BIBLIOTECA D E AUTORES CRISTIANOS ESTA COLECCIÔN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALT A DIRECCIÔN DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA LA COMISIÔN DE DICHA PONTIFICIA UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELACION CON LA B. A. C„ ESTA INTEGRADA EN EL ANO 1957 POR LOS SENORES SIGUIENTES : PRESIDENTE : Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Concilier de la Pontificia Universidad. icepresidente : limo. Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Rector Magnifico. Vocales : R. P. Dr. Fr. Agapito Sobradillo, Decano de la Facultad de Teologia; Μ. I. Sr. Dr. Lamberto de Echeverria, Decano de la Facultad de Derecho; Μ. I. Sr. Dr. Bernardo Rin­ con, Decano de la Facultad de Filosofia; R. P. Dr. JOSÉ Jimenez, C. M. F., Decano de la Facultad de Humanidades Clàsicas; R. P. Dr. Fr. Alberto Colun­ ga, O. P., Catedratico de Sagrada Escritura; reveren­ do P. Dr. Bernardino Llorca, S. I., Catedrâtico de Historia Eclesidstica. Secretario. : Μ. I. Sr. Dr. Luis Sala Balust, Profesor. I.A EDITORIAL CATOI.ICA, S. A. Apartado 466 .MADRID . MCMI.VII LA PALABRA DE CRISTO Repertorio organico de textos para el estudio de las hoiniltas dominicales y festivas ELABORADO POR UNA COMISIÔN DE AUTORES BAJO LA DIRECCIÔN DE Mons. Angel Herrera Oria Obispo de Malaga ry. ‘ί/- ΤΟΜΟ IX BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLVII I·' * • *»: La Palabra de Cristo ®STA SERIE DE LA B. A. C. CONSTAR DE LOS SIGUIENTES VOLÛMENES : I. Adviento y Navidad. Π. Epifania a Cuaresma. HL Cuaresma y tiempo de Pasion. IV. Ciclo Pascual. V. Pentecostes (ι.°) VL Pentecostes (2.0) VIL Pentecostes (3.°) VIII. Pentecostes (4.°) IX. Fiestas (i.°) X. Fiestas (2.°). Indices generales. ΤΟΜΟ IX Jueves y Viernes Santo.— Navidad La Ascension del Serior Corpus Christi —Sa >an José.—Todos lo; esus grado Co razon Difuntos Santos.— Conmemoraciôn de los Fie! Hau colaborado en este volumen Luis Vera Ord\s (selecciôn de textos patristicos y tcolôgicos, comentarios exegéticos y gulones). Francisco Carrillo Rubio (guiones). José Maria Eguaras Iriarte (parte litûrgica, teolôgica y guioncs). Manuel Dîez de los Rios (selecciôn de textos pontificios). Luis Ortiz Munoz (selecciôn de textos cscrituristicos y miscelanca histôrica y literaria). José Luis Gutiérrez Garcia (ordcnaciôn de materiales). NIHIL OBSTAT Dr. Justo Novo df. Vega, Censor. IMPRIMATUR : t Angel, Obispo de Malaga. Madrid, 8 diciembre de 1957 La Editorial Catôlica, S. A.-Alfonso XI, a.-Madrid SEGRETERIA DI STATO DI SUA SANTITA Aum. 308.234 Vaticano, 2 de septiembre /953. Excclenlîsimo y reverendisimo senor: El Augusto Pontifice ha recibido el tomo primero de La palabra de Cristo, serie de la benemérita Biblioteca de Autores Cristianos, v desea manifestar a vuestra excelencia la satisfacciôn con que ha acogido tan intere santé obra. En estos dificiles tiempos, en los que la ignoranda religiosa hei hecho tanto dano a las almas, una publi­ cation como ésta, dirigida a restaurer una predicaciôn auténticamente evangélica, es de exceptional impor­ tantia·. El Padre Santo ha visto con viva complacenda que esta· colecciôn no es uno mds de los sermonarios existenles. Su variado y abundante acopio de materiales ofrece al orador sagrado los elementos necesarios para su mejor preparation, una serie de conocimientos que abarcan la- Sagrada- Escritura, los Padres de la Iglesia, teôlogos, autores clasicos y, con gran oportunidad, las ensenanzas pontificias para que su predicaciôn este sôli- damente fundada y la palabra de Dios pueda penetrar . en los corazones de los hombres y dar frulos de vida eterna sin perderse en vanas retôricas. Su Santidad quiere que llegue a vuestra excelencia y a los dodos v diligentes miembros de la comisiôn que ha claborado este hermoso trabajo cl testimonio de su particular benevolentia y su paternal felicitaciôn por la obra que han realizado, que sera de mucho provecho para lodos los sacerdotes, en especial para los dedicados a la cura de almas, v muy a propôsilo para format a los jdvencs levitas en el verdadero senlido de la predicaciôn sagrada. El Augusto Pontifice pide al Senor que les concéda llevar a cabo cl plan que se han propuesto y los ilumine en su ejecuciôn, mientras que, en prenda, de celestiales Pdgs. gracias, les da de Iodo corazôn la bendiciôn apostôlica. Reciba también de mi parte, excelentisimo senor, mi expresiva gralilud por el ejemplar que me ha enviado, Fiesta de Navidad (25 de dicietnbre) deseoso de que alcance el mayor éxito y produzca los mas copiosos frulos. Al reiterarle cl testimonio de mi mds distinguida consideraciôn, quedo siempre de vuestra excelencia re· verendisima seguro servidor. J. B. Montini, Prosecr. Mons. Angel Herrera, Obispo de Malaga. SECCION I.—Textos sagrados .. • » Partes variables de la misa Π. Epistola ................................ Ενan gelio ............................ 3 6 Λ SECCION IL—Comentarios generales .................. .................... 8 II I. Situaciôn litûrglca ....................................... :........................ A) Notas histôricas .............................................................. B) Comentario ....................................................................... II II. Apuntes exegético-morales ................................................... A) Epistola ............................................................................. B) Evangelic ......................................................................... . 12 SECCION III.—Santos Padres ..................................................... iS II 12 18 I. San Juan Crisôstomo ................................................... tS La Navidad y la paz ............................................................. IL San Agustin ................................................................ 24 La fiesta de la santa liberaciôn ........................................... 24 III. San Lcôn Magno ........................................................ 2Q La encarnaciôn dei Verbo y la filiaciôn adoptiva del 2Q hombre ........................................................................... SECCION IV.—Teôiogos ................................................................ I. Santo Tomâs de Aquino Fiesta de Navidad Π. San Buenaventura La encarnaciôn del Verbo y el nacimiento de Cristo en el aima SECCION V.—Auto res varios ....................... I. Santo Tomâs de Villanueva ............. Sermôn sobre la Natividad del Senor 37 ..................................................... 37 ................................................................. 37 ................................................................... 41 41 ........................................................................... 47 47 47 INDICE GENERAL IL Fray Luis de Leôn ....................................... Cristo, verdadero Hijo ............ ....................... III. Bossuet ..................................................... . Cristo Hombre, pasible y pobre ................ IV. 50 50 59 59 Cardenal .Mercier ................·....................... La gloria de Dios, fin de Cristo y nuestro 63 SECCION VI.—Textos pontificios ................................................. 67 «Et in terra pax hominibus bonae voluntatis» (Le. 2,14).... 67 A) Cinco condiciones para que la paz y el nuevo orden tan deseado sean dignos y estables .......................... B) Cinco puntos fundamentales para la pacificaciôn de la sociedad humana ....................................................... C) La paz interna de los pueblos .................................... 68 SECCION VII.—Miscelânea historica y literaria Dônde naciô Jésus? ......................................... ^Ciiândo naciô Jesucristo? ................................ Leyendas de Navidad ................................... 79 80 ’ El ermitaüo de Belén ..................................... El origen de la vnisa del Gallo* ...................... Si 82 VI. La primera presentation plastica de la Navidad VII. El pesebre que prépara San Francisco ........... La primera misa de San Ignacio ...................... Poesia navideûa espaûola ................................... 83 Costumbres navideûas .................................... 86 I. II. III. T.· SECCION VIII.—Guionee homiléticos .......... '-’it' Sinopsis de los guiones homiléticos ... Serie I : Litûrgicos ...................................... i. Fiesta de Navidad ............................ Serie III : Sobre el evangelio .......... ........ 2. La Providencia en Belén ................ 3· Las personas de Belén ..................... 4· Adoradores de Belén. Los pastore> 0· «Gloria a Dios» (I) ............. 6. «Gloria a Dios» (II) .............. «Paz en la tierra» ................ S. «No temâis» (I) ..................... 9· «No temâis» (II) .................. 10. Belén, escuela de santidad 11. El orden sobrenatural ... orden sobrenatural .. orden sobrenatural .. 13· 14. El orden sobrenatural .. Serie IV : De actualidad social . Ricos v pobres en el portai 87 87 9" 91 93 95 97 IOO I03 104 106 109 112 116 116 ί N DICE GENERAL XI Pàgs. LA ADORACIO N D E L OS M AGO S Fiesta de la Epifania (6 de enero) SECCION 1.—Textos sagrados ...................................................... I. Partes variables de lamisa .................................................... II. Epistola .................................................................................... III. Evangelio ............................................................................... IV. Algunos textos de la Escritura relacionados cou la Epi­ fania .......................................................................................... SECCION II.—Comentarios generales ........................................ I. Situation litûrgica .................................................................. A) Origen ............. B) Signification ...................................................................... II. Apuntes cxegético-morales .................... A) Epistola ............................................................................. B) Evangelio ......................................................................... 121 121 122 122 ’I23 I25 I25 I25 I25 I26 I26 I27 SECCION III.—Santos Padres ..................................................... I. San Juan Crisôstomo Très lecciones ......................................................................... III. San Gregorio Magno ............................................................ La estrella y la ofrenda ........................................................ IV. San Leôn Magno .................................................................... Fe de los Magos y malicia de Herodes ............................ J32 *32 *32 I45 T45 SECCION IV.—Teôlogos ................................................................. I. Santo Tomâs La manifestation de Cristo .................................................. IL San Buenaventura La estrella de los Magos y su signifitaciôn .................... *56 *56 *56 160 160 SECCION V.—Autores varios ............................................. ,........... I. Fray Luis de Granada Très episodios de la infancia de Cristo ............................ II. P. La Puente ......................................................................... El viaje de los Magos y la Providentia divina .............. III. Beato Juan de Avila ................................ ....................... Buscar v hallar a Cristo ....................................................... IV. Bourdalouc ............................................................................... Dos conductas, dos lecciones ............................................. J^4 x^4 i64 *48 *48 χ7δ *75 *78 I78 XII INDICE GENERAI, Pdgs. T Columba Mannion .................................... La Epifania y la vocaciôn de los gentiles SECCION VI.—Textos pontificios ..... La supranacionalidad de la Iglesia A) La Iglesia, bandera alzada entre las n.acipnes, pertenece por igual a todos ............................................... B) La Iglesia ante la humanidad dividida ...................... 181 181 186 186 186 191 SECCION VIL—Miscelânea historica y lileraria 193 ^Qniénes eran los Magos? .................. A) 193 ^Eran reyes? ........................................... B) 194 C) ^Cuântos eran? ...................................... 194 D) iCômo se llamaban? ............................. 195 £Üe dônde vem'an ? ............................... 196 196 F) i Dônde adoraron a Jesûs ? ................... G) Oro, incienso y mirra ............................. 197 198 H) La estrella ................................................ 199 I) El camino de regreso .......................... 199 J) El destino ulterior de los Magos ..... SECCION VIII.—Guiones homilélicos .......... 201 201 Sinopsis de los guiones homiléticos ..... 201 Serie I : Litûrgicos ...................................... 201 1. «Hemos visto su estrella» ................ 203 Serie III : Sobre el Evangelio ................... 203 2. La vocaciôn de los Magos ................. 205 El ejemplo de los Magos ................. 208 La vocaciôn en Cristo ...................... 211 5- Conoce tu vocaciôn ............................ Modo de conocer la vocaciôn .......... 218 Una estrella en el cielo .................. 221 8. Vocaciôn ............................................. 223 9- Caridad ................................................. 10. Mortificaciôn ...................................... 225 226 11. Oraciôn ................................................. J UE V ES Y VI E RN ES SANTO La Eucaristfa y la Sagrada Pasiôn SECCION I.—Textos sagrados ... 231 Partes variables de la misa II. Epistola (Juevcs Santo) .. Evangelio (Juevcs Santo) IV. Evangelio (Viernes Santo) 231 232 233 234 Mé·?- 4j INDICE GENERAL Pag s. SECCION II.—Comentarlos generales Situaciôn litûrgica ........................... A) Fundamento .......................... B) Disposiciones ....................... SECCION III.—Santos Padres I. Pseudo-Cipriano ...................................................................... Pasiôn del Seûor .................................................................... Π. San Juan Crisôstonio ............................................................ Instituciôn de la Eucaristia y otros pasajes de la Pasiôn- 241 241 241 242 243 243 243 250 250 270 III. San Agustin ............................................................................. El lavatorio de los pies y el mandato. Figuras de la 270 Pasiôn ............................................................................. SECCION IV.—Teôlogos ..................... 3θο I. Santo Tomâs ........................... Teologia de la Pasiôn ............... IL San Buenaventura ...................... Cuadros de la Pasiôn del Seûor 300 300 SECCION V.—Autores varios Fray Luis de Leon ................................................ Cristo Rey y la Pasiôn ......................................... Fray Luis de Granada ................................... Los dolores de Cristo y la compasiôn de Maria III. Fray Alonso de Cabrera ................................ Dos lecciones : San Pedro y el buen ladrôn .... P. La Paltna ........................................................... La Pasiôn de Cristo y la Santisima Virgen .... P. La Puente ................................................ El cristiano ante la Pasiôn de Cristo .............. VI. Bossuet .......................................................... Sermones sobre la Pasiôn del Seûor .............. 3°4 3°4 310 310 310 318 318 335 335 343 343 360 360 367 367 SECCION VII.—Miscelânea historica y literaria ..................... II. III. IV. VIL Las profecias mesiânicas ............................................. Figuras de la Pasiôn ............................................................. El proceso de Jésus .............................................................. Un libro de valor exceptional sobre la torre Antonia ... Morton describe la «Fia Dolorosa·» ................................... El tVfa Crucis», devociôn espaûola ................................... Corazon estigmatizado con los instrumentas de la Pasiôn. 382 384 386 388 389 39° 391 XB INDICE GENERAL P(ΣS. SECCION VIII.—G u ion es homiléticos ......................................... Sinopsis de los guiones homiléticos ................................... 1. La Eucaristia, don del amor ........................................ 2. «Habiendo amado a los suyos, al fin los amo» , (lo. 13,1) .............. 3. «Habiendo amado a los suyos, al fin los amôi ....... 4. Sermôn dei mandato ....................................................... 5. Pasiôn. Sermôn de la Cena ............................................ 6. La ultima lecciôn del Maestro ...................................... 7. «No siervos, sino amigos» ............................................. 8. «Que todos sean uno» ....................................................... 9. Cristo, sacerdote ................................................................ 10. La oraciôn sacerdotal ....................................................... 11. El gozo de San Pablo ....................................................... 12. Jésus en el tribunal de Anâs ........................................ 13. Jesus en el tribunal de Caifâs ........................................ 14. Las negaciones de Pedro ................................................. 15. La flagelaciôn ................................................................... 16. La coronaciôn de espinas ............................................... 17. «Ecce Homo» ...................................................................... 18. La calle de la Amargura ................................................. 19. La crucifixion ................................................................... 20. Maria al pie de la cruz .................................................... 21. Siete palabras.—Primera palabra : «Padre, perdônalos, porque no saben lo que hacen» (Le. 23,34) ....... 22 Segunda palabra : «Hoy estarâs conmigo en el paraiso» (Le. 23,43) ........................................... ;................. 23 Tercera palabra : tHe ahi a tu hijo, he ahi a tu Ma­ dré» (lo. 19,26) .......................................................... 446 24. Cuarta palabra : « ; Dios mio, Dios mio ! £ P°r Qué me bas abandonado?» (Aie. 15,34) ............................. 25. Quinta palabra : «Tengo sed» (lo. 19,28) .................. 26. Sexta palabra : «Todo estâ acabado» (lo. 19,30) ...... 27. Séptima palabra : «Padre, en tus manos entrego mi espiritu» (Le. 23,46) ......................................................... 393 393 393 396 399 402 4°6 4°7 410 412 415 4J8 420 422 425 428 43° 432 434 436 439 441 443 445 447 449 450 452 L .4 .4 S C E N S I O .X’ DE L S E S O R Jueves de la quinta semana de Pascua SECCION I.—Textos sagrados ...................................................... 457 I. Partes variables de la misa .............................................. IL Epistola ............................................................................ III. Evangelio ........................................................................... IV. .4lgu»os pasajes de la Escritura relacionados con la As- 457 458 459 censiôn .............................................................................. Λ-η INDICE GENERAL XV Pdgs. SECCION II.—Conientarios generales ........................................ I. Situaciôn liturglca .................................................................. A) Antiguas caracteristicas ........................ ■-....................... B) Lo principal, la comuniôn ............................................ II. Apuntes excgético-morales ................................................... 4^i 461 461 461 462 SECCION III—Santos Padres ...................................................... I. San Agustin ............................................................................. La Ascensiôn, fiesta de esperanza y de fe ...................... II. San Leon Magno ............................................................... Bienes de la Ascension ......................................................... III. San Gregorio Magno ............................................................. La Ascensiôn y la fe ............................................................. 464 464 464 468 468 474 474 SECCION IV—Teôlogos ................................................................. Santo Tomâs de Aquino ............................................................. La Ascensiôn y la exaltaciôn del Senor ............................ 479 479 479 SECCION V.—Autores varios ......................................................... I. Santo Tomâs de Villanueva .........■...................................... Las lecciones de la Ascension ........................................... À # IL Fray Luis de Leon ..................................................... La diestra de Dios ................................................................. III. Fray Luis de Granada ......................................................... De la subida de nuestro Salvador a los cielos ................. IV. P. La Puente .............................................................. La Ascension, triunfo de Cristo ....................................... V. Columba Mannion .................................................................. La Ascensiôn, gloria de Cristo y confianza nuestra ...... 484 484 484 493 493 498 498 502 502 510 510 SECCION VI.—Textos pontificios ....................... Las dos miradas del cristiano .................................................. A) Nuestra ascensiôn con Cristo al cielo ..................... B) «Recibiréis la virtud del Espiritu Santo» (Act. 1,8). C) Destellos de la Ascensiôn ante el mundo del trabajo. «i Que estâs mirando al cielo?» (Act. τ,τι) ...... 517 517 517 519 SECCION VIL—Miscelânea historica y literaria ..................... 526 I. Solo dos hombres antes de Cristo fuerqn arrebatados al cielo ..................................... ................................. II. La nube ..................................................................... ΠΙ. La topografia ........................................................................... IV. Las huellas divinas ...................................................... V. La Ascensiôn y los santos VI. joya de la literatura national .............................................. 526 527 «8 529 520 -^r ÎNDICE GENERAL__________________________________ XVI Pàgs. SECCION VIII.—Gukmes homiléticoa ......................................... 533 Sinopsis de los guiones homiléticos ................................... Serie I : Litûrgicos ................................................................... 1. La fiesta de la Ascensiôn ................................................ Series II y III : Sobre la epistola y cl evangelio ................ 2. La Ascensiôn, gloria de Jesucristo ............................. 3. uitatc’. mundaret sibi populum acceptabilem, sectatorem bonorum buenas. operum. 15 Haec loquere, et exhortare, et 15 He aqui lo que has de decir, exhortando y reprimiendo con todo im­ argue cum omni imperio. Nemo te contemnat. perio: que nadie te desprecie. • B) Misa · · · Λ Π · de la aurora (Tit. 3,4-7) 4Mas cuando apareciô la bondad y el amor hacia los hombres de Dios, nuestro Salvador, 5 no por las obras justas que nos­ otros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, nos salvô mediante el lavatorio de la regeneration y renovaciôn del Espiritu Santo, 6 que abundantemente derramô so- 4 Cum autem benignitas et hu­ manitas apparuit Salvatoris nostri Dei: 5 non ex operibus iustitiae, quae fecimus nos, sed secundum suam mi­ sericordiam salvos nos fecit per la­ vacrum regenerationis, et renovatio­ nis Spiritus Sancti, 6 quem effudit in nos abunde SEC, TEXTOS SAGRADOS I. per lesum Christum Salvatorem nos­ trum: 7 ut justificati gratia ipsius, he­ redes simus secundum spem vitae aeternae. C) Misa * · bre nosotros, por Jesucristo, nuestro Sal­ vador, 7 a fin de que, justificados por su gracia, seamos herederos, segùn nuesI tra esperanza, de la vida eterna. de la Natividad (Hebr. 1Multifariam multisque modis olim Deus loquens patribus in Pro­ phetis: 2 novissime diebus istis locutus est nobis in Filio, quem constituit heredem universorum, per quem fe­ cit et saecula: 1 Muchas veces y en muchas maneras hablô Dios en otro tiempo a nuestros padres, por ministerio de los profetas, 2 ùltimamente, en estos dias, nos hablô por su Hijo, a quien constituyô heredero de todo, por quien también hizo el mundo; 3 qui cum sit splendor gloriae, 3 y que siendo esplendor de su glo­ et figura substantiae eius, portan- ria y la imagen de su substancia, y el sque omnia verbo virtutis suae, pur­ que con su poderosa palabra sustenta togationem peccatorum faciens, sedet ad dexteram maiestatis in excelsis: das las cosas, después de hacer la purificaciôn de los pecados, se sentô a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 tanto melior Angelis effectus, 4 hecho tanto mayor que los Angeles, quanto differentius prae illis nomen cuanto heredô un nombre mas excelente hereditavit. que ellos. 5Cui enim dixit aliquando An­ 5 iPues a cuAl de los Angeles dijo gelorum: Filius meus es tu, ego ho­ alguna vez: «Tü eres mi Hijo, yo te die genui te? Et rursum: Ego ero he engendrado hoy»? Y <es que acaso necesito hablar de glorias futuras, cuando este misterio nos convierte la tierra en cielo? Abre las puertas de la gloria y mira... Aqui (en la Eucaristia) tenemos ya lo mâs hermoso de ella», porque en la corte de un rey lo mâs hermoso y lo que todos desean contemplar no es la riqueza de sus muros y sus adornos, sino la persona del monarca. Pues lo mâs hermoso del cielo no son los ângeles ni los santos, sino el mismo Rey. Ahi lo tienes en la Euca­ ristia. 4. *Desprccialo todo por Cristo» Si te llamaran a sostener en tus brazos al hijo del rey, tirarias cualquier cosa que tuvieras entre ellos. Pues aqui te llamamos a sostener a Dios, a un Dios que, nacido en un pesebre, desprecia las riquezas dei mundo, y que recorriendo la tierra no ténia donde reclinar su cabeza. Desprécialo todo tû también. «Buscando las man­ siones celestiales, pisoteemos el fasto mundano y la concupiscencia dei lucro». ... Preparemos nuestro eterno tabernâculo en Jesucristo, al que sea toda gloria. Amén. La paz—orden permanente—, para ser compléta, ha de existir, sobre un orden perfecto, entre el hombre y Dios; dentro del hombre mismo, esto es, entre su alma y pasiones; y entre el hombre y sus hermanos. Estos pensamientos, en que abundan San Agustin, Santo Tomâs y fray Luis de Leon, se encuentran asimismo esparcidos entre las obras del Crisôstomo. Seleccionamos algunos• a) i. «Et in terra fax...» La paz con Dios i.° Es lo ünico necesario (cf. In Ep. I ad Cor., hom.t : PG 61,14). Si la paz te viene de Dios, no te glories vanamente. Y si tienes paz con El, êpor que te aficionas a las criaturas? «Dos cosas lé pido a Dios: que seâis de El y para El. De El, porque nada hay firme y seguro que no venga de su gracia; para El, porque nada hay en el mundo que pueda aprovecharnos, si no lo ordenamos hacia Dios. Estando en paz con todos, vivimos en pelea con El. Asi como, por el contrario, nada debe preocuparnos si reina la paz entre El y nos­ otros... La verdadera gracia y verdadera paz estân en Dios». 2.0 Consiste en luchar contra el pecado Esto es, contra el demonio (cf. hom. 33: PG 62,163 ss.). San Pablo (cf. Eph. 6,6-14) recomienda que estemos armados de toda clase de armas, in praeparationem evangelii. «Asi, el corazôn estarâ listo y a punto para recibir el evangelio de la paz». Poniendo este ejemplo de guerras y peleas, el Apôstol nos ensena que habre- * 1 22 NAVIDAD. 25 DICIKMBRB mos de luchar con el demonio, porque el evangelio es evangelio de paz, y la paz con Dios se consigne peleando con Satan. Lucha con el demonio quiere decir paz con Dios. Y, joh hermano!, no tengas miedo en la lucha. Ha llegado el evangelio, la buena nueva. Ya luce la victoria. La paz consigo mis mo 21 2. ? Dominio de las pasiones (cf. Exp. in Ps. 4,11-12: PG 55,57-58). Comenta la frase: En paz me duermo luego en cuanto me acuesto, po:que hi, joh Yavehl, a mi desolado me das seguridad (Ps. 4,9). Fruto de la primera paz, a saber, de la paz con Dios y su conocimiento, es la paz interior del alma. Mucha paz tienen los que aman tu ley (Ps. 118,165). Destierra toda perturbaciôn del alma y toda guerra civil dentro de ella, apaciguando la sediciôn de las pasio­ nes. «Ciertamente que si el hombre padece esta guerra dentro de si mismo, aunque viva prôspero y tranquilo por de fuera, es el mas triste y miserable de los combat rentes...» «Ni los escitas, ni los tracios, ni los sârmatas, ni los indos, ni los moros promueven guerra tan feroz como la que suelen agitar dentro del alma los malos pensamientos, la lujuria intempérante, el amor al dinero, las apetencias de mando y el deseo de cosas tem­ porales...» En realidad, lo peor es siempre una guerra civil o in­ terna... La polilla hace mâs dano a las maderas que los agentes exteriores; la enfermedad perjudica al cuerpo mucho mâs que cualquier otra cosa, y las disensiones internas danan a la patria mâs que los enemigos de fuera. Lo mismo le ocurre al alma; pero, ayudada por el temor de Dios, puede acallar las rebeldias de dentro y vivir en la paz que vino a traer Cristo y de la que decia San Pablo antes: La gracia y la paz con vosotros, de parte de Dios, nuestro Padre (Rom. 1,7). Ejemplo de ello es el envidioso, que aun cuando no le moleste nadie, se basta él para entristecer su vida. Ejemplo el avaro... En cambio, el justo goza de paz durante el dia y duerme con sosiego durante la noche. Cuidândose solo de su bien espiritual, vive tranquilo. 2.0 El medio necesario Medio necesario para alcanzar la paz es huir de las malas companias. A esto nos invitaba el Seûor cuando decia: Si, pues, tu ojo te escandaliza, sàcatelo y arrôjalo de ti (Mt. 5,29). Si las cosas naturales, tales como la salud, el buen color y el apetito, se pierden por el contagio, > • ÎIjî SEC. 3. SS. PADRES. CRÏSÔSTOMO 'Γ- *>·-;«· 23 de la paz (Eph. 4»3)· Preso como estoy por el Sefior, os exhorto a andar de una manera digna de la vocaciôn con que fuisteis llamados, con toda humildad, y mansedumbre, y longanimidad, sopor tdndoos los unos a los otros con caridad... (ibid., 4,1-2). La humildad (el reconocer que todo nos viene de Dios) ha de ser completa y con todos «no sôlo en palabras, sino en obras, no paciente con uno y déspota con otro, sino amable con todos, amigos y enemigos, grandes y pequenos. ... Por eso dice el Apôstol con toda humildad, mansedumbre y longanimidad, porque puede darse el caso de una persona humilde (para con Dios) y soberbia (para con el prôjimo), pero a ésa nada le aprovecha su humildad en cuanto amanece su ira. (jCômo podréis soportaros los unos a los otros si sois iracundos, delatores y maldicientes ? iCômo haréis para soportaros? San Pa­ blo indica el medio: Con la caridad. ^Crees que podrâ soportarte tu Dios y Senor si tû no soportas a tu prôjimo y consiervo? En cambio, la caridad hace que todo sea sobrellevado fâcilmente». Procurad «conservar la unidad del espiritu con el vinculo de la paz. Atad vuestras manos con la dulzura y la mansedumbre, con el vinculo, con la atadura, con esa palabra que he querido evitar, pero no puedo, porque realmente es hermosa. Atate con tu hermano, y verâs que fâcil es todo para los que estân amarrados por el amor». Esfuérzate por conservar la unidad del espiritu, porque asi como el aima es principio de uniôn de todos los miembros, asi se nos ha dado un espiritu que nos une a todos los de condiciôn mâs diversa, jôvenes y ancianos, ricos y pobres... El vinculo de la paz, la caridad. No puede el fuego penetrar en la pira y hacer una sola masa ardiente si la encuentra fria y mojada, ni la caridad podrâ unirnos si nos encuentra frios y entre disensiones. No podrâ ligar a tu hermano contigo si no te ligas tû también con él para formar una doble union. Hermosa uniôn y hermosa atadura «esa que nos une a los unos con los otros y a todos con Dios, atadura que no oprime, sino que ensancha... y da a sus presos una alegria que no tienen los hombres libres... (îQué es lo que disuelve este vinculo? El amor del dinero, del mando, de la gloria y de los honores... Por el exceso de la maldad se enfriarà la caridad de muchos (Mt. 24,12). El pecado ahoga la caridad, y no sôlo la caridad para con Dios, sino el mismo amor del prôjimo». Podrâ haber paz entre los ladrones y avaros cuando pueda haberla entre dos fieras hambrientas ante un solo pedazo de comida. Donde no hay virtud, no hay paz. jQué ciudad séria aquella en la que reuniéramos a todos los avaros, ambiciosos, ira­ cundos, incapaces de perdonar!... En cambio, si reina la caridad, nadie preferirâ el dinero a la amistad ni la ira al perdôn. Todos sabrân que quien ama al prôjimo ha cumplido la Ley (Rom. 13,8). Todos vivirân en paz (cf. In Epist. ad Eph., hom.9: PG 62,73-74). ■«Λ I NAVIDAD. 25 DICIEMRRE Π. SAN AGUSTIN La fiesta de la santa liberaciôn San Agustin tiene trece sermones, breves todos ellos y de pensamientos muy repetidos, sobre la Natividad del Senor. Copiamos los dos principales, espigando de entre todos los demâs (cf. PL 38,996-1021). A ) Exordio ■a a) LeCCIÔN DE HUMILDAD «AI correr de los anos volvemos a celebrar la Natividad de nuestro Salvador Jesucristo; éste es el dia en que la Verdad nace en la tierra, luz de la luz que naciô para luz nuestra. Alegrémonos y gocémonos... CuAnto bien nos haya traido esta sublime humildad, la fe de los cristianos lo sabe y el corazôn de los impios lo ignora, porque Dios escondio todas estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelo a los pàrvulos (Mt. 11,25). Afirmense, pues, los humildes en la humildad de Dios, para que con esta ùnica ayuda, ayuda digo de su flaqueza, puedan llegar a la altura de Dios» (cf. Serm. 1,1 : PL 38, 996). «Con razôn lo anunciaron los profetas antes de nacer y los cielos y los Angeles cuando habia nacido. Yacia en el pesebre el que contiene al mundo y era nino sin habia el que es la Palabra. Aquel que no cabe en los cielos lo llevô el seno de una mujer. Esta regia a nuestro Rey, llevaba a Aquel en quien somos y alimentaba a nuestro Pan. jOh manifiesta flaqueza! jOh admirable humildad en la que se esconde toda la divinidad! Regia con su poder a la madré a quien estaba sujeto por su infancia y alimentaba con la verdad a aquella de cuyos pechos era amamantado. Complete sus dones en nosotros el que no se espantô de seguir nuestros primeros pasos, y hâganos hijos de Dios el que por nosotros se hizo hijo del hombre» (ibid., 3,997). 34 b) Recibido, pero no limit ado por el seno de la Virgen ♦Canten mis labios las alabanzas del Senor, de ese Senor por el que fueron hechas todas las cosas y que fué hecho El en medio de las mismas; de ese Senor que es el manifestador del Padre y el creador de su madré; Hijo del Padre Dios sin madré, hijo del hombre de madré y sin padre; gran luz de los Angeles, pequefta en la luz de los hombres; Palabra de Dios antes de los tiempos, palabra humanada en el tiempo oportuno; Creador del sol, creado bajo el SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN sol; Ordenador de los siglos en el seno del Padre, consagra el dia de hoy en el seno de la madré; alii permanece y de alii vino. Hacedor del cielo y de la tierra, nacido en la tierra bajo el cielo; inefablemente sabio, sabiamente sin palabras llena el mundo y nace en un pesebre; gobierna a las estrellas y se amamanta de unos pechos; de tai manera grande en la forma de Dios y pequerto en la forma del siervo, que ni aquella grandeza se ha disminuido por esta pequenez, ni esta pequenez oprimido por aquella grandeza. Al tomar los miembros humanos no deja las obras divinas, ni ceja en llegar de un fin hasta el otro fin fuertemente, disponiéndolo todo con suavidad (Sap. 8,1). Revestido de la flaqueza de la carne; recibido, pero no limitado por un seno virginal, para que a los ângeles no les fuera quitado el alimento de su sabiduria y nosotros pudiéramos gustar cuân agradable es el Senor» (cf. Serm. 4,1: PL 38,1001). B) Encarnaciôn de Dios «Dicen algunos que el hijo del hombre se hizo hijo de Dios, pero que el Hijo de Dios no se hizo hijo del hombre. Lo dijeron, y lo dijeron estudiando la verdad, pero sin saber la explicar. iQué es lo que consideraron, sino que la naturaleza humana puede mejorarse y la divina no puede disminuir? Es cierto, pero también lo es que el Verbo se hizo carne sin que la divinidad padeciese nada. No nos dice el Evangelio que la carne se hiciese Verbo, sino el Verbo carne... y de esa forma el que era Hijo de Dios se hizo hijo del hombre, asumiendo la parte inferior y no mudândose la supe­ rior; recibiendo lo que no era y no perdiendo lo que era... Debemos, pues, confesar que aquel que era Hijo de Dios, al nacer de Maria virgen, asumida la forma de siervo, se hizo hijo del hombre, permaneciendo en lo que era y asumiendo lo que no era, comenzando a ser en una naturaleza menor que el Padre, y permanecien­ do en otra, gracias a la cual El y el Padre son una sola cosa. Si el que es siempre Hijo de Dios no se hubiese hecho hijo del hombre icômo hubiera podido decir de El el Apôstol: Siendo Dios en la forma, no reputô codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadô, tornando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres? (Phil. 2,6-7). No era otro, sino el mismo que existia en la forma de Dios igual al Padre, el Hijo Unigénito de Dios, el que se anonadô haciéndose semejante a los hombres. No era otro, sino el mismo que existia en la forma de Dios igual al Padre, el que se humilio, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Phil. 2,8). Todo ello lo hizo el Hijo de Dios, pero en aquella forma por la cual es hijo del hombre» (cf. Semi. 3,2-3: PL 38,999) ·?·; ·· 26 NAVIDAD. 35 DICIENfBRK C) a) Para salvarnos y regenerarnos Las aparentes contradicciones divinas «El Verbo del Padre, por el cual fueron creados los tiempos, se ha hecho came y hoy celebramos su nacimiento. Para este naci­ miento quiso escoger un dia Aquel sin cuya voluntad divina no girarian los dias. En el seno del Padre existia antes que los siglos; naciendo de una madré, entra hoy en el curso de los anos. Hecho hombre el autor del hombre, para alimentarse de unos pechos mientras gobiema los cielos; para que el Pan tuviera hambre; para que la Fuente tuviera sed; para que la Luz durmiera; para que el Camino se fatigara de caminar; para que la Verdad fuera acusada por testigos falsos; para que el Juez de vivos y muertos fuera sentenciado por un juez mortal y la Justicia condenada por los injustos; para que la Ley fuese azotada; para que la rosa fuese coronada de espinas; para que el cimiento fuese colgado de un leno; para que la fuerza fuese debilitada, la salud herida y la vida muerta. Decidiôse a padecer tanta indignidad por nosotros, para librar a los indignos, siendo asi que ni El, que por nosotros sufria tantos males, habia hecho nada malo, ni nosotros, que recibiamos de El tantos bienes, habiamos hecho nada bueno» (cf. Serm. 8,1: PL 38,1009). ·· · '·'<« b) Nadie dude en renacer «Mortales éramos, oprimidos por los pecados, abrumados por los castigos. Nace el hombre y comienzan sus miserias; no es necesario que busqués profetas que te lo expliquen. Preguntale al que nace y lo verâs llorar. Quién podrâ cantar la generaciôn de este Verbo tan distante de nuestra humildad, Palabra por la cual fué hecho todo, engendrado en el seno del Padre y después en el seno de Maria, eterno en la eternidad de Dios y hombre en los brazos de su madré? Su primera generaciôn «no tiene dîa para celebrarse ni aparece al girar de los aôos, sino que permaneciô siempre sin ocaso, porque no comenzô con ninguna aurora. Es un dîa eterno, el ùnico Verbo de Dios, es la vida, la Luz de los hombres. En cambio, este otro que aparece en la carne humana, ahora se llama hoy y maôana ayer... êQué alabanzas entonaremos al amor de Dios y qué gracias le daremos? Nos amô en forma tal que naciô en el tiempo el que creô los tiempos, y el que era mâs antiguo que el mundo fué menor en edad que muchos de sus siervos. éVes, pues, joh hombre 1, lo que Dios ha hecho por ti? Aprende la lecciôn de tan grande humildad, aunque sea de los labios de un maestro que no habia todavîa. En el paraîso hablaste tù con tal facilidad que impusiste nombre a todos los animales (Gen. 2,19), y ahora, por ti, tu Creador yace sin palabras en un pesebre, incapaz de llamar por su nombre ni siquiera a su madré. En aquel hermoso y amplio jardin de bosques te perdiste por desobediente, y éste, por obedecer, viene en carne mortal a una estrecha posada, para buscar muriendo al que estaba muerto. Tù, hombre, quisiste ser dios, y pereciste; El, Dios, quiso ser hombre para salvarte. Tanto te hundiô la soberbia humana que no pudo alzarte sino la humil­ dad divina» (cf. Serm. 5,2-3: PL 38,1004). SAN LEON MAGNO HL tç· LL La encarnaciôn dei Verbo y la filiaciôn adoptiva del hombre Las ideas prédominantes en los diversos sermones de San Leon sobre la Natividad son. ademâs de la alegria de la fiesta, nuestra adopciôn de hijos y la existencia de las dos naturalezas, contra los monofisitas. Extractamos integro el sermon 22, segundo de Navidad, y recopilamos, ordcnândolos, los principales pensamientos de los demis. Pueden leerse cinco sermones muy bien traducidos por D. Casimiro Eliseda en Ediciones Aspas (Madrid 1945) p.25-57 (cf. PL 54-56). A) a) Alegrîa Sermon segundo de la fiesta. Satanâs derrotado «Alegrémonos, dilectisimos..., porque ha brillado para nosotros él dia de la nueva redenciôn... Dios omnipotente y misericordioso, cuya naturaleza es la bondad... tan pronto como nos ocasionô la >1 30 NAVIDAD. 25 DICIEMBRK muerte el demonio... senalô los remedïos que a su piedad nos tenia preparados..., anunciando al diablo que naceria Cristo en carne mortal, Dios y hombre a la vez, para que, hijo de una virgen, condenase con su nacimiento sin mancilla al corruptor del género humano». Jactàbase el demonio de haber privado al hombre de sus dones y hasta de haber torcido el orden de la Providencia. Esta, inmutable y demente, consiguiô se cumpliera su primer proposito, si bien por misteriosos medios. Maravillas b) de la Encarnacion Entra Dios de un modo nuevo. El invisible, visible; el anterior al tiempo, en el tiempo; el Senor, esclavo. Engendrado por una virgen: «Si lo que quieren saber es la verdad de su naturaleza, tendrâs que confesar la materia humana, mas si inquieres saber la razôn de su origen, déclareras el poder de Dios. Vino Nuestro Senor Jesucristo a librarnos de nuestras dolencias, no a cargar con ellas; no a rendirse a los vicios, sino a remediarlos..., y por eso convenia que naciera de manera nueva quien traia la gracia nueva de la santidad inmaculada... Convino que la virtud del Hijo velase por la virginidad de la madré y que tan grato claustro de pudor y morada de santidad fuera guardada por la gracia del Es­ piritu Santo, que habia determinado levantar lo caido, dar solidez a lo quebrado y concéder a la pureza fuerzas superiores para vencer a los halagos de la came». c) Lucha y engana al demonio «Dios, de entre todos los procedimientos de destruir la obra del demonio, elige la justicia, sin tener que echar mano a los recursos de su poder». La tirania del demonio no era indebida, pues la elegimos libremente. Cristo, para luchar, cubre su divinidad inseparable con el velo de nuestra flaqueza, y el demonio se engana creyendo ser un puro hombre. Persiste «el malvado pirata» en tentar a Cristo, hasta que en la pasiôn este rompe el decreto que le valia. «Toda la trama dei ma­ ligno recae sobre su cabeza (Gen. 3,15) y prisionero el principe de este mundo se recogen sus despojos». d) Apreciad vuestra reconciliaciôn A ti, abyecto, arrojado del paraiso, destinado a ser polvo y ceniza, te diô Cristo el ser hijo de Dios por la adopciôn. Llâmale Padre. «Libre del reato de las culpas pasadas, debes suspirar por los celestiales reinos, cumpliendo la voluntad de Dios». El demonio volverâ a luchar contra ti, pero no consientas que disipe los gozos de este dia. SEC. 3. SS. PADRES. SAN LEON MAGNO 31 «Honrad el sagrado misterio de la redenciôn del hombre. Abrazad a Cristo, que nace con nuestra propia carne, para que finalmente merezcâis ver al Dios de la gloria reinando en su majestad con el Padre y el Espiritu Santo... Amén». B) Selecciôn de pensamientos a) AlEGRÎA EN DIA TAL «Nuestro Salvador, amadisimos, ha nacido hoy: alegrémonos. Pues no es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida, que acabando con el temor de la muerte nos llenô de gozo con la eternidad prometida. Exulte el santo, porque se acerca el premio. Alégrese el pecador, porque se le invita al perdôn» (cf. o.c., Serm. 1 p.23). «Todos los dias deben acordarse los fieles del nacimiento de nuestro Senor, ya en la oraciôn, ya durante la oblaciôn dei sacrificio. Pero ningün dia como el présente nos pone delante este nacimiento. No solo ante nuestra memoria, sino que, en cierta manera, se verifica ante nuestros mismos ojos. El Verbo de Dios revestido de came y el que nunca fué visible por ojos humanos empezô a dejarse tocar y palpar. Hoy los pastores le conocieron por medio de un ângel, y a los que presiden la grey del Senor se les ensenô la manera de anunciar la buena nueva, para que también nosotros digamos con el ejército de la milicia celeste (Le. 2,4): Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (cf. ibid. Serm., 6 P-37)· «Al celebrar, carisimos, el dia del nacimiento del Senor, que es el dia mâs senalado entre los de tiempos pasados, aunque haya transcurrido el orden de las acciones corporales, y toda la humildad del Redentor ha sido sublimada hasta la gloria de la majestad del Padre, tanto que al nombre de Jésus toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua confiese que el Senor Jesus està en la gloria del Padre (Phil. 2,10), nosotros adoramos continuamente el parto de la salutifera Virgen, y reverenciamos a aquella indisoluble uniôn del Verbo y la carne, no menos cuando estâ postrada en el pesebre, que cuando aparece sentada en el trono de la majestad paterna* (cf. ibid., Serm. 9 p.53). b) DOS NATURALEZAS EN CrISTO. Su NECESIDAD i. Venciô al demonio en su terreno mâs fuerte «En esta lucha emprendida por nosotros, peleôse segùn las mejores y mâs justas réglas de la equidad, pues el Senor todopoderoso combatiô con el cruelisimo enerhigo, no en su majestad, sino en nuestra humildad» (cf. ibid., Serm. i p.23). if- .. Λ 2. Dos naturalezas en una persona «Asi, pues, el Verbo de Dios, Dios, Hijo de Dios, que en el prin­ cipio estaba con Dios, por quien han sido hechas todas las cosas y sin El nada se ha hecho (lo. 1,2-3), para librar al hombre de la muerte etema, se hizo hombre, de tal manera bajândose a revestirse de nuestra humidad (aunque sin disminuciôn de su majestad), que permaneciendo como era y tornando lo que no era, uniô la verdadera forma de siervo a aquella otra forma por la que es igual a Dios Padre; y con tan estrecha alianza cosiô una y otra naturaleza, que ni a la inferior la absorbiô la glorificaciôn ni a la superior la disminuyô la asunciôn. Quedando a salvo la propiedad de cada substancia y aglutinândose en una sola persona, es tomada por la majestad la humildad; por la fortaleza, la debilidad; por la etemidad, la mortalidad, y para pagar la deuda de nuestra condiciôn, una naturaleza inviolable (inatacable, inasequible al dano) es unida a una natura­ leza pasible, y un Dios verdadero y hombre verdadero se plasma en un solo Senor (en Jesucristo), para que, conforme convenia a nuestro remedio, uno e idéntico mediador entre Dios y los hombres pudiese morir por un lado y resucitar por otro. Con razôn, pues, no ocasionô corrupciôn alguna a la integridad virginal el parto de salvaciôn, porque fué guarda dei pudor el nacimiento de la verdad» (cf. ibid., p.24-25). «Tal nacimiento, carisimos, era el que convenia a la fortaleza de Dios y a la sabiduria de Dios, que es Cristo; nacimiento por el cual se hiciese semejante a nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos hubiera proporcionado remedio; de no haber sido hombre, no nos hubiera dado ejemplo» (cf. ibid., p.25). 39 c) Hoy SOMOS EN’GENDRADOS SOBRENATURALMENTE «También celebramos nuestros principios. La generaciôn de Cristo es el origen del pueblo cristiano, como el nacimiento de la cabeza lo es a la vez de todo el cuerpo... Todo el conjunto de los fieles, nacidos en la fuente bautismal, asi como han sido crucificados con Cristo, resucitados en su resurrecciôn, colocados a la derecha del Padre en su ascensiôn, del mismo modo han sido engendrados con El en este su nacimiento..., y ya para nada cuenta la ascendencia de su padre carnal, sino que reciben su origen del Salvador, que se hizo hijo del hombre para que nosotros pudiéramos ser hijos de Dios; pues si El no hubiera descendido hasta nosotros con su humildad, ninguno hubiera podido llegar con sus propios méritos hasta El» (cf. ibid., Serm. 6 p.37-38). «Naciendo, pues, Nuestro Sefior Jesucristo como hombre’verdadero, sin dejar de ser nunca Dios verdadero, diô origen en si a una nueva generaciôn, y con la forma de su nacimiento diô prin­ cipio espiritual al género humano... por medio de un nacimiento sin semilla de pecado para los regenerados; de Iqà cuileî **£>>*» SEC. 3. SS. PADRES. SAN 1KÔN MAGNO 33 que no proceden de la sangre, ni del querer de la carne, ni de la voluntad de hombre, sino que nacen de Dios (lo. 1,13). ^Cômo podrâ el entendimiento comprencler tal misterio? ^Cdmo podrâ la lengua referir semejante gracia? Cambia en inocencia la iniquidad y en novedad la vejez. Pasan a recibir la adopciôn los extranos y entran a tomar parte de la herencia los forasteros. De impios comienzan a ser jus­ tos..., de terrenales se hacen celestiales. quién deberâ atribuirse tal cambio sino a la diestra del Todopoderoso? Puesto que vino el Hijo de Dios a destruir las obras del diablo, y de tal manera se uniô a nosotros y a nosotros nos uniô a El, que la bajada de Dios hasta el hombre se convirtiô en elevaciôn del hombre hasta Dios» (cf. ibid., Serm. 7 p.46). «Por medio de la Encarnacion del Verbo se te diô poder de acercarte a tu Creador, estando tan de antiguo apartado de El; de reconocerle como padre; de verte libre de tu esclavitud; de pasar de extrano a la categoria de hijo, y de que, habiendo nacido de came corruptible, renazcas por el Espiritu de Dios y obtengas por la gracia lo.que no habias recibido por la naturaleza, como el que, reconociéndote Hijo de Dios por el espiritu de adopciôn, te atrevas a llamar Padre a Dios» (cf. ibid., Serm. 2 p.33). d) i. CONSECUENCIAS DE LA ADOPCIÔN Conoce tu dignidad. Vive conforme a ella «Despierta, joh hombre !, y reconoce la dignidad de tu natura­ leza y recuerda que fuiste hecho a imagen de Dios, que si se corrompiô en Adân, fué reformada en Cristo. Usa, como debe usarse, de las criaturas visibles... Mar, cielo, aire, fuentes y luces, y cuanto de bello y admirable en ellos encuentres, conviértelo en gloria y alabanza del Creador... Si somos templos de Dios y el Espiritu Santo habita en nosotros, mucho mâs digno es lo que esconde dentro de su aima cualquier fiel que lo que admira en cl cielo. No os decimos estas cosas, queridos hermanos, para persuadiros a que menospreciéis las obras de Dios o penséis hallar algo contrario a la fe en lo que Dios creô, sino para que uséis de toda la belleza de las criaturas y de todo el ornato del mundo moderada y razonablemente, pues las cosas que aparecen, como dice el Apôstol, son pasajeras; mas las que no se ven, son eternas (2 Cor. 4,18). Y puesto que hemos nacido para las cosas présentes, pero renacido para las venideras, no nos enlreguemos a los bienes temporales, sino que apetezeamos los eternos, y para que veamos mâs de cerca nuestra esperanza, pensemos en el misterio del nacimiento del Senor y en lo que la gracia divina ha dado a nuestra naturaleza. Oigamos al Apôstol cuando dice; Estâis muertos y vuestra vida està escondida con Cristo en Dios. Mas cuando apareciere vuestra verdadera vida, entonces también vosotros apareceréis con El en la gloria (Col. 3,3), que con el Padre y el Espiritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén» (cf. ibid., Serm. 7 p.50). La palabra de C. q lit 40 34 NAVIDAD. 