienza el castigo, y algunos toman pie de este detalle para hablar de la incapacidad para obrar el bien sufrida por aquel a quien se le retira la gracia y se le condena. 10. “Las tinieblas exteriores” Es una locuciôn tipica para hablar del infierno. Fuera del ban­ queté, fuera de la Iglesia y del cielo. La realidad ha sustituido ya a la alegria. 11. "Muchos son los llamados y pocos los escogidos” También es frase corriente en el Senor. Con ella no se afirma ni se niega que seau mâs los que se condenan que los que se salvan. En cuanto a nuestra parâbola, solo aparece uno sin investidura, pero éste représenta a todos los malos (cf. S. Jerôn. : PL 26,161, y S. Greg. : PL 76,1290). bEC. 3. SS. PADRES. 0X1G E N ES SECCION III. SANTOS PADRES C*) L ORIGENES 1 En sn comentario sobre San Mateo interpreta Origenes con gran originalidad y agudeza este pasaje evangélico. Nos limitâmes a extra'cter los pensamientos mas principales y sugestivos (ci. Con­ vient. in Matthaeum t.17 : PG 15,1530-1550). A) El hombre rey “El reino de los cielos desde el punto de vista del que reina es semejantea un hombre rey; desde el punto de vista del que reina con un rey, a un hi jo suyo, y considerando a los que viven dentro de aquella monarquia, a los siervos e invitados...” “Se dice rey “hombre”, porque Dios ha deseado hablar ocmo si lo fuera y servir a unos hombres que no se preocupan de servir a Dios. Pero cuando, terminadas las envidias, luchas y demâs pasiones y pecados, dejemos de comportarnos como hombres y le veamos a El tal y como es, entonces dejarâ de asemejarse este reino a nada humano...” Los manjares Los manjares preparados son la predicaciôn de la pala­ bra divina, fuerte como indica la imagen de la earne de toro, y suave y delectable, como de animal cebado. “Si alguien predica discursos escasos y débiles, sin la fuerza de la razon no da sino manjares macilentos, y, en cambio, si confirma sus proposiciones con ejemplos y pruebas validas, entonces suministra alimentos como de animal cebado. Si, por ejemplo, se limita a ensalzar la castidad, podemos compararlo con la tôrtola, pero si confirma sus dichos con abun­ dantes pruebas de la Escritura que deleiten y convenzan al oyente, entonces ha dado alimento bien cebado...” 1 Aunquc, por razoncs obvias, Orteencs r.o es un Santo Padre, lo inclufmos on este lucar, dada su autoridad como cscritor, el carâctcr de su doctrina y la cpoca de sus escritos. Los ejércitos del rey “Los ângeles son los ejércitos del rey... que pierden a los homicidas e incendian su ciudad, porque no solo castigan el aima, sino que también arrojan el cuerpo a las lla­ mas etemas del infierno. Aun cuando también puede significarse por la ciudad de los impios a todos los que se congregan para seguir con sus dogmas la sabiduria de los principes de este siglo...” D) La primera Hamada “Parece que la primera llamada fué dirigida a gentes de ingenio preclaro, pues Dios invita principalmente a que vengan al banqueté de su predicaciôn a los que son capaces de entender perfectamente..., pero los que fueron invitados con tanto interés despreciaron como a pobres de inteligencia a los que llevaban la misiva y marcharon a lo suyo, deleitândose mas en ello que en lo que el rey les prometia por medio de sus criados. Y todavia son menos culpables que aquellos otros que injurian y matan a los siervos, a saber, los que aguzan sus discursos para disputar, injuriar y matar (intelectualmente) a unos siervos que no estân suficientemente preparados para poder contestar a sus cuestiones sutilisimas..." E) B) 21 El vestido nupcial Salieron los siervos y se repartieron por todos los ca­ minos llamando a buenos y malos, sin preocuparse de cuâles hubieran sido antes de su vocaciôn, “porque convino llamar a unos y otros, precisamente a los malos para que, deponiendo el vestido indigno de las nupcias, se pusieran los adornos de la boda, a saber, entranas de misericordia y benignidad”. Por lo cual y para ver si lo habian cumplido entré el seîior en la sala del banqueté. * Zi LOS INVITADOS A LA BOD A. IÇ DESP. PENT. SAN JUAN CRISOSTOMO (Cf. Opus imperfectum sobre el Evangelio de San Mateo, hom.41 : PG 56,859-866)· A) Desposorios de Cristo y el alma El reino de los cielos es semejante a un rey que préparé el banqueté de bodas de su hijo (Mt. 22,2). “Se llama hom­ bre rey a Dios Padre, aunque nunca recibiô la forma huma­ na, y la parâbola es motivo de ello... Resulta ùtil demostrar brevemente, acomodândonos al sentido de las Sagradas Escrituras, cômo las aimas de los fieles que han de unirse a Cristo en aquel dia celebran mientras tanto sus desposorios. Todo bien es vida y la vida es Cristo. No hay ningùn mal que sea realidad, sino que todos son nada. Por lo tanto, todo lo que es vivo sobre la tierra vive con la vida, y nada puede servir si no goza del espiritu vital. Del mal no puede salir ningùn ser; sin embargo, pue­ de hacerlo perder sustrayendo el bien de las cosas e inclinândolas hacia la nada. Luego aquellas cosas en las que solo se encuentre el bien, son vivas e inmortales, y aquellas en las que el bien y el mal estân mezclados, viven mi entras que el bien habita en ellas y mueren en tanto que el mal las do­ mina, tratândose de cosas mortales como lo es el hombre... El hombre ha sido creado con una mezcla de bien y mal, para que, despreciando el mal, siga el bien y reciba el premio de su libre elecciôn; pero si desprecia el bien y se abraza con el mal, entonces merecerâ la condenaciôn eterna. Si, por el contrario, abandona el mal y se abraza con el bien, al morir su carne se hallarâ libre de todo mal y en la resurrecciôn futura de los santos se verâ lleno de aquella vida que es Cristo, y sera absorbida su mortalidad por la inmortalidad del Seiior, como deseaba San Pablo (1 Cor. 15,53-54)”. Tal sera el matrimonio perfecto de Cristo con el hombre. Hecho uno con su alma, vivifica la carne de todos. “Ahora recibimos unas pequefias arras del futuro ma­ trimonio, que es el Espiritu Santo, y cuando llegue este rocibiremos plenamente en nosotros al mismo Cristo”. B) El banqueté de la palabra de Dios Εηνϊό a sus criados a Tlamar a los invitados (Mt. 22,3). Habian sido invitados antes, puesto que ahora los llama. Veamos cuâl es el banqueté. El banqueté es la doctrina de SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 23 la justicia y la predicaciôn de la fe. Asi como el alimento ha de ser bien deglutido y asimilado, asi también la predi­ caciôn ha de ser considerada y retenida en nuestra memoria y en nuestro corazôn, si es que ha de aprovecharnos. El hombre espiritual y santo es el que oyendo la palabra la médita, y después de entendida la confia a su memoria... El hombre inmundo delante de Dios es el que ni recuerda ni médita lo que oye. El que corne en este banqueté espi­ ritual se llena el espiritu, ve ensancharse sus sentidos, se alimenta en la verdad, se enriquece en la fe y penetra de este modo en los secretos interiores de la voluntad de Dios, donde, permaneciendo, adquiere la vida eterna. El que se distrae y marcha lejos de este banqueté de la predicaciôn, ve su espiritu vacio, se estrechan sus sentidos, fâltale la verdad, marchitase la fe y, saliéndose de Dios, cae en la muerte. C) La invitacion La primera invitacion ocurriô en tiempos de Abraham, cuando Dios quiso que abandonara su hogar y parentela para establecerse en una tierra que manaba leche y miel (Gen. 12,11-2). Ciertamente que esta tierra no era Palestina, sino Cristo, que da a todos el alimento fâcil de los milagros y la miel dulce de su doctrina (Ps. 118,103). Los judios para ir a él habian de dejar su parentela, esto es, aquellos ritos de la eircuncisiôn, que les unia como en una familia, y su tierra, o sea la estrechez judaica; pero también nosotros, para corner el banqueté de Cristo, debemos abandonar nuestro padre y nuestra madré (Mt. 19,29) y hasta a nosotros mismos (Le. 9,23). “Abandona su familia no el que la desprecia, sino el que ama a Dios mâs que a sus padres. Aban­ dona su tierra el que no signe la voluntad de la carne”. Se comenzô a preparar este banqueté en tiempos de Moï­ ses, cuando se did aquella ley del Seiior: sapientiam prae­ stans parvulis iustitiae Domini rectae, laetificantes corda: praeceptum Domini lucidum... timor Domini permanens in saeculum saeculi (Ps. 18,8-9), y cuando se promulgaron las dos hermosas tablas de los mandamientos. En aquel tiempo comenzaron a salir los enviados a re­ partir invitaciones para las nupeias dei futuro Esposo, Cris­ to, pero los judios no quisieron ir. Despues llegaron otros siervos, los Apostolos, que debian recorrer las casas de Israel antes de predicar a las gentes 0 ciudades de Samaria (Mt. 10,5-7), pero tampoco fueron oidos. •. · • · ■ -is Λ ft 1» - SEC. 3. SS. PADRES. CRISOSTOMO LOS INVITADOS A LA BODA. 1Ç DESP. PENT. Los toros y animales cebados son los santos de uno y otro Testamento, profetas, apôstoles y mârtires, que con su doctrina y su sangre han sido alimento del banqueté de la Iglesia. D) Muerte de los profetas Los ultrajaron y les dieron muerte (Mt. 22,6). Nadie creyô a los profetas y apôstoles, ni aun al mismo Cordero, Cristo, hasta después de muertos. “^Quién oyô o creyô las palabras de Isaias vivo? Si hubieran creido su predicaciôn no le hubieran aserrado, pero después que fué muerto los judios acataron sus profecias y comenzaron a leerlas en las sinagogas. ^Quién escuchô a Jeremias cuando vivïa?... Por eso el Sefior dice a los judios: Edificdis sepuldros a los pro­ fetas... y decis: Si hubxéramos vivido en tiempos de nuestros padres no hubiéramos sido complices suyos en la sangre de los profetas... Colmad., pues, la medida de vuestros padres, serpientes, raza de vîboras... (Mt. 23,29-33)”. E) Abundanda del banqueté El banqueté esta dlspuesto (Mt. 22,8). En este banqueté encontrarâs todo lo que es necesario para la salvaciôn. Si eres ignorante, maestro; si eres contumaz en el pecado, las amenazas del juicio; si estas agobiado de trabajos, las promesas de vida feliz y eterna; si eres cobarde, dortrina sencilla; si eres magnânimo, grandes consejos que te acerquen a la vida de los ângeles; si estas herido, la medicina espintual que te devuelva la salud. En la predicaciôn encontrarâs los ejemplos que, repartidos por toda la Sagrada Escritura, proponen el remedio para cada pecado. F) 25 impedimento para tu fe, si que lo sera. “No es él cultivo dei campo pecado, sino que tû lo prefieras a Dios... Las obras do la justicia, obras auténticas, deben ser ejecutadas cuidadosamente; las obras terrenas, como de paso, y aquellos que en su trabajo honrado no dieren a Dios el honor debido, merecerân la ira”. También puede entenderse por finca de campo el trabajo de los hombres del mundo, y por negocios la predicaciôn vana de los sacerdotes que se cuidan mâs de si mismos que de Cristo. Los invitados, unos desprecian a los predicadores y otros los maltratan. Entre los primeros estân los que viven tan metidos en sus afanes que ni siquiera escuchan la predica­ ciôn; entre los segundos, los perseguidores. G) Castigo y vocaciôn universal Dios castigo a los judios enviândoles el ejército romano; después llamô a los que andaban repartidos por todos los caminos. ;Qué caminos son éstos? Hay un camino real, que es Cristo, y otros muchos secundarios que llevan a El y de El al Padre: las virtudes. Ademâs de este camino existe tam­ bién otra carretera principal que es el demonio, con todos sus ramales: los vicios. Dios enviô a sus mensajeros para que, sin preocuparse de si los hombres son libres o esclavos, puesto que “la servidumbre no ha sido introducida por disposiciôn divina, sino por la violencia humana, y el hombre ha sido creado libre, siendo él quien se hizo esclavo, y no hay diferencia alguna en la naturaleza humana que justifique el que hubiera diferencia en la vocaciôn, recorriesen todos los caminos y se dirigiesen a los buenos para confirmarlos y a los malos para llevarlos al camino de Cristo. Nadieperecerâ ya por ignorancia; todos verân la luz y solo la rechazarâ el que quiera ser hijo de las tinieblas”. Las excusas Las excusas que propone el evangelista pueden ser interpretadas de dos maneras. Veamos la primera. Todos los actos del hombre estân comprendidos en aquel trabajo dei campo o en los negocios. El campo supone el trabajo honrado y honesto que tanto recomendaba San Pablo (1 Thés. 4,11), y los negocios el amor exagerado a las ganancias y honores. Pero enfonces, me diréis, ^el trabajo honrado dei campo también es un pecado? Si te entregas a él de tal manera que se vuelva un - H) · ? . ' . v< »4 * > · W » ' 30 LOS INVITADOS A U BODA. IQ DESP. PENT. vaya por el nombre de Cristo hasta la efusiôn de la sangre, hasta el fuego, son cosas hueras, que también pueden hacerse por vanagloria. Y como la vanagloria puede hacer estériles acciones que la divina caridad haria sobremanera fecundas, el Apôstol las nombra diciendo: Si repartiera toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha (1 Cor. 13,3). He ahi la vesti­ dura nupcial. Examinaos: si la tenéis, seguros estâis en el banqueté dei Serior. Dos cosas hay dentro del hombre: la caridad y la sensualidad. Nazca en ti la caridad, si aun no ha nacido, y si ha nacido, cuidala y nûtrela para que medre. A la sensualidad no se la puede matar de raiz en esta vida, porque, si dijéramos que no tenemos pecado, nos engaüariamos a nosotros mismos y la verdad no estaria en nosotros (1 lo. 1,8) ; pero, si la medida de nuestra sensualidad es la medida de nuestros pecados, hagamos crecer la caridad y mengüe la sensualidad, y asi, en llegando que llegue la :aridad a su perfection, la sensualidad habrâ llegado a su consunciôn. Vestios el traje de boda; os lo digo a los que aun no lo tenéis. Estâis ya en la sala del festin y os acercâis a la santa mesa y aun no tenéis la vestidura que réclama el honor del Esposo, aun buscâis vuestros intereses, no los de Jesu­ cristo. La vestidura nupcial tiene por finalidad honrar la union conyugal; honra al esposo y a la esposa. El esposo es Cristo, ya lo sabéis ; la esposa es la Iglesia ; también la conocéis. Llevadla al honor de la desposada, honrad al que la desposa; si los festejâis bien, vosotros seréis los hijos. Ved, pues, en qué habéis de progresar: amad al Senor, y el amor divino os ensenarâ como habéis de amaros a vos­ otros mismos, y cuando por la senda dei amor divino 11eguéis al amor vuestro, podréis con toda seguridad amar al prôjimo como a vosotros mismos. Porque si hallo a un hom­ bre que no se ame a si mismo, ^'cômo he de permitirle amar al prôjimo como a si mismo? Pero ;quién no se ama a si mismo?, se dirâ. Ahi le tienes: Quien ama la iniquidad, aborrece su aima (Ps. 10,6). ;Amase a si mismo quien ama su carne y aborrece su aima para mal de todo, es decir, del aima y del cuerpo? ;Quién, pues, ama su aima? El que ama a Dios con todo su corazôn y con toda su aima. A éste, a éste le permito amar al prôjimo. Amad asi a vuestro prô­ jimo como a vosotros mismos”. e) El prôjimo es todo hombre “^Quién es mi prôjimo?, se dirâ. Todo hombre es prôji­ mo tuyo. jNo descendemos acaso de dos padres unicos? Si los animales de cualquier especie son prôjimos entre si: el SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 31 palomo, dei palomo; el leopardo, del leopardo; el âspid, del âspid; las ovejas y las cabras, de las ovejas y cabras. Y 4 no ha de ser el hombre prôjimo ddl hombre? Traed a la me­ moria la formation de las criaturas. Dijo Dios, y produjeron las aguas los natâtiles; los grandes cetaceos, peces, pâjaros y semejantes (Gen. 1,20-22). 4 Acaso proceden todas las aves de un ave sola: de un buitre todos los buitres, todos los palomos de un palomo, de un roptil todos los reptiles, de unadorada todas las doradas, de una oveja todas las ovejas? Cierto es que la tierra produjo a la vez todas las familias de animales; pero cuando se llegô al hombre, no le produjo la tierra: se nos hizo un padre, no dos siquiera: padre y madré; antes bien, a la madré se la hizo del padre unico y a éste de nadie; a éste hizole Dios y de él hizo a la ùnica madré. Observad con atenciôn nuestra genealogia: todos procedemos de un tronco mismo; y como éste se hizo amargo, todos, de oliva—que éramos—, nos hicimos acebuche. Mas vino la gracia. Un mismo padre nos engendrô al pecado y a la muerte; pero, con todo, somos una familia; con todo, somos prôjimos unos de otros; con todo, no solo semejantes, sino patientes. Vino uno contra uno: contra uno que desparramô, uno que recogiô; contra uno que da la muerte, uno que da la vida. Porque si en Adân hemos muerto todos..., en Cristo somos todos vivificados (1 Cor. 15,22). Al modo, pues, que todo nacido de Adân muere, todo el que créé en Cristo recobra la vida, sobre la condition, sin embargo, de tener la vestidura nupcial y ser llamado al festin para quedar en él y no ser expulsado”. f) Fe laudable y fe no laudable ‘Tened, pues, la caridad, hermanos mios. Os expuse lo de la vestidura nuptial ; os expuse lo de la verdadera vesti­ dura. Es alabada la fe; no hay duda, es alabada; pero îcuâl? La que précisa un apôstol. A unos que se gloriaban de su fe, mas carecian de buenas acciones, repréndelos con severidad el apôstol Santiago diciendo: îTu crees que Dios es uno? Races bien. Mas también los demonios creen y tiemblan (lac. 2,19). 4 Por qué fué alabado Pedro? 4 Por qué se le llamô bienaventurado? Recordémoslo juntos. Por haber dicho: Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt. 16,16). Al proclamarle bienaventurado no se fijô Cristo en la materialidad de las palabras, sino en el afecto cordial que las inspiraba. ^Queréis ver que no estuvo la bienaventuranza de Pedro en aquellas palabras? También las dijeron los demo­ nios: Te conozco; tu eres el Hijo de Dios (Mc. 1,24). Hijo •î 32 .1 LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DF.SP. PENT. SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN de Dios le confesô Pedro, Hijo de Dios le confesaron los demonios. “Distinga, seîior, distinga”. “iClaro que distingo! ; Pedro hablaba con amor, los demonios con temor!” ‘7 Qué mâs?” “De Pedro es lo de contigo no solo a la prisiôn, sino a la muerte (Le. 22,33); de los demonios, lo de iqué hay entre tû y nosotros...?” (MX. 8, 29). Tû, pues, que viniste al festin, no te glories de la fe sola. Distingue de fe a fe, y enfonces se verâ si llevas el traje nupcial. Aprendamos del Apôstol a distinguirlas: Ni vale la circuncisiôn, dice, ni vale el prepucio, sino la fe... (Gai. 5,6). Pero dinos cuâl; ^no creen por ventura los demonios también, y tiemblan? Os lo voy a decir: oidlo. He aqui, he aqui la distinciôn: la fe actuada por la caridad (ibid.). ;Qué fe dices, qué fe? La fe actuada por la caridad. Si..., conociendo toda la ciencia y teniendo tanta fe que trasladase los montes, no tengo cari­ dad, no soy nada (1 Cor. 13,2). Tened fe con dilecciôn, por­ que dilecciôn sin fe no podéis tenerla. A eso voy a parar; a exhortaros y enseûaros, en nombre del Senor, que tengâis la fe con dilecciôn, porque fe sin dilecciôn si podéis tenerla. No digo que tengâis fe, sino caridad, porque sin caridad no podéis tener fe; hablo de la caridad de Dios y del prôjimo. iCômo ésta puede hallarse sin la fe? ^Cômo ha de amar a Dios quien no créé en Dios? ^Cômo puede amar a Dios el necio que dice en su corazôn: No hay Dios? (Ps. 13,1). Creer ha venido Cristo y no amar a Cristo, eso puede darse; amar a Cristo y decir que Cristo no ha venido, es imposible...” B) La gracia Transcribimos los principales pasajes del sermon 131, que pronunciô San Agustin contra los pelagianos y que tiene por lema el texto de San Juan (6,53) : Si no coméis la carne del Hijo del hom­ bre... (cf. BAC t.io p-7-Î7-759)· a) La suave violencia de la gracia “Y para enseüarnos que aun el mismo creer es dâdiva y no merecimiento, dice: Os dije por esto que nadie puede venir a mi si no le ha sido concedido por mi Padre. Haciendo memoria de lo que antecede, hallaremos el lugar del evange­ lio donde habia dieho: Nadie puede venir a mi si el Padre, que me ha enviado, no le trae (lo. 6,44). No dijo: Si no le guia, sino le trae. Violencia es esta que se le hace al corazôn. no a la carne. iDe qué te admiras? Créé y vienes, ama y eres traido. No juzguéis se trata de una violencia grunona y despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad lo que te 33 trae. Cuando la oveja tiene hambre, 4 no se la trae mostrândole hierba? Y paréceme que no se la empuja; se la su jeta con el deseo. Ven tû a Cristo asi; no te fatigue la idea de un in­ terminable camino. Creer es llegar. En efecto, a quien esta doquiera, no se va navegando, sino amando. No obstante lo cual, también en este viaje del amor hay frecuentes remolinos y borrascas de tentaciones multiples ; créé en el Cruci­ ficado para que tu fe pueda subirte al leno. No te sumergerâs; el leôo te llevarâ al puerto. Asi, asi navegaba por entre las olas dei siglo aquel que decia: Cuanto a mi, no quiera Dios que me glorie sino en la cruz de nuestro Senor Jesucristo (Gâl. 6,14). b) Ni LA FE NI LA VIDA HONESTA SON FRUTO DEL PROPIO ESFUERZO Es para maravillar que, predicando a Cristo crucificado, oyen dos y uno se encoge de hombros; otro sube al leno o tabla dé salvaciôn. Quien le menosprecia, impûteselo a si; quien sube, no se lo arrogue a si; ya le oyô decir al Maestro de la verdad: Nadie viene a mî si no le fuere dado por mi Padre. Gôcese porque le fué dado; dé gracias al Dador con humilde, no con arrogante corazôn; no pierda por soberbio lo que mereciô por humilde. Si los que van por la senda de la justicia a si mismos lo atribuyen y a sus esfuerzos, apârtense de ella. Por eso la Sagrada Escritura, queriendo ensenarnos la humildad, nos dice por medio del Apôstol: Con temor y temblor, trabajad por vuestra salud (Phil. 2,12). Y para que no se arrogasen algo en esto, por aquello que dice trabajad, aîiadiô a continuaciôn : Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar segun su beneplaci­ to... (ibid. 13). Por tanto, con temor y con temblor haceos valle, recibid la lluvia; porque las depresiones son llenadas, las alturas son secadas, la gracia es una lluvia. 4 Por qué te adm'ras de que résista Dios a los soberbios y dé su gracia a los humildes? (lac. 4,6). Asi, con temor y temblor, es decir, con humildad. No te engrias, antes terne (Rom. 11,20). Terne para que te veas Ueno; no te engrias para que no te seques. c) La gracia, necesaria para la per sever ancia Yo, dices tû, ando ya este camino; érame necesario conocerle, necesitaba de la ley para saber comportarme; mas ahora, dueno de mi libre albedrio, iquién me sacarâ de la ruta esta? Si lees la Escritura con reflexion, verâs alli cômo La palabra de C. 8 2 34 LOS INVITADOS A LA BODA. ig DESP. PENT. cierto fulano empezô a levantarse de cascos, por efecto de cierta abundancia suya, que, sin embargo, habîa recibido; y el misericordioso Senor, para ensenarle a ser humilde, le quitô lo dado; por donde, hallândose de sùbito en la indigencia, recordô lo pasado y confesô la divina misericordia: Yo dije en mi fortuna: No seré jamâs conmovido (Ps. 29,7) ; pero lo dije yo, yo, que soy hombre, y todo hombre es mentiroso (Ps. 115,11). Si; lo dije yo. Dije, pues, en mi fortu­ na... Tai era mi fortuna, que osé decir esto: No seré jamâs conmovido. Y 4 qué pasô? Seûor, por tu benevolencia me aseguras honor y poderio. Apenas escondiste tu rostro, fïiî conturbado (Ps. 29,7-8). Me pusiste, dice, ante los ojos que todo aquel abundar me' habîa venido de tu mano. Mostrâsteme a quién habîa de pedirlo, a quién habîa de atribuir lo reci­ bido, a quién debia postrarme agradecido, a quién habîa de correr, cuando estuviese sediento, para ser saciado y en quién habîa de guardar con seguridad el recibido lleno. En ti, pues, guardaré mi fortaleza (Ps. 58,10) ; la abundancia de ti recibida no la perderé si tù me la guardas. En ti, pues, guardaré mi fortaleza. Para ensenarme que asî debia hacerlo, escondiste tu rostro y fui conturbado (Ps. 28,9). Conturbado, porque me vi secado; secado, por haberme remontado. Sin humedad ahora y sin jugo, di para que de nuevo seas llenado: Ni alma como tierra sedienta de ti (Ps. 142,6). Repitelo: Mi aima como tierra sedienta de ti. Porque tû habias dicho lo que solo podia decir el Senor: No seré jamâs con­ movido (Ps. 29,7). Lo habias dicho tû presumiendo de ti; mas 4 no presumias de lo que no era tuyo, aunque te parecîa ser tuyo? d) Es PERNICIOSO ARROGARSE LA PERSEVERANCE EN EL BUEN CAMINO iQué dice, pues, el Senor? Servid al Senor con temor y regocijaos en él con temblor (Ps. 2,11). Lo nï’smo el Apôstol: Con temor y temblor trabajad por vuestra salud, pues Dios es él que obra en vosotros (Phil. 2,12-13). Luego (Ps. 2,12) regocijaos con temblor, no sea que se aire el Senor... (Aclamaciones dei auditorio.) Veo yo en vuestras aclamaciones que os habéis adelantado; ya sabéis lo que voy a decir; esos gritos lo anuncian con anticipaciôn. Y 4 como lo sabéis, sino por habéroslo enseüado aquel a quien os condujo la fe? Dice, pues...; oid lo que y a sabéis: no os enseüo nada nuevo, me limito a recordâroslo en esta plâctica; o mejor dicho, ni enseno ni recuerdo nada: lo uno, porque ya lo sabéis; lo otro, porque y a lo habéis recordado; asî, pues, repi tamos juntos lo que sabéis lo mismo que yo. Esto dice el Senor: SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 35 .laid la ensenanza (Ps. 2,12), pero con temblor, guardando siempre con humildad lo que habéis recibido. No sea que se enoje alguna vez el Senor (ibid. ) contra los soberbios, desde luego, que se atribuyen a si mismos lo que tienen y no dan las debidas gracias al autor de quien lo tienen. No sea que alguna vez se enoje el Senor y sedis arrojados del camino justo (ibid.). 4 Por ventura dice: “No sea que se enoje algu­ na vez el Senor y no lleguéis al camino justo”? 4Dice acaso: “No sea que se enoje alguna vez el Senor y os conduzca o guie al camino justo, o bien os impida el acceso al camino justo”? Ya vais por él; no querâis ensoberbeceros, para que no seâis echados de ahi. Y yerezcdis, dice, del camino justo, cuando en breve se enardeciere su ira (ibid. 13) sobre vosotros. No, no irâs muy lejos. En el punto y hora donde te hayas ensoberbecido, pierdes lo recibido. Un si es, no es, aterrado, el protagonista dei Salmo, y diciendo, supongamos: 4 qué hacer?, prosigue: Bienaventurados los que confian en él (ibid. 13) ; no en si mismos, sino en él. Por la gra^ cia hemos sido salvados (Eph. 2,8), y esto no de nosotros, por ser ello don de Dios. e) Remisiôn de i los pec ados en el b autismo Quizâ murmuréis : 4 Por qué nos dira este hombre tantas veces esto? Dos veces lo mismo, très veces igual, y dale. Casi nunca nos habla sin volver sobre el tema. iOjalâ no hubiese razôn para decirlo! Porque hay hombres ingratos a la gracia, que dan demasiado a la débil y herida naturaleza. Sin duda, las fuerzas del libre albedrio fueron grandes en el momento de la creaciôn del hombre, mâs las perdio pecando. Cayô en manos de la muerte, se débilité y los ladrones le dejaron semivivo en el camino; echôle sobre su ju­ mento el pasajero samaritano, que significa guardian, y a 'la hora de ahora todavia va con él al mesôn. 4 De qué se engalla? Aun esté, sometido a tratamiento. A mi bâstame, dice, haber recibido en el bautismo el perdôn de todos los pecados. ;Qué! 4 Por haberse borrado alli la iniquidad, se acabô la enfermedad? —Recibi la remisiôn de todos los pe­ cados. —Exactîsimo. En el sacramento del bautismo te han sido borradas todas las culpas; todas en absoluto: dichos, hechos, pensamientos ; todo ha sido destruido. Pero esto no es sino aquel aceite y vino que se le aplicô en el camino. Recordaréis, amadisimos, como al medio muerto herido por los ladrones, se le atendiô y aliviô al recibir aceite y vino en sus llagas (Le. 10,30-35). Se le han indultado al bautizado sus extravîos, pero de su languidez se va recobrando en el mesôn. 4Esta venta o mesôn no sugiere la idea de la Igle- f 4 36 LOS INVITADOS A LA BODA. ig DESP. PENT. sia? Es ahora venta, porque nuestra vida es un ir adelante; casa o morada de donde ya nunea hemos de irnos, lo sera en llegando que lleguemos sanos al reino de los cielos. Dojémonos, pues, curar de buen grado en este albergue even­ tual; no blasonemos de salud en tanto non hallamos en cura, porque un tal orgullo solo tendrîa una consecuencia : la de no llegar jamâs a la salud por falta de cuidado. f) CUATRO BENEFICIOS DE LA GRACIA Alma mia, bendice al Sefior (Ps. 102,2). Dile, dile al aima tuya: aun estas en esta vida corruptible que la atrae hacia el suelo; aun, pese a la integridad de la remisiôn, recibiste la medicina de la oraciôn; aun dices, 2, no es ver­ dad?, en tanto curan bien tus debilidades: Perdônanos nuestras deudas (Mt. 6,12). Dile, pues, a tu alma, valle humilde, no collado erguido; dile a tu alma: Bendice, aima mia, al Sefior y no quieras dividar ninguno de sus favores (Ps. 102,2). iQué favores? Dilos, enuméralos y agradécelos. El perdona todos tus pecados (Ps. 102,3). Esto aconteciô en el bautismo. Y iahora? El sana todas tus enfermedades (ibid.). Esto ahora lo reconozco; mas en tanto que aqui estoy, este cuerpo corruptible apesga el aima. Di, pues, lo que sigue: El rescata tu vida dei sepulcro (ibid. 4). Tras el rescate de la corrupciôn, iqué resta? Cuando este ser co­ rruptible se vista de incorruptibilidad y este ser mortal se vista de inmortdlidad, entonces se cumplirà lo escrito: La muerte ha sido sorbida por la victoria. Donde estâ, ;oh muerte!, tu victoria? Con seguridad, îdonde tu aguijôn? (1 Cor. 15,54-55). Buscas su lugar y no le hallas. iQué cosa, en efecto, es el aguijôn de la muerte? iQué significa: Dônde esta, joh muerte!, tu aguijôn? iDônde estâ el peca­ do? Bûscale y no le hallarâs por ninguna parte. El aguijôn, pues, de la muerte es el pecado (ibid. 56). Lo dice el Apôs­ tol, no lo digo yo. Entonces se dira: iDônde estâ, foh muerte!, tu aguijôn? (ibid. 55). En ninguna parte se hallarâ el pecado, ni para 'cogerte en sus redes, ni para darte guerra, ni para solicitar tu conciencia. Ya entonces no se dira: Perdônanos nuestras deudas (Mt. 6,12). ;Qué se dira, pues? Depâranos la paz, joh Sefior!, pues cuanto hacemos, eres tü quien para nosotros lo haces (Is. 26,12). g) El ùltimo beneficio de la gracia Y, finalmente, tras liberamos de toda corrupciôn, iqué resta sino la corona de justicia? Si, a la verdad, resta solo esa corona: mas tampoco esta corona encaja en cabeza hin- ° 7®^ SEC. 3. SS. PADRES. SAN GREGORIO Μ. 37 chada. Oye y mira como, segun el Saimo, la tal corona no entra en cabeza de mucho aire. Habiendo dicho (Ps. 102,4) : El rescata tu vida dei sepulcro, aüadiô: El te corona..' Ya tu ibas a decir: iCorona? Luego abiertamente se proclama que la mereci, que la tal coronation es efecto de mis esfuerzos, deuda que se me paga, dâdiva que se me hace. Escucha, escucha La voz del salmista, con quien tû dices: Todo hombre es mentiroso (Ps. 115,11) ; a ver lo que dice Dios... El te corona de misericordia y de piedad (Ps. 102,4). Luego la corona de justicia es corona de misericordia, co­ rona de piedad, porque no mereciste tû ser llamado, ni la justification tras el llamamiento, ni la gloria tras la justi­ fication: Los salvados lo dében a una election graciosa. Luego si lo fueron merced a la gracia, no lo deben a sus obras; de otro modo, la gracia ya no fiber a gracia (Rom.· . 11,5) Al que trabaja no se le computa el salario como gra­ cia, sino como deuda (Rom. 4,4). Habla el Apôstol: No como gracia, sino como deuda. A ti te corona de piedad y mise­ ricordia. iQué merecimientos tuyos han ido delante? Exa­ mina bien, te dice Dios, tus méritos, y verâs que son dones mios...” IV. SAN GREGORIO MAGNO Sn homilia 38 (cf. Homil. in Evang. 1.2 : PL 76,1281-1293) es una de las mâs citadas por los comentaristas. La vestidura blanca es la caridad para con Dios y con el prôjimo. A) Breve exegesis El alma del justo puede llamarse cielo, porque no ambiciona nada terrestre, y la Iglesia, reunion de justos, es en­ tonces el reino de los cielos. El Rey, o Padre Eterno, casô a su Hijo, cuando lo desposô con la naturaleza humana en el seno de Maria, queriendo que se hiciese hombre en el tiempo quien era Dios en la etemidad. Los mensajeros primeros representan a los profetas, y los segundos a los apostoles. “Entregarse con excesivo afin a los trabajos terrenos y materiales es lo mismo que marcharse a 'la. heredad, y apetecer y buscar con ansia el lucro que reportan las actividades mundanas, équivale a marcharse a los négocies, por­ que, en realidad, los que se absorben por completo en estas ocupaciones materiales descuidan el meditar y vivir confor­ me al misterio de la encarnaciôn, y en la prâctica es como 38 LOS INVITADOS A LA BODA. IÇ DESP. si rechazaran la invitaciôn de asistir al banqueté de las bo­ das del Hijo...” Dios aniquilarâ a los desagradecidos e incendiarâ sus bienes, como también castigarâ a las aimas de los desagra­ decidos y arrojarâ sus cuerpos al fuego. Todos hemos podido comprobar el rigor de sus venganzas. 2, En dônde estân los perseguidores de los mârtires, ahora que nos reunimos junto a sus sepulcros gloriosos? Desairado el Rey, no verâ, sin embargo, vacias sus me­ sas, porque "la palabra de Dios, aunque algunos no la escuchen, encuentra siempre en quién descansar”... Llamô a los pobres. “Ordinariamente vienen a Dios los que no gozan de prosperidad en asuntos terrenos”. Que el banqueté simboliza la Iglesia aparece claramente, viendo que en él comen juntos buenos y malos. No os inquietéis nunca al experimentar esta mezcla en la Iglesia, porque el unico lugar donde los justos aparecen solos es el cielo. En la trilla el trigo queda oprimido por la paja; de dos hijos que tuvo Adân, uno fué Caïn, y de los doce apôstoles elegidos por el Sefior uno fué Judas. Tenemos la obligaciôn de soportar a los malos y rogar por ellos, porque la Iglesia se asemeja al area de Noé, que en su parte baja era ancha, para cobijar toda clase de animales, mientras que en la alta y estrecha solo habitaba el patriarca. Nuestro actual banqueté tiene una parte baja y ancha, "donde se tolera a los hombres carnales, ya que los espirituales son mâs escasos, y donde solo contiene a éstos es mâs angosta”, porque es espaciosa la senda que llcva a la perdition..., pero la que conduce a la vida es estrecha (Mt. 7,13). En la Iglesia catôlica, cuanto mâs perfectos son los hombres, tanto menor es su nûmero; no llega a la cumbre sino Aquel que es ùnico entre los hombres, que naciô santo y al que nadie se puede comparar. B) El vestido de la caridad “iQué es lo que significa, carisimos hermanos, el vesti­ do nupcial? No podemos decir que signifique el bautismo ni la fe, porque ;quién puede entrar sin ellos en estas bodas?... Por lo tanto, ^qué debemos entender por vestido nupcial, sino la caridad? Entra, pues, en las bodas, mas no llcva el vestido nupcial, el que perteneciendo a la Iglesia catôlica tiene fe, pero le falta la caridad. Con fundamento se llama caridad al vestido nupcial, puesto que nuestro Creador la tuvo cuando fué a las bodas para desposarse con la Iglesia. En cfecto, solo el amor de Dios pudo hacer que ·< . -·» ■· toi * -* / <. · .<'·τΛ v· Λ J" Λ · .^· *<■ ,* * 'J #,’» ÎAJ» ? SEC. 3· SS. PADRES. SAN GREGORIO Μ. 39 su Hljo unigénito uniera a si las aimas de los elcgidos. Por eso dice San Juan: Tanto amô Dios al mundo, que le diô a su Hijo unigénito (lo. 3,16). Luego el que vino a los hom­ bres por caridad diô a conocer que el vestido nupcial no era otra cosa que la misma caridad. Asi, pues, todo aquel que ha recibido el bautismo y créé en Dios, entrô en las bodas, pero no va con el vestido nupcial si no conserva el don de la caridad. Y a la verdad, hermanos mios, si uno es invitado a una boda procura mudarse de vestido y manifiesta regocijarse con el esposo y la esposa por lo decoroso de su traje, y se avergonzaria de aparecer entre los convidados con un traje vil. Nbsotros asistimos a las bodas divinas, y, sin em­ bargo, nos resistimos a cambiar el vestido del corazôn. Los ângeles se regocijan cuando los elegidos son llevados al cielo. Pues £ como consideramos estas fiestas espirituales los que no tenemos el vestido nupcial, esto es, la caridad, que es la ùnica que nos hace hermosos ante los ojos del Senor?” C) V Dos preceptos de una misma caridad ‘"Tengamos présente que... la caridad se basa en dos pre­ ceptos, a saber: en el amor de Dios y del prôjimo... Debemos observar que, al tratarse del amor que debemos tener al prôjimo, se pone tasa y medida, puesto que se dice: ^mards a tu prôjimo como a ti mismo (Mc. 12,31);. pero tratândose del amor que se debe profesar a Dios, no se senala limite alguno, puesto que se nos dice: Amaras al Se­ nor tri Dios con todo tu corazôn, con toda tri aima, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Mc. 12,30). Con todo. Pues solo aquel ama en verdad a Dios que no se acuerda de si mismo... Por esta misma razôn se mandé en el Exodo que las cortinas que se destinaban al tabernâculo se tineran dos veces de color de grana (Ex. 26,1). Vosotros sois, her­ manos, las cortinas del tabernâculo, que en virtud de la fe ocultâis en vuestros corazones los misterios celestiales. Pero las cortinas del tabernâculo debian ser tefiidas dos veces de color de grana... Por lo tanto, para que vuestra caridad esté dos veces tenida, es preciso que esté inflamada por el amor de Dios y por el del prôjimo, y de tal manera, que no abandone la contemplaciôn de Dios por la compasiôn del prôjimo, o por ocuparse demasiado en la contemplaciôn de Dios descuide la compasiôn que debe al prôjimo. Asi, pues, todo hombre que vive entre los hombres, busqué a aquel a quien ama, de modo que no abandone a aquel con quien camina, y préstele su auxilio de tal manera, que, bajo ningùn motivo, se separe de aquel a quien se dirige. El amor que se debe al prôjimo se subdivide en dos pre- «'Λ 40 LOS IX VITA DOS A LA BODA. IQ DES1\ PENT. ccptos, pues leemos en la Sagrada Escritura: Lo que no quieras para ti, no lo hagas a nadie (Tob. 4,15), y el mismo Jesucristo dice: Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos (Mt. 7,12). Por lo tanto, si hacemos con nuestros prôjimos aquello que queremos que hagan con nosotros, y evitamos hacer a los dénias lo que no queremos que se nos haga, conservaremos ilesos los derechos de la caridad. Mas ninguno, por el mero hecho de amar a su prôjimo, piense ya que tiene caridad, sino que primero ha de examinar la fuerza de su amor. Pues si alguno ama a los dénias, pero no los ama por Dios, no tie­ ne caridad, aunque piense lo contrario. Existe la caridad verdadera cuando se ama al amigo en Dios y al enemigo por Dios. Ama por Dios a sus prôjimos el que los ama, si sabe amar a los que no le aman a él. Pues la caridad suele probarse solo por ser contraria al odio. Por eso dice el Senor: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborreeen (Le. 6,27). Asi, pues, ama con seguridad el que ama por Dios a aquel de quien sabe que no es amado. Grandes y sublimes son estos preceptos, y, para muchos, dificiles de cumplir; pero, sin embargo, son los que simbolizan el ves­ tido nupcial. Todo el que, habiendo entrado en las bodas, careciere de él, terna con fundamento ser arrojado fuera del convite al entrar el rey... Nosotros somos, carisimos hermanos, los comensales de las bodas dei Verbo, los que ya tenemos fe, los que disfrutamos de los manjares de la Sa­ grada Escritura, los que gozamos de la union de Dios con la Iglesia. Cons:derad, os ruego, y pensad muy detenidamente, si habéis venido a estas bodas con cl vestido nupcial. Recorriendo todas vuestras acciones, pensad si odiâis a al­ guno, si sentis envidia de la felicidad ajena, y si por maldad tratâis de perjudicar a los demâs.” D) •‘a,1 J El castigo “Ved que el rey entra en las bodas y contempla el ves­ tido de vuestro corazôn, y al que no encuentra vestido con la caridad, airado le dice al punto: Amigo, jcômo has entrado aquî sin el vestido de boda? (Mt. 22,12). Es de admi­ rar, hermanos carisimos, que le llame amigo y a la vez le repruobe, como si mâs claramente le dijera: amigo y no amigo; amigo por la fe y no amigo por las obras. Él enmudcciô (ibid.) ; porque, honda pena nos da decirlo, en el dia riguroso del juicio, cesa toda palabra de disculpa ante el Senor, puesto que increpa exteriormente el mismo que acusa al aima en lo interior, como testigo de nuestra con­ cienda. Pero se ha de considerar que quien posee esta ves- Sic. 3. ss. PADRES. SAN GREGORIO Μ. 41 tidura do la virtud, aunquo todavia no perfecta, no debe desesperar de obtener su perdôn a la llegada del piadoso rey, ya que El mismo, por boca del salmista, nos da esperanza cuando dice: Ya vieron tus ojos mis obras imperfec­ tas y escritas estdn todas en tu libro (Ps. 138,16). Dichas estas pocas palabras para consuelo del que tiene caridad y es flaco, nos ocuparcmos ahora del que carece por completo de la caridad. Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores: dlU habrâ llanto y crujir de dientes (Mt. 22,13). En virtud de tan severa sentencia se atarân entonces los pies y las manos de aquellos que ahora no quieren desligarse de las malas obras mejorando su vida. En otras palabras, la pena sujetarâ después a los que ahora estân ligados por la culpa. Porque los pies que se niegan a visitar a los enfermos y las manos que no socorren al indigente, estân ya voluntariamente desligadas de las buenas obras. Por lo tanto, los que ahora espontâneamente se atan con los vicios, mâs tarde y contra su voluntad serân atados por el castigo. Con gran propiedad se dice que serân arrojados en las tinieblas exteriores, puesto que entendemos por tinieblas interiores la ccguedad del corazôn, mientras que llamamos tinieblas exteriores a la noche de la condenaciôn eterna. Asi, pues, no se arroja al condenado a las tinieblas interiores, sino a las exteriores, porque en la otra vida es lanzado contra su voluntad a la noche de la condenaciôn eterna quien espontâneamente cayô en la ceguera del corazôn. Se nos afirma que en aquel lugar habrâ llanto y crujir de dientes; es decir, rechinarân los dientes de los que, mientras estuvieron en este mundo, se gozaban en su voracidad; llorarân allî los ojos de los que en este mundo se recrearon con la vista de lo ilîcito; de modo que cada uno de los miembros que en este mundo sirvieron para satisfacer algùn vicio, sufrirân en la otra vida un tormento especial”. E) No sabemos si seremos elegidos 'Tero condenado uno, en el que se représenta a toda la clase de los malos, se emplea una sentencia general, diciendo: Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt. 22,14). Terrible es, carisimos hermanos, lo que acabamos de oir. Considerad que todos nosotros, llamados por la fe, asistimos a las bodas del rey celestial, todos creemos y confesamos el misterio de su encarnaciôn, todos participamos del banqueté dei Verbo divino, pero entrarâ el rey en el dia. futuro del juicio. Sabemos que hemos sido llamados, 42 ·-■ LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. mas ignoramos si pertenecemos al grupo de los elegidos. Es preciso, por tanto, que nos humillemos todos, tanto mâs cuanto ignoramos si seremos de los elegidos. Algunos hay que nunca dieron principio a las buenas obras; otros comenzaron a obrar el bien, pero no persistieron en este camino. Hay quien casi toda su vida ha sido malo, pero al fin se aparta de sus errores por el dolor de una verdadera peni­ tencia; hay, por el contrario, quien parece vivir una vida santa, pero hacia el término de sus dias cae en el yerro de la maldad. Otros comienzan bien y concluyen mejor; otros, por el contrario, desde su juventud se precipitan en el abismo de los vicios y terminan en la misma conducta, peores cada vez. Tema, por eso, cada uno, ya que ignora lo que le resta, pues no hay que olvidar, antes al contrario, repetir continuamente las palabras del Evangelio: Muchos son los Uamados y pocos los escogidos (Mt. 22,14). SECCION IC. TEOEOGOS vestido de la gracia a) La gracia, efecto del amor de Dios (1-2 q.110 a.l) La palabra gracia es susceptible de très acepciones. En la primera significa el amor de una persona a otra, como cuando se dice que el soldado ha conseguido la gracia de su rey. En la segunda indica un obsequio o favor gratuito, v. gr. : te haré esa gracia. La tercera consiste en la manifestaciôn de agradecimiento por el obsequio recibido. Las très acepciones tienen una intima conexiôn, pues el amor mueve a obsequiar, y los obsequios son motivo de hacimiento de gracias. Cinéndonos al primer significado, conviene analizar la diferencia existente entre el amor humano y el divino. El hom­ bre ama lo que es bueno, luego antes de amar presupone ya la bondad en el objeto o persona amada. En cambio, como quiera que todo el bien que poseemos lo hemos recibido de Dios, no podemos decir en modo alguno que nuestra bondad ha despertado su amor, sino que, por el contrario, su amor a nosotros le ha movido a damos nuestra bondad. Dios, al que ama, le da algo. Ahora bien, nos encontramos con dos clases de amor divino, comûn el uno y especialisimo el otro. 0En qué se diferencian? En las distintas clases de bienes que su amor ha donado. Porque a todas las criaturas les diô su ser na­ tural, y csto es signo de una cspecie de amor de Dios a todo ser. Pero a otros, alzândolos por encima de su naturaleza, se los acercô a si mismo y les otorgô la participaciôn de bienes infinitos, y este es un amor tan alto, que lo que Dios ama con él es el Bien eterno, o sea, a si mismo, en el aima a quien otorga tal beneficio. La conclusion, pues, de todo ello es que el amor de Dios pone siempre en las almas algo: el amor natural les diô cl ser, y este otro, un nuevo don sobrenatural y divino. SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMAS 45 LOS IN VITA DOS A LX BODA. 19 DESP. PENT. b) ( ■ La GRACIA, VESTIDO INTERNO DEL ALMA (1-2 q. 110 a. 1 y 2) Los dones de Dios pueden consister en ayudas pasajeras para que el hombre pueda ejecutar determinados actos, tales como el de conocer una verdad o querer un bien. Estas ayu­ das son simples iluminaciones y mociones, pero la gracia santificante es algo mâs. En el orden natural no se limité a ayudar a los seres para que obrasen, sino que les diô ciertas potencias y una naturaleza de la que fluyesen sus actos. No iba Dios a ser menos prôvido en el orden sobrenatural, y por ello, en vez de limitarse a ayudar al hombre para ejecutar actos sobrenaturales, le ha infundido las potencias de las virtudes y el ser de la gracia interna. Es, pues, la gracia una cualidad que ha revestido el aima (a.l). Prosiguiendo en este anâlisis, podremos distinguir las virtudes y la gracia, observando que ésta es distinta de ellas, y su fundamento. Las virtudes naturales suponen un ser natural, del que fluyen y al que ayudan en sus operationes; asî, por ejemplo, el entendimiento es anterior a las costumbres y virtu­ des que pueda adquirir con el ejercitio sano de su actividad. La facultad de andar es anterior a la habilidad, que, una vez adquirida, ayuda al hombre a caminar mâs fâcilmente. En el orden sobrenatural también el ser de la gracia es distinto y anterior a las virtudes que se infunden con ella para el mejor ejercicio de los actos convenientes a ese nuevo orden en que la gracia nos constituye (a.2). c) La GRACIA, EL MAYOR DE TODOS LOS DONES (1-2 q.113 a.9) Si considérâmes el modo de obrar, la création es la ma­ yor obra de Dios, puesto que représenta el paso del no ser al ser. Pero si atendemos al efecto conseguido, la gracia (y la justification dei impio) es por completo superior a cualquier otra cosa, porque fuera de ella todo lo demâs queda cerrado en el âmbito del bien natural y mudable, en tanto que Dios, al dar la gracia, concede el bien eterno de la participation divina. Por lo tanto, el trasladar a un hombre al estado de gra­ cia es obra mucho mâs excelente que la creaciôn de los mundos, porque los cielos y la tierra pasarân y la gloria no. Es mâs, todavia podriamos, estableciendo una nueva comparaciôn, decir que el dar la gracia al que no la tiene supera en grandeza a premiar con la gloria al justo, por- r fui que este ha merecido la gloria y existia ya proporciôn entre sus obras elevadas y el premio que recibe, proporciôn y méritos totalmente ausentes cuando se recibe la gracia. d) S0LO DIOS PUEDE DAR LA GRACIA (1-2 q.112 a.l) Ninguna causa puede producir efectos superiores a si misma, porque nadie da mâs de lo que tiene. Siendo la gra­ cia superior a todo lo natural y participation de la naturaleza divina, iquién sino Dios podrâ concederla? (in c). Ni aun siquiera la humanidad santisima de Cristo puede producirla de otro modo que como instrumento y en virtud de la eficacia que le da su union con el Verbo. le) La P. GRACIA Y EL PECADO 1) La gracia es un efecto del amor de Dios, como hemos dicho. El pecado rompe ese amor, y por ende cesan sus efectos (1-2 q.113 a.2). 2) El estipendio del pecado es la condenaciôn eterna. La gracia nos hace dignos de la gloria. Luego son incompa­ tibles, y al sobrevenir el pecado, la gracia desaparece (2-2 q.24 a.12). 3) La caridad y la gracia o son idénticas o anejas e inseparables. El que estâ en gracia debe amar a Dios sobre todas las cosas. El pecado, por lo tanto, contradice al estado de gracia en su propia esencia, porque el que quebranta los mandamientos de Dios se opone a su voluntad y amor. 4) Si la gracia dependiese de nosotros como algo pro­ pio, podriamos dejarla o tomarla a nuestro arbitrio, sin que la comisiôn de un acto contrario a ella ocasionase su pérdida definitiva. El que tiene una costumbre no la pierde porque en cierta ocasiôn obre contra ella. Pero siendo un don que recibimos de Dios, es necesario que desaparezca en cuanto que pongamos un obstaculo que interrumpa su comunicaciôn, no de otro modo que el ojo déjà de ver si se coloca una pantalla que detenga la luz. El pecado es ese obstâculo desde el punto y hora que el hombre rompe con él la amistad con un Dios al que se niega a obedecer (ibid.). ■ ■ : 1 f. f 1 ' 50 LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. am ad a vuestras mujeres como Cristo amô a su Iglesia, y se entregô por ella para la santificar, limpidndola con el bautismo y palabra de vida. Pues si la santifica, lava y limpia, y aun con su propia sangre, que es la que da virtud a los sacramentos para limpiar las animas por la gracia que dan, ^cômo puede quedar injusta o sucia la que con tan eficacîsima cosa es limpia y lavada?” b) El ALMA LIMPIA DE SUS PECADOS Los profetas habian anunciado enérgicamente esta verdadera limpieza del pecado que supone el borrarlo totalmente dei alma. Decia, por ejemplo, Ezequiel (36,25) : Os asper­ gere con aguas puras y os purificare de todas vuestras impurezas, y Miqueas (7,19) que Dios volverd a tener piedad de nosotros, conculcard nuestras iniquidades y arrojard a lo hondo del mar nuestros pecados. Asi se verified cuando la sangre de Jesucristo nos limpid de todo pecado (1 lo. 1,7). El interpretar esto de modo que Dios no haga desaparecer de nosotros totalmente la culpa, sino que se limite a no castigarla, sobre ser un retorcimiento del sentido real de las Escrituras, es una ofensa para Cristo, a quien se le supone capaz de perdonar la pena, que es lo menos, y dejar al aima con la culpa, que es lo principal. La Sagrada Escritura habla de novedad de vida (Rom. 6,4), de corazôn limpio de nuevo creado (Ps. 50,12), anun­ ciado también por Ezequiel (11,19). “Esto promete Dios a los que primero habîa dicho que los habia de limpiar de to­ das sus suciedades, y abajo dice: Yo os salvaré de todas ellas (Ez. 36,29), para dar claramente a entender que el salvar de los pecados no es solo quitar la pena de ellos, sino dar la limpieza interior y tal corazôn y gracia y espiritu, que baste a hacer guardar los mandamientos de Dios...” c) La gracia interna Todos aquellos pasajes en los que el Sefior se muestra llamando a la puerta de las aimas y deseoso de entrai· a morar en ellas, indican no que deje de imputar el pecado, sino que lo perdona totalmente. Aun mâs, que “da la gracia y la limpieza del corazôn y virtudes y Espiritu del Senor con que pueda guardar su ley por via de hijos y de buenas obras gozar de Dios para siempre”. Llâmase a Cristo Salva­ dor de pecados principalmente, no porque nos levante el cas­ tigo, sino porque al borrarlos nos devuelve la gracia y hermosura (c.88). SEC. 5· AUTORES VARIOS. BEATO ÂVILA d) La 51 gracia, fuente de mérito “Taies son los que Jesucristo nuestro Sefior tiene incorporados consigo como miembros vivos, que les alcanzô la gracia cuando no la tenian con que agraden al Padre; y, después de alcanzada, hagan obras que tengan condignidad (valor de condigno) para merecer la vida eterna como galardôn justo de taies servicios y como herencia debida a los hijos. Y si os parece cosa desproporcionada a la humana bajeza hacer cosa que tenga igualdad de merecimiento con la alteza y eternidad del celestial reino, no miréis vos para esto al hombre a solas, sino honrado y aeompafiado con la celestial gracia que en su âmma le es infundida y hecho participante de la natwraleza divina, como dice San Pedro (2 Petr. 1,4). Y miradlo como miembro vivo de Jesucristo nuestro Sefior, que, incorporado en El, vive y obra por el espiritual influjo que le viene de El, y participa de sus merecimientos. Las cuales cosas son tan altas, que tienen igualdad con las que se esperan, y son bastantes para que de los que asi viven se pueda afirmar que cumplen la ley de Dios; y lo que San Pablo pide a los Colosenses (1,10) y Tesalonicenses (2 Thés. 1,12), cuando les dice que vivan dignamente de Dios, a los cuales no les pidiera cosa tan alta si no entendiera que con los favores ya dichos la pudieran cumplir, y que era mâs obra de Dios que no de ellos...” e) El pecado, incompatible con la gracia Insistiendo contra la teoria protestante de que el hombre continùa siendo pecador, el Beato expone las siguientes magnificas razones : 1. Cristo no puede almar el pecado “Mas tal honra como ésta del todo es contraria a su verdadera honra y a la verdad de la Escritura divina. Ninguna honra es, por cierto, para un juez que deje de castigar o que quiera bien a algunos malos porque viven con su hijo, porque demuestra en ello que el hijo no es perfecto amador delabondad, pues ama a los malos criados; y que el padre no es amador de justicia, pues sufre y ama a los que habia de castigar sin respeto de nadie”. 52 LOS IN VITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. 2. Cristo Cabeza no puede tener un cuerpo pecador “Los que han de ser criados agradables a Cristo nuestro Senor no han de tener maldad de pecado mortal, pues que El es cabeza que influye en ellos, como en miembros vivos, el influjo de su espiritu y gracia, con la cual viven vida ajena de pecado y semejante a la de El. Porque espantable monstruo séria en lo corporal cabeza de hombre y cuerpo de animal bruto; y asi lo séria en lo espiritual que debajo de cabeza justa, limpia y llena de virtudes, hubiese miembros vivos contrarios a El. Frescos estân los sarmientos, y llenos de fruto, cuando estân vivos en la vid, y por esta comparaciôn quiso Cristo que entendiésemos qué tal estân los suyos que estân en gracia incorporados en El (lo. 15,5), porque estân semejantes a El, teniendo propios bienes que reciben de El y por El, para que asi se cumpla lo que dice San Pablo (Rom. 8,29) : Que los que han de ser salvos, ordenô Dios que fuesen conformes a la imagen de su Hijo. Pues ;cômo puede haber semejanza entre cabeza que siempre guardô los mandamientos de su Padre y entre miembros que, por muy perdonados y justificados que estén, estân siempre quebrantando con entero quebrantamiento el primero y noveno mandamientos de Dios? Ni hay participa­ tion de bondad con maldad (2 Cor. 6,14), ni de Cristo con quien quabranta los mandamientos del Padre, pues El pre­ dict) (Mt. 7,21) : No todo aquel que me llama Senor, Senor, entrarà en el reino de los cielos, mas el que hiciere la VO-1 hint ad de mi Padre". 8. Guarde los mandamientos el siervo, como los guardô el Hijo “Dice el mismo Senor (lo. 15,10) : Si guardâredes mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo guardé los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Pues iquién habrâ que espere que, quebrantando los mandamien­ tos, sea amado del Padre por respeto de Jesucristo, pues que (El) permanece en el amor del Padre guardando sus mandamientos? No serâ, cierto, amado el esclavo sino por la via que lo fué el Hijo; ni El tendrâ en su gracia y amor sino a quien guardare sus mandamientos, como claramente lo dijo en las palabras ya dichas. Y por que nadie en esto se enganase, habiendo dicho primero (lo. 15,4) : Estad en mi y yo en vosotros, dijo después (ibid. 9) : Estad en mi amor. Y para declarar qué era estar en El y en su amor, dijo (ibid. 7) : Si estuviéredes en mi y mis palabras estuvieren en vosotros, cualquier cosa que quisiéredes pediréis y os serâ cumplida. De manera que quien quebranta sus pa- > ··*.* .*Γ2 SEC. 5. AUTORI-S VARIOS. BEATO AVILA 53 labras, no piense que esta en su amor, ni incorporado en su cuerpo como miembro vivo, porque fija esta la sentencia de la divina Escritura, que dice (Sap. 14,9) : Aborrecible es a Dios el malo y su maldad. Y para declarar el Senor como los suyos no son aborrecidos, sino amados en si mismos, dijo a sus discipulos (lo. 16,26-27) : No os digo ahora que rogaré al Padre por vosotros, porque el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis a mi y creisteis que sali de él; como si dijese: Poco ha que os dije (lo. 14,16): Yo rogaré al Padre, y daros ha otro consolador. Mas no penséis que he de rogar por vosotros como acaece rogar uno a su ami­ go que dé algo a otros, con los cuales aquel rogado esta mal; y lo que les da es solamente porque ama mucho al que se lo ruega. y quédanse los otros desamados y desagrables como antes estaban. No es asi acâ, porque por haberme amado y creido, mi Padre os quiere bien y le parecéis bien, y tenéis licencia, como gente amada con propio amor y que tiene propia gracia y justicia, para entrar vosotros delante su acatamiento y pedirle lo que habéis menester en mi nombre. Y lo que yo por vosotros ruego es como por gente amada, a la cual el Padre hace mercedes porque yo la pido y porque para vosotros la pido” (c.89). f) La GRACIA SE RECIBE DE CRISTO E1 que el hombre la disfrute y esté dotado de ella no solo no va en mengua de Cristo, sino que realza el valor de su obra, “pues es claro que cuanto ellos mâs justos y mâs hermosos estân, tanto mâs se manifiesta ser de gran valor los merecimientos de Aquel que tanto bien alcanzô a los que de si no lo tenian ni merecian”. Si San Pablo dice a sus conversos que ellos son su honra y corona delante del Se­ nor (1 Thés. 2,19), “icuânto mâs lo serân de Jesucristo nuestro Senor los que por El son traidos a honra de hijos y a riquezas de bienes, y tanto mayor cuanto los bienes fueren mayor es?” No suelen querer los hombres acompafiarse de personas quevalgan lo que ellos por no sufrir la comparaciôn; pero, en cambio, Cristo tiene caridad que excede a todo nuestro conooimiento (Eph. 3,19), suficiente para tener nuestro bien por suyo, y por que lo alcanzâsemos muy grande diô su vida, y siendo Hijo ùnico nos tomô por hermanos. Lleno de gracia y de verdad (lo. 1,14), de la que nos enriquece a todos, pues si la gracia y la verdad fué hecha por Jesucristo (lo. 1,17), fué para que se derivase a todos los humanos. El amor del Padre a su Hijo fué un amor tan lleno que rcbosô sobre él en bienes infinitos, y de este mismo amor 54 LOS INVITADOS a LA BODA. IQ DESP. PENT. quiere Cristo hacernos participes cuando dice que el amor con que me amaste esté en ellos (lo. 17,26). Amor, pues, del Padre que se derrama sobre nosotros y nos inunda de gracia en atenciôn a Cristo, que lo desea (c.90). ·« *·*.·* B) El hombre sin la vestidura. El pecado arruina la hermosura del aima “Mucho nos hemos apartado de la pregunta que pre guntamos: ^De donde hermosura al anima, para que Dios la codicie? Y ha sido la causa porque no pensemos que lo habia este Rey por la hermosura del cuerpo. Ahora tornemos a nuestro proposito. Habéis de saber que para ser una cosa del todo hermosa cuatro cosas se requieren. La una, cumplimiento de todo lo que ha de tener; porque. faltando algo, ya no se puede decir hermosa, como faltando una mano o pie o cosa semejante. La segunda es proportion de un miembro con otro, y si es imagen de otra cosa, ha de ser sacada muy al propio de su dechado. Lo tercero ha de tener pureza de color. Lo cuarto, suficiente grandeza, porque lo pequeno, aunque sea bien proporcionado, no se dice del todo hermoso. Pues si consideramos todas estas condiciones en el anima pecadora, hallaremos que ni una sola de ellas tiene. No cumplimiento, porque faltândole la fe o la caridad y dones del Espiritu Santo, los cuales habia de tener, no se puede decir hermosa a quien tantas cosas le faltan. No tiene pro­ portion entre si, porque ni obedece la sensualidad a la razon, ni la razon a Dios. Mayormente, siendo el anima criada a imagen de Dios, era razon que para guardar su hermosura fuera semejante en las virtudes a su dechado, como lo es en su ser natural. Pues siendo Dios bueno y el anima mala; Dios limpio, ella sucia; Dios manso, ella airada, y asi en lo demâs, £cômo puede haber hermosura en imagen que tan disconforme estâ a su dechado? Pues lo tercero, que es una luz espiritual de gratia y conocimientos que avivan la her­ mosura del anima, como los colores al cuerpo, también le falta; porque ella anda en tin eblas y estâ dencgrida mâs que carbones, como lo llora Jeremias (Thren. 4,8). Pues' menos tiene lo cuarto, pues no hay cosa mâs poca ni chica que ser pecador, que es nada y menos que nada. De manera que faltândole todas las condiciones para ser hermosa, sin duda serâ fea. Y porque todas las ânimas, que en los cuerpos que de Adân vienen son criadas, ordinariamente son pecadoras, siguese que todas son feas” (cf. Audi filia ed.cit. c.106 p.367-368). SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA Seleccioiiamos de Santa Teresa los mâs interesantes pasaies so­ bre la gracia y sobre el infieruo (cf. BAC, Obras complétas de San­ ta Teresa). A) a) La gracia Senales de temer a Dios “Quedôme deseo de soledad, amiga de tratar y hablar con Dios, que si yo me hallara con quién, mâs contento y recreaciôn me daba que toda la policia o groseria, por mejor decir, de la conversation del mundo; comulgar y confesar muy mâs a menudo y desearlo; amiguisima de leer buenos libros; un grandisimo arrepentimiento en habiendo ofendido a Dios, que muchas veces me acuerdo que no osaba tener oraciôn, porque temia la grandisima pena que habia de sentir de haberle ofendido como un gran castigo. Esto me fué credendo después en tanto extremo, que no sé yo a qué compare este tormento. Y no era poco ni mucho por temor, jamâs, sino como se me acordaba los regalos que el Senor me hacia en la oraciôn y lo mucho que le debia y veia cuân se lo pagaba, no lo podia sufrir, y enojâbame en extremo de las muchas lâgrimas que por la culpa lloraba cuando veia mi poca enmienda, que ni bastaban determinationes ni fa­ tiga en que me veia para no tornar a caer en poniéndome en la ocasiôn. Parecianme lâgrimas engaüosas, y pareciame ser después mayor la culpa, porque veia la gran merced que me hacia el Senor en dârmelas y tan gran arrepentimiento. Procuraba confesarme con brevedad, y, a mi parecer, ha­ cia de mi parte lo que podia para tornar en gracia. Estaba todo el dano en no quitar de raiz las ocasiones y en los confesores, que me ayudaban poco. Que, a decirme en el peligro que andaba y que tenia obligation a no traer aquellos tratos, sin duda creo se remediara, porque en ninguna via sufriera andar en pecado mortal solo un dia, si yo lo entendiera. Todas estas senales de temer a Dios me vinieron con la oraciôn, y la mayor era ir envuelto en amor, porque no se me ponia delante el castigo. Todo lo que estuve tan mala, me durô mucha guarda de mi concienda cuanto a pecados mortales. ;Oh vâlgame Dios, que deseaba yo la salud para mâs servirles y fué causa de todo mi dano!” (cf. Libro de la vida c.6 n.4: BAC, p.621-622). b- LOS INVITADOS A LA BOD A. IQ DESP. PENT. CÔMO ENTENDIÔ QUE ESTABA EN GRACIA ··' “Acuérdome que me diô en aquellas horas de oraciôn aquella noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de Dios; y como no podia yo saber si estaba en gracia o no, no para que yo lo desease saber, mas deseâbame morir por no verme en vida adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no podia haber muerte mas recia para mi que pensar si ténia ofendido a Dios, y apretâbame esta pena; suplicâbale no lo permitiese, toda regalada y derretida en lâgrimas. Enfonces entendi que bien me podia consolar y estar cierta que estaba en gracia, porque semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mer­ cedes y sentimientos que daba al aima, que no se compadecia hacerse a aima que estuviese en pecado mortal. Quedé confiada que habîa de hacer el Senor lo que le suplicaba de esta persona. Dijome que le dijese unas palabras. Esto senti yo mucho, porque no sabia como decirlas, que esto de dar recaudo a tercera persona, como he dicho, es lo que mâs siento siempre, en especial a quien no sabia como lo tomaria o si burlaria de mi. Pùsome en. mucha congoja. En fin, fui tan persuadida, que, a mi parecer, prometi a Dios no dejârselas de decir, y por la gran vergüenza que habîa, las escribi y se las di” (ibid, c.34 n.10: BAC, p.815). k ·: c) i El ALMA QUE ESTA EN GRACIA “Yo sé de una persona a quien quiso Nuestro Senor mostrar como quedaba un aima cuando pecaba mortalmente. -Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no séria posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones. Y asî le diô mucha gana que todos lo entendieran, y asî os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que estân en este estado, todos hechos una oscuridad, y asî son sus obras. Porque asî como de una fuente muy clara lo son todos los arroyicos que salen de ella, como es una aima que esta en gracia, que de aqui le viene ser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres (porque proceden de esta fuente de vida adonde el aima estâ como un ârbol plantado en ella; que la frescura y fruto no tuviera si no le procediere de alli, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen fruto), asî el aima que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en otra de muy negrîsima agua SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA 57 y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es la misma desventura y suciedad. Es de considerar aqui que la fuente y aquel sol resplandeciente que estâ en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura, que siempre estâ dentro de ella y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que estâ al sol se pusiese un pafio muy negro, claro estâ que, aunque el sol dé en él, no harâ su claridad operaciôn en el cristal” (Castillo interior o las Moradas. Moradas pri­ meras c.2 n.2 y 3: BAC, t.2 p.346). d) Morada de Dios i “Cuando Nuestro Senor es servido haber piedad de lo que padece y ha padecido por su deseo esta aima, que ya espiritualmente ha tornado por esposa, primero que se consuma el matrimonio espiritual métela en su morada, que es esta séptima; porque asî como la tiene en el cielo, debe tener en el aima una estancia adonde solo Su Majestad mora, y di­ gamos otro cielo. Porque nos importa mucho, hermanas, que no entendamos es el aima alguna cosa oscura, que, como no la vemos, lo mâs ordinario debe parecer que no hay otra luz interior sino esta que vemos y que estâ dentro de nuestra aima alguna oscuridad. De la que estâ en gracia, yoos lo confieso, y no por falta del Sol de justicia, que estâ en ella dândole ser ; sino por no ser ella capaz para recibir la luz, como creo dije en la primera morada que habîa entendido una persona: que estas desventuradas aimas es asî que estân como en una cârcel oscura, atadas de pies y ma­ nos para hacer algùn bien que les aproveche para merecer y ciegas y mudas. Con razôn podemos compadecernos de ellas y mirar que algùn tiempo nos vimos asî, y que también puede el Senor haber misericordia de ellas” (ibid., Sep­ timas moradas c.l n.3: BAC, t.2 p.474). e) El poder de la gracia divina Έ1 es bienaventurado, porque se conoce y ama y goza de si mismo, sin ser posible otra cosa; no tiene, ni puede tener, ni fuera perfection de Dios poder tener libertad para 9i7 olvidarse de si y dejarse de amar. Enfonces, aima mia, entrarâs en tu descanso cuando te entranares con este sumo Bien y entendieres lo que entiende, y amares lo que ama, y gozares lo que goza. Ya que vieres perdida tu mudable voluntad, ya no mâs mudanza; porque la gracia de Dios ha ? 1 Γ7Γ 58 1 LOS INVITADOS A LA ΒΟΠΑ. ig DESP. PENT. podido tanto que te ha hecho particionera de su divina naturaleza con tanta perfection, que ya no puedas ni desees poder olvidarte del sumo Bien ni dejar de gozarle junto con su amor” (ci. Exdamaciones del alma a Dios XVH: BAC, t.2 p.655). B) SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA 59 yo viviese muchos anos, me parece impos'ble olvidârseme. Pareciame la entrada a manera de un callejôn muy largo y estrecho, a manera de un horno muy bajo, y obscuro, y angosto. El suelo me pareciô de un agua como Iodo muy sucio y de pestilencial olor y muchaa sabandijas malas en él. Al cabo estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho. Todo esto era deleitoso a la vista en comparaciôn de lo que alli senti. Esto que he dicho va mal encarecido”. El infierno 2. El fuego y la desesperaciôn interior a) •4 V1SI0N DEL DEMONIO “Otra vez me estuvo cinco horas atormentando con tan terribles dolores y desasosiegos interior y exterior, que no me parece se podia ya sufrir. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no sabian que hacerse ni yo como valerme. Tengo por costumbre cuando los dolores y el mal corporal es intolerable hacer actos como puedo entre mi, suplicando al Sefior, si se sirve de éllo, que me dé Su Majestad paciencia y me esté yo asi hasta el fin dei mundo. Pues como esta vez vi el padecer con tanto rigor, remediâbame con estos actos para poderlo llevar, y determinaciones. Quiso el Seüor entendiese como era el demonio, porque vi cabe mi un negrillo muy abominable regaôando como des­ esperado de que adonde pretendia ganar perdia. Yo, como le vi, reime y no hube miedo, porque habia alli algunas con­ migo que no se podian valer ni sabian qué remedio poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hatia dar, sin poderme resistir, con cuerpo y cabeza y brazos, y lo peor era el desasosiego interior, que de ninguna suerte podia tener sosiego. No osaba pedir agua bendita por no ponerlas miedo y porque no entendiesen lo que era...” (Li­ bro de la vida c.31 n.3 y n.4: BAC. p.785-786X< “Estotro me parece que, aun principio de encarecerse como es, no le puede haber ni se puede entender; mas sen­ ti un fuego en el aima que yo no puedo entender como po­ der decir de la manera que es. Los dolores corporales tan insoportables, que con haberlos pasado en esta vida gravisimos, y, segùn dicen los médicos, los mayores que se pueden acâ pasar (porque fué encogérseme todos los nervios cuando me tulli, sin otros muchos de muchas mane­ res que he tenido, y aun algunos, como he dicho, causados del demonio), no es todo nada en comparaciôn de lo que alli senti y ver que habian de ser sin fin y sin jamâs césar. Esto no es, pues, nada en comparaciôn del agonizar del aima, un apretamiento, un ahogamiento, una aflicciôn tan sensible y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no sé como encarecerlo. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el aima, es poco; porque aun parece que otro os acaba la vida, mas aqui el aima misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé como encarezca aquel fuego interior y aquel desesperamiento sobre tan gravisimos tormentos y dolores. No veia yo quién me los daba, mas sentime quemar y desmenuzar, a lo que parece, y digo que aquel fuego y desesperaciôn interior es lo peor”. 3. Tinieblas y tormentos b) VlSIÔN DEL INFIERNO 1. Repugnanda del lugar “Después de mucho tiempo que el Sefior me habia hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, e stando un dia en oraciôn me hallé en un punto toda, sin saber como, que me parecia estar metida en el in­ fierno. Entend! que queria el Sefior que viese el lugar que los demonios alla me tenian aparejado, y yo merecido por 31 mis pecados. Ello fué en brevisimo espacio; mas aunque “Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder espé­ rer consuelo, no hay sentarse ni echarse ni hay lugar, aun­ que me pusieron en este como agujero hecho en la pared; porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas y todo ahoga; no 'hay luz, sino todo ti­ nieblas obscurisimas. Yo no entiendo como puede ser esto, que, con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve. No quiso el Sefior entonces viese mâs de todo e’ infiemo; después he visto otra vision de cosas espanto­ sas; de algunos vicios con el castigo. Cuanto a la vista, muy mâs espantosos me parecieron, mas como no sentia la 60 LOS IN VIT ADOS A LA BODA. IO DtSP. PENT. pena, no me hicieron tanto temor; que en esta vision quiso el Serior que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicciôn en el espiritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé como ello fué, mas bien entend! ser gran merced y que quiso el Sefior yo viese por vista de ojos de dônde me habia librado su misericordia. Porque no es nada oirlo decir, ni hablar yo otras veces pensando en diferentes tormentos (aunque pocas, que por temor no se llevaba bien mi aima), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leîdo, no es nada con esta pena, porque es otra cosa. En fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acâ es muy poco en comparaciôn de este fuego de alla”. 4. Trabajos y dolores incomparables “Yo quedé tan espantada, y aun lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis afios, y es asi que me pare­ ce el calor natural me falta de temor aqui donde estoy. Y asi no me acuerdo vez que tengo trabajo ni dolores que no me parezca nonada todo lo que acâ se puede pasar; y asi me parece, en parte, que nos quejamos sin proposito. Y asi, torno a decir que fué una de las mayores merce­ des que el Sefior me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, asi para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Sefior, que me librô, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles”. 5. Penas terribles 3 “Después acâ, como digo, todo me parece fâcil en compa­ raciôn de un momento que se baya de sufrir lo que yo en él alli padeci. Espântame como habiendo leîdo muchas veces libros adônde se da algo a entender las penas del infierno, como no las temia, ni ténia en lo que son. ^Adônde estaba? jCômo me podia dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? Seâis bendito, Dios mio, por siempre. Y i como se ha parecido que me queriais Vos mucho mâs a mi que yo me quiero! iQué de veces, Senor, me librasteis de cârcel tan tenebrosa y como tornaba yo a meter en ella con­ tra vuestra voluntad!” SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA 61 impetus grandes de aprovechar aimas, que me parece cierto a mi que por librar una sola de tan gravisimos tormentos pasaria yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que si vemos acâ una persona que bien queremos en especial con un gran trabajo o dolor, parece que nuestro mismo natural nos convida a compasiôn, y si es grande nos aprieta a nosotros. Pues ver a un aima para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, iquién lo ha do poder sufrir? No hay corazôn que lo lleve sin gran pena, pues acâ con saber que, en fin, se acabarâ con la vida y que ya tiene término, aun nos mùeve a tanta compasiôn ; estotro que no le tiene, no sé como podemos sosegar viendo tantas aimas como lleva cada dia el demonio consigo”. 7. Lo que importa preservarnos dei infierno "Esto también me hace desear que, en cosa que tanto im­ porta, no nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéremos de nuestra parte; no dejemos nada y plegue al Sefior sea servido de darnos gracia para ello. Cuando yo con­ sidero que aunque era tan malisima traia algun cuidado de servir a Dios y no hacia algunas cosas que veo que como quien no hace nada se las tragan en el mundo, y, en fin, pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba el Senor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni me parece podia querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia jamâs me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave al Senor y otras algunas cosas que, aun­ que era tan ruin, traia temor de Dios lo mâs continuo, y veo adônde me tenian ya los demonios aposentada, y es verdad que, segùn mis culpas, aun me parece merecia mâs castigo. Mas, con todo, digo que era terrible tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego ni contento el aima que anda cayendo a cada paso en pecado mortal, sino que, por amor de Dios, nos quitemos de las ocasiones, que el Se­ fior nos ayudarâ, como ha hecho a mi. Plegue a Su Majestad que no me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto adônde he de ir a parar. No lo permita el Sefior, por quien Su Majestad es. Amén” (Libro de la vida c.32 n.1-7: BAC, p.796-799). 8. Se merece por una sola culpa mortal 6. Las muchas aimas que se condenan “De aqui también gané la grandisima pena que me da las muchas aimas que se condenan (de estos luteranos en especial, porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia) y los “Cosa espantosa me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aqui en este elaro diamante, y lastimosisima, cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pe- 62 LOS INV1TADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT, cados. Y es asi que cuando se me acuerda, yo no sé como lo puedo llevar, y asi quedé entonces tan avergonzada que no sabia, me parece, adônde meterme. iOh quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y fcos pecados ha· con para que se acuerden que no son ocultos y que con razôn los siente Dios, pues tan présentés a la Majestad pasan y tan desacatadamente nos habemos delante de El! Vi cuân bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuân gravisima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad y qué tan fuera de quien El es, son cosas semejantes. Y asi se ve mâs su misericordia, pues entendiendo nosotros todo esto, nos sufre” (cf. ibid., c.40 n.10: BAC, p.781-782). 9. El tormento del ainsi “Pues consideremos, hermanas, aquellas que estân en el infierno, que no estân con esta conformidad, ni con este con­ tento y gusto que pone Dios en el aima, ni viendo ser ganan. cioso este padecer, sino que siempre padecen mâs y mâs. Digo mâs y mâs cuanto a las penas accidentales. Siendo el tormen­ to del alma tan mâs recio que los del cuerpo y los que ellos pasan mayores sin comparaciôn que este que aqui hemos dicho, y estas ver que han de ser para siempre jamâs, iqué serâ de estas desventuradas aimas? Y ;qué podemos hacer en vida tan corta, ni padecer, que sea nada para librarnos de tan terribles y eternales tormentos? Yo os digo que serâ imposible dar a entender cuân sentible cosa es el padecer del aima y cuân diferente al del cuerpo si no se pasa por ello; y quiere el mismo Senor que lo entendamos para que mâs conozeamos lo muy mucho que le debemos en traemos a estado, que, por su misericordia, tenemos esperanza de que nos ha de librar y perdonar nuestros pecados” (cf. Castillo interior o las Moradas. Moradas sextas c.17 n.7: BAC, t.2 p.470). ■ 10. Invocaciôn del perdôn t”. i ";Oh vâlgame Dios! ;Oh vâlgame Dios! iQué gran tor­ mento es para mi cuando considero qué sentira un aima que siempre ha sido aeâ tenida, y querida, y estimada, y regalada, cuando, en acabando de morir, se vea ya pérdida para siempre y entienda claro que no ha de tener fin (que allî no le valdrâ querer no pensar las cosas de la fe, como aeâ ha hecho) y se vea apartar de lo que le parecerâ que aun no habia comenzado a gozar (y con razôn, porque todo lo que con la vida se acaba es un soplo) y rodeada de aquclla compafiîa disforme y sin piedad con quien siempre ha de padecer, metida en aquel lago hediondo lleno de serpientes, que la que SEC. 5. AUTOKES VARIOS. NIEREMBERG 63 mâs pudiere la darâ mayor bocado; en aquella miserable oscuridad, adonde no verân sino lo que darâ tormento y pena, sin ver luz sino de una Hama tenebrosa! i Oh qué poco encarecido va para lo que es! ;0h Senor!, quién puso tanto lodo en los ojos de esta aima que no haya visto esto hasta que se vea allî? ;Oh Se­ nor!, iquién ha tapado sus oidos para no oir las muchas vo­ ces que se le habîa dicho esto y la eternidad de estos tormen­ tos? ;0h vida que no se acabarâ! ,Oh tormento sin fin!, joh tormento sin fin ! i Como no os temen los que temen dormir en una cama dura por no dar pena a su cuerpo? ;0h Senor, Dios mio! Lloro el tiempo que no lo entend! ; y pues sabéis, mi Dios, lo que me fatiga ver los muy muchos que hay que no quieren entenderlo ; siquiera uno, Senor, siquiera uno que ahora os pido alcance luz de Vos, que seria para tenerla muchos. No por mi, Senor, que no lo merezeo, sino por los méritos de vuestro Hijo. Mirad sus llagas, Se­ nor, y pues El perdonô a los que se las hicieron, perdonadnos Vos a nosotros” (cf. Exclamaciones del alma a Dios XI: BAC, t.2 p.648). P. EUSEBIO NIEREMBERG Tocamos mâs ligeramente los efectos primeros de la divinizaciôn Y nos fijanios sobre todo en el derecho que la gracia concede a la ?!oria y a la santidad (cf. A precio y estima de la divina gracia ed. de 1758, Madrid, Viuda de Manuel Fernândez). A) a) Llanto El vestido de la gracia que debiéramos hacer sobre la pérdida DE LA GRACIA (1.1 C.l p.1-8) "Asi como no hay cosa mâs preciosa que la gracia que nos mereciô el Hijo de Dios, asi no hay cosa mâs para llorar que su pérdida y el desprecio que de ella hacen los redimidos con su preciosa sangre; porque aunque el menor grado de gracia es mâs que todos los bienes de la tierra juntos, con todo eso lo tiene por de tan poca monta el sentido humano que la desprecia y malbarata toda por un pequeno gusto. No es creible la prodigalidad y locura de los hombres en el desperdicio que hacen de los bienes eternos, para cuya posesiôn nacimos... Porque no es encarecimiento lo que enseha Santo Tomâs (1-2 q.113 a.9 ad 2) que el bien de la gracia de un hombre solo es mayor que el bien de la 64 naturaleza de todo el universo. Y San Agustin dice (Ad Bonif. contra duas epist. pelag. 1.2 c.6,12: PL 44,579) que la gracia de Dios no solamente sobrepuja a todas las estrellas y todos los cielos, pero también a todos los ângeles. Porque si Dios diera a uno todos los bienes dei mundo..., no le haria tanta merced como en darle un ât on cia. Si supiera uno que por tomar en un instante algûn contento de los sentidos habia de faltar dei mundo este sol que alumbra y recrea, no se atreviera a darse aquel gusto tan costoso, con pérdida de una naturaleza tan hermosa... El profeta Elias (3 Reg. 19,13) se cubriô los ojos de espanto por no ver una mudanza notable de la naturaleza, cuando solo se trastornaban unos montes. Pues icômo se puede pasar teniendo enjutos los ojos, viendo todos los dias no veinte o treinta mudanzas y pérdidas de cosas mayores, sino innumerables? iQué lâgrimas pueden ser iguales a este sentimiento? El profeta Jeremias se puso a llorar muy de proposito la pérdida de toda una ciudad, no acabando de derramar arroyos de lâgrimas por ella; los amigos del santo Job, por las pérdidas que tuvo... Por cierto que, si se hubiera de guardar proporciôn entre las pérdidas y el sentimiento que merecen, podiamos callar etemamente sin bliscar consuelo. Porque ;qué tiene que ver perder bienes naturales, como bueyes, ovejas y jumentos, que perdiô el santo Job (lob 1,6-19), con perder tantos bienes sobrenaturales como se pierden con la gracia? Piérdese en ella un ser divino que le levanta a uno sobre toda la naturaleza; piérdese la caridad, reina de todas las virtudes; piérdense juntamente todas cuantas virtudes sobrenaturales con la gracia se dan a los verdaderamente contritos; piérdense los dones del Espiritu Santo; piérdese el mismo Espiritu San­ to; piérdese el ser hijo de Dios, el ser amigo, el estar en su compama; piérdese el derecho del reino de los cielos; piérdese la vida del aima; piérdese el hacer obras merecedoras de la gloria; piérdense todos los merecimientos hechos; piérdese toda la gracia recibida en los Sacramentos de toda la vida; piérdense innumerables riquezas espirituales; piérdese Dios, y asi se pierde todo lo que se puede perder. iOh qué caro ha de costar y como les ha de salir al ros­ tro esta desestima de cosas tan estimables y menosprecio de bien tan digno de desear! La sombra de esto castigô Dios en su pueblo con un largo y terrible castigo. Porque tuvieron en nada la tierra deseable, esto es, la tierra de Canaan prometida de Dios, dice David (Ps. 105,26) que levantô el Sefior su mano, sobre ellos para postrarlos en el desierto. Pues si el desprecio de la tierra, por ser desea- F* SEC· 5. AUTORES VARIOS· NIEREMBERG LOS IN'TTADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. 65 ble, asi lo castigô el Sefior, el desprecio del cielo, ûnicamente deseable, icômo le castigarâ? Una sombra de gra­ cia quiso Dios que tanto se estimase, 4 como querrâ que la misma gracia se estime?” b) IN El conocimiento de la gracia y medio para apreciarla “La causa de la poca estimaciôn de cosa tan grande es el aprecio que tienen los sentidos de las cosas de la tie­ rra y la poca aprehensiôn que hace el corazôn humano de la gracia y de los bienes eternos que consigo trae. Y no hay otro antidoto mâs eficaz contra aquesta perdiciôn sino considerar la grandeza de la gracia. jCuân excelente y glo­ riosa cosa es sobre todas las grandezas y glorias del mun­ do! Porque asi como en el mundo despreciamos los bienes menores por la estima de los que son mayores, asi tam­ bién todos sus bienes temporales y perecederos, menores y mayores, despreciarâ quien tuviere aprecio de los espirituales y eternos. Nuestro corazôn es como el fiel de un peso, que alli se inclina donde hay mâs; y cuanto mâs se carga una balanza, tanto mâs se aligera la otra. Bien conociô todo esto el apôstol San Pedro, cuando para exhortamos al desprecio dei mundo nos propuso el aprecio de la gracia, diciendo aquestas admirables pala­ bras (2 Petr. 1,4) : Grandis'.mas y pretiosas promesas nos ha dado Dios para que por ellas nos hagamos participes de la naturaleza divina, huyendo de toda la corruption de deseos que hay en el mundo. Diô por remedio de los deseos corrompidos de los bienes dei mundo el poner los ojos en los bienes de la gracia, que llama grandisimos y preciosos. De donde hemos de sacar grande cuidado y aliento para toda obra de virtud con que se aumente la misma gra­ cia, y asi, después de las palabras referidas, anade el apôs­ tol: Mas vosotros, infiriendo de aqui que debéis tener toda solicitud, servid y obrad virtud en vuestra fe: con la vir­ tud, sabiduria; con la sabiduria, abstinenda; con la abs­ tinenda, patienda; con la paciencia, piedad; con la piedad, amor de vuestros hermanos; con este amor, la caridad (ibid. 1,5-7). Porque de la estimaciôn de la gracia y sus grandisimos bienes no solo saldrâ este bien, que se despreciarân las cosas de la tierra, sino se obrarâ toda virtud. Porque, como en una rica cadena, se irân eslabonando unas virtudes con otras, empezando del aprecio del cielo y rematando en la caridad, que es la cumbre de la per­ fection. Por lo cual dijo San Crisôstomo (Hom. 1 in Epist. ad Eph. 3: PG 62,14): “Quien aprecia y admira la gran­ deza de la gracia que viene de Dios, este tal serâ mas La palabra de C. 3 3 66 cuidadoso y atento para adelanto de su aprovechamiento y salud espiritual y mucho mâs inclinado al estudio de las virtudes”. Por esta causa serâ grande provecho de las ai­ mas recoger los innumerables tesoros que hay en la gra­ cia, para que vean cuân digna es de estimarse sobre todo otro bien, mucho mâs que todo el universo”. λ’ E c) e — i V. E i !» « LOS INVITATES A L\ BODA. IQ DESP. PENT. La gracia actual y la gracia habitual (ibid, c.2 p.8-9). “Para procéder con mâs claridad en la consideration de la grandeza de la gracia que Jesucristo nuestro Redentor nos mereciô con su sangre, se ha de advertir que este nom­ bre de gracia de Cristo se toma por aquellos dones y fa­ vores de que era indigna y privada nuestra naturaleza por el pecado, y que nunca fueron debidos a naturaleza alguna, ni pueden ser debidos, y por ellos se alcanza la bienaventuranza eterna. Unas veces significa este nombre, gracia, los auxilios con que Dios nos previene con santos pensamientos y ayuda al aima para que haga buenas obras, la cual llaman los teélogos gracia actual, porque se pasa luego. Otras veces significa un don divino y una cualidad permanente, que in­ funde Dios en el aima, con el cual se hace agradable a si, amiga e hija suya. Y a ésta llaman gracia habituai, por­ que persevera en el aima con los otros hâbitos. Una y otra gracia es admirable; una y otra es de inesti mable precio, pues costô la sangre del Hijo de Dios. Una y otra se llama algunas veces gracia santificadora o de santificaciôn, porque la una es la santidad del aima y la otra dis­ pone y se endereza para esa misma santidad o su aumento. Puédese declarar la conveniencia y proportion de estas gra­ cias, habituai y actual, con estes ejemplos toscos de cosas materiales. La gracia habituai es como una hermosisima pur­ pura, ricamente bordada, que diese un rey a uno que quisiese adoptar por hijo querido para que anduviese vestido con ella, representando la dignidad de hijo de rey y heredero de todas gracia actual y auxilios divinos son como sus provincias. los consejos y advertendas y ayudas que diese el rey a aquel su hijo para que hiciese obras reales y nobilisimas dignas de su grande dignidad, para que no la perdiese. Lo uno y lo otro seria digno de grandisima estimation entre los hombres, y fuera intolerable desvergüenza de aquella persona adoptada por hijo del rey si se desnudara de aquella vestidura real y la echara en el lodo, o si la queria conservar, si no hiciese caso de los avisos y ayudas que el rey le daba para hacer obras de tan gran principe. Pero porque la pùrpura es vestido, y SIC. 5. ALTORES VARIOS. NIEHEMBERC, 67 cae por fuera de nuestra persona, y la gracia esta intrinsecamente en el aima, se puede declarar esto mismo con otro ejemplo de la salud y hermosura del cuerpo. Porque la gracia habituai es como si a un enferme y defectuoso de sus miem­ bros, y de rostro torcido y disforme, le diesen de repente salud entera y una admirable hermosura de rostro y disposiciôn de todo el cuerpo. La gracia actual es como los avisos y ayudas que darian a esta persona para conservarse con salud y con aquella dis­ position: uno y otro era mucho de estimar. Y el beneficio de aquellos avisos y ayudas se habia de medir por la riqueza de aquella pùrpura real y bien de la salud y hermosura...” î·. îP1 J d) Efecto primario de la gracia habitual (ibid, c.2 p.9-11) “Empezaremos a decir que aquella gracia que es perma­ nente, y por la cual somos hijos y amigos de Dios, comunicândonos con ella el Espiritu Santo, la cual se llama, como hemos dicho, gracia habituai. Es, pues, esta gracia un don divinisimo, una cualidad in­ estimable que infunde Dios al alma, o a otra criatura intelectual, con que la levanta a un ser sobrenatural y grado di­ vino, que, trascendiendo toda naturaleza criada y que se pue­ de criar, la ensalza sobre todo ser y perfection natural y hace a quien la posee participante de un modo admirable de la naturaleza misma de Dios en su grado supremo en cuanto excede a toda otra esencia, endiosando al aima y haciéndola agradable a Dios y esposa suya, e hija, amiga y companera, habitando en ella con particular presencia del Espiritu San­ to, enriqueciéndola con sus dones, dotândola de todas las virtudes sobrenaturales, hermoseândola con admirables resplandores de santidad y concediéndole derecho legitimo para el reino de los cielos. Todo esto brevemente se dice, pero dificultosamente se comprende... Mire el hombre que pierde la gracia qué es lo que pierde y como no se asombra de su perdition ; con cuântas grandezasdaen tierra; cuântas riquezas echa a fondo; cuântos bie­ nes desperdicia; si es razôn que esto se pierda por perderse uno y hacerse maldito de Dios y de todas las criatnras y deudor de penas y miserias eternas. 4 A quién no pondrâ asomoro este trueque, tan necio y dafioso para si, del pecador? Pues de un ser mayor que la naturaleza de un serafïn se abate al estado de un demonio ; de ser mâs que las substan­ tias mâs puras del mundo se précipita a ser menos que las bestias, apeteciendo y obrando lo que los brutos no hacen, de ser hijo y amigo de Dios se sujeta a ser esclavo de su apetito y prisionero del demonio ; de agradable al Altisimo se Il LOS INVIT.UXXS A LA BODA. IQ DESP. PENT. 68 SEC. 5. AUTORES VARIOS. NIEREMBERG vuelve aborrecido de Dios y su enemigo capital; de templo del Espiritu Santo se torna en cueva de dragones y habitaciôn de demonios; de ser mâs hermoso que toda hermosura sc vuelve monstruo del infierno; de posesiôn de riquezas eternas cae en otras tantas miserias, necesidades y flaqueza; del derecho que tenia a ser heredero del cielo viene a ser condenado a justicia eterna en perpetuas penas y tormentos. ; A quién no pasma esta desesperaciôn dei pecador? i A quién no asombra esta prôdiga locura?...” c) S*. ? · La gracia y la gloria (ibid, c.10 p.80-91) La gracia hace participe al hombre de la naturaleza di­ vina. Consiste esta participation en asimilarle precisamen­ te a lo que es mâs especifico en Dios, a saber, a su ser intelectuaJ. Ahora bien, a este ser intelectual divino se le debe la vision beatifica y la bienaventuranza eterna. Luego al recibir la gracia recibimos el primer principio que nos ordena a la gloria, y, por lo tanto, asi como a las aves es con­ natural el volar y al hombre ratiocinar, asi también al ornado con la gracia se le debe el ver y gozar de Dios. Por esta causa San Pablo llamô a la gracia peso de la gloria (2 Cor. 4,17), porque nos arrastra hacia ella. Aunque tuviésemos mâs pecados que el Anticristo, un solo grado de gracia santificante los borraria y nos llevaria al cielo. “Ahora, dice San Juan (1, 3,2), somos hijos de Dios y no se ha descubierto aûn lo que seremos, porque tenemos muy entendido que cuando se descubriere le hemos de ser semejantes, porque le veremos como es en si. Como si dijera: Por la gracia somos hijos de Dios, lo cual, aunque es una dignidad incomparable, no es todo el bien que la gracia puede causar, porque no se ha descubierto hasta ahora toda su fuerza; pero cuando se descubriere y se le dé lo que a ella se le debe en la otra vida, seremos muy semejantes a Dios, porque le veremos y gozaremos”. Tan grande cosa es esta nuestra asimilaciôn a Dios por la gracia, que “si no fuere comunicada, sino sustancial, sé­ ria el mismo Dios”. Este derecho y proportion a la bienaventuranza es el que hace que las Escrituras, especialmente David, llamen al justo bienaventurado (Ps. 1,1; 31,2; 33,9; 39,5 y pas­ sim) aun estando en esta vida. Y para demostrar lo propiamente divino de este titulo debemos advertir con San Ambrosio (Enarrat, in Ps. 1: PL 14,970-971) que es el unico que Dios se adjudica como propio, pues mientras que no se contenta con llamarse rey, sefior, poderoso, sino que para distinguirse de los demâs se dice Rey de reyes, Se- 69 ôor de los senores, Todopoderoso ; en cambio, acepta el apellido de bienaventurado sin mâs anadiduras. Gran estima, pues, debemos hacer de la gracia que nos comunica un ti­ tulo tan de Dios. Y si alguno objetase que el ver a Dios no es hacernos parecidos a El, pues vemos muchas cosas sin que nos asemejemos a ellas, le responderemos que la bienaventuranza es un total usufructo de todos los atributos divinos, haciéndonos semejante a El en que gozaremos de sus perfecciones de bondad, sabiduria y grandeza como el mismo Dios goza de ellas; porque aunque no sean nuestras, las disfrutaremos. En los negocios humanos la nuda posesiôn importa poco, siendo el usufructo lo que interesa. Pues bien, los atribu­ tos divinos serân siempre posesiôn de Dios, pero su usu­ fructo y goce serâ nuestro también. 2. De qué nos servirîa el que, si fuera posible, nos diesen los atributos divinos sin que los pudiésemos gozar? En cambio, en el cielo, la ciencia infinita, por ejemplo, serâ de Dios, pero yo veré en ella cuanto desee. I f) La gracia y la santidad (ibid, c.ll p.91-94) Otros doctores escolâsticos (cf. Ripalda, Tract, de gra­ tia disp.2 sect.2) declaran la excelencia de la gracia insistiendo en que es una participation de la naturaleza divina en cuanto esencialmente santa, haciendo al hombre que la tiene santo y bueno. Santo Tomâs parece asentir a este con­ cepto, pues dice que la participation de la naturaleza di­ vina es por la semejanza a la bondad de Dios (Sum. Theol. 3 q.3 a.4 ad 3), y en otro lugar, de este principio deduçe la excelencia de la gracia sobre todas las demâs criaturas. Esta grandeza de la gracia es la mayor de todas las expuestas, lo cual se demuestra: 1. Porque el participar de la santidad de Dios es muy superior a participar de cualquier otro de sus atributos, pues tampoco hay en Dios nada que le sea superior. Infi­ nitos son todos sus atributos, pero todos ellos dejarian de ser estimables sin su santidad, porque asi como entre los dones participados de Dios el mayor es éste, y nada serian nuestra ciencia y poder si no fueran santos, nada serian tampoco la Omnipotentia, Infinidad y otras perfecciones divinas si no lo fueran también, y precisamente por eso, porque en Dios no hay nada que no sea perfectisimo, la santidad predica y consagra todos los demâs atributos. Mill Significando una vision de Isaias y otra de San Juan, Isaias 70 C .4·* « 5 SIC. 5. AUTOrtES VARIOS. NIEREMBERG LOS INVITADOS Λ LA BODA. IQ DESP. PENT. describe el trono de Dios con su inmensa majestad y junto a El los serafines, que llenos de admiration no cesan de gritar: Santo, Santo, Santo, porque ésta era su maravilla mayor (Is. 6,3). San Juan (Apoc. 4,8), después de présentai* un sublime cuadro del cielo, describe también a los cuatro animales simbôlicos repitiendo el mismo triple grito. 2. Porque los demâs atributos han sido participados por los seres naturales*, los elementos participan del ser; las plantas, del vivir; los animales, del conocer; ângeles y hom­ bres, del entender; pero solo la gracia de la santidad. Los mismos serafines son intelectuales por naturaleza, pero san­ tos por gracia, y elles son los que se estremecen de asombro ante el trono de Dios repitiendo su grito de Santo, Santo, Santo. Cérranse, pues, los hombres y los ricos de la tierra que estiman mâs sus pobres bienes que la gracia y la pierden con tanta facilidad. Si un monarca diera a su vasallo la mâs preciada de sus joyas y éste la tirase al mar... Habrâ, pues, tor­ mentos suficientes para castigar tal menospretio. B) El pensamiento de la eternidad Reproducimos algunos pasajes de la conocida obra del P. Nie­ remberg Diferencia entre lo temporal y to cterno tcf. A post, de la Prensa, 4.» ed., Madrid 1949). DE LA ETERNIDAD, MÂS EFICAZ QUE LA DE LA MUERTE (cf. 1.1 0.3 p.16-21) I»JORLA Si bien una y otra son muy importantes, sin embargo la memoria de la eternidad es mâs fecunda en santas obras. Por ella las virgenes guardaron su pureza, los anacoretas vivieron penitentes y los mârtires desafiaron tormentos, siendo asi que ninguno de elles temia la muerte. Muchos filésofos moderaron su vida pensando en la muer­ te. Lo mismo ocurrié a algunos reyes, como Filipo de Ma­ cedonia, que hacia se la recordase un paje por la mafiana, y Maximiliano I, que se pasé los très ùltimos aîios de la vida llevando siempre consigo un ataùd. “Pero sin duda hay mâs que filosofar sobre la eterni­ dad... Mâs horrible cosa es haber males eternos que pasarse 71 sin bienes temporales. Mâs maravilla es que sea nuestra aima inmortal que lo es que haya de morir nuestro cuerpo”. Asi los cristianos, principalmente los que tratan de per­ fection, no han de temer la muerte, cuya memoria no han menester para despreciar lo temporal, pues el primer paso que han de dar, segùn el consejo de Cristo, es renunciar a todo lo que poseen para granjearse los premios que les brinda la eternidad. Mas poderoso para hacerte cumplir la ley es que recuerdes que de lo contrario sufrirâs castigos eternos, que no el que se han de concluir los bienes présentes. b) Nociôn de la eternidad (ibid, c.5 p.28-32) Viendo Agripina romana el gran desprecio con que su hijo derramaba las riquezas, en cierta ocasiôn en que se permitiô dar casi la cuarta parte de un millôn, hizo que le pusieran delante el dinero esparcido en monedas para que se percatase del valor de lo que tiraba. No tiene otro remedio la perdiciôn de los hombres sino hacerles ver qué es lo que pierden, pues por lo que es muy pequeâo pierden lo que no tiene fin. “Pero para que digamos algo y hagamos alguna aprensiôn de lo incomprensible, veamos como la definen los santos. San Gregorio Nacianceno no sabe qué decirse de lo que es, sino lo que no es, y asi dice : La eternidad no es tiempo ni parte de tiempo, porque el tiempo y sus partes se pasan, mas en la eternidad no se pasa ni se ha de pasar nada. Porque to­ dos los tormentos con que entra un aima en el infierno, tan enteros y vivos como fueren al principio, la han de atormentar después de millones de aîios, y de todos los gozos con que entra el justo en el cielo no se ha de menoscabar alguno. El tiempo tiene de suyo traer costumbre y disminuir las cosas; porque lo que al principio pareciô nuevo, después disminuye su sentimiento; pero la eternidad siempre estâ en­ tera, siempre es una misma, no pasa nada por ella : los dolo­ res con que empieza en los condenados, después de mil siglos serân damantes y nuevos ; la gloria que en el primer instante recibe quien se salva, siempre le parece reciente. No tiene partes la eternidad; toda es de una pieza; no hay en ella disminucién ni menoscabo, y aunque los gustos de esta vida, que andan con el tiempo, sean de tal condiciôn que con el tiempo se disminuyen, ni haya en este mundo algùn deleite que, si durase mucho, no se transformara en pena, y, por el contrario, las penas con el tiempo se menoscaban y curan; muy al contrario es la tela que hace la eternidad, porque todo es uniforme, no tiene gusto que canse ni pena que afloje. fô·’.· ; 72 SEC. 5. AUTO RES VARIOS. SALES ·/* F i LOS INVITADOS A LA BODA. ig DESP. PENT. « L t-, v J », I Y asi, conforme a San Dionisio Areopagita, la eternidad es inmutabilidad, inmortalidad, incorruptibilidad de una cosa toda existente, y un espacio que no parece sino que siempre se estâ de una misma manera, porque, como dijo el Sabio (Eccl. 11,3), donde cayere el lefio, alli quedarâ: si cayeres como tizôn infernal en el profundo del abismo, siempre estarâs alli ardiendo como caiste, sin que nadie te levante, mientras Dios fuere Dios; alli te estarâs sin que te puedas volver de un lado a otro. Es la eternidad inmutable, porque no se compadece con ella mudanza; es inmortal, porque no cabe en ella fin; es in­ corruptible, porque nunca tendrâ disminuciôn. Los males de esta vida, por desesperados que sean de remedio, no carecen de este consuelo: que 0 con la mudanza se alivien, o con la muerte se acaben, o con la corrupciôn se disminuyan. Todo esto falta a los males etemos, los cuales jamâs tendrân el alivio de mudarse, ni el remedio de acabarse, ni el consuelo de disminuirse. La mudanza de trabajo suele servir de descanso, y un enfermo, por acongojado que esté, con mudar de lado se alivia, nero las penas eternas en un mismo punto y fuerza permanecerân mientras Dios fuere Dios, sin modo alguno de mudanza. El manjar mâs gustoso y saludable dei mundo, que fué el manâ, solo porque fué continuo vino a causar hastio y vo­ mito. Las penas que se continûan para siempre, 2.qué tor­ mento no causarân permaneciendo siempre de una misma manera ? El mar tiene sus menguantes y crecientes; los rios, sus avenidas; los planetas, varios sitios; el ano, sus cuatro tiempos; a las mayores fiebres les viene su declinaciôn, y el dolor mâs agudo, en llegando a lo sumo, suele decrecer. iSôlo las penas eternas no tendrân declinaciôn ni verân sus ojos mu­ danza! El andar por el camino todo llano, que parece el mâs descansado, suele cansar mâs, porque le falta variedad ; ’6 cuânto cansarân los caminos de la eternidad, aquellos dolores perpe­ tuos que no pueden mudarse, ni topar con el fin, ni experimentar disminuciôn? Los que fueron tormentos de Caïn aho­ ra cinco mil anos, ésos son ahora después de pasados tantos siglos; y lo que son ahora, ésos serân de aqui a otro tanto AM· tiempo: sus partes compiten con la eternidad de Dios, y la duraciôn de su desdicha, con la duraciôn de la gloria divina. Y mientras Dios viva, ellos lucharân con su muerte y estarân muriendo inmortalmente, porque aquella muerte eterna dura, y aquella vida miserable mata, porque tiene todo lo peor de la vida y de la muerte. Viven los misérables para padecer y mueren para no gozar: no tienen el descanso de la vida ni el 73 término de la muerte, sino, para mayor tormento suyo, tienen la pena de la muerte y la duraciôn de la vida. Mira, por el contrario, cuan dichosa suerte sea la de los que mueren en gracia, pues su gloria serâ inmortal, sin miedo de que se ha de acabar su bienaventuranza inmutable, sin poder envejecer ; su corona incorruptible, sin haberse de marchitar; donde no pasarâ dia por los gozos; donde siempre el contento serâ nuevo y su gloria reverdecerâ por perpetuas eternidades; donde la bienaventuranza serâ siempre una misma, y la gloria, que ahora seis mil anos tuvo San Miguel, tiene ahora tan fresca como el primer dia, y la que ahora tiene serâ tan nueva idea de aqui a seis mil millones da anos, como hoy”. SAN FRANCISCO DE SALES Puesto que los Santos Padres, y entre ellos San Agustin, han visto representada en la vestidura nupcial de la parabola evangélirecoger aqui algunos pasaca la caridad, nos ha ' _parecido ' oportuno _ ‘ jes del Tratado del amor de Dios, de San Francisco de Sales (cf. trad, del Dr. D. Lorenzo Alonso Rueda, en ed. Apost. de la Prensa, Madrid 1947). A} Valor que el amor sagrado da a las acetones a) La tribulaciôn produce la gloria “Pero diréis: iCuâl es el valor que el santo amor comunica a nuestras acciones? No tendria yo, ;oh Teôtimo!, la seguridad de decirlo si el mismo Espiritu Santo no lo hubiera declarado en términos muy significativos y enérgicos por me­ dio del gran apôstol San Pablo de esta manera (2 Cor. 4,17) : Lu momentanea y ligera tribulaciôn nos prépara un peso etZTno de gloria incalculable. Ponderemos, ;oh Teôtimo!, estas palabras. Nuestras tribulaciones, que son tan ligeras que pasan en un momento, nos producen el peso sôlido y estable de la gloria. Advierte estas maravillas : la tribulaciôn pro­ duce la gloria, la ligereza da el peso y los momentos obran la eternidad. Mas «tquién puede dar esta virtud a estos momentos pasajeros y a estas aflicciones tan breves? La escarlata y la pur­ pura 0 el fino carmesi violado es una tela sumamente preciosa y real, mas no por razôn de la lana, sino a causa del tinte; las obras de los buenos cristianos son de tan gran LOS INVITA THIS Λ LA BOD A. IQ des P. PENT. 74 valor que por ellas se nos da el cielo, mas no porque ellas proceden de nosotros y sean como la lana de nuestros corazones, sino porque estân tefiidas con la sangre del Hijo de Dios, o sea porque el Salvador santifica nuestras obras con el mérito de su sangre”. b) Estamos untdos por la caridad de Cristo “El sarmiento, unido y junto a la cepa, produce su fruto no por su virtud propia, sino por virtud de la cepa; ahora bien, nosotros estamos unidos por la caridad de nuestro Redentor como los miembros a la cabeza (Eph. 4,15-16), y por eso nuestros frutos y buenas obras, trayendo de él su valor, nos merecen la vida etema. La vara de Aarôn estaba seca, siendo, por tanto, incapaz de fructificar por si misma, pero luego que el nombre del gran sacerdote fué escrito sobre ella, en una noche brotô hojas, flores y frutos (Num. 17,18). Asi nosotros somos, en cuanto a nosotros mismos, ramas secas, inutiles e infructuosas, insuficientes o incapaces por nosotros mismos para concebir algûn buen pensamiento, pero nuestra suficiencia o capacidad viene de Dios, el cual asimismo nos ha hecho idoneos para ser ministros del Nuevo Testamen­ to (2 Cor. 3,5-6) y capaces de su voluntad; y, por tanto, tan pronto como por el santo amor el nombre del Salvador, gran Obispo y Pastor de nuestras almas (1 Petr. 2,25), es grabado en nuestros corazones, comenzamos a producir frutos deli­ ciosos para la vida eterna. Y asi como las pepitas que no produjeran de si mismas mâs que melones de gusto desabrido, producirianlo azucarados o moscados si se les empapara en agua azucarada o moscada, asi nuestros corazones, que no podrian formar un solo pensamiento bueno para el servicio de Dios, siendo empapados en el santo amor por el Espiritu Santo, que habita en nosotros (Rom. 5,5; 8,11), produce acciones santas que tienden y nos llevan a la gloria etema. e) CÔMO LA CARIDAD VALORA NUESTRAS OBRAS Nuestras obras, en cuanto proceden de nosotros, no son mâs que misérables caüahejas, faltas, por consiguiente, de consistenda y valor; pero estas mismas obras vienen a ser canas de oro por la caridad, y con ellas, como se dice en el Apocalipsis, se mide la celestial Jerusalén (Apoc. 21,15) que se nos da en esta medida, porque tanto a los hombres como a los ângeles se distribuye la gloria segùn la caridad y las acciones de ella, de suerte que la medida del dngel, como en el mismo Apocalipsis se dice, es la misma que la del hom- SEC. 5. AUTORES VARIOS. SALES 75 bre (ibid. 21,17), y Dios ha dado y darâ a coda uno segun sus obras, como toda la Sagrada Escritura nos enseüa, la cual nos senala la felicidad y gozo eterno del cielo por re­ compensa de los trabajos y buenas obras que hayamos hecho en la tierra. Recompensa magnifica y que manifiesta la grandeza del Senor a quien servimos, el cual, en verdad, podia, si hubiese querido, exigir muy justamente de nosotros nuestra obediencia y servicio sin proponernos ninguna remuneraciôn ni sa­ lario, puesto que somos suyos por mil titulos, los mâs legi­ timos, y no podemos hacer nada de provecho mâs que en El, por El y para El y que no sea de El. Mas su bondad, sin embargo, no lo ha dispuesto asi; antes, en consideraciôn de su Hijo nuestro Salvador, ha querido tratar con nosotros, recibiéndonos a sueldo y empeüando con nosotros su pro­ mesa de que nos pagarâ, segùn nuestras obras, con un salario eterno. Mas no hace esto porque nuestro servicio le sea ni necesario ni ûtil, porque después que nosotros hemos hecho todo lo que El nos ha mandado, debemos reconocer con muy humilde verdad que somos siervos muy nûtiles (Le. 17,10), infructuosos a nuestro Senor, quien, por razones de su esencial sobreabundancia, no puede recibir de nosotros provecho alguno; antes, convirtiendo todas nuestras obras en nuestra propia utilidad y ventaja, hace que le sirvamos inûtilmente para El, como utilisimamente para nosotros, que por tan pequeüos trabajos ganamos tan grandes recompensas. d) El Espîritu Santo hace suyas nuestras obras Asi, pues, no estaba Dios obligado a pagar nuestros servicios, si no lo hubiera prometido. Mas no debemos pensar por eso que en esta promesa haya querido de tal modo manifestar su bondad, que haya olvidado glorificar su sabiduria, pues que, por el contrario, ha observado muy exactamente las réglas de la equidad, mezclando por manera admirable la liberalidad con la conveniencia, porque nuestras obras son verdaderamente en extremo pequenas y de ningùn modo comparables a la gloria en su cantidad: pero son, sin em­ bargo, muy proporcionadas a ellas en calidad, por razôn del Espiritu Santo, que, habitando por la caridad en nuestros corazones (Rom. 5,5; 8,11), las hace en nosotros por nos­ otros y para nosotros con arte tan exquisito, que las mismas obras que son enteramente nuestras son aùn m’ejor enteramente suyas, porque, asi como El las produce en nosotros, nosotros las producimos reciprocamente en El; como El las hace para nosotros, nosotros las hacemos para El, y como Ellasobraen nosotros, nosotros cooperamos también con El. - TfZJwc. gg» <;.· ÿ λ >■ LOS INVITADOS A LA BODA. ig DESK PENT. 76 SEC. 5. AUTORES VARIOS. SALES Pues el Espiritu Santo habita en nosotros si soinos miem. bros vivos de Jesucristo, que por este motivo decia a sus discipulos (Ιο. 15,5) : El que permanece en mi y yo en él, ése da mucho fruto; y esto es asi porque el que permanece en El participa de su divino' Espiritu, el cual estâ en medio del corazôn humano como un manantial de agua viva que salta hasta la vida eterna (lo. 4,14). Asi, el ôleo de bendiciôn derramado sobre el Salvador, como sobre cabeza de la Iglesia, tanto militante como triunfante, se extiende sobre la sociedad de los bienaventurados, que, como la barba sagrada dei divino Maestro, estân siempre unidos a su faz gloriosa; y destila, ademâs, sobre la sociedad de los fieles, que, cual si fuera sus vestimentos, estân juntos y unidos por el amor a ia majestad divina ; teniendo ambas sociedades, como compuestas de espirituales hermanos, motivos para exclamar (Lev. 8,12): jVed cuàn bueno y deleitoso es habitar en uno de los hermanos! Es como finisimo ôleo que desciende sobre la barba de Aarôn (en su consagraciôn ponti­ fical) y baja hasta la orla del vestido (Ps. 132,1-2). Asi, pues, nuestras obras, como un pequefio grano de mostaza (Mt. 13,31-32), no son en modo alguno comparables en grandeza con el ârbol de la gloria que ellas producen, mas, sin embargo, tienen el vigor y la virtud de obrar, por que proceden del Espiritu Santo, quien, por la admirable infusion de la gracia en nuestros corazones, las hace suyas, dejândolas nuestras juntamente, por cuanto somos miembros de una cabeza de la cual El es Espiritu, e injertados en un ârbol del cual El es la divina savia...” (cf. 1.11 c.6 p.635-639). E Ά,* A I B) Como la caridad comprende todas las virtudes a) La FUENTE sobrenatural de la caridad "Dice el sagrado libro del Genesis (2,10) que del Edén ο 'lugar de delicias salia un rio que reguba el jardin y que desde alli este rio ,se partia en cuatro brazos. Ahora bien, el hombre es un lugar de delicias, donde Dios hace brotar el rio de la razôn y luz natural para regar el paraiso de nuestra aima; y este rio se divide en cuatro brazos, esto es, toma cuatro corrientes, segûn las cuatro partes del aima. Porque, primeramente, sobre el entendimiento que se llama prâctico, esto es, que discierne las acciones que conviene ••rî la prudencia, que in­ hacer o huir, la luz natural derrama clina nuestro espiritu a juzgar prudentemente el mal que Κ·λ K · *· r— i 77 debemos evitar y rechazar y el bien que debemos hacer y perseguir. Segundo: sobre nuestra voluntad hace brotar la justicia, que no es otra cosa que una perpetua y firme vo­ luntad de dar a cada uno lo que le es debido. Tercero : sobre el apetito de la concupiscenda hace correr la templanza, que modera las pasiones de ese apetito. Y cuarto : sobre el apetito irascible 0 de cèlera hace deslizarse las aguas de la fortaleza, que sujeta y gobierna todos los movimientos de la ira. Pues estos cuatro rios asi separados se dividen después en muchos otros, a fin de que todos los actos humanos puedan ser debidamente dirigidos a la honestidad y felicidad na­ tural; pero, ademâs de esto, queriendo Dios enriquecer a los cristianos con un favor especial, hace brotar en la parte su­ perior de nuestro espiritu una fuente sobrenatural, que 11amamos gracia, que comprende, ciertamente, la fe y la esperanza, pero que consiste particularmente en la caridad; la cual purifica primeramente al aima de todos los pecados, la adorna después y hermosea con una belleza sumamente deleitable, y, finalmente, derrama sus aguas sobre todas sus facultades y operaciones para dar al entendimiento una pru­ dencia celestial, a la voluntad una justicia santa, una sagrada templanza a la concupiscencia, y al apetito irascible una devota fortaleza, a fin de que todo el corazôn humano tienda a la honestidad y felicidad sobrenatural, que consiste en la union con Dios. b) La caridad : ·!' • reduce las virtudes a su servicio Y si estas cuatro corrientes y rios de la caridad encuentran en un aima alguna de las cuatro virtudes naturales, reducenla a su obediencia, mezclândose con ella para perfeccionarla, como el agua perfumada perfecciona al agua natural cuando con ella se junta. Pero si el santo amor asi derramado no encuentra virtudes naturales en el aima, en­ fonces realiza él mismo todas las operaciones, segûn las ocasiones lo requieren. Asi el amor celeste, encontrando muchas virtudes en San Pablo, en San Ambrosio, en San Dionisio, en San Pacomio, extendiô sobre ellas una agradable claridad, reduciéndolas todas a su servicio; pero en la Magdalena, en Santa Maria Egipciaca, en el Buen Ladrôn y en cien otros penitentes como éstos, que habian sido grandes pecadores, no hallando el amor divino ninguna vir­ tud, realizô por si mismo la funciôn y las acciones de todas, haciéndose en ellos paciente, dulce, humilde y generoso. Sembramos en los jardines una gran variedad de simientes y las cubrimos con la tierra como sepultândolas hasta que el sol, con la fuerza de su calor, las hace brotar y, por decirlo I 78 LOS JNWTADOS A IA BOOK. IQ DESP. PENT. asî, resucitar al echar ellas sus hojas y flores con nuevos granos y simientes, cada una segùn su especie (Gen. 1,11), de modo que un solo calor solar produce toda la diversidad de plantas por medio de las semillas que se hallan escondidas en el seno de la tierra. Asî, ;oh Teôtimo!, Dios ha derramado en nuestras aimas las semillas de todas las virtudes, las cuales, sin embargo, estân de tal modo cubiertas por nuestras imperfecciones y flaquezas, que no se manifiestan de ningùn modo 0 muy poco hasta que el vital calor del amor sagrado las viene a animar y resucitar, produciendo por medio de ellas todas las acciones virtuosas; de modo que asî como el manâ contenia en su sustancia la variedad de los sabores de todos los manjares, excitando el gusto de ellos en la boca de los israelitas (Sap. 16,20), asî el amor celeste comprende en su esencia la diversidad de las perfecciones de todas las virtudes de una manera tan eminente y levantada, que produce todas las acciones de ellas, en tiempo y lugar, segùn las circunstancias y casos... c) La vestidura nupcial de la caridad El Apôstol (1 Cor. 13,4) no dice solamente que la caridad nos da la paciencia, la benignidad, la constancia, sino dice que ella misma es paciente, benigna y constante; pues esto es lo propio de las supremas virtudes, tanto en los ângeles como en los hombres, poder no solamente ordenar a los infe­ riores que obren, sino también ejecutar por si mismas lo que mandan a las otras. El obispo da las cargas de todas las funciones eclesiâsticas, como abrir la iglesia, leer en ella, pronunciar exorcismos, ensenar, predicar, bautizar, celebrar el sacrificio, comulgar, absolver; pero puede tam­ bién por si mismo hacer, y hace todo esto teniendo en si una virtud eminente que comprende todas las otras inferiores. Asî, Santo Tomâs, considerando lo que San Pablo ensefia, que la caridad es paciente, benigna y fuerte, dice (2-2 q 23 a.4 ad 2) : La caridad hace y ejecuta las obras de todas las virtudes... El que goza, pues, de la caridad tiene su espîritu revestido de una hermosa vestidura nupcial, que, como la de José (Gen. 41-42), estâ adornada con toda la variedad de virtudes; o mâs bien, tiene una perfecciôn que encierra en si la virtud de todas las perfecciones 0 la perfecciôn de todas las virtudes...” (cf. ibîd., 1.11 1.8 p.645-649). .· ·! · V SEC. 5. AUTORES VARIOS. SALES 79 C) Las virtudes traen su perfecciôn del amor sagrado a) La c arid ad, vînculo de la perfecciôn La caridad, pues, es vinculo de la perfecciôn (Col. 3,14), pues en ella y por ella se encuentran enlazadas y juntas todas las perfecciones del aima, y sin ella no solamente seria imposible tener el conjunto y reunion de todas las virtudes. pero ni aun siquiera la perfecciôn de ninguna. Sin el ce­ mento 0 argamasa que une entre si las piedras y las paredes de un edificio, todo él se vendrîa a tierra; sin los nervios, mùsculos y tendones que unen las partes del cuerpo, no subsistirîa éste ni un momento sin deshacerse; de igual modo, sin la caridad no podrîan las virtudes mantenerse unidas las unas a las otras. Nuestro Senor vincula siempre el cumplimiento de los mandamientos a la caridad, y asî dice: El que recibe mis preceptosy los guarda, ése es el que me ama (lo. 14,21) ; El que no meama, no guarda mis palabras (ibid. 24) ; Si alguno me ama, guardarà mi palabra (ibid. 23) ; El que guarda su pa­ labra, en ése la caridad de Dios es verdader ament e perfec­ ta (1 lo. 2,5); y también: Sabemos que le hemos conocido si guardamos sus mandamientos (ibid. 21,3). Pues quien poseyera todas las virtudes, guardaria todos los mandamien­ tos; porque quien tuviera la virtud de la religion, observari a los très primeros preceptos; quien se hallara animado de la piedad, guardaria el cuarto; quien atesorase la benignidad y mansedumbre, cumplirîa el quinto; por la castidad, observaria el sexto; por la liberalidad, evitarîa quebrantar el séptimo; por la verdad, mantendria el octavo, y por la par­ simonia y honestidad, observarîa el noveno y décimo. Y si faltando la caridad es imposible guardar los mandamientos, con mayor razôn es imposible, sin ella, tener el conjunto de todas las virtudes. Se puede, es cierto, tener alguna virtud y permanecer algùn breve tiempo sin pecar, aun cuando no se posea el amor divino; pero asî como vemos, a veces, a algunos ârboles que han sido arrancados de la tierra producir algunos ramos 0 frutos, pero no perfectos ni por mucho tiempo, asî un corazôn separado de la caridad puede, ciertamente, producir algunos actos de virtud, pero no por un tiempo largo. 1 li I' ± * 'I w LUS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. 80 SEC. 5. AUTORES VARIOS. SALES b) "... Son imperfectas las virtudes separ ad as de la caridad Las virtudes, separadas de la caridad, son muy imper­ fectas, pues que no pueden sin ella llegar a su fin, que es hacer al hombre dichoso. Las abejas ofrecen, al nacer, el aspecto de pequeûas larvas o gusanillos, pues carecen de pies, de alas y aun de forma determinada; mas con el transcurso del tiempo se transforman y vienen a convertirse en pequeûas moscas; después, finalmente, cuando ya han adquirido su natural fuerza y crecimiento, decimos que son abejas formadas, hechas y perfectas, porque tienen cuanto es necesario para volar y labrar la miel. Asi las virtudes tienen sus principios, su progreso y su perfection; y si bien es cierto que pueden, sin la caridad, nacer, y aun realizar algunos progresos en el aima, mas el llegar a la perfection y merecer el titulo de virtudes hechas, formadas y completas depende de la caridad, que les da las fuerzas para volar a Dios y recoger de su misericordia la miel del verdadero mérito y de la santificaciôn de los corazones en que se encuentra. La caridad es, entre las virtudes, como el sol entre las estrellas, y asi, distribuye a todas su claridad y hermosura. La fe, la esperanza, el temor de Dios y la (penitentia vienen ordinariamente al aima antes de la caridad, para prepararla el alojamiento; mas tan pronto como ésta ha llegado, la obedecen y sirven lo mismo que las demâs vir­ tudes, mientras ella, a su vez, las anima, las adorna y vi­ vifica a todas con su presencia. Las otras virtudes pueden mutuamente ayudarse y excitarse en sus obras y ejercicio; porque 4 quien no sabe que la castidad excita y mueve a la sobriedad y que la obe­ diencia nos lleva a la liberalidad, a la oration y a la humildad? Pues, por esta comunicaciôn que entre si tienen. participan las unas de las perfectiones de las otras; porque la castidad, observada por obediencia, tiene doble dignidad, û saber: la suya propia y la de la obediencia,_ oK mejor dicho, participa en mayor grado de la dignidad de la obe­ diencia que de la suya propia. Porque como dice Aristo­ teles (Ethic, ad Nicom. 1.5 c.2), asi como el que roba para poder cometer un acto lujurioso es mâs lujurioso que ladrôn, por cuanto su afecto tiende todo a este acto abomi­ nable, y no se sirve del hurto sino como medio para llegar a él, asi el que observa la castidad por obedecer es mâs obediente que casto, ya que emplea la castidad en servitio de la obediencia. Mas con todo, de la mezcla de la obediencia con la castidad no puede salir una virtud completa y perfecta, 81 porque la ùltima perfecciôn, que es el amor, le falta a ambas; de suerte que si se pudiese hacer que todas las virtudes se encontrasen juntas en un hombre, pero le faltase ùnicamente la caridad, este conjunto de virtudes séria en verdad un cuerpo perfectisimamente compuesto y acabado en todas sus partes, tal como fué el de Adân cuando Dios, con su mano maestra, le forma del polvo de la tierra, pero cuerpo que estaria sin movimiento, sin vida, sin gra­ cia hasta que Dios inspirase en él aliento de vida (Gen. 2,7), esto es, la sagrada caridad, sin la cual nada nos aprovecha (1 Cor. 13,3). La c) caridad perfecciona TODAS las virtudes Por lo demâs, la perfection del amor divino es tan soberana, que perfecciona todas las virtudes, y en cambio, no puede ser perfeccionada por ellas ni aun por la obediencia, que es la que mâs puede extender su perfection sobre las otras; porque, aunque el amor sea mandado y al amar practiquemos la obediencia, sin embargo, el amor no trae su perfection de la obediencia, sino de la bondad de lo que ama, porque el amor no es excelente porque es obediente, sino porque ama un bien excelente. Y a la verdad, cuando amamos, obedecemos ; asi como cuando obedecemos, amamos ; pero si esta obediencia es tan excelentemente amable, es porque tiende a la excelencia del amor, y de su perfection depende, no de que al amar obedecemos, sino de que al obedecer amamos; de modo que, asi como Dios es al mis­ mo tiempo el ùltimo fin y primer principio y origen de todo lo que es bueno, de la misma manera el amor, que es el origen de todo afecto santo, es igualmente su ùltimo fin y perfection” (cf. ibid., 1.11 c.9 p.649-653). D) Las aedones humanas carecen de valor cuando son practicadas sin el amor divino a) Por la caridad somos herederos de Dios “Solamente los hijos, es decir, los actos de caridad, son herederos de Dios y coherederos de Jesucristo (Rom. 8,17), y asimismo los hijos o actos que las otras virtudes conciben y dan a luz sobre sus rodillas por su consentimiento, 0 al menos bajo las alas y el favor de su presencia. Pero cuando las virtudes morales y aun las virtudes sobrenaturales producen sus actos en ausencia de la caridad, como 82 LOS INVITA DOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. sucede entre los cismâticos, segun dice San Agustin (De. bapt. 1 c.8,9) y algunas veces entre los malos catôlicos, no tienen ningùn valor para el cielo; ni la limosna misma, aun cuando nos llevara a distribuir toda nuestra hacienda entre los pobres; ni el martirio, aunque entregâramos nuestro cuerpo a las llamas para ser quemados. Porque sin la caridad, dice el Apôstol (1 Cor. 13,3), todo esto nada nos serviria... Mas aùn: cuando, en la production de los actos de las virtudes morales, la voluntad se hace desobediente a su senora, que es la caridad, como cuando por el orgullo, la vanidad, el interés temporal o por algùn otro motivo desordenado, las virtudes se desvian de su propia naturaleza, entonces estas acciones son lanzadas y desterradas de la casa de Abraham y de la sociedad de Sara, esto es, son privadas del fruto y de los privilegios de la caridad y, por consiguiente, quedan sin valor y sin mérito. Porque aquellas acciones, asi viciadas por la mala intention, son, en efecto, mâs vitiosas que virtuosas, pues que no tienen de la virtud mâs que la corteza o parte exterior, cual acontecia con los ayunos, ofrendas y demâs acciones de los fariseos (Le. 18,12-14), y pertenece el interior al vicio que las sirve de motivo... b) El pecado mortal destruye el mérito de las virtudes De suerte que el pecado mortal destruye el mérito de las virtudes, porque aquellas que se practican mientras el pecado reina en el aima, nacen de tal modo muertas que son siempre inûtiles para la pretension de la vida eterna; y las que han sido practicadas antes de ser cometido, es decir, cuando el amor sagrado vivia en el aima, su valor y mérito perece y muere al punto de su llegada, ya que no puede conservar su vida después de la muerte de la caridad que se la habia dado. El lago que los profanos llaman comûnmente Asfaltites, y los autores sagrados mar Muerto, sufre el peso de una maldiciôn tan grande que nada puede vivir de cuanto en él entra; cuando los peces del rio Jordân se aproximan a él, mueren si prontamente no se vuelven contra la corriente; los ârboles de sus orillas no producen fruto alguno vivo, y aunque sus frutos tengan la apariencia y forma exterior semejante a los de las otras regiones, cuan­ do se les quiere arrancar, se encuentra que no son mâs que cortezas y membranas llenas de cenizas que se lleva el viento; senates todas de los infames pecados que atrajeron sobre aquella region el espantoso castigo del cielo, por el que cinco ricas y abundantes ciudades se convirtieron en SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET 83 este abismo de hediondez y de muerte; asi nada puede, a mi parecer, representar tan bien la desdicha del pecado como este lago abominable, que tomô su origen del mâs execrable desorden que la carne humana ha podido cometer. El pecado, pues, como un mar Muerto y mortal, mata todo lo que llega a él; nada vive de cuanto nace en el aima que él ocupa ni de cuanto a su alrededor crece. Por­ que no solamente el pecado es obra muerta, sino de tal modo pestilente y venenosa que las mâs excelentes virtu­ des del aima pecadora son incapaces de producir acciôn ninguna viva, y aunque algunas veces las obras de los pecadores tengan una gran semejanza con las de los jus­ tos, no son, sin embargo, mâs que cortezas llenas de viento y de polvo, estimadas en verdad, y aun recompensadas por la Bondad divina por algunos premios temporales semejantes a los que se daban a los hijos de las siervas o esclavas, pero cortezas, sin embargo, que no son ni pueden ser saboreadas ni gustadas por la divina Justicia, para ser recompensadas con un salario o galardôn eterno... c) Sin la caridad, nada nos aprovecha De suerte que podemos decir con verdad aquellas pa­ labras del Apôstol (1 Cor. 13,2-3) : Sin li caridad no soy nada..., nada me aprovecha... Ahora bien, yo digo: nada aprovecha para la vida eterna, aunque las obras virtuosas de los pecadores no sean inûtiles para la vida temnoral ; mas (Mt. 16,26) tqué aprovecha al hombre, ;oh Teôtimo!, ganar todo el mundo temporalmente, si eternamente pierde el alma?" (cf. ibid., 1.11 c.ll p.660-664). V. BOSSUET En el segundo sermôn correspondiente a la ségunda semana de Cuaresma, predicado delante del rey, sobre la impenitencia final y el rico epulôn, expone Bossuet como los afanes dei mundo y sus glo­ rias y placeres insensibilizan al alma hasta el punto de que, no pndiendo escuchar la voz de Dios, es sorprendida en pecado por la muerte. El sermôn es perfectamente aplicable a los impedimentos de la cena (cf. Firmin-Didot, t.2 p.417-425, y ed. Garnier, t.2 p.221 ss.). A ) La muerte como la vida Es un engaüo de pintores y poetas presentarnos al moribundo como trocando por completo su vida, lo que mueve a los hombres a esperar aquel momento para su SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET LOS INWTADOS A LA BODA. K) DESP conversion, i Error funesto! La muerte no es un ser dis­ tinto de la vida, sino una vida que se acaba y en la que, a semejanza de las obras teatrales, los personajes del ùltimo acto son los mismos de los anteriores. Las aguas dei torrente cuando se pierden en el mar son las mismas que devastaron los campos. El hombre que se apega a las ambiciones y placeres no pertenece a Dios, sino a ellos; el agobio de sus negocios e inquietudes hace que tampoco pertenezca a si mismo. Cuan­ do llega la hora final quisiera dejar todas las cosas, pero no es posible una ruptura tan violenta en un solo golpe; quisiera tiempo para tan gran obra, y los minutos se le escapan; necesitaria una ayuda especialisima de Dios, y su dureza anterior suele hacerle indigno de ella. B) La ambiciôn aleja de Dios La abundancia, la fortuna y la vida delicada y volup­ tuosa son comparadas frecuentemente en las Sagradas Letras con un rio impetuoso; huidizas como sus aguas, dirâ San Agustin, pero que arrastran con su fuerza (Enarrat, in Ps. 136 n.3: PL 37,1762). En realidad, el hombre que se entrega al mundo y a sus riquezas es un triste esclavo sujeto por las cadenas de la posesiôn y dei uso. Grave error es creer que la abundancia de los bienes de la tierra déjà al aima mas libre y despegada, como solemos imaginar. No es la riqueza agua que apague la sed de la avaricia, porque nuestro afecto no tiende al bien en general, sino a todas y cada una de sus partes, que nos atraen con earinos especiales, y, por lo tanto, a mayores riquezas, mayores atractivos: tantos cuantos bienes se posean. No duelen menos los cabellos que se arrancan al hombre de abundante cabellera que al de cabeza pelada, puesto que cada uno tiene su raiz propia. Es mâs. diriamos que el dolor del primero es mucho mayor, habiendo mâs cabellos que arrancar. Como esto no es tan fâcil de entender, detengamos nuestra atenciôn en el uso que suele hacer de las riquezas el hombre que se juzga moderado a si mismo. El rico epulôn no fué condenado por adulterio, rapina ni violencia, sino por su delicado modo de vivir... [Oh Se­ nor, qué estrecho camino es éste, donde no se puede usar ni siquiera de lo licito! Pues no lo dudéis y escuchad al Senor, que dice bien claro: Eadie puede servir a dos senores (Mt. 6,24). El corazôn que se apega, aunque sea a cosas permitidas, si se entrega por entero, ya no es de Dios, ! y, por lo tanto, su apego es condenable, aun cuando sea hacia cosas inocentes. ;Oh ricos de este siglo, qué miedo me da de vosotros cuando pienso en esto! Resulta completamente imposible que aquel que no se vigila en las cosas licitas se contenga en ellas y no dé un paso mâs allâ hacia lo prohibido. Habia hecho pacto con mis ojos, dice Job (31,1), porque sabia muy bien que, si les dejaba ir tras de la belleza mortal, iria ensanchândose su ambiciôn mundana hasta llegar al deseo concupiscente. Pensad un poco si esa libertad precipitada, limitrofe del vicio, puede subsistir sin convertirse en licencia. De todo esto debemos deducir que, si Dios no obra un milagro, es dificil encuentre limite la vida licenciosa de las grandes fortunas. El rico lo tiene todo y con facilidad lodesea todo; de eso nacen los grandes pecados que reinan, y no contentândonos con que se les toléré, ni aun siquiera con que se les excuse, deseamos que se les aplauda. Por­ que hay, segùn San Agustin (Enarrat. in Ps. 77 n.12: PL 36,920), dos clases de pecados: los del humilde, los que nacen de la necesidad y miseria, que son timidos, pues cuando un pobre roba se es conde y cuando es descubierto tiembla, y los pecados de la abundancia, soberbios y au­ daces, que quieren reinar como si estuvieran orgullosos de la grandeza de su origen. [Cuântos ricos se vanaglorian de sus vicios! Nabucodonosor y Baltasar, en la Historia sagrada; Néron y Domiciano, en la profana. iCuântas soberbias y avaricias, cuântos refinamientos y voluptuosidades, delicadezas y orgullos; en tanto que el mundo aplaude y cuenta como virtudes los pecados de los ricos! El poder es fecundo en crimenes, y la licencia, madré de todos los excesos. Isaias exclamaba dirigiéndose a la poderosa Babi'lonia: Tu decïas: Yo seré siempre por siempre la reina; y no reflex-ion-aste, no pensaste en tu fin (47,7). 4 Como va a convertirse ni oir a Dios el que en medio de sus riquezas se ha olvidado por completo de El, imaginândose impune ante cielos y tierra ? Llega la hora de la muerte; no os hagâis ilusiones, es muy dificil que la vida cambie en ese instante, y si, advertido de que son los ùltimos momentos, el rico se convierte, dudo mucho de esa conversion. Porque temo que los movimientos de su corazôn sean mâs artificiales que sinceros. La muerte apega mâs a las cosas por el miedo a dejarlas. Y sospecho que incluso gran parte de estas penitencias no sean sino falsas promesas para conseguir de Dios la salud del cuerpo. ;Oh penitencia impénitente! jOh penitencia infectada por el amor dei mundo! i LOS INVITADOS Λ LA BODA. IQ PES1». PENT Una de las mayores desgracias de la vida dei mundo es la agitaciôn en que se desenvuelve y que torna al hom­ bre incapaz de oir la voz de Dios. Oyese decir todos los dias que no se encuentra un momento de repose y que las horas escapan de entre las manos sin dejar tiempo alguno para pensar en la salud del aima. Paréceme que la causa de esta precipitaciôn se debe a la ambition y la inquietud de nuestro genio, porque, en realidad, las ambiciones del hombre son infinitas. Cuando ocupa un cargo, ambiciona otro, sin encontrar nunca el fin de la carrera, puesto que es nuestro carâcter y deseo el que nos va abriendo camino, y es el mundo el que, al no podernos dar mâs, nos engaiia con esperanzas. No creâis que llegarâ el descanso nunca, pues si habéis corrido con tanto ardor cuando era necesario escalar precipitios, ; es­ pérais deteneros ahora que habéis alcanzado la Hanura? Yo es diré, sefiores, cuâl es la razôn de este ânimo inquieto, curioso de novedades e impatiente a todas horas. disipados no conocen la eficacia de aquella acciôn apacible de la vida interior del aima, ereen poderla ejercer solo cuando se mueven turbulentos en el ruido, abismândose en aquel laberinto de intrigas y visitas. El uno se queja de que trabaja demasiado, el otro de que no consigne desembarazarse de asuntos y negocios; no les hagâis caso, aman su propia esclavitud y no sabrian vivir sin esa libertad errante. Se parecen a los ârboles, dice San Agustin, que se creen libres en sus movimientos, siendo el aire el que los agita de una parte a otra (Enarrat, in Ps. 136 n.9: PL 37,1767). Yo me dirigiria a esos grandes hombres de negocios, poseedores de todos los secretos, personajes sin los cuales no puede desenvolverse la gran comedia dei mundo, y les diria a cada uno de ellos: ;qué tiempo te queda para pensar en tu negocio mâs serio, el negocio de la eternidad? llama ya a tu puerta y la romperâ un dia, aunque no la abras, para llevarte delante de Dios, a la câmara de su justicia. Oye al profeta que dice: Llega para ti el fin. y desencadenaré mi ira contra ti y te pagaré segûn tus obras, y... sabréis que yo soy Yavé (Ez. 7,3-4). Oyelo cuando vuelve a clamar: Llega el fin; estâ amenazdndote el fin, ya esta ahi (ibid. 6). Sigue escuchândole: No se apiadarà mi ojo, no tendre compasicm, sino que echaré sobre ti tus ·■.· SI C. 5. AUTOKES VA R los. BOSSUET obras y pondre en tu seno tus abominationes y sabrâs que yo, Yavé, os hiero (ibid. 9). Vivid en medio de vuestras ambiciones, pero terminad de una vez (Ez. 7,24). La audiencia estâ abierta, el juez sentado; pecador, ven a defenderte. Pero, ;ay!, qué poco tiempo te queda para préparante en medio de tus preocupaciones vanas e inutiles: un segundo solo comparado con la eternidad. Ya llega el tiempo en que el sol no mide los dias ni los aiios, porque Dios mismo medirâ las cosas con su eternidad. Allâ te veo atônito en la presencia del juez, pero sal un momento de tu asombro para mirar a tus acusadores: son los pobres, que se levantarân contra ti con dureza inexorable. Me ha llamado siempre la atenciôn un texto de San Pablo en el que llama a los hombres sensuales, crueles y sin misericordia (2 Tim. 3,3-4) : Inhumanos, enemigos de 'todo ίο bueno..., am adores de los placeres. A primera vista no parece que el sensual sea un hombre de corazôn duro. sino todo lo contrario, pero no es asi. Leed el libro de la Sabiduria (2,8) y veréis que comienzan ‘con sonrisas diciendo: Coronémonos de rosas..., no haya prado que no huélle nuestra voluptuosidad; pero escuchad como termi­ nan exclamando: Oprimamos al justo desvalido, no perdonemos a la viuda, ni respetemos las canas del anciano (ibid. 10). iQué cambio es éste? Es el espiritu de la vo­ luptuosidad, que con tal de conseguir sus placeres consi­ dera al justo como enemigo que le contraria y al pobre como presa. Me diréis que no llegâis a estos excesos. No importa. Tampoco el rico epulôn llegô a ellos, mas la dureza de su corazôn, que le hizo ensordecer sus oidos a las quejas del pobre, fué también un crimen de crueldad. “Dureza capaz de hacer ladrones que no roban y asesinos que no derraman sangre. Todos los Santos Padres estân acordes en afirmar que aquel rico inhumano del Evangelio despojô al pobre Lâzaro porque no lo vistiô, y lo degollô cruelmente porque no lo alimento (cf. Lactancio, Divin. Instit. 1.6 c.ll: PL 6,671). Dureza asesina que nace de la abundancia y las delicias. ;Oh Sefior, no fué éste el fin por elque diste a los grandes de la tierra un rayo de tu poder! Los hiciste ricos para servir a los pobres; tu providencia se cuidô de apartar el mal de sus cabezas para que pensasen en las desgracias del prôjimo; les diste una libertad cômoda para que pudieran dedicarse a consolar a tus hijos, 88 LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. y su poder les ha convertido en desdenosos, su abundancia en secos, su felicidad en insensibles, viendo todos los dias a los pobres y misérables que lloran y gimen a sus puertas”. No me extraira que no oigan a los pobres de fuera, por­ que tienen dentro de su corazôn otros pobres y misérables que no cesan de gritar; sus âvidas pasiones. No gritéis, pobrecitos de la tierra, no conseguiréis que oigan vuestra voz, apagada por la de aquellos otros. Os asemejâis al hombre que quisiera hacerse oir en medio de un populacho enfurecido. Dame, dame (Prov. 30,15), grita la sed de sus placeres. “Por esto, seriores, mueren de hambre los obreros en vuestras tierras, en vuestros castillos, en vuestras villas, en vuestras fincas, en las puertas y alrededores de vues­ tras casas y nadie corre a ayudarles. No os piden sino lo que os sobra, algunas migajas de vuestra mesa, pero esos pobres que alimentais en vuestro interior agotan vuestras posib lidades..., no queda ninguna esperanza para los po­ bres de Cristo”. Aunque lleguéis a estos excesos de la pasiôn, os puedo decir con toda certeza que la felicidad endurece el corazôn del hombre; la alegria y la abundancia llenan el aima de tal suerte que alejan todo sentimiento de compasiôn. siendo esta la maldiciôn de las grandes fortunas y derivândose de ella el que el espiritu dei mundo sea opuesto por com­ pleto al espiritu de fraternidad y compasiôn, que nos hace sent'r el mal de nuestros hermanos como propio, en tanto que el espiritu dei mundo nos encierra en nuestros place­ res y egoismos. Pero un dia llegarâ el Sefior a visitarnos en aquella ûltima enfermedad en que ni amigos, ni siervos, ni médicos sirven para nada. Otros amigos hacen falta en esos me­ mentos: los pobres que habéis despreciado. ^Por qué no os hicisteis de tales amigos, que ahora extenderian sus brazos para recibiros en los tabernâculos eternos? Mirad, hermanos, qué espectâculo tan terrible; los An­ geles estân en la habitaciôn del rico que muere porque llcgô la hora de la visita del Serior, y mientras los médi­ cos de la tierra se reûnen en conferencias inûtiles, aquellos médicos invisibles se preocupan de una enfermedad mâs daîiosa. Hemos querido curar a Babel, pero no se ha curado; dejémosla (1er. 51,9). Lleva ya las seriales del réprobo en su frente, porque la dureza de su corazôn ha endurecido contra él el corazôn de Dios. Los pobres le han llevado a su tribunal y el proceso del cielo esta cerrado. SEC. 5. AUTORES VARIOS. RAUI.ICA E) 89 Resumen Ved cuâl es el estado dei mundo en nuestros dias: hemos conocido la paz, la guerra, la salud y las grandes epidemias. Parece como si Dios hubiese agotado sus caminos y llamadas. “Diriase que por todas partes se oyen voces que nos reprochan delante de Dios y delante de los hombres todo lo que concedemos a nuestros sentidos. Que no se pregunte ya mâs hasta dônde llega la obligation de ayudar a los pobres, porque el hambre ha cortado toda duda y la desesperaciôn toda controversia. Hemos llegado a aquellos casos extremos en donde todos los Padres y teôlogos nos ensenan de acuerdo que, si no ayudamos al pobre segun nuestra capacidad, somos culpables de su muerte y tendremos que dar cuenta a Dios de su sangre, de su aima y de todos los excesos a que les précipité el furor del hambre y la desesperaciôn. iQuién nos diera entender la dulzura de dar la vida al prôjimo? iQuién colmaria, cristianos, a nuestros corazones de aquella unciôn del Espiritu Santo que nos haga gozar el placer sublime de elevar al miserable y consolar a Jesucristo, que sufre en ellos, y de hacer reposar, como dice el Apostol (Phil. 7), sus entranas hambrientas? VI. Eternidad dei infierno dei siglo XIX, expone Raulica Muy de acuerdo con la apologética del las razones naturales que justificau la convenienda de las penas eternas del infierno. Aunque no se debe abusar de este género de predicaciôn, sin embargo es ùtil de xez en cuando. El criterio de cada» uno sera suficiente para escoger los mejores argumentes. udo Suprimimos una tercera parte, en la que habla de la posible mitigaciôn de las penas (cf. La ιαζόη filosôfica y la razôn cristiana. Conferencias predicadas en Paris en 1854. Traducciôn al italiano, revisada por el autor en Milan, de Carlos Turati, 1857, P-473-570» conf.21). Dios, porque nos ama, nos habla dei infierno; el demonio, porque nos odia, procura hacérnoslo olvidar. Por ello, en todos los tiempos ha habido quien se ha olvidado 0 al menos procurado olvidarse de él, pero ha sido necesario el racionalismo de nuestra época para que se le levanten a negar directamente el dogma. lil. il ΓΊ LOS IXHTADOS K LA BODA. IQ DESP. PENT. 90 SEC. 5- AUTORES VARIOS. RAULICA Contra esos impugnadores de la verdad, diremos: A) Es una creencia racional, con relaciôn al cristiano que la admite. B) Un castigo justo, con relaciôn a Dios que lo inflige A) a) Ha Dogma racional para el cristiano sido revelado en el Antiguo y Nuevo Y ENSENADO POR LA IGLESIA Testamento Han creido en esta etemidad todos los pueblos. Ahora bien, una pena eterna no puede ser comprendida por la razôn humana, y, por lo tanto, no ha podido ser inventada por ella, pues la razôn finita no inventa concepciones infi­ nitas, mucho mâs cuando se oponen a su impaciencia, a su timidez ante el sufrimiento y a su corazôn, que tiende al mal. Es una necedad repetir que esta creencia ha sido introducida por principes y sacerdotes, porque la historia demuestra que ellos han predicado una creencia que existia anteriormente. Ante esta objeciôn podemos repetir el argu­ mento de San Agustin sobre nuestros dogmas: cuando encontramos en la Iglesia una creencia constante y universal, si no podemos sehalar un papa 0 concilio que la haya introducido, hay que reconocer que su origen se remonta a Cristo. Pues del mismo modo, las creencias universales del género humano han de remontarse a la primera revelaciôn de Dios y a su conocimiento racional, si no puede seîialarse un momento de origen en la Historia. Sabemos como se introdujo la idolatria, pero nunca podremos decir quién introdujo la idea de Dios, porque es tan antigua como el hombre. Es mâs, el hombre, muchas veces impotente para descubrir la verdad, no lo es para corromperla, y asi ha llegado a tergiversar casi todos los dogmas, menos este de la eternidad de las penas. ;Tan arraigado estâ en la razôn humana ! 4 Como no han podido dar al traste con él nuestras pasiones? i Quién lo ha podido sostener entre nosotros? Siempre encontraréis en el corazôn del hombre el diamante negro del temor a los castigos etemos, y la rabia misma del incrédule· no es mâs que deseo de arrancar una espina que no puede arrojar fuera del todo. Son como necios que dicen que no existe Dios, porque les agradaria convencerse. También tienen fe. Solo se diferencia de la nuestra en que, como los demonios, creen, pero temen. Otra objeciôn necia es la de que no ha venido nadie del infierno para decirnoslo; realmente tenemos un testigo que habla de lo que ha visto y oido: Cristo, nuestro Senor, y El < < 91 mismo nos dijo que, si no oimos a Moisés y a los profetas, tampoco escuchariamos a un muerto que resucitara. Pues que, i no tenemos acaso los testigos del Evangelio, de autenticidad mâs que probada? iPodria mâs que el Evangelio alguna apariciôn que admitirian los que la viesen y negarian después los filôsofos e incrédulos? No, ni aun a los muertos creerian, porque la fe q«ue justifica es obra de la gracia, que solo se da a los humildes. Resumamos, pues: un dogma revelado por Dios y que solo Dios ha podido escribir en el corazôn del hombre; un dogma que Dios ha mantenido y que solo El pudo mantener a través de tantos siglos, es una creencia tal, que, o no hay dogma alguno en el mundo, o es uno de los soberanamente razonables. b) La eternidad y las perfecciones de Y DE LA RELIGIÔN Dios, ! del hombre 1. Las perfecciones de Dios 1. ° El poder Dios es sumamente poderoso y muestra su poder sin limi­ tes con la eternidad del castigo. Los principes de este mundo no son temibles, porque no pueden matar mâs que el cuerpo; en cambio, Dios puede castigar al alma y para siempre. Lleva, pues, la eternidad del castigo la impronta del poder infinito de Dios, pero ademâs es el ùnico medio para sujetar la rebeldia del hombre. De lo contrario, llegaria un momen­ to en que el pecador podria decir: Triunfé en el mundo desobedeciéndote, y triunfo ahora en la eternidad, pues ha terminado mi castigo. 2. ‘ La Providencia Sin premio y castigo eterno no se entiende como el vir­ tuoso sufre y el malo goza. Haced que aqui sea todo pasajero, y en el otro mundo, eterno, y habréis comprendido la providencia de Dios. 3. ’ La paciencia divina, que soporta al insolente pecador Paciente, porque es eterno. 4. ’ La veracidad de Dios, que nos ha revelado el castigo Para negar que Dios no lo haya revelado séria necesario destruir todos los sagrados libros, dar un mentis a la Igle­ sia, sofocar el grito de nuestra conciencia y el testimonio de la humanidad. ■ il l ·' 92 LOS INV1TADOS A LA BODA. IQ UESP. PENT. 2. Las del hombre I £ A 1. ° La dignidad Una de las cosas que mâs nos asemeja a Dios es nuestra libertad, no la libertad de hacer feliz al cuerpo, lo que alcanzan también los animales, sino la de hacer feliz al aima siguiendo 0 rechazando el orden moral. Ahora bien, esta suprema libertad del hombre de hacerse feliz no puede manifestarse en toda su capacidad si no es con las recompensas etemas de la otra vida. La libertad del hombre es perfecta cuando, puesto entre el cielo y el infierno y ante dos eternidades, escoge irrevocablemente la que quiere. 2. ° La inmortalidad Todo lo que nace, perece, pero el aima refleja la eternidad de Dios. Si Dios no recompensase 0 castigase eternamente, no lo haria conforme a este signo de libertad humana, porque un ser inmortal no puede ser recompensado dignamente si no es con la eternidad, y por ende sus castigos han de ser igualmente duraderos. Cuando el hombre se lanza todo entero hacia Dios, merece por este bello acto estar eternamente con El. Cuando se separa... 3. ° îQué otra cosa es la religion? Dios ofrece un sacrificio infinito para librarnos de una miseria infinita, y esta miseria infinita es la eternidad del infierno. Si no nubiese penas eternas, tampoco nubiera muerto el Hijo de Dios para su remedio. La escuela de Maquiavelo sostuvo el principio de que las masas pueden ser sometidas al deber por la fuerza, principio que han contradicho las revoluciones de nuestro tiempo. Las leyes penales sirven ûnicamente para sujetar unas cuantas voluntades rebeldes, pero el pueblo no se contiene por la fuerza, sino por sus ideas. ;Qué es el orden social? Un pue­ blo que tiene fe en la justicia del poder. ;Qué es una revo­ lution? Un pueblo que, con razôn o sin ella, déjà de creer en esa justicia, y la misma fuerza del poder que, puesta de parte de esta fe del pueblo, hace causa comûn con él para derribar el poder existente y crear otro. Pero la fe politica que no se basa en una fe religiosa tiene muy poca base, y por eso la sociedad que pierde u olvida la fe de los castigos eternos ha perdido el fundamento principal del orden social. Una sociedad que no créé a los hombres hermanos en Dios carecerâ del vinculo principal entre ellos, y si olvida el infierno le faltarâ el vinculo coercitivo mâs fuerte. Dios no gobierna a un hombre solo, sino al universo entero, y cuando se preocupa de la utilidad dei individuo cuida también del bien comûn. Por eso provee al bien particûlar de cada uno, pero de suerte que no sufra el bien general de la sociedad ni SEC. 5. AUTORÉS VARIOS. R AULIC A 93 del mundo. La eternidad de las penas del infierno es un castigo individual con el que Dios cuida del bien comûn. La misma Escritura nos di'ce que el temor de Dios es el principio de toda sabiduria (Ps. 110,10). Para amar a Dios como Esposo conviene haberle conocido primero como Sefior y Juez. B) La eternidad con relaciôn a Dios que castiga Siendo catôlicos nos bastaria saber que Dios es justo para no necesitar mâs raciocinios sobre el infierno; pero puesto que nos dirigimos al posible incrédulo, examinaremos este castigo: a) en relaciôn a las penas y recompensas de la otra vida; b) a la malicia del pecado, y c) a las con­ diciones del castigo. a) La eternidad en relaciôn al premio y al castigo El hombre no estima los castigos o premios de la otra vida si no son eternos. En tanto que aqui unos anos de prisiôn nos parecen castigo severisimo, cuando pensamos en la eternidad, lo que tiene fin o es breve no lo considérâ­ mes durable. Prueba de ello es que todos los fieles creen en el purgatorio y, sin embargo, piensan muy poco en él, porque se acaba, a pesar de reconocer que sus penas se diferencian muy poco de las del infierno. Pues lo mismo ocurriria si nuestros premios o castigos fuesen tempora­ les; ni los buenos se sentirian animados, ni los malos aterrados. iQuién creéis que alentô al apôstol, sostuvo al mârtir y diô fuerzas al asceta ? La eternidad. Pero es que en realidad tampoco serian verdaderos pre­ mios ni castigos si se acabaran, porque suponed que llegase un ângel al cielo y avisara a los bienaventurados que su creencia en la eternidad era un error. 4 No empezarian desde aquel momento a temblar esperando el dia en que habian de perder su felicidad? Y los condenados, ^no se sentirian casi felices esperando el momento del fin de sus penas? Dios, misericordioso y justo, ha sabido unir la eternidad con los premios y castigos. Aniquilar las aimas es un imposible. Sacarlas del infier­ no, como sonô Origenes, y llevarlas al cielo es una injusticia. iCômo podria un Dios bueno juntar a santos e impios en la misma gloria? Oigamos a Tertuliano (Adv. Marcion. 1.2 c.13-14: PL 2,326-327): "Dios es el autor del bien por­ que lo exige, y es extrario al mal, en cuanto que es su ene- 94 LOS INV1TADOS Λ LA BODA. It) DESK PENT. migo, y es su enemigo, porque lo combate, y lo combate, porque lo castiga. De este modo, Dios es siempre bueno, porque es todo para el bien, y los castigos son males para el que los sufre, pero buenos en si mismos, porque son males justos, males que garantizan la virtud y aterrorizan al de« lincuente, y bajo este aspecto, dignos de Dios”. Y en otro lugar (ibid., 1.1 c.26: PL 2,304): “Es mâs indigno de Dios, soberanamente perfecto, el perdonar al malo e impénitente que el castigarlo; Dios no es completamente bueno sino en cuanto que es rival implacable del mal y en cuanto que prueba su amor por el bien castigando al mal, protegiendo al uno y combatiendo al otro”. Dios, pues, eternamente justo, tiene que odiar eternamente al pecado, y, ademâs, puesto que el hombre no estima como pena sino las etemas, ha de castigarlo con ellas. Nuestro Senor uniô castigo y premio cuando dijo que los unos irian al suplicio eterno y los otros a la vida eter­ na, y la razôn es la que llevamos dicha, que ambos, pre­ mio y castigo eternos, son correlativamente necesarios. San­ to Tomâs dice: “La culpa es a la pena como el mérito a la recompensa, y por la misma razôn que segùn la justicia de Dios a un mérito temporal de los justos se debe una recompensa eterna, a una culpa temporal de los malos se debe un castigo eterno” (Sum. Theol. Suppl, q.100 a.l). Ύ por ello, nota el mismo Doctor, Origenes, que comenzô negando la eternidad del infierno, terminô por negar la eter­ nidad del cielo (ibid., a.2). b) La eternidad y la maucia del pecado Ya es muy conotido el viejo principio aristotélico (Eth. , 5,5) repetido por Santo Tomâs, de que la ofensa se mide segùn la dignidad del ofendido. Siendo, pues, el ofendido Dios, el pecado es infinito y sus penas deben guardar proporciôn. La objeciôn, vieja también, de que no existe proporciôn ninguna entre un pecado momentâneo y un castigo eterno, parte dei principio de que, los delitos se miden por el tiempo que duran. No es asi. Hasta los tribunales hu­ manos imponen penas largas por delitos breves, y la sen­ tentia de muerte no es otra cosa sino la voluntad de los jueces de separar eternamente un hombre del consorcio humano (cf. Sum. Theol. Suppl, q.10 a.l) El pecador, por su parte, quisiera vivir en pecado eternamente si pu­ diera, y escoge, por lo tanto, una eternidad separada de SEC. 5. AUTORES VARIOS. RAULICA Dios, sin que se opongan a ello ciertas veleidades y el vago temor de penas que no sirven a detenerle. El avaro, si pudiera, seria eternamente avaro, y el li­ bertino, eternamente libertino. Si no hubiera infierno pecarian siempre, y prueba de ello es que, cuando las fuerzas faltan, el pensamiento y deseo continuan. Demuestran bien su deseo de vivir siempre en pecado, puesto que nunca dejan de pecar. Asi, pues, aunque la culpa sea temporal, el deseo de la culpa es eterno. Pertenece a la gran justicia del juez el que no carezcan nunca de castigo los que, mientras vivieron, no carecieron de pecado..., y, por lo tanto, sufrirân penas sin fin, ya que tuvieron voluntad de pecar sin él. En todos los actos humanos se mezclan lo finito y lo infinito; lo finito en la materialidad dei acto y lo infinito en la disposition de la voluntad, porque el justo quisiera serlo siempre y el pecador quisiera gozar siempre de sus placeres. Queriendo, pues, Dios ser justo, premia y cas­ tiga con una mezcla de finito e infinito. Lo finito se encuentra en los goces o tormentos, puesto que siempre serân en un grado de eternidad, y lo infinito correspondiente a aquella intention infinita lo da la eternidad de ambos. El castigo del infierno no corrige, como las otras pe­ nas tampoco suelen corregir. No devuelve la inocencia, como la enfermedad y la muerte no devuelven la vida. Visitad las cârceles y veréis como los culpados no se arrepienten de su delito, sino del modo torpe que tuvieron de cometerlo, y aprenderéis que los crimenes mâs grandes son de los reincidentes. Pero ino existirâ, por lo menos, arrepentimiento en el infierno? No es posible. En la parâbola del rico epulôn, el Senor nos muestra a Abrahân diciendo que hay entre los condenados y los santos un caos que nadie puede atravesar. ;Misteriosa palabra! La separation entre Dios y el pecador es total, y asi como no hay verdad que no diga relation a la verdad divina, asi tampoco hay bien alguno si no es por su divina bondad. Mientras estamos en esta rida, los entendimientos, por errados que anden, siempre participan de alguna luz de la divina verdad y pueden encontrarla y gozar de ella, y el corazôn del hombre, por perverso que sea, goza de algùn bien y puede volver a Dios, porque aqui, entre Dios y los hombres, no se da la separation que existe en el infierno, y podemos todos disfrutar de la gracia, esa agua viva que se niega al rico, pero, una vez en el infierno, toda comunicaciôn se ha interrumpido, la gracia se niega y la voluntad del hombre permanece endurecida en el mal. Ni una gota de la sangre redentora cae sobre aquellas fauces. 96 LOS INMTADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. ROSIGNOLT Por otra parte, el Senor dice que el rico epulôn fué sepultado en el infierno, y este simbolo encierra un mi s te­ ri 0, porque asi como un cuerpo humano debe estar en la tumba por su propia condiciôn de cadaver, el condenado debe estar en el infierno por su propia condiciôn de aima muerta por el pecado. VU. CARLOS ROSIGNOLI Lets penas del infierno No por muy difundidas dejan de carecer de interés las paginas sobre las penas del infierno de la obra Verdadcs eternas. Lecturas ordenadas principalmentc para los dîas de los Ejerçicios espirituales. Prescindimos de la pena de sentido, por ser mâs fâcilmente imagina­ ble, y reproducimos el articulo relacionado con la pena de dafio y las espirituales, mâs dificiles de explicar (cf. n.a ed., Apostolado de la Prensa, 1949, lect. sexta, 2, p.96-104). A) -« \ Recuerdos y remordimientos, pena de la memoria “Las penas de los sentidos en el cuerpo quizâs parecerân ligeras si se afrontan y contraponen con las penas de las potencias interiores del aima, porque la memoria serâ atrozmente atormentada con el pensamiento de ver una gloria perdida por un brevisimo y vilisimo placer... El eterno Juez, al pronunciar la sentencia contra los réprobos, en primer lugar pone el ausentarlos de su presencia: Apartaos de τηί (Mt. 25,41) ; quitaos de delante de mis ojos. Si Esaù viviô en perpetuo dolor por acordarse que habia vendido la primogenitura y mayorazgo por una taza de lentejas (Gen. 27,41), 4cuâl serâ el sentimiento de los condenados al acordarse que han perdido el reino de los cielos y estân privados de la eterna bienaventuranza por un placer que se desvaneciô como humo? 4Como es posible, se dirâ a si mismo, que yo, que era tan avisado para excusar todo mal suceso e infortunio, tan advertido en gobernar todos mis negocios e intereses, no obstante, por no privarme de un vanisimo y ridiculo deleite, por complacer aquel fausto, por no hablar una buena palabra de reconciliation a aquel enemigo, haya querido perder el paraiso, perderme a mi y perder a Dios? Yo estaba destinado por justo prec’o del Redentor para el cielo, fui lavado con las aguas saludables del santo bautismo, alimentado con los divinos sacramentos; con todo eso, nada me ha valido, por- 97 que usé mal de todas las cosas y nunca quise dar crédito a las amenazas del cielo. Mas, ; ay !, jay de mi, que llego a experimentar estas penas antes de creerlas! Cierto es que tendrân un inexplicable quebranto al hacer memoria de la comodidad y facilidad con que se pudieron salvar haciendo una buena confesiôn, a que muchas veces se sintieron interiormente movidos con los ejemplos de los compaiïeros, que tanto les incitaron a la virtud, levantaron el pensamiento al cielo, y reconociendo con qué poca costa llegaron otros a poseer aquella gloria que ellos perdieron. ^Qué sollozos, qué gemidos arrojarân del pecho al ver cerca de Dios levantado a tan feliz suerte no solo a un hermano, sino quizâs a un enemigo, uno a quien en el mundo despreciaron por pobre o de quien hicieron burla como de loco? ;0h, que esto serâ lo que les obligarâ a salir de si como in­ sensatos! (Sap. 5,4-5). Santa Aldegunda vio una vez al demonio que lloraba como desesperado, el cual, siendo forzado a descubrir la causa de tan inconsolable lamento, respondiô que era ver que subian los hijos de Adân a aquella patria de donde él estaba perpetuamente desterrado. Esta es la mayor pena que padece Lucifer: ver que suben los hombres a gozar de aquel paraiso que él con los suyos nunca podrâ conseguir; y éste serâ el mayor dolor de los condenados, la envîdia rabiosa que tendrân a los que ganaron la gloria con tan poco trabajo, cuando ellos por menosprecio la perdieron. Mas aquel terribilisimo gusano de la conciencia, que nunca muere y siempre roe las entrafias del aima, no es otra cosa... sino la memoria de las culpas cometidas: gusa­ no que siempre le morderâ con estos très dientes: que, la pérdida incurrida es un inmenso bien, que lo adquirido y ganado es un inmenso mal, y, finalmente, que tal pérdida y tal ganancia no tienen remedio por su culpa B) Pena del entendimiento “E1 entendimiento también serâ combatido de mil tempestades de fatigas: hagamos reflexion en una sola, que es el pensamiento de la eternidad, que serâ siempre vivo en el entendimiento del condenado. Este formidable pensa­ miento del siempre y del jamâs, siempre penar y jamâs morir de que se compone la horrible eternidad, harâ pro­ bar al condenado en todos los instantes, no solo las penas présentes, sino todas las que le vendrân sucesivamente. Los sabios comparan la eternidad a una esfera o circu­ lo inmenso, que no tiene principio ni fin; pues asi como La balabra de C. S ■ 1 98 < LOS TNHTKDOS A IA BOD A. TQ DESP. ΡΓΝΤ. un circulo 0 bola de bronce puesta sobre una mesa Ilana la toca solamente con un punto indivisible, y no obstante la grava con todo su peso, asi la eternidad, aunque no to­ que ni oprima al condenado mâs que con solo el instante présente, con todo eso, para atormentarle le carga el pasado, el présente y el venidero, haciéndole conocer vivamente en todos los momentos que el mal que ha padecido y padece lo ha de padecer sin tener por toda la eternidad alivio alguno. Esta perpetuidad es la esencia propia de las penas infernales; quitese la eternidad, y el infierno ya no sera infierno. Como una pena ligera, si no hay esperanza de tener jamâs alivio, se hace intolerablemente grave, asi la pena, por grave que sea, con poder decir: ella se acabarâ, con esto solo se aligera muchisimo...” “;Oh cuânto se descubre la divina justicia, mâs severa que la humana, porque la muerte, que es el mayor castigo de la humana justicia, seria temda por gran premio de la divina! ;Oh trueno espantoso de la eternidad! 4Como pue­ de ser que estas dos palabras, penar eternamente, no 11eguen a causar pasmo a la razôn y temblor al corazon?... 4 Qué seria si el mismo descanso o diversion hub’era de durar mil anos? Y 4qué si entre deleites de tantos anos se mezclase una calentura ardhnte, un dolor de ijada 0 de piedra? De aqui se puede inferir qué molesta serâ la eter­ nidad, no ya de delicias apetecibles, no en una especie sola de mal, sino en la privaciôn de todo bien y en abundancia y concurso de todos los males, y amontonadas sobre un mi­ serable todas las penas... Una Santa Teresa empezô y prosiguiô su santisima vida con el pensamiento de estas très palabras: eternidad, siempre, jamâs. Estas très palabras deberian atravesar los corazones de los pecadores mâs vivamente que las très lanzas de Joab atravesaron el pecho del inconsiderado Absalôn (2 Reg. 18,14)”. C) Pena de la voluntad “Ni serâ menor el tormento de la voluntad, que estarâ siempre ansiosa de lo que nunca puede conseguir, y aborre­ cerâ siempre aquello mismo de que nunca podrâ escapar. 4 Qué mayor pena... que desear la muerte, que s’empre parecerâ que viene y jamâs llegarâ? 4 Qué aborrecer la vida, entre tantos fieros verdugos que atormentan, y no hallar uno que se la quite? Tendrân siempre clavada en lo mâs intimo de la voluntad aquella espada de tres filos de la que habla Ezequiel (21,14-15). Y 4 qué espada es ésta de très agudisimas puntas? El odio contra si mismo, la ira contra Dios, la envidia contra los escogidos... El odio es SEC. 5. AUTORES VARIOS. ROSIGXOL1 99 una pasiôn turbulenta que siempre tiene las furias en el corazon... Aborrecerâ, pues, el condenado a sus compaüeros por el aumento de pena que le proviene de taacos males, porque los mirarâ como causa de padecer él mayores tormentos. Se enojarâ con ira implacable contra Dios, que no solo estâ inexorable para no compadecerse de él ni socorrerlo; antes se complace de sus males, y de ellos recibe gloria y hace burla de él (Ps. 36,13). Tendra, fmaimente, una mortal envidia contra los bienaventurados, considerandolos seguros y viendo a Dios, gozando de las delicias de aquella patria de la felicidad y benoicion de la divina justicia, no solo por el premio que a ellos les da en el cielo, sino también por la pena con que se venga de los precitos en ei innerno; porque se atcgraià el just,o cuunao viere la venganza (Ps. 57,11). Esta envidia es uua gangre­ na que le comerà y roerà hasta, los haesos (Prov. 14,oü). En suma: la voluntad estarâ siempre atormentândose con un rabioso aborrecimiento de todas las cosas, un desorden de todos los afectos, una furiosa ansia de cosas imposibles y desesperac.ôn de expenmentar jamâs bien alguno. La esperanza, que suele aar aigûn anvio a los emermos en sus calenturas, a los cautivos en sus cadenas, a los reos en sus suplicios, no tendra lugar jamâs en ei infierno. bn esta rabiosa aesesperaciôn ha de venir a parar la loca y mal fundada esperanza de los pecadores. Lleno estâ el in­ fierno de los que nunca esperaoan ir alla, y lleno de los que desesperan salir jamâs de él”. D) Conclusion “Veis ahi una breve muestra del infierno. Ahora, si la eternidad de estas atrocisimas penas no fuese, como ver­ daderamente es, verdad iniahble y cierta, cual es la palabra de Dios, sin opinion probable de Platon o de Aristôteles, tal que pudiese ponerse en duda, con todo eso, por ser tan gran mai estar privado de la vista de Dios eternamente y arder en unas eternas Hamas, a portarnos como hombres de razôn, deberiamos poner todo esfuerzo para asegurar la salvaciôn y librarnos de la condenaciôn; mas porque esto no es opinion que se quede en los términos de probable, sino verdad evangélica e nfahble, 4 no es locura de un bruto irracional vivir de modo como si no pensara ni le diese cuidado que le sobrevenga una eternidad de penas? jAyl, leed estos renglones y tomad el consejo que diô el ângel a Lot cuando lo sacô dei incendio de Sodoma: StMva tu aima (Gen. 19,17). Y no nay otro mas Suoio ni mâs seguro”. LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. 100 SEC. 5. AUTORES VARIOS. TERRIEN 01 El banqueté de la gracia recibe su perfecciôn en el celestial de la visiôn beatifica a la que se ordena. También aqui, como alli, el hombre necesita de la vestidura nupcial, siquiera en el cielo sea inamisible : el tlumen gloriae». Expondremos ambas ideas siguiendo a Terrien en su obra La gracia y la gloria (cf. I.9 c.1-3 ; Éd. Fax, Madrid, 3.· ed., 1952, p.325-342). A ) De la gracia a la gloria a) Λ hi La adopciôn actual, adopciôn imperfecta Al salir de las aguas regeneradoras, santificados por la gracia, transformados en Cristo, de tal forma que el Padre no pueda mirarnos s’n ver en nosotros a su Hijo, con el que nos unimos mâs y mâs por medio de la Eucaristia, parece como si no nos faltara nada para llamarnos con toda perfection hijos de Dios. A pesar de que el mismo Espiritu da testimonio de que somos hijos (Rom. 8,15-16), sin embargo, todavia gemimos en union de toda la naturaleza esperando la adoption, pues no somos salvos sino en la esperanza (ibid. 8,19-24). Estâ­ mes incorporados a Cristo, pero afin peregrinamos por este destierro (2 Cor. 5,6). Somos templos del Espiritu Santo, pero suspiramos por su venida, de la que no tenemos sino prenda y arras (2 Cor. 5,5 y Eph. 1,14). Somos hijos de Dios, pero no conocemos a nuestro Padre sino entre som­ bras y enigmas. La obra de la filiation no estâ completa, pues le falta su perfection definitiva. La imperfection de nuestra filiation consiste: 1) En la renovaciôn bautismal, al borrarse nuestro pecado, se initia en nosotros el gusto de las cosas espirituales. Sin embargo, el aima no abandona todas las flaquezas del hombre viejo, y puede volver a pecar. Por ello es necesario que nuestro hombre interior vaya perfcccionândose de dia en dia (2 Cor. 4,18). 2) Permanecemos sujetos a las tentaciones y a la en­ fermedad y muerte de la carne, hasta que llegue la per­ fection de la adoption divina e impecable y el aima se una finalmente a un cuerpo glor oso. Podemos, pues,, distinguir tres grados en las etapas de adoption, constituido el primero por los Padres del Antiguo Testamento, en el que la gracia se repartia con menos 101 largueza y los santos no recibian la abundanda de efectos sacramentales de estos nuevos ritos ni podian estar uni­ dos misticamente a la santa humanidad de Cristo. Al segundo pertenecemos nosotros y el tercero lo recibiremos en la gloria, cuyo âpice sera la resurrection gloriosa de los cuerpos (c.l p.325-329). b) La GLORIA, DESENVOL VIMIENTO DE LA GRACIA La gracia es el principio de la vida eterna, y su desenvolvimiento trocarâ nuestra vida sobrenatural de hoy en la contemplaciôn amorosa de la suprema e indeficiente beUeza. En efecto, la gracia no es sino una participation de la naturaleza divina, y ^quién no ve que la participation de una naturaleza se encam na a la participation de los actos peculiares y, por consiguiente, en este caso de la opera­ tion mâs propia de Dios, de la contemplation de su esencia? La gracia nos convierte en hijos adoptivos, herederos de Dios, hermanos y coherederos de Cristo, cada uno de tuyos titulos lo es de la vida eterna, por lo que Santo Tomâs puede decir que gracia y gloria “pertenecen al mismo género, pues la gracia no es otra cosa que el camino de la gloria” {Sum. Theol. 2-2 q.24 a.3 ad 9). La gracia es lo imperfecto que al llegar a la perfec­ tion se trueca en vision facial (1 Cor. 13,10-12). Hoy nos hace semejantes a Dios, pero esta semejanza ha de crecer, puesto que el Apôstol dice que enfonces seremos semejan­ tes a El porque le veremos tal cual es (1 lo. 3,2). B) El vestido nupcial de la gloria Este vestido blanco e inamisiblc, lo constituée el alumen glonae», en cuanto al aima, y las dotes dei cuerpo glorioso, en cuanto il cuerpo. Sobre este ùltimo punto, véase la primera <1 Amfnica de Adriento, en lo que se dice de la resurrection, y la dominica de Cua:«me sobre la transfiguraciôn. a) Organo Y OBJETO de la visiôn Esta herencia a que nos dispone y de la que la gracia es semilla se realiza en la vision intuitiva. que, como toda visiôn, necesita dei ôrgano que ve y el objeto que esté présente. En la vision intelectual se requieren ambos elementos, del mismo modo que en la sensible, pues por perfecto que 102 LOS INVITATES A LA DOPA. IQ DESP. PENT. fuere, el entendimiento no alcanzarâ conocimiento al^uiiu en tanto que el objeto no se le haga présenté de uno u otro modo. Facultad, pues, proporcionada y perfecta, ob­ jeto que coopéré con ella a formar la idea, son los dos elementos reoueridos para la funciôn vital del entender. b) UNO Y OTRO HARÂN falta también para contemplar a Dios 1. La presencia de Dios Comencemos por la presencia intelectual de Dios en el aima. Présente estâ a todas las criaturas, y de un modo espec alisimo a las que viven en gracia; pero, no obstante, esta union no es tal que le haga inteligible, pues inientras vivimos en este destierro hemos de conocerlo solo en el espejo de las cosas y a través de los vélos de la fe. Para que podamos entender a Dios directa y perfecta· mente no basta con que nos infunda una imagen, porque ninguna que lo sea creada puede representarle con exacti· tud. Dios, ser supremo, que contiene eminentemente todas las beldades y perfecciones posibles, no puede ser representado por imagen creada del no ser. Si, pues, Dios no puede unirse a nuestro entendimiento por medio de la infusion de una imagen que lo représenté, no queda sino que su divina esencia, que es la plenitud de la verdad, pénétré y se infiltre hasta el fondo de nuestra potencia intelectual. Serem os semejantes a El, dice San Juan (1 lo. 3,2), porque le υ eremos tal cual es. Esto es, porque siendo la intelecciôn tanto mâs perfecta cuanto mâs se asimila el entendimiento al objeto conocido, en aquella beatifica intuiciôn, el nuestro llegarâ a la maxima asimilaciôn, ya que el mismo Dios actuarâ por si mismo, como forma viva y radiante complemento de nuestro ser intelectual. No preguntéis cômo podrâ ser esto. Bâstcnos saber que es necesar.o que asi sea. Cierto que ninguna otra sustancia, ni aun la angelica, puede hacerse présenté de este modo a otro entendimiento; pero lo que no es posible a los que sin verdad ni luz propias solo son participaciones de la luz y la verdad, es posible a la verdad y luz indefi­ cientes. El alma humana puede unirse a otra materia para constituir con ella un solo ser, el hombre; pero el con junto que resulta de esta union no puede, a su vez, ser elemento formai de ningùn otro, porque este compuesto consta de materia, que es mâs imperfecto. Asi, en el orden del co­ nocimiento puede ocurrir que Dios, pura verdad, pueda ser î SEC. 5. AUTORES VARIOS. TERRIEN 103 “forma ideal de un espiritu creado”, aun resultando imposible para cualquier otra verdad participada y de menos perfecciôn (cf. S. Tïtom., Contr. gent. 1.3 c.51). Y lo mâs admirable es que nuestro entendimiento, una vez actuado por med:o de este consorcio espiritual con Dios, no necesita de imâgenes finitas para contemplar el mundo de los seres creados, sino que los conocerâ a todos en Dios. Todo ser fuera de Dios es un retrato mâs o menos perfecto de la plenitud del ser infinito, de donde se colige que, al contemplar la esencia divina, vernos en ella todas sus distintas imitaciones. 2. El "lumen gloriae” La razôn y la fe no bastan para este conocimiento. La razôn, porque se trata de un conocimiento por completo sobrenatural, y la fe, por el mismo motivo, pues aun cuandc amplia nuestro campo de conocimiento sobre Dios, sin embargo no trueca el mecanismo de nuestro conocimiento, siendo incapaz de suplir la incapacidad nativa de conocer a Dios cara a cara. Necesitamos, pues, una nueva fuerza intelectual que guarde alguna proporciôn con la esencia divina, objeto de nuestro conocimiento. “Es imposible que ningùn ser se eleve a operaciones que sobrepujen las suyas propias sin reeibir previamente un aumento de fuerza y poder” (cf. San Franc, de Sales, Traité de Vamour de Dieu 1.3 c.14). Ahora bien, este aumento, si es simplemente un crecimiento de energias, producirâ efectos mayores, pero no de distinta especie. Si el fuego se intensifica quemarâ mâs, pero permanecerâ siempre dentro del orden de la combus­ tion. iQueréis obtener operaciones de un orden mâs elevado? Entonces no basta la aplicaciôn mâs intensa de la misma fuerza primitiva, sino que se requiere otra nueva. Luego para esta nueva operaciôn de ver a Dios intuitivamente, inasequible a todo nuestro conocimiento sobre El y de especie distinta, es necesario no un entendimiento mâs potente, sino una fuerza distinta que le eleve. La esencia divina es una forma inteligible, que no guarda proporciôn sino con su propio entendimiento, y se re­ quiere, por lo tanto, que el nuestro se le adapte en virtud de alguna nueva fuerza para poder unirsele. No diremos que esta doctrina es de fe en todas y cada na de sus partes, sino que pertenece a las explicaciones que da la recta teologia. De fe es, segùn el concilio de Viena (prop. 5, Damnat, error. Beguard.), que “el aima Humana tiene necesidad de la luz de la gloria para elevarse a la vision de Dios y gozar de El en la bienaventuranza” (ibid., c.2 y 3 p.329-342). i SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS SECCION VI. TEXTOS PONTIFICIOS vino, recoja halagüeûos y abundantes frutos, y siendo considerados por Cristo como siervos buenos y fieles, lleguemos a ser con El participes del reino celestial, de su eterna felicidad y gloria» (Pio XI, filias Primas η.35 ; Col. Enc., p.302). d) Y AJUSTANDO SU VIDA A LAS NORMAS EVANGÉLICAS «Primer deber de cada uno en particular es ajustar perfectamente su vida y sus costumbres a los preceptos evangélicôs, no rehusando llevar con paciencia las dificultades mayores que trae consigo h virtud cristiana» (Leôn XIII, Immortale Dei n.35 : Col. Enc., p.162). I. EPISTOLA A) 105 uRenovaos en vuestro espiritu» e) LO CUAL EXIGE UN ÎNTIMO ESFUERZO DE NUESTRA ALMA a) Todos los cristianos estAn llamados a una vida MEJOR, DE SANTIDAD «La voluntad de Dios, dice San Pablo, es vuestra santificaciôn (1 Thés. 4,3). El mismo Seûor declara cômo debe ser esta santificaciôn : Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celes­ tial (Mt. 5,48). Y no piense alguien que esto se refiere sôlo a algunos escogidos, a ciertas aimas privilegiadas. y que las demâs han de quedar en el infimo grado de la perfecciôn. Esta ley comprende a todos, sin excepciôn. Y, por otra parte, la multitud de aimas de toda condiciôn y edad que subieron, segûn atestigua la historia, a la cumbre de la perfecciôn cristiana estaban sujetas a la misma debilidad y flaqueza a que estamos nosotros y debieron vencer los mismos obstâculos y peligros en que nosotros nos encontramos» (Pio XI. Re­ rum Omnium 26 de enero de 1923). b) Que consiste en reproducir en la propia vida el EJEMPLO Y LA DOCTRINA DE CRISTO «Por lo cual, todos los que se glorian de llevar el nombre de Cristianos no sôlo han de contemplar a nuestro divino Salvador como un excelso y perfectisimo modelo de todas las virtudes, sino que, ademâs, por el solicite cuidado de evitar los pecados y por el mâs esmerado empeno en ejercitar la virtud, han de reproducir de tal manera en sus costumbres la doctrina y la vida de Jesucristo, que (1 lo. 3,2) cuando apareciere el Senor sean hechos semejantes a È1 en gloria, viéndolo tal como es» (Pio XII, Mystici Corporis n.20 : Col. Enc., p.710). cPero hay que notar que estos miembros—del Cuerpo Mistico— son vivos, dotados de razôn y voluntad propia ; por eso es necesario que ellos mismos, acercando sus labios a la fuente, tonien y asimilen el alimento vital y eliminen todo lo que pueda impedir su efîcacia. Hay, pues, que afirniar que la obra de la Redenciôn, inde-z pendiente por si de nuestra voluntad, requiere el intimo esfuerzo de nuestra aima para que podamos conseguir la eterna salvaciôn® PioXH, Mediator Dei 20). f) En ello esta la verdadera dignidad de la persona HUMANA «Dificil es, en verdad, rechazar lo que con tanta fuerza nos atrae y nos deleita : duro y âspero, el despreciar, sujetândose al imperio y voluntad de Cristo, Nuestro Senor, aquellas cosas que considérâ­ mes como bienes del cuerpo y de la fortuna ; pero es necesario que el hombre cristiano se muestre sufrido y fuerte en sobrellevar esto que se le ha dado para su vida, si quiere conducirse bien. Y en esta disposiciôn del aima, de que hablamos, consiste precÿamente la dignidad de la naturaleza humana. Pues los mismos sabios de la antigüedad bien han reconocido que el dominarse a si mismos y hacer que la parte inferior del aima se sujete a la supe­ rior, no indica debilidad o abatimiento de la voluntad, sino antes bien cierta generosa virtud, en gran manera conveniente a la razôn, y qne es, a la vez, digna del hombre» (Leôn XIII, Tametsi fu!*ra π). a I g) Esto nos dara los verdaderos hombres DE CARACTER QUE HOY SE NECESITAN c) CONFORMANDOSE CON GUSTO Y AMOR A SU LEY «Todos cuantos somos por su misericordia sùbditos suyos e hijos, llevemos este vu go, no de mala gena, sino con gusto, con amor y santamente ; y que nuestra vida, conformada a las leyes del reino di- «De saerte que el verdadero cristiano, fruto de la educaciôn crisbans, es el hombre sobrenatural que piensa, juzga y obra constante J coherentemente segûn la recta razôn iluminada por la luz sobreIL· Λ —·ζ 106 LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. natural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo, o por decirlo con el lenguaje ahora en uso, el verdadero y cumplido hombre de carâcter. Pues no constituye cualquier coherencia y tenacidad de conducta, segiin principios subjetivos, el verdadero carâcter, sino solamente la constancia en seguir los principios eternos de la jus* ticia, como lo reconoce hasta el poeta pagano cuando alaba inseparablemente «al hombre justo y constante eu su proposito» (Horat., Od. 3,3,1), y, por otra parte, no puede existir completa justicia sino dando a Dios '.o que se debe a Dios, como lo hace el verdadero cris­ tiano» (Pio XI, Divini Illius Magistri n.59 : Col. Enc., p.Sôa). h) TODA RENOVACIÔN SOCIAL HA DE EMPEZAR POR EL INTERIOR, POR EL ESPIRITU «Las energias que deben rénover la paz de la tierra tîenen que procéder del interior, del espiritu. El orden nuevo dei mundo, de la vida nacional e internecional, una vez que cesen las amarguras y las crueles luchas actuales, no deberâ en adelante apoyarse sobre la incierta arena de normas mudables y efimeras, abandonadas al arbitrio del egoismo colectivo e individual. Deben mâs bien alzarse sobre el fundamento inconcuso, sobre la roca inconmovible...» (Pio XII, Sum­ mi Pontificatus n.29 : Col. Enc., p.371). DESTERRANDO EL EGOÎSMO DEL CORAZÔN PARA LLEGAR A UNA RECTA CONCORDIA «Indispensable es la victoria sobre el espiritu de frio egoismo, el cual, arrogante por sus propias fuerzas, fâcilmente acaba por violar el honor y la soberania de los Estados, asi como la justa, sana y disciplinada libertad de los ciudadanos» (Pio XII, Radiomensaje de Navidad de 1940 n.29 : Coi. Enc., p.403). j) TODA RENOVACIÔN SOCIAL HA DE SER ORGANICA Y CONFORME A LA RAZÔN «Frente a estas tendencies extremas, el cristiano que médita con seriedad sobre las necesidades y las miserias de su tiempo signe fiel en la selecciôn de los remedios a las normas que la experienda, la Sana razon y la ética social cristiana seûalan como fundamentos y principios de toda reforma justa» (Pio XII, Mensaje con ocasiôn del quinto aniversario de la guerra, 13 de septiembre de 1944, n.io: Col. Enc., p.454)· k) EtDIFICADA SOBRE LA LEY MORAL 7 SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS r) El 117 considerar el trabajo como una mercancîa es CAUSA DE LA DIVISIÔN DE LAS CLASES ;;tî «Aunque el trabajo, como decia muy bien nuestro predecesor en su enciclica (Rerum Novarum i6), no es vil mercancîa, sino que hay que reconocer en él la dignidad humana del obrero y no ha de ser coniprado ni vendido como cualquier mercancîa ; sin embargo, en nuestros dîas, segiin estân las cosas, sobre el mercado que llaman del trabajo, la oferta y la demanda separan a los hombres en dos bandos, como en dos ejércitos, y la disputa de ambos transforma tal mercado como en un campo de batalla, donde uno frente de otro luchan cruelmente» (Pio XI, Quadragesimo Anno η.36 : Col. Enc., p.607). Br s) También el comunismo rebaja al trabajador, que pasa A SER UNA PIEZA DENTRO DE LA MAQUINA ESTATAL, A LA QUE SE LE MANDA CAPRICHOSAMENTE tEl comunismo, ademâs, despoja al hombre de su libertad, prin­ cipio espiritual de su conducta moral ; quita toda dignidad a la per­ sona humana y todo freno moral contra el asalto de los estîmulos ciegos. No reconoce al individuo, frente a la colectividad, ningûn derecho natural de la persona humana, por ser esta, en la teorîa comunista, simple rueda de engranaje del sistema. El comunismo reconoce a la colectividad el derecho o mâs bien el arbitrio ilimitado de obligar a los individuos al trabajo colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad y hasta con la violencia» (Pio XI, Divini Redemptoris η. 10 y 12 : Col. Enc., p.651). t) Por eso son las mismas clases obreras las que desean UN ORDEN NUEVO «Ninguuo podrâ maravillarse de que este anhelo aguijoneado se deje sentir con mayor agudeza en medio de aquellas numerosas cla­ ses que viven del trabajo de sus manos, siempre obligadas, en paz y en guerra, a saborear mâs que otros el amargor de las desarmonfas econômicas y estatales e internacionales, y menos se asombrarâ la Iglesia, que, siendo madré comûn de todos, siente y comprende mejor el grito que espontâneamente exhala la atormentada humaiiidad» (Pïo ΧΠ, Radiomcnsaje de Navidad de 1940 n.20 : Cel. Enc., p.400). : ■ LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. D) a) SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS ((Para poder dar al que tiene necesidad» La caridad de los que gozan bienes de fortuna debe SUPLIR LAS DEFICIENCIAS DE LOS POBRES «Cuando con todo esto no se lograse cubrir los gastos que lleva consigo una familia, mayormente cuando esta es numerosa y dis­ pone de medios reducidos, exige el amor cristiano que supla la ca­ ridad las deficiencias del necesitado, que los ricos en primer lugar presten su ayuda 0 los pobres y que cuantos gozan de bienes super­ fluos no los malgasten o dilapiden, sino los empleen en socorrer a quienes carecen de lo necesario. Todo el qne se desprenda de sus bienes en favor de los pobres recibirâ muy cumplida recompensa en el dia del ultimo juicio» (Pio XI, Casti Connubii n.72 : Col. Enc., p.911). constantemente declaran con clarisiraas palabras que los ricos estân gravisimamente obligados al precepto de ejercitaf la limosna, la beneficencia y la magnificencia» (Pio XI, Quadragesimo Anno n.19 : Col. Enc., p.597). e) Hay Excelente manera de practicarla, si se rige por la virtud de la magnificencia «El que emplea grandes cantidades en obras que proporcionan mayor oportunidad de trabajo, con tal que se trate de obras verdaderamente ùtiles, practica de una manera magnifica y muy acomodada a las necesidades de nuestro tiempo la virtud de la magnificencia, como se colige sacando las consecuencias de los principios (Sum. Theol. 2-2 q.134) puestos por el Doctor Angélico» (Pio XI, Quadragesimo Anno, n.19 : Col. Enc., p.598). g) A LA CARIDAD PRIVADA, PUES, SE LE ABRE UN GRAN CAMINO Y DE DISTRIBUER LOS BIENES SUPERFLUOS «Verdad es que a nadie se manda socorrer a otros con lo que para si o para los suyos necesita, ni siquiera dar a los otros lo que para el debido socorro de su propia persona ha menester, pues na­ die estâ obligado a vivïr de un modo que a su estado no convenga. Pero, satisfecha la necesidad y el decoro, deber nuestro es, de lo que sobra, socorrer a los indigentes. Lo que sobra (Le. 11,41), dadlo de limosna» (Leôn ΧΙΠ, Rerum Novarum η.13 : Col. Enc., p.557). d) es necesaria, nunca puede ser consider ad a COMO EL SUSTITUTIVO DE LA CARIDAD una obligaciôn grave de practicar la caridad «Obligaciôn de caridad de los ricos y adinerados es el acudir con socorro a los pobres y menesterosos, conforme al precepto evangélico, el cnal obliga tan gravemente, que en el dia del juicio (Mt. 25, 35-45) se pedirâ cuenta con especialidad del cumplimiento de esta obligaciôn, como lo dijo el propio Cristo» (Pio X, Fin dalla prima nostra enciclica, de 18 de diciembre de 1903, n.9 : Col. Enc., p.979). C) Aunque «Ciertamente, la caridad no debe considerarse como una sustituciôn de los deberes de justicia que injustamente dejan de cumplirse. Pero, aun suponiendo que cada uno de los hombres obtenga todo aquello a que tiene derecho, siempre queda para la caridad un campo dilatadisimo. La justicia sola, aun observada puntualmente, puede, en verdad, hacer desaparecer la causa de las luchas sociales, pero nunca unir los corazones y enlazar los ânimos» (Pio XI, Qua­ dragesimo Anno η.56 : Col. Enc., ^.625). f) b) 119 Pregonada y,\ en la Sagrada Escritura y los Santos Padres por «Por otra parte, tampoco las rentas dei patrimonio quedan en absoluto a merced del libre criterio del hombre ; es decir, las que no le son necesarias para la sustentaciôn decorosa y conveniente de la rida. A.1 contrario, la Sagrada Escritura y los Santos Padres «Queremos igualmente destacar la obra de ayuda a la infancia, la asistencia a la juventud, los albergues y casas de reposo para madrés ; la organizaciôn tan benéfîca de socorro inmediato a las familias sobrecargadas cuando, por ejemplo, la madré de familia se ve en la imposibilidad de atender ella misma a su casa ; inmenso campo de trabajo abierto a las organizaciones de previsiôn pùblica, pero ante todo a la caridad privada» (Pio XII, Discurso a la Uniôn International de Organismos Familiares, 20 de septembre de 1949). 120 LOS INVITADOS Λ LA BOD\. IQ DES P. PENT. EVANGELIO A) La vestidura de bodas a) La gracia santificante es un don divino que eleva al hombre a la intima comunicaciôn de la vida de Dios rPero la gracia en el sentido propio cristiano de la palabra cornprende solamente los dones gratuitos sobrenaturales del amor divino, la dignaciôn y la obra por la que Dios eleva al hombre a aquella intima comuniôn de su vida, que se llama en el Nuevo Testamento filiaciôn de Dios (i lo. 3,1) : l’ed que amor nos ha mostrado cl Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo seamos» (Pio XI, Mit Brennender Sorge n.26 : Col. Enc., p.339). b) Haciéndonos patîcipes de la naturaleza divina ' -- Dice San Bernardo (Serm. 82 sobre los Cantares 3 : BAC, p.1258) que la hipocresia naciô cuando la serpiente en el paraiso, «para seducir a la mujer, simulaba aconsejarla cual si fuera su mejor amiga». Y a renglôn seguido declara que hipôcrita fué asimismo «la conducta de los primeros moradores del paraiso terrestre cuan­ do, seducidos y engafiados por la serpiente, procuraron cubrir su vergonzosa desnudez con la densa sombra de algûn ârbol frondoso, con las hojas de higuera eu forma de ceüidor y con necias excu­ sas» (ibid.). Tan antigua como la especie humana, tomô la hipo­ cresia forma de serpiente en la imagination de los antiguos poetas. «Tras la hierba se esconde la serpiente», decia Virgilio (Egl. 3,93). Después de las condenationes del Evangelio, representadas en las invectivas de Cristo a los fariseos, no sôlo la literatura latina fus­ tigé duramente a los hipôcritas, sino aun las orientales. «| Descon­ fia y procura huir cuando la vibora se enrosque minuciosamente I I Va a estirarse y su veneno entrarâ en tu carne con la muerte!», se dice en las Mil y una Noches (cf. trad. Mardrus, Noche 150). En la época del Renacimiento, la hipocresia politica fué exaltada por Maquiavelo : «Necesitando, pues, un principe tener algo de fiera, debe imitar a la raposa y al leôn, porque el leôn no se defîende de los lazos ni la zorra dei lobo. Aquellos que imitan solamente al leôn se equivocan mucho. Un principe prudente no puede ni debe cumplir sus promesas cuando tal observantia le perjudica y han pasado las circunstancias que le hicieron prometer ; si los hombres fuesen buenos todos, no lo séria este precepto ; pero como no lo son y no han de cumplirte sus promesas, tampoco tù a cumplirlas vienes obligado ni te faltarân jamâs razones para justificar su inobservantia. Mil ejemplos modernos pudiera presen­ tar para demostrar cuântas paces, cuântas promesas han quedado nulas por la infidelidad de los principes y cuân mejor éxito han alcanzado los que mejor han sabido imitar a la zorra. Pero es pretiso saberla imitar bien y saber bien fingir y disimular, que, por lo de­ mas, los hombres son tan necios y obedecen a las necesidades pre- SEC. 7. mtscf.lXnéa histôrtca y i.iteraria 127 sentes, que al engaüador jamâs le faltarâ alguno que enganar se deje» (cf. Maquiavelo, El Principe c.18 : ed. de la Bibi. econ. filos. vol.33, Madrid, p.103-104). Entresacando de las literaturas nationales la antologia de textos resulta abundantfsima. Shakespeare (cf. Sonetos 94, 14, ed. de Astrana Marin, Aguilar, Madrid 1949, p.2185) decia : «Los lirios podridos son mâs fétidos que las peores hierbas». Y Milton : «Ni hom­ bre ni Angel alguno puede discernir la hipocresia ; ùnico mal que camina invisible, salvo a los ojos de Dios» (John Milton, The Pa­ radise Last 3,682). Molière personificô a la hipocresia en su famoso Tartufo, palabra italiana que quiere decir «trufa». Refiérese que en cierta ocasiôn, comiendo en casa del Nuncio de Su Santidad, pudo Molière observer a un eclesiâstico en el que creyô descubrir cualidades morales anâlogas al tipo que ya ténia compuesto e incluso bautizado, pues le llamaba Panufle ; aquel eclesiâstico italiano pronunciaba edemâs la palabra «tartufo» con indescriptible acento de voluptuosidad. Impresionado Molière, adopté esa palabra como nom­ bre de su creaciôn, y hoy «tartufo» y «tartuferia» han llegado a ser el simbolo de la falsa devociôn, de la beateria enganosa, de la hi­ pocresia, en una palabra. Sin embargo, otros autores han sostenido que Molière quiso significar, al bautizar a su héroe, que el pensamiento de un hipôcrita no es mâs fâcil de descubrir que las trufas. Victor Hugo afirmabe que «un hipôcrita es un patiente en el doble sentido de la palabra : calcula un tiempo y sufre un suplicio» (cf. Los trabajadorcs del mar p.i.a VI-6). Mas también en la literatura espafiola son copiosos los pasajes y expresiones relativos a la hipocresia : «No hay cosa tan dificil para engafiar a un justo como santidad fingida en un malo», escribia Meteo Alemân (cf. Guzmàn de Alfarache p.2.a ΠΙ.6). Quevedo, a su vez, fustigaba a los hipôcritas con aquella conocida y profunda sentence : «Todos los pecadores tienen menos atrevimiento que el hipôcrita, pues ellos pecan contra Dios, pero no con Dios ni en Dios ; mas el hipôcrita peca contra Dios y con Dios, pues lo toma como instrumento para pecar» (cf. El mundo por de dentro : ed. de Astrana Marin, Aguilar, Madrid 1951, Obras en prosa, p.199). Cer­ vantes, en el Coloquio de los perros, afirmabe por boca de la hechicera Camacha : «La santidad fingida no hace daüo a ningùn tercero, sino al que la usa» (cf. o. c. ed. Aguilar, Obras completas, Ma­ drid 1949, p.1016). Por su parte, Calderôn, en fin, ponia en boca de Estrella en La vida es sueiïo (jorn.i esc.5) estas mémorables pa­ labras: «Advertid que es baja acciôn,—que sôlo a una fiera toca,— madré de engaûo y traiciôn—, el halagar con la boca—y matar con la intenciôn». IV. »1 GRAN BANQUETE EL La magni fi ce π cia de los banquetes orientales fué proverbial en toda la antiguedad. No hace faite remontarse a la antigua India, ni evocar aquellas comidas como la que ofreciô Vasista al ejército de Visva Mitra, y que relata el Ramayana, segûn el cual «a cada nno de los invitados le fué dado lo que pedfa, cana de azûcar, miel, K 128 LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. torta de arroz, meleza, vino, licores..., arroz condi ment ado, dulces, bizcocho, leche cuajada, suero, en grandes vasos. Y todo preparado segûn los diversos gustos y servido en miliares de vasos llenos de aziicor». Ni tampoco evocer las del viejo Egipto, en los que, segun refieren los historiadores, al entrer los convidados un esclavo les quitaba las sandalias y otros llevabûn agua y perfume, y en las que recibfan Inego, al concluir la abluciôn, une flor de loto o una guirnalda ; se sentaban en sillas, escanos y sofas y eran regalados con vino, refresco, vaca, patos, pescado, caza, legumbres y frutas. Los banqnetes mâs famosos de la antigüedad fueron los de los perses. Los biôgrafos de Alejandro el Magno refieren que el monarca macedonio hallo esculpida en una columna de cobre la orden de que para el rey persa se degollaran todos los dios cien bueyes, cnatrocientos carneros, cuatrocientos gansos cebados, trescientas palomas bravias, seiscientos pâjaros, trescientos corderos, treinta gecelas y treinta caballos ; comida que costoba cuatrocientos talentos y que servie para quince mil personas. El rey persa convidabe a su mesa a muchos individuos, pero él comia, sin embargo, solo en un gabinete, desde donde veia sin ser visto, y ùnicamente en las grandes solemnidades se sentaba entre ellos» ocupando un elevadisimo trono. Desde alli les arrojaba la comida, los Barnabe cerca de si para beber vino de inferior calidad y no cesaba hasta verlos ebrios a todos. Pero acaso he ya de reputarse el mâs famoso ban­ queté regio entre los orientales de la antigüedad el que refiere la Escritura en el libro de Esther : (cf. Esth. 1,1-9). V. LA VESTIDURA DEL CONVITE Asimismo constituyô tradiciôn desde la mâs remota antigüedad el regalo de ricas vestiduras por parte de los reyes y magnates. Sin ir mâs lejos, los ejemplos abundan en la historia biblica : (ci. Billion, Pida de Nuestro Senor Jesucristo: ed. Βαχ, Madrid, vol.4 p.i5^-i6i). ; SE HABIA SAL V ADO, POR GRACIA, SIN MERITO ALGUNO PUR SU PARIE” · . k ·-' SEC. 8. GUIONES HOM1I.ÉTICOS 145 a) iCuifntos cstudiosos àvlcios de Innovaclones! b) jCuiintos daiiados por la vana cienda del inundo, que hincha y no edifica! C. Y, sin embargo, nunca como hoy ha habido tantas almas en la tierra ansiosas de vivir la altisima doc­ trina. Nunca tantas que aspiren a la vida del varon perfecto segùn San Pablo. D. j Almas bien dispuestas, practicad la plenitud de la vida de Cristo! a) Ehtended lo que es renovarse en la justicia y en la santidad de la verdad. b) Cubrios con la veste nupcial. c) Vivid cl hombre nuevo. d) Revcstios de Jesucristo. e) Y entrad alegres y dichosas en la sala nupcial, donde os vais a desposar con Jesucristo. Aqui, por la vida de gracia, para gozar dcspués eternamente de matrimonio espiritual, con Cristo, en la vida de gloria. Despojaos de la mentira: hablad verdad I. Cuatro significados de la palabra “verdad”. La palabra “verdad" tiene cuatro significados principales (véase guiôn homïlético n.2). Aqui habla San Pablo de la verdad moral, “por la cual el hombre en su vida, en sus hechos y dichos se muestra tal cual es” (“Sum. Theol.” 1 q.16 a.4 ad 3). La palabra “verdad” se opone aqui a la palabra “mentira”. El hombre verdadero se opone al hombre mentiroso o hipôcrita. H. Por qué debemos decir la verdad. El ser verdadero es un precepto de derecho natural. Lo dicta la naturaleza m'sma de las cosas. Dios nos ha concedido él don de la palabra para que expresemos nuestros pensamientos, no para que los ocultemos (cf. sec.n p.14,15). Nosotros tenemos el don de expresiôn también con él ges­ to, los ojos, etc., para manifester internamente los estados de nuestro espiritu: lo que pensamos o lo que queremos. k. Deber de fraternidad. Por ser todos hermanos, hi­ jos del mismo Padre, que esta en los cielos. Decir la verdad es una manifestation de lealtad al hermano. La lealtad, una exigencia del amor. B. Por ser miembros de Cristo, San Pablo no emplea ninguna de las dos razones anteriores, sino una 146 LOS IKVTTKDOS A LA BAD A. TÇ PESP. PENT. tercera. “Hable cada uno verdad con su prôjimo, pues que todos somos miembros unog de otros" (Eph. 4,25). La comunidad de vida, por asi decirlo, que establece el Cuerpo Mistico de Jesucriste nos da a todos el mutuo derecho de exigir a los demâs miembros la lealtad de la verdad (cf. sec.n p.14,6). TTT Sermon de la Cena y Sermân de la Montana. En este como en otros puntos aparece confirmada, robustecida y elevada a un orden superior la moral del Sermon de la Montana por el Sermon de la Cena. A. En el Sermon de la Montana los conceptos son principalmente de paternidad y de filiaciôn. Todos somos hermanos porque todos somos hijos del Pa­ dre celestial. B. Pero en el Sermon de la Cena, Jesucristo predicô un amor nuevo. “Mandatum novum do vob:s, ut diligatis invicem” (Ιο. 13,34). Que os améis con un nuevo amor. Con el amor con que yo os he amado. Con el amor que nace de estar todos vosotros injertos en la vid, que soy yo. Es decir, con el amor propio no ya de hermanos, sino de miem­ bros del mismo cuerpo. C. San Pablo en esta epistola del Cuerpo Mistico emplea esta misma razôn que impera en todos los capitulos del Sermon de la Cena. IV. El reino de la mentira. El mundo no es el reino de la verdad; es el reino de la mentira. A. Es el reino de la mentira en el sentido mâs hondo y vital de que ya hemos hablado. » ·τ*ΊΓ a) Porque vive la vanidad de la vida. b) Tiene oscurecido por las tinieblas el entendlmiento (Eph. 4,17). c) Cegado el corazôn (Eph. 4,18). d) Vive alej'ado de Dios (ibid.). B. Pero el mundo es también el reino de la mentira en sentido moral. a) El mundo de lo ambiciôn. En el compo de los ho­ nores, cuya aima es la ambiciôn, florece toda close de mentira. Y especialmente dos tipos: la adulaciôn y el seruilismo. Porque en este campo los hombres se mueven por lo que temen. i. Por la esperanza de alcanzar algo, el hombre se entrega a la adulaciôn. 2. El temor engendra el espiritn servîl. El servilismo nace en nosotros cuando la causa de nues­ tras operaciones morales estâ fuera de nosotros. SEC. 8. GUIONES HOMTLÉTICOS 147 b) El mundo politico. En las luchas politicas con frecuencia no sc repara en medios para obtener el triunfo. 1. Se llama habilidad a la mentira, al engafio, a la deslealtad, a la traiciôn. Hay toda una moral po­ litica a este respecto : maquiavelismo. 2. En la politica, como en los négocies, se produce un desdoblamiento de conciencia. Decia Macau­ lay : «Nos avergonzariamos de realizar, como caballeros, en la vida privada muchas habilidades que mutuamente nos concedemos y hasta alabamos en la vida pùblica». c) El mundo de los négocias. /Cuàntas veces es tam­ bién el mundo de la falsia y del engaüo! En otro lugar se han recogido los textos pontificios sobre el desdoblamiento de conciencia de muchos catôlicos. No serian capaces de mentir en asuntos corrientes, pero / con qué facilidad ensanchan las fronteras de su conciencia moral cuando se trata de ganar dinero! d) La vida international. Es tal la mentira que reina en las relationes publicas entre los Estados, que las palabras han perdido ya su valor y sentido. 1. Se visten con los vocablos mâs nobles las intenciones mâs bajas. 2. Se llama guerras de ideal a guerras de ambiciôn y de codicia. 3. Modernamente se ha elevado ya a la categoria de sistema la doblez y la mentira. V. El culto a la verdad. A. Una sabia pedagogia. Una sabia pedagogia es la que procura educar al nino en el culto a la verdad. a) En los colegios y universidades ingleses se descalifica socialmente al joven mentiroso. b) «Si usted me engana una vez, la culpa es de usted. Si usted me engana dos veces, la culpa es mia* (refrân inglés). c) Es decir, el hombre que engaüa una vez debe ser excluido del comercio social. B. El caballero y el picaro. Una de las virtudes propias del caballero es también el culto a la verdad. a) Es una de las virtudes tipicas del hombre de honor. b) Asi como en la literatura, a veces también en la vida national se ha mezclado la psicologia dei picaro, que es el hombre de la mentira y del engaüo. En una palabra, de la plcardfa. VI. Hablemos verdad. La razôn principal, pues, por la que nos debemos la verdad los unos a los otros es por ser miembros de Jesucristo y por imitar a Jesucristo. LOS TNVTIADOS A LA RODA. IQ DESP. PENT. A. Hay un tipo en el Evangelio que es la personifîcaciôn de la hipocresia: el fariseo. Jesucristo Damô reiteradamente a los fariseos hipôcritas (Mt. 22,18; 23,14.15.23.25.27.29). B. Pues los mismos fariseos proclamaron la verdad de Cristo: ‘‘Maestro, sabemos que eres sincero y que con verdad ensenas el camino de Dios, sin dar. te cuidado de nadie y que no tienes acepciôn de personas” (Mt. 22,16). Que fué tanto como decirle: a) Maestro, tu que no conoces ni el vano temor ni la vana esperanza. b) Tti que no tienes sombra ni de servilismo ni de adulaciôn. c) Tu que para hablar no piensas en los ejectas favora­ bles o adversos para ti que puedan producir tus pa­ labras, sino que dices las cosas como son y como las piensas... d) Tu, en fin, que nos cnseüastc a contestar si, si, o no, no, sin paliativos, ni medias tintas, ni disimulos... e) Maestro, tu que lo fuistc también de la verdad, ensénanos a ser siempre verdaderos en cl trato con nuestros hermanos. Con los otros miembros del Cuer­ po mistico, del que tû eres Cabcza. SFC. 8. GtHONFS nOMÎLÊTICOS En unos el trabajo tiene algo de serviliamo, de esclavitud. B. Diriase que una parte de la sociedad esta condenada a trabajos forzados, faltos de espontaneidad y de alegria. C. En otros el trabajo estâ inspirado y movido por la codicia. capitalismo moderno. Muchos opina n que la desviacion moral del fin del trabajo se debe principalmente al protestantismo. El hecho es que ha sido en las naciones protestantes dande ha natido la mo­ derna "herejia social” del capitalismo. Nos referimos al capitalismo condenado por los Pontifices. A. Dos notas del capitalismo. Notas esenciales de este capitalismo son: A. plena libertad de mera) En el orden cconômico, cado. b) En el orden moral, que es el que nos importa, la ganancla como csthnulo del trabajo. c) Y, como consccucncia, apetito ilimitado de lucro. Amoralid-ad prâctica cn los medios de conseguirla. Condenaciôn pontificia. No corresponde a esta homilia el entrar en el fondo dei problema. Pero im­ porta recordar râpidamente algunos textos ponti­ ficios condenatorios de este desorden moral. Recogemos algunas sentencias de Pio XI en la “Qua­ dragesimo Anno”. > SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 159 Entre los amigos no hay "secretos ; a los hijos, en cam­ bio. se ocultan muchas cosas. b) El amigo vuelca su corazôn en el amigo; ante el hijo, en cambio, es frecuente el dlslmulo. c) La palabra hijo Indica subordlnaciôn. La de amigo, igualdad. d) En el amlgo, la confianza es liana y sencilla. a) C. Entre Dios y el hombre, con el amor de Padre, se da la intimidad del amigo. “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su senor; pero os d go amigos, porque todo lo que oi de mi Padre os lo he dado a conocer” (Io. 15,15). HI. Amistad humana y divina. Incomparablemente es mâs ■perfecta la amistad con Dios que la que pueda existir entre los hombres. k. Entre éstos a veces no existe verdadera amistad. Con frecuencia es aparente. Se funda en algo ex­ terior: simpatia, riqueza, proximidad personal, cuando no interés. Por eso se observa en la vida que la amistad es inconstante y tornadiza. Los amigos de un dia se vuelven enemigos mâs tarde. Y aun entre los amigos rara vez hay una compenetraciôn total, de corazones, de manera de pen­ ser... Las envidias, aversiones, diferencias de cri­ terios, son frecuentes... B. La amistad sobrenatural es muy otra. El amor mâs sincero... Por la gracia el hombre se eleva a la participaciôn en el amor increado. Dios ama al hombre con un amor infinito; con este mismo amor, mediante la gracia, ama el hombre a Dios. C. Los amigos humanos buscan con frecuenc:a en nuestra amistad su propio provecho y consuelo. Nos aman por ellos mismos y no por nosotros. La amistad de Dios es muy distinta. Ningun pro­ vecho puede sacar de ella Dios, que no recibe mâs que la gloria y alegria de habernos hecho sus amigos y habernos vuelto felices. “No quiere mâs que enriquecerte y hacerte feliz” (S. Thom., “Sum. Theol.” 1 q.20 a.2 ad 3). IV. Como es posible la amistad con Dios. Certisima es la existencia de esta amistad. A. El Evangelio lo afirma claramente: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando” (Io. 15,14). Como si dijera: vosotros sois mis amigos si cumplis los mandamientos, si carecéis de pecado, si vivis en gracia. B. Pero 2, es posible esta amistad de Dios con el horn- 160 LOS INVITATOS A L\ BODA. IQ DESP. PENT. bre? Entre Dios y el hombre hay una distancia infinita, y la amistad supone la igualdad o la es· tablece. 4 Como es, pues, posible? Cierto que en el orden natural hay distancia nfinita entre el Creador y la criatura. Mas en el orden sobrenaDm el orden natural nunca se podria tural no. En decir que Dios es amigo del hombre. Por la gra­ cia, en cambio, el hombre es levantado al rango divino y participa de la vida de Dios. C. Y para que la igualdad sea mâs perfecta, Dios ha querido hacerse hombre, ha tornado nuestra hu­ mana naturaleza, llamândose Hijo del Hombre, y ha cargado sobre si con todas las deficiendas de nuestra naturaleza vulnerada. V. Exigendas de la amistad de Dios. Debemos corresponder al exceso de amor de Dios con nosotros hadéndonos sus amigos. A. Con la gratitud. Nuestra vida debe ser agradecimiento perenne. “Bienaventurado el que halla un amigo verdadero” (Eccl. 25,12). Lo tenemos en Dios por su misericordia... Justo es que le demos gracias. B. Amândole como El nos ama. Ley fundamental de la amistad es la compenetraciôn mutua. Dios, al hacernos sus amigos, quiere que participemos de su voluntad hasta el extremo de no querer sino lo que El quiera. “Querer o no querer por si mis­ mo es la verdadera amistad” (Salustio, “Catil.” 20: ed. C.S.I.C., Madrid 1942, p.66). C. “Conversar con El como con un amigo”. Asi de­ fine Santa Teresa la oraciôn... La confianza y la sencillez en nuestra oraciôn, tratando a Dios como a un amigo, es exigencia de la amistad de Dios. 10 La vida de la gracia I. La vida de la grada. La gracia es una cualidad sobrenatural inherente al aima. A. Como la vestidura nupcial hermosea al que la posee, asi la gracia transforma al aima, haciéndola bella. B. Pero hay un aspecto en la gracia que no va reflejado en este simbolo de la veste. La gracia, por ser participaciôn de la vida de Dios, entrafia una SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 161 vida. Y, como tal, una operaciôn. La vida de Dios es su operaciôn perfectisima, por la que se conoce y se ama, produciendo la Trinidad. La vida de gracia es participation en esta operacion. Tiene, pues, una realidad no estâtica, sino dinâmica. Π. Gracia y virtudes teologdles. La gracia en si es accidente entitativo; pero exige necesariamente las virtudes teologales, mediante las cuales obra. A. El conjunto de gracia y virtudes es lo que se llama vida de gracia. La gratia es como el principio vital; las virtudes, como las potentias por las que obra. La gracia transforma la esencia del alma, las virtudes transforman las potentias para que puedan producir actos grandes y bellos dignos de la naturaleza divina (S. Thom., “Sum. Theol.” 1-2 q.110 a.3 y 4 c). B. Por las virtudes teologales participamos de la actividad de Dios y nos unimos directamente con El. a) Por la fc unimos nuestro entcndimiento con el de Dios para participar de su conocimiento. La je es. pues, un conocimiento sobrenatural y divino. b) Por la caridad, el Espiritu Santo infunde amor en nuestros corazones para que participemos en el amor de la Trinidad y amemos a Dios como El se ama. La caridad es, pues, un amor sobrenatural y divino. c) Por la cspcranza nos apoyamos inmcdiatamente en el poder infinito de Dios como si nos perteneciera, y asi recibimos la confianza de poseer un dia a Dios en toda su grandeza y felicidad. La esperanza es, pues, un conocimiento sobrenatural y divino. Por eso se llaman virtudes teologales. Nos unen con Dios de manera sobrenatural y tienen a Dios como causa inmediata, de forma que solamente pueden ser producidas por una comunicaciôn de la naturaleza divina (S. Thom., “Sum. Theol.” 2 q.62 a.1.2 y 3). He aqui la vida sobrenatural. Un cielo anticipado. Nuestra vida en el cielo substanciahnente serâ la misma. Union con Dios. En la tierra por la vida de gracia, que es como la semilla. En el cielo por la gloria y vision de Dios, que es el fruto. mayor de todas, la caridad. De las très virtudes infusas, la mayor y principal de todas es la caridad: "Ahora permanecen estas très cosas: la fe, la esperanza y la caridad; pero la mâs excelente de ellas es la caridad" (1 Cor. 13,13). C. ïilabrû. de C. S I · 162 & LOS INVITADOS A LA BODA. IÇ DESP. PENT. La caridad perfecciona la fe y la esperanza y les da vida (cf. supra, San Francisco de Sales, p.79, C, a). La caridad nos comunica el bien infinito que nosotros conocemos mediante la fe. La caridad nos une en la tierra con el bien, objeto de nuestra esperanza. La caridad es la vida misma de Dios: Dios es amor. La caridad es inseparable de la gracia; mientras que la fe y la esperanza pueden existir sin ella. La fe y la esperanza desaparecen en la otra vida; la caridad permanece. De aqui que la caridad dé valor a todo (cf. supra, San Francisco de Sales, p.80, b), y que sin ella, aunque tengamos fe y don de milagros, o de ciencia, o de profecias, seamos nada: “Si... charitatem non habuero, nihil sum... nihil mihi podest” (1 Cor. 13,2-3). caridad comprende todas las virtudes. “La gracia —dice San Francisco de Sales—comprende ciertamen· te la fe y la esperanza, pero consiste particularmente en la caridad" (cf. “Trat. del amor de Dios” 1.11 c.8: ed. Apost. de la Prensa, 1947, p.645). A. Y la caridad “purifica primeramente el alma de todos sus pecados, la adorna después y hermosea con una belleza sumamente deleitable, y, finalmente, derrama sus aguas sobre todas sus facultades y operaciones para dar al entendimiento una prudencia celestial, a la voluntad una jus­ ticia santa, una sagrada templanza a la concupis­ cenda, y al apetito irascible una devota fortaleza” (cf. ibid., p.646). B. El apôstol San Pablo sefiala como efectos de la caridad otras virtudes: “La caridad es paciente, es benigna...” (1 Cor. 13,4-9). V. Vivir la vida de gracia. La gracia opera mediante las virtudes. A- Cuanto mayores sean éstas tanto mejor es nues­ tra union con Dios. Las virtudes aumentan con su ejercicio. Dan ellas la posibilidad de hacer ac­ tos sobrenaturales ; mas no la facilidad. B. Esta hemos de adquirirla nosotros ejercitândonos en los actos y removiendo los obstâculos que los impidan. Esto es vivir de la vida de gracia. Vivir en continuo ejercicio de virtudes. Actuarias con SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 163 frecuencia en nuestra vida. Que todo vaya iluminado y dirigido por ellas. C. Es un mundo completamente nuevo el de la san­ tidad. a) El cristiano ha de moversc en él. No se puede concebir un cristiano anquilosado o mezquino. La vida de gracia pide actividad en él para ir credendo hacia Dios. b) Y pide cada vez mâs entrega. No aniquila ni inerma la actividad humana, pero la dignifica y le da un va­ lor divino. Verio todo en Dios por la fe; relacionarlo todo con Dios, fin ultimo, por la esperanza... y crecer en amor a todas las cosas: aDiligentibus Deum omnia cooperantur in bonum» (Rom. 8,28). c) La vida de gracia exige ademâs la renovaciôn moral a que se refiere el Apôstol: Despojarse de la menti­ ra; hablar la verdad; no irritarse; no dar entrada al diablo; el que robaba, que no robe; que trabaje mâs... (Eph. 4,25-28). 11 La gracia y el mérito I. La vestidura nuptial y el banqueté de la gloria. A. Quien carezca de la gracia no puede ser admitido en el reino de los cielos, sino que sera arrojado a las tinieblas exteriores. Hay, pues, una rela­ tion entre gracia y vida eterna. La gracia es su scmilla (cf. supra, Terrien, p.101, b). B. Pero existe ademâs otra relation: la gracia comunica valor divino a nuestras obras en orden a la vida eterna. He aqui un nuevo aspecto de la gracia que merece ser tratado por las importantes aplicaciones que se deducen (cf. Beato Avila, p.51, d). Π. Las obras hechas en gracia. Conviene recordar que la gracia es vida y que obra mediante las virtudes. Estas obras son nuestras y son a la vez de Dios, de fcuya naturaleza participâmes por la gracia. Tienen, pues, valor infinito, precio infinito y son dignas de premio infinito, cual es la gloria (S. Thom., “Sum. Theol.” 1-2 q.114 a.3). Las obras, en cuanto que proceden de nosotros, valen poco. Pero la gracia les da su grandeza y esto las hace dignas del cielo. El sarmiento unido y junto a la cepa produce su **Λ*' LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. fruto no por la virtud propia, sino por virtud de la cepa. Nosotros estamos unidos por la caridad a Nuestro Senor, como los miembros a la Cabeza, y por eso nuestros frutos y buenas obras, extrayendo de El su valor, merecen la vida eterna (cf. San Francisco de Sales, “Trat. dei amor de Dios” 1.9 c.6: ed. cit., p.504 ss.). [U. En el cielo hay diversos grados de gloria. A. Asi lo testimonio el propio Cristo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (lo. 14,2). Y el apôstol San Pablo dijo: “Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y una estrella se diferencia de la otra en el resplandor. Pues asi en la resurrection de los muertos” (1 Cor. 15,41). B. Los distintos grados de gloria guardan relation con las obras buenas. Después de la muerte seguirân las obras: “Opera enim illorum sequuntur illos” (Apoc. 14,13). Con relation a ellas darâ Dios su recompensa. C. Las obras en si nada valen. Si, en cambio, el amor con que se ejecuten. “A la caida de la tar­ de, dice San Juan de la Cruz, nos hemos de examinar de amor”. IV. Obras sin amor. A. El pecado mortal destruye la gratia y la caridad. Cierra la fuente del mérito. Obras en pecado nada valen a los ojos de Dios, aun cuando sean buenas y nobles en si y merezcan la alabanza humana. La limosna, los sufrimientos, la persecution, la muerte, sin la gracia nada valen. Ni los actos de la fe y esperanza, sin la caridad, tiene valor. Podrân, es cierto, conseguir gracias actuales que nos lleven a la justification ; pero no son meritorias de vida eterna (cf. San Francisco de Sales, “Trat del amor de Dios” 1.11 c.ll: ed. cit., p.662 ss.). B. Si el hombre cayera en pecado, debe levantarse inmediatamente para recuperar la amistad con Dios y hacer que sus obras valgan. El tiempo pasado en pecado mortal es tiempo perdido, porque de nada sirve para la eternidad. V. Mérito de las obras hechas con amor. Si el aima vive en gracia, aun lo mas insignificante tiene valor. “Pot la momentânea y ligera tribulaciôn nos prépara un peso eterno de gloria incalculable” (2 Cor. 4,17). Un vaso de agua dado por el Senor, una pequeüa limos- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 165 na, el pronunciar “Jesûs”, cualquier obra buena es digna de eterna recompensa. VI. A mayor gracia, mâs mérito. Una misma obra producida por dos hombres con distinto grado de gracia vale mâs o menos, segûn la mayor o menor gracia. A. Cuanto mâs gracia, tanta mayor es nuestra dignidad, tanto mâs cerca de Dios estamos, y asi la obra aumenta de valor ante sus ojos porque la dignidad de la persona se comunica a su obra (S. Thom., “Sum. Theol.” 1 q.95 a.4). Sucede en­ tre los hombres: el general es mâs retribuido que el simple soldado, aun cuando quizâ el trabajo de éste haya sido mayor. B. Por las obras meritorias, el cristiano en cierto sentido se ofrece a si mismo a Dios. Si tiene mâs gracia que otro, da mâs a Diop y merece, por tan­ to, mâs. C. El valor interior de la obra misma aumenta segun la medida de la gracia. El campo que recibe mâs lluvia y abono producirâ mâs y mejor fruto que otro que recibe menos, aun cuando se trabaje éste tanto como aquél. Asi las virtudes plantadas en un aima regada abundantemente por la gracia darân mejores frutos de buenas obras y mâs valiosas que las que radican en un aima con menos gracia. VU. Estima de la vida de gracia. A. Aunque sea solo por egoismo, debemos esforzarnos por conservar la vida de gracia. B. No solamente conservarla, sino aumentarla para que nuestras obras sean mâs meritorias. La frecuencia de sacramentos es medio ordinario de au­ mentarla. C. Si alguna vez la perdemos, debemos recuperarla sin demora mediante la confesiôn o el acto de contriciôn. La gracia y los sacramentos I. Jésus, dador de la gracia. A. “El ùltimo dia, el dia grande de la fiesta, se detuvo Jesûs y gritô diciendo: “Si alguno t ene sed, venga a mi y beba...” (lo. 7,37). No era la prime- SEC. 8. GU ION ES HOMILÉTICOS 166 167 LOS INVITADOS A LA BODA. IQ T>ESP. PI NT. ra vez en que invitaba a beber: “Si conocieras el don de Dios.., tû le pedirias a El, y El te darîa agua viva’* (lo. 4,10), dijo a la samaritana. ;Qué agua es esta que podemos beber en Jesûs? El evangelista nos lo explica a continuaciôn : “Esto d jo del Espiritu que habian de recibir los que creyeran en El” (lo. 7,39). El Espiritu Santo, la gracia. B. Jesûs es la fuente de la gracia, porque habiéndola merecido El con su Pasiôn, el Padre le encargo que la distribuyese. •'1 Π. Jésus, dador de la gracia en los sacramentos. A. Pero ;donde encontrar a Jesûs? Los enfermes sabian donde hallarle. Y nosotros? También, por­ que aparté de la oraciôn tenemos los medios nor­ males instituidos por El para darnos de beber su grac:a. Son los sacramentos desde muy antiguo representados como siete canos adonde van a refrigerarse las almas. (“Sicut cervus desiderat”, en la bendiciôn de la pila). B. En los sacramentos encontramos a Jesûs, por­ que no es Pedro, Pablo ni Apolo el que bautiza, sino Cristo, ministro principal de todos los sacramentos, que obran en cuanto instrumentes suyos. Se bcercan los muertos a Cristo y le piden la vida, y como los resucitô en Nairn o Bctania, los resucita a la gracia en el bautismo y en la pcnitencia. b) Se le llcvan los ni nos para que los bendiga, y en la confirmation los robustcce y convierte en soldados suyos. c) Los hambrientos nccesitan comida que los sostenga, y Jésus les da su propio cuerpo. d) Los nuevos matrimonios le convidan a sus bodas y cncuentran a Jésus convirtiendo en sacramento su conlrato. Los sacerdotes ml ran hacia cl cielo pidiéndole sus po­ deres, y Cristo los conficre. 0 Los moribundos le llaman. y El los sostiene en el mo­ mento difîtil con la cxtreniaunciôn. g) En cada uno de los momentos cruciales de la vida tenemos un lugar donde cncontrar a Cristo : en el sacramento destinado a csa nccesidad. Son necesida­ des que requieren la gracia de Dios para poder salir airosos en ellas, y Cristo instituyô csos sacramentos, que cl mismo administra, como signos cfcctpvos y eficaccs que la confieren, y que la confieran adaptada a la nccesidad a que estân destinados. El bautizado la recibirà sujiciente para ser buen crjstiana; el casado, para cumplir las obligaciones de su estado, etc. a) ΠΙ. La gracia sacramental. Ahora bien, el sacramento dura un momento y la necesidad es continua, la tentaciôn puede asaltar al cristiano en cualquier instanr te, y las duras obligaciones del casado permanecen en tanto que persista el vinculo, &Qué eficacia tiene el sacramento para esas futuras necesidades? Sigamos oyendo al Senor en los mismos discursos citados: “El que créé en mi..., rîos de agua viva correrân en su seno” (lo. 8,39). Y mâs claro a la samaritana: “El agua que yo le dé se harâ en él una fuente que salte hasta la vida eterna” (lo. 4,14). El Senor no se contenta con darnos a beber, quiere poner dentro de nosotros una fuente. Los teôlogos la explicarân diciendo que en todo sacra­ mento existen très cosas: el signo exterior, la gra­ cia que se simboliza y un tercer término, que por una parte es producido y simbolizado por el sacra­ mento y por otra consigne la gracia cuando fuere necesario. Es el carâcter en aquellos sacramentos que consagran al hombre a un estado definitivo y que no puede reiterarse, y cierto sello o consagraciôn en los demâs. Es una fuente de gracia que Cristo ha puesto en nuestras aimas y que manarâ en cada momento que la necesitemos mientras no le pongamos ôbice. El casado no necesitarâ asi recibir de nuevo el sacramento, pues si no ciega la fuente que Cristo le puso, ella le proporcionarâ la gracia necesaria para cumplir sus obligaciones de un modo meritorio. Y el que recibiô la absoluciôn, recibirâ también la gracia aun sin advertirlo, por vir­ tud de aquella fuente que brotô en el confesonario. IV. El primer efecto de los sacramentos. Ese es el primer efecto de los sacramentos: dar la gracia santificante o aumentarla cuando se reciben, y ademâs colocar esa fuente de gracias sacramentales, que llegardn cuan­ do las necesitemos, destinadas a que aquel sacramen­ to que recibimos pueda producir los f rut os, para conseguir los cuales se los pedimos a Cristo. IOS INVITADOS A LA NODA. IQ DESP, PENT. 13 Los sacramentos, signo y causa de la gracia I. Los signos. A. El hombre ama y usa de los simbolos. Banderas, escudos, saludos, uniformes; nuestra vida privada y social esta llena de simbolos que nos hablan unas veces y otras nos emocionan. B. Cristo Nuestro Senor, que, como autor de nues­ tra naturaleza, la conoce perfectamente, ha utili· zado este valor sensorial de los simbolos. Lo uti­ lize en su ensehanza mediante las parabolas, en sus milagros con ciertas acciones, y lo utiliza tam­ bién cuando quiere darnos su gracia por medio de los sacramentos. Π. Los sacramentos, signos. A. Salta a la vista el simbolismo de todos ellos. El agua bautismal simboliza la limpieza exterior, las palabras de la absoluciôn hablan de perdôn. B. Hasta ahi han llegado los protestantes. También ven ellos en los sacramentos signos de la gracia. Admiten gustosos que el bautismo excita con su signification nuestra fe, etc. Pero no pasan de ahi. La bandera, segùn ellos, es signo de la patria, pero no la producen. El humo es signo natural del fue­ go, pero no lo causa. Los sacramentos también simbolizan efectos interiores, pero no los producen. HT. Signos eficaces. Es que los protestantes no han advertido la diferencia esencial y tan predicada por San Pablo entre lus ceremonias de la Antigua y de la Nueva Ley. A. Aquéllas eran ceremonias “vatias", porque se limitaban a simbolizar la gracia sin causaria, pero nuestros sacramentos son sacramentos llenos, pues la producen, ademâs de su razôn de simbolo. Los sacramentos de la Antigua Ley no podian hacer otra cosa, porque se limitaban a anunciar que Cristo vendria, pero estos nuevos han nacido de la Haga del costado de Cristo, que les ha dado su eficacia. B. La santificaciôn dei Antiguo Testamento era puramente externa y simbôlica. Sus sacramentos no pasaban de la categoria de signos. Pero la santifi- SEC. 8. GIHONES HOMH.ÉTICOS 169 caciôn de Cristo es interior y eficaz y los suyos gozan de las mismas cualidades. IV. Lo significado y lo producido. Nuestra santificaciôn consta de très elementos: uno causal; a saber, la pas­ sion de Cristo; otro formai, la gracia, y otro final, el cielo. Los sacramentos simbolizan todos ellos la pasiôn de Cristo, de la que recïben su eficacia. Sim­ bolizan la gracia y la conceden; simbolizan la gloria y nos dan por qué merecerla (S. Thom., “Sum. Theol.” 3 q.60 a.3). V. La gracia sacramental. A. Todos los sacramentos dan o aumentan la blancura de ese traje necesario para asistir dignamente al banquete, pero lo dan con determinados matices, porque de lo contrario no harian falta siete simbolos eficaces, sino uno solo. Los unos simbolizan el nacimiento o recuperaciôn de la gracia, y la confieren al que no la tiene (bautismo y penitencia). Los otros simbolizan... Esta es la gracia Hamada sacramental, a saber, la misma gracia santificante dada o aumentada, y el derecho a recibir las ayudas pasajeras necesarias en cada momento para cumplir los fines a que tal sacramento se endereza. 14 La gracia actual I I. La caida. A. Bajaba un hombre desde Jerusalén a Jericô, cuan­ do cayô en manos de ladrones, que le despojaron de todos sus vestidos y lo dejaron malherido. Ba­ jaba el hombre desde las alturas del orden sobrenatural, cuando cayô en manos del demonio y le despojô por completo de aquella tûnica blanca que lo habia constituido, dentro del orden sobrenatural, en digno de asistir al banquete. Pero ademâs lo dejô malherido en sus propias fuerzas naturales. El libre albedrio de que tanto se ufana el hombre, ;qué malherido se encuentra viviendo en un cuerpo de sentidos y de pasiones que nublan y desvian al entendimiento que debe guiarlo! B. Nuestra propia experiencia no alcanza a demostrarnos nuestra carencia de gracia, porque ésta a· . -**?·»· · îirVr 7 <> SEC. 8. CUIQNES HOMILÉ.TICOS 171 LOS INVITADOS A LA RODA. IQ DESP. PENT._______________ cae fuera de aquella y dentro del âmbito de la fe. Sabemos que existe la gracia santificante y conocemos nuestra elevaciôn y nuestra caida del orden sobrenatural porque Dios nos lo ha revelado. C. Pero la triste situaciôn de nuestro albedrio, ésa si que la conocemos. La conocia Horacio cuando decia: LOS INVITADOS Λ LA BODA. K.) DESP. PENT. T-ï-., Y unos, como los que no quisieron ni acudir al banqueté, se niegan a creer en su existencia. Ta­ ies los incrédulos, que intentan acallar la idea de Dios existente en el fondo de su corazôn, y que, necios, dicen que no existe. Otros, présentes al banqueté, se olvidan del Se­ nor que lo preside en medio de la suciedad de sus vicios y pasiones. iCuântas veces yo mismo he obrado como si Dios no me viese y hubiera deseado, después de cometer mis acciones, que no me hubiera visto! V. Necio deseo. r · A. Dios me ve en vida, a) Hasta los filôsofos lo stipieron: «No podrâs huir de su mirada, aunque... te escondas en el seno de la tie­ rra o muy alto te lances a escalar el cielo. Tendrâs que sufrir tu castigo 0 en esta vida o cuando hayas bajado al Ades en un lugar mucho peor» (Platôn, «De leg.> 10,905-1). b) «jDonde podria alejarme de tu cspîritu? ^Adônde huir de tu presencia? Si subiere a los cfelos, alli esfds tu; si bajase a los abismos, alli estas présenté. Si, robando las plumas de la aurora, quislera habitar al extremo del mar, también alli me cogeria tu inano... Si dijere: Las tinieblas me ocultarân..., tampoco sé­ riait para ti muy densas» (Ps. 138,7-12). j Quién puede huir de aquel Espiritu, del cual esté lleno el universo? tNadie que liable impiedades quedard oculto ni pasard de largo ante El la justicia vengadora» (Sap. 1,7-8). . Dios me ve en la muerte. tYo soy el alfa y el omega, dice el Seiïor» (Apoc. 1,8). De él salintos y con él nos cncontraremos al terminar nuestros dias. De poco importa que las aguas de los rios vayan hacia oriente u occidente. Siempre desembocan en el mar. De poco importa que hayan sido cauces benéficos o torrentes devastadores. Siempre terminait en cl mismo lugar. b) Jcremias, en pdrrafo tremendo, dica: tNo retrocederd la ira de Yavé mientras no se hayan cjccutado y cumplido sus designios. Al fin de los tiempos los comprenderéis... iSoy yo, por ventura, Dios sôlo de cerca? Palabra de Yavé. ±No lo soy también de lejos? ;,Por mucho que uno se oculte en escondrijos no le veré yo? Palabra de Yavé. ^No lleno yo los cielos y la tierra? Palabra de Yavé» (1er. 23,20-24). Très juramentos seguidos para confirmar que al fi­ nal de los tiempos entenderemos que ha estado pré­ senté a todas nuestras acciones. a) SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 175 VI. Sin embargo, no todo es espantoso. A. Hay dos modos de encontrar a Dios al final de nuestros dias. a) b) Uno cl del malvado: tNadie le librarà de mi inano», dice el Senor a Oscas (2,10). Poo también dice hablando de sus ovejas: tNadie las arrcbatarà de mi tnano» (lo. 10,28). B. i Felices los que encuentran a Dios como pastor de los pastos celestialesî... VU. Todo depende del modo que hayamos ten'ido de contestarle cuando nos lo hayamos encontrado en la tierra. xA. Pablo, perseguidor, se lo encontre camino de Da­ masco y su respuesta fué la de: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” (Gai. 2,20). B. Los convidados a la boda se lo encontraron por los caminos y esquinas, y acudieron con sus vestidos limpios. C. Todos ellos volvieron a encontrarse a Dios, como Senor del banqueté. 17 El Dios justo I. jPar qué? Nuestra sensibïlidad para con el malo. nuestro antropomorfismo, al juzgar de Dios al estilo de los hombres, s-in advertir que quizâs lo que esti­ mâmes virtud no. es sino una limitacién y, por lo tanto, defecto, nos mueven a que siempre que oimos predicar la justicia de Dios nos preguntemos alla en no sé qué fondo interior: &por qué? H. El libro de la Sabiduria nos contesta (c.12). Los cananeos vivian en medio de crimenes nefandos, que Dios ha castigado lentamente, dilatando el llevarlo a cabo, a pesar de conocer que no habian de arrepentirse. îPor qué? ΠΙ. Hay que establecer los siguientes principios, basândonos en el citado pasaje de la Escritura. . Dios es un juez inapelable. A. a) Dios no ha de rcitdir cuentas a nadie ni està supeditado a ulteriores apelaciones. Contra El no hay ninguna cucstiôn ni queja. «Pues 4quién te dirà: Por qué haccs esto, o quién sc opondrà a tu juicio, o quién te llamard a juicio..., o quién vendrà a abogar contra ti...?» (v.12). ‘•*!W . - AI • ■· LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. b) Porque El es el Seiïor de todos, sin que reconozca poder por encima del suyo: tPorquc no hay mâs Dios que tu... y no hay rey ni tlrano que te puedan pedit cuenta de tus castigos» (v. 13-14). λ Pero Dios es justo. No temâis lo que el mundo pudiera dar a la tirania aneja a la indefensiôn to­ tal del ciudadano. Ese poder, supremo y sin cortapisas, esta en las manos de un Senor justo. a) tSiendo justo, todo lo dispones con justicia y no condenas al que no merece ser castigado..., porque tu po­ der es el principio de la justicia» (v.15-16). b) iTu poder soberano te autoriza para perdonar a to­ dos» (v.16). Si en el caso de los cananeos esperaste, llega el momento en que tu justicia exige el castigo. c) Tu poder es el principio de toda justicia creada, y en la tuya tiene su régla y modelo. *. < 4· Es, pues, no solo justo, sino principio y modelo de toda justicia. Es un Senor benigno: “Sefior de la fuerza, juzgas con benignidad y con mucha indulgencia nos gobiernas” (v.18). Pero nadie se descuide. Cuando esta justicia siente colmada su medida, cuando la paciencia del que la tiene, porque, siendo fuerte, siempre tiene el poder en la mano, se agota, entonces: “Si no eres creido perfecto en poder, haces alarde de la fuerza, confundes la audacia de los que dudan de ella” (v. 17-18). IV. Conclusion: “Por taies obras enseüaste a tu pueblo que el justo debe ser bueno” (v.19). La clave de la vida I. La clave de la vida esta en la vida fatura (cf. supra Nieremberg, p.70, B, a). A. En la vida juegan un papel prépondérante dos pasiones: el temor y la esperanza. B. Ambas pasiones son saludables cuando juegan en razôn a la vida futura, considerada a la luz de la fe. a) El tenwr a ser arrojados a las tinieblas exteriores b) hibe nuestras pasiones desordenadas. La esperanza de gozar eternamcnte del banqueté divino de la gloria hace soportable, amable y alegre la vida. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS c) 177 »Vita nostra modo spes est, postea gloria erit·». Nues­ tra vida es ahora esperanza; después serâ gloria (cf. San Agustîn, Serm. 157 : BAC, t.7 p.742 ; véase La palabra de Cristo, t.i p.728). , H. Pecado de juventud. No es extrano que ninos y ado­ lescentes que han vivido una vida ntensamente re­ ligiosa siifran una crisis de fe y de esperanza en la juventud. A. Por dos razones: a) b) Las pasiones influyen sobre el entendimiento apartândolo de los caminos de la fe y de la verdad. Principalmente dos pasiones; la Injuria y la soberbia. 1. La lujuria, una de cuyas hijas, como es sabido, es el odio de la vida futura, donde los goces serân puramente espirituales. 2. Y la soberbia, que no quiere· saber de la ùnica gloria verdadera, que es la que nos viene de Dios, porque se deleita en la gloria que espera de los hombres (lo. 5,44). La juventud se alimenta y vive de vanas esperanzas, de verdaderas ilusiones que créé realizables en esta vida. B. Ofrece la vida présente a su corazôn vanidoso unas vanas fuerzas que de momento satisfacen en esperanza sus deseos de felicidad. JH. El hombre maduro corrige, con frecuencia, estos pe­ cados juveniles. N. Los desenganos, las enfermedades, las miserias propias y ajenas, le dan la vision real de las cosas. B. Las pasiones han perdido en él su vigor. C. Las esperanzas terrenas le salieron vanas. D. Entonces comprende que esta vida no es la ver­ dadera vida, y el hombre normal y virtuoso, Γbre del demonio de la lujuria, u ordenada ya su vida en el matrimonio, y del demonio de la so­ berbia, vuelve la vista a la vida verdadera y pone en ella sus esperanzas. E. Triunfarâ plenamente y rectificarâ criterios ju­ veniles, proclamando su fe, si vence al tercer enemigo, que es el mundo. Es decir, si pisotea el respeto humano. IV. A la hora de la muerte. A. No es raro el caso de pecadores, y hasta de peca­ dores escandalosos, neluso de hombres impios, perseguidores de la Iglesia, que a la hora de la muerte se arrepienten y confiesan. >>· Λ ·* « SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. B. Y no es por debilidad senil o flaqueza de la voluntad enferma. Al contrario, ven con mâs claridad la realidad de tes cosas, porque el enten­ dimiento estâ libre de 1a influencia de te pasiôn de la carne y de la pasiôn de la soberbia; que al contemplar desde el término de la vida la va­ nidad de su existencia, se sienten profundamente humillados, perciben el vacio de su corazôn y pronuncian a tiempo el “ergo errabimus” (Sap. . 5,6) C. Y entonces, volviendo suplicantes sus ojos al Pa­ dre de las misericordias, ponen su esperanza en las realidades del cielo. V. El pueblo espera otra vida. El pueblo que trabaja y sufre, vive, de ordina­ rio, mucho mâs intensamente que tes clases acomodadas 1a esperanza de la gloria. Por eso el pueblo conserva una lozania de la •vida que espera que no logran marchitar los desengafios de una vida en que nunca puso su espe­ ranza. Hablamos de pueblos que conservan su fe. Los que la han perdi do no son pueblo, son plebe, y no ponen la esperanza de su vida mâs que en goces superficiales y pasajeros. El hombre popular, de alma cristiana, practice aquella altisima filosofia expresada por Sancho cuando el duque le ofreciô el gobierno de la insula Barataria: “Después que bajé del cielo y después que desde su alta cumbre miré a 1a tierra y la vi tan pequefia, se templô en parte en mi la gana que ténia tan grande de ser gobernador; porque iqué grandeza es mandar en un grano de mostaza, o qué dignidades o imperio el gobernar a media docena de hombres tamaüos como avellanas, que a mi parecer no habia mâs en toda la tierra? Si vuesa senoria fuese servido de darme una tantica parte del cielo, aunque no fuese mâs que media légua, la tomaria de la mejor gana que la mayor insula del mundo” (cf. “Don Quijote”, p.2.* c.42: ed. Aguilar, ‘Obras completas”, Madrid 1949 p.1415). . Por Sancho habla el pueblo bueno. jCuântas veces bajo una corteza tosca, de apariencia grosera y materialista, alienta un alma espiritual, capaz de despreciar un imperio, sostenida por 1a esperanza de alcanzar la gloria! 179 VI. Prediquemos verdades eternas. A. Nunca se ha de abandonar este tema de oredicaciôn. a) En misiones, en Ejercicios y retiras, en homllias oportunas, como ésta, hablemos de la muerte, de la elernidad, de las tinieblas, del infierno, del banquete de la gloria... S) Decenas de veces tocô el tema, de propôsito o de pasada, -nuestro Senor Jesucristo, segûn se lee en el Evangelio. B. Toquémoslo. Lo primero y principal, para salvar por el temor y la esperanza un aima redimida por la sangre de Cristo. b) Lo segundo, porque sin la clave de la vida futura es un misterio inexplicable, angustioso y desesperante la vida présente. c) Lo tercero, por disponer los espiritus a las soluciones de carâcter social, como se explica en otro guiôn. d) Y aparté de estas razones, grave temeridad es arrancar del pueblo el temor del infierno... ; y crueldad despiadada no meter en su aima la esperanza de la gloria. a) VU. jEa, hermanos...! A. Nosotros, mensajeros del gran Rey, salgamos por esas calles y por esas plazas a invitar a las gentes a tes bodas de su Hijo. a) Son muchos los buenos que nos esperan. b) Son muchos los que por nuestra palabra levantarân los ojos a la contemplaciôn de los bienes eternos. B. Confianza, hermanos, en que llenaremos 1a gran sala del banquete de aimas santas que darân una gran alegria y mucha gloria accidental al Hijo del Rey, nuestro amadisimo Redentor. 19 Del pensamiento del infierno al amor I. Existe una gran diferencia entre el temor y el miedo. A. El temor es racional y sano. El miedo es pasional. El temor es un motivo de acciôn y vida. El miedo es un amilanamiento y disminuciôn de ener­ gias. λ . j B. Por eso Dios predica el temor, pero no el miedo. Cuando habla del juicio y del infierno, sus consecuencias son siempre de acciôn y energia: “Ve- i : 180 w* LOS IN VITA DOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. lad”, dice a los Apôstoles después de haberles anunciado el juicio y expuesto la parabola de las virgenes fatuas (Mt. 25,13). Π. Cuando predicamos sobre el infierno y hablamos de las tinieblas exteriores buscamos Uevar al aima la luz de la energia. Diî semana tan purgativa como la primera de los En ejercicios ignacianos, el Santo propone la siguiente peticiôn: “Pedir interno sentimiento de la pena que padecen los danados, para que si del amor del Senor eterno me olvidare por mis faltas, a lo me­ nos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado (cf. “Obras completas de San Ignacio de Loyola”, ed. manual BAC, p.174). Nuestra meditaciôn serâ, pues, sintiendo internamente, como quien los vive, los tormentos del infierno. Debemos aplicar rudamente nuestros sentidos a ellos para que ya que por los sentidos entra el pecado tantas veces, tengan ellos también su freno. Pero el fin de mi meditaciôn ha de ser pensar que mis faltas me pueden alejar de un amor que nunca se perderâ por culpa del otro amante, Dies, y que entonces el recuerdo de aquellas penas me debe volver al amor. LU. Entonces con San Ignacio (cf. ibid., p.174) me pon­ dre delante de una imagen de Jesûs crucificado... A. Veré los hombres que desde la creaciôn dei mun­ do hasta ahora se han condenado por no amar a Dios. Porque prefirieron ofenderle. Y lloraré al ver las consecuencias de esta falta de amor. B. Me veré a mi mismo y admiraré como no estov en el infierno gracias al amor que Dios me ha tenido y que le ha hecho esperarme. C. De esta conjunciôn de la falta de amor mio, que me ha merecido el infierno, y del amor de Dios, que me ha esperado, surgira de nuevo el fuego del amor en mi pecho. IV. Y como el amor es activo, abandonaré el mal y obra· ré el bien. Este es el ejemplo de Teresa, la mujer activa y santa, después de su vision del infierno. Esta debe ser mi vida después de la actual meditaciôn (cf. supra, sec.V p.62,9 y 10). SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 181 Las tinieblas exteriores I. La razon y la fe marchan de acuerdo, como verdades que, por serlo, no pueden oponerse. A. Unas veces es la fe la que confirma lo que la razôn habia descubierto por si sola; otras abre nuevos caminos por donde marche esta segura. B. La fe y la razon demuestran los castigos de la otra vida. Solo los niegan nuestras pasiones. H. Existe un castigo después de esta vida. A. El Senor lo atestigua en el Evangelio multitud de veces. B. La razôn lo aprueba. Dios, justo y santo, no puede permanecer indiferente ante las virtudcs y vicias de los hombres. Debe, pues, sancionarlos. No reciben su sanciôn en esta vida. Luego dcben recibirla en la otra. b) De lo contrario nos veriamos obligados a decir con San Pablo : aSi sôlo miranda a esta vida tenenios la espcranza pucsta en Cristo, sotnas los mâs misérables de todos los hombres... ^Por qué estamos siempre en peligro?» (i Cor. 15,19-23). a) ΠΙ. Castigo eterno. A La fe es taxativa. La palabra eterno, sin fin, por los siglos de los siglos, acompana siempre a los castigos de la otra vida. Incluso forma parte de las palabras de la sentencia: “Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno” (Mt. 25,41). B. La razôn no ve en ello inconveniente alguno. Es mâs, lo encuentra muy de acuerdo con los atributos divinos y la maldad del pecado. a) Dios es eternamente bueno y justo. Luego odia eter­ namente el pecado. Su odio consiste en perseguirlo y castigarlo. Luego en tanto que el hombre esté en pecado debe sufrir su castigo. Sôlo un csfuerzo de la misericordia divina lo ha detenido durante esta vida (cf. supra, A'entura Raulica, p.g4, b). Claro cstà que para que esta razôn valga es necesario que cl pecador lo sea durante toda la eternidad, lo cual, por des­ gracia, es cierto. Porque el pcrdôn no puede obtenerse sin que Dios, en su benignidad, le otorgue la gra­ cia para que se convierta. Nunca esté obligado a ello y ha determinado cerrar con la muerte la época de la distribuciôn de sus gracias. 