25 D1CIEMHRE Honra tu linaje 41 2. «Si en los linajes carnales y en las estirpes terrenas los vicios de una vida depravada empanan la fama de los hijos de padres no­ bles, y precisamente por esto el resplandor de sus mayores con­ funde a los hijos indignos, <£cuâl sera el fin de los que no tienen inconveniente en regenerar por su amor al mundo de la generaciôn de Cristo? Si entre los hombres es tenido por digno de loa que la honradez de los padres resplandezca en sus descendientes, ^cuânto mâs glorioso serâ que en los nacidos de Dios resalte la imagen de su autor, mostrando en su aima al que los ha engendrado, pues dice el Senor (Mt. 3,16): Brille vuestra luz ante los hombres, que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestra Padre que esta en los cielos?» (cf. ibid., Serm. 6 p.40). 42 3. Renuncia a la came «Por tanto, amadisimos hermanos, demos gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espiritu Santo, el cual, por la excesiva misericordia con que nos amô, se compadeciô de nosotros, y estando muertos por los pecados nos resucitô a la vida de Cristo (Eph. 2,18), para que tuviéramos en El una nueva vida y un nuevo ser. Asi que dejemos el hombre viejo con sus acciones y hechos participantes del nacimiento de Cristo, renunciemos a las obras de la came. Re­ conoce, joh cristiano!, tu dignidad, pues participas de la divina naturaleza, y no quieras vol ver a la antigua vileza con una vida depravada. Recuerda de qué cabeza y de que cuerpo eres miembro. Ten présente que habiendo sido arrancado del poder de las tinieblas, has sido transportado al reino y esplendor de Dios. Por el sacra­ mento del bautismo fuiste hecho templo del Espiritu Santo; no ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas, sometiéndote otra vez a la esclavitud del demonio, porque has costado la sangre de Cristo, quien te juzgarâ conforme a verdad, quien te redimiô segùn su misericordia, el que con cl Padre y el Espiritu Sar*o reina por lossiglos de los siglos. Arnen» (cf. ibid., Serm. τ p.20). 43 4. Suspira por el reino «Libre ya de las culpas pasadas, debes suspirar por los celesuales reinos, haciendo la voluntad de Dios, ayudado dei auxilio divino, imitando a los ângeles sobre la tierra, alimentândote con el manjar de la substancia inmortal, luchando contra las tentaciones enemigas, bien seguro en tu piedad, y si cumples fielmente los juramentos del ejército celestial, no dudes que serâs coronado por tu victoria en los campamentos triunfadores del Rey etemo, recibiéndote la resurrecciôn preparada a los buenos para llevarte a la companfa del reino celestial» (cf. ibid., Serm. 2 p.33). SS. PADRES. SAN LEÔN MAGNO SEC. e) I. La verdajdera 3C paz Efecto de la adopciôn «Si nosotros mismos nos acusamos mediante la propia confesiôn, y si ademâs negamos nuestra aima a los deseos de la carne, nos atraeremos las enemistades del que es autor dei pecado, pero aseguraremos una paz inalterable con Dios sirviendo a su gracia, no estando sometidos a nuestro Rey ùnicamente por la obediencia, sino también mediante el propio juicio; porque si tenemos unanimidad de pensamientos, si lo que El quiere lo queremos nosotros, si lo que reprueba lo reprobamos, El lucharâ por nosotros todas las batallas; El, que nos diô el querer, nos darâ también el poder, y cooperaremos a sus obras y repetiremos el dicho profético Uenos del regocijo de la esperanza : El Senor es mi luz y mi salvaciôn, quién temeré? El Senor es el defensor de mi vida, gde quién tendré miedo? (Ps. 26,1). Los que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la came, ni de la voluntad de varôn, sino de Dios (lo. 1,13), ofrezean a Dios su amistad de hijos dôciles..., pues la gracia del Padre se ha dignado aceptar como herederos no a los desunidos y desavenidos, sino a los que sienten y aman una misma cosa. Los nuevamente conformados no deben tener mâs que una sola aima y pensamiento. El naci­ miento del Senor es a la vez dia del nacimiento de la paz, como dice el Apôstol: El es nuestra paz, puesto que hizo de dos cosas una sola (Eph. 2,14), porque tanto judios como gentiles, por su medio nos acercamos al Padre, unidos en un mismo Espiritu (Eph. 2,18). El dia anterior a su pasiôn... ensenaba a sus discipulos principalmente esta doctrina: Mi paz os doy, mi paz os dejo (lo. 14,27). Y para que no se oscureciese con el nombre general de paz la paz tan sublime que nos habla de dar, dijo: No os doy yo una paz como la dei mundo (ibid.). Tiene el mundo también sus amistades y hace que muchos se amen con amor perverso. Hay quienes piensan del mismo modo encenagados en los vicios, y la semejanza en sus deseos produce la igualdad en los afectos... Estos no son de los amigos de Dios, sino de la paz dei mundo. Porque la paz de los espirituales y de los catôlicos, que viene de arriba y arriba nos conduce, no quiere que nos mezclemos con los amadores dei mundo de ningùn modo, sino que resistamos a todas sus dificultades, y libres de perniciosos deleites nos elevemos a los goces verdaderos..., adonde a los que sentimos y queremos lo mismo, a los que estamos unidos por la misma fe, esperanza y caridad, nos encamine y nos lleve el Espiritu de la paz, porque los que se guian por el Espiritu de Dios, ésos son los hijos de Dios (Rom. 8,14)» (cf. ibid., Serm. 6 p.42-43). 1 Obsequio al recién nacido. Compendio de los mandatos «Y iqué cosa podemos hallar en los tesoros de la largueza del Senor mâs en consonancia con el homenaje debido a la présenté festividad que la paz anunciada por los ângeles por primera vez -■ 36 ·. · · · .·-· NAVIDAD. 25 DlCIEMBRE en el nacimiento del Sehor? Ella es la que engendra los hijos de Dios, la que fomenta el amor y produce la unidad. Ella es el reposo de los bienaventurados y la morada de la eternidad, cuyo principal oficio y especial beneficio es unir a Dios a los que se han separado dei mundo. Y por lo mismo el Apôstol nos anima a tan gran bien, diciendo: Justificados, pues, por la fe, mantengamos la paz con Dios (Rom. 5,1). En tan breves palabras se contienen en resumen todos los mandamientos, porque donde estuviere la verdadera paz no puede faltar ninguna virtud. (cf. 3 q.35 a.4 c). 50 c) Es Madré sin detrimento de su virginidad «Es manifiesto que convenla que en la generaciôn humana del Verbo de Dios resplandeciese alguna propiedad de la generaciôn espiritual dei Verbo. Ahora bien, el verbo, segùn sale de quien lo profiere, tanto si es concebido interiormente como si es pronunciado exteriormente, no ocasiona la corrupciôn de quien lo profiere, sino que mâs bien es una muestra de la plenitud de perfecciôn de quien lo pronuncia. Por consiguiente, fué conveniente que el Verbo de Dios fuera concebido y naciera segùn la genera­ ciôn humana, de tal manera que no corrompiera la integridad de la madré. Era también conveniente que el Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas y por quien todas son conservadas en su integridad, naciera de modo que conservase la integridad de la madré en todo. Por lo tanto, fué conveniente que su genera­ ciôn fuese virginal· (cf. Suma contra los gentiles, 4,45: BAC 2,778). SEC. 4. 39 Cristo naciô del Espiritu Santo C) a) TEÔLOGOS. SANTO TOMÀS La encarnaciôn, expresiôn del Verbo «Aunque cualquier operaciôn divina destinada a producir algo en las criaturas es comûn a toda la Trinidad, como consta por lo dicho anteriormente (c.21), sin embargo, la fbrmaciôn del cuerpo de Cristo, que fué realizada por el poder divino, se atribuye conve­ nientemente al Espiritu Santo, aunque sea comûn a toda la Trinidad Esto conviene, al parecer, a la encarnaciôn dei Verbo, porque, asi como nuestro verbo, concebido en la mente, es invisible, pero se hace sensible manifestândolo externamente con la voz, asi tam­ bién el Verbo de Dios existe invisiblemente en el corazôn del Padre, segün la generaciôn etema, y por la encamaciôn es sensible para nosotros. Luego la encamaciôn dei Verbo de Dios es como la expresiôn vocal de nuestro verbo. Ahora bien, la expresiôn vocal de nuestro verbo se realiza por nuestro espiritu, por el cual se forma la voz de nuestro verbo. Segün esto, también se dice con­ venientemente que la formaciôn de la came del Hijo de Dios se hizo por su Espiritu» (cf. Suma contra los gentiles 4,46: BAC 2,780). b) La causa de la Encarnacion «Esto sirve también para indicar la causa que impulsé a la encamaciôn del Verbo. Y ésta no pudo ser otra que el inmenso amor de Dios hacia el hombre, cuya naturaleza quiso unir a si en unidad de persona. Pero en la Deidad, el Espiritu Santo es el que procede como amor, segün se dijo anteriormente (c.19). Luego fué conveniente que la obra de la encamaciôn se atribuyera al Espiritu Santo* (ibid.). c) L,\ ENCARNACION, MAXIMO DON «También en la Sagrada Escritura suele atribuirse cualquier gracia al Espiritu Santo, porque lo que se da gratuitamente parece ser concedido por el amor dei donante. Mas al hombre no se le ha podido concéder mayor gracia que unirse a Dios en persona. Luego esta obra se atribuye convenientemente al Espiritu Santo» (ibid.). Cristo naciô en Belén a) Porque era de la familia de David «Asi como David naciô en Belén, asi también eligiô a Jerusalén para establecer en ella la silla del reino y edifîcar alii el templo de Dios. Por eso escogiô a Jerusalén para que ésta fuese a la vez 40 la ciudad real v la ciudad sacerdotal. Pero el sacerdocio de Cristo y su reino se consume» principalmente en su Pasiôn; y por eso eligiô convenientemente a Belén para la Natividad, y a Jerusalén para la Pasiôn» (cf. 3 q.35 a.7 ad 11). SEC. 4. * TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA SAN BUENAVENTURA b) Porque es «pan vivo» Λ* «En segundo lugar, porque, como dice San Gregorio (cf. In Evang. 1,8: PL 76,1104), Belén se interpreta «casa de pan», y el mismo Cristo es el que dice yo soy el pan vivo. que descendit) del cielo* (ibid.). La encamaciôn dei Verbo y el nacimiento de Cnsto en el aima A) Convenienda de la encarnaciôn (Cf. Brevi/oquio, p.4.“: BAC, Obras de San Buenaventura t.l p.33Iy 335.) c) Para confundir la gloria de los hombres «Λ1 mismo tiempo confundiô con esta elecciôn la gloria de los hombres, que se glorian de traer su origen de nobles ciudades, en lo que quieren también ser honrados principalmente. Cristo, por el contrario, quiso nacer en una ciudad oscura y sufrir el oprobio en una ciudad noble» (ibid.). E) a) En tiempo oportuno Durante el censo de Quirino «Cnsto habia venido para Uevamos del estado de la esclavitud al estado de la libertad. Por eso, as! como tomo nuestra mortali dad para conducimos a la vida, asi, como dice Beda (cf. In Le. 2,4,1 : PL 92,330), «se dignô encarnarse en el tiempo en que el César ordenaba que el recién nacido fuera inserito en el censo, para someterse a la esclavitud en interés de nuestra libertad» (cf. 3 q.35 a.8 ad 1). b) Cuando el mundo estaba en paz «En aquel tiempo en que todo el orbe vivia bajo el poder de un solo principe se disfrutô de mayor paz en el mundo. Por lo tanto, convenia que en aquel tiempo naciese Jesucristo, que es nuestra paz, y de ambos ha hecho un solo pueblo, como se dice en Eph. .2,14. Por esta razôn anade San Jeronimo (cf. Super Is. 2,4,1.2: PL 24,46): «Si revolvemos las historias antiguas, encontraremos que hasta el ano 28 del reinado de César Augusto hubo guerras en el mundo entero; pero al nacer el Senor cesaron todas», segùn aquello de Is. 2,4: No alzarâ la espada una naciôn contra otra naciôn» (ibid.). a) i. La union de Dios y el hombre fué el medio mâs conveniente A Dios por ser causa eficiente universal 59 «Puesto que el principio eficiente de las cosas no pudo ni debiô ser otro que Dios mismo, y no es menos reparar las cosas creadas que sacarlas a la existencia, como no es menos tampoco el perfecto existir que el mero existir, convenientisimo fué que el Principio reparador de las mismas fuera el Sumo Dios, a fin de que, as! como Dios todo lo créé por el Verbo Increado, asi tam­ bién todo lo sanara por el Verbo Encarnado. Y iqué mayor poder que unir dos extremos mâs distantes en una ùnica persona? èQué cosa mâs sabia y conveniente que realizar, para la perfecciôn de todo el universo, la union de lo primero y de lo ùltimo, esto es, dei Verbo, Principio de todas las cosas, y de la naturaleza humana, la ùltima de todas las criaturas? iQué mayor benevolencia que tomar el Senor la forma de siervo (Phil. 2,7) para rescatar al siervo?» 2. Era el mejor medio para que el hombre conociera, amara e imitara a Dios El hombre espiritual al pecar se separô de Dios, potentisimo, sapientisimo y benevolentisimo, adquiriendo las opuestas condi­ ciones de debilidad, ignorancia y maldad, e incapacitândose para imitar la virtud de Dios, conocer su luz y amar su bondad. Por lo tanto, para que el hombre pudiera imitar a Dios, conocerle y amarle, necesario era que Dios»se le acercase, haciéndose cognoscible, amable e imitable. Y como quiera que el hombre ya no podia conocer, amar ni imitar mâs que las cosas que le eran semejantes o proporcionadas, el Verbo se hizo carne, de forma que el hombre pudiera conocer, imitar y amar a Dios fâcilmente. 3· Conviene para poder reparar el dario y satisfacer el pecado La 1. ° 2. ° 3·° reparaciôn debe devolver al aima: Aquella su excelencia por la que solo dependia de Dios. Su inocencia. La amistad con Dios. ii K ■flM NAVIDAD. 25 DICIEMBRE Si el hombre fuese reparado por otra criatura, quedaria dependiendo de esta y no de Dios, no siendo por lo tanto completa la restauraciôn de la dignidad y cxcclencia humanas. Para devolver la mutua amistad se necesita un mediador que participe de la condiciôn de ambos enemigos, Dios y el hombre. Devolver la inocencia por medio del perdôn requiere la intervenciôn de Dios, y perdonar, previa una satisfacciôn condigna, requiere un reparador que sea Dios y hombre. Asi, pues, la restauraciôn de la excelencia del hombre requiere un restaurador excelentisimo ; la de su amistad, un mediador amicisimo; la de su inocencia, un satisfactor suficientisimo. De este modo el hombre que creado por el Verbo increado cayô por desolr al Verbo inspirado es reparador mediante el Verbo encarnado. b) DOS NATURALEZAS EN UNA PERSONA Para curar debiô Dios unirse a la naturaleza humana sin excepciôn de parte alguna, pues toda ella estaba enferma. Dicese que se «encarnô* por ser la carne lo mâs enfermo y por indicar mejor la humillaciôn de Dios (cf. ibid., c.2 p.335). 2. Para satisfacer se necesitaban ambas naturalezas, pues ninguno satisface sino el que debe y puede, y no debe sino el hombre, y no puede sino Dios. , 3. Para reconciliar se necesita : t.° Un mediador. 2.° Que vuelva el hombre al conocimiento de Dios. 3·° A su conformidad divina. 4·° A la filiaciôn divina. Nadie mejor para mediador que el que es medio en la Santisima Trinidad, principio principiado; ni para dar a conocer a Dios que la Palabra por la que el Padre se manifiesta; ni para informarnos a El que su idea; ni para devolvemos la filiaciôn que el Hijo. Como la naturaleza divina no puede ser sostenida por otra persona que la divina, ambas naturalezas tienen esa sola persona. S3 c) TlEMPO DE LA ENCARNACION At udi venit plenitudo temporis, misit Deus Filium suum... (Gal. 4, 4). Dios esperô la plenitud de los tiempos, esto es, que transcurrieran muchas edades y economias religiosas antes de encarnarse (cf. ibid., c.4 p.343). 1. Porque para restaurai queria la cooperaciôn del libre albedrio, y como nadie busca al médico si no se reconoce enfermo, quiso dejar a la humanidad en su estado de ignorancia y soberbia mien­ tras fracasaban todos los remedies. 2. La grandeza dei remedio de la encamaciôn requeria .fuese SEC. 4. TEOLOGOS. SAN BUENAVENTURA amada y deseada, lo cual exigia una larga preparaciôn de profetas, etc. 3. La perfeccion gradual del universo pide que lo mâs perfecto sea lo ùltimo. B) De como es concebido y nace Cristo en el alma Devotos y delicados y a la vez muy prâcticos para plâticas espirituales ______ son los pdrrafos de San Buenaventura en su opùsculô titulado Z/z? cinco festividades del Niilo Jesus. Aun cuando en el siglo XVIII se puso en tela de juicio la autenticidad del mismo, la opinion màs com tin y segura es que se deba a la pluma del Serâfico Doctor y pertenece al grupo de escritos que transparentan los finos sentimientos de su dulce alma, y son fruto de una contemplaciôn intima y sobrenatural (cf. Las cinco festividades: BAC, Obras de San Buenaventura t2 p.365). a) Cristo i. es concebido espiritualmente por el alma devota Fecundada por el Padre mediante inspiraciones, comienza menospreciando al mundo «Cuando el alma devota... comienza a ser visitada con nuevas inspiraciones, santos afectos la inflaman y altos pensamientos y consideraciones del cielo la acongojan. Enfonces, finalmente, despedidos de si los antiguos defectos y desestimados los vanos deseos de otro tiempo, es fecundada espiritualmente con el proposito de una nueva vida en espiritu de gracia por el Padre de las lumbres, de quien procede toda dâdiva buena y todo don perfecto. Y enfon­ ces, por la virtud del Altisimo y la sombra refrigerante del cielo... es cuando el Padre celestial fecunda al alma con una como divina semilla. Después de esta concepciôn sacratisima, el alma se toma pâlida por la verdadera humildad en la conservation ; siente nau­ seas del manjar y de la bebida por el menosprecio y total renuntia de las cosas mundanales; sus apetitos y deseos varian por la diversidad de los buenos propôsitos e intenciones, y a las veces en el aniquilamiento de la propia voluntad, comienza a enfermar y a padecer incomodidades y dolentias de espiritu» (cf. o.c., p.367-369). 2. Sube luego a la montana, buscando la compania y el consejo de los buenos «Habiendo gustado el alma la Navidad del espiritu, comienza a subir con Maria a la montana; porque, después de aquella con­ cepciôn, las cosas terrenas engendran fastidio, y amor las celestiales y eternas. Ya empieza a huir de la compania de los que sôlo hallan sabor en lo vil y caduco de esta vida y a apetecer la famiharidad de los que anhelan por lo del cielo. Ya comienza a servir a Isabel, esto es, a los iluminados de la divina sabiduria, a los mas abrasados en amor. Este punto es muy de notar, por lo mucho que les importa a los taies: cuanto mâs se alejan dei mundo, tanto mâs se hacen mâs amigos y familiares de los buenos y tanfo menos NAVIDAD. 45 DICIEMBKK gusto reciben de la compara de los malos cuanto mâs los aficiona y enciende la honesta conversaciôn de los Buenos... Eso mismo has de hacer tù, alma devota, si sicntes haber conccbido del Espi­ ritu nuevos deseos de vida celestial. Huye del trato y compania de los malos, asciende con Maria, busca los consejos de las personas espirituales, trabaja por seguir las huellas de los perfectos y con­ templa en los buenos palabras, obras y ejemplos» (ibid., p.369) 6β j. Debe seguir adelante, sin cobardias, confiada en Dios i.° El peligro de ciertos consejos «Otros hay que pàrecen, y quizâs lo son, buenos y religiosos; mas, con su perdôn, son harto cobardes. No echan de ver que no estâ abreviada la mano salvadora del Senor, ni disminuida la piedad del Altisimo, que gusta de favorecer con su poderosa ayuda; tienen celo de Dios, pero indiscreto, hijo de la ignorancia, puesto que por compasiôn de los sufrimientos fïsicos, o tal vez por temor de que vuelvan atrâs de lo comenzado—viendo a otros efectuar valerosamente propositos que eilos mismos estimaban buenos y santos, pero sin osar emprenderlos—, retraen las aimas de las obras de perfecciôn. Disuaden de lo que excede las normas de la vida comûn, destruyen los santos consejos de la inspiraciôn divina, y los consejos de los taies, atenta su vida, tanto son mas peligrosos cuanto mas autorizados. A veces dicen éstos, objetando astutamente por el arte sofistico dei antiguo adversario: Haciendo esas cosas te juzgarân por santo, por buen religioso, por devoto. Y como aùn estân muy lejos de serlo a los ojos del Supremo Juez, que ve tus grandes y graves y horrendos pecados, serâs delincuente, perderâs el mérito de la obra y serâs condenado como hipôcrita y fingido. Ciertos ejercicios solo convienen a los que nunca cometieron culpa, que llevaron una vida santa e inocente y dejaron todas las cosas por Dios y todo el tiempo de su vida permanecieron unidos a El*. ffl 2.° No hay que oirlos «Mas tù, ioh carisima alma consagrada a Dios’., guârdate de ellos, y sube con Maria a la montana. San Pablo no habia vivido sin pecado, no habia perdido al Senor mucho tiempo cuando fué arrebatado al tercer cielo y vio y contemplo a Dios cara a cara. Maria Magdalena, ayer toda soberbia, toda ambiciôn, toda entregada a las vanidades dei mundo y a las codicias de la carne, hoy se asienta entre los apôstoles a los pies de Cristo, puesto el atento oido a la doctrina devota de la perfecciôn. Y en brevisimo tiempo se hallô merecedora de ver a Dios, antes que todos, y constantemente anunciô a los otros las palabras de la Verdad. Que no es Dios aceptador de personas. No mira la nobleza del linaje, ni el nûmero de los dias gastados en su servicio, ni la cantidad de las obras, sino cl mayor fervor y caridad mâs ardiente dei alma devota. No piensa en lo que un tiempo fuiste, sino en lo que comienzas a ser ahora. En suma, los dictâmencs de ciertos consejeros serian J I j ; i } . ; ί I ! SEC. 4. TEXIl.OGOS. SAN BUENAVENTURA 4fl harto reprensibles, a no excusarlos la simplicidad, mas no deben ser aprobados. Si no puedes salvarte por la inocencia, procura salvarte por la (>enitencia. Si no puedes ser Catalina o Cecilia, no tengas en poco el ser Maria Magdalena o de Egipto. Asi que, si sientes haber conccbido al dulcisimo Hijo de Dios con el propôsito de una vida santa, despide estos venenos mortiferos y corre, date prisa y sus­ pira, como mujer en su ultimo mes, por Ilegar felizmente al parto» (ibid., ρ·37ΐ·373)· b) 1. Cristo nace espiritualmente en el alma devota Cuando ejecuta cl buen propôsito -Atiende y considera como el bendito Hijo de Dios, ya espiri­ tualmente concebido, espiritualmente nace en el alma. Nace, pues, cuando después de un sano consejo, después de maduro examen y después de haber invocado el patrocinio de la divina gracia, viene el hombre a poner por obra el santo propôsito. Nace cuando el aima empieza a ejecutar ya los buenos deseos mucho tiempo ideados, a los cuales,* con todo, no se acababa de déterminât, temerosa del éxito» (ibid., p.375). 2. B rota, como en Bclén, la paz interior «En este beatisimo nacimiento los ângeles cantan, glorifican a Dios y pregonan paz a los hombres; porque en efectuândose el buen deseo, conccbido y meditado, luego al punto brota la paz del hombre interior. Que, cierto, en el reino del aima no reposa fâcilmente la divina paz cuando lucha la carne contra el espiritu y el espiritu contra la carne; cuando el espiritu busci la soledad y la carne el bullicio ; cuando Cristo atrae y alegra al espiritu y el mundo a la carne; cuando el espiritu codicia el reposo de la contemplaciôn con Dios y la carne apetece las honras y cargos dei siglo. Y al contrario, cuando la carne se sujeta al espiritu y, vencidos los obstâculos, se lleva a efecto la buena obra, luego la paz y alegria brotan en cl corazôn» (ibid.). c) I. h Hemos de ser como Maria El nombre de Maria •Si esta jocunda natividad le deleita, has de ser espiritualmente Maria. Su nombre significa occano amargo, iluminadora y seriora. Has de ser, pues, tù mar amargo por el liante de la contriciôn, doliéndote amargamentc de los pecados que cometistes, gimiendo inconsolable por los bicnes que omitiste, afiigiéndote sin descanso por los dias que inûtilmente perdiste. Has de ser iluminadora por honesta convivenda de obras virtuosas y tener el cuidado de in­ formât ?. los otros en cl bien. Has de ser, finalmente, sefiora de H 4β NAVIDAD. 25 DICIKMBRE tus sentidos, de las concupiscendas carnales, de todas tus obras, sujetàndolas al juido de la razôn, buscando en todas ellas tu propia salud, la edificadôn del prôjimo, la alabanza y gloria de Dios». 71 a. La dulzura de ese nombre «Esta es la feliz Maria que se lamenta y duele de los pecados cornetidos, resplandece y brilla de virtudes y senorea los apetitos sensuales. De esta espiritual Maria no se desdena Jesucristo de nacer espiritualmente con alegria, sin dolor y sin trabajo. El aima, después de este dichoso nacimiento, conoce y gusta cuân suave es el Senor Jesûs. Suave, en verdad, si nutrido con santas meditadones, si lavado en la fuente de calientes y devotas lâgrimas. Suave, si envuelto en los panales de castos y limpios deseos y traido en los brazos del santo amor. Suave, cuando se le colma de besos por con­ tinuos afectos de devodôn y se le abriga dentro en el seno del corazôn. De esta suerte, pues, nace en el alma el Nino Jesûs» (ibid., P.375-377)· SECCIOIn V. ACTORES VARIOS SANTO TOMAS DE VILLANUEVA Sermon sobre la Natividad del Senor Ex trac tamos uno de sus muchos sermones sobre la Natividad y formamos seçuidamente una colecciôn de los pensamientos repartidos por los otros (et. Cando tert. In die Natali Domini, ed. Complut. fol.37vto. 41). A) Sermon tercero a) Exordio Comienza comentando el Salmo de David (71,17): «Tû, joh Dios!, me adoctrinaste desde mi juventud y hasta ahora he pregonado tus grandezas. No me abandonee, pues, joh Dios!, en la vejez para que pueda manifestar tu poderio a esta generaciôn y tus proezas a la venidera». Me instruiste, dice, en mi juventud, esto es, durante mi vida, pprque tû eres el Maestro, y yo lo cantaré hasta mi vejez, mientras haya vida en mi para hacer conocer tus glorias a las futuras generaciones. Estas futuras generaciones somos nosotros y estas maravillas el nacimiento del Senor. No puede la Antigua Ley mostrar prodigios como el de Belén. £E1 mar se divide en dos? Eso no es nada; un océano infinito cabe encerrado en el vaso estrecho de un cuerpecillo. la cabeza dei libro esta escrito de mi que hago tu voluntad, y que tu ley reside en medio de mis entraûas? Y en el huerto, combatido de todas partes, êQué dice? (Mt. 26,39): No lo que me pide el deseo, sino lo que tu quieres, eso, Senor, se haga. Y por la misma manera siempre hace, y siempre hizo, solamente aquello que viô hacer a su Padre. No puede el Hijo, dice (lo. 5,19). hacer de si mismo ninguna cosa mâs de lo que ve que su Padre hace. Y en otra parte (lo. 7,16) : Mi doctrina no es mi doctrina, sino de Aquel que me envia. Su Padre reposa en El con un agradable descanso, y El se retorna todo a su Padre con una increible dulzura, y van y vienen del uno al otro Hamas de amor ardiente y deleitosas. Dice el Padre (Mt. 3,17): Este es mi querido Hijo, en quien me satisfago y descanso. Dice el Hijo (lo. 17,4): Padre, yo te he manifestado sobre la tierra, perfeccionado he la obra que me encomendaste que hiciese. Y si el amor es obrar, y si en la obediencia del que ama se hace cierta prueba de la verdad del amor, ^cuânto amô a su Padre quien as! le obedeciô como Cristo? Obedeciôle, dice (Phil. 2,8), hasta la muerte. v hasta la mue rte de cruz...» C) Nacimiento eterno de Cristo «Tiene nombre de Hijo Cristo, porque el Hijo nace y porque le es a Cristo tan propio y, como si dijésemos, tan de su gusto el nacer, que sôlo El nace por cinco diferentes maneras, todas maravillosas y singulares. Nace, segùn la divinidad eternamente del Pa­ dre. Naciô de la Madré virgen, segùn la naturaleza humana, temporalmente. El resucitar, después de muerto, a nueva y gloriosa vida para mâs no morir, fué otro nacer. Nace en cierta manera en la hostia, cuantas veces en el altar los sacerdotes consagran aquel pan en su cuerpo. Y, ùltimamente, nace y crece en nosotros mismos siempre que nos santifica y renueva. Y digamos por su orden de cada uno de estos nacimientos por si...» V α. <· NAVIDAD. 25 DICIEMBRE a) «Porque, aunque parecerâ a alguno, como a los infieles parece, que a Dios, siendo como es en el vivir etemo y en la perfecciôn infinito y cabal en si mismo, ni le era necesario el tener Hijo, ni mè­ nes le convenia engendrarlo; pero considerado por otra parte, como es la verdad, que la esterilidad es un género de flaqueza y pobreza y que, por la misma causa, lo rico, y lo perfecto, y lo abundante, y lo poderoso, y lo bueno, conforme a derecha razôn, anda siempre junto con lo fecundo, se ve luego que Dios es fecundisimo, pues no es solamente rico y poderoso, sino tesoro infinito de toda la riqueza y poder, o por mejor decir, la misma bondad y poderio y riqueza infinita...» k. •» . ·.· 85 •.V V· 3 CoNVENÏA QUE DlOS TUVIESE UN HlJO b) Lo TWO DE LA MANERA MAS PERFECTA «Y porque Dios es sumamente perfecto en todo cuanto es, fue menester que la manera como engendra y pone en ejecuciôn la in­ finita fecundidad que en si tiene, fuese sumamente perfecta..·. Porque lo primero es asi, que Dios, para engendrar a su Hijo, no usa de tercero de quien lo engendre con su virtud, como acontece en los hombres; mas engéndralo de si mismo y prodùcelo de su misma substancia, con la fuerza de su fecundidad eficaz... Lo otro, no aparta de si lo que engendra, que eso es imperfecciôn de los que engendran asi, porque no pueden poner toda su semejanza en lo que de si producen, y asi es otro lo que engendran ; y el hombre, aunque engendra hombre, engendra otro hombre apartado de si, que dado que se le parece y allega en algunas cosas. en otras se le diferencia y desvia y al fin se aparta y divide y desemeja, porque la division es ramo de desemejanza y principio de disensiôn y disconformidad. Por donde, asi como fué necesario que Dios tuviese Hijo, porque la soledad no es buena, asi convino también que el Hijo no estuviese fuera del Padre, porque la divisiôn y apartamiento es negocio peligroso y ocasionado, y porque en la verdad el Hijo, que es Dios, no podia quedar sino en el seno y, como si dijésemos, en las entrafias de Dios, porque la divinidad forzosamente es una y no se aparta ni divide. Y asi dice Cristo de si (lo. 10, 78) que El esta en su Padre y su Padre en El. Y San Juan dice del mismo (lo. 1,18) que esta siempre en el seno del Padre. Por manera que es Hijo engendrado, y esta en el seno del que lo engendra. En que, por ser Hijo engendrado, se concluye que no es la misma per­ sona del Padre que le engendré, sino otra y distinta persona; y por estar en el seno de El, se convence que no tiene diferente naturaleza de El, ni distinta. Y asi el Padre y el Hijo son distintas personas para compania y una en esencia de divinidad para descanso y con­ cordia. Lo tercero, aquesta generaciôn y nacimiento no se hace partidamente ni poco a poco ni es cosa que se hizo una vez v quedô hecha. sec. 5. autours varios, pray luis db leôn 65 y no se hace después, sino por cuanto es en si limitado todo lo que comienza y acaba, y lo que es Dios no tiene limite, desde toda la eternidad el Hijo ha nacido del Padre y eternamente estâ naciendo, y siempre nace todo y perfecto y tan grande como es grande su Padre... Lo otro, en esta generaciôn no se mezcla pasiôn alguna ni cosa que perturbe la serenidad del juiçio; antes se celebra toda con pureza y luz y sencillcz...» D) Generaciôn intelectual del Verbo a) Engendrado por ser idea «Antes, y sea lo quinto, el entendimiento de Dios, despejado y clarisimo, es el que la celebra, como los santos antiguos *o dicen expresamente y como las Sagradas Letras lo dan bien a extender. Porque Dios entiende, por cuanto todo El es mente y entendimien­ to; y se entiende a si mismo, porque en El solo se emplea su enten­ dimiento como debe. Y entendiéndose a si y siéndole natural, por ser suma bondad, el apetecer la comunicaciôn de sus bienes, ve todos sus bienes, que son infinitos, y ve y comprende segùn qué formas los puede comunicar, que son también infinitas, y de si y de todo esto que ve en si dice una palabra que lo declara, esto es, forma y dibuja en si mismo una imagen viva, en la cual pone a si y a todo lo que ve en si, asi como lo ve menuda y distintamente, y pasa en ella su misma naturaleza entendida y cotejada entre si misma y considerada en todas aquellas maneras que comunicarse puede, y, como si dijésemos, conferida y comparada con todo lo que de ella puede salir. Y esta imagen, producida en esta forma, es su Hijo. Porque como un grande pintor, si quisiese hacer una imagen suya que lo retratase, volveria los ojos a si mismo primero y pondria en su entendimiento a si mismo y, entendiéndose menudamente, se dibujaria alli primero que en la tabla, y mâs vivamente que en ella y este dibujo suyo, hecho, como decimos, en el entendimiento y por él, séria como un otro pintor, y si le pudiese dar vida séria un otro pintor de hecho, producido del primero, que tendria en si todo lo que el primero tiene, y lo mismo que el primero tiene, pero allegado y hecho vecino al arte y a la imagen de fuera; asi Dios, que necesariamente se entiende y que apetece el pintarse desde que se entiende, que es desde toda su eternidad, se pinta y se dibuja en si mismo, y después, cuando le place, se retrata de fuera. Aquella imagen es el Hijo; el retrato que después hace fuera de si son las criaturas, asi cada una de ellas, como todas allegadas y juntas. Las cuales, comparadas con la figura que produjo Dios en si y con la imagen del arte, son como sombras obscuras y como partes en ex­ tremo pequenas y como cosas muertas en comparaciôn de la vida...» o6 87 NAVIDAD. 25 DICIKMBRE b) Unico engendrado «Comparândolo con la tercera persona de la Trinidad, el Es­ piritu Santo, sola esta imagen es la que se llama Hijo con propiedad y verdad. Porque, aunque el Espiritu Santo sea Dios como el Padre y tenga en si la misma divinidad y esencia que El tiene, sin que en ninguna cosa de ella se diferencie ni desemeje de El, pero no la tiene como imagen y retrato del Padre, sino como inclinaciôn a El y como abrazo suyo; y asi, aunque sea semejante, no es semejanza segun su relaciôn particular y propia ni su manera de procéder tiene por bianco el hacer semejante, y por la misma razon no es engen­ drado ni es Hijo. Quiero decir que como yo me puedo entender a mi mismo y me puedo amar después de entendido, y como del entenderme a mi nace en mi una imagen de mi y del amarme se hace también en mi un peso que me lleva a mi mismo y una incli­ naciôn a mi que se abraza conmigo, asi Dios, desde su etemidad, se entiende y se ama y entendiéndose, como dijimos, y comprendiendo todo lo que su infinita fecundidad comprende, engendra en si una imagen viva de todo aquello que entiende; y de la misma manera. amândose a si mismo, y abrazando en si a todo cuanto en si entiende, produce en si una inclinaciôn a todo lo que ama asi, y produce, como dicho habemos, un abrazo de todo ello. Mas diferimos en esto; que en mi esta imagen y esta inclinaciôn son unos accidentes sin vida y sin substancia; mas en Dios, a quien no puede advenir por accidente ninguna cosa, y en quien todo lo que es, es divinidad y substancia, esta imagen es viva y es Dios, y esta inclinaciôn o abrazo, que decimos, es abrazo vivo y que esta sobre si. Aquella imagen es Hijo, porque es imagen; y esta inclinaciôn no es Hijo, porque no es imagen, sino Espiritu, porque es inclina­ ciôn puramente; y estas très personas, Padre, Hijo y Espiritu Santo, son Dios y un mismo Dios, porque hay en todas tres una naturaleza divina sola; en el Padre de suyo, en el Hijo recibida del Padre, en el Espiritu recibida del Padre y del Hijo. Por manera, que esta ùnica naturaleza divina en el Padre esta como fuente y original, y en el Hijo como en retrato de si misma. y en el Espiritu como en nclinaciôn hacia si...» 88 E) En El y por El Puesto que Dios al formar su Idea représenta en ella todos sus bienes y las formas con que los puede representar en las criaturas, siguese que entre la realidad que tienen estas en si mismas y la que tienen en el Verbo existe la misma diferencia que la que habria entre el autorretrato del pintor y la idea que este hubiera formado de si mismo, caso de haberle podido dar su propia vida. «Porque el ser que alli las cosas tienen es ser verdadero y macizo, porque es el mismo de Dios; mas el que tiene en si es trefe SEC. 5. AUTORKS VARIOS. FRAY LUIS DE LEÔN 57 y baladi y, como decimos, en comparaciôn de aquél es sombra de SCr' j°r, ,nde ,ella ™9ma dice de si (Eccli. 24,25): En mi estâ la manida de la vida y de la verdad; en mi toda la esperanza de la vida y de la virtud. En que, diciendo que estâ toda la vida en ella, manifiesta que tiene ella en si el ser de las cosas, y diciendo que estâ la verdad, dice la ventaja que el ser de las cosas que tiene, hace al que ellas mismas tienen en si mismas; que aquél es verdad y éste, en su comparaciôn, es engano... \ por la misma tazôn aquesta viva imagen es sabiduria puramente, porque es todo lo que sabe de si Dios, que es perfecto saber, v porque es el dechado y, como si dijésemos, el modelo de cuanto Dios hacer sabe ; y porque es la orden, y la proporciôn, y la medida, y la decencia, y la compostura, y la armonia, y el limite, y el propio ser y razôn de todo lo que Dios hace y puede. Por lo cual San Juan, en el principio de su Evangelio (1,1), le llama Logos por nombre, que, como sabéis, es palabra griega que significa todo aquesto que he dicho. Y, por consiguiente, aquesta imagen puso las manos en todo cuanto Dios crié, no solamente porque era ella el dechado a quien miraba el Padre cuando hizo las criaturas, sino porque era dechado vivo y obrador, y que ponia en ejecuciôn el oficio mismo que tiene. Que, aunque tornemos al ejemplo que he puesto otra y tercera vez, si la imagen que el pintor dibujô en si de si mismo tuviese ser que viviese, y si fuese substancia capaz de razôn, cuando el pintor se quisiese retratar en la tabla, claro es que no solamente menearia el pintor la mano mirando a su imagen, mas ella misma por si mis­ ma le regiria el pincel y se pasaria ella a si misma en la tabla. Pues asi San Pablo (Hebr. 1,2) dice de aquesta imagen divina que hizo el Padre por ella los siglos. Y ella, iqué dice? (Eccli. 24,5-6): Yosali de la boca del Alto, engendrada primero que criatura ninguna; yo hice que naciese en el cielo la luz, que nunca se apaga; y como niebla me extendi por toda la tierra... Todas las criaturas que hace Dios, cada una por si, en este Hijo las pariô, como si digamos, primero todas mejoradas y juntas, y asi él solo es el parto de Dios cabal y perfecto, y todo lo demâs que Dios hace naciô primero en este su Hijo..., y por eso nace en si mismo después, porque naciô eternamente primero en El. -y* f. ■■■ . ··. ■ II.·.- * 60 NAVIDAD. 25 DICIE.MBRH «-Serial del Salvador estar sujeto a todas nuestras miserias, aumentadas por la pobreza? Si. Y ése sera el argumento de nuestro sermôn. Tu naturaleza cayô por el pecado. El Senor la tomô para curarla. Estas sujeto a mil debilidades. El Senor las ha tornado para curarte. Las penalidades te asustan. El se ha hecho pobre para quitarte el miedo. B) a) Cristo Hombre El terror a Dios Para entender como nos ha levantado Dios, debemos entender cômo, al tomar nuestra naturaleza, nos ha devuelto la posibilidad de acercamos al que habiamos perdido por el pecado. Después de la maldicion pronunciada contra nosotros, el hom­ bre se sintiô sujeto al terror a Dios. El pueblo en el desierto no se atrevia a oir a Dios por miedo a morir (Ex. 22,19). Los padres de Sansôn dijeron: Moriremos de muerte, porque hemos uisto al Senor (lud. 13,22). Jacob, después de su vision, gritô asustado: Terriblees este lugary verdaderamente que aqui esta la casa de Dios (Gen. 28,17). Desgraciado de mi, lloraba Isaias, porque he visto al Senor de los ejercitos (Is. 6,5). omnia, los ha pasado todos, excepto el pecado. èPero que? ···*■· P .V ».♦·*··· . 66 ____ _______ ______ SÉCCION P7. NAVIDAD. 25 DICTEMBRE r Unidos a aquellos ângeles te decimos: Laudamus Te, benedici­ mus Te. Tû eres el Ser, nosotros el vacïo. Tû lo eres todo, nosotros nada. Adoramus Te, glorificamus Te. . . Te damos gracias, joh Padre!, por haber hecho yivir a tu riijo entre nosotros, brillando en su gloria Ueno de gracia y de verdad (lo. 1,14)· Te damos gracias, joh Hijol, por haber hecho resplandecer ante nuestros ojos la gloria de tu Padre y la impronta de su substancia en tu Persona (Hebr. 1,4). Te damos gracias, joh Espi­ ritu Santo!, por haberte derramado plenamente en Jesûs de Nazaret. Tû, que nos hablaste en los profetas y has hecho oir la yoz mesiànica que ha cumplido las Escrituras. Te damos gracias, Trini­ dad Beatisima, propter magnam gloriam tuam. A ti, Dios, te alabamos. Te Deum. A ti, Padre Eterno..., la Iglesia repartida por todo el orbe. Te aeternum Patrem... Te per orbem terrarum. Padre de inmensa majestad, con todas sus jerarquias de mârtires y de virgenes... Venerandum tuum Verum... Sanctum quoque, Paraclitum Spiritum. Gloria a ti, Cristo, Rex gloriae, plenitud de Dios a quien revelas. Gloria a ti, Iglesia, plenitud de Cristo, a quien ensenas. Cristo nos da a Dios. La Iglesia nos da a Cristo. Cristo sube a los cielos al seno del Padre, y la Iglesia, incorporada a Cristo por el Espiritu Santo, sube con El. jOh grandiosa Unidad! Dios, Cristo, plenitud de Dios. La Iglesia, complemento de Cristo. Cristo y su Iglesia, plenitud de Dios. «Aprended a conocer la caridad de Cristo para que os dejéis llenar de El y realizar con El la plenitud de Dios. Scire charitatem Christi..., ut impleamini in omnem plenitudinem Dei (Eph. 3,19). Ministros de Cristo, manos a la obra. No tenemos otra razon de ser en el mundo que la de glorihcar a Dios. Per Ipsum, cum Ipso et in Ipso. Sea nuestra resoluciôn prâctica la de permanecer unidos en el Espiritu Santo para la gloria de Dios. TEXTOS PONTIFICIOS (Et in terra pax hominibus bonae voluntatis » (Le. 2,14) A) Cinco condiciones para que la paz y el nuevo 98 orden tan deseado scan dignos y estables «Sôlo con estas disposiciones de ânimo se podrâ llegar a infundir a esa seductora expresiôn nuevo orden un contenido hermoso, digno, estable, apoyado en las normas de la moralidad; y se evitarâ el peligro de concebirlo y de plasmarlo como un mecanismo puramente externo, impuesto por la fuerza, sin sinceridad, sin pleno consentimiento, sin alegria, sin paz, sin dignidad, sin v^lor. Y entonces se podrâ dar a la humanidad una nueva esperanza que.la tranquilice, un ideal que responda a sus nobles aspiraciones;·· y desaparecerâ el poder oculto y abierto, opresor y ruinoso de la discordia crônica que pesa sobre el mundo. Pero las bases indispensables para un orden nuevo son a) La victoria sobre el odio La victoria sobre el odio que divide hoy a los pueblos; y, por lo tanto, renunciar a sistemas y a prâcticas que no hacen sino acrecentarlo. Existe, en verdad, al présente en algunos paises, una propaganda desenfrenada, y que no rehuye las manifiestas deformaciones de la verdad, mostrando, dia por dia, y hasta hora por hora, a la pùblica opinion, las naciones adver­ sarias bajo una luz falseada y ultrajante. Quien en verdad desee el bienestar del pueblo, quien ansie contribuir a preservar de incalculables danos las bases espirituales y morales de la futura colaboraciôn de los pueblos, deberâ considérer como un sagrado deber y una alta misiôn no dejar que se pierdan, en el pensamiento y en el sentimiento de los hombres, los idéales naturales de la veracidad, justicia, cortesia y cooperaciôn al bien, y ante todo, el sublime ideal sobrenatural dei amor fraterno traido por Cristo al mundo. b) La victoria sobre la desconfianza La victoria sobre la desconfianza, que grava con peso tan deprimente el derecho internacional, haciendo irrealizable toda verdadera inteligencia; vuelta, por tanto, al principio: «La incorruptible fidelidad, hermana de la justicia» (cf. Horat., Od. 1,24,6-7); a aquella fidelidad en la observancia de los pactos, sin la que no es posible una tranquila convivencia de los pue­ blos, y sobre todo una coexistencia de pueblos poderosos y de pueblos débiles. «El fundamento, pues—proclamaba la antigua sabidurfa romana—, de la justicia es la fidelidad, esto es, la permanencia y la realidad de lo dicho y de lo pactado» (cf. Cicero, De officiis 1,7,23). 100 68 101 c) NAVIDAD. 25 DICIEMBRE La victoria sobre el funesto principio de que la utilidad ES LA BASE DEL DERECHO La victona sobre el funesto principio de que la utilidad es la base y la regia del derecho y que la fuerza créa el derecho, principio que hace inconsistente toda relaciôn intemacional, con gran dano especialmente para los Estados que, ya por su tradicional fidelidad a los métodos pacificos, ya por su menor potencialidad bélica, no quieren y no pueden luchar con otros; vuelta, por lo tanto, a una seria y profunda moralidad en las normas de la relaciôn entre las naciones, cosa que no excluye evidentemente ni el rebuscar la utilidad honeste ni el usar, oportuna y legitimamente, la fuerza para tutelar los derechos pacificos atacados violentamente o para reparar sus lesiones. 102 La d) VICTORIA SOBRE LAS DIVERGENCES EN EL CAMPO DE LA ECONOMIA MUNDIAL La victoria sobre los gêrmenes de conflictos que consisten en las diterencias demasiado estridentes en el campo de la economia mundial ; por lo tanto, una acciôn progressa, equilibrada por correspondientes garantias, para llegar a una organizaciôn que de a todos los Estados los medios para asegurar un conveniente tenor de vida a sus propios conciudadanos, de cualquier clase que sean. e) 103 La victoria sobre el espiritu del frîo egoîsmo La victoria sobre el espiritu dei frio egoîsmo que, orgulloso por su fuerza, termina fâcilmente violando no menos el honor y la soberbia de los Estados que la juste, sana y disciplinada libertad de los ciudadanos. Y en su lugar ha de introducirse una sincera solidaridad juridica y econômica, ur.a fraternal colaboraciôn, segùn los preceptos de la ley divina entre los pueblos, una vez que estén asegurados en su autonomia e independencia* (cf. Pio XII, Mensaje de Navidad 1940, 24: Col. Enc., p.401-403). 104 B) Cinco puntos fundamentales para la pacificaciôn de la sociedad humana «Acciôn y no lamentos, tel es la consigna de la hora presente; no lamen­ tar lo que es o lo que fué, sino reconstruir lo que surgira y debe surgir para bien de la sociedad. A los mejores y mâs selectos miembros de la cristiandad, animados por un entusiasmo de cruzados, toca reunirse en el· espiritu de verdad, de justicia y de amor al grito de jDios lo quiere!, dispuestos a servir y a sacrificarse como los antiguos cruzados. Fin esencial de esta cruzada necesaria y santa es que la estrella de la paz, la estrella de Belén, brille de nuevo sobre toda la humanidad con su fulgor rutilante, con su consuelo pacificador, cual premisa y presagio de un mejor porvenir, mâs feliz y mâs fecundo. El camino desde la noche hasta el luminoso manana serâ, en verdad, largo; pero son decisivos los primeros pasos en el sendero, sobre cuyas pri­ meras cinco picdras miliarias se hallan esculpidas, con broncîneo cincel las siguientes mâximas: SEC. a) Dignidad y 6. TEXTOS PONTIFICIOS 69 derechos de la PERSONA HUMANA 105 Quien desee que aparezca la estrella de la paz y sc detenga sobre la socie­ dad, contribuya por su parte a devolver a la persona humana la dignidad que Dios le concediô desde el principio; opôngase a la excesiva aglomeraciôn de los hombres, casi a mancra de masas sin aima ; a su inconsistencia econômica, social, politica, intelectual y moral; a su falta de sôlidos principios y de pro­ fundas convicciones, a su exuberancia de excitaciones instintivas y sensibles y a su volubilidad. Favorezca por todos los medios 'licitos, en todos los campos de la vida, aquellas formas sociales que posibiliten y garanticen una plena responsabilidad personal, asi en el orden terrenal como en el etemo. Apoye el respeto y la prâctica realizaciôn de los siguientes derechos funda­ mentales de la persona : el derecho a mantener y desarrollar la vida corporal, intelectual y moral, y particularmente el derecho a una formaciôn y educaciôn religiosa; el derecho ah culto de Dios, privado y pûblico, incluida la acciôn caritâtiva religiosa; el derecho, en principio, al matrimonio y a la consecuciôn de su propio fin; el derecho a la sociedad conyugal y doméstica; el derecho a trabajar, como medio indispensable para la manutenciôn de la vida familiar; el derecho a la libre elecciôn de estado, y, por consiguiente, aun del estado sacerdotal y religioso; el derecho a un uso de los bienes materiales, con plena conciencia de sus deberes y de las limitaciones sociales. b) Defensa de la unidad social y especialmente de la familia Quien desea que la estrella de la paz nazca y se detenga sobre la sociedad, rechace toda forma de materialism© que no ve en el pueblo sino una grey de individuos que, divididos y sin interna consistencia, son considerados como un objeto de dominio y de sumisiôn. Procure concebir la sociedad como una unidad interna, crecida y sazonada bajo el gobierno de la Providenda ; unidad que, en el espacio a ella asignado y segûn sus particulares condiciones, tiende, por la colaboraciôn de las diferentes clases y profésiones, a los eternos y siempre nuevos fines de la ciVilizaciôn y de la religion. Defienda la indisolubilidad dei matrimonio: de a la familia, célula insustituible del pueblo, espacio, luz, tranquilidad, para que pueda cumplir la misiôn de perpetuar la nueva vida y educar a los hijos en un espiritu confor­ me a sus propias y verdaderas convicciones religiosas; segûn sus fuerzas, conserve, fbrtifique y reconstituya su peculiar unidad econômica, espiritual, moral y juridica; vigile el que también los criados participen de las ventajas materiales y espirituales de la familia; cuidese de procurar a cada familia un hogar en donde la vida domestica, sana material y moralmente, llegue a desarrollarse con toda su fuerza y valor; procure que los sitios de trabajo y los domicilios no estén tan separados que hagan del jefe de familia y del educador de los hijos casi un extrano en su propia casa; procure, sobre todo, que entre las escuelas pûblicas y la familia renazca aquel vinculo de confianza y de mutua colaboraciôn que en otro tiempo produjo frutos tan benéficos, y que hoy ha sido sustituido por la desconfianza alli donde la escuela, bajo el influjo o el dominio del espiritu materialista, envenena y destruye todo cuanto los padres habian sembrado en las aimas de los hijos. * c) DïGNIDAD Y PRERROGATIVAS DEL TRABAJO Quien desee que la estrella de la paz nazca y se detenga sobre la sociedad, dé al trabajo el lugar que Dios le senalô desde el principio. Como medio indispensable para el dominio del mundo, querido por Dios para su gloria, todo trabajo posée una dignidad inalienable y al mismo tiempo un estrecho lazo con el perfeccionamiento de la persona; noble dignidad y prerrogativa del trabajo, en ningùn modo envilecidas por el peso y la fatiga que se han de soportar como efecto del pecado original, mediante la obediencia y sumisiôn a la voluntad de Dios. El que conoce las grandes enciclicas de nuestros predecesores y nuestros anteriores mensajes, no ignora que la Iglesia no duda en sacar las consecuencias prâcticas que se derivan de la nobleza moral del trabajo y en apoyarlas con toda la fuerza de su autoridad. Estas exigencias comprenden, ademâs de un salario justo, suficiente para las necesidades del obrero y de la familia, la conservaciôn y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una segura, aunque modesta, propiedad privada a todas las clases del pueblo, que favorezea una formaciôn superior para los hijos de las clases obreras especialmente dotados de inteligencia y buena voluntad, y promueva en las aldeas, en los pueblos, en la provincia y en la naciôn la vigilancia y la realizaciôn prâctica del espiritu social que, al suavizar las diferencias de intereses y de clases, quita a los obreros el sentimiento del aislamiento a cambio de la consoladora experiencia de una solidaridad genuinamente hufnana y cristianamente fratema. El progreso y el grado de las reformas sociales, que ya no sufren mâs demora, depende de la potencia econômica de cada naciôn. Sôlo mediante un mutuo cambio de fuerzas, inteligente y generoso, entre los poderosos y los pobres, serâ posible llevar a cabo una pacificaciôn tan universal que no queden focos de incendio y de infecciôn, que podrian originar nuevas catâstrofes. Indicios evidentes mueven a pensar que, en medio del torbellino de todos los prejuicios y sentimientos de odio, inevitable pero triste parto de esta aguda psicosis bélica, no sôlo no se ha apagado en los pueblos la conciencia de su intima reciproca dependencia en el bien y en el mal, sino que se ha hecho mâs viva y atractiva. ; Acaso no es verdad que profundos pensadores ven cada vez con mayor claridad que sôlo en la renuncia al egoismo y al aislamiento nacional estâ el camino de la salvaciôn general, hallândose dispuestos a solicitar de sus pueblos una parte gravosa de sacrificios, necesarios para la pacificaciôn de otros pueblos? jOjalâ que este nuestro mensaje navideno, dirigido a todos los dotados de buena voluntad y generoso corazôn, anime y aumente los escuadrones de la cruzada social en todas las naciones! jY quiera Dios concéder a su pacifica bandera la victoria, de la que es merecedora su noble empresal* 108 d) Reintegraciôn del ordenamiento juridico »Quien desea que la estrella de la paz nazca y se detenga sobre la vida social, coopéré a una profunda renovaciôn del orden juridico. El sentimiento juridico de nuestros dias ha sido frecuentemente defer mado y perturbado por la promulgaciôn y por la realizaciôn de un positivismo y de un utilitarisme sumisos y vinculados al servicio de determinados grupos, clases y movimientos, cuyos programas senalan y determinan el camino a la legislaciôn y a la prâctica judicial. SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 71 El saneamiento de esta situaciôn resulta posible de obtenerse cuando se despierte la conciencia de un orden juridico fundada en el supremo do­ minio de Dios y defendida de todo capricho humano; conciencia de un orden que cxtiende su mano protectora y vindicativa aun sobre los inviolables derechos del hombre y los proteja contra los ataques de todo poder humano. Del orden juridico querido por Dios nace el inalienable derecho del hom­ bre a la seguridad juridica, y por ello a una esfera concreta de derecho, protegida contra todo ataque arbitrario. Las relaciones entre hombre y hombre, del individuo con la sociedad, con la autoridad y con los deberes sociales, y la relaciôn de la sociedad y de la autoridad con cada uno de los individuos, han de cimentarse sobre un claro fundamento juridico y estar protegidas, si no hay necesidad, por la autoridad judicial. Esto supone: 1. Un tribunal y un juez que reciban sus normas de un derecho clara mente formulado y circunscrito. 2. Normas juridicas claras, que no se puedan tergiversar con abusivas apelaciones a un supuesto sentimiento popular y con meras razones de utilidad. 3. El reconocimiento dei principio segùn el cual también el Estado, sus funcionarios y las organizaciones de él dependientes estân obligados a reparar y revocar las medidas que ofendan a la libertad, a la propiedad, al honor, al mejoramiento y a la vida de los individuos. e) Concepcion del Estado segun el espîritu cristiano iqq Quien desea que la estrella de la paz nazea y se detenga sobre la sociedad humana, coopéré a formar una teorfa y prâctica estatales fundadas en una disciplina razonable, una noble humanidad y un consciente espîritu cristiano. Ayude a conducir de nuevo al Estado y su poder al servicio de la sociedad, al pleno respeto de la persona humana y de su actividad para la consecuciôn de sus fines eternos. Esfuércese y trabaje por disipar los errores que tienden a desviar el Estado y su poder, separândolos del sendero moral y desatândolos del vinculo eminentemente moral que los une a la vida individual y social, y a hacerles rechazar o ignorar en la prâctica la esencial dependenda que los subordina a la voluntad del Creador. Promueva el reconocimiento y la difusiôn de la verdad que ensena, aun en la esferà terrenal, cômo el sentido profundo y la ùltima legitimidad moral y universal del reinar es servir» (cf. Pio XII, Mensaje de Navidad 1942: Col. Enc., p.429-434). C) La paz interna de los pueblos a) Su OBJETO PRINCIPAL •Si dirigimos nuestra mirada hacia lo futuro, la paz interna de cada pue­ blo se présenta como el primero y mâs urgente problema. Por desgracia, la lucha por la vida, la preocupaciôn por el trabajo y por el pan dividen en campos adversos a hombres que habitan una misma tierra y son hijos de una misma patria. Unos y otros mantienen la exigencia, en si légitima, de ser considerados y tratados no como objetos, sino como sujetos de la vida social, sobre todo en el estado y en la economia nacional. HD 72 NAVIDAD. 25 DICIEMBRE Por eso muchas veces, y con una insistencia cada vez mayor, Nos hemos senalado la lucha contra cl paro forzoso y el esfuerzo hacia una bien entendida scguridad social como una condiciôn indispensable para unir a todos los miembros de un pueblo, altos y bajos, en un solo cuerpo. Ahora bien, ^osarian, tai vez, lisonjearse de servir a la causa de la paz interna aquellas organizaciones que. para tutelar los intereses de sus miem­ bros, no recurriesen a las armas del derecho y del bien comün, antes se apoyasen en la fuerza del nûmero organizado y ep la debilidad de los demâs, que no estân igualmente organizados o que tienden siempre a subordinar el uso de la fuerza a las réglas del derecho y del bien comün ? b) Hl Bases indispensables para lograrla La paz interna, pues, no pueden esperarla los pueblos sino de hombres —gobemantes o gobemados, jefes o meros partidarios—que, al defender sus particulares intereses y sus propias opiniones, no se obstinan, ni se empequenecen en sus puntos de vista; antes bien, saben ensanchar sus hori­ zontes y elevar sus miras al bien de todos. Si en no pocos paises preocupa una deplorable falta de participaciôn de las jôvenes generaciones en la vida püblica, ;no es, quizâ, una de las causas, el que pocas o raras veces se les ha ofrecido el luminoso y atractivo ejemplo de hombres como los que ahora hemos deserito? Bajo la superficie de indudables dificultades politicas y econômicas se esconde, pues, una mâs grave miseria espiritual y moral: el gran nûmero de espiritus estrechos y de corazones mezquinos, de egoistas y de arribistas, que corren tras del que esta mâs en auge; que se dejan mover—por ilusiôn o por pusilanimidad—por el espcctâculo de las grandes masas, por los cla­ mores de las opiniones, «por la embriaguez de la excitaciôn. Ellos solos no darian un paso, cual es el deber de cristianos de fe viva, para avanzar firmes, guiados por el espiritu de Dios, a la luz de los principios etemos con imper­ turbable confianza en su divina Providencia. Esta es la verdadera, la intima miseria de los pueblos. Como la hormiga blanca corroe las casas, de igual manera esa miseria social consume interiormente a los pueblos, y, antes de que aparezea al exterior, os hace incapaces de cumplir su misiôn. Asi, las bases del régimen industrial capitalista han sufrido cambios esenciales, acelerados por la gue­ rre, pero preparados ya de antiguo. Pueblos esclavizados hace siglos se abren el camino hacia la independencia; otros, privilegiados hasta ahora, se esfuerzan con métodos antiguos y nuevos, por conservar su posiciôn. La aspiraciôn, cada vez mâs profunda y mâs extendida, hacia la seguridad social no es sino cl reflejo de una humanidad en la cual muchas cosas, que en cada pueblo eran o parecian tradicionalmente sôlidas, se han vuelto caedizas e inciertas. 112 c) Necesidad de la solidaridad ENTRE LOS INDIVIDUOS < Por que, pues, esa comunidad de incertidumbres y de peligros creada por las circunstancias no engendra también en cada pueblo una solidaridad entre los individuos? Bajo este aspecto, ;no son acaso las inquietudes del patrono las mismas de sus obreros? ; Acaso la producciôn industrial no esta ligada como nunca en todos los pueblos con la producciôn agricola, dado el influjo reciproco de su destino? Y vosotros, los que permanecéis insensibles ante las angustias del prôfugo, errante y sin hogar, ;no deberiais sentiros solidarios con él, cuya triste suerte de hoy puede ser la vuestra de maùana? SEC. 6. TEXTOS PONTIFICIOS 73 « i Por qué esa solidaridad de cuantos se sicnten intranquilos y en peligro no ha de ser para todos el camino seguro, de donde pueda venir la salvaciôn social? 1 118 C) El pesebre Con toda probabilidad el pesebre de la cueva de Belén era de madera, môvil y viejo, y estaba suspendido en el muro del establo o colocado en el mismo suelo para que mâs fâcilmente paciesen los animales (cf. Prat., Jésus Christ, sa vie, sa doctrine, son oeuvre [Paris, Beauchesne] t.i p.85). Asi parece demostrarlo la configuraciôn del altar actual de la Adoraciôn de los Pastores en la cripta de Belén. En efecto, cuatro pasos hacia el sudoeste de donde se venera el lugar del nacimiento del Senor hay que descen­ der por una breve escalinata de très pcldanos al oratorio llamado del Pese­ bre, cuya entrada por el lado norte esta sostenida por tres columnas de mârmol verdoso. A través de las coberturas de tela se advierten las rocosas paredes. Aqui fuc donde la Virgen colocô sobre el pesebre a Jesûs recién nacido y aqui fué adorado por los pastores, como lo conmemora un cuadro de mediocre valor artistico, colocado entre las lâmparas. Una excavaciôn en la roca, recubierta de mârmol, représenta el pesebre (cf. Meistermann. Guida di Terra Santa [Firenze 1925] p.345). Una tradiciôn antigua afirma que al querer levantar Sixto III con la reconstrucciôn de la basilica Liberiana un monumento al concilio de Efeso en honor de la maternidad divina de Maria, surgiô espontânea la idea de SEC. 7. misceUnea histôrica y literaria 77 un oratorio que reprodujera la gruta de Belén, objeto de especial veneraciôn entonces por el nûmero y calidad de peregrinos romanos que, movidos por el ejemplo de San Jerônimo y Santa Paula, pasaban a Tierra Santa. Asi se construyô, al parecer en el segundo tercio dei siglo V, la capilla llamada vulgarmente del Praesepium. Como reproducciôn cuidadosa de la gruta del nacimiento, estaba practicada bajo tierra y con su arco rebajado, propio de una cueva, dando acceso a la concavidad abovedada de su gruta, en la que un altar conmemoraba el parto virginal de Maria, mientras el nicho o camarin del fondo representaba en un segundo piano la cuna dei divino Nino. En el siglo XVI el oratorio se hallaba quince metros y medio distante del lugar que hoy ocupa bajo el altar del Sacramento, y fué Domingo Fontana quien lo transporto en bloque a la cripta de la nueva capilla por él construida con el nombre de Sixtina, de su predecesor Sixto V (cf. Hartmann Grisar, Archeologia del * Praesepio* in Roma: Civiltà Cattolica, LIX [1908], iv, 703-719)· En el siglo XVI seguia aûn enriquecido este oratorio con una reliquia venerada: la de los restos del pesebre de Belén. Aunque una tradiciôn supone que la reliquia se trasladô a Roma desde Oriente, juntamente con el cuerpo de San Jerônimo, entre los anos 640 y 650, siendo pontifice Teodoro I, Grisar atribuye la tradiciôn al siglo XI y afirma que no se puede aducir en su favor razôn histôrica alguna. Sin embargo, la reliquia continuo en el oratorio de Santa Maria la Mayor hasta el pontificado de Pio IX, en que se la trasladô a la confessio o cripta del altar mayor, donde en una rica urna de cristal y plata, donaciôn real espanola, se venera hasta nuestros dias (cf. Grisar, Analecta Romana I [Roma 1899] p-589-593). iCUANDO NACIO JESUCRISTO? 119 Naciô antes de la muerte de Herodes el Grande, es decir, antes del tiempo comprendido entre fines de marzo y primeros de abril del ano 750 de Roma y 4/ antes de Cristo puesto que existe la seguridad de que Herodes muriô en aquella época. Los exegetas apuran aùn mâs los datos cronolôgicos, sobre todo el que aporta el evangelio de San Mateo (2,16); a saber: la edad de dos anos de los Santos Inocentes. cuando llegaron los Magos y el traslado del viejo monarca a Jericô, cuatro meses antes de su muerte. Descuentan asi a la fecha de la muerte de Herodes dos anos del plazo de los Inocentes, mâs los cuarenta dïas que median entre el nacimiento y la llegada de los Magos y la marcha de Herodes a Jericô, y concluye que Jesûs naciô mâs o menos a fines del ano 748 de Roma ; esto es, el 6 antes de la era cristiana (cf. Ricciotti, Vida de Jesucristo [ed. Miracle, Barcelona 1944] p. 176*77)· B) El mes •San Clemente Alejandrino (l.i In Stromatum, ad finem) refiere que algunos herejes afirmaron que Cristo naciô el 20 ό 21 de abril ; otros, que el 25 de mayo. San Epifanio (Haeresis. 51) dice que naciô el 6 de enero; 120 SEC. 78 C) El dîa de la semana Algunos dicen que naciô en viemes. Pero es mâs probable que naciera en domingo. Esto lo confirma el Sînodo VI en el capitulo 8. Lo mismo dice .Nicéforo en el lîbro 1 de su Historia (c.12). Del mismo parecer es Sofronio (Orat. de natali Christi) y San Antqnino (p. 1 .* Historiali tract., 5,1,2), y le siguen Guillermo Durando (I.5 Rationalis, c.13) y Dadreo (1. De emenda­ tione temporum). «Y cierto, si Cristo fué concebido un viemes, necesariamente se sigue que naciera un domingo. Pues a cualquiera que compute rectamente, se le harâ claro que si el 25 de marzo cae en. viemes, es necesario que el 25 de diciembre siguiente sea domingo». San Agustin y San Atanasio dicen que encarnô y marié el mismo dîa. Este ùltimo autor anade que fué concebido el mismo dîa en que Adân fué creado. «Y consta que fué creado en viemes, como lo nota Gaudencio (Tract. 1 in Ex.), porque fué creado el sexto dîa, que precedia al sâbado» (cf. Suârez, ibid., p.374). » 122 MISCELANEA HISTORICA Y LITERARIA NAVIDAD. 25 DICIEMBRE opiniôn que, callando el nombre de su autor, cita y rechaza San Jerônimo (In Ez., c.i), diciendo que ese dîa se manifestô Cristo, pero que no naciô en él, aunque êl habia no del dîa 6, sino del dîa 5 de enero... Casiano refiere en sus Colaciones (c. 1) que los egipcios acostumbraban celebrar ese dîa el nacimiento del Sefior; asi se encuentra también en el prefacio de la carta de Teôfilo Alejandrino y en San Isidoro (l.i Eccles, offic.) y lo insinua Origenes (Hom. in divers.). Pero la verdadera opiniôn es que Cristo naciô el dîa 25 de diciembre, como se prueba lo bastante por la tradiciôn eclesiâstica y por la celebraciôn de la fiesta, la cual consta por San Clemente (I.5 Const, apostolic., c.12) y por Orosio (I.7 c.2), que desde los tiempos de los apôstoles se guardaba tal dîa. La misma es la opiniôn de los antiguos Padres: de Evodio en la Historia eclesiâstica de Nicéforo (1.2 Historiae, c.3), de San Juan Crisôstomo (Horn. 1 in Le.), de San Agustin (I.4 De Trinitate, c.5), de San Anastasio, obispo Niccno» (cf. Suârez, Misterios de la vida de Cristo: BAC, t-2 p.373)· 121 7. D) La hora Segùn San Anastasio Niceno, a la hora séptima dei dîa. San Anastasio Sinaita (I.7 Hexameron) dice que naciô al atardecer. Hesiquio habia de la hora tercia dei dfa. Pero se ha de decir que naciô después de las doce de la noche, como se colige del Evangelio, ya que los pastores velaban a esa hora con vigilias de la noche sobre su grey (Le. 2,7). «De aquî naciô la tradiciôn eclesiâstica de celebrar aquella sagrada noche y de ofrecer en ella el santo sacrificio, por decreto del papa San Telesforo (cf. Epist. Decret., c.2). Lo cual lo notô también San Dârnaso Papa (Vita Telesph.J» (cf. Suarez, ibid., P-375). ΠΙ. LEYENDAS DE NAVIDAD A) Camino de Belén «Y aparejando su asna, hizo acomodarse a Maria sobre ella; y mientras un hijo suyo iba delante llevando la bestia del ronzal, José les acompanaba. Cuando estuvieron a très millas de distancia (de Belén), José volviô su rostro hacia Maria y la encontrô triste; y se dijo a si mismo: «Es que el embarazo debe causarie molestias». Pero al volverse otra vez, la encontrô sonriente; y le dijo: «Maria, êqué es lo que te sucede, que unas veces veo sonriente tu rostro y otras triste?» Y ella repûso: «Es que se presentan dos pue­ blos ante mis ojos : uno que Hora y se aflige, y otro que se alegra y regocija». Y al llegar a la mitad dei camino dijo Maria a José : «Bâjame, porque el fruto de mis entranas pugna por venir a luz». Y la ayudô a apearse del asna» (cf. Protoevangelio apôcrifo de Santiago, XVII, 2-3, en Aurelio Santos, Los evangelios apôcrifos [BAG, Madrid 1956] p.174-175). » B) Luz en el establo «Y en diciendo esto, mandô el ângel parar la caballerîa, porque el tiempo de dar a luz se habia echado ya encima. Después mandô a Maria que bajara de la cabalgadura y se metiera en una cueva subterranea, donde siempre reinô la obscuridad, sin que nunca entrara un rayo de luz, porque el sol no ·Τ·Τ· podia penetrar hasta alli. Mas en el momento mismo en que entré Maria, el recinto se inundô de resplandores y quedô todo refulgente como si el sol estuviera alli dentro. Aquella luz divina dejô la cueva como si fuera al mediodia. Y mientras estuvo alli Maria, el resplandor no faltô ni de dîa ni de noche» (cf. Evangelio apôcrifo del Ps.-Mateo, XIII, 2, en ibid.,p.2 21). C) El alumbramiento «Cuando Uegô, pues, la hora, saliô al descubierto la virtud de Dios. Y la doncella, que estaba mirando fijamente al cielo, quedô convertida (como) en una vina, pues ya se iba adelantando el colmo de los bienes. Y en cuanto saliô la luz, la doncella adorô a Aquel a quien reconociô haber ella misma alumbrado. El nino lanzaba de si resplandores, lo mismo que el sol. Estaba limpîsimo y era gratîsimo a la vista, pues solo El apareciô como paz que apacigua todo (el universo). En la misma hora de nacer se oyô la voz de muchos espîritus invisibles que decîan a una vez: «Amén». Y aquella luz se multiplied y obscureciô con su resplandor el fulgor del sol, mientras que esta cueva se viô inundada de una intensa claridad y de un aroma suavisimo. Esta luz naciô de la misma manera que el rocio desciende del cielo a la tierra» (cf. el apôcrifo Liber de infantia Salvatoris, 73, en ibid., p.283-284). 125 80 12G NAVIDAD. 25 DICIEMBRE D) La parlera de Jerusalén •A todo esto se habia puesto ya el sol, cuando la anciana llegô a la gruta en compafiia de José. Ambos penetraron dentro. Y he aqui que estaba iluminado el recinto con una luz mâs hermosa que el resplandor de lâmparas y antorchas, y mâs refulgente que la luz del sol. Un nino en panales y reclinado en un pesebre estaba mamando la leche de su madré, Maria. Admirados los dos de esta luz, pregunta la anciana a Maria: «j Eres tû por ventura la madré del recién nacido?» Al responder Maria atirmativamente, le dice: «Pues tu no eres como las demâs hijas de Eva». A lo que Ma­ ria replica: «Lo mismo que mi hijo no tiene igual entre los ninos, de igual manera su madré no tiene semejante entre las mujeres». Dice entonces la anciana: «Aqui he venido, senora mia, en busca de alguna recompensa, pues hace ya mucho tiempo que me encuentro aquejada de parâlisis*. Dicele, pues, Maria: «Pon tus manos sobre el nino». Y, nada mâs hacer esto, quedô curada la mujer. Entonces marchô diciendo: «De ahora en adelante seré la esclava y criada de este nino durante todos los dias de mi vida» (cf. el apôcrifo Evan­ gelio drahe de la infanda, III, 1-2, en ibid., ρ.328-329). E) Eva y Maria t ·. · «Y dicho esto, viô nuestra primera madré Eva que se elcvaba al cielo una nubecilla partiendo de la cueva. Y por otro lado aparecia una luz centelleante que habia venido a posarse ante el pesebre del establo. Y el nino se aplicô a los pechos de su madré para mamar, después de lo cual volviô a su sitio y se sentô. A vista de esto, José y nuestra primera madré Eva dieron, reconocidos, gloria a Dios y quedaron estupefactos de admiraciôn ante los prodigios que acababan de tener lugar. Y decian: «En verdad que i quien ha oido jamâs a nadie cosa semejante o ha visto con sus propios ojos prodigio parecido a. este que acaba de realizarse?» Y nuestra primera madré entrô en la cueva, tomô al nino en sus brazos y se puso a acariciarle y a abrazarle con ternura, bendiciendo a Dios, porque el nifto era extremadamente hermoso y tenia un semblante fascinador y resplandeciente, mientras que sus rasgos eran müy expresivos. Después lo envolviô entre panales, lo depositô en el pesebre de los bueyes y saliô de la cueva. Y de pronto viô a una mujer llamada Satomé, que venia de la ciudad de Jerusalén. Eva, nuestra primera madré, se te adelantô y le dijo: «Te doy una buena y feliz noticia: una tierna doncella acaba de traer un hijo al mun­ do sin habcr conocido varôn en absoluto* (cf. el apôcrifo Evangelio armenio de la infanda, IX, 2-3, en ibid., p.381-382). IV. EL ERMITARO DE BELEN El ermitafio de Belén es San Jerônimo, quien desde el ano 385, es decir, a los cuarenta y tres anos de su vida, decidiô vivir permanentemente en aque11a ciudad sin separarse de la gruta donde naciô el Redentor. Alli fundô un monasterio, donde se consagrô a la vida ascética, a la direcciôn de aimas y a la composiciôn de la mayor parte de sus obras. SEC. 7. MlSCKlANEA HISTORICA Y I.ITF.RARIA 81 Sc ha conservado desde el siglo IV una cavidad rocosa, reducida a forma regular por los muros, que en el siglo XII se comunicaba con el claustro latino dei monasterio, y que era la celda donde el santo Doctor redactô la famosa Vulgata o traducciôn latina de la Sagrada Escritura. En este retiro escribiô también el ilustre Padre de la Iglesia aquellas controversias y refutaciones vehementes contra todos los errores de su tiempo. /Xlli combatiô hasta los ochcnta y ocho anos de edad contra Joviniano, Vigilancio, Pelagio y los ongenistas. Y como si tantos trabajos no fueran suficientes, el intré­ pide escritor aceptô el ano 395 la administraciôn de la parroquia de Belén, a instancias del obispo jerosolimitano Juan. Alli, al fin, acabô sus dias el ano 420 y alli fué sepultado. Todavia se muestra en la cripta de Belén el lugar de su tumba, que él en vida mandô excavar al lado de las de sus dis­ cipulas Santa Paula y Santa Eustoquio. Esta tumba esta hoy vacia, pues los restos de San Jerônimo fueron trasladados a Roma, a Santa Maria la Mayor, y reposan en la capilia del Santisimo Sacramento (cf. Meistermann, o.c., P-348-349)· V. EL ORIGEN DE LA “MISA DEL GALLO” •Es probable que Sixto III haya introducido la costumbre de celebrar en la fiesta natalicia un oficio nocturno (maitines y laudes) de carâcter mariano, diverso, naturalmente, de aquel que mientras tanto se cantaba en San Pedro, precedido hacia media noche de la celebraciôn de una misa en el oratorio del ·ρΓ3ε5ερε», durante la cual, segùn San Leon Magno, el texto evangélico referia la Anunciaciôn a Maria. Es también sumamente probable que esta conmemoraciôn nocturna de la Navidad haya sido inspirada al Papa Sixto III por una costumbre anâloga en vigor en la iglesia de Jerusalén hasta el siglo IV. En efecto, la Peregrinatio recuerda una estaciôn nocturna en Belén que se hacia solemnemente por el obispo y el pueblo en la noche del 6 de enero, entonces fiesta de Navidad. No sabemos si se celebraba la misa, pero es muy probable; algunos decenios después el bidgrafo de Santa Melania lo atestiguaba expresamente... Nada de extrano, por tanto, si a principios dei siglo V, con las relaciones tan frecuentes que existian entre Roma y Palestine, se haya querido reproducir en la basilica liberiana, a una con la gruta de la Natividad, la funciôn nocturna que se celebraba en Belén. Puede ser también que como se habia formado el Adviento sobre el tipo de la Cuaresma, asi se quisiera modelar una gran vigilia en Navidad sobre la gran noche de Pascua. El Papa celebraba esta primera misa hacia la medianoche, mox ut gallus cantaverit, y no en el altar de la basilica, sino en un pequeno oratorio del pesebre, ad praesepium, dice el XI Ordo, que entonces debia encontrarse inmediatamente detrâs del altar mayor. Terminada la misa, en la cual él solo comulgaba, présidia el solemne oficio de la noche; pero mâs tarde, después dei siglo XII, el oficio de la vigilia fué anticipado a la misa y el papa no asistia mâs que a los laudes» (cf. Mario Righetti, Historia de la Liturgia: BAC [Madrid 1955] t.i p.693-694). 129 82 NAVIDAD. 25 DICIEMBRE VI. 130 LA PRIMERA REPRESENTACION PLASTICA DE LA NAVIDAD «Si se buscan las muestras mâs antiguas de cômo se figurô el nacimiento, veremos que Emil Mâle describe el sarcôfago dei Museo de Letrân, de la primera mitad dei siglo IV: la Virgen esta sentada en el portai; Jesûs, en la cuna, que es de mimbres, con el buey y el asno ; obediente la composiciôn a la llamada «formula griega», mientras se adapta a «la siriaca» la ampolla del tesoro de Monza: el Nino en el pesebre, entre los dos animales; la Virgen, acostada, y San José, sentado, cabizbajo... No fué temprana la representaciôn pintada o esculpida del Nacimiento en las mismas catacumbas romanas; el ûnico ejemplar, que es el de las de San Sebastian, se fecha en el siglo IV ; dentro del cual, y algo antes, data el sepulcro de Letrân (343). Por la lentitud en la difusiôn del tema no sorprende encontrarlo en los sarcôfagos ni en los poco numerosos relieves prerromânicos. La mâs antigua representaciôn espanola parece ser la miniada en el antifonario de la catedral de Leôn, escrito en 1062, de letra mozârabe. La Virgen, con muy voluminosos vestido y tocado, estâ sentada a la cabecera del pesebre, o mejor, cuna, pues faltan las bestias; a los pies, estâ, erguida, al lado de una silla de tijera, la matrona» (cf. Javier SAnchez Canttôn, Los grandes temas del arte Cristiano en Espana, t.i: Nacimiento e infancia de Cristo [BAC, Madrid 1948] p. 19-20). VH. EL PESEBRE QUE PREPARO SAN FRANCISCO Es digno de piadosa memoria lo que San Francisco de Asis llevô a cabo el dia de Navidad en un pueblo llamado Grecio. Moraba alli un digno sefior llamado Juan. Quince dias antes de Navidad llamôlo Francisco y le dijo que queria préparer un nacimiento, a lo que el buen hombre accediô y preparô todo lo que le propuso el Santo. «Llegô por fin el dia de la alegria y la bore de la satisfacciôn apetecida. Fueron convidados religiosos de varias partes, los hombres y mujeres del lugar, segùn su posibilidad, y con intimo gozo, con luces y hachas, se dispusieron a iluminar aquella noche, que con inmensa claridad, cual astro refulgente, irradia sobre los dias y los aôos. Llegô en ùltimo lugar el siervo de Dios, y hallândolo todo a punto segûn lo deseara, alegrôse en extremo. Dispônese luego el pesebre, acomôdase la paja y se tree el buey y el asno. Hônrase alli la sencillez, se elogia la pobreza, se celebra la humildad, y Grecio se convierte en otra ciudad de Belén. Queda la noche iluminada como claro dia y da placer a los hombres y a los animales. Llegan los pueblos y animan con nuevo entusiasmo y fervor aquel admirable misterio. Resuenan en el valle las voces, y los ecos responden con estremecimiento. Cantan los religiosos entonando las divinas alabanzas y transcurre la noche en santa alegria. Contempla, extâtico, el siervo de Dios el pesebre, suspira tiernamente y se le adivina rebosando temura y nadando en mar de celestiales goces. Celêbrase el santo sacrificio de la misa junto al pesebre, y el sacerdote disfruta de inusitado consuelo. Viste Francisco los ornamentos sagrados propios dei grado de diâcono, a cuyo orden estaba elevado, y con voz conmovida entona el santo Evangelio. Aquella voz es insinuante y dulce, clara y sonora, convidando a todos a SEC. 7. MISCELÂNEA HISTORICA Y LITER ARIA 83 los premios eternos. Predica después al pueblo que le rodea, y de sus labios brotan dulcisimas palabras sobre cl nacimiento del Rey-pobre y de la insignilicante ciudad de Belén. Cuando ha de pronunciar el dulce nombre de Jesûs, ardiendo en flagrantlsimo amor, llâmale, con sin igual ternura, el Nino de Belén; y esta palabra, a causa del estremecimiento y emociôn, perclbese como tierno balido de oveja, y su boca llénase, mâs que con el nombre, con el dulce afecto que al pronunciarlo experimenta. Su lengua, cuando ha de nombrar al Nino de Belén o el nombre tiernisimo de Jesûs, muévcse alredcdor de los labios cual si lamiese saboreando algo dulcisimo y gustase el grato sabor de aquella divina palabra. El Altisimo multiplico alli sus maravillas, pues un hombre piadoso de los que alli habia contemplô una admirable visiôn. Viô un nino exânime reclinado en el pesebre, al cual se acercô el santo varôn de Dios y lo resucitô tan suavemente cual si le despertara del sopor del sueno. Tuvo esta vision particular sentido, y ciertamente muy adecuado, porque significaba que, habiendo sido echado en olvido el divino Jesûs y arrojado de muchos corazones, resucitô por su siervo Francisco con el auxilio de la divina gracia y quedô impreso en los corazones deseosos de verdad. Ccsaron por fin los solemnes cultos, y cada cual volviô a su casa lleno de gozo y alegria» (cf. Escritos completos de San Francisco de Asis: Celano, Vida de San Francisco, en BAC [Madrid 1945] P-34O-34i). vm. LA PRIMERA MISA DE SAN IGNACIO San Ignacio subiô al altar a los dieciocho meses justos de su ordenaciôn, la noche del miércoles 25 de diciembre de 1538, en Roma. La fecha viene inequivocamente registrada por el Santo, en carta de 2 de febrero de 1539 a los senores de Loyola : «El dia de Navidad pasado, en la iglesia de Nuestra Senora Mayor, en la capilla donde estâ el pesebre donde el Nino Jesûs fué puesto, con la su ayuda y gracia, dije la mi primera misa» (cf. S. Ignath Epistolae, I, p.147, y la Carta de San Ignacio sobre su primera misa: AHSI, I [1932] 100). San Ignacio retrasô la celebraciôn medio ano, y sobre este retraso se han expuesto diversos motivos, entre ellos la preparaciôn que se proponia realizar para el santo sacrificio, pero también es lôgico pensar que su amor a Cristo y su devociôn a los santos lugares gustados por él en 1523 le hicieron desear la celebraciôn de su primera misa en Palestina. Mas habiendo conti nuado todo aquel ano la imposibilidad de navegar a Tierra Santa por la guerra contra el turco, creyô llegado el momento de celebrar su primera misa, escogiendo para ello lugar y fecha muy conformes con sus ansias paiestinenses, porque «fué la noche de Navidad del ano 1538, como escribe Ribadeneira, y dijola en Roma, en la capilla del Pesebre» (cf. Obras completas de San Ignacio de Loyola t.i: BAC [Madrid 1947] p.500-501). POESIA NAVIDENA ESPAÎÎOLA Es tan inmenso el arsenal poetico de nuestra âurea literatura, que por falta de espacio nos vemos precisados a insertar aqui solamente un rcducido muestrario de h poesia navidena espanola. A 1 .· -J1·. 1 133 NAVIDAD. 35 DICIEMBRE A) Canciôn para collar al Nino ♦Callad, Vos, Senor, nuestro Redentor, que vuestro dolor luito. durarâ poquito. Λ Angeles del cielo, venid dar consuelo, a este moçuelo Jesus, tan bonito. Este me reparo, aunqu’el costo caro de aquel pueblo amaro cativo en Egito. Este santo dino, Niûo tan benino, por redimi r vino al linaje aflito. Cantemos gozosas, hermanas graciosas, pues somos esposas del Jesü bendito*. (cf. Gômez Manrique [i4i2?-i49O?], De la Representacidn del Nacimiento de Nuestro Serïor, villancico final, en Cancionero Espaâol de Navidad [Ma­ drid 1944. p. 123). Anda aca9 pastor B) ; «Anda acâ, pastor, a ver al Redentor. Anda acâ, Minguillo. déjà tu ganado, toma e! caramillo. zurrôn y cayado. Vamos sin temor a ver al Redentor. No nos acerquemos sin llevar présente; mas, jqué llevaremos? Dilo tù, Llorente. iQué serâ lo mejor para el Redentor? Yo quiero llevarle leche y mantequillas y para abrigarle algunas mantillas, para ir con amor a ver al Redentor. Con aquel cabrito de la cabra mocha le daré un quesito y una miga cocha, que tendra sabor, sabor al Redentor. No piense que vamos su Madré graciosa sin que le ofrezcamos mâs alguna cosa.. que es de gran valor Madré del Redentor·*. (cf. JüAN DEL Enzina [1469-1529], en ibid., p. 150-151) C) Clavel de la aurora ♦Caido se le ha un clavel hoy a la Aurora del seno;’ iqué glorioso que estâ el heno porque ha caido sobre él! Cuando cl silencio tenia todas las cosas del suelo, y coronada de hielo reinaba la noche fria, en medio la monarquia de tiniebla tan cruel caido se le ha un clavel. De un solo clavel cenido la Virgen, Aurora bella, al mundo le diô, y ella quedô cual antes, florida A la pùrpura caida sec. 7. misceUnea hïstôrica y uteraria siempre fué el heno fiel ; este rosicler divino, para su lecho fué lino, oro para su dosel ; caido se le ha un clavel. El heno, pues, que fué digno, a pesar de tantas nieves, de ver en sus brazos leves caido se le ha un clavel». (cf. Luis de Gôngora, en ibid., p.224-225). D) Zagalejo de perlas «Zagalejo de perlas, hijo del aima, idônde vais, que hace frio, tan de mahana? • las almas provoca a placer y enojos; cabellitos rojos, boca de grana, idônde vais, que hace frio, tan de manana? ** ·* Las personas de Belén 1. A modo de sencïlla meditation vamos a mirar las personas 143 que vemos en Belén y considerar sus actiones. II. José. A. El Evangelio nos dice que saliô José con Maria. Siempre es la primera la autoridad, aun en aquella farrulia 144 NAVIDAD. 25 DlCIEMBRE en la que el padre y esposo es inferior al hijo y a la madré. José dispone y guîa el viaje. Modelo de obediencia a la ley. En efecto, obedece: a) Con prontitud. b) A pesar de las dificultades que ofrecia lo largo dei camino, la pobreza de sus medios y Id situacidn de Maria. c) Totalmente, pues la ley no se opone a ningûn precepto divino. 4 Celoso en sus deberes maritales. No es difïcil imagi­ nar su preocupaciôn al no encontrar un lugar a pro­ posito. Cuando comprende que debe desaparecer, se esfuma. Los pastores y los reyes encuentran al Nino con su madré. Simeon se dirige a Maria. En cambio, cuando hace falta la actiuidad del varôn vuelve a aparecer, como en la huida a Egipto. b) Gran lecciôn de humildad del santç mâs grande y mds oculto. Gran lecciôn de como los inlereses, e incluso las autoridades. humanas (v.gr.: la de los padres), deben ceder cuando se manifiestan los intereses de Dios. III. Maria. Sumisa a Dios. Emprende un viaje penoso. No encuentra albergue. No importa. Conoce la voluntad profética de que Jesûs nazca en Belén y entre animales. No pregunta mâs. Virgen madré. Hasta ese momento la virginidad no se apreciaba en el mundo. Desde ahora Cristo nos ensena : a) A apreciar la virginidad como flor la mds digna de ofrecerse al Dios de la limpieza absoluta. b) A santificar la maternidad que recibe el honor inmenso de haber traido un Dios al mundo. Unida a Cristo. Ya no podremos separarla de El. La hallaremos ofreciéndolo en el templo, pidiéndole el primer milagro, cuidândole oculta durante su predicaciôn, ofreciéndole otra vez en el Calvario. ^Separaremos en el cielo la obra de quienes la ejecutaron siempre juntos en la tierra? IV. Jesüs. iQuién? »E1 Verbo se hizo carne y habitô entre nosotros» (lo. 1,14). No nos queda sino doblar las rodillas. iCômo? En un pesebre; entre paùales, hijo de artesanos. jQué palacio! iQué cuna y vestidos! jQué clase social! Mâs tarde dirâ que su reino no es de este mundo. Hoy aprendemos, por lo menos, que no es al modo de los de este mundo. Para qué? Para salvarme. Para ensenarme el camino SEC. 8. GUIONES HOMII.ETICOS 93 del cielo: la humildad, la abncgaciôn, la mortiiicaciôn, la penitencia, V. Los hombres. A. B. Sôlo daremos un vistazo a la humanidad. Los unos no se enteran porque no hay quien se lo diga. Estos constituyen entonces y hoy la gran parte de la humanidad. Dios les ha nacido y ellos no lo saben. Son los ignorantes. Los otros se espantan cuando lo saben. Son los ambiciosos que temen por su posiciôn. Mâs tarde el sucesor de este Herodes lo tendrâ delante de él y se reirâ. Es el sen­ sual que no le entiende. Otros, pocos, oyen la voz de Dios manifestada por los ângeles o la estrella y acuden prestos. (cf. Santo Tomâs, ibid.). Y como ni aun a ese hombre, que les es igual, pueden trocarle ni la naturaleza ni la sangre, se ven forzados a limitarse a cosa tan cxtrinseca como la inscription en un registro. En cambio, Dios, si quiere adoptar a alguicn no encuentra a nadie que no diste infinitamente de su naturaleza divina. No encuentra a nadie que sea ni aun siquiera capaz de gozar de los bienes que constiluyen su felicidad y herencia. Pero ticne poder para tocar nuestras almas, transformarias y divinizarlas mediante la gra­ cia. Por eso, nuestra adopciôn sc llama nuevo nacimiento y roza ya los limites de la filiation natural. No lo es, porque no hemos nacido de Dios por generaciôn. Pero tampoco se reduce a ser esa pura adopciôn exterior juridica que ni quita ni none nada en nuestro interior. Nosotros somos dioses e hijos de Dios, como veremos. III. «Que la descendenda elegida responda con sus obras a la dig- 191 nidad de su regeneration. Que ame lo que ama su Padre* (cf. San Leon Magno, Serm. 26, in Nat., 6,4). NAVIDAD. 25 DICnSMBRI 14 El orden sobrenatural 4. Nuestra deificaciôn I. El hombre, a semejanza y por impulso de Satands, se hace reo de lesa majestad divina por querer uswrpar los atributos que Dios no delega en ninguna criatura. Quiere ser independiente, siendo asi que Dios, Prin­ cipio Sumo, recaba para si ineludiblemente la causalilidad y legislation supremas. No tenemos sino ver a Jesus, el Hombre-Dios, que, a pesar de serlo, comienza en Belén la carrera de la obediencia, la cual culminarâ en la muerte, y muerte de cruz. B. En cambio, ese mismo Nino nos dice y El es el ejemplo de nuestra participation nada menos que en la natura­ leza y vida divina. Y es el caso que no apreciamos ni conocemos tamano don. II. Al hablar de nuestra filiaciôn divina hemos dicho que para ser hijo es necesario haber recibido la misma naturaleza del padre. Al explicar nuestra adopciôn subrayâbamos que, a diferencia de la humana, que es puramente extrinseca, en la divina Dios toca nuestras mismas aimas comunicândoles algo que las asimila a su propia naturaleza. B. Que todo ello no es pura especulaciôn teolôgica, sino punto central del dogma revelado, nos lo demuestra: La Sagrada Escritura. A. Para San Pedro la deificaciôn de nuestra naturaleza es el fin a que se dirigen todos los dones que fluyen de la redenciôn, comenzando por ella misma. «Por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida (sobrenatural) y a la piedad..., y nos hizo merced de pretiosos dones prometidos (el principal la redenciôn) para hacemos asi participes de la naturaleza divina» (2 Petr. 1,3-4). b) Los Santos Padres. i. La doctrina de los Santos Padres puede resumirse en una frase de San Gregorio Nacianceno que condensa todo el orden sobrenatural: «Un Dios unido a dioses y familiarmente tratado por ellos» (cf. Orat. 38,7: PG 36,317)· '’EC. 8. 2. c) GUIONES HOMIIfÉTICOS 115 Tan fntimamente se sentfa este dogma, que para argüir contra aquellos arrianos que insistian en negar la divinidad del Espiritu Santo, se les echa en cara que si no es Dios, cômo puede divinizarnos a nosotros. «Si el Espiritu Santo no es Dios, que se haga Dios antes de venir a deificarme a ml» (cf. ibid., Orat. 34,12: PG 36,252). La liturgia. tLex orandi, lex credendi». Al mezclar el agua con el vino en la santa Misa el sacerdote ve el simbolo de nuestra deificaciôn y pide a Dios nos concéda ser »consortes de la divinidad de Aquel que se dignô hacerle participe de nuestra humanidad». III. jEn qué consiste esta participation de la divinidad? Hay que 194 huir de dos extremos vitiosos: A. B. Concebirla como una simple denominacion honrosa derivada del hecho de haber sido unida la humanidad de Cristo, représentante nuestro, a la persona divina del Verbo. La uniôn hipostâtica représenta un alto honor para la especie humana, pero no una divinizaciôn de cada uno de los individuos. Creer que participamos de la misma divinidad esencial de Dios, en cuyo caso absurdo—imaginado por algunos pseudo-misticos al estilo indio—Dios tendria tantas personas como hombres fuésèmos. ■ 210 c) La estrella Los Magos llegados a Jerusalén habian visto, pues, una estrella en Orien­ te, y comprendiendo que era la estrella del «rey de los judfos», se pusieron en viaje desde Oriente para adorarle. Respecto a la estrella, ya hemos expresado nuestra opinion de que Mateo se propuso presentaria como un hecho milagroso, no identificable con un fenômeno natural. Poco después él nos dice que, salidos los Magos de Jerusalén, la estrella les precediô a guisa de guia en su camino y se detuvo precisamente sobre el lugar donde estaba el nino buscado (Mt. 2,9). Si del rey Mitridates se narraba que a su nacimiento y al principio de su reinado habia aparecido un cometa (cf. Justino, Histor., XXXVII, 2), y otro tanto se decia de Augusto al comienzo de su imperio (Servio, in Eneida, X, 272), ninguno, no obstante, habia dicho que semejantes cometas indicaran a los hombres paso a paso un determinado camino, esperândoles incluso en los descansos y moviéndose después, para al cabo pararse definitivamente sobre la meta. Establecido, en consecuencia, este carâcter milagroso, ;cômo se explica, sin embargo, que los Magos, al ver la estrella, la reconociesen como la del «rey de los judios*? îQué sabian ellos de antemano, en su lejana Persia, de un rey de los judios esperado como Salvador en Palestina? El reconocimiento de la estrella por los Magos esta, en la narraciôn de Mateo, estrechamente ligado al carâcter de la estrella: la milagrosa estrella se hace reconocer milagrosamente por ellos como signo del recién nacido. Pero respecto a las predisposiciones culturales de los Magos y a su posible conocimiento de la espera mesiânica de los judios, hoy estâmes mejor infor - SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 129 mados, gracias a recicntes estudios, que anteriormente, y podemos afirmar que en Persia se esperaba. por tradiciôn local, una especie de Salvador y se sabia, ademâs, que existia anâloga espera en Palestina. d) Numero y nombres Mateo no dice cuântos fueron los Magos venidos a Jerusalén; la tradiciôn popular tardia los creyô mas o menos en numero, variando de dos a una docena, pero prefiriendo el nûmero de tres, sin duda sugendo por los très dones que ofrecieron. Y de estos tres Magos, desde el siglo IX, se supieron también los nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar. Eran con toda evidencia extranjeros aquellos Magos y no sabian prâcticamente nada de las condiciones politicas de Jerusalén, ya que apenas entra­ dos comienzan a preguntar: iDônde esta el nacido rey de los judios? Rey de los judios no habia otro que Herodes, y bastaba por lo demâs conocer un poco el carâcter de éste para estar seguro de que apenas se mostrase un eventual competidor suyo hubiera tenido contados los dias y aun las horas. Por eso la pregunta era peligrosa, en su ingenuidad, para el mismo niôo buscado. e) Se inforMz\ a Herodes de su llegada Los primeros ciudadanos interpelados por los Magos quedaron estupefactos y aun algo inquietos, porque una pregunta de tal género hecha por los desconocidos personajes inducia a sospechar tenebrosas conjuras, que hubiesen llevado a las acostumbradas convulsiones civiles y a matanzas de gentes sospechosas. Pasando, pues, la pregunta de boca en boca, llegô a oidos de personas de la corte y del propio Herodes. El viejo monarca, que por sospechas de conspiraciôn habia ya hecho matar a dos hijos y estaba a punto de matar a un tercero, no pudo dejar de turbarse también ; pero comprendiô en seguida que, si alli habia una amenaza, era muy diferente de las otras. Su policia secreta, magnificamente organizada, le ténia inform?do hasta de los mâs minimos hechos que acaecian en la ciudad, y en aquellos dias no le habia referido nada inquietante. Por otra parte, desde la lejana Persia no se dirigian fâcilmente los hilos de una conjuraciôn, ni se hubiesen enviado para organizarla personas tan ingenuas e inexpertas como aquellos Magos. No; alli debia de haber algo de otro género, algùn movimiento religioso de mal agüero, muy probablemente la quimera de aquel Rey-Mesias que los sùbditos de Herodes esperaban, aunque él ciertamente no coincidiera con ellos. En todo caso, convenia prevenirse, informândose primero con claridad y después procediendo con astucia. f) La consulta al Sanhédrin 213 Como se trataba de asuntos religiosos, Herodes no consulto al Sanhedrin en pleno, sino a los dos grupos dei consejo mâs versados en tales cuestiones: los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo, y les preguntô, abstracta y genéricamente, dônde debia nacer el Cristo. Es decir, queria saber el lugar en que, segùn la tradiciôn judaica, debia nacer el Mesias. Una vez conocido esto, él sabria valerse de aquellos ingenuos Magos para ajustar cuentas con el recién nacido rey de los judios. Los consultados respondieron que el Mesias debia nacer en Bethlehem, ycitaron como prueba cl pasaje de Miqueas (5,1-2), que en el texto hebraico La palabra ir C. 9 Θ 130 EPIFANIA. 6 ENERO dice as(: Y hi, Bethlehem Efrata, aunque siendo pequeiïa entre las partitiones de Judd, de ti saldrd (quien) serd dominador en Israel y sus salidas (origenes) desde la antigüedad, desde los dias etenios. Por esto (Dios) le entregard (en poder de sus enemigos) hasta el tiempo en que la puérpera dé a luz. Nôtese que este pasaje no estâ reproducido integramente, ni con estas palabras précisas en la respuesta de los doctores consultados, tal como la refiere Mateo; pero, de todos modos, se halla lo esencial, o sea, Bethlehem como lugar del nacimiento del Mesias, y en tal sentido se expresa también el Targum en el mismo pasaje. Semejante designaciôn era, pues, tradicional en el judalsmo de aquella época. Al obtener esta contestaciôn, Herodes debiô de quedar perplejo. Beth­ lehem era un pueblecillo cualquiera, en el que su policla no le sehalaba nada sospechoso, mas, con todo, aquel complejo de estrellas, Magos desconocidos, y especialmente aquel apelativo rey de los judios, mientras de una parte despertaban su curiosidad, de otra turbaban su calma. Para satisfacer, pues, la primera y proveer a la segunda, no quedaba mâs que servirse de los mismos Magos, de tal modo que no se despertasen las sospechas de éstos ni de las demâs gentes. g) . 215 EL PLAN DEL ASTUTO REY El plan fué llevado a la prâctica. Herodes hizo llamar a los Magos ocultamente (Mt. 2,7), porque ni queria aparecer demasiado crédulo dando importancia a hombres tal vez desequilibrados, ni renunciar a sus medidas de precauciôn. Interrogôles, pues, hâbilmente sobre el tiempo y circunstancias de la apariciôn de la estrella y los dejô marchar a Bethlehem, encareciéndoles que buscasen bien al recién nacido y, una vez hallado, le avisasen, porque queria ir a adorarle también. Mandar tras aquellos extravagantes orientales un destacamento de soldados con alguna orden secreta habria sido procedimiento mâs seguro y le hubiese evitado el esperar la noticia de que el nino habia sido encontrado, pero le expondria también a las burlas de sus sùbditos, ya que en todo Jerusalén no se hacia mâs que hablar de aquella extraria comitiva, dândose a la vez por hecho que el asunto terminaria en una escena grotesca y que aquellos orientales resultarian unos sonadores exaltados. En todo caso, los Magos, asi como habian pasado por Jerusalén de ida, habrian de pasar de regreso, y por tanto, Herodes los tendria siempre a su disposiciôn. h) La adoraciôn de los Magos Los Magos, después de la audiencia real, partieron. Y he aqui que la estrella que vieron en Oriente les precedia, hasta que llegando, detüvose sobre donde estaba el nino. Y viendo la estrella se gozaron con gozo grande en ex­ tremo. Y llegando a la casa vieron al nino con Maria, su madré, y postrados le adoraron. Y abriendo sus cofres le presentaron dones: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido revelation en sueüos de no volver a Herodes, regresaron a su pais por otro camino (Mt. 2,9-12). La narraciôn estâ restringida a sus lineas principales y hace abstracciôn de tiempo y lugar. No obstante, despréndese de ella que los Magos pasaron a lo menos una noche en Bethlehem, ya que alli recibieron revelaciôn en sueüos, y no queda excluido que incluso permaneciesen mâs de un solo dia. Igualmente se obtiene la deducciôn de que la familia de José, abandonada la gruta, se habia instalado en una casa. Dirigiéndose a rendir homenaje a un rey, los Magos habian preparado donativos taies como los exige la étiqueta oriental. La mansiôn regia de He- bBC. 2. CO.MHNTARIOS GENBRALRS 131 rodes en Jerusalén refulgla de oro y a lo largo de sus galerias los pebeteros exhalaban vapores de incienso y de resinas odoriferas. Lo mismo sucedia en aquel suntuoso Herodium donde su orgulloso constructor habia de ser sepultado de alli a cortos meses y que se elevaba a poca distancia de Bethle­ hem. Quizâ mâs de una vez los pastores del contorno, girando en torno a las faldas del monticulo, habrian entrevisto los âureos reflejos de las casas y aspirado las nubes de humo aromatico que de ellas salia. Con arreglo al cere­ monial de las grandes cortes, los Magos ofrecieron oro, incienso y aquel género de resina perfumada llamada por todos los semitas «mor», nombre del que se ha derivado el nuestro de «mirra». Herodés mismo solia mostrar gran largueza en sus donativos a otros monarcas, sobre todo si eran mâs poderosos que él. Por ejemplo, precisamente en aquellos dias dejaba a Augus­ to en su testamento un legado de 1.000 ό 1.500 talentos (cf. Bell. lud., 1, 646; II, 10; Antiq. lud., XVII, 323), suma altisima, incluso en aquellos tiem­ pos, y que Augusto, no obstante, rehusô senorilmente. Los Magos, cierto, no podian ser tan munificos como Herodes ; pero en compensaciôn tuvieron la alegria de ver aceptados sus dones y, ademâs, la de comprobar que eran oportunisimos, ya que, si todos los regalos reconocian la dignidad real del recién nacido, el oro especialmente llegaba como una providencia para res­ taurer la hacienda de aquella corte, que no poseia ni un techo propio, ni tal vez siquiera medio siclo, una vez dejados cinco enteros en el templo de Jerusalén. Ofrecidos sus homenajes, los viajeros partieron hacia su pais transcurrido algûn tiempo, pero no pasaron por Jerusalén ni Jericô, sino por el otro camino que, tocando la fortaleza herodiana de Masada, costeaba la ribera occidental del Mar Muerto. Y nada volviô a saberse de ellos.» SECCION III. SANTOS PADRES SAN JUAN CRISOSTOMO Très lecciones Trasladamos los parrafos mâs interesantes de las homilias 6 y 7 sobre San Mateo (cf. PG 31,119 ss.). A) 216 Hasta el palacio de Herodes a) Los MOTivos del viaje «iCômo es que los Magos por medio de su estrella aprenden que El es rey de los judios? Pues en realidad de verdad no era rey de aqui abajo, como él mismo se lo dijo a Pilato: Mi reino no es de este mundo (lo. 18,36). Asi es que nada ostentaba en lo material. Mo tuvo en tomo de si ni lanceros, ni escuderos que le hicieran guardia, ni caballos, ni mulas, ni otro distintivo alguno, antes pasaba una vida vulgar y pobre, llevando consigo doce hombres vulgares. Pero aunque supieran que era rey, ;por qué acuden a El?... ;Qué razon, qué esperanza de bienes les persuadiô a venir desde tan grande distancia a adorar a un rey?... Si hubiera nacido en un palacio real y estuviera presente su padre el rey, bien se podria decir que ellos adoraron al niiio nacido por hacer un obse­ quio a su padre, y de este modo conciliarse su benevolencia. Pero ahora, cuando ni esperan que reine sobre ellos, sino sobre una naciôn extrana y muy distante de sus patrias, ni le han visto aùn hombre formado, <ΡθΓ qué motivo emprenden tan larga peregri na­ ciôn, y le llevan dones, y eso habiéndolo de llevar a cabo entre peligros? Herodes al oirlo se turbo y turbôse también todo el pue­ blo oyendo de ellos estas noticias. Aun cuando fueran los mâs necios, no habian de desconocer que entrando en una ciudad gobernada por un rey y anunciando talcs cosas, publicando otro rey distinto del que entonces habîa, no podian menos de acarrearse mil peligros de muerte. Y, en resumen, ;cômo le adoraron, ademâs, viéndole envuelto en panales? Porque si fuera ya hombre formado, pudiérase decir que por la esperanza de obtener su patrocinio se habian lanzado a un peligro manifiesto: por mâs que ya esto mismo séria suma locura. r 5 Y* SEC. 3. SS. PADRES. CRISÔSTOMO 133 que un persa, un bârbaro, que nada ténia que ver con la naciôn judia, dejara su propia casa y abandonara su patria, sus parientes y domesticos y se sujetara a otro reino.» b) Los MOTIVOS DE LA ADORACIÔN «iEra acaso ley o costumbre que a los reyes que nacicsen en todo el mundo se les hiciera este obsequio? iAndaban acaso recorriendo todo el orbe para adorar, antes de que subieran al trono, a los nacidos de padres pobres y sin representaciôn, de quienes supieran que habian de ser reyes? iQuién puede decir semejante cosa? Pues ipor qué le adoraron? Si por alguna utilidad présente, iqué esperaban poder recibir de un nino y de una madré pobre? Y si por alguna utilidad futura, ide donde sabian que se habia de acordar de lo de entonces el nino a quien adoraban envuelto en paàales? Y aunque se lo hubiera de recordar su madré, aun en ese caso, no merecian honra, sino castigo, pues le ponian (con su adoraciôn) en manifiesto peligro. Ya que desde entonces Herodes, turbado, le buscaba, y andaba tras él, y trataba de quitarle la vida... iVes cuântos absurdos se siguen si se examina el hecho segûn el curso y costumbre ordinaria de las cosas humanas? Y no esto solo: muchas mâs cosas se pudieran decir que traerian consigo nuevas cuestiones... Mas para no ir trabando una duda con otra y causaros vértigo, jeal, pasemos ya a la soluciôn de las cuestiones propuestas, dando comienzo por la estrella. Porque si nos enteramos de qué estrella fué y de qué clase, si fué una de tantas o extraordinaria, si fué estrella por naturaleza o solo para la apariencia de la vista, fâcilmente veremos también todo lo demâs.» c) CUESTIONES ACERCA DE LA ESTRELLA «—Y ipor donde se aclararâ todo esto? —Por las mismas Escrituras.