182 LOS INVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. fit La misma justicia de Dios exige que exista una diferencia esencial entre los buenos y los malos. Si las penas del infierno no fuesen etcrnas, t^qué difercncia existiria (y sôlo decirlo es un crimen) entre la Madré de Dios y las victimas del prostibulo, entre Gabriel y el demonio?... Imagina los aüos de suplicios que quieras, multiplica los tiempos y las edades; pero si todo cllo se termina, lo pasado se tendrà por nada, porque no pensamos en lo que hemos sido alguna vez, sino en lo que vamos a sert (cf. S. Hieron., «In lo.» 3,6: PL 25,1142). Llegaria un tiempo en que, olvidado lo pasado, el màrtir y el perseguidor serian cxactamcnte iguales. La gravedad dei pccado, infinito en cierto modo, por ser ofensa inferida a un Dios infinito. El hombre debe, pues, sufrir un castigo proporcionado (cf. supra, Ventura Raulica, p.94, b). d) La misma apreciaciôn humana exige la eternidad. Cuando se trata de la otra vida despreciamos todo lo que no es eterno. Véase, si no, el escaso aprecio y temor que se le suele tener al purgatorio (cf. ibid., p.93, B, a). Finalmente, la misma misericordia divina pidc la eter­ nidad de las penas. 1. Los atributos de Dios son iguales como los b_azos del hombre. Tan grande debe ser su justicia cuanto lo ha sido su misericordia. 2. Su misericordia llegô a ofrecer en la cruz un sa­ crificio, infinito en valor de méritos. Debe la jus­ ticia exigir una satisfaction infinita también. si­ no en intensidad, lo cual es imposible a la debilidad del hombre, a lo menos en duraciôn. 3. î Por qué marié Cristo sino porque Dios exigia esta compensaciôn ? ·■ 1' '-*·® SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS Pena de dano. A. El pecador eligiô libremente separarse de Dios y queda separado de El. Con una sola diferencia, la de que en esta vida no entendiô que solo en Dios podia encontrar su felicidad, y, en cambio, después del juicio apetece a Dios como Tântalo el agua, como Sisifo el descanso, como el eternamente desgraciado la felicidad. B. En la parâbola el hombre sin vestido es arrojado fuera del festin, que représenta a Dios. La pri­ mera palabra de la condenaciôn es la de: “Apartaos” (Mt. 25,41). No os conozco, dicen otras pa­ râbolas. C. La razôn ha entrevisto siempre este castigo, y testigos de ello son los mitos a que hemos aludido. No es simplemente no poseer el cielo. Es ser privado de disfrutarlo. Cuando todas nuestras fuerzas tien- den a su posesiôn. Es encontrar la justicia de Dios, que detiene el impulso de la vida que corre hacia El. V. Pena de sentido. El hombre se séparé de Dios por buscar las criaturas, como los judios condenaron a Cristo des­ pués de elegir a Barrabâs (Mt. 27,20; Mc. 15,11; Le. 23,18; lo. 18,39-40). Dos quejas tiene Dios contra su pueblo y contra nosotros. Al primer castigo le ha correspondido la pena de dano. Al segundo es lôgico le corresponde una pena alli mismo en donde se pecô. Y quien se séparé de Dios por unirse a una criatura, justo es que encuentre en una criatura su dolor. La Sagrada Escritura, en uno u otro lugar, nos describe tormentos para todos y cada uno de los sentidos. No nos imaginemos algo puéril. Es mejor leer el catecismo cuando dice: aEl con junto de todos los males sin mczcla de bien alguno» (cf. sec.VII p.136 ss.). b) Que existe un tormento creado distinto de la pérdida de Dios, de la dcsesperaciôn y de los remordimientos, es cierto (cf. supra, Santa Teresa, p.59,3 y 00,4-5). Que es tan inmenso que lia sido llamado por la revelaciôn fuego también. d) Que es un fuego distinto del terreno, desde luego, Puesto que atormenta inclusive las almas. 4 Qué fue­ go csf No lo sabemos. /Es un fuego que enclende la ira de Dios I (cf. supra, Santa Teresa, p.50-2). a) VI. El gusano de la concienda. “Vermis non moritur...” (Me. 9,43). Remordimientos. jPude salvarme tan fâcilmente! (cf. supra Rossignoli, p.96, A). VH. Conclusion. A. Si, pues, revelaciôn y razôn me dicen que si, i quién lo niega? Mis pasiones. B. Y 4 a quién haré caso? ^ A la pasiôn de un momen­ to? ; A la realidad eterna? El infierno y los predicadores del amor I. Norma general. Para comprobar la verdad del infierno es bueno que la prediquen aquellos que se han distingtrido por la afabilidad de su cardcter y su predilec­ tion sobre los argumentas de la caridad. No se trata de Ht t· ; SEC. 8. GUIONES HOMILÉTÏCOS LOS IXVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT. 1 caractères en los que domine la violentia, y la amenaza, sino el amor. Sin embargo, cuando tratan del infier­ no, exponen la doctrina en toda su crudeza. Asi no es posible eitponerles impulsados por la violentia del estüo, sino por lo duro de la verdad. H. Una selection. Prescindiendo de los santos que pudiéramos Uamar “suaves" y que no h an dulcificado nunca lo mâs minimo la doctrina sobre los castigos eternos, vamos a analizar solo los mismos ôrganos de la reve­ lation, y escogeremos a San Juan Evangelista, a San Pablo y al propio Jesucristo. A. San Juan Evangelista. a) Es el Apôstol del amor. No es necesario insistir en ello. Parece que, apoyado en el corazôn de Cristo, recogiô sus amorosos latidos. Sin embargo, oigdmosle. La grandeza de su estilo en cl Apocalipsis vibra terrible cuando habla del infierno. b) Es el reino de la Bestia, del enemigo de Cristo, y ello constituée gran parte del argumento del libro. Al final describe el trono del Cordero: «El que ven­ dere, heredarâ estas cosas, y seré su Dios, y él serà mi hijo» (Apoc. 21,7). Pero en antitesis terrible con­ tinua: «Los cobardes... tendrân su parte en el es­ tanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte» (Apoc. 21,8). c) El humo, el azufre y el fuego son los elcmentos de este lugar de suplicios: tSerà atonnentado con el fuego y el azufre dclante de los santos àngeles y dclante del Cordero, y el humo de su tormento subirà Por los siglos de los siglos, y no tendrà reposo dia v noche...» (Apoc. 14,10-11). d) El Apôstol del amor no podia menos de considerar el especialisimo tormento del odio a Dios y la desesperaciôn, que pinta con tremendas pinceladas : «Eran abrasados los hombres con grandes ardores y blasfemaban en nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria... y blasfemaban del Dios del cielo a causa de sus penas y de sus ulcéras, pero de sus obras no se arrepentian» (Apoc. 16,9-11). San Pablo. a) Nadie ha cantado mejor que San Pablo la caridad. Nadie ha sabido condensar inejor que él los motivos del amor cuando dijo: «Dilexit me et tradidit semetipsum pro me» (Gai. 2,20). Sin embargo, también ha­ bla de iras tremendas y de venganzas. ^Cuândo? Al referirse al infierno. b) Para San Pablo, el infierno, en primer lugar, es la exclusiôn del reino, y en segundo lugar, el objeto de la ira y venganza de Dios. No poseerân el reino 185 de Dios, repite tnuchas veces al citar ciertos pecadot (1 Cor. 6,9.10; 15,40; Gai. 5,21). Pero, como si fliera poco, aûade en otros lugares : «Jésus desde el cielo con sus milicias angélicas, to­ rnando venganza en Hamas y fuego sobre los que dcsconocen a Dios y no obedecen el Evangelio... Seràn castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Seüor...» (2 Thés. 1,7-9). / Venganza terrible la de un Dios con todas sus milicias de àngelesl d) «La ira de Dios se manifiesta desde el cielo sobre toda impiedad e iiïjusticia de los hombres, de los que... aprisionan la verdad con la injusticia» (Rom. 1,18). Y si tarda en manifestarse es porque por ahora soporta a los que son los «vasos de su ira» (ibid., 9,22). e) Pero cuando llcgue el fin: «iTribulaciôn y angustia sobre todo el que hace el niai!...» (Rom. 2,9). Y fue­ re quien fuere: «pues en Dios no hay acepciôn de personas» (ibid., 11). propio Jesucristo. Y llegamos a “aquel cora­ zôn que tanto ha amado a los hombres”. jAcaso serà menos dura su predicaciôn? Oigâmosla. Un gusano que no muere (en su remordimiento I. continuo) y «un fuego que no se apaga» (Mc. 9,44). 2. Un fuego que salarâ las almas como se salan hoy las victimas del sacrificio (ibid., 9,49). 3· Un lugar en el que rechinan los dientes y tiembla todo el cuerpo (Mt. 8,12 ; 13.42.50 ; 22,13 ; 24,51 ; 25,3θ)· 4· Lugar a donde van los malditos de Dios : «Apartaos de mi, malditos...» (Mt. 25,41), «preparado para el diablo y para sus ângeles». 5. Lugar en el que hay que pagar hasta el ultimo céntinio de la deuda (Mt. 18,34). 6. Lugar en el que se niega la menor compasiôn (Lâzaro y el rico epulôn. La gota de agua) (Le. 16, 19-31). b) Por ello el Sciior sacaba las consccuencias debidas : 1. «No tengâis miedo a los que matan el cuerpo, que al aima no pueden matarla ; temed mâs bien a aquel que puede perder el aima y el cuerpo en la gehenna» (Mt. 10,28). 2. «Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sâcatelo y arrôjalo de ti, porque mejor te es que perezea uno de tus miembros que no todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna» (Mt. 5,29). a) IH. Conclusion. Si los predicadores del amor nos hablan del terrible castigo del infierno, muy cierto. debe ser. Pero ellos mismos nos dan la solution. Refugiamos en el amor que predican, para asi reinar con el Cor­ dero en vez de blasfemar con la bestia. ·*-’·» LOS IXVITADOS A LA BODA. 19 DESP. PENT, SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL El hombre de la calle I. “Id a las salidas de los caminos...” Tai dice la ρατάbola que comentamos. Solid aprisa a las calles y plazas de la ciudad, dice la parabola del senor que préparé una gran cena (Le. 14,21). En ambas parâbolas la sala se lleno de los que andaban por las calles y por las plazas, por los caminos y por los cercados. En ambas salen condenados los primeras invita-dos que no fueron dignos. H. El hombre de la calle. El hombre de la calle, a que se refiere la pardbola, es un buen cristiano corriente. Es el hombre de fe; B. De confianza en la misericordia divina; Es, sin duda, devoto de la Virgen y reza al santo crucifijo; Se compadece humana y cristianamente de los necesitados y atribulados. Cumple, sin ostentaciôn ni vana complacenda, sus deberes religiosos esenciales. Cumple honradamente con su deber de todos los dias: en la oficina, en el taller, en la fâbrica, en el negocio, en el trabajo dei campo. El hombre de la calle, modesto y humilde, con su trabajo de todos los dias sostiene su familia. HL Jesucristo y el hombre de la caUe. Encontramos a cada paso al hombre de la cable en los episodios del Evan­ gelio. El hombre de la calle se sentîa atraido por Jesucristo; estaba pendiente de su palabra; le entregaba su corazon, admirado de su doctrina y de su vida santa. A. Aquella muchedumbre inmensa que por très dias y très noches estuvo pendiente de la palabra del Salvador y que le presentaba enfermos para que los curara, estaba formada de hombres de la calle (Mt. 4,23-25; Mc. 1,39; 3,7-8; Le. 6,17-19). B. Los que se agolpaban sobre Jesucristo, segun San Lucas (4,40-44), al punto de que hacian imposible su estancia al borde del lago de Tiberiades, eran hombres de la calle. C. Los que levantaron su voz dando gracias a Dios -Ai’· SEC. 8. «(HONES HOMILÉTICOS 187 ·· y alabândole por la cura del ciego de Jerico (Lc. 18, 42) eran hombres de la calle. p, Los que magnificaban a Dios entre los milagros y se alegraban de las derrotas de los escribas y fariseos (Lc. 11,14.19; 12,1.13.34) eran hombres de la calle. E. Los que le ofrecieron al sordomudo para que le curara eran hombres de la calle (Me. 7,32-37). F. Los que le rodearon en su entrada triunfal en Jerusalén y le tendieron sus vestidos para que los pisara la borriquilla en que cabalgaba el Salvador eran hombres de la calle (Mt. 21,1-11 y 14-17; Mc. 11,1-11; Lc. 19,20-40; lo. 12,12-19). G. La Samaritana, de reacciones sentillas, y todo el pueblo de Siquem estaba compuesto de hombres de la calle (lo. 4,4-42). H. San Pedro, en sus reactiones -primitivas y gene­ rosas, tenia alma de hombre de la calle. I. La turba, como dice el Evangelio, la muchedumbre, el pueblo, en una palabra, el coro de la gran tragedia dei Evangelio, esta formado por los hom­ bres de la calle. IV. El fondo del pueblo espanol. El fonda de nuestro pue' blo tiene psicologia de hombre de la calle. Gente noble, buena y bien dispuesta. Gente mâs religiosa de lo que aparenta muchas veces. Gente de condition social modesta, en general, pudiera juzgârsela de alma vulgar, y, sin embar­ go, en los momentos criticos de la vida aparece el fondo de su aima noble y cristiana. En una enfermedad, en las desgracias, a la hora de la muerte, en los grandes peligros colectivos, cuando el bien de la Patria o de la Iglesia exige los grandes sacrificios... V. Las misiones populares. Las misiones populares en ciudades y en pueblos, en toda Espana, nos descubren dos cosas: Que el espanol medio es el auténtico hombre de la calle. Que estâ pronto a recibir y secundar el llamamiento de los enviados del Rey, los' auténticos misioneros, y a penetrar, invitado por ellos, en el banqueté de la gracia. VI. Pero... vamos perdiendo. Si, un sector de espanoles ya no pertenece al hombre de la calle. ία · ·5* •nL ■ 188 * .·· LOS INVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. A. Lo hemos B. Lo hemos bajo. Los mentado. C. Lo hemos > •· SEC. 8. GUIONES HOMILÉTÏCOS perdido en las ciudades industriales. perdido, en parte, en el mundo del tra­ misioneros, con dolor, lo han experiperdido por varias razones: a) Porque materialmente, corporalmcnte, nos hemos alejado de él. Diganlo los suburbios de las grandes ciu­ dades. En la vida apostôlica hemos atendido mâs, ya en parroquias, ya en colegios, a otras closes so­ ciales; a los que tienen casa y parejas de bueyes y négocias temporales y los hemos invitado cien veces y volvemos a ellos, y no siempre han respondido de corazôn. b) Hemos olvidado la defensa justa, hecho en nombre del Evangelio, de los derechos del hombre de la calle. c) Con nuestro silendo—y ojalà fuera siempre con nues­ tro silendo—hemos amparado las injustas posiciones sociales de los primeras invitados que no han en­ trado plenamente de corazôn en cl espiritu de cari­ dad y justicia de la Iglesia. d) Hemos dejado indefenso, ante los falsos projetas so­ ciales—lobos con piel de oveja—, al hombre de la calle, agraviado tal vez en sus legitimos intereses y en sus derechos, expiotado acaso en sus injustas am­ bitiones. VU. Salgam os por esas calles. Hay que salir con decision por esas caUes y por esas plazas, por esos caminos y por esos cercados a recoger al hombre de la calle y conducirlo a la sala del festin. iCômo? Multiplicando las misiones populares. Multiplicando las parroquias y las Iglesias en los barrios industriales pobres y de suburbios y en los nùcleos rurales mâs abandonados (cf. sec.VI p.123, b). Multiplicando los colegios y escuelas, los -comedores y cantinas cscolares para los pueblos de posiciôn econômica mâs modesta. Defendiendo valientemente los derechos econômicos y sociales del hombre de la calle. Este ultimo punto tiene mâs trascendencia de lo que muchos creen. Una campafia valiente y decidida de un centenar de sacerdotes en defensa de los derechos del trabajo arrastraria de corazôn y por modo de­ finitivo la muchedumbre ingente, a la cual, tal vez, no Hegariamos ya con nuestra palabra misionera. VIH. Invitation de los papas. Los papas invitan a poner la vista en este hombre de la colle, en este mundo del trabajo, compuesto de gentes honradas que se alejan 189 de la Iglesia. Las instructiones de Roma cada dia urgen mâs que se preste especial atenciôn a las ca/pas sociales a que nos referimos (af. sec.VI p.122, B, a). IX. Pecado de ingratitud. 4Sera cierto lo que algunos dicen, que el hombre de la calle es ingrato? ^Serâ verdad que en motines y en revoluciones y en guerras civiles se ha puesto de manifiesto el alma negra del hombre de la calle, que ha pagado con persecuciones y eri­ menes los bénéficiés recibidos? No; no es cie rto. Violencias y asesinatos se han cometido. Gravisimos pecados y gravisimas ingratitudes, ciertamente. También el hombre de la calle fué el que gritô: “Crucifige, crucifige” (Ιο. 19,6). Y el que acompafiô acaso con gritos blasfemos a Cristo nuestro Senor por la calle de la Amargura hasta el Calvario. Habia mucho de locura colectiva en la explosion pasional deicida del Viornes Santo. El hombre de la calle estuvo excitado y enloquecido aquel dia por la pérfida astucia de escribas y fariseos. Pero el hombre de la calle reaccionô en el Calva­ rio mismo. a) b) Volviô a Jerusalén aquella. noche golpeândosc el pecho. «Toda la muchedumbre que habia asistido a a quel espectâculo, viendo lo succdido, sc volvia hiriéndose el pecho» (Le. 23-48). Y el dia de Pentecostés el hombre de la callc acudiô a oir la palabra de Pedro, eco de la palabra de Cristo (Act. 2,14 ss). K bastô el primer sermôn del Apôstol para que 3.000 hombres de la calle, recibiendo el bautismo, eniraran en la Iglesia (Act. 2,41). X. Enviados del gran Rey. Si, sintâmonos enviados del gran Rey. A. Dios nos mande muchos mensajeros fieles que salgan decididos por esas calles y esas plazas, por esos -caminos y esos setos, a invitar adecuadamente a los hombres de la calle. Que les hablen valientemente de sus pecados y del infierno que les es­ péra si no se arrepienten. B. Pero también que defiendan valientemente los de­ rechos del hombre de la calle, para que éste vea que los mensajeros del gran Rey no son aceptadores de personas, y si tienen preferencîas por alguno no las tienen por los invitados ricos y poderosos, sino por los hombres de vida sencilla y modesta, laboriosa y humilde; que vea que sus proferencias son para el hombre de la calle. - 4 . · *·* - 190 LOS IXVITADOS A LA BODA. IQ DESP. PENT. Cuestiôn social y vida futura I. Un pasaje de Leon XIII. Leon XIII, en la “Rerum No­ varum", se detiene a recordar el concepto catolico de la vida, sin cuya notion es imposible hallar una so­ lution intima y perfecta a la cuestiôn social. H. Un misterio inexplicable. Rtiteradamente se ha dicho que hay dos dogmas cuyo conocimiento es indispensa­ ble para interpretar el misterio de la vida humana. Y que suprimidos estos dos dogmas, la existencia del hombre es un arcano, cuya solution no puede darse si no es con ofensa y agravio del Creador dei universo. Estos dos dogmas son: A. El del pecado original. B. El del juicio final y la vida futura. Leon XHI entiende que, suprimido este segundo dogma, se pier­ de la nociôn misma del bien (“Rerum Novarum” η.14). Y el secreto del universo “escapa a toda in­ vestigation humana”. ΙΠ. Afirmationes fundamentales. La "Rerum Novarum" nos ofrece estas afirmationes fundamentales en el pa­ saje que comentamos: A. Esta vida no es la verdadera vida. B. Cuando salgamos de esta vida empezaremos de veras a vivir. C. El hombre no ha sido creado para las cosas cadu­ cas, sino para las eternas. D. Este mundo no es la verdadera patria del hombre; es un lugar de destierro. E. Para la vida eterna no importa él tener muchos ni pocos bienes; lo que importa es el uso que de estos bienes se haga. IV. Uso y posesiôn. A continuation, Leon XIII expone la doctrina acerca de la distinciôn entre poses’ôn de los bienes y uso de los bienes. Y sienta un principio funda­ mental: los bienes se poseen como propios, pero se ad­ ministrait como si fueran comunes. V. Frutos de la doctrina. La "Rerum Novarum” aspira a que las clases sociales, patronos y obreros, no solo vivan en amistad, sino en verdadera fraternidad, como consecuencia de considérer que tienen un Padre comûn, un origen comûn y un mismo término de felitidad y de gloria. SEC. 8. GUIONTS HOMILÉTTCOS 191 VI. El ejemplo de Jesucristo. Se insiste en la enciclica, y conviene que el orador sagrado use mucho de estos argumentas cuando habla a patronos y obreros (es'pecialmente en ejercicios y retiras), en la eficacia del recuerdo de Jesucristo para faciliter las soluciones cristianas en el mundo del trabajo. A. En Jesucristo se ha de considérer: a) El ejemplo de su vida y doctrina; b) La e/icacia de su gracia; c) La esperanza de su gloria. B. Jesucristo ha de ser “principio y término”. La experiencia dice de cuânto fruto es en ejercicios y en retiros dedicados especialmente a obreros o en plâticas o sermones pronunciados con ocasiôn de asambleas obreras el insistir sobre dos puntos relacionados con nuestro Divino Reden tor: a) b) La Pasiôn de Cristo; La doctrina del Cuerpo mistico. VIL Funcïôn exclusive de la Iglesia. A. La Iglesia, dice la “Rerum Novarum”, es sola la que tiene el mayor poder para preparar los ânimos a la concordia. a) La Iglesia es administradora de los misterios divinos. b) La Iglesia por los sacramentos comunica la gracia y la caridad a las aimas._ c) Por eso, en paises donde se ha perdido la fe serà imposible llegar a una soluciôn en la cuestiôn social. d) La Iglesia ofrecc una compensaciôn a la pobreza, a las penalidades y a los sufrimientos de esta vida en la vida lutura. e) No priva a nadie, a ninguna clase, de su derecho; ni menas predica una pasiva sumisiôn a estados injus­ tos de hecho. Pero templa la vehementia de las pasiones, nacidas de poner el fin de la vida en las co­ sas de este mundo y el ansia inmoderada de poseer. B. La Iglesia procura que sean una realidad en el corazôn de sus hijos las sabias palabras del Apôs­ tol: “Digoos, pues, hermanos, que el tiempo es corto. Solo queda que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegrasen; los que compran, como si no poseyesen, y los que disfrutan, como si no disfrutasen; por­ que nasa la apariencia de este mundo” (1 Cor. 7, 29-31). M CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO Domingo XX después de Pentecostes « Λ· TEXTOS SAGRADOS SECCION I. I ■ 4. · '. > i I. EPISTOLA (Eph. 5,15-21) 15 Videte itaque fratres, quo­ modo caute ambuletis: non qua­ si insipientes, 16 sed ut sapientes: redimen­ tes tempus, quoniam dies mali sunt. 17 Propterea nolite fieri im­ prudentes; sed Intelligentes quae sit voluntas Dei. 18 Et nolite inebriari vino, In quo est luxuria: sed imple­ mini Spiritu sancto, 19 loquentes vobismetlpsls in psalrtils, et hymnis, et canticis spiritualibus, cantantes, et psal­ lentes in cordibus vestris Do­ mino, 20 gratias agentes semper pro omnibus, in nomine Domi­ ni lesu Christi Deo et Patri. 21 Subiecti invicem in timo­ ré Christi. 15 Mirad, pues, que vivâis clrcunspectamente, no como necios, sino como sa/bios, 16 aprovechando bien el tiem­ po, porque los dias son malos. 17 Por esto, no seâis insensa­ tos, sino entendidos de cuâl es la voluntad del Senor. 18 Y no os embriaguéis de vi­ no, en el cual estâ la liviandad. Llenaos, al contrario, del Espi­ ritu, 19 siempre en salmos, himnos y cânticos espirituales, cantando y salmodiando al Senor en vuestros corazones, 20 dando siempre gracias por todas las cosas a Dios Padre, en nombre de nuestro Seiior Jesucristo, 21 sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo. I EVANGELIO do 4,46-53) 46 Venit ergo iterum in Ca­ na Galilaeae, ubi fecit aquam vinum. Et erat quidam regulus, talus filius infirmabatur, Caphamaim. 47 Hic cum audisset quia le­ ws adveniret a ludaea in Gali­ laeam, abiit ad eum, et roga­ bat eum ut descenderet, et sa­ naret filium eius: incipiebat tnlm mori. 46Llegô, pues, otra vez a Canâ de Galilea, donde habia convertido el agua en vino. Habia alli un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaùm. 47Oyendo que llegaba Jesûs de Judea a Galilea, saliô a su encuentro y le rogô le curase a su hijo, que estaba para morir. 196 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. I. TEXTOS SAGRADOS < ■- 48 Jesûs le dijo: Si no viereis sefiales y prodigios, no creéis. 49 Dijole el cortesano: Sefior, baja antes que mi hijo muera. 50 Jesus le dijo: Vete, tu hijo vive. Creyô el hombre en las pa­ labras que le dijo Jesûs y se fué. 51 Ya bajaba él, cuando le salieron al encuentro sus siervos. diciéndole: Tu hijo vive. 52 Preguntôles entonces la ho­ ra en que se habia p.uesto mejor, y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, le dejô la fiebre. 53 Conociô, pues, el padre que aqueûla misma era la hora en que Jesûs le dijo: Tu hijo vive, y cre­ yô él y toda su casa. 48 Dixit ergo lesus ad eani; Nisi signa et prodigia videritis, non creditis. 49 Dicit ad eum regulus: Do­ mine, descende prius quam mo­ riatur filius meus. 50 Dicit ei lesus: Vade, filius tuus vivit. Credidit homo sermoni, quem dixit ei lesus, et ibat. 51 lam autem eo descenden­ te, servi occurrerunt ei, et nunciaverunt dicentes, quia filius eius viveret. 52 Interrogabat ergo horam ab els, in qua melius habuerit. Et dixerunt ei: Quia heri hora septima reliquit eum febris. 53 Cognovit ergo pater, quia illa hora erat, in qua dixit ei lesus: Filius tuus vivit: et cre­ didit ipse, et domus eius tota. A LA EDUCACION DE LOS HIJOS Una de las principales aplicaciones homiléticas del pasajc evangélico de esta dominica es el cuidado y educaciôn de los hijos. Por eso seleccionamos los textos τη As importantes de la Escritura respecto a este punto. A) Deberes de los hijos para con los padres Los preceptos de la ley mosaica Y tornando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron sobre los h .6.41* bros, y yendo de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre. V At vero Sem et laphet pal­ lium imposuerunt humeris suis, et incedentes retrorsum, ope­ ruerunt verenda patris sui: fa­ ciesque eorum aversae erant, et patris virilia non viderunt (Gen. 9,23). Cuando envejecié Isaac se debilitaron sus ojos y no veia. Llaτηό, pues, a Esaû, su hijo mayor, y le dijo: [Hijo mio! Este contesté: Heme aqui. Senuit autem Isaac, et cali­ gaverunt oculi eius, et videre non poterat; vocavitque Esau filium suum maiorem, et dixit ei; Fili mi! Cui respondit: Ad­ sum (Gen. 27,1). Honra a tu padre y a tu madre para que vivas largos afios en la tierra que Yavé, tu Dios, te da. Honora patrem tuum et ma­ trem tuam ut sis longaevus su. per terram quam Dominus Deus tuus dabit tibi (Ex. 20,12). 197 15 Qui percusserit patrem suum aut matrem, morte ΒΙΟ­ rlatur. 17 Qui maledixerit patri suo, vel matri, morte moriatur (Ex. 21,11.17). 3 Unusquisque patrem suum, et matrem suam timeat, Sabbata mea custodite. Ego Dominus Deus vester. 32 Coram cano capite consurge, et honora personam se­ nis: et time Dominum Deum tuum. Ego sum Dominus (Lev. 19,3.32). 15 El que hiera a su padre ο su madré serâ muerto. 17 El que m aidi j ere a su padre o a su madré serâ muerto. 3 Tema cada uno a su padre y a su madre y guard ad mis sâbados. Yo, Yavé, vuestro Dios. 32 Alzate ante una cabeza blanca y honra la persona del anciano. Terne a tu Dios. Yo, Yavé. Qui maledixerit patri suo, aut matri, morte moriatur: patri, matriqne maledixit, sanguis eius sit super eum (Lev. 20,9). Quien maldiga a su padre o a su madré, sea castigado con la muerte ; caiga su sangre sobre él. Sacerdotis filia si deprehensa fuerit in stupro, et violaverit nomen patris sui, flammis exuretur (Lev. 21,9). Si la hija de un sacerdote se profana prostituyéndose, profana a su padre y serâ quemada en el fuego. Honora patrem tuum et matrem, sicut praecepit tibi Dominus Deus tuus, ut longo vi­ vas tempore, et bene sit tibi In terra, quarti Dominus Deus tuus daturus est tibi. (Deu t. 5,16). Honra a tu padre y a tu ma­ dré como Yavé, tu Dios, te lo ha imandado, para que vivas largos afios y seas feliz en la tierra que Yavé, tu Dios, te da. Maledictus qui non honorat patrem suum et matrem. Et dicet omnis populus: Amen (Deut. 27,16). Maldito quien deshonre a su pa­ dre o a su madré; y todo el puefltflo responderâ: Anién. b) Consejos de los libros sapientiales Cum acceperit Deus animam meam, corpus meum sepeli: et honorem habebis matri tuae omnibus diebus vitae eius (Tob. 4,3). Dlaméle y le dijo: Si muero, hijo mio, me darâs sepultura y te guardarâs de menospreciar a tu madré; hénrala siempre todos los dias de tu vida. Audi, fili mi, disciplinam pa­ tris tui, et ne dimittas legem matris tuae (Prov. 1,8). Escucha, hijo mio, las arnonestaciones de tu ipadre, y no desdeües las ensenanzas de tu madré. Audite, filii, disciplinam pa­ tris, et attendite ut sciatis pru­ dentiam (Prov. 4,1). Oid, hijos mios, la doctrina de un padre, y atended bien para aprender prudencia. Conserva, fili mi, praecepta patris tui, et ne dimittas legem matris tuae (Prov. 6,20). Guarda, hijo mio, los mandatos de tu padre y no des de lado las ensefianzas de tu madre. IHI Ι I 198 • · VT'·- - .JH LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÊGULO. 20 DESP. PENT. SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 199 El hijo sabio es la gloria de su padre ; el hijo necio, la tristeza de su madré. Filius sapiens laetificat pa­ trem: filius vero stui tus inoestitia est matris suae (flProfv. 10,1). Non te praetereat narratio seniorim: ipsi enim didicerant a patribnis suis (Eccli. 8,11). No desprecies las sentencias de los ancianos, que de sus antepasados las aprendieron ellos. E1 hijo sabio ama la correcciôn, pero el pétulante no escucha la reprensiôn. Filius sapiens doctrina patris: qui autem Illusor est non audit cum arguitur (Prov. 13,1). Confusio patris est de filio indisciplinato; filia autem in deminoratione fiet (Eccli. 22,3). El hijo sabio es la gloria de su , padre; el necio, la vergiienza (je su madré. Filius sapiens laetificat patrem: et stultus homo despicit matrem suam (Prov. 15,20). Es deshonra de un padre haber engendrado un hijo indisciplinado; una hija asi le nace para su daûo. Memento patris et matris tuae, in medio enim magnato­ rum consistis (Eocli. 23,8). Acuérdate de tu padre y de tu madré cuando te sientes en me­ dio de los grandes. Qui affligit patrem, et fugat El que maltrata a su padre y ignominiosus est et ahuyenta a SU madré es un hijo ’ matrem,(Prov. 19,26). infelix iniclix (Prov· 19 ’26)· infame y deshonroso. El que mal dice a su padre o a su madré verâ extinguirse su lâmpara en oscuridad tenebrosa. Qui maledicit patri suo et matri, extinguetur lucerna eius in mediis tenebris (Prov. 20,20). 19 Oyeme Oyeme, hijo mio, y sé sasa­ ' 19 Audi, fili ml, et esto sa­ bio y endereza tu corazôn por el Piens: et diri^e ln via animum , J tuum. ■buen canuno. 22 Escucha a tu padre, el que te engendrô, y cuando envejeciere tu madré no la desprecies. 22 Audi patrem tuum, qui ge­ nuit te: et ne contemnas cum senuerit mater tua. 25 Alégrense, pues, tu padre y tu madré, y gôcese la que te en­ gendré. 25 Gaudeat pater tuus et ma­ ter tua, et exsultet quae ge­ nuit te (Prov. 28,19.22.25). El que roba a su padre o a madré y dice que no es malo, digno companero de bandidos. Qui subtrahit aliquid a patre suo et a matre: et dicit hoc ncn esse peccatum, particeps hoihicidae est (Prov. 28,24). Al que escamece a su padre y pisotea el respeto de su madré, cuervos del valle le rasguen los ojos y devôrenle aguiluchos. Oculum qui subsannat patrem, et qui despicit partum matris suae, effodiant eum cor­ vi de torrentibus, et comedant eum filii aquilae (Prov. 30,17). 1 Los hijos de la sabiduria form an la congregaciôn de los justos e hijos suyos son la obeI diencia y el amor. 1 Filii sapientiae ecclesia iustorum: et natio illorum oboe­ dientia et dilectio. S El que terne al Senor honra a su padre y sirve como a senotes a los que le engendraron. 8 Qui timet Dominum, hono­ rat parentes, et quasi dominis serviet his, qui se genuerunt (Eccli. 3,1.8). De todo corazôn honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madré. Honora patrem tuum, et ge­ mitum matris tuae ne oblivis­ caris (Eccli. 7,29). ·■' n c) La doctrina evangélica Qui amat patrem aut matrem plus quam me, non est me dignus. Et qui amat filium aut filiam super me, non est me dignus (Mt. 10,37). El que ama al padre o a la ma­ dré mâs que a mi, no es digno de mi; y el que ama al hijo o a la hija mâs que a ml, no es digno Honora patrem, et matrem. Et qui maledixerit patri vel matri, morte moriatur (Mt. 15,4). Honra a tu padre y a tu ma­ dré, y quien maldijere a su padre o a su madré sea muerto. 19 Honora patrem tuam, et matrem tuam, et diliges proxi­ mum tuum sicut teipsum. 19 Honra a tu padre y a tu madré y ama al prôjimo como a ti mismo. 29 Et omnis qui reliquerit do­ mum, vel fratres, aut sorores, aut patrem, aut matrem, aut uxorem, aut filios, aut agros propter nomen meum, centu­ plum accipiet, et vitam aeter­ nam possidebit (Mt. 19,19.20). 29 Y todo el que dejare hermanos o henmanas, o padre o ma­ dré, o hijos, o campos, por amor de mi nombre, recibirâ el céntuplo y heredarâ la vida eterna. Praecepta nosti: Ne adulteres: Ne occidas: Ne fureris: Ne falsum testimonium dixe­ ris: Ne fraudem feceris: Ho­ nora patrem tuum et matrem (Mc. 10,19). Ya sabes los mandamientos : No matarâs, no adulterarâs, no robarâs, no levantarâs falso testimo­ nio, no harâs dafio a nadie, honra a tu padre y a tu madré Et videntes admirati sunt. Et dixit mater eius ad illuni: Fi­ li, quid fecisti nobis sic? Ecce pater tuus et ego dolentes quae­ rebamus te (Lc. 2,48). Cuando sus padres le vieron se maravillaron, y le dijo su madré: Hijo, ipor qué nos has hecho asi? Mira que tu padre y yo apenados andâbamos buscândote. Ait aatem ad alteram: Se­ quere me. lile autem dixit: Domine permitte mihi primum ire, et sepelire patrem meum (Lc. 9,59). A otro le dijo: Sigueme, y res­ pondiô: Senor, déjame ir primero a sopultar a mi padre. . ·> · < 2 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. 201 Si alguno viene a mi y no aborrece a su padre, a su madré, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y aun su propia vida, no puede ser mi discipulo. Si quis venit ad me, et non odit patrem suum, et matrem, et uxorem, et filios, et fratres, et sorores, adhuc autem et ani­ mam suam, non potest meus esse discipulus (Lc. 14,26). slvit super domus filiorum Is­ rael in Aegypto, percutions Aegyptios et domos nostras li­ berans. Incurvatusque populus adoravit (Ex. 12,26-27). pasô de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hiriô a Egipto, salvando nuestras casas”. El pueblo se prosterné y adorô. Ya sabes los precept os: No adulterarâs, no matarâs, no barâs, no levantarâs falso testiImonio, honra a tu padre y a tu madré. Mandata nosti: Non occides: Non moechaberis: Non furtum facies: Non falsum testimonium facies: Honora patrem tuum et matrem (Lc. 18,20). 8 illo, mjhl sum Narrabisque filio tuo in die dicens: Hoc est quod fecit Dominus quando egressus de Aegypto. 8 Dirâs entonces a tus hijos: IÎ>< to es en memoria de lo que por mi hizo Yavé al salir de Egipto. 14 Cumque interrogaverit te filius tuus cras, dicens: Quid est hoc? respondebis ei: In ma­ nu forti eduxit nos Dominus de terra Aegypti, de domo servi­ tutis (Ex. 13,8.14). 14 Y cuando tu hijo gunte mafiana: 2, Qué significa es­ to?, le dirâs: Con su poderos a mano nos saeô Yavé de Egipto, de la casa de la servidumbre. Custodi igitur temetipsum, et animam tuam sollicite. Ne obli­ viscaris verborum, quae vide­ runt oculi tui, et ne excidant de corde tuo cunctis diebus tae tuae. Docebis ea filios ac nepotes tuos (Deut. 4,9). Cuida, pues, con gran cuidado no olvidarte de cuanto con tus ojos has visto y no dejarlo escaipar de tu corazôn por todos los dias de tu vida; antes bien, enséfiaselo a tus hijos y a los hijos de tus hijos. 6 Eruntque verba haec, quae ego praecipio tibi hodie, in corde tuo: 6Y llevarâs muy dentro del corazôn todos estos mandamien­ tos, que yo hoy te doy. 7 Incùlcaselos a tus hijos, y cuando estes en tu casa, cuando viajes, cuando te acuestes, cuan­ do te levantes, habla siempre de ellos. d) J SEC. I. TEXTOS SAGRADOS La cnseiïanza paullna 1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Sefior, porque es justo. 2 “Honra a tu padre y a tu madré”. Tal es el primer manda­ nt i ento seguido de promesa, 3 “para que seâis felices y ten­ gâis larga vida sobre la tierra”. 4 Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y en la enseûanza del Sehor. 1 Filii obedite parentibus vestris in Domino: hoc enim iustum est. Hijos, obedeced a vuestros pa­ dres en todo, que esto es grato al Seflor. Filii obedite parentibus per oihnia; hoc enim placitum est in Domino (Coi. 8,20). Al anciano no le reprendas con dureza, mâs bien exhôrtale como a padre; a los jôvenes, como a hermanos. Seniorem non increpaveris: sed obsecra, ut patrem: iuvenes, ut fratres (1 Tim. 5,1). B) a) 2 Honora patrem tuum, et matrem tuam, quod est mandatum primum in psomisslone. 3 Ut bene sit tibi, et sis lon­ gaevus super terram. 4Et vos, patres, nolite ad iracundiam provocare filios ves­ tros: sed educate illos in dis­ ciplina et correptione Domini (Eph. 6,1-4). EDUCACIÔN DE LOS HIJOS Principios de la ley mosaica Pues bien sé que mandarâ a sus hijos, y a su casa después de él. que guarden los caminos de Yavé, y hagan justicia y juicio, para que cumpla Yavé a Abraham cuan­ to le ha dicho. 26 Cuando os pregunten vues­ tros hijos: Qué significa para vosotros este rito?”, 27 les responderéis : “Es el sa­ crificio de la Pascua de Yavé, que Scio enim quod praecepturus sit filiis suis, et domui suae post se ut custodiant viam Do­ mini, et faciant iudiclum et iustitiam: ut adducat Dominus propter Abraham omnia quae locutus est ad eum (Gen. 19,19). 26 Et cum dixerint vobis fi­ lii vestri: Quae est ista religio? 27 Dicetis eis: Victima tran­ situs Domini est, quando tran- 7 Et narrabis ea filiis tuis, et meditaberis in eis sedens in domo tua, et ambulans in iti­ nere, dormiens atque consur­ gens. 20 Cumque interrogaverit te filius tuus cras, dicens: Quid sibi volunt testimonia haec, et caeremoniae, atque indicia, quae praecepit Dominus Deus noster nobis? 21 Dices ei: Servi eramus Pharaonis in Aegypto, et edu­ xit nos Dominus de Aegypto in manu forti (Deut. 6,6.7.20.21). 20Cuando un dia te pregunte tu hijo, diciendo: 2, Qué son estos mandamientos, estas leyes y preceptos que Yavé, nuestro Dios, os ha prescrite?, 21tû responderâs a tu hijo: Nosotros éramos en Egipto es- ' clavos del Faraôn, y Yavé nos saeô de allî con su potente mano. Docete filios vestros ut illa meditentur, quando sederis in domo tua, et ambulaveris in via, et accubueris atque surrexeris (Dent. 11,19). Ensefiâdselas a vuestros hijos, habladles de ellas; ya cuando estés en tu casa, ya cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Et dixit ad eos: Ponite cor­ da vestra in omnia verba, quae ego testificor vobis hodie: ut mandetis ea filiis vestris custo- Anadiô: Meted en vuestro co­ razôn todas las palabras que hoy os he pronunciado y ensenâdselas 202 LA CURACION DEL HIJO DEL REGULO. 20 DES!’. PENT. a vuestros hijos, para que escrupulosamente pongan por obra todas las palabras de esta ley. dire et facere, et implere universa quae scripta sunt legis huius huius (Dent, (Deut. 32,46). 32,46). b) Consejos de Tobias a su hijo 3 Llamôle y lê dijo: Si muero, hijo mio, me darâs sepultura, y te guardarâs de menospreciar a tu madré; hônrala siempre to­ dos los dias de tu vida. 4 Acuérdate, hijo, de los mu­ chos trabajos que ella pasô por ti cuando te llevaba en su seno. 3 Cum acceperit Deus ani­ mam meam, corpus meum se­ peli: et honorem habebis matri tuae omnibus diebus vitae eius. 6 Tendras a Dios en tu mente todos los dias de tu vida: y guârdate de consentir jamâs en peeado, ni de quebrantar los mandamientos del Senor Dios nuestro. 7 Segûn tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartés el ros­ tro de ningûn pobre y Dios no lo apartarâ de ti. 6Omnibus autem diebus vi­ tae tuae in mente habeto Deum; et cave ne aliquando peccato consentias, et praetermittas praecepta Domini Dei nostri. 9 Si abundares en bienes, haz de ellas limosna, y si éstos fueren escasos, segûn esa tu escasez, no ternas hacerla. 9 Si multum tibi fuerit, abun­ danter tribue: si exiguum tibi fuerit, etiam exiguum libenter impertiri stude. 13 Guârdate, hijo mio, de toda fomicacién, y fuera de tu mujer. nunca consientas en conocer cri­ men. 14No permitas jamâs que rei­ ne la soberbia en tus sentimientas o en tus palabras; porque en ello tomé principio toda la perdicién. 15 A todo aquel que hubiere trabajado alguna cosa para ti, dale luego su jornal, y la soldada de tu jomalero de ningûn modo quede en tu poder. 16 Guârdate de hacer jamâs a otro lo que no quieras que otro te haga a ti. 17 Corne tu pan con los hambrientos y menesterosos, y con tus vestidos cubre a los desnudos. 18Pon tu pan y tu vino sobre el sepulcro del justo y no quieras 13 Attende tibi, fili mi, ab omni fornicatione, et praeter uxorem tuam nunquam patia­ ris crimen scire. 4 Memor enim esse debes, quae et quanta pericula passa sit propter te in utero suo. 7 Ex substantia inosynam, et noli ciem tuam ab ullo enim flet ut nec a facies Domini. tua fac elee. avertere fapaupere: Ita te avertatur 14Superbiam nunquam In tuo sensu, aut in tuo verbo dominari permittas; in ipsa enim initium sumpsit omnis perditio. 15 Quicu nique tibi aliquid operatus fuerit, statim ei mercedem restitue, et merces mer. cenarii tui apud te omnino non remaneat. 16 Quod ab alio oderis fleri tibi, vide ne tu aliquando alte­ ri facias. 17 Panem tuum cum esurien­ tibus et egenis comede, et de vestimentis tuis nudos tege. 18Panem tuum et vinum tuum super sepulturam lusti SEC. I. TEXTOS SAGRADOS comer ni beber de ello con I03 pecadores. 19 Busca siempre consejo dei hombre sablo. 20 Alaba al Sefior en todo tiempo y pidele que enderece tus caminos y que permanezean en él todos tus designios. constitue, et noli ex eo man­ ducare et bibere cum peccato­ ribus. 19 Consilium semper a sa­ piente perqnire. 20 Omni tempore benedic Deum: et pete ab eo, nt vias tuas dirigat, et omnia consilia tua In ipso permaneant (Tob. 4,3.4.6.7.9.11.13-30). c) 203 Los padres han de transmitir los mandatos de Dios 3Cuantas cosas hemos oido, y las hemos entendido, y nos las contaron nuestros padres. 4 No fueron encubiertas a sus hijos en la otra generacidn. Contando las alabanzas dei nor y sus poderios, y las maravilias 5 Y levanto testimonio en Jacob y puso ley en Israel. Todo lo que mando El a nues­ tros padres, que hiciesen conocer a sus hijos. 6 Para que lo supiese la otra generaciôn. Los hijos que nacerân, y se levantarân, lo harân también a sus hijos. 3 Quanta audivimus et co­ gnovimus ea, et patres nostri narraverunt nobis. fi4 Non sunt occultata a lis eorum in generatione altera. Narrantes laudes Domini et virtutes eius, et mirabilia eius quae fecit. 5 Et suscitavit testimonium in lacob: et legem posuit in Israel. Quanta mandavit patribus nostris, nota facere ea filiis suis. 6 Ut cognoscat generatio al­ tera. Filii qui nascentur et ex­ surgent, et narrabunt filiis suis (Ps. 77, 3-6). Vivens, vivens ipse confite­ bitur tibi, sicut et ego hodie: pater filiis notam faciet veri­ tatem tuam (Is. 38,19). Los vivos, los vivos son los que pueden alabarte como yo te aJabo hoy, y de padres a hijos pregonar tu fidelidad. Super hos filiis vestris nar­ rate, et fllil vestri filiis suis, et filii eorum generationi alterae (loel 1,3). Contâdselo a vuestros hijos, y que se lo cuenten éstos a sus hi­ jos, y sus hijos a la gener aciôn venidera. d) La correcciôn paterna: i) Las san cion e s legales 15 Qui percusserit patrenï suum aut matrem, morte ηιοrlatur. 15 El que hiera a su padre o a su madré serâ muerto. 17 Qui maledixerit patri suo, vel matri, morte moriatur (Ex, 21,15.17). 17 El que maldijere a su pa­ dre o a su madré serâ muerto. L - 204 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULOJODESP. PENT. 18 Cuando uno tenga un hijo indôcil y rebelde, que no obedece la voz de su padre ni la de SU madré, y aun castigândole no le obedece, 19 lo cogerân su padre y SU madré y lo llevarân a los ancia nos de su ciudad; y a la puerta de ella 20 dirân a los ancianos de la ciudad: Este hijo nuestro es in­ dôcil y rebelde y no obedece nues­ tra voz; es un desenfrenado y un borracho; 21 y le lapidarân todos los hombres de la ciudad. Asi quitaras el mal de en medio de ti, y todo Israel, al saberlo, temerâ. 18 Si genuerit homo filium contumacem et protervum, qui non audiat patris aut matris imperium et coercitus obedire contempserit; 19 aprehendent enm, et ducent ad seniores civitatis illius, et ad portam indicii, 20 dicentque ad eos: Filius noster iste protervus et coutumax est, monita nostra audire contemnit, comessationibus va­ cat, et luxuriae atque convi­ viis. 21 Lapidibus eum obruet po­ pulus civitatis: et morietur, ut auferatis malum de medio ves­ tri, et universus Israel audiens pertimescat (Dent. 21,18-21). Corrige a tu hijo y te dard contento Don de Yavé son los hijos; es merced suya el fruto dei vientre. Ecce hereditas Domini, filii: rtierces, fructus ventris (Fs. 126,3). Odia a su hijo el que da paz a la vara; el que le arca se apre sura a corregirle. Qui parcit virgae odit filium suum: qui autem diligit illum, instanter erudit (Prov. 13,24). Corona del anciano son los hi­ jos y los ni et os, y los hijos, honra de los padres. Corona senum filii filiorum: et gloria filiorum patres eorum (Prov. 17,6). 3 El cuerdo ve el peligro y se esconde, pero el necio sigue adelante y la paga. 3 Callidus vidit malum, et abscondit se: innocens pertraru siit, et afflictus est damno. 6 Instruye al nino en su ca­ mino, que aun de viejo no se apartarâ de él. 6 Proverbium est: Adoles. cens iuxta viam suam, etiam cum senuerit, non recedet ab ea. 15 La necedad se esconde en el corazôn del nifio, la vara de la correcciôn la hace salir de él. 15 Stultitia colligata est in corde pueri, et virga disciplinae fugabit eam (Prov· 22,3.6.15). 13 No ahorres a tu hijo la correcciôn. que porque le castigues con la vara no morirâ. 14 Hiriéndole con la vara li­ braries su alma dei sepulcro. 13 Noli subtrahere a puero disciplinam: si enim percusse­ ris eum virga, non morietur. 14Tu virga percuties eum: et animam eius de inferno li­ berabis (Prov. 23,13.14). SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 205 15 Virga atque correctio tri­ buit sapientiam: puer autem qui dimittitur voluntati suae confundit matrem suam. 15 La vara y el castigo dari sabiduria; el muchacho consenti do es la vergüenza de su madré. 17 Erudi filium tuum, et re­ frigerabit te, et dabit delicias animae tuae (Prov. 29,15.17). 17 Corrige a tu hijo y te darâ contento y harâ las delicias de tu aima. Qui honorat patrem suum jucundabitur in tiliis, et in die orationis suae exaudietur (Eccli. 3,6). El que honra a su padre se regocijarâ en sus hijos y serâ escuchado en el dia de su oraciôn. 25 Filii tibi sunt? Erudi il­ los, et curva illos a pueritia illorum. 25 iTienes hijos? Instrûyelos, doiblega desde la juventud su cuello. 26 iTienes hijas? Vela por su honra y no les muestres un ros­ tro demasiado jovial. 26 Filiae tibi sunt? Serva corpus illarum, et non osten­ das hilarem faciem tuam ad illas (Eccli. 7,25-26). 3 Melior est enim mens Deum, quam impii. 4 Et utile est mori liis, quam relinquere pios (Eccli. 16,3-4). unus ti­ mille filii sine fi­ filios im­ 3 Porque mâs vale uno bueno que mil malos. 4 Y mâs morir sin hijos que tenerlos impios. In filia non avertente se, fir­ ma custodiam; ne inventa oc­ casione utatur se (Eccli. 26,13). Sobre la hija indôcil redobla tu vigilancia, no sea que hallando ocasiôn la aproveche. 1 Qui diligit filium suum as­ siduat illi flagella, ut laetetur in novissimo suo, et non palpet proximorum ostia. que ama a su hijo tiene siempre dispuesto el azote, para que al fin pueda complacerse en él. 2 El que educa bien a su hijo se gozarâ en él, y podrâ gloriarse en medio de sus conocidos. 2 Qui docet filium sunin lau­ dabitur in illo, et in medio do­ mesticorum in illo gloriabitur (Eccli. 30,1-2). Patres, nolite ad indignatio­ nem provocare filios vestros, ut non pusillo animo flant (Coi. 3,21). Padres, no provoquées a ira a vuestros hijos, porque no se hagan (pusilânimes. Si quis autem suorum, et ma­ xime domesticorum curam non habet, fidem negavit, et est in­ fideli deterior (1 Tim. 5,8). Si alguno no mira por los suyos, sobre todo por los de su ca­ sa, ha negado la fe y es peor que un infiel. SEC. SECCION II. I. COMENTARIOS GENERALES SITUACION LITURGICA No estân de acuerdo los liturgistas en la explication de las for­ mulas que acotnpafian la Epistola y Evangelio del domingo vige­ simo de Pentecostés. Dorn Gueranguer, siguiendo a los antiguos, se esfuerza en relacioner los textos antifonales con el Evangelio del domingo anterior y ve en el banquete de bodas la vocaciôn del pueblo gentil y la extiusiôn de Israel del reino de Dios. Mas, antes del fin de los tiempos, cesarâ la obstinaciôn del pueblo’judio y serâ admitido al fes­ tin. Segûn esto, en la misa de hoy la Iglesia dirige su plegaria a Dios en nombre del pueb’o judio, clamando con un himno que es, al mismo tiempo, perdôn y esperanza, como el Introito y el Ofertorio. Todo cuanto has hecho con nosotros, con justo juicio lo has he­ cho porque hemos pecado... y no hemos obedccido tus preccptos. Pero glorifica tu nombre y no apartés tu misericordia de nosotros (Introito: Dan. 3,31.29.35). El Ofertorio, con nostalgies de desterredo, es también en cierto sentido himno de esperanza. Junto a los rios de Babilonia, allî nos scntâbamos y llordbamos acordândonos de Siôn (Ps. 136,1). El v. graduai (Ps. 144,15-16) y aleluyâtico (Ps. 107,2) y la «Com­ munio» (Ps. 118,49-50), son para Dom Gueranguer himnos de la Igle­ sia fiel, de cristianos bautizados que suspiran por bienes espirituales (cf. Dom Gueranguer, L'Année liturgique t.2 après la Pentecôt, p.473). Schuster, y Pio Persch, y casi todos los liturgistas modernos bus­ can en todos estos himnos cierte unidad y los ponen en boca de los fieles cristianos, que, en relaciôn con el cielo, se hallan en la tierra cual desterrados y lanzan suspiros de esperanza, como Israel cautivo en Babilonia. Una de las inmensas riquezas de la liturgia es que aprovecha todas las Segradas Escrituras, nos las actualize y hace que se reproduzean en nuestro corazôn aquellos mismos sentimientos de los protagonistes de las pâginas inspiradas. Mas como, aparté del origen histôrico, la liturgia admite diver­ sas interpretationes, no perecerâ claro relationar aqui con el texto evangélico y el de la Epistola las restantes fôrmulas de la misa. iCuânto gana la predicaciôn homilética cuando se reviste del marco litûrgico! Parece cobrar vida y colorido y resaltan mâs las ideas del Evangelio. Se caminarâ, ademâs, de este modo hatia una mayor comprensiôn y amor de la liturgie. Por lo que a la actual dominica se refiere, vemos en el Evangelio del hijo del régulo enfermo la fe, y la esperanza, eu el padre, y la salud y remedio, en Jesucristo. 2. COMENTARIOS GENERALES 207 Enferma estâ la humanidad. Por eso, el Introito y el Ofertorio son suspiros de los hombres que se ven castigados por sus pecados. Pero acuden, como el régulo, a Cristo, y piden misericordia (Introi­ to), perdôn y paz (Colecta), y suplican ademâs que se les dé la Eucaristia, alimento de la fe, simbolizada en las palabras del "Gra­ dual, coïncidente, con el del «Corpus Christi»... Asi, confiada el aima, segura de que el Senor oirâ su plegaria, puede decir : Pronto estâ mi corazôn, joh Dios!; pronto estd mi corazôn: Cantaré, entonaré un himno para alabarte a ti, que eres mi gloria (Aleluya : Ps. 107,2). El régulo creyô y con él su casa. De igual manera, nosotros creemos en Cristo, en su palabra, fuente de nuestra espe­ ranza, y esto es motivo de consuelo aqui abajo (Communio : Ps. 118, 49-50). Puede, ademâs, establecerse otra relaciôn entre los textos. El Evangelio nos habla de la fe y por él se manifiesta que existen diversos grados en ella, como advierte la Epistola : con cautela (Eph. 5,15), como sabio (ibid.), ap rovechan do el tiempo (ibid. 16), huyendo de la embriaguez y de la lujuria (ibid. 18), lleno de Espiri­ tu de Amor (ibid.), haciendo de sus obras un himno de alabanza a Dios (ibid.). Para esto es necesario : a) arrancar nuestros vicios (Secreta) ; b) obedecer los mandamientos divinos (Postcommunio) ; c) vivir en la Eucaristia (Graduai). En resumen, que se adivina en la Misa de hoy un sentimiento de tristeza. Hay una manifestaciôn de la naturaleza caida. Pero se levanta el ânimo viendo que con nuestra fe en Cristo podemos con­ seguir su misericordia, su perdôn y su paz para vivir siempre en su Ley, esperando los bienes celestiales. APUNTES EXEGETICO-MORALES A) Epistola Nuestro trozo forma parte dei capitulo quinto, en el que San Pa­ blo se explaya en consecuencias morales, y del que ya hemos comentado uuos versiculos en la dominica anterior. El Apôstol, como de costumbre, deduce sus consecuencias prâcticas de un principio dogmâtico, que en este caso es el de nuestra filiation divina. Cuando erais hijos de las tinieblas ejecutabais sus obras (cf. Primer dom. de Adv. ; BAC, La palabra de Cristo t.i p.20,2), pero ahora que sois hijos de la luz debéis vivir como taies (Eph. 5,8), imitando a Dios, como hijos suyos queridisimos (ibid. 1). Establecido este principio, San Pablo, sin seguir un orden dema- 208 LA CURACIÔN DEL H1JO DEL RÊGULO. 20 DESP. PENT. siado lôgico, va entreverando las obras de las tiuieblas y las de la luz, y de esta exposiciôn la liturgia escoge hoy un trozo que, como se ve, no es exhaustive, ni mucho menos, sino una parte de la exhortaciôn completa. SEC. 2. C0MENTARIOS GENERALES 209 mer principio de nuestra vida divina, a saber, la voluntad de Dios, que debe regularia, y cuâl sea esta voluntad ha quedado explicado, esto es, que todo se desenvuelva segûn Cristo, modelo, fin y juez. 2. "Aprovechando bien el tiempo, porque los dias son malos” b) Los textos 1. “Mlxad, pues, que vivâls circunspectamente, no como necios” El lector podrâ observar unas pequefias diferencias con relaciôn al texto de la Vulgata. En el griego falta el vocativo hermanos y el adverbio circunspectamente (άκριβώ$) va modificando al verbo miru d y no a vivais, como traducen la Vulgata y Nâcar-Colunga. La particula pues une lo siguiente con el principio de que hemos hablado : vivid como hijos de la luz, puesto que ya no lo sois de las tinieblas (v.8-io). Asi, pues, ef que es hijo de la luz, de Cristo, de Dios, debe estudiar cuidadosamente el género de vida que ha de adoptar conforme a su nueva naturaleza. Es de necios haber re­ cibido una naturaleza de luz y divina y vivir las obras del hombre viejo y las tinieblas. Es muy de necios tener una fe y no acomodarse a ella. Si quisiéramos ahondar un poco en lo que significa para San Pablo la sabiduria, encontrariamos en esta misma Epistola los datos snficientes. En el c.i v.8 se dice que la gracia de Dios sobreabundô en nosotros derramando toda la sabiduria y prudencia. Al emplear el hagiôgrafo ambas palabras no se ha distanciado nada de su significado clâsico, que resume Cicerôn (De offie. 1,43) : «La principal de todas las virtudes es aquella sabiduria, que los griegos llaman φρόνησιν. La prudencia, a la que dan el nombre de σοφίαν, es otra clase de ciencia que ensefia qué cosas han de ser apetecidas y cuâles han de huirse, en tanto que la sabiduria, la principal de todas, es la ciencia de las cosas divinas y humanas». Por lo tanto, la sa­ biduria es la ciencia de los principios, y la prudencia, la de las aplicaciones prâcticas. Pero desde el punto de vista de San Pablo, el principio que lo regula todo es bien sencillo : Dios ha decidido recapitularlo todo en Cristo, en el que hemos sido llamados (v.9-12). Por eso, los que por medio de la revelaciôn han recibido este espiritu de sabiduria, iluminados sus ojos plenamente (v.17-18), deben vivir como quien conoce que nuestro modelo es Cristo ; que la esperanza de nnestra vocaciôn es la herencia de las riquezas de su gloria ; que podemos alcanzar gracias al obrar su poder en nosotros, y que, si resucitô a Cristo, también redundarâ la resurrecciôn en todo su Cuerpo mistico (v. 18-23). Meditemos un momento sobre la materia tan abundante de que San Pablo nos abastece sôlo con una palabra, la de vivir como sabios, interpretaciôn que creemos estâ perfectamente de acuerdo con el versiculo 17 : Por esto, no seàis insensatos, sino entendidos de cuâl es la voluntad del Senor. El sabio entiende cuâl es el pri­ La Vulgata y numerosos autores traducen redimiendo el tiempo en lugar de aprovechândolo. En este caso el sentido resulta algo retorcido y hay que suponer que el tiempo, debido a las circunstancias contemporâneas de San Pablo, o a la abundancia del mal y tendencia al pecado, es propiedad del demonio y debemos rescatarlo mediante nuestras buenas obras. Quien prefiera este sentido debe orientât su aplicaciôn a hacer ver que al menor descuido el tiempo serâ del pecado y de Satanâs. Hemos dicho que nos parece sentido mâs exacto el admitido por la versiôn Nâcar-Colunga. Aprovechad las ocasiones que se os presenten y no las dejéis escapar. Es algo parecido al carpe diem de Horacio (Carm. 1,11) y muy en particular al pensamiento paulino : Conversed discretamente con los de fuera aprovechando las ocasio­ nes (Col. 4,5) ; y : Digoos, pues, hermanos, que el tiempo es corto (1 Cor. 7,29). êQué ocasiôn es ésta ? Son en primer lugar todas las que el espiritu cristiano sabe buscar aun en los dias malos y quizâs precisaraente por ser malos, pero, ademâs, es la vida entera, ocasiôn que se escapa si la dejamos ir : Mientras hay tiempo, hagamos bien a todos (Gai. 6,10). Sobre todo en la época mesiânica, en la que disfrutamos de las riquezas del reino de Dios, es ocasiôn oportuna si se compara con la pobreza de medios que tuvieron los gentiles : Este es cl tiempo propicîo, éste es el dîa de la salud (2 Cor. 6,2). De todos niodos, el tiempo de merecer es tan breve como la vida y debe ser aprovechado. Saber cuâl es en cada momento la volun­ tad del Senor se aprovecharlo bien. 3. “Los dias son malos” Es muy posible que San Pablo mirara a los de su tiempo a través del cuadro de las persecuciones y vicios de la gentilidad que se desencadenaban en aquellos anos. Pero, aparté de eso, los dias son siempre malos, porque mientras dure el tiempo y no lleguemos a la eternidad, vivimos en periodo de lucha y de tentaciôn, acechados constantemente por el malo. 4. "Y no os embriaguéis de vino, en el cual estâ la liviandad” Saltândonos el versiculo 17, pues lo hemos explicado antes, 11eguemos a esta aplicaciôn prâctica del seguimiento de la voluntad del Senor. San Pablo cita Proverbios 23,31, segûn los LXX. En el Evangelio se habla muy pocas veces de la embriaguez (Mt. 24,49 y Le. 21,34). San Pablo, en cambio, al dirigirse a las gentes que provenian de la gentilidad, en la que era vicio frecuente 210 ·».· LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. 2. COMENTARTOS GENERALES H jin 211 . y cantado por los poetas, se creyô obligado, unas veces, a condenarlo en general (Rom. 13,13 ; 1 Cor. 6,10 ; Gal. 5,21 ; 1 Thes. 5,7) ; otras, a reprender ciertos abusos Cristianos habidos en los mismos tâgapes» (i Cor. 11,21), y, en ocasiones, a dar consejos particulares para los obispos, sacerdotes y diâconos (i Tim. 3,3.8 y Tit. 2,2.3). La traducciôn mâs exacta no dice que la Injuria esté en el vino, sino en la embriaguez (el in quo de la Vulgata debe traducirse en el cual), de la que hablaremos suficientemente en los guiones homiléticos. la liturgia nueva, junto a los salmos dei Antiguo Testamento, cuenta con himnos y cânticos espirituales, cuya pérdida no podemos menos de llorar. Sùplalos el celo y el buen gusto de nuestra época, que los ha encontrado acomodados a nuestra mentalidad, varoniles y llenos de sentido. 5. “Llenaos, al contrario, del Espiritu” El cristiano tiene siempre motivos para dar gracias a Dios, a quien conoce como fuente de todo bien, y a dârselas por todo, no sôlo por los bienes de redenciôn y gracia, sino inclusive por lo que humanamente estimamos calamidades y que, habiendo sido permitidas por el que es nuestro Padre, han tenido que serlo buscando nuestro bien. Y dârselas por Cristo, quien, como Cabeza, présenta todas nuestras orationes. Santo Tomâs (cf. ibid.) comenta sintéticamente este versiculo : <€uanto mâs, dice, nos acercamos a Dios, mejor le conocemos y nos estimamos menores en comparaciôn a El... Por eso San Pablo dice : ddndole siempre gracias por todo, esto es, por todos sus dones, prôsperos o adversos. Pero esto en nombre de Nuestro Sefior Jesu­ cristo, por medio de quien nos vienen... Afiade a Dios, en cuanto que es nuestro autor, por virtud de la création, y Padre, en cuanto que nos ha enviado a Cristo, por medio del cual nos rege­ nero, dando gracias a Dios como autor de la naturaleza y al Padre por los bienes de la gracia». Es una antitesis algo fuerte para nuestro gusto, siquiera Raya sido utilizada por los misticos. No se contrapone en ella la sobriedad a la repleciôn del aima, sino al estado de exaltaciôn alcohôlica con la divina embriaguez de los dones del Espiritu Santo. Dos embriagueces muy diferentes : la del cuerpo, por el exceso de vino, y la del aima, por la plenitud del Espiritu ; la una, que da fuerzas fingidas y audaces, osadias presuntuosas, excesos de la carne y olvido de Dios hasta la pérdida de la razôn, mientras la otra inunda el aima de gozo suave, de valor humilde y de fuerza saludable que sobrepuja a la razôn y la lleva al desprecio dei mundo y al heroismo de Dios. No es, pues, de extraûar que a veces el mundo moteje de em­ briaguez de vino lo que no es sino embriaguez del Espiritu Santo, porque, viendo obrar tan en contra de lo que él estima razôn, la créa pérdida (Act. 2,13-16). 6. Mil “Siempre en salmos, himnos y cânticos espirituales” La versiôn de Nâcar-Colunga suprime el loquentes vobismctipsis de la Vulgata, que es una traducciôn del λαλοϋν-reç tavrols, hablando entre vosotros, del texto griego, y que se refiere indiscutiblemente a las reuniones cristianas de las asambleas litûrgicas, en las que se vivia la repleciôn del Espiritu Santo, y de la que tenemos un testimonio vivo en los Hechos de los Apôstoles (4,24-31), donde vemos a los fieles cantando himnos y llenos al final del Espiritu de Dios. En la Epistola a los Colosenses se lee otro lugar paralelo (3,16), referido también a aquellas reuniones, de las que Plinio el Joven nos da una referenda diciendo que el ùnico crimen de los cristianos, si es que lo era, consistia en que «acostumbraban a reunirse los dias sefialados para cantar todos juntos himnos a Cristo como a Dios» (cf. Epist. ). Es la mejor alabanza que se podria haber tributado a la oraciôn litûrgica colectiva, atribuida directamente al Espiritu Santo. Subrayemos una frase que indica el verdadero espiritu litûrgico, muy diferente del que sôlo se prcocupa de reconstrucciones histôricas y precisiôn de movimientos o colores : salmodiando al Seüor en ruéstros corazones (v.ig). Desde el principio estuvo en vigor en la Iglesia el canto religio­ so, tan espontâneo en el hombre, y que, como todo lo exterior, sirve para despertar emociones internas. Desde el principio también, 7. “Dando slempre gracias por todas las cosas a Dios Padre en nombre de Nuestro Sefior Jesucristo” 8. “Sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo” He aqui uno de los tipicos casos paulinos en los que, al pasar de una idea a otra, se intercala una linea que no sabemos si conectar con lo que va dicho o con lo que sigue. En el caso présente parece que el Apôstol se refiere a la debida sujeciôn que debe existir entre los cristianos, reconociendo la autoridad de unos sobre otros, y muy en especial dentro de aquellas asambleas, en las que él mismo habia determinado la jerarquia de los carismas y de la autoridad. Pero ello no es obstâculo para que, apoyândonos precisamente en esta misma idea, comience a hablar a continuation de los deberes de los esposos entre si. En este versiculo podemos seûalar varios pensamientos, sabrosos todos ellos. Sea el primero la idea dominante de sujeciôn o servitio mutuo entre los cristianos. El ansia de dominio no es cristiana, por­ que nosotros somos discipulos del que no vino a ser servido, sino a servir (Mt. 20,28 y Phil. 2,7). San Jerônimo, con su nervio de costumbre, comenta nuestro lugar y cita cuatro textos, que vamos a transcribir : ^Cuâl es la gloria de Pablo? : jEn qué estâ, pues, mi inérito? En que al evangelizar lo hago gratui lamente, sin hacer râler mis derechos... En que siendo del todo libre, me hago siervo de todos, Para ganarlos a todos (1 Cor. 9,18-19). Una norma para todos los cristianos : Vosotros, hermanos, ha- • ar ' TO 212 rvfc J Λ'·'. »··Λ E LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGLT.O. 20 DESP. PENT. béis sido llamados a la libertad; pero cuidado coh tomar la libertad como prétexta para servir a la carne; antes servio s unos a otros por la caridad (Gai. 5,13). El motivo de este servicio es que debemos tener los mismos sentimientos que Cristo, quien se anonadô tornando la forma de siervo (Phil. 2,7), y nos diô la lecciôn del lavatorio de los pies (lo. 13,5 ss.). El mismo Santo corona su explicaciôn dirigiéndose a los jefes de la Iglesia : «Oiganlo los obispos, escûchenlo los presbiteros, dense cuenta los doctores y sepan todos que han de estar sujetos a sus sùbditos... La diferencia que existe entre los principes de las gentes y los de los cristianos es que ellos dominan a sus sùbditos y nosotros les servîmes, y que tanto majores somos cuanto menores entre todo# (cf. Comm. in Epist. ad Ephes. I.3 c.5 : PL 26,563). Pero nuestra sujeciôn estâ muy lejos de ser abyecciôn servil, pues no consiste en otra cosa sino en el deseo de hacer el bien a nuestro hermano, porque en él vemos a Cristo, a quien reverencialmente tememos, > Este temor a Cristo juez que nos impone el precepto del amor, y este temor filial y reverencial, que tanto se asemeja al amor respetuoso, es el mejor fundamento de nuestras relaciones sociales y el que puede conseguir que vivamos como aquella Iglesia primitiva, que por toda Judea, Galilea y Samaria gozaba de paz y se fortalecia y andaba en el temor del Senor, llena de los consuetos del Espiritu Santo (Act. 9,31). B) a) Evangelio Situaciôn histôrica Estamos en el momento en que se descorre el telôn para que comience a actuar Jesûs en Galilea, pues si bien poco tiempo antes verificô el milagro de las bodas de Canâ, aquello fué un prodigio fuera del programa normal, como si hubiera querido demostrar de intento el poder intercesor de Maria, capaz incluso de trocar sus planes. En efecto, la vida pûblica del Senor puede dividirse en très par­ tes, a saber : primera manifestaciôn en Jerusalén ; predicaciôn en Galilea, interrurnpida sôlo por las peregrinaciones a la ciudad eu dia de fiesta ; unos meses dedicados a la Judea, en donde muere. El Evangelio de hoy nos coloca en el dia en que Jesûs, después de sus primeros milagros en Jerusalén, que conmovieron los ânimos e hicieron creer a los judios, pero sin que el Senor se fiara de ellos (lo. 3,24), y después de haber convertido al pueblo samaritano de Sicar con su palabra y previo solo un pequefio milagro de adivinaciôn, ejecutado sin mâs testigos que una mujer, llega a Galilea y precisamente al pueblo de Canâ, en donde habia ocurrido la conversiôn del agua en vino. Ya se ha manifestado por primera vez en Jerusalén ; ya ha visitado—vez ûnica—un pueblo de Samaria, y ahora comienza por su patria adoptiva : Galilea. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 213 El estado de ânimo de los galileos y el fruto que habia de recoger estân lejos de la sinceridad de los samaritanos, aun cuando tampoco pueden describirse con las tintas negras, reservadas para los ciudadanos de Jerusalén. Esperan al Senor ansiosos de que en su tierra repita lo que ha ejecutado en la ciudad (Io. 4,45). Su ansiedad tiene mâs de curiosidad y de ideas falsamente mesiânicas que de sencillez humilde. For eso el fruto de la misiôn es un tanto descorazonador y el mi suro Senor lo resume reprochando duramente a las ciudades que tantas veces le han oido y han presenciado sus obras (Mt. 11,20-24). A pesar de ello, los frutos de su predicaciôn fueron mâs abundantes en Galilea, y de alii procedian la mayoria de los seguidores de Jesûs, hasta el punto de que el solo acento galileo hacia sospechoso (Mt. 26,73). Nos hemos extendido sobre este punto porque es uno de los que mâs se suelen comentar al explicar este Evangelio. Judios, galileos y samaritanos presencian los milagros dei Senor, y quien menos milagros ve es quien se convierte con mayor prontitud. i Cual es !a causa ? Las disposiciones dei oyente, pues la gracia exterior, y es de suponer que la interior juntamente con ella, fué abundantisima en Jerusalén, donde sôlo consiguiô despertar enemistades, ya que el orgullo levanto sus obstâculos. Abundante también la gracia en Gelilea, obtuvo mayor rendimiento en un pueblo tradicionalmente sencillo, pero no todo el que debiera ni mucho menos, porque la pereza para cambiar de vida, los malos ejemplos y las doctrinas de los jefes, hasta la pertinacia en el propio juicio y el no querer doblegar el entendimiento ante la Verdad divina, de lo que dieron muestras en el discurso anunciador de la Eucaristia, levantaron también barreras dificilmente franqueables. En cuanto a Cafarnaûm, Jesûs denuncia su orgullo (Mt. 11,23). «Ocurre con frecuenciç, dice A Lapide (cf. Comm. in Sacr. Script, ed. Vivès [Paris 1881] t.16 p.217), que los extranos acogen con a videz lo que desprecian los familiares». Lecciôn para quienes vivimos familiarizados con la vida sobrenatural. Hemos dejado al Senor camino de Galilea, a la que entrô, diri­ giéndose directamente a Ganâ, donde habia verificado su primer milagro y donde ahora volverâ a obrar el segundo de esa comarca. Esta narraciôn es un ejemplo tipico del deseo de San Juan de compléter los Sinôpticos, quienes comenzando directamente su Evan­ gelio por la predicaciôn en Galilea, omiten todo lo anterior, como la visita a Jerusalén y los dos milagros de Canâ. Juan, en cambio, nos narra estos très episodids y después, saltando todo lo que ocutriô en Galilea, nos présenta otra vez al Senor en Jerusalén. b) Argumento San Juan sitûa primero la escena en el donos el lugar y las personas : Canâ y el fermo. Después comienza a desarrollarla en de los cuales narra la peticiôn (v.47-50) y probaciôn y efectos (v.51-53). versiculo 46, describiénrégulo, con su hijo endos actos, en el primero en el segundo su com- 214 LA CURACIÔN BEL HÏJO DEL RÉGVLO. 20 DESP. PENT. C) LOS TEXTOS 1. ‘Œlabia alli un cortesano, cnyo hijo estaba enfermo en Cafarnaûm” Este alli se refiere a Galilea o a Cafarnaûm v no a Canâ. 2. “Un cortesano” La Vulgata y numerosos autores griegos han traducido régula en lugar de cortesano o empleado del que, sin serlo, solia adornarse con el titulo de rey : Herodes. Todo estriba en haber leîdo βασι­ λίσκε en lugar de βασιλικός· No se trata, pues, de ningûn reyezuelo, sino de un empleado militar o civil al servicio de Herodes, de quien, por otra parte, sabemos que conto con varios familiares entre los primeros fieles. Tales fueron Cusa, administrador del tetrarca, cuya esposa Juana acompaüaba, sirviendo con sus bienes, al Senor (Le. 8,3), y Manahen. hermano de leche del mismo Herodes, que asiste en Antioquia a una reunion con San Pablo (Act. 13,1). De todos modos, era un personaje importante. Para el sufrimiento no existen las cleses sociales. A Jairo se le muere una hija (Mt. 9,16 ss ; Mc. 5,22-43; Le. 8,40-56), Lâzaro muere él mismo (lo. 11,14 ss). La sirofenisa gasta todo su caudal con médicos (Le. 8,43). Para la misericordia del Senor tampoco hay diferencia entre los hombres. 8. “Oyendo que llegaba...” Lo que prueba cémo habia corrido la fama de Jesûs durante su breve predicacién hierosolimitana. Antes de que llegara a una aldea, las noticias habian volado hasta los cortesanos de Cafarnaûm. La cnriosidad y la novedad suelen poder mâs que el celo. Pero también pueden ser aprovechadas por el apôstol. Todo estriba en no detenerse en la corteza de la vanidad y en los triunfos super­ ficiales. 4. “Sallô a su encuentro” SEC. * a El cortesano nos da un doble ejemplo de solicitud por su hijo. Cuando un hijo se encuentra en necesidad, el padre, a quien Dios colocô como providencia en la familia (cf. infra en la sec.IV, A, Santo Tomâs), debe desvelarse y dedicarle todas sus energias. Dicho se estâ que ha de apreciar siempre la jerarquia de las necesidades y estimar en mâs las del espiritu, sin descuidar las del cuerpo. Ha llegado la hora de que preguntemos cuâl era la çnfermedfld del hijo. Dificil saberlo. De los veinte casos de enfermedades curadas por el Senor y cuyos nombres especificos nos han dado los evan· 215 gelistas, dos de ellos figuran con el nombre de fiebres, a saber : este que comentamos y el de la suegra de San Pedro (Mt. 8,14 ; Mc. 1,29; Le. 4,38). Un poco dificil resulta averiguar a qué llamaban los antiguos fiebre y cuântos procesos infecciosos, desprovistos de efectos exte­ riores, figuraban bajo este nombre. Galeno (cf. De dlff. febr. I,i : Opera, ed. Kühn, t.i [1824] p.275, citado por Harnack) distingue la pequena y la grau fiebre, y la precisiôn médica de San Lucas nos hace saber que la dolencia de la suegra de San Pedro era la gran calentura (Le. 4,38). San Juan se limita a decirnos que estaba para morir (v.47) y que le déjà la fiebre (v.52). Muchos se inclinan a creer que se trataba de la fiebre palûdica, muy posible junto al lago. Quizâ también la de Malta, corriente también por alli. Los medios curativos de las fiebres han sido siempre muy escasos hasta la invenciôn de nuestros modernos antibiôticos. «La labor médica queda reducida a pilotar el navio a través de la tormenta y luchar con el peligro de muerte. Lo mejor que se puede esperar es una larga enfermedad y una lenta convalecencia». Si asi habia un médico (cf. Belcher, Our Lord’s Miracles of Healing p.7), casi con­ temporaneo, i qué no habria que decir en aquella época, en que ni siquiera se sospechaba la existencia de los agentes microbianos y bacterias ? 6. “Le rogô que bajase y le curase...” La desgracia le fuerza a ser humilde. j Cuân diferente suele ser nuestro talente cuando la fortuna cambia ! Para el cortesano, no cambiô, pues el favor le hizo creyente. Ahora le vemos humilde y rogando al médico, a quien hay que recurrir cuando la enfermedad corporal 0 espiritual parece incurable, porque para su omnipotencia y gracia nada hay imposible. 7. “SI no vîereis seriales y prodlgios, no creéis” Mâs adelonte hablaremos de la fe del cortesano. Notemos ahora el reproche suave que Cristo dirige a él y a todos los oyentes. No es que los milagros no seen necesarios, sino que no hay motivo para pedir su repeticiôn. Jesûs dirige estes reproches por amor y los encamina a conseguir el fervor y la humildad de nuestras aimas. Dîfiere a veces la curaciôn, mas para aumentar la fe y fomentar las oraciones. Estas senales y prodigios son dos facetas de un mismo hecho, que en cuanto sobrenatural es portentoso y en cuanto portentoso es signo del poder de Dios, manifestado en apoyo de la doctrina del taumaturgo. 8. 5. “Eetaba para morir”..., ‘le curase”..., “le dejô la fiebre”... 2. COMENTARIOS GENERALES Sefior.’, baja antes que H i hijo muera9f J Por qué insistir demasiado en la falta de fe del régulo? Mucho mâs adelante, las hermanas de Lâzaro no esperarân la resurrecciôn del muerto y se quejarân de que el Sefior no hubiera estado alli du­ rante la enfermedad. Cierto que el mismo poder se requiere para curar de cerca que de lejos, pero el vulgo—y en cuestiones religio- 216 SEC. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO.. 20 DESP. PENT. sas hasta un cortesano puede ser vulgo—estima mucho mayor el mi­ lagro verificado desde lejos. Admiremos, eu cambio, su perseveran­ da en la oraciôn. También es de advertir la conocida precisiôu evangélica. Baja, dice el padre, porque Canâ estaba a unos setecientos metros de al­ tura con relaciôn a Cafarnaùm. 8. “Tu hijo vive” milagro, toda vez que en arameo hacer vivir equivale a curar. «Dos cleses de milagros hizo Nuestro Senor cerca de los mismos hombres..., unos espirituales, convirtiendo pecadores envejecidos en sus pecados ; otros corporales, sanando enfermedades incurables o resucitando muertos. Y, como dice Santo Tomâs (cf. Sum. Theol. 3 q.44 a.3 ad 3), de ordinario juntaba el primero con el segundo..., asi el hombre interior como el exterior, disponiéndole primero para recibir entera y perfecta salud. Y asi, meditando el milagro corpo­ rel, hemos de ponderer el efecto espiritual que obraba en el enfermo y el que significaba para nuestro provecho, porque como las en­ fermedades del cuerpo son senales de las del aima, asi la cura de las unas représentai» la cura misteriosa de las otras» (cf. La Puente, Meditationes p.3.*, 9A ed., Apost. de la Prensa [Madrid 1950], t.2 p.830). 10. “Creyô el homlbre en la palabra...” He aqui una muestra de la fe del cortesano e indiscutiblemente del poder persuasivo del Senor, que con sôlo su palabra le convence de que el milagro se habia realizado. li. La curaciôn La curaciôn, a semejanza de otras muchas habidas en la historia de la Iglesia, debiô de ser repentina en cuanto a la enfermedad, pero no en cuanto a sus efectos de debilidad, etc. Le dejô la fiebre, pero el hijo postrado debe reponerse. Es como si dijera : Por ahora se ha puesto mejor, pero no puede salir al encuentro de su pedre. 12. “Ayer a la hora séptima” Esto es, a la une de la tarde. Afanosos siempre los heterodoxos en buscar motivos contra la veracidad evangélica, se maravillan de que padre tan ansioso por la salud de su hijo no volviese el mismo dia a Cafarnaûm, basando su opiniôn en que los criados dicen ayer. Objeciôn muy poco fundada, pues, pasando por alto que bien pudo detenerse por faite de medios, ya que caballos y siervos pudieran estar agotados por la caminata matutina de treinta y très kilômetros —una jornada militar—y sin fuerzas para reanudarla por la torde, también puede suponerse que saliera inmediatamente hacia su casa. Pero en las seis o siete horas que debiô de emplear en el camino cayô 2. COMENTARIOS GENERALES 217 la tarde, y segûn el modo de hablar hebreo, habia comenzado un nuevo dia. Por lo tanto, a las siete de la noche aquellas gentes decfan ayer refiriéndose a lo que nosotros llamamos la une de la tarde. 13. “Creyô él y toda eu casa” Comprobada la hora, y como era la misma en la que Cristo anunciô la curaciôn, creyô él, admitiendo la mesianidad del Sefior, y con él toda su casa, en la que figuraban los criados que le salieron al encuentro. He aqui el ejemplo del buen padre de familia y el prestigio que la eutoridad, adornada de las prendas de prudencia y carino, disfruta entre los suyos. El padre de familia, que debe ser en su casa el rey que gobierna, debe ser también el maestro que ensefie y el sacerdote que ora. Si reûne las tres condiciones, como su autoridad exige, fâcil le serâ que créa con él toda su casa. C) El milagro en la Apologética Como una muestra de las retiradas estratégicas del racionalismo de que hemos hablado (cf. La palabra de Cristo t.i p.564 ss), vamos a resumir las opiniones de estos autores sobre el milagro. Paulus (cf. Comm. in lo. 9 p.253) busca, como siempre, la soluciôn natural. Jesûs, habilisimo en «semeyôtica», juzgô, por los tomas que le explicaron, la inminencia de una crisis curativa y ani­ mô al padre anunciândole la salud del niüo. Strauss se apresura a rechazar y burlarse de tal hipôtesis y pro­ pone la suya. La leyenda sobre Jesûs ha resumido todos los milegros del Antiguo Testamento, y por eso cuando hacia el 150 se escribieron los Evangelios, apareciô esta curaciôn, que no es sino una réplica de la curaciôn a distancia verificada por Eliseo con el ge­ neral sirio Naamân (4 Reg. 5,9-14). La historia tira por tierra la teoria total de Strauss, que en cuanto a este punto encuentra a otro racionalista dispuesto a reirse de él y a proponer también su propia soluciôn (cf. Keim, Geschichte Jesu t.2 p.184). Es muy sencilla. El relato de Juan 110 es otra cosa sino el mismo de los sinôpticos cuando refieren la curaciôn del criado del centurién, y como quiera que las dos narraciones difiereu en ciertas cosas, las dos son fa'lsas. Donosa consecuencia. Porque se parecen en algo, se identifican, y porque se diferencian, son falsas. Pero, como quiera que tampoco este nuevo peôn del racionalismo ha descubierto nada nuevo, copiaremos lo que dice San Juan Crisôstomo sobre la identificaciôn de ambos pasajes evangélicos (of. In Matthaeum, hom.26,3 : PG 57>33Û) : «Se prueba ser otro no sôlo por la diguidad, sino tamb:én por la fe. Aquél pide a Cristo que no vaya..., éste aun le da prisa, diciendo : Baja antes de que muera. Alli entraba Cristo en Cafarnaûm..., aqui esta en Cauâ, viniendo de Samaria. El hijo de equél yacia a causa de una parâlisis, el de éste padece una fiebre...» En resumen, que la ûnica semejanza entre ambas curaciones es la de que fueron a distancia. No existiendo, pues, duda alguna racional sobre la historicidad η*· ft 218 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. del relato, atestiguada por todos los côdices, ni sobre la posibilidad de una curaciôn natural, réstanos aclarar el sentido de una fra­ se muy comentada : Si no viereis seflales y Prodiglos, no creéis (lo. 4^8). Harnack y otros muchos, después de haber rechazado de piano la autenticidad del cnarto evangelio, porque les resultan molestas sus repetidas afirmaciones sobre la divinidad de Cristo, se arrojan ahora como buitres sobre este mismo evangelio para admitir y glo­ sât la frase aludida. «El que pronunciô taies palabras no podfa pensar que el creer en sus milagros fuera el unico medio de llegar a conocer su persona y su misiôn. Sobre este punto debiô de tener ideas muy distintas de las que tuvieron los evangelistas» (cf. Das Wesen des Christ entums ed. 1903 p.19). Ciertamente que es punto cardinal de la apologética catôlica con­ siderat a los milagros como ùnico criterio primario de la revelaciôn, y nos resultaria engorroso que el Sedor rechazara tal método. Afortunadamente no hemos hecho sino seguir sus ensenanzas, que son bien claras, puesto que El mismo diô sus prodigios como prueba en repetidas ocasiones. En cuanto a la frase en cuestiôn, es bien sencillo. Aun olvidando que mâs de uno traduce si no viereis milagros no creeréis, y por lo tento voy a verificar nno, con lo cual la cuestiôn queda zanjada por completo, siempre tendremos que la conversaciôn del Sefior ha de ser juzgada dentro de su marco histôrico de aquella situaciôn de ânimo de los galileos a que ya nos hemos referido, curiosa en demasia, exigidora de milagros sin necesidad, pues habian visto ya los suficientes en Jerusalén. Viene todo ello a contraponer el excesivo criticismo y afân de ver de los galileos y la mayor humildad de los Samaritanos. Otro caso parecido lo tenemos en la reprensiôn dada a Tomâs, a pesar de que fué el mismo Senor quien ocho dias antes, invitando a que le palparan y dieran de corner, habia propuesto las pruebas de su resurrecciôn. Pero Santo Tomâs ibe también demasiado lejos y no se fiaba dei testimonio humano garantizado. D) Grados en la fe La fe es un asentimiento dado por el entendimiento e imperado por la voluntad. Su proceso es el siguiente : a) La razôn demuestra haber motivos suficientes para aceptar una verdad como revelada por Dios, a la vez que afirma que a Dios debe creérsele si revela algo. b) La voluntad, en virtud de este dictamen, impera al entendi­ miento que se someta y «créa» en Dios, que revela esa verdad. c) El entendimiento créé. A través de este proceso, la voluntad puede imperar con mâs o menos energia y decisiôn. A las razones dadas por el entendimien­ to en su primer estadio pueden oponer su pereza, sus pasiones, etc., y de ello surgir o una negativa o un imperio débil y dudoso. A medida que la voluntad, ayudada por le gracia, impere con mâs ener­ gia, el entendimiento asentirâ mâs fuertemente. Ejemplo de ello es el cortesano del Evangelio, los grados de cuya fe describe San Juan Crisôstomo (cf. ibid, supra). Tiene alguna fe SEC. 2. C0MENTARIOS GENERALES 219 en Jesûs obrador de milagros, ya que de lo contrario no iria a Canâ desde Cafarnaiîm, distante unos treinta y très kilômetros. Su fe no es del todo robusta, pues créé necesario que el Maestro baje e insis­ te mucho en ello. Sin embargo, la fe crece, y cuando el Sefior le asegura la curaciôn, la admite y torna a su casa. Sin embargo, cuando recibe la confirmaciôn de labios de los criados, creyô él y toda su casa (lo. 4,53). Creyô él también, lo cual parece indicar dos cosas : la primera, un total robustecimiento de su fe, en la que quizâ aparecia de vez en cuando alguna nubecilla de dudas e inquietudes, y segundo, una fe no ya sôlo en el poder de Cristo, sino en sn misiôn. fQué hizo el régulo para llegar a este grado de fe? Ser humilde. orar pidiendo en su necesidad, confier en el Senor y obedecerle. SEC. SECCION III. I. SANTOS PADRES SAN JUAN CRISOSTOMO El Evangelio nos habla del celo de tin padre para curar a su ■Hi hijo. San Juan Crisôstomo expone en muclios lugares la obligaciôn que tiene todo Cristiano de velar por el bien del prôjimo, obligaciôn que deben sentir mucho mâs intimamente los sacerdotes y los pa­ dres, a quienes da normas de educaciôn. El lector sabrâ âcomodar fâcilmente a los padres lo que el Crisôstomo dice a los sacerdotes. Λ) a) Obligaciôn de los sacerdotes de velar por el prôjimo Hay que trabajar por la salvaciôn de los demâs En el libro 6.° n.° 10 sobre el sacerdocio, el Crisôstomo se excusa de ser sacerdote en este diâlogo (PG 48,686) : “^Creéis, dijo Basilio, que vais a poder salvaros si no trabajâis por la salvaciôn de los demâs? Crisôstomo: Tenéis mucha razôn y nadie puede creer que conseguirâ su salvaciôn si no trabaja nada por la del prôjimo. No sôlo no le aprovechô a aquel siervo desgraciado el haber conservado un talento, sino que lo perdiô por no haberlo aumentado y duplicado. Sin embargo, me pa­ rece que mi castigo serâ menor cuando me acusen de no haber trabajado por el prôjimo que si me hubiese perdido a mi mismo y a los demâs, y que se me exigiria mucho mâs si hubiese recibido aquel honor”. b) Aunque sea para salvar a UNO SOLO En su sermôn 6.° sobre Lâzaro explica en el exordio que insiste tanto en la predicaciôn por la obligaciôn que tiene de cuidar de los demâs (PG 48,1029). “Soy un sembrador que arroja la semilla sobre piedra, espinas o tierra buena, pero es imposible que entre tanto grano como esparzo no lo reciban con fruto siquiera una mitad, una tercera, una décima parte o, por lo menos, uno solo”. “No es poca cosa salvar a una oveja cuando el 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 221 I! !H· Pastor del Evangelio de>jô noventa y nueve por una sola que se habia perdido (Le. 15,4; lo. 19,1-8). No despreciéis nunca al hombre aunque sea uno, porque es hombre y carisimo de Dios. Aunque sea un siervo, no me parece despreciable, pues yo no busco la dignidad, sino la virtud, no el mando 0 la esclavitud, sino el aima, y aunque sea uno solo, es un hombre, y por él se ha extendido el cielo, brilla el sol, gira la luna, se difunde el aire, manan las fuentes, despliega el mar su grandeza, los profetas son enviados y es dada la ley. 4 A qué seguir? Por él se hizo hombre el Hijo de Dios, por él muriô y derramô su sangre, 4y yo le despreciaré? ;Serâ de tan poco valor como para dejar que se pierda?” Por una sola mujer, samaritana y meretriz, el Senor no regateô su esfuerzo (lo. 4,4-30). “No me callaré jamâs, aunque no me oiga nadie: médico soy y receto; maestro soy y mi obligaciôn es ensenar, puesto que Dios me ha puesto por vigia en Israel (Ez. 3,17). ^Que no se enmienda nadie? ;Y qué importa! Recibiré mi premio, aunque imposible es que, oyéndome tantos, no haya uno siquiera que se aproveohe”. B) Obligaciôn de los padres El libro 3.0 de su obra Contra los enemigôs de la. vida monâslica se llama «El padre fiel». En él expone el Crisôstomo la obligaciôn que incumbe a los padres de educar bien a sus hijos, y aun cuando saque como ûltima consecuencia que debe dirigirlos hacia la vida monâstica, incluye, sin embargo, consejos generales y hasta frases que parecen esentas hoy (PG 47,349-360). a) Obligaciôn de cuidar de la salvaciôn del prôjimo El Juez nos exigi râ eu enta de si hemos trabajado poi la salud del prôjimo lo mismo que por la nuestra, y por ello San Pablo (1 Cor. 10,24) exhorta a todos a que busquen no lo que es suyo, sino lo del prôjimo, y reprende a los Corintios porque no habian tenido providencia y euidado alguno sobre los fornicarios (1 Cor. 5,9-13), y a los Gâlatas les advierte que instruyan a los hermanos si les ven en pecado (6,1), encargando a los Tesalonicenses (1,5.11-17) que se exhorten mutuamente, corrijan a los inquietos, consuelen a los débiles y sostengan a los enfermos. “Nadie diga: 4 Qué me importa a mi, ni qué obligaciôn tengo de cuidar de la salvaciôn ajena? El que se condena, que se condene, y el que se salva, que se salve. Nada me importan ni tengo por qué mirar mâs que a lo mio. Para que nadie pueda decir esto procuré Dios desarraigar de nosotros este fiero e inhumano pensamiento, multiplicando las leyes que nos obligan a descuidar nuestra comodidad y 1 222 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. preocupamos del prôjimo. Asi el Apôstol impone a los Ro­ manos (15,1) el gravisimo cargo de que desempenen el papel de padres para con los débiles..., y en otro lugar advierte que los négligentes en preocuparse de la salud de los hermanos pecan contra el mismo Cristo y derrocan el edificio de Dios (1 Cor. 8,12), haciendo notar que todo esto lo ensena no por su propia cuenta, sino adoctrinado por el Maestro”, que prohibe escandalizar y pide estrecha cuenta dei talento desperdiciado. ‘Asi, pues, aunque ordenemos nuestra vida santamente, no nos aprovecharâ de nada si este pecado de descuido nos puede sumergir en lo profundo del infierno. Si no hay ex­ cusa alguna que pueda librar a los que no quisieron prestar su ayuda corporal al prôjimo..., 4como no padecerâ incontables males el que omite esta obligaciôn, tanto ma­ yor cuanto mâs interesante es el cuidado de las aimas?” “Dios no creô al hombre sôlo para él, sino también para los demâs. Por eso Pablo (Phil. 2,15) llama a los fieles antorchas, demostrândoles que han de iluminar a todos, puesto que el que se alumbra sôlo a si mismo no puede llamarse luz”. En otro lugar dice que el que no tiene providencia de sus criados es peor que un infiel (1 Tim. 5,8), y no creo que la palabra providenda signifique aqui cuidado de lo temporal, sino del aima, y si alguien estimara referirse al cuerpo, yo argüiria “a fortiori” sobre el pecado de los que descuidan el espiritu. b) Obligaciôn de cuidar a los HIJOS Nueve grados de iniquidad encontramos: l.°, no preocuparse de los bienes de los amigos; 2.°, descuidar el bien personal de los enemigos; 3.°, no preocuparse de los companeros; 4.°, desatender a los familiares; 5.°, olvidarse del alma de éstos; 6.°, ser négligente, no con la familia, sino con los hijos en peligro; 7.°, no buscar siquiera quien se cuide de ellos; 8?, impedir a los que deseen hacerlo; 9.°, no solo impedirlo, sino deciararse enemigo de tales acciones. Los ùltimcs grados encierran maldad suprema, puesto que contradicen al sentimiento natural y a las leyes divinas. Para probarlo aduce el ejemplo del sacerdote Heli, ador. nado de virtudes, pero que, por descuidar la correcciôn de sus hijos, fué castigado severisimamente por el Senor (1 Reg. 4,18). i Quién puede decir: “Acaso yo soy du eno de la voluntad ajena? R,ogaré por mis culpas, pero mis hijos tienen edad, que Hoven ellos su castigo”. Porque si a un sacerdote sin tacha como Heli, y en tiempos en que por ser las costumbres mejores no hacia falta tanto cuidado, ae 3. SS. PADRES. CRISOSTOMO 223 le castigô de aquella manera por su negligencia, icuâl no serâ el castigo que se dé a los padres de hoy? No me digâis que ahora no vernos tales castigos; en prmer lugar, castigos son tantas enfermedades y calamidades como se padecen, aunque no sepamos por qué nos vienen, y en segundo término, Dios se reserva el dia de su juicio y hoy no vivimos ya en tiempo de profetas, aun­ que digo mal, profetas tenemos, porque su ministerio lo desempenan los ejemplos que nos ha dejado la Escritura y los mismos predicadores, conforme Abraham le dijo al rico epulôn cuando pidiô que enviase algunos condenados al mundo para predicar el infierno (Le. 16,29-31). La obligaciôn de educar a los hijos esta escrita en nuestra misma naturaleza, que nos ha inclinado tan fuertemente a ello, y ademâs la ley divina, la cual lo inculca hasta descender a detalles como el de mandar que se explique a los hijos el significado de las fiestas principales (Ex. 13,8). La misma ley manda amar a los hijos y los castiga si no respetan a los padres, lo que no es sino inculcar la obli­ gaciôn que tienen éstos de educar. Nadie se Dame a engano, puesto que Dios ha hablado bien claro. “Aprendamos que Dios no ha de soportar pacientemente que descuidemos a aquellos a quienes tanto ama... No se despreocuparâ, sino que se indignarâ y se llenarâ de ira vehemente, como lo ha demôstrado en otras ocasiones. Por ello San Pablo (Eph. 6,4) ordena criarlos en disciplina y en la ensenanza del Senor. Si a nosotros (sacerdotes) se nos manda vigilar sus aimas, como si tuviésemos que dar cuenta de ellas, mucho mâs se impone esta obligaciôn al padre que los engendrô, los educô y vive con ellos. No puede encontrar excusa para sus propios delitos y tampoco puede encontrarla para los de sus hijos”. c) Necesidad de la educaciôn “Si los vicios fuesen naturales al hombre, se podria haHar alguna excusa, pero como quiera que somos nosotros los que voluntariamente nos pervertîmes, iqué excusa podrâ alegar el que permite se haga malo aquel a quien ama sobre todas las cosas? iQue no ha querido evitarlo? Eso no lo dirâ ninguno que sea padre, puesto que la misma naturaleza le inclina a lo contrario. îQue no ha podido? No diga eso el que lo recibiô tiernec’lio, el que lo tuvo primero y solo bajo su dominio y cuidado, siempre en su casa, para poderlo gobernar fâcilmente y sin ningùn esfuerzo. Si los hijos se pervierten es porque los padres discurren muy mal sobre las condiciones de la présente vida. No m ran mâs que a las cosas de este mundo y descuidan 224 SPC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN LA CURACI0N’ DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. su aima y la de los hijos. Ya he llamado a tales padres, y nadie créa que lo hice movido por la ira, mâs criminales que los que matan a sus hijos, porque éstos separan el cuerpo del aima y aquéllos arrojan el cuerpo y el aima al fuego... El dia de la resurrecciôn desaparecerân los efectos de la muerte del cuerpo, pero no habrâ nada que pueda atenuar jamâs la muerte del aima”. d) Otro nuevo motivo En la casa de Dios hay muchas mansiones, y dentro de cada mansion, unas estrellas brillan mâs que otras. ;Qué absurdo me parece que los padres se preocupen de que sus hijos, si tienen ocasiôn de acercarse a las aulas regias, ocupen en ellas el lugar mâs decoroso, y en cambio, siendo llamados a la milicia celestial, no se esfuercen lo mâs mini­ mo en conseguir alcanzar un buen puesto! 4 Qué padre hay que haya ensenado a su hijo que el juramento, la maldiciôn, las injurias, la soberbia y la deshonestidad llevan al infierno? îLe habrâ ensenado la ley de Dios? ^Te has preocupado tû de ello? “4Como podrâ ensefiârsela a su hijo el padre que, maestro como debiera ser, no la conoce?” Y ;ojalâ que se limitase a no instruirle! Pero vedle mostrando a sus hijos todas las vanidades dei mundo, inculcândoles, sobre todo, aquéllos dos violentisimos amores, el del dinero y el de la vanagloria, camino rapidisimo para condenarse, puesto que ese dinero ha de encender en ellos todos los deseos inverecundos y deshonestos. Ya advertia San Pablo (1 Tim. 6,10) que la avaricia es la raiz de to­ dos los males, y Cristo dijo (Mt. 6,24) que nadie puede servir a dos seriores. Pues bien, ^cômo podemos creer que se salvarâ aquel a quien habéis encaminado por el camino del dinero, que desemboca necesariamente en el placer? ;Pobres jôvenes! ^Quién los salvarâ? 4 Sus padres? Las enseiianzas y ejemplos que les dan son de lo mâs contra­ JH rio. ‘7 Ellos mismos? La edad juvenil no se basta a si propia para ensefiarse la virtud, y aunque hubiese algùn valiente que por si mismo se inclinase a ella, antes de que germinara la semilla, el continuo oir hablar a sus padres la ahogaria. Asi como el cuerpo al que no dan alimentos sanos no puede medrar, asi el alma, oyendo siempre con­ versationes de esta clase, no puede pensar nunca cosas grandes...” Habrâ quien me diga que él no ensefia. a sus hijos co­ sas taies, pero en realidad las enseîia con las obras. iAy de los que rien! (Le. 6,25), y vosotros no parâis de buscar diversiones chocarreras. iAy de los ricos! (Le. 6,24), y sois 225 ambitiosos y avaros. ;Ay de vosotros cuando os bendïgan los hombres! (Le. 6,26), y no buscâis mâs que las alabanzas. Despreciâ s los juramentos, sois deshonestos y llegâis a mâs. “No sôlo enseüâis a vuestros hijos preceptos con­ trarios a los del Seîior, sino que con nombres elegantes encubris los pecados, y al asistir a los hipôdromos y teatros llamâis urbanidad a los vicios; a las riquezas, libertad; al amor de la gloria, magnanimidad; a la prodigalidad, generosdad, y a la injusticia, fortaleza. Y como si esto no os bastara, dais a las virtudes nombres contrarios, y a la templanza la llamâis rusticidad; a la modestia, timidez; a la justicia, debilidad; al desprecio dei fausto, ânimo ser­ vii; al padecer las injurias, flaqueza...” No creâis que esto no encierra importancia, porque la tiene muy grande dar su nombre a cada cosa y es dificil abrazarse a un vicio cuando recibe su verdadero calificativo. Observad. si no. como las gentes que no temen cometer el pecado se enojan si se le llama por su nombre, doliéndose e irrtândose no tanto de la obra y de la opinion dei vulgo como del nombre de su delito”. Π. SAN AGUSTIN Entresacamos de las diversas obras de San Agustin dos series de textos, una relativa a la embriaguez, para ilustrar el tema paulino, aludido en el v.18 de la Epistola del dia, y otra relacionada con la fe, aplicaciôn homilética del pasaje del Evangelio. A) a) La La embriaguez embriaguez del Espîritu ";0h vosotros los que habéis sido bautizados! Fuisteis algwn tiempo tinieblas, pero ahora sois solo luz en el Se­ nor (Eph. 5,8). Si luz, dia, porque Dios a la luz llamô dia (Gen. 1,5). Fuisteis tinieblas, os hizo luz, os hizo dia. Hemos cantado refiriéndonos a vosotros: Este es el dia que hizo el Senor, alegrémonos y regocïjémonos en él (Ps. 117,24). Huid de las tinieblas. La embriaguez pertenece a las tinieblas. No os apartéis sobrios y volvâis ebrios. El Espiritu Santo ha comenzado a habitar en vosotros y no huyâis. No le excluyâis de vuestros corazones. El huésped bueno os encontrô vacios y os llena. Os encontrô hambrientos y os abmenta. Finalmente os encontrô sedientos y os embriaga. Que El mismo os embriague. Porque el Apôstol dice: No os embriaguéis de vino, en el cual estâ la liviandad. Y como queriéndonos ensefiar de qué debemos embriagarnos, dice: Llenaos, La palabra de C. 8 8 Hk I (HJ J 226 1 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT, SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN al contrario, dsl Espiritu, siempre en salmos, himnos y cànticos espirituales, cantando y salmodiando al Senor en vues· tros corazones (Eph. 5,18-19). El que se alegra en el Senor y canta alabanzas al Senor con gran regocijo, 4no es acaso semejante a un ebrio? Yo apruebo esta embriaguez. Sdcianse de la abundancia de tu casa y los abrevas en el torrente de tus delicias; porque en ti estâ la fuente de la vida y en tu luz vemos la luz (Ps. 35,9-10). El Espiritu Santo es bebida y luz. Si encontraras una fuente a oscuras, encenderias la luz para llegar a ella. No enciendas la luz para la fuente de la luz. El mismo te iluminarâ y te llevarâ a si. Cuando llegares a beber, acércate y sé iluminado. No os apartéis para que no os veâis envueltos por las tinieblas. El Senor Dios llama y se acerca a ti. Asegura que no se aparté. Haz a tus hijos nuevos; de ninos, ancianos; pero no de ancianos, muertos. Porque en esta sab duria se nos permite embriagarnos, pero no nos es permitido morir” (cf. Serm. 225 c.4: PL 38,1098). b) La embriaguez de las cosas futuras “Inebriabuntur ab ubertate domus tuae (Ps. 35,9). Las cosas futuras que se prometen embriagarân. Temo que al­ guno busqué en esta embriaguez no la saciedad de los bienes inefables, sino la crâpula de los convites carnales. Digamos, sin embargo: piense lo que pueda; si no puede mayores co­ sas, no se aparté de su seno y crpzca. Sigâmosle los que podemos, cuanto podemos: deleitémonos espiritualmente. Sd­ cianse de la abund 'ncia de tu casa y los abrevas en el to­ rrente de tus delicias (Ps. 35,9). 4De qué vino? 4De qué mosto? 4De qué agua? 4De qué miel? 4De qué néctar? Preguntas 4de qué? Porque en ti estâ la fuente de la vida (ibid. 10). Si puedes, bebe la vida. Prépara la concipncia, no la gula; el aima, no el vientre. Si oiste, entendiste; si amaste cuanto pudiste, ya de ahi bebiste” (cf. Serm. 24,12 n.12: PL 38,160). c) La cosas con esa oscuridad. Mas i qué serâ cuando veamos cara a cara lo que ellos Suniian en el corazon y no podtan manifestar con la Itngua para hacerse entender de los hombres? ^Qué necesidad habia de decir: Sdcianse de la abundancia de tus bienes? El Salmista buscô el significado humano de la palabra. Al observar que los hombres se engodaban en la embriaguez, btbian el vino sin moderation y que perdian la mente, vio también que al recibir aquella ineffable alegria perecia en cierto modo la mente humana y se hacia divina, embriagândose con la abundancia de sus bienes. Por eso en otro salmo ahade: Calix meus inebrians, quam praeclarus est! (Ps. 22,5). Los mârtires fueron embriagados con este câliz cuando al padecer los suplicios no reconocian a los suyos. 4 Qué ebrio puede compararse al que no reconoce a la mujer que Hora, ni a los hijos, ni a los padres? Pues los mârtires no los reconocian. No se daban cuenta que los tenian ante sus ojos. No os admiréis; estaban ebrios. 4 De qué estaban embriagados? Mirad: habian recibido el câliz con el que fueron embriagados, y asi el Salmista da gracias a Dios diciendo: Quid retribuam Domino?... Caucom saïuiuris accipiam et nomen Domini invocabo” (Ps. 115,12-13). d) La embriaguez de la misericordia divina “Torrente voluptatis tuae potabis eos (Ps. 35,9). Se dice torrente al agua que viene con impetu. Impetuosa serâ la misericordia de Dios para regar y embriagar a los que ahora ponen su esperanza bajo la sombra de sus alas. ^Cuâl es ese placer? Como un torrente embriaga a los sedientos. Aho­ ra, pues, los que tienen sed, pongan su confianza en Dios: tengan la esperanza de que embriagados alcanzarân la felicidad. Pero antes de poseer la felicidad, manténganse en la esperanza. Bienaventurudos los que t enen hambre y sed de justicia, porque ellos serân hartos” (Mt. 5,6) (cf. Enarrat, in Ps. 35 n.14: PL 36,351). B) embriaguez de LOS SANTOS y DE LOS mArtires % “Inebriabuntur ab ubertate domus tuae (Ps. 35,9). No sé qué grandeza se nos promete. El Salmista quiere decirla, pero no la dice. Es que no puede o que nosotros no le entendemos? Me atrevo a d^cir, queridos hermanos, que ni las lenguas y corazones de los santos, por los que se nos ha anunciado la verdad, podrian decirla ni anunciarla. Porque la cosa es grande e inefable. Aun ellos veian parti alnmnte, como en enigma, segûn dice el Apéstol : Ahora vemos por un espejo y oscuramente (1 Cor. 13,12). Y hablaban viendo las 227 La fe Insertamos aqui una de tantas antologias como pueden tejerse sobre la fe, entresacândola de las distintas obras de San Agustin, en que la materia resulta tan abundante y sugestiva. Agrupamos sôlo algunas cuestiones, las que creemos ilustran mejor el pasaje evangélico, sobre todo en la alusiôn o reproche que hace el Senor a los que necesitan ver milagros y prodigjos para creer. a) DE LA FE EN LO QUE NO SE VE “Piensan algunos que la religion cristiana es mâs digna de burla que de adhesion, porque no présenta ante nuestros ojos lo que podemos ver, sino que nos manda creer lo que ·*- 1 · 228 SS. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. no vemos. Para refutar a los que presumcn que se conducen sabjamente negândose a creer lo que no ven. les demostramos que es preciso creer muchas cosas sin verlas, aunque no podamos mostrar ante sus ojos corporales las verdades divinas que creemos. En la vida creemos muchas cosas sin verlas £» Λ £ En primer lugar, a esos insensatos, tan esclavos de los ojos del cuerpo que llegan a persuadirse que no deben creer lo que no ven, hemos de advertirles que ellos mismos creen y conocen muchas cosas que no se pueden percibir con aquellos sentidos. Son innumerables las que existen en nuestra aima, que es por naturaleza invisible. Por ejemplo: 4 qué hay mâs sen cillo, mâs claro, mâs cierto que el acto de creer o de conocer que creemos o que no creemos alguna cosa, aunque estos actos estén muy lejos del alcance de la vision corporal? 4 Qué razôn hay para negarse a creer lo que no vemos con los ojos del cuerpo cuando, sin duda alguna, vemos que creemos o que no creemos y estos actos no se pueden perci­ bir con los sentidos corporales? 2. La buena voluntad del amigO no se ve, pero se créé en ella Pero dicen: lo que estâ en el aima podemos conocerlo con la facultad interior del aima y no necesitamos los ojos del cuerpo; pero lo que nos mandâis creer, ni lo presentâis al exterior para que lo veamos con los ojos corporales ni estâ dentro en nuestra aima para que podamos verlo con el en­ tendimiento. Dicen estas cosas como si a alguno se le man­ data creer lo que ya tiene ante los ojos. Es preciso creer algunas cosas temporales que no vemos para que seamos dignos de ver las eternas que creemos. Y tù, que no quieres creer mâs que lo que ves, escucha un momento: ves los objetos présentes con los ojos del cuerpo, ves tus pensamientos y afectos con los ojos del aima. Ahora d me, por favor: icomo ves el afecto de tu amigo? Porque el afecto no puede verse con los ojos corporales? 4Ves, por ventura, con los ojos del aima lo que pasa en el aima de otro? Y si no lo ves, 4 como corresponderâs a los sentimientos amistosos cuando no crees lo que no puedes ver? Replicarâs, tal vez, que ves el afecto del amigo por sus obras. Verâs, en efecto, las obras de tu amigo, oirâs sus palabras; pero habrâs de creer en su afecto, porque éste ni se puede ver ni oir, ya que no es un color 0 una figura que entre por los ojos, ni un sonido 0 una canciôn que pénétré por los oidos, ni una afecciôn interior que se man.fieste a la conciencia. Sôlo te resta creer SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 229 lo que no puedes ver, ni oir, ni conocer por el testimonio de la conciencia para que no quedes aislado en la vida sin el consuelo de la amistad o el afecto de tu amigo quede sin justa eorrespondencia. i Donde estâ tu proposito de no creer mâs que lo que vieres exteriormente con los ojos del cuerpo 0 interiormente con los ojos del aima? Ya ves que tu afecto te mueve a creer en el afecto no tuyo, y a donde no pueden llegar ni tu vista ni tu entendimiento llega tu fe. Con los ojos del cuerpo ves el rostro de tu amigo y con los ojos del aima ves tu propia fidelidad; pero la fidelidad del amigo no puedes amarla si no tienes también la fe que te incline a creer lo que en él no ves, aunque el hombre puede enganar mintiendo amor y ocultando su mala intenciôn. Y si no in­ tenta hacer dario, finge la caridad, que no tiene, para conseguir de ti algùn beneficio. 3. Sin alguna fe, ni siquiera fpodemos toner certeza de! afecto del amigo probado Pero dices que si crees al amigo, aunque no puedes ver su corazôn, es porque lo probaste en tu desgracia y conociste su fidelidad cuando no te abandonô en los momentos de peligro. 4 Te imaginas por ventura que hemos de anhelar nuestra desgracia para probar el amor de los amigos? Ninguno podria gustar la dulzura de la amistad si no gustara antes la amargura de la adversidad, ni gozaria el placer del verdadero amor quien no sufriera el tormento de la an­ gustia y del dolor. La felicidad de tener buenos amigos, 4 por qué no ha de ser mâs bien temida que deseada, si no se puede conseguir sin la propia desgracia? Y, sin embargo, es muy cierto que también en la prosperidad se puede tener un buen amigo, aunque su amor se prueba mâs fâcilmente en la adversidad” (cf. De la fe en lo que no se ve c.l: c.l: BAC, BAC, t.4 p.795-799). 4. Si de la sociedad humana desapareciese la fe, vendria una confusion, espantosa “En efecto, si no creyeras, no te expondrias al peligTO para probar la amistad. Y, por tanto, cuando asi lo haces, ya crees antes de la prueba. En verdad, si no debemos creer lo que no vemos, icômo creemos en la fidelidad de los ami­ gos sin tenerla comprobada? Y cuando llegamos a probaria en la adversidad, aun entonces es mâs bien creida que vista. Si no es tanta la fe que no sin razôn nos imaginamos ver con sus ojos lo que creemos. Debemos creer, porque no po­ demos ver. i Quién no ve la gran perturbaciôn, la confusion espan- Γ-Λ., « 230 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. tosa que vendrâ si de la sociedad humana desaparece la fe? Siendo invisible el amor, ^cômo se aniarân mutuamente los hombres si nadie créé lo que no ve? Desaparecerâ la amistad, porque se funda en el amor reciproco. 4 Qué testimo­ nio de amor recibirâ un hombre de otro si no créé que se lo pueda dar? Destruida la amistad, no podrân conservarse en el alma los lazos dei matrimonio, del parentesco y de la afinidad, porque también en éstos hay relation amistosa. Y asi, ni el esposo amarâ a la esposa, ni ésta al esposo, si no creen en el amor reciproco, porque no se puede ver. Ni desearân tener hijos cuando no creen que mutuamente se los han de dar. Si éstos nacen y se desarrollan, tampoco amarân a sus padres; pues siendo invisible el amor, no verân el que para ellos abrasa los paternos corazones, si creer lo que no se ve es temeridad reprensible y no fe digna de alabanza. i Qué diré de las otras relaciones de hermanos, hermanas, yernos y suegros y demas consanguineos y afines, si el amor de los padres a sus hijos y de los hijos a sus padres es incierto y la intenciôn sospechosa, cuando no se quieren mutuamente? Y no lo hacen estimando que no tie­ nen obligaciôn, pues no creen en el amor del otro, porque no lo ven. No creer que somos amados, porque no vemos el amor, ni corresponder al afecto con el afecto, porque no pensamos que nos lo debemos reciprocamente, es una pre­ caution mâs molesta que ingeniosa. Si no creemos lo que no vemos, si no admitimos la buena voluntad de los otros, por­ que no puede llegar hasta ella nuestra mirada, de tal manera se perturban las relaciones entre los hombres, que es imposible la vida social. No quiero hablar dei gran numero de hechos que nuestros adversarios, los que nos reprenden porque creemos lo que no vemos, creen ellos también por el rumor pùblico y por la historia o referentes a los lugares donde nunca estuvieron. Y no digan: No creemos porque no vimos. Pues, si lo dicen, se ven obligados a confesar que no saben con certeza quiénes son sus padres. Ya que, no conservando recuerdo alguno de aquel tiempo, creyeron sin vacilaciôn a los que se lo afirmaron, aunque no se lo pudieran demostrar por tratarse de un hecho ya pasado. De otra manera, al querer evitar la temeridad de creer lo que no vemos, incurririamos necesar. amente en el pecado de infidelidad a los propios padres” (cf. ibid., c.2: BAC, ibid., p.799-801). b) Necesidad de la fe “El principio de una vida santa, digna de una recom­ pensa eterna, es la fe, que consiste en la creencia de lo que todavia no ves para que merezcas llegar a ver lo que crees. SEC. 3· SS- PADRES, san agustîn 231 No desfallezcamos mientras tenemos que vivir bajo esta impresiôn, porque es éste el tiempo de la siembra; no desfa­ llezcamos, hermanos, y sigamos sembrando sin césar hasta que llegue la hora de la cosecha. Después que el género hu­ mano se séparé de Dios, quedando postrado y sumido en miseria por causa de sus delitos, vino a encontrarse respecto de la sant;ficaciôn en el mismo caso en que se encontraba respecto de la création. Sin ésta no hubiera existido; sin la redenciôn no se hubiera santificado. La justicia de Dios se vio obligada a castigar la rebeldia del hombre; pero hay también en Dios una misericordia tan infinita como la justi­ cia, por la cual se dejô vencer en favor nuestro. Es el Dios de Israel, el qzte da a su pueblo fuerza y poderio. jBendito sea Dios! (Ps. 67,36). Pero es de advertir que esos dones se dan a los que creen, no a los que desprecian la miseri­ cordia. , Ni siquiera podemos gloriarnos de nuestra fe como si algo pudiéramos por nbsotros mismos. No solamente «s la fe un don, sino una merced muy grande, y si la tienes es porque la recibiste. iQué tienes que no hayas recibido? (1 Cor. . 4,7) Ved, hermanos mios, como estâis obligados a dar gracias a Dios y a no ser ingratos por cualquier otro don, para que no os hagâis indignos de conservar lo que se os diô. Yo no puedo ponderaros el gran beneficio de la fe, porque no alcanza a tanto el humano lenguaje; pero lo que no sabe detir la lengua puede hacerlo cada cristiano dentro de su corazon. Por otra parte, si se médita en este beneficio, como es ley que se haga, cuân preferible no debe ser a todos los otros que hemos recibido de Dios, aunque sean muchos? Si estamos en el deber de ser agradecidos a los dones menores, 4 con cuânta mayor razôn no debemos serlo por éste, oue supera a todos los demâs?” (cf. Serm. 43 n.1-2: PL 38,254, trad, del P. Laurentino Alvarez, Madrid 1923, t.l p.328). c) Somos justificados por la fe “Los padres, los carneros santos, los jefes del rebano, no solamente vieron con sus ojos lo que anunciaron, sino que lo tocaron con sus propias manos. Y, sin embargo, Nues­ tro Senor, reservando para nosotros el don de la fe, dice a uno de sus discipulos que le tocaba y palpaba, y después dehaberse convencido, por med:o de este examen, de que era Jesûs el que estaba con ellos, exclamô: Senor mio y Dios mio: Porque me has visto has creido. Y echando una mirada sobre los que habiamos de venir a la exîstencia, agrega: Dichosos los que sin ver creyeron (lo. 20,28-29). No hemos visto, pero oimos y hemos creido. 4 No tenemos nada de LA CURACIÔN DEL HTJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. 232 i. m ? V. justicia y se nos llamô bienaventurados? Vino el Senor en carne visible a los judios, y le mataron; no vino a nosotros en esa forma visible, y le hemos rec^bido. Pueblos que no conocia me Servian. Obedecianme con diligente oido (Ps. 17,44-45). Somos nosotros ésos, iy no tenemos ninguna jus­ ticia? Es indudable que la tenemos. Agradezcamos lo que tene­ mos para que se nos afiada lo que nos falta, y no perdamos lo que se nos diô. Hemos sido justificados, pero nuestra justificaciôn aumenta cuando nos aprovechamos del bien recibido. Os dire como crece, pues me propongo examinar esta cuestiôn de acuerdo con vosotros, ya que cada uno de vosotros se halla constituido en esta misma justificaciôn, toda vez que se os ha otorgado la remisiôn de vuestros delitos por el bautismo, y habéis recibido el Espiritu Santo, y podéis aprovechar en la virtud de dia en dia y saber donde os encontrâis, y podéis crecer y acercaros a la meta de la justicia hasta que se acabe el camino, no en el sentido de llegar a su término, sino en el de alcanzar la perfecta justi­ ficaciôn” (cf. Serra. 158 c.5.5: PL 38.864, trad, del P. Lau­ rentino Alvarez, Madrid 1926; t.4 p.81). d) La fe de los Cristianos y la de los demonios “Se ha, pues, de discernir la fe nuestra de la fe de los demonios. La nuestra limpia el corazôn; la suya, lo contra­ rio, hâcelos culpables, porque obran mal, y por eso le dicen al Sefior: &Qué hay entre ti y nosotros? (Le. 4.34). iPiensas, oyéndolos hablar asi, que no lo conocen? Sabemos, dicen, quien eres. Tu eres el Santo de Dios (Mc. 1,23). Dice lo mismo Pedro, y es alabado (Mt. 16,16-17) ; dicelo el diablo y es condenado. iPor qué, sino porque aun siendo ’guales las palabras no lo son los corazones? No confundamos, por ende, con la suya nuestra fe. Si a ellos no les basta creer, esa fe no limpia el corazôn. Mediante la fe, dice el apôstol Pedro, habéis sido guardados por el po­ der de Dios (1 Petr. 1,5). Mas ide qué fe se habia, sino de la definida por el apôstol Pablo cuando dice: La fe actuada por la caridad? (Gai. 5,6). Esta difiere de la fe de los demonios como difiere también de la fe de los hombres malvados y perdidos. La fe. 2, Qué fe? La que se actùa por las obras de caridad y espera lo que Dios promete. Nada mâs exacto, nada mâs perfecto que esta definition. Hay en ella très cosas esenciales: tener fe, y fe actuada por la caridad, y fe esperanzada en las promesas de Dios. La esperanza va, por ende, acompanando a la fe. La esperan­ za, en efecto, es necesaria mientras no veamos lo que créé· mos; de no ver y no esperar vendria el desfallecer. Este ■- SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 233 no ver nos apena, mas nos consuela la esperanza de que veremos. La esperanza, de consiguiente, estâ aqui acom· panando a la fe. Y después la caridad también, que nos da el deseo y el conato de llegar a la meta y el coraje y el hambre y sed que sentimos. También la menciona el Apôs­ tol, y resultan: la fe, la esperanza y la caridad. 4Como no ha de hallarse implicita la caridad en la definiciôn de fe, no siendo la caridad sino la dilecciôn? Como que, al préci­ ser la fe, dijo: Actuada por la caridad. Suprime la fe y desaparece lo que crees; suprime la caridad y desaparece la accién. Porque lo propio de la fe es creer, y de la cari­ dad, obrar. Luego si crees y no amas, no habrâ en ti movimiento hacia el bien, y si te mueves, te mueves como un esclavo, por el temor al castigo, no como el hijo, por amor a la justicia. Insisto, por tanto: la fe que limpia el corazôn es la fe actuada por la caridad (cf. Serm. 53 c.10-11: PL 38,369; BAC, t.7 p.777). e) La fe que justifica se distingue de la de los DEMONIOS POR LA ESPERANZA Y POR LA CARIDAD “El hombre empieza por la fe. 4 Qué corresponde a la fe? Creer. Pero es preciso diferenciar esta fe de la que tie­ nen los demonios. 4Qué es lo que corresponde a la fe? Creer. Sin embargo, dice el apôstol Santiago: También los demonios .creen y tiemblan (lac. 2,19). Si solamente tienes fe y no tienes esperanza y caridad, te repetiré las palabras de Santiago: También los demonios creen y tiemblan. 4Qué mérito es el suyo si dices que Cristo es Hijo de Dios? Esto dijo Pedro, y mereciô que se lo contestara: Bien aventurado tu, Simon, Bar Jona (Mt. 16-17) ; esto dijeron los de­ monios y se les respondiô: Callad (Mc. 1,25). Se llama bienaventurado a Pedro porque no le revelô aquella confesiôn ni la carne ni la sangre, sino el Padre, que esta en los cielos (Mt. 16-17). A los demonios, en cambio, se les manda que callen. Dicen lo mismo que Pedro y son rechazados. Es uno mismo el que responde a uno y a otros, pero el Senor mira a la raiz, no a la flor. Por eso dice a los hebreos: Que ninguna raiz amarga brotando la impida e inficione a muchos (Hebr. 12,15). Debes distinguir, por con­ siguiente, tu fe de la de los demonios. 4 Como la diferencias? Los demonios contestaron con miedo; Pedro contesté con amor. Agrega, pues, a la fe la esperanza. Y 4 cuâl es la condition necesaria para esperar? La pureza de conciencia, Afiade la caridad a la esperanza. Tenemos un camino ex­ celente, segûn el testimon o del Apôstol: Quiero mostraros un camino mejor. Si hablando lenguas de hombres y de àngeles no tengo caridad, soy como bronce que suena 0 como ■ P* r ' *7^ · · * .s a»-.*·*'** 234 .«*541 t E □fi LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. cimbalo que retine (1 Cor. 12,31 y 13,1). Enumera a continuaciôn otros bienes y asegura que sin caridad no sirven para nada. Ahora, pues, permanecen estas très cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la mâs excelente de ellas es la caridad (1 Cor. 13,13). Esforzaos por alcanzar la ca­ ridad (ibid., 14,1). Discernid vuestra fe. Ya pertenecéis al numero de los predestinados, al nûmero de los que han sido llamados, de los que han sido justificados. Dice San Pablo: Ni vale la circuncisiân ni vale el prepucio (Gai. 5,6). Dinos algo mâs, Apôstol; dinos algo mâs que nos ayude a distinguir nuestra fe. También los demonios creen y tiemblan (lac. 2,19). Dinos mâs todavia. Los demonios creen y tiemblan en presencia del que aborrecen. Distingue, Apôs­ tol; distingue mi fe de esta fe; separa mi causa de la cau­ sa del pueblo impio (Ps. 42,1). Ved con qué precision la distingue siempre: La fe actuada por la caridad (Gai. 5,6) (cf. Serm. 158 c.6,6: PL 38,865, trad, del P. Laurentino Alvarez, Madrid 1926, t.4 p.81). f) Tanto LA FE RECTA COMO LA VIDA SANTA PROVIENEN DE DIOS i Quién diô el amor a Pedro?, hermanos mios; iquién comunicô a Pedro el amor para que por amor dijera: Tu eres el Mesias, Hijo de Dios vivo? (Mt. 16,16). ^De donde le vino este amor? iProcediô de él mismo? No; pues el capitulo del Evangelio nos demuestra estas dos cosas: qué ténia Pedro de Dios, qué ténia de si propio. He aqui dos cuestiones importantes; ambas estân aclaradas en el Evan­ gelio. Lee lo que el Evangelio te dice, no esperes la respuesta de mi: Tû eres el Mesias, Hijo de Dios v vo. Y respondiôle el Senor: Bienaventurado tu, Simon (ibid., 17). ;Por qué? ^Te has hecho digno de ser saludado asi por tus propios méritos? No; eres bienaventurado, porque no es la carne ni la sangre quien eso te ha revelado, sino mi Padre, que esta en los cielos (ibid.). Y prosigue diciendo otras cosas que seria largo referir. Poco después de estas palabras, que comprenden un gran elogio de la fe de Pedro, de quien dice que es una piedra simbôlica (ibid., 18), comienza a manifester a sus discipulos que ténia que ir a Jerusalén a sufrir mucho de los ancianos, de los principes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer dia resucitar (Mt. 16,21). Alli fué donde Pedro demostrô lo que tenia de si; se asustô, se llenô de espanto; se horrorizô ante la muerte de Cristo. El enfermo temblô ante la me­ dicina. No quiera Dios, Sefior, que esto suceda (ibid., 22); ten piedad de ti mismo y no permitas que te traten de ese modo. Y idonde has dejado aquello de: Tengo poder para SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 235 dar mi vida y poder para volver a tomarla? (lo. 10,18). iTe olvidaste de esas palabras, Pedro? 2, Te olvidaste tam­ bién de estas otras: Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la v da por sus amigos? (lo. 15,13). Veo que tam­ bién te olvidaste, de esta sentencia de tu Maestro. Eso era lo que Pedro tenia suyo: el temor, el miedo, el horror a la muerte; todo eso era de Pedro; mejor dicho, de Simon, no de Pedro. Y le dice Jesus: Retir ate de mi, Satanas (Mt. 16,23). Bienaventurado tu, Simon; he ahi la obra de Dios. Retirate de mi, Satanâs; he ahi la obra de Pedro. Recordad por qué se le llama bienaventurado: porque no es la carne ni la san­ gre quien eso te ha revelado, sino mi Padre, que estâ en los cielos (ibid., 17). iPor qué le llama Satanâs? Que lo diga el mismo Sefior: Porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres (Mt. 16,23). Esperad en el Sefior y unid a vuestra fe la prâctica de las buenas obras. Confesad a Cristo hombre; creed y vi­ vid bien; creed que tanto la fe como la virtud de vuestras obras os vienen de El y esperad que El las aumente y las perfeccione en vosotros. Mal dit o el hombre que en el hom­ bre pone su confianza (1er. 17,5). Por el contraro, es bueno que el que se glorîe, se glorie en el Senor (1 Cor. 1,31). Puestos en la presencia del Senor, Dios Padre Omnipo­ tente, con un corazôn puro, en cuanto es posible a nuestra flaqueza, demos las gracias mâs sinceras y pidamos con toda el aima aquella singular mansedumbre suya para que se digne escuchar nuestras preces, para que arroje de nosotros, con su virtud, al enemigo de nuestras acciones y de nuestros pensamientos; para que nos aumente la fe, y gobierne nuestra mente, y nos concéda pensamientos espiritua­ les, y nos lleve a la bienaventuranza por su Hijo Jesucristo. Amén” (cf. Serm. 183 c.10,14-15: PL 38,993-994, trad, del P. Laurentino Alvarez Madrid 1926, t.4 p.294). :, JUSTIFICADO POR LA FE SIN LAS OBRAS DE LA LEY '‘Felices aquellos que leyendo creen lo que no han oido, como lo creyô Abrahân. Abrahân creyô a Dios y fué reputado justo y amigo del mismo Dios. Creer a Dios en lo que dice es tener fe, pero tomar a su hijo para inmolarlo, armarse intrépidamente, disponerse a herir y estar pronto para matar si la voz del cielo no le contuviera, revela una gran fe y es una obra grande (Gen. 22,9-12)... Ahora b'en, 4 por qué dice el apôstol San Pablo: Sostenemos que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley? (Rom. 3,28). Y en otro lugar: La fe actuada por la caridad (Gai. 5,6). i ·*!» 1 ·'1 236 ; ; LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. Como obra la fe por el amor y como es el hombre justificado por la fe sin las obras de la ley? Atended, hermanos: un hombre creyô; recibio la fe cuan­ do estaba enfermo en la cama y muriô; no tuvo tiempo de hacer obras de fe. ; Diremos de él que no ha sido justificado? Since ramente, llamamos justificado al que créé en Aquel que justifica al mpio. Luego este hombre ha sido justificado, aunque no haya hecho buenas obras, y se cumple la sentencia dei Apôstol... El ladrôn que fué crucificado con Nuestro Seiior creyô en su corazôn y mereciô ser jus­ tificado; confesô su fe y recibiô la salud (Le. 23,42-43). La fe que obra por el amor, aunque no se exteriorice por falta de medios, puede conservarse fend ente en el corazôn. Ha­ bia ciertos hombres que se gloriaban de las obras segûn la Ley, la cual acaso no era por ellos cumplida por amor, sino por temor, y querian parecer justos, anteponiéndose a los gentiles que no obraban segûn la Ley. Por eso el Apôstol, predicando a éstos la fe, viendo que por ella se justificaban los que se acercaban al Senor, a fin de que obrasen bien y para que no creyesen que por sus obras anteriores a la fe habian merecido creer, exclamo con toda seguridad: El hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley (Rom. 3,28). De este modo ya no podrian llamarse mejores los que creian por temor y por temor practicaban; porque la fe obra por el amor en el corazôn, aunque no se traduzca en obras exteriores” (Berm. 2 c.8: PL 38,31-32, trad, del P. Lau­ rentino Alvarez, Madrid 1923, t.l p.19-20). m. SAN BERNARDO Debilidad de nuestra fe Nuestra fe es débil. Se reconoce su debilidad en que, a. pesar de que creemos en la otra vida, obramos como si no creyésemos. Se reconoce también su flaqueza en que no acabainos de admitir las promesas de suavidad y dulzura que Dios ha otorgado en esta misma vida a los que le siguên. De otro modo, icômo se explicaria que no siguiéramos los caminos de perfecciôn ? (cf. Serin, ni : BAC, Obra Sèlecta p.743-756 ; PL 183,736-739). A) Escaso influjo de nuestra fe en la vida eterna “Nadie duda, aunque de cristiano sôlo tenga el nombre, de que la eterna felicidad del cielo, por la cual suspiramos m’entras peregrinamos por la tierra, y también los eternos suplicios del infierno que Dios tiene preparados para los im­ pios, superan a toda humana comprensiôn, sin que podamos SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 237 abarcar con nuestra flaca inteligencia ni la grandeza de la gloria del cielo ni la terribilidad de las penas del infierno. Mas ojalâ que todos viviésemos conforme a nuestra fe. Ojalâ que nuestras costumbres respondiesen a nuestras creencias y que, de una parte, la consideraciôn de los bienes eter­ nos acuciase nuestros anhelos y, de otra, el temor de las Hamas eternas nos infundiese saludable terror”... "iPor qué no procuramos con todas veras, aunque fue­ re necesario para ello ofrecer nuestro desnudo pecho a los afilados aceros y pasar por el agua y el fuego, por qué no procuramos, repito, evitar aquella espantosa miseria ni aceleramos nuestro paso hacia aquella sempiterna felicidad, sino porque nuestra fe se ha vuelto insensible y estâ como muerta? Y, para colmo de desdicha, a tantos y tantos obstâculos para la salvaciôn como se atraviesan en nuestro camino, a tantos peligros y ocasiones de pecar como nos cercan por todos lados, hay que anadir otra miseria, y no pequena, y es que en la estima en que tenemos ese doble fin que nos espera nuestros afectos no andan acordes con nuestros juicios; por donde, al examinar las dos vias que conducen a ese doble fin, no nos atenemos ni conformamos con el juicio del que es la eterna verdad. No es de extrafiar, por tanto, que nuestro corazôn no se sienta movido a la virtud con las delicias que ésta le procura, cuando la misma consideraciôn de la eterna bienaventuranza le déjà frio y sonoliento ; nada tiene de extrario el que no nos espante tampoco la amargura que causan en el aima los pecados, cuando ni siquiera nos horrorizan aquellos suplicios eternos preparados para el diablo y sus ângeles. Todo esto no se explica sino porque de ordinario nos dejamos ilusionar por las cosas que nos rodean, aunque muy inferiores a las otras, por donde sôlo deseamos con ardor las placenteras, huyendo de las moles­ tas y penosas.” B) Poca fe en las promesas para la vida presente “Pero aûn me extrana mâs como nuestra fe se manifiesta tan vacilante con respecto de las cosas présentes, cuando parece la tenemos firmisima respecto a las futuras. Pues vemos de continuo que los necios hijos de Adân, sin pararse a juzgar ni discernir la verdad de las cosas, teniendo de su parte la promesa para la vida présente y para la futura (1 Tim. , 4,8) se muestran incrédules e infieles acerca de la misma que experimentan y tocan con la mano, por decirlo asi... iNo es El mismo quien afirma que tiene preparado el reino para los elegidos y el fuego para los réprobos? (Mt. 25,34-41). 4N0 es El quien atestigua, con los mismos labios y con igual Ht t. i H f I [!< .Œ.1 238 IX CTRKCTÔX DFL HïTO DFL REGULO. 20 DFSP. PFNT. verdad. que todos los one no vienen a El serân agobiadog de trabaios y fatigas, irnentras qne a los nue se allegan a El los conso^râ y sostendra nara no desfalleeer. a pesar de su nativa flaqueza? (Mt. 11.28). El ciup nos ofrere un reino inefablemente deleitable, ese mismo testifica que su yugo es blando y su cargo ligera (Mt. 11,30). El que nos promete la eterna bienaventuranza en la patria, asegïiranos también que hallaremos d^scanso y consuelo en la observanda de su ley en nuestro destierro. Finalmente. habia su Apôs­ tol diciendo: Ni el ojo vio y ni el oido oyô, ni vino a la mente del hombre lo que D os ha preparado para los que le aman (1 Cor. 2.9): y todos le creen sin dificultad; habia, en cambio, el mismo Senor de los apôstoles y nos dice: Venid a mi todos los aue estâis fatigados y cargados, aue yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn, y hallaréis descanso para vuestras aimas; pues mi yugo es blando y mi cargo ligera (Mt. 11,28-30). Y a pesar de tan terminantes aseveraciones, îcuântos cierran los oidos de su corazôn para no escucharlas. ya que no se atreven quizâ a cerrar los de su cuerpo! iQué ^énero de incredulidad es éste? Mejor dicho, cabp darsp mayor locura? jComo si se pudiera engafiar la Sabidurîa increada o enganamos la Verdad eterna! jComo si la Caridad infinita no quisiera darnos lo of recido o la Omnipotencia no pudiera otorgarnos lo prometido!” “;,Quién habria tan dado a los placeres y a la lujuria que no prefiriera gustoso la sobriedad y la castidad si estuviera cierto de que en ellas hallaria placeres mâs refinados y deleitables? £ Quien séria tan ambicioso que no empezara a contentarse con el estado y condiciôn mâs vil y abyecta si entendiera bien—como en realidad es—que la caridad, que no busca sus comodidades y regalos, es infinitamente mâs amable que todas las dignidades? ^Quién fuera tan avaro que no despreciara del todo las riquezas, si reputase mâs placentera la pobreza? Pues bien, a pesar de todo, en vano clama Cristo en todos los tonos, ponderando y asegurando que su yugo es suave; inutilmente se empena en persuadir a todos de que la carga de su ley es llevadera, pues los mismos que se glorian del nombre de cristianos, de d:scipulos de Cristo, reputan mucho mâs soportable y deleitosa la carga del diablo y el yugo de la carne y dei mundo”. “Pues ide donde nace, Senor y Dios mio, tanta desconsideraciôn y menosprecio tanto, como contigo usan los mis­ mos que se reconocen seguidores tuyos?... Aseveras solemnemente que tu espiritu es mâs dulce que la miel y el panai (Eccli. 24,27) ; pues bien, ellos prueban ser mucho mâs dul­ ce y sabrosa la carne de caza; la carne, ;oh vergüenza!, de SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 239 una vil criatura, las vanidades dei siglo, i Ay de ellos, mi­ sérables, que juzgan oyendo tan solo a una parte! ;Desprecian con fastidio, cual si fuese amargo, tu mana escondido, que ni siquiera cataron!” C) Ninguna consideration a quienes lo atestiguan “Ciertisimo que hay algunos que probaron ambos manjares y saben muy bien que Dios es veraz, y falaz todo hom­ bre (Rom. 3,4). El testimonio de esos tales, al parecer, debiera hacerles mâs creibles que tu palabra; pero no es asi, sino que se mofan y rien lo mismo de tus promesas que de la experiencia de los vuestros, siendo muy cierto que el hombre animal no percibe las cosas del Espiritu Santo; son para él locura (1 Cor. 2,14). Ni es de extrahar, por otra parte, que no se fien de la palabra de los hombres expertos en esto los que no se fian de las promesas del mismo Dios. De ahi que se nos repute y tilde de necios a los que predicamos ser deleitosa y suave la cruz del Senor, a los que ponderamos las delicias de la pobreza, ensalzamos la glo­ ria de la humildad y a boca llena sublimamos los encantos de la castidad. Repûtese con nosotros necio también al profeta que dice haberse deleitado mâs que en todas las riquezas en observar la ley del Senor (Ps. 118,14)”. D) Triste final de la poca fe “Vosotros, que os estimâis sabios, preferis a la ley di­ vina, no todas las riquezas, sino las misérables que podéis acumular; por eso vuestra fe nunca serâ premiada y ensalzada: la tenéis tan velada y oculta que no acertarâ a verla ni el mismo Padre celestial, que ve lo oculto (Mt. 6,4), y asi dirâ: En verdad os digo que no os conozco (Mt. 25,12). Firmemente creéis que Dios es justo, veraz, remunerador, omnipotente, buenisimo y eterno. Pues bien, yo os digo : imitad al âspid, que se hace el sordo tapândose los oidos (Ps. 57,5) ; no sea que algùn dia hayâis de oir la voz del Senor, que os increparâ diciendo: Muéstrame sin las obras tu fe (lac. 2,18). 4 Qué constancia es la de vuestro creer? No entrâis por la senda de los mandamientos por ser ar­ dua, escabrosa e intransitable”. s 7- SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAS SECCION IV. 241 TEOLOGOS Siendo misiôn de la Providencia el cuidar permanentemcnte de los seres de quienes fué principio, el padre debe velar y preocuparse no solo por el momento actual de sus hijos, sino por el futuro, por lo cual ha de ahorrar para poder subvenir a sus necesidades (2-2 q.101 a.2 ad 2). rl b) I. SANTO TOMAS DE AQUINO Dado el método de Santo Tomâs de tratar de las diversas vir­ tudes y no de cada uno de los mandamientoSj no existe una cues­ tiôn en la Summa en donde se ciüa a exponer las obligaciones de los padres para con los hijos, sino que hay que espigar aqui y allâ y aun reconocer que no es muy abundante el campo. Sin em­ bargo, establece un primer principiô, del que deben seguirse todas las obligaciones para U SEC. LA CURACTÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. La fe ha de ser racionalmente creîble Para que una verdad sea creîble con fe divina e inmutable debe reunir siquiera las mismas condiciones que una verdad que se ha de creer a los hombres. Si, pues, para creer una verdad con fe humana exigimos conocer ciertamente la fidelidad y veracidad de los testigos que la afirman, y aun el hecho de su afirmaciôn, hay que concluir que para creer que una verdad la ha revelado Dios se necesitan, por lo menos, las mismas condiciones, esto es, saber ciertamente que la ha revelado quien no puede engafiarse ni engafiarnos. Si, por otra parte, la fe no es un puro sentimentalismo, sino un acto del entendimiento que asi ente a una verdad, movido por la autoridad de Dios que la revelô, necesario es que antes de prestar este asentimiento esté convencido de que Dios la ha revelado. Requiérese, por lo tanto, un conocimiento racional del 4- TEÔLOGOS. GARRTGOÜ-LAGRANGE 245 hecho de la revelaciôn, pero basta con que esta certeza sea inoral, cual lo es siempre que nos referimos a hechos histo­ ricos, y proporcionada a la diversa condiciôn y entendimiento de cada uno de los creyentes (Concilio Vaticano, D 1815). Por lo tanto, no es necesaria una certeza cientifica en todos los hombres, puesto que muchos son incapaces de ella, bastândoles la certeza de su sentido comûn y de su razôn na­ tural, que es la misma que tienen sobre la existencia de Dios, de su libre albedrio, etc., sin que les sea necesario el raciocinio évidente de los motivos de credibilidad que conviene a los sabios y teôlogos. B) Los criterios de la revelaciôn ^Cuâles son los medios que el hombre tiene para conocer si Dios lia revelado o no ? Ciertas senales que acompafian a la revelaciôn y que se llaman criterios. Suelen dividirse en internos, o fenômenos v afectos de nuestra alma ; intrinsecos, o cualidades de la doctrina revelada, y extrinsecos, o milagros. Nuestro autor expone el valor de cada uno de ellos (cf. o. c., t.29 c. 17-19). a) LOS MOTIVOS INTERNOS SON INSUFICIENTES - Ya hemos citado a los protestantes liberales y a los mo­ dernistas, que admiten como revelado (en su concepto falso de revelaciôn) a todo aquello que va de acuerdo con nuestro sentimiento. Hoy nos referiremos a los que, como Blondel y Laberthonnier, defienden el método de la inmanencia con prioridad al de los milagros. Segûn Blondel, el hombre desea vivir plenamente, y como quiera que no encuentra la aspira­ tion plena de su vida mâs que en la religion catôlica, esto le demuestra que ella sola es la ûnica verdadera. El milagro tie­ ne cierto valor, pero sôlo simbôlico, desde el momento en que, segûn su filosofia, no es una dérogation de leyes natu­ rales, que no existen en el concepto fijo y estâtico con que nosotros las concebimos. Estas doctrinas, en cuanto destruyen el valor probativo del milagro, son heréticas. Por otra parte, exageran nuestro deseo natural de lo sobrenatural, incurriendo en el baillanismo. Por lo cual, la enciclica (D 2103) reprende a los apologetas que incautamente quieren demostrar nuestra religion apoyândose en que en la naturaleza humana existen, no sôlo la capacidad y convenientia, sino cierta exigentia del orden sobrenatural. Todos estos argumentes pueden demostrar la belleza dog­ matica y moral de nuestra religion, pero no el que Dios la haya revelado y sea la definitiva. Al fin y al cabo, se apoyan siempre en prejuicios agnôsticos. • * *■ 246 LA CTRACTÔN pel HTTP T>FL RÉGULO. 20 T>FSP. PENT. Los argumentes de Blondel son muy buonos para usarlos “ad hominem” y tienen un valor de prioridad en el tiempo, esto es, para comenzar la discusiôn con el agnôstico y 11evarlo de ella al estudio de los argumentes definitivos. La paz que sentimos en nuestras experiencias religiosas y la satisfacciôn interna, dan cierta probabilidad a la reli­ gion, conforme a la misma frase del Senor: La paz os dejo, mi paz os doy (lo. 14,27), pero de ordinario, y como no sean tan grandes que constituyan un verdadero milagro de la gracia, no resultan suficimtes para demostrar que una ver­ dad ha sido revelada por Dios, pues también la religion na­ tural conseguiria estos efectos de paz interna y de satisfac­ ciôn de las aspiraciones naturales. Un caso hay en que los motivos internos universales bastarian para demostrar la revelaciôn de una doctrina, a sa­ ber, cuando encontrâsemos una religion que llenara absolutamente todas las aspiraciones mâs altas de nuestra naturaleza, superândolas y produciendo verdadera paz, sin mezcla alguna de error y en posesiôn de todas las verdades natura­ les. Enfonces, puesto que sabemos ya, por otra parte, que la humanidad no puede alcanzar una doctrina tal sin la ayuda de la revelaciôn, podemos concluir que esta religion examinada ha venido de Dios (cf. o. c., t.2 c.17 p.2-11). b) ,u Los MOTIVOS EXTRÎNSECOS El autor se extiende en una larga demostraciôn del ori­ gen divino de la Iglesia catôlica, considerando, segùn el Con­ cilio Vaticano (D 1794), su admirable propagaciôn, su eximia santidad, su fecundidad inexhausta en todos los bienes y su unidad catôlica, invicta y estable. De todo lo cual deduce que, siendo un verdadero milagro moral, la Iglesia es como una bandera levantada en med o de las naciones para 11amarlas. Por lo tanto, las cualidades de la religion sôlo sirven como criterio que demuestre la revelaciôn de una doctrina cuando son tan excelsas que se convierten en milagros (cf. o. c., c.18 p.12-34). c) Fuerza probativa del milagro (cf. ibid., c.19 a.4 p.100) Doctrina de la Iglesia Hemos citado antes el Concilio Vaticano (D 1790). Pio X prescribia en el juramento contra los modernistas: “Admito y reconozco los agumentos externos de la revelaciôn y, en primer lugar, los milagros y profecias como signos certisimos dei nacimiento divino de la religion cristiana y los SEC. 4. TEÔLOGOS. GARRIGOU-LAGRANGE 247 tengo como gracias acomodadas a la inteligencia de los hom­ bres de todas las edades, inclusive de nuestro tiempo”. Tal ha sido siempre la fe de la Iglesia entendiendo aquellas palabras de Cristo: Las Obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi... Ya que no me credis a mi, creed a las obras para que sepals y conozcdis que el Padre estâ en mi y yo en el Padre (Io. 10,25-38). Si no hubiese hecho entre ellos obras que ningûn otro hizo, no tendrian pecado; pero ahora no sôlo han visto, sino que me aborrecieron a mi y a mi Padre (Io. 15,24). N in g uno que haga un milagro en mi nombre hablard luego mal de mi (Me. 9,38). 2. Doctrina de Santo Tomâs Segùn el Doctor Angelico, la demostracion por medio de los milagros no es una demostracion ‘‘a priori” que de la causa deduzca el efecto, como de la espiritualidad se deduce la inmortalidad, sino una demostracion indirecta apoyada en senales certisimas que llevan a la conclusion de que lo con­ trario seria un absurdo e imposible, dando, por lo tanto, verdadera certeza. Asi en la Summa (3 q.55 a.5) dice: “La pa­ labra argumento puede entenderse de dos maneras: en cuanto que aduce una razôn que da fe (o certeza) de lo que antes era dudoso, o como un signo sensible que lleva a la manifestaciôn de una verdad... Cristo no probo con el pri­ mer modo de argumento ni su resurrecciôn ni el origen divino de su doctrina, porque excediendo a la razôn humana no puede demostrarse por raciocinios humanos. En cambio, lo demostrô con el segundo modo”. “Como quiera que las verdades de la fe exeeden a la ra­ zôn humana, no puede probarse por razones humanas, sino que es necesario que sean demostradas por argumentes del poder divino, y asi, cuando alguien ejecuta obras de las que sôlo por Dios pueden ser hechas, debe creerse que el que las predica es de Dios, como cuando alguien présenta cartas selladas con el anillo del rey se créé que lo contenido en ellas viene de la voluntad real” (ibid., 3 q.43 a.l). “Nunca ocurre que el que anuncia una doctrina falsa pueda obrar milagros verdaderos de los que no pueden ser ejecutados sino por el poder divino, porque en este caso Dios séria testigo de una falsedad, lo cual es imposible” (1-2 q.6 a.4). 3. La razôn Las ùltimas palabras de Santo Tomâs contienen la razôn de la eficacia probativa del milagro. Si un predicador falso confirma su doctrina por medio de un milagro, Dios seria 248 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. SECCION V. testigo de una falsedad, lo cual es absurdo. En efecto, la Providenda divina, que es la autora del milagro, no se parece a la nuestra, que alcanza generalmente solo un objeto, escapândose a su advertenda otras circunstancias, sino que abarca el hecho total con todas sus der vaciones. Por lo tanto, al ejecutar un milagro no sôlo se extiende el hecho milagroso, sino a la conexiôn con la doctrina en cuyo favor se hace. Si, pues, Dios ejecutase un milagro en apoyo de una doctrina falsa, contradiria sus atributos de verdad primera indefectible, e inclusive de su bondad, al permitir que los hombres sean enganados invenciblemente. Para que exista esta conexiôn entre el milagro y la doc­ trina no es necesario ni aun siquiera que su autor lo manifieste directamente, sino que basta la union implicita contenida en las distintas circunstancias que unen predicaciôn y prodigio. Véase, en confirmaciôn de todo ello, como Dios en el Exodo (4,1-19) da a Moisés el poder de ejecutar milagros para demostrar su legaciôn divina, y como Cristo concede a sus apôstoles el de curar enfermes y leprosos, resucitar muertos y arrojar demonios (Mt. 10,8). Tal ha sido la fe de la Iglesia y tal lo entendieron los apôstoles y aquellos apologistas que recurrieron siempre al milagro del cristiano como prueba definitiva. I. AUTO RES VARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA He aqui un sennôn de ideas muy variadas sobre el Evangelio del dia, en el que aparecen todas las aplicaciones homiléticas propias de la dominica que comentamos (cf. Divi Thomae a Villanova opera omnia vol.3 [Manilae 1881]. Dom. XX post. Pent, p.272-279). A) Por qué envia Dios las enfermedades San Agustin1 aduce cinco razones principales por las que Dios envia las enfermedades: a) Para probar al hombre, como en el caso de Tobias (Tob. 2,9-14 y 3,1-3) y de Job (lob 1,6-19 y 2,1-10) ; b) Para impedir que se enorgullezca, como San Pablo (Act. 9,8; 2 Cor. 12,7-10) ; c) Para hacerle expiar sus pecados, como el paralitfco, a quien curô después de perdonârselos (Mt. 9,5-7; Mc. 2,3-11; Le. 5,10-25) ; d) Para comenzar a castigar al hombre en esta vida, por ejemplo Antioco (2 Mach. 9,8-11) y Herodes (Act. 12,23) ; e) Para manifestar su poder curândolas, como al ciego de nacimiento (lo. 9,4-8) y al niüo del présente Evangelio. Pensemos, pues, bien la utilidad y eficacia de esta me­ dicina de nuestra aima. La enfermedad aclara nuestras ideas, reprime la concupiscencia y forma el carâcter. San Agustin (In Ev. lo. tr.7 c.1,12: PL 35,1443) exclama: “jCuântos hombres que son inocentes en el lecho serian grandes pecadores fuera de él!” No desdenes, hijo mio, las lectiones de tu Dios; no te enojes que te corrija. Porqite al que el Senor ama le corrige, y aflige al hijo que le es mâs xaro (Prov. 3,11-12). B) El honor que el régulo tributa a Cristo Reflexiona sobre el honor que tributa el oficial a Cristo nuestro Senor considerândole como médico de su hijo. El honor no es una virtud, y de serlo, pertenece mâs 1 s tû a cuâl ama Dios mâs. Pero olvidândolos igualmente a todos, segûn te conviene para el santo recogimiento, te 1 brarâs del yerro de mâs y menos con ellos. No pienses nada de ellos, ni bienes ni males. Huye de ellos cuanto buenamente pudieres. Y si esto no guardas, no sabrâs ser religioso, ni podrâs llegar al santo recogimiento, ni librarte de las imperfecciones que esto trae consigo. Y si en esto te quieres dar alguna licencia, o en uno o en otro te enganarâ el demo­ nio 0 tû a ti mismo con algûn color de bien o de mal. En hacer lo dicho hay seguridad, porque de otra manera no te podrâs librar de las imperfecciones y danos que saca el aima de las criaturas. .......... < — 254 2. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. Segunda cautela La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales, en lo cual es menester, para librarse de veras de los daûos de este género y templar la demasia del apetito, aborrecer toda manera de poseer, y ningûn cuidado debes tener de ello : no de comida, no de vestido, no de otra cosa criada, ni del dia de manana, empleando este cuidado en otra cosa mâs alta, que es buscar el reino de Dios, que lo demâs, como Su Majestad dice (Mt. 6,33), nos serâ anadido, pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto adquirirâs silencio y paz en los sentidos. 3. Tercera cautela La tercera cautela es muy necesaria para que te sepas guardar en el convento de todo dano acerca de los religio­ sos. La cual, por no la tener muchos, no solamente perdieron la paz y bien de su aima, pero vinieron y vienen ordinariamente a dar en muchos males y pecados. Esta es que te guardes, con toda guarda, de no poner el pensamiento, y menos la palabra, en lo que pasa en la comunidad: no de su condiciôn, no de su trato, no de sus cosas, aunque mâs graves sean; ni con color de celo ni de remedio digas cosa alguna sino a quien de derecho conviene decirlo a tiempo; y jamâs te escandalices ni maravilles de cosa que veas 0 entiendas, procurando guardar tu aima en el olvido de todo aquello. Porque si quieres mirar en algo, aunque vivas entre ângeles, te parecerân muchas cosas no bien, por no entender tû la substancia de ellas. Para lo cual tomo ejemplo de la mujer de Lot, que, porque se alterô en la perdiciôn de los sodomitas y volviô la vista atrâs a mirar lo que pasaba, la castigô el Seûor volviéndola en estatua de sal (G-en. 19,26). Para que entiendas que quiere Dios que, aunque vivas entre demonios, de tal manera quiere que vivas entre ellos, que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a sus cosas, sino que las dejes totalmente, procurando tû traer tu alma pura y en­ tera en Dios, sin que un pensamiento de eso ni de esotro te lo estorbe. Y para esto ten por averiguado que en los con­ ventos y comun dades nunca ha de faltar algo en que tropezar, pues nunca faltan demonios que procuran derribar los santos, y Dios se lo permite para ejercitarlos y probarlos. Y si tû no te guardas, como estâ dicho, como si no estuvieses en casa, no podrâs ser verdaderamente religioso, aunque mâs hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de los daûos que hay en esto. Porque no lo haciendo asi, aunque mâs buen fin y celo lleves, en uno SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN JUAN DE LA CRUZ 25C 0 en otro te cogéra el demonio; y harto cogido estâs cuando ya das lugar a distraer el aima en algo de ello. Acuérdato de lo que dice el apôstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su lengxta, la religiôn de éste vana es (lac. 1,26). Lo cual se entiende no menos de la lengua interior que de la exterior. c) Contra el demonio De tres cautelas debe usar el que aspira a la perfecciôn para librarse del demonio, su segundo enemigo. Para lo cual se ha de advertir que, entre las muchas cautelas que el demonio usa para enganar a los espirituales, la mâs ordi­ naria es enganarlos debajo de especie de bien, y no debajo de especie de mal; porque ya sabe que el mal conocido apenas lo tomarân. Y asi, siempre te has de recelar de lo que parece bueno, mayormente cuando no interviene obedienc’a. La seguridad y acierto en esto es el consejo de quien lo debes tornar. 1. Primera cautela Sea la primera cautela que jamâs, fuera de lo que por orden estâs obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena de caridad, ahora para ti, ahora para otro cualquiera de dentro o fuera de casa, sin orden de la obediencia. En esto ganarâs mérito y seguridad. Excûsate de propiedad y huirâs del demon o y danos de que no sabes, de que te pedirâ Dios cuenta a su tiempo. Y si esta cautela no guardas en lo poco y en lo mucho, aunque mâs te parezca que aciertas, no podrâs dejar de ser engafiado del demonio en poco 0 en mucho. Y, aunque no sea mâs que por no regirte en todo por la obediencia, ya yerras culpablemente; pues Dios mâs quiere obediencia que sacrificios (1 Reg. 15,22), y las acc’ones dei religioso no son suyas, sino de la obe­ diencia, y si las sacares de ella, te las pedirân como perdidas. 2, Segunda cautela La segunda cautela sea que jamâs mires al prelado como a menos que a Dios, sea el prelado quien fuere, pues le tienes en su lugar. Y advierte que el demonio, enemigo de humildad, mete mucho aqui la mano. Mirando asi al prelado, como se ha dicho, es mucha la ganancia y aprovechamiento, y sin esto, grande la pérd da y el dano. Y asi, con gran vigilancia, vela en no mirar a su condiciôn, ni en su modo, ni en sus trazas, ni en otras maneras de procéder suyas; porque te 256 harâs tanto dano que vendrâs a trocar la obediencia de divina en humana, moviéndote o no te moviendo, sôlo por los modos que vieres visibles en el prelado y no por Dios invisible, a quien sirves en él. Y serâ tu obediencia vana o tanto mâs infructuosa cuanto tii, por la adversa condition del prelado, mâs te agravias, o por la buena y apacible condition te alegras. Porque te digo que, con hacer mirar el demonio en estos modos, arruinados en la perfection a grande multitud de religiosos tiene, y sus obed encias son de muy poco valor ante los ojos de Dios por haberlos ellos puesto en estas cosas acerca de la obediencia.· Si en esto no te haces fuerza de manera que vengas a que se te dé mâs que sea prelado uno que otro, por lo que a tu particu­ lar sentimiento toca, en ninguna manera podrâs ser espi­ ritual ni guardar bien tus votos. 8. Tercera cautela La tercera cautela derechamente contra el demonio es: que de corazôn procures siempre humillarte en palabra y en obra, holgândote del bien de los otros como del de ti mismo y queriendo que los antepongas a ti en todas las cosas, y esto es verdadero corazôn. Y de esta manera vencerâs en el bien el mal, y echarâs lejos al demonio, y traerâs alegria de corazôn. Y esto procura ejercitar mâs con los que menos te caen en gracia. Y sâbete que, si asi no lo ejercitas, no llegarâs a la verdadera caridad ni aprovecharâs en ella. Y sé siempre mâs amigo de ser ensenado de todos que de querer enseüar al que es menos que todos. d) Contra la carne De estas tres cautelas ha de usar el que quiere veneer a si mismo y a su sensualidad, su tercer enemigo. 1. SEC. 5. AUTORMS VARIOS. SAN JUAN DE LA CRUZ LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULQ. 20 DESP. PENT. Primera cautela La primera cautela, que entiendas que no has vem'do al convento sino a que todos te labren y ejerciten. Y asi, para librarte de las imperfectiones y turbationes que se pueden ofrecer acerca de las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de todo acontecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales, los que estân en el convento para ejercitarte, como a la verdad lo son, que unos te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamiento contra t, y que en todo esto has de estar sujeto como la imagen lo estâ al que la labra, y al que la pinta, y al que la dora. Y, si esto no guardas, no sabrâs vencer tu sensua- 257 lidad y sentimiento, ni sabras haberte bien en el convento con los religiosos, ni alcanzarâs la santa paz, ni te librarâs de muchos tropiezos y males. 2. Segunda cautela La segunda cautela es que jamâs dejes de hacer las obras por la falta de gusto o sabor que en ellas hallares, si conviene al servicio de Nuestro Senor que ellas se hagan. Ni las hagas por solo el sabor o gusto que te dieren, que conviene hacerlas tanto como las desabridas. Porque sin esto es imposible que ganes constancia y venzas tu flaqueza. 3. Tercera cautela La tercera cautela sea que nunca en los ejercicios el varôn espiritual ha de poner los ojos en lo sabroso de ellos para asirse de ellos y por s»ôlo ellos hacer los taies ejer­ cicios, ni ha de huir lo amargo de ellos, antes ha de buscar lo trabajoso y desabrido. Con lo cual se pone freno a la sensualidad. Porque, de otra manera, ni perderâs el amor propio, ni ganarâs, ni alcanzarâs el amor de Dios”. a) La FE COMPAR ADA A LÀ MEDIA NOCHE “Siguese ahora tratar de la segunda parte de esta Noche, que es la fe, la cual es el admirable medio que deciamos para ir al término, que es Dios, el cual deciamos era tam­ bién para el aima naturalmente tercera causa o parte de esta Noche. Porque la fe, que es el medio, es comparada a la media noche. Y asi podemos decir que para el aima es mâs oscura que la primera y, en cierta manera, que la ter­ cera. Porque la primera, que es la del sentido, es compara­ da a la primera noche, que es cuando cesa la vista de todo objeto sensitivo, y asi no estâ tan remota de la luz como la media noche. La tercera parte, que es el antelucano, que es va lo que estâ prôximo a la luz dei dia, no es tan oscuro como la media noche, pues ya estâ inmediata a la ilustraciôn e informaciôn de la luz dei dia, y ésta es comparada a Dios. Porque aunque es verdad que Dios es para el aima tan oscura noche como la fe, hablando naturalmente; pero, porque acabadas ya estas très partes de la Noche, que para el aima lo son naturalmente, ya va Dios ilustrando al aima sobrenaturalmente con el rayo de su divina luz, lo cual es La faiabra de C. 8 9 258 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. el principio de la perfecta union, que' se sigue pasada la tercera Noche, y asi se puede decir que es menos oscura” (cf. Subida al Monte Carmelo 1.2 “Noche activa del espiritu” c.2: BAC, p.604). ■ b) 1. CÔMO LA FE ES NOCHE OSCURA PARA EL ALMA Razones y autoridades “La fe dicen los teôlogos que es un hâbito del aima cierto y oscuro. Y la razôn de ser hâbito oscuro es porque hace creer verdades reveladas por el mismo Dios, las cuales son, sobre todo, luz natural y exceden a todo humano entendimiento sin alguna proportion. De aqui es que, para el aima, esta excesiva luz que se le da de fe les es oscura tiniebla, porque lo mâs priva y vence a lo menos, asi como la luz del sol priva otras cualesquier luces, de manera que no parezean luces cuando ella luce y vence nuestra potencia visiva. De manera que antes la ciega y priva de la vista que se la da, por cuanto su luz es muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva. Asi la luz de la fe, por su grande exceso, oprime y vence la del entendimiento, la cual solo se extiende de suyo a la ciencia natural, aunque tiene potencia (obediential), para lo sobrenatural, para cuando Nuestro Senor la quisiere poner en acto sobrenatural. De donde ninguna cosa de suyo puede saber sino por via natural; lo cual es solo lo que alcanza por los sentidos, para lô cual ha de tener los fantasmas y las figuras de los objetos présentes en si o en sus semejantes, y de otra manera no. Porque, como dicen los filôsofos: Ab oblecto et potentia paritur notitia. Esto es: del objeto présente v de la poten­ cia nace en el aima la noticia. De donde si a uno le dijesen cosas que él nunca alcanzô a conocer, ni jamâs vio semejanza de ellas, en ninguna ma­ nera le quedaria mâs luz de ellas que si no se las hubiesen dicho. Pongo ejemplo: Si a uno le dijesen que en cierta isla hay un animal que él nunca vio, si no le dicen de aquel animal alguna semejanza que él haya visto en otros, no le quedarâ mâs noticia ni figura de aquel animal que antes, aunque mâs le estén diciendo de él. Y por otro ejemplo mâs claro se entenderâ mejor: Si a uno que naciô ciego, el cual nunca vio color alguno, le estuviesen diciendo como es el color blanco o el amarillo, aunque mâs le dijesen, no entenderia mâs asi que asi, porque nunca vio los taies colo­ res ni sus semejantes para poder juzgar de ellos; solamente se le quedaria el nombre de ellos, porque aquello pùdolo SEC. 5. ACTORES VARIOS. SAN JUAN DE LA CRUZ 259 percibir con el oido, mas la forma y figura no, porque nun­ ca la vio. De esta manera es la fe para con el aima, que nos dice cosas que nunca vimos ni entendimos en si ni en sus semejanzas, pues no la tienen. Y asi de ella no tenemos luz de ciencia natural, pues a ningûn sentido es proporcionado lo que nos dice, pero sabémoslo por el oido, creyendo lo que nos ensefia, sujetando y cegando nuestra luz natural. Porque, como dice San Pablo, fides ex audita (Rom. 10,17). Como si dijera: la fe no es ciencia que entra por ningûn sentido, sino solo es consentimiento del aima de lo que entra por el oido. 2. Figuras de la Escritura Y aun la fe excede mucho mâs de lo que dan a entender los ejemplos dichos. Porque no solamente no hace no­ ticia y ciencia, pero que, como habemos dicho, priva y ciega de otras cualesquier noticias y ciencia para que puedan bien juzgar de ella. Porque otras ciencias con la luz del en­ tendimiento se alcanzan; mas esta de la fe, sin la luz del en­ tendimiento se alcanza, negândola por la fe, y con la luz propia se pierde si no se oscurece. Por lo cual dijo Isaias (7,9): Si non credideritis, non intelligetis. Esto es: Si na creyéredes, no entenderéis. Luego claro esta que la fe es noche oscura para el aima, y de esta manera la da luz, y cuanto mâs la oscurece, mâs luz da de si. Porque cegan­ do da luz, segûn este dicho de Isaias: Porque si no cre­ yéredes, esto es, no tendréis luz. Y si fué figurada la fe por aquella nube que dividia a los hijos de Israel y a los egipcios al punto de entrar en el mar Bermejo, de la cual dice la Escritura que erat nubes tenebrosa, et illuminans noctem (Ex. 14,29), quiere decir que aquella nube era tenebrosa y alumbradora a la noche. Admirable cosa es que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche. Esto era porque la fe, que es nube oscura y tene­ brosa para el aima—la cual es también noche, pues en presencia de la fe, de su luz natural queda privada y ciega—, con su tiniebla alumbre y dé luz a la tiniebla del aima, porque asi convenia que fuese semejante al maestro el dis­ cipulo. Porque el hombre que esta en tiniebla no podia convenientemente ser alumbrado sino por otra tiniebla, segûn nos lo ensena David, diciendo: Dies diei eructat verbum et nor nocti indicat scientiam (Ps. 18,3). Quiere decir: El dia rebosa y respira palabra al dia, y la noche muestra ciencia a la noche. Que, hablando mâs claro, quiere decir: El dia, que es Dios en la bienaventuranza, donde ya es de dia a los bienaventurados ângeles y aimas que ya son dia, les comunica y pronuntia la Palabra, que es su Hijo, para que v te* < c- '2*, 260 le sepan y le gocen. Y la Noche, que es la fe en la Iglesia militante, donde aùn es de noche, muestra ciencia a la Igle­ sia, y, por el consiguiente, a cualesquiera aima, la cual es noche, pues estâ privada de la clara sabiduria beatifica; y en presencia de la fe, de su luz natural es ciega. De manera que lo que de aqui se ha de sacar es la fe, porque es Noche oscura, da luz al aima, que estâ a oscuras, porque se venga a verificar lo que también dice David a este propos to, diciendo: Et nox illuminatio mea in deliciis meis (Ps. 138,11). Que quiere decir: La noche sera mi iluminaciân en mis deleites. Lo cual es tanto como decir: en los deleites de mi pura contemplaciôn y union con Dios, la Noche de la fe sera mi guia. En lo cual claramente da a entender que el alma ha de estar en tiniebla para tener luz para este camino” (cf. ibid., c.3: BAC, p.605-607). c) 4». SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN JUAN DE I.A CRUZ LA CURACIÔN DEL HIJO DU REGULO. 20 DESP. PENT. El alma a oscuras para ser guiada por la fe Creo se va tardando a entender algo como la fe es oscura noche para el alma, y como también el alma ha de ser oscura o estar a oscuras de su luz, para que de la fe se deje guiar a este alto término de union. Pero para quê eso el alma sepa hacer convendrâ ahora ir declarando esta oscuridad que ha de tener el alma algo mâs menudamente para entrar en este abismo de la fe. Y asi en este capitulo hablaré en general de ella, y adelante, con el favor divino, iré diciendo mâs en particular el modo que se ha de tener para no errar en ella ni impedir a tal guia. Digo, pues, que el alma, para haberse de guiar bien por la fe a este estado, no solo se ha de quedar a oscuras, segun aquella parte que tiene respecto a las criaturas y a lo temporal que es la sensitiva e inferior (de que habemos ya tratado), sino que también se ha de cegar y oscurecer, segiin la parte que tiene respecto a Dios y a lo espiritual que es la racional y superior de que ahora vamos tratando. Por­ que para venir un alma a llegar a la transformaciôn sobre­ natural, claro estâ que ha de oscurecerse y trasponerse a todo lo que contiene su natural, que es sensitivo y racio­ nal. Porque sobrenatural eso quiere decir: que sube sobre el natural; luego el natural abajo queda. Porque como quiera que esta transformaciôn y union es cosa que no puede caer en sentido y habilidad humana, ha de vaciarse de todo lo que pueda caer en ella perfectamente y voluntariamente, ahora sea de arriba, ahora de abajo, segùn el afecto, digo, y voluntad, en cuanto es de su parte; porque a Dios iquién le quitarâ que él no haga lo que quisiere en el aima resignada, aniquilada y desnuda? Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su 261 capacidad, de manera que, aunque mâs cosas sobrenaturales vaya teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a oscuras, asi como el ciego, arrimândose a la fe oscura, tomândola por guia y luz, y no arrimândose a cosas de las que entiende, gusta y siente e imagina. Porque todo aquello es tiniebla, que la harâ errar; y la fe es, sobre todo, aquel entender y gustar y sentir e imaginar. Y si en esto no se ciega, quedândose a oscuras totalmente, no viene a lo que es mâs, que es lo que ensefia la fe. El ciego, si no es bien ciego, no se déjà guiar del mozo de ciego, sino que, por un poco que ve, piensa que por cualquiera parte que va por alli es mejor ir, porque no ve otras mejores; y asi puede hacer errar al que le guia y ve mâs que él, porque, en fin, puede mandar mâs que el mozo de ciego. Y asi, el aima, si estriba en algùn saber suyo o gustar 0 sentir de Dios, como quiera que ello, aunque mâs sea, sea muy poco y disimil de lo que es Dios, para ir por este camino fâcilmente yerra o se detiene por no querer quedarse bien ciega en fe, que es su verdadera guia. Porque eso quiso decir también San Pablo cuando dijo: Accedentem ad Deum oportet credere quod est (Hebr. 11,6). Quiere decir: Al que se ha de ir uniendo a Dios, conviénele que créa su ser. Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una union con Dios, no ha de ir entendiendo ni arrimândose al gusto, ni al sentido, ni a- la imaginaciôn, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni apetito, ni imaginaciôn, ni otro algùn sentido, ni en esta vida se puede saber; antes en ella, lo mâs alto que se puede sentir y gustar de Dios dista en infinita manera de Dios y del poseerle puramente. Isaias (54,4) y San Pablo (1 Cor. 2,9) dicen: Nec oculus vidit, nec auris audivit, nec in cor hominis ascendit, quae praeparavit Deus iis qui diligunt illum. Que quiere decir: Lo que Dios tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamds lo vio, ni oido lo oyâ, ni cayô en corazôn ni pensamiento de hombre...” (cf. ibid., 1.2 c.4: BAC, p.607-609). d) Los COLORES DEL DISFRAZ DEL ALMA EN ESTA NOCHE “Porque la fe es una tûnica inter'or de una blancura tan levantada que disgrega la vista de todo entendimiento. Y asi, yendo el alma vestida de fe, no ve ni atina el de­ monio a empecerla, porque con la fe va muy amparada, mâs que con todas las demâs virtudes, contra el demonio, que es el mâs fuerte y astuto enemigo. Que por eso San Pedro no hallo otro mayor amparo que ella para librarse de él, cuando dijo: Cui resistite fortes in fide (1 Petr. 5,9). Y para conseguir la gracia y union del ’il t 262 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. Amado no puede el aima ponerse mejor tûnica y camisa in­ terior, para fundamento y principio de las demâs vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin ella, como dice el Apôstol, imposable es agradar a Dios (Hebr. 11,6), y con ella es imposable dejarle de agradar, pues El mismo dice por un profeta: Sponsabo te mïhi in fide (Os. 2,20). Que es como decir: Si te quieres, aima, unir y desposar conmigo, has de venir interiormente vestida de fe. Esta blancura de fe llevaba el aima en la salida de esta noche oscura, cuando, caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas y aprietos interiores, no dândole su entendimiento algùn alivio de luz, ni de arriba, pues le parecia el cielo cerrado y Dios escondido, ni de abajo, pues los que le ensenaban no le satisfacian, sufriô con constancia y per­ severo, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer y faltar al Amado; el cual en los trabajos y tribulaciones prueba la fe de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir aquel dicho de David, es a saber: Por las pa­ labras de tus labios yo guardé caminos dïiros (Ps. 16,4). Luego sobre esta tunica blanca de fe se sobrepone aqui el aima el segundo color, que es una almilla verde. Por el cual, como dijimos, es significada la virtud de la espe­ ranza, con la cual, cuanto a lo primero, el alma se libra y ampara del segundo enemigo, que es el mundo. Porque esta verdura de esperanza viva en Dios da al aima una tal viveza y animosidad y levantamiento a las cosas de la vida eterna, que, en comparaciôn de lo que alli espera, todo lo dei mundo le parece, como es la verdad, seco, y lacio, y muerto, y de ningûn valor. Aqui se desnuda y despoja de todas estas vestiduras y trajes dei mundo, no poni endo su corazôn en nada ni esperando nada de lo que hay o ha de haber de él, viniendo solamente vestida de esperanza de vida eterna. Por lo cual, teniendo el corazôn tan levantado dei mundo, no sôlo no le puede tocar y asir el corazôn, pero ni alcanzarle de vista. Y asi, con esta verde librea y disfraz, va el aima muy segura de este segundo enemigo que es el mundo. Porque a la esperanza llama San Pablo yelmo de salud (1 Thés. 5,8), que es un arma que ampara toda la cabeza y la cubre de manera que no le queda descubierto sino una visera por donde ver. Y eso tiene la esperanza, que todos los senti­ dos de la cabeza del aima cubre, de manera que no se engolfen en cosa ninguna dei mundo, ni le quede por donde le pueda herir alguna saeta del siglo. Sôlo le déjà una vi­ sera para que los ojos puedan mirar hacia arriba, y no mâs, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el aima, que es levantar los ojos sôlo a mirar a Dios, como lo dice David que hacia en él cuando dijo: Oculi mei sem­ SEC. 5« AUTORES VARIOS, SAN JUAN DE LA CR UZ 263 per ad Dominum (Ps. 24,15), no esperando bien ninguno de otra parte, sino como él mismo en otro salmo dice: Que asi como los ojos de la sierva estdn puestos en las manos de su senora, asi los nuestros en nuestro Serior Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en El (Ps. 122,2). Por esta causa, de esta librea verde (porque siempre estâ mirando a Dios, y no pone los ojos en otra cosa, ni se paga sino sôlo de El), se agrada tanto al Amado del aima, que es verdad decir que tanto alcanza de él cuanto ella de él espera.,Que por eso el Esposo en los Cantares (4,9) le dice a ella que en solo mirar de un ojb le Uegô al corazôn. Sin esta librea verde de sola esperanza de Dios no le convenia al aima salir a esta pretension del amor, porque no alcanzarâ nada, por cuanto la que mueve y vence es la esperanza porfiada. De esta librea de esperanza va disfrazada el aima por esta secreta y oscura noche que habemos dicho; pues que va tan vacia de toda posesiôn y arrimo, que no lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza (Thren. 3,29), como enfonces alegamos de Jeremias” (cf. Noche os­ cura 1.2 “Noche pasiva del espiritu” c.21: BAC, p.906-908). e) 4APÔNBE TE ESCONDISTE? ‘Dicho queda, ;oh aima’, el modo que te conviene tener para hallar al Esposo en tu escondrijo. Pero si lo quieres volver a oir, oye una palabra llena de sustancia y verdad inaccesible: es buscarte en fe y en amor, sin querer satisfacerte de cosa, ni gustarla ni entenderla mâs de lo que debes saber; que esos dos son los mozos del ciego que te guiarân por donde no sabes alla a lo escondido de Dios. Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el aima va a Dios, y el amor es la guia que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerâ que el amor la descubra lo que en si encierra la fe, que es el Esposo que ella desea en esta vida por gracia especial de divina union con Dios, como ha­ bemos dicho, y en la otra por gloria esencial, gozândole cara a cara, ya de ninguna manera escondido. Pero, entretanto, aunque el aima llegue a dicha union (que es el mâs alto estado a que se puede llegar en esta, vida), por cuanto al aima todavia le estâ escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: &Adônde te escondiste?” (cf. Cantico espiritual canc.l: BAC, p.984). 264 LA CURACIÔN DEL HÏJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. f) LA FE Y EL DIBUJO DE DIOS EN EL ALMA Anotaciôn f s# “En esta sazôn, sintiéndose el aima con tanta vehemencia de ir a Dios como la piedra cuando se va mâs llegando a su centro, y sintiéndose también estar como la cera que comenzô a recibir la impresiôn del sello y no se acabô de figurar, y, ademâs de esto, conociendo que estâ como la imagen de la primera mano y dibujo, clamando al que la dibujô para que la acabe de pintar y formar, teniendo aqui la fe tan ilustrada que la hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer sino volverse a la misma fe, como la que en si encierra y encubre la figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los dichos dibujos y prendas de amor, y ha­ blando con ella dice la siguiente canciôn: ;Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrafias dibujados! 2. Declaraciôn Como con tanto deseo desea el aima la union del Esposo y ve que no halla medio ni remedio alguno en todas las criaturas, vuélvese a hablar con la fe, como la que mâs al vivo le ha de dar de su Amado luz, tomândola por medio para esto. Porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera union y desposorio espiritual con Dios, segûn por Oseas (2,20) lo da entender diciendo: Yo te desposaré conmigo en fe; y con el deseo en que arde, le dice lo siguiente, que es el sentido de la cancién : ; Oh fe de mi Esposo Cristo, si las verdades que has infundido de mi Amado en mi aima, encubiertas con oscuridad y tinieblas (porque la fe, como dicen los teôlogos, es hâbito oscuro), las manifestases ya con claridad, de manera que lo que me comunicas en noticias informes y oscuras lo mostrases y descubrieses en un momento, apartândote de esas verdades (porque ella es cubierta y vélo de las verdades de Dios), formada y acabadamente volviéndolas en manifestaciôn de gloria’ Dice, pues, el verso: ;Oh cristalina fuente! Llama cristalina a la fe por dos causas: la primera, porque es de Cristo, su Esposo, y la segunda, porque tiene las propiedades del cristal, en ser pura en las verdades y fuerte y clara v limpia de errores y formas naturales. SEC. 5. WTORES VARIOS. SAN JUAN DE JA CRUZ 265 Y llâmala fuente porque de ella le manan al aima las aguas de todos los bienes espirituales. De donde Cristo Nuestro Senor, hablando con la Samaritana, llarnô fuente a la fe, diciendo que en los que creyesen en El haria una fuente, cuya agua saltaria hasta la vida eterna (lo. 4,14). Y esta agua era el Espiritu que habian de recibir en su fe los creyentes (ibid., 7,39). Si en esos tus semblantes plateados A las proposiciones y articulos que nos propone la fe llama semblantes plateados. Para inteligencia de lo cual y de los demâs versos es de saber que la fe es comparada a la plata en las proposiciones que nos ensefia, y las ver­ dades y sustancias que en si contiene son comparadas al oro, porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, desnudo el oro de la fe. De donde David, hablando de ella, dicç asi: Si durmiéredes entre los dos coros, las plumas de la pdloma serân plateadas, y las postrimerias de su espalda serân del color de oro (Ps. 67,14). Quiere decir que si cerrâramos los ojos del entendimiento a las cosas de arriba y a las de abajo (a lo cual llama dormir en medio'), quedaremos en fe, a la cual llama paloma, cuyas plumas, que son las verdades que nos dice, serân plateadas, porque en esta vida la fe nos la propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama aqui semblantes plateados. Pero a la postre de esta fe, que serâ cuando se acabe la fe por la clara vision de Dios, quedarâ la sustancia de la fe desnuda dei velo de esta plata de color como el oro. De manera que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata de fe. Y no por eso nos le déjà de dar en la ver­ dad, asi como el que da un vaso plateado, y él es de oro, no porque vaya cubierto con plata déjà de dar el vaso de oro. De donde cuando la Esposa en los Cantares (1,10) deseaba esta posesiôn de Dios, prometiéndosela él, cual en esta vida se puede, dijo que le haria unos zarcillos de oro, pero esmaltados de plata. En lo cual le prometiô dârsele en fe encubierto. Dice, pues, ahora el aima a la fe: ;0h si en esos tus semblantes plateados! que son Ios articulos ya dichos, con que tienen cubierto el oro de los divinos rayos, que son los ojos deseados, que anade luego diciendo: Formases de repente los ojos deseados Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verda­ des divinas; las cuales, como también hemos dicho, la fe ■ 266 la CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE LEON nos la propone en sus articulos cubiertas e informes. Y asi es como si dijera: iOh si esas verdades que informe y oscuramente me ensehas encubiertas en tus articulos de fe aca· bases ya de dârmelas claras y formadamente descubiertas en ellos, como lo pide rai deseo! Y llama aqui ojos a estas verdades, por la grande presencia que del Amado siente, que le parece la estâ ya siempré mirando, por lo cual dice: Que tengo en mis entraüas dibujados. Dice que les tiene en sus entranas dibujados, es a saber, en su aima, segùn el entendimiento y la voluntad, porque segûn el entendimiento tiene estas verdades infundidas por fe en su aima. Y porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que estân dibujadas, porque asi como el dibujo no es perfec­ ta pintura, asi la noticia de la fe no es perfecto conocimiento. Por tanto, las verdades que se infunden en el aima por la fe estân como en dibujo, y cuando estén en clara vision, estarân en el alma como perfecta y acabada pintura, segûn aquello que dice el Apôstol diciendo: Cum autem venerit quod per­ fectum est, evacuabitur quod ex parte est (1 Cor. 13,10). Que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara vision, acabârase lo que es en parte, que es el co­ nocimiento de la fe. Pero sobre este dibujo de la fe hay otro dibujo de amor en el alma dei amante, y es segûn la voluntad, en la cual de tal manera se dibuja la figura dei Amado y tan conjunta y vivamente se retrata cuando hay union de amor, que es ver­ dad decir que el Amado vive en el amante y el amante en el Amado. Y tal manera de semejanza hace el amor en la trans­ formation de los amados, que se puede decir que cada uno es el otro y que entrambos son uno...” (cf. Cantico espiritual canc.12: BAC, p.1022-1025). m. SANTA TERESA DE JESUS (Cf. Concepto del amor de Dios c.3 : ed. Aguilar, Obras com­ plétas, Madrid 1942, p-435-436)- La fe, sobre el natural entender y amar y aun contra ellos “Llegada aqui el aima, no tiene qué temer, si no ha de merecer que Dios se quiera servir de ella en darla trabajos y ocasiôn para que pueda servirle, aunque sea muy a su costa. Asi que aqui, como he dicho, obra el amor y la fe y no se quiere aprovechar el aima de lo que la ensena el entendimien· 267 to. Porque esta union que entre el Esposo y Esposa hay la ha enseüado otras cosas que él no alcanza y trâele debajo de ]os pies. Pongamos una compara don para que lo entendâis. Estâ uno cautivo en tierra de moros. Este tiene un padre pobre 0 un grande amigo, y si éste no le rescata, no tiene re­ medio. Para haberle de rescatar no bastô lo que tiene, sino que ha él de ir a servir por él. El grande amor que le tiene pide que quiera mâs la libertad de su amigo que la suya; mas luego viene la discretion con muchas razones y dice que mâs obliga do es a si, y podrâ ser que tenga él menos fortaleza que el otro y que le hagan dejar la fe, que no es bien ponerse en este peligro, y otras muchas cosas...” FRAY LUIS DE LEON Como deben tratar las senoras a su servidumbre Transcribimos el c.io de La perfeota casada, que expone el buen îrato y apacible condiciôn con que se deben portar las senoras con sus sirvientas y criadas (cf. BAC, 2.a ed., p.286-288). A) En ello se conoce el buen orden con que se gobierna la casa “No es aquésta la menor parte de la virtud de aquesta perfecta casada que pintamos, ni la que da menor loor a la que es senora de su casa el buen tratamiento de su familia y criados; antes es como una muestra donde claramente se concce la buena orden con que se gobiema todo lo demâs. Y pues le habia mostrado Salomon, en lo que es antes de esto, a ser limosnera con los extranos, convino que le avisase agora y le diese a entender que aqueste cuidado y piedad ha de comenzar de los suyos; porque, como dice San Pa­ blo (1 Tim. 5,8), el que descuida de la provision de los que tiene en su casa, infiel es y peor que infiel. Y aunque habia aqui Salomon del vestir, no habia solamcnte de él, sino por lo que dice en este particular ensena lo que ha de ser en todo lo demâs que pertenece al buen es­ tado de la familia. Porque asi como se sirve de su trabajo de ella el Senor, asi ha de proveer con cuidado su necesidad, y ha de compasar con lo uno lo otro, y tener gran medida en ambas cosas, para que ni les faite en lo que han menester ni en lo que ellos han de hacer los cargue demasiadamente, como lo avisa y declara el Sabio en el capitulo 33 del Eclesiâstico. Porque lo uno es injustitia y lo otro escasez, y todo crueldad y maldad. V 268 LA CÜRACIÔX DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT, .------------- - ------------ -—--- ------------- -— B) El pecar con los criados nace de soberbia Y el pecar los senores en esto con sus criados, ordinariamente nace de soberbia y de desconocerse a si mismos los amos. Porque si considerasen que asi ellos como sus criados son de un mismo metal, y que la fortuna, que es ciega, y no la naturaleza proveida es quien los diferencia, y que nacieron de unos mismos principios, y que han de tener un mismo fin y que caminan llamados para unos mismos bienes; y si con­ siderasen que se puede volver el aire manana, y a los que siiven agora, servirlos ellos después, y si no ellos, sus hijos o sus nietos, como cada dia acontece; y que, al fin, todos, asi los amos como los criados, servîmes a un mismo Senor, que nos medirâ como nosotros midiéremos; asi que, si con­ siderasen esto, pondrian el brio aparté y usarian de mansedumbre y tratarian a los criados como a deudos, y mandarlos hian como quien siempre no ha de mandar. C) Las mujeres se desvanecen mâs fâcilmente Y aqui conviene que las mujeres hinquen los ojos mâs, porque se desvanecen mâs fâcilmente, y hay tan vanas algunas que casi desconocen su carne y piensan que la suya es carne de ângeles y las de sus sirvientes de perros; y quieren ser adoradas de ellas y no acomodarse de ellas si son nacidas; y si quebrantan en su servicio, y si pasan sin sueno las noches, y si estân ante ellas de rodillas los dias, todo les parece que es poco y nada para lo que se les debe, o ellas presumen que se les ha de deber. Dû lo cual, demâs de lo mucho que ofenden a Dios, hacen su vida mâs miserable de lo que ella es. Porque se hacen aborrecibles a los suyos, que es una encarecida miseria; porque ninguna enemistad es buena, y la de los criados, que viven dentro dei seno de los amos y saben los secretos de la casa y son sus ojos, y, aunque les pese, de su vida testigos, es peligrosa y pestilencial. Y de aqui ordinariamente salen las chisme.rias y los testimonios falsos, y las mâs veces los verdaderos. Y esta es la causa por donde muchos hallan, cuando no piensan, las plazas llenas de sus secretos. Y como es pe­ ligrosa desventura hacer de los criados fieles cruel es enemigos con no debidos tratamientos, asi el tratarlos bien es no solo seguridad, sino honra y buen nombre. D) SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRAXADA ■ ■ Los senores, cabeza, y la familia, miembros Porque han de entender los senores que son como parte de su cuerpo sus gentes, y que es como un compuesto su casa, adonde ellos son la cabeza y la familia los miembros, 269 y que por el msmo caso que los tratan bien, tratan bien y honradamente a su misma persona. Y como se honran de que en sus facciones y disposiciôn no haya ni miembro torcido ni figura que desagrade, y como les anaden a todos sus miem­ bros cuanto es de si hermosura y los procuran vestir con debido color, asi se han de preciar de que en toda su gente relumbre su mucha liberalidad y bondad. Por manera que los de su casa ni estén en ella faltos ni salgan de ella quejosos. E) El caso de una senora ejemplar Conoci yo en aqueste reino a una senora, que es muerta, 0, por mejor decir, que vive en el cielo, que dei caballo troyano, que dicen, no salieron tantos hombres valerosos como de su casa sirvientas suyas doncellas y otras mujeres remediadas y honradas. A la cual, como le aconteciese echar de su casa, por razôn de un desconcierto, a una criada suya no tan bien remediada como las demâs, le oi decir muchas ve­ ces que no se podia consolar cuando pensaba que de las per­ sonas que Dios le habia dado, que asi lo decia, habia salido una de su casa con desgracia y poco remedio. Y yo sé que en esta bondad gastaba muy grandes sumas, y que haciendo es­ tos gastos y otros de semejantes virtudes, no sôlo conservo y sustento los mayorazgos de sus hijos, que estaban en su tutoria y les venian de muchos abuelos de antigua nobleza, sino que también los acrecentô e ilustrô con nuevos y ricos vinculos, y asi era bendita de todos. Deben, pues, amar esta bendiciôn las mujeres de honra, y si quieren ellas ser estimadas y amadas, aquéste es camino muy cierto. F) El buen orden pide a veces severidad Y no quiero decir que todo ha de ser blandura y regalo, que bien vemos que la buena orden pide algunas veces seve­ ridad, mas porque lo ordinario es pecar los amos en esto, que es ser descuidados en lo que toca al buen tratamiento de los que los sirven, por eso hablamos de ello y no hablamos de como los han de efeupar, de que ellos se tienen cuidado”. V. FRAY LUIS DE GRANADA De la Injuria y sus remedies La enfermedad frecuente en los hijos es la Injuria» de la que nos habia San Pablo en la Epistola del dia. Transcribinios por eso el c.68 dei libro 2 de la Obra selecta de BAC, p.617-623 (cf. Guta de pecadores 1.2 p.i.a c.6 t.i de la ed. Cuervo, Madrid 1907. 9-362-366, v Compendio de la doctrina cristiana p.2.a c.16 t.13 de la misma rdiciôn p.igS-204). • .· 270 i \ cvraciox pel hijo pel regulo. 20 pesp. pent. A) Qué es la lujuria “Lujuria es apetito desordenado de sucios y deshonestos deleites, del cual vicio nacen todas estas pestes del aima, conviene a saber: ceguera del entendimiento, inconsideraciôn, inconstancia, precipitaciôn, amor de si mismo, aborrecimiento de Dios, deseos de la vida, temor de la muerte, desesperaciôn del juicio y de la bienaventuranza perdurable. B) Las batallas mas duras de la vida cristiano Y si me pregutares que avisos o que medios tendré para poder mejor veneer este enemigo, a esto te respondo : que pri­ meramente debes presuponer que entre todas las batallas de los cristianos las mâs duras son las de la castidad, donde cada hora se da batalla y pocas veces se alcanza victoria. Y sabe bien esto nuestro cruel adversario, que es mâs duro el combate de los deleites contra la continencia que el del di­ nero contra la pobreza, porque éste pelea de fuera, pero aquél hace guerra de dentro, y por eso es mâs peligroso, porque dificultosamente os podéis guardar del enemigo que tenéis dentro de casa, como es el deseo carnal, que procede de vues­ tros lomos. Por tanto, para reprimir esta carnal concupiscencia, es necesario grande cuidado. Porque puesto que el enemigo pue­ de levantar contra t’ alborotos, no es poderoso para vencerte si tû no quieres ser vencido. Debajo de tu poder tienes tu apetito (Gen. 4,7), y tû eres su senor, y eri tu mano estâ de tu enemigo hacer tu siervo, porque con solo no consentir con él, todo lo demâs serâ para tu bien, y cuantas veces resistieres, tantas coronas recibirâs. C) Los remedios contra la lujuria Pues cuando este feo y abominable vicio tentare tu co­ razôn, puedes salirle al camino con las consideraciones siguientes: primeramente, considera que este vicio no solamente ensucia el aima, que el Hijo de Dios limpiô con su sangre, sino también el cuerpo, en quien como un sagrado relicario es depositado el sacratisimo cuerpo de Cristo. Pues si tan grande culpa es ensuciar y profanar el templo material de Dios, ^qué serâ profanar este templo en que mora Dios? Por esto dice el Apôstol (1 Cor. 6,18): Huid, hermanos, del pecado de la fornication, porque todo otro pecado que hiciere el hombre, fuera de su cuerpo es, mas el que cae en fornicaciôn peca contra su mismo cuerpo, profanândolo y ensuciândolo con el pecado carnal. SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRANADA D) 271 Tiene amargos fines Considera también que este halagiierio vicio tiene muy dulces principios y muy amargos fines; muy faciles las entradas y muy dificultosas las salidas. Por donde dijo el Sabio (Prov. 23,27) que la mala mujer era como una cava muy honda y un pozo boquiangosto, donde siendo tan fâcil la entrada es dificultosisima la salida. Porque verdaderamente no hay cosa en que mâs fâcilmente se enreden los hombres que en este dulce vicio, segûn que a los principios se demuestra; mas después de enlazados en él y trabadas las amistades y roto el vélo de la vergüenza, iquién lo sacarâ de ahi? Por lo cual, con mucha razôn se compara con las nasas de los Pes­ cadores, que, teniendo las entradas muy anchas, tienen las salidas muy angostas; por donde el pez que una vez entra, por maravilla sale de ahi. Y por aqui entenderâs cuânta muchedumbre de pecados pare este prolijo pecado, pues en todo este tiempo tan largo, estâ claro que asi por pensamiento, como por obra, como por deseo, ha de ser Dios casi infinitas veces ofendido. E) Es origen de muchos males Considera también sobre todo esto, como dice un doc­ tor, cuânta muchedumbre de otros males trae consigo esta halagüena pestilencia. Primeramente roba la fama, que en­ tre las cosas humanas es la mâs hermosa posesiôn que puedes tener, porque ningûn rumor de vicio huele mâs mal ni trae consigo mayor infamia que éste. Y allende de esto, de­ bilita las fuerzas, amortigua la hermosura, quita la buena disposition, hace dano a la salud, pare enfermedades sin cuento, y éstas, muy feas y sucias; desflora antes de tiempo la frescura de la juventud y hace venir mâs temprano una torpe vejez; quita la fuerza dei ingenio, embota la agudeza del en­ tendimiento y casi le torna brutal. Aparta el hombre de todos los honestos estudios y ejercicios, y asi le zambulle todo en el cieno de este deleite, que ya no huelga de pensar, ni hablar, ni tratar cosa que no sea vileza y suciedad. Hace loca la ju­ ventud infame, y la vejez, aborrecible y miserable. Mas no se contenta este vicio con todo este estrago que hace en la per­ sona del hombre, sino también lo hace en sus cosas. Porque ninguna hacienda hay tan gruesa, ningûn tan gran tesoro a quien la lujuria no gaste y consuma en poco tiempo. Porque el estémago y los miembros vergonzosos son vecinos y companeros, y los unos a los otros se ayudan y conforman en los vicios. De donde los hombres dados a vicios carnales comûnmente son comedores y bebedores, y asi en banquetes y ves- 272 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. tidos gastan todo cuanto tienen. Y demas de esto, las mujeres deshonestas nunca se hartan de joyas, de anillos, de vestidos, de holandas, de perfumes y olores y cosas tales, y mâs aman a estos présentes que a los mismos amadores que se los dan. Para cuya confirmaciôn basta el ejemplo de aquel hijo prôdigo, que en esto gastô toda la legitima de sus padres (Le. 15,13). F) Es vicio insociable Mira también que cuanto mâs entregares tus pensamientos y tu cuerpo a deleites, tanto menos hartura hallarâs, porque este deleite no causa hartura, sino hambre; porque el amor del hombre a la mujer, o de la mujer al hombre, nunca se pierde, antes, apagado una vez, se torna a encender. G) Merece pena eterna Y mira, otrosi, como este deleite es breve, y la pena que por él se da, perpetua, y, por consiguiente, que es muy dés­ ignai trueque, por una brevisima y torpisima hora de placer, perder en esta vida el gozo de la buena conciencia y después la gloria, que para siempre dura, y padecer la pena que nunca se acaba... H) Quiénes son los que siguen alCordero inmaculado Considera también, por otra parte, la dignidad y precio de la pureza virginal que este vicio destruye; porque los virgenes en esta vida comienzan a vivir vida de ângeles, y singularmente por su limpieza son semejantes a los espiritus celestiales; porque vivir en carne sin obras de carne mâs es virtud angélica que humana. Sôlo la virginidad es la que, en este lugar y tiempo de mortalidad, représenta el estado de la gloria inmortal. Sola ella guarda la costumbre de aquella ciudad soberana donde no hay bodas ni desposorios, y asi da a los hombres terrenos experiencia de aquella celestial conversaciôn. Por la cual en el cielo se da cierto y singular premio a los virgenes, de los cuales escribe San Juan en el Apocalipsis (14,4) diciendo: Estos son los que no mancïllaron su carne con mujeres, mas permanecieron virgenes, y éstos siguen al Cordero por dondequiera que va. Y porque en este mundo se aventajaron sobre los otros hombres en parecerse con Cristo en la pureza virgi­ nal, por esto en el otro se llegarân a El mâs familiarmente y singularmente se deleitarân de la limpieza de sus cuerpos. -SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRANADA I) 273 Eres templo vivo del Espiritu Santo Y no solo hace esta virtud a los que la tienen semejantes a Cristo, mas hâcelos también templos vivos del Espiritu Santo, porque aquel divino Espiritu, amador de la limpieza, asi como uno de los vicios que mâs huye es la deshonestidad, asi en ninguna parte mâs alegremente reposa que en las almas puras y limpias. Por lo cual el Hijo de Dios, concebido por el Espiritu Santo, tanto amô y honrô la vir­ ginidad, que por ella hizo un tan gran milagro como fué nacer de Madré virgen... Mas tù, que ya perdiste la virginidad, a lo menos des­ pués dei naufragio, terne los peligros que ya experimentaste. Y ya que no quisiste guardar entero el bien de naturaleza, siquiera después de quebrado repâralo, y tornândote a Dios después del pecado, tanto mâs diligentemente ocùpate en buenas obras cuanto por las malas que has hecho te co­ noces por mâs merecedor de castigo... Y pues Dios te guardô, habiendo cometido tantos males, no hagas ahora por donde pagues lo présente y lo pasado y sea el postrer yerro peor que el primero. J) Resiste a los principios Demâs de estos comunes remedios que se dan contra este vicio, hay otros mâs especiales y eficaces, de que serâ razôn también tratar. Entre los cuales el primero es resistir a los principios, como ya en otra parte dijimos, por­ que si al principio no se rechaza el enemigo, luego crece y se fortalece; porque, como dice San Gregorio, después que la golosina del deleite se apodera del corazôn, no le déjà pasar otra cosa que aquello que le deleita. Por esto se debe resistir al principio echando fuera los pensamientos carnales; porque asi como la leha sustenta el fuego, asi los pensamientos mantienen a los deseos, los cuales, si fueren buenos, enciéndese el fuego de la caridad, y si ma­ los, el de la lujuria. K) Guarda tus sentidos Ademâs de esto conviene guardar con diligencia todos los sentidos, mayormente los ojos, de ver cosas que te puedan causar peligro. Porque muchas veces mira el hom­ bre sencillamente, y por sola la vista queda el aima herida. Y porque el mirar inconsideradamente las mujeres o inclina o ablanda la constancia del que las mira, nos aconseja el Eclesiâstico (9,7) diciendo: No quieras truer los > LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. ojos por los rincones de la ciudad, ni por sus colles o pla­ zas; aparta los ojos de la mujer ataviada y no veas su hermosura. Para lo cual nos deberia bastar el ejemplo del santo Job (31,1), que con ser varôn de tanta santidad, guardaba muy bien sus ojos—como él mismo confiesa—, no fiândose de si ni de tan largo uso de virtud como ténia. Y si éste no basta, a lo menos deberia bastar el de David, que, sien­ do varôn santisimo y tan hecho a la voluntad de Dios, bastô la vista de una mujer para traerle a tan grandes ma­ les como fueron homicidios, escândalos y adulterio (2 Reg. 11,2-22). Y no menos también debes guardar los oidos de oir co­ sas deshonestas, y cuando las oyeres, recibelas con rostro triste, porque fâcilmente se hace lo que de buena gana se oye. Guarda también tu lengua de cualquier palabra tor­ pe, porque las buenas costumbres se corrompen con las plâticas malas. La lengua descubre las aficiones del hombre, porque cual se muestra en la plâtica, tal se descubre el corazôn; porque de lo que el corazôn estâ Tleno, habla la lengua (Mt. 12,34). L) Quiénes son los testigos de tus actos 0>ï toda tentation, mayormente en ésta, pon ante los En ojos de tu corazôn el ângel de tu guarda y el demonio tu acusador, los cuales, en verdad, siempre estân mirando todo lo que haces y lo representan al mismo juez, que todo lo ve; porque siendo esto asi, ^cômo te atreverâs a hacer obra tan fea que delante de otro hombrecillo como tù no osarias hacer, teniendo delante tu guardador, tu acusador y tu juez? Pon también ante los ojos el espanto del juicio divino y la llama de los tormentos etemos, porque cualquier pena se vence con temor de otra mâs grave, como un clavo se saca con otro; y asi, muchas veces el fuego de la lujuria se mata con la memoria del infierno. LL) Sé cauto en tus relaciones Ademâs de esto, excusate cuanto fuere posible de hablar solo con mujeres de sospechosa edad, porque... enton­ ces acomete mâs atrevidamente nuestro adversario a los hombres y mujeres cuando los ve solos; porque donde no se terne refrenar, mâs osado llega el tentador. Por tanto, nunca te pongas a tratar con mujeres sin testigos; porque estar solo incita y convida a todos los males. Ni confies en la virtud pasada, aunque sea muy antigua, pues sabes / - '■ SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO ÂVILA 275 que aquellos viejos se encendieron en el amor de Susana porque la vieron muchas veces en su jardin sola (Dan. 13,8). Huye, pues, toda sospechosa compafiia de mujeres, porque verlas dana los corazones, oirlas los atrae, hablarlas los inflama, tocarlas los estimula, y, finalmente, todo lo de ellas es Jazo para los que tratan con ellas... Huye también los presentillos, visitationes y cartas de mujeres, porque todo esto es liga para prender los cora­ zones y soplos para encender el fuego del mal deseo cuando la llama se va acabando. Y si amas a alguna mujer hones­ ta y santa, âmala en tu alma, sin curar de visitarla a menudo ni tratar con ella familiarmente. M) Ante Jesûs crucificado Sobre todos estos remedios, el mayor es poner ante nuestros ojos, luego al punto que se levanta la tentation, la imagen lastimosa que Cristo tenia en la cruz con todas aquellas heridas y llagas que estaban derramadas por todo su cuerpo. y acordarse que todo aquello padeciô El por destruir el pe­ cado, y ver cuân indigna cosa es volver a cometer lo que El destruyô con tan grande trabajo y tratar de mimos de came habiendo El tratado la suya con tanta aspereza. Y aqui debe el hombre clamar en lo intimo de su corazôn y pedir socorro y Victoria a este Senor, diciendo (Ps. 69,1) : Deus in adiutorium meum intende. Domine, ad adiuvandum me festina, haciendo muy de prisa la serial de la cruz encima del corazôn”. BEATO JUAN DE AVILA Oscuridad y racionabilidad de la fe El Beato Juan de Avila, en su libro Audi, filia, inserta todo un tratadito sobre la fe, en el que no solo resume cuanto han podido decir los teôlogos sobre los motivos de credibilidad, sino que, anticipândose a su tiempo, escribe unos devotisimos capitulos sobre lo que pudiéranios llamar criterios internos de la revelation, a sa­ ber, sobre la prueba deducida experimental mente de nuestra propia concientia. Alcanzan estos capitulos un gran valor en la historia de la Apologética, aparté de las aplicaciones piadosas de que estân salpicados. Extractaremos brevisimamente los capitulos primeros (cf. Audi, filia c.31-38 en Obras espirit. del P. Maestro Juan de Avila ed. Apost. de la Prensa, Madrid 1951, p.i 17-137). A) Testimonio externo (Cf. c.31-33 p.117-123.) La fe es un acto de adoration a Dios, en quien reconocemos tanta luz, que équivale a la oscuridad, puesto que nos ciega. Ni aun en el cielo es comprensible mâs que para i ) > i 4 H k 276 ia cüRacion nu. hijo nn regulo. 20 desp. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA si mismo. Pero, a pesar de ello, la fe no es contra la razôn, pues tenemos testimonios abundantisimos de quienes la afirman. Fuera necedad negar que un ciego de nacimiento ha recobrado la vista porque no entendemos como pueda ser, si son miles de testigos probadisimos que nos lo dicen y mueren por sostener su verdad y, mâs aùn, ellos mismos verifican milagros abundantes para probaria. Este es el caso de nuestra religion, que cuenta en su apoyo con milagros numerosisimos no solo en los primeros tiempos, sino en todos los siglos y aun en los nuestros, sobre todo en las Indias orientales y occidentales. Por otra parte, estos testigos son todos ellos de vidas tan santas y ajenas a la codicia, tan dispuestos a morir, y muchos de ellos de una ciencia ian excelsa, que excluyen toda posibilidad de fraude 0 error tanto mâs cuanto que entienden irles mucho en curarse de la verdad. B) El testimonio de los santos del cristianismo (Cf. C.34 p.123-127.) Dios, que quiere que los hombres se salven, no puede habernos dejado sin dar a conocer su verdad, y lo contrario séria decir que ha abandonado a sus principales criaturas, de modo que no puedan conseguir su fin. Pero Dios, bueno, ha de haber ayudado principalmente a los buenos, dândoles lo que con mâs preferencia necesitan, a saber, la ciencia de la verdadera religion. Luego alli en donde veamos que los buenos son mucho mayores en nûmero y calidad, necesario serâ que Dios haya volcado su conoci­ miento verdadero. } ’ .W.· a) El ejemplo de los mârtires Los filôsofos parece que fueron la flor de la naturaleza y la hermosura de ella, donde parece que echo todas sus fuerzas en lo que toca a bien vivir conforme a razôn. Mas dejando de decir los feos males que San Jeronimo cuenta de los principales filôsofos, y hablando de algunos que te­ nian al parecer mâs rastro de virtud que los otros, excéden­ ts tanto los de la Iglesia cristiana, que nuestras flacas mu­ jeres y mozas son de mayor virtud que los que allâ eran estimados por heroicos varones; pues ninguno se puede igualar a la fortaleza y alegria con que una Santa Catalina, Inès, Lucia, Agueda, con otras muchas semejables a ellas, se ofrecieron a gravisimos tormentos y muerte por amor de la verdad y virtud. Y si en la fortaleza, que tan ajena parece de la flaqueza mujeril, éstas tanto exceden, asi en 277 nûmero como en la grandeza de los tormentos y en la alegria del padecer, a los varones de alla, ^cuânto mâs serâ el exceso en humildad, caridad y otras virtudes que no son tan extranas a ellas? Y aunque pusimos a éstas por ejemplo, mas ya vos veis la innumerable copia de varones y mujeres que en toda manera de estado han servido al Senor con vida perfecta en la Iglesia cristiana. Algunos de los cuales, sien­ do en el mundo muy altos y en toda riqueza y prosperidad humana abundantes, y esperando heredar sefiorios y reinos, y de présente poseyendo mucho, han despreciâdolo todo, y por agradar mâs a Dios, eligieron vida de cruz en pobreza y trabajos, y en obediencia de Dios y de hombres. Y esto con tan grande testimonio de virtud de dentro y de fuera, que ponian admiraciôn a quien los trataba. Gente ha habido en nuestra Iglesia que, como dice San Pablo (Phil. 2,15), lucen en el mundo como las lumbreras del civlo, y comparados a lo restante dei mundo, les hacen ventaja sin comparaciôn. Lo cual no podrâ negar, por muy porfiado que sea, quien mirare la vida de un San Pablo y de los otros apôstoles y apostôlicos varones que en la Iglesia ha habido. Y pues tanta bondad se ha hallado en aqueste pueblo cristiano como por las obras parece, 4 qué hay que dudar sino que hemos de decir que o no hay conocimiento de Dios en la tierra, 0 que éstos los tienen como gente mâs amada de Dios, y que mejor se aprovecha del conocimiento empleândolo en mejor agradar a quien se lo diô?... b) La SANTA VIDA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS Estaprueba de nuestra fe, de la santa vida de los Cristia­ nos, era muy estimada y encomendada por los santos apôstoles en el principio de la Iglesia catôlica. Entre los cuales dice San Pedro (1 Petr. 3,1) : Las mujeres sean sujetas a sus ma­ ndas, para que si algunos no creen a la palabra de Dios, sean ganados, sin palabra de Dios, por la buena conversaciôn de sus mujeres, mirando vuestra santa conversaciôn en temor de Dios. De donde parece la fuerza de la buena vida, pues era poderosa a convertir infieles que por predicaciôn apostôlica, que con grande eficacia iria hecha, y aun con milagros, no se podian ganar. San Pablo dice que para ir de una tierra a otra no habîa menester que aquellos a quienes habîa predicado le (liesen cartas favorables para acreditarlo con aquellos a quie­ nes iba a predicar. Y dice a los Corintios (2 Cor. 3,2) : Vosotros sois mi carta, que es conocida y leida por todos. Y dice esto, porque las buenas costumbres que tenian, por medio de la predicaciôn y trabajos, eran suficiente carta que declaraba quién era San Pablo y cuân provechosa su presencia. Y dice que esta carta la saben y leen todos, porque cualquier gente, 278 l.\ CURACIÔN DEL HIJO DEL RLGULO. 20 DESP. PENT. por barbara que sea, aunque no entiende el lenguaje de la palabra, entiende el lenguaje dei buen ejemplo y virtud que ve puesto por obra, y de alli vienen a estimar en mucho al que tales discipulos tiene. Y por eso dice el mismo Apôstol en otra parte (1 Tim. 6,1) que los siervos cristianos sirvan con tan bucna fe a sus seiiores, que hermoseen en todas las cosas la doctrina de Dios nuestro Salvador. Quiere decir: que su vida sea tal, que dé testimonio que la fe y doctrina cristiana sea tenida por verdadera. c) El Los QUE RENEGARON DE LA FE Mas tû, Senor, sabes que aunque haya habido en tu Iglesia muy muchos y siempre haya alguno cuya vida resplandezca como una gran luz, a la cual podian atinar, si quisiesen los infieles, para conocer la verdad y salvarse; mas también sabes, Seiior, cuân muchos hay en tu Iglesia, que comprende a buenos y malos cristianos, que no sôlo no son medios para que los infieles te conozcan y te honren, mas para que se enajenen de ti y se cieguen mâs; y en lugar de la honra que en oyendo el nombre de cristiano te habian de dar, te blasfeman muy reciamente, pareciéndoles con su engafiado juicio que no puede ser verdadero Dios y Seiior quien tiene criados que tan mal viven... Mas dia tienes tû, Senor, guardado para te quejar de esta ofensa y decir (Rom. 2,24): Mi nombre es blasfemado por vuestra causa 279 entre los infieles; y para castigar con recio castigo a quien, habiendo de coger contigo lo derramado, derrama él lo cogïdo (Le. 11,23), o es impedimento para no cogerse. Y en­ tonces darâs a todos a entender claramente que tu eres bueno, aunque tus criados sean malos; porque los males que ellos hacen, a ti desplacen, y tù los vedas por tus mandamientos, y reciamente castigas”. C) espîritu de unidad Y cuânto vaya en aqueste punto, el Senor, que todo lo sabe, nos lo enseûô muy bien cuando, orando a su Eterno Padre, dijo estas palabras rogando por los cristianos (lo. 17,21): Ruego que todos sean una cosa, como tû, Padre, en mi y yo en ti, para que ellos sean una cosa en nosotros, para que crea el mundo que tu me enviaste. Cierto, gran verdad dice el que es suma Verdad, que si los cristianos fuésemos perfectos guardadores de la Ley que tenemos, cuyo principal mandamiento es el de la caridad, seria tanta la admiraciôn que en el mundo causariamos a los que nos viesen iguales a ellos en naturaleza, y muy mayores que ellos en la virtud, que como gente flaca a fuerte y baja a alta, se nos rendirian y creerian que moraba Dios en nosotros; pues nos veian poder lo que las fuerzas de ellos no alcanzaban, y darian gloria a Dios, que taies criados ténia. Y enton­ ces se cumpliria que éramos carta (2 Cor. 3,2) de Jesucristo, en la cual todos leian sus lecciones, y que ataviâbamos la doctrina (1 Tim. 6,1), y que éramos buen olor suyo (2 Cor. 2,15), pues por nuestra vida decian bien do El. d) SEC. 5· AUTORES VARIOS. BEATO AVILA El testimonio del corazôn humano cuando se convierte (Cf. c.35-36 p.127-132.) a) Lo QUE PASA EN VUESTRO CORAZÔN “Cuanto los testigos son mâs cercanos y mâs conocidos, tanto suele ser mâs creîdo su testimonio, si ellos traen verdad. Y por esto, ya que se os ha dicho en algu­ nos medios que son testigos de nuestra verdad, oid ahora de otros, no de pasado, sino de présente, y tan cercanos de vos, que estén en vuestro mismo corazôn, si los queréis recibir, y que tengâis particular conocimiento de ellos, pues lo tenéis de lo que pasa en vuestro corazôn. Lo cual va fundado en la palabra que el Seiior dijo (lo. 7,17) : Si alguno quisiere hacer la voluntad de mi Padre, aquel tal conocerâ de mi doctrina si es de Dios. Bendito seas, Se­ nor, que tan fiado estâs de la justicia de esta tu causa, que es la verdad de tu doctrina, que dejas la sentencia de ella en manos de quienquiera que sea, amigo o enemigo, con sola esta condition, que el que quiera ser de ella juez, quiera hacer la voluntad de Dios, que es que el hombre sea virtuoso y se salve”. b) La eficacia de la verdad de la doctrina Si un hombre busca sinceramente la verdadera religion, encontrarâ que es la cristiana, y al admitirla “y como fuera obrando la virtud que desea ira experimentando la efi­ cacia de esta doctrina, y cuân a proposito es de lo que al ânima cumple, cuân medida viene para remediar sus necesidades, y en cuân breve tiempo y con qué claridad le ayuda a ser virtuoso. De arte que, viniendo este hombre por la misma experienda de la virtud de esta doctrina, confesarâ, como dice el Senor, que es doctrina venida de Dios; y dirâ lo que dijeron unos que oyeron predicar a Jesucristo nuestro Senor (lo. 7,46) : Nunca tan bien ha hablado hombre en el mundo. Y si los que no conocen a Cristo por fe oyesen aquella admirable y caritativa voz que el mismo Senor dijo con grande clamor (lo. 7,38): Si -·· ->·.·■” •a ; Uî* «a-Wqwm*- 4*· jlf 280 alguno ha sed, venga a mi y beba; y si quisiesen venir a probar la hartura y experientia de aquesta doctrina con deseos de ser virtuosos, cierto no quedarian en su ceguedad e infidelidad”. C) L.4 MALA VOLUNTAD PARA NO RECIBIR LA FE “Mas como son amigos de mundo y no de verdadera y perfecta virtud, ni buscan con cuidado la certidumbre de la verdad y conocimiento de Dios, quédanse sin oirla y sin recibirla. Y aunque la oyesen, no la recibirian algunos, por ser contraria a las cosas que ellos desean. Que por esto dijo el Senor a los fariseos las palabras que ya otra vez hemos dicho (lo. 5,44): ^Como podéis vosotros creer, pues que buscàis honra unos de otros, y no buscàis la hon~ ra que de solo Dios viene? Y no sin gran peso dijo San Pablo (1 Tim. 6,10) que algunos habîan perdido la fe, siguiendo la avaricia... Porque un corazôn aficionado a las cosas dei mundo, y desaficionado de la virtud, como halle en la doctrina cristiana verdades contrarias a los malos deseos de su corazôn, y que condena con tan graves penas lo que él desea hacer, busca poco a poco otras doctrinas que no le den mal sabor, ni le ladren contra los malos deseos y obras... Y pues la voluntad mala es medio para que, quien tiene la fe, algunas veces la pierda, también lo sera para no la recibir el que no la tiene. Porque los unos y los otros tienen fastidio de la perfecta virtud, sin alegar otra causa sino porque es desabrida o muy buena; y asi tienen fastidio de la verdad de la fe, por sèr tan contraria a la maldad que ellos aman. d) <1 • ·· SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA LA CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DES!’. PENT. LOS PECADORES SINCERAMENTE CONVERTIDOS Muchos pecadores ha habido que después de oir un ser­ mon o por una simple inspiration divina se han convertido, y Dios “sacô a ellos del cautiverio de la maldad en que esta'ban, y les mudô el corazôn tan verdaderamente mudado, que muchas veces, en menos tiempo que un mes y que una semana, se han visto mâs aborrecedores de la maldad que eran primeros amadores de ella, diciendo de corazôn (Ps. 118,163) : Aborrecido he la maldad, y abominâdola he, y he amado a tu ley; y tan de verdad, que estân determinados de no cometer un pecado por vida ni muerte, ni tie­ rra ni cielo, ni por cosa criada, como dice San Pablo (Rom. 8,38). ;Quién hizo aquesta tan maravillosa y buena mudanza en tan breve tiempo? iQuién sacô agua de pena tan dura? ;Quién resucitô a muerto tan miserable, dândole vida tan excelente? No otro, ciertamente, sino la mano de Dios creido y amado, como en la Iglesia cristiana se 281 créé y se ama ; y por medios que la doctrina cristiana tiene y ensena. Y si este trato asi comenzado pasa adelante, como en muchos pasa, que, dejadas todas las cosas, se emplearon en vacar a su Dios, que les quebrantô sus cadenas (Ps. 115,16), y comenzaron a caminar por el desierto de la vida espiritual, y estrecho camino que lleva a la vida (Mt. 7,14), aunque muchas veces se vieron en grandes aprietos y en tempestades tan bravas que, como dice Da­ vid (Ps. 106,27), hacen perdet el tino y tragan la sabiduria de los que navegan; mas llamando a su Jesûs, que es guia de su camino, y otras veces con recibir el socorro de los Sacramentos, y otras veces con oir o leer palabras de Dios, 0 con otros medios que en la Iglesia hay, se hallaron tan maravillosamente favorecidos en la tribulaciôn, que viendo la bonanza del mar de su corazôn tan sûbita, dicen lo que los apôstoles (Mit. 8,27) : iQuién es Aquéste, a quien los vientos y mar obedecen? Verdaderamente es el santo Hijo de Dios. e) La BONANZA EN LA TRIBULACIÔN San Bernardo cuenta que la invocation del nombre de Jesûs era el remedio de su aima, y San Jeronimo, que gra­ cias a El y a sus pies pudo dominar su carne y “recibiô tal bonanza de la tempestad, que le parecia estar entre coros de ângeles. Porque este favor que Dios suele dar, no solo es césar la tribulaciôn que el hombre tenia, lo cual suele algunas veces acaecer por divertir el pensamiento a otra parte o por otras causas semejantes a ésta, mas es un favor que Dios da, con que les pone a disposition del todo contraria a lo que primero sentian. La cual mudanza y perfecta liberation, y tan sûbita, no esta en manos del hombre, segûn lo entenderâ quien lo quisiere probar. De fuera viene, de Dios viene, y por medios cristianos viene, y experiencia es de lo que San Pablo dijo (1 Cor. 1,24) : Que Jesucristo crucificado, para los llamados de Dios, es fortaleza de Dios y sabiduria de Dios; porque llamândolo en el dia de la tribulaciôn da luz y fortaleza; para que, vencidos los impedimentos, puedan los taies proseguir su camino, cantando en él, como dice David (Ps. 137,6) : Grande es la gloria del Seiior. Y sintiendo en si mismo lo que dice el mismo profeta (Ps. 55,10) : En cualquier dia que yo te llamare, he reconocido que tû eres mi Dios. Por­ que el remediarlos presto y poderosamente, les es un gran testimonio y motivo que Dios es verdadero Dios y que tiene de ellos cuidado...” *·> 282 D) SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA TA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. El testimonio dado por las conciendas santas (Cf. C.37 p.132-136.) a) La paz v el gozo del espîritu “No sôlo gozan los que este camino de la perfecta vir­ tud siguen con diligencia, de ser librados por Cristo en los peligros que se les ofrecen, mas también de alcanzar y poseer taies bienes en su ânima, que se les diga con mucha verdad (Le. 17,21): El reino de Dios dentro de vosotros estâ; el cual, como dice San Pablo (Rom. 14,17), consiste en tener dentro de si justicia, y paz, y gozo en el Espiritu Santo. Y asi estân estos taies tan aficionados y amadores de lo justo y bueno, que si las leyes de la virtud se perdiesen de los libros, las hallarian escritas en los corazones de ellos; no porque las sepan de memoria, mas porque el amor determinado de su corazôn es aquello mismo que la ley dice de fuera, por estar ya su voluntad tan transformada en el amor del bien y obrarlo con tanta presteza y deleite; y seguir lo que su corazôn quiere, es seguir la virtud y huir de los vicios, hechos una viva ley y medida de las obras humanas, segùn atinaba Aristoteles. Y de aqui les nace una paz y un gozo tan cumplido, cuanto na­ die puede entender, sino quien lo prueba, pues... San Pa­ blo dice (Phil. 4,7) que esta paz de Dios sobrepuja a todo sentido. Y San Pedro (1 Petr. 1,8) dice que esta alegria no se puede contar. Mand escondido es (Apoc. 2,17), que se da a quien varonilmente vence, y no lo sabe sino quien lo recibe. b) Es UNA DÀDIVA DIVINA Pues 2, de donde diremos que viene esta tan acabada vir­ tud y descanso, que es arra y principio de la eterna felicidad? No, cierto, de parte del demonio... ni tampoco es obra de sôlo el hombre, pues tener virtud, cuanto mâs per­ fecta virtud, con que a Dios sirva perfectam en te, dâdiva es del Padre de las cumbres, del cual desciende todo per­ fecto don (lac. 1,17). Y el mismo hombre experimenta una y muchas veces verse librado de males de que no podia salir, y favorecido en bienes que él no podia alcanzar. Y pues esta perfecta virtud ni es del demonio ni del espiritu humano, resta que sea infundida de Dios, invocado y servido como la fe de la Iglesia lo ensena, y que por los medios de la fe experimenta el hombre venirle aquesta vir­ tud, en testimonio que es verdadera; porque de la mentira no pudieran venir conocimientos tan provechosos para la perfecta virtud y para invocar a Dios que les favoreciese. De esta prueba usa San Pablo hablando a los Gâlatas (3,2), 283 diciendo: Solamente quiero que me digàis: el Espiritu San­ to que recibisteis, ifué por medio de las obras de la Ley 0 por medio de la fe?... Los que han sentido todos estos bienes ni esperan al Mesias al estilo judio, con su reino material, ni los goces que pueda ofrecerles la religion mahometana, porque todo ello lo desprecian, y acordândose, por el contrario, “que estaba profetizado que en el tiempo del Mesias habian de conocer que el Senor era Dios cuando quebrantase las ca­ denas del yugo de los hombres (Ez. 34,27), y qùe habia de dar Bios corazôn nuevo (ibid., 36,26), y habia de escribir su ley en las entranas de los que la recibiesen (1er. 31,33). Y como tienen conjeturas muy grandes que ellos tie­ nen parte en aquestos bienes, esles testimonio que Cristo es venido...” c) Las EXPERIENCES DEL ALMA “Y no OS digo esto para que penséis que los cristianos creen por estos motivos y experiendas que sienten dentro de si; que no creen sino por la fe que Dios les infunde, como después se dirâ. Mas heos dicho esto para que entendâis los muchos motivos que tenemos para creer, porque de esta materia hablamos ; y uno de ellos son estas experiendas que los perfectos en su ânima sienten; las cuales, pues son de cosa que pasa en el corazôn, no las habéis de buscar en los libros ni vidas ajenas, mas en vuestra propia conciencia, esforzândoos a la perfecta virtud, para que, segun os dije al principio, tengâis testigos cercanos a vos y conocidos de vos, por estar dentro de vos, y cumplâis lo que la Escritura dice (Prov. 5,15) : Bebe el agua de tu cisterna. Y veréis taies maravillas dentro de vos, que se os quite la gana de buscar otras fuera de vos”. E) El testimonio de la misma fe (Cf. c.38 p.136-137.) La misma hermosura de la fe es otro motivo para admitirla. Porque bien sabido es que debemos honrar a Dios con todas nuestras fuerzas, y principalmente con las del espiritu, y teniendo éste la voluntad y la razôn, justo es que sometamos una y otra, pues no seria digno entregarle lo menor y reservarse lo principal. Y asi como la obediencia de la voluntad consiste en hacer la de Dios, la del entendimiento consiste en creer el parecer de Dios, porque si el servicio del entendimiento fuese consentir lo que la razôn alcanza, no recibiria el nombre de obediencia. Entonces yerdaderamente se abaja cuando consiente en lo que no entiende, por­ que Dios se lo dice y manda creer. 2S4 LA CURACIÔN DFL HIJO DU. RÉGULO. 20 DESP. PENT. La Bondad de Dios manda que le amemos; su Liberalidad, que esperemos, y su Verdad, que la creamos. Y asi como la obediencia que le damos en el amor presupone que neguemos el nuestro, asi la que damos a su Verdad es, quitando nuestro parecer, creer el suyo, aun cuando no lo entendiéremos, como quien fia sin prendas y ama por Dios a su malhechor. J. B. SCARAMELLI, S. I. VU. Tan sencillo y tan prâctico como siempre, nos da los medios para que, robusteciendo nuestra fe, pôîlamos creer desde una mâs débil, como la del régulo, hasta la del centuriôn, alabada por el Sefior (cf. Directorio ascético y mistico t.4-5, Madrid, Gregorio del Amo, 1901, t.4 P.2S-40). A) Medios para robustecer la fe a) irla El primero es pedirla, porque si bien todas las virtudes dependen de la gracia divina, en esta se dan muchas razones especiales, puesto que la simple fe depende de una luz su­ perior donada a la mente para que la ilustre y de una pia mociôn que Dios pone en la voluntad para que impere al entendimiento su asentimiento, ninguna de cuyas dos cosas se nos deben por justicia. Y si nos levantamos hasta la fe elevativa, ésta depende de los cuatro dones de entendimien­ to, sabiduria, ciencia y consejo, los cuales, aunque estables en el aima que vive en gracia, necesitan dei impulso del Espiritu Santo para actuar. Ejemplo de ello fueron los apôstoles, que aunque no carecian de fe, pedian su aumento fLc. 17,5), y modelo nues­ tro debiera ser aquel padre que pedia al Senor se dignase ayudarle para perfeccionarse en esta virtud (Me. 9,23). b) Ejercitarse SEC. 5. At'TORF.S VARIOS. SCARA.MELLI 285 el credo todas las mananas y a repetirlo todas las tardes con atenciôn. Y no se créa que tales consejos se dirigen a mujercillas devotas, sino a santos muy formados, como que al fin y al cabo la fe es el cimiento de la perfection cristiana. Cuando moria San Antonio Abad, le rodearon los monjes pidiéndole consejos, y no les diô otro sino que se robustecieran siempre en la fe (cf. Baronio, Annales t.3 an. Dom.318, ex Athan. in vit S. Ant.). c) Ejercitarse en buenas obras El tercer medio es ejercitarse en buenas obras, porque con ellas la fe se aviva y sin ellas se apaga. Santiago nos enseiia que asi como el cuerpo privado de alma no esta vivo, sino muerto, la fe desnuda de buenas obras desmaya y muere (lac. 2,26). San Juan (1 Io. 2,4) llama mentiroso al que· afirma tener fe y no junta con esa luz la obser­ vance de los mandamientos; y San Pablo dice (Tit. 1,16) que tal cosa es confesar a Dios con las palabras y negarlo con las obras. Asi, de cuâl sea nuestra vida podemos deducir cuâl sea nuestra fe. No se quiere significar con esto que la fe se pierda con cualquier pecado mortal, pues claro queda que se puede asistir al banquete sin el traje de bodas, sino que cuando no se reûne con las obras, es lânguida y débil. Por el contrario, las obras unas veces la consiguen para el que no la tiene, y otras la robustecen y afirman. Ejemplo de lo primero lo tenemos en el centuriôn Corne­ lio, a quien Dios enviô un ângel para que le llevara a la fe de Cristo. 4Por qué? Porque tus orationes y limosnas han sido recordadas ante Dios (Act. 10,3-4). Todo el que quiera crecer en la fe atienda mucho a las obras de caridad, a la mortification, a la humildad y a la devotion. en ella El segundo medio consiste en ejercitarse frecuentemente en ella, porque las virtudes naturales se adquieren con la repetition de actos y las sobrenaturales se robustecen. Que el entendimiento pondere los muchos motivos que tenemos para creer a Dios y la voluntad afiada su mandamiento, repitiendo sobre todo estos actos con relation a los misterios mâs augustos, en los que por ser mâs elevados se le da mâs gloria a Dios. Santa Teresa decia que creia con mâs firmeza y dévotion las verdades mâs sobrenaturales, porque las consideraba mâs propias de Dios. Algunos Santos Padres exhortaban a sus fieles a rezar B) Modos de practicar la virtud de la fe "El justo vive de la fe (Rom. 1,17), dice San Pablo. ;Qué quiere decir esto? Quiere significar que asi como los vivientes se apacientan del aire por la respiration, y los peces viven con el agua en que nadan, asi los hombres justos... viven vida divina, porque en todo lo que piensan, obran o dicen, se regulan con los dictâmenes de la fe sobrenatural y divina”, a diferencia de los hombres que solo viven y piensan sujetos a los sentidos y sus placeres. 286 LA CURACIÔN DEI. HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. a) La oraciôn Descendiendo a lo particular, digamos que la oraciôn vocal debe hacerse con fe, pensando que se esta hablando con Dios, y en la mental procurando pensar en El y en sus misterios, sin busear afectos sensibles y sin apoyarse en ellos, si los hubiere. Se cuenta de Alfonso I de Portugal que estando a punto de entrar en liza con los sarracenos recibiô la vision del Senor crucificado, a quien dijo con gran reverencia: “iPor qué me venis a visitar a mi, que ya creo en Vos? Mostraros, mâs bien, a esos pobres infieles para abrirles los ojos”. Entendamos su fe. Prefiriô vivir en la obscuridad del que créé sin ver, pidiendo el milagro para los que no creian. Las lenguas, dice el Apôstol, son senal no para los creyentes, sino para los incredulos (1 Cor. 14,22). IM b) Los sacramentos En las confesiones no se pare nadie a pensar en méritos o defectos del sacerdote, sino piense ser Dios quien absuelve, con lo que, ademâs de librarse de los muchos in­ convenientes espirituales que nacen de mirar a los confesores, acrecentarâ el provecho y la fe en este sacramento. En la sagrada comuniôn hemos de prepararnos lo me­ jor que podamos y estar contentos con los afectos que destilemos, sean âridos o dulces, sin parecemos a tantos que se retiran tristes, por no haber paladeado un sabor inte­ rior. Basta la fe obscura para los afectos de la voluntad. *v c) Acciones y tentaciones En todas nuestras acciones procuremos considerar la presencia de Dios. De esta manera elevaremos las obras mâs viles e indiferentes. En las tentaciones avivemos la fe, recordando que Dios no abandona nunca a quien recurre a El, y cubrâmonos siempre, para defendernos de los dardos del enemigo, con lo que San Pablo llama el escudo de la fe (Eph. 6,16). d) Las tribulaciones * En medio de las tribulaciones la fe nos mostrarâ a Cristo, varôn de dolores (Is. 53,3), y la mano de Dios, que nos los envia para nuestro bien, invitândonos a repetir la frase de Job (1,21): El Senor me lo diô, el Seiior me lo ha quitado. La misma fe, nueva madré de los Macabeos, nos enseüarâ el cielo, galardôn de nuestras penas. La verdadera fortaleza nace de la fe, en tanto que la constancia que tiene su origen en motivos puramente humanos es frâgil como de vidrio. 287 ς. AUTORES VARIOS. BOSSUET e) El 'EJercicio de las virtudes En fin, todas las virtudes nos dan ocasiôn a practicar la fe, con lo que conseguiremos robustecerla y que los actos de aquélla sean mâs meritorios. Si obedeces, ejerce tu fe, pensando ser a Dios a quien te sujetas; si das limosna, recuerda que Cristo dijo que séria representado por los pobres, y si ayudas a tu prôjimo, piensa que también son palabras suyas: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicïsfois (Mt. 25,40). La fe crece y el mérito aumenta, porque éste ha de tener su origen en el conocimiento sobrenatural y en la luz de la fe. Vin. BOSSUET En un panegirico sobre Santa Catalina, al explicar como el hom­ bre abusa de la ciencia y de la fe, expone acerca de ésta conceptos magnificos. En vez de recoger solamente lo relativo a la fe, preferimos extractar el sennôn entero (cf. Oeuvres de Bossuet, ed. FirminDidot, Paris 1877, t.3 p.525-534)· A) Abuso de la ciencia El demonio unas veces se transforma en tirano que persigue la fe y otras en falso maestro que seduce, y por eso Dios suscita en la Iglesia mârtires y doctores que se le opongan. La ciencia es un don del cielo, pero si los hombres lo usan mal, se convierte en guia ciego y orgulloso. Un sabio que habia bebido su ciencia en la oraciôn redujo a très los abusos que de ella suele hacer el hombre (cf. San Bernardo, Serm. 36 sobre los Cantares 3: BAC, Obras selectas p.993). Hay quienes desean saber sôlo por saber, lo cual es una torpe curiosidad; otros desean la ciencia para su propia celebridad, y esto es vanidad peligrosa; y, por fin, hay quie­ nes la apetecen para hacerse ricos, lo que no pasa de ser vergonzosa avaricia. Los très corrompen la ciencia. iSabios curiosos de especulaciones estériles! Sabed que esa luz que os encanta no se os ha dado para regocijar vuestra vista, sino para conducir vuestro juicio y regular vuestra voluntad. i Espiritus vanos, que buscâis la gloria! Entended que no se os ha dado el ingenio para vuestro lucimiento, sino para hacer triunfar la verdad. ;Almas codiciosas! Pensad que este tesoro divino es demasiado excelso para que trafiquéis con él. /er*?·· < ■■■■ΜΙ 288 SIC. 5. 1 A CURACIÔN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. B) La fe y la vida No me sorprende mucho que se abuse de las ciencias profanas, pues al fin y al cabo son tan poco sôlidas, pero que se mire a Jesucristo como objeto de investigaciôn cu­ riosa y que haya hombres que crean ser sabios porque conocen los misterios de su reino y se dedican a profundizar cuestiones sutiles, es algo que no maravilla, sino que entristece. Porque Jesûs es una luz, se imaginan que basta con contemplarla, cuando debieran pensar que es una luz que ilumina para poder andar. El que me sigue no anda en tinieblas (lo. 8,12). Se ve la luz de Cristo para no caminar por las sombras de la muerte, pero el que dice que lo conoce y no guarda sus mandamientos, miente y la verdad no estâ en él (1 lo. 2,4). ;Por qué no conocen a Cristo? Porque ciertamente Cristo es la verdad, pero también es el cami­ no (lo. 14,6). Llegarâ un dia en que le veremos cara a cara (1 lo. 3,2) y en el que serân satisfechas todas nuestras curiosidades razonables, mas no ha llegado todavia ; a los limpios de corazôn no se les dice sino que verân mâs tarde a Dios (Mt. 5,8). Hoy el Hijo de Dios nos da la luz suficiente para guiarnos, no para satisfacernos, como làmpara que luce en lugar te­ nebroso (2 Petr. 1,19), cuyo fin no es el goce de la vista, sino la seguridad dei caminante. Dios ha encendido una gran luminaria que preside el dia y es la luz de la gloria futura, pero hoy tenemos una luz menor que brilla en la noche (Gen. 1,16) : la fe del Evangelio. No os paréis sôlo a mirarla, seguid el camino que os ensefia. Es una mâxima infalible que la ciencia del cristianismo tiene por fin la acciôn, y lo advertiremos mucho mejor si centrâmes nuestro discurso en el examen de su primer prin­ cipio, que es el de la fe. Senalemos que la Sagrada Escritura présenta la vida cristiana como un edificio espiritual cuyo cimiento es la primera virtud teologal. Sobre Pedro edificô la Iglesia (Mt. 16,18), porque reconociô la divinidad de Cristo, y el Apôstol ensena a los Colosenses que estamos fundados sobre la fe, como firmeza de este cimiento que nos hace inmôviles e inquebrantables en la esperanza del Evangelio (Col. 1,23). La fe, segûn San Pablo, es la firme seguridad de lo que. esperamos (Hebr. 11,1), y segun el Concilio de Trento, el comienzo, fundamento y raiz de la salvaciôn y justification humana (cf. ses.6.* c.5). Si, pues, la fe es un cimiento, dicho se estâ que no tiene por fin atraer miradas curiosas, sino apoyar una conducta constante; cimiento colocado en la obscuridad, pero fuerte y cierto, asi es la fe. \UTOKIS V|RIOS. BOSSUET 289 A buen seguro que Santa Catalina siguiô el ratiocinio del verdadero cristiano: he crtido en la palabra del Hijo de Dios y recibido el Evangelio; he puesto, por lo tanto, un fundamento contra el que no prevalccerâ jamâs el infierno, capaz de sostener la conducta de mi vida présenté y la espe­ ranza de la futura. Pero el que dice fundamento, dice co­ mienzo de un edificio; luego si la fe no es mâs que el co­ mienzo, necesario sera que termine la obra, y un comienzo tan bello como la fe en Nuestro Sefior exige un edificio mag­ nifico. Llena de este pensamiento, se abrazô con la virgini­ dad y afrontô el martirio. · No os contentéis sôlo con admitir la verdad, porque os asemejariais a aquel hombre que comenzô a edificar y no pudo acabar el edificio (Le. 14,30). Démonos cuenta de lo que ha costado poner este cimiento de la fe. ;Cuântos milagros, profecias, sufrimientos, martirios y victorias sobre herejes!... seremos tan necios que con los muros medio levantados no podamos levantar el edificio? Al contrario, preguntémonos: iQué debemos colocar sobre esta piedra? El edificio somos nosotros mismos y nuestra vida. San Pablo dice que, como arquitecto sabio, puso el fundamento, segûn la gracia que se le habia dado, y nadie puede poner otro fundamento sino Cristo Jesûs (1 Cor. 3,10-11), e inmediatamente afiade: Cada uno mire como ed'fica. Bien claro nos demuestra, por lo tanto, que todo nuestro trabajo ha de consistir en continuar reproduciendo a Cristo. Un Dios que se humilia es el cimiento; mi soberbia no puede ser el resto de la construction. Un Dios, hijo de ima Virgen, es la primera piedra; yo... Algunos se llaman cristianos para deshonrar a Crsto. iSeremos nosotros de ellos? Nuestra fe exige otra cosa. C) La fe comunicada a nuestro prôjimo La verdad es un bien comûn, y el que la posee se la debe a los demâs. Si la guarda egoistamente para si, merece perderla y verse reducido al espiritu de mentira y de error (cf. San Agustîn, Confesiones 1.12 c.25,34: BAC, t.2 p.883). Los que reciben de Dios el don de ciencia deben sentirse obligados a iluminar a los demâs. Claro que todo ello encierra el peligro de ensoberbecerse uno nrsmo, porque nada hay que incline mâs a ello que el verse superior a otros en conocimientos. Sin embar­ go, debemos pensar que la ciencia, aunque sea la teologia. se nos da para provecho del prôjimo, no nuestro, que no nos pertenece, como ningûn don de la gracia, y que ni aun siquiera tiene por fin la propia santificaciôn, sino que es la palabra de C. S " 10 1 290 LA CVRACIÔX ΠΕΙ. HIJO DEI. RÊGII.O. 20 DFSP. PENT. comunicada para el bien ajeno, del mismo modo que el don de hacer milagros. Por consiguiente, la ciencia cristiana debe tender hacia afuera, pero solo para manifestar a Cristo. ^Cuâl es la obligation de un espejo? No la de gloriarse de si misJ mo, sino la de reproducir el rostro que se mira en él. Espejo de Cristo es nuestra ciencia; por lo tanto, dice el Apôstol, no nos prediquemos a nosotros mismos, sino n Cristo nuestro Senor; no ensenemcs el espejo, sine· la faz de Cristo. El mismo Dios que ha mandado que la luz surja de las tinieblas; ha hecho brillar la luz en nuestros corazones (2 Cor. 4,5-8), pero solo para que iluminemos al mundo. Después de aducir el ejemplo de Santa Catalina convenciendo a los filôsofos, continua: la ciencia de la filosofia, aun llena de errores, descubre ciertos rayos de ver­ dad y, como dice Tertuliano (cf. De testim. animae 1: PL 1,682), “llama a la puerta de la verdad”. Sea porque en el reino del conocimiento humano Dios ha querido conservar algùn vestigio de nuestro primer estado, sea porque, como dice Tertuliano, “estas largas y terribles tempestades de opiniones y errores les arrojan alguna vez, por ven­ tura, al puerto” (cf. De anima 2: PL 2,689), sea porque la Providencia quiere iluminarnos para convencernos del error, lo cierto es que los hombres siempre tienen algùn fondo de verdad. Por eso San Pablo los acusa de que detienen a la verdad en cautiverio (Rom. 1,18), pues viendo los principios no deducen las conclusiones necesarias. En sus sistemas gime la verdad aprisionada, como virgen ho­ nesta, entre cadenas. Oficio del que tiene la fe y la ciencia cristiana es enseûar a esos hombres la verdad completa. ;Oh santa verdad, yo te debo ser tu testigo, te debo el testimonio de mi pa­ labra, de mi vida y de mi sangre ! ; Oh verdad escondida en el seno del Padre, que te dignaste manifestarte a mis ojos! Yo, para corresponder, te daré la manifestation de mi palabra. Pero, cristianos, no le deis sôlo vuestra voz, que es sonido inûtil; no le deis solô la palabra, que no pasa de ser sombra de un cuerpo; dadle vuestras costumbres, que serân el cuerpo y la realidad. La verdad es Dios mismo, y es necesario una entrega completa y la prédication serâ eficaz si ejemplo y doctrina van de acuerdo. D) Fe desinteresada Es indigno que se espere obtener algûn provecho ma­ terial de la ciencia, pero lo es mucho mâs esperarlo de la fe. El Senor dijo a sus criados: Negociad mientras vuelvo SEC. 5. Al'TO « ES V \ R IOS. P. FÉLIX 291 (Le. 19,13); pero negociad en comercio divino. Las razones son dos. La primera se deriva de la dignidad de este deposito celestial, porque el talento que se entregô a los criados llevaba la figura del rey, y nuestra ciencia lleva la de Cris­ to. Traficar con Cristo fué el delito de Simon el Mago (Act. 8,20). La segunda razôn proviene de la dignidad de quien nos ha dado la fe y la ciencia, que es Dios mismo, a quien, si se debe honor y gloria en todas las cosas, mucho mâs se deberâ en la ensenanza de la religion cristiana. E) Exhortaciôn final Daniel (12,3) nos muestra el esplendor de los hombres doctos en la fe, brillando en el firmamento, como las estrellas, en perpetua eternidad. Tal serâ el premio de los que fueron aqui luz dei mundo. Pero no creâis que me dirijo sôlo a sacerdotes y predicadores, sino que, como San Pablo, quisiera hablar a todos los fieles y decides: Sea nuestro discurso agradible, salpicado de sal, de manera que sepâis como os convenga responder en coda uno (Col. 4,6), conversation llena de gracia y de verdad. “Cuando se oye hablar a los predicadores, no sé qué costumbre desgratiada de oir la palabra del Evangelio, hace que se escuche descuidadamente. Todo el mundo espera que reprendan las costumbres malas, por­ que es su oficio, y el espiritu humano, indôcil, no se para a reflexionar en lo que escuc'ha. Pero cuando una persona a quien se créé dei mundo, sencillamente y sin afectaciôn, propone de buena fe lo que piensa sobre Dios, cuando cierra la boca a un libertino que se envanece de sus vitios o se burla impùdico de las cosas sagradas, enfonces aquello es una admirable conversation de sal y a proposito para despertar el apetito y el gusto de los bienes eternos”. Asi, pues, hermanos, predicad todos vuestra fe y predicadla por todo el mundo. IX. Resumiinos très conferencias ciel P. Félix. La primera se refiere a la necesidad general de educar cristianamente. La segunda y tercera, a la education de la casticlad, y en ella se demuestra que Cristo es el ùnico que puede curar la grave enfermedad de la impureza del ίοven (cf. El progreso por medio dei cristianismo. Conferendas de Nuestra. Senora de Paris ano sexto, iS6i, version espaüola, Madrid, Libreria Universal, 1869). ικ curaciôn υιι uîjo nu. régira >. 20 nisp. rent SEC. .5. AUTORES VARIOS. I*. FELIX A) La educaciôn segun Cristo (Cf. conf.l p.6-64) a) Perfeccionamiento espontAneo Ciertos soüadores, que no pensadores, han encontrado en el hombre una fuerza naturalmente progresiva, que lo asimila al resto de la naturaleza. 1) Fuerza que reconocen misteriosa e inexplicable, como también lo es que la planta se desenvuelva espontâneamen­ te desde la semilla hasta el ârbol frondoso y que el cristal, bajo la action combinada de los elementos que lo componen, llegue a adquirir su forma perfecta. Suenan incluso con una évolution de perfectibilidad, que convierta la astronomia en on cuanto a la education sientan esta hipôtesis, una novela. En sin explicarla y pretendiendo con ella explicarlo todo. 2) Error grave es someter el desarrollo del hombre in­ teligente y libre a una fuerza ciega y fatal. El hombre inteligente, libre y social ha de verificar su desarrollo por medio de una action combinada de los très elementos. La education, una action interior y otra exterior, libremente ejercitadas y aceptadas, son condition necesaria para el desarrollo de su vida. ’ 3) La inteligencia y la libertad del nino han de ser dirigidas y ayudadas por otro ser inteligente y libre que le forme ademâs dentro de un ambiente social. Esa es la labor de los padres y, en su defecto 0 como ayuda, de los maestros. * b) Inclinaciôn nativa al mal Los discipulos del Emile rousseauniano han sentado como principio que todo es bueno al salir de las manos del Creador, y que todo degenera en las manos del hombre, deduciendo de este principio la negation de la educaciôn y abandonando al hijo a si mismo para que se desarrolle es­ pontâneamente hasta la perfection. Desgraciadamente, con este sistema solo se llega a los instintos imperantes y desbocados. Porque la realidad es que el hombre nace con tendencias depravadas y, por lo tanto, necesitado de una educaciôn directiva. No vamos a defender ahora el dogma del pecado original, pero el hecho de nuestras perversas inclinationes es universalmente reconocido, exception hecha de esa escuela que va pasando de moda. El hijo solo puede educarse a base de combatir en su in­ terior esa fuerza retrograda que la Iglesia llama concupis­ centia, obstâculo universal que se opone al progreso de la humanidad y obstâculo individual que se opone al progreso * v. 4 ' 293 del hombre. Hacer que el hombre inteligente y libre reaccione contra ella y la domine es el objetivo capital de la education. c) El hombre, centro de la civilizaciôn Ha llegado la hora de que insistâmes en que el centro de la civilizaciôn no consiste en desarrollar y perfeccionar esas maquinarias y técnicas de que nos sentimos tan orgullosos. La civilizaciôn es algo mâs grande que los trenes, el telégrafo y los canones; es algo muy superior a la perfecciôn de la materia. La civilizaciôn se esfuerza por aumentar el valor del hombre, pero nadie como Jesucristo y su doctri­ na lo han elevado. Si el hombre no se educa, no harâ brillar la unica con­ dition que lo diferencia de los demâs seres: la de ser “educado”; si no siente los problemas morales, por alta que sea la civilizaciôn mecânica, la verdadera civilizaciôn estarâ muy baja. Penetrad, para experimentarlo, en el interior de los sabios y filôsofos de las mismas ciudades que han velado por su bienestar material y descuidado la educaciôn de su es­ piritu, y os espantarâ la corrupciôn que generalmente observaréis en su interior. d) No HAY EDUCACIÔN SIN MORAL NI MORAL SIN RELIGIÔN iQueréis ver como una sociedad sin fondo moral se convierte en una tribu de canibales? Basta con que se rompa una ruedecilla, con que caiga un trono, con que se derrumbe una autoridad, y veréis el incendio y el asesinato desbordado. Educar supone desarrollar lo que hay de bueno dentro de nosotros, y el primer instinto y el mâs noble es el de tender hacia Dios. Es la primera necesidad del hombre, y hasta diriamos que su primera pasiôn. Despertarla, enderezarla, ése es el primer esfuerzo del educador verdadero. El nino inocente admite emocionado y espontâneamente esa ensenanza que responde con exactitud a las tendencias naturales de su corazôn. En cambio, iqué triste espectâculo el dei nino impio! El mundo estâ dividido en dos sectores, el bârbaro y el civilizado ; pero, hablando con mâs propiedad, habria que de­ cir el bârbaro y el cristiano. Todos los pueblos no cristianos llevan en su civilizaciôn lacras tan visibles de su moral y costumbres, que les hacen merecer el nombre de bârbaros. Pero, ;ay!, la division ya no es solo geogrâfica. Dentro de nuestros mismos paises encontramos la barbarie y el cristianismo mezclados. 7 ·ν.·“α 294 .'