—En efecto, que esta estrella no fué una de tantas, y, mâs todavia, ni aun siquiera estrella, como a mi me parece, sino cierta virtud invisible transformada en esta apariencia, es claro, en pri­ mer lugar, por su misma direcciôn. Porque no hay, no hay estrella alguna que recorra ese camino... En segundo lugar, échase de ver esto por el tiempo mismo, pues no aparece de noche, sino en pleno dia, brillando el sol... En tercer lugar, porque unas veces aparecia y otras se ocultaba... Lo cuarto, se ve claramente lo mismo por el modo con que senalaba el lugar. Pues no lo mostraba permaneciendo en lo alto del cielo, pues de ese modo no hubieran podido ellos enterarse, pues bien sabéis que una estrella no puede senalar un lugar tan pequeno como es el que ocupa una cueva, y mâs aùn el cuerpo de un nino pequeüuelo... Pues ;por qué apareciô? Para herir la insensibilidad de los ingratos judios y quitarles toda excusa... Asi, pues, lo mismo que hizo Jesûs con los ninivitas, enviândoles a Jonâs, y con la Samari- 218 134 • EPIFANÎA. 6 KNKRO tana y con la Cananea, hizo también con los Magos. Por eso tam­ bién decia: Los hombres de Ninive se levantarân y condenarân; y la reina del austro se levantarà y condenarà a esta generaciôn (Mt. 12, 41-42), porque ellos creyeron con argumentes menores y éstos ni aun con mayores. —Y ipor qué motivo, dirâs, los trajo por medio de la visiôn de una estrella?—Pues icômo convenia hacerlo? (jEnviândoles profetas? —Los Magos no los hubieran recibido. —(«Enviândoles un ângel? —Tampoco hubieran hecho caso de él. Por eso, dejando a un lado todos aquellos medios, los llama Dios por el que era usual y les muestra una estrella grande y diferente de las otras, de suerte que por su magnitud y la hermosura de su aspecto los Uenara de admiraciôn, y no menos por el modo particular de su curso. San Pablo también imitaba esta conducta al hablar con los griegos, tornando ocasiôn del ara, y al aducir testimonios de poetas, mientras que con los judios habla tomando pie de la circuncisiôn y tratando con quienes vivian en la Ley, da comienzo a su ensenanza por los sacrificios. Y es que, como cada uno tiene gusto en lo que le es acostumbrado, tanto Dios como sus enviados disponen las cosas de esta manera para la salvaciôn dei mundo... Asi es que después de haberlos conducido y llevâdolos de la mano y puéstoles delante del pesebre, no les habla ya por medio de la estrella, sino por medio de un ângel (v.i2), pues poco a poco se habian convertido en mejores... Merece también investigarse por dônde vinieron a dar en semejante pensamiento y quién los moviô a ello. Porque, evidentemente, no me parece a mi que esta fuese obra de la estrella tan sôlo, sino de Dios, que movia también sus almas; pero lo hizo de modo que no les quitara el libre albedrio, como tampoco cuando llamô a Pablo con una voz del cielo, patentizando al mismo tiempo su propia gracia y la obediencia de aquél (Act. 9). Y a) 222 ♦Por tanto, no pidas a Dios lo que recibes del demonio. Porque de Dios es dar un corazôn contrito y humillado, vigilante, continente, refrenado, penitente y compungido. Estos son sus dones, ya que de ellos sobre todo necesitamos. En efecto, tenemos un combate terrible: contra las potestades invisibles es nuestra lucha, contra los espîritus de maldad nuestro certamen, contra los principados y las potestades nuestra guerra (Eph. 6,12), y jojalâ que, aunque con esfuerzo y vigilando y despiertos, podamos hacer frente a aque11a terrible falange! Pero si nos reimos y holgamos y estamos mano sobre mano, aun antes del encuentro vendremos a tierra por nuestra dejadez. No dice, pues, bien a nosotros reirnos continuamente y vivir en la disoluciôn y en los placeres, sino a los que viven del teatro... Porque Satanâs es quien de semejante cosa hizo arte para relajar a los soldados de Cristo y debilitar el nervio de sus ânimos. Por eso edificô teatros en las ciudades, y ejercitando a aquellos payasos, por medio de su perdiciôn lanza como rayo esta peste contra toda la ciudad; de todo lo cual nos mandô huir San Pablo, persuadiéndonos que evitemos las palabras tontas y chocarreras (Eph. 5,4). Lo peor de todo es ver lo que suele ser la ocasiôn de esta risa. Porque cuando cualquier payaso y bufôn dice algo blasfemo o torpe, entonces es cuando muchos necios se rien y se complacen, aplaudiéndoles, cuando debieran apedrearles...» i ■ i [ i . ; 1 j 223 j La vida es un co.mbate b) Los , j PELIGROS DE LOS ESPECTÂCULOS «No me digas que aquello es pura ficciôn; esa ficciôn ha forjado muchos adùlteros y trastornado muchas familias. Y por eso mâs que nada gimo, porque ni aun siquiera os parece malo lo que sucede, sino que resuenan aplausos y clamoreo y risa desacompasada, micntras se comete tanto adulterio. iQué dices? qué tan grandes fueron los trabajos que pasasteis en esta jomada, desamparando vuestra tierra, vuestra casa y vuestros dulces conocidos y parientes, y ca­ minando a tierras extranas y tierra de idolâtras e infieles con ese tan delicado Nino en vuestros brazos, donde ni teniades casa, ni abrigo, ni hacienda para servirle? Si entre vuestros naturales no hallasteis mâs que un establo y un pesebre para el nacimiento del Nino, por qué mandaste publicar tan cruel edicto contra estos nifios? a » Λ * SEC. 5. d) ’■ • Padre 177 DEL SIGLO FUTURO •Pater futuri saeculi. Como no hay hombre que tenga carne que no la haya recibido de Adân, asi ninguno hay que tenga espiritu, que no lo haya recibido de Cristo. Todos viven en el alma por El; todos se salvan por El... De Adân recibimos la carne; de Cristo, el Espiritu y la gracia. Uno nos vendiô, otro nos rescatô. Siempre obrô en el mundo el efecto de la encarnaciôn de Cristo. Por la fe todos lavaron sus estolas en la sangre del Cordero». e) b AUTORES VARIOS. BEATO AVILA El Principe de la paz 300 «Princeps pacis. Alégrense los que estân renidos con el Padre Eterno, que Cristo vino a hacer las amistades. Si alguno estâ reôido con su sensualidad, este Nino vino a sujetarla debajo de los pies de la razôn. Asi le cantaron paz cuando naciô; paz diô a sus disci­ pulos; paz les mandô que tuviesen entre si. El bando de Jesucristo es paz, unde dictum est: Nova bella elegit Dominus. Las guerras viejas de Dios eran vengarse, castigar luego a quien se la hacia. Agora hace guerra nueva, porque contra si toma la espada, en si descarga, en el escudo de su cuerpo recibe los golpes, por que no descarguen sobre los hombres. Non putetis quod pacem veni mittere, sed gladium (cf. Mt. 10,34; Lc. 21,51)...» C) a) tCômo encontrarlo? Saliendo de la tierra del pecado 3 «Los hombres politicos, y a veces hasta hombres de Iglesia, que intentasen hacer de la Esposa de Cristo su aliada o el instrumento de sus combinaciones politicas nacionales o intemacionales, heririan la esencia misma de la Iglesia, danarian a su propia vida; en una palabra, la rebajarian al mismo piano en que se debaten los conflictos de intereses temporales Y esto es y continûa siendo verdad. aunque se haga porrazones e interest legitimos en si mismos. Quien quisiere, pues, separar a la Iglesia de su presupuesta neutralidad o hacer presiôn sobre ella en la cuestiôn de la paz, o menoscabar su derecho a determinar libremente si ha de tomar posiciôn en los varios conflictos y cuândo y cômo ha de hacerlo, no facilitaria su cooperaciôn a la obra de la paz, porque una tal determinaciôn por parte de la Iglesia, aun en los asuntos politicos, nunca puede ser una actuaciôn puramente politica, sino que debe ser siempre «sub specie aeternitatis», a la luz de la ley divina, de eu orden, de sus valores y de sus normas» (Pfo XII. Radiom. Nav. 1951. ς: Col. Enc., p.292). c) Y SI ELLA JUZGA O HABLA NO ES POR PARTIDISMO, SINO EN V1RTUD DE SU MISIÔN DIVINA «No es raro el caso de que a potencias e instituciones puramente terrenales se las vea salir de su neutralidad, para format hoy en un campo, manana tal vez en otro. Es un juego de combinaciones que puede explicarse por el incesante fluctuar de los intereses temporales. Pero la Iglesia se mantiene alejada de semejantes combinaciones mudables. Si juzga, no es porque saïga de una neutralidad observada hasta entonces, porque Dios jamâs es neutral respecto a los acontecimientos humanos, ni ante el curso de la historia: y por ello tampoco puede hacerlo la Iglesia. Si habia ella, es en virtud de su misiôn divina querida por Dios Si habia y juzva sobre los 32% 192 EMFANÎA. 6 KNKKO problcmas dei dia es con la clara concienda de anticipar, por la virtud del Espiritu Santo, la sentencia que al final de los tiempos confirmarâ y sancionarà su Senor y Cabeza, Juez dei universo. Tal es la funciôn propia y sobrehumana de la Iglesia respecto a las cosas politicas. jQuê quiere decir, pues, esa vana frase de una neutralidad a la que deberia renunciar la Iglesia?» (Pio XII, Radiom. Nav. 1951, 6: Col. Enc., p.292). d) OtROS QU1EREN LA NEUTRALIDAD DE LA IGLESIA, SIN COMPRENDER QUE ELLA NO PUEDE PERMANECER INDIFERENTE ENTRE EL BIEN Y EL MAL »Otros, por lo contrario, quieren la neutralidad de la Iglesia en interés de la paz. Pero tampoco estos tienen una idea justa del lugar que la Iglesia ocupa en el curso de los grandes acontecimientos mundiales. Ella no puede bajar de la alta estera sobrenatural, que no conoce la neutralidad politica—en el sentido en que este concepto se aplica a las potencias terrenas—, lo cual no excluye. antes bien, confirma profundamente la parte que ella toma en las angustias y en los sufrimientos de sus miembros, divididos entre uno y otro campo, y la inquietud que ella expe­ rimenta por la oposiciôn de opiniones y de deseos dentro de sus propias filas. La Iglesia no puede avenirse a.juzgar con criterios exclusivamente politicos, no puede Ûgar los intereses de la religion a orientaciones determinadas por motivos puramente terrenos, ni puede exponerse al peligro de que se dude fundadamente de su carâcter religioso; no puede olvidar, ni siquiera por un momento, que su cualidad de représentante de Dios sobre la tierra no la permite permanecer indiferente ni un solo instante entre el bien y el mal en las cosas humanas. Si la pidiesen esto ella deberia negarse, y los fieles de ambos bandos deberian, en virtud de su fe y esperanza sobrenaturales, comprender y respetar esa actitud suya» (Pio XII, Radiom. Nav. 1951. 7’ Col. Enc., p.292). SECCION I'll. M1SCELANEA HISTORICA Y LITERARIA Qucremos dar en esta secciôn un resumen histôrico-literario de los princi­ pales problemas que se han planteado en torno a la figura de los Magos, rccogiendo los datos, tradiciones y leyendas de los principales autores antiguos y tratadistas contemporaneos. 1 A) cQuiénes eran los Magos? 331 El Evangelio calihca a los adoradores de Jesûs de «magos», palabra que sabe a primera vista a encanto y a hechiceria, a artes esotéricas y ocultas, a brujeria y a sortilegio. Pero no. El nombre de mago especifica también en el Oriente al sabio, al filôsofo al perito en astrologia. En su origen parece ser una palabra persa, vinculada a la figura y a las ensenanzas de Zoroastro. Magos fueron sus discipulos, agrupados en poderosa clase, como consejeros y ayos de los principes. Cultivaban las ciencias de la naturaleza, la astrologia y la teologia, y actuaban, al decir de Herodoto, con noble prestigio en los asuntos del Estado. El jefe de los «magos», segùn testimonia Jeremias. figuraba entre los principes mds distinguidos de Nabucodonosor. El propio profeta Daniel recibiô el titulo de *gran mago» en recompensa de sus servicios. Sacerdotes, y maestros a la vez, profesaban la teologia avéstica de la eterna lucha entre el bien y el mal, de la que habia de triunfar el primero, como subraya Ricciotti, merced a la intervenciôn de «un socorredor* o «ver­ dad encamada» en el que se cifraban todas las esperanzas, pues habia de ' devolver a la humanidad su primitiva condiciôn feliz. Esta doctrina teolôgica se puso en contacto con la hebraica de un Mesias redentor, y asi nada tiene de extrano que algunos magos, los del Evangelio, al refulgir en el abismo negro y aterciopelado del cielo de Oriente la nueva estrella, rutilante como una pupila, ellos, avezados a la observaciôn astrolôgica desde sus «zigurah», creyeran llegado el momento de la venida del «socorredor», o recordaran los pronôsticos hebreos del adivino Balaam, aprendidos durante el cautiverio israelita, y pensaran que habia aparecido la estrella de Jacob. ’ Eran, pues, los Magos de nuestra historia unos de tantos sabios astrolo­ gos, semejantes a los que florecieron en la época de los medos y de los aqueménidas, expertos en la observaciôn de la naturaleza, de los elementos y de los misterios de los astros, en el caso de que se les suponga de origen persa, o simplemente hombres graves consagrados al estudio de los cielos, o incluso judios que vivian en la Arabia con la esperanza de que una estrella naceria de Jacob y un cetro se levantaria en Israël. palabra C ·, 7 < EPIFANÎA. 6 KNERO 194 cEran reyes: El Evangelio no les atribuye jerarqufa real. Quien primero los llama reyes es Tertuliano, fundândose precisamente en el salmo 71 : «Los reyes de Tarais y de las Islas le ofrecerân dones ; los reyes de la Arabia y de Saba le traerân présentés»; y en aquel otro (67,30): «Por tu templo en Jerusalén te ofrecen dones los reyes»; y asimismo en cl conocido pasaje de Isaias: «Los reyes caminarân al resplandor de tu aurora... ; todos los de Saba vendrân trayendo oro e incienso*. Desde los primeros siglos de la Iglesia se establece en los Padres una corriente favorable a proclamar la categoria regia de los Magos, como testimonian San Cesâreo de Arles, San Gregorio Magno, San Hilario y el mismo San Jerônimo. Pero ; cômo es posible que el evangelista, tan preciso en aplicar al Salvador las profecias biblicas, olvidara este detalle? Por otra parte, no parece que Herodes los agasajase en su cortc en plan de reyes, ya que ni los envié embajadores y legados, segùn la costumbre oriental, ni saiiô a recibirlos. Tampoco se explica cômo pudieron luego marcharse ocultamente, sin aparato de despedida. La critica moderna se pronuncia, por tanto, en sentido negativo, afirmando que la categoria real, inspirada desde luego en los aludidos textos de la Escritura, es mera leyenda, generalizada a partir dei siglo VI. Los sagrados pasajes aluden en terminos elevados y metafôricos a la conversiôn general de los gentiles y en los monumentos mâs antiguos dei arte cristiano los Magos no lucen atributos de realeza hasta el siglo VIII, en que se los confiere la fantasia medieval. Mas contra estos argumentes esgrimen otros no menos estimables los defensores acérrimos de la condiciôn monârquica. San Mateo—vienen a afirmar—pudo omitir el dato de la realeza, porque le importô subrayar, mâs que el aparato regio, la sabiduria de los Magos, ya que el conocer el naci­ miento de Cristo por una estrella es cosa mâs propia de astrologos que de reyes. También la Escritura a veces omite el titulo real, como ocurre con los amigos de Jacob, que eran taies y no se les llama asi. Por lo que respecta a Herodes, si no los agasajô como reyes fué para exaltar su propia gloria y majestad, y si no los despidiô regiamente fué acaso por astucia... En cuanto a las representaciones artisticas, se asegura que si el resplandor de la realeza estâ mâs dentro dei tono de modestia y simplicidad, propia dei arte ingenuo e incipiente... En suma, que no faltan razones tampoco para mantener la tradiciôn popular y poética de los monarcas orientales humiliando su majestad ante el Rey de reyes, recién nacido en el pesebre de Belén. 333 C) iCuântos eran? Nada dice el Evangelio sobre el nûmero de los Magos. Un silencio semejante se percibe en los Padres mâs antiguos. El primero que précisa la cifra es Origenes, para quien fueron très. Luego, la tradiciôn fluctüa. Los sirios y los armenios habian de doce, inspirândose acaso en el escrito apôcrifo llamado de Seth. El Crisôstomo en algùn lugar acepta la cifra. Pero en el Occidente, salvo la discrepancia de Pedro Abelardo, que se aferra a la docena, y la del autor de la Glosa ordinaria, que alude vagamente a «muchos», el nûmero de très se afianza sobre todo a partir de los sermones de San Leôn, recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe, para gloria de su nombre en todas las naciones* (Rom. 1,5). B. 353 Y la vocaciôn procede desde la etemidad. «In ‘caritate perpetua dilexi te*: «Te amê desde la etemidad» (1er. 31, 3). «Te amé», porque la vocaciôn es una muestra del amor y es un fruto del amor de Dios. IL Dios prépara los caminos. A. B. 354 B. Por eso Dios prépara los caminos del hombre para que rcalice mâs fâcilmente en la vida su eterna vocaciôn divina. Y los prépara: a) En el orden natural: Le da aptitudes especiales, tendenda natural, gusto en la ejecuciôn. Adapta, como si dijéramos, la naturaleza de cada hombre, en cuanto de él depende, a la vocation a que le destina. b) En el orden sobrenatural: El tiene preparadas desde la eternidad las gracias actuales y dones especiales que cada hombre necesita para cumpli* la mi si fin que Dios le encomienda en este mundo. Ill. Desde la etemidad. A. B. Nuestra vocaciôn es eterna por su origen. Este concepto se expresa de distintas maneras en las Escrituras. a) «Desde el seno de tu madré te amê* (Ps. 138,13). b) «El cual me segregô del seno de mi madré» (Gai. 1,15). c) «Ergo utero ante luciferinus genui te» («De mi vientre te en­ gendré antes del Iuccto de la maflana») (Ps. 109,3). 1. 2. Este salmo es mesiânico. Se aplica a Jesucristo. \ , por lo mismo, es aplicable a toda vocaciôn en cuanto al tiempo. Porque la predestinaciôn de Cristo y la de todos los hombres existe del mismo modo y por el mismo acto desde la etemidad («Summa Theologica· 3 q.24 a.4 c). Nuestra vocaciôn en Cristo es como una segunda creaciôn. a) Esta asociaciôn nuestra al misterio de Cristo, que nos hace nacer de nuevo, es la doctrina sublime de los primeras capitulas de la Epistola a los Efesios. b) Y la especial revelation que Dios concediô a San Pablo, «el misterio secreto que no conocieron los siglos*, es el que las gen­ tes serdn coherederas y coparticipes de las promesas en Cristo Jesûs por la virtud del Evangelio (cf. Eph. 3,6). El versiculo principe de esta doctrina se encuentra en Efe­ sios 2,10, cuyas ideas capitales son: «Hechura suya sois, creados en Cristo Jesûs, en obras buenas, que preparô Dios para que caminemos por ellas*. d) tie aqui expresada claramente nuestra vocaciôn en Cristo, conocida por Dios desde la etemidad, que se realiza en Cristo por obras realizadas por la gracia de Cristo que Dios nos tiene preparadas si nosotros cumplimos sus designios. Este es el «per ipsum, et cum ipso* del apôstol San Pablo. Las dos conexiones. A. B. 5 Concebida asi la vida del hombre como una vocaciôn o llamada eterna de Dios Nuestro Senor, que se realiza en Cristo y por Cristo, se ofrecen claramente las dos conexiones de nuestra vida espiritual: La primera y principal conexiôn, con Cristo, cabeza del que recibimos la gracia. «Tenens caput». «Y no teniendo la cabeza, por la cual el cuerpo entero, alimentado y trabado por las coyunturas y ligamentos, crece con crecimiento divino» (Col. 2,19). b) «Sino que, al contrario, abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegandonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo» (Eph. 4,15). 35G EPIFANIA. 6 ENERO «De quien todo cl cuerpo, trabado y unido por todos los liga- mentos que. lo unen y nutren para la operaciôn propia de cada miembro, crece y se perfecciona en la caridad» (Eph. 4,16). C. Con los hermanos: Transmitiendoles a ellos—segùn la actividad correspondiente a cada miembro—«el alimento que Cristo suministra al orga­ nismo en orden a la plena formaciôn en virtud de la caridad* (Eph. 4,16). b) Estos dos mementos suponen una doble vocaciôn: una vocaciôn genérica y una vocaciôn especifica. Una vocaciôn genérica a la gracia y a la gloria que tienen todos los cristianos (Eph. 4,1 ), y una rOcaciôn individual, que es el ministerio propio que en cada momento corresponde a cada uno en el Cuerpo mistico, para que coopéré con Cristo al aumento de la gracia en los demâs miembros. «.Asi todos tenemos dones diferentes, segun la gracia que nos fué dada; ya sea la profecia, segùn la medida de la fe» (Rom. 12,6). 2. «A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo» (Eph. 4,7). 3· «Y El constituyô a los unos apôstoles, a los otros profetas; a éstos evangelistas, a aquéllos pastores y doctores» (Eph. 4,11). La vocaciôn se puede, pues, définir como la funciôn propia que a cada uno le corresponde en el Cuerpo mistico de Jesucristo. D. Dos partes del primer mandamiento. a) De estos dos tiempos de la vocaciôn, el mds importante es el primero: el amor de Dios, la union con Cristo, la vida de gracia, que es el fundamento teolôgico del segundo: amor del prôjimo. b) Amor del prôjimo: procurarle bienes, y especialmente los biencs de gracia y de caridad. VI. Grave peligro moderno. A. Existe tin grave peligro en los tiempos modemos en el que, sin duda, han caldo algunos sacerdotes dotados por Dios de singular vocaciôn apostôlica. a) Pero han dado a ésta un sentido naturalista, aunque noble y generoso. Se han preocupado por elevar la situaciôn del pueblo, pero han puesto mds bien el fin de su intenciôn en los bienes naturales, y la eficacia de su actividad, en los medios naturales. b) Se han olvidado en dos puntos del orden sobrenatural y, por tanto, se han apartado dei camino de su etema vocaciôn divina. No han puesto el fundamento a la eficacia de su acti­ vidad en el amor de Dios, en la uniôn con Cristo, en el cumplimiento de la voluntad divina, en la vida de fe y de caridad, en la virtud de la gracia. . No se han preocupado ante todo del bien espiritual del ■ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 211 ' pueblo y aun proceden a veces en forma que perjudican al bien comûn espiritual de la Iglesia, aunque logren algunos frutos en el orden meramente natural. B. La piedra de toque. No hay norma mâs segura para conocer si una vocaciôn apostôlica procede puramente por via de fe, de caridad y de uniôn con Cristo que la norma de sumisiôn y de adhesion a la Iglesia. a) Por eso es forma perfectisima de apostolado en los tiempos modernos la Acciôn Catôlica bien comprendida y bien practicada. La genial definiciôn de Pio XI: «participation de los fieles en el apostolado jerdrquico«, indica claramente la union con Cristo. b) Es un triste fenômeno moderno el que mientras de una parte los fieles se van sintiendo jerdrquicos en forma mâs perfecta que nunca, algunos sacerdotes mal aconsejados en el nuevo apostolado social que los tiempos modernos reclaman, crean que pueden contribuer a la gloria de Dios y al crecimiento del Cuerpo mistico de Cristo por medios mds humanos—organizaciôn, técnica, cientia social—que divinos: obedientia, hu­ mildad, oraciôn, vida de fe. «Bien estd hacer aquello, pero sin omitir esto» (Mt. 23,23). Conoce tu vocaciôn I. Origen altisimo. La solida doctrina teolôgica, segün la cual nuestra vo, caciôn es eterna, se basa en innumerables textos de la Escritura, de los cuales hemos y a citado algunos en los guiones anteriores. B. Por sus circunstancias especiales merece ser recordado aqui uno de esos textos: «Como me ha enviado el Padre, también yo os envio a vosotros» (lo. 20,21). a) Palabras de Cristo resucitado a los apôstoles, proferidas en el Cenaculo el domingo de Resurrecciôn. Y a continuaciôn les dijo: «Recibid el Espiritu Santo». Présenta, pues—explicitamente se dice—, las très personas. b) La vocaciôn procédé del seno de la Santisima Trinidad. El primer enviado es Jesucristo. Y de su vocaciôn apostôlica participan los prelados, que, a su vez, envian a los sacerdotes, y en los tiempos modernos, a los seglares. Este texto ha sido aplicado con razôn a la Acciôn Catôlica. A. II. Conoce tu vocaciôn. El cristiano que quiera embellecer y hacer fecunda su vida debe proponerse en ella como primer problema 359 Λ 212 EPIE INH. 6 ENERO el conocimiento exacto de su vocaciôn etcma en el seno de la Trinidad. êQué dcsignios tiene Dios Nuestro Senor sobre mi? Una vez conocida la vocaciôn hay que realizarla: Con prontitud. b) Con generosidad Con alegria. d) Con arnor. Con perseveranda o fidelidad hasta la muerte. 360 III. Con prontitud. La solicitud es parte importantisima de la virtud de la prudencia. Consiste en ejecutar con rapidez lo que hay que ejecutar, en no aplazar la ejecuciôn. Son innumerables los hombres que se han engaüado a si mismos creyéndose dispuestos a cumplir la voluntad de Dios y aplazândola de dia en dia, pero manteniendo a su juicio la voluntad dccidida a una ejecuciôn que no llegô nunca. (Rccuérdese la doctrina de los tres bina­ rios de San Ignacio.) jQué bellamente expresô Lope de Vega el estado la­ mentable del aima que aplaza constantcmente el seguir la llamada de Dios en los tercetos del famosisimo soneto «iQué tengo yo que mi amistad procuras?»: «iCuântas veces el ângel me decia : .Alma asômate agora a la ventana, verâs con cuanto amor llamar porlia ! Y jcuântas, oh Hermosura soberana, manana le abriremos, respondia, para lo mismo responder manana!· Los santos procedieron de otra manera. Tomemos los textos de la Escritura. a) El patriarca Abraham: Dios le ordenô cosas diirisimas. τ. 2 Le dijo: *Sal de tu tierra·. «Y fuêse Abraham conforme le habia dicho Yavé» (Gen. 12,4). Dios mandô a Abraham que circuncidara a todos los suyos. Y dice el Genesis: Y lo hizo «aquel mismo dîa”. «Tomô, pues, Abraham a Ismael, su hijo, y a todos los siervos, los nacidos en casa y los comprados, todos los varones de su casa, y circuncidô la carne de su prepucio aquel mismo dia, como se lo habia mandado Yavé» (Gen. 17,23). Prueba suprema; «Ofrécemc tu hijo en holocausto·* Y «se levantô, pues, Abraham de manana, aparejô su asno, y tornando consigo dos mozos y a Isaac, su hijo, partiô la lena para el holocausto, y se puso en camino para el lugar que le habia dicho Dios» (Gen. 22,2.3). Madrugô Abraham para cumplir lo mandado· el sa­ crificio del hijo SEC. 8. 4· GUIONES HOMUÉTICOS 213 Siempre la iidelidad y la prontitud en el cumplimiento de la voluntad de Dios. b) El ejetnplo de Samuel: Desde nifio, Samuel fué obedientisimo a la voluntad de Dios. Recuerdense las 1res Hamadas nocturnas que Samuel durmiendo oyô y atribuyô al sacerdote Helf. «Aqui estoy porque me has llamado», dijo Samuel—que se levantô en el acto—a Heli. Es la respuesta de los santos. Oida la voz de Dios, procéder inmediatamente en consecuencia. c) El apôslol San Pedro: «De hoy en adelante seras pescador de hombres*, le dijo el Senor en la barca después de la primera pesca milagrosa. «Subductis in terram navibus, relictis omni­ bus secuti sunt cum» (Mc. 1,17-18). En el acto Pedro y los Zebedeos llevaron las naves a tierra; lo abandonaron todo; siguieron al Senor. d) El ejemplo de San Pablo: 1. 2. e) El zXpôstol dijo de corazôn: «Domine, quid vis me facere?» (Act. 9,5). E inmediatamente, sin consultar con los hombres, seguro de que la vocaciôn era de Dios, «sin consultar a la carne ni a la sangre», partiô para /Xrabia, a fin de prepararse, en el retiro, para el nuevo ministerio. Es lo que explica en su carta a los Gâlatas: «Pero cuando plugo al que me segregô desde el seno de mi madré, y me llamô por su gracia, para revclar en mi a su Hijo, anunciândole a los gentiles, al instante, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre, no subi a Jerusalén a los apôstoles que eran antes de mi, sino que parti para la Arabia y de nuevo volvi a Damasco» (Gai. 1,15-17). El ejemplo de Maria Santisimà: Conocida su vocaciôn altisi- ma por el ângel, Maria Santisima contesta: «He aqui la esclava del Senor, hâgase en mi segun tu palabra» (Le. 1,38). «Y el Verbo de Dios se hizo carne» (lo. 1,14). IV. Con generosidad. A. B C. Es decir, con perfecciôn. «Relictis omnibus», «dejadas todas las cosas». Y dejadas con decision. Que algunos ponen manos al arado y vuelven la vista atrâs, y éstos no son aptos para el reino de los cielos. Otros se dicen decididos a servir al Senor, pero le ponen condiciones: «Déjà que primero vaya a enterrar a mi padre». No es ésa la conducta que agrada al Senor. Dios quiere la entrega total, y, en caso de duda, tomar siempre la via de la mâxima generosidad para con Dios Nuçstro Senor. La mâs opuesta a las tendencias de nuestra naturaleza. V. Con amor y alegria. A. 361 Si hay amor, habrâ verdadera alegria. Penosa vida la del que lleva arrastrando y con tristeza la cruz de su vocaciôn. Desazonado se halla, porque le falta el amor 362 214 ÊPIFANt.A. 6 BNBRO B. Recuerde el «tenens caput». No busqué consuelos a su vocaciôn en la actividad exterior, porque séria apartarse de la fuente de la vida. No admita consuelos hu­ manos. Sea su consuelo la caridad y el amor. Renueve sus propôsitos. Considere el origen altisimo de su llamada y ponga de nuevo la vista en Cristo y abrâcese con su cruz. El amor puede renovar y remozar una vida languida. VI. Con perseveranda hasta la muerte. A. Es un don de Dios que hay que pedir todos los dias. Es una gracia que el Senor concede segura cuando no se han despreciado las gracias anteriores. Mas no olvide el cristiano que hay que renovarse todos los dias. B. Oportuno sera advertir aqui que la doctrina de la vo­ caciôn no se ha de aplicar sôlo a la vocaciôn eclesiâstica, sino a toda vocaciôn, a la de los casados, a la del llamado a la vida pùblica, etc. Todos deben renovarse a diario—trenovamini» (Eph. 4,23), (reformamini» (Rom. 12,2)—en su vocaciôn. b) Vivir muy vigilantes contra los très enemigos de su vocaciôn, que son, prindpalmente, la sensualidad, el mundo y el espiritu. Guarden el precepto del Apôstol para caminar de tuna manera digna de la vocaciôn» con que han sido llamados: con humildad, mansedumbre y longanimidad, soportandoos los unos a los otros con caridad, solicites de conservar la unidad del espiritu mediante el vinculo de la paz» (Eph. 4.1.2). Modo de conocer la vocaciôn 3G-1 I. Doctrina ignadana. San Ignacio ha resumido en unas réglas sapientisimas las très formas o modos por los que el hombre puede conocer la propia vocaciôn. He aqui el texto ignaciano: ♦(175) tiempos para hacer sana y buena elecciôn en coda uno dellos». b) «i.° tiempo. El primer tiempo es quando Dios nuestro Senor asi muevey atrae la voluntad, que sin dubitar ni poder dubitar, la tal dnima devota sigue a lo que es mostrado; assi como San Pablo y San Matheo lo hicieron en seguir a Christo nuestro Seftor». 1 Véase el desarrollo de este gu'ôn en La m labra de Cristo t.i 2.· ed. p.437, tercer domingb de Adviento. cutôn n.u «\fod<-· especial de conocer b ?r»pia vocaciôn· • •5· - SEC. 8. c) GUIONES HOMILÉTICOS 215 <2.° tiempo. El segundo: quando se toma asaz claridad y cognosdmiento por experienda de consolaciones y desolaciones, y por experienda de discreciôn de varios espiritus». d) «3·° tiempo. El tercero tiempo es tranquilo, considerando pri­ mero para que es nascido el hombre, es a saber, para alabar a Dios nuestro Senor y salvar su dnima, y esto deseando elige por medio una vida o estado dentro de los limites de la Iglesia, para que sea ayudado en servicio de su Sehor y salvadôn de su dnima» (San Ignacio de Loyola, «Libro de los ejercicios» 175-177: BAC p.194). Via mistica. a) De los très tiempos ignacianos, el primero y el segundo pertenecen a la mistica. Via mistica queremos decir via de dones del Espiritu Santo. b) La voluntad es movida directamente por via sobrenatural. La luz que se recibe de lo alto pertenece al don de consejo que esta sobre la prudencia humana. c) Nada ilustra tanto la distinciôn entre la via mistica de los dones y la via ascética de las virtudes como el texto de Santo Tomas que se lee en 1-2 q.68 a.i, donde el Santo distingue entre dones y virtucfes. II. Dos tiempos en la via mistica. A. B. C. D. Distingue San Ignacio en la via mistica dos tiempos: uno extraordinario y otro ordinario. El extraordinario es ciertamente rarisimo; mas no asi el ordinario. El extraordinario suele ir acompariado de signos externos, que manifiestan claramente la volun­ tad de Dios y, sobre todo, de una luz interna vivacisima y de una emociôn intensa de la voluntad. «Sin du­ bitar, sin poder dubitar sigue a lo que es mandado». Es el caso, para poner un ejemplo tipico, del apôstol San Pablo cuando es derribado dei caballo camino de Damasco. Es muy raro. El ordinario, en cambio, es mucho mâs frecuente de lo que se créé. Muchisimas aimas se han movido por él sin tener conciencia cierta de la naturaleza de ese movimiento. Las aimas espirituales que buscan a Dios deben aspirar a conseguir este modo mistico mâs ordinario. El propio San Ignacio lo recomienda: «Entre los tres modos de hacer elecciôn, si en el primero Dios no moviese, débese insistir en el segundo de conocer su vocaciôn con expe­ rienda de consolaciones y desolaciones» (San Ignacio de Loyola, o.c., p.246). III. Doctrina de Santa Teresa. A. B. Coincide plenamente con la doctrina ignaciana. El aima, en el estado mlstico referido, obra por fe y h 4 21b EPIFANÎA. 6 ENERO por amor y no por el uso natural de sus potencias. Muchas voces en contra de lo que le dicta el entendi­ miento (cf. «Meditaciones sobre los Cantares», c.3 : BAC, «Obras completas», t.2 p.603 ss.). Para evitar ilusiones enganosas, Ia persona discreta debe consultar mucho con Dios en la oraciôn, una y otra vez, la soluciôn que le parece voluntad divina, sin determinarse a seguirla desde cl primer momento hasta ser plenamente confirmada en ella por la constante voz interior. Por otra parte, debe acudir a una sabia direcciôn espiritual y contra ella no debe determinarse. Mas, una vez acabado el periodo deliberativo, conocida asi la volun­ tad de Dios, debe ser decidida, rapida, generosa, en la ejecuciôn, desechando, cual si fuera tentacion diaboli­ ca, cualquier movimiento en sentido contrario. ; I 3β7 réglas de la prudentia. • El tercer tiempo ignaciano pertenece al orden natural. No ai don del consejo, sino a la virtud de la prudencia. Siempre se ha de contar con la gracia de Dios, incluso con la gracia habitual extraordinaria, aunque no sea propiamente mistica. En este tercer momento no habla Dios directamente por medio de su Espiritu, pero si puede Dios infundir especial virtud en nuestro entendimiento para que vea con mâs claridad cuâl es la voluntad divina, y en nues­ tra voluntad, para que sea mâs dôcil. He aqui las seis réglas admirables de San Ignacio, que condensan en el orden prâctico todo lo que necesitamos saber acerca de esta grave materia. a) •i.0 puncto: El primer puncto es proponer delante de la cosa sobre que quiero hacer elecciôn, asi como un officio o beneficio para tomar o dexar, o de otra cualquier cosa que cae en elecciôn mutable (178)». b) «2.0 puncto: Segundo: es menester tener por obiecto el fin para que soy criado, que es para alabar a Dios nuestro Senor y salvar mi dnima; y con esto hallarme indiferente sin affecciôn alguna dessordenada, de manera que no esté mds inclinado ni affectado a tomar la cosa propuesta, que a dexarla, ni mds a dexarla que a tomarla; mas que me halle como en medio de un peso para seguir aquello que sintiere ser mds en gloria y alabanza de Dios nuestro Senor y salvaciôn de mi dnima ( 179)». 3.0 puncto: Tercero: pedir a Dios nuestro Senor quiera mover mi voluntad y poner en mi dnima lo que yo debo hacer acerca de la cosa propôsita, que nuis su alabanza y gloria sea, discurriendo bien y fielmente con mi entendimiento y eligiendo con­ forme su sanctisima y beneplacita voluntad (i8o)*. <4.° puncto: Quarto: considerar ratiocinando quantos cômodos 0 provechos se me siguen con el tener el officio o bene- - ■ —■ GUTONES HOMILÉTICOS SEC. 8. 217 ficio propucsto, para sola la alabanza de Dios nuestro Serior y salud de mi dnima; y, por el contrario, considerar assimismo los incômodosy peligros que hay en el tener. Otro tanto haciendo en la segunda parte, es a saber, mirar los cômodos y provechos en el no tener; y asimismo por el contrario, los incômodos y peligros en el mismo no tener (i8i)». e) «5·° puncto: Quinto: después que asi he discurrido y raciocinado a todas partes sobre la cosa propôsita, mirar dônde mds la razôn se inclina, y asi segiin la mayor mociôn racional, y no mociôn alguna sensual, se debe hacer deliberaciôn sobre la cosa propôsita (182)». f) «6.° puncto: Sexto: hecha la tal elecciôn 0 deliberaciôn, debe ir la persona que tal ha hecho, con mucha diligenda, a la oraciôn delante de Dios nuestro Senor y offrescerle la tal elecciôn para que su divina majestad la quiera rescibir y confirmar, siendo su mayor servido y alabanza» (San Ignacio de Loyola, o.c., p.194-195) (183). V. Aplicaciôn a los Reyes Magos. A. 308 La vocaciôn. de los Reyes Magos tiene dos tiempos: el primero es mistico extraordinario. Corresponde al primero ignaciano. El segundo es de prudencia humana. Corresponde al tercero ignaciano. Tiempo mistico extraordinario: a) La apariciôn de la estrella es una Hamada singular, singularisima, de Dios nuestro Senor, con fenômeno externo y con iluminaciôn interna. b) Ven la estrella; la ven distintas personas. Segiin la tradidôn, très. Es un hecho sobrenatural y milagroso. Pero al mismo tiempo interpretan la significaciôn de aquella estrella. Hay una luz interior. Es el Espiritu Santo el que les ha hablado. Por su cienda y por su razôn nunca hubieran comprendido qué significaba la estrella. Y «sin dubitar ni poder dubitar siguieron a lo que les fué mandado». Fueron feles a la inspiraciôn divina. Prudencia humana: Desapareciô la inspiradôn divina sin haber llegado al térmtno de su camino. Los Reyes Magos acudieron entonces al tercer momento, al de la prudencia humana. b) Ha desaparecido el consejo de Dios mostrado en la estrella. Acuden al consejo de los hombres; a los sabios, es decir, a los puestos por Dios nuestro Senor para interpretar las Escrituras. a) VI. Imitemos a los Magos. /V β. Si buscamos la voluntad de Dios, no serâ raro que aparezca la estrella en nuestro firmamento espiritual, en la forma que fuere (véase el guiôn siguiente). Si buscamos a Dios sinccramente, sabremos interpretar esa estrella. Pero la prudencia aconseja el acudir tam- 369 EPIFANÎA. 6 EMERO 218 bién a los sabios puestos por Dios. A los doctores, a los hombres de espiritu, a nuestros directores espirituales. para que ellos nos confirmen en nuestra santa v ciôn. Una estrella en el cielo 370 I. Los caminos de Dios. De muchos medios externos se vale el Senor para ensefiar a las almas los caminos de su santificaciôn. B. San Gregorio lo sintetiza en las siguientes elocuentes palabras: «Dios nos Hama unas veces directamente y por Si mismo. Otras nos llama por medio de los ânge­ les; otras nos llama por los Padres; otras, por los pro­ jetas; otras, por los apostoles; otras, por los pastores. Nos llama a veces por la voz interior. Nos llama por milagros. Muchisimas veces nos llama por el azote y por la aflicciôn. Algunas veces, por la prosperidad en la vida; otras por la adversidad» («Hom. 39 sobre el Evangelio»; véase Cornelio A Lapide, «Comentario a Mateo», 2,2 t.i p.105). A. 371 II. Los medios mâs frecuentes. A. Tal vez los medios mâs frecuentes empleados por Dios sean: a) La palabra. b) El ejemplo. c) La enfermedad. d) La desgracia. e) La humillaciôn B. La palabra. a) Sin duda ha sido el modo mâs empleado por el Sefior. Entendemos por palabra no sôlo la predicaciôn en los templos, sino también la lectura espiritual y la meditaciôn. Dijérase que este es el medio comûn. b) La Escritura dice de los doctores que ensenan a muchos los caminos de la justicia que brillaràn como estrellas en el fir­ mamento: iLos que fueron inteligentes brillaràn con esplendor de cielo, y los que enseûaron la justicia a la muchedumbre resplandecerdn por siempre, etemamente, como las estrellas» (Dan. 12,3). c) Deben temblar, pues, los que manejan la palabra de Dios, porque si no son fieles a su vocaciôn predicando auténticamente SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 219 el Evangelio, pueden ser causa de que muchos de sus oyentes no conozcan por sus labios el camino de su vocadôn. d) Lo dicho de la predicaciôn se aplica naturalmente a la lectura espiritual, especialmente a la lectura del Evangelio de San Pablo y de los hbros de ascética o mistica universalmente aceptados. e) La palabra meditada: He aqui un medio importantisimo para conocer la propia vocaciôn, sobre todo cuando la meditadôn va acompaiïada de austeridad de vida, de constanda en la prdctica de la virtud, de mantenimiento en la grada dei Se­ rior. Tiene especial eficacia la meditadôn practicada en retiro 0 en los santos Ejercicios, como ya se ha indicado. El ejemplo. Dice San Leôn comentando este Evange­ lio: «Todos los que en la Iglesia de Dios viven pia y castamente, todos los que aspiran y saben gustar de las cosas de arriba, no de las cosas terrenas, son, en cierto modo, comparables a las estrellas del cielo. Y mientras ellos conservan el esplendor de su santa vida, muestran a los demâs, como la estrella a los Magos, los ca­ minos del Senor. Sed estrellas en la tierra, dice el Santo, y brillaréis etemamente con. etema luz sidéral en el reino de Dios (véase A LApide, o.c.). La enfermedad. Mucho se debe predicar a las aimas buenas la importanda de la adversidad en la vida espiritual. b) •El sarmiento que da fruto (el Padre) lo podard para que dé mdsfruto» (lo. 15,2). Al sarmiento que estd unido con Cristo, pero que puede estar mas unido con El, Cristo se encargard de podarlo por la tribulaciôn exterior. c) jCudntos santos han hallado en la enfermedad el camino de la vida! /Cuanto influyô, por ejemplo, la enfermedad en San Francisco de Asis, San Ignado de Loyola, Santa Ludovica, San Francisco Caracdolo !, etc. a) E. a) La desgrada 0 el fracaso en la vida ha sido comienzo de la santificaciôn de algunas almas. 2. 3· b) La tragica muerte de su marido fué, sin duda, un me­ dio providencial para santificar a Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal. La bochornosa humillaciôn de San Antolln en Palencia le sirviô para apartarse definitivamente dei mundo, despreciarlo y entregarse a Cristo. El fracaso forense impulsô a San Alfonso Maria de Ligorio a poner la planta en el camino de la verdadera justicia. Para todos estos santos la adversidad bajo distintas formas fué la estrella que les condujo a los pies de Jesûs. 220 EPIFANIA. O ENERO III. Los consuetos providenciales. A. B. Leyendo las vidas de los santos se advierte cômo los hombres son conducidos muchas veces por Dios nues­ tro Seftor de un modo providendal. Las aimas espirituales deben considérât todos los acontecimientos de su vida a la luz de esta misericordiosfsima providenda divina. a) San Juan de Dios, atraido a Castilla por la fama de la virtud I de la Reina Catolica y de su corte, venia en realidad a ponerse en contacto con el Beato Juan de Avila, cuya palabra fervorosa le impulsô a la vida heroica. b) San Antonio de Padua, fracasado en su intento de evangel izar en Oriente, fué atraido por el viento y el mar a la costa de Italia, donde Dios habia puesto el campo de su santificaciôn Teresa de Jesûs comete la insigne locura de ir a fundar contra toda ley de prudencia en Medina del Campo. Dios le irnpulsaba a algo mâs que a eso. Alli conociô a Juan de la Cruz, que iba de Salamanca camino de Burgos para ingresar en la Cartuja. d) Un vulgar incidente de familia puso a San Gregorio Taumaturgo en conlacto con Origines, de cuyos labios aprendiô el Evangelio y se convint iô y se hizo santo, etc. Ignacio, herido en Pamplona, obligado a un largo reposo, encontraria en él no solo la salud del cuerpo, sino principalniente la del aima. f I '· ’ -■ '. 373 IV. Los actos heroicos. Frecuentisima es también en la historia de la Iglesia la estrella que se enciende en el cielo de un aima por cooperaciôn generosa a un primer impulso de la gracia. A. B. San Martin parte la capa con el pobre, y el pobre era Cristo. San Juan Gualberto reprime su ira y perdona al asesino del hermano, que, puesto en el camino con los brazos en cruz, le demandaba misericordia. El recuerdo del Cruciftcado le moviô al perdôn. Juan Gualberto recibiô después en la iglesia proxima de la imagen de Jesûs la expresiôn de la gratitud por el perdôn otorgado, y a los pies de Cristo, Juan Gualberto renunciô al mundo. V. Conclusion. Las aimas que sinceramente buscan a Dios, siempre lo encuentran. a) En una forma o en otra ven la estrella. b) Mas importa buscar pura y simplemente a Dios nuestro Se­ nor. Ir nosotros a Dios y no pretender que Dios venga a nos­ otros. Importa que nuestra aima esté totalmente libre de la influen cia de la soberbia. de la sensualidad y dei mundo ■41 SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS 221 Cuando con esta sencillez se levantan los ojos al cielo, la estrella aparece segura y nos invita a seguirla, y no hay sino ponerse en camino con la decision con que emprendieron su jornada los très Rcÿes Magos. Vocaciôn L Vocaciôn religiosa de los hijos (fiesta de la Sagrada Familia, 375 guiôn 19 t.2 p.137). El ejemplo de Cristo. La familia, semillero de vocaciones (un bello texto de Pio XI). Procéder de muchos padres. Deberes de los padres respecto de la vocaciôn de los hijos. Conducta de los hijos ante la opcsiciôn de los padres. Recomendaciôn a los padres. Oportunas consideraciones sacadas, en parte, de los Papas y, en parte, de la experienda. 11. El llamamiento de Dios (los obreros enviados a la viôa, do- 376 mingo de Septuagesima, guiôn 13 t.2 p.925). A. B. Dios llama a todos a su viôa. (-Cuando nos llama? En la ninez. b) En la adolescenda. c) En la edad adulta. d) En la ancianidad. Cualquier hora en que nos llegue la lia mada del Senor es buena. t «jCômo nos llama? III. El misterio de la predestinaciôn (domingo de Septuagésima, guiôn 14 t.2 p.927). A. Pocos son los elegidos. a) b) B. C. No interesa aqui el nûmero de los que se salvan. Mas importante es saber por qué unos se salvan y otros se condenan. Dios quiere que todos se salven. Dios da a. todos los medios necesarios para salvarse. 1 Damos a continuation un breve resumen de algunos guiones de La palabra de Cristo que, inclufdos en tomos anteriores, t ratan de temas propios para ser desarrollados en esta fiesta. EPIFANIA. 6 KNERO . No todos se salvan. . Causas de la condenaciôn. La causa no estâ en Dios, sino en los hombres . êQué hacéis ociosos todo el dia? IV. Todo hombre tiene una especial vocaciôn (domingo 2.0 des­ pués de Pascua, guiôn 8 t.4 p.503). El gobiemo pastoril supone una relaciôn intima del pastor con las ovejas. Dios conoce desde la eternidad a cada oveja, a cada hombre. Razones teolôgicas: a) Dios no créa a los hombres en serie b) Esto le piden: 1. 2. 3. 4. La La La La sabiduria. omnipotencia. liberalidad. misericordia. Crear es un acto de misericordia. Dios acompana a los hombres con su providenda amo­ rosa durante todo el curso de la vida. La segunda creaciôn en Cristo. Confirmaciôn mistica. Doctrina del P. Faber. Consecuencias prâcticas deducidas por el P. Faber. a) La proximidad de Dios Padre cerca de coda uno de nosotros. b) Sentimiento de temor. Serenidad ante la iida. d) Diligenda continua y amorosa para conocer en cada momento la vocaciôn del Padre. Devociones bâsicas. a) La profunda y solidisima doctrina del conodmiento *nominatim» de cada una de las ovejas es la base de dos devociones import antisimas: r. La de la presencia de Dios. 2. La de la ocupaciôn dei momento presente. b) San Alfonso Maria de Ligorio llegô a hacer voto de no perder un solo instante en la vida. 379 V. La vocaciôn de un pueblo (domingo infraoctava de la Ascen­ sion, guiôn 18 t.4 p.1240). A. B. C. Distinciôn preliminar. La historia del «Filioque». Dos manifestaciones en la época visigôtica del sentido teolôgico del pueblo espaôol. SEC. 8. D. E. GUIONES HOMUélICOS 223 La expansiôn de los siglos XVI y XVII. La misiôn teolôgico-social de Espana en los tiempos modernos. VI. Tres maneras de seguir a Cristo (domingo 4.° después de Pen- 380 tecostés, guiôn 6 t.5 p.1045). Λ. B. C. D. E. F. G. H. Tres tipos de vocaciôn. Primer tipo: el escriba. Segundo tipo: el joven rico. El tercer tipo: San Pedro. Generosidad de San Pedro. El arranque de San Pedro. Virtudes de San Pedro. El ùltimo fruto. La verdad en la vida espiritual L Caridad I. «Vivir en caridad» (domingo 3.0 de Guaresma, guiôn 3 t.3 p.500). A. B. C. D. En caridad. El amor de Cristo. Amad como Cristo nos amô. Grado supremo de caridad: a) b) E. Dar la vida par el prôjimo. Esclavizarnos a Dios por el prôjimo Heroismo y caridad. II. «La caridad cubre todos los pecados» (domingo infraoctava de la Ascension, guiôn 2 t.4 p.1187). A. B. La caridad y sus efectos sobre el pecado. La caridad disimula los pecados del prôjimo. Una primera razôn que alcanza a la esencia del amor. Los demds motivos propios del amor cristiano de caridad estân contenidos en este. c) El ejemplo de los santos. a) b) C. Nuestra caridad disimula nuestros pecados. 1 Esta misma materia se trata de nuevo, dentro de la misma homilia, en el guiôn 12 ρ.ίοόο, titulado «Tres binarios o tres modos dc seguir a Cristo·. Sc cstudian en este Ruiôn los tres bi­ narios de San Ixnacio- EPIFANÎA. 6 ENERO 224 383 III. *La paz, efecto de la caridad» (domingo de Pentecostes, guiôn 17 t.5 p.182). A. Paz, justicia y caridad. B. Doctrina de Santo Tomas. C. Paz, justicia y concordia. D. La paz del mundo. E. La paz perfecta. 384 IV. 20Convenientibus ergo vobis in Y cuando os réunis, no es para unum, iam non est Dominicam coela cena del Senor. nam manducare. 21 Unusquisque enim suam coePorque cada uno se adelanta a 21 tomar su propia ccna, y mientras uno nam praesumit ad manducandum. Et alius quidem esurit, alius autem pasa hambre, otro esta ebrio. ebrius est. 22 Pero que no tenéis casas para 22 Numquid domos non habecorner y beber? ;O en tan poco tenéis! tisad manducandum, et bibendum? la Iglesia de Dios y asi avergonzais a los Ecclesiam Dei contemnitis, et quenoüenen? iQuévoyadeciros? ;Osk°^°ditis n°n habSnTt? Quid dicam vobis? Laudo vos? In alabaré? En esto no puedo alabaros. hoc non laudo. 23 Porque yo he recibido del Senor, 23 Ego enim accepi a Domino lo que os he transmitido, que el Senor quod et tradidi vobis, quoniam DoJesûs en la noche en que fué entregado, | ™’nus Jesttt, in qua nocte tradebatur. accepit panem. tomô el pan, 24 y después de dar gracias, lo par24 et gratias agens, fregit, et di­ tiô y dijo: Este es mi cuerpo, que se da xit: Accipite, et manducate: hoc est por vosotros; haced esto en memoria corpus meum quod pro vobis trade­ tur: hoc facile in meam commemo­ mia. rationem. 25 Y asimismo, después de cenar, 25 Similiter et calicem, post­ tomô el câliz diciendo: Este câliz es el quam coenavit dicens: Hic calix no20 comer · TEXTOS 1· vum testamentum est in meo san­ guine. Hoc facite quotiescumque bi­ betis, in meam commemorationem. 26 Quotiescumque enim mandu­ cabitis panem hunc, et calicem bi­ betis: mortem Domini annuntiabi­ tis donec veniat. 27 Itaque quicumquc manduca­ verit panem hunc, vel biberit cali­ cem Domini indigne: reus erit cor­ poris et sanguinis Domini. 28 Probet autem seipsum homo: et sic de pane illo edat, et de calice bibat. 29 Qui enim manducat, ct bibit indigne, iudicium sibi manducat, et bibit: non diiudicans corpus Do­ mini. 30 Ideo inter vos multi infirmi et imbecilles, et dormiunt multi. SAGRaDOS 233 nuevo testamento en mi sangre; cuantas veces lo bebâis, haced esto en me­ moria mia. 26 Pues cuantas veces cornais este pan y bebâis este câliz, anunciâis la muerte dei Senor hasta que El venga. 27 Asi, pues, quien come el pan y bebe el câliz del Senor indignamente, serâ reo del cuerpo y de la sangre del Senor. 28 Examinese, pues, el hombre a si mismo y. entonces coma del pan y beba del câliz. 29 Pues el que sin discemir corne y bebe el cuerpo del Senor, se come y se bebe su propia condenaciôn. 30 Por esto hay entre vosotros muchos flacos y débiles, y muchos dormidos. 31 Quod si nosmetipsos dijudi­ ■31 Si nos juzgâsemos a nosotros miscaremus, non utique judicaremur. mos, no seriamos condenados. 32 Dum iudicamur autem a Do­ 32 Mas juzgados por el Senor, sominis corripimur, ut non cum hoc mos corregidos para no ser condenados mundo damnemur. con el mundo. EVANGELIO (JUEVES SANTO) ilo. 13,1-15) 1 Ante diem festum Paschae, sciens lesus quia venit hora eius ut transeat ex hoc mundo ad Patrem: cum dilexisset suos, qui erant in mundo, in finem dilexit eos. 2 Et coena facta, cum diabolus iam misisset in cor ut traderet cum ludas Simonis Iscariotae: 3 sciens quia omnia dedit ei Pa­ ter in manus, et quia a Deo exivit, ct ad Deum vadit: 4 surgit a coena, et ponit vesti­ menta sua, et cum accepisset lin­ teum, praecinxit se. 5 Deinde mittit aquam in pel­ vim, et coepit lavare pedes discipu­ lorum, et extergere linteo, quo erat praecinctus. 6Venit ergo ad Simonem Pe­ trum. Et dicit ei Petrus: Domine, tu mihi lavas pedes? I i Antes de la fiesta de la Pascua, I viendo Jesûs que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, al fin extremadamente los amô, 2 y comenzada la cena, como el diablo hubiese puesto en el corazôn de Ju­ das Iscariote, hijo de Simôn, el propôI sito de entregarle; 3 con saber que el Padre habia pues­ to en sus manos todas las cosas y que habia salido de Dios y a El se volvia, 4 se levantô de la mesa, se quitô los vestidos, y tornando una toalla se la cinô. 5 Luego echo agua en la jofaina, y comenzô a lavar los pies de los disci­ pulos y a enjugarlos con la toalla que ténia cenida. 6Llegô, pues, a Simôn Pedro, que le dijo: Senor, ètû lavarme a mi los pies ? 234 JUEVES Y VIERXES SAXTO 7 Respondiô Jesûs y le dijo : Lo que yo hago, tü no lo sabes ahora ; lo sabras después. 8 Dijole Pedro: Jamâs me lavarâs tù los pies. Le contestô Jesûs : Si no te los lavase no tendras parte conmigo. 9 Simon Pedro le dijo: Senor, cntonces no sôlo los pies, sino también las manos y la cabeza. ίο Jesûs le dijo: El que se ha baùado no necesita lavarse, estâ todo limpio; y vosotros estais limpios, pero no todos. 7 Respondit lesus, et dicit ci: Quod ego facio, tu nescis modo» scies autem postea. 8 Dicit ei Petrus: Non lavabis mihi pedes in aeternum. Respondit ei Tesus: Si non lavero te, non habe­ bis partem mecum. 9 Dicit ei Simon Petrus: Domi­ ne, non tantum pedes meos, sed et manus et caput. 10 Dicit ci lesus: Qui lotus est, non indiget nisi ut pedes lavet, sed est mundus totus. Et vos mundi estis, sed non omnes. 11Sciebat enim quisnam esset qui traderet eum: propterea dixit: Non estis mundi omnes. 12 Postquam ergo lavit pedes eorum, et accepit vestimenta sua: cum recubuisset iterum, dixit eis: Scitis quid fecerim vobis? 13 Vos vocatis me Magister et Domine: et bene dicitis: sum et­ enim. 14 Si ergo ego lavi pedes ves­ tros, Dominus et Magister: et vos debetis alter alterius ïavare pedes. H Porque sabla quién habia de entregarle, y por eso dijo: No todos estais limpios. 12 Cuando les hubo lavado los pies, y tornado sus vestidos y puéstose de nuevo a la mesa, les dijo: jEntcndéis lo que he hecho con vosotros ? 13 Vosotros me llamâis Maestro y Senor, y decls bien, porque de verdad lo soy. 14 Si yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Senor y Maestro, tam­ bién habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. 15 Exemplum enim dedi vobis, 15 Porque yo os he dado el ejemplo, para que v tros hagâis también como ut quemadmodum ego feci vobis, ita et vos faciatis. yo he hecho. •K*· IV. 401 EVANGELIO (VI £NES SANTO) (Io. 18,1-40 ; 19,1-42) En diciendo esto saliô Jesûs con sus discipulos al otro lado dei to­ rrente Cedrôn, donde habia un huerto, en el cual entrô con sus discipulos. i8,i 18,1 Haec cum dixisset lesus, egressus est cum discipulis suis trans torrentem Cedrom, ubi erat hortus, in quem introivit ipse, et discipuli cius. 2 Judas, el que habia de traicionar2 Sciebat autem et ludas, qui le, conocia el sitio, porque muchàs veces tradebat eum, locum: quia frequen­ concurria alli Jesûs con sus discipulos. ter lesus convenerat illuc cum disci­ pulis suis. 3 ludas ergo cum accepisset co­ 3 Judas, pues, tornando la cohorte y los alguaciles de los pontifices y fariseos, hortem. et a pontificibus et phariministros, venit illuc cum la­ vino alli con linternas y hachas y armas. saeis ternis, et facibus, et armis. 4 lesus itaque sciens omnia quae 4 Conociendo Jesûs todo lo que iba a sucederle, saliô y les dijo: «ηdixit, significans qua morte esset moriturus. qué muerte habia de morir. 33 ergo iterum. in _prae33 Entrû Pilato de nuevo en el pre. Introivit . torio, y llamando a Jesûs le dijo: ïEres| tor^unr Ppat^J3- et vocavit lesum,► et dixit ei: Tu es rex ludaeorum? tû el rey de los judios? 34 Respondit lesus: A temetipso 34 Respondiô Jesûs: êPor tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros I hoc dic»s. an alii dixerunt tibi de» me?· de mi? ί me Respondit Pilatus;Numquid Numquid 35 Pilato contestô: cômo, pues, dice luego que detrâs del bocado entré en él Satanâs? Porque entra en el hombre no de re­ pente ni en un solo instante, sino poco a poco y haciendo sus pruebas, como aqui sucedié. Habiéndole tentado y atacâdole suavemente, cuando vio que estaba dispuesto a recibirle, se le metié ya entero y se apoderô de él totalmente. ... Asi, pues, os ruego y suplico que corrijâis con gran cuidado y diligencia esta pasién y las demâs que en nosotros se desarrollan, segûn las diversas edades. Si al navegar por este mar en cualquiera época de nuestra vida no nos dedicamos a la ûtil tarea de la virtud, experimentaremos continuos naufragios, y, arrastrados al puerto, careciendo de espirituales mercandas, seremos condenados a los 252 JVEVKS Y VIER NES SANTO mayores suplicios. Porque esta vida es un mar ancho y largo, y en él, como en todos, hay varios golfos donde por diversas causas se originan grandes tempestades»... 423 c) CORREGIR LAS PASIONES «Lo mismo suele suceder en nuestra vida, pues su pnmer golfe se ve ya en el nino, a causa de su edad, expuesto a muchas y gran­ des tormentas, ora porque el entendimiento esta poco desarrollado, ora porque todavia no tiene firmeza alguna, sino que se doblega a todas partes. Por esto le encargamos a pedagogos y maestros que suplan con su diligencia los defectos de la naturaleza, como sucede en la navegaciôn, en la que la destreza del timonero triunfa de las encrespadas olas del mar. A la ninez suceden las olas de la juventud, que, como en e) mar Egeo, es agitada por los fuertes vientos de la concupiscenda; esta edad se presta menos a correcciôn, no solamente porque son mayores las olas que la azotan, sino también porque, faltando ya el pedagogo y el maestro, no son reprendidas las faltas. Soplando, pues, los vientos con mayor impetuosidad, siendo el timonero mâs inexperto y no habiendo nadie que defienda y ayude, considera cuâl sera la magnitud de la tempestad. 424 La edad viril ocupa el tercer lugar, y aqui pesan los cuidados de la familia: la mujer, el matrimonio, los hijos, el gobiemo de la casa, las preocupaciones que caen como copos de nieve. Es el momento en que brotan las flores de la avaricia y de la envidia Si, pues, en todas las edades estamos expuestos a naufragar, icômo pasaremos esta vida? 4-0 Otras trazas de! demonio: el desabrimiento y las apariencias de virtud «Asi nos conduce el demonio de las cosas mâs pequeôas hasta las mâs graves, y desde éstas a la desesperaciôn, que es otra traza suya peor que la primera. Porque no perjudica tanto el pecado como la desesperaciôn. En efecto, el que ha delinquido, si hace penitencia, no tarda en alcanzar el perdôn dei delito, mientras que quien se desespera, desprecia la penitencia, y no aplicando esta saludable medicina, no puede ser perdonado. Usa ademâs otras asechanzas, con las cuales, so pretexto de devo­ ciôn, induce a las personas religiosas al pecado. No oyes a San Pablo decir lo mismo cuando los corintios, no solo no permitian al incestuoso reconocer su pecado, sino que, aplaudiéndole y honrândole, le arrastraban a otras cosas peores? Asi, pues, os ruego y suplico que, despreciando las murmuraciones, las injurias y los honores, estemos muy vigilantes y no nos hagamos reos de algùn mal, ni nos deshonremos a nosotros mismos; pues de este modo, tanto en la vida présente como en la venidera, conseguiremos grande gloria, por la gracia y misericordia de nuestro Senor Jesucristo. Amén». e) i. El entierro del Senor (cf. Hom. 88 in Mt.: PG 778 ss.) Loa de la limosna · «Mas José se acercô y pidiô el cuerpo de Cristo... Y Maria Mag­ dalena y la otra Maria estaban alli sentadas enfrente dèl sepulcro... ( contrario, la gracia no séria gra­ cia» (ibid., 3). 500 3· «iQué es la verdad?» (Ιο. 18,38) «Paréceme que cuando Pilato preguntô qué es la verdad, le vino a las mientes de repente la costumbre judia de soltarles un preso SEC. 3. SS. PADKES. S*N AGUSTIN 287 el dia de la Pascua, y por eso esperô que le contestase Jesûs qué era la verdad... Sin embargo, no pudo apartar de su corazôn que Jé­ sus era el Rey de los judios, como si la verdad se lo hubiera fijado en su interior como un cartel». «Oido esto, clamaron otra vez, diciendo: No a éste, sino a Barrabâs. Barrabâs era un ladrôn» (lo. 18,40) 501 «No reprendo, joh judios!, que libréis en la Pascua a un hombre danino, sino que matéis al inocente: pero por otra parte, si no lo hicierais, no tendriamos la verdadera Pascua. Los judios estaban apegados a la sombra de la verdad, y por una admirable disposiciôn de la divina Sabiduria, los hombres falaces cumplen la verdad de aquella sombra, porque para que se celebrase la verdadera Pas­ cua inmolaron a Cristo como un cordero» (ibid., 4). e) Ante el pueblo 1. «Y le daban de bofetadas» (lo. 19,3) 602 «Asi se cumpliô lo que Cristo habia predicho de si mismo. De esta forma los mârtires fueron adoctrinados para sufrir cuanto sus perseguidores tuviesen a bien infligirles. Asi se ocultô un tanto aquel tremendo poder y se nos recomendô que imitâsemos ante todo la paciencia, asi predicô un reino que no era de este mundo y venciô al mundo soberbio no con el espanto de las batallas, sino con la humildad del padecer; asi se sembraba para su multiplicaciôn aquel grano en medio de injurias horribles para que brotase después en medio de admirable gloria» (tr.116,1: PL 34,1941). 2. «Ecce homo» (lo. 19,5) .503 «Veamos aqui todo lo que hicieron los soldados sin que Pilato lo ignorase, y quizâ lo hubiese mandado, quizâ lo hubiese querido, por lo que ya hemos dicho antes, para que los enemigos se hartasen de beber ludibrios y no tuviesen sed de sangre. Saliô, pues, a ellos Jesûs llevando su corona de espinas y su traje de pûrpura, no bri­ llante de imperio, sino lleno de oprobios. Les dice: Ecce homo. Si envidiabais a un rey, perdonadle, que bien caido le veis. Ha sido azotado, coronado de espinas, vestido con un traje de burla, mofado amargamente, lleno de bofetadas; hierve la ignominia, enfriese la envidia; pero no se enfriô, se encendiô mâs y creciô» (ibid., 2). 3. «Contestaron los judios: Nosotros tenemos una Ley, y segùn la Ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios» (lo. 19,7) 504 «He aqui otra envidia mayor. Parecia pequena la primera cuan­ do le acusaban de ambiciones ilicitas y de usurpar la regia potestad. Sin embargo, Jesûs no usurpô mendazmente ni lo uno ni lo otro, porque ambas cosas son ciertas y El es el Hijo unigénito de Dios * 288 JUEVES V VIERNES SANTO y el Rey colocado sobre Sion, su monte santo. Ambas cosas se demuestran, porque cuanto mâs poderoso, tanto mâs paciente prefiere ser» (ibid., 3). 505 4. «Jcsûs no contestaba* (Io. 19,8) «No es la primera vez que el Senor calla, puesto que, si leemos el Evangelio, le vernos callado ante los principes de los sacerdotes y ante Herodes, y ahora mismo ante Pilato; y es que en realidad no habia sido vana la profecia: Como cordera delante del esquilador estaba silencioso y no abria sus labios (Is. 53.7)··· Cuando no abria sus labios en el juicio se asemejaba al cordero, esto es, no aparecia como un malvado que tiene que callarse convencido de su pecado, sino como un manso que se inmola por los ajenos» (ibid., 4). χ)θ 5· «El que me ha entregado a ti tiene mayor pecado* (lo. 19,11) >< ’· «Por fin contesta, aunque su silencio no era el dei reo engaûador, sino el del cordero que, inocente, no abre sus labios. Cuando no respondia, callaba como una oveja; cuando contesta, enseùa como un pastor. Aprendamos, pues, lo que nos dijo y lo que después nos ensena por el Apôstol: que no hay poder que no venga de Dios (Rom. 13,1) y que peca mâs el que entrega por envidia al inocente para que el poderoso lo mate, que el poderoso que lo mata por miedo a otra autoridad mayor. El me entrega a ti por envidia; tù ejercerâs contra mi tu poder por miedo. El hombre no debe matar a otro hombre ni aun siquiera por miedo, y mucho menos si se trata de un inocente ; sin embargo, peor es hacerlo por envidia que por temor. Por eso el maestro veraz no dice: El que me entrega a ti, ése es el que tiene pecado, como si el otro no lo tuviera, sino que afirma que tiene un pecado mayor» (ibid., 5). f) En el Calvario 507 i. «LIevando a cuestas la cruz» (lo. 19,17) ♦Caminaba hacia el lugar donde iba a ser sacrificado llevando su cruz. Gran espectâculo; pero si lo mira la impiedad, gran ludibrio; si lo mira la piedad, gran misterio; si lo mira la impiedad, prueba de ignominia enorme; si lo mira la piedad, gran fundamento de nuestra fe; si lo mira la impiedad, se reirâ viendo al Rey llevar un leôo en lugar de un cetro; si lo mira la piedad, verâ que el Rey lie va el madero donde ha de ser clavado, el mismo madero que des­ pués sera colocado en la frente de los reyes. Despreciado ante los ojos de los impios en lo mismo que se gloriarân después los corazones de los santos. Pablo habrâ de decir: Lejos de mi gloriarme como no sea en la cruz de nuestro Serior Jesucristo (Gai. 6,14). Cargaba so­ bre sus hombros su misma cruz y llevaba en alto el candelero de esa antorcha que ha de arder sin que se coloque debajo de un celemin» (tr. 117,3: PL 34.1945)· SEC. 3. 2. SS. PADRES. SAN AGUSTÎN 289 «Lo escrito, escrito estâ» (lo. 19,22) «|Oh fuerza inefable de las obras divinas, que alcanza hasta el corazôn de los ignorantes! <{Νο estaba acaso resonando en el co­ razôn de Pilato una voz oculta, y si me es licito decirlo, con un si­ lendo clamoroso?» « podrà trocarle lo que dijo la Verdad? Por eso es rey de los judios, que tienen circuncidado el corazôn con el espiritu, aunque no en la letra, cuya alabanza no viene de los hombres, sino de Dios, de los que pertenecen a la Jerusalén libre, nuestra madré eterna en los cielos, Sara espiritual que expulsô de la casa de libertad a la esclava y a sus hijos (Gai. 4,22 y 31). Por eso Pilato afirmô: Lo que escribi, escrito esta, porque lo que el Senor dijo, dicho estâ» (ibid., 5). 3. 309 La cruz Después de haber expuesto el significado de la tûnica y de las vestiduras repartidas en cuatro pedazos, que para él simbolizan la Iglesia extendida por los cuatro puntos cardinales, continûa: «Y no es extrano que hasta las acciones de los malos signifiquen algo bueno, cuando hemos de decir lo mismo de la cruz que los impios y enemigos fabricaron y colocaron sobre Cristo. Sin embargo, ella también nos significa lo que dijo el Apôstol, cual sea lo largo, lo ancho, lo alto y lo profundo (Eph. 3,18). Ancho es el madero transversal donde se extienden las manos del que cuelga en ella y significa las obras buenas en la anchura de la caridad; largo es el madero que llega hasta la tierra, en el que se apoya la espalda y los pies, y que sig­ nifica la perseveranda a lo largo del tiempo hasta el fin; alto es aquel remate que se alza por encima del madero transversal, y que simboliza el ùltimo fin al que se dirigen todas las obras, porque todo lo que se obra a lo largo y a lo ancho perseverantemente, es ejecutado por la altura de los premios divinos; profunda es aquella parte que se hunde en la tierra y se oculta alli donde no puede verse, pero de la que después se levanta todo lo que sobresale y aparece como nuestros bienes, que proceden todos ellos de la profundidad de la gracia de Dios, que no puede comprenderse ni discernirse. Pero aun cuando la cruz de Cristo significara ùnicamente lo que nos’dice el Apôstol, que los que son de Cristo crucifiquen su came con sus pasiones y concupiscencias, (jno séria ya un gran bien? Y por ùltimo, iqué es lo que hemos conocido todos'como senal de Cristo, sino su cruz? J 6. I Vf M jltil H Las très voluntades que entregan a Cristo «Ved cuânto bien sabe Dios sacar de los malos, aunque es cierto que después no les retribuirâ segûn el bien que ha sacado, sino 521 »Γ 294 JUEVES Y VIKRNES SANTO segûn su maldad. Ved qué bienes saca para nosotros del mismo perfido crimen de Judas el traidor. Judas entregô al Hijo de Dios para llevarle a la pasiôn, y gracias a la pasiôn del Hijo de Dios, todas las gentes fueron redimidas y salvadas. Sin embargo, Judas no recibiô el premio de la salvaciôn del mundo, sino el suplicio merecido por su maidad. En realidad, si considérâmes el hecho de entregar a Cristo y no la intencian de quien Io entregaba, nos encontraremos con que Judas hizo lo mismo que Dios Padre, del cual esta escrito que no perdonô a su Hijo, sino que lo entrego por todos nosotros (Rom. 8,32). Judas hizo también lo que Cristo nuestro Senor, del cual se lee que se entregô por nosotros como hostia de oblaciôn a Dios en olor de suavidad y también que Cristo amô a su Iglesia y se entregô por ella (Eph. 5,2-25). Y, sin embargo, damos gracias a Dios Padre, que no perdonô a su Hijo ûnico, sino que lo entregô por nosotros; damos gracias al Hijo, que por nosotros se entregô a si mismo y con ello cumpliô la voluntad del Padré, y detestamos a Judas, de cuyos hechos supo Dios sacar tantos bénéficies en favor nuestro. Y con razôn lo hacemos, puesto que él no entregô a Cristo por n ·<*· tros, sino que lo vendiô por plata, aun cuando su traiciôn sea nuestra salvaciôn y la venta de Cristo nuestra redenciôn. Tam­ bién los que perseguian a los mârtires los perseguian en la tierra y los enviaban al cielo... Lo mismo que a los malos les hace dano la bondad dei justo, a los buenos les aprovecha la iniquidad del impio* (cf. Enarrat, in Ps. 93,28: PL 36,1214). «Sufra, pues, el justo al injusto, toléré la impunidad en que vive en este siglo, soporte el ver al bueno en medio de trabajos, porque los buenos viven de la fe. No es otra la vida del hombre justo sino el vivir de la fe por obra de la caridad, y si vive de la fe créa que le espera el futuro descanso después de los trabajos y sufrimientos présentes, mientras que a los otros les aguardan los tormentos etemos después de la alegria de hoy... Cuando vea que han reci­ bido el poder de hacer dano y dominar, levante su corazôn hacia arriba, hacia donde nadie perjudica a nadie, y estudie bien aquella ley de Dios que nos dice que mitigarâ los dias tristes, mientras esta cavando la fosa del pecador (Ps. 93,23)» (ibid., 29: 1215). 323 7- La desesperaciôn de Judas «Después de haberle entregado se arrepintiô de ello, y si hubiese orado en nombre de Cristo, hubiera pedido perdôn; si hu­ biera pedido perdôn, hubiera tenido esperanza; si hubiera tenido esperanza, hubiera esperado misericordia; si hubiera esperado mi­ sericordia, no se hubiera ahorcado desesperado» (cf. Enarrat, in Ps. 108,9: PL 36,1436). «Le complacen los que le temen, pero êcômo han de temerle?, y los que esperan en su misericordia (Ps. 146,11). Temiôle Judas, el traidor de Cristo. pero no esperô en su misericordia; arrepintiôse después de haber entregado al Senor, v diio: Pequé entregando la λα*. SEC. 3. SS. PADRES. SAX AGfSTÎX 295 sangre del justo (Mt. 27,4). Muy bien esté que temas, pero con tal que espercs en la misericordia de aquel a quien temas. Judas, desesperado, se marchô y se ahorcô; terne, pues, al Seftor, pero esperando en su misericordia. Si ternes a un ladrôn, el auxilio lo esperas de otro, no de aquel de quien recelas. Si temieses a Dios de esta forma por ser pecador, <;quién te auxiliaria contra El? tjDônde habrias de huir, qué habrias de hacer? ^Quieres huir de El? Huye hacia El mismo. ^Quieres huir del lleno de ira? Huye hacia el que ya se ha aplacado. Y lo aplacarâs si esperas en su mise­ ricordia. La forma de precaverte y no pecar en adelante consiste en pedir perdôn por lo pasado para que te lo perdone el Senor, a quien sea dado honor e imperio con el Padre y el Espiritu Santo por los siglos de los siglos. Amén» (cf. Enarrat, in Ps. 146,20: PL 36,1912). b) San Pedro i. La escena dei Cenaculo «Una vez que el Senor hubo recomendado a sus discipulos el santo amor con el que habian de amarse mutuamente, dijole Si­ mon Pedro: Senor, iadônde vas? (Io. 13,36). Asi hablô el discipulo al Maestro y el siervo al Senor, como si estuviese a punto para seguirle. Y por eso el Senor, que leia en su aima el motivo de la pregunta, le contestô: A donde yo voy no puedes tû seguirme ahora (ibid.); como si le dijera: No puedes seguirme ahora a eso que tû preguntas. No dice no puedes, sino no puedes ahora, dilatândolo y no quitândole la esperanza; al contrario, dândosela, por lo que le asegura con voz firme: Me seguirds después. ;Por qué te das prisa, Pedro? La piedra no te ha hecho todavia sôlido infundiéndote su espiritu; no te engrias presumiendo, no puedes ahora; no desmayes desesperando, me seguirds después. r, 1 ii ,i<î 521 Como estâ escrito, el Senor le mira y él llorô amargamente (Le. 22, 61-62). Amargo es el recuerdo de la negaciôn para que sea dulce la gracia de la redenciôn. Si no hubiera sido abandonado no hubiera negado; si no hubiera sido mirado, no llorarà. Dios odia a los que presumen de sus fuerzas, y como médico raja este tumor en quienes ama. Al cortar, causa dolor, pero produce la salud. Por eso el Senor resucitado encomienda sus ovejas a Pedro, que le negô. Primero, negador por presuntuoso; después, pastor por amante, pues êpara qué le pregunta très veces si le ama sino para compungir triplemente al que le negara? La gracia de Dios perfeccionô en Pedro lo que no pudo llevar a cabo su propia confianza, porque en ese momento apenas si le ha encomendado sus ovejas para que las apaciente, no para si, sino para el Sehor, le anuncia la pasiôn futura, aquella que al principio habia desperdiciado por darse demasiada prisa. Cuando envejezcas extenderis tus manos y otro te cenirâ y te llevarà donde no quieras. Esto lo dijo indicando con qué muerte habia de glorificar a Dios (lo. 21,18-19). Asi ocurriô. Pedro, que borrô con lâgrimas su negaciôn, consiguiô llegar a la pasiôn, y lo que le habia prometido el Salvador no lo pudo quitar el tentador* (cf. Serm. 285,3: PL 38,1294). 528 3. No prometamos nada para el futuro «Ya os acordâis de como el apôstol Pedro, el primero de todos los discipulos, fué turbado en la pasiôn del Senor. Se turbô él y Cristo lo renovô. Primero, audaz, presuntuoso, y después, timidamente apostata. Promete morir por el Senor..., el Senor le con­ testa... Llega el momento, y, como Cristo era Dios y Pedro un SF.C. 3. SS. FADRKJ. SAN ACUSTÎN 297 ■ hombre, se çumple la Escritura: blab lame dicho en mi abatimiento: Todos los hombres son mentirosos (Ps. 115,11). Dice también el Apôstol: Dios es veraz, y todo hombre mendaz (Rom. 3,4). Cristo, pues, veraz; Pedro, nientiroso» (Serin. 147,1: PL 38,797). Cuando mis tarde el Senor le pregunta a Pedro si le ama, contesta que Si. «êEs también enfonces Pedro mentitoso y contesta mendazmente que ama al Seftor? Contesta con verdad, porque habia sôlo de lô que ve en su corazôn. Cuando decia: Entregaré por ti mi vida (lo. 13,37), quiso presumir de sus fuerzas futuras. Cuando los hombréé hablftri de lo que son en aquel momento, hablan de lo que saben, pero cuando hablamos del mafiana, iqué sabemos?* fîkirl 6* PT 38,798). 1 r J 'I 'JS K . **' I’Hîj-ί i »! n::·. (ibid., 2: PL t I fl *7 ί 1 /*(1 1 î f / A *-ί i 4. J ** >ίί San Pedro y los mârtires partir es una palabra griega, acostumbrada ya en el latin, que significa testigo. · * Fâcil es dar testimonio de nuestro Senor Jesucristo y de la ver­ dad, porque es Dios; pero dario hasta la muerte es mâs ardua obra. Existieron, segûn nos da a conocer el Evangeli’oj varios princi­ pes de los judios qué creyeron en el Senor Jesûs, pero que por ternor a los mismos judios no se atrevieron a confesarlo pûblicamente. El mismo Evangelio anade a continuaciôn esta nota: Porque amaban mâs Ia gloria de los hombres que la gloria de Dios (lo. 12,43). Hubo, pues, quienes se avergonzaron de confesar a Cristo ante los hombres. Hubo otros mejores que no se avergonzaron de ello, pero no pudieron confesarlo hasta la muerte. Dones son éstos de Dios que mâs de una vez van creciendo gradualmente en el aima. Attende un momento y compara entre si estas très olases de 53 (J tëstigôs. El urio créé en Cristo y apenas si se atreve a nombrarle susurrando; el otro créé en El y lo confiesa pûblicamente; el tercero créé y estâ dispuesto a morir por confesarle. El primero es tan débil que no necesita del miedo para ser vencido, pues basta la vergüenza; el segundo tiene ya una frente serena, pero no hasta derramar la sangre; el tercero lo ofrece todo hasta el punto de· no quedarle nada. Esté es el que cumple lo que estâ eicrito: Lucha por la verdad hasta la muerte (Eccli. 4,33)» (cf. Serm. 286, sobre los mârtires Sun Protasio y San Gervasio 1: PL 38,1297). i(fQué diremos de Pedro? Predicô a Cristo, fué enviado y lo evangelizô antes de la Pasiôn... ëNo venciô, pues, a aquellos ju­ dios que temiàn confesarle pûblicamente? Sin embargo, todavia no era semejante a Protasio y Gervasio. Ya era apôstol, ya ocupaba el primer puesto, vivia junto al Senor. Ya se le habia dicho: Tu eres Pedro, y, sin embargo, todavia no era un Protasio ni un Ger­ vasio, todavia no era un Esteban ni un Nemesiano nino. Todavia no era ni aun siquiera lo que algunas mujeres, lo que algunas ninas como Crispina e Inès. Todavia no era lo que estas débiles mujercita^? Ensalzo a Pedro, pero primero trie aVergûenzo de Pedro. jQué 531 298 JVEVKS V \IERNES SANTO ânimo tan decidido, pero que poco sabia conocerse !... En cambio, aquel medico que sabia leer el interior del corazôn le anuncia el peligro proximo... El medico anunciô lo que el enfermo desconocia, y cuando llego la enfermedad, cuando le preguntaron: ϊ,Τύ eres de ellos?, entonces conociô el enfermo que habia presumido vanamente... Ha Uegado el peligro, ahi tenéis a Pedro que muere. up Μ» β £tox£ •aiq îiô.w»ku 'J wp aol ; lorraint ça 09 noisnai! i! )b on 7 ii 9b acmirnii? jb aotnaun la 'ib noi nsùnùnoo .ofitsdffWi nia υυρίιχ; oqw> omaicn fc οόπυί 20/natm te £ notonono? twip o! .3iqrnc>w · WJKTR U/ nco enOlKlJnO3Hd ni JbYTftnil) tsidisdoB ua llX| HOloibviq SANTO TOMAS mbrl 9b ioctiH olqnî kl I .A m/o oviVv •* I » 0(1 rt ,ποιπια Teologia de la Pasiôn I Compktnmos aqui la doctrina tcolôgica del Doctor Angélico acerca de la pasiôn y muerte del Salvador, expuesta en el Domingo de Ramos (véase La Palabra de Cristo t.3). Santo Tomâs expone ideas concisamente desarrolladasPero proporcionarân al prcdicador una base sôlida para instruir, primero, y conmovcr, después, al pueblo. 53G A) Cristo fué entregado a la Pasiôn por su Padre < «rSfïWii ;> &ΙφΠ1Γ> >· >'· ■ ■ ; .ΚΠΛΚ] Mgft?! (i/. .liUltP. UJ ή Π9Γ>Π9Ί ,(.ζ£ ν/ !'ζ/. * di ·> - ο ! ί. > 1 ■ . ί> ’Oins ! )b Cristo padeciô voluntariamente por obediencia al Padre. Por consiguiente, «Dios Padre le entregô a la Pasiôn en tres conceptos : a) Segün que ordenô de antemano por su voluntad etema la Pasiôn de Cristo para libertar al género humano, conforme aquello que se dice (Is. 53,6): Cargo el Senor sobre él la iniquidad de todos nosotros; y mâs adelantc; el Senor quiso quebrantarle con trabajos. b) En cuanto le inspirô la voluntad de padecer por nosotros, infundiendo en él la caridad, de donde se sigue (ibid.); Se ofreciô, porque El mismo lo quiso. ·, c) No protegiéndole en la Pasiôn, sino exponiéndole a sus perseguidores; por lo que también se lee (Mt. 27,46) que pendiente de la cruz decia Cristo: jDios mio, Dios mio1 ., ipor qué me has abandonado?, es decir, por qué lo expuso al poder de sus per­ seguidores, como expresa San Agustin» (3 q.47 a.3 c). ,.;(>;t.i> T.·' 537 B) ··*« Asi se manifesto la justicia y la bondad del Padre «Es implo y cruel entregar a un hombre inocente a la Pasiôn y muerte contra su vohmtad. Pero Dios Padre no entregô asi a Cristo, sino inspirândole la voluntad de padecer por nosotros; en lo cual se manifiesta la severidad de Dios, que no quiso perdonar el pecado sin la pena; lo cual hace notar el Apôstol cuando dice (Rom. 8.32): No perdonô aun a su propio Hijo. Y su bondad, en que el hombre, no pudiendo satisfacer suficientemente por medio de alguna pena, que él mismo sufriria, le diô uno que satisfaciera SEC. 4. TKÔLOGOS. SANTO TOMAs 301 por él; lo cual indicô el Apôstol diciendo: Lo entregô por todos nosotros; y (Rom. 3,25) : A quien, esto es, Cristo, Dios ha propuesto en propiciaciôn por la fe en su sangre» (ibid., ad 1). C) Cristo con su Pasiôn mereciô nuestra salvaciôn «La gracia fué dada a Cristo, no sôlo como a una persona sin­ gular, sino en cuanto es la cabeza de la Iglesia, es decir, para que de El redundase a sus miembros; y por esto las obras de Cristo se refieren de este modo tanto a El como a sus miembros, como se refieren las obras de un hombre en estado de gracia a él mismo. Pero es évidente que todo el que, constituido en gracia, padece por la justicia, merece por esto mismo para si la salud, segûn aqucllo (Mt. 5,10): Bienàventurados los que padecen persecuciôn por la justicia. Por esta razôn Cristo por su Pasiôn no solamente mere­ ciô la salvaciôn para si, sino también para todos sus miembros» 3 q.48 a.i c). D) Cristo satisfizo por nuestros pecados «Satisface propiamente por una ofensa el que da al ofendido aquello que en la linea del amor es igual o superior al odio incluido en la ofensa. Pero Cristo, padeciendo por caridad y obediencia, présenté a Dios algo mayor que lo que exigiria la compensaciôn de la universal ofensa del género humano. a) Por la grandeza de la caridad, por la que padecia. b) Por la dignidad de su vida, que daba para satisfacer, la cual era vida de Dios y hombre. c) Por la generalidad de la Pasiôn y la magnitud del dolor tornado, como se ha dicho (q.46 a.6). Por lo tanto, la Pasiôn de Cristo no solamente fué una satisfacciôn suficiente, sino también superabundante por los pecados del género humano, segûn aquello (1 lo. 2,2): El es propiciaciôn por nuestros pecados. Y no tan solo por los nuestros, mas también por los de todo el mundo» (3 q.48 a.2 c). E) La Pasiôn de Cristo fué verdadero sacrificio ♦Se Hama sacrificio en sentido propio algo hecho en honor debido propiamente a Dios para aplacarle. De aqui viene lo que dice San Agustin (cf. De civ. Dei 10,6: PL 44,283): «El verdadero sacrificio es toda obra que se hace para unirnos a Dios en santa sociedad, es decir, el referido a aquel fin del bien con el que po­ demos ser verdaderamente dichosos». Pero Cristo, como se die· 540 302 JUEVES Y VIERNES SANTO en este texto, se ofreciô a si mismo en la Pasiôn por nosotros; y el sufrir voluntariamente la Pasiôn fué muy acepto a Dios, como pro­ veniente de la mayor caridad. De lo cual se sigue evidentemente que la Pasiôn de Cristo fué verdadero sacrificio» (3 q.48 a.3 c). F) Cristo nos redimio padeciendo «Por el pecado habia quedado obligado el hombre de dos maneras: a) Por la esclavitud del pecado, puesto que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado, segùn se dice (lo. 8,34); y todo aquel que fué vencido queda esclavo del que lo venciô (2 Petr. 2,19). Y como el diablo habia vencido al hombre induciéndole a pecar, el hombre quedaba sometido a la servidumbre del diablo. b J En cuanto al reato de la pena, por la que estaba obligado el hombre a la justicia de Dios, y esto también es una servidumbre ; pues a ésta pertenece que uno sufra lo que no quiere, porque es propio del hombre libre hacer uso de si mismo como quiere. Pero como la Pasiôn de Cristo fué satisfacciôn suficiente y superabundante por el pecado y reato de la pena del género hu­ mano, su Pasiôn fué como cierto precio por el que hemos sido librados de esta doble obligaciôn; pues la satisfacciôn misma por la que uno satisface por si o por otro se dice ser cierto precio por el que se redime a si mismo o a otro del pecado y de la pena, segùn aquello: Redime tus pecados con limosnas (Dan. 4,24). Pero Cristo satisfizo no dando dinero u otra cosa parecida, sino dando lo que fué mâs grande, esto es, dândose a si mismo por nosotros. Y por esto la Pasiôn de Cristo se dice ser nuestra redenciôn» (3 q.48 a.4 c). G) Efectos de la Pasiôn del Redentor a) Perdôn de los pecados i. Razôn «La Pasiôn de Cristo es la causa propia del perdôn de los peca­ dos de très maneras: ï.a Excitando a la caridad, porque, como dice el Apôstol (Rom. 5,8): Dios hace brillar su caridad en nosotros; porque, aun cuando éramos pecadores en un tiempo, muriô Cristo por nosotros. Pero por la caridad conseguimos el perdôn de los pecados, segùn aquello (Le. 7,47): Perdonados le son sus muchos pecados porque amô mucho. * 2. La Pasiôn de Cristo causa el perdôn de los pecados a modo de redenciôn. Porque como es nuestra cabeza, por la Pa­ siôn, que sufriô por amor y por obediencia, nos librô, como miembros suyos, de los pecados, pagando el precio de su Pasiôn; como •· r • I & ·1 V A 7·'5 ·"λ*· -Λ • *^yi 51.-7. € SEC. 4· ÏEÔLOCOS. SANTO TOMÀS 303 si cl hombre se redimiese de un pecado, que habia cometido con los pies, por medio de una obra meritoria que hiciera con sus ma­ nos; pues asi como un cuerpo natural es una unidad compuesta de diferentes miembros, asi toda la Iglesia, que es el Cuerpo mistico de Cristo, esté constituida como una sola persona con su cabeza, que es Cristo. 3.a A modo de causa eficiente en cuanto a la came, con la que Cristo sufriô su Pasiôn, es instrumento de su divinidad, de lo que resulta que sus pasiones y acciones obran por virtud divina para expeler el pecado» (3 q.49 a.i c). 2. Modo «Cristo con su Pasiôn nos librô de nuestros pecados obrando como causa, esto es, instituyendo la causa de nuestra liberaciôn, de modo que por ella pudieran ser perdonados cualesquiera pecados pasados, présentes o futuros; como si un médico hace una medi­ cina con la que puedan ser curadas cualesquiera enfermedades, in­ cluso las futuras» (ibid., ad 3). b) Liberaciôn del poder del demonic 1. Tres razones «Acerca del poder que el diablo ejercia sobre los hombres antes de la Pasiôn de Cristo, deben considerarse tres cosas: 1. a Por parte dei hombre, que mereciô por su pecado ser entregado al poder dei diablo, por cuya tentaciôn habia sido vencido. 2. a Por parte de Dios, a quien el hombre habia ofendido pecando, y el cual por su j usticia le habia abandonado al poder dei diablo. 3. a Por parte dei diablo, que con su depravada voluntad impedia al hombre la consecuciôn de la salud. Respecto a la primera, el hombre fué librado del poder del dia­ blo por medio de la Pasiôn de Cristo, por ser ésta la causa del per­ dôn de los pecados. Con relaciôn a la segunda, debe decirse que la Pasiôn de Cristo nos libero del poder del diablo, porque nos recon­ cile con Dios. Y respecto a la tercera, la Pasiôn de Cristo nos liberô del diablo, porque excediô el modo de la potencia que Dios le ha dado, trabajando para que muriese Cristo, que no merecia la muer­ te, puesto que estaba sin pecado. Por esta razôn dice San Agustin (De Trin. 13,14: PL 42,1027): «El diablo fué vencido por la justicia de Cristo; puesto que, no encontrândose en El cosa alguna digna de muerte, sin embargo, le matô. Por tanto, es justo que los deudores que tenia los dejase libres y que creyesen en aquel a quien matô sin que debiera nada» (3 q.49 a.2 c). 2. Remedio contra el demonio «El diablo puede también ahora, permitiéndolo Dios, tentar a los hombres en cuanto al aima y atormentarlos en cuanto al cuerpo; itv il 304 JX’F.VES Y VÎERNBS SANTO y, sin embargo, la Pasiôn de Cristo ha preparado al hombre tin re­ medio, con el cual puede defenderse contra los ataques del enemigo, para no caer en el abismo de la muerte eterna» (ibid., ad 2). H) Motivos por los que Cristo muriô «Fué conveniente que Cristo muriese: a) Para satisfacer por el género humano, que habia sido condenado a muerte a causa del pecado, segun aquello (Gen, 2,17): Cualquier dia que comiereis de él, moriréis. Pero hay una manera convenien­ te de satisfacer por otro, cuando uno se somete al castigo que otro ha merecido. Por esto quiso Cristo morir para satisfacer por nos­ otros con su muerte segùn aquello (1 Petr. 3,18): Cristo muriô una vez por nuestros pecados. b) Para manifestar la verdad de la naturaleza que tomô; por­ que, como dice Eusebio (In Orat, de laudib. Constantini 15: PG 20,1413), «si después de haber vivido entre los hombres hu­ biese desaparecido de otro modo y se hubiese ocultado huyendo de la muerte, todos le hubieran comparado a un fantasma». c) Para libramos con su muerte dei temor de ella, por lo que se dice (Hebr. 2,14) que participo de la carne y de la sangre, para destruir por su muerte al que tenia el imperio de la muerte, y para librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban en servidumbre toda la vida. d) Para que, muriendo corporalmente, a semejanza dei pecado, es decir, a semejanza de la pena, nos diera el ejemplo de morir espiritualmente al pecado. Por esta razon se dice (Rom. 6,10): Porque en cuanto al haber muerto por el pecado, muriô una vez; mas en cuanto al vivir, vive para Dios. Asi también vosotros consideraos que estais ciertamente muertos al pecado, pero vivos para Dios. e) Para que, resucitando de entre los muertos, manifestase su virtud, por lo que venciô la muerte, y nos diera la esperanza de resucitar también. De donde dice el Apôstol (1 Cor. 15,12): Si se predica que Cristo resucitô de entre los muertos, îcômo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrecciôn de los muertos? (3 q.50 a.i c). IL SAN BUENAVENTURA Cuadros de la Pasiôn dei Senor wm ub Transcribimos las considerationes del Serâfico Doctor acerca de algunos cuadros de la Pasiôn de Cristo. Todas las descriptiones, excepto una, estân tomadas del opùsculo Meditaciones de la Pasiôn de Jesucristo, cuya autenticidad parece hoy suficientemente probada (cf. Obras de San Buenaventura: BAC t.2 p.735). Son muy jugosas y ayudarân eficazmente a los predicadores de la Pasiôn del Senor. SEC. 4. I - r.yiJ A) ÏEÔLOCOS. SAN BUENAVENTURA · M éuil tj 305 V) La oraciôn del huerto a) Leccion de humildad v im iîjjiKo undo j;*hzi oiIibuiD ne rïoid&iH oi ♦Jesûs ora aqui. Ya hemos leido que orô en otras mu chas circunstancias ; pero entonces orô como abogadp nuestro, y ahora ora por si. Compadécete de El y admira su profundisima humildad, Pues siendo Dios coeterno e igual a su Padre parece que se olvida de que es Dios y ora como hpmbre, y se porta en la oraciôn delante del Senor como cualquiera hombrecillo del pueblo» (cf. Médît, de la Pasiôn c.3 ; BAC, Qbras de San Buenaventura t.2 p.767). ôbi>qinoO .obi ΠΠ3ΓΠ9 b) Leccion dé obediencia 518 i •. ’ ■ . J también su perfectisima obediencia. <;Pues qué es lo que pide? Ciertamente pide al Padre que aleje de El la hora de la muerte, es decir, que le sera agradable no morir, si asi es là yoluntad del Padre, y no es oido. Esto se debe entender cierta voluntad inferior que habia en El, porquereh Jesûs hubo muchas voluntades, como luego dire. Y aqui compadécete igualmente de ,1, pues el Padre quiere que irremisiblemente muera y no le perdono aunque era su nijo verdadero, unico y propio, sino que dispuso que muriese por todos nosotros; pues en tanto grrffi amtffoios al mundo, que le ha dado su Hijo unico (lo. 3,16). Jesûs recibiô esta obediencia y la cumple conjreyerencia suma» (ibid.). 71ô*z orir à1o«Considéra sieà y Jbiujbh b£Jaul c ,;c); Leccion de cari dad . t yl* L rf jF* î i î i9 '* i * 'J eV ? ζ' I s r> O f * *t i lUO'f C k * tr ♦Considera en tercer lugar la caridad indecible tanto del Padre como del Hijo para con nosotros, caridad dignisima de compasiôn, admiraciôn y veneraciôn. Por amor a nosotros es decretada esta muerte, y del mismo modo, por un exceso de amor para con nos­ otros, es sufrida. jesûs ora prolijamente a su Padré y le dice: «Padré mio clementisimo, te ruego que oigas mi oraciôn y que no menosprecies mi ruego; atiéndeme y ôyeme, porque estoy triste en mi trabajo, y mi espiritu estâ angùstiàdo en mi y mi corazôn estâ grandemente turbado. Inclina a mi tu oido y atiende a la voz de mi ruego. A ti, Padre, te plugo enviarme al mundo para que satisfaciese por la injuria que te hizo el hombre. Y luego que esto has querido, dije: He aqui que yo voy. Y asi como fué escrito en el principio del libro que hiciese tu volüritad, asi lo quise, y ânuncié tu verdad y tü salud.' Pobré soy, y en mis trabaj os desde mi juvèntud hago tu voluntad, e hice todas cuantas cosas me mandaste. Preparado estoy a cumplir'las que faltah. Mas, |oh Padre!, ü es posiblé aparta de mi tanta atnargura comb me’éstâ préparada de'parte de mis eriemigos. Mira, Padfe nifb,: cüâhtàs Cosas maquinan contra mi y en cuântàs y cuân grandes më calumnian, por las cuales han •J. < 4 306 JVEVES Y VlERNES SANTO determinado quitarme la vida. Pero, Padre santo, si yo hice estas cosas, si hay maldad en mis manos, o si he vuelto mal a los que me hacian mal, entonces caiga yo con razon como hombre vano ante mis enemigos. Yo hice siempre las cosas que te placen. Mas ellos pusieron contra mi males por bienes y odio por mi amor; corrompieron a mi discipulo y le hicieron su caudillo para obrar contra mi y me han apreciado en treinta dineros. Ruégote, Padre mio, que apartés de mi este câliz. Mas si otra cosa te agrada, hàgase tu voluntad y no la mia* (ibid.). 550 d) Cristo orô por la misericordia para con su pueblo «Contémplalo limpiando su rostro o lavândolo quizâ en el torren­ te, y miralo reverentemente todo afligido. Compadécelo en lo intimo de tu aima, porque esto no pudo en manera alguna sucederle sino a fuerza de la violencia de un grande dolor. Dicen, sin embargo, los sabios y los expositores que Jesûs orô a su Padre, no tanto por el temor de padecer, cuanto por miseri­ cordia para con su primer pueblo; porque se compadecia de los judios, quienes se perderian por la muerte cruelisima que le iban a dar. Ellos no lo debian matar, porque de ellos era, estaba profetizado en su ley y les habia hecho multitud de beneficios. Por esta razôn oraba al Padre, y decia: «Yo no rehuso a la Pasiôn para que la muchedumbre de gentiles abra sus ojos a la luz de la fe. Mas si los judios han de ser cegados para que los otros vean, no se haga mi voluntad, sino la tuya». Adviértase que en Cristo hubo entonces cuatro voluntades, a saber : la voluntad de la carne, y ésta de ninguna manera queria padecer; voluntad natural, y ésta rehuia y temia; voluntad de la razôn, y ésta obedecia y consentis, pues, segûn Isaias, se ofreciô porque El mismo quiso (1s. 53,7); y voluntad de la Divinidad, y ésta mândaba y dictaba la sentencia. Y asi como era verdadero hombre, bajo este concepto estaba puesto en una angustia extremada. Compadécelo, considera y atiende con diligencia todos los actos y cada uno de los sentimientos del Senor Dios tuyo». B) a) Judas Su MALDAD «Al aima que devotamente quiera considérer la Pasiôn de Jesu­ cristo, lo primero que se le ofrece es la perfidia del traidor. Rebosô de tanto veneno de fraude, que entregô a su Maestro y Senor; se abrazô en tales llamas de codicia, que vendiô por dinero a Dios, infinitamente bueno, a vil precio la sangre preciosisima de Cristo ; tan grande fué su ingretitud, que persiguiô de muerte al que lo habia hecho familiar tesorero suyo y enaltecido a la gloria del apostolado; tan obstinada su dureza, que no pudieron apartarlo SEC. TEÔLOGOS. SAN BUENAVENTURA 307 de su pérfida alevosia, ni la familiaridad de la cena, ni la humildad del lavatorio, ni la suavidad de la plâtica. jOh admirable bondad del Maestro para con el duro discipulo, del piadoso Sefior con el peor de los siervos! Cierto, mâs le valiera no haber nacido. Mas con ser tan inexplicable la impiedad del traidor, lo es mucho mâs infinitamente la dulcisima mansedumbre del Cordero de Dios, dada en ejemplo a los mortales para que el débil corazôn humano, traicionado por la amistad, no diga en adelante: Si estos ultrajes me vinieran de un enemigo declarado, los llevaria con paciencia; pues he aqui que el hombre en quien Jesûs puso toda su confianza, el hombre que parecia ser uno en la voluntad con el Maestro, su intimo y familiar, el hombre que saboreaba el pan de Cristo, el hombre que en la sagrada cena comiô con El los regalados manjares, levantô contra El el golpe de la iniquidad. Y sin embargo de esto, el mansisimo Cordero, sin engano ni dolo, en la misma hora de la traiciôn, no dudô en aplicar sus labios divinos a la boca rebosante de malicia, sellândola con beso suavisimo, para dar al discipulo aleve todas las muestras de afecto, que hubieran podido ablandar la dureza del corazôn mâs perverso» (cf. El arbol de la vida f.5 n.17: BAC, t.2 p.315)· b) El beso traidor «Hablando aun el Seftor, vino delante de aquella tropa el malvado Judas, mercader abominable, y le diô el ôsculo de paz. Dicese que era costumbre de nuestro Senor recibir con ôsculo de paz, cuando volvian, a los discipulos que enviaba; y por esto aquel traidor sefialô a Jesûs, entregândolo, con un ôsculo. Adelantôse a los otros, volviô a Jesûs y le diô el ôsculo, como diciendo: «Yo no soy de estos que vienen armados, sino que, habiendo vuelto, te saludo, segûn la costumbre, diciendo: Dios te salve, Maestro». Considera con atenciôn al Senor y fija en El tus miradas. Mira con qué paciencia y benignidad recibe los abrazos de aquel infeliz Judas y los ôsculos de este traidor, a quien poco antes habia lavado los pies y alimentado con el mâs precioso manjar; como se déjà prender, atar, herir y ser llevado furiosamente como si fuera un malhechor e impotente para defenderse; como se compadece de sus discipulos, que huyen y andan errantes. Puedes también considérât el dolor de estos mismos apôstoles; como se retiran casi forzados, dando suspiros de dolor y girmendo como huérfanos, llenos y aterrados de temor ; y este dolor se aumenta mâs y mâs viendo a su Senor tan vilmente tratado, y a estos perros furiosos, que le llevaban como una victima al sacrificio, y a El como cordero mansisimo, siguiéndolos sin resistencia» (cf. Médit, de la Pasiôn: l.c., p.773). JUEVKS Y VI ERNES SANTO 30S C) Maria en la noche del jueves al viernes «Entre tanto, San Juan va a encontrar a Marla, Seftora nuestra, y a sus compareras, que estaban juntas en casa de Magdalena, donde habia hecho la cena, y les cuenta todas las cosas que habian sucedido al Senor y a los apostoles. Entonces es indccible el llanto, los suspiros y los gritos de dolor que alii hubo. Miralas y compadécelas, pues se hallan en una grandisima aflicciôn y vehementisimo dolor por causa de su amado Senor, porque bien ven y creen, sin duda alguna, que la hora de su muerte se aproxima. Por ùltimo, nuestra Seftora se retira a un rincon, y puesta en oraciôn dice: ♦Padre venerabilisimo, Padre piadosisimo, Padre misericordiosisimo, os recomiendo a mi amadisimo Hijo. No seâis para El cruel, Vos, que para todos sois benignos. Padre Eterno, imorirâ mi Hijo Jesûs? Ciertamente, El no hizo mal alguno. Mas, job Padre justo 1, si Vos queréis la redenciôn del genero humano, os ruego que la hagâis por otros medios, pues todas las cosas os son a Vos posibles. Ruégoos, Padre santisimo, que, si os agrada, no muera mi Hijo Jesûs; libradle, Senor, de las manos de los pecadores y devolvédmelo a mi. El no se vale de su poder para ayudarse, por la obediencia y reverencia que os tiene. Se desamparô a si mismo y estâ entre éstos como hom­ bre sin fuerza ni poder. Por lo cual, Senor, ayudadle Vos». Estas y otras cosas semejantes decia en su oraciôn nuestra Seôora con todo el afecto de su aima y con grande amargura de su corazôn. Compadécela, pues la ves tan afligida» (ibid.). D) La crucifixion a) Jesûs su be a la cruz «Mira ahora con diligencia cômo se dispone la cruz. Colocândose dos escaleras, una por detrâs al brazo derecho y otra al izquierdo, sobre las cuales suben aquellos mal vados con los clavos y mart illos. Ponen también otra escalera por la parte de delante, llegando hasta el lugar en donde debian clavarse los pies. Observa ahora cada una de estas cosas. Es obligado-el Senor a subir a la cruz por esta escalera pequena; y El sin resistencia ni contradicciôn hace humil demente cuanto le mandan. Luego que llegô a la cima de esta pequena escalera, volviô las espaldas a la cruz, y abriçndo aquellos brazos reales, extendiô a lo alto sus hermosisimas manos y las entregô a los que le iban a crucificar. Alzando entonces los ojos al cielo, dijo a su Padre : «Aqui estoy, Padre mio ; has querido que yo fuese humillado hasta la cruz, por amor y por la salvaciôn del género humano. Me place. Yo acepto y me ofrezco a ti por ellos, pues me les has dado y quisiste que sean mis her- SEC. 4. r( π η I 1 TEÔI.OGOS. SAN BUENAVENTURA 309 < A4’ manos. Acepta también tu, Padre mio, este sacrificio y sé propicio desde ahora por amor de mi. Limpia las antiguas manchas de todos y aléjalas de ellos, porque me ofrezco por ellos a ti, |oh Padre mio!» b) Los SAYONES CLAVÀN LAS MANOS Y LOS PIES DEL SENOR «Uno de los sayones que estaba detrâs de la cruz coge su mano derecha y la clava fuertemente a la cruz. Hecho esto, otro que estaba al lado izquierdo, coge la mano izquierda, tira cuanto puede, la extiende, y poniendo en ella otro clavo, golpea y la fija en la cruz. Después de esto bajan los que estaban en las escaleras y las separan todas. El Senor entonces queda pendiente con todo el peso de su cuerpo, que tira hacia abajo, sostenido solamente por los clavos que traspasan sus manos. Mas luego llega un tercero y tira cuanto puede de los pies, y teniéndolos extendidos de este modo, otro los atraviesa y fija en la cruz con un clavo muy grande. Algunos, sin embargo, creen que no fué crucificado de este modo, sino que, extendida la cruz en el suelo, lo crucificaron y después levantaron y fijaron la cruz en la tierra. Y si esto te agrada mâs, contempla cômo le cogen de una manera despreciativa, como a un ladrôn vilisimo ; cômo lo derriban furiosamente en tierra sobre la cruz y cômo cogiendo sus brazos y extendiéndolos violentamente los clavan con grande crueldad a la cruz. Contempla del mismo modo cômo clavaron sus pies, los cuales estiraron con cuanta violencia pudieron». c) LOS ULTRAJES DEL SENOR EN LA CRUZ «He aqui a Jésus crucificado y extendido en la cruz, de tal modo que pueden contarse todos sus huesos (Ps. 21,8), como El mismo se queja por el profeta. Corren por todas partes rios de su sacratisima sangre, que fluye de aquellas grandes heridas, y de tal manera estâ oprimido, que no puede mover sino la cabeza. Aquellos très clavos sostienen todo el peso del cuerpo; sufre dolores acerbisimos y estâ en una aflicciôn superior a cuanto se puede decir ni pensar. Estâ pendiente entre dos ladrones, de todas partes sufre penas, de todas partes oprobios, de todas partes insultos. Pues aun viéndolo tan angustiado no perdonan insulto alguno. Unos blasfeman diciendo: jBdh! iTû que destruyes el templo de Dios! (Mt. 27,40) Otros dicen: No puede salvarse a si mismo (ibid., 42), y otros muchisimos le ultrajan al decirle: Si es Hijo de Dios, descienda de la cruz, a fin de que creamos en El (ibid.). Los soldados que lo crucificaron repartieron entre si sus vestiduras en su misma presencia» (ibid., c.6: l.c., p.787). ·* - 7 Wi» A..... SEC. 5. SECCION V. AUTORES VARIOS I. FRAY LUIS DE LEON AUTORHS VARIOS. FRAY LUIS DE LEON 311 manso y lo humilde. Sino que con las cosas habemos ya perdido los hombres el juicio de cllas y su verdadero conocimiento; y como siempre vemos altivez y severidad y soberbia en los principes, juzgamos que la humildad y llaneza es virtud de los pobres. Y no miramos siquiera que la misma naturaleza divina, que es emperatriz sobre todo, y de cuyo ejemplo han de sacar los que reinan la manera como han de reinar, con ser infinitamente alta, es liana infinitamente, y si este nombre de humilde puede caber en ella y en la manera que puede caber, humildisima, pues como vemos desciende a poner su cuidado y sus manos ella por si misma, no sôlo en la obra de un vil gusano, sino también en que se conserve y viva...» Cristo Rey y la Pasiôn Cristo es rey como ninguno. como manso y cducado en cl dolor» condicio­ nes inigualadas por ningun rey (cf. Los Nombres de Cristo, Rey de Dios, en Obras completas castellanas [BAC, 2.