Λί/— LA CURACIÔX DEL HIJO DFL REGULO, 20 DESP. PENT. No puede darse espectâculo mâs triste que el del nino a quien, privândole de Dios y de su culto y moral, se le encamina hacia las criaturas, porque enfonces ese fondo reli­ gioso que existe en toda aima se repliega sobre si mismo y se dispone para toda clase de idolatrias. Visitad un colegio sin religion y comprobaréis el triste vacio y desviaciôn en la educaciôn. En fin, todos estâmes de acuerdo en admitir la necesidad de la religion como elemento educativo, pero hay que seguir adelante afirmando que no basta una religion abstracta y universal, sino que ha de ser la educaciôn cristiana. Hemos indicado antes que la primera diferencia entre la barbarie y la civilization consiste en el hombre educado; ahora podemos ahondar mâs diciendo que consiste en el hombre educado cristianamente. La humanidad oscila siempre entre dos polos, progreso 0 decadencia, civilization 0 barbarie, pero, dândoles su nom­ bre exacto, los términos son cristianismo 0 anticristianismo. La cristiandad tiene derecho a llamar bârbaro a todo lo que estâ fuera de ella. Mirad el mundo, y si veis la honradez, la castidad, la fratemidad, la sinceridad, todo eso son virtudes cristianas. Quitad el cristianismo, y estas virtudes florecerân como exception no justificada por los principios sociales que rijan en ese pais. No quiero decir que no existan los vicios contrarios en paises cristianos, pero existen reprobados por la civilization dominante. Y esto es lo triste del caso actual : que ya no son limites geogrâficos los que separan la barbarie y la civiliza­ tion, sino que una y otra se entrecruzan en nuestros paises, porque la civilization o, mejor dicho, la education cristia­ na a fondo y verdadera se ha perdido en muchos hogares y centros de enseîianza. Si queréis salvar a la sociedad y salvar a vuestros hijos, volved y restaurad la enseîianza religiosa y cristiana. B) La enfermedad del hijo. La impureza arruina la juoentud En la conferenda séptima (p.366-423) cl prcdicador nos présenta la grave enfermedad que puede sobrevenir al hijo en la edad critica del despertar de sus pasiones. Cambiamos el orden, adelantando la séptima, porque en la anterior se exponen los remedies y nos parece mas a propôsito ton el Evangelio de hoy hablar primero de la enfer­ medad y después de su remedio, que es llevar el hijo a Cristo. Después és de un canto al joven ioven puro, el orador se refiere al gusano roedor de la educaciôn, esto es, al vicio de la impureza, que arruina tolahneute al joven. En efecto, si aquel joven que pudo ser un ângel se déjà dominar por la enfermedad sensual, verâ destruida su piedad y su fe, arruinado el respeto de si propio y de los demâs, a expensas del egoismo y de la voluntad enflaquecida. SEC. 5. AUTORES VARIOS, p. FÉLIX a) Destruye la 295 piedad La religion favorcce la castidad; la impureza destruye la religion. El mundo de lo sobrenatural se cierra, y a no sabe juntar las manos para llamar a Dios padre y Dios causa hastio. Todo estâ por tierra, dice Bossuet; todo es cuerpo. La piedad busca el cielo; la voluptuosidad, la tierra; Dios y la carne, piedad y voluptuosidad, son dos polos que se rechazan, y es que dentro de un mismo hombre hay dos hom­ bres en constante lucha, el hombre del cielo y el de la tie­ rra, y cuando éste vence, se pierden las aspiraciones que nos elevan hasta Dios. b) Desaparece la fe Este es el paso inmediato de la triste pérdida de la vida de piedad, porque por régla general la voluptuosidad ataca al corazôn y revuelve las aguas de lo que era un espejo sin mancha, donde la verdad humana, brillando como una antorcha encendida, se encontraba con la sobrenatural, que vino por medio de la palabra de la Iglesia, reconociéndose una y otra verdad como dos hijas del cielo en medio de un co­ razôn de ângel. Pero Ilega una hora en que esa verdad encuentra una oposiciôn profunda; lo que era una luz que agradaba se convierte en resplandor molesto, como cuando los ojos enferman. ^Qué ha pasado en la inteligencia del nino? iHa descubierto quizâ verdades nuevas que se oponen a su fe? 4 Se ha levantado un nuevo sol? No; es que un impulso inconsciente, justificador de sus faltas, inclina a apagar la luz. Tiene quin­ ce anos y ya no puede creer lo que admitieron Santo Tomâs, San Agustin y otros muchos. Su came quiere tener razôn. La Iglesia debe estar equivocada. Y eso cuando Uega a raciocinar, porque a veces pierde la fe sin discut r siquiera. Las pruebas mâs invencibles y la elocuencia mâs arrebatadora tienen para él mucha menos fuerza que las exigencies de su carne. c) Se arruina el respeto a si MISMO y a los demas Sin él no puede haber educaciôn ni elevarse el hombre. Para conservar el respeto a si propio y a los demâs, es con­ diciôn necesaria mirar en los hombres y en las cosas los puntos elevados y dejar en sombras, hasta donde sea posible, las regiones infimas. En la humanidad, la bajeza toca tan de cerca a lo grande, que solo con esta condiciôn podemos conservar la facultad de respetar. El alma se eleva respetândose a si misma y rcspetando a las demâs. < ’· 296 Μ ·*·< ·· SEC. 5. AUTORES VARIOS. P, P. FELIX L\ CURACION DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. Pues bien, el joven atacado de este vicio hace exactamente lo contrario y se complace en ver lo de abajo. ;Por qué? Por ver al hombre que estâ en su pensamiento, en su imaginaciôn, en sus deseos, es decir, al hombre que es sôlo carne; de este modo rebaja su propio valor y el valor de la humanidad. Consciente 0 inconscientemente, el joven se aprecia mè­ nes y diria que hasta se desprecia, y scômo queréis que se acuse, si intenta acusar al mundo entero para justificarse? d) El egoismo Cuando un joven, a fuerza de descender, busca sus goces en la esfera mâs baja, cae en la region del egoismo, que co­ rresponde a toda existencia degradada, y dispone festines a los que se sienta solo. A su juicio no se goza bastante con amar. Por eso rechaza los verdaderos goces del hombre, hi­ jos de la inteligencia y del corazôn, de la verdad, del amor, y le dice al egoismo: “Tù eres mi hermano”, y a la sensuali­ dad: “Tù eres mi hermana”. ;Oh padres! iCuândo creéis que vuestras caricias dejan de ser la felicidad de vuestros hijos, y vuestras lâgrimas, una lluvia fecundante para ellos? Ya lo sabéis; continûan quizâs recibiendo vuestros abrazos, pero ya no veis la alegria pura pintada en sus ojos. El egois­ mo les ha replegado dentro de si y no aprecian ya los goces puros y compartidos con otros. El orador se extiende cn demostrar como la voluntad, a fuerza de ser derrotada y aun ejercida en objetos indignos de ella, se debilita para todo lo que sea fuerte; la memoria, que exige esfuerzo, se degrada; la imaginaciôn no trabaja sino con imâgenes indignas, y, en fin, todas las facul tades nobles se rcvuelcan en el lodo. El hombre lleva el signo de la bestia. C) Hay que llamar a Jésus para que cure al hijo (Cf. ibid., conf.6 p.305-365) a) La edad peligrosa La adolescencia es una peligrosisima edad para esa aima hermosa, pero que no se descubre sino a través del cuerpo, unidos ambos para formar la personalidad humana, en la que a veces el inferior conspira contra el superior. En esa edad la pureza, que no fué mâs que un encanto, ha de convertirse en una virtud mediante la lucha, porque en lo que no habîa sido mâs que ôrgano dôcil para las armonias del aima comienzan a discordar notas agrias. El sùbdito se coloca en actitud rebelde contra el soberano. La frente del nino es menos serena..., quisiera preguntar a la naturaleza la ùltima palabra de aquel misterio y a la humanidad lo ùltimo de sus enigmas, y no contento con interrogarse a si mismo, se dirige a cuanto le rodca. Una frase que antes no le decia nada, le sumerge en reflexiones morbosas... La imaginaciôn opera sobre él una verdadera seducciôn, multiplicando a merced de sus deseos lo real por lo posible, y difundiendo sobre la misma materia los reflejos de las ansias infinitas del es­ piritu. La necesidad de gozar y el deseo abren sus ojos y amenazan su aima. El peligro séria grande de suyo si no se le aûadieran los agentes exteriores de novelas, que le llevan a las cloacas de la humanidad, y de teatros, que le representan al vivo sus dramas, y quién sabe si de amigos que, habiendo saboreado el placer vedado, hacen el oficio de serpientes y le dicen: ;Por qué ternes? Serâs semejante a Dios (Gen. 3,5). Este es el momento mâs peligroso, en que el hijo puede enfermar para siempre. iQué hacer? 4 Quién tendrâ mejores soluciones? ;E1 maestro que se inspira en la razôn y la naturaleza o el que llama a Cristo y sus medios sobrenaturales? Estudiemos las distintas soluciones. b) 1. Son vanas las soluciones sin Cristo La soluciôn racionalista La primera niega el mal y el peligro. Es una soluciôn racionalista; los primeros movimientos de nuestra naturaleza son siempre rectos y no hay perversion en el corazôn humano. Esta filosofia se sonrie ante nuestro problema. iPor qué habrâ de temerse mâs el desarrollo de los instintos del cuerpo que el de los dei alma? Ambos tienen necesidades le­ gitimas; lejos de nosotros, dirân, doctrinas que condenan a una mitad del hombre a los dolores del combate; lejos aquellos sistemas de educaciôn que, bajo el pretexto de dar vuelos al hombre, le imponen cadenas. Dejad al nino libre como la encina del bosque. Doctrina amable en las palabras, pero de consecuencias violentas y crueles. El que ha visto de cerca la ninez no puede hacerse ilusiones. Si la sensualidad fuera el bien, encontraria en el aima la huella embalsamada de la felicidad que pasa. En cambio, la triste experiencia nos dice que el jovencito abandonado a los vientos de la pasiôn termina como ter­ mina siempre el mal, que mancha, deshonra y destruye. ♦ · ' 29S La imprudente abstention de los padres Otra filosofia reconoce que es el gran mal de la ninez, pero inevitable. Si la hora de la crisis adelanta, es un peligro mâs que tampoco puede conjurarse. Muchos padres siguen tal pedagogia, que se reduce a los limites de la abstention prudente. Sin embargo, es criminal. ; Donde podrâ ser aceptada su aplicaciôn? ;Serân los padres los que deban abstenerse en el momento en que los deberes paternos son mâs urgentes? ^Habrâ madré que se desentienda de los peligros de degra­ dation del hijo? ^Cômo podrâ descansar mientras no encuentre un guia, un médico y medicinas? Y îojalâ que el mal tuviese ahi su ùltimo limite! Casi me atrevo a decir que hay padres tan ciegos que quieren remediarlo con el mismo mal, y que bajo el pretext© de moderar los instintos toman el partido de darles libertad y satisfacerlos. ;Serâ el colegio quien deba inhibirse? Enfonces el mal sanado con el mal se multiplica, y ;qué pena dan esos colegios laicos en que, viviendo los ninos en espantosa soledad, se abrasan entre aquellos focos de concupiscentia que, tan proximos los unos a los otros, se comunican sus mutuos ar­ dores! Triste espectâculo el de trescientos o cuatrocientos ni­ nos que en el momento mâs dificil se ven arrojados a una atmôsfera incandescente, mientras que los maestros, en una esfera mâs elevada, permanecen en tranquila indiferencia. 'Λ 3. ; AUTORES VARIOS. GIBIER l\ CURAC1ON DEI. HIJO DII REGl’I.O. 20 DESP. PENT. Reemplazar al cristianisirjo También hay filosofias que creen poder reemplazar al cristianismo en la education. Si la Iglesia tiene su catecismo, 4no ha de tenerlo ella? Pero una sola palabra nos bastarâ para derribar por tierra esos recursos de la education puramente humana: la impotentia. Las doctrinas filosôficas, aun las mejores, no han podido crear la pureza entre los hombres hechos, cuanto mâs entre los ninos. 4 Como tendrâ en los alumnos una eficacia que no tiene respecto a los que la ensenan? San Pablo ha deserito en pâginas mémorables las orgias sensuales de los maestros de la sabiduria antigua, valiéndose de unos términos que son la desesperaciôn de nuestro idioma, y que por sagrados que fueren no me atrevo a repetir (Rom. 1,24-32). Los discipulos fueron peores que sus maestros, y después de Socrates y Platôn, una lluvia de escépticos, materialistas y cinicos fueron, detrâs de Pirrôn: Diogenes y Aristipo, acallando sus remordimientos a medida que crecia su orgullo. Habrâ alguna exception, pero la filosofia moderna no ha sido mâs eficaz que la antigua. Pongo por testigo a los que en su education no han oido mâs preceptos que los de los 299 modernos Socrates y Platones, y verân si hay quien se atreva a decirme: Mi hijo iba a perderse y la filosofia lo ha salvado. No acuso a los hombres, sino a los sistemas. c) Hay que llevar el hijo a Jesûs Esta es la ùnica solution. Para salvar la pureza se necesita algo mâs que las fuerzas y doctrinas naturales. Es necesaria la influentia de un ôrgano sobrenatural y divino, que también puede utilizar un maestro seglar, porque también él puede ser discipulo de Cristo. No pretendo decir que todo nino educado cristianamente esté por completo inmunizado de la caida y aun del vicio, porque a veces, con su libertad, es mâs fuerte que todo el espiritu de sacrificio que se despliega junto a él ; mâs fuerte que Dios mismo, que respeta esa voluntad y no quiere que su pureza sea fruto de la violentia. Reconozco caidas tristes, pero es imposible negar que la mayoria de los ninos que crecen bajo la sombra de la doctrina cristiana son tan puros como la debilidad humana consiente. Existe la pureza en el mundo, y mâs de lo que se imaginan a veces los contrarios, y generalmente llevando en la trente el signo auténtico de la education cristiana. Porque Cristo tiene iluminaciones y fuerzas de que carece la filosofia, por medio de su doctrina, de sus sacramentos y de las personas que se completan mutuamente, haciendo de la education cristiana la gran escuela de la pureza. El cristianismo contiene todo lo que puede1 haber de eficaz en la filosofia espiritualista, pero ademâs ensena al nino que su cuerpo es templo del Espiritu Santo, que su inocencia costô la sangre de Jesucristo, que su ideal es la pureza del cielo y de la Virgen Inmaculada; la religion enciende idéales que no conoce la razôn fria. Y junto a ello da una fuerza de que carece la voluntad por si sola, porque no es linicamente luz, sino robustez. Filôsofos, vuestro nombre es el signo de la fuerza, y estâis llenos de debilidad. En Cristo, por el contrario, se encuentra el alimento fortificante y regenerador de la gracia; los sacramentos son su medio normal. A todo lo cual hay que anadir el tercer medio eficacisimo: la vida sobrenatural de las personas que rodean al nifio. iPadres! Esta es vuestra vocation: Sed como Jesu­ cristo para poder llevar vuestros hijos a Jesucristo que los preserve. X. MONSENOR GIBIER ue hay que preocuparse de curar sus No basta tener hijos, sino que i enfermedades morales, vigilandolosj y llamando a Jésus si fuere pre- . 300 ' > Λ LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RF.GU1.O. 20 DESP. PENT. SEC. 5. /SUTORES VARIOS. GIBIER ciso (cf. Los tiempos nuevos: La familia 5.» ed., Pierre Teqni, Pa­ ris 1927, p.2.1 c.1-3 p.iSi-212). A) 2 La educaciôn, obra del amor No basta tener hijos si a la cantidad no se agrega la calidad. Lo contrario es una desgracia; tenéis el deber de educar a los hijos, esto es, de enderezarlos al cielo. La instruction no es la educaciôn. Es necesaria una formation profunda que llegue a las raices del espiritu. La educa­ tion ha de ser, en primer lugar, una obra del amor, pero un amor inteligente y cristiano, tal como me aseguraron ciertos amigos, a quienes hice ver que también otros amaban a sus hijos y, sin embargo, no obtenian el mismo fruto que ellos. a) Amor inteligente El amor inteligente distingue lo accesorio de lo principal y sabe que los hijos tienen un cuerpo y un aima a los que importa atender. Hay que precaver toda clase de accidentes y medios insalubres que puedan deformar el cuer­ po y alimentario y vestirlo para llevarlo a la plenitud de su vigor y de su belleza. En cuanto a esto, los padres suelen pecar mâs bien por exceso que por defecto. Pero iqué im­ porta que los hijos tengan una constitution vigorosa, si el aima vive enclenque? El 91 amor inteligente prefiere el aima al cuerpo y el fondo a la forma, o sea que, sin despreciar los buenos modales de la education cortés, estima mâs todavia la verdadera correction interna, en contraposition a tantos padres a quienes no interesa mucho que su hija sea instruida y sôlidamente piadosa, con tal que aparezea distinguida y elegante. Mâs que a la solidez de los materiales, conceden importanda a que sea agradable el exterior del edificio, hasta que llega el viento y lo derriba. El amor inteligente aprecia también mâs la virtud que la ciencia, porque esta no es suficiente por si misma, sino que depende del uso que de ella se haga. La virtud es el aroma que impide a la ciencia corromperse. Entristece, en verdad, ver que algunos padres se preocupan dei cerebro de sus hijos y descuidan la education de su corazôn y la formation de su conciencia. b) Amor cristiano El amor inteligente prefiere el aima al cuerpo, el fondo a la forma, la virtud a la ciencia. El amor cristiano coloca a la piedad por encima de todo; créé, obra y ruega. 301 1. Cree Créé en dos cosas: En la realidad dol cielo y en la fecundidad de la gracia. 1. ’ En la realidad del cielo El padre cristiano ve en sus hijos a los herederos del cielo. No sé qué profesor, alla por el siglo xvi, ténia la costumbre de explicar sus lecciones con la cabeza descubierta por respeto a los futuros consules, doctores y maes­ tros que saldrian después de sus aulas. Padres, en vues­ tras casas tenéis algo mâs que eso, tenéis a los elegidos del Espiritu Santo, a los herederos del Padre Eterno, que os los ha encomendado para que los llevéis a El. Si no los educâis cristianamente se les cerrarâ el cielo, no serân ele­ gidos, irân a la ciudad de las lâgrimas en vez de ir a la feli­ cidad de Dios. 2. ° En la fecundidad de la gracia Pero el padre cristiano, ademâs de creer en esta realidad de la bienaventuranza, créé en la eficacia de la gra-^ cia y sabe que sus hijos necesitan de ella para preservarse en las batallas de la vida y vencer. ; Cuântos padres Horan en su ancianidad porque no entendieron a tiempo la necesidad de un freno y ayuda religiosa para sus hijos! 2. Obra Es también un amor que obra conforme a su fe, tomando a pecho el trabajo de afirmar en sus hijos los conocimientôs, la posesiôn y la prâctica de ellos. Los padres son los primeros catequistas de la ciencia cristiana de sus hijos, a quienes relacionan con el sacer­ dote para que éste complete las ensenanzas de la familia, en la que la conversation y el trato corriente perfeccionan a su vez las ensenanzas dei sacerdote. Y como el conocimiento no basta, se muestran particularisimamente acti­ vos en llevar a sus hijos a una prâctica de la que ellos son modelos. Oration comûn, misa dominical, ayunos y vigilias, confesiôn, etc. 3. Ruega Y, sobre todo, es un amor que ruega, porque sabe que si el Seiior no guarda la ciudad, en vano vigilan sus centinelas (Ps. 126,1). Conocido es el ejemplo de Santa Monica. El amor cris­ tiano debe rezar no sôlo por la salud del cuerpo, sino mucho mâs por el porvenir eterno de las aimas. I ,· 302 LA CVRACIÔN DEL HIJO DEL RËGULO. 20 DESP. PENT. B) La educaciôn, obra de la autoridad que vigila a) El amor six autoridad serîa estéril e incompleto Los jefes de Estado cclccan alredcdor de sus fronteras las fortificationes, que dicen a los enemigos exteriores: Yo vigilo; y protegen después la seguridad interior, colocando a los magistrados en sus sitiales para que digan a los de dentro: Vigilamos. Quitad la autoridad que vigila y desaparecerâ la patria, destruida por los enemigos de fuera o disuelta por los de dentro. Los padres son los reyes de esta sociedad, por lo cual podemos decir: Sin vigilancia no hay educaciôn le· Vamos a hablar, primero, del ejemplo mâs triste, de esos muchachos nacidos en una buhardilla en la que la pereza, la ignorantia o el odio parecen haber hecho man­ sion. Crecen sin conocer las alegrias del hogar, rodeados de malos ejemplos; por escuela, la calle; por templo, la taberna; el taller, adonde marchan sin emulation ni gusto... ^Qué ocurrirâ? Cuerpos destrozados, aimas envenenadas... Mi rem os ahora otro espectâculo que llama menos la atenciôn porque es mucho mâs frecuente. Se trata del hijo medianamente vigilado y cuya adolescenda rodea la impiedad dei mundo con mûsica voluptuosa, que agrada sus oidos, y los libros y periodicos que iûficionan su aima de incredulidad e inmoralidad. ... Daos cuenta, padres, del peligro de las lecturas y con­ versationes, de los colegios, pensiones y talleres, de la oficina, de la calle, de los domingos, y convenceos de que todo ello conspira para matar el aima de vuestros hijos. ;Qué hacer? ^Suspirar? Eso no sirve para nada. Tened siquiera el mismo cuidado que ponéis en vuestro dinero, por­ que a buen scguro que no lo dejâis abandonado por encima de las mesas, iDonde estâ vuestro hijo? No lo sabéis. ;Qué amigos tiene? Lo ignorais. ;Qué lee? No os preocupâis. ^Cuâles son sus pensamientos, tentaciones, caidas? No os importa. Cuando caiga, no me digâis que no ha sido vuestra la culpa, porque o no vigilasteis o vigilasteis insuficientemente, y ese hijo pecador no es mâs que una victima de vuestra imprevision paterna. 2. La educaciôn exige mucha vigilancia Vigilad en pr’mer lugar vuestra casa. No hablo ya de esos hogares malditos y pestilentes... Pero ;cuântos otros mal vigilados y abiertos a las companias y amistades sospechosas, lecturas malsanas!... jCuânto joven y cuânta muchacha SEC. 5. UTORFS VÀRtOS. GIBIER 303 arruinaron su candor con un libro que cncontraron en su mismo hogar! Ved como habéis laicizado las costumbres. En lugar del catecismo, la novela, que es, por régla general, el catecismo del impudor; en vez del Evangelio, la publication diaria y a veces la mala publication, esto es, el evangelio del escândalo y de la mentira; en lugar de vida de santos, folletos y revistas con fotografias que debian obligar a cerrar los ojos mâs atrevidos. Si en materia de lecturas y grabados no podéis prevenirlo y evitarlo todo, por lo menos haced que no entren en vuestras casas. Vigilad el colegio; no confiéis vuestros hijos sino a maes­ tros que tengan la misma concientia que vosotros sobre la religion, el honor y la patria. Les dais cristianos para que los eduquen; no consintâis que os devuelvan paganos. ;Cuântos pecados de omisiôn en esta materia! Vigilad el taller, elegidio lo mejor que podâis, y, cuando menos, contrarrestad su influencia malsana, si es que existe. Vigilad el mundo donde viven, donde respiran; procu­ red advertirles, armarles y hacerles fuertes soldados que luchen para no caer. Decid como Jesûs: Senor, no te p do que lo quites dei mundo, sino que los guardes del mal que hay en él (lo. 17,15). El mal los rodea en multiples formas: el teatro, el cine... Los mâs débiles mueren, pero todos sufren. Cc-n vuestra vigilantia, disminuid estos ptiigros. b) Autoridad que reprime La autoridad de que hablamos no debe tener ùnicamente ojos que vigilen, sino manos que tiren de las riendas. Hay que amar, y porque se ama, vigilar, mandar y sujetar. 1. Inutilidad de los ipadres sin autoridad que sujete Luis XVI decia a su ministro Malesherbes: “Feliz usted que puede dimitir”. Padres, vuestra autoridad no puede dimitir tampoco; tenéis que sujetar y hasta, si hace falta, castigar. No me digâis que vuestro hijo no quiere. ^Para qué es­ tâis en la tierra sino para hacerle sentir vuestra autoridad ? Si se acobarda el guia y el maestro... ^Rey constitucional que no gobierna? Sed todo lo carinoso que querâis, pero que vuestro carino no llegue a la debilidad. Sabed decir en el momento preciso: Hijo mio, ahi estâ el peligro y no irâs. —Pero, padre, yo no pienso ofender a Dios ni perder mi aima. —Sin embargo, no irâs. —Pero i es que no soy libre ? —Pues no irâs.—Por desgracia, muchos padres no saben hablar asi. Η/.Λ* VG -Λ* ·v»* -J: ■■ 304 l \ CI’RACIÔN b!l. nijo Bl I RÈdÜF.O. 2<· Bl SI*. PI NT. Sl-C. 5. AUTORES VARIOS. FIT.Î.ÎON — ■ ■■ M M—■ ■ ■ ■ Mm· ■» - — «I ■ ■ ■ · M ■ ■ ..... ■ ■ ■ ■ ■ ■ y Las costunibres han cambiado; antes se obedecia mejor que ahora. “Las costumbres han cambiado... Y i quién tiene la culpa de ello, sino vosotros mismos, padres y ma­ drés, que, capitulando ayer ante los caprichos del nino, os habéis preparado para capitular hoy también ante las pasiones del adolescente?’’ Cuando un caballo es mâs fogoso, cuando un torrente mâs impetuoso, se cogen las riendas con mâs fuerza y se construyen diques mâs robustos. El hijo mal educado es un caballo indomito, una corriente desbordada. 2. Inutilidad de los hijos sin autoridad que sujete El mal no exige nada, basta con dejarse llevar. El bien requiere grandes esfuerzos y remar contra corriente. El mal no necesita cultivo, nace sin preparation y crece en el abandono. ‘ JM hombre es naturalmente bârbaro y la bondad no crece en él si no es con un cultivo muy hondo; he aqui una verdad que no hay que olvidar nunca. Por lo tanto, la education consiste en sujetar la in­ clination de los instintos, sembrar la semilla buena y hacerla que fructifique, enseriando a los hijos a que luchen y se esfuercen. Esto les repugna. iCreéis que bastarâ, para educarles, acostumbrarlos a frecuentar la oration y los sacramentos? No, porque esta ayuda sobrenatural nunca dispensa del esfuerzo personal. Se requiere que les ensenéis a contenerse y a vencerse, que les infundâis el horror al mal, que les hagâis laboriosos y trabajadores, que les ensenéis a vigilar y no a dormir, a vencer y no a ceder. Hay que decirle a la hija: A arreglar la casa, a trabajar desde temprano, aunque llore, sujetando su sensualidad precoz e inconsciente, su vanidad instintiva y su indolencia perezosa. No os importe hacer sufrir con esto a vuestros hijos; no creâis que el dolor es un veneno, porque es el alimento del alma. iDesgraciada la hija que se acostumbrô al lujo miemtras que su familia no ténia brazos suficientes para conseguir el alimento necesario!... ;Desgraciados tantos jôvenes, hijos de clases acomodadas, que llegados a la edad viril no sirven para nada absolutamenteî... XI. FILLION Resultaj] muy interesantes para ilustrar el pasaje evangélico de esta dominica algunas de las considerationes que sobre los milagros del Senor se cncuentçan en la conocida obra de este ilustre sacerdote de San Sulpicio, y que seguidamente extractanios (cf. Les miracles de N. S. Jesus-Cliriss t.i c.S, Paris, P. Lethielleux, 190g, p.136). A) -» ■ ■■ I Mm ■ —-- 3Ù5 - Caractères generales de los milagros. Los milagros, obra de misericordia Conviene tener una idea de conjunto sobre los milagros del Sefior, para comprender mejor su alto alcance con re­ lation a Cristo y a nosotros mismos. Los milagros, salvo raras exceptiones, fueron manifes­ tae ones esplendorosas de la misericordiosa bondad del Maes­ tro, cuyo trazo visible encontramos en el Evangelio, que la senala como motivo determinante de muchos de ellos. Al sa­ lir de una barca vio una muchedumbre numerosa, tuvo compasiân y curo a los enfermos (Mt. 14,13-14; Me. 6,34-36). Unos dias mâs tarde se compadece del hambre de los que le siguen y multiplica los panes (Mit. 15,32; Mc. 8,2). En Jericô, ante unos ciegos, tiene piedad de ellos (Mt. 20,29 ss.; Mc. 10,46-52; Le. 18,35-43), toca sus ojos y en seguida re­ cobran la vista. Los mismos sinôpticos (Mt. 20,34; Mc. 1,41 y Le. 7,13) narran otros casos semejantes, utilizando siem­ pre el verbo griego σττλαγχνίζω', que quiere decir: emocionarse de piedad hasta las entranas. a) ILUMINABA LAS ALMAS Y REMEDIABA LAS NECESIDADES MATERIALES Siendo pobres la mayor parte de los enfermos curados por el Sefior, remediaba en ellos dos males, pues a un tiempo iluminaba sus aimas y aliviaba las necesidades de orden ma­ terial. Vistos asi los milagros de Jesûs, forman una parte esencial de su oficio de Mesias (Mt. 8,17; 12,15-20), y su ca­ ridad le ha rodeado de una aureola de grandeza moral ùnica en la Humanidad. El cardenal Wisseman escribe el pârrafo siguiente (cf. Mé­ langes religieux, scientifiques et littéraires trad, francesa p.84) : “Los judios consideraron también los milagros del Sefior bajo este aspecto, adnrrândolos, no solo como pruebas 'evidentes de un poder sobrenatural, sino como seûales de bondad inmensa. Si los milagros hubiesen sido muestras ùnicamente de su poder, no hubieran despertado en ellos otros sentimientos que los de temor, y si la higuera seca y los cerdos de Genezaret ahogados en el mar hubiesen sido las ùnicas seriales de su grandeza, el pueblo no hubiera gritado: Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oir y a los mudos hablar" (Mc. 7,37). b) No LOS REALIZÔ EN BENEFICIO PROPIO Adquiere una gran fuerza (la consideration que venimos haciendo) si nos damos cuenta de que Jesiis no realizô ni un 306 —------- i \ Cl RAC10N DEI. HIJO DEL RÉGULO. 20 DHSl’. PENT. Γ·'Γ' “ ’""J -■ 1 “'n'- ' — ’ 1 ------- - ■■! prodigio en beneficio propio. Suf re el hambre en su ay uno de cuarenta dias, pero no quiere, cosa fâcil para él, convertir las piedras en pan (Mt. 4,2-5; Me. 1,12-13; Lc. 4,1-4). Tiene sed al pie de un pozo, pero no hara saltar el agua milagrosa de que habia a la Samaritana... (Io. 4,13-14). Permite a sus verdugos poner las manos sobre El y matarle, cuando no té­ nia sino que expresar un simple deseo a su Padre celestial para que llegaran en su defensa doce legiones de ângeles (Mt. 26,53). B) a) Otros caractères No LOS HIZO SIN NECESIDAD Nunca obrô un milagro sin necesidad, y todos ellos correspondiendo a una necesidad fisica o moral. Satisfechas las necesidades, el taumaturgo se convierte en economizador; multiplica cinco panes para que coman cinco mil hombres, y en cuanto terminan manda recoger los pedazos que sobran (Mt. 14,20; 15,37; Mc. 6,43; 8,8; Lc. 9,17; lo. 6,12-13). No creyô necesario ejecutar ningûn prodigio en sus treinta primeros anos, y no lo hizo (Lc. 2,51-52). b) Siempre con serenidad y sencillez La serenidad y sencillez le acompaûan en sus prodigios, y si llora ante Lâzaro, llora y se emociona no por su resu­ rrection, sino por su muerte (lo. 11,35). Siempre sencillo y modesto, para él resucitar un muerto es como despertarle del sueno (Mt. 9,24; Mc. 5,39; Lc. 8,52; lo. 11,11); nunca encontramos la menor duda ni el menor aparato. c) Los MEDIOS, SENCILLÎSIMOS Los medios son sencillisimos; una palabra, un gesto, una amenaza al demonio, un mandato a la enfermedad. d) SEC. 5. AUTORES VARIOS. FILLION INSTANTÂNEOS Generalmente la curation se produce en un momento, y sôlo conocemos el caso del ciego (Mc. 8,23 ss.) que fué recobrando la vista poco a poco. No hay nada que se résista a Jesûs; los enfermos, en cuanto se curan, pueden dedicarse a sus ocupaciones. Verificado el prodigio, la naturaleza vuelve a su curso habituai: la joven hija de Jairo no es un ser 307 extraordinario, sino una muchacha que vuelve a corner como otra cualquiera, sujeta a las condiciones ordinarias de la vida (cf. Mc. 5,42-43; Lc. 8,55). e) Esperaba que invocasen su bondad o poder Generalmente el Senor esperaba que llamasen directamente a su bondad o poder; por ejemplo, las bodas de Canâ (lo. 2,3-4), Jairo (Mt. 9,18; Mc. 5,23; Lc. 8,41), el Centu­ rion (Mt. 8,5-7; Lc. 7,3-6). Sin embargo, en algunas ocasiones toma la iniciativa movido por la misericordia, como ocurriô con la viuda de Nairn (Lc. 7,13-15). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS SECCION VL TEXTOS PONTIFICIOS d) EVANGELIO A) a) U uCreyô el hombre en las palabras que le dijo Jésus» La FE ES UNA VIRTUD SOBRENATURAL, POR LA QUE CREEMOS LAS VERDADES REVELADAS POR DlOS «La Iglesia profesa efectivamente (Cone. Vatic., ses.3 c.3) que la fe es una virtud sobrenatural por la que, bajo la inspiraciôn y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por El es verdadero ; y lo creemos no a causa de la verdad intrinseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razôn, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no puede enganarse ni engafiarnos» (Leôn XIII, Satis Cognitum n.30). f b) -i.. Y QUE NOS OBLIGA AL ASENTIMIENTO DE TODAS Y CADA UNA DE LAS MISMAS «Al contrario, quien en un solo punto rehusa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehusa someterse a Dios en cuanto que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe (cf. S. August., Enarrat, in Ps. 54 η.19: PL 36,64). En muchos puntos estân conmigo ; pero a causa de esos puntos en los que no estân conmigo, de nada les sirve estar conmi­ go en todo lo demâs» (Leôn ΧΙΠ, Satis Cognitum n.30). c) La 309 fe es un poderoso tesoro que nos prépara Y procura la vida eterna qué recompensa, mâs preciosa que el dinero, no seria ahora, no habria sido durante todo el dia una palabra, una mirada, una son­ risa verdaderamente humana que la hiciese sentir aquel vinculo que establece la naturaleza también entre amos y criados ?» (Ρίο XII, ibid., n.312). t) La DUENA DE LA CASA DEBE OBRAR, PUES, COMO UNA MADRE CON SU HIJA «jCuântos y cuâles modales no menos luminosos nos proporcionarfa la historia de las familias cristianas ! Hojead las pâginas, y a trevés de los siglos veréis, con mâs frecuencia de lo que pensâis, a la dueûa de la casa que, cuidadosa como una madré, acoge a la criadita como a una hija, inicia a la inexperta, la ayuda en su poca destreza, la desp’.iega en sus encogimientos, pone finura y luz en sus tosquedades, sin peligro de aquella sencillez, ingenuidad e inocencia que forman la gracia de una jovencita que pasa del campo a la ciudad y franquea un umbral acomodado. Podréis ver a aquella jovencita responder a las oraciones que reza el padre de familia ; la podéis observar toda conmovida en su timidez al recor dar las oraciones que en aquella misma hora ofrecen a Dios en su pueblo sus seres queridos» (Ρίο ΧΠ, ibid., π.308). FIEL, MUCHAS VECES, PASADOS LOS ANOS EN LA FAMILIA, SE HACE IMPRESCINDIBLE EN EL HOGAR riQué hermoso es ver mâs tarde a estas sirvientas y a estos criados crecidos junto al hogar de sus seriores y contemplarlos prodigando cuidados y respetuoso cariiio junto a las cunas que vienen a alegrar la casa ! Entonces le solicited y benevolencia de los se üores se transforma en confianza con el criado o la sirvienta, quie­ nes, sin abusar nunca y sin falter a una discreta reserva, ejercitan sobre los niûos la vigilancia que se les encomienda. Y estos ni- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 325 nos, hecbos adolescentes, heclios hombres, conservarân en sus cases sincera gratitud y respeto hacia quienes, entrados ya en anos y eucanecidos, sirvieron a sus abuelos y a sus padres, y vieron nacer una o dos generacioues. Los aûos vuelan, amos y criados envejecen, las arrugas surcan sus frentes, los cabellos caen o se blanquean, y las espaldas se encorvan, sobrevienen las horas de las enfermedades y de las pruebas. Entonces entre amos y criados parece que los lazos se estrechan coda vez mâs y que el servicio se cambia en una como amistad entre dos viajeros que, fatigados en el camino de la vida, se apoyan uno sobre otro para seguir adelante» (Ρίο XII, ibid·, n.309). V) ASÎ CONCEBIDA, TIENE SU BELLEZA LA VIDA DE LOS CRIADOS EN LA FAMILIA ■--<. 330 IK CVRACIÔN DEI. MIJO DU. RÉGDI.O. 20 DI SI·. PENT. SEC. 7. MISCILANEA HISTORIC* Y MTERARIA 331 I ·'. 7 I * *< ■if ■ ' • ' · Λ’« · ; nâninia, postrôse de hinojos y orô a la Virgen con dolorosa majestad. Miraba de cuando en cuando al pequeüo, besaba su carita ardiente y tornaba a implorer a la Seùora. Pasô la maûana y la tarde. La noche transcurriô en vêla de oraciôn constante, sin que nadie interrumpiera la porfiada rogativa. El uino quemaba como brasa de fiebre, que no dejaba reposar su organismo ajetreado y nervioso. EL RÉGUi.O. 20 DESP. PENT. SEC. ΙΠ. Circunspccciôn y cautcla (“Sum. Thcol.” 2-2 q.48 y 49 a.T y 8). Ambas son partes integrantes de la prudencia; pero difieren una de otra. La circunspccciôn es primero y la cautela después. :k La circunspecciôn. Examina las circonstanciés que rodean la obra. La misma palabra lo dice. Algo en si bueno pudiera ser menos bueno o malo Be­ gun las circunstancias. Dar una muestra de afecto es en si bueno; mas si va a interpretarse como adulaciôn no seria conveniente. Ir a la iglesia a rezar o dar limosna es en si bueno; mas si por esto se disgutara el marido, pudiera ser no con­ veniente. La circunspecciôn examina todas las cir­ cunstancias; cuâles son buenas y cuâles malas. Necesario es esto para ver si conviene o no la obra. “Vivid circunspectamente... Como los sabios”, que prop o es de ellos mirar detenidamente si una cosa es o no conveniente. “No como necios”, atropellada y descompasadamente. La cautela. Aparta los impedimentos... Quita lo malo para abrazarse con lo bueno. Por eso es posterior a la circunspecciôn. Esta examina las circunstancias y ve si son o no buenas. La cautela aparta las malas y elige las buenas. Circunspecciôn y cautela se completan. “Caminad cautamente”, es decir, esforzaos con diligencia en procurar una cierta seguridad de que lo que vais a obrar no os aparta de Dios. IV. Normas de cautela. El mismo Apôstol las senala en la epistola de hoy. Dirîase que toda ella es el desarrollo del “caute a?nbuletis”... “No seâis insensatos, sino entendidos de cual es la voluntad del Senor”... (v.17). “No os embriaguéis de vino, en el cual estâ la 11viandad; llenaos, al contrario, del Espiritu” (v.18). Cantad en vuestros corazones" (v.19) y “dad gracias a Dios por todas las cosas, en nombre de Jesucristo”... (v.19 y 20). He aqui excel entes nor­ mas de cautela: mirar lo bueno y lo positivo y entusiasmarse con ello para realizarlo (cf. supra, “Apuntes exegético-morales” p.208, b, 1). V. Removed obstâculos. A. “No seâis insensatos”. Imprudente, necio y poco cauto es el cristiano que no aparta de si los obs­ tâculos para su crecimiento. VI. La A. B. A. B. C. GUIGNES BOMÎLÉnCOfl 337 La cautela le présenta lo bueno y positivo para que lo ejecute, mas antes le manda hacer caso de lo malo para desterrarlo. El principio del adelantamicnto estâ en la purificaciôn del aima. Necesita* mos arrancar de nuestro corazôn las espinas de faltas, imperfccciones y defectos. La cautela llama a la mortificaciôn. No se puede caminar con cautela sin luchar contra nuestra sensualidad, nuestra comodidad, nuestra volubilidad, nuestro orgullo. La cautela exige vencimiento de si mismo. desasimiento de los sentimientos personales y del amor propio. cautela en San Pablo. El Apôstol realiza lo que ensena. El caminô en verdad como sabio. El refleja fulgores de prudencia y cautela. Prescinde y déjà todas las cosas para encontrar a Cristo. “Cuanto tuve por ventaja lo reputo dano por amor de Cristo. Y aun todo lo tengo por dano a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesûs mi Senor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por estiércol con tal de gozar a Cristo y ser hallado en El, no en posesiôn de mi justicia, la de la Ley, sino de la justicia que procede de Dios” (Phil. 3,7-9). cautela del mundo. '6 Adonde caminan tantas almas alocadas? Las veo ir todas las mananas a comulgar. Pero luego... viven en el mundo, participando de sus ma­ ximas y costumbrcs. Todo les parece bueno. Nada entraüa peligro. Pviense mâs bien de las personas que tal sienten. Ellas pueden probarlo todo y saborearlo todo. Son aimas necias; caminan sin cautela. Se quiere formar un género de piedad sin mor­ tificaciôn ni renuncia. Piedad que se cubre con el ropaje aparente de la visita a un pobre o el do­ nativo o la limosna. Mas si no hay mortificaciôn, no se darâ la cautela; sin ésta no es posible la prudencia. Y perfecciôn sin prudencia, no es verdadera perfecciôn. Caminad con cautela... Caminad circunspectamente... para que vuestras obras seau siempre con­ formée a la voluntad de Dios. *·* < : 8. LA CURACION DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 339 Contra cl mundo. 1. Primera cautela. No apegar el corazôn a nada, ni persona ni cosa de este mundo (cf. supra, p.253, b, 1). Para esto : Cautelas en San Juan de la Cruz ■v- ? •J Λ I. Las cautelas. A. La primera palabra de la epistola sugiere un co mentario a un bello trozo de San Juan de la Cruz. “Caminad con cautela”, dice el apôstol San Pa­ blo. Y San Juan de la Cruz trae un pequeno tratadito sobre las cautelas. El santo Doctor lo di­ rige a las carmelitas descalzas de Béas (cf. su­ pra, p.252-257). B. Parece que son cautelas para religiosos. Mas han de aplicarse también al verdadero cristiano, al que quiere ser verdaderamente religioso y llegar a la perfecciôn. IL Cautelas para la perfecciôn. A. La perfecciôn no es otra cosa que la total conformidad de nuestra voluntad con la de Dios. “Ve­ ritatem autem facientes in charitate” (Eph. 4,15). B. Las cautelas de San Juan de la Cruz no son mâs que avisos para caminar con seguridad por el ca­ mino de la voluntad de Dios; “para llegar en bre­ ve al santo recogimiento, silencio, espiritual desnudez y pobreza de espiritu, donde se goza el pacifico refrigerio del Espiritu Santo, y se llega un alma a unir con Dios, y se libra de todos los impedimentos de toda criatura de este mundo" (cf. supra, p.252-257). HI. Principio indefectible. A. Es no faltar nunca a lo que le obliga su estado (cf. supra, p.252-253, A, a, 1). La manifestaciôn inequivoca de la voluntad de Dios es nuestro pro­ pio deber. Por eso el de San Juan de la Cruz es principio que no falla. Cuanto mâs se perfectio­ ne el cumplimiento de la obligation del deber, mâs cerca de Dios se estâ. B. Todo aquello que estorbe o aparté del propio de­ ber, hay que desterrarlo como malo. Para que la voluntad esté siempre firme en él, para que pueda defenderse de sus enemigos, San Juan de la Cruz establece lo que propiamente son las cautelas: a) contra el mundo; b) contra el demonio, y c) contra la carne. 2.° Ten a todos como por extraHos..., olvidalos a to­ dos.... no ames a unos mâs que a otros... /ima y olvida a todos por igual. De otra forma, no podrà el aima librarse de las im­ perfectiones y daflos de las criaturas. 2. Segunda cautela. 1. · Ningûn culdado ni prcocupaciùn por cosas materiales. 2. ’ .Iborreccr toda manera de poseer... 3. · liuscar solamente el reino de Dios y su justicia (cf. supra, p.254,2). 3. Tercera cautela. Muy sabia, en verdad. Aunque directamente encaminada a los religiosos, puede acomodarse muy bien a todos : que os guardéis «con toda guarda de no poner el pensaniiento y menos la palabra» en lo que dicen o hacen otros. Nos exponemos a equivocarnos y perderemos la paz si estamos pendientes de otros (cf. supra, P-254.3)· b) Contra el demonio. i. Primera cautela. Pare que nunca el demonio te engane, nunca liagas cosas fuera de orden o fuera de obediencia (cf. supra, p.255, c, 1). 2. Segunda cautela. Mira al superior como a Dios (cf. ibid., 2). 3· Tercera cautela, Humiliate siempre eu el fondo del corazôn con el pensaniiento, la palabra y la obra (cf. supra, P· 256,3). c) Contra la carne. 1. Primera cautela. Todos cuantos te rodean son como instrumentes de Dios para labrarte en la perfecciôn. Por tanto, lias de estar sujeto a ellos como la imagen lo estâ a quien la pinta (cf. su­ pra, p.256-257, d, 1). 2. Segunda cautela. Jamâs dejes de liacer las cosas por la falta de gusto o sabor, si conviene para la gloria de Dios que se liagan. Por el contrario, no hacerlas por el solo sabor o gusto si no conviene hacerlas tanto como las desabridas (cf. ibid., 2). 3. Tercera cautela. Nunca poner los ojos en lo sabroso ; antes bien, buscar lo duro, trabajoso y desabrido (cf. ibid., 3). IV. “Caute ambuletis”. Ahi estân unas normas claras y seguras para encontrar en todo a Dios y vencer a nuestros enemigos. Por nuestra parte exigen esfuerzo y lucha. Mas todo quedarà compensado. Se predica mucho la renavaciôn dei mundo. Hay que partir de la renovaciôn de las aimas. Aimas que se entreguen a Dios y sean luz de un mundo entenebrecido... Aimas que vayan siempre derechamente a Dios... 4 i i1 ·. - 340 SEC. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. 8. GUIGNES HOMH.ÉTICOS 341 igual para que no veamos que transcurre y se acaba. 3. Ezequfas en su cuadragésimo afio creyô que aca* baba de nacer (Is. 38,1-22). c) Es pcllgroso. Estâ rodeado de tentaciones por todas partes. Aprovechamiento del tiempo I. El tiempo es malo (cf. supra, “Apuntes exegéticomorales" p.209, 2 y 3). A. Porque es mudable. û) 'No sabéis cuàl serâ vuestra vida de maiïana, pues sois humo que aparece un momento y al punto se disifa» (lac. 4,15). b) 'Son las naciones como gota de agita en cl caldero, como grano de polvo en la balança. Lxis islas pesan lo que el polvillo que se lleva el viento...» (Is. 40,15). c) tVanidad de vanidades y todo vanidad» (Eccl. 1,2). B. Porque pasa râpido. La vida es una representation tealral cuyos papelcs tenninan râpida c inesperadamente. b) 'El tiempo no es otra cosa sino un camino hacia la muerte. Morhnos cada dia porque en cada uno de ellos perdemos una parte de nuestra vida; credendo, decrecemos...; al entrar en la vida comenzamos a sa­ lir de ella» (cf. S. Agust., «De civ. Dei» I.13 c.io: PL 41.383). c) La vida es un torrente de aguas que se précipitait sucedicndose unas a otras para 'ter minar todas en cl mar (cf. Id., «Enarrat, in Ps. 10», 7 : PL 36,135). a) C. Porque es triste. a) Estâ lie no de miserias. 1. La grandeza es un suefio. 2. Ιλ riqueza, un engafio. 3. Por todas partes hay pobreza, hambre, enferme· dades. 4. La juventud es muy breve ; la vejez, achacosa. 5. Las palabras se las lleva el viento ; la gloria es humo ; la nobleza, sangre envejecida ; la sociedad, agitaciôn ; el matrimonio, muchas veces cadena. 6. El tiempo es une madre con muchos hijos : culdados, pérdidas, enfermedades, vicios ; y al final, todo sombra, vapor y suefio (cf. S. Gregor. Nazianzeno, «Orat. de cura pauper.» : PG 36,340). 7. «Mis dias son como sombra que se alarga y me he secado como la hicrba> (Ps. 101,12). b) Es engaûador. 1. Imita la eternidad. 2. Nos quita un instante y nos da otro exactamente II. Hay que redimir el -tiempo. A. El tiempo puede hacerse utilisimo y bueno. Es el talento que Dios nos Ita dado para que negociemos con él. 1. Si pasa, da lugar a una eternidad inmutable, granjeada con él. 2. Si cambia, nos ensena la fugacidad de todo lo terreno y podemos convertirlo en algo feliz permanentemente. 3. Si estâ lleno de miserias, podemos elevarnos me­ diante ellas a Dios. b) Sus tentaciones pueden robustecer nuestra virtud. a) B. El valor del tiempo. El valor del tiempo nos lo cnseüan los santos en cl cielo. Nos lo enseüarian los réprobos y almas del purgatorio si se les conccdiera un momento para arrepentirse y amar a Dios. b) aSiervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho» (Mt. 25,20). c) 'Los padccimientos del tiempo présente no son nada en comparaciôn con la gloria que ha de manifestarse en nosotros» (Rom. 8,18). d) Feliz el que termina su vida didendo que no ha corrido en uvano» (Phil. 2,16). a) ΠΙ. Uso que hacemos del tiempo. A. En el orden natural. a) b) jCuânta energia y tiempo desperdiciado! La sola lec­ tura de un perlôdico nos hace ver con sus sectiones inutiles el tiempo que malgastan los hombres. Con el tiempo perdido en niûerias habria lo suficiente para aprender un idioma. Con el tiempo des­ perdiciado por los empleados de una oficina habria lo suficiente para montar otra. Con el que malgastan los obreros, para erigir una nueva industria... B. En el orden sobrenatural. a) b) En nuestra santificaciôn. En el apostolado. C. ;Cuanto tiempo sin redimir! ;Cuânto cielo sin conquistar! LA CCRACIÔN DLL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. II. Es pecado mortal. Cuando la Sagrada Escritura emplea estas locutiones es serial de que el vïcio reprendido es considerado como pecado mortal. f,Por qué? Por dos razones. A. Ataca lo esencial de nuestra naturaleza. La em­ briaguez ataca lo que es esencial en nuestra natu­ raleza. Leamos nuestro trozo de San PabQo. a) Es hombre prudente el que imita a Dios (Eph. 5,1). A Dios le imitamos en el orden natural participando de sus perfecciones rcflejadas, y en el sobrenatural, mediante la devaciôn de esas mismas perfecciones al orden dn-ino. b) Ahora bien, la perfecciôn espectfica del hombre y con la que refleja a Dios es su racionabilidad, compuesta de entendimiento y voluntad. En cl orden natural so­ mos la imagen de Dios, porque somos seres intelectuales, y en el sobrenatural, porque esta nuestra ra­ cionabilidad ha sido Nevada a un conocimiento y voliciôn de jerarquia divinizada. Vivir como sabios, esto es, sin pecar, γ no como ne­ cios, esto es, en pecado (v.15), es vivir en esa imitadôn divina, conseguida mediante cl desenvolvimiento natural de nuestra racionabilidad. Ahora bien, la embriaguez, perturbando cl uso de la GUTONES HOMILÉTICOS 343 razôn y voluntad, nos asemeja al bruto y borra en nosotros la imagen divina. Por lo tanto, en el orden natural tiene la imaldad espectfica de conlrariar direclamente nuestra naturaleza en aqucllo que la ase­ meja a Dios, y en el orden sobrenatural esta misma maldad se agrava por la dignidad de la participaciôn divina contrariada. Malicia de la embriaguez I. La embriaguez, condenado. en la Escritura. La em­ briaguez es uno de los vicias para los que la Sagrada Escritura no ha regateado sus mâs duras palabras (cf. supra, "Apuntes exegético-morales”, p.209, 4). “Estad atentos, decia ya el Senor cuidadoso de nuestro bien, no sea que se emboten vuestros corazones por la crâpula y la embriaguez”, y de repente sebrevenga el juicio (Lc. 21,34). B. Isaias, para no espigar sino un texto entre mil. junto a los que llaman bien al mal, junto a los autores de cohecho e injusticia, y que serin arrebatados “como lengua de fuego devora el rastrojo” (Is. 5,24), ve a los que se embriagan, y dice: “;Ay de los que son valientes para beber vino y fuertes para mezclar licores!” (Is. 5,22). San Pablo excluye repetidas veces a los borrachos del reino de los cielcs (1 Cor. 6,10). 8. Por las infinitas consccuencias que acarrea. Pero ademâs de su maldad intrinseca, en cuanto que se opone a lo que es esencial en nuestra naturaleza, la embriaguez es mala por las infinitas consecuencias que acarrea. Rotos los frenos de la razôn, el embriagado se coloca en situacion inferior al animal, puesto que a éste el instinto le dirige y préserva. La embriaguez, desaparecidas todas las represiones naturales y religiosas, desemboca: b) c) d) e) f) En la alcgria de los locos. En la ira inmotivada. En el im pudor. En la infidelidad a cualquier promesa o pacto. En la ruina de la salud y de la fortuna. En suma, en la muerte del cuerpo, del espiritu, de la inteligencia, de Ia memoria, de la voluntad, de la paz, del honor, etc. «No te vayas con los bebedores de vino..., porque cl bebedor... empobrccerâ... /A quién los ayes, a quién los lamentas, a quién las conticndas, a quién las quejas, a quién los palos por nada, a quién los ojos hinchados? A quien se para mucho ante cl vino» (Prov. 23,20-30). aEl dado a la embriaguez jamâs se hace rico... El vino y las mujeres extravian a los sensatos» (Eccli. 19,1-2). No creemos neccsario insistir en las consccuencias fa­ miliares, geneticas, fisiolôgicas, etc., de la embriaguez habituai. C. Solo la excusa la inadvertencia o la nccesidad mayor. Por lo tanto, la embriaguez, cuando llega a hacer perder la razôn, es pecado grave, del que solo excusa la inadvertencia o la nccesidad mayor que justifique esta pérdida, como pudiera serlo cl anestesiar a un enferma o curarle de una grave enfermedad si pudiera ser verdadera medicina. b) Y en cuanto a las consccuencias y ados cometidos en estado de embriaguez, en tanto serein pecado grave en cuanto que la embriaguez y ellos mismos han sido previstos. No pecô Noé, que desconocia la fuerza del vino (Gen. 9,21), pero peca quien bebe conociendo su fragilidad y se hace responsable de sus pecados posteriores si la experienda le dice que suele cometerlos cuando se pone en esc estado. a) 244 SEC. LA CURACIÔX DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. b) La embriaguez, lacra individual y social I. La medicina, la sociologie y la religion, de acuerdo. Los mandamientos de la ley de Dios no hacen sino sancionar lo que la misma naturaleza impone. Por eso, medicina, sociologie y religion marchan de acuerdo cuando se estudian sinceramente. Uno de los ca­ sos de acuerdo completo es este del alcoholismo. Π. Causas del alcoholismo. A. La tentaciôn del placer fâcil. Prescindiendo de los casos de personas llevadas a este vicio por una tendencia psicopâtica, en la mayoria de las 02 asiones nos encontramos con que el alcoholico es una persona que no ha sabido defenderse de la tentaciôn de un placer fâcil, al que ha sido 11evado sobre todo por la “influentia perniciosa del ambiente” (cf. “Manual de Patologia médica”, publicado bajo la direction del doctor Banuelos [1939] t.3 p.316. En adelante lo citaremos con las initiales MP). B. El hâbito inveterado. El punto initial de la in­ toxication ha de ser colocado en un placer que proporciona la bebida. Una voluntad débil se sien, te atraida por ese placer eufôrico, y las repetidas libationes, debilitândola mâs y mâs, llegan a pro­ ducer el hâbito inveterado. Este peligro es mucho mayor “en esta época, en que la necesidad de pla­ ceres estâ tan aumentada” (MP). C. El ambiente de la education. El 61 por 100 de los alcoholicos comienzan su vicio antes de los veinticinco anos, lo cual demuestra la influenda de la horencia y sobre todo dei ambiente de la educaciôn. HL Efectos. A. Inmediatos. La borrachera y aun el estado que la precede presents, los siguientes caractères: a) Pcrturbaciôn de las facultades mentales, dificultad de comprensiôn, debilidad del juicio, falta de precisiân en el pensamiento y un sentimiento su-bjetiw y equtvocado del aumento de fuerza, falso optimismo, etc. La obnubilaciôn de la con cl en cia, desapariCiôn de recuerdos, etc., hacen salir al embrigade de 8. GUIONES HOAHLÉTICOS 345 si mismo, olvidândose de sus problemas... Vive sôlo el momento présenté (MP). Exacerbaciôn de la sensualidad. En cuanto a la sen­ sualidad, cl alcohol disminuye realmente las fuerzas, pero alimenta los deseos, y como por otra parte nu­ bia la razôn, el beodo llega con toda facilidad a la obscenidad y a las rifias... B. A mâs largo plazo. Constituyen el alcoholismo como estado mâs o menos grave: a) Signos psîquicos : 1. Debilidad de la capacidad volitiva. El alcohôlico promete dejar el vicio y no lo cumple. 2. Comienza a descuidar sus intereses y a trabajar cada vez peor. 3. Irritabilidad ; cualquier cosa le enfada. 4. La memoria flaquea, comienza a anotar los encargos... 5. La atenciôn es débil y dificultada por la gran fatigabilidad. 6. En la esfera ética. Cumple cada vez peor con sus obligationes, especialmente con las familiares. 2. · Derrocha la paga en bebida y convitcs fatuos. 3. · Es un contraste tipico et de su conducta fuera de ■ casa, en donde parece un infeliz parlanchin, pero servicial, con su comportamiento colérico y brutal en el matrimonio. 4. · Es sugestionable, pero sôlo para dejarse convcncer para las acciones que marchan de acuerdo con sus tendendas. 1. ° b) Signos corporales: Temblor, distintas atrofias, enfer­ medades del aparato digestivo, bronquitis crônica, trastornos cardiacos, renales, hepâticos, etc. (MP). c) Efectos sociales. 1. Una plaga social. aUna plaga social, ni mâs ni menos que la sifilis, la tuberculosis o el câncen». El 75 por 100 de los delincuentes tienen hâbitos alcohôlicos. 2. Lacra hereditaria. Si<5 efectos se reflejan hasta la tercera y cuarta ge­ ne raciôn. 2. · La mortalidad infantil es elevada. 3.0 Los hijos del alcohôlico nacen para ser presas frecuentes de la epilepsia, imbccilidad, delincuencia... · 4. Suelcn agotarse las familias del mismo a la cuarta o quinta gcncraciôn. 1. · 3. Miseria de las familias. Hospitales Uenos de enfermos inutiles (cf. «Tratado de higiene y epidemiologfa» (Ed. Cientifica Médica, Barcelona 1941] t.i p.474. La citaremos con la si­ gla ΤΠ). 2. · Es muy jrecuente el delirio de celos (paranoia crôni­ ca de los bebedores) Que frecuentemente termina con el uxoricidio. 1. · IV. Remedios. Todos los paises cïvilizados han emprendido campanas antialcoholicas. Los discursos suelen ser S' SEC. 8. GUIGNES HGMILÉT1COS LA CURACIÔN DEI. HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. poco eficaccs, porque los ayentes estân previamente convencidos (MCP). Los medios normalmente empleados son: A. Medios gubernativos. a) Prohibiciôn de bebidas con determinado contenido de alcohol. Se signe en Suecia, Noruega y Bélgica y da cierto resultado (notemos que son paises bebedores de licores mâs que de vino). b) Impuestos inertes sobre las bebidas, pero que con­ duce a falsificaciones con substandas artificiales nids peligrosas. C) Limitaciôn de las autorizacioncs sobre las ventas en proporciôn al nïimero de habitantes, disminuyendo sobre todo cl peligro de la iniciaciôn. d) Represiôn de la embriaguez, no muy eficaz, pues sôlo recae sobre el borracho en la via pûblica. Prohibiciôn absoluta a los menons. Pero muchos de ellos se inician en casa. f) Propaganda y educaciôn. 1. Es la medida sanitaria por excelencia... Vale mâs educaciôn sanitaria que legislaciôn sanitaria. La escuela, el periodico, el cine, etc., deben colaborar. 2. El déporté, sobre todo en el domingo. La jornada de ocho horas ha aumentado el alcoholisino, lo que tiende a evitarse organizando instituciones tipo del «dopolavoron italiano para facili­ tai al trabajador distracciones y esparcimientos (ejercicios fisicos, lugares de recreo, bibliotecas, excursiones...), que son frecuentemente eficaces> (TH). B. Medios sobrenaturales. Los medios naturales son efficaces, pero no lo bastante, pues el individuo vicioso siempre encuentra alguna razôn para enganarse. Cotejemos la conducta de dos paises de casi idéntica sangre. Los Estados Unidos, con gran predominio irlandés, e Irlanda. En uno y otro pais el alcoholismo constituia un peligro serio. a) La ley seca norteamericana. Los Estados Unidos promulgaron en iqzo la llamada ley seca, que prohibia la venta de bebidas que contuvieran mâs del 0,5 por 100 de alcohol. El resultado de los primeras aîios fué bueno, pero al final hubo que abolir la ley por­ que, aparté del «gangstérisme* contrabandista, cl al­ coholismo agudo aumentô a cifras anteriores a las de la lev debido a la ihtroducciôn clandestina y a la fabricaciôn de bebidas con alcohol mctilico y alcoholes superiores, de efectos mucho mas desastrosos que el ctilico (TH). b) El «pledge* irlandés. En Irlanda, en cambio, es muy conocido el voto religioso «pledge*, por cl cual un U If . — I ,J 347 bebedor se compromcte a pasar varios meses sin beber. Incluso existe una asociaciôn muy numerosa de personas que se obiigan mediante un voto, la firma de una tarjeta, llamada también «pledger·, y un distintivo visible en la solapa, a no beber nada alcohôlico en toda la vida en desagravio de los pe­ cados de embriaguez. Hay qoo.ooo inscritos. Sôlo en el aûo iqyi se inscribieron 50.000. Es curioso que hay religiosos que llevan la insignia y otros no. En­ tre los jesuitas de Dublin, algunos la tenian y no bebian nunca, ni en las fiestas mâs solemnes, mientras cl resto de la comunidad tomaba ron, cerveza, licores... Cuando llevan la insignia, la muestran en los banquetas y comidas para que nadie se extraite de que no accpten nada alcohôlico para beber. Siendo, pues, cierto que la ley seca aumentô el alcoholismo, y siéndolo también que muy numerosos irlandeses dejan de beber temporal o definitivam ente en virtud de su voto, puede concluirse que la predi­ caciôn ha sido mâs eficaz que la ley de un Estado poderoso. La embriaguez y la lujuria I. El hecho. Nuestras calles, los centras del placer prohibido, la historia desgraciada de tantas familias deshechas, la vida de tantos que fueron ejemplares y después cayeron, atestiguan un hecho, que no es necesario demostrar. “No 'creeré nunca que el borracho sea casto, y aunque dormido por él vino, es lujurioso a causa dél mismo” (cf. S. Hieron., “Comm, in Epist. ad Tit.” c.l v.7: PL 26,601). San Jerônimo aduce los ejemplos de Noé (Gen. 9,21) y tie Lot (Gen. 19,35), “a quien, no habiendo vencido Sodoma, venciô el vino”. “El cerdo se revuelca en el fango, pero el bo­ rracho es llevado a acciones criminales contra la naturaleza” (cf. Chrysost., “Advers. ebriosos”: PG 50,435). “El vino y la juventud son dos mananti aies de impureza. iPor qué ha de arrojarse aceite sobre el fuego?” (cf. S. Hieron., “Epist. 22, ad Eustoch.” 8: PL 22,399). razôn. La composiciôn material y espiritual de nuestra persona requiere el dificil equilibrio de la volun- 348 SEC. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RF.GULO. 20 DESP. PENT. --------- -——— GUIOXES 1 349 HOMILÉTTCOS —■ - · - -, adùlteros, ni los afeminados..., ni los ebrios... poseerân el reino de Dios”. C. Y entre los métodos ascéticos normales, leamos uno del mismo Apôstol (1 Cor. 5,11) : “Lo que ahora os escribo es que no os mezeléis con ninguno que, llevando el nombre de hermano, sea fornicario, borracho o ladrôn; con éstos, ni corner”. tad fuerte, sostenida por una razôn clara. En el orden sobrenatural necesitamos ademâs de la gra­ cia. Cuando el cuerpo estâ sometido a una disci­ plina recia, la virtud es mâs fâcil. Cuando la ra­ zôn se duerme, las pasiones corporales se desbocan faltas de freno y guia. For eso dice Origenes: “La sobriedad es madré de todas las virtudes, y la embriaguez de todos los vicios” (cf. “Hom. 3 in Lev.”: PG 12,123), y San Ambrosio: “La em­ briaguez es el arsenal de todas las pasiones” (cf. “Lib. de Elia et ieiun.” c.12: PL 14,746). B. Pensemos en que la embriaguez aniquila, siquiera sea temporalmente, la razôn, y veamos cuâl ha de ser el resultado. Pero ademâs, entre todas estas pasiones corporales, la sensual es la mâs violen­ ta y la que tiende a manifestaciones mâs rudas. Por otra parte, es la mâs reprimida por la mis­ ma civilizaciôn y cortesia, aun prescindiendo de todo motivo religioso. Romped estas trabas, y la veréis estallar como un resorte que se suelta. C. Aun hay mâs, y es el influjo directo del alcohol sobre la imagination y sobre esta misma pasiôn determinada. A estos dos motivos de entendimien­ to dormido y pasiones azuzadas, debemos anadir la carentia de la gracia santificante retirada al que se embriaga. ^Abundarâ Dios en gracias actuales con quien se encuentra en tal estado? TTT. La responsabilidad. Véase lo que hemos dicho sobre la embriaguez en general. Nadie se excuse de sus actos licencosos didendo que los cometiô en estado de embriaguez, porque si bien ésta disminuye la responsabïlidad, no es cuando la experienda y la recta razôn han avisado antes. El marido que deshace una casa..., el joven que se arroja en el vicio, piensen que cometen acciones completamente voluntarias en la causa. IV. El remedio. A. Desconfiemos de los remedios puramente natu­ rales de una moral laica y simplemente médica. Acudamos a esos argumentos, pero levantemos algo mâs el vuelo. B. Hablemos y consideremos los dafios morales acarreados a familiares, etc. Pero miremos a Dios, y repitiendo los motivos de siempre, oigamos a San Pablo (1 Cor. 6,9) : “No os enganéis (a pesar de cuanto os canten los poetas u os pinte la literatura y el mundo) : ni los fornicarios..., ni los 8. Malicia de la Injuria ; I. La razôn intrinseca de su maldad. Las directas reprobaciones de la liturgia, los castigos impuestos por Dios son tan frecuentes en la Sagrada Escritura que no es necesario in sistir en ellos. Expondremos cuâl es la razôn intrinseca de la maldad de este pecado. A. Obrar -contra la razôn es pecado. No han faltado, si no filosofias, por lo menos tendencias, y sobre todo literaturas, que justifican todo libertinaje sexual en nombre de los apetitos humanos y del mismo amor, a quien rebajan aplicando su nombre a lo que no lo merece. Por encima de apetitos y literaturas estâ el orden natural de la création, que Dios y la razôn vedan perturbar. Obrar -conforme a razôn es virtud y obrar contra razôn es pecado. Ahora bien, obrar conforme a razôn es estudiar el fin natural de los actos y de las cosas y uti’lizarlas en relation con este fin. Si se emplean de modo que imposibiliten, dificulten o contradigan el fin natural, se obra contra razôn y se peca. Por ese motivo, la embriaguez, que obra contra la naturaleza del entendimiento humano, impidiéndole ejercer sus funciones, es pecado. La mentira, que obra contra la naturaleza de la pa­ labra, cuyo fin es sostener los lazos sociales me­ diante la comunication de nuestro verdadero pen­ samiento, es pecado también. Pues bien, aplican­ do estos principios poderosos podemos comprobar que Dios ha proveido a la conservation na­ tural del individuo y de la especie. A la del individuo mediante el alimento, y a la de la especie mediante la procréation y education, pues de poco serviria tener hijos si no se educan. Fâcil es de entender que el alimento, si resulta perjudicial para la conservaciôn dei individuo, es nocivo. SEC. Ι.Λ CVRACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. De ahi el pecado de embriaguez, gula, etc. i?or qué? Porque se opone o per judica al fin de la comida, que es sostener la salud individual. B. Es malo cuanto impide o perjudique la conservaciôn de la especie. Del mismo modo, en cuanto a los actos necesarios para la conserva'ciôn de la especie, sera malo todo aquello que la impida o perjudique. La comida en tanto es buena en cuan­ to que sirve para alimentar al hombre, y el co­ rner y beber excesivamente por placer, excluyendo todo fin nutritivo, es por lo menos irracional, por ser un acto que no sirve para su fin natural. Todo acto sexual que no sirva en modo alguno para el fin a' que Dios y la naturaleza los han destinado, esto es, para conservar la especie hu­ mana, es inmoral. Resumiendo, pues, esta doctri­ na, podemos establecer que son malos todos aquellos actos sexuales que perjudican al fin de la procreaciôn y educaciôn, a mâs de todos aquellos que no puedan ser enderezados a éste, su fin natural. C. La procreaciôn no puede ni debe tener lugar fue­ ra dei matrimonio. Un ùltimo e importante detalle debemos anadir. Los animales tienen un instinto determinado que no sôlo les impulsa a reproducir su especie, sino que regula sus actos normalmente. El hombre siente la tendencia del instinto, necesaria para que peche con las nume­ rosas y pesadas cargas que le impone la patemidad, pero este instinto no estâ regulado como el del animal. Se le ha dado la razôn para que él mismo lo dirija, y esta razôn, apoyada por la ordenaciôn divina, le ha hecho ver que la pro­ creaciôn no puede ni debe tener lugar fuera del matrimonio, en donde se unirân uno con una para siempre. Luego a las normas anteriormente dictadas hay que anadir las que suponen la santidad inviolable de los derechos del matrimonio. . Aplicaciôn a los distintos actos. Las aplicaciones a los distintos actos es ya fâcïl. A. Dentro dei matrimonio. Dentro del matrimonio es licito todo aquello que sirva o ayude para la consecuciôn del fin: la procreaciôn y educaciôn de los hijos. Serâ pecado todo aquello que inutilice y directamente impida que los actos matri­ moniales consigan su fin. B. Fuera dei matrimonio. Fuera del matrimonio serâ 8. GUIONES HOMILÉTICOS 351 pecado cualquier acto sexual voluntario, lo cual puede acaecer de dos formas y por dos motivos. I a) Primera, si se trata de actos que pucden conducir a la cûnservaciôn de la especie (la fornicaciôn), no son licitos sino dentro det matrimonio, ilnico medio de velar por la educaciôn de los hijos, moralidad social, etc. b) Si se trata de actos que no pucden servir para este fin, entonccs son doblemente inmorales. 1. Porque ya hemos indicado que todo acto sexual que no cumpla su fin es antinalural y, por ende, pecaminoso. 2. Porque si fuera licito retrasarïa poderosamente el matrimonio, que impone cargas muy graves. c) A estos pecados deben asimilarse aquellos otros cometidos entre cônyugcs y que no ordenândose a la procreaciôn puedan distraer de ella. d) A la malitia de los pecados dcscritos, y cuya enu­ meration es fâcil y puede verse eh cualquier tratado de moral, sera conveniente anadir la maldad cspecifica del escôndalo, perversiôn, etc., cuando el Pecado se comete entre varias personas, y la mucho mâs grave de aquellos otros pecados nefandos que contradicen al mismo instinto natural por medio de aberrationes de las que tan fuertemente habia San Pablo (1 Cor. 6,10 ; 1 Tim. 1,10). C. El pecado de pensamiento y deseo. Un ultimo pecado nos queda por describir, el del pensamien­ to y deseo. Aparentemente no contradicen ninguno de los fines antedichos desde el momento en que no se traducen en obras. Pero aun dejando aparté la doctrina mâs filosôfica de que los deseos se especifican por el objeto deseado, y el mandamiento del Senor tan claro de que el que mira “ad concupiscendum... iam moechatus est” (Mt. 5,28), i quién no advierte que el pensamien­ to y deseo impulsa a la ejecuciôn, y que quien quiera evitar ésta debe prevenirse contra aquélla? Distingamos entre el sentir y el consentir y rechacemos todo lo que sea pensamiento o deseo vo­ luntario. Remedios. A. Los medios naturales, trabajo, vida higiénica, dis­ tractiones sanas, ayudan. B. Los sobrenaturales son los definitivos, por la robustez de sus motivos y la gracia de Dios (cf. su­ pra, Fray Luis de Granada, p.270, c). C. Y sobre todo dos que aduce San Pablo y aptos SEC. LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. por su nobleza para levantarnos de la tierra y hacernos mirar al cielo: tHabéis sido comprados a precio» (muy grande). tGlorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo» (i Cor. 6,20). b) Toda vucstra persona, incluso vuestro cuerpo, per· tenece a Cristo, que lo comprô con su sangrc. Usadlo como él os lo permite. Respetad lo que tanto vale. <;No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? i Y voy yo a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una meretriz?» (i Cor. 6,15). Sois templos del Espiritu Santo (ibid., 19). No lo profaneis. a) V1 Efectos de la lujuria en el entendimiento I. La doctrina de Santo Tomàs. Mala en si misma, la lujuria es gravisima en sus consecuencias sociales e individuates (cf. supra, Fray Luis de Granada, p.271, . E) La familia queda deshecha, la sociedad en vias de disoluciôn... îPero cudntos son los males que acarrea al mismo individuo? Vamos a examiner ùnicamente los que origina el entendimiento del que la consiente, siguiendo a Santo Tomàs (cf. “Sum. Theol.” 3 q.153 a.5). Π. La pasiôn sensual y los actos intelectivos. A. La persona humana es un solo sujeto de potencias tan estrechamente unidas, que la intensidad de uno de sus actos perjudica a los demâs. Una digestion pesada imposibilita el ejercicio intelectual; un estudio serio dificulta la digestion. B. Cuanto mayor sea la intensidad y el placer de un acto mâs absorbe las energias todas del hombre, y si este acto es repetido y habituai, termina por apoderarse del hombre entero. Esta doctrina se traduce en todos los actos de la vida. 4 No es corriente ver como el médico especialista quiere derivar todas las enfermedades hacia aquella que con­ sume sus horas de estudio? Pues bien, cuando las potencias inferiores se excitan violentamente, impiden el normal ejercicio de las superiores. Podéis comprobarlo en cual· quier espectâculo que excite la pasiôn del espectador, y veréis nublado su entendimiento, sin que GUIGNES HO.MH.ETICOS 353 pueda apreciar ni los méritos dei adversario ni los defectos del amigo. D. Ahora bien, no hay pasiôn alguna que supere a la sensual, ni en la violencia de su atracciôn ni en la intensidad de sus placeres, y, por consiguiente, es lôgico que sea la que mâs impida el ejercicio del entendimiento. La frase de San Pablo: “El hombre animifl no puede percibir las cosas del Espiritu de Dios” (1 Cor. 2,14), si bien entrana un sentido mâs amplio, tiene aqui una perfecta aplicaciôn. IH. Como los perturba la lujuria. Los actos del entendi­ miento con relaciôn a nuestras acciones son cuatro, y los cuatro son hondamente perturbados por la lujuria. A. Impide distinguir el bien del mal. El primero de ellos es distinguir el bien del mal. “La belleza te sedujo”, dijo Daniel (13,55) a uno de los ancia­ nos, y en efecto, llevados de su pasiôn, dos jueces perdieron la nociôn del bien y llegaron al perju­ rio y al asesinato. El hijo prôdigo no supo dis­ tinguir la felicidad tranquila de su casa de la per. diciôn a que le llevaria su vida disipada (Le. 15,13). 4 No vemos cada dia gentes que se hacen infelices por una pasiôn? 4N0 vemos al mundo, que ya no sabe ni aun distinguir el bien del mal? Reeordemos las aberraciones a que llegaron los gentiles cuando Dios, en castigo a no haberle querido conocer, les abandonô “a los deseos de su corazôn, a la impureza” (Rom. 1,24). Decidles a los impu­ ros en medio de sus fiestas que aquello es un pe­ cado, que viven en la vergüenza y se reirân. Han perdido, por lo menos en ese momento, la nociôn del bien y del mal. B. Impide pensar en el fin de las obras y en el modo de realizarlas. Otros dos actos debe ejecutar el entendimiento cuando quiere que el hombre pro­ céda racionalmente, a saber, pensar en el fin de sus obras y en el modo prudente de llevarlas a cabo, y a los dos se opone la lujuria, impulsando al hombre a que obre precipitada e inconsideradamente. La mâs simple observaciôn os lo mostrarâ, obrando sin recordar tristes experiencias pasadas de enfermedades, disgustos, ruinas y pecados, sin considerar las circunstancias présentes, arrostrando llevado de la pasiôn los mayores peligros sin advertirlas siquiera. El lujurioso se jugarâ la reputaciôn y la felicidad futura de su hogar, sin pararLa palabra de C. 8 f, I- 8. i?· LA CURKCloN DEL HIJO DEL REGULO. 20 DESP. PENT. SEC. U • ·’ . -·» (.•CMS·' se un momento a reflexionar en ello, y no le pidas que atienda a los consejos del prôjimo experimentado y bueno. Todo ello ipor qué? ^Por qué cae en defectos tales quien por otra parte puede ser hombre inteligente? Porque la pasiôn nublô a esa misma inteligencia, o, mejor dicho, no le per. mite siquiera ejercitar sus funciones. C. La inconstancia del lujurioso. Finalmente, el cuar­ to acto intelectivo es ya el precepto prâctico, por el cual la razôn impera lo que se debe hacer. Lo veréis debilitado por la condiciôn caracteristica del lujurioso: la inconstancia. En un momento dado aprueba todos los raciocinios y ve su triste situa­ ciôn; estâ decidido a romper todos sus lazos, mas iqué piensa? “Haec verba una falsa lacrymula restinguet” (of. Terencio, “Eunuch.”, a.l sc.l). Una falsa lagrimita se llevarâ todas esas palabras. D. El hombre convertido en animal. En resumen, el lujurioso es el hombre privado de la razôn, por­ que ha consentido que le dominen las fuerzas impetuosas que la nublan. Una mirada a una tiudad en los dias en que la costumbre permita la licen­ cia, y nos podremos preguntar: ; Donde estâ la razôn? Ceguedad, antes del pecado, para buscarlo; eeguedad para cometerlo y aun a veces exhibirlo; ceguedad después de cometido para aturdirse y permanecer en él. La Sagrada Escritura y los Santos Padres han ccnocido bien este rebajamiento, que describen pintando al hombre convertido en animal. Citemos solo un fuerte pasaje de San Pedro, relativo a los cristianos que vuelven a la deshonestidad antigua: “Destinados a ser presa de la corruption, perecerân en su corruption...; hombres sucios, corrompidos, se gozan en sus ex­ tra vios... Sus ojos estân llenos de adulterio, son insatiables de pecado... Atraen a los deseos car­ nales... prometiéndoles su libertad, cuando ellos son esclavos de la corruption, puesto que cada cual es esclavo de quien triunfô de él... La cerda lavada vuelve a revolcarse en el cieno” (2 Petr. 2,12-22). <8. GVIOXES FrOMiLÉTICOS 35 La lujuria desvia la voluntad I. La dcsviaci&n de la voluntad en sus 01 ientaciones esenciales (cf. “Sum. Theol.” 3 q.153 a.5). La lujuria ciega el entendimiento, pero, ademâs, desvia por com­ pleto la voluntad. No nos referimos a aqucl debilitamiento obligado en todo el que se déjà impulsar por la pasiôn, motivado por las mismas razones, que expusimos entonces al hablar del entendimiento y agravados quizd por lo que supone de fuerza la costumbre y por las razones filosôficas que deben anadirse. Nos detendremos ûnicamente en explicar la desviaciôn in­ tegral que padece la voluntad en cuanto a sus orientaciones escnciales. La voluntad es el timonel de nues­ tra vida, cuyas operaciones principales de gobierno son dos: escoger la meta o fin y los medios conducentes a él, que lôgicamente dependen del medio a que se destinan (cf. supra, Fray Luis de Granada, p.271, E). II. La lujuria desvia la voluntad en la elecciân del fin y de los medios. A. En la election del fin. α) Η) Apartamiento de Dios. Nuestro fin debe ser Dios. La lujuria inclina la voluntad a que busqué como fin la delectaciôn de la propia persona y, por lo tanto, se haga a si mismo fiii ultimo. El paso inmediato sera apartarse y procurar olvidarse de Dios, que pro­ hibe esa delectaciôn. El odio de Dios. jCuântas veces no se ha dicho, y* con razôn, que la mayoria de los hcrejes y apostatas han llegado a ser taies comenzando por la deshones­ tidad! El cmbrutecimiento en unos, y en otros quizd mas selectos la desesperaciôn, los lleva a un empecatamicnto total para buscar el olvido y en casos hasta cl suicidio. « B. En la election de los medios. a) La clccciôn del sensual. La voluntad, una vez que ama y tiende hacia un fin, elige los medios de acuerdo con su elecciôn. El que eligiô como fin a Dios busca los medios espirituales con intensidad mayor o menor corrclativamentc a su voliciôn. De ahi los distintos grados de santidad, desde el dpice a la tibieza, dentro del cristiano bueno. Pero el que se eligiô a si mismo y los placeres sensuales elige me­ dios terrenos y mcnosprecia todo lo que sca espiritual. l.\ CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. to) El menospredo de lo espiritual. Vcd al sensual, exanihiad sus lecturas, oid sus conversationes, asislld a sus espectâculos y no busqucis en nada de ello uua chispa de espiritualidad. Quizô le redis rezar, pues se dan casos de personas empecatadas y abun­ dantes en rezos. Pero, prescindicndo del caso ex­ ceptional del que quiere y pide su remedio, advertid como casi siemprc es una oraciôn, o interesada en bienes materiales, o mezdada con superstition, diri­ gea especialmente a tal clase de imagen, etc. No busqtteis el sacramento seriamente rccibido, la ora­ ciôn mental por breve que fuere... 3. Razones naturales. o) La perversion del gusto. Ademâs de las expuestas estâ la que pudiêramos llamar perversiôn del gusto. No habléis del espiritu a quien se revuelca habituaimente en los placeres del Iodo. b) El causando de las facultadcs. Es un error, que la historia y la estadistica demuestran totalmenle fal­ so. el de la vida bohemia de los grandes artistes. El artista que no fracasa en su vida, sino que es constante en sus productiones notables, es un hcniibre trabajador y de vida ordenada. D. Razones sobrenaturales. Dios odia la impureza. Los castigos que ha fulminado sobre ella (el diluvio, Sodoma y Gomorra, mil otros en Israel) lo demuestran. Por consiguientc, retira su gracia al impuro. Retirada su gracia, desaparece en el ado la caridad o amor sobrenatural de Dios. La esperanza y fe hemos visto que se dé­ bilitai! ne cesariam ente; 4 qué queda, pues, de la rida sobrenatural? El hijo prodigo apacentando puercos y apeteciendo sus bellotas... iEn cuanto alguien comienza a entregarse a la Injuria, comienza a desviarse de la fe verdadera» (cf. S. Ambros., «Ep. 45 ad Sabin.» : PL 16,1193). b) La voluptuosidad corrompe. Con el deleite la carne se corrompe, el vigor del aima queda abatido, el ar­ dor de los vicios se aguza, el yugo de la virtud pesa, la razôn se oscurece y todas las pasiones penetran en el corazôn. La voluptuosidad corrompe como el aliento del dragon, llama dulcemente, pendra con suavidad, ocupa trayendo la muerte y lo devasta todo sin remedio (cf. S. Cyrillus Alex., «De adorat, in spir. et verit.» l.i : PG 68,163). a) SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 357 10 La embriaguez del amor La santa embriaguez. Enfrente de este vino en el cual esta la lujuria tenemos aquel otro vino del amor de Dios, en el cual esta la embriaguez santa (cf. supra, San Agustîn, p.225, A, a). Expresiones misticas. A. Embriaguez del amor. Los misticos, al no encontrar palabras para describir sus experiendas, han recurrido a expresiones epitalâmicas y simbôlicas que indican en algun modo lo que ellos han sentido. Por eso es frecuente hablar de la embriaguez del amor, fenômeno de uno de los estados de oraciôn. “Muchas veces estaba asi como desatinada y embriagada en este amor y jamâs habia probado entender como era” (cf. Santa Teresa, “Libro de la vida” c.16,2: BAC, td. p.684). B. Estado de posesiôn total. La embriaguez de suyo significa un estado de posesiôn total que, sacando a uno fuera de si, lo lleva a ejecutar actos no corrientes. Siempre se ha dicho que el amor embriaga y que los amantes se sienten poseidos e inclinados a excesos. Pero cuando el aima llega al verdadero conocimiento de Dios, encontrândolo digno de ser amado como ninguna criatura se lo pudiera merecer, se siente invadida e impulsada qon brios superiores a los que pudiera obligarle amor humano alguno. En la bodega secreta del amor de Dios los mârtires y misioneros han bebido sus fuerzas sobrenaturales. Los dos momentos de la embriaguez mistica. Pero existe todavia la vida de los misticos, en los que el orden sobrenatural se manifiesta pujante, y la vida divina, participada por nosotros, déjà entrever lo que sera alla arrïba cuando la gocemos plenamente. En esos estados, a medida que el alma se purifica, se va llenando de tal manera de Dios, que pasa por dos momentos, inferior el uno y superior el otro, que reciben justamente el nombre de embriaguez. A. Invasion dulce y ferviente dei apetito sensitivo. Ya en los principios de la vida mistica el hombre siente invadido su apetito sensitivo tan dulce y fervientemente que se siente arrastrado a mani- - ΙΛ CI’RACION ni l. HIJO DEI. REGI EO. DESP. PENT, festaciones exteriores, a veces aparentemente poco ordenadas. Es todavia un amor imperfecto, pues­ to que radica en la parte sensible, que Dios quiere utilizar, dândose a conocer incluso a ©lia para que mejor se desprenda del amor a lo sensible. Im­ perfecto también en las manifestaciones a que propende. Comunicaciôn al aima. Pero a medida que el espiritu se ha ido purificando terriblemente en las noches del aima, llega un momento en que Dios, segûn Santa Teresa (of. ibid.): a) Se comunica al aima y no a las potcncias inferiores. .\'o sc trata, por tanto, de cfectos sensibles, aim cuan­ do a veces pueda la felicidad redundar hasta llegar a ellos. 1>) .SV produce en alla un estado ta! de exaltation de lo sobrenatural, que el aima mucre a todas las cosas del mundo. c) La saca en delirios fuera de si. de modo que no sabe qué hacerse, si reir o llorar, y de todas maneras siem­ pre desca canlar las glorias de Dios. El dominio que tiene de si misma le permite, por lo general, domi­ nar lo qne pudieran ser demostracioncs extern fio­ rd neas. *'·**$/*/< IV. Caractères de esta embringuez divina. Son. très: A. La union intima y gozosa de Dios con el aima. B. La muerte a los deseos dei mundo. C. El deseo intenso de glorificar a Dios. Este deseo de glorificar a Dios suele traducirse en obras que emprende el aima con fuerzas de gigante, como que no son suyas, sino del Dios que la ha embriagado. Pero no solo en obras, sino que, como buen enamorado, rompe también ?on facilidad en versos, y fâcil es encontrar huellas de este entusiasmo en el “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” de San Pablo (Gal. 2,20), o en cualquier letrilla de Santa Teresa. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO 11 ^Puede haber aumento en la fe? I. Textos e-υangelicos. Del Evangelio se desprende claramente que la fe puede ser mayor en unos hombres que en otros. G CI ONES TH J.M 1I A.T ί COS 359 A. El grado infimo en la fe esta representado y como personificado en el padre del lunâtico: “Si algo puedes, ayudanos” (Mc. 9,22). B. El grado de fe mâs cierta y firme es el centurion de Cafamaum (Mt. 8,5-14; Le. 7, 1-10). Π. Grados en la fe. Para medir la cantidad de un habito se puede atender a dos motivos: uno, el objeto; otro, la participaciôn del sujeto. Y asi para determinar la cantidad de fe podemos tener présente o el objeto de la fe o la adhesion que el sujeto pre sta a lo creîdo. . El objeto de la fe. Este objeto hay que consideA. rarlo de dos maneras. O lo que llaman los teô­ logos la razôn formai de la fe, o segûn las cosas que se proponen al hombre para que créa (cf. su­ pra, San Agustin, p.227, B, a y ss). La razôn formai de la je es la misma en todos los hombres. Tal objeto es uno y simple. Es la verdad primera. Es Dios, que no puede cngaüarsc ni engaïîarnos. En este punto, por consiguiente, no caben grados distintos de fe. b) En cuanto a las cosas creadas, éstas pueden ser muchas. Las verdades de fe. Y un sujeto puede conocer mâs que otro. Y puede conocer las verdades de un modo mâs o menos explicita, y, por consiguiente, caben, en cuanto al objeto de la fe, diversidad de grados, segûn la diversidad de participaciôn que se tenga en aquello que es objeto de fe. a) B. Participaciôn del sujeto. También cabe que un hombre participe mâs perfectamente que otro de las verdades de la fe. El acto de la fe procede del entendimiento y de -la voluntad. Por parte del entendimiento. El acto puede ser mâs perfecto en unos que en otros por parte del entendi­ miento, porque se adhiera con mayor certeza y con mayor firmeza a las verdades de la fe. i. Y esto aparece clarisimo en las distintas figuras dei Eyangelio con respecto a la persona de Nues­ tro Senor Jesucristo. Ê incluso en la epistola hay distintos momentos en la fe. :. La t.’gura mas significativa en esta materia es la de San Pedro, que unas veces procede con fe firmisinia y pronta y otras vacila. Como ocurriô cuando se lanzô a las aguas en busca del Senor, que vacilô en un segundo momento la fe que habia sido mâs cierta en el primero (Mt. 14,28-32). b) Por parle de la voluntad. Varia el hâbito de unos su­ jet os a otros, ya por la mayor pronlitud, ya por el a) 360 LA CURACIÔN DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 DESP. PENT. mayor fervor de la devociôn, ya por la maytr con­ fia ma. Y, por consiguiente, caben distintos grados en la Je. ΤΠ- Aplicaciones prâcticas con respecto a nosotros mismos. A. Hay que evitar que disminuya la certeza del entendimiento. El cristiano debe cuidar mucho de cultivar esta virtud fundamentalisima de la fe. La fe es el fundamento de todo nuestro edifitio espi­ ritual. El cristiano debe evitar todo aquello que pueda disminuir la certeza y la firmeza en el enten­ dimiento. Y, especialmente, lecturas y conversa­ tiones que puedan suscitarle dudas en la fe. Lec­ turas y conversationes que no estén justificadas. Cuando estén justificadas, Dios da gracia especial para que nuestra fe no sufra. Mas aun en este caso conviene poner eautela para conservar nuestra fe. B. Hay que evitar que decaiga la confianza de la voluntad. Debemos evitar que por la excitation de nuestras pasiones decaiga la prontitud, la dé­ votion o la confianza de nuestra voluntad. Una de las hijas de la lujuria es precisamente la de­ bilitation de la fe y puede llegar hasta el extremo de extinguirla. C. Debemos consolidar nuestra fe. û) Viviendo vida de Je, es decir, acomodando nuestros criterios y nuestros actos a nuestra Je. b) Por la palabra de Dios, oyéndola o leyéndola. c) Por cl trato y la comunicaciôn con personas de Je viva. d) Procurando auntentar las gracias por los sacramentos de la conjesion y de la coinunion (cf. supra, Scaramelli, p.284, A, a, b y ss.). 12 La fe del régulo I. El bien de la desgracia. / A. iCuântas veces la tribulation y la desgracia nos acercan a Jesucristo! A veces son nuestros males; a veces los de los demâs. Muy frecuentemente los de los hijos. B. La enfermedad o la muerte del hijo puso a ah mas favorecidas en contacto con el Sefior. SEC. Gf .’IONES Ho.MILÉTICOS 361 a) La caiianea (Mt. 15,22-29; Mc. 7,24-30). b) El padre del lundtico (Mt. 17,15 ; Mc. 9,21-25 ; Le. 9,38-42). c) La viuda de Nairn (Le. 7,11-17). d) Jairo (Mt. 9,22-25 ; Mc. 5,22-24 ; Le. 8,40-56) e) El régulo a que se rc/icre cl evangelio de hoy. II. Creci mi en to de la fe del régulo. La fe del régulo en un principio era muy imperfecta. A. Creia que Jesucristo era verdadero hombre. Mas no creia que fuera Dios. No fué a buscar a Jesu­ cristo a distancia, sino que se aprovechô de la proximidad de Jesucristo a Cafamaùm (lo. 4,47). B. Dudaba, sobre todo, si Jesucristo podria sanar a a su hijo (ibid., 47). C. Cristo mismo le reprochô desde el primer mo­ mento la imperfection de su fe. “Si no viereis se­ riales y prodigi os, no creéis” (ibid., 48). D. Exige la presentia de Cristo en su casa, como si se tratara de un médico o curandero, y le apremia para que Hegue antes de que su hijo muera. “Se­ fior, baja antes de que mi hijo muera” (ibid., 49). ΠΙ. Buena disposition del régulo. Hay, sin embargo, en el régulo excelentes dispositiones y buenas virtudes. A. Va a buscar a Jesucristo. Tiene, pues, un prin­ cipio de fe en El (ibid., 47). B. Le va a buscar publicamente, sin temor a los enemigos y detractores de Cristo (ibid.). C. Con gran respeto y veneration por su persona, le ruega que vaya a su casa (ibid.). D. Le insta y suplica: “Sefior, baja” (ibid., 49). E. Le obedece, creyendo en su palabra (ibid., 50). F. Créé en El y con él toda su casa (ibid., 53). IV. Aplicaciones. A. Hay aimas en la vida que no tienen extinguida totalmente su fe, pero que solo conservan una centella de la misma. Acaso tienen mâs fe de lo que ellas creen. Son aimas que en los momentos dificiles de la vida, en las grandes tribulationes, cuando se ven abandonadas dei mundo o comprenden la impotencia de los hombres para devolver la paz y la felicidad, se acercan a Jesucristo en secreto, en el fondo de su eorazôn, porque no tie­ nen valor para hacer manifestationes pùblicas de la fe que alientan en su interior. B. El director espiritual puede descubrir este princicipio de fe y debe alimentaria y cultivarla. A las l.\ CI'Rkmy Dll. HIJO del REGULO, jo DESP. pent. personas que se encuentran en tal situaciôn debe aconsejârseles: û) I.a lectura de libros apologéticos y, sobre todo, espirituales: Evangelio, ilmitacum de Cristoi, San Agus­ tin, etc. b) El trato con varones cspiritualcs. Cultivar la oraciôn hecha por lo menos en cl rctiro del aposento interior. d) La oraciôn ante el Sagrario. La prâctica de algiin rctiro o algunos ejcrcicios cspirit tuiles. Ha de conducirlas, en fin, aunque ellas no se créan pre paradas del todo, al sacramento de la Pcnitencia. /Ciiantas aimas se ha» sentido plena e interioniiente transformadas al caer a los pies de! confcsor! Nicodemo de Nicodemo. Nicodemo vino de noche a ver al Senor, porque pertenecia, sin duda, a aquellos judios ancianos y personas principales que creian en Jesucristo, pero que no se atrevian a hacer pûblica profesiôn de fe por temor a ser expulsadcs de la sinagoga. Gentes de fe tan débil e imperfecta “que amaban mâs la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (lo. 12,42-43). Nicodemo era un fariseo sinceramente religioso. Ni la hipoc resia ni la soberbia anidaban en su aima. Pero estaba muy lejos de ser un perfecto varôn espiritual. Queria servir a la par a Dios y al mundo. Queria tratar con Cristo y no enemis. tarse con los judios. Π. Nicodemo no era humilde. En todo el diâlogo de Nico­ demo hay cierta presunciôn. “Rabbi, sabemos que has venido como Maestro” (lo. 3,2). “Sabemos”: Nicodemo era hombre de ciencia. Era docto. Pero por boca de Nicodemo habia la ciencia farisaica, no habia la fe cristiana. No dice: Confieso que eres Dios, sino: “Sabemos que has venido como Maestro de parte de Dios”. B. Dice: Dios estâ contigo (ibid., 2) ; pero no confiesa: tû eres el mismo Dios. 1 En cl Evangelic de San Juan, înmediatamente antes dei relato del régulo hay otros dos episodios que nos sirven para dcsarrollar la doctrina del crcc.miento en la fe, que ya queda expuesta : Nicodemo y la Samaritana. SIC. 8. GUIONES HOMILÉHCOS 363 III. Reprensiôn de Jesucristo. Jesucristo reprende a Ni­ codemo con una suave ironia. A. Le hace ver que él no ha visto el reino de Dios, que es Jesucristo, porque él no ha renacido de nuevo. Porque en él no estâ el espiritu de Dios. humilia afirmândole: Que tiene que volvcr a nacer, porque e! hombre a que se reficrc Nicodemo es nacido de carne y no de espiritu. b) Que no podrd entrar en cl reino de Dios si no rcnace del agua y del Espiritu Santo (lo. 3,5), c) J la pregunta asombrada de Nicodemo: «e;Cômo pue­ de, ser esto?*, Jesucristo responde irônicamcntc : «(· Eres maestro en Israel y no sabes esto?» (lo. 3,910). Como si le dîjera: Tu te tienes por maestro y no conoces la sustancia de la ley. Mâs aim, le re­ procha que no reciba su testimonio (ibid., 11-12). C) IV. Nicodemo no abandonô a Jesûs. Pero Nicodemo buscaba de buena Je la verdad. Y aunque no se entregô pûblicamente a Jesûs en este diâlogo, no le abandonô. A. Le defendiô ante los demâs fariseos, aunque sin fervor ni gallardia. B. Se opuso a que se condenara a Jesûs sin oirle. “i Acaso nuestra ley condena a un hombre antes de oirle y sin averiguar lo que hizo?” (lo. 7,51). V. El triunfo de la fe en Nicodemo. En La muerte de Jesûs aparece en plena perfecciôn la fe de Nicodemo. La fe ha transformado su carâcter, por lo me­ nos los métodos de su prudencia mundana. B. La timidez, las falsas eonsideraciones dei siglo y la cobardia fueron, al fin, expulsadas del corazôn de Nicodemo. Apenas muriô Cristo-en la cruz, Nicodemo, acompanado de José de Arimatea, pénétré en el pretorio de Pilatos con audacia—“audacter”, dice el Evangelio (Mc. 15,43)—y pidiô el cuerpo de Jesûs. En Nicodemo se advierte prontitud, fervor, au­ dacia, y precisamente en los momentos en que habia mayor peligro en eonfesar a Jesucristo y en que sôlo por motivos sobrenaturales y por la in­ fluenda del divino Espiritu podia un fariseo declararse de su escuela o de su partido, aparentemente vencidos y aplastados. I 364 LA CURAC10N DEL HIJO DEL RÉGULO. 20 Di SP. PENT. VI. Aplicaciones. A. El caso de Nicodemo. Lo que le hizo dafio. 1. A Nicodemo le hizo dano acaso la confianza en su propia ciencia. 2. El vivir en los medios farisaicos. 3. El temor a perder su posiciôn social. b) Nicodemo tnereciô la gracia. 1. Porque, aunque imperfecto, buscô un contacto con Jesucristo. 2. Porque recibiô con cierta mansedumbre, aunque no con perfecta humildad, la palabra de Jesu­ cristo. 3. Porque, aunque timida y diplomâticamente, defendiô a Jesucristo entre sus compaüeros. 4. Porque, al fin, fué fidelisimo a la gracia y, pisateando y despreciando al mundo, se efttregô de lleno a Jesucristo, precisamente en los momentos en que Cristo moria crucificado. a) B. Nuestra actitud para con las aimas que buscan a Jesucristo. a) Debemos tener mucha caridad, pacicncia, longanimidad, aunque sean débiles y timidas. b) No debemos pretender perfeccionar a los demâs ta fuerza de brazos», como decia Santa Teresa. Debemos respetar las leyes de la psicologia. Debemos reverenciar los caminos, lentos y largos a veces, de la gracia. c) Y tratândose de nosotros mismos, debemos procurar quemar las etapas. Avanzar a paso de gigante en el conocimiento. y en el amor, y en la confcsiôn de Cristo. d) Debemos pedir a Dios que nos concéda santa audacia, como a Nicodemo cl dia del Viernes Santo. Debemos pisotear el mundo de la ciencia y de los honores de los grandes de la tierra para abrazarnos con Cristo, como al fin se abrazô Nicodemo. La Samaritana I. El encuentro con Jesucristo. jCudn distinta de la de Nicodemo es la carrera de la Samaritana! ;Cuân dis­ tintas las circunstancias de su contacto con Jesucristo! A. Nicodemo viene de noche a buscar a Jesûs. B. Jesûs, cansado y fatigado dei camino (Ιο. 4,6), después de haber recorrido acaso mâs de 30 kilômetros en cuesta, por lugar pedregoso, va en ple- SEC. S. GUIONES HO.MI J.ÉTICOS 365 no dia de ealor en busca de la Samaritana. Jesûs dispone las cosas de tai manera que El se quede solo en el pozo adonde viene a tomar agua la Samaritana. He aqui al pastor que va en busca de la oveja descarriada. He aqui un episodio mâs que muestra el carino de Cristo por las gentes humildes del pueblo. C. Jesucristo permite que vengan a visitarle los sabios de la tierra, pero El va en busca de las aimas ignorantes y sencillas. IL Virtudes de la Samaritana. Grandes eran los pecados de la Samaritana. Patentes se manifiestan en el dia­ logo. Pero también eran ciertas sus virtudes. A. Cumple eon su deber. La Samaritana estaba cumpliendo con su deber en aquel momento. Realizaba su trabajo (lo. 4,7). Habîa ido al pozo y cumplia con su deber del dia. B. La Samaritana era profundamente religiosa. No estaba exenta del conocimiento de la ley. Todo el dialogo con el Senor responde a las tradiciones y a las ideas religiosas de su pueblo. a^Cômo tû, siendo judio, me pides de beber a mi, mujer samaritana?» (lo. 4,9). b) Acaso eres tû mâs grande que nuestro padre Ja­ cob... ?» (lo. 4,12). c) aSeiior, veo que eres projeta» (lo. 4,19). d) «Nucstros padres adoraron en este monte...» (lo. 4,20). e) aYo sé que el Mcsias, el que se llama Cristo, estâ para venir y que cuando venga nos hard saber todas las cosas» (lo. 4,25). a) III. Sobre todo, la humildad. A. El aima de la Samaritana es ingenua, candorosa, infan til. B. El modo de dialogar, mâs que lôgico por asociaciôn de ideas, por verdaderos saltos liricos, tan propios de mujer, indica una extrana simplicidad de espiritu. C. Nada hay en la Samaritana rebuscado, artificioso ni presuntuoso. D. Recibe con mansedumbre la palabra de Cristo. E. Le pide con ingenuidad que le dé a beber el agua misteriosa de que le habla, en la que, sin comprender bien lo que ha dicho, créé desde el primer momento (lo. 4,15). F. Y, sobre todo, la Samaritana es humilde. Le descubre su pecado y reacciona nobilisimamente, con i \ ci'Ruiox nu. mjo nu. regui.o. 20 desk pent. SEC. 8. Gt’IÛNES HOMILÉTÏCOS 361 — olvido de si y con asombro y veneraciôn por cl Profeta, que la ha conocido (lo. 4,16-19). IV. El progreso de la Samaritana. El progrcso de la Sa­ maritana se advierte en la manera de tratar a Jesu­ cristo. Le trata de igual: Como tû, siendo judio...?" (lo. 4,9). B. Le llama “Senor, no tienes con qué sacar el agua” (lo. 4,11). Se humilia ya hasta rogarle: “Senor, dame de esa agua” (lo. 4,15). Le llama profeta: “Senor, veo que eres profeta" Go. 4,19). Va al pueblo dudando de si aquel hombre no es ya profeta, sino el propio Mesias: “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he heeho” (Ιο. 4,29). Y lo que le habia referido era su vida pecadora. “;,No sera el Mesias?” (ibid.). V. Contraste con Nicodemo. A. La Samaritana, toda sencillez y verdad, no dudô en descubrirse a los suyos. En Nicodemo se ad­ vierte mucha mâs cautela para tratar a Jesûs en la Sinagoga. B. La Samaritana plantea inmediatamente y de frente a sus convecinos el problema del Mesias (lo. 4,28). jesûs era judio y, por consiguienle, los samaritanos, en principio, estaban alejados y eran casi enemigos de El. Y, sin embargo, Ia Samaritana comunica a sus convecinos que tal vez el Mesias que esperaban, el Cristo, ha llegado ya en la persona de un judio. b) La naturalidad y verdad de las palabras de la Sama­ ritana prendieron en sus convecinos. Todo el pueblo saliô a ver a Jesûs (lo. 4,29). al contacto con Jésus aquellas aimas sencillas vieron con claridad la vqrdad del reino de Dios, que tenian delante. Con mucha mâs claiidad que lo viô Nicodemo en h primera entrevista con Jesûs. b) Creyeron muchos en El por las palabras de la mujfi (lo. 4,39). i La pecadora convertida en apôstol! c) Y otros creyeron por ir a Jesucristo (lo. 4,41). Y confesaron: tHemos oido y crcido que éste es verdadtrameute el Salvador del mundo» (lo. 4,42). a) VI. Aplicacioncs. A. (Gracias, Senor, porque cscondiste tu divinidad a los sabios dei siglo y se la mostraste a las ai­ mas sencillas y humildes! ;Senor, aparta de nosotros la vana ciencia de los hombres, que hincha y que no edifica! (Senor, aunque seamos pecadores como la Samaritana, conserva en nosotros la sencillez espiritual y la humildad de corazôn! iSenor! Sorpréndenos en el camino de la vida, en medio de los afanes de cada dia, como sorprendiste a la Samaritana en el brocal del pozo. (Senor, en fin, danos a beber de tu agua, de esa agua que quita el gusto por todas las cosas de este mundo y que hace brotar en nuestro corazôn por tu gracia un surtidor que salta hasta las moradas eternas! ... y toda su casa j. La casa del régulo. A. El Evangelio nos dice que con el régulo creyô toda su casa (lo. 4,53). La casa del régulo eran sus criados. B. El Evangelio descubre la fidelidad, el amor y la compenetraciôn que existian entre el régulo y sus criados. Cuando fué a buscar a Jesucristo para pedir la salud de su hijo, no iba solo. Le acompanaba espiritualmente el amor de sus servidores. Los criados participaban de los sentimientos del padre. Por eso, al advertir la salud del hijo, corren presurosos y alegres a dar al padre la buena nueva. No va uno. Van varios. Van todos. “Los siervos”, dice el Evangelio (lo. 4,51). C. Sin duda, ·ε1 régulo era no sôlo un buen padre, sino un buen amo. Por eso los criados sienten con él, penan con él, se alegran con él y se convierten con él... Creyô él y creyeron todos. I. La fidelidad doméstica en la Escritura. Con frecuen· cia aparece en el Antïguo y en el Nuevo Testamento esta fidelidad doméstica y compenetraciôn de amos y criados. A. Criados de Canâ. Se advierte en aquellos criados que, aconsejados por Maria, obedecen a Jesûs (lo. 2,5-8). Cumplen discreta y silenciosamente su deber y son los primeros en advertir el milagro (ibid., 9). SEC. 8. CHIONES HOMH.ériCOS IV CURACIÔN DEI Hijo DEL REGUM). 20 DESP. PEXT. Centuriôn de Cafarnaùm. Consta que él amaba a sus criados y que sus criados le cran fieles y le obedecian (Mt. 8,9): “Y (digo) a mi esclavo: haz esto, y lo hace”. Centuriôn de Cesarea. Dos criados y un soldado, enviados por el centuriôn, fueron en busca de Pedro. Y los criados le dijeron a Pedro: “El cen­ turion Cornelio, varôn justo y temeroso de Dios, que en todo el pueblo de los judios es muy estimado” (Act. 10,22). Palabras que indican la alta es­ tima en que tenian a su senor. Los criados de Lydia. También toda la casa de Lydia se convirtiô con ella (Act. 16,14-15). predicaciôn por el ejemplo. Muy reiterada aparece en la Escritura la necesidad de predicar con él ejemplo. Jesucristo: “Exemplum enim dedi vobis” (Ιο. 13,15). B. San Pedro: “Vobis relinques exemplum ut se­ quamini vest'gia eius” (1 Petr. 2,21). San Pablo: En varios lugares de sus epistolas (cf. 1 Tim. 4,12; 2 Thes. 1,5; Tit. 2,7). ejemplo en el hogar. Acaso en ninguna parte tiene tanto valor la predicaciôn como en el hogar. No solo para formar a los hijos, sino para formar a los criados, que es nuestro tema. El ejemplo de los sefiores arrastra a los domes­ ticos. Es un barômetro que raras veces se equivoca el juicio de los criados sobre las virtudes de los sefiores. 31 Ellos les conocen de cerca, constantemente, en todos los pequefios detalles en que se manifiesta el interior de una persona. Ellos gozan las consecuencias de sus virtudes o sufren las de sus defectos. V. El primer campo de Acciôn Catôlica. Las personas piadosas dedicadas a la Acciôn Catôlica deben te­ ner muy présente que su primer campo de acciôn es el hogar, y deben hacer examen de cuâl es la rela­ tion en que estân con sus criados. A. De la ley ordinaria se puede decir que, si no cuentan con la confianza y el amor de los criados, la mayor parte de la culpa es suya. Si ha habido quiebra en la caridad, la quiebra, probablemente, habrâ comenzado por los sefiores. B. I ·.<. 369 La caridad, practicada constantemente en el ho­ gar, educa, transforma y cambia el corazôn de los cr ados peor dispuestos. Se equivocan las personas que salen a practicar la caridad fuera de casa habiendo practicado la dureza, la sequedad, acaso la injusticia, antes de abandonar el hogar. Deben hacer un examen muy serio de su propio espiritu, no sea que ciertas for­ mas de caridad mâs sean frutos del amor propio que del amor de Dios. Dice sabiamente un proverbio inglés: “Charity begins at home”, “La caridad empieza en casa”. Este apostolado doméstico es el mâs grato que existe en la tierra. a) Los fndos se recibeti en este mundo. b) Los criados correspondent generosamente. c) Son los ûltinios en olvidar al anio que ha desaparecido. d) Casi diriamos que no olvidan nunca. Conserva» fielmente el recuerdo del atno que los tratô con caridad fraternal. 16 La enfermedad moral de los hijos juventud esta enferma. No se trata en dl evangelio de hoy de un hijo muerto como el de la viuda de Naim (Lc. T,12). Se refiere a un hijo que esta enfermo, y gravemente. En él podemos ver simbolizada la juventud de nuestros dias, también enferma de gravedad (cf. supra, P. Félix, p.294, By ss). La juventud es edad de peligros, tanto nteriores como exteriores. Con todo, el mal que mayor ruina causa en los jôvenes es eQ abandono en que se encuentran por parte de sus padres y educadores, quienes se sienten incapaces de influir en sus hijos cuando mâs necesaria es su influencia. Por todo eso, podemos decir que la juventud estâ enferma. Muchos padres que se comp'lacen en la figura exterior y salud de sus hijos, tienen que contemplar con espanto que sus aimas estân en­ fermas. iCuâl es esta enfermedad moral? enfermedad es siempre un desequilibrio. En el orden fisico. El hombre estâ sano cuando cada uno de sus ôrganos funciona normalmente llMilf j ^9 I k CURACION DEL H1JD DEL RLGULO. 20 DESP. PENT. SEC. en todo. La enfermedad rompe con la armonia. Si alguna parte del cuerpo padecc, se acaba la normalidad. B. En el orden moral. Existe también cierto des· equilibrio. Arrastramos una naturaleza herida: “vulneratus in naturalibus”. Es un hecho tan innegable como universal la existencia de las pasio­ nes desordenadas, en las que radica una causa principalisima de la enfermedad moral de los hijos. Las pasiones en el nino permanecen latentes. A. En el nifio empiezan a percibirse algunos pequehos brotes pasionales, taies como el egoismo, envid a... Pero en el adolescente despiertan ya pa­ siones nuevas. Su fuerza es grande e impetuosa. Se levantan frente a la voluntad para combatiria. B. Voluntad y pasiones. He aqui las dos grandes formas del hombre. En ellas reside el secreto de su salud o enfermedad moral (cf. supra, P. Fé­ lix, p.296, c). El joven estâ enfermo si las pasiones le doin'nan. No manda la voluntad, sino que es arrastrada por los apetitos inferiores. Es el caso de miles de jôvenes. Vida de sentido, vida sensual, afân excesivo de divertirse, poco respeto a si mismo, apatia e indolencia... Todos éstos son sintomas de juventud enferma. B. Mira a tu hija. La ves frivola, coqueta, ligera, incapaz de un pensamiento noble, de una conversaciôn formal. No vive mâs que para su vanidad... Tienes una hija enferma. Mira a tu hijo. Desenvuelto, incorrecto y poco respetuoso, informal, trasnochador, amigo de di­ vertirse mâs que del estudio o del trabajo. Tienes un hijo enfermo. El mundo moderno, Ueno de péligros. Provienen de las modas, costumbres, espectâculos, lecturas. B. Provienen, sobre todo, de aquellas personas que, al no ser buenas, propagan el veneno de unos criterios mundanos: los malos amigos. El mejor aliado del demonio para ganar las ai­ mas es, sin duda, el mundo. Primero ocasiona la enfermedad excitando las pasiones, después acarrea la muerte. Dificilmente puede estar sano quien no solamente no lucha, sino que admite las normas del mundo para vivir segûn ellas. » ·■*!·. .... - R. GHIONES HOMiri.TICOS 371 VI. El remedio. Estâ, sin duda alguna, en los padres. En la buena educaciôn, de la que ellos son factor importantisimo. jAy de los padres que se despreocupan de los hijos en los aîios dificiles! A. La buena educaciôn exige vigilanda. a) Prcservad a vuestros hijos de- ambientes mal sa no s... b) Apartadlos de amigos deshonestos... c) Cuidad de sus cspcctâculos, de sus iecluras, de su vestido... d) Cualquicra de- estas cosas déjà huclla profunda en su aima, tan honda que dificilmente se borrarâ. San Je­ ronimo y San Agustin sufren las mayores tentaciones por el recuerdo de su anterior vida mundana. buena educaciôn necesita de ideal. b) Formad bien a vuestros hijos en la pureza. Habladles de las bellezas de esta virtud. de su aspecto positivo. No ocultéis las exigendas de sacrificios y renuntias que demanda su cultivo. Del modo como se entera al hijo por vez primera de materias sexuales depende su actitud en la vida res­ pecto de ella. jÇuântas inoccncias dcsgarradas po» una mala orientation ! [Cuântos heroes de su pureza porque la madré supo entusiasmar con ella a sus hijos! El remedio de vuestros hijos es Jesucristo. El me­ jor e imprescindible y el mâs eficaz de los remedios. El evangelio de hoy es un simbolo (cf. supra, Félix, p.299, c). Vosotros, padres, que llorâis la enfermedad de vues­ tros hijos, mientras el corazôn se os sumerge en un negro pesimismo acerca de su parvenir..., tenéis a Cristo. Orientadlos hacia la Eucaristia, el gran sa­ cramento transformador de aimas. Placed que amen la· palabra divina, que es palabra de vida. b) Id vosotros, padres, a Jesucristo. Decidle como el ré­ gule : «Seiior, baja antes de que mi hijo muerai» (lo. 4,49). Apaga el fuego de sus pasiones, que amenaza con re­ ducit a pavesas sus valorcs y su vida. d) Entiende en él otro fuego: el de tu amor santo, ge­ neroso y puro. Tû que ères el pan de virgen.es... Tû que curaste a la Magdalena..., a Agustin... Tû. Se­ iior, sana a mi hijo antes de que muera. a) • 11 SEC. 8. GUIONES HOMILETXCOS 373 LA CURACION DEL HIJO DEL RÉGUI.O. 20 DESP. PENT. cerlo inmediatamente); si de castigo se trata, no debt éste perdonarse fdcilmrnte; es mucho mds eficaz que lo cumpla. 17 La responsabilidad de los padres I. Caracteristicas de la enfermedad de la juventud. A. Hoy hay muchos jôvenes enfermos. En el evan­ gelio de hoy un padre suplica para su hijo enfermo. En el mundo hay muchos jôvenes enfermos. Aunque es cierto que hoy existen mâs que nunca jôvenes santos, desinteresados, ardorosos, cuyo ideal es Cristo, podemos decir que la juventud esta enferma. Mas icuâl es esta enfermedad?... B. Dos caracteristicas perfectamente definidas presenta : a) Debilidad de voluntad. El joven de voluntad débil. No hay duda ninguna : organismo débil, cuerpo enfermo. Voluntad débil, aima enferma. La voluntad débil es incapaz de resistir y mucho menos de acometer. El joven de voluntad débil, fâcilmente sucumbe a la ten­ taciôn... ; dificilmente, en cambio, se decide a una vida de trabajo, de lucha, de sacrificio, de oraciôn : armas todas éstas combativas, que, ademâs de desarrollar los valores juveniles, le dan la victoria sobre el enemigo (cf. supra, P. Félix, jCômo formar debidamente la voluntad de los jô­ venes?... Un papel muy importante corresponde a los padres. De ellos particularmente depende que los hijos sean jôvenes de voluntad y carâcter. No estarâ de mâs indicar algunas normas que el actual papa Pio XII ha recomendado frecuentemente a los jôvenes esposos. La educaciôn dcbc comenzarsc desde la nids tierna edad del niiïo; el drbol fâcilmente se endereza cuan­ do es tierno. De niiïo es mds fâcil la adquisiciôn de hdbitos, porque son menos costosos los actos. El hdbito da facilidad. De aqui que, si se forma en los niiios, lo conservardn después con poco cultivo de vuestra parte. iSu educaciôn ha de iniciarse ya desde la niücz, porque las buenas inclinaciones natura­ les pucden extraviarse cuando no van bien dirigidas y dcsarrolladas con actos buenos, que con su repeticidn las transforman propiamente en virtudes, bajo la dirccciôn del entcndlmiento y de la voluntad, has­ ta mds allô de la edad infantil o puerili (cf. Pfo XII, •La familia cristTana» (ed. FAX, San Sebastiân 1943] P.522). ,Vo hay que consentir que hagan el capricho, sino el deber. .4 veers habrd que reprender y aun castigar. Mas téngasc presence que tanto la reprensidn como el cas­ tigo deben haccrse con cariiïo, sin dejarse llevar de la ira (de aqui que muchas veces no convenga ha- A\-/· b) La auton-omia. La extensiôn del mal. Otra caracteristica de la juventud es el espiritu de independencia o autonomfa. Comienza con ella y suele acabar también con ella. Los jôvenes se tornan rebeldes con sus padres. Los que antes eran sumisos, ahora con­ testait bruscamente. Los que eran obedientes, quieren ahora dominar. Reciben con mal humor los consejos... Dirân que sus padres son atrasados, incapaces de comprenderlos... Nos hallamos, sin duda, ante otro sintoma de enfermedad mo­ ral. Muy extendido ciertamente. 2. Palabras de Pio XII : «Los padres y madrés se quejan con frecuencia en nuestros dias de que no logran hacerse obedecer de sus hijos. Ninos caprichosos que a nadie hacen caso. Adolescentes que rehuyen toda guia. Jôvenes y muchachas que no toleran ningfin consejo, sordos a todo aviso, afanosos de ser los primeros en los juegos y en las carreras, encaprichados en hacerlo todo por su cuenta y su razôn, creyendo que sôlo ellos coinprenden las necesidades de la vida moderna. En fin—se dice—, la nueva generaciôn no estâ de or­ dinario dispuesta (salvo raras y apreciables excepciones) a inclinarse ante la autoridad del padre y de la madré. Y icuâl es la razôn de esta actitud indôcil ? La que ordinariamente se da, es que hoy dia los hijos no poseen muchas veces el sen­ tido de la sumisiôn y del respeto debido a los pa­ dres y a su voz ; que en la atmôsfera de ardiente altivez juvenil en que viven, todo tiende a hacer que se desprendan de toda preferencia hacia sus padres y terminen por perderla ; que todo lo que ven y oyen a su alrededor acaba por aumentar, inflantor y exasperar su natural y poco domada inclinaciôn a la independencia, su desprecio del pasado, su avidez dei porvenir» (cf. Pio XII, ibid., p.304). II. Responsabilidad de los padres. A. Son ellos dos que deben atajar el mal (cf. supra, P. Félix, p.298, 2 y 3). Es necesario para esto que sepan ejercer su autoridad. Dios concede a algunos el don natural del mando. Es un don precioso (cf. Pio XU, ibid., p.305). B. Deberân apelar a todos los medios para conseguir la “preeminencia moral que constituye y ador­ na la autoridad efectiva, operativa, eficaz, que logra imponerse a los otros y obtener de hecho la obediencia” (cf. Pio XII, ibid.). I \ CURAC10N nil HIJO DEI. RÉGULO. 20 DESP. PENT. SIC. C. Para que el ejercicio de la autoridad sea eficaz (cf. supra, Mons. Gibier, p.302, B y ss.) debe: a) b) c) <11 375 Han de rezar los padres. Santa Juana Maria Frcmiot de Chantal y «Μαηιά Margarita» (la madré de San Juan Bosco) pueden considerarse como modela. Pio XII ha presentado a esta iiltima frecuentemente ante los jôvenes esposos como tal. «Mamd Margarita» se arrodillaba por la maiiana y por la noche con los très niiïos para rezar la oraciôn. A ella atribuye San Juan Bosco su devociôn tierna y conjiada hacia la l'irgen y la Eucaristia. El hogar de San Juan Bosco era un auténtico templo. Cada hogar tiene que ser un templo. Diariamentc debe salir de él una plegaria agradable al Seûor. b) Han de rezar los padres. Ticnen ellos una altisinia y t rascendcntalisima misiôn : formar a Cristo cn las aimas de sus niüos. Hc aqui cl concepto mâs subli­ me de la educaciôn cristiana. c) Pero los padres son incapaces por si mismos de trans­ formor en Cristo cl aima de sus hijos. Ha de ser el mismo Cristo. Los padres serân auxiliares; el educador principal, Jesucristo. Por. eso, entre El y los padres debe existir union constante cn bien de sus hijos. La oraciôn verifica esta union. Sin ella quedarân aislados del gran pedagogo y la educaciôn serâ deficiente. Han de rezar también los hijos. Lo necesitan por­ que a veces por la exaltaciôn juvenil, por una parte, el deseo de divertirse y el respeto humano, por otra, se oividan de hacerlo. No faltarâ un avemaria por la noche; la que aprendieron en el regazo de su madré. Pero rezar, rezar..., los jô­ venes rezan poco. Los padres, mâs serenos y aquietados, con criterios rectos y cristianos sobre las cosas, han de superar esta deficienda para que el Senor no retire de sus hijos las gracias que necesitan; tanto mayores cuanto mayores son los peligros. Deben los padres fomentar la oraciôn comûn. Tie­ ne valor especial. Unifica mâs y mâs la familia. I. Preocupacion por los hijos. A. i Hasta dônde aleanza en las enfermedades mora­ les? En el evangelio de hoy aparece un padre que se preocupa por su hijo enfermo. Hariamos in­ juria a los padres si afirmâramos que no se preocupan de sus hijos cuando una enfermedad les aqueja. Pero ;tienen el mismo interés cuando se trata de una enfermedad moral? B. Muchos son los que no cumplen con su deber. a) Sin que qucramos ser pesimistas, hemos de rcflcpu una rcalidad. Existe hoy una gran desoricntaciou f' ’ *· ►*£14 HOMILËT1COS II. La oracion. De los remedios eficaces, el primero es la oration (cf. supra, Mons. Gibier, p.301, 2 y 3. La oracion, los hijos y el ejemplo de vida *1 GUIGNES la juvent nd. Son jrccucntes los lamentas de los pa­ dres, que se asombran comparando estos tiempos con los que ellos conocieron de .mâs purcza y caballerosidad. b) Ao es nuestro intento detenernos en la enfermedad de la juvent nd ni en los sintomas que présenta. (Jucremos mâs bien fijarnos cn los padres. Hacen algo mâs que lamentarse...? /.Se prcocupan de poner remedio eficaz. ? / Buscan al médico... 'i Lc Haman con insistenda Templarsc con la expansion del amor. Hcrmanarse con la dulzura. Ejercerse sin debilidad (cf. supra, Gibier, p.303, b). Acontpaùarla del ejentplo de los padres en cl cumpliiniento de los mandamientos de Dios y de la Iglcsia y de la mutua union y comprensiôn (cf. Pio XII, ibid.). HI. Culpabüidad de los padres. A. A veces pueden los padres ser culpables de la de­ ficiente educaciôn y, por ende, de la enfermedad moral de les hijos. De hecho lo son no pocas. B. Madrés hay que han sacado muy jôvenes a sus hijas del colegio simplemente porque no les gusta estudiar. Otras han contravenido las ôrdenes que del colegio recibian las hijas pequenas, para que les fuera posible a éstas salir mâs y cumplir un poquito mejor con las obligaciones sociales. Todo esto deforma. A la larga se dejarân sentir las consecuencias. IV. Jesucristo es, ciertamente, remedio de los dos males que aquejan a la juventud de hoy. A. Mas deben los padres considerar que normalmente son ellos los instrumentos de Jesucristo para curarlos. B. Es necesaria la oraciôn. Pero no suficiente. Hace falta mâs. Una buena educaciôn, que dé a los hijos, juntamente con la firmeza de voluntad, la sumisiôn y docilidad necesarias para cbedecer al superior. S. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 377 LA CURACIÔN DEI. HIJO Dl l. RÉGULO. JO DI SI’. PENT. Particularmente es recomendable el rezo del santo rosario. Acudan los padres por la Virgen a Cristo, convencidos de su incapacidad para curar los hijos enfermos. Como lo estaba el hijo del régulo. Pero el régulo acudiô con fe y fué escuchado. El ejemplo. A. El segundo remedio es el ejemplo. Pio ΧΠ pré­ senta el ejemplo que daba a sus hijos “Mama Mar­ garita”. No hacia demasiadas exhortationes al trabajo. Pero ella misma ponia sus manos en el arado, en la hoz, en los aparejos, y con su ejempio, segùn se lee, cansaba a los mismos hombres contratados en el tiempo de la siega y de la trilla. B. Santa Teresa recuerda siendo religiosa los admi­ rables ejemplos de virtud y de caridad que habia recibido de su padre. C. "El hijo en casa ha de ver: ejemplo de bien obrar, ejemplo de bien hacer, ejemplo de bien hablar” (Gabriel y Galân). D. Pio ΧΠ exhorta vehementemente a los padres, diciéndoles: “También en vosotros mismos, o mâs bien ante todo en vosotros mismos, hace falta que cultivéis las virtudes. Lo exige vuestra misiôn y vuestra dignidad. Cuanto mâs perfecta y santa es el alma de los padres, tanto mâs delicada y rica es en todo caso la educaciôn que dan a sus hijos. Los hijos son como “ârbol plantado a la vera del arroyo, que a su tiempo da sus frutos y cuyas hojas no se marchitan” (Ps. 1,3). Pero ;qué poder ejercerâ sobre ellos, queridos esposos, vuestro modo y tenor de vida para tenerlo ante sus ojos desde su nacimiento! No olvidéis que el ejemplo obra sobre aquellas pequenas criaturas incluso an­ tes de la edad en que pueden comprender las leccionés recibidas de vuestros labios. Mas aun suponiendo que Dios supla con favores excepcionales el defecto de la educaciôn, ^cômo serian verdaderamente virtudes del hogar doméstico aquellas que, a la vez que florecen en el corazôn del niûo, estân secas y marchitas, en cambio, en el corazôn del padre y de ia madré?” (cf. Pio XH, “La familia cristiana” [ed. FAX, 1943], p.528 n.260). De vosotros depende, padres, la virtud de vuestros hijos. A. Es la principal herencia que habéis de legarles. Vale mâs la virtud que los bienes terrenos. Do- blad vuestras rodillas ante el Padre celestial, como el Apôstol (Eph. 3,14). Pide él por los que habia engendrado en Cristo. También vosotros los habéis de engendrar en Cristo, pues que los engendrasteis segùn la carne. B. Doblad vuestras rodillas y pedid que les concéda ser fortalecidos por la virtud en el espiritu para que sean hombres interiores... Hombres decididos y luchadores... Hombres que pasen por el mundo sin mancharse... Hombres de alma santa y cora­ zôn sano... SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 19 Amos y criados: La doctrina de San Pablo I. Un nuevo espiritu. A. Alcance de la doctrina. Principias y espiritu. Pablo introdujo principias nuevos y, sobre todo. un nuevo espiritu en las relationes entre amos y criados. No se ocupô propiamente de la cuestiôn juridica civil, ni de la situaciôn politica de los hombres sometidos al trabajo. El no trataba de alterar la constitution social o modificar el dere­ cho privado. Pero establcciô tres principias, que marcan una nueva concepciôn de la vida, distinta de la que profesaban romanos y judios. b) Proposito esencial. Los principles van diredamentc contra la constitution judaica de la ley, e indirectamente destruyen, en lo que encierra de injusta, la constituciôn civil y politica del Imperio romano res­ pecto de los trabajadores. e) B. Los très principios paulinos. a) Son cl de la igualdad, el de la libertad y el de la sujeciôn. b) Todos somos iguales. Todos somos libres. Todos estamos sujetos los unos a los otros. C. Clave de interpretaciôn. La clave de la interpre­ tation de los conceptos paulinos es una palabra 1 En très lu gares de La palabra de Crtsto nos ocupamos de las relaciones ckl mundo del trabajo. Las que se dan entre amos y criados domésticos se tra­ tan en esta homilfa. De la* que existen entre patronos y obreros hablamos en la del terccr domingo después de Epifanfa, al comentar cl evangelio dei centririôn (Mt. 8,5-13). De lo relativo al trabajo en general y a la empresa nos ocupa­ mos en la dominica de Septiiagésima, parâbola de los viûadores (Mt. 2O,i-x6). SEC. 8. GIHONES HOMILETICOS LA CIRACIÔN DLL Hijo DEI. RF.GVLO. 20 DE SI*. PE XT. scs), Pablo organisa sobre el fundamento de Jesucristo, jerôrquicamenlc diriamos, toda la vida familiar. 1. mujeres estén sujetas a sus maridos en to­ do» (Eph. 5,24). 2. «Hijos, obedeced a vuestros padres» (ibid., 6,n). 3· «Siervos, obedeced a vuestros amos» (ibid., 6,5) (cf. también Col. 3,18.20.22). 4- En otra epistola, la de los Romanos, escribe so­ bre la sumisiôn a las potestades civiles (13,1-7). sola, sin cuya comprensiôn profunda es imposible entender la altisima filosofia y teologia y, casi diriamos, politica del Apôstol. La palabra es Cristo. •u ·<' ·.··’* a) Todos somos iguales en Cristo. b) Todos somos libres en Cristo. c) Todos estamos sujetos mutuarncnte los unos a los otros en Cristo. Pablo salva plcnamcnte la ley de la dignidad, de la igualdad y de la jerarquia. .** · Λ* ' H. ÿî* · Fundamento comun. Como el principio fundamen­ tal de estas tres leyes es Cristo, no es extraiio quo el apôstol Pablo sitùe principalmente su doctrina respecto a amos y criados en las epistolas cristolôgicas. Que él tenga principalmente en ellas a la vista a los criados domésticos, nos lo indica el hecho de incluir los textos sobre los criados des­ pués de hablar de las relaciones entre marido y mujer, padres e hijos. Aparece asi en las Epistolas a los Efesios y a los Colosenses la familia con sus très sociedades (sociedad conyugal, sociedad paterno-filial y sociedad heril) en relaciôn con la doctrina del Cuerpo Mistico de Jesucristo. Ley de igualdad. Todos somos iguales en Jesu­ cristo. iDcspojaos del hombre viejo..., vestios del nuevo..., segûn la imagen del Crcador, en quien no hay gricgo ni judio, tircuncisiôn ni incircuncisiôn, bàrbaro o escita, siervo 0 libre, porque Cristo lo es todo en todos» (Col. 3,9-11). b) El mismo concepto casi con las rnismas palabras fi­ gura en la epistola a los Gâlatas (3,26-28). a) Ley de libertad. a) Para Pablo como para Jesucristo. la verdadera servidumbre es la del pecado. «El que comete pecado, siervo es del pecado» (lo. 8,34). Pablo alude, ademâs, a la servidumbre a la ley mosaica. b) Los hombres libres interiormente del pecado y de la ley son tlos hijos de Dios que no han recibido d espiritu de siervos para rccacr en el temor de la ley, antes han recibido cl espiritu de adopciôn por cl cual daman: Abba!, ,Padre!» (Rom. 8,14-15). La misma idea dcsarrolla el Apôstol en la epistola a los Galatas (4,5-/)· Ley de sujeciôn. El concepto profundo de igualdad y de libertad no solo es compatible, sino que supone el precepto de sujeciôn en la teologia paulina. tSomeleos los unos a los otros en el temor de Cristo» (Eph. 5,21) b) F en ambas epistolas cristolôgicas (Efesios y Colosen- a) 379 IL Aplicatiôn. Dentro de este cuadro general de la con­ ception paulina, igualdad, libertad y sujétion, se comprende perfectamente la teorïa del Apôstol acerca de amos y criados. A. Ambos son iguales. B. Ambos obedecen a un solo Sefior. El verdadero amo de todos es Jesucristo. Ante el tribunal de Jesucristo apareeen amos y criados en pie de absoluta igualdad. a) b) Un precepto para los amos. «Vosotros tenéis un amo en los cielos, ante el cual daréis cuenta de vuestra conducta para con vuestros criados» (Col. 4,1 ; Eph. 6,9). Un precepto para los criados. aObedcced a vuestros amos segûn la carne como a Cristo..., no buscando agradar a un hombre, sino como siervos de Cristo que cumplen de corazôn la voluntad de Dios; sirviendo^con buena voluntad como quien sirve al Seüor y no a hombre; considerando que a cada uno le retribuirà el Senor lo bueno que hiciere tanto si es siervo como si es libre» (Eph. 6,5-8). III. Consecuentias sociales. A. La doctrina de Pablo estâ por encima de épocas. de teorias politicas y sociales y de civilizaciones. Es eterna y aplicable a todos los tiempos. Seüala una meta altisima a la que todavia no ha llegado la sociedad. b) Con la doctrina de Pablo era incompatible la situa­ ciôn social de Roma. Corno es incompatible la si­ tuation social del mundo contemporaneo. Ο Pero Pablo no combatiô de frente un estado social y politico. Lo crfstianizô en et corazôn de amos y criados. papa Pio XU sigue sacando consecuencias de los principios de Pablo y aplicândolas a la familia de nuestros dias (cf. supra, sec.VI, p.317, b y c). Donde, ciertamente, los criados, como consecuencia del cristianismo, ocupan un lugar muy dis­ tinto al que tenian los esclavos romanos. Pero à V - 3R0 11 CL’MACiO.M OU. HIJO till. IHGIÎIO. 20 OiSP. PINT. donde acaso no sc sacan todas las consecuencian practices del Evangelio. Por eso son oportunle»· mas las aplicaciones hechas recientementc por el Pontifice, Amos y criados; Ideas de Pio XII I. Disaursos a los recién casados. Pio XII, en sus discur­ sos a los recién casados, inserta obscrvaciones de gran finura psicolôgica y prâctica, solidamen te fundadas rn cl concepto paulino del servicio y aplicables cspt· cialmente a los criados domesticos. La entrada de un criado en una nueva familh supone una cierta forma de adopciôn por parte de los nuevos senores (cf. p.317, b). El criado forma, pues, parte del hogar y de la nueva familia (cf. ibid., c). Los senores habran de dar cuenta a Dios de la vida y del alrna de sus criados en forma anâloga a como han de darla de sus hijos (cf. ibid.), Los arnos deben procurar que los criados cumplan sus deberes para con Dios (cf. p.321, m). Deben incorporarles a la oraciôn comûn familial (cf. p.322, q). De modo '«pestai es reeornendable que toda la familia, incluidos los criados, rece en comûn, diariamente, el santo rosario . nisr. SIC. 8. GtnONI.S HOMH.hTiœS Pablo troeô el alma del senor. Lo hizo fraternal para con el esclavo. Diriamos mejor paternal. Le sometiô por el temor al Amo del cielo. Pablo secô el àrbol de la esclavitud en sus mismas raices. Minô la instituciôn en sus fundamentos. El tiempo completaria graduai y progressamente la obra. La carta a Filemôn. La profunda teologia y la altisima sabiduria de Pablo resplandeciô en la bellisima carta a Filemôn. La perla del Nuevo Tes­ tamento, como ha sido llamada. He aqui la sustancia de la Epistola; Onésimo. Oné­ simo era un esclavo. Formaba parte de la tropa de Filemôn. Se habia cscapado furtivamente de la casa de su amo. En su peregrinaciôn llegô a Roma, donde conociô a Pablo. Pablo le engendrô a Cristo en la càrcel. Onésimo, hombre intcligente, era utilishno servidor de Pablo b) Filemôn. Filemôn era un gran hacendado dei /Isia Menor. Pablo le habia hecho cristiano. Pablo habia sido huésped de Filemôn durante algùn tiempo. Y conservô siempre amistad con él La vuelta de Onésimo. i. Pablo obligô a Onésimo a volver al Asia y a pre· sentarse de nuevo al amo a quien ilegalmente habia abandonado. Onésimo no ténia situaciôn legal en Roma. No era un liberto. Era un indocumentado. Pablo quiso respetar aparentemente el derecho establecido. No lo altera en forma violenta y revolucionaria. Por eso obliga a Oné­ simo a vol ver a casa de Filemôn. Pero, respetando la apariencia de la ley, en el fondo Pablo ha realizado la mâs profunda de las transformaciones sociales. El que vuelve a File­ môn no es un esclavo. Es un hermano. Juridicamente es el mismo que huyô. Naturalmente es otro. Y, ante todo, es otro sobrenaturalmente. Onésimo ha sido engendrado en Cris­ to, como Filemôn habia sido engendrado en Cristo. Ambos son nuevas criaturas por efecto del apo? tolado de Pablo. d) La Epistola a Filemôn. Onésimo llcva en la mano b carta de Pablo a Filemôn. 1. La carta magna de la libertad de todos los que sirven. Escrita por Pablo, «viejo y encadenadoi, estâ transida de la mâs delicada ternura. 2. Copiemos algunas frases del Apôstol : «Pablo, embajador y ahora prisionero de Cristo Jesûs» (v.ç) ; «Te suplico, joli Filemôn!, por mi hijo, a quien entre cadenas engendré, por Onésimo» (v.io) ; «un tiempo inûtil para ti, mas ahora para ti J a) 389 paru mi muy ûtil» (v.n) ; «te remito no a él, sino mis entraflas» (v.12). c) No siervo, hermano. La sintesis del pcnsamienlo de Pablo estâ en los versiculos 16 y ss. «Tal vez se te apartô por un momento, para que por siempre le tuvieras» (v.16). «No ya como siervo ; antes, mâs que siervo, her2. mano amado, muy umado jxira mi, pero mucho mâs para ti, segûn la ley humana y segûn el Senor» (v.16). 3· «Si me tienes, pues, por companero, acôgele como a mi mismo» (V.17). 4- «Si en algo te ofendiô o algo te debe, ponlo a mi cuenta» (v.18). 5- «Consuela en Cristo mis entranas» (v.20). IV. El fracaso de Espartaco. Espartaco no pudo evitar que sus esclavos redimidos se convirtieran en una horda de crimina­ les. Desmoralizado su ejército, Espartaco fué fâcilmente vencido por las ocho legiones que levantô el Senado romano. La venganza de Roma fué cruelisima. Cinco mil cadâveres de esclavos clavados en el leno, a lo largo de la Via Apia, pregonaban el triste final de una empresa tan noble como temeraria. V. El triunfo de Pablo. Otro fué el final de Onésimo, el esclavo redimido por Pablo. A. Filemôn recibiô al fugitivo cual un hermano. a) b) c) Le concediô legalmente la libertad. Onésimo fué ordenado mâs tarde de sacerdote. Des­ pués, de obispo. No falta una tradition que le présenta, terminando su vida pastoral, predicando a Cristo en tierras Espana, adondc le habia enviado San Pablo. B. Dios quiera concedernos muchas aimas como la de Pablo. a) Muchos scrvidores de todo género que aceptcn de corazôn el lugar ch que Dios les pone en la vida y en él scan fielcs a su deber, como lo fué Onésimo, aleccionado por el Apôstol. b) Muchos amos que sientan de verdad el vinculo fra­ ternal que les une a sus criados y que con reverenda y temor se acucrdcn de que tienen un Amo en el ciclo, como Filcmôn. c) jCuânta sangre se hubiera ahorrado la humanidad, y se podrâ ahorrar en lo futuro, -multiplicando en là tierra apôsloles como Pablo y amos y criados como Filcmôn y Onésimo; que scan consecucntes, en la palabra y en las obras, con la nueva vida que han recibido en Cristoi Ί: b ; * « · Domingo XXI después de Pentecostes a .· ■ -v Ki Z π SECCION I ;i'>· TEXTOS SAGRADOS I $1« EPISTOLA (Eph. 6,10-17) 10 De caetero fratres con­ fortamini in Domino, et in po­ tentia virtutis eius. 11 Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli, 12 quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem: sed adversus prin­ cipes, et potestates, adversus mundi rectores tenebrarum ha­ rum, contra spiritualia nequi­ tiae, in caelestibus. 13 Propterea accipite arma­ turam Dei, ut possitis resistere In die malo, et in omnibus per­ fecti stare. 14 State, ergo, succincti lum­ bos vestros in veritate, et in­ duti loricam iustitiae, 15 et calceati pedes in prae­ paratione Evangelii pacis; 16 in omnibus sumentes scutum fidei, in quo possitis omnia tela nequissimi ignea extinguere: 17 et galeam salutis assumi, te: et gladium spiritus (quod est verbum Dei).,. II. 10 Por lo demâs, confortaos en el Seftor y en la fuerza de su poder; 11vestios de toda la armadura de Dios para que podâis resistir las insidias dei diablo, 12 que no es nuestra lucha contra la sangre y la came, sine contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, con­ trai los espiritus malos de los ai­ res. 13 Tomajd, pues, la armadura de Dios para que podâis resistir en el dia malo y, vencido todo, os mantengâis finnes. 14Estad, pues, alerta, cefiidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justi cia. 15 y calzados los pies, prontos para anunciar el Evangel» de la paz. 16Embrazad en todo momen­ to el escudo de la fe, con que po­ dâis hacer inutiles los encendidos dardos dei maligno. 17Tomad el yelmo de la lud y la espada del espiritu, que es la palabra de Dios... EVANGBLIO (Mt. 18,33-35) 23 Ideo assimilatiun est reg­ num caelorum homini regi, qui volait rationem ponere cum servis suis. 24 Et cum coepisset rationem ponere, oblatas est ei «nis, qal debebat el decem millia talenta. 23iPor esto se asemeja el no de los cielos a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. XlM 24 Al comenzar a tomarlas se le présenté uno que le debia diez mil talentos. - 394 li. PERDÔN DE IAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 25 Cbmo no ténia con qué pa­ gar, mandé el sefior que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto ténia y saldar la deuda. 26Entonces el siervo, cayendo de hinojos, dijo: Sefior, dame espera y te lo pagaré todo. 27Compadecido el sefior del siervo aquel, le despidié, condonândole la deuda. te siervo se encontre con uno de sus compafieros que le debia cien de­ narios, y, agarrândole, le ahogaba diciendo: Paga lo que debes. 29 De hinojos suplicaba eu Lpafiero: Dame espera y te pagaré. 30 Pero él se negô y le hizo encerrar en la prisiôn hasta que pagara la deuda. sus compafie31 Viendo esto ros, les desagradé mucho y fueron a contar a su seûor todo lo que pasaba. 32Entonces hizole llamar sefior, y le dijo: Mal siervo, te condoné yo toda tu deuda porque me lo suplicaste. 33 2. No era> pues, de ley que tuvieses tù piedad de tu compafiero, como la tuve yo de ti? 34 E irritado, le entregé a los torturadores hasta que pagase da la deuda. 35. Asi harâ con vosotros mi Padre celestial si no perdonare cada uno a su hermano de todo corazôn. 25 Cum auteni non haberet unde redderet, iussit eum do­ minus eius venumdari, et axoreni eius, et filios, et omnia quae habebat, et reddi. 26 Procidens autem servus ille, orabat eum, dicens: Tatientiam habe in me, et omnia reddam tibi. 27 Misertus autem dominas servi illius, dimisit eum, et de­ bitum dimisit ei. 28 Egressus autem servus ille invenit unum de conservis suis, qui debebat ei centum denarios et tenens saffocabat eem, dicens: Redde quod debes. 29 Et procidens conservas eius, rogabat eum, dicens: Pa­ tientiam habe in me, et omnia reddam tibi. 30 Ille autem noluit: sed abiit, et misit eum in carcerem donec redderet debitum. 31 Videntes autem conservi eius quae fiebant, contristati sunt valde: et venerunt, ct narraverunt domino suo omnia quae facta fuerant. 32 Tunc vocavit illum domi, nus suus: et ait illi: Serve ne­ quam, omne debitum dimisi ti­ bi, quoniam rogasti me: 33 nonne ergo oportuit, et te misereri conservi tui, sicut et ego tui misertus sum? 34 Et iratus dominus eius tradidit eum tortoribus, quoad, usque redderet universum de­ bitum. 35 Sic et Fater meus caelestis faciet vobis, si non remise­ ritis unusquisque fratri suo de cordibus vestris. SEC. Non abominaberis Idomaeim, quia frater tuus est: nec Aegyptlum, quia advena fuisti in ter. ra eius (Deut. 23,7). B) m. ALGUNOS TEXTOS DE LA SAGRADA ESCRITURA SOBRE LA CARIDAD Y LA CORRECCION FRATERNAS A) No HAY QUE ODIAR A LOS ENEMIGOS Non oderis fratrem tum in No odies en tu corazôn a tu tuo, sed publice arne hermano, pero repréndele para no corde eim, ne habeas super Illo peccargar tii por él con el pecado. catum (Lev. 19,17). 395 No détestes al edomita, porque ea hermano tuyo; no detestes al egipeio, porque extranjero fuiste en su tierra. Sino amarlos Et dixerunt servi David ad eum: Ecce dies, de qua locu­ tus est Dominus ad te: Ego tradam tibi inimicum tuum, ut facias ei sicut placuerit in ocu­ lis tuis. Surrexit ergo David, et praecidit oram chlamydis Saul silenter (1 Reg. 24,5). Y los hombres d© David decian a éste: Ahi tienes el dia que Yavé te anunciô, diciéndote que entregaria a tu enenaigo en tus ma­ • •rr bien te pareznos; trâtale como ca. David se levanto y, acercândose calladamente, cortô la orla del manto de Saul. 7 Venerunt ergo David et Abisai ad populum nocte, et in­ venerunt Saul iacentem et dor­ mientem in tentorio, et hastam fixam in terra ad caput eius: Abner autem et populum dor­ mientes in circuitu eius. 8 Dixitque Abisai ad David: Conclusit Deus inimicum tuum hodie in manus tuas: nunc er­ go perfodiam eum lancea in terra, semel, et secundum opus non erit. 7 Llegaron David y Abisai y encontraron a Saùl durmiendo en medio del camp amento, con la lanza clavada en tierra, junto a la c a bec era. Abner y la gente dormian en torno de él. 8Abisai dijo a David: Dios ha entregado hoy en tus manos a .JH tu eneimigo. Déjame que ahora mismo le atraviese con mi lanza y de un golpe le clave en la tie­ rra; no tendre que repetir. 9 Pero David le dijo: No le mates. Quien pusiere su mano so­ bre el ungido de Yavé, ^quedaria imp une R 10 Tan cierto como vive Ya­ vé, que si no lo hiere él y le 11ega su dia y mue re, o mue re en la guerra, 11 Yavé me libre de poner la mano sobre su ungido. Coge la lanza y el jarro, que estâ junto a la c a bec era, y vâmonos. 9 Et dixit David ad Abisai: Ne interficias eum: quis enim extendet manum suam in christum Domini, et innocens erit? 10Et dixit David: Vivit Deminus, quia nisi Dominus per­ cusserit eum, aut dies eius ve­ nerit ut moriatur, aut in prae­ lium descendens perierit: 11 Propitius sit mihi Domi­ nus ne extendam manum meam In christum Domini, Nunc igi­ tur tolle hastam quae est ad caput eius, et scyphum aquae, et abeamus (1 Reg. 26,7-11). 19 Dlxlt (Semel! Λ TEXTOS SAGRADOS ad eum [David]; Ne reputes, domine mi, iniquitatem, neque memi­ neris injuriarum servi tui in die qua egressus es, domine mi rex, de lerusalem, neque ponas, rex, in corde tuo. 20 Agnosco enim servus tuus peccatum meum: et idcirco ho­ die primus veni de omni domo loseph, descendique in occur­ sum domini mei regis. 21 Respondens vero Abisai 19 Y le dijo: Que mi senor no me impute la iniquidad y olvide las offensas de su siervo el dia en que mi sefior saliô de Jerusa­ lem ;Oh rey!, no atîendas a ellas, 20 pues tu siervo reconoce que ha pecado y hoy vengo, el prime­ ro de toda la casa de José, delan­ te del rey, mi senor. 21 AbiSai, hijo de Sarvia, to- 896 FI. VERDON DE MS OFENSAS. 21 DESP. PENT. urr la palabra y dijo: Pero ^no mô iiIC va a morir Semei por haber maldecido al ungido de Yavé? 22 Mas David respondiô: iQué tenéis que ver conmigo, hijos de Sarvia ? ^Por qué habéis de oponeros hoy a mi? ;.Hoy va a mo­ rir nadie en Israel? ;No soy yo hoy rey de Israel? 21 El rey de Israel, viéndolos, » preguntô a Eliseo: iLos hiero, pa­ dre mio? respondio: No los hieras, que no los has hecho tû prisioneros con tu espada y con tu areo. Dales pan y agira para que coman y be ban y que se vayan a su sefior. 31 filins Sarviae, dixit: Numquid pro his verbis non occidetur Se. met quia maledixit christo Do­ mini? 22 Et ait David: Quid niihl et vobis, filii Sarviae? Cur et­ ficimini mihi hodie in Satan? Ergone hodie interficietur vir in Israel? An ignoro hodie nie factum regem super Israel? (2 Reg. 19,19-22). 21 Dixitque rex Israel ad Eliseum, cum vidisset eos: Numquid percutiam eos, pater mi? 22 At ille ait: Non percu­ ties: neque enim cepisti eos gladio, et arcu tuo, ut perçutias: sed pone panem et aquam coram eis, ut comedant et bi­ bant, et vadant ad dominum suam (4 Reg. 6,21-22). 21 Si tu enemigo tiene hambre, dale de corner; si tiene sed, dale de beber. 22 Pues asi echas ascuas so­ bre su cabeza. Yavé te lo pagarà. 21 SI esurierit inimicus tuus ciba illum: si sitierit, da ei aquam bibere. 43 Habéis oido que fué dicho: Amarâs a tu prôjimo •IK y aborrecerâs a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. 43 Audistis quia dictum est: Diliges proximum tuum, et odio habebis inimicum tuum. 22 Prunas enim congregabis super caput eius, et dominas reddet tibi (Prov. 25,21-22). 44 Ego autem dico vobis: Di­ ligite inimicos vestros, benefa­ cite his, qui oderunt vos: et orate pro persequentibus et calumniantibus vos (Mt. 5,43-44). 27 Pero yo os digo a vosotros que me escuchâis: Amad a vues­ tros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, 28 bendecid a los que os calumnian. 27 Sed vobis dico, qui audi­ tis: Diligite inimicos vestros, benefacite his, qui oderunt vos. 35 Pero amad a vuestros ene­ migos, haced bien y prestad sin ) esperanza de remuneraciôn y serâ grande vuestra recompensa, y sehi·; réis hijos del Altisimo, porque es bondadoso para con los ingratos y los malos. 35 Verumtamen diligite ini­ micos vestros: benefacite, et mutuum date, nihil inde spe­ rantes: et erit merces vestra multa, et eritis filii AJtissiml, quia ipse benignus est super in­ gratos et malos (Dc. 6,27-28.35). 28 Benedicite maledicentibus vobis, et orate pro calumniantibus vos. TEXTOS C) SAGRA DOS 397 IM Y DEVOLVER BIEN POR MAL 4 Ad quos Ille [loseph] cle­ menter: Accedite, inquit, ad me. Et cum accessissent prope: Ego sum, ait, loseph frater vester, quem vendidistis in Aegyptum. 5 Nolite pavere, neque vobis durum esse videatur quod ven­ didistis me in his regionibus: pro salute enim vestra misit me Deus ante vos in Aegyptum (Gen. 45,4-5). 20 Vos cogitatis de me ma­ lam: sed Deus vertit iilud in bonum, ut exaltaret me, sicut in praesentiarum cernitis, et salvos faceret multos populos. 4El les dijo: Acercaos a mi. Acercâronse ellos, y les dijo: Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis para que fuese traido a Egipto. 5 Pero no os aflijâis y no os pese haberme vendido para aqui, pues para vuestra vida me ha traido Dios aqui ante vosotros. 31 Nolite timere: ego pas­ cam vos et parvulos vestros; consolatusqne est cos, et blan­ de ac leniter est locutus (Gen. 50,20-21). 20 Vcsotros creiais hacerme mal, pero Dios ha hecho de él un bien, cumpliendo lo que hoy sucede, de poder conserva r la vida de un pueblo numeroso. 21 No temâis, pues. Yo seguiré manteniéndoos a vosotros y a vuestros niiios. Asi los consolô, hablândoles al corazôn. Ne dicas: Reddam malum; exspecta Dominum, et liberabit te (Prov. 20,22). No digas: Devolvere mal por mal; confia en Yavé, que El te salvarâ. Nulli malum pro malo redden­ tes: providentes bona non tan­ tum coram Deo, sed etiam co­ ram hominibus (Rom. 12,17). No volvâis mal per mal; procurad lo bueno a los ojos de todos los hombres. Videte ne quis malum pro malo alicui reddat: sed sem­ per quod bonum est sectamini in invicem, et in omnes (1 Thes. 5,15). Mirad que ninguno vuelva a na­ die mal por mal, sino que do tiempo os hagâis el bien unos a otros y a todos. Non reddentes malum pro malo, nec maledictum pro ma­ ledicto, sed e contrario benedi­ centes... (1 Petr. 3,9). No devolviendo mal por mal ni ultra je por ul traje; al contrario, bendiciendo... D) No hay que alegrarse de su ruina 29 Si gavisus sum ad ruinam ei«s qui me oderat et exsultavi quod invenisset eum malum, 30 dura rem (lob non enim dedi ad peccan. guttur ineum, ut expetemaledicens animam eius 31,29-30). 29 Si me alegré del mal de mi enemigo y me gocé en que le so­ bre viniera la desgracia, 30 pues no di mi lengua al pe­ cado, ni conjuré al sepulcro con­ tra su vida. ;l U»! 398 No te goces en la ruina de tu i enemigo, no se a leg re tu corazôn al verlo sucumbir. Cum ceciderit inimicus tous ne gaudeas, et in ruina eius ne exultet cor tuum (Prov. 24,17). No te alegres de la muerte de uno; acuérdate de que todos moriremos. Noli de mortuo inimico too gaudere: sciens quoniam om­ nes morimur, et in gaudium vo­ lumus venire (Eccli. 8,8). E) Antes Non videbis boves fratris toi, aut ovem errantem, et praeter­ ibis: sed reduces fratri luo (Deut. 22,1). Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de corner; que haciendo asi amontonas carbones encendidos sobre su cabeza. Sed si esnrierit inimicus tuns, ciba illum: si sitit, potum da illi: hoc enim faciens, carbones ignis congeres super caput eius (Rom. 12,20). El AMOR A LOS ENEMIGOS RECOMENDADO POR CRISTO 38Habéis oido que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistâis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra; 40 y al que quiera litigar con­ tigo para quitarte la tûnica, déjale también el manto. 38 Audistis quia dictum est: Oculum pro oculo, et dentem pro dente. 39 Ego autem dico vobis non resistere malo: sed si quis te percusserit in dexteram maxil­ lam tuam, praebe illi et alte­ ram: 40 et el, qui vult tecum in­ dicio contendere, et tunicam suam tollere, dimitte ei et pal­ lium (Mt. 5.38-40). 29 Al que te hiere en una mejilla ofrécele la otra, y a quien te tome el manto no le estorbes tomar la tûnica: 30 da a todo el que te pida y >HC lo no reclames de quien torna tuyo. 29 Et qui te percutit in ma­ xillam, praebe et alteram. Et ab eo qui aufert tibi vestimen­ tum, etiam tunicam noli prohi­ bere. 30 Omni autem petenti te, tribue: et qui aufert quae tua sunt, ne repetas (Lc. 6,29-30). G) El H) I. TEXTOS SAGRADOS 399 El ejemplo de Esteban 58 Et lapidabant Stephanum invocantem, et dicentem: Domi, ne lesu, suscipe spiritum meum. 59Positis autem genibus, clamabat voce magna dicens: Domine, ne statuas illis hoc peccatum (Act. 7,58-59). 58 Y mientras le apedreaban, Esteban oraba diciendo: Senor Je­ sûs, recibe mi espiritu. 59 Puesto de rodillas, gritô eon fuerte voz: Sefior, no les imputes este pecado. hacerles bien Si encuentras perdido el buey o la oveja de tu hermano, no te re­ tires; llévaselos a tu hermano. F) SEC. EI. PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. EJEMPLO de 33 Cuando llegaron al lugar llamado Calvario le crucificaron alii, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34. Jesûs decia: Padre, perdônalos, porque no saben lo que ha­ cen. Cristo 33 Et postquam venerunt in locum qui vooatur Calvariae, ibi crucifixerunt eum: et latro­ nes, unum a dextris, et alterum a sinistris. 34 lesus autem dicebat: Pa­ ter, dimitte illis: non enim sciunt quid faciunt (Lc. 23,3334). I) La reconciliaciôn 23 Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar, y alii te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 relinque ibi munus tuum 24deja alii tu ofrenda ante el ante altare, et vade prius re­ altar, ve primero a reconciliarte conciliari fratri tuo: et tunc con tu hermano y luego vuelve a veniens offeres munus tuum presentar tu ofrenda. (Mt. 5,23-24). 23 Si ergo offers munus tuum ad altare, et ibi recordatus fue­ ris quia frater tuus habet ali­ quid adversum te; Si fieri potest, quod ex vobis est, cum omnibus hominibus pacem habentes (Rom. 12,18). A ser posible y de cuanto de vosotros depende, tened paz con todos. Pacem sequimini cum omni­ bus, et sanctimoniam, sine qua nemo videbit Deum (Hebr. 12, 14). Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verâ a Dios. J) Caridad ENTRE HERMANOS Lot: inter meos enim Dijo, pues, Abram a Lot: Que no haya contiendas entre los dos. ni entre mis pastores y los tuyos, pues somos hermanos. Ecce quam bonum et quam ineundum habitare fratres in ■num (Ps. 132,1). Ved cuân bueno y deleitoso es habitar en uno los hermanos. Odium suscitat rixas: et universa delicta operit charitas (Prov. 10,12). Las palabras de la boca del sabio son graciosas; pero al necio sus dabios le causan su ruina. Quid autem vides festucam in oculo fratris tui: et trabem in oculo tuo non vides? (Mt. 7,3). 2, Como ves la paja en el ojo de tu herma no y no ves la viga en el tuyo ? 21 Tunc accedens Petrus ad eim, dixit: Domine quoties pec­ cabit in me frater meus, et di­ mittam ei? Usque septies? 21 Entonces se le acercô Pe­ dro y le preguntô: Senor, ^cuântas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mi? £Üasta siete veces? Dixit ergo Abram ad Ne, quaeso, sit iurglum me et te, et inter pastores et pastores tuos: fratres simus (Gen. 13,8). 400 El. PER lu >N DE I AS OFENSAS 22 Di celo Jesûs: No digo yo hasta siete veces, sino hasta sctenta veces siete. 21 DBS!’. PENT. 22 Dicit ille lesus; Non dico tibi usque septies: sed usque septuagies septies (Mt. 18,21-22). SEC. TEXTOS SAGRADOS 401 Charitas fraternitatis maneat in vobis (Hebr. 13,1). Permanezca entre vosotros la fratemidad. die peccaverit in die couverdicens: Poeni, illi (LC. 17,4). Ante omnia autem, mutuam In vobismetipsis charitatem con­ tinuam habentes: quia charitas operit multitudinem peccatorum (1 Pctr. 4,8). Ante todo tened los unos para los otros ferviente caridad, por­ que la caridad cubre la muched timbre de los pecados. Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; co­ mo yo os he amado, asi también amaos mutuamente. Mandatum novum do vobis: Ut diligatis invicem, sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invi■em (lo. 13,34). Et hoc est mandatum eius: Ut credamus in nomine Filii eius lesn Christi: et diligamus alterutrum, sicut dedit mandatam nobis (1 Io. 3,23). Y su precepto es que créâmes en el nombre de su Hijo Jesu­ cristo y nos amemos mutua|M ente conforme al mandamiento que nos diô. Este es mi precepto, que os améis unos a otros como yo os he amado. Hoc est praeceptum meum, ut diligatis invicem, sicut dilexl vos (Io. 15,12). Charlssimi, diligamus nos invicem quia charitas ex Deo est. Et omnis, qui diligit, ex Deo natus est, et cognoscit Deum (1 Io. 4,7). Carisimos, amémonos unos otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. Amândoos Jos unos a los otros con amor fraternal, honrândoos a porfia unos a otros. Charitate fraternitatis Invicem diligentes: honore invicem praevenientes (Rom. 12,10). Y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: Ama­ râs al prôjimo como a ti mismo. Et si tum, in Diliges teipsum Si siete veces al dia peca contra ti y siete veces se vuelve a ti diciéndote: Me arrepionto, le perdonarâs. Et si septies in in te, ct septies sus fuerit ad te, tel me, dimitte quod est aliud mandahoc verbo instauratur: proximum tuum sicut (Rom. 13,9). Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fucgo, no teniendo caridad, nada me aprovecha. Et si distribuero in cibos paaperum omnes facultates meas, et si tradidero corpus ita ut ardeam, charitatem autem non habuero, nihil mihi prodest (1 Cor. 13,3). m Porque toda la ley se resume en este solo preceptor Amarâs a tu prôjimo como a ti mismo. Omnis enim lex In uno sermone impletur: Diliges proximum tuum sicut teipsum (Gal, 5,14). Y vivid en caridad, como Cris­ il ri; y se entregô por nos­ to nos amô otros en oblaciôn y sacrificio a Dios en olor suave. Et ambulate in dilectione, sic­ ut et Christus dilexit nos, el tradidit semetipsum pro nobis, oblationem et hostiam Deo in odorem suavitatis (Eph. 5,2). Soportândoos y perdonândoos uti mutuamente siempre que alguno die re a otro motivo de queja. Co­ mo el Sefior os perdonô, asi tam­ bién perdonaos vosotros. Supportantes invicem, et do­ nantes vobismetipsis si quis ad­ versus aliquem habet querelam: sicut et Dominus donavit vobis, ita et vos (Coi. 3,13). Tocante a la caridad no neccsitamos escribiros, porque de Dios habéis sido enseâados como habéis de amaros unos a otros. De charitate autem fraterni­ tatis non necesse habemus seri, bere vobis; ipsi enim vos a Deo didicistis ut diligatis Invicem (1 Thes. 4,9). K) EstA prohibida la VENGANZA Omnis inluriae proximi ne me­ mineris, et nihil agas in operi­ bus iniuriae (Eccli. 10,6). 1 Qui vindicari vult, a Domi­ no Inveniet vindictam, et pecca­ ta illius servans, servabit. 2 Relinque proximo tuo no­ centi te; et tunc deprecanti tibi peccata solventur. 3 Homo homini reservat iram et a Deo quaerit medellam? 4 In hominem similem sibi non habet misericordiam et de peccatis suis deprecatur? 5 Ipse cum caro sit, reservat iram, et propitiationem petit a Deo? Quis exorabit pro delictis illius? β Memento novissimorum, et desine inimicari : No vuelivas a tu prôjimo mal por mal, cualquiera que sea el que él te haga, ni te dejes llevar por la soberbia. 1 El que se venga serâ victi­ ma de la venganza del Sefior, que le pedirâ cuenta exacta de sus pe­ cados. nr·: la in­ 2 Perdona a tu prôjimo juria, y tus pecados, a tus ruegos, te serân perdonados. :bre rencor 3 iGuarda el h contra el hombre, e irâ a pedir perdôn al Sefior? 4 4N0 tiene misericordia de su semejante, y va a suplicar por sus pecados ? 5 Siendo carne, guarda rencor. ^Quién va a tener piedad de sus delitos ? 6 Acuérdate de tus postrimerias y no tengas odio, 7 Tabitudo enim et mors im­ 7 Y guârdate de la corrupciôn minent in mandatis eius. y de la muerte y cumple los mandamientos. 8 Memorare timorem Dei, et 6 Acuérdate de la Dey, de la non irascaris proximo (EJccli. alianza del Altisimo. MT·] No aborrez28,1-8), j cas a tu prôjimo >*1Λη v 402 EL PERDÙN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano sera reo de juicio. Mirad por vosotros. Si peca tu hermano contra ti, corrigele, y si se arrepiente, perdonale. L) ■ rV«J . ·- . La Ego autem dico vobis: quia o nis, qui Irascitur fratri suo, reus erit iudicio (Mt. 5,22). Attendite vobis: Si peccave­ rit in te frater tuus, increpa il­ lum: et si poenitentiam egerit, dimitte illi (Lc. 17,3). satisfacciôn DE LAS INJURIAS Y perdônanos nuestras deuasi como nosotros perdonamos a nuestros deudores. 12 Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. 14 Porque si vosotros perdonâis a otros sus faltas, también os perdonarâ a vosotros vuestro Padre celestial. 15 Pero si no perdonâis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonarâ vuestros pecados. 14 Si enim dimiseritis homlnibus peccata eorum: dimittet et vobis Pater vester caelestis delicta vestra. 7Ya es una mengua que tengâis pleitos. ^Por qué no preferis sufrir la injusticia? 2, Por qué no el ser despojados? 8 Y en vez de esto sois vosotros los que hacéis injusticias y cometéis fraudes, y esto con hcrmanos. LL) 15 Si autem non dimiseritis hominibus: nec Pater vester dimittet vobis peccata vestra (Mt. 6,12.14.15). 7 lam quidem omnino delic­ tum est vobis quod indicia ha­ betis inter vos. Quare non ma­ gis iniuriam accipitis? Quare non magis fraudem patimini? 8 Sed vos Iniuriam facitis, et fraudatis: et hoc fratribus (1 Cor. 6,7-8). La correcciôn No te vengues, y no guardes reneor contra los hijos de tu pue­ blo. Amarâs a tu prôjimo como a ti mismo. Yo, Yavé. TEXTOS SAG R ADOS Sapiens corde praecepta sus­ cipit: stultus caeditur labiis (Prov. 10,8). Qui diligit disciplinam, diligit scientiam: qui autem odit in­ crepationes, insipiens est (Prov. 12,1). i · Filios sapiens, doctrina pa­ tris: qui autem illusor est, non audit cum arguitur (Prov. 13,1). 403 El hombre sensato acepta ei mandamiento, pero el lenguaraz lo resiste. El que ama la correccion ama la sabiduria; el que odia la corrcccion se etmbrutece. El hijo sabio ama la correccion pero el pétulante no escucha la reprensiôn. Auris, quae audit increpatio, nes vitae, in medio sapientium commorabitur (Prov. 15,31). Oreja que escucha la correccion saludable tendrâ su puesto entre los sabios. Qui celat delictum, quaerit amicitias: qui altero sermone repetit, separat foederatos (Prov. 17,9). que quiere amistad encubre las faltas; el que las descubre se enajena el amigo. Plus proficit correptio apud prudentem, quam centum pia gae apud stultum (Prov. 17,10). Mas efecto le hace al sensato un reproche que cien azotes al necio. Pero al que rectamente juzga, todo le va bien, y sobre él desciende fausta bendiciôn. Qui arguunt eum laudabun­ tur: et super ipsis veniet bene­ dictio (Prov. 24,25). Ne quaeras ultionem, nec me­ mor eris iniuriae civium tuorum. Diliges amicum tuum sicut teipsum. Ego Dominus (Eev. 18,19). Corripiet me instus in miseri, cordia, et increpabit me: oleum autem peccatoris non impinguet caput meum (Ps. 140,5). que corrige al pétulante se acarrea afrenta; y el que re­ prende al impio, ultraje. 1WÏ 8 No reprendas al pétulante, que te aborrecerâ; reprende al sa­ bio y te lo agradecerâ. 7 Qui erudit derisorem, Ipse iniuriam sibi facit: et qui ar­ guit impium, sibi mac·lam gen erat. derisorem, ne 8 Noli arguere oderit te. Argue sapientem et diliget te (Prov. 9,7-8). H ' lîli' •. μ Ql Inauris aerea, et margarite m fulgens qui arguit sapientem, et aurem obedientem (Prov. 25,12). Zarcillo de oro y collar de pia­ ta es un sabio amonestador para el oido dôcil. Melior est manifesta correp­ tio; qiam amor absconditus (Prov. 27,5). Mejor es una abierta repren­ siôn que un amor encubierto. Qui corripit hominem, gra­ tiam postea inveniet apud eum, magis quam ille, qui per lin­ guae blandimenta decipit (Prov. 28,23). El que reprende hallarâ después mayor gracia que aquel que lisonjea con la lengua. Viro qui corripientem dora cervice contemnit, repentinus ei superveniet interitus; et eum sanitas non sequetur (Prov. 29,1). » que reprendido endurece su cerviz, de repente sera quebrantado sin remedio. Melios est a sapiente corripi, qoarti s tel torum adulatione de­ cipi (Eccles. 7,5). Mejor es oïr el reproche de un sabio que escuchar las cantilenas de los necios. 13 Corripe amicum, ne forte non intellexerit et dicat: Non feci: aut si fecerit, ne iterum addat facere. 13 Habla a tu prôjimo, no sea que no lo baya hecho, y si lo hizo, que no lo repita. fraterna Que me castigue el justo es un favor; que me reprenda es ôleo sobre mi cabeza, que mi cabeza no rehusa. 7El SEC. i 404 » EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 14 Habia a tu amigo, no sea que no lo haya dicho, y si lo dijo, que no vuelva a decirlo. 15 Habia a tu amigo, que mu­ chas veces se calumnia. que aborrece la reprensiôn va por los pasos del pecador; el que terne al Sefior se convierte de corazôn. 15 Si pecare tu hermano con­ tra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrâs ganado a tu herma no. 51 16 Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por 13 palabra de dos o très testigos sca fallado todo el negocio. V’ fe/W Λ 14Corripe proximam, ne for· te non dixerit: et si dixerit, no forte iteret. SECCION 11 COMENTAR1OS GENERALES 15Corripe amicam: saepe enim fit commissio (Eccli. 19 18-15). Qui odit correptionem, vestigium est peccatoris: et qui ti. met Deum, convertetur ad cor suum (Eccli. 21,7). 15Si autem peccaverit in te frater tuus, vade et corripe enm inter te et ipsum solum. SI te audierit, lucratus eris fratrem tuum. 16 Si autem te non aadicrit, adhibe tecum adhuc unam, vel duos, nt in ore duorum, vel trium testium stet omne ver­ bum (Mt. 18,15-16). A los que falten, corrigeles lante de todos, para infundir mor a los demâs. Peccantes coram omnibus ar­ gue: ut ef caeteri timorem ha­ beant (1 Tim. 5,20). Y con manscdumbre cor régir a los adversarios, por si Dios les concede el arrepentimiento y reconocen la verdad. Cum modestia corripientem eos, qui resistunt veritati: ne quando Deus de illis poeniten­ tiam ad cognoscendam verita­ tem... (2 Tim. 2,25). 19 Hermanos mios: si alge de vosotros se extravia de la ver­ dad y otro logra reducirle, 20 sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino, lit de la muerte y salvarâ su aima cubrirâ la muchedumbre de sus pecados. 19 Fratres mei, si quis ex vo­ bis erraverit a veritate, et con­ verterit quis eum: 20 scire debet quoniam qai converti fecerit peccatorem ab errore viae suae, salvabit ani­ mam eius a morte, et operiet multitudinem peccatorum (Iac· 5,19-20). SITUACION LITURGICA Aun cuando, segùn queda consignado en otros comentarios, las diferentes fôrmulas de la misa no forraen, de ordinario, un todo orgânico por ser fruto mâs de la piedad que de la lôgica, debemos, uo obstante, hacer Io posible por buscar una unidad entre ellas, que, si bien serâ arbitraria, ayudarâ al predicador y al provecho espiritual de los fieles. 4 Trataremos de conseguir esta unidad en torno a las dos piezas clave de la liturgia sacrifical : el evangelio y la epistola. En el evangelio del domingo XXI de Pentecostes vernos al hom­ bre bajo una doble relaciôn : para con Dios y para con sus hermanos. En relaciôn a Dios es deudor ; en relaciôn con sus hermanos es acreedor. De entrambas ideas se saca la conclusion que es el fin de la parabola evangélica : Debes perdoijar a tus deudores para que tu acreedor, Dios, te perdone. A) La idea dei perdôn En la liturgia de hoy apenas tiene cabida esta idea dei perdôn y de la condiciôn concreta para obtenerlo. Es, en cambio, idea fecundisima en el conjunto litûrgico, porque pocas veces se ven tan repetidas e insistentemente desarrcdladas las ideas de la unidad y la paz, de las que es enemigo irréconciliable el odio, la venganza, el no perdonar. La inclusiôn dei ccPater noster» en la misa des­ pués del canon, como preparaciôn a la comuniôn seguida de la «commixtio» del cuerpo y sangre, del Agnus Dei, dona nobis pa­ cem... y del rito simbôlico del ôsculo de paz, no es mâs que el modo, prâctico de realizar el precepto del Senor : Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante el altar y alli te acuerdas de que tu hennano tiene algo contra ti, déjà alli tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hennano y luego vuelve a presentar tu ofrenda... (Mt. 5,23-24). No es posible oir con fruto espiritual la santa misa si no se perdona al que nos ha ofendido. B) El hombre deudor La otra idea evangélica de que el hombre es deudor de Dios ha sido recogida y parafraseada en varias piezas de la misa de hoy. «Todos los cantos de la misa de hoy—dice Schuster—estân invadidos de un profundo sentimiento de tristeze...» (cf. Liber Sacramen­ torum, dom. XXI post Pentecost. [Herder 1944], t.5 234). Ά;· U-.« 406 EL l’ERDÔ.N DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 407 -·■ La Iglesia, al acercarse la terminaciôn del ano litûrgico y el formidable pasaje evangélico del juicio final, que ha de leerse dentro de pocos domingos, se fija en el aima, cargada de pecados y como gimiendo ante la justicia divina. C) La figura de Job Este estado del aima afligida por sus deudas se describe primorosamente en el «ofertorio», donde se nos présenta la figura de Job (lob 1). Tan es asi, que al decir de Dom Gueranguer solamente el «ofertorio» da sobradamente el verdadero sentido que conviene atribuir a la dominica XXI de Pentecostés (cf. Dom Gue­ ranguer, L’Année liturgique, dimanche XXI après la Pentecôte [Tours 1925], t.2 de «Le Temps après la Pent.» p.507). La actual pericope solamente présenta la historia : Un varôn simple, recto y temeroso de Dios, a quien tienta Satanâs, privândole de sus bienes y de sus hijos y ll^gando sus carnes. Mas los primitivos versos presentan con fogosas jepeticiones a Job, procla­ mando su inocencia ante los amigos que tratan de probarle cômo tanta calamidad es el castigo de la justicia divina por sus pecados : Utinam appenderentur peccata mea; utinam appenderentur peccata mea, quibus iram merui: quibus iram merui: quibus iram merui; et calamitas, et calamitas quam patior: haec gravior appareret (cf. Dom Gueranguer, l.c.). El justo de Idumea es simbolo de Cristo crucificado. Représenta al mismo tiempo la santidad dei Salvador y cômo El cargo con los sufrimientos que nuestros pecados merecieron (cf. Schuster, l.c.). Y asi en Job podemos ver los castigos que la justicia divina guarda para el alma pecadora y, por tanto, la gravedad de la deuda que contraemos ante Dios, y que el Evangelio expresa con estas pala­ bras : Se presentô un deudor que debia diez mil talenlos (Mt. 18,24). D) El tema del pecado Con la explication antedicha se comprenderâ fâcilmente por qué en esta dominica se trata el tema del pecado. No es ajeno al evan­ gelio y es mâs conforme que ninguno con la tônica litûrgica del domingo. Aûn resta una idea por exponer. Pudiera ocurrir que en el lector qnedara la impresiôn de un cierto pesimismo y abatimiento por la idea del pecado. Y el pesimismo contradice no solo el espiritu litûr­ gico, sino el cristiano sentir. El cristianismo no conoce el pesimis­ mo, porque lo destruye la frase paulina : Sabemos que Dios hace cancurrir todas las cosas para el bien de los que le aman, de los que segûn sus designios son llamados (Rom. 8,28). Por tanto, no debe abatirnos el pecado si hemos caido en él. Dios hace concurrir para el bien de los que le aman hasta el pecado mismo ’. El nos lleva a la misericordia de Dios (evang.) ; nos hace buscarle como refugio y fuerza (graduai: Ps. 89,1-2; y aleluya : 1 Santo Tomâs dice que «cl ser algunog castigados por Dios, el permitir que caigan en pecado, se ordena al bien de la virtud o aun de los mismos que pe­ can, como cuando, después del pecado, se levantan mâs humildes y cautos> (cf. Sunt. Thjol. 1-2 q.S; a.j ad r). Ps. 113,1) ; nos invita a revestirnos de la armadura divina para no caer en las acometidas del enemigo (epistola) ; nos mueve, en fin, a suplicar con insistencia al Sefior, diciéndole las palabras de la «colecta» : «Te suplicamos, Sefior, que guardes a tu familia con bondad perenne a fin de que, protegiéndola Tû, qnede libre de todas las adversidades y sea en las buenas obras devota a tu nombre». APUNTES EXEGETICO-MORALES ■ a) En vigilia tensa Esta frase moderna ppfece haberse compuesto por adaptaciôn a la ascética paulina. San Pablo concibe la vida cristiana como lo que es y lo que él sentfa en su misma carne : una lucha continua contra enemigos que no descansan. Al describirla, a semejanza de todos los escritores sagrados y del mismo Senor, que eligiô para tema de sus parâbolas las acciones de la vida cotidiana, busca sus imâgenes entre los elementos mâs conocidos del lector. San Pedro, en casô parecido, mâs campesino que Pablo, nos habia de leones (1 Petr. 3,8) que rodean los apriscos en espera de una distracciôn ; San Pablo, mâs grecolatino, abunda en figuras tomadas del estadio. y de la milicia romana. En la epistola de hoy, continuation de la comentada en domi­ nicas anteriores, el Apôstol, terminadas las advertencias que dirige a ciertos estados particulares, se vuelve a los cristianos en general para recomendarles una vida de lucha contra el enemigo que intenta hacernos caer, como dice en otros lugares recordando las luchas del circo. En los versiculos 10 al 13 nos describe al enemigo, espiritual y poderoso, por lo que necesita ser combatido con armas divinas. A partir del 14 y hasta el 18 detalla cuâles han de ser esas armas. b) La lucha contra el enemigo El enemigo es el demonio. Nuestra aynda, nuestro abastecedor de armas y sostenedor en el combate, Dios. Para vencer al demonio no bastan las armas y artifîcios humanos, sino qne se impone por encima de todo la ascética sobrenatural, utilizando los medios que Dios nos proporciona. Tomen nota los que recurren con exceso a los medios naturales, ûtiles en tanto en cuanto se subordinan a la gracia y aceptan su elevaciôn. 1. ‘Tor lo demâs” Es una frase corriente en San Pable cuando va ya de prisa hacia el δη de su carta o argumento. iji TOH ;;î ■ SEC. 2. 408 ·' Probablemente seria mejor sustituir la conjunciôn copulativa por un esto es: Confortaos en el Senor, esto es, en la fuerza de su poder. Confortaos es un grito militar équivalente al macte: [ ânimo, coraje! En el Senor (ibid., 3). Es el autor y fuente de nuestra robustez. La juerza de su- poder nos sostiene. Aun prescindiendo de aquellos dogmas de la gracia que nos ensenan cômo sin ella no podemos resistir las tentaciones graves o diuturnas ni ejecutar ningûn acto sobrenatural, sabemos también que contamos con la ayuda de Cristo, en cuya milicia nos hemos alistado. En el mundo habéis de tener tribulaciôn; pero conjiad: yo he vencido al mundo (lo. 16,33). Apoyados, pues, en el vencedor, quien, por otra parte, nos dice que nos basta su gracia incluso contra la ley con­ tinua y opuesta de la carne (2 Cor. 12,9), todo lo podemos en aquel que nos conforta (Phil. 4,13). ** Yavé es mi luz y mi salud, ja quién temer? Yavé es el baluartc de mi vida, jante quién tcmblar? Cuando los -malignos me asaltan para devorar mis carnes, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que vacilan y caen. Aunque acampe costra mi un ejército, no tenic mi corazôn... (Ps. 26,1-3). Ea, pues, macte virtute!; pero, no obstante, ârmate bien y conoce al enemigo. 3 “Vestios de toda la armadura de Dios, para que podâis resistir a las insidias del diablo” 9 · . ». 409 EL PERDÔX DF IAS OFEXSAS. 21 DESP. PENT. “Confortaos en el Seftor y en la fuerza de su poder" . · · COMENTAR1OS GENERALES Estas palabras encierran todo el argumento de la pericope. Ani­ mosos, pues peleamos apoyados en Dios, sin embargo nos revestimos de todas las armas de su panoplie, porque nuestro enemigo es el de­ monio. El que pelea a las ôrdenes de un caudillo recibe sus armas, que, sobre ser suyas, se acomodan a sus métodos de combate. A mejor y mâs poderoso caudillo, mejores armas. En nuestros tiempos lo entendemos perfectamente. Pero cuando el jefe es Dios hay que afiadir un elemento nuevo, a saber : que no sôlo peleamos con sus armas, sino que pelea en nosotros. Pero no perdamos de vista que el enemigo es el demonio, cuyas astucias debemos resistir. El demonio es muy astuto ; lucha con emboscadas e insidias. Raro serâ que se présente cara a cara ; aprovechafâ, en cambio, nuestros desfallecimientos, se revestirâ de ângel de luz (2 Cor. 11,14), intentarâ mezclar el mal con la virtud, con razones humanas la pretenderâ estropear, justificarâ los odios con motivos de justicia y honor, y si le conviniere, llamarâ en su ayuda a los hombres, que para engaüar emplean astutamente los arlificios del error (Eph. 4,14). (lEjemplos? Desde Adân hasta nuestra ûltima tentaciôn, pasando por las de Cristo. Resistir. La expresiôn griega στήναι προς tiene un especial vigor, tomada del habia militar. La traduciremos por el pegarse al suelo, e! agüan- tar de nuestro lenguaje castrense espaûol. Y el que haya vivido estas frases, cuando la metralla se rompe en pedazos a su alrededor, sabe lo que significa. No se engafie, pues, nadie. La victoria es segura, porque el poder divino es superior. Pero hay que resistir. “Que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra...” Este versiculo desenvuelve la simple palabra de demonio. El diablo, Satanâs, con todo el ejército de sus secuaces. Nuestro enemigo no es el hombre, ya que sangre y carne son aqui un hebraismo que no se refiere a la sensualidad, sino a las fuerzas terrenas de los humanos. Tampoco la lucha es una lucha cualquiera. La palabra griega ή πάλη significa el combate habido entre dos, que termina con la victoria del que consigne arrojar a su adversario al suelo y oprimir contra él sus hombros, o sea la lucha que solemos llamar grecoroinana. Oigamos a San Agustin cômo la explica : «Estamos en la palestra y no sôlo propinamos al adversario los golpes de nuestras virtudes, sino que recibimos los del pecado en cuanto nos descuidanios en esquivarlos. Por ahora nadie vence definitivamente ; hay que esperar a ver quién es el que golpea con mâs vigor, hasta que llegue el momento final, cuando el enemigo de todo el que se sostiene en pie se lleve a sus vencidos a la muerte eterna, mientras que otros, triunfantes, griten...» (PL 39,1542.—Cf. La palabra de Cristo, t.i p.495). Nos hemos extendido quizâ demasiado· en este punto para poner un ejemplo a los que todavia se entretienen en hablar al pueblo de fléchas que van al blanco, en vez de buscar imâgenes entre lo que uuestros coutemporâneos conocen y sienten. 5. “Contra los principados, contra las potestades...” En la Epistola primera a los Corintios (15,24) y en las dirigidas a los Romanos (8,38) y a los Colosenses (2,15) nos habia también San Pablo de principados y potestades, lo cual ha originado la in­ geniosa divisiôn, admitida en la Iglesia, de las jerarquias angélicas. Ahora vemos que existe la misma divisiôn entre los demonios, ângeles al fin, a quienes San Pablo coloca en los aires, para remachar que no son potencies terrenas. Menciôn aparté merece el titulo de dominadores de este mundo tenebroso (v.12). El demonio es el κοσμοκράτωρ, en oposiciôn a Dios, el παντοκράτωρ, senor dei mundo contra el Senor Universal (2 Cor. 6,18, y nueve veces en el Apocalipsis). El principe de las tinieblas, el que ofrece los reinos terrenales a quien le adore, el senor dei mundo, vive en guerra dura, ya que no contra el Senor Universal, a lo menos contra sus servidores. No hay armonia posible entre el mundo y Cristo, entre Satanâs y Dios. Trâtase, pues, de elegir bandera o de resistir en la que se ha elegido. Una bandera es la de los espiritus malos (v.12). i Bastarâ como motivo de elecciôn ? 410 EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PÇNT. c) Las armas de Dios Asi, pues, porque la lucha es désignai, para que os mantengàis firmes (v.13) en el dia malo, en aquel dia de la tentaciôn en el que Yavé libra, protege y da vida al que pensô en el pobre (Ps. 40,2-3), tomad la armadura de Dios (v.13). De esta forma, vencido todo (ibid.), esto es, hechos todos los preparatives, segûn la mayoria de los intérpretes, podréis manteneros firmes. Ha llegado el momento de explicar en qué consiste la clâsica panoplia de Dios, a la que ya aludimos en la primera dominica de Adviento bajo el titulo de armas de la luz, sintetizândola al final en el revestimiento de Cristo, de que se hablaba enfonces (cf. La palabra de Cristo t.i p.21). Ahora, San Pablo la detalla tornando el simil de las armas dei legionario romano. “Ceftidos vuestros lomos con la verdad” Aunque el militar romano llevaba un cinturôn, esta primera fra­ se estâ tomada mâs bien de la Sagrada Escritura. Los trajes orien­ tales debian cefiirse, so pena de impedir la facilidad de movimieutos. Ceüirse los lomos es un hebraismo total, y su significado biblico es estar preparado para el trabajo, imagen derivada de la necesidad de recogerse los amplios vestidos orientales para cualquier cosa que se pretendiese hacer. Ciiiete, dice el Senor en una parabola, Para servirme hasta que yo coma y beba (Lc. 17,8). Tencd ceüidos vuestros lomos y encendidas las lâmparas (ibid., 12,35). El primer preparativo es, por lo tanto, el de cenirnos bien para estar a punto. Pero F) a) Cuantas veces se ha de perdonar al hermano “Pero veamos si no hay en este mandamiento, claro de suyo, alguna cosa chocante. En la remisiôn, para obtener la cual es el pedir indulgentia y deberla quien perdona, pue­ de acuciarnos, como a Pedro, el deseo de saber cuântas veces hemos de perdonar. iBastan siete veces? No es bastante, le dijo el Senor. No digo yo hasta siete, sino setenta vedes siete (Mt. 18,22). Echa la cuenta tû ahora de las veces que ha tu hermano pecado contra ti; si pudieres llegar a la septuagésimaoctava, rebasando asi las setenta y siete veces, apercibete a la venganza. Pero itan verdad es lo que dices, es ello tan verdaderamente asî, que, si pecare setenta y siete veces, has de perdonarle; mas, si pecare setenta y ocho, ya no puedes perdonarle? Me atrevo, atrévome a decir que, si pecare setenta y ocho, le perdones. Setenta y ocho veces, digo, que pecare, perdônale. Y si pecare cien veces, perdona. iDire que también tantas cuantas veces? En absoluto; tan­ tas cuantas veces pecare, perdona. ^Heme, pues, atrevido yo a sobropasar el limite de mi Senor? El fijô en el nûmero septuagésimo el limite del perdôn, ^presumiré yo de saltar por encima de la raya esta? No es verdad que me haya atre­ vido a algo mâs. He oido a mi Sefior hablando en su Apôstol, donde no se fija nûmero ni limite; porque dice: Perdonândoos mutuamente siempre que alguno diere a otro motivo 3 U <■! Perdonad siempre - *$τ*ώ’5ν. de queja. Como el Senor os perdonô, asî también perdonaos vosotros (Col. 3,13). Oido habéis la regia. Si te perdonô a ti Cristo en setenta y siete pecados, si usô contigo de la benignidad hasta ese limite y después te la negô, hija tam­ bién tû esc limite y no lleves tu perdôn mâs alla; pero si Cristo hallo en los pecadores miliares de pecados y, con todo eso, los perdonô todos, no encojas la misericordia y pide al Senor entender qué significa su nûmero. Porque no sin causa dijo El setenta y siete veces, no habiendo culpa alguna en absoluto que no debas perdonar. Ahi estân el siervo que debia unos denarios y el otro, deudor de diez mil talentos. Entiendo son diez mil talentos, a poco echar, diez mil pecados. No digo sea un talento solo cifra de todos los pecados. Y el otro siervo, icuânto le debia a él? Debiale cien denarios. ^No es ya eso mâs de setenta y siete veces? Sin embargo, el Senor se irritô por no habérselos perdonado. No solo son cien mâs que setenta y siete, sino que cien denarios quizâ valen mil ases; pero iqué son mil ases para diez mil talentos?” (cf. Serm. 83: ibid., t.10 p.301-303 n.3). b) Debemos perdonar siete veces, o digamos, siempre “Hemos oido en el evangelio el mandamiento saludabilisimo de perdonar al hermano que nos ofendiô, y por que no entendamos basta perdonar una vez, sino cuantas el ofensor solicita nuestro perdôn, ved lo que dice: Si siete veces al dia peca contra ti y siete veces se vuélve a ti diciéndote: Me arrepiento, le perdonarâs (Lc. 17,4). Ahora bien, si tienes en cuenta el significado de! nûmero siete, verâs que por siete ha de entenderse todas las veces que te ofendiere; porque se usa tomar el siete como simbolo de universalidad, segûn aquel pasaje de la Escritura: El justo, aunque siete veces caiga, se levanta otras tantas (Prov. 24,16), o sea, cuantas veces fuere humillado por la tribulation, otras tantas serâ librado y jamâs abandonado. El mismo sentido tiene aquello de siete veces te alabo en el dia (Ps. 117,164). Cierto que no solo con los labios alabamos a Dios, ni dejamos de alabarle cuando estâmes callados; los buenos pensamientos, nuestras buenas costumbres, son alabanza del Senor, cuyos son estos bienes... Luego el salmista dijo: Siete veces te alabo en el dia, significando por siete la universalidad, o siempre. Por donde si siete veces al dia peoa contra ti tu hermano y siete veces sevuelve a ti diciendote: Me arrepiento, le perdonarâs; y no lleves pesadamente perdonar tanto a quien se muestre arrepentido; porque si no debieras tû a nadie nada, podrias impunemente exigir lo tuyo hasta el cansancio; mas, siendo tû deudor, y deudor de quien no debe nada, mira bien lo 1 ‘J. a - ■ ■;v cLuST-· - w % ·· • ί(î» I y A- a. ~. U < ■ ’ *. '1-. i·· ·JrAQ « o .. • ■ 432 EL PERDÔN DE LAS OFEXSAS. 21 DESP. ΡξΝΤ. SEC. 3. que haces con el deudor tuyo, pues lo mismo ha de hacer Dios contigo, que lo eres suyo. Escucha y terne: Lleva mi corazôn ûnicamente a reverenciar tu nombre (Ps. 85,11). Si te place ser perdonado, terne, a fin de perdonar” (cf. Serm. 9: ibid., t.10 p.309-310 n.l). G) Perdonad todo “Si queremos, por ende, se nos perdone a nosotros, estemos resueltos a perdonar todos los agravios que se nos hagan. Porque, si ponderamos nuestros pecados y contamos los hechos por acciôn, con los ojos, con el oido, con el pensamiento, con movimientos innumerables, no sé si dormiriamos una noche sin un talento siquiera. Por eso pedimos a diario, y a diario damos aldabonazos en los oidos divinos, y a diario nos prosternamos y decimos: Perdônanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deu­ dores. êQué deudas tuyas? Todas o parte de ellas? Res­ ponderas que todas. Pues entonces haz tû igual con tu deu­ dor. Tù eres quien establece la régla esa y formulas esta condiciôn, y al orar invocas este convenio, pues dices: Per­ dônanos, como nosotros perdonamos a nuestros 'deudores” (cf. Serm. 83: ibid., t.10 p.303 n.4). ’A • · ! ‘Λ i.· ’ · Perdôn y disciplina “Ahora bien, los ninos revoltosos, para huir los azotes cuando va uno a castigarlos, se atrincheran en la auto­ ridad del Senor, diciendo: Pequé, perdôname. Le perdono, masvuelve a pecar: “jPerdôname! Le perdono. Peca tercera vez: ;Perdôname!, y yo por tercera vez le perdono; a la cuarta vez se le azota. Y él objetarâ: 2, Te molesté acaso setenta y siete veces? Si, por efecto de la prescripciôn esta de perdonar setenta y siete veces, dejase dormir la severidad de la disciplina, inactiva la palmeta, se recrudece la maldad impune. 4 Qué se ha de hacer? Usemos la correc­ ciôn verbal y, si fuera necesario, echemos mano de la férula; mas perdonemos la falta y cerremos el corazôn al resentimiento. El Senor anadiô de corazôn precisamente para que, si la caridad obligase a castigar, no se vaya del corazôn la blandura. i Quién mâs piadoso que un médico armado de bisturi? Quien ha de ser operado, llora; con todo, se le opera; llora quien ha de ser quemado, pero se le quema. No es crucldad; a nadie se le ocurre llamar cruel al doctor. Cruel con la herida para sanar al hombre; porque, si a la herida se le guardan consideraciones, hom­ bre perdido. Yo, pues, aconsejaria, hermanos mios, que a nuestros hermanos delincuentes se les prodiguen toda suerte de pruebas afectuosas, que no echemos fuera de nuestro corazôn la caridad hacia ellos y, cuando sea meneeter, les impongamos el corrective; no sea que por dejaciôn del castigo crezca el mal y vayamos a ser acusados delante Perdonad, por lo menos, a los que piden perdôn U J 433 El perdôn, compatible con la correcciôn y el castigo a) ·■ 3 i· * · · El por ser el Senor, cl Hijo de Dios, el Unigénito, el Verbo, que se hizo carne; 2 oômo he yo de hacerlo, malo y sin fuerza que soy? Si tu Senor es demasiado para ti, piensa en tu consiervo. Apedreaban a San Esteban, y entre las pedradas doblaba las rodillas y oraba por los enemigos diciendo: Senor, no les imputes este pecado (Act. 7,59). Le arrojaban piedras, no le pedian perdôn; mas él oraba por ellos. Asi requiero yo a ti: animate. ·6Por qué andas siempre con el corazôn a la rastra? Oye lo de Arriba el corazôn!”; estirate, ama a los enemigos. Si no puedes amarles cuando te maltratan, âmales siquiera cuando te pidan perdôn. Ama al hombre que te dice: Hermano, pequé, dispénsame. Si en tal coyuntura no le perdonas, no digo te borras del corazôn la oraciôn, digo que seras borrado dei libro de Dios” (cf. Serm. 56: ibid., t.7 p.603 n.16). I) F· H) SS. PADRES. SAN AGUSTÎN ï “Algo veo por donde consolar, no al menguado numero de los cristianos buenos, sino a la muchedumbre toda, y sé que os hallâis ganosos de oirlo. Cristo dijo: Absolved y seréis absueltos (Le. 6,37). Y en la oraciôn, iqué decis vos­ otros? Lo que venimos exponiendo: Perdônanos nuestras deudas, asi como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdônanos, Senor, como nosotros perdonamos. Es decir: perdona, joh Padre que estâs en los cielosî, nuestros pe­ cados al modo que también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. He ahi, en efecto, lo que debéis hacer, so pena de condenaros; perdonad en seguida al enemigo que os pida perdôn. ;Es mucho eso para vosotros? Te resultaba excesivo amar al enemigo cuando te vejaba; £es mucho para ti amar a un hombre que se humilia? 4 Qué dices? Te veja­ ba, y le respondias odiândole. Yo hubiera deseado que ni aun entonces le aborrecieses; yo hubiera preferido que, al ser victima de sus malos tratos, te acordases del Senor cuan­ do dijo: Padre, pzrdônalos, porque no saben lo que hacen (Le. 23,34). ;Qué mâs podria yo descar sino que aun enton­ ces, cuando el enemigo te ofendia. volvieras los ojos a tu Senor Dios, que tal hizo! Pero acaso me digas: Eso lo hizo •V · < ·* as »· . ; tt7· -4 T r A' 434 EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. de Dios; porque ahora poco se nos ha leido: A los que /al­ ien, corrigeles delante Ide todos, para infundir temor a los demâs (1 Tim. 5,20). Lo cual es ciertamente verdadero; v porque la verdad solo es una, cierto conflicto que aqui sur­ ge se resuelve distinguiendo tiempos de tiempos. Si el pe­ cado es oculto, repréndelo en secreto; si el pecado es noto­ rio y évidente, repréndelo pûblicamente para enmienda del reprendido y escarmiento de los otros” (cf. Serm. 83: ibid., t.10 p.307-309 n.8). b) Perdônanos nuestras deudas “En resolution: si al dia siete veces me ofendiere mi hermano, ; siete veces he de perdonarle? —Perdônale; lo ha dicho Cristo, lo dice la misma Verdad, a la que no ha mucho cantabas: Enséname, Senor, tus caminos para que ande yo en tu verdad (Ps. 85,11). No recelés engafio. Mas enfonces ya no habrâ sanciôn; los pecados, sean ellos cualesquiera, permanecerân impunes y aun se ofenderâ por juego sab’endo el ofensor que tiene asegurado el induito. No hay tal; la disciplina esté vigilante y la benevolentia no se duerma. ;Parécete que imponiendo un castigo al agresor le devuelvas mal por mal? En modo alguno; el indui­ to le origina un dano positivo; aunque la blandura debe siempre suavizar la pena, no debe suprimirla; pero son cosas muy distintas templar el castigo con la mansedumbre y absolverle de raiz. Esté vigilante la disciplina; perdona y pega. Pon los ojos en el Senor, oye al Senor, pensad en aquel de quien somos mendigos a diario diciéndole: Perdônanos nuestras deudas. Si te fatiga el oir todos los dias de tu hermano: Otôrgame perdôn, piensa en las veces que tû se lo dices al Senor. iHay oration donde no le pidas esto? Y ite agradaria oir al Senor diciéndote: Perdoné ayer, perdoné anteayer, no tienen cuento las veces que voy perdonândote ; cuânto tiempo he de seguir asi? ^Quieres que te diga: Siempre me vienes con la misma sùplica, siempre con las mismas palabras: Perdônanos nuestras deudas, siempre hiriéndote los pechos y siempre con ellos tan du­ ros como si fueran de hierro?” (cf. Serm. 9: ibid., t.10 p.317 n.5). C) CORRECCIÔN CARITATTVA “Volviendo a la disciplina de la que ibamos hablando, ;por ventura el Senor nuestro Dios no nos perdona cuando con fe le decimos: Perdônanos nuestras deudas? Y, con todo esto, aunque nos perdone, iqué se ha dicho de El? ;Qué esta escrito de El? Al que Dios ama, le corrige (Prov. 3,12). iAcaso de palabra? Azota a todo el que recibe por SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGÜSTIN 435 hijo (Hebr. 12,6). Y para que no se despreciara el hijo pecador de ser azotado, el mismo Hijo unico de Dios se dignô serlo también, no teniendo pecado alguno. Apliea, pues, el correctivo, mas arroja del corazôn la ira. Tal nos dijo el mismo Senor, hablando del siervo a quien reclamô toda la deuda por haber sido inhumano hacia su compaüero. Asi hard con vosotros mi Padre celestial si no perdonare coda uno a su hermano de todo corazôn (Mt. 18,35). Perdona donde lo ve Dios, en el corazôn; no saïga de alli la caridad, pero ejerce una saludable severidad; ama y pega, ama y azota; algunas veces la blandura es verdadera crueldad. iCômo? Porque no atajas los pecados que han de darle la muerte a quien, perdonândole, muestras un amor perverso. Reprende a veces con aspereza, a veces con dureza; aunque hieran, tû repara en que son provechosas El pecado asuela el corazôn, arruina lo interior, ahoga el aima y la pierde ; muéstrate compasivo hiriendo. Y por que entendais mi pensamiento, figuraos a dos hombres. Un nino, incauto, quiere sentarse sobre la hierba, donde ellos saben se oculta una serpiente. Si se sienta, sera mordido y morirâ. Esto lo saben aquellos dos hombres. Dicele uno: No te sientes ahi; mas el nino no le hace caso y corre a sentarse, corre a la muerte. El otro dice: Este vhiquillo no quiere oirnos; menester sera le rinamos, le sujetemos. le quitemos de ahi, le demos unos azotes; cualquier cosa antes de que se pierda. Replica el primero: Déjele hacer. no le pegues, no le hagas dano, no le molestes. iCuâl de los dos se muestra compasivo? iEl que con su olandura permite al nino ir a la muerte o el que se muestra cruel para librarie del veneno ? Entended por ahi vuestra obliga­ ciôn respecto a vuestros sûbditos; imponed la disciplina a las costumbres. Mostraos benévolos, perdonad de corazôn. no dejéis dentro la ira, por ser ella una pajita mcnuda y baladi. La ira retiente turba la vista como la paja el ojo. Ya estdn casi ciegos mis ojos por la côlera (Ps. 6,8), y esa ira, nutriéndose de prejuicios, en poco viene a ser robus­ ta, y aun se trocarâ en viga. Una ira inveterada serâ odio. y el odio es homicidio: Quien aborrece a su hermano es homicida (1 lo. 3,15). A las veces, hombres que ahmentan el odio en su corazôn reprenden a los airados; mas... tû, que odias, i reprendes al colérico? Ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo (Mt. 7,3). Terminemos el sermon rogando al Senor se digne otorgarnos el cumplir su mandamiento (Le. 6,31-38) : Absolved, y seréis absueltos; dar, y se os dard” (cf. Serm. 9; ibid., t.10 p.317-319 n.6). - l ’ ï· J.' EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 436 III. SAN ISIDORO Adaptâmes de Los Sinônbnos dei eximio doctor hispalense algunas sabias mâximas al e\’angelio del dia (cf. Edie. Aspas, trad, de Martin-Andréu). A) Quiso tomar cuentas a sus siervos (Mt. 18,23) a) .· Dios te ve “Nada hay oculto ante Dios; por lo que no digas pala­ bra inicua ni aun en lo escondido del corazôn, pues no pienses que tal palabra puede guardarse en el silencio. No se ocultarâ palabra escondida alguna, y se pondra de manifiesto cuanto se haga en secreto, y créé que cuanto hagas o digas en lo mâs recondito, ha de ser puesto a pùblica luz... No ocultarân las piedras lo que en complicidad con ellas hayamos hablado; y hasta las mismas paredes no callarân lo que hayan oido. Hablarân las bestias si los hombres guardan silencio. Por lo cual évita los pecados, porque no puedes ocultarlos. Peca alli donde no sepas que haya Dios; porque nada se cela ante El y ve lo mâs retirado el que ha hecho lo mâs escondido. Serâs reo ante los divinos juicios, aunque no te vean los ojos humanos... Dondequiera estâ Dios présente, todo lo llena su espi­ ritu: su majestad penetra todos los elementos, a todo toca la presencia de su poder, y fuera de El no existe lugar alguno. Nada se esconde a su conocimiento ; en todo lo secreto irrumpe la fuerza de su virtud ; no sufre que haya cosa alguna latente para El, ni hay ôbice aigu no que le impida adentrar en todo. Conoce nuestros pensamientos y sondea nuestro corazôn; ve lo que en el interior se trata, lo que alli se guarda, y distingue lo que alli se prépara. Conoce hasta lo que el hombre ignora de si mismo” (cf. ibid., 1.2, De Dios y de la conciencia). b) TÉAIELE “El temor enmienda siempre; aleja el pecado, reprime el vicio, hace al hombre cauto y solicite. Donde no hay temor existe la disoluciôn de la vida, la perdiciôn de la muerte y la abundancia de maldades... No te entristezeas en tu enfermedad y da gracias a Dios en tus debilidades. Desea mâs hallarte bien de ânimo que de cuerpo, mâs de la mente que de la carne... Los recuerdos del aima son contrarios a los del cuerpo. SEC. 3. SS. < v Γ . '5 PADRES. SAN ISIDORO 437 El dolor hiere la carne, pero cura la mente. La debilidad reduce los vicios y las fuerzas de la sensualidad... Site sonrie la prosperidad, no te engrias; si sobreviene la adversidad, no desmayes. No te jactes si luce la felicidad ; no seas pusilânime si sucediere la ealamidad. Ten moderaciôn en lo prospero y paciencia en lo adverso. Sabe que se te prueba en el dolor para que no seas quebrantado, y en la prosperidad para que no te exaltes. Guarda, pues, ecuanimidad en todo. No se inmute tu mente por el gozo ni por la tristeza; sopôrtalo todo con igualdad y no cambies por novedad alguna...” (cf. ibid., 1.2, Del temor). c) Le pidiô le perdonase “Lugar de retiro sea para ti siempre la tierra y sitio para postrarte. Pues polvo y ceniza eres, siéntate en el polvo y en la ceniza siempre llorando y siempre triste, gimiendo y lanzando suspiros del corazôn. Sean en él la compunciôn y en tu pecho frecuentes quejidos, .y broten lâgri­ mas continuas de tus ojos... Muéstrate tan presto a lamentarte cuanto fuiste inclinado a la culpa; cual fué tu intention al pecar, sea tu devociôn al arrepentimiento. Del mismo modo que te apartaste al abismo, asi sal de él. Debe ser la medicina proporcionada segùn la enfermedad, y cual sea la herida, asi deben aplicarse los remedios... Grandes lamentos corresponden a grandes pecados. Nada te haga verte seguro de éstos. No te halague engafio alguno de seguridad, ni te haga suspender tu intention de penitencia. Asienta incesantemente en tu corazôn la esperanza y el temor, y tengan en ti en forma igual el miedo y la confianza, la esperanza y la inseguridad... Espéra la misericordia de modo que temas la justicia, y aliéntate con la esperanza del perdôn de manera que te aflija el miedo del infierno...” (cf. ibid., 1.2, Se han de Uorar los pecados). B) Cômo te has de comportor con tu hermano a) SÉ FACIENTE “Sé paciente, manso, afable y modesto. Observa la paciencia, la modestia y la mansedumbre. Esfuérzate por conseguirlas y desprecia la afrenta del ultra je recibido... Elévate, desdenando la irrisiôn que de ti se haga; deshuye los errores de los detractores con disimularlos, y J 43S SEC. EL PERDON DE 1 AS OFENSAS. 21 DESP. PENT. vence las ofensas de los difamadores. Para los dardos de esas ofensas con el escudo de la paciencia; dispôn la de­ fensa de la tolerancia contra las palabras âsperas y pré­ senta el broquel de la paciencia contra la espada de la lengua... Aunque haya quien irrite, incite, exaspere, insulte, pro­ voque, injurie, acuse; aunque desafie a querella, aunque llame a contienda, aunque profiera insultos y lance inju­ rias y cubra de ofensas, calla, enmudece, disimula, desprecia, no hables, guarda silencio. No respondas a la inju­ ria; no devuelvas el insulto; no repitas la afrenta. Ten la paciencia del silencio y vencerâs mâs presto con callar" (cf. ibid., 1.2, De la paciencia). b) SÉ TOLERANTE “Aprende de Cristo la modestia y la tolerancia; oye a El con atenciôn y no te dolerâs de las injurias... Al padecer por nosotros nos dejô el ejemplo; tundido por los azotes, golpeado con la caûa, burlado con salivazos, atravesado por los clavos, coronado de espinas, condenado a la cruz, callô siempre... Grande virtud es si no ofendes a aquel por quien eres ofendido; grande fortaleza si, ofendido, le perdonas; gran gloria si haces gracia al que pudiste danar. Si te ves insultado, por tus pecados te sucede; si eres aifrentado, tus maldades lo hacen. Créé que cuanto te pasa adverso viene por causa de tu iniquidad... Templa, pues, tu dolor con la consideraciôn de la jus­ ticia de que eres objeto. Mejor lo soportarâs si comprendes por qué te sobreviene... Asi, pues, cuando se te perjudique, ora; cuando te maldigan, bendice al maldiciente y opônle tu bendiciôn; sua· viza al airado con la paciencia y dulcifica con el halago la ira dei violento. Vence la perversidad con la suavidad, la maldad con la bondad; apiaca con toda modestia a los enemigos de la paz, supera el mal de los otros con lo bueno tuyo y sobrelleva con tranquila mente las ofensas que se te hagan... Déjà ver el dolor en el corazôn sosegado; que la herida de la injuria, una vez manifiesta, por grave que sea, se evapora, pues consume el ânimo la llaga oculta y cerrada, y cuanto mâs la guardas, mâs la aumentas. Mani­ fiesta, pues, esto de buen ânimo y no te atormentarâ" (cf. ibid., 1.2, De la tolerancia). c) PADRES. Reconcîliate SAN ISIDORO 439 con tu hermano "Da satisfacciôn a tu hermano si en algo le contrista­ res. Arrepiéntete en su presencia si pecares contra él ; y si a alguno has ofendido, hazle de nuevo favorable con tu ruego. Corre velozmente hacia la reconciliaciôn por tu ofensa y pide con prontitud la venia necesaria... No duermas si no has vuelto a la paz, no descanses si ne te reconciliaste con tu hermano. Llâmale corr rapidisimo afecto de dilecciôn; hazle volver a la gracia con humildad; postrate ante él con voluntad sumisa y con ânimo suplicante pidele perdôn... Otorga de buena gana perdôn a quien te lo pida, como tu indulgencia a quien la solicite; despide con dulzura y abraza inmediatamente al que se reconcilia contigo. Al que vuelve a ti, recibelo al punto con benigna caridad. Perdo­ ns, para que se te perdone ; excusa, para que seas excusado. No te portes con el que contra ti peca segùn su culpa, sabiendo que también contra ti se ha de hacer juicio, y entonces no se te darâ indulgencia si no la diste. Y si él no te suplica, si no pide se le perdone, si no sufre la hu­ miliation del ruego, si no reconoce su pecado por su mala conciencia, tù cede de corazôn, perdona de buen ânimo, sé graciosamente indulgente y concede el perdôn por tu propia voluntad... No guardes dolor en tu corazôn, ni lo reproduzcas en tu ânimo; quita de ti la ofensa fraterna y no conserves malestar por la ajena maldad. Porque el odio separa al hombre del reino de Dios, le aleja del cielo, le arroja del paraiso, no se borra con sufrimientos, ni se expia con el martirio, ni desaparece con derramamiento de sangre (cf. ibid., 1.2, De la reconciliaciôn). If SECC/O.V IV. SEC. 4. TEOl.OGOS Aparta b) SANTO TOMAS DE AQUINO El pecado en si mismo Son muchos los lugares de la Suma Teolôgica en que expone el Angélico ideas acerca del pecado. De manera especial la Prima Se­ cundae, donde trata del fin del hombre y de los medios para este fin. Medios pervèrsos, que apartan al hombre de su fin, son los vicios v pecados. Ademâs de este que pudiera Uamarse lugar propio, se puede espigar de aqui y de alli para ofrecer una sintesis de la teologia tomista acerca del pecado. No pretendemos ni es posible agotar la materia, sino presentar de forma un tanto sistemâtica las ideas mâs predicables que abundan en Santo Tomâs, ya en este, ya en otro cualquier motivo dogmâtico, ascético y moral. A) a) ■ Es contra Dios Contra la ley eterna y natural El pecado no es otra cosa que un acto humano malo; y el que un acto sea humano consiste en su carâcter vo­ luntario, como se ve por lo antes dicho (1-2 q.l a.l), ora lo sea elegido por la voluntad, cual el mismo querer, ora imperado por ella, como los actos externos de hablar u obrar. Mas el ser malo un acto humano estriba en que carece de la debida conmensuraciôn, y la conmensuraeiôn de cada cosa se considera por comparaciôn a alguna régla de la que si se desvia resulta inconmensurada. Empero hay dos réglas de la voluntad: una prôxima y homogénea, que es la misma razôn humana, y otra primera, la ley eterna. que es como la razôn de Dios. Por eso San Agustin estableciô en la definition del pecado dos cosas: una respecto a la sustancia dei acto humano, que es como lo material en el pecado, cuando dijo “dicho o hecho o deseo” (ef. S. Au­ gust., Contra Faust. 1.22 c.27: PL 42,418); y otra rela­ tiva a la razôn del mal, que es como lo formai en el pe­ cado. cuando anadiô “contra la ley eterna” (Sum. Theol. 1-2 q.71 a.6). Para la razôn del pecado concurren dos cosas, a saber, los actos voluntarios y su desorden, que se verifica por el apartamiento de la ley de Dios (1-2 q.72 a.l). TEOUXXlS. SAMO TOMAS al hombre de su fin ùltimo Santo Tomâs expone repetidas veces que el pecado en si mismo aparta al hombre de su fin ùltimo, como lo entiende también San Agustin cuando define el pecado dicien­ do; ‘Pecar no es otra cosa que seguir lo temporal despreeiando lo eterno” (De lïb. arb. c.ll: PL 32,1233); y: “Toda Ia humana perversidad estâ en usar de las cosas que pue­ den gozarse y gozar de las que deben usarse” (cf. Octog. trium quaest. q.30: PL 40,19). Pero dice el Angélico que esta idea va incluida cuando se dice del pecado que es contra la ley eterna. La ley eterna primaria y principalmente ordena al hombre al fin, y consiguientemente le hace conducirse bien en cuanto a lo concerniente al fin ; y por eso, diciendo “contra la ley eterna”, insinûa la aversion del fin y todas las demâs aberraciones (1-2 q.71 a.6). c) El pecado es apartarse de Dios Ninguno que ve a Dios por esencia puede separarse de él por su voluntad, en lo cual consiste el pecado (1 q.94 a.l). d) El pecado va contra Dios, sin perjudicarle El pecador en nada puede, efectivamente, perjudicar a Dios pecando; y, sin embargo, por su parte obra contra Dios en dos conceptos: 1) En cuanto le desprecia en sus mandatos. 2) Por cuanto infiere algûn dafio a alguien, sea a si propio 0 a otro; cosa que pertenece a Dios, porque aquel a quien se dana estâ bajo la providentia y protection de Dios (1-2 q.47 a.l ad 1). e) El pecado tiene gravedad casi infinita El pecado cometido contra Dios alcanza cierto caracter infinito por la infinidad de la majestad divina, pues tanto mâs grave es la ofensa cuanto mayor es aquel contra quien se delinque. Por esta razôn fué précise para la condigna satisfaction que el acto del que satisfacia tuviera eficacia infinita, como acto del que es Dios y hombre (3 q.l a.2 ad 2). EL PERDON DE 1 AS OFENSAS. 21 DESP. 4+2 B) Es contra el que lo comete a) Contra su SEC. 4. desordenada toda la naturaleza del hombre pecador. Y el reato de la pena es aquel por el cual el hombre pecando mortalmente merece la eterna condenaciôn” (1-2 q.109 a.7). d) El hombre puede sacar algûn bien del pecado ‘‘El ser algunos castigados por Dios al permitir que caigan en algunos pecados se ordena al bien de la virtud: y algunas veces también al de los mismos que pecan, como cuando después del pecado se levantan mâs humildes y mâs cautos. Siempre, empero, es para enmienda de otros, que, a! ver a algunos precipitarse de pecado en pecado, temen mâs el pecar. Mas en los otros dos modos es manifiesto que la pena se ordena a la enmienda; porque el hecho mismo de padecer el hombre trabajo y detrimento en pe­ car, naturalmente retrae a los hombres del pecado” (1-2 q.87 a.2 ad 1). C) Clases de pecados PlERDE LA DIGNIDAD HUMANA “El hombre pecando se separa del orden de la razôn, y por esto se aparta de la dignidad humana, esto es, segùn que el hombre es naturalmente libre y existente por si mismo, y cae en cierto modo en la esclavitud de las bestias, de modo que se disponga de él por utilidad de los demâs, segûn aquello (Ps. 42,21) : El hombre, cuando estaba en honor, no le entendiô; ha sido comparado a las bestias insensatas y se ha hecho semejante a ellas; y se dice (Prov. 11,29) : El necio sera siervo dei sensato. Por consiguiente, aunque el matar al hombre que conserva su dignidad sea en si malo, sin embargo, el matar al hombre pecador pue­ de ser bueno, como el matar una bestia, pues peor es el hombre malo que una bestia y causa mâs dano (Polit. 1.1 c.l n.12: Bk 1253a32; y Ethic. 1.7 c.6 n.7: Bk 1150a7), segûn dice el Filôsofo” (2-2 q.64 a.2 ad 3). c) I'. inclinaciôn natural e “El pecado propiamente consiste en el acto ejecutado por algùn fin con el cual no guarde el debido orden. Mas el debido orden al fin tiene por medida alguna régla, la cual en los seres que obran naturalmente es la virtud mis­ ma de la naturaleza, que los inclina a tal fin. Por consiguiente, cuando el acto procede de la virtud natural segûn la natural inclinaciôn al fin, entonces se observa la rectitud en el acto, por cuanto el medio no sale de los extremos; esto es, el acto del orden dei principio activo al fin; mas cuando algùn acto se separa de la tal rectitud, antonces surge la razôn de pecado” (1-2 q.21 a.l). “Pecar no es otra cosa que apartarse de lo que es con­ forme a la naturaleza” (1-2 q.109 a.8). b) TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS Danos que el hombre sufre con el pecado “El hombre pecando sufre très clases de daüos, como se ha dicho (q.85 a.l; q.86 a.l; q.87 a.l), a saber, la mancha, la corruption del bien natural y el reato de pena. En la mansha incurre por cuanto la deformidad del pecado le priva de la belleza de la gracia. El bien de la naturaleza se corrompe en cuanto, cesando la voluntad del hombre de estar sometida a Dios, desordénase su naturaleza, pues la subversion de este orden lleva consigo que permanezca a) En GENERAL, TANTOS CUANTAS VIRTUDES “El pecado lo es porque repugna la virtud” (2-2 q.107 a.l c). b) Pecados contra Dios, contra si y contra el prôjimo “El pecado es un acto desordenado, y en el hombre debe haber un triple orden: 1) Segûn la comparaciôn a la régla de la razôn, es decir, segûn que todas nuestras acciones y pasiones deben medirse conforme a la régla de la razôn; 2) por comparaciôn a la régla de la ley divina, por la que el hombre debe regirse en todas las cosas... Si el hombre fuese naturalmente un animal solitario bastaria este doble orden ; pero siendo el hombre naturalmente ani­ mal politico y social, segûn se prueba (Polit. 1.1 c.l n.9: Bk 1253a2), es preciso que haya un orden; 3) por el que el hombre se ordena a los otros hombres con quienes debe vivir en sociedad. El primero de estos ôrdenes contiene al segundo y lo excede: porque todo lo contenido bajo el orden de la razôn lo estâ también bajo el del mismo Dios, el cual, sin em­ bargo, comprende ciertas cosas que exceden a la razôn humana, como las que son de fe y las que son debidas a solo Dios; por consiguiente, el que peca en las taies se dice pecar contra Dios, como el hereje, el sacrilego y el !l Ilpi „ · 4 * 1* '· * 1 < I* Ί EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. blasfemo. Del mismo modo también el segundo orden incluye al tercero y lo excede: porque en todo aquello en que somos ordenados al prôjimo debemos regirnos segûn la régla de la razôn. Pero en algunas cosas nos guiamos por la razôn en cuanto a nosotros ùnicamente ataiie y no en cuanto al prôjimo, y cuando se peca en éstas se dice que peca el hombre contra si mismo, como se ve en el glotôn, en el lujurioso y en el prôdigo; mas cuando peca el hombre en las cosas que se ordenan al prôjimo se dice peca contra el prôjimo, como se ve en el ladrôn y el homicida. Empero hay cosas diversas en las que el hom­ bre se ordena a Dios, al prôjimo y a si mismo; por ]o que esta distinciôn de los pecados es segûn los objetos, segûn los cuales se diversifican las especies de pecados; de donde se sigue que esta distinciôn de los pecados es propiamente segûn las diversas especies de pecados; pues también las virtudes, a las que los pecados se oponen, se distinguen en especie conforme a esta diferencia. Porque es manifiesto, segûn lo anteriormente dicho (q.62 a.l; q.66 a.4-6), que por las virtudes teolôgicas es ordenado el hom­ bre a Dios; con la templanza y la fortaleza, a si mismo, y por la justicia, al prôjimo” (1-2 q.72 a.4 c). : .·.·■» Sÿ 4 ·:·» & s? « e c) - *4 Pecados de corazôn, lengua y obra “Todo pecado se concibe primero en el corazôn, luego se expresa por la palabra y después se consuma por la obra” (1-2 q.72 a.7 c). 9) pecado se divide por los tres conceptos en pecado de corazôn, de boca y de obra, no como por diversas es­ pecies completas; porque la consumaciôn del pecado estâ en la obra, por lo que el pecado de obra tiene especie completa, pero su primera incoaciôn es como el cimiento en el corazôn; su segundo grado estâ en la boca, segûn que el hombre prorrumpe fâcilmente a manifestar lo concebido en el corazôn; y el tercero estâ ya en la consump­ tion de la obra; y asi estas très cosas se diferencian segûn los diversos grados de pecado. Sin embargo, es évidente que las très cosas pertenecen a una sola especie de pecado perfecta, por procéder de un mismo motivo; pues el ira­ cundo, en el hecho mismo de apetecer la venganza, primeramente se perturba en el corazôn, después prorrumpe en palabras contumeliosas, y por ûltimo procede hasta los hechos injuriosos; y lo mismo se ve en la lujuria y en cualquier otro pecado” (1-2 q.72 a.7 c). υ 2 t « 1 SEC. d) Pecados TEÔLOGOS. SANTO TOMAS carnales y pecados espirituales “Los pecados reciben la especie segûn sus objetos. Mas todo pecado consiste en el apetito de algûn bien conmutable que se apetece desordenadamente, y, por consecuencia, en el mismo ya habido se deleita uno desordenadamente. Empero, como se ve por lo anteriormente dicho (q.31 a.3), hay dos elhses de delectaciôn: una animal, que se consu­ ma en la sola aprensiôn de alguna cosa tenida en voto, y esta también puede llamarse delectaciôn espiritual, como cuando uno se deleita en la alabanza humana o en alguna cosa parecida; y la otra es delectaciôn corporal o natural, que se completa en el mismo tacto corporal, la cual puede también llamarse delectaciôn carnal. Asi, pues, aquellos pecados que se consuman en la delectaciôn espiritual se llaman pecados espirituales, y los que se completan en la delectaciôn carnal se denominan pecados carnales, como la gula, que se consuma en la delectaciôn de los manjares, y la lujuria, que se completa en la delectaciôn de cosas deshonestas. Por lo que dice el Apôstol (2 Cor. 7,1) : Purifiquémonos de toda mancha de nuestra carne y nuestro espiritu" (1-2 q.72 a.2 c). “Todo defecto de la razôn humana tiene origen de algûn modo en la sensaciôn carnal” (1-2 q.72 a.2 ad 1). “En los pecados, aun carnales, hay algûn acto espiri­ tual, cual es el acto de la razôn; pero el fin de estos pe­ cados, del cual reciben su nombre, es la delectaciôn car­ nal” (1-2 q.72 a.2 ad 3). e) Pecado mortal y pecado venial “La diferencia de pecado venial y mortal es efecto de la diversidad del desorden, que completa la razôn de pe­ cado, porque hay dos clases de desorden: una, por la sustracciôn dei principio de orden, y otra, por la que, aun salvo el principio de orden, hay desorden acerca de lo pos­ terior al principio, como en el cuerpo del animal a veces el desconcierto de la complexion llega hasta la destruction dei principio vital, que es la muerte; mas otras, salvo el prin­ cipio de vida, hay cierto desorden en los humores, constituti­ vos de la enfermedad. Pero el principio de todo orden en lo moral es el fin ûltimo, que en las cosas operatives es como el princ’pio indemostrable en las especulativas (Ethic. 1.7 c.8 n.4: Bk 1151al6) ; y, por consiguiente, cuando el aima se desordena por el pecado hasta apartarse del ûltimo fin, que es Dios, a quien se une por caridad, entonces hay pe­ cado mortal; pero cuando el desorden no llega hasta la aver­ sion a Dios, entonces hay pecado venial. •- te • -J . < 1 r EI. PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. Porque asi como en los cuerpos el desorden de la muer­ te, que se verifica por la remociôn dei principio de vida, es irreparable por naturaleza, pero el desorden de la enfer­ medad puede repararse por aquellos medios con que se salva el princ pio de vida; lo mismo sucede en las cosas que atanen al aima, puesto que en las cosas especulativas al que yerra acerca de los principios no se le puede persuadir, pero al que yerra salvo los principios, por los mismos se le pue­ de sacar de su error. Asimismo, pues, en las cosas operati­ ves, en que pecando se aparta del ûltimo fin, cuanto es de parte de la naturaleza del pecado tiene una caida irrepara­ ble, y por eso se dice que peca mortalmente, habiendo de ser casti gado eternamente; mas el que peca sin apartarse del todo de Dios, por la misma razôn de pecado se desordena reparablemente, porque se salva el principio, y por tanto se dice que peca venialmente, es decir, porque no peca de modo que merezca un castigo interminable” (1-2 q.72 a.5 c). f) .· ‘‘ S Pecado de omisiôn “La omisiôn implica el no hacer el bien, no cualquiera, sino el bien que se debe hacer; y el bien, bajo el concepto de debido, pertenece propiamente a la justicia: a la legal, si se considera el deber enorme a la ley divina o humana, y a la especial, segûn que se mira en orden al prôjimo. Por consiguiente, asi como la justicia es una virtud especial, como se ha dicho (q.58 a.7), también la omisiôn es un pe­ cado especial distinto de los pecados, que se oponen a las otras virtudes. Mas del modo que la prâctica del bien, al que se opone la omisiôn, es cierta parte especial de la jus­ ticia, distinta de la separaciôn del mal, a la que se opone la transgresiôn, también la omisiôn se distingue de la transgresiôn” (2-2 q.79 a.3 c). “La omisiôn se opone directamente a la justicia, como se ha dicho, porque no es la omisiôn del bien de alguna virtud, sino bajo el concepto de bien debido, que pertenece a la justicia, y para un acto de virtud meritorio se requiere mâs que para el demérito de la culpa, puesto que “el bien proviene de una causa integra, mientras que el mal, de cualquier defecto particular” (Dionys., De div. nom. c.4,30: PG 3,729). Por consiguiente, para el mérito de la justicia se requiere el acto, mas no para la omisiôn” (2-2 q.79 a.3 ad 4). g) El pecado mortal, irreparable; el venial, no “Lo mortal propiamente hablando, segûn que se refiere a la muerte corporal, no parece oponerse a lo venial ni pertenecer al mismo género, pero metafôrieamente considerado SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÀS lo mortal, se opone a lo venial, porque siendo el pecado cierta enfermedad del aima, como antes se ha expuesto (q.71 a.l ad 3; q.72 a.5, y q.74 a.9 ad 2), un pecado se llama mortal a semejanza de la enfermedad, que se dice mortal porque causa un defecto irreparable por la desti­ tution de algûn principio, como se ha dicho (q.72 a.5). Y el principio de la vida espiritual, que es segûn la virtud, es el orden al ûltimo fin, como arriba se ha expresado (q.72 a.5 y q.87 a.3). El cual, ciertamente, si fuese destruido, no pue­ de ser reparado por algûn principio intrinseco, sino t-όΐο por la virtud divina, como se ha dicho (q.87 a.3),. porque los desôrdenes de las cosas concernientes al fin se reparan por el fin, como el error que ocurre acerca de las conclusiones se repara por la verdad de los principios. El defecto, pues, del orden del ûltimo fin no puede ser reparado por algo que sea mâs principal, como tampoco el error acerca de los prin­ cipios, y, por tanto, tales pecados se llaman mortales, como irréparables; pero los pecados que entranan desorden acerca de lo concerniente al fin, conservado el orden al ûltimo fin, son réparables, y estos se llaman veniales, porque entonces alcanza venia el pecado, cuando se quita el reato de la pena, que cesa al césar el pecado, segûn se ha dicho (q.87 a.6). Por consiguiente, conforme a esto, lo venial y mortal se contraponen, como lo reparable y lo irreparable, y decimos esto por el principio interior y no por comparaciôn a la vir­ tud divina, que puede reparar toda enfermedad, tanto cor­ poral como espiritual, y por esto el pecado venial se contra­ pone convenientemente al mortal” (1-2 q.88 a.l c). h) Norma para distinguir el mortal del. venial “El venial en el tercer concepto puede tener género determinado, de modo que un pecado se llame venial por su género y otro mortal por su género también, segûn que el género o la especie dei acto se determina por su objeto, por­ que cuando la voluntad se dirige a algo que en si mismo repugna a la caridad, por la que se ordena el hombre al ûltimo fin, aquel pecado por su objeto es de suyo mortal, y asi mortal por su género, ora sea contra el amor de Dios, como la blasfemia, el perjurio y semejantes, ora contra el amor del prôjimo, como el homicidio, el adulterio y otros parecidos, por lo que los taies son pecados mortales por su género. Mas alguna vez la voluntad del que peca es llevada a lo que contiene en si cierto desorden, que, sin embargo, no contraria al amor de Dios y del prôjimo, como la palabra otiosa, la risa superflua y a este tenor, y taies pecados son veniales por su género. Mas por cuanto los actos morales ■ Ui. «... ’-v 1 . C* ZdK SEC. 448 TEOLOCOS. SANTO TOMaS 449 II PERDON DE I VS OEBNSAS. 21 DESP. PENT. toman la razôn de bien y mal no solo del objeto, sir.o tam­ bién de alguna disposiciôn de la gente, como antes se ha probado (q.18 a.4-6), sucede alguna vez que lo que es pe­ cado venial por su género en razôn de su objeto se hace mortal por parte del agente, ya porque constituye en ello el fin ùltimo, ya porque lo ordena a cosa, que es pecado mor­ tal por su género; por ejemplo, cuando uno se propone por la palabra ociosa cometer adulterio. Del mismo modo tam­ bién por parte del agente puede un pecado que por su gé­ nero es mortal, hacerse venial, por ser el acto imperfecto, es decir, no deliberado con la razôn, que es el principio propio del acto malo, como se ha dicho (q.74 a. 10) tratando de los movimientos subitos de infidelidad” (1-2 q.88 a.2 c). i) 1. |. El pecado venial Razôn del nombre “Puede el pecado llamarse venial de un modo, porque ha conseguido venia, y en este sentido dice San Ambrosio (De paradiso c.14: PL 14,327) que "todo pecado por la penitencia se hace venial”, y éste se dice venial por el evento. De otro modo se llama venial, porque no tiene en si motivo para no conseguir venia, o totalmente o en parte. En parte, como cuando encierra en si algo que disminuye la culpa, cual si se comete por debilidad o ignorancia, y éste se dice venial por la causa; y totalmente, porque no quita del todo el or­ den al fin ûltimo, por lo cual no merece pena eterna, sino temporal; y de este venial tratamos al présenté, pues de los dos primeros consta que no tienen género alguno determinado” (1-2 q.88 a.2 c). Es disposiciôn para el mortal “El acto de pecado dispone a algo de dos modos: 1) Directamente, disponiendo el acto seme jante segûn su especie, y de este modo primariamente y per se el pe­ cado venial por su género no dispone al mortal en su género. puesto que difieren en especie, mas puede asi disponer por cierta consecuencia para el pecado que es mortal por parte del agente; porque, aumentada la disposiciôn o el hâbito por los actos de pecados veniales, de tal manera puede crecer la pasiôn de pecar que el que peca constituye su fin en el peca­ do venial, pues para cualquiera que tiene un hâbito, en cuan­ to tal, el fin es la operaciôn segûn el hâbito, y asi pecando muchas veces venialmente se dispone para el pecado mortal. 2) De otro modo, el acto humano dispone a algo removiendo lo que prohib?, y de este modo el pecado venial segûn el género puede disponer para el mortal de su género, pues el que peca venialmente segûn el género se desentiende de algùn orden, y en el hecho mismo de acostumbrar su voluntad a no someterse al debido orden en las cosas menores se dispone a que su voluntad no se someta al orden dei fin ultimo, eligiendo lo que es pecado mortal segûn el género" (1-2 q.88 a.3 c). En este sentido y no en otro han de interpretarse las palabras de San Agustin que el Angelico inserta en la primera dificultad de la cuestiôn 89 (1-2): "Los pecados veniales, si se multiplican, exterminan de tal modo nuestro decoro que nos separan de los brazos del Esposo celes­ tial" (cf. Serm. 104: PL 39,1947). 3. El pecado venial mancha el aima “La mancha implica detrimento del brillo por algûn contacto, como se ve en las cosas corporales, de las que por analogia el nombre de mancha se traslada al aima. Pero asi como en el cuerpo hay dos clases de brillo, uno procedente de la extrinseca disposiciôn de los miembros y del color y otro de la exterior claridad que sobreviene, del mismo modo en el aima hay un doble brillo, uno habituai y como intrinseco y otro actual y como fulgor externo. El pecado venial implica, pues, el brillo actual, mas no el habituai; porque no excluye ni disminuye el hâbito de la caridad y de las otras virtudes, como se manifestarâ mâs adelante (2-2 q.24 a.10), sino que solo impide su acto. Y como la mancha importa algo que queda en la cosa manchada, mâs parece pertenecer al detrimento del resplandor habituai que del actual: por lo que, propiamente hablando, el pecado venial no causa mancha en el aima, y si alguna vez se dice que bajo algûn concepto la infiere, esto es secundum quid, en cuanto impide el resplandor que proviene de los actos de las virtudes” (1-2 q.89 a.l c). "Asi como sucede haber en el cuerpo mancha primero por la privaciôn de lo que se requiere para su belleza, como el debido color o la debida proporciôn de los miembros, y segundo por la anadidura de algo que le impida su decoro, como el lodo o el polvo, asi también se mancha el aima, primero, por la privaciôn de la hermosura de la gracia a causa del pecado mortal y, segundo, por la in­ clination desordenada de su afecto hacia algo temporal, lo cual ocurre por el pecado venial. Por eso para borrar la mancha del pecado mortal se requiere la infusion de la gracia, pero para destruir la del pecado venial se requiere algûn acto procedente de la gracia, por la cual se remueva la adhesion desordenada a la cosa temporal (3 q.87 a.ad 3). 15 L: palabra de C. S *· .«F 450 El PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. El pecado venial simbolixado en la “madera, heno y paja” Dicen, pues, algunos que por la madera, el heno y la paja (cf. 1 Cor. 3,12) se significan las buenas obras, que se edifican ciertamente sobre el edificio espiritual, pero que se mezclan con ellas los pecados veniales. Como cuando uno tiene cuidado de la hacienda, lo que es bueno, se mezcla con eso el superfluo amor o de la mujer o de los hijos o de las posesiones, pero con subordination a Dios, es decir, de tal modo que por estas cosas no quisiera el hombre obrar contra Dios. Mas esto tampoco parece decirse convenientemente. Porque es manifiesto que todas las buenas obras se refieren a la caridad de Dios y del prôjimo, perteneciendo, por lo tanto, al oro, plata y piedras preciosas; y, por consiguiente, no a la modéra, al heno y a la paja. Debe, pues, decirse que los mismos pecados veniales, que se mezclan a los que procuran las cosas terrenas, se signi­ fican por la madera, el heno y la paja. Porque asi como taies cosas se acopian en la casa y no pertenecen a la sustancia del edificio, pudiendo quemarse, salvo el edificio, del mismo modo también los pecados veniales se multiplican en el hombre, quedando el edificio espiritual, y por ellos sufre el fuego o de la tribulaciôn temporal en esta vida o dei purgatorio en la otra, logrando, no obstante, la salud etema (1-2 q.89 a.2 c). Que, como dice Aristoteles (De caelo 1.1 c.l n.2: Bk 268al2), “todas las cosas se incluyen en très, que son principio, medio y fin; y conforme a esto todos los grados de los pecados veniales se reducen a très, a saber: a la madera, que por mâs tiempo permanece en el fuego; a la paja, que velocisimamente se consume; y al heno, que guarda un medio. Porque segûn que los pecados veniales son de mayor o menor adherencia o gravedad, asi se purifican por medio del fuego mâs velozmente o con mâs tardanza” (1-2 q.89 a.2 ad 4). j) La gravedad del pecado se mide por el FIN “La gravedad de los pecados difiere, al modo que una enfermedad es mâs grave que otra; porque asi como el bien de la salud consiste en cierta conmensuraciôn de los humores por conveniencia para la naturaleza del animal, asi el bien de la virtud consiste en cierta proportion del acto humano segûn la conveniencia a la régla de la razôn. Pero es manifiesto que la enfermedad es tanto mâs grave cuanto mâs se altera la debida conmensuraciôn de los hu­ mores por la inconmensuraciôn del anterior principio, como la enfermedad en el cuerpo humano procedente del cora- SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAS 451 zôn, que es el principio vital, o de algûn elemento proximo al corazôn, es mâs peligrosa. Por esto mismo el pecado es tanto mâs grave cuanto el desorden afecta a algùn princi­ pio que existe antes en el orden de la razôn. La razôn lo ordena todo por el fin de lo apetetible y, por tanto, a medida que el pecado proviene en los actos humanos de un fin mâs alto, el pecado es tanto mâs grave. Pero los objetos de los actos son sus fines, como se ve por lo dicho (q.72 a.3 ad 2), y asi segûn la diversidad de los objetos se considera la diversidad de gravedad en los pecados, como se ve que las cosas exteriores se ordenan al hombre como a su fin. Segùn esto, el pecado que versa acerca de la misma sustancia del hombre, como el homici­ dio, es mâs grave que el pecado que versa acerca de las cosas exteriores, como el hurto; y aùn es mâs grave el pecado que inmediatamente se comete contra Dios, como la infidelidad, la blasfemia y semejantes; y, en el orden de cualesquiera de estos pecados, uno es mâs grave que otro segûn que versa acerca de algo mâs o menos principal. Y como los pecados tienen su especie en los objetos, la diferencia de gravedad que se considera respecto de los objetos es primera y principal, como consiguiente a la es­ pecie. De la misma indebida conversion hacia algùn bien conmutable se sigue la aversion del bien inconmutable, en la que se completa la razôn del mal; y, por tanto, es natural que segûn la diversidad de las cosas pertenecientes a la conversion se siga la diversa gravedad de la malicia de los pecados” (1-2 q.73 a.3 c). k) La gravedad de los pecados por la virtud a QUE SE OPONEN A la virtud se opone algùn pecado de dos modos: 1) Principal y directamente, esto es, acerca del mismo objeto, por cuanto las cosas contrarias versan sobre lo mismo, y de este modo a mayor virtud debe oponerse mâs grave pecado. Porque asi como de parte del objeto se considera la mayor gravedad del pecado, asi también la mayor dignidad de la virtud, pues uno y otra toman la especie segûn el objeto, como se ve por lo dicho (q.60 a.5, y q.72 a.l). De donde se sigue que a la mayor virtud se opone directamente el mayor pecado como el mâs distante de ella en el mismo género. 2) Puede considerarse la oposiciôn de la virtud al pe­ cado segun cierta extension de la virtud que cohibe el pe­ cado. Porque cuanto mayor es la virtud tanto mâs aleja al hombre del pecado contrario a ella, de tal modo que no solo cohibe el mismo pecado, sino también lo que a él - * Λ · 'V'xé’if'Ç Ci- ‘ 1 ; 452 Mfr .\n 0 induce. Y asi es manifiesto que cuanto una virtud fuere mayor, tanto mâs cohibirâ los pecados aun menores: al modo que también la salud, cuanto es mayor, tanto mâs excluye las menores desigualdades ; y por este modo, a mayor virtud se opone menor pecado por parte del efec­ to” (1-2 q.73 a.4 c). "Aquel pecado que es contrario a mayor bien es mâs gra­ ve por su género, como el pecado contra Dios lo es mâs que el pecado contra el prôjimo” (2-2 q.39 a.2 c). Segûn esto, concluye Santo Tomâs que el pecado mâs grave de todos es el pecado contra el Espiritu Santo, ya que los pecados contra las virtudes teologales son mâs graves que los otros. De una forma mâs general determina la mayor gravedad de los pecados por este orden: el mâs grave, aquel en que Dios es despreciado en si mismo; después, aquellos que le ofenden en sus sacramentos, especialmente en la Eucaristia; luego, los que le desprecian en sus miembros, y por fin, los que atanen a sus preceptos. 1) < f. I SFC. El. PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DEST. PENT. Los QUE SE OPONEN A LAS VIRTUDES TEOLOGALES "Los pecados que se oponen a las virtudes teologales son, segûn su género, mâs graves que los demâs pecados. Por­ que, teniendo las virtudes teologales por objeto a Dios, los pecados opuestos a ellas implican directa y principalmente el alejamiento de Dios. Pero en todo pecado mortal la ra­ zôn principal del mal y su gravedad proviene de que el hom­ bre se separa de Dios. Porque si pudiera haber conversion al bien conmutable sin la separation de Dios, aunque fuese desordenada, no séria pecado mortal. Por consiguiente, aquel que trae consigo directamente la separation de Dios es el mâs grave de todos los pecados mortales. Mas a las virtudes teologales se oponen la infidelidad, la desesperaciôn y el odio a Dios, entre los que el odio y la infidelidad, si se comparan a la desesperaciôn, se ve que son mâs graves considerados en si mismos, es decir, segûn la naturaleza de su propia especie. Porque la infidelidad pro­ viene de que el hombre no créé a la misma verdad de Dios; el odio a Dios proviene de que la voluntad del hombre es contraria a la misma bondad divina, y la desesperaciôn pro­ viene de que el hombre no espera partitipar de la bondad de Dios. De donde se deduce que la infidelidad y el odio a Dios son contrarios secundum quod in se est, pero la desespe­ raciôn, segûn que su bondad .es participada por nosotros. Por consiguiente, es mayor pecado, absolutamente hablando, no creer en la verdad de Dios o tener odio a Dios que no esperar conseguir de El mismo la gloria. Mas si se compara 4. TF.ÔLOGOS. SANTO TOMAS 453 a los otros dos pecados por relation a nosotros, en ese caso la desesperaciôn es mâs peligrosa, puesto que por la espe­ ranza nos apartamos de las malas obras y nos dirigimos a proseguir las buenas, por lo cual, desapareciendo la espe­ ranza, se entregan desenfrenadamente los hombres a los vicios y se retraen de las buenas acciones. Por esta razôn so­ bre aquello (Prov. 24,10) : Si eres flojo en el tiempo bueno, ;qué fuerza tendrâs el dia de la desventura?, dice la Glosa: “Nada es mâs execrable que la desesperaciôn ; el que cae en ella, pierde la constancia de los trabajos generales de la vida y, lo que es peor, en los combates de la fe”. Y San Isidoro dice (De summo bono 1.2 c.14) : “Cometer un crimen es la muerte del aima, pero desesperar es precipitarse en el in­ fierno” (2-2 q.20 a.3 c). 11) La ME GRAVEDAD HsL i * ■ PER SE” Y “PER ACCIDENS” “Segûn lo dicho en la segunda parte (1-2 q.73 a.3.6; y 2-2 q.73 a.3), algûn pecado puede decirse mâs grave que otro en dos conceptos : per se y per accidens. 1) Per se, segûn la razôn de su especie, que se consi­ dera por parte del objeto ; y en este concepto cuanto mayor es aquello contra que se peca, tanto mâs grave es el pecado. Y puesto que la divinidad de Cristo es mayor que su humanidad, y ésta mâs importante que los sacramentos de la humanidad, siguese que son gravisimos los pecados que se cometen contra su misma divinidad, como lo es el pecado de la infidelidad y el de la blasfemia. En segundo lugar, los pecados mâs graves son los que se cometen contra la humanidad de Cristo, por lo cual se dice: Quien hablare contra el Hijo del hombre sera perdo­ nado, pero quien hablare contra el Espiritu Santo no sera perdonado ni en este siglo ni en el venidero (Mt. 12,32). En tercer lugar se consideran los pecados que se come­ ten contra los sacramentos que pertenecen a la humanidad de Cristo; y después de éstos, los otros pecados que se co­ meten contra las simples criaturas. 2) Per accidens, un pecado es mâs grave que otro por parte del que peca ; v. gr., el pecado que procede de la ignorancia o de la debilidad es mâs leve que el procedente del desprecio o de ciencia cierta, y lo mismo respecto de otras circunstancias. En este concepto, este pecado puede ser mâs grave en algunos, como en los que por desgracia actual y con conciencia de pecado se acercan a este sacramento, y en otros no menos grave: v. gr., en aquellos que se acercan a este sacramento con conciencia de pecado, pero lo hacen por Fv * A> El. PERDON DE I. LS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 454 SEC. el temor de que no se les créa culpables. Asi, pues, es no­ torio que este pecado es mâs grave que otros muchos segùn su especie, pero no el mâs grave de todos” (3 q.80 a.5 c). m) Los PECADOS ESPIRITU ALES, MÂS GRAVES QUE LOS CARNALES “Los pecados espirituales son de mayor culpa que los pecados carnales, en lo cual no debe entenderse que cualquier pecado espiritual es de mayor culpa que cualquier pe­ cado camal, sino que, considerada esta sola diferencia de espiritualidad y carnalidad, son mâs graves que los demâs pecados en igualdad de circunstancias. De esto pueden asignarse très razones: 1) De parte del sujeto; porque los pecados espiritua­ les pertenecen al espiritu, del cual es propio dirigirse a Dios y apartarse de El; mas los pecados carnales se consuman en la delectaciôn del apetito carnal, al cual pertenece principalmente dirigi ree hacia el bien corporal; y, por tanto, el pecado carnal, en cuanto tal, tiene mâs de con­ version, por lo que también es de mayor adhesion; pero el pecado espiritual tiene mâs de aversion, de la cual pro­ cede la razôn de culpa, y por lo mismo el pecado espiri­ tual, en cuanto tal, es de mayor culpa. 2) De parte de aquel contra quien se peca; porque el pecado carnal, en cuanto tal, va contra el propio cuerpo, lo que es menos de amar segiîn el orden de la caridad que Dios y el prôjimo, contra quien se peca por los pecados espirituales; y asi éstos como tales son de mayor culpa. 3) De parte del motivo; porque cuanto es mâs grave lo que nos impulsa a pecar tanto menos peca el hombre, como se dirâ (a.6) ; mas los pecados carnales tienen mâs vehemente incitativo, esto es, la misma concupisccncia de la came, innata en nosotros, y, por consiguiente, los pecados espirituales, en cuanto tales, son de mayor culpa" (1-2 q.73 a.5 c). n) Los PECADOS CARNALES SON MUY GRAVES POR SUS CONSECUENCIAS “Se dice que el diablo se goza del pecado de lujuria porque es de mâxima adherencia y dificilmente puede ser libertado de él el hombre, "pues el delito de la delectaciôn es insaciable” (Ethic. 1.3 c.12 n.7), como dice Aristoteles” (1-2 q.73 a.5 ad 2). “Como dice Aristoteles (Ethic. 1.7 c.6) es mâs torpe ser incontinente de concupiscenda que incontinente de ira. porque participa menos de la razôn, y conforme a esto dice 4. TEOLOGOS. GALTIER 455 también (Ethïc. 1.3 c.10 n.ll: Bk 1118b2) que “los peca­ dos de intemperancia son los mâs reprobables, porque versan acerca de aquellas delectaciones que nos son comunes con los brutos”, por lo que en cierto modo por esos pecados el hombre se torna brutal” (1-2 q.73 a.5 ad 3). ή) La gravedad del pecado la segùn la materia PARTE DEL PECADOR Y EL EFECTO “La gravedad de algùn pecado puede ser considerada de tres modos: 1) Principalmente segun la materia en que se peca, y asi los pecados que se refieren a las cosas divinas son los mayores, por lo que, segùn esto, el vicio de la gula no es el mayor, por cuanto atane a lo que se refiere al sustento del cuerpo. 2) Por parte del pecador, y en este sentido el pecado de la gula mâs se atenùa que se agrava, ya por la necesidad de tomar alimentos, ya por la dificultad de discernir y mo­ derar lo que en los taies conviene. 3) Pen' parte del efecto consiguiente, y segùn esto el vicio de la gula tiene cierta magnitud en cuanto de ella se ocasionan diversos pecados” (2-2 q.148 a.3 c). “En si mismo se estima la gravedad del pecado por ra­ zon de su especie, la cual se considera segùn el bien a que se opone el pecado. La fornicaciôn, pues, es contra el bien del hombre que ha de nacer, y, por lo tanto, es, segun su especie, mâs grave pecado que los que atacan a los bienes externos, como el hurto y otros anâlogos, pero menor que los que directamente son contra Dios y que el contrario a la vida del hombre ya nacido, cual es el homicidio” (2-2 q.154 a.3 c). GALTIER En la dominica cuarta de Adviento trasladamos las pruebas de Santo Tomâs sobre la necesidad de la penitencia. Como quiera que sôlo propone una, enfocada desde el punto de vista de la gracia, cnyo valor esta algo controvertido entre los teôlogos, intentaremos ahora dar un resumen completo de la doctrina catélica. La penitencia incluve como actos esenciales el dolor de haber pecado y el proposito de no volver a pecar. Los teôlogos suelen insistir mucho mâs sobre el primer acto, por haber sido negado por los protestantes y porque el segundo, sobre ser évidente en su necesi­ dad, es una consecuencia natural del primero. Extractaremos los principales pasajes de los dos mejores tratadistas de la penitencia, a saber, Galtier y Palmieri. En primer término sintetizaremos los pensamientos fundamentales de Galtier en su obra De paenitentia, tractatus historico-dogniaticus (Paris, BeauchesM, 1931). ei n R nox ηκ î vs oeinsas. 21 desp. pent. 456 SEC. A) v . s'·*-. Concepto catôlico de la penitencia El Concilio Tridentino, al enfrentarse con los protes­ tantes, definiô la penitencia con las siguientes palabras: “Un movimiento contra el pecado por medio del odio y la detestaciôn" (6,6), “Incluye el césar en los pecados y detestarlos; esto es, un corazôn contrito y humillado’’ (6,14). Su primer acto es “un dolor y detestaciôn del pecado cometido con pro­ posito de no pecar mâs” (14,4). De esta nociôn se deduce: a) Que la penitencia no es un movimiento involunta­ rio, como pudiera serlo una cierta depresiôn psicôlôgica consiguiente al acto del pecado, sino un movimiento por com­ pleto libre, en el que la voluntad se decide a reparar el pe­ cado en cuanto le es posible. b) El objeto de este dolor es el pecado personal, come­ tido por el mismo reo, no en su estado consiguiente de condenaciôn y privaciôn de la gracia. Es necesario dolerse del mismo acto del pecado y precisamente en cuanto es ofensa de Dios. El miedo dei castigo no pasa de ser un motivo que puede provocar ese odio del pecado, pero en cuanto tal no constituye la penitencia ni tiene valor moral si el penitente se detiene en él. c) Consiguientemente a ello, la penitencia prescinde de la perfecciôn del motivo, que puede ser el citado del temor o el nobilisimo del amor. d) Constituidos como estamos en el orden sobrenatural, la penitencia ha de provenir de la fe en Dios, que mueve y excita, e ir acompaüada de la esperanza de obtener su per­ dôn y gozarle. La penitencia, por lo tanto, en el sentido catôlico no es un puro temor, segûn nos arguyen los protestantes, aun cuando este pudiera ser el motivo inicial, del cual se pasa a la detestaciôn del pecado y a la esperanza. Es mâs, puede ir unida con la alegria de sentirse perdonado, dândose el caso del penitente que llora su falta y se alegra de su llanto. No es, pues, dcpresiva y deben reprimirse los excesos de la sensibilidad, que pudiera llevar a la desesperaciôn. San Pablo recomendaba a los Corintios: Casi habriamos de per­ donarle y consolarle para que no se vea consumido por excesiva tristeza (2 Cor. 2,7). La penitencia radica en la voluntad y Ueva un consuelo que no quita por completo la tristeza, pero la modera (cf. Sum. Theol. 3 q.84 a.9 ad 2 et 3). No es presuntuosa, como si quisiera satisfacer a Dios prescindiendo de la gracia con la que ha de contar. Tampoco, en fin, se reduce al intento infructuoso de deshacer un acto que, ejecutado ya, no puede borrarse, pues el pecador 4. T EÔ LOGOS. GALTIER 457 se limita a desear no haberlo cometido y a borrar las consecuencias del mismo; a saber: el estado de offensa de Dios y los castigos consiguientes. B) Necesidad de la penitencia (Ibid., a.3 p.26) La necesidad de la penitencia estâ definida por el Con­ cilio de Trento (1,4 can.4) a) Testimonio de la Sagrada Escritura Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento no promete el perdôn sino con la condiciôn de la penitencia, la que exige no en virtud de circunstancias especiales, sino precisamen­ te como necesaria para otorgarlo. 1. Los Salmos El Salmista se goza de haber -sido perdonado por haberse arrepentido de sus pecados: Dia y noche ta mano pesaba so­ bre mi y tornose mi vigor en sequedades de estio. Pero te confesé mi pecado y te descubri mi iniquidad. Dije: Confesaré a Yai'é mi pecado, y tu yerdonaste mi iniquidad. Por eso te invocardn todos los piadosos en el tiempo propicio y la inunda­ tion de las copiosas aguas no llegarâ a ellos (Ps. 31,4-6). El salmo Miserere es todo él un canto a la esperanza de ser perdonado precisamente por el arrepentimiento (Ps. 50,3-21). 2. Los profetas Jeremias (31,18-20) anuncia que Dios se goza con el arrepentimiento de Efraim y no puede por menos de perdonarle. Son elâsicos los lugares de Ezequiel (18,21-22.27-28 y 33,8). En los dos primeros anuncia el perdôn divino para el mismo momento en que el pecador abra sus ojos y se aparté de su maldad (v.28). & Quiero yo acaso la muerte del peca­ dor... y no mâs bien que se convierta de su mal camino y viva? (v.23). En el capitulo 33 va mâs alla, y advierte al predicador que, si después de sus esfuerzos el impio no se arrepintiere, se condcnarâ, y el predicador se verâ salvo; pero. por el contrario, si tu no hablas al impio para apercïbirle de su mal camino, el impio morird por su iniquidad, pero de su sangre te pediré yo cuenta a ti (33,8). De este texto de Ezequiel se deduce incluso la necesidad de medio, puesto que el pecador se condena en el caso de no hacer penitencia, aun cuando no haya habido quien se la haya predicado y le haya hecho ver su maldad. » 458 3. Π PI RDON DE IAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. El Nuevo Testamento En el Nuevo Testamento, la doctrina es igualmente inconcusa. San Juan prediea que no basta su bautismo para huir de la ira que llega, sino que se requiere hacer dignos frutos de penitencia (Mt. 3,3-S; Lc. 3,7-14). La misma penitencia predica San Pedro a los judios, que, después de ha. ber crucificado al Senor, le preguntan compugidos de co­ razôn por su conducta futura (Act. 2,37 y 3,19). Recomiéndasela también a Simon Mago (Act. S,22). San Pedro resume toda su misiôn recordando que Dios le dijo que se levantara para que les abras los ojos y se convier tan... Anuncié la penitencia y la conversion a Dios por obras dignas de peni­ tencia (Act. 26,18-22). 4. Otros pasajes Sin necesidad de urgir mâs la prueba, sôlo con estos tex­ tos puede verse que la Sagrada Escritura habia de una pe­ nitencia que incluye la detestation del pecado y no un simple cambio de vida seme jante al de quien, habiendo sido opu­ lento, renuncia a sus riquezas, pero sin arrepentirse de ha­ berlas poseïdo, puesto que lo ha hecho licitamente. En efec­ to, todo el que llora y muda de vida porque la anterior ha sido injusta, implicitamente demuestra su detestation. Pero aun podemos anadir numerosos pasajes en los que este odio al pecado aparece explicito, como son aquellos en los que el Salmista gime diciendo: {He pecado! (Ps,. 50). Los très mancebos de Daniel reconocian el justo castigo de Judâ mientras estaban en el horno, pero esperaban que cesara debido al cambio de costumbres judias y a la vez a su alma contrita y espiritu humiïlado (Dan. 3,38-40). Véase también Baruc (2,11-13). b) Tradiciôn de la Iglesia Evidente. Es clâsica la frase de Tertuliano refiriéndose a la penitencia, “tabla para el nâufrago... que levantô al pecador sumergido entre las aguas hasta llevarlo al puerto de la clementia divina” (cf. De poenitent. 4,3: PL 1,1408). C) La disciplina penitencial a) 1. Razôn teolôgica Restauration del orden moral El hombre, al apartarse de Dios para dirigirse a una criatura, le infiriô una injuria u ofensa personal, que debe repararse en lo posible si ha de ser restaurado el orden .S’EC. 4. TFÔLOCOS. PALMIERI 459 moral que se quebrantara. Es norma que las ofensas se compensan retractândolas mediante el arrepentimiento de haberlas cometido y la peticiôn de perdôn. Asi lo explica Ciceron (cf. Pro Ligario 10) y Ovidio (cf. Ex Ponto ep.l 1.57-60). 2. Neccsidad de consegnir nuestro fm ultimo mediante actos propios Dios ha querido que consigamos nuestro fin ultimo no solo mediante la gracia, sino mediante actos ejecutados por nosotros mismos. La Sagrada Escritura y la recta filosofia lo exigen. Ahora bien, el hombre que voluntariamente se ha puesto fuera del camino de su salvation no puede coope­ rar a la gracia de otra manera que removiendo, ayudado por ella, el obstâculo que le impide recibirla, a s«aber, el âfecto a sus pecados. D) Corolarios Este modo de obtener la justification es mayor obra que la de perdonar sin exigir nada, porque la mayor mi­ sericordia es hacer el bien a los ofensores, y Dios, dando su gracia al hombre para que se arrepienta y después ayudândole en el mismo acto de su dolor para convertirlo en amigo suyo, le estâ haciendo el mayor bien posible al trocar su misma voluntad de mala en buena. La penitencia debe exitenderse a todos los pecados, pues basta uno solo del que no nos arrepintamos para que continûe en pie la ofensa de Dios y, por ende, el orden moral sin restaurar y el hombre sin enderezarse a su fin ûltimo. ΠΙ. PALMIERI Recogeiuos de este autor (cf. Tractatus de poenitentia, Prati, 2.» ed., 1896) la tesis de que en la penitencia no basta cualquier arrepentimiento. Es necesario detestar el pecado en cuanto que es ofensa de Dios. A) Objeto de la penitencia La penitencia como virtud especial detesta el pecado en cuanto représenta ofensa de Dios (tesis 5). Dios, en cuanto principio y fin de todo lo creado, tiene derecho a que toda criatura racional reconozca su dignidad, le conozca con el entendimiento y le ame con la voluntad. Es mâs, en ambos actos consiste el ünico honor extrinseco que podemos tributar a Dios. Este derecho divino lleva consigo el de que aumplamos su voluntad, pues ni la criatura se le habrâ sometido como 460 EL PERDÔN OE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. importa si no la cumple, ni tenderâ a su fin ultimo mientras no ejerza aquellas actuaciones que Dios lia prescrito y exigido para ello. El pecado, pues, al negar esta obediencia niega y substrae a Dios el honor divino, cometiendo una injuria y una ofensa. Al negar el derecho de Dios le injuria, y al negarle el honor, le ofende. Claro que injuria y ofensa se limitai! a privar a Dios de su gloria extrinseca, pues la intrinseca es intangible. Ahora bien, el mismo derecho que exige se tribute honor a una persona réclama que se le repare si ha sido herido. Y esta reparation debe ser espontânea, como lo fué la ofensa, y ha de consistir en tributar los honores necesarios para compensarla. No podia el hombre ofrecer esta compensation condigna, y en su nombre lo hizo Cristo. Nos impuso, sin embargo, la obligation de poner algo de nuestra parte, para, que, ayudados por la gracia, consiguiéramos se nos aplicasen los méritos satisfactorios del Redentor, pues de lo contra­ rio hubiéramos quedado sujetos, muy contra nuestra vo­ luntad, a un Dios vengador de su derecho. Volviendo a este derecho divino, hemos de subrayar que no se limita a un mero derecho de obediencia por nuestra parte, sino a ser honrado, lo cual importa senalar, porque el derecho a la obediencia no exige de suyo compensation alguna, caso de haber sido quebrantado, en tanto que el derecho al honor si que lo exige de quien lo defraudara. De lo dicho se colige que, si el pecado es una injuria y ofensa inferida a Dios, debe ser expiado por actos propios del penitente. Estos no son otros sino los de detestation del pecado y proposito de la enmienda, esenciales y cons­ titutivos de la penitencia (tesis 5). Uno y otro son esenciales. El que de un estado injusto pretenda pasar a otro justo (en este caso del de ofensor al de sùbdito fiel y amigo) debe reconocer la injustitia del estado en que vive. El que ha ofendido tiene que ofrecer la minima compensation de reconocer siquiera que obrô mal (tesis 1). B) Motivos de la penitencia Segûn lo expuesto, debemos arrepentimos del pecado en cuanto que es ofensa de Dios. Pero una cosa es arrepentirse de la ofensa cometida a Dios y otra arrepentirse de ella precisamente porque lo es. Queda probado, y la Sagrada Escritura insiste en ello, que no basta arrepentirse del pecado sin relacionarlo en algûn modo con Dios, como SEC. 4. TEÔLOGOS. PALMIERI 461 lo haria el que se doliese por miedo a los jueceg de la tierra, que le pueden castigar. Pero los medios o motivos por los que se llega a ese dolor de haber ofendido a Dios pueden ser diversos y mâs o menos puros. Si el arrepentimiento es movido precisamente por la consideration del pecado en cuanto ofensa divina, entonces es ejecutado por la virtud de la penitencia, pero también puede ser imperado por la caridad, promovido por el miedo al castigo, etc. La eficacia de cada uno de estos motivos se estudia en otros lugares (tesis 4 y 5). *Λ<· Λ» SECCION V. AUTORES VARIOS SANTA TERESA DE JESUS v.· ■ Nos bastaria leer los pasajes de la vida de Santa Teresa para percibir como sienten las almas contemplativas una ofensa a Dios, aun cuando sea minima. Se afirma unânimemente que la Santa nunca cometiô un pecado mortal, y parece, sin embargo, a juzgar por sus escritos, que fué una gran pecadora. La mayor union que las almas verdaderamente contemplativas tienen con Dios contribuye a que aprecien de manera casi diâfana el desorden qne en si tiene todo pecado, aun venial. No deben, por esto, sorprender las frases de la Santa. Resulta imposible presentar todos los textos sobre el pecado que se encuentran esparcidos en los escritos de la Mistica Doctora. Elegimos aquellos que se refieren al pecado en si y en sus efectos. Con expresiones distintas, mâs humanas y comprensibles, expone parecidos conceptos teolôgicos que Santo Tomâs. Para que mejor resalte la reacciôn de las aimas misticas ante el pecado, consignâmes algu­ nos textos que pueden ser muy ùtiles a la hora de juzgar si un aima es o no verdaderamente contemplativa. A) . d> ■ . ■* a) 1. El pecado El pecado en si mismo es: La pérdida de Dios “;Oh cristianos, cristianos! Mirad la hermandad que tenéis con este gran Dios, conocedle y no le menospreciéis; que asi como este mirar es agradable para sus amadores, es terrible, con espahtable furia, para sus perseguidores! jOh, que no entendemos que es el pecado una guerra cam­ pai contra nuestro Dios de todos nuestros sentidos y potencias del aima! El que mâs puede, mâs traiciones inventa contra su Rey... Confieso. Padre Eterno. que la he guardado mal (la joya preciosa de Cristo) ; mas aun remedio hay, Senor, remedio hay mientras vivamos en este destierro” (cf. Exclamationes del aima a Dios 14: “Obras completas de Santa Teresa de Jesûs”, BAC, t.2 p.652j. 2. Profanaciôn de Dios “Hagamos ahora cuenta que es Dios como una morada 0 palacio muy grande y hermoso y que este palacio, como digo, es el mismo Dios. 4 Por ventura puede el pecadoi, SEC. 5. AUTORES VARIOS, SANTA TERESA 463 para hacer sus maldades, apartarse de este palacio? No, por cierto, sino que dentro, en el mismo palacio, que es el mismo Dios, pasan las abominaciones y deshonestidades y maldades que hacemos los pecadores. ; Oh cosa temerosa y digna de gran consideraciôn y muy provechosa para los que sabemos poco, que no acabamos de entender estas ver­ dades, que no seria posible tener atrevimiento tan desatinado! Consideremos, hermanas, la gran misericordia y sufrimiento de Dios en no hundirnos alli luego; y démosle grandisimas gracias, y hayamos vergüenza de sentirnos de cosa que se haga ni se diga contra nosotras, que es la mayor maldad dei mundo ver que sufre Dios, nuestro Criador, tanto a sus criaturas dentro de si mismo, y que nosotras sintamos alguna vez una palabra que se dijo en nuestra ausencia y quizâ con no mala intenciôn” (cf. Castillo interior o las Moradas, Moradas sextas c.lO: BAC, t.2 p.465). 