· ed. 1951) p.548 ss.). 557 A) Los reyes y el sufrimiento t a) Animo manso y humilde «Parecerâ al juicio del mundo que esta condiciôn de ânimo no es nada decente al que ha de reinar; mas Dios, que no sin justisima causa llama entre todos los demâs reyes a Cristo su Rey, y que quiso hacer en El un Rey de su mano, que respondiese perfectamente a la idea de su corazôn, hallô, como es verdad, que la primera piedra de esta su obra era un ânimo manso y humilde, y viô que un semejante edificio, tan soberano y tan alto, no se podia sustentar sino sobre cimientos tan hondos. Y como en la mùsica no suenan todas las voces agudo, ni todas grueso, sino grueso y agudo debidamente, y lo alto se tiempla y reduce a consonancia en lo bajo, asi conociô que la humildad y mansedumbre entranable que tiene Cristo en su aima convenia mucho para hacer armonia con la alteza y universalidad de saber y poder con que sobrepuja a todas las cosas criadas... 558 Demâs de que cuando... por lo que a El y a su ânima toca, le fuera necesaria o provechosa esta mezcla, a los sùbditos y vasallos suyos nos convenia que este Rey nuestro fuese de excelente hu­ mildad. Porque toda la eficacia de su gobierno y toda la muchedumbre de no estimables bienes que de su gobierno nos vienen, se nos comunican a todos por medio de la fe y de amor que tenemos con El y nos junta con El; cosa sabida es que la majestad y grandeza y toda la excelencia que sale fuera de competencia, en los corazones mâs bajos no engendra aficiôn, sino admiraciôn y espanto, y mâs arredra que allega o atrae... Y a la verdad, si queremos ser jueces justos y fieles, ningun afecto ni arrco es mâs digno de los reyes ni mâs necesario que lo b) Ejercitado en los dolores humanos ♦Pues fué Cristo, ademâs de ser manso y humilde, mâs ejercitado que ningùn otro hombre en la experienda de los trabajos y dolores humanos. A la cual experienda sujetô el Padre a su Hijo, porque le habia de hacer Rey verdadero, y para que en el hecho de la verdad fuese perfectisimo Rey, como San Pablo (Hebr. 2,10-11) lo escribe: Fué decente que aquel de quien.y por quien y para quien son todas las cosas, queriendo hacer muchos hijos para los llevar a la gloria, al Principe de la salud de ellos le perfeccionase con pasiôn y trabajos; porque el que santifica y los santificados han de ser todos de un mismo métal. Y entreponiendo ciertas palabras, luego, poco mâs abajo, torna y prosigue (ibid., 17-18): Por donde convino que fuese hecho semejante a sus hermanos en todo, para que fuese cabal y fiel y misericordioso Pontifice para con Dios, para aplacarle en los pecados del pueblo. Que por cuanto padeciô El siendo tentado, es poderoso para favorecer a los que fueren tentados. En lo cual no sé cuâl es mâs digno de admiraciôn: el amor entra­ nable con que Dios nos amô, dândonos un Rey para siempre, no sôlo de nuestro linaje, sino tan hecho a la medida de nuestras necesidades, tan humano, tan llano, tan compasivo y tan ejercitado en toda pena y dolor, o la infinita humildad y obediencia y paciencia de este nuestro perpetuo Rey, que no sôlo para animarnos a los tra­ bajos, sino también para saber El condolerse mâs de nosotros cuando estamos puestos en ellos, tuvo por bueno hacer prueba El en primero de todos...» c) El rey ha de criarse en trabajos ♦—Nuevo camino para ser un rey—dijo aqui Sabino, vuelto a Juliano—es este que nos ha descubierto Marcelo. Y no sé yo si acertaron con él algunos de los que antiguamente escribieron acerca de la crianza e instituciôn de los principes; aunque bien sé que los que ahora viven no le siguen. Porque en el no saber padecer tienen puesto lo principal del ser rey. 560 ·.*· Μ •Μ ·* — *** L-i JUEVES V VÎËRXfiS SAXTO 312 I . r 1(1 \ Ύ · à · · ■■ li<* · m »Λ 1 ·” ** · >« ·· *^ f yMa —Algunos—dijo al punto Juliano—de los antiguos quisieron que el que se criaba para ser rey se criase en trabajos, pero en trabajos del cuerpo, don que saliese sano y valientc; mas en trabajos del ânimo que le ensenasen a ser compasivo, ninguho que yo scpa lo escribiô ni ensenô. Mas si fuera aquesta ensehanza de hombres, no fuera aqueste rey de Marcèlo, rey propiamente hecho a la traza e ingenio de Dios, el cual camina siempre por caminos verdaderos, y par el mismo caso, contrarios a los del mundo, que sigue el enganô. Asi que no es maravilla, Sabino, que los reyes de ahora no se precien para ser reyes de lo que se preciô Jesucristo, porque no siguen en el ser reyes un mismo fin. Porque Cristo ordenô su reinado a nuestro provecho, y conforme a esto, se calificô a si mismo y se CÛ2 dotô de todo aquello que parecia ser necesario para hacer bien a sus sùbditos; mas estos que ahora nos mandan, reinan para si... 561 —Asi es—dijo Sabino—. Pero êquéa yo osaria ejercitar en dolor y necesidad a un principe? O si osase alguno, ^cômo séria recibido y sufrido de los demâs? —Esa es—respondiô Juliano—nuestra mayor ceguedad : que aprobamos lo que nos dana y que tendrfamos porbajeza que nuestro principe supiese de todo, siendo para nosotros tan provechoso, como habéis oido, que lo supiese. Mas si no se atreven a esto los ayos es porque ellos y los demâs que crian a los principes los quieren imponer en el ânimo a que no se precien de bajar los ojos de su grandeza con blandura a sus sùbditos, y en el cuerpo, a que ensanchen el estômago cada dia con cuatro comidas, y a que aun la seda les sea âspera y la luz enojosa». ® bO > 562 ' 3 ZOibnV-iH ώΐίνί d) Cristo probô todas las b 3inborn^. miserias de la pen a «Y como unos hombres padezcan en una cosa y otros en otra, Cristo, porque asi como su imperio se extendia por todos los siglos, asi la piedad de su ânimo abrazase a todos los hombres, probô en si cuasi todas las miserias de pena». De nino, pobreza, destierro, persecuciôn. En la edad de varônhambre, frio, pobreza, cansancio, todo ello llevado con gran fortaleza i.rn ΗΚΠ B) ' 563 a) nob . J noidrn/J onû .20 (fid O/IJj Π*3 Dolores morales _ rtl i* M i I Dolor de i! I ί · i ingratitud «Y para que su trabajo fuese trabajo puro, o por mejor decir, para que llegase creciendo a su grado mayor, de todo aqueste afân, el fruto fueron muy mayores afanes. Y de sus tan grandes sudores no cogiô sino dolores y persecuciones y afrentas; y sacô del amor Ml· desamor; del bien hacer, mal padecer; de! négociâmes la vida; muerte extremadamente afrentosa; que es todo lo amargo y lo duro a que en este género de calamidad se puede subir. Porque si SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE LEON • 313 w f * es dolor pasar uno pobreza y desnudez y mucho desvelamiento y cuidado, èqué serâ cuando por quien se pasa no lo agradece? ï "Ie ’ > «Y aunque digo el temor del morir, si tengo de decir, Juliano, lo que siempre entendi acerca de esta agonia de Cristo, no entiendo que fuë el temor el que le abriô las venas y le hizo sudar gotas de sangre. Porque aunque de hecho temiô, porque El quiso temer, y temiendo, probar los accidentes âsperos que trae consigo el temor... No fué el temor el que saco afuefa la sangre de Cristo, sino, si lo habemos de decir con una palabra, el esfuerzo y el valor de su anima, con que saliô al encuentro y con que al temor resistiô, ése, con el tesôn que puso, le abriô todo el cuerpo. Porque se ha de entender que Cristo, como voy diciendo, porque quiso hacer prueba en si de todos nuestros dolores y vencerlos en si para que después fuesen por nosotros mâs fâcilmente vencidos, armô contra si en aquella noché todo lo que vale y puede la congoja y el temor, y consintiô que todo ello de tropel y como en un escuadrôn moviese guerra a su aima. Porque figurândolo todo con no creible viveza, puso en ella como vivo y présente, lo que otro dia habia de padecer, asi en el cuerpo Con dolôres, como en esa misma aima con tristeza y congojâs. Y juntamente con esto, hizo que considerase su aima las causas por las cuales se sujetaba a la muerte, que eran las culpas pasadas y por venir de todos los hombres, con la fealdad y graveza délias, y 569 con la indignaciôn grandisima y la encendida ira que Dios contra ellas concibe. Y ni mâs ni menos considero el poco fruto que tan ricos y tan trabajados trabajos habian de hacer en los mâs de los hombres. Y todas estas cosas juntas y distintas, vivisimamente consideradas, le acometieron a una, ordenândolo él, para ahogarle y vencerle. De lo cual Cristo no huyô, ni rindiô a estes temores y fa­ tigas apocadamente su aima; ni para vencerlas les embotô, como pudiefa, las fuerzas; antes como he dicho, cuanto fué posible se las acrecentô; ni menos armô a si mismo y a su santa aima, o con insensibilidad para no sentir, antes despertô en ella mâs sus sentidos, o con la defensa de su divinidad, banândola en gozo, con el cual no tuvïera sentido el dolor, o a lo menos, con el pensamiento de la gloria y de la bienaventuranza divina, a la cual por aquellos males SEC. 5. AUTORES VARIOS. FRAY LUIS DE LEON 317 caminaba su cuerpo, apartando su vista de ellos y volviéndola a aquesta otra consideraciôn, o templando siquiera la una consideraciôn con la otra, sino desnudo de todo esto, y con solo el valor de su aima y persona, y con la fuerza que ponia en su razôn el respeto de su Padre y el deseo de obedecerle, les hizo a todos cara, y luchô, como dicen, a brazo partido con todos, y al fin lo rindiô todo y lo sujetô debajo sus pies. Mas la fuerza que puso en ello y el estribar la razôn contra el sentido, y como dije, el tesôn generoso con que aspirô a la victoria, llamô afuera a los espiritus y la sangre, y la derramô. Por manera que lo que vamos diciendo, que gustô Cristo de sujetarse a nuestros dolores, haciendo en si prueba de ello, segûn esta manera de decir, aûn se cumple mejor. Porque no sôlo sintiô el mai del temor y la pena de la congoja y el trabajo que es sentir uno en si diversos deseos y el desear que no se cumple; pero la fa­ tiga increible del pelear contra su apetito propio y contra su misma i naginaciôn, y el resistir a las formas horribles de tormentos y ma­ les y afrentas, que se le venian espantosamente a los ojos para ahoga le, y el hacerles cara, y El, peleando uno contra tantos, valerosamente vencerlos con no oido trabajo y sudor, también lo experi­ mento». D) El Calvario 570 «Vengo al monte Calvario. Si la pûblica desnudez en una persona grave es âspera y vergonzosa, Cristo quedô delante de todos desnu­ do. Si el ser atravesado con hierro por las partes mâs sensibles del cuerpo es tormento grândisimo, con clavos fueron alli atravesados los pies y las manos de Cristo. Y por que fuese el sentimiento mayor, el que es piadoso aun con las mâs viles criaturas dei mundo, no lo fué consigo mismo, antes en una cierta manera se mostrô contra si mismo cruel. Porque lo que la piedad natural y el afecto humano y comûn, que aun en los ejecutores de la justicia se muestra, tenia ordenado para menos tormento de los que morian en cruz, ofreciéndoselo a Cristo, lo desechô. Porque daban a beber a los crucificados en aquel tiempo, antes que los enclavasen, cierto vino conficionado con mirra e incienso, que tiene virtud de ensordecer el sentido y como embotarle al dolor para que no sienta; y Cristo, aunque se lo ofrecieron, con la sed que ténia de padecer, no lo quiso beber. Asi que, desafiando al dolor, y desechando de si todo aquello 571 con que se pudiera defender en aquel desafio, 'el cuerpo desnudo y el corazôn armado con fortaleza, y con solas las armas de su no vencida paciencia, subiô este nuestro Rey en la cruz. Y levantada en alto la salud dei mundo, y llevando al mundo sobre sus hombros, y padeciendo El solo la pena que merecia padecer el mundo por sus delitos, padeciô lo que decir no se puede. Porque ■ Λ · £ .*·* JU8VES Y VIERNES SANTO «■ ·' · ·" bre? ^Qué mayor misericordia que recibir Dios en sus espaldas los azotes que nuestros hurtos mereclan, padecer nuestra cruz, beber nuestro câliz y querer ser atormentado por nuestros deleites, deshonrado por nuestras soberbias, despojado en la cruz por nuestras codicias y, finalmente, entregado al poder de las tinieblas por librar a los hombres de ellas? Puede ser mayor misericordia que esta? Pues no .es menor la justicia que aqui resplandece. Porque \ V1ERXKS ;Τύ, SeftOr, a mi? <Τύ, Senor de lodas las cosas, a mi, el mas bajo'de todas ellas? La alteza de tu majestad y la profundidad de mis misérias me hacen fuerza que tal cosa no consienta. Déjà, pues, Senor mio, déjà para los siervos este olicio; quita esa toalla, toma tus vestiduras, asiëntate en tu silla y no me laves los pics. Mira no se avergiiencen de esto los cielos viendo quo con es?, ceremonia los pones dcbajo de la tierra, pues las manos en quien el Padre puso los cielos y todas las cosas vienes a poner debajo de los pies de los hombres. Mira no se afrente de esto toda la naturaleza criada, viéndose puesta debajo de otros pies que los tuyos. Mira no te desprecie la hija del rey Saul (2 Reg. 6,10) viéndcte con ese lienzo vestido a manera de siervo y diga que no quiere recibir por esposo ni por Dios al que ve entender en tan vil oficio. Esto decia Pedro como hombre que aim no sentia las cosas de Dios y como quien no entendia cuânta gloria estaba encerrada en esta obra de tan gran bajeza. Mas el Salvador, que tan bien lo conocia y tanto dcseaba dcjarnos un tan maravilloso ejcm-lo de humildad, satisfizo a la simplicidad de su discipulo y llevô adelante la obra comenzada». c) El mandato del amor ♦Mas no solo dejô aqui ejemplo de humildad, sino también de caridad, porque lavar los pies no solo es servicio, sino también regalo, el cual hizo el Salvador a los pies de sus amigos vispera del dia que habian de ser enclavados y lavados con sangre lo» suyos; para que veas cuân dura es la caridad para si y cuân blanda para los otros. Pues este ejemplo de caridad y humildad déjà el Senor en su testamento por mandato a todos los suyos, cncomendândoles en aquella hora postrera que se tratasen ellos entre si como El los habia tratado y se hiciesen aquellos regalos y beneficios que El entonces les habia hecho. Pues < * ί z.'fr . 1 h« SEC. 5. ACTORES VARIOS. GRANADA 331 de fortaleza, santuario de los justos, sepultura de peregrinos, nido de las palomas sencillas y lecho florido de la esposa de Salomôn! jDios te salve, Haga del costado precioso, que llagas los devotos corazones; herida que hieres las aimas de los justos, rosa de inefablc hermosura, rubi de precio inestimable, entrada para el cora­ zôn de Cristo, testimonio de su amor y prenda de la vida per­ durable! > Por ti entran las almas a guarecerse dei diluvio en el area del 602 verdadero Noé, a ti se acogen los tentados, en ti se consuelan los tristes, contigo se curan los enfermos, por ti entran en el cielo los pecadores y en ti duermen y reposan dulcemente los desterrados y peregrinos. jOh fragua de amor, casa de paz, tesoro de la Iglesia y vena de agua viva que salta hasta la vida etema! Abreme, Senor, esa puerta; recibe mi corazôn en esa tan deleitable morada; dame por ella paso a las entranas de tu amor; beba yo de esta dulce fuente ; sea yo lavado con esta agua santa y embriagado en ese tan preciado licor. Adormézcase mi aima en este pecho sagrado; olvide aqui todos los cuidados dei mundo; aqui duerma, aqui coma, aqui cante dulcemente con el profeta, diciendo: Esta es mi morada en los siglos de los siglos; aqui moraré, porque esta morada escogi (Ps. 131,14)». c) Del descendimiento de la Virgen 603 'Considera como fué quitado aquel santo cuerpo de la cruz y recibido en los brazos de la Virgen. Llegan, pues, el mismo dia sobre tarde aquéllos dos santos varones José y Nicodemo y, arrimadas sus escaleras a la cruz, descienden en brazos el cuerpo del Salvador. Como la Virgen vio que, acabada ya la tormenta de la cruz, llegaba el sagrado cuerpo a tierra, aparéjase Ella para darle puerto seguro en sus pechos y recibirlo de los brazos de la cruz en los suyos. Pide, pues, con gran humildad a aquella noble gente que, pues no se habia despedido de su Hijo ni recibido de El los postreros abrazos en la cruz al tiempo de su partida, que le dejen ahora llegar a El y no quieran que por todas partes crezca su desconsuelo si, habiéndoselo quitado por un cabo los enemigos vivos, ahora los amigos se lo quitan muerto. jOh por todas partes desconsolada Senora! Porque si te niegan 604 lo que pides, desconsolarte has; y si te lo dan, como lo pides, no menos te desconsolarâs. No tienèn tus males consuelo sino en sola tu paciencia. Si por una parte quieres excusar un dolor, por otra parte se dobla. Pues r El remedio de la oraciôn «ÎQué sacamos de aqui? Ad te, Domine, clamabo et ad Deum meum deprecabor (Ps. 29,9). Orar con gran afecto al Sehor, y suplicarle continuamente que nos mire con ojos de misericordia, y no alce su mano de nosotros. Sentencia es de nuestro padre Santo To­ mâs, que el don de la perseveranda no es otra cosa que una manutenencia, un conservar Dios al hombre en la gracia que una vez le ha dado, continuando aquella acciôn primera con que se la diô. Y asi como no cae debajo de mérito la primera gracia, ni la acciôn con que Dios la da, tampoco el continuarla, que es el don de la perseverancia. Pero si no se puede merecer, puédese impetrar con oraciones, como la misma gracia, que no la merece, ni puede el pecador, pero con oraciones la alcanza. Como la alcanzô el hijo prôdigo, y el publicano, que hiriéndose los pechos oraba: Deus, propitius esto mihi peccatori (Le. 18,13). En 1° cual se conoce la excelencia de la oraciôn, que es el ùnico medio para alcanzar el don de la perseverancia, tan importante, que sin él no hay corona ni premio ni los otros dones y virtudes, antes se vuelven en cargos y materia de mayor castigo. Por eso el cristiano que desea salvarse, cada dia ha de hacer gu; instante oraciôn a Dios que le deje acabar en su gracia, y que no le permita caer en tentaciôn ni en pecado. Ha de andar tamanito, temblando como azogado, conociendo su impotencia y la précisa necesidad que tiene de que Dios le mire y sustente. Lo que dice San Pablo (Phil. 2,12-13): Con miedo y con temblor haced las obras de vuestra salvation. Miedo en el ânimo; temblor en el cuerpo. Porque Dios es el que obra en vosotros el querer, y el ejecutar y Ilevar al cabo lo bueno, por su buena voluntad..., porque ni el querer el bien, ni el obrarle, consiste en vuestras fuerzas, sino que Dios, por su bella gracia, quiere obrar en vosotros, y causa, como principal autor, asi el buen proposito de la voluntad como la ejecuciôn de él y perseveranc’a del bien corne rzado. De suerte que no basta estar un hombre en gracia ni tener todas las virtudes y dones (aunque sea en grado heroico), sino que ademâs de esto es necesario el co icurso de Dios, auxilio especial actual, 335 JURIES V \ 1ERNES SAKrO para obrar bien meritoriamente y para no caer en pecado. Que es lo que dijo Cristo: Sine me nihil potestis facere (Ιο. Ι5>5)· Sin mi, nada que importe para el cielo podéis hacer, sin mi gracia, sin mi favor. En quitando Dios su concurso, en apartando sus ojos del alma, y dejândola a si misma queda como la luna eclipsada cuando se inter­ pone la tierra entre ella y el sol ; como la tierra antes que Dios criase la luz, que estaba descompuesta y fea, y vacia de todos los bienes, toda cubierta de tinieblas; como el cuerpo sin el alma, que nada puede y para nada es de provecho, sino para manjar de gusanos. 617 Cierto es, dice el cardenal Cayetano, que San Pedro en la cena estaba en gracia, pues Cristo con su boca testified que estaba limpio; habia recibido dignamente el sacramento del cuerpo y sangre divinisima del Senor; estaba avisado de Cristo de la tentaciôn venidera; era mâs fuerte y mâs ahervorado que los otros discipulos, y entonces verdaderamente estaba dispuesto y determinado a morir por Cristo. Y con todos estos requisitos, a la voz de una mozuela, niega, perju­ ra, anatemizale. êQué es esto? Porque le faltô la manutenencia de Dios y su especial auxilio. Luego menester es orar continuamente, como nos ensena Cristo. Et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo. Arnen (Mt. 6,13; Lc. 11,4). Y con este presupuesto en­ trâmes en la historia*. b) G18 i. La caïda Confesar exteriormente la fc «Non novi hominem (Mt. 26,72). Por este acto no perdio Pedro la fe; porque no nego ser Cristo Dios, ni el Mesias, ni le preguntaron eso. Sino pecô porque no confeso exteriormente la fe que creia siendo preguntado. Esta obligado el cristiano a confesar que lo es cuando le preguntan... cCuântos cristianos se hallarân hoy que de esta manera le niegan? Son cristianos de palabra, porque dicen que conocen a Dios..., pero con los hechos lo niegan... (-Pensais que tiene por hijo de Dios a Jesûs aquel hombre (cualquiera que sea) que ni se espanta de sus amenazas, ni se mueve por sus promesas, a los mandamientos no obedece, los consejos no toma? Item: los que no osan confesar y comulgar..., ir a los hospitales, por que el mundo no los desestime y burle de ellos; \MO c) La conversion y la gracia «Notemos este discurso. Primero cantô el gallo; luego mirô el Senor; luego se acordo Pedro de la mirada de Jésus; a esto se siguiô salir fuera y llorar amargamente. El gallo es el predicador, que con sus voces pretende despertar a los pecadores dormidos del sueno de la culpa, que duermen en la noche de la ignorancia. Pero por mâs que los predicadores se quiebren la cabeza, y aunque revienten por los ijares, es predicar en desierto, si cl Senor no mira al pecador. Muchos oyentes tuvo San Pablo en aquel sermon que predicô en Filipos, ciudad de Macedonia, y solamente se convirtiô una mujer hilandera de pûrpura: Cuius Dominus aperuit cor intendere iis, quae dicebantur a Paulo (Act. 16,14): Cuyo corazôn abriô el Senor para que atendiese a las cosas que Pablo decia. Y asi es necesario suplicar al Senor abra los corazones de los oyentes, los ablande y enternezea, para que las palabras de los predicadores hagan en ellos impresiôn. Conrersus Dominus, respexit Petrum (Le. 22,61). Veis aqui como el principio de la justificaciôn es de Dios, que con su gracia preveniente mueve al pecador y le despierta. para que quiera salir de su culpa... Si Dios no mira al hombre, imposible es que cl hombre vuelva a mirar a Dios. Pues, Senor, si tan necesitado estoy de vuestra vista, aspice in me et miserere mei secundum indicium diligentium nomen tuum (Ps. 118,132): Miradme, Senor, y habed misericordia de mi. Apiadaos de mi miseria y extrema necesidad segûn el uso y costumbre que guardâis con los que os quieren bien, al fuero de vuestros amigos, como Vos solêis mirarlos y remediados*. B) El buen ladrôn. Vive bien para morir bien (Cf. Sermon para el Miércoles: ibid. p.395-399.) a) No SE HA DE HACER DE ESTE EJEMPLO REGLA GENERAL -Bocado fuera este (la conversion del ladrôn) de mucha suavidad para Cristo en tal coyuntura, sino que El suspendio la dulzura que podia sentir porque quiso padecer sin ningôn género de consuelo, y también porque aquel gusto le aguô con extraria amargura que sintiô, sabiendo qué de pecadores se habian de condenar, gastando toda la vida en pecados, y esperando al fin de ella hacer penitencia. como el ladrôn, y se habian de hallar burlados. No son todos los tiempos iguales, ni de un caso rarisimo y milagroso que hizo el Sefior para manifestar su divinidad a la horn de su muerte se ha de hacer la regia general... Pero yo quiero decir màs. Haced vos lo que el buen ladrôn hizo a la hora de su muerte, que yo os aseguraré el cielo, aunque hayâis sido peor que él y que Judas. Porque dado que la gracia y conoci- &&&& SEC UITORIiS \AKIOS. CABRERA 341 iniento de Cristo se le diô de barato, como habemos dicho, pero el cielo no se le diô de gracia, sino de justicia, por altisimas virtudes y heroicas obras que en aquel breve espacio hizo». b) 1. El ladrôn practicô las très virtudes teologales Fe que asombra «Porque él tuvo en grado perfectisimo las très virtudes teologa­ les. Lo primero, fe que asombra. Abraham creyô a Dios que le hablaba desde lo alto del cielo; este le ve colgado en un palo. Isaias creyô en Dios viéndolo sentado en un magnifico trono, cercado de sertfines; éste ve a Dios crucificado entre ladrones. Moisés creyô a Dios que le hablaba desde la zarza, pero vela arder y que no se quemaba; éste ve al mismo Dios en la zarza de su cruz, todo coronado de espinas y abrasândose en vivas llamas de penas. Fe tuvo San Pedro, pues se arrojô al mar en pos de Cristo; pero viôlo a él primero andar sobre las aguas; éste no le ve pisar las aguas, sino banado de pies a cabeza en su propia sangre. Los hijos del Zebedeo fe tuvieron; pero vieron a Cristo transfigurado en el monte Tabor, su rostro mâs resplandeciente que el sol y sus vestiduras mâs albas que la nieve; éste no le ve transfigurado, sino desfigurado; no hermoso, sino feo; no blanco, sino denegrido y despojado de sus vesti­ duras. Muchos justos en Israel creyeron, pero viéndole hacer grandes maravillas; mas éste, que ni viô milagro, ni leyô Escritura, ni viô en Cristo cosa digna de rey ni de Dios (en lo que es grandeza y aparato exterior), y con todo eso creyese con tanta firmeza, cosa prodigiosa es». 2. Esperanza «(Tues esperanza? èQué mayor, pues espera reino y pide me­ moria? Domine, memento mei... (Le. 23,42)». 3. Caridad y amor « iPues caridad y amor? No podia dejar de abrasarse y derretirse en él, pues tan cercano estaba a la esfera del fuego... No siente ya sus dolores, no le lastiman sus penas; sôlo siente la cruz de Cristo, su cruz le aflige y sus tormentos le atormentan. Llâmale Senor, llâmale su rey; pi dele le tenga en su memoria. Todas ésas son se­ riales de amor. Mâs. Dale cuanto puede y sacrificale todo lo que tiene libre en su persona... No dineros, que se los tomô cl fisco; no la ropa, que se la tomô el verdugo; no los pies, que estân presos; ni las manos, que las tiene clavadas; ni el cuerpo, que estâ quebrantado. Honra que dar no la tiene; la vida ya se le acaba; no le queda mâs que el corazôn y la lengua libre, y eso todo lo ofrece con larga voluntad... Dale a Dios el corazôn, que, si no hay mâs, con eso solo se contenta y sin él nada le agrada. Mas porque la cari­ dad no sôlo tiene este primer acto, que es amar a Dios, sino también el segundo, que es amar al prôjimo, mirad como lo ejercita procu- il 342 JUEVLS V \lhKNES SAMO rando la salud de su compahero. Guarda con cl cl precepto de la correcciôn fraterna, rcpréndele su culpa, avisale del pcligro en que estaba... » C) ‘Η’Λ’ ReSPLANDECIÔ ADEMAS EN LA HUMILDAD «Pues la virtud de la humildad, ya veis cuanto resplandcciô en él: no solo en confesar su culpa, sino en aquella humilde peticiôn que hizo: Domine, memento mei... No se concediô eso a los santos padres, que luego, en muriendo, viesen la esencia divina... <:Cuândo pensais vos hacer otro tanto? îOh, que vuestra muerte tendra taies razones!... Tenedme vos estas virtudes a la hora de vuestra muerte, haced taies obras, que yo os aseguro el cielo. '» ·. ; 4 ··/ SEC. 5. AUÏQRES VARIOS. BOSSUET 375 vâlido. Pero no, me engafto, falta una cosa todavia, hay una fuente de sangre y de gracia que no se ha abierto afin. Ven pronto, soldado, abre su corazôn, corra la sangre, saiga el agua sagrada del bautismo y de la penitencia, el agua de nuestras lagrimas piadosas. jOh agua eficaz para lavar nuestros crimenfes cuando se une con la sangre de Jesûs! Brotad, aguas felices de la penitencia, pero mezclaos con la sangre de Cristo para lavar nuestras almas, porque aunque El la prodigô toda en su cuerpo, aûn le queda la suficiente para llenarnos de ella en los sacramentos de la Iglesia. c) Lo que Jésus nos déjà Lo que el Senor nos lega en su testamento es el perdôn del pe­ cado, y como quiera que para conseguirlo es necesario odiarlo, su primera manda es ensenarnos los motivos para que lo detestemos. El primer motivo es ver lo que hace sufrir al Hijo de Dios. El pecado lleva consigo una aversiôn a Dios y un intimo apego a la criatura. Consiste en elegir a Barrabâs y condenar a Cristo. Y todo ello hizo que nuestro Salvador sintiera el mayor de los suplicios, el abandono del Padre, que le obligô a exclamar: (Dios mio, Dios mio!, ipor qué me has abandonado? (Mt. 17,46). Prodigio inaudito, que un Dios persiga a un Dios y que un Dios tenga que quejarse de su soledad. El aima de Cristo se horroriza al ver a un Dios que le amenaza. quién recurriréis, oh Jesûs? Ante la persecuciôn de los hombres os arrojâis a los brazos del Padre, y éste os rechaza. Cristianos, este misterio significa que nosotros hemos abandonado al Dios vivo y es justo que El nos abandone con un sentimiento desdenoso ante nuestro desprecio; de côlera, ante nuestros ultrajes, y de justicia, porque hemos violado sus leyes. Criatura, i La ignominia de haber creîdo Yo, en cambio, soy un gusano, no un hombre, oprobio para todos, desprecio de la naciôn. Todo el que me ve gesticula burlândose, abre despectivo sus labios, menea la cabeza. (jSe entregô a Dios? jPues que le libre I jSâlvele, ya que le quiere! i Si, por ciertol Τύ eres mi conductor desde que naci, Τύ mi esperanza desde los pechos de mi madre. Λ tus cuidados me entregaron ya en mi gestacidn, desde que alenté en el seno matemo, Τύ eres mi Dios. No estés lejos de mi, que el apuro es presente, estâte cerca, que no tengo ayudador. c) El paroxismo de los enemigos Me rodean novillos numerosos, toros de Basân me cercan. SEC. 7. MISCEI. \NEA HISTORIC A V LITERARIA Han abierto hacia mi su boca como leôn rugiente que roba. Agua vertida soy y mis huesos todos desconyutados. El corazôn se me ha puesto como cera, derretido dentro de mi pecho. Mi paladar, reseco como el barro cocido; mi lengua, aglutinada con mis fauces; pueden echarme a tierra, exânime. Pues son perros los que me rodean, sociedad de malvados la que me da vueltas; han atravesado mis pies y mis manos; Y mientras yo puedo ir contando mis huesos, ellos me miran y se fijan con fruiciôn en mi espectâculo. Se reparten mis vestidos, eefian suertes sobre mi tûnica. B) Los frutos de la redenciôn He aqui que mi Siervo tendra éxito, sobresaldrâ, se levantarâ, quedarâ muy alto. Asi como muchos se horripilarân con motivo de él por desfigurado, de modo que su aspecto no era de hombre. Ni su figura, humana. Asi pondrâ admiraciôn a muchos pueblos, por causa de él reyes cerrarân la boca, porque estân viendo sus ojos lo que jamâs se oyô contar. Y comprueban lo que nunca se narrô. ; Quién ha dado crédito a nuestro mensaje? ê Y el poder de Dios a quién fué revelado? Porque creciô como un retono delante de El, como un brote de tierra seca: No ténia figura, ni menos aùn magnificencia para que lo mirâsemos, ni aspecto para que nos atrajese. Fué despreciado y el ùltimo de los hombres, varôn de dolores y familiarizado con el sufrimiento. Y como uno delante dei cual se cubre el rostro, fué despreciado y nosotros no hicimos cuenta de él. Sin embargo, nuestros padecimientos él los ha cargado, y nuestros dolores él los ha llevado sobre si. Mientras que nosotros le tenfamos por castigado, por punido de Dios y de él atormentado. Pero en realidad él fué atravesado por nuestros pecados. Molido a golpes por nuestras maldades. La correcciôn que habia de producir nuestro bienestar, cargô sobre él, y a costa de sus cardenales hubo salud para nosotros. Todos nosotros andâbamos errantes cual ovejas, cada uno de nosotros ibase su camino. Pero el Senor hizo caer sobre él la culpa de todos nosotros. Fué maltratado, pero accediô a ella y no abriô su boca; 712 384 » JUBVE» Y V1ERNES SANTO Cual cordero que es conducido a la camiceria y cual oveja delante de sus esquiladores callô él y no abriô sus labios. Después de la prisiôn (el prendimiento) y del juicio, quitâronlo de en medio. Y quién se preocupa ya de su suerte ? Porque, en efecto, fué separado de la tierra de los videntes, por causa del pecado de su pueblo fué maltratado hasta morir. Se quiso darie sepultura con los malhechores, pero con el rico fué su sepulcro. Porque no obrô injusticia, ni en su boca se encontre engano. Pero plugo a Yahvé pulverizarlo con el dolor... Si da su. vida como sacrificio por el pecado, habrâ de ver posteridad, vivir largos anos, y el deseo de Yahvé quedaré realizado por él. Contemplare la luz cuando saïga de la tribulaciôn de su aima, saciarâ con su conocimiento a muchos. Justificari mi Siervo a muchos, sus pecados los cargara sobre si. Por esto le voy a asignar como porciôn suya esos muchos, recibirâ como botin innumerables ; por haber derramado su vida hasta morir y haber sido contado entre los malhechores, siendo asi que cargô con los pecados de muchos y que intercediô en favor de los pecadores. C) La transfixion (Zach. 12,10) *Sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré yo un espiritu de gracia y de implorar misericordia; y ellos mirarân al que traspasaron». IL A) FIGURAS DE DA PASION El mancebo de la sàbana Cuando Uevaban a Jesûs entre denuestos y golpes hacia el palacio de los pontifices, al trasponer la linde de Getsemani, una vagorosa y fugitiva sombra, casi fantasmai, cruzô desnortada ante el armado trope L Corrieron tras ella guardias y soldados, sin conseguir apresarla. Uno de los esbirros logrô asir un blanco cendal de lino, que quedô en sus manos flotando al viento de la madrugada, mientras huia veloz y desnuda la figura de un adolescente. i Quien fué aquel misterioso espectador? Indudablemente saliô de alguna casa vecina, cubierto tan solo por una sâbana, atrafdo por el rumor y los gritos. Muchas hipôtesis se han levantado en tomo a la personalidad del misterioso joven. El hecho de usar sâbana de lino revela que se trataba de una persona rica (cf. Herodoto, II 95, y Eusebio, Hist. Edes. VI 40,7), pues las clases populares, como los apôstoles, dormian envueltos en sus pro- ShC. 7. MISLhhANEA lllbÎORiVA Y LITERARIA 385 pios vestidos. La mayoria de los comentaristas identifican al anônimo viandante con Marcos, fundândose en la circunstancia de que su Evangelio es elûnico que refiere la curiosa anéedota (Mc. 14,51 -52 ;cf. Grimm, Geschichte des Leidens lesu I 486 ss.). Piensan asimismo que el huerto de Getsemani con su casita pertenecia a la familia de Marcos y alli descansaria ci jovenzuelo aquella noche primaveral. Otros autores se inclinan por Lâzaro, el resucitado de Betania (cf. Fillion, Vida de Jesucristo t.4 p.208); por el joven rico, aquel a quien sus riquezas impidieron seguir a Jesûs (Mt. 19,16-30); por Sanjuan Evangelista (cf. Beda, Super Mc.); por Santiago, hermanodelSe­ nor (cf. S. Epifanio, Haeres. 87 y 13), o incluso por Saulo, el futuro Pablo (cf. Fillion, ibid.). B) Claudia Prôcula Pilato tuvo dos mujeres. La primera fué Marcia, primogenita de un rico cliente de su padre, llamado Gaio Marcio, quien desarrollaba entonces en Roma importantes negocios mercantiles. Contrajo con ella matrimonio hacia el ano 2 de la era cristiana, es decir, a los veintidôs de edad. Dcsgraciadamente esta esposa falleciô de parto, apenas cumplido un ano de vida conyugaL Al regresar de la campaha contra los alemanes siete anos después, Pilato contrajo segundas nupeias con Prôcula o Procla, nombre que nos ha sido conservado por el Evangelio apôcrifo de Nicodemo (cf. Aurelio de Santos Otero: BAC, Los Evangelios apôcrifos p.434). Aunque hay quien la supone originaria de la familia imperial de los Claudios, parece mâs proba­ ble la teoria de que era oriunda de la Gallia bracata, aun cuando su familia gozaba de los mismos derechos que los ciudadanos romanos. De su matri­ monio con Pilato tuvo très hijos (cf. Franzero, Memoirs of Pontius Pila­ te Ρ·93λ de los cuales uno muriô cast recién nacido; otra hija se casô con Gaio Quinto, y el mâs peqbeno se incorporé como oficial a la Legiôn Nona. «Provisionalmente se habia prohibido a los empleados romanos llevar a sus esposas consigo a las provincias. Mas desde Augusto la prohibiciôn perdiô su vigor (cf. T/Îcito, Annales III 33). Regularmente Prôcula estaba con su esposo en la Cesarea maritima; pero en esta ocasiôn le habia acompaôado a Jerusalén para las fiestas de la Pascua. Probablemente oiria hablar de la entrada solemne del Mcsias, si es que ella misma no era prosélita* (cf. Ketter, Figuras femeninas de la vida de Jesûs [Madrid, Atenas] p.236). «Prôcula, siendo mujer, no podia intervenir directamente en la marcha del proceso. Compareciendo personalmente habria perjudicado mâs bien que ayudado a la causa de Jesûs, porque los contrarios habrian interpretado este paso como deseo de influir en el ânimo del juez. Pero nadie podia prohibirle enviar un recado a su esposo. No hemos de explicar el sueno necesariamente por causas sobrenaturales, como otros referidos en la Biblia. Sin embargo, el hecho de que esa mu­ jer padeciera tanto en suehos a causa de Cristo, nos hace sospechar que tam­ bién estando despierta se habia ocupado mucho de la persona y de la suerte de Jesûs. Expositores mâs tardios expresaron una opiniôn insostenible, a saber: que el diablo quiso evitar por medio de este sueno el sacrificio re* dentor de Cristo. Dadas las circunstancias especiales, se necesita tener espi­ ritu de confesor para atreverse a llamar «justo» a Jesûs. Por el mensaje tuvo que ver Pilato que su esposa juzgaba al reo de una manera diferente que la turba fanâtica de los judios y sus cabecillas. La incertidumbre del juez creciô de punto Esforzôse aûn'mâs para inhibirse y soslayar la fâtuaaiôn des* I ,i |μΛ>Ι»ίι itr ('. «/ IB JVBVES 1 386 SANTO ---- ------------ agradable, sea como fuere. La posture de su esposa habria podido servir a Pilato, en el mejor de loe casos, como respaldo, porque no le exigia torcer ni lo mâs minimo la justicia. Con la percepciôn mâs fina de mujer sentia ella la desgracia que se acercaba, y con la solicita preocupaciôn de esposa procuraba defender de la misma a su marido. No lo logrô. Mas por su intervenciôn a favor del «justo» expié ella como mujer algo de la gran injusticia de que se hizo culpable Pilato al condenar a muerte al Inocente» (cf. P. Ketter, o.c., p.236-240). C) 716 Simon Cireneo La madré Emmerich en sus revelaciones nos ha dejado una bella semblanza de este personaje, inmortalizado por el Evangelio. «Enfonces—dice— vieron a poca distancia a un pagano, llamado Siniôn de Cirene, acompanado de sus très hijos, que llevaba bajo el brazo un haz de ramos, pues era jardi­ nera y volvia de trabajar en los jardines, situados junto al muro oriental de la ciudad. Todos los anos venia a Jerusalén por la Pascua, con la mujer y los nihos, y vendia setos como los otros hortelanos. Se encontre de pronto en medio de la multitud, de la que no pudo desasirse. Cuando los soldados se dieron cuenta por su indumentaria que era pagano y jomalero de clase in­ ferior, se apoderaron de él y le obligaron a ayudar al galileo a llevar la cruz. El al principio se opuso y mostrô gran repugnancia, pero hubo de ceder a la fuerza. Los nihos gritaban y lloraban, pero algunas mujeres que los conocian los tomaron a su cargo. Simôn sintiô gran disgusto por el triste estado de Jesûs y por sus ropas manchadas de cieno, pero el Senor gemia y lo miraba con aspecto conmovedor. Enfonces el Cireneo le ayudô a levantarse y los verdugos cargaron un brazo de la cruz sobre las espaldas de Simôn. El seguia inmediatamente a Jesûs, a quien se habia aliviado del peso... El cortejo tomô a reanudar su camino. Simôn era un hombre robusto, de unos cuarenta anos. Llevaba la cabeza al aire. Se cubria de una tûnica corta con cinturôn de tela. Sus sandalias, ligadas en tomo a las pantorrillas con cintas, terminaban en punta. Sus hijos lucian vestiduras policromas. Dos eran mayores; se llamaban Rufo y Alejandro, y mâs tarde se unieron a los discipulos del Senor. El tercero era pequefïito, y lo he visto, todavia muy niho, con San Esteban. Simôn no llevô mucho tiempo la cruz detrâs del Senor sin sentirse profundamente conmovido» (cf. Emmerich, La dolorosa Passione [Bérgamo 1949] p.331-332). "11 III. EL PROCESO DE JESUS «Salomon Zeitlin, profesor de Literature Rabinica en el colegio Dropsies de Filadelfia, ha publicado en la revista judia The Jewis Quarterly Revieu varios articulos, escalonados entre los ahos 1941-1945. También él sostiene que la condenaciôn de Jesûs fué obra exclusiva de Pilato. El ûnico delito imputable a los judios séria el haber entregado a Jesûs al tribunal romano. pero esto mismo no lo habria hecho un Sanhédrin religioso, sino un tribunal civil que obraba bajo la presiôn romana. Segûn este autor, hay que distinguir en la Palestina posterior al destierro dos tribunales distintos- uno. religioso, llamado Bet Din en hebreo y Kri- MlSCELANlA HISTORICA V UTERAR1A 38J tenon o Dikastenon en griego, y otro, civil, llamado Synedrion. Sôlo des­ pués de la destrucciôn de Jerusalén por los romanos el afio 70 de nuestra era se llamô Sanhedrin al tribunal religioso. El Synedrion civil era un tribunal que sôlo se convocaba cuando hacia falta. Mientras Palestina estuvo gobernada por reyes, era el rey quien con­ vocaba el tribunal. Después que Judea fué convertida en provincia romana, a pesar de la presencia en cl pais de un procurador romano, los asuntos in­ ternos de Palestina estaban en manos del sumo pontifice. El era, por lo mismo, quien convocaba el tribunal civil. El Bet Din o tribunal religioso constaba de dos magistratures. Una, compuesta de setenta y un jueces, era un cuerpo legislative, cuya funciôn se limitaba a la interpretaciôn de la ley biblica. Fuera de eso, sôlo actuaba cuando se trataba de juzgar al jefe del Estado o al sumo sacerdote o en juicios por ofensas contra el Estado o el templo. Sus reuniones se celebraban bajo la presidencia del Nasi en un departamento del templo, que se llamaba «la câmara de la piedra rota». La otra magistrature se encontraba en todas las ciudades importantes de Judea, y formaba tribunales de veintitrés miembros, encargados de juzgar los delitos que exigian pena capital. La ejecuciôn podia revestir una de estas cuatro formas: lapidaciôn, incineraciôn, decapitaciôn y estrangulaciôn. El tribunal celebraba sesiôn todos los dias de la semana, excepto los sâbados y dias de fiesta y la vispera de estos dias.’ Podia una persona ser juzgada y absuelta en un mismo dia, pero no podia ser condenada en el mismo dia en que habia comenzado el juicio. Por esta razôn, no se reunia el tribunal en vispera de fiesta. Ninguna de estas réglas se observaban en el tribunal civil. Mientras los miembros del tribunal religioso eran doctores que habian pertenecido previamente a otros tribunales inferiores, los del Synedrion eran elegidos a discreciôn del jefe del Estado, que sôlo se preocupaba de buscar personas dispuestas a secundar sus deseos. No era necesario que estuviesen enterados de las leyes judias, y podian reunirse en cualquier lugar y a cualquier hora. Se discute si el tribunal religioso tenia en tiempo de Pilato la facultad de imponer penas de muerte. Zeitlin opina que si, y niega esta facultad ûnicamente al tribunal civil o Synedrion. De la presencia de soldados de la cohorte romana entre los que prendieron a Jesûs deduce Zeitlin que no fué detenido por orden del tribunal reli­ gioso, sino del Synedrion. Por eso no se tuvieron en cuenta las réglas del Bet Din en cuanto al lugar, dia y hora dei interrogatorio. Cuando el sumo sacerdote procediô contra Jesûs y lo entregô a la autoridad romana, habria obrado movido por el ternor de verse acusado por los dominadores romanos como cômplice de la rebeliôn. Caifàs, como sumo sacerdote, era responsable personalmente ante el procurador romano de la obediencia de los judios a la autoridad dei invasor. El y algunos principes de los sacerdotes que con él colaboraban eran los Quislings de aquellos dias. El pueblo judio no pudo ser moralmente responsable de la crucifixiôn de Jesûs. El mismo San Lucas dice que cuando llevaban a Jesûs camino del Calvario, «le seguia una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres que lloraban y se lamentaban por El». La condenaciôn y la ejecuciôn de Jesûs reviste una forma netamente romana (cf. Excmo. y Rvdmo. Dr. D. Jesûs Enciso Viana, Par los senderos de la Biblia. Jesucristo [Studium, 1957» Madrid] p.187-189). •* 1 - 3HS V / · J< Mhs \ MtK.XhS SANÎÙ IV. UN LIBRO DE VALOR EXCEPCIONAL SOBRE LA TORRE ANTONIA Tal es Lii Forteresse Antonia ά Jerusalem et la question du Prétoire, que como (esis doctoral prcsentada en la Facultad de Letras de Paris ha publicado recientemente, en febrero de 1956, en Jerusalén la madré Maria Aline de Siôn. De este libro eruditlsimo tomamos, euractândolas. las principales conclusiones (cf. p. 269-271). - Antes de la excavaciones efectuadas sobre el emplazamiento de la An­ tonia, es decir, en una época en que la localizaciôn del pretorio de Pilato sôlo podla investigarse a la luz de algunos textos historicos y sobre indicaciones del Evangelio, un gran nûmero de sabios y de exegetas habian optado por la .Antonia, a pesar de la ausencia de documentaciôn arqueolôgica. Su dec’siôn se fundaba en la verosimilitud resultante de los hechos cvangélicos y de la situaciôn politica y religiosa de Jerusalén en la Pascua del ano 30. Esta verosimilitud dejaba lugar a una duda: £ El concepto moderno de Pre­ toria podia «a priori» aplicarse al palacio herodiano de la ciudad alta? Pero sus razonamientos no tenian en cuenta ni las circunstancias de tiempo y de persona, ni la topografia especial de Jerusalén, ni la arqueologia de los lugares puestos a discusiôn. Abiertas las excavaciones de la Antonia, los primeros descubrimientos revelaron las lineas directrices del edificio, del que se pudo desde 1933 indi­ car la ordenaciôn general y la arquitectura. Hoy, después de veinte anos de investigaciôn, se conoce la distribuciôn interior y los principales detalles arquitectônicos del palacio fortaleza. Se ha renovado asi el problema de la localizaciôn del pretorio. Las con­ clusiones tenidas hasta entonces por simplemente verosimiles se han visto confirmadas desde que, en el cuadro del gran atrium de la Antonia, se ha intentado adaptar al suelo el desarrollo de las escenas evangélicas. Y el pro­ blema, tal como se plantea en nuestros dias, ha dejado lejos de si las interpretaciones y los razonamientos apoyados sobre el culto exclusivo de los textos. La evoluciôn historica del concepto pretorio en el mundo romano no nos interesa mâs que en la medida, en que era conocido de los evangelistas. Si se tiene al termino pretorio por sinônimo de »residencia del procurador romano», muchos textos parecen fijar esta residencia unos en el palacio de la ciudad alta, otros en la Antonia. Limitândonos al piano histôrico, estariamos reducidos a la incertidumbre si el examen de las circunstancias particulares de la Pascua del ano 30 no dirimiera el equivoco a favor de la Antonia. Al venir a Jerusalén para vigilar el hieron, hogar habitual de las sediciones judlas en cl momento de las fiestas religiosas, Pilato, celoso de conservar cl favor de Tiberio, tenia como su mayor preocupaciôn la de mantener el orden. Entre los dos palacios que le ofrecian una instalaciôn igualmente lujosa, el uno dominando inmediatamente el templo, el otro situado en la extremidad opuesta de la ciudad, es veroslmil que el procurador haya optado por el primero, es decir, por la Antonia. Esta razôn de simple buen sentido ha sido confirmada por los datos topogrâficos de los lugares en cuestiôn. Los indicios de localizaciôn proporcionados por los evangelistas pueden ser, grosso modo, los très testimonios aulé, lithostrotos y gabbathu. Estos términos y su contexto se adaptan al piano SEC. 7 MÏSCEI.ÀNEA HISTÔRICA Y LITERARIA '<89 y al sitio de la Antonia, tal como los han restituido las excavaciones. Cuando, por el contrario, se intenta aplicarlos al palacio de la ciudad alta, nos encontramos reducidos, en ausencia de positivos vestigios arqueolôgicos, a un verdadero caos de hipôtesis. Se debe fatalmente recurrir a un expediente anâlogo al evocar en el cuadro incierto del mismo palacio el desarrollo de las escenas del pretorio. En la Antonia, por contraste, se pueden localizar de una manera adecuada no sôlo la trama general de los relatos de la Pasiôn, sino hasta los menores dé­ faites. Desde el principio del siglo IV, por lo demâs, la tradiciôn primitiva, en ausencia de todo vestigio visible, ha buscado el pretorio cerca del emplazamiento de la Antonia. Dicha tradiciôn se renueva definitivamente en la Edad Media, persistenda tanto mâs llamativa cuanto que ninguna tradiciôn ha intentado nunca localizar el pretorio en el palacio de la ciudad alta. Ninguno de estos argumentos tiene, sin embargo, el valor decisivo que sôlo dada la evidencia. Porque—es preciso decirlo con toda imparcialidad— en el problema de la localizaciôn del pretorio evangélico ninguna prueba absoluta permite decidir categôricamente entre la Antonia y el palacio de la ciudad alta. Pero, a defecto de criterios decisivos, el problema se esclarece con presunciones que dan los argumentos de orden histôrico, exegético, topogrâfico y arqueolôgico. Ahora bien, estos argumentos estân todos en favor de la localizaciôn del pretorio en la Antonia. Nos encontramos en presencia, no de una prueba perentoria, sino de un haz de razones concordan­ tes, de las que una sola bastaria para motivar la convicciôn, y que se refuerzan por su concordancia misma. Se puede, pues, a reserva de las modificaciones de opinion que pudieran aportar nuevos descubrimientos, afirmar que en el estado actual de la ciencia y ante los recientes datos arqueolôgicos, no sôlo ninguna razôn se opone a' que se tenga a la Antonia por el lugar del pretorio evangélico, sino que, por el contrario, los argumentos convergen todos en favor de esta localizaciôn. V. MORTON DESCRIBE LA “VIA DOLOROSA” U9 Tomamos de la reciente traducciôn dei libro de Morton De viaje con Jesu­ cristo (cf. ed. de la Compania Bibliogràhca Espanola [Madrid 1956] p.228230) una de las mâs bellas descripciones. «La «Via Dolorosa» resultô piadosamente corta, apenas unos mil pasos. Iba desde el pretorio a la puerta de Genath. Por la parte de afuera de esta puerta, y a corta distancia de las murallas de la ciudad, junto a la via principal que entraba en Jerusalén procedente del norte, habia un ■ lugar llamado Gôlgota, el «lugar de la Calavera». En ninguno de los cuatro Evangelios hay nada que permita suponer que el Gôlgota fuese un cerro, pero es él caso que por tal se ha tenido. Las gentes que llenaban las calles cercanas al pretorio, verlan la horrorosa y ya tan vista comitiva de Ia muerte. Rompia marcha un centuriôn a caballo, al mando de media compania de la Doce Legiôn, que iba abriéndose paso a través de las estrechas calles. Tras él, venia andando un legionario, llevando un cartel en una pértiga. El cartel, en fondo de yeso blanco, tenia essrita en rojo la breve relaciôn de los crimenes cometidos por los que iban a morir. Venia, después, Jesûs, con el travesaôo de la cruz a cuestas, ya sin la clâmide escarlata de sus afrentosas burlas, sino, como nos dice San Matéô, con su propia ropa. Una tradiciôn muy antigua afirma que llevaba una tû- ‘ •J·*'* I 390 JUEVES Y \ URNES SAMU ruca negra, cehida a la cintura con un cinturôn de cuero, y que bajo la misma ténia puesta la vestidura que, para escamecerle, le habia dado Herodes. No Ilevaba puesta la corona de espinas, que traia uno de los verdugos a fin de coronario, de nuevo, en la cruz. Rendido por tanto padecer y emociôn tanta, Nuestro Senor no podla seguir al mismo paso de la comi­ tiva, y parece que, al obligar a Simon el de Cirene a que echase una mano, podemos descubrir un rasgo de humanitarios y buenos sentimientos en el centuriôn Longinos, que bien pronto habia de dar testimonio de la divinidad de su Reo y abrazar la fe cristiana. Seguian los dos ladrones, llevando los travesanos de sus cruces, y tras ellos, marchande de seis en fondo, venia el resto de la media compania con sus espadas al hombro. Los sanedritas, que sin duda estarian descosos de gozarse de su propio triunfo, seguian al final de la comitiva. Pero, al llegar a la puerta de Genath, pusieron sus blancas mulas al trote y, asi, siguieron hasta el Gôlgota. Bajo el sol de una maüana de primavera, mientras los vencejos volaban sobre las murallas de Jerusalén. como en el mes de Nisân, aùn hoy lo hacen, clavâronse tres cruces al otro lado de la puerta de la ciudad. Aquellos que alli estaban «mirândole desde lejos» se taparon los ojos con el corazôn hecho pedazos. Y las horas pasaban. Bajo la cruz, los soldados agitaban los dados en un casco, echando a suertes la tünica inconsûtil. Tumbados en el suelo del Gôlgota, a la hora de mayor calor, comian pan y queso, bebiendo su vino avinagrado. Y oyeron cômo brotaban aquellas palabras de divina misericordia de loslabios del Hombre abandonado: «Padre, perdônalos, porque no saben lo que hacen». Λ las très de la tarde, los sanedritas se fueron a Pilato a pedirle el «cruri­ fragium», a fin de que no quedasen los cuerpos en la cruz hasta el anochecer, aquel anochecer que también iba a ser (jbien lejos estaban de figurârselo!) el comienzo de un nuevo dia. Y los soldados aceleraron la muerte de los ladrones, «pero Uegando a Jesûs, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas». VI. EL “VIA CRUCIS”, DEVOCION ESPANOLA «Pese al silencio de los historiadores sobre la acciôn de Espana en la evoluciôn progresiva dei Via Crucis, desempena ésta un papel importantisimo en la misma. Primero con los previacrucis. La fachada de las «Platerias» de Santiago y las «Ermitas» de Escalaceli son anteriores a los Via Crucis de que nos habian H. Thurston, J. Beaufays, Ignace Maria, Hoomaert, etc., en el extranjero. Luego con los Via Crucis propiamente dichos. La huerta murciana con sus flores y encantos naturales y Alcorisa con sus olivares y vinedos tendrân siempre un puesto de honor en la historia de la espiritualidad por haber sido con toda probabilidad la cuna del primer Via Crucis propiamente dicho la una, y del primer Calvario con Santo Sepulcro y trece estaciones mâs, la otra. En eso no comulgamos con el P. Atanasio Lôpez, que dice en la revista Eco Franciscano: «De buen grado reconocemos que Espana no fué de las primeras naciones que adoptaron tan piadosa costumbre, si bien es innegable que mâs tarde se propagô aqui mâs que en ninguna otra parte». **•4-1-· “» ir* SHC. 7. MISCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 391 El P. Atanasio habia leido los historiadores Franceses y alemanes que habian de la serie de esculturas dolorosas de Adam Kraft y de las siete co­ lumnas de Rodas y de los septem cassus de Pedro Sterck... Mas ni las esculturas del taller de Kraft, ni las columnas de Rodas, ni los septem cassus de Sterck merecen el nombre de viacrucis propiamente dichos. Y aun en el supuesto de elevarlos a la categoria de tales, serian todos ellos posteriores a la fachada de las «Platerias» (siglos XI al XII) y a las «Ermitas» del Beato Alvaro (1420), que tendrian el mismo derecho, sobre todo estas ûltimas. Digâmoslo, pues, bien alto: Espana fué la que echô los cimientos del Via Crucis en Santiago y Escalaceli. Espana fué la que primero puso en prâctica las doctrinas de Adricomio en Santa Catalina del Monte, de Murcia. Espana fué la que empezô a erigir viacrucis por los claustros de los con­ ventos. Prim.ro en Murcia y luego en el de franciscanos de Herbôn—Gali­ cia—y en otros. Espana fué la que popularizô esta prâctica tan piadosa levantando el primer viacrucis por las calles y montes, haciendo de él el aima de la espiritualidad dei siglo XVII. Lo reconocen los mismos extranjeros. Dejemos la palabra, por ejemplo, a aquel fraile de porte modesto que San Alfonso Maria de Ligorio no dudô en apellidar el gran misionero dei siglo XVIII, San Leonardo de Puerto Mauricio. En un momento de comunicaciôn y sencillez franciscana déjà resbalar la pluma y escribe en su libro Via Crucis explanado: «Siendo informado por algunos religiosos espanoles... de cômo en los reinos de Espana eran erigidos por nuestros religiosos los viacrucis aùn en los lugares no sujetos ni dependientes de la Orden con inmenso provecho de las aimas de aquellos reinos, habida esta noticia se encendiô en mi corazôn un santo deseo de procurai un bien tan grande para nuestra Italia y aun para todo el mundo». |Eso dice el apôstol del Via Crucis I El que erigiô personalmente 572 y diô para el Via Crucis hecho procesionalmente las recomendaciones que la Sagrada Congregaciôn de Indulgencias adopté y estableciô como réglas. Pero hay todavia mâs: Espana fué probablemente la que fijô en catorce el nûmero de estaciones. Y, sin duda ninguna, la que escribiô el primer manual para el Via Crucis tal como lo practicamos hoy. Podemos, pues, exclamar, mientras no se nos demuestre lo contrario: Espana, siempre fecunda en devociones populares, fué también con toda probabilidad la madré y la cuna del Via Crucis» (cf. CesAreo Gil Atrio, en Archivo Ibero-Americano, ano XI [enero-marzo 1951] n.41 p.90-92). VII. CORAZON ESTIGMATIZADO CON LOS INSTRUMENTOS DE LA PASION Sorprendente ha sido en la historia la singularisima estigmatizaciôn plâstica del corazôn de Santa Verônica Giuliani. He aqui como la refiere Johannes Maria Hocht en su primoroso libro Los estigmatizados (cf. trad, de Ediciones Fax [Madrid 1954] t.2 p.69-71). «Trece anos después, el Sâbado Santo de 1727, algunos meses antes de su muerte, revelô Verônica a su confesor, P. Guelfi, que se lo habia mandado por obediencia, que durante los dias de la Semana Santa se le habia impreso en el corazôn la figura de dos llamas y un estandarte con las ' · >-· ,> 3ί'2 ■ · :&&i: '1 JI EVES V VIENNES SANTO iniciales de los santos nombres de Jesûs y de Maria; que, ademâs, hacia tiempo llevaba grabados otros signos. El confesor quiso poseer un documento auténtico de todas las declaradones de la Santa para poder comprobarlas después de su muerte; asi, pues, le ordenô que hiciera un dibujo de su corazôn, tal como se lo habia deserito de palabra. Verônica obedeciô, pero como no sabla dibujar, recurriô a sor Florida Cevoli y sor Maria Magdalena Boscaini. Se recortô un papel rojo en forma de corazôn. sobre el que se aplicaron en papel blanco y en sus sitios respectives los instrumentes de la Pasiôn y otros signos. Las letras se anadieron con la pluma. El dibujo, terminado en Pentecostés, fué entregado al P. Guelfi. Tres dias después sobrevino a Veronica un ataque de apoplejia, a consecuencia del cual muriô algunas semanas mâs tarde. El confesor puso inmediatamente el dibujo en manos del obispo, que lo firmô aplicândole su sello. Damos a continuaciôn la descripciôn de ese admirable corazôn, tal como fué dibujado y como se hallô después de la muerte. No menos de veinticuatro figuras e impresiones di ferentes se notaban en el corazôn de Verônica. En medio del dibujo hecho por ella se veia una cruz latina, en cuya extremidad superior estaba grabada la letra C, en el cruce mismo la F, en el extremo del brazo derecho la V y en el del izquierdo la O; encima de la cruz y a un lado, una corona de espinas; a la izquierda de la cruz, cortândola oblicuamente, un estandarte, cuya tela estaba dividida en dos partes: en la superior se leia la letra I; en la inferior, la letra M. Encima del estandarte se veia una llama; debajo de él, un martillo, tenazas, una lanza y una cana con la esponja. A la derecha de la cruz se hallaba, de arriba abajo, la tunica inconsûtil, otra llama, un câliz, la figura de dos llagas entreabiertas, una columnita, très clavos y un lâtigo. Debajo de la cruz estaban figuradas siete espadas, unidas por la punta, encima de otra letra V. A cada lado de la cruz, en la parte inferior, estaba grabada la letra P. i Que podia significar esta estigmatizaciôn plâstica? Verônica misma habia dado a su confesor la explicaciôn de las letras simbôlicas grabadas en su corazôn. Las dos letras impresas en el estandarte eran las iniciales de los nombres de Jesûs y Maria. La letra C indicaba la caridad; la F, la fey la fidelidad a Dios; la O, la obediencia; las dos V, la humildad (umiltà = -vmiltà) y la voluntad de Dios; las dos P, el padecer y la paciencia; las dos Hamas, el amor de Dios y del prôjimo. El estandarte era el simbolo de las victorias que habia Verônica reportado en su vida. Las siete espadas representaban los dolores de la Santisima Virgen ; las demâs figuras, los ins­ trumentes de la Pasiôn». SECCION VIII. GUIGNES HOMILETICOS SINOPSIS DE LOS GUIONES HOMILETICOS Eucaristfa: La Eucaristia, don del amor (i). «Habiendo amado a los suyos, al fin los amô* (2 y 3). Sermôn de! mandato (4). Sermôn de la Cena: Sermôn de la Cena (5). La ûltima lecciôn del maestro (6). «No siervos, sino amigos» (7). «Que todos sean uno» (8). Oraciôn sacerdotal: Cristo, sacerdote (9). La oraciôn sacerdotal (10). El gozo de San Pablo (11). Pasajes de la Pasiôn: Jesûs en el tribunal de Anâs (12). Jesûs en el tribunal de Caifâs (13). Las negaciones de Pedro (14). La flagelaciôn (15). La coronaciôn de espinas (16). «Ecce Homo» (17). La calle de la Amargura (18). La crucifixion (19). Maria al pie de la cruz (20). Sermôn de las siete palabras del Senor (21 a 27). La Eucaristia, don del amor I. Dar y darse es esencial al amor. El amor da y recibe. Recibe cuanto viene de la mano del amado. Pero mâs que recibir, el amor consiste esencialmente en dar. Recibe, porque esta reciprocidad es el com- JUEVE3 Y VXERNKS 3ΛΝΤ0 394 plemento y perfecciôn. Da, porque es amor; recibe por ser amado. C. Nace esta ley como resultado lôgico dei concepto de amor; el que ama desea, sobre todo, el triunfb del ama­ do en todas las cosas, y mâs en si mismo. 723 II. Ley por la que se rige Dios. A. Dios es el amor esencial. a) Consiguientemente dard sin medida y sin término. b) Dar es su nombre, su esencia y su ley. B. 721 En su vida intima: el misterio de la vida interna de Dios consiste en dar. a) El Padre da al Hijo su propia naturaleza, no sôlo especlfica sino incluso numénca. b) El Padre y el Hijo dan esta misma naturaleza y con la misma perfecciôn al Espiritu Santo. III. Es ley de su actuation al exterior. Λ. Todas las acciones divinas que tocan a las criaturas no son por parte de Dios sino dar y darse. a) En la creation Dios da todo el ser y se da a si mismo en cuanto puede darse. Toda criatura es participaciôn de la bondad de Dios; cuanto mds la participan, son mds amadas, porque mds han recibido. El hombre, criatura rational, ha recibido la propia imagen y semejanza de Dios. b) Donaciôn es la elevaciôn al orden sobrenatural, en que Dios comunica su propia vida al hombre para hacerle hijo adop­ tivo y colocarlo en el piano que toca a la diuinidad. En su desarrollo normal esta vida sobrenatural termina en la visiôn de Dios, es decir, que Dios se dard en objeto de gloria como lo es para si mismo. c) La encamaciôn dei Verbo ha resumido en si todas las donaciones de Dios al darse a si mismo en una medida que, si la fe no nos lo dijera, apareceria para cualquier entendimiento criado como excesiva. Lo ha cantado Santo Tomds en el oficio del Corpus Christi: «Naciendo, se nos diô por compafïero; en la cena, como alimento; en la cruz, como precio; y en el Cielo, como premio». B. Por esto los actos mâs trascendentales de Dios en relaciôn al hombre se llaman dones. a) El Padre celestial de «tal modo amô al mundo, que le diô a su Hijo unigenito» (lo. 3,16). Î b) «El Hijo me ha amado y se ha entregado por mi* (Gai. 2,20). c) «El Espiritu Santo es el don de Dios Altisimo» (himno ♦Veni Creator»). IV. El don de la Eucaristia. A. Sc llama con propiedad el Sacramento del Amor, por­ que la Eucaristia es el resumen de todas las donaciones SEC B. b. GUIONES HOMILÉTICOS 395 de Dios. «jOh sagrado banqueté'w en el que se recibe a Cristo, revive en él su pasiôn, el aima se llena de gra­ cia y se nos da una prenda segura de la gloria venidera». Se nos da en ella Cristo. Cristo, realmente présente en la Eucaristia, es el mejor don que encierra todos los demds. Porque con El viene todo bien que Dios pueda comunicamos. b) Se nos da Cristo precisamente del modo en que mds intimamente se nos pueda dar. a) 2. Se nos da como comida. La comida se transforma en aquel que con ella se alimenta. Pero la comida mate­ rial solamente se hace cuerpo, no aima. En el caso de la Eucaristia somos nosotros los que nos transformamos en Cristo. No porque El quiera recibir de nosotros, sino porque es el modo de que nos­ otros lo recibamos a El. Recuerdo de su pasiôn. Dos aspectos ponen de relieve la medida de la donaciôn que Cristo nos hace en la Eucaristia. a) La instituye en la noche en que habia de ser entregado. Lo hace resaltar San Pablo. Para que brille mas la excelencia del don de Cristo, lo describe sobre el fondo negro de la pasiôn; no de la pasiôn considerada bajo cualquier aspecto, siempre doloroso, sino bajo el mâs negro y triste de todos sus aspectos, como es el de la traiciôn. »En la noche en que habia de ser entregado» (i Cor. 11,23). b) Ella misma, la Eucaristia, es la repeticiôn dei sacrificio del Calvario, la donaciôn cruenta que Jesucristo hizo de si mismo por el hombre. El mysterium amoris», que es la cruz, se encuentra en la Eucaristia, y adquiere mayores proporciones cuando se ve sobre el fondo de los pecados, que como myste­ rium iniquitatis» lo rodean. El aima se llena de gracia. La Eucaristia pone a Dios présente en nosotros, porque mediante ella en ocasiones recibimos la primera gracia y siempre, en el aima bien dispuesta, el aumento de la misma. Prenda de gloria futura. En el Sacramento del Amor estâ anticipada la donaciôn de Dios definitiva, total, eter• na, que es nuestra glorificaciôn, V. Condiciones de este don. A. B. Λ Para apreciar la donaciôn que significa la Eucaristia es conveniente considérer las cualidades de este don inéna­ rrable : Es don universal. a) En ella Jesûs se da a todos sin excepciôn alguna. No es exclu­ sive este don de una clase privilegiada. A la mesa del sacra­ mento pueden acercarse los grandes santos que perseveran y los hiios prodigos que vuelven a la casa paterna. Los pobres y 39G JI'EVES Y VIERNES SANTO los ricos. Los nifios, los jôvenes, los hombres de edad madura los moribundos. b) En la Eucaristia Jesûs llega a todas las latitudes y rincones para invitamos con sus alentadoras palabras: ‘Todos los que estdis cargados y tene'is trabajos, venid a mi y os aliviaré· (Mt. 11,28). C. Don total. a) Los demds sacramentos comunican la gracia; la Eucaristia nos da al autor de la gracia. b) Nos lo da en su cuerpo, sangre, alma y divinidad: total. Se nos da Jesucristo no solamente en la totalidad de su ser, sino también en la substancia de sus misterios y en el mérito de sus virtudes. c) Quisiéramos haber vivido con aquel Jesûs de Belén, de la vida pûblica, etc. Pues bien, la Eucaristia es Jesûs nino; el Jesûs de las bienaventuramas, el de los milagros portentosos, el Jesûs que perdona, el que enjuga lâgrimas. D. Don perpetuo. a) La Eucaristia es la respuesta real al deseo de todos los tienipos: ‘Permanece, Senor, con nosotros, porque anochece* (Le. 24, 29). b) Es el don sin arrepentimiento y sin retractaciôn. c) Aunque a veces sea escoltado su paso de blasfemias y haya de introducirse en corazones sacrilegos 0 sea profanado por los hombres Jesûs se ha encadenado en la hostia consagrada para no huir de nosotros. T27 VI. Conclusion. A. B. «Si conocieras el don de Dios» (Io. 4,10). Pedir a Dios el conocimiento de las medidas del don de la Eucaristia y dejar al corazôn que corresponda a tal donaciôn con el don de una entrega reciproca. Habiendo amado a los suyos, al fin los amô (Io. 13,1) 728 I. Sïntesis perfecta. A. San Juan en este texto, como en otros pasajes de sus escritos, tiene una vision amplia y universal, una verdadera intuiciôn, que, por ser intuiciôn, puede expresarla con la brevedad de una clâusula. a) Estas palabras abren el capitulo 13 de su Evangelio. Y con este capitulo comienza el sublime relato de la ûltima Cena. ht Estd, por tanto, el euangelista projeta situado en el vértice de los liempos y de la propta vida mortal de Jesûs. SEC. S. GUIONES HOMIJ.ETICOS 397 B. Contenido de las palabras. a) Constituyen estas palabras una visiôn de toda la actuaaôn de Jesûs y de Dios para con el hombre, tanto en lo que hasta entonces ha vivido la humanidad como en lo que a ôsta le queda por andar. Por parte de Dios todo ha sido amor y todo seguird siendo amor. b) El euangelista, que en su epistola nos va a dar la definiciôn de la esencia de Dios, diciendo que es amor (i Io. 4,16), de acuerdo con el principio filosôfico de que el obrar se aconioda al ser, nos présenta el hilo del amor de Dios entretejiendo toda la economia divina en su acciôn sobre el mundo. C. Tesis universal. a) Dios actûa por amor y su operar es amor. b) Toda criatura racional, en cuanto tal, actûa por amor y su obra es amor. 1 c) Sôlo que la criatura es defectible,y unas veces edifica la ciudad de Dios amando a Dios y desprecidndose a si, y otras edifica la ciudad humana amdndose a si mismo de un modo desordenado y odiando a Dios. II. «Habiendo amado a los suyos». A. B. El amor con que ama Jesus es amor divino y humano’ Jesucristo es Dios y hombre. Nosotros extendemos aqui el significado de estas palabras «habiendo amado» al amor que Dios ha tenido desde toda una eternidad y que ha manifestado en su obra. La creaciôn, obra de amor. En la creaciôn brilla de modo especial la omnipotencia divineEs frecuente en los ejercicios espirituales, al considerar el Principio y Fundamento de los mismos, hacer aplicaciones a las relaciones de dependenda de la criatura para con el Créador. Se procura que en el aima broten los sentimientos de quien se vp «nada» ante el «todo». b) Hay, sin embargo, un aspecto que presupone el anterior, mâs olvidado, pero que tiene mâs vigor, mds jugo y tnds eficacia para lo que se pretende en el Principio y Fundamento. Nace esta consideraciôn de un andlisis mas atento de la obra creadora en si misma. La Teologia nos dice que es obra de amor. c) En efecto, estudiando a nuestro modo humano el proceso de la acciôn creadora de Dios, vemos que: a) 1. 2. 3. En primer lugar, con prioridad de naturaleza, lo primero que existe en Dios es su propia esencia, infinita, absolutamentc considerada, sin relaciôn a nada ex­ terno. Esta esencia, conocida por si misma, es decir, por el entendimiento divino, se contempla como participable ad extra en infinidad de criaturas que pueden tener realidad objetiva. Hasta ahora son solamente posibles. Sobre todos estos posibles hace acto, de presencia el amor de Dios. La voluntad de Dios va sefialando una 398 ‘ JUEVIS Y VIhRNHS SANTO por una aquellas criaturas posibles a quienes desea dar realidad. 4. Un acto de amor eficaz es lo que da ser a la criatura. Consiguientemente, la criatura es concreciôn externa o termino real y objetivo de un acto de amor de Dios. d) Por tanto, en los ejercicios espirituales no solo debemos in- sistir en la consideraciôn de que somos criaturas y Dios el Creador omnipotente; es necesario ademds saber que la omnipotencia divina en la obra creadora es el amor de Dios en action; que nosotros somos concreciôn del amor de Dios. Que spy rectamente entendido, amor de Dios. He aqui mi gran dignidad y realidad y que mayores exigendas me impone. ”*-·*'· rv.* ; La elevaciôn al orden sobrenatural. Esta elevaciôn acentùa la manifestation del amor de Dios a su criatura. Dios parece como si se superara a si mismo. b) El amor de Dios, que actüa en la creatiôn, nos hace exclamar que somos amor de Dios. Pero lo mismo podrian decir todas las criaturas, incluso las irrationales. No todas en el mismo grado que la criatura rational, pero si todas con verdadera propiedad. En la elevaciôn al orden sobrenatural hay una creatiôn nueva, que supera a la anterior en la manifestation del amor, estableciendo relationes de filiation entre la criatura elevada y Dios que la eleva. La corriente de amor que brota entre el Padre y el Hijo en el seno de la Trinidad es tan intensa; tan perfecta, que da origen al acto infinitamente perfecto que es el Espiritu Santo. Entre Dios, que eleva, y el hombre, hijo adoptivo, que es elevado, debe haber una corriente de tal amor que, por ser improporcionado el amor natural para actuar en este orden de la filiation adoptiva, se le ha de dar una fuerza sobrenatural, la de la virtud teologal de la caridad, a fin de que su amor tenga el rango que le corresponde. Y tanto crece v se desarrolla este amor entre Dios y el hombre, que ha de introdutirse no de igual modo que en la Trimdad, pero si de modo proportional, el,mismo Espiritu de Amor, que, en un ùltimo desarrollo de la vida espiritual, actùa de modo extraordinario sobre las virtudes en el ejercicio de los · dones. decreto de la reparaciôn. Nunca podremos comprender perfectamente toda la iniquidad que entierra el pecado. Cuando Dios lo da a entender, esta comunicatiôn divina es uno de los medios eficaces para conocer, por contraste, con todo su relieve, lo que el amor de Dios ha sido para el hombre. b) Por esta razôn seria conveniente considerar toda la malitia del pecado original, por la especial significatiôn que tenia en Addn y por los resultados que para el hombre habia de tener, para al menas vislumbrar el amor que se entierra en la inmediata promesa del Reden tor hecha en el mismo paraiso. Esta promesa de un redent or signe la misma linca del amor de padre. SHC. X. GUiO.XbS HOMUEHCOS 399 Los hijos adoptivos han perdido su filiaciôn divina. Parece natural que el hombre deberia seguir la suerte de los ângeles: la pérdida definitiva de la herencia divina. Aun en el caso de tener Dios misericordia, Dios podrâ esperar para ejercerla el retorno de la humanidad a El, después que la humanidad hubiese gustado la amargura del abandono de Dios. Sin embargo, Dios no espera nada. Como verdadero Padre del hijo prôdigo, que ha ido malgastando toda su herencia, sale al encuentro inmediatamente para ofrecerle la esperanza del Redentor, cuyos méritos serân valederos desde aquel momento. Dios pudo haber hecho cabeza de la humanidad redimida a otro hombre o a un ângel. Sin embargo, envia a su propio Hijo, para que la filiaciôn adoptiva pueda ser recuperada con mayor perfecciôn y a las puertas del paraiso pueda cantar la Iglesia con San Agustin: «jOh feliz culpa, que mereciô tan grande Redentor!» preparaciôn de la encamaciôn. a) El amor de Dios al hombre ha hecho retrasar el momento de la encamaciôn del Hijo. Pretendia hacer al hombre consciente de su propia inutilidad en el orden sobrenatural y de la necesidad que ténia de Dios. b) Pero no ha significado abandono por parte de Dios. Es bri­ llante la actuaciôn de Dios sobre el pueblo escogido, a quien ha conducido a través de la Historia como llevdndolo de la mano, con paciencia inaudita para sobrellevar sus desvios e ingratitudes. Si hay un pueblo que pueda llamarse predilecto de Dios, éste serd el pueblo de Israël. III. Conclusion. A. B. Bien dice San Juan: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo». Los propios ângeles pueden corroborât esta historia del amor de Dios para los suyos que vivian en este mundo, porque con los ângeles Dios procediô de modo distinto: al primer pecado siguiô el castigo etemo. < Habiendo amado a los suyos, al fin los amô» I. Dios encamado habia amado a los suyos, A. La misma encamaciôn es un misterio profundo de amor al hombre. JUKI ES \ 400 HERNES SANIO a) El amor une e identified al amante con el amado. No podia inventar el amor otro modo de acercarse mds Dios al hombre que viniendo a tomar su naturaleza en unidad substantial. b) El hombre se fabricô sus dioses, pequeàos y ridiculos, en el afdn de tener a Dios junto a si. Dios ha colmado sus deseos hatiéndose un hombre mds. El nacimiento del Verbo encamado es amor. Ante la cuna de Belén la Iglesia exclama: «Sic nos amantem quis non redamaret?»: iQuién no arnard al que de esta ma­ nera nos ama? b) Por este misterio, Jesûs, que ha vivido en el seno de Maria, es entregado al mundo. «.Asi amû Dios al mundo, que le en­ tregô a su Hijo unigénito» (lo. 3,16). Hasta las circunstancias en que nace habian de amor. 2. Nace nino pequeôo, para que podamos acercarnos fâcilmente a El. San Pablo nos dira que al Dios temeroso dei Antiguo Testamento ha sucedido la mâs amable manifestaciôn de la presencia de Dios (cf. Tit. 3,4). Nace en un establo, para estar mâs cerca de nuestra necesidad y miseria; para que no haya ningùn obstâculo que nos impida acercarnos a El. Nace para nosotros, aunque desde el primer momento se ve desatendido y despreciado de los suyos. vida de Cristo es toda ella amor. a) Su vida oculta es el ejemplo de amor, que se acerca al hombre para enseâarle el camino que ha de seguir en su vida consa' grada al trabajo. Ha querido hacerse uno de nosotros, sin dis' pensarse de las penalidades de la vida. b) Su primera lecciôn en el templo: *Conviene que esté en las cosas de mi Padre» (Le. 2,49). Es la lecciôn olvidada por Addn y por todos los pecadores de que el primero y fundamen­ tal amor es el amor de Dios. La vida pûblica de Jesûs toda ella es amor, que se ha hecho: Doctrina de amor. Nos ha convmicado el sentido de la patemidad de Dios, que estd en los cielos. Nos ha enscriado que toda la ley se reduce a la sintesis del amor a Dios Padre y a los hombres nuestros Hermanns. 3·· La confianza ilimitada en la providenda del Padre celestial. 4·° El amor a los enemigos. 5·° Las pardbelas de la misericordia, en que hace un retrato inimi­ table de si mismo. Ejemplo de amor: Su vida toda se ha reducido al cumplimiento de la ley de amor que proclama: Con reladôn al Padre. Para El no hav otra comida que el cumplimiento de su voluntad, aunque esta voluntad le haya impuesto el ser obediente hasta la muerte de cruz. Con reladôn a los hombres. Las mismas turbas, que en esta ocasiôn como nunca rienen la veraddad de la voz de Dios, resumen el paso de Jesûs por su vida didendo: «Paso hadendo el bien» (Act. 10,38). Hizo el bien a los cuerpos con sus innumerables milagros, a las aimas con la generosidad del perdon y con las riquezas espi ri tuâ­ tes que derramô. ». 4 • ; ■ ·’■■■’ PU------- — SEC; «S. D. Gl iuNES HO.MIEEilCUS 101 Amor esencial a los discipulos. a) Ellos en un grado superior pueden aplicarse las palabras de San Juan: ollabiendo amado a los suyos que estaban en el mundo». Los suyos eran los discipulos y, entre todos, los apôs­ toles. b) Para ellos fueron las predilecciones de su mayor amistad, de la cotnunicaciôn de su doctrina, del llamamiento que les hizo, de los poderes que les habia de confiar. II. Un cambio de escena. ί B. San Juan en su relato nos ha sintetizado toda la actuaciôn de Jesûs diciéndonos que ha sido «amor». Parece que ahora, ante los graves acontecimientos que se van a desarrollar, que colmarân la medida de la ingratitud y falta de correspondencia por parte del hombre al amor de Cristo, también Cristo podia adoptar un cambio de postura. Puede haber llegado la hora final de su paciencia en el amar, si vale la expresiôn, al hom­ bre que huye contra corriente. cQué harâ el que hasta «ahora ha amado? a) «Al fin los amô». El cambio que se opera no es sino en la intensidad del amor subiendo a un piano sorprendente. b) Todo el amor manifestado por Dios antes de encarnarse y una vez nacido por nosotros, no sera sino preludio o pedestal para una nueva armonia, para una estatua nueva que ha de levantarse. La nueva armonia, el monumento, es un tamor» que éclipsa las manifestaciones anteriores. c) iAl fin los amô», como si todo lo anterior, en comparaciôn de lo que ahora va a hacer, no hubiera sido nada. III. «Al fin los amô». A. Este amor, llegado a su cumbre ‘en los misterios que narrarâ San Juan, envuelve: a) A todos los hombres, pues por ellos se realizan. b) Especialmente a los apôstoles. 1. Ellos personalmente los han vivido. 2. 3. I B. Para los apôstoles habrâ gracias especiales y singulares. Por manos de los apôstoles se transmiten a los demâs. Las nuevas manifestaciones del amor. a) En el cendculo alcanza su cumbre la doctrina del amor. 1. 2. 3. b) Se pide la consumaciôn en la unidad para los apôstoles y la Iglesia en el amor (lo. 17,22). Se promete la venida de la Trinidad a morar por amor en el alma dei justo (Ιο. 14,23). Se anuncia el envio de la tercera persona de la Santi­ sima Trinidad, Amor sustancial de Dios. En el cendculo, la ley del amor. Tres veces en dos versiculos, bajo las formas mds insinuantes, se senala el precepto del amor (cf. lo. 15,12.7)· JUEVES Y 402 φ ο \ URNES SANίθ El gran ejemplo dei umor: El amor esencialmente es humi Ide. Cristo a los pies de Judas es gran ejemplo de amor y celo por su alma. El don del amor: La Eucaristia, el sacramento del amor. Si el amor es entrega, y al fin toda la historia dei amor de Dios al hombre es la historia de sus entregas a él, el sacramento de la Eucaristia es el don del amor. El regalo del amor. El sacerdocio creado en la Ultima cena. El comienza de su entrega cruenta por el hombre. 1. Aqui, en el cenâculo, es donde Jesûs va a decir «que no hay amor mâs grande que el de aquel que da la vida por el amigo» (lo. 15,13). 2. En el cendculo es donde, al entregar en sacramento de Eucaristia su cuerpo y sangre. anuncia, como algo que ha dado comienzo, que serin entregados por la redenciôn de los hombres en el sacrificio de la cruz (cf. i Cor. 11,24). g) En el Cendculo, la doctrina de la uniôn, que es ya unidad, en la imagen de la vid y de los sarmientos. Unidad de Cuerpo mistico que ha realizado el amor hasta llegar a la solidaridad de nombres, de culpas, de bienes y de personas en la persona mistica del Cristo total. h) La redenciôn se podia haber operado sin este modo misterioso, que es la mds sublime formula del amor, de nuestra incorporaciôn a Cristo. Pero ha sido invenciôn del amor de Dios para que la obra de la reparaciôn no tenga punto de comparaciôn con los bénéficias anteriores, y que donde abundô el delito, sobreabunde la gracia (cf. Rom. 5,20). • · -·* I Sermon del mandato I. Ceremonia de caridad. El lavatorio hecho por Cristo en la ultima Cena es, segun los exegetas, simbolo y enseôanza de humildad y de purificaciôn. B. Pero la Iglesia al reproducirlo el dia de Jueves Santo ha unido a esta ceremonia los textos mâs elocuentes del Maestro sobre la caridad: a) «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis mutuamente como yo os he amadot. b) «En esto conocerdn que sois mis discipulos: que os améis unos a otros» (antifona de la ceremonia). A. C. Puede, por tanto, considerarse la ceremonia litûrgica del lavatorio como simbolo y enseftanza de caridad. Λ r - * -j SEC. 8. GUIONES HOMILEÏICO3 403 La moneda o el pequefio ôbolo que el obïspo o el pérroco debe dar a aquellos a quienes lava los pies atestigua esto mismo. II. El mandamiento nuevo. En el Antiguo Testamento existia ya el mandamiento del amor. ««jQué estâ escrito en la Ley?... Amarâs a Dios... y al prôjimo como a ti mismo...» (Le. 10,23 ss.). Era, sin embargo, imperfecto, porque estaba restringido en su extensiôn por la pertenencia al pueblo judio. Jesucristo déclaré la sublime universalidad del precepto de la caridad. Con razôn se le puede llamar nuevo, pues antes de El se desconocian las grandezas y los perfiles con que lo adomô. Las distintas caracteristicas del precepto del amor en la Nueva Ley con relaciôn a la Antigua son las siguientes: En la Antigua Ley, el mandamiento de la caridad noera uni­ versal. Se limitaba el amor al amigo, al correligionario, al bienhechor. En el Nuevo, en cambio, es universal. Hav que amar al enemigo y al ofensor; hacerles bien y rezar por ellos (cf. 5,44). b) El precepto viejo se referia a un amor natural. Era ciertamente algo mds que un puro sentimiento. Podia considerarse como una disposiciôn de la voluntad, una virtud natural. Pero se fundamentaba en lo bueno que pudiera encontrarse en el prô­ jimo: sus buenas cualidades, su bondad, los bénéficias que hiciera, pertenecer al mismo pueblo, etc. Hoy también, como siem­ pre, existen hombres que poseen en alto grado un amor puro y noble, pero natural, hacia el amigo, el bienhechor, el paisa no, etc. El amor que Cristo predica es sobrenatural. Se funda en el amor de Dios y es fruto de la caridad derramada por el Espiritu Santo en nuestros corazones. El de Cristo fué sobre­ natural. Nosotros, como sarmientos de la vid, que es Cristo, al participar de su vida, participamos también de su amor, pues la vida de Cristo, que vive del Padre, no es mds que amor. ya que «Dios es amor». El mandamiento viejo mandaba amor al prôjimo como a nos­ otros mismos; el nuevo. en cambio, manda que nos amemos mutuamente como Cristo nos amô. «Si Cristo diô por nosotros su vida, también nosotros debemos darla por nuestro herma­ no». Esta es la expresiôn mds acabada y completa, el grado del amor al prôjimo 1. III. Postura de amor. El cristiano no puede limitarse a realizar actos de amor. Jesucristo exige mucho mâs. Nuestro amor al prôjimo tiene que ser algo constante, un modo de obrar habi1 Para cksarrollar esta idea puede consuïtarse La palabra de Cristo v.2, domingo de Quincuag&ima. sec. IV, Santo Tomâs; y también v.3, tercer domingo de Cuàresma, guiôn 3. ?! tn_. 736 •vr r<· M 4G4 JUKVLS Y vihRNhS SANTO tuai, una postura, ya que la caridad, de la que brota. es un hâbito. Por esto dice el apôstol San Pablo: «Vivid en caridad como Cristo nos amô» (Eph. 5,2). B. Esta posture es consecuencia de nuestra fe. Por la fe vemos que Dios ha enviado a su Hijo para redimirnos y para redimir también a nuestros hermanos. a) Por esto mediante ella distinguimos en el hermano el amor con que Dios lo distingue, y asi brota la caridad sobrenatural que nos hace amar al prôjimo en nombre de Dios. b) Por esto fe y caridad son dos virtudes teologales que nos unen directamente con Dios y que nos unen al prôjimo por Dios. Ensenan los teôlogos que el amor cristiano del prôjimo es una misma cosa con el amor de Dios. La misma virtud de la caridad produce uno y otro. Amamos a nuestro prôjimo por Dios y por Cristo. Amamos a Dios y a Cristo en nuestro prôjimo. Porque amamos a Dios amamos también en El a todos los que le pertenecen como hijos o que al menos estân destinados a ser hijos suyos. De la misma manera que nuestro amor a Dios tiene que ser posture constante en nuestra vida, asi también debe ser posture constante nuestro amor al prôjimo. IV. Reconstruir el amor. Segûn esta doctrina hemos de reconstruir el verdadero amor cristiano. Tenemos que lamentar que quizâs vivimos un cristianismo recortado o mâs bien de casuistica. Se ha llegado incluso a decir que para no faltar al precepto del amor es suficiente con que recemos el «Padre nuestro*, por ser oraciôn colectiva que suponc en nuestros corazones el amor. Es claro que, si queremos reconstruir una sociedad nueva segûn el espiritu del Evangelio, no basta con eso. a) Muchas personas piadosas existen que rezan el «Padre nues­ tro» y que incluso se acercan al altar todas las mananas, pero luego en su vida ordinaria amontonan faltas y faltas contra la caridad en sus juicios, palabras, comportamientos. A pesar de sus comuniones, son duros, frios con sus prôjimos, caprichosos. impacientes, inflexibles, etc. b) îDônde esta en estas personas la verdadera caridad de Cristo? Pare vivir el espiritu del Evangelio es necesario: a) Ser comprensivos con nuestros prôjimos. esforzdndonos por juzgarles con criterios de misericordia, -disimulando, cuando no justificando, sus faltas. b) Estar siempre dispuestos a ayudar a cualquiera que en un mo­ mento dado puede necesitar de nosotros. ·■· · SEC. 8. GUIGNES HOMlLÉTltOS ----------------- ——----------------------------------------- ——------- “ c) 405 Ayudar, de hecho, a los que estdn junto a nosotros. 2. El sefior que tiene grandes proyectos de obras de ca­ ridad, pero desatiende y descuida a sus obreros o criados, no vive segûn el precepto del amor. La senora que visita hospitales y pertenece a asociaciones piadosas, pero es dura y maltrata a la criada. tampoco camina en el precepto del amor. El médico, el abogado y en general todo profesional que pertenecen a Consejos de Acciôn Catôlica o que han dado su nombre a obras benéfico-sociales, pero no hacen caso de los que van a la consulta porque son pobres y no van bien vestidos..., es évidente que no caminan segûn el precepto del Evangelio. V. Vivir para los demas. Tal tiene que ser en resumen la consigna dada por Cristo: «Vivir no tanto para nosotros cuanto para nues­ tros hermanos». Como Cristo y precisamente por El. Para esto no hay que olvidar que se trata de amor y de virtud sobrenaturales, y, por tanto, sin vida de oraciôn no es posible perseverar en él. «La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espiritu Santo». B. Existirâ tanto mâs amor cuanto mâs nos acerquemos a la fuente de la gracia. Con la oraciôn y la frecuencia de los sacramentos fâcilmente podremos llegar a realizar como postura de nuestra vida el ideal de la oraciôn atribuida a San Francisco de Asis: a) •Senor, haced de mi un instrumento de vuestra paz. Que allî donde haya odio, ponga yo amor; que allî donde haya ofensa, ponga yo perdôn; que allî donde haya discordia, ponga yo armonîa; que allî donde haya error, ponga yo verdad; que allî donde haya duda, ponga yo la fe; que allî donde haya desesperaciôn, ponga yo la esperanza; que allî donde haya tinieblas, ponga yo la luz; que allî donde haya tristeza, ponga yo ale­ gria·. b) •jOh Maestro!, que no me empefîe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar; pues dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo se resu· cita a la vida etema·. A. 738 406 JUhVKs Y SEC. 8. UbRNES oAJilO C. Pasiôn: Sermon de la Cena I. Caracteristicas. El llamado sermon de la Cena es una pieza singular. Es una larga conversaciôn de sobremesa. Ocupa mâs de cuatro capitulos en el Evangelio de San Juan. Son caracteristicas suyas la espontaneidad, la profundidad y el temisimo sentimiento melancôlico de que estâ transida toda la pieza. No hay orden oratorio. Los temas se enuncian, se abandonan, se vuelven a coger, se entrelazan. La tribulaciôn serâ breve. a) tDentro de poco me veréis y pasado otro poco me volveréis a ver» (lo. i6). Las tribulaciones serdn breves. En esta misma vida, porque no tardard en llegar la consolaciôn espiritual y en ella quedardn anegadas vuestros penas. Sobreabundard el gozo sobre el dolor. b) La vida misma es brevisima; aunque alguna vez el dolor o la tribulaciôn os abata, considerad que el tiempo es breve y que después os espera una etema corona de gloria. Ofrece el sermôn très temas capitales. Jesucristo se manifiesta con très personalidades relacionadas con los temas. B. Jesucristo es : HI. Padre que consuela. Primer aspecto del sermôn. Se despide de sus hijos. Advierte su tristeza. No les engaûa. Les manifiesta que estâ fundada, porque les esperan grandes tribulaciones. «.Ahora mismo, porque os he dicho esta, la tristeza ha llenado vuestros corazo­ nes» (lo. i6,6). B. Jesucristo les previene el futuro inmediato: A. a) Les perseguirdn: «y con esto creerdn hacer una cosa agradable a Dios»; les arrojardn de la sinagoga; les dardn muerte; h) «ellos se alegrardn y vosotros os Uenaréis de tristeza». Es et anuncio del gozo de los enemigos triunfantes. 107 Fuentes del consuelo. Las principales fuentes del con­ suelo se encuentran extendidas en todo el Evangelio: a) El Padre les ama porque ellos han amado a Jesucristo, su Hijo. b) El Padre conocia estas tribulaciones vuestros. Yo también y os las anuncio para que las conozcdis antes de que lleguen. La sorpresa y la imprevisiôn no aumentardn vuestro dolor. c) El Padre estd cerca de vosotros y con vosotros y os consolard todo lo que pueda en mi nombre. d) El Padre os enviard el Consolador, Abogado o Pardclito. No podrd venir si yo no me ausento; por eso os conviene que yo me vaya. El Espiritu Santo causard en vuestra aima el gozo y la paz. La paz que yo os dejo no es como la paz dei mundo. Es paz verdadera, es paz profunda. Nace de que el Padre, el Espiritu Santo y yo habitaremos en vuestra aima. Esta paz no os la puede quitar nadie. f) El Padre os reserva una morada en la patria celestial. Π. Très personalidades. a) Padre que se despide dulce y suavemente de sus hijos. Es el sermôn del consuelo. b) Maestro que da la ùltima lecciôn a sus discipulos. En cl se sintetiza la vida espiritual desde su fundamento hasta la cumbre. Sacerdote. Jesucristo se muestra como sumo y perfectisimo Sacerdote. Previene a los primeros sacerdotes de los peligros que les esperan. Aparece como intermediario entre el Padre y el mundo y termina en la oraciôn sacerdotal pidiendo la union del Padre y del mundo en su divina persona, que es el fin ültimo de todo sacerdocio. GUIONRS HOMILÉTICOS La ultima lecciôn del Maestro I. Sintesis de la santidad. Dos partes componen la ùltima lecciôn del Maestro En ellas se ensena de modo elocuentisimo cuâl es el fundamento de toda santidad y cuâl es la cumbre. Lec­ ciôn de humildad. Lecciôn de caridad. Hasta la forma es perfecta. No hay pedagogia comparable con la del Evangelio. B. El lavatorio: Jesucristo a los pies de Judas. He ahi la ultima y definitiva lecciôn de humildad y de caridad. Lecciôn prâctica, sensible, imborrable, indesvirtuable, indescalificable. Cristo a los pies del traidor practicando la operaciôn mâs humilde que se puede practical con los hombres. «Caepit facere et docere». Y hasta la muerte A. 408 JlhVES V \1 ERNES saNIu :------------- fué unida en Jesûs la palabra y la obra. Practicô lo que enSehô. C. Jesucristo dijo: «Me llamâis Maestro, y decîs bien, por­ que lo soy. Pues si yo, siendo vuestro Maestro, os he lavado los pies, cuânto mâs vosotros estâis obligados a lavaros los pies los unos a los otros». II. Humildad y santidad. La humildad no es la santidad, pero sin humildad no hay santidad posible. a) La humildad es el fundamento negativo de la santidad; el fundamento positivo es la fe. La humildad es quitar de nos­ otros para poder llenamos de Dios. La santidad consiste en estar Uenos de Dios por la caridad. Pero Dios no puede entrar en nosotros si nosotros no salimos de nosotros mismos. b) Por la humildad nos vaciamos de nosotros mismos y ese vacio se llena inmediatamente de Dios. «No podemos quitar y poner de Dios en nosotros·, dice Santa Teresa, pero si podemos qui­ tar de nosotros mismos, y esto basta para que nos llenemos de Dios. La humildad no es virtud teologal. Pero sin el especial concurso divino no se adquiere. Los antiguos no conocieron la humildad. La humildad supone la idea de Dios. Humildad sin fe no es humildad. Es pusilanimidad, apocamiento, cobardia, humildad de garabato. San­ ta Teresa tiene trozos geniales acerca de la humildad. La humildad de garabato consiste o en pensar objetivamente mal de si, faltando a la verdad de las cosas. o en Ilevar una falsa humildad en los labios y no en el corazôn. La humildad es la verdad. Este exacto y profundo con­ cepto de Santa Teresa se lee en las «Moradas sextas», capitulo io. Dios es amigo de la verdad, dice la Santa, porque Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad. Este pârrafo de la Santa aclararâ el pensamiento: «No digo sôlo que no digamos mentira, que en eso, gloria a Dios, ya veo que traéis gran cuenta en esta casa con no decirla por ninguna cosa; sino que andemos en verdad delante de Dios y de las gentes de cuantas maneras pudiéramos; en especial no queriendo nos tengan por mejores de Io que somos, y en nues­ tras obras dando a Dios lo que es suyo y a nosotras lo que es nuestro, y procurando sacar en todo la verdad, y asi tendremos en poco este mundo, que es todo mentira y falsedad, y como tal no es durable* («Moradas sextas», c.io). *»<*·, b. Gt/iQbhb HOMILÉTICOS 409 111. Como se consigne. \. B. La humildad se consigue de dos maneras: por la humillaciôn y por la oraciôn. Por la humillaciôn. Con ella matamos nuestro amor propio, abatimos nuestra soberbia, desairamos nuestra vanidad, somos pisoteados por el mundo y acabamos por vencer, despreciar y pisotear al mundo. El verda­ deramente humilde lo senorea todo. La mejor humillaciôn es la que viene defuera, mds segura que la procurada por nosotros mismos. Esta es medida, graduada. superficial, ligera y a veces falsa. Puede ser vanidad. La que viene de fuera y sin esperarla es mds segura. Ambas, sin em­ bargo, deben procurarse. b) El ejemplo de Cristo: Cristo en la ultima noche se humillô al lavar los pies. Acto heroico, voluntario, de humildad. Y fué humillado: por la presencia del traidor; por el abatimiento de flaqueza en el huerto; por la prisiôn; por el juicio; por la bofetada; por las negationes; por la sententia; por las hurlas, mofas y ludibrios. Y siguiô la humillaciôn durante toda la manana dei viernes hasta que expiré en la cruz a) C. Humildad y oraciôn. De dos maneras se consigne la humildad en la oraciôn: La humildad es efecto de toda oraciôn bien hecha. Donde no hay fruto de humildad no hay buena oraciôn. «La piedra blanca es mas blanca cabe la negra y la negra es mds negra cabe la blanca» ( Santa Teresa J. En el cielo todos seremos perfectamente humildes, porque la presencia de Dios serd per­ fecta también. b) Por la oraciôn de peticiôn: Pidiéndola al Padre como San Juan de la Cruz: «îJuan, qué quieres de mi?» «Pati et contemni pro Te»: «Senor, padecer y ser despreciado por ti. Sehor, la humildad». a) IV. La caridad: «Hasta el Jin». «Amando a los suyos, los amô hasta el fin». Algunos interpretan hasta el fin de su vida, hasta el ùltimo mo­ mento. Pero la interpretaciôn perfecta es «los amô hasta la forma mâs perfecta de caridad. Los amô hasta morir por ellos». El mismo dice que no hay forma mâs per­ fecta de amar al amigo que entregar la vida por el amigo Complemento de la perfecciôn. Todavia esta forma mâs perfecta tiene un complemento, como si dijéramos, que es la instituciôn dei sacramento de la Eucaristîa, por el cual se queda entre nosotros y reproduce el sacrificio de la cruz miliares de veces todos los dias. Fôrmulas de caridad. Basta enunciar las fôrmulas de 74ύ JUEVES Y HERN ES SANTO caridad que propone Jesucristo en el sermôn de la Cena para que el orador encuentre materia abundante. a) Estas formulas son: 1. «Permaneced en ml»; «permaneceréis en mi si cumplis mi palabra». 2. «El Padre y yo permaneceremos en vosotros». 3. «Permaneced unidos mutuamente, porque en esto conocerân todos que sois mis discipulos». b) Sintetizando esta doctrina diremos: 1. Que la caridad se conoce en las obras y no en las pala­ bras. «Obras son amores y no buenas razones», como dice el refrân castellano. 2. Que el amor de Dios se conoce por el amor a los hom­ bres. «El que no ama al hennano que ve, RÇ. 8. B. 113 GL'IONRS HOMILETICOS Dios, y por tanto también todas sus obras, han de tener un sello inconfundible. a) Dios tiene el sello de la vida y de la unidad perfectisimas. b) Cristo viene a reunir e incorporar a Dios por la redenciôn al hijo que habia huido de la casa del Padre. Sus preocupaciones finales son, por tanto, el logro de esta union, de esta unidad. La unidad es mds que la uniôn. 2. 