3. Mata a Dios ‘“Oh Dios de mi aima, qué priesa nos damos a ofenderos y como os la dais vos mayor en perdonarnos! 4 Qué causa hay, Senor, para tan desatinado atrevimiento? 4Si es el haber ya entendido vuestra gran misericordia y olvidarnos de que es justa vuestra justicia? Cercâronme los dolores de la muerte (Ps. 114,3). ;Oh, oh, oh, qué grave cosa es e! pecado, que bastô para matar a Dios con tantos dolores ! Y icuân cercado estâis, mi Dios, de ellos! iAdonde podéis ir que no os atormenten ? De todas partes os dan heridas los mortales” (cf. Exclamationes del alma a Dios 10: o.c., p.647). 4. Es locura cometerlo “iOh ceguedad grande, Dios mio! ;Oh qué grande ingratitud, Rey mio! jOh qué -incurable locura que sirvamos al demonio con lo que nos dais vos, Dios mio! iQue paguemos el gran amor que nos tenéis con amar a quien asi os aborrece y ha de aborrecer para siempre! iQue la sangre que derramasteis por nosotros, y los azotes y grandes dolores que sufristeis, y los grandes tormentos que pasasteis (en lugar de vengar a vuestro Padre Eterno, ya que vos no queréis venganza y lo perdonasteis de tan gran desacato como se usé con su Hijo), tomamos por companeros y por amigos a los que asi lo trataron! Pues seguimos a su infernal capitân, claro estâ que hemos de ser todos unos y vivir para siempre en su compania, si vuestra piedad no nos remedia de tornarnos el seso y perdonarnos lo pasado. ;Oh mortales, volved, volved en vosotros! Mirad a vues­ tro Rey, que ahora le hallaréis manso; acâbese ya tanta maldad; vuélvanse vuestras furias y fuerzas contra quien i ; 'a'î< / -ÎfX fz·. « -Z· · a Ιί 464 Π PEKDÔX DE I \S OFEXSAS. 21 DESP. SEC. ς. WTORF.S VARIOS. SAXTA TERESA 4βδ ■·.·< ù λ 0 os hace la guerra y os quiere quitar vuestro mayorazgo. Tornad, tornad en vosotros, abrid los ojos, pedid con gran­ des clamores y lâgrimas luz a quien la diô al mundo. Entendeos, por amor de Dios, que vais a matar con todas vues­ tras fuerzas a quien por daros vida perdiô la suya; mirad que es quien os defiende de vuestros enemigos. Y si todo esto no os basta, bâsteos conocer que no podéis nada contra su poder, y que tarde o temprano habéis de pagar con fuego eterno tan gran desacato y atrevimiento. Es porque veis a esta Majestad atado y ligado con el amor que nos tiene? ^Qué mâs hacian los que le dieron la muerte, sino después de atado darle golpes y heridas?” (cf. ibid., 12: o.c., p.650). b) El pecado en -sus efectos Hace desventuradas a las aimas V s * R»’J’·· · ■rt·. · * · -. Λ >ù***./ itrl- > J ! I “Nos importa mucho, hermanas, que no entendamos es el aima alguna cosa oscura; que, como no la vemos, lo mâs ordinario debe parecer que no hay otra luz interior, sino esta que vemos, y que estâ dentro de nuestra aima alguna oscuridad. De la que no estâ en gracia, yo os lo confieso. y no por falta de Sol de Justicia, que estâ en ella dândole ser, sino por no ser ella capaz para recibir la luz, como creo dije en la primera Morada, que habia entendido una per­ sona: que estas desventuradas aimas es asi que estân como en una cârcel oscura, atadas de pies y manos para hacer ningùn bien que les aproveche para merecer, y ciegas y mudas. Con razôn podemos compadecernos de ellas y mirar que algûn tiempo nos vimos asi, y que también puede el Senor haber misericordia de ellas. Tengamos, hermanas, particular cuidado de suplicârselo y no descuidarnos, que es grandisima limosna rogar por los que estân en pecado mortal; muy mayor que séria si viésemos un cristiano atadas las manos atrâs con una fuerte cadena, y él amarrado a un poste, y muriendo de hambre y no por falta de que coma, que tiene cabe si muy extremados manjares, sino que no los puede tomar para llegarlos a la boca; y aun estâ con grande hastio, y ve que va ya a expirar, y no muerte como aeâ, sino eterna; 2, no séria gran crueldad estarle mirando y no llegarle a la boca qué comiese? iPues qué, si por vuestra oraciôn le quitasen las cadenas7 Ya lo veis. Por amor de Dios os pido que siempre tengâis acuerdo en vuestras oraciones de almas semejantes” (cf. Cas­ tillo interior o las Moradas, Sept mas Moradas. c.l: o.c., p.475). 2. Bella description del aima en pecado mortal "Antes que pase adelante os quiero decir que consideréis qué serâ ver este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental, este ârbol de vida que estâ plantado en las niismas aguas vivas de la vida, que es Dios, cuando cae en un pecado mortal. No hay tinieblas mâs tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté mucho mâs. No querâis mâs saber de que, con estarse el mismo Hl· sol, que le daba tanto resplandor y hermosura, todavia en el centro de su aima, es como si allî no estuviese para participar de El, con ser tan capaz para gozar de su Majestad como el cristal para resplandecer en él el sol. Ninguna cosa le aprovecha, y de aqui viene que todas las buenas obras que hiciere estando asi en pecado mortal, son de ningûn fruto para alcanzar gloria; porque no procediendo de aquel prin­ cipio que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud, y apartàndonos de El, no puede ser agradable a sus ojos, pues, en fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer placer al demonio, que como es las mismas tinieblas, asi la pobre aima queda hecha una misma tiniebla. Yo sé de una persona (la propia Santa) a quien quiso nuestro Seiior mostrar como quedaba un aima cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no séria posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones. Y asi le diô mucha gana que todos lo entendieran; y asi os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que estén en este estado, todos hechos una oscuridad, y asi son sus obras. Porque asi como de una fuente muy clara lo son todos los arroyieos que salen de ella, como es un aima que estâ en gracia, que de aqui le viene ser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres (porque procede de esta fuente de vida, adonde el aima estâ como un ârbol plantado en ella ; que la frescura y fruto no tuviera si no le procediere de allî, que esto le sustenta y hace no secarse, y que dé buen fruto) ; asi el aima que por su culpa se aparta de esta fuente y se planta en otra de muy negrisima agua y de muy mal olor, todo lo que corre de ella es la misma desventura y suciedad. Es de considerar aqui que la fuente y aquel sol resplandeciente que estâ en el centro del alma no pierde su res­ plandor y hermosura, que siempre estâ dentro de ella y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que estâ al sol se pusiese un pano muy negro, claro estâ que, aunque el sol dé en él, no harâ su claridad opération en el cristal. < V·* M ·♦ *··* 466 El. PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. - _ - - - -- ■ iOh aimas redimidas por la sangre de Jesucristo! ;Entendeos y habed lâstima de vosotras! ^Cômo es posible que entendiendo esto no procurâis quitar esta pez de este cris­ tal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamâs tornaréis a gozar de esta luz. jOh Jesûs! îQué es ver a un aima apartada de ella! jCuâles quedan los pobres aposentos del castillo! îQué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaides y ma· yordomos y maestresalas, icon qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como adonde estâ plantado el ârbol, que es el demonio, iqué fruto puede dar? Oi una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosas que hiciese uno que estâ en pecado mortal, sino de lo que no hacia. Dios por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay cosa, mientras vivimos, que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues aearrea males eternos para sin fin. Esto es, hijas, de lo que hemos de andar temerosas y lo que hemos de pedir a Dios en nuestras oraciones; porque, si El no guarda la ciudad, en vano trabajaremos (Ps. 121,2), pues somos la misma vanidad. Decia aquella persona que habia sacado dos cosas de la merced que Dios le hizo; la una, un temor grandisimo de ofenderle, y asi siempre le andaba suplicando no la dejase caer, viendo tan terribles darios; la segunda, un espejo para la humildad, mirando como cosa buena que hagamos no viene su prin­ cipio de nosotros, sino de esta fuente adonde estâ plantado este ârbol de nuestras aimas, y de este sol, que da calor a nuestras obras. Dice que se le représenté esto tan claro, que, en haciendo alguna cosa buena o viéndolo hacer, acudia a su principio y entendia como sin otra ayuda no podiamos nada; y de aqui le procedia ir luego a alabar a Dios y, lo mâs ordinario, no acordândose de si en cosa buena que hi­ ciese” (cf. Castillo interior o las Moradas, Moradas prime­ ras c.2: o.c., p.345-347). c) IIH i Los CONTEMPLATIVOS Y EL PECADO que tiene deseo de union Pues veamos qué se hace este gusano, que es para lo que he dicho todo lo demâs; que cuando estâ en esta ora­ ciôn, bien muerto estâ el mundo, sale una mariposita blanca. ;Oh grandeza de Dios, y cuâl sale un aima de aqui de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con El, que, a mi parecer, nunca llega a media hora! Yo os digo de verdad que la misma aima no se conoce a si; porque mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposita blanca, que la misma hay acâ. No sabe de donde SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA 467 pudo merecer tanto bien; de donde le pudo venir, quise decir, que bien sabe que no le merece; vese con un deseo de alabar al Senor, que se querria deshacer, y de morir por El mil muertes. Luego le comienza a tener de padecer gran­ des trabajos sin poder hacer otra cosa. Los deseos de penitencias grandisimos, el de soledad, el de que todos conociesen a Dios; y de aqui le viene una pena grande de ver que es ofendido... Del mismo descontento que dan las cosas del mundo nace un deseo de salir de él tan penoso, que si algùn alivio tiene, es pensar que quiere Dios viva en este destierro, y aun no basta, porque aun el aima, con todas estas ganancias, no estâ tan rendida en la voluntad de Dios, como se verâ adelante, aunque no déjà de conformarse; mas es un gran sentimiento, que no puede mâs, porque no le ban dado mâs y con muchas lâgrimas. Cada vez que tiene oraciôn es ésta su pena. En alguna manera quizâ procede de la muy grande que le da de ver que es ofendido Dios y poco estimado en este mundo, y de las muchas aimas que se pierden, asi de herejes como de moros; aunque las que mâs la lastiman son las de los cristianos, que, aunque ve es grande la misericor­ dia de Dios, que, por mal que vivan, se pueden enmendar y salvar, temen que se condenan muchos” (cf. ibid., Mora­ das quintas c.2: o.c., p.400-401). 2. Las aimas misticas lloran constantemente sus pecados “Os parecerâ, hermanas, que a estas aimas que el Senor se comunica tan particularmente (en especial podrân pensar esto que diré las que no hubieren llegado a estas mercedes, porque si lo han gozado, y es de Dios, verân lo que yo diré), que estarân ya tan seguras de que han de gozarle para siem­ pre, que no tendrân que temer ni llorar sus pecados y serâ muy gran engano, porque el dolor de los pecados crece mâs mientras mâs se recibe de nuestro Dios. Y tengo yo para mi que hasta que estemos adonde ninguna cosa pueda dar pena, que ésta no se quitarâ. Verdad es que algunas veces aprieta mâs que otras, y también es de diferente manera; porque no se acuerda de la pena que ha de tener por ellos, sino de como fué tan ingrata a quien tanto debe y a quien tanto merece ser servido; porque en estas grandezas que le comunica, entiende mucho mâs la de Dios. Espântase como fué tan atrevida; llora su poco respeto; parécele una cosa tan desatinada su desatino, que no acaba de lastimar jamâs, cuando se acuerda por las cosas tan bajas que dejaba una tan gran Majestad. Mucho mâs se acuerda de esto que de las mercedes que re- 468 n PF.Rnox in: las oflnsas. 21 desp. pent. cibe, siendo tan grandes como las dichas y las que estân por decir. Parece que las lleva un rio caudaloso y las trae a sus tiempos; esto de los pecados estâ como un cieno, que siempre parece se avivan en la memoria, y es harto gran cruz. Yo sé de una persona que, dejado de querer morirse por ver a Dios, lo deseaba por no sentir tan ordinariamente pena de cuân desagradecida habia sido a quien tanto debiô siempre y habia de deber; y asi no le parecia podia llegar maldades de ninguno a las suyas; porque entendia que no le habria a quien tanto hubiese sufrido Dios y tantas mer­ cedes le hubiese hecho. En lo que toca a miedo del infierno, ninguno tienen. De si han de perder a Dios, a veces aprieta mucho; mas es pocas veces. Todo su temor es no las de je Dios de su mano para ofenderle, y se vean en estado tan miserable como se vieron en algûn tiempo; que de pena ni gloria suya propia, no tienen cuidado; y si desean no estar mucho en purgatorio, es mâs por no estar ausentes de Dios, lo que alli estuvieren, que por las penas que han de pasar. Yo no tendria por seguro, por favorecida que un aima esté de Dios, que se olvidase de que en algûn tiempo se vio en miserable estado; porque aunque es cosa penosa, aprovecha para muchas. Quizâ como yo he sido tan ruin, me parece esto, y ésta es la causa de traerlo siempre en la me­ moria; las que han sido buenas no tendrân que sentir, aun­ que siempre hay quiebras mientras vivimos en este cuerpo mortal. Para esta pena ningûn alivio es pensar que tiene nuestro Sefior ya perdonados los pecados y olvidados; antes afiade a la pena ver tanta bondad y que se hacen mercedes a quien no merecia sino infierno. Yo pienso que fué éste un gran mérito en San Pedro y la Magdalena; porque como tenian el amor tan crecido y habian recibido tantas mercedes y tenian entendida la grandeza y majestad de Dios, séria harto recio de sufrir y con muy tierno sentimiento” (cf. ibid., Moradas sextas c.7: o. c., p.447-448). B) El perdôn en Santa Teresa Hay algunos pasajes aislados en que la Santa habia del perdôn, pero merece especial atenciôn el capitulo 36 del Camino de perfec­ tion, donde explica la quinta peticiôn ticiôn del Padrenuestro : Perdônanos. nta pide amor a aquellos que nos inNo solamente perdôn. La Santa 'urian. Ni mâs ni menos que el mandato del Sefior : Amad a vuesros enemigos, haced bien a los que os aborrecen... (Le. 6,27). src. 5. AÜTORES VAKIOS. SANTA TERESA a) 469 CUÂN POCO PIDE EL SENOR PARA PERDONARNOS “Miremos, hermanas, que no dice “como perdonaremos”, por que entendamos que quien pide un don tan grande como el pasado, y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho, y asi dice: como nosotros las perdonamos. Asi que, quien de veras hubiere dicho esta lalabra al Senor, fiat voluntas tua, todo lo ha de tener lecho, con la determinaciôn al menos. Vois aqui cômo los santos se holgaban con las injurias y persecuciones, porque tenian algo que presentar al Senor cuando le pedian. ;Qué harâ una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto hay que se me perdone? Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en ella; que una cosa tan grande y de tanta importanda como que nos perdone el Senor nuestras culpas, que merecian fuego eterno, se nos perdone con tan baja cosa como es que perdonemos; y aun de esta bajcza tengo tan pocas que ofrecer, que de balde me habéis, Senor, de perdonar. Aqui cabe bien vuestra mi­ sericordia. Bendito seâis vos, que tan pobre me sufris, que lo que vuestro Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he de salir de la cuenta. b) NO HACER CASO DE LOS AGRAVIOS Mas, Senor mio, 4 si habrâ algunas personas que me tengan compania y no hayan entendido esto? Si las hay, en vuestro nombre les pido yo que se les acuerde de esto, y no hagan caso de unas cositas que llaman agravios, que parece hacernos casas de pajitas, como los nifios, con estos puntos de honra. ;Oh, vâlgame Dios, hermanas, si entendiésemos qué cosa es honra y en qué estâ perder la honra! Ahora no hablô con vosotras, que harto mal seria no tener ya enten­ dido esto, sino conmigo el tiempo que me precié de honra, sin entender qué cosa era; ibame al hilo de la gente. ;Oh, de qué cosas me agraviaba, que yo tengo vergüenza ahora! Y no era, pues, de las que mucho miraba en estos puntos; mas no estaba en el punto principal, porque no miraba yo ni hacia caso de la honra que tiene algûn provecho, porque ésta es la que hace provecho al'alma. Y que bien dijo quien dijo que honra y provecho no podian estar juntos, aunque no sé si lo dijo a este proposito. Y es al pie de la letra, porque provecho del aima y esto que llama el mundo honra, nunca puede estar junto. Cosa espantosa es que al rêvés anda el mundo. Bendito sea el Senor, que nos saeô de él... 471 SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERESA FI. PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 470 *1 c) POQUISIMO E INSIGNIFICANTE COMO ES PERDONARLOS iOh, por amor de Dios, hermanas!, que llevamos perdido el camino porque va errado desde el principio, y plegue a Dios que no se pierda algûn alma por guardar estos negros puntos de honra sin entender en qué estâ la honra. Y ven­ dremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita de éstas, que ni era agravio, ni injuria, ni nada; y muy como quien ha hecho algo, vendremos a que nos perdone el Senor, pues hemos perdonado. Dadnos, mi Dios, a entender que no nos entendemos y que venimos vacias las manos, y perdonadnos vos por vuestra misericordia. Que en verdad, Senor, que no veo cosa (pues todas las cosas se acaban, y el castigo es sin fin) que merezca ponérsenos delante para que nos hagâis tan gran merced, si no es por quien os lo pide. d) Dios para perdonarnos no exige obras grandes Mas jqué estimado debe ser este amarnos unos a otros dei Senor! Pues pudiera el buen Jesus ponerle delante otras, y decir: Perdonadnos, Senor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho, y ayunamos, y lo hemos dejado todo por vos, y os amarnos mucho, y no dijo porque perderiamos la vida por vos, y como digo, otras cosas que pudiera decir, sino solo porque perdonarnos. Por ventura, como nos conoce por tan amigos de esta negra honra, y como cosa mâs dificultosa de alcanzar de nosotros y mâs agradable a su Padre, la dijo y se la ofrece de nuestra parte. e) El PERDONAR ES SENAL DE BUENA ORACIÔN Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: como perdonarnos, ya como cosa hecha, como he dicho. Y advertid mucho en esto que cuando de las cosas que Dios hace merced a un aima en la oraciôn que he dicho de contem­ placiôn perfecta, no sale muy determinada, y, si se le ofrece, lo pone por obra de perdonar cualquier injuria, por grave que sea, no estas naderias que Haman injurias (no fie mu­ cho de su oraciôn) ; que al aima que Dios llega a si en ora­ ciôn tan subida, no Uegan, ni se le da mâs ser estimada que no. No dije bien, que si da, que mucha mâs pena le da la honra que la deshonra, y el mucho holgar con descanso que los trabajos. Porque cuando de veras le ha dado el Senor aqui su reino, ya no le quiere en este mundo; y para mâs subidamente reinar, entiende es éste el verdadero ca­ mino, y ha ya visto por experiencia la gran ganancia que le viene y lo que se adelanta un aima en padecer por Dios. Porque por maravilla llega su Majestad a hacer tan grandes re^alos, sino a personas que han pasado de buena gana muchos’ trabajos por El ; porque, como dije en otra parte de este libro (cf. c.18), son grandes los trabajos de los con­ templativos, y asi los busca el Senor gente experimentada... Estos efectos que he dicho a la postre son de personas ya mâs llegadas a perfecciôn y a quien el Senor muy ordinario hace mercedes de llegarle a si por contemplaciôn perfecta. Mas lo primero, que es estar determinados a sufrir inju­ rias, y sufrirlas aunque sea recibiendo pena, digo que muy en breve lo tiene quien tiene ya esta merced del Sefior de tener oraciôn hasta Hegar a su union ; y que, si no tiene es­ tos efectos y sale muy fuerte en eHos de la oraciôn, créa que no era la merced de Dios, sino alguna ilusiôn y regalo del demonio, porque nos tengamos por mâs honrados. Puede ser que al principio, cuando el Sefior hace estas mercedes, no luego el aima quede con esta fortaleza; mas digo que si las continua a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en otras virtudes. en esto de perdonar si. No puedo yo creer que aima que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad, y quede allanada en quedar muy bien con quien la injuriô; porque tiene présente el regalo y merced que le ha hecho, adonde viô sefiales de gran amor, y alégrase se le ofrezca en qué mostrarle alguno. f) El gozo en perdonar supera la pena de la injuria Pues entended, hermanas, que como éstos tienen ya entendido lo que es todo en. cosa que pasa, no se detienen mucho. Si de primer movimiento da pena una gran injuria y trabajo, aun no lo ha bien sentido cuando acude la razôn por otra parte, que parece levantada la bandera por si, y déjà casi aniquilada aquella pena con el gozo que le da ver que le ha puesto el Senor en las manos cosa que en un dia podrâ ganar mâs delante de su Majestad, de mercedes y favores perpetuos, que pudiera ser ganara él en diez anos por trabajos que quisiera tomar por si. Esto es muy ordi­ nario, a lo que yo entiendo, que he tratado muchos contem­ plativos y sé cierto que pasa asi; que como otros precian oro y joÿas, precian ellos los trabajos y los desean, porque tienen entendido que éstos les han de hacer ricos” (cf. Ca­ mino de perfecciôn c.36: BAC, Obras completas de Santa Teresa, t.2 p.264ss). •r HI Mt. ,S. FRAY LUIS DE LEON Cristo Cordero El Evangelio de hoy n<> «s sôlo «le perdôn <1·· las injurias, sino de tn.iii <-<|iinibrc «t»n <-l prôjimo. IL· nquf |x»r qiiô evocamos ri be. IILiino pinaje de Lo* nombres de i risto tiluhnlo ( ’otdero (ci, Phav Lits in f.iôs, Obrui i castellanas, 2' «.· A 5) Orar contra nuestros enemigos ‘‘Las leyes divinas no se pusieron para que tû las re> clamases delante del que las hizo, pues no las puede olvidar, sino para que los ofensores teman... Y pues delante dei juez divino, que todo lo ve, se cometiô, no es menester reclamar, porque aun los derechos humanos dicen que los notorios delitos no tienen necesidad de acusaciôn. Y no solo por esto has de césar en esta acusaciôn de reclamar a Dios, sino porque no te llueva sobre la cabeza lo que pides contra tu adversario, ca si un ladrôn acusase a otro delante del juez que supiese los delitos de ambos, claro estâ que los mandaria ahorcar, porque sin pecado ha de ser el que acusa a otro de pecado, segûn mostrô Cristo en el Evangelio”. Si los santos oraron contra sus enemigos fué domi­ nando sus pasiones para pedir castigos que los mejorasen. y aun la mayoria de ellos pidieron misericordia y no justicia. Dios es lo suficientemente justo para velar por ti diciendo: Mira que yo juzgaré tu causa y vengaré tu ven­ ganza (1er. 51,36), pero “tan amigo de misericordia, que no quiere que antes de tiempo reclame nadie a él justicia, porque él se tiene de ella harto cuidado...; empero agrâdase mucho nuestro Senor cuando nos ve tan misericordiosos, que demandâmes perdôn para nuestro adversario, y de mejor voluntad oye a ti cuando oras por tu enemigo que a cualesquiera otros que rueguen por él... Cuanto a lo que toca a este punto, es obligado todo cristiano a no demandar a Dios venganza ni desechar a su enemigo de sus oraciones: empero, los varones perfectos de nuevo oran por el que los ofende, mirando que San Es­ teban oraba con mâs aficiôn por sus enemigos que por si mesmo” (Act. 7,60). b) La malquerencia “Somos obligados a la dejar luego, segûn dice San Buenaventura, porque es contra el amor del prôjimo y contra la caridad, y el Senor nos manda que la dejemos diciendo (Lev. 19,17-18) : No aborrecerâs a tu hermano en tu corazôn..., no busqués venganza ni te acuerdes de la injuria de tus ciudadanos. •I. SEC. 5. AUTORES VARIOS. OSUNA 479 No te acuerdes por via de malquerencia de la injuria recibida, ca escrito estâ en el Evangelio que Dios tornarâ venganza de nos si no perdonamos de corazôn, dejando el rencor que tenemos a nuestro prôjimo; y San Pablo dice (Eph. 4,32) : Sed benignos unos a otros y misericordiosos, perdonândoos unos a otros, asi como Dios nos perdonô en Cristo. Dios nuestro Senor pierde tanto el rencor, que después del perdôn dice que no se acuerda del pecado; y de esta manera habiamos de perdonar unos a otros tan de corazôn, que apenas nos acordâsemos de la ofensa pasada, ca de otra manera cumplirse ha aquello del Sabio (Eccli. 28,1-7) : La venganza de Dios vernà sobre el que se quiere vengar y guardândole guardarâ sus pecados. Perdona a tu prôjimo que te ha danado y entonces te serân perdonados tus pecados orando. &EI hombre guarda al hom­ bre la ira y pide a Dios medicina? No tiene misericordia para con el hombre semejante a si y ruega que le perdo­ ns sus pecados. El, como sea carne, reserva la ira y pide a Dios que le sea manso. & Quien rogard por los pecados de tal? Acuérdate de las postrimerias y déjà de tener enemistades”. El odio puede ser de la voluntad y de la carne. El pri­ mero es obligatorio dejarlo, el segundo no lo pueden dese­ char los imperfectos. c) Senales externas de rencor “Son vedar la habia y apartarse y cosas semejantes... Somos obligados a dejar y perdonarlo a nuestro prôjimo si nos ruega por si o por otro o por carta, humiÛândose verdaderamente; de manera que, si se humilia el que te ofendiô y con verdad te pide perdôn, eres obligado a dejar la malquerencia que muestras de fuera también, como dejaste la de dentro. Y si no te pide perdôn por alguna via, puedes guardar con él las senales del rencor, no para te vengar, sino para hacer que se humilie y no se atreva otra vez a te ofender; empero, cuando te pide perdôn por cualquier via que sea, es obligado a te satisfacer; lo cual, si hace, eres tenido a lo perdonar, segûn aquello del Senor (Le. 17,3-4) : Si pecare contra ti tu hermano, repréndelo; y si hiciere penitenôia, perdônalo; y si siete veces al dia pecare contra ti y siete veces al dia se tornare a ti di­ ciendo: Pésame, perdônalo... Hemos de ver que no manda perdonar a cada paso al que peca, sino al que hace peni­ tencia, porque por esta orden podremos evitar los escândalos...” Muchos suelen aducir cquivocadamente ejemplos de las Sagradas Letras, pero “mira bien las cosas y no quieras un Dios para ti y otro para el que te injuriô...” r j, iÿ SEC. 5. AUTOKES VARIOS. SAN IGNACIO 480 481 El. PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. d) La acciôn judicial contra el ofensor “Lo cuarto que del agravio se sigue es la acciôn o derecho que cobras para procéder contra tu ofensor y demandarle todo el menoscabo que se te recreciô de su in­ juria, y esto le puedes demandar enteramente delante del juez, que puede conocer la causa... de manera que puedes con muy buena conciencia y sin rencor y con paz de­ mandar que te hagan justicia de los agravios recibidos, asi en la honra como en la hacienda... Donde falta la santidad, que habia de refrenar a los ofensores, menester es que la justicia ponga remedio en los danos que se podrian seguir disimulândose los delitos. Si aconteciese que acusases a tu enemigo de caso criminal porque hubiese de ser condenado a muerte, no por eso pierdes la obligaciôn de lo amar, ca le debes desear salvaciôn para el ânima y eres obligado, segûn dice Escoto (3 Sent, d.30), a pesarte mâs por el pecado que hizo tu ofensor, mediante el cual merece la muerte, que no aplacarte porque muere, sino que con un dolor y angustia has de procéder contra él como procede el cirujano cuando quiere quemar la llaga de su hijo enferme... Todos los que proceden contra sus ofensores me parece que deben proseguir justamente lo que les pertenece o deben seguir, y esto digo porque no puedes sin gran pecado tachar los testigos que justamente dieron testimonio contra ti, y no carece de grandisima maldad que por defender tu casa o tu vina deshonres con gran infamia a tu prôjimo, descubriendo sus delitos viejos, que ya estaban cubiertos y olvidados, porque mâs eres obligado a guardar la ley del amor fraternal que manda Dios que tengas a tu prôjimo que no a guardar tu hacienda...” IV. SAN IGNACIO DE LOYOLA El fin de la parâbola evangélica de la présente dominica es que perdonemos a nuestros prôjimos, movidos por el recuerdo de las ve­ ces que Dios nos ha perdonado ofensas mucho mayores. San Ignacio en sus Ejercicios cspiritualcs propone la consideraciôn de estas ofen­ sas, en la meditaciôn de la primera semana, sobre los pecados. Insertamos asi el texto ignaciano y afiadiremos después el comentario clâsico del P. Rossignoli. A) a) Punto primero. El primer punto es el proceso de los pecados; es a saber, traer a la memoria todos los pecados de la vida, mirando de aho en ano, o de tiempo en tiempo, para lo cual aprovechan très cosas: la primera, mirar el lugar y la casa adonde he habitado ; la segunda, la conversaciôn que he tenido con otros ; la tercera, el oficio en que he vivido. Punto segundo. El segundo, ponderar los pecados, mi­ rando la fealdad y la malicia que cada pecado mortal cometido tiene en si, dado que no fuese vedado. Punto tercero. El tercero, mirar quién soy yo, disminuyéndome por ejemplos: 1. ° Cuânto soy yo en comparaciôn de todos los hombres. 2. ° Qué cosa son los hombres en comparaciôn de todos ângeles y santos del paraiso. 3. ° Mirar qué cosa es todo lo criado en comparaciôn de Dios, pues yo solo iqué puedo ser? 4. ° Mirar toda mi corrupciôn y fealdad corporea. 5. ” Mirarme como una llaga y postema, de donde han salido tantos pecados y tantas maldades y ponzona tan turpisima. Punto cuarto. El cuarto, considerar quién es Dios, con­ tra quien he pecado, segûn sus atributos, comparândolos a sus contrarios en mi : su sapiencia a mi ignorancia ; su omnipotencia a mi flaqueza ; su justicia a mi iniquidad ; su bondad a mi malicia. Punto quinto. El quinto, exclamaciôn admirativa con crecido afecto, discurriendo por todas las criaturas cômo me han dejado en vida y conservado en ella: los ângeles, cômo sean cuchillo de la justicia divina, cômo me han sufrido y guardado y rogado por mi; los santo's, cômo han sido en in­ tercéder y rogar por mi, y los cielos, sol, luna, estrellas y elementos, frutos, aves, peces y animales, y la tierra cômo no se ha abierto para sorberme criando nuevos infiernos para siempre penar en ellos. Coloquio.—Acabar con un coloquio de misericordia, razonando y dando gracias a Dios nuestro Senor porque me ha dado vida hasta agora, proponiendo enmienda con su gra­ cia para adelante. Pater noster” (cf. BAC, Obras complétas de San Ignacio de Loyola p.l71-d.72). La deuda La meditaciôn de LOS pecados propios ... El segundo préambule es demandar lo que quiero: sera aqui pedir crecido e intenso dolor y lâgrimas de mis pecados. b) COMENTARIO DE ROSSIGNOL! Insertaipos la lectura tercera, titulada «Proceso de los pecadûâ propiosi, del P. Carlos Rossignol!, de la Compania de jesûs (cf. n.» ed. del Apostolado de la Prensa, Madrid 1949, Ρ·42'4^)· 16 La palabra de C. 8 12 i· L < I 482 El. PERDÔN DE I.AS OFENSAS. 21 DESP. PENT. Numéro de mis pecados “Para tofnar eficaz resoluciôn de valerse y servirse de las cosas dei mundo, solamente en cuanto ayudan a conseguir el ultimo fin para que fuinios criados, tiene increible fuerza el considerar qué desôrdenes se han originado de haber abusado de ellas. Por tanto, es utilisimo consejo ponerse tal vez delante de los ojos del proceso de su vida cada uno, y, recorriéndola desde el principio al fin, advertir y examinar la multitud de sus errores y la gravedad de sus culpas. Empiécese desde la nifiez. El Angélico Doctor, Santo Tomâs, ensena que el hombre, luego que llega al uso de la razôn, tiene obli­ gaciôn grave de emplear su primer amor en Dios. Y bien, los primeros actos de mi nifiez fueron ofensas, fueron injurias al Criador; creciendo la edad, fueron también creciendo los pecados, porque, soltando el freno a los apetitos juveniles, no hubo prado de nocivas flores por donde no corriese mi desahogo. Aquellos amigos eran mâs de mi carifio, que me 11evaban a los placeres; aquellas diversiones eran mâs repetidas donde de ordinario padece naufragio la honcstidad. iQué afio de mi vida; qué digo afio, qué mes; aùn mâs ver­ dad diré: qué dia he pasado en que de algûn modo no haya quebrantado las divinas leyes? Un mal placer gozado no me hartô, antes encendiô mâs el apetito de otro peor; la soledad me sirviô para dar secrèto desahogo a mis pasiones; el comercio con otros sirviô para dar pùblico escândalo a la inocencia de los otros. Si tomo en la mano el Decâlogo, apenas hallaré mandamiento en que no haya muchas veces ufendido y ultrajado el honor de Dios y hecho dafio al prôjimo. Si leo el catâlogo de los pecados capitales, i cuâl de ellos no ha sido una semilla fecunda que ha producido en mi copiosa cosecha de maldita cizafia? En suma, mis pecados han sido como los eslabones de una cadena, que el uno tira y atrae a si el otro, porque el uno entra en el otro; asi mis culpas han estado ligadas una con otra, formando esta horrible cadena, que llega hasta el infierno a las manos de los demonios, que con ella a toda fuerza me tiran y pretenden llevar a la eterna esclavitud”. ;»;λι I • ■ s 2. Ingratitud de mis pecados “Si la beneficencia de Dios me mantiene florida la salud, enteros y vivos los sentidos del cuerpo, de la salud me he valido para desfogar mâs desenfrenadamente las pasiones sensuales, de los sentidos para recoger mâs especies que irriten la concupiscencia. Si Dios me diô entendimiento agudo para aprender, fecundo para discurrir e inventar, no me ha servido de otra cosa que de trazar artificios con que ejecutar mis maldades y llevar a cabo mis impuros r.«?A ~ SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN IGNACIO 483 designios. Si me diô abundancia de riquezas, de las rique­ zas he abusado para gastar mâs liberalmente, desperdiciar con mas disoluciôn y seguir mis caprichos con mâs destemplanza... iOh, cômo merezco que me llame el Apôstol hom­ bre de la iniquidad, hijo de la perdition! (Homo peccati, filius perditionis: 2 Thés. 2,3). ;Oh, cômo puedo exclaniar con el Real Profeta: Me rodean males sin numéro, se me echan entima mis iniquidades y no puedo levantar la vista! jSuperan en numéro a los cabellos de mi cabeza! (Ps. 39,13). Las leyes civiles mandan que los que reincâden en los delitos scan eastigados sin remisiôn. Los cânones eclesiâsticos declaran ser indignos de elemencia los relapsos en la herejia. i Cômo podré yo, pues, esperar jamâs piedad de las divinas leyes después de tantas y tan frecuentes caidas en los mismos delitos, especialmente des­ pués de haber tantas veces, sin fruto ninguno de enmienda, enganado a la divina bondad, que con exceso de misericordia me ha ofrecido el perdôn y restituidome a su gracia?” 3. Peores que los de Luzbel y Adân Luzbel y Adân recibieron su castigo por un solo peca­ do... Luzbel y Adân ofendieron sôlo a un Dios Creador y yo ofendo a un Dios Redentor después de haberle visto sudar sangre... He pecado sabiendo que volvia a crueificar a Cristo (Hebr. 6,6), lo cual no es hipérbole del Apôstol, pues Santo Tomâs dice que con toda verdad nosotros con los pecados volvemos a poner en campafia cuanto bastô para causar la crucifixion de Jesucristo, que fué la injuria a Dios. El mismo Senor le manifesto a Santa Brigida que era como si los pecados volvieran a abrir sus heridas. 4. Atrevimiento del pecador ' “iCômo una vilisima criatura se atreviô a rebelarse contra el soberano Rey de la gloria? Un hombre eompuesto de barro, gusano de la tierra, vapor que en un instante se disipa (lac. 4,15), montôn de miserias, vaso de inmundicias, postema de pasiones corrompidas, ha tendio osadia de oponerse a un todopoderoso Dios? Aun si solamente se hubiera atrevido a injuriar a un ângel, ultrajar a un serafin, hacer guerra a todas las jerarquias angélicas, se tendria por un exceso de arrojo y furor de locura... ; Mo­ ver a indignaciôn una majestad divina de cuya mano estân pendientes todos los instantes de la vida del hombre y su salvaciôn o condenaciôn... !” El bârbaro Tunamama fué acusado ante Vasco Nuhez de haber cometido no sé qué delito contra él, y poniéndose . ·.· %· 484 EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. ΡξΝΤ. SEC. 5. AUTORES VARIOS. SAN IGNACIO de rodillas y cogiendo su espada entre las manos arguyô: iCômo podré ofenderte sabiendo que llevas esta arma poderosa para atravesarme de un tajo? Aquel bârbaro era mâs prudente que nosotros. 5. a B) Denuncia y correcciôn paternas Los criados fueron a contar a su senor todo lo que pasaba (Mt. 18, 31). La delaciôn, la calomnia y la detracciôn son pecados contra la caridad. El denunciar caritativainente los pecados o delitos al su­ perior puede ser obligaciôn de caridad. Insertamos sobre este punto ' W- - V . *' algunas de las normas de San Ignacio en las Constituciones de la Compania v otros documentes, y anadimos después, a titulo de comentario a los mismos, algunos pasajes del P. Alonso Rodriguez. a) Injuria a los atributos divinos “Consideremos un poco cuântas ofensas a Dios contiene un pecado solo y cuântas injurias se hacen a sus divinas perfecciones. Oféndese la omnipotencia porque, debiendo concurrir con nosotros a todas nuestras obras, la obligamos, mal de su grado, a concurrir a nuestras acciones pecaminosas, que tanto aborrece y detesta, usando de su con­ curso para ultrajarle, como quien coge la mano del amigo para darie con ella una bofetada. Despréciase la inmensidad porque, estando Dios en todo lugar, en su presencia, a su vista, en sus mismos ojos hay atrevimiento de cometer maldades que no pueden sufrir sus purisimos ojos, por lo cual se queja agriamente (Is. 65,3). Se desprecia la justicia no haciendo caso de sus amenazas, no temiendo sus castigos después de haber visto y oido tantos ejemplos de la celestial venganza y que por un solo pensamiento soberbio se trocaron en negros y feisimos carbones del in­ fierno los mâs bellos serafines del cielo. Deshônrase la mi­ sericordia valiéndose de la mal fundada esperanza del per­ dôn para pecar con mâs desvergüenza, porque Dios es piadoso como nosotros impios; encruelecémonos contra Dios porque Dios se precia de benigno y manso, y porque no nos arrojô rayos al punto que pecamos, proseguimos con presunciôn a pecar. Finalmente, se ultraja la divina bon­ dad, puesto que, estando sumamente béneficiados de Dios, mantenidos con su amorosa providencia, después de tantas finezas de amor, volvemos los mismos beneficios de la na­ turaleza y los mismos dones de la gracia contra el Senor que nos los diô. jOh monstruosidad horribilisima del peca­ do ! ;Oh barbaridad detestable del pecador! A estas consideraciones extâticas Santa Catalina de Génova solia decir que, si de una parte tuviese un mar de fuego y de la otra un pecado mortal, no habria ninguno que, conociendo la malicia del pecado, no se arrojase al punto a nadar en aquellas Hamas, sin cuidar de volver a la ribera, por no estar cerca de tan horrendo monstruo...” 485 Normas de San Ignacio 1. Constituciones (c.4) “De algunas cosas que deben saber los que entran...” (8) “Para mâs aprovecharse en su espiritu, y principalmente para su mayor bajeza y humildad prop a, le serâ demandado si se hallare contento que todos errores y faltas y cualesquiera cosas que se notaren y supieren suyas sean manifestadas a sus mayores por cualquier persona que fuera de confesiôn las supiere, siendo él mismo y cada uno de los otros contento de ayudar a corregir y de ser corregido, descubriendo el uno al otro con debido amor y cari­ dad para mâs ayudarse en espiritu, mayormente cuando le sea demandado por el superior que delîos tuviere cuidado a mayor gloria divina” (cf. BAC, Obras complétas de San Ignacio p.383). 2. Réglas generales (9) "Todos los que entraren en la Compania han de ser contentos, para mâs aprovecharse en espiritu de humildad, que todos los errores y faltas que se notaren suyas sean manifestadas a sus mayores por cualquier persona que fuera de confesiôn los supiere” (cf. ibid., p.602). 3. Constituciones para los colegios de la Compania (cf. p.lA régla 39: BAC, ibid., p.585) “Aunque es bien que quien no tiene cargo de ello mire por sus defectos mâs que por los de otros, si tornan en perjuicio del comûn debe denunciarlos al rector...” b) COMENTARIO DEL P. ALONSO RODRIGUEZ La denuncia presentada por los companeros del siervo infiel nos ha inovido a tratar el tema de la obligaciôn de denunciar las faltas a los superiores, trayendo a colaciôn un texto de San Ignacio. Creemos ser un comentario autorizadisimo del mismo el que hace el P. Rodri­ guez en los capitules 6 y 7 del tratado 8 de la parte 3.“ de Ejercicio de perjecciôn y de virtudes cristianas (cf. 7.· ed. del Apostolado de la Prensa, Madrid 1950, p. 1826-1842). 1. Obligaciôn de denunciar al superior La regia nona del Sumario de las Constituciones de la Compania, ademâs de haber sido aprobada, como las mismas Constituciones, por un “motu proprio”, lo fué después especialmente por el papa Gregorio XHI, tras un juicio T 486 H. PERDON ni I \S OIENSAS. 21 IIESP. PENT contradictorio motivado por la denuntia de un jesuita discolo, que acusaba a esta regia de romper el orden de lu correcciôn fraterna. Bastaba, pues, esta aprobaciôn paru no insistir mas. Sin embargo, expondremos las razones que impone como prudente esta inedida. Es importante esta régla, porque confirma aquella otra que obliga a dar cucnta de la concienda a los superiores para que mejor puedan dirigir y gobernar la Compania. 1. " La justifica la prâctica de las demâs religiones, como los franciscanos. Ya Esmaragdo, abad, trae un decreto de Estéfano y Paulo, abades antiguos, que dicen que quien no denuncie los delitos al superior debe entenderse complice y fautor de los mismos, pues pudiendo evitarlos no los evita. 2. “ El modo con que esta mandado se lleve a cabo la denunoia. "Lo que nos manda y se usa en la Compania es decir la falta de nuestro hermano al superior como a padre es­ piritual, para que él con su paternal caridad y amor la corrija; y el que habia caido o estaba para caer se levante y enmiende, como lo declarô también la régla 20 de las Comunes, que dice asi: El que supiere alguna grave ten­ tation de alguno avise de ello al superior para que él con su paternal cuidado y providencia le pueda poner conve­ niente remedio. De manera que no se dice la culpa del otro al superior como a juez ni de manera que pueda procéder por eso a castigo, sino como a padre que puede aprovechar y no daüar, para que se ponga en ello el remedio que conviene y se prevengan los inconvenientes que se podrian seguir si no se supiesen y remediasen” (cf. Suârez, De poenit. disp.24 sec.4 n.22). 3. ° La necesidad que tiene la Compania de estar bien informada de las condiciones de cada persona. La Iglesia abre informationes secretisimas cuando quie­ re dar un cargo. 4. ft La diferencia entre el dano que padece el denunciado y los males que se evitan. "El dano vuestro es un poco de vergiienza o una poca de honrilla que os parece que perdéis; pero cl dano que se puede y suele seguir cuando no se descubren estas cosas al superior es primeramente quedarse el mal por remediar, y como no se remedia ni se ataja, suele ir creciendo y aun cundiendo y pegândose a otros. Y mâs, suélese seguir de esto deshonra vuestra y nota e infamia de la religion, porque al fin, tarde o temprano, por aqui o por alli, todo se viene a saber. Y lo que antes se pudiera remediar muy fâcilmente con agua ben- SIC. 5. AUTORES VARIOS. SAN' IGNACIO 487 dita si lo dijérades al superior al principio, como se lo habiades de decir, .sera men ester después venir a remediarlo con cauteri os de fuego y cortando y despi dion do... Y asi digo quo no solamento no haco uno contra la caridad en descu­ brir al superior la falta de su hermano, sino que hay obliga­ tion do hacerlo y escrûpulo en no lo hacer, y tan grande, que puede llegar algunas veces a ser pecado mortal, no por virtud de la régla, porque nuestras réglas no obligan a pe­ cado, como dijimos arriba, sino por la gravedad de las co­ sas y por los inconvenientes y dance grandes que de ella se pueden y suelen seguir, de los cuales es causa el que los pudo prévenir avisando con tiempo y no lo hizo debiéndolo hacer”. El pecado encubierto es como un humor maligno oculto, ' que muchas veces se sana con sajarlo y sacarlo a la luz. El mal no esta en descubrir el pecado al superior, sino en no curarlo. Crueldad y no misericordia. 2. Cômo ha de hacerse esta denuneja Antes de llegar a ello, el P. Rodriguez da algunas nor­ mas para el denunciado, advirtiéndole ser su gran defecto y hasta escândalo molestarse y andar averiguando quién pudiera ser el denuntiante. Escândalo, porque faltas ya se sabe que tenemos todos, pero no tan poca patientia y tanta so­ berbia. El que aun las faltas en que le cogen quiere encubrir, ;cémo acusarâ él las graves? Mayor falta séria todavia quejarse al que lo acusô. “Cuanto al que ha de avisar, es menester advertir, lo primero, que el descubrir las faltas de vuestro hermano ha de ser al superior inmediatamente, sin otros rodeos, como a padre, y con el secreto que la culpa pidiera, para que él como tal remedie y prevenga el dano que de alli se podia seguir. Y esto se debe advertir mucho, porque algunas veces podria acontcccr no querer decir uno al superior las faltas y decirlas a otro particular que no las ha de remediar, lo cual séria muy mal hecho, porque seria murmurar... Lo segundo, cuanto al modo de procéder en esta manifes­ tation, dice la régla que ha de ser con debido amor y cari­ dad... El que quisiere acertar en esto ha de mirar mucho no le mueva alguna pasiôn o enviduela, o que el celo indiscreto no le haga apresurar y pasar del pie a la mano y hacer al­ guna relation torcida o exagerar las cosas, haciendo de una mosca un elefante y de un particular un universal, o vender por cierto lo que es sospecha y quizâ antojo suyo, que es cosa de mucho escrûpulo y causa de muchas turbationes. Lo tercero se ha de advertir que el que avisa no ha de dejar de hacer lo que debe, aunque el otro no lo haga ni lleva aqudlo como es razôn. San Agustin, tratando que el que no El. PERDON DE LAS OFF.NSAS. 21 DESP. PENT. 488 - *. > recibe bien la correction es como el loco frenetico, que resiste al médico y a la medicina, dice (cf. Epist r 167 y 87, ad Feli­ citatem et Rusticum): Pero iqué habemos de hacer con él? ^Habemos por ventura de dejar de curarle?... Asi habemos de esperar que lo harâ también nuestro her­ mano, que aunque entonces cuando le reprenden se sienta, pero después, cuando vuelva sobre si y considere aquello a sus solas y con Dios, echarâ de ver la razôn y vendrâ a reconocer y agradecer el beneficio que se le hizo... Pero diréis que algunos se empeoran con la correction y aviso. A esto responde muy bien San Agustin (cf. Epist. 48, ad Vincentium) : ;Por ventura hase de dejar de aplicar la medicina y dejar de curar los enfennos porque algunos Έο sanen con tila ? No por cierto; pues tampoco se ha de dejar la correction porque algunos no se aprovechen de ella. Siem­ pre el médico, asi espiritual como corporal, ha de hacer lo que es de su parte y lo que su arte le ensefia y no desahuciar luego al enfermo, sino usar y probar sus medios. Cerca del modo que se ha de tener en la correction, dice San Basilio (Reg. fusius disputat, η.50 y 51; Reg. brev. η.9) que el que corrige a otro ha de imitar a los médicos, los cuales no se enojan con el enfermo, sino toda su guerra y tema es contra la enfermedad, y para ésa ponen todos sus medios y remedios. Asi el que corrige no se ha de enojar ni indignar contra el que pecô, sino todo su cuidado y diligencia ha de poner en procurar quitar el defecto y vicio del ânima de su hermano. Y el modo que se ha de tener en esto, dice el Santo, ha de ser el que tendria un padre médico que curase a su hijo de una herida o llaga dolorosa; mi rad con qué tiento y con qué blandura y suavidad le curaria; al fin, como quien sien te el dolor del hijo como propio. Pues de esa misma manera, con ese tiento, blandura y suavidad ha de coEregir el superior a sus sûbditos, que son sus hijos espirituales, con espiritu de blandura (Gai. 6,1), como dice San Pablo. Dice muy bien San Agustin (cf. Epist. 48, ad Vincentium) : El tirano que despedaza y el verdugo que descuartiza no tienen cuenta con las coyunturas ni por donde irâ mejor, pero el que cura considera primero muy bien por donde ha de cortar, y va con mucho tiento y recato, porque pretende sanar y no despedazar. Pues de esa manera ha de ir el superior que pretende sanar al sùbdito con la correction y aviso y no lastimarle ni hacerle mal. Esta es una cosa de mucha importancia que recomiendan mucho los santos. Guârdese mucho, dicen, el que corrige a otro de mostrar alguna pasiôn, ira o indignation, porque echaria a perder todo el negotio; no serâ eso curar y re­ mediar al otro, sino empeorarle. Y traen aquello del Apôstol: Que el siervo de Dios corrija con mansedumbre a los que . · SIC. 5. AUTORES VARIOS, N IF.RF.MBERC 489 contradicen a la verdad (2 Tim. 2,25). Con mansedumbre, aunque nuestra letra dice con modestia, pero todo viene a ser uno, porque para corregir con modestia es menester no mostrar pasiôn ni turbaci-ôn alguna. Finalmente, la correc­ tion ha de ser con tan buen término y modo y con tan buena gracia, que entienda el corregido que nace de entrarias de caridad y del deseo grande que se tiene de su bien, porque de esta manera suele ser ella de gran provecho”. La grande deuda que debemos a nuestro Creador En consonanda con la misericordia que muestra en la parâbola evangélica el Senor al perdonar la deuda, traemos aqui un extracto, y con inclusion a veces de los pârrafos principales, el c.7 dei libro 2 de la obra del P. Nieremberg titulada De la hermosura de Dios y de su amabilidad. El propio autor titula asi el referido capitulo : Cômo la gracia, que, segûn Aristôteles, acompaüa a la hermosura, se halla en Dios. Trâtase de la misericordia divina (cf. 3.“ ed. Hijos de Gre­ gorio del Anio, Madrid 1905, p.391-420). A) La hermosura de Dios y la misericordia La gracia es distinta de la hermosura, y consiste en “aquella gallardia y perfecciôn del obrar y hacer bien algu­ na acciôn de que suelen pagar muchos los hombres y se prendan los corazones. Por esto definen a la gracia diciendo que es un resplandor exterior de la razôn... La cual es gran­ de ornamento de la hermosura”. En Dios, la gracia del obrar corre parejas con la hermo­ sura del ser, y no pudiendo ahora examinar todas sus obras, estudiaremos la principal y mâs abundante, o sea su mise­ ricordia, que es donde mejor resplandece su gracia. B) Grados de su misericordia Infinita es su misericordia, que nos sacô del no ser al ser y de éste nos elevô al sobrenatural, “pero sobre todo donde mostrô mâs primor y gracia fué en la obra de nuestra reden­ ciôn..., echando en ella el resto de su omnipotentia”. Asi, pues, los grados de la misericordia divina son : a) el levantarnos a la cumbre del ser; b) el ordenarnos mediante la gracia a una bienaventuranza sobrenatural; c)el restaurarnos mediante la redenciôn. ;Un Senor que no tiene necesidad de nada y que en un punto pudiera crear infinidad de hombres santisimos, muere por Adân traidor! ., —> · y··, • ’Λ 490 C) Grandeza de la misericordia de la redenciôn a) '·'» -C Grande en si misma Dios encarna a su Hijo para que muera... No fuera ma­ yor misericordia el habernos perdonado gratuitamente, pues asi cumpliô también con la justicia. Grande también, por cuanto ha levantado un hombre hasta sentarlo en su mismo trono para que sea adorado. No hay cosa que celen mâs los reyes que la singularidad de su cetro, y ved aqui a Dios compartiendo el suyo con un hombre. b) λ;-" SEC. 5. AtITORES VARIOS. NIEREMBERG El. PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. Grande en los efectos, que SUPERAN TODOS NUESTROS DESEOS Porque 1) Nos libra del pecado, supremo mal, que por tener maldad infinita es irremisible, segûn la ley ordnaria, y ocasiona de suyo la muerte irreparable del aima. Pues bien, la redenciôn hizo facilisima cosa tan dificil como salir del pe­ cado. 2) Nos librô del infierno. Si sacarnos de un calabozo en donde hubiéramos de permanecer sin ver el sol veinte aüos, se tendria por gran beneficio, “4 qué serâ librar de aquella horrenda cârcel del infierno, region de oscuridad y tinieblas, donde por eternidad de eternidades se habia de es­ tar entre incomparables tormentos?” 3) Ensefiô doctrina admirable y revelo secretos celestiales a aquel mundo envuelto en tan grandes tinieblas que no solo los hombres adoraban por dioses a otros hombres, sino a los brutos y a las piedras. Otro incomparable benefi­ cio fueron sus ejemplos santisimos. “Con este beneficio de la doctrina y el ejemplo pos quitô las grandes dificultade-s que padecia la virtud, porque lo que la hace mâs ardua es que las cosas espirituales no nos mueven y las sensibles pueden mucho con nosotros”, ya que la voluntai sigue a la aprensiôn y estima de las cosas sen­ sibles y éstas se perciben mucho mâs vivamente. A este mal ocurriô Cristo con su doctrina y nos puso delante de los ojos un dechado sensible de toda perfecciôn, lo cual es un singular fruto de la cncarnaciôn dei Verbo. 4) Nos rcintegrô a su amistad, no contento con habernos perdonado el castigo. Incomparable beneficio, asi por el estado de donde sale uno como por la cumbre a que es ensalzado. Cotéjense los extremos y veamos la distancia que hay 491 de un pecador a una naturaleza inocente, de ésta a una angélica y de los Angeles al estado de hijos de Dios. Pues bien, todo este salto nos ha hecho dar Cristo en un solo instante. 5) Nos legô el tesoro inmenso de sus méritos, por los cuales no solo se nos perdona una vez, sino millones de veces que hubiéremos pecado. iQué principe lo ha hecho con un reo que lo fuera veinte veces de lésa majestad? Aûadamos que a este beneficio se llega tan fâcilmente que nos basta con un acto de la voluntad, un simple mo­ mento de contriciôn. Pudo Cristo pedir gran aparato de cosas dificultosas, y exigiô sôlo ceremonias fâciles, como los sacramentos. 6) Fué grande, en fin, la misericordia de la redenciôn, porque supo Dios acompanarse de otros grandes atributos divinos que resplandecen en ella. No es posible mayor obra de justicia que porque no se faite un punto a ella haga Dios encarnar a su Hijo para que pague las penas del siervo. Ni de la omnipotencia y sabiduria, que supo hallar modo tan admirable de volver por su justicia y misericordia. D) Misericordias del modo de la redenciôn Asombrô a los antiguos que un esclavo, sabiendo que iban a matar a su amo, se pusiera sus vestidos para morir por él (cf. Valerio Maximo, 1.6 c.8). “Pues este tan gran Senor del cielo y tierra, no solo por un esclavo suyo, sino del demonio, y traidor, y enemigo suyo, quiso, humillândose a tomar su forma, morir porque no muriese el hombre infame, y fementido, y sujeto a Satanâs...” a) El ejemplo de los dos Tobias Esto podremes echar de ver por el espanto que causô a los dos Tobias verse librados por un ângel de sus males, cuando supieron que no era hombre, sino espiritu celestial, el que les hizo tanto bien (Tob. 12,16-31). Consideremos, pues, la razôn que tuvieron de espantarse, para que por ahi rastreemos cuâl debe ser nuestro pasmo y agradecimiento para con un Dios que por si nos redimiô. Estando ciego Tobias y con nrcesidad que su hijo hiciese una jornada )ara cobrar una deuda antigua, no sabiendo el modo, se es ofreciô un mozo bien dispuesto para acompafiar al hijo de Tobias y cuidar dél (ibid., 5,6). Hizolo tan bien... y ellos quedaron tan agradecidos, que no sabian qué ha­ cerse con un hombre que les hizo tantos bienes. El darle lamitad de su hacienda lo tenian por muy poco (ibid., 12,5). I U - Λ isset · Λ _ Mi ’•ζ ! 492 EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. NUREMBERG 493 * < C Xi £ *»■ 2 rt Pero cuando supieron que no era hombre, sino ângel del Senor, que se dignô de hacer por ellos tantas finezas, quedaron atônitos y sin pulsos, no sabiendo qué decirse ni qué hacerse, porque les parecia un caso increible que un espiritu tan grande se dignase de tomar por ellos forma aparente de hombre, e hiciese oficio de criado, y llenase de tantos bienes. Esto juzgaban, como era asi verdad, por un exceso de grande caridad y dignaciôn que vencîa todo agradecimiento; y asi quedaron postrados por tierra, atô­ nitos de tal extremo de benevolencia. Miremos ahora nos­ otros cuanto excede a todo lo dicho la obra de nuestra redeneiôn, asi por la persona que la hizo como por los males de que os librô. No fué ângel el que vino a redimirnos, sino el mismo Senor de los Angeles, Dios omnipotente y Creador de ttdo, el cual no tomô apariencia solamente de hom­ bre, como San Rafael, sino la misma sustancia y natura­ leza humana, haciéndose verdadero hombre como nosotros; y no solo nos l’brô de una ceguera del cuerpo, sino de la condenaciôn eterna de aima y cuerpo, y, lo que mâs es que mil penas del infierno, librônos de la culpa y de la infinita miseria del pecado, y nos lleno de riquezas, no como quiera, sino de los tesoros del cielo y de su gracia, haciéndonos herederos de su propio reino. MWMi Lo QUE DEBEMOS A DIOS b) l I '*j2 sienes y cabeza lastimadas con tan agudas espinas sino un argumento évidente de que me queréis bien, pues por mi causa padecisteis tan grandes males? Creo, Senor, creo que me tené s amor; no sea tan a costa vuestra el satisfacerme de vuestra infinita caridad. Todo esto que hemos dicho de las finezas de Dios -en que­ rer padecer por nosotros no es menos porque Dios en cuanto Dios no padeciese, sino en cuanto hombre, ni merece menos agradecimiento porque la Divinidad no sintiese algùn tor­ mento, sino sola la Humanidad, porque fué una estupenda fineza de D os, que y a no pudo ni puede padecer ni sen­ tir dolor en cuanto Dios, con todo eso hiciese todo lo que pudo de su parte (a nuestro modo de entender) para mostrar el deseo que ténia de padecer uniéndose tan intimamente a la humanidad, como quien dice: Ya yo me pongo a ser capaz depenas, ya que no puedo padecer por ser Dios; pero en el modo que me es posible padeceré, y se dirâ que Dios padece y que por mi no queda, pues me uno con quien lleva los golpes de los azotes y de toda la Pasiôn, con que hago mio este padecer, deleitândome con este gusto, pues me falta el que me dieren los dolores de la Pasiôn, porque si hallara Dios ser posible algùn modo de poder padecer en cuanto Dios, infaliblemente se dejara atormentar y penar aun mucho mâs de lo que pasô en cuanto hombre (pues fuera mâs capaz para sufrir en cuanto Dios si una vez pudiera penar), pero en el modo que es posible Dios fué azotado, abofeteado y atormeirtado...” Por hacernos todos estos beneficios Dios, y no mereciéndolos, s no lo contrario, y que con rayos acabase con todo el género humano, porque le fué traidor y fementido, 4qué le deberemos? Y que esto lo hiciese por si mismo inmediatamente, ; cômo no os pasma y tiene atônitos? 4 Cômo no nos deshacemos en amor y agradecimiento? 4 Pues qué, si consideramos que esto no solo lo hiciese por si mismo, sino costândole tanto, humillândose, derramando su sangre y mur'endo por nosotros? No sé cômo cabe pensar tan estupenda fineza y estar vivos... Querer Dios ser azotado, Dagado y descarnado porque el hombre no fuese atormentado; querer morir crucificado porque el hombre no muriese, un extremo de amor es y una tan estupenda fineza que no se puede imaginar mayor. jOh gran Dios, gran Amador de las aimas! ;Qué bien mostrasteis lo mucho que nos amâis con lo mucho que padecisteis por nosotros! 4Qué es ese pecho atravesado, esos pies clavados, esas manos horadadas con crueles clavos sino otras tantas bocas que estân jurando que me amâis? ;Qué es ese rostro acardenalado y escupïdo sino un testimonio cierto de lo mucho que me queréis? 4 Qué έοη esas espaldas llagadas sino un indicio claro que me tenéis gran amor? 4Qué son esas E) La Eucaristia, compendio de misericordia “Pero 4 cômo llamaré lo tercero que a esto anadiré, que ni sé si lo Dame fineza, o extremo, o embriaguez de amor, cuan­ do después de todo esto te quisiste quedar en pan para mi sustento espir tual y sacrificio continuo que representase tantas veces al dia tu Pasiôn y Muerte? 4 Qué fué esto sino querer continuamente Y para dar el ùltimo golpe, haciendo hablar al Esposo del cielo después del de la tierra, y apelando a los dos grandes amores que llenaban el corazôn de la Santa, afiadia : «ê Qué os diré de vuestro nuevo Esposo? · -u sn,; SEC. EI. PERDON DF. LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. pecado de los ângeles fué un pecado grave de soberbia. El castigo: “Fueron lanzados del cielo al infier­ no” (cf. ibid.). a) Castigo terrible: no pose fan el cielo en cuanto esta palabra significa vision beatifica. La frase de San Ig­ nacio indica mas bien cl lugar donde fucron creados los ângeles. Pero, ademâs, puede entenderse el cielo como fclicidad en cuanto que a el habian sido destinados. Por cl pecado lo perdieron. No puede conccbirse pecado mayor: la pérdida de Dios, y con El de todos los bienes y al tormento de todos los males y sufrimientos. b) .4si castiga Dios el pecado. Dios, justo, que nunca puede excedcrsc, ni en la apreciaciôn de la ofensa ni en la scntencia. Dios, padre misericordioso, que amaba tiernamente a los ângeles. Asi castiga a los que son criaturas predilcctas, objeto de sus ilusioncs, seres especialmente dotados do su bondad. Los casti­ ga inmediatamente, sin tiempo para el arrepentimiento. Y por un pecado mortal. iQué es entonces cl pecado? & Quien podrâ medir su malicia? Comparaciôn. a) Nuestros pecados son numerosos. b) Nuestros pecados son, en cierto scntido, mâs graves que cl de los ângeles, porque ellos pecaron contra Dios-Crcador, y nosotros, ademâs, contra Dios-Rcdentor. c) Ellos no conocian cl amor de un Dios que nace, sufrc y muere en la cruz; nosotros, si. Ellos no tuvicron tiempo de arrcpcniirsc; nosotros muchas veces he­ mos sido perdoiiados. Confundâmonos y avergonccmonos. IV. El pecado de Adân. Bienes recibidos. a) Todos pueden resumirse en las palabras justicia ori­ b) c) ginal, en la que fucron creados los primeras padres. Quedan, por supuesto, los bienes naturales, que no dcsaparecieron por el pecado y que, por tanto, se transmiten a todo cl généra humano. La justicia original coni pre ndiq : La gracia santificante, por la que el alma estaba unida a Dios, participaba de su vida, era su hija... El don de integridad, por el que los apetitos in­ feriores estaban sonietidos a la razôn. 3- El don de impasibilidad, por el que el cuerpo estaba exento de los sufrimientos. El don de inmortalidad, por el que estaba libre de la muerte... 5. 8. GUIONES HOMILETICOS 567 La ciencia infusa... Todo esto recibiô Adân de manos de Dios Nuestro Senor. Pecado. a) No lo especifica San Ignacio, sino que, siguiendo la narraciôn del Genesis (3,6-7), dice: tComo después que Adân fué crcado en cl campo damasceno y pues­ to en el paraiso tcrrcnal y Eva ser creada de su costilla, siendo vedado que no comicsen del ârbol de la ciencia, y ellos comiendo y asimisnio pecando...* (cf. ibid.). b) El pecado de Adân fué, en primer termina, pecado interno de sus potencies interiores. No pudo originar­ ie en sus apetitos concupiscibles o irascibles, porque éstos, antes del pecado, estaban bajo el dominio com­ pleto de la razôn y de la voluntad. Sea envidia, sea soberbia, sea desobediencia..., hay una rebeliôn de Adân contra Dios. El apartamiento de Dios y la con­ version a las criaturas. ! C. Castigo. Lo expresa también San Ignacio: aLanzados del pa­ raiso, vivieron sin la justicia original que habian perdido, toda su vida en muchos trabajos y mu­ chas pcnitcncias ; cuânta corrupciôn vino en el gene­ ro humano andando tanta gente para el infierno» (cf. ibid.). b) Sin entrar en las profundidades misteriosas del pe­ cado original, conviene decir que el castigo de Dios vino sobre la persona de nuestros primeras padres y sobre todo el généra humano, que en ellos estaba contcnido como en germen, fuentc y raiz. c) El castigo de Adân fué la cxpulsiôn inmediata del paraiso. El castigo de la humanidad fué el sudor, el dolor, el trabajo, la muerte, que aparecen por vez primera en cl capitulo tcrcero del Genesis con pala­ bras pronunciadas por Dios Nuestro Scitor sobre Adân y Eva (Gén. 3,16-18). d) Acumulad las desgracias, las guerras, las lâgrimas de todo cl mundo desde su cuna, y tendréis una parte del castigo de Dios. e) La otra consiste en el desorden moral que entrô en cl mundo y que a tantas aimas lleva al infierno. f) El mismo Dios, Padre bueno y misericordioso, sapientisimo y justo, castiga cl pecado del hombre sin tiempo para la penitencia como a los ângeles. Con un castigo inmenso, que, a no ser por cl misterio de mi­ sericordia de la rcdenciôn, nos hubiera prccipitado en el infierno a todos los hombres. a) Comparaciôn. Otra vez la vergüenza y confusion al ver que, mâs que los primeros padres, somos nosotros dignos de castigo por los muchos y gra­ ves pecados que hemos cometido después de ser redimidos y perdonados por Jesucristo. * • V. fe- •" Jl ■* ' S:;/ ■· ‘ : - SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 569 El PERDÔN DI LAS OFENSAS. 21 DES!’. PENT. ■ * V. El que muere con un pecado mortal. Es un caso hipotético, que ha podido ser real. En él vemos retratada mejor la malitia de nuestros pecados y el castigo que meretian. Un hombre cualquiera como nosotros: de nuestra misma edad; creado por Dios, redimido por Cristo, colmado de bienes ya naturales, ya sobrenaturales; un hombre bueno y virtuoso. B. Pecado. Comete un solo pecado mortal. Contra cualquier mandamiento. Inmediatamente después muere. No es dificil que esto suceda. La Historia refiere algunos casos. Hoy, que tanto abundan los accidentes y las desgracias, puede esto ocurrir con alguna frecuencia. C. Castigo. La fe dice que cl que muere en pecado mortal va al infierno (concilio Florentino). Un solo pecado mortal basta. Quien se viere sorprendido por la muerte en tal estado, irrcmcdiablemente se condenarà para siem­ pre. Y justamente. b) Λ si es el odio de Dios al pecado. De tal forma lo juzga e! juez, justo y miscricordioso, que, amando al hombre como le ama, lo castiga para siempre por un solo pecado mortal. ^Qué es, pues, cl pecado, que asi trueca el amor sin limites de un Dios? a) Comparaciôn. Pudp acaecernos a nosotros lo que ahora meditamos. Después de nuestro primer pe­ cado pudo pedirnos Dios cuenta de nuestra vida. Nos esperô y nos espera. ^Para que sigamos ofendiéndole? Confundâmonos y humillémonos delante de Dios. VI. Coloquio final. i Por qué otros castigados y yo perdonado, siendo asi cue he pecado mâs que ellos? La respuesta es Cristo crucificado. Por eso la méditation debe ter. minar a los pies de Jesucristo para pensar lo que hizo por nosotros. Para pensar lo que hizo por ti. “Imaginando a Cristo Nuestro Senor delante y puesto en cruz, haced un coloquio: como de Creador es venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y asi a morir por mis pecados” (cf. ibid., p.171). B. Después debes mirarte a ti mismo y contestar a estas très preguntas: a) iQué has hecho por Cristo? b) iQué haces por Cristo? c) iQué debes hacer por Cristo? Las dos primeras te lier,an de vergüenza. De la terccra nacerà el arre- pentimiento, el propôsito, la generosidad, la entrega. iQué debes hacer por Cristo? jCuâl ha de ser mi vida en adelanle? j Solamcnte el no pecar? jNo he de hacer nada positivo por el Sefior? d) Contemplando a Cristo crucificado, «asi viéndole tal, y asi colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofrecierc» (cf. ibid.). à Pecados propios I. Meditationes ignatianas. La de los pecados propios es verdaderamente magistral (cf. sec.V p.480, A, a). Hay que aconsejar al sacerdote que aprenda de me­ moria este texto, cuya sabla exposition es utïlïsima para las almas. Conviene meditar bien sobre él y empaparse en su espiritu, a fin de dar la méditation con vigor y eflcacia y aun varias meditationes, pues el mismo texto ofrece abundante doctrina y brinda la oportunidad de insistir on puntos fundamentales de ascética (cf. Rossignoli, sec.V p.481'ss). Π. Très puntos principales de la méditation ignaciana: A. Proceso de los pecados. Conviene ofrecer una pauta al ejercitante de ciertos pecados, en los euales personas buenas y hasta espirituales pueden no haber pensado lo bastante. Por via de ejemplo senalamos la materia que a nuestro juicio no debe faltar, y que serâ mâs o menos desarrollada segiin la clase y naturaleza del publico al cual el orador se dirija. θ) Pecados contra la caridad. Son pecados contra cl pri­ b) C) mer mandamiento. Muchas personas piadosas pecan mas que por acciôn por omisiôn contra la caridad. No cjercitan las obras de misericordia. En la parâ­ bola del buen Samaritano estân representadas en el sacerdote y en el levita. Jesucristo condcnô al sacer­ dote y al levita a la muerte porque cl pecado contra la caridad que comcticron fué muy grave. jCuântos como éstos en nuestros dfas! Pecados de descônfianza en Dios. Solicitud pccaminosa, que es pecado contra la confianza en la paternidad divina. Pecados contra la justicia. Incumpliniiento de lo coiitratodo : en la ofîcine, en el taller, en el ejercicio de la profesiôn. (Acu- I EL PERDON DF LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. SEC. dir tarde al deber, perder el tiempo en las horas de trabajo, no prepararse debidamente para la câtedra o para el ministerio, encomendar con facilidad al sustiluto o al segundo lo que se debiera hacer personalmente, etc., etc.) 2. Pecados contra la justicia en los obreros i>or trabajar deficientemente. 3. Pecados en los patronos ]x>r no retribuir con jus­ ticia. El desdoblainiento de conciencia en los pa­ tronos catôlicos... d) Pecados contra la justicia social. 1. Distribuciôn injusta de beneficius. Cuando una realidad social en este orden es condenada por la conciencia pùblica, cual ocurre en algunes naciones, acaso una injusta distribuciôn de los bie­ nes, como pecado colectivo, es la consecuencia de innumerables pecados individuates contra la justicia. 2. El ejercitante debe pensar qué parte ha tenido en esta injusticia, obteniendo de sus tierras o de sus fâbricas una participaciôn en los bénéficias superior a la que le corresponde, y qué ha sustraido a obreros y empleados que fueron con é! los productares dei beneficio. e) Soberbia. He aqui la raiz de todos los pecados. De ella se debe hablar cspecialmente a los hombres. La mujer peca mâs bien de vanidad. Se entiende que cl ejercitante ha de estar preparado para conoccr este pecado por la meditation del primero y cl se­ gundo. f) Codicia. Tal es c! pecado de los tiempos modernos. Pecado de que no se libran muchos catôlicos de ac­ tion; muchas colcctividadcs, incluso de fines santos. El afan de amasar fortunas, y râpidamente. Pecado que empieza a herir a la propia juventud moderna, inejor dotada y de mâs nobles idéales. Ira. Consecuencia gravisima para la vida intima, so­ bre todo de familia. b) Pecados de lengua y sus efectos gravisimos (cf. lac. 3,1-12). La conversation prolongada inncccsariamente es, con frecucncia, consuelo de varones odesiâsticos, que se absticnen de otras manifestationes del espi­ ritu del mundo, pero que sin remordimiento de con­ ciencia se dan con facilidad a largas c innecesarias conversationes. En la conversaciôn no falta el peca­ do (criticas, murmurationes contra la autoridad, etc.). Pecados contra los deberes eclcsiâsticos. 1. Contra la sumisiôn debida al Papa y a los obispos. 2. F.l deber de estudiar el pensamiento pontificio. El deber de estudiar las palabras de los prelados y sus orientaciones practices. 3. El deber del apostolado. 8. GUIONES HOMH.EfK.OS 571 Transiciôn. a) San Ignacio en el 5.° punto (cf. sec.V, ibid.) dice: «Exclamatiôn admirative con crescido afecto·. La pri­ mera parte de la meditaciôn es semejante a la pré­ sida sobre un resorte para que salte después con mâs vigor. Se humilia al ejercitante, para que, desconfiando plcnamente de si, confie mâs en Dios. La contem­ plation de la propia miseria es como un trampolin para saltar a los brazos de la misericordia divina. b) San Ignacio da una inmensa amplitud panorâmica a esta méditation, reconciliando al ejercitante con toda la naturaleza, de la cual hacc una râpida y sintética description. c) Recomendamos la lectura del c.S de la Epistola de San Pablo a los Romanos, cspecialmente los versicu­ los iq al 23 inclusive, para dar, si se quiere, mâs vi­ gor y substanda tcolôgica a esta parte de la medi­ tation. d) Y para aumentar cl dolor y la confianza del pccador se puede recordar el versiculo 28 del mismo capitulo: «Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum: Dios hace concurrir todas las cosas para bien de los que aman». Todas, comenta San Agustin, incluso el pecado. C. Coloquios. a) Acabar con un coloquio de misericordia (cf. sec.V, b) c) ibid.). La misericordia debe empapar toda la segunda parte de la meditaciôn. Coloquio con Nuestra Senora. Es la primera vez que aparcce la Virgen en cl Libro de los Ejercicios. Nos acompaûa después freciientementc en los coloquios. Ahondar en el conocimiento del mundo (cf. sec.V, ibid.). Materia es esta importantisima en los tiempos modernos, en que el espiritu dei mundo va invadiendo evidentemenbe hasta ciertos medios que deben ser de jdrmaciôn y de educaciôn cristiana: en modas, en danzas, en deshonestidades en el vestir, muchas ve­ ces so prebexto de déporte o de ghnnasia ; en espiritu de clase o de cuerpo exagerado ; en asistencia a espvctâculos ; en lecturas de revislas; en relationes peligrosas entre los sexos, en playas, piscinas, etc. Va asi penetrando incluso en los modios religiosos un criteria mundano que se debe combatir enérgicamentc en los retiras y ejercicios espirituales. Rcsumen. a) Confianza ilimilada en la misericordia divina, si; pero suma delicadcza de concienda para limpiarnos inclu­ so dei polvo del mundo. y ·· · SEC. 8. GUIGNES 573 HOMILÉTICOS EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. b) -iiHor ilimitado al Padre del perdôn y de la misericardia. c) Odio al pecado y a la sombra de pecado. s ■ IV. Pecados de omisiôn I. Pecados de omisiôn. A. Hay que pedir a Dios Nuestro Senor perdôn de los pecados ajenos y de los pecados ocultos. Entre éstos figuran aquellos de cuya comisiôn no tenemos concientia. Y una partida crecidisima la forman los pecados de omisiôn (cf. Santo TomAs, sec.IV p.446, t). B. Muchas personas religiosas no tienen idea de la deuda que por este concepto han contraido con Dios Nuestro Sefior. Los pecados de omisiôn son, generalmente, contra el primer mandamiento. Son pecados contra la caridad. V. VI. Π. Parabola dei buen Samaritano. primer mandamiento. Resumen de la Ley y los Projetas: aMagister quid faciendo vitam aeternam posidebo?... Hoc fac, et vi­ ves» (Lc. 10,25-27). b) , y quien es mi prôjimo? «J-Iomo quidam» (ibid., 30). ;Quién? ■ De qué raza? ^De qué naciôn? &De qué Icngua? 2 De qué clase? tjudlo 0 gentil? sHomo quidam». Era un hombre. Y por serlo era un herma­ no, con derecho a tus sentimientos de misericordia. a) pecado dei sacerdote y del levita. He aqui el pecado de omisiôn. Salen condenados de la parâbola. La doctrina ha sido muy repetida en el Evan­ gelio. Scrtf a) ^Misericordiam volo et non sacrificium» (Mt. 12,7). b) El rico epulôn, condcnado (Lc. 16,22-31). III. Parabola de los talentos. A. Cristo elogia a un hombre porque aplica el ta. lento: “Euge serve bone et fidelis quia super pauca fuisti fidelis, super multa te constituam, intra in gaudium Domini tui...” (Mt. 25,23). VII. B. Indignation de Jesucristo ante el perezoso: “Serve male, et piger...” (ibid., 26). “Et inutilem servum eiiscite in tenebras exteriores” (ibid., 30). C. "Negotiamini dum venio” (Lc. 19,13). La vida es un negocio, una granjeria. Hay que ampliar, multiplicar el capital recibido de Dios. Religion aparente. Hay una piedad externa falta de caridad. A. Fué uno de los aspectos del pecado farisaico. “;Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipôcritas, que diezmâis la menta, el anis y el comino y no os cuidâis de lo mâs grave de la ley: la justicia, la misericordia y la buena fe!” (Mt. 23,23). B. Es la falsa apariencia de la higuera maldita (Mt. 21,19-22). Doctrina de la multiplication de los panes. Como todo milagro, entierra una ensenanza. Dios da el pan espitual, intellectual y corporal, para que lo repartamos a nuestros hermanos después de hdbernos aprovechado nosotros (Mt. 14,13-21; Mc. 6,30-44; Lc. 9,10-17; lo. 6,145). Doctrina de San Pablo. A. “Alter alterius onera portate et sic adimplebitis legem Christi” (Gal. 6,2). B. “Nemini quidquam debeatis: nisi ut invicem di­ ligatis: qui enim diligit proximum, legem imple­ vit” (Rom. 13,8). C. "Vae enim mihi est, si non evangelizavero” (1 Cor. 9,16). D. “Omnia ad aedificationem fiant” (1 Cor. 14,26). “De quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que le unen y nutren para la operation propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad” (Eph. 4,16). Aplicaciones pract icas. A. Hermanos, atenciôn a los caidos o necesitados que podéis encontrar en vuestro camino. No seâis egoistas. Comunicad vuestros bienes. B. Derramadlos. Sacrificaos por los demâs. Q) b) C) En casa: cl padre, la madre, los hcrmanos, los criados. Con vuestros compaüeros. Desde los primeras aüos. Es un buen consejo, una mutua ayuda, un consuelo, la fidelidad de la amistad. Para con todos. Poco o mucho, siempre se puede ha­ cer algün bien, aim en el orden material. F* . SEC. 8. GU1ONES HOMlLÉTiCOS 575 EL PERDÔN BE LAS OFF.NSAS. 21 DESP. PENT. C. Aplicad bien vuestras dotes intelectuales y espi­ rit uales. Descended de la cabalgodura de vuestras aspirationes egoistas y cxclusivistas. Apiicaos a la caridad social. b) Retordad de nuevo ol totnnia vestra sunt; vos autem Christi» (i Cor. 3,22-23). Cristo es para vosotros el hennano necesitado. el prôjimo... Si hi eres de Cris­ to. tu te debes a El; pero a todo cl Cristo, al histo­ rico v al mistico. a) VUI. Sentencia final. Sera, pues, inmensa la deuda de muchos hombres por el capitulo de los pecados de omisiôn. La deuda de todos los que tienen o poseen bienes espirituales, materiales, de fortuna, de influen­ da... De estos pecados nos exigird Dios cuenta rigurosisima por las consecuencias que pueden tener: A. Para aliviar las necesidades temporales de nues­ tros hermanos. B. Por la influencia que pueden ejercer en todo el orden social. Un grupo de propietarios o de patro­ nos que se detidiera a cumplir generosamente sus deberes de justicia y de caridad podria arrastrar en Espaîia a una clase entera y transformar el aspecto y el clima social de la naciôn en el mundo del trabajo. C. Por las consecuencias que tiene para el prestigio de la Iglesia y del mismo Evangelio. D. Por la influencia muy directa en la salvaciôn de muchas aimas. La injusticia las escandaliza y las lleva a la desesperaciôn y acaso a la apostasia. La caridad generosa las reconcilia con el Evange­ lio y con Jesucristo. Imperfecciones de los espirituales I. El pensamiento de San Juan de la Cruz. A. Aun las personas espirituales y que aspiran a la perfection deben a Dies los diez mil talentos del siervo de la parabola. Es decir, ofenden en muchisimas cosas a Dios Nuestro Senor. B. Los primeros capitulos de la segunda parte de la “Noche oscura del aima” nos ofrecen una pauta para conocer las imperfecciones de los espiritua­ les acerca de los pecados capitales. C-. Extractamos el pensamiento de San Juan de la Cruz siguiendo el orden que él establece de los siete pecados capitales. Π. Imperfecciones de los espirituales acerca de la soberbia (cf. "Noche oscura” p.2.‘ 1.1 c.2: BAC, “Vida y obras de San Juan de la Cruz” p.816-819). A. "Vienen a tener alguna satisfaction de sus obras en si mismos”. B. "Les nace cierta gana, harto vana, de hablar cosas espirituales delante de otros...” C. "Condenan en su corazôn a otros cuando no los ven con la manera de dévotion que ellos querrian... Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no querrian que pareciese bueno otro, sino ellos; y asi con la obra y palabra... “cuelan el mosqui­ to ajeno y trâganse un camello” (Mt. 7,3 y 23,24). D. “Juzgan que no les entienden el espiritu, o que ellos no son espirituales, pues que no aprueban aquéllo y condescienden con ello...” E. "Huyen, como de la muerte, de aquellos que se las deshacen, para ponerlos en camino seguro... y..., presumiendo mucho de si mismos, suelen-proponer mucho y hacen muy poco...” F. "Tienen empacho de decir sus pecados desnudos porque no los tengan los confesores en menos, y vanlos coloreando porque no parezean tan malos, lo cual mâs es irse a excusar que a acusar...” G. “También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas...” H. “Son enemigos de alabar a otros y amigos que los alaben, y a veces lo pretenden...” I. “Pero los que en este tiempo van en perfection, muy de otra manera proceden y con muy diferente tem­ ple de espiritu, porque se aprovechan y edifican con mucha humildad, no sôlo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfaction de si; a todos los demâs tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos”. J. "Asi se inclinan mâs a tratar su aima con quien en menos tiene sus cosas y su espiritu. Lo cual es propiedad del espiritu senci'llo, puro y verdadero y muy agradable a Dios...” ΠΙ. Imperfecciones de los espirituales acerca de la avari­ tia (cf. ibid., c.3 p.819-821). A. “Andan muy desconsolados y quejosos porque no hallan el consuelo que querrian en las cosas espi- SEC. ! I. PERDON DE I AS OFENSAS. 21 DESP. PENT. J ' 8. GUIONES nOMILETICOS 577 · ·! :§* .z ■· :o rituales. Muchos no se acaban de hartar de oir consejos y preceptos espirituales y tener y leer muchos libros...” B. “Se cargan de imâgenes y rosarios bien curiosos...” C. “En lo cual yo condeno la propiedad dei corazôn y el asimiento que tienen al modo, multitud y curiosidad...” D. “La verdadera devociôn ha de salir del corazôn sôlo en la verdad y sustancia de lo que representan las cosas espirituales...” Imperfecciones de los espirituales acerca de la Inju­ ria (cf. ibid., c.4 p.821-824). “Mi intento es tratar de las imperfecciones que se han de purgar por la “Noche oscura”...” “Se levantan y acaecen en la sensualidad movimientos y actos torpes, y a veces aun cuando el espiritu estâ en mucha oraciôn o ejercitando los sacramentos de la penitencia y Eucaristia. Los cuales, sin ser, como digo, en su mano, proceden de una de très causas”: • La primera procede muchas veces del gusto que tiene el natural en las cosas espirituales.. • J) b) tLa segunda causa de donde a veces proceden estas rebeliones es el demonio...» c) tEl tercer origen de donde suelen procéder y hacer guerra estos movimientos torpes suele ser el temor que ya tienen cobrado estos taies a estos inovimientos y represcntaciones torpes...» a) .AM “Cobran algunos de éstos aficiones con algunas per­ sonas por via espiritual, que muchas veces nace de lujuria y no de espiritu, lo cual se conoce ser asi cuando con la memoria de aquella aficiôn no crece mâs la memoria y amor de Dios, sino remordimiento en la conciencia. Porque cuando la aficiôn es puramente espiritual, creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto mâs se acuerda de ella, tanto mâs se acuerda de la de Dios y le da gana de Dios...” Imperfectiones de los espirituales acerca de la ira (cf. ibid., c.5 p.824-825). “Los poseen (gustos espirituales) muy de ordina­ rio con muchas imperfecciones del vicio de la ira, porque cuando se les acaba el sabor y gusto en las cosas espirituales, naturalmente se hallan desabridos”. "En el cual natural, cuando no se dejan llevar de la desgana, no hay culpa, sino imperfecciôn, que se ha de purgar por la sequedad y aprieto de la “No­ che oscura”...” c. “Se airan contra los vicios ajenos con cierto celo desasosegado..., haciéndose ellos duenos de la vir­ tud. Todo lo cual es contra la mansedumbre espiri­ tual...” "Con paciencia no humilde se airan contra si mis­ mos, acerca de lo cual tienen tanta impaciencia que querrian ser santos en un dia...” "Tienen tanta impaciencia y se van tan despacio en esto de querer aprovechar, que no querria Dios ver en ellos tanta...” VI. Imperfecciones de los espirituales acerca de la gula (cf. ibid., c.6 p.825-827). “Procuran mâs el sabor del espiritu que la pureza y discreciôn de él, que es lo que Dios mira y acepta...” “Atraidos del gusto que alli hallan, algunos se matan a penitencias y otros se debilitan con ayunos, haciendo mâs de lo que su flaqueza sufre...” c. "En esta manera adquieren gula espiritual y soberbia, pues no van en obediencia...” “Veréis a muohos de éstos muy porfiados con sus maestros espirituales para que les concedan lo que quieren, y allâ medio por fuerza lo sacan...” “Hay también otros que por esta golosina... no dudan de porfiar mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas veces...” “Entre lo uno y lo otro, mejor es la resignaciôn humilde...” “Todo se les va en procurar algûn sentimiento y gusto mâs que en reverenciar y alabar en si con humildad a Dios...” “El menor de los provechos que hace este Santisimo Sacramento es el que toca al sentido; porque mayor es el invisible de la gracia que da...” “Lo mismo tienen éstos en la oraciôn que ejercitan... gusto y devociôn sensible..., que pierden la verdadera devociôn y espiritu, que consiste en perseverar alli con paciencia y humildad, desconfiando de si sôlo por agradar a Dios...” “Ahora toman una meditaciôn, ahora otra, andando a la caza de este gusto en las cosas de Dios...” “Estos que asi estân inclinados a estos gustos tam­ bién tienen otra imperfecciôn muy grande, y es que son muy flojos y muy remisos en ir por el ca­ mino âspero de la cruz..., echando de ver que no U palabra de C. S ■■■ 578 ■ SEC. El. l’IRDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. esta la perfecciôn y valor de las cosas en la multi­ tud y gusto de las obras, sino en saberse negar a si mismo en ellas...” VU. Imperfecciones de los espirituales acerca de la envidia y acidia (cf. ibid., c.7 p.828-829). Acerca de la envidia y acidia espiritual tienen los principiantes hartas imperfecciones... Les pesa del bien espiritual de los otros, “porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario...” “Acerca de la codicia espiritual suelen tener tedio en las cosas que son mâs espirituales, y huyen de ellas...” Estos “querrian que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnantia de acomodar su voluntad a la divina...” “Estos también tienen ted’o cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos...” “Huyen con tristeza de toda cosa âspera y oféndense de la cruz, en que estân los deleites del espiritu, y en las cosas mâs espirituales, mâs tedio tienen...” VE. Resumen. A. El santo Doctor termina esta materia con el siguiente pârrafo, que sirve de introduction a la doctrina de la “Noche oscura” : “Estas imperfecc;ones baste aqui haber referido de las muchas en que viven los de este primer estado de princi­ piantes, para que se vea cuânta sea la necesidad que tienen de que Dios les ponga en estado de aprovechados; lo cual se hace entrândolos en la Noche oscura, que ahora decimos, donde, destetândolos Dios de los pechos estos gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas interiores, les quita todas estas impertinencias y nifierias y hace ganar las virtudes por medios muy diferentes. Porque, por mâs que el principiante en mortificar en si se ejercite todas estas sus acciones y pasiones, nun­ ca del todo ni con mucho puede, hasta que Dios lo hace en él pasivamente por medio de la purga­ tion de la dicha Noche. En la cual, para hablar algo que sea de provecho, sea Dios servido danne su divina luz, porque es bien menester en Noche tan oscura y materia tan dificultosa...” (cf. ibid., p.829). B. La doctrina de San Juan de la Cruz nos ensena çuântas son las imperfecciones aun en los hom- s: 8. GÜIONES HO.MILETICOS 579 bres espirituales y cuân sabia nuestra santa ma­ dré da Iglesia cuando en el ofertorio de la santa misa hace decir al sacerdote: “Pro innumerabilibus peccatis et offensionibus et negligentiis meis...” 10 El perdôn de los enemigos I. La. obligaciôn de perdonar. A. Un poema de Liohtwer refiere que un padre ofreciô un brillante a aquel de sus hijos que llevase a cabo una hazafia mayor. Presentâronse todos refiriendo sus proezas de caza, hasta que uno de ellos le contô que, habiendo hallado a un enemigo dormido a orilla de un abismo, le habia perdonado. Obtuvo el premio. B. San Juan Gualberto (cf. sec.VU p.541 ss.) encontrôse en un camino estrecho con el asesino inde­ fenso de su hermano y lo abrazô. Fué también su mayor hazana. C. Pero 4 a qué recurrir a historias humanas, si tenemos el ejemplo de Cristo? Expondremos, pues, la obligation de perdonar, sin salirnos de los li­ mites estrictos de lo obligatorio bajo pecado. Π. El precepto divino del perdôn. Existe el precepto divi­ no del perdôn. Para no alargarnos con textos, basta con citar el ultimo versiculo del evangelio de hoy. A. El catetismo del concilio de Trento sintetiza esta obligation diciendo : “El deber mâs alto y lleno de caridad, en que debemos ejertitarnos, es el de per­ donar y condonar las injurias retibidas”. B. Mas hay très razones que completan la principal del precepto divino: No siempre nuestro enemigo es la causa principal. Job fué agobiado porque Dios quiso probarle. b) El rencor esta lleno de peligros y es fuente de mil pecados. c) Con el perdôn nos asemejamos a Dios y obtcnemos fâcilmente el nuestro (cf. Bourdaloue, sec.V p.503, A,o y ss.). a) C. Este perdôn impone: a) Un minimo de obligaciones negativas, a saber, el no odiar en nuestro corazôn ni desear vengarse. No odiar en nuestro corazôn quiere decir no foI. mentar ni conservar sentimientos de malqueren- rtf, • V» EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. cia. Debe distinguirse el deseo de la voluntad, que es el prohibido, de la antipatia natural y tendencias involuntarias, que no sôlo no deben consentirse, sino que deben reprimirse para que • no se manifiesten al exterior. 2. El no vengarse supotie no sôlo no causar mal a nuestro enemigo, sino no negarle aquellas manifestaciones externas que se conceden a cualquier hombre por el mero hecho de ser conciudadauo nuestro. La situaciôn peculiar de cada uno debe aclarar cuâles son éstos. Un minimo positivo de amor. El hombre es nuestro semejante e imagen de Dios. Por el hecho de ser enemigo nuestro no pierde ninguna de estas cualidades y le debemos cl amor natural que se rindc a todos los seres humanos e hijos de Dios. c) U >i minimo de amistad. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 581 IH. Una recomendaciôn al cristiano. Λ. Establecidas todas estas salvedades, una cosa nos queda por recomendar al cristiano. Que lea el Evangelio y procure no aguar el vino purisimo de su caridad y consejos con el estudio demasiado solicite de sus derechos. B. Perdone sinceramente en su interior, mate todo deseo de venganza y verâ cômo le sobran distinciones mâs o menos casuisticas. b) i. 2. La amistad no es obligatoria para nadie. Es un favor especial para aquellos con quienes nos unen motivos especïales. Por lo tanto, no estamos obligados en general, si no se da escândalo o existen motivos especïales, a devolverla al que nos ofendiô gravemente. Pero si que lo estamos a retornarla en cierto gra­ do, sobre todo en sus manifestaciones exteriores de saludo, etc., si nuestro enemigo pide perdôn, pues ya ha dejado de ser enemigo nuestro. -J· D. Este perdôn no impone: La obligaciôn a renunciar a nuestro derecho. La ofen­ sa de nuestro enemigo puede ser, ademds de simple ofensa, injuria que cxija se restablezca el orden juri­ dico quebrantado (cf. sec.IV, Palmieri p.459, A y ss.). En estos casos podemos exigir incluso judicialmentc la satisfacciôn debida, bien fuere econômica, moral, etcétera. b) Pero con determinadas precauciones. i. Primero, huyendo de toda ilusiôn, no sea que busquemos satisfacer nuestro deseo de venganze en lugar de restablecer la justicia. 2. Segundo, que esto se haga con amor. Hasta la pena de muerte lia de pedirse con amor al reo, dice Escoto. Y, sobre todo, sabiendo que es mâs perfecto el perdôn total cuando el bien comûii no exigiere castigo. Las misnias precauciones hemos de tomar en todos aquellos casos que distinguer! los moralistas, cuales son retrasar la concesiôn de venia, de saludo, etc., como castigo mcrecido. La ilusiôn es fâcil, y es mu­ cho mcjor dejar esta scveridad para que la empleen los superiores cuando la estimen justa. a) 11 Perdôn y olvido I. Cômo olvïda Dios. “Todos los pecados que cometiô no le serân recordados, y en la justicia que obrô, vivirâ” (Ez. 18, 22). Este es el programa de Dios con relaciôn a las ofensas que le inferimos. 4 Qué séria de nos­ otros si no las olvidase? Conforme, pues, a este modo divino, debemos nosotros también olvidar las ofensas que nos hayan sido inferidas. ^Cômo puede entenderse el verdadero perdôn sin él? C. Sin embargo, conviene especificar cuâl es el olvido que se pide, para evitar escrûpulos y ansiedades. II. Olvidos que no se requieren. A. El olvido que équivale a falta de memoria, y que, por tanto, no esta en nuestra mano. Notemos, sin embargo, que la tenacidad de la memoria en conservar un recuerdo depende mucho de la impresiôn que haya causado el hecho y de la importan­ da que nosotros le hayamos dado. Este segundo elemento si que depende de nosotros, que con la superestimaciôn de las ofensas y con el recuerdo voluntario las grabamos mâs en la memoria. B. Otros no pueden olvidar, en cuanto que no pueden evitar una antipatia y repugnanda «atural por quien les causô algun dano. a) Existe hasta en las persanas mâs perfectas, y se da el caso de que a éstos se les hace dificil olvidar no cuando les perjudican a ellos, sino cuando causait algùn mal a personas queridas. b) Esta antipatia es involuntaria. Se aconseja incluso a los no perfectos, pero que aspirait a série, que no i f ■* ‘♦P*' SEC. 8, GUIONES EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. frecuenten de intenta el trato de esas personas que pueden ser ocasiôn de manifestationes externas de menosprecio. Lo que ha de procurarse es no fomcntar esa antipatia ni demostrarla al exterior. Mucho debemos cuidar no influya en nuestras decisiones sobre los que nos ofenden si somos superiores suyos (cf. sec. VII p.545, VID, A, y p.546, B). C. Otro olvido innecesario es recordar las actiones del prôjimo para ser precavidos en el futuro, si bien debemos ser muy cautos en no dejarnos enganar por la pasiôn y confundir la prudencia con la venganza o enemistad real. D. Finalmente, hay quien con la capa de no poder olvidar quiere encubrir su odio. Perdona, pero no olvida ni quiere ver al ofensor. A!hi no hay tal perdôn. iQué séria de nosotros si Dios nos perdonase, pero ni nos quisiera ayudar con su gracia ni ver en el cido? •5*■ • * IH. El olvido requerido. A. Hay que procéder con el préjimo no teniendo en cuenta su ofensa, que ya ha sido perdonada. Se trata de un olvido de la voluntad, no de la carne (cf. supra, Fray Francisco de Osuna, p.478, b). Es un olvido mâs de efectos que de afectos, que si no se puede remediar se puede dulcificar y, sobre todo, se puede no tener en cuenta. B. Hay, pues, un olvido obligatorio, que me impone el no intentar venganza, no privar de los bienes y trato comûn... Y hay otro olvido mâs perfecto, que me aconseja devolver en todo bien por mal y vencer el mal con la abundancia del bien. 1 Del odio al amor I. Tres grados o etapas. A. En la vida del hombre podemos distinguir très grados o>yetapas: la de pecado, la del hombre jus­ tificabo y la de quien aspira a la perfection. A cada una de estas etapas corresponden très situaciones del hombre con relaciôn a su enemigo. B. Al estado de pecado corresponde aquella frase: “Habéis oido que fué dicho... y aborrecerâs a tu enemigo” (Mt. 5,43). El odio al enemigo es un pecado. A la etapa de la justificaciôn necesaria HOMILÉTÏCOS 583 corresponde el perdôn. Pero si el hombre desea ser perfecto, entonces debe llegar al amor. amor a los enemigos. La justificaciôn lleva ya en si los gérmenes que han de desenvolverse en la perfecciôn, y por eso el amor a los enemigos no es tan exclusivo de este ûltimo grado que no deban participar en cier­ to modo de él todos los cristianos (cf. Fray Fran­ cisco de Osuna, p.474, A). En efecto, nuestra naturaleza humana exige que amemos a los hombres. Es ley natural, que el mismo Pilatos intento explotar cuando presentô el Senor a las turbas diciéndoles: “Ecce homo” (lo. 19,5). C. Nuestra naturaleza divinizada exige que amemos a cuantos, como nosotros, son imâgenes de Dios. El hombre, pues, debe ser amado por ser hombre y por ser imagen e hijo adoptivo de Dios. i Acaso nuestro enemigo perdiô por serlo alguna de estas condiciones? Hemos de desearles bienes naturales y sobr enaturales. Debes, pues, tener tal amor a tu enemigo, que le desees el cielo y aun los bienes naturales, como salud, prosperidad, felicidad... IV. Y ayudarle en las necesidades espirituales y tempo­ rales. Pero como quiera que el amor ha de ser efectivo, no debes pararte ahi, sino subir mâs arriba. Cierto que no estas obligado a buscar a tu enemigo para hacerle favores. Mas si le vieres en alguna grave necesidad espiritual o temporal, lejos de alegrarte, que seria impio, debes ayudarle a salir de ella, aun cuando no te lo pidiere. Si su aima puede condenarse, sâlvala; si lo ves naufragar, ayudale. Si en una aseehanza, avisale (cf. Fray Francisco de Osuna, p.476, a). V. perfecciôn exige actos en favor del enemigo. ^Quieres ser perfecto? Entonces cambia esta dis­ position de ânimo en actos de favor a tu enemigo. iQue ello supone heroismo? Y iqué? El heroismo se le exige al cristiano en muchas ocasiones de su vida y no solo en el martirio. El mismo amor que hemos pedido a los justos es ya dificil. Cristo te invita a ello. Oyele: “Amad a vuestros enemi­ gos y orad por los que os persiguen” (Mt. 5,44). Pero con este acto, si quieres heroico, cumplirâs SEC. El. PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. el programa de la perfecciôn en sus dos partes, tanto en da negativa del “abneget semetipsum" (Mt. 16,24), puesto que contrarias una do las prin­ cipales inclinaciones de tu soberbia y poca caridad, como en la de seguir a Cristo (ibid.), que de pala­ bra y obra nos diô la lecciôn de perdôn. 13 El perdôn y el Cuerpo mistico .•-A I. El motivo social. La sociedad necesita de la union de sus ciudadanos. Dentro de los motivos naturales que impulsan al perdôn del ofensor, quizâ el mâs fecundo sea el motivo social. La sociedad necesita de la union de sus ciudadanos. 4Qué séria de ella dividida por odios, si ademâs cada uno de sus compo­ nentes pudiera tomarse la justicia por su mano? (cf. Ventura Raulica, sec.V p.513, B). B. El bien comûn nos obliga a renunciar a nuestros derechos. Este motivo social tiene una ventaja so­ bre los motivos individuales, y es que, basândose en el bien comûn, puede llegar a obligarnos a que renunciemos incluso a lo que son nuestros dere­ chos contra el ofensor. unidad del Cuerpo mistico. San Pablo ha encontrado otra razôn social sobrenatural, que es dccisiva y amplisima en resultados: la unidad del Cuerpo mis­ tico. No es necesario insistir ahora ni sobre lo que es el Cuerpo mistico ni sobre su importanda, en la doc­ trina de San Pablo, sino solo estudiar las deducciones que propane con relaciôn al perdôn. A. En el cuerpo todos los miembros deben estar unidos y cooperar unos con otros, sirviéndose mutua­ mente (Rom. 12,4-8). B. El Cuerpo mistico de Cristo puede crecer, y nos­ otros somos la causa de ese crecimiento, el cual se alcanza: a) Reproduciendo la imagen de Dios en nosotros, que es la idea que PI se ha formado de lo que debe ser el hombre. .4 nicdida que la vayamos realizando con mayor perfecciôn, el Cuerpo de Cristo habrà ido credendo y pcrfeccionândose. «Vestfos del hombre nuevo, que sin césar se renueva para lograr el per- 8. GÜIONES HOMII.ÉTICOS 585 fccto conocimiento, scgiîn la imagen de su Creador» (Col. 3,10), b) Esta imagen divina se reproduce en nosotros me­ diante la caridad. Dios es amor, y la caridad que difundc el Espiritu, Santo en nuestros corazones tam­ bién lo es. 1. «Pero por encima de todo esto, vestios de la ca­ ridad, que es vinculo de perfecciôn. Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo» (Col. 3J4-I5)· 2. «Sed, en fin, imitadores de Dios, como hijos amados, y vivid en caridad» (Eph. 5,1). 3. En todo crezcamos en caridad, llegandonos a Aquel que es nuestra cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo... crece y se perfecciona en la ca­ ridad (Eph. 4,15-16). c) El medio mâs fâcil de alcanzar esa caridad y a la vez cl efecto de la misma es la imitation de Cristo. El Cuerpo mistico es perfecto cuando se parezea por completo a El. ΙΠ. La necesidad del perdôn, segûn la doctrina paùlina. De todos estos textos, no escogïdos caprichosamente, sino engarzados en àapitulos paulinos dedicados a la caridad y al perdôn, deduce San Pablo la necesidad de este ultimo. En efecto: A. 6- Cômo podrâ sostenerse la union y cooperaciôn necesarias entre los miembros de un mismo cuerpo, si en vez del amor reina el odio? El amor une, el odio disgrega. Por eso Pablo, en el mismo capi­ tulo a los Romanos en que habla de las funciones unidas de cada miembro, concluye: “Vuestra cari­ dad sea sincera..., amândoos los unos a los otros... Bendecid a los que os persiguen... No volvâis mal por mal... A ser posible, y en cuanto de vosotros depende, tened paz con todos” (Rom. 12,9-18 y también 12,18-21). B. Para hacer crecer el cuerpo de Cristo. Hemos de reproducer la imagen de Dios, ique hace salir cl sol sobre malos y buenos» (Mt. 5,45). aPerdonândoos mutuamente siempre que alguno dicre a otro motivo de queja. Como el Senor perdonô, asi también perdonaos vosotros» (Col. 3,13). b) Si el aima de este crecimiento es la caridad, la cari­ dad nos présenta a todos los hombres como hijos de Dios y hermanos de Cristo. c'Cômo no perdonarlos si nos ofenden? Nos cnscûa también que son miembros de un cuerpo cuya cabeza es Cristo. jCômo vivir enemistados cou miembros de tal Cabeza? a) EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. c) Si, jinalmenie, el medio mâs scucillo es la imilaciôn de Cristo, el ejemplo de tfsle es palmario. £ C •. · - . .· C. Por lo tanto, la union y el crecimiento del Cuerpo mistico de Cristo, del que formâmes parte, exige una caridad que nos lleve al perdôn de las ofensas. “Asi, pues, os exhorto yo, preso en el Senor, a andar de una manera digna de la vocation con que fuisteis llamados con toda... mansedumbre..., soportândoos los unos a los otros con caridad, so­ licites de conservarla unidad dei espiritu mediante el vinculo de la paz. Sôlo hay un cuerpo y un es­ piritu” (Eph. 4,1-4). Para conseguirlo el Senor diô a cada uno su gracia y oficio “para la édifica­ tion del cuerpo de Cristo”, y, no dejândonos llevar de errores y mentiras, “crezcainos en caridad, 11egândonos a Aquel que es nuestra cabeza” (ibid., 12-15). IV. El motivo que nos hace ir mâs allà de nuestros dere­ chos. Este motivo sobrenatiiral social es el que nos hard ir mâs alla de nuestros derechos. A. Derecho tenia David a librarse de Saùl, y no solo no le mata en la cueva, sino que procura atraerlo hacia la caridad y amistad (1 Reg. 24,4-23). Deredho ténia el Senor a aniquilar al hijo de perdition, y todavïa lo llama “amigo” (Mt. 26,50) en un ùltimo intento. iQué me importan, pues, ya mis derechos, cuando el que me ofende forma parte de ese cuerpo de Cristo y yo con mi caridad puedo hacerlo crecer? B. Al cristiano que siente este dogma no le queda sino un· lema: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de corner; si tiene sed, dale,de beber... No te dejes veneer del mal, antes vence al mal con el bien” (Rom. 12,20-21). 14 Clemencia I. Defin'cion. A. Clemencia es la virtud que modera, suaviza, mi­ tiga y remite la pena impuesta (cf. “Sum. Theol.” 2-2q.l47 a.l). B. El acto del rey de la parabola es un acto de mi­ sericordia y de clemencia. Lo es de clemencia, en tanto cuanto le perdonô râpidamente toda la pena SEC. 8. GU ION ES HO.MILÉTICOS 587 que le habia impuesto: el haberle arrojado a la cârcel a él, a su mujer, a sus hijos (Mt. 18,25). Y, ademâs, perdona toda la deuda (ibid., 27). Π. Clemencia y mansedumbre. Son virtudes distintas, aunque afines. Pueden concurrir ambas en los mismos ejectos. Ambas son virtudes moder adoras. Pero difieren sustancialmente en qiie la clemencia modera el castigo exterior, y la mansedumbre la pasi&n in­ terior. A. La clemencia suaviza la pena. B. La mansedumbre ordena y templa la ira. ΙΠ. Clemencia y equidad. A. La equidad o epiqueya coincide con la clemen1 cia en que a veces modera y 'hasta remite la pena. B. Difiere, sin embargo, en que el motivo, es distin­ to: la epiqueya lo hace en consideration al bien c'omûn. Obra movida por la justicia legal. Diriamos, en algunos casos, justicia social. Porque la epiqueya, en cuanto que modera las penas por razôn del bien comûn, participa de la justicia distributiva y de la justicia legal, y en ese sentido mâs propio se ha de decir que pertenece a la jus­ ticia social, que comprende a ambas. C. La clemencia modera o suaviza las penas por cierta disposition suave y dulce del ânimo, pronta a considerar todos los particulares que pueden justificar racionalmente una atenuaciôn dei castigo y hasta la supresiôn total de la pena. IV. Clemencia, mansedumbre, misericordia y piedad. Coinciden estas cuatro virtudes en cuanto al efecto, que es evitar males al prôjimo. Pero se diferencian en cuanto a los motivos. A. Piedad. “Remueve los males del prôjimo por la reverentia que se debe a algun superior, como a Dios o a los padres”. B. Misericordia. Es una forma particular de la ca­ ridad. “Proviene de la caridad de amistad”, por la cual nos gozamos y nos contristamos con nuestros amigos, y en cuanto nuestro amigo sufre por razôn de misericordia, quisiéramos verlo libre del mal. La tristeza de los consiervos (Mt. 18,31) es un acto de misericordia. Se entristecen del mal del companero. C. Mansedumbre. Segùn lo dicho, suprime el mal del prôjimo, evitando una venganza injusta o exagerada. *3? 588 V. VI. VIL VIH. SEC. EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. D. Clemencia. Atenùa el mal o el dano del prôjimo, encontrando razones sugeridas o inspiradas por la dulzura o la suavidad del espiritu para aliviar y suprimir la justa pena que el prôjimo padece. îEs la mayor de las virtudes? Contesta Santo Tomâs que de suyo, no; porque es virtud que evita un mal y son siempre mayores las virtudes que proporcionan directamente un bien. “Mayores—dice—son las teologales: la prudencia, la justicia", etc. (cf. 1. c.). Pero tiene cierta excelencia la clemencia por très razones: Porque dispone el espiritu para el conocimiento de la verdad. B. Porque tiene parentesco muy proximo con la ca­ ridad y produce el efecto unitivo de la caridad. Por ser virtud propia de aquellos que pueden mitigar la pena, esto es, de los principes y gobernentes, puede tener saludables consecuencias so­ ciales (cf. sec.VH p.550, X y XI). Efectos sociales. La verdadera clemencia es virtud eminentemente unitiva y constructiva. A. La clemencia sostiene los tronos de los principes, dice la Escritura (Prov. 20,28). B. Los grandes fundadores y consolidadores de imperios han sido espiritus clementes (cf. sec.VH p.550). C. Ha sido siempre virtud muy propia de los gran­ des papas. Debïlidad y clemencia. No hay que confundir la debilïdad en el gobierno con la clemencia en la aplicaciôn de las penas. A. La clemencia es virtud de fuertes, de magnânimos, de vencedores. Por el contrario, la crueldad es muy propia de gobiernos débiles. B. La clemencia es propia de reyes, de aristocrates, de aimas nobles. La crueldad es propia de viles y plebeyos que, por la fuerza de una revoluciôn, llegan a ser fuertes y poderosos. Generalmente estos espiritus son vengativos. Vicios opuestos a la clemencia. La austeridad, que es la prontitud y facilidad para imponer penas severas. La injusticia, el exceso de la pena impuesta. La crueldad, que es aspereza en infligir penas. “Atrocitas animi’’ (Séneca). “Asperitas animi” (Santo Tomâs). S. GUIONES HOMILÉTICOS 589 ho D. La ferocidad o sevicia, que es el deleite en hacer sufrir a los demâs sin causa ni razôn. Este peca­ do, como su nombre indica, asimila los hombres a las bestias, que por instinto hieren y matan a sus victimas. IX. La clemencia es cristiana. La demenda es virtud muy cristiana. A. Por su parentesco con la caridad. B. Porque la recomiendan los pontifices (cf. Ρίο ΧΠ, C. Porque la practicaron pontifices, santos y soberanos catôlicos (of. sec.VU p.550). Porque la recomienda la Sagrada Escritura (cf. Gen. 45,4; Ex. 33,19; 34,6; 2 Par. 30,9; 2 Esdr. 9, 17.31; Prov. 11,19; 31,26; Esth. 13,2). Porque la recomendô y praeticô nuestro Sefior Jesucristo. • i Necesidad de la penitencia I I. La deuda se salda con la penitencia. Ha de llegar infaliblemente el dia en que el Rey nos llame para tomarnos cuentas (Mt. 18,23). La unica soluciôn es que las ordenemos nosotros antes. B. La deuda existe. Es el pecado. Todos somos pecadores. Su gravedad infinita depende de la dig­ nidad del ofendido. El modo de que desaparezca la deuda antes de que llegue el Rey es acudir a la penitencia. H. Cualidades del arrepentimiento. La penitencia aparece descrita en el libro segundo de los Reyes, c.12. David ha pecado gravîsimamente, y ‘Ίο que habia hecho David fué desagradable a los ojos de Yavé” (2 Reg. 11,27). A. La parâbola del profeta Natân y el examen de conciencia. El profeta Natân se le présenta y narra una parâbola. Cuando David la oye, se indigna y clama: £Quién es ese que tail cosa ha hecho? En­ fonces Natân le sefiala y dice: “Τύ eres ese hom­ bre. He aqui lo que dice Yavé... Yo te ungi rey... y te libré de las manos de Saùl. ^Cômo, pues, menospreciando a Yavé, has hecho lo que es malo a sus ojos?... Por eso no se apartarâ ya de tu casa la espada...” (2 Reg. 12,5-11). Es el examen de conciencia, que en este caso le hace el pro- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 591 EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. feta al rey. El primer paso necesario de la penitencia es conocernos a nosotros mismos y sabernos pecadores, amagados por la ira de Dios. El verdadero arrepentimiento. David se arrepiente en el momento y cae de rodillas ante aquel hombre aparentemente humilde y dice: “He pecado contra Yavé” (ibid., 13). Esta confesiôn de David implica tres actos: el arrepentimiento, el confesarse pecador ante Dios, devolviéndole su lit honor, y el propôsito de la erimienda. El verda­ dero arrepentimiento incluye los otros dos actos. Este arrepentimiento esencial en la penitencia es necesario. La Sagrada Escritura lo exige (cf. Galfi, sec.IV p.457, B, a). La tradiciôn de la Iglesia catôlica, aunque dulcificada en nuestros tiempos en su disciplina exterior, lo ha exigido siem­ pre. La razôn abunda en argumentos. No se pue­ de reparar la injuria sin arrepentirse de ella (cf. Galtier, sec.IV p.458, b y C, y Palmieri, ibid., p.45&-461). El perdôn inmediato. Oida la qpnfesiôn de David, el profeta le anunciô: “Yavé te ha perdonado tu pecado. No morirâs” (ibid., 13). El perdôn es in­ mediato. Dios se asemeja a aquel rey que perdono la ingente suma en cuanto viô a su siervo de ro­ dillas ante él (Mt. 18,26-27). Sin embargo..., “el hijo que te ha nacido morirâ” (2 Reg. 12,14). Las penas temporales. Perdonado el pecado, Dios se reserva el derecho de imponer penas tempora­ les en castigo de él, y que habrân de pagarse en esta o en la otra vida. A David se le anunciô, como castigo, la muerte de su hijo. A nosotros, a mâs de las que Dios nos envie en este mundo, quizâ sin que lo sepamos, nos queda el purgatorio. Sin embargo, si queremos compensar a Dios por este remanente de deuda y evitar el purgatorio, podemos hacer penitencia en esta vida. Este es el objeto de la que se impone en la confesiôn. BIN 16 El dogma y la historia de las indulgencias ' I. El dogma. El castigo del pecado. El pecado consiste en apartarse de Dios por escoger viciosamente una criatura. Al desacato cometido contra la Divinidad le corresponde un castigo etemo en el infierno; a la conversion viciosa a la criatura, un castigo menoi y temporal, cual le corresponde' también al pecado venial, en el que no se da la aversion a Dios. La pena temporal. Cuando el sacerdote absuelve, queda perdonada instantâneamente la pena eterna del infierno, pero generalmente no desaparec toda la temporal, pues ello depende de la disposiciôn del penitente y de que no quede en él ninguna in­ clination pecaminosa g. las criaturas, siquiera no llegue a constituir falta mortal. c. i Como pagar esa pena ? Las deudas se pagan o del peculio propio o del ajeno, si nos regalan lo suficiente. Esta pena temporal podemos pagarla de estas dos maneras: a) Se paga con peculio propio hacienda penitencia vo­ luntaria en esta vida o sufriendo el purgatorio en la otra. b) Pero se puede pagar también tornando lo necesario del tesoro de la. Iglesia. D. La Iglesia, depositaria de los méritos de Cristo. La Iglesia es depoeitaria y administra dora, instituida por Cristo, de los méritos del Senor, que por ser infinitos se sobran para pagar cuantas penas puedan merecer los hombres. A estos mé­ ritos se anaden los superabundantes de Maria Santisima y de los santos, que por haberles sobrado se han unido, como los de San Pablo, a los de Cristo, en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglcsia (Col. 1,24). La Iglesia administra este tesoro para compensar las penas. La Iglesia tiene poder para administrar este tesoro y aplicarnos los méritos suficientes en compensation de la pena que debemos. Lo hace por medio de las indulgencias, esto es, concedien1 He aqui una simple cuestiôn teolôgica que diô ocasiôn al incendio protes­ tante. Sin embargo, no es sino la ultima consecuencia de lu generosidad del rey en perdonar la deuda (Mt. 18,27). • EL PERDON DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. do a todos los que ejecuten en las debidas condi­ ciones algùn acto piadoso que ella determine la aplicaciôn de los méritos de su tesoro, necesarios para obtener el perdôn de una pena que también ella indica. Es el ùltimo rio de perdôn, que brota del costado de Cristo, agua a la que debemos acer­ ca r nuestros labios âvida y respetuosamente. Π. La historia. Los datos mâs antiguos. Los datos ciertos y mâs antiguos nos vienen dei siglo HI. Después de la persecuciôn de Decio, numerosos apostatas pedian el reingreso en la Iglesia, pero para ello tenian que someterse a una durisima penitencia pûblica. Entonces recurrian a pedir cédulas de recomendaciôn a los mârtires que no habian rnuerto en los tormentos, y los obispos comenzaron a dispen­ saries de la tal penitencia en atenciôn a los méri­ tos de los mârtires, pero entendiendo que no dispensaban sôlo de la penitencia exterior, sino de lo que Dios les hubiera perdonado de purgatorio, en el caso de haberse sometido a aquella disciplina de que eran dispensados. generaliza el uso de las indulgencias. En lu Edad Media continué esta costumbre de rebafar la pena, generalmente a los que acudian en pere­ grination a Roma. b) Durante esta e'poca, los teôlogos cxplicaron la doctri­ na en la forma que la hemos expuesto, y poco a poco fué generalizândose mâs su uso, hasta que el concilio de Trento, debido a la rcvuelta protestante contra las indulgencias, determino elaramente su sentido y forma. e) Jl· .·· » ' i. La forma actual. Nosotros eonservamos todavia una formula que recuerda la antigua disciplina penitencial, pues cuando una oraciôn aparece con indulgencia por cinco anos, por ejemplo, no es que perdone cinco anos de purgatorio quién sabe el tiempo por el que Dios condena a sus aimas?), sino el tiempo de purgatorio que Dios hubiera remitido en el caso de que se cumplan "cinco anos de penitencia canonica. SEC. 8. GOTONES HOMÎLÉTÏCOS 593 Prâctica de las indulgencias ‘ L £ Quién concede las indulgencias? A. Cuando se hubo formado en Egipto aquel inmen­ so depôsito de trigo durante los aîios de abundan cia, solo pudo disponer de él José, a quien el Faraôn habia otorgado la administraciôn (Gen. 411,48-49). B. Cristo nuestro Senor ha concedido la administra­ ciôn del tesoro de la Iglesia a los jefes de ésta. Sôlo el Papa y aquellos en quienes haya delegado pueden, por lo tanto, concéder indulgencias. El Romano Pontifice puede concederlas sin limite; los obispos conceden cien dias, y los arzobispos, trescientos. il. $A quién se concede el lucro de las indulgencias? A. El tesoro de la Iglesia esta constituido para los que pertenecen a ella. Por lo tanto, ni los no bautizados ni dos excomulgados pueden ganar indulgencia alguna. B. Ademâs de esto, la indulgencia solo sirve para perdonar la pena temporal a aquellos que no estén sujetos a la eterna. Por lo tanto, para lucrarla se necesita vivir en estado de gracia, por lo menos en el momento de cump'lir el ùltimo de los actos requeridos, que es cuando se gana la indul­ gencia (can.925). C. Pero dentro de este Cuerpo mistico de la Iglesia tenemos unos hermanos que sufren sin poder ayudarse en nada ellos a si mismos. Son las almas del purgatorio. La reversibilidad de los méritos llega hasta ellos, y del mismo modo que los de Cnsto me aproveehan a mi, yo puedo ser el conducto para que lleguen hasta aquel lugar de pena. D. Las indulgencias pueden ser por los vivos, en cuyo caso sôlo aproveehan al que las lucra, y pue­ den ser aplicables a dos difuntos, y entonces el que ejecuta la obra indulgenciada cede su premio a las almas dei purgatorio. IH. fiCômo se lucran? A. En general, practicando la obra preceptuada con intenciôn de lucrar indulgencia. 1 En esta instrucciôn sobre la prâctica «le las indulgencias nos limitaremos a c-xponer quién las puede concéder, a quiénes y en qué forma. EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS B. Es necesario ejecutar la obra compléta, aun cuan. do, si se omite una parte minima (menos de la quinta parte), no por ello déjà de ganarse la in­ dulgentia. Si se pide la -eonfesiôn y comuniôn en determinado dia, aquéila puede hacerse ocho dias antes o después, y ésta la vispera o dentro de la octava. Las personas que se confiesen cada quin­ ce dias no tienen por qué preocuparse de la confesiôn, a no ser que se trate de un jubileo. C. Ademâs de ello es necesario tener alguna inten­ tion, por lo menos general, de ganar las indul­ gentias, por lo cual se recomienda renovar esta intention todos los dias. D. Las indulgentias plenarias y algunas otras suelen eoncederse con la condition de que se rece al­ guna oration por Su Santidad. Esta oration ha de ser vocal y no mental. Puede ser simplemente un padrenuestro y un avemaria. IV. Division de las indulgencia-s. No hemos hablado toda­ via de las indulgentius plenarias y partiales. A. La terminologia de la Iglesia suele ser la de con­ céder indulgentias por determinado tiempo, pero a veces la indulgentia es plenaria, lo cual quiere decir que la Iglesia concede de su tesoro tanto cuanto haga falta para que se perdone la pena temporal que debemos. B. No es fâcil ganar la plenitud de estas indulgen­ tias, porque para ello se requiere que no conservemos afecto alguno al pecado venial, pues de lo contrario quedaria sin remitir, por lo menos, la pena correspondiente a ese afecto. Dedùzcase de ahi la necesidad de prepararse bien para ganar las indulgentias, amén de lo absurdo de ciertas prâcticas a las que' acompana la indication de que con esa oration “se saca anima”. 18 La obligaciôn de denunciar I. El espiritu cristiano de la delation. A. Los criados, cuando vieron el modo de compor tarse su compafiero, se entristecieron y acudieron a denunciar el caso al rey (Mt. 18,31). Se predica muy poco sobre la obligation de dénun- 595 ciar, y realmente, por la dificultad que encierra, merece estudiarse la doctrina sobre este punto. B. El delator es un personaje abyecto y mal visto. Pero es el delator rastrero, que procede por es­ piritu de odio, de venganza, de hacer el mal o de buscar su provecho propio. C. La delation de que hablamos es muy otra. Es la que ordena el Senor que se lleve a cabo cuando ha fracasado la correction fratema (Mt. 18,17) : “Co• municalo a la Iglesia”. Es la que impone San Ig­ nacio en sus Constitutiones (cf. San Ignacio y el P. Rodrîguez, en la sec.V p.485, a y b). Π. La delation cristiana se hace por amor y con amor. La diferencia entre una y otra es que esta segunda se hace por amor y con amor. A. Por amor. a) Por amor al bien comûn. El pecador puede represen­ tor un peligro para la sociedad o la comunidad. El no denunciarlo es cobardia, comodidad o caridad mal entendida. Muchos males del Estado se remediarian si los ciudadanos fueran gallardamente conscientes de sus obligaciones y derechos. En cambio, se refugian en la murmuraciôn, muchas veces calumniosa y siem­ pre perjudicial. En las comunidades, a veces, quien no se atreve a denunciar a la autoridad, comunica a otros los pecados que ha visto o conoce. b) Por amor al bien de un inocente, al que se debe librar de un perjuicio grave que puede sobrevenirle. c> Por amor al mismo pecador, cuya conversiôn debe b-uscarse, encargando de ella al superior. No se denuntia al juez, sino al padre. Si existe# estas peligros y se espera prudentemente remediarlos o no hay otra per­ sona que lo haga, la obligaciôn de denunciar puede ser grave. B. Con amor. Al mismo denunciado, cuyo bien se debe 'buscar siempre. Inoluso si la denuncia ha de acarrearle castigos graves, debe sentirse amor y compas!on hacia él. Con este amor se evitan los denunciantes de fruslerias. La denuncia airada e insistente, como si no fuera el superior el encargado de poner remedio, se asemeja a la de Jonâs (Ion. 4,l-ill), que se quejaba de que Dios no castigase a Ninive arrepentida. La denuncia, en suma, ha de ir encaminada al propio bien. € Kl PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. SEC. 8. GtJlONES HOMII.ÊTICOS SERIE IV: DE ACTUAL1DAD SOCIAL 19 Los grandes pecados colectivos: el odio formai a Dios • \ I. Pecados colectivos. Hay pecados individuates y peca­ dos colectivos. A. En sentido impropio, podemos llamar colectivo a un pecado que habitualmente comete una gran parte de la colectividad en su vida de relaciôn ju­ ridica y que tiene consecuencias directas en la vida pûblica del pueblo. Diriamos que hay peca­ do colectivo cuando peca la conciencia pûblica. B. En sentido mâs propio, existe el pecado colectivo cuando se comete por los représentantes de la comunidad, como taies, de una manera oficial y formai. II. El odio a Dios. A. Nuestra época ha conocido el pecado colectivo mâs grave de la historia: el odio oficial del Estado a Dios, la guerra a Dios, detiarada personalmente por un poder de la tierra; el odio a la idea de Dios. No al Dios de los cristianos, sino a Dios. El ateismo como programa social y politico. B. Juliano el Apostata es un tipo ciertamente nefan­ do, pero era un hombre arreligioso; no declaraba la guerra a Dios como tal; al contrario, alardeaba de espiritu sacerdotal y tomaba parte personal­ mente en los sacrificios a Dios. No odiaba a Dios: odiaba a Cristo. C. Modernamente hemos conocido el odio directo y formai a la idea de Dios. Doctrina teolôgica. Es el pecado mâs grave. Es el "mysterium iniquitatis" (2 Thés. 2,7-12). Profecia de Donoso. Donoso profetizô que llegaria este momento en la Historia, y caracterizô este peca­ do perfectamente: A. Habia de una teologia satânica q’ue encarnaria en plebeyos de satânica grandeza: “El socialismo no es fuerte sino porque es una teologia satânica. Las escuelas socialistas, por lo que tienen de teolôgi- 597 cas, prevalecerân sobre la liberal, por le que ésta tiene de antiteolôgica y de escéptica, y por lo que tienen de satânicas sucumbirân ante la escuela catôlica, que es a un mismo tiempo teolôgica y di­ vina” (cf. Donoso Cortés, “Ensayo sobre el catolicismo, el libéralisme y el socialismo” c.8: BAC, “Obras completas” t.2 p.446). B. Tendria una primera personification historica en Rusia: “Cuando en Europa no haya ejértitos per­ manentes, habiendo sido disueltos por la revolu­ tion; cuando en el oriente de Europa se haya verificado la gran confederation de los pueblos eslavones; cuando en el Occidente no haya mâs que dos grandes ejértitos, el ejército de los despojados y e'1 ejército de los despojadores, entonces... sonarâ en el reloj de los tiempos la hora de Rusia; entonces Rusia podrâ pasearse tranquila, arma al brazo, por nuestra patria...” (cf. Dono­ so Cortés, “Discurso sobre Europa”: BAC, ibid., t.2 p.311). C. Cuando llegare este momento desaparecerian las escuelas sociales intermedias: las liberales. En el campo quedarian solos: de una parte, Dios; de otra parte, el pueblo sin Dios. “La escuela libe­ ral, enemiga a un mismo tiempo de las tinieblas y de la luz, ha escogido para si no sé qué crepuscu­ lo incierto entre las regiones luminosas y las opa­ cas, entre las sombras eternas y las divinas au­ roras. Puesta en esa region sin nombre, ha acometido la empresa de gobernar sin pueblo y sin Dios; empresa extravagante e imposible. Sus dias estân contados, porque por un punto dei horizonte asoma Dios y por otro asoma el pueblo. Nadie sabrâ decir donde estâ en el tremendo dia de la batalla y euando el campo todo esté lleno con las falanges catôlicas y las falanges socialistas* (cf. , Donoso Cortés, “Ensayo sobre el catolitismo, el liberalismo y el socialismo” c.8: BAC, ibid., t.2 p. 448-449). V. Confirmaciôn de la profecia. El odio contra Dios proclamado por Lenin y Stalin ha cristalizado en manifestaciones practices : Se educa en él a la juventud en Rusia. B. Se déclara el odio a la Iglesia: “La Iglesia del silentio”. C. Se proclama el odio al Pontifice como représen­ tante de Dios en la tierra. k · . ·-» * A·**’ EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. D. Se odia a Espafia como personificaciôn, en cuan­ to Estado publico, de la doctrina opuesta. E. Se profesa odio, en siima, a la llamada “civilizatiôn occidental”. VI. Denuncias de los pontifices. Los Papas han denunciado el mal. A. La incompatibilidad entre un socialismo verdadero socialismo, esto es, doctrina materialista, y cristianismo, fué denunciada por Pio XI en la “Quadragesimo Anno” (cf. sec.VI p.524,8). B. La descripciôn y denuncia del comunismo en su aspecto teolôgico y filosôfico 'ha sido hecha en la “Oharitate Christi compulsi” y en la “Divini Re­ demptoris” (cf. sec.VI p.522, b, 1 y 523, 2-5). VII. Precision de conceptos. Conviene orienter mucho al pueblo sobre la esencia del error comunista, incom­ patible con la doctrina catolica. La Iglesia condena el comunismo materialista, que niega la espiritualidad del aima y la existencia de Dios (cf. ibid., p.523,6 y 524,7). La critica hecha por autores del actual régimen econômico y social coinciden en algunos aspectos con la doctrina catolica. Ahi existe una parte de verdad (cf. ibid., p.524,8). En las soluciones econômicas, juridicas y hasta politicas de la doctrina comunista o Estado comunista se dan puntos que pueden ser discutibles y que pertenecen a un orden prudencial de libre opinion (cf. ibid., 8). Se debe dfstinguir muy bien entre Rusia naciôn y Rusia pueblo y el espiritu o la doctrina de los amos de Rusia en un momento dado de la historia. VIII. La guerre pria actual. EU mundo vive actualmente la Hamada guerra fria. En terminos generales, estâ declarada entre Rusia y las potencias occidentales, inchiida Ame­ rica. Hay que distinguir el aspecto militar y el as­ pecto espiritual. En el aspecto militar, mientras Rusia encame las ideas comunistas y pretenda difundirlas e imponerlas, serâ un enemigo de la ci· vilizaciôn cristiana. Parece un deber cooperar a una acciôn conjunta que conjure ese peligro den­ tro de las leyes de la guerra justa. SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 599 IX. El enemigo espiritual. Mas el enemigo mâs grave serâ siempre el espiritual. — A. Destruida la potencia militar de R-usia, puede producirse un verdadero fenômeno de septicemia comunista en las potencias vencedoras. B. No hay que fiar demasiado en las armas mate­ riales. El mundo debe organizarse para el triunfo espiritual. C. Las consecuencias supremas en este orden las ha dado ya el que es Cabeza del mundo espiritual, el Romano Pontifice. D. Espafia puede tener una gran misiôn que llenar en ambas guerras, pero especialmente su influencia puede ser definitiva en el orden espiritual. X. El deber de los catôlicos. Los catôlicos deben luchar, pues: Por la oraciôn a Dios. “Para todos los hombres pidase la paz; pero especialmente para aquellos que en las naciones tienen las graves responsabilidadas del gobierno” (cï. Pio XI, “Charitate Christi compulsi” n.12-15; Col. Enc., p.638 ss). Por la propaganda de la verdad trente a la difusiôn del error. C. Por la organizaciôn de tipo cristiano trente a la organizaciôn comunista materialista. Por la prâctica de la doctrina social de la Igles’a, demostrando con ello que caben soluciones de paz y de justicia sin guerras ni revoluciones tisi­ cas y dentro de una conception cristiana de la vida. Por la organization cristiana de la sociedad y del Estado, ofreciendo al mundo el modelo, que todavia no conoce, de una colectividad nacional que vive plenamente la doctrina del Evangelio. Espafia puede tener una gran misiôn que llenar en este terreno. Por la prâctica ardiente de la caridad en obras y en palabras con amigos y con enemigos, siempre dispuestos, abierto el corazôn, a estrechar entre nuestros brazos al enemigo convencido y arrepentido. XI. Resumen. Hay que oponer: K. Al error, la verdad. B. A una organizaciôn, otra organization. C. A la lucha de clases, la organizaciôn y armonia de las clases. SEC. 8. GUIONKS HOMILÉTICOS 601 EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DES1*. PENT. D. Al odio, el amor y la caridad. E. A los gritos blasfemos, la oraciôn, las sûplicas, las alabanzas a Dios Nuestro Senor. D. La diso'lucion de la autoridad fâcilmente con­ duce a la anarquia (cf. ibid., p.528,2 y 529,3). E. Por reaccion se produce la concentracion de po­ deres en la autoridad sin freno moral y religioso : dictadura, dcspotismo, tiranïa. La historia anti­ gua y moderna confirma este proceso lôgico. IV. Moral y derecho. A. Los principios. Destruido el fundamento de la moral, se quita la base del derecho. b) Negation, por lanto, de la existencia del derecho na­ tural. El derecho es un producto social. a) Pecados pûblicos: deismo y laicismo I. Los pecados pûblicos. Principios falsos o costumbrcs viciosas que im· peran en la vida pûblica de una sociedad. Puêden los principios estar formulados juridica y solemnemente en constituciones o côdigos o programas politicos. Pueden enoarnar en un régimen, o en un gobierno, o en un hombre. deismo. Principios. B. Las derivaciones. a) Triunfo de la moral utilitaria (cf. ibid., p.529,5). b) Organization de los intereses con espiritu egoista de India (cf. ibid., 6). c) Lucha de closes y de grupos sociales entre si (cf. ibid., 7). d) Economia sin moral. e) Education laica en las escudos publicas. C. Ultima consecuccicia. a) El Es.tado omnipotente. b) Por otra via se incurre en panteismo de Estado. Sacrificio de derechos individualcs y familiares al Es­ tado. d) Autoridad ilimitada y desconocimiento de las libertadcs individualcs. a) No niega la existencia de Dios, pero le incomunica con la vida social (cf. sec.VI p.528, d, 1). b) Prcscinde de Dios en la ordenaciôn juridica de la so­ ciedad (cf. ibid., 2). C) Es un ateismo prâctico. Se idenlifica, de hecho, con el laicismo. Consecuencias. La causa eficiente y la causa final de la sociedad estâ fuera de la sociedad (cf. ibid., 1). b) Autoridad y obediencia: 1. Quita el fundamento divino a la autoridad (cf. ibid., 2). 2. La Iglesia ensena que la autoridad viene de Dios (cf. ibid., p.530,8). 3. El cristiano obedece a Dios (cf. ibid., 9). 4. Estos errores rebajan la dignidad de la obedien­ cia. No se obedece a Dios, sino al hombre. Se obedece por lo que se terne o por lo que se espe­ ra. Es una obediencia servil (cf. ibid., 11). n) HI. Despotismo y demagogic. A. Niega el origen divino de la autoridad, y, por consiguicnte, toda la autoridad procede, en su ori­ gen, del hombre (cf. ibid., p.529,3). E. El ’ndividuo es la ûnica fuente de autoridad, y el mando se conflere a la mayoria (cf. ibid., p.529,4). C. Para el radicalisme democrâtico, la soberania estâ en la masa (cf. ibid., 4). Pecados pùblicos: nacionalismo radical o panteismo de Estado I. Negation de Dios. A. Otro pecado pûblico de nuestros dïas contra la fe en Dios es la negation del Dios verdadero. B. No es la profesiôn dei odio a Dios. Por tanto, es pecado menos grave que el anterior. Pero es gravisimo, sin embargo, en si y en sus consecuencias. C. Encarnô este error en el racismo o nacionalismo radical alemân y fué expuesto y condenado por la Iglesia en la enciclica “Mit brennender sorge”, de Pio XI (14 de marzo de 1937). En dicha enciclica inspiramos nuestras ideas. Π. No son creyentes en Dios... Los que empleen el nombre de Dios solo retôrieamente, sin unir esta venerada palabra a una EL PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. 602 A SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS notion digna de Dios (cf. sec.VI p.525, c, 1, l.°). B. Los que lo emplean con indeterminaciôn panteistica, identificando a Dios con el Universo, materializando a Dios en el mundo o deificando al mun­ do en Dios (cf. ibid., 2.°). Los que suplen a Dios por el hado sombrio e im­ personal, segûn una pretendida conception precristiana del antiguo germanisme (cf. ibid., 3.°). Quien diviniza a la raza, al pueblo, al Estado 0 a una forma determinada del mismo (of. ibid., 4.°). HI. Ateismo prâctico. Todas estas conceptiones de Dios encierran una verdadera negation del Dios cristiano (cf. ibid., 2). Religion national. Consecuencia de la deification del Estado es el crear un Dios national y hablar, por tanto, de una religion national, destruyendo la grandeza de Dios (cf. ibid.). Conceptos religiosos adidterados. Fruto de esta con­ ception religiosa es la adulteration de los fundamen­ tales conceptos religiosos. Diriamos que se elabora una falsa y pobre teologia que es la ciencia del Dios pante isticο o racial. Y asi, por ejemplo: Revelation. tLa rcvelaciôn, en sentido cristiano, es la palabra de Dios a los hombres* (cf. ibid., p.526,8,1.0). b) En la nueva religion son las sugestiones «.que provienen de la sangre y de la raza, o las irradiationes de la historia de un pueblo* (cf. ibid.). a) Confianza. La confianza es una virtud cristiana que nos da la seguridad de que Dios Nuestro Sefior nos proportionarà los medios ncccsarios para alcanzar la gloria. Es virtud rclacionada y supeditada a la esperanza. b) La confianza panteistica es sla risueûa y altiva seguridad en el parvenir del propio puoblo o de la propia raza* (cf. ibid., p.527,8,2.0). a) Inmortalidad. La inmortalidad cristiana nos dice que el aima no mucre y que el cuerpo resucitard y se unird al aima para gozar de una vida inmortal, ya de gloria, ya de pena. b) La inmortalidad racista quiere expresar la sobrevivcncia colcctiva del espiritu del propio pueblo a través de los siglos (cf. ibid., 8,3.°). a) Gracia. a) tLa gracia, en sentido lato, es todo lo que deriva a la criatura del Creador». tLa gracia, en el sentido propio cristiano de la palabra, comprende solamente b) 603 los dones gratuitos sobrenaturales det amor divino, la dignaciôn y la obra por la que Dios eleva al hombre a aquella intima comuniôn de vida que se llama en cl Nuevo Testamento filiaciôn de Diost. Ta gracia racista es una pretendida peculiaridad del carâcter de un pueblo; es una exaltaciôn de los dones de la naturaleza de una raza. Tal concepto de la gra­ cia es tuna abierta declaration de guerra a una ver­ dad fundamental del cristianismo» (cf. ibid., 8,4.°). VI. Negation de las virtudes teologales. Las virtudes teo­ logales del racismo son una deformation monstruosa caricaturesca de las virtudes teologales del cristianismo. La fe nacionalista se presta a la propia raza divinizada. La esperanza se basa en las virtudes y excelencias del propio pueblo. C. La caridad es una estrecha caridad de patria, a la que se quiere dar un cierto valor absoluto, que lleva en si necesariamente la negation de la caridad universal y hasta un principio de divi­ sion entre los pueblos y las razas y, por lo tanto, un principio de guerra latente. vn. virtud de la humildad. Caracteristico del espiritu racista es el desprecio a la virtud de la humildad. Y en esto muestra el racismo su parentesco con las peores formas del paganismo. Los paganos no conotieron la virtud de la humil­ dad. La virtud de la humildad es cristiana. Es hija del conotimiento de la excelencia de Dios Nuestro Senor y de nuestra miseria. c. La exaltation radical de las propias virtudes, aunque se atenûe la jactantia, llamândolas virtu­ des de raza, pide como consecuencia necesaria el desprecio, como cosa vil, de la virtud de la humil­ dad cristiana. “Al mostrar neciamente la humildad cristiana como vileza y mezquindad, la repugnan­ te soberbia de estos innovadores no consigne mâs que hacerse ella misma ridicula” (cf. Pio XI, “Mit brennender sorge” n.25: Col. Enc., p.339). Ruina de la moral. A. Bien se advierte que la falsa doctrina que expo­ nemos ha destruido los fundamentos de la moral. El nationalismo radical es incompatible con la moral universal. B. La moral se basa en opiniones humanas, subje- e■ PERDÔN DE LAS OFENSAS. 21 DESP. PENT. tivas y mudables y, ademâs, en conveniencias de pueblo, de raza o de Estado. El racismo conduce a una’ disolvente moral utilitaria. He aqui su formula: “es licito todo lo que es ùtil a la na­ ciôn” (cf. ibid., n.27: Col. Enc., p.340-341). IX Negation del derecho. Estos principios arrancan los fundamento del derecho natural, “iiripreso por el' dedo mismo del Creador en las tablas del humano COrazon" (cf. ibid., n.28: Col. Enc., p.341), X. Restauration de la jerarquia de valores. A. El nacionalismo radical no se ha presentado en ningiin pais con el vigor con que se presentô en Alemania. B. Sin embargo, hay una tendencia difusa, de tipo nacionalista, que se manifiesta incluso en naciones cristianas. La influenda de Alemania ha sido gran­ de en el mundo. C. Los conceptos de patria, de naciôn, de raza, se han desorbitado en pueblos de raigambre catôlica. A ve­ ces se emplea un lenguaje que se presta, por lo menos, a confusiones. D. Importa muchisimo el precisar bien la jerarquia de los valores y el hablar, aunque se hable oratoriamente, con precision, evitando el que ciertas licencias retôricas puedan tener consecuencias peligrosas en el orden de los principios. Son valores absolutos: 1. Dios. 2. Jesucristo, sin cuyo conocimiento la misma idea de Dios se nubia y borra y desaparece de la men­ te del hombre. 3- La Iglesia, de fines sobrenaturales y eternos, fundada por Jesucristo. 4· La verdad, la moral y el derecho natural, que estân por encima de todas las razas, de todas las naciones, de todas las patrias y de todos los estados. b) sou conceptos relativos, temporales, histôricos, pro­ ductos inmediatos de la actividad humana: i. Los de sociedad. 2 Estado. 3. Naciôn y patria. c) La doctrina catôlica no sôlo no los condena, sino que los enlaza y ordena al mismo orden sobrenatural. Tic· nen un fundamento legitimo y ordenado en la natu­ raleza humana. d) Y pueden ser excelentes servidores de los conceptos absolutos anteriormente expuestos: el derecho, la justicia, la verdad, la moral, la Iglesia, Cristo, Dios. f· ·· · Domingo XXII despues de Pentecostes TEXTOS SAGRADOS SECC10N l. I. EPISTOLA (Phil, i,6-n) 6 Confidens hoc ipsum, quia qui coepit in vobis opus bonum, perficiet usque in diem Christi lesu. 7 Sicut est mihl lustum hoc sentire pro omnibus vobls: eo quod habeam vos in corde, et in vinculis meis, et in defensio­ ne, et confirmatione Evangel ii, socios gaudii mei omnes vos esse. 8 Testis enim mihi est Deus, quomodo cupiam omnes vos in visceribus lesu Christi. 9 Et hoc oro ut cha^itas ves­ tra magis ac magis abundet in scientia, et in omni sensu: 10 ut probetis potiora, ut si­ tis sinceri, et sine offensa in diem Christi, 11 repleti fructu iustitlae per lesuni Christum, in gloriam et laudem Dei. II. Cierto de que el que comenzo en vosotros la buena obra, la llevarâ *a cabo hasta el dia de Cris­ to Jesûs. 7 Asi es justo que sienta de todos vosotros, pues os llevo en el corazon; y en mis prisiones, en mi defensa, y en la confirmacion dei Evangelio, sois todos vosotros participantes de mi gracia. 8 Testigo me es Dios de cuânto os amo a todos en las entranas de Cristo Jesûs. 9 Y por esto ruego que Vuestra caridad crezca mas y mâs en conocimiento y en toda discreciôn, 10 para que sepâis dîscernir lo mejor y seâis puros e irreprensibles para el dïa de Cristo, 11llenos de frutos de justicia por Jesucristo, para gloria· y alabanza de Dios. 6 EVANGELIC (ML 32,15-21) 15 Tunc abeuntes pharlsaei, consilium inierunt ut caperent eum in sermone. 16 Et rwittunt ei discipulos suos cum Herodianis dicentes: Magister, scimus quia verax es, et viam Dei in veritate doces, et non est tibi cura de aliquo: non enim respicis personam ho­ minum: 17 dic ergo nobis quid tibi videtur, licet censum dare Cae­ sari, an non? 15 Enfonces se retiraron los fariseos y celebraron consejo so­ MÎT bre cômo lo cogerian en alguna cosa. 16 Enviâronle discipulos suyos con herodianos para decirle: Maes­ tro, sabemos que eres sincero, y que con verdad enscfias el cami­ no de Dios sin darte cuidado de nadie, y que no tienes acepciôn de personas. 17 Dinos, pues, tu parecer : i Es licito pagar tributo al César o no ? * L- SEC. 60S I. TEXTOS SAGRADOS 609 Et TRIBUTO AI. CÉSAR. 22 DESP. PENT. 18 Jesûs, conociendo su malicia, dijo: i Por Qué me tentâis, hipôcritas? 19 Mostradmc la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. 20 El les preguntô: i De quién es esa imagen y esa inscripciôn? 21 Le contestaron: Del César. Di joies entonces: Pues dad al Cé­ sar lo que es dei César y a Dios lo que es de Dios. 18 Cognita autem lesus ne­ quitia eorum, ait: Quid me tenlatLs hypocritae? 19 Ostendito mihi numisma census. At illi obtulerunt cl de­ narium. 20 Et ait illis lesus: Cuius e-st imago haec, et superscrip­ tio? 21 Dicunt ei: Caesaris. Tunc ait illis: Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo. TEXTOS CONCORDANTES A) clpis personum, .sed viam Del jn veritate doces: & licet nobis tributum dare Caesuri, an non? 23. Considerans autem dolum Illorum, dixit ad eos: Quid me lentatis? · 24 Ostendite mihi denarium: Culus habet imaginem et in­ scriptionem? Respondentes di­ xerunt el: Caesaris. 25 Et ait iliis: Reddite ergo quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo. 26 Et non potuerunt verbum eius reprehendere coram plebe: et mirati in responso eius, ta­ cuerunt. miramientos, sino que ensenas segûn verdad los caminos de Dios. 22 4 Nos cs licito a nosotros pa­ gar tributo al César o no? 23 Viendo El su falsia, les dijo: 24 Mostradmc un denario. ^De quién es la efigié y la inscription que tiene? Dijeron: Del Cesar. 25 Y El les respondiô : Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. 26. No pudiendo cogerle por nada delante del pueblo y maravillados de su respuesta, callaron. Mc. 12,13-17 13 Le enviaron algunos de los fariseos y herodianos para cogerle en una trampa. 14Llegados, le dijeron: Maes­ tro, sabemos que eres sincero, que no te da cuidado de nadie, pues no tienes re spews humanos, sino que enseüas segûn verdad el ca­ mino de Dios: i Es licito pagar el iirr tributo al César o no? iDebemos Hli pagar o no debemos pagar? 15 El,31 conociendo su hipocresia, les dijo: iPor qué me tentais? Traedme un denario que lo vea. 16 Se lo trajeron y les dijo: ;De quién es esta imagen y esta inscripciôn? Ellos dijeron: Del Cé­ sar. 17 Jesûs replico: Dad, pues, a1 César lo que es dei César y ? Dios lo que es de Dios. Y se ad­ miraron de El. 20 Quedândose al acecho, enviaron espias, que presentaron como varones justos, para cogcrlo en algo, de manera que pudieran entregarle a la autoridad y poder dei gobernador. 21 Le preguntaron diciendo: h rr Maestro, sabemos que habias y ensefias con rectitud y no tienes 13 Et mittunt ad eum quos­ dam ex Pharisaeis, et Herodianis, ut eum caperent in verbo. 14 Qui venientes dicunt ei: Magister, scimus quia verax es, et non curas quemquam: nec enim vides in faciem hominum, sed in veritate viam Del doces. Licet dari tributum Caesari, an non dabimus? 15 Qui sciens versutiam illo­ rum, ait illis: Quid me tenta­ tis? afferte mihi denarium ut videam. 1β At illi attulerunt ei. Et ait illis: Cuius est imago haec, et inscriptio? Dicunt ei: Caesaris. 17 Respondens autem lesus dixit illis: Reddite igitur quae sunt Caesaris, Caesari: et quae sunt Dei, Deo. Et mirabantur super eo. 20 Et observantes miserunt insidiatores, qui se iustos si­ mularent, ut caperent eum in sermone, ut trah-erent ilium principatui, et potestati praesidis. 21 Et interrogaverunt ©uni dicentes: Magister, scimus quia recte dicis et doces: et non ac- IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA RELACIONADOS CON EL PASAJE EVANGELICO A) De quién es esa imagen...?” El hombre, imagen de Dios 26 Et ait; Faciamus homi26 Dijose entonces Dios: Hanem ad imaginem et similitu­ gamos al hombre a nuestra ima­ dinem nostram... 27 Et creavit Deus hominem ad imaginem suam: ad imagi­ nem Dei creavit illum, mascu­ lum et feminam creavit eos (Gen. 1,26-27). gen y a nuestra semejanza... 27 Y creo Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creô, y los creô macho y hembna. Hic est liber generationis Adam. In die qua creavit Deus hominem, ad similitudinem Dei fecit illuni (Gen. 5,1). Este es el libro de las generaciones de Adân. Cuando creo Dios al hombre, lo hizo a imagen de Dios. Quicumque effuderit huma­ num sanguinem fundetur san­ guis illius : ad imaginem quippe Del factus est homo (Gen. 9,6). El que derramare la sangre hu­ mana por mano de hombre, serâ derramada la suya; porque el hom­ bre ha sido hecho a imagen de Dios. Quoniam Deus creavit homi­ nem inexterminabilem, et ad imaginem similitudinis suae fe­ cit ilium (Sap. 2,23). Porque Dios creô al hombre pa­ ra la inmortalidad y le hizo a imagon de su naturaleza. Beus creavit de terra honiiet secundum imaginem suam fecit illum (Eccli. 17.1). El Sefior formo al hombre de la tierra y le hizo a su imagen. Lî palabra de C. S 610 EI. TRIBI'TO U. CÉSAR. 22 DESP. PENT. b) El cristiano, imagen de Cristo Porque a los que de antes conociô, a esos les predestine a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que ésto sea el primo­ genito entre muchos hermanos. Nam quos praescivit, et prae­ destinavit conformes fieri ima­ ginis Filii sui, ut sit ipse prlmogenltus In multis fratribus (Rom. 8,29f. Y como llevamos la imagen del terreno, llevamos también la ima­ gen del celestial. Igitur, sicut portavimus ima­ ginem terreni, portemus et ima­ ginem caelestis (1 Cor. 15,49). Y vestios del nuevo, que sin cé­ sar se renueva para legrar el per­ fecto conocimiento, segùn la imagen de su Crcador. Et induentes novum, eum qui renovabitur in agnitionem se­ eundum imaginem eius, qui creavit illuni (Coi. 3,10). ·■'« « ... Y QUE NO TIENES ACEPCIÔN DE PERSONAS” No hagas injusticia en tus juicios, ni favoreciendo al pobre, ni complaciendo al poderoso; juzga a tu prôjimo segùn justicia. Non facies quod iniquum est, nec iniuste iudicabis. Non con­ sideres personam pauperis, nec honores vultum potentis. Juste iudica proximo tuo (Lev. 19,15). No atenderéis en vuestros juicios a la aparicncia de las perso­ nas; oid a los pequénos como a los grandes, sin temor a nadie, porque de Dios es el juicio.„ Nulla erit distantia persona­ rum, ita parvum audietis ut magnum: nec accipietis cuius­ quam personam, quia Dei indi­ cium est... (Deut. 1,17). Porque Yavé vuestro Dios es el Dios de les dioses, el Sefior de los sefiores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no hace acepciôn de personas ni recibe regalos. Quia. Dominus Deus vester, ipse est Deus deorum, et Do­ minus dominantium, Deus mag­ nus et potens, et terribilis, qui personam non accipit nec mu­ nera (Deut. 10,17). No tuerzas el derecho ni ha­ gas acepciôn de personas no recitas regalos, porque los regalos ciegan k?s ojos de los sabios y corrompen las palabras de los jus­ tos. Nec in alteram partem decli­ nent. Non accipies personam, nec munera, quia munera cxcaecant oculos sapien tum, et rru’ant verba iustorum (Deut. 16,19). Pero Yavé dijo a Samuel: No tengas en cuenta su figura y su gran talla, que yo le he descartado. No ve Dios como el hombre; el hombre ve la figura, pero Yavé mira el corazôn. Et dixit Dominus ad Samueleni: Ne respicias vultum eius, neque alîiludinem staturae eius; quoniam abieci eum, nec iuxta intuitum hominis ego indico: homo enim videt ea quae pa­ rent, Dominus autem intuetur cor (1 Reg. 16,7). Sea, pues, sobre vosotros el tcmor de Yavé, y cuidad de guardarlo, porque no hay en Yavé, Sit timor Domini voblscum, et cum diligentia cuncta faci­ te: non est enim apud Domi- SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 611 rumi Deum nostrum iniquitas, nec personarum acceptio, nec cupido munerum (2 Par. 19,7). nuestro Dios, iniquidad, ni acep­ ciôn de personas, ni recibir cohecho. Qui non accipit personas principuni; neu cognovit tyrannum, cum disceptaret contra paupe­ rem: opus enim manuum eius sunt universi (lob 34,19). Al que no mira a la cara de los poderosos y no prefiere el rico al pobre, porque todos son hachu­ ra suya. Accipere personam impii non est bonum, ut declines a veri­ tate indicii (Prov. 18,5). No estâ bien tener acepciôn dei rostro dei impio para perjudicar al justo en la sentencia. Haec quoque sapientibus: Co­ gnoscere personam in indicio non est bonum (Prov. 2*1,23). También éstas son sentencias de los sabios. No esta bien tener acep­ ciôn de personas en el juicio. Qui ignoscit in indicio faciem, non bene facit: iste el pro bucella panis deserit veritatem ( Prov. 28,21 ). No es bueno tener acepciôn de personas y se peca por un pedazo de pan. Non enim subtrahet personam cuiusquam Deus, nec verebitur magnitudinem cuiusquam; quo­ niam pusillum et magnum ipse fecit, et aequaliter cura est illi de omnibus (Sap. 6,8). ' Que el Senor de todos no terne de nadie, ni respeta la grandeza de ninguno; porque El ha hecho al pequeào y al grande, e igualmente cuida de todos. 15 Et noli inspicere sacrifi­ cium iniustum, quoniam Domi­ nus index est: et non est apud illum gloria personae. 16 Non accipit Dominus per­ sonam in pauperem et depreca­ tionem laesi exaudiet (Eccli. 35,15.16). 15 Y no confies en sacrificios injustos, porque justo es el Se­ nor, y no hay en El acepciôn de personas. 16 No tomô partido contra el pobre, y escucha la oraciôn del oprimido. Et replevit eum spiritus ti­ moris Domini: non secundum . visionem oculorum iudicab/t, neque secundum auditum aurium arguet (Is. 11,3). Y pronunciarâ sus decretos en el temor de Yavé. No juzgarâ por vista de ojo ni argüirâ por oidas de oidos... Propter quod et ego dedi vos contemptibiles, et humiles omnlbiis populis, sicut non servas­ tis vias meas, et accepistis fa­ ciem in lege (Mal. 2,9). 34 Aperiens autem Petrus os snum, dixit: In veritate comperi, quia non est personarum acceptor Deus, 35 sed in omni gente qui ti­ met eum, et operatur lustitlam, acceptus est 1111 (Act. 10,84-85). Por tanto, también yo os he he­ cho a vosotros despreciables y vi­ les para todo el pueblo, a la medida en que vosotros no habéis seguido mis caminos ni habéis tenido en cuenta ia ley. 34 Tornando entonces Pedro la palabra, dijo: Ahora reconozco que no hay en Dios acepciôn de per­ sonas, 35 sino que en toda naciôn el que terne a Dios y practica la jus­ ticia, le es acepto. 1!9 UK r -J 612 I I. TRIBUTO \L CESAR. 22 hl SI*. PENT. Pues en Dios no bay acepciôn de personas. Ν on enim est acceptio perso­ narum apud Deum (Rom. 2,U). De los que parecian ser algo1 —lo que bay an sido en otro tiem­ po, no me interesa, que Dios no es aceptador de personas—-, de ésos nada recibi... Ab iis autem, qui videbantur esse aliquid (quales aliquando fuerint nihil mea interest, Deus personam hominis non accipit) mihi enim qui videbantur esse aliquid, nihil contulerunt (Gal. M). Y vosotros, amos, haced lo mis­ mo con ellos, dejândoos de amenazas, considerando que en los cielos estâ su Senor y el vuestro y que no hay en El acepciôn de per­ sonas. Et vos domini eadem facite illis, remittentes minas: scien­ tes quia et illorum, et vester Dominus est In caelis; et per­ sonarum acceptio non est apud eum (Eph. 6,9). El que hace injuria recibirâ Ia injuria que hic iere, que no hay en El acepciôn de personas. Qui enim iniuriain facit, reci­ piet id, quod inique gessit: el non est personarum acceptio apud Deum (Coi. 3,25). Pero si obrâis con acepciôn de personas, cometéis pecado y la ley os argüirâ de transgresores. Si autem personas accipitis, peccatum operamini, redarguti a lege quasi transgressores (lac. 2,9). Y si llamâis Padre al que sin acepciôn de personas juzga a ca­ da cual segûn sus obras, vivid cou temor todo el tiempo de vuestra peregrinacion. Et si patrem invocatis eum, qui sine acceptione personarum iudicat secundum uniuscuius­ que opus, in timore incolatus vestri tempore conversamini (1 Petr. 1,17). C) “Dad AL CÉSAR QUE ES DEL CÉSAR” El origen divino del poder J 1i 15 Moisés hablô a Yavé, ciendo : 16 Que Yavé, el Dios de los espiritus, de toda carne, constitu­ ya sobre la asamblea un hombre 17 que los conduzca y acaudi11e, para que la muchedumbre de h® rebaÊo de oveYavé no sea como jas sin pastor. 18 Yavé dijo a Moisés: Toma a Josué, hijo de Nun, hombre so­ bre quien reside el Espiritu, y pon tu ma no sobre él. 13 Elegid de vuestras tribus hombres sabios, inteligentes, prΟ­ 15 Cui respondit Moyses: 16 Provideat Dominus Deus spiritum omnis carnis, homi­ nem qui sit super multitudinem hanc : 17 et possit exire et intrare ante eos, et aducere eos vel in­ troducere: ne sit populas Do­ mini sicut oves absque pastore. 18 Dixitque Dominus ad eum: Tolle losue, filium Nun, virum in quo est spiritus, et pone manum tuam super eum (Num. 27,15.18). 13 Date ex vobis viros sa­ pientes et gnaros, et quorum SEC. I. TEXTOS SAGRADOS conversatio sit probata In tri­ bubus vestris, ut ponam eos vo­ bis principes. 14 Tunc respondistis mihi: Bona res est quam vis facere. 13 Tulique de tribubus ves­ tris viros sapientes et nobiles, et constitui eos principes, tri­ bunos, qui docerent vos singu­ la (Deut. 1,13-15). Prophelain de gente tua et de fratribus tuis, sicut me, sus­ citabit tibi Dominus Deus tuus: ipsum audies (Deut. 6,9). Dixit autem Dominus ad Saniuelem: Audi vocem eorum, et constitue super eos regem... (1 Reg. 8,22). 613 bados, para que yo los constituya sobre vosotros. 14. Y vosotros me respondisteis: Estâ bien lo que nos mandas hacer. > 15 Entonces tomé yo de los .principales de vuestras tribus, hombres sabios y probados, y los constitui vuestros cabos, jefes de miliar, de centena, de cincuentena y de decena y magistrados de vuestras tribus. Yavé, tu Dios, te suscitarâ de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él le oirâs. Y Yavé le dijo: Escûchalos y pon sobre ellos un rey... Et ait Samuel ad omnem po­ pulum: Certe videtis quem ele­ git Dominus, quoniam non sit similis ei in omni populo. Et clamavit omnis populus et ait: Vivat Rex (1 Reg. 10,24). Samuel dijo al pueblo: Aqui tenéis al elegido de Yavé, no hay entre todos otro como él. Y el pueblo se puso a gritar: ;Viva el rey! 13 Nunc ergo praesto est rex vester, quem elegistis et petis­ tis: ecce dedit vobis Dominum regem. 14 Si timueritis Dominum, et servieritis ei, et audieritis vo­ cem eius, et non exasperaveri­ tis os Domini: eritis et vos, et rex qui imperat vobis, sequen­ tes Dominum Deum vestrum. 15 Si autem non audieritis vocem Domini, sed exasperave­ ritis sermones eius, erit manus Domini super vos, et super pa- * tres vestros (1 Reg. 12,18.15). 13 Ahi tenéis pues, el rey que habéis querido y habéis pedido; Yavé le ha puesto por rey vuestro. 14 Si teméis a Yavé, si le ser­ vis y obedecéis; si no sois rebeldes a los mandamientos de Yavé, vi viré is vosotros y vuestro rey, que reinarâ sobre vosotros. 15 Pero si no obedecéis a Ya­ vé, si sois rebeldes a sus manda­ mientos, tendréis contra vosotros la mano de Yavé y contra vuestro rey para destruiros i Deus, indicium tuum regi da: et iustitiam tuam filio regis: 2 indicare populum tuum in lustitia. et pauperes tuos in iudlcio (Ps. 71,1-2). 1 Da, ;oh Dios!, al rey tu juicio, y tu justicia al hijo dei rey. 2 Para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus oprimidos con juicio. 15 Por mi reinan los reyes y los jueees administran justicia. 16 Por mi mandan los princi­ pes y gobiernan los soberanos de Ja tierra. 15 Per me reges regnant, et leçum conditores iusta decer­ nunt: 16 per me principes impe­ rant, et potentes decernunt lusUtlam (Prov. 8,15-16). ft SEC. 614 I. TEXTOS SAGRADOS 615 El TRIBUTO AI. CÉSAR. 22 DESP. PENT. 1 Oid, pues, reyes, y entended. Appended los que dominais los confines de la tierra. 2. Aplicad el oido los que im­ periis sobre las muchedumbres y los que os engreis sobre la multitud de las naciones. 3 Porque el poder os fué dado por el Senor, y la soberanîa por el Altisimo, que examinarâ vuestra s obras y escudrÈâarâ vuestros pensamientos. 2 Y en tu sabiduria formaste al hombre, para que dominase so­ bre tus enaturas 3 y para régir el mundo con santidad y justicia de corazôn: 7 Τύ me elegiste para rey de tu pueblo y juez de tus hijos y tus hijas. 1 Audite, ergo, reges et In· telligite, discite, indices finium terrae. 2 Praebete aures vos, qui continetis multitudines et pla­ cetis vobis in turbis nationum: 3 Quoniam data est a Domi­ no potestas vobis, et virtus ab Altissimo, qui interrogabit ope­ ra vestra, et cogitationes scru­ tabitur (Sap. G,l-3). 2 Et sapientia tua constituis­ ti hominem, ut dominaretur creaturae, quae a te facta est, 3 ut disponat orbem terra­ rum in aequitate et iustitla, et in directione cordis iudiciuin indicet... 7 Tu elegisti me regem po­ pulo tuo, et iudicem filiorum tuorum et filiarum (Sap. 9,2-3 et 7). 4 En manos ael Senor estâ el gobierno de la tierra, y en cada tiempo ιιγ·ί·: pone sobre ella a quien le place. 4 In manu Dei potestas ter­ me: et utilem rectorem susci­ tabit in tempus super iilam. 8 El imperio pasa de unas na­ ciones a otras por las injusticias, la ambiciôn y la aivaricia. 8 Regnum a gente in gen­ tem transfertur propter iniustitias, et iniurias, et contume­ lias, et diversos dolos. 17 Los tronos de los principes derriba el Senor, y en lugar suyo asienta a los mansos. 17 Sedes ducum superbum destruxit Deus, et sedere fecit mites pro eis (Eccli. 10,4-8.17). Diô a cada nacion «n jefe. In unamquamque gentem praeposuit rectorem (Eccli. 17, 14). Y restituiré a tus jueces como cran antes y a tus consejeros co­ al principio. Y te llamarân entonces ciudad de justicia, ciu­ dad fiel. Et restituam indices tuos ut fuerunt prius, et consiliarios sicut antiquitus: post haec vo« aberis civitas i usti, urbis fide­ lis (Is. 1,26). Ahora he dado todas estas tierras en poder de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia: aun las bestias del campo las he pues­ to a su servicio. Et nunc itaque ego dedi omres terras istas in manu Nabuchodonosor regis Babylonis servi mei: insuper et bestias agri dedi ei, ut serviant illi (1er. 27,6). El es quien ordena los tiempos y las circunstancias, pone reyes Et ipse mutat tempora, et aeta'es: transfert regna, atque constituit: dat sapientiam sa­ pientibus, et) scientiam IntelHgentlbus disciplinam ( Dari. 2,31). y quita reyes, da la sabiduria a los sabios y la ciencia a los entendidos. 10 l’bi est rex tuus? rnaxime nunc salvet te in omnibus urbibus tuis: et indices tui, de quibus dixisti: Da mihi regem, et principes? 11 Dabo tibi regem in furo­ re ineo, et auferam in indigna­ tione IKoa (Os. 13,10-11). 104 Donde esta tu rey p^ra salvarte en tus ciudades? i Don­ de tus jueces, de quien dijiste: Dame rey y danos principes? 11 Te di rey en mi furor y en mi ira te lo quito. Respondit lesus: Non haberer* potestatem adversum me ullam, nisi tibi datum esset desuper (Io. 19,11). Rcspondiôle Jesûs: No tendrias ningûn poder sobre mi si no te hubiera sido dado de lo alto. Omnis anima potestatibus su­ blimioribus subdita sit: non est enim potestas nisi a Deo: quae autem sunt, a Deo ordi­ natae sunt (Rom. 13,1). Todos habéis . de estar sometidos a las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas. Deinde finis: cum tradiderit regnum Deo et Patri, cum eva­ cuaverit omnem principatum, et potestatem et virtutem (1 Cor. 15,24). Después sera el fin, cuando entregue a Dios Padre el reino, cuando haya reducido a la nada todo principado, toda potestad y todo poder. b) El que gobierna es ministro de Dios Et praecipiens iudicibus: Vi­ dete, ait, quid faciatis: non enim hominis exercetis Indi­ cium, sed Domini: et quodcumque indicaveritis, in vos re­ dundabit (2 Par. 19,6). Y les dijo: Mirad lo que hacéis, porque no juzgâis en lugar de hombres, sino en lugar de Yavé, que estâ cerca de vosotros cuan­ do sentenciâis. Quoniam cum essetis ministri regni illius non recte iudicastls, nec custodistis legem justi­ tiae, neque secundum volunta­ tem Dei ambulastis (Sap. 6,5). Porque siendo ministros de su reino, no juzgasteis rectamente y no guardasteis la ley, ni segûn la voluntad de Dios caminasteis. Dei enim minister est tibi in bonum. Si autem malum fece­ ris, time: non enim sine causa gladium portat. Dei enim mi­ nister est: vindex in iram Dei, qui malum agit (Rom. 13,-1). Porque es ministro de Dios pa­ ra el bien. Pero si haces el mal, terne, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios vengador, para castigo del que obra cl mal. c) Cudlidades y deberes de los principes 10 Et nunc reges intelligite: erudimini qui indicatis terrain. 10 Ahora, pues, ;oh reyes.’, obrad prudentemente; dejaos persuadir, rectores de toda la tierra, 616 SEC. EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. I. TEXTOS SAGRADOS 617 2 in multiplicatione iustorum laetabitur vulgus: cum impii sumpserint principatum, gemet populus. 2 Bajo el gobierno de los jus. tos estâ contento el pueblo; cuan­ do mandan los impios el pueblo suspira. 12 Princeps, qui libenter au­ dit verba mendacii, omnes mi­ nistros habet impios. 12 El principe que da oido a la mentira tendrâ ministros to­ dos malos. 14 Rex, qui iudicat in veri­ tate pauperes, thronus eius in aeternum firmabitur (Prov. 29, 2.12.14). 14 El rey que hace justicia a los humildes hace firme su trono para siempre. Donde no hay gobierno va el pueblo a la ruina; en la abundan­ cia del consejo estâ la sabiduria. Ubi non est gubernator, po­ pulus corruet: salus autem, ubi multa consilia (Prov. 11,14). 4 Noli regibus, o Lamuel, noli regibus dare vinum: quia nullum secretum est ubi regnat ebrietas : 28 El pueblo numeroso es el orgullo del rey; en la falta ciel pueblo estâ la ruina del principe. 29 Es tardo a la ira el pru­ dente; el pronto a la ira harâ mu­ chas lo curas. 28 In multitudine populi dig­ nitas regis: et in paucitate ple­ bis ignominia principis. 5 Et ne forte bibant, et obli­ viscantur indiciorum, et mutent causam filiorum pauperis. 4 No estâ bien, , oh Lamuel!, no esta bien a los reyes beber vino, ni para quienes gobiernan sorber licores. 5 Si no bebe y se olvida de las leyes y pervierte el derecho de los afligidos. 34La justicia engrandece a las naciones; el pecado es la decadencia de los pueblos. 35Al ministro inteligente da el rey su favor; al inepto, su desprecio. gentem: 34 Tustitia elevat miseros autem facit populos peccatum. 35 Acceptus est regi minister intelligens: iracundiam eius in­ utilis sustinebit (Prov. 14,28-29 y 34-35). Un oraculo son los labios dei rey; no falla, pues, el juicio de su boca. Divinatio in labiis regis, in indicio non errabit os eius (Prov. 16-10). 7 Vidi servos in equis, et principes ambulantes super ter­ ram quasi servos (Eccl. 10,5-7). Rugido de leôn es la ira dei rocio sobre rey; su favor, co: la hierba. Sicut fremitus leonis, ita et regis ira: et sicut ros super herbam, ita et hilaritas eius (Prov. 19,12). Diligite iustitiam, qui indica­ tis terram, sentite de Domino in bonitate, et in simplicitate cordis quaerite illum (Sap. 1,1). Amad la justicia los que go ber­ nois la tierra; pensad rectamente en el Senor y buscadle con sencillez de corazôn. 8 El rey, sentado en su tribu­ nal, con su mirar disipa el mal. 8 Rex, qui sedet in solio iudicii dissipat omne malum intuitu suo. 26 El rey sabio disipa a los impios y hace tornar sobre ellos la rueda. 26 Dissipat impios rex sapiens, et Incurvat super eos 10 Qui enim custodierint ins­ ta, iuste iustificabuntur : et qui didicerint ista, invenient quid respondeant. 10 Pues los que guardan santamente las cosas santas serân santificados, y quienes hubieren aprendido, sabrân como respon­ der. 21 Si ergo delectamini sedi­ bus et sceptris, o reges populi, diligite sapientiam, ut in per­ petuum regnetis (Sap. 6,10.21). 21 Si os complacéis, pues, en los tronos y en los cet ros, reyes de los pueblos, estimad la sabiduria, para que reinéis por siempre. 1 ludex sapiens iudlcabit po­ pulum suum et principatus sen­ sati stabilis erit. 1 El juez sabio instruye a su pueblo, y el gobierno del discreto es ordenado. 11 Servid a Yavé con te MÎT rendidle homenaje con temblor. 12 No se aire y caigâis en la ruina, pues se inflama de pronto su ira. ;Venturosos los que a El se acogenl 3 Haced justicia al pobre, al huérfano; tratad justamente al desvalido y al menesteroso. 4Librad al pobre y al necesitado, sacadle de las garras del impio. 11 Servite Domino in timo­ re: et exultato cum tremore. Ι·Γ·Ί 28 Bondad y fidelidad guardan al rey, y la clemencia sostiene los tronos. Leôn rugiente y oso hambriento es un mal principe a la cabeza de su pueblo. 12 Apprehendite disciplinam, ne quando irascatur Dominus et pereatis de via lusta (Ps, 2, 10.12). 3 Indicate egeno, et pupillo: humilem et pauperem lustlficate. 4 Eripite pauperem: et ege­ num de manu peccatoris libe­ rate (Ps. 81,3-1). 29 Qui patiens est, multa gu­ bernatur prudentia: qui autem impatiens est, exaltat stultitiam suam. I 9 Aperi os tuum, decerne quod iustum est, et indica in­ opem et pauperem (Prov. 31, 4-5.9). 9 Abre tu boca a la sentencia justa y haz justicia al pobre y al miserable. 5Est malum quod vidi sub sole, quasi per errorem egrediens a facie principis: 5 Un mal que he visto deb ajo del sol es el mal que nace del soberano. 6 Es puesto el inepto en mu­ chos puestos elevados, y los aptos se ©ientan abajo. 7 He visto al siervo a caballo y a los principes andar a pie co­ mo siervos. 6 Positum stultum In digni­ tate sublimi, et divites sedeie deorsum. fornicem. 28 Misericordia et veritas custodiunt regem, et roboratur clementia thronus eius (Prov. 20,8.26.28). Leo rugiens, et ursus esu­ riens, princeps impius super po­ pulum pauperem (Prov. 28,15). « Illi 618 ?· Λ *·’ il TRinrro al césar. 22 desp. PENT. 2 Segûn el juez del pueblo, asi son sus ministros, y segûn el re­ gi dor de la ciudad, asi son sus moradores. 3 El rey ignorante pierde a su pueblo, y la ciudad prospera por la sensatez de los principes. 2Secundum indicem populi, sio et ministri eius: et qualis rector est civitatis, tales el in­ habitantes in ea. El grande, el juez y el poderoso son honrados, pero ninguno mejor que el que terne al Senor. Magnus, et index, et potens est in honore: et non est maior illo, qui timet Deum (Eccli. 10,27). Tus principes son prevaricadores, compafieros de bandidos. To­ dos aman las dâdivas y van tras loe présentes, no hacen justicia al huérfano, no tiene acceso a ellos la causa de la viuda. Principes tui infideles, socii furum: omnes diligunt ruine­ ra, sequuntur retributiones. Pu­ pillo non iudicant; et causa viauae non ingreditur ad illos (Is. 1,23). 3 Rex insipiens perdet po­ pulum suum: et civitates inha­ bitabuntur per sensum poten­ tium (Eccli. 1,0,1-3). 1 ;Ay de los que dan leyes inicuas y de los que escriben prescripciones tirânicas, 2 para apartar dei tribunal a los pobres y conculcar el derecho de los desvalidos, para despojar a las viudas y robar a los huérfanos ! 1Vae qui condunt leges tnlquas: et scribentes iiistitiam scripserunt: Asi dice Yavé: Haced derecho y justicia, librad al orrimido de la mano del opresor, y no vejéis al extranjero, al huérfano y a la viuda, no los maltratéis y no derraméis en este lugar sangre inocente. Haec dicit Dominus: Facite indicium et iustitiani, et libe­ rate vi oppressum de manu ca­ lumniatoris: et advenam, et pu­ pillum et viduam nolite con­ tristari, neque opprimatis Ini­ que: et sanguinem innocentem re effundatis in loco isto (1er. 22,3). Asi dice el Senor Yavé: ; Bas­ ta, principes! Dejad la violencia y la rapina. Haced juicio y justi­ cia, no haya de parte vuestra exacciones sobre mi pueblo, dice el Sefior Yavé. Haec dicit Dominus Deus: Sufficiat vobis, principes Israel: iniquitatem et rapinas intermit­ tite, et indicium et iustitiani facite, separate confinia vestra a populo meo, ait Dominus Deus (Ez. 45,9). D) a) 2 Ut opprimerent in, indicio pauperes, et vim facerent cau­ sae humilium populi mei; ut essent viduae praeda eorum, et pupillos diriperent (Is. 10,1-2). OBLIGACIONES DE LOS SÙBDITOS Obediencia a la autoridad 31 16 EUos respondieron a Josué diciendo: Cuanto nos mandas lo haremos, y a dondequiera que nos envies, iremos. 17 Como en todo obedecimos a Moiséfl, asi te obedeceremos a IS Responderuntque losnc, a‘que dixerunt: Omnia quae praecepisti nobis, faciemus: et quocumque miseris, ibimus. 17 Sicut obedivimus in eu no tis Moysi, ita obedienius et ti· SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 619 bl: tantum sit Dominus Deus tuu.s te: uni, sicut fuitcum Moy­ se (Ios. 1,16-17). ti. Que quiera Yavé, tu Dios, es­ tar contigo, como estuvo con Moi. sés. Ego os regis observo, el praecep a iuran entl Dei (Eccl. 8,2). Guardad el mandato del rey a causa dei juramento hecho a Dios. Time Dominum, fill mi, et gem; et cum detractoribus ne commiscearis (Prov. 24,21). Terne, hijo mio, a Yavé y al rey, y no te unas a los veleidosos. 7 Et servient ei omnes gen­ tes, et filio eius, et filio filii pius: donec veniat tempus ter­ rae eius et ipsius: et servient ei gentes multae, et reges magni. 7 Y habrân de estarle sometidas todas lae naciones a él, a su hijo y al hijo de su hijo hasta que venga el tiempo también para su tierra y la sojuzguen pue­ blos poderosos y reyes grandes. 8 Al pueblo y al reino que no quiera someterse a Nabucodono=or, rey de Babilonia, y no dé su cuello al yugo del rey de Babilo­ nia, le visitaré yo con espada. hambre y peste, palabra de Yavé, hasta sométerlo a su poder. 8 Gens autem et regnum, quod non servierit Nabucliodo· nosor regi Babylonis, et quicum. que non curvaverit collum suum sub iugo regis Babylonis: in gladio, et in farne, et in peste visitabo super gentem illam, ait Dominus: donec consumam cos in manu eius (1er. 27,7-8). îi h 3 Nain principes non sunt ti­ mori boni operis, sed mali. Vi< autem non timere potestatem? Bonum fac: et habebis laudem ex illa. 3 Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. Quieres vivir sin temor a la autoridad ? Haz el bien y tendrâs su aprcbaciôn. 5 Idco necessitate subditi es­ tote non solum propter irani, sed etiam propter conscientiam (Roni. 13,3 y 5). 5 Es preciso someterse no sô­ lo por temor dei castigo, sino por conciencia. 12 Rogamus autem vos, fra­ tres, ut noveritis eos, qui labo­ rant inter vos, et praesunt vo­ bis in Domino, et monent vos, 12 Os rogamos. hermanos, que acatéis a los que labor an con vos­ otros, presidiéndoos en el Senor y amonestândoos, 13 ut habeatis illos abundan­ tius in charitate propter opus illorum: pacem habete cum eis (1 Thes. 5,12-13). 13 y que tengâis con ellos la mayor caridad por su labor y que -ntre vosotros vivâis en paz. Obeiite praepositis vestris, et subiacete eis. Ipsi enim pervi­ gilant quasi rationem pro ani­ mabus vest rts reddituri, ut cum gaudio hoc faciant, et non ge­ mentes: hoc enim non expedit vobis (Hcbr. 13,17). Obedeced a vuestros pastores y estadles sujetos, porque ellos velan sobre vuestras almas como quien ha de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegria y sin gemi dos, que esto seria para vosotros ipoco venturoso. Admone illos principibus, et potestatibus subditos esse, dicto Amonéstales que vivan sumisos a los principes y a las autorida- r 620 EL TRIBUTO AL CÉSAR. des, que les obedezcan, que estén prontoe para toda buena obra. 13 Por amor del Sefior, estad sujetos a toda autoridad humana; 14 ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos, para casti­ go de los malhechores y elogio de los buenos. b) I. ' . ; 22 DESP. PENT. SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 621 obedire, nd omne opus bonum paratos esse (Tit. 3,1). 13 Sublecti igitur estote om­ ni humanae creaturae propter Deum: sive regi quasi praecel­ lenti: 14 sive ducibus tamquam ab eo missis ad vindictam male­ factorum, laudem vero bonorum (1 Petr. 2,13-14). Pero hay que obedecer a Dios antes que a los hombres 19A lo que contesté Matatias diciendo en alta voz: Aunque to­ das las naciones que formen el imperio abandonen el culto de sus padres y se sometan a vuestros mandatos, 20 yo, y mis hijos, y mis her­ manos viviremos en la alianza de nuestros padres. 21 Librenoe Dios de abandonar la ley y sus préceptes. 22 No escucharemos las ordenes del rey para salirnos de nues­ tro culto, ni a la derecha ni a la izquierda. 19 Et respondit Mathathias, et dixit magna voce: Etsi om­ nes gentes regi Antiocho obediunt, ut discedat unusquisque a servitute legis patrum suo­ rum, et consentiat mandatis eius: 20 ego et filii mei, et fratres mei obediemus legi patrum nos­ trorum. Estando afin explicândole esto, dijo el joven: ^Qué espéras? No obedezco el decreto del rey, sino los mandamientos de la ley dada a nuestros padres por Moïses. Cum haec illa adhuc diceret, ait adolescens: Quem sustine­ tis? Non obedio praecepto regis, sed praecepto legis, quae data e.st nobis per Moysen (2 Mach. 7,30). 27 Conducidos. los presentô en medio dei consejo. Dirigiéndoles la palabra el sumo sacerdote, les dijo: 28 Solemnemente os hemos ordenado que no ensefiéis sobre este nombre, y habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina y queréis traer sobre nosotros la san­ gre de este hombre. 29 Respondiendo Pedro y los apôstoles, dijeron: Es preciso obe­ decer a Dios antes que a los hom­ bres. 27 Et cum adduxissent illos, statuerunt in concilio: et in­ terrogavit eos princeps sacer­ dotum, 21 Propitius sit nobis Deus; non est nobis utile relinquere legem, et iustitias Dei: 22 non audiemus verba re­ gis Antiochi, nec sacrificabimus transgredientes legis nostrae mandata, ut eamus altera via (1 Mach. 2,19-22). 28 dicens: Praecipiendo prae­ cepimus vobis ne doceretis in nomine isto: et ecce repletis Jerusalem doctrina vestra: et vultis inducere super nos san­ guinem hominis istius. 29 Respondens autem Petrus, et Apostoli, dixerunt: Obedire oportet Deo magis quam homlnibus (Act. 5,27-29). c) El pago dei tributo üt autem non scandalizemus eos, vade ad mare, et mitte ha­ mum: et eum piscem, qui pri­ mum ascenderit, tolle: et aper­ to ore eius invenies staterem: Illum sumens, da eis pro me, et te (Mt. 17,26). Mas para no escandal izarlos, vete al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, âbrele la boca y en ella hallarâs una estatera; tomala y dala por mi y por ti. 6 Ideo enim et tributa prae­ statis: ministri enim Dei sunt, in hoc ipsum servientes. 6 Pagadles, pues, los tributoe, que son ministros de Dios constantemente ocupados en eso. 7 Pagad a todos lo que debâis: a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor. 7 Reddite ergo omnibus de­ bita: cui tributum, tributum; cni vectigal, vectigal; cni timo­ rem, timorem; cui honorem, honorem (Rom. 13,6-7). d) Oraciôn por los principes Et orate pro vita Nabuchodonosor regis Babylonis, et pro vita Balthasar filii eius, ut sint dies eorum sicut dies caeli su­ per terram (Bar. 1,11). Y oréis por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de Baltasar, au hijo, para que sean sus dias sobre la tierra como los dias dei cielo. 1 Obsecro igitur primum om­ nium fieri obsecrationes, ora­ tiones, postulationes, gratiarum actiones pro omnibus homini­ bus: 2 pro regibus, et omnibus, qui in sublimitate sunt, ut quie­ tam, et tranquillam vitam aga­ mus in omni pietate, et casti­ tate (1 Tim. 2,12). 1 Ante todo te ruego que se hagan peticiones, oraciones, SÙplicas y acciones de gracias por todee los hombres: 2 por los emperadores y por todos los constituidos en dignidad, a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad. e) I · Castigo y condenaciôn para los que se rebelan 31 Confestim igitur ut cessa­ vit loqui, dirupta est terra sub pedibus eoruni: 32 et aperiens os suum, devorant illos cum tabernaculis suis et universa substantia eo­ rum. 33 Descenderuntque vivi in infernam operti humo, et pe-* rienint de medio multitudinis (Num. 16,31-33). 31 Apenas acabé de decir es­ tas palabras, rompiôse el suelo debajo de ellos (Coré, Datân y Abirén). 32 Abriô la tierra eu boca y se los tragô a ellos, sus casas y todos los partidarios de Coré con todo lo suyo. 33 Vivos se precipitaron en el abiemo y los cubriô la tierra, sien­ do extermihados de en medio de la asamblea. À. è * 622 EL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. Quien rebelândose contra tus ôrdenes te desobedezca, morirà. Esfuérzate y ten valor. Qui contradixerit ori tuo, el non obedierit cunctis sermoni· bus, quos praeceperis ei, moria. tur. Tu tantum confortare, et viriliter age (los. 1,18). De suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposi­ ciôn de Dios, y loe que la resisten se atraen sobre si la eterna condenaciôn. Itaque qui resistit potestati, Dei ordinationi resistit. Qui au­ tem resistunt, ipsi sibi damna­ tionem acquirunt ( Rom. 13,2). SECCION 11. I. COMENTARIOS GENERALES SITUACION LITUR.GICA Dom Gueranguer afirma que, segûn Honorio de Autûn, la misa de este domingo se refiere a los tiempos calamitosos del juicio final y a los dias dificiles para la Iglesia de la venida del anticristo. A) El «introito» y el «ofertorio» De acuerdo con esta opinion, el introito y el ofertorio, piezas tris­ tes, pero llenas de confianza, serian como el grito dei alma cargada de pecados, que terne a Dios y tiembla en su presencia, pero que sobre el temor posee confianza, en virtud de la cual se apoya en El y le suplica que venga en su auxilio. No hay por qué rechazar este parecer. Antes al contrario, es muy verosimil que en los tiempos en que se compuso esta misa, en los que se creia que hacia el ano 1000 habia de venir la parusia, el pensamiento del peligro del anticristo inspirara las dos fôrmulas citadas. Conio también es verosimil, y mucho mâs probable, que su elecciôn se deba a una especie de sistematizaciôn de la liturgia de los postreros domingos de Pentecostés, para preparar el ûltimo de to­ dos, muy solemne, que era como el sol que proyectaba su luz sobre los anteriores. El evangelio del juicio final, el dia de Cristo que en él se refleja, inspiraron, sin duda, no pocas formulas que se leen a partir del domingo 18. Y entre ellas el introito y el ofertorio de hoy, a las que puede anadirse la secreta, en la que se pide perdôn a Dios dei resto de las culpas y defensa de los peligros. No se olvide, por otra parte, que la liturgia es una vida de la que participaban intensamente los cristianos de la alta Ed'ad Media. Los monjes y los fieles alimentaban su piedad casi exclusivamente de la liturgia, que era para ellos objeto de constante e ininterru.nipida nieditaciôn. Y asi el recuerdo de upas piezas inspiraba otras que guardaban con ellas cierta relaciôn, como producto de un cora­ zôn impresionado. De este modo, el introito y el ofertorio de hoy habrian sido inspirados por el pensamiento evangélico del domingo anterior, a saber, el de que el hombre es deudor de Dios, pensamiento que line de cierta angustia las fôrmulas que le acompanan. El introito, tornado del salmo 129, es triste porque recuerda nuestras culpas ; pero nos levanta a la confianza : Si guardas, ;oh Yavé!, los delitos, jquién, i oh Scitor!, podrd subsistir? Pero eres indulgente. Comentandolo Schuster dice estas palabras, que sugieren un tema interesante y bello para plâticas espirituales : «Como ensena San Gregorio Magno, sôlo puede presumir el hombre de su propia justicia cuando se repliega en si mismo y concentra toda su mirada en su egoismo. Tal estado es un preludio de reprobaciôu. 624 ri TRinrrn \ι cèstR. 22 desp. pent. En cambio, apenas haya elevado hacia Dios su mirada y meditado en la santidad divina, en el supremo derecho que tiene sobre las criaturas y en la inescrutabilidad de sus juicios, sentirâ la luz del Espiritu Santo, que le hara experimenter la ignominia de su deformidad ; y sucederA que lo que antes era para el aima objeto de vanagloria se convertir^ después en argumento de angustia y de pena al ver que hasta sus buenas obras van contaminadas con mil defectos. Esta luz divina, que envilece al aima y la sitha en la sôlida base de la humildad, es una gracia muy deseable, puesto que es, el primer manautial de donde brota el temor santo de Dios, que es el principio de toda sabiduria» (cf. Schuster, Liber sacramento­ rum t-5, dom. 23 de Pentecostés, Ed. Herder, p.239). B) Evangelio y epistola El evangelio y la epistola, que pueden relacionarse entre si, forman grupo aparté. El centro del Evangelio es no tanto la pregunta que estrictamente présentai! al Maestro los fariseos cuanto la respuesta que reciben. Una cuestiôn politica es convertida por Cris­ to en cuestiôn religiosa : Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Alt. 22,21). SEC. 2. COMENTAR1OS GENERALES las autoridades civiles, el honor que les corresponde conio minis­ tros de Dios (Rom. 13,1-6). Lu oraciôn del Viernes Santo «por.nuestro cristianfsiino eniperador, para que nuestro Dios y Seôor le sonieta las naciones extrahas, para nuestro perpetua paz» ; la alusiôn en el solemne anuncio pascual del SAbado Santo : «Miro también a nuestro devotisimo eniperador, cuyos deseos conoces th, |oh Dios!...»; las oraciones especiales por el emperador y por el rey... ; el rito de la coronaciôn de los niismos ; los honores que se les conceden, recibiéndolos bajo palio y adniitiéndolos en el presbiterio, son testimonio elocuente del carâcter sagrado que la Iglesia ve en ellos, y por el que todos hemos de obedecerlos y honrarlos por deber de concienda (Rom. 13,5). Tanto el tema de la piedad como el del patriotisme pueden ser tratados en el dia de hoy. Para ambos es auxiliar la liturgia. Sobre todo para el primero. Solamente con el evangelio y la epistola puede desarrollarse perfectamente. A Dios lo que es de APUNTES EXEGETICO-MORALES b) El “bonum pietatis” Parece que el bonum pietatis es también objeto de la colecta. Aun enando no se diga expresamente, se ve, porque la oraciôn se dirige a Dios, auctor pietatis, y porque se suplica la consecuciôn de lo que se pide en las plegarias piadosas de la Iglesia, que lo son no ya solo porque las inspira el Espiritu Santo, sino porque cl objeto de las mismas es la piedad. c) Epistola Dios Los exegetas ven aqui expresado el deber de religion o de pie­ dad para con Dios de la misma forma que en al César lo que es del César sehalan los del patriotisme o piedad para con la patria y Ioj de la ciudadania, justicia social o deberes para con el Estado. La liturgia se hace eco de esta idea v la refleja en la epistola. La recomendaciôn del Apôstol a los de Filipos, finamente hecha al siguificarles lo que pedia a Dios por ellos, no es otra cosa que el conjunto de virtudes que componen la piedad: fe, caridad, sinceridad, pureza de vida, fruto de buenas obras, la gloria y alabanza de Dios. Testigo me es Dios de cuànto os amo en las cnlraüas de Cristo Jcsûs. Y por esto ruego que vuestra caridad crezca mas y màs en conociniiento y en toda discretion, para que sepâis dîscernir lo mejor y sedis puros e irreprcnsibles para cl dia de Cristo, Uenos de frutos de justicia por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios (Phil. 1,6-n). Los DEBERES CÎVICOS Y PATRIOTICOS La frase del evangelio que se refiere a los deberes civicos y patriôticos no tiene eco en las formulas de hoy. Pero se puede invocar la liturgia para ver cômo la Iglesia ha tributado al César, esto es, a I I· 4 4 1 I I : 1' A) a) 625 a) eai Argumento San Pablo sentia un especial carino hacia los fieles de Filipos por razones muy lôgicas, puesto que fué la primera ciudad de esta parte de Macedonia (Act. 16,12) que visité al arribar a Europa, llamado por el Espiritu Santo (Act. 16,9), y ademâs los neocristianos le fueron singulannente fieles. Aquella colonia judia debiô de ser lo suficientemente pequena para que no tuviera un edificio dedicado a servir de sinagoga, sino que utilizaba, como lugar de oraciôn, uno junto al rio. Alli fué el Apôstol, y a poco, Lidia, la vendedora de pûrpura, le obligé a hospedarse en su casa (Act. 16,13-15). Cuando Pablo y Silas, su compahero, después de haber sido presos y ezotados por causa de la muchacha poseida de Pitôn, a quien curaron (ibid., 16-16), tuvieron que marcharse, se despidieron de los liernianos, a quienes consoloron y a los que volvieron a visitar mas tarde, de paso para Siria, al regresar d.e Grecia, perseguidos por los judios. Las relaciones entre San Pablo y este «su primer amor» europeo en Cristo fueron siempre intimas. Âpenas si les habia dejado, cuan­ do ya recibiô el Apôstol un socorro pecuniario, enviado de Filipos a Tesalônica (Phil. 4,16), que sc repitiô después, mientras predicaba en Corinto (2 Cor. 11,9), y' vuelve ahora de nuevo, cuando, preso en Roma, recibe la visita de Epafrodito, enviado por sus amigos a consolarle, lo que sirve de ocasiôn para nuestra epistola. El solo hecho de aceptar estos donativos demuestra un afecto especial, pues sabido es que San Pablo los rechazaba siempre, hasta el punto de contristar a sus hermanos. El argumento de la epistola, mâs familiar que las anteriores, es breve como ella misma ; ■ J * A 626 EI. TRIBI’TO \I. CÉSAR. 22 DESP. PENT. 1) Suscripciôn y saludo, en cl que hûce constor su gran cariήο (i,i-n). 2) Los consuda de su prisiôn y les da o conocer los frutos que obtient desde ella y la esperanza de verlos de nuevo (1,12-30). 3) Les aconseja que seau caritativos y obedicnles, a seniejanza de Cristo (2,1-18). 4) Al coiuenzar a despedirse intercala un inciso, previniéndolos COth ru 10S judaizantes (2,19-3° y 3)· 5) Después de ciertas recoinendacioiies peculiares se despide. Por lo tanto, como hemos vislo, nuestra pericopa estâ contenida en aquella primera parte de saludos y expresiones ofectuosos, y en ella manifiesta su esperanza de que perseveren los filipenses, toda vez que el amor que les tiene estâ. fundado en su cooperaciôn y su­ frimientos por el Evangelio. b) LOS TEXTOS ' 1. “Cierto (estoy) de que el que comenzô en vosotros la buena obra, la llevarâ a cabo hasta el dia de Cristo Jesûs” (v.G) Este versiculo encierro una intima y necesaria conexiôn con ci anterior, en el que da gracias a Dios y pide por los filipenses, de quienes siempre se ocuerda por la conuinién que han tenido en el Evangelio. De esta comuniôn, que, dada la actividad filipense, parece ser mâs bien en pro del Evangelio que simplemente en el Evangelio, esto es, en la jiarticipaciôn d* sus bienes, el Apôstol estâ seguro de que durarâ hasta el fin (v.5). La frase paulina ha pasado a los tratados de gracia. Dios es cl que da el comenzar, el perseverar y el llegar a la perfecciôn con la gracia antecedente, ayudante y el don de la perseverancia. Aun cuando nos hayamos referido a la ayuda prestada a San Pa­ blo, indiscutiblcmente que la comunidn ch el Evangelio del v.5 y la buena obra del 6 tienen un sentido mucho mâs amplio e intenso, que se refiere a la vida total del que sigue el Evangelio e incluso a los sufrimientos padecidos por él. Para perseverar se necesita, ademâs del esfuerzo propio, del gran don de que habia el Tridentino y que espera Pablo para sus amigos. 2. El dia de Cristo Jesûs He aqui otra locuciôn muy paulina. En ese dia se harâ justicia, pero ello no pasa de ser una de las facetas. Seria el dia en que se perfeccionarâ nuestra union a Cristo, en cl que se revelarân también todos los pensamientos segûn El. Hasta ese dia de la verdad, que représenta para coda uno de nosotros el juicio particular, espera Pablo que perseveremos si réunîmes las mismos condiciones que los de Corin to. 3. “Asi es justo que sïenta de todos vosotros, pues os llevo en el corazôn” (v.7) Comentaristas catôlicos y protestantes discuten mucho el significado de este versiculo, pues al unir las palabras asi es justo que slenta de todos vosotros con las inmediatamente anteriores de cierto SPC. 2. COMENTARIOS GENERALES 627 eslov de que cl que comenzô la obra buena..., se les hace algo rare que |a causa de esta certidumbre radique en el carino de Pablo, siquiera éste reconoz.ca como fundamento el celo de los filipenses en la propagaciôn del Evangelio. Creemos que cl sentido es obvio y que ademâs no rebaja en modo olguno las acepciones teolôgicas que puedan exislir. Pablo, al reconocer la justicia de sus sentimientos, se refiere a las palabras con que comienza el pârrafo : siempre que me acucrdo de vosotros... (v.3), siempre. en todas mis oraciones, pldiendo... (v.4), lo cual es justo, pues os llevo en el corazôn... por lo mucho que me habéis ayudado... Tesllgo nu· es Dios de cuànto os amo... (v.8). Todo parece sencillo y natural en esta forma. Pero enfonces ien qué se basa la certcz.a de que Dios los ha de ayudar ? Primero, en la bondad de Dios. Segundo, en el buen ânimo de los filipenses, pues l), que admitimos ciertamente, pero recomendando que continùen leyendo al mismo autor estos otros: Tu nisi malo coactus, recte facere nescis, porque muy cierto es que a los mejores los corrige el amor, pero a muchos los corrige el miedo. A los primeros les dice San Juan (1 Ιο. 4,18) : En la caridad no hay temor, pues la caridad perfecta echa fuera el temor. Sobre los otros advierten los Proverbios (29,19) : No con solas palabras se co­ rrige el esclavo. No con solas palabras, luego necesita algùn castigo, como los mismos hijos, a quienes, si no se les aplica, no se les libra de la muerte del alma (ibid., 23,14). Déjà libres a los que suspiran diciendo: Mi aima esta sedienta de Dios, del Dios vivo; & cuando vendre y veré la faz de Dios? (Ps. 41,3), porque éstos no necesitan ni de leyes imperiales ni aun casi de la memoria del infierno. Pero antes de que los hijos lleguen a ser lo suficientemente buenos para que anhelen morir para estar con Cristo (Phil. 1,23), muchos, como siervos malos, tienen que ser llevados a Dios por amenazas temporales. ; Quién ha amado a los hombres mâs que Cristo? Y, sin embargo, para castigar a San Pablo lo derribô dei caballo ylo dejô ciego (Act. 9,4 y 8). “^Donde estân los que acostumbran a gritar: Es libre de creer o no creer? 4 A quién obligé Cristo, a quién coaccionô? Ahi lo tenéis, a Pablo 644 EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. apôstol’’, al que comenzô por el temor y Uegô a la caridad mâs perfecta y al apostolado mâs universal. Queréis que la Iglesia no os obligue con amor y sois vosotros los primeros en perseguir. Obligaciôn nuestra de pastores es correr tras las ovejas y acarrearlas al redil, aunque sea a latigazos si no quieren volver, tanto mâs que, aun cuando os hayâis marchado fuera, siempre tiene sobre vosotros "mâs derecho aquel Senor cuya marca llevâis”. Expone San Agustin que su primera opinion no fué la de pedir leyes penales contra los herejes, pues creia que bastaria con impedir a sus obispos predicar y con defender a los catôlicos contra sus persecuciones, pero que, sin em­ bargo, fueron ellos los que hicieron necesarios los decretos imperiales que, gracias a Dios, dieron mucho fruto, puesto que muchisimos herejes comenzaron a oir por obligaciôn o compromise, y después la verdad se abriô camino en sus corazones (cf. ibid., n.24-29). SECCION II·'. I. SANTO TOMAS DE AQUINO A) a) TEOLOCOS La astucia A VECES SE TOM A POR PRUDENCIA Asi para dar prudencia a los inexpertos... (Prov. 1,4). Y en San Pablo: En mi astucia os cacé con engano... (2 Cor. 12,16). Aqui tienen las palabras astucia y engano significado de sagacidad para el bien. Santo Tomâs dice (2-2 q.92 a.l ad 1) que "asi como la prudencia se toma algunas ve­ ces abusivamente en lo malo, como en Filii huis saeculi prudenti or es filiis lucis in generatione sua sunt (Le. 16,8), asi también la astucia se aplica otras a lo bueno, y esto a causa de la semejanza de una y otra (cf. Sum. Theol. 2-2 q.55 a.3 ad 1). Digase otro tanto del engafio, que es la ejecuciôn de la astucia (ibid., a.4 ad 1). b) La astucia es pecado contra la prudencia “La prudencia es la recta razôn de lo operable (2-2 q.55 a.3). La prudencia, pues, se refiere al fin y a los medios que conducen al fin, y asi puede algrïn pecado ser contrario a la prudencia, participando algo de su semejanza de dos modos: 1) Por ordenarse el estudio de la razôn al fin, que no es verdaderamente bueno, sino aparente, y esto pertenece a la prudencia de la carne. 2) En cuanto uno, para obtener algùn fin bueno o malo, usa, no de las vias verdaderas, sino simuladas y aparentes, y esto pertenece al pecado de la astucia. Por con­ siguiente, ésta es un pecado opuesto a la prudencia y dis­ tinto de la prudencia de la carne” (2-2 q.55 a.3 c). Mas a lo que- es licito puede uno procéder o por viaS1 licitas y acomodadas al fin intentado, lo cual pertenece a la prudencia, o por algunas vias ilicitas e inconvenientes al fin propuesto, lo cual pertenece a la astucia que se ejerce y por el fraude y el dolo, como se deduce de lo dicho (q.55 a.4 y 5). El primero de estos dos procederes es laudable; mas el segundo, vicioso. Asi, pues, al reo acusado le es lie to defenderse ocultando la verdad, que no esta obligado a confesar, por algunos modos convenientes; por ejemplo, no respondiendo a lo que no esta obligado a contes­ tar; mas esto no es defenderse calumniosamente. Pero no le estâ permitido decir falsedad o callar la verdad, que esta obligado a confesar, ni tampoco emplear fraude o dolo" (2-2q.69 a.2 c). c) La astucia para el bien es mala “La astucia puede aconsejarse, ya para un fin bueno, ya para uno malo; y no conviene llegar a un fin bueno por caminos falsos y simulados, sino verdaderos. Por consiguiente, también es pecado la astucia, aunque se ordene a un fin bueno” (2-2 q.55 a.3 ad 2). d) 1. La <5? Son distintos pecados A la astucia puede llamarse prudencia de la carne En sentido amplio, es decir, en cuanto que ésta signi­ fica falsa prudencia. Y asi San Gregorio Magno (cf. Moral. 10 c.29: PL 75,947) dice: “La sabiduria de este mundo consiste en rodear el espiritu de maquinaciones, ocultar con palabras el sentido, manifestar como verdaderas las cosas que son falsas y como falsas las verdaderas”; y después anade: “Los jôvenes aprenden esta prudencia por el uso, y se ensefia a los ninos por dinero” (2-2 q.55 a.3 c). La sabiduria dei mundo descrita por San Gregorio es astucia, y el santo Doctor la llama “prudencia dei mundo o de la came”. tiene lugar propiamente por el dolo en las palabras y por el fraude en los hechos” (2-2 q.lll a.3 ad 2). “Pertenece a la astucia tomar caminos no verdaderos, sino simulados y aparentes, para proseguir un fin bueno o malo. Pero el acto de tomar estas vias puede considerarse de dos modos. 1) En el pensamiento mismo de estos caminos; y esto pertenece a la astucia propiamente, como asimismo el excogitar vias rectas para un fin legitimo pertenece a la prudencia. 2) Segùn la ejecuciôn de la obra, en cuyo concepto per­ tenece al dolo. Por lo tanto, el dolo implica cierta ejecuciôn de la astucia, y, segun esto, pertenece a la misma” (2-2 q.55 a.4 c). "Asi como el dolo consiste en la ejecuciôn de la astucia, asi también el fraude. Pero parece que se diferencian en que el dolo pertenece universalmente a la ejecuciôn de la astucia, ya se haga de palabra o por hechos; mientras que el fraude pertenece mâs propiamente a la ejecuciôn de la astucia, segun que se realiza por hechos” (2-2 q.55 a.3 c). f) El dolo y el fraude van El dolo y el fraude, ejecuciôn de la astucia “A la prudencia se opone directamente la astucia, a la que pertenece idear ciertas vias aparentes y no existentes para conseguir su proposito; mas la ejecuciôn de la astucia contra la simplicidad “Asi como la astucia se opone a la prudencia, asi el dolo y fraude se oponen a la simplicidad. Ahorq bien, el dolo y el fraude se ordenan principalmente a enganar, y secundariamente a danar. Y, por tanto, la simplicidad tiene por ob­ jeto principal preservar del engano. Segfin esto, la simpli­ cidad se identifica con la verdad; pero se diferencian con distincion de razon, porque se dice verdad en cuanto que los signos concuerdan con las eosas significadas; en cam­ bio, simplicidad en cuanto que no se dirige a cosas diversas, a saber, que uno se proponga una cosa interiormente y pretenda otra al exterior” (2-2 q.lll a.3 ad 2). B) La acepciôn de personas Santo Tomâs considera la acepciôn de personas en una triple relaciôn: a) respecto a la colaciôn de dones; t>) a la manifestaciôn de honores; c) a los juicios. a) e) 647 astucia y la prudencia de la carne La prudencia de la carne se refiere al fin; por ella el hombre constituye en las cosas de la carne su fin ultimo. Es siempre pecado. La astucia se refiere a los medios que conducen al fin: no son verdaderos, sino aparentes y si­ mulados (cf. dicta). 2. SEC. 4. TEÔI.OGOS. SANTO TOMAS EL TRIBUTO Al. CÉSAR. 22 DESP. PENT. 646 Respecto a la colaciôn de dones 1. Definiciôn No define expresamente Santo Tomâs la acepciôn de per sonas. Da, sin embargo, algunos elementos con los cuales puede form a rse la definiciôn. Y asi dice: “En la acepciôn de ljrA' τ r * < * SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 648 EL TRIBUTO AI. CESAR. 33 DESP. PENT. personas se atiende a las condiciones que no contribuyen a la causa" (2-2 q.63 a.l ad 1). “Si uno considera aquella propiedad de la persona por la cual lo que se le confiere le es debido, no hay acepciôn de persona, sino de causa. Por ejemplo, si uno promueve a otro al magisterio por la suficiencia del saber, en esto atien­ de a la causa debida, no a la persona; pero si uno considera en aquel a quien confiere algo, no aquello por lo cuail lo que se le da séria proporcionado o debido, sino solamente porque es tal hombre, como Pedro o Martin, esto ya es una acep­ ciôn de persona ; puesto que no se le concede por alguna eau. sa que le haga digno, sino simplemente se atribuye a la persona. A la persona, empero, se refiere cualquier condiciôn que no oentribuye a la causa por la cual sea digno de este don; por ejemplo, si uno promueve a alguien a una prelacia o magisterio porque es rico o porque es su pariente, hay acepciôn de persona” (2-2 q.63 a.l c). Segûn esta doctrina tomista, podrîa definirse la acep­ ciôn de personas: “El modo de procéder en la colaciôn de cargos o beneficios, ya materiales, ya espirituales, tan­ to civiles como eclesiâsticos, segûn el cual se dan éstos atendiendo no a los méritos o idoneidad de la persona, sino a otras condiciones ajenas al don que se confiere”. 2. ■tJ-»·-..*· ■, La acepciôn de personas es un pecado de injusticia “Se opone a la justicia distributiva; porque la igualdad de la justicia distributiva consiste en dar cosas diversas a diversas personas proporcionalmente a sus respectivas dignidades... Es, pues, évidente que la acepciôn de personas se opone a la justicia distributiva en cuanto se obra sin la debida proporciôn. Y como nada se opone a la virtud, sino el pecado, siguese d? esto que la acepciôn de personas es pecado”. La injusticia, segûn el mismo Santo Tomâs, es pecado mortal “ex genere suo”. Admite parvedad de materia. Por tanto, no siempre la acepciôn de personas es pecado mor­ tal. Pero si el beneficio es importante por su naturaleza o por la trascendencia para el bien comûn o el dano que causa a un tercero es grave, la acepciôn de personas serâ pecado mortal. 3. En lo que no se debe de justicia no es pecado la acepciôn de personas “Hay dos modos de dar: uno perteneciente a la justi­ cia, por la que uno da a otro lo que se le debe, y acerca de estas dâdivas se atiende a la acepciôn de personas; y otro es perteneciente a la liberalidad, a saber, por la que 649 se da gratuit ament c a uno lo que no se le debe, y tal es la colaciôn de los dones de la gracia, por la cual Dios ele­ va a los pecadores; en la cual donaciôn no tiene lugar la acepciôn de personas, porque cualquiera sin injusticia pue­ de dar de lo suyo cuanto quiera y a quien quiera, segûn aquello (Mt. 20,14 y 15): fNo puedo hacer lo que quiero de mis bienes...? T orna lo tuyo y vete” (2-2 q.63 a.l ad 3). 4. La acepciôn de personas es mâs grave en las cosas espirituales “La acepciôn de personas es pecado, en cuanto se con­ traria a la justicia; y. cuanto en mayores cosas viola uno la justicia, tanto mâs gravemente peca; por consiguiente, siendo las espirituales mâs importantes que las tempora­ les, es pecado mâs grave la acepciôn de personas en la dispensaciôn de las cosas espirituales que en las temporales” (2-2 q.63 a. 2 c). 5. En conciencia, debe elegirse al mâs digno w Saliendo al paso de una dificultad juridica, porque, segùn el derecho, basta elegir al bueno y no se requiere que se elija al mejor, dice Santo Tomâs: “Para que no pueda impugnarse una elecciôn en el foro judicial, basta elegir al bueno, y no es necesario elegir al mejor, porque en este caso toda elecciôn podrîa ser combatida; pero con relaciôn a la conciencia del que elige es necesario que elija al mejor absolutamente o por comparaciôn al bien comûn; porque, si puede haber uno mâs idôneo para una dignidad y se prefiere otro, es preciso que esto obedezea a alguna causa, la cual, en verdad, si pertenece al cargo, el que es elegido es, por lo mismo, mâs apto en cuanto a él; pero, si no pertenece al cargo, lo que se considera como causa serâ manifiestamiente acopciôn de la persona” (2-2 q.63 a.2 ad 3). 6. Ni en lo eclesiâstico ni en lo civil tiene lugar la acepciôn de personas cuando se elige uno menos digno en si, pero mâs ûtil al bien comûn “Es preciso considerar que la dignidad de una persona puede entenderse de dos modos: l.°, absolutamente y en si, y asi es de mayor dignidad el que abunda mâs en los dones espirituales de la gracia; 2.°, por comparaciôn al bien comûn; porque sucede algunas veces que el que es menos santo y menos sabio, puede contribuir mâs al bien general a causa de su poder o de su ingenio en el mundo, û por otros motivos parecidos. Siendo asi, pues, que las disposiciones de las cosas espirituales se ordenan mâs prin­ cipalmente a la utilidad comûn, segûn se dice (1 Cor. 12,7), e cada uno se le otorga la manifestation del Espiritu para 650 comûn utilidad; por eso algunas veces, sin acepciôn de per­ sonas en la dispensacion de las cosas espirituales, los que son absolutamente menos buenos son preferidos a los mejores, al modo que Dios también concede alguna vez a los menos buenos gracias gratis dadas” (2-2 q.63 a.2 c). 7. SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMÂS EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. El népotisme en si es acepciôn de personas aunque a veces puede justiflearse 651 dice: La honrado, vejez no es la de muchos anos. La pru­ dencia es la verdadera canicie del hombre, y la verdadera ancianidad es una vida inmaculada (Sap. 4,8-9). Los ricos deben ser honrados porque ocupan en las corporaciones un puesto mâs importante; pero si sôlo son honrados en vis­ ta de sus riquezas, serâ pecado de acepciôn de personas” (2-2 q.63 a.3 c). - El nepotismo era un mal de la época de Santo Tomâs y no desapareciô hasta mucho después. Y era mal de eclesiâsticos. Por eso el Santo ténia que tratar expresamente la cuestiôn, si bien con delicadeza. Asienta un principio que lo justifica; pero aun en este caso dice que debe evitarse si hay peligro de escândalo. Y condena el nepotismo propiamente dicho, que sôlo atendia la consanguinidad: “Acerca de los consanguineos de un prelado hay que distinguir, pues algunas veces son menos dignos absoluta­ mente y con respecto al bien comûn, y en este caso, si se prefiere a los mâs dignos, hay pecado de acepciôn de per­ sonas en la dispensacion de las cosas espirituales, de las que el prelado eclesiâstico no es dueno, para poderlas dar a su arbitrio, sino dispensador, segûn San Pablo (1 Cor. 4,1) : Es preciso que los hombres vean en nosotros minis­ tros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios; pero otras veces, los parientes de un prelado eclesiâstico son tan dignos como otros, y en este caso pueden licitamente, sin acepciôn de personas, preferirlos, porque al me­ nos sobresalen en que pueden confiar mâs en ellos para manejar de comûn acuerdo los negocios de la Iglesia. Sin embargo, deberian abstenerse de esto por el escândalo, si algunos tomasen de ello mal ejemplo para dar los bienes de la Iglesia a sus parientes sin que fuesen dignos” (2-2 q.63 a.2 ad 1). c) 1. En los juicios la acepciôn de personas es pecado “El juicio es el acto de la justicia segûn el cual el juez reduce a la igualdad de ella las cosas que pueden produ­ cir una desigualdad contraria, y la acepciôn de personas tiene cierta desigualdad, en cuanto se atribuye a una algo desproporcionado a ella, consistiendo en la proporciôn la igualdad de la justicia; y por esto es évidente que por la acepciôn de personas se falsea el juicio” (2-2 q.63 a.4 c). 2. La condicion de la persona altera a veces la naturaleza de la cosa En tal caso no hay acepciôn de personas, (q.58 a.10; y q.61 a.2 ad 3) : “Cuando uno es castigado mâs gravemente a causa de la injuria cometida contra persona mâs elevada, no hay acepciôn de personas, puesto que la misma diversidad de la persona produce en cuanto a esto la diversidad de la cosa, como se ha dicho” (cf. 2-2 q.63 a.4 ad 2). C) a) b) En LOS HONORES “El honor es cierto testimonio de la virtud del que es honrado, y por esta razôn sôlo la virtud es la debida causa del honor. Debe saberse, empero, que uno puede ser hon­ rado, no sôlo por virtud propia, sino también por virtud de otro; como los principes y prelados son honrados aunque sean malos, en cuanto representan la persona de Dios y de la sociedad, a la que presiden” (2-2 q.63 a.3 c). “Por la misma razôn se debe honrar a los padres y a los amos por la participaciôn de la dignidad de Dios, que es Padre y Senor de todos. Los ancianos, a su vez, deben ser honrados, porque la ancianidad es signo de virtud, aunque este signo engafia algunas veces, por lo que se ,ζ·*·· : * - ‘ ri-S ? EN LOS JUICIOS La La hipocresia hipocresia es una simulaciôn Con textos de los Santos Padres, el Doctor Angélico define la hipocresia como una simulaciôn, y al hipôcrita, como quien finge tener lo que en realidad no tiene. “Como San Isidoro dice (cf. Etymol. 1.10, H: PL 82,379), “el hombre hipôcrita se tomô del ejemplo de 'los que se presentan en los espectâculos con la cara cubierta, pintândose el rostro con diversos colores para imitar el de la persona que simulan, ya en traje de hombre, ya de mujer, con el fin de enganar al pueblo con sus juegos” (2-2 q.lll a.2 c). Y asi el mismo San Isidoro dice (ibid.): “La palabra griega hipôcrita se interpreta en latin como simulador, el cual, siendo malo interiormente, se manifiesta pûblicamente como bueno... 652 - “Dice San Agustin (cf. De serm. Dom. in monte 1.2 c.2: PL 34,1271) que, “asi como los hipôcritas fingidores de otras personas representan el papel de lo que no son (pues el que représenta a Agamenôn no es realmente este mismo, sino que lo simula), asi en las iglesias y en toda la vida humana el que quiere parecer lo que no es es hipôcriia, pues se finge justo y no lo demuestra”. Asi puede decirse que la hipocresia es simulation; pero no una simulation cualquiera, sino solo aquella por la cual uno simula la persona de otro, como cuando el pecador simula persona de justo” (2-2 q.lll a.2 c). ■ b) .c »>..." Ll hipocresia es contra la verdad “Segûn el Filôsofo (Metaph. 1.9 c.4 n.l: Bk 1.055a55), la contrariedad es una oposiciôn segûn la forma, esto es, de la que la cosa tiene la especie; y por esto debe decirse que la simulation o hipocresia puede ser opuesta a alguna virtud de dos modos, directa e i n directam ente : su oposiciôn directa o su contrariedad debe tomarse en cuenta segûn la misma especie del acto, la cual se considera segûn el propio objeto. Luego, siendo la hipocresia cierta simulation por la que alguno finge tener una persona que no tiene, segûn lo dicho (a.2), siguese que se opone directamente a la verdad, por la que uno se manifiesta tal cual es en la vida y en el trato, segûn dice Aristoteles (Ethic, c.7 η.4: Bk 1127a24). Indirectamente, empero, la oposiciôn o con­ trariedad de la hipocresia puede ser considerada segûn cual. quier accidente, tal como algûn fin remoto o algûn ins­ trumento del acto o cualquier otro semejante” (2-2 q.lll a.3 c). segûn el fin: que, si repugna a la caridad de Dios o del prôjimo, serâ pecado mortal, como cuando alguno finge la santidad para sembrar falsa doctrina o para conseguir alguna dignidad eclesiâstica de la que es indigno o cualesquiera otros bienes temporales, en los que constituye el fin. Pero si el fin que se propone no repugna a la caridad, serâ pecado venial, como cuando alguno se deleita en la misma fiction, del cual se dice (Ethic. 1.4 c.lO: Bk 1127b9) que mds bien parece vano que malo; pues igual razôn hay res­ pecto de la mentira y de la simulation. Sucede, empero, a veces que alguno simula perfection de santidad que no es necesaria para la salvation, y tal disimulaciôn ni es siempre pecado mortal ni siempre estâ acompanada de éste” (2-2 qjlll a.4 c). d) A veces pecado mortal, a veces venial “En la hipocresia hay dos cosas, a saber, el defecto de la santidad y la simulation de la misma. Si, pues, se llama hipôcrita a aquel cuya intenciôn se dirige a ambas, esto es, de modo que alguno no se cuide de tener la san­ tidad, sino sôlo de aparecer como santo, segûn ha solido considerarse en la Sagrada Escritura, en este sentido e’ évidente que la hipocresia es pecado mortal, pues nadie es totalmente despojado de la santidad sino por el pecado mortal. Mas si se llama hipôcrita al que pretende simular la santidad, de la que carece por el pecado mortal, en tal caso, aunque esté en pecado mortal, por el que es privado de la santidad, no siempre la misma simulation es para él pecado mortal, sino a veces venial, lo cual debe juzgarse ■*1 El hipôcrita aparenta una recta intenciôn QUE NO TIENE * •J ·.,3·^Λ < “La obra exterior significa naturalmente la intention; y asi, cuando alguno por las obras buenas que hace, pertenecientes por su género al servicio de Dios, no trata de agradar a Dios, sino a los hombres, simula una recta in­ tention que no tiene. Por lo cual San Gregorio dice (cf. Mo­ ral. 1.31 c.13: PL 76,586) que “los hipôcritas sirven al siglo por medio de las promesas de Dios, puesco que aun por las mismas acciones santas que hacen a la vista de todos no buscan la conversion de los hombres, sino el aura de su favor”, y asi simulan mentirosamente una recta in­ tention que no tienen, aunque no simulan alguna obra recta que hacen” (2-2 q.lll a.2 ad 1). e) c) 653 SEC. 4. TEOI.OGOS. SANTO TOMAS EL TRIBUTO AL CESAR. 32 DESP. PENT. No es hipôcrita el que manifiesta obras de perfecciôn de las que por debilidad carece “El hâbito de la santidad, como el de religion o cleri­ cal, significa el estado por el que uno se obliga a las obras de perfection; y asi, cuando alguno toma el hâbito de san­ tidad con la intenciôn de pasar al estado de perfecciôn, si por debilidad decae, no es simulador o hipôcrita, puesto que no estâ obligado a manifestar su pecado despojândose del hâbito de santidad. Mas si tomare este hâbito para mostrarse como justo, seria hipôcrita y simulador” (2-2 q.lll a.2 ad 2). EL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. 654 Y EL GALICANISMO En el transcurso de la historia fueron estas dos las cuestiones principales que se plantearon, y en las que los poderes del César intentaron desbordar a los de Dios. Importa, pues, insertar aqui un breve resumen de ambas, siquiera nos extendanios algo mâs por razonés obvias en la segunda. A) La cuestiôn de las investiduras a) •3 *3 *· ' · Antecedentes 5S histôricos Trâtase de una cuestiôn que, vivida en casi toda Euro­ pa, suele centrarse en Alemania y en el Sacro Imperio, por haberse enconado gravemente en aquellas tierras. En el siglo IX, la palabra investir equivalia a dar po­ sesiôn, acto que solia simbolizarse mediante la entrega de algùn objeto que guardase relaciôn con la cosa vendida o entregada, v. gr., un poco de césped en la compra de un campo. En el mismo siglo existîa la costumbre arraigada de que todo propietario de una iglesia concediese mediante una ceremonia especial la investidura de la misma al clérigo que habia sido ordenado para ella. Este derecho pertenecia, en general, a los reyes con relaciôn a los obispos y abadias. Su origen es puramente temporal y arranca, como nues­ tros patronatos, hoy en trance de supresiôn, del hecho de alguna donaciôn generosa de bienes de tierras anejas al cargo de la cura de aimas en la que el donante se habia reservado el derecho de hacer la entrega de los bienes. Por otra parte, el feudalismo, con la obligation de que los gran­ des propietarios y senores se reconocieran vasallos y asistieran a los reyes, diô nuevas apariencias de titulos a taies ceremonias de concesiôn de bienes, que constituian a los obispos y abades en senores nada diferentes de los condes y nobles medievales. Este derecho, que juridicamente pudiera muy bien concertarse, diô lugar a gravisimos desôrdenes por no distinguir el cargo pastoral y puramente espiritual de las funciones y posesiones temporales, de modo que poco a poco el que tenia derecho de conferir éstas terminé por exigir las primeras. Ademâs, las riquezas de la Iglesia excitaron, como siempre, la codicia de los reyes, que quisieron disponer de ellas en favor de sus amigos, para lo cual el derecho de election que el pueblo y clero tenian sobre sus obispos fué sustituido por la norma completamente anticanônica del SEC. 4. TEÔLOGOS. LAS INVESTI DURAS Ô58 nombramiento real. Para exagerar aùn mâs la confusion de las ideas, la investidura se verificaba mediante la entrega, hecha por el emperador o rey, del bâculo y el anillo, simbolos a todas luces de poderes espirituales. De este modo, la Iglesia quedô totalmente sometida al Estado en cuanto a su elemento mâs vital: el nombramien­ to de sus jefes. La consecuencia inmediata fué la simonia. Los cargos se vendian en pùblico y los obispados pasaron a ser propiedad de unas cuantas familias avaras, rapaces, irresidentes la mayoria de las veces y, como es logico, de una moral no siempre defendible ni mucho menos. Todavia pueden leerse algunos trozos de los sermones que hemos extractado a lo largo del ano de entre los predicados por Santo Tomâs de Villanueva que aluden a hechos semejantes, que si tuvieron lugar mucho tiempo des­ pués de lo que vamos resehando, se debieron también a circunstancias parecidas. Enrique IH de Alemania, hijo de Conrado Π, decia a los obispos reunidos en sinodo: “Corrompidos por la avaricia, habéis comprado y vendido la gracia divina, y tam­ bién mi padre, por la salvaciôn de cuya aima tengo mu­ cho miedo, sucumbiô a ella” (cf. Raoul Glaber, 5,25 [Edit. Prou] p.134). b) Lucha y final de la cuestiôn Hildebrando llega a papa. Conoce a fondo la cuestiôn y a su virtud une su carâcter. En el sinodo de Roma celebrado los dias del 24 al 28 de febrero de 1075, promul­ ga un célébré decreto declarando invalida toda investidura otorgada por un seglar y excomulgando al que la confiriere y recibiere. A lo largo de la vida de este papa, la doctrina quedô claramente establecida. El poder espiritual no de­ pende en absoluto de los reyes; los obispos serân elegidos segûn los cânones; en cuanto a los bienes temporales, una vez que han sido donados a la Iglesia, pertenecen a ésta. La Iglesia goza del derecho de poseer, porque su misiôn espiritual necesita medios exteriores; luego “la dignidad episcopal réclama la posesiôn temporal y no es lo temporal lo que trae consigo aneja la dignidad espiritual” (cf. Cardenal Humberto, 1058,3,2, Libelli t.l p.200). Por lo tan­ to, el que confiere la dignidad espiritual del oficio ha conferido a la vez los bienes dei beneficio, y no viceversa. La lucha de Gregorio VU con Enrique fué tan enconada como describe la historia. Su humillaciôn de Canosa no pasô de ser una penitencia fingida para recuperar la obe­ diencia de los seriores rebeldes, pues, vuelto a la posesiôn f *·'. 656 EI. TRIBUTO \L CESAR. 22 DESP. PENT. de su imperio, pretendiô usurpar ya no solo el derecho de nombrar los obispos, sino incluso el de dcponer al papa que hubiera ofendido al rey, cuya dign’dad depende sôlo de Dios. He aqui la teoria cesarista en toda su crudeza. Gregorio VII muriô en el destierro en 1085, signiéndole el emperador en 1105. El sucesor de este ûltimo, Enrique V, continûa con las mismas disposiciones de su padre, si bien después de largas luchas y de sostener antipapas cede a la tesis de Calixto H: “Que la Iglesia posea lo que es de Jesucristo y el emperador se guarde lo suyo, contentândose uno y otro con su oficio” (Bulario t.2 p.6). Por el acuerdo de Worms el rey firma: “Abandono toda investidura concedida por la entrega del baculo y el anillo, y concedo que en todas las Iglesias de m: reino e imperio se celebre la elecciôn canônicamente y la consagraciôn con libertad”. (Los obispos no podian ser •consagrados en tanto que el emperador no les hubiera concedido la investidura.) El papa, por su parte, “otorga a su amado hijo Enrique" el derecho de concéder la investidura de los bienes tem­ porales y senorio feudal mediante la entrega de un cetro. En Francia e Inglaterra la cuestiôn fué paralela a la de Alemania, si bien mucho menos enconada. Francia se convirtiô en refugio habituai de los papas contra las invasiones de los emperadores alemanes. B) El galicanismo Para nuestro breve resumen utilizamos el Dictionnaire A pologelique de la Foi Catholique, muy bien documentado en la materia. a) Definiciôn y divisiôn Antonio de Charlas (cf. Tractatus de libertatibus Eccle­ siae gallicanae [Roma, 3.* ed. 1720] vol. 3), tolosano, de­ finio el galicanismo en esta forma: “La opres:ôn de la jurisdicciôn eclesiâstica por la seglar y el menosprecio de la autoridad del Romano Pontifice por el clero francés". Este galicanismo tiene dos manifestaciones por com­ pleto diferentes, si bien unas veces se relacionan estrechamente y otras marchan en desacuerdo. El galicanismo epis­ copal, o del clero, consiste en reconocer a la Iglesia fran­ cesa cierta independencia (mayor o menor segûn la cues­ tiôn esté mâs o menos agria) con relaciôn al papa. El galicanismo politico consiste en someter la jurisd:cciôn de la Iglesia (papas u obispos) a la autoridad civil del rey o parlamento. Aunque cuestiones distintas, ya que la una es puramente interna dentro de la Iglesia y la segunda pertenece a SEC. 4- TEOLOGOS. EL· GALICANISMO 657 sus relaciones con el Estado, existe una estrecha conexiôn. pues de decir que la Iglesia francesa debe regirse por sus êstatutos indepcndientes y nacionales a acogerse a la tutela de las autoridades de la naciôn para que ampare esos derechos sôlo hay un paso, que en ocasiones se diô. Nos limitaremos a exponer la doctrina e historia del galicanismo politico que es el que dice mayor relaciôn con el evangelio de hoy. b) Galicanismo polîtico No llegô a formar un cuerpo de doctrina, y si bien tuvo muchos cscritores a su servicio, no se distinguieron por su espiritu juridico ni lôgico. “El galicanismo es mâs un ins­ trumento que una doctrina... Lo que el rey déjà a Roma es la region teôrica de la doctrina, reservândose para si las ventajas reales y tangibles”, como son administraciôn de bienes, nombramiento de cargos, aprobaciôn de leyes, exco. muniones, etc. En 1594, Pedro Pithou condensaba en ochenta y très proposiciones la doctrina galicano-politica e instituia los dos principios capitales siguientes: Los papas no tienen autoridad alguna, ni general ni particular, sobre las cosas temporales “en tierra de Francia”. La autoridad espiritual del papa estâ limitada “en Francia” por los êstatutos y cos­ tumbres de la misma. De estos principios, admitidos también por el galicanis­ mo eclesiâstico, el autor deduce conclusiones harto extra­ nas, pues, segûn estas costumbres francesas, el rey es el ûnico que puede convocar concilios nacionales, permitir la entrada de legados pontificios o la visita de los obispos a Roma, etc. Pithou aduce también como causa lo de que el Pontificado es un poder extranjero que coarta el del rey francés. Remontândose a buscar una causa juridico-histôrica, la encuentra en la aserciôn totalmente falsa de que: 1) El pontifice romano no tuvo autoridad alguna en las Galias antes dei siglo VI. 2) Durante todo aquel espacio de tiempo, el rey, y no el papa, fué la ûnica cabeza de la Iglesia galicana (cf. Pe­ dro de MAROA, Concordia [1683] p.66). Los parlamentarios anadian otro principio, a saber: el de que toda actividad exterior dependia de ellos, y entre las actividades externas incluian las judiciales eclesiâsticas y apelaciones de caso£ graves. El galicanismo regalista encuentra otras très razones especificas: cl rey recibe una consagraciôn que le convierte en persona cuasi-eclesiâstica ; ha prestado grandes servicios !· . I 658 EL TRIBVTO AL CESAR. 22 DES?. PENT. tanto a la Iglesia local (fundaciôn y apoyo) como a la romana (fundaciôn de su poder temporal), y tiene la obligaciôn de defender la fe y ejecutar los cânones. El galicanismo real nace de un exagerado sentimentalismo francés (la religion de Reims—lugar de la consagraciôn de los reyes—, dira Renan), que es fuente, a su vez, del galicanismo clerical, y de un bien aprovechado deseo de utilidad politico-crematistica. “La idea mâs honda del gali­ canismo es... la union intima de los dos poderes en la mano del rey”. c) Historia La historia del galicanismo es la de Francia; pero, en la imposibilidad de resumirla, nos ceniremos a indicar tres hitos en ella: arranque en Carlomagno; algunas de sus ma­ nifestationes en la Edad Media, y, finalmente, su explosion en la época de los Luises. 1. En la época de Carlomagno La personalidad de Carlomagno domina Iglesia y Estado, y de su actuaciôn y la de sus sucesores podemos deducir que la prâctica se anticipo a la teoria en que buscô justificarse. El cesarismo del emperador fué un hecho casi espontâneo. Sus antecesores, de acuerdo con el Pontificado, habian ido organizando la Iglesia francesa y de paso adquiriendo gran autoridad sobre ella, de modo que cuando Carlomag­ no la confirmo anadiendo el rito de su propia consagraciôn, vino a considerarse no sôlo una continuaciôn de los antiguos emperadores, sino casi una autoridad sagrada, con derechos sobre la Iglesia, que, queriendo proporcionarse un defensor, ne advirtiô que se estaba preparando un duefio. Admite a los clérigos que vienen desde Roma a quejarse del papa, nombra obispos, y en su tiempo un conci­ lio franco se queja y censura al segundo de Nicea. Son los primeros actos que abren un camino del que es buen indi­ cio la frase de los obispos cuando, en el 883, Gregorio IV viene a Francia a dirimir ciertas contiendas reales: “Si viene a excomulgar se marcharâ excomulgado” (cf. Vita Ludov. Pii: PL 104,963). 2. Algunas manifestationes médiévales En la decadencia de la dinastia carolingia la Iglesia fué mâs bien la encargada de tutelar a los reyes, e incluso aparecieron algunos teôlogos que defendieron el poder di­ recto de la Iglesia sobre el Estado ; pero la reacciôn contraria SEC. 4. TEÔLOGOS. EL GALICANISMO r- - *" θ59 ■ no se hizo esperar, y Felipe Augusto, fundador casi de la unidad francesa y gran impulsor del galicanismo, de acuer­ do con las corrientes de la época, que en Inglaterra culminaron con el martirio de Santo Tomâs de Cantorbery, niega toda intervention al papa en sus asuntos, lo cual diô ocasiôn al célébré aforismo juridico de Inocencio IU: “Si el papa no tiene derecho a intervenir en materia feudal, lo tiene al menos ratione peccati”. Felipe el Hermoso se rebela varias veces contra el Romano Pontifice y su autori­ dad sobre el matrimonio. Por fin, el galicanismo de los tiempos modernos se in­ cuba en un ambiente tan propitio como el del cisma de Occidente, en el que los reyes se creen con derecho a in­ tervenir y decidir sobre la legitimidad de los papas. Sin embargo, no llega a adoptar la forma definitiva, y pasa por muy distintas etapas, algunas de ellas muy duras desde luego contra los derechos de la Iglesia, hasta que, vencido el protestantismo en Francia y convertido Enri­ que IV, la nation consigne su unidad religiosa y los reyes no dudan sobre el bando a que han de inclinarse. Entonces la Universidad de Tolosa y los parlamentos practican y defienden el galicanismo a ultranza. El rey es el protector y vengador de los cânones (of. Edmundo Ri­ cher, 1617) : “L.a autoridad dei Pontifice, como cualquiera otra, no puede imponer el cumplimiento de las leyes que no acepte el pueblo”, el cual estâ formado en Francia por los clérigos y por los seglares, presididos por el rey (cf. Marca, Concordia sacerdotii et imperii et libertates gallicanae). 3. Luis XIV y sus sucesores Tales doctrinas forjan el ânimo de Luis XIV, de modo que el historiador G. Hanotaux (cf. Introduction al resumen de las ôrdenes dadas a los embajadores... Roma 1888) dice de él que era “el galicanismo vivo, operante, militante y triunfante”. Llega incluso a maravillarse de que se pue­ da discutir su autoridad sobre los asuntos eclesiâsticos, su derecho a recibir apelaciones en vez del papa, etc. Pide informes sobre “la extension de las prerrogativas de la corona en la administration de la Iglesia, y en la respuesta que se le da se hace constar que la Iglesia francesa es un “cuerpo politico o reunion de pueblos presididos por un jefe temporal, el rey, y a la vez un cuerpo mistico o asamblea de fieles unidos por un jefe espiritual, el papa”. Es, pues, la Iglesia en Francia un cuerpo con dos jefes o cabezas. Los asuntos temporales de la Iglesia—prosigue el in­ forme—en cuanto cuerpo politico corresponden al rey; los 660 EL TRIBUTO Ah CESAR. 22 BESP. PENT. espirituales, al papa, y los mixtos, a este si se trata de asuntos que toquen a la salvaciôn de las aimas, porque, si sôlo tuvieren relaciôn con la perfection, habria que estudiar a qué lado convendria inclinarse, pues corresponde decidir no al papa, que tiende a absorber el poder pùblico contra la abierta voluntad de Dios, sino al rey (cf. Disser­ tations sur l’autorité du roi en matières de régale). Luis XIV, aunque galicano furibundo, supo llevar estos delicados asuntos con la autoridad de que le revestia su persona; pero, subidos al trono sus débiles sucesores, el pleito se enconô extraordinariamente, sobre todo con motivo de la condenaciôn de las proposiciones jansenistas y de Quesnell y la canonizaciôn de Gregorio VII, cuyo oficio fué prohibido por contener frases que disgustaban al espi­ ritu regalista. Por fin, el regalismo muriô a manos de la revolution, resucitado sôlo temporalmente por Napoleon. Luis XIV habia barrido el protestantisme, pero éste tomô su venganza dejando como hijo al filôsofo racionalista, del que saliô la "Revolution”. Declarados caducos los titulos divi­ nos de la Iglesia, un Estado irreligioso no puede establecer sistemas de coordination entre los dos poderes. El laicismo indiferente en el mejor caso o el laicismo perseguidor son las consecuencias naturales del filosofismo ateo o deista. SECCION V. I. ACTORES VARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA La imagen de Dios en el hombre A Conforme a una interpretaciôn mistica, pero usada ya en tiempo de los Santos Padres, nuestro autor ve en el hombre la-moneda que lleva impresa la imagen y semejanza de Dios, a quien, por lo tanto, debe devolvérsela, como suya que es (cf. Divi Thomae a Villanova, Opera omnia [Manilae 1883] vol.3 p.288-296). A) El hombre desconoce su valor No habia dinero suficiente para redimir al hombre, y el Verbo se hizo moneda de oro que nos pagara. Fué acunada en la cruz. Decidme, ;oh Virgen!: Cuius est imago haec, et superscriptio?: ï-de quién es esa imagen y esa ins­ cription? (Mt. 22,20). —Pero éno la conocéis? —No; no existe en él belleza ni figura (Is. 53,2). —Leed: Jésus Nazareno, rey de los judios (lo. 19,19). Aparece a nuestros ojos el hueso de mis huesos y carne de mi carne, pero lleva oculto el cuno, la figura del César, de Dios Padre, cuyo Hijo es. También tû, hombre, llevas la figura de Dios, a cuya imagen y semejanza fuiste creado. Como la Esposa de los Cantares (1,7), desconoces tu belleza y corres por caminos baldios y tras animales indignos de ti, por las cosas ex­ teriores, varias y vanas, tras los sentidos. Y todo ipor qué? Porque te desconoces. Escuchadme, hombres, peregrinos de aqui abajo, navegantes dei siglo en barcos de barro: no miréis vuestro exterior y apariencia, sino lo que llevâis escondido dentro. ^De quién es esa figura e inscription? Mi sermon se endereza a enseîiaros lo noble de vuestro ser, para que os avergoncéis de vuestras obras. B) Imagen natural de Dios La excelencia del hombre estriba en ser imagen de Dios. Lo que me diô mi Padre es el mayor de los dones, dijo el Sefior. Y i qué le diô sino ser el esplendor de la gloria y la imagen de su sustancia? (Hebr. 1,3). El Hijo y el hombre ·:··**■* EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. 662 ;·- 4 » son imâgenes de Dios, si bien de distinta forma, porque el hijo lo es sustancial y naturalmente, y el hombre por una semejanza. No pudo Dios crear a otro igual y lo creô parecido. Como los reyes se reservan el imprimir sus efigies en las monedas de precio mâs subido, asi Dios reservo su imagen para el hombre, dejando solo algûn vestigio para el resto de las criaturas. Distinguen los autores entre imagen y semejanza. Aque­ lla es la constituida por los dones naturales, y esta por la gracia. La imagen permanecerâ siempre; la semejanza pue­ de empanarse y hasta desaparecer. El aima es imagen de Dios porque reproduce en sus trazos la simplicidad, incorruptibilidad y libertad de Dios. Otrosi, es simple en su ser y multiple en sus potencias. Su entendimiento produce las ideas y tras de éstas surge el amor de la voluntad. Del mismo modo que Dios es vida, el alma vivifica todo el cuerpo, en el cual estâ toda ella y toda en cada una de sus partes, gobernândolo y dirigiéndolo. 4Qué es el aima en el cuerpo sino como un Dios en un mundo que le es propio? Como Dios produce las cosas en su ser real, el hombre las reproduce en su ser inteligible, y al ser materia y es­ piritu encierra eminentemente las perfecciones de todo lo creado. C) T · 1, * ■■· La semejanza sobrenatural Pero la semejanza es el esplendor y brillo de la imagen. Destruidla y la imagen se oscurecerâ. Dios dijo no sin misterio: Hagamos al hombre a nues­ tra imagen y a nuestra semejanza (Gen. 1,26). La esencia de Dios brilla en nuestra naturaleza, y su bondad en los dones gratuitos. La Trinidad se refleja en nuestras poten­ cias, pero su santidad en el alma dei justo. Aquella frase de San Pablo (1 Cor. 15,47) de que el primer hombre fué terrestre, y el segundo Adân, celestial, encierra todo mi pensamiento, porque nos muestra como Dios deseô que fuésemos conformes con la imagen de su Hijo (Rom. 8,29), tanto en el exterior como en el interior, hasta que llegue el dia final, en el que, después de haber reformado nuestro corazôn, alcance hasta el cuerpo de nues­ tra vïleza, reformândolo también conforme a su cuerpo glo­ rioso (Phil. 3.21). Porque acaece con nosotros lo que suele ocurrir con los pintores, que primero dibujan la figura y forma del emperador, y, una vez terminada esta primera parte, le dan el color debido hasta reproducir toda su belleza y porte. Del mismo modo, ahora somos hijos de Dios, SEC. 5- AUTORES VARIOS. VILLANUEVA 663 aunque aun no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a El (1 lo. 3,2). Y cuando llegue ese momento brillarâ nuestra semejanza en toda su perfecciôn, y, encendidos como el carbon impregnado por el fuego, imâgenes divinas pintadas a! natural, iqué otra cosa semejaremos sino dioses? Enton­ ces se cumplirâ aquella palabra: Yo dije: Sois dioses, todos vosotros sois hijos del Altîsimo (Ps. 81,6). Mirarâs a Dios, te mirarâ a ti mismo y te verâs como otro Dios. ;Oh aima!, si consideraras tu belleza, no mirarias a ninguna otra criatura. jOh imagen de Dios, sangre de Jesùs, Esposa de Cristo, compafiera de los ângeles!, iqué hay entre ti y la carne? D) La inscripciôn Ademâs de su imagen, Dios ha grabado sobre ella una inscripciôn, que no es otra cosa sino la ley natural y la razôn para conocerla. Los preceptos de la Ley estân escritos en sus corazones, siendo testigos su concienda (Rom. 2,15). Dios es el Creador y Maestro de la naturaleza. Princi­ pio que ilumina, Verdad que créa, Creador que da la ver­ dad y que al imprimir en nosotros la ley natural nos ha dicho de quién somos, pregonando de quién es la imagen. Lee, aima, la inscripciôn que llevas... También nuestra semejanza divina lleva su inscripciôn con ese nombre nuevo que nadie conoce sino el que lo recibe (Apoc. 2,17), nombre de mi Senor Jesucristo crucificado. U Hay quizâ cosa mâs desconocida para el mundo que un Dios en una cruz?) Nuestra aima, moneda divina, debe llevar esta inscripciôn, asemejândose a Cristo, conforme a aquello de San Pablo: Llevando siempre en nuestro cuerpo la mortifica­ ciôn de Jesûs, para que la vida de Jes-ûs se mamfieste en nuestro cuerpo (2 Cor. 4,10), y asi cuando el dia del juicio el Sefior nos présente aquel troquel de su santa Humanidad llena de llagas, le podremos ensenar su reproducciôn en nuestra aima. E) Consecuencias a) Si vivis del Espiritu, vivid segûn El. Los ârboles dan fruto conforme a su naturaleza. » llega esta obligation hasta poner la vida por el bien pfiblico, •Mirando sôlo “el contentamiento de Dios y el bien pùblico..., padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo”, ha de olvidar todo otro amor, incluso el de sus familiares, como lo hizo el Sefior con su santisima Madré una vez llegada la vida pùblica. Cristo estuvo desnudo en la cruz, y “el oficio pùblico cruz es, y desnudo de todos los afectos propios y vestido del amor de los muchos” ha de estar el gobernante. Un cornado que tenga para si le estorbarâ la ligereza de su carrera. 666 FL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP· PENT. Por que el hombre no venga a tan dificil oficio sin condi­ ciones para ello, el Espiritu Santo aconseja que primero exa­ mine bien sus fuerzas. No pidas al Senor un puesto de go. bierno...; no busqués ser hecho juez, no sea que no tengas fuerzas para reprimir la iniquidad, no sea que te acobardes cil presencia del todopoderoso y tropiece en ello tu rectitud (Eccli. 7,4-6). El que no tiene el celo y amor suticiente para pasar por encima de todo esto, sobre lo que le advierte el Espiritu Santo, bien harâ en no aceptar los cargos. C) El bien espiritual de los sùbditos No piense nadie que el fin principal de la autoridad civil “consiste en restaurar los muros de la ciudad, en empedrar las calles, proveer de mantenimientos y, a lo mâs, castigar bien los delitos y dar a cada uno lo suyo cuando traen pleito. Buenas son estas cosas y necesarias, mas ni son bastantes ni las principales. El fin que debe pretender el que gobierna repûblica es hacer virtuosos a los ciudadanos..., de manera que el principal cuidado se ponga en lo principal y paradero de todo lo otro, sin que se deje de proveer lo que es menos, aunque necesario para alcanzar lo que es mâs”. Necesario también es castigar los delitos, pero esto des­ pués de haber puesto mil remedios para que no se cometan. “Verdad que el castigo es justo, y si justo, bueno, asi para que satisfaga el culpado su culpa como para ejemplo de otros, y que pueda vivir el bueno entre los malos con seguridad”; pero, no obstante, aun el mismo castigo acarrea males y debe, por tanto, precaverse. Lo principal “es acostumbrar a los ciudadanos a que con buenas y frecuentes operaciones sean virtuosos”. De otra manera las leyes son tropiezos que se les ponen para que caigan y poderles castigar. D) Castigo amoroso de los jueces No basta dar leyes, pues ni aun las de Dios se han cumplido, sino que el gobernante ha de asemejarse a Cristo, que bajô a la tierra para con sus trabajos merecernos la gracia por donde pudiéramos cumplir con ellas. Asi, pues, “no se contenten con sôlo mandar—que aquello sin amar se puede hacer—, mas desciendan de su majestad para subir en la bondad, y dejen el ocio..., y caven con sudor de su cara la dura tierra de los corazones de sus sûbditos...” i Donde estân vuestros “buenos ejemplos..., las paternales amonestaciones, los maestros para que les ensenen virtud y para que los crien en ella?” » *<· Sx·- SEC. 5. AÜTOKES VARIOS. BEATO AVILA 6β7 Y si después de todo esto habéis de castigar, sabed que “castigar sin amor, cerca estâ de venganza, o de crueldad, 0 de dureza de corazôn, y muy mâs lejos dei castigo Cristia­ no..., cuya virtud muy principal es la misericordia, y tan embebida en su corazôn, que se diga tener entranas de mi­ sericordia, en todo debe mezclar esta virtud, conociendo que por misericordia fué él criado de nada y fué hecho cristiano...” El Senor primero llorô a Jerusalén y orô mucho por ella (Lc. 19,41), y fué mâs tarde cuando la castigô. E) Leyes de justicia y obligaciôn de caridad El amor que la persona pûblica debe tener a sus sûbditos ha de impulsarle a “no estar atado a la estrechura de las leyes particulares, mas vivir en la anchura del amor, que comprende obligaciôn de justicia y obligaciôn de caridad”. Grave error es el de los que “tienen tan limitado su celo, que no se extienden sino a quitar aquellos delitos que por leyes particulares estân vedados”. Incluso en los particulares la ley de la caridad va mucho mâs allâ que la de la justicia, y, por tanto, en el hombre publi­ co el desvelo por sus sûbditos debe llevarle a velar por mil pecados y delitos que no estân prohibidos por las leyes par­ ticulares, pero que le obligan en virtud de esta mâs general de la caridad. “El precepto de hacer el bien obliga mâs a quien mâs tiene, o mâs sabe, o mâs puede... Al que mucho le es dado, mucha cuenta le serâ pedida" (Lc. 12,48). Entre estas muchas cosas que se les han dado y por las cuales se les exigirâ que devuelvan mucho, figuran todos los bienes temporales y ventajas que reporta el estar constituido en autoridad, porque sus ruegos pueden mucho con chicos y grandes, su familia adquiere un lustre que facilita casamientos..., y, en fin, “alcanzan muchas cosas para si y sus amigos, que no alcanzaran si fueran personas particulares. Por lo cual claramente se ve como su talento es mâs crecido y por eso mâs obligatorio; y serâ la razôn de condenaciôn muy clara ; pues empleândolo en cosas propias ganaban mu­ cho y no lo quisieron emplear en provecho de otros...” Piense, pues, el gobernante en aquellas dos sentencias del Senor: Siervo bueno y fiel..., entra en el gozo de tu Se­ nor (Mt. 25,21), y a ese siervo inûtil echadle a las tinieblas exteriores (ibid., 30), y decidase a aprovechar totalmente sus talentos, empleando en pro del bien comûn todos aquellos “medios que acostumbran negociar lo que a ellos cumple”, que, si lo hicieran, “seria tanto el provecho que hiciesen en sus repûblicas que en breve tiempo las tuviesen todas reformadas, o a lo menos muy mejoradas... ’ : · V?. 668 SEC. 5. AUTORES VARIOS. SARDA Y SALVANY EL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. Prudencia en el gobernante F) El juez sabio instruye a su pueblo y el gobierno del dis­ creto es ordenado..., la ciudad prospera por la sensatez de sus principes (Eccli. 10,1-3). El rey ignorante pierde a su pueblo (ibid.). Si un ciego guîa a otro ciego, ambos caerân en la hoya (Mt. 15,14). La ciudad es una nao que navega por corrientes encontradas, por donde se necesita un piloto muy avezado y caviloso. Acrecienta el temor saber que ha habido muchos pilotos que han naufragado con todo el pasaje. Séneca (cf. De ira 1.1 c.16) comparo la sociedad a un hospital en donde existen infinidad de enfermedades que el gobernante tiene que conocer y sanar. Tamaûas dificultades exigen que se posean excelentes condiciones naturales, y junto a ellas no poco esfuerzo, pues de nada sirve la fertilidad de la tierra si no se trabaja. III. FRANCISCO DE QUEVEDO Insertamos los pârrafos nias ùtiles a nuestro propôsito homilético dei capitulo S de la parte segunda de la obra de don Francisco de Quevedo Politica de Dios, gobierno de Cristo, que trata de los tri­ butos e imposiciones (cf. Quevedo, Obras completas, en prosa, ed. crit. de Astkana Marin, 2.a ed. [Aguilar, Madrid 1941J p.446-447). A) Pago de los tributos ·*Λ ·-■ “No puede haber rey, ni reino, dominio, repûblica ni monarquia sin tributos. Concédenlos todos los derechos, divino, natural, civil y de las gentes. Todos los sùbditos lo conocen y lo confiesan; y los mâs los rehusan cuando se los piden y se quejan cuando los pagan a quien los deben. Quieren todos que el rey los gobierne, que pueda defenderlos y los defienda; y ninguno quiere que sea a costa de su obligaciôn. Tai es la naturaleza del pueblo, que se ofende de que hagan los reyes lo que él quiere que hagan. Quiere ser gobernado y defendido; y negando los tributos e imposiciones, desea que se haga lo que no quiere que se pueda hacer...” Néron, por congraciarse con el pueblo, pretendiô suprimir todo tributo, a lo que se opuso el Senado atendiendo al bien dei imperio (cf. Tacito, Ann. 1,13). “Los pueblos pagan los tributos a los principes para si; y como el que paga el alimento al que cada dia se le vende se le paga para sustentarse y vivir, asi se paga el tributo a los monarcas para el propio sustento de las personas y familias, vidas y libertad; de que se convence la culpa y sinrazôn que hacen al rey y a si propios en quejarse y rehusarlos. No crecen ni se dismi- 669 nuyen en el gobierno justo por el arbitrio o avaricia del principe, sino por la necesidad inexcusable de los acontecimientos, y entonces tan justificado es el aumento como el tributo”. Descrita la escena en la que pidcn a Pedro que pague el tributo, dice: “Fué San Pedro sumamente celoso de la reputaciôn de su Seûor y Maestro, Cristo; y como la pregunta fué de pagar, respondiô que si, persuadido de que quien venia a pagar lo que no debia y solo por todos pagaria el tributo, no excusaria el pagar éste”. B) Imposiciôn equitativa de tributos "Ve al mar, echa el anzuelo, y aquel pescado que primero subiere côgele, y abriéndole la boca, hallarâs un estater; tômale y date por mi y por ti (Mt. 17,27). El hijo propio de la tierra, aunque por serlo sea libre, ha de pagar por no dar escândalo. De grande peso son las cosas que se ofrecen en estas palabras. Lo primero, que cuando manda buscar caudal para el tributo, manda a su ministro que le busqué en el mar, no en pobre arroyuelo o fuentecilla. Lo segundo, que mandândole que lo busqué en la grandeza inmensa del mar, donde los pescados son innumerables, no le manda pescar con red, sino con anzuelo. No se ha de buscar con red, Seûor, como llaman barredera, que despueble y acabe, sino con anzuelo. Lo tercero, que le mandô sacar el primer pescado que subiese, y que, abriéndole la boca, le sacase de ella la moneda llamada stater y la diese por Cristo y por si propio. Manda que le saquen lo que tiene y lo que no ha menester, porque al pescado no le era de provecho el dinero. jOh Seûor!, cuân contrario seria de esta doctrina quien mandase sacar a los hombres lo que no tienen y lo que han menester y que con red barredera pescasen los ministros en los arroyuelos y fuentecillas y charcos de los pobres, y no, aun con anzuelo, en los poderosos océanos de tesoros!” IV. SARDA Y SALVANY Sintético, como siempre, de estilo, raciocina con toda claridad. Es notable la doctrina sobre el libéralisme o las formas de gobier­ no expuesta por su pluma. Aunque la materia parece pasada de inoda, sin embargo las deformaciones de la conciencia son siempre ils inismas (cf. El libcralismo es pecado, 8.a ed., Barcelona, Tipografia Catélica). SIC. 5. AUTORES VARIOS. SARDA Y SALVANY EL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. ) ) Grados del liberalismo (a.5 p.20) Escuela, secta y partido El liberalismo como sistema de doctrinas puede apellidarse escuela; como organization de adeptos para difundirlas y propagarlas, secta; como agrupaciôn de hombres dedicados a hacerlas prevalecer en la esfera del derecho pùblico, partido. Pero ya se considere al liberalismo como escuela, ya como secta, ya como partido, ofrece dentro de su unidad lôgica y espetifica varios grados o matices que conviene al teôlogo cristiano estudiar y exponer...” dicalmente los principios. Quisieran unos el liberalismo aplicado tan solo a la ensefianza; otros, a la economia civil; otros, tan solo a las formas politicas. Solo los mâs avanzados predican su natural aplicaciôn a todo y para todo. Las atenuaciones y mutilaciones del credo liberal son tantas cuantos son los intereses por su aplicaciôn perjudicados o favorecidos; pues generalmente existe el error de creer que el hombre piensa con la inteligencia, cuando lo usual es que piense con el corazôn, y aun muchas veces con el estômago. De aqui los diferentes partidos liberales... Sin contar la tâctica satânica, que a veces aconseja al hombre no extremar una idea para no alarmar y para lograr hacerla mâs viable y pasadera”. B) b) Unidad de su sistema “Ante todo, conviene hacer notar que el liberalismo es uno, es decir, constituye un organismo de errores perfecta y lôgicamente encadenados, motivo por el cual se le llama sistema. En efecto, partiendo en él dei principio fundamen­ tal de que el hombre y la sociedad son perfectamente autônomos o libres, con absoluta independencia de todo otro criterio natural o sobrenatural que no sea el suyo propio, siguese, por una perfecta ilaciôn de consecuencias, todo lo que en nombre de él proclama la demagogia mâs avanzada. La Revolution nada tiene de grande sino su inflexible lô­ gica...” c) Hay mut pocos liberales completos “Mas, a pesar de esta unidad lôgica del sistema, los hom­ bres no son lôgicos siempre...” “Los hombres, llevando hasta sus ùltimas consecuencias sus principios, serian todos santos cuando sus principios fuesen buenos, y serian todos demonios del infierno cuando sus principios fuesen malos. La inconsecuencia es la que hace, de los hombres buenos y de los malos, buenos a medias y malos no rematados. Aplicando estas observaciones al asunto presente del liberalismo, diremos que liberales completos se encuentran relativamente pocos, gracias a Dios; lo cual no obsta para que los mâs, aun sin haber llegado al ùltimo limite de dépra­ vation liberal, sean verdaderos liberales...” “Hay liberales que aceptan los principios, pero rehuyen las consecuencias, a lo menos las mâs crudas y extremadas. Otros aceptan alguna que otra consecuencia o aplicaciôn que les halaga, pero haciéndose los escrupulosos en aceptar ra- 671 a) El liberalismo catôlico (a.6 p.23) Su PUNTO DE PARTIDA “Naciô este funesto error de un deseo exagerado de poner conciliation y paz entre doctrinas que forzosamente y por su propia esencia son inconciliables enemigas. El liberalismo es el dogma de la independencia absoluta de la razôn indi­ vidual y social; el catolicismo es el dogma de la sujétion absoluta de la razôn individual y social a la ley de Dios. ICômo conciliar el si y el no de tan opuestas doctrinas7 A los fundadores del liberalismo catôlico pareciô cosa fâcil. Discurrieron una razôn individual ligada a la ley del Evan­ gelio, pero coexistiendo con ella una razôn pùblica o social libre de toda traba en este particular. Dijeron: el Estado, como tal Estado, no debe tener religion, o debe tenerla solamente hasta cierto punto que no moleste a los demâs que no quieran tenerla. Asi, pues, el ciudadano particular debe sujetarse a' la revelation de Jesucristo; pero el hombre pùblico puede portarse como tal de la misma manera que si para él no existiera dicha revelation. De esta suerte compaginaron la formula célébré de “la Iglesia libre en el Es­ tado libre...”, formula que debia ser sospechosa desde que la tomô Cavour para hacerla bandera de la revolution italiana contra el poder temporal de la Santa Sede...” b) Su FUNDAMENTO SOFÎSTICO “No eoharon de ver estos esclaretidos sofistas que, si la razôn individual venia obligada a someterse a la ley de Dios, no podia declararse exenta de ella la razôn pùblica o sociax sin caer en un dualismo extravagante que somete al hom­ bre a la ley de dos criterios opuestos y de dos opuestas con- Ski*' r-A *· *— ciencias. Asi que la distinciôn del hombre en particular y en ciudadano, obligândole a ser cristiano en el primer concepto y permitiéndole ser ateo en el segundo, cayô inmediatamente por el suelo bajo la contundente maza de la lôgica integramente catôlica. El SyUdbu-s, dd cual hablaremos lue go, acabô de hundirla sin remisiôn”. C) Razôn intrinseca del catolicismo liberal (a.7 p.25) a) O* SEC. 5. AUTORES VARIOS. SARDA Y SALVANY EL TRIBUTO AI. CÉSAR. 22 DESP. PENT. 672 Falso concepto del acto de fe “Si bien se considera, la intima esencia del liberalismo llamado catôlico, por otro nombre llamado comûnmente ca­ tolicismo liberal, consiste probablemente tan sôlo en un falso concepto del acto de fe. Parece, segûn dan razôn de la suya los catôlicos liberales, que hacen estribar todo el motivo de su fe no en la autoridad de Dios, infinitamente veraz e infalible..., sino en la libre apreciaciôn de su juicio indivi­ dual, que le dicta al hombre ser mejor esta creencia que otra cualquiera. No quieren reconocer el magisterio de la Iglesia como ûnico autorizado por Dios para proponer a los fieles la doctrina revelada y determinar su sentido genuino, sino que, haciéndose ellos jueces de la doctrina, admiten de èlla lo que bien les parece, reservândose el derecho de creer la contra­ ria, siempre que aparentes razones parezean probarles ser hoy falso lo que ayer creyeron como verdadero”. b) En realidad es partidario del libre examen “Para refutation de lo cual basta conocer la doctrina fundamental De fide, expuesta sobre esta materia por el santo concilio Vaticano. Por lo demâs, se llaman catôlicos porque creen firmemente que el catolicismo es la ùnica ver­ dadera revelation del Hijo de Dios; pero se llaman catôlicos liberales o catôlicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciaciôn. De suerte que, sin sentirlo ellos mismos, encuéntranse los taies con que el diablo les ha sustituido arteramente el principio so­ brenatural de la fe por el principio naturalista del libre examen. Con lo cual, aunque juzgan tener fe de las verdades cristianas, no tienen tal fe de ellas, sino simple humana conviction, lo cual es esencialmente distinto”. c) Juzgan su inteligencia libre de creer “Siguese de ahi que juzgan su inteligencia libre de creer 0 no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demâs. En la incredulidad, pues, no ven un vicio o enfermedad, o ceguera voluntaria del entendimiento, y mâs aûn del cora­ zôn, sino un acto licito de la jurisdiction interna de cada uno, tan dueno en eso de creer como en lo de no admitir creencia alguna. Por lo cual es muy ajustado a este principio el horror a toda presiôn moral o fisica que venga por fuera a castigar o prévenir la herejia, y de ahi su horror a las legislationes civiles francamente catôlicas. De ahi el respeto sumo con que entienden deben ser tratadas siempre las con­ victiones ajenas, aun las mâs opuestas a la verdad revelada; pues para ellos son tan sagradas cuando son erroneas como cuando son verdaderas, ya que todas nacen de un mismo sa­ grado principio de libertad intelectual. Con lo cual se erige en dogma lo que se Hama toleranda, y se dicta para la polémica catôlica contra los herejes un nuevo côdigo de leyes que nunca conocieron en la antigüedad los grandes polemistas del ’catolicismo”. d) OlVIDAN EL FIN PRIMARIO SOBRENATURAL DE LA IGLESLA “Siendo esencialmente naturalista el concepto primario de la fe, siguese de eso que ha de ser naturalista todo el desarrollo de ella en el individuo y en la sociedad. De ahi el apreciar primaria, y a veces casi exclusivamente, a la Iglesia por las ventajas de cultura y de civilization..., olvidando y casi nunca citando para nada su fin primario sobre­ natural, que es la glorificaciôn de Dios y salvaciôn de las almas. Del cual falso concepto aparecen enfermas varias de las apologias catôlicas que se escriben en la época presente...” D) Razôn extrinseca (a.8 p.29) “Es el libéralisme» para el uso de los que no consienten todavia en dejar de parecer o creerse catôlicos. Es el überalismo triste crepusculo de la verdad que empieza a oscurecerse en el entendimiento, o de la herejia que no ha llegado aun a tomar completa posesiôn de él. Observamos, en efecto, que suelen ser catôlicos liberales los catôlicos que van dejando de ser firmes catôlicos, y los liberales crudos que, desenganados en parte de su error, no han acabado de entrar todavia de lleno en los dominios de la integra verdad. Es, ademâs, e'1 medio sutil e ingeniosisimo que encontre La palabra de C- S U ? 673 Ή ".4 ·' ■. .r 674 · *J· ' ··."-/· ' 'S S' '>· * · EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. SARDA Y SALVANY -· siempre el diablo para retener por suyos a muchos que de otra manera hubieran aborrecido de veras, a haberla conocido bien, su maquinaeiôn infernal”. > E) Lo que es y lo que no es liberalismo (a.12 p.4il) / ; a) CONFUSIÔN DE IDEAS "Es gran maestro el diablo en artes y embelecos, y lo mejor de su diplomatia se ejerce en introdutir en las ideas la confusion...” Liberalismo son para unos las formas politicas de tierta clase; liberalismo es para otros cierto espiritu de tolerancia y generosidad opuesto al despotismo y tirania; liberalismo es para otros la igualdad civil, salva la inmunidad y fuero de la Iglesia; liberalismo es, en fin, para muchos una cosa vaga e incierta, que pudiera traducirse sencillamente por lo opuesto a toda arbitrariedad gubernamental. Urge, pues, volver a preguntar aqui: ;Qué es el liberalismo?, o, mejor, 4qué no es?” AU· ( 'v b) eiA NO SON LIBERALISMO LAS FORMAS POLÎTICAS "En primer lugar, no son ex se liberalismo 'las formas politicas de cualquier clase que sean, por democrâticas o populares que se las suponga. Cada cosa es lo que es. Las formas son formas, y nada mâs. Una repûblica unitaria o federal, democrâtica, aristocrâtica o mixta; un gobierno re­ presentative 0 mixto, con mâs o menos atribuciones del poder real, con el mâximum o minimum de rey que se quiera hacer entrar en la mixtura; la monarquia absoluta o templada, hereditaria o electiva, nada de eso tiene que ver ex se (repârese bien en este ex se) con el liberalismo. Tales gobiemos pueden ser perfecta e integramente catôlicos. Como acepten sobre su propia soberania la de Dios y reconozcan ha­ berla recibido de El, y se sujeten en su ejertitio al criterio inviolable de la ley cristiana, y den por indiscutible en sus parlamentos todo lo dcifinido y reconozcan como base del derecho publico la supremacia moral de la Iglesia y el abso­ luto derecho suyo en todo lo que es de su competencia, talcs gobiernos son verdaderamente catôlicos, y nada les puede echar en cara el mâs exigente ultramontanismo, porque son verdaderamente ultramontanos. La historia nos ofrece repe· tidos ejemplos de poderosisimas repûblicas fervorosisimas latôlicas. Ahi estâ la aristocrâtica de Venecia, ahi la mercantil de Génova y ciertos cantones suizos”. Ί-w · ’ *■ - · ?·<■·.· '■&' -'M -Vi y* .< ■· 675 "Como ejemplos de monarquias mixtas muy catôlicas podemos citar nuestra gloriosisima de Cataluna y Aragon, a mâs democrâtica y a la vez la mâs catôlica dei mundo en los siglos medios; la antigua de Castilla hasta la Casa de Austria; la electiva de Polonia hasta la inicua desmembraciôn de este religiosisimo reino. Es una equivocaciôn creer que las monarquias han de ser ex se mâs religiosas que las repûblicas. Precisamente los mâs escandalosos ejem­ plos de persecuciôn al catolicismo los han dado en los tiem­ pos modernos monarquias como la de Rusia y la de Prusia. Un gobierno, de cualquier forma que sea, es catôlico si basa su const tuciôn y législation politica en principios catôlicos; es liberal si basa su constitution, su législation y su po­ litica en principios racionalistas. No en lo que legisle el rey en la monarquia, o en lo que legisle el pueblo en la repùblica, 0 en lo que legislen ambos en las formas mixtas estâ la esencial naturaleza de una législation o constitution, sino en que se haga o no se haga todo bajo el sello inimi­ table de la fe y conforme a lo que manda a los Estados como a los individuos la ley cristiana. Asi como en los in­ dividuos lo mismo puede ser catôlico un rey con su purpu­ ra, un noble con sus blasones o un trabajador con su blusa de algodôn, de igual suerte los Estados pueden ser catôli­ cos, sea cual fuere la clasificaciôn que se les dé en el cuadro sinôpt co de las formas gubernativas. De consiguiente, tampoco tiene que ver el ser liberal o no serlo, con el horror natural que todo hombre debe profesar a la arbitrariedad y tirania, con el deseo de la igualdad civil entre to­ dos los ciudadanos, salva la eclesiâstica inmunidad, y mu­ cho menos con el espiritu de toleranda y generosidad, que (en su debida acepciôn) no son sino virtudes cristianas. Y, sin embargo, todo esto, en el lenguaje de ciertas gentes y aun de ciertos periodicos, se llama liberalismo. He aqui, pues, una cosa que, pareciendo liberalismo, no lo es en manera alguna”. c) Hay monarquîas absolutas que son liberales "Hay, en cambio, alguna cosa que, no pareciéndose al liberalismo, efectivamente lo es. Suponed una monarquia absoluta, como la de Rusia, o como la de Turquia, si os parece mejor; o suponed un gobierno de los llamados conservadores de hoy, el mâs conservador que os sea dable imaginar, y suponed que tal monarquia absoluta o tal go­ bierno conservador tenga establecida su constitution y basada su legislation, no sobre principios de derecho catôlico ni sobre la indiscutibilidad de la fe, no sobre la rigurosa observantia del respeto a los derechos de la Iglesia, sino Ί TRIM! li) \l. CESAR. 22 DES!·. PENT. 676 sobre el principio, o de la voluntad libre del rey, o do la voluntad libre de la mayoria conservadora. Tal rhonarquia y gobierno conservador son perfectamente liberales y anticatôlicos”. "Que el librepensador sea un monarca con sus ministros responsables o que lo sea un ministro responsable con sus cuerpos colegisladores, para el efecto es igual. En uno y otro caso anda aquella monarquia informada por el criterio librepensador y, de consiguiente, liberal. Que tenga o no tenga, por sus miras, aherrojada la prensa, que azote por cualquier nonada al pais, que rija con vara de hierro a sus vasallos, podrâ no ser libre aquel misero pais, pero sera perfectamente liberal. Talcs fueron los antiguos imperios asiâticos; taies varias modernas monarquias, tal el imperio alemân de hoy como lo sueûa Bismark; tal la actual monarquia espanola, cuya Constitution declara in­ violable al monarca, pero no declara inviolable a Dios. Y he aqui el caso de algo que, pareciendo no ser liberalismo, lo es, sin embargo, y del mas refinado y del mâs desastroso, por lo mismo que no tiene apariencia de tal”. "Por donde se verâ con qué delicadeza no se ha de pro­ céder cuando se tratan taies cuestiones. Es preciso, ante todo, définir los términos del debate y evitar el equivoco, que es lo que mâs favorece al error...” F) La «tesis» y la hipôtesis» del liberalismo (a.44 p.173) a) Los PRINCIPIOS DEL DERECHO CRISTIANO “2,Qué es la tesis? Es el deber sencillo y absoluto en que estâ toda sociedad o Estado de vivir conforme a la ley de Dios segûn la revelation de su Hijo Jesucristo, confiada al nrnisterio de su Iglesia. 4Qué es la hipôtesis? Es el caso hipotético de una nation o Estado donde, por razones de imposibilidad moral y material, no puede plantearse francamente la tesis 0 el reinado exclusive de Dios, siendo preciso que entonces se contenten los catôlicos con lo que aquella situaciôn h;potética pueda dar de si; teniéndose por muy dichosos si logran siquiera evitar la persecution material o vivir en igualdad de condiciones con los enemigos de su fe u obtener sobre ellos la mâs insignificante suma de privilégies civiles. La tesis se refiere, pues, al carâcter absoluto de la ver­ dad; la hipôtesis se refiere a las condiciones mâs 0 menos duras a que la verdad ha de sujetarse algunas veces en la prâctica, dadas las condiciones hipotéticas de cada nation. SEC. 5. autores varios, sardâ y salvany 677 Nuestra cuestiôn ahora es la siguiente: 2. Esta Espana en tales condiciones hipotéticas que hagan acoptables como mal necesario la dura opresiôn en que vive entre nosotros la verdad catôlica y el abominable derecho de ciudadania que se concede al error? La tantas veces intentada seculariza­ tion dei matrimonio y de los cementerios, la horrible licen­ cia de corruption y de blasfemia concedida a la prensa, el racionalismo cientifico impuesto a la juventud por medio de la ensenanza oficial ; estas y otras libertades de perdition que constituyen el cuerpo y él alma del liberalismo, ^.vienen de tal modo exigidas por nuestro estado social que sea imposible ya de todo punto al gobemante prestindir de "La tesis catôlica es el derecho que tienen Dios y el Evan­ gelio a reinar exclusivamente en la esfera social, y el deber que tienen todos los ôrdenes de la esfera social de estar sujetos a Dios y al Evangelio”. b) La "tesis” revolucionaria y la CATÔLICO-LIBERAL "hipôtesis” La tesis revolucionaria es el falso derecho que préten­ de tener la sociedad a vivir por si sola y sin sujétion alguna a Dios, a su fe, y en completa emancipation de rodo poder que no procéda de ella misma. La hipôtesis que entre estas dos tesis nos vienen predicando los catôlicos-liberales no es mâs que una mutilation de aquellos absolutos derechos de Dios en aras de una falsa concordia entre El y su enemigo. Para lo cual, ;repârese cuân artera es la revolution!, se procura de todos modos dar a entender y persuadirse que se ha'lla ya la nation espanola en condiciones tales que no le permiten buscar para sus desgarros otro género de remiendo y compostura que esa especie de conciliation o transaction entre los pretendidos derechos del Estado rebelde y los verdaderos de­ rechos de Dios, su unico Rey y Senor. Y mientras se predica que Espafia se halla ya en esta desdichada hipôtesis, lo cual es falso y no pasa de un mal deseo, lo que se procura por todos los medios es que pase esta hipôtesis deseada a ser efectiva realidad, y que un dia u otro Ueque a ser verdaderamente imposible la tesis catôlica y 11egue a ser inevitable abismo donde a una naufraguen nuestra nacionalidad y nuestra fe, la tesis francamente revolucio­ naria”. SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS SECCION VI. 679 TEXTOS PONTIFICIOS C) Y LA ECLESIÂSTICA, DE ORIGEN DIVINO, FUNDADA DIRECTA­ MENTE por Jesucristo «Porque el unigénito Hijo de Dios constituyô sobre la tierra la sociedad que se dice la Iglesia, transmitiéndole aquella propia excel­ sa misiôn divina que El en persona habia recibido de su Padre, encargândole que la continuase en todos los tiempos. Como me enviô mi Padre, asi os envio yo (lo. 20,21). Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumaciôn de los siglos» (ibid., n.14 ; Col. Enc., p.146). I. DOS SOCIEDADES SUPREMAS d) Sobrenatural, completa en su género y perfecta jurîdicamente A) a) Dos sociedades supremas armoniosamente unidas Dos POTEST ADES HUMANAS COMPARTEN EL GOBIERNO DEL MUNDO «Por lo dicho se ve cômo Dios ha hecho coparticipes del gobierno de todo el linaje humano a dos potestades : la eclesiâstica y la ci­ vil ; ésta, que cuida directamente de los intereses humanos y terrenales ; aquélla, de los celestiales y divinos. Ambas a dos potesta­ des son supremas cada una en su género ; contiénense distintamente dentro de términos definidos, conforme a la naturaleza de cada cual y a su causa prôxima, de lo que resulta una como doble esfera de acciôn, donde se circunscriben sus peculiares derechos y sendas atribuciones» (Leôn ΧΠΙ, Immortale Dei η.19: Col. Enc., p.148). b) La civil, eu y a autoridad viene de Dios «Mas como quiera que ninguna sociedad puede subsistir ni permanecer si no hay quien présida a todos y mueva a cada uno con un mismo impulso efîcaz y encaminado al bien comûn, siguese de ahi ser necesaria a toda sociedad de hombres una autoridad que la dirija ; autoridad que, como la misma sociedad, surge y emana de la naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor. De donde también se signe que el poder pûblïco por si propio o esencialmente considerado no proviene sino de Dios, porque sôlo Dios es el propio, verdadero y supremo Sefior de las cosas, al cual todas necesariamente estân sujetas y deben obedecer y servir, hasta tal punto que todos los que tienen derecho de mandar, de ningûn otro lo reciben si no es de Dios, Principe sumo y Sobérano de to­ dos (Rom. 13,1). No hay autoridad sino por Dios» (L,e6n ΧΙΠ, Im­ mortale Dei η.5 : Col. Enc., Ρ.Τ43). 1 Por la importanda y persuasiones y de la conciencia, esta falta de libertad puede tener consecuencias aûn mâs gravosas, como la experien­ da lo manifiesta y testifica» (Pio XH, Radiomensaje de Navidad de J942 n.33 : Col. Enc., p.428). j) La Iglesia lo rechaza para tutelar la libertad y la DIGNIDAD HUMANAS «Asi la Iglesia, para tutelar la libertad y la dignidad humanas y no para favorecer los intereses particulares de un grupo determinado, rechaza todo totalitarismo del Estado y no debilita con la idea del mâs allâ la defensa justa en la tierra de los derechos de los trabajadores. Lo que pasa mâs bien es que aquellos renovadores dei mundo que hemos indicado, mientras hacen relumbrar ante los ojos del pueblo, con la supersticiôn de un porvenir de prosperidad quimérica y de una riqueza imposible, sacrifican la dignidad de la persona humana y de la felicidad doméstica a los idolos de un progreso terreno mal entendido» (Pio XTI, A los empleados de las fdbricas Fiat 31 de octubre de 1948). k) Afirmando QUE SU DOCTRINA ES DANOSA PARA LA PROSPE­ RIDAD DE LOS PUEBLOS «Si el olvido de la ley de caridad universal, ùnica que puede consolidai la paz apagando los odios y atenuando los rencores y las desavenencias, es fuente de gravisünos males para la convivenda SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 691 pacifica de los pueblos, no menos nocivo al bienestar de las naciones y a la prosperidad de la gran sociedad humana, que reejoge y abraza dentro de sus confines a todos los pueblos, aparece el error contenido en aquellos teorias que no dudan en separar la autoridad civil de toda dependencio del Ser supremo—Causa primera y Senor absoluto tanto del hombre como de toda la sociedad—y de toda ligadura de ley trascendente que se deriva de Dios, como de fuente primaria, y conceden a esa misma autoridad una facultad ilimitada de acciôn, abandonada a las ondas mudables del libre albedrio o exclusivainente a los dictâmenes de exigencias histôricas contingentes y de intereses relativos» (Pio XII, Summi Pontificatus n.22 : Coi. Enc., p.364). LA SUMISION AL CESAR A) La obediencia a la autoridad es voluntad de Dios «Conforme con esta doctrina instruyô el apôstol San Pablo a los romanos en particular, a los cuales escribiô acerca de la reverencia que se debe a las supremas potestades con tan grande autoridad y peso que parece que nada pueda mandarse con mâs severidad : Todos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores, que ho hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas, de suerte que quien resiste a la autoridad, resiste a la disposition de Dios, y los que la resisten atraen sobre si la conde­ naciôn... Es précisa someterse no solo por temor dei castigo, sino por conciencia (Rom. 13,1-5). Y en este mismo sentido estâ del todo conforme la nobilisima sentencia de San Pedro, Principe de los Apôstoles (1 Petr. 2,13-15) : Por amor del Senor estad sujetos a toda autoridad humana, ya al emperador como soberano, ya a los gobernadores como delegados suyos para castigo de los malhcchores y alabanza de los buenos. Tal es la voluntad de Dios...» (Leôn XIH, Diuturnum n.15 : Col. Enc., p.101). B) Por eso deben ser obedecidos los poderes constituidos, a no ser que manden algo contra la ley de Dios y de la Iglesia «Inculcad al .pueblo cristiano la obediencia _y sujeciôn debidas a los principes y poderes constituidos, ensenando, conforme a la doctrina del Apôstol (Rom. 13,1-2), que toda potestad viene de Dios, y que los que no obedecen al poder constitufdo resisten a la ordenaciôn de Dios y se buscan su propia condenaciôn, y que, por lo mismo, el precepto de obedecer a esa potestad no puede ser violado por nadie sin falta, a no ser que se mande algo contra la ley de Dios y de la Iglesia» (Pio IX, Qui Pluribus n.12 : Col. Enc., p.57)· S 5^ r · FJ Porque, si la ley repugna al orden natural o divino, no es licito obedecer C) «Una sola causa tienen los hombres para no obedecer, y es cuando se les pide algo que répugné abiertamente al derecho na­ tural o divino ; pues \odas aquellas cosas en que se viola la ley natural o la voluntad de Dios, es malo el mandarlas y el hacerlas. Si, pues, aconteciere a alguno ser obligado a querer mâs una de dos cosas, a saber : o despreciar los mandatos de Dios o de los principes, se debe obedecer a Jesucristo, que manda dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Alt. 22,21), y, a ejemplo de los apôstoles, responder animosamente : Es preciso obe­ decer a Dios antes que a los hombres (Act. 5,29). Y, sin embar­ go, no hav que argüir a los que se portan de este modo de que quebrantan la obediencia ; pues si la voluntad de los principes pugna con la voluntad y las leyes de Dios, ellos exceden la medida de su autoridad, la cual es nula cuando no hay justicia» (Leôn XIII, Diuturnum n.16 : Col. Enc., p.102). D) Esto no séria rebelarse contra la autoridad «Echase de ver también nuevamente cuân injusta sea la acusaciôn de rebeliôn ; porque no se niege la obediencia debida al principe y a los legisladores, sino que se apartan de su voluntad ûnicamente en aquellos preceptos para los cuales no tienen auto­ ridad alguna, porque las leyes hechas con ofensa de Dios son in­ justas, y cualquiere otra cosa podrân ser menos leyes» (Leôn ΧΠΙ, Sapientiae Christianae n.12 : Col. Enc., p.içS). E) SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. 692 Esta es la doctrina y el ejemplo de los apostoles «Bien sabéis, venerables hermanos, ser esta la mismisima doc­ trina del apôstol San Pablo, el cual, como escribiese a Tito deberse aconsejar a los cristianos que estuviesen sujetos a los principes y potestades y obedecer sus mandatos, inmediatamente anade que estuviesen dispuestos a toda obra buena (Tit. 3,1), para que constase ser licito desobedecer a las leyes humanas cuando decretan algo contra la ley eterna de Dios. Por modo semejante, el Principe de los Apostoles, a los que intentaban arrebatarle la libertad en la predicaciôn del Evangelio, con aliento sublime y esforzado respondia (Act. 4,19-20) : Juzgad -por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros nias que a El; porque nosotros no Podemos dcjar de decir lo que hemos visto y oido* (Leôn XIII, Sapientiae Christianae η. 13 : Col. Eue., p.148). F) Y de los primeros cristianos, que obedecian en cuanto era licito y daban la vida por obedecer a Dios antes que a los hombres cuando era preciso «No de otra manenrç se procediô en los primeros siglos de la Iglesia, pues aun cuando las ^costumbres y los intereses de los pa­ ganos distaban inmensaraente de los evangélicos, con todo esto, 693 los cristianos se introducian dondequiera que podian, animosamente y perseverando en medio de la snpersticiôn, siempre incorruptos y consecuentes consigo mismos. Ejemplares en la lealtad a sus prin­ cipes y obedientes a las leyes, en cuanto era licito, esparcian por todas partes maravilloso resplandor de santidad, procuraban ser ùtiles a sus hermanos, atraer a los otros a la sabiduria de Cristo, pero prontos siempre a retirarse y morir valerosamente si no podian retener los honores, las dignidades y los cargos publicos sin faltar a la virtud. De esto provino el que penetrasen râpidamente las instituciones cristianas 110 sôlo en las casas particulares, sino en los campamentos, en los tribunales y en la misma corte impérial» (Leôn XIII, Immortale Dei η.56 : Col. Enc., p.163). G) Y asi, ante las leyes inicuas, obedecian a Dios, sin rebelarse contra el principe «A la verdad, era bien otra la cuestiôn cuando los edictos imperiales, de mancomûn con las amenazas de los pretores, les impulsaban y constreüian a divorciarse de la fe cristiana o a dar de mano por cualquier estilo a los deberes que les imponia ; entonces no vacilaron en desobedecer a los hombres para obedecer y agradar a Dios. Sin embargo, a pesar de la crueldad de los tiempos y circunstancias, no hubo quien tratase de promover sediciones ni de menoscabar la inajestad del principe, ni jamâs pretendieron otra cosa que confesarse cristianos, serlo realmente y conservar incôlume su fe» (Leôn XIII, Diuturnum n.21 : Col. Enc., p.105). H) Es necesario, por tanto, someterse al poder constituido porque lo exige el bien comun «Nos lo hemos explicado igualmente y volvenios a repetirlo para que nadie se llanie a engaüo sobre nuestra enseiianza : uno de estos medios es aceptar sin segunda intenciôn, con la lealtad perfecta que conviene al cristiano, el poder civil en la forma en que de hecho existe. Y la razôn de esta aceptaciôn es que el bien comûn de la sociedad es superior a todo otro interés, porque es el principio creador, el elemento conservador de la sociedad humana, de donde se sigue que todo ciudadano debe quererlo y procurarlo a toda costa» (Leon ΧΙΠ, Carta a los cardenalcs franccses 3 de mayo de 1S92). I) Esta doctrina es predicada por todos los Papas modernos sin interrupciôn, ya desde Pio VI y Pio VII Incluimos aqui sôlo algunos textos, pues los demâs, para comodidad del lector, van insertos en la secciôn VIII, en los correspondientes guiones sobre la materia. UK-.àrJ£74Z:·; i fc· * : * Ensenanzas de Pio VI Una de las primeras manifestaciones de esta doctrina es el breve de Pio VI recomendando a los catôlicos franceses la sumisiôn al Poder (cf. Mgr. T’SerclaeS, Le Pape Leon XIII, t.2 p.395 ss.). s desfallecimientos e incapacidades de que acabamos de hablar tienden a la violaciôn de la organizaciôn natural de la sociedad hu­ mana, tal como Bios la ha querido, y a la mutilaciôn del hombre, lO»I que, formado a imagen de su Creador y dotado por El de inteligencia, habia sido colocado en el mundo para sefiorearlo, penetrado de la verdad y dôcil a los preceptos de la ley moral, del derecho na­ tural v de la doctrina sobrenatural contenida en la revelaciôn de Cristo» E) E incluso les créa un problema de concienda «i Quién no adivina las angustias y el desorden moral en que un tal estado de cosas anega la conciencia de los periodistas? En verdad, habiamos esperado que las experiencias demasiado duras del pasado habrian al menos servido como lecciôn para librar definitivamente a la sociedad de una tirania escandalosa v acabar con un ultra je tan humiliante para los periodistas v para sus lectores» 703 SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS F) Por otra parte, la libertad absoluta es fuente de muchos males «Por lo mismo, la absoluta libertad de sentir e imprimir cualquier cosa sin freno ni moderaciôn alguna no es por si mismo un bien de que justamente pueda gozarse la humana sociedad, sino fuente y origen de muchos mal**s...» (Leôn ΧΙΠ, Immortale Dei n.38: Col. Enc., p.156). G) Por ello debe el Estado imponer algûn control absoluto o drv pôtno, 1110 drpendirnte de lu J· v natural y divina, y, j»or tanto, .ometido u la autoridad y juicio de la Iglesia, y también a la viri, lam .a ·. tutela jiirldn .1 del Estado en orden al bien comûn. Adeini», la Îum:'.i»i m> <·. sociedad perfecti que tciiga en h! todo» Ion media» m< .< io> pat 1 .11 pctfcci ionamiento» (Pio XI, ibid., n.23 : Col. Enc., p.Hyû), ü. Délie también proinover la ediie.iciôn de la Juventud y procurar que tenga el conocimiento neccsario de mu» doberex civiles .■ J «Pria, ipalmenl- jx-ru-nccc «il Estado, en orden al bien comûn, promovet d· mucha. manera. la misma educaciôn c instrucciôn de la juv-miid. Ante todo, y «lire* lamente, favorecicndo y ayudundo a !, cuya grande cf;< o:a demurring la hi .toria y la experienda. Luqgo, compleni ntmdo - a obra, donde ella no alcan/a o no basin, aim j>or me­ dia de escudus c in;tituc!on<’4 propins, porque el Estado mâ» que ningûn otro esta provi-.to de medios, pm-iios a .u disporiciôn para la. m.< .;dad< * de todo., y r, jtiwto que los emplec para provccho de aquello·. mismos d·.· quicnes procédai. Ad ηιύ ., <1 l-.-.iado puede exigir y, por tanto, procurar que todos ’·<. ( ;iid.i lurioi :<-ngan cl <«moiimtenio ncecsario de su» debera ci­ vil· . y n.i' .onah-. y rierlo grado de cultura intclcetnal, moral y fl· ·■· qa< cl bien comûn, ak-ndida. las condiciones de nuestros tiempo», verdaderamente cxija» (Pio XI, ibid., n.24 : Col. Enc., p.Sjj). 6. Sin pretender, por ello, un monopolio educative excolar «S n embargo, claro <·. que en todos estos niodojj de promover lu educaciôn y la in .trucciôn privnda y publica el Eriodo debt rt «petar lo» derechos nativos de la Iglesia y de la familia « !o • dm i< ôn < r:. ion 1, ademâs de observer la justicia distributive. Por tanto, · inju :<> <· ilkilo todo moiiojxdio educative, o cscolar que fucrec fl-mu o moralmcnte a la, familias a acttdir a la» cmncla» del E->lado contra lo- debere·» de la conciencia cristiana o aim cou!·.> sus legitima, jxrefercncia>· (Pio XI, ibid,, n.aa ; Col. Enc.» p.831). 7. Porque es faho que pertcnczcan lotalrnento al Estado Ian gcneraclones juveniles «Una (on<:<-pc:6ti que haie pertenecer al Estado la* gcneracio ue> jnv< nilr-. eneraimmle y sin cxcepciôn, de.de 1« edad primera !>'·.. a ‘a < dad adulta, <-s inconciliable para tin de la religiôn (la misa y loi »acr.v mento»), y qm· :odo lo re.tantz· de la educaciôn pcrtcnczca al Estado» (Pfo XI, Λ’οη abhlanio blfogno n.32 : Col. Enc p.v»73). h ’ io', pr,sriFf( ιο ί 709 H. Por tanto, serin eondenalde todo slstrnrcv bienes y la sangre, jamâà <1 aima, re· ... diinida por Dios, La misiôn que emonnmdô Dios a lo, padre'·, dproveer al bien material y e jiiritual de la proh- y de pro< nrarhuna formaciôn armônira, imbufda de verdarlcro e.'pfritu religioso, no puede arrcbalârxelc» sin lesionar gravernente el derecho, Cicrfamrnte, esta formac iôn debe temr también por fin j>reparar la juventud ;,ara qm· cumpla con inteligem ia, conciencia y valor nquclloH deberes de noble patriot! .1110 que da a la patria terrestre la conveniente medida de anmr, abm-gariôn y colaboraciôn. Pero, por Otra parte, una formaciôn que olvide, o pcor, volnntariamcnte dr<>< ui·!<·, cl orientar la mirada y el corazôn de la juventud a la patria •//I.rcnntlirai, cometcrfa una injusticia contra la juventud, una injmitiri.-i contra lo>» deberei, y derechos inalienable·, de la familia cristiana ; zria tma desviaciôn que habrfa qm· rem-diar enérgicameiilz·, aun jx/r Ί interes del bien del pueblo y del Estado. f.’na tal educaciôn podrô, lai vez, parerer a loi» goberûantcs re qxmsabh·, fucnle de amm nto de fuerzas y de vigor ; en realidad, séria todo lo contrario, y las tristes consecuencias lo demostrarfam. H'fo XII, .S’amml l'onll/icaltt. 11.26; Col, Enc(| p.jôy), I», El Estado se reserva la instituciôn y direcxiiôn de cscuclas jireparatorlas j>ara algimos de sus <;argos «Pero esto no quita que- para la recta administraciôn de la co .a pùbliia y para la defensa interna y externa de la paz,, cosa» tan 110csari.-ih para cl bien comfin y qm- exigen cspéciales aptitudes y esjxiial préparai iôn, el Estado se reserve la instituciôn y dircceiôn de '• préparai orias para alguiio,» de sus cargos, y scfiaJndaniente para lu milîcia, con tal que tenga cuidado de no violar lo. derechos de la iglesia y rie la familia en lo que a ellas conrierne» (Pfo XI, Hlvbil tlllux Magistri n.25 ; Col, Eue,, ρ.β^ΐ). 10. Porque al Estado pertenecx- la edticazdôn cdvlcft «En general, pues, no «>ôlo para la juventud, «itlO para todas las edades y condiciones, pertvnccc a la sociedad civil y al Estado lu '•linaciôn que puede llamar-.c civica, la cual consiste en cl artc de prcicntar ptiblicamentc a los individuos asociados taie·, objeto» de Qué hay mâs peligroso para el mundo que no acogcr a Cristo ?» (Comm, in Matth. c.iS), asi no trae el menor inconveniente a las ordenaciones civiles, porque la Iglesia, con su maternai prudencia, no se opone a que sus escuelas e instituciones educativas para los seglares se conformen en cada naciôn con las légitimas disposiciones de la autoridad civil, y aun estâ en todo caso dispuesta a ponerse de acuerdo con ésta y a resolver amistosamente las dificultades que pudieran surgir» (Ρίο XI, ibid., η.12 : Col. Enc., p.821). 9w Por otra parte, la ensefianza de la Iglesia es necesaria para que el nifio saïga de la escuela tal como la patria lo desea «Ni por medio de una instrucciôn cientifica ni por nociones vagas y superficiales de la virtud saldrân nunca de las escuelas los nifios catôlicos, taies como la patria los desea y los espera. Es preciso ensefiarles cosas graves e importantes para hacerlos buenos cristianos y ciudadanos buenos y honestos. Ha de provenir su formaciôn de principios que, grabados en el fondo de su conciencia, se impongan a su vida como consecuencias naturales de su fe y de su religiôn. Porque sin religion no hay educaciôn moral digna de este nombre ni verdaderamente eficaz, toda vez que la misma naturaleza y la fueiza de todo deber derivan de los deberes especïales que unen al hombre con Dios ; con Dios, que manda, prohibe y que impone una sanciôn al bien y al mal» (Leôn ΧΙΠ, Affari vos 8 de diciembre de 1897 : Col. Enc., p.823 nota 3). 3. Por eso entre la Iglesia y el Estado debe reinar siempre una perfecta coordinaciôn en punto a educaciôn «Ahora bien : la educaciôn de la juventud es precisamente una de esas cosas que pertenecen a la Iglesia y al Estado, «aunque de diversa manera», como arriba hemos expuesto. Debe, pues—prosigue Leôn XIII (cf. Immortale Dei η.19 : Col. Enc., p.149)—, reinar entre las dos potestades una ordenada armonia : coordinaciôn que no sin causa se compara a aquella en virtud de la cual se juntan en el hombre el aima y el cuerpo» (Ρίο XI, Divini Illius Magistri η.28 : Col. Enc., p.833). • ·· · > 4. La razôn fundamental de la armonia entre la Iglesia y el Estado es porque el orden sobrenatural perfecciona al natural «Puesto que para apuntar ya desde luego la razôn fundamental de tal armonia, el orden sobrenatural, al cual pertenecen los otros derechos de la Iglesia. no sôlo no destruye ni merma el orden na- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 711 tural, al cual pertenecen los otros derechos mencionados, sino que lo eleva y perfecciona, y ambos ôrdenes se prestan mutua ayuda y conio complemento respectivamente proporcionado a la naturaleza y dignidad de cada uno, precisamente porque uno y otro proceden de Dios, el cual no se puede contradecir (Dent. 32,4) : Perfectus son las obras de Dios, y rectos todos sus caminos» (Ρίο XI, ibid., η.15 : Col. Enc., p.825). 5. El separarlos es funesto para el bien comûn «Nada peor, nada mâs funesto para el bien comûn que la idea de querer separar la Iglesia del Estado, que deben, por el contra­ rio, pennanecer estrechamente unidos. 'Esta verdad se aplica muy especialmente a la educaciôn de la juventud, de tal manera que el poder temporal, inculcândole las ciencias y los conocimientos necesarios al bienestar general, debe proponerse igualmente la educaciôn moral y religiosa. Y esto por el ministerio, bajo la direcciôn y vigilancia de la Iglesia» (Leôn ΧΙΠ, Caria al arzobispo de Praga 1 de mayo de 1894 : Col. Enc., u.834 nota 2). 6. Porque la armonia reporta grandes ventajas a la sociedad «Y tratândose de educaciôn viene aqui a proposito hacer notât cuân bien ha expresado esta verdad catôlica, confirmada por los hechos, en los tiempos mâs recientes, en el periodo del Renacimiento, un escritor eclesiâstico muy benemérito de la educaciôn cristiana, el piisimo y docto cardenal Silvio Antoniano, discipulo del admirable educador San Felipe de Neri, maestro y secretario para las cartas latinas de San Carlos Borromeo, a cuya instancia y bajo cuya inspiraciôn escribiô el âureo tratado De la educaciôn cristiana de los hijos, en el que asi razona (cf. Dell'cducaz. crist. ti» c-43) : «Cuando el gobierno temporal mâs se armoniza a si mismo con el espiritual y mâs lo favorece y promueve, fanto mâs concurre a la conservaciôn de la repûblica. Porque mientras el jefe eclesiâstico procura formar un buen cristiano con su autoridad y medios espiri­ tuales, conforme a su fin, al mismo tiempo procura, por consecuencia necesaria, hacer un buen ciudadano, tal cual debe ser bajo el go­ bierno politico. Ocurre asi porque en la Santa Iglesia Catôlica Roma­ na, ciudad de Dios, una misma cosa es absolutamente el buen ciu­ dadano y el hombre honrado. Por esto, gravemente yerran los que separan cosas tan unidas y piensan poder tener buenos ciudadanos con otras réglas y por otras vias distintas de las que contribuyen a fonnar el buen cristiano. Diga y hable la prudencia humana cuanto le plazca, no es posible que produzca verdadera paz ni verdadera tran­ quilidad temporal nada de cuanto sea enemigo y se aparté de la paz y eterna felicidad» (Ρίο XI, Divini Illius Magistri π.30 : Col. Enc., P-8J5). SEC. SECCION I II. I. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA LA ADULACION HALAGA HASTA A LOS MAS AUSTEROS Relata Graciân, a propôsito de que Felipe II «nunca se pagaba sino de la que era maravilla en su serie» : «Tresentôle un portu· gués una estrella de la tierra, digo un diamante de Oriente, cifra de la riqueza, pasmo del resplandor, y cuando todos aguardaban, si no admiraciones, reparos en Filipo, escucharon desdenes, no porque afectase al gran monarca lo descomedido como lo grave, sino por­ que un gusto hecho siempre a milagros de la naturaleza y arte no se pica asi vulgarmente. j Qué paso este para una hidalga fan­ tasia ! f —Senor—dijo—, setenta mil ducados que abrevié en este digno nieto del Sol no son de asquear. Apretô el punto Filipo y dijole : —èEn qué pensabais cuando disteis tanto? —Senor—acudiô el portugués como tal—, pensaba en que habia un rey Filipo II en el mundo. Cayôle al monarca en picadura mas la agudeza que la preciosidad y mandô luego pagarle el diamante y premiarle el dicho, ostenfando la superioridad de su gusto en el precio y en el premio» (cf. Gra­ ciân, El héroe, primer V). Π. A) LA ACEPCION DE PERSONAS El recuerdo de la Reina Catôlica Del cûmulo de anéedotas de los Reyes Catôlicos, cuando se entregaban a la afanosa tarea de crear un Estado, sobresalen las que se refieren a la elecciôn de sus colaboradores, a la designaciôn de funcionarios para los cargos pùblicos y a la rigurosa administracion de justicia, sin reparar en la categoria social o politica de las personas. En las admoniciones del Consejo de Castilla al joven Carlos V, los consejeros recuerdan al novel emperador, que confiaba a un grupo de extranjeros el ejercicio de los mâs importantes cargos pùblicos, el ejemplo de sus ilustres abuelos los Reyes Catôlicos, quienes tenian gran vigilancia de no subir a nadie de golpe y empleaban la prudencia y la moderation, probando a los hombres poco a poco para que, por si sus obras respondian, fueran sucesivamente colocados en oficios de mayor confianza. La admonition termina con estas palabras : «Y asi, con estas artes, teniendo como fin el servicio de Dios y el 7. miscexAnea histôrica y literaria 713 bieu de sus sûbditos, los Reyes Catôlicos, proveyendo los oficios y 110 a las personas, libraron sus gentes de grandes tiranias, males, da­ rios e injustitias en que estos reinos estaban puestos». Otra anéedota, tal vez la mâs significativa y evocadora del celo.de la reina Isabel, es la que recogiô fray Juan de Santamaria en su Rcpiiblica y policia cristiana; «De la*reina catôlica D.a Isabel se dice que cuando gobernaba con el rey D. Fernando, su marido, se le cayô acaso de la manga de su brial un papelito que ténia escrito de su propia mano : la pregoneria de la ciudad se ha de dar a fulano de tal, porque tiene mejor voz». Del eximio espiritu de justicia de la reina «nacia el poner a cada hombre en su puesto, segûn sus méritos y virtud, prescindiendo de parentescos y recomendaciones». Llegô a tal su firmeza en ello, que, segûn Marineo Siculo, hubo algunos que fingieron hipôcritamente piedad que no tenian, para atraerse las miradas de la reina, y anade que «muchos que tenian los cabellos mâs cortos que las cejas comenzaron a traer los ojos bajos mirando a la tierra». Nadie ignora el tesôn con que se opuso a su esposo D. Fernando cuando, no obstante su buen sentido, quiso encumbrar a la sede toledana a su hijo bastardo. El rey llegô, en efecto, a proponer a su mujer a D. Alonso de Aragon para el arzobispado, no obstante el escândalo que suponia poner a un muchacho de veinte afios a dirigir la Iglesia espafiola. «Isabel, casta y enamorada de su marido, maniobrô con toda prudencia y, sin rechazar el plan indignada, manifesté suficientemente c’aro que no estaba por la primacia de D. Alonso, arzobispo de Za­ ragoza, pero de vida mâs de principe que de prelado ejemplar, como !o necesitaba su pueblo. Dos meses después habia ya encontrado la reina un pastor admirable de almas, hallado no en la corte ni en los consejos, sino en los claustros de un convento franciscano, pobre por régla y por nacimiento, y con un nombre que, aunque pudo ser en sus origenes noble, con los afios habia perdido el brillo y era un Cisneros, sin otra aureola que la honradez de sus padres humildes y la que éi mismo le prestaba con su virtud y austeridad evangélica» cf. Feliciano Cereceda, S. I., Semblanza espiritual de Isabel la Catô-lica [ed. Cultura Hispanica, Madrid 1946] p.126-127). El Cura de los Palacios dice de la reina que «fué muy feroz enemiga de los malos y de las malas mujeres... y que por ella fué liberada Castilla de ladrones, y robos, y bandas, y salteadores de cami­ nos..., de lo cual era llena cuando empezô a reinar». Y comprendiendo que la justicia es la base de la felicidad de los pueblos, no habia que mâs persiguiese que las injustitias y delitos contra sus ministros. Asi, en 1488, como las gentes del duque de Alba apaleasen brutalmente a un funcionario judicial de la reina. ésta mandé luego un capitân a hacer justicia, el cual castigô severamente a los culpables y ahorcô al principal autor dei delito» (cf. P. Luis Fernandez de Retana, Isabel la Catôlica t.2 p.539). ♦ B) Rectitud de Cisneros para con su hermano «Su hermano, mala cabeza, Fr. Bernardino, que habia ingresado «n la Orden franciscana y a quien albergaba Cisneros en su casa, « entrometiô, a pesar de la prohibition que tenia del arzobispo, en I** 714 EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. un pleito, obligando a los jueces a dictar una sententia injusta. Cis­ neros, al enterarse, destiiuyô a los jueces, pensô castigar a su hermano y enfermé del disgusto sufrido. Bernardino se acercô al eufermo, y, en vez de inostrarse arrepentido, le llenô de afrentas. El arzobispo le ordenô que callase, pues de lo contrario le pondria en prisiôn. El hermano, ciego de ira, con la almohada en que se reclinaba el arzobispo, le tapô la cara, que casi le ahogaba, para impedir que llamase, pidiendo auxilio. Saliô de la estancia descompuesto, diciendo a los sirvientes que no despertasen al arzobispo, que se hallaba durmiendo. Pero un fiel paje, llamado Avellaneda, sospechô algo y entrô en la câmara, hallando a su senor sin conocimiento, me­ dio asfîxiado. Cuando volviô en si Cisneros, dijo con toda mansedumbre que dé­ nia por mejor el trance en que se habia visto que el dejar de admi­ nistrât justicia». En cuanto a su insensato hermano, ordenô fuese confinado en un convento, y mâs adelante le sefialô una pensiôn de 800 ducados para que pudiese vivir» (cf. Juan Dominguez Berrueta, Cisneros [Ed. Na­ tional, 1945] p. 75-76). C) *9 Un rasgo de San Pio X «Amaba a sus padres ; pero, aun elegido pontifice, no pensô en absoluto en aliviarlos de su humilde posiciôn social, en la que la Providencia los habia colocado ; lo ûnico que hizo fué llamar a Roma a las dos hermanas, piadosas y santas mujeres que habian quedado a cargo suyo, las cuales, con todo y frecuentar el Vaticano, conservaron tan religiosa modestia, que eran objeto de la mâs simpâtica veneration. En el conmovedor testamento del hermano pontifice se leyô luego una humilde sùplica a los cardenales para que quisiesen continuar pasando a las pobres hermanas sobrevivientes la limitadisima pensiôn vita’.icia que les habia asignado. Esta fué toda la herencia que el pueblerino de Riese, elevado a lia dignidad pontificia, dejô a sus parientes, los cuales, por lo demâs, no dieron jamâs sefial alguna de aspirar a algo» (cf. Carlo Castiglioni, Historia de los papas, t.2 p.6iS). SAN MAURICIO Y LA LEGION TEBEA «Es el afio mismo en que Diocleciano, comprendiendo que la actividad de un solo emperador era incapaz de atender a la admi­ nistration de un Imperio formado en mil anos de victorias, de conquistas y de anexiones, reparte su dignidad de augusto con un colega danubiano como él, con el gigante y atlético Marco Aurelio Maximiano. El nuev,o emperador era un soldado activo, enérgico hasta la brutalidad, brutal hasta la crueldad. Diocleciano le diô el nombre de Hercules y él se quedô con el de Jùpiter, y, reservândose la tarea de dirigir la administraciôn desde su capital asiâtica, le encargô la defensa de las fronteras. Y el universo quedô a merced de aquellos dos oficiales sin nacimiento, sin instrucciôn y sin cul­ tura. Pronto se le ofreciô a Maximiano una ocasiôn de ejercitar sus aficiones bélicas. Una revuelta social habia estallado en la Galia. sec. 7. miscet.Anea histôrica y literaria 715 Irritados por las exigencias dei fisco imperial, los cultivadores de la tierra se habfan rebelado contra el Imperio y estaban dispuestos a cobrar cara su vida, el ùnico bien de que no se les habia despojado todavfa. Para guiarlos al combate, estos desesperados, a quienes se daba el nombre de bagaudas, habia elegido sus jefes, dos augustos que osaban desafiar el poder de los dioses de Nicomedia. Maximia­ no acudiô a la primera noticia del peligro. Dejando el Oriente, atravesô las provincias del Danubio y se présenté en el norte de Italia. Alli habia citado a sus divisiones. Fué preciso organizar un cuerpo expedicionario, pues todas las guarniciones que Roma ténia en el territorio de las Galias apenas alcanzaban la cifra de dos mil hom­ bres. Es verdad que en las fronteras de Germania estaban apostadas diez legiones, pero todas eran necesarias para contener el im­ petu de los bârbaros. Entre las tropas concentradas para hacer entrât en razôn a los campesinos galos figuraba un destacamento formado por soldados egipcios o tebeos. El ejército expedicionario se puso en marcha du­ rante el mes de septiembre, pasando los Alpes por el gran San Ber­ nardo, a fin de llegar por Borgofia hasta la cuenca del Sena, donde estaba el principal foco de la rebeliôn. Antes de llegar al lago Lé­ man qniso Maximiano que el ejército descansase en la ciudad de Agauno, situada en un valle profundo de la cordillera alpina, junto a la corriente del Rôdano. Todos los soldados debian alli tomar par­ te en un sacrificio solemne con que el eniperador esperaba hacerse propicio a los dioses en aquella expediciôn peligrosa. Y al sacrificio debia jncompafiar un juramento especial de fidelidad, distinto del sacramentum que todo legionario prestaba al incorporarse en el ejército, acompafiado de prâcticas idolâtricas y de imprecaciones sacrilegas. Unos tras otros, los batallones pasaban delante del ara. Cuando llegô su vez al cuerpo de los tebeos, todos a una rehusaron obedecer. No quisieron participat en el sacrificio ni prestar el jura­ mento. Ante aquella actitud, Maximiano estallô en una de aquellas sus cèleras terribles, que conocian bien cuantos le rodeaban. Mâs que una resoluciôn inspirada por motivos religiosos, aquella negativa le pareciô una cobardia innoble o un acto de connivencia con los rebeldes dei campo galo. De todas maneras, se trataba de un falta grave contra la disciplina. Recurriendo al mâs terrible de los castigos previstos en el côdigo militat, el augusto mandô diezmar a los recalcitrantes. Llevados a presencia del ejército, se les echô a la suerte de los nûmeros, y todo aquel a quien le tocaba una decena era azotado y decapitado delante de sus camaradas. Realizada la ejecuciôn, los supervivientes permanecieron tan firmes como antes. El tirano los mandô diezmar de nuevo ; y ellos recibieron la orden con alegria, dispuestos a morir antes que a renunciar a Cristo. «Somos cristianos—decian—y no podemos sacrificar a los dioses ni ha­ cer juramentos impios». Tres oficiales sostenian su valor y encendian su entusiasmo ; eran Mauricio, jefe de todos ellos, y sus dos subalternos Exuperio y Cândido. Déciles a sus discursos, los tebeos despreciaron todas las amenazas y todos los castigos. El hagiôgrafo pone en su boca un discurso admirable, que traduce, sino sus palabras, a lo menos los sentimientos que los embargaban enfonces : «Hemos visto—decian— degollar a los compaûeros de nuestros trabajos y de nuestros peli- sec. 7. miscelanea histôrica y literaria EL TRIBUTO AI. CÉSAR. 22 DESP. pent. 716 gros y estamos salpicados por su sangre. Sin embargo, juzgândolos felices de morir por Dios, no hemos. llorado su muerte. Y ahora no creas, j oh emperador!, que es la desesperaciôn lo que nos arma contra ti ; tenemos las armas en la mano, pero no resistimos ; preferimos morir antes que matar, morir inocentes antes que vivir cul· pables. Porque si es verdad que somos soldados tuyos, somos tam­ bién siervos de Dios ; si a ti te debemos la milicia, a El le debemos la inocencia ; tû nos das la paga de nuestro servicio, El nos ha dado la luz v la vida». A la tercera negativa sucediô el tercer sorteo y, en fin, la matanza general de todos aquellos valientes...» (cf. Fray Justo Pérez υξ UrBEL, .-Itio Cristiano 2.* ed. [Edic. Fax, Madrid] t.3 p.558-560 : San Mauricio y sus compaüeros, 20 de septembre). IV. OSIO FRENTE A CONSTANCIO «Por este tiempo habiase puesto resueltamente Constantino del lado de los arrianos y consentia en 355 que desterrasen al papa Liberio por no querer firmar la condenaciôn de Atanasio... A las porfiadas sûplicas y a las amenazas de Constancio respondiô el gran prelado en aquella su admirable carta, la mâs digna, valiente y se­ vera que un sacerdote ha dirigido a un monarca : Yo fui confesor de la fe—decia—cuando la persecuciôn de tu abuelo Maximiano. Si tu la reiteras, dispuesto estoc a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Mal haces en escri· bir taies cosas y en amenazarme... Acuérdate que eres mortal, terne el dia del juicio, consérvate puro para aquel dia, no te mezcles en cosas eclesiâsticas ni aspires a enseüarnos, puesto que debes recibir lecciones de nosotros. Confiôte Dios el Imperio ; a nosotros, las co­ sas de la Iglesia. El que usurpa tu potestad coutradice a la ordenaciôn divina ; no te hagas reo de un crimen mayor usurpando los tesoros del templo. Escrito estâ : Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Ni a nosotros es licito tener potestad en la tierra, ni tû, emperador, la tienes en lo sagrado. Escribote esto por celo de tu salvaciôn. Ni pienso con los arrianos ni los ayudo, sino que anatematizo de todo corazôn su herejia; ni puedo suscribir la condenaciôn de Atanasio, a quien nosotros y la Iglesia romana y un concilio han declarado inocente». Menéndez Pelayo comenta a su vez la carta del prelado con estas palabras : «Separaciôn maravillosa de los limites de las dos potestades como taies, anticipado anatema a los desvarios de todo prin­ cipe teôlogo, llâmese Constancio o Leôn el Isaurico, Enrique ΛΊΙΙ o Jacobo I ; firmeza desusada de tono, indicio seguro de una volun­ tad de hierro ; hondo sentiraient© de la verdad y de la justicia ; todo se admira en el pasaje transerito, que con toda la epistola nos conservô San Atanasio...» (cf. Menendez Pelayo, Historia de los hé­ térodoxes cspaiïolcs t.i P.T48-149, ed. Consejo Sup. de Inv. Cient., Santander 1946). V. 717 SAN AMBROSIO RESPONDE A VALENTINIANO II Entre los mâs brillantes ejemplos de la historia eclesiâstica de defensa de los derechos de Dios frente a las intromisiones del césar figura el del santo arzobispo de Mîlân, San Ambrosio, ya célébré por su actitud enérgica con Teodosio el Grande. El ilustre doctor diô, una vez mâs, prueba de su carâcter en la réplica al emperador Va­ lentiniano II cuando éste le pidiô la basilica para los arrianos. Oigamos su breve y contundente relato : «Se manda : Entrega la basilica. Respondo : No me es licito entregarla ni puedes tû, emperador, recibirla. Con ningûn derecho puedes violar la casa de un particular, y i quieres apoderarte de la casa de Dios ? Se alega que al emperador todo le es licito, que son suyas todas las cosas. Respondo : No asumas la responsabilidad de pensar, j oh emperador!, que tienes algûn derecho imperial en las cosas divinas» (cf. S. A.mbros., Epist. 20,19, ad soror.). VI. EL PEREGRINO DE CANOSA No por muy conocida carece de interés, a propôsito dei tema homilético de la présente dominica, la anéedota clâsica de Grego­ rio VII en la cuestiôn de las investiduras, y sobre todo si la presents pluma tan âgil y bella como la dei P. Justo Pérez de Urbel (cf. Aüo Cristiano ed. cit t.2 p.383-385 : San Gregorio VII, 25 de mayo). «La lucha, en todas partes violenta, habîa tornado en Alemania gigantescas proporciones. Enrique IV se habîa puesto a la cabeza de los rebeldes, resuelto a mantener sus pretendidos derechos a inter­ venir en las elecciones abaciales y episcopales. Y surgiô la larga v encarnizada contienda de las investiduras. Hubo batellas sangrientas, concilias y anticoncilios, guerras de espadas y excomuniones, traiciones exécrables y atentados. Los obispos cortesanos del emperador anatematizaban al «falso monje», y el mismo emperador clamaba con tono patético : «Desciende, homorecillo miserable ; des­ cende de la Sede Apostôlica que usurpaste, tû que has sido conde­ nado para siempre». Pero la excomuniôn de Gregorio surte mâs efectos que el melodrama imperial. Un bandido enviado de Alemania quiso atarle las manos y lo encerrô en un castillo ; pero libertado por el pueblo de Roma, que lo adoraba, Gregorio lanzô el anatema, desligando a todos los seriores del Imperio del juramento de fidelidad. La pena, sin embargo, no era irrevocable. Al mismo tiem­ po, el Pontifice dirige esta sûplica a todos los que en Alemania acatan su autoridad : «Os rogamos como a hermanos muy amados os consagréis a despertar en el alma del rey Enrique los sentimientos de una verdadera penitencia y a arrancarle del pooler del demonio, a fin de que podamos reintegrarlo en el regazo de nuestra Madré comûn». Enrique desafiô todos los anatemas, y todas las furias del averno se reunieron en torno suyo. Gregorio tenia de su parte la justicia, y, ûdemâs, a su lado estaban la figura celestial y abnegada de la condesa Matilde y la espada heroica y legendaria de Roberto Guiscardo. En Germania el rayo de Roma habîa sido el principio de la defecciôn. Aquel mundo feudal, que descansaba, ante todo, sobre la religion dei juramento, se negaba a obedecer a un emperador ex- 718 A El TRIBUTO Al. CESAR. 22 DESP. PENT. comulgado. Enrique viô su causa perdida, y comprendiendo que e] mâs blando de sus adversarios era el Papa, resolviô poner la causa en sus manos. Gregorio estaba en Canosa, el castillo inexpugnable de Matilde. Una maiïana, era el 25 de enero de 1077, un viajero llamaba a las puertas de la fortaleza. Parecia un peregrino. Nevaba, hacia muoho frio ; pero él ténia los pies descalzos, la larga melena al aire, y una tûnica de lana, cenida de un cordôn, le cubria el cuer­ po. Este hombre suplicante, este peregrino vestido con la ropa de penitente, era el mismo Enrique IV. Esperô hasta mediodia, hasta la tarde, hasta que huyô la luz, sin probar bocado, con los pies so­ bre el hielo. Al dia siguiente, igual. A tercer dia, lo mismo, gimiendo, llorando, solicitando su perdôn. Al anochecer iba ya a retirarse, perdida toda esperanza, cuando se le ocurriô entrar en una ermit? cercana. Alli estaban orando la condesa y Hugo, abad de Cluny. «Por favor, interceded por mi», les dijo el penitente. Ellos se conmovieron, hablaron al Papa, y Gregorio VII se doblegô. Fué una debilidad de su corazôn. Harto le decia su sagacidad que aquello no era mâs que un fingimiento hipôcrita ; que Enrique lo ûnico que buscaba era salvar su trono, amenazado por la excomuniôu ; que to­ das sus promesas, segûn la expresiôn de un cronista, se desharian como telaraâas en cuanto traspusiese los Alpes. Y asi fué. Se renovaron las excomuniones, los conciliâbulos y las hipocresias, y duran­ te mucho tiempo el hijo del cabrero resistiô impâvido a los ejércitos imperiales. Delante de Roma, el germano abre otra vez negociaciones hipôcritas. Ganados por sus larguezas, los romanos le entregan la ciudad. Gregorio, inquebrantable, se refugia en su castillo de Santangelo, y desde alli renueva la sentencia de excomuniôn. El tirano le contesta haciendo entronizar al antipapa en la basilica de San Pedro. De subito corre el rumor de que Roberto Guiscardo avauza sobre la ciudad, al frente de un ejército formidable de nor­ mandos. La fidelidad de los romanos empieza a vacilar. Enrique se retira vergonzosamentê ; y mientras se alejan los teutones, el duque recoge a su amigo y se lo lleva a Salerno, desde donde Gregorio di­ rige a la Iglesia universal un Hamamiento conmovedor. «Por amor de Dios—decia—, todos los que seâis verdaderos cristianos venid en socorro de vuestro Padre celestial y de vuestra madré la santa Iglesia si queréis obtener la gracia en este mundo y la gloria en el otro». Al borde dei sepulcro, el ideal sagrado le perseguia ; pero la Providenda no le permitiô contemplarle en su perfecta realizaciôn. Una tristeza profunda le apretaba el corazôn, y su cuerpo estaba deshecho por las fatigas del combate. En el momento de exhalar el ultimo suspiro le oyeron pronunciar estas palabras : «He aniado la justicia y odiado la iniquidad ; por eso muero en el destierro». VU. EL CASO DE TOMAS BECKET «El mismo conflicto entre los poderes temporal y espiritual prodûjose en la distante Inglaterra. Tomâs Becket, consejero y cancijller de Enrique II, habia sido designed©, a ruego real, arzobispo de Canterbury. Leal hasta el fondo de su corazôn de soldado, sirviô a la iglesia tan fielmente como habia servido al rey, negândose a permitir que el clero fuese sometido a la jurisdicciôn de las cortes civiles. Todos los ministros de la Iglesia, insistiô el i« SPC. 7- MISCEILANEA HISTÔRICA y literaria 719 priniado, deben ser juzgados en tribunales eclesiâsticos, de acuerdo con las leyes canônicas. Como en Alemania, también alli hubo obis­ pos contemixjrizadores y oportunistas que se pusieron de parte del rey ; pero Becket se negô a ceder en lo mâs minimo de su posiciôn ortodoxa. Naciô asi una querella tan enconada, que Becket, conocedor de las violentas pasiones del rey, tuvo que huir a Francia. Retornô a su patria para encontrar tan sôlo que toda posibilidad de entendimiento se habia desvanecido. «éQuién os ha hecho arzobispo?*, le preguntô claramente Fitz Urse. «Mis bienes espirituales —contestô Tomâs— los tengo de Dios y de mi senor el Papa ; mis bienes temporales y mis posesiones, de mi sefior el rey». Asi era y meridianamente claro. «Asi, pues, ê no reconocéis que todo lo ha­ béis recibido del rey?», preguntô el emisario real. «(No!—fué la decidida respuesta del prelado— ; tenemos que dar al rey las cosas que son del rey y a Dios lo que es de Dios». La cosa, como se ve, era bien simple ; pero la resuelta actitud de Becket no convenia a los propôsitos de Enrique. <^No hay alguien —exclamé el rey—que me libre de los insultos de ese turbulento sacerdote?» i Palabras imprudentes y fatales! Fueron râpidamente contestads el 29 de diciembre de 1170, cuando cuatro Caballeros se dirigieron a Canterbury e irrumpieron en la capilla de la catedral. qDônde estâ el traidor?» exclamaron a la vez que desenvainaban sus espadas. «j Aqui estoy ; un arzobispo soy y no un traidor !» Pudo contener muy poco a los asaltantes, que lo cercaban ; y cuando trataron de arrastrarlo de la catedral se resistiô vigorosamente. Se le hiriô en la cabeza de un golpe de espada, y él se inclinô para orar. Con dos golpes mâs, ultimaron al mârtir sobre las gradas de su altar favori to... ... A los dos afios, el papa Alejandro canonizo a Tomâs Becket, mârtir por Dios y por la Iglesia» (cf. José A. Duxney, Historia de la Iglesia a la luz de los santos [ed. Penser, Buenos Aires] p.214). EL MAPvTIFvIO DE SANTO TOMAS MORO Por venir también muy a propôsito al tema fundamental de la dominica, trasladamos aqui la primorosa pâgina que en el libro pri­ mero, capitulo 30, de la Historia eclesidstica del cisma de Inglaterra escribiô el P. Pedro de Ribadeneira, de la Compania de Jesûs (cf. BAC, p.981-984). «Después que estuvo casi catorce meses en la cârcel, el primer dia del mes de julio fué llevado a la Torre de Londres delante de los jueces, y preguntado qué le parecia de la ley que se habia hecho estando él preso, en la cual se quita la autoridad al papa y se da al rey, respondiô con gravedad, agudeza y constancia. Finahnente, acusado de haber escrito a Rofense y animâdole contra el decreto de esta ley, fué condenado a muerte. Entonces él, con gran alegria, dijo : «Yo, por la gracia de Dios, siempre he sido catôlico y nunca me he apartado de la comuniôn y obediencia del papa, cuya potestad entiendo que es fundada en el derecho divino y que es légitima, loable y necesaria, aunque vosotros temerariamente la habéis querido abrogar y deshacer con vuestra ley. Siete aûos he estudiado esta materia y revuelto muchos libros para entenderla mejor, y hasta ahora no he hall ado autor santo y grave, ni H· ϊ* VWWff ·*· «i 720 SEC. 11. TRIBUTU Al CESAR. 22 DESP. PENT antiguo ni moderno, qne diga que las cosas espirituales y que tocan a Dios, hombre y principe temporal pueda ser cabeza y superior de los edesiâsticos, que son los que las han de gobernar ; tanibiin digo que el decreto que habéis hecho ha sido muy mal hecho, porque es contra el juramento que habéis hecho de no hacer jamâs cosa con­ tra la Iglesia catôlica, la cual por toda la cristiandad es una e indi­ vidua, y no tenéis vosotros autoridad para hacer leyes, ni decretos, ni concilios contra la paz y uuiôn de la Iglesia universal. Esta es mi sentencia, ésta es mi fe, en la cual moriré con el favor de Dios.» Λpenas habia dicho estas palabras Moro, cuando todos los jueces, a grandes voces, comenzaron a llamarle traidor al rey, y particularmente cl duque de Norfolk le dijo ; «^Cômo declarâis vuestro mal ânimo contra la majestad del rey ?» Y él respondiô : «No de­ claro, sefior, mal ânimo contra mi rey, sino mi fe y la verdad ; por­ que en lo demâs yo soy tan aficionado al servicio del rey, que suplico a nuestro Sefior que no me sea mâs propicio a mi ni de otra manera me perdone que yo he sido a su majestad fiel y afectuoso servidor...» Oyendo estas palabras y pareciendo a los jueces que no ganarian nada, tornaron a Moro a la cârcel. «Llevândole, saliô al camino su hija Margarita, muy querida de él, a la cual habia ensefiado la lengua latina y griega, para pedirle su bendiciôn y el ôsculo de paz, el cual diô el padre a su hija con mucho amor y ternura... El dia antes que le sacasen al martirio escnbïô con un carbôn, porque no ténia pluma, una caria a su hija..., en que le decia el deseo grande que ténia de morir el dia siguiente y ver a nuestro Sefior, por ser dia de la octava del Principe de los Apôstoles... y vispera de la traslaciôn dei glorioso niârtir Santo Tomâs, que eu su vida habia sido siempre su abogado ; y asi se hizo como él lo deseaba, porque el 6 de julio padeciô. Saliô de la cârcel, en la plaza de la Torre de Londres, flaco, descolorido y consumido del mal tratamiento de la larga prisiôn que habia padecido, y con la barba muy crecida, 11evando una cruz colorada en la mano, levantando los ojos al cielo y vestido de una ropa muy pobre y vil de un criado suyo... Cuando lo llevaban a la muerte, una mujer, movida de compasiôn, le ofreciô una copa de vino, y él, agradeciéndoselo, no la quiso tomar, y dijo : «A Cristo nuestro Redentor, hiel le ofrecieron en su bendita pasiôn, y no vino». Estando en el lugar del martirio, acabadas sus oraciones, llamô por testigo a la fe catôlica en que moria a todo el pueblo, encargândo’e que rogase a Dios por el rey y protestando que moria como fiel ministro suyo, pero mâs de Dios, que es Rey de reyes. Después, pidiéndole al verdugo perdôn, le besô con grande amor y ternura; y habiéndole antes encomendado a sus hijos y amigos, le diô cierta moneda de oro. imitando en esto a San Cipriano, y le dijo estas pa­ labras : «Vos me haréis hoy la mejor obra que hasta ahora me ha hecho hombre ni me podrâ hacer». Y con esto tendiô la cerviz al cuchillo, con el cual el sayôn cortô aquella cabeza de justicia, ver­ dad y santidad, llorando todos y pareciéndoles que no habia sido quitada su cabeza a Moro, sino a todo el reino». 7. pL· * 721 IX. CUANDO EL CESAR SE REBELA CONTRA DIOS... I Sôlo hacia cuatro afios que el papa Pio VIT "pudo dificilmente regresar a Roma desde Francia, donde, pensando en conquistar la paz. para la Iglesia, habfa acudido a coronar a Bonaparte como empera­ dor de los franceses. Pero Napoleôn iba bien pronto a reanudar su batalla contra cl Pontificado. «A 27 de mayo de 1809, desde Viena, donde habia entrado por segunda vez triunfador..., con un simple decreto anexionô al Impe­ rio francés el Estado pontificio y decla-ô a Roma ciudad imperial y libre... Disfrazô luego la usurpaciôn con razones religiosas basian­ te especiosas... Protesté enérgicamente el Pontifice en presencia del general Miollis, encargado de ejercer la orden imperial, e hizo fijar en las puertas de la basilica la bula de excomuniôn... contra los expoliadores de la Santa Sede. En Roma cundiô grave descontento contra los franceses, y Miol­ lis, temiendo una abierta rebeliôn, creyô interpretar el pensamiento de Bonaparte ordenando al general Radet que se apoderase de la persona del Pontifice y de su secretario, el cardenal Pacca. La noche del 5 al 6 de julio se diô el asalto al palacio del Quirinal, donde vivia retîrado el Papa desde que la ciudad estaba militarmente ocupada por los franceses... Escalada la muralia del jardin y abierto el portai desde el interior, Radet irrumpiô en él, y de estancia en estancia, rompiendo las puertas a hachazos, penetrô en la câmara, don­ de el Pontifice, después de levantarse apresuradamente de la cama, esperaba con sus familiares. La guardia Suiza, compuesta de cuarenta hombres, se alineô en la antecâmara ; a la intimaciôn de que se rindiera depuso las armas, ya que asi lo habia mandado el Pontifice para evitar derramamiento de sangre. El Padre Santo estaba de pie en el centro de la estancia con los cardenales Pacca y Despuig, el uno a su derecha y el otro a su izquierda ; los prelados y familiares estaban a ambos lados. Moiuentos solemnes de silencio... El general, pâlido y con voz trémula, anunciô las ôrdenes de que se dijo ejecutor irresponsable. El Papa, sin descomponerse, digno y firme, replied ; «Si usted ha creido haber de cumplir las ôrdenes del emperador en virtud dei jura­ mento de fidelidad y obediencia a él prestado, imaginese de qué ma­ nera nosotros debemos sostener los derechos de la Santa Sede, a la que estamos atados con tantos juramentos». «En este caso—concluyô el general—tengo orden de conduciros fuera de Roma». El Papa, sin tomar otra cosa que el breviario, avanzô hacia la puerta con el cardenal Pacca. En la calle estaba preparado un carruaje, al que se le obligé a montar ; cerrâronse con Have las portezuelas ; Radet monté junto al postillon y el coche partiô hacia la Porta Salaria, escoltado por gendarmes. Alboreaba apenas. Fuera de las puertas de la ciudad habia preparados caballos de posta y se tomô el camino de Toscana... El Papa y su conipafiero emprendieron el viaje verdaderamente a la apostôlica... En sus bolsillos no contaban en junto los dos mâs que treinta y cinco bayocos. Pio VII pasaba ya de los sesenta y siete aüos y ténia muy delicada salud... La emociôn era general en todas las poblactones. Radet aceleraba el viaje mâs de lo recomendable. Pasado Poggibonsi, el carruaje volcô ***>*· »-.Λ· * .MISCM.ÂNEA HISTÔRICA Y I.JTERARIA » ·» ·> 722 SEC. Fl. TRIBUTO AL CESAR. 22 DF.SI». PENT. por haberse roto una rueda ; el general cayô en una eharca, mien­ tras que el Papa y el cardenal quedaron aturdidos dentro de la caja del coche, cerrado y al rêvés. El pueblo, que habia acudido, lloraba y clamaba : |Santo Padre, Santo Padre! Al fin, rota la portezuela, se sacô al Pontifice en brazos del pueblo, que se afanaba en besarle la ropa y pedia su bendiciôn. De la Cartuja de Florencia, separado ya violentamente el cardenal del Papa, el coche saliô para Francia... Las molestias de tan pesado viaje causaron no pocos desmayos al Pontifice anciano y enfermo, «al extremo que se (fbejô al coronel Brissard, que habia relevado a Ra­ det : «i Tenéis orden de llevarme vivo o muerto ?—preguntô Pio VII—. Si la orden es de llevarme a la muerte, continuemos el viaje ; si no es asi, quiero detenenne». En el hospicio del monte Cenis se detuvo dos jornadas. Luego, después de larga travesia, llegô a Savona, siempre entre las persecuciones de la tierra y los consuetos del cielo. Entre tanto, Napoleôn habia vuelto a Fontainebleau. Alli, al enterarse de la excomuniôn pontificia, se chanceô y dijo que no «haria caer las manos de sus soldados». j Era el gesto de desafio contra el cielo 1 Muy pronto en las heladas estepas de Rusia las armas iban a parecer a la tropa napoleônica un peso insoportable en los brazos ateridos. El soberbio emperador quiso inducir al prisionero a que fijara su residencia en Paris, para manejarlo a su arbitrio. Lo aislô de los prelados, le secuestrô la correspondencia y lo dejô sin pluma y sin tinta. El Papa soportô heroicamente aquellas vejaciones, mientras el emperador fracasaba en el intento de suplantar las bulas pontifi­ cias por un concilio nacional que convocô en Paris. La estrella im­ perial se empezô entonces a precipitar hacia el ocaso. El ejército de las veinte naciones marchaba a las llanuras de la Rusia misteriosa. Napoleôn, antes de partir, ordenô el traslado del Papa a Fontaine­ bleau. En este viaje, el Pontifice sufriô tan atrozmente, que llegô casi a morir. Pero Dios le reservaba aûn para otras luchas y otros triunfos. Cinco meses permaneciô Pio VIT incomunicado en Fontainebleau, cuando Bonaparte volviô inesperadamente a Paris de la desastrosa campafia de Rusia. Entonces procuré reconciliarse con el Papa y hasta arrancô de la debilidad de su prisionero un nuevo concordato. Pio VII fué acometido, después de Ta firma, de tan terribles escrûpulos, que durante muchos dias se abstuvo hasta de celebrar el sa­ crificio de la misa. Gracias al carifio y a la prudencia del cardenal Pacca volviô la paz a su atribulado espiritu. Pero quiso escribir él mismo de su pufio y letra al emperador la carta en que anulaba sus concesiones, y que fué redactada a pedazos durante muchos dias, esquivando la vigilancia de sus guardianes. Habia sonado, por fin, la hora de la venganza divina. El 16 de octobre de 1S13, en los campos de Leipzig, los oprimidos de t«da Europa se sacudieron el yugo. Poco después llegaba la orden de pouer en libertad a Pio VH. «En la mafiana del 20 de abril de 1814, Napoleôn, con el corazôn lacerado y lâgrimas en los ojos, saludô a la guardia imperial en el castillo de Fontainebleau, besô el âguila que habia revoloteado siuiestra y victoriosa sobre todos los campos de batalla europeos y se 7. MISCELAN’EA HISTÔRICA V LITERARIA 723 dirigiô a la isla de Elba, a la que fué deportado el 4 de mayo siguiente a bordo de un buque britânico. Veinte dias mâs tarde, Pio VII era acogido triunfalmente en Ronia, entre las lâgrimas y el jubilo del pueblo fiel...» (cf. Carlo Castiglioni, Historia de los Papas [ed. Labor] t.2 p.553-559)· X. EL PODER DE DIOS, POR ENCIMA DE TODA TIRANIA Quercinos cerrar esta secciôn con una breve pâgina literaria mo­ derna sobre el evangelio del dia, la que escribiô el famoso escritor francés François Mauriac. «Veinte afios antes, en el momento de la anexiôn al Imperio, otro galileo llamado Judas habia resuelto el problema con la negativa, y fué matado junto con sus partidarios. Si Jesûs recurriô a la célébré frise «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», era por la sencilla razôn de que en este drama, preparado desde la eternidad, no convenia que los romanos tuvieran otra intervenciôn que la del verdugo. Israel se valdria de ellos para inmolar a su victi­ ma, mas la victima le pertenecia primero a él. Roma, en la persona de Piilatos, no encontrô nada que reprochar a Jesûs. Mas i hasta dônde llega el derecho del César ? Y é dônde empieza el derecho de Dios ? Aqui se inicia un debate sin fin. Hasta el dia en que dicha frase fué pronunciada por un pobre judio refractario y destinado a los suplicios, César era divino y los dioses pertenecian al Imperio, mucho mâs que el Imperio a los dioses. Y he aqui, de repente, erigido fuera, y por encima de toda tirania, el poder de Aquel al que el hombre emancipado reconoce por ûnico Sefior sobre la tierra y el cielo. La conciencia humana continuarâ refiriendo las peores vidlencias ; no por eso quedaria menos libre de ahora en adelante : el inartirio sôlo alcanza el cuerpo, y todas las fuerzas del Estado vendrân a aniquilarse, de siglo en siglo, en el umbral de un aima santificada» (cf. François Mauriac, Vida de Jesûs trad, de Oliver-Brachfeld [Ed. Janés, 1950] p.200-201). SEC. S. <,(JONES SECCION VIII. GUIONES HOMÏLETICOS HOMÏLÉTICOS 725 conoce al Amado. Una fe exigua no puede producir ardiente caridad C. Pureza de vida. a) b) SERIE I: LITURGICOS A Dios lo que es de Dios Deberes religiosos. Con su respuesta a los fariseos manifiesta Cristo la obligaciôn de todo hombre de dar culto a Dios. El hombre, el cristiano, tiene unos de­ beres religiosos que cumplir. No prétendemos hacer aqui un estudio teolôgico sobre esta virtud de la re­ ligion (cf. Dom. 1 desp. de Epif.), sino que, a base de la liturgie de este domingo, queremos presenter él programa religioso del buen cristiano. A Dios lo que es de Dios. El pasaje de la epistola, en rte final, donde el Apôstol aconseja a sus fie­ les de Fil'rpos, es complemento de la frase del evan­ gelio “A Dios lo que es de Dios”. En estos consejos de San Pablo se contienen las caracteristicas del ver­ dadero cristiano y del hombre religioso (cf. sec.II P-624, B). A. Caridad. tRuego que vuestra caridad crezca» (Phil. 1,9). /Cudutas veces la recomienda San Pablo! b) Es la mayor de las virtudes ii Cor. 13,13), tel vincu­ lo de perfection» (Col. 3,14). c) El Apôstol /tabla de la caridad de Dios, pero es in­ separable de ella, como su consecuencia y dislintivo exterior, la caridad para con el prôjimo, expresada en el graduai de hoy: t;Oh qué bueno y delicioso es vivir los hermanos en sauta uniôn...!» û) B. Fe. Que vuestra caridad crezca ten conocimiento y en toda discreciôn» (Phil. 1,9). Estas palabras se refieren a la fe, por la que conoccmos a Dios y participanto! de su conocimiento. bi San Pablo pidc simultâneamente el crecimicnto de la caridad y de la fe porque el fundamento de la cari­ dad es la fe. El amor aumenta a vtedida que se a) Para que useàis puros c iircprensibles para el dia de Cristo* (Phil. 1,10)... l.a mejor manifestaciôn de la caridad es la pureza de vida. Donde hay fe viva y cafidad intensa es segura la conducta pura c irreprcnsible... Caracteristica, pues, del cristiano, inseparable de las anteriores. D. Frutos. “Llenos de frutos de justicia...” (Phil. 1, 11). Prescindiendo del sentido literal, segûn el cual esta frase vendria a ser sinônima de la an­ terior, puede acomodarse para ver en ella las buenas obras, fruto de la santidad y pureza de vida, de las que debe estar lleno el cristiano. ΠΙ. La gloria de Dios. A. Todo el anterior programa lo resume San Pablo en las palabras finales de la Epistola del dia: “Para gloria y alabanza de Dios” (Phil. 1,11). Este es el fin del cristiano. Para esto lo creô y eligiô Dios. B. La frase guarda cierto paralelismo con el comien. zo de la Epistola a los Efesios: “Nos eligiô antes de la constituciôn dei mundo para que fuésemos santos e inmaculadcs ante El... para alabanza de la gloria de su gracia...” (Eph. 1,4-6). C. El mâs piadeso y mâs cristiano es aquel que mâs procura la gloria de Dios en su vida. “Dar a Dios lo que es de Dios” es buscar en todo su gloria. IV. El cristiano luz. A. Todo cristiano, por el hecho de serlo, estâ obligado a “vivir de manera digna del Evangelio de Cristo” (Phil. 1,27). O, lo que es lo mismo, empleando otra frase del Apôstol, a ser “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generaciôn mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, 11evando en alto 'la palabra de vida” (Phil. 2,15-16). Vivir de manera digna del Evangelio es llevar en alto la palabra de vida. Llevar en alto la palabra de vida es ser irreprensibles y sencillos hijos de Dios sin mancha. Es caminar en esta vida llenos de fruto de justicia para gloria y alabanza de Dios. Es dar a Dios lo que es de Dios. B. El cristiano ha de cumplir este programa “en me­ dio de esta generaciôn mala y perversa” (ibid.). ·*—1 FI. TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS 727 a) -rwi -λ Cuando el mundo camina en tinieblas es mayor la obligaciôn de ser luz y de iluminar. b) San Juan Crisostomo io expresa bellamente : *Los astros—dice—brillan en la noche, resplandecen en las tinieblas; lejos de perderse en la oscuridad que les rodea, aparecen mas brillantes. Lo mismo te sucederd a ti si permaneces justo en medio de los per­ versos. Tu luz saldrd con mds potentia* (cf. «In Phil.> hom.8,4). c) Parecidas palabras empiea San Agustin: tComo las estrellas prosiguen su curso por los senderos t-razados por Dios, sin dejar de proyectar su luz en medio de las tinieblas..., asi deben hacer los santos. Aque­ llos cuya conversion estâ verdaderamente en los cielos no se preocupan mds que los astros mismos de lo que se dice o se hace contra ellost. ·.* V. Por Jesucristo. El programa trazado serâ posible al cristiano por Jesucristo. “El que comenzô en vosotros la obra buena la llevarâ a cabo hasta el dia de Cristo Jesus” (Phil. 1,6). Cristo comenzô la obra mereciéndonos con su pasiôn las gracias y fuerzas ne­ cesarias para la santidad, constituyéndose en vid y hatiéndonos sus sarmientos (lo. 15,5) por el bautismo que recibimos. Cada ano que pasa va realizando en nosotros esa obra buena. Abandonados a nuestras fuerzas, no producimos mâs que pecados e infidelidades, que es necesario llorar con el salmo penitential que el “introito" sugiere: “De lo profundo te invoco, ;oh Yavé!” (Ps. 129,1), y que debemos reparar con obras de satisfaction, entre las cuales ocupa lugar pré­ éminente la santa misa (secreta). Necesitamos a Cristo. La Iglesia, cual otra Ester, Ίο pide para nosotros en el “ofertorio”: “Acuérdate de nosotros, Senor. Pon en mis labios pala­ bras apropiadas para que pueda agradar al prin­ cipe” (Esth. 14,12-13). Asi, ©ada uno do nosotros, al acudir hoy al santo sacrificio, hemos de levantar nuestro corazôn a Dios: Concédenos, Senor, tu palabra justa, Cristo Jesûs, para que nuestra vida sea agradable en tu presencia, para que seamos luz en las tinieblas del mundo, para que crezca nuestra fe y caridad y vivamos puros e irreprensibles, para que en todo busquemos tu alabanza y tu gloria, para que te demos, joh Dios!, lo que te pertenece: nuestra aima, nuestro cuerpo, nuestro todo... »î Piedad y liturgia Los deberes para con Dios. A. En el evangelio de hoy plantean a Jesucristo los fariseos una cuestiôn politica con el fin de pen­ derie. El Senor en la respuesta soluciona un pro­ blema politico y otro espiritual: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. B. El cristiano tiene unos deberes para con la patria, pero también otros para con Dios (cf. sec.II p.624, B, a). La piedad. A. El hombçe se debe a Dios, porque todo cuanto tie­ ne lo ha recibido de El. En la vida del hombre va acunada la imagen de Dios; imagen su cuerpo, imagen su aima. Cuerpo y aima para Dios: “A Dios lo que es de Dios”. B. Debe tributarie culto y glorificarle. Este homenaje es la piedad. Santo Tomâs la ha definido diciendo que es la virtud que nos inclina a dar culto a aquellos a quienes debemos el ser. Por tanto, la piedad muy especialmente es la virtud que nos inclina a dar culto a Dios, Criador y autor de todo cuanto tenemos (cf. “Sum. Theol.” 2-2 .q.101 a.l, y 121 a.l). C. El mismo Santo Tomâs dice que, con frecuencia, se llama piedad al culto mismo que se tributa al Creador. D. La piedad, por tanto, es el homenaje de alaban­ za, de gloria a Dios y de action de gracias que la criatura racional ofrece al Creador. Concepto prâctico de la pïedad. A. Se desprende fâcilmente de lo dicho. “Hacia Dios, hacia el Padre...” La piedad no puede ser egocéntrica, sino teocéntrica. B. La piedad no puede reducirse a exâmenes de con­ cientia, o meditationes de via purgativa, o cultivo de virtudes morales. En la piedad no pui?de faltar la oration de adoration, de acciôn de gracias, de alabanza, el ejercicio de las virtudes teologales. sec. 8. güiones HOMIÏ.ÉTTCOS 72â El. TRIBUTO AI. CESAR. 22 DESP. PENT. C. Por tanto, en la picdad no hay que mirar lo que nos agrada a nosotros, sino lo que agrada a Dios. La liturgia. A. Es la forma excelente de picdad. La liturgia no es mâs que el oui to oficial y pùblico que la Iglesia tributa a Dios. En la liturgia no es el hombre individual el que tributa culto, sino la Iglesia. Es el culto de Cristo-Cabeza y de su Cuerpo mistico unido con El. La oraciôn y sacrificio de Cristo continuado en los siglos por sus miembros. “La sagrada liturgia es el culto pùblico que nuestro Redentor rinde al Padre como Cabeza de la Igle­ sia; y es el culto que la sociedad de los fieles rinde a su Cabeza y por medio de ella al Padre Eterno; es, para decirlo en pocas palabras, el culto inte­ gral del Cuerpo mistico de Jesucristo, esto es, de la Cabeza y de sus miembros” (cf. “Mediator Dei” 1.*, I “Anuario Petrus: La voz del papa Ρίο XU” [1947] p.117 n.5). B. La verdadera piedad, pues, no puede prescindir de lo que es centro y esencia de la liturgia, a saber, del sacrificio de la misa y de les sacramentos. “Si la piedad privada e interna dei individuo descuidase el augusto sacrificio del altar y se sustrajese del influjo Salvador que mana de la Cabeza a los miembros, esto seria, sin duda, reprobablc y estéril” (cf. “Mediator Dei” ibid., p.119 n.9). V. Piedad y devociones. A. La liturgia en manera alguna destruye la piedad privada de los individuos, los ejercicios y actos que la integran, las diversas devociones, etc. Ρίο XII en la “Mediator Dei” condena las teorias nuevas sobre la piedad objetiva y subjetiva y dice: “Es completamente falsa, insidiosa y daüosisima la conclusion de que toda la piedad cris­ tiana debe situarse en el misterio del Cuerpo mis­ tico de Cristo sin ninguna consideraciôn personal y subjetiva, y por esto creen que se deben abandonar todas las prâcticas religiosas que no sean estrictamente litûrgicas y se realicen fuera del culto pùblico” (cf. ibid., p.118 n.8). B. “Por eso en la vida espiritual no puede haber nin­ guna oposiciôn o repugnancia entre la acciôn di­ vina, que infunde la gracia en las aimas para continuar nuestra rcdenciôn, y la colaboraciôn ac­ tiva del hombre, que no debe hacer vano el don IV. 729 de Dios; entre la eficacia dei rito extemo de los sacramentos, que proviene del valor intrinseco de los misterios, y el mérito de los que los administran o reciben; entre las oraciones privadas y las plegarias publicas ; entre la vida ascética y la pie­ dad ditûrgica” (cf. ibid., p.119 n.10). VI. La liturgia, fuente excelentisima de piedad privada. A. No pueden, por tanto, desterrarse los actos par­ ticulares de piedad. Al contrario, son sumamente recomendables y e'I mismo Papa los recomienda. La meditation, los exâmenes de conciencia, el retiro mensual, los ejercicios espirituales... son auténtica piedad. Es el culto de las aimas que buscan purificarse y santificarse para unirse con Dios. B. Se puede, en cambio, ensenar a los fieles que la liturgia encierra un tesoro de incalculable valor para la piedad privada. En este sentido hace falta orienter de verdad a las aimas. Muchas veces la piedad de éstas se alimenta de oraciones y lectu­ ras de escaso valor. A veces se multiplican, con mâs cansancio que fruto espiritual, las devociones exteriores. Se olvidan, en cambio, de echar mano de la liturgia para los actes privados. C. La liturgia suministra oraciones bellisimas de fondo y forma... Facilita extraordinariamente la oraciôn de acciôn de gracias y de adoraciôn ; ponc en boca del hombre stîplicas y peticiones de gran trasccndencia para la vida espiritual... b) Tiende, a través del aüo litûrgico, a reproducir en cl cristiano la imagen de Cristo, utilïzando en las dis­ tintas fiestas las virtudes que El nos cnsciiô cn su vida terrena... c) Nos lleva a la vida de Eucaristia y de intimidad con Cristo Sacramentado... d) Fomenta cn nosotros la devociôn al Espiritu Santo... Nos une, en fin, con la Santisima Trinidad. a) Ρ>· Ρίο XII ha dicho: “Urge, sobre todo, que los cristianos vivan la vida Jitûrgica y con ella alimenten e incrementen su espiritu sobrenatural” (cf. ibid., p.135 n.49). E. No hay duda de que se ha avanzado mucho en este sentido. a) Son muchisimos los fieles que slgucn la misa con su misai, c incluso se hacen, con frccuencia, meditaclones sobre él. b) En muchas parroquias ha entrado la costumbre de terminar los cultos cantando completas y de dar so- SEC. 8. EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. 730 lemnidad al domingo con la misa parroqula! y Us visperas. c) El misma papa Pio XII, al reformar la vigilia del Sibado Santo, parcce que prétende dar un medio fâcii de aumentar el espiritu sobrenatural, vlviendo la bella liturgia de la noche pascual, tan directamcnte relacionada con el baulismo y con la grandeza y dig­ nidad de la nueva vida conquistada por Cristo en su muerte y resurrecciôn. VU. A Dios lo que es de Dios. Como conclusion puede recomendarse vivamente la vida litûrgica de la parroquia. El pdrroco y cada predicador verd la aplicaciân concreta y mâs conveniente. Es fâcil sacar como consecuencia provechosa la devociôn a la santa misa y a los actos oficiales de culto. SERIE II: SOBRE LA EPISTOLA El amor de Pablo a los filipenses I. La santidad, compatible con lo humano. A. Es un gravisimo error concebir la santidad como algo contrario, o a lo menos al margen de lo hu­ mano. En el Evangelio y en las Epistolas podemos estudiar la vida de Cristo y de Pablo, y nos encontramos con que ambas eran un compendio de las virtudes humanamente amables (cf. sec.Il p.626, b, 3 y 627,4). B. Entre ellas resalta el amor a los amigos. Veamos el de San Pablo que alienta en toda nuestra epis­ tola. En ella aparecen los distintivos y afectos del carino mâs accndrado: Recuerdo frecuente. El Apôstol se acuerda siempre y en todas sus orationes de sus amigos de Fili­ pos (1,3). b) Expresiones afectuosas, que dcnuncian un amor entraüable: tOs llevo en el corazôn... Testigo me es Dios de cuânto os amov (1,7-8). ci Deseo de tener notitias. Espéra poder enviar a Timoteo «a fin de que yo tambie'n cobre ânimo conociendo vuestra situation·» (2,19). d) Comunicaciôn mutua de alegrias y penas. Pablo les escribe sus éxitos en la predication del Evangelio (2,1-ii). a) e) GUIONES HOMILÉTICOS 731 Y hasta de los secretos intimos. Les cuenta c&mo està dudoso entre descar la muerte para ir con Cris­ to o vivir para el apostolado (2,21-24). H. El amor segûn la carne y el amor segûn Cristo. A. San Pablo, pues, amaba a sus amigos, como los hombres se aman entre si. B. Sin embargo, el Evangelio, la doctrina del mismo Pablo y la ascética cristiana distinguen un amor segûn la carne y un amor segûn Cristo. Pedro es alabado porque créé en la divinidad de Cristo y a renglôn seguido se le reprende, porque en su amor, segûn la carne, no quiere admitir la Pasiôn (Mt. 16,13-23). III. éCuâl es la diferencia de estos dos amores? A. Amar segûn la carne no es: Admitir como justos los motivos naturales de amor. La gracia no destruye la naturaleza, sino que la supone y perfecciona. El cuarto mandamienfo de la ley de Dios y el sacramento del matrimonio han santi/L cado dos amores naturales. b) Las virtudes naturales son necesarias al cristiana, que es 1. un hombre 2. elevado al orden sobrenatural. c) Casi todas las herejias que han querido destruir la naturaleza humana, llamdndola mala o intentando su­ peraria en misticismo desviado, han terminado en el desenfreno dei vitio (maniqueos, albigenses, quietistas, iluminqdo s... ). d) La ingratitud, por ejemplo, es un defecto grave y puede inutilizar incluso apostolados muy intensos. En esta epistola vernos cômo el amor de Pablo nace y se acrece por los siguientes motivos : Porque se ve amado por los de Filipos : «Grande fué mi gozo en el Senor desde que vi que habéis reavivado vuestro afecto por mi. En realidad sentfais afecto, pero no teniais oportunidad de ma­ nifestario» (4,10-11). 2. .Porque los ve preocuparse por sus trabajos (1,5). 3- Porque le han enviado varios socorros materia­ les (4,16). Porque incluso comisionan a Epafrodito para que le visite en un momento de tribulaciôn (Pablo estaba preso), lo cual motiva esta carta (2,25). B. Amar segûn la carne es: a) Detenerse en esos motivos y no sobrenaturalizar el amor, viendo en nuestro amigo a Dios y amândolo para El. Il fRIUlTo U CESAR. 22 DESP. PENT. b) Si seguimos leyendo a San Pablo veremos que amaba •en las cntraùas de Cristo Jésus» (i,8), esto es; por. que todos ellos eran hermanos en Cristo, porque los queria para que viviesen en Cristo y porque todas sus acciones redundaban en bien de Cristo. c) Pablo sob renaturalisa los mismos motivos que pudieran parecer naturales, no viendo sôlo el interis por El, sino por su predicaciôn del Evangelio : «a causa de vuestra comuniôn en cl Evangelio» (1,5). ·- ··· IV. iCôrno conocer si nuestro amor es segûn Cristo 0 con mezcla de afectos carnales? A. Mucho cuidado ha de poner en ello el hombre es­ piritual para que no desmerezea lo que puede ser segûn Dios. Pero el modo mâs sencillo de distinguirlo es el examen de sus efectos.. a) b) c) mCt» 10 se cumplc cl deber integramente, sobre todo el b) B. Eco perverso en el oyente. En efecto, la adulaciôn Procédé siempre de un corazôn perverso, pero necesita, para encontrar eco, una también per­ versa posiciôn en el oyentc. c) Su remedio es la verdad y la virtud. a) b) C. Textos de la Escritura. a) Por eso dice la Sagrada Escritura: «Es blanda su boca..., pero llevan la guerra en cl corazôn. Son sus palabras suaves nuis que el accite, pero son afilados cuchillos» (Ps. 54-22). b) Refiriéndose también a que sôlo encuentro eco en los corazones aptos para recibir la adulaciôn: «Como cl crisol para la plata y la hornaza para el oro, asi es para cl hombre la boca que le alaba» (Prov. 27,21). c) Indica elaramente cl remedio: «El que se glorie, se glorie en cl Senor» (1 Cor. 1,31). II. Maldad del que adula. A. Se deduce de su propia definiciôn (cf. “Sum. Theol.” 2-2 q.115 a.l). La adulaciôn no consiste en agradar al prôjimo alabdndole, lo cual puede scr bueno, cuando el fin lo es, como, por ejemplo, para levantar su ânimo dccaido o animarlc a la virtud (ad 1), aun cuando también puede pccarsc en cllo por cxccso si no se prétende môs que cl placer del amigo. Lo primero fué caridad; lo segundo, pecado, sobre todo si se alaban virtudes que no existen, o pecados reales, 0 se provoca a la vanagloria (ibid., in c y ad 1). b) La adulaciôn consiste en una alabanza que excède cl modo y el orden debido (in c), cxccso que puede fundaise en lo que anleriormente llevamos cxpYcsado, pero que general mente tiene por fin conseguir un lucro del que adula (ibid., ad 1). a) •J · W**1 SEC. 8. EI. TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. Su a) gravedad. maldad es Junto nids grave cuanto mâs se opont a la caridad. Alcanza, por lo tanto, los grados altos cuando intenta el daûo espirituql o temporal del adulador (cf. ibid., a.2 in c). b) Por lo general, el adulador busca siempre su pro­ pio medro. aunque sea sôlo de un modo indirecto, al incitar a la vanagloria y mostrarse amigo. Esta intenciôn oculta es un verdadero tlazo a sus pies* (Prov. 29,5). En efecto: a) El adulador consigne lo que sus méritos no alcanzaban y la Justicia prohibia y lo que a veces redunda en perjuicio del mismo adulado. El comenzar alabando cuando se quiere pedir o conseguir algo, ha sida estudiado ya como un arte en los libros de Carnegie, La Sagrada Escritura es concisa: iLa boca lisonjera hace resbalar» (Prov. 26,28). b) Lo que es peor muchas veces lo consigne alabando con mentira, disiniulando odios interiores, que ajloran una vez separados del que adulan : tBendicen con su boca y en su corazôn maldicen* (Ps. 61,5). c) La mentira que a veces finge virtudes inexistentes alaba con mucha frecuencia pecados y vicias graves. tj'Ay, cuando todos los hombres dijeren bien de vos­ otros, porque asi hicieron sus padres con los falsos projetas!* (Le. 6,26). Se alaba el vicia porque faltan virtudes y porque el alabado estâ deseando le juslifiquen lo que remuerde su candenda. HI. La adulaciôn necesita un oyente propitio. A. jEs tan fâcil que lo en eu entre! La condiciôn ùnica para convertirse en eco del adulador es la va­ nidad, que, franca 0 disimulada, se encuentra en casi todos. B. Pena da ver personas tan prudentes y altas, que prestan oidos a la adulaciôn, sin descubrir la in­ tenciôn que encubre (cf. sec.VH p.712, I). Mas pena ver cômo la solicitamos. C. Nos agrada la alabanza hasta del necio, que des­ de ese momento no nos lo parece tanto. IV. Danos que acarrea la adulaciôn. “Tenemos dos clases de enemigos, los que nos vituperan y los que nos adulan, pero es mds danina la lengua del que adula que la mano del que mata” (cf. San Agust., “Enarrat, in Ps.” 69). “El adulador arrastra, prende en sus re­ des y después Uena de heridas” (cf. Plutarco, “Tract, de differ, adulatoris et amici”). A. Nos confirma en nuestros defectos y pecados, lisonjeando nuestras malas inclinaciones. “Baüo GUIONES MOMILÉTICOS 741 de plata sobre la vasija de barro es la palabra lisonjera para el corazôn del malvado” (Prov. 26, 23), Desde el momento en que nos alaban nos felicitamos a nosotros mismos, creyendo a los que nos Haman hombres de bien, y queremos persuadirnos de que es cierto todo lo que la adulaciôn vuelca sin pudor sobre nosotros (cf. Séneca, “Epist.” 59). Nos hace perder casi todo, si no todo, el mérito sobrenatural de las obras alabadas. C. Nos empuja a tomar resoluciones contrarias a la prudencia, cuando no a la licitud. Roboân, adulado por los jôvenes, gravô los tributos de su pueblo y acarreô la division de Israel (3 Reg. 12,10-17). iCuântas medidas de gobierno se han tornado desdichadamente empujados los gobernantes por la adulaciôn! Nos eoloca en ridiculo, pues su primer efecto es la vanidad, y sabido es que esta trae consigo el castigo inmediato de la sonrisa ajena. V. Remedios. Considerar que, si algo bueno tenemos, es de Dios. Nunca hemos de obrar porque nos alaben, sino por motivos objetivos. c. “Si aun buscase agradar a los hombres, no séria siervo de Cristo” (Gal. 1,10). “El que busca ser alabado de los hombres, cuando tû le repruebas, no serâ defendido por ellos cuan­ do tû le juzgues” (cf. S. Agust., “Confes.” 1.10 c.36: BAC, “Obras de San Agustin” t.2). La astucia I. La astucia es sagacidad para el mal. Un rasgo nuevo de la malicia farisaica se descubre en este evangelio: su astucia. Los fariseos son sagaces. Sagaz es el prudente y sagaz el astuto. “La ingeniosidad o industria para conseguir el fin que se pretende y para dar con los medios pertinentes al fin, puede ser laudable o reproba­ ble. Por eso de los prudentes y de los astutos se dice que son ingeniosos,, listos, sagaces” 1.6 c.10 n.1272: Mariet(cf. S. THOM., “Ethic.” 2_: ti, 1934). EL TRIBUTO AL CÉSAR. 23 DESP. PENT. C. Cuando se pretende conseguir un fin malo va· liéndose de medios no verdaderos, sino falsos, se da la astucia. Mâs aùn: siempre que los medios no sean verdaderos, aun cuando el fin en si sea bueno, se da la astucia (cf. supra, sec.IV, Santo Toaiâs, p.645, A, b). D. Los fariseos son sagaces para el mal. Son astutos. a) Como astuta fui la serpiente que engaiiô a nuestros primeras padres, da nuis astuta de cuantas bestias del campo hicicra Yiivê Dios» (Gen. 2,1). b) Para perder al genero humano, ocultando su verda­ dera intenciôn, halaga la vanidad y la soberbia de Eva (ibid., 4). c) Los fariseos son astutos porque quieten eager a je­ sucristo y se valen para ello de aparlencias buenas y laudables. H. La astucia farisaica. l el pasaje evangélico de hoy se ve retratada la astucia farisaica. Intentaban los fariseos perder a Jesûs y “celebraron consejo sobre como le cogerian en alguna cosa...” (Mt. 22,15). Asi presentan una cuestiôn aparentemente verdadera, vestida con el ropaje de la adulaciôn. B. En otros lugares del Evangelio aparece esta mis­ ma astucia: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. En la Ley nos ordena Moisés apedrear a estas; itû qué dices?...” (lo. 8,4-5). Parece que desean conocer la recta interpretation de la Ley; sin embargo, “lo decian tentândole, para tener de qué acusarle” (ibid., 6). C. Finalmente, en el proceso de Cristo en casa de Caifâs y después ante Pilatos se ve manifiestamente como van eligiendo aquellos medios mâs eficaces en el ânimo-del que ha de sentenciar. No dicen al procurador romano que le condenan por haberse proclamado Hijo de Dios, sino por malhechor, por revolutionary, porque contradice al César. Y ellos, enemigos del César, aparentan entonces un respeto fingido porque pretenden impresionar a Pilatos: “No tenemos mâs rey que al César” (lo. 19,15). ITT. Malicia de la astucia. A. En qué consiste. La astucia reina escondida en el corazôn de muchos hombres. a) Mas cuando se dcscubre en alguno es considerado como malo y perverso. El senlido comûn repriieba SEC 8. GUIONES HOMI1.ÉTICOS 743 efectlvamente al astuto, que se ve degradado ante sus semejantes. b) La manera de procéder de Saul con David aparentando quercr darle en matrimonio a su hija Micol (1 Reg. 18,21), pero intentando en realidad paner en peligro la vida del elegido de Dios, es indigna a los ojos de todos. c) El h-ombre que por delante alaba, se muestra cariiïosc y se interesa por nuestros problemas, para luego, en oculto, desprestigiarnos, calumniarnos y hacernos caer, no es hombre bueno. B. Caractères de su maldad. Mala en si misma. 1. La astucia va contra la prudencia. Todo lo que es contra una virtud dice Santo Tomâs que es pecado. La astucia es, pues, en si misma pecado. 2. La prudencia es rectitud de intenciôn ; la astu­ cia, mentira y engano. La prudencia solamente intenta el fin bueno. La astucia, en cambio, in­ tenta el mal o, cuando menos, incluye en el fin bueno medios malos. 3. Por eso la astucia, sea para el mal o para el bien, es siempre pecado (cf. supra, sec.IV, Santo To­ mas, p.646, c). b) Mala por los medios que emplea. 1. Son éstos el dolo y el fraude, considerados por Santo Tomâs como la ejecuciôn de la astucia. «La ejecuciôn de la astucia tiene lugar por el dolo en las palabras y por el fraude en los hechos» (cf. sec.IV, Santo Tomâs, p.646, e). 2. El hombre que en su interior maquina conseguir un fin valiéndose del dolo y del fraude, es astuto. De aqui que la astucia va también por esta ra­ zôn contra la simplicidad, a la que directamente se oponen los medios que emplea. «La simplicidad consiste en que no se dirige a cosas diversas, como que uno se proponga una cosa interiormente y pretenda otra al exterior» (cf. sec.IV p.647, f). c) Mala, porque sirve al mal. 1. La astucia no sirve al bien, sino al mal. Quien primero la empleô se valiô de ella para introducir el pecado en el mundo. 2. La astucia generahnente estâ al servicio de los malos sentimientos y de los vicios del hombre. Es instrumento eficaz del orgulloso, del soberbio, del envidioso, del lujurioso, del ambicioso, del avaro. Estos pretenden saciar su pasiôn desordenada, y esta misma pasiôn les dicta los medios torcidos que han de emplear. 3. El astuto manifiesta, ademâs, el vicio interior que posee. Los fariseos, en su astucia, revelaban £ ·*-·- **€>■**-*-*' -C ·--- 7- - I . ? EL TRIBUTO AL CESAR. 33 DESP. PENT. SEC. la soberbia y la envidia que profesaban a Cristo, causa y môvil principal de todas sus maquüiacionés contra El. 3 IV. La Sagrada Escritura reprueba la astucia. A. Al astuto podrian aplicarse las siguientes pala­ bras de los Proverbios: “El hombre malo es dig­ no de dcsprecio, anda en mendacidad de boca, hace guiüos con los ojos, refriega los pies, habla con los dedos, tiene el corazôn lleno de maldad y siembra siempre la discordia. Por eso vendra sobre él de improviso la ruina y serâ quebrantado sûbitamente y sin remedio” (Prov. 6,12.15). B. San Pablo dice que la astucia es contraria a la santidad: “Temo que como la serpi ente enganoa Eva con su astucia, también corrompa vuestros pensamientos, apartândolos de la sinceridad y de la santidad debidas a Cristo” (2 Cor. 11,3). V. Sed senciïlos y prudentes. A. El verdadero cristiano ha de huir de la astucia. Abundan los textos del Nuevo Testamento que aconsejan la sencillez y la prudencia y mandan evitar la simulaciôn y el engano. a) Jesucristo dijo a sus discipulos: «Sed prudentes como serpientes y senciïlos como palomas* (Mt. 10,16). b) «Despojaos de toda maldad y de todo engano, de htpocresias, envidias y maledicenda, y, como niüos recién nacidos, apeteced la leche cspiritual, para con ella crccer en orden a la salvacionn (i Petr. 2,1-2). B. Todo cristiano, particularmente el apôstol sacer­ dote 0 seglar, debe repetir las palabras de San Pablo: “Investidos de este ministerio de la miseri­ cordia, n* desfallecemos, sino que, dese?hando todo tapujo y toda astucia, en vez de adulterar la pa­ labra de Dios, manifestamos la verdad y nos recomendamos a nosotros mismos a toda humana conciencia ante Dios” (2 Cor. 4,1-3). VI. Guardaos de los astutos. astucia en el mundo. En cl mundo todo es concupiscenda (1 lo. 2,16). El mundo estâ bajo el maligno (ibid., 5,19). Campes el engaüo y la astucia para arrastrar a los hombres al mal. b) El procedimicnto del demonio es cl mismo hoy que ayer. Ayer fué la serpienlc astuta. Hoy, el mundo astuto. Son los hombres que viven en el mundo y del mundo y que constituyen el mundo. Vosotros, cris­ tianos, guardaos de ellos. a) 8. GUIONES HOMILÉTICOS 745 B. El consejo de San Pablo, a) Tcned présenté cl consejo de San Pablo : «Os reco­ w ndendo, hermanos..., que os apartéis de ellos, porque c'sos no sirven a nuestro Senor Jesucristo, sino a su vientre, y con discursos suaves y engaüosos seducen los corazoncs de los incautos* (Rom. 16,7). astucia sucle ser empleada principalmente : Por los falsos amigos, que pretenden engafiar pretextando afecto ; 2. Por los jôvenes en sus relaciones prematrimoniales, que halagân la virtud o la vanidad de la joven para hacerla caer ; 3· Por los hombres de negocios ; Por los politicos... Dificilmentc os presentarân el mal, el pecado, al descubierto. Se valdrân de los artijicios del engaüo. d) Vigilad, pues, y vivid con los ojos abiertos. Tratad de conocer la manera de ser y de obrar de I. las personas. 2. Procurai adivinar cuâles son sus intenciones para evitar ser engafiados. Pero, sobre todo, orad mucho y llenaos del espi­ ritu de Cristo, espiritu de verdad, de sencillez y de prudencia. 4· Creced en Cristo y en su caridad «para que ya no seamos ninos que fluctûan y se dejan llevar de todo viento de doctrina por el engano de los hombres, que para engafiar emplean astutamente los artificios del error, sino que, al contrario, abrazados a la verdad en todo, crezcamos en ca­ ridad, llegândonos a Aquel que es nuestra Cabe­ za, Cristo.,.j> (Eph. 4,14-15). c) La acepcion de personas Cristo no es aceptador de personas. A. Los fariseos lo dîcen para adularle. Esa es la ver­ dad: Jesucristo lo mismo recibe a los justos que a los pecadores. Trata por igual a los pobres y a los ricos. Reprende a los judios y a los disci­ pulos. B. El pasaje de San Pablo a los Romanos puede aplicarse perfectam ente a Jesucristo porque El es el Dios-Juez: “Sabemos que el juicio de Dios es con­ forme a la verdad”. ... Dios quiere “a cada uno segûn sus obras; a los que con perseverancia en el bien obrar buscan la gloria, el honor y la i»- ,1 SEC. 8. EL TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. corrupciôn, la vida eterna; pero a los contuma­ ces rebeldes a la verdad que obedecen a la injusticia, ira e indignaciôn. Tribulaciôn y angustia sobre todo el que hace el mal, primero sobre el judio y luego sobre el gentil, pero gloria, honor y paz para todo el que hace el bien, pnmero parael judio, luego para el gentil,-pues en Dios no hay acepcion de personas” (Rom. 2,2-11). aôepciôn de personas. La vemos perfectamente descrita en el texto citado de San Pablo: dar a cada uno segûn lo que merece, es procéder con justicia; dar, en cambio, sin que lo merezea, es acepcion de personas. B. Segûn Santo Tomâs, la acepcion de personas da siempre “fuera de proporciôn”, es decir, no mira a la igualdad propia de la justicia, sino que “atiende a las condiciones que no contribuyen a la causa” (cf. sec.IV p.647, B, a, /1). acepcion de personas puede ocurrir: En asuntos judiciales, como en el caso antes citado de la Epistola a los Romanos. b) En la distribution de honores y distinciones. Puede, por fin, darse en la colaciôn de cargos o bé­ néficias. d) En cualquiera de estos casos hay algo comûn: se atiende a una condition o circunstancia que no tiene relation con aquello que se confiere. a) ''· · repruéba la Sagrada Escritura. Es clâsico el texto de Santiago: “No juntéis la acepcion de personas con la fe de nuestro glorioso Senor Jesucristo” (lac. 2,1). No puede ser uno buen discipulo de Cristo y aceptador de personas. El discipulo ha de imitar al Maestro, y el Maes­ tro no lo fué. El mismo apôstol Santiago describe a continuaciôn un caso claro de acepcion de personas que debe eliminar el cristiano: “Si entrando en vues­ tra asamblea un hombre con anillos de oro en los dedos, en traje magnifico, y entrando asimismo un pobre con traje raido, fijâis la atenciôn en el que lleva el traje magnifico y le decis: Tù siéntate ahi en pie o siéntate bajo mi escabel, ^no juzgâis por vosotros mismos y venis a hacer juicios perversos? Escuchad, hermanos mios carisimos: iNo escogiô Dios a los pobres segûn el mun­ do para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le GUIONES HOMILÉTICOS 747 aman? Y vosotros afrentâis al pobre... Si en ver­ dad cumplis la ley regia de la Escritura: Amarâs al prôjimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si obrâis con acepcion de personas, cometéis pecado y la ley os argüirâ de transgresores” (lac. 2,2-9). Son claras las palabras. El aceptador de personas ■eomete pecado. Mâs, pecado contra la caridad, a juzgar por la contraposiciôn que hace el apôstol Santiago. IV. La doctrina de Santo Tomâs. El Doctor Angélico de­ dica expresamente una cuestiôn a la acepcion de per­ sonas. He aqui su doctrina. A. Es siempre contra la justicia distributiva. La jus­ ticia distributiva consiste en dar cosas a diversas personas proporcionalmente a sus respectives dignidades... En la acepcion de personas no se guarda esta proporciôn (cf. sec.IV p.648,2). B. Es siempre pecado. Porque todo lo que se opone a la virtud es pecado (cf. ibid.). C. Pecado a veces mortal. “Si se trata de materias graves”, como seria, por ejemplo, si los benefi­ cos que se dan fueran por su naturaleza o por su transcendenda para el bien comûn de suma im­ portanda, o bien porque el dano que se causara fuera grave (cf. ibid.). Mâs grave en las cosas espirituales. “Porque tanto mâs gravemente se peca, cuanto en mayores cosas se viola la justicia y las cosas espirituales son mâs importantes que las temporales” (cf. ibid., 4). A veces, pecado contra la justicia conmutativa. No trata de esto Santo Tomâs. Es claro, sin embar­ go, el principio general, sin el citai se falta a la jus­ ticia conmutativa siempre que se viole un derecho estricto de otros. b) Ahora bien: a veces en la eolation de bcneficios o cargos puede uno adquirir derechos. Son los casos de exâmencs u oposiciones, segûn los moralistas. En todos estos casos la acepcion de personas hiere los derechos de un tercero. Es, por tanto, contra la jus­ titia conmutativa. a) V. Un grave desorden. A. Suplantar la justicia con acepcion de personas es ciertamente desorden no pequefio, perjudicial a la vida pùblica y a los intereses particulares. B. La historia es testigo de no pocos abusos de este tipo; testigo es también de las fatales consecuencias que acarrean, incluso en el orden eclesiâstico. >** SEC. 8. 74g GUIGNES HOMILÉTICOS 749 EI. TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. C. No se puede mirar ùnicamente la nobleza, las riquezas, el color politico... D. No se pueden anteponer los intereses del partido a los del bien pùblico mediante la election para cargos de miembros incapaces en si y para la utilidad de todos, pero mâs interesantes al parti­ do... No se pueden concéder honores y distinciones haciendo mâs caso al compromiso que a los méritos. E. No se pueden distribuir los beneficios mâs pin­ gues o cargos mejor retribuidos a familiares y amigos o a quienes algûn dia podrân recompensar ûnicamente por esta condition (cf. Santo TomAs, sec.1V p.650, b). F. No se puede escuchar a los grandes y poderosos y no permitir que hablen los pequeüos... Atender bien a los ricos solamente por serlo y despachar a los pobres por serlo también. No se puede te­ ner en los juicios indulgentia para unos y sevaridad para otros, como si ya de antemano estuviesen unos absueltos y otros condenados. G. Todos estos casos pueden ser sintomas de decadencia del orden social. Y, ciertamente, que, si se quiere un orden netamente cristiano, habrâ que reformar mucho en este sentido. A veces los mâs inteligentes, los mâs capaces, estân separados deliberadamente de cargos y puestos pûblicos para dar paso a otros mediocres cuando menos, quizâ incapaces, pero que, lejos de oscurecer, aplauden y adulan y hacen brillar las cual’dades del que los diô. H. No es todo en el orden civil. También los sacer­ dotes han de entonar el “mea culpa”. Hay que decirlo claro para bien de todos. En la prédication de la palabra de Dios, en la direction de las ai­ mas, en la confesiôn y administration de los sa­ cramentos no se puede tener acepciôn de personas. I. No hacer caso de los pobres y humildes, cerrarles las puertas del despacho, ponerles dificultades para la reception de sacramentos, dando, en cam­ bio, todo género de facilidades a los ricos y a los grandes, terrible mal es que ha causado y causa graves darios a la Iglesia. VI. Difîcil misiôn de los que gobiernan. A. Nos referimos a todos aquellos que tienen una mi­ siôn pûblica, como autoridades, o cualesquiera que ocupen puestos, cargos, profesiones, para utilidad B. C. D. E. de la vida pûblica. Y lo mismo en el orden civil que en el eclesiâstico. En todos ellos puede decirse 'con Santo Tomâs que reside la justicia legal de manera principal y como arquitectônica, en cuanto que disponen lo que es justo para la vida pûblica. Han de procuVar, pues, en la election de perso­ nas no solamente poner las dignas, sino las capa­ ces en relation a lo que se quiere conferir. De lo contrario faltarian a un deber de conciencia (cf. Santo TomAs, seç.IV p.649, 5). Han de eliminar el espiritu de partido, de cama­ raderie, de favoritismo o de nepotismo, irréconci­ liable tanto con el interés de la sociedad cuanto con el bien pûblico (cf. sec.VH p.712, Π y 713-714). De aaçui la difîcil misiôn de los que gobiernan. a) Poseen como una doble personalidad: el hombre, el hermano, el amigo..., pero al mismo tiempo el re­ présentante de Dios y de la sociedad. En los actos de gobierno deben despojarse de sus sentimientos naturales, veneer el egoismo y la vanidad, para revestirse de Cristo y atender solamente a la vida de los otros, a fin de hacerlos virtuosos. b) El que ocupa un puesto pûblico ha de hacer suyas las siguientes ideas del Beato Juan de Avila y vivir conforme a ellas: 1. aEl ofîcio pûblico cruz es, y desnudo de todos Ios afectos propios y vestîdo del amor a muchos ha de estar el gobernante» (cf. Beato Juan de Avi­ la, sec.V p.665, B). 2. «Profesiôn es de hacer el bien a muchos, aun con pérdida propia» (cf. BAC, Obras complétas, t.i p.315, y sec.V, p.665, B)· 3. aPadre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo es el gobernante» (cf. sec.V p.665l B). . . 4. «Ha de olvidar todo otro amor, incluso el de sus familiares, como lo hizo el Senor con su santisima Madré una vez llegada la vida pûblica, mirando sôlo el contentamiento de Dios y el bien pûblico» (ibid.). 5. «Por el amor de la honra de Dios y el bien pûblico no se tenga en cuenta con hacienda, salud, honra y vida cuando fuera menester ofrecerlo todo por la buena ejecnciôn de su ofîcio» (cf. BAC, ibid., p.315. y sec.V p.665, B>6. «Segûn leyes de filosofia moral y cristiana, llega esta obligaciôn hasta poner la vida por el bien pûblico» (cf. ibid.l. No es extrano que el Beato Avila dijera, teniendo en cuenta estas obligatio­ nes, de todo buen gobernante : «No es pequeno **>»·«>·· 'T' ' I 11 11 limi SEC. 8. GUIONES HOMILÉTÎCOS . 751 EI. TRIBUTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. négocia ser una persona pûblica, si lo ha de ser de verdad y henchir con las obras lo mucho que puede este nombre» (cf. Beato Juan de Avilv, ibid.). c) Asi se evitarà ciertamenle la acepciôn de personas. .·! ello ha de animarse todo gobcrnanle leniendo eu cuenta las palabras de la Escritura: aDc- los que mail· dan se ha de hacer severo juicio» (Sep. 6,5). Las recomendaciones L Dos cuestiones. El tema de las recomendaciones puede tratarse con ocasiôn de este evangelio. No serâ mâs que una consecuencia de la acepciôn de personas. Pero es necesario tratarlo expresamente. à Qué dice la Moral acerca de las recomendaciones? Se précisa dist.nguir dos cuestiones: A. 4 Es licito recomendar? B. ;Es licito hacer caso de las recomendaciones? Las dos guardan estrecha relaciôn. En la segunda estâ la clave. De ella depende la soluciôn de la primera. Π. Mal de nuestros dias. “Todo es a base de recomenda­ ciones..." ; “es necesario que te busqués una buena influencia”; “aunque estés bien preparado, si no buscas apoyo, es inütil que te esfuerces, porque no άρτοbards la oposiciôn”. Las frases no son exactas y si exageradas. A veces es recurso del que ha fracasado. Pero, no obstante, hay que concéder que tienen mu­ cho, muchisimo de verdad. c. •w TTT. La recomendacïôn. A. Definiciôn. Podriamos definirla como la peticiôn que se hace en favor de uno para que se le con­ céda un cargo, honores u otra cosa cualquiera. B. Como se hace. Unas veces se hace ex-poniendo liana y sencillamenU los méritas de aquel en cuyo favor se pidc. b) Otras valiéndose de la influencia moral que se ejerce sobre otro por ser inferior, por defender su cargo, o puesto de aquel que pide la rccomcndaciôn. c) Otras mediante cl regalo cspléndido y cuantioso. d) A veces incluso la rccomcndaciôn lleva consigo um coacciôn moral o una amenaza. a) ■■ IV. La recomendacïôn, contra la justicia distributive. Si, dejândose llevar de la recomendacïôn, se distribuye un cargo pùblico, sea del orden que sea, al hombre que es indigno o que no reûne las cualidades que se requieren para tal cargo, es claro que el hacer caso de las recomendaciones afecta a la justicia distributiva. Es un pecado contra ella. Es ni mâs ni menos que la acepciôn de personas, de la que ya hemos dicho que es pecado contra la justicia distributiva. V. La recomendaoiôn, contra la justicia conmutativa. A. Puede también, en algunos casos, ser contra la justicia conmutativa. En una oposiciôn, unos exâmenes... cada uno adquiere un derecho en razôn de los mérites; derecho que guarda relaciôn di­ recta con los méritos. Tal es la doctrina de todos los autores de moral. La recomendacïôn en favor de uno puede herir los derechos de otro. En tal caso habria pecado también contra la justicia con­ 0-7 mutativa. Enorme responsabilidad del que tal haga, porque tendrâ que compensar los dafios causados. B. Puede ser que en caso de oposiciôn y exâmenes no haya falta contra la justicia distributiva, pues­ to que se da el cargo a uno que es positivamente digno y capaz de desempenarlo. Pero en el caso de oposiciôn y de exâmenes, si otra cosa no se manifiesta expresamente 0 se supone de modo im­ plicito, el que tiene mâs méritos posee un derecho sobre el que tiene menos. En este caso no basta con dar el beneficio al apto; hay que darlo al que sea mâs apto. VI. Recomendacïôn licita. A. Puede darse, y de hecho existe. No es propia­ mente recomendacïôn. Es simplemente la presentaciôn o manifestaciôn de las buenas cualidades de un sujeto para un cargo. No hay coacciôn. Se limita a dar a conocer una cosa que puede ser oculta y, sin embargo, de interés para quien tenga que distribuir el cargo. La formula de estas recomedaciones séria mâs o menos: “A mi juicio, tiene taies y taies cualidades”. Siempre dejando al juicio del superior la soluciôn. B. En este caso la recomendacïôn es uno de tantos medios para cerciorarse de la dignidad de un suje- ’•Λ SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTÎCOS El. TRIBÜTO AL CESAR. 22 DESP. PENT. to. Si el superior llega a la conclusion de que las cualidades referidas se basan en la verdad, puede seguir la recomendaciôn sin caer en la acepciôn de personas y sin faltar a la justicia. & Es Ucito recomendar? El hacer o pedir una reco­ mendaciôn es una cooperaciôn. Por tanto, en los casos en que la recomendaciôn no quebrante la justicia y sea licita, licito serâ también y bueno el hacerla. No obstante, conviene precisar y distinguir: Recomendar haciendo presiôn con promesas o amenazas o valiéndose de la influencia sobre el que ha de resolver por ser superior, es, en prin­ cipio, injusto por el peligro de hacerle caer en injusticia. B. Recomendar falsamente, exponiendo cualidades que no se tienen o exagerando las que se tienen, es igualmente injusto. Si el superior engafiado diera el cargo a un indigno, el responsable séria el que ha hecho la recomendaciôn y sobre él caeria el pecado de injusticia. Recomendar exponiendo las buenas cualidades que se tienen, sin presiôn, sin amenazas, es justo. Recomendar para todo aquello que no se debe de justicia, sino que se otorga por liberalidad, es ΣΚΤ las cosas que se dan por libe­ igualmente justo. En ralidad no hay acepciôn de personas (cf. Santo Tomâs, sec.IV, B, a, 3). SERIE IV: DE ACTUALIDAD SOCIAL 10 Ensenanza necesario y oportunisima I. Muy propia. La doctrina pontificia acerca del poder constituido es muy propia de “La palabra de Cristo”. Es doctrina evangélica. El evangelio de la dominica que comentamos nos obliga a detenernos en el pasaje “al César lo que es del César" (Mt. 22,21)... y a comentarlo con textos de los Romanos Pontifices, que, a su vez, se basan en otras palabras de Jesucristo, en el ejemplo que El nos diera, en las cartas de los apôstoles Pedro y Pablo y en los comentarios de los Padres. A. En el orden doctrinal, i Necesario es recordar estos temas a los catôlicos? Muy necesario. Porque son muchos los que incurren en el modernismo social, que reprobô Pio XI. b) Muchos son los que tratan do estas materias, como si los Papas no hubieran escrito nada de ellas. a) B. En el orden moral. Es urgente combatir el es­ piritu de rebeldia de nuestra época. a) b) Recomendaciones de caridad. A. Podemos llamar asi las que se hacen en favor d· los pobres, neces tados, enfermos, obreros... Hay un sector numerosisimo de personas que necesitan de la ayuda y amparo de otros. B. 4 Pueden pedirse recomendaciones en favor de ellas? Por ningûn motivo se puede caer en la injusticia antes dicha; por tanto, si hay peligro de ello, ni aun en favor de la clase pobre y menesterosa se puede pedir la recomendaciôn. C. En cambio, si lo que se pide puede concederse sin injusticia, si no hay exceso en el modo, si hay esperanza de conseguir algo eficaz recomendando a los necesitados, no solamente es bueno, sino también laudable. “El hombre—dice Santo To­ mâs—debe ayudar cuanto pueda al pobre, pero sin lesion de la justicia” (cf. “Sum. Theol.” 2-2 q.63 a.4 ad 3). c) C. En todos los ôrdenes se discute toda autoridad. Vivimos influenciados por el espiritu de la Revoluciôn francesa. El dogma ateo de la soberanîa nacional, con todas sus consecucncias, ha penetrado hasta los tuétanos en los hombres del siglo XX. Mirando al porvenir. Los catôlicos necesitan fun­ dar una filosofia politica basada en la teologia v en las ensefianzas de los Pontifices. a) b) c) Hoy es debilisima la influencia de la teologia en la vida publica de las naciones. Para construir una nueva politica es preciso partir de los postulados que los Romanos Pontifices han seÿalado a la conciencia catôlica. Uno de estos postulados es el acatamiento al poder » constituido de hecho. Π. Util'dad de esta ensenanza. A. La exposiciôn de la doctrina pontificia. El recuerdo de la exposiciôn de la doctrina pontificia, que hacemos fidelisimamente, serâ muy ûtil si se 1 • - 755 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. Misiôn dei clero, a) Las verdades cxpucstas no siempre habrân de expo- emplea con la misma sencillez y pura intenciôn con que nosotros la reproducimos. a) Si no se utiliza como instrumento de polémlca para juzgar hechos pasados. b) La politica es arte de realidades y debe mirar siem­ pre al parvenir. c) El thic et nunc» es sabiduria prâctica. 4 Qué sc hace taqui» y en teste momento» ? d) jQué utilidad tienen para cl momento actual los postulados de los Papas? qué me obliga a mi, y en estas circunstancias, la doctrina catôlica? Esta situaciôn de espiritu es la que hay que predicar e inculcar a los catôlicos de acciôn. b) c) deber de colaborar. El acatamiento al poder constituido, porque représen­ ta cl bien comûn, lleva aparejado el deber de cola­ borar con la autoridad establecida de hecho. b) Mas esa colaboraciôn, como tantas veces se ha dicho, no cxcluye los justos derechos de critica. ncrsc desde el pulpito. Servirân muchas veces de tema para circulos de estudios, articulos de prensa, cursillos, câtedra... Los propios seglares habrân de utilizarlas. Pero evidcntemcnte que serâ el clero el que con mâs autoridad y eficacia, con mâs serenidad y prudencia, las exponga. Porque nunca hay que olvidar que esto no es propiamentc materia politica de partido. Esto es la proyecciôn de la Escritura, de la teologia y del derecho natural sobre la vida pûblica de las nationes. Y es claro que el clero, bajo la direcciôn de los obispos, es el llamado a infundir en la sociedad moderna este elemento vital. a) 11 Dos sociedades soberanas justa libertad. a) Ha sido precisamente el papa Pio XII el que mâs ha desarrollado este aspecto del derecho publico cristia­ no: el respeto a la dignidad de la persona humana. Y, como consecuencia, el de poder manifester la opi­ nion y exigir el respeto a los demds derechos iiidividualcs. En los guiones sobre prensa y cnseûanza apareeen mâs ampliados estos conceptos. b) Por consiguiente, los catôlicos, en nombre de sus principios, pueden exigir el derecho de una critica constructiva, la cual es, por otra parte, la mejor COlaboraciôn que pueden preslar al bien comûn. Esa critica constructiva puede llcgar a discutir >10 sôlo las leyes ordinarias, sino incluso las propias leyes constitutionales, siempre que se haga por los trâmites y dentro de los canoës seüalados por la ConsHtuciôn misma. I. La “Immortale Dei” es enciclica clave para todas las cuestiones fundamentales referentes a la constitution del Estado y a las relationes entre Estado e Iglesia. A. En esta enciclica cita el Papa el texto del evan­ gelio de hoy: “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. B. Enciclica soberanamente orientadora por la claridad con que expone los principios fundamentalisimos y la sabiduria con que traza las obligaciones de los catôlicos en la vida ciudadana. C. Dos sociedades. Dios distribuyô el gobierno del ■mundo entre dos sociedades: la civil y la reli­ giosa. Sociedad civil: tiene por fin proporcionar a los indi­ viduos lo necesario para el perfecto desarrollo de la vida temporal. b) Sociedad religiosa: se propone la eterna salvation de las almas (cf. sec.VI p.678, A, a). a) En todos los campos. a) La palabra evangclica, libre de pasiôn de partido. de b) interés de clase, de respeto mundano, debe oirse en todos los campos. Tonga el orador sagrado elevation de concepto, pu­ reza en la intenciôn, prudencia en la forma. ^Disgustara a machos a veces la palabra f Evidentemente. Muchos dirân: Duras son estas palabras! 4 Quién puede oirlas?» (lo. 6,60). La ambition de partido, la codicia o interés de clase, la sensualidad mundana, protestarân de la palabra evangélica. Mas cl orador sagrado, a semejanza de iesucristo, suba al pûlpito para dar tiestimonio» de la verdad; dodo el que es de la verdad oirà su voz» (lo. 18,37). Π. La sociedad civil. A. Estâ ordenada al individuo. El fin ùltimo de la sociedad civil es el bien de los individuos. La sociedad debe proportionate todo lo que convienc a su nnceesidad, decoro y pcrfccciôn» (cf. Leôn XIII, «Immortale Dei» η.4 : Col. Enc., p.143). b) En otros términos, y segûn la formula cldsica reproducida por Leôn XIII (cf. ibid.), 3Π Pio X y Benedicto XV, hubieran perdido su fuerza primi­ tiva o hubieran caido en desuso” (cf. ibid., p.1019). C. “En lo que es preciso reconocer una especie de modernismo moral, juridico y social, que reprobamos con toda energia a una con aquel moder­ nismo dogmâtico (cf. ibid.). la conciencia catélica en uno de los momentos mâs dificiles, si no el mâs difîcil, de la historia de la hu­ mani dad. B. Juzgamos importantisimo para “edificar” y para no destruir — “omnia ad aedificationem fiant” (1 Cor. 14,26)—, el no volver en la câtedra, en el circulo de estudios, en la prensa o en la conferenc’a, al tocar este tema, sobre hechos pasados. Eso pertenece a la historia y no a la doctrina. La pretiosa doctrina de Leôn XIII es de paz, cons­ tructiva y armônica. Si alguien estimara, en algûn pais, que algûn gobier­ no fué 10 acatar la ley injusta (la que va contra una ley supe­ rior a la civil), sino que posa de la desobedicncia a la defensa contra la aplicaciôn de la ley. La defensa pue­ de ser nieramenle pasiva, poniendo obstâculos para que la ley no se cumpia, y puede ser activa (cf. su­ pra, sec.VI p.696, h). La defensa activa se puede realizar incluso con armas materiales. Esta defensa ac­ tiva. incluso con armas materiales, es la que, en determinadas circunstancias y con las debidas caute­ las, adniite la ^Firmissimam constantiam» (cf. sec.VI p.696, i, j). La verdad no varia. La exposiciôn histôrica que he­ mos hecho: A. Es argumento apologético ante los no catôlicos para reforzar la autoridad de la Câtedra de Pedro. La Câtedra de Pedro es la Câtedra de la verdad, y su doctrina no varia, como no varia la verdad. B. Senala en el orden prâctico una orientaciôn segura, clara, definida, constante, desde Pio VI, en breve de 1797, hasta Pio XU, en uno de los pe­ riodos mâs dificiles y confusos de la historia po­ litica del mundo. Si los catôlicos, en lugar de guiarse por el espiritu de partido, hubieran seguido dôcilmente a los Vicarios de Cristo, otro hubiera sido el curso de los acontecimientos. Sitùa en posiciôn firmisima a la Iglesia y a los catôlicos frente a los revolucionarios sociales. a) Nosotros dcfcndemos toda justa rcivindicaciôn. Condcnamos con palabras severîsimas las tremendas in­ justitias sociales de nuestra época. b) Pero jamâs aconsejamos ni permitimos, en cuanto de nosotros dependa, que las masas se tomen la justicia por su mano y que en lugar de seguir el camino de la defensa ene'rgica de sus derechos por procedimientos legitimos dentro del poder constituîdo, se lancen por cl camino del atentado y la rebeliôn. c) Aunque no fuera ilîcila, la serena razôn rara vez o nunca aconsejaria la sediciôn como mâs eficaz. d) La lev de Dios la prohibe siempre como tcrinicn de lésa majestad, divina y humana» (cf. Leôn XIII, · 800 FT. TRIBUTO AT. CESAR. 22 DFSP. PENT. a) .41 determiner el salario. b) Al distribuir los beneficios de la emprcsa. c) Por la redistribudôn de la renta nacional, veri/lcada por el Estado, sirviôndose del impuesto como inslrumento para, la justa distribuciôn. : c 801 SEC. 8. GUIONTS HOMTLÉTICOS C. No se puede imponer en nombre de la moral cristiana un salario elevado que lleve en si la justa participation en los beneficios. Tampoco se pue­ de imponer en nombre de la doctrina catôlica la participation en los beneficios de la empresa. Los papas Pio XI y Pio ΧΠ la aconsejan, pero no la preceptùan. Mas si en ninguno de los dos tiempos anteriores se ha hecho el reparto equitativo, es obligation del mismo Estado el practicarlo, utilizando el tercero: la redistribution de la renta nacional. D. Pero la redistribution de la renta supone que el Estado, por medio del impuesto, ha tornado una parte de los beneficios excesivos que se ha adjudicado una clase, para repartirlos, como es de justicia, a las clases sociales que, en la primera distribution, salieron perjudicados. E. Si no se defiende la obligation de conciencia de pagar los impuestos, La position de los catôlicos queda muy debilitada, y prctisamcnte delante de las clases mâs numerosas y nids necesitadas de protection en el orden econômico. b) Y sc ofrecen armas a los que tantas veces nos acusan de que tenemos una doctrina muy bella, pero que ni la, practicamos ni siquiera urgimos a los fieles para que la apliquen en conciencia. a) IV. Impuesto y justo reparto de la renta nacional. La doctrina que exponemos, indicada ya.en Leôn XIII y desarrollada en Pio XI, adquiere una mayor sistematizaciôn en varios de los discursos y mensajes de Pio XII, en cuyos documentas se profzcndiza mâs cada dia en el aspecto técnico y econômico de la Question social. A. “Empresarios y obreros no son antagonistas in­ conciliables; son cooperadores en una obra comûn. Comen, por decirlo asi, en una misma mesa, ya que viven, en fin de cuentas, dei beneficio neto y global de la economia national. Cada uno recibe su parte, y bajo este aspecto sus relaciones mu­ tuas no ponen de ninguna manera los unos a merced de los otros” (cf. “Discurso a los congre-• sistas de la Uniôn Intemacional de Asociacioneg Patronales Catôlicas”). Y define en otra parte el salario como “la justa participation del obrero en la renta nacional”. No es partidario el Papa, como no lo eran sus predecesores, de la excesiva intervenciôn del Es­ tado en la vida econômica, ni de confiar directamente al Estado el principal papel en el justo reparto de la renta nacional. Pero no niega la doctrina catôlica que el Estado pueda y deba 20rregir la distribuciôn injusta que se haya verificado en los medios sociales privados. Si al Estado, pues, le corresponde esta misiôn de altisima justicia en beneficio de las clascs desamparadas y si el medio para realizarlo es el impuesto, ya se comprende que la lôgica nos lleva a la conclusion que es un deber de conciencia. un deber de justicia social, el pagar los impuestos establecidos por el Estado. V. Conclusiones. Es principio general que las leyes tributarias obligan en eonciencia. B. La doctrina reiterada de los Pontifices aconséja defender la moderaciôn en el impuesto; por tan­ to, se ha de considerar que el camino seguido por los Estados casi sin excepciôn, aumentando continuamente los tributos y llegando a cifras astronômicas en los presupuestos del Estado, no esta inspirado por principios cristianos (de esto se trata mâs detenidamente en el guiôn siguiente). No solo la moderaciôn en el impuesto, sino la equidad en el reparto, es un principio de moral recordado también reiteradamente desde los dias de Leôn ΧΙΠ. Los sùbditos tienen, en principio, derecho y de­ ber de intervenir en la confecciôn de las leyes presupuestarias. Un sistema politico que prohibiera por sistema a los sùbditos el ejercicio de este derecho se podria calificar de despôtico. La sociedad tiene derecho y deber de exigir al Estado rendiciôn de cuentas, aprobando en alguna forma la liquidation de cada presupuesto. Se debe aplicar para el pago de los impuestos al Estado el mismo criterio que para el pago de los diezmos y primitias a la Iglesia. Tal norma es tradicional (cf. “Sum. Theol.” 2-2 q.87 a.l). J-j bata bra de C. S ■ *· itL K EL TRIRUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. SEC. 8. GUIGNES HOMILETICOS 803 ♦ •J» G. Por otra parte, séria odiosisimo a los ojos de] pueblo y colocaria en situaciôn desfavorable ante el Estado y la patria a los ciudadanos catôlicos el que hubiera dos criterios morales: uno, mâs severo, para el pago de los diezmos y primicias debidos a la Iglesia, y otro, mâs laxo, para levantar las cargas fiscales del Estado. VI. Una doctrina inadmisible. Las conclusiones anteriores tienen un carâcter positivo y constructivo. Urgen tanto a la autori­ dad como a los subditos. Pero juzgamos que es doctrina inadmisible y disolvente en la prâctica la de los que dejan a los subditos el juzgar si el impuesto es justo, si el reparto es equitativo, si se gasta legitimamente el presupuesto, etc. Es la aplicaciôn a un caso concreto del error moder­ no, hijo de la jiiosofia y del derecho nuevo, que somete al sûbdito el juicio de la ley. b) No hay razôn para seguir respecto de las leyes fis­ cales un criteria distinto del que se sigue para las demâs leyes. -Λ Hay obligaciôn de obedecerlas si no son abiertamente injustas. 2. Son injustas cuando van contra una ley superior a la civil. €) Los subditos, asi como no pueden juzgar dei bien co­ mûn, asi no pueden juzgar individualmenpe y como contribuyentes de la justicia o injusticia de los im­ puestos, de la equidad dei reporto y de la aplicaciôn del presupuesto national. d) Por el contrario, segûn lo dicho, tienen dereçho a in­ tervenir por medio de sus représentantes en las asambleas o consejos donde se conjeccionen los pre­ supuestos dei Estado y se rindan cuentas de su apli­ caciôn. a) c El ideal cristiano. Dios quiere que los cristianos de hoy podamos desafiar la audacia de los enemigos de la Iglesia, haciendo, con derecho, nuestras las pala­ bras del gran San Agustin: “Los que dicen ser la doctrina de Cristo nociva a la republica, que nos den un ejército de soldados taies como la doctrina de Cristo manda; que nos den asimismo regidores, gobernadores, cônyuges, padres, hijos, amos, siervos, reyes, jueces, contribuyentes, en fin, y cobradores dei fisco tales como la enseûanza de Cristo los quie­ re y forma; y una vez que los hayan dado, atrévanse a mentir que semejante doctrina se opone al intérêt .•i.T ■ '* /iSfJ*/-' "À comûn; que no dirân, antes bien, habrân de reconocer que su observanda es la gran salvaciôn de la republica" (cf. San Agustîn, “Epistola 138, ad Mar­ celli num" c.2,15). Moderaciôn de los impuestos I. Un rumbo equivocado. Bastaria el hecho dei fabulo­ so crecimiento de los presupuestos estatales moder­ nos para comprender que el Estado y la civilizaciôn se divorcïan cada dia mâs dei concepto cristiano de la vida. A. Hay una relation entre dignidad de -la persona humana y derecho de propiedad. Del mismo modo hay relation entre dignidad y libertad de la per­ sona humana y excesivas cargas fiscales. B. Cuando el Estado toma una parte desproporcionada e ilegitima en la renta de los ciudadanos, se puede asegurar, como norma general, que la per­ sonalidad de los mismos queda disminuida; que el Estado inVade la vida de la sociedad. a) El fenômeno que acusamos es un sintoma de la sob) cializaciôn de la vida moderna. No es extrano, pues, que los Pontifices hayan levantado su voz desde los dias de Leôn XIII para pedir moderaciôn en la intervençiôn del Estado en la vida y moderaciô'/i en la imposition de tributos. El Estado para el individuo. Reiteradisimamente se hallarân en las encîclicas estos conceptos bdsicos. El Estado es para el individuo, no el individuo para el Estado. El Estado debe estimular la politica de fomenro de las actividades individuales y no tratar de sustituirlas. doctrina de Leôn XIII. principio vital. a) b) Leôn XIII enscûa que el Estado debe intervenir en la soluciôn de la cuestiôn social. Por consiguiente, es intervencionista del Estado. La aRerum novarum» venia a rcctificar los principios del fiberaUsmo po­ litico y econômico. Sin embargo, Leôn XIII es un intervencionista muy moderado. Pero con peso y medida. El pensamiento dei Ponti- SEC. 8. GUIONES HO.MILÉTICOS l-L TRIBUTO AL CÉSAR. 32 DESP. PENT. fice queda admirablemente expueslo en la tRerum novarunit (cf. supra, sec.VI p. , C). Es fellcishna palabra el verbo tbrolar» que emplea Leôn XIII. i. La misiôn del Estado 110 es tanto hacer cuanto procurar que brote la vida de la sociedad misma. Diriamos politica de fomento, es decir, mâs que de realizar, de fomentar, esto es, «dar calor para vivificat, excitar, promover, lograr», significado que en castellano tiene la palabra *fomeuto>. 2. En otra parte, hablando de las asociaciones, em­ plea Leôn XIII esta frase de largo alcance : «Que la acciôn vital de un principio interno procede y con un impulso externo fâcilmente se destruye». 3. El impulso externo de los Estados modernos estâ destruvendo muchos principios vitales de la so­ ciedad. Prosperidad e impuestos. Leôn ΧΙΠ hace brotar la prosperidad de la iniciativa individual fomentada por el Estado y describe lo que él Uama la conformaciôn de la cosa pûblica (cf. supra, sec.VI p.699, C). Inipuestos y pequena propiedad. Sabido es que Leôn XIII considera esencial para la Paz de las nationes el que se aumente el numéro de pequeûos propietarios. En este terreno, al Estado, segûn el Papa, le corresponde)! dos misjones: i. Fomentar el ahorro. tin entar la difusiôn de la propiedad, de modo 2 que en lo posible todos lleguen a tener alguna. b) «Vas estas ventajas no se pueden obtener sino con esta condiciôn: que no se abrume la propiedad privada con enormes tributos e impuestos» (cf. «Rerum novarum» n.35 : Col. Enc., p.572). a) El pensamiento de Pio XI. A. Pio XI sienta el principio de que no se debe abo car a una sociedad superior lo que puede hacer una sociedad inferior. B. Frena también, por tanto, la intervenciôn del Estado, propia de la Edad Moderna. C. En materia de impuestos recoge el pensamiento de Leôn XIII (cf. sec.VI p.700, H). D. Impuestos y empresas. La doctrina pontificia defiende siempre la empresa privada de la exagerada intervenciôn estatal. a) b) Hablando Pio XI de la situation de la empresa, dice que quienes las oprimen con impuestos injustos son reos de grave delito (cf. sec.VI p.700, G). Es decir, que las cargas injustas—bien se entiende 805 que alude a las cargas fiscales—pueden hundir a la empresa, con grave daüo de los obreros que en ella trabajan y de toda la sociedad. V. La mente de Pio XII, de acuerdo ex act ament e con los principios de sus predecesores. A. Declara Pio XH en mâs de una ocasiôn que estâ a igual distancia del liberalismo y de la estatificaciôn, es decir, en la linea media que seüala la doctrina catôlica, la eual concede una cierta intervenciôn al Estado en la vida nacional. El Papa denuncia en el magnifico radiomensaje de Navidad de 1952 la gravedad de los enormes avances de la intervenciôn estatal, que han llegado a tdespersonalizar al hombre* (cf. sec.VI p.700, F). b) No niega el Pontifice al Estado su derecho a proté­ ger la seguridad colectjva de la familia y a rectificar una distribuciôn demasiado meconica de la renia na­ cional. Pero se alarma ante el temor de que persona, familia y propiedad puedan quedar comprometidas por los excesos de la fiscalizaciôn (cf. ibid.). a) B. Pio ΧΠ defiende el ahorro no sôlo considerando el beneficio que puede reportar a los particula­ res, sino en vista de la misma economia social. Pero el ahorro puede ser incompatible con cargas fiscales excesivamente elevadas. VI. Una orientation definida. Como en todas las grandes cuestiones, el norte hacia donde dirige la Iglesia la civilization es definido y preciso: fomentar la inicia­ tiva individual, dar relieve a la personalidad humana y legitima expansion a las actividades potentiates del hombre dentro de un orden econômico y politico que facilite el brote espontâneo dei principio vital humano. a) b) c) La intervenciôn del Estado evidentementc ha de ser mayor en nuestras dias que en épocas anteriores. Lo exige asi el bien dei individuo y de la sociedad. Mas la plaga de nuestras dias no esta en los excesos del liberalismo, sino en los excesos de la socializaciôn y de la estatificaciôn. Y consecuencia y causa de la misma es el aumento continuo de los ' tributos. Una alta politica catôlica debe tratar de dar a la sociedad un rumbo contrario al que actualmente lleva. SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 807 El. TRIBUTO AL CÉSAR. 22 UESP. PENT. 806 Estado y prensa I. Tema vivo y dificil. Tema de perenne actualidad el referente a las relationes entre la autoridad y la prensa. El siglo XIX ha conocido una prensa licenciosa, que causé un dafio inmenso a la sociedad y preparô el camino de la revoluciôn. La prensa deshizo en un sector grande de! pueblo la concienda cristiana. b) La prensa disolvîô el prestigio de las viejas institu­ ciones tradicionales. a) También es cierto que la prensa ha servido de instrumento de educaciôn y de cultura; ha contribuido a formar la conciencia moderna y a difundir el auténtico progreso, no sôlo de orden técnico, sino de orden social. El periodico, organo de opinion. Nos referimos a la gran prensa diaria, la que es considerada como ôrgano de la opinion pûblica. La prensa no créa toda la opinion, pero contribuye a formarla, a ilustrarla y a orientarla. b) Es ôrgano auténtico de interpretaciôn y representaciôn de esa misma opinion pûblica. Ρίο XII trata de la opinion pûblica en el discurso a los periodistas ca­ tôlicos (18-2-1950). 1. En el sentir del Papa, la opiniôn pûblica es pa­ trimonio de toda sociedad normal (cf. sec.VI p.701, A). 2. Ahogar la opiniôn ciudadana supone un atentado contra el derecho natural de los hombres (cf. ibid., B). a) prensa, institution semipûblica. De la prensa puede decirse que es una institution semipûblica. Privada, en parte. En cuanto que como industria privada debe ser pro­ piedad de particulares y creada por la sociedad mis­ ma; no por cl Estado, salvo raras exceptiones. b) En cuanto que al representor la opiniôn pûblica, que es patrimonio de la sociedad, la prensa actûa de ins­ trumento social. a) B. Pûblica, en parte también. Mas la prensa estâ relaeionada directamente con el bien comûn, por­ que de la opinion pûblica necesitan los gobiernos, ■ y, por fin, la prensa puede perturbar la acciôn de la autoridad y los mâs graves intereses na­ tionales. C. Este carâcter doble de la prensa es lo que hace mâs dificil todos los problemas juridicos relacionados' con ella. prensa y gobierno. Es estrecha la relaciôn entre go­ bierno y gran prensa. Como norma, la gran prensa es colaboradora nata de todos los gobiernos. Y, en este sentido, debe: A. Informar a los ciudadanos de la politica del gobierno y ser el ôrgano de comunicaciôn natural entre autoridad y sûbditos. B. Informar al gobierno de los estados de opinion y ser un représentante nato del pueblo cerca de los gobiernos. C. Practicar una critica de las leyes y de la politica general, justa, prudente, constructiva y benévola. D. Defender los intereses nacionales en el extranjero. E. Ser ôrgano de aiproxifhaciôn de los pueblos y de la paz internacional. IV. Prensa e Iglesia. La prensa catôlica tiene deberes espedales para con la Iglesia: Es para los fieles el altavoz de la palabra del Papa y de los obispos. La interpreta, ya directamente, ya aplicândole el juicio de los acontecimientos. c. Practica la apologética de la noticia. Defiende a la Iglesia de los ataques de los enemigos. Contribuye a formar en el seno de la Iglesia la opinion pûblica, a que alude el Papa en el discurso citado. Es ôrgano de comunicaciôn y de mutua compren siôn y concordia entre los catôlicos de las distintas naciones. V. El aima de la prensa. Un gran periodico no estâ principalmente ni en el gran edificio, ni en la maquinaria completa y moderna, ni en la instituciôn juridica, soporte de la instituciôn social, cultural y politica que es la prensa. El aima de un gran periodico se halla principalmente en el pûblico que lo lee y en la redacciôn Que lo dirige. ■·.* ·· ·: ■■ EL TRIBUTO AL CÉSAR. 22 DESP. PENT. 80S SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS Una rcdacciôn de un gran periôdico, conto cl que des· crlbinios, es una de las instituciones mâs rcspetablcs de la sociedad. b) Los periodistas que la forme» han de ser, segûn Pio XII: «Hombres profundamente penetrados del sentimiento de su responsabilidad». «Hombres marcados con el sello de una verda2. dera personalidad, capaces de hacer posible la vida interior de la sociedad». 3· «Hombres que contemplen a Dios, al mundo y a toda la sociedad a la luz de los principio fun­ damentales de la vida». «Hombres que, formados en filosoffa y teologia, sean capaces de juzgar de los hechos y de las co­ mentes vitales, guiados no por el impulso y la reacciôn sensitiva del instinto, sino por la norma serena de la razôn». la Iglesia y a la sociedad importa formar estos hombres, agruparlos y retribuirlos dignaniente. d) El periodista debe tener experienda de la vida pu­ blica. îQué sabia politica seria llevar a los Consejos de redacciôn de los diarios nationales a hombres maduros que hayan desempenado cargos pûblicos! a) VI. Gobierno y prensa. A. Aunque la prensa sea instituciôn social, el gobiemo debe vigilaria muy de cerca y reglamentarla sabiamente. B. Corresponde al gobierno: Exigir plenas garantias de que la prensa servirà al bien comûn. Por tanto, vigilar el origen del capital de los periôdicos, que ha de ser genuinam ente nacional. b) Limitar prudentemente la libertad de critica, seûalando en el orden de los principios la zona de las verdades fundamentales indiscutibles : religiôn, pa­ tria, magistratura, ejército, instituciones fundamen­ tales del pais, etc. c) La defensa enérgica de la verdad y de la justicia en el campo de la prensa. Y, por tanto, determinar en una ley de Prensa lo que en este terreno es punible: establccer penas graves, procedimientos sumarisimos y tribunates independientes. d) Utilizar sabiamente, sin mengua de su libertad e independenda, a la gran prensa como instrumento d ■ alta politica national. Lo cual se ha de conseguir principalmente por medio de la comunicaciôn cons­ tante del gobierno con los directores de los grandes diarios, en los cuales hay que suponer siempre, por encima de los partidos, un noble y elevado sentido conservador y gubernamental, patriôtico y humano. VU. Vicies extremos. Son vicios extremos de la prensa condenados ambos en la doctrina pontificia: el totar litarismo y el liberalismo. A. Totalitarismo. Considera la prensa como instifuciôn del Estado y no como instituciôn social. Reduce el permiso de publicaciôn de un periôdico a una niera y libre concesiôn administrativa. Obliga a la prensa a un criterio gubernamental 2. estrecho y de partido. 3· Se entroinete exageradamente en el régimen interno de los periôdicos. 4· Ahoga la légitima expresiôn de la opiniôn ρύ· blica. b) El totalitarismo es incompatible con la Iglesia. Dice Pio XII: tAsi, por su actifud jrente a la opiniôn pu­ blica, la Iglesia se coloca como una barrera frente al totalitarismo, el cual, por su misma naturaleza, es necesariamente enemigo de la verdadera y libre opi­ niôn de los ciudadanos». a) B. Liberalismo. a) a) to 809 b) El liberalismo desampara los derechos de la Iglesia, de la publica autoridad y de los ciudadanos. Permite que sean socavados los cimientos reli­ giosos, morales y politicos de la sociedad. 2. Desampara el honor de instituciones y de perso­ nas particulares, cuya reparaciôn no se puede conseguir por tardias sanciones, por muy seve­ ras que sean. 3' Equipara los derechos de la verdad con los dere­ chos del error. Por la excesiva libertad que se concede para fun­ dar y dirigir periôdicos, no defiende a veces eficazmente la propia independencia nacional. iCuôntos casos se dan de gran prensa que sirve in­ tereses sectarios, intereses extranjeros, intereses meramente capitalistasI Vin. Conclusiones. Tres recomendaciones se podrian hacer en nombre de Dios y en nombre de la Iglesia: Los doctos deben aplicar la mente al estudio de los problemas de prensa para crear lo que aùn no existe en el mundo: un derecho de prensa adecuado a los tiempos actuales. Los capitalistas deben emplear con generosidad y largueza su dinero en empresas periodisticas, que, naturalmente, para que subsistan han de ser rentables. Los hombres eminentes que deseen dedicar una 810 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS EL TRIBUTO \L CESAR. 22 DESP. PENT. parte de su actividad intelectual al servicio de la Iglesia y de la sociedad deben pensar que en pocos sitios serân tan ùtiles a la religiôn y a la patria como en la redacciôn de los grandes periodicos. 811 B. "Très son las sociedades necesarias, distintas, pero armônicamente unidas por Dios, en el seno de las cuâles nace el hombre: dos sociedades de orden natural, tales son la familia y la sociedad civil; la tercera, la Iglesia, de orden sobrenatural” (cf. ibid., n.9: Col. Enc. p.817). Corresponde, pues, la educaciôn a la familia, a la Iglesia y a la sociedad civil. b) El ideal es que vayan perfectamente unidas las très sociedades en la obra educadora del hombre. Cuantos directa o indirectamente se ocupan en la formaciôn de las nuevas generaciones, deben buscar, ante todo, con espiritu de paternidad el bien del nino y del adolescente, y, por tanto, en beneficio de él, libres de todo exclusivisme, deben trabajar por que sea efectiva la coordinaciôn en­ tre las très sociedades necesarias para la formaciôn completa del individuo. 2. Espiritu parcial, o partidista, o exclusivista, sé­ ria impropio del educador y en dano directo del educando. 3· Magnanimidad, espiritu de comprensiôn, generosidad, son cualidades propias de todo educador. 4· Olvido de si para pensar solo en formar la men­ te y el corazôn de los educandos, debe ser es­ piritu de todo educador. 5. El dechado de" la «Divini illius Magistri» no podrâ cumplirse en muchas naciones por no ser el Estado confesionalmente catôlico. Mas en aquellos pueblos donde la inmensa mayoria es catô­ lica se ha de aspirar a reproducir con perfecciôn el modelo deserito en la «Divini illius Magistri» por el papa Pio XI. a) A quién corresponde educar .-A? 'ftf I. Documento principe. A. La enciclica “Divini illius Magistri”. B. Que debe ser integra y detenidamente estudiada. C. Por su doctrina completa, clara, solidisima.» Π. Fin y esencia de la educaciôn. Fin de la educaciôn. a) tLa educaciôn esencialmente consiste en la formaciôn del hombre, tal cual debe ser y como debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime para el cual fué creado». b) iNo puede existir educaciôn verdadera que no esté totalmente ordenada al fin Ultimo·». n.35 : Col. Enc., p.607)) sobre la funciôn del Estado: tDirigir, vigilar, urgir, castigar». 2.· Fôrmula que exige un Cuerpo de inspectores, no muy numeroso, pero muy selecto, muy bien retribuido, do· tado de medios, rodeado de prestigio, de mente uni· vcrsilaria, de sôlida formaciôn doctrinal y modernist· mo en su cultura. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 821 error. El monopolio docente. Huelga decir, después de lo expuesto, que la Iglesia condena rotundamente todo monopolio educativo o escolar (cf. sec.VI p.708,6). Extrait mi taciôn peligrosa. a) Sin llegar al monopolio docente puede haber extralimitaciôn peligrosa por parte dei Estado al exigir a los ciudadanos cierta formadôn, que puede res­ ponder a ideas particulares de partido, no al bien comûn considerado de una manera general y per­ manente. Y, a veces, a formationes de tipo militât no sôlo dificiles de justificar, segûn la sana fiiosofia, sino peligrosas y aun daûosas, ciertamente, para una recta formation cristiana. Dice elocuentementc Pio XI: eNo es inûtil repetir aqui en particular esta advertentia, porque en nuestros tiempos (en los que se va difundiendo un nationalisme tan exagerado y falso como enemigo de la verdadera paz y prosperidad) se suele pasar mâs allà de los justos limites al ordenar militarmente la llamada educa­ tion fisica de los jôvenes (y a veces de las jôvenes, contra la naturaleza misma de las cosas humanas), y aun con frecuencia usurpando mâs de lo justo, en el dia del Seüor, el tiempo que debe dedicarse a los deberes religiosos y al santuario de la vida fa­ miliar. No queremos, por lo demâs, censurar lo que puede haber de bueno en el espiritu de disciplina y de legitimo arrojo en taies métodos, sino sola­ mente el exceso, como, por ejemplo, el espiritu de violentia, que no hay que confundir con el espiritu de fortaleza ni con el noble sentimiento del valor militar en defensa de la patria y del orden pûblico; como también la exaltaciôn del atletismo, que aun para la edad clâsica pagana seüalô la dcgenoraciôn y decadencia de la verdadera educaciôn fisica* (cf. «Di­ vini illius Magistri» η.25 : Col. Enc., p.831-832). b) La educaciôn civica y patriôtica. En cambio, hay que alabar y apoyar la auténtica educaciôn civica y pa­ triotica de que, con razôn, se ocupan los Estados modernos. Dice la enciclica: aEn general, pues, no sôlo para la juventud, sino para todas las edades y condiciones, pertenece a la sociedad civil y al Estado la educaciôn que puede llamarse civica, la cual con­ siste en el arte de presenter pûblicamcnte a los individuos asociados taies objetos de conocimiento rational, de imaginaciôn y de sensaciôn, que inviten a las voluntades hacia lo honesto y lo persuadait con una necesidad moral, ya sea en la parte posi­ tiva, que présenta talcs objetos; ya sea en la nega­ tiva, que impide lo contrario. Esta education civica, tan amplia y multiple que comprende casi toda la EI TRIBUTO AL CÉSAR. 22 UESP. PENT. obra del Estado en favor del bien comûn, asi comn debe conformai se con las normas de la rectitud, asi no puede contradecir a la doctrina de la Iglesia, divinam ente constituida macstra de dichas normas» (cf. «Divini illius Magistri» η.26 : Col. Enc., p.832). El reparto proporcional escolar. En los paises divididos en varias creencias se debe proveer a la ins­ trucciôn pûblica distribuyendo equitativamente el presupuesto nacional. "Y no se diga que es imposable al Estado, en una naciôn dividida en varias creen­ cias, proveer a la instrucciôn pûblica si no es con la escuela neutra o con la escuela mixta, debiendo ei Estado mâs racionalmente y pudiendo hasta mâs fàcilmente proveer al caso dejando libre y favoreciendo con justos subsidios la iniciativa y la obra de la Iglesia y de las familias. Que esto sea factible con gozo de las familias y con provecho de la instrucciôn y de la paz y tranquilidad publicas, lo demuestra el hecho de naciones divididas en varias confesiones religiosas, en las cuales el plan escolar corresponde al derecho educativo de las familias, no sôlo en cuan­ to a la ensenanza total—particularmente con la es­ cuela enteramente catôlica para los catôlicos—, sino también en cuanto a la justicia distributive, con el subsidio pecuniario por parte del Estado a cada una de las escuelas escogidas por las familias” (cf. “Di­ vini illius Magistri” η.50: Col. Enc., p.852-853). Acciôn arménien y conciliadora, En los paises de mayoria catôlica, donde el Estado responde a los sentimientos religiosos de la naciôn y fomenta la acciôn de la Iglesia, procurando que la ensenanza en todos los grados sea catôlica y concediendo a la Iglesia la légitima intervenciôn que le corresponde en defensa del dogma y de la moral en todos los centras oficia­ les, nos parece que la mâs sabia y prudente de las politicas es la politica de armonia y colaboraciôn. En virtud de ella se debe aconsejar a los catôlicos: A. El respeto y amor a las instituciones docentes del Estado y al profesorado oficial. B. Procurar, hasta por espiritu de apostolado, in­ tervenir e influir en la vida de las instituciones docentes oficiales. De un modo especial, procurar ganar por sus propios méritos los puestos oficiales de ensenanza en todos los grados. . Utilizar todas las concesiones del poder pûblico en beneficio de la propaganda religiosa en los cen­ tres docentes. ■i SEC. 8. GU IONES HOMILETICOS 823 Trabajar, por todos los medios, para que exista la mayor armonia entre las instituciones de la Iglesia y las del Estado en el campo de la ensefianza. No abandonar nunca la iniciativa docente, bien colaborando con instituciones eclesiâsticas, bien erigiendo otras privadas o de patronato. Contribuir a formar una recta conciencia nacio­ nal, tomando siempre como programa la doctrina pontificia, explicândola fundada y racionalmente en los medios académicos y politicos, difundiéndola en todas las clases sociales y acentuando la defensa de los derechos de la familia y de la Igle­ sia en el orden docente, que son hoy los mâs desconocidos o amenazados por las modernas tendencias de estatificaciôn de la sociedad. RESURRECCION DE LA I-IIJA DE JAIRO Domingo XXIII dcspués de Pentecostes SECCION /. TEXTOS SAG R ADOS EPISTOLA (Phil. 3,17-21 ; 4.T-3) 4 17 Imitatores mei estote, fra­ tres, et observate eos qui ita ambulant, sicut habetis formam nostram. 18 Mulli enim ambulant, quos saepe dicebam vobis (nunc au­ tem et flens dico) inimicos cru­ cis Christi: 19 quorum finis interitus: quorum deus venter est: et gloria in confusione ipsorum, qui terrena sapiunt. 20 Nostra autem conversatio in caelis est: unde etiam Sal­ vatorem exspectamus Dominum nostrum lesum Christum, 21 qui reformabit corpus hu­ militatis nostrae, configuratum corpori claritatis suae, secun­ dum operationem, qua etiam possit subiicere sibi omnia. va 17 Sed, hermanos, imitadores mios, y atended a los que andan segûn el modelo que en nosotros tenéis, 18 porque son muchos los que andan, de quienes free uen te mente os dije, y ahora con lâgrimas os digo, que son enemigos de la cruz de Cristo. 19 El 01término de ésos serâ la perdiciôn: su dios es el vientre, y la confusion serâ la gloria de los que tienen puesto el corazôn en las cosas terrenas. 20Porque somos ciudadanos mi del cielo, de donde esperamos al Salvador y Sefior Jesucristo, 21 que reformarâ el cuerpo do nuestra vileza conforme a su cuer­ po glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a si todas las cosas. 4,1 I laque fratres mei charissiml, et desideratissimi, gau­ dium meum, et corona mea; sic state in Domino, charissimi. 2 Evodlam rogo, et Syntychen deprecor, Idipsum sapere In Domino, 3 Etiam rogo et te, germane compar, adi uva illas, quae me­ tum laboraverunt in Evangelio cum Clemente, et caeteris adiutorlbus meis, quorum nomina sunt In libro vitae. 4,1 Asi que, hermanos mios amadisimos y muy descados, mi alegria y mi corona, perseverad firmes en el Sctfior, carisimos. 2 Rucgo a Evodia y a SJntique tener los mismos sentimientos en el Sefior. 3Y a ti también, generoso colaborador, te ruego que ayudes a ésas, que han luchado mucho por el Evangelio, corrmigo y con de­ mente, y con los demâs colabora­ dores mios, cuyos nombres estùn en el libro de la vida. 828 RIMRXUCIÔN 1)1. 1Λ HI|A I>1 JAI RO. Ol.SI*. PENT. SEC. I, Tt.X'Kfii SAGRArXJS II. EVA NGEŒJO (M' 9,i8-a€) 18 Mientras les hablaba, llegô un jefe, y acercôndose se jxjstro ante El, diciendo: Mi hlja acaba de morir; pero ven, pou tu ma no sobre ella y vivirâ. 19 Y lovantândosc Jesûs, le siguiô con todos sus discipulos. 20 Entonces una mujer que padecia flujo de sangre hacia doce aftos, se le acercô [>or detrâ y le toeô la orla del vestido, 21 diciendo para si misma: Con sôlo que toque su vestido, seré sana. 22 Jesûs se volviô, y viéndola dijo: Hija, ten conflanza: tu fe te ha sanado. Y quedô sana la mu­ jer en aquel momento. 23Cuando llegô Jesûs a la ca­ sa del jefe, viendo a los flautistas y a la muchedumbre de plafiideras, 24 dijo: Retiraos, que la nifia no estâ muerta; duerme. Y sc reian de El. 25 Una vez que la muchedum­ bre fué echada fuera, entrô, tomô la mano a la nifia y ésta se le­ vanto. 26 La nueva se divulgô por to­ da aquella tierra. III. 1H Haec illo loquonte ad eccc prlncepn unus uccea&ll, el iiüouibat cum. dicem*: Domine, filin mea modo defunchi cat: .sed vcnl, Impone manum tuarn super <‘ain( et vivet. 10 El .surgens leans, seque­ batur eum et discipuli ©lui» 20 Et ccce muller, quae san· giiinls fluxum patiebatur duo­ decim annis, accessit retro, et tetigit fimbriam vestimenti olus. 21 Dicebat enim intra se: Si tetigero tantum vestimentum cius, salva ero. 22 At Icens conversus, et vi­ dens cam dixit: Confide filia, fides tua to salvam fecit. El salva facta est mulier ex Illa hora. 23 Et cum venisset lesus In domum principis, et vidisset ti­ bicines et turbam tnniultiuun· tem, dicebat: 24 Recedite: non est enim mortua puella, sed dormit. Et deridebant eum. 25 Et cum electa esset tur­ ba, Intravit: et tenuit manum eius. Et surrexlt puella. 26 Et exiit fama haec In uni­ versam terram Illam. ■ 40 Cuando Jesus estuvo de vuelta, le recibiô la muchedumbre, pues todos es ta ban esperândole. 41 Llegô un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesûs le suplicaba que entrara en su casa, 42 porque ténia una hija ûnica, de unos doce afios, que estaba a punto de morir. Mientras iba, las muchedumbres le ahogaban. 43 Una mujer que padecia flujo de sangre desde hacia doce afios, y que en medicos se habia gastado toda su hacienda, sin lograr ser de ninguno curada. 44 se acercô por detrâs y tocô la orla de su manto, y al instante cesô el flujo de su sangre. 55 Jesûs dijo : i Quién me ha tocado? Como todos negaban, dijo Pedro y los que le acompafïaban: Maestro, las muchedumbres te rodean y te oprimen. 40Factum est autem cum reûiisset lesus, excepit illum turba. Erant enim omnes ex­ spectantes eum. 41 Et ecce venit vir, cui no­ men lairus, et ipse princeps sy­ nagogae erat: et cecidit ad pe­ des lesu, rogans eum ut intra­ ret in domum eius, 42 quia unica filia erat ei fe­ re annorum duodecim, et haec moriebatur. Et contigit, dum iret, a turbis comprimebatur. 43 Et mulier quaedam erat in fluxu sanguinis ab annis duodecim, quae in medicos ero­ gaverat omnem substantiam suam, nec ab ullo potuit cu­ rari : 44 accessit retro, et tetigit fimbriam vestimenti eius; et confestim stetit fluxus sangui­ nis eius. 45 Et ait lesus: Quis est, qui me tetigit? Negantibus autem omnibus, dixit Petrus, et qui cum illo erant: Praeceptor, tur­ bae te comprimunt, et affligunt, et dicis: Quis me tetigit? J. TEXTOS SAGRADOS 46 Et dixit lesus: Tetigit me aliquis, nam ego novi virtutem de me exllssc. 47 Videns autem mulier, quia non latuit, tremens venit, et procidit ante pedes eius: et ob quam causam tetigerit eum, In­ dicavit coram omni populo: et quemadmodum confestim sana­ ta sit. 48 At Ipse dixit ei: Filia, fi­ des tua salvam te fecit: vade in pace. 49 Adhuc illo loquente, venit quidam ad principem synagogae, dluens el: Quia mortua est filia tua, noli vexare illum. 50 lesus autem, audito hoc verbo, respondit patri puellae: Noll timere, crede tantum, et salva erit. 51 Et cum venisset domum, non permisit Intrare secum quemquam, nisi Petrum, et lacobuni, et loannem, et patrem, et matrem puellae. 52 Flebant autem omnes, et plangebant illam. At ille dixit: Nolite flere, non est mortaa puella, sed dormit. 53 Et deridebant eum, scien­ tes quod mortua esset. 54 Ipse autem tenens ma­ num eius clamavit dicens: Puel­ la, surge. 55 Et reversus est spiritus eius, et surrexlt continuo. Et lussit 1111 dari manducare. 56 Et stupuerunt parentes eius, quibus praecepit ne ali­ cui dicerent quod factum erat. IV. 831 46 Pero Jesûs dijo: Alguno me ha tocado, porque yo he conocido que una virtud ha salido de mi. 47 La mujer, viéndose descubierta, se llegô temblando, y, postrândose nte El, le dijo ante todo el pueblo por qué le habia toca­ do y como al instante habia quedado sana. 48 El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz. 49 Aun estaba hablando, cuan­ do llegô uno de la casa del jefe de la sinagoga diciendo: Tu hija ha muerto, no molestes ya al Maes­ tro. 50 Pero Jesûs, que lo oyô, le respondiô: No temas, créé tan solo y serâ sana. 51 Llegado a la casa, no permitiô que entrasen con El mâs que Pedro, Juan y Santiago y el padre y la madre de la nifia. plani an 52 Todos lloraban y por ella. Les dijo El: No lloréis, porque no estâ muerta; es que duerme. 53 *Se burlaban de El, sabiendo que estaba muerta. 31 tomândola de la mano, le dijo en alta voz: Nifia, levântate. 55 Volviô ella el espiritu, y al instante se levanto, y El man­ dé que le diesen de corner. 56 Los padres se quedaron fuera de si; pero El les mandé que no contasen a nadie lo sucedido. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA SOBRE LA MUERTE A) ENTRÔ EN EL De ligno autem scientiae bo­ ni et mall ne comedas: Jn quo­ cumque enirn die comederis ex eo morte morieris (Gen. 2,17). In sudore vultus tui vesceris pane donec revertaris JLri ter- MUNDO POR EL PECADO Pero dei ârbol de la ciencia dei bien y del mal no comas, porque el dia que de él comieres ciertamente morirâs. Con el sudor de tu rostro comerâs el pan hasta que vuelvas 832 SEC. I. TEXTOS SAGRADOS RESURRECC1ON DE LA HIJA DE JAI RO. 21 DESP. PENT. a la tierra, pues de ella bas sido tornado; ya que polvo eres y al polvo volveràs, ram de qua sumptus es: quia pu!vis es, et in pulverem re* verteris (Gen. 8,19). Por la mujer tuvo principio el pecado y por ella morimos todos. A muliere initium factum est peccati, et per Iliam omnes mo­ rimur (Eccli. 25,33). Asi, pues, co nTV por un hom­ bre entrô el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y asi la muerte pasô a todos los hom­ bres, por cuanto todos habian pe­ cado». Proptereu sicut per unum ho­ minem peccatum in hunc mun­ dum intravit et per peccatum mors, et ita omnes homines mors pertranslit, in quo omnes peccaverunt (Rom. 5,12). Pues la soldada del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Sefior Jesucristo. Stipendia enim peccati mors. Gratia autem Del, vita aeterna, in Christo lesu Domino nostro (Rom. 6,23). 21 Porque como por un hom­ bre vino la muerte, también por un hombre vino la resurrecciôn de los muertos. 22Y como en Adân hemos muerto todos, asi también en Cris­ to somos todos vivificados. 21 Quoniam quidem per ho­ minem mors, et per hominem resurrectio mortuorum. _ % Y vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados... Y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos diô (Dios) vi­ da por Cristo... Y a vosotros, que estabais muer­ tos por vuestros delitos y por el prepucio de vuestra came, os vi­ vifico con El, perdonândoos todos vuestros delitos. ■Luego 1 concupiscenda, cuando ha concebido, pare el pecado, y el Iff do, en­ pecado, una vez consuma gendra la muerte. B) 22 Et sicut in Adam omnes moriuntur, ita et in Christo omnes vivificabuntur (1 Cor. 15,21-22). Et vos, cum essetis mortui delictis, et peccatis vestris... (Eph. 2,1). Et cum essemus mortui pec­ catis, convivificavit nos in Christo... (Eph. 2,5). Et vos cum mortui essetis in delictis, et praeputio carnis ves­ trae, convivificavit cum illo, do­ nans vobis omnia delicta (Coi. 2,13). Deinde concupiscentia cum conceperit, parlt peccatum: pec­ catum vero cum consummatura fuerit, generat mortem (lac. 1,15). ES AMARGA O DCTLCE PARA UNOS Y PARA OTROS 20 ^A qué dar la luz al desdichado, dar la vida al de amargado corazôn? 21 A los que esperan la muer* 20 Quare misero data est lux, et vita his, qui in amaritudine animae sunt? 21 non venit, quasi affodientes the­ saurum: 22 Gaudentque vehementer cuni invenerint sepulcrum? (lob 3.20-23h 1 O mors, quam amarn est memoria nominis tui homini pa­ cem habenti in substantiis suis, 2 viro quieto, et cuius viae directae sunt in omnibus, et adhuc valenti accipere cibum! 3 O mors, bonum est indi­ cium tuum homini indigenti, et qui minoratur viribus, 4 defecto aetate, et cui de omnibus cura est, et incredibi­ li. qui perdit patientiam! (Eccli. 41,1-4). 833 te y no les llega y la buscan mâs que si malhiriesen un tesoro; 22 los que saltarian de jùbilo y se llenarian de alegria si hallasen el sepulcro. iOh muerte, cuân amarga es tu me ria para el hombre que se siente satisfecho con sus riquezas, 2 para el hombre a quien todo le sonne y en todo prospera y que aun puede disfrutar de loi? placeres! 3 iOh muerte, bueno es tu fallo para el indigente y agotado de de fuerzas; 4 para el cargado de afios y de cuidados, quebrantado de ânimos y sin esperanza! 1 14 Maledicta dies, in qua na­ tus sum; dies in qua peperit me mater mea, non sit bene­ dicta! 14 jMaldito sea el dia en que naci! dia en que mi madré me parié no sea bendito! 17 Qui non me interfecit a vulva, ut fieret mihi mater mea sepulcrum, et vulva eius con­ ceptus aeternus. 17 i For qué no me matô en el seno de mi madré y hubiera sido mi madré mi sepulcro y yo prefiez eterna de sus entranas? 18 iPor qué sali del vientre de mi madré para no ver mâs que tra­ bajo y dolor y acabar mis dias en la afrenta? 18 Quare de vulva egressus sum, ut viderem laborem et do­ lorem, et consulerentur in confusione dies mei? (1er. 20,14.17-18). Et nunc Domine, tolle quae­ so animam meam a me: quia melior est mihi mors quam vi­ ta (Ion. 4,3). C) Ahora, pues, mâtame, Yavé, te lo ruego, porque mejor me es la muerte que la vida. Todos hemos de morir cierto dia Et ait Dominus ad Moysen: Ecce prope sunt dies mortis tuae... (Deut. 31,14). Entonces dijo Yavé a Moisés : Mira que ya se acerca para ti el dia de tu muerte... Breves dies hominis sunt, nu­ merus mensium eius apud te est: constituisti terminos eius, qui praeteriri non potuerunt dob 14,5). Pues que tienes contados sus dias y definido el numero de sus meses, y le pusis te un término que no podrâ traspasar. Quis est homo, qui vivet, et non videbit mortem: eruet ani­ mam suam de manu inferi? (Ps. 88,49). i Quién es el hombre que viva y no haya de ver la muerte? 4 Quién puede sustraerse al poder dei sepulcro? Qui expectant mortem, et La palabra de C. i 834 : RESURRECCIÔN DF, LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Tempus nascendi, et tempus moriendi (Eccli. 3,2). No tiene poder el hombre so­ bre èl espiritu para detenerle ni tiene poder sobre el dia de la muer­ te: no hay armas para tal guerra, ni podrâ ïa iniquidad salvar al reo de ella. Non est in hominis potestate prohibere spiritum, nec habet potestatem in die mortis, nec sinitur quiescere ingruente bel· lo, neque salvabit impletas im­ pium (Eccli. 8,8). Pues los vivos saben que han de morir, mas el muerto nada sabe y ya no espera récompensa, habiéndose perdido ya su memoria. Viventes enim sciunt se esse morituros, mortui vero nihil no­ verunt amplius, nec habent ul­ tra mercedem: quia oblivioni tradita est memoria eorum (Eccli. 9,5). Le sena Ιό un nûmero contado de dias y le diô dominio sobre ella (la tierra). Numerum dierum et tempus dedit illi, et dedit illi potestatem eorum, quae sunt super terram (Eccli. 17,3). Pero la muerte reinô desde Adân a Moisés, aun sobre aquellos que no habian pecado como pecô Adân, que es tipo dei que habia de venir. Sed regnavit mors ab Adam usque ad Moysen etiam in eos, qui non peccaverunt in similitudinem praevaricationis Adae qui est forma futuri (Rom, 5,14). Y por cuanto a los hombres les estâ establecido morir una vez, y después de esto el juicio... Et quemadmodum statutum est hominibus semel mori, post hoc autem indicium... (Hebr. 3,37). D) Es incierta la hora de la muerte Ni aun su hora cono ce el hom­ lift pez que es cogido en bre. Como tere pâjaro que una mala red y como se enreda en el lazo, asi se enredan los hijos de los hombres en el mal tiempo cuando de improvi­ so los coge. Nescit homo finem suum: sed sicut pisces capiuntur hamo, et sicut aves laqueo comprehen­ duntur, sic capiuntur homines in tempore malo, cum eis eitemplo supervenerit (Eccli. 9,12). 43 Pensad bien que, si el padre de familia supiera en qué vigilii vendria el ladrôn, velaria y no permitiria horadar su casa. 44 Por eso vosotros habéis de estar preparados, porque a la hora que menos penséis vendra el Hijo del hombre. 43 Illud autem scitote, quo­ niam si sciret pater familias qua hora fur venturus esset, vigilaret utique, et non sineret perfodi domum suam. et vos estote parati: 44 Ideo quia qua nescitis hora Filius hominis venturus est (ML 24,43-44). Estad, pues, prontos, porque a la hora que menos penséis vendrâ él Hijo del hombre. Et vos estote parati: quia qua hora non putatis. Filius hominis veniet (Lc. 12,40). SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 835 Ipsi diligenter scitis quia dies Domini, sicut fur in nocte, ita veniet (1 Thes. 5,2). Sabéis bien que el dia del Se­ fior llegarâ como ladrôn en la no­ che. 13 Ecce nunc qui dicitis: Hodie, aut crastino ibimus in illam civitatem, et faciemus ibi quidem annum, et mercabimur, et lucrum faciemus: 13 Y vosotros, los que decis : Hoy o manana iremos a tal ciu­ dad, y pasaremos alli el ano, y negociaremos y lograremos buenas ganancias. 14 no sabéis cuâl serâ vuestra vida de manana. 14 qui ignoratis quid erit in crastino (lac. 4,13-14). E) La muerte prematura, castigo o beneficio de Dios Tu vero Deus, deduces eos in puteum interitus. Viri sangui­ num et dolosi non dimidiabunt dies suos: ego autem sperabo in te, Domine (Ps. 54,24). Tû, i oh Dios!, arrojarâs a ésos a lo profundo dei sepulcro. Hom­ bres sanguinarios y dolosos no llegarân a la mitad de sus dias, mas yo confiaré en ti. 7 lustus autem si morte praeoccupatus fuerit, in refri­ gerio erit. 8 Senectus enim venerabilis est non diuturna, neque anno­ rum numero computata: cani autem sunt sensus hominis. 7 Pero el justo, si muriere prematuramente, estarâ en la paz. 9 Et aetas senectutis vita immaculata. 10 Placens Deo factus est di­ lectus, et vivens inter peccato­ res translatus est. 11 Raptus est ne malitia mu­ taret intellectum eius, aut ne fictis deciperet animam illius. 13 Consummatus in brevi ex­ plevit tempora multa. 14 Placita enim erat Deo ani­ ma illius: propter hoc prope­ ravit educere illum de medio Iniquitatum... (Sap. 4,7-11.13-14). F) La 8 Que la honrada vejez no es la de muchos afios, ni se mide por el numéro de dias. La prudencia es la verdadera canicie del hombre. 9 Y la verdadera ancianidad es una vida inmaculada. 10 El que se hizo grato a Dios fué amado de El y, viviendo entre los pecadores, fué trasladado. 11 Fué arrebatado porque la maldad no pervirtiese su inteligencia y el engafio no extraviase su aima. 13 Llegado en poco tiempo a la perfecciôn, viviô una larga vida. 14 Pues su alma era grata al Sefior; por esto se diô prisa a sacarle de en medio de su maldad. muerte del JUSTO ES COMO UN SUENO Dixitque Dominus ad Moysen: Ecce tu dormies cum pa­ tribus tuis... (Deut. 81,16). Y dijo Yavé a Moisés: He aqui que vas a dormirte con tus pa­ dres... Dormivit igitur David cum patribus suis, et sepultus est in civitate David (3 Reg. 2,10). Durmiôse David con sus padres y fué sepultado en la ciudad de David. 836 RESURRECCION DK LA HtJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. 2 A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada por despedida. 3 Su salida de entre nosotros, por aniquilamiento; pero gozan de paz. 2 Visi sunt oculis Insipien­ tium mori; et aestimatu est afflictio exitus illorum. Retiraos, que la nifia no esta muerta; duerme. Recedite: non est enim niortua puella, sed do finit (Mt. 9,24). 3 Et quod a nobis est iter, exterminium: illi autem sunt in pace (Sap. 3,2-3). Et Y diciendo esto se durmiô en el inivit Sefior. (Act. cum hoc dixisset-obdorin Domino (Stephaniis) 7,60). 13 Nolumus autem vos igno13 No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de | ™re· fratres, de dormientibus, ut non contristemini sicut et los muertos, para que no os afli- caeterl, qui spem non habent. jâis como los demâs que carecen de esperanza. 14 Esto os decimos como pa­ 14 Si enim credimus quod lelabra del Sefior; que nosotros los sus mortuus est, et resurrexit; vivos, los que quedamos para la ita et Deus eos qui dormierunt venida dei Sefior, no nos antici- per lesum, adducet cum eo paremos a los que se durmieron... (1 Thes. 4,13-14). G) El llanto por los muertos No os haréis incisiones en vuestra carne por un muerto, ni imiprimiréis en ella figura alguna. Yo, Yavé. Et super mortuo non incede­ tis carnem vestram, neque fi­ guras aliquas, aut stigmata fa­ cietis vobis. Ego Dominus (Lev. 19,28). Vosotros sois hijos de Yavé, vuestro Dios. No hagdis incisio­ nes ni os decalvéis entre los ojos por un muerto. Filii estote Domini Dei ves­ tri: non vos incidetis, nec fa­ cietis calvitiem super mortuo (Deut. 14,1). Los hijos de Israel lloraron a Aloises en los llanos de Moab du­ rante treinta dias, cumpliéndose los dias de llanto por el duelo de Aioisés. Fleveruntque eum filii Israel in campestribus Moab triginta diebus et completi sunt dies planctus lugentiirm Moysen (Deut. 34,8). Hicieron duelo, llorando y ayunando hasta la tarde, por Saùl, por su hijo Jonatân y por el pue­ blo de Yavé, que habian caido a espada. Et planxerunt, et fleverunt, et ieiunaverunt usque ad ves­ peram super Saul, et super lonathan filium eius, et super po­ pulum Domini, et super domum Israel, eo quod corruissent gla­ dio (2 Reg. 1,12). Sepultaron a Abner en Hebrôn. Y llorô el rey en alta voz sobre Cumque sepelissent Abner in Hebron levavit rex David vo­ cem suam, et flevit super tii- SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 837 mulum Abner: flevit autem et | omnis populus (2 Reg. 3,32). la tumba de Abner, y todo el puôblo llorô con él. Et fleverunt eum (ludam) omnis populus Israel planctu iragno, el lugebant dies multos (1 Mach. 9,20). Le lloraron y todo Israel hizo por él gran duelo y por muchos dias hicieron luto... Quant eu 111 vidisset Dominus, misericordia motus super eam, dixit 1111; Noli flere (Lc. 7,13). Viéndola el Sefior, se compadeciô de ella y le dijo: No llores. lesus ergo, ut vidit eam plo­ rantem et ludaeos qui venerant cum ea, plorantes infremuit spiritu, et turbavit seipsum (Io. 11,33). Viéndola Jésus llorar, y quelloraban también los judios que ve­ ni an con ella, se conmoviô hondamente y se turbô. Curaverunt autem Stephanum viri timorati, et fecerunt planc­ tum magnum super eum (Act. A Esteban le recogieron algunos varones piadosos e hicieron sobre él gran luto. Et circumsteterunt illum (Petram) omnes viduae flentes, et ostendentes ei tunicas, et ves­ tes, quas faciebat illis Dorcas (Act. 9,30). ... Y le rodearon todas las viudas, que lloraban, mostrando las tûnicas y mantos que en vida les hacia Tabita. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES SECCION II COMENTARIOS GENERALES de confiar en medio de nuestros pecados (oraciôn, aleluya, ofertorio), en las tentaciones (gradual), en general en medio de todas nuestras necesidades, porque todo cuanto pidamos se nos conce­ ded («communio»). B) SITUACION LITURGICA idea de la confianza en Dios En e! comentario de la dominica anterior aludiamos a una sistematica litfirgica. Es parecer de muclios autores que en estos ύΐtiïnos domingos del cielo anual se observa en las diferentes partes de la misa como un encadenamiento logico. Unos guardan relaciôn con los anteriores, otros preparan los que van a venir y todos se refieren a! evangelio de la venida de Nuestro Sefior Jesucristo, que se lee el filtimo domingo de Pentecostes. Las palabras con que comienza el «introito» de hoy, ademâs de marcar la dominante espiritual del domingo, nos llevan de la mano a formulas leidas anteriormente. Hace dos domingos nos considerâbamos deudores delante de Dios con la carga pesada de nues­ tros pecados. En el pasado, acudiamos a la misericordia del Se­ fior : Si guardas, ;oh Senor!, los delitos, ^quién podrà subsistirf Pero eres indulgente (Ps. 129,3). El «introito» de este domingo es como la respuesta, una respuesta de confianza : Dice el Sefior : Yo tengo pensaniientos de paz y no de aflicciôn... Me invocaréis y Yo os escucharé... (1er. 29,11-12.14). Todas las formulas de la misa se encuentran unidas en esta idea de la confianza en Dios. Por eso deciamos antes que el «introito» marca la dominante espiritual. En la conciencia del pueblo cristiano hay que grabar profundamente la imagen del Senor niisericordioso. ê Quién podrâ sacarnos del abatimiento y pesimismo al que por su naturaleza nos llevan las faltas y pecados?... Solo mirar a Cristo, que tiene pensemientos Las escenas evangélicas son muy aptas para excitar en nos­ otros la confianza. Jairo y la hemorroisa son dos figuras que confiaron plenamente en el poder y bondad del Senor. Como ellos, nos­ otros hemos de confiar también, porque si Cristo es poderoso y bueno para con las enfermedades del cuerpo, lo es mucho mâs con las enfermedades y muerte del aima. La omnipotencia y el amor de Dios son el fundamento ultimo de nuestra confianza. La epistola nos lleva a otra confianza mâs completa y univer­ sal : la confianza en nuestra propia resurrecciôn y en nuestra glorificaciôn. San Agustin dice que en los milagros debemos considerar la razôn del simbolo. Cristo, resucitando a la hija de Jairo, pue­ de ser un simbolo de si mismo resucitando a la humanidad. Todos los otros textos de la misa se refieren también a la confianza y son como una consecuencia de los ya explicados. Hemos 839 La conversion de los judios al final de los tiempos Quedaria incompleto lo anterior si no recogiéramos una idea que ha encontrado eco en casi todos los liturgistas de la Eded Media. Se leion entonces una epistola y un evangelio distintos a los que hoy se leen. La epistola se tomaba dei capitulo 23 de Jeremies y en ella se incluian las siguientes palabras : Vive el Seüor, que sacô y condujo al linaje de Israel de la tierra del Aquilân y de to­ das las otras a que los arrojô y los hizo habitar en su propia tie­ rra (v.8). Inspirados en estas palabras, los liturgistas consideraron en este domingo la idea de la conversiôn de los judios al final de los tiempos. En este sentido interprété una a una todas les fôrmulos de la misa el abad Ruperto (Rup., De div. off. XIL23). Dice entre otras cosas. «La sauta Iglesia pone tanto cuidado en e’evar sùplicas, plegarias y acciones de gracia por todos los hombres, segùn el deseo del Apôstol, que se le ve dar gracias también por la salud venidera de los hijos de Israel, porque ella sabe que un dia serân unidos a su Cuerpo. Efectivamente, al fin dei mundo el resto serâ salvo (Rom. 9,27). En este ùltimo oficio del afio se félicita en ella como en sus miembros futuros». Sin duda, esta orientaciôn parece en nuestros dias menos prac­ tice que la anterior. No es, sin embargo, ajena a la liturgie, aun cuando hayan desaparecido Ia epistola y el evangelio de antario, puesto que en el comentario homilético del oficio de hoy se nos habia de la salud del pueblo gentil, representado en la hemorroisa, y de la del pueblo judio, simbolizado en la hija de Jairo. No es dificil, por otro lado, la ilaciôn de esta idea con la ante­ rior. Tan universal es la confianza inspirada por la dominica que se extiende incluso a los judios dispersos. El mundo desprecia al pueblo de Israel, justo castigo de Dios. La Iglesia, madré buena que desea recibirlo en su seno para salvarlo, juntamente con el pueblo gentil, nos invita mediante su liturgia a rezar por ambos. Un dia, entes del fin de los tiempos, Jesucristo les dira como a la hija de Jairo : Levântate (Mc. 5,41) ; nosotros pidamos por él a Dios di­ ciendo t Sefior, un pueblo yace muerto, sin la verdad y sin la luz. Pon tu mano sobre él. APUNTES EXEGETICO-MORALES Argumento Continuando la lectura de la Epistola a los Filipenses, nos corresponde hoy el final del capitulo tercero y los primeros versiculos del cuarto. 840 UESURRECCIÔN DF. LA FIIJA DF. JAIRO. 23 DESP. PENT. SEC, 2, COMENTARIOS GENERALES Estos ù'.timos no son mâs que una despedida en la que San Pa­ blo envia saludos a sus mâs intimos colal>oradores. Los primeros, mâs ricos de sentido, cierran la seceiôn abierta con el capitulo y dedicada a prévenir a los filipenses contra aquellos desgraciados judaizantes que querian deriver todavfa la salvaciôn de las cere­ monias judaicas, con notable nie nos pretio de Cristo, ùnica fuente de salud. Pablo, después de haber manifestado que él ha abandoned0 to­ dos los aparentes bénéficies del judaisrno para recibir la justicia que nos viene por la fe de Cristo (cf. 3,9) y lanzarse en pos de la perfecciôn (v. 12-15), de la cual quiere que los filipenses sean imita­ dores (v.15 ss.), coniienza a escribir nuestra pericopa. b) 1. Los textos Sed imitadores mios y atended a los que andan... Es el versiculo del buen ejemplo. No tenemos mâs que un maes­ tro : Cristo ; pero después de este modelo perfecto es ûtil recibir el testimonio de los escogidos, que, iluminados por el Espiritu San­ to, sirven de luz (doctrina viva y proximo) o los mâs débiles. Por eso los apôstoles no vacilan en recordar a los pastores de la Iglesia la obligaciôn que tienen de ser ejemplos que imiten sus retefios (cf. i Tim. 4,12 ; Tit. 2,7 y 1 Petr. 5,3). Pero no sôlo ellos, sino todos los que andan... . .1· 2. Porque son muchos que andan... Con lâgrimas en el corazôn, que ama a Cristo y a los hombres, habia Pablo de estos enemigos de la cruz. iQuiénes son? En pri­ mer lugar, los judaizantes ; pero en general, todos aquellos que por su vida sensual contradicen a Cristo, que muriô en la cruz. 3. Su dios es el vientre, y estâ puesto su corazôn en las cosas terrenas No es necesario insistir en pensamiento tan abundante en con­ clusiones, ni aun siquiera en el fin de perdiciôn y vergüenza a que han de llegar. Puede verse una descri pciôn de estos pecados tn la Epistola a los Gâlatas (5,21). .<■· Digamos de peso que los protestantes han abusado notoriamente de este capitulo. Del mismo modo que con arbitrariedad compléta interpretan la frase : de cualquier modo, perseveremos firmes en eso que hubiéranios alcanzado (v.16), que no se refiere a otra cosa que a la perfecciôn, como si San Pablo se conformara con el asen­ timiento a un nûmero minimo de verdades, dejando las demâs como cosa de poca monta a la libre discretion de coda uno (cf. Bonnet y Schroeder, Comentarios al Nuevo Testamento t.3 p.542), al llegar al versiculo iS, Calvino llora sobre las ruinas que estos nuevos ju­ daizantes de los papistas van a acarrear a la Iglesia verdadera, predicando que nuestros méritos tienen algûn valor, cuando es sôlo la fe en la cruz quien puede salvarnos, como si nosotros no derivâramos nuestros merecimientos de esa misma cruz redentora. 4. 841 Porque somos ciudadanos del cielo He aqui la antitesis. Im mentalidad del cristiano se caracteriza por tener la vista fija en la patria celestial. En el texto griego, la palabra ciudadanos cobra una fuerza espe­ cial, muy distinta, desde luego, del conversatio de la Vulgata. Los escritores modernos ingleses vierten la voz πολ.τ«νμα por la hoy tan significativa de commonwealth, que significa no simplemente co­ lonias, sino paises que se rigen por los métodos de gobierno y adininistraciôn del Estado madré, y cuyas riquezas son comunes a todos. De hecho, la palabra griega ya se usô en este sentido, y, ûceptândolo, el pensamiento de San Pablo seria el de présentâmes como ciudadanos de un reino cuya metrôpoli es el cielo y cuyas ri­ quezas llegan a nosotros. Ahora bien : sobrevendrâ un dia en que vivamos en la iroÀiç en la ciudad de Dios. e ha hablado, como indica la frase con que coniienza : Asi... persevcrad firmes. No existe otro lugar paulino tan afectuoso como éste. 6. Amadisimos y muy deseados Porque estâis ausentes. *. Mi alegria y mi corona He aqui dos palabras que sintetizan los sentimientos de un apôs­ tol para con sus fieles conquistados. Si los unos obligan a escribir 842 SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES RESURRECClÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. con Idgrimas, porque también se les ama—nadie llora la ruina de uu desconocido—, éstos, en cambio, son actualmente la alegria, y después, ante Cristo, la alegria (cf. i Thés. 2,19) y la corona que el Maestro pondra en las sienes del atleta vencedor, pues tal es el sig­ nificado griego de στέφανο$. El encargo dado a Evodia y Sintique encierra una lecciôn para nosotros, pero antes recordemos que en el versiculo siguiente se habla de un generoso colaborador, cuya personalidad es muy discutida. Muchos, aceptando la traducciôn de colaborador (gr. σύζυγος), entienden que se refiere al jefe de la iglesia de Filipos, en tanto que para otros es un nombre propio derivado de su actividad y vierten la frase : el llaniado con razôn Syzygus. Pues bien : a este tal Syzygo, cabeza cristiana de Filipos o, por lo menos, muy influyente en aquel medio, se le encomienda que aûne los sentimientos de las mujeres Evodia y Sintique, que, habiendo trabajado tanto en el Evan­ gelio con Pablo y Clemente (^el tercer papa?), y mereciendo tener sus nombres escritos eu ese libro de la vida, empadronamiento de la ciudad celestial, sin embargo andan enemistados y divididos. Estos son los celos y las divisiones que existian en la Acciôn Ca­ tôlica fundada por San Pablo, t Nos desalentaremos al tropezar con piedrecillas semejantes en nuestra actividad ? i Cuântos bienes no se pierden por taies rencillas entre los santos ? c) La lecciôn Vertido al lenguaje dinâmico moderno, que tan justamente se adapta al estilo de San Pablo, dinamos que el pensamiento central del trozo comentado consiste en un aliento y advertenda basados en nuestra ciudadama celestial. Somos verdaderos ciudadanos, con los correspondientes derechos; estamos escritos en el libro de la vida o censo y disfrutamos de las riquezas de la gracia, restringidas necesariamente por las condiciones de nuestra vida y distancia de la metrôpoli. Anejas a ello son nues­ tras obligadones y, sobre todo, el espiritu civico, que no es otro sino sentir, obrar y vivir conforme a Cristo, que nos consiguiô tal ciudadania : la vida del Espiritu, el concentrarlo todo en Dios. Ahora bien : podemos perder todos nuestros derechos si renunciamos a la patria, viviendo segûn los sentidos. Resistir a los sentidos, vivir segûn Dios y esperar el momento de la paz total en Cristo, he aqui el programa desarrollado por San Pa­ blo : Pues sabemos que, si la tienda de nuestra niansiôn terrena se deshace, tenemos de Dios una sôlida casa, no hecha por manos de hombres, eterna en los cielos. Gemimos en esta nuestra tienda an­ helando sobrevestirnos de aquella nuestra habitaciôn celestial, supuesto que seamos hallados vestidos, no desnudos, Pues, realmente, mientras moramos en esta tienda gemimos oprimidos, por cuanto no queremos ser desnudados, sino sobrevestidos para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida. Y es Dios quien asi nos ha hecho, dândonos las armas de su Espiritu. Asi estamos siempre confiados, persuadidos de que, mientras moramos en este cuerpo, estamos ausentes del Seüor, porque caminamos en fe y no en visiôn; pero confiamos y quisie'ramos mâs partir del cuerpo y estar présentes al Se­ üor. Por esto, présentes 0 ausentes, nos esforzamos por serle gra- 843 tos, puesto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cris­ to, para que reciba cada uno segûn lo que hubiera hecho por el cuerpo, bueno o malo (2 Cor. 5,1-10). B) a) Evangelio SlTUACIÔN HISTÔRICA Y ARGUMENTO El milagro ocurriô en la época en que el Senor no habîa comenzado a manifestar su mesianidad a banderas desplegadas y proenraba reprimir las manifestaciones demasiado pûblicas, lo cual exolica que no quisiera se divulgase demasiado en Cafarnaûm, ciudad pçpulosa y expuesta a demasiados peligros (cf. Maldonado, Com. a los cuatro Evang. : BAC, t.i p.390-391). Segûn San Lucas, mâs atento al orden cronolôgico, acaeciô después del corto viaje de descanso a la orilla opuesta del lago y del episodio de la tempestad calmada. San Marcos completa con detalles la exposiciôn de San "Mateo, atento sôlo a engrandecer el poder de Cristo. La multitud esperaba a Jesûs, que aprovechô la ocasiôn para pre­ dicar, y con las ûltimas palabras en los labios acercôsele el archisinagogo, esto es, uno de los principales de la ciudad, a cuyo cargo corria la conservaciôn de la sinagoga, con lo cual parece referirse a la principal de la ciudad. Quizâ por esto, Jairo conoceria al centu­ rion y, sabedor del milagro operado en el siervo de éste, se atreveria a su vez a suplicar a Cristo la curaciôn de su hija. San Mateo, mâs sintético, nos présenta a Jairo anunciando la muerte de la nifia. Los otros dos sinôpticos completan el relato, de suerte que el padre pide la curaciôn de su hija, ya en la agonia, y se entera mâs tarde de su muerte. Mientras iban de camino, acercôse una mujer que padeefa flujo de sangre, enfermedad penosa e impura. No es de extrafiar que hubiese gastado su capital en médicos, porque sobre el interés de curar una enfermedad molesta y vergonzosa, que implicaba una mancha legal, con las enormes complicaciones de la legislaciôn rabinica, se daba el caso de que para ella existian métodos curativos absurdos y complejos. Doce remedies prescribe el Talmud (Shabbath, no, a), ridiculos unos y costosîsimos otros. La realidad es que la profesiôn médica estaba lo suficientemente desprestigiada para que las Mishna dijese : «El mejor de los médicos merece la gehenna» (Quiddushin 4,14). La pobre mujer, avergonzada por su enfermedad o timida naturalmente, toeô la oria blanca ribeteada de azul que todo judio obser­ vante llevaba en los ângulos de su manto, esperando ingenuamente que el Senor no lo advirtiera. Acertô en lo principal y errô en lo secundario, porque fué curada ; pero el Senor la llamô delante de todos. |8obre los motivos que tuviera para ello, cf. San Juan Crisôstomo, sec.ITT, ΓΓ, A). Miedosa, esperando ser reprendida, oyô al Maestro bueno, que le decia : Hija, ten confianza (Mt. 9,22). Mucho se ha fantaseado sobre quién fuera esta mujer. Para San Ambrosio era Marta, no sabemos por qué motivo. Eusebio dice haber visto una estatua en Cesârea de Filipos, probablemente paga- SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES RESURRECCION DF, LA HIJA DE JAIRO. 23 DES!’. PENT. na y derruida después por Juliano el Apôstata, en la que figuraba una mujer no judia arrodillada delante de un hombre de quieu las gentes afirmaban que era el Seûor (cf. Historia Eclcsiâstica 7,14). Las Actas de Pilatos (7) la identiftcan con la \zerônica. Estas suposiciones han hecho ver alegôricamente en la hija de Jairo al judaismo v en la hemorroisa a la genûlidad (cf. infra, San Agustin, sec. III, ΙΠ, A). Mientras el Serior dialogaba con la mujer, comunicaron a Jairo la muerte de su hija y le advirtieron que no molestase al Senor, quien, preocupado por la fe del padre, se apresurô a decirle que no temiera. Mucho ruido habia eu la casa del archisinagogo. Maldonado (cf. o.c., P.38S) conociô en Espaüa a las lloronas profesionales, y en Andalucia pueden verse todavia «duelos» estrepitosos a cargo de parientas y vecinas. En la casa de Jairo habia hasta flautistas, como correspondra a su rango. En opinion de Maldonado, el intento del Seûor al afirraar, por medio de una restricciôn mental, que la nina dormia, y al recomendar que no publicasen el milagro, veriflcado delante de pocos testigos, se debiô al deseo, a que ya hemos hecho menciôn, de evitar ex­ plosiones mesiânicas peligrosas. Conforme, pues, a su afirmaciôn de que la nina dormia, tomôla de la mano, diciéndole en el dialecto sirio-caldeo que se levantara, y or­ denô que se le diese de corner seguidamente para confirmar la veracidad de la resurrecciôn. b) Consider actones Primera escena Se postrô ante él Todos los seres, reflejos de Dios, desean perpetuarse para repro­ ducer su eternidad. Mucho mâs el hombre, que fué creado para ella (cf. Santo Tomâs, Sum. contra gent., I.3 c.19), y que de no pecar no hubiera conocido ni aun la muerte del cuerpo (cf. infra, San1 Agus­ tin, sec.III, III, B). Esta es le razôn de que, no pudiendo perpetuar­ se en si mismo, el hombre desee hacerlo en sus hijos. La aflicciôn curva las espaldas del orgulloso y en muchas ocasiones nos lleva a Dios. Mientras la hija muere, los ruegos del padre la salvan. Aprendamos el valor de la intercesiôn ajena (cf. infra P. La Puente, sec.V, VI). ° 2. Mi hija acaba de morir Unica, joven y regalada. La muerte no respeta clases ni edades. Esta nina pudo remediar su primera muerte y prepararse debidamente para la segunda. Yo no moriré mâs que una vez (cf. infra, P. La Puente, ibid.). La gente moza muere por los pecados de los padres, por su vida desarreglada, porque Dios se la lleva para que la maldad no pervierta su intcligcncia (Sap. 4,11) o por sus secretos designios. He aqui una lecciôn para cambiar de vida y para sentir conformidad con 845 la voluntad de Dios a la vez que horror al pecado, causa de la muer­ te (cf. La Puente, ibid.). Muera yo, Senor, cuando qnieras, con tal que sea en tu gracia. ° 3. Lcvantândose Jesûs Jesûs esta siempre propicio a dejarlo todo, incluso la predicaciôn, para una obra de caridad. He aqui un ejemplo para los prelados y superiores. Ha de verse, por otra parte, la caridad y dulzura del Seûor para con el apenado : Jairo pide, como el régulo, que Jesûs vaya a su casa. Pero j de que forma tan diferente y con qué angustias ! Por eso, las exigencias del uno merecen ser reprendidas, mientras que aqui todo es solicitud y aliento para el padre. Si no viereis seiiales y prodigies, no creéis, se le dice al ersruido jefecillo (10. 4,48). No lemas, ten sôlo je, al apenado humilde (Mc. 5,36). 2. Segunda escena: la hemorroisa l.° Padecia flujo de sangre hacia doce anos... Esta mujer ha sido objeto de aplicaciones muy diversas, comparândola siempre con la hija de Jairo. Jesûs vino a salvar a los judios (hija de Jairo), pero el primer salvado fué el pueblo gentil (la hemorroisa) (cf. infra, San AgusPara otros représenta al pecador inveterado. Doce afios de enfermedad vergonzosa, que la excluian de la sociedad y le restaban fuerzas, como el pecado habituai, que priva de tanto bien y quita las fuerzas para todo lo que fuere espiritual. Nada mâs dificil que curarlo si Dios no acude casi con un milagro de su gracia. Otros, en cambio, ven en la jovencita muerta al que peca por malicia, y en esta mujer al pecado de inadvertencia y flaqueza, dos pecados distinguidos ya en cuanto a su castigo por el libro de los Nûmeros (15,27). Dios, que reparte las cualidades buenas conforme a su libre voluntad, ha dado a unos natural suave y bueno, mientras que otros sienten la lucha de su temperamento violento, carnal y orgulloso, que los atomentarâ anos y anos. Por eso mismo su corona serâ mu­ cho piayor. Pero équé aconsejar a estos que luchan con su flaqueza? Que acudan a Cristo y repitan el salmo 68, haciéndole ver cômo gimen rodeados de enemigos. Que le toquen y reciban con fe y reverencia en la Eucaristia, porque no hay medio mejor para templar la violencia de las pasiones. 2.* Con solo que toque su vestido... Es el caso tipico de la mujer que confia. Quizâ fuera algo imper­ fecta. crevendo podia robar un milagro sin que el Senor lo advirtiera. Pero j qué confianza en su poder y bondad ! He aqui uno de los temas centrales de este evangelio. A veces motejamos de supersticioso al pueblo en sus devociones, del mismo modo que los nortenos nos lo echan en cara a los latinos. Debajo de las apariencias i no habrâ un fondo de fe poco ilustrada, pero grande, y de esa confianza que Cristo pedia ? 846 8. f» RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. Tercecra escena: la resurrection Lôs Padres y autores suelen detenerse en très puntos : i.° La soledad con que el Senoi' Ùeva a cabo sits grandes obras, después de expulsar todo lo que huela a bullicio fîngido. Quienes os retirais al claustro, procurad no llevar el mundo alli. Cuidad de no caer en la somnolencia v de ella en la ociosidad. 2.0 Los detalles del milagro misticamente interpretados. Por ejemplo : para resucitar del pecado es uecesario levantarse de él, andar en vida activa de buenas obras y comer el alimento que sostiene el aima. 3.0 Es la principal consideraciôn : la muerte ; y Cristo, su vencedor. Hay que meditar en dos clases de vida y muerte y en las cuatro maneras de morir espiritualmente. Dos clases de vida disfruta el aima : la dei justo en la fe y esperanza, turbado de sentencias, y la indefectible de la vision. Dos cla­ ses de muerte pueden aquejarnos : la natural, que al separar el aima del cuerpo le déjà sin uso de los sentidos ni belleza, y la dei alme, que al perder a Dios, vida Suva, queda sin potencies para oir las inspiraciones divinas y ver su triste estado... (cf. infra, San Agüstîn, * » Y esta aima también puede morir de cuatro maneras, porque muera por el pecado de simple consentimiento interno, diffcil de calibrar en un sermon v fâcii de curar con solo oir las Hamadas in­ teriores de la gracia. Mâs grave muerte la del pecado exterior, que, como el joven de Nairn (Le. 7,12), es llevado cadaver fuera de los muros por los cuatro portadores de la confianza pnesuntuosa, la esperanza de larga vida, la vergüenza de confesarse y el amor del placer. Una tercera clase de muerte es la de Lâzaro, ya de cuatro dias (lo. 11,17), pecador habituai que necesita las voces y lâgrimas del Sefior. El cuarto no resucita. Son los ricos y grandes, que se conceden licencia para todos sus abusos... y llevan una vida pagana demostrada en sus obras. También lo son los que pecan por malicia o desprecio de Dios... El abisnio abre su fauces y consumirâ su lozanîa (Ps. 48,15). Pero la muerte ha dejado de serlo desde que Cristo la venciô. Es natural la tristeza y bueno el honrar a los difuntos (cf. infra, San Agusttn, sec.IH, IÎI, C). pero no con exceso, como las plaüideras (cf. infra, San Juan Crisôstomo, sec.III, Π, B), y, sobre todo, pro­ curando abundar en los sufragios (cf. San Agüstîn, l.c., C). La muerte es un sueno. «No se nos arrebata la vida, sino que se trun­ ca» (Prefacio de difuntos). » SECCION 111. HERMAS La confianza en Dios El primer libro cristiano, el Pastor de Hermas, prépara al mun­ do para una penitencia final antes del juicio. Acusado de dureza, sobre todo por los heterodoxos, véase, sin embargo, cômo desenvuelve el tema de la confianza. Fué compuesto hacia los afios 140 al 145. En él figura un ângel que habla con el au tor (cf. PG 2,936 ss). Condicion necesaria para pedir "(Mand. 9,1.) Me dijo: Arroja de ti toda duda y no vaciles en pedir nada a Dios, pensando: iCômo puedo pedir algo a Dios y verlo concedido si he pecado tantas veces con­ tra El? No pi enses cosa semejante, eino conviértete de corazôn al Seûor y pidele sin dudar, y entonces conocerâs su gran misericordia y como no ha de abandonarte, sino que cumplirâ los deseos de tu aima”. “No es Dios como los hombres, que recuerdan siempre las injurias, sino que, por el contrario, las olvida y se compadece de sus criaturas...” “Si conservas en tu corazôn alguna duda, no seras atendido, porque los que dudan de Dios tienen un aima doble y no consiguen ver satisfechas sus peticiones. En cambio, los de fe perfecta piden confiadamente y son atendidos...” (cf. ibid., n.1-8: PG 936). B) T.·?·· -·. SANTOS PADRES Confianza alegre “(Mand. 10,1,1.) Déjà toda tristeza, me dijo, porque es hermana de la duda y la ira. —Sefior, ‘6 como puede ser hermana de ellas, si la ira y la duda me parecen tan distintas de la tristeza? —No eres un hombre prudente y no acabas de entender que la tristeza es el peor de los demonios, durisima para los siervos de Dios, que pierde al hombre y expulsa al Espiritu Santo mâs que cualquier otro espiritu” (ibid., n.1,1: PG 939). "... Revistete de alegria, que es siempre grata y aceptable ΛΑΖ,νυ»/ 848 I} RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. a Dios, y gôzate en ella. El hombre alegre obra y siente el bien y desprecia la tristeza. En cambio, el triste obra mal; primero, porque entristece al Espiritu Santo, que se diô al hombre para alegria, y segundo, porque al entristecerlo y no orar y confesar el Senor, se hace reo de gran maldad. La oraciôn del triste carece de la fuerza necesaria para subir hasta el altar de Dios. —iPor qué? —Porque la tristeza (desconfianza) se posa en el corazôn y al mezclarse con la oraciôn no le permite subir limpia al altar. Como el aceite al mezclarse con el vinagre pierde su suavidad, el Espiritu Santo, mezclado con la tristeza, no tiene la misma fuerza para orar. Limpiate de la tristeza y vivirâs para Dios” (cf. ibid., n.3,1-4: PG 941). C) ? V Dios ayuda a cumplir la ley “(Hand. 12,3,4.) Senor, todos estos mandamientos son grandes, buenos y hermosisimos, capaces de alegrar el co­ razôn del hombre que pueda observarlos. Pero no sé si ha­ brâ alguno que pueda, porque son dificiles sobremanera. Me contesté: Si te persuades de que puedes cumplirlos, lo haras fâcilmente y no te parecerân duros ; pero, si comienzas a rumiar el pensamiento de que el hombre no los puede guardar, no los observarâs... Entonces, al verme turbado y confundido, comenzô a dirigirme la palabra con suavidad y alegria diciéndome: Tonto, necio y hombre de dudas, 4no acabas de entender cuân grande, potente y admirable sea la gloria de Dios, que creo el mundo para el hombre y le sujetô toda criatura, dândole po­ der para senorear todo cuanto se encuentra bajo el cielo? Si, pues, el hombre es el senor y dueüo de todas las criaturas de Dios, 4no lo podrâ ser también de estos mandamientos? El que tiene en su corazôn a Dios puede, me dijo, ser su­ perior a cualquier mandato. Al que, duro de corazôn, lo tiene sôlo en los labios y vive lejos del Senor, a ése le resultarâu duros e imposibles. Colocad, pues, vosotros, los flojos y débiles en la fe, al Senor en vuestro corazôn y entenderéis que no hay cosa mâs fâcil, dulce y mansa que taies preceptos. Cambiad de ruta los que marchâis por los mandatos del demonio, que ésos si que son dificiles, amargos, fieros e inroundos, y no temâis al demonio, que no tiene poder sobre vosotros” (cf. ibid., n.3,4; 4,2-7: PG 944). “(Mand. 12,5.) El diablo no puede avasallar a los siervos del Senor que esperan de corazôn en El. Podrâ luchar, pero no veneer” (ibid.: PG 949). “Confiaos, pues, a Dios los que desesperâis de la salva- SEC. 3. SS. PADRES. CKISÔSTOMO 849 ciôn por vuestros pecados y, anadiendo otros, la hacéis cada vez mâs dificil, porque si os convertis de todo corazôn al Se­ fior y obrâis la justicia..., os sanarâ de vuestras faltas ante­ riores y podréis sujetar al demonio y sus obras. No temâis sus amenazas. Es tan incapaz como los musculos de un muerto” (cf. ibid., n.6,2: PG 950). SAN JUAN CRISOSTOMO Como de costumbre, al final de su homilia 51 sobre el Evange­ lio de San Mateo, después de unas cuantas reflexiones sobre los puntos principales del pasaje evangélico, se extiende largamente en una consideraciôn que, en este caso, es que no debe llorarse inmoderadaniente a los difuntos (PG 30,369-376). Complétâmes este texto extractando un lugar de la homilia 6.a sobre la Epistola 1.» a los Tesalonicenses (PG 33,430-434), y otro de la homilia 3.* sobre la Epistola a los Filipenses (ibid., 202-206). Consideraciones sobre el Evangelio a) La rudeza del archisinagogo Grande era el luto del archisinagogo, porque su hija era ùnica, de doce anos, flor de la edad. Pero considera también su rudeza, porque pide, como Naamân al profeta (4 Reg. 5/L1), que vaya e imponga sus manos. Esta clase. de personas no entiende si no les entran las cosas por los sentidos. b) El Senor descubre a la hemorroîsa ante todos Se acercô con miedo la mujer, avergonzada de su enfermedad, creyéndose inmunda, pero, sin embargo, no dudô en ser curada, porque sabla que aquel hombre trataba a los publicanos y a los pecadores. No obstante, su fe no era perfecta del todo, puesto que creyô que podia pasar inadvertida. El Senor la puso de manifiesto delante de todos por muchos motivos: 1) Para calmar sus escrûpulos, no le pareciese como que habia robado un milagro. 2) Para corregir su opinion de creer que a El podia pasarle algo inadvertido. 3) Para alabar su fe y proponerla como modelo, con­ firmando ademâs la del archisinagogo, que iba a verse en peligro cuando le avisaran que su hija ya habia muerto. 850 c) & ■ ~- ? SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO RESURRECClÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. La Precisamente para dar tiempo a que muriese se entretuvo con la mujer, como en el caso de Lâzaro, para hacer mâs patente el milagro. Consideremos como las turbas apretaban al Senor, lo cual nos demuestra que no era hombre fastuoso, sino que se dejaba incluso empujar por las gentes. Ponderemos también cuânto sobrepujaba la fe de la mu­ jer a la del archisinagogo. No constrine a Jésus, ni le hace ir a su casa, sino que se contenta con tocarle solo con los dedos, por lo cual merece que el Senor le diga: Hija..., tu fe te ha salvado (Mt. 9,22). d) El milagro de la resurreccïôn Llegado a casa de Jairo, el Senor procede como en otras muchas ocasiones. No da importanda a la resurrection, para que viesen que hacer milagros era para El cosa fâcil. Asi en la tormenta del lago reprendié a los Apéstoles por su miedo y cuando Lâzaro murié dijo que dormia, con lo cual nos enseha, ademâs, que no hay que temer a la muer­ te, que no pasa de ser un sueno desde que vino El al mundo y resucité para nosotros. Después tomé todas las precauciones posibles para que viesen que era El el autor del milagro y verdadera la resurrection, y, no admitiendo mâs que ;a los padres, hizo levantarse y corner a la muchacha. e) Dos No lloremos por los difuntos B) fe de la hemorroîsa a) Hasta 851 los gentiles encuentran motivos de consuelo “Hasta los gentiles, que no conocen la resurrection, en­ cuentran motivos de consuelo y dicen: Sé fuerte; no pue­ des remediar lo que ya ha ocurrido, ni cambiarlo con la­ mentes. Y tù que oyes otra doctrina mucho mâs sublime. ;no te avergonzarâs de ser mâs cobarde que ellos? Porque nosotros no decimos: Sé animoso, no puedes deshacer lo hecho, sino: Ten ânimo, porque resutitarâ. No estâ muerta la muchacha, sino que duerme; no ha perecido, sino que descansa. Va a ser recibida mediante la resurrection en la vida eterna e inmortal y en la suerte de los ângeles”. b) La muerte, Puerto tranquilo “Dios llama a la muerte beneficio, y itu lloras? Pues, iqué harias si fueses enemigo de los difuntos? Si hay que llorar, lloremos por el demonio. Llore él, laméntese él, y no quienes marchamos a una situation mejor... Puerto tranquilo es la muerte. Pondera de cuântos males estâ llena la présente vida; médita cuântas veces la has maldecido porque en ella las cosas siempre van de mal en peor y desde el principio eomenzamos a sufrir la no pequena maldicién: Parirâs con dolor los hijos (Gen. 3,16); para después seguir: Con trabajo comerâs (ibid., 17) ; y finalmente: En el mundo habéis de tener trïbùlaciôn (lo. 16,33). En cambio, al hablar de la vida futura se dice todo lo contrario: Huirân la tristeza y los Uantos” (Is. 35,10?. TEMAS DE MEDITACIÔN Pero quiero que no meditéis solo en la resurrection, sino en otras dos cosas, a saber: 1) En que mandé que no lo dijesen a nadie, por lo que debes aprender a huir de la vanagloria. 2) Y en que reprendié a los que lloraban y los echo fuera de la casa, como indignos de contemplar el milagro. “Entonces era ya claro que la muerte no pasaba de ser un sueno, pero hoy esta verdad brilla mâs que el sol..., porque la muchacha resucité para volver a morir, y tù cuando resucites permanecerâs inmortal. Nadie llore ni se lamente; nadie menosprecie la victoria de Cristo. Venciô a la muerte. ;Por qué lloras entonces?” (PG 30,369,1-3). c) 4 Por que te quejas? iPor qué, pues, tre quejas y haces que otros se quejen de Dios? ^Quieres el sufrimiento para tus familiares di­ funtos en vez del gozo eterno? Muchos de los gentiles visten de blanco y coronan de flores a sus hijos muertos para representar la gloria de su vida, y ^lloraremos nosotros, que conocemos no la gloria de una vida que se ha acabado, sino de otra eterna que nos espera? d) El llanto por los hijos “iEs que no dejas heredero y sucesor? 4 Y qué? iPrefieres que sea heredero de tus bienes o del cielo...? Tû bas perdido un heredero, pero Dios lo ha nombrado suyo; no ha sido coheredero de sus hermanos, pero lo es de Cristo”. 4 Y a quién déjà ré mis casas y mi campo? Enviaselo a B 852 él. Los barbaros, cuando muere una persona, queman con él todas sus propiedades, creycndo que asi se las envian. Enviale tus bienes dândolos de limosna a los pobres, y si tuvo algiin pecado, le servirâ para perdôn, y si no lo tuvo, para aumentar su premio. ;Deseas verle? Pues vive santamente como él y asi te librarâs de los males que te rodean y recibirâs después una espléndida corona, porque ser paciente en las desgracias es superior incluso a la limosna y a las demâs virtudes. Piensa en el Hijo de Dios, que muriô por ti; mira como aceptô la muerte y el tormento para resucitar después y merecerte la gloria. Si todo esto no son fabulas, no llores, espera. Incluso, si su vida era la de un pecador, date cuenta de que Dios se lo llevô para que no aumentase sus peca­ dos; pues si hubiera previsto su penitencia, le hubiera dejado aqui. ^Que todavia no te habias saciado de vivir con él? Ya vivirâs con él eternamente. iQue quieres verle? La esperanza tiene una vista aguda. Si se lo hubiera llevado el rey a su palacio para colmarle de honores, no te importaria vivir lejos de él, y illoras porque ha ido al cielo? iQue has perdido el apoyo que podia ser para tu vejez? Todavia te queda el Padre omnipotente, el juez de la vida (ibid., n.3-5). ·· ; e) v SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO RE.sUKKLCCLÔN LH. LA HIJA DE JAlRO. 23 DESP. PENT. Llanto por el esposo jOidme, mujeres, que tan faciles sois a exagerar el llan­ to’ iPor quéllorâis? iPor haber perdido la persona a quien estabais acostumbradas y la tutela y cuidado de que os rodeaba? Si, me contestais; creo en la resurrecciôn, pero me encuentro hoy abandonada. Si mi esposo hizo el bien, ahora lo olvidan; si perjudicô a alguno, me lo echan en cara. En primer lugar quisiera haceros ver que vuestros llantos provienen mâs de la turbaciôn actual de vuestro espiritu que de las razones que me aducis, porque pasarâ el tiempo, las razones seguirân siendo las mismas y vosotras os habréis serenado. No me digas que has quedado en la orfandad, porque Dios puede mâs que tu marido y no te abandona. Quizâ le retirô porque le amabas tanto que te olvidaste de El, y Dios es celoso de su amor. Mâs de una vez nos ha atraido a si por la desgracia, arrebatândonos lo que distraia nuestro cariîio. “No âmes a tu marido -- mâs - que a -■ Dios y no lloraras tanto tu viudez”. ■ Tu marido te obsequiaba y defendia; pero ^es a caso como 853 Dios, que te saeô de la nada y por ti no perdonô ni a su mismo Hijo? 4Has tenido un marido semejante? Si te tratô bien, fué porque le quisiste tù primero, y nadie puede de­ cir tal cosa de Dios, que nos colmô de bienes, sin necesitarnos para nada, como tu marido te necesitaba a ti, y sin que nosotros nos hubiésemos adelantado con nuestro amor a El. Recuerda también los disgustos y malos humores de tu ma­ rido. iNo son todos igual? Dios en nada se les parece. Si, pero a pesar de todo me rodeô de comodidades y de adornos. iY qué? Nuestro rey tiene otros vestidos con que adornarte. Me dirâs que tus hijos han perdido el lustre que su padre pudiera darles. No lo creo. Los hijos de Dios son mâs preclaros que los de un hombre. Y yo puedo ensenarte muchos educados por viudas que no desmerecen en nada de los que tienen padre. Preocùpate de cumplir los preceptos de San Pa­ blo (1 Tim. 5,10 y 2,15) : Edùcalos en el temor de Dios; sé tù verdadera viuda y entonces no tendrâs que mirar a los que recorren las calles vestidos de oro y jinetes en alazân brioso. Mira, por el contrario, las puertas del cielo y verâs el brillo y la gloria que esperan allï a tus hijos. No los 11evarân los caballos, sino las nubes; no andarân por la tierra. sino en el cielo; no irân delante de ellos lacayos, sino ângeles; no tendrân vestidos de oro, sino gloria inmarcesible. Te han arrebatado a tu marido, pero puedes unirte a Dios. iQue echas de menos la familiaridad perdida? Las pa­ labras del Senor en la oraciôn valen mucho mâs que las de un hombre. Sé verdadera viuda dedicada a El y le oirâs de­ cir: Venid a mi todos los que estais fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt. 11,28). iSabes cuâl es mi amor? iPuede la mujer olvidarse del fruto de su vientre...? Aun­ que ella se olvïdara, yo no te olvidaria (Is. 49,14-15). Oyele sus requiebros: Hermosa mia, paloma mia (Cant. . 2,10) Esos son los amores que te esperan: los de Dios (cf. ffom. 6 in 1 ad Thés.: PG 33,430-434). C) a) Llanto por el pecador Valor de la vida y de la muerte El Crisôstomo desentrafia el sentido paradôjico de esta frase de San Pablo : Para mi... la muerte es ganancia, y aunque el vivir en la carne es para mi fruto de apostolado, todavia no sé qué elegir (Phil. 1,22). “iCômo es que arranca de si todo deseo de la vida pré­ sente y, sin embargo, no la reputa mala? Con las palabras la muerte es ganancia rechaza el deseo, y con las otras: vivir 854 RESURRECCIÔN DE LA HÏJA DE JAIRO. 2J DESP. PENT. SF.C. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN en la carne es jruto, demuestra que la vida présente es necesaria, porque, si la sufrimos como debemos, daremos fruto, y si fuera infructuosa no merece llamarse vida... La vida es una de aquellas cosas medias e indiferentes, puesto que podemos vivir bien o mal. Por lo tanto, no debemos despreciar la vida, puesto que no ha sido ella la causa del mal, sino la elecciôn que hemos hecho de sufrirla de mala manera. Por­ que Dios te concediô vivir para que vivieses para El, y tù has querido hacerlo para el pecado”. "Bueno es ser disuelto y estar con Cristo, porque la muer­ te también pertenece al nûmero de aquellas cosas indiferen­ tes. No es la muerte mala, sino los castigos que vengan des­ pués; ni es bueno morir, sino el estar con Cristo después... Por lo tanto, no lloremos a todos los que mueren ni nos alegremos de ver a todos vivos. Lloremos por los pecadores cuando mueren y cuando viven y alegrémonos por los justos no solo cuando viven, sino después de muertos. Porque los primeros, viviendo, eran cadâveres, y los segundos, después de muertos, viven”. b) Llora sin que nadie te vea En el segnndo pârrafo parece que el Crisôstomo habia del pe­ cador, sobre cuva conversiôn hay alguna esperanza, puesto que, a pesar de reconocer la etemidad de! infierno, sin embargo elude a la posibilidad de ayudarles. Lloremos por los pecadores que mueren, y lloremos abundantemente. “Pero con lâgrimas tranquilas del aima, por­ que también se puede amar sin tanto aparato y tanto juego. Lo que hacen muchos no se diferencia en nada de los juegos de los ninos, y aquellos llantos publicos proceden no del dolor natural, sino de la ostentaciôn y deseo de vanagloria... Llora Jargamente y en tu casa, cuando nadie te vea, porque eso es misericordia y te aprovecharâ a ti mismo. El que llora de este modo al pecador pondra gran cuidado en no caer en los mismos males... Llora a los infiel es y a los que se les parecen; a los que mueren sin la luz de la fe... Llora a los que mueren en medio de las riquezas, con las que pudieron comprar la paz de sus aimas y no lo hicieron; tuvieron poder de borrar sus pecados y se negaron a la penitencia... Llorémosles no uno o dos dias, sino durante toda la vida... Porque las lâgrimas que proceden del temor de Dios curan siempre". c) Pero sobre todo con la oraciôn Llorémosles y ayudémoSles en lo que podamos. iCômo? ‘Orando por ellos y pidiendo a otros para que rueguen y dando abundantes limosnas a los pobres... No en balde los apôstoles mandaron que recordâsemos a los difuntos en nues" 855 tros venerables mistérios; sabian muy bien que podian alcanzar gran lucro y utilidad. 4 Como no aplacaremos a Dios orando por ellos en aquel momento en que todo el pueblo de pie, con sus manos levantadas y ante el clero reunido, ofrece sacrosantos sacrificios?” Se prohibe ofrecerlos por los no Cris­ tianos, pero todavia podemos prestarles otra ayuda. Porque nadie nos impide “dar por ellos limosnas a los pobres para que por estos medios reciban algùn refrigerio, ya que Dios quiere que nos ayudemos los unos a los otros". Aunque fueran ladrones y manchados con toda clase de pecados, reza por ellos, porque Dios es Dios de piedad y sus tesoros son opulentos (cf. Horn. 3 in Epist. ad Phïl.: PG 33,202-204). ΙΠ. SAN AGUSTIN Expondremos la interpretaciôu que hace de nuestro evangelio y a continuaciôn algunos lugares sobre la muerte y las honras funebres. A) Vocacion de judios y gentiles Auuque comienza hablando de la Cananea, la mayor parte del sermôn trata de nuestro episodio evangélico. (Cf. Serin. 77 : PL 38,438-490 y BAC, Obras de San Agustin t.io p. 258-2 73). a) Vocaciôn de ambos iComo hemos entrado nosotros, gentiles, al redil del Senor, si éste no fué enviado mâs que a las ovejas de la casa de Israel que hubieran perecido? 4 Como pudo decir tal cosa deseando, como queria, una Iglesia universal? Entendâmoslo, pues, de su presencia corporal, ya que vino a los judios para ser entregado y muerto y ganar de entre kî ellos a los que habia predestinado. Vino a los unos. Enviô predicadores a los otros. 4 De donde era Pablo sino judio, primero bien soberbio y después humilde? Soberbio como su nombre de Saulo. Dios lo derribô para que no continuara en su orgullo. No es mal médico el que hiere, corta y quema. Si no fuese molesto, seria ûtil. Derribô Cristo a Saulo y levantô a Pablo; derribô al soberbio y levantô al humilde. 4De donde eran también los otros apôstoles sino del pueblo judio? Muchos judios se convirtieron y vivian en santa y pobre comunidad con una sola aima y un solo corazôn (Act. 2 y 4). Estas eran las ovejas de la casa de Israel, a quienes habia sido enviado Cristo. “No fué, por tanto, El mismo a los gentiles; enviô los discipulos en cumplimiento de lo dicho en SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 857 RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. un profeta: Pueblos que no conocia me Servian (Ps. 17,44). Ved cuân profunda y clara y terminante profecia: Un pue­ blo al que no conocia, esto es, de quien no me dejé ver presencialmente, me servie. 4 En qué forma? Sigue dicien­ do: Con diligente oido, esto es, no viéndome, sino creyendo lo que oia. Por lo mismo son los gentiles mâs dignos de loa; porque los judios vieron a Cristo y le dieron muerte, los gentiles le oyeron y creyeron”. b) El simbolismo del Evangelio Todo lo que acabo de decir lo tenemos figurado en el Evangelio. El Senor iba a curar a una enferma, para la que habia sido llamado. Era el pueblo judio. Mientras tan­ to, en el camino se le acercô una mujer a cuya casa no iba el Senor y se limitô a tocarle una orla del vestido. Era la gentilidad. Por cierto que cuando los Apôstoles decian al Sefior que la turba le apretujaba, El contesté: Alguien me ha tocado. “Unos aprietan y la otra le toca. Muchos aprietan desagradablemente el cuerpo del Sefior y pocos le tocan saludabl emente”. 4Quién me ha tocado? “Como si dijera el Senor: Busco a los que me tocan, no a los que me aprietan. Ahora ocurre lo mismo, porque el Cuerpo de Cristo es su Iglesia, y mientras la toca la fe de unos pocos, la aprieta una turba inmensa... La carne empuja, la fe toca... Levantad, pues, los ojos de la fe y tocad la oria externa de su vestido, que eso basta para la salud”. c) Ocurrido todo esto, llegô a la casa del archisinagogo, donde iba, y resucitô a la difunta. Muchas de las acciones del Sefior son simbôlicas. “Como palabras—si se me permite la expresiôn—visibles”. Si no se admite este sentido resultarian ininteligibles acciones como la de maldecir la higuera estéril y la de preguntar: 4 Quién me ha tocado?, cuando lo sabia perfectamente. La hija del archisinagogo simbolizaba a la gentilidad, a la que vino el Sefior a predicar. Y la pobre mujer, a los gentiles que fueron sanados con sôlo tocar la orla del ves­ tido del Sefior. 4 Qué otra cosa sino la orla de Cristo era San Pablo, a quien a si mismo se llamô el menor de los apôstoles? (1 Cor. 15,9). Humilde fué esta mujer y humilde la Cananea; por eso fueron atendidas por el Sefior. En cambio, los judios soberbios, que creian haber merecido recibir la ley por ser hijos de los patriarcas, dignos de los profetas y de los LOS JUDIOS Y LA GENTILIDAD • * * H Γ · . salmos de Moisés, rechazaron a Cristo, autor de la humil­ dad, “que siendo Dios se hizo hombre para que se viera hombre el hombre, ; Medicamento excelentisimo! Si esta medicina no cura la soberbia, yo no sé cômo puede curarse...” Dios se hizo hombre, y el hombre no se reconose como tal, esto es, como sujeto a la muerte, frâgil pecador y enfermo que ha de buscar al médico. El pueblo soberbio, que debiô ser olivo fértil, fué arrancado, y el acebuche salvaje, pero humilde, fué injertado. 2 No lo hemos visto en la Cananea? 4 No lo hemos visto en el Centurion? No se atreve a recibirle bajo su techo y le tiene ya en su corazôn. Cuanto mâs humilde, mâs capaz y mâs tiene... No encontre tanta fe... Tan grande icômo9 Porque estaba en un pequeno... Parecido a la pimienta: cuanto mâs menuda, mâs picante. “Aprendamos o mantengamos la humildad nosotros. Aprendâmosla si aùn no la tenemos; si la tenemos, no la perdamos. Si no la tenemos, busquémosla para ser injertados en ella; si la tenemos, guardémosla para no ser cortados”. B) Muerte del cuerpo y del aima San Agustin compara la vida y la muerte del aima con la vida y la muerte del cueroo. En elx sermon 65 tiene un pârrafo en el que alumbra la idea de la inmortalidad esencial y participada, aun cuando después deriva hacia la muerte del aima por el pecado. El sermon fué pronunciado en la solemnidad de los mârtires, y no prescindimos de algûn pârrafo en que hace alusiôn a ello, para que pueda utilizarse en esas fiestas (cf. Serm. 65 : PL 38,420-430 y BAC, Obras de San Agustin t.10 p.191-201). % a) Temed y no temais La Sagrada Escritura nos amonesta para que temamos y para que no temamos. Para que no temamos a los que pueden matar el cuerpo y para que tengamos miedo, por­ que aunque este desprecio parece de gente débil, sin em­ bargo, la Sagrada Escritura dice que el temor... es la con­ fiante del fuerte (Prov. 14,26). 4 Qué temor es éste? El de Dios. 4 Por qué vamos a temer a los hombres? Veo a dos: el uno que amenaza con la muerte y el otro que se amedrenta, y, sin embargo, los dos son mortales. Amenaza con la muerte quien no esté sujeto a ella; pero, si la condiciôn mortal es comûn a todos, 4 por qué temer? Temamos sôlo al Creador inmortal. “Por eso el mârtir, hombre firme delante de otro hom­ bre, le dice: No te temo porque temo; porque si El no quiere, tû no llevarâs a cabo tus amenazas, pero no hay 858 c c RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. 859 SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN quien impida las suyas. Y aunque te permita llevar a cabo tus amenazas, 4 qué es lo que eres? Atormentas el cuerpo, porque el alma esta a salvo. No matarâs lo que no es. Eres un hombre visible que asustas solo a lo visible. Pero am­ bos debemos temer al Creador, que no se ve... Puedes herir la casa, pero no al que vive en ella”. hay cuerpos que viven gracias a un alma que ya estaba muerta. Tan grande y excelente es un alma que estâ muerta, que puede dar la vida. Muerta esta el alma del impio, y, sin embargo, gracias a ella vive su cuerpo. b) Almas muertas que dan vida a sus cuerpos “Porque el alma se nos muestra inmortal y lo es en cierto modo, porque es la vida, que con su presencia vivi­ fica al cuerpo, que vive gracias a ella. Esta vida no puede morir y por eso el aima es inmortal. 4Por qué, pues, he aûadido que en cierto modo? Oidme; hay una inmortalidad verdadera e inconmutable, de la que dice el Apôstol, refiriéndose a Dios: El ûnico inmortal que habita una luz inaccesïble (1 Tim. 6,16). Si, pues Dios es el unico in­ mortal, el aima estâ sujeta a la mortalidad, y por eso he dicho asi inmortal en cierto modo, ya que puede morir”. “Me atrevo a decir que el aima puede morir y ser muer­ ta y, sin embargo, es inmortal... Porque de otro modo, l como diria el Senor: Temed inàs bien a aquel que puede perder el aima y el cuerpo en la gehenna? (Mt. 10,28). Se me acaba de ocurrir lo que os voy a decir: No pue­ de contradecirse la vida sino por un aima muerta. El Evan­ gelio es la vida, la impiedad y la infidelidad son la muerte del aima, y ved por donde puede morir y ser inmortal. 4 Como es inmortal? Porque el aima siempre es una vida que no se extingue. Y 4 como muere? Pues no dejando de ser vida, sino perdiendo la suya, porque el aima es vida de otros seres y a la vez tiene una vida propia suya. Daos cuenta del orden existante en la creaciôn. El aima es vida del cuerpo y Dios lo es del aima, y asi como hay una vida del cuerpo, que es el aima, para que éste no muera, asi el aima debe también tener otra vida, que es Dios, para no morir. iCuândo muere el cuerpo? Cuando el aima lo abandona... Y se convierte en cadaver repugnante lo que antes era apetecible. Allî estân los mismos miembros: ojos, oi­ dos... Pero son ventanas de una casa donde nadie vive. El que Hora a un muerto estâ clamando a la ventana de una mansion varia, donde no le oye nadie. jCuântos sentimientos llorosos recuerda... hablando a un ausente! Allî descri­ be sus costumbres y el temor que le tenia. Τύ eras el que me diste aquello y aquello otro. Tû eras el que me amaste de tal manera... En vano golpeas el llamador de una casa en la que no puedes encontrar al que vive”. Pero volvamos a nuestro asunto. Se ha muerto el cuer­ po, ;por qué? Porque el aima se marché. Y, en cambio, “Veo un hombre, me acerco a su cuerpo y le pregunto si rive. 4Como? Me ves andando, trabajando, hablando, apeteciendo y oyendo y 4 no te das cuenta de que vivo? Entiendo que el cuerpo vive porque todas estas operaciones son de un aima que le anima si vive ella, porque también tiene sus obras para demostrar su vida... Le pregunto sobre la rida al cuerpo y al aima. Los pies andan y, por tanto, veo que el cuerpo vive. Pero ^adénde se encaminan? Al adulterio, luego el aima estâ muerta... Veo que el cuerpo habla, luego estâ vivo... Pero pregunto a ver si vive el aima también. 4Qué es lo que habla el cuerpo...? Menti­ ras; luego, si habla mentiras, el aima estâ muerta (Sap. 1,11). iComo es que estâ muerta el aima? Apliquemos lo que acaXo de decir. El cuerpo muere cuando el aima, que es su vida, se marcha. ^Cuândo muere el aima? Cuando la abandona Dios, vida suya”. c) El alma muere cuando la abandona d) Dios Aplicaciones No temamos, pues, a los que matan el cuerpo. Temamos a los que matan el alma y la convierten en cadaver dentro del cuerpo vivo. C) T risteza natural y excesiva por los difuntos (Cf. Serm. 177 : PL 38,936-37). El oficio de difuntos recoge este sermon. a) Tristeza natural San Pablo dice a los tesalonicenses que no se entristezcan como los demâs que carecen de esperanza (1 Thés. 4,12). “Luego hay una tristeza en cierto modo natural en el que ama a los difuntos. Porque no es un juicio intelectual, sino la misma naturaleza la que aborrece la muerte, y ni aun la misma muerte hubiese venido al hombre sino como castigo de una culpa anterior”. Si hasta los hombres creados para morir aman la vida, icuanto mâs el hombre, que de no pecar hubiese vivido eternamente ? “Por lo tanto, es inevitable que estemos tristes cuando nos abandonan al morir los que amamos, porque, aunque i.,· 860 RESURRECCION DK LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. sepamos que no nos abandonan para siempre, sino que se limitan a los que los hemos de seguir, sin embargo, esta muerte naturalmente desagradable contrista nuestro amor cuando se Deva a una persona querida. Por eso el Apôstol no nos amonesta para que no tengamos pena, sino para que no la tengamos como los que carecen de esperanza. No nos entristecemos en la muerte de los nuestros por la necesidad de perderlos, pero con esperanza de recobrarlos. Por una parte nos angustiamos y por otra nos consolamos. Nuestra flaqueza nos agobia y la fe nos consuela, y lo que a la condition humana duele, lo cura la promesa divina”. b) Pompas funebres y sufragios “Por lo tanto, las pompas fûnebres, las exequias solemnisimas, las sepulturas suntuosas y la construction de panteones opulentos son mâs un consuelo de los vivos que una ayuda a los difuntos”. En cambio, las oraciones, la santa misa y las limosnas ayudan a los difuntos en sufragio de los castigos que merecieron sus pecados, como nos lo enseîian los Padres y la prâctica de la Iglesia. “No hay duda alguna de que (las oraciones y limosnas) aprovechan a los difuntos, pero solo a aquellos que vivieron de tal manera que les pueda ser ùtil después de muertos. Porque a los que murieron sin la fe y las obras de la caridad y sin sacramentos, se les aplican en vano todos es­ tos deberes de la piedad, ya que mientras estaban con nos­ otros carecieron de las arras y o no recibieron o recibieron mi vano la gracia de Dios, atesorando no misericordia, sino ira. No se les aüaden a los muertos nuevos méritos cuando se ejecutan obras buenas por ellos, sino que todas estas cosas son consecuencia de las que ellos obraron...’’ “Consolemos a nuestros hermanos cuando celebren los funerales o cuando lloren, para que no puedan quejarse justamente diciendo: Espéré que... alguien me consolara y no lo hallé (Ps>. 68,21). Preocupese cada uno, en la medida de sus fuerzas, de enterrar y construir sepulcros a los suyos, puesto que la Sagrada Escritura enumera ésta entre las obras de caridad... Cumplan los hombres esta obliga­ tion postrera y alivien con este consuelo humano sus tristezas, pero, sobre todo, apliquen abundantemente a las ai­ mas de los difuntos oblaciones, oraciones y limosnas, y no solo les amen carnal, sino espiritualmente”. f. * SEC. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO IV. SAN AMBROSIO Tocar a Cristo, remedio de las pasiones (Cf. Tratado de la virginidad c.15 y 16 : Ed. Aspas, t.4 p.63-69). A) Cristo y las pasiones “Bûscale, pues, virgen; busquémosle todos, ya que en las aimas no hay diferencia de sexo; pero acaso el nombre de virgen es femenino..., porque el mismo impetu de la car­ ne, por medio de su propia voluntad, la seduce con blandas y muelles razones. Por eso debemos invitar a Dios con oraciones y sùplicas para que, como viento benéfico del mediodia, se digne aspirar sobre nosotros la brisa celestial del Verbo que nos oree: esa brisa que acostumbra a agitar los ârboles frutales no como el huracân, sino a mecerlos con suave y tenue soplo como de vientecillo. Nuestra aima, mientras mora en el cuerpo, como carro tirado por caballos briosos, va en busca de un auriga que la conduzca... Cristo, subiendo al alma dei justo como un auriga, la gobierna con las riendas dei Verbo para que no sea precipitada en el abismo por la fogosidad de los caba­ llos. Son como cuatro caballos del aima sus cuatro pasiones: ira, avaricia, concupiscentia y temor. Cuando al comenzar alguna obra estân estos caballos encabritados, no se reco­ noce uno a si mismo, pues el cuerpo apesga al aima y la arrastra, contra su voluntad, como carro arrastrado por bestias indomitas y la empujan con violentia los cuidados que la envuelven, hasta que la virtud dei Verbo viene a mitigar esas pasiones. Esta virtud es como la prudencia del buen conductor, que tira de las riendas para que el cuerpo mortal no dificulte los movimientos del aima, su companera, que por naturaleza es inmortal. Primeramente es preciso que dome estos veloces movi­ mientos del cuerpo y los réfréné con las riendas de la razôn; después ha de evitar que el cuerpo y el aima caminen con paso desigual, como caballos, de suerte que el malo coarte al bueno, el tardo impida al ligero, el brioso per­ turbe al pesado, pues el caballo del mal relincha y se encabrita y, al despenarse, rompe el carro y aplasta al que va con él enganchado. El buen auriga acaricia al caballo alocado, le vuelve al camino de la verdad y le aparta de las sinuosidades del error. Todo lo tenemos en Cristo. Acérquese a El toda aima, tanto la que esté manchada con pecados carnales como la 862 que esté aûn clavada con los clavos de la avaricia y como la que por entregarse a la meditaciôn asidua estâ en vias de perfecciôn y, finalmente, la que es ya perfecta con mu­ chas virtudes. El Senor es inmensamente rico. Cristo es todo para nosotros: si deseas sanar de una herida, es médico; si te abrasa el ardor de la fiebre, es fuente; si te ves oprimido por la iniquidad, es santidad; si necesitas de au­ xilio, es fortaleza; si tienes hambre, es alimento. Gustad y ved cudn bueno es Yavé; bienaventurado el hombre que se acoge a El (Ps. 33,9). B) i--■ SEC. 3. SS. PADRES. SAN AMBROSIO RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. Tocarle por la fe En El esperô aquella que ténia flujo de sangre y al punto sanô, pero porque se acercô con fe (Lc. 8,43 ss.). Tû también, hija, toca al menos su oria con fe. Con el calor del Verbo, que sana, se secarâ el flujo de las pasiones mun­ danas, que brota como torrente, con tal de que te acerques con fe; con tal que, al menos, toques la orla de su vestido; con tal que le toques con igual confianza en la palabra divina y con tal que, temblorosa, te arrojes a los pies del Senor (Lc. 8,43 ss.). Y £ donde se hallan esos pies de Cristo, sino donde estâ el cuerpo de Cristo?... ;Oh fe, mâs firme que todas las fuerzas del cuerpo! ;Oh fe, mâs eficaz para curar que todos los médicos! Tan pronto como se acercô la mujer sintiô la virtud curativa y consiguiô el remedio. Le sucediô como a aquel que mira la luz, que antes de recibir sus sensaciones ya la ha percibido su aparato visual. Una enfermedad incurable, que habia agotado los recursos del arte y los pecuniarios, se cura instantâneamente al solo contacto del vestido. Asi, pues, virgen, imita la modestia de aquella mujer en tus mo­ dales y su fe inconmovible. iQué fe tan grande la de aquella mujer! Siente vergüenza de ser vista y no se ruboriza de confesar como culpable la causa de su dolencia. No ocultes tus deslices, confiesa lo que El ya conoce; no te avergüences de lo que no se ruborizaron los profetas. Escucha lo que dice Jeremias: Sâname, Senor, y quedaré sano (1er. 17,14). También ella al tocar el ruedo del vestido dijo: Sâname, Senor, y quedaré sana; sâlvame, Senor, y seré salva, porque tû eres mi gloria: solamente quedarâ curada aquella a quien tû hubieres sanado. Si alguno te dice (muchas veces son tentados en esta forma los fieles): iDonde estâ la palabra de Yavé? Que se cumpla (1er. 17,15), pues también al Senor le fué dicho: Que baje ahora de la cruz y creeremos en El. Ha puesto su con­ fianza en Dios, que El le libre ahora si es que le quiere (Mt. 27,42-43); si alguien, en son de burla, te dijere esto y si quisiere nuevamente llenar tu inteligencia de burdas fabulas, no le contestes; tampoco Cristo quiso responder a esa clase de personas. Interroga ûnicamente a Cristo, pues si les hablas no te creerân, y si les preguntas no te darân respuesta. Di a solo Cristo: Yo no he ido tras de ti a ineitarte a su castigo; nunca he deseado el dia de la calamidad (1er. 17,16). Esto dijo aquella mujer y cesô el flujo. Aunque fatigada, aunque enferma la que por mucho tiempo habia buscado a Cristo, a pesar de esto dijo: No senti trabajo yendo en pos de ti, pues no siente fatiga la que sigue a Cristo; al contrario, llama a los que estân trabajados que vengan a El para que descansen (Mt. 11,28). Y en Isaias estâ escrito: Los que confîan en Yavé renuevan sus fuerzas... (Is. 40,31). C) Humildad Al preguntar después Cristo quién le habia tocado (Lc. 8,45), ino te parece que ella responderia: ^Por qué me preguntas, Senor? Tû lo sabes: lo que brota de mis labios estâ deflante de ti, y por eso no me avergüenzo en confesar mis pecados? Sean confundidos mis perseguidores, no yo (1er. 17,18). No se ruborizô Pedro al decir: Senor, apdrtate de mi, φιβ soy hombre pecador (Lc. 5,8) ; en efecto, el hombre sabio y prudente, sobre el que habia de descansar el edificio de la Iglesia y el magisterio de la doctrina, prefiriô ser humilde a enorgullecerse con el buen éxito de sus obras. Y por eso dijo: Senor, apdrtate de mi. No pide ser abandonado, sino no perder la humildad. Lo propio hace San Pablo, que se gloria en sentir el aguijôn de la carne que Dios le habia dejado como contra­ peso del orgullo (2 Cor. 12,7). Hay una jactancia que se­ duce; es la que San Pablo teme: una jactancia lasciva, que procura también evitar el Apôstol, pero en él no es detemerse la caida, porque recelaba envanecerse con las revelatio­ nes, y por eso, como valiente soldado, se alegra, porque con la herida corporal habia aprendido a comprar la salud del aima”. ? 0’ ■ ··> ’Λ *: • *.·«*'Λ* RESURRECCXÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO V. SAN BERNABDO Quiénes no se acogen al amparo del Altisimo (Cf. Sermon 1 sobre el salmo qo. Qui habitat, en Obras selectas de San Bernardo [BAC] P.35S-61). Los que no esperan en Dios “Para conocer mejor quién sea el que se acoge al amparo del Altisimo, sepamos antes quiénes no se acogen a él. Très géneros hallarâs en éstos”. “No se acoge al amparo de Dios el que no busca a Dios por defensor suyo, sino que confia en sus propias fuerzas y en la abundancia de sus riquezas”. a) Confianza falsa I > ·* en los propios bienes espirituales “Mas icômo nos metemcs nosotros a juzgar a los que estân fuera de nuestra profesiôn? Temo, hermanos, que también se halle entre nosotros alguno que no viva bajo la protecciôn del Altisimo, sino que ponga su esperanza en sus fuerzas y présuma en el cùmulo de sus riquezas. Tal vez hay alguno que sienta algùn fervor en los espi­ rituales ejercicios, que se créa con fuerzas para las vigilias, los ayunos. el trabajo y demâs, o que ha adquirido, a su parecer, muchas riquezas de mérito, y, confiado en esto, comienza a aflojar en el temor de Dios, se déjà llevar, con perniciosa seguridad, a cosas curiosas y ociosas. murmura, se queja, censura a los demâs y los juzga”. < c) La recibido del Senor; pues ni aun aquello que de su mano hemos recibido lo podemos conservar y guardar sin su gracia y auxilio. Mas ahora, lo que ni podemos decir ni mirar sin dolor, se ven algunos que al pronto de su conversion viven bastante timoratos y cuidadosos, hasta que llegan a tener un poco de devociôn; y cuando con mâs ansias debian aspirar al fervor y perfecciôn de la vida espiritual, segùn dice la Escritura: Los que me coman quedarân con hambre de mi, y los que me beban quedarân de mi sedientos (Eccli. 24, 29), comienzan a portarse de tal modo, que parecen decir: iPara qué trabajar mâs en su servicio, teniendo ya lo que nos habia de dar? ;Oh si supieras cuân poco es lo que tienes, y eso mismo, qué presto lo perderas si no lo guarda el mismo que te lo diô! Estas reflexiones deben hacernos cautos y traemos sujetos a Dios, para no ser de aqueHlos que no confian ya en el socorro del Altisimo, porque no lo estiman necesario, y taies son los que no esperan en el Senor”. Confianza en los propios bienes temporales “Sordo esta a la voz del profeta, que dice: Buscad a Yavé mientras puede ser haTlado, Uamadle en tanto que està cerca (Is. 55,6) ; y poniendo toda su atenciôn en las cosas tem­ porales, sigue los ejemplos de los malos, al ver la paz de los pecadores, y aléjase del socorro de Dios, que él no créé necesitar para estas cosas”. * confianza en Dios, necesaria para conservar Y AUMENTAR LOS BIENES ESPIRITUALES “Cierto, si éste habitase bajo la protecciôn del Altisimo, cuidaria mâs de si mismo y temeria ofender a Dios, y tanto mâs miraria por si mismo cuanto mayores dones hubiese B) Los que desesperan “Hay quienes desesperan porque, considerando de con­ tinuo su propia flaqueza, se abaten y desmayan, viviendo como abrumados y abismados en la pusilanimidad y desaliento de su espiritu. Estos habitan en si mismos, atentos solo a sus flaquezas y desmayos, prontos siempre a contar por menudo lo que les pasa y lo que sufren. Porque en lo que absorbe toda la atenciôn, mucho puede el ingenio. No habitan éstos bajo la protecciôn del Altisimo (Ps. 90, 1), pudiendo decirse de ellos que no le han conocido siquiera, ÎH su pensapues no aciertan a esforzarse por poner en El miento y confianza”. C) Los que tienen una falsa confianza en Dios “Otros hay que esperan en el Senor, mas en balde; por­ que de tal modo se lisonjean de su misericordia, que no se enmiendan de sus culpas; esperanza que sirve para engaûarlos y confundirlos, destituida de amor como esta. Contra ellos dice el profeta: Maldito el que peca en la esperanza, y otro: Le complacen los que le temen y los que esperan en su misericordia (Ps. 147,11). Habiendo de decir: los que esperan, puso antes expresamente: los que le temen; para que vieses que en balde espera el que con su menosprecio aparta de si la gracia, siendo con esto vana su esperanza”. La palabra de C. B ’Λ 865 866 D) RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. SECCION IV. TEOLOGOS Resumen: Triste condiciôn de los que asi viven "Ninguno de estos très géneros de personas vive acogido al amparo del Senor”. a) "El primero habita en la presunciôn de sus méritos”. Necia y peligrosa esta habitaciôn y esta en ruinas; lejos de ofrecer abrigo, necesita que la apuntalen, porque esta levantada sobre los cimientos fragiles de los méritos propios. b) "El segundo habita en sus desconfianzas y penas”. Habitaciôn penosa, dura y llena de tormentos. "Viven en triste inquietud noche y dia, se atormentan con los males que sienten, y mâs aun con los que presienten ; y no creyendo que, segûn lo que dice el Evangelio (Mt. 6,34), bdstale a cada. dia su afàn, sufren con la aprensiôn de las cosas que quizâs jamâs sucederân. îCabe concebir tormento mayor? i Cabe infierno mâs intolerable? Estân, por una parte, abru. mados sin césar de inquietudes y congojas, y por otra no se alimentan del pan celestial”. c) “El tercero habita en los vicios”. Habitaciôn inmunda. Estos viven muy lejos de Dios, porque buscan su auxilio de forma que no podrân conseguirlo. “Sôlo habitan bajo el amparo de Dios los que no desean sino alcanzarlo, ni temen sino perderlo, poniendo en El su pensamiento con toda la aplicaciôn y vigilancia de su espiritu y de su corazôn, en lo cual consiste propiamente la piedad y la adoraciôn interior y espiritual de Dios”. I. SANTO TOMAS DE AQUINO A) La confianza Santo Tomâs trata de la confianza en la q.129 de la 2-2. La pré­ senta como condiciôn de la magnanimidad y parte potencial de la fortaleza. Se refiere, pues, mâs bien a la confianza en si misma, por­ que en otro lugar dice que la magnanimidad versa acerca de algo humano arduo que se trata de conseguir con nuestras propias fuer­ zas (cf. 2-2 q.17 a.5 ad 4) y expresamente afinna que epor la con­ fianza, como parte de la fortaleza, el hombre pone su esperanza en si mismo, bien que supuesta su dependenda de Dios» (cf. 2-2 q.128 a.i ad 2). En esta homilia se trata de la confianza, por la que uno pone su esperanza en Dios, desconfiando de todas las fuerzas y recursos humanos. Tal es, en efecto, la confianza de la hemorroisa que motiva el tema. Por eso ûnicamente se transcriben aquellos textos de San­ to Tomâs que o son propios de esta confianza o pueden, por ser comunes, aplicarse a ella. a) La confianza pertenece a la esperanza “La palabra confianza parece haberse tornado de fe (fide), y a la fe pertenece creer algo y a alguien. Mas la confianza pertenece a la esperanza, segûn aquello (lob 11,18) de vivirâs seguro de lo que te esperaba; y, por lo tanto, el nombre de confianza parece significar principalmente que alguien conciba esperanza, porque créé en las palabras de quien le promete auxilio" (cf. 2-2 q.129 a.6 c). b) SU PONE UN CONVENC1 IÛIIM MTO “La palabra confianza parece haberse tornado de fe (fidu­ cia, de fide)..., puesto que la fe se llama también opinion vehemente, y sucede que se opina vehementemente algo, no sôlo porque ha sido dicho por otro, sino porque ha sido contvierado en otro; de aqui que pueda llamarse asimismo con­ fianza aquella por la que se concibe la esperanza de alguna cosa por algo considerado, como cuando una persona, considerando que otro es amigo suyo y poderoso, confia en ser ayudado por él” (cf. Ibid.). - RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 2J DESP. PENT. 868 La confianza anade c) a la esperanza cierta firmeza “La confianza importa cierta firmeza de la esperanza, proveniente de alguna consideraciôn que hace creer vehementemente en la consecuciôn del bien” (cf. ibid.). “La confianza es la esperanza robustecida por alguna firme opinion” (cf. ibid., ad 3). d) Es, PUES, CONDICIÔN DE LA VIRTUD, MÂS QUE VIRTUD “La especie de da virtud se determina por la materia. Por lo tanto, la confianza no puede, propiamente hablando, designar una virtud, sino indicar una condiciôn de ella” (cf. ibid., ad 3). e) ·. £ Confianza y seguridad “La seguridad es también condiciôn de la virtud (cf. q.129 a.7 ad 3); pero la seguridad importa perfecto reposo del ânimo con respecto al temor, y la confianza, cierta firmeza de là esperanza” (cf. ibid., a.7 c). f) Son contrarios a la confianza la desesperaciôn “La esperanza se opone directamente a la desesperaciôn, que se refiere al mismo objeto, es decir, al bien; mas, segùn la contrariedad de los objetos, se opone al temor, como también la esperanza” (cf. q.129 a.6 ad 2). B) La gula T.as palabras de San Pablo a los de Filipos que se leen en la epistola del dia hablan de los hombres cuyo dios es el vientre. Puede esto decirse de todos los que son dominados por el vicio de la gula. Por eso es lugar muy propio el de este domingo para dar condensada la doctrina del Angéhco sobre este pecado capital. a) La GULA, APETITO DESORDENADO DE COMER Y BEBER “La gula no designa un apetito cualquiera de corner 0 de beber, sino el desordenado; y un apetito se dice desordenado cuando se desvia del orden de la razôn, en el que consiste el bien de la virtud moral” (cf. 2-2 q.148 a.l c). b) Cuando hay ignorancia no hay gula “El vicio de la gula no consiste en la sustancia dei ali­ mento, sino en la concupiscencia no regulada por la razôn. Por lo tanto, si alguno se excede en la cantidad de alimen- SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAS 869 to, no por concupiscencia de él, sino creyendo que le es necesario, esto no pertenece a la gula, sino a alguna impericia. Solamente pertenece a la gula el que alguno se exceda a sabiendas en la comida por la concupiscencia de alimento deleitable” (cf. ibid., ad 2). c) Las cinco clases o maner as de gula Santo Tomâs en un articulo justifica la division que hace de la gula San Gregorio. He aqui las palabras de este santo Doctor (cf. Moral. 1.33 c.12: PL 76,687). “De cinco maneras nos tienta el vicio de la gula: porque unas veces se anticipa al tiempo de la necesidad; otras busca alimentos mâs delicados; algunas desea que los que han de tomarse estén preparados esmeradamente; en ocasiones se excede en la misma cantidad de la medida que debe observar; y, por ùltimo, hace pecar por el ardor desmedido del deseo, y se contiene en este verso: Praepropere, laute, nimis, ardenter, studiose, Con prisa, suntuosidad, esmero en el condimento, aumento en la cantidad y ansi osa voracidad”. El Angélico lo demuestra: “La gula implica la concupiscencia desordenada de co­ rner, y en la comida se consideran dos cosas: el manjar mismo que se corne y el modo de comerlo. Luego el desorden de la concupiscencia puede considerarse de dos ma­ neras : 1.* En cuanto al alimento mismo que se toma, y asi, en cuanto a la sustancia o especie de la comida se buscan algunos alimentos delicados (laute), esto es, preciosos; en cuanto a la cualidad se buscan manjares preparados con demasiado cuidado (studiose), y en cuanto a la cantidad, hay quien se excede en corner demasiado (nimis). 2/ Se considera el desorden de la concupiscencia en cuanto al modo mismo de tomar los alimentos; ya porque se adelanta el tiempo debido de corner, que es lo que sig­ nifica la palabra praepropere; ya porque no se guarda el debido modo en el corner, lo cual expresa la voracidad (ardenter)" (cf. 2-2 q.148 a.4 ad 1 y c). d) La gula es siempre pecado “Se dice que algo es pecado porque contraria a la vir­ tud. Por esta razôn la gula es pecado” (cf. ibid., a.l in c). SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS RESVRRECCIÔN BE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. 870 871 .•-«J e) A veces re al sustento del cuerpo; 2.°, por parte del pecador, y en este sentido el pecado de la gula mâs se atenûa que se agrava, ya por la necesidad de tomar alimentos, ya por la dificultad de discernir y moderar lo que en los tales eonviene; 3.°, por parte del efecto consiguiente, y segûn esto el vicio de la gula tiene cierta magnitud, en cuanto de eTla se ocasionan diversos pecados (cf. ibid., a.3). pecado mortal Si contraria al fin ultimo “El vicio de la gula consiste propiamente en la concu­ piscentia desordenada. Pero el orden de la razôn, que ordena la concupiscentia, puede ser considerado de dos ma­ neras: L cuanto a los medios, esto es, segûn que no estân de tal modo mensurados, que sean proporcionados al fin; * 2. Cuanto al fin mismo, esto es,, segûn que la concu­ piscentia separe al hombre del debido fin. Si, pues, el des· arreglo de la concupiscenda se considera en la gula, segûn la aversion del ultimo fin, en este caso la gula sera pecado mortal; lo cual sucede cuando el hombre se adhiere a la délectation de la gula como al fin, por el que desprecia a Dios, es decir, esta dispuesto a obrar contra los preceptos de Dios, para lograr tales delectationes” (cf. ibid a.2 in c). h) C) Templanza No es posible insertar el tratado completo de Santo Tomâs sobre la templanza. Nos limitaremos â las ideas teolôgicas mâs aplicables a la predicaciôn, ya por si misnla, ya por razôn del vicio contrario de la gula. “Un acto de gula no es por su género pecado mortal, y si lo séria si uno, a sabiendas, comiese un manjar que trastornase toda la condition de su vida” (cf. ibid., q.154 a.2 ad 6). a) La teatplanza es virtud ‘ “Es de esencia de la virtud que incline al hombre al bien, y el bien del hombre consiste en su eonformidad con la razôn, segûn dice San Dionisio (cf. De div. nom. c.4,32: PG 3,373) ; y por esto la virtud humana es la que inclina a lo que es conforme a la razôn. La templanza, pues, in­ clina evidentemente a esto, porque en su nombre se entraâa cierta moderaciôn o temple, que es efecto de la razôn, y, por lo tanto, la templanza es virtud” (cf. 2-2 q.141 a.l c). ES PECADO CAPITAL “Se llama vicio capital aquel del que se originan otros vicias en razôn de causa final, esto es, en cuanto tiene un fin muy apetecible, y de aqui el que por el apetito de éste sean excitados los hombres de muchas maneras a pecar. Pero un fin se hace muy apetecible porque tiene algunas condiciones de felicidad, que es naturalmente apetecible; y como la delectation pertenece a la esencia de la felicidad, segûn consta (cf. Ethic.. 1.1 c.8 n.10: Bk 1099a7, y 1.10 c.7 n.3: Bk 1177a22), por eso el vicio de la gula, que tiene por objeto las delectationes del tacto, que son las principa­ les entre otras, figura convenientemente entre los vicios capitales” (cf. ibid., q.148 a.5 in c). g) es el despojo de todas las VIRTUDES “La gula destruye las virtudes, no tanto por si como por los vicios que de ella provienen; pues dice San Grego­ rio (In Past, p.3 c.19: PL 77,81): “cuando el vientre se ensancha por la voracidad, la lujuria destruye las virtudes del alma” (cf. ibid., a.2 ad 4). Si es en gran daüo de la salud f) Efecto de la gula b) Virtud especial "El nombre de templanza puede considerarse de dos mo­ dos: l.°, segûn la comunidad de su signification, y asi la templanza no es virtud especial, sino general, puesto que el nombre de templanza designa cierta temperantia, esto es, moderation, que la razôn pone en las operationes y pasiones humanas, lo cual es comûn en toda virtud moral”. “Mas si se considera la templanza por antonomasia, segun que refrena el apetito de lo que mâs principalmente halaga al hombre, en tal concepto es virtud especial, como que tiene materia especial lo mismo que la fortaleza” (cf. ibid., a.2). MAS LEVE QUE OTROS PECADOS, SE AGRAVA POR SUS EFECTOS “La gravedad de algûn pecado puede ser considerada de tres modos: l.°, principalmente segûn la materia en que se peca, y asi los pecados que se refieren a las cosas di­ vinas son los mayores; por lo que, segûn esto, el vicio de la gula no es el mayor, por cuanto atafie a lo que se refie- * <·· r " ·*ν<*5<Α^ΛΡ® SEC. 4. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. 872 c) Virtud cardinal ft ■ / I “Se llama virtud principal o cardinal la que mâs principalmente es alabada por alguna de las cosas que de ordi­ nario se requieren para la razôn de la virtud. Pero la mode­ ration, que se requiere en toda virtud, es principalmente laudable en das delectaciones dei tacto, que son el objeto de la templanza; ya porque taies delectaciones nos son mâs naturales, y por eso es mâs dificil abstenerse de ellas y refrenar su concupiscencia; ya también porque los objetos de ellas son mâs necesarios a la vida présente, como consta de lo dicho (cf. a.4). Por esto Za templanza se considera como virtud principal o cardinal” (cf. ibid., a.7). d) Inferior a la justicia y fortaleza “Como dice el Filôsofo (cf. Ethic. 1.1 c.2 n.8: Bk 1094bl0), “mâs divino es el bien de la multitud que el de uno solo”; y, por esta razôn, cuanto mâs pertenece al bien de la multitud alguna virtud, tanto mejor es. Pero la justi­ cia y la fortaleza pertenecen mâs al bien de la multitud que la templanza; porque la justicia consiste en las comunicaciones que se tienen con otro, y la fortaleza en los peligros de las guerras, que se sostienen por la salvation comûn; mientras que la templanza solamente modera las concupis­ centias y las delectaciones de lo pertenetiente al hombre mismo. Por esta razôn es évidente que la justicia y la for­ taleza son virtudes mâs excel entes que la templanza, y mejores que ellas son la prudentia y las virtudes teologales” (cf. ibid., a.8). e) Ά ... •4* ft? fl»?·· L * *Λ* a la mansedumbre y humildad ‘Έ1 impetu de la ira es producido por cierto accidente, fili por ejemplo, por alguna lesion que contrista; y por esta razôn pasa râpidamente, aunque tenga grande impetu. Pero el impetu de la concupiscencia en las cosas deleitables del tacto procede de una causa natural, por lo que es mâs ge­ neral y duradero; y por eso pertenece a una virtud mâs principal refrenarlo” (cf. ibid., a.7 ad 2). “Las cosas propias de la esperanza son mâs elevadas que las que lo son de la concupiscencia, y por esto la esperanza se considera como pasiôn principal en lo irascible. Pero las cosas propias de la concupiscencia y delectaciôn dei tacto mueven mâs vehementemente el apetito, porque son mâs na­ turales; y por eso la templanza, que establece en ella el modo, es una virtud principal” (cf. ibid., q.141 a.7 ad 3). , >»♦ * · Superior f) La salud corporal, medida 873 Mùl de templanza Podriamos resumir la doctrina de Santo Tomâs sobre esta materia en los siguientes puntos: 1) Las cosas deleitables se ordenan a alguna necesi­ dad de esta vida como a su fin. Esta necesidad es, pues, la medida de la virtud de la templanza, que tiene por objeto moderar los deleites en orden a su fin (cf. ibid., q.141 a.6 in c). 2) L “Vuestro es mi cuerpo y mi sangre, iqué teméis hambre? Vuestro mi corazôn, 4 qué teméis olvido? Vuestra mi divinidad, 4 qué teméis miseria? Y por accesorio, son vues- Libertad y no necesidad pide la conversion, y poca libertad tiene quien no déjà los pecados, sino que éstos le abandonan a él. , La verdadera conversion salva en cualquier momento, 890 RESURRECTION DE LA HIJA UE JAIRO. 23 UESP. PENT. pero en aquél, rodeado de aflicciones y congojas, es harto dificil conseguirla. Y aun cuando lo alcanzare, cuales serân las penas del purgatorio que le esperan? b) San Jerônimo Eusebio, discipulo de San Jerônimo (cf. Ep. de Eusebio a San Dâmaso sobre la muerte de San Jerônimo), entre otras cosas mâs duras que el Santo le dijo estando y a para morir, afirma que, sobre lo dificil de recogerse en aquella hora y meditar en la conversion, tiene grandes dudas so­ bre los que parecen haberlo hecho, porque ha visto a muchos ricos que después de ello se curaron y fueron mu­ cho peores. 4£Por maravilla tendrâ buen fin aquel cuya vida fué siempre mala”. c) San Isidoro “El que quiere a la hora de la muerte estar cierto del perdôn, haga penitencia cuando sano”. Si lo déjà para ul­ tima hora, “asi como su condenaciôn es incierta, asi su salvaciôn dudosa”. d) San Gregorio Comentando las palabras de Job (27,8) : &En qué podrâ confiar él impio cuando muera?... ^Escucharà Dios sus gritos cuando le Tlegue la desventura?, dice que Dios no oye en tiempos de angustia las voces de quien le olvidô en la paz, y recuerda la parâbola de las virgenes necias. C) Los teôlogos: Escoto Escoto trata muy de proposito esta cuestiôn en el libro IV de las Sentencias, donde pone una conclusion que dice asi: La penitencia que se hace a la hora de la muerte apenas es verdadera penitencia, por la dificultad grande que entonces hay para hacerla. Prueba él esta conclusiôn por cuatro razones: a) SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRANADA Primera 131 : Para cuyo entendimiento es de saber que todas las pa­ siones de nuestro corazôn tienen grande fuerza para llevar en pos de si el sentido y el libre albedrio del hombre. Y segûn réglas de filosofia, muy mâs poderosas son para esto las pasiones que dan tristeza que las que causan alegria. De donde nace que las pasiones y afectos del que esta para morir son las mâs fuertes que hay...” Entre los cuatro impedimentos que pone San Bernardo para la oraciôn, uno de ellos es la enfermedad del cuerpo. Bien probado tenemos que un simple dolor nos incapacita totalmente, y ^dejaremos el negocio de la salvaciôn para aquella hora de congojas fisicas y morales? b) Segunda: por la falta de voluntariedad en LA PENITENCIA “La segunda razôn de este doctor es porque la verda­ dera penitencia ha de ser voluntaria, esto es, hecha con prontitud de voluntad y no por sola necesidad... Tal, pues, parece la penitencia de muchos malos cris­ tianos, los cuales, habiendo perseverado en ofender a Dios toda la vida, cuando llega .la hora de la cuenta... vuélvense al juez con grandes suplicaciones y protestaciones; las cuales, si son verdaderas, no dejan de ser provechosas; mas el comûn sueeso de ellas deolara lo que son. Porque por experiencia habemos visto muchos de éstos que, si escapan de aquel peligro, luego se descuidan de todo lo que prometieron y vuelven a ser lo que eran: y aun tornan a revolcar los descargos que dejaban ordenados, como hombres que no hicieron lo que hicieron por virtud y por amor de Dios, sino solamente por aquella priesa en que se vieron, la cual, como cesô, cesô también el efecto que de ella se seguia. En lo cual parece ser esta manera de penitencia muy semejante a la que suelen hacer los mareantes en tiempo de alguna grande tormenta, donde proponen y prometen grandes virtudes y mudanzas de vida; mas, acabada la tormenta y escapados del présente peligro, luego se vuel­ ven a jugar y blasfemar como lo hacian antes, sin hacer mâs caso de todo lo pasado por si fuera un proposito so- por la imposibilidad de ejercitarse en obras DE PENITENCIA “La primera es por el grande estorbo que hacen aUi los dolores de la enfermedad y la presencia de la muert.p para levantar el corazôn a Dios y ocuparlo en ejercicios de verdadera penitencia. 891 c) Tercera: por la costumbre de pecar “La tercera razôn es porque el mal hâbito y costumbre de pecar que el malo ha tenido toda la vida, comûnmente le suele acompanar, como la sombra al cuerpo, hasta la muerte. 4*. * 892 RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAI RO. 2 3 DESP. PENT. Porque la costumbre es como otra naturaleza, que con gran dificultad se vence. Y asi vemos por experienda mu· ahos en aquella hora tan olvidados de su aima, tan avarientos para ella aun en la muerte, tan encarnizados en el amor de la vida, si la pudiesen redimir por algûn pre­ cio, que en él amaron como si no estuviesen en el paso que estân... Este es un linaje de pena con que muchas veces castiga Dios la culpa, permitiendo que acompane a su autor hasta la sepultura... y que se olvide de si en la muerte ei que no se acordô de Dios en la vida. De esta manera se castiga un olvido con otro olvido; el olvido que fué culpa eon el que juntamente es pena y culpa. Lo cual se ve cada dia por expe­ rienda, pues tantas veces habemos oido de muchos que se dejaron morir entre los brazos de las malas mujeres que mal amaron, sin quererlas despedir de su compania ni aun en aquella hora, por estar, por justo juicio de Dios, olvi­ dados de si mismos y de sus aimas”. xX d) SEC. 5· AUTORES VARIOS. LA PUENTE Cuarta: por el escaso valor de aquellas obras “La cuarta razôn se funda en la cualidad del valor que ordinariamente suelen tener las obras que en aquel tiempo se hacen. Porque parece claro, a quien tiene algûn conocimiento de Dios, cuanto menos le agrade ese linaje de servicios que los que en otros tiempos se hacen. Porque i qué mucho es, como decia la santa virgen Lucia, ser muy largo de lo que, aunque te pese, has acâ de dejar? iQué mucho es perdonar alli la deshonra, cuando séria mayor deshonra no per donaria ?..._ El cristiano que con deliberaciôn determina guardar la penitencia para aquella hora, peca mortalmente por la gran ofensa que hace a su aima y por el grandisimo peligro en que pone su salvaciôn. Pues iqué cosa mâs para temer que esta ?” D) Apremiante exhortaciôn de Cristo “El Senor sabla bien los eonsejos de los malos y las veredas que buscan para sus vicios, y por esto les sale al camino y les dice cômo les ha de ir por él y en qué han de parar sus confianzas”. Con este intento propuso la parâbola del siervo bienaven­ turado a quien el Senor encontrô velando (Mt. 24,26), por­ que éste ha de llegar a hora no pensada. Por ello mismo aconsejô a los suyos viviesen aparejados (Mt. 13,25) y el ejemplo de las virgenes fatuas. 893 No nos excusemos con el ejemplo del buen ladrôn: “Obra tan maravillosa como todos los milagros y obras semejantes estaban profetizadas y guardadas para la venida del Hijo de Dios al mundo y para testimonio de su gloria; y asi convenia que para la hora en que aquel Senor padecia se oscureciesen los cielos, y temblase la tierra, y se abriesen los sepulcros, y resucitasen los muertos. Y en la cuenta de estas entra la salud de aquel santo ladrôn...” “Pues como esta maravilla, junto con las otras, pertenezca a la dignidad de aquel Sefior y de aquel tiempo, grande engafio es creer que generalmente se haga en todos los tiempos lo que estaba reservado para aquél. Cônstanos también que en todas las repûblicas dei mun­ do hay cosas que ordinariamente se hacen y cosas también extraordinarias... Cosa regular y ordinaria es aquella que dice el Apôstol : que el fin de los malos serâ conforme a sus obras; dando a entender que, generalmente hablando, a la buena vida se signe buena muerte, y a la mala vida, mala muerte. Cosa también es ordinaria que los que hicieron buenas obras irân a la vida eterna, y los que malas, al fuego eter­ no. Esta es una sentencia que a cada paso repiten todas las Escrituras divinas. Esto cantan los salmos, esto dicen los profetas, esto anuncian los apôstoles, esto predican los evangelistas. Lo cual en pocas palabras resumiô el profe­ ta David cuando dijo (Ps. 61,12) : “Una vez hablô Dios, y dos cosas le oi decir: que El ténia poder y misericordia, y que asi daria a cada uno segûn sus obras”. P. LUIS DE LA PUENTE Titulos para confiar en Dios (Cf. Gula espirittial tr.i c.15 y 16 : Apostolado de la Prensa, 1926, P.185-213.) A) Necesidad de la confianza Las peticiones hechas a Dios han de tener dos alas: la desconfianza en nosotros mismos y la confianza en Dios. La oraciôn timida se ahoga en la desconfianza ; la tibieza desfallece a mitad dei camino por falta de perseverancia ; a la temeraria le dan con las puertas del cielo por presuntuosa, pero la humilde y confiada lo obtiene todos. La confianza es el principal estribo de la oraciôn, por­ que, segûn Santo Tomâs (cf. Sum. Theol. 2-2 q.84 a.15), -Λ *· 894 RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. aun cuando su principal mérito dependa de la caridad, sin embargo, su valor impetratorio se debe a la confianza en la misericordia de Dios y en la ley que ha puesto de atendernos. Hay, pues, que pedir nihil haesitans (lac. 1,5), por­ que icômo ha de recibir quien no tiene firmeza de esperar? San Pedro se hundiô cuando comenzô a dudar. Maravi­ lla causa ver la duda de Moisés después de tanto prodigio, y la razôn es no ser tan fâcil la confianza, como ya advirtiô el Sefior al padre del lunâtico diciéndole: /Si puedes! Todo es posible al que créé. A lo que respondiô él afligido, dândonos ejemplo: Creo, pero ayuda mi incredulidad (Mc. 9,23-24). Supla tu gracia mi poca confianza y robustézcala. jOh largueza infinita, que prometes al que confia en ti que trasladarâ incluso las montafias! (Mc. 11,23). iHay algo que esclarezca mâs la omnipotencia divina que hacer omnipotentes a nuestra oraciôn y confianza? Contentôse siempre el Senor con esta virtud, y si creian ser necesario tocarle, les reprendia, pero les sanaba al ver su confianza, y si dilataba otros milagros era para excitarla o probaria (cf. la Cananea, Mt. 15,21-28; Mc. 7,24r30). 1 B) SEC. 5. AUTORES VARIOS. LA PUENTE Si vives en gracia eres grande amigo suyo, y si en pecado, acude a él, porque tu confianza te hace amigo también. La amistad que le profcsas, la necesidad que padeces, |a confianza e importunidad con que le pides: he aqui cua­ tro titulos que Cristo aprecia grandem ente en los suyos. c) bras) significan lo mismo, mas con su ropeticiôn indican laconfianza... En esto se funda el tercer grado de confiaza en Dios, como en limosnero rnisericordioso y ri co en mise­ ricordia, segùn dice San Pablo (Rom. 10,2), con todos los que le 11 aman. Acude con espiritu pobre, pues Dios ama a los pobres y gusta de que le pidan limosnas, Y si no te oye, no digas que no recibiste nada, porque recibiste la perseveranda en orar y el mérito consiguiente, que es grandisimo don. '‘Tan­ to mâs son oïdos para que merezcan cuanto menos son oidos para lo que desean”. Si no te dieron la merced que pedias, diéronte por lo menos méritos acrecidos. Motivos para confiar a) ■«, t · « Dios es limosnero liberal Pedid, buscad y llamad (Lc. 11,9). Las cuâles (pala­ d) f· 895 Dios es juez Si hasta los jueces inicuos hacen caso a la viuda porfiada (Lc. 18,3-5), ;qué no harâ el Sefior, juez justisimo, si acudes presentândole “la malicia de tus enemigos, la rebeldia de tu carne, la tirania de tus pasiones, la mala libertad de tus pensamientos, la molestia de los hombres y la vejaciôn de los demonios? Descubiertas estas nece­ sidades, espera en Dios. Ipse faciet... mucho mâs de lo que tû podrâs pedir, ni imaginar, porque no quedarâ corto por ignoranda, ni por flaqueza, ni por malicia o desamor” (Eph. 3,20). b) Dios es amigo Si el amigo termina por dar los panes al importuno que se los pide (Lc. 11,5-10), ;qué no harâ este nuestro, que pone todo su interés en recomendarnos que acudamos a él con insistenda y a cualquier hora? Si un amigo de la tierra tiene confianza para ir a despertar al suyo (Lc. 11,5), /.cuâl no tendremos con este, que vigila siempre pensando en nuestro bien y que se alegra de que seamos importunos, pues tanto desea enriquecernos? Dios es nuestro Padre ;Padre infinitamente bueno y poderoso y que en la pa­ râbola (Mt. 7,9) se compara con los padres malos y menesterosos para animamos mâs! Remitamos nuestras peticiones a este Padre, que sabe lo que nos conviene, porque los bienes que pedimos son de dos clases: los unos, gracia y santidad, siempre buenas, que podemos pedir sin eondiciôn, y los otros, como vida, ciencia, riquezas, de los que no^sabemos si nos resultarân panes o escorpiones. Quien pide por las necesidades de esta vida, misericordiosamente es oido y misericordiosamente desoido. jOh Sefior!, cuando tu Madré te pidiô que hicieras un milagro, respondiste que aun no habia llegado tu hora (lo. 2,4). Llamas hora tuya la de hacerme favores para asi moverme mâs a la confianza. Sôlo te puedo responder con una frase: Hâgase tu voluntad y no la mia (Lee. 22,42), Que siempre serâ para mi bien. y**· RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAI RO. 23 DESP. P£NT. e) Pedimos en nombre de Cristo, Hijo natural Sabla Dios que los hijos adoptivos nunca son tan amados como los naturales, y como los hombres sôlo podemos serlo por adopciôn, quiso que su Hijo unigénito se uniera de tal modo a nosotros que supliese lo que nos faltaba y fundase nuestra confianza nada menos que en la filiation natural y divina de Cristo, por quien y en quien pedimos. “Y si al hijo natural no se le ha de negar nada, icômo se ha de negar al adoptivo que pide, en cuanto es uno con el natural?” Los hermanos de José le pidieron perdôn en nombre de su padre, como si dijeran: Esta merced no la haces a nos­ otros, sino a Jacob (Gen. 50,16). José se echo a llorar. Pues bien, nosotros ante el Padre hemos de decir: “Padre Eterno, la confianza con que vengo no es de hijo adopti­ vo solamente, sino la de tu Hijo unigénito natural; lo que pido, de su parte lo pido; las palabras con que lo pido, suyas son, y esta merced que te suplico, a El la haces mâs que a mi. Si me perdonas los pecados, a El los perdo­ nas, que nunca pecô; si me das virtudes, a El las concedes, que las mereciô, y pues no puedes dejar de oirle, tampoco puedes dejar de oirme”. Cristo en el cielo continua diciendo: “Lo que das a uno de estos pequenuelos siervos mios, a mi me lo das (Mt. 25,40), porque son una cosa conmigo y yo con ellos”. Sea, pues, la conclusion la necesidad de unimos con Cristo para gozar de confianza plena. VH. BEATO ALONSO DE OROZCO (Cf. La victoria de la muerte: Biblioteca Renacimiento, Colecciôn Gil Bias, Madrid ις2ΐ.) Es un tratadito en el que el Beato toca cuantas cuestiones pueden presentarse sobre la muerte y la victoria que Cristo reportô sobre ella. Seleccionamos algûn capitulo y respetamos las traducciones biblicas, que estân muy cuidadas. Λ* A) Que la muerte no tarda • \»·: (Cf. c.16 p.89-95.) ■ ν.'Γ Uno de los engafios mayores es prometerse larga vida. Hombre, no te engane tu imagination, acuérdate que la muerte no tarda (Eccli. 14,12). Dios ocultô el dia de la muerte para que la esperâramos a diario. Si los malos lo supieran, llevarian adelante la tela de sus pecados,’y, con pensar hacer penitencia un dia antes, serian peores de lo que son, porque los perdidos no quieren vivir para su Crea­ dor, sino para sus intereses y deleites. SEC. 5. AUTORES VARIOS. OROZCO 897 Baltasar en medio de un banqueté vio una mano que escribia aquellas très palabras que interpreto Daniel. Mu­ chas lecciones habremos de sacar (Dan. 5,13-28). Los fines de fiesta, dice Salomon (Prov. 14,13), y gozo mundano traen consigo hito y Uanto. Pecador, escribiéndose estâ la sentencia cuando vives mâs olvidado en tus pla­ ceres. Acuérdate de la frase de David ÇPs. 7,12-14) : Si no os convirtiereis, Dios ha sacado su espada y la menea amenazdndoos y tiene el arco aparejado, ¶ qué sino para herirte con la saeta que es la muerte? Dios mueve su espada cuando envia enfermedades o se lleva a tus parientes y amigos, sin que lo quieras entender, como tampoco quisieron entender los hombres el aviso que suponia ver a Noé construir el area (Gen. 6,9-23), y como tampoco quisieron creer los parientes de Lot el anuncio que le daba el fuego que habia de Hover (Gen. 19,14). Mane: Dios ha contado los dias de tu vida y les ha dado /in (Dan. 5,26). Mira por ti, aparéjate para el camino. Thecel: En el peso del juicio de Dios te han puesto y te falta mucho (Dan. 5,27). Pésate en la balanza de la fe y razôn y verâs qué cosas te faltan. Te falta la fe viva, pues que pecas, y recibirâs mâs castigo que el infiel. La razôn te acusa, pues pecaste a ojos abiertos, ofendiendo al que sabias Creador y Redentor. Te falta la caridad, que es el amor de Dios y del prôjimo, de quien vives olvidado. Falla la esperanza en Dios, pues la pones en el mundo engafiador. No tienes las virtudes morales, segûn testimonio de tu conciencia. Phares: Tu reino esta y a determinado que se parta y se dé a los persas y a los medos (Dan. 5,28). En la muerte serâs dividido. Tu cuerpo se darâ a los gusanos, y tu aima a los demonios. Hablaba Herodes y la gente decia: Palabras son las que hablas no de un hombre, sino de Dios, cuando le sobrevino la muerte (Act. 12,22). La muerte no se detiene. A tu lado anda. No confies en tu mocedad, ni en la salud, y fuerzas que tienes. Mira a la pared de tu sepulcro y verâs la mano de Dios que escribe la sentencia contra ti. B) Cuàn mala es la muerte de los malos La muerte de los pecadores es pésima y en gran manera marga (Ps. 33,22). Llâmales pecadores y pûdoles llamar demonios, como el Salvador a los que le perseguian y quenan quitar la vida, como se lo llamô también a Judas le. 22,3). Con todo, no merecen este nombre, ni se refiere a los que pecan y se levantan pidiendo misericordia, sino U palabra de C· 5 898 RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. SEC, 5. AUTORES VARIOS, SALES • r" 5- % f-l’ a los que desprecian el Espiritu Santo sin hacer penitencia jamas, porque, de otro modo, pecadores fueron David, Pe­ dro y la Magdalena, que reinan en el cielo. Èn cambio, la muerte del pecador es no mala, sino pésima, y muere tantas veces cuantas aficiones tiene asentadas en las criaturas, porque tanto mâs duele una muela para ser arrancada cuantos mâs raigones hubiere echado. Ahora consideremos las très muertes principales del pecador. a) 3l Muere al mundo, Desgârransele las entraîîas al tener que abandonar su fama, riqueza y deleites. Hermanos, no améis al mundo ni a las cosas que estân en él. Mirad que van de paso él y su deseo (1 lo. 2,15). Postas son éstas de gran velocidad y que destrozan a quien, queriendo asirse a ellas, se queda enganchado en el estribo. j Si los mundanos advirtieran la rapidez de este correo! El Filôsofo escribia a Alejandro: “;Oh rey, no desees lo que es corruptible y lo que por fuerza has de dejar! Busca riquezas incorruptibles y reino etemo: por tanto, encamina tus deseos a lo que es ôptimo”. b) [ que tanto amaba Se aparta el alma del cuerpo La segunda muerte es muy peor que la pasada y con­ siste en el apartamiento del aima y muerte en que déjà al cuerpo. Obra que sôlo puede ser de Dios la union del aima y cuerpo. “4A quién no admira ver un engaste tan delicado..., asentar un anima, que es espiritu tan noble, en un cuerpo, terrôn de tierra, y que le informe, vea por los ojos y hable por la lengua?... El hombre es un gran milagro del mundo... jEixcelente cosa es un ângel! Mas al fin signe una linea: tiene no mâs de un ser espiritual. El hombre tiene doblado el ser, aima y cuerpo, cuya hermandad es tanta que no hay hermanos en el mundo que mâs se amen", aunque el aima ama a su cuerpo desinteresadamente como a un hermano, pues sin él puede ejercer sus operaciones, en tanto que el cuerpo lo hace con propio interes, pues sin ella es totalmente inûtil y se afea y corrompe. “De esta gran amistad y hermandad antigua nace el gran amor que se tienen los dos, aima y cuerpo, y de aqui resulta el espantoso dolor de separarse en la muerte. Sabla bien Satamâs este secreto cuando dijo: El hombre dard piel por piel y todo cuanto posea por sdlvar la vida“ (lob 2,4). c) Se aparta de Dios y 899 cae en el infierno En comparaciôn de esta division nada parece apartarse del mundo y dejarlo todo. Cosa pequena es dejar el cuerpo si se compara con echar Dios al hombre de si y dar con él la compania de los demonios. Adônde Cayere el àrbol alli se quedarà, ora caiga en la parte de solano o caiga hacia el cierzo (Eccl. 11,3). Arbo­ les son los hombres, a quienes Dios no quiere sin fruto de obras que cumplan la ley que profesô. Si no las ejecutan, iqué esperan? Serân cortados para lena del infierno. Mira a qué parte estâs inclinado durante tu vida, si al solano suave de la gloria o a los vientos del infierno. Porque, una vez caido, seras el horror de Dios, y aun de ti mismo al mirar tu concienda, que fué en vida centellas del fuego infernal. Huye el malo sin que nadie le persiga (Prov. 28,1). ^No lo vemos en Adân, que se esconde antes (Gen. 3,8) de que nadie le acuse? Huye el pecador o debiera huir de su conciencia, pues el mismo Filôsofo, maestro de Platon, decia que, aunque estuviera cierto de que Dios habia de ignorar su pecado, no caeria por vergüenza de si mismo. Y, sin embargo, los cristianos se glorian de los suyos, hasta que llegue ese dia funesto. Malisima cosa es la muerte de los pecadores. Con Absa· Ion, rebelde a su padre, se ven a'horcados por los cabellos de sus malos deseos (2 Reg. 18,9-14), y llega Joab, el ejecutor de la divina justicia, atravesândoles con la triple lanza de las très muertes que acabamos de ver. vm. SAN FRANCISCO DE SAJLES (Cf. Eiitretenimicntos espirituales t.2 [Barcelona 190S] p.19-21.) «Pregùntase si con el conocimiento de la propia miseria puede el aima llegarse a Dios y de qué manera». \) El conocimiento de la propia miseria es necesa­ rio para la verdadera confianza "... No solamente el aima que tiene el conocimiento de su miseria puede tener una gran confianza en Dios, sino que no puede tener verdadera confianza sin tener conocimiento de su miseria, porque este conocimiento y confesiôn de nues­ tra miseria nos introduce delante de Dios. Asi todos los grandes santos, como Job, David y otros, siempre empezaban todas sus oraciones por la confesiôn de su miseria e indignidad; de modo que es cosa muy buena reeonccerse pobre, vil, abatido e indigno de parecer en pre­ sencia de Dios”. ' T «’π» 900 RESURRECClÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. LIGORIO 901 E) Debemos tener confianza aunque no la sintamos B) Conexiôn de la misericordia de Dios con nuestra miseria “Cuanto mâs nos conociéramos misérables, tanto mâs confiaremos en la misericordia y bondad de Dios; porque en­ tre la misericordia y miseria hay conexiôn tan grande que la una no se puede ejercer sin la otra. Si Dios no hubiese creado al hombre, seria verdaderamente todo bueno; pero actualmente no fuera misericordioso, porque la misericordia no se ejercita sino con los miséra­ bles. Con esto veréis que cuanto mâs nos conociéremos mi­ sérables, tanta mâs ocasiôn tenemos de confiar en Dios, pues nada tenemos para confiar en nosotros mismos”. C) Es saludable desconfiar de nosotros mismos “La desconfianza de nosotros mismos nace del conoci­ miento de nuestras imperfecciones...; las faltas que cada dia cometemos nos deben causar vergüenza y confusion cuando queremos llegarnos a Dios. Y asi leemos de grandes aimas, como de Santa Catalina de Sena y de la Santa madre Teresa de Jesûs, que sentian esta gran confusion cuando caian en alguna falta; y asi es cosa razonable que, habiendo ofendido a Dios, nos retiremos un poco por humildad y quedemos confusos, pues solo por haber ofendido a un amigo tenemos empacho de llegarnos a él”. D) No es bueno detenernos en esta desconfianza “Pero no conviene detenernos aqui, porque estas virtudes de humildad, abatimiento y confusion son virtudes medianeras, por las que debemos subir a la union de nuestra aima con Dios; no séria gran cosa haberse aniquilado y desnudado de si mismo, lo que se hace con actos de confusion, si esto no fuese para darse del todo a Dios, como nos lo enseîia San Pablo cuando dice: Despojaos del hombre viejo con todas sus obras y vestios del nuevo (Col. 3,9-10). Porque no con­ viene quedarnos desnudos, sino revestirnos de Dios... Este pequeiio retiro no se hace sino como para tomar ca­ rrera y arrojarse con mâs fuerza en Dios con un acto de amor y confianza, porque no es bien confundirse tristemente con inquietud... El amor propio causa estas ocnfusiones, afligiéndonos porque no somos perfectos, no tanto por amor de Dios como de nosotros mismos”. “Pero aunque no sintâis una gran confianza, no por eso habéis de dejar de hacer sus actos diciendo a Dios: Aunque yo no tenga, Senor mio, algûn sentimiento de confianza en Vos, yo sé muy bien que sois Dios, que yo soy todo vuestro, y no tengo esperanza sino en vuestra bondad ; y asi yo me dejo del todo en vuestras manos... I Siempre estâ en nuestra potestad hacer estos actos; y aunque tengamos dificultad, no imposibilidad, en estos ca­ sos y en medio de estas dificultades, debemos mostrar la fidelidad a este Senor; porque aunque hagamos estos actos sin gusto y sin alguna satisfacciôn, no nos ha de dar pena, pues Dios los quiere mâs asi; y no me digâis que sôlo lo decis con la boca, porque si el corazôn no lo quisiera, la boca no lo pronuneiara. Habiendo hecho esto, estad en paz sin atender a vuestra perturbaciôn, y hablad con nuestro Senor de otra cosa”. F) Resumen: nuestra miseria, trono de la miseri­ cordia de Dios “Ved aqui, pues, como es muy bueno tener confusion cuando tenemos conocimiento y sentimiento de nuestra mi­ seria e imperfecciôn ; pero que no conviene caer por eso en pusilanimidad, antes levantar el corazôn a Dios por medio de una santa confianza, cuyo fundamento ha de estribar en el mismo Senor y no en nosotros, porque nosotros nos mu­ tas y Dios no se puede mudar jamâs. Y tan bueno y misericordioso es El cuando nosotros somos flacos e imperfec­ tos como cuando somos fuertes y perfectos. Yo acostumbro a decir que el trono de la misericordia de Dios es nuestra miseria: conviene, pues, que cuanto es mâs grande nuestra miseria, tanto mayor sea nuestra confianza’’. SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO De la gran confianza que debe inspiramos el amor de Jesucristo (Cf. Prâctica del amor a Jesucristo c.3 : Apostolado de la Prensa [Madrid 1951] n.55 ss.) A) La redenciôn de Jesucristo, fundamento de toda esperanza “El profeta David colocaba la esperanza de su salvaciôn a el futuro del Redentor, y le decia : En tus manos enco~' (Leôn XHI, Inscrutabili n.4). 907 D) Prometiendo la libertad, arrancaron los funda­ mentos del orden religioso «Por eso nuestros predecesores, llenos de apostôlica fortaleza, resistieron continuamente a las inicuas maquinaciones de los hom­ bres, que, espumajeando como las olas del fiero mar sus confusio­ nes y prometiendo libertad, cuando en realidad eran esclavos del mal, trataron con sus opiniones enganosas y escritos perniciosisimos de destruir los fundamentos de la religiôn catôlica y de la sociedad civil ; de quitar de en medio toda virtud y justicia ; de depravar las mentes de todos ; de separar a los incautos, y, sobre todo, a la poco experimentada juventud, de la recta norma de sanas costum­ bres y de enlazarlos en las redes del error y arrancarlos asi del seno . . de la Iglesia F catôlica» (Pio X, Quanta cura n.i : Coi. Enc., E) Porque era una libertad de perdiciôn la que proclamaban «Y partiendo de esta falsa idea social, sus propagadores no tesen foinentar la opiniôn, desastrosa para la Iglesia catôlica y para '2 salud de las aimas, llamada por nuestro predecesor, de feliz me­ moria, «locura» (cf. Gregorio XVI, Mirari Vos), de que «la liber­ tad de conciencia y de cultos es propio e inalienable derecho in­ dividual que hay que proclamarlo en todas las leyes y establecerlo en todas las sociedades rectamente constituidas ; y que tienen de­ recho los ciudadanos para toda libertad, sin que la ley’ eclesiâstica ai civil la pueda reprimir ; libertad para manifestât y declarar pûbEcamente cualquier idea, ya de palabra, ya por medio de la imtrenta 0 de cualquier otra forma». Y no consideran que mientras pensan todas estas cosas estân predicando las libertades de perdidôn (cf. San Agustîn, Epist. 105) y que (cf. San Leôn Magno, Epist. 14,133), «si es siempre libre disputer de las cosas humanas, -unca faltarân quienes saltarân por encima de la verdadera sabidaria confiados en su locuacidad natural, sabiéndose como se sabe :.i qué manera hay que evitar, para bien de la fe y de la sabiduria ûistiâna, esta dafiosisima manera de sentir, segûn lo determino e; mismo Cristo, Senor nuestro» (Pio IX, Quanta cura n.4 : Col. Enc., p.65). F) Con ello, los pueblos conRaron la paz a las solas fuerzas materiales ς·1 Por eso, el mundo moderno marcha sin ideal «Vuestro ministerio, de insigne caridad corporal y espiritual. carfsimas hij'as, es particularmente digno de nuestro aprecio. Es de un inapreciable valor en estos tiempos sobre todo, en que, engaüado, seducido, mâs o meuos inconscientemente, por un matérialisme a me· nudo hâbilmente enmascarado, el mundo marcha a través de la vida terrena con los ojos y el corazôn fijos en la tierra, sin una mirada a lo alto, sin ideal y sin alegria» (Pio XII, A maestros y enfermeras catôlicos 6 de septiembre de 1950). 909 J) Lo cual hace que el horror al sufrimiento sea un mal de nuestra sociedad «Pero existe gran nûmero de causas que en una sociedad civil relajan los lazos de la disciplina pûblica y desvian eul pueblo de procuror, como debe, la honestidad de las costumbres. Très males, sobre todo, nos parecen los mâs funestos para el comûn bienestar, que son : el disgusto de una vida modesta y activa, el horror al sufrimiento y el olvido de los bienes eternos que esperamos» (Leôn ΧΙΠ, Laetitiae sanctae η.5). K) Esa depresiôn moral de la sociedad moderna solo se cura acudiendo a Cristo «El atro peligro, casi opuesto al primero, es la depresiôn moral, la faite, de confianza, consecuencia de la debilidad de la fe, de la esperanza y de la caridad. Y estas virtudes teologales, rayos de luz y de amor entre el hombre y Dios, adquieren nuevo ardor en las Hamas que brotan del Corazôn Sacratisimo de Jesûs. Contemplando este Corazôn y su herida abierta, comprenden los hombres que Dios no solamente es para ellos el Senor, ail que se sirve y ante quien se tiembla, sino también el Padre, compasivo y tierno, que se ama y por quien se es amado. Entonces aun el corazôn mâs deprimido se eleva, el espiritu mâs turbado se calmas (Pio XII, .4 las religiosas del Cenâculo 27 de marzo de 1940). L) Y confiando en Dios en medio de tanto mal «Sin embargo, venerables hermanos, aun cuando males tan gran­ des y numerosos amenacen y se teman aûn mayores para lo por ve­ nir, es menester no desmayar ni dejar languidecer la confiada es­ peranza que se apoya ùnicamente en Dios. El indudablemente no dejarâ perecer a los que ha redimido con su preciosa sangre ni abandonorâ su Iglesias. LL) En ese vacio se va notando hoy cada vez mâs apremiante la nostalgia de Dios ΣΛ y de la moral cristiana, van perdiendo algo de aquel vigor espiritual y aquella alegria y seguridad, tanto en la prâclica interior de la fe como en la profesiôn pûblica de ella, sin la cual uu verdadero y vital «sentire cum Ecclesia» no puede sostenerse y durar largo tiempo. Se les ve prestarse, sin darse cuenta, α ser victimas y hacerse intermediarios de concepciones y teorias y de prejuicios que, nacidos eu circulos extranos y hostiles al cristianismo, vienen a acechar a las almas de dos catôlicos. Tales caractères sufren al ver incomprendida a la Iglesia—a la que consideran permanecer fieles en el fondo—delante dei pretorio de Pi­ latos o en medio de los criados de Herodes, vestida de esearnio. Creen en el misterio de la Cruz, pero se olvidan de medi lar lo y aplicarlo α nuestros dias. En las fûlgidas y consoladoras horas del Tabor se sienten proximos a Cristo ; pero en los mâs tristes de Getseraani se sienten demasiado iuclinados a ser faciles imitadores de los discipu­ los adormecidos. Y cuando las autoridades de la tierra poneu mano a su poder externo, a semejanza de aquello que los ministros dei Sanedrin hicieron con Jesûs, desaparecen en timida fuga o, lo que es lo mismo, se retraen de una franca y valerosa resoluciôn» (Pio XII. Alocucidn al Colegio Cardenalicio, Navidad de 1940 n.7 y 8 : Col. Enc.. P-397)· S) Ni deprimirse por los horrores de la guerra, sino aprestarse a cooperar en lo mucho que ha quedado A' «JSs muy posible que algunos graves sucesos acaecidos en el curso del ano que acaba de terminar hayan teuido un eco doloroso en el corazôn de no pocos de vosotros ; pero quien vive de la abundanda del pensamiento cristiano no se dejarâ abatir ni desconcertar por los sucesos humanos, sean los que sean, y volverâ valerosamente los ojos a io que ha quedado, que es tan grande y tan digno de sus cuidados. Lo que ha quedado es la patria, es el pueblo, es el Estado, cuyo fin supremo es el verdadero bien de todos y cuya mision pide la cooperacion comûn donde cada ciudadano tiene su puesto ; son los millones de espiritus integros que quieren ver este bien comûn a la luz de Dios y promoverlo segûn los ordenamientos nunca caducos de su (Pio XII, Al patriciado y nobleza romanos 8 de enero de 1947). T) Tampoco se puede permitir cruzarse de brazos, cuando tanto queda por hacer «Aute la triste realidad de los funestos y mûltiples contrastes que tan dolorosamente laceran hoy el mundo y obstruyen el camino de la paz, tan culpable seria cerrar los ojos para no ver como cruzarse de brazos para no actuar, alegendo como excusa que aqui no hay nada que hacer. êQue no hay nada que hacer, precisamente cuando los cristianos pueden oponer a tantas vacilaciones disolventes y angustiosas aquel valor, el cual es, mâs que feliz, exuberancia de una rica naturaleza, manifestaciôn de una fuerza sobrenatural alimentada por las virtudes teologales, por la fe, la esperanza y la caridad ?» (Pio ΧΠ, Al Sacro Colegio Cardenalicio 2 de junio de 1947). U) Ni quedarse impasible ante las ruinas, sino disponerse a sembrar en el campo desolado ’-“’O· 918 RESURRECCIÔN DE LA HIJA DF. JAIRO. 23 DESP. PENT. SECCION VII. J’) Por la oraciôn, el cristiano se eleva a Cristo para no sucumbir en la pusilanimidad «Donde otros se asustan, donde las aguas aniargas de la aflicciôn v de la desesperaciôn suinergen a los pusilânimes, las aimas en que vive Cristo puédenlo todo y se elevan sobre los desôrdeues y tormentas dei mundo, con ânimo y ardor siempre iguales, al cântico de las ordenaciones, de las justificaciones y de las magnificencias de Dios. Bajo las tempestades se sienlcn superiores a les borrascas, a la tierra que pisan y a los mares que surcan, mâs aun que por su espiritu inmortal, por la elevaciôn de sus corazones hacia Dios : Sursum corda; por su oraciôn y union con Dios : Habemus ad Dominum» (Pio XII, Mensaje de Navidad de rgyj n.4 : Col. Enc., p. 3S5). K’ ) Sôlo en Cristo encontrarà el hombre apoyo para no desfallecer en la prueba «Solamente Cristo, sobre cuyos hombros reposa el principado (Is. 9,6), con su omnipotencia y su auxilio puede levantar y sacar al género humano de las angustias sin nombre que lo atormentan en el curso de la vida présente y encaminarlo hacia la felicidad. Un cristiano, que se alimenta y vive de la fe en Cristo, en la cer­ teza de que El solo es el camino, la verdad y la vida, lleva su parte de sufrimiento y de incomodidades dei mundo al pesebre del Hijo de Dios, y encuentra ante el Niûo recién nacido un consuelo y un apoyo desconocido para el mundo, que le da ânimo y fuerza para resistir y mantenerse imperterrito, sin desanimarse ni desfallecer, en medio de las pruebas mâs graves y atormentadoras» (Pio XII, Mcnsaje de Navidad de 1943 n.5 y 6 : Col. Enc., P.43S). U) ίΚ- Incertidumbre espiritual de los que no tienen esperanza en Cristo «Es triste y doloroso penser, amados hijos, que innumerables hom­ bres, aun habiendo sentido la amargura de falaces ilusiones y penosas desilusiones, mientras buscaban una felicidad que les satisficiese en esta vida, se hayan cerrado el camino a toda esperanza, y, viviendo como viven lejos de la fe cristiana, no aciertan a descubrir el camino hacia el pesebre del Nino Dios y hacia aquella consolaciôn que hace sobreabundar de gozo a los héroes de la fe en todas sus tribula­ ciones. Contemplan hecho pedazos el edificio de creencias, en el cual humanamente habrfan confiado y puesto su ideal ; pero no fué nunca verdad que hallasen aquella ùnica fe verdadera, que hubiera podido darles aliento y nuevo ânimo. En este titubeo intelectual y moral son presa de una deprimente incertidumbre de espiritu y vi­ ven en un estado de inercia que les oprime el aima y qne sôlo pue­ de entender profundamente y compadecer fraternalmente aquel que tiene la dicha de vivir en el lozano ambiente familiar de una fe sobrenatural, que salta sobre los torbellinos de todas las contingen­ das temporales para quedar fija en lo eterno» (Pio XII, ibid Col. Enc., p.439). MTV.., MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA I. JUNTO AL LECHO DE MUERTE DE SANTA MONICA «Sentados a la ventana de su inorada en Ostia, asidos de la mano v con los ojos y el corazôn levan tados al cielo, contemplaban sucesivainente la tierra, el mar, los astros ; en una palabra, todas las cosas crc-adas, y hallândolas transitorias y pequefias, subfan juntos, dejando este valle de lâgrimas, a la regiôn de la hermosura imperecedera y del amor eterno. —Hijo mio—dice Mônica con gravedad y ternura al acabar esta conversaciôn— : nada al présente me detiene ya en la tierra ; no me resta en ella cosa alguna ni sé por qué vivo ya, hallândose todas mis esperanzas realizadas. Por una sola cosa deseaba vivir, y era el verte cristiano y catôlico antes de mi muerte. Pues bien : Dios ha hecho mucho mâs ; y una vez que te veo despreciar la felicidad te­ rrena por su divino servicio, l en el templo, emocionada y curiosa. Queria presenciar los pormenores del rito y oir por ùltima vez las pala­ bres edificantes del Santo. Este ocupô un lugar visible en el âbside, entre la verja y el altar. Antes de dar comienzo a la ceremonia, el penitente impuso silencio e la muchedumbre con un gesto de su temblorosa mano. —iQue alejen a las mujeres!—ordenô. Un revuelo de faldas bajo las naves del templo catedralicio, y las mujeres, resignadas y humildes, se retiraron al fondo de la basili­ ca. La fe de aquellos Cristianos era robusta, su esperanza cierta y !a caridad bien probada. A poco, uno de los obispos oficiantes puso al moribundo una veste de tela de saco, después de rasprarle la cabeza, v el otro derramô sobre su cuerpo un punado de ceniza en forma de cruz. Cumplido esto, San Isidoro hizo en voz alta confes:ôn pûblica de sus culpas, para recibir después el Santo. Viâtico icon profundos suspiros del corazôn». La vista de los fieles, apiüadoî en la iglesia, siguiendo los detalles de la ceremonia con tanta II. n* · f LA PENITENCIA DE UN MORIBUNDO «A lo largo de su luminosa existencia, San Isidoro denota un san­ to temor de Dios y su religioso respeto a la muerte. «Très cosas son las que yo temo—escribia a su hermana, Santa Florentina— : la hora en que mi aima saldrâ del cuerpo, mi encuentro con Dios y ia sentencia que dicte contra mi». En el afio de gracia de 632, San Isidoro era ya un venerable anciano. Su quebrantada salud resentiase «de dolencias de carne y 921 922 RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 2J DESP. PENT. unciôn como interés, puso liante en los ojos de San Isidoro, que les hablô asi : «Os ruego a todos vosotros, santisimos sacerdotes, miembros del clero y congregaciôn de Ia plebe, roguéis al Senor por mi, pues estoy lleno de toda mancha de pecado... Perdonadme todas las ofensas que lie cometido con vosotros : tel vez a uno le rechacé con odio, tal vez a otro lo exclui despiadadamente del consorcio de la ca­ ridad, o le di un mal consejo, o le traté con ira y con desprecio. Perdonadme vosotros antes que vaya a rendir cuentas ante el tri­ bunal de Dios». Conmovida la muchedumbre por estas palabras, prorrumpiô en un clamor unânime, velado de congoja : — i Indulgencia 1... i Indulgencia ! Acto seguido, por expresa voluntad del penitente. bubo reinisiôn general de deudas. A presencia de todos se rompieron los recibos, mandando después que se distribuyera entre los pobres todo el dine­ ro del tesoro episcopal. Por ùltimo pronunciô frases de amor v de consuelo como mensajero de paz eterna, para encarecer sus postre­ ras recomendaciones. Antes de abandonar el templo quiso San Isidoro recibir el ôsculo de sus fie’.es, que desfilaron uno a uno ante él. —'Perdonadme y Dios os perdonarâ—les dijo con santa mansedumbre—. Que este abrazo entre vosotros y yo permanezca como testimonio de la vida futura. Asi se despidiô el gran obispo de su pueblo, regresando después a la pobre celda que era su casa, para morir tres dias mâs tarde. Todas las campanas de Sevilla le lloraron con lamentes de bronce. Se le am 927 Parece ser que las ultimas palabras que pronunciô fueron éstas : dinero como catôlico, en la fe y obediencia de la Iglesia Catôlica, Apostôlica y Romana». Cuéntose que su mano quedô tan firmementc asida al cirio bendito de Montserrat—su ûltipio y auténtico cetro—, que costô trabajo quitârselo después de muerto» (cf. Miguel Tribarren, Los gran­ des hombres ante la muerte [Montaner y Simôn, Barcelona 1951] P.1&4-1S8). VI. COMO MI FRIO EL PADRE DE SANTA TERESA «La vida de don Alonso declinaba hacia el ocaso. Su aima, como fruto maduro, estaba mâs ajena cada vez a -las cosas de la tierrâ. Hasta el rumbo fastuoso habia dejado paso a uno modestia y sen­ cillez a que jamâs se habia sometido. Sus hijos se marchaban muy lejos. Hasta su hija Teresa parecia alejarse. La soledad era su hori­ zonte. Por dondequiera veiase rodeado de tristeza. Le vida de oraciôn que durante seis anos habia practicado era su mejor sostén : en ella levantaba sus ânimos a Dios con edificante resignacién. «En este tiempo—escribe Santa Teresa—diô a mi padre la enfermedad de que muriô, que duré muchos dias». La excelente enfer­ mera de la Encarnaciôn saliô dei convento para cuidarle.Era durante los dias que habia dejado de hacer oraciôn. Su aima estaba desasosegada, pero con tanta emociôn, que sôlo pensaba en su querido padre. Si siempre su carino habia sido generoso, aquellos dias con aqnel padre que iba a morir lo fué* mucho mâs. Ella reco­ noce que se superô a si misma, ya en su desvelo, ya en la extraor­ dinarie presencia de ânimo que mostrô. «Con estar yo harto mala -escribe—, me esforzaba, y con que en faltarme él me faltaba todo el bien y rega’o, tuve gran ânimo para no mostrarle pena y estar hasta que muriô, como si ninguna cosa sintiera...» No era, segûn parece, enfermedad crônica. Fué dolencia de corta duraciôn. El do­ lor. aunque mâs sentido en las espaldas, cogia probablemente todo el tôrax ; se trataba quizâs de un empiema pleural, consecuencia de ona pulmonfa, originada acaso por los caterros del otofio avilés... Sufria de muchas maneras. La tos torturâbale con golpes secos como martillazos casi de continuo. La disnea le ahogaba en espantosa inquietud. Los dolores se agudizaban a ratos de forma terrible. La dulce enfermera ténia que intervenir entonces levantando los ânimos de su querido padre con reflexiones cristianas. «Dijele yo—es­ cribe ella—que, pues era tan devoto de cuando el Senor llevaba la cruz a cuestas, que pensase Su Majestad le queria dar a sentir algo de lo que habia pesado con aquel dolor. Consolôse tanto, que me parece nunca mâs le 01 quejar». Ya la toxemia creciente y la fiebre altisima hacian delirar al pobre enfermo. Santa Teresa dice que estuvo «très dias muy falto de sentido». Era la ûltima crisis en que iba a exhalar su preciosa exis­ tence el hidalgo avilés, en cuyo hâlito supremo estaba suspendido e! corazôn de su hija, «pareciéndome—escribe—se arrancaba mi aima nando via acabar su vida, porque le queria mucho». Era quizâ el dia de la lumaculada, 8 de diciembre de 1543, cuan­ do quedô don Alonso absorto en su habituai oraciôn. Aquella fiesta je ia Virgen habia traido algûn mensaje a su alma. Hasta enton- Μι 928 ■ SEC. 7. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAI RO. 23 DESP. PENT. ces, aunque estaba malo, no pensaba era para morir ; mas desde aquel dia, con haberse mejorado mucho y darle esperanza los mé­ dicos, no hacia ningùn caso ; solo pensaba en ordenar su conciencia y prepararse a bien morir. La familia de los Cepeda nunca habia tenido unas Navidades tan tristes como aquéllas. Cargado de nostalgias, aquella Nochebuena no traîa sino lâgrimas. Teresa estaba entre sus hermanos, como la mayor de todos, disimu’ando su pena y alentando a los de­ mâs. Juana, la mâs pequena, tenia quince anos ; Agustin, dieciséis, y Antonio, el mayor de los présentes, veintitrés. El enfermo habia estado tres dîas sin sentido, y la noticia de su muerte se extendiô râpidamente, como un conjuro, entre toda la familia... Todos rodeaban al enfermo con la angustia del postrer suspiro. El ültimo dia, don 'Alonso recobrô su conocimiento y hablaba con tanta lucidez que cnos espantâbamos—escribe su hija—, y le tuvo hasta que a la mitad del credo, diciéndole él mesmo, expiré...». ·.' ·**·)** ·-· 7W • V·.1 • Jvr* VIII. La oraciôn sacerdotal. Prescindimos de otras varias orationes que de­ ben leerse segûn aconsejan las circunstancias, y nos detenemos en el capitulo 17 del evangelio de San Juan, cuya lectura recomienda el Ritual Ro­ mano. La oraciôn sacerdotal es la recomendaciôn hecha por el propio Jesucristo a su Padre celes­ tial de sus discipulos y escogidos. Se va elevando, podriamos decir, el tono de este incomparable sermon hasta llegar a aquellas ûltimas y encumbradisimas palabras: “Yo en ellos y tû en mi, para que sean consumados en la Unidad” (lo. 17,23). “Padre, los que tû me has dado, quiera que don­ de esté yo, estén ellos conmigo, para que vean mi gloria que tû me has dado, porque me amaste antes de la creation dei mundo” (ibid., 24). "Pa­ dre..., si el mundo no te ha conocido, yo te conoci, y éstos conocieron que tû me has enviado..." (ibid., 25). “Que el amor con que tû me has ama­ 939 IX. Conclusiones. A. Este guiôn se presta para plâticas y meditationes en dias de retira y de ejercicios, e incluso, adaptado, sirve para la prédication desde el pul­ pito cuando se hable de los novisimos. El orador sagrado no debe olvidar nunca los novisimos de temor: la muerte en su aspecto terrorifico, el juicio, el infierno. B. Pero nunca dejarâ de presenter los novisimos de esperanza y de gozo y la muerte tal como la concibe la Iglesia en la recomendaciôn del aima. C. No serâ inoportuna una anécdota historica, vier de Burgos, ministro que fué de Isabel Π, humanista ilustre, traductor de Horacio, cuando a la hora de la muerte, que tuvo lugar en Granada, su patria, la exhortaba piadosamente el buen sacer­ dote que le asistia con palabras que le dictaba su propia caridad, le interrumpiô diciendo: “Gracias, Padre, por sus exhortationes, pero le agradeceria mâs que me leyera el evangelio de San Juan, y en latin, que es como a mi me gusta. Quisiera mo­ rir oyendo el texto sagrado”. SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 941 RESURRECCION DE LA HIJA DE JKIRO. 23 DESP. PENT. IH. SERIE II: SOBRE LA EPISTOLA A. El embotamiento de la mente. En la tierra de los deleites no se encuentra la verdadera sabiduria. “Me propuse regalar mi carne con el vino, mien­ tras daba mi mente a la sabiduria, y me di a la locura” (Eccl. 2,3). B. La falsa alegria. Perdido el gobierno por parte de la razôn, el apetito se desenfrena en una ale­ gria impropia: la alegria repugnante del embriagado. C. La charlataneria. Del mismo modo se pierde el gobierno de la lengua. La locuacidad inmoderada es propia de banquetes donde impera la gula en el comer o en el beber. Surge la indiscreciôn en revelar secretos, las concesiones que se hacen indebidamente, las injurias, las riüas... D. La chocarreria. Se pierde, asimismo, el dominio de la razôn sobre los actos externos, se desenfrenan los bajos instintos y se convierte el hombre de mâs fina educaciôn en el bufôn de la calle, en el 'hazmerreir de todos y en la vergüenza de los suyos. E. La inmundicia. Es decir, la incontinencia, que pertenece a la liviandad. gula, pecado capital. . ·> r· V; •ψ*.· F· r:·. ■· .* - Unos enemigos de la cruz. San Pablo, en la epistola, con lâgrimas en los ojos, pide a los fi. lipenses que centren su vida en Jesucristo. Hay unos enemigos de su cruz (Phil. 3,18). ] DÎTLtre ellos, tanto en aquel tiempo como en el nuestro, son ad­ versarios de aquella doctrina espiritual los que tienen por Dios el vientre. En este punto fijamos nues­ tra atenciôn y tratamos del pecado de la gula. B. Pecado. La gula es apetito desordenado de deleite en el uso de los manjares y bebidas. Es pecado en cuanto que va contra el orden de la razôn en el corner y beber. Capital. Importa tener présente que la gula es pecado capital, es decir, raiz de otros muchos pecados (cf. supra, Santo Tomâs, p.869, d, y 870, f). Al considerar las hijas de la gula, siguiendo a Santo Tomâs ( 944 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS RESURRECCIÔN DE I.A HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. 945 Nuevo Testamento. •r * Jesucristo en el texto evangélico de hoy emplea la pa­ labra ^dormir» para designar la muerte. 2.· La emplea también cuando comunica a sus apôstoles cl fallecimicnto de Lâzaro: iLazarus, amicus noster, dormit» (lo 11,11). 3»· San Pablo en su primera carta a los de Tesalônica la emplea por très veces (4,13.14.151. El Apôstol habia mâs bien de la muerte en Cristo, de la muerte santa, de la Que corresponde o debe corresponder al cristia­ no. Y asi. segûn sus palabras, Ici muerte de todo cristiano en gracia es un sutfïo. Dulce y tranquila, como el sueno; descanso, como el sueiïo. La muerte nos dard una vida mejor, como el reposo del sue­ iïo proporciona a nuestras facultades nuevo vigor y energia. i/ SERIE HI: SOBRE EL EVANGELIO Sentido cristiano y sentido pagano de la muerte I. Dos actitudes ante la muerte. En el Evangelio. La hija de Jairo. a) Los que se conturban y Horan: «V'icndo a los flantis- b) tas y a la muchedumbre de plaiiideras» (Mt. 9,23). b) Jesucristo: «Retiraos, que la nina no esta muerta; duerme» (ibid., 24). a través de los siglos. El contraste evangélico es simbolo de dos criterios que desde entonces hasta ahora han existido sobre la muerte. a) El criteria pagan». I. La muerte, descanso. Je donde, aflicciôu desesperada. criteria cristiano. La muerte, descanso. «No queremos, hermanos, que ignoréis logeante a la suerte de los muertos para que no os oflijâis como los demâs que carecen de esperauza» (i Thés. 4,13). c) muerte, dormici&n. La resurrection, dogma fundamental del cristianismo. a) b) «Si Jesucristo resucitô, también nosotros resucitarc· mos» (i Cor. 4,13). «Vita mutatur, non tollitur» (prefacio de la misa de difuntos). 2.’ muerte, considerada, pues, como un sueno. <4 Dormitio, dormire”, dormiciôn de Maria (fiesta de la Asuncion). a) En la Escritura. i. Antiguo Testamento : «Quia considerabant quod hi cum pietate dormitionem acceperant» (2 Mach. 12,45-46). Se ve que la palabra «dormire» es ter­ mino genérico α todos. En el texto citado se ha­ bia de los que duermen con piedad o santidad, y para éstos es el premio. Se supone, por tan­ to, que otros mueren sin ella. Unos y otros «duermen». No es la muerte ' estado definitivo, sino transitorio, como el suefio. Para los primeras cristianos. Se ve elaramente a tra­ vés de los escrjtvs y -co st timbre s de los primeras si­ glos del crlstianismo, que consideraban la muerte con este criteria. I. Asi las inscripciones de las catacumbas : avivas cum Christo ; in pace dormias ; cum Christo re­ quiescas». 2. Consideraban a los muertos como miembros de la Iglesia que no desaparecian. Ello explica en parte la costumbre de introducit una particula consagrada en la boca de los que morian, como simbolo de la uniôn que seguian teniendo en Jesucrito. En la Edad Media: 1. En algunos lugares se han visto inscripciones como esta, que se lee debajo de una calavera : «Como te ves, yo me vi ;—como me ves, te ve­ ras ;—todo ha de parar aqui ;—piénsalo y no pecarâs». 2. Tales inscripciones, ciertamente cristianas, reflejan un concepto muy real y verdadero, ^1 despego que de todo lo nuestro hace la muerté/Es mâs bien una tendencia de la Edad Media. En los Primcros siglos del cristianismo no miraban este aspecto de la muerte. En cambio, en la época de los grandes Predicadores de penitencia era el sentido quc predominaba y el Que quedô mâs grabado en el pueblô. A la misma ten­ dencia obcdccia la scntencia dei *Dies irae» y el cuadro del tjuicio final» de Miguel Angel. La humanidad se miraba mas a si mismo que a Dios. Los hombres se ven profundamente culpablcs y sienten la concien­ da de sus pecados. Diriasc que era la época del te­ mor, mientras quc los siglos de las catacumbas eran los de la fc y de la esperanza, los siglos en que los cristianos Vivian de la bella y positiva teologia de San Pablo. De aqui los aspectos tan distintoS en la, consi­ de raciôn de la muerte. Ambos verdaderos: mâs cris­ tiano, mas optimista y esperanzador cl que mira la muerte como un suefio dulce en las manos del Senor. C. Cementerio, dormitorio. a) Nombre antiguo, pero nombre esencialmcnte cristia­ no. Necropolis scrà la palabra de sabor pagano. «Coe­ meterium» o «dormitorio», la de sabor cristiano. En : · RESURRECTION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. cl cementcrio toda debe ser cristiano. A veces se ven detalles de mundanidad y pagania. b) Dcscansô en la paz de Cristo i. Sobra el excesivo lujo en tumbas y panteones, que es mâs vanidad que piedad. 2. Deben desterrarse las inscripciones o epitafios que en manera alguna puedan compaginarse con el sentido cristiano de la muerte. Eu un cementerio de Espana, sobre un panteôn sencillo, se ve un reloj cuyas agujas senalan una hora y debajo esta inscripciôn. «Hora fatal». Muy cristianos, en cam­ bio, y que deben propagarse son los epitafios de «Tù sabes, Senor, que te amo...», «Se duriniô eu el Sefior...», «Descansô en la paz de Cristo...» ? * ΠΙ. Liantos y flores. A. Las lâgrimas de los cristianos (cf. supra, sec.VII, IV, p.824). a) La tristeza es un sentimiento natural ante la muerte de un ser querido. I. No revela pusilanimidad ni poca fe. El llanto es sefial de afecto. El mismo Cristo llorô ante el sepulcro de Lâzaro (lo. 11,35). b) Pero ha de ser resignada, puesto que la muerte es fan sôlo separation y no desapariciôn (cf. supra, San Juan Crisôstomo, p.851, B). 1. La desesperaciôn ante la muerte es un sentirniento pagano. 2. San Pablo no dice a los de Tesalônica (1 Thés. 4,13) que no estén tristes, sino que manifiesten una tristeza distinta de la de aquellos que no tie­ nen esperanza (cf. supra, San Agustin, p.859, C). B. Las flores. a) Ya los paganos tenian costumbre de enterrar sus di­ funtos en los propios jardines y de adornarlos con flores. b) Los cristianos imitaron esta costumbre. Celebraban también aquellos los llamados idies violationis» y los trosaliao. En los primeras llenaban la tumba de violetas, y en los segundos, de rosas. Son seûales de delicadeza. Pocas cosas en la naturaleza tan delicadas como la hermosura y el perfume de las flores. Al de­ positarias sobre un sepulcro parece como si dcrramâramos la ternura de nuestro corazôn, simbolizada en ellas. Hoy perdura la costumbre. Nada hay que decir con­ tra ella, a menos que en el modo haya algo desordenado o por el excesivo gasto o por la forma 0 arte con que se colocan. No obstante, hay que tener muy SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 947 present-cs las palabras de San Agustin; que tod-o es atnds para consuelo de vlvos que para fruto de di­ funtos» (cf. supra, San Agustïn, p.86o, b). Bl temor y el deseo de la muerte 1. Planteamiento de la cuestiôn. Tema, en parte, moral, y en parte, ascético. Que preocupa a todos. Tres actividades humanas ante la muerte. a) Temor. , b) Deseo. c) Indiferencia., * H. El temor a la muerte es lo ordinario aun en aimas espirituales e incluso santas (cf. supra, San Agustin, p.857, B, a). A. La muerte, temible. a) Es un Paso decisive. b) Tras el que se ocùltan muchas y trascendentales incertidwnibres. c) Repugna a la naturaleza. d) Es castigo de Dios. No temcrlo seria no tenter a Dios. lôgico que sea temida. C. Casi todos los autores ascéticos ensenan que el temor de la muerte es obra de la gracia y ayuda a la vida de ésta y a los deseos de perfeeciôn (cf. supra, Santa Teresa., p.878, B). Se entiende que este temor ha de ser ordenado. Nadie debe, pues, angustiarse al comprobar que no puede desear la muerte. Para consuelo de mu­ chas aimas que se inquietan al comprobar que se encuentran en este caso, conviene decir que hay autores, como el P. Fâber, que consideran como senal mâs segura de buen espiritu el temor a la muerte que el deseo de morir (cf. “Conferen­ da sobre Ja muerte”). La muerte se puede desear por distintos motivos, uno de los cudles, que pertenece a la santidad, es gracia especidlisima de Dios y, por consiguiente, extraordi­ nario y excdpcional. A. Son deseos ilicitos de morir los que se fundan en la desesperaciôn. El deseo suicida de la muerte RESURRECCIOX DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PEXT. Es licito desear la muerte. a) Por huir de los trabajos de esta vida. «Esta tan llena de trabajos y de males esta vida, que, si Dios no nos diera la muerte en castigo, sc la pidie'ramos por mi. se-rico rd ia y por remedio para que acabasen tantos males y trabajos» (cf. Serin, sobre el c.7 de Job). Suspirar por el descanso, por la dcsaparicjon de rcsponsabilidades y cuidados, por la ccsaciôn del dolor, es perfectamente legitimo y licito. b) Para no ver las persecutiones de que es objcto la Iglesia y las ofensas que se hacen contra Dios. Este motivo es no solamente licito, sino que tiene mayor perfecciôn que el anterior. No es ya un motivo egoista, sino que se resuelve en ûltima instanda en cl anior de Dios. Para librarnos de ofcnder a Dios. Para evitar los pe­ cados mortales, los veniales e incluso las imperfccciones. Y es claro que tanto mâs perfecto es el deseo cuanto menor sea la ofensa, puesto que indica mayor amor. La maxima tantes morir que cometer una li­ gera imperfection» vale mâs que la que dice tantes morir que cometer un pecado mortal», Pero ambas son licitas, ambas recomendadas por los maestros de la vida espiritual. .-S - Es santo desear la muerte para ver a Dios. aî Es mâs deseo de Dios que de muerte. Es propio de los muy avanzados en el comino de la perfecciôn, que consiste en ir hacia Dios. A medida que el aima avanza, sienten mayores deseos de unirse con El. La muerte seüala el comienzo de la uniôn plena, perfccta y definitiva. Es lôgico que la desee con la misma fuerza con que desea a Dios. b) Es el caso de Santa Teresa y de San Pablo (cf. supra, Santa Teresa, p.88o, f). Santa Teresa escribiô : « i Ay, que larga es esta vida,—esta cârcel y estos yerros—en que el aima estâ metida ;—solo esperar la partida—me causa un dolor tan fiero,—que muero porque no mueroi» (cf. Santa Teresa, «Poesias»). La Santa no desea la muerte por fouir de los trabajos, antes bien, en muchos lugares de sus obras se ve el de­ seo que tiene de padecer. Dice que es «el mejor tesoro dei mundo» (cf. «Conceptos del amor de Dios» c.6,2) ; «que lo escogeria siempre» (cf. «Mo­ rada sexta» c.1,7). Son dos etapas distintas en la santidad. El mismo deseo de Dios lleva al aima unas veces a desear no morir, sino padecer, y en otras, en cambio, a desear morir. En ambos, el deseo de Dios : para crecer en El y para unirse con El. 2. Y San Pablo : «Desiderium habens dissolvi et esse cum Christo» (Phil. 1,23). Tampoco San Pablo de­ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 949 sea la muerte por huir de los padecimientos. Pu­ diera creerse que pesaban sobre él las cadenas y la lobreguez de la prisiôn desde la epistola que escribiô a los filipenses. Pero no. El decia : «Superabundo gaudio in omni tribulatione nos­ tra» (2 Cor. 7,4). Y a los mismos de Filipos les escribe : «Aunque tuviera que librarme sobre el sacrificio y el servicio de vuestra fe, me alegraria y congratularia con todos vosotros» (Phil. 2,17). Pablo desea morir, porque para él la vida es Cris­ to y la muerte le facilita el estar con Cristç. Por eso dice que la muerte para él es «ganancia» (Phil. 1,21). IV. La Santa indiferencia dél cristiano. A. Ni el temor a la muerte es sintoma de poco adelantamiento espiritual, ni el deseo de morir cons* tituye manifestaciôn necesaria del mismo. La muerte, como pocas criaturas, es instrumento de Dios, que al mismo tiempo castiga y facilita la verdadera y eterna felicidad. Segûn que el aima considere uno u otro aspecto, nacerâ el temor o el deseo. En diversas etapas predominarâ uno u otro sentimiento. Las aimas espirituales tendrân ambos en relaciôn con Dios nuestro Senor. Y asi temor y deseo serân gracia especial. Ambos, pues, deben ser apetecibles y ambos también pueden ser objeto de nuestras sûplicas. Ambos pueden ser senal de adelantamiento y aprovechamiento en la vida espiritual. Si en santos como Santa Teresa se ve el deseo de la muerte, en otros aparece también. el temor de morir, como en San Juan Climaco y aun en la misma Santa Catalina de Sena. B. El temor y el deseo deben ir unidos con una santa indiferencia. Esta indiferencia es la mejor senal del buen espiritu. San Ignacio la da como norma de santidad en el uso de cualquier criatura. De manera particular lo serâ tratândose de la muerte: lo mismo vida larga que vida corta; lo mismo un género de muerte que otro. Cuando, como y donde Dios quiera que muera. Pero que la muerte sea el comienzo de la Vida. * ,T SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS RESURRECCIÔN DE LA HIJA DE JAIRO. 2j DESP. PENT. 950 061 del Dios justo ante un h&mbre que le volviô las espaldas. ■‘X Tristeza de la muerte o la muerte del pecador .5,Μ· v’ ’Λ» 4 g> I. “tlTors peccatorum pessima”. A. Tres clases de pecadores y de muerte. Ίβ· * < Los que mueren en cl momento de comcter el peca­ do. De estos desgraciados se puede fundadamente temer la réprobation final. Su muerte puede llamarse con mâs razôn pésima. b) Los pecadores no arrepentidos. Son mâs numerosos los que vivieron en el pecado y en el vicio y los sobrecogiô la muerte sin dar muestra alguna de arrepentimiento. Muerte triste, amarga. También muerte pésima. Para ellos, sobre todo, y para los familiares que en el mundo dejan, porque carecieron de lo ûnico que podrfa consolarlos, que es la muerte en amistad con Dios (cf. supra, Santa Teresa, p.879, d). c) Los despreocupados. Muchisimos mâs son los que duermen en la vida caminando de pecado en pecado, sin preocuparse para nada de la muerte. Los que afirman; tComamos y bebamos, que maïïana moriremoss (Is.22,13), y que tienen como consigna gozar de la vida sin hacer caso de la ley de Dios (cf. supra, Beato Orozco, p.897, a) ■ ·; / - - ?· .·- Λ’ίΓτ ·· ·-> B. Para todos ellos es este sermon : Util, porque no saben como han de morir. Lo mâs probable es que la muerte los coja en pecado, pues en pecado viven casi todos los momentos de la vida. La consideration de tal muerte puede ser remedio eficaz y contribuir a enderezar la vida. < b) Eficaz también para los tibios, a fin de que salgan de un estado que lleva ordinariamente al pecado mortal. c) Y para los justos, que de esta forma trabajardn por su salud tcon temor y temblor* (Phil. 2,12). a) La muerte castiga. Mzichos predicadores, particùlaTmente en ta Edad Media, han presentado las palabras que leyô Baltasar como si Dios las dijera a cada peca­ dor que vive embriagado en sus desôrdenes (Dan. 5, 25) : “Manet, thecel, phares” (cf. Beato Orozco, p.897). A. Existe como castigo. La muerte es, en efecto, castigo. Como castigo entrô en el mundo y asi continuara. Que para los justos se convierte en el mâs dulce de los consuelos. b) Y para el pecador, en cambio, es, aparté los dolores fisicos y padecimientos de ûltima hora, la venganza a) ' -·· - B. Como castigo la présenta Jesucristo en el Evan­ gelio. En la parâbola de las diez virgenes, las cinco fatuas representan al pecador. Este, como aquéllas, pasa toda una vida sin preparar las lâmparas con el aceite de las buenas obras y la Hama del amor. El “nescio vos”, no os conozco (Mt. 25,12), es la sentencia que el pecador oirâ de labios de Jesucristo. HI. Très angustiosas miradas. La muerte no es tan te­ rrible por los padecimientos fisicos cuanto por los tormentos mentales y morales. Es parecer de los médicos que no es en el momento de la muerte cuando mâs se sufre. Padece, sin embargo, el aima, quizd como nunca ha padecido en la vida. Con su enten­ dimiento, menos potente y vigoroso que otras veces, dirige très miradas al présente, al pasado y al futuro. Tres miradas de angustia. He aqui como las describe el P. Fàber en su “Conferentia sobre la muerte”. luz de nuestra fe no se ha osAl présente. “ curecido, y si el pecado, nuestra conciencia y Dios no se hallan présentes con la misma claridad de otras veces, si lo estân bastante para que sintamos su sombra en nuestras aimas. Cualesquiera que sean las apariencias, no caemos en una vida puramente anormal. De ahi un dolor particular que proviene del sentimiento reflexivo de que nuestro espiritu y nuestras facultades no se hallen a la altura del momento. No nos aflige el haber pe­ cado, pero nuestro dolor es como el agua esparcida en un jardin un dia de invierno: no penetra en nuestras aimas, se hiela en la superficie...; siem­ pre - resulta una impresiôn de impotencia extremadamente penosa, una especie de pesadilla es­ piritual. Es como si sintiéramos que caiamos en un precipicio o que en medio del océano nuestro barco se iba a pique. El aima, en efecto, en este momento se va a fondo, precisamente cuando tie­ ne menos fuerzas, y seguramente eso debe oprimir el corazôn”. Al pasado. “Quizâ sea mâs pesada; las mismas tinieblas que nos rodean ayudan a concentrar la luz sobre nuestra vida pasada... Sabemos por ex­ perienda que la conciencia puede caer en un es­ tado de extremada susceptibilidad que nos hace descubrir el pecado en donde no lo veiamos an- -il .... SEC. S. GUIONES HOMILÉTICOS RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. P ■•À'·/ 3/ L* tes... Mientras que aun en nuestras confesiones generales el pasado no se manifestaba mâs que a medias en una especie de crepûsculo, enfonces se présenta desenmascarado, con claridad y sin som­ bras. Ningûn mediodia de la tierra es compara­ ble a la aurora de la gracia, ni hay microscopio alguno que aumente mâs los objetos... Pecados no sospechados, ignorancias culpables, inadvertencias deliberadas, rebeliones de la voluntad propia, aturdimientos criminales, enjambres de buénos y malos ensuenos, desbordamientos de pala­ bras emponzohadas, omisiones sin nûmero, y, sobre todo, negligencias de una masa compacta de gracias. Figurémonos que todo eso se nos aparece en detalle a la luz tranquila de esa ciencia divina que la ve como si no tuviese que ver otra cosa que su inalterable unidad. Semejante pasa­ do, iluminado con tal luz, puede ser otra cosa que un dolor terrible?” C. Al futuro. “Es incierto, lo cual siempre es penoso. Los riesgos incalculables, el sentimiento de una insuficiencia completa en materia de mérites, la falta sensible de energias, todo se combina para hacernos quizâ exagerar la incertidumbre de nuestra posiciôn, mientras que la idea de una soluciôn inminente no puede menos de agitarnos... Como nuestra vida pasada tiene mayores proporciones con la proximidad de la gracia, del mismo modo las montanas de la etemidad, como todas las montanas, parecen agrandarse segun nos vamos acercando a ellas”. iCuâl serâ el dolor del pecador que tiene el presentimiento de que su etemidad va a ser desgraciada? IV. Tentadones. En la hora de la muerte, muchas y muy variadas. Comunes a los justos y a los pecadores. Quizâ mâs numerosas todavia en los justos, porque el demonio quiere dar el ultima asalto a la fortaleza, y, como ta!, cl mâs fuerte. El cronista de la muerte de Santa Catalina de Sena dice que después de ha­ ber recibido cl sacramento de la Extremaunciôn cambiô de aspecto c hizo movimientos diversos con la cabeza y los brazos ; parccia sufrir violentos ataques de los espiritus infernales. Asi durante hora y media. b) l-as tentadones de los pecadores atormentan al aima incomparablcmente mâs (cf. Santa Teresa de JesÛs, en la sec.V). a) D. Mâs numerosas y fuertes de lo habituai, Asaltos particulares de los malos espiritus. Habrâ también enfonces mâs abundancia de gracia; 1a aproximaciôn divina darâ nuevas fuerzas para vencer en la luoha; serâ mayor la misericordia de Dios; quizâ nunca como enfonces tenga el alma tanta asistencia divina. Sin embargo, el pecador debe temblar, porque aseguran los santos y maestros de la vida espiritual que es muy dificil conseguir la salvaciôn a ultima hora. V. No dïlatar la conversion. De lo anteriarmente expuesto se impone una consecuencia. No se puede dilatar la conversion hasta la hora de la muerte (cf. su­ pra, Fray Buis de Granada, p.889 ss). Es cierto que se han dado casos de vida mala y muerte buena. También es cierto que han existido otros de vida buena y muerte mala. Pero son excepciones. La régla general, la que la experienda ensena, la expresan las siguientes palabras de San Agustin: “Qualis vita, finis ita”. La vida influye en la muerte. Morir bien después de una vida mala es una grada espedalïsima de la misericordia divina que nadie tiene derecho ni a exigir ni a esperar. Lo ordinario es que la muerte dependa de la vida. VI. Conclusiones. Aviso para los pecadores. Odiar al pecado, dejar prontamente las ocasiones y peligros. Aviso a los tibios. Cierto que su tristeza no 11egarâ a la de los pecadores. Estarân, sin embargo, pneocupados e inquietos. Si en los santos se ha observado este fenômeno, ^cuânto mâs en los tibios ? He aqui la oraciôn final de Santa Catalina : “;Oh Trinidad eternal Confieso que te he ofendido indignamente con mi negligencia, mi ignorancia, mi ingratitud, mi desobediencia y mis otros deifectos. jCuân miserable soy!" Mi entras hablaba de este modo, se golpeaba el pecho como cuando se reza el “Confiteor”, y afiadia: “No he observado el mandamiento que me habias dado de buscar siempre tu honor y ofrecer mis trabajos para el bien del prôjimo. Por el contrario, he faltado a mi deber cuando mâs se necesitaba de mi iOh Dios mio! ^No me ordenaste que no me cuidase de mi para nada, que no considerase mâs que el honor de tu nombre y la salvaciôn de las aimas, encontrando solo satisfacciôn en alimen- -, •••••Z-·· t·o - ·· * - . a -* tarme en la mesa de la santa cruz? En lugar de hacerlo, me apegué a mi propio consuelo. Me has invitado a unirme a ti sôlo con santos, amorosos y ardientes deseos, con lâgrimas, con humildes y continuas oraciones por la salvaciôn del mundo entero y por la reforma de la Iglesia,, y tu me has prometido que entonces, compadeciéndote del mundo, concederias a tu esposa un nuevo esplen­ dor. Pero yo, miserable, no he correspondido a lo que esperabas, he seguido durmiendo tranquilamente en el lecho de la negligencia: ;Cuân desdichada soy...!” (cf. “Pastor” p.598-600). No esperen los tibios santificarse en el ultimo momen­ to, porque “la santificaciôn en la enfermedad es uno de los fenômenos mâs raros de la vida espiritual” (cf. Fâber, “Conferencia sobre la muerte”). C. Aviso a los justos. A los buenos, para que sean perseverantes en el buen obrar, en la oraciôn y en los sacrificios. . * f •i Gozos de la muerte o la muerte dei justo I. v; ‘•1 »’J> kr< SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS resurrecciôn de la hija de jairo. 23 DESP. PENT. 954 La muerte, esperanza. La muerte, por ser castigo, deb cria hacemos temblar. Pero la infinita misericor­ dia de Lios ha hecho dei castigo terrible un objeto de nuestra esperanza. A. La muerte de Cristo en la cruz con aquellas pa­ labras: “En tus manos, Senor, encomiendo mi es­ piritu”; la muerte de la Santisima Virgen en un éxtasis de amor, la de San José y la de tantos santos ensenan al cristiano bueno que la muerte es dulce y apetecible. B. Santo Tomâs dice de ella: a) Que tsi naturalmente es odiable, es, no obstante, ape­ tecible por la bienaventuranza» (cf. aSum. Theol.» 1-2 q-5 a.3 c, y 3 q.46 a.6 ad 4). b) Y eu otro lugar: (San Juan de la Cruz). La caida de la tarde es el fin de la vida. IV. Lecciones de la muerte. Très, entre atras mwclias. A. Vanidad de las eriaturas. Juzguemos de ellas ahora como juzgaremos enfonces. Son medio y no fin. Usemos de ellas en cuanto llevan a Dios, por­ que es la ùnica verdad de las eriaturas. “En tan­ to hemos usar de ellas en cuanto que nos ayudan para la consecuciôn de nuestro ùltimo fin” (cf. San Ignacio, “Ejercicios espirituales: Principio y fun­ damento”). B. La vida de gracia. a) b) La gracia santificante es lo ûnico que interesa en la hora de la muerte. Necesario es tu concurso. Pon tu libertad al servitio de la gracia; emplea los medios de adquirirla, conservarla y acrecentarla. Ixi gracia, por otro lado, da valor etemo a las obras. Si junto con ella posées rectitud de intenciôn, de mancra que solamente las ejecutes por Dios, el valor serd mayor incomparablemente. C. Desde ahora. “Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por la crâpula, la em­ bringuez y las preocupaciones de la vida, y de repente venga sobre vosotros aquel dia como un lazo” (Le. 21,34-35). V. Exhortationes finales. A. “2 De qué me servirân mis hazanas, gloriosas o indignas, cuando la muerte tache de un plumazo cuanto dice? La respuesta la he de dar yo mis­ mo. Tù, quienquiera que seas, has de abandonar al mundo, al que rindiô culto tu corazôn. Todo lo que codiciaste carece de valor ante Dios, al que perteneces... Saïga, pues, mi aima de la estulticia del pecado. Celebre a Dios, si no con virtudes, a lo menos con su voz...” (cf. “Prudencio” en Gar- SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 961 RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. Villada, “Hist. Ecles. de Espana” t.2 p.155). “Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas mâs bien alegrarte que te­ mer. Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivirconCristo...” (cf. Kempis. “Irait, de Cristo” DI c.23). cia 10 Flautîstas fûnebres I. Personajes de la escena. A. Distintos tipos de hombres se agrupan en tomo a la divina figura de Jesucristo en el evangelio de hoy. B. Fijémonos principalmente en los que, faltos de confianza en el Senor, consideraron imposible la salvaciôn de la nina. Criados. Los criados se limitait a manifester a Jairo que es inütil molestar al Seüor, porque la niiia ha muerto. b) Flautîstas fûnebres. Los flautîstas y las plaüîdcras, cumpliendo su triste ofitio, estaban ya a la puerta de la casa de Jairo pregonando la muerte de la ni fia y expresando su dolor. Irônic-os. Los irônicos iban mâs lejos. So burlaban del Serior porque pretendia idespertar» a la niüa. a) H. Pesimismo y optimismo. Los très tipos de hombres pertenecen al grupo de los pesimistas, desalentadores. B. Los individuos, como los pueblos, pasan fâcilmente del optimismo al pesimismo. A fines dei siglo XIX la humanidad estaba enferma de un optimismo inconsiderado. Leôn XIII d&latô lo infundado de aquellas vanas esperanzas. b) Hoy una ola de pesimismo atravîcsa la tierra. Pio XII trata de levantar a los hombres, a quienes es aplicable la grâfica expresiôn de la Escritura: tManus dis­ solutas et genua debilia» (Is. 35,3). Es decir, caidas las manos y sueltas las rodillas. Deniasiado familiar es, pero muy grâfica y muy exacta para reflejar la idea, la expresiôn castellana de tpelelc» aplicada al hombre falto de energia, de sostén moral. a) -fit ’ s·. . pesimismo. El pesimismo, defecto. El pesimismo es un de­ fecto intelectual. a) Podemos decir que reside en la razôn prâctica. Es una especie de dallonismo de la inteligencia. Asi como b) el enferma de dallonismo percibe unos colores y déjà de percibir otros, asi el pesimismo, en la variedad de notas que ofrece la realidad, ve con preferencla y au­ menta los malices oscuros y no percibe los aspectos mâs claros y luminosos de la vida. El pesimismo daûa. El pesimismo aumenta el mal présenté, exagéra el mal juturo, disminuye las espé­ ra nzas. Pesimismo y tristeza. De la tristeza trataremos mâs detenidamente en otra homilia. Conviene, em­ pero, recordar aqui la relaciôn que existe entre el pesimismo y la tristeza. La tristeza es propiamente pasiôn y radica en lo concupisciblc (cf. «Sn.ni. Theol.» 1-2 q.23 a.i c y 2 c). b) La tristeza es pasiôn que va contra el movimiento vital (cf. ibid., 1-2 q.37 a.3). c) La tristeza nos causa una pura pérdida de energias. i nos hacc tener seguridad en el auxilio que se nos ofrece (cf. su. pra, Santo Tomâs, p.S67, a). A. Confianza en nosotros mismos. De ésta no tratamos, séria una confianza de orden puramente na­ tural. De orden natural. En los négocias humanos produce efectos sorprendentes, elevando la potencialidad de los medios con que contantes. b) En el orden sobrenatural, la confianza en nosotros mismos solamente la podemos encontrar en nuestras propias miserias reconocidas, las cuales son cl trono de la misericordia de Dios. como lie nosotros mismos, quc nuestra suficiencia vie­ ne de. Dios» (2 Cor. 3,4-5). 2. a) B. Confianza en Jesucristo. Tratamos de la confianza en Jesucristo, de la cual se ofrece un alto ejemplo en el evangelio del dia. III. Confianza cristiana. Para acercarnos a Cristo es 'ne­ cesario: A. Sus condiciones y esencia. a) La humildad, que suficiencia de los Ambrosio, p.Sôj, p.899, A). 1. La hemorroisa reconoce la propia miseria y la iiimedios humanos (cf. supra, San C, y San Francisco de Sales, esta convencida : 1. · De su propia enfermedad incurable. Como el publi­ cano (Le. 18.14), aue s.ttbc a orar al templo y baja juslijicado porque. ha rcconocido sus propios pecados. .41 acercarte a confesar comienza por reconocer que eres pecador. En tu oraciôn, para que puedas pedir mercedes a Dios, debes primero reconocer tu indi­ genda. 2. · De que los medicos no harân nada por su incapacidad; le quitarian el dinero si le quedase alguno. Uno es nuestro .Maestro, Cristo; los demâs son maestros del error. Uno es nuestro Padre y Pastor, que da vida a las ovejas, aun a costa de la propia; los demâs son salteadorcs y ladrones (lo. 10,8 y n). 2. Jairo. Digase lo mismo de Jairo, que ha tenido que vencer un mayor respeto humano por su condicîon de archisinagogo. Ante Dios ha de orarse con lealtad : «Tibi soli peccavi, et malum coram te feci» (Ps. 51,6). b) Confianza en Jesucristo: i. El no pide nada que no podanios dar. r.* La hemorroisa se acerca a este médico sin dinero, Pero con todo lo que tiene, que es su je en El y sus miserias. Recordemos el ejemplo de San Jcrônimo, que, con la preocupaciôn de que Dios le Pcdia algo, estaba todo intranquilo, hasta que Cristo le dice que lo que le estâ pidiendo son sus pecados. 2. · Jairo tampoco ofrece nada ni puede ofrecer; cuando se trata de enfermedad, las medicinas posiblcmente coopérant cuando ya muerte el enfermo, todo estâ de sobra. 3. · «Tal es la confianza que por Cristo tenemos en Dios. No que de nosotros seamos capaces de pensar algo 969 Fl nos lo da todo. A la hemorroisa, la salud ; a la hija de Jairo, la vida. Santa Alônica pide a Cristo con lâgrimas la conversiôn de su hijo (cf. supra, sec.VU p.919, I). Maria Santisima en las bodas de Canâ confia en su Hijo (lo. 2,5). San Pedro, cuando todos se apartan del Sefior, confia en Fl : «Sefior, . Pio XI» recogiendo los lenias de sus prcdecesores, formulé la paz de Cristo en el reino de Cristo: iNost 985 Su causa. A. El alejamiento de Dios. Con su acostumbrada elocuencia ha denunciado Pio XH la causa de la actual ruina moral en varios discursos. Se puede expresar resumidamente en esta frase: el alejamiento de Dios. “Y he aqui la tentativa de edificar la estructura dei mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en seûalar como principales responsables de la amenaza que gravita sobré la humanidad: una economia sin Dios, un derecho sin Dios, una politica sin Dios” (cf. Pio XH, “Discurso en el XXX aniversario de la Acciôn Catôlica Italiana” 12 de octubre de 1952). B. El destierro de Cristo. Para incomunicar a los hombres con Dios es preciso apartar a Cristo de la vida. “El enemigo—dice Pio XH—se ha preparado y se prépara para que Cristo sea un extra­ no en la universidad, en la escuela, on la fami­ lia, en la administration de justicia, en la actividad legislativa, en la inteligentia de los pue­ blos, alli donde se determina la paz o la guerra” (cf. Pio XII, “Discurso en el XXX aniversario de la Acciôn Catôlica Italiana” 12 de octubre de 1952). . El remedio. A. La vuelta a Jesucristo. IL Por una reacciôn admirable, la Iglesia moderna ha vuelto a sentir con extraordinario vigor el dogma del Cuerpo mistico de Jesucristo. b) Sc vive hoy con tanta virtud v cficacia como en P°cas epocas de la historia. c) El papa Pio XII ha dcdicado a este dogma una de sus enciclicas. d) En él sc encucntra cl verdadero fundamento de la dignidad de Ia persona humana, tan desconocida y hollada en nuestro tiempo y tan valicntemente dcfendida por los Pontifices, y especialmente por cl reindnte. e) Mas esta altisima dignidad imponc a los hombres graves deberes; «De modo que cuando llamamos mistico al Cuerpo dc Jesucristo, el mismo significado 9 a) SEC. 8. RESURRECCIÔN DE LA UIJA DE J\IRO. 2J DESP. PENT. de la palabra nos amonesta gravemente: amoneslaciôn que en cierta manera resuena ch aquelîas pala­ bras de .San Leôn (cf. Serm. 31,3 : PL 54,892) : «Conoce, ioh cristiano!, tu dignidad, y, una vez hecho participitante de la naturaleza divina, no quieras volver a la antigua vileza con tu conducta degencrada. Acuérdate de qué cabeza y de qué cuerpo eres inieuibro» (Ρίο XIT, «Mystici Corporis Christi» η.30 : Col. Enc., p.720). Auroras sobrenaturales. El cristiano moderno, pues, hombre de acciôn y de conquista, ha de accptar como fôrmula prâctica la de ser un perfecto miembro del Cuerpo mistico de Jesu­ cristo. b) Tal condition debe infundirle un extraordinario vi­ gor c iluminarle con la mâs firme de las esperanzas. C) Pero. al mismo tiempo, le obligarà a grandes sacrificios. a) IV. Conclusion. A. Las heridas producidas en la conciencia modema son profundas y gravisimas; los peligros, enor­ mes; la empresa de reconquista espiritual es ar­ dua, pero tal vez nos hallemos en visperas de un gran triunfo de la Iglesia catôlica. Tal vez—como dice bellamente el papa Pio XH—comienzan a despuntar auroras sobrenaturales de un espléndido dia para la Iglesia. B. Acelerarâ el triunfo nuestra union interna con Cristo y nuestra sumisiôn externa al Vicario de Cristo en la tierra. - Optimismo infundado 4' I. La formula de Ρίο XII: Reconociendo la gravedad del momento présente, es preciso mantenerse igualmente alejado del mal acomsejado optimismo y del pesimismo cobarde y deprimente (of. p.910, M). II. Ni optimismo infundado y engreido. Enfermedad dei siglo XIX. Coincidiô en Inglaterra con la época de la rcina Vic­ toria. b) Eh cl continente, con el periodo que va de iS~to a tgiq. a) B. Sus causas. a) Una larga paz international. b) c) e) GUIONES HOMILÉTICOS 987 Los nuevos inventos, el progreso râpido de las cien­ das, las maravillas de la técnlca. La organizaciôn cada dia mâs perfecta de los Estados y la prosperidad de la vida social. El aumenlo de riquezas, que Irajo facilidades, COHIOdidad y alegria exterior. La plena confianza que pusieron los hombres en cl progreso. C. Se impone una consideraciôn mâs profunda de la vida. Generalmente, en el campo catôlico no se participo de este optimismo. La gran escuela tradicional espaiïola, representada cn esto elo Client emente por Donoso, veia de otra ma­ nera la rcalidad, en frases que han circulado como estas : 1. «No se puede olvidar que la rueda catalina de toda civilizaciôn europea es el cristianismo ; y si esta rueda llegara a detener su movimiento, Europa entera seria arrastrada a la ruina». 2. «Estâmes viviendo insensatainente del capital es­ piritual acumulado por generaciones pasadas, y por este camino la bancarrota serâ inevitable». 3. «La actual civilizaciôn europea es un vaso vaefo que conserva el perfume de una esencia evaporada». 4. «No podremos salvar los penates de la moral en el incendio intencionado de la ciudad metafisica». b) La vision pontificia. Los papas consideraron gravisima la situaciôn de Europa desde mediados dei si­ glo pasado. Constantemente seüalan en sus epistolas las profecias de la destrucciôn de reinos e imperios y de la civilizaciôn misma europea. Y coincides tam­ bién· en seûalar las causas mâs boudas y primeras de la decadencia de Europa: una sociedad sin fe y sin principios. El primer pecado de Europa es pecado satânico, de sobcrbia intelectual. Alejamiento de Dios. Negaciôn del derecho natural. Minada la sociedad en sus cimientos, se tambalea y acabarà por hundirse: «Se acerca ya el dia dei merecido castigo^, decia Leôn XIII en la «Sapientiae Christianae*, en el 1890. Rccorramos râpidamente la posiciôn de cada uno de los Pontifices: 1. Ρίο IX : Denuncia reiteradamente las Hamadas «libertades de perdiciôn» (cf. supra, p.907, E) como causa prôxima de la descristianizaciôn de Europa. Declara la civilizaciôn moderna incom­ patible con el Pontificado : «El Romano Pontifice puede y debe reconciliarse y transigir con el pro­ greso, el libéralisme y la civilizaciôn moderna» (cf. «Syllabus» prop.80 y ùltima). 2. Leôn XHI : Seüala cuatro postulados errôneos, fundamentales de la verdadera civilizaciôn : a) '.USURKLlCIÔX SEC. 8. GUIONES-HOMILÉTICOS 989 DE LA HIJA DE JHRO. 23 DESP. PENT. mâs» (cf. Pio XII, «Discurso en el XXX aniversario de 1. · 2. · 3. · 4. · La /alta de principias de todo dîrecho Pûblico. El espiritu de rebcldta en las rnasas. La sed de oro o de codifia como iMotu de lu économie. La libertad desen/renada como una conqulsla dei de­ recho pûblico (cf. supra, 1x906, B y O. San Pio X : En la primera de sus enciclicas con­ creta el mal moderno en el endiosamiento del hombre, «el cual, con inaudito atreviniiento, ha usurpado el lugar de Dios... El hombre ha hecho de este mundo como un templo dedicado a si mism<>, para ser adorado por los demâs» (cf. «E Su­ premi Apostolat us»). Benedicto XV : Denuncia los mismos males en su primera enciclica, «Ad Beatissimi». Las gravisimas perturbaciones que padece la sociedad humana se contienen en cuatro puntos : j.’ Jusencfn de amor mutuo en la comunicaciôn entre los hombres. 2.· Desprecio de lu autoridad de los que gobiernan. insia ardiente ton que son apetecidos los bienes perecederos o caducos. .<.· Como consecticncia, injusta lucha entre las diversas clases sociales. Pio XI : «El mundo ha perdido la paz». Fué el lema de la primera pacte de su primera encicli­ ca, «Ubi arcano Dei» : «Pax, pax, et non erat pax». Se ha finnado la paz ; la paz no existe. Ni en la vida internacional, porque las naciones no han finnado con libertad y sinceridad los tratados de paz y se préparai! para una nueva guerra ; ni dentro de los estados, desgarrados por las luchas violentas de los partidos y por la divisiôn de las clases sociales ; ni en la familia, donde no se respeta la santidad dei matrimonio y cada dia es mâs discutida la autoridad paterna ; ni en el in­ terior de los individuos. El mal procede del in­ terior (cf. supra, p.908, G). 6. El resumen elocuente de Pio XII : Pio XII ha rcs umido efocuentemcnte los Puntos di vista de los Papas anteriores. Sus dennneias son mJi apremiantes, pero son como un eco de las denuntias de sus predecesores, mâs autorizadas, si cabe, porque. en gran parte, en muchas naciones se ha cumplido la terrible profecia, y es general la coincidcncia de que amenazan a todos los pueblos nuevos malts. 2. * ha causa principal estd en el ateismo, que el Pal>j dcsarrolla clocuentemcnte en el siguiente pdrrafo: •Hoy jio sôlo la ciudad de Italia, sino cl mundo ente­ ro estâ amenazado. Pero no preguntes cudl es cl cens· migo* ni qué vestidos lleva. Este se encuentra tn todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimadu. En estos ultimos siglos ha intentado lÙVQi a cabo la disgregaciôn intelectual, moral, social de Ιλ unidad del organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia; la razôn sin la fc: la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un enemigo que cada vez se ha hecho mâs concreto, con una dcsprcocupaciôn que déjà atônitos todavia: Cristo, si; Iglesia, no. Des­ pués: Dios, si; Cristo, no. Finalmcntc, el grito impio: Dios ha muerto; mâs aun, Dios no ha existido ja1. · la Acciôn Catôlica Italiana», 12 de octdbré de 1952). 3.· En otros discursos ha habiado de la ruina de la cari· dad, de la concicncia, de la paz interior. Sus denum clas son talcs que an un clan la destrucciôn de la civi­ lizaciôn misma desde sus proplos cimientos (cf. supra, p.908, H). ΓΙΙ. Ni pesimismo cobarde y deprimente: A. La civilizaciôn actual puede perecer. Conviene dis­ tinguer, para entender bien toda la literatura pon­ tificia, entre Iglesia catôlica y civilizaciôn cristia­ na. La civilizaciôn cristiana pertenece al orden temporal. La civilizaciôn cristiana son las nacio­ nes y la vida internacional, inspiradas y vivificadas por el espiritu del Evangelio. Lo que perece es la civilizaciôn cristiana. Lo que se destruye es Europa y las demâs naciones inspiradas en la ci­ vilizaciôn europea. B. La Iglesia, no. Por el contrario, la Iglesia es hoy mâs fuerte que nunca. Argumento cierto de que esta sostenida por el Espiritu de Dios. a) La Iglesia es una excepciôn en el mundo. Ha caminado en el siglo XIX en sentido contrario al que han recorrido los pueblos. b) Envejecidas, derruidas y aniquiladas las potencias temporales, la potencia espiritual tiene hoy una organizaciôn mâs perfecta y una vida mâs fecunda que nunca. c) Para un catôlico, éste es el fundamento de su optimismo. La vida de la Iglesia eleva, robustece su fe y afianza su esperanza. dj Un canto triunfal. Esta vitalidad de la Iglesia ha tenido una expresiôn elocuente en los Pontifices. Me­ rece ser citado el canto triunfal con que, ya muy pro­ ximo—como él decia—a las puertas de la eternidad, a los noventa y dos aiïos de edad, se despedia Leôn XIII de esta vida después de haber vivido—veinticinco aùos—uno de los pontificados mâs largos de la his­ toria: cNo puede negarse que las dificultades actua­ les que se ofrecen a la Iglesia son extraordinarias, son formidables. Pero a la vista se ofrece también otro hecho innegable, testimonio de que Dios esta cumplicndo con su Iglesia sus divinas promesas, con una sabiduria admirable y con una bondad sin li­ mites. Una tranquilidad sobrenatural, debida al Espi­ ritu Santo, que cubre a la Iglesia cou sus alas y que vive en su sono, reina en todas partes; no solamente en cl corazôn de las aimas sautas, sino en el conjunto de la catolicidad» (cf. Leôn XIII, «Llegado a los veinticinco afios...», enciclica llamada el testamento del Papa, 1902). ft * Μ* ,-/’·**· S' *"* Γ* *a f r '4 990 RESURRECCION DF. LA HIJA DE JAIRO. 23 DESP. PENT. * à» SEC. 8. GUIONES HOMU.ÉTICOS 991 C. Seis normas fundamentales. Y a continuation da scis normas de vida, genéricas, aplicables a todos los miembros del Cuerpo mistico (v.ll-â2). «Sollicitudine non pigri». El catôlico debe ser activo, diligente, hombre de acciôn. Ante todo, cumpliendo su propio deber en el csludio, en la oficina, en el trabajo, en su propio hogar. 2. El catôlico de acciôn debe aprovechar diligentemente el tiempo. 3· Ni tranquilidad, ni inacciôn, ni desesperaciôn. 4· Trabajo organizado y constante. b) «Spiritu ferventes»: el fervor del espiritu. El mundo moderno necesita hombres de caridad, pero de cari­ dad fervorosa. Esc fervor de la caridad, quc sc manificsla en la superficie del alma, como las burbujas en cl nivcl del agua que hierve. Esc fervor que le comunica una santa caridad para toda empresa divi­ na. Esa alegria y csa dtcisiôn de arriesgarsc a todo. c) «Domino servientes» : Sirvicndo a Dios. Hc aqui un punlo del examen del soldado de Cristo. cristiano debe tener concientia cierta de que I. no sirve a un amo, a un sefior, a un patrono, a un jefe, a una autoridad temporal, a un gobierno. 2. Ni sirve a su sindicato, ni a su clase social, ni a su partido politico. 3. No sirve a su grupo. Muchas veces éstas son for­ mas enganosas del servirse a si mismo. En una palabra, puede ser manifestation del amor propio. 4. Ilay que levantar ia del Apôstol : «Domino ser­ vientes». Servir siuceramente v de verdad solo a Dios, buscando su santa gloria, con el desprecio de nuestra propia convcniencia. <11 «5/>c gaudentes» : 1. Gozosos en la esperanza. El ni un do necesita gen­ tes que derranien gozo, que difundan santa ale­ gria. Cada uno de estos soldados debe ser un foco que disipe la niebla de tristeza que se difunde por el mundo (cf. supra, Hermas, p.847, B). 2. Pero gozo fundado, y, por consiguiente, estable v eficaz. 3· La esperanza ha de ser triple : a) Prudente optimismo I. El cristiano, "bonus miles Christi". Esperanza ciorta del triunfo. En presencia de la inminencia de males gravisimos, el cristiano no debe deprimirse. El cristiano, “bonus miles Chris­ ti”, necesita entrar en batalla con la esperanza cierta del triunfo. Fundada en Cristo. El optimismo, empero, no pue­ de ser vano e infundado. El fundamento del op­ timismo del cristiano no estâ en él, sino en los méritos, en la omnipotencia y en la misericordia infinitas de Jesucristo. El cristiano, miembro mistico del Cuerpo de Cris, to. El cristiano modemo si ente de un modo espe­ cial su carâcter de miembro mistico del Cuerpo de Cristo, y en esta idea hay que insistir, a fin de que los modernos hombres de action sean fieles a esta vocation divina. Π. Un programa. paulino. De tantos textos como se pudieran adutir queremos elegir uno, en donde conden­ sa San Pablo profundamente las condiciones que ha de tener el miembro del Cuerpo mistico de Jesucristo. Es un programa para hombres de acciôn, para hom­ bres de Action Catôlica. A. El texto. El texto que elegimos se halla en el capi. tulo 12 de la Epistola a los Romanos: “Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma funciôn; asi nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro estâ al servitio de los otros miembros” (v.4-5). B. Por via de ejemplo. Después seîiala el Apôstol, por via de ejemplo, como han de cumplir dentro del Cuerpo mistico su inisiôn especifica los que ejercen diversos ministerios. “Asi todos tenemos dones diferentes, segûn la gracia que nos fué dada; ya sea la profecia, segûn la medida de la fe; ya sea ministerio para servir; el que ense­ na, en la ensenanza; el que exhorta, para exhor­ tar; el que da, con sencillez; quien preside, pré­ sida con solicitud; quien practica la misericordia, hâgalo con alegria” (v.5-8). Primero y principal™ ente, la esperanza en su propio sentido tcologal, la esperanza de alcanzar la vida eter­ na, la esperanza del cielo. Junto a ella, todos los tra­ bajos parece n mczquinos y dcsproporcionados al premio inmenso que espera el luchador de Cristo. tPues por la momentdnca y ligera tribulaciôn, nos prépara un peso eterno de gloria incalculable· (2 Cor. 4J7)· 2.‘ La esperanza en cl triunfo de la Iglesia, cada dia mâs clamoroso, universal. La esperanza en restaurar en su propia Patria el or. den social cristiano. También esta esperanza es necesaria, como elemento vital que vigoriza en la lucha. VA·· ·*· ’ · ' Ί <1 - .·· 992 RESÜRRECCION DE LA HIJA DE JAIRO. 23 OESP. PENT. e) f) «Z» tribulatione patientes*: Pacicntes ch la tribula­ ciôn. La paciencia deflende el bien de tu razôn con­ tra elasalto de la tristeza, dice la teologia (cf. «Sum. Theol.» 2-2 q.raS c ; 1-2 q.66 a.4 ad 2). Los enemigos son poderosos y deseau robarte el mayor bien de tu aima, que son las virtudes teologales. Paciente en la tribulaciôn, el catôlico de acciôn debe defender hasta la esperanza humana contra los asaltos de los enemi­ gos exteriores c interiores. En ôl se debe verificar, por via sobrenatural, el concepto del Apôstol: «Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesûs* (Phil. 4,7). tOratione instantes*: i. Comentando los textos anteriores, dice Santo To­ mâs : «Dificil es con las fuerzas naturales guar­ dar el progrania paulino» (cf. ibid.). Pero el se­ creto del éxito estâ en la recomendaciôn ultima : «Oratione instantes», perseverantes en la oraciôn: En reparar las fuerzas en la oraciôn para con­ vertir la acciôn en oraciôn misma. En acumular energias, en conservar el contacto con la central de vida, en rendir cuentas, con el examen y la confesiôn, a Dios Nuestro Senor ; en recibir de El luz sobrenatural y auxilio especial, en mantener constantemente el aceite en la làmpara. Hay que abandonar el agora para penetrar en el santuario. Hay que acallar el tumnlto de las turbas exteriores para que hable el Maestro interior. Hay que reparar las heridas producidas por la discor­ dia y la guerra cruel de la calle en la augusta paz dei templo. 2. Innumerables son los textos que ofrece San Pa­ blo expresados como un grito triunfal de guerra, como la mâs vigorosa de las arengas de los soldados de Cristo. Ellos pueden desafiar con el Apôstol a todos los pode­ res de la tierra, del cielo y del infierno, segurrs de que triunfarân en Cristo. Quien nos arrebatard el amor de Cristo? dLa tribulaciôn, la angustia, la persecuciôn, el hambre, la desnudez, el peligro, la espa­ da ?9 (Rom. 8,35). 2.· En la bandera de los ejôrcitos que, inspirados por la gracia, han de levantar una nueva civilizaclôn, debe figurar como lenia la expresiôn del Apôstol: tTodo lo puedo en Aquel que me conforta» (Phil. 4J3)· i? i· « Domingo anterior a la fiesta de Todos los Santos EPISTOLA I. iCoE 1,12-20) 12 Gratias agentes Deo Pa­ tri, qui dignos nos fecit in par­ iem sortis sanctorum in lu­ mine: 13 qui eripuit nos de potes­ tate tenebrarum, et transtulit in regnum filii dilectionis suae, 14 in quo habemus redemp­ tionem per sanguinem eius, re­ missionem peccatorum? 15 qui est imago Del invisi­ bilis, primogenitus omnis crea­ turae: Ifi quoniam in ipso condita sunt universa in caelis, et in leira, visibilia, et invisibilia, sive throni, sive dominationes, sive principatus, sive potesta­ tes: omnia per ipsum et in ipso creata sunt: 17 et ipse est ante omnes, et omnia in ipso constant. 12 Dando gracias a Dios Pa­ dre, que los ha hecho espaces de participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. 13 El Padre, que nos librô del poder de las tinieblas y nos traslad6 al reino del Hijo de su amor, 14 en quien tenemos la redenciôn y la remision de los pecados; 15 que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; 16 porque en El fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisi­ bles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; to3! y para El. do fué creado por El 17 El es antes que todo y todo subsiste én El. 18 Et ipse est caput corporis 18 El es la cabeza del cuerpo Ecclesiae, qui est principium, de la Iglesia: El es el principio, el primogenitus ex mortuis: ut sit primogénito de los muertos, para in omnibus primatum tenens. que tenga la primacia sobre tod«as las cosas. 19 Quia in ipso complacuit 19 Y plugo al Padre que en El omnem plenitudinem inhabi­ habitasé toda la plenitud, tare: 20 y por El reconciliar consi­ 20 et per leum reconciliare omnia in ipsum, pacificans per I go, pacificando por la sangre de sanguinem crucis eius, sive ‘ ' <=- asi las de su cruz todas las cosas, quae in terris, sive quae in cae~ I la tierra como las del cielo. Ils sunt. Π. EVANGELIO (Io. 18,33-37) 33 Introivit ergo iterum in praetorium Pilatus, et vocavit lesurn, et dixit ei: Tu es rex Judaeorum? 33 Entrô Pilatos de nuevo en el pretorio, y 11 am an do a Jésus le dijo: i Eres tû el rey de los judios? 996 SEC. CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 34 Respondit lesus: A temet34 Respondiô Jesus: ;Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho | *Pst° 2loc...liolS| an 41111 dixerunt tibi de me? otros de mi? 35 Respondit Pilatus: Num­ 35 Pilatos contesté: ;Soy yo quid ego ludaeus sum? Gens judio por ventura? Tu naciôn y tua et pontifices tradiderunt te los pontifices te han entregado a mihi: quid fecisti? mi; 4qué has hecho? 36 Respondit lesus: Regnum 36 Jesus respondiô: Mi reino meum non est de hoc mundo. no es de este mundo; si de este Si ex hoc mundo esset regnum mundo fuera mi reino, mis minis­ n.eum ministri mei uUque detros habrian luchado para que no j certarent ut non traderer lufuese entregado a los judios; pero | duels: nu ne autem regnum meum non est hinc. mi reino no es de aquî. 37 Dixit itaque el Pilatus 37 Le dijo entonces Pilatos: iLuego tu eres rey?? Respondiô I Ergo rex es tu? Respondit le­ Tu dicis quia rex éum ego. Jesûs: Tû dices que soy rey. Yo sus: Ego in hoc natus sum, et ad para esto he venido al mundo, pa­ hoc veni in mundum, ut testi­ ra dar testimonio de la verdad; monium perhibeam veritati: todo el que es de la verdad oye omnis qui est ex veritate, au­ dit vocem meam. mi voz. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA JA DE CRISTO A) En los Salmos 6 Yo he constituido mi rey sobre Si6n, mi monte santo. Voy a promulgar su decreto: Yavé me ha dicho: Tû eres mi hijo, hoy te he engendrado yo. 8 Pïdeme y haré de las gentes tu heredad, te daté en posesiôn los confines de la tierra. 9 Podrâs regirlos con cetro de hierro, romperlos como vasija de alfarero. 6 Ego autem constitutus sum rex ab eo super Sion, montem sanctum eius, praedicans prae­ ceptum eius. 7 Dominus dixit ad me: Filius meus es tu, ego hodie nui te. 8 Postula a me, et dabo tibi gentes hereditatem tuam, et possessionem tuam terminos terrae. 9 Reges eos in virga ferrea, et tamquam vas figuli confrin­ ges eos (Ps. 2,6-9). Attende a las voces de mi sûplica, Rey mio y Dios mio, cuan­ do te suplico. Intende voci orationis meae, rex meus, et Deus meus (Ps. 5,3). 6 Y le has hecho poco menor que Dios: le has coronado de gloria y honor. 7 Le diste el seüorio sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies. 6 Minuisti eum paulo minus ab angelis, gloria et honore co­ ronastl eum... 7 Et constituisti eum super opera manuum tuarum. Omnia subiecisti sub pedibus eius (Ps. 8,6-7). I. TEXTOS SAGRADOS 10 Dominus diluvium inhabl- | tare facit, el sedebit Dominus | rex in aeternum. I 11 Dominus virtutem populo suo dabit: Dominus benedicet populo sun in paie (Fs. 28,10-11). 6 Sagittae tuae acutae, popull sub te cadent, in corda inimlcorum regis. 7 Sedes tua, Deus, in saecu­ lum saeculi: 'virga directionis virga regni tui (Ps. 44,6-7). 44,6-7). 9&7 10 Siéntate Yavé sobre las aguas diluviales, siéntase como Rey etemo. 11 Yavé darâ fortaleza a su pueblo, Yavé bendecirâ a su puecon Ja paz Agudas son tus saetas; ante caen fos pueblos; van derechas al coraz0n de los enemigos del I rey. Tu trono, ; oh Dios!, es por I los siglos eterno, y cetro de equidad gg ei cetro de tu reino. β Conturbatae sunt gentes, et | inclinata sunt regna: dedit vo­ cem suam, mota est terra (Ps. 45,7). Tûrbanse las naciones, vacilan los reinos, da El su voz, se derrite la tierra. 8 Quoniam rex omnis terrae Deus: psallite sapienter. 8 Porque es Yavé el rey de toda la tierra, cantadle con maestria. 9 Es Dios el rey de las naciones, que se asienta sobre su santo trono. 9 Regnabit Deus super gentes: Deus sedet super sedem sanctam suam (Ps. 46,8-9). 2 Deus, indicium tuum regi da: et iustltiam tuam filio re­ gis: iudicare populum tuum in lus titia, et pauperes tuos in ludlcio. 2 Da, ;oh Dios!, al rey tu jui­ cio, y tu justicia al hijo dei rey, para que gobieme a tu pueblo con justicia y a tus oprimidos con juicio. 5 Et permanebit cum sole, et ante lunam, a generatione In generationem. 5 Viva mientras perdure el sol, mientras permanezca la luna, de generaciôn en generaciôn. 7 Orietur in diebus eius iustltia, et abundantia pacis: donec auferatur luna. 7 Florezca en sus dias la jus­ ticia y haya mucha paz mientras dure la luna. 8 Dominarâ de mar a mar, dei rio hasta los cabos de la tierra. 8 Et dominabitur a mari usque ad mare: et a flumine usque ad terminos orbis terra­ rum. H Et adorabunt eum omnes reges terrae: omnes gentes ser­ vient ei. 11 Postrarânse ante El todos los reyes y le servirân todos los pueblos. 19 Et benedictum nomen malestatis eius in aeternum: et replebitur maiestate eius omnis terra (Ps. 71,2.5.7.8.11.19). 19 Y ben di to sea por siempre su glorioso nombre, y llénese de su gloria toda la tierra. Deus autem rex noster ante saecula, operatus est salutem In medio terrae (Ps. 73,12). Pues Dios es ya de antiguo mi rey, el que obra salvationes en la tierra. ■ I 'A 998 2 ;Oh pastor de Israel, escucha! Tù. que conduces a José co­ mo un rebafto, que te sientas en­ tre los querubines, muéstrate 3 Ante Efrain. Benjamin y Ma­ nases. Despierta tu poder, ven y sâlvanos. Tl ’ *· ÿ-. • · t ‘ SEC. CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 2 Qui regis Israel, intende: qui deducis ve!ut ovem loseph. Qui sedes super cherubim, ma­ nifestare Coram Ephraim, Beniamin et Muniisses. Excita potentiam tuum, et veni, ut salvos facias nos (Ps. 79,2-3). 3 I. TEXTOS SAGRA DOS 5 Montes sicut cera fluxe­ runt a fax le Dornlnii a facie Domini omnis terra. 6 Annuntiaverunt caeli lustltlam eius: et viderunt omnes populi gloriam eius (Ps. 96,1-6). 1 ;Dios reina! ;Temen los pueblos! Se asi en ta entre los querubines, tiembla la tierra. 9 Exaltate Dominum Deum nostrum, et adorate in monte sancto eius: quoniam sanctus Dominus Deus noster (Ps. 98, 1.9). 9 Ensalzad a Yavé, nuestro Dios, y postraos ante su monte santo, porque santo es Yavé, nues­ tro Dios. 1 Orâculo de Yavé a ti mi Senor: Siéntate a mi ddestra, en tanto que pongo a tus enemigos por escabel de tus pies”. 2 Extenderâ Yavé desde Sién su poderoso cetro: “Domina en medio de tus enemigos”. 5 Yavé estarâ a tu diestra quebrantando reyes el dia de su ira. Dominus regnavit, decorem Indutus est: indutus est Domi­ nus fortitudinem, et praecinxit se. Etenim firmavit orbem ter­ rae, qui non commovebitur (Ps. 92,1). Porque Dios grande es Yavé, Rey grande sobre todos los dioses. Quoniam Deus magnus Dominus: et rex magnus super omnes deos (Ps. 94,3). 1 Dixit Dominus Domino Deo meo: sede a dextris meis: do­ nec ponam inimicos tuos, sca­ bellum pedum tuorum. 4 Porque grande es Yavé y digno de toda alabanza, terrible sobre todos los dioses. 5 Porque todos los dioses de los pueblos son vanos idolos; pero Yavé hizo los cielos. 6 Delante de El la magnificencia y la alabanza; en su santuario, la fortaleza y la gloria. 7 Dad a Yavé, ;oh familias de los pueblos!, dad a Yavé la gloria y el poderio, 8Dad a Yavé el honor debido a su nombre, tomad ofrendas y venid a sus atrios. 9 Inclinaos ante Yavé en la hermosura de su santuario; tema ante El toda la tierra. 10Decid entre las gentes: Rei­ na Yavé!” Decid también: “El afirmô el orbe y no se conmueve. El gobierna con equidad a los pue­ blos”. Quoniam magnus Dominus, et laudabilis nimis: terribilis est super omnes deos. 2 Virgam virtutis tuae emit­ tet Dominus ex Sion: domina­ re in medio inimicorum tuo­ rum. 5 Dominus a dextris tuis, confregit in die irae suae reges (Ps. 109,1-2.5). ;Dios reina! Gécese la tie­ rra, alégrense sus muchas islas. 2Hay en torno de El nube y caligine; la justicia y el juicio son las bases de su trono. 3 Precédele fuego, que abrasa en derredor a todos sus enemigos. 4 do; Sus rayos alumbran el muntiembla la tierra al verle. 6 Confessio, et pulchritudo in conspectu eius: sanctimonia, et magnificentia in sanctifica­ tione eius. 7 Afferte Domino, patriae gentium, afferte Domino glo­ riam et honorem. 8 Afferte Domino gloriam nomini eius. Tollite hostias, et introite in atria eius. atrio 9 Adorate Dominus in sancto eius, commoveatur a facie eius universa terra. 10 Dicite in gentibus, quia Dominus regnavit. Etenim cor­ rexit orbem terrae qui non com­ movebitur: indicabit populos in aequitate (Ps. 95,4-10). 1 Dominus regnavit, exultet terra: laetentur insulae multae. 2 Nubes, et caligo in circui­ tu eius: iustitia et iudicium correctio sedis eius. praecc3 Ignis ante ipsum det, et inflammabit in circultu inimicos eius. eius or· 4 Illuxerunt fulgura ___ bi terrae: vidit, et commota est terra. 5 Derritense como cera tes mon­ tes ante Yavé, ante el Sefior de toda la tierra. 6Anuncian tes cielos su justi­ cia y todos tes pueblos ven su gloria. 1 Dominus regnavit, irascan­ tur populi: qui sedet super che­ rubim, moveatur terra. Reina Yavé. Se vistiô de majes­ tad, vistiése de poder Yavé y se ciné, cimenté el mundo, no se conmoverâ. 5 Quoniam omnes dii gentlum daemonia: Dominus au­ tem caelos fecit. 999 B) En LOS LIEROS PROFÉTICOS Y SAPIENCIALES Et dixit: Vae milii, quia ta­ cui, quia vir pollutus labiis ego sum, et in medio populi polluta labia habentis ego habito, et regen Dominum exercituum vi­ di oculis meis ds. 6,5). Yo me dije: ;Ay de mi, perdido soy!, pues siendo un hombre de impuros labios, que habita en me­ dio de un pueblo de labios impu­ ros, he visto con mis ojos al Rey. Yavé Sebaot. eniin natus est 6 Porque nos ha nacido un niet filius ~__ _ datus est nobis, nobis, no, nos ha sido dado un hijo, que et factus est principatus super | fjene Sobre su hombro la sober ahumerum eius: et vocabitur no­ nia, y que se llamarâ maravillomen eius, Admirabilis, Consilia­ rius, Deus Fortis, Pater futuri so, consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno. Principe de la paz. saeculi, Princeps pacis. 7 Para dilatar el imperio y pa­ 7 Multiplicabitur eius irnperium, et pacis non erit finis: ra una paz ilimitada, sobre el trosuper solium David, et super [ no (je David y sobre su reino, para regnum eius sedebit: ut confir­ afirmarlo y consolidante en el de­ met illud et corroboret in iudirecho y la justicia desde ahora clo et iustitia, amodo et usque in .sempiternum: zelus Domini para siempre jamâs. El celo de exercituum faciet hoc (Is. 9, Yavé Sebaot harâ esto. 6-7), 6 Parvulus 4 Sed indicabit in I us titia pauperes, et arguet in aequi ta- 4 Juzgarâ en justicia al pobre, . te pro mansuetis terrae; et per- I y en equidad a los humilœs de _ _____ ____ __ 1000 CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS SEC. > f • ; la tierra. Y herirâ al tirano con los decretos de SU boca, y con su aliento matarâ impio. cutlet terram virga oris sui, et spiritu labiorum suorum inter­ ficiet impium (Is. 11,4). Mlentras que el bueno tiene noblés designios, y en sus nobles designios persevera. Princeps vero ea, quae digna sunt principe, cogitabit, et ipse super duces stabit (Is. 32,8). 24 Doblarâse ante mi toda rodilla y por mi jurarâ toda lengua. 24 Quia mihi curvabitur om­ ne genu; et iurabit omnis lin­ gua. 25 Ergo in Domino dicet: Meae sunt i us titia e et impe­ rium: axi eum venient, et con­ fundentur omnes qui repugnant ei (Is. 45,24-25). 25 De mi dirân: Ciertamente sôlo en Yavé hay justicia y fuer­ za, A El vendrân cubiertos de ig­ nominia todos cuantos se agitan contra El. .. F Pero Yavé es verdadero Dios, el Dios vivo y rey eterno. Si El se aira, tiembla la tierra y todos los pueblos son impotentes ante su cèlera. Dominus autem Deus verus est: ipse Deus vivens, et rex sempiternus. Ab indignatione eius commovebitur terra: et non sustinebunt gentes commi­ nationem eius (1er. 10,10). He aqui que vienen dias, pala­ bras de Yavé, en que yo suscitaré a Dios un vâstago de justicia, que, como verdadero rey, reinarâ prudentemente y harâ derecho y jus­ ticia en la tierra. Ecce dies veniunt, dicit Do­ mDius: et suscitabo David ge rmen iustiim: et regnavit rex, et sapiens erit: et faciet indi­ cium et iustitiam in terra (1er. 23,5). 14 Fuéle dado el senorio, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabarâ nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerâ. 14 Et dedit ei potestatem et honorem, et regnum: et omnes populi, tribus et linguae ipsi servient: potestas eius, potes­ tas aeterna, quae non aufere­ tur: et regnum eius, quod non corrumpetur (Dan. 7,14). Alégrate con alegria grande, hi­ ja de Siôn. Salta de jubilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey. Justo y Salvador, humilde, montado en un asno, en un polli­ no hijo de asna. Exulta satis filia Sion, iubila filia Jerusalem. Ecce rex tuus veniet tibi iustus, et salvator: ipse pauper, et ascendens su­ per asinam et super pullum fi­ lium asinae (Zach. 9,9). Todos cuantos quedaren de las gentes que vinieron contra Jeru­ salén subirân cada ano a adorar al Rey, Yavé Sebaot, y a celebrar la fiesta de los tabernâculos. Et omnes qui reliqui fuerint de universis gentibus, quae venerunt contra Jerusalem, ascen­ dent ab anno in annum, ut ado­ rent regem Dominum exerci­ tuum, et celebrent festivitatem tabernaculorum (Zach. 14,16). 1 Se extiende poderosa del uno al otro extremo y lo gobierna todo con suavidad. 1 Attingit ergo a fine usque ad finem fortiter, et disponit omnia suaviter. TEXTOS SAGRADOS I. 14 Disponam populos: et na­ tiones mihi erunt subditae (Sap. 8,1.14). 15 Fer me reges regnant, et legum conditores iusta decer­ nunt. 16 Per me principes impe­ rant, et potentes decernunt iustitlam (Prov. 8,15-16). C) Adveniat regnum 6,10), tuum los pueblos, y las naciones me serân sometidas. •JH 14Gobernaré 15 Por mi reinan ]os reyes y los jueces administran justicia. 16 Por mi mandan los princi­ pes y gobiernan los soberanos de la tierra. el Dicentes: Ubi est qui natns est rex ludaeorum? vidimus enim stellam eius in Oriente, et venimus adorare eum (Mt. 2,2). (Mt. 1001 Evangelio Diciendo: ^.Dônde estâ elreyde los judios, que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle. Venga a nos el tu reino. Dicite filiae Sion: Ecce rex tuis venit tibi mansuetas, se­ dens super asinam, et pullum filium subiugalis (Mt. 21,5). Decid a la hija de Siôn: He aqui que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de borrica. 31 Cum autem venerit Filius hominis in maiestate sua, et omnes angeli cum eo, tunc se­ debit super sedem maiestatis suae: 32 et congregabuntur ante eum omnes gentes, et separabit eos ab invicem, sicut pastor se­ gregat oves ab hoedis. 31 Cuando el Hijo del hombre I venga en su gloria y todos los An­ geles con El, se sentarA sobre su trono de gloria, 32 y se reuniran en su presen­ cia todas las gentes y separarâ a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos. 33Y pondrA las ovejas a su dereoha y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces dirâ el rey a los que estAn a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesiôn del reino preparado para vosotros desde la creaciôn del mundo. 33 Et statuet oves quidem a dextris suis, hoedos autem a si­ nistris. 31 Tunc dicet rex his, qui a dextris eius erunt: Venite, be­ nedicti Patris mei, possidete pa­ ratum vobis regnum a constitutione mundi (Mt. 25,31-34). An putas, quia non possum rogare Patrem meum, et exhi­ bebit mihi modo plusquam duo­ decim legiones angelorum? (Mt. 26,53). 2, 0 crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaria luego doce legiones de Angeles ângeles?? Et accedens locutus est eis, dicens: Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra (Mt. 28,18). Y acercAndose Jesiïs, les dijo : Me ha sido dado poder en el cielo en la tierra. ' I SEC. CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS Fit* . El Seûor Jesûs, después de haber hablado con ellos, fué levantado a los cielos y estâ sentado a la diestra de Dios. Et Dominus quidem lesus postquam locutus est cis, as­ sumptus est in caelum, et sedet a dextris Dei (Mc. 16,19). 32 Σ» serâ grande y llamado Hijo del Altisimo, y le darâ el Seûor Dios el trono de David, su padre, y reinarâ en la casa de Ja­ cob por los siglos. 33 Y su reino no tendrâ fin. 32 Hic erit magnus et Filius Altlssimi vocabitur, et dabit 1111 Dominus Deus sedem David, patris eius; et regnabit in do­ mo lacob in aeternum. Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Seûor, en la ciudad de David. Quia natus est vobis hodie Salvator, qui est Christus Do­ minus in civitate David (Lc. 2,11). comenzaron a acusarle diciendo : Hemos encontrado a este pervirtiendo a nuestro pueblo; pro­ hibe pagar el tributo al César y dice ser El el Mesias rey. 2 Coeperunt illum accusare, dicentes: Hunc invenimus sub­ vertentem gentem nostram et prohibentem tributa dare Cae­ sari, et dicentem se Christum regem esse (Lc. 23,2). 42 Y decia: Jesûs, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino. 42 Et dicebat ad lesum: Do­ mine, memento mei cum veneris in regnum tuum (Lc. 23, 2.42). Natanael le contestô: “Rabbi, tû eres el Hijo de Dios, tû eres el Rey de Israel. Respondit ei Nathanael, et ait: Rabbi, tu es Filius Dei, tu es Rex Israel (lo. 1,49). 21 Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, asi también el Hijo a los que quiere les da la vida. 22 Aunque el Padre no juzga a nadiie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar. 21 Sicut enim Pater suscitat mortuos, et vivificat: sic et Fi­ lius, quos vult, vivificat. Y Jesûs, conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiré otra vez al monte solo. lesns ergo cum cognovisset quia venturi essent ut raperent eum, et facerent eum regem, fugit iterum in montem ipse so­ lus (Io. 6,15). Y acercândose a ES, le decian: Salve, rey de los judios; y le daban de bofetadas. 3 Et veniebant ad eum, et dicebant: Ave rex ludaeoruni: et dabant ei alapas. 12 Desde enfonces Pilatos buscaba librarie, pero los judios gri­ taron diciéndole: Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey va contra el Cé­ sar. 33 Et regnum eius non erit finis (Le. 1,32-33). 12 Et exinde quaerebat Pila­ tus dimittere eum. ludaei autem clamabant dicentes: Si hunc di­ mittis non es amicus Caesaris. Omnis, enim, qui se regem fa­ cit, contradicit Caesari. 3 14... Dijo a los judios: Ahi tenéis a vuestro Rey... 15 Pero ellos gritaron: ;Quita, quita! ;Crucificale! Dijoles Pila­ tos: £ A vuestro rey voy a crucificar ? Contestaron los principes die los sacerdotes: Nosotros no tenemos mâs rey que el César. 19 Scripsit autem et titulum Pilatus: et posuit super cru­ cem. Erat autem scriptum: lesos Nazarenus, Rex ludaeorum (Io. 19,3.12.14.15.19). 19 Escribiô Pilatos un titulo y lo puso sobre la cruz; estaba escrito: Jesûs Nazareno, Rey de los judios. EX LOS LIBROS APOST0LICOS ergo omnis et Dominum fecit Deus, vos crucifi­ Tenga, pues, por cierto toda la casa de Israel que Dios le ha he­ cho Serior y Cristo a este Jesûs, a quien vosotros habéis crucificado. Et non est in alio aliquo sa­ lus. Nec enim aliud nomen est sub caelo datum hominibus, in quo oporteat nos salvos fieri (Act. 4,12). En ningûn otro hay salud, pues ningûn otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hom­ bres, por el cual podamos ser sal­ vos. lesum a Nazareth: quomodo unxit eum Deus Spiritu Sancto, et virtute... (Act. 10,38). Esto es. cômo a Jesûs de Nazaret le ungio Dios con el Espiritu Santo y con poder... Oportet autem ilium regnare donec ponat omnes inimicos sub pedibus eius (1 Cor. 15,25). Pues preciso es que El reine has ta poner a todos sus enemigos bajo sus pies. Ut in nomine lesu omne genu flectatur caelestium, terres­ trium, et infernorum (Phil. 2, 10). Para que al nombre de Jesûs dob’e la rodilia cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos. Qui eripuit nos de potestate tenebrarum, et transtulit in regnum Filii dilectionis suae (Coi. 1,13). El Padre nos librô del poder de las timebias y nos trasladd al rei­ no del Hijo de su amor. Scire etiam supereminentem scientiae charitatem Christi, ut impleamini in omnem plenitu­ dinem Dei (Eph. 3,19). Y conocer la caridad de Crlsto. que supera toda ciencia, para que seâis llenos de toda la plenitud de Dios. Quem suis temporibus osten­ det beatus et solus potens, Rex regum, et Dominus dominan­ tium (1 Tim. 6,15). A quien harâ aparecer a su tiempo el bienaventurado ÿ solo Monarca, Rey de reyes y Senor de los senores. Certissime sciat domus Israel, quia eum, et Christum, hunc lesum, quem xistis (Act. 2,36). I TEXTOS SAGRADOS 14... Et dicit ludacis; Ecce rex vester. 15 Illi autem clamabant: Tol­ le, tolle, crucifige eum. Dicit eis Pilatus: Regem vestrum crucifigam? Responderunt Pon­ tifices: Non habemus Regem, nisi Caesarem. D) 22 Neque enim Pater judicat quemquam: sed omne iudicinm dedit Filio (Io. 5,21-22). I. 1004 •ti 7 · CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS Y que, siendo el esplendor de su gloria y la imagen de su substan­ da, y el que con su poderosa pala­ bra sustenta todas las cosas, des­ pués de hacer la purificaciôn de los pecados, se sentô a la diestra de la Majestad en las alturas. Qui eu ni sit splendor gloriae et figura substantiae eius, portansque omnia verbo virtutis suae, purgationem peccatorum faciens, sedet ad dexteram maiestatis in excelsis (Hebr. 1,3). Y de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de los muertos, el principe de los reyes de la tierra, el que nos ama y nos ha absuelto de nuestras pecados por la virtud de su sangre. Et a lesu Christo, qui est testis fidelis, pri mage ni t u s mortuorum, et princeps regum ter­ rae, qui dilexit nos, et lavit nos a peccatis nostris in sanguine suo (Apoc. 1,5). Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Senor de senores. Et habet in vestimento, et in femore suo scriptum: Rex re­ gum, et Dominus dominantium (Apoc. 19,16). SECCION //. SITUACION LITURGICA A) La realeza de Cristo La fiesta de Cristo Rey es de reciente instituciôn. Se celebra desde el ano 1925, en que la instituyô Pio XI. Es de primera clase y se conmemora en toda la Iglesia con gran solemnidad el domingo anterior a la festividad de Todos los Santos. La expresiôn de la realeza de Cnsto en la liturgia es, sin em­ bargo, muy antigua. Tan antigua como la liturgia misma. «El santo sacrificio y el oficio divino son el tributo solemne y cotidiano que page la Iglesia a Cristo a titulo de Pontifice y de Rey» (cf. Schus­ ter, Liber Sacramentorum .[Herder, 1948] t.9 p.91). No es extrano que en este tributo de la Iglesia a Jesucristo abun­ de le idea de la realeza de su Senor. De la misma forma que las Escrituras Santas hablan con protusiôn acerca de las glorias y universalidad dei imperio de Aquel que lleva escrito sobre su manto y sobre su muslo Rey de reyes y s'eüor de senores. La misa y el oficio divino en sus lecturas y oraciones cantan su grandeza, repitiendo las mismas palabras de los libros inspirados. B) < COMENTARIOS GENERALES La proclama la liturgia de todo el ano En cada parte del ano litiirgico podria el predicador sagrado escoger un tema acerca del reinado de Cristo con la oportunidad que le brinda la liturgia. Lo mismo en el tiempo de gozo y de gloria que en el tiempo de dolor. La Iglesia contemplera al Senor envuelto en humildad y sencillez, como nifio pequeno, o cubierto de ignominia o dolor, o resplandeciente con fulgores de divinided. Pero siempre como Rey. a) Adviento El que ha de venir es el que se sienta sobre los querubines 'Ps. 79,2 : grad. dei dom. 2 y vigilia de Navidad), el que rige a Israel (ibid.), el que salvarà a todas las gentes (Is. 30,30 : introito de! dom. 2). A quel cuya es la tierra y cuanto la llcna, el orbe de la tierra y cuantos le habitati (Ps. 23,1 : introito vigilia de Nav.). Por eso la Iglesia salta jubilosa en el cuarto domingo de Advien­ to: Alégrate con alegria grande, hija de Sidn. Salta de jubilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey, justo y Salvador (Zach.' 9,9 : ofertorio). 1006 SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS b) Navidad La fiesta del nacimiento humilde de Cristo en un lugar también humilde. Pero desde las primeras visperas amincie la liturgia que es el Principe de la Paz quien nace (Is. 9,6). En las lecciones del primer nocturno de la Nochebuena se oyen los ecos de la profecia de Isaias que anuncian al que se sentarâ en el trono de David. El introito de la tercera misa es un canto regio. Nos ha nacido un nhlo, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre su hombro la soberania (Is., ibid.). c) Epifanîa te Cuando Pio XI consulté acerca de la fecha oportuna para la celebraciôn de la fiesta de Cristo Rey, fueron no pocos los liturgistas que propusieron la dominica infraoctava de Epifanîa. La litur­ gia en esa fiesta conmemora le manifestaciôn del Nino humilde de Belén como Dios y como Rey. Y al presentar el evangelio de la AMI adoraciôn de unos magos, que por vez primera dan a Cristo el nom­ bre de rey—/ Dônde estâ el rey de los judios, que acaba de va­ cer? (Mt. 2,2)—y que se postran a sus pies, y le adoran, y ie ofrecen oro, significando con esto la realeza del Infante (Mt. 2.11), prorrumpe en un jubiloso canto : Ecce advenit dominator Dominus et regnum in manu eius et potestas et imperium (Mal. 3,1; i Par. 29,12: in­ troito) . d) Pasiôn Ann cuando en este tiempo la Iglesia considere e Nuestro Sefior Jesucristo en los misterios de su pasiôn dolorosa, le mira, sin em­ bargo, como triunfador de ella. La liturgia no contempla la pasiôn del Senor de una manera sentimental, propia de la piedad privada de los fieles, sino que la mira objetivamente como causa de la conquista, triunfo y exaltaciôn de Jesucristo. Por eso los himnos de este tiempo litûrgico cantan a Cristo Rey : Vexilla Regis prodeunt·..; regnabit a ligno Deus...; arbor decora et fulgida ornata regis pur­ pura... El domingo de Ramos, dentro de la primera parte de su liturgia, es decir, en lo que se refiere a la bendiciôn de los ramos, la Iglesia reproduce la escena del pueblo judio adamando a su Rey : Hosanna, filio David, benedictus qui venit in nomine Domini; gloria, laus el honor tibi sit, Rex Christe. e) Tiempo pascual Todo él es un canto de triunfo que culmina en la fiesta de la Ascensiôn, otra de las que fué propuesta por la liturgia para conmemorar en ella la de Jesucristo Rey. El Senor Jesûs... subiô a los cielos y estâ sentado a la diestra de Dios (evangelio : Mc. 16,19). Es la entrada de Jesucristo en su reino de gloria..., es su coronaciôn gloriosa, en presencia de los ângeles, como Rey y Sefior de cielos y tierras. f) 1007 Fiestas de los santos Tan abundante es la idea de la realeza de Jesucristo en la li­ turgia, que incluso en las festividades de la Virgen y de los santos se alude a ella. La misa del comûn de las virgenes comienza con estas palabras : Salve, sancta parens, enixa puerpera regem (introi­ to). Y en las fiestas de los santos, los invitatorios dei oficio divino sou : Venid y adoremos al Rey de los apôstoles, al Rey de los mdrtires, al Rey de los confesores, al Rey de las virgenes. Mâs afin, todos los dias la liturgia tiene alusiones a Nuestro Se­ nor Jesucristo Rey : Tu eres cl Rey de la gloria, joh Cristo!, se dice en el Te Deum después de los maitines. Y en prima : Al Rey de los santos, inmortal e invisible, a sôlo Dioé el honor y la gloria por los siglos de los siglos. C) La fiesta de Cristo Rey a) Su INSTITUCIÔN A pesar de todo esto, para que la idea del reinado de Cristo no pasara inadvertida al pueblo cristiano, que entonces (ano 1925) mu­ cho menos que ahora manejaba las fôrmulas de la liturgia y, sobre todo, por el significado histôrico y social que podia tener la festividad de Cristo Rey, Pio XI la instituyô y publicô la enciclica Quas Primas acerca de ella. b) SU PROFUNDO SIGNIFICADO Todas las fôrmulas de la misa y del oficio divino de esta festividad expresan de manera acabada la teologia sobre la realeza de Cristo : i. Fundamento del reino de Cristo (cf. prefacio). 2. Triple universalidad del reino mesiânico : 1. ° Universalidad de lugar : a mari usque ad mare (gradual). 2. ° Universalidad de vasallos : Omnes reges... omnes gentes... (ibid.). ? o Universalidad de tiempo : Potestas aeterna quae non aufe­ retur (cf. Dan. 7,14 : aleluya y prefacio). 3· Se manifiestan también las caracteristicas de este reinado : 1. ° Regnum veritatis et vitae. 2. ° Regnum sanctitatis el gratiae. 0 Regnum iustitiae, amoris et pads (prefacio). 4- Y, por fin, se revelan Jas dos etapas de este reino : la etapa terrena de humildad, dolor y sacrificio (cf. evangelio), y la etape de exaltaciôn y triunfo al final de los siglos (cf. introito). C) SU DIFUSIÔN Por todo esto, cabe decir que la fiesta de Cristo Rey ha logrado penetrar profundamente en la piedad cristiana, y hoy dia, sobre todo por el celo de la Acciôn Catôlica, en casi todas partes reviste 1008 CRISTO KEY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS extraordinaria solemnidad y grandeza, que, juntamente con los tex­ tos de la misa, son testimonio elocuentfsimo de una doctrina que el mundo entero necesita conocer ; que Cristo vence, que Cristo reina, que Cristo impera. SGEnCOMORABES Epistola La densidad dogmatice verdaderamente paulina de la epistola de hoy, unida a su intima relaciôn con el significado de la fiesta, nos impulsa a extendernos en ella mâs de lo acostumbrado. a) ir r·- OCASIÔN Y ARGUMENTO Pablo, cautivo, conoce por Epafras, fundador de la iglesia de Colosas, en Frigia (Asie Menor), que en aquella cristiandad han aparecido ciertos doctores, sin fundamento y de unas filosofias va­ nas y puramente carnales—no reveladas—(2,18), que, segûn la hipôtesis mâs probable, sin procéder del judaismo ni ser gnôsticos todavïa, amalgamaban ciertes prâcticas hebreas con otras teorias muy abundantes en Frigia sobre los ângeles..., a cuyas visiones y culto se entregaban, llegando inclusive a co’.ocarlos por encima de Cristo Cabeza (2,18-19) y constituyéndolos en intermediaries principales en­ tre Dios y los hombres. La suprema dignidad de Cristo peligra, y allâ se lanza Pablo cou vuelo y visiôn de âguila, para dejar establecido en esta epistola, muy semejente a la dirigida a los efesios, el principado de Cristo sobre toda criatura. La division de nuestro pârrafo es sencilla. Cristo es cabeza uni­ versal, porque como Creador lo es de todo el universo, y como Hom­ bre Dios y Redentor, de toda la Iglesia. Cuando Pablo nos habla de la imagen invisible y de las prerrogatives de Cristo, no pretendemos que encasille demasiado sus titu­ los y acetones segûn cada una de sus naturalezas, porque, para San Pablo, Cristo es El, persona viva, que en la forma de Dios o de sier­ vo obra desde el principio. b) Los TEXTOS Introducciôn Dando gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de par­ ticipar de la herencia de los santos en el reino de la luz. Hay aqui cuatro ideas muy paulinas : 1) dar gracias a Dios Padre, a quien apropia la elecciôn y predestinaciôn, y que en realidad es el principio de la misiôn del Hijo, pues sôlo pudo enviarle a redimir quien fuera principio de su origen ; 2) gracias por nuestra elecciôn, gratuita por completo, ya que nos entresacô de una masa de condenaciôn ; 3) que nos eligiô para participer de la herencia de los santos. ° i. '*·*<#'* * SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 1009 El cielo es la herencia de Cristo y, mediante El, de sus hermanos los santos o cristianos (Rom. 8,17) ; 4) el reino de la luz, o de Cristo, contrapuesto al de las tinieblas. 2.0 El Padre nos librô del poder... y nos trasladô al reino del Hijo de su anior. Esta liberaciôn, atribuida al Padre, por ser quien mandé a su Hijo, consta de la parte negativa de rescate y de la positiva o reintegraciôn al reino de la gracia. El Hijo de su Amor, el Amado por antonomasia (Eph. 1,6), la manifestaciôn de su carino a los hombres (lo. 3,16), es objeto de su predilecciôn por ser el Unigenito (lo. 1,18), expresiôn que le es équivalente. 3.0 En quien tenemos la redenciôn y remisiôn de los pecados. Los ângeles no pueden ser nuestros principales mediadores, pues­ to que la aplicaciôn individual del perdôn de nuestros pecados nos ha sido dada por la redenciôn en Cristo 2. Cristo en la ereaciôn Pablo ha condensado en una frase sencilla un argumento aj 1Ctico, que ahora va a desenvolver con profundidad de concepto : Cris­ to, en primer lugar, es la cabeza de todas las cosas, incluso de los ângeles, porque todo ha sido creado por El y para El y porque todo subsiste en El. En efecto, Cristo es : La imagen de Dios invisible. San Pablo ha alcanzado la cumbre mâs alta y desde allî domine todo el panorama de Cristo. El Dios, el invisible, dice literalmente el texto griego, inculcando el atributo de la invisibilidad, que, segûn la concepciôn judia, en su intento constante de diferenciar a Yavé de los idolos materiales, era el primero y mâs esencial de la Divinidad. Nadie puede ver a Dios y vivir, era un aforismo judio (Ex. 32,20 ; lo. 1,18). Pues bien, de este Dios invisible, Cristo es la imagen visible que habite entre nosotros. Muchos Padres han concedido a la primera persona el atributo de la invisibilidad en forma tan cerrada, que no le permiten poder hacerse visible mediante la encarnaciôn, y en este sentido Cristo es su imagen tan perfecta, que basta verle a El para ver al Padre. Felipe..., el que me ha visto a mi ha visto a1 Padre (lo. 14,9). Pero no hay por qué prescindir tampoco de aquel otro sentido trinitario que la tradiciôn ha visto en la expresiôn paulina, y que muy bien pudo querer explicar el Apôstol. Es imagen por lo mismo que es Hijo consustanciel, porque los hijos reproducen a sus padres. iEl Verbo es imagen en cuanto procede del Padre, porque es esen­ cial en la imagen reproducir y copiar a su arquetipo» (cf. S. Gre­ gor. Nacianc., Orat. 30,20 : PG 36,129). Pero aâadamos algo -mâs. La imagen, de suyo, no exige sino el parecido de aquel a quien re­ présenta ; pero la Imagen que procede como Idea del Padre, dentro de la unidad de su esencia, es una Imagen consustancial, Dios de Dios, Verbo divino. Cristo, pues, serâ cabeza de todo lo crcado, en primer lugar, porque es exactamente igual al Padre, Dios como El, y ronio El, creador y conservador. Y cuando se encarne serâ el i.° t » % H 4 Μ?* «B 1010 SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES Rey natural, porque su misma condiciôn fisica de Hombre-Dios le confiere titulo suficiente para régir y gobernarnos a todos. Homiléticamente lo que nos importa es insistir en la perfecciôn de la imagen, tan exacta que participa de la misma naturaleza divina. 2.0 Primogénito de toda criatura. Su cualidad de imagen, en cuanto fuese titulo suficiente de primacia, no lo relaciona sino con el Padre. Por eso ahora San Pablo comienza a exponer la acciôn de Cristo relativa a las cosas. No tenemos por qué patentizar la necedad dei intento arriano y sociniano de colocar al Verbo entre las criaturas, basândose en que es el primogénito de todas elles. Cuando se dice que lo es entre los que resucitan, nos referimos ciertamente a su causalidad y al hecho de que figurô reahnente entre los muertos. Pero aqui la significaciôn no es totalmente paralela, puesto que no podemos colocar al Verbo en la linea de las criaturas, toda vez que San Pablo mismo establece la diferencia entre lo creado y el que créa, lo engendrado y lo hecho. Primogénito significa aqui sôlo causa y anterioridad, conforme a la frase siguiente : Porque en El fueron creadas todas las cosas... El es antes que todo y todo subsiste en El (v.16-17). Sebido es, por otra parte, que el término primogénito no exige que se sigan necesariamente otros seres dentro de la misma linea de origen, sino que puede ser équivalente a unigénito. Aqui, pues, resumiendo, el intento de Pablo es présentâmes a Cristo como al primero en todos los sentidos. 3.0 Porque en El fueron creadas todas las cosas..., todo fué creado por El y para El. Frase hondisima, clâsica ya hasta en la liturgia y que nos adentra en el misterio de Cristo, alfa y omega, creador, fin y recapitulador de todo. Todo fué creado por El, como causa eficiente y principal, no como mero instrumento ni como intermedio. Todo fué creado para El, porque en su naturaleza divina es el fin de todas las cosas, y hasta en cuanto hombre y ya tal Cristo, la teoria franciscana, tan acorde con San Pablo, nos lo présenta como el rey a quien se construye el trono de los mundos. Ni que decir tiene que es el fin de todo el orden sobrenatural. Todos para Cristo, y por Cristo al Padre. De El y por El y para El son todas las cosas. A El la gloria por los siglos. Amén (Rom. 11,36). En El fueron creadas... En el orden sobrenatural esta expresiôn es fâcil de entendez, pues vivimos en Cristo (1 Cor. 15,22), somos justificados en El (Gai. 2,16), ya que la gracia que recibimos estâ contenida en El, que la mereciô y la distribuye de su plenitud, y en El alentamos, formando su complemento o cuerpo. Pero en el orden de la creaciôn ya no lo es tanto. Para unos, somos creados en El significa que la fuerza creadora estâ en Cristo como la vida de la gracia, indicando entonces la fuerza creadora, mientras que para la mayoria se refiere a la causalidad ejemplar del Verbo, en el cual se contienen las ideas arquetipos, molde y matriz, conforme al cual recibieron su forma natural las criaturas. En el orden natural acaece a todas las cosas lo que en el de la salvaciôn a los hombres, porque en éste a los que antes conocié, a ft ·*· CRISTO RF.V. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS '** I 4 tel 1011 /.w los prcdestlnô a ser conformes con la-imagen de su Hijo, para que éste sea cl primogénito entre muchos hermanos (Rom. 8,29). 4.° Las visibles y las invisibles, los tronos... La primaefa de Cristo sobre los ângeles es tema de esta epis­ tola, y al mismo punto se alude frecuentemente en la de los Efesios. El motivo de tal superioridad en nuestra pericopa es la creaciôn, la cual a su vez se deriva de su cualidad de Dios o nombre divino, a lo que ya aludia San Pablo al llamarle Imagen de Dios invisible. Leâmoslo condensado en la carta a los Hebreos : Nos hablô por su Hijo, a quien constituyô heredero de todo, por quien lambién se hizo el mundo; y que, siendo el esplendor de su gloria y la imagen de su sustancia y cl que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas..., fué hecho tanto mayor que los ângeles cuanto heredô un nombre mâs excelenle que ellos (1,2-4). êQué nombre es éste? El de la segunda Persona: Pues ^a cuàl de los ângeles dijo alguna vez: TU eres mi Hijo; yo te he engendrado hoyf (ibid., 5). Pero su divinidad y poder creador no son los ùnicos motivos por los que el ângel tiene que sometérsele. Esos dos bastan para que cuando de nuevo introduce a su Primogénito en el mundo, esto es, en el momento de asumir la naturaleza humana, Dios, sefialaudo a Cristo, diga : Adôrenle todos los ângeles de Dios (ibid., 6). Pero del mismo modo que un hombre puede alcanzar cierto honor relevante por distintos motivos. lo cual se lo harâ mâs meritorio, asi el que ya era superior a los ângeles por su naturaleza, cuando, a pesar de ella, se hizo obediente hasta la cruz. consiguiô un nom­ bre ante el cual doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos (Phil. 2,10), y el Padre, una vez que lo resucitô, sentôlo a su diestra por encima de todo principado... (Phil. 1,20-21). Parece, pues, inconcuso que la soberania de Cristo sobre los ângeles no se basa sôlo en la divinidad de su persona, sino tam­ bién en un derecho que Dios le ha concedido como premio a sus trabajos redentores. tPodremos afirmar que los méritos de Cristo consiguieron la gracia sobrenatural que disfrutan los ângeles ? Muchos lo han di­ cho, y ésta séria la ûltima conclusion de las palabras de San Pablo •v un titulo exactisimo de soberania. San Pablo cita aqui cuatro nombres de ângel, y en la Epistola a los Efesios (1,21) aiïade el de virtudes, a los cuales si se suman los de querubines y serafines dei Antiguo Testamento y los ânge­ les y arcângeles, mentados en uno y otro, dan el nûmero de las nueve jerarquias clâsicas en la teologia medieval. La primera apariciôn del nûmero completo de nueve, aunque antiquisima, no lo es tanto, pues no aparece hasta el Pseudo-Dionisio Areopagita, de tan grande influjo en los teôlogos citados (cf. De cael. hierarchia 6-9: PG 3,200-272) y San Ambrosio (Apol. de proph. David 5 : PL 14,900). Anteriormente el nûmero de jerar­ quias variaba mucho en los autores. Tampoco es necesario indicar que la division de funciones y dignidades de las distintas clases de ângeles se debe a la habilidad clasificadora de la Edad Media. Inûtil es confesar con tan grandes doctores como San Basilio, San Jerônimo, Origenes y el mismo r*? *r .Ύ-Γ U*;; •%. ■E 1012 CHISTÛ RFY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS San Agustin, que sobre las jerarquias y distintos oficios angélicos sabemos bastante poco. 5.0 El es ante todas las cosas y todo subsiste en él. Es antes que todo, y por ello puede Uamarse primogénito, y lo es, porque, eterno como imagen, es anterior como creador. Todo subsiste en él, o todas las cosas tienen en él su copsistcncia (cf. Bover, Las Epistolas de San Pablo, versiôn y comentarios [Balmes, Barcelona, 1940] p.244). «En él tienen su cohesiôn, estabilidad y armonia ; El es la base de sustentaciôn, el vinculo de unidad y el principio de orden dei universo entero de seres desligados y caedizos» (cf. Bover, ibid.). Cristo, en efecto, sostiene a las criaturas en su ser y obrar, y como fin tiltimo las armoniza. 3. Cristo en la Iglesia Seremos mâs breves, por tratarse de dogmas muy explicados. Expuesta la primacia de Cristo por lo divino de su naturaleza y su actividad creadora, el Apôstol pasa a esta otra nueva creaciôn de la Iglesia, en la que por El comienza también una vida nueva y en la que ocupa la primacia de la cabeza sobre el cuerpo. Los titulos de esta primacia son parecidos, a saber, la divinidad, que habita en él plenamente, y la creaciôn de la vida sobrenatural por medio de la redenciôn. i.° El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia. El. Algunos filôsofos presuntuosos prescindieron de esta cabeza y jefatura (2,19), que ahora afirma Pablo decididamente que no es disfrutada sino por El... La Iglesia universal. Para San Pablo hay una sola, que esta en Corinto, en Tesalônica, etc., segùn que vive en union con el orga­ nismo total. Cabeza y cuerpo. Este organismo de Cristo es presentado por San Pablo en seis lugares, en los que se desenvuelve mâs o menos la extension del influjo vital y la conexiôn de unos con otros. Nues­ tro lugar no es precisamente el mâs explicito (cf. 1 Cor. 10,17 î 12,12 y 27 ; Eph. 1,22-23 ; 4,15-16 ; 5,23 ; Col. 2,19, y Rom. 12,4 y 5). La metâfora de cabeza puede indicar simplemente jefatura, tal y como ocurre con Cristo y los ângeles, de los que es jefe, pero no cabeza, por no participar de la misma naturaleza. Pero si este nues­ tro pasaje ha de interpretarse en relaciôn con el versiculo 19 del capitulo 2 de la misma epistola, se ha de entender que Pablo se refiere a la verdadera capitalidad de Cristo sobre su cuerpo mistico, al que otorga unidad, crecimiento e influjo vital y divino mediante las coyunturas o ligamentos que lo traban conexo. Y como es cabeza, es también el primogénito de los muertos, primero en la resurrecciôn y causa ejemplar y eficiente de la nuestra. 2.0 Plugo al Padre que en El habitasc toda la plenitud. «La plenitud de la divinidad équivale a la divinidad misma o, en un sentido técnico, empleado quizâ en el primer siglo (contra los gnôsticos, que la repartian entre los distintos cones), la totalidad de) ser divino... La plenitud de Dios es el conjunto de bienes sobrenaturales que se complace en repartir entre sus amigos. La plenitud de Cristo es la medida superabundante de gracias SEC. 2. COMENTARTOS GENERALES 1013 que el Salvador recibiô de su Padre para derramarlas en la Iglesia, que es su cuerpo, y sobre los fieles, que constituyen sus miembros. En otro sentido diferente por completo, la Iglesia es le plenitud de Cristo, porque le completa y perfecciona dentro de la économie de la redenciôn, ya que la savia de la gracia no podria llegar a los miembros sino mediante el influjo del cuerpo mistico» (cf. Prat, La Théologie de S. Paul 1.4 c.i a.4, Beauchesne, 2.* ed. t.i p.414). 3.0 Y por El reconcilior consigo... Es el segundo motivo o titulo la redenciôn, por la que hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al suyo, que es el de la luz, reconciliândonos con el Padre y pacificando al hombre y a la creaciôn entera, manchada por el pecado de su primera cabeza. 4. Titulos del reinado de Cristo i.° Rcy natural, puesto que es la Imagen del Dios vivo. En El habita la plenitud de la divinidad, y es el Hombre-Dios. 2.0 Rcy por hcrencia, titulo consiguiente al de su naturaleza di­ vina, recibida por generaciôn. Es el Hijo, el Heredero. Tan hijo na­ tural, que le repugna incluso segùn su naturaleza humana, sustentada por la persona divine, el recibir la adopciôn. 3.0 Rey por titulo de dominio, ya que es el creador. 4.0 Rey por derecho de conquista: pues, desp>ojando a los principados y potestados (los demonios), los sacô valientemente a la vergûenza, iriunfando de ellos en la cruz (Col. 2,15). 5·° Rcy por election, pues ante tantos y tan generosos beneficios, los miembros de Cristo y abandona tu ira. i, Quién hay tan vil y abyecto que pueda ser despreciado? No es voluntad de mi Padre... que se pierda ni uno solo de estos pequenuelos... (Mt. 18,14). Dios se hizo sier­ vo y muriô por ellos, y itû los desprecias? Peleando estâs contra Dios”. Mala y absurda cosa es oir fervorosos en la iglesia el saludo de “la paz sea con vosotros” y no abandonar vuestras rencillas. • i V.".- SEC. 3. SS. PADRES. SAX G. NISENO CRISTO REY. DO.M. ANT. A T. LOS SANTOS 1020 c) La autoridad en el reino de Cristo Cuando el sacerdote u obispo os saluda diciendo: “La paz sea con vosotros”, contestais: “Y con tu espiritu". iY una vez fuera dei templo le calumniâis? “;Ay de mi, que todas nuestras ceremonias eciesiâsticas, tan venerandis y buenas, se han convertido en meros simbolos sin verdad alguna!” Escuchad lo que dice Cristo sobre las autoridades de su Iglesia: Entrando en la casa, saludadla. Si la casa fuere digna, venga sobre ella vuestra paz; si no lo fuera, nuestra paz vuelva a vosotros (Mt. 10.12-13). “Cristo es el que se digna hablar por medio de nosotros, y aun cuando algùn tiempo hayamos estado vatios de su gracia, ahora, en cambio, no carecemos de ella en atenciôn a vosotros, porque si la gracia de Dios en bien y utilidad de los israelitas se sirviô obrar en un asno (Num. 22,28), claro es que no rechazarâ hacerlo en nosotros por nuestro bien” (n.4). “Nadie diga, fijândose en mi, que soy imperfecto, vil, abyecto y sin mérito alguno. Es verdad, pero Dios en aten­ >211 ciôn al bien comûn suele también apeyar a los que son como yo. Y para que lo sepâis, ved como se dignô hablar a Cain por Abel (Gen. 4,9), al diablo por Job (lob 1,742), a Nabueodonosor por Daniel (Dan. 2,19 ss.)... El mismo Caifâs, asesino de Cristo y hombre indigno, profetizô en atenciôn a la dignidad dei sacerdote (Ιο. 11,50)... No os admiréis, pues, si un hombre colocado en dignidad, aunque sea acusado de innumerables crimenes, no es llevado a juicio antes de haber depuesto la magistratura, para que ésta no padezea en su prestigio. Con mucha mâs razôn la gracia de Dios obra en el maestro espiritual mientras lo fuere, pues de lo contrario pereceria todo (el orden social). Ahora, una vez que se le ha depuesto o ha muerto, enfonces recibe castigos mucho mâs graves”. No creâis que es cosa mia. Es Cristo quien lo dice en el texto que acabamos de citar, y donde a continuation aûade que, si las ciudades no oyen las palabras de los apôstoles, sufrirân mayor pena que Sodoma y Gomorra (Mt. 10,15). Qué, pues, aprovecha que nos recibâis con decoro y no oigâis lo que os decimos?... Todo ese honor y culto que nos vtji concedéis es admirable y os aprovecha a vosotros y a nosotros, a quienes ois”. “No me despreciâis a mi, sino al sacerdote. Podéis menospreciarme, si queréis, cuando me veâis privado de tal dignidad, aun cuando enfonces yo no continuaria mandan­ do. Pero mientras que esté sentado en este solio, mientras procéda, he de tener la autoridad y el poder por muy in- 1021 digno que se me juzgue. Si el trono de Moisés era digno de vcneraciôn y hacia merccedores de ser oidos a los que en él se sentaban (Mt. 23,3), mucho mâs lo es el trono que hemos recibido de Cristo, desde el cual hablamos y ejercemos el ministerio de la reconciliaciôn”. Los legados reales se revisten de honores para visitar regiones extranjeras. Legados somos de Dios, que con toda la dignidad episcopal venimos a pediros que vivais en paz convuestros semejantes, prometiéndoos el reino de los cielos y la vida eterna con Dios. Desempenamos su legation, queremos disfrutar del ho­ nor debido, no por nosotros, que reconocemos nuestra indignidad, sino por vosotros mismos, para que oigâis con mâs atenciôn, percibâis la utilidad y no escuchéis negligentemente. “No me oigâis a mi, sino al obispo”. SAN GREGORIO NISENO La bandera de Cristo Aprovechando la fiesta de Cristo Rey, pueden predicarse las conocidas meditaciones ignacianas de las dos banderas y del llamamiento del Rey temporal 1 y del eterno. Con la misma orientation transcribimos estos pârrafos de San Gregorio Niseno sobre las sena­ les del verdadero soldado de Cristo Rey. A.) Cristianismo real y cristianismo ficticio Cuentan que un prestidigitador caminaba por las calles de Alejandria llevando una mona con traje y mâscara de mujer y que de tal forma se acomodaba en sus piruetas con la musica, que en realidad paretia una bailarina, hasta que cierto chusco le arrojô unas almendras, vistas las cuales, y excitada su gula con alimento tan de su agrado, rasgô en un momento la careta y quedô a la vista de todos en su ser natural de simia. “Del mismo modo el demonio por medio de sus golosinas demuestra muy pronto que los que no han forjado su naturaleza mediante la fe son algo muy distinto de lo que aparentan y profesan. En vez de aquellas almendras o comida, la vanagloria, la ambition, el deseo de ganancias y placeres y cualquier otro género de cosas semejantes y malas—pl a to siempre del diable—descubrirân fâcilmente e! ânimo simiesco de los que fingen ser cristianos y arrojan la careta de la templanza, mansedumbre y demâs virtudes cuandc llega el tiempo de la lucha y de la aflicciôn” (cf. De professi one ch ristiana : PG 46,239). “Asi pues, si alguno pretende usar el nombre de cris SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN CRISTO RFA’. DOM. ANT. λ T. LOS SANTOS 1022 tiano sin manifestar en su vida lo que en este nombre se encierra, repite el ejemplo que hemos aducido y se coloca una careta de persona sobre su faz de simio...” •‘No puede concebirse a Cristo sin que sea la justicia, pureza, verdad y fuga de todo mal; ni puede existir un cristiano, mereriendo el nombre de tal, si no participa de todas esas virtudes...” “Si alguno nos preguntase por la definiciôn del cristiano, le diriamos que el cristianismo es la imitaciôn de la natu­ raleza divina” (cf. De professione Christiana: PG 46,244), B) Très distintivos de la vida cristiana “Très cosas son las que manifiestan y distinguen la vida cristiana, a saber: el pensamiento, la palabra y las obras...” “Si algo nos mueve a pensar, hablar u obrar, es necesario que todas nuestras obras, dichos y pensamientos de tal manera sean dirigidos por la regia divina de las virtu­ des cristianas, que no pensemos, hablemos ni hagamos nada que desdiga de aquel sublime significado. Porque del mismo modo que San Pablo llama pecado a todo lo que no procede de la fe, nosotros afirmamos con seguridad que cuantos pensamientos, palabras o acciones dejan de orientarse hacia Cristo, son contrarios a El. El que camina fuera de la luz y de la vida no puede encontrarse sino en las tinieblas y en la muerte”. Por lo tanto, es senal de elara union con el enemigo del bien el no vivir conforme a Cristo... “4Qué, pues, debe hacer quien se honra con el nombre de cristiano, sino examinar diligentemente sus pensamientos, palabras y accio­ nes para comprobar si se acomodan o no todas ellas a Cristo?...” (cf. De perfecta Christiani forma: PG 46,283). C) La lucha entre las dos banderas “Y si alguno nos objetara que es dificilisimo seguir la virtud perfecta, porque no hay criatura immutable fuera de Cristo, siendo como es la naturaleza humana inconstan­ te y tomadiza, y que, por lo tanto, nos resulta imposible alcanzar una meta y permanecer fijos en ella, le eontestariamos que no hay atleta que pueda aspirar al premio sin haber peleado legitimamente, y no hay concurso legi­ timo donde no exista un adversario con quien contender Si no hay contrincantes, no hay premio; si no hay vencido, no hay vencedor. Peleemos, pues, con la condiciôn voluble de nuestro natural, no abandonândolo y evitando caer, y asi alcanzaremos la victoria...” “Por otra parte, en el hombre no solo se da exclusiva- I 1023 mente la propension al mal, porque en ese caso no podria­ mos nunca inclinarnos hacia el bien...” Nuestra tarea, por lo tanto, consiste en aprovechar esos santos impulsos para corner hacia Dios y utilizar el deseo natural de cosas buenas, proponiéndonos siempre hitos nue­ vos de mayor santidad. “No se queje, pues, nadie, llorando sobre la versatilidad de su condiciôn humana, sino que, apuntando siempre hacia lo mejor y subiendo de gloria en gloria con ascen­ siones cotidianas, perfeeciônese de dia en dia, sin creer jamâs que ha llegado a la meta...” “La perfection consiste en que quien va progresando no se detenga ni opine que aquélla se encierra dentro de limites determinados” (PG 44,433). SAN AGUSTIN Mas que tratados sobre Cristo Rey, encontramos en el santo Doctor frases incidentales en las que se contiene toda la doctrina que los Papas actuales han desenvuelto. Formaremos con ellas una es­ pecie de antologia sobre el tema de la présente dominica. A) a) Cristo Rey Sôlo el Hijo es Rey Al comentar las palabras Rey mio y Dios mio (Ps. 5,3), dice: "Aunque el Hijo es Dios y el Padre es Dios y no son mâs que un solo Dios, y, si se lo preguntamos al Espiritu Santo, nos contestaria que también lo es...; sin embargo, las Sagradas Escrituras suelen llamar al Hijo Rey” (of. Enar­ rat. in Ps. 5 n.3: PL 37,83). b) Ungido con la divinidad Refiriéndose a David, dice: “Fué ungido como rey, per­ que entonces solo se ungïan dos unicas personas: los reyes y sacerdotes, en los cuales se prefiguraba al que habia de ser unico sacerdote y rey y desempenaria ambos oficios. Cristo recibiô este nombre derivado dei “erisma”, y no solo fué ungido El, nuestra eabeza, sino nosotros mismos, cuer­ po suyo. Rey es, porque nos gobierna y conduce” (cf. Enar­ rat. in Ps. 2Jf n.2: ibid., 195). “Dios, ungido por Dios... 4Con qué ôleo sino con uno espiritual e invisible...? Fué ungido Dios por nosotros y enviado por nosotros, y para poder recibir la unciôn se hizo hombre, de tal manera que sin dejar de serlo fuera Dios... έΣ/· '*rî *· ■ s- r 1024 CRISTO REV. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS Dios, pues, hecho hombre y, por tanto, Dios ungido por Dios se hizo Hombre y Cristo” (cf. Enarrat, in Ps. n.19: ibid., 505). c) Rey que gobierna rectamente Al comentar las palabras cetro de equidad (Virga direc· tionis) (Ps. 44,7), dice: Es “cetro recto que dirige a los hombres que estaban retorcidos, deseosos de reinar sobre si mismos, egoistas y amadores de sus pecados”. La volun­ tad de Dios era recta; las acciones de los hombres, torcidas, y el gobierno de Cristo consistia en enderezarlos. “Serâ su vara la que te gobieme, una vara recta, porque se le llama rey, de régir, y no rige el que no dirige. Por eso es nuestro rey, rey de los rectos, porque, como los sacer­ dotes reciben su nombre del oficio de santificarnos, asi el rey del de regimos...” Vives torcido? Acércate a este cetro recto, sea Cris­ to tu Rey, y dirijate con su vara inflexible”. A continuation afiade que no se tema el gobierno de este Rey porque la vida anterior haya. sido torcida, ya que, si Dios odio el pecado, no asi el pecador. d) Rey t por derecho de conquista “Verdadero rey es aquel cuyo titulo fué escrito en la cruz por Pilatos. Se lo puso sobre la cabeza (Le. 23,38) diciendo: Rey de los judios, en lengua hebrea, griega y la­ tina, para que todos cuantos pasaran leyesen la gloria de este Rey y la vergüenza de los judios, que, rechazando al Rey verdadero, eligieron al César... Creian haber derrotado total­ men te ai que crucificaban, y era entonces en la cruz donde estaba pagando el pretio para comprar el orbe entero... Pertenecemos, pues, al que nos redimiô, que por nosotros ventié al mundo, no con atuendo de soldado, sino en una cruz de ludibrio. Y el rey se gloriarà en Dios, se gloriaràn los que juren en El. iQuiénes son los que juran en El? Los que prometen y le entregan su vida, los que se hacen cristianos” (cf. Enarrat, in Ps. 62 n.20: ibid., 760). e) Es Dios el Rey de las naciones... Dios es Rey de toda la tierra (Ps. 46,8-9). Rey no solo de los judios, que también lo fué, sino dei mundo entero, que debe bâtir palmas (v.2). Nos sujetarà los pueblos, El pondra las gentes bajo nuestros pies (v.4). Todas las gentes estarân bajo los pies de Cristo, “que, crucificado por los suyos y adorado por los ajenos, se hizo SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 1025 precio de todos. Nos comprô para que no fuésemos ex­ tranos a El”. Y coloeô a todas las gentes bajo los pies de los suyos. iNo estamos viendo ahora cômo los que no creen en Cristo..., sin ser cristianos, acuden a la Iglesia, piden su auxilio, demandan sus limosnas, aunque no quieran reinar eternamente con nosotros? Cuando todos piden la ayuda delà Iglesia sin pertenecer a ella, ; no es que Dios ha pues­ to a las gentes debajo de nuestros pies? f) El reino de Cristo y el de Satanas ‘Para que nadie créa que el reino de Cristo se ha dividido al separarse del rebafio de las ovejas perdidas, Je^us dijo: El que no estâ conmigo estâ contra mi (Mt. 12.30). Observad que no dice el que no lleva mi nombre o el que no lleva la apariencia de mis misterios. sino el que no esta conmigo. Todo el que no estâ con Cristo estâ contra El, y no es que su reino se haya dividido, sino que los hombres lo han intentado. El que no se aparta de la iniquidad no pertenece al reino del Sefior, aunque lleve el nombre de cristiano, y, para poneros un ejemplo, os diré que los que viven dominados por el espiritu de avaricia y de lujuria... pertenecen al reino del demonio, como los adoradores de los idolos. Judios, naganos, herejes y viciosos, todos pertenecen al reinado de Satanâs. que no podrâ sostenerse contra el de Cristo” (cf. Serm. 71 n.4: PL 38,446). B) La victoria de hoy, prenda del reino futuro La Enarratio sobre el salmo 109 (cf. PL 36.1445-1462) es mâs larga de lo acostumbrado. Su argumento es el siguiente: a) Las promesas cumplidas son prenda del cumplimiento de las que no se han verificado todavia. b) Se nos ha prometido el reino glorioso de Cristo y un reino sobre sus enemigos en este mundo. c) Estamos viendo el cumplirniento de este segundo reino, luego podemos esperar el definitivo y triunfal. Como quiera que San Agustin vivra en los tiempos inir.ediatos a Constantino, no créé necesario insistir en la exposiciôn del triunfo de Cristo, que entonces era tan pal­ mario para los que le oian. a) Lo CUMPLIDO, GARANTÎA DE LO POR VENIR Senalése Dios un tiempo para prometer y otro para cumplir, el primero de los cuales se cierra con San Juan Bautista y el segundo comienza desde él. Dios, fiel, se hizo La palabra de C. 8 1026 CRISTO REY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS ----- deudor nuestro y, queriendo asegurarnos mâs de sus pro­ mesas, firmô como una carta de compromiso en las Sagradas Escrituras, donde podemos estudiar el orden por el que ha de desenvolverse el cumplimicnto de cada una. Nos pro­ metiô la vida feliz y eterna con Cristo y los ângeles en el cielo, y anunciô que, antes de llegar a El, los hombres habrian de gozar la divinizaciôn de su naturaleza y la justificaciôn de sus pecados. Prometiôlo todo a los que eran indignos de ello, puesto que ninguno puede justificarse a si mismo. “Como una linterna no se enciende por si misma, el alma tampoco se da la luz, sino que clama a Dios (Ps. 17,29): Til eres quien hace lucir mi Idmpara, ;oh Senor!" (cf. ibid.; PL 37,1446). Pero como quiera que esta gloria y reino final ha sido prometido solo a los pecadores que rompen con sus costumbres pésimas y se convierten a Dios, muchos que no quieren decidirse a ello terminan por negar la intervenciôn di­ vina en nuestros asuntos y rehusan creer esta doctrina y las profecias (cf. ibid., n.2: PL 37,1446). Veamos, pues, lo que prometiô. Prometiô que habiamos de llegar a El, y, para acortar el camino, vino antes a nos­ otros desconocido y oculto, pero revistiéndose de una humanidad visible. El enfermo fué curado por medio de lo que podia entrarle por los ojos, para que asi fuera capaz de ver lo invisible. Si se le ocultaba de momento, no era porque se le negase, sino porque se le diferia. Cristo vino a la tierra, muriô, resucitô y subiô a los cielos para poder cumplir a las gentes las promesas del reino que habia de prepararles. Todos estos misterios vi­ sibles son la garantia de lo que no hemos visto aùn (cf. ibid., n.3: PL 37,1447). b) R. ET INVISIBLE “Dijo el Padre a su Hijo: Siéntate en lo alto, sublimado, para que domines, y oculto, para que seas creido. ;Qué mérito tendria la fe si le viéramos reinando alli ?” No vemos a Cristo reinando, pero tenemos motivos mâs que suficientes para creerlo y esperar en El, como lo anunciaba el Salmista al cantar (Ps. 30,20): jQué grande es, oh Yavé, la misericordia que guardas para los que te temen, que a la vista de todos hac^s a los que en ti confian! La. guardas oculta en el cielo y la haces a la vista, porque la djsfrutamos ya por la virtud de la esperanza como si fuera cosa presente (cf. ibid., n.8: PL 37,1451). — —— e) La ■ ■ SEC. 3. SS. PADKES. SAN AGUSTÎN - ---------------- -—- 1027 ■■ -—’ victoria actual de Cristo, signo de su reenado INVISIBLE Creamos que Cristo reina a la derecha del Padre, porque este le dijo dos cosas: 1.*, siéntate a mi diestra, y 2.', en tanto que ponga a tus enemigos por escabel a tus pies ] (Ps. 109,1). “No vemos a Cristo sentado junto al Padre, pero podeI mos comprobar que sus enemigos han sido colocados como estribo suyo, y si esta segunda parte ha tenido un cumplimiento évidente, debemos creer seguros aquello que aun no vemos...” ‘7 Qué enemigos han sido puestos como escabel de sua plantas? Aquellos a quienes por su necedad se les increpa diciendo: iPor qué se amotinan las gentes y trazan las na­ ciones planes vanos? Se reunen los reyes de la tierra y a una se confabulan los principes contra Yavé y contra su üngido. Y dijeron: Rompamos sus coyundas, lejos de nosotros arrojemos sus ataduras (Ps. 2.1-3). No nos do­ mine ni nos subyugue, pero el que mora en los cielos se rie (ibid., 4), porque si hoy eres enemigo suyo, un dia estarâs bajo sus pies, o adoptado o vencido. Preocûpate, pues, de averiguar qué lugar te corresponde bajo los pies del Senor Dios tuyo, porque es inevitable que ocupes el de ! la gracia o el dei castigo. Todo esto estâ ya ocurriendo y, aunque poco a poco, se lleva a cabo ineluctablemente...” “Bramen las gentes, mediten los pueblos necedades. levântense los reyes de la tierra y confabûlense los principes contra el Sefior y su Cristo. Acaso con sus rugidos y sus pensamientos tontos, acaso reuniéndose contra El conseguirân que no se cumpla la promesa de haré de las gentes tu heredad, te duré en posesïôn los confines de la tierra? (Ps. 2,8). Se cumplirâ a pesar de sus bramidos y con­ juras...” “No lo dijo ningûn charlatân, sino el Sefior... Chilien, mediten y revuélvanse, que no por ello dejarâ de cumplirse la profecia (Ps. 9,7-8) : Destruiste las ciudades; pereciô la memoria de ellos. Asiéntase Yavé en su trono firme por toda la eternidad” (cf. ibid., n.9: PL 37,1452). d) Reinado de Cristo hombre Extenderd Yavé desde Siôn tu poderoso cetro (Ps. 109,2). Evidentemente que este reinado que se le prometiô a Cristo no se refiere al que, como Verbo, tiene con el Padre, pues­ to que este ûltimo es eterno. iNo se le dejô acaso a El, a! Rey de los siglos, inmortal, invisible, ûnico Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos? (1 Tim. 1,17). ■ 1028 -£ CRISTO KhV. DOM. ANT. A T. l.OS SANTOS “Cristo, en cuanto que es uno con el Padre invisible e incorruptible por ser su Verbo, Virtud y Sabiduria, es Dios en D.os, por el que fueron hochas todas las cosas, Rey de los siglos; sin embargo, aquel otro reino suyo al cual, una vez encarnado, nos llama para la eternidad, comienza con el cristianismo, y tampoco tendra fin...” “Nadie duda que no podrâ llevarse hasta el final lo que ha sido comenzado ya; ipor qué desesperar de ello? Omni­ potente es quien le ha dado comienzo”. Inicié su remado desde Siôn cuando se predicé la peni­ tencia y el perdôn de todos los pecados, comenzando en Je· rusalén (Le. 24,46-47; cf. ibid., n.10: PL 37,1453). “Y iqué ocurrirâ una vez que su cetro poderoso haya sido extendido desde Siôn? Pues, en primer lugar, que dominarà en mtdio de sus enemigos, entre la gente que ve­ mos. ;Acaso no dominarâ sobre sus enemigos también cuan­ do los santos reciban su gloria y los impios su condena? Y iqué maravilla es que domine entonces...? No, no es sôlo eso; su cetro ha sido extendido desde Siôn para que domine ahora en medio de tus enemigos (Ps. 109,2), en este girar de los siglos, en esta propagaciôn y sucesién de las generaciones humanas, ahora, mientras el torrente de los tiempos fluye. Domina, pues, en medio de las regio­ nes, de los judios, de los herejes y de los falsos hermanos. Domina, domina, hijo de David, domina en medio de todos ellos. No entenderemos nunca este verso si no nos damos cuenta de que ya se estâ verificando”. Siéntate, pues, ;oh Senor!, a la diestra de Dios y ocùltate para que podamos creerlo. Motivos tenemos con lo que vemos ya (cf. ibid., n.ll: PL 37,1454). Unos vieron lo que ocurriô; otros vemos lo que estâ acaeciendo. Ocurriô que se présenté bajo la forma de sier­ vo (Phil. 2,7), porque el que al principio era el Verto Πο. 1,1), se hizo Pan de los ângeles, comible a los hombres (Ps. 77,25). Vieron un hombre y pudieron creer en el Verbo, “Pero nosotros también tenemos algo que ver, ese cetro extendido desde Siôn y su caminar en médio de todos sus enemigos”. Conocido esto, podemos esperar que un dia se nos muestre El sin que la forma del siervo oculte su divinidad. “Porque aqui hemos visto ese poder con el que rige a las gentes y ese su yugo que domenô a los pueblos, no con la espada, sino con un madero, y aunque en la forma de siervo, en carne humilde podemos admirar su supremo poder... iCuânta es la fuerza del que domina en medio de sus enemigos, que se revuelven y no valen nada contra El, obligados a repetir continuamente: i Cuan­ do se morirà este y serâ borrado su nombre? Ps. 401,6). Mientras crece su gloria por el mundo, las gentes se some- SEC. 3- SS. PADRES. SAN AGUSTIN 1029 ten a su nombre, y el pecador, al verlo, se llena de ira, rechina los dientes y se repudre (Ps. 3,10; cf. ibid., n.12 y 13: PL 37,1455-1457). Los poderes de la tierra “intentaron con todas sus fuerzas borrar el nombre del cristiano y fracasaron, porque el que cayere sobre esta piedra se quebrantarà, y aquel sobre quien ella cayere sera pulverizado (Mt. 21,44). Tropezaron los reyes con la piedra de prueba (offensionis) y fueron aplastados cuando se decian: 6Quién es ese Cristo? Un judio, no sabemos qué galileo, que fué asesinado de esta manera y muerto de esta otra. ;Ay, ténias delante de tus pies una piedrecilla, pequena y humilde! La despreciaste y tropezaste; al tropezar caiste, y al caer has sido aplastado. Si tal es su ira cuando se oculta, £ cual no serâ cuando venga a juzgar pùblicamente?” Piedra es que aplasta cuando se tropieza con ella, pero que cuando viene sobre uno lo pulveriza (cf. ibid., n.18: PL 37,1461). Juzgarà a las naciones, llenando la region de cadâveres (Ps. 109,6). Aniquilaste al enemigo, hecho perpetua ruina; destruiste las ciudades; pereciô la memoria de ellos (Ps. 9,7). Triste fin el de los que construyen torres soberbias contra Cristo (cf. ibid., n.19: PL 37,1461). e) Reino eterno San Agustin se extiende sobre las palabras in splendo­ ribus sanctorum (Ps. 109,3) y sobre San Mateo (13,43). Cantando las glorias del reino de Dios, el Padre ha preparado para los amigos de su Hijo una vida eterna (lo. 17,3) (cf. ibid., n.15: PL 37,1458). Cristo es el que ha bebido en el torrente de nuestra vida y después se ha levantado como un gigante para vencer en su carrera (Ps. 18,6). Obediente hasta la muerte, ha recibido un nombre ante el que dobla la rodiïla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos (Phil. 2,8-10), porque es el Senor Jésus en la gloria del Padre (cf. ibid., d.20: PL 37,1462). •-.••-a** SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÀS SECCION IV. I. A) Λ TEOLOGOS SANTO TOMAS DE AQUINO La realeza de Jesucristo En la época de Santo Tomàs no se propuso expresamente el tema de la realeza de Jesucristo, en el sentido en que se trata modernamente, sobre todo después de la instituciôn de la fiesta de Cristo Rey. No puede sorprender, por tanto, que no se encuentre en el Doctor Angélico ninguna cuestiôn que aborde directamente el tema, aunque esparcidas aqui y allâ por la Suma Teolôgica se encuentran con frecuencia afirmaciones de que Cristo es Rey (cf. 3 q.31 a.2 c y ad 2). Pero en la doctrina cristolôgica de Santo Tomàs se hallan los fundamentos teolôgicos de las afirmaciones de Ρίο XI en la Quas Primas (cf. Col. Enc., P.2S5-302). Guiados por la enciclica del Papa, pretendemos recogerlos aqui para facilidad de los predicadores, y asi obtendremos una como sistematizaciôn de la teologia de Cristo Rey, que, si no expresamente tratada, se halla implicita en las cuestiones principales De Verbo incarnato, tan magistralmente desarrolladas por Santo Tomàs. a) Cristo Rey Ρίο XI en la Ouas Primas expone dos causas de la realeza de Cristo : la uniôn hipostâtica y la redenciôn (cf. Quas Primas, 11 v 12 : Col. Enc., p.290-291). Santo Tomàs aiiade otras dos : por ser Cabeza de los hombres y por su plenitud de gracia. 1. Rey por derecho de naturaleza “La potestad judiciaria es consecuencia de la dignidad regia... A Cristo compete la dignidad regia por el hecho de ser el Unigénito de Dios” (cf. 3 q.59 a.3 ad 1). Y para que mâs claramente se entienda que aqui se trata de CristoHombre, dice en el mismo lugar: “Se trata de la potestad judiciaria o dignidad regia, en cuanto que se le debe a Cristo por su union al Verbo”. 2. Por su dignidad de Cabeza En el articulo 3 de la cuestiôn 59 afirma Santo Tomàs que la potestad judiciaria se debe a Cristo por ser Cabeza, lo cual prueba detenidamente en el articulo 2. Ahora bien, la potestad judiciaria no es mâs que una consecuencia de la dignidad regia. Con otro raciocinio podemos también llegar a la misma conclusion. En la cuestiôn 8 demuestra el Santo que Cristo 1031 es Cabeza de todos los hombres. Segûn los teôlogos, el concepto de Cabeza contiene todos los elementos del con­ cepto de Rey, y ahade uno, que es la influencia en los miem­ bros, de forma que Cristo es Rey de todos aquellos de quienes es Cabeza, pero no es Cabeza de todos aquellos de quienes es Rey: es Rey y no Cabeza de todos los condenados y de los que estân en el limbo. Por su especial interés y, sobre todo, porque puede ser do utilidad para la glosa de la epistola de Cristo Rey, resumimos los dos primeros articulos de la cuestiôn 8: l.° Es Cabeza por analogia con el cuerpo humano “Se dice que Cristo es Cabeza de la Iglesia por analogia con la cabeza del cuerpo humano, en la que podemos considerar el orden, la perfecciôn y la influencia vital en los miembros... Todo esto conviene a Cristo en el orden espi­ ritual : a) Hay un cierto orden y preeminencia, porque, a cau• sa de su mayor proximidad a Dios, la gracia de Cristo guarda preeminencia respecto de la de los restantes hom­ bres en cuanto que todos la recibieron por relaciôn a El. β) Se da la perfecciôn porque tiene la plenitud de todas las gracias. y) Vidimus eum plenum gratiae et veritatis (Ιο. 1,14). Asimismo, el influjo en los miembros, segûn el mismo San Juan (ibid., 16): De plenitudine eius nos omnes acce­ pimus... (a.l). Es Cabeza segûn distintos grados “Hay que decir que Cristo es Cabeza de todos los hom­ bres segûn distintos grados. a) Principalmente es cabeza de todos los que estân actualmente unidos a El en la gloria. β) De los que le estân unidos por la gracia santificante. y) De los que le estân unidos solamente por la fe. 5) De los que actualmente no le estân unidos, pero lo estarân un dia. e) De aquellos que actualmente no le estân unidos, ni lo estarân por no ser predestinados, pero poseen la posibilidad (que nunca se convertira en realidad), los cuales, al morir, por no tener ya ni posibilidad, dejan de ser miem­ bros de Cristo” (a.2). ° 2. 3. Rey por la plenitud de su gracia habituai "La potestad judiciaria (y por tanto la dignidad regia) debe también atribuirse a Cristo por la plenitud de su gra­ cia habituai” (q.59 a.3). la epistola de la fiesta se hace también alusiôn a la ·*· :.4 * 1032 CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS SEC. ûenitud de gracia. La doctrina del Angélico sobre esto es a siguiente: 1. ° Cristo tuvo plenitud de gracia habituai “La tuvo, en primer lugar, porque la poseyô en el grado sumo y perfectisimo en que puede poseerse, pues el aima de Jesucristo, mâs unida a Dios que todas las criaturas racionales (a causa de su union hipostâtica), recibia la mâxima influencia de su gracia... En segundo lugar, la gracia de Cristo era la mâxima, porque de El habia de transmit!rse a todos los restantes hombres, y lo que es causa en un género es lo mâximo dentro del mismo género, como el fuego, causa dei calor, es lo mâs caluroso... En tercer lugar tuvo Cristo plenitud de gracia porque la tuvo con todos los efectos y operaciones de la gracia, como virtudes, dones, etc...” (cf. 3 q.7 a.9 c). 2. ° La plenitud de gracia es propia de Cristo “Alguien tiene plenitud de gracia cuando la posee en sumo grado en esencia y eficacia. A saber, la posee en la mâxima excelencia y en la mâxima extension para produ­ cer todos los efectos. En este sentido la plenitud de gracia es propia de Cristo... Hay otra plenitud que es relativa, a saber, cuando se posee la gracia en el grado sumo, determinado por Dios para una persona y para todos los efec­ tos propios dei oficio o condiciôn de tal persona. Tal ple­ nitud relativa se comunica a otros por Cristo, y asi a la Virgen se llama llena de gracia, y de San Esteban se.dice que estaba lleno de gracia... (ibid., a.10). 4. *- · » Rey por derecho de conquista o por la redenciôn De este titulo habia Ρίο XI en la Quas Primas (cf. n.12; Col. Enc., p.291). En el prefacio de la misa se senala tam­ bién. Santo Tomâs no solamente afirma que Cristo posee la realeza por su pasiôn, sino ademâs que este titulo es meritorio, mientras que los anteriores son gratuitos. La doctrina del Santo mâs interesante y de mâs aplicaciôn para el pûlpito la resumimos a continuaciôn. l.° La pasiôn de Cristo, redenciôn del hombre La pasiôn de Cristo fué suficiente y superabundante satisfacciôn de los pecados y del reato de la pena de todo el género humano, y, por ello, fué como cierto precio por el que fuimos exentos de ambas obligaciones. Toda satisfacciôn, por si o por otros, se dice, en cierto sentido, precio por el que se redime del pecado y de la pena, a si mismo 0 a otro, segûn lo que dice Daniel (4,24) : Peccata tua eleemo­ synis redime. Cristo satisfizo no entregando dinero 0 algo 1033 Cristo Rey, sacerdote y legislador b) “Los hombres poseen solamente ciertas gracias; pero Cristo tiene la perfecciôn de todas ellas, como Cabeza de todos. Por esto, en lo tocante a otros, uno es legislador, otro sacerdote y otro rey. Pero todas estas cosas van unidas en Cristo como fuente de todas las gracias, y por eso dice el profeta (Is. 32,22) : Dominus index noster, Dominus legifer noster, Dominus rex noster, ipse veniet et salvabit nos...” Cristo reina con el Padre c) Tal es el sentido de las palabras dei Simbolo: Sedet ad dexteram Patris, segûn el Angélico, las cuales se aplican a Cristo en cuanto Dios y en cuanto hombre: “Se dice que Cristo estâ sentado a la derecha de Dios Padre en cuanto que reina con El y de El recibe la potestad Judiciaria. De aqui las palabras de San Agustin (cf. Serm. 1, de Symbolo 7: PL 40,646) : Por la derecha se entiende la potestad que recibiô aquel hombre por parte de Dios para que venga a juzgar el que primero vino a ser juzgado” (q.58 a.l). 1 î·’ ;X<-4X J;.'"' TF.6l.OGQS. SANTO TOMAS parecido, sino dando lo mayor, a saber, entregândose a si mismo por nosotros. Por eso su pasiôn es nuestra redenciôn... (cf. q.48 a.4). 2.’ Cristo nos libertô del poder de Satanâs “El diablo ejercia su poder sobre los hombres de très maneras: a) Por parte del hombre, quien con su pecado mereciô ser entregado al poder del diablo, que le venciô en la ten­ taciôn. P) Por parte de Dios, a quien el hombre ofendiô pecando, y quien por su justicia le abandonô al poder del diablo. Por parte del diablo, que, con su perversa volun­ tad, apartaba a los hombres de la salvaciôn. Respecto a lo primero, el hombre fué libertado por la pasiôn de Cristo, en cuanto que ésta fué causa del perdôn de los pecados; en cuanto a lo segundo, porque nos recon­ cilio con Dios, y en cuanto a lo tercero, porque el diablo abusô del poder que Dios le diô, maquinando en la muerte de Cristo, quien, por no haber pecado, no mereciô morir” (cf. q.49 a.2). 4 j'· 4. ’ 1· " ‘ ·· £1?· SEC. 4. TEO LOGOS. SANTO TOMÂS CRISTO KEY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS 1034 d) El reino de Cristo no es temporal “La potestad judiciaria es consecuencia de la dignidad real. Cristo, siendo rey constituido por Dios, no quiso, sin embargo, cuando vivia en la tierra, administrar temporalmente el reino terreno, y asi dice: Regnum meum non est de hoc mundo (lo. 18,36). Ni tampoco quiso ejercer su po­ der judicial sobre cosas temporales quien habia venido a llevar a los hombres a las divinas” (cf. q.59 a.4 ad 2). e) El reino de Cristo es universal Pio XI dedica un pârrafo en su enciclica sobre Cristo Rey a la triple potestad (cf. Quas Primas 13 : Col. Enc., p.291-292) : legislativa, judiciaria y ejecutiva. La potestad judiciaria de Cristo es la ûnica de que expresa y detenidamente trata Santo Tomâs. De las otras no se encuentra cuestiôn propia en la Suma. En un articulo, sin embargo, se afirma la universalidad de la potestad de Cristo : “Cristo recibiô del Padre potestad sobre todas las co­ sas: Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra (Mt. 28,28). Segûn esto, todas las cosas estân sometidas a Cristo. Mas no lo estân todas en cuanto a la ejecucion de su poder, lo cual sucederâ en el futuro, cuando cumplirâ en todos su voluntad, salvando a unos y condenando a otros” (cf. q.59 a.4 ad 2). “Cristo tiene la potestad de juzgar no solamente a los ângeles, sino también la administraciôn de toda criatura; porque si, como dice San Agus­ tin (cf. De Trin. 1.3 c.4: PL 42,873), “las cosas inferiores son regidas por Dios, segûn cierto orden, por medio de las superiores”, es preciso decir que todas son regidas por el alma de Cristo, que estâ sobre toda criatura. Por lo cual dice también el Apôstol (Hebr. 2,5) : Que no fué a los an­ gelis a quienes sometiô el mundo venidero, esto es, sujeto a él, del que hablamos, esto es, Cristo. Sin embargo, no por eso constituyô Dios otro sobre la tierra, puesto que uno mismo es Dios y hombre, el Senor Jesucristo” (3 q.59 a.6 ad 3). f) El reino de Cristo es interior Por el contexto se pueden aplicar a Cristo las siguientes palabras que Santo Tomâs dice del reino de Dios: “El reino de Dios consiste principalmente en actos in­ teriores. Pero, en consecuencia, pertenecen también al reine, de Dios todas aquellas cosas sin las que no pueden darse los actos interiores. Y asi, si el reino de Dios es la justicia interior y la paz y el gozo espiritual, los actos exteriores, que son contra la justicia, la paz y el gozo espiritual, son también contrarios al reino de Dios. Y por eso se pro 1035 hiben en el Evangelio del reino. En cambio, los actos exte­ riores que son indiferentes, esto o aquello, no pertenecen al reino de Dios, y de aqui las palabras de San Pablo (Rom. 14,17) : Non est regnum Dei esca et potus” (cf. 1-2 q.108 a.l ad 2). g) Reino de verdad Pio XI afirma que Cristo reina en la mente de los hombres porque tiene plenitud de ciencia y porque es la verdad (cf. Quas Primas 6: Col. Enc., p.287). De la plenitud de ciencia se habia en el domingo quinto de Pascua. Santo Tomâs tiene un articulo que pue­ de aplicarse a Cristo en cuanto Dios y también, por razôn de su union hipostâtica, en cuanto hombre. “Dios es la verdad; la verdad se encuentra en el enten­ dimiento, en cuanto que percibe la cosa tal cual es; se halla también en la cosa, en cuanto que tiene un ser conformable al entendimiento. Tal ocurre principalmente en Dios. Su ser no es solamente conforme a su entendimiento, sino que es su mismo entender, y su entender es la medida y causa de todo otro ser y todo otro entendimiento; y El mismo es su ser y su entender. Por tanto, no solamente estâ en Dios la verdad, sino que El mismo es la suma y suprema ver­ dad” (cf. 1 q.16 a.5 c). h) Reino de santidad Jesucristo reina en la voluntad de los hombres, porque la suya estâ plenamente sometida e identificada con la de Dios e influye en los hombres para que la identifiquen tam­ bién. Por eso el reino de Cristo es reino de santidad. “En Jesucristo-Hombre hay dos voluntaries: el apetito sensitivo (voluntad de sensualidad) y la voluntad racional, ya como naturaleza, ya como razôn. Por cierta dispensa­ tion, el Hijo de Dios antes de su pasiôn permitia a su carne y a todas las fuerzas del aima obrar y padecer las ccsas que naturalmente son propias de la carne y de las fuerzas del aima. Ahora bien, es claro que la voluntad de sensualidad huye naturalmente de todos los dolores sensi­ bles y de la lesion corporal. De la misma forma, la volun­ tad, como naturaleza, repudia todo cuanto es contrario a la naturaleza o es en si malo, como la muerte. En cambio, la voluntad racional puede elegir lo que en si es malo o contrario a la naturaleza como medio para conseguir un fin. Tal ocurre en cualquier hombre: la voluntad de sensua­ lidad y la voluntad como naturaleza son contrarias a la CEuterizaciôn. En cambio, la voluntad racional la elige como medio para lograr la salud. La voluntad de Dios era que Cristo padeciera dolores 1036 - < *· A CRISTO REY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS y aun la misma muerte, no porque en si mismas las quisiera, sino porque eran medios para lograr la salvaciôn del género humano. Por tanto, Cristo, atendida su sensibilidad 0 voluntad natural, podia querer otra cosa de lo que Dios queria. Mas segûn su voluntad racional queria siempre lo mismo que Dios; lo cual es claro por aquellas palabras: Non quod ego volo sed quod tu (Me. 14,36). Racionalmente queria cumplir la voluntad de Dios, aun cuando diga que quiere otra cosa segûn la otra voluntad” (cf. 3 q.18 a.5 c). Mas aun cuando en Cristo la voluntad de sensibilidad 0 la voluntad natural querian cosa distinta de la voluntad racional y divina, no existia, sin embargo, contrariedad de voluntades. Primero: Porque ni la voluntad sensual o la natural rechazaba aquella razôn por la que la voluntad racional y divina queria la pasiôn. Segundo: Porque ni la voluntad divina era impedida 0 retardada en Cristo por la voluntad sensual o natural. Ni tampoco al contrario, pues agradaba a Cristo, segûn su vcluntad divina y racional, que su voluntad natural y su sensualidad se movieran segûn el orden de su naturaleza” (cf. 3 q.18 a.6 c). i) MB Reino de gracia Cristo se dice que reina en los corazones de los hombres: 1. Porque El ha sido amado mas que ningûn otro hombre. 2. Porque tiene la gracia y caridad en el mâs alto grado. 3. Porque influye su santidad en los hombres, uniéndolos a Dios e inflamândolos hacia las cosas mâs altas. De estos très puntos, el primero pertenece mâs a la his­ toria que a la teologia; el segundo ha sido expuesto mâs arriba. Resta solamente sintetizar la doctrina del Angélico acerca del influjo de Cristo y de su gracia en los hombres: Cristo influye en las aimas y en los cuerpos de los hombres Toda la humanidad de Cristo, en cuanto a su cuerpo y a su alma, como instrumento unido al Verbo de Dios, influye en los hombres en cuanto al aima y en cuanto al cuerpo. De una forma, en cuanto que los miembros del cuerpo son las armas de la justicia existente en el cuerpo por Cris­ to (Rom. 6). De otro modo, en cuanto que la vida de la gloria se dé­ riva del aima al cuerpo, segûn aquello (Rom. 8,11) : El que SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAS 1037 rtsucito a Jesus de entre los mvertos dard también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espiritu, que habita en vosotros... (cf. 3 q.8 a.2 c). 2.‘ Propio de Cristo es comunicar la gracia “Dar la gracia o el Espiritu Santo conviene a Cristo como Dios por propia autoridad; pero instr ument aimente le conviene también segûn que es hombre, esto es. en cuanto que su humanidad fué instrumento de su divinidad; y asi las acciones del mismo por virtud de la divinidad nos fueron saludables, como produciendo en nosotros la gracia, ya por el mérito, ya por cierta eficacia...” (cf. ibid., a.l ad 1). B) I El reino de Cristo Entre los opùsculos genuinos de Santo Tomâs anarecen los cuatro libros De regno, dedicados al rey de Chipre. En la introducciôn de los mismos se indica su fin : «Pensando qué ofrecer digno de la excelsitud regia y conveniente a mi profesiôn v oficio, se me ocurriô principalmente escribir a un rey un libro acerca del reino, en el que rratara sobre el origen del reino y aauellas cosas que perteneren al oficio real segûn la autoridad de la Escritura divina, la doctrina de los filôsofos y el ejemplo de principes esclarecidos..., esperando en el auxilio del que es Rey de reyes v Seüor de los sonores...-o (cf. Lethielleux, Opuscula varia [Paris! t.r p.407-414). Sobre la realeza de nuestrq Senor Jesucristo tratan esnecialmente los caoitulos 13, 14 y 15 dei libro 3, cuyas principales ideas insertamos. Por resumirlas diremos que el Angélico présenta a nuestro Se­ nor Jesncristo como verdadero monarca, no solamente en lo esniritual, sino en lo temporal, si bien, por ser la finalidad nrincioal de su reinado de orden puramente espiritual, eligiô una vida escondida v humilde. a) Cristo Rey en cuanto hombre “En el aüo 42 del reinado de Octaviano, acabada la semana 76 pronosticada por Daniel, nace en Judea Cristo, que fué verdadero sacerdote y verdadero monarca, por lo que después de la resurrecciôn, apareciéndose a sus disci­ pulos, dijo: Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra (Mt. 28,28). Lo cual debe aplicarse a la humanidad, segûn Agustin y Jeronimo, porque nadie duda que todo eso lo tenia en cuanto a su divinidad” (cf. 1.3 c.12 p.407). b) EXCELENCIA DEL REINO DE CRISTO SOBRE LOS OTROS REINOS terrenos La monarquia de Cristo aventaja a todas las demâs por tres titulos: Por la cantidad de artos, puesto que durô mâs, dura tedavia y durarâ hasta la renovaciôn dei mundo, segûn consta en la vision de Daniel. Λ .- V - o> --.·’■ ·». 1038 I * .-‘Art* f V· fc.-A’i wb:*· ’< VA ';·< * f >* > CRISTO KEY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS 2. Por la universalidad del dominio, puesto que su pregôn sale por la tierra toda y sus palabras Began a los confines del orbe de la tierra (Ps. 18,5). Ningûn rincôn dei mundo existe donde no se adore el nombre de Cristo. Todo lo pusiste debajo de sus pies, segûn dice el Apôstol (Hebr. 2,8) recogiendo las palabras del Salmista (Ps. 8,7). Este mismo dominio aparece en las palabras del profeta Malaquias: Desde el orto dei sol hasta el ocaso es grande ml nombre entre las gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio humeante y una oblaciôn pura, pues grande es mi nombre entre las gentes (Mal. 1,11). En estas palabras se manifiesta bien claro como el dominio de Je­ sucristo se ordena a la salvaciôn del aima y a los bienes del espiritu, aunque no se excluya de las temporales, en cuanto que se ordena a las espirituales; y de aqui que, aunque Cristo fuese adorado por los Magos y glorificado por los ângeles en serial de su dominio universal, estuvo reclinado, sin embargo, en lugar humilde y envuelto en viles pafiales. Camino este por el cual los hombres son llevados a la virtud mejor que por el de las armas. Y esto prétendra precisamente, aunque con frecuencia usara de su poder, como verdadero Senor. 3. Por la dignidad del que domina aparece también la excelencia de la monarquia de Cristo sobre otras. Porque es Dios y hombre. Segûn esta explicaciôn, la naturaleza hu­ mana en Cristo participa de la virtud infinita, de la que procede fortaleza y virtud sobre toda humana fortaleza. Lo cual describe Isaias refiriéndose a la virtud temporal de Cristo: Porque nos ha nacido un nino, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre su hombro la soberania y que se llamard maraviUoso, consejero, Dios fuerte, Padre sempiter­ no, Principe de la paz, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada... (Is. 9,6-7). En estas palabras se describen todas las cosas que se requieren para un verdadero principe. Mâs aûn, suponen las metas de todos los dominios, segûn claramente se ve. Este principado, pues, o dominio aventaja, aniquila y rom­ pe todas las monarquias, porque todos los reinos le estân semetidos a él, segûn fué predicho por el mismo profeta (Is. 45,23) : Quia mihi curvabitur omne genu et iurabit omnis lingua. Y el apôstol San Pablo: Al nombre de Jesûs dobla la rodiUa cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos (Phil. 2,10). 4» i. f .·*<* ' L· c) ’ ·■■·.- Cristo, Rey desde su nacimiento temporal Se présenta ahora la cuestiôn de cuando comenzô este principado, porque consta que mando a muchos, y, sin em- r· · &MÛX SEC. 4. TEÔLOGOS. SANIO TOmAs 1039 bargo, El eligiô para si una vida humilde. Asi dice San Mateo (8,20) : Las reposas tienen cuevas, y las aves del cie­ lo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recliner la cabeza. Y lo mismo escribe San Juan (6,15) : que, temiendo a la multitud, se escondiô, porque querian arrebatarle y hacerle rey. Luego en su pasiôn declarô a Pilatos (Ιο. 18,36) : Mi reino no es de este mundo. La respuesta a esta cuestiôn es que el principado de Cristo comenzô inmediatamente a su mismo nacimiento tem­ poral. Quiere decir que, desde el momento en que Cristo apareciô visible, apareciô como rey. Es claro que si, como el mismo santo Doctor afirma, la union hipostâtica es fun­ damento de la realeza de Cristo, fué rey desde el momento de la encarnaciôn. En el mismo dia ocurriô el mensaje de los ângeles (Le. 2,11). Y poco después la adora non de los Magos (Mt. 2,1-2) : Nacido Jesûs en Belén de Judd en los dias dei rey Herodes, llegaron de Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: Donde estâ el rey de los judios que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle. Por tanto, estâ claro su principado y el comienzo temporal del mismo. Y nôtese que en este mo­ mento de su nacimiento se manifesto mâs su excelencia y poder que en la edad adulta, para insinuar de esta manera que su debilidad no erav necesaria, sino voluntaria, elegida por él mismo por dos causas: 1. Para ensefiar a los reyes humildad Tanto mâs necesaria es al principe esta virtud cuanto que se ve herido por los dientes de la envidia, que no tolera al superior. Considerando esto el rey David, contes­ té a Micol, la fastuosa hija de Saûl, que le insultaba y despreciaba porque bailaba ante el arca divina: Delante de Yavé, que con preferencia a tu padre y a toda su casn| me eligiô para hacerme jefe de su pueblo..., danzaré yo, y aûn mas vil que esto quiero parecer todavia y rebajarme mâs a tus ojos... (2 Reg. 6,21-22). Esta misma régla siguiô Jesucristo en si mismo, aceptando la voluntad de su Padre, segûn profetizô Zacarias (9,9) y refiere San Mateo (21,5) : He aqui que tu rey viene a ti manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de borrica. Ademâs, si a los principes dei mundo se les alaba la humildad y la pobreza, por las que se hacen mâs gratos a sus sûbditos y prospera su dominio, mucho mâs se alabarâ la perfecta humildad de Cristo. Santo Tomâs refiere ahora algunos casos citados por San Agustin y por escritores pa­ ganos. Luego afiade: “Todos los principes y grandes mo- IΛ ·* .m5*J — ?3- '-$5 •c *-r -J* 1040 SEC, 4. TEÔLOGOS, SAN BUENAVENTURA CRISTO REV. DOM. ANT. A Γ. LOS SANTOS narcas sometieron el mundo con su humildad y perdieron el dominio con el fasto de su soberbia. Por eso dice la Escritura (Eccli. 3,20): Cuanto mâs grande seas, humiliate mâs y hallarâs gracia ante cl Senor. 2. Para manifester la diferencia entre su dominio y el de otros principes He aqui la segunda causa por la que el Senor eligiô una vida oculta humilde, aun siendo verdadero Rey y Seûor. Viviô pobremente para mover a los fieles con su ejem­ plo a obrar segûn la virtud, cuyo camino mâs apto es la humildad y el desprecio dei mundo. Por tanto, la vida espiritual de los fieles se llama reino de los cielos, porque difiere del reino mundano en la forma de vivir y porque se ordena al verdadero reino eterno. Y asi, para arrancar de los corazones humanos la sospecha de que Cristo hubiera tornado el principado para dominar en el mundo y que esto fuera su fin, eligiô la vida escondida, no obstante ser verdadero Senor y monarca. d) “Nos ha sido dado un hijo” Aqui se manifiesta la virtud y la excelencia de su do­ minio, puesto que, estando unida la humanidad de Cristo a la divinidad del Hijo como su instrumento, era de un poder omnipotente. De aqui que el profeta hable con frecuencia de su inefable dominio, de su singular poder. 3. “Tiene sobre su hombro la soberania” Por estas palabras se da a entender la seguridad y solidez dei dominio de Jesucristo, puesto que lo que se lleva sobre los hombros es mâs firme, y de esta forma se levants la carga mâs sôlidamente. 4. Porque el principado de Cristo recibe su influencia del poder divino, que estaba en El personalmente. De este po­ der usé en su pasiôn, cuando contestô a los judios que le buscaban para matarle: Ego sum, y cayeron inmediatamente en tierra (lo. 18,5-6). 6. “Padre sempiterno” Aqui se manifiesta una nueva condiciôn de su realeza: la benignidad de su reinado. Podemos referirla a la plenitud de la gracia, mediante la cual los que la poseen llevan cilmente el yugo de la ley. Por eso, para régir a éstos no es necesaria la vara de hierro. 7. “Principe de la paz” He aqui una nueva condiciôn: la tranquilidad de su reinado. Principe de la paz, si no del cuerpo, por lo menos del corazôn. Tal es la paz que Jesucristo, nuestro rey y principe, ofreciô y nos dejô al morir. Cuatro clases de gracia necesarias para entrar al reino “Nos ha nacido un niïïo” Se anteponen con estas palabras la humildad y la pequenez que voluntariamente eligiô Cristo. 2. “Dios fuerte” Explicaciôn de las palabras de Isaîas He aqui lo que dice Santo Tomâs: 1. 1041 “Se llamarâ 3Iaravilloso, Consejero” Dos palabras necesitan explicaciôn. Se dice Marav-illoso porque es digno de admiraciôn que el Senor dei mundo se haga humilde y pobre. Se dice Consejero por la brillantez de su sabiduria, tan necesaria para los reyes. Se da a entender, en efecto, que tiene todo el poder por si, sin necesitar consejos de otro, en virtud de su excelente sabiduria. ■■i San Buenaventura, en su bello y profundo libro Del reino de Dios deserito en las parâbolas del Evangelio, nos habia ciertamente del reino de los cielos, que hemos de conseguir con nuestra glorificaciôn en la otra vida. Pero como éste no serâ sino la consumaciôn del rei­ no de Cristo incoado mediante la gracia, nos ofrece materia perfectamente sistematizada sobre las condiciones necesarias para entrar en el reino de los cielos, que no son otra sino las condiciones para pertenecer de modo perfecto a', reino de Cristo aqui en la tierra (cf. Obras de San Buenaventura [BAC, 1947] t.3 p.689-707). Este reino de la gloria es imposible alcanzarle sin la gracia. Pero es de saber que hay cuatro categorias de gracia : A) La gracia bautismal, puerta de entrada al reino La gracia bautismal es necesaria para entrar en el reino de Dios: Quien no naciere del agua y del Espiritu, no puede entrar en el reino de los cielos (lo. 3,5). “La razôn de esta necesidad es que todos nacemos hijos de ira... Por consiguiente, hemos de ser restituidos a la inocencia por el bautismo”. En el de Cristo se ven très efectos: la aper­ tura de la puerta, cerrada a causa del pecado, en el abrirse los cielos; la restituciôn de la inocencia, arrebatada por el pecado, en la paloma; y la gratificaciôn, cuando se dice: 1042 -ri* r- * r CRISTO REY. DOM. AST. A T. LOS SANTOS Este es mi hijo muy amado (Mt. 3,17), pues el pecado nos habia hecho hijos de ira”. Très cosas se precisan para conservar la gracia bau­ tismal : a) Para conseguir el reino se requière necesariamente la fe en la suma verdad, porque sin la fe es imposible agradar a Dios (Hebr. 11,6). El reino consistirâ “en el gozo de la verdad”. El que no créé no puede ni verlo ni poseerlo. “Luego para el reino es necesaria la fe en la ver­ dad suma”. b) En segundo lugar es necesario el amor de la bondad suma... Amar a Cristo, poder y sabiduria de Dios... Y la razôn es que el aima en aquel reino ha de unirse... con Dios indisolublemente..., y el amor es cierta cualidad que... une y suelda consistentemente...; luego el tener caridad y amar la suma bondad son requisitos necesarios para que el aima reine alli... c) Por ûltimo, para conseguir el reino es necesaria la imitation de la virtud suma, dé suerte que se acaten los mandamientos; porque... él reino de Dios no estâ en pala­ bras, sino en realidades (1 Cor. 4,20)... No todo el que dice: /Sefior, Sefior!, entrard en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que esta en los cielos (Mt. 7, 21). La razôn es que tû reinas con Dios si Dios reina en ti; Dios reina en ti si haces su voluntad cumpliendo sus man­ damientos; luego entrarâs en el reino de los cielos por titulo de obedi encia. B) Necesidad de la gracia penitencial para entrar en el reino La gracia penitencial... es también necesaria para entrar en el reino. De aqui las palabras de San Juan Bautista (Mt. 3,2) : Arrepentios, porque el réino de los cielos esta cerca. “La razôn es que en el pecado, por el que somos expulsados del reino, hay delectaciôn voluntaria”, y es preciso que en la penitencia, en cuya virtud se recupera el reino, exista también cierta pena aflictiva voluntaria. Por lo cual se dice: Desde los dias de Juan el Bautista hasta ahora es entrado por fuerza el reino de los cielos, y los violentos lo arrébatan (Mt. 11,12). Esta violencia es triple en correspondencia a très raices del mal: a) Contra la soberbia, la hlemildad “Eso es lo que Cristo ensena : En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como ninos, no entraréis en él SEC. 4. TEOLOGOS. SAN BUENAVENTURA 1043 reino de los cielos (Mt. 18,3). Dejad que los riinos vengan a mi y no los estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios (Me. 10,14). Y esto por très razones: 1. Con Dios en este reino ha de haber omnimoda sujeciôn, y el soberbio no quiere sujetarse ni al mismo Dios. 2. Con el prôjimo ha de haber paz y concordia comple­ ta, mientras que entre los soberbios siempre hay contiendas. 3. Para consigo mismo habrâ quietud total. En aquel reino, cada uno estâ contento con lo que tiene: con su propio lugar, morada y limites, sin desear mâs; pero no ocurre asi con el soberbio, el cual se extralimita siempre, llevado por el apetito de la excelencia y vanidad... El que se humiliare hasta hacerse como un niho de éstos, ése sera el mas grande en el reino de los cielos (Mt. 18,4). Contra la avaricia mundana, la virtud de la pobreza Bienaventurados los pobres de espiritu, porque suyo es el reino de los cielos (Mt. 5,3). “Y bien dice el Senor: Suyo es, puesto que los pobres, llevados... por encima de todo el mundo, en alas del deseo, al dicho reino, hâcense, en cierta manera, sus moradores. Lo contrario ocurre en los amadores dei mundo, de quienes se dice: En verdad os digo que dificilmente entra un rico en el reino de los cielos. De nuevo os digo: es mâs fâcil que un cameTlo entre por el ojo de una aguja que... un rico en el reino de los cielos” (Mt. 19,23). Y esto por très razones: 1. Porque el reino de los cielos es simplicisimo, y el avaro es un agregado de composiciôn sin nûmero; cuantos afectos tiene de cosas terrenas, otros tantos elementos 16 componen. Por ello se compara al camello, a causa de la gibosidad; las posesiones de tierra que desea son las protu­ berandas gibosas que le impiden la entrada en el reino. 2. Porque aquel reino es elevadisimo, y el avaro, que se adhiere a la tierra, viene a ser infimo por demâs... 3. Porque aquel reino es comûn en grado superlativo; y el avaro, envidioso, todo se lo apropia. La region donde todo es simple, todo elevado y todo comûn, no puede con­ venir a la avaricia, sino a la pobreza. Por tanto, no sin razôn escogiô Dios a los pobres segûn el mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que tiene prometido a los que le aman (lac. 2,5). b) c) concupiscencia de la carne, CASTIDAD INTEGERRIMA Contra la De ella se dice: Hay eunucos que nacieron asi del vientre de su madré, y hay eunucos que fueron hechos por los hom- 1044 I - bres, y hay eunucos que a si mismos se han hecho taies por amor del reino de los cielos (Mt. 19,12). Hay très suertes de eunucos: por naturaleza, por violentia y por eracia. A los eunucos por obra de los hombres pueden anauirse los hipô­ critas, que guardan continentia movidos por la vanagloria, por la vergüenza o por temor de perder honores o emolumentos dei siglo. Sôlo los eunucos por gracia son aptos para el reino. Por el contrario, de los lujuriosos estâ escrito: No os enganéis: ni los fornicarios..., ni los adulteros, ni los afeminados poseerân el reino de Dios (1 Cor. 6,9). Y esto por très razones: 1. “Aquel reino es purisimo por luminoso..., y en la lujuria hay impureza suma”. 2. Aquel reino es ordenadisimo..., y en el pecado carnal, en el que la razôn queda absorbida por la carne, hay sumo desorden. 3. “Aquel reino es incorruptible y perpetuo..., y en el pecado de la carne... hay suma corruption”. C) La gracia final, necesaria para et reino de Dios Sin ella no puede éste lograrse: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrâs es apto para el reino de Dios... (La. 9,62). Quien no persevera en las buenas obras no es apto para el reino de Dios, porque en vano corre el que, sin llegar a la meta, desfallece. Esta gracia se integra por très cosas: SUFRIMIENTO PACIENTE DE LAS TRIBULACIONES O4 SEC. 4. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA CRISTO REV. ΠΟΜ. ANT. A T. LOS SANTOS Por muchas tribulationes nos es preciso entrer en el reino de Dios... (Act. 14,22). A la madré de los hijos de Zebedeo, que dice: Di que estos dos hijos mios se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino, respondiôle asi el Salvador: No sabéis lo que pedis. jPodéis beber el câliz que yo he de beber? Y ellos le dijeron: Podemos... (Mt. 20,21-22). De justicia es que el que desea participar en el reino participe asimismo en la tribulation; y esto se dice en el Apocalipsis (1,9) : Compaüero en la tribulaciôn y en el reino. Anade la Glosa: “Y bien sabia Jésus que podian imitar su pasiôn; pero esto lo dice el Salvador para que, preguntando El y respondiendo ellos, oigamos nosotros que ninguno, si no ha imitado la pasiôn de Cristo, pueda reinar con Cristo”. Très razones hay para probarlo: '1. Ninguno puede reinar con Cristo que no sea amigo verdadero y aprobado. Ninguno aprobado sin ser probado, 1045 y ninguna prueba mejor que la tribulaciôn, como se dice de Abrahân: Debemos recordar cômo fué tentado nuestro padre Abrahân, y, probado con muchas tribulationes, fué hecho amigo de Dios (ludith 8,22). 2. Porque en el reino todos son coronados; para la co­ rona ha de haber victoria; para la victoria, combate; para el combate, enemigos, tentaciones y tribulationes... 3. "Porque en aquel reino hay todo goce y deleite..., y ninguno es digno de llegar a este gozo sin alejarse de los goces y deleites dei mundo..., de los cuales abstrae la tri­ bulaciôn”. Bienaventurados los que padecen persecution por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos (Mt. 5,10). b) Confianza muy levantada (cf. dom. anterior) c) Perseverancia animosa Es necesario vivir y morir con Cristo, sufrir y reinar con El, abrazar perseverantemente hasta la muerte la cruz de la penitencia y la de la prâctica del Evangelio. Es neeesaria una adhesion constante de la voluntad al bien, como la habrâ después en el reino. D) La gracia sapiential facilita la entrada en el reino San Buenaventura habia de conocimientos, deseos y ac­ tos sapientiales, los cuales, aunque no necesarios, sin em­ bargo facilitan la entrada en el reino. El término sapiencial équivale en el santo Doctor a los ejercicios propios de las aimas elevadas al pleno uso de los hâbitos deiformes; es decir, estamos plenamente en los caminos de la mistica. ’•-•V·?: SEC. 5. ALTORES VARIOS. FRAY LÜIS DE LEÔN SECCION V. I. y AUTORES VARIOS FRAY LUTS DE LEON Escritor de otros tiempos, enfoca el teina de modo completameute distinto al de nuestros contemporAneos, los cuales siguen casi siempre los argumentes de las enciclicas (cf. Los nombres de Cristo : Rey de Dios: BAC, Obras completas castellanas 2.·1 ed. p.547-581). (Respetamos las traducciones biblicas.) K A ) Rey segûn la traza de Dios • : · ■··: -■ « Yo constitui a mi Rey En el salmo 2 Dios dice de El: sobre el monte de Siôn (v.6). Y en Zacarias (14,16) : Vendràn todas las gentes y adorarân al Rey, el Senor Dios. Al llamarle rey suyo quiere indicar dos cosas: la pri­ mera, que, aunque todos los reyes lo son por mano de Dios, éste es un rey suyo por exceleneia y de manera ne» usada, y la segunda, que es un rey segûn la traza y modo de Dios. Para estudiar este nombre veremos: a) “Lo que puso Dios en Cristo para hacerle rey” 0 las cualidades de Cristo. b) “Lo que puso en nosotros para hacernos sûbditos", esto es, la nobleza de sus vasallos. c) El modo perfectisimo de su gobierno. B) Cualidades del Rey Son très: humildad, mansedumbre y ciencia. a) Humildad Cristo humilde El mismo lo dijo: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn (Mt. 11,29); e Isaias: No serâ bullicioso, ni apagarà una estapa que hum.ee, ni una cana que·* brantada la quebrarà (42,2-3). Y Zacarias: No quieras temer, hija de Siôn, que tu rey viene a ti, justo y Salvador, y manso (9,9). Z. Motives de su humildad “Parecerâ al juicio del mundo que esta condition de ânimo no es nada decente al que ha de reinar mâs”. I 1047 Quiso hacer en El un rey que respondiese a la idea de su corazôn, y para tan alto edificio como es la divinidad ne encontrô cimiento mâs hondo que la humildad. Como en la mùsica no suenan todas las voces agudo ni grueso, sino grueso y agudo debidamente, asi Dios quiso que junto a la majestad de su naturaleza divina existiese la humildad del hombre. 2. ° Porque toda la eficacia del gobierno de Cristo estriba en atar a los hombres a la fe y al amor. La grandeza no engendra aficiôn, sino admiraciôn y espanto. 3. ° Por ser virtud muy conveniente a los reyes, aunque otra cosa les parezea a los que rnandan, que no miran que la misma naturaleza divina, emperatriz de cielos y tie­ rra, es liana infinitamente, y si este nombre de humilde puede caber en ella, es humildisima, que cuida hasta de los matices de un pâjaro en sus plumas. Quien es como nuestro Dios, que mira en las alturas, y mira con cuidado hasta las mâs humïldes bajezas, y El mismo juntamente esta en el cielo y en la tierra? (Ps. 112,5-6). MO. Mansedumbre Esta cualidad confirma la anterior. b) 1. Fué mansisimo San Pablo (Hebr. 2,10-18) explica que, queriendo el Pa­ dre salvar a muchos, al Principe de la salud de ellos le per­ fection# con muchos trabajos, porque el que santifica y los santificados han de ser todos de un mismo metal, y para que fuese... misericordioso Pontifice le hizo conocer nuestras miserias. Por ello Cristo padeciô cuanto los hombres juntos hayan podido padecer. Pobreza, destierro, trabajos baldios, vendido por los. suyos, dolores de la pasiôn, muerte delante de su Madré... “Pero ; para qué me detengo yo en esto? Lo que ahora Cristo, que reina glorioso y Senor en todo el cielo, nos sufre, muestra bien claramente cuân agradable le fué siem­ pre sujetarse a trabajos. jCuânta herejia, cuânta blasfemia!...” 2. Buen camino para ser rey Hoy nuestros principes son adiestrados mediante traba­ jos que los crien fuertes, pero no mediante sufrimientos que los eduquen compasivos, y es que mientras Cristo reinô para el bien ajeno, los nuestros solo buscan el propio. La experiencia de cada dia nos ensena que nuestros gobernantes no son lo que debieran por faltarles tal adiestramiento. 4« 1048 CRISTO RI Y. DOM c) Ciencia Oficio de los reyes es juzgar y premiar, para lo que necesitan de gran ciencia; pero los hombres tienen que aconsejarse de otros, que por lo comûn procuran engafiarles por sus particulares intereses. Cristo, en cambio, no juzga por lo que al oido le dicen ni segûn lo que a la vista par'ece (Is. 11,3), sino con su ciencia infinita. Diôle también el Padre infinitos tesoros para premiar; mâs aûn, encerrôlos todos dentro de El. C) Condiciôn noble de los subditos a) NOBLEZA DE LOS SÛBDITOS Aun cuando Cristo tiene el imperio sobre todo lo crea­ te, nos referimos ahora sôlo a 10 que verdaderamente constituye lo que El llama su reino, y en el cual ha conseguido que todos los sûbditos sean familiares suyos y de noble linaje, ya que el nacimiento natural no cuenta, sino ûnicamente el espiritual y nuevo de la gracia. Acerca de Cristo Jesûs no es de ''estima la circuncisiôn ni el prepucio, sino la criatura nueva (Gai. 6,15). Viôlo ya David y cantô: Tu pueblo se te ofrecerâ espontâneamente el dia de tu esfuerzo (Ps. 109,3). b) SEC. 5. ACTORES VARIOS. FRAV LUIS DE LEÔN ANT. A T. LOS SANTOS CONVENIENCIA DE QUE LOS SÛBDITOS SEAN FELICES Los reyes no siempre son poderosos para hacerlo, pero aquellos que procuran que sus sûbditos sean pobres y apocados no son ni aun siquiera reyes, pues no cumplen con s.: oficio de procurar la felicidad de los suyos. Sobre esto ponen en gran peligro sus intereses propios, porque, ade­ mâs de. que “mandar entre lo ilustre es bella cosa” (cf. SÉneca, Octavia v.463), incitan a que los sûbditos se levanten en armas. “Porque asi como dos cosas que son contrarias, aunque se junten, no se pueden mezclar, asi no es posible que afiude con paz el reino, cuyas partes estân opuestas entre si y tan diferenciadas, unas con mucha honra y otras con senalada afrenta. Y como el cuerpo que en sus partes esta maltratado y cuyos humores se conciertan mal entre si, estâ muy ocasionado y muy vecino a la enfermedad y a la muerte, por la misma manera el reino adonde muchas ôrdenes y suertes de hombres y muchas cosas particulares estân como sentidas y heridas, y adonde la diferencia que por estas causas pone la fortuna y las leyes no permite estâ que se mezclen y se concierten bien unas con otras, esta 1049 sujeto a enfermar y a venir a las armas con cualquier ra­ zon que se le ofrece. Que la propia lâstima e injuria de cada uno encerrada en su pecho, y que vive en él, los despierta y los hace velar siempre a la ocasiôn y a la venganza”. c) EN QUÉ CONSISTE LA NOBLEZA DE LOS SÛBDITOS No hay cosa mâs alta y generosa que el aima de un justo cristiano, que por su nacimiento es de Dios; por la gracia, semejante a Cristo; por su ânimo, todo lo que es, menos que Dios es pequeno para él; por lo ancho de su co razôn ama hasta sus enemigos y solo le satisface el poseer a Dios. d) NOBLEZA DEBIDA A LA GENEROSIDAD DEL REY Nosotros nada mereciamos, sino antes bien éramos ene­ migos suyos. Perdonô el pecado de Adân, muriô por nos­ otros y nunca se da por vencido si nuestra ingratitud rechaza sus inspiraciones. D) a) Gobierno perfectisimo dei Rey Da la ley y las fuerzas para cumplirla Las leyes son el medio de gobernar a los reinos, pero acontece a veces que, aun siendo buenas, la maldad y fla­ queza de los sûbditos hace que se quebranten, pues en cuanto una cosa es vedada, inmediatamente se apetece (Rom. 5,20). Cristo nuestro Sefior remediô este mal, no solo ensenândonos a ser buenos, como lo ensenaron también otros legisladores, sino, ademâs de ello, haciéndonos buenos. Porque dos cosas son necesarias: primero, que el entendimiento vea la verdad; segundo, que la voluntad la ame y la lleve a la ejecuciôn. En una y otra funciôn quedamos debilitados por el pecado original. Para remediar el primer mal se acudiô por medio de las leyes, que ensenan lo que es bueno y lo que es malo-, pero que de suyo, al no dar fuerzas para ejecutar lo primero y evitar lo segundo, resul­ tan por lo menos ineficaces. como lo fué la ley antigua de los diez mandamientos. Mas acudiô nuestro Sefior a remediar completamente el mal, y junto a sus leyes nos diô la gracia, esa cualidad ce­ lestial que sana entendimientos y voluntades, haciéndonos amar lo que nos manda. • * ' SEC. 5. AIJIORF.S VARIOS. SAN IGNACIO CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 1050 La ley fus dada por Moisés, mas la gracia por Jesucris­ to (Ίο. 1,17), que hace crecer en la voluntad mayor amor para el bien y disminuye cada dia la contradiction que el sentido le hace. Asentaré mis leyes en su aima de ellos y escribirélas en sus corazones (1er. 31,31-34). b) : f ·. • < E) SAN IGNACIO DE LOYOLA Insertamos aqui dos meditationes del Libro de los Ejercicios es[•iriliiales, que no por muy conocidas dejan de venir a propôsito del !ema de la realeza de Cristo, a saber : el llamamiento del rey tem­ poral y las dos banderas. Reino eterno A) Dijoselo el ângel a la Santisima Virgen: Su reino no tendra fin (Le. 1,33). Cantôlo David (Ps. 71,5), y es cosa digna de Dios que su reino sea sempiterno como El. Los reinos fenecen o por la tirania de los reyes, o por la maldad de los subditos, incapaces de concertarse, 0 por la dureza de las leyes. Ni Cristo puede ser tirano, mirando sôlo por nosotros como mira, ni rebeldes los sùbditos, anudados por la gracia. Nada digamos de las ’leyes de Jesûs. El reino de Cristo tiene dos estados: el uno, de contradicciôn y guerra, y el otro, de triunfo y paz, y esto tanto en la aimas, donde reina secretamente, como en la sociedad, donde lo hace de manifiesto. Lo superior del aima estâ sujeto a Cristo, mas las partes inferiores se rebelan y se entabla la pelea de Cristo en su gracia contra estos enemigos. Poco a poco los doma y sometc, pero no lo consigue totalmente hasta el dia en que el aima y cuerpo resucitado le queden sujetos y gloriosos en el cielo. Hoy Cristo sufre persecution en muchos reinos hasta que, llegado el momento, “todo lo demâs, como a desaprovechado e inûtil..., lo encadene en el abismo..., y los buenos serân puestos en posesiôn de la tierra y del cielo y reinarâ Dios en ellos solo y sin término”. San Pablo (1 Cor. 15,25) describe como Cristo se presentarâ al Padre después de haber destruido a todos sus enemigos, y “asi como ahora por nuestra aima sentimos, asi en cierta manera entonces veremos, sentiremos y entenderemos y nos moveremos por Dios... Y como en el hierro encendido no se ve sino fuego, asi lo que es hombre casi no serâ sino Dios, que con su Cristo reinarâ”. ΛÀ El rey temporal “El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey eternal. Oraciôn. La oraciôn preparatoria sea la sôlita. 1. ° preâmbulo. El primer preâmbulo es composition viendo el lugar; serâ aqui ver con la vista imaginativa sinagogas, villas y castillos por donde Christo nuestro Senor predicaba. 2. ° preâmbulo. El 2.°: demandar la gracia que quiero; serâ aqui pedir gracia a Nuestro Seûor para que no sea sordo al llamamiento, mas presto y diligente para cumplir su sanctissima voluntad. 1. a puncto. El primer puncto es poner delante de mi un rey humano, elegido de mano de Dias nuestro Senor, a quien hacen reverentia y obedescen todos los principes y todos los hombres christianos. 2. ” puncto. El 2.°: mirar como este rey habla a todos los suyos, diciendo: Mi voluntad es de conquistar toda la tierra de infieles; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de ser contento de corner como yo, y asi de beber y vestir, etc.; asimismo ha de trabajar conmigo en el dia y vigilar en la noche, etc.; porque asi después tenga parte conmigo en la victoria como la he tenido en los trabajos. 3. ° puncto. El 3.°: considerar qué deben responder los buenos sùbditos a rey tan liberal y tan humano; y, por consiguiente, si alguno no aceptase la petition de tal rey, quânto seria digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero. En la 2.' parte. La segunda parte deste exercitio consis­ te en aplicar el sobredicho exemplo del rey temporal a Christo nuestro Seûor, conforme a los tres punctos dichos. 1." puncto. Y quanto al primer puncto, si tal vocation consideramos del rey temporal a sus subditos, quânto es cosa mâs digna de consideration ver a Christo nuestro Se­ nor, rey eterno, y delante dél todo el universo mundo, al quai y cada uno en particular llama y dice: Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y asi entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria. De los dos modos de reinar de Cristo jr 1051 «ΛΑ·,* *7 VP 1052 CK1SÏO REY. 1>O.M. ANT. A T. LOS SANTOS 2/ puncto. El 2.°: considerar que todos los que tuvieren juicio y razôn offrescerân todas sus personas al trabajo. " puncto. El 3.°: los que mâs se querrân afectar y se3. ûalar en todo servido de su rey eterno y senor universal, no solamente offrescerân sus personas al trabajo, mas aun, haciendo contra su propia sensualidad y contra su amor car­ nal y mundano, harân oblationes de mayor stima y mayor momento, diciendo: Eterno Senor de todas las cosas, yo hayo mi oblaciôn con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad, y delante vuestra Madré gloriosa y de todos los sanctos y sanctas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es nu determination deliberada sôlo que sea vuestro mayor servi­ tio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, asi actual como spiritual, queriéndome vuestra sanctisima majestad elegir y rescibir en tal vida y estado. I.* nota. Este exercitio se harâ dos veces al dia, es a saber, a la manana en levantândose, y a una hora antes de comer o de cenar” (cf. BAC, Obras completas de San Ignacio de Loyola, ed. manual, p.178-180). B) Dos banderas “El cuarto dîa meditation de dos banderas, la una de Christo, sumo capitân y senor nuestro; la otra, de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana naturaleza. Oraciôn. La sôlita oraciôn preparatoria. l.° preâmbulo. El primer preâmbulo es la historia; serâ aqui como Christo llama y quiere a todos debaxo de su ban­ dera; Lucifer, al contrario, debaxo de la suya. 2° preâmbulo. El 2.°: composition viendo el lugar; serâ aqui ver un gran campo de toda aquella region de Hierusalén, adonde el sumo capitân general de los buenos es Chris­ to nuestro Senor; otro campo en region de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer. 3.” preâmbulo. El 3.°: demandar lo que quiero; y serâ aqui pedir conoscimiento de los enganos del mal caudillo y ayuda para dellos me guardar, y conoscimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitân, y gra­ cia para le imitar. 1. ’ puncto. El primer puncto es imaginar asi como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como en una grande cathedra de fue­ go y humo, en figura horrible y espantosa. 2. ' puncto. El 2.°: considerar como hace llamamiento de innumerables demonios y como los esparce a los unos en >< rOZ SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO ÂVILA 1053 tal ciudad y a los otros en otra, y asi por todo el mundo, nu dexando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular. J.° puncto. El 3.°: considerar el sermon que les hace, ycomo los amonesta para echar redes y cadenas; que prime­ ro hayan de tentar de cobdicia de riquezas, como suele ut in pluribus, para que mâs fâcilmente venga a vano honor del mundo, y después a crescida soberbia; de manera que el primer escalôn sea de riquezas, el 2." de honor, el 3.° de soberbia, y destos très escalones induce a todos los otros vicios. Assi por el contrario se ha de imaginar del sumo y ver­ dadero capitân, que es Christo nuestro Senor. 1. ° puncto. El primer puncto es considerar como Christo nuestro Senor se pone en un gran campo de aquella region de Hierusalén en lugar humilde y gratioso. 2. ° puncto. El 2.°: considerar como el Senor de todo el mundo escoge tantas personas, apôstoles, discipulos, etc., y los envia por todo el mundo esparciendo su sagrada doc­ trina por todos estados y condiciones de personas. 3. ° puncto. El 3.°: considerar el sermon que Christo nuestro Senor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envia, encomendândoles que a todos quieran ayudar en traerlos, primero a summa pobreza espiritual, y si su divina majestad fuere servido y los quisiera elegir, no menos a la pobreza actual; 2.° a deseo de opprobios y menosprecios, porque destas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean très escalones: el primero pobreza con­ tra riqueza; el 2.° opprobio o menosprecio contra el honor mundano; el 3.° humildad contra la soberbia; y destos très escalones induzgan a todas las otras virtudes. Coloquio. Un coloquio a Nuestra Senora, porque me alcance gracia de su Hijo y Senor, para que yo sea recibido debaxo de su bandera, y primero en summa pobreza espi­ ritual; y si su divina majestad fuere servido y me quisiera elegir y rescibir, no menos en la pobreza actual; 2.°, en pasar opprobios y injurias por mâs en ellas le imitar, sôlo que las pueda pasar sin pecado de ninguna persona ni dispiacer de su divina majestad, y con esto una Ave Maria” (ci. ibid., p.186-188). BEATO JUAN DE AVILA HI. E] Maestro Avila fué portaestandarte de la verdadera Reforma en el siglo Χ\τI. Sus achaques no le perniitieron asistir al gran concilio de la Contrarreforma, el Tridentino ; pero el magisterio del Apôstol de Andalucia llegô a Trento en unos Memoriales, escritos a peticiôn de Guerrero, arzobispo de Granada. En el segundo de estos Memo­ ries encontramos sôlidas y profundas enseûanzas sobre el compor- ► . ■ -c; ·7λ 1054 SEC. 5. AUTORES VARIOS. BEATO AVILA CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS tamiento de los reyes y senores temporales en sus relaciones con la Iglesia, si son verdaderos reinos cristianos (cf. Memorial segundo para el concilio de Trento. Causas y remedias de las herejias: «Miscelânea Comillass, III [Comillas, Santander, 1945] p.94-100). D) a) A) Para remedio de las herejias “deben dar a su Madre la Iglesia socorro los reyes y seiïores temporales hijos de ella, juntândose con el Vicario de Cristo. Para que asi como ambos poderes, espiritual y temporal, proceden de Dios, asi ambos se empleen en servir y tornar por su honra en tiem­ po de tanta necesidad y cobren nombre de amigos fieles que r.o desamparen en el tiempo de la tribulaciôn, y serin galardonados por taies por mano de aquel Senor cuya honra en este mundo buscaron”. B) El gobierno de un reino cristiano, diferente del gobierno de un reino que no lo es “Y adviértase mucho que el regimiento del reino cristia­ no debe ser diferente del reino que no lo es. Porque aquél basta ser regido por razôn natural; y este otro, que se llama reino sacerdotal, porque es dedicado a Dios y subordinado al espiritual, ha de ser regido por otras réglas mâs altas”. . e. Λ ' C) El verdadero reino cristiano, bautizado en todas sus cosas “Bautizado (por asi decir) ha de ser y acristianado el reino cristiano en todas las cosas, asi como en edificios, atavios, comidas y en gu erras y en paz; de manera que todo se ejercite conforme al contentamiento de Dios y al ejemplo de Jesucristo su Hijo, que vino al mundo haciéndose hombre y comiô y bebiô como tal, y morô en casa, y anduvo caminos y tuvo vestidos, y asi lo demâs, para ensefiarnos qué taies habian de ser los cristianos aun en estas cosas exteriores; en todo lo cual, asi debe resplandecer toda templanza y honestidad y limpieza, que, como en lo interior se distingue un cristiano del que no lo es, asi tam­ bién en lo exterior”. Un ejemplo concreto: la guerra Condiciones Los reyes y senores cristianos deben ayudar a 1055 de guerra razonable para un prîncipe NO CRISTIANO Son, de una parte, que haya causa justa; de otra, que cuente con ejército mâs numeroso y potente que su enemigo. Esta guerra seria justa y prudente y con esperanza de victoria. b) A UN PRINCIPE cristiano Dios le exige mas Pues a pesar de que el pueblo de Dios emprendiô guerras en que concurrian las circunstancias anteriores, mâs el mandato de Dios de que se hiciesen, sin embargo fué derrotado, “para que entendiésemos qué poco valor tienen todos los medios humanos si se mezcla con ellos alguna cosa que desagrada a los ojos de Dios, teniendo con aquellos medios mâs euenta que con el medio sobrenatural”. C) X LOS PECADOS DE VANGUARDIA Y RETAGUARDIA, CAUSA DE DERROTA “La causa de haber sido los cristianos vencidos en guerras contra infieles, y por eso muy justas, y con ejércitos muy aventajados sobre los de los enemigos, que les pare­ cia tener la victoria en la mano, han sido los pecados de los que en los pueblos quedaban, o de los que iban en el ejército, o de unos y de otros. Muchos miles de hombres cristianos fueron a conquistar la tierra santa de Jerusalén, e hicieron en el camino tantos males, con otros que primero habian hecho, que muchos fueron destruidos y otros se tornaron a sus tierras sin -conseguir efecto tan justo. Ejér­ cito ha habido en nuestros tiempos, de once y doce mil combatientes, que, segûn han dicho personas dignas de cré­ dite, iban tras de él tanta copia de malas mujeres, que igualaban con numéro poco menos que la tercera parte de dicho ejército; y el suceso fué tal, que pareciô ser mâs poderosa esta mala compana para que nuestro ejército fuese vencido que la fortaleza y numéro de él para vencer a los enemigos”. Α*ΑΛ**> La penitencia, la oraciôn y la vida honesta, armas DE VICTORIA Es necesario amansar a Dios con penitencias y la en­ mienda de la vida y, - 1 sin abandonar los medios humanos, que son necesarios, “entender que las guerras del pueblo de Dios mâs se vencen con oraciones y con toner a Dios contento con la buena vida y con tener confianza en El”. E) El reino cristiano debe regirse por la palabra de Dios Los negocios del reino no basta gobernarlos con sen­ tido humano y consejo de hombres, sino que se han de preguntar a la boca del Senor, “porque en ninguna manera puede faltar la palabra de Dios, que dice: Sin profeda el pueblo va desenfrenado (Prov. 29,13). Y profccia es Ha­ mada la doctrina sobrenatural, que por la Escritura di­ vina, como por boca del Senor, nos habia, y los ejemplos que se sacan del Hijo de Dios en la tierra, y la buena costumbre y doctrina de la santa Iglesia. Lo cual quiere Dios que sea en mucho estimado, y que por eso se rija su pue­ blo, con diferente doctrina y vida como pueblos cristianos, segûn estâ escrito: Esta es vuestra inteligencia y sabidu­ ria a los ojos de los pueblos11 (Deut. 4,6). F) K · ·« ‘ ·' -.3 SEC. 5. AUTORES VARIOS. NIEREMBERG CRISTO KEY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 1056 Hombres de espiritu y oraciôn sean consejeros del reino "Adviértase mucho con cuânto peso toda la Escritura divina nos amonesta la necesidad que tenemos de la lumbre del cielo no sôlo para las cosas espirituales, mas aun para las temporales, y especialmente para acertar a régir el reino, como parece en el capitulo 9 de la Sabiduria, el cual es muy provechoso para leerlo y meditarlo cada dia los reyes. Y conforme a ello y a lo ya dicho, deben los re­ yes y sonores ser informados en sus negocios de personas que tengan otro sentido mâs que humano, alcanzando con vida perfecta y familiar trato con Dios por medio de la oraciôn, y que den respuestas, no de su boca, smo, como dijo Isaias, de la boca del Senor, que es la Escritura di­ vina, doctrina de la Iglesia y de sus santos, y que ense· nen ser la cosa mâs importante de todas apreciar a Dios mucho y amansarle con la penitencia; y con esto vengan los otros medios humanos, y entonces serân muy provechosos. No andemos por acâ ni por allâ, si no se entiende muy de verdad en quitar los muchos pecados que hay en 1057 el pueblo cristiano y en la enmienda de vida, dando otra faz a las cosas de la que ahora tienen. Cierto hay que te­ nter que los males van adelante y que, por la via que no pensamos, ha de acaecer lo que no querernos en lo tempo­ ral y espiritual”. Bossuet fundamenta el reinado de Dios en très de sus atributos, a saber : el poder, la justicia y la misericordia. El P. Nieremberg explica el scûorio divino de Cristo, insistiendo principalmente en sus derechos de Creador, en el Tralado de lu hermosura de Dios y su amabilidad (cf. 1.2 c.5, en ed. LYR [Madrid 1944] t.2 p.134-157). A ) Rey natural “Gôzome que haya sido necesidad lo que fuera cierto de mi elecciôn, pues por vuestra hermosura mereciais ser monarca dei mundo. Yo os diera mi voto para que fuérades mi Senor, mi Rey, mi Dios, si no lo fuérades; pero doyme mil parabienes que lo seâis por vuestra naturaleza...” B) Jurisdicciôn universal y gobierno inmediato “Empezando por la jurisdicciôn de su senorio, se extiende a toda la naturaleza, asi irracional como racional, corporea y espiritual...; por eso se dice Rey de reyes y Senor de los que dominan. Todo estâ sujeto a Dios; hasta las criaturas incapaces de razôn y sentido sienten su im­ perio... para su obediencia y sujeciôn”. “Por eso dice el mismo Senor por el profeta Amos (9,1-4) : No se escaparà alguno; los que huyeren, si bajaren al infierno, de alli los sacarâ mi mano; y si subieren hasta el cielo, de alli los derribaré; y si se escondieren en la cumbre del Carmelo, de alli buscândolos los arrebataré; y si se encubrieren de mis ojos en lo profundo del mar, alli mandaré a una serpiente y los morderâ; y si fueren cautivos con sus enemigos, alli mandaré a la espada y los matarâ. No hay lugar adonde huir de quien en todo lugar manda y a quien los brutos y penas obedecen... Como dijo el Eclesiâstico (1,8), uno es el Criador, Altïsimo, Omnipo­ tente y Rey poderoso, y muy tremendo, asentado sobre su trono, Dios dominador...” C) Titulos de su monarquia a) Creador “Es Dios Senor absoluto de todo para hacer de las cesas cuanto quisiere, no sôlo para abrasarlo y consumirLa palabra de C. 3 1058 • «· CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS lo, sino para aniquilar si se le antojase. El derecho que tiene para tan supremo poder es, no por haberse hallado el mundo sin dueno, no por haberlo recibido de otro, no per haberlo heredado, no por haberlo comprado en algun barato, sino por haberle dado ser y criado... ^Qué mayor derecho que aquel que se funda en la dependenda necesaria y sujeciôn esencial?”... b) ConsHrvador “A esto se llega que no solo dependen las cosas necesariamente de Dios para recibir su ser en la creaciôn, sino también para conservarlo en su duraciôn...; porque asi como no basta para que el sol ilustre al mundo que esparza en él una vez sus rayos, si no los esta continuamente esparciendo para sustentar su claridad, asi tam­ bién es necesario que esté Dios continuamente sustentando el ser que una vez diô a las criaturas...” “Esta conservaciôn de las cosas declaran los Padres con varias semejanzas : porque, segûn San Dionisio, es como el fundamento que sustenta el edificio y la basa en que carga una columna; porque, quitado el cimiento, se caerâ la casa; y quitada la basa, no estarâ en pie la columna. Segûn San Anselmo, es como quien tiene suspensa una cosa, que, si la dejase, caeria en un profundo pozo; porque Dios a las cosas que saeô del abismo de la nada y las levanto al ser, las detiene para que no tomen a caer en la profundidad del no ser. Segûn San Agustin, es como quien da kfia a un homo, que, si no lo esta continuando, se apagarâ el fuego, o como a la corriente de un rio han de fomentar siempre sus fuentes. Segûn otros santos, es como quien esta atando y apretando una cosa, que, si se dejase a su naturaleza, se desapareceria y desharia...” c) ■EjS ' < K« j . V ■ .. - Fin ùltimo “Fu era desto, somos de Dios, por ser El nuestro ûltimo fin, al cual estamos ordenados en todo cuanto somos, y la dependenda del fin no es menor que la de la causa ___ eficiente; y asi somos de Dios por much os titulos, por evantos dependemos dél; y dependemos tanto de Dios, por ser nuestro fin, que no fuéramos si no se moviera por este fin la divina Omnipotencia cuando obra... ;Cuân doblada servidumbre le debemos, pues no solo somos criados para Ei, sino por El mismo! De Dios recibimos ser, y para Dios solamente”. SEC. 5. ACTORES VARIOS. NIEREMBERG d) 1059 Redentor “Demâs de esto, somos de Cristo por otro titulo gloriosisimo: de habernos comprado con su sangre y librâdenos de la cautividad del pecado, dei demonio y de la muerte, que era esclavitud intolerable y eterna; mas a costa de su sangre nos liberto, y quedamos suyos por nuevos titulos y obligados a darie alguna satisfaction de tan grande beneficio y recompensarle con nuestro agradecimiento algo de lo infinito que le debemos por sus penas”. D) Acatamiento al rey “iQué no le debemos por el titulo de ser criados por El? Pues le debemos cuanto somos y cuanto es el mundo, que también lo hizo para nosotros... Si a un ciego le curara un médico de suerte que le diera vista..., no supiera que hacerse con su bienhechor... iQué deberemos a Dios por habernos dado vista y con ella los demâs sentidos?...” “Pues por la conservaciôn, ^cuânta obligation tenemos de servirle, pues repite cada momento y millones de veces Ιό que hizo en la creation una vez? Por cierto, nada haccmos en darnos a El de voluntad, pues de necesidad so­ mos suyos... Bien dijo San Bernardo (cf. Serm. de qua­ druplici debito): “Cuando hubiere dado a Dios todo cuanto soy y puedo, ipor ventura no es todo esto una gota de agua respecto del rio, una piedrezuela comparada con un monte y un grani to cotejado con el montôn? No tengo sino dos minutos, y ésos pequenisimos, que son cuerpo y alma; o, por mejor decir, no tengo sino uno, que es mi voluntad. Pues «ipor qué no la daré yo y entregaré a la voluntad de quien, siendo tan grande, previno con tan grandes beneficios? 4 Al que con todo lo que es comprô a todo cuanto soy?...” “No nos quejemos de quien da tanto a todos y no debe nada a nadie. Esta es singular prerrogativa dei dominio de Dios, que ni debe ni puede deber de justicia cosa al­ guna, porque esencialmente es la criatura de Dios; y asi..., si puede Dios quitar el derecho y justicia que tiene una criatura con otra, es por ser todo suyo; y asi no puede El tener obligation de justicia a ninguno, sino solo de fidelidad, cuando El porque quiso prometiô algo... Con esto se junta que no puede la criatura dar ni ofrecer cosa que no sea de Dios...” · c·.-- ·. 1060 SEC. 5· AUTORF.S VARIOS. BOSSUET CRISTO REY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS 1061 ——. E) Rey majestuoso y llano a) Majestuoso El P. Niereniherg describe la niagnificencîa del reino de Dios, rodeado de las jerarqufas angelicas, y sus tremendas manifestacionés en el Antiguo Testamento. b) Llano Con todo ello, cualquiera de nosotros le puede hallar en cualquier lugar y tiempo. No es menester esperar audiencias, sino que El mismo ruega e inspira que le hablen. Se aposenta en las casas mâs humildes y permite que estemos en su presencia como no estariamos ante un rey humano. Allânase a concurrir a todas nuestras acciones, y, realizândolas con su gracia, no halla otro premio que darles sino entregarse El mismo. Y todo 0por qué? Por la mismo razôn que el rey Age­ silao diô a quienes manifestaron su extraneza al verle ju­ gando con sus hijos: “No te espantes, porque esto es la fuerza del amor”. Reino de misericordia y de amor Bossuet tiene tres sermones sobre Cristo Rey, dos de ellos predicados en la fiesta de la Circuncisiôn del Sefior, y el tercero en la del domingo de Ramos. En el primero demuestra que Cristo es Rey por e, comenzada a derramar en el temla redenciôn, mediante su sangre, tem­ plo. El tercero prueba que es Rev sobre los'reyes, a quienes ha dado el poder de reinar v, mediante ellos, porque deben implantar la reli­ gion, reprimiendo las blasfemias, etc. Extractamos el segundo, predicado en Metz hacia el ano 1656 (cf. Lebarq [1926] t.2 p.100-118). A ) Poder, justicia y misericordia La realeza es un distintivo de la Divinidad, la cual basa su reino, principalmente, en très atributos: el poder, la justicia y la misericordia. Que Dios reina por su omnipotencia es évidente. Nos contentaremos con recordar las exclamaciones de San Pa­ blo (1 Tim. 6,15) : Bienaventurado y solo monarca, Rey de reyes y Senor de los sefiores. Pero el reinado de eu poder es general y comûn sobre todas las criaturas, y parece conveniente que exista otro modo de gobierno y monarquia de Dios sobre los seres inteligentes. Por eso vemos que brilla sobre ellos el reinado de la bondad y de la justicia. De bondad y de justicia, por­ que ângeles y hombres se han dividido ellos mismos en obedientes y rebeldes, por lo cual Dios se ha visto obligado a dividir también su reino en reino de dureza, que rige con cetro de hierro para romperlos como vasija de alfarero (Ps. 2,9), y en reino de dulzura y alegria. Supuestas estas verdades, preguntamos al Nifio que entra en el templo qué reinado piensa inaugurar. Cierto que no es el del poder, ya que aparece revestido de nuestra debilidad, ni el de la justicia, ya que confiesa que no ha venido a juzgar al mundo (lo. 12,47). iQué nos queda, pues, sino reconocer que comienza el reinado de la misericordia? Por eso no torna hoy el titulo de Dios de los ejércitos, sino el mâs amable de Jesûs Salvador, para convidarnos con su ensenanza. Pues Dios es ya de antiguo mi Rey, el que obra la salvation de la tierra (Ps. 73,12). B) a) Reino de misericordia Los REYES, BIENHECHORES DE SUS PUEBLOS Para conocer la magnifica soberania de nuestro Salva­ dor debemos primero formarnos un concepto exacto de la realeza, viendo en ella algo mâs de lo que admira la ignorancia, porque no son los tronos, cortes y atuendos, ni aun siquiera las fortalezas y ejércitos, lo que constituye la ver­ dadera grandeza de la clase real. Yo levanto mâs alto mi vista, hasta Dios, y veo descender de aquella majestad in­ finita un rayo de gloria sobre los poderes terrenales, y ese rayo no es otra cosa sino el poder universal de hacer el bien a los pueblos. Rey quiere decir padre comûn. Expliquémoslo. La realeza es un poder, pero es un po­ der de hacer el bien, como lo es en realidad todo poder verdadero. El poder que se emplea en causar perjuicios no es un po­ der; es una facultad injusta, que no arguye en el jefe otra cosa sino la debilidad de pasiones de los que se sienten es­ claves. No me digâis que la justicia tiene que castigar los crimenes y, por lo tanto, infligir males. El verdadero po­ der tiende a producir bénéficies, y sôlo, contrariando su inclinaciôn, la necesidad castiga. Digamos ademâs que el poder del monarca no sôlo debe inclinarse al bien, sino al bien de todos, porque precisamente lo que distingue a un principe de un particular es .7ft • · .· j •--J?·» . A7 ’ 1072 CRISTO REV. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS Por eso, el imperio de Cristo ha de ser sumo, absoluto y no sujeto a ningùn arbitrio ajeno «Si ha sido, pues, dada toda la potestad a Cristo, se sigue forzosameute que su imperio ha de ser sumo, absoluto y no sujeto a uingûn arbitrio ajeno, que ningûn otro haya semejante ni igual, y por haberle sido dado sobre el cielo y lu tierra, estos deben estarle en todo sujetos y obedientes. Y este derecho exclusive y propio suyo lo ejerciô mandando a los apôstoles divulgar su doctrina, congregan­ do a todos los hombres en su cuerpo, llamado Iglesia, por medio del bautismo de salud, e imponiendo leyes que nadie puede recusar sin peligro grave de la salvaciôn eterna» (Leôn XIII, Annum Sa­ crum n.5, 25 de mayo de 1899). El reino de Cristo consiste en una transiormaciôn de los individuos y de las sociedades doméstica y civil ii ‘.At STS· '* «En esto consiste lo que con dos palabras llamamos reino de Cristo. Ya que reina Jesucristo en la mente de los individuos por sus doctrinas, reina en los corazones por la caridad, reina en toda la vida humana por la observanda de sus leyes y por la imitaciôn de sus ejemplos. Reina también en la sociedad doméstica, cuando, constituida por el sacramento del matrimonio cristiano, se conserva inviolada como una cosa sagrada, en la que el poder de los padres sea un reflejo de la paternidad divina, de donde nace y toma el nombre ; donde los hijos emulan la obediencia del Nino Jesûs, y el modo todo de procé­ der hace recordar la santidad de la familia de Nazaret. Reina, finalmente, Jesucristo en la sociedad civil, cuando, tributando en ella a Dios los supremos honores, se hacen derivar de El el origen y los derechos de la autoridad, para que ni en el mandar faite norma ni en el obedecer obligaciôn y dignidad ; cuando, ade­ mâs, le es reconocido a la Iglesia el alto grado de dignidad en que fué colocada por su mismo autor, a saber, de sociedad perfecta, maestra y guia de las demâs sociedades ; es decir, tal que no disminuya la potestad de ellas—pues cada una en su orden es legiti­ ma—, sino que les comunique la conveniente perfecciôn, como hace la gracia con la naturaleza ; de modo que esas mismas sociedades sean a los hombres poderoso auxiliar para conseguir el fin supremo, que es la eterna felicidad, y con mâs seguridad provean a la prosperidad de los ciudadanos en esta vida mortal» (Pio XI, Ubi arcano Dei consilio η.22 : Col. Enc., p.1014). LL) El reino de Cristo se ha de extender a todos los campos de la vida «Asi, pues, cuanto mâs las potencias tenebrosas hacen sentir su presiôn, cuanto mâs se esfuerzan por desterrar a la Iglesia y a la religiôn dei mundo y de la vida, tanto es mâs necesaria por parte de la Iglesia misma una acciôn tenaz y perseverante para reconquistar y someter todos los campos de la vida humana al suavisimo im- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 1073 perio de Jesucristo, a fin de que su espiritu aliente alli mâs ampliamente, su ley reine con mâs soberania y su amor triunfe mâs victoriosamente. He aqui lo que se ha de entender por reino de Cristo. Este oficio de la Iglesia es en verdad arduo. Pero son desertores inconscientes o engaûados los que, siguiendo un supernaturalismo mal entendido, quisieran reducir a la Iglesia al campo puramente religioso, como ellos dicen, mientras que asi no hacen mâs que hacer el juego a sus enemigos» (Pio XII, A los grupos italianos del Renacimiento Cristiano 22 de enero de 1947). M) El reino de Cristo es un reino de verdad y de vida, de santidad y de justicia, de amor y de paz «Todo legitimo poder sobre los hombres no puede tener su origen ni derivar su existencia sino del poder de Aquel que por su misma naturaleza lo posee en el cielo y en la tierra, sin limites de tiempo ni de espacio ; Jesucristo, que domina a los grandes dei mundo, que nos ama y nos ha redimido del pecado con su sangre, a quien sea dada gloria e imperio por los siglos de los siglos (Apoc. 1,5-6). Vaya a El el tributo de vuestra adoraciôn y de vuestra gratitud. Poneos a su servicio para abrir a su reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, el camino entre las filas de vuestros compaûeros y compafieras de oficina, para que a los rayos que emanan de El, sol de justicia y horno ardiente de caridad, todo sentimiento pecaminoso, toda envidia, todo odio, toda discordia, desaparezcan, y la paz de Dios reine en los corazones, en las casas y en los talleres, en las ciudades y en los campos, entre los que dan el trabajo y los que prestan sus fuerzas, en el propio pueblo y en todas las naciones. Porque plngo (Col. 1,19) al Padre que por El fuesen reconciliadas consigo todas las cosas de la tierra y del cielo» (Pio XII, A los empieados de la fàbrica Fiat 31 de octu­ bre de 1948). N) Del reino de Cristo proceden para los hombres la virtud, la paz y la concordia «Amplfsima via se abre al es tabled mien to y afianzamiento del reino de Cristo, del que proceden para los hombres la gloria de la virtud, la paz de la concordia y una felicidad eterna, cuando las ideas y las costumbres se conforrnan con las normas e inspiradones de la sabiduria cristiana, de suerte que una grande esperanza amanece cuando sûmanse convergentes esfuerzos con el fin de que tan saludable disciplina se fomente en gran manera y en forma debida» (Pio XII, Carta pontificia al Congreso Interamericano de Educaciôn Catôlica 7 de septembre de 1948). fl) La caridad cristiana es el quicio fundamental del reino de Cristo «Entre tanto, vénérables hermanos, el mundo y todos aquellos a quienes ha llegado la calamidad de la guerra tienen que saber que el deber del amor cristiano, quicio fundamental del reino de Cristo, no es palabra vacia, sino realidad viviente. Un vastisimo campo se abre a la caridad cristiana en todas sus formas. Confiâmes plenamente en que todos nuestros hijos, especialmente aquellos que estân libres del azote de la guerra, imitando al divino Samaritano, se acordarân de los que, por ser victimas de la guerra, tienen dere­ cho a la compasiôn y al socorro» (Pio XII, Summi Pontificatus η.37; Col. Enc., p.379). O) En el reino de Cristo todos tienen una cierta igualdad de derechos «Porque en el reino de Cristo estâ en vigor y florece una cierta igualdad de derechos, por la que nos distinguimos todos con la mis­ ma nobleza. Todos se hallan condecorados con la misma preciosa san­ gre de Cristo, y los que parecen presidir a los demâs, siguiendo el ejemplo dado por el mismo Cristo Nuestro Sefior, con razôn se Ha­ man, y lo son, administradores de los bienes comunes, y, por ende, siervos de todos los siervos, especialmente de los mâs pequefios y del todo desvalidos» (Pio XI, Ubi arcano Dei n.27 : Col. Enc., p.1018). P) SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 1074 Reconocida la sober ana potestad de Cristo, se afirma la autoridad humana de los principes ;*T> “W*· Ya que sôlo El puede arreglar las mùltiples y formidables contiendas actuales «Que todos, guiados por la luz suprema, impetrada por medio de la oraciôn colectiva, se persuadan de que solamente el divino Reden­ tor puede arreglar las mùltiples y formidables contiendas. Solamen­ te Jesucristo, decimos, que es camino, verdad y vida (lo. 16,6), que ihunina con luz celestial las mentes oscurecidas y da la fuerza divina a las voluntades perezosas y vacilantes. «Sin camino no se va adelante, sin verdad no se conoce, sin vida no se vive» (cf. Imit. de Cristo 111,50,5). El tan solo puede dirigir con justicia los sucesos de este mundo y dirigirlo dentro del amor ; sôlo El puede conducir a la felicidad eterna las almas de los hombres, unidos por el vinculo de la fraternidad» (Ρίο XII, enc. Anni Sacri 12 de marzo de 1950). Porque el laicismo es la peste de la sociedad actual «Ahora, si mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los catôlicos dei mundo, con ello proveeremos a las necesidades de los tiempos présentes, aportando un remedio eficacîsimo a la peste que infesta a la humana sociedad. La peste de nuestra edad es el llamado laicismo, con sus errores y sus impios incentivos ; y vosotros sabéis,, venerables hermanos, que tal impiedad no madurô en un solo dia, sino que desde hace mucho tiempo se incuba en las visceras de la sociedad. Se comenzô por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes ; se negô a la Iglesia el derecho que se deriva del derecho de Cristo, de enseûar a las gentes, esto es, de dar leyes, de gobernar los pueblos para 1077 Z) La consagraciôn universal a Cristo Rey es un mensaje de gracia para un mundo paganizado necesitado de estimulo «Cada vez con mâs claridad se nos revela como mensaje de exbortaciôn y de gracia de Dios, no sôlo para su Iglesia, sino aun fera un mundo tan necesitado de estimulo y de guia, que, sumergido en el culto de lo présente, se extraviaba' cada vez mâs y se agotaba en la fria rebusca de idéales terrenos ; mensaje a una hu□anided que, en escuedrones coda vez mâs nutridos, se alejaba de << » 1078 CRISTO REV- DOM. ΛΝΤ. \ T. LOS SANTOS la fe en Cristo, y mâs aûn del reconocimiento y de la observanda de su ley ; mensaje contra una concepciôn dei mundo para la que kl doctrina de amor y de renuncia del sermôn de la montana y lu divina acciôn de amor de la cruz eran escândalo y locura. Como nu dia el Precursor del Senor, a los que le preguntaban con deseo de instruirse, proclamaba : Ile aqui cl Cordera de- Dios (lo. 1,29), para prevenirles el descado de Jos pueblos (Ag. 2,8), si bien todavia desconocido inoralxi en medio de ellos ; de la misma manera, el représentante de Cristo, con aquel poderoso grito de conjuro : .4111 tenéis a vuestro Rev (lo. 19,14), se dirigia a los renegados, a los dudosos, a los indécises, a los fluctuantes, que o se negaban a se­ guir al Redentor glorioso, viviente y operante siempre en su Iglesia, o lo seguian con descuido y flojedad» (Ρίο XII, Summi Po ni ijica­ tus n.2 : Col. Enc., p.352). SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 1079 mente se coniprende que ninguna de las très facultades se sustrae u tan grande autoridad. Es necesario, por tanto, que El reine en la mente del hombre, la cual, con perfecta sumisiôn, debe prestar firme y constante asentimiento a las verdades reveladas a la doctrina de Cristo ; que reine en el corazôn, el cual, apreciando menos los apetitos naturales, debe amer a Dios sobre todas las cosas y a El solo estar unido ; que reine en el cuerpo y en los miembros, que, como instrumento, o, por decirlo con el apôstol Pablo, como armas de justicia para Dios (Rom. 6,13), deben servir para la interna santificaciôn del alma» (ibid., n.34 : Col. Enc., p.301). » SOLDADOS DE CRISTO REY A*) La celebraciôn de esta fiesta reportarà grandes bienes a la Iglesia y conseguirâ la plena libertad que le pertenece «Tributando estos honores a la dignidad regia de Nuestro Sefior, se traerâ necesariamene al pensamiento de todos que la Iglesia, habiendo sido establecido por Cristo como sociedad perfecta, exige por derecho propio, al cual no puede renunciar, plena libertad e independencia del Poder civil ; y en el ejercicio de su divino minis­ terio de ensenar, régir y conducir a la felicidad eterna a todos aque­ llos que pertenecen al reino de Cristo, no puede depender dei arbi­ trio de nadie» (Ρίο XI, Quas primas n.32 : Col. Enc., p.300). B’) Y a las naciones, para que pûblicamente se le venere , el cual no es otra cosa sino el Basili­ cus de que nos habia irônicamente Plauto. Sabido es el uso que la corona tenia en la vida romana. Simples coronas de follaje, a veces de ramas de encina, mirto o ciruelo, Servian para coronar la frente de los desposados, o se depositaban en las tumbas de los seres queridos, o se premiaba con ellas a los vencedores en los juegos cir­ censes. A los usos de la vida civil hay que anadir los mâs variados de las costumbres campesinas y de la vida militar. Coronas murales, coronas rostrales, coronas de hiedra y laurel eran comûnmente re­ compensas de los hechos de armas. Pero, ademâs, la corona era instrumento esencial en la vida religiosa y la usaban los sacerdotes, los dioses, y nada digamos de los emperadores divinizados. No estâ de mâs recordar al propio tiempo que existiô una fiesta persa, la de los Saceos—rememorada por Beroso y especialmente por Diôn Crisôstomo—, en la que se tomaba un condenado a muerte, se le hacia objeto de mofas como a un rey burlesco y al fin se le azotaba y mataba. Asimismo, en la usanza de los Saturnales figuraba un rey burlesco, como de carnaval, que se elegia por sorteo y luego era muerto. Finalmente, en los mismos se encarnô la figura de un rey de mofa, y se recuerda el caso de un pobre idiota llamado Caraba, a quien la plebe de Alejandria, para ridiculizar a Herodes Agripa I, proclamado rey poco antes, paseô por la ciudad disfrazado de rey, con una diadema de papiro en la cabeza y una caria en la mano, entre un cortejo real bufonesco (cf. Filôn, In Flaccum 5-6). Todos estos detalles dan al episodio de la coronaciôn de espinas de Jesucristo una realidad singular. En la maüana del Viernes San­ to, 14 de Nisân del afio 30, bien prôxima al equinoccio de la prima­ vera..., los soldados de la Torre Antonia se ocupaban sin duda, como de ordinario, en su pasatiempo favorito : jugaban al rey. SEC. 7. MISCELANEA HISTÔRICA V LITERARIA 1087 Los sanedritas habian llevado ante el procurador a Jesûs de Nazaret, que se decia rey de los judios. Estaba condenado de antemano v no habian de salvarle las tergiversaciones de Pilatos, quien entrego al reo a los soldados para que lo azotasen. Terminado el suplicio, surge entonces la idea de burlarse del acusado, utilizando el juego preferido. êQué necesidad habia de sortear a un soldado utilizando el juego grabado en la piedra y elegirlo rey para mofarse de él ? Alli estâ el rey, un rey judio, que ademâs sera condenado a muerte. Se organiza el festejo a base de Jesûs. Al rito ridiculo se agrega la nueldad de los oprobios, y el reo, para ellos enigmâtico o enajenado, soporta dulce y silenciosamente todos los tormentos. Las piedras del Litôstratos han conservado asi la huella incontrovertible de aquella burla en la que el verdadero y eterno Rey de los siglos quiso ser burlado como un rey bufonesco. Al escarnecerle cubriéndole con una clâmide roja, a guisa de manto real, y golpeândole con el cetro de cana la corona de espinas, simbolo de su realeza ; al increparle en­ tre risotadas diciendo : Salve, rey de los judios (Mt. 27,29), los sol­ dados de Roma rendian, sin saberlo, homenaje al Rey de reyes, que voiuntariamente queria reinar por el dolor (cf. Le Lithostrotos d'apris des fouilles récentes [Paris 1933] apend. p.4-6). EL TITULO DE REY ûs respondiô : Tû lo dices, yo soy Rey. Para esto naci y vine a este mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz. Mirôlo Pilatos y le dijo levantândose t 1 La verdad 1 Y (cf. ibid., p.256-257). SECCION VI IL GUIGNES HGMILETICGS SERIE I: LITURGICOS La fiesta de Cristo Rey I. Las fiestas, para bien de los fieles. A. Las fiestas son, ante to'do, para tributar eulto a Dios. Constituyen, a través del ano litfirgico, el homenaje de alabanza, adoraciôn y acciôn de gra­ cias a Dios Padre, Hijo y Espiritu Santo, que nos redimiô y santificô por Jesucristo y que es bendito en sus santos. B. Pero las fiestas encierran ademâs no pocos béné­ fices para el pueblo cristiano. Es esta doctrina de todos los liturgistas. Pio XI la resume en la enciclica “Quas primas” al tratar de la fiesta de Cristo Rey. aDe los documentas histôricos se saca que las festividades en el decurso de los siglos se fueron introduciendo una después de otra, segùn la necesidad o la utilidad del pueblo cristiano parecia pedirlo...» (Pio XI, «Quas primas» n.21 : Col. Enc., p.296). b) sDcsde los primeras siglos de la era cristiana, viéndose los fieles acerbamente pcrseguidos, comenzaron a conmemorar con los ritos sagrados a los màrtires, a fin de que, como dice San Agustin (Serm. 47, «De Sanctis»), las solemnidades fuesen exhortationes al martirion (Pio XI, «Quas primas», ibid.). «Los honores litiirgicos que despue's fueron tributados a los confesores, a las virgenes y a las viudas sirvieron maravillosamcntc para excitar en los fieles el amor a las virtudes, necesarias también en tiempos de paz-» (ibid.). d) «Las festividades instituidas en honor de la Virgen Santisima contribuyeron a que el pueblo cristiano no sôlo venerase con mayor piedad a la Madré de Dios, su poderosisima protectora, sino también encendieron el amor hatia la Madré celestial...» • e*w ·*·*>· CRISTO RFY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS 1096 e) iVi3r H. tLas fcstividades introducidas en tiempos no lejanos tuvieron igual origen y produjeron idénticos frutos. Asi, cuando habia disminuido la reverenda y el cul­ to hacia el Santisimo Sacramento, se instituyô la fies· ta del Corpus Christi... .4si, la festividad del Corazôn de Jesûs fué introducida cuando los dnbnos de los hombres, enflaquecidos por el frio rigorismo del jansenisnw, se habian enfriado y alejado del amor de Dios y de la esperanza de la eterna salvaciôn» (cf. ibid., n.22 : Col. Enc., p.296). Frutos de las fiestas. Es, pues, suficientemente claro que cada fiesta produce sus frutos en los fieles que la conmemoran. iCuâles son estos bienes o frutos? Dos principalmente: A. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS De orden doctrinal. Con ocasiôn del misterio que la fiesta conmemore, la liturgia présenta la teologia del mismo. Hasta el extremo de que “lex orandi lex credendi”. a) La liturgia, mediante sus fiestas, es uno de los prin­ cipales y mâs eficaces instrumentas dei magisterio eclesiâstico. b) De ella ha dicho Pio XI: tMàs que los solemnes do­ cumentas dei magisterio eclesiâstico, tienen eficacia para formar al pueblo en las cosas de la fe y elevarlo a las alegrias interiores de la vida las fcstividades annales de los sagrados misterios» (cf. «Quas primas# n.20 : Col. Enc., p.295). c) «Los documentas, la mayor parte de las veces, solo lo toman en considcraciôn unos pocos hombres instruidos; en cambio, las fiestas conmueven y amaestran a todos los fieles·» (ibid.). d) tAquéllos habian una sola vez; éstas, por decirlo asi, todos los aüos y perpetuamente» (ibid.). tAquéllos tocan sobre todo la mente; éstas, en cam­ bio, no sôlo la mente, sino también el corazôn y, en suma, todo el hombre» (ibid.). B. De orden espiritual. Las fiestas conmueven e impresionan mâs al hombre. a) Este, mediante lo sensible, llega mâs fâcilmente a lo cognoscible y asimïla mejor la doctrina. i. Indirectamente, por tanto, contribuyen a la vida espiritual, que se fundamenta en los sublimes dog­ mas del cristianismo. 2. «Siendo el hombre compuesto de aima y cuerpo, es preciso que sea excitado por les solemnidades exteriores, de modo que a través de la variedad de los ritos sagrados reciba en el ânimo las ensefianzas divinas y, convirtiéndolas en carne y san­ gre, haga de modo que sirva para el progreso de su vida espiritual» (cf. «Quas primas», ibid.). b) ΠΙ. 1097 Las fiestas, ademâs, dan oportunldad de pedir a Dios los efectos principales de cada una de ellas. A esto se ordenan las oraciones liturglcas. Cada fiesta tiene su enseûanza peculiar, y las oraciones que en dichas fiestas se elevan a Dios son eficaces tex opere ope­ rantis Ecclesiae» para obtener gracias con las que poner en prâctica tal ensenanza. Serâ la humildad, Pobreza y amor en Navidad; el espiritu de peniten­ cia, abnegaciôn y tnortificaciôn en la Cuaresma; la renovaciôn interior de la gracia y virtudes durante Pascua; la esperanza en la Ascensiôn, etc. La festividad de Cristo Rey. A. La realeza de Cristo es idea fecundisima en el cielo liturgico anual (cf. supra, sec.n, “Comentarios generales” p.1005-1007). a) «La Iglesia, reino de Cristo sobre la tierra, saluda y proclama en el cielo anual de su liturgia a su Autor y Fundador como Senor soberano y Rey de los re­ yes, multiplicando las formas de su afectuosa veneraciôn...» (cf. «Quas primas» n.io : Côl. Enc., p.290). b) «En estas alabanzas a Cristo Rey fâcilmente se descubre la hermosa armonia entre nuestro rito y el rito oriental» (ibid.). B. La fiesta de Cristo Rey, no obstante, tiene su razôn de ser y sus frutos especiales. Asi lo afirma el Papa al instituirla: “Vosotros—dice a los seno­ res obispos—procuraréis acomodar, lo que digamos acerca dei culto a Jesucristo, a las inteligencias del pueblo y explicar el sentido de modo que esta solemnidad anual “produzca cada vez mayores frutos”. a) El fruto principal de esta fiesta es de orden social: el reconocimiento de la realeza de Cristo por las na­ ciones y la unidad y paz de las mismas. Esta idea ocupa principalmente las oraciones de la misa. De ella nos ocuparemos en guiôn aparté. b) Tiene también otros frutos que se refieren al indivi­ duo. Estos frutos son, como en todas las fiestas, de orden doctrinal y de orden espiritual. i. De orden doctrinal : la divulgaciôn del conoci­ miento de la dignidad real de Nuestro Senor Je­ sucristo (Pio XI, «Quas primas» n.20 : Col. Enc., p.295). Solamente con leer la pâgina correspondiente del misai bosta para obtener una idea com­ pleta del reinado de Cristo y de su naturaleza, asi como de sus caracteristicas y efectos (cf. sec.I, «Situaciôn litûrgica» p.1005 ss). 2. De orden moral o espiritual : i.· El mismo Pontifice afirma Que, propuesta la doctrina sobre el reino de Cristo en la mente, en la voluntad en el corazôn, en el cuerpo y en los miembros de los T***- CRISTO REY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS fieles, ise inclinardn éstos mds fdcilmentc. a la per­ fecciôn» (Pio XI, «Quas primas> n.34 : Col. Enc., P.500. F también en atro lugar: λΕΙ reino de Cristo es opucsto ûnicamente al reino de Satanâs y a la Potes­ tad de las tinieblas, y exige de sus subditos no solamente un mayor despego de las riquezas y de las cosos terrenales, la dulzura de las costumbres y el kambre de la justicia, sino también que se niegue a si mismo y tome su cruz» (ibid., n.14 : Col. Enc. Para obtener estos frutos, para que Cristo reine cn todos los individuos perfcctamente, es eficaz de mu­ nera especial la festividad de Cristo Rey. 1 Quién no se moverâ al ver la grandiosidad de las ceremonias liturgicas y escuchar las melodias jubilosas que can­ ton el imperio de nuestro Rey glorioso y a pcdirle que reine en lo intimo de su serf i) a) 3) 4) Aduéûate, Senor, de mi inteligcncia para que tu palabra y tu Evangelio sean siempre en mi vida la luz que me guie y oriente. Aduéûate, Scùor, de mi voluntad para que sienipre y en todas las casas haga nada mâs que lo que Tû quieras. Aduéûate, Senor, de mi corazôn para que, amândote a Ti sobre todo, ame a mis hermanos con caridad delicada y generosa ; aduéûate, Senor, de mi cuerpo y de mis miembros para que sean va­ sos de pureza y sirvan a mi santificaciôn. Aduéûate, Senor, de todo mi ser para que, viviendo y reinando Tû en mi, reine un dia conügo para siempre. 2 Las dos etapas de un reino I. Contraste en la liturgia. A. 4Por qué una fiesta grandiosa, majestuosa, solemnisima, como la de Cristo Rey, présenta un evangelio de pasiôn? No cs dificil la respuesta. En el pasaje evangélico de hoy se contiene la ajirmaciôn mâs clara y rotunda de la realeza de Cristo. aTti dices que soy Rey» (Ιο. 18,37). «Λ/i reino no es de este mundo» (ibid., 36). «Λ/ί reino no ei de aqui» (ibid.). b) La escena donde estas afirmaciones se hacen es de humillaciôn, de fracaso, de dolor. a) g. En contraste con ella, otra escena nos présenta la liturgia. Es, como si dijéramos, la apotcosis de Cristo Rey, descrila en el Apocalipsis, a la que se refiere el in­ troito. iDigno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabidurta, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendiciôn» (Apoc. 5,12). b) También pueden referirse a esta apoteosis las afirma- a) SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1099 clones triun/antes del aleluya; tSu dominio es domi­ nio eterno, que no acabard nunca, y su imperio, im­ perio que nunca desaparecerân (Dan. 7,14). Π. Las etapas del reino de Cristo. El reino de Cristo tiene dos etapas: en la tierra y en el cielo. La liturgia habia de recoger las dos. De lo contrario, quedaria incompleta. En el cielo, su reino es de gloria y ma­ jestad. En la tierra, es interior, humilde y escondi­ do. El poder de Cristo se extiende a todas las cosas: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tie­ rra” (Mt. 28,18). Mas este poder se manifestera al fin de los tiempos. En esta vida no quiere hacer uso de él. Cristo es Rey de los individuos, de los pue­ blos y de las naciones y aun de los mismos ângeles. Pero espera su 'dia para imponer su reino. He aqui las dos etapas de su reino. A ellas alude la liturgia: a la etapa de triunfo, en el introito, gradual, alelu­ ya...; a la etapa terrena, en el evangelio. A. Etapa terrena. Si el evangelio la refiere, en él habemos de encontrar sus caracteristieas. a) Apartamiento dei mundo: el reino de Cristo tno es de este mundos (lo. 18,36). No es de riqueza, de bienestar, de ostentaciôn. Es, por el contrario, de pobreza y humillaciôn. b) Humillaciôn y fracaso: Cristo no se proclama Rey cuando le adoran los Magos (Mt. 2,2). Ni cuando la multitud quie­ re ensalzarle después de la multiplicaciôn de los panes (lo. 6,15). Ni cuando la turba le aclama el domingo de Ramos como a Profeta, Hijo de Da­ vid y Rey (Mt. 21,5). 2. Cristo espera su pasiôn, y allî, en el atrio de Pi­ latos, lo dice claramente: «Yo soy Rey» (lo. 18,37). êCômo, Senor? ίΤύ, Rey? Dônde estâ tu terri­ torio, si no tienes mâs que la tierra donde pones tus pies ? Dônde tus sùbditos, si hasta los ami­ gos te han abandonado y grita la muchedumbre que no tiene mâs rey que al César (lo. 19,15) ; que no quieren que reines sobre ellos ? < Dônde tus soldados, los que te defiendan y liberen ? iCômo dices que eres Rey? «Mi reino no es de este mundo» (lo. 18,36). Obediencia, caridad, cruz. eAve, rex ludaeorum* (lo. 19,3). Aquellos soldados que se mofaban de Je­ sucristo no saben lo que se hacen. Nosotros podemos medir el alcancc de estas palabras y decirlcs : «Ave, rex ludaeorums : el rey de la humildad, el rey de la caridad, el rey de la obediencia, el rey que reinô desde el madero. r. c) SEC. s. GUIONES HOMILÉTICOS B. Etapa gloriosa. a) SERIE II : Λ'ί> hay insultos, ni ignominias, ni fracasos en esta etapa. 1. Todos los enemigos son «escabel de sus pies* (Ps. 109,1). 2. Jesucristo, sentado a la derecha de Dios Pa­ dre (ibid.). 3. El trono de Cristo son los mismos cielos (Ps. 45,7). Su cetro es el cetro de la equidad (Ps. 44,7). b) San Juan, en el Apocalipsis, ha deserito el triunfo de Cristo en esta segunda etapa de su reino. r. Una inmensa muchedumbre de hombres de todas las razas, pueblos y naciones, delante del trono y del Cordero, vestidos de tunicas blancas y con palmas en sus manos, daman con grande voz diciendo : «Salud a nuestro Dios, al que estâ sen­ tado en el trono, y al Cordero*. 2. Y todos los ângeles en pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes, cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron e Dios, diciendo : «Amén» (Apoc. 7,10-n). C. Relaciôn de ambas etapas. Es trascendentalisima. a) El reino de Cristo es interior. En esta vida y en la otra, ademâs del reinado social sobre pueblos y na­ ciones. Cristo ha de reinar en los corazones de los hombres. De aqui la relaciôn. i. No reinarâ en la otra vida si primero no reina en ésta. Quien le rechace aqui abajo, no puede seguirle allâ arriba. Los que se niegan a militar rân desfibajo sus banderas en la tierra, no lar después delante de El en el cielo. 2. Sus banderas : humildad, caridad, obediencia. 1. · 2. · Cuanto mâs cuanto mâs Bandera de ella, Cristo te esftierces por adquirir estas virtudes, las ejercites, mas reina Cristo en ti. Cristo: la cruz. Si sabes abrazartc con reina en ti. El mundo no puede entender este reino de Cristo. Los que viven segûn el mundo, tampoco. 1. Por eso, si Cristo reina en ti, serâs perseguido, «porque no eres dei mundo» (Ιο. 15,19). Si, en cambio, reina el mundo, él te estimarâ y apreciarâ, porque eres suyo ; pero no es posible que reine Cristo. 2. Ofrécete con generosidad a militer bajo la bande­ ra de Cristo, y después di con sinceridad al Senor la oraciôn que la Iglesia recita en la «postcommunio» : «le rogamos, Sefior, que cuantos nos gloriamos de militar bajo el estandarte de Cristo Rey podemos reinar con El en el trono celestial. Amén». 1101 SOBRE LA EPISTOLA Los titulos de Cristo Rey I. El Cordero, rey. A. San Juan en sus abrumadoras visiones del Apo­ calipsis contemplo el trono de Dios rodeado por los ângeles que cantaban el “Santo, Santo”, mien­ tras los ancianos postrados repetian: “Digno eres, Senor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tu creaste todas las cosas” (Apoc. 4,11). B. A poco apareciô el libro que nadie puede abrir. Juan llora, pero llega el Cordero degollado, y los cielos, al verle eômo lo toma entre sus manos, le aclaman: “D'gno es el Cordero, que ha sido de­ gollado, de recibir el pôder”. A lo lejos la creaciôn se une a este grito diciendo: “Ai que estâ la gloria y el sentado en el trono y al Cordero imperio por los siglos de los siglos. Amén” (ibid., 5.12-13). C. El Cordero es Cristo. La escena représenta su proclamaciôn imperial con los mismos derechos y has­ ta usando las nfsmas palabras con que se procla­ ma el poder del Padre. D. Veamos los titulos en que se apoya ese reinado del Cordero. El Cordero merece el titulo de Rey: H. Porque es I}ios. El primer fundamento de su reinado es la union hipostâtica, que apretô a la naturaleza humana y la divina con nudo tan estrecho en la persona del Verbo, que aquel hombre Cristo disfruta de todos los privilegios de la Divinidad (cf. San Agustîn, p.1023, A, b, y sec.VI p 1069, CH). B. Cristo, en efecto, es “la imagen de Dios invisible” (cf. supra, “Apuntes exegético-morales” p.1009.2). Imagen tan perfecta del Padre, que lo reproduce exactamente. “Todo cuanto tiene el Padre es mio: por esto os he dicho que tomarâ de lo mio y os risôstomo , lo darâ a conocer” (cf. San Juan Crisôstomo p.1017, A, a). De aqui se deduce el primer titulo del reinado de Cr.sto. Cristo es rey de toda la creaciôn porque es su Senor, porque ésta es obra de sus manos (cf. Nieremberg, p.1057, C). iDe quién son las 1102 CKISTO REV. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS cosas sino del que las hizo? “Auctoritas ab auc­ tore”. El Padre creô los mundos y los sostiene con su mano. Nadie le niega su dominio su Premo, aporque tû creaste todas las cosaso (Apoc. 4,11). b) Pero el Verbo o imagen suya los creô también. Podremos verte desmedrado en el Pretoria, con sus ma­ nos amarradas; pero oigamoslc hablar: tAntes que los montes juesen cimentados..., cuando fundô los cielos..., cuando fijô sus términos al mar..., estaba yo con El como arquitecto» (Prov. 8,25.30). Por El. en El y para El..., todas las cosas subsisten en El (cf. supra, «Apuntes exegético-morales», p.1010, 2,3·° Σ p. 1012,5.°). a) ΠΙ. Porque es el Hijo de Dios. He aqui un nuevo titulo, el de herencia (cf. ibid., p.1011,4.°). Sôlo Cristo es el Hijo de Dios y sôlo El ha podido recibir como herencia la coposesiôn de los mundos con el Padre. Dios lo constituyô en heredero suyo, dândole el poder sobre todo lo creado el mismo dia que lo engendrô eternamente (Hebr. 1,2-5). IV. Porque es el Hombre-Dios. Advierte San Agustin que el titulo de rey suele reservarse a Cristo (cf. supra, p.1023, A, a). Si se lo atribuye al Padre es solo alegôricamente, paro indicar su dominio supremo. En cambio, nunca se dice del Espiritu Santo ni con toda exactitud juridica de Dios no cnearnado. En efecto, para ser rey de los hombres se re­ quière ser hombre, del mismo modo que para ser cabeza. Cristo es jefe, pero no cabeza de los ângeles (cf. supra, “Apuntes exegético-morales” p.1011,4.0). Un verdadero rey, no puro dominador, que no goce de la nacionalidad de sus sûbditos, es un absurdo ju­ ridico. b) Dios sôlo es el Senor. Dios hecho hombre es el Rey. Por eso en las entraûas de Maria se verified la augus­ ta ceremonia de la unciôn regia que constituyô a Cristo en rey natural de la humanidad. d) Al asumir de la Santisima Virgen nuestra humani­ dad, el Verbo adquiere la condiciôn juridica précisa para poder ostcntar el titulo de rey. Al comunicar su divinidad a aquel hombre le concede tales prerrogativas, que queda constituido cabeza y jefe natural de los hombres. Rey natural es aquel que por su constituciôn fisica es superior y estâ destinado a dirigir a los de su misma especie. El reino animal nos abastece de ejemplos. Es reina la abeja madré y ûnica madré del enjatna) 1 .MK SEC. 8. GUIONES HOMH.ÉTICOS 1103 bre. Lo es el ave, dotada de instinto especial de orienlaciân entre los bandas viajeros. Entre los hombres no se da este titulo por nuestra igualdad natural; pero en Cristo, si. f) Es el hombre-Dios, en quien habitô la plenitud de la divinidad. 4 Quién como El entre nosotros? Los hebreos aclamaron a Saul cuando lo vieron un codo mâs alto que los demâs del pueblo. jCuâl es la excelsitud de un hombre-Dios entre nosotros? g) Pero mâs aun. En Cristo habité la plenitud de la gra­ cia, y de ella recibimos todos (lo, 1,16). En tanto vivimos sobrenaturalmente en cuanto que estamos unidos con Cristo Cabeza. la cabeza no es reina na­ tural de todo el cuerpo? (cf. Santo Tomas, p.1931,3). V. Porque es el Redentor (of. sec.VI p.1069, D). El de­ recho de conquista y compra legitimas son un tîiulo para dominar soberanamente el pueblo conquistado o comprado. Ejemplo de los reyes de Castilla en Aménca (cf. San Agustîn, p.1024, d). A. Si la conquista consiste en la liberation de un poder opresor y de muerte, el derecho es mâs fuèrte y amable (cf. Santo Tomas, p.1032,4). B. Cristo nos comprô: “Fuiste degollado y con tu sangre has comprado para Dios a los hombres de toda tribu...” (Apoc. 5,9). “Habéis sido comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios...” (1 Cor. 6,20). Cristo nos conquistô: “Saliô vencedor y para vencer aûn” (Apoc. 6,2). “Pero vosotros sois... pueblo adquirido para pregonar el poder del que os llamô de las tinieblas a su luz admira­ ble” (1 Petr. 2,9). Cristo nos liberô: “Nos libre del poder de las tinieblas y nos trasladô al reino” (Col. 1,13). C. Satanâs gritô en el paraiso: iVictoria! Pero 4quién -contra Cristo? Suya fué la victoria final y nuestra redenciôn. Suyos somos y El es nuestro rey. Admiremos el modo de su triunfo (cf. Santo Tomâs, p. 1033,2.°). VI. Rey por aclamaciôn. A. Lo hemos visto en aquella escena del Apocalipsis. Proclamôlo el cielo, y en la tierra le elegieron por su rey los mârtires con el voto de su sangre, los confesores con el de su ascetismo, las virgenes con el de su renuncia, y ûltimamente el Papa resume las aclamaciones de veinte siglos instituyendo la fiesta de Cristo Rey. B. Sôlo falta que unamos nuestra voz y lo coronemos en nuestros hogares y nuestras aimas con el 1 1104 CRISTO HI Y. DOM, ANT. A T. I OS SANTOS grito de nutstro amor y la fidelidad a su ley :><Λ (cf. Nieremberg , p.1059, D). - * Auténtica realeza de Cristo. El titulo de Rcy no ea en Cristo un mero honor ni contiene solo un signifi· cado metafôrico. Disfruta plenamente de realeza en cuanto esta significa el poder supremo (cf, Columba Marmidn, p.1064, A). Poder supremo. El poder supremo incluye otros très, a saber: el legislative, para indicar a los sûbditos cuâl es el fin y los mtdios que han de poner para conseguirlo; el judicial, para apre:iar qu.énes se han separado o adaptado a las leyes, y el ejecutivo, para Uevar a cabo las sentencias fulminadas y obligar a la ejecuciôn de las leyes (cf, ibid., pJ065). B. Nuestras constituciones modernas han solido dividir estas funciones entre distintos elementos del Estado, pero Cristo Rey las concentra todas en su persona. C. Error gravisimo el de quien entendiere acatar el reinado de Cristo solo por medio de signos exterio­ res o de devociones sin obras. En el orden espiritual (cf. sec.VI p.1071, G). Cristo disfruta del poder legisiativo (cf. Fraÿ Lü,s de Leôn, p.1049, D, a). a) Inmcdialamente. Lcglslô en su vida terrena. 1. El Nuevo Testamento ha recibido cl nombre de Ley Nueva. La primera parte de la Epistola a los Hebreos esté destinada a presentarnos a Cris­ to conio legislador divino superior a Moisés. 2. En vida promulgô su côdigo en el sermôn de la Montana, y su frase legislativa era ; «Fué dicho.,,, pero yo os digo...» (Mt. 5,43). b) Medlatamcnte. Por las aulorldadcs de la Iglesia. 1. A Pedro, primer papa, le conficrc el poder de atar y desatar, que en lenguaje arameo équivale a legislar. 2. A los apôstoles les dire : «El que a vosotros oye, a mi me oye» (Le. χο,ιό). Cristo disfruta del poder judicial (cf. supra, San­ to TomAs, p. 1031,3). “Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar” (lo. 5,22). A. ■SEC. 8. GUIONES JiOMJf,ÉT1 COS η) b) C. IV. Inmcdlalamcnte. i. En cl jnicio particular. a. En cl universal. 3. Juzgando en cada momento nuestras acciones y aumcntando o dismiuuyendo la gracia segûn los méritos. Medlatamenle. Por las autorldades de la Iglesia, euyas sentendas sandona (cf. San Juan Ckisôstomo, p.J020, c). i. Λ Pedro : «Cuanto atares en la tierra, serâ atado en los cielos» (Mt. 16,1g). 2 A los apôstoles : «A quiencs perdonareis los pecados, le scrûn perdonados ; a quien se los retuviereis...» (lo. 20,23). Cristo disfruta de la potestad ejecutiva (cf. sec.VI p.1070, F). a) En esta vida, por medio de su providenda y de las gracias, b) En el jnicio, por ministerio de los àngeles, a quie­ ncs encomlenda la cjccudôn de la sentenda contra los malos, y dlrcdamcnle llevando a los buenos a la presenda del Padre. En el orden temporal (cf. soc.VI p.1071, H). Λ. B. V. 1105 Cristo no ha querido usar de su derecho de in­ tervenir en el gobierno de las cosas puramente temporales. Pero ha dictado las leyes morales a las que debon someterse los gobernantes, que serân un dia sujetos a juicio especialisimo. “Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito: Rey de reyes, Scnor de sonores” (Apoc. 19,16). jSenor, tu tienes el gobierno supremo de los mundos y de mi aima! Acâtelo yo y obedezea a tus leyes para ser juzgado por tu amor. Venga a nos el tu reino, que sera siempre un reino de paz, de justicia y de amor, y no como el de los hombres, que lo es tantas veces de error, injustitia y odio. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO uMi reino no es de este mundo» I. Planteamiento dei problema. No es que Cristo no debe reinar en este mundo. Es que sus caracteristicas son totalmente opuestas a las de los reinos que promete 1106 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS el mundo. No hay sino parangonar a Jesûs con el pretor romano para convencerse de ello (cf. sec.n p.1015, b, 1). Π. El reino de Cristo "es el reino de la verdad” (cf. San­ to TomAs, p.1035, g). A. Los reinos mundanos. a) Se conquistan y sostienen por las annas, se conceden Por los hombres, aspiran a grandes territorios, descan durar largamente y prctenden la felicidad te­ rrena. b) Pero todo ello es mentira. Las armas un dia se caen de las manos o se vuelven contra su jefe; los hom­ bres son versâtiles en su confianza; los impcrios mâs extensos se ven reducidos a un penasco en Santa Elena en el piazo de once meses; la felicidad tem­ poral no se consigne nunca, y por si sola no sirve para nada. B. El reino de Cristo, sin mâs armas que la palabra, concedido por Dios, extendido por todo el orbe hasta el fin de los tiempos, a) asegura la felicidad eterna, b) porque es el reino de la verdad. 1. La verdad es Dios. La verdad consiste en conocer très cosas : primera, que existe Dios ; segunda, que es el principio, gobernante y fin de los mundos, y tercera, que su enviado es Jesucristo. 2. La verdad de las cosas consiste en su valor real, que no es otro sino su proporciôn para con Dios. <êQué aprovecha al hombre ganar todo el mun­ do si él se pierde y se condena ?» (Le. 9,25). 3. El reino de Cristo ensefia la verdad de Dios y la verdad de las cosas derivadas de la de Dios (cf. su­ pra, «Apuntes exegético-morales», B, b, 2.0). DI. El reino de Cristo es el reino de la vida. A. Los reinos mundanos se cimentan muchas veces sobre la muerte de millones de seres. La muerte es siempre su fin. B. El reino de Cristo. a) b) Es el de la vida. nYo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante·» (lo. 10,10). Porque es el reino de la verdad: Æsta es la vida eterna, que te conozcan a ti, ûnico Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (lo. 17,3). 1. Conocer la verdad de que hemos hablado antes es la vida, porque quien vive aquellas verdades alcanza la vida sobrenatural y la eterna, que es su desarrollo. 2. Vivir la vida del Rey y decir : Creo en la resurrecciôn de la carne y en la vida perdurable. 1107 IV. El reino de Cristo es el reino de la santidad y de la gradia (cf. Santo TomAs, p.1035, h, y 1036, i). A. Los reinos mundanos no llegan ni siquiera a entenderlo. a) b) tNo conocieron ni al Padre ni a mi» (lo. 16,3). Y como no conocieron esta verdad, no conocieron la vida ni la santidad. 1N0 es el siervo mayor que su seüor» (ibid., 15,20). Por eso vivinios entre dos reinos en pugna: el del que no enliende la santidad y alaba cl vicio y el que conoce la santidad y la verdad, que la cimenta. B. En cambio, el reino de Cristo, como es el de la vida, es el de la santidad, que consiste en separarse de las fuentes de la muerte, el pecado y los vicios, y beber en aquella que mana vida eterna de su gracia, doctrina y sacramentos. “El agua que yo le dé se harâ en él una fuente que salte hasta la vida eterna”, dijo Jesûs a la Samarita­ na. “Senor, dame de esa agua para que... no tenga que venir aqui a sacarla”, debemos con­ testar con ella (lo. 4,15-16). V. El reino de Cristo es un reino de justicia; de amor y de paz. A. El mundo no conociô la verdad, que era Dios, y no pudo conocer la justicia, que tiene en El su ultimo fundamento y sanciôn inevitable. Los Estados, sin autoridad superior a ellos, no reconocieron mâs norma que su propia utilidad. b) Los individuos 110 admitieron mâs freno que el temor a la sanciôn externa, fâcilmente evitable. c) Olvidados de Dios, olvidaron la fraternidad humana, y el hombre fué un lobo para el hombre, con una ventaja para el lobo: que ni tiene inteligencia para esquilmar a sus congénères en los negocios ni tanques y canones para sus luchas. El reino dei mundo es el reino del odio. d) Y lôgicamente vino el reino de la guerra. Guerra de envidiosos, usureros, rapaces, vanidosos, amigos de invadir el hogar ajeno... Guerra de clases, guerra de Estados. a) B. Cristo. a) No quiere mâs guerra que la interior contra nuestras malas inclinationes al mal. Es el Principe de la paz, que la estableciô entre los hombres y Dios; la predica entre los hombres y sus hermanos, da motivos muy por encima de los de una sentimental filantropia y la establecc, siquiera sea imperfecta por ahora, en el interior de los que le siguen, templando las pa- -''•-’A*"·.·- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS nos CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS siones con su gracia. El distintivo de los suyos es la paz interior. b) 5» reino es de santidad y, por tanto, de justicia y de paz. De un lado, los judios, mundo de odios y de muerte. De otro, Cristo, Rey de amor, de justitia y de paz. Pilatos pregunta: iEs vuestro rey? iContestaremos con los judios: Jamâs? Sea nuestra respuesta: “Venga a nos el tu reino” (Mt. 6,10). Reino de la verdad Un gran misterio. A primera vista advertimos que se encierra un gran misterio en la election, del texto de la fiesta de Cristo Rey. Pudo haber elegido la Iglesia el ‘7 Donde estâ el Rey de los judios, que acaba de nacer?” (Mt. 2,2), pregunta que hicieron los Reyes Magos. O la primera multiplicaciôn de los panes y de los peces, cuando quisieron apoderarse de El para hacerle Rey (lo. 6,15). O su entrada triunfal en Jerusalén, donde le proclamaban “Hijo de David” (Mt. 21,9). O el pasaje de la sentencia final: “Tomad pose­ siôn del reino preparado para vosotros desde la creaciôn dei mundo” (Mt. 25,34). O, finalmente, el texto del Apocalipsis: “Tiene so­ bre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Senor de senores” (Apoc. 19,16). texto de esta dominica. La Iglesia ha elegido un texto distinto. Cristo no aparece en el esplendor de su poder y de su gloria, sino todo lo contrario: iner­ me, desamparado, humiUado, acusado, convertido, en fin, en reo, y para que sea mayor el contraste, ante el représentante del poder mds grande que entonces habia en la tierra. Esta es la ocasiôn en que Cristo se proclama Rey. La Iglesia ha elegi do el texto. Porque Cristo dice formalmente: *Til dices que soy Rey» (lo. 18.37). b) Y aüade que para eso naciô y para eso vino al mun­ do. Vino a ser Rey. Y define despuc's cuàl es la naturaleza. la esencia. diriamos, de su reino. Su reino es el reino de la ver- a) 1109 dad. tYo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad, oye ml voz» (lo. 18,37). B. El fin del gobierno es unificar. Para entender el auténtico sentido de la palabra de Jesucristo es necesario tener présente que el fin de todo go­ bierno es unificar. Todo gobierno necesita un principio unificador. Por él establece un orden. b) Y asi como la Providenda es un orden, asi también la prudencia, virtud propia del gobernante, trata de establecer un orden en la sociedad sobre la que ejerce el gobierno. El orden puede ser de distintos grados. Cada uno de los cuales es mâs profundo y mâs per­ fecto. Y asi puede haber: 1. Orden pûblico : cuando por la fuerza material de la autoridad se impiden las colisiones entre ciudadanos y las coacciones fisicas o externas a los sûbditos. 2. Orden juridico : cuando estâ organizada la socie­ dad para définir el derecho y para aplicarlo y los tribunales competentes reparan las violaciones de la justicia. 3. Orden de ciudadania : cuando los ciudadanos cumplen voiuntariamente sus deberes para con el Es­ tado ; acatan las leyes y aportan a la comûn utilidad, ya sea por su trabajo, ya por su propiedad, lo que el bien comûn exige. 4. Orden de patriotismo : cuando los ciudadanos estân unidos en la participaciôn de unos mismos sentimientos de tradiciôn y de esperanza en el amor a la naciôn, considerada como patria, y dispuestos gustosamente a un sacrificio ilimitado por conservarla y por aumentar su honor y su prestigio. C) Cada uno de estos ôrdenes pénétra mâs, como si dijéramos, en los ciudadanos. Cada uno establece un or­ den nuis alto, una union mâs subida. d) El ultimo es cl mâs perfecto, puesto que libérrima y gustosamente se entregan las voluntades. a) Rey perfectisimo. Ninguna de estas uniones y ninguno de estos ôrdenes es comparable al que nos ofrece el rëino de Jesucristo. Jesucristo es Rey perfectisimo. La categoria de su reino es muy superior a tôdos los anteriores. A. Desprecia la fuerza armada: ‘70 crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaria luego doce legiones de ângeles?” (Mt. 26,53). B. No es reino que repartan pan y bienes materiales: Y Jésus, conociendo que iban a venir para arre- 1110 •. k* . ~· V.· * · T·*·- » · t batarle y hacerle rey, se retirô otra vez al monte El solo” (lo. 6,15). C. Ni se apoya en tradiciones humanas, antes bien, Cristo vino a romper la tradiciôn judaica, que separaba la humanidad en dos mundos, y, destruyendo la valla, hizo de los dos pueblos uno solo: “Pues El es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro de separaciôn, la enemistad, anulando en su carne la ley de los mandamientos formulada en decretos, para hacer en si mismo de los dos un solo hombre nuevo, y estableciendo la paz” (Eph. 2,14-15). IV. Union en la verdad. Jesucristo establece la uniôn en la verdad (cf. Santo TomAs, p.1035, g, y sec.V! p.1074, M). A. El reino de Cristo es el reino de la verdad: “Yo para eso he venido al mundo, para dar testimo­ nio de la verdad” (lo. 18,37). a) b) ΜΛ a SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS CRISTO KEY. DOM. ANT. Λ T. LOS SANTOS «Lleno de gracia y de verdad» (lo. 1,14). Moisés fué un gobernante supremo; en sentido genérico se puede decir que fué también rey, pero Moisés gobernô por la ley. «La gracia y la verdad vinieron Por Jesucristo» (lo. 1,17). B. iA qué verdad se refiere Cristo? A la ùnica ver­ dad ; a la verdad por esencia. Porque en la Es­ critura la palabra “verdad”, en sentido propio y esencial, se opone unas veces a lo falso, otras a lo figurado, otras a la verdad participada. a) La verdad con que gobiema este rey no es falsa, es b) auténtica; no es figurada, es real; no es participada, es plena, esencial, ûnica. Es la verdad misma. Cristo es la verdad y toda la verdad. «Yo soy... la ver­ dad...» (lo. 14,6). V. Rey unico. Cristo es el ûnico que merece el nombre de Rey. No solo porque de El procede toda autori­ dad, sino por la forma perfectisima de su gobierno. A. . Los reyes humanos gobieman por medio de leyes. La ley es una ordenaciôn de la razôn al bien comûn. a) b) Ixi prudentia del subdito consiste en comprender la ordenaciôn de la ley y practicarla. El sûbdito parti­ cipa en cierio modo de la prudentia del gobernante. Es un efccto de la virtud de la obediencla. Pero el sûbdito no estâ unido directamente al enten­ dimiento del gobernante. uniôn directa, intelectual, a la verdad misma. Ast, todos los entendimientos quedan unidos en un solo entendimiento, porque la verdad determina, espetifica, completa y perfecciona el entendimiento huma­ no. El entendimiento sc actualiza y transforma por la posesiôn de la verdad. El entendimiento aprehende la verdad, pero es también aprehendido por la misma verdad. Y asi la expresiôn Ultima de este su­ blime reino de Cristo son aquellas palabras del ca­ pitulo rj de San Juan: «Para que todos sean uno, como hi, Padre, estâs en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros» (v.21). «Yo en ellos y tû en mi, para que sean consumados en la unidad» (v.23). b) Esta unidad espiritual y mistica que existe en el Hijo nace de la conformidad de las voluntades y de los ànimos inflamados en el amor por el conocimiento de la misma verdad, en la cual consiste la vida eterna. Y «ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, ûnico Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucris­ to» (lo. 17,3). Reino de vida I. Palabras del prefacio. El beUisimo prefacio de la misa de Cristo Rey determina la naturaleza del reino, di­ ciendo que es “reino de verdad y de vida”. “Regnum veritatis et vitae”. Y, en efecto, por ser reino de ver­ dad es reino de vida. H. Tres conceptos de la palabra “vida”. palabra “vida” se toma en tres conceptos: El primero y mâs propio, por el ser viviente: «La sustancia y el ser de aquella naturaleza a la cual conviene moverse por si propia» (cf. aSum. Theol.» 1 q.18 a.i). ·> b) Por la operation vital: «Significa la misma operaciôn de los seres vivientes, por la cual cl principio de vida se reduce al acto» (ibid., 1 q.18 a.2). Principio directivo de las operationes vitales (ibid., i q.18 a.2). a) B. Reino de vida se debe entender aqui en la segun)la acepciôn, es decir, de vida eterna, incoada ya en este mundo por la vida de gracia. a) La vida es una, sola, continua, perfecta operaciôn, B. No asi en el reino de Cristo. a) En él quedan los sûbditos unidos directamente con el que gobiema. Y no al orden de su razôn, sino en 1111 b) por la que la mente del hombre se une a Dios (cf. ibid., 1-2 q.3 a.2 ad 4). Serâ, pues, el reino de Cristo «reino de vida» en el cielo, donde todos los bjenaventurados realizarân per— - Ufc— SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1113 CRISTO REW DOM. ΛΝΓ. A T. LOS SANTOS 1112 d) fcells imament c la opcraciôn vital de unirse por su mente a Dios Nuestro Sefior. Pero cse reino comienza en este mundo por la vida de gracia, ΠΤ Reino de libertad. Por ser reino de verdad es reino de libertad. , A. El reino de la perfection de nuestro libre albedrio. Dice Leôn XHI: “Pero asi como el poder errar y el errar de hecho es vicio que arguye un entendimiento no del todo perfecto, asi el abrazar un bien engaüoso y fingido, por mâs que sea in­ dicio de libre albedrio, como la enfermedad es indicio de vida, es, sin embargo, un defecto de la libertad” (cf. “Libertas” n.7: Col. Enc., p.170). B. El reino de vida es reino de libertad, porque ya no es posible el pecado. Porque en él se darâ la formula agustiniana: “Enfonces gozamos de verdadera libertad cuando nuestra voluntad es esclava de la verdad”. C. El libre albedrio de que nuestra voluntad goza en este mundo le permite cometer el pecado, y al cometerlo queda esclava del pecado. “Todo el que comete pecado es siervo del pecado” (lo. 8,34). D. Mas la libertad perfecta no se produce en el reino de la perfecta verdad. a) •Si permanecéis en mi palabra, scréis en verdad dis- B. Pero en el reino de Cristo, donde todas las an­ tinomias humanas se resuelven en formas armônicas, a) Serà perfecta la libertad y perfecta la autoridad. b) Es mâs : la libertad consistirà en la sumislôn plena a la verdad, en que consiste el reino. c) Nuestra aima serà libre precisamente por estar sometida a la verdad. V. Plenitud de vida. A. Reino, pues, de vida y de plenitud de vida. Nuestras operaciones serân perfectisimas. B. El entendimiento en posesiôn y poseido por la verdad conocerâ como es conocido. C. La voluntad con plenisima y perfectisima liber­ tad sometida al entendimiento. D. Y porque la luz intelectual estâ llena de amor, la voluntad estarâ inflamada en el amor de lo que el entendimiento conoce. cipuios mtost (lo. 8,31). b) *y conoceréis la verdad, y la verdad os lib rarifo Reino de santidad y de gracia (lo. 8,32). E. En el reino de la verdad se gozarâ, pues, de verdadera libertad. îQué sublime la hondïsima y bellisima exclamation de Santa Teresa! : “;Oh libre albedrio, tan esclavo de tu libertad si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crié! iOh, cuândo sera aquel dichoso dia que te has de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma verdad, donde ya no seras libre para pecar, ni lo querrâs ser, porque estarâs seguro de toda miseria, naturalizado con la vida de tu Dios!” (cf. “Exclamationes del alma a Dios” 17,4). TV. Libertad y autoridad. arte politico. a) 1V0 se ha cncontrado una fôrmula perfecta para con· ciliar en la sociedad libertad y autoridad. b) Ni puede haberla, porque la rcccta variaria segûn las circunstancias. c) Nunca se ha conocido un régimen politico cn el que se llcgue a la perfecta conciliaciôn de libertad y au· toridad. La Iglesia, por boca de los Papas, ha acentuado unas veccs la defensa de la autoridad contra los abusos de la libertad y otras veces la defensa de los derechos del individuo, esto es, de la justa libertad contra los excesos del poder. I. El doble gobierno. Cristo es el unico rey que puede ut'dizar un doble gobierno: gobierno interior y go­ bierno exterior. A. Gobierno exterior asimilable a las formas d» go­ bierno humano. a) b) c) Exteriormente, Cristo gobierna por su ejemplo, por sus preceptos, por sus consejos. El Evangelio es para todos norma de vida. Cristo establece su Iglesia para que, Maestra de la verdad, conserve el caudal de su doctrina y lo inter­ prete, y para que jurisdiccional y judicialmente dirija y gobierne a los hombres. B. Pero Cristo tiene también el gobierno interior por el influjo vital que ejerce en las aimas. C. En este sentido. El es cabeza y Cuerpo mist:co y El establece el reino de santidad y de gracia a que alude el prefacio de la misa de hoy. H. El influjo interior. A. El influjo de Cristo nos comunica la vida sobre- > .χ. CRISTO REV. DOM. ANT. A T· SEC. 8. GUIONES HO.Mll.É.TICOS LOS SANTOS natural. El es manantial, el ùnico manantial, de toda la vida sobrenatural del aima. B. En el Nuevo Testamento se expresa esta virtud de Jesucristo por medio de varias analogias. Las cuatro mâs conocidas son las de la piedra, la vid, la luz y la cabeza. Piedra: Cristo es piedra viva, sobre la cual se ediii. ca (i Cor. 10,4). Es piedra vital, que comunica vitalidad a todas las pied ras. Crece el edificio no sôlo por­ que aumente e! numéro de piedras colocadas sobre la piedra fundamental 0 angular, sino porque las mismas piedras tienen la virtud de crecer. b) La vid: Cristo es la vid (lo. 15,1-7). Los discipulos de Cristo son los Sarmientos. La vid comunica vida y virlud a los sarmientos. Sin la savia de la vid, los sannientos no pueden llevar hojas ni frutos. c) La luz: Cristo es la luz (lo. 1,9; 3,19; 8,12 ; 9,5). Es la luz dei mundo, espiritual e intelectual. Es luz vital que envuelve en su luz a sus discipulos. La luz co­ munica no s6lo claridad, sino también vida. d) Cristo, cabeza: Cristo es cabeza, y esta es, de todas las annlogias, la mâs corrientemente empleada. El apôstol San Pablo la desarrollô en varias epistolas (1 Cor. 11,3), y especialmente en las de los Colosenses y Efesios (Éph. 1,22 ; 4,15 ; 5,23 ; Col. 1,18 ; 2,10). a) HI. Los dos imperios. No es inoportuno recordar una vez mâs esta consoladora verdad: que Cristo no es ca­ beza de la Iglesia como el demonio o principe de este mundo es cabeza de los malos. A. El reino de Cristo se diferencia sustancialmente del reino del demonio. a) Porque es de distinta naturaleza la relaciôn que une al jefe con los subditos. b) El demonio nunca pasa del influjo exterior, que podrà llegar hasta la imagination o sentidos interiores, pero nunca de una manera directa a las potentias espirituales ni a la esencia del aima. En el demonio no hay propiamente influjo vital. B. En Cristo, segùn lo dicho, es de otra manera. Influye exteriormenle y por modo mucho mâs perfec­ to que el demonio; pero ademâs influye interiormen· te, llegando a los manantiales mismos de la vida na­ tural y clevândola al orden sobrenatural. b) Influye directamcnte en las potentias espiritualcs por los dones del Espiritu Santo. E influye directamcnte en la esencia del aima por la gracia, que es hâbito de la esencia del aima mâs bien que las potentias. a) IV. La gracia capital de Cristo. gracia es participation de la naturaleza divina. 1115 La plenitud de gracia puede darse de dos marie­ ras: a) 0 porque uno ticne toda la gracia que sc puede tener, b) ya en citanto a la esencia de la misma, ya en cuanto a su virtud, ya en cuanto a la cxcelencia y a la extensiôn de todos los efectos de la gracia. Solamente se da en Crlsto-Hombre. O en cuanto uno ticne la plenitud de gracia, segûn su condiciôn, hasta cl término que Dios Nuestro Senor le ticne prefijado. Se puede dar en los santos y se did cspecialisinianiente en Maria Santisima. De la plenitud de gracia de Jesucristo participamos todos. En El estâ el origen de toda la gracia. D. En cuanto que la gracia se comunica a todos sus miembros, la gracia de Cristo se llama gracia capital o gracia propia de la cabeza, que vivifica espiritualmente todo el organismo. V. Gracia y santidad. A. El reino de Cristo se llama “reino de gracia y de santidad” (cf. Santo TomAs, p.1035, h, y 1036, i, y sec.VI p.1074, M). B. La santidad, como indica su etimologia griega (ά-yios = sin tierra), significa “pureza” (cf. “Sum. Theol.” 2-2 q.81 a.8 c). C. Para ser santos debemos purificarnos de nuestra tierra, de nuestro amor propio, para unirnos a Dios Nuestro Senor. D. Tenemos que ir matando la vida que procede de nuestras concupiscentias y naturaleza desordenada para esconder nuestra vida en Cristo (Col. 3,3). E. Por esta purification de nueva vida espiritual que nace en nosotros se apoderarâ primero de nues­ tra aima para convertira en espiritu, segûn la expresiôn paulina. Y después redundarâ esta vida en el cuerpo. La redundantia en el cuerpo sera initial en este mundo y sera perfecta en el otro. F. La influentia en nosotros se ejerce por la humanidad de Jesucristo. “Porque toda la humanidad de Cristo, ya segûn el cuerpo, ya segûn el aima, influye en los hombres en cuanto al aima y en cuanto al cuerpo; en cuanto al aima, principalmente; en cuanto al cuerpo, secundariamente; en cuanto que los miembros del cuerpo se manifiestan armas de justicia para Dios, como lo dice el apôstol San Pablo escribiendo a los Romanos” (cf. “Sum. Theol.” 3 q.8 a.l c). VI. Subditos perfectos. A. La perfecciôn del reino de santidad y de gracia CRISTO REY. DOM. 1116 SEC. 8. GUIONES HOMILÉT1COS I.OS SANIOS la veremos en la otra vida. La vida de gracia que procede de la cabeza se comunicarâ no sola­ mente a las aimas plenamente espiritualizadas, sino que trascenderâ al cuerpo, que serâ también cuerpo espiritual (1 Cor. 15,44). B. El propio cuerpo gozarâ de la plenitud de vida, ya que hay una razôn por la cual el reino de Cristo es “reino de vida”. Aqui en este mundo, incoada por la gracia, y después perfeccionada en el otro mundo por la gloria. C. Reino de vida o reino espiritual, porque todo lo que el hombre tiene de mortal habrâ desaparecido absorbido por el vigor de vida que desciende de la cabeza al cuerpo. D. “No queremos ser desnudados, sino supervestidos. Para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida” (2 Cor. 5,4). Es decir, no queremos ser despojados, sino que a nuestro cuerpo se le dé una vida inmortal. E. Porque “el que resucitô a Cristo Jesûs de entre los muertos darâ también vida a nuestros cuerpos mortales por virtud de su Espiritu, que ha­ bita en nosotros” (Rom. 8,11). VU. Reino de santidad, de gracia y de gloria. En el reino de santidad es tal la virtud de la cabeza sobre los miembros, que todos quedarân asimilados a la ca­ beza y serân como dioses: "Porque somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Se­ nor Jesucristo, que reformarà el cuerpo de nuestra vileza, conforme a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a si todas las cosas” (Phil. 3,20-21). Reino de justicia, de amor y de paz I. Verdad y justicia. Por ser el reino de Cristo "reino de verdad" es también "reino de justicia” (cf. supra, Bossuet, p.1060, A). Lo cual puede decirse de très maneras: A. Aspecto social. La justicia en la sociedad civil, concretada en las leyes y en el Derecho, se debe basar en la verdad de las cosas. No puede quedar al arbitrio de los gobernantes ni de los jueces. b) La justicia humana se debe basar en la ley de Dios y en el derecho natural. Cuando el Derecho se basa en a) ■Μ 1117 la naturaleza de las cosas y responde a ellas, se pue­ de decir de él que es trazôn escritan, como se ha dicho del Derecho romano. B. Justicia respecto al prôjimo: es una forma par­ ticular de la virtud de la verdad, segûn la cual cada hombre da a otro lo que le debe segûn el orden legal establecido (cf. "Sum. Theol.” q.16 a.4 ad 3). C. Justicia respecto a Dios. Se llama verdad de la vida o vida verdadera la del hombre que se acomoda en sus actos a lo que estd ordenado respecto de él por el entendimiento divino. b) En ese sentido, la palabra nverdadt tiene la misma aplicaciôn en el hombre que en las demâs cosas. Las cosas son necesariamente verdaderas porque necesa­ riamente se acomodan a su imagen o modelo, a su ra­ zôn eterna, puesto que el entendimiento divino es modelo de las cosas (cf. «Sum. Theol.» i q.i6 a.5 ad 3). 1. También los hombres estamos mensurados (Rom. 12,3) no sôlo en cuanto a nuestro ser, sino en cuanto a nuestro obrar. Pero somos libres de acomodarnos o no al modelo que Dios ha trazado de nuestra vida. 2. Cuanto mâs nos acomodamos al plan diviio de nuestra experiencia, somos mâs verdaderos. Practicamos la verdad de la vida. Y porque al practicar la verdad de la vida nos ajustamos a la mente y a la voluntad de Dios, somos justos en el senti­ do mâs hondo y trascendental de la palabra. c) Asi, pues, el reino de Cristo, por ser reino de la ver­ dad, es también reino de la justicia. a) Π. Formulas paulinas. A. . De esta ültima verdad hallamos expresiones pau­ linas adecuadisimas a nuestro proposito. Puesto que tratamos del reino de Cristo, recojamos las que San Pablo emplea en la Epistola a los Efesios, que es por excelencia la Epistola del Cuerpo mistico. Dice el Apôstol: “Hechura suya somos, creados en Cristo Jesûs para hacer buenas obras, que Dios de antemano preparô para que anduviésemos en ellas” (Eph. 2,16). B. Dios tiene, pues, trazados nuestros caminos, determinadas las obras buenas que de nosotros es­ péra por los méritos de Jesucristo y dispuestas las gracias actuales necesarias si somos fieles a la ruta. C. Es la misma formula paulina dei “veritatem fa- 7 1118 CRISTO KEY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS cientes in charitate”, el hacer la verdad en cari­ dad (Eph. 4,15). HI. Reino del amor. A. No basta, pues, cumplir con la justicia, aun tomada la palabra en el tercer sentido, sino que es preciso que esa justicia se haga con amor y con caridad (cf. Bossuet, p.1063, C). a) iVo basta hacer la verdad segûn lo dicho, sino que hay que hacerla por amor de Dios. Y. en realidad, en la palabra ïamor·» se resume todo cl reino de Cristo. b) -Vi en el terrestre ni en el celestial imperarà otra ley. iCuântas veces dijo Jésus en vida (Mt. 7,12 ; 22,40) que toda la Ley y los Projetas y todo el Evangelio se reducen a la palabra famar»! B. “A la tarde—dice San Juan de la Cruz—te examinarân en el amor” (cf. “Dichos de luz y amor”. “Avisos y sentencias espirituales” n.57, en ed. BAC, p.1288). En el reino celestial de Cristo, toda ley, toda categoria, desaparecerâ, y sôlo la caridad permanecerâ para siempre (1 Cor. 13,8). El reino de Cristo, por consiguiente, es el reino de la ca­ ridad. IV. Reino de la paz. Por ser el reino de la caridad es tam­ bién el reino de la paz. De la paz entendida de dos maneras: A. La paz con los demâs o concordia (cf. sec.VI p.1074, N). La paz con los demâs, puesto que la paz, como es sabido, no es fruto especifico de la justicia, sino de la caridad. La justicia remueve los obstâculos y dispone, pero solo la caridad, vinculo de la perfecciôn, establece la paz con los otros (cf. San Juan Crisôstomo, p.1018, B). B. La paz interior: la perfecciôn del gozo es la paz. a) Porque nos evita todas las perturbationes exteriores; porque a quien tiene el corazôn perfectamente paciflcado en Dios nada puede alterarle, pues todo lo de­ mâs lo reputa por nada. tMucha paz tienen los que te aman; no hay para ellos tropiezov (Ps. 118,165). La paz, en cuanto a nuestro propio deseo, déjà de estar fluctuando, porque, como la posesiôn de Dios es gozo pleno y perfecto, todo nuestro deseo descansa en El, y, por tanto, la paz es perfecta y segura (cf. «Sum. Theol.« 1-2 q.70 a.3 c). V. Las damas del Rey. He aqui, pues, a Cristo Rey acompanado de sus damas de corte. A la derecha: la verdad y la justicia. A la izquierda: la santidad y la gracia. Le siguen detrds la justicia y la caridad y cierra el cortejo la amdble figura de la paz. “Reg- SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1119 num veritatis et vitae, regnum sanctitatis et gra­ tiae, regnum iustitiae, amoris et pacis”. AI verte pa­ sar en tan inefable compania suben espontâneas de nuestro corazôn a los labios las palabras que la Igle­ sia pone en el prefacio, y asi pedimos al Senor que nos permita con los ângeles y arcdngeles, con los tronos y con las dominaciones, con todos los ejércitos celestiales, cantar eternamente a este Rey en la pa­ tria celestial el “Santo, Santo, Santo...” 10 Rey de reyes I. Doble sentido de la frase. sentido gramatical. a) En sentido propio y directo queremos decir que Cris­ to es Rey de todos los reyes, de todos los gobernan­ tes de la tierra (cf. Nieremberg, p.1057, B)- Analizando esta frase, anadiriamos : i. Que en El estâ el origen de toda autoridad : odas las gentes» (ibid, y sec.VI p.1078, X). 2. «Se negô a la Iglesia el derecho, que se deriva del de Cristo, de ensenar a las gentes, esto es, de dar leyes, de gobernar los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad» (ibid.). 3· «Poco a poco la religion cristiana fué igualada con las otras religiones falsas e indecorosamente rebajada a nivei de estas» (ibid.). «Por tanto, se la sometiô a la potestad civil y fué arrojada al arbitrio de los principes y de los magistrados ; se fué mâs adelante todavia ; hubo algunos que intentaron sustituir la religiôn de Cristo con cierto sentimiento natural» (ibid.). 5- «No faltaron Estados que entendieron pasarse sin Dios y pusieron su religiôn en la irréligion y en el desprecio de Dios mismo» (ibid.). b) Frutos pésimos: «El germen de la discordia, esparcido por todas partes» (ibid., n.24 : Col. Enc., p.297). 2. «Encendidos aquellos odios y rivalidades entre los pueblos que tanto retardaron el establecimiento de la paz» (ibid.). «La intemperancia de las pasiones, que con frecuencia se esconden bajo las apariencias del bien pûblico y dei amor patrio» (ibid.). «Las discordias civiles que de ellas derivan» (ibid.). 5· «La paz doméstica, completamente turbada por el olvido y la relajaciôn de los deberes familia­ res» (ibid.). 6. «Deshechas la union y la estabilidad de las familias, y, en fin, la misma sociedad, resquebrajada y lanzada a la ruina» (ibid.). IV. La época actual. En nuestros dîas continûan los males senalados por Pio XI. Se ven descritos a través de los innumerables radiomensajes, discursos y enciclicas del actual Pontifice. Pio XU, en su primera enciclica, “Summi Pon- 1140 CRISTO REY. DOM. ANT. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS V T. LOS SANTOS dad) y de toda ligadura de ley trascendente, que de­ riva de Dios como de fucnle primera, y conceden a csa misma autoridad una facultad ilimitada de ac­ ciôn, abandonândola a las ondas mudables del arbi­ trio 0 ûnicamente a los dietdmenes de exigentias histôricas contingentes y de intereses relativos* (ibid., η.22 : Col. Enc., p.364-365). tificatus”, hace una sintesis de los males de la época, que vienen a coincidir con los que Ρίο XI denunciaba en la “Quas primas” y en la “Urbi arcano Dei”. Para Ρίο XII la época actual es «de vado espiritual, de profunda indigenda interior, a pesar de toda cla­ se de progresos en el orden técnico y puramente ci­ vil* (cf. «Summi Pontificatus» n.3 : Col. Enc., p.353). b) Dice que aiiade a las desviaciones doctrinales del pasado nuevos errores, de los que no sc pueden seguir mâs que extravios y ruinas (ibid., n.14 : Col. Enc., P·359)· .41 seüalar las causas afirma, como Ρίο XI, que la raiz de todo estâ en «la séparation de la doctrina de Cristo*, tel rechazar a Cristo de la vida moderna, y cspecialniente de la pûblica* (cf. ibid., n.14 y T5 : Col. Enc., p.359). <1) De aqui sc deriva «el rechazar y negar una norma universal de moralidad, asi en la vida individual como en la vida social y en las relationes internatio­ nales*. De aqui también cl laicismo: «El tan decantado laicismo de la sociedad. que ha hecho cada vez nids ra­ pidos progresos. sustrayendo cl hombre, la familia y el Estado al influjo benéfico y regencrador de la idea de Dios y de la ensenanza de la Iglesia, ha hecho rcaparccer, aun en regiones en que por tantos siglos brillaron los fulgores de la civilizaciôn cristiana, las senates de un paganismo corrompido y corruptor, cada vez mds claras, mâs palpables, mâs angustiosas* (ibid., n.15 : Col. Enc., p.359). a) Dos errores fundamentales, segiin Pio XU. Como causas mâs particulares de todos los males pré­ sentes, sefiala Pio XH dos grandes errores: El olvido de la ley de caridad: «El primero de los perniciosos errores, en la actualidad enormemente extendido, es el olvido de aquella ley de solidaridad y caridad humana dictada e impuesta por un origen comûn y por la igualdad de la naturaleza ratio­ nal en todos los hombres, sea cual fuere el pueblo a que pertenecen, y por cl sacrificio de la redenciôn, ofrecido por Jesucristo en el ara de la cruz a su Pa­ dre celestial en favor de la humanidad pecadora* (ibid., n.iS : Col. Enc., p.361). b) Olvido de la dependentia de la autoridad civil. «No menos nocivo al bienestar de las nationes y a la prosperidad de la ingentc sociedad humana, que recoge y abraza dentro de sus confines a todos los pueblos, aparece el error que se encicrra en aqucllas concep­ tiones que no dudan en separar la autoridad civil de toda dependentia del Ser supremo (causa primera y Senor absoluto tanto del hombre como de la sociea) V. La fiesta de Cristo Rey como remedio. A. Ρίο XI. Ρίο XI viô en el reconocimiento de la realeza de Cristo y en la sumisiôn a su poder el remedio a los males y la fuente de no pocos bienes de orden social. Por eso la instituyô. «La dignidad real de Nuestro Seüor, asi como hace en cierto modo sagrada la autoridad humana de los principes y de los jefes de Estado, asi ennoblece los deberes ciudadanos y su obediencia* («Quas primas» n.17 : Col. Enc., p.294). b) De aqui deduce el Papa que «si los hombres, en privado y en pûblico, reconocen la soberana potestad de Cristo, necesariamente vendrân al consortio humano seûalados bénéficias de justa libertad. de tranquila disciplina y de apacible concordia* (ibid.). c) Enumera después las ventajas que se siguen de este reconocimiento de la realeza de Cristo, tanto para los individuos cuanto para los pueblos (cf. sec.VI p.1079, A’, B’, y p.1080, C’). d) Y termina con esta exclamation: «jQuc felicidad podriamos gozar si los individuos, las familias y las sociedadcs sc dejasen gobernar por Cristo! Entonces, redimente, para usar las palabras que nuestro predecesor Leôn XIII (cf. «Annum Sacrum») dirigia hace veinticinco anos a todos los obispos del orbe ca­ tôlico, «se podrian cerrar muchas hcridas, todo dere­ cho adquiriria su antigua fuerza, volvcrian los bienes de la paz, caerian de las manos las espadas y las ar­ mas si todos accptaran voluntariam ente el imperio de Cristo, le obcdecieran y toda lengua proclamase que Nuestro Senor Jesucristo estâ en la gloria de Dios Padre* («Quas primas» n.19 : Col. Enc., p.294). a) B- Pio XH y la fiesta de Cristo Rey. También el actual Pontifice concede especial valor para reme­ diar los males modernos a la fiesta de Cristo Rey. a) ? rat 1141 T· ■■ Alude al fruto conscguido desde su institution. «De la difusiôn y del arraigo dei culto del divino Corazôn del Redentor, que cncontrô su esplcndida corona no sôlo en la consagraciôn del género humana al declinar el pasado siglo, sino aun en la introducciôn de la fiesta de la realeza de Cristo por nuestro inmediato predecesor..., han brotado inefablcs bienes para un sinnûmero de aimas (Ps. 45,5) ; «Un rio con sus bra- -■•33K ♦* · 1142 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS CRISTO REW DOM. ANT. A T. LOS SANTOS zos alcgra la ciudad de Dîosb («Summi Pontificatus> n.3 : Col. Enc., p.352). b) Del culto al Rey de reyes y Sefior de senores hace Pio XII el alfa y el omega de su pontificado : t^Cônio no hacer dei culto al Rey de reyes y Seüor de seüores el alfa y el omega de nuestra voluntad, de nuestra esperanza, de nuestra ensenanza y de nuestra actividad, de nuestra paciencia y de nuestros sufrimientos, consagrados todos ellos a la difusion del reino de Cristo f» (ibid., n.i : Col. Enc., p.352). c) Por fin, el Papa reniante da a la festividad la misma significacidn que Pio XI. «Aquella consagraciôn universal a Cristo Rey se I. manifiesta cada vez mâs a nuestro espiritu en el significado sagrado, en el simbolisnio exhortador, en el intento de purificaciôn y de elevaciôn, de robustecimiento y de defensa de las aimas y al mismo tiempo en la previsora sabiduria, que mira a curar y ennoblecer toda humana sociedad y promover el verdadero bien. Cada vez con mâs claridad se nos revela como mensaje de exhortaciôn y de gracia de Dios no sôlo para su Iglesia, sino aun para un mundo tan necesitado de estimulo y de guia...» (ibid., n.2 : Col. Enc., p.352, y sec.VI p.io79, Z). 2. «Mensaje a una humanidad que, en escuadrones cada vez mâs nutridos, se alejaba de la fe en Cristo y mâs aùn del reconocimiento y de la ob­ servanda de su ley...» (ibid.). 3- «Mensaje contra una concepciôn del mundo para la que la doctrina de amor y de renuncia del ser­ mon de la montana y la divina acciôn de amor de la cruz eran escândalo y locuras (ibid.). VI. El cristiano ante la fiesta de Cristo Rey. Por nuestra misiôn de cristianos hemos de participar de la preocupaciôn de los Papas al instituir la fiesta de Cristo Rey. Ahora conocemos y sabemos perfectamente la significaciôn de tan solemne fiesta. No nos hemos de contentar con esto. Tenemos que sacar très con­ secuencias para ponerlas en prdctica: A. Establecer su reino en nosotros, en nuestra familia’, en nuestra vida exterior y social. B. Hacer la consagraciôn a Jesucristo Rey y darle el valor y alcance que los Papas pretendieron. C. Pedir a Dios en las oraciones de la misa de ese dia el restablecimiento de la unidad y de la paz: a) t;Oh Seüor, que quisiste restaurar todas las cosas en la persona de tu amado Hijo constituyéndole por Rey universal de todas las criaturas!, haz que la primitiva unidad de familia de todos los pueblos, desfruida por ■I b) 1143 la llaga del pecado, sea restablecida en su suavisimo reinon (colecta de la misa). nOJrccénioste, Senor, la Hoslia que reconcilia contigo a la humana familia, suplicândofe que Jesucristo nues­ tro Senor, victima de nuestro sacrificio, otorgue a todas las naciones la gracia de la unidad y de la paz* (secreta). 19 La Acciôn Catôlica, al servicio de Cristo Rey I. Id y ensenad a todas las gentes. En el evangelio del dia aparece Cristo proclamândose Rey de la ver­ dad. Un Rey que pronto guardard silencio y encomendard la propagation de la verdad a cuantos con­ templaron su ascension: “Id, pues, ensenad a todas las gentes” (Mt. 28,19). Frente al silencio de la igno­ rantia y a las palabras del error y de la malicia ha de brillar la palabra de la verdad en los labios de los soldados de Cristo por todos los medios que le den g arantia de eficacia. Π. La Acciôn Catôlica, ejército de Cristo. A. “La mies es mucha, pero los obreros pocos” (Mt. 9,37). Faltan sacerdotes, afirma Ρίο ΧΠ; pero esta sùplica pidiendo operarios “ha sido oïda de la manera que convenia a las necesidades de la hora actual”. B. La Acciôn Catôlica, bajo el Papa y los obispos, consagrada al apostolado, ha hecho que los seglares pongan su vida y sus obras bajo la bandera de Cristo Rey. Asi queda consagrado el seglar “casi ministro de Cristo” (“Summi Pontificatus” sec.VI p.1081, B). ITT. La Action Catôlica, instrumento de difusiôn de la palabra vital de Cristo. Cristo predica un reino de verdad; su palabra es semïlla que germina en gracia santificante. Hasta el modo de comunicarse es por magisterio vivo. Es misiôn del predicador entrar en la tierra de las aimas y roturarlas con la primera luz de la fe, desbrozando las malezas del error. Tal es el deber de todo catôlico. Leôn XIII (cf. “Sapientiae Christianae” sec.VI p.1085, K) dice que el cristiano no puede mantenerse pasivamente, sino que ha de actuar. Y “lo primera que ese deber nos impone es profesar abierta y constantemente la doctrina catôlica y propagarla cada uno segûn sus fuerzas”... Es nece­ sario, pues, predicar para conocer y entender la ver­ dad cristiana. CRISTO REV. DOM. 1144 IV. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS KNT. A T. LOS SANTOS Medio de difusiôn de la palabra de Cristo, que debe emplear la Acciôn Catôlica. Las normas de actuaciôn en todo ejército proceden del Jefe. Para el de Acciôn Catôlica han de hablar el pàrroco, el obispo y el Papa. Los Pontifices han concretado los medios de difusiôn de la verdad que deben usar los de Acciôn Catôlica. Ρίο XI tiene palabras terminantes : Proniover y defender la escuela catôlica es tarea principalisima de la Acciôn Catôlica. Esta no es labor politica. Es obra religiosa, indispensable a la conciencia del catôlico. Escuelas con los mejores métodos pcdagôgicos para la educaciôn y desarrollo integral del niîio y donde, en vez de contradecirla, todo coopéré a su formaciôn cristiana. b) La Acciôn Catôlica puede cooperar en este sentido de modos muy distintos. Procurando la creaciôn de escuelas necesarias. 2. Cooperando al mejor funcionamiento de las mismas ; los mismos maestros que ensenan son los mâs aventajados cooperadores en este sentido : escuelas de obreros, escuelas nocturnas, escuelas circulantes... a) B. ■ ► ·*' catequesis: “Figurarâ, por lo tanto, entre las primerisimas preocupaciones de las organizaciones de Acciôn Catôlica... la ensefianza de la doctrina cristiana”. Han de aplicarse los medios adecuados para ensenarla a ninos, a jôvenes y adultos. Asi “es como serâ este generoso apostolado catequistico un vastisimo campo abierto a la actividad de los buenos, un medio eficacisimo para conducir las aimas a nuestro Senor Jesucristo” (cf. Ρίο XI, “Ex officiosis litteris”). Las escue­ las de catequistas seglares ofrecen preparation adecuada a los miembros de Action Catôlica, taies como organization de circulos de estudio y clases de catecismo. La prensa: Pio XI dice que también es deber principal de la Acciôn Catôlica promover y de­ fender la buena prensa, y especialmente la prensa diaria. No solamente que no tenga nada contra la fe y las costumbres, sino que se haga propagadora de taies principios y réglas. Prensa que se haga eco de la ensefianzas de la Iglesia. Es medio eficacisimo, como la experiencia muchas veces lamentablemente lo confirma cada dia. Se han de redoblar, por tanto, los esfuerzos auna- ·.· 1145 dos para lanzar la mejor prensa catôlica con el mejor sentido de la técnica. La radio. Piénsese en la eficacia, facilidad y atractivo que despierta la émision bien preparada. Hacen falta escuelas radiofônicas al servicio del Evangelio. Lo mâs digno de la maravillosa y râpida difusiôn de la palabra radiada debe ser la verdad cristiana. Television. Hemos de utilizar para el bien esta admirable conquista del entendimiento humano. Ρίο ΧΠ, en bellisimos pensamientos, habla de la importancia de la television para la difusiôn de la verdad. Por medio de ella, unos para desengaho y otros para consuelo, podrân ver con sus propios ojos la vitalidad de la Iglesia al honrar en gran­ des congresos a la Eucaristia y a Maria Santisima o al reunir a los fieles en torno a la cabeza visible de la Iglesia en la plaza de San Pedro. Pueden convencerse con este poderoso instrumen­ to difusor de que la Iglesia estâ siempre présente en todo lugar. El cine. Evidente es su eficacia, lo mismo para el bien que para el mal. El catôlico ha de conquis­ tar el cine para la verdad y el bien. Porque im­ porta con el bien vencer el mal. Conocer la ver­ dad, amar la verdad, vivir la verdad, difundir la verdad: he aqui el mâs bello programa de la Acciôn Catôlica. Deber de piedad para con la Iglesia I. La virtud de la piedad. La piedad es una virtud- Como tal, forma parte de la justicia. No es, empero, parte subjetiva. En sentido estricto no puede llamarse jus­ ticia. Porque la justicia supone cierta igualdad entre lo que se da y lo que se recibe. Mas en la piedad no cabe tal igualdad. Siempre se da mucho menos de lo que se recibe. Por eso es parte cuasi-potencïal de la justicia. Π. Definition de la piedad. Es la virtud por la cual tributamos culto reverente a aqueUos de quienes proce­ demos. El hombre procede de Dios, de sus padres y de la patria. A. Respecto de Dios, de un modo excel enti sim o y supereminente, porque es el primer principio de h SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 1146 1147 CRISTO REY. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS nuestro ser y de nuestro gobierno. La piedad para con Dios se llama religion. B. En segundo lugar, de los padres recibimos el cuer­ po, los alimentos, la educaciôn, el gobierno, has­ ta que llegamos a valernos por nosotros mismos. La piedad para con los padres se llama piedad filial. C. Y tercero, de la patria en que nacemos y en la que nos nutrimos, la cual tiene también para nos­ otros razôn de principio y de gobierno. La pie­ dad para con la patria se llama patriotisme. IH. Patriotisme y ciudadania. Asi como se distingue na­ tion de Estado, asi hay que distinguir patriotismo de ciudadania. Son virtudes diferentes. A. El patriotismo es: Un concepto natural. Un orden moral cuasi-religioso. Una relaciôn de origen. d) Que tiene por objeto satisfacer una deuda por los bé­ néficias recibidos o por la excelencia de la patria. a) b) ciudadania es: a) Un estado adquirido. b) Un orden j'uridico. c) Una relaciôn de fin. d) Cuyo objeto es el bien comûn. C. Ambos pertenecen a la justicia, pero El patriotismo es parte cuasi-potencial y se llama piedad. b) La ciudadania es parte subjetiva y se llama j’usticia legal o general. a) IV. Patria: principio de ser y de gobierno. A. Propiamente a la patria no le debemos el ser. Pero si el complemento del ser. Le debemos lo que es de gran valor en lo humano: una cooperaciôn inapreciable para formar en nosotros los hâbitos. que son un principio de vida. B. A la patria le debemos la cultura de la vida, la filosofia prâctica del vivir, los hâbitos, normas, costumbres sociales; la educaciôn y trato, que diferencian al hombre culto del hombre salvaje; la transmisiôn de las ideas de orden social y po­ litico; las ideas adecuadas sobre tantas materias que sôlo pueden adquirirse en la vida de relaciôn; la colaboraciôn en nuestra formaciôn religiosa; la herencia de una gran tradiciôn nacional, que es un principio de dignidad y de vida; los grandes idéales colectivos, que elevan y magnifican nues- tra existencia; el lenguaje, la literatura, el arte nacional on todas sus manifestaciones... C. Una gran parte de nuestra alma se la debemos a nuestra patria. Y la patria es, por lo mismo, prin­ cipio de gobierno, no en un sentido juridico, como lo puede ser la autoridad civil; ni en el sentido interno espiritual en que, ademâs de serio juridi­ ca y externamente, lo es la Iglesia. Sino en un sentido mâs bien moral, pero efectivo. La patria encauza y dirige nuestros actos. La patria es una parte de nuestra aima. Porque, al encontrarse en tierra extranjera los compatriotas, brota entre ellos espontâneamente lo que Haman las “Parti­ das” la amistad natural. Perciben un campo de ideas y afectos comunes. Se los deben a la patria. Son hijos de la misma patria. V. Deberes de patriotismo. De orden moral, indefinidos, ilimitados, sagrados, cuasi-religiosos. Principales: Defensa material de la patria. Defensa espiritual: lucha por su honor y por su gloria. Si cabe decirlo asi, “imperialismo espiritual”. Es la conquista de otras aimas para nues­ tra patria, la admiraciôn, la adhesion, el amor, la entrega de otros a nuestra patria. Tal imperia­ lismo es legitimo. Porque puede considerarse una forma de caridad. Hacemos participer a otros de lo que, a nuestro juicio, es la parte mâs noble de nuestra aima. VI. Iglesia como patria. Cuanto se ha dicho de la patria se puede aplicar a la Iglesia, considerada como sociedad externa, a la cual pertenecemos. Toda esa filosofia humana, las virtudes sociales, la tradiciôn, la esperanza... nos la ofrece la Igle­ sia, considerada simplemente como sociedad his­ torica, externa y juridica, y de modo mâs perfec­ to que ninguna patria temporal. La Iglesia como Cuerpo mistico. Posee para con nos­ otros maternidad sobrenatural. Nos da la gracia. Nos da una vida nueva en el tercer sentido que hemos dado a la palabra “vida”, esto es, un hâbito. Pero diferente del que nos da la patria. La patria no nos da el hâbito, sino la ocasiôn, los medios, el ambiente para formarlo. La Iglesia, en cambio, nos infunde el hâbito formado. Una cosa es cultivar el arbusto y 1148 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS CRISTO REV. DOM. ANT. A T. LOS SANTOS procurar la expansion de su propia vida, y otra injertar por él, comunicar savia y vida nueva y mds no­ ble a la planta (cf. Scheeben, “Las rnaravillas de la divina gracia"). La patria 'infunde cultura; la Iglesia, vida divina. Vin. El principio interior de gobierno. En la Iglesia recibe el alma el influjo directo de gobierno del propio Espiritu Santo, esto es, el gobierno de las virtudes infusas y de los dones, y tal gobierno resulta tanto mâs eficaz a medida que el alma es mâs perfecta. Puede llegar a tal grado de union que las operaciones del alma unidas al Espiritu Santo sean casi divinas. ‘■Qui autem adhaeret Domino unus spiritus est” (1 Cor. 6,17). De aqui es, segûn San Juan de la Cruz, que las operaciones del alma unida son del Espiritu Santo y son divinas. Por donde las obras de las taies aimas sôlo son las que convienen y son razonables, y no las que no convienen, porque el Espiritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar, y olvidar lo que es de olvidar... Y asi, de ordinario, los primeros movimientos de las potencias de estas ai­ mas son como divinos, y no hay que maravillarse de que lo sean, pues estân transformadas en ser divino (cf. “Llama de amor viva”, en ed. BAC, “Vida y obras de San Juan de la Cruz” p.1184 y 1186). IX. Deberes de piedad filial para con la Iglesia. A. Si los deberes de piedad se basan en très razo­ nes: excelencia de la persona, principio de ser y principio de gobierno, la Iglesia tiene en relation con estos deberes un titulo incomparable. No solo superior en su orden, sino de carâcter mâs eleva­ do respecto al derecho que puedan presenter las patrias terrenas. B. Estos deberes para con la Iglesia-patria se conCretan : a) Defensa de su honor y dc su gloria. En primer término estâ cl deber de la apologética. Hay que defender a la Iglesia contra sus enemigos. Y llegar in­ cluso a la defensa material si la Iglesia lo pide o se cumplen las circunstancias en que ella la declara lici- 1149 ta. Pero sobre todo son irrécusables la defensa espiri­ tual contra las calumnias y la defensa de la fe. b) Irredentismo espiritual. Hay que reivindicar y tratar de ganar para la Iglesia terrenos o dominios que le pcrtenccen por derecho de conquista. Son las aimas, conquistadas por Cristo. Ixt Iglesia, esposa de Cris­ to, tiene derecho a ellas. La Iglesia puede exigir de sus hijos que se las ganen. aEuntes ergo docete om­ îtes gentes...λ (Mt. 28,19). «Et alias oves habeo...λ (Ιο. ιο,ιό). c) linpcrialismo religioso. Es el derecho de someter al imperio de la verdad a los que viven en la esclavitud del error, Cuando se estâ en posesiôn de la verdad, cl dilalar sus dominios es no sôlo un derecho, sino un deber. X. El impePtalismo espiritual de San Pablo. A. 4 Quién sintiô mâs vehementemente que San Pablo este imperialismo espiritual? Sembradas estân sus epistolas de expresiones vehementes, enérgicas, expresivas del aliento conquistador del Apôstol. B. “La caridad de Cristo nos urge, persuadidos como lo estamos de que si uno muriô por todos...; to­ dos son muertos; y muriô por todos para que los que viven, no vivan ya para si, sino para aquel que por ollos muriô y resucitô” (2 Cor. 5,14-15). XI. A los hombres de Acciôn Catôlica. A. Por este titulo, pues, de piedad filial, todo hijo amante de la Iglesia debe ser un militante de Acciôn Catôlica. Hay otros titulos en que se fun­ da la obligaciôn de serlo. Mas el expuesto bastaria para justificar el deber. a) b) El militante debe participar del espiritu de San Pablo. Debe sentir el deseo de dilatar en el espacio el impe­ rio espiritual de Cristo. Debe, en fin, practicar la virtud fundamental del mi­ litar, servidor de la patria, que es la disciplina. B. Leôn XIII en la “Sapientiae Christianae” (cf. n.810: Col. Enc., p.196-4197) hizo la comparaciôn en­ tre ambas patrias para basar en ella los derechos de la Iglesia a ser defendida por sus hijos. Y a ser defendida disciplinadamente, esto es, obedeciendo los sûbditos las direcciones de los prelados. Hay en dicha enciclica razones para basar en la coordinaciôn de la Iglesia-patria la necesidad, el deber y el jerarquismo de la Action Catôlica. SECCION I. TEXTOS SAGRADOS EPISTOLA 9 (Col. X.9-I4). 9 Ideo et nos ex qua die au­ divimus, non cessamus pro vo­ bis orantes, et postulantes ut impleamini agnitione voluntatis eius, In omni sapientia et intellectu spiritall: 10 ut ambuletis digne Deo per omnia placentes; in omni opere bono fructificantes, et crescentes in scientia Dei: 11 In omni virtute conforta­ ti secundum potentiam clarita­ tis eius in omni patientia, et longanimitate cum gaudio, 12 gratias agentes Deo Pa­ tri, qu! dignos nos fecit in par­ tem sortis sanctorum in lu­ mine: 13 qui eripuit nos de potes­ tate tenebrarum, et transtulit in regnum filii dilectionis suae, 14 in quo habemus redemp­ tionem per sanguinem eius, re­ missionem peccatorum. H. 9 Por esto, también desde el dia en que tuvimos semejante noticia no cesamos de orar y pedir por vosotros para que seâis llenoa dei cmocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduria e inteligencia esp:ritual, 10 y andéis de una manera digna dei Sefior, procurando ser­ ie gratas en todo, dando frutos de toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios, 11 c^rroborados en toda virtud por el poder de su gloria, para el ejercicio alegre de la paciencia y de la longanimidad en todas las cosas, 12 dando gracias a Dios Pa­ dre, que os ha hecho capaces de partie;par de la herencia de los santos en el reino de la luz. 13 EI Padre nos libro dei po­ der de las tinieblas y nos traslad<5 al reino dei Hijo de su amor, 14 en quien tenemos la redenciôn y la remioiôn de los pecados. EVANGELIO (Mt. »4,15-35) 15 Cum ergo videritis abo­ minationem desolationis, quae dicta est a Daniele propheta, stantem in loco sancto, qui legit, intelligat: 16 tunc qui in ludaea sunt, fugiant ad montes: Π et qui fn tecto, non des­ cendat tollere aliquid de domo sua; 18 et qui in agro, non vertatur tollere tunicam suam. 15 Cuando viereis, pues, la abominacion de la desolaciôn predicha por el profeta Daniel en el lugar santo 16(el que leyere entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes; 17 el que esté en el terrado no baje a tomar nada de su casa; 18 y el que esté en el campo no vuelva atrâs en busca de su manto. te palabra dr C. I I V 1154 I.A ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 2.| DESP. PENT. 19 Vae autem praegnanti19 ;Ay de las que estén enet nutrientibus in illis dlecintas y de las que crien en aque­ bus, bus ! llos dias! 20 Orate autem ut non fiat 20 Orad para que vuestra huida no tenga lugar en invierno ni fuga vestra in hieme vel sabbato. en sabado. 21 Porque habrâ entonces una 21 Erlt enim tunc tribulatio gran tribulacion cual no la hubo magna, qualLs non fuit ab ini­ desde el principio dei mundo has­ tio mundi usque modo, neque fiet. ta ahora, ni la habrâ. 22 Et nisi breviati fuissent 22 Y, si no se acortasen aque­ llos dias. nadie se salvaria; mas dies illi, non fieret salva om­ por atror de los elegides se acor- nis caro: sed propter electos breviabuntur dies illi. tarân los dias aquellos. 23 Tunc si quis vobis dixe23 Entonces, si alguno os dijere: Aqui estâ el Mesias, no le rit Ecce hic est Christus, aut nolite credere. illi creâis. 24Porque se levantarân fal­ Surgent enim pseudochrissos mesias y falsos profetas y ti et pseudoprophetae: et daobrarân grandes senales y prodi­ bunt signa. magna, et prodigia, ut in errorem inducantur (si gies para inducir a error, si po- ita fieri potest) etiam electi. sible fuera, aun a los mismos eleg dos. Ecce praedixi vobis. 25 Mirad que os lo digo de antemano. 26 Si ergo dixerint vobis: Ec26 Si os dicen, pues: Aqui es­ ce in deserto est, nolite exitâ en el desierto, no salgâis; aqui re: ecce in penetralibus, nolite estâ. en un escondite, no lo creâis. credere. 27 Sicut enim fulgur exit ab 27 Porque como el relâmpago que sale del oriente y brilla has­ Oriente, et paret usque in Oc­ ita erit et adventus ta el occidente, asi serâ la venida cidentem: Filii hominis. del Hijo del hombre. 28 Ubicumque fuerit corpus, 28 Donde estâ el cadâver alli illic congregabuntur et aquilae. se reûnen los buitres. Statim autem post tribu­ 29 Luego, en seguida, después de la tribulaciôn de aquellos dias, lationem dierum illorum sol obscurabitur, et luna non dabit se obscurecerâ el sol. y la luna no lumen suum et stellae cadent darâ su luz, y las estrellas caerân de caelo, et virtutes caelorum del cielo, y las columnas del cie­ commovebuntur: lo se conmoverân. 30 et tunc parebit signum 30 Entonces aparecerâ el eshominis in caelo: et tunc tandarte del Hijo del hombre en Filii plangent omnes tribus terrae: el cielo, y se lamentarân todas et videbunt Filium hominis ve­ las tribus de la tierra. y verân al nientem in nubibus caeli cum Hijo del hombre venir sobre las | virtute multa, et maiestate. nubes del cielo con poder y ma­ jestad grande. 31Et mittet angelos suos 31 Y envrarâ sus ângeles con tuba, et voce magna: et P 'derosa trompeta y reunirân de cum congregabunt electos eius a los cuatro vientos a los elegidos, quattuor ventis, a summis cae­ desde un extremo del cielo hasta lorum usque ad terminos eo­ el otro. rum. 32 Ab arbore autem fici dis32 Aprended la parâbola de la SEC. I. TEXTOS SAGRADOS cite parabolam: cum iam ru­ mus eius tener fuerit, et folia nata, scitis quia prope est aestas. 23 lia et vos cum videritis haec omnia, scitote quia prope est in lamiis. 34 Anien dico vobis, quia non praeteribit generatio haec, donec omnia, haec fiant. 35Caelum et terra trans­ Ibunt, verba an te m mea non praeteribunt. 1155 higuera: Cuando sus ramos estân tiernos y brotan las hojas, conocéis que el estio se acerca. 33 Asi vosotros también, cuan­ do veâis todo esto, entended que estâ prôximo, a las puertas. 34En verdad os digo que no pasarâ esta generaciôn antes que t .do esto suceda. 35El cielo y la tierra pasarân, pero mis palabras no pasarân. TEXTOS CONCORDANTES A) Mc. 13,19-31 19 Erunt enim dies illi tribu­ lationes tales, quales non fue­ runt ab Initio creaturae, quam condidit Deus usque nunc, ne­ que fient. 20 Et nisi breviasset Domi­ nus dies, non fuisset salva om­ nia caro: sed propter electos, quos elegit, breviavit dies. 21 Et tunc si quis vobis di­ xerit: Ecce hic est Christus, ecce illic, ne credideritis. 22 Exsurgent enim pseudocrlsti, et pseudoprophetae, et dabunt signa et portenta ad se­ ducendos, si fieri potest, etiam dectos. 23 Vos ergo videte: praedixi vobis omnia. ecce in illis diebus post tribulationem illam, sol con te­ nebrabitur, et luna non dabit splendorem suum: erunt de25 et stellae caeli cidentes et virtutes, quae in caelis sunt, movebuntur. 26 Et tunc videbunt Filium hominis venientem in nubibus cum virtute multa, et gloria. 27 Et tunc mittet angelos suos, et congregabit electos suos a quattuor ventis, a sum­ mo terrae usque axi summum caeli. 28 A ficu autem discite para- 19 Dues serân aquellos dias de tribulacion tal como no la hubo desde el principio de la creaciôn que Dios creo hasta ahora ni la habrâ. 20 Si el Senor no abreviase aquellos dias, nadie seria salvo, pero por amor de los elegidos, que El eligiô, abreviarâ esos dias. 21 Entonces, si alguno os dijere: He aqui o alli al Mesias, no le creâis. 22 Porque se levantarân fal­ sos mesias y falsos profetas y harân senales y prodigios para in­ ducir a error, si fuera posible, a los elegidos. 23 iPero vosotros estad sobre aviso; de antemano os he dicho todas las cosas. 24 Pero en aquellos dias, des­ pués de aquella tribulacion, se obscurecerâ el sol, y la luna no darâ su brillo. 25 y las estrellas se caerân del cielo, y los poderes de los cie­ los se conmoverân. 26 Entonces verân al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes con gran poder y majestad. 27 Enviarâ a sus ângeles y juntarâ a sus elegidos de los cuacro vientos, dei extremo de la tie­ rra hasta el extremo del cielo. 28 Aprended de la higuera la 1156 LA ULTIMA VF.NIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. parâbola. Cuando sus ramas estân ι tiemas y echan hojas, conocéis que el estio estâ proximo. 29 Asi también vosotros, cuan­ do veâis suceder estas coeas, entended que estâ proximo, a la puerta. 30 En verdad os digo que no pasarâ esta generacién antes que todas estas cosas sucedan. 31 El cielo y la tierra pasarân. pero mis palabras no pasarân. bolam. Cum iam ramus eius te­ ner fuerit, et natu fuerint fo­ lia, cognoscitis quia in proxi­ mo sit aestas: 29 sic et vos cum videritis haec fieri, scitote quod in pro­ ximo sit in ostiis. 8 El les dijo: Mirad que no os dejéis enganar, porque muchos vendrân en mi nombre diciendo: “Soy yo” y “El tiempo estâ cerca”. No los sigâis. 9 Cuando oyereis hablar de guerras y revueltas, no os aterréis, porque es preciso que eucedan estas cosas primero, pero no vendrâ luego el fin. 10 Entonces tes decia: Se le­ van tarâ naciôn contra naciôn y reino contra reino, 11 habrâ grandes terremotos, y en diversos lugares hambres, pestes, espantos y grandes sena­ tes del cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas pondrân sobre vosotros las manos y os perseguirân, entregândoos a las sinagogas y metiéndoos en prisiôn, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre. 13 Serâ para vosotros ocasiôn de dar testimonio. 14 Hacer proposito de no preocuparos de vuestra defensa, 15porque yo os daré un lenguaje y una sabiduria a la que no podrân r es: stir ni contradecir to­ dos vuestros adversarios. 16 Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos. por los parlantes y por los amigos, y harân morir a muchos de vosotrœ, 8 Qui dix it: Videte ne sedu­ camini: inulti enim venient in nomine meo, dicentes quia ego sum: et tempus appropinqua­ vit: nolite ergo ire post eos. 30 Anien dico vobis, quoniam non transibit generatio haec donec omnia ista fiant. 31 Caelum et terra transibunt, verba autem mea non transibunt. 9 Cum autem audieritis praelia, et seditiones, nolite terreoportet primum haec fieri, sed nondum staiim finis. 10 Tunc dicebat illis: Surget gens contra gentem, et regnum adversus regnum. 11 Et terraemo tus magni erunt per loca, et pestilentiae, et fames, terroresque de caelo, et signa magna erunt. 12Sed ante haec omnia in­ jicient vobis manus suas et persequentur tradentes in synago­ gas, et custodias, trahentes ad reges, et praesides propter no­ men meum. 13 Continget autem vobis in testimonium. 14 Ponite ergo in cordibus vestris non praemeditari quem­ admodum respondeatis. 15 Ego enim dabo vobis os, et sapientiam, cui non poterunt resistere, et contradicere om­ nes adversarii vestri. 16 Trademini autem a pa­ rentibus, et fratribus, et cogna­ tis, et amicis, et morte afficient ex vobis: SEC. I. TEXTOS SAGRADOS 1157 17 y seréis aborrecidos de to­ dos a causa de mi nombre. 18 et capillus de capite ves­ 18 Fero no se perderâ un solo tro non peribit. cabello de vuestra cabeza. 19 For vuestra pacicncia sal19 In patientia vestra possi­ debitis animas vestras. varéis vuestras almas. 20 Cum autem videritis cir­ 20Cuando viereis a Jerusalén cumdari ab exercitu Jerusalem, cercada por los ejércitoe, ententunc sJtoie quia appropinqua­ ded que se aproxima su desolavit desolatio eius. ciôn. 21 Tunc qui in ludea sunt, 21 Entonces los que estén en fugiant ad montes: et qui in Judea huyan a los montes, los nieolo eius, discedant: et qui que estén en medio de la cmdad, in regionibus, non intrent in retirense; quienes en los campos, eam. no entren en ella. 22 Quia dies ultionis hi sunt, 22Forque los dias de venganut impleantur omnia, quae za serân ésos para que se cumpla scripta sunt. todo lo que estâ escrito. 23 Vae autem praegnantibus 23 ;Ay entonces de las encinet nutrientibus in illis aiebus ! tas y de las que estén criando en Erit enim pressura magna su­ aquellos dias! Forque vendrâ una per terram, et ira populo huic. gran calamidad sobre la tierra y gran côlera contra este pueblo. 24 Et cadent in ore gladii, 24 Caerân al filo de la espada et captivi ducentur in omnes y serân Hevados cautivos entre gentes. Et Jerusalem calcabi­ ^.odas las naciones y Jerusalén se­ tur a gentibus: donec implean­ ra hollada por los gentiles hasta tur tempora nationum. que se cumplan los tiempos de las naciones. 25Habrâ senales en el sol, en 25 Et erunt signa in sole et luna, et stellis, et in terris pres­ la luna y en las estrellas, y sosura gentium prae confusione I t>re la tierra perturbaciôn de ias sonitus maris, et fluctuum: naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitaciôn de las olas, 26 exhalando los hombres sus 26 arescentibus hominibus prae timore, et exspectatione, almas por el terror y el ansia de quae supervenient universo or­ lo que viene sobre la tierra, pues bi: nam virtutes caelorum mo­ ias columnas de los cielos se convebuntur. moverân. 27 Entonces verân al Hijo del 27 Et tunc videbunt Filium hominis venientem in nube cum hombre venir en una nube con potestate magna, et maiestate. poder y majestad grandes. 28 Cuando estas cosas comen28 His autem fieri incipien­ tibus, respicite, et levate capi­ zaren a suceder, cc'brad ânimo y ta vestra: quoniam appropin­ levantad vuestras cabezas, porque quat redemptio vestra. se acerca vuestra redenciôn. 29 Y tes dijo una parâbola: 29 Et dixit illis similitudi­ nem: Videte ficulneam, et om­ Ved la higuera y todos los ârboles. nes arbores. 30 Cuando echan ya brotes, 30 Cum producunt iam ex se fructum, scitis quoniam prope viéndolos conocéis por ellos que se acerca el verano. est aestas. 31 Asi también vosotros, cuan31 Ita et vos cum videritis 17 et eritis odio omnibus propter nomen meum: 1158 LÀ ILTI.MA VEXIDA DE CRISTO. 2.} DF.Sl». PENT. do veâ.13 estas cosas, conoced que esta cerca el reino de Dios. 32En verdad os digo que no pasarâ esta generac-ôn antes que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarân, pero mis palabras no pasarân. SECCION II. COMENTARIOS GENERALES 1 hacc fieri, scitote quoniam pro­ pe* est regnum Dei. S3 Amen dico vobis, quia non praeteribit generatio haec, do­ nec omnia fiant. 33 Caelum et terra trans­ ibunt: verba autem mea non transibunt. Para éviter repetitiones, y en razôn de la brevcdad, rem i timos al lector al primer domingo de Adviento (cf. La palabra de Cristo t.i p.6-i6), doude inser­ tanto* la sc’.ecciân de los principales textos de la Sagrada Escritura alusivos al iuicio. SITUAŒON LITURGICA A) El ùltimo domingo Con este domingo se clausura el cielo litûrgico anual. Se intitula en el misai «Vigesima quarta et ultima dominica post Pentecos­ tes». Sucede con frecuencia que, por haberse celebrado la Pascua en fecha temprana, quedan algunos domingos libres entre el ùltimo de Pentecostés y el primero de Adviento. Para suplir tal deficiencia y para que el domingo 24 sea efectivamente el ùltimo del ciclo, se intercalan entre el vigésimo tercero y el présente los domingos después de Epifania que, por la misma razôn de la Pascua, quedaron entonces omitidos. Se toman ùnicamente las lecturas y oraciones. Los cantos del «introito», «graduai», «ofertorio» y «communio» son los mismos de los domingos 23 y 24 de Pentecostés. B) Su importanda en la liturgia A nadie extraôarâ que este domingo, por ser el ùltimo, goce de especial importancia en la liturgia. Asi como los hombres en su vida ordinaria distinguen el ùltimo dia del ano civil, la liturgia solemniza también este postrer domingo de su ano. En los anteriores hemos 110iado una cierta preparaciôn de este ultimo, que, si no en rito, a lo menos en significaciôn alcanza cierta preeminencia sobre todos los de Pentecostés. Nace este especial significado del propio Evangelic de San Mateo, en que se nos refiere la venida triunfal de Jesucristo, al fin de los si­ glos, para juzgar a todos los hombres. a) Interpretaciôn DE OPTIMISMO Y ESPERANZA La descripciôn, terrible y majestuosa a la vez, ha sido interpretada por los cristianos en dos aspectos distintos, si bien ambos verdaderos. En un guiôn homilético sobre la muette (cf. dom. 22) heinos observado la diferente manera como se la consideraba en la primitiva Iglesia v en la Edad Media. En la interpretaciôn del evangelic de hoy se advierte también esa doble manera de sentir. Los primeros cristianos, de fe profundisima, imbuidos de la altisima teologia paulina, consideran tan sôlo el triunfo de Jesucristo y nuestro triunfo con El : EZ mismo Seiior a una orden, a la voz del arcàngel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderà del cielo, y los muertos en Cristo resucitarân primera; des· SEC. 2. COMENTARMJS GENERALES LA ÙLTÏMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. 1160 puôs nosotros los vivos, los que quedamos, junto con ellos, sercntos arrebatados en las nubes al cncuentro del Sefior en los aires (i Thee. 4,16-17). Anhelantes de la prôxima parusia, repetian con frecuencia las palabras del final del Apocalipsis : l'en, Sefior Jesûs (Apoc. 22,20). De aqni que para los primeros cristianos este evangelio fuera de espe­ ranza y de optimismo. b) INTERPRETACIÔN DE TEMOR Y ESPANTO La Edad Media se considerô abruinada de pecados y sintiô sn culpabilidad delante de Dios. Por eso temblaba ante la descripciôn de San Mateo, pues no miraba en ella sino la estrecha cuenta que habia de rendir en ese dia a Jesucristo. El cuadro famoso de Miguel Angel sobre el iuicio final y la no menos célébré secuencia del fraile minorita Tomâs de Celano representan este espiritu. Para ellos, el evange­ lio de hoy era de temor y espanto. Ademâs de estas dos, pueden hacerse otras consideraciones seme­ jantes. El aüo litûrgico tiene por finalidad présentâmes, actualizândolos, los misterios de nuestra redenciôn, que culminan en el juicio final, porque la obra redentora de Jesucristo no alcanzarâ su perfecciôn has­ ta que juzgue a todos los hombres. Resulta, por tanto, lôgico que en el ûltimo domingo del cielo litûrgico se conmemore el ûltimo acto de la redenciôn. Prépara, en fin, este evangelio el proximo Adviento. Lo mismo que deciamos en el primer domingo de entonces, podemos afirmar aqui. El pensamiento de la segunda venida de Cristo nos mueve a preparar la primera, que se conmemora en Navidad. Y el Adviento es el tiempo propicio para esa preparaciôn. Por tanto, este ûltimo domingo del afio nos dispone para aprovechar el Adviento. C) Orientaciôn de la dominica (iCuâl de estos aspectos debe prevalecer en la orientaciôn de la dominica ?... Cualquiera de ellos, como lo vamos a ver, posee un fun­ damento histôrico o litûrgico. Conviene conocerlos todos para elegir después con gran amplitud uno u otro. El orador verâ cuâl le sirve mejor para el fin que pretende. a) El juicio, motivo de esperanza Este aspecto parece mâs propio del evangelio de San Lucas que se lee en la primera dominica de Adviento. Alli se omite la des­ cripciôn de Jerusalén y ademâs se dicen estas palabras de aliento v esperanza : Cuando estas cosas conienzaren a suceder, cobrad ânimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra reden­ ciôn (Le. 21,28). No es, sin embargo, ajeno al domingo actual el pensamiento esperanzador. Las palabras dei «introito» : «Yo tengo pensamientos de paz y no de aflicciôn», y el triunfo de Jesucristo, que se describe en el evangelio, nos llevan de la mano a considerarlo. Asi, en el Sacramentario Galicano se inserta para este domingo un prefacio donde se alude al triunfo de Cristo y a la alegria de los buenos : 1161 define la paciencia como la virtud que soporta los males que no se pueden evitar, por lo cual nunca se predica de Dios, y la longanimidad, como la que tolera aquellos otros de los que se puede tomar venganza. Paciencia con nuestras pasiones, perdôn para nues­ tros enemigos. He aqui un programa paulino para la vida del cristia­ no, robustecido por el poder de Dios. Para terminar nuestro comentario (ya que los versiculos siguientes han sido expuestos en la dominica de Cristo Rey) subrayemos la palabra alcgres, tan poco compatible aparentemente con la pa­ ciencia y longanimidad en los males y persecuciones. i Quién no reenerda la definiciôn de la verdadera alegria de San Francisco de Asis? Si te desprecian y te hacen stifrir, ésa es la verdadera ale­ gria, porque entonces nos parecemos mâs a Cristo nuestro Sefior y porque en esas virtudes, constantemente ejercitadas, no hay pe­ ligro de engafiarse. Corroborados en toda virtud por el poder de su gloria para el ejercicio alegre... De las distintas versiones directas que tenemos a mano, sôlo la de Nâcar-Colunga traduce en esta forma. En las demâs versiones y eomentarios, la troducciôn es robustecidos con toda fuerza, scgun (de acuerdo) con cl poder de... Nadie se haga ilusiones necias, porque Cristo no ha enganado α nadie. La puerta es estrecha, y el camino, âspero. Pero nadie se desanime, porque si nuestras fuerzas son insuficientes para conservarse puro y dar fruto en toda virtud, en cambio somos robustecidos en toda clase de fuerza por Dios, que en esta ocasiôn la repar­ te no conforme a nuestra pequefiez, sino proporcionando su don a la majestad de su poder y gloria. O sea que para superar las dificultades humanas contamos con un poder divino, y la desproporciôn que parecia favorecer las dificultades se ha volcado totalmente del lado de nuestras fuerzas divinizadas. G. SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES B) a) Evangelio Condiciones gener ales Para ahorrar repeticiones hemos de remitirnos a la explicaciôn dada sobre el evangelio de la primera dominica de Adviento (cf. La palabra de Cristo t.i p.22-27). Lo primero que puede observar el que para tener una mejor idea del discurso del Senor lea el capitulo entero, es que Jesûs responde con bastante precisiôn a la pregunta que acaban de hacerle sobre la destrucciôn de Jerusalén y déjà, por el contrario, entre sombras lo relativo al fin dei mundo, de cuya llegada, aun cuando anuncia ciertos signos, se limita a afirmar que serâ sùbita y sorprenderâ a los hombres, como el diluvio en tiempos de Noé (v.37). Ni aun El mismo lo sabe en cuanto Alesias, dedicado a revelar verdades a los hombres (v.36). Lo segundo que salta a la vista y es fuente de mil objeciones por parte de los incrédules es que el Sefior no responde sistemâticamente a las dos cuestiones, sino que salta de la una a la otra para volver de nuevo a la primera. Asi, por ejemplo, los versiculos del 15 al 28 (sin salirnos del trozo leido este domingo) se refieren a Jerusalén ; del 19 al 31, a la pantsfa, y del 32 y 33, otra vez a la 1166 SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES Ι.\ ύΐ.ΤΓΜΑ VENI DA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. destrucciôn de la ciudad. Los versiculos anteriores y posteriores a éstos pueden aplicarse a uno u otro evento. Para explicar esta mezcla se han ideado distintas hipôtesis, des­ de la que supone que los sinôpticos han fundido dos discursos diferentes movidos por el sentido tipico que la destrucciôn de Jerusalén alcauza como sfmbolo dei fui dei mundo, hasta los que opinan que existe una oscuridad intencionada, toda vez que no era prudente hablar claro de guerras contra Roma cuando se vivia pacificamente bajo el poder dei imperio. En cuanto al modo que tiene el Senor de presentarnos los hechos, como sucedidos uno a contînuaciôn de otro (si bien da los da­ tos suficientes para snponer que se trata de cosas completamente separadas, puesto que dice que nadie conoce el momento del fin total), es un caso tipico del profetismo hebreo y, sobre todo, del apocaliptico. Sucede en las profecias lo que al viajero que ve de lejos los picos de la cordillera y le parece como si se tocasen los unos a los otros. Asi, habia de ellos como si careciera de perspectiva, hasta que, por fin, al atravesar las sierras comprueba la distancia que los separa. Quien lea a Isa fa s comprobarâ cômo el cautiverio de Israel, su liberaciôn, la venida del Mesfas, etc., parecen actos de un mis­ mo drama que han de sucederse unos detrâs de otros. El profeta une. Los hechos al sucederse dan la perspectiva y comprueban la veracidad del anuncio. Existe, pues, una conexiônJôgica de simbolismo entre una y otra catâstrofe. Existe también la semejanza de las persecuciones. Exis­ te la coincidencia de la pregunta de los discipulos. Y esto basta para justificar nn estilo que a los apôstoles, hebreos como eran, no les parecia nada raro, pero que quizâ diô ocasiôn a que muchas de las primeras generaciones cristianas juzgaran inminente la parusia. En efecto, antes del aüo 70 se sucedieron grandes calamidades ; por ejemplo : un hambre tremenda el 46, un terremoto destructor el 62, el incendio de Roma el 64, y en el 68, guerras sangrientas (cf. Tâcito, Hist. 1,2,3.21). Por la historia y los Hechos de los Apôstoles conocemos la persecuciôn contra los cristianos en Jeru­ salén y Roma. El historiador citado resume la época diciendo : «Parece que Dios no se cuidaba de nuestra seguridad, sino de su venganza». Mucho mâs triste es el juicio de Flavio Josefo referido al pueblo judio. Asi, pues, a esta época parecen referirse las frases de que no pasarâ esta generaciôn sin que se cumple lo presagiado (Mc. 9,1) y el anuncio de la predicaciôn anterior del Evangelio por todo el mun­ do, que San Pablo daba ya por realizada en su tiempo antes de la destrucciôn de Jerusalén (Rom.· 1,8 y Col. 1,23). b) LOS TEXTOS Destrucciôn de Jerusalén Todo lo anterior no es sino el comienzo de los dolores, y poca cosa comparada con la tribulaciôn ultima de la ciudad. EI momento serâ llegado : i.° Cuando viereis... El Senor comienza a utilizar el estilo apocaliptico de las grandes calamidades 4 1167 Daniel (9,29 y 12,11) habia de la abominaclôn desoladora, como también (11,31) de las tropas que profanan el sanluario y hacen césar los holocaustos. En qué consistiera esta abomination desola­ tion) o del desolador no lo sabemos. Pero bâstenos recordar las profauaciones romanes, que ocasionaron mâs de un levantamiento, y, sobre todo, las escenas de sangre en el mismo templo, para dar por cuniplida la profecia. 2.0 Los que estén en Judca huyan a los montes... Los cristianos jerosolimitanos lo entendieron y se refugiaron en Pella, presididos por su obispo Simôn (cf. Eusebio, Hist. Eclcs. 3,5,3). 3.0 El que esté... Sigue el estilo ponderativo. Quien esté en la terraza baje por la escalera exterior, que suele existir, sin preocuparse de entrar en casa. Rogad que no ocurra en sâbado, cuando el judfo no puede caminer mâs de media milia (1 Mach. 2,32). 4.0 Porque habrà entonces una gran tribulaciôn... Vau cumpliéndose las palabras de Daniel, y el mejor testigo es uno no cristiano : «Las desventuras de todos los siglos me parecen quedar muy por debajo de las que sufrieron los judios» (cf. Flavio Josefo, B. I. 1,12). Bien cayô la sangre de Cristo sobre sus cabezas. 2. El fin dei mundo A partir dei versiculo 21 ό 22 parece que el Senor comienza a hablar del fin dei mundo, que no déjà de tener présente en su pensamiento. La caida de Jerusalén no es sino el primer acto de la tragedia del juicio de Dios sobre el mal y los apôstatas. Si el templo de Jerusalén habia de ser profanado antes de su destrucciôn, el anticristo, sentândose en los templos como Dios y proclamândose tal, precederâ al fin (2 Thés. 2,3). Este versiculo représenta el caracteristico cambio de ângulos de visiôn del profeta de que antes hemos hablado. Ilustraria mucho leer el capitulo 12 de Daniel, que se refiere al fin total. i.° Por amor de los clegidos... Tau présentes los que tiene Dios hasta en el dia de su ira... 2.0 Los falsos profetas... Dejémonos de cavilaciones y limitémonos a precavernos contra estos predicadores del mal, cubiertos con la piel de la justicia y del bien, que han engafiado a tantos hombres a partir de los primeros dias. 3.0 Mirad que os lo digo de antemano... El que recuerde haberlo anunciado Cristo vivirâ mâs confiado. 4.0 Si os dieen, pues, aqui estâ... como un relâmpago. El estilo apocaliptico va acentuândose, y el Senor usa las frases comunes de los profetas, que culminarân en los versiculos 29-31. Estos dos versiculos van encaminados a un doble fin : No hagâis caso de los anuncios de nuevos mesfas, pues ya ha llegado el verda­ dero, y, sobre todo, sabed que aquel dia sobrevendrâ de improviso •A * A+ * · · · · 1 à· * V* ■■ i-.’b ·■ • . Λ λ'λ «. r SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES LA ÙLTIMA \ENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. 1168 y nadie podrâ escouderse, porque no hay cadâver que no sea visto por los buitres, que se précipitai! sobre él desde la altura. 5.0 En seguida... Después de todas esas tribulaciones, en cierto tiempo, inmedia­ tamente—dice San Marcos—, y todo ello sin préciser el cuândo, la luna v el sol... se turbarân... Ya dijimos en la primera dominica de Adviento (cf. La Palabra de Cristo, t.i p.24) que es muy posib’.e la existencia de une cotâstrofe côsmica, pero que, de todos modos, estas grandilocuentes figuras, incluso el terror de los hombres deserito por San Lucas (21,26), son comunes en los anuncios proféiicos de una gran calamidad (Is. 13,10; f - I °6. Y entonces aparecerâ cl estandarte... (v.30-31). Volvemos a remitir al lector a la primera dominica de Adviento (cf. La Palabra de Cristo t.i p.25). El estandarte es la santa cruz. Los malos gimen al ver a quien crucificarou. Los ângeles resucitarân a los muertos desde los cuatro puntos cardinales. ·< 3. I B‘5\ Avisos Estos avisos se desarrollan en las parâbolas de las diez virgenes y de los talentos. Su compendio es : Vigilad. i.° En el versiculo 32 parecen referirse mâs directamente a la destruction de Jerusalén en lo que tienen de detallado, como aquello de haced lo mismo que hacéis cuando veis reverdecer las Ligueras y conocéis que el estio se acerca, lo cual debe relaciouarse con sefiales claras y ciertas, y no con el juicio, que vendrâ de improviso a pesar de los signos. Sea lo que fuere, el pensamiento salta a la vista. Al que vive prevenido por la guarda de los mandamientos no le sorprenderâ el dia del juicio. No caerâ como un lazo mâs que sobre los malos (Lc. 21,35). La generation que ha ver todo lo predicho parece ser la contem­ poranea a los oyentes, si aceptamos la versiôn mâs probable de que se refiere a la destrucciôn de Jerusalén. 2.0 El cielo y la tierra pasarân... He aqui un valiente final de la Verdad divina, ûnica inconmutable cuando los mundos pasen. j Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la cumplen ! C) - »1 * ΛΧ Aplicaciones No nos olvidemos nunca de’, juicio, anticipândonos a él con un escrutinio severo de nuestras obras. Pero la época litûrgica en que se lee este evangelio e incluso el sentimiento provocado por él en las primeras generaciones cristianas, inflamadas en amor a Cristo, nos sugieren otras consideratio­ nes que estimamos muy dentro del espiritu dei texto. En primer lugar, el castigo de Jerusalén. No es buen juez quien emite su juicio sin leer todo el proceso. A lo largo del afio hemos seguido la lucha entre el pueblo judio y Cristo v escuchamos unas cuantas profecias del Sefior anunciando su triunfo. Pero apenas si hemos podido comprobar otra cosa que su derrota. Es verdad que Μ • '«’· 'T^t! 1169 h,i subido al cielo, mas los judios siguen, como enemigos encarnizados, repitiendo el grito del Pretorio. Es preciso leer el ûltimo acto, la tragedia terrible de Tito paseandose por las ruinas de Jerusa­ lén (cf. infra, sec.VII, I). Pero Jerusalén no es sôlo una ciudad ffsica. Es el simbolo de las almas. También el Senor las llama como la gallina a sus polluelos (Mt. 24,37). Recuerden el fin tristisimo de la ciudad rebelde y sorda. Aun pudemos seguir mâs adelante. Hace muy pocos domingos celebrâbamos con la Iglesia el triunfo de Cristo Rey ; hoy asistimos a su proclamaciôn solemne delante de los siglos. El final del afio es dia muy apropiado para celebrar aquella apoteosis en la que Jesûs, al que hemos seguido en todos los pasos de su vida, reine glorioso después de haber colocado a sus enemigos por estribo de sus pies, y cuya esperanza nos alentaba al comenzar el Adviento. Un pasaje de la Epistola a los Efesios (1,9-10) nos expone los designios del Padre con relaciôn a Cristo : el misterio de su volun­ tad..., que se propuso realizar en Cristo en la plenitud de los tiem­ pos, reuniendo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra en El. La palabra griega άνακεφσλαιώσασθαι, que la Vulgata traduce por instaurar, ha recibido distintas interpretaciones, hondisimas todas ellas y todas de acuerdo con nuestro propôsito. Los Padres latinos, utilizando la Vulgata, entienden que el deseo del Padre es restaurarlo todo, volviéndolo a su nuevo ser de gracia, por medio de Cristo. Los griegos, mâs de acuerdo con el texto ori­ ginal, que, segûn San Jerônimo, eu las versiones latinas de su tiempo era traducido por recapitular, se imaginan a Cristo resumiendo todo lo existente, como el precepto del amor resume a todos los otros (cf. Rom. 13,9, donde se emplea el mismo verbo griego). Cristo, pues, cabeza universal, lo récapitula todo ontolôgicamente, en cuanto que, hombre y Dios, es el lazo real que une la creaciôn corporal y espiritual con Dios y lo resume todo en la unidad perfecta de la belleza. En el orden sobrenatural récapitula todas las cosas, puesto que la salvaciôn es también por El, en El y para El (cf. su­ pra, Cristo Rey, sec.II, «Apuntes exeg.», Epist.), y en el orden representativo, como cabeza y jefe natural. Ahora bien, Cristo es centro desde que comenzô la plenitud de los siglos, y todos los argumentos, que muestran conveniente la existaicia de un juicio universal y pûblico, son mucho mâs convincentes todavia cuando se trata de una apoteosis en la que Cristo aparezca en realidad como tal. Esto ocurrirâ el dia del fin. Entonces, vencida la muerte, ûnico enemigo que, a pesar de haber sido eliminado en potencia, ha segui­ do teniendo al mundo por palenque de su dominio, comunicados los frutos de la redenciôn total a los justos al volverse a unir con sus cuerpos inmortales (cf. Belarmino, Le., p.62) y sometidos los malos al poder de su justicia soberana, Cristo aparecerâ recap:tulândolo todo, como.centro fisico de aquellos a quienes preside: ângeles y humanos, como centro moral de los hombres y Dios, a quienes reconcilia y premia o castiga, y como mediador, rey y sacerdote. Entonces se acercarâ al Padre y le presentarâ su reino. i Resulta extrano que las primeras generaciones, viendo a Cristo perseguido, anhelasen la llegada de este momento y hasta suspira- <· — ’ζΤΓΛ-* ·■ ' ’ ■7' r;ÀU?t A v <1 <1 ■ 51 · V- ■ ;4.w • J.·?H ' i Vf ?· **W· V.: X- · 55^ > “Examina, pues, bien tu conciencia si no quieres temer. No te contentes con un examen superficial; penetra dentro de ti, en el interior de tu corazôn. Escudrifia diligentemente si no hay una vena suelta de donde pueda brotar el pernicioso amor dei siglo, si no eres movido ni sorprendido jamâs por ningûn deleite o deseo de la carne, si no te engries por la menor jactancia, si no te preocupas por cuidado alguno de vanidad; atrévete a verte puro y cristalino, limpio de toda obra, dicho o pensamiento malo, y si ves que no te abruma el deseo del mal y que ni aun siquie­ ra se te escapa alguna negligencia en el bien, si todo ello es asi, regocijate con razôn, alégrate de vivir sin temor. Lo ha excluido la caridad de Dios, al que amas con todo tu corazôn y toda tu mente. Lo ha excluido la caridad del prôjimo, al que amas como a ti mismo... Pero, si te queda alguna de estas imperfecciones y quieres estar libre de ellas, refûgiate en el temor de Dios”. 41·** J SEC. 3. SS. PADRES. SAN CESAKEO c) Temor 1187 que permanece siempre Tema el cristiano antes de alcanzar la caridad perfecta. Entienda que vive peregrino hacia el Sefior. “Tanto menor es el temor cuanto mâs cercana estâ la patria hacia la que nos encaminamos. Debe ser mayor el de los que peregrinan, menor el de los que se acercan y ninguno el de los que llegan. Este es el modo como el temor conduce a la caridad, y la caridad perfecta ya excluye el temor. Tema, pues, el cristiano no a los que matan el cuerpo y después no pue­ den hacer nada, sino al que tiene poder para arrojar al cuerpo y al aima en los infiernos (Le. 12,4-5). “Hay otro temor de Yavé puro que permanece por siem­ pre (Ps. 18,10), que no es excluido por la caridad perfecta... El temor excluido por la caridad perfecta es el que atormenta al aima con la preocupaciôn de perder algo que se ama en las mismas criaturas, como su salud, descanso cor­ poral u otra cosa parecida después de nuestra muerte. Por eso se llena de pena, de dolores y de tormentos... En cambio, cuando lo que el aima terne es abandonar a Dios y, en consecuencia, ser abandonada por El. el temor es casto y permanente...” V. SAN CESAREO DE ARLES (Cf. PL 38,2206-2208.) A) Obligaciôn de predicar verdades desagradables “Os ruego, hermanos queridisimos, no me echéis en cara que con tanta frecuencia os hable de aquel tremendo dia del juicio, y si hay alguno a quien desagradara mi modo de obrar, piense en el peligro en que me encuentro y oiga al Senor, que amenaza terriblemente por medio de su profeta al sacerdote, y le dice: Si yo digo al malvado: ;Vas a morir!, y tû no le amonestares y no le hablares..., el malvado morirà en su iniquidad..., pero yo te demandaré a ti su sangre (Ez. 3,18-20). Y si, a pesar de ello. dijere alguno: iPor qué nos predicas tan continuamente cosas tan duras?, os contestaré: Porque es mejor padecer aqui una amargura pequena y gustar después la eterna dulcedumbre que vivir aqui en alegria falsa y después padecer suplicios sin fin... Oidme, hermanos, no a mi, sino al Sefior en su Evangelio... Bien aventura do s los que lloran, porque ellos s^ràn consolados (Le. 6,25). jAy de vosotros los que ahora reis, porque gemiréis y lloraréis! (Le. 6,25). Oficio es de médico aplicar remedios que queman y sajan”... "Preocupândome, pues, hermanos queridisimos, de que SEC. 3. SS. he de dar cuenta de mi salud y de la vuestra, y no igno­ rando que he de darla delante del tribunal del Juez eterno, elegi medicinas âsperas, pero saludables, para que vivais todos juntos después en compania de los ângeles...” No es que piense que vosotros ignorâis estas verdades 0 que vivis mal. Pero sé muy bien que al temer mayores maies evitamos inciuso las faltas pequenas. Λ B) :>yÎTη 1 Los bénéficias de Dios, motivo de juicio Si pensamos los bienes que Dios ha derramado sobre nosotros llegando hasta la muerte, no habriamos de temer aquel juicio; pero por desgracia muchos lo convierten en motivo de sentencia contra ellos. “No paguemos el bien con el mal..., pues de lo contrario, iQué haremos en aquel dia temible cuando el Senor se siente en su trono rodeado de la milicia celestial en medio de la luz, mientras resuenan sus trompetas los ângeles y tiembla el mundo...? En­ tonces, a mâs de la propia conciencia, aquel Juez, mâs justo ya que misericordioso, comenzarâ a acusar a los reos con severidad por haber despreciado su misericordia: Yo te plasmé a ti, ;oh hombre’, con mis manos, yo te infundi ei espiritu..., y tu, despreciando mis mandatos de vida perfecta, sigues al mentiroso antes que a Dios. Expulsado del paraiso y sujeto a las cadenas de la muerte..., entré en un seno virginal para nacer de él sin mengua de su pureza; me récliné en un pesebre envuelto en panai es, con los dolores y sufrimientos de la infancia...; sufri las bofetadas y salivazos de los que se burlaban de mi, bebi vinagre con hiel, fui herido por los azotes, coronado de espinas, clavado en la cruz, atravesado por una lanza, y para que tù te librases de la muerte entregué mi vida en les tormentos. Aqui tienes las senales de los clavos de los que fui colgado. Mira aqui mi costado herido. Acepté los dolores para darte a ti la gloria, sufri la muerte para que vivieses por toda la eternidad. Yaci escondido en un se­ pulcro para que tù reinases en el cielo. iPor qué perdiste lo que te di? ^Por qué, ingrato, rechazaste los dones de tu redenciôn? No me quejo de mi muerte, pero dame tu vida, ya que por ella entregué la mia... 4Por qué manchaste la habitaciôn que consagré para mi con las sordideces de la lujuria...? ^Por qué me cargaste con la cruz de tus crimenes, mâs pesada que aquella de que estuve pendiente? Mâs pesada, en efecto, es la cruz de tus pecados, de la que cuelgo a la fuerza, que aquella a la que, compadecido de ti, subi gustoso. Siendo impasible, me digné padecer por ti, ( '% * Λ 1189 LA ÛLTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT, 1188 - V PADRES. SAN LEÔN M. y tù has despreciado a Dios en el hombre, a la salud en el enfermo, a la llegada en el camino, al padre en el juez, a la vida en la cruz y a la medicina en el suplicio”. C) La santidad, posible a todos Examinad las naves de vuestra vida, y si veis las cuadernas deshechas por la soberbia, la avaricia y la lujuria, daos prisa a componerlas con las buenas obras y la limosna. Asi como al bueno no le aprovecha de nada su virtud si muere en pecado, asi al pecador no le perjudican sus vicios si muere arrepentido. Vivid bien, no me digâis que sois jôvenes y casados, porque no es el traje del monje el que da la virtud. En cualquier estado de vuestras vidas podéis vestir el hâbito de la religion y de la caridad. VI. SAN LEON MAGNO El sermon 74 de San Leôn Magno, segundo de la Ascension, leido en el oficio divino en el viernes y sâbado de la infraoctava de la fiesta, desenvuelve el siguiente argumento : Cristo en vida demostrô priucipahnenle su humanidad ; pero a partir de la Resurrecciôn, y sobre todo en el dia de la Ascension, nos diô sobrados motivos para que le creyéramos sentado a la diestra del Padre. Nuestra fe es mâs perfecta que la de quienes le vieron y palparon, y consiste en creer que estâ eu el cielo y ha de venir al lin de los siglos (cf. San Leôn Magno, Sermones escogidos: Colecciôn Aspas, n.18 p.136-142, trad, de don Casimiro Sanchez Aliseda). A) Pruebas de nuestra fe “El misterio, amadisimos, de nuestra salvaciôn... se fué realizando, desde el dia del nacimiento de Cristo hasta el fin de la Pasiôn, con gran derroche de humildad. Y aun­ que bajo la forma de siervo aparecieran muchos indicios de su divinidad, con todo, su manera de obrar durante aquel tiempo se encaminaba a demostrar la verdad de su naturaleza humana. Mas después de su Pasiôn, rotas ya las vestiduras mor­ tales, la debilidad se convirtiô en valor, la mortalidad en eternidad, la ignominia en gloria, la cual el Senor Jesu­ cristo manifesté con muchas y diversas pruebas delante de muchos, hasta que el triunfo de la victoria que habia alcanzado sobre la muerte le llevase a los cielos... Con semejante disposiciôn de obras divinas fuimos fundados y edificados, para que se mostrase mâs admirable la gracia ae Dios al desaparecer de la vista de los hombres aquella presencia visible que por si misma imponia un justo sentimiento de respeto y, a pesar de lo cual, la fe no desfa- Λ 1190 3. -Air* - ·< C) “Fué entonces, amados hermanos, cuando el Hijo del hombre e Hijo de Dios se diô a conocer mejor y mâs piadosamente, cuando se reintegrô a la gloria de la majestad del Padre, empezando a estar de manera inefable mâs pré­ sente en la divinidad el que se alejaba de la humanidad. Entonces fué cuando la fe, mâs ilustrada, aprendiô a elevarse por medio del pensamiento y a no necesitar ya de* contacto de la sustancia corporal de Cristo, en la cual es menor que el Padre...” Desde ese momento nuestra fe es mâs perfecta y con • I . JC; Consecuencia: mirar al cielo "Asi, pues, hermanos mios, rebosemos de gozo espiri­ tual y, alabando a Dios con digna acciôn de gracias, levantemos los ligeros ojos del corazôn hasta aquella altura en la cual se encuentra Cristo. No abatan afanes terrenos nuestros pensamientos invitados a lo alto, ni llenen las cosas caducas a los elegidos para las celestiales; no entretengan halagos engafiadores a los que caminan por las sendas de la verdad y de tal manera transiten los fieles por los bienes temporales, que entiendan son peregrinos en este valle del mundo, en el que, si hay cosas apetecibles que gustan, no se deben acariciar con dafio, sino despreciarlas con resolution. A semejante disposition de aima nos incita el bienaventurado apôstol Pedro y, exhortândonos conforme a aquella caridad que concibiô con su triple con­ fusion de amor al hacerse cargo del rebano de Cristo, nos dice: Os ruego, carisimos, que, como peregrinos advenedizos, os abstengàis de los apetitos carnales que combaten contra el alma (1 Petr. 2,11). 2.A quién sirven los deleites car- La Ascension, anuncio de la vuelta de Cristo K 1191 ella palpamos al Senor “tocando lo que no palpas y creyendo lo que no ves”. Quiere el Sefior que pensemos y creamos que estâ en el cielo, desde donde ha de venir, y por eso en el dia de la Ascension, hecho quo celebro visiblemente para que sirviera de prueba, “estando los ojos de los discipulos Uenos do admiration, siguicndo sin pestafiear al Maestro, que subia a los cielos, aparecieron ante ellos dos ângeles resplandecientes por la blancura de sus vestidos, que dijeron: Varo­ nes galileos, &qué estais mirando al cielo? Este Jesûs que ha sido llevado de entre vosotros al cielo vendra asi como le habéis visto ir al cielo (Act. 1,11). Estas palabras enseüaban a todos los hijos de la Iglesia a creer que Jesu­ cristo vendria visible con la misma came con que habia subido y no pudiese dudarse de que todas las cosas esta­ ban sujetas a Aquel que desde su mismo nacimiento cor­ poral habia tenido a su servicio las milicias angélicas. Lo mismo que el ângel anuncio a la bienaventurada Virgen la conception de Cristo por obra del Espiritu Santo, asi al nacer de una Virgen fué la voz del cielo la que aviso a los pastores; y como su Resurrection de entre los muertos fué dada a conocer por testimonio de ângeles, asi también cuando venga a juzgar al mundo en su propia came serâ proclamado por obra de los mismos ângeles, para que tengamos entendido cuântas potest-ades celestiales asistirân a Cristo -cuando venga a juzgar, si tantas le sirvieron cuando vino a ser juzgado”. lleciese, la esperanza no vacilase, ni la caridad se resfriase. La fuerza de las aimas grandes y la luz de los entendimientos verdaderamente fieles consisten en creer sin vacilar las cosas que no se ven con los ojos corporales y en fijar su deseo donde no pueden dirigir sus miradas... Por lo cual a aquel apôstol que parecia dudar de la Resurrecciôn de Cristo si no veia con sus ojos y tocaba con sus manos las senales de la Pasiôn, le dijo el Senor: Par. que me has visto has creïdo: jdichosos los que sin ver creyeron! (lo. 20,29). Para que nosotros pudiéramos hacernos sujetos capaces de seméjante dicha, habiendo nuestro Senor Jesucristo cumplido todas las cosas referentes a la predicaciôn evan­ gélica y a los misterios del Nuevo Testamento, a ios cuarenta dias de su Resurrecciôn y a la vista de sus disci­ pulos se elevô a los cielos y alli estâ en presencia corpo­ ral, sentado a la diestra del Padre hasta que se cumplan los tiempos senalados por Dios para que la Iglesia se multiplique en sus hijos y venga a juzgar a los vivos y a los muertos con la misma carne en la cual subiô a los cielos. Esta fe, corroborada con la Ascension del Senor y fortalecida con los dones del Espiritu Santo, ni las cadenas, ni las cârceles, ni los destierros, ni el hambre, ni el fuego, ni los dientes de las fieras, ni los mâs exquisitos tormentos de los perseguidores la pudieron amedrentar. Por esta fe lucharon por todo el mundo y hasta derramar su sangre no sôlo los varones, sino también las mujeres, y no sôlo los niûos de poca edad, sino hasta las tiernas doncellas. Asi los mismos apôstoles, que, confirmados con tantos mi­ lagros e ilustrados con tantas ensenanzas, no obstante se atemorizaron ante la atrocidad de la Pasiôn del Sefior y que sôlo después de muchas vacilaciones .creyeron en la Resurrecciôn, se aprovecharon tanto de la Ascension del Sefior, que todo cuanto antes les causaba miedo se convirtiô después en gozo”. B) ·’ SEC. 3. SS. PADRES. SAN LEÔN .Vf. LA ULTIMA VEN IDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. w· ■ C;?..’’·£?< SEC. J. S3. PADRES. SAN EFRÉN 1192 1\ ULTIMA \ΈΝΙΤ»Α DE CRISTO. 2.| DES1*. PENT. nales sino al diablo, que intenta encadenar con placeres de bienes corruptibles a las aimas que aspiran a lo alto y las que se alegran en privar de aquellas sillas de las que él cayô? Contra taies asechanzas debe vigilar sabiamente cualquier cristiano para que pueda burlar a su enemigo con aquello mismo en que es tentado. Nada hay mâs eficaz, hermanos mi os, contra los enganos del diablo, que la mansedumbre y la caridad espléndida, con la que todo pecado se evita o se vence. Pero la perfecciôn de esta virtud no se alcanza mientras no se destruya lo que le es contrario. Mas iqué hay tan opuesto a la misericordia y a las obras de caridad como la avaricia, de cuya raiz brota todo germen de pecado? La cual, como no se le dé muerte en sus comienzos, es preciso que, en el campo de aquel corazôn donde creciô la planta de este dano, antes nazean las espinas y abrojos de los vicios que semilla alguna de virtud reverdezea. Hemos, pues, de resistir, ,oh carisimos!, a tan danino mal, y hemos de buscar la caridad, sin la cual ninguna virtud puede vivir, para que por este mismo camino del amor, por el que Cristo vino hasta nosotros, nosotros a la vez podamos subir hasta El, a quien se debe, en union de Dios Padre y del Espiritu San­ to, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Los cantos fûnebres de San Efrén constituven uua colecciôn mag­ nifica de elegias, de los que copiâmes el 42 y el 41, utilizando la versiôn directa del P. A. Sebastien Ruiz. O. S. B. (cf. Edic. Aspas, n.5 p.144-152). A) La cruz de mi tumba “Cristo Rey, reparador de nuestra salud: dame, concédeme la gracia de que a tu venida saiga yo vivo dei se­ pulcro y que cuando tu majestad se manifieste me coloques a tu diestra. Adoramos, Senor, tu cruz, en la cual estâ puesta toda nuestra esperanza de salvarnos, que sera la que dé a nuestros cuerpos la inmortalidad y la claridad. Esperan mis ojos tu redenciôn y esperan también mis oidos la palabra de tu juicio Salvador. No me dejes abandonado en el se­ pulcro, que tù eres la esperanza de los muertos enterrados. A Adân sepultado le resucitarâ la voz del Hijo de Dios y, como en otro tiempo a los hebreos, le llevarâ no a la tierra de promisiôn, sino que, conducido al cielo, le reves­ ti râ de gloria inmortal. Mas, mientras no nos es dado remontâmes hasta alii, no cesan de resonar en nuestros oidos, como truenos, las vo- 1193 ces de los santos; tus apostoles gritan a los pecadores 11amândoles a penitencia, amonestândoles que trabajen en la consecution de la verdadera gloria, pues la vida de este mundo es una fabula. Nos anuncian nuestra resurrecciôn futura los profetas; los apôstoles, el premio a la virtud, y el Evangelio del Senor nos muestra el camino por el que se va al reino. Que el mundo entero, los hombres todos, cayendo de hinojos, te adoren, Senor, y que toda la tierra alabe tu nombre, que eres reparador de los que yacen muertos y esperanza postrera de todos los mortales... No permitas, Senor, que nuestras culpas nos arrastren a la perdition, pues tù mis­ mo eres quien perdona los pecados; no dejes huérfanos a estos tus pequenuelos, ni a los viejos los prives de toda protection, ni los expongas a la ignominia y a la miseria. Por aquel tu amor, Senor, con que nos amaste, no nos abandones y danos tu ayuda para servirte todos los dias fervientemente”. B) I Resucitame, Senor “Volaron mis dias como un sueiio, corrieron y se evaporaron mis anos; la carga de mis delitos estâ mostrando el juicio tremendo de la divina justitia y me asusta sobremanera. Por eso, con gran amargura de mi alma, clamo 20η el profeta: No entres en juicio con tu sisj'voj pues ante ti no hay nadie justo (Ps. 142,2). Avergüénzate de dejarme deshecho en el sepulcro, pues eres Dios de misericordia; restitùyeme la forma perdida de mi cuerpo, movido a compasiôn, a fin de que, adquiriendo nueva hermosura cuando vengas, merezea entrar en tu reino. Cuando crecieron mis pecados—dijo Adân—, enfonces se alterô el orden de todas las cosas que me eran propias. Los pecados me arrebataron la vida, i Quién me librarâ de tantas calamidades como me afligen? El gran mal que me quitô la vida fué el haber pecado en el paraiso y desobedecido a Dios. Sus hijos todos entramos irremisiblemente por el camino que él nos abriô pecando y, como él, nos separamos de la santidad de Dios. jSenor! Por eso todos hemos de volver pronto a aquella misma tierra de que hemos sido creados, tierra sujeta a todas las calamidades. Pero acuérdate de mi, Senor, y perdona a este reo. Soy obra de tus manos. Tû me has modelado. Acuérdate de tu primer amor, que eres misericordioso y mansisimo. Llegarâ el dia en que llamarâs a los muertos a la vida; te ruego que enfonces no me separes de tu compania. Ayùdeme tu poder, que antes me diô el ser: mira que soy juguete del diablo: — 1194 LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. t? pido que reprimas su sana. Nos has llamado a tus templos; no permitas que caigan en poder de nuestro enemigo carnicero. Comido de la envidia, él nos arrebatô aquella luz, que le ofuscaba, y desnudos nos arrojô a las tinieblas del infierno, de donde no se vuelve. La muerte maldita preside y estâ sentada a las puertas para impedir la salida, y hasta la misma esperanza de salir de alli, si alguna quedara de evadirse. Envia, Senor, del cielo a tu Amado, que rompa los cerrojos del oscuro calabozo; puesto que ha vencido a nuestro adversario, repara la des­ gracia que nos aflige”. C) Solo tus palabras no pasan (Canto 41) jLuchador valiente! El dia del juicio serâ el fin de tus trabajos; has entrado en la palestra y has salido victorioso, has consumado la carrera y has guardado firme la fe; el Hijo de Dios recompensarâ tus esfuerzos: aquel dia serâ para ti dia de premio. Cuando saïga el Oriente (Jesucristo) desde lo alto del cielo para redimirnos de las tinieblas del sepulcro, pidele que las oraciones le sean hostias y oblaciones gratisimas; confia que al venir el Senor también oirâs su voz y resucitarâs. Hijos, recibid la doctrina de vuestro padre, el testamento de su herencia: uno y otra proceden del Senor y permanecerân para siempre. Menos su doctrina, todo pasa, todo es perecedero: el mundo pasa, pasan las ilusiones y los sufri­ mientos; solo perdura la vida en aquellos que vivieron bien y la tomaron como tiempo de ganar méritos. Esos, al fin de los siglos, irân en busca del Rey, que vendrâ majestuoso. Las cosas buenas que nos han ensenado, ésas no pasan; dadme, carisimos, este consuelo de que todos, todos, caminéis en la verdad y en la sana doctrina, pues asi, cuando el Esposo se deje ver, yo también me alegraré de la feli­ cidad de mis hijos. ;Ay! Me veo obligado a dejar todos los bienes que allé­ gué, hasta el vestido, y desnudo y pobre partir de este mun­ do. Todas las riquezas en que abundaba y la vida misma me abandonan: los honores, los tesoros se quedan en el dintel de mi mausoleo; no pueden pasar mâs adelante, adonde meten a su duefio. Se marcharân también mis parientes, me despreciarân. Solo el mirarme les ofenderâ; y mi mujer y mis hijos, al verme despojado de mi primera honra, al mo­ mento se marcharân, aterrados por la oquedad de la noche que rodearâ mi cadâver. Ricos y poderosos, venid vosotros aqui y considerad cuâl SEC. 3, SS. PADRES. SAN BERNARDO 1195 es la transformaciôn que ae opera en todo lo nuestro y cuâl su paradero final... Eres, Senor, la esperanza de todos y la vida de los que mueren, aunque para ti no estân perdido.® los que mueren, sino dormidos... Pues, segûn esto, mi Dios, que me limpies con tu gracia de las manchas con que me ensuciô mi depravada naturaleza, no vayan a cerrarme la entrada de gloria prometida a la virtud. El nacimiento de nuestro Rey invicto conmoviô al orbe entero, y, admirado, corriô en pos de El. Resucitô a los muertos, diô vista a los ciegos, limpiô a los leprosos, venciô a la muerte y al demonio y asegurô la libertad de nuestro linaje. El mismo, muerto y sepultado, saliô lleno de gloria y claridad dei sepulcro para volver al cielo, a la diestra de su Padre. Cuando llegue la hora, bajarâ segunda vez al mundo con grande majestad. rodeado de los ejércitos de los espiritus celestiales. Entonces cumplirâ la promesa hecha en el Evangelio y realizarâ su Ascension triunfante a los cielos y darâ para siempre la herencia integra de la bienaventuranza eterna”. Vin. SAN BERNARDO Seleccionamos, en fin, en esta secciôn ΠΙ algunos pasajes del sermon 42 del Doctor Melifluo, en el que habia de cinco géneros de negociaciôn y de cinco regiones (cf. Sermones varios, en Obras se­ lectas [BAC] p.714-719). El pensamiento de los novisimos nos prépara para la venida del Juez. “Negociaré mientras vienes; al venir saldré gozoso a tu encuentro, y ojalâ entonces merezea oir de tus labios: Muy bien, Siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Senoi* (Mt. 25,21). Entre las distintas regiones donde negociamos mientras vivimos en la tierra estân: A) El purgatorio “Tres son los lugares en que son reeibidas las aimas de los nuestros segûn sus méritos respectivos: el infierno, el purgatorio y el cielo. Ahora bien: como las primeras no merecen ser redimidas y las terceras no necesitan redenciôn, réstanos sôlo volver los ojos de nuestra compasiva caridad a las segundas, con quienes nos unieron los lazos de humanidad. Iré, pues, a esta region y veré esa gran maravilla de los fuegos expiatorios, donde el piadoso Padre déjà en manos del tentador a sus hijos que un dia han de ser glorificados, no 1196 IX ύΐ.ΤΤΜΑ VFNTDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. para su muerte, sino para su purificaciôn; no movido de eu indignation, sino de su misericordia; no para su destruc­ tion eterna, sino para nuestra lection; no para que sean vaso de ira destinados a muerte eterna, sino vaso de mi­ sericordia preparados para la eterna glorification. Me apresuraré a socorrerlos... con mis suspiros..., con mis plegarias..., con el incruento sacrificio, por ver si con ello consigo que el Senor se digne aceptar estos sufragios y juzgue oportunos aplicârselos, trocando su trabajo en descanso, su miseria en riqueza y su aflicciôn en corona de gloria sem­ piterna. Con estos sufragios e interccsiones y otros parecidos podemos abreviar sus tormentos, poner término a su cautiverio y destruir la pena que merecen. Recorre, pues.,., aquella region de la expiation y ob­ serva lo que alli se hace y se padece, y en este mercado haz tus provisiones de afectos y de compasiôn, que te ins­ pire aplicar a aquellas aimas toda clase de sufragios...” B) El infierno “;Oh region calamitosa y horrenda..., de la cual hay que huir a todo trance! Τύ eres la tierra del olvido..., de la aflicciôn..., de miseria y de tinieblas..., en la que hay fuego abrasador, frio rigidisimo, gusano roedor que no muere, hedor intolerable, martillos tundentes, tinieblas palpa­ bles, heces de pecados, cepos y cadenas de fuego y horren­ das visiones del demonio. Me estremezeo de pies a cabeza..., su memoria ouebranta mis huesos. ;,Cômo caiste, Lucifer?... Antes centelleaban en tus vestidos todas las pi^dras pre­ tiosas, y ahora tienes por colchôn la podredumbre y por manta los gusanos... Sé que los que caen en aquel horrendo calabozo acaban sin acabar, mueren sin morir, son atormentados sin interruption. Baia, pues, al infierno en vida, recorre con tus ojos mentales aquellas oficinas de suplicios horrendos y huye de los vicios y pecados, por los que tantos vitiosos y malvados han perecido. Aborrece la maldad, ama de veras la ley santa del Sefior, y. recorriendo tan horrendos mercados, haz tu hatillo de odio al pecado...” C) El cielo “iOh dichosa region, donde moran de asiento las su­ premas virtudes, donde se contempla cara a cara a la Tri­ nidad, donde aquellos sublimes ejércitos con el aplauso su­ blime de sus alas no cesan de clamar: /Santo, Santo, Santo Yavé Sebaot...! (Is. 6,3), donde brillan los justos con mâs luz que el sol..., donde son coronados de gozo sempiterno...; SEC. 3. SS. PADRES. SAN BERNARDO 1197 donde nada falta de cuanto es apetecible: lugar de suavidad y de dulzura inénarrable, en donde el Senor para con todos es beneficio; lugar pacifico en donde la paz ha sentado sus reales; lugar admirable, en donde todas las obras de Dios aparccen maravillosas; lugar de hartura, en donde quedaremos plenamente saciados al manifestârsenos su gloria; lu­ gar de la vision, en donde se verâ la magna vision. ;Oh region sublime y repleta de riquezas! A ti suspiramos desde este valle de lâgrimas: alli la sabiduria estâ exenta de toda ignoranda; la memoria es libre de olvidos; la inteligencia, inaccesible al error, y la razôn ve disipada toda obscuridad. Region bollisima, en la que el Sefior hace sentar a su mesa a sus elegidos, y se pone a servirles, o sea, se les manifiesta con todo su esnlendor y tal cual es en si mismo. Alli Dios ]o serâ todo en todos (1 Cor. 15.28) ; alli el maravilloso conjunto de todas las cosas, maravillosamente or­ denadas, darâ perfecta gloria al Creador y alegria a la criatura. Corre, pues, aima espiritual, con los ojos de tusdeseos, por todos los confines de esa region..., contempla todo esto y no podrâs menos de exclamar: Bienaventurados, Senor. los qne moran en tu casa y continuamente te alaban CPs. 83,5), Recorrido este precioso mercado tan bien abastecido de raras y bellisimas mercandas, hazte un fardo de amor de Dios. Viste las regiones, observaste las ferias, arreglaste tu fardo y eres feliz. Négocia, pues, mientras viene el Se­ nor Dios, a fin de poder entonces decirle: Senor, tû me has dado cïnco talentos; mira, pues, otros cinco que he ganado (Mt. 25,20). y al punto merezeas oir: Entra en el gozo de tu Sefior (ibid.), que es el E-poso de la Iglesia y bendito en los siglos de los siglos. Amén”. SEC. 4. TEÔI.OGOS. SANTO TOMAS SECCION IV. TEOLOGOS b) I. SANTO TOMAS DE AQUINO En la secciôn correspondiente del domingo i de Adviento (cf. La palabra de Cristo t.i P.55-5Q) aparece la doctrina expuesta por San­ to Tomâs en la Suma teolôgica acerca del juicio de Jesucristo. Extractaremos aqui la del Opiisculo 13, que es un resumen de toda la teologia. La consideramos de interés porque aüade algunos concep­ tos nuevos yv completa la doctrina consignada consitrnada anteriormente. Cristo, juez segûn su naturaleza humana Por ser nuestro Redentor Por la pasiôn y muerte de Jesucristo, por la gloria de SU resurrecciôn y ascension hemos sido libertados del pecado y de la muerte y hemos alcanzado la naturaleza y la gloria de la inmortalidad, aquélla en realidad y ésta en esperanza. La pasiôn, muerte, resurrecciôn y ascension pertenecen a Jesucristo segûn su naturaleza humana. Por eso hay que decir que, segûn la naturaleza humana, nos liber­ té tanto de los males espirituales como de los temporales, y nos promoviô a los bienes espirituales y etemos. Es na­ tural que quien adquiriô los bienes los distribuya. Esta distribuciôn exige un juicio para que cada uno los reciba segûn su grado. Por tanto, Cristo, segûn su humana na­ turaleza, ha sido constituido por Dios juez sobre los hom­ bres, a quienes salvô. 2. Para que puedan ser juzgados los malos “Si los malos vieran a Dios en su propia naturaleza, es decir, en su divinidad, tendrian ya con esto un premio, dei cual se han hecho indignos por el pecado. Es, por tan­ to, muy conveniente que Dios juzgue, no segûn su natura­ leza propia, sino segûn la naturaleza humana asumida”. Asi podrâ juzgar a los buenos y a los malos, sin que éstos reciban premio alguno. 3. Como premio a su humillaciôn “Cristo se humilio hasta el extremo de someterse a un juez humano, que le juzgô injustamente. Como premio de esto, Dios le constituyô juez de los muertos y de los vivos” (cf. Opusculo 13 c.241). l Cristo, juez en su forma gloriosa “Perteneciendo la potestad judicial de Cristo a su triunfo y exaltation, asi como la gloria de la resurrecciôn, aparecerâ en el juicio no en humildad, la cual pertenece al mérito, sino en forma gloriosa, que es propia del premio. Por eso se dice en el Evangelio (Mt. 24,30) que se verâ venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (cf. Opusculo 13 c.241). 1. Para los buenos “La vision de su gloria y resplandor para los elegidos que le amaron serâ motivo de gozo”. 2. a) 1199 Para los malos “En cambio, para los impios serâ llanto y confusion, porque la gloria y el poder del juez causa tristeza y miedo a los que temen la condenaciôn”. 3. Juez con sus llagas “Aun cuando Jesucristo se muestre en forma gloriosa, aparecerân, sin embargo, las seriales de su pasiôn, no con defectos, sino con resplandor y hermosura, para que al verlas los elegidos se gocen reconotiendo que fueron redimidos por la pasiôn de Cristo, y los pecadores se entristezcan por haber despreciado tan gran beneficio” (cf. Opuscu­ lo 13 c.241). c) Triple juicio de Cristo El Padre, segûn el evangelista San Juan (5,22), diô al Hijo todo juicio. Este juicio, segûn Santo Tomâs, es triple: 1. Para gobierno de los hombres “La vida humana va regulada por el justo juicio de Dios, puesto que El es el que juzga a todo hombre. No hay que poner en duda que este juicio, por el que son gobernados los hombres en el mundo, pertenece también a la potestad judicial de Cristo, puesto que, segûn su naturaleza huma­ na, estâ sentado a la derecha de Dios, en cuanto que recibiô de El la potestad judicial, que ejerce aun ahora, antes de que aparezca manifiestamente...” (c. ibid., c.242). 2. Juicio particular “Hay otro juicio de Dios en virtud del cual a cada uno después de su muerte se le darâ su merecido en cuanto al 1200 SEC. 4. TRÔI.OGOS. SANTO TOMÂS LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT, alma. Los justos muertos pcrmanecen con Cristo; los pe­ cadores son sepultados en el infiemo. No hay que pensar que esta discriminaciôn se haga sin juicio de Dios o que este juicio no sea propio de la potestad de Cristo...” (ibid.). 3. Juicio universal “Como la retribuciôn de los hombres no solamente comprende los bienes del alma, sino ademâs los del cuerpo que el alma toma de nuevo por la resurrecciôn, y como toda retribuciôn requiere un juicio, es necesario establecer otro juic o in el que se retribuya a los hombres segûn sus obras, no solamente en el alma, sino también en el cuerpo. Este juicio se debe a Cristo, para que, asi como El muriô por nosotros, resucitô a la gloria y subiô a los cielos, asi tam­ bién haga resucitar con su virtud los cuerpos de nuestra vileza y los asome a su cuerpo glorioso para llevarlos al cielo, adonde El nos precediô, abriendo el camino delante de nosotros. Ahora bien, la resurrecciôn serâ al fin del mundo y de todos los hombres al mismo tiempo. Por tanto, este juicio serâ también comûn a todos y final” (cf. ibid., c.242). d) Nadie sabe el dîa del juicio Respecto del primer juicio de Dios, por el que estâ regulada la vida présente de los hombres, hay que decir que el tiempo es conocido de los hombres, pero no la razôn de la retribuciôn, que permanece oculta, principalmente por­ que a los buenos muchas veces les suceden cosas malas en este mundo, mientras que a los malos acaecen cosas buenas. “En los otros dos juicios de Dios se verâ, en cambio, la razôn de la retribuciôn del premio o castigo, pero permaneee ooulto el tiempo, porque el hombre ignora el de su muerte, segûn lo que dice el Eclesiastés (9,12) : Nescit homo finem suum, y nadie puede conocer cuâi sera el fin del mundo. La causa es la voluntad de Dios, completamente desconocida, no solamente por los hombres, sino por toda criatura. Por eso aquel d'.a (Mt. 24,36) ni los ângeles del cielo lo conocen” (cf. ibid., c.242). e) Cristo, juez de vivos y muertos Tora aqui el Santo una cuestiôn muy discutida. Sin entrar en la exegesis de los textos pau’.inos, fundamento de la cuestiôn, y apoyado solamente en el lema de la universalidad de la muerte, como castigo dei pecado, Santo Tomâs afirma que todos morirân. Quizâ esta cuestiôn no es muy propia dei pulpito, mas por la c’.aridad con que la expresa el Angélico encierra cierto interés y puede ser ûtil para cîrcu'.os de Acciôn Catôlica, conferencias, etc. 1201 “Cristo tiene la potestad judicial sobre los vivos y los muertos, puesto que ejercita su juicio no solamente en aquellos que vivcn en el mundo présente, sino en los que al morir salieron del mundo. En el juicio final juzgarâ al mismo tiempo a los vivos y a los muertos, ya se entienda por vivos a los justos, que viven en gracia, y por muertos a los pecadores, que la perdieron; ya por vivos se entienda aquellos que se encuentren taies cuando venga el Seüor, y por muertos aque­ llos que murieron antes de su venida. Mas no hay que en­ tender esto de forma que algunos sean considerados vivos porque nunca murieron, como algunos opinan. El Apôstol dice claramente: Omnes quidem resurgemus (1 Cor. 15,51), pero en otra version se afirma: Omnes qui­ dem dormiemus, esto es, moriremos. Aunque en algunos libros se halle non omnes quidem dormiemus, tal texto no quita consistencia al anterior, porque poco antes habia dicho el Apôstol: Sicut in Adam omnes moriuntur, ita et in Christo omnes vivificabuntur (1 Cor. 15,22). Por tanto, si se dice non omnes dormiemus, no hay que atribuirlo a la muerte dei cuerpo, que serâ comûn a todos por el peca­ do de nuestro primer padre, segûn se expresa en el texto aludido, sino que hay que interpretarla del alma dei peca­ dor. Se distinguirân, no obstante, los que se encuentren en la venida dei Senor, de aquellos que murieron antes, no porque hayan muerto, sino porque en el mismo rapto en que serân arrebatados sobre las nubes al encuentro de Cris­ to en los aires, morirân e inmediatamente resucitarân” (cf. ibid., c.243). f) Tres aspectos del juicio « Propias de todo juicio son estas tres cosas: la presentaciôn ante el juez de los que han de ser juzgados, la discusiôn de sus méritos y la sentencia. 1. Prcsentaciôn “En cuanto a la prcsentaciôn, todos, buenos y malos, desde el primer hombre hasta el ûltimo, serân sometidos al juicio de Cristo, incluso los ninos que murieron sin bautizar o con bautismo”. 2. Discusiôn de méritos “En cuanto a la discusiôn de méritos, no todos serân juzgados. La discusiôn del juicio no es necesaria sino cuando los bienes se encuentren juntamente con los males. Don­ de exista el bien sin mezcla de mal o el mal sin mezcla de bien, no serâ necesaria la discusiôn de méritos. Hay bue- — f1 1202 LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. nos que despreciaron completamente los bienes terrenales y se entregaron completamente a Dios. No es que nunca hubieran pecado, sino que los pecados cometidos fueron tan leves que fâcilmente se perdonaban por el fervor de la caridad. Estos no serân sometidos a la discusiôn de méritos. Otros que, viviendo en el mundo, usaron de las cosas temporales, no contra Dios, pero si apegândose demasiado a ellas, tienen algûn mal mezclado con el bien de la fe y de la caridad, en tan notable cantidad y de tal forma, que no podrian apreciar fâcilmente qué es lo que en ellos prevalecia. Estos serân juzgados con discusiôn de méritos. Los que no tienen fe carecen de todo bien y serân condenados sin discusiôn de méritos. Pero si tienen fe, aunque no tengan caridad ni buenas obras, tienen ya algo que los une a Dios, y, por tanto, es necesaria la discusiôn de méritos”. 3. apartaron de Cristo, permanecerân en la tierra. En cam­ bio, los buenos, que se unieron con Cristo, saldrân a su encuentro levantados en el aire, para ser asemejados a El no sôlo en cuanto a la gloria de su resplandor, sino tam­ bién en cuanto al lugar, segûn lo dice San Mateo: Ubicum­ que fuerit corpus, illic congregabuntur et aquilae (24,28), con lo que se significa a los santos. Se créé que el lugar donde juzgarâ Cristo sera cerca de aquel en que padeciô, segûn aquello de Joel (3,2) : Con­ gregabo omnes gentes, et deducam eas in vallem losaphat et disceptabo cum eis ibi. 3. Otra ci remis tancia Al venir Jesûs al juicio se manifestarân la serial de la cruz y otras seriales de su pasiôn, para que al verlas los impios se aflijan y atormenten, mientras que los justos se alegren de la gloria del Redentor. Sentencia En cuanto a la sentencia, todos serân juzgados, porque la sentencia de Cristo les reportarâ el premio o el castigo (cf. ibid., 243). g) Circunstancias del juicio Modo Habrâ examen, aunque no sera de palabra. El examen no es necesario para que el juez se informe, como sucede en los juicios humanos, ya que todas las cosas estân desnudas y manifiestas ante sus ojos (Hebr. 4,13). Mas es necesario el examen para que “vea cada uno de si mismo y de otros como son dignos de pena o de gloria, y para que asi los buenos puedan alegrarse de la justicia de Dios, y los malos enfurecerse contra si mismos. No hay que pensar que tal examen se haga de palabra, porque se necesitaria un tiempo inmenso para narrar los pensamientos, palabras y obras buenas y malas de cada uno. Se harâ, por tanto, el examen por virtud divina y de manera que inmediatamente vea cada uno todos los bienes y males que hizo, por los cuales es digno de premio o de castigo, y cada uno verâ esto no solo en si mismo, sino en todos los otros. 2. 1203 SEC. 4. TF.6l.QGOS. SANTO TOMAS Lugar Aunque todos, buenos y malos, acompanen a Cristo, los buenos se diferenciarân de los malos no solamente en cuanto a su mérito, sino también en cuanto al lugar en que serân colocados. Los malos, que, amando los bienes terrenales, se h) JUZGARÂN LOS SANTOS t 1. Por comparaciôn Nos juzgarân con Cristo por la sola comparaciôn: los buenos a los menos buenos, o los males a los mâs malos. 2. Por aprobaciôn de sentencia Habrâ algunos que juzgarân por la aprobaciôn de la sen­ tencia, y asi todos los justos. 3. Por participaciôn de la potestad judicial Otros juzgarân con potestad judicial recibida de Cristo. Tal potestad judicial la prometiô el Senor a los apostoles: Vos qui secuti estis me... sedebitis et vos super sedes duo­ decim iudicantes duodecim tribus Israel (Mt. 19,28). Por las doce tribus de Israel no hay que entender ûnicamente a los judios, sdno a todos los fieles. De la misma forma, por los doce apostoles no hay que entender solamente a los diseipulos, sino a cuantos, abandonândolo todo, siguieron a Cristo. Y esto razonablemente, porque para la rectitud del juicio es necesario que el juez esté indiferente respecto de loque ha de juzgar; por tanto, aquellos que tienen su aima completamente despegada de las cosas terrenas, merecen esta dignidad. I.A ÙLTIMA VENIDA DE CRISTO. 2.) DESP. PENT. 1204 B) La resurrecciôn de los muertos (Cf. Opüsculo 13 c.153 1.x.) a) 1. El ALMA tomarA EL mismo cuerpo que tuvo El hecho El aima se une al cuerpo como su forma. A cada forma corresponde siempre la propia materia. Por tanto, es nece­ sario que el cuerpo que ha de unirse de nuevo al aima por la resurrecciôn, sea de la misma naturaleza y especie de aqbel que dejô por la muerte. El aima en la resurrecciôn no tomarâ un cuerpo celestial o aéreo, o un cuerpo de cualquier otro animal, como algunos han creido, sino un cuerpo humano, compuesto de carne y huesos y con los mismos ôrganos de que ahora consta. De la misma manera, a la forma numéricamente idéntica debe corresponder la misma materia numéricamente idéntica; por lo tanto, siendo la misma aima racional numéricamente la que ha de unirse, es necesario que se una al mismo cuerpo numéricamente en la resurrecciôn. 2. Con todos sus miembros El cuerpo en la resurrecciôn conservarâ todos sus miem­ bros, si bien cesarân los actos a los que se destinan. Es conveniente que en la reparaciôn del hombre resucitado se repare la naturaleza integra. Sin los miembros no estaria el cuerpo integro. Ademâs, si el hombre en aquel estado ha de recibir pena o premio, segûn los actos ejecutados en la vida, es conveniente que los hombres conserven los mis­ mos miembros con los que han servido o al pecado o a la santidad, para que asi scan castigados o premiados los mis­ mos que pecaron o merecicron (cf. ibid., c.157). 3. Sin ningUn defecto Los defectos son contrarios a la intogridad de la natu­ raleza. Si esta ba de ser reparada integramente, dpben desaparecer los defectos. Ademâs, los defectos en el hombre provienen de una deficiencia de la virtud natural, principio de la generaciôn humana. Mas como la resurrecciôn serâ obra de la virtud divina, que no es compatible con los de­ fectos, éstos desaparecerân (cf. ibid., c.158). 4. Por virtud divina Todo aquello que se corrompe segûn su propia sustancia, segûn la fuerza natural no puede restablecerse de nuevo en identidad numérica. sino en identidad especifica. No es la SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS 1205 misma nube la que desaparece por la lluvia y la que es engendrada de nuevo por la evaporaciôn del agua. El cuerpo humano se corrompe sustancialmente por la muerte. No pue­ de, pues, ser reparado en identidad numérica por obra de la naturaleza. De la misma forma, las fuerzas naturales tampoco pueden restituir los ôrganos o sentidos de los que fué privado el hombre. Ahora bien: en la resurrecciôn el hombre resucitarâ con el mismo cuerpo y, ademâs, sin ningûn de­ fecto. Por tanto, es claro que la resurrecciôn serâ por virtud divina (ibid., 154). b) ReSUCITARÂN LOS II OMBRES PARA NO MORIR MAS Los hombres tienen ahora una vida corruptible. Entonces la tendrân incorruptible. Si la naturaleza en la generacicn del hombre da un ser perpetuo, mucho mâs lo darâ Dios en su reparaciôn, puesto que, si la naturaleza lo da, se debe a la virtud de Dios. En la reparaciôn del hombre no se mira solamente la perpftuidad del ser especifico, puesto que podria obtenerse éste mediante la generaciôn continua, sino que se intenta la perpetuidad del ser individual. Por tanto, todos los hombres resucitados vivirân perpetuamente (cf. ibid., c.155). c) Unos serân premiados y otros castigados Cuando existe un camino determinado para llegar a una meta, no pueden alcanzarla los que toman un camino con­ trario o los que se apartan del verdadero. Hay un camino para llegar a la felicidad, a saber, la virtud. No se puede conseguir el fin sino mediante la operaeiôn recta de aquello que le es propio. No alcanzarla nunca el corredor el premio del vencedor si no ejercitara rectamente su oficio. Ahora bien: la recta operaeiôn de aquello que es propio del hombre es la virtud, que se define “lo que hace bueno al que la posee y lo que vuelve buena su propia operaeiôn”. Por tanto, si èl ûltimo fin del hombre es la vida eterna, no todos llegarân a ella, sino aquellos que obraren la virtud (cf. ibid., c.172). C) Senales que precederân a la venida de Jesucristo a) Habra senales “Cristo, al venir a juzgar, aparecerâ en forma gloriosa, a causa de la autoridad que se debe al juez. Mas a la dig­ nidad de la potestad judicial pertenece tener algunos indicios que induzean a reverencia yj^ujeciôn. Y, por tanto, LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. a la venida de Cristo al juicio precederân muchas seüales que conduzcan los corazones de los hombres a la sujeciôn del juez que ha de venir y los preparen para el juicio, previniéndolos o advirtiéndolos de él de antemano con taies seüales. Cuâles sean estas, no puede saberse fâcilmente...’’ (cf. Sum. Theol. Supl. q.73 a.il). b) No SE PUEDEN DETERMINAR CON EXACTITUD “Las seüales que se leen en los Evangelios no sôlo pertenecen a la venida de Jesucristo al mundo, sino también al tiempo de la destruction de Jerusalén y a la venida con que Cristo visita continuamente a su Iglesia; de modo que, si se advierte diligentemente, se hallarâ que ninguna de aquéllas pertenece a la futura venida, como El mismo dice; porque aquéllas seüales que se indican en los Evangelios, como las luchas, los terrores y otras cosas semejantes, las ha habido desde el principio del género humano. Al menos que tal vez se ciga que en aquel tiempo tendrân mâs vigor; pero segûn qué medida denuncien el cercano juicio, es incierto” (cf. ibid.). c) OBSCURECIMIENTO DEL SOL Y DE LA LUNA “Si hablamos del sol y de la luna en cuanto al mismo momento de la venida de Cristo, no es creible que se obscurecerân por la privation de la luz, porque todo se renovarâ al venir Cristo y al resucitar los santos. Pero si hablamos de ellos conforme al tiempo cercano antes del juicio, en este sentido podrâ suceder que el sol y la luna y los otros lumi­ nares del cielo se obscurezcan por la privation de su luz, ya en diversos tiempos, ya simultâneamente, haciendo esto la virtud divina para terror de los hombres" (cf. ibid., q.2). d) Se conmoverAn las virtudes de los cielos El nombre de virtudes de los cielos puede designar a to­ dos los espiritus celestiales; al decirse, segûn esta acepciôn, que se conmoverân, se quiere significar que se admirarân por la novedad que habrâ en el mundo. Pero puede tomarse el nombre de virtudes de los cielos para significar un orden de Angeles, a saber, aquellos que tienen por oficio propio mover los cuerpos celestes. “Entonces, pues, se moverân porque cesarân de su efecto, no moviendo, en lo sucesivo, los cuerpos celestes; asi como los ângeles que estân destinados para guarda de los hombres no se entregarân en adelante a su oficio” (cf. ibid., Supl. q 73 a.3 c). SEC. 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMÂS e) 1. 1207 PURIFICACIÔN DEL MUNDO FOR EL FUEGO El mundo, manchado por la culpa del hombre, neces ita de purificaciôn “Como el mundo fué hecho en cierto modo a causa de) hombre, conviene que cuando el hombre sea glorificado segùn el cuerpo, también los otros cuerpos dei mundo se muden en mejor estado, para que asi haya para él lugar mâs conveniente y de aspecto mâs deleitable... Para que el hom­ bre consiga la gloria dei cuerpo, conviene remover antes aquéllas cosas que se oponen a la gloria, que son dos, a sa­ ber: la corruption y la infection de la culpa, porque, como dice el Apôstol (1 Cor. 15,50), la corruption no heredarà la incorrupciôn, y fuera de la ciudad de la gloria estarân todos los inmundos (Apoc. 22,15). Y del mismo modo con­ viene también que los elementos sean purificados de sus con­ trarias dispositiones antes de ser conducidos a la novedad delà gloria... Aunque la cosa corporal no pueda ser propiamente sujeto de la infection de la culpa, sin embargo, por la culpa se déjà en las cosas corporales cierta incongruidad para ser afectadas por las espirituales. Por eso los lugares en que se han cometido algunos crimenes no se reputan ido­ neos para ejercer en ellos algunas cosas sagradas sino previa cierta purification...” (cf. ibid., q.74 a.l). 2. Se harâ por medio del fuego La purificaciôn ha de quitar dei mundo la infecciôn dejada por la culpa y ha de ser disposiciôn para la gloria. La purificaciôn se harâ por medio del fuego. En primer lu­ gar, porque el fuego, como el mâs noble de los elementos, tiene propiedades naturales mâs semejantes a las de la gloria, como se observa principalmente en la luz. En segundo lugar, porque el fuego no se mezcla, como otros elementos, con objetos extrafios, por la eficacia de su virtud activa. Y en tercero, porque la esfera del fuego estâ dis­ tante de nuestra habitation, y no nos es tan comûn el uso del fuego como el de la tierra, el agua y el aire, por lo cual no se inficiona o corrompe asi, y ademâs tiene una eficacia mâxima para purificar y para dividir sutilizando los objetos. 3. Precederâ al juicio “La conflagration, segûn la verdad de la cosa, en cuan­ to a su principio, precederâ al juicio; por lo cual manifiestamente puede colegirse que la resurrection de los muertos le precede; lo cual muestra claramente el Apôstol 1208 * · LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 2.| DESP. PENT. (1 Thes. 4,16), cuando dice que aquellos que durmleron 0 murieron serân arrebatados en las nubes para salir al encucntro del Seûor. en los aires, al venir al juicio. Pero al mismo tiempo sera comûn la resurrecciôn y la glorifica· ciôn de los cuerpos de los santos. Porque éstos, al resucitar, revestirân cuerpos gloriosos, segûn afirma San Pablo (1 Cor. 15,43). Mas al mismo tiempo, cuando los cuer­ pos de los santos sean glorificados, también toda criatura se renovarâ a su modo, como se ve por lo que dice el Apésto.· (Rom. 8,21) : Las criaturas serân libertadas de la servidumbre de la corruption para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Asi, pues, como la con­ flagration dei mundo es disposition para la renovation mencionada, segûn se ve por lo dicho (a.l y 4), manifiestamente puede colegirse que esta conflagration, en cuanto a la puri­ fication dei mundo, précédera al juicio” (cf. ibid., a.7). H. SAN BUENAVENTURA El estado del juicio final A) Damos nn resunien de esta doctrina, amplianiente expuesta por el autor en el tratado Del estado del juicio final y con nmcha trecuencia repetida a lo largo de sus obras. No queremos, por ejemplo, omitir la alusiôn al tratado sobre El ârbol de la vida (cf. Fru­ to XI, en Obras de San Buenaventura [BAC] t.2 p.343-347), en que habla de Jesucristo juez y de la equidad de su juicio. Veatnos la doctrina sisteruatizada en el Breviloquio (cf. Sept, parte en o.c., t.i p.497 ss.). a) Del juicio en general Dios juzgarâ por Jesucristo a todos los hombres de to­ das sus obras. La razôn estriba: 1. En que es causa efleiente formai y final dei ser humano Dios ha hecho al hombre criatura rational y le ha dotado de libertad; por tanto, es criatura beatificable. Dios, suma verdad, da al hombre una ley, con cuyo libre cumplimiento puede hacerse digno de la felicidad eterna. Dios, suma bondad, consuma la felicidad del hombre que observo la justicia, segûn la ley impuesta. Y como unos obran asi y otros no, “para que se manifiestc la alteza del pc-der, la rectitud de la verdad y la plenitud de la bondad, es necesario que exista un juicio universal, donde haya justas recompensas de premio, manifiestas declarationes de méritos e irrevocables pronunciamientos de sentencias, a fin de que SEC. 4. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA 1209 en la justa recompensa de los premios vaya la plenitud de la suma bondad, y en las manifiestas declarationes de los méritos se vea la rectitud de la verdad, y en los irrevocables pronunciamientos de sentencias se reconozca la alteza de la suma virtud y potestad”. Segûn esto, todos los hombres son o culpables 0 justos; luego todos deben ser juzgados. /iff Porque debe aparccer Cristo como libro do la vida que lo contione todo Para declarar los méritos y démérites de los hombres. Porque Cristo pronuncia para todos convenicn l emente la sentcncia irrevocable La sentencia irrevocable debe pronunciarse por uno que pueda ser visto y oido y de quien no quepa apelaciôn. Por tanto, el juez no puede ser Dios apareciendo en su divinidad, porque no puede ser visto por los réprobos; no puede ser una pura criatura, porque cabria apelaciôn; luego debe ser Jesucristo, que es Dios en forma humana, alegria de los justos y espanto de los impios. b) 1. PREÂMBULOS DEL JUICIO FINAL. EL PURGATORIO Naturaleza dei purgatorio En él hay fuego material, donde se purifican las aimas de los justos que no practicaron aqui la debida penitencia ni ofrecieron satisfaction condigna. Es pena menos grave que la del infierno, pues se conserva la esperanza del cielo. Allî se purifican las aimas de las escortas del pecado. La pena es temporal, pues tan pronto como se purifican las aimas vuelan al cielo. ** 2. Necesidad dei purgatorio L Lo exige la infinita perfecciôn de Dios. “De igual ma­ nera que la Suma Bondad no sufre que el bien quede sin recompensa, tampoco debe sufrir que el mal quede sin cas­ tigo. Ahora bien, puesto que mueren a veces los hombres justos sin haber hecho penitencia cumplida en esta vida, y no debe quedar en ellos sin recompensa el mérito de la vida eterna y a la vez sin castigo la perniciosa influencia de la culpa, para que no se perturbe la belleza del orden uni­ versal es necesario asimismo que por algûn tiempo sean eastigados segûn las exigentias y el reato de sus culpas”. · •c . vÿ^**·*®**^ Λ 1210 8. Cualidades de la pena dei purgatorio La cualidad de la pena debe ser: 1. ° Justamente punitiva El aima ha de recibir castigo material para que sea afligida por las criaturas inferiores, a las cuales se sometié por el pecado, despreciando a Dios y envileciéndose a si misma. Como al mismo tiempo se encuentra en gracia aquella aima, serâ la pena mâs o menos duradera, segûn que “pe­ netro mâs en la medula del corazôn el amor de las cosas mundanales”. 2. ® Dignamente sati^f actoria Ahora bien, como la satisfacciôn es posible sôlo a una voluntad libre y en estado de merecer, o sea, mientras vivimos en la tierra, es necesario suplir esta satisfacciôn con la acerbidad de la pena. Como la purificaciôn actûa sobre un aima en gracia, el castigo es mâs suave que el del in­ fierno, el culpado no llega a caer en la desesperaciôn y sabe con certeza que su estado es distinto del de los condenados en el infierno. 3. ° Suficientemente purificadora Esta purificaciôn es espiritual y puede causaria el fuego de dos maneras distintas: “o porque el mencionado fuego tcnga poder comunicado de Dios sobre el espiritu o, segûn ve· mâs creible, porque el poder mismo de la gracia que mora en lo interior, con el auxilio de la pena exterior, purifique suficientemente el aima...” c) PREÂMBULOS DEL JUICIO FINAL: LOS SUFRAGIOS de la 1. Iglesia Naturaleza de los sufragios Los sufragios de la Iglesia aprovechan a los muertos, pero solamente a los que estân en el purgatorio. Aprovecban mâs o menos, “ya teniendo en cuenta la diversidad de méritos, en los muertos, ya también la caridad de los vivos, que se afana mâs en favor de unos que de otros”. Con los sufragios se consigue o la mitigaciôn de la pena o la mâs pronta liberaciôn, segûn la economia de la divina Providencia. I 2. SI C. 4· TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. 1211 en estado deplorable y no les es dado auxiliarse de sus obras y de sus méritos.” Dios ha querido armonizar la rectitud de la justicia con la suavidad de la misericordia. Para que asi sea, se exigen determinadas condiciones en estos su­ fragios. 3. Condiciones de los sufragios Para que éstos sean justos: 1. ° Deben dar a Dios el honor debido Puesto que se trata de una obra de satisfacciôn de la divina justicia. Sean, por tanto, los sufragios obras satisfaetorias, como ayunos, oraciones y limosnas, y, sobre todo, la celebraciôn de misas, en las cuales principalmente se da a Dios el honor debido... “No deben contarse entre los su­ fragios de la Iglesia la pompa de las exequias y la disposi­ tion del cortejo fûnebre y otras cosas por el estilo, que no son propiamente en honor de Dios”. 2. ° Son aplicables sôlo a las aimas dei purgatorio No aprovechan a los condenados, porque al estar separados de la Cabeza, que es Cristo, “ninguna influencia espiritual llega a ellos, ni les aprovecha, al igual que la influencia de la cabeza no aprovecha a los miembros amputados del cuerpo”. Ni aprovechan estos sufragios a los bienaventurados, por estar ellos en el término, sin que puedan subir mâs alto. Aprovechan sôlo a los que penan en el purgatorio, los cuales, “atendida la pena y la imposibilidad de ayudarse, son inferiores a los vivos; atendida la justicia, estân unidos con los demâs miembros de la Iglesia” y, segûn el orden divino, pueden ayudarles nuestros sufragios. 3? Valor relativo y absoluto de los sufragios Los ofrecidos por los difuntos en general, aunque a to­ dos aprovechan algo, benefician en mayor escala a los que en el estado de viadores mâs merecieron que les aprovecharan y favoreciesen. d) CONCOMITANCIAS DEL JUICIO: CONFLAGRACIÔN DEL FUEGO Justificaciôn de los sufragios Dios, que es suma severidad con el mal, es suma sua­ vidad con el .bien; la severidad pide las penas del purgatorio; la suavidad quiere que los que alli estân sean aliviados con nuestra protecciôn, “tanto mâs euanto se hallan E1 fuego irâ delante del Juez, y como el diluvio purifi­ co el mundo con las aguas, asi esta conflagraciôn purificarâ y renovarâ con fuego todos los elementos. Razôn de esta purificaciôn: Porque el mundo sensible fué hecho y ha seguido siempre su condiciôn; los caminos LA ÙLTL.MA VLN'IUA DE CR1STO. 24 DESP. PENT. 1212 del mundo, como los del hombre, han sido estado de bien y de paz, caida y desorden, y deberâ ser, finalmente, para uno y otro renovaciôn y consumaciôn, con el fin de que vayan, segûn la sabiduria divina, acordes el morador y la morada. e) CONCOJIITANCIAS DEL JUICIO : RESURRECCIÔN DE LOS CUERPOS En el juicio final resucitarân los cuerpos de todos los hombres al mismo tiempo. Serân numéricamente los mis­ mos, aunque los buenos aparecerân en estado glorioso, y los malos Uenos de miserias y defectos. Exigen esta resurrec­ ciôn universal: 1. La justicia divina Cristo, Cabeza nuestra por la infusiôn de la gracia Segûn esto, como Cristo no tuvo defecto ninguno en sus miembros, “es conveniente que los buenos resuciten en las mejores condiciones, y, por esto, necesario es tam­ bién que se quiten de ellos los defectos, salva, empero, la naturaleza. Es asimismo conveniente que, si faltaba algûn miembro, se supia la falta; si habia alguna superfluidad, se quite; si algûn desorden en los miembros, se corrija; si alguien era pârvulo, le sea dada por virtud divina la euan­ tia de la edad de Cristo, esto es, lo que ténia en la resu­ rrecciôn, bien que no igual en la mole; si decrépito, se le retraiga a la misma edad; si gigante o enano, se le acondicione a conveniente estatura, para que asi todos integros se encuentren, cual varones perfectos, segûn la medida de la plenitud de Cristo. 3. La perfecciôn de la naturaleza h ——· ·■1 ,na Pide, por fin, que resucite numéricamente su mismo cuerpo, con el cual se una como materia con forma, para constituir el mismo compuesto sustancial que existiô en la vida humana. Esto se verificarâ por “un proceso maravilloso y sobrenatural y segûn la ordenaciôn de la voluntad divina”. ------ f) 1213 ■ “ LO QUE ΠΑ DE SEGUIR AL JUICIO: EL· INFIERNO 1. Naturaleza del infierno Es el lugar material de tormentos eternos proporcionados al demérito de cada uno de los réprobos. Las penas del mismo son: fuego que abrasa a espiritus y cuerpos, tormeiitos para todos los sentidos, pena del gusano o remordimiento de conciencia y privaciôn de la vista de Dios. 2. Justificaciôn del infierno Lo réclama la justicia rectisima e infinita de Dios, que exige castigo del pecado segûn la euantia de la culpa. Los que por la impenitencia menosprecian la ley de la mise­ ricordia deben caer en la severidad de la justicia. 3. Esta “réclama necesariamente que el hombre que mereciô o desmereciô, no sôlo en el aima ni sôlo en el cuerpo, sino en aima y cuerpo juntamente, sea castigado o premiado en ambos”. 2. SEC. 4. TEÔLOGOSj SAN HUENAVENTURA e Eternidad del infierno “La culpa grave, a la que sigue la impenitencia final, tiene en si razôn de desviaciôn perpetua, esto es, de Dios, y procede de la voluntad, que querria deleitarse en el pe­ cado perpetuamente”. El deleite pasa, pero la desviaciôn perpetua subsiste por la adhesion permanente de la volun­ tad al mal; por esto, Dios castiga para siempre, sin cambio posible de sentencia. 4. Acerbidad de la pena El pecado es menosprecio de Dios por deleite desordenado en las criaturas; consiguientemente, el menosprecio de Dios se castiga arrojando al pecador al lugar mâs bajo y alejado de la gloria, esto es, a lo profundisimo del in­ fierno; y es castigado por el fuego, criatura material, mâs vil que el espiritu a quien atormenta, y que abrasa sin consumir y atormenta a unos mâs y a otros menos, como un mismo fuego quema de distinto modo la paja y el lefio. 5. Diversidad de penas Très son principalmente las que corresponden al triple desorden del pecado: por la aversion que hubo de Dios, existirâ privaciôn de su vista; por la conversion a las cria­ turas, el fuego material; por la desviaciôn de la voluntad contra el dictado de la razôn, el remordimiento de la con­ ciencia. B) La formidable equidad del ultimo juicio Por la cqncisiôn y abnndancia de pensamientos y afectos, es dig­ no de reproducirse el texto de San Buenaventura sobre la equidad del juicio final (cf. Soliloquio, en Obras de San Buenaventura [BACJ SEC. 4. TE0LOGOS. SAN BUENAVENTURA LA ULTIMA VEN1DA DE CKLSTÛ. 2.| DESP. PENT. 1214 Si es horrible la meditaciôn de la muerte, el pensamiento del juicio final, en mi sentir, no es menos formi­ dable; porque en aquella hora ninguno podrâ enganar a la sabiduria, doblegar a la justicia, mover a la clemencia, ni declinar la sentencia de venganza y recompensa justa”. b) Testigos y c) La cuenta “San Anselmo en sus Meditaciones dice: ;Oh aima pecadora, leno inûtil y ârido, diputado a las Hamas eternas!, 4 qué responderâs en aquel dia cuando se te pida estrecha cuenta hasta de un abrir de ojos, de todo el tiempo por ti gastado y como gastado?” Di, aima mia, iqué serâ en­ fonces de los pensamientos vanos y ociosos, de las pala­ bras ligeras, jocosas y chocarreras, de las obras inutiles y sin fruto? El nocerse algo mâs lamentable y terrible que aquel idî 4 Ni niâs deleitable que aquel venid? Dos palabras, una la mâs espantosa, otra la mâs dulce que oirse pueden. ;Oh aima! Aléjate ahora dei mundo para que puedas enfonces permanecer con Cristo. Huye ahora dei mundo para gozar en­ fonces de la compania de Dios. Apârtate ahora de las companias de los malos para que se te concéda enfonces seguir los ejércitos de los escogidos”. acusaciones “Considera, aima mia, con temor, qué sera de ti en el ùltimo dia, cuando contra ti hable la conciencia de tus pensamientos intimos, cuando te acusen los elementos de todas tus acciones, cuando la cruz sea presentada contra ti en testimonio, y griten los azotes, y las llagas y los clavos hablen, y las cicatrices levanten querella contra ti. ;Oh, qué angustias! De un lado, los pecados acusando; de otro, la justicia aterrorizando ; dentro, la conciencia remordiendo; abajo, el caos horrible del infierno; arriba, el justo Juez airado; afuera, el mundo ardiendo; dentro, la justicia del juez atemorizando. Y si el justo apenas serâ salvo enfonces, el pecador y el impio, idônde comparecerân? iAdônde irân? Esconderse, imposible; comparecer, in­ tolerable...” d) 1215 pensamiento del juicio nos prépara para él “San Ambrosio en sus Comentarios al evangelio de San Lucas dice: ;Ay de mi si no llorare mis pecados! ;Ay de mi si no me levantare a media noche a confesarme a Ti! Ya estâ puesta la segur a la raiz del ârbol; dé fruto, el que pudiere, de gracia; el que deba, de penitencia”. ;Oh alma!, ya veles, ya duermas, siempre resuene en tus oidos aquella horrible trompeta: Id, malditos, al fuego eterno; venid, benditos, tomad posesiôn del reino. ;Oh! ;Puode co- H SEC. 5. AUTORES VARIOS. SANTA TERES' SECCIOX V. ALTORES VARIOS en esto que he escrito, y no se espante vunstra merccd sino cômo vivo viendo estas cosas y mirândome a mi. Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido” (cf. Vida c.40, 10: BAC, t.l p.871). C) I. a) El juicio de El juicio final Dios, diferente al de los hombres “No hay en eso por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes y a quien con mâs mortification y humildad y limpieza de conciencia sirviera a Nuestro Senor, que ésa serâ la mâs santa, aunque la certidumbre poco se puede saber aeâ, hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allâ nos espantaremos de ver cuân diferente es su juicio de lo que aeâ podemos entender...” (cf. Moradas sex­ tas c.8,10: BAC, Obras completas t.2 p.458). b) LA MIRADA DE CRISTO EN EL JUICIO “Ya sabéis, Sefior mio, que muchas veces me hacia a mi mâs temor acordarme si hab'a de ver vuestro divino rostro airado contra mi en este espantoso dia del juicio final que todas las penas y furias del infierno que se me representaban; y os suplicaba me valiese vuestra miseri­ cordia de cosa tan lastimosa para mi, y asi os lo suplico ahora, Sefior. '6 Qué me puede venir en la tierra que llegue a esto? Todo junto lo quiero, mi Dios, y librame de tan grande aflicciôn. No deje yo, mi Dios, no deje de gozar de tanta hermosura en paz. Vuestro Padre nos diô a Vos, no pierda yo, Srfior mio, joya tan preciosa’’ (cf. Exclama­ tiones XIV, 2: BAC, t.2 p.652). SANTA TERESA DE JESUS A) 1217 d) El PENSAMIENTO DEL JUICIO AYUDA A LA REFORMA DE VIDA “iOh hijos de los hombres! ‘6 Hasta cuando seréis duros de corazôn y le tendréis para ser contra este mansisimo Jesûs? 4Qué es esto? iPor ventura permanecerâ nuestra maldad contra El? No, oue se acaba la vida del hombre como la flor del heno y ha de venir el Hijo de la Virgen a dar aquella terrible sentencia. jOh poderoso Dios mio! Pues, aunque no queramos, nos habéis de juzgar, 4 por qué no miramos lo que nos importa teneros contento para aquella hora? Mas iquién no querrâ Juez tan justo? Bienaventurados los que en aquel temeroso punto se alegraren con Vos, ioh Dios mio y Senor mio! Al que Vos habéis levantado, y él ha conocido cuân miseramente se perdiô por ganar en muy breve contento y estâ determinado a contentaros siempre, y ayudândole vuestro favor (pues no faltâis, Bien mio de mi aima, a los que os quieren, no dejâis de responder a quien os llama), iqué remedio, Senor, para poder después vivir, que no sea muriendo con la me­ moria de haber perdido tanto bien como tuviera estando en la inocencia que quedô del bautismo? La mejor vida que puede tener es morir siempre con este sentimiento. Mas el aima que tiernamente os ama, icômo lo ha de po­ der sufrir?” (cf. Exclamaciones III: BAC, t.2 p.641). CLARIDAD DEL JUICIO “Digamos ser la Divinidad como un muy claro diaman­ te, muy mayor que todo el mundo, o espejo..., y que todo lo que hacemos se ve en este diamante, siendo de manera que él encierra todo en si, porque no hay nada que saiga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aqui en este claro d amante, y lastimosisima, cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados... ;Oh, quién pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y feos pe­ cados hacen, para que se ncuerden que no son ocultos y que con razôn los siente Dios, pues tan présentés a la Majestad pasan y ran desacatadamente ros habemos delante de El! Vi cuân bien se merece el infierno por una sola culpa mortal; porque no se puede entender cuân gravisima cosa es haeerla delante de tan gran Majestad... Hame hecho considerar si una cosa como ésta asi déjà espantada el aima, iqué serâ el dia del juicio, cuando esta Majestad claramente se nos mostrarâ y veremos las ofen­ sas que hemos hecho? ;Oh, vâlgame Dios, qué ceguedad es esta que yo he traido! Muchas veces me he espantado M palabra de C. 5 ■M· ‘4ΛΚΙ ■ ‘r gLh· ■»·**’>* — ) 1 L\ ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. 1218 SEC. 5. AUTOR RS VARIOS. FRAY LUIS DE J.F.ÔN FRAY LUIS DE LEON JUICIO SE ALABAR LA MISERICORDIA DE CRISTO CON LOS HOMBRES "Parece que tengo olvidadas vuestras grandezas y misericordias, y cômo vinisteis al mundo por los pecadores, y nos comprasteis por tan gran precio, y pagasteis nues­ tros falsos contentos con sufrir tan crueles tormentos y azotes. Remediasteis mi ceguedad con que tapasen vuestros divinos ojos, y mi vanidad con tan cruel corona de espinas. jOh Senor, Senor! Todo esto lastima mâs a quien os ama; sôlo consuela que serâ alabada para siempre vuestra mi­ sericordia cuando se sepa mi maldad; y, con todo, no sé si quitarân esta fatiga hasta que con veros a Vos se quiten todas las miserias de esta mortalidad” (cf. Excl amado- B) a) El purgatorio Es RARA EL ALMA QUE NO PASA POR ÉL "No quiero decir mâs de estas cosas; porque, como he dicho, no hay para qué, aunque son hartas las que el Senor me ha hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he visto, dejar ningùn alma de entrar en purgatorio, si no es la de este padre y santo Fr. Pedro de Alcântara y el padre dominico que queda dicho. De algu­ nos ha sido el Sefior servido vea los grados que tienen de gloria, representândoseme en los lugares que se ponen” (cf. Vida c.28: BAC, t.l p.768). b) ’C; 'Λ»* Tormento del alma en el purgatorio "El entendimiento estâ muy vivo para en tender la razôn que hay que sentir de estar aquel aima ausente de Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva noticia de Si en aquel tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado, que procede quien la tiene en dar grandes gritos. Con ser persona sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, no puede hacer entonces mâs; porque este senti­ miento no es en el cuerpo, como queda dicho, sino en lo interior del aima. Por esto saeô esta persona cuân mâs recios son los sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representô ser de esta manera los que padecen en el pur­ gatorio, que no les impide no tener cuerpo para dejar de padecer mucho mâs que todos los que aeâ, teniéndole, pa­ decen” (cf. Moradas sextas c.ll, 2: BAC, t.2 p.468). 1219 Cristo, centro y fin de la creaciôn De acuerdo con la tradiciôn primitiva, los autores de hoy vuelven a considerat el dia del juicio como el del triunfo de Cristo. en que este se présenta «recapilulândolo todo*. El Padre lo creô todo en El, por El y para El. En su ùltima venida tendrâ lugar la perfecciôn de éste para El al colocar a Cristo conio centro visible de cielos y tierra. Fray Luis de Leôn expone los fundamentos teolôgicos de este Cristo centro de los munaos y tiempos en el nombre de Pimpollo (cf. Fray Luis de Leôn, Obras completas castellanas [BAC] 2.a ed. p.407-421). A) El nombre de Pimpollo En la lengua original es cemah, que la Vulgata traslada por oriens o germen, y en él se toca la cualidad y orden del nacimiento de Cristo. Dâsele este nombre en multitud de lugares, y especialmente en Isaias (4,2), Jeremias (5,15), Zacarias (5,8-12). Isaias nos lo présenta naciendo como pimpollo del Sefior en el dia en que llueven calamidades sobre la ciudad y Jerusalén es destruida. Y, en efecto, “cayendo Jerusalén comenzô a levantarse la Iglesia. Y aquel a quien poco entes los misérables habian condenado..., él solo y clarisimo relumbrô por la redondez de la tierra”. Decir que Cristo es Pimpollo es decir que todas las maravillas de la creaciôn fueron ordenadas por Dios con el intento de hacer hombre a su Hijo x. B) T res co munie a done s del bien divino Cristo es el pimpollo o fruto sabrosisimo a que se ordena todo este ârbol de la creaciôn. Dios creô libremente la hermosura dei mundo, y como racional y libre debiô proponerse un fin, que no puede ser recibir, sino dar perfecciones, puesto que El no es capaz de aumento alguno. Creô, pues, el mundo para repartir en sus criaturas sus bienes. Cuando mâs buena es una, mâs se inclina a ello. Ahora bien, “iqué bienes o qué comunicaciôn de ellos fué aquella a quien como blanco enderezô Dios todo el oficio de esta obra suya?” Los bienes que intentô comunicar son très: e·— * Segûn San Alberto Magno, Escoto, Suârez y San Francisco de Sales, Dios, al creor el munda, pensô en la encarnaciôn de su Hijo, la cual sôlo tuvo como fin redimirnos después de haber pecado Adân ; de modo que, aun cuando no hubiéramos caido, el Verbo se hubiera hecho carne, celebrândose rn el tiempo lo que veremos en el fin, aunque sin condenaciôn de pecadores. 7- ··* 1220 Los de naturaleza a) Bienes que aunque de Dios, como todo lo creado, sin embargo, pùsolos en la criatura “para que le fuesen propios y naturales, que es todo aquello en que consiste su ser y lo que de ello se sigue". b) Los DE GRACIA “No los plantô Dios en lo natural de la criatura ni en la virtud de sus naturales principios para que de ellos naciesen, sino sobrepùsoles El por si soio a lo natuial”. Pero, con todo y reflejar siempre a Dios, lo hacen con imperfection, pues el ser natural refleja el ser de Dios y el de gracia se asemeja, no sôlo en el ser, sino en su modo y estiio, pero ni uno ni otro parecerse pasa de ser una semejanza. . c) La uniôn El Verbo encarnado, fin de la creaciôn La obra mejor y mâs perfecta de un artifice es el fin de las obras. Si, pues, “créé Dios todas las cosas solamente por comunicarse con ellas, y si esta dâdiva y comunicaciôn acontece en diferentes maneras..., y si una de estas maneras es mâs perfecta que otras, ino os parece que pide la misma razôn que un tan grande artifice y en una obra tan grande tuviese por fin de toda ella la mayor y mâs perfecta comunicaciôn de si que pudiese?” La mayor de cuantas cosas pudie.on hacerse es la union personal que se verificô en el Verbo divino. ‘‘Luego necesariamente se sigue que Dios, a fin de hacer esta union binaventuiada y mara villosa, creô cuanto parece..., es decir, que el fin para que fué fabricada toda la variedad y belleza Utl mundo tué para sacar a luz este compuesto de Dios y hombre, o por mejor decir, este juntamente Dios y hombre que es Jesucristo LEON 1221 "Por manera que Cristo es llamado fruto..., porque es el fruto para cuya production se ordenô y fabrico todo el mundo". Por eso, Isaias, deseando su venida, se lo pedia a Ip. creation didendo: Derramad rodo, cielos..., y vos, nubes, lloviendo, enviadnos al Justo, y la tierra se abra y produzca y brote al Salvador (45,8). Darle este nombre es darnos la Escritura a entender que es el fin de todo, porque asi como en el ârbol la raiz no se hizo para si, ni menos el tronco..., sino lo uno y lo otro, juntamente con las ramas, la flor y la hoja..., se ordena al fruto que de él sale, que es el fin y como remate suyo, asi, por la misma manera, estos cielos extendidos que vemos, las estrellas que en ellos dan resplandor..., la tierra pintada de flores..., este universo todo, cuan grande y hermoso es, lo hizo Dios con el fin de hacer hombre a su Hijo. D) Cristo, compendio y cabeza de todo lo creado PERSONAL Por eso Dios intentô la tercera comunicaciôn, y perfectisima, en la que las criaturas no remedan a Dios, sino que vienen a ser el mismo Dios, porque se juntan con El en una peisona. De los bienes de la naturaleza participan todas las criaturas; de los sobrcnaturales, las nteligentes, y de la union personal, sôlo un hombre que en cierta manera une con Dios a toda la creation, porque, siendo espiritual y corporal, es como compendio de toda ella. C) SEC. 5. AÜTORIS VARIOS. FRAV LUIS 1 )J LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. a) Compendio “Y asi como el fruto, para cuyo nacimiento se hizo en el ârbol la firmeza del tronco, y la hermosura de la flor, y el verdor..., nacido contiene en si y en su virtud todo aque­ llo que para él se ordena en el ârbol, o por mejor decir, al ârbol todo contiene; asi también Cristo, para cuyo nacimiento creô primero Dios las raices firmes y hondas de los elementos y levanto sobre ellas después esta grandeza del mundo con tanta variedad..., lo contiene todo en si y lo abarca y resume todo en él, y, como dice San Pablo (Col. 1, 16), se récapitula todo lo no criado y criado”. b) Cabeza Como hemos colegido de su cualidad de fruto que Cristo es el fin de esa misma cualidad, deduciremos que es centro y cabeza de toda la creation, y lôgicamente lo mâs hermoso de toda ella. Fray Luis expone la belleza de un palacio y como de ella se saca la potencia y principalidad de su sefior y rey. Del mismo modo, admirando el mundo, podemos contemplar la hermosura de quien debe ser su cabeza. E) Frutos en Cristo el dia del juicio “Todo aquello que es verdadero fruto en los hombres, digo fruto que merezca parecer ante Dios...”, nace de Cristo. Suya es la justicia con que nos presentaremos ante Dios, SEC. 5. AUTORES VARIOS. GRANADA 1222 LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 2-| DESP. PENT. hasta el punto de que San Pablo nos amonesta de que nos vistamos de Cristo, porque el vivir santamente es imagen de Cristo. Cristo nos comunica su espiritu, de modo que cada uno se llame Cristo y todos juntos formemos un mismo Cristo. Hijuelos mios, que os engendra otra vez hasta que Cristo se forme en vosotros (Gai. 4,19). Desechemos, pues, las obras obscuras... No en convites y embriagueces..., sino vestios del Seïïor Jesucristo (Rom. 13,12-14). HI. FRAY LUIS DE GRANADA (Cf. Libroy de ac la oraciôn oracion y meditacîôn meditaciôn p.i.“ c.3, en ed. Cuervo, t.2 p. 166-170, y .BAC, Obras selectas 1.5 c.9 p.1071 ss.) • ·< A) Z 1223 El dia de Dios “El séptimo articulo de la fe es que de alli ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Para lo cual es de saber que des promesas hay en la Sagrada Escritura de venir nuestro redentor Jesucristo al mundo, la una para red’mirlo, la otra para juzgarlo. La primera fué con grande humildad y mansedumbre; la segunda, con gran poder y majestad. Porque el Padre Eterno, en pago de haber su unigénito Hijo redimido a los hombres y haberse abajado a ser juzgado y sentenciado de ellos y tan maltratado y tenido en poco de ellos, le puso en las manos el juicio de los hombres para que por su sentencia y palabra los malos sean condenados y los justos heredados en las promesas y bienes de su reino...” “Con la fe de este misterio, por una parte, nos habemos de alegrar mucho, viendo que tan de nuestra parte tenemos el juez, que es el mismo que muriô por nosotros, y que es grande merced, como de verdad lo es, la que en esto nos es hecha. Por otra parte, grandisimo espanto y temor viendo la vida que vivimos, y las obras que hacemos, y lo que debemos al Senor que nos ha de juzgar, y que de tal manera se ha de haber en este juicio, que el principal respecto que se ha de tener es a que la majestad de su Padre sea satisfecha y su justicia quede cumplida y que sus enemigos sean castigados...” (Ps. 109,1). “No solo se llama este dia de ira, sino también dia de Dios, como lo llama el profeta Joel (1,15), para dar a entender que todos estos otros han sido dias de hombres, en los cuales hicieron ellos su voluntad contra la de Dios; mas éste se llama dia de Dios, porque en él harâ Dios su voluntad contra la de ellos. Tû ahora juras y perjuras y blasfemas, y calla Dios. Dia vendrâ en que rompa Dios el silencio de tantos dias y de tantas injurias y responda por su honra. De manera que no hay mâs que dos dias en el mundo, un dia de Dios y otro del hombre. En este su dia puede el hombre hacor todo lo que quisiere, y a todo callarâ D'os... Mas tras de este dia vendrâ otro dia... De manera que asi como el hombre tuvo licencia para hacer en su dia todo cuanto se le antojô, sin que nadie le fuese a la mano, asi la tendrâ Dios para hacer en este dia todo lo que El quisiere, sin que nadie se lo estorbe. En este dia reducirâ Dios a su debida hermosura toda la fealdad que los malos han causado en el mundo con sus malas obras. Y como éstas hayan sido tantas, asi la enmienda ha de ser proporcionada con ellas, para que a costa del malo quede el mundo tan hermoseado con su pena cuanto antes estuvo afeado con su culpa... Pues como los malos hayan desconcertado todas las cosas de este mundo y puéstolas fuera de su lugar natural, cuando aquel celestial reformador venga a restituir el mundo con el castigo de tantos descontiertos, ;qué tan grande serâ el castigo, pues taies y tantos fueron los desconciertosl... iCuân alegre estarâ entonces el bueno y por cuân bien empleados darâ todos sus trabajos! Y, por el contrario, icuân arrepentido estarâ el malo y por cuân condenados tendrâ todos sus pasos y caminos!...” B) a) El juicio Sobre todo “Mas i de qué cosas, si piensas, se nos ha de pedir cuentas? Todos los pasos de mi vida tienes, Senor, contados, dice Job (31,4). No ha de haber ninguna palabra ociosa, ni un solo pensamiento de que no se haya de pedir cuenta. No solo de lo que pensamos o hicimos, sino también de lo que dejamos de hacer cuando éramos obligados. Si dijeres: “Se­ nor, yo no juré”, dirâ el Juez: “Juré tu hijo o tu criado, a quien tù debieras castigar”. Y no solo de las obras malas, sino también de las buenas daremos cuenta de con qué in­ tention y de qué manera las hicimos...” b) PÙBLICO “iCuâl serâ también la vergüenza que alli los malos pasarân cuando todas las maldades que ellos tenian encubiertas con las paredes de sus casas, y todas las deshonestidades que cometieron desde sus primeros anos, con todos los rincones y secretos de sus conciendas, sean pregonadas en la plaza y ojos de todo el mundo?... 1224 LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. C) Los acusadores a) Dios Pues acusadores y testigos tampoco faltarân en esta causa. Porque testigos serân nuestras mismas conciendas, que clamarân contra nosotros, y testigos serân también todas las eriaturas de quien mal usamos, y, sobre todo, serâ testigo el mismo Senor a quien ofendimos, como El mismo lo significa por un profeta, diciendo (Mal. 3,5) : Yo seré testigo apresurado contra los hechiceros, y adulteros, y per­ juros, y contra los que andan buscando calumnias para quitar al jornalero su jornal, y contra los que maltratan a la viuda y al huérfano, y fatîgan a los peregrinos y extranjeros que poco pueden, y no miraron que estaba yo de por medio, dice el Senor. Pues iqué sentira entonces cada uno de los malos cuando Entre Dios con él en este examen y allâ dentro de su con­ ciencia le diga asi: Ven aeâ, hombre malaventurado, iqué viste en mi, porque asi me despreciaste y te pasaste al bando de mi enemigo? Yo te levanté del polvo de la tierra, y te crié a mi imagen y semejanza, y te di virtudes y gracia, con que pudieses alcanzar mi gloria. Mas tû, menospreciando los mandamientos de vida que yo te di, quisiste mâs seguir la mentira del enganador que el consejo saludable de tu Senor. Para librarte de esta caida descendi del cielo a la tierra, donde padeci los mayores tormentos y deshonras que jamâs se padecieron. Por ti ayuné, caminé, vêlé, trabajé y sudé gotas de sangre. Por ti sufri persecuciones, azotes, blasfemias, escarnios. bofetadas, deshonras, tormentos y cruz. Por ti, finalmente, naci en mucha pobreza, vivi con muchos trabajos, mori con gran dolor. Testigos son esta cruz y clavos que aqui parecen; testi­ gos estas llagas de pies y manos que en mi cuerpo quedaron; testigos el cielo y la tierra, delante de quienes padeci, y testigos el sol y la luna, que en aquella hora se eclipsaron. Pues iqué hiciste de esa aima tuya, que yo con mi sangre hice mia? 4 En cûyo servicio empleaste lo que yo compré tan caramente? ;Oh generation loca y adûltera! ^Por qué qui­ siste mâs servir a ese enemigo tuyo con trabajo que a mi, tu creador y redentor, con alegria? Espantaos, cielos, sobre este caso (Ter. 2,12) y vuestras puertas se caigan de espanto, porque dos males ha hecho mi pueblo: a mi desampararon, que soy fuente de agua viva, y desamparâronme por otro Barrabâs. Llaméos tantas veces, y no me respondisteis; toqué a vuestras puertas, y no las mirasteis; extendi mis manos SEC. 5. AUTORES VARIOS. A. DE CABRERA 1225 en la cruz, y no las mirasteis; despreciasteis mis consejos y todas mis promesas y arnenazas. Pues decid ahora vosotros, ângeles; juzgad vosotros, jueces, entre mi y mi vina: 2, qué mâs debi yo hacer por ella de lo que hice?...” b) El demonio “Acusadores tampoco faltarân, y bastarâ por acusador el mismo demonio, que... alegarâ muy bien ante el Juez su derecho y decirle ha: Jusfisimo Juez, no puedes dejar de sentenciar y dar por mios a estos traidores, pues ellos han sido siempre mios y en todo han hecho mi voluntad. Tuyos eran, porque tû los criaste e hiciste a tu imagen y semejanza y redimiste con tu sangre. Mas ellos borraron tu imagen y se pusieron la mia, desecharon tu obediencia y abrazaron la mia, menospreciaron tus mandamientos y guardaron los mios. Con mi espiritu han vivido, mis obras han imitado, por mis caminos han andado y en todo han seguido mi partido. Mira cuânto han sido mâs mios que tuyos, que, sin darles yo nada ni prometerles nada y sin haber puesto mis espaldas en la cruz por ellos, siempre han obedecido a mis mandamientos y no a los tuyos. Si yo los mandaba jurar, y perjurar, y robar, y matar, y adulterar, y renegar de tu santo nombre, todo esto hacian con grandisima facilidad. Si yo les mandaba poner hacienda, vida y aima a un punto de honra que yo les encarecia o por un deleite falso a quien yc les convidaba, todo lo ponian a riesgo por mi. Y por ti, que eras su Dios, su Creador y su Redentor; que les diste la hacienda, la salud y la vida; que les ofrecias la gracia y les prometias la gloria, y, sobre todo esto, que por ellos padeciste en una cruz, con todo esto, nunca se pusieron al menor de los trabajos dei mundo por ti. ;Cuântas veces te aconteciô llegar a sus puertas Ùagado, pobre y desnudo, y darte con ellas en la cara, teniendo mâs cuidado de engordar sus perros y caballos y vestir sus paredes de seda y oro que de ti! Y pues esto es asi, justo es que algun dia sean castigadas las injurias y desprecios de tan gran majestad”. IV. FRAY ALONSO DE CABRERA La Nueva Biblioteca de Autores Espanoles, en su tomo primero de predicadores de los siglos XVI y XVII (ed. Bailly-Baillière, Ma­ drid 1906, p.472-508), coiïtiene cuatro sermones de fray Alonso de Cabrera, O. P., sobre el juicio final, predicados en los cuatro primeros domingos de Adviento. Seleccionamos un florilegio de los pensamientos mâs originales. — MM SEC. 5. AUfORES VARIOS. A. DE CABRERA LA ÛLT1.MA \ENIDA DE CRISTO. 24 DESK. EENT. A) 4 El horror del dia que se acerca /Ay de aquel dia que se acerca! (loel 2,15). Era menester la lengua de un condenado que hablase por experiencia para contar el horror de aquel dia. Tal predicador pedia el rico avariento (Lc. 16,24-30) para sus hermanos: ;Oh padre Abrahân, que los vivos habian de coro y como papagayos recitan de coro lo que dicen las Escrituras!... “Senores, aqui habemos de predicar del juicio no con lengua de ângel ni de condenado, sino hombres a hombres y vivos a vivos; pero lo que os habemos de decir no lo dijo ângel ni condenado, sino el mismo Dios, que nos ha de juzgar, a cuyas voces dadas por los profetas y ministros, quien estâ sordo, dice Abrahân (Lc. 16,31) que también lo estuviera a las del muerto si resucitara” (cf. Serm. 3 o.c., p.492). B) ■ ._ a ·*. a) Sen al de la ira de Dios Todo lo que Dios creô fué serial de amor hacia nosotros. Separô las aguas de la tierra, alhajô ésta de hermosura, abasteciôla de manjares, y colocô en el cielo las dos lumbreras de la creaciôn, el sol y la luna, ojos que la embellecen, copia de bienes y senal de amor regalado. “Pues estas que fueron senales de amor y de benevolencia se han de convertir en senales de enojo, de ira, de odio y de principio de venganza”. 4Qué pecado cometiô la creaciôn? Ninguno. Pero sirviô a los pecadores, y como acâ no sôlo se castiga al traidor, sino que se le confiscan los bienes; como Dios mandaba a Josué no sôlo acuchillar a los moradores. sino incendiar la ciudad... (los. 6,24). “^Piensas tû salir mejor librado? ΐ,Τύ, que eres autor de la culpa?... (cf. Serm. 4,1 p.505). b) De la a traidor, sino que dentro de é) mismo se levantaron “comunidades” y se rcbelaron los apetitos. “Pecador, si el mismo Dios, que te hizo y diô su vida por ti. te aborrece y te quiere beber la sangre, ;,qué harân las criaturas, que son sus criados?” Lamentaos que 3e acerca el dia de Yavé. Las estrellas del cielo y sus luceros no darân su luz, el sol se obscurecerâ en naciendo, y la luna no hard brillar su luz (Is. 13,6-10). iPor qué? Porque viene el dia para hacer de la tierra un desierto...; yo castigare al mundo por sus crimenes (ibid., 9-11). En un terremoto..., cuando el huracân batalla en la mar..., cuando un torbellino viene sobre la tierra volviendo lo de abajo arriba, ia quién, aunque sea un césar, no pone imedo? Pues si cada una de estas cosas espanta, iqué serâ cuando sobrevengan todas juntas, criaturas levantadas con­ tra el que abusô de ellas? Pressura gentium (Lc. 21,25), como la caza espantada por los ojeadores... (cf. Serm. 2,1 p.476). Preliminares del juicio “Senal es aquella que, fuera de lo que en apariencia représenta, nos hace venir en conocimiento de otra cosa, como el sonido de la campana es senal de misa... ” La turbaciôn de las criaturas en aquel momento inmediatamente anterior es senal de varias otras cosas: * 1227 ira de las criaturas contra el pecador “Justo es que todas las cosas hagan guerra al malo, pues él la hizo a Dios valiéndose de ellas”. En pecando Adân no sôlo las criaturas le dejaron como c) Senales del triunfo de Cristo David huyô casi sin gente (2 Reg. 15,16-24), perseguido por la rebeliôn de su hijo Absalôn, pero a su vuelta hubo gran fiesta y en ella compuso el .salmo 98, en que pinta el aparato con que Cristo vendrâ al fin a tomar posesiôn de la tierra, y que comienza diciendo: /Dios reina! Gôcese la tierra, alégrense sus muchas islas. Hay en torno de El nube y caligine; la justicia y el juicio son las bases de su trono. Precédele fuego que abrasa... Sus rayos alumbran el mun­ de... Derritense como cera los montes ante Yavé (Ps. 96,1-5). En estos hechos y salmos vemos prefigurada la historia de Cristo y su final glorioso. Rebelôse el pueblo judio contra Jésus, abandonado y solo. Mientras los ninos cantaban: jBendito el que viene en el nombre del Senor y el Rey de Israël! (lo. 12,13), ellos vociferaban: /No queremos que éste reine sobre nosotros! (Lc. 19,14). Después de esta rebeliôn, con su resurrecciôn desbaratô el ejército enemigo y recibiô toda potestad en el cielo y en la tierra; pero no tiene todavia el uso, sino el dominio, y aunque disfrute de un derecho de justicia al reino, aun no lo goza en posesiôn pacifica. Los infieles no conocen al Se­ nor, otros tienen su apellido y reniegan de la cruz con su vida. El reina en el entendimiento por la fe, pero no en el corazôn por amor. En tanto El espera, sentado a la diestra de Dios, este dia triunfal en que dirâ a los mundos: Gôcese la tierra, alégren­ se las islas (Ps. 96,1), porque es la hora de mi entrada. ■ nM 1228 LA ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. Pero i qué alegria es ésta, si en otro lugar dice que ante la apariciôn de Dios conmoviôse y temblô la tierra? (Ps. 17,8). Cuando un liberador salva de la tirania precedente, primero se celebran fiestas para recibirle y después së hace justicia. Desde que Adân pecô, “estân las criaturas todas gimiendo y con dolores de parto, porque se ven sujetas a una gran vanidad, que es servir al hombre pecador... No lo hiciera por su voluntad si la tuviera; sùfrenlo por amor del Senor, que lo ordena con su providencia... El sol da luz al que escandaliza a su hermano... Pero la hacen con espe­ ranza, porque diôles su fe y palabra que ha de venir el dia eu que las ha de sacar de cautiverio, de vanidad y corrup­ tion y de esta fea servidumbre” (Rom. 8,20-22: version de Cabrera). Pero “cuando se manifieste la gloria de los hijos de Dios, cuando reine el Senor, sôlo entonces les darâ cartas de horro y les darâ armas y libertades para que le ayuden a tomar venganza de los traidores ·· A) BOSSUET El fin inexorable (Cf. segunda parte de! boceto de sermon para el dia de la Resurrecciôn, predicado en Meaux el 22 de abril de 1S6.5, en Lebarq, t.6 p.238.) a) Γ' 7 Caminando sin reposo hacia el fin “La vida humana es un camino. Al final se abre un negro abismo. Nos lo han dicho desde el primer paso, pero la ley es inexorable. Hay que avanzar sin hacer alto. Yo quisiera volver hacia atrâs. ; Camina, camina! Un peso invincible, una fuerza irresistible nos arrastra; es necesario marchar hacia delante, hacia el precipicio sin césar. Mil tropiezos, mil sufrimientos. ;Ah si por lo menos pudiera evitar aquel negro precipicio! No; es necesario caminar, es necesario ccrrer; los anos son râpidos. Sin embargo, nos consolamos, porque de vez en vez encontramos cosas que nos distraen, agua que corre, flores que pasan... Quisiéramos detenernos, pero ; camina, canrna! Y, sin embargo, vemos que al paso que avanzamos, todo lo que dejamos atrâs se derrumba. Estrépito espantoso, ruinas inevitables. Sin embargo, nos con- 1233 solamos, porque llevamos algunas flores recogidas al paso, 9. pesar de verlas marchitarse entre nuestras manos en un solo dia; porque llevamos algunas frutas que se pierden al probarlas. Es un encantamiento. Todo es ilusiôn. Siempre arrastrado te vas acercando hacia el abismo horroroso. Ya comienza todo a borrarse; los jardines tienen menos flores, las flores brillan menos, sus colores se van apagando, los prados ya no sonrien, las aguas se enturbian. Todo, todo se borra. Es la sombra de la muerte. Comenzamos a notar la proximidad del abismo fatal. Pero es necesario continuar el camino. Ya estamos en el borde; un solo paso. Ya el espanto turba los sentidos y la cabeza, los ojos se vuelven; es necesario caminar. No hay medio de volver atrâs, todo ha caido, todo se ha desvanecido, todo se ha escapado”. b) LOS DOS FINES “No creo sea necesario deciros que el camino es la vida, y el abismo la muerte. ;Pero la muerte termina con todos los males, puesto que ella misma termina! No, no; en esos abismos arde un fuego que devora, los dientes rechinan, el llanto es eterno, el fuego no se extingue y el gusano roedor no muere. Este es el camino del que se abandona a los sen­ tidos. Mâs corto para unos que para otros. No se ve su fin. A veces se cae eu él sin darse cuenta, de repente. Pero el fiel... es acompanado siempre por Cristo; des­ precia todo lo que ve perecer y escaparse. En el mismo borde del abismo, una mano invisible lo arrancarâ, o mejor, entrarâ como Jesucristo, morirâ como Jesucristo, para triunfar de la muerte. Todo el que tiene esta fe es feliz... Posee el gozo de Cristo resucitado, que desdena las alegrias pasajeras y da la perdurable alegrîa en el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo”. B) La abominaciôn de la desolacîôn Escogemos algunos trozos de diversos sermones de Bossuet sobre lo que el pecado représenta de abominaciôn y desolacîôn en este templo de Dios que es el aima espiritual. a) i < Abominaciôn del ângel En el sermôn sobre los demonios (cf. el predicado el primer do­ mingo de Cuaresma en Metz, 1653, en Lebarq, t.i p.348-351), Bos­ suet no se extrafia de que el hombre débil y combatido de pasiones pueda pecar. Pero <■ cômo caye-on aquellas inteligencias luminosas de movimientos internos tan ordenados ? Los marcionitas y maniqueos supusieron que los ângeles eran malos a*nor naturaleza. Mas el Senor derroca tan necia jj S 'I - ·’ ■ - Λ 1234 LA Cl ITM \ VE.XTDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. SEC. 5. AUTORES VARIOS. BOSSUET explicaciôn con muy pocas palabras: Satanâs cayô porque no se mantuvo en la verdad (lo. 8,44). “4 No entendéis que, siendo Dios el ùnico creador de las cosas, es también el unico que no puede fallar? 4 No bastarâ, sin recurrir a ulteriores razonamientos. con deciros que los ângeles cran eriaturas, para que sepâis que no eran impecables?” Dios es todo, y las eriaturas nada. Su origen es la nada, abismo del que fueron sacadas por su omnipotencia. y, por lo tanto, no es maravilla que retengan dentro de su ser algo de aquel viejo y obscuro origen en el que vuelven a caer si se dejan arrastrar por el pecado. "Como una pintura..., aun cuando représenta perfectamente las lineas del original, sin embargo, no puede expresar su vigor, puesto que carece de vida y movimiento, asi tam­ bién la naturaleza espiritual e inteligente manifiesta en cierto modo la razôn e inteligencia divina de que es imagen, pero no puede reflejar su fuerza, que consiste en la felicidad de no poder pecar...” “Por eso ocurriô que los ângeles se durmïeron en si mismos contemplando su belleza; la dulzura de su libertad les encantô demasiado; quisieron hacer una prueba desgraciada y funesta y, enganados por su propia excelencia, olvidaron la mano generosa que les habia colmado de gracias. El orgullo se apoderô insensiblemente de sus facultades; no quisieron reconocer en adelante a Dios, y abandonando aque­ lla primera bondad, que era el apoyo necesario de su feli­ cidad, como era también la fuente unica.de su ser, se precipitaron en la ruina total. No hay, pues, que extranarse de que los ângeles de la luz se trocaran en espiritus de tinieblas. Los hijos se convirtieron en desertores, y los cantores divinos, que debîan celebrar con melodia eterna las alabanzas de Dios, cayeron en miseria tan lastimosa, que se dedicaron a seducir al hombre. Dios lo permitiô para que viésemos en el demonio a lo que el libre arbitrio de las personas puede llegar cuando se aparta de su principio...” “La felicidad de las eriaturas racionales no consiste ni en lo excelente de su naturaleza, ni en lo sublime de su razôn, ni en la fuerza y el vigor, sino exclusivamente en su union con Dios. 4Como les castiga éste cuando se separan de El? Separândose a su vez de este espiritu ingrato y soberbio, por donde todos sus dones naturales, toda su inteligencia y poder, en una palabra, todo lo que le sirviô de adomo se convierte en suplicio, lo cual ocurre, hermanos, segân esta terrible mâxima de que por donde uno peca, por ahi es atormentado (Sap. 11,17). ;Oh ângeles irreflexivos! Os sublevasteis contra Dios abusando de vuestras excelentes cualidades, que os enorgullecieron. La condiciôn honrosa de :7 vuestra naturaleza, que os ha ensoberbecido; esag luces herinosas que os sednjeron os serân conservadas, pero para que os sirvan de azote y de tormento eterno; vuestra perfecciôn serâ vuestro vcrdugo, y vosotros mismos vuestro infierno. ;,Cômo podrâ ocurrir semejante cosa, cristianos? Por una operaciôn oculta de la mano de Dios, que utiliza las eriaturas a su placer, lo mismo para darle a algunas soberana felicidad como para ejercer su justa y despiadada venganza. La ABOM1NACIÔN DEL ALMA b) (Cf. SertHÔn sobre la pcnitencia, predicado en Dijôn el martes de Pentecostés, 6 de junio de 1656, en la apertura del jubileo. en Le­ barq, t.2 p.178.) El pecado desordena al hombre de très maneras. “El primero de los dcsôrdenes, y fuente a su vez de los demâs. consiste en separar al hombre de su Creador, rompiendo el nudo sagrado de la sociedad filial con que Dios habia querido enlazarse con nosotros. Vuestras in'iquidades cavaron un abismo entre vosotros y vuestro Dios fis. 59,2) De este nuevo desorden nace otra segunda desgracia: la de que el aima separada de Dios y sin poder beber en esa fuente de vida, ûnica capaz de sostenerla, ve desfallecer sus fuerzas y se siente poseida de aquella languidez mortal que lloraba el Salmista cuando gritaba a Dios desde el fondo de su corazôn: Me faltan las fuerzas y aun la misma luz de mis ojos me abandona..." (Ps. 37,11). “Pero el pecado no es solo una enfermedad, sino ademâs una profanaciôn de nuestra aima. La razôn es évidente, por­ que del mismo modo que la union con Dios la santifica por una especie de consideraciôn, el pecado la profana. Es una lepra espiritual que no solo debilita al hombre con la enfer­ medad, sino que le coloca entre la clase de seres inmundos. He aqui, resumidos, los très males causados por el pecado. El primero, separar al alma de Dios; por medio de esta separaciôn, el que era sano enferma y la santidad es profanada...” “Debido a esto, la pcnitencia necesita de otras très cualidades. Si el pecado nos separa de Dios, es necesario que la pcnitencia nos vuelva a unir, y la primera de sus cualidades consiste en la reconciliaciôn. Pero si el pecado al separarnos nos enfermô, no basta con que la pcnitencia nos reconcilie; se requiere que nos cure, y de ahi que sea tam­ bién un remedio. Finalmente, como el pecado afiade la pro­ fanaciôn y la impureza a las enfermedades que nos acarrea, una enfermedad tal no puede ser desarraigada sino por una MM· TW ■■I ,Λ : Ί rir < j· A* ^O’^SSS! •« I * 1235 ΪΛ »1 TV i 1\ ?·ο M j . - — Μ. - 1236 SEC. 5. AUTORFS varios, prat I \ ÙÎ.TÏMA VRNTDA DF. CRTSTO. 24 PFSP. PENT. medicina sagrada que pueda santiflcar a la vez que cure. Por eso la penitencia es un sacramento”. En la segunda parte del sermon, dedicado a hablar de la enfermedad que supone el pecado (cf. ibid., n.188), continua diciendo: “El pecado encierra una doble maldad, la que tiene en si mismo y la que entrana en sus consecuencias. La suya propra, porque nos hace p°rder la iusticia; eato esta claro. La de sus consecuencias, poroue deshace las fuerzas del aima, lo cual merece expl carse. Nos debilita, porque nos divide, y todo lo que esta dividido es débil. por lo cual dijo e1 So­ nor que todo reino en si dividido sera desolado" (Mt. 12,25). San Pablo lloraba esta division entre su aima y su concupiscencia. “Ahora bien: el pecado déjà siempre en nosotros una nueva inclinaciôn que nos arrastra hacia el mal y aûade el peso de la costumbre a la de la concup’sconcia que ya teniamos. de manera que, fortalcciendo la reb°liôn, débilita mâs y mâs nuestras fuerzas. Y lo que es terrible, hermanos, es que, apagado el pecado, borrado por la penitencia, la costumbre, sin embargo, continûa viva. jAh! La exn°riencia nos lo ha enseâado demasiadas veces, y esa costumbre pernic:osa es como un vivero de pecados nuevos, una semilla dejada por los anteriores, y por la que reviven pronto; es un trozo de raîz que harâ renacer de prisa la yerba mala... iNo es necesario, por lo tanto, que la penitencia, remedio del pecado, tenga una doble virtud opuesta a esta doble malignidad?” Muertos para el pecado, debemos destruir en nosotros el cuerpo del pncado, lo cual se consigne por una vigilancia y mortificaciôn que sirvan de preventive. VI. F. PRAT El Senor llega en la suya precedido de un aparato de convulsiones cosmicas y anunoiadoras, como juez univer­ sal, Salvador de los suyos y vengador de los opresores, para inaugurar su reinado. Los rasgos mâs salientes de su venida son: a) El A) LLAMAMIENTO POR MEDIO DE: El mandato imperioso (έν κεγεύσματι: 1 Thés, 4,16). 2. La voz del arcângel (ibid.). Las trompetas (ibid.,’ y 1 Cor. 15,52), anuncio or­ dinario de las teofanias del Antiguo Testamento. El b) cortejo 1. De ângeles (2 Thés. 1,7). 2. De santos (1 Thés. 3,13). 3. De nubes (1 Thés. 4,17, y Sinôpticos: Mt. 24,30; Mc. 13,26; Lc. 21,27). 4. De fuego (1 Cor. 3,13), también comûn al Antiguo Testamento, como las nubes. Aparté de estos signos existen otros très: la apostasia, comûn a los evangelistas (Mt. 24,10-12) y a San Pablo (2 Thés. 2,3) ; la conversion del judaismo y el anticristo, propios de este ûltimo (2 Thés. 2,5-12), si bien los sinôpti­ cos anuncian falsos cristos (Mt. 24,23-24; Mc. 13,21-22). B) Los actos de la llegada La parusia se desenvuelve en dos actos. Uno de ellos es el juicio, y otro la entrega del reino. a) El reinado de Cristo y la parusia (Cf. La théologie de S. Paul 1.6 c.2 t.j y 4 ; Paris, Beauchesne [1913] 4-a ed. t.2 p.509-528. Resumimos mâs brevemente el articu- 1237 El juicio Es inmediato a la resurrecciôn de los muertos. Se in­ siste en las instrucciones catequisticas en presentarlo como universal en cuanto a las gentes, basado en las obras (2 Cor. 5,10), y eterno en sus consecuencias (Hebr. 6,2; 1 Thés. 4,17). La parusia, llegada del Rey La parusia, literalmente “presencia”, es un término técnico d51! Nuevo Testamento para designar la “apariciôn de Cristo” 0 "dia del Sefior”. En el tiempo de San Pablo, los profanos llamaban asi a la visita solemne del emperador, acomnanada de grandes fiestas, acunaciôn de medallas y monedas y en ocasiones hasta el principio de nueva era (cf. la parusia de Antioco en PoLiBio, Hist. 18,31). b) La entrega del reino El reino de Cristo tiene dos sentidos en el Nuevo Tes­ tamento: 1. Cuando los judios esperaban el reino de Dios, aun­ que torcidamente interpretado por el rabinismo, y, por lo tanto, Cristo se vio obligado a mostrarse como fundador del reino profetizado y a insistir en su verdadero carâcter. »> -- . 1238 LA ULTIMA VENIDA DFt CRISTO. 24 DESP. PENT. 2. Pero, una vez fundado ya el reino de la Iglesia, San Pablo, aun sin prescindir en absoluto de este significado eclesiolôgico, para evitar toda mala interpretaciôn tempo­ ral por parte de la autoridad romana, le diô con mâs frecuencia a la palabra “reino de Cristo” un sentido escatolôgico. El reino de Cristo, del que no disfrutarân los injustos, los ladrones, los impuros, ni los idolâtras, y del que nos hace dignos la persecuciôn, comienza con la vuelta triunfal de Cristo. Esta vuelta y con^umaciôn del reinado aparece relatada en la primera Epistola a los Corintios (15,24-28) : Después sera el fin, cuando entregue a Dios Padre el rei­ no, cuando haya reducido a la nada todo principado, y toda potestad, y todo poder. Pues preciso es que El reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies. El ûltimo ene­ migo reducido a la nada serâ la muerte, pues ha puesto todas las cosas bajo sus pies. Cuando dice que todas las cosas estân sometidas, evidentemente no incluyô a aquel que todas se las sometiô; antes cuando le queden sometidas todas las cosas, entonces el mismo Hijo se sujetarà a quien a El todo se lo sometiô, para que sea Dios todo en todas las cosas. Entonces serâ el fin del mundo actual y el comienzo de un orden nuevo, que va precedido de la destruction de los enemigos y de la entrega del reino al Padre. Los adversarios—todos los poderes terrestres e inferna­ les, incluida la muerte—son reducidos a la nada, lo cual senala el momento preciso del fin y de la entrega, porque en tanto que no caigan todos a sus pies, la misiôn del Hijo no se ha visto completa. Pero, llegado ese momento, termina su dictadura y devuelve al Padre el mandato recibido con el fruto de su victoria, como vasallo fiel que rinde homenaje a su rey, de los reinos que le ha conquistado. Mas conviene entender qué reinado de Cristo sea este que termina al entregarlo al Padre. El reinado dei Verbo en cuanto Creador es perpetuo e inalienable. El de Cristo como Redentor comprende sôlo a los elegidos, y aun cuando domina a todo lo creado, propiamente no reina sino sobre los justos. Este reino es el que le entrega a su Padre y a su Dios (Eph. 1,17), sin que ello quiera significar que con la entrega pierda su poder re­ gio, que tampoco perdiô el Padre cuando se lo entregô a su Hijo (Lc. 10,22). Cristo hombre conserva perpetuamente la primacia de honor y de dominio universal que le ha conferido la union hipostâtica. Si la Iglesia es un cuerpo, una sociedad SIC. 5. AUTOKES VARIOS. PRAT 1239 religiosa y un reino, El serâ siempre su cabeza, pontifice y monarca, con quien nosotros reinaremos etemamente. Pero, ademâs de ello, es el jefe de una Iglesia militante, y ha recibido el encargo de conducirla victoriosa en pos de sus banderas y de vengar el honor de Dios. Esta vicerealeza temporal cesa con las funciones que la constituian. No se batalla ya contra fuerzas hostiles, y Dios, al conferir a su Hijo este poder extraordinario, le senalô un limite muy lôgico : es necesario que El reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies. La misiôn de Jefe de la Iglesia militante se ha cumplido ; ya no le queda a Cristo hombre sino colocarse en su puesto, muy por encima de todos los suyos, muy por debajo de Dios. Por eso, cuando tenga sometidas todas las cosas, a exception de Dios Padre, que las entregô y que natural­ mente no se le somete, entonces el Hijo se sujetarâ a quien a El todo se lo diô. Esta entrega y homenaje, voluntario por parte de Cristo, pero regulado desde la eternidad por el Padre, es la apo]H·· teosis final del mundo y comienzo del reinado eterno. SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS SECCION VI. Tiempos apocalipticos, llenos de miserias y pecados A) a) TEXTOS PONTIFICIOS cambiado los tiempos, y los actuales ofrecen MUCHAS MAs OCASIONES PELIGROSAS QUE LOS ANTERIORES Han Ahora os parece que los tiempos han cambiado hasta el punto de que los peligros que os acechan sean menores que los de otros tiempos ? La ignorancia estaba entonces mâs extendida ; pero la ignorancia religiosa, que es la peor de todas las ignorancias, es hoy dia mâs profunda, i No es verdad mâs bien que esta ignorancia ha invadido los hogares y las familias, donde la religiôn en otros tiem­ pos era honrada y amada porque era conocida e inteligentemente pracîicada ? ; Quién podria afirmar que las calles, los quioscos de periôdicos, los puestos y los escapa~ates de las librerias, los espectâculos, los encuentros casuales o entrevistas combinadas, el mismo sitio del trabajo, los transportes colectivos, ofrecen menos ocasiones peligrosas de las que hace cien aiios hacian temblar a Catalina Labouré ? Y cuando la tarde ha caido, i la vuelta a casa asegura acaso, como entonces, la intimidad de la familia cristiana, que reanimaba, purificaba y volvia a confortar los corazones después de los disgustos o de las debilidades de la jornada ?» (Pfo ΧΠ, Sobre Santa Catalina Labouré, 28 de agosto de 1947). b) El mayor peligro de esta era nuestra es el NEOPAGANISMO MORAL «Ya no es sôlo la vida de los centros urbanos, sino también la del campo—donde en otros tiempos la pureza del aire iba ordinariamente acompanada de la pureza de costumbres—, la que aeâ y alla va contagiândose de aquel neopaganismo, que es el peligro mayor de nuestros tiempos. Ciertos miasmas de corrupciôn van extendiéndose râpidamente de la ciudad al campo y de las llanuras a las montanas, también para los labradores, que en otros tiempos eran, y en bnena parte lo son todavia, una viva reserva de fe y de moralidad para toda la naciôn» (Mons. Montini, Al présidente de la Acciôn Catôlica Italiana, 15 de septiembre de 1947). C) EN EL QUE SE FRAGUA UN MUNDO EN DECADENCIA, FALTO DE ESTRUCTURA MORAL «El ojo luminoso de la fe, asi como la mirada de todo hombre honrade, a quien ayuda la conciencia natural, libre de prejuicîos y de mâculas, no puede dejar de ver el calamitoso espectâculo de 1241 ur mundo en decadencia, porque se ha arruinado lo estructuro mo­ ra’ bâsica de la vida, mientras descubre con claridad indefectible aquella ley que alienta al bien y contiene al mal, aquella ley que precede y gobierna a todos los decâlogos de la tierra y que per­ dura y sigue siendo igual para todos los pueblos y para todas las edades, aquella ley que es norma de todo acto humano y funda­ mento de toda sociedad entre los hombres (cf. Cic., De legibus 1.2 c.4). Aun cuando somos ajenos a todo pesimismo injustificado, que vendria a contrastar con la genuina esperanza del cristiano, y aun cuando somos hijos de nuestra propia era y, por lo tanto, no nos atan irrazonables nostalgias de épocas pasadas, Nos, con todo, tenemos que notar la marea creciente de pecados privados y pûblicos, que tiende a sumergir a las aimas en el cieno y a subvertir las sanas normas sociales» (Pfo XII, A los fieles de Roma y del mundo, 26 de marzo de 1950). d) Y EN EL QUE LOS HOMBRES VAN TR AS EL AFAn DE NOV «E ADES, QUE NO APROVECHA A LAS ALMAS «Graves son las desviaciones de la edad en que vivimos. Da pena ver cômo surgen tantos y tantos sistemas filosôficos y cômo mueren sin enmendar en nada las costumbres de los hombres ; se exhibe un monstruoso arte, que, sin embargo, tiene la pretensiôn de Jlamarse cristiano ; criterios de gobierno en muchas partes que tienden mâs a la utilidad privada de algunos que al bien comûn ; vita­ les relaciones econômicas y sociales que perjudican al hombre honrado en beneficio del mâs astuto. Por lo cual fâcihnente ocurre que no faltan sacerdotes en nuestro tiempo, contagiados de estos males, que manifiestan opiniones y llevan un género de vida, aun en el modo de vestir y en el cuidado de su persona, ajeno a su dignidad y a su ministerio ; que se dejan llevar por el ansia de novedad en la predicaciôn y en la refutaciôn de los errores y que, en fin, con tal modo de procéder no sôlo debilitan su conciencia, sino que, ade­ mâs, con su no buena fama restan eficacia al ministerio sagrado» (Pio XII, Menti nostrae, 23 de septiembre de 1950). e) Y ASÎj HOY SE HA CREADO UN HOMBRE AUTÔNOMO, LEGISLADOR INCONTROLABLE DE SI MISMO «En el campo social, el disfraz de los designios de Dios se ha llevado a cabo en la misma raiz, deformando la imagen divina del hombre. A su real fisonomia de criatura, que tiene origen y destino en Dios, se ha substituido con el falso retrato de un hombre autônomo en la conciencia, legislador incontrôlable de si mismo, irres­ ponsable hacia sus semejantes y hacia el complejo social, sin otro destino fuera de la tierra, sin otro fin que el goce de los bienes fi­ nitos, sin otra norma que la del hecho consumado y de la satisfac­ tion indisciplinada de sus concupiscencias. De aqui ha nacido y se ha consolidado durante varios lustros, en las mâs variadas apiicaciones de la vida pûblica y privada, aquel orden demasiado individualistico, que ha caido hoy en grave crisis casi en todas partes. Pero nada mejor han aportado los innovadores sucesivos, los cua- ... .·■·. LA ÛLTIMA VENIDA DF» CRISTO. 24 DESP. PENT. 1242 les, partiendo de las mismas equivocadas premisas y torciendo por otro camino, han conducido a consecuencias 110 menos funestas, hasta la total subversiôn del orden divino, al desprecio de la dignidad de la persona humana, a la negaciôn de las libertades mâs sagradas y fundamentales, al predominio de una sola close sobre las otras, al servicio de toda persona o cosa, al Estado totalitario, a la legitimaciôn de la violencia y al ateismo militante» (Pio XII, Pudiomensaje de Navidad de 1949), B) a) La Miserias de nuestra generaciôn insinceridad es el estigma de nuestro tiempo «El estigma que nuestra época lleva estampado en la frente, cau­ sa de su disgregaciôn y decadencia, es la tendencia, coda vez mâs c’ara, a la insinceridad. Falta de veracidad, que no es solamente un expediente ocasional o un refugio para salir del paso en inomentos imprevistos. No. Hoy aparece casi elevada a sistema y realzada al grado de una estrategia, en donde la mentira, el desvirtuar la pala­ bra y los hechos y el engaûo se han convertido en clâsicas armas ofensivas que algunos esgrimen con maestria, orgullosos de su habi'.idad. Hasta tal punto el olvido de todo sistema moral es a sus ojos parte integrante de la técnica moderna en el arte de formar la opiniôn pûblica, de dirigirla, de someterla al servicio de la propia politica, resueltos como estân a triunfar, cueste lo que cueste, en las luchas de intereses y de opiniones, de doctrinas y de hegemonfas» (Pio XII, Radiomensajc de- Navidad de 1947). b) Se desfigura la verdad abiertamente «Es carocteristica de estos nuestros tiempos desfigurar la verdad de cualquier manera que sea y barnizar el error con fingido brillo, cosa que recuerda aquello del Apôstol : El mismo Satanâs se disfraza de àngel de luz (2 Cor. 11,14). Los fieles os darân gracias a vos­ otros, sus pastores, de haber conservado o haber defendido la liber­ tad que nos trajo Cristo» (Pio XII, Al Episcopado de Polonia: Acta Apostolicae Sedis, 40, 324, septiembre 1948). C) Y EN SU LUGAR SE PROPONE LA FALS' WÎ COMO PRINCIPIOS BÂSICOS cPor otra parte, las présentes condiciones sociales de los pue­ blos de tal manera se presentan a nuestra mirada, que suscitan en Nos las mâs vivas ansiedades y preocupaciones. Muchos discuten, escriben y tratan sobre la manera de llegar finalmente a la tan deseada paz ; pero los principios que debian formar su sôlida base, algunos los olvidan o abiertamente los repudian. De hecho, en no pocos paises no es la verdad, sino la falsedad, lo que se présenta con una cierta apariencia de razôn ; no es el amor ni la caridad lo que se fomenta, sino que se excita el odio y la ciega rivalidad ; no se exhorta a ■a concordia entre los ciudadanos, sino que se provo- SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 1243 can disturbios y desorden. Pero, como reconocen todos los hombres sinceros y cuerdos, en tal forma no se pueden resolver justamente los problenias que separan todavia a las naciones, ni las clases pro­ letarias pueden ser dirigidas, como es necesario, hacia un porvenir mejor» (Pio XII, Summi moeroris, 19 de julio de 1950). Al d) olvidar el genuino amor, EL mundo se ha HECHO SIERVO DEL ODIO «El mundo de hoy, o.vidado dei genuino amor, hecho siervo del odio y de las discordias, es una terrible prueba de la verdad del dicho ciceroniano : «Ut magnas utilitates adipiscimur conspiratione homi­ num atque consensu, sic nulla tam detestabilis pestis, est, quae non homini ab homine nascatur» (Cic., De officiis 1.2 n.5). Ningûn terremoto, ninguna carestia, ninguna epidemia, ninguna calamidad originada por las fuerzas de la naturaleza puede parangonarse al inimi­ table eûmulo de sufrimientos que el hombre, dominado por el amor 0 por el odio, aporta a sus semejantes» (Pio XII, A los predicadores de Cuaresma de Roma, 2 de marzo de 1950). e) Esta época, cruzada de odios, pide sanar «Pero esta nuestra época, toda ella cruzada de odios, contamina­ te de la codicia de poseer y de disfrutar, que inclina hacia el suelo, salida recientemente de grandes calamidades, grâvida de peligros amenazadores, esto es lo que principalmente pide, y pide con insis­ tenda : sanar» (Pio XII, Al cardenal Tcdeschini, 7 de junio de 1950). C) Très grandes estigmas tiene nuestra civilizaciôn a) 031 conocimiento de las cosas, que hace INEXCUSABLE EL ULTRA JE A DlOS Un mayor «El primero y mâs grave estigma de nuestra época es el conocimiento, que hace inexcusable todo ultraje a la ley divina. Dado el grado de luz y de vida intelectual difundidas por todas partes, como jamâs lo ha sido, en los diversos estratos sociales, de que se gloria la moderna civilizaciôn ; dado el sentido mâs vivo y puntilloso de la propia diginidad personal y de la libertad interior de espiritu, de que se ufana la conciencia de hoy, no debiera encontrar cabida la posibilidad o presunciôn de ignorancia de aquellas normas que re­ gulari las relaciones de las criaturas entre si y de las criaturas con el Creador, y, por tanto, no habria lugar a la excusa que, fundândose en aquella ignorancia, atenuaria la culpa. La cual, llegando a una universalidad de decadencia moral, ha contaminado zonas tradicionalmente inmunes hasta ahora, como eran el campo y la tierna infancia» (Pio XII, A los fieles de Roma y dei mundo, 26 de marzo de 1950). 7>ϊ?>* 1244 SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS LA ÛLT1.MA VENIDA DE. CRISTO. 2.| DESP. PENT. b) Una vasta serie de publicaciones criminales y S.N PUDOR «Una vasta serie de publicaciones criminales y sin pudor pré­ para los mâs depravados medios de seducciôn y corrupciôn para abrir el camino al vicio y al crimen, ocultando la ignominia y la brutalidad del mal bajo el barniz de la estética, del arte, de encantos effmeros y enganadores o de un falso valor, y se entrega sin freno al môrbido deseo de violentas sensacîones y nuevas experien­ das de disoluciôn. La exaltaciôn de la inmoralidad ha llegado has­ ta el grado de exhibirse en pûb'.ico e infiltrarse en el ritmo de la vida econômica y social del pueblo, explotando para lucro las calamidades mâs trâgicas y las mâs misérables debilidades de la humanidad» (ibid.). C) Y UN HUMANISM O DE DUDOSO CARÂCTER QUE DISEMULA LAS FALTAS «Y, lo que es peor todavia, de vez en cuando se trata de dar una justificaciôn de esta decadencia moral invocando un humanismo de dudoso carâcter o amparândose en una indulgencia que disimula la falta, para asi enganar y corromper mâs fâcilmente a las aimas. Este falso humanisme y esta indulgencia anticristiana acaban por derribar la jerarquia de los valores morales y relajar el sentido dei pecado, hasta el punto de hacerlo respetable y de presentarlo como el desarrollo normal de las facultades del hombre y como la madurez de su personalidad. Es reato de lésa sociedad la ciudadania concedida al crimen bajo el pretexto de humanitarismo, o de una toleranda civica, o de la natural debilidad humana, que quieren permitir o, lo que es peor, promover movimientos cientificamente desarrollados para excitar las pasiones. aflojar las barreras de la disciplina, que impone el resneto mâs elemental a la moralidad pûblica y a la decencia del pueblo, y que acaban por pintar con los tonos mâs seductores la violaciôn del vinculo del matrimonio, la rebeliôn contra la autoridad pûblica, el suicidio y el atentado contra la vida ajena» (ibid.). d) Perd la enfermedad mâs virulenta es el odio Dios, que se ha extendido por la tierra contra «Este descuido v menosprecio soberbio de las cosas divinas, que fué el primer delito del hombre al rebelarse contra el divino man­ dato, es la fuente mâs turbia de todos los males, y en los tiempos actuales se introduce y se ensafia como enfermedad virulenta por casi todas las partes de la tierra, pero sobre todo en algunas regio­ nes, a causa de la conjuraciôn levantada contra el Senor y contra su Ungido (Ps. 2,2), acarreando innumerables males. Priva al hom­ bre de Dios y le roba asi su dignidad espiritual, le hace juguete innoble del materialism© y destruye totalmente todo lo que sea vir­ tud, amor, esperanza y hermosura de la vida interior. Nos referimos al ateismo Mâs aùn : ai odio contra Dios» (Pio XII, Exhortaciôn apostôlica Acta Apostolicae Sedis, v.41 p.58, 11 de febrero de 1949). e) Para 1245 sustituir a Dios, el mundo se ha deslizado hacia EL CULTO DE LAS FALSAS DIVIN1DADES «Y ^quién osaria negar que nuestro tiempo se desliza peligrosamente por la pendiente que le lleva al culto de falsas divtnidades, cuyo servicio es incompatible con la libertad moral y la dignidad del sabto ?» (Pio XII, A prof esores y estudianles universitarios jranceses, 10 de abril de 1950). f) Consecuencia : se cometen en el mundo un sinnûmero DE PECADOS, ALGUNOS DE ELLOS CRUELES E INAUDITOS «Ponderad el sinnûmero de pecados privados y pùblicos, que se necesitan nuevos ténninos para describirlos. Pensad la gravedad de aquellas ofensas cometidas por mero descuido y de aquellas premedttadas conscienteniente y consumadas a sangre fria, de aquellos pecados que ya arruinan una vida tan solo o ya se multiplican en cadeuas de iniquidad hasta el punto de convertirse en la perversidad de siglos o crimen contra naciones enteras» (Pio XII, A los fieles de Roma y dei mundo, 26 de marzo de 1950). g) UW CONCRETAMENTE, LA LUJURIA, LA SOBERBIA Y LA CODICIA SON ÎDOLOS VANOS DEL POBRE MUNDO ACTUAL «El pobre mundo, como si quisiera retroceder veinte siglos hasta 'as aberraciones de la decadence sociedad pagana, pone sobre sus altares los idolos vanos de la lujuria, de la soberbia, de la codicia y, como consecuencia natural, del odio contra todo el que pueda disputarle su raciôn mezquina de placer, su miserable parcela de domimo o una gota que pueda apagar aquella que no es sed de agua, sino de metal» (Pio XII, Al primer Congreso Mariano de Ar­ gentina, 12 de octubre de 1947). h) El orgullo y el apego a los bienes ter renales EXTRAVÎAN AL MUNDO «Se olvida también con demasiada frecuencia que para ver claro en la complejidad de las cuestiones que hoy atormentan a la humanidad hay que tener, juntamente con la prudencia, esa sencillez superior que da ia sabidu-ia, y que Santa Teresa de Lisieux nos ma­ nifesta de la manera mâs admirable y con un atractivo profundo que se ejerce sobre todos los corazones. El mundo actual, extrariado por tantas causas, pero particularmente por el orgullo de sus descubrimientos cientificos, por su preocupaciôn exclusive de los bienes terrestres y por los conflictos de intereses que de ella resul­ tan, tenia gran necesidad de oir este mensa je de humildad, de elevaciôn sobrenatural y de sencillez» (Pio XII, En el 50 aniversario de la muerte de Santa Teresita del Nino Jesus, 7 de agosto de 1947). V . I · ;.\r; < > ΓίΜ g-- ■sSeSSbI 124β SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS LA ULTIMA VENIDA DI, CRISTO. 24 DESP. PENT. k) Con esos espectâculos y otros pecados se ofende i) ESPECIALMENTE LA JUVENTUD PIERDE SU ESPÎRITU CON LAS MISERIAS Y LOS PLACERES Y LAS GRANDES CRISiS DE LA SOCIEDAD a «En algunos paises, las nuevas generacioues padecen desde la adolescencta y desde la infantia de louguidez y de anémia fisica y espiritual, ocasionada por la pobreza material, con todo su cortejo de miserias ; por la iusuficiencia o aun falta completa de la vida de familia ; por el defecto de éducation e instructiôn y, finulmente, acaso por los largos aûos de prisiôn o destierro. En cambio, eu los pueblos que viven en mejores condiciones son peligros de otro géncro, derivados frecuentemente del exceso de comodidad y de pla­ ceres, los que ameuazan, y de una manera aûn mâs triste, a la salud fisica y moral del joven. Pero hay algo que es mâs grave todavia y hace que el mal sea mâs dificilmente curable. La crisis general, prolongândose indefiuidamente, con las perturbationes que provoca, con la incertidumbre del manana que fatalmeute trae consigo, siembra en el corazôn de la juventud que hoy crece la desconfianza hacia los ancianos, a quieues hace responsables de todos los males que sufre y dei escepticismo respecto de todos los princi­ pios y de todos los valores que estos ûltimos tanto han exaltado y que les han transmitido. Hay un serio peligro de que numerosos jôvenes, intoxicados por estos fermentos malsanos, acaben por caer en un absoluto nihilismo. j Ay de los pueblos el dia en que venga a extinguirse en el aima de la juventud el fuego sagrado de la fe, del ideal, de la prontitud para el sacrificio, del espiritu de entrega de si mismo!» (Ρίο XII, Al Sacro Colegio Cardenalicio, 2 de junio de IM7). j) También ha decaîdo mucho la juventud porque la RADIO Y EL CINE HAN DIFUNDIDO UN MATERIALISMO GROSERO «Pero es igualmente cierto que la verdadera y précisa razôn de tan gran mal es todavia mâs profunda. Hay que buscarla en aque­ llo que con un término comprensivo se llama materialismo, en la negaciôn o al menos en el olvido y en el desprecio de todo lo que es religiôn, cristianismo, sumisiôn a Dios y a su ley, vida futura y eternidad. Como un aliento pestifero, el materialismo invade cada vez mâs todo ser y produce sus maléficos frutos en el matrimonio, en la familia y en los jôvenes. Y puede decirse que es unânime el juicio de que la moralidad de gran parte de la juventud estâ en continua decadencia. Y no sôlo de la juventud de las ciudades. También de la de los pueblos en donde algûn dia florecia una sana y robusta pureza de costumbres, la degradation moral es muy poco inferior, mientras que todo lo que excita en las ciudades al lujo y al placer ha obtenido entrada libre hasta en les aldeas. Es super­ fluo recordar cuânto se ha usado y abusado de la radio y el cine para difusiôn de este materialismo y cuânto ellos han contribuido a aumentar la superficialidad, la mundanidad, la sensualidad de la juventud juntamente con los malos libros, las revistas ilustrades Itcenciosas, los espectâculos vergonzosos, el bai'.e inmoral y la inmodestia en las playas» (Ρίο XII, A las mujeres de Acciôn Catôli­ ca Italiana, 24 de julio de 1949). λ Dios en las tardes de los dîas festivos iNuestro ânimo se entristece profundamente al ver cômo en nuestros tiempos pasa el pueblo cristiano las tardes de los dias festivos : los locales de los espectâculos pùblicos y de juego estân llenos, mien­ tras que las iglesias se ven menos frecuentadas de lo que convendria. Sin embargo, es indudablemente necesario que todos se acerquen a nuestros templos para ser instruidos en la verdad de la fe catôlica, para cantar las alabanzas de Dios y para ser enriquecidos por el sacerdote con la bendiciôn eucaristica y proveerse de la ayuda celes­ tial contra las adversidades de la vida présente» (Ρίο XII, Mediator Dei, 29 de noviembre de 1947). 1) El materialismo disgregador ha alcanzado igualmente a la familia «Da lâstima ver a qué soluciones llega en los mâs delicados problemas una mentalidad materialista : la disgregaciôn de la familia por la indisciplina de las costumbres, erigida en libertad indiscutible ; el agotamiento de la familia por el eugenismo bajo todas sus formas, introducido en la législation ; servidumbre material o moral de la familia, en la que, tratândose de la educaciôn de los hijos, los padres quedan reducidos, poco mâs o menos, a la condiciôn de los condenados que han perdido la autoridad paterna» (Ρίο XII, A la Uriiôn International de Organismos Familiares, 20 de septembre de 1949). U) Y ES LÂSTIMA VER QUE SE PIERDEN LOS HIJOS EN ESPECTÂCULOS VERGONZOSOS CON EL PERMISO DE LOS PADRES «Cuando se piensa, por una parte, en las nauseabundas crudezas y desvergüenzas que se muestran en los periôdicos, en las revistas, en la pantalla, en los escenarios, y, por otra parte, en la inconcebible aberraciôn de los padres que van con los hijos a deleitarse en semejantes horrores, el rubor sale a las mejillas, llenas de vergüenza y desdén. La lucha contra esta peste, especialmeute sefialando sus manifestaciones a las autoridades publicas, ha conseguido ya confortantes resultados y Nos abrîgamos la esperanza de que sea cada vez mâs efîcaz y benéfica» (Ρίο XII, A los predicadores de Cuaresmd de Roma, 23 de marzo de 1949). m) En otro orden de cosas, la guerra trajo como conSECUENCIA UN HAMBRE ESPANTOSA, QUE HA AZOTADO A GRANDES TERRITORIOS DE EUROPA Y EXTREMO ORIENTE «En vastos territorios de Europa y Extremo Oriente amenazan los espectros de la mâs espantosa carestia y dei hambre canina. Falta el pan, en el sentido literal de la palabra, a enteras poblacones, que, por consiguiente, van languideciendo miserablemente, consnmidas, debilitadas, victimas de las enfermedades y de la mi­ seria, peligrosamente agitadas por sordos estimulos de desespera- MM ?» **♦« L 1247 1^·· 1248 I. A ULTIMA VENIDA DF. CRISTO. 24 DESP. PENT. dos rencores y de profandas agitaciones sociales» (Pio XII, Radiotnensaje de Navidad de 1946 u.u : Col. Enc., p.523). n) Y DEJÔ A LA INFANCIA DESAM P.A R ADA Y EXPUESTA A MUCHOS PELIGROS I «Pero debéis saber que hay otros millones de ninos aqui en Europa, y también en el Lejano Oriente, cuya vida es muy diferente. Son jôvenes ninos y ninas de vuestra edad, y ellos también deberfan ser sanos y vivir felices ; pero, en cambio, caen victimas de enfermedades espantosas ; tienen hainbre, algunos de ellos no tienen ni siquiera lo necesario y muchos mueren muy jôvenes. Tiritan de frio ; sus vestidos les quedan pequenos y estân rotos ; muchos no tienen mâs que harapos para cubrir sus cuerpos debilitados, y ni tienen zapatos ni tienen medias. Sus mamâs, que les aman, como os aman vuestras mamâs, no les pueden dar mâs que un miserable pedazo de pan en todo el dia para corner. Pero, lo que es todavia mâs triste, centenares de estos ninos no tienen papa ni mamâ que se encarguen de ellos : han muerto durante la terri­ ble guerra, yerran por los senderos dei campo, sin caer en la cuenta de los peligros que les rodean, y por la noche van a buscarse un refugio en ba-racas misérables, para empezar después otra jornada solitaria, sin ningûn fin, llena de peligros, cuando el sol se levante de nuevo. j Y qué peligros les rodean ! Muchas veces no tienen ni una escuela que les atraiga ; no les ensenan, como a vos­ otros, religiosos celosos, haciéndoles aprender esas cosas tan lindas que se refieren a Dios, es decir, que Dios les ha creado para Si mismo, que les ama, que ha enviado a su Hijo unigénito para redimirles y ayudarles a ir al cielo ; que también ellos han de amar a Dios, que han de ser buenos, han de observar los mandamientos de Dios y todo lo que enseâa la Iglesia. Se ven abandouados y ven que para ellos es fâcil cualquier cosa mala» (Pio XII, A los ninos de Estados Unidos, 19 de febrero de 1947). Û) LA GUERRA Y LA POSGUERRA HAN HECHO VIV'R A LA MUJER UNA VIDA EN CONDICIONES TRÂGICAS Y SIN PRECEDENTES «Los anos de la segunda gu erra mundial y los de la posguerra han presentado y presentan todavia para la mujer en grupos enteros de naciones, casi en toda la extension de los continentes, un aspecto tragico y sin precedentes. Jamâs, creednos, jamâs en el transcurso de la historia de la humanidad los acontecimientos han exigido de parte de la mujer tanta iniciativa y audacia, tanto sen­ tido de la responsabilidad, tanta fidelidad, tanta fuerza moral, tanto espiritu de sacrificio, tanta paciencia para toda clase de sufrimientos ; en una palabra, tanto heroismo. Las relaciones, las cartas en que las mujeres nos revelan cual era y es todavia en estos tiempos crueles su propia suerte y la suerte de sus familias, son de tal manera impresionantes, que le hacen preguntarse a uno si es e1 jnguete de una pesadilla y cômo cosas semejantes pueden ocurrir en nuestra época y en el mundo en que vivimos. En el transcurso de estos terribles anos, la mujer y la joven se han encontrado en trance de practicar virtudes mâs que viriles, y de practicarlas en un grado • W ■ SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 1249 que no se requiere de los prppios hombres sino en circunstancias excepcionales» (Pio XII, AI Congreso International de Ligas Catôlicas Fcnieninas, 11 de septiembre de 1947). o) Los FRUTOS DE LA VICTORIA HAN SIDO HASTA AHORA AMARGOS se debe siempre y ùnicamente a la escasez de lo que se gana ? iNo entra en ello para nada el aumento de las necesidades ? Sin duda ninguna que hay ne­ cesidades que tienen que ser satisfechas urgentemente. Los alimen­ tes, el vestido, la habitaciôn, la educaciôn de los hijos, lo necesario para el aima y para el cuerpo. Pero queremos aludir a otras exigencias que demuestran de qué manera la moderna y anticristiana ansia desenfrenada de placer y la despreocupaciôn tienden a penetrar tam- 1252 J.\ ULTIMA VENIDA Πξ CRISTO. 2.} DESP. PENT. bien en e! mundo obrvru. Las arduas circunstancias eeonômieas del tiempo de guerra hicieron perder hasta la posibilidad del ahorro. Pero hoy todavfa no se ha vuelto a su sentido ni a su idea. En semcjantes condiciones de espiritu, ss plegarias» (Βίο XII, Optatissima pax, 18 de diciembre de 1947). 1) a todos estos males, la Iglesia no teme nada, PORQUE LA ALIENTA EL ESPIRITU DE CRISTO Trente iTerrena non metuit! (jiNo temiô nada de la tierra!) He aqui el trazo caracteristico que resume la vida y la actividad de todos los pndes Papas, el trazo que la Iglesia ha querido convertir en el ■tu'.o de honor de todos los Papas santos. Desde el primer momen·), en que, a pesar de nuestra indignidad, fuimos llamados a seguir >1 mismo camino, Nos lo hemos escuchado como una perenne adwtencia para nuestro modo de procéder, lo hemos tornado como teal al que debemos tender con todas nuestras débiles fuerzas. En u tiempo como el nuestro, agitado y -agitador ; en un tiempo en la verdad y el error, la fe en Dios y la negaciôn de Dios, la •:premacia del espiritu y el predominio de la materia, la dignidad :tnana y la abdicaciôn de esta dignidad, la ordenaciôn de la razôn ■elcaos de la irracionalidad se enfrentan en toda la superficie del •Άο en lucha definitiva, la misiôn de la Iglesia y de su cabeza ■üble no puede desarrollarse ni cumplirse con la bendiciôn del 'do sino bajo el lema Terrena non metuit!; j Tener miedo ! Y de ’:é? Entonces, i es que no somos fuertes ? < Es tal vez imposable ”erar el choque entre los discipulos y los enemigos de Cristo? La ÿtsia sufre pensando en el dafio que sus adversarios se hacen a • mismos, en el dafio que hacen a tantas aimas pequenas, frâgiles 'ignorantes, a las que son causa de escândalo y de ruina. ■. Λ a’) Por su parte los catôlicos, frente a la actual CORRUPCIÔN DE COSTUMBRES, HAN DE LUCHAR ARDIENTEMENTE El progreso y la ruina de los pueblos se deciden por el hecho de que su vida matrimonial y su moralidad pùblica se mantengan o no en la linea normative de los preceptos divinos. <>No os suena este principio como un toque de alarma en nuestro tiempo? El nûmero de los buenos cristianos el dia de hoy es aûn pequeno ; el de los héroes y santos de la Iglesia es acaso mayor que nunca. Pero las costumbres pûblicas estân mâs corrompidas, y ésta es la tarea de los hijos de la Iglesia, de todos los buenos cristianos : oponerse a este proceso de desintegraciôn y abrir de nuevo el camino al mandato de Dios y a la ley de Cristo en todos los campos de la vida humana, tanto mediante la instrucciôn, como mediante las obras en ’.a vida profesional, como en el uso de los derechos civiles y en la actuaciôn de la vida cotidiana» 'Pio XII, Sobre San Nico· làs de Flüe, 16 de junio de 1947). b’) Ha sonado la gran hora PARA LA CONCIENCIA CRISTIANA, PUESTA EN PELIGRO «I-’elad y orad (Mt. 26,41). Asi amonestô Cristo a sus discipulos en la vigilia de la Pasiôn. Vigilad y orad es la exclamaciôn que en nombre del Redentor resucitado os dirigimos a vosotros y a vues­ tros conciudadanos, a todos los fieles dei mundo. La gran hora de la conciencia cristiana ha sonado. O esta conciencia despierta a la plena y viril conciencia de su misiôn de ayuda y salvaciôn de la humanidad, puesta en peligro en su ser espiritual, y entonces habrâ salvaciôn y se verificarâ la fôrmula prometida por el Redentor : Confiad: yo he vencido el mundo (lo. 16,33), o de lo contrario, y Dios no lo permita, esta conciencia despertarâ sôlo en parte, no se entregarâ valientemente a Cristo, y se cumplirâ el veredicto—te­ rrible veredicto—no menos solemne : El que no estâ conmigo esta contra mi (Mt. 12,30). En vuestra conciencia, que habrâ despertado a tan plena comprensiôn de su responsabilidad, no hay lugar para la ciega creencia en aquellos que primero hacen abundantes declaraciones de respeto por la religiôn, y luego, jay!, se manifiestan negedores de lo mâs sagrado que hay en esta religion. En vuestra conciencia no hay lugar para la cobardia, para la comodidad y la irresoluciôn de aquellos que en esta hora crucial creen que pueden servir a dos sefiores» (Ρίο ΧΠ, Mensaje pascual, 28 de marzo de 1948). c’) SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS ΙΛ ÛLTIMA VENIDA DF. CKISTO. 24 DESP. PENT. 1254 Estas grandes bat allas que se han de librar exigen DECIDIDOS CAMPEONES «Las grandes batellas espirituales, que son la nota dominante de nuestros dias y de cuyo éxito podrîa depender para largo la fisonomia moral de la humanidad, exigen propôsitos netos y decididos campeones. Una clara vision y una resoluciôn firme son insepara­ bles cuando se han de llevar a la prâctica las eternas normas dadas 1255 por Dios a la creaciôn. La Iglesia de Cristo es la maestra compe­ tente e insustituible de esas normas ; su radio de acciôn llega a todos los rincones dei mundo, sin excluir ninguna estirpe ni depen­ ds de ninguna forma de gobierno» (Ρίο XII, Al embajador de Santo Domingo, S de enero de 1948). d’) PORQUE EN LA DESCOMPOSICIÔN IDEOLÔGICA DE HOY SÔLO TRIUNFAN LOS QUE VIVEN DE LA FE e trata de la suerte misma de las aimas. Por eso, al espiritu de mentira que domina el mundo, el clero debe oponer el amor inconcuso de la verdad ; al espiritu de odio y de egoismo, el sentimiento de la fraternidad cristiana y la tutela de la justicia, especialmente hacia las necesidades de las clases humildes ; al espiritu de la corrupciôu, la pureza sacerdotal ; al ansia de los placeres, el despego de los misérables bienes de esta tierra. La hora présente exige dei sacerdote una virtud mâs fuerte, un celo mâs ardiente y una firmeza mâs intrépida. i Ay dei sacerdote que hoy dia quisiera ehorrarse y limilar las renuncias, los sacrificios y las fatigas ! j Ay dei sacerdote que se dejase intimidar por las amenazas y los peli­ gros, olvidando la advertencia del Redentor ! (lo. 12,25) : El que una la propia vida la perderà* (Ρίο XII, En el 50 aniversario del Pontificio Colegio Leoniano de Agnani, 29 de abril de 1949). U’) NOS HALLAMOS EN UN TIEMPO DE MISERIAS Y ANGUSTIAS PORQUE LA HUMANIDAD SE HA SEPARADO DE DIOS «Mirad nuestro tiempo, con sus miserias y sus angustias, con sus errores y sus desalientos, con sus revoluciones y sus injusticias : «No os ofrece una pintura demasiado fiel del horror que amenaza ί la Humanidad entera y a cada uno de los individuos que la com?)nen desde el momento en que pretendan sustraerse al yugo amab-e del espiritu de Dios ?» (Ρίο XII, A unos peregrinos fran-ceses, 29 de mayo de 1950). .· 1258 ΙΛ ULTIMA VENIDA PF. CRISTO. 24 DESP. PENT. SECCION Vil. m’) Y, PORQUE SE SEPARÔ DE DIOS, HAN VENIDO DOS SIGLOS DE ENSAYOS FRACASADOS EN EL ORDEN SOCIAL E INTERNATIONAL «El mundo moderno, de la misma manera que ha inteutado sa· cudir el suave yugo de Dios, ha rechazado jiuiiamente el orden por El establecido, y eon la misma soberbia del ângel rebeide al comienzo de la creaciôn ha pretendido insrituir oiro a su arbitrio. Des­ pues de casi dos siglos de tristes experiencias y extravios, cuantos tienen todavia mente y corazôn rectos confiesan que semejames disposiciones e imposiciones, que tienen nombre, pero 110 substancia de orden, no han dado los resultados prometidos ni responden a las naturales aspiraciones del hombre. Este fracaso se ha manifestado en un doble terreno : en el de las relaciones sociales y en el de las relaciones entre las naciones» (Pio XII, Radiomensaje de Navidad de 1Q50). n’) Hay que reconocer, pues, que la ûnica salvaciôn DEL MUNDO EST EN EL AMOR DE DlOS Y EN LA HERMANDAD DE LOS HOMBRES, SEGÛN EL EJEMPLO DE JESUCRISTO «En efecto, sôlo habrâ salvaciôn para el mundo cuando la Humanidad, siguiendo las enseüanzas y los ejemplos de Cristo, reconozca que todos los hombres son hijos del ûnico Padre que estâ en los cielos y verdaderos hermanos mediante la uniôn con su divino Hijo, que El enviô, Redentor de todos. Solamente esta hermandad da al hombre, con el mâs elevado sentido de la dignidad personal, la seguridad de la igualdad verdadera, base necesaria de la justicia. Solo esta fraternidad asegura el don de la verdadera libertad en el goce de nuestros derechos y en el cumplimiento de nuestros deberes, en obediencia a las leyes dadas por el Dios omnipotente y por su di­ vino Hijo para la moralidad y la santidad de la vida humana. Sôlo esta fraternidad inspira, outre, reaviva en los corazones de los hom­ bres aquella verdadera caridad que detesta toda opresiôn y violencia, que supera los egofsmos lo mismo en los individuos que en los pueblos, que es capaz de sacrificarse por el bien comûn, de prodigarse generosamente para quien nada tiene y de aliviar a aquellos que sufren» (Pio XII, Mensaje al présidente de los Estados Unidos, 20 de diciembre de 1949). I. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA LA DESTRUCCION DE JERUSALEN Como una parte del evangelio del dia, segûn la interpretaciôn mâs aceptada, se refiere a la destrucciôn de Jerusalén por los romanos, insertamos aqui la historia de tan interesante episodio segûn el relato de Flavio Josefo (cf. B. I. 5,12, 1 ss.) y tal como lo extracta Schuster-Holzammer (cf. Historia biblica t.2 : Nuevo Testamento, trad, de Jorge de Riezu, 2.a ed., Barcelona). «Cuando, en frase de Josefo, los judios parecian una fiera furiosa y salvaje que a falta de otros alimentes se enfurece contra su pro­ pia carne, no le fué dificil a Tito acercarse a Jerusalén en la pri­ mavera del 70 y acampar a las puertas mismas de la ciudad. Estableciô un campamento a unos doscientos metros del Gôlgota, otro trente a la Torre Hipica, junto a la actual puerta de Jaffa, y un tercero, constituido por la décima legiôn, en el monte Olivete. Después de inûtiles tentativas para infundir sentimientos de paz en el ânimo de los judios, mandô Tito cercar la ciudad con trincheras. Terminadas éstas, y cuando descomunales arietes comenzaban a bâtir en brecha por très lados a la vez el tercer recinto amurallado, los sitiados, reconociendo demasiado tarde la necesidad de unirse, levantaron grandes alaridos, y aun de los mâs esforzados se apoderô el desaliento. A pesar de la heroica defensa de los ju­ dios, la muralia fué expugnada a los quince dias de asedio, y Tito comenzô en seguida el ataqiie del segundo recinto. A los cinco dias consiguiô derribarlo, y con los mâs valientes de su ejército penetrô en la ciudad. Mas de todas partes le disparaban a mansalva los judios : des­ de las calles, cuvo exacto conocimiento los favorecia ; desde los tejados v desde las murallas. Durante très dias impidieron a los romanos la entrada ; mas hubieron de ceder al violento ataque del cuarto dia. Entonces Tito mandô construir grandes terraplenes (ag­ geres) para bâtir la Torre Antonia. Mas apenas levantados, después de diecisiete dias de trabajo, fueron destruidos, con cuantos ingenios de guerra alli se habian conducido, por la valentia y astneia de los judios, que luchaban con el valor que presta la desesperaciôn. Por desgracia para los judios, Tito comenzô el asedio de la ciu­ dad después que en ella se habia congregado inmensa multitud de peregrinos para celebràr la Pascua, de suerte que, en frase de Jo­ sefo, parecia como que todo el pueblo judio se hubiera ence-rado en una cârcel. Ello contribuyô a que fuese en aumento el hambre en Jerusalén. Con peligro de la vida, salian de la ciudad los judios al campo por la noche para recoger algunas hierbas que corner. 1260 LA ULTIMA VENID.A DH CRISTO. 24 DESP. PENT. SK. 7. A ·. ■f Muchos de elles caian en poder de los romanos, los euales, para amedrentar a los sitiados y obligarlos a rendirse, azotaban y crucitïcaban a los infelices prisioneros frente a los muros de la ciudad. No pocas veces crucificaron quinientos y aim mâs en un solo dia. A la vista de los desgraeiados se alzaba el Gôlgota. Para que los judios abandonasen toda esperanza de evadir.se y con mâs certeza les obligase el hambre a rendirse, bloqueô Tito la ciudad por medio de una estrechisima e ininterrumpida linea de contravalaciôn. El recinto de la ciudad media treinta y très estadios, poco mâs de scis kilômetros ; la linea de contravalaciôn no pasaba de los treinta y uueve estadios, poco mâs de siete kilômetros, una milia geogrâfica. Partiendo del cuartel general de Tito, que estaba al noroeste de la ciudad, aquel cinturôn de hierro cortaba la parte inferior de Bezetha o la Ciudad Nueva, para bajar al valle del Cedrôn y, atravesândolo, seguir de norte a mediodia por el monte de los Olivos hasta las tum­ bas de los profetas ; torciendo luego hacia el oeste, pasaba al sur de Siloé y, ciûendo la ciudad por el sur y el oeste, venia a cerrarse en el punto de partida. Defendian aquel muro de tapia, piedra y arbustos, trece reductos o castillos de diez estadios, o sea de dos kilômetros de perimetro cada uno. Todo cl ejército trabajô en la obra con tanto celo, que, pareciendo exigir muchos meses su construcciôn, se terminô en très dias, segûn Josefo. Te rodearân de trincheras tus enemigos, habia predicho el Salvador (Le. 19,43). Al poco tiempo cebôse el hambre en la multi tud con creciente furor, y la miseria se viô aumentada por una epidemia mortifera. Lo que ordinariamente suele p-odneir repugnancia, se devoraba con avidez : cuero viejo, heno podrido, estiércol, etc. Ix>s hombres arrebataban a las mujeres un bocado, las mujeres a los hombres, los nifios a sus padres, y las madrés a sus tiernas eriaturas ; y aun hubo madré que matô al hijo de sus entranas para devorar su carne. «Es imposible—observa Josefo—describir por menudo todas las atrocidades de los habitantes ; jamâs ciudad alguna sufriô tanto, y nunca, desde el principio del mundo, hubo generaciôn tan desenfrenada de crimenes>. Familias enteras, linajes enteros, fueron muriendo por el hambre. Las terrazas estaban llenas de mujeres y nifios extenuados ; las calles, de ancianos pâlidos. Hombres y adolescentes andaban como sombras y caian medio muertos, y hubo quienes, al ver que sc acercaba su hora, se encerraban ellos mismos en la tumba para no quedar insepultos. Ningùn lamento se oia, ningùn quejido rasgaba el aire ; los que lentamente iban muriendo contemplaban con ojos rigidos a los ya muertos y les envidiaban su suerte. Por todas partes sobre muertos y agonizantes reinaba nocturno silencio, turbado alguna vez por el estrépito de los zelotes, que asaltaban las casas para robar hasta los vestidos de los cadâveres. Después de muchos ataques infructuosos fué, por fin, expugnada la Torre Antonia, y Tito pensô en atacar el monte dei templo v su muro exterior. Ya antes habia invitado repetidas veces a los judios a capitular ; mas ahora renovô de nuevo su oferta. «Pongo por testigos a los dioses de mi patria—mandô decir—, y si ha habido algiin dios que baya alguna vez tenido providencia de esta ciudad —pues no creo que ahora la tenga—, le pongo asimismo por testigo, y también a mi ejército y o los judios que estân conmigo, de que no os constrifio a manchar el Templo. Si os sometéis, ningân M· ;.î<; ■i MISCEI.AnP.A JHSTÔRJCA Y LITER ARIA 1261 romano se accrcarâ al santuario. Yo lo conservoré, aunque no lo querâis». Pero los zelotes no vieron en la magnanimidad del romano sino cobardia, y despreciaron sus avisos. Enlonces se encendiô la Jucha mâs terrible que nunca. Al golpe dei ariete se desplomaban los muros norte y oeste dei Templo ; pero resultaron vanos todos los ataques dirigidos contra el muro oriental dei atrio. Intenta el general romano un asalto, y es rechazado con grandes pérdidas. Entonces Tito manda incendiât las puertae ; el fuego funde la plata de que estân rccubiertas, quema la mo­ déra y penetra en los pôrticos. Todo el dia y toda la noche dura el incendio, y a la otra inaûana se ordena apagar el fuego. Pero mientras los soldados se ocupan en cumplir la orden, los judios atacan nuevamente y son rechazados y perseguidos hasta el Templo. Entre el tumulto general, un soldado romano, haciéndose elevor hasta una de las ventanas dorados que por el lado del norte doban a una de las estancias inmediatas al santuario, arrojo por elles un tizôn ardiente. Pnjnde cl fuego en los ricos artesonodos, y en un mo­ mento se comunica a las salas contiguas al santuario. Al saberlo Tito, acude presuroso con sus oficiales, y con el gesto y con lo voz quiere contener a los soldodos y obligarles o combatir los Hamas.’ Pero en vano. Ixis legiones se precipiton tros él ; lo indignaciôn, el odio y la rapifia las hacen sordos a las ôrdenes, y ol ver en su derredor brillar el oro, creen que el templo encierra inmensas riquezas ; no es ya tiempo de domar su salvajismo. Los judios, que con furor desesperodo les salen ol peso, caen en cl suelo acuchillados ; en torno del altor de los holocaustes yacen amontonados los cadâveres, y la sangre corre a torrentes en las grados del templo. Tito pénétra en el edificio incendiado, llega hasta el Sancta Sanctorum, y sus ojos contemplan con asombro aquel hermoso templo, cuya mognificencia y esplendidez interior no desmienten lo que por de fuera promete. Todavia espera poder salvar el edificio interior ; se esfuerzo en dar voces para combatir el fue­ go ; mas nodie le oye. Entre tanto un soldado, inadvertidamente, lleva el fuego al interior, y al instante prende aqui también la llama. Tito hubo de retirarse, y al poco tiempo el Templo se desmorona. Los romanos plantan las âguilas imperiales en el lugar santo y ofrecen sacrificios a los dioses. Era el dia mismo del mes en que en otro tiempo ardiô el templo de Salomôn, el 9 de Ab, 15 de agosto del αΰο 70 después de Cristo. Medio afio antes, el 19 de diciembre del 69, en Roma ardia en el Capitolio el templo de Jùpiter, el pri­ mera de los dioses romanos, incendiado por los soldodos de Vitelio, que luchaban contra los partidarios de \respasiano. Los templos del judaismo y dei paganismo se derrumbaban cuando el reino de Cristo se disponia a conquistar el mundo. Aun faltaba por expugnar el monte Siôn con el palacio de He­ rodes, la antigua ciudadela. Cuando los sitiadores, después de va­ rios dias de trabajo, acercaron los ingenios de guerra al muro y el ariete abriô brecha en la cortina occidental, fué espantosa la confusiôn de los sitiados, y, sin pensar que en las tres torres HL pica, Fasacl y Mariamma podian hallar inexpugnable asilo, todos fueron a refugiarse en los corredores subterrâneos, de los euales unos comunicaban con el monte dei Templo y sus cuevas y otros tenfan salida por la fuente de Siloé ; a los pocos dias el hambre 1263 SEC. 7. MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA 1262 LA ΙΊ.ΤΙΜΛ VENIDA DK CRISTO. 24 DESP. PENT. les obligô a rendirsc. Alâs tarde se encontraron alli dos mil cadâveres. Entre tanto, los romanos planteron las ûguilos imperiales en los torreones de Siôn y se desparromaron por las calles, derribando cuanto sus manos alcanzaban, quemondo las casas con los que en ellas se habian refugiado. Dos dias y dos noches estuvo ardiendo la ciudad ; al tercer dia era ésta un montôn de escombros, bajo los cuales habia infinidad de cadâveres sepultados. Era el 2 de septiembre del αήο yo. Cuando Tito entrô en la ciudad, admirôse de la fortaleza de sus murallas, en especial de las très soberbias torres Hipica, Fasael y Mariamma, y es fama que de ellas dijo : cEvidentemente nos ha valido la victoria el favor de los dioses, pues sôlo uh dios ha podido lanzar a los jndios de estas ciudadelas. Contra ellas nada habrian podido la mano de los hombres ni la fuerza de los ingeniose. Segûn Josefo, mâs de un millôn de hom­ bres pereciô durante el sitio. El nûmero de prisioneros, segûn el mismo, e’.evôse a 97.000 ; parte fueron enviados a las minas egipcias, parte distribuidos por las provincias para luchar en los anfîteatros unos contra otros o con las fieras. En un solo dia perecieron 2.500 judios en los juegos circenses que en honor de Tito organize la ciudad de Cesarea de Filipo, y en los de Beyrut sucumbiô una «inmensa muchedumbre». Pero los mâs fueron vendidos por todo el mundo como esclavos. Tito dispuso, finalmente, que fuese arrasado cuanto dei Templo y de la ciudad quedaba y que el arado pasara sobre los escombros. Unicamente exceptuô los très torreones y una parte de la muralia de occidente con los edificios contiguos, para que sirviera de alojamiento a las tropas que alli habian de quedar y diese testimonio de la firmeza de la ciudad y del valor de los romanos». II :,;t ·»- SIGNOS EXTRAORDINARIOS QUE PR.ECEDIERON Segûn testimonio de Josefo (cf. B. J. 6,5,3) y Tâcito ÎHist. 5,13), a la mine de Jerusalén precedieron signos extraordinarios. Durante todo nn afio se vio sobre la ciudad un cometa, que tenia forma de espada. Antes de! comienzo de la guerra, habiéndose reunido el 8 de abril el pueblo para celebrar la Pascua, a las très de la meûana circundô el Templo y el altar una luz tan resplandeciente, que durante media hora convirtiô la noche en dia clerisimo. La puerta oriental dei Templo, Hamada Puerta Corintia, que era de bronce v apenas veinte hombres bastaban para cerrarla al atardecer, se abriô bruscamente de por si a medianoche. El 21 de mayo viéronse en el aire sobre toda la comarca antes de la puesta del sol ejércitos que asaltaban ciudades y torres (ci. 2 Afach. 5,2 ss.). En le fiesta de Pentecostés, cuando los sacerdotes ejercfan al atardecer el culto ordinario en el templo, oyeron un murmnllo, luego voces como de multitud que se apifiaba, las cuales decian : / Vâmonos de aqui! Pero el presegio mâs terrible de todos fué que un sencillo campesino por nombre Jesûs, hijo de Amanus, cuatro afios antes de la guerra, en la fiesta de los Tabernâculos, comenzô de repente a gritar en el Templo : <Üna voz del oriente, una voz de occidente, una voz de los cuatro vientos, una voz contra Jerusalén y contre el Templo, una voz contra esposos y espo^as, una voz contra todo el pueblo», Asi grilaba recorriendo las calles ; fué golpeado y azotado, hasta quedar al descubierto los huesos ; mas no por eso lloraba ni se lamentaba, sino que seguin gritando incesantemente : <|Ay! j Ay de ti, Jerusalén!» Asi grilaba por espacio de cinco meses, y mâs fuerte aûn en las fiestas, hasta que Jerusalén fué cercada. Entonces gritô por ûltima vez a los muros de la ciudad ; <|Ayl j Ay de la ciudad! j Ay dei Templo y del pueblo!» Y ariadiô : <|Ay también de mi!» Y sin dejarle apenas tiempo para concluir, una piedra lanzada por una ballesta desde la linea romana le dejô sin vida» (cf. Schuster-Holzammer, o.c., ibid., p.584). EL VALLE DE J OS AFAT El trecho del Cedrôn que estâ al oeste dei sepulcro de la Vir­ gen y de Getsemani, hasta el puente inferior, se denomina comûnniente valle de Josafat. Tiene su origen cerca del apanteôn de los Jueces», dirigese hacia el sudeste y, pasando junto al «panteôn de los Reyes», toma luego la direcciôn meridional. Sôlo el profeta Joel le da este nombre, y alude a la celebraciôn de un misterioso juicio cou estas palabras (3,2) : Reuniré a todas las gentes y las llevaré al valle de Josafat y discutiré con ellos la causa de mi pueblo y de mi heredad, Israel, que ellos dispersaron entre las naciones, repartiéndose mi tierra. (jQuiso el profeta désignât sôlo este valle o pretendiô aludir al lugar donde ha de verificarse el juicio final, conforme al significado de la palabra Josafat (el Senor juzga) ? Aunque se ha discutido, primeramente, si la profecia tiene o no sentido escatolôgico, le opiniôn que hoy prevalece es que se refiere al juicio final. Pero, en cambio, lo que carece de valor es la creencia popular de que el juicio ha de celebrarse en este valle. Parece que la sola menciôn en la profecia de Joel diô pie, a través de una hermenéutica literal, a que los judios creyesen que el juicio ocurrirâ junto a Jerusalén. De aqui el anhelo por parte de muchos israelitas de acabar sus dias en la Ciudad Santa y ser enterrados en el valle de Josafat para estar cerca del lugar del juicio. Al oriente y mediodia el valle estâ sembrado de tumbas hebreas. En la parte occidental, junto a los muros del Templo, hay un cementerio mahometano. [H LA TERRIBLE TROMPETA La trompeta terrible aparece en la Escritura como un anuncio de calamidades y desastres. En el libro de Josué (6,5) se anuncio, por ejemplo, con ella el derrumbamiento inminente de los torreo­ nes de Jericô. Pero es a la par proclama constante de la majestad pavorosa de Yavé. Cuando Dios se manifiesta en el Sinai, le pre­ cede un muy fuerte sonido de trompetas (Ex. 19,16), que aumenta en intensidad a medida que se acerca la apariciôn divina (ibid., 19,19). Trompetas resuenan delante del arca de la alianza (1 Par. 15,24) ; con sonidos de trompeta contempla el salmista la grandeza de Dios (Ps. 46,6 y 150,3) ; trompetas acompaüan por doquier las sobrecogedoras visiones de los grandes profetas, y trompeteros son, en fin, los ângeles temerosos del Apocalipsis (8,6 ; 11,15). ■· <*» -1. . 7 ,· 1264 SEC. 7. MISCELANEA HISTORICA V LITERARIA LA ULTIMA VENIDA DR CRISTO. 24 DESP. PENT. Reiteradamente se alude en los pasajes escatolôgicos dei Evan­ gelio y de las epistolas paulinas a la trompeta anunciadora del jui­ cio final (Mt. 14,31 ; 1 Cor. 15,52 ; 1 Thés. 4,15). Ante este sonido formidable se han estremecido los santos : «i Trompeta terrible—ex­ clama San Juan Crisôstomo—, a la cual obedecen todos los elementos de la tierra ! Ella quebranta las rocas, abre las tumbas, pulveriza las puertas de brouce, llama de las profundidades a las aimas y las junta a los cuerpos ; y todo esto en un momento, in ictu oculi, dice San Pablo». Pero el santo a quien mâs pavor infundia el resonar de la trom­ peta escetolôgiea era San Jerônimo, quien sôlo al recordarla temblaba de pies a cabeza. Son muchas las iconograffas que preseutan al santo Doctor, penitente en la soledad de su retiro, con la mirada en alto clavada en una trompeta que aparece entre nubes. Era su defensa contra aquellas espantosas tentaciones de la carne que él mismo describe con extraordinario relieve : «jCuântas veces eu aquella vasta soledad, que, calcinada por los fuegos del sol, no ofrece a los monjes mâs que una habitaciôn desolada, creia yo eucontrarme todavia en medio de las romanas delicias ! Estaba solo, sentado y entregado a mis tristezas. Bajo aquel saco que deformaba mis miembros, era yo entonces un objeto de horror ; mi exterior inculto daba a mi cerne el aspecto de la raza etiôpica. Y a todas horas, lâgrimas y sollozos. Cuando, a pesar de mis esfuerzos, el sueno me dominaba, mis huesos mal unidos se rompian sobre la tierra desnuda. Pues bien : yo, que por temor al infierno me ha­ bia condenado a una prisiôn semejante ; yo, que no ténia por compafieros mâs que a los escorpiones y las fieras, me veia con frecuencia entre las danzas de las jôvenes de Roma. El ayuno debilitabe mi cuerpo, pero en el cuerpo helado el corazôn se abrasabe de deseos ; mi carne era como un presagio de mi muerte, y, sin embargo, el incendio de las pasiones culpables estallaba en ella. En medio de aquel abandono me arrojaba a los pies de Jesûs, los regaba con mis lâgrimas, los enjugaba con mis cabellos, y con semanas de avuno trataba de domar la carne rebelde. No me aver* gùenzo de mi desgracia ; lloro mâs bien por no ser lo que entonces era. Recuerdo que muchas veces yo continuaba exhalando gritos lastimeros cuando el dia sucedia a la noche, y no cesaba de golpearme el pecho hasta que la palabra del Sefior restablecia la cal­ ma. Mi celda misma me era odiosa, como complice de mis pensamientos. Eternamente irritado contra mi mismo, me internaba solo en el desierto. La profundidad de los valles, la aspereza de las montafias, las rocas abruptas, eran los lugares de mi oraciôn y el calabozo de mi carne miserable. Pero el Sefior me es testigo : des­ pués de haber llorado mucho y contemplado el cielo, me sucedia a veces que me introducia entre los coros de los ângeles. Loco de alegria, cantaba entonces : cCorramos tras el olor de tus perfumes». 1265 EL HORROR DEL DIA DEL JUICIO V. «Escribe Juan Curopalata que el rey Borgoris, de los bùlgaros, siendo pagano y tan dado a cazar fieras, que gustaba de verlas pintadas en su casa muy bravas y horribles, mandé a Metodio, monje, que era buen pintor, le hiciese una pintura tan horrible que causase temor el verla. El prudente monje no hizo sino pintar el dia del juicio. Llamô luego al rey para que viese lo que habia pintado ; él, cuando lo viô, quedô tan espantado de aquel acto de justicia, viendo al Hijo de Dios juzgar a los hombres y que los justos eran coronados y los malos castigados, que, lleno de asombro, dejô su mala vida y se convirtiô a la fe de Jesucristo. Casi lo mismo sucediô a San Dositeo, el cual, siendo mancebo muy regalado, no habia oido decir en toda su vida que hubiese de haber dia de juicio hasta que acaso se encontrô con una pintura en que viô las penas de los condenados, de cuya vista se quedô atônito ; y no sabiendo lo que era, llamô a una matrona, que se lo déclaré con tanto espanto que él, que estaba como muerto, no pudiendo respirar por lo mucho que estaba fuera de si de pavor y miedo. Cuando cobrô mâs aliento, preguntô qué haria para no caer en aquella suerte miserable. Y respondiôle que ayunar, abstenerse de carne y orar. Empezô desde luego a ejecutarlo ; y aunque se lo estorbaban y disuadian los de su casa, a él le quedô tan fijo el temor santo de Dios y la memoria de la condenaciôn eterna en que podia incurrir el dia del juicio, que no cesô de su propôsito y rigurosa penitencia hasta que, entrândose monje, la continuo con mâs fruto» (cf. Nieremberg, Diferencia entre lo temporal y eterno 4-a ed. [Apost. de la Prensa, Madrid 1949] 1.2 c.9 p.219-220). VI. SAN VICENTE FERRER Y EL PURGATORIO «El paraiso no se concede—decia San Vicente Ferrer—mâs que a los que verdaderamente aspiran a él. Aquel que en este mundo no se enamora de la gloria del cielo, aun cuando hiciere obras infinitas de penitencia, pasarâ por el purgatorio para aprender a desearlo..., como sucediô ùltimamente a un hombre, un gran penitente, que se apareciô después de muerto a un amigo, revelândole que se hallaba en el purgatorio, a pesar de la austeridad de su vida, porque jamâs se habia prendado de la gloria del cielo. Y el purgatorio, sépase bien, no es una formalidad, un bafiito de fuego o de agua hirriendo, como para escaldar un polio o escalfar un huevo, sino una larga, larguisima tortura, medida por un tiempo que no es el dei mundo. Como prueba, aquel enfermo que habia sido un gran pecador y se habia arrepentido, pero sin hacer peni­ tencia suficiente, sufria atrozmente y pedia la muerte. Su ângel de la guarda vino a él y le diô a elegir entre tres afios aùn en la tierra, en la que debia soportar su mal con paciencia, y très dias de purgatorio, después de los cuales se le abriria el cielo. El enfermo escogiô el segundo camino, apenas murîô vino un ângel a visitarie : —jTraidor!—gritô el hombre. —<; Qué sucede ? .· ’ -*’■* -Η. A 1266 LV ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. SEC. 7. .M1SCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA —Me has eugaüado. Hace très mil anos que estoy aqui. —Te parece. < Te acuerdas de la hora en que partiste ? —A Drinia. —Tù pârroco reeitaba, pues : «Deus in adiutorium» ; aun no estâ en el *<^* ^ 1274 LV ULTIMA VENIDA DF, CRISTO. 24 DESP. PENT. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS B. IV. Cômo hemos de fructifica». Por el don de sabi­ duria se aprccia el verdadero valor de las cosas y de nuestros actos y se orienta rectamente nuestra voluntad, puesto que en él se percibe el as­ pecto divino de las cosas. El don de sabiduria nos dice en qué forma hemos de agradar a Dios Nues­ tro Senor en todo. ‘‘Dando frutos de toda obra buena” (Col. 1,10). b) Consuelo para los inactivos involuntarios. La epistola de hoy debe servir de gran consuelo a las personas que, contra su voluntad, tienen que permanecer inactivas: impedidos, ancianos, enfermos, etc. En ellos puede producir el ciento por uno la palabra de Dios. Cristo nos dice en la pa­ râbola de las cuatro simientes que la ûltima, la buena, la que puede producir fruto de 30, de 60 ô 100, es la que cayô en un corazôn ôptimo y fructifico por la paciencia. a) Excelente sermon es unir la paciencia con el gozo, como el Apôstol nos lo pide hoy. Como él mismo la praclicaba en la cârcel de Filipos. Acordémonos, por ejemplo, de Pablo y Silas, cubier-, los de heridas, sujetos al cepo, cantando gozosos du­ rante la noche alabanzas a Dios Nuestro Senor. Paciencia y longanimidad. a) La longanimidad es una forma de paciencia por la cual toleramos sin castigar las ofensas 0 agravios que recibimos de personas sobre las cuales podriatnos descargar una sanciôn. b) Soportamos por la longanimidad lo que podriamos evitar. Pero, mirando al bien de la parte que nos ofendc y a la gloria de Dios, retardâmes el castigo. c) Imitamos a Dios, a quien se atribuye la longanimi­ dad, porque no tiene prisa en vengar las injurias y tolera las ofensas de los que podrîa destruir. No quiere la mtierle del pecador, sino que se convierta y viva (cf. sec.II p.1164, 6). No activi smo, paciencia. Ciertas formas de activismo vicioso de los tiempos modernos son la oposici&n por antitesis a este espiritu de sabiduria que el Apôstol quiere establecer como rector de nuestra vida. A. La excesiva actividad exterior es peligrosa. Por el contrario, es segurïsimo el ejercicio de la pa­ ciencia y longanimidad, que Pablo recondenda. La verdadera fortaleza mâs se ha de conocer en re­ sistir que en acometer. a) Pablo escribiendo esta carta es un ejemplo de lo que predica. i. El Apôstol, activo y emprendedor como ninguno de sus compaùeros, ha de pasar dos anos en la inactividad de una cârcel. El ministerio exterior se reducirâ a predicar el Evangelio a los que se acerquen a la celda, donde estâ aprisionado por las cadenas. 2. Mas Pablo estâ lleno de gozo, como lo dice en Sus cartas de la cautividad, porque la omnipotencia divina se ha manifestado en la paciencia in­ superable con que él soporta la inactividad de la prisiôn. b) Los Proverbios nos dicen (16,32) que es preferible el hombre patiente al varôn tuerie, y el que domina su aima al conquistador de ciudades. c) Conocida es la sententia que se atribuye a Escévola: iLa fortaleza en el obrar es propia de romanos; la paciencia en el sufrir lo es de cristianos». 1275 V. La herencia de los santos. La epistola de hoy nos infunde la esperanza cierta de que en el dia tremendo del juicio final perteneceremos a la zona luminosa de los envueltos en la claridad divina (cf. ibid., p.1160, C, a). a) nDando gracias a Dios Padre, que os ha hecho capa­ ces de participar de la herencia de los santos en el reino de la luz» (Col. 1,12). b) «EZ Padre nos librô del poder de las tinieblas y nos trasladô al reino del Hijo de su amor» (ibid., 13). El Apôstol se refiere a la vida de gracia de que gozan los cristianos por la remisiôn de sus culpas, obtenida por la sangre de Jesucristo. Pero aviva en todos nosotrog la esperanza de que esa luz de gracia en que actualmente vivimos serâ luz de gloria en la otra vida, porque somos herederos del reino, “coherederos de Cristo” (Rom. 8,17), porque esperamos que, como las virgenes pruden­ tes (Mt. 25,4), cumpliendo los deseos de nuestra madré la Iglesia y sus piadosas amonestaciones, llevemos encendida la luz que recibimos el dia del bautismo para recibir al Sefior cuando venga a juzgar al mundo. ‘Recibe la lâmpara ardiente y conserva irreprensible tu bautismo, guarda los mandamientos de Dios, para que con Dios vengas a las nupcias, puedas salir a su encuentro con todos los santos en la morada celestial y goces alli de vida eterna” (del Ritual Romano, en la administraciôn del bautismo). . 1276 H ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 24 DESP. PENT. SERIE III: SOBRE EL EVANGELIO Heredero de todo I. Planteanuento de! tema. A. Hemos seguido a Cristo en todos los pasos de SU vida humilde, en los momentos gloriosos de SU resurrecciôn y ascension, pero ocultos al mundo, en el triunfo o la persecution de su Iglesia. B. Hoy, al terminar el aüo litûrgico, en medio de aquel escenario gigantesco del fin dei mundo, podremos admirar los designios del Padre con re­ lation a su Hijo. U. Los designios del Padre. A. Cristo, heredero. El Padre constituyô a su Hijo (Hebr. 1,2) en “heredero de todo, por quien tam­ bién hizo el mundo” (cf. “Apuntes exeg.-morales” sobre la epistola de la fiesta de Cristo Rey). Cuando creaba los mundos pensaba en Cristo, cuyo palacio era (cf. supra, Fr. Luis de Leôn, p.1221, D, a y b). b; Diô a sus criaturas el ser natural. Pareciôle poco y elevô a los rationales al ser divino de la gracia. Pero no satisfecho todavia, quiso unir fisicatnente al hom­ bre consigo mismo, y para ello dccidiô encarnarse en un hombre, en Cristo. Este Hombre-Dios, que hubiera resumido en su cuer­ po material toda la création inanimada, y en su aima la espiritual. al recibir al Verbo levantaba a toda la creaciôn, a la vez que la présidia, como rey natu­ ral, en un imperio de paz, de amor y de Justicia que Dios sono para sus criaturas (cf. Fr. Luis de Leôn, p.1220, C). a) fracaso del pecado. El pecado quebrô los de­ sign! os del Padre. Un hombre Dios no podia reinar glorioso ni pacifico sdbre un mundo enemigo. Solo hubiera podido ser juez vengador. C. Cristo, Salvador. Nunca podrâ veneer el demonio los designios amorosos del Padre. Queria éste que su Hijo fuera rey de amor, y lo séria. El pecado solo conseguiria aüadir a sus titulos el de Salvador. a) Los nucvos designios del Padre se ci/ran en que Cris­ to lo présida todo y que no encontremos la salvaciôn r/r: ‘ < ■ SEC. 8. GUIONES HOAni.F.TICOS 1277 sino en él. *En ningûn otro hay salud» (Act. 4,12). b) /.a misma Epistola a los Hebreos, que nos présentaba al Hijo como a heredero, después de afirmarnos que ha creado los mundos, aiïade inmediata mente este otro titulo : xDespués de hacer la purificaciôn de los pecados» (1,3). c) Al tjCristo reina!» y «jCristo impera!» del primer designio del Padre se le ha aiiadido el t;Cristo vcnce!» reinado eterno de Cristo. El dia del juicio. ^Cuando? Pero ^ciiândo veremos brillar en su esplendor este reinado? Los malos se pavonean, Cris­ to es negado por los inficies, desobedecido por los fielcs... (San Agüstîn, p.1183, f, y Alonso de Cabre­ ra, p.1226, B). La muerte, fruto del pecado, seüorea el mundo... b) Dios no tiene prisa. No tengais prisa. Lo que a nos­ otros nos parece largo, para Diôs es un segundo (cf. supra, San Agüstîn, p.1183, &)· Cristo esta sentado a la diestra del Padre, aen tanto que ponga a sus enemigos por escabel de sus pies» (Ps. 109,1). Ese momento glorioso sera cl dia del juicio. a) Dos actos prervios a la apoteosis final. Ha Uegado el momento. Todo ser rinde pleitesia a Cristo. La creaciôn enciende luminarias. Los ângeles vuelven a oir la voz: “Adôrenle todos los ângeles de Dios” (Hebr. 1,6). Pero antes de la apoteosis final es necesario terminar dos actos preliminares. a) Pcncer la muerte. A la voz de mando de los àngeles, los cuerpos humanos disfrutarân dei privilegio de la rcdcnciôn, que alcanzarà Cristo con la suya, y Jesiis, el Campeôn, el Salvador, ante aquel campo de hucsos que se revistc de sus carnes, podrà de­ cir: t^Dônde estân, joh muerte!, tus plagas? (1 Cor. 3,16; cf. ibid., 6,19). Que concierto 1280 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS LA ULTIMA VEN1DA DK CRISTO. ’4 DESP. PENT. entre el templo de Dios y los idolos? Pues vosotros sois templo de Dios vivo» (a Cor. 6,16). b) Es, sobre todo, templo santo de Dios el aima consagrada por los votos, y mds a ûn por la consagraciôn sacerdotal, que nos hace participar del sacerdocio de Cristo y nos dedica a Dios. Del sacerdote, como de Cristo, debe dccirse: iY tal conventa que fuese nues­ tro Pontifice, santo, inoccnte, inmaculado, apartado de los pecadores y mas alto que los cielos» (Hebr. 7,26). D. Es indicio de una ruina inminente. a) b) Desde que lu abominaciôn del pecado entra en un aima y durante el tiempo que reina en ella, el aima no puede escapar a su ruina. Lleva en su culpa formado cl decreto de condonation : »Si alguno profana el templo de Dios, Dios le destruird. Porque el tem­ plo de Dios es santo, y esc templo sois vosotros» (1 Cor. 3,16-17). El demonio y la muerte se csfucrzan por romper el hilo debil de la vida, mientras el aima estâ suspcndida sobre el abismo etcrno. El pecado parece que mas especialmente es indicio de ruina total en el sacerdote, porque, de una parte, se hace mâs insensible a los nuevos toques de la gra­ cia, y de otra, parece muy frecuente la muerte repen­ tina en los ministros de Dios. E. La abominaciôn del pecado en el aima es adver­ tenda de Dios. Como la abominaciôn de Jerusa­ lén era indicio de su ruina. Del propio pecado se sirve la divina Providencia para excitar los remordimientos del pecador, para obligarle a una pronta penitencia y que escape de la ruina que le amenaza. Ejemplos son David y Salomon, la Sa­ maritana y la Magdalena. El buen ladrôn comienza por reconocer sus propios pecados (Lc. 23,41), y el hijo prôdigo en la consideraciôn de sus mi­ serias encuentra la luz que ilumina su camino de vuelta al padre (Lc. 15,18). La meditaciôn de los pecados propios produce en nosotros los mejores efectos. Las caidas bien aprovechadas se convierten en ocasiôn de alcanzar la verdadera humil­ dad, sobre la que se construye el edificio de la santidad mâs auténtica: desconfianza de nosotros para confiar en Jesucristo. La caida de Pedro, que niega al Seüor (Lc. 22,54-62; lo. 18,15-27), no ha sido impedimento para que siga en pie la promesa del primado de la Iglesia y que un dia se lo confiera Cristo solemnemente a orillas del lago (lo. 2145-17). * 1281 El juicio y la verdad I. La verdad. Verdad es lo que perdura. Sueno y men­ tira lo que pasa y fen°ce sin que quête nada (cf. “La palabra de Cristo": BAC, t.l p.20 y 22). Π. Es dificil varia. Pero es difîcil v?r la vsrdad. Nues­ tros criterios estân banados de colores subjetivos que camb'.an el de las cosas. Nuestros gustos, apetitos e incluso el deseo de permanenc'a, a través del cual moldeamos cuantas cosas nos placen, imaginândonoslas eternas, nos hacen creer verdadero lo que no lo es. m. Cuando la conoceremos. A. Después de la muerte. Conoceremos la verdad cuando se desprendan de nuestros ojos estos cristaies que mienten el co'or de las ccsas. La muerte es la primera en quitârnoslos de la vista. Las cosas no nos sigue n. Nosotros, si. La verdad no estaba en ellas. Estaba mâs bien en nosotros. B. En el juicio. Y después viene el juicio. No somos sôlo nosotros los que hemos quedado. Estâmes ante Dios, y entonces una nueva luz, la verdade­ ra, nos da la realidad objetiva de todo. Las criaturas no cran la verdad. Vcd como cl dia del juicio se apagan sus luces y fenccen todas. Solo quedan alli Dios y el hombre. b) Que es lo verdadero en cl hombre? 4. Honores, riquezas, placeres?... Por nada de ello se pregunta alli, como no sea para hacer resaltar su valor negativo de condenaciôn. c) Sôlo quedan nuestras acciones y Cristo. Cristo es el modulo de la verdad. Las acciones que sean segûn El, serân las verdaderas. a) IV. Cristo es la verdad. A. Desprendiéndome, pues, hoy de todo color fingido de afectos mundanos o egoistas, iqué es lo que hay de verdsd en mi vida? îQué es lo que hay segûn Cristo? iSoy manso y hurrilde? ;.Amo a mis hermanos? He aqui un modulo cierto para justipreciar mis obras. Cristo mismo nos lo dijo: “Aprended de mi, que soy manso y humi’de de corazôn” ''Mt. 11,29). “Este es m’’ precepto: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este de dar uno la vida por sus amigos” (lo. 15,12-13). I î) palabra de C S 41 SEC. δ. GUIONES HOMILÉTICOS IA ÙI.TIMV VENIDA DE CRISTO. 2.1 DESP. PENT. ta ahora ni la habrâ...” (Mt. 24.21); “se lamentarân todas las tribus de la tierra...” B. San Lucas emplea la palabra “arescentibus homi­ nibus”: “exhalando los hombres sus almas por el terror” (Le. 21,26). C. La description de San Juan en el Apocalipsis présenta estos mismos rasgos de temor. D. En estas palabras de las Sagradas Letras se ins­ piro el cuadro del juicio final de Miguel Angel (cf. “La palabra de Cristo”: BAC, t.l p.109 ss.), en el que todas las figuras, al decir del historiador Pastor, hasta la Virgen, parece que se hallan sobrecogidas de espanto y pavor. E. El “Dies irae” de Tomâs de Celano manifiesta también el aspecto terrible del juicio: “Quantus tremor est futurus, quando iudex est venturus, cuncta stricte discussurus” (cf. ibid., ρ.112). F. Un prefacio del Sacramentario Galicano agota los epitetos para indicar la turbaciôn del ûltimo dia: “;Oh, cuân duro y difîcil serâ este dia! iQué te­ rrible y espantoso.'... Dia de ira, dia de tribula­ tion y angustia, dia de calamidad y miseria, dia de obscuridad y tinieblas, dia de niebla y tor­ menta, dia de clamor y trompeta cuando el -cielo tiemble con la tierra y todos los justos sean espantosamente conturbados, cuando se ventile toda causa y a cada uno se dé segûn sus obras” (cf. Dom Gueranguer, “Dom. 24 après le Pent.”). IV. Terribilidad por las seiiales que preceden. A. Lo mismo que es terrible el ûltimo momento de la vida de un hombre, el que precede a la muerte ’ y juicio final, por ser la crisis ûltima de la na­ turaleza y el ûltimo combate de la vida, asi serâ terrible el ûltimo momento del mundo por los signos de decadencia, las turbaciones singulares, la agitation extraria..., antes de aparecer la côlera de Dios sobre la naturaleza manchada por el pe­ cado (of. Monsabré, “Ketiros pascuales” [1880] instr.3.*). B. He aqui las senales, a cuâl mâs dolorosa (cf. San­ to Tomâs, p.1205, C). Si aun hoy los hombres se conmueven ante el peligro de una guerra que se presiente mâs formidable que la anterior, ^cômo no van a tc-mblar ante la profecia de Jesucristo para los ûltimos tiempos?... a) tOiréis hablar de guerras y de rumores de guerras· B. Si mis obras responden a la ambicion, soberbia o deseo de bienes de la tierra, son las obras del mundo, que no tienen verdad y fenecen. Si son obras del misericordioso, del humilde y del que ama a sus hermanos, son las obras verdaderas, que permanecen y oyen la aprobacion final de la Verdad eterna: Venid, benditos, porque me disteis de comer, porque me disteis de beber, porque me vestisteis, porque me alojasteis... (Mt. 25,35-36). Terribilidad del juicio final , I. Circunstancias del evangelio. Bueno serâ presentar el marco historico del evangelio de hoy para que sir· va como de composition de lugar al comentario que deseamos hacer. Tarde del Martes Santo. Jesucristo se retira con sus discipulos de Jerusalén camino de Betania. Sus discipulos, como para distraer al Maes­ tro, que présenta rostro triste, le muestran las cons­ tructiones del templo. Mas diceles: Veis todo esto?... En verdad os digo que no quedard piedra sobre piedra. Todo sera destruido..." (Mt. 24,1-2). Al llegar al monte de los Olivos le preguntan aparté unos discipulos: “Dinos cuando sera todo esto y cual la seüal de tu venida y de la consumaci&n del mun­ do..." (ibid., 3). Parte de la respuesta de Cristo es el evangelio de hoy. Π. Dos destructiones. A. El Maestro contesta a las dos preguntas. Pero de manera confusa. Jesucristo, Prof eta de profetas, ve ambas destrucciones, sin separation de tiempo ni de espacio, y asi las describe. De ahi nace la dificultad de interpretar este evangelio y de senalar qué palabras se refieren a Jerusalén y qué otras al fin dei mundo. B. Es claro, sin embargo, que se trata de dos des­ trucciones. La de Jerusalén puede ser considerada como tipo de la que sobrevendrâ al fin de los tiempos. Aquélla se cumpliô al detalle. También ésta se cumplirâ. Aquélla"fué espantosa, segûn la cuenta Flavio Josefo (cf. supra, sec.VII p.1259,1). La final serâ todavia mâs espantosa. ΙΠ. Terribilidad del fin del mundo y juicio de Cristo. A. Se ve fâcilmente por las palabras que emplea el texto sagrado: “Habrâ una tan gran tribulaciôn cual no la hubo desde el principio del mundo has- JLi! Ln - * ' 12&8 ··. · v*.» SIC. 8. l,l!IOXh.S HO.MJLÉllCO.S LA CHINA VhNIUA LM. CKlblU. J.| LH.SJ'. IT.M. 1284 •Se levan tard naciôn contra naciôn y reino contra rclno» (Mt. 24,7). •.Habia hamoies y ten emotos en diversos lugares» C) (ibid.). d; 1' estos no son mds que el eomienzo de los dolores, l'iene despues la caiàstrofe côsmica nanada en cl pasafe evangeiico de hoy: tSe obscurecerd el sol, y la luna no dard su luz. y Jas est 1 ellas caetdn del cielo, y las columnas del cielo se conmoveidn» (Mt. 24,29). que despierten los pecadores y vigilen. 4Hasta cuando serân nccios e insensatos?... Si hoy escuehâis su voz, no endurezcâis vuestros corazones... (cf. sec.II p.llGl, b). b) Terribi.idad por la manifestaciôn de nuestra vida d°lante de la humanidad. A. "Quidquid latet apparebit”... En esta vida abun­ da la hipocresia. intercsa no poco guardar las formas. Se avergüenzan los hombres de sus propios pecados y los cometen a escondidas, como si nad e lo viera. En aquel dia todo, aun lo mâs oculto, se deseubrirâ (cf. Santo TomAs, p.1201, f). B. i, Cuâl no seiia nuestra vergüenza si hoy apareciera ante los hombres con quitnes convivimos el eûmulo de nuestros pensamientos, deseos y obras pecaminosas-?... Por esto serâ tan horrible aquel momento. Terribilidad porque termina la hora de la miseri­ cordia. A. Si el pecador pudiera arrepentirse... Pero ya no hay tiempo. Vcrâ entonces cuân fâcilmente pudo saivarse por los méritos de la pasiôn y muerte de Jtsucristo. Y escs mismos méritos vuélvense aho­ ra contra éi porque acrec.entan su culpabilidad. B. Derramô el Salvador su sangre preciosa para lavane ae sus pecados, y he aqui ahora al mismo Salvador como queriéndole arrojar esta misma sangre para precipitarle mâs prontamente en el abumo del infierno. “Su sangre—gritaron un dia les judios—eaiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27,25). Y cayô en la triste catâstro· fe de Jerusalén (cf. supra, sec.VII p.1259, I). Parecida maidicicn repite imp icitamente el hombre al pecar. Y Cristo tiene para su venganza el dia apocaliptico de su juicio final. De spier te el pecador. A. Todo hombre con sus pecados estâ preparando para si el dia de la côlera de Dios. Cuanto mâs pzca, mâs ira atesora y tanto mâs terrible serâ el juicio. B El evangelio de hoy es un aviso del Senor para 1285 Juicio particular y juicio universal I. La verdad sobre el juicio universal. En el evangelio de hoy no se habia expresamente del juicio de Cristo,’ sino de su venida al final de los tiempos con poder, gloria y majestad. Esta, sin embargo, lleva anejo el juicio, segûn el mismo evangelista: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los ângeles con El, se sentarâ sobre su trono de gloria y se reunirân en su presencia todas las gentes, y separarâ a unos y a otros como el pastor separa las ovejas de los cabritos” (Mt. 25,31-32). Se afirma esta verdad en el Simbolo Apostôlico: “Iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos”. El juicio universal no serâ una revision del par­ ticular, sino una confirmaciôn. No se alterarâ en nada la sentencia que pronunciô Cristo inmediatamente. después de su muerte, sino que se pronunciarâ de manera mâs solemne (cf. Fray Luis de Granada, p.1223, B). II. Una objeciôn. Suele oirse con alguna frecuencia: iPara qué otro juicio, Si no ha de modificar se la sen­ tencia, si nuestra suerte esta fijada para siempre? Si Dios no hace nada inutil y ha dispuesto la célé­ bration de este juicio iiltimo y universal, es claro que debe tener sus razones. Vamos a examinarlas, poique de ellas podrân sacarse aplicaciones practices para nuestra vida. A. El juicio final por el aspecto social del hombre. El hombre puede considerarse como individuo y como miembro de una sociedad. Este doble aspec­ to determina el doble juicio. a) El hotnbre, scr sociable por naturaleza, vive con otros b) hombres, y sus acciones y omisiones tienen, por esto, repcrcusiôn social. De manera particular serân entonces juzgados cuan­ tos, por su oficio o profcsiôn, tuvieron mayor infhijo en otros. Los padres y madrés, los superiores, los sacerdotes, los gobernantes y estadistas, los sablos e Μ T », - . · . . SEC. 8. GUIGNES HOMILÉTICOS LA ÙLTIMA VENIDA DE CRISTO- 24 DESP. PENT. 1236 cl Dia del triunfo de la sabiduria de Dios, que gobernô al mundo de manera suave y fuerte a la vez. 2. Dia del triunfo de la justicia de Dios, que darâ a cada uno su merecido. i.· A los Justos les quitarà las tribulaciones y los colma1. intelectuales, los profesores y escritores..., habrân de dar cuenta del influjo que en otros ejercleron, si /u/ para el bien o para el mal. En aquella hora en que se halla reunida la hunianldad entera, podrdn apreciar el bien y el mal que hicieron en otros. Todo se reflejarà en sus causas y efectos. 2’ 3. B. El juicio universal para el triunfo completo de Cristo. Los hombres han inferido grave injuria a Jesucristo. Fino revestido de dulzura y misericordia a salvar a la humanidad, a cohquistarla con su sangre, a trazar para ella un camino recto y seguro de feliz eternidad. Nada tan perfecto y saludable como su Evangelio y tan suave como su yugo... b) Sin embargo, gran parte de la humanidad se ha burlado de Cristo, ha pisoteado su sangre, ha querido ■mantenerse en sus desôrdenes... c) Llegarà cl dia de Cristo. Entonces todas las cosas seràn recapituladas en El. Es necesario que Cristo sea proclamado pûblicamente, porque pûblicamente fué deshonrado. Es necesario que -conozcan los pecadores que se equivocaron ellos cuando dectan que eran li­ bres para pensar y obrar y que acertaron los que sujetaron su voluntad a la de Dios en Cristo. Es ne­ cesario que también ellos rindan homenaje a Cristo exclamando: *Tu rex gloriae, Christe..λ *Tu solus sanctus, tu solus Dominus lesu Christe...-b a) , C. El juicio de Dios, exaltaciôn de su sabiduria y providenda en el gobierno dei mundo. lia vida de los hombres y de los pueblos es gobentada y dirigida por un juicio de Dios (cf. supra, Santo Tomas, sec.IV, p.ngq, C, 1) : el juicio sablo y amo­ roso de su providenda. b) Mas este juicio es secreto. Con frccucncia los malos reciben bénéficias y llevan vida prôspcra, mientras que los buenos y justos parece que son objeto de cas­ tigo. La soberbia humana no se explica el arcano. Protesta y se lamenta: ^Es posible que Dios sea bueno, cuando taies cosas permite?, dice al presencîar grandes desgracias, i Cômo Dios, si es justo, no borra de la vida a tantos malvados?... jCômo es posible que prosperen los pecadores?... En esta vida todo es misterio. c) Mas Il egard la revelaciôn del misterio en el juicio fi­ nal. Se verà entonces que todo era dirigido sabiamentc por Dios. Que los justos eran probados porque en la tribulaciôn se purificaban como fuego en el crisol. Que los malos prosperaban porque Dios tenia su momento. Se conocerà el porqué de las persecutiones, de las herejias, de los sacrileglos, de las opresiones... Serâ: 1 a) 1287 r'►*<· 1288 ΙΛ ULTIMA VENIDA DE CRISTO. 2.| DESP. PENT. el trono de vuestro gran Juez. ^Oiréis descender de su boca una bendiciôn o una maldicion? Lo ignoro. Todo cuanto puedo decir es que necesitâis tomar vuestras seguridades siguiendo este consejo del Apôstol: “Con temor y temblor trabajad por vuestra salud”: “Cum metu et tremore ves­ tram salutem operamini” (Phil. 2,12). I. Tras la muerte, el juicio. A. En el evangelio se nos describe la venida de Je­ sucristo al final de los tiempos. Venida de justicia, solemne y aparatosa. Otra venida hay anterior a ésta. También de justicia, bien que silenciosa y oculta. B. Al final de la vida de cada hombre: “Por cuanto a los hombres les estâ establecido morir una vez, y después de esto el juicio” (Hebr. 9,27). Ningûn lapso de tiempo entre el morir del hombre y la apariciôn de su Juez. Allî donde yace cadaver tu cuerpo, en el momento mismo en que te lloran y alaban, te presentarâs ante Jesucristo. Cerrarâs los ojos al mundo y los abrirâs a Dios. En el mismo instante. H. Jesucristo, juez. Como Dios y como hombre, Cristo tiene el poder dg juzgarte y de juzgar a todos los hombres. N. Como Dios. La sabiduria es lo que da al juicio su forma propia. Sin ella un juicio no puede ser recto. Por el contrario, cuanto mâs sabio y experimentado sea el juez, cuanto mejor sepa valorar las cir­ cunstancias del hecho, las causas atenuantes o agravantes, tanto mejor juzgarâ. Cristo es la mis­ ma Sabiduria y Verdad engendrada por el Padre. A El, pues, se le atribuye el poder de juzgar, comûn a toda la Trinidad (cf. “Sum. Theol.” 3 q.59 a.l). B. Como hombre. Cristo en cuanto hombre ha recibido de Dios el poder de juzgar (lo. 5,22). a) El es la Cabeza del Cuerpo mistico. Todos los hom­ bres son, cn algûn sentido, miembros suyos. En El reside la plenitud de todas las gracias. De El dériva» a todos los miembros las inspirationes, moriones, que son nccesarias para la salvaciôn. El nos comunica con su Espiritu la caridad de Dios. Es la causa de nuestra salvaciôn, porque nos la mereciô y nos la da. El es, en fin, nuestro gran bienhechor en el orden SEC. b. GUIONES HOMILÉ11COS b) 1289 sobrenatural. A El, por tanto, en cuanto hombre, co­ rresponde juzgar del aprovechamicnto de sus bénéfi­ cias. El debe pedir cuenta de las gracias que diô y dictar la sanciôn (cf. «Sum. Theol.» ibid., a.2). Cristo, cn cuanto hombre, es ademâs un côdigo vivo de nuestra vida cristiana. El, cargado de todas las debilidades humanas, excepto el pecado, es modela acabado de perfecciôn. Hizo y enseiiô : tOs he dado el ejemplo para que hagàis también como yo he hecho» (lo. 13,15). El juez humano juzga y sententia con arreglo a una ley, a un côdigo. Si existiera un côdigo que pudiera juzgar, no haria falta otro juez. Ese cô­ digo existe. Es Cristo, «ley viviente y animada» (cf. «Sum. Theol.» ibid., ad 1) de las actiones humanas. El es, pues, el juez supremo de las mismas. HI. Ni acusador ni testigo. En los juicios humanos, por la capacidad limitada del hombre, se necesita el acusador y el tes­ tigo. No asi en el juicio divino. Cara a cara los dos: Cristo y tû. Y nada mâs que los dos (cf. Fray Luis de Granada, p.1224, c). El conoce por si mismo toda la verdad de tu vida. “Conocer y juzgar de lo mâs recondito del corazôn pertenece sôlo a Dios. Mas por la participation que Cristo tiene de la divinidad, participa también de esta ciencia (cf. “Sum. Theol.” ibid., ad 3). “Dios en su juicio utilizarâ tu propia conciencia como acu­ sador” (cf. ibid., 2-2 q.67 a.3 ad 1). No harâ falta testigo. En lo humano es necesa­ rio para certificar del hecho. En el juicio de Je­ sucristo, el hecho serâ évidente, y esta evidencia determina la sentencia, sin necesidad de testigo (ibid.). 3» un instante se Tampoco harâ falta examen. En descorrerâ el vélo y aparecerâ la historia de tu vida. Aun lo mâs secreto y escondido (cf. Santa Teresa, p.1217, b). Dios manifestarâ la verdad, revelândola simplemente, a saber, por el descubrimiento del hecho, en cuanto que saca a luz lo que estaba oculto (cf. “Sum. Theol.” 2-2 q.89 a.l ad 3). Como en una placa fotogrâfica van grabândose en tu aima todas tus actiones mientras vives. En el momento de tu muerte, torrenteras de luz divina iluminarân la placa. Y se apreciarân en ella todos los detalles de tu vida. IV. Gracias y pecados, material del juicio (cf. Santo TomAs, p.1201, f). A. La materia del juicio, segûn el Apôstol, es lo bueno y lo malo: “Todos hemos de comparecer S’. · .· LA ULTIMA VENIDA DE uRlSTO. 24 DESP. PENT. ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno segûn lo que hubiere hecho por el cuerpo, bueno o malo" (2 Cor. 5,10). B. Segûn el mismo Jesucristo en la parâbola de los talentos y en la de las minas, serâs juzgado del mérito o demérito (Mt. 25,14-23; Lc. 19,11-28). C. La redenciôn de Cristo adquiriô para ti la vida de Dios. Durante tu existencia recibiste gracias para que las adquirieras y conservaras. Dios te pedirâ cuenta de tu cooperaciôn. D. Cristo, “Camino, Verdad y Vida”, y tû, junto a El, en el juicio verâs si caminaste por El, si creiste en El, si viviste de El... a) De un lado verâs todas las gracias que Dios te enviô. Mejor, verâs que cada segundo de tu vida era una gracia de Dios, porque todo en su providentia es ordenado a tu salvaciôn, aun lo adverso y humiliante. b) De otro lado. tus pecados. Pecados contra Dios, con­ tra el prôjimo, contra ti mismo. Infidelidades, cobardias, hipocrcsias, falsa vergüenza, etc. c) Conocerâs que el ser fiel en lo poco lleva a las alturas de la santidad, mientras que las pequeûas infidelida­ des preparan el camino a los grandes pecados. d? Descubrirâs el inmenso valor que encierra el espiritu de oraciôn, de abnegaciôn, de vigilanda; te lamentarâs, en cambio, del tiempo perdido por tu comodidad, capricho, pereza, amor propio. En una palabra, verâs por una parte la misericordia sin limites de Dios para contigo y, por otra, tu infidelidad y poca correspondencia para con Dios (cf. San­ ta Teresa, p.i2i8, a). Caminamos hacia el juicio de Dios. A. La vida del hombre no es otra cosa que un caminar hacia el juicio de Dios. Cada segundo que transcurre, mâs cerca estâs de su tribunal divino B. En ese constante avanzar de tu vida sale a tu encuentro Cristo Juez. El mismo que te juzgarâ cuando te despenes en el abismo. Pero hoy se te présenta como juez de misericordia. Siempre que tû quieras lo encontrarâs. Y su sentencia serâ siempre la misma: “Yo te absuelvo de tus peca­ dos...” Siempre también el mismo consejo: "Si alguno quiere venir en pos de mi..., si alguno quiere ser digno de mi..., si quiere al fin de su vida ser recibido en la mansion de mi Padre, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame..." SEC. 8. GUIONES HOMILETICOS 12Ô1 Donde esta el cuerpo, alli se reûnen las àguilas I. Una interpretaciôn dei texto evangélico. En el evan­ gelio del dia habia Jesucristo de la tribulation su­ prema que ha de acaecer al fin de los tïempos Y da determinados consejos sobre el modo de conducirse en circumstantias tan dificiles y revueltas. En medio de semejantes tribulationes, incertidumbres y dudas, habrà, no obstante, un punto de apoyo firmisimo, y es que “donde estâ el cuerpo, alli se reunen las àguilas”. Entendemos que el cuerpo aqui designado es Jesucristo, y las àguilas, sus fieles servidores, es decir, los justos. La proposition podriamos convertirla con exact it ud en esta otra: dondequiera que se halle Jesucristo, alli estarân sus justos servidores. Π. Los justos acompanan a Cristo en la mesa eucaristica. En el sacramento del amor estâ realmente pré­ sente el cuerpo vivo de Jesucristo, y las aimas santas descubren, como dguïlas penetrantes, con los ojos de la fe, el cuerpo del Salvador, que les alimenta con el pan de vida, el cual serâ al mismo tiempo garantia y semilla de eterna resurrection. ΙΠ. Los justos acompanan a Cristo en el Calvario. A. En el. Calvario material de Jerusalén estâ el cuer­ po de Cristo clavado en la cruz, y los cristianos hacen acto de fe en la divinidad y en el amor infinito del que muere, y se unen a El por la fe y por el amor. El buen ladrôn se uniô a Maria Santisima, a las santas mujeres y al discipulo amado, y se convirtiô en âguila que reconociô al rey dei mundo en lo que era escândalo para los demâs espectadores. B. En el Calvario espiritual de la cruz de cada dia, las aimas santas descubren a Cristo y saben que es el camino mâs corto para unirse a El. IV. Los justos acompanan a Cristo en la Iglesia catôlica. En ella, agrupados alrededor de la Câtedra de Pedro, se unen de tal manera que no forman mâs que un cuerpo, animado de un mismo espiritu, el Cuerpo mistico de Cristo. V. Los justos acompanan a Cristo en los cielos. En la Iglesia triunfante todos continûan incorporudos a Je­ sucristo, y forman el Cuerpo mistico glorioso: la gran K· 1292 vn. V H' IA ULTIMA VENIDA DK CRISTO, 24 DESP. PENT. familia del Padre Eterno. Entonces si que, como dguilas, contemplaran al Sol de justicia. Para hacernos participantes de tan gran bien debemos ser como dguilas. A. Elevândonos por encima de las cosas de la tierra. B. Siguiendo ùnicamente a Jesucristo por la fe, por el afecto, por el amor prâctico, por la reception de su gracia. Como dguilas celestiales en el juicio final. Si en esta vida mortal seguimos a Jesucristo y nos unimos con El, sucederd que en el dia de su advenimiento glorioso apareceremos como dguilas celestiales. Por la renovation que habremos sufrido. “Yavé rescata tu vida del sepulcro... y renueva tu juventud como la del âguila” (Ps. 102,4-5). Todos apareceremos con belleza y vitalidad semejantes a las de Cristo, al cual estaremos plenamente conformados. B. Por las dotes del cuerpo gloricso, que permitirân a nuestro cuerpo moverse con agilidad hacia las aituras. Porque en el camino triunfal hacia la gloria subiremos saliendo al encuentro de Jesucristo glo­ rioso (1 Thes. 4,17). A El plenamente incorporados en alma y en cuerpo nos presentaremos en el dia del juicio, y se habrâ cumplido en la per­ sona de los justos la profecia del Senor, porque donde estâ el cuerpo alli se han reunido todas las âguilas en la unidad perfecta de un Cuerpo mistico glorioso. SEC, 8. GUIGNES HOMILÉTTCOS B. 1293 Se les cxigieron obras faciles de realizar. Un pedazo de pan, un jarro de agua, un vestido desechado, una palabra de consuelo u orienta­ tion..., taks son los caminos faciles que conduccn al reino de los cie^s. Dios, que perdonô en el Gôlgota por una palabra de arrep^ntimiento al buen ladrôn cuando reconneiô su divina realcza, ha puesto en obras muebo mâs s’mple'’ la conseenpîôn ^e] reino (of. Fray Alonso de Cabrera p.1229, D). Eran obras dirigïdas a hombres como nosotros. a) Los ados internos o externos directamcnte enderc- b) zados a Dios exigen el eiercicio de la fe o el conocimiento natural de Dio>. No es, de ordinario, un conocimiento experimental el que de El tenemos. Son obras dirigidas a un ser que vive en la majestad de su gloria, înfinitamente distante de nosotros. Las obras de misericordia, por las aue se nos ha de juzgar, van, por el contrario, a un hombre como nos­ otros. Podemos saber por experienda lo que es el hambre y la sed y cuànto afligen las miserias de la vida. No es necesario una reflexiôn dificil, sino una comprensiôn fraternal para realizar semejantes ados. La paga tan crecida que se ofreciô y la pena tan dura con que se amenaza. a) La paga es el reino de los cielos, conjunto de todos b) los bienes sin mezda de mal alguno y perdurable por toda una fternidad. La pena es el infierno, conjunto de todos los males espirituales y corporales, y asimismo de duraciôn eterna. dignidad de la persona que pide. 10 Juicio sin misericordia para los réprobos I. La inapelable sentencia. En el evangelio del dia αραrece la inapelable sentencia de condenac'ôn para los réprobos, justificada por el mismo Jesucristo en la falta de misericordia, que tuvieron los sentenciados mientras viviero-n en la tierra. Esta parte de la sen­ tencia esta resumida en el pensamiento del apôstol Santiago (2,13) : “Sin misericordia serâ juzgado el que no hace misericordia”. II. Los motivos de la condenaciôn. He aqui los motivos que hacen inexcusables a los réprobos. Nos dice Cristo en el Evangelio que El mismo es el hambriento, el sediento; en una palabra, el que padece necesldad y el socorrido en la persona de sus pobres. b) San Juan de Dios y San Martin de Tours, por ejemplo, al socorrcr al enferma o al necesitado, no hicieron a Jesucristo mâs servicio porque El se les aparecicse que el que nosotros hacemos socorricndo nccesidades. derecho que tiene a pedir. a) b) Todos nuestros bienes son de Dios, y cuando damos a los pobres, représentantes suyos, no hacemos sino devolverle algo de lo que hemos rccibido de El. El dar limosnas es un honor que nos hace Dios y un juego admirable de su misericordia, que nos granjea en su presencia meritos nuevos, adquiridos a costa de lo mismo que de El hemos recibido. t t: 1294 SEC. 8. UU1ONKS HOMll.EUCOS LA ULTIMA VENIDA 111·. CRISTO. 24 DESP. PENT. F. Este fué el cédigo que Jesucristo implanté reiteradamente. La Ley antigua, reducida al prcccpto del amor (Mt. 22,35). b) El amor a! prdjimo, admirablemcnte deserito en la parabola del Samaritano (Lc. 10,23). c) La obsesion del amor mutuo entre los hermanos, a semejanza del que El nos tuvo, que fué trama de sus consejos en el Cendculo (Io. 15,12). a) G. Esto nos ensené con el ejemplo de su vida. a) El vino a socorrcr las necesidades, a poner remedio a las miserias del cuerpo y, sobre todo, a las miserias del alma. b) Desde la Encarnacion hasta la Cruz hay una sola pa­ labra, un solo ejemplo: cl de la misericordia. c) Jesucristo es el linico camino para llegar a los cielos. Los que se desvian de la misericordia se apartan de Cristo, cuyo ejemplo deben seguir, y necesariamentc desembocan en el infierno. 1295 exterior de la religion, de manera que, en caso de conflicto, el culto exterior debe seguir el homenaje interior que ofrece a Dios un corazén misericordioso. C. Es la mâs bella manifestation del amor de Dios. El amor de misericordia manifiesta los secretos del corazén de Dios, cuyas excelencias resaltan al contrastar con las miserias que vino a redimir. Este amor de misericordia ejercido por Dios nos hace fâcil el acceso a El, por cuanto que no nos estorba para acercarnos el abismo de nuestros pe­ cados. IB. Ejercicio de nuestra misericordia. Pero lo que mâs nos importa es la prâctica de la misericordia cris­ tiana. Consideremos, pues, cuales son las obras de misericordia que debemos realizar: A. Para con los vivos. Obras corporales. Estân seüaladas en el catecismo, y muchas de ellas indicadas explicitaniente en el evan­ gelio del dia: 1. La visita a los enfermos. 2. La comida al hambriento. 3. El agua para los que tienen sed. 4. Cubrir las carnes del que estâ desnndo. 5. Abrir la casa a los que van peregrinando. 6. Libertar a los que estân encarcelados. Todos son ejercicios de misericordia para con nuestros her­ manos y obras enderezadas a remediar necesida­ des corporales, que hemos de practicar con espi­ ritu de fe, contemplando tras las miserias del . cuerpo a la misma persona de Jesucristo. b) Obras espirituales. 1. Resultan tanto mâs excelentes cuanto mayor es la diferencia entre el espiritu y el cuerpo. Llenar los vacios y deficiencias de la mente y el corazôn de nuestros hermanos necesitados es el fruto mâs exquisito de la religiôn cristiana. 2. Enumeremos estas obras de misericordia : ensefiar, corregir, dar un consejo, consolar. Son las obras mâs gratas a nuestro corazôn y al de Je­ sucristo y mâs provechosas para nosotros y para el prôjimo. Todos los cristianos, y particularmente los que pertenecen a la milicia de la Acciôn Catôlica, han de considerarlas como lo mâs excelente de su apostolado. a) 11 Las obras de misericordia I. El programa por el que seremos examinados en el juicio. Hemos de agradecer al Salvador que nos haya anticipado el programa conforme al cual seremos exa­ minados en el dia de la cuenta. A. Este programa abarca principalmente los ejercicios de las obras de misericordia y exige una pre­ paration no exclusivamente teérica, sino prâctica. B. Fijemos, pues, la atencién en su contenido para que mâs fâcilmente nos determinemos a una vida cristiana con autenticidad evangélica. H. Exœlencias de la misericordia. Aparece principal­ mente considerada la misericordia en Dios Nuestro Senor. A. Dios quiere manifestar su misericordia sobre todas sus obras. q) tQuiero cantar que es mâs grande que los cielos tu misericordia» (Ps. 107,5). b) *La tierra estâ llena, ioh Yavé!, de tus piedades» (Ps. 118,64). B. Dios la prefiere a todo otro deber. “Prefiero la misericordia al sacrificio” (Mt. 9,13). Es decir, prefiere el culto interior de la caridad al culto B. Para con los difuntos. Dos se nos senalan en nuestro catecismo. a) Enterrar sus cuerpos. Es cl postrer homenaje que rendîmes en esta vida a lo que ha sido templo de 1296 SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS l\ i’).i!V\ HMM 01. CRISTO. ?4 DESP. PENT. Dios. cl cual no dcjarà sin recompensa obra tan poderosa. b) Fina'.mcntc, rogar por sus aimas cuando estân detenidas en el purgatorio. IV. Grados de perfecciôn a que debe ajustarsz la prâctica de la misericordia. Estar animado de una gran compasiôn interior para los desgrac ados. Socorrer por la limosna su miseria corporal. Ayudar a las almas en su ignorancia, aflicciôn o pecado. Buscar a los desgraciados para socorrerlos. Proveerse de las cosas ùtiles y aun de las ne cesarias para ayudarles. Sacrificar por ello los bienes y la vida misma, a ejemplo del Salvador. V. Modelo de nuestra misericordia. A. . Jesucristo Nuestro Senor, que la realizo en el grado mâs perfecto. Movido de misericordia bajô del cielo al abismo de nuestras miserias y se hizo hombre para convertirnos en dioses. b) Nos diô su palabra, su ejemplo^ su gracia, su cucrpo y su sangre, y ofrendô su vida en el ara de la cruz por todos nosotros. a) B. Modelo asimismo de misericordia fué Maria Santisima, a quien damos el titulo de Madré de mi­ sericordia. C. Por poner un ejemplo concreto entre los' muchos santos que se han distinguido por el ejercicio de la misericordia, séanos licito seûalar a quien lo encarna de modo eminente: San Vicente de Paûl. El llamaba a los pobres “nuestros amos y sefiores”. Ei medelo de espiritualidad del Santo y la semilla de toda la actuaciôn apostôlica de sus Hijas se contiene en esta régla de oro que les proponia: “Recordarcis frecuentemente que el fin principal para cl que han sido Hamadas es honrar a Nuestro Senor, su patron, sirvléndo’le corporal y espiritualmente en la persona de los pobres, unas veces como nifio, otras como necesitado, otras como enfermo y otras como prisionero” (cf. “Biografia y escritos” [BAC, 1950] p.277). VI. Motivos para ejercer la misericordia. F.nalmente, nos determlnarà al ejercicio de la misericordia el saber: 1297 A. Que si la hemos alcanzado de Dios, justo es que seamog misericordiosos para con nuestros herma­ nos (Mt. 18,33). B. Que trnemos necesidad de ella. Una experiencia repetidas nos confirma las caidas frecuentes y las faltas cotidianas, que precisan misericordia por parte de Dios. La necesitamos sobre todo para conseguir el don gratuito de la perseverancia final. C. Que ella es el camino de nuestra bienaventuranza. “Bienaventurados los misercordiosos, porque ellos alcanzarân miser cordia” (Mt. 5,7). D. Cristo es el ûnico camino para la eternidad. Cristo es misericordia. Avancemos por el camino regio de la misericordia para llegar en triunfo al juicio final, donde el côdigo de la misericordia vendra a sacar a luz nuestras obras mâs escondidas, para disfrutar el premio de una recompensa eterna. El triunfo de la cruz I. Cristo, juez con las senates de su pasiôn. Es doctrina de Santo Tomâs que Jesucristo ha de venir a juzgar al mundo con las senales de su nasion en forma gloriosa (ef. supra, sec.IV p.1199, b). B. El evangelio de hoy afirma que antes de aparecer Jesucristo aparecerâ su sefial. Esta serial, por excelencia, del Hijo del hombre es la santa cruz. La que fué madero de ignominia ha sido convertida en un trono. Ya no es mâ.s instrumento de castigo y dolor, sino manifestaciôn de poder y de triunfo. cruz dividirà a la humanidad. San Pablo afirma que los buenos serân arrebatados en los aires para salir al encuentro de Cristo. Los malos, en cambio, qucdarân en tierra, porque a ella se apegaron en su vida corporal, convirtiendo en fin lo que no era sino medio (cf. supra, Santo TomAs, sec.IV p.1202, g, 2). Distinto serâ el lugar para los buenos y para los malos. UnnT qucdarân a la derecha, y otros a la izquierda (Mt. 25,33). Habrâ, pues, dos bandes en aquella hora solemne a un lado y a otro de la cruz. Los que camina- . Γ 5 ·.· > . · . ‘ ;1 Λ Î<> 1298 ΙΑ ύΐ.Π.Μλ \1.NU>A Ut. CK1SIO. 24 ^ESP. PENT. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS ron junto a ella y los que no la siguieron. Los que la besaron y los que la pisotearon. Dos bandos que responden a dos posturas que pueden adoptarse en esta vida respecto de la cruz. ΠΙ. Dos posturas ante la cruz. Pueden verse simbolizadas en la misma tarde en que es santificado el madero. a) b) a) •Es necesario que en todo lugar tengas patienda si quleres tener paz interior y merecer perpetua corona». •Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te guiarà y llevarà al fin deseado, adonde serâ el fin del padecer, aunque aqui no lo sea». •Si contra tu voluntad la llevas. càrgaste y hdceslela mâs pcsada; y, sin embargo, conviene que la sufras». •Si desechas una cruz, sin duda hallarâs otra, y puede ser que mâs grave» (ibid). d) cristiano debe buscarla. Entramos en el terreno ascético. Quien desee la perfecciôn, quien anaie vivir de Cristo, no tiene mâs remedio que buscarle en la cruz. •La doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salva n» (i Cor. 1,18). b) •Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escândalo para los judios, locura para los gentiles, nias po­ der y sabiduria de Dios para los llamados, ya judios, ya griegos» (ibid., 23-24). a) «Nuestro Senor Jesucristo, por cierto, en cuanto viviô en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasiôn... Pues ^cônio tû buscas otro camino sino este camino real que es la santa cruz...?» (ibid.). b) •Toda la vida de Cristo fué cruz y martirio, y ^tû buscas para ti holganza y gozo? Y erras, te enganas si buscas otra cosa sino sufrir tribulationes, por­ que toda esta vida mortal esté llena de miserias y en toda parte seùalada de cruces» (ibid.). Buscar la cruz es ya gracia especial de Dios: «No es virtud humana, sino gracia de Cristo», dice en el mismo lugar el auior de la «Imitaciôn». d) «No es segiin la condiciôn humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerle en scrvidumbre, huir de las honras, sufrir de grado las in­ jurias, despreciarse a si mismo y desear ser despreciado, sufrir toda cosa adversa y daiïosa y no descar cosa de prosperidad en este mundo. Si miras a ti, no podrâs por ti cosa alguna de éstas ; mas si confias en Dlos, El te enviarà fortaleza del cielo y hard que te estén sujetos el mundo y la carne·» (ibid.). a) mismo Apôstol dice a los de Filipos con lâgri­ mas en los ojos que son muchos “los enemigos de la cruz de Cristo” (Phil. 3,18). Pablo es de los amigos de la cruz: tEstoy crucificado con Cristo» (Gai. 2,19). «Cuanto a mi, no quiera Dios que me glorie sino en la cruz de Nuestro Senor Jesucristo, por quien el mundo esté crucificado para mi y yo para el mundo» (Gel. 6,14). TV. El cristiano y la cruz. La cruz puede decirse que es patrimonio de todo cristiano: “El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame" (Mt. 16,24). El libro de la “Imitaciôn de Cristo” ha expresado tan bella como claramente la doctrina de la relation del cristiano con la cruz: A. La cruz vendrâ. • Ve donde quisieres, busca lo que quisieres, y no hallarâs mâs alto camino en lo alto, ni mâs seguro en lo bajo, sino la via de la santa cruz». •Dispôn y ordena todas las cosas segûn tu parecer y querer, y no hallarâs sino que has de padecer algo 0 de grado o por fuerza, y asi siempre hallarâs la cruz. Pues o sentirâs dolor en el cuerpo 0 padeceràs tribulationes en el espiritu. A veces te dejarà Dios, a veces te pcrseguirà el prôjlmo...» •Asi que la cruz està siempre preparada y te espera en cualquier lugar; no pucdes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas llevas a ti consigo y siempre hallarâs a ti mismo» (cf. II, c.12). cristiano debe aceptarla. c) San Pablo refiere las dos maneras de interpretar la cruz: a) b) El b) Junto a la cruz, el grupo pcqueûo de amigos de Jesu­ cristo: Maria, las mujeres, Juan. En cambio, el pueblo judio se aparta estremecido de ella. 1299 V. La cruz, vida y esperanza. “Es necesario que nos gloriemos en la cruz de nuestro Senor Jesucristo, en quien esta la salud, la vida y la resurrecciôn”, canta el “introito” de Jueves Santo y de las fiestas de la Cruz. De la cruz dimanan todos los bienes espirituales. En ella esta compendiada nuestra vida interior. a) ·Εη la cruz esté la salud; en la cruz, la vida; en la cruz, la defensa de los enemigos; en la cruz està la infusiôn de la suavldad soberana, en la cruz està el gozo del espiritu, en la cruz esté la fortaleza del corazôn, en la cruz estô la suma virtud, en la cruz 9S ■■ 1300 SEC. 8. GULONES HOMILÉTICOS LA ULTIMA VENI DA DE. CRISTO. 2.| DESP. PENT. esta la perfecciôn de la santidad* (cf. «Iniit, de Cris­ to», Lc.). b) En la cruz cstd la espcranza. Sobre las tumbas de los cristianos suele ponerse una cruz y en ella las palabras tDescanse en pas*. Simbolo de la mejor garantia de la paz eterna es haberse abrazado con la cruz. C. “Esta serial de la cruz estarâ en el cielo cuando el Senor venga a juzgar. Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en vida con el Crucificado, se llegarân a Cristo juez con gran confianza” (cf. “Imit. de Cristo” ibid.). 13 purgatorio, donde pueden purificarse con las penas y hasta recibir el auxilio de la intercesiôn de los bienaventurados y de nuestros sufragios (cf. San­ ta Teresa, p.1218, B). C. La santidad de Dios. La ciudad santa, la nueva Jerusalén (Apoc. 21,1 ss.), réclama ciudadanos limpios, taies como si no hubiesen pecado ni siquiera en Adân. Todos han de estar conformados con la claridad e imagen de Cristo (Phil. 3,21; Rom. 8,29). HI. Nuestros sufragios por las almas dei purgatorio son reclamados (cf. San Buenaventura, p.1210, c. 2). A. Por Dios mismo. a) b) El purgatorio c) I. El juicio y el purgatorio. El juicio d? que nos habia Jesucristo en el evangelio de este domingo lo esperan todos los buenos, porque para todos traerd el cumplimiento de sus esperanzas. A. Los que estân en el cielo recibirân su cuerpo glorioso. B. Si por entonces hay justos con vida mortal, conseguirân la total glorificaciôn. C. Para los que se encuentran en el purgatorio acabarân las penas. D. El juicio serâ punto final de los sepulcros, de ]as miserias de la vida, de la existencia dei pur­ gatorio. E. Hoy ponemos nuestro pensamiento en el purga­ torio para ejercer con aquellas almas una miseri­ cordia que nos serâ valedera en el dia tremendo del juicio (cf. San Bernardo, p.1195, A). H. La existencia dei purgatorio es reclamada por: A. La divina justicia. d) Que ama infinitamente a aqucllas aimas. Que desea ardientemente su entrada en el cielo cuan­ to antes. Que, por su parte, exige en ellas, con rigor de justi­ cia, lo que deben, y no pueden pagar sino con penas. Que, por consiguiente, ve coniplacido cômo su mise­ ricordia llega abundantemente a ellas por medio de nuestros sufragios. B. Por las propias almas dei purgatorio. Ellas viven en necesidad verdaderamente extrema. Por la acerbidad de sus penas. tanto de daiio como de sentido. b) Por la amargura que les produce: 1. La ofensa que infirieron a Dios. 2. La facilidad con que pudieron evitarla primero o repararla después. c) Por el desconsuelo de ver que sufren sin nuevo me­ rito, cuando esas mismas penalidades en el mundo hu­ biesen aumentado extraordinariamente cl grado de gloria. a) C. Por nuestro propio interés. Con los sufragios ofrecidos conseguimos que se realicen las esperanzas de las almas dei purgatorio de que las llevemos al cielo. Por ello: Ellas serân nuestras intercesoras ante Dios para de algûn modo pagarnos cl gran beneficio que rccibieron. b) Asimismo nos preparamos la mejor sentencia para el juicio final. 1. Porque hemos ejercido las mejores obras de mise­ ricordia, cuales son las espirituales, con las aimas mâs necesitadas, que son las dei purgatorio. 2. También Cristo en aquel juicio nos podrâ decir que estaba El, en sus miembros purgantes, encarcelado en la dura cârcel dei purgatorio, y no solo le visitamos, sino que rompimos las rejas de su prisiôn ; que estaba hambriento y sediento de la a) Dios, esencialniente justo y remuncrador, ha de exi­ gir la mâs exacta satisfacciôn de la culpa. b) Hay culpas veniales no satisfcchas en esta vida. c) Hay reliquias de culpas mortales, como es la pena temporal, que con frccuencia no se perdonan en esta vida y cuya cuenta debe saldarse con cxactitud (cf. San Buenaventura, p. 1204,2). a) B. La divina misericordia. Como no puede entrar en el cielo cosa que tenga la menor mancha (Apoc. 21,27), hay aimas que no podrian ser glorificadas de no haber creado la misericordia de Dios el 1301 - ■ 1302 LA ÛLHMA VlNIDA I>1. CKlsTO. c) SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 2.| DESP. PENT. Elias no quieren otra cosa que pcrmanecer donde Dios ha ordenada que estén por un decreto de su justicia divina. Ellas aman todo lo que ama Dios. Quieren todo lo que Dios quiere y de la manera que a Dios le agrada. No pueden pensar en si mismas. Su pensa­ miento y su voluntad estân puestos continuamente en Dios. b) Estân confirmadas en caridad y ya no pueden ni cometer pecado ni merecer. No tienen otra voluntad ni otro deseo que la pura voluntad dei perfecto amor (cf. c.i). a) gloria del Padre y sacianios su sed y su hauibre llevando aquellas aimas al cielo. .4 un ccdiendo a las almas del purgatorio todo cl valor satisfactory de nuestras buenas obras, todavia nos queda de éstas cl valor meritorio, que incluso sc ha acrecentado. 14 Cômo viô el purgatorio Santa Catalina de Génova figura de la Santa. Datos biogrâficos. Santa Catalina naciô en Géno­ va en 1447, de la ilustre familia de los Fieschi. Caso con Juliano Adorno, de prosapia no inferior a la suya. Seis anos de matrimonio desgraciado por causa del marido infiel, la llevaron a buscar alivio de sus penas en una vida no disoluta, pero si mundana. Convertida de lleno a Dios nuestro Senor en 1473, arrastrô a su marido a la piedad, al sacrificio y al heroismo. Ambos se retiraron a vivir en un hospital, donde practicaron la caridad generosamente. En 1497 muriô Juliano. Desde 1500 a 1510, en que muriô a su vez Catalina, experi­ mento extraordinarios fenômenos misticos, visio­ nes, éxtasis, revelaciones, y muchas veces, duran­ te ellos, manifestaba en voz alta lo que veia y lo que entendia. B. Su “Tratado dei purgatorio”. Sus discipulos tomaban nota de sus relatos, y 'con estas notas se han compuesto las obras que de la Santa poseemos. Entre las mâs notables figura el “Tratado dei pur­ gatorio”, cuya traducciôn francesa, de la que nos servimos (cf. “Les éditions du Cerf” 1922), estâ tomada de la italiana de Vernazza. Purificada en el purgatorio del amor divino. San­ ta Catalina fué colocada en vida en el purgatorio ardiente dei amor divino, donde quedô perfectamente purificada, al punto de poder comparecer ante Dios. La Santa describe el estado de las aimas detenidas en el purgatorio, que ella supo experimentalmente. Ideas de la Santa sobre el purgatorio. A.. Muerte del amor propio. Caracteristico de las ai­ mas dei purgatorio es estar exentas de todo amor propio. 1303 paz dei purgatorio. B. No hay paz comparable a la del purgatorio, si no es la paz de que los santos gozan en el cielo. b) Pero la paz del purgatorio va credendo a medida que Dios invade mâs las almas, porque desaparecen los obstâculos que impiden la çomunicaciôn de la vida divina. c) Son semejantes dichas almas a un espejo empanado, en el cual no puede rcsplandecer, sino muy imperfectamente, la brillante luz del sol. Mas a medida que la superficie del espejo va quedando limpia y puri­ ficada, el sol resplandece con mayor vigor en su cris­ tal (cf. C.2). a) Tormentos indecibles. Estas almas sufren al mis­ mo tiempo tormentos indecibles. No hay lengua que pueda describirlos ni inteligencia que pueda comprenderlos, si no son revelados por una gracia especial. La Santa anade: “Dios se ha dignado concederme a mi esta gracia, pero yo soy incapaz de explicar lo que vi y senti. Esta vision no se borrarâ jamâs en mi memoria” (cf. c.2). Diferencia entre infierno y purgatorio. Los que mueren en pecado mortal salon de este mun­ do con una voluntad perversa. Y como el pecado mor­ tal no puede ser ya remitido, son incapaces de cambiar el estado de su voluntad. b) El aima permancce confirmada por toda una eterni­ dad en el bien o en el mal, es decir, en el estado en el cual le sorprende la muerte. Las almas dei purgatorio, segûn lo dicho, estân en con/ormidad perfecta con la voluntad de Dios. Se sienten alrafdas con impetuosidad credente hacia El. Gozan de la certeza de que algûn dia le verân y de que serâ enteramente calmada su sed de lo infinito. d) Por el contrario, las aimas de los condcnados, al permanccer en un estado de perversion, no pueden alcanzar comunicaciôn ninguna de la bondad divina. Pcrsisten en su situation desesperada, en guerra y en oposiciôn perpetua a la voluntad de Dios (cf. c.3 y 4). a) rJ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS E. El beneficio del purgatorio. a) Nunca podrcmos comprcndcr cudn grande ha sido la misericordia de Dios Nuestro Sefior al crear uu lugar de purification para las almas manchadas a la hora de la muerte. b) En este instante, cl alma va al lugar que le corres­ ponde tguiada por la naturaleza del pecado mismo». Si muere en pecado mortal, va directamente al infierno. c) Pero cl aima, tencontrando en si misma la mâs pequeûa imperfecciôn. se arrojaria voluntariamente en mil infiernos antes que comparecer impura en la presencia de la divina Majestad». d) «V como sabe que Dios ha cstablccido el purgatorio para purificar a las aimas después de la muerte, ella, alabando la misericordia divina, se précipita por si misma en el fuego purificador». e) *Yo he comprobado que estas penas son tan grandes como las del infierno. Pero el aima no les da valor, porque para ella la pena mâs grande consiste en el retraso del gozo pleno de su unico amor» (c.S). F. La purificaciôn del aima. La Santa emplea la com­ paraciôn corriente de que el alma se purifica en el purgatorio como el oro en el crisol. El fuego des­ truye todas las escorias que estaban unidas al oro. El aima es purificada en si misma. Destruida en si misma. Muere en si misma. Y a medida que ella va muriendo a si misma, va pasando de un mode mâs perfecto a gozar de la vida divina. Se va transformando mâs en Dios. G. Sufrimiento y gozo. Es, pues, caracteristico del purgatorio reunir con un dolor y un sufrimiento inexplicables un gran gozo nacido del amor y de la esperanza. Del amor divino, que subyuga a es­ tas aimas y las infunde una paz inimaginable, y de la esperanza cierta de salir dei purgatorio (cf. c.12). En las almas dei purgatorio hay una doble operaciôn: a) b) La consideration de la misericordia divina. Estas ai­ mas comprcnden que un solo pecado merecia tien infiernos, considcran que la sententia dictada contra ellas es fustisima y, al mismo tiempo, entienden claramente que es una sententia miscricordiosa. Taies aimas experimentan una satisfacciôn inmensa al contemplar los decretos bondadosisimos de Dios para con ellas y al sentirse cnvueltas en la generosi· dad incomprcnsiblc de la infinita misericordia. Aun­ que sufren, saben que estân en grada de Dios. Y sa­ ber. que sufren menos de lo que debieran sufrir, por efecto de ese amor en el cual ellas viven (c.i6). 1305 Reproches de la Santa a las personas mundanas. Dice la Santa en el c.15: “àQuién me permitisra gritar con voz tan potente que llegara a todos los hombres? jÜh misérables criaturas! îCômo es posïble que estels tan degas, engolfadas en cosas pasajeras, sin va­ lor alguno, como vosotros lo confirmaréis a la hora de la muerte, y sin hacer ninguna provision para la gran necedidad que os espera al entrar en la vida eterna? No digâis que ponéis vuestra confianza en la misericordia divina, porque es precisamente el des­ precio y la resistenda que estais haclendo a esta di­ vina bondad lo que dicta la sentenda de vuestra con­ denaciôn irremisïble. La bondad de Dios debia inclinaros a cumplir su voluntad. Pero vosotros, ;oh seres desdtchados!, os empendis en perseverar en la vues­ tra pecaminosa. Dios es misericordioso, pero es justo. Y si de spre ci dis los caminos de su amor, le encontrarêïs en los dias terribles de su justicia”. 15 El sàbado y descanso perpetuo La ciudad de Dios. Termina San Agustin su obra maestra, ‘‘La ciudad de Dios”, con un capitulo, que es el 30 dei libro 22, dedicado a la eterna felicidad y bienaventuranza de la ciudad de Dios y al sâbado y al descanso perpetuo. Las ideas del santo Doctor, como suyas, profundas, brillantisimas, muy oratorias, de­ ben recogerse aqui, y fâcilmente podrâ com.pletarlas el orador sagrado con otros capitulas de la misma obra. Una sola ocupaciôn. A. En aquella bienaventuranza no habrâ mal algu|no. “Ni faltarâ bien alguno y nos ocuparemos en alabar a Dios”. B. “No estarân los bienaventurados ooiosos por vicio de pereza. Ni trabajarân por escasez ni por necesidad”. C. Dios llenarâ perfectamente en todos el vacio de todas las cosas. D. Y como dice el salmista (Ps. 83,5): “Bienaventu­ rados, Senor, los que moran en tu casa y continuamente te alaban”. La oraciôn del cuerpo incorruptible. A. Nuestro propio cuerpo en todos sus miembros, en todas sus partes, las cuales ahora se reparten ♦ · LA ULTIMA VEN I DA DF, CRISTO. 2.| DESP. PENT. • ♦ ‘ V > ■ en varios usos y en ejercicios distintos, estarân perfectamente unidas en una sola y perfecta ocupaciôn. B. Porque habrâ cesado toda necesidad y no habrâ sino una felicidad cierta, segura y eterna. E inflamado el espiritu, y a través del espiritu el cuerpo, con la suavidad de la hermosura y belleza del soberano Artifice, se derretirân en eternos cantos de alabanza. ' IV. Gloria, honra, paz. A. Alli serâ la verdadera gloria. La gloria es: “clara cum laude notitia” (San Ambrosio). B. Alii tendremos todos noticias, por vision intelectual, de la verdad de los demâs, de la vida de los demâs, de la gloria de los demas. Alii habrâ gloria, libre de error y de lisonja. Alii triunfarâ la verdadera honra, que no se ne­ ga râ a quien la merezca ni se otorgarâ a quien no la ganare. Alii imperarâ la verdadera y plena paz, porque ni dentro ni fuera de nosotros conoceremos ad­ versarios. Nada lograrâ alterarnos. ^Cômo lograrâ? Nada intentarâ alterarnos. Antes bien, todas las cosas nos predicarân la paz, nos causarân y nos infundirân... la paz mâs profunda. Todo en todos. A. Dios lo serâ todo en todos (1 Cor. 15,28). Todo lo que los hombres pueden desear: vida y salud, sustento y riquezas, gloria y honra, paz y felici­ dad. Todo lo tendrân en Dios. B. Conoceremos lo que es amar sin fastidio y cantar alabanzas sin cansancio. C. Conoceremos la comunidad perfecta de bienes, por­ que la verdad y el amor y la vida misma serâ comùn a todos. Desterrada la envidia. Serâ comûn a todos y diferente en cada uno, por­ que alli habrâ superiores e inferiores. B. Pero tan sab:a y justamente dispuesto el reparto del Supremo Bien, que ningùn inferior tendrâ en­ vi dia de ningùn superior. Vivirân en la mâs apacible concordia. Y asi como en el cuerpo humano el ojo no quiere ser pie, ni el brazo tiene envidia de la cabeza, asi alli cada uno vivirâ contento con lo que posee y alabarâ a SEC. 8. GULONES HÛ.MILÉTJCOS 1307 Dios nuestro Sefior, porque con inefable justicia otorgô a su hermano por sus merecimientos un premio mâs alto. VU. El perfecto libre albedrio. A. Alli gozaremos del libre albedrio. Mâs aûn, de la perfecciôn del libre albedrio. Alli conoceremos la perfecciôn de la libertad. B. Por el primer libre albedrio, el hombre pudo no pecar, pero también pudo pecar. Y cuando pecô, el libre albedrio le sirviô para convertirlo en esclavo. “El que comete el pecado, es siervo del pecado” (lo. 8,34). C. Por el segundo libre albedrio, el hombre no podrâ pecar. La libertad serâ mâs perfecta. Nos asemejaremos a Dios, donde reside en forma perfectisima el libre albedrio y la verdadera libertad. Con la diferencia de que Dios no puede pecar por natu­ raleza. Y nosotros no podremoso pecar no por na­ turaleza, sino por participation de la naturaleza di­ vina. D. El primer libre albedrio con que pudimos pecar y no pecamos o con el que nos arrepentimos de nuestro pecado, se nos diô para adquirir méritos. El segundo libre albedrio—como no tenemos por qué arrepentimos, porque nunca cometeremos faltas—se nos da para recibir premio. E. ;Oh ciudad del descanso, donde no habrâ mâs que una voluntad libre! Una en todos e inseparable en cada uno. jUna voluntad libre de todo mal y llena de todo bien! Vin. Los males pasados. A. Alli nuestra ciencia racional se acordarâ de los males pasados. Pero no experimental el sentidc y el dolôr de ellos. B. Serâ como un médicô, que conoce por su ciencia todas las enfermedades y sabe por su razon de todos los dolores. Pero él ni estâ enfermo ni sufre o padece. C. Serâ como el docto, que sabe y clasifica y mide todos los vicios por la doctrina de la sabiduria que hay en su mente. Pero no ha experimentado ninguno por la mala vida de su voluntad corrompida. IX. En fin, seremos dioses. A. Dios descanso el séptimo dia y nosotros descansaremos en Dios en nuestro sâbado eterno. 1308 I.V B. SEC. 8. GUIONES HOM11.ÉTICOS I’HIMA \ΕΜ1»Λ l>t, CR1S1O. _’4 UESl*. PENT. Alli, tranquilos y quietos en inefable reposo, veremos que es Dios y conoceremos toda la necedad de nuestros primeros padres, que pretendieron ser semejantes a El. Y porque pretendieron serlo, se apartaron del Dios verdadero. Alli sabremos al fin que, en efecto, nosotros estâbamos destinados a ser dioses, mas no dioses por rebeliôn, como nuestros padres lo pretendie­ ron en el paraiso, sino dioses por participation, segûn lo tiene dispuesto la misericordia divina. Alli comprenderemos la profunda sententia de Ezequiel (20,12) : “Diles también mis sâbados para que fuesen serial entre mi y ellos, para que supiesen que yo soy Yavé, que los santifico”. Alli descansaremos y veremos; veremos y amaremos; amaremos y alabaremos. Ved aqui lo que haremos al fin sin fin. Porque icuâl es nuestro fin sino llegar a la posesiôn del reino que no tie- III. Consider emos ahora especialmente cada uno de los as­ pectos en que no consiste la bienaventuranza. A. Ni en las riquezas (cf. q.2 a.l). a) Las riquezas son: Naturales, de las cuales el hombre se sirve para sadstacer sus necesidades naturales, v. gr., ali­ mento, vestido, habitation. 2. Artificiales : el dinero. Ahora bien, la bienaven­ turanza no consiste : En las riquezas naturales, porque estas son apetecibles sôlo en cuanto se ordenan al hombre y no por si mismas, Cornu debe ser la bienaventuranza, fin ul­ timo. Ellas nu son fin del hombre. Antes se ordenan al hombre como a su fin. 2. ° Ni en las art.ficialcs ta fortiori», pues Cstas son apeteciblcs sô^o en cuanto sirven para conseguir las ri­ quezas naturales. 1. · B. 16 b) Por otra parte: i. Las riquezas no pueden conseguir bienes espirituales, mâs estimables que los materiales. 2. Son incapaces de saciar el apetüo huiiiano, que cuando las posee desea otra cosa. Ni no en el honor (cf. q.2 a.2). La bienaventuranza consiste en el honor: a) Porque el honor es un bien externo: thonor est in honorantes, y la bienaventuranza es algo intrinseco. Porque el honor se debe a la excelencia, y tanto alguien es nias excelente cuanto mâs perfectam ente consigne o se acerca a su fin ultimo. De donde se deduce que el honor, mâs que idcntificarse con el fin ultimo—bienaventuranza—, es una consecuencia de él: el que ha conseguido ya o estâ participando del fin ultimo, es digno de honor. El honor sc debe a ia excelencia, pero no hace cxcelentcs a quienes se les da. b) - Lo aue no es la bienaventuranza «V I. Doctrina de Santo Tomâs. El santo Doctor dice (cf. “Sum. Theol.” 1-2 q.2 y 3) que todos hemos nacido para la felicidad, pero que la suma felicidad no puede consistir ni en las riquezas, ni en el honor, ni en la fama o gloria, ni en el poder, ni en algûn bien del cuerpo, ni en el placer, ni en la ciencia, ni en algûn bien del aima, ni en algûn bien creado. Π. Argumento general. La bienaventuranza no consiste en riquezas, honores, gloria, poder, porque: La bienaventuranza no admite mezcla de mal. Dichos bienes, si. B. Cuando el hombre posee la bienaventuranza, no puede carecer de nada ni desear nada, y, por el contrario, aun cuando posea alguno o todos estos bienes, no se satisface su indigencia, ni su deseo. De la bienaventuranza no puede provenir ningûn dano al hombre; de taies bienes, si. La bienaventuranza debe adquirirse mediante el buen uso de las facultades, y dichos bienes se de­ ben a causas extemas, por lo general a la fortuna. 130Ü C. en la fama o la glorià (cf. q.2 a.3). La bien­ aventuranza no consiste en ellas: Ni Porque la bienaventuranza es un bien real del hom­ bre, y, en cambio, la fama y la gloria son a veces faisas. b) Gloria es aclara cum laude notitia». Pero dicho co­ nocimiento, si es verdadero, debe fundarse en algûn bien que existe en el hombre, y asi presupohe, y no causa, la bienaventuranza perfecta o incoada. c) Porque si la fama es falsa, ella por si sola no puede hacer al hombre bienaventurado. d) Porque la fama no tiene estabilidad : tan pronto es buena, tan pronto es -mala. Porque la fama y la gloria, igual que el honor, mâs que constitutivos de la bienaventuranza, son sus ejectos. SEC. Λ ·1 A. Reconoce el salmista que no siempre merecié el Ml premio de parte de Dios, sino muchas veces el cas­ tigo por sus pecados. B. Mas en el propio castigo reconoce al Padre de las misericordias. “Castigôme, castigéme Yavé, pero no me dejé morir” (ibid., 18). VI. 1317 El moribundo oye anticipadamente los cantos de jûbilo de la mansion de los biena ventu rados. “Vo­ ces de jubilo y de victoria resuenan en las tiendas de los justos” (ibid., 15). “Abridme las puertas de la justicia, y entraré por ellas para dar gracias a Yavé” (ibid., 19). Cuando se cierran los ojos a esta vida mortal, âbrense por la muerte al fiel cristiano las puertas de la inmortalidad. “Obra es de Yavé ésta admi­ rable a nuestros ojos” (ibid., 23). Este es él dia del Senor. “He aqui que se acerca el dia de mi vida”, puede decir el que muere cristianamente. “El verdadero dia. Porque en el dia de la muerte voy a comenzar la verdadera vida”. El salmo dice literalmente: “Este es el dia que hizo Yavé. Alegrémonos y jubilémonos en él” (ibid., 24). B. A la espalda quedan los dias que hacemos nos­ otros, los hombres. Los dias de nuestra vida pecadora. Los dias que engendrarori las enfermedades, los dolores, las aflicciones y las lâgrimas. C. Ahora comienza el dia que hizo Dios para nos­ otros. El dia que no conoce noche. El dia en que jamâs se empana el cielo de la verdad y de la bondad divina. A. Bendito el que viene èQué sentido tienen estas pa­ labras que se leen en el salmo? “Bendito quien viene en nombre del Senor” (ibid., 26). ^Cômo hemos de interpretarlas leidas junto al lecho dei moribundo? &Es voz de la tierra o es voz del cielo? &Es voz de la Iglesia militante, que llama bendito al ângél que vie­ ne en el nombre del Senor a recoger el alma del hijo querido que muere en gracia? $0 es voz del cielo, voz de las jerarquias angelicas, invitadas por la Iglesia para saludar al aima vestida de la gracia de Cristo, que va a penetrar muy pronto, luminosa y triunfal, en las mansiones celestiales? VUI. El ùnico comentario. A tanta magnificentia de la mi­ sericordia no se puede aplicar otro comentario que el que inserta el propio Salmista en los dos ultimos ver­ siculos (28 y 29) : “Tu eres mi Dios, yo te alabaré; mi Dios, yo te ensalzaré”. “Alabad a Yavé porque es bueno, porque es eterna su misericordia” VII. INDICE ESCRITURA Gen 18,31 18.32 18,33 18,34-35 19,23 19,28 3,6-7 9,28 2,10-11 2,12-13 17,44 18,3 35,9-10 36.1- 2 36.6 36,7-8 36,10 44,6 61,12-13 67,14 74,3 96.1-5 102,2-4 109 Prov Eccli Dan iilch Mal 9,7-8 14,12 9,6-7 3,18 36,29 5,27-28 9.27 7,19 1,11 5,10 5,23-24 6,12 9.24-25 11,12 16,16-23 16,24 17,27 18.17 18.21-22 18,23 ss 1823 18.23-35 18,24 18,25 642, d 35, d 856, a 259, 2 227 897, B 226. a, 11.81, < 1182, e 22,12-14 22,15 22,16 22,16-21 22.20 5.30 6,37-38 6.44 14,6 14,30 16,26-27 18,36 18,38 Act Ram 5.29 1.17 2,24 10,17 11.5 12,11-12 13,1 13,1-7 13,5-7 1,30 6,17 13,2 13.4 15,24 15,26 15,28 15,51 845 849, b 816 1042, B 234-35. f 1298, IV 595 419; 430 436 413-16 419, b 631-33 624, B 1166-68 1291 1206, c 856, b 505. d; 427; 430 8,43 ss 862-63 895, c 11.9 667 12,48 431, b 17,4 4,46-53 214 ss 251, D 957, c 956-57 643 495, a 273, K 896, A 1040, d 1278, I 50, b 1038, b 1043, b 641, c; 1045 423. h 1043, b 1203, h 32, a 965, I 553. I-III 52,3 53. e 1015 556. II 1072. J 285, B 278, d 235. g 311, j 37, g 991, C 678 636 ss 885, B; Il 29, d 78. c 1238; 1277 1120 1121, VI 1201, e 2 Cor Gal Eph 1 Nos limitâmes a consignât los textos que estân comen tado» de aJgùn modo en el decurso de la obra iXDICE DE SAGRADA ESCRITURA 1320 Eph Phi! Col 445 4,23-28 966. II 12 ss 5.15- 21 2ÛS ss 5,18 6,10-17 408 ss 1.6 626 ss 1,6-11 1,9-10 2.15- 16 3.17-20 840-41 841. 5 1.9- 10 1163, b ss 1.9- 11 1,12-20 1008 ss Col Thess 1 Tim 2 Tini Hebr lac 1 Io Apoc 1,15 3,13 3,14 1017, A 859, a 5,8 5.20 2,13 5,14- 15 1.8 3.2 1.9 14.4 434, a 489 1276, II 1011, b 506. a; 1292, 68. c; 102 1044. C. a 272. H * bsolutismo : véase Totalitaris** mo, Cesarismo, Cesaropapismo. Abstenclonismo : no hablar cuando se debe es propio de cobardes, 110, i; no es permitido en nuestro tiempo fugarse de la realidad y cruzarse de brazos, 910, 911, P, DftR; 912, T; 913, W; 914, X, Y; 1083, F; 1254, a; véase Acciôn. Abuso: se abusa dei obrero como si no fuese persona huma­ na, 114, 1 ; es necesario librar al obrero de los explotadores, 116, p; cômo abusa el hombre de la ciencia, 287, A; cémo abusa el hombre de la religiôn, 288, B; 290, D; la rebelion contra la au­ toridad no estâ. permitida ni aun cuando ésta abuse dei poder, 695, e; 69S, 1; 791, C. Acciôn: puede darse una actividad peligrosa para la vida del alma, 1274, IV ; condenaciôn en el Evangelic del espiritu de inactividad, 1314, III ; los catôlicos frecuentemente no actûan como debieran luchando por la ver­ dad; esto da mayor fuerza a los enemigos de la Iglesia, 910, N, R; “no lamentos, sino acciôn es el precepto de la hora présente” para la reconquista espiritual del inundo, 911, Q, R, RR; 912, T; 913, U, V, W; 914, Z; 910, N, ïf; 917, G’, I’; 1079, A; 1080, C; z, a, b; 1256, h, i. Acciôn Catôllca: una mujer de: Lydia (Act. 16), 382, I, B ss; su origen apostôlico, 383, III; y el clero, como tales, no tienen la misiôn de luchar contra la auto­ ridad que impone una legislaciôn perversa. Deben, no obstante, formar a los catôlicos para ha­ cer uso de sus derechos y defenderlos con todos los medios licitos, 697, j, 4; su misiôn prin­ cipal es de paz, debiendo con­ tribuir a la prosperidad por me­ dio de la colaboraciôn a las imdativas que unan a los hombres y a las clases sociales, 697, j, o; muchisimos de sus miembros si çuen fielmente a Cristo y son ■M· las minorias selectas, esperanza de la Iglesia, 982, VII; un programa de apostolado para sus miembros propu es to por San Pa­ blo, 990; ejército de Cristo Rey: actividades que debe desarrollar, 1143; y apostolado doméstico, 382 ; 368, V. Acepciôn de personas: natura­ leza y definiciôn, 647, B, 1; 746, II, A, B; 745; no lo es elegir al bueno y no al mejor si aquél ha de contribuir mâs al bien cornùn que éste, 649, 6; sus relaciones con el nepotismo, 650, 7; sus normas, 632, 3; respecto a la colaciôn de dones, a los ho­ nores y a los juicios, 647 ss; 746, H, C; un pecado: gravedad, 648, 2; 747, IV, B-C; es pecado en los juicios porque no se guarda la equidad, 651, c; no es injusta cuando lo que se da pertenece al campo de la liberalidad, 6-18, 3; 752t VII, D; contra la justi­ cia distributiva, 648, 2; 747, IV, A; a veces contra la conmutativa, 747, E; es mâs grave en las cosas espirituales, 649, 4; 747, IV, B; es perjudicial a la vida pùblica y senal de decadencia del orden social, 747, V; condena­ ciôn de la Escritura, 746. III; ejemplos imitables: Isabel la Catôllca, 712, H, A; el cardenal Cisneros, 713, B; San Pio X, 714, C. Adopciôn: véase Filiaciôn. Adulaciôn: naturaleza y malicia, 739; consiste en una alabanza que excede el modo y el or­ den debido, 739, II, b; têxtos de la Escritura· sobre ella, 739, I, C; puede ser bueno alabar al prôjimo, v. gr., para levantar su ânimo, 739, II, a; el hombre se déjà influir ide a veces severidad, 269, F; os amos han de preocuparse del bien espirilual de sus criados, 321, m; 323, r; 380, I. D; a los amos no les interesa enemistarse con sus criados, que conocen todos los secretos familiares. 268, C; un modelo: los padres de Santa Teresa de Jesûs. 331, VI; ' un caso ejemplar, 259» E; el ejemplo de los santos: Santa Jua­ na F. de Chantal» 331, VII ; Filemôn y Onésimo, 389, V. B; gran responsabilidad de los amos ante Dios y ante los hombres, 318» d; 319, j; 320» 1; sociedad heril: Cris­ to es su Rey : exigencias, 1128, IV; han de sentir como propios los sufrimientos de sus criados, 323, r; 380, II. B; para que haya paz estable en su familia es pre­ cise ha er participes a los cria­ dos de las ventajas materiales y espirituales, 322, p; 380, II, A; un campo fundamental de apos­ tolado: sus criados. 367; deberes de amos y criados segûn San Pablo: a todos hay que predicarles sus obligaciones, 385, IV, B; véase Padres, Familia, Criados. Angeles: de ellos se sirve Dios para castigar a los malvados, 21. C; su divisiôn en jerarquias segûn San Pablo. 409. 5; fundamentos histôricos. 1011, 4.°; pe­ cado de los Angeles: naturaleza y castigo. 565, ΠΙ; cômo pecaron siendo seres tan excelentes, 1233. a; castigo de su pecado: sus mismas perfecciones, tan ex­ celentes, les servirân de tormen­ to. 1234; sus dos grandes bienes: libertad y gracia; en ambos son superiores a los hombres, 565. Ill, A; fueron creados. como el hombre, para servir a Dios y gozarle 565. III, A. b; algunos pre. tendieron atribuirles una acciôn meautismo: es medio necesario, " pero no infalible para salvarse. 28, c; 38, B; el bautismo es medicina purgativa, en tanto que la Eucaristfa es preventiva, 47, c; en él recibimos la adopciôn divina, pero ésta no se com­ pleta hasta que veamos a Dios cara a cara, 100, a; mediante él se opéra una renovaciôn en el hombre pero, a pesar de ello, las flaquezas del hombre viejo subsisten, 100, a, 1; obligaciôn de los padres de bautizar a sus hijos. 1128, B. Bénéficies: de Dios al hombre: enumeraciôn v correspondencia del hombre, 420. c. d; 1270; a veces Dios espera nuestra petlciôn para otorgarlos, 422, e; son exponente de su amor, 561, II, A; debe el hombre agradecerlos constantemente, 36, f: 211. 7; la gracia santificante, 36. f; son to­ das las obras meritorias que el hombre tiene. 37. g: el mayor de todos es el de la fe, 231. b; la ciencia, 287, A; de ellos pedirâ Dios cuenta en el dia del juicio, 1188; 1224. a; 1289. IV. —bénéficiés y trabajo: segûn la doctrina capitalists,, los bénéfi­ cies son el ûnico estfmulo para el trar«ajo, y son licitos todos los medios con tal de conseguirlos, 149. IV, b. c; 116, q; el capital y el trabajo concurren a la producciôn ; por tanto, es in­ justo atribuir a uno solo los bénéficies. 698, B; participaciôn en los bénéficiés : principios ge­ nerales de los Pontifices, 799, ΙΠ. A; modos de llevarla a ca­ bo: al determinar el salario; al distribuir los bénéficies de la empresa: en la redistribuciôn de la renta nacional; misiôn supletoria del Estado, 799. Ill, B, C. D; SOO. IV: no se puede imponer un salario el evado que lleve en si la justa participaciôn en los bénéficies, 800, C; no s© puede imponer a la empresa que dé al trabajo la participaciôn en los bénéficiés, 800, C; participa­ ciôn en los teneficios v ley es tributarias, 799, III, Bienaventuranza: doble aspec­ to: bienaventuranza-objeto y bienaventuranza - consecuciôn, 1311, I; en qué no consiste, 1308 s; caracteristicas generales, 1308, II; bienaventuranza es: un acto, una operaciôn no de los sentidos, sino del entendimiento especulativo, 1311; consiste esencialmente en el conocimiento de la esencia divina con el gozo concomi­ tante, 57, e; 1313, V; un antici­ po de la bienaventuranza: la vi­ da de la gracia, 161, II, D; la Eucaristia, prenda de bienaven­ turanza, 46, b; no se puede alcanzar sin la gracia santifican­ te, 163; no serâ igual para to­ dos: habrâ grados segûn las obras, 164, III, A; la bienaven­ turanza de Dios consiste en conocerse y amarse a si mismo, 57, e; véase Felicidad, Cielo. Bien comûn: concepto, 775. II, c; 798, II, B, C; a veces exige la renuncia a nuestros derechos, 584, I, B; 586. IV; segûn sus exigencias debe ser la elecciôn 4e la persona que ha de ocupar cargos pûblicos, 649, 6; exige la obediencia al poder constituido, 633, 9; 639, a: 693, H; 694, a; 694, b; 698, 1; 782, B; el Estado puede ocuparse de diversos servîcios exigidos por el bien co­ mûn; ejemplos, 798, II, E; véa­ se Estado. Bienes: Dios es dueno y senor de cuanto posee el hombre: un dia le pedirâ cuenta. 33, c; 413, l.o-2.°: todos los bienes que Dios concede al hombre, espirituales, materiales, tienen una funciôn social: aplicaciones. 87, D: 118, a; 118, c; 573, V, VIII; la gracia es mayor que todos los bienes de la tierra juntos, 63, a; 152, ΠΙ; cuando la gracia se pierde se pierdfen también muchos bie­ nes sobrenaturales : enumeraciôn, 64, a; la fama es el mayor de los bienes externos del hombre. 271. E; la bienaventuranza no consiste en ningûn bien creado ni del cuerpo ni del aima, 1310, E: 13H, H. —bienes materiales: su cuidado nuita la paz interior. 524, 2; pretender conseguirlos por me­ dio de la fe es simoniaco. 290, D; los desprecia quien conoce el valor de la gracia, 65, b; se poseen como propios, pero se administran como comunes, 190, IV; la Iglesia predica su despre­ cio’ pues no pueden constltuir meta do las aspiraclones del hombre, 191, VII, A, e, B; los que son necesarios a la vicia o a la conservaciôn del estado so­ cial no hay obligaciôn de darlos en limosna, pero los superfluos deben emplearse en socorrer ai hermano necesitado, 118, a, c; bienes naturales y sobrenaturalea de las criaturas : concepto, 1220, a, b; la Iglesia puede poseerlos, porque los necesita para el cumplimlento de su misiôn, 655, b; funciôn social de los bie­ nes del hombre: 15, 10; 87, D; 573, V-VHI; 699, D; véase Riquezas, Ricos. Bodas: parâbola de las bodas: presentada dos veces por la li­ turgia, dom. 19 post Pent, y dom. infraoctava del Corpus, 11; situaciôn historica v argumento, 16; exégesis decialmente de los miembros seedos de la sociedad, 107, m; los cristianos tienen obligadôn en conciencia de cooperar al esta•blecimlento de un orden nuevo, 107, m ; es necesaria la cooperaciôn del trabajo con el capital, 113, h; cooperaciôn de los fle’es a las necesidades de la Iglesia, véase Cristianos, Iglesia; coope­ raciôn a la gracia, véase Gracia. Correcclôn: ha de ser pûblica o privada, segûn el pecado, 434, a; del dellncuente: se ha de 1mponer aun por la fuerza y con'ra su voluntad, 610, b; véase Dcnuncia, Castigo. Creaciôn del hombre: fué obra directa de Dios. 30. e; es la ma­ yor obra de Dios, porque suponc el trânsito del no ser al ser, 44, c; dei mundo: en ella comunka Dios très clases de perfeeclones : de naturaleza, He erraria y la uniôn personal, 1219, B; Cristo. cabeza v fin de la creaciôn. 1009 ss; 1017, b; 1030, 2; 1101, II, C; 1169; 1332 INDICE DE MATERIAS 1219 ss; 1276. H; Dios, créaaor y conservador» 13, 4, l.°; 30» e; 44, c; 558, C; 1057. a, b; véase Dios. Credibilidad: nociôn recta y nociones heterodoxas, 243-44; de la fe: sus motivos, 243» A; la existencla de motivos externos de credibilidad es dogmâtica: Vati­ cano, 243, a; para que una ver­ dad de fe sea creible es necesa­ rio que conste de la clencla y veracioad de Dios» que revela, y del he ho de la revelaciôn, 244, c; véase Crlterios, Revelaciôn, Fe. Apologétlca. Criaaos: son parte de la fami­ lia de sus amos, o mejor, mlemoros de un cuerpo del cual el amo es la cabeza, 278, D ; 317, o-c; pueden recibir graves daôos por des uidos de sus amos, sobre todo si son muchos y de dfferente educaciôn, 318, g; 319. h; sus virtudes son grandes, aunque aesconocldas, 322. ή ; en la oraclôn de la familia han de tomar par­ te como hijos de Dios y herma­ nos nuestros, 322, q ; eh la mo­ derna sociedad cristiana estân mucho mejor tratados que en la anîlgüedad, pero todavia no se pone en prâcti' a la doctrina de San Pablo, 379, III, D: entre ellos y los amos debe haber compenetraciôn intima de sentimientos; lo pide el orden cristiano, 321, n; exaltaciôn de su fidelidad a los amos en la Sagrada Escri­ tura, 367, II ; relac lones con los amos: la doctrina de San Pablo. 377; ideas de Pio XII, 380; es necesario que amen a sus amos, ademâs de respetarlos, 381. A; en sus relaciones con los amos no sôlo debe reinar el derecho: todo debe ir endulzado por el amor mutuo, 381, IV; deberes de amos y criados segûn San Pablo: a to­ dos hay que predicarles sus obligacionês, 385. IV, B; domésticos: * esta instiluciôn tradi ional debe ser mejorada en diversos puntos: refribuciôn, vacationes, horas de • descanso. derechos pasivos, etc., 3S1, IV ; la carta magna de todos los que sirven: la epistola de San Pablo a Filernôn, 388, D; véase Amos. Criaturas: son partlcipaciones mâs o menos perfectas de la esencia divina, 103. 1 ; pueden ver a Dios cara a cara; explicaciôn teolôgi a, 101. B; en el cielo el hombre las onocerâ a todas en la esen ia divina, 103. 1; de to­ das ellas debe el hombre despegar su corazôn na a alcanzar el verdadero rei oginilento, 253, 1; su valoraciôn a la luz de la muerte, 959, TV, A; irracionales; también quedan manchadas en cierto modo por el pecado del hombre, por lo cual han de su­ if ri r una purificaciôn, 1207, c; 1211, d; 1226, a; 1228, c; irnacionales; el clia del juicio se levantarân contra el pecador exigiéndole cuenta de sus aetos, 1226, b. Cristianismo: es la verdadera religiôn, 279. b; su carâoter de re­ velado no puede demostrarse definitivamente por el hecho de que llene las aspiraciones de cier­ ta e«xigencia de orden sobrenatu­ ral que existe en el hornbre, 245, a; racionabilidad de sus dogmas: una fe entre cuyos defensores se encuentran hombres de la cate­ goria de los cristianos» en canlidad, ciencia. etc., no puede ser irracional, 276, b; pruebas de su divinidad: los milagros: Vatica­ no, 243, a; su misma existencia a través de los siglos, su fecundidad v la abundancia y heroismo de sus santos, 246, b; 277, a; la misma eficacia interna de su fe, 279, b; los medios de que dis­ pone para mantener al hombre en la virtud: sacramentos, predicaciôn, fuerza interior del Espiritu Santo. 2S1. d; la paz y el gozo que concede al aima que lo abra­ za de veras, 279, C; 282, D; las experiendas de conciencia, que, aunque no son base firme, tam­ bién ayu^an a creer, 283, c; la misma hermosura de sus dog­ mas, 283, E; juicio de Harna k sobre su elevaciôn moral, 922, X; 245, a; la mayor prueba de su divinidad séria el cumplkniento perfecto de los deberes de cari­ dad por parte de los cristianos, 278, c; cristianismo real y ficti­ cio: medios para distinguirlos, 1011, A; véase Cristianos, Ca‘olicismo, Catôlicos, Fe, Religion, Iglesia, Revelaciôn. Cristianos: cristianos verdaderos y cristianos ficticios: cômo se (onoren: un ejemplo, 1021, A; 26, H; caracteristicas de los cris­ tianos verdaderos seigùn San Pa­ blo, 724; nobleza del aima de un cristiano, 1049, c, d ; han de re­ producer en su vida el ejemplo v las doctrinas de Cristo, 104. b; 105, d; 121, f; 26, H; 1021. A, B; siempre deben portarse como ta­ ies, también en la vida pûblica. 1021, A, B; 1054. C; 1082, E; 280, 1; han sido elegidos gratuitamente por Dios para participar de la herencia de Cristo: agradecimiento. 1008. 1; su formaciôn sagûn el modelo Cristo es e fin de to^a educaciôn, 121. f; ante las orientaciones de los Pontifices, INDICE DE MATERIAS la postura del cristiano ha de ser examinar qué puede hacer prâcticamente para llevarlas a cabo, 753, H, A; su deber de apostolado, 315, s, u; 291, E; 1048, J; 1130, B; 1149, D, c. x; un pro­ grama de vida apostôlica como miembros del Cuerpo mistico, 990; su patria es la Iglesia: de­ beres que este hecho les Impone, 753, 1Ί, A; 981, IV; 1145; obedien­ cia a la autoridad: obligaciôn: 211, 8; 1000, c; 1119, I, A, 2; un modelo: los primeros cristianos, 092, F, G; 767, III, B; 776, IV, b; 782, VI, A; véase Cristianismo, Catôlicos. Cristo: su persona v su misiôn: imagen consustancial del Padre, 1009, 2; 1017, a; “plenitud de la divinidad”, un texto de San Pa­ blo: comentarios, 1012, 3, 2.°; ca­ beza y fin de todas las cosas creadas, 1009 ss; 1017, b; 1030, 2; 1101, H; 1169; “recapitular todas las cosas en El”; 1219 ss; 1276, II; cabeza de los hombres, 1009 ss; 1017, b; 1031; 1114, B, d; 1134 II, A; cabeza de la Iglesia, 1012, 3; 1017, b; 1030, 2; 1238; 1127, H; mediador unico entre Dios y el hombre: con su muerte lo librô del pecado y lo réintégré a la amistad de Dios, 31, e; 170, II; 275, M; 490, 4; 552, TV, B; 559, C; 887, A; 971, II, A, B; 1008, a-b, 3.o; 1011, 4,o; 1018, c; 1032, 4; très etapas de su obra redentora: vida y pasiôn; aplicacion de los méritos conseguidos; jui­ cio final, 1160, b-c; plenitud de gracia y de ciencia en Cristo, 1031, 3; 1114, IV; 1180, a; en Cris­ to existen dos voluntaries, que no se oponen una a la otra, 1035, h. —Cristo en la vida individual: Cristo, redentor de la familia, 1125, ΙΠ, A; Cristo, modelo de misericordia, 845, 3.°; 1296, V. A; 302. a; mansedumfbre, 472, A-BC; caridad, 507, b; 845. 3.°; sinceridad y verdad, 148, B; 735, I, A; justicia: no es aceptador de personas, 745, I: Cristo, maestro, 112*1, H, B; 1125. III, B; Cristo, médico del cuerpo y del aima: para El no hay enfermedades in­ curables, 215, 6; 216, 9; 305. 1; 371, VI, C; 861, A; sus métodos curativos. 250, C: su comunicaciôn vital con los hombres por medio de la gracia. 11; 52, 2; 139; 143; 165; 903, G; 966; 1036. i; 1113; “renovaciôn en Cristo’’: contenido de esta expresiôn, 139; ‘^revestirse de Jesucristo”: contenido 1082, D; vivir la vida de Cristo y en Cristo, 143: “tocar a Cristo”: diversos modos y diver­ sos resultados, 861 s s 883 , 93o, 1333 ΓΠ; 980, I; es el fundamento de nuestra esperanza, 408, 2; 887, B-C; 876, e: 893 ss; 901 ss; 968À ΠΙ, b; 971; 1192, A, B; las prue­ bas de su amor al hombre: la Encarnaciôn, la Iglesia, la Eucaristia, su mediaciôn continua ante el Padre, 38, B; 53, f; 493, E; 972, D, E, P; su doctrina y ejemplo sobre riquezas, honores, soberbia, 1132, II; Cristo y la fe: anéulisis de su encuentro con Nlcodemo, 362; Cristo y la sencillez de espiritu: dos casos en su mi­ nisterio pastoral (contraste) : Nicodemo y la Samaritana, 364; —Cristo en la sociedad: Cristo es el remedio ùnico de los males sociales, 909, K; 918, J’, K’; 1078, X ; 1078, Y ; una fôrmula mo­ derna contra El: “Cristo no, Dios si”; ha sido aceptada aun por catôlicos que pretenden con esto la union de los hombres suprimiendo diferencias religiosas; es inadmisible, 981, Π. B; su figura y su doctrina como soluciôn a los problemas dei mundo del tra­ bajo, 115, η; 191, VI. —Cristo juez: sus profeci as so­ bre el fin dei mundo y el juicio final, 1165, 67; 1282; comparaciôn de su primera venida con la segunda, 1177; 1222, A; 1228, d, a; juez en cuanto hombre: titulos, 1198; 1209, 3; 1200. 3: 1288. H; su juicio es inapelable y justo, 175; Itriole juicio que harâ a los hombres, 1199, c; su triunfo fi­ nal el dia del juicio, 1199, c; quienes le acompanan durante su vida escondida (Eucaristïa, Cruz, Iglesia), le acompanarân también en el dia del triunfo fi­ nal, 1291; Cristo, Cuerpo misti­ co, véase Cuerpo mistico; Cris­ to: su uniôn mistica con el ai­ ma, véase Alma, Gracia; Cristo: sus relaciones con la Iglesia, véase Iglesia, Redenciôn, Encar­ naciôn, Cruz, Dios, Cristianis­ mo. Cristianos, Catolicismo. Cristo Rey: los titulos de su realeza: 1101; por naturaleza w (uniôn hipostMica), 1013. 4; 1030, 1; 1057 ss; 1065, a; pL“~ 1101, II; por herencia, 1013. 4; 1065, b; 1102, III; por titulo de dominio, 1013, 4; 1057, C; por su condiciôn de Hombre Dios. 1102, IV ; por derecho de conquista (por la redenciôn), 1613, 4; 1024, d; 1032, 4; 1059, d; 1062. d; 1066, c; 1069, CH; 1103, V; 1134. II, B; por elecciôn, 1013, 4; 1103, VI; por ser Cabeza de los hombres, ijgi 2: por su plenitud de gra­ 1030, cia, 1031, 3; 1103. 6-7. —cna’idadcs do su reino: reino de santidad. 1035. h; 1073, M; 1106. IV; 1113; reino de gracia, 1036, i; 1041 ss; 1073, 1106, 1334 INDICE DE MATERIAS IV; 1113; reino de justicia, 1073, M; 1107, V; 1116; ceino de paz, 1041, 7; 1018, a. b; 1073, M. N; 1074, P; 1075. Q, R, S; 1077, T; 1107, V; 1116; reino de amor, 1048. b; 1063. C; 1073, M; 1074. Λ; 1107, V; 1116; reino espiritual, 1026-27, b, c: 1015, 1; 1016. 3: 1038, 2; 1066. C; 1070, G; 1100, C; 1124, II; reino uni­ versal. 1024, e; 1034. e; 1027, c, d; 1038, 2; 1057. B; 1066, C; 1071, I, J, K; 1133; reino eterno, 1037, 333 b; 1178, A; 1278; rei­ no de humildad, 1042. a; 1945, B; 1053 3.°: 1075, R; 1099. A; 1039, 1, 2; 1133, B, C; reino de pobreza, 1043, b; 1053 . 3.»; 1132, Π; reino de pureza, 1043, c; rei­ no de sufrimientos, paciencia y cruz. 1044. a; 1947, bj 1052. 3,°; 1053. 3.“; 1099. A; .1100. C. 2; 1042, B; reino de mansedumbre, 1047, b; 1060. b; reino de un monarca omnipotente que triunfa de sus enemigos, 1060. A; Γ 1027, c. d “ IV: 1130, D; reino de verdad, 1035, g; 1073. M; 1106, Π; 1108; reino de misericordia. 1060 ss; reino efectivo en el mundo, 1069, E: 1104; reino con la triple po­ testad. 1104; legislativa. 1070, F: 1033, b; judicial, 1070, F; 2; 1034. d; ejecutiva, 1070. F; reino que no ês puramente espiritual: también se extiende a lo temporal, 1071, H; 1105. IV; reino absoluto, no su­ jeto a otro poder, 1072, K; 1078 A'; 1119, I: reino glorioso, 1100, B; 1120. IV-V; reino de vida, 1106. III; 1111: reino de libertad, 1112. ΙΠ: Cristo. Rev dei indivi­ duo 1066, C. D: 1068. A; 1071, I: 1072. L; 1079. C" : 1100. C: 1050. E; Cristo. Rey' de la familia, 1066, C-D: 1072. L·· 1076. T; 1124. N; 1126: Cristo, Rey de la sociedad, 1066. C. D: 1071’J: 1072. L·; 1076, T: 1078. B’; 1050. E; 1119. I. Criterios: de credibilidad de la fe: la existencia de criterios ex­ ternos es dogmâtica, 243. A; cri­ terios de revélaciôn : nociôn. clases y valoraciôn. 245. D; los basados en el sujeto que créé son insuficientes. 245, a: 283, c; los intrinsecos a una cloctrina sôlo son probativos cuando son tan excelsos que se convierten en mila gros : esto ocurre con el cris­ tianismo, 246. b; 245. a; 246. c; 281. d; el milagro: su fuerza probativa y necesidad. 247, 2; 218, C: 251. D; probativos de la divinidad del cristianismo, véa­ se Cristianismo, Apologética, Revelaciôn, Religiôn, Fe, Credibitid ·· d. Cruz: en la vida del hombrë, 1297 ; de Cristo : es vida y esperanza, 1299. V~ ;; 33, a ; la. cruz, trono de Cristo Rev: trono de clemencia, 1091 ; doble interpretaciôn y doble postura de los hombres ante ella ; cruz-locura y cruz-salvaciôn, 1298, ΙΠ; inotlvo de divisiôn entre los hombres en el juicio final, 1297, H; véase Cristo, Redenciôn. Cuerpo: males que en él en­ gendra la lujuria, 271, E; vida y muerte del cuerpo comparadas con las del aima, 857 ss: la uniôn tan intima del aima, espiritu, con el cuerpo, animalidad, es un gran milagro, 898, b; resurreceiôn del cuerpo: para Dios no reviste dificultad alguna, 1179; un simbolo: la naturaleza, que vuelve a la vida después del letargo del invierno, 1180; después de ella el cuerpo serâ. inmortal, 1205, b; educaciôn fisiea del cuerpo: cuândo es ordenada, 1255, f; su feli­ cidad en el cielo, 1305, III ; véase Bienaventuranza; bienes del cuer­ po: en ellos no puede consistir la bienaventuranza, 1309, HI ; tam­ bién él participarâ. del influjo vi­ tal de Cristo de su plenitud de vida, 1115, VI. Cuerpo mistico: él mismo dog­ ma expuesto por Cristo en dos ocasiones: sermôn de la Monta­ na y sermôn de la Cena, 146, III; miembros potenciales son todos los hombres: efeetivos son los cristianos por medio de la fe, participan vitalmente de él los que viven en gracia, 981, V; su crecirniento : hecho, modos, 584, II. B; su efi"acia social en nues­ tros dias, 985, III, A; este dogma es bastante des^onocido por los cristianos, 144, V; su exposiclôn es muy eficaz cuando se predica a obreros. 191, VI. B: el influjo de su Cabeza, Cristo, en los miembros, 52, 2; 74, b; 76, d; véa­ se Gracia 1288, II, a; 996; 143; 683. i; 46. a, 1; 1113 1036, i; irnpone unos deberes de fraternidad entre los hombres que les obligan a ser leales siempre a la verdad, 14. 6; 145, II-III; Cuerpo mistico y perdôn de las Injurias, 511. C: 584; este dogma como fundamento de la uniôn de todos los hombres, 581, Π, A: 585, III, A, C; su eficacia social en nues­ tros dias, 985, III, A; fundamen­ to de la dignidad humana, 985, III, A; véase Cristo, Gracia. Cuestiôn social: cuestiôn social y vida futura, 190; cuestiôn so­ cial, soluciôn : Cristo y su doc­ trina, 191, VI; hay que contar con la acciôn de la Iglesia, 191, VII ; la prâctica de la caridad, INDICE DE MATERIAS 574, VIII; el Estado debe interve­ nir moderadamente en ella, 303, III ; véase Sociedad (sus r aies). Cultura: véase Civilizaciôn, Educaciôn, EnseAanza. Tjeismo: pecado pûblico: naturaleza y consecuencias, 600; y autoridad, 528, 2 ; 600, III; y lai­ cismo: sus postulados en torno al Derecho y la Moral, 601, IV; véase Ateismo. Demonio: Santa Teresa nos di­ ce cômo es, 58, a; su mayor tor­ mento: ver que los hornbres se salvan, 97, A; nos acecha cons­ tante < ente i on tentaciones rnientras estamos en esta vida, 209, 3; éstas serân terribles a la hora ce la muerte, 552, IV; 952, IV: es enemigo del alma junto con el mundo y la carne: caracteristi as de cada uno, 253, 2-3; se présenta bajo capa de bien para poderse insinuai*, 255, c; su prin­ cipal η é’odo de combate: la astucia, 408, 3; 744, VI; 255, c; 399, b; 496, c; suele enganar a los hombres ha iendo que conciban falsos propôsitos, 496, c; en un tiempo tuvo a los hombres sujetos a esclavitud, ahora los sigue molestando < on las tentaciones, 552, IV; 1033, 2.°; su dominio en el mundo, 553; meditaciôn de dos banderas: texto, 1052; comen tario, 1132; la soberbia, causa de su cai'a; consecuencias, 553, II, A; explica iôn de su odio a los hornbres, II, 553, A; todo cuanto hace es‘â permitido por Dios pa­ ra conseguir fines sapientisimos, 554, B; el fin de todas sus asechanzas es apartar al hombre de Dios, 554, III, A; debilidad de sus fuerzas y cobardia ante quien le resiste, 555, IV; serâ un acusador del hombre ante el tribunal de Dios, 1225, b; nuestra victoria contra él es segura, porque Dios lucha on nosotros, pero hay que resis’ir, “aguantar”, 408, 3; la lu­ cha que cada cristiano tiene que sostener contra él es muy dura y no a^abarâ sino con la muerte, 409, 4; armas de combate contre él. 410. c; 407. h. Denuncia: evangélica: el que no denuncia los delitos al supe­ rior se hace cômplice de ellos, 486, l.° ; la obligaciôn de denunciar, 594; véase Correcclôn. Derecho: natural: confiere al hombre ciertas prerrogativas oue han de ser defendidas contra los atentsdos de la colectividad, 528, 9; contra él estân las leyes que coarten en los padres el derecho de educar a sus hijos. 528, 10; derecho y moraJ : su valor ante el 1335 totalitarisme), 762, A, c; las ie^eologlas modernas pretenden desco. nectaries de la ley de Dios: elec­ tos, 527, 9. —derecho nuevo: definiciôn, 759, I; sus principios y consecuen­ cias, 759; en su ordenaciôn se prescinde de Dios como si nada le deUiese el individuo o la so­ ciedad, 686, c; 759, C; desliga a los Estados d,e toda obligaciôn para con la religiôn y para con Dios, 686 ; 759, D; su ultima con­ secuencia, el totalitarisme: tex­ tos pontificios, 688 ss; 761, II; sus fundamentos: su obra. efectos sociales y politicos, 763, Π, —derecho pùblico: se encuentra divoroiado de la Teologia y de la Filosofia perenne, 766. C, d ; una cuestiôn actual : deberes del Estado con la religiôn : la Igle­ sia catôlica y tolerancia de cul­ tos: 795; postulados del laicismo y del deismo en torno a él, 601, IV; 794, 2; véase Estado, Iglesia, Dios, Familia, Propiedarl, Moral, Padres. Desconfianza: en las propias fuerzas: es un sentimiento muy saludable que nace del propio co­ nocimiento y que debe terminar en la confianza en Dios, 900, C. D; es uno de los males de la sociedad moderna: el remedio es­ tâ en Cristo, 909, K; diversas posturas de los que desconfian del poder de Cristo y de la ac­ ciôn de la gracia, 970, III; véa­ se Confianza, Pesimismo, Pusilanimidad, Tristeza. Desesperaciôn: gravedad de es­ te pecado, 452, 1; vicio opuesto a la confianza, 865, B ; 868, f ; 970. II, B; uno de los mayores tormentos del infierno, 59. 2: véase Desconfianza. Despotismo: véase Abuso. Au­ toridad, Estado, Totalitarisme. Deudas: con Dios: el hombre las puede pagar fâcilmente: no necesita sino arrepentirse y aplicar los méritos de Cristo, que se le ofrecen gratuitamente, 414, 6.°; con Dios: nadie estâ libre de ellas; pruebas, 420-21, d; 4 4, a; 426, c; 589, I, B; véase Pecado. Difuntos: modps de mostrarles nuestro amor y al mismo tiem­ po de ayudarles: la limosna y la oraciônJ 851, d; 854, C; 860.’ G; modos de ejercitar la misericor­ dia con ellos. 1295. B: 851, d: 854, c; 860, b: valor humano de las pompas fûnefcres: valor sobrena­ tural de los sufragios. 860, b: 946, B; adornos y epitafios en los cementerios, las Dores: valoraciôn. 945 946: véase Sufragios. Purgatorio, Muerte, Indulgencias. t’ FX T L· > ' ' Λ k F? · V- / T: 1336 λ INDICE DE MATERIAS Dignidad: de la persona huma­ na: fundada en su divinlzaciôn por medio d,e la gracia. 155. VI; 501, IV, B; el pecado la desrruye, 442, b; 561» I1I-IV; tiene su fundamento en el dogma del Cuerpo mistlco, 985, III, A, d; deberes graves que le impone, 985, III, A, e; 986, B; frecuentemente conculcada v valientemente defendida por los Pontifices, 985, III, A, d; el comunismo la destruye, 117 s; el totalitarismo es contrario a ella, 690, j; la ex· cesiva intervenciôn del Estado la lesiona. 700, F; 803. I; salvaguardar la dignidad de la persona humana trente a las exigendas desordenadas del Estado es un postulado bâsico de la doctrina catôlica sobre la constituciôn de la sociedad civil. 758, V; del hom­ bre: estâ en saber dominar sus pasiones. 105, f; dignidad del trabajo, 114, k; 117, r; 115, n. Dios: naturaleza y atributos: el verdtadero Dios es el que conocemos por la revelaciôn cris­ tiana: uno, trino, creador, etc., 526, 3; yerran acerca de su con­ cepto quienes emplean su santo nombre sôlo retôricamente, quie­ nes lo usan con indeterminaciôn panteistica, quienes lo suplen con el hado impersonal, quienes divlnizan la raza. 525, 1; 601, Π-ΙΙΙ; es también un error hafrlar de un Dios nacional o exclusivo de una raza, 525-2; son necios quie­ nes niegan su existencia porque asi les convendria a ellos, 90. a: no puede recibir perfecciones ; por tanto, todas sus acciones van encaminadas a comunicar algun bien. 1219, B: no es forma inteligible del entendimiento humano mientras éste permanezca con sus fuerzas puramente naturales, 102, 1; el ûnico modo por que puede hacerse présente en si mismo entendimiento creado es por la vision directa, 102, 1; todas las eriaturas son participaciôn de su esencia. 103. 1; es Padre de los hombres por naturaleza y nor gracia: testimonio del Evangelio, 136, II: es también Padre de los ângeles, 565. III. A. c: es el fin ultimo del hombre, 1068, c; es remunerador. 38. A: 91, m, l.«; 563. VIII. B; 1179: 1181 ss; 1222; 12S6. C; véase Infierno. Castigo, Premio; su omnisciencia y omnlpresencia. 173 : 436. a: 977, B, a. —Dios y el hombre: desde la eternidad prédestiné al hombre a ser su hijo adontivo y lo realizô por medio de Crlsto, 156. H-IV ; sus derechos sobre el hombre. 33, b; sus promesas al hombre, 1025, a; es el fundamento de toda nuestra confianza, 227, c; 235, f; ciencia es un d,on suyo, 287, A; igualmente la fe, 231. b; 242, h; también lo es la gracia santificante, su mayor beneficio, 44. c, d, e; la verdad procede de El, y por tanto no puede haber oposi* ciôn entre verdad. natural y ver­ dad revelada, 316, x. —Dios y la sociedad: es la fuen­ te y origen de la autoridad, véa­ se Autoridad; es triple causa de la sociedad civil : eficiente, final y ejemplar, doctrina de Leôn XIII, 756. C; es autor de la sociedad f>olitlca y del Estado; términode a actividad estatal ; tipo y modelo de todo gobierno, 793, b, 2.°; contra El se conjuran los princi­ pes. pero no prevalecerân, sino que serân castigados, 1121; la so­ ciedad moderna prescinde de El y de sus leyes, 528, 1; 600, II, A, a, b; y ha llegado incluso al odio hacia El, que puede considerarse como un pecado colectivo de los tiempos présentes, 596. Dolo: pertenece al concepto de astucia e implica cierta ejecuciôn de la misma, 647, e; se diferencia de la astucia y del fraude, G47, e; y fraude: pecados contra la sencillez, 647, f; véase Mentira, Fraude. Dolor: es un camino para ir a Dios, 844. l.o ; el mejor remedjo contra él es pedir a Dios paciencia para soportarlo, 58, a; los mayores de esta vida son nada en comparaciôn con los del in­ fierno, 59, 2; se hacen mâs 11evaderos por la resignaciôn cris­ tiana, 62, 9; sensible: de un mo­ do de mortificarse, 82, 3.·; véa­ se Sufrim ientos, Tribulaciones, Arrepentimiento. pconomia: en el mundo de la " e onornia es freeuente el desdoblamiento de conciencia, que permite amplias libertades: ejemplos. 082, VI, b; la crisis econômica provocada por la guerra ha trafdo como consecuencia una sed insaciable de riquezas, con quebranto la moral, 1250, r: el obrero debe tener una parte do responsa nil i dad en la vida econômica del nais, 114, j; desarrollo econômico: se obtendrA mediante el cumplimiento de los preceptos de la justicia social. 519, e: doctrinas èconômicas del comunismo: su valoraciôn, 598Vn. C; yéase Ahorro. Educaciôn: naturaleza. Impor­ tanda. necesidad: no es lo mis­ mo que instrucciôn. supone una labor profunda en el espiritu, 300, INDICE DE MATERI VS A; su flnalidacl es la formaclôn del hombre sobrenatural o el hombre de carâcter, 704. B; 810, II; formar a Cristo en el educan­ do, 121 f; 375, II, B; conseguir el dominio so>bre la concupiscen­ da, oibstAculo al progreso indivi­ dual y social, 292, b; debe corregir las inclinaciones desordenadas, iluminar el entendimiento y fortalecer la voluntad, 121, e; uno de sus idéales: la formaclôn del niûo en el culto a la verdad, 147, V, A; c^ebe comenzar desde la mâs tierna edad : razones, 373. B, l.°; por eso es imposible una educaciôn verdadera sin el auxi­ lio de la gracia o no informada por los prlncipios cristianos, 121, e; 704, B; 293, d; y séria condenable todo sistema que desviase a la juventud de Cristo y la Igle­ sia catôlica, 709, 8 : 710, 2 ; 293, d ; porque el educador principal es Cristo; todos los demâs son auxiliadores, 373, II, A, c; es ademâs el remedio de los males de la so­ ciedad mod(erna, 1255. e; sin ella la juventud no es capaz de caminar por el bien 224, d. —^a quién corresponde educar?: textos pontificios, 704 ss; 810; tres sociedades tienen el dere­ cho y el deber de la educaciôn : la familia, la Iglesia y el Estado, 704, A; 811, B; el ideal es la uniôn de las très en la tarea educatlva, 811, B, b; 822, V. —la familia: deberes: la educa­ ciôn de sus hijos es una gravisima obligaciôn para los padres : imposiciôn del Côdigo de Derecho canônico, 414, C; es una obliga­ ciôn de ley natural y positiva, 223, c; es una obligaciôn que les compete a ellos especialmente ; en su defecto, a los maestros, 292, A; porque no les basta con tener hijos; han de educarlos cristianamente, 300, A; 1128, C; y desde la mâs tierna edad, 372, B, l.°; ademâs han de vigilar a sus hijos sus lecturas, sus amistades, sus coleglos, trabajos, el ambiente donde viven, 302, 2; y apartarlos de los peligros, 707, 4 ; como medios de educaciôn deben usar: la oraciôn, 301, 3; 375, II; el ejemplo, 376, III; otros me­ dios, como la prensa y los libros cuidadosamente elegidos, 806, I, B; 1255, e’: la imitaclôn de quie­ nes se distlnguieron como padres de familia: Blanca de Castilla, V; los padres de Teresa de Jésus, 331, VI; derechos: texto» pontificios, 706 ss, 810, 814; tales derechos proceden de Dios, 706, 1-2; 814, I, A; son inaliénables y anteriores a los del Estado, 706, 1337 2; 814, I, B, D; pero no son despôtlcos ni arbitrarios: estân subordinados al fin ûltimo, 706, 4; 815, II, A; y tienen las limita­ tiones que les irnponen la ley divina y el bien comûn, 706, 4; 815, II. —el Estado: derechos: derechos y extralimltaclones, textos ponti­ ficios, 707 ss, 867; tiene dere­ chos ciertamente, pero no los que les aslgna el totalitarisme, 689, f. g. h; 816, IV; dos extremos viciosos en esta materia: estatismo exagerado y negaciôn de los derechos legitimos, 817, I, A; errores de la filosofia pagana al atribuir excesiva intervenciôn al Estado, 818, C; es injusto el mo­ nopolio escolar, porque lesiona los derechos anteriores de familia e Iglesia, 780, 6, 7 ; 821. III ; sus derechos son de origen divino, 707, 1; puede exigir que todos los ciudadanos tengan el co­ nocimiento necesario de sus de­ beres civiles y clerto grado de cultuna que el bien comûn exija, 708, 5; aplicaciones prâcticas, 819, II, B; jus tamen te se reserva la instituciôn y direcciôn de las escuelas preparatorias para algu­ nos de sus cargos, 709, 9 ; 819, H, a; también le pertenece la Hama­ da educaciôn civica del hombre: aplicaciones prâcticas, 709, 10; 821, b; 819, II, B; i tiene derecho a imponer un tipo de educaciôn en la juventud?, 815, b. c; debe­ res: su deber general es “dirigir, vigilar, urgir, castigar”, 820, 4; debe protéger el derecho de la proie cuando faite fislca o moralrnente la obra de los padres, 707, 4; debe preparar a la juven­ tud para que cumpla sus deberes de patriotisme, 709, 8; Estado e Iglesia: relaciones armônicas en la educaciôn: textos pontificios y comentarios, 709 ss; 822, V; 813, H. —la Iglesia: mislôn educativa de la Iglesia; textos pontificios, 704 ss, 811; sus dereohos en la educaciôn se fundamentan en dos titulos: la mislôn que le conflriô Cristo y el hecho de su maternidad espiritual de todas las ai­ mas, 704, 1-0-3; 812, B; en el ejercicio de estos derechos es completamente independiente de cualquier potestad terrena, 705, 4; 812, C; su poder de magisterio se extiende a todos los hombres, 705, 7 ; 813, E, b; 1254, b’ ; y a todo cuanto se reliera a la fe y a las costumbres, 1226. b, 3: siendo ademâs insustltuible, 710. 2; 1254, b’ ; puede exigir del Estado que proteja sus derechos y los £ . de la familia. anteriores a los estatales. 707. 3; tiene derecho a vigilar la educaciôn en todo cuanto se retiera de algùn modo a la religiôn y moral, sin que esto sea una injeren ia indebida, 705. 6; 812. C: liene también derecho a promover las ciencias, las letras y artes, y aun la misma educaciôn fisica, por medio de insti*ueiones propias de todo gra­ do, 705, 5 ; 813. E» a; deben, pues, exisîlr relaciones amiônicas en­ tre Iglesia y Estado respecto a la educaciôn; textos pontificios, 790 ss; apli aciones, 822, V; la e u a iôn de la juventud en Rusia: el o io a Dios» 597, V, A; educa iôn fisica: normas para su recto ordenamiento, 1255, f’ ; edu­ ca iôn de la castidad, véase Castidad; educaciôn de la voluntad. véase Voluntad. Formaciôn. Educadores. Educadores: sus cualidades. 811, B, b; han de contar ton la ac iôn efi az de la gracia, 301, 2; no pueden permanecer en una postura absten ionista con res­ pecto a la educaciôn de la castirad de sus educandos, 298, 2; han de vigilar al educando: lectuias, amistades. colegios, trabajos, el arrrbiente en que viven; sin es o no hay verdadera educa­ ciôn, 302, 2; a’ veces han de emplear los castigos, pero deben usar’os < on carino, sin dejarse llevar de la ira, 372. B, 3.°; véa­ se Padres, Educaciôn. Ejemplo: su lenguaje lo entienden todos, y asi és*a ha sido una de las armas usadas por la Iglesia en su expansion por el mundo, 27 f, b; si el ejemplo acompana a la doctrina serâ mAs efi az la predicaciôn, 290, C; ne­ cesidad de predicar por este me­ dio: lo inculpa la Sagrada Escrltura. 368, III; su valor formativo en el hogar, 368, IV ; medio de eduz a< iôn ; obligaciôn de los pa­ dres, 376. Ill: lo deben dar los gobemantes en sus leyes, 666. D; éxhortaciôn de San Pablo a aprovechamos de los buenos ejemplos. 840, 1 ; ejemplos de Cristo respecto a la vida familiar, 1125, B. Empresa: y tributos: pensamien’o de Pio XI. 804. IV; no se le puede imponer que dé al obrero la parti ipaciôn en los beneficios, 800. C; con'epto de "empresa-piloto”, modalidad muy necesaria en la sociedad moderna, 151. VII: véase Trabajo, Obreros. Embringuez: es un pecado mor­ tal, pruebas, 342, II; sus causas, 344, II; su malicia y efectos, 343, B; 3-14, IΙΊ ; 348; lacra individual y social: sus rornedios, 3*14; eon* denaciôn de la Sagrada Escrltura, 342, I ; condena< iôn de San Pablo. 209, 4; y lujuria; sus relaciones mutuas, 347; del amor: estado mlstico del aima, sus caracteri s II· as. 357. Encarnaciôn : alli se desposô Criso »on la naturaleza huma­ na, 37. A; el amor moviô a Cris­ to a encarnarse, 38, (B; fué necesaria para satisfacer por el pecado, 550, C; véase Cristo. Enemigos: no es el que nos di­ ce las verdades, sino el que nos irnpide hacer el bien, 477, b; très siluaciones del hombre con relaciôn a ellos: la del pecado, la del hombre justo, la del que aspira a la perfecciôn, 5S2; exigentias de la vida de perfecciôn en su favor. 583. V; 475, A. —perdôn de los enemigos: hemos de perdonarlos y amarlos, 468, B; se nos pide demasiado poco al mandArsenos que los perdonemos, 469. a; 470, c. d ; si pide perdôn estamos obligados aun a quitar las senates externas de rencor, 439, c ; 479. c ; exige una reconciliaciôn sincera, que mu chas veces falta, 510. B; 514, e; delimi­ tation de esta obligaciôn, 579; olvido de sus ofensas, 581; condiciôn para ser perdonados por Bios, 416, δ.0; 426, c; 427-435; 439, c: 505, d; 514, d; 551, C; 469, a; —amor a los enemigos: tema de predicaciôn preferido por Cristo, 474, A; el ejemplo de Cristo, 419, d; 474, A; 505, c; no es un consejo, sino un pre epto, 475, B; 503, A, a, b; très sentencias sobre el modo de amarlos, 476, a; nos obliga a no excluirles de nuestro amor, pero en casos de necesidad este amor tiene que ser particu­ lar, 476, a; nos obliga a socorrerles en sus ne^esidades, siendo mayor esta obligaciôn si las necesidades son espirituales, 476, a; 583. III-IV; su necesidad, fundamentada en el dogma del Cuerpo mistico, 584; normas sobre cuândo y cônio se les puede desear algun mal, 476, B; antipatia hacià el enemigo: sus réglas, 581, II, B; de Dios y de la Iglesia: no prevalecerân, serân castigados, 976; véase Injurias. Enfermedades : por qué las en­ via Dios; cinco razones de San Agustin, 249, a; a ve-es tienen carâcter de castigo. 249, A, d; son medicina ùtil y eficaz del aima, 249, A. e; enfermedades del aima; su médico, Cristo; remedies que usa, 250, C; entfennedad fisica o INDICE DE MATERIAS moral : supone cierto desequlllbrlo, 369, II; Cristo es el rnédlco del cuerpo y del aima: para El no hay enfermedades Incurables, 215, 6; enferrnedad moral de la juventud: sintomas, 370, IV; ca­ ra teristleas, 372, I; remedies, 369, 372; un allvlo espirltual y a veces corporal en la enferrnedad : la exlremaunciôn : naturaleza y efeclos, 963. Entendimiento: por sus fuerzas, sôlo (onoce lo que cae dentro del âmbito de los sentidos; no obstante, tiene potencia (obedem ial) para el 'conocimiento de lo sobrenatuj-al, 258, 1; su opera­ ciôn es tanto mâs perfecta cuanlo mâs se asimila el entendimiento al objeto conocido; por eso la mâs perfecta es la visiôn beatffi a, 102, 1; para que se pueda realizar su operaciôn, necesita un ôrgano capaz y un objeto inteligible: estos elementos se en«uentran en la visiôn beatifica, 101, a; 102, b; el ùnico modo co­ mo puede conocer a Dios en si mismo es por la visiôn directa, 102, 1; el ‘‘lumen gloriae" no le aumen'a la fuerza que tiene, sino que le da una fuerza de distinto orden, 103, 2; la bienaventuranza consiste en una operaciôn intelectiva: exposi iôn filosôfica, 1312, IV; con su luz ùnicamente no se pueden penetrar las verdades de la fe, 259, 2; el error es un vicio del entendimiento ; por tanto, de­ be ser re hazado, 241, a, 3-4; una enferrnedad del entendimiento: el pesimismo; le hace ver el aspec­ to oscuro y no el luminoso de la vida, 960, III; la elevaciôn del entendimiento por medio de la gracia, 966, C, a; efectos que en él produce la lujuria, 270, A; 271, E; 352; efectos de la gula, 941, A, B; don de entendimiento; na­ turaleza, 1163, 3. Ensenanza: véase Edncaciôn. Envidia: imperfecciones de los varones espirituales en torno a este vicio: doctrina de San Juan de la Cruz, 578, VII; no existirâ en el cielo, donde relnarâ la con­ cordia, 1306, VL Epifania: en sus fôrmulas 11tûrgicas se alude al hecho de la reaïeza de Cristo, 1006, c. Equidad y clemencia: puntos de contacto y diferencias, 587, III; véase Justicia. Error: no tiene derecho a pe­ netrar en el entendimiento y, por lo tanto, a ser ensefiado. 108, a; es un vicio del entendimiento, 242, a, 4; error y verdad: no pue­ den ser indiferentes ante Dloe, 241, a; no tienen los mismos de­ 1339 rechos: apllcaclones al tema Es­ tado y Religiôn, 796, F; el poderlo abrazar no es llbertad, es un defecto de ella, 1112, IU, A; los errores modernos oscurecen y deforman la verdad, 110, h; es necesarlo que la autoridad lo cohiba para que no dafie a la sodedad, 109, d; la Providenda se encarga de aniqullar a sus de­ fensores: un ejemplo, 528, 11; de los pelagianos, 242, b. Escepticismo: es un peligro que amenaza a la juventud moderna, 1246, i. Esclavitnd: no esté, fundada en la naturaleza humana, pu es­ to que to dos los hombres son Iguales, 25, G; legalmente podian caer en ella los acreedores insol­ ventes, 414, 4.°; doctrina de San Pablo, 387; véase Esclaves. Esclavos: consecu entes con su pobreza, solian dedicarse al ro­ bo, 15, 10; Pablo y Espartaco, dos paladlnes de los esclavos: distintos métodos de combate y distintos resultados, 387; la car­ ta magna de to dos los que sirven: la Epistola de San Pablo a Filemôn, 388, D; es esclavo del mundo qui en se entrega a sus exigendas, 84, B; las riquezas hacen al hombre esdavo del pecado, 84, B; véase Esclavitud. Escritura Sagrada: con frecuencia nos aconseja apartarnos de la mentira: ejemplos, 14, 5; con frecuenda designa el reino mesiânico bajo la figura de un banqueté, 17, 2; en ella debe ir fundamentada la predicaciôn, 20, B; habla de la llmpieza interna que la gracia trae al aima, 50, b, c; habla de la necesidad de la limosna, 118, c; sus textos, actualizados por la llturgia. 206; una figura sobre la oscuridad y lumlnosidad de la fe: la nube que acompanaba a los Israeli las por el desierto, 259, 2; una lecciôn sobre el modo de tratar a los criados, 267, A; présenta la perfecciôn como un edifldo cuyo fundamento es la fe, 288; su doc­ trina sobre el trabajo, 149, V; fundamento en ella de la pena de sentldo en el infierno, 183, V; condenaciôn de la embriaguez, 342, I; exalta la fidelidad de los criados a los amos, 367, Π; in­ culca la necesidad de predicar con el ejemplo, 368. IU; nos ensena cômo hemos de portarnos ante las Injurias: ejemplos, 424, 1; prohiblclôn dei odio, 478-79, b; su testimonio sobre el amor a los enemigos, 586, IV; su testi­ monio sobre la necesidad de la penitencia, 457, B, a; un ejemplo sobre el arrepentimiento : David y Natân; anâlisis, 509; por sus êjemplos se ve que Dios difiere a veces el castigo del pecado, pero luego lo cobra todo, 494, a; sus textos confirman que Dios tiene seôalada medida para los pecados de los hombres, 498, a ; naturaleza y malicda de la adulaciôn: textos de la Esc ri tura, 739, I, C; condena la astucia y aconseja contra ella sencillez y prudencia, 744, V; 745, B; con­ dena la acepciôn de personas, 746, ΙΠ; nos ensena a poner nuestra confianza en Dios y no en los hombres: testimonlos, 978, II, B; la confianza en la Sagrada Escritura: el libro de los Salmos, 973 ; 976. Escuela: un campo de apostolado propio de la Acciôn Catôllca, 1144, IV, A; véase Educaciôn. Espana: pueblo espanol : su grandeza de aima, 187, IV-V ; se va apartando dei contacto con Cristo : causas, 187, VI; procla­ ma en su legislaciôn que la reltgiôn catôlica es la oficial de la naciôn, que gozarâ de toda la protecciôn oficia! (Fuero de los Espafioles. art. 6). 796. C, b; su escuela politica tradicional, representada por Donoso en el si­ glo XIX, denuncia el vacio de valores morales de la sociedad sin el cristianismo, 987, C, a; su gran misiôn en la luoha militar y espiritual contra ed comunismo, 599. IX, D; 599. X, E; una concreciôn del carâcter espanol: el caballero cristiano; sus caracteristicas, 537, D; una razôn del odio que le profesa el cornunismo: Espafia es la personificaciôn del Estado creyente, 598, V, D. Espectâculos: pùblicos: profa nan los dias festivos y retraen al pueblo de los templos, 1247. k Esperanza: es virtud que ayuda a luchar contra el mundo, porque levanta el corazôn a Dios y no le déjà apegarse a las criaturas, 262; es fundamento nece­ sario para la uniôn con Dios, 263, d; es compafiera necesaria £3 la fe suelen sufrir una crisis en la juventud a causa de las pas­ siones, 177. H; en la vida eterna: hace sopor table y alegre la vida en la tierra, 176, I, B; es una vir­ tud frecuente en el pueblo: un ejemplo, 178, V; es el ûnico Con­ suelo en la muerte de los seres ranza y confianza, 867, a, c; doe mlsterlos de esperanza: reden. ciôn y Eu caristia, 903, B; 1299, V; en Dios: aun en modio de tantos males como afligen a la îICî D’, E’; 918, J’; '984, B, b. c; 99?! 2; no se verâ defraudada, 227, c; cômo la concibe el racismo, 99. C; 136, X; 1194, b; un vicio opuesto, el pesi mismo, 962, E; Cristo, fundamento de nuestra esperanza, 971; una triple espe­ ranza ha de tener el catôlico: en la vida eterna, en el trlunfo de la Iglesia y en la restauraciôn de un orden social cristiano, 991, C, d; ante el hecho del juicio final, 1159, a; 1160. a; 1222, A; 1275, V; 1278, D; 1313; su necesidad pslcolôgica en la vida del hombre, 1178, B; no hemos de ponerla en la vida temporal, que es pasajera, 1191, C; 1193, A; 1194, C; su fundamento: la misericordia de Dios. 1192, A, B; 1195, C; en la resurrecciôn: es fuerza para soportar las persecuciones, 1172, A; 1173; 1178, B; véase Confianza. Espirito Santo: habita en el alma mediante la gracia, 76, d; 120, c; alimenta al aima y la sacia con su luz, 225, a; con su plenitud se embriaga el aima, 225, a, b; gusta descansar en las almas puras, 273, I; mueve al aima al temor y al arrepenti­ miento, 312, 11; dones del Espi­ ritu Santo; don de sabiduria y de entend!miento, 1163, 3; 1273, HI; se plerden al perder la gra­ cia. 64. a; véase Alma, Uniôn. Esposos: véase Familia, Ma­ trimonio. Esta do : naturaleza y misiôn: es sociedad perfecta. 816, II, b; Dios es su causa bajo un triple aspecto: eficiente, final, ejemplar, 756, C; 793. B, b. l.°; es un con­ cepto relativo al servicio de los valores absolutos: Dios, Iglesia, verdad..., 604, X, D, b, d; su fi­ nali dad, 755. II; su misiôn es ordenar de tal modo la cosa pû­ blica que espontâneamente brote la prosperi dad, tanto individual como social, 699, C; 803, ΠΊ; erro­ res en torno a su constituciôn: el Estado es la suprema catego­ ria en el orden moral, jurfdico y material, 761, I, A; 816, IV; el Estado es causa de si mismo, es fin de si mismo y goblerna segün su propio arbitrio, 762. B; también la fllosofia pagana atribuyô excesiva categoria al Es­ tado, 818. C; la divinizaciôn del Estado. 525, I, 4.»; 602. IV; exi­ ge de los individuos cuanto es ÎNDICE DE MATERIAS necesario para el bien comûn, 698. A; 798, II, D; puede determlnar d uso de la propledad an­ te las necesldades del bien co­ mûn, 699, D; el Estado y los de­ rechos del Individuo: el hombre ;,nace cludadano?, 803, II; 815, b, c; debe preocuparse de las fami­ lias numerosas en la legislaclôn y en la Imposiclôn de tributos, 701, I; el Estado y la prensa: sus derechos de vigilanda y reglamentadôn, 701 ss, 806; intervenclonismo estatal : debe el Es­ tado intervenir moderadamente en la soluciôn de la cuestiôn so­ cial, 803, III; puede y debe In­ tervenir en una mâs justa distrlbuclôn de los beneficlos cuan­ do no se haya realizado en los medios sociales privados, 800, IV; no es el ideal, pero es justa su Intervenclôn en muchos servicios Impuestos por las drcunstancias histôrlcas: casa, jornales, seguridad social, ensenanza, beneficencia, etc., 798. H, E; con frecuencia, sin embargo, inter­ vene mâs de lo que debiera: postura de la Iglesia ante este fenômeno, 805, VI; no debe ocuparse de lo que puede solventar una sociedad inferior, 804, IV, A; tal intervenclôn excesiva suele iesionar los derechos de la propiedad privada. 700, G; y <Üsminuye la personalidad del indi­ viduo, 700, F; 803, I; las manifestaciones principales de este intervene!o-nismo son: la tenden­ da a una excesiva fiscalizaciôn estatal, 700, F; 805, V, a-b; la excesiva imposlciôn de tributos, 699. E; 803, 700, G. —el Estado y la religiôn (Dios): el Estado y los valores religiosos; teologia y moral del Estado, 793; ateismo de Estado: caracterîsticas y consecuencias, 528, d ss; el odio oficial del Estado a Dios, pe­ cado de nuestra época: el comunismo. 596, 1121; con frecuencia prescinde de Dios en su organlzaciôn externa: efectos de esta politica 528 ss: consecuentemente se encuentra inestable y falto de orientaciôn 794. c; no puede prescindir de la religiôn ni juzgarlas iguales a todas, 530, 10; como tal estâ obligado a dar culto a Dios por medio de la verdadera reli­ giôn. el catolicismo, 671. b; 685, d; 793, B; sus obllgaciones res­ pecto a la verdadera religiôn, 671, a, b; 685, a, b, c, d; 795; triple deber que su condlclôn impone al Estado catôhco: pro^fesién publi­ ca de la fe, inspiradôn cristiana de la legislaclôn. defensa de la fe, 796, D; 796, E; a pesar de [ 1341 sus deberes con la religiôn catô­ lica, en circunstanclas especiales puede tolerar en la prâctica la existencia de otros cultos. 686. e; 796, E; todos los Estados pueden ser catôllcos, sea cual fuere su clasificaciôn en el cuadro de las formas gubernativas, 674, b; 6Ô7, k; 779, II; salvo rarisimas excepciones, se dividen los Estados en dos clases; los que persiguen a Cristo abiertamente y los que se llaman cristianos, pero que no lo son; pruebas, 1122; pecados pu­ blicos de los Estados actuales: deismo y lalcismo, 600; racismo y panteismo, 601. —el Estado y Ia Iglesia: textos pontificios, 685 ss; dos sociedades soberanas, 678, 755; sus relaclones a la luz de los documentes ponti fidos: necesidad y oportunidad de su estudio, 753; la separaciôn entre estas dos potestades no es racional ni la quiere Dios, 680, i; sus relaciones no son solamente externas, sino también Internas y vitales, 683, 1; entre ellos ha de existir mutua concor­ dia, porque actûan sobre el mis­ mo individuo, 679. e; 680, g, h, i ; convenienda de los concordatos para fadlitar estas reladones, 757, IV, C, c; a pesar de esta uniôn, ambas sodedades deben ser libres en sus respectives cam­ pos de acdôn, 680, g; 682, b; por tanto, el Estado es completamente independiente del poder re­ ligioso en el ejercicio de sus fundones, 682, b; dellmitaciôn con­ creta de poderes: una carta de Oslo al emperador Constando, 716, IV; todo lo que en las cosas y en las personas tiene carâcter de sagrado cae bajo la soberania de la Iglesia: lo terreno pertene­ ce al Estado, 679, f; no puede despreocuparse de la defensa de la Iglesia, 642. d; 1054, A: debe reconocer a la Iglesia catôlica como ûnica verdadera y ayudar­ ie en el cumplimiento de su mi­ siôn, 685, d; 795, ÎB, 2; por otra parte es deudor de la Iglesia, que siempre ha inculcado al pueblo la obedienda a la autoridad, 769, B; 813, D, B; la autoridad esta­ tal no es usurpada ni debilltada por la Iglesia en sus inten­ tos de dlfundir la doctrina de Cristo, 684, j, k; persecuciones del Estado contra la Iglesia, ejemplos: las investi du ras. 654 ss: En­ rique IV en Canosa, 717, VI; el gallcanismo, 656 ss; Injustas leyes en Franda en tlempos de Pio X, 784, IV. —relaciones internacionales : en ellas debe reinar el amor y el 1342 ri·' ·· INDICE DE MATERIAS perdôn mutuos, 531; la confianza, 531. a; la verdad, 147. IV, d; a pesar de eso hoy estân caracterizadas por el fenômeno denominado "guerra fria", que tiene un doble aspecto, militar y espiritual, 598, VIII; tratados internacionales: si los que han de cumpiirlos no tienen un sentido de responsabllidad fundado en el derecho divino, estân condenados al fracaso, 532. d; doctrinas de Maquiavelo sobre la ôdelidad debida a tales pactos, 126, EU; sus dere­ chos y deberes en la educaciôn, véase Educaciôn, Gobernantes, Gobierno, Autoridad, Poder. To­ talitarisme, Racismo, Cesarismo. Etemidad: concepto de eternldad. 71. b; etemidad y tiempo, 71. b; etemidad e inmutabilidad, 72. b; es necesaria al castigo o al premlo para que el hombre los estime en su valor, 93. a; 98, B; de ios goces del cielo, 73. b; eternidad de los tormentos del infierno. 71. b: 1213, 3; es una creencia radonal, 90. A; no ha sido inventada por el hombre. 90. a; mues, tra el poder de Dios y su absolu­ ta superloridad sobre' el hombre, 91. b, 1.·; a su luz se comprenden los caminos de la Provi­ denda divina, 91. b. 2.°; verdad a’estiguada por la Sagrada Es­ critura. la Iglesia, nuestra con­ denda v el sentir de la humanldad, 91. b. 4.°; la requiere la libertad v la inmortalidad del aima. 92. 1Λ·2.°; es necesaria co­ mo medida coercitiva en la sodé. d es Dios: la Injuria lo aparta de este «fin, 355, II, A; undo, profecias de Je Je-­ /in dei mundo, 1105-67, 1282; sucristo, exégesis, 1165-67, descripclén, 1267, VTTI. Fi r niez a: véase Fortaleza, Constanda, Perseveranda. Flores: su valor simbôlico en los cementerios, 946, B. Forinaciôn: los hijos bien do­ rados de los obreros deben tener acceso a la (formadôn superior, 113, g; fonmar al cristiano per­ fecto es el fin de la educaciôn, 121, f; formadén de la voluntad, véase Voluntad; formadôn de la castidad, véase Castidad, Edu­ caciôn. Fortaleza: sujeta los movimientos de la ira, 77, a; nace de la fe, 286, d ; com paradé n con la temiplanza, 872. d, e; su necestdad para soportar los sufrimientos que imiponen las clrcunstancias actuales, 916, E* ; 917, Γ; ante las tribulaciones, un ejem­ plo; los primeros cristianos, 117475; fortaleza y temor de Dios, 1186, a; una fuente de fortaleza; los Salmos, 976, C; véase Cons­ tanda, Perseveranda. Fraternidad: entre todos los hombres, fundamenlada en el dog­ ma del Cuerpo mistico, 145, IIfundamento de la verdadera paz, 984, B, b, 2; 1019, d; 1076, R; 1118, TV, A; 1158, m; véase Union, Colaboraciôn, Cooperaciôn. Fraude: sus relaciones con la astucia y el dolo, 646, e; véase Mentira. Funciôn: social de lasriquezas, 151, 10; 87, (D; de los bienes que Dios concede al hombre: espiri­ tuales, materiales, intelectuaies..., aplicadones, 573. V-VTH; doble funciôn de la propiedad, individual y social; consecuen­ cias, 699, D; doble funciôn del trabajo: individual. 112, b; so­ cial, 15, 10; 113, h; funciôn social de la verdad y la ciencia, 289, C. alicanismo: "es la opresiôn de " la ijurisdicciôn eclesiâstica por la segîar y el menosprecio de la autoridad del Romano Pontifice por el clero francés", 656, a; sus dos manifes-taciones: episcopal y politica, 656, a; politico: sus pos­ tulados e historia, 657 ss. Gobernantes: es dificil serlo, y, sin embargo, muchos lo desean. 664, A; 666, D; segûn el Dereoho nuevo, los gobernantes no son 1345 sino delegados del pueblo, pudiendo éste moverlos a su antojo, 687, f; su misiôn es ordenar de tal modo la cosa pùbllca, que espontâneamente brote la prosperidad tanto individual corno so­ cial, 699, C; 803, III; tienen una doble obligaciôn para con Dios: como hombres y como gobernantes, 642, d ; habrân de dar estrecha cuenta a Dios, 634; 665, A; su obligaciôn respecto a la reli­ giôn verdadera, 671, a, b; 685, a, b, c, d; 795; virtudes que les son muy necesarias: humildad, 1039, 1; prudencia, 668, F; mansedum­ bre, 473, C; 550, X-XI; 588, V, C; buen ejemplo y clemencia, 666, D; amor paternal a los sûbditos, 627 , 4 ; 532, e; celo por el bien de los demâs, 665, B-C; 749, b; desprendimiento, 665, D; 749, b; jus­ ticia, sin acepciôn de personas, 748, VI; 712, A; 713, B; véase Gobierno, Estado. Poder, Autoridad. Gloria : naturaleza, 1309, III, C; es el fruto de la gracia, 101, b; la merecemos con nuestras obras informaidas por la caridad, 74, c ; 75, d ; las tribulaciones nos lie van a ella, 73, -a; la eternidad de sus goces, 73, b; la auténtica gloria: "clara cum laude notitia'*, solamente se darâ en el cielo, 1306, IV; véase Cielo, Bienaven­ turanza. Gobierno: el pueblo puede — y es muy conforme a la dignidad de la persona—participar en el gobierno de la sociedad, 758, B, b, c; diferencias entre négimen y legislaciôn: consecuencias prâcticas, 781, EV TV ; los gobiernos de hecho, 778; véase Gobernantes, Estado Autoridad. Gozo del aima en el cielo: una figura; la embriaguez, 226, b. c; en el sufrimiento: los mârtires, 227, c; el purgatorio, 1034, G; dei Espiritu: el mundo no lo comprende, 239, C; véase Alegria, Felicidad. Gracia: naturaleza y excelencias: très acepciones de esta pa­ labra, 43, a; concepto auténtico de gracia, 66 ss; 69, f; 101, 160, I, B; 527. 4.*: 602, V, D; es un don de Dios, 43 ss, a, c, d, e ; 19, 8; 36; es un anticipo de la bienaventuranza, 68, e; 101 161, TI, D D;; es inseparable de la caridad, 45, e, 3; 77, a; 162, III, E; 628, 6; gracia y virtudes: re­ laciones, 161, II; 44, b; 162, V; 163, II; gracia actual: naturale­ za y necesidad, 66, c; 169; la cau­ sa de la gracia : los sacramentos, 165, 168: el desprecio de la gra­ cia: lo que el hombre desprecia r La palabra de C. 8 v . .· ■MK· · * 13-16 5 J , , „ - · £ · •V r.-.L INDICE DE MITER! IS y pierde con la gracia. 64, a; 67, d; 172; valoraciôn de la gracia a la luz de la muerte, 959, IV, D; falsificaciôn dei concepto de la gracia por el raclsmo, 527, 4.°; 602, V, D; excelencias de la gra­ cia, 69, f; 151; hennosura del ai­ ma en gracia, 153, I-II; la gracia, vida del aima, 966. —efectos: la participaciôn de la naturaleza divina, 57, e; 120, a, b; 153; borra el pecado realmente y justifica al hombre, 33, b; 36, g; 45, e; 50-51; 68, e; la ïiliaciôn adoptiva, 155; la amistad con Dios, 158; la inhabitaciôn del Espiritu Santo, 120, c; la uniôn intima entre el alma v Cristo, 1036, i; 11: 52. 2; 139; 143; 165, 903, C; 966; 1113. —necesidad: para merecer sobrenaturalmente. 51, d; 56, c; 74, b: alcanzar la bienaventuranza, 19, 8; 152, II, B; 163, I, A; para adquirir y conservar la fe, aun pa­ ra el mismo “initium fidei”, de tal modo que puede deeirse que la gracia es en cierto sentido causa de la fe, 171, C; 242. b; 310, h; para la perseveranda, 33, c; para conseguir la perfecciôn, 626, b; para una educaciôn cristiana de la juventud, 123, f, s; 301, 2; para robustecer a a voluntad contra las pasiônes, 120, d. Gratitud: véase Agradeclmlento. Guerra: condiciones de una guerra justa, 1055, a; a veces permite Dios la derrota de los pueblos en castigo de sus peca­ dos, 1055, c; mâs guerras se ganan con oradones y buena vida que con las armas, 1056, d; “gue­ rra frla" en el mundo actual: do­ ble aspectoj militar y espiritual, 598, VIII. Gula: dodrlna teolôglco-moral sobre ella, 868 ss; 940; apetito desordenado de corner y beber, 868, a, b; clnco clases o mane­ ras: “praepropere, laute, nimis, ardenter, studiose", 869, c; 940, II; rnalida moral, 869, d, e. f, g; 940, I; sus efectos: en la vida privada y en la familia, 941, IV : vicios que nacen de ella, 940. III ; sus relaciones con la luju­ ria, 271, E; véase Embriaguez. lïïiblto: la gracia es un hâbito n dei alrna, 44. b; de pecado: de ordinario suele acompafiar hasta en la hora de la muerte. con lo cual se pone en gravisimo pellgro la salvaciôn, 891. c; nece­ sidad de extirparlos mediante la penitencia, 1236. b. Hijos: son algo intimo del Pa­ dre: como una prolongadôn de su ser, 240, 1; véase Obediencia, Padres, Educaciôn. Hipocresia: naturaleza, 621, a; 736; es aparentar que uno es jus­ to siendo pecador, hacer ostentaeiôn de una virtud falsa, 735, H, B; es contra la verdad, 652, b; 737, V; aparenia una recta intenclôn que no tiene, pues en sus obras pretende agradar a los hombres y no a Dios, 653, d; no existe cuando alguien con recta inteneiôn aspira a la perfecciôn y luego, por debilidad, su inte­ rior no responde a lo que aparenta, 653, e; 737, VII; prototlpo: los fariseos, 148, A; 735, I, B; la condenaciôn de Cristo, 126, III; es fermento que corrompe a las aimas senclllas, porque los malvados se presentan bajo capa de virtud y las engafian; un ejemplo: los fariseos y el pueblo judio, 736, III, A; pecado mor­ tal o venial: casos, 652, c; 736, IV ; su relaciôn con la sipiulaciôn, 651, a; 735, II, C; un arma del hipôcrita: la adulaciôn, 631, 3; 735, I; B; la hipocresia poli­ tica es a veces exaltada como una virtud, 126. III. Honor: naturaleza, 1309, III, B; es un testimonio que se rinde a la virtud, 250, B; 650, b; se debe a los gobernantes, a los pa­ dres y a los amos, aunque no tengan virtud, porque participan de la dignidad de Dios, a quien representan, 650, b; por qué de­ ben ser honrados los ancianos y los ricos. 650, bt el culto a la ver­ dad como caracteristica del hom­ bre de honor, 147, V, B. Humildad: es el sentimiento que debe brotar de la consideraclôn de la pequefiez del hombre ante Dios y de que hasta las bue­ nas obras estân manchadas, 62324; tiene su fundamento en el temor de Dios, 33, b; la verdade­ ra humildad se conoce en que al recibir cualquler Injuria no se al­ tera, 500, A; es virtud cristiana: el paganismo no la conociô, y el raclsmo moderno la desprecia, 603, VII; es causa de la verdade­ ra alegria, 256, 3; la humildad y Cristo: dos casos en su ministe­ rio pastoral; contraste: Nicodemo y Ia Samaritana, 364; humildad y dulzura: ha de procurarse que estas virtudes no se queden en apariencias y palabras, 499, A; humildad y sencillez: merecen la gracia de Dios; un ejemplo en el Evangelio: la Samaritana, 33, b, 364; Cristo, ejemplo de humil­ dad, 1189, A; como premio a ella. INDICE UE MATERIAS Dios le concede la exaltaciôn al constltuirlo juez en cuanto hom­ bre, 1198, 3; a ella nos conducen la obediencia, 80, b; y las desgra. clas, 215, 6; virtud, necesaria pa­ ra ser atendido por Oristo ; ejemplos del Eivangelio, 860, c; virtud necesaria a los reyes : el ejemplo de Cristo, 1039, 1; es necesaria porque nadie tiene asegurada su salvaciôn, 41, D. Iglesia: naturaleza y misiôn; su lobra: es una sociedad fundada por Crlsto y con su misma mi­ siôn, 679, c; 757, III, A; sociedad sobrenatural y espiritual, 679. b; 681, a; 757, III, C; sociedad com­ pleta en su género y penfecta juridicamente, 679, d ; 681, a ; 7J>7, LU, C; 1073, I; 1079, A; como so­ ciedad es muy distinta de todas las sociedades politicas y supe­ rior a todas ellas, 681, a; es “Cuerpo de Cristo” : comentarlos a un texto de San Pablo (Col. 1, 18), 1012, 3; 1017, b; 1JVT ‘ su uniôn con Crlsto: un simbolo, el matrimonio, 1127, II ; su existencia, propagaciôn, fecundidad y santidad constituyen un mila­ gro moral 246, b; es madré de todos los nombres: pruebas, 532, f; 589. IX, B, C; 35. e: 936, II·; 1147, VII ; su gobierno fué encomendado por Cristo al Papa y los oitispos, 757, IH, B; y es ex­ clusive sobre todos los cristianos bajo un doble aspecto: i.urisdjcclôn y magisterio, 981, IV ; goza del derecho a poseer bienes ma­ teriales porque los necesita para el cumplirniento de su misiôn, 655, b; es la patria del cristiano, 1147, VI; 1148, IX; depositaria de los méritos de Cristo, 972, D; los aplica por medio de las indulgen­ ces. 591 ; es necesario pertenecer a ella para salvarse, 19, 10; 38, A; es universal: a ella todos son invitados, 19, 7; 21, E; 25, G; 38, A; es indefectible: no puede perecer aunque perezea la civiliza­ ciôn que se llama cristiana, 919, IV; no puede ser sustituida por ninguna iglesia nacional, 526, 7; su programa ha sido la defensa d,e la verdad, y al exponerla ha seguldo siempre el mismo cami­ no: no existe en su actuaclôn el llamado ‘‘movimiento pendular", 110, k; 111. 1; 789: no pretende constitulr un imperio mundial te­ rreno ni intervenir en lo meramente temporal, 682, c, d; su mejor obra en favor de la paz: la predieaciôn del Evangelio, 108, fi; ofrece a todos los medios necesarios a la salvaciôn segûn las necesidades de cada uno, 24, E. —sus doctrinas: prédira t'ons'an- 1347 temente el desprecio de los bie­ nes terrenos, que no pueden ser meta de las asplraclones del hom­ bre, 191, VII, A, e, B; sus doc­ trinas no son incompatibles con la verdadera libertad ni con el progreso de las clenclas, 522, 5; 316, x; siempre ha defendldo doctrinalmenle las justas peticiones de los obreros, 115, fl; 1251, t; 113, g; su doctrina sobre la obe­ diencia a los gobiernos de he­ cho, 778; sin embargo, defiende que es necesario luchar con to­ dos los medios contra la legisla< iôn perversa de un Estado, 696, g, h, i; 769, III, B; 781, IV; 785, B; 791, C; su postura doctrinal ante la revoluciôn, 792, C. —la Iglesia y el Estado: relacio­ nes mutuas: textos pontificios, 681 ss; Iglesia y Estado: dos so­ ciedades soberânas, armoniosamente unidas; textos pontificios. 678 ss, 755; deben ser libres cada una en sus respectivas materias, 680, g; 682, b; es plenamente independiente del poder civil en el ejercicio de su ministerio, 682, b; esta libertad de acciôn no impli­ ca la separaciôn entre ambas po­ testades, que no es racional ni la quiere (Dios, 680, i; como so­ ciedad sobrenatural tiene con los Estados relaciones no sôlo exter­ nas, sino también internas y vi­ tales, por medio del influjo de la gracia, 683, i; tiene derecho a exigi r a la autoridad civil que viva conforme a sus dogmas, pe­ ro a veces. por la sitiuaclôn pe­ culiar de algûn pais, se contenta cou la igualdad de condiciones con otras religiones y aun a ve­ ces con evitar siquiera la persecuciôn material, 676, a ; la Igle­ sia y la educaciôn : véase Educaclôn, Cristo. Igualdad: la amistad la supone o la establece, 160, IV, B; todos los hombres, en cuanto a los de­ rechos fundamentales de la na­ turaleza, son iguales, 25, G; 268, B; la igualdad de todos los hom­ bres en Crlsto segûn San 'Pablo, 378, E. Indulgencias: mediante ellas podenios pagar en la tierra la pena dei purgatorio, 414, 6.°; fun­ damento dogmâtico e historia, 591; cuestiones varias: quién las concede, a qulénes, en qué for­ ma, 593; plenarias y parclales, 594, IV; véase Sufragios. Infallbilidad: la continuidad de las ensefianzas de los Pontifices en los problemas mâs graves es una sefial de su irefalibilidad y un honor, 786, C: 788, IV. Infidelidad: gravedad de este pecado. 462, 1; véase Fe. Infieles: Cristo, Rey de los iniieles, 1133; véase Misiones. Infierno: existencia y natura­ leza: la razon humana comprende su existencia: i nadie ha venido de alli a probârnosla?, 90, a; concepto del infierno en San Pablo: exdusiôn del reino y ser objeto de la ira de Dios, 184, B; naturaleza del Infierno, 1213, 1; necesidad, 1213, 2; una ineditaciôn ignaciana sobre el infierno, 179. —tormentos: textos generales, 181; 41, D; 71, b; 236, A; 1196, B; diversidad de penas segûn la tri­ ple malicia del pecado, 1213, 5; acerbidad de tales penas, 59, 2; 1213, 4; una prueba de ello: la exposiciôn que hacen quienes sen­ tian predilecciôn por la suavidad: San Juan, San Pablo, Cris­ to, 183; pena de dano: naturale­ za y ejemplos, 182, IV; pena de sentido: su fundamento en la ra­ zôn y en la Escritura, 183, V. Inhabitation: del Espiritu San­ to en los que son miembros vi­ vos de Cristo, 76, d ; véase Gra­ cia, Espiritu Santo. Injurias: hay que mirarlas co­ mo castigo del pecado y aun como bénéficies, 510, b; del prô­ jimo: son como una gota de agua en comparaciôn con las que he­ mos hecho a Dios, 419, a; cômo hemos de convertirlas en fuente de mereeimiento, 423, i; perdôn de las injurias: Dios lo manda, 503, A, a; es condiciôn para ser perdonados, 505, d ; es necesario socialmente, 513, a; 584, I; es un modo de satisfacer por el peca­ do, 514, d; perdôn y olvido de las ofensas, 581; su necesidad segûn la doctrina del Cuerpo mistico, 584; icuântas veces?: Dios no se ha puesto limites; nos perdona siempre; aprendamos, 412, a; 419, a; 430-31, F; 434, b; paciencia ante ellas: es el mejor modo de defenderse, 437, a, b; y se imita a Cristo, 438, b; reacciôn ante ellas: rogar a Dios por el ofensor que ha pecado: el ejemplo de Cristo en la cruz, 424. i; a Dios: es infinita la que le infiere el perado, 441, e; 559, IV; véase Enemigos. Inmortalidad: concepto auténtico y falsificaciôn por el racismo, 527, 3.°: 602, V, C: efecto de la gracia, 36, f; es uno de los bienes que comprendda la justi­ cia original del hombre, 566. IV, A, 4; es un deseo innato del hom­ bre, 844, l.°; del aima: no es esencial, sino participada; nociones, 858, b; exige un premio y castigo eternos, 92, 2." ; del cuer­ po: serâ un hecho después de la resurrecciôn, 1206, 'b. Intemperancia: viclo opuesto a la templanza, 873, f, 3; 943, IV; véase Guia, Embringuez. Intenciôn: rectitud de intenclôn y obras, 144, II; 664, E, c; la rec­ titud de intenciôn comunica al aima gran alegrfa aun en medlo de los sufrimientos, 144, II, f. Ira: no es mala en si misma: a veces no es sino una manifes­ tation del deseo de justicia, 14, 7; sus movimientos son regulados por la fortaleza, 77, a; nun­ ca hemos de darle entrada en nugstro corazôn, 500, B; sobre to­ do, debe ser descartada cuando se trata de imponer un castigo, 435 ; 500, C; sus consecuencias son gravi simas para la vida de familia, 570, g; su remedio, 501-2, D; es mala consejera, 15, 9; de Dios contra los pecadores: terribilidad, 1217, c; 1226, B; 1229, b; 1282. Tuicio: ante el tribunal de Dios ** sôlo las obras buenas tendrân valor, 1194, C; 1281, B, c; juicio sin misericordia para el que no hizo misericordia, 1292; tres as­ pectos del juicio: presen taciôn del reo ante el Juez, discusiôn de los méritos, sentencia, 1201, f; de Dios: es diferente del de los homfores, 1216, a; es inapelable y justo, 175; juicio particu­ lar: existencia: el juez serâ Cristo, 1199, 2; 1288; ni acusador ni testigos: solos el alma y Cris­ to, 1289, III; una de la sentencias posibles: el purgatorio, 1300. —Juicio final: su necesidad, ade­ mâs del juicio particular, 12S5; necesario para que Cristo sea pu■blicamente proclamado, ya que pûbli camente fué deshonrado. 1286, B; es necesario, porque los efectos del pecado continûan des­ pués de la muerte del pecador y de ellos tiene que dar cuenta, 1223, A; 1287, B; su necesidad para premiar o castigar al cuer­ po, 1200. 3; 1212. 1; 1287, D, b; su necesidad : para que se manifieste la justicia de Dios premiando v castigando, 1208, u; 1209, b. 2; 1200. 3; 1213, 2; 1222; 1300, ΓΓ, A: diversas circunstancias del juicio final: senales que precederân, 1205, C; 1236 ss; 1267, VIII ; 1283, IV : modo y lugar, 1202, g; 1263, III; serâ pûblico, 1202, 1; 1223, b: 1284, V; testigos y acusadores, 1214, b; 1224, C; los •sell· INDICE DE MATERIAS jueces, 1203, h ; cuândo llegarâ, 1180, a; 1185, a; 1200; materia del juicio: todas y cada una de las obras de la vida, 1214, c; 1223, a; universalidad, 1201, 1; 1214, c; 1223, a; en él se pondrâ de manifiesto la verdad o men­ tira de nuestra vida, 733, 1281; alli se darâ. su merecido a los malos, que triunfan aparentemente en esta vida, 1181 ss; 1179; ',ΛΛ , A; 1286, C; 1217, c; 1226, B; 1282; motivo de esperanza, 902, b ; 1159, a ; V; 1278, D;; 1313; motivo de temor, 1160, b; 1161, b; 1213, B; 1222; 1226, B; 1229, b, D; 1263, IV; 1265, V, —., — , guroso contra los que ejercleron alguna influencia social, 1285, II, A. Justicia: consiste en dar a ca­ da uno lo suyo, 77, a; virtud principal de los catôlicos ante las difiiciles circunstancias actuales, 1084, I; dos aspectos: respecto a Dios y respecto al prôjimo: na­ turaleza, 1117, I, C; y caridad: fundamento indispensable de la reconstrucciôn social, 519, d; 520, g, h; justicia divina; Dios ve los pecados de los hombres: rie ante su locura, disimula y espera: no tiene prisa por castigar: Dios castiga inexorablemente, 977 ss; 1123, III; tendrâ. su plenitud en el juicio final, donde todos los hombres llevarân su castigo o su premio merecido, 1179; 1181 ss; servado el derecho de hacer jus­ ticia, 506, a; justicia distributi­ va: y a veces la conmutativa pueden ser violadas con la acepciôn de personas y con el uso de las recomendaciones, 747. IV; 750, TV-V ; un modelo: Isabel la Catôlica, 712, A; Cisneros, 713, B. —justicia social: exige de los in­ dividuos cuanto es necesario pa­ ra el bien comûn, 698, A; 798, II, D; exige que se dé a los in­ dividuos cuanto necesiten para cumplir sus funciones sociales, 698, A; 798, II, D; exige una niés justa distribuciôn de las riquezas, 698, B; el cumplimiento de sus preceptos tendrâ como conseeuencia el desarrollo econômlco pujante dentro de la tranquilidad y el orden, 519. e; véase Santidad, Justificaciôn. Justificaciôn: es un bien pro­ pio del justificado, aunque lo haya recibido de Bios, 49, a; no se debe a los esfuerzos personales, sino a la gracia de Dios, 33, b; 36, g; el que es justificado queda 1349 realmente limplo de pecado, 49, a ; en parte se obtiene por la fe, pero ésta sola no basta, se neceslta también la caridad, 31, f; 25, H; 288 ; 231, c; 232, d; véa­ se Gracia. JiLsto: sus sentlmlentos ante el triunfo aparente de los malos en esta vida y las tribuladones de los buenos, 977, B; 1181 ss ; su muerte, 954; una visién de San­ ta Teresa, 880, e; ellos son los que acompaôan a Cristo en los sufrirnientos y lo acompaîïarân también en el triunfo, 12&1. Juventud: si no se la educa sufidentemente, ella por si sola no es capaz de caminar por el bien, 224, d; 299, c; durante ella suelen sufrir una crisis la fe y la esperanza, 177, II; dos caracteristicas de la juventud moder­ na: debilidad de la voluntad y espdritu de independenda ; reme­ dies, 372; los peligros del despertar de la concupiscenda, 296, C; sus enfermedades morales; sus remedios, a; 369; 372; dos fuerzas luchan en. ella: vo­ luntad y pasiones; del resultado depende la salud o enfermedad moral del joven, 370, HIJV. T aiclsmo: naturaleza y conse•^cuencias, 600; 1064, A; 1067; enfermedad de la sociedad mo­ derna; etapas de su extensiôn,· 1077, V; sus postulados en torno al derecho y la moral, 601, IV; laicismo y autoridad, 528, 2; 600, .Ley: de Dios: el hombre puede cumplirla, 75 c; 848, C; obliga al hombre en todos los momentos de su vida privada y pûbllca, 75, c; 916, F’; 1199, 1; debe el hom­ bre cumplirla con amor, como conviene lo hagan los hijos, 104, c; es el fundamento de toda jus­ ticia y del orden social, 107, 1; 110, k; 106, k; 1116, I, A; su per­ fecto cumplimiento es lo esenclal para salvarse, 52, 2-3; 1042, c; 1230-31. —ley natural: el hombre la lle­ va ‘impresa en su naturaleza, 663, B; su observanda ha de ser promovida por la opiniôn pûbllca, 106. j. —ley civil: se ha de basar en los postulados del derecho na­ tural v de la ley de Dios. 1116. I, A; 1119, I, A. 3; 1240, c; su cum­ plimiento no se puede obtener so lamente por el temor a la pena, 92, 3.°; 529-30, 7, 9; pK MATERIAS ocasloncs, 55, a; pecados de omlsiôn, véase Omisiôn; pecados de Jos ângeles, véase Angeles, Peca dores: en su corazôn no existe el orden, 252, E; no podrâ ocultarse a los ojos de Dios: ten­ drâ. que enfrentarso con El, 173; 436, a; no han de desipreciar los pecados porque sean pequeftos, 61, 7; 426, a; han de pedir Incesanternente a Dios el perdôn de sus pecados. 426, b; dafïos que sufren con el pecado: la mancha. la corrupclôn del bien natural y el reato de pena. 442, c; 562, V; un modo de satlsfacer por sus pecados : perdonando a sus enejnigos. 514, d; cômo podemos ayu_ darles; la oraciôn, 854, c; moti­ ves que encuentran para diferir su conversiôn, 494, A; pueden sacar provecho de sus pecados. 443, d; 1280, E; el mlsterlo de la pa­ ct encl a de Dios para con ellos, 977, B, c ; su muerte: 949; una vislôn de Santa Teresa, 879, d: 897 ss ; mientras permanezean en pecado no pueden lucrar Indul­ gence as, 593, I. Pena: su sola conmlnaclôn sin un imperativo de conciencia no es suite! ente para mantener al hombre dentro de la rectitud, 92, 3.°; 529-30, 7, 9; penas del peca­ do, véase Pecado; penas del inficrno, véase Infierno, Eternidad. Penitencia: deflnlclôn, 456, A; objeto, 456, b; 460, B; motlvos que la provocan, 456, b, c; 460, B; necesidad, 457 ss ; 589; 1042, B; efectos, 589; 1235. b; véase Mortificaciôn. Perdôn: una Idea que se replte frecuentemente en las fôrmulas litûrgicas: ejemplos, 405, A; per­ dôn de los pecados: hemos de podirlo incesantemente a Dios, 426, b; es irnposlble sin la peni­ tencia, 414, 5.°; 457, a; 460, A; no implica la remlslôn de la pe­ na temporal, 590, D; 591, I, B; perdôn de los enemigos, véase Enemigos; perdôn de las Inju­ rias, véase Injnrias. Pereza: imperfecclones de los varones espirltuales en torno a este viclo: doctrina de San Juan de la Cruz, 578, VII; a veces se revlste del ropajé del peslmismo para excusar la deserclôn del propio deber, 962, E, 1. Perfecciôn: consiste en hacer la voluntad de Dios, 141, II. A; 338, II, A; la Sagrada Escritura la présenta como un ediflclo cuyo cimlento es laïc, 288 ; 360, III, A; es posible para todos, 1189, C; mercod a la ayuda de la gracia. Μ , b; un camino seguro y corto: seguir el que marcan las cau- 1357 telas do San Juan de la Cruz, 338, II, B; texto, 252. A; un me­ dio de buscar la cruz y el sufrimlento, 1137, Ι.Π; 1299. C; los enemigos nos pueden aprovcchar mucho para conseguirla, 475, A; 583, V ; exige un trabajo prevlo do llmpleza en el aima a base de rnortiûcaciôn, 336, V, B; 337, VII; el que desea conseguirla no pue­ de dejar ni un momento la lucha contra las pasiones, 1022, C; aun los que asplran a ella y camlnan por sus sondas son deudores de Dios; tlenen Imperfecclôn en tor­ no a cada uno de los viclos capi­ tales, 574; véase Santidad. Periôdico: véase Prensa. Periodisrno: a los que se dedlcan a él, las actuales condicio­ nes de muchos Estados les crean un problema de conciencia, 702. E; véase Prensa. Perseveranda: no se puede obtener sin una especial ayuda de Dios, 33. c; 626, b; perseveran­ cia: cualldad de la oraciôn, véase Oraciôn, Constancia, Fortalez a. Pesl mismo: enfermedad del alma naturaleza, consecuencias. 960 mal de la sociedad moderna: su causa, su remedio, 983; 908, I; 909. k; 918, J’, K’; es fre­ çu ente en los catôlicos, entre los que faltan hornbres de acciôn vaHente, 910, N; 910, 911, Q, RR; 912, S; 914. Z; 915. B’, C 917. G’, I'; 918, J'; 1080. A Piedad: naturaleza teolôgica, 727, II; 1145, I-U ; objet! va y sub­ jetiva: conceptos, 728, V-VI; con­ cepto prâctlco de la piedad, 727, HI; sus puntos de contacto y diferencias con la mansedumbre, demenda y misericordia, 587, U. IV; y liturgia: concepto y relaciones mutuas, 727 ; ha de ir unida al cumplimiento de los deberes de caridad y justicia; de do contrario no pasara de ser hipocresia, 738, VIII: condena­ ciôn de la piedad falta de cari­ dad, 573, Iv; deberes que impo­ ne a los cristianos para con la Iglesia, 1145. Placer: por uno muy pequefio pierden los hornbres el cielo, 96, A; 272; G; el ansia d,esenfrenada de gozar es un mal de la sociedad moderna. 1251, t; en él no consiste la bienaventuranza, 1310. F; véase Lujuria. Pobres: cuando usamos de mi­ sericordia con ellos, con Cristo la usamos, 415. 3.°; 1293. D; la situaciôn actual del mundo nos obliga a ayudarles eflcazmente. 89. E; sus necesidades deben ser cubiertas por la caridad de los • - 5 >/> · h 1358 r INDICE DE MATERIAS ricos, 87, D; 118, a; en socorrer los se deben emplear los bienes superfluos, 118, a, c; los que los socorren redbirân su recompen­ sa, 118, a; véase Caridad, Limosna. Pobreza: el carecer de lo ne­ cesario para vivir es una incitaciôn al robo, 15, 10; la "Dama Pobreza” en la muerte de San Francisco de Asis. 923. Poder: naturaleza, 1310, D; véase Autoridad; es de origen divino, 634 ; 776, A, h; 635, B; 678, b; 687, f; 756, B; 769, II; 788. B. b; 530, 8, 10; 600, II, B; ha de emplearse ûnicamente en ser­ vicio del bien comûn. 1061, a; incluye una triple funciôn: leglslativa, judicial y ejecutiva, 1104, II; diferencias entre régimen y legislaciôn: consecuencias prâcticas, 781, IV; poder espiritual, véase Iglesia; poder civil, véase Estado, Gobierno, Gobernantes. Politica: es inseparable de los conceptos de derecho, moral y teologia, 794, 3; es necesario que la iluminen los principios de la teologia; hoy apenas influyen en ella, 753, C; en el mundo de la politica es frecuente el desdoblamiento de la conciencia. que per­ mite amplias libertades : ejem­ plos. 147, IV, b; 982. VI, c; prin­ cipios de acciôn que reinan hoy en la politica: la mentira, 14. 5; la hipocresia, 126, ΙΠ : la moral do Maquiavelo, 147, IV. b; las for­ mas politicas de gobierno son inestables: consecuencias, 779, III; esta inestabilidad, aumentada en nuestros dias, es consecuencia de la Revoluciôn francesa, 764, C: sus fôrmudas para conciliar la li­ bertad con la autoridad. 1112, IV. Préceptes: véase Ley. Manda­ mientos. Predicaciôn: la predicaciôn del Evangelio es la mejor obra de la Iglesia en favor de la renovaciôn social, 108, n ; ofrece todos los medios necesarios a la salvaciôn segûn las necesidades de cada uno, 24, E; sus efectos en el ai­ ma. 22, B; 20, B; su fruto serâ mayor o menor segûn las dlsposiciones del oyente; ejemplos en la vida de Cristo, 213, a; cosecha muy buenos frutos: un ejemplo, la converslôn de Camilo de Lelis, 333, X: su necesidad para la fe. 310, i. j; la palabra de ‘Dios. actuadia por la gracia, es un arma eficaz de apostolado v de lucha contra el mundo, 411, 6; necesidad de predicar oor me­ dio del ejemplo. 290, C; 368, HT; ha de ir fundamentada en la Escritura y en los Padres, segùn la intèroretaclôn de la Igle­ sia, 20, B; 22, B; 766. C. C. Premio: serâ. proporcionado a nuestras Obras, 74, c; aunque no nos lo hubiere ofrecido Dios, estarlamos obligados a cumplir los mandamientos, 75, c; para que el hombre lo estime ha d,e ser eterno, 93, a; lo reciblrân quienés socorran al pobre, 118, a, véase Cielo, Bienaventuranza. Prensa: instrumento de educa­ ciôn y cultura, 806, I. B; sus relaciones con la Iglesia y con el Estado; sus viclos, 806; Prensa y Estado, textos pontificios, 707 ss; tiene un doble carâcter: privado, en cuanto que debe ser creada por los particulares, no por el Estado; pùblico, en cuan­ to que estâ. directamente relacionada con el bien comûn, 80S, II; modos de cooperar mediante alla al servicio de la Iglesia y d* la sociedad, 807. IV; 809. VIII. ahogar la opiniôn pûblica y reducirla a un silencio forzado es un atentado contra el derecho natural, 806, C, 2; 701, B; la hbertad afcsoluta de prensa es cau­ sa de muchos males, 108, b; 530, 10; 7O3t F, G. I; cualidades que el Papa exige a los periodistas, 808, V, b; un campo de apostolado propio de la Acciôn Catôlica. 1144. C. Prevision: el obrero ha de tener suficiente con su salario para hacer frente a necesidades re­ pentinas y para cuando no pue­ da trabajar, 113, f. Prodigalidad: es una de las con. secuencias de la lujuria, 271, E. Progreso: verdadero de la so­ ciedad estâ. en la educaciôn cris­ tiana del hombre, 293, c; el ûnico medio del progreso es crear a la familia condiciones para que se pueda desarrollar con unidad ju­ ridica, moral, econômica y reli­ giosa, 689, c; véase Civilizaciôn. Prôjimo: quién es mi prôjimo: respuesta del Evangelio, 30, e; 572, II, b ; lo que nos debe, comparado con lo que débemos a Dios. 412, 2; 414, 2; 419, a, b; 513, A ; nuestro comportamiento como acreedores suyos y él de Dios para con nosotros, 412, 2; 422, f; tratémosle como queremos se nos trate: paciencia, toleranda. 39. C; 437 ss. B; véase Amor, Mise­ ricordia. Enemigos, Injurias, Ca­ ridad. Pobres. Proletariado : véase Obreros. Propaganda: la verdad tiene derecho a ser propagada en la sociedad. 109, c; esta propagan­ da es necesaria para contrarrestar la que se hace del error, 599, Propiedad: privada: él derecho de propiedad privada se funda­ menta en la misma naturaleza, INDICE DE MATERIAS 699, D; y en lafunciôn individual del trabajo, que es procurar al trabajador la posesiôn de una cosa, 112, b; el salario debe dar al obrero facilidad para formarse una pequena propiedad priva­ da, 113, g; su doble funciôn, in­ dividual! y social; consecuencias, —, D; ed Estado puede determiss nar su uso ante las necesidades del bien comûn, 699, D; pero no puede abolirla ni abrumarla con enormes tributos, 699, E. Prosperidad: de los pueblos: medios para conseguirla, 699, C; 804, ΙΠ, B, C; se decide segûn que su moralidad pûblica y su vida matrimonial se mantengan o no en los preceptos divinos, 1253, z; de los malos: por qué Dios la consiente, 1181, c; 1286, O. •Protestantisme : su concepto de la justificaciôn, 50, b, c, e; 51, e; el protestantisme y los sacra­ mentos: estos son sôQo signos de la gracia, pero no la producen, 168, II, B; donde reinan sus ideas domina el capitalismo en la organizaciôn del trabajo, 149, TV ; fué el fundamento de un derecho nuevo en pugna con el cristiano y a veces con el natu­ ral, que trastornô el orden so­ cial, 686, a; 759, I, A. Providencia: fundamento de la Providencia: la creaciôn, 240. 2; ejecuciôn de su Providencia: justicia unida a la caridad pater­ nal, 532, e; no hay derecho a quejarse de ella, porque Dios es due'fio de todo y no debe nada a nadie, 1059, D; la providencia de Dios se comprueba sabiendo que hay premios y castigos eter­ nos, 91. b, 2.°; a veces permite el pecado para provecho del pe­ cador: ejemplos en la Sagrada Escritura. 1280, E; a veces difiere el castigo del pecado y des­ pués cobra capital y réditos: ejemplos de la Escritura, 494, a. Prudencia: “es la recta razôn de lo operable”, 645, b; su natu- , raleza y necesidad en la -vida, 335, II; juzga el bien que se ha de seguir. el mal que se ha de evitar, 76. a; circunspecciôn y cautela; puntos de contacto v diferencias. 335. III: necesidad que tienen de ella los gobemantes, 668. F; prudencia y vida snbrenatural, 335. Pueblo-s: es inexorabl emente Ιό- I gico y saca las consecuencias de lo que ve profesar a los grandes. 320, k; su valoraciôn de la vida eterna como término de las pré­ sentés desdichas es mayor qup en las clases elevadas; un ejem­ plo, 178. V: retrato moral d* ' compo­ uno cualquiera de sus 1359 nentes: 44el hombre de la calle”. I 186; sus manife^taciones religioI sas, 186, II. V ; en la organiza­ ciôn del apostolado no se le ha I atendido como debiera: consecuentemente se ha apartado de la Iglesia, 187, VI; medios para acercarlo a Cristo. 188. VII; 2 es ingrato?, £lo fué con Cristo?, 189. IX; en él no reside el poder, que viene sôlo de Dios. 529, 3, 4; 530, 8, 10; 600, III; véase Autoridad: medios para conseguir su pros­ peridad, 520. f; su bienestar se debe al trabajo, 114, 1. Pureza: hace al hombre morada donde el Espiritu Santo gus­ ta descansar. 273, I : tanto ia estima Dios, que hizo un gran milagro para nacer de madré virgen, 273, I : esta virtud serâ premiada especialmente en el cie­ lo, 272, H: véase Castidad. Purgatorio: su naturaleza, 1209, 1; 1265, VI; 1300; tormentos : son terribles. 1218. b; 1265, VI: 1303, C; 1304, E, e; alli no se puede pecar ni merecer. 1303, A, b; man­ sion de paz, 1303, B; comparaciôn con el infierno. 1303, D; su acciôn purificadora del aima, 1301, F; cualidad de sus penas: punitiva, saJtisfactoria, purificadora, 1210, 3; necesidad, 1299, 2; 1300, II; el “Tratadodel purgatorio” de Santa Catalina de Génova, 1303; es ^ara el aima que no pasa por él, 1298, a: apliquemos sufragios por las aimas que alli sufren, 1195, A; lo que hacemos con las aimas que alli sufren, con Cristo lo ha­ cemos, 1301, C, 2; las aimas que sufren alli y las indulgencias, 593. H. C, D; véase Sufragios. Pusilanimidad : sentimiento que brota del conocimiento de la pro­ pia debilidad frente al poder de los enemigos: expresiôn en los Salmos. 973, H» b; es un obstacu­ lo para la acciôn apostôlica, 877, g; es f reçu ente en los catôlicos, entre los que Æaltan hombres de acciôn valiente, 910, N; 911, RR: 912, ,S: 914, Z; 915, B, C; 917.G'. ΪΛΛ» 1253, 4 ; véase Des­ confianza, Pesimismo, Tristeza. T>acionalLstas:i sus opiniones sobre el milagro de la curaciôn del hijo dei regulo, 217, C; sus postulados en orden a la educa­ ciôn de la castidad, 297, 1. Radio: su in.flujo en la difusiôn del materialismo, 12445, j; es un campo de apostolado propio de la Acciôn Catôlica, 1145, D. Raza, racismo: naturaleza y consecuencias, 601; la divinizaclôn de la raza estâ en contra de la verdadera fe, 525, 1, 4.°; 602, IV; es un error hablar de un Dios 1360 INDICE DE MATERIAS propio de una sola raza, 525, 2; (falsificaciôn de conceptos cristianos: fe. revelaciôn, inmortali­ dad, gracia, 526, 8 ; 602, V-VI ; una caracteristica: el desprecio de la humildad, 603, VU. Razôn: mediante ella refleja el hombre las perfecclones de Dios. 342, II, A; es la que modera los actos de las diversas potencias en orden a una honestlaad natu­ ral, 76, a; es incapaz por si sola de ver a Dios cara a cara, 103, 2; no es capaz de comprender en toda su amplltud ni la felicidad del cielo ni los tormentos del infierno, 236, A; no puede estar en oposiciôn a la fe, 181, I ; 275, A ss; razôn y fe acordes acerca de los castigos del infierno, 90, A; 181 ; razôn y fe. véase Fe, Credibllldad, Criterlos, Entendimiento. Rebellôn: contra la autorldad constitulda: la doctrina de los pontifices: textos, 691 ss; 763 al 792; “es un crimen de lésa majestad humana y divina”, 695, c; 776, A, c; 768, IV, B; es "contra todos los derechos divinos y hu­ manos”. 695, d ; 768, IV, B ; el derecho nuevo la légitima, 687, f; 760, E; 764, B. b; es contra la razôn, 530, 10; no estâ permitlda ni aun cuando la autorldad abuse del poder, 695, e; 698. 1; 791, C; el espiritu de rebellôn contra todo el que manda inva­ de hoy todos los medios sociales; es unâ consecuencia del libre exa­ men, 764, D; 753, B; rebellôn con­ tra la leglslaciôn injusta de un Estado: prlneipios v condiciones, 696, g, h. i, j. k; 769, ΙΠ. B; 791, C; rebellôn de la sociedad con­ tra Cristo: historia, consecuencias, 1122; véase Autorldad. Recomendaciones: naturaleza y licitud moral, 750; véase Acepciôn de personas. Recomendaciôn: del aima; estudlo de sus fôrmulas, 936. Redenciôn: Cristo la obrô por amor al hombre: para hacerlo participe de su felicidad y de la naturaleza divina, 53. f; 120, b; mediante ella librô Cristo al hom­ bre del pecado y del infierno, 92, 3.°; 490, 1, 2: 1032, K® 4; es una muestra de la misericordia de Dios, 490-91, C. D; un motivo de agradeelmiento a Dios. 492, b; un tftulo por el cual Cristo serâ juez universal en cuanto hom­ bre, 1198, 1. Reino: de Cristo: signlficados, 1015. 1. 3; doble sentldo ortodoxo: eclesiolôgico y escatolôgico, 1237, b: dos meditaciones de San Ignacio: el rey temporal, las dos banderas: texto, 1051 ss; comentarios, 1129, 1132; reino de Cristo y el mundo, 1100, C, b; 1106; 1039-40, 1, 2; 1037, b; 1132; reino de Cristo y reino del demonio: diferencias, 1114, III; 1132; sus exceleneias sobre los relnos de la tierra, 1037, b; reino mesiânico: estâ representadol frecuentemenle en la Sagrada Escritura bajo la figura de un banqueté; ejemplos, Relaciones: in ternacionales, véa­ se Estado. Religiôn: no cualquier rellgiô· es agradable a Dios, parque a El no pueden serle indiferentes la verdad y el error, 241, a, 3; fuera de la religiôn verdadera. nadie puede servir a Dios, 241, B; obli­ gaciôn del hombre de dar culte a Dios en su vida privada y pûblica, 727, I, II; 621, a; 671, a; obligaciôn del Estado respecto a la verdadera religiôn, 795 ; 530, 10; 642, d; valores religiosos y Estado; teologia y moral del Es­ tado, 793; religiôn y “el hombre de la calle”, 186; religiôn y comunlsmo, 523, 2, 4; de Cristo: es definitiva y obligatoria, sin que pueda admitir complements hu­ manos ni ser sustituida por otros postulados, 526, 4; falsificaciôn de sus conceptos: revelaclôn, fe, inmortalidad, gracia, por el racismo, 526, 8 ; 602, V; su contribuciôn al cumplimiento de las leyes civiles, 530, 9; es falsa la educaciôn que prescinde de sus principles, 293, d ; ignorancia re­ ligiosa de los obreros agricolas, 384, II, III; religiôn aparente: pecado de los fariseos de todos los tiempos: condenaciôn de Cris­ to, 373, IV ; véase Fe, Cristianlsmo, Iglesia, Revelaciôn, IJturgla. Religiosos: deben estar indife­ rentes a cuanto ocurre en la comunidad y evitar hablar del hermano, aunque sea con color de celo, si quieren conservar la paz, 254, 3; nunca faltarâ entre ellos algo que sea ocasiôn de tropiezo, porque todos no pueden ser perfectos, y el demonio procura actuar, 254, 3; sin mandato de obediencia no deben permitirse hacer cosa alguna ni en provecho propio ni en provecho del prôjimo, 25, 1: han de ver a Dios en sus superiores: de lo contrario, se seguirân graves dafios, 255, 2; su perfecta caridad consiste en alegrarse del bien del prôjimo, 256, 3. Renovaciôn: contenido de esta palabra en San Pablo, 12 ss; 139; aplicaciones prâcticas, 140, VI; -z‘-.-· 1361 INDICE DE MATERIAS toda la renovaciôn interior con­ siste en sanlificar nuestras rela­ ciones con Dios y con el prôjimo, conformândolas con el Modelo, Cristo, 13, 4, 2.°; se consigne por medio de la gracia que se infun­ de en el bautismo, 11; 100, a, 1; renovaciôn social. Resignnciôn: hace rnâs llevaderos los dolores de esta vida, 62, 9. Resurrecciôn: dogma fundamen­ tal del cristianismo, 944, II, A; es fundamento de nuestra con­ fianza, 935, B, b ; su pensamiento es consuelo en la muerte de los seres queridos, 851, a; del cue Γρο: para Dios no revis te dificultad alguna, 1179; el aima tomarâ el mismo cuerpo que 1309, ΠΙ, A; slrven de ordinario para hacer al hombre rnâs esclavo del pecado, 84, B ; corazôn que se apega a ellas no es de Dios, porque nadie puede servir a dos senores, 84, B; no sôlo conducen al vicio, sino a gloriarse de él: ejemplos de la historia, su funclôn social, 15, 10; 87, D; 573, V-VIII; véase Bleues. Ruinas: de la sociedad moderna; véase Sociedad .(sus males). Qabidurfa: su concepto en San ° Pablo, 208, 1; definiciôn de Cicerôn, 208, 1; es la ciencia de los principles, en tanto la prudencia lo es de las aplicaciones prâcti­ cas, 208, 1; don de sabiduria: naturaleza, 1163, 3; 1273, III. Sacerdotes: han de ser siempre constantes en la ensenanza y en la prâctica del amor, 110, j; misiôn suya es ensenar, propagar y defender la verdad, 111, m; 110. i; el Papa los exhorta a ir al obrero pobre, 122, a; sin abandonar otros apostolados, dediquen sus mejores fuerzas a conquistar para Cristo las masas obreras. 123, b; 122, a; su obligaciôn es­ pecial de velar por la salvaciôn del prôjimo, 220, A; sus esfuerzos apostôlicos estân plena.mente cornpensados por la salvaciôn de una sola aima, 221, b; han de curnplir con sus obligaciones de médico y maestro, aunque les pa•rezea que nadie se aprovecha de sus esJfuerzos, 221, b; especial gravedad de sus pecados, 1279, Π; Cristo-Sacerdote, 1033, b; véa­ se Ciero, Apostolado. Sacramenlos: por medio de ellos comunica Cristo a nuestras ai­ mas su gracia, 165; son signos y causa de la gracia, 168; su con­ cepto para los protestantes, 168. H, B; la extremaunciôn: natura­ leza y efectos, 963; véase Confesiôn, Coniunlôn, Matrimonio. Sacrilegio: reeibir la Eucaristia en pecado es una falsificaciôn dei sacramento, 47, c, 2; ^fué Ju­ das el primer sacrilego de la Eucaristla?, 133, VIH. Salario: 44es la justa particlpaciôn del obrero en la renta nacional”, 801, IV, B; con el trabajo adquiere el obrero un de­ recho perfecto para exigir su sa­ lario y emplearlo como quisiere. 112, b; trabajar para ganarlo no es vergonzoso, 114, 1; 115. m; ha de ser suficiente para alimentar al obrero y a su familia, 112. a; véase Trabajo, Obreros. Salmos: libro de la confianza en Dios, 973; 976; virtud^es que en ellos resplandecen : santidad de vida, fidelidad. humlldad, oraciôn, confianza ilimitada, gnatitud a Dios; la persona del salmista. sus virtudes, 973, II. ’Salud: corporal y templanza. baivaciôn: voluntad salvifica 1362 INDICE DE MATI RUS universal de Dios, 475» B; es po- ; tos, 576, IV, B; endurece ei co­ sible para todos los hombres, su- ! razôn para con el prôjimo, 8788; véase -Lujuria, Placer. puesta la voluntad salvifica uni­ Sentidos: cuân fâcll es pecar versal de Dios» 171. IV; 1181, b; con ellos, 425; malas consecuen25, b; es el ûnico negocio impor­ cias de no domlnarlos: un ejemtante. 509, b; no sabemos cuânplo, David, 273, K; mediante sus tos se salvan y cuân t os se conoperaciones no se puede consedenan, 19. H; depende del hom­ guir la bienaventuranza: razobre; del partido que tome. 22, A; nes, 1312, III. condiciones necesarias para conServicio: d,el hombre a Dios: seguirla: la fe en Dios y en Cris­ titulos que lo fundamentan, 1654, to 309, d. e, f; pertenecer a la b; 1057 ss. C, D; en corresponIglesia, 19, 10; el bautismo es dencia del amor de Dios al hom­ medio necesario. pero no infalibre, 158, VII, C; es incompatible ble, 28. c; 38, B; la confianza. con el amor a las riquezas, 84, S74; el ejercicio en las obras de B; servicio mutuo: debe existir misericordia, 41. D; salvaciôn de entre los cristlanos a ejemplo de las almas: ha sido confiada a la Cristo. 211, 8; de los pobres: Iglesia. 315, s: procurer la del para eso han recibido los ricos hermano es necesario para consus bienes, 87, D. seguir la propia, 220-21, a, B* los Servilismo: véase Adulaciôn. sacerdotes, obligados especialSimbolismo: uso constante dei mente a procurarla, 220, A. simbolismo en la vida humana, Santidad: es el mayor de los 168, 1 ; lo que simbolizan los saatributos de Dios, 69. f; todas c ramen tos: la pasiôn de Cristo, sus exigencias consisten en adapla gracia, ia gloria, 1®, IV. tar nuestras relaciones con Dios Simulaclôn : su relaciôn con la y con el prôjimo a nuestro» mohipocresfa, 651, a; 735, H, C; véa­ delo. Cristo. 13. 4, 2.°; 104, a; se Hipocresïa. es vivir la vida de Cristo y en Sinceridad: Cristo, prototipo de Cristo, 143: es posible para to­ sinceridad y de verdad,; testimo­ dos, 1189, C. y meta para los nio de sus inismos enemigos, 148, Cristianos. 104. a; es compatible B; en las relaciones humanas: con Io humano: un ejemplo: San fundada en el dogma del Cuerpo pablo. 730. I: santidad y gracia, mfstico, 14, 6; véase Sancillez. 69. e. f; santidad y confianza, Soberania: merece el testimo­ 934. 1: véase Perfecciôn. Santos. Santos: en esta vida gustan nio del honor, 250, B; de Cristo Rey: su reconocimiento no rebaantdcipadamente del cielo, 227, ja a la autoridad civil, antes la c; el mundo los tilda de necios eleva. 1119, I, b. porque no comprende los deleites Soberbia: doctrina de Cristo del espiri-tu. 239. C; su abundansobre ella, 1123, C; sus relacio­ cia y su vida heroica como pruenes con la hipocresïa, 733, VI; ta apologética en favor de la paz y soberbia no se compagiIglesia catôlica, 277, a; son monan, 1043. a, 3: Dios rechaza a delo: de misericordia, Vicente de Paul, 1296, V. C; en el perdôn los soberbios, 33-34, b, d; 856, c; a los enemigos: una frase de San rafz de todos los pecados: au Edmundo. 543, VI; otros ejemconsideraciôn dentro de los ejerplos: San Juan de Dios, 544 VII; cicios espirituales. 570, e; cau­ Santa Juana F. de Chantal. 545, sante de la caida de LuzbeB VIII; en el arrepentimiento de consecuencias, 553. H. A: el so· los pecados, 555, a; los santos berbio nunca conseguirâ la bien­ ante la muerte, 191-924; fiestas aventuranza. 36. g. de los santos: historia y flnaliSobriedad: efecto de la castidad, 80. b; véase Templanza. dad, 1095: 1007, f; véase Santi­ dad, Perfecciôn. Justo. Social: doctrina social de la Satisfaction: nor la pena tem­ Iglesia: su prâctica es un medio poral del pecado; un modo de eficaz de lucha contra el cornupagarla: las indulgencias ; fun­ nismo, 599, X. D; su implantadamento doem^ticô e historia, ciôn es necesaria como remedio 591: véase Pecado. de los males présentes, 1256. h* SencîIIez: naturaleza, 617, f; i’; bienestar social: medios pa­ dos uecados contrarios: dolo y ra proseguirlo, 520. f; véase fraude. 647. f; virtud necesaria Prosperidad; injusticias sociales: en la sociedad moderna. 1245. g; el comunismo se aprovecha de véase Sinceridad. ellas para incitar el odio con­ Sen su al id ad : cautelas de San tra Dios y la Iglesia. 523. 4: leyes sociales; siempre quedaJuan de la Cruz sobre ella, 256, d; a veces sus movimientos tur­ rân muy por bajo de lo que exi­ ban a las personas espirituales: ge y ofrece el Bvangélio. 381. do donde naccn tal°s movfm: IV. B. b; organization soeîal dA 1363 INDICE DE MATEKIAS los catôlicos: es necesaria frentn a la organizaciôn comunista 509 X, C, E; pecado social: el cnmunismo y socialismo ateos: tex­ tos pontificios, 522 ss; 596; deismo y laicismo, 600; panteismo de Estado : textos pontificios, 525 ss; 601; vida social: seria impo­ sable si los hombres n’o creyeran mâs que lo que ven. 229. 4; paz social, véase Paz. Socialismo: aunque tiene mucha parte de verdad, se opone en sustancia a los dogmas de la Iglesia, 524, 8; 598. VI, A; los postulados justos que tiene se defienden mâs eficazmente con la fe cristiana y se promueven mejor con la caridad, 525. 8: 598, VII, B-C. Sociedad: su concepciôn materialistà segûn el comunismo, 522, b; la autoridad, es necesaria en ella. 302. a; 633, 9; 637, E; 678. b; 756, B, a; como tal estâ. obligada a dar culto a Dios por me­ dio de la religion verdadera : el catolicismo, 671, a, b; 685, d; to­ das las virtudes que existen en ella se dében a la civilizaciôn cristiana; donde reinan los prin­ cipios cristianos también existen vicios, pero no como efeeto suyo. sino a pesar de él. 294, b; côntribuciôn de la Iglesia al bienestar de la sociedad, 107, m, n. 191, VII; 680, j; 680, i; 758, C; 775. IV; 769, B; 784, III; 108. n. —los males de la socie; 1077. X; 1138, C; 1121; 1138, II; 1139, IV; 1140, c; 1257, Γ, 11'; el espiritu de rebeldia contra toda autorid los valores espirituales, 106, h; 1255, f; la educaciôn cristiana de la juventud, 294, b; el cumplimiento de los deberes de justicia, 520, h; y de justicia social, 519, e; y de îos preceptos de caridad, 519, c; 520, g: 520, h; 599, X, F; 1019. 1076, K; 1118, IV, A; 1258, m; 908, H; el ejemplo de los catôlicos que vivan siendo mode!os de fidelidad a Dios, 1084, I; la oraciôn y la fe. 918, J’. L* ; 1255. d’. c’; 599, X, A; 313, r; 92. 3.°; 529. 6; 601, IV, B, b, c; la ordenaciôn cristiana de toda la vida social, 599, X, E; sociedad civil, véase Estado; sociedad religiosa, véase Iglesia; sociedad conyugal, véa­ se Matrimonio, Autoridad, Social, Empresa. Solidaridad: entre los hombres· es obligatoria para procurar un trabajo eficaz en orden a la renovaciôn de la sociedad, 107, m; 1252, v; los sûbditos deben hacerse solidarios con la autoridad en beneficio del bien comûn, 634; 754, B; 799; véase Colaboraciôn, Cooperaciér, Tnîén. ’ w CCgw · 1364 INDICE DE MATERIAS Sublevaclôn, véase Religiôn, Revoluclôn, Sufragios (por los difuntos): naturaleza, 1210, 1; justificaciôn de su existencia, 1210, 2; très causas que nos invitan a ofrecerlos: el amor de Bios a las aimas dei purgatorio, los sufrimientos de éstas y nuestro propio inte­ nds, 1301. Ill; también la caridad nos invita a aplicarlos con largueza, 1195, A; véase Indulgencias. Sufrimiento: sufrimiento junto con el gozo: los mârtires, 144, II, f ; 277, c ; las almas contempla­ tivas, 470-71, e, f; el purgatorio, 1301, G; patrimonio de todo cris­ tiano, 129β, IV; da al hombre la visiôn real de las cosas, 177, III, A; los de esta vida son nada en comparaciôn con el gozo que nos merecen, 1172; 1183, g; véase Dolor, Tribulaciones. Superiores: representan a Dios ante sus sùbditos; por eso han de ser obedecidos, 255, 2; el co­ nocimiento de sus propias debilidades es muy eficaz para que traten con caridad a sus sùbditos, 268; véase Obediencia, Gobernantes, Autoridad. rpemor: vicio opuesto a la conXfianza, 865, B; 868, d; 970, II, C; se diferencia del miedo, 179. I, A; temor y esperanza en la vida futura son ideas que dirigen la vida del hombre, 176; temor de Dios: muy bueno para evitar la soberbia que todo lo atribuye a sus esfuerzos, 33-34, b, d ; lienos de él hemos de trabajar por nuestra salvaciôn, 34, d; en él se funda la paz social, 212, 8; se engendra en la oraciôn, 55, a; es un sentimiento muy saludable, 176, I, B; y acarrea gran­ des bienes al hombre, 436, b; es necesario a todos cuantos se reconozcan deudores de él, 1186, b; temor de Dios y confianza en El al mismo tiempo: expresiôn liturgica, 623; temor al cas­ tigo: se encuentra en todos los hombres, aun en los mâs incrédulos, 90. a; temor y deseo del premio: no deben despreciarse, porque son un medio de que Dios se vale para salvar a las aimas, 179, VI; temor del in­ fierno: deben llevarnos al amor de Dios, 179; temor ante el jui­ cio final, 1160, b; 1161, b; 1213, B; 1222, A; 1226, B; 1229, b; 1229. D; 1263. IV; 265, V; 1287, III; temor de la muerte: valoraciôn ascétlca. 947. II; 949, IV; 850. d. e; 933, XI; 878, a. Templanza: naturaleza teolôgica, 871 ss; 942; es una virtud cardinal, S71, a, b» c; su objeto, 942, II ; modera las pasiones del apetito concupiscible, 77, a; su necesidad: fundamentos, 943, III; virtud propia de los cristlanos* 942, I; «templanza y mortificaciôn. 873, f, 4; 943, IV, b; ternplanza y salud corporal, 873, f; véase Sobriedad. Tentadones: nunca serân su­ periores a las fuerzas del hom­ bre, 554, B, c; son el comienzo del pecado, porque excitan la concupiscenda, la cual arrastra a la voluntad, 552, IV, B; mientnas estamos en esta vida no nos faltarân, 209, 3; 552, IV, A; son necesarias para probar la virtud del hombre y Dios per­ mite que el demonio las ponga, 554, B; medios para vencerlas: considerer que nos ve Dios-Juez y contemplar el fu$go del in­ fierno, 274, L; considérai- los do­ lores de Cristo en la cruz, 275, ΔΙ; la Eucaristia, 311, k; con­ fianza en Dios, 286, c; 876, c; 902, c; el remedio del apôstol San Pablo, 411, 4, 5, 6; 552, IV, C. Testimonio: suele ser mâs apreciado el de los testigos mâs cercanos y mâs conocidos, 279, a. Tibieza: sentimientos del hom­ | bre tibio a la hora de la muerI le, 953, VI, B; su castigo en el i infierno, 136, X. | Tiempo: es el talento que Dios | ha dado al hombre para que pue! da ganar el cielo, 341. II, a; no | se ha dado al hombre en pbse- siôn, sino en usufructo, 1232, E: | su valor y aprovechamiento, 340; 209, 2; ’Dios pedirâ estrecha cuenta, 1231, E. Tirania: véase Abuso, Totalltarismo. Tolerancia: el espiritu de to­ leranda llega hoy hasta la jus­ tificaciôn del pecado con vanos pretextos y a darle carta de ciudadania en la sociedad, 1244, c; igualdad y tolerancia de cultos: es consecuencia dei principio del libre examen, 797, 2. Totalitarismo: es una consecuencia inmediata de la negaclôn de la autoridad de Dios, 688, a; es un error doctrinal, 688, b; es contrario a la digni­ dad del hombre, que se convierte en una ficha del juego poli­ tico y econômico sin garantfa de su persona y de sus derechos, 688, c; 762, C; mientras no se le ponga fin no puede haber paz duradera, 688, c; 698, d; 690, k; INDICE DE MATERIAS es incompatible con el verdade­ ro progreso, 689, c; es incompa­ tible con la verdadera democracia, 698, d; es indigna su concepciôn de la familia como or­ ganismo “productor de material humano", 689, e; atribuye al Estado unas funciones educativas que no le corresponded lesionando los derechos anteriores de la familia y de la Iglesia, 689, g; llega incluso a querer dominar el terreno de la conciencia imponiendo una esclavitud ai hom­ bre, 690, 1 ; es nocivo para el bien­ es tar y la prosperidad de las na­ ciones, 690, k ; radical : postulados y consecuencias, 761 ; es in­ compatible con la Iglesia, 809, VII, A, b; que lo condena como contrario a la libertad y digni­ dad humanas, 690, j ; véase Cesarismo, Estado. TrabaJo: es el ejercicio de la propia actividad para adquirir lo necesario, 111, a; a él se debe la fortuna de los pueblos, 114, i; estaba destinado, aun después del pecado original, a labrar el bienestar material y espiritual del hombre, 116, p ; 149, IV, d ; puede ser causa de pecado cuan­ do impida el servicio de Dios, 2i, tf; el considerarlo como üna mercanda es causa de la divisiôn de clases, 117, r; cuando es excesivo embota el aima y perjudica al cuerpo, 116, p; concepciôn cristiana del trabajo, 148; fué dignificado por Cristo con su vida y doctrina, 115, n ; santificado pôr la Sagrada Es­ critura, 149, V-VI; su exaltaciôn por -San Pablo, 15, 10; los très principios paulinos sobre el tra­ bajo; igualdad, libertad, sujeciôn; (fundamento y explicaciôn; consecuencias, 377; cuatro moti­ ves para trabajar, 148, I ; tra­ bajo y prâctica de la caridad, modos de unirlos, 150, VII; tra­ bajo y capital: los dos concurren a la producciôn; por tanto, es injusto atribuir a uno solo los bénéficies, 698, B; es necesa­ rio que estas dos fuerzas cooperen en pro del bien comûn, 113, h ; véase Obreros. Tribulaciones : son pruebas de Dios y avisos para que camblemos de conducta, 552, III, C-D ; acercan al aima a Dios: ejemplos del Evangelio, 360, I; sirven para que el hombre no se olvide de Dios, 509, C; Dios las envia a los que ama, 875, b; 262; a nadie faltan en esta vida, 552, III, A-B; hay que soportarlas con una gran ecuanimidad, 456, 1365 b; el espiritu de fe es muy ne­ cesario para sobrellevarlas, 286, d ; véase Dolor, Sufrimientos. Tributos: diversas cuestiones acerca de ellos: textos pontifi­ cios, 698, ss; la doctrina de Cris­ to y de los apôstoles, 797, I; es un modo de cooperar con la au­ toridad al bien comûn, 634 ; 799, F; su relaciôn con la prosperidad del pueblo, 864 III, C; su necesidad en la sociedad : hemos de pagarlos por un deber de justicia social, 668, A; 798, II; 658, F; 797, I; 698, A; imposiciôn equitativa: lo ensena el Evan­ gelio, 669, B; la obligatoriedad de las leyes tributarias y la distribuciôn de la renta nacional, 797; los principios morales y la evasiôn fiscal, 799, G; su obligaciôn en conciencia: consecuencias de la doctrina contraria, 800, E; excesiva imposiciôn de tributos, camino equivocado, 803; tributos y la empresa: pensa­ miento de Pio XI, 804, IV ; 700, G. Tristeza: sus males, 847, B; sentimiento natural ante la pérdida de los seres queridos: la esperanza la sobrenaturaleza, 859, C; 846, 3.°, A; tristeza y pesimlsmo : relaciones, 961, B ; véase Pesimlsmo, Desconfianza, Pusilanimidad. TTnidad: propiedad esencial del matrimonio, 1126, b, 1; véase Uniôn, Fratemidad, Colaboraciôn. Uniôn: un vicio opuesto: el pesimismo, 962, E. —con Dios: guia del aima en es­ te camino: la fe, 257, a-b ; 260, c; 261, d, K; 263, e; 264, 2; las operaciones del aima llegan a ser operaciones divinas del Espiritu Santo, que actûa en ellas por medio de las virtudes y los do­ nes, 1148, VIII; medio necesario: desprendimiento de toda criatura y de todo afecto, 263, e; efec­ tos maravillosos que produce en el aima, 466, 1; con Cristo: un modelo, Pablo; sus expresiones acerca de ella, 627, 4; diversas maneras como se realiza esta uniôn, 883, A; de las criaturas con Dios; se realiza por medio de -très clases de perfecciones que Dios les comuntcô: su naturaleza, la gracia y su uniôn por medio del Verbo encarnado, 1219, B. —entre los hombres: debe reinar entre los que son miembros de un cuerpo y han de vivlr eternamente unidos, 511, C; su necesldad, f undamentada en el dogma del Cuerpo mlstico, 584, II, A; ÔS5, III, A, C; de todos los Cris­ tianos entre st y con Cristo, por medio de la Eucaristla, 46, a, 4; 886, c; la Iglesia no deja de trabajar por lonsegulrla, 111, 1; véase Fraternldad, Colaboracidn, Cooperaciôn, Solidaridad. J ; W I * yr olores: espirituales: en los T tiempos actuales -tienen entah’ada una terrible lucha por los valores materiales, 1253, y; su priinacia como remedio de la exagerada importancia que en la so iedad moderna se concede a lo material y técnico, 1255, f’. Vanagloria: puede hacer estériies las rnejores acciones, 30, d ; hace al hombre desear ser siem­ pre aplaudido y que sus flaquezas sean disimuladas, 509, c ; cau­ sa de mu, has rencillas con el prôjimo, 509, c; Cristo nos enseùa a huir de ella, 850, e; véa­ se Soberbia. Venganza: extension del pre­ cepto que la prohibe, 580, C, 2; perlene.e a Dios: el hombre no puede usurpar esta acciôn; véase Odio, Enemigos. Veracidad: la falta de veracidad, que llega incluso a justificar sistemâticamente el engano y la mentira con tal de conse­ guir el trlunfo de los propios intereses, es una enifermedad de la so: iedad modema, 1242, a, b; de Dios: es la razôn formai de la fe, 359, II, a; Cristo, ejemplo de ella: textos evangélicos, 735, I, A; véase Sinceridad, Verdad. Verdad: sôlo ella tiene dere­ cho a entrar en el entendimien­ to; por eso no se puede ensenar el error, 108, a; tiene dere ho a ser propagada en la sociedad, 109, c; sôlo dentro de ella cabe la libertad verdadera, 108, b ; verdad y error: ante Dios no pueden ser indiferentes, por tan­ to no tienen iguales derechos, 109, e; 241, a, 3; aplicaciones al tema "Estado y Religiôn", 196, F; la Iglesia mantiene inmuîa- I blés y proclama sus principios, 110, k; procede de Dios, no pue­ de haber oposiciôn entre las ver­ dades naturales y la revelaciôn, 316, x; varios significados de esta palabra segûn Santo ToniJLs, 141, I; una virtud funda- ? mental pana San Pablo: su sig­ nificado, 410, 1; lôgica y ontolôgica: conceptos: 556, II; qué es verdad y qué es mentira: en el juicio final todo aparecerâ cia- | ro, 1281: creada v verdad increa- · da, 1016, c; 1035, g; verdades eternas: las cosas del inundo nos Impiden considerar su trascendenvla, 237, A; si su consideraelôn no nos niueve a canibiar de vida, nuestra fe es débil, 236-37, A; es un bien social y el que la posee debe comunicarla a los demâs, 289, C; cômo se vi­ ve la verdad, 141; 1281, VI; 1117, I, B, II; 733, TV-V; 966, II, B; verdad y mentira en la vida pri­ vada y pûblica, 145; prototipo de verdad: Cristo: lo atestlguan sus mismos enemigos, 148, B ; verdad, moral y derecho: son valores ab­ solutos que estân por encima de las razas y de las naciones, 604, X, D, a, 4; propaganda de ella para contrarrestar la que se hace del error, 599, X, B. Viclos: ser indulgentes con ellos es camino seguro para el infierno, 25, G; 41, Z>; los miembros que slrvieron para satisfacer sus exigencias sufrinân un tormento especial en el infier­ no, 41, D; las riquezas conducen al vicio y a gloriarse deél: ejeniplos de la Historia, 85; véase Pecado, Vida: triple contenido de esta palabra, 139, II; diversas acepciones: ser Vivien te, operaciôn vital, principio directivo de taies operaciones, 1111, II; vida y ver­ dad (vivir la verdad era vida), 141; contenido de la frase pau­ lina “vivir dignamente”, 1273; vi­ vir vida de gracia: las virtudes, la caridad, 160; vivir en Cristo: significado y contenido, 142, —sobrenatural : necesidad de la soledad, 846, 3, L°; necesidad de la alegrfa, 847, B; necesita desarrollarse por medio del ejerci«cio de virtudes para que pueda subsistir, 1164, 4; a ella hemos si­ do engendrados por Cristo des­ pués que Adân nos mereciô la muerte, 31, e; Cristo la comunica al hombre en la Eucaristfa, 46, a, 1: Crlsto la influye en los miembros de su Cuerpo mfstico, 52, 2; queda des truida por el pecado, 82, b. —eterna: cuestiôn social y vida eterna, 190; la esperanza y el te­ mor que suscitan en el hombre como norma dlrertiva de su con­ ducta, 176; la esperanza en ella es una virtud frecuente en el pueblo: un ejemplo, 178. V; a ella nos conduce la Eucaristfa, 46, b; la fe nos ayuda a conseguirla, 308, c. —temporal: no es la verdadera, es un destlerro; cuando termine (•omenzarâ el hombre a vivir; en INDICE DE MATERIAS ella no importa tener bienes o carerer de ellos, lo que Interesa es usarlos bien, 190, III; la Iglesla ofrece una compensaclôn a sus penalidades con la esperan­ za en la vida futura, 191, VII, A, d; pasa râpidamente: aproveühéniosla para el bien, 340, B; su aprovechamiento y valor, 340; el pecado la Uena, 482, 1; todo lo que contiene es nada: sôlo im­ porta la salvaciôn del aima, 509, b; en ella no faltan las tribula­ ciones, 340, G; 552, III, A-lB ; es una continua lucha contra las tentaciones del demonio, 552, IV, A; vida del cuerpo y del aima: comparaciôn, 857 ss; vida de po­ litica, de négocies, international : en ellas es frecuente el desdoblamiento de conciencia, 147, IV, b, c, d; vida social: séria imposi­ ble si los hombres no creyeran mâs que lo que ven, 229, 4. Virtud, virtudes: consiste en la proporciôn dei acto humano con la régla de la razôn, 450, j ; son potenclas capaces de obrar sobrenaturalrnente, 44, b: son distintas de la gracia santificante, 44, b; son un don de Dios, 234, f; 282, b; por la fe entran en el aima todas las virtudes, 313, k; todas dependen de la gra­ cia divina, pero especialmente la ■fe, 284, a; cuando se practican con espiritu de fe aumenta su mérito, 287, e ; valen mâs que la ciencia, es un principio que ha de tener en cuenta el educador, 300, a; las virtudes: la caridad, vivir vida de gracia, 160; se opone al pecado, modos de oponerse, 451, k; su ejercicio es nece- 1367 sario para la consarvaciôn y desarrollo de la vida de la gracia, 1161, 4; por medlo de ellas gobierna el Espiritu Santo a las aimas, 1148, VIII; se plerden al perderse la gracia, 64, a; unas se ayudan a otras a ejercitarse, y se perfeccionan mutuamente, 80, b; la caridad las comprende a todas, 162, IV; 78, c; y de ella reciben la vida, 77, b; 79-80-81; 29, d ; 38, D ; virtudes teologales : unen al hombre directamente con Dios, cômo reallzan esta uniôn cada una de ellas, 161, II, B, C; la mayor de todas es la caridad : fundamento de esta superioridad, 161, III; sus relaciones con la gracia, 161, n ; concepto racista de las virtudes teologales, Voluntad : sus dos actos principales son elegir el bien y escoger los medios, 35ô, I; al ac■tuar la gracia sobre ella no le quita su libertad, 120, d; ha de estar sornetida a Dios, amândole sobre todas las cosas, 241, a, 2; su pena en el infierno: odios, ira, envidla, 98, C; defectos a causa de la lujuria, 270, A; 271, Έ; 355; debilidad de voluntad: enfermedad de la juventud mo­ derna, remedies, 372, B; volun­ tad de Dios: necesidad de conocerla para obrar el bien; este conocimiento no debe ser sola­ mente especulativo, sino que ha de enderezarse a la acciôn, 1162, a ; 0.163, 2, 4 ; el que es fiel en su cumplirniento trecibirâ mayores gracias, 1163, 2, 4; en Cristo existen dos voluntaries, que no se oponen una a la otra, 1035, h; véase Formaclôn. Biblioteca de Autores Cristianos VOLUMENES PUBLICADOS 1 ACABÔSE DE RETMPRIMIR ESTE OCTAVO VO­ LUMEN DE .LA PALABRA DE CRISTO», DE LA BIBLIOTECA NOS, EL DE DÏA AUTORES il CRISTIA­ FEBRERO DE DE 1957, FIESTA DE NUESTRA SEJORA DE LOURDES, EN LOS TALLERES DE LA RIAL CATÔLICA, EDITO­ S. A., ALFONSO XI, NUM. 4, MADRID LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI SAGRADA BIBLIA, de NAcar-Colunga, 6.· ed-, corregida en el texto y co * piosamente aumentada en las notas. Prôlogo del excelentisimo y reverendfsimo Sr. D. Gaetano Cicognanî, nuncio de Su Santidad en Espada. 1955. LXXVI 4- 1583 pâgs. en papel biblia, con profusiôn de grabados y 7 mapas.— 90 pesetas tela, 135 piel. 9 SUM A POETICA, por José Marîa PemAn y M. Herrero Garcîa " ciôn. 1950. XVI 4- 800 pâgs.—50 pesetas tela, 95 piel. O OBRAS COMPLETAS CASTELLANAS DE FRAY LUIS DE LEON. Edi” ciôn revisada y anotada por el P. Fr. Félix Garcîa, O. S. A. 2.· ed. i9$r. XII 4- 1799 pâgs. en papel biblia.—95 pesetas tela, 140 piel. 4 SAN FRANCISCO DE AS IS : Escritos completos, las Biograjias de sus cou­ temporàneos y las Florecillas. Ediciôn preparada por los PP. Fr. Juan R. de Legîsima y Fr. Lino Gômez Canedo, O. F. M. 3.· ed. 1956. XL 4- 856 pâgs., con profusiôn de grabados.—75 pesetas tela, 120 piel. G HISTORIAS DE LA CONTRARREFORMA, por el P. Ribadeneyra, S. I. Vida de los PP. Ignacio de Loyola, Diego Lainez, Alfonso Salmerôn y Fran­ cisco de Borja. Historias del Cisma de Inglaterra. Exhortaciôn a los capitanes y soldados de la ilnvencible*. Introducciôn y notas del P. Eusebio Rey, S. I. 1945. CXXVI 4- 1355 pâgs., oon grabados.—50 pesetas tela, 95 piel. g OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo I : Introducciôn. BrevUoquio. u Itinerario de la mente a Dios. Reducciôn de las ciencias a la Teologia. Cris­ to, maestro ûnico de todos. Excelencia dei magisterio de Cristo. Ediciôn en latin y castellano, dirigida, anotada y con întroducciones por loe PP. Fr. Leôn Amorôs, Fr. Bernardo Aperribay y Fr. Miguel Orqmî, O. F. M. 2.· ed. 1955. XLVIII 4- 755 pâgs.—80 pesetas tela, 125 piel.—Publicados los tomos II (9), III (19), IV (28), V (36) y VI y ûltimo (49). y CODIGO DE DERECHO CANONICO Y LEGISLACION COMPLEMEN* TARIA, por los Dres. D. Lorenzo Mtguélez, Fr. Sabino Alonso Mo rân, O. P., y P. Marcelino Cabreros de Anta, C. M. F., profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca. Prôlogo del Excmo. y Rvmo. Sr. Dr. Fr. José Lôpez Ortiz, obispo de Tûy. 5.· ed. 1954. XLVIII 4- 1092 pâgs.—85 pesetas tela, 130 piel. Q TRATADO DE LA VIRGEN SANTISIMA, de Alastruey. Prôlogo de! ° Excmo. y Rvmo. Sr. Dr. D. Antonio Garcia y Garcîa, arzobispo de Valla­ dolid. 4.* ed. 1956. XXXVI 4- 978 pâgs., con grabados de la Vida de la Virgen, de Durero.—80 pesetas tela, 125 piel. Q OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo Π : Jesucristo en su ciencia divina y huma^na. Jesucristo, ârbol de la vida. Jesucristo en sus misterios: i) En su infancia. 2) En la Eucaristia. 3) En su Pasiôn. Ediciôn en latin y cas­ tellano, dirigida, anotada y con întroducciones por los PP. Fr. Leôn Amorôs, Fr. Bernardo Aperribay y Fr. Miguel Oromî, O. F. M. 1957. Reimp. XVI 4849 pâgs.—85 pesetas tela, 130 piel.—Publicados Qos tomos III (19), IV (28), V (36) y VI (49). 1Q OBRAS DE SAN AGUSTTN. Tomo I : Introducciôn general y bibliografia. Vida de San Agustin, por Posidio. Soliloquies. Sobre el orden. Sobre la vida feliz. Ediciôn en latin y castellano, preparada por el P. Fr. Victorinq CapAnaga, O. R. S. A. 2.· ed. 1950. XII 4- ^2 pâgs., con grabados.—Agotada en tela, 95 pesetas piel.—Publicados los tomos II (11), III (21), TV (30), V (39), VI (50), VII (53), VIII (69), IX (79), X (95), XI (99), XII (i2i> y XIII (139). 1 1 OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo II : Confesiones (en latin y castellano). A A Ediciôn critica y anotada por el P. Fr. Angel Custodio Vega, O. S. A. 3.· ed. 1955- VIII 4- 74θ pâgs.—75 pesetas tela, 120 piel. — Publicados los to­ mos III (21), IV (30), V (39), VI (50), VII (53), VIII (69), IX (79), X <95), xi (99), xii (121) y ΧΙΠ (139). -|9e-|O OBRAS COMPLETAS DE DONOSO CORTES (dos volûmenes). Recopiladas y an otad as por el Dr. D. Juan Jureischke, profesor de la Facultad de Filosofia de Madrid. 1946. Tomo I : XVI 4- 953 pâgs. Tomo II : VIII 4- 869 pâgs.—(Agotada. Se prépara la 2.· ed.) 1 A BIBLIA VULGATA LATINA. Ediciôn preparada por el P. Fr. Alberto * Colunga, O. P., y D. Lorenzo Turrado, profesores de Sagrada Escritura en la Universidad Pontificia de Salamanca. 1953. Reimpresiôn. XXIV 4- 1592 122* pâgs. en papel biblia, cou con profusiôn de grabados y 4 ma mapas. tela. pas.—En tela,