3· Unidad como la que hay en el misterio de Dios. Unidad que se consigne solamente en Dios. Viviendo su vida. Vida de Dios que se difunde en nuestros corazones por la acciôn del Espiritu Santo. Consecuencias. I i ·« Todos los anhelos de Cristo se resumen en la plegaria de su ora­ ciôn sacerdotal: »Que todos sean una misma cosa» (lo. 17,21). b) Esta union se. conseguird cuando . venga el Espiritu Santo. c) Unidad que estd sometida comp.lçy universal y ùnica a una ley vital de arrior, cual se proponent el Cenaculo (Io. 17,22). a) II. Unidad necesaria. impone Jesûs a su Iglesia. • · ’ ’ i K. · Como cualidad necesaria. No podia ser de otro modo, ya que al fin y al cabo la Iglesia y su obra son la prolongaciôn de Cristo en-la tierra y han de estar sometidas a la misma ley vital de unidad que hay en Jesucristo. Dios no puede estar contra si mismo. b) Como nota distintiva: «Por losfrutos los conoceréis» (Mt. 7,16). Es inconfundible ésta seùal para conocer el ârbol. a) 2. k Para conocer el verdadero ârbol de vida plantado por Jesucristo, nada como atender a este fruto dificilisimo de la unidad, que ùnicamente puede producir el ver­ dadero ârbol de vida, es decir, el que tiene en si la verdadera vida de Dios. Cuando el ârbol déjà de tener la verdadera savia, cuan­ do el cuerpo es abandonado por el aima, lôgica y necesariamente viene la disgregaciôn. Ocurre exactamente igual en las sociedades que se Uaman cristianas. Pierden la unidad cuando pierden su verdadera vida. Por esta rtecesidad lôgica, la unidad es nota distintiva de la Iglesia en un sentido positivo. No se da sino en la verdadera. Impone una triple unidad. Unidad defe. La verdad es una. Por esta unidad en la verdad hard Cristo todo lo necesario; incluso concederd a sus apôstoles y al magisterio de la Iglesia el don de la infalibilidad. b) Unidad de régimen. Porque para ir al Padre todos los caminos tendrdn que discurrir dentro-dél que es ünico camino, Jesucristo. Por El ha baiado el cielo a Fd tierra y ésta es la ünica senda a) HI Jb'KVES \ UhRNHS SANTO abierta en el bosque del pecado para que la tierra suba al cielo, Unidad de liturgia. Todo va a reducirse al sacrificio que ha eclipsado a los demâs sacrificios, como la luz a las sombras: la plenitud del sacrificio eucaristico, que comunica la gracia del ùnico sacrificio que operô la redenciôn, el sacrificio de la cruz. De este sacrificio participâmes por un sacramento, que es el sacramento de la comuniôn, el sacramento del amor, si »>!»;· lo y causa de nuestra uniôn con Jesucristo. 3· Unico sacrificio, del cual brotan los otros sacramentos y medios de santificaciôn, como cauces de un mismo caudal de gracia, como lazos de uniôn que nos incorporan a un mismo Dios. III. Unidad por el amor. A. En Dios. a) Dios tiene la vida mds simple, mâs santa, mds feliz: la vida infinita en toda su perfecciôn. b) Dios tiene en esta vida la nota distintiva de lo perfecto: la unidad. c) Esto es asi porque Dios es amor (i lo. 4,16). Dijo el Senor a la B. Angela de Foligno: *Mirame: îhay algo en mi que no sea amor?» J) Lo que cierra el misterio trinitario es el Espiritu Santo, amor sustancial. B. En la Iglesia, la unidad por el amor. a) La unidad de fe. ' 1. El Espiritu Santo, actuando con eficacia sobre el ma­ gisterio de la Iglesia, la enseüarâ toda la verdad, y con su asistencia lo hace infalible para que la unidad de la fe pueda conservarse. 2. La verdad revelada por Cristo no fué conocida, como tampoco el misterio de su v da, sobre todo el de la cruz, hasta que vino el Espiritu Santo. 3. Es que la verdad revelada por los labios y la vida de Jesûs no es una verdad fria y matemâtica, sino la verdad viva que exige del corazôn el calor del amor. b) La unidad litûrgica 0 sacramental. También los sacramentos se unifican en el amor. Ellos son los instrumentas por los que comunica la vida sobrenatural al aima un mismo Espiritu Santo. c) La unidad de régimen. 1. La ley de Cristo toda ella estâ dictada por el amor. 2. Toda la ley consiste en el amor, que es el mandamiento que a todos los resume y vivifica. 3. Toda la ley es fuente de amor. Ella, al fin, no intenta sino conducir por el camino del amor hacia Dios. d) Por lo cual en la Iglesia el principio vital interna que reduce a la unidad mds perfecta y es fuente primaria de toda vida; en una palabra, el aima es el espiritu de amor. SEC. δ. 2. ÜU1ONES HOMILETICOS 113 En nosotros el Espiritu Santo es el que reduce a unidad y armonia perfecta todo nuestro ser y potencias por la gracia; mientras el pecado, ausencia de amor, rompe nuestra unidad, como rompiô la primera calda la ar­ monia del universo. En la Iglesia, el Espiritu Santo de tal modo quiere la unidad para ella, que la primera derrota que ha querido para los que de ella se han separado ha sido la pérdida de la unidad. Los protestantes alegan la inspiraciôn inmediata del Espiritu Santo. Para confqndirlos, este mismo Espiritu les muestra que no puede estar con ellos, haciéndoles cada dia multiplicarse en mâs sectas, senal évidente de corrupciôn y de falta de vida. Cristo, sacerdote I. Cristo se manifiesta como sacerdote en el sermôn de la Cena 753 e instruye a los primeros sacerdotes. La cumbre de esta manifestaciôn se encuentra en la Hamada oraciôn sacerdotal, que comprende todo el ca­ pitulo 17 de San Juan. A ella dedicamos el guiôn siguiente. Las cinco declaraciones especiales que Jesucristo hace a sus apôstoles son: Prevenirlos dei mundo, gran enemigo dei sacerdote, y en el cual, sin embargo, tienen que vivir. b) La uniôn entre si, de la que ya se ha indicado algo. La uniôn con el Padre y con El. puesto que el sacerdote es intermediario entre Dios y los hombres y ha de estar en con­ tacto con ambas partes. ci) La recomendaciôn especial que hace al Padre de los apôstoles, la cual pertenece ya a la oraciôn sacerdotal. La recomendaciôn de que por la predicaciôn han de creer en la palabra evangélica. a) II. Los sacerdotes y el mundo. El gran enemigo. Jesucristo considera el mundo como el terrible enemigo dei sacerdote. El sermôn de la Cena es el gran sermôn contra el mundo, aplicable a todos los cristianos, pero preferentemente a las almas espiri- tuales que tienen que vivir en el mundo, y mâs especialmente a los sacerdotes1. B. Dos mundos. «Hay dos mundos—dice San Agustin—■ ; uno que hizo Dios, otro que gobierna el demonio» (cf. «Enarrat, in Ps.» 96,7: PL 36,1841). ’ a a) Esta dutinciôn no hace referenda al orden material o flsico: este fué hecho por Dws y por Dios es gobernado. Las leye> fisicos se cwnplen en el mundo tal como estdn concebidas en la mente divina (cf. supra, San Agustîn, p.760). b) Se refiere la distinaôn indicada al mundo de los hombres, hecho por Dios autos de la naturaleza humana, pero sometido también a las decisiones libres del hombre. El hombre, en virtud de su libre albedrio, puede acomodarse o no a la ley de Dios. Los hombres, si no se acomodan al designio divino, son gobemados por el demonio. C. 755 Definiciôn dei mundo. Es de San Juan en la primera de sus epistolas, y dice asi : «Si alguno ama al mundo, no estâ en él la caridad del Padre. Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscenda de la carne, concupis­ cenda de los ojos y soberbia de la vida» (1 lo. 2,15-16). ΙΠ. Aspecto social dei mundo. \. Propiamente el mundo no se produce hasta que el reino de la triple concupiscencia tiene alguna manifestaciôn extema u objetiva que mata o dana al aima. El mundo expresa una idea social en el sentido genérico de esta palabra. Los hombres, cuando conviven en sociedad o compaùia, pueden crear el mundo. El origen dei mundo es interno en cada uno de ellos, peso la manifestaciôn es externa. El mundo arranca dei individuo, pero se proyecta en el conjunto social. Hay leyes dei mundo, criterios mundanos, cdtedras mundanas. modas mundanas, etc. T lo cual ya no es subjetivo, sino externo y social (véase «La palabra de Cristo» t.4 p.876). I Las armas dei mundo. Son de irresistible eficacia. Es un maestro singular con métodos propios, que no se siguen en ninguna escuela mâs que en la dei mundo. a) «El mundo no procede como los demds maestros. Ensefia sin dogmatizar*. b) «No prueba sus sentencias. Sabe imprimirlas en nuestro corazôn sin que nosotros lo advirtamos». cl «Las leyes y normas del mundo se insinûan y penetran en nues­ tra aima mds bien por un contagio insensible que por una ex­ presa y formai ensenanza*. 1 Hay abundante materia tehee el terna dei mundo en el t.4 ρβ75-3θθ· De ellas tomamos alguna* ideas, remitiendo al lector para tu arr.pl iacvin al lugar rëferido. Domingo cuarto desΡζ-és de Pascua: «La procnesa del Parld.to». Guiûn 15: £ SEC. 8. GL'IONES HO.Mli.ÉTICOS 425 772 VI. Aplicaciones. A. B. El tribunal de Anâs es el tribunal del respeto humano. Este ha sido el primero en sentenciar a Jésus. (Ύ nosotros? jCudntas veces condenamos a Jesûs en el tribunal del respeto humano 0 de la adulaciôn! b) jCudntas veces también, viendo a Jesûs condenado y maltratado con injustas bofetadas, no hemos salido en defensa de El ! c) jCudntas veces, por ûltimo, bajo especie de justa reivindicaciôn del propio honor, actûa nuestro amor propio: ante la defensa de un falso honor mundano sentenciamos a muerlsuna ocasiôn que se nos ofrece de imitar a Cristo con la humildad y de santificarnos! · 13 Jesûs en el tribunal de Caifâs I. De Ands a Caifds. A. B. Anâs y Caifâs, suegro y yerno, vivian en el mismo palacio. Mientras tenia lugar el interrogatorio en casa de Anâs habia dado tiempo para que se reuniesen todos los sanhedritas. a Anâs se vio derrotado por aquel prisionero. Vio que él, que por otra parte ténia en su mano todos los resortes, no podia conseguir nada de un reo que se negaba a res­ ponder. Decidio por esto mandarlo atado al tribunal oficial de Caifâs. IL Qiiién era Caifds. A. B. C. D. Estaba casado con la hija de Anâs. Fué nombrado sumo sacerdote el ano i8 de nuestra era por Valerio Grato. Fué depuesto el ano 36 por Vitelio, gobernador de Siria, al mismo tiempo que Pilato. En el momento de la Pasiôn de Cristo llevaba once o doce anos en el pontificado. Sorprende su prolongada permanencia en el cargo. a) Sus très predecesores no habian podido conservar tal dignidad mas de un ano cada uno. Casi lo mismo sucediô con los cinco sucesores inmediatos. b) Pilato, por otra parte, era un procurador suspicas, autoritario y codicioso, que parecia gozarse en humillar al sacerdocio y en reprimir la menor tentativa de independencia de los judios. Hay que suponer, por tanto, en Caifds verdaderos prodigios JUEVES Y VIERXESSAXTO de servilismo, sobomos y bajas intrigas. Pero no es necesano hacer supuestos gratuitos, porque la conducta de Caifds en esta ocasiôn nos lo recela de cuerpo entero. . El Sanhedrin. Era un tribunal religioso. a) Su présidente nato era el sumo sacerdote. b) Constaba de très ôrdenes. i. Sumos sacerdotes o jefes de las principales familias sacerdotales. Casi todos saduceos. 2. Los ancianos o laicos notables de la naciôn. Los escribas o legistas, en su mayor parte fariseos. Sus atribuciones fueron variando bajo los diversos gobiernos. 9 a) Bajo el mandato de Herodes, sus funciones fueron estrictamente judiciales. b) En tiempo de los procuradores se ampliaron. 1. Tenian guardia y policia. 2. También el derecho de encarcelar a los delincuentes. 3. Podian infligir ciertos castigos, la flagelaciôn y la excomuniôn mayor y menor. Normas de procedimiento. Eran muy justas y capaces por si mismas de asegurar al reo todas las garantias. No se podia actuar de noche. Todas las diligendas se debian hacer de dia. b) Se debia comenzar por las declaraciones de los testigos de des­ cargo y por los argumentas favorables al acusado. A todos los testigos se les advertia severamente de la responsabilidad del falso testimonio. Se les interrogaba por separado, de modo que no pudieran ponerse de acuerdo. Si se trataba de un crimen, se les preguntaba tan sôlo por lo que sabian «de visu*, sin tener en cuenta lo que supieran de oidas. La sentenda no podia pronundarse en el mismo dia del juicio. d) Finalmente, losjueces emitian su parecer por orden inverso al de sus rangos, para que los primeros no influenciaran con su prestigio a los demâs. Estos datos bastan para hacer ver cômo todas las réglas procesales de la equidad y de la justicia fueron inicuamente violadas en el proceso de Jesûs. jutcio se celebro cuando el Sanhedrin estuvo completo. 776 A. Una tentativa frustrada. a) Abierta la sesiôn se buscaron testigos dispuestos a hacer una declaraciôn suficiente para condenar a muerte a Jésus (cf. Mt. 26,59). b) Tan precipitado fué todo este periodo de prueba, que los tes- - -. SEC. 8. GUIONES nOMII.ÉTICOS 427 tigos no se pudieron porter de acuerdo, o, lo que es mâs proba­ ble, no se aprendieron bien la lecciôn. c) La ley de Moisés era terminante. Para condenar a muerte se necesitaban dos o très testimonios concordantes, o al menos no contradictorios. d) Perd fracasô el intento de obtenerlos en el juicio de Jesûs, a pesar de 2 la docilidad de los testigos, la parcialidad de losjueces y las muchas tentativas. («Dos testigos acordes? Al fin se presentaron dos hombres que parecian ofrecer la soluciôn (Mt. 26,60). Sus afirmaciones eran las siguientes: 2. Un testigo alegô la afirmaciôn de Jesûs: «Yo destruiré el templo de Dios y lo reedificaré en très dias». Otro testigo cita la palabra de Jesûs: «Yo destruiré este templo hecho por manos de hombres y en très dias levantaré otro que no serâ hecho por manos de hombres*. Estos dos testimonios ni eran concordes entre si, ni reproducian fielmente las palabras de Jesûs, ni conservaban su espi­ ritu. Jesûs habia dicho: «Si destruis este templo—su cuerpo—, yo lo reedificaré al cabo de très dias» (lo. 2,19). c) Ni siquiera, aplicada la expresiôn en sentido literal al templo de Jerusalén, constituia blasfemia. Podria parecer, de no conocer el poder de Cristo, extravagante. El mismo Herodes habia destruido el templo para reedificarlo. d) Lo mds que podia hacer, de ser verdadera esta acusacidn, era enemistar al pueblo con Jesûs, pero no dar ocasiôn a sentencia de muerte. b) El diâlogo con Jesûs. Caifds: «iNo respondes nada a todas las acusaciones dirigidos contra ti?» (Mt. 26,62). b) Jesûs guarda silencio. c) Los sanhedritas insisten: «Si tû ères el Cnsto, dinoslo sin ambages» (Lc. 22,66). d) Jesûs: »Si os lo digo, no me creeréis; y si os interrogo, no responderéis» (Lc. 22,67). Los sanhedritas quedan desarmados. Es lo mismo que habia ocurrido très dias antes cuando El les pregunto por el origen del bautismo de Juan y qué significaban las palabras del salmista: »El Senor dijo a mi Senor» (Mt. 22,43). La suprema e injustisima tentativa. Caifds se sien te humillado, sin conseguir del acusado la confesiôn que podla perder a este. b) Pero créé haber encontrado el medio de conseguirla: *Yo te conjuro en el nombre de Dios vivo a que nos digas si tü eres el Cristo, el Hijo del Bendito* (Mt. 26,63). a) J JI EVES V VIERNKS SANTO 1. 2. Requerimiento absolutamente ilegal. Jamâs se habia conjurado a nadie, no habiendo testigos, a que se déclarera culpable y pronunciara su condenaciôn. Si contesta Jesûs, no es por respeto a una autoridad, que no tiene derecho a interrogar, sino porque en esta ocasion su silencio hubieia tenido valor de rétractation. c' Jesûs, ante el requenmiento dei sacerdote y del Sanhedrin, que représenta a la nation entera, no puede callar y contesta: *Tù lo has dicho: Yo soy. Y aun os digo que en lo sucesivo verêis a! Hijo del hombre sentado a la derecha del poder de Dios y vimendo sobre las nubes del cielo* (Mt. 26,64). d) L’n clamor de muerte se levanta. Es el que brota de los labios de Caifâs, coreado por el Sanhedrin: »Merece la muerte* (Mt. 26,66). i. Jesûs, segûn ellos, acaba de proferir una gran blasfemia haciéndose Dios. ’ Caifâs rasga sus vestiduras. A pesar de la aparente indignaciôn, Caifâs reventaba de gozo. Esto era lo que él buscaba, motivo para condenar a Jesûs. La sesiôn de la manana. a) Ab era licito condenar de noche; por lo cual el Sanhedrin se reûne de manana para sentenciar a Jesûs. b) En su ùltima actuation, en este momento supremo de la vida del Salvador, se muestra en su cumbre el pecado de fariseismo de un tribunal que esta violando las leyes todas de la justicia y siente escrûpulos de no cumplir un detalle de la Ley. V. Conclusion. A. El tribunal de Caifâs es el de la conveniencia e hipocresia. B. Tribunal en que, con frecuencia. Cristo queda condenado en nuestra propia vida. 14 Las negaciones de Pedro I. iQué contraste.’ ;No te bastaba, Senor, verte vendido por uno de tus dis­ cipulos, para que quieras que el primero de todos ellos reniegue de ti? iQué contraste! Aunque fuera necesario morir por el Senor, Pedro no habia de negarle jamâs. êEs hora ya de sacar la espada?, preguntaba en el huerto. Y ahora dice que no tiene nada que ver con ese hombre... Es un triste ejemplo de lo que acaece a muchos cristianos. a) San Pablo dice que muchos cristianos de Creta 'alardean de conocer a Dios, pero con las obras le niegan* (Tit. 1.16) *?*>·*> SEC. b) «. Cl IONES HOMILÉTICOS 429 Renegar de Cristo consiste en seguir una znda y maximas fi t1 ; en abandonar lo que El bused y huir lo que él αηιό. II. Muchos cristianos reniegan. 779 De la vida y ejemplos de Jesucristo. a) El Seiior nos diô ejemplo de vida. «Porque yo os he dado el ejemplo para que vosotros hagdis también como yo he hecho* (lo. 13.15)· b) San Pahlo querla que imitdsemos a Cristo «para que la vida de Jesûs se manifieste en nuestro cuerpo* (2 Cor. 4,11) hasta poder decir: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en ml* (Gai. 2,20). Cotéjese el amor a la pobreza y humildad, el odio al mundo de Cristo con la vida de no pocos cristianos. B. De la muerte y cruz del Senor. a) Decia San Pablo que la cruz servia de escândalo a los judios y que parecia una locura a los gentiles. bi A nosotros no da ocasiôn de escândalo cuando nos rebelamos ante cualquier desgracia 0 sufrimiento. Demostramos nuestra locura al emplear todas nuestra.' fuerzas en huir de la mortificaciôn y buscar la comodidad y regalo. De las normas morales y ascéticas de su Evangelio. a) La moral de Cristo y la dei mundo son opuestas diametralmente. 2. b) Cristo reprueba el afin de riquezas. EI mundo alienta a amasar mâs y mâs y aplaude a los vencedores. Cristo anima a ser dulce y misericordioso. El mundo exige satisfacciones por la men or de las injurias. Cristo promete el reino de los cielos a la sencillez de los ninos. El mundo ansia gloria y poder y por ellas lucha y ofende. Cristo alaba la austeridad y llanto de los penitentes. El mundo no busca sino el placer. reniega de él en sus sacramentos, sobre todo en la Euca­ ristia. 1. 2. Con el abandono. Muchos comulgan una vez al ano empujados por el precepto. Con el sacrilegio. Se reniega de él en sus discipulos. 2. Con la persecuciôn. Con el menosprecio de las personas mâs piadosas. III. La. negaciôn de San Pedro hubo de resultarle al Senor mas dolo­ 780 rosa que las injurias de sus enemigos. A. La negaciôn de los cristianos le duele mâs que la de los gentiles y judios, que no le coriocieron cômo a Dios. De ello se quejaba a Santa Margarita de Alacoque. Debe dolerle mâs que la de San Pedro, pues nosotros le hemos n’FXHS V VIERNES SANTO visto morir y sabemos que fué por redimirnos. «Recogi­ tate eum qui talem sustinuit a peccatoribus adversus semetipsum contradictionem* (Hcbr. 12,3). Cristo mirô a San Pedro y este Uorô. Cristo continûa mirando a los cristianos y estos permanecen insensibles. En vista de ello en el juicio la mirada de Ia misericordia se convierte en mirada de ira. Ya se dijo de El que seria la piedra con la que chocariamos muchos. «A todo el que me negare delante de los hombres, yo le negaré ’ delante de mi Padre« (Mt. 10,33). Las parabolas sobre este punto son numerosas. En aquel momento la justicia se mide por la misericordia prcceprece­ dente. 15 La flagelacion I. El pretono. A· B Los suplicios reciben su gravedad de la vergüenza y el dolor que les acompaften. Hay suplicios que solo llevan consigo la vergüenza. Otros que sôlo causan dolor. Cris­ to quiso unir una y otra cosa. Escenâ del pretorio. Cristo, segün costumbre romana, es desnudado por completo delante de los soldados y de sus enemigos. Se le atan sus manos a una columna de poca altura obligândole a inclinar aquellos hombros que sostenian el mundo. Es la vergüenza. La flagelacion aôade el dolor. 11. Un salmo mesiânico dice: «Pot ti sufro afrentas y cubre mi ros­ tro la vergüenza» (Ps. 68,8). A iQué es lo que asi te hcmilla y avergüenza, Senor mio? iEl ser azotado como un esclavo? No; cuando aceptaste la forma del siervo, aceptaste sus humillaciones. b) iEl ser castigado como un criminal? No; porque desde la etemidad aceptô la voluntad del Padre. c) jEl verse burlado por su pueblo, que rie de su humillaciôn y desnudez? Si; pero hay otra cosa que le avergüenza mds todavia. El haberse cargado y hecho responsable de nuestras impurezas de pensamiento, palabra y obra. B Cuando el Senor aceptô el pasar vergüenza, pasiôn de suyo buena y ordenada al bien, es que quiso darnos alguna lecciôn. a) Lo malo de nuestra vergüenza es que la tenemos para lo bueno v carecemns de ella para el mal. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 431 b) El orden debe ser otro. Porque del mismo modo que la vergüenza del bien es para nosotros fuente de todos los males, en cambio la vergüenza del mal debe ser la fuente de todos los bienes. La vergüenza del pecado es la madré de la inocencia y la raiz de! arrepentimiento. d) El Senor reprocha por medio de Jeremias el que su pueblo no quiera volver a El, porque a pesair de sus faltas tiene «frente de bronce» (de meretriz, en la Vulgata). e) El estado mds triste del pecador es de aquel que no se aver­ güenza de unas faltas que enrojecieron al Senor cuando se hizo responsable de ellas. El estado mds triste del cristiano se produce cuando no se atreve a cumplir el bien porque le da vergüenza. San Ignacio en la meditaciôn sobre los pecados procura despertar el sentimiento de vergüenza ante nuestro estado. III. En la flagelaciôn se uniô el dolor a la vergüenza. A. B. 783 Cuando los amigos de Job le vieron sentado en el muladar quedâronse durante varios dias espantados y silenciosos. ^Qué otra cosa podremos hacer ahora? Descripciôn de la flagelaciôn. (iQué nos ensena el Sehor con esa voz de sangre y llagas? Lo mismo que nos habian predicado sus labios: «El que ama su aima la pierde, pero el que aborrece su aima en este mundo la guardarâ para la vida eter­ na» (lo. 12,25). Aqui la palabra alma significa la vida corporal. a) Nuestro cuerpo naturalmente nos inclina al mal. El pecado original lo hizo ademds cuerpo de pecado. b) Las obras a que nos inclina son aquellas que San Pablo agrupaba bajo el epigrafe de obras de la carne. Su desenlace es la condenaciôn. d) El cuerpo santisimo de Cristo no era un cuerpo de culpa como el nuestro. Pero padecia para darnos la lecciôn que San Pablo entendiô perfectamente cuando decia: «Los que son de Cristo ' Jesûs han crucificado su carne con las pasiones y concupiscen­ das» (Gal. 5,24). «Andad en el Espiritu y no deis satisfacciôn a los deseos de la came» (ibid., 16). i. 2. Asi hablaba San Pablo no a grupos selectisimos, sino a todos los fieles sin excepciôn. Asi lo entendieron los santos, y por eso admiramos sus penitencias. Verificadas precisamente por quienes las merecian menos. IV. Lo maravilloso no es que los impios y licenciosos rehuyan 784 toda mortificaciôn y se entreguen a los placeres de los sentidos. Lo dificil de entender es que: A. Nuestros penitentes creen haber hecho bastante con confesar sus pecados y haberse dolido un tanto (apenas lo suficiente) de ellos, sin compensât por sus culpas ni prevenirse contra futuras caldas. «■·< ♦ ... JUKVES V V1ERNKS SAX ΙΌ . Que los buenos cristianos tienen hario poco de mortifi cados. Que muchos censores atrabiliarios de las costumbres ajenas creen haber hecho bastante con censurarlas y ser ellos mismos un ejemplo ce vida regalona. 16 La coronaciôn de espinas 786 Pasiôn del Senor habia de asociar a todas las gentes y todos tormentos. · Habian herido y burlado al Senor los soldados judios, los jefes del jpueblo, etc. Convenia que ahora hiçieran chacota de El los soldados romanos. Que hirieran la ûnica parte de su cuerpo que restaba inmune: la frente. B. Cada grupo social tiene su mentalidad propia, y la del soldado, cuando se le abandona a sus instintos, constituye lo que se llama la soldadesca. En esos momentos los hombres mâs pusilânimes cometen las mayores crueldades. Descripciôn de los dolores fisicos y de los dolores mo­ rales ante las hurlas. Λ II. En la escena vemos la coronaciôn burlzsca y dolorosa que el mundo hace de Cristo; como vemos también el reconocimiento de la realeza del Senor, que comienza a ser proclamada hasta inconscientemente por sus mismos enemigos. III. Cristo es rev de la verdad. Ante Pilato une su realeza y su misiôn de predicar la verdad. *Tû dices que soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (lo. 18,37). B. Es el Verbo, y como tal constituye El mismo la verdad ontolôgica de las cosas. Al venir al mundo viene a restablecer la verdad moral. Sin embargo, muchos apostatan y reniegan de esa reaIcza. Se burlan de ella. Nunca ha habido tanto interés en renegar de ningûn moralista (Socrates, Confucio, etcetera) como de Cristo. Las naciones y sistemas no se han armado jamâs contra ningûn otro predicador. Pero quienes producen mejor la corona del pretorio son los que dicen admitir la verdad de Cristo, pero en realidad lo coronan rey de hurlas. a) Tanto politico liberal, que pronunciaba redundantes discursos sobre el cristianismo v firmaba leves en contra de sus normas. ■ 'à ‘ 3 : "J SEC. 8. GUIONES HO.MII.ÉHCOS 433 Canto patrono que lo corona rey de la verdad en cuanto a todos los punlos de su doctrina, menos en cuanto al que le toca a él nids de cerca. c) Nosotros mismos con la desgraciada habilidad que tenemos para compaginar nuestras mdximas mundanizadas con las del Evangelio. Casuistica oportuna, distinciones arbitrarias entre mandatos y consejos, glosas... b) IV. Cristo es un rey que debe dirigir nuestras acciones. A. «Yo he sido constituido rey sobre Siôn». Y sobre el mundo entero, porque «Yavé me ha dicho...: pideme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesiôn los confines de la tierra» (Ps. 2,6-8). a) Es cierto que Cristo le dijo a Pilato que su reino no era de este mundo, pero con ello se referia ùnicamente a que renunciaba a gobernar los asuntos temporales. b) Porque en cuanto al reinado del espiritu: «jOh reyes!, obrad prudentemente. Dejaos persuadir, redores todos de la tierra. Servid a Yavé con temor» (ibid., ίο y 11). «Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra» (Mt. 28,18). B. Nosotros reconocemos y proclamamos este reinado. Como los soldados, decimos: «Ave, Caesar». Pero nuestra co­ rona es de espinas. a) Nuestra alma no produce otra cosa. Se parece al campo del perezoso: «Todo eran cardos y ortigas, que habian cubierto su haz» (Prov. 2,31). Con nuestras desôrdenes, maledicendas, fraudes, cobardias. h) Esto es lo que le présentâmes al Senor para que teja su corona. El niisnio dijo que su doctrina caia en gran parte sobre espinas que la sofocaban. Son los malos deseos de mi aima, que ahogan los mandatos con que el Senor quiere dirigir mi vida. También ponemos en la mano del Senor un cetro de burla, una cana liviana. a) Su reino tiene por solio prindpal el interior de las aimas. Alli dentro gobernarâ en la medida que le dejemos gobernar. b) Nuestra versatilidad no permite que lleve mds que un cetro de cdna, el arbusto representative de la inestabilidad. V. Los mismos enemigos comienzan a reconocer la realeza de Jésus. 789 A. B. Pilato escribe el cartel en el que le llama rey y se niega a sustituirla. Le ocurria lo que a Caifâs cuando profetizô sin saberlo. También San Ambrosio dice de los soldados: «Aun cuando no creyeran interiormente, sin embargo no dejaron de tributarie los honores debidos, ya que le saludaron como a rey, le coronaron como a vencedor y le adoraron como a Senor y Dios». a) Le pusieron una corona de espinas, y no sabian que era el mejor de los simbolos de un rey que habia de reinar preferen- JUF.VES Y V1ERNES SANTO 434 temente sobre los que sufren. Rey de los mdrtires, de los penitentes, de los pobres y desgraciados. Cuando le ofrecid a Santa Catalina de Sena una corona de rosas y otra de espinas, la Santa no dudô en elegir, porque le conocia. b) Ei cetro de caüa—es un pensamiento de San .Agustin—repré­ senta, mejor que otro ninguno, el cardcter del reinado de Cristo, 2. Los cetros robustos y fuertes de los reyes significan el poder de sus ejércitos, etc. Son como una prolongaciôn de su mano, para suplir la que a ésta le falta por si misma. El reino de Cristo, en cambio, es el de la mansedumbre, el reinado de un nifio en un pesebre y de un hombre en una cruz, y que, sin embargo, no necesita de nadie para llegar de un extremo a otro de su imperio. C. La pùrpura del manto es la sangre de tanto mârtir como ha dado, da y estarâ siempre dispuesto a dar su vida por su Rey. 790 VI. Un dia si Padre le dira: «Domina en medio de tus enemigos» (Ps. 109,2). Euitemos contamos entre ese nûmero didendo aho­ ra: «Al Rey de los siglos inmortal, invisible, ûnico Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos» (1 Tim. 1,17). 17 (Ecce Homo» I. Cristo, modelo. 792 A. En el Antiguo Testamento se dan casos de profecia en los que el vate habia en un sentido literal, pero sus palabras tienen otro mâs amplio, ignorado por él, y que el Senor explico después. a) Caifds anunciô que era conveniente que un hombre muriese por salvar al pueblo. El se referta a la muerte de un supuesto cabecilla, para prévenir el castigo romano, pero sas palabras tuvieron una realidad universal. b) Pilatos dice: »Ecce homo!» Literalmente quiere indicar: Aqui tenéis a vuestro hombre. Mirad cômo estd. Pero sus palabras significan mucho mds: «Ahi tenéis al hombre tipo». B. Podriamos considerar al hombre herido por la justicia de Dios. Pero este pensamiento es comûn a toda la Pasiôn. Preferimos mostrar a Cristo como el hombre modelo y superior a todos. II. Cristo realiza el tipo de hombre querido por Dios. A. Dios quiso al hombre perfecto dentro de su naturaleza humana. Le quiso ademâs superior a su mismo natu- i. « t I SEC. 8. GUION ES HOMILÉTICOS 435 ral, para lo que le concediô los dones pretdr naturales. Le quiso ademâs participe de la naturaleza divina. a) Su participacidn hubiera sido accidentai mediante la gracia. b) Elio no obstante hubiera imitado a Dios, cuanto lo puede imitar una criatura por medio de dones sobrenaturales sobreanadidos. c) Hubiera sido hijo adoptivo de Dios, etc. B. C. i Pero el hombre no quiso reconocer su dependencia de Dios, y este hubo de comentar irônicamente: «Ahi tenéis a Adân, que ha querido hacerse como uno de nosotros* (Gen. 3,32). ;Dônde podremos, pues, ver al hombre tal y como Dios lo quiso? En Cristo. a) Perfecto en su natural. Es un absurdo suponer que Dios no escogeria para su Hijo una naturaleza perfecta. El aima santisima. <;Quién podrâ argüirle de pecado? Su inteligencia incomparable y reconocida por los mis­ mos no cristianos. «El Espiritu lo escudrina todo, hasta las profundas cosas de Dios» (i Cor. 2,20). Y ese Espiritu es llamado por el mismo San Pablo el Espiritu de Jesûs. 3· La voluntad perfecta no podia menos de seguir lo que su entendimiento veia tan claramente. «Yo hago siempre lo que agrada a mi Padre. Yo no busco mi querer, sino el de Aquel que me enviô» (lo. 8,29 y 5,30). Inasequible al cansancio (conversaciôn con la samari4tana), al desaliento ante la incomprensiôn de los suyos y la persecuciôn de los enemigos. Decidido en lo arduo, domina el terror natural del huerto y afronta la muerte con serenidad. Las facultades sensitivas de imaginaciôn, amor sensi­ ble, ira, etc., en perfecta armonia, como lo demuestran sus parabolas y acciones. Todas ellas suîetas a la razôn como las hubiera tenido Adân. b) El dominio sobre la naturaleza toda, con sus milagros y pro­ i. a. fectas. Y sobre todo su union con la divinidad en una sola persona. r. 2. Esta union, que no solo era sustancialmente perfecta, sino el modelo, a cuya imitaciôn se nos diô la gracia y la filiaciôn adoptiva. Uniôn que daba el calor divino de su persona a todas las acciones de Cristo. Uniôn de la que se derivô una plenitud tal de gracia santificante, aue de ella recibimos todos. III. Cristo es el modelo que el Padre nos propone. la vez que Pilato dice «Ecce homo!», el Padre nos Ιο esta repitiendo desde el cielo. a) Cristo no sôlo es el hombre tipo en el sentido de que asi nos quiso Dios, sino también en el sentido de que nos lo propone como modelo imitable 793 436 Jl’EVES Y VIERNES SANTO b) No reproduciremos su union hipostatica, pero si Uegaremos a imitarla con la uniôn de la gracia. B. C. La ejemplaridad de Cristo no es una conveniencia his­ torica, como existe con relaciôn a todo gran hombre, que, por lo mismo. es digno de ser imitado. Ni aun siquicra por ser el mâs perfecto de los hombres, a) Es que el Padre lo ha establecido asi. Del mismo modo que, va al formar su Hijo natural, el Verbo, para que fuérainos su semejanza creada, y despues en Cristo nara que constitu­ era el dpice de todo ese orden sobrenatural y semejanza divinas, ahora nos pone delante al Verbo encarnado y restaurador, para que en El y por El nos reintegremos a la vida perdida. b) Nos prédestina para que »nos hictésemos conforme a la imagen de su Hijo, por manera que sea el mismo Hijo el primogenito entre muchos hermanos* (Rom. 8,29). Salimos de Dios *per ipsum*, en cuanto que por El fuimos creados; «in ipso», en cuanto que en El, como en modelo, fuimos elevados, y volveremos a Dios *cum ipso*, incorporados a El y renovando en El la imagen de Dios en nosotros. Después de esta imitaciôn, que podriamos llamar ontôlôgica, siguese la imitaciôn moral de sus virtu des y obras. «Aprended de mi* (Mt. 11,29), «dijo El. a) No es cosa de repasar ahora todas sus virtudes, sino de dar un vistazo general a su vida, iluminada sobre todo por la luz edrdena de la Pasiôn y de cotejarla con la mia. b) jOjald que al fin de mi vida pueda repetir la frase del catecismo !: —iSois cristiano? —Si, por la gracia de Dios. —iQuê quiere decir cristiano? - Hombre de Cristo. 18 La calle de la Amargura I. No pretendemos recoger todos los tristes episodics ôcurridos segùn el Evangelio o segûn la tradition en la calle de la Amar­ gura (véase “La Palabra de Cristo·', v.3, Domingo de Ramos, Via Crucis). A. Nos ceniremos a la necesidad y modo de llevar la cruz. Hablaremos de la necesidad de llevarla en pos de Cristo v de la facili dad de hacerlo. SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 437 II. Necesidad de llevar la cruz en pos de Cristo. Caminaba el Senor cuardo, se topo con las mujeres que lloraban. Su frase fué: «Si esto se hace en el leno verde, (en el seco qué sera?» (Le. 23.31). De esta frase podemos tomar pie para hacer ver la necesidad de llevar nuestras cruces en pos de Cristo. b) Cristo, modelo y mediador, la lleva; luego nosotros debemos llevarla. Cristo es Dios y nosotros criaturas; Cristo es el Serior y nosotros esclaves; Cristo es el Santo y nosotros los pecadores. Debemos llevar la cruz. Pero llevarla en pos de Cristo. Debemos llevar la cruz. Cristo la llevô porque quiso, pero de su voluntad hizo una obligaciôn, ya que se trataba de aceptar la del Padre. Nosotros no podemos evitarla. Podremos decir que -queremos llevarla, o que la llevamos y la aceptamos; lo que no podremos decir nunca es que no la llevamos porque no queremos. b) En todos los estados encontraré la cruz. Si escalare el trono solo hallaré que es mas pesada. Por lo tanto, si Dios lo ha dispuesto asi, debo pensar que *no hay sabiduria, no hay cordura, no hay consejo contra Yahveh» (Prov. 21,30). Lo ùnico que me queda es hacerla llevadera cargando decidido con ella. Pero de esto todo el mundo estâ convencido. Lo que falta es pasar de la consideraciôn puramente especulativa, en la que se detienen la mayoria de los cristianos, y aplicar el principio general- a los casos particulares de mi vida. Llevar la cruz en pos de Cristo. Llevar la cruz es inevi­ table. Llevarla desesperadamente es pernicioso. Llevar­ la en pos de Cristo es meritorio. a) El Senor aceptô la ayuda del Cirineo, a quien contrataron para que no mûriera. i. 3· (Por qué no hizo el Senor un· milagro para que le duraran las fuerzas, por estilo del que hizo para reunirlas y poder dar aquel grito que siempre se ha tenido por milagroso? (Por qué no llamô en su ayuda una légion de Angeles, que visible o invisiblemente se la hubieran sostenido? San Ambrosio contesta que aquello era un simbolo de nuestro destino. Estamos destinados a llevar la cruz de Cristo. No pidiô ayuda a los Angeles porque la cruz no era para ellos. Era la cruz suya y de los hombres. «El recto orden de nuestras cosas indicaba que primero llevara El la cruz y después nos la entregase para que le ayudAramos». Al darsela al Cirineo para que la llevara en pos de El parece repetir su frase: «Si alguno quierc venir en pos de mi...» En este momento el Senor nos mira. Al vemos emocionados con sus dolores, pero, como de costumbre, sin querer pasar de ahi y rehuyendo todo cuanto recuerde las asperezas de la penitencia moral y material, nos vuelve a recordar la primera escena y a decir: No lloréis por mi, sino por vosotros. Llorad por vuestros pecados; llorad, porque, a pesar de haber meditado tantas twees mi Pasiôn, continuais, sin embargo, sensuales, avaros, perezosos. c) iQué debemos responder? Conteste nuestro arrepentimiento, cl reconocimiento de nuestra poca correspondencia anterior y el propôsito firme. No seamos cirineos que llevan la cruz a la fuerza. No seamos mundanos que llevan la cruz que les impone el que dirân, la ambiciôn, la avaricia, la sensualidad. 2. Llevemos la cruz de Cristo como la llevaba El. Por lo tanto, debemos: i i. · Tener un gran dolor de nuestras culpas y ayudar asi al Senor. que catgôrcon ellas. 2 ° Un gran agradeamiento, que se debe pagar con obras. j. · L’na firme resolution de aprovechar por lo menas los sufrimiento> que nos sobrei engan. 79G III. Facilidad de llevar la cruz. Toda ella se deriva de llevarla en pos del Senor. Imaginemos al Senor camino del Calvario y seguido, no de sus enemigos, sino de sus discipulos. Nos mira y dice: *E1 que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame» (Mt. 16,24). Nosotros no con­ testâmes como los judios: «iQué duras son estas pala­ bras!» (lo. 6,60), sino como San Pedro: *Seôor, <£a quién iremos? Tû tienes palabras de vida eterna·» (ibid., 68). B. El ir en pos de Cristo hace la cruz agradable. a) Porque al soldado le anima el ir en pos del capitdn y le avergûenza dejarle solo. San Pablo (Hebr. 11,34 ss.) nos des­ cribe los sufrimientos de los Padres del Antiguo Testamento animados por la esperanza de Cristo. En vista de esto debiera decimos a nosotros: »jOh insensatos gdlatas !, ïquién os fascino a vosotros, ante cuyos ojos fué presentado Jesucristo como muerto en la cruz?» (Gai. 3,1). b) »Tomad sobre vosotros mi yugo... y hallaréis dcscanso para vuestra aima, pues mi yugo es blando y mi cargo ligera· (Mt. 11, 29). Trdtase aqui A. t. 2. 3. 45- De tomar el yugo del Serior, no el que caprichosamente me parezea a mi. Este yugo sera mucho mâs soportable que el que me imponen mis pasiones, porque el mismo Senor me ayuda a llevarlo. El nos dice: Vuestra carga me abrumô a mi, pero la mia os fortificarâ a vosotros. Senor, dcscârgame del yugo de mis faltas y cârgame con tu cruz. Si el Cirineo hubiese conocido que la cruz del Senor cncerraba la salvaciôn dei mundo, la hubiese Ilevado con orgullo. Yo H lo sé. Esto es lo que debe avergonzaros· que suframos poco GUIONES HOMILETICOS SEC. 8. 439 en comparaciôn de los dolores de Cristo y que no queramos padecer a pesar de conocer el valor del sufrimiento. No me digdis que la dificultad se mide no por el peso de la carga, sino por las fuerzas del que la lleva, porque quien la lleva «no soy yo, sino la gracia de Dios conmigo» (i Cor. 15,10) y «todo lo puedo en aquel que me conforta* (Phil. 4,13). c) i. • 2. El Senor dijo que estaria con los suyos hasta la consumaciôn de los siglos, y los apôstoles marchaban alegres a sufrir (Act. 5,41). Recordemos las frases del Senor: «Venid a mi todos los que estais fatigados y cargados, que yo os aliviaré* (Mt. 11,28). «Bienaventurados los que lloran...» (Mt. 5, 5). «Vuestra tristeza se convertira en gozo» (lo. 16,20) 19 ·-» ;· La crucifixion I. «Se han ado abrazo la justicia y la paz* (Ps. 84,11). A. B. Este salmo tuvo su realizaciôn exacta en el monte Cal­ vario. Vamos a meditar sobre la justicia y la misericordia de Dios, reveladas en la muerte de su Hijo. IL La justicia de Dios. A. B. 797 e La justicia de Dios exigia un sacrificio digno de su majestad. Las hostias ofrecidas por los hombres no bastaban; ahora vemos sobre el altar al Hombre-Dios, en el que habita la plenitud de la Divinidad. En la encar­ naciôn aceptô el sacrificio, revistiéndose de un cuerpo mortal; en la presentaciôn dei templo se ofreciô como victima; ahora se consuma el sacrificio. Hay algo menos precioso que el hilo de un gusano de seda? Y, sin embargo, la mano del obrero se basta para mezclarlos y formar con ellos los mâs ricos adornos... «jPor qué, pues, joh filôsofo!, te extranas y te burlas? «-A qué vienen esas arrugas de tu frente desdenosa al considérât una doctrina llena de verdad y santidad? Si tanto puede el arte y la naturaleza, por qué no esperâis hasta el ûltimo dia para que marchâsemos unidos, llenos de gloria, a los reinos celestiales? ... 903 cDonde vais, Senor, sin nosotros? «Dichas estas palabras, como ya se llegase el tiempo de la partida, viendo los hijos de la soledad que les quedaba de todo su bien la orfandad de tal Padre, qué mudanza es ésta tan grande? |Quién os viô en aquel Viemes y quién os ve en este Jueves! jQuién os viô en el monte Calvario y quién os ve hoy en el monte Olivetel Alli tan solo, aqul tan acompafiado; alli subido en un madero, aqui levantado sobre las nubes del cielo; alli crucificado entre ladrones, aqui acompanado de coros de ângeles; alli enclavado y condenado, aqui libre y libertador de condenados; finalmente, alli muriendo y padeciendo, aqui gozando y triunfando de la misma muerte... Alli venia el inocente Abel, y el justo Noé, y el obediente Abrahân, y el casto Isaac, y el fuerte Jacob, y el prudente José, y el pacientisimo Job, y el manso Moisés, y el santo Ezequias, y el elegante Isaias, y el afligido Jeremias. Entre los cuales venia el cantor celestial con su arpa en la mano cantando delante de la verdadera arca dei Testamento, convidando a los otros a que alabasen y glorificasen a este Senor, diciendo: Cantad al Senor cantar nuevo, porque ha obrado grandes maravillas (Ps. 149,1). (jPor qué, veamos, cantar nuevo? Porque ningùn cantar viejo responde a esta fiesta ni iguala con el merecimiento de este dia, y por esto nueva fiesta y nueva gloria con nuevos loores ha de ser celebrada. Pues (jqué cantar nuevo cantaremos? El cantar serâ: Mira cudn buena cosa es y cudn alegre morar ya los hermanos en uno (Ps. 132,1). Estos dos hermanos son el cuerpo y el espiritu de Cristo, los cuales hasta ahora vivian en diversos estados, porque el cuerpo padecia los tormentos y el espiritu gozaba de deleites eternos. Mas en este dia ya moran los hermanos en uno, pues el cuerpo y el es­ piritu suben glorificados al cielo y, habiendo sido tan desiguales en la vida, participan ahora una misma gloria. De esta manera, pues, con estas alabanzas, con estos cantares y con esta tan gloriosa compania sube aquella sacratisima huma­ nidad sobre todos los cielos, hasta llegar a ser colocada a la diestra del Padre; por que el que se habia humillado mâs que todas las criaturas por la obediencia y gloria del Padre, fuese sublimado sobre todas ellas y asentado a su diestra. De modo que aquella naturaleza a quien fué dicho: Polvo eresy en polvo te volverds (Gen. 3, j9), ahora es levantada del polvo de tierra y subida sobre todos los cielos». I ··.■ 502 ----------- LA ASCENSION DEL SENOR ------------- - - -— -------------------------------------------- — IV. La Ascension, triunfo de Cristo (Cf. p.5.» medit.18 y 19 [Apostolado. 1950] 9.» ed. t.2 p.574-587.) 907 A) Subida de Cristo a los cielos a) Très afectos de los discipulos *Dada la bendiciôn, comenzô el Salvador poco a poco a levantarse de la tierra e iba subtendo al cielo (Le. 24,51), no como Elias, arrebatado de un carro de fuego, sino con su propia virtud, llevado del fuego de su infinita divinidad y majestad, cuya inclinaciôn es subir a lo alto, como a su propio lugar. Iban con El acompanândole todas las aimas de los justos y muchos coros de Angeles que bajaron del cielo para subir con El; los discipulos tenfan endavados los ojos del cuerpo y del aima en su Maestro con très afectos eneendidisimos. El primero, de admiraciôn, viendo una cosa tan nueva como era subir un hombre por los aires con tanta suavidad y facilidad y con muestra de tanta grandeza. El segundo, de alegria grandisima, gozândose de la gloria de su Maestro y de la divini­ dad que en El resplandecia. No rasgaron sus vestiduras por tristeza, como rasgô las suyas Eliseo cuando ναό que su maestro Elias era llevado al cielo (3 Reg. 2,11); antes darian saltos de placer con el gusto de verle subir con tanta majestad. El tercer afecto era un entranable deseo de seguirle y subirse con El, porque los corazones se iban tras su Amado; cumpliéndose aqui lo que estaba profetizado: Subiendo a lo alto, llevô cautiva la cautividad (Eph. 4,8; Ps. 67,19). Dos suertes de cautivos llevaba Cristo nuestro Senor consigo; unos real y verdaderamente en sus propias personas, como cran los justos que saeô del limbo, los cuales le siguieron hasta el cielo empireo. Pero demâs de éstos, llevaba cautivos los corazones de su Madré y de sus discipulos, los cuales le seguian con el deseo, atados con las cadenas del amor, sin poderse de El apartar. jOh quien me diese que fuese yo uno de estos cautivos de Jesûs! jOh dulcisimo Jesûs!, llevad con Vos mi corazôn cautivo al cielo para que esté alli siempre en vuestra compania. Gôzome de que subâis por esos aires volando como âguila y provocando a vuestros hijos a que vuelen con Vos (Deut. 32,11). Dadme, Senor, alas de âguila con que vuele en vuestro seguimiento, poniendo mis pensamientos y deseos en sôlo seguiros, pues fuera de Vos nada quiero sobre la tierra ni deseo mâs que gozaros en el cielo (Ps. 72,25)». SEC. 5. b) I ) AÜTORES VARIOS. LA PUENTE La nube 503 que lo apartô de sus ojos «Estando los discipulos mirando a Cristo nuestro Senor cômo subiauna nube le recibiô y se le quitô de los ojos (Act. 1,9). Aqui se ha de considerar el misterio de esta nube; la cual, en llegando Cristo nuestro Senor cerca de la region del aire, le recibiô dentro de si a vista de los apôstoles. Y es de creer que séria una nube muy hermosa y resplandeciente, cual convenia para significar la majes­ tad del Senor, que subia en ella, y la hermosura del cielo adonde iba, cumpliéndose lo que estaba escrito: Pones tu subida sobre una nubey andas sobre las plumas de los vientos (Ps. 103,3); que es decir: Sirveste de las nubes como de carros triunfales para subir volando por esos aires con grande pompa y majestad. jOh qué alegria sentirian los apôstoles con la vista de este glorioso carro en que iba su Maestro! Y aunque no dieron voces como Eliseo cuando viô subir a Elias en el carro de fuego, porque la suspension del espi­ ritu les quitaba el uso de la lengua, pero cada uno diria en su co­ razôn lo que dijo Eliseo: Padre mio, Padre mio, carro de Israel y guia suya (4 Reg. 2,12). jOh Padre amantisimo, fortaleza y defensa de los verdaderos israelitas, fuertes en servi rte y cuidadosos en contemplarte !, iadônde te vas y me dejas? jOh Padre mio dulcisimo, gobernador y protector de los que confian en ti!, admiteme en ese carro triunfal, dame entrada en esa nube resplandeciente para que te siga siquiera con el espiritu y entre a contemplar la gloria de tu soberana majestad. Lo segundo, se ha de ponderar cômo habiendo Cristo nuestro Senor subido un rato en esta nube, ella misma le encubriô y quitô de los ojos de sus discipulos, en lo cual esta nube représenta todo aquello que nos impide ver a Cristo y nos hace perder de vista a Dios, lo cual sucede de dos maneras. Unas veces es por nues­ tra culpa, y entonces nuestras culpas son las nubes, las cuales ponemos entre nosotros y Dios, y son grande impedimento de la oraciôn y contemplaciôn, segün aquello de Jeremias que dice: Pusiste delante de ti una nube para que la oraciôn no pasase al cielo (Thren. 3,44); y pues yo puse esta nube, a mi cuenta estâ, con la divina gracia, quitaria por medio de la penitencia y mortificaciôn, examinando en particular si es nube de soberbia, o de codicia, o de algùn amor desordenado a criaturas, y aplicando medios eficaces para deshacer lo que tanto me estorba. Otras veces se pone esta nube sin nuestra. culpa, por providenda de Dios, el cual, como a ciertos tiempos se nos descubre, asi también a ciertos tiempos se nos encubre, y quiere que no le veamos por la suave contempla­ ciôn de su presencia, para que acudamos a otras cosas de su servicio. Y, generalmente, la flaqueza de nuestra came, la cortedad de nuestro entendimiento y la muchedumbre de cuidados y necesidades que padecemos en esta vida mortal son como nubes que nos estorban poder contemplarle con la claridad y continuaciôn que 908 <1 il LA ASCENSION DRU SENOR 504 ■ * deseamos, como las nubes que pasan a menudo por el aire nos quitan la vista del sol. jOh Dios infinito, que moras en una luz inaccesible a los mor­ tales!, quita de mi alma las nubes de los pecados que yo he puesto y deshaz los nublados de tentaciones y turbaciones que padezco para que pueda contemplar tu gloria en esta vida mortal, hatti que llegue a verte cara a cara, sin impedimento de nube alguna en la vida eterna. Amén». ' 909 B) Dos avisos que dieron los ângeles a los discipulos «Luego vinieron los ângeles en forma de varones con vestiduras muy blancas, y les dijeron: jVarones de Galilea!, iqué hacéis aqui mirando al cielo? Este Jesûs que se partiô de vosotros, asi volverâ como le visteis subir al cielo (Act. ι,ιο-ιι). En las cuales palabras los ângeles dieron dos maravillosos avisos a los discipulos, y, en ellos, a nosotros». a) Medida y tasa en la divina contemplaciôn «El primero, que la suspension y admiraciôn y los demâs afectos de la divina contemplaciôn en esta vida se han de tomar con medida y tasa, porque no son fin ùltimo, sino medio para cumplir mejor la voluntad de Dios y las obligaciones de nuestro oficio; y asi, por medio de reprensiôn, les dijeron los ângeles: jQué hacéis mirando al cielo? Como quien dice: Cesad; basta lo que habéis mirado; volveos a cumplir lo que estâ a vuestro cargo». 910 b) La memoria de la vuelta de Cristo «El segundo aviso fué que juntasen la memoria de esta subida de Cristo al cielo con la memoria de la vuelta a juzgar, para que la vista de la primera confirmase la fe de la segunda y para que las predicasen ambas juntamente a los hombres; porque si se descuidaban de vivir bien con decir que su Senor estaba ausente y se habia subido al cielo, se reformasen, acordindose de que habia de vol ver a juzgarles.’ Y no les dicen cuândo ha de volver, sino que volverâ, para que cada dia estén en espera de su vuelta y teman la cuenta que le han de dar; y aunque es verdad que volverâ asi como subiô, cuanto a la majestad y grandeza que mostrô en la subida, pero el que sube amoroso y blando, con muestras de grande amor, volverâ terrible y espantoso, con seûales de grande rigor, y tomarâ cuenta de lo que nos encargô en la partida, sin perdonar al que hallare culpado. Por tanto, aima mia, en el dia de los bienes acuérdate de los ma­ les (Eccli. 11,27), v en el dia de la subida de Cristo al cielo, para i t 1 te SEC. 5. aUTORES VARIOS. LA PUENTE 505 ser tu abogado, acuérdate de su vuelta para ser tu juez; mira bien lo que te dejô encargado y procura cumplirlo, para que cuando vuelva te lleve consigo, subiendo a reinar con El en su cielo. Amén». c) El regreso a Jerusalén, llenos de gozo tOyendo sus discipulos este recado de los ângeles, hacienda su adoraciôn, se volvieron a Jerusalén con grande gozo (Le. 24,52), porque, como entendieron que su Maestro estaba ya en el trono del cielo, postrados en tierra le adoraron con grande reverencia, supliendo con la vista de la fe lo que no alcanzaban con la vista del cuerpo; y volviéronse con grande gozo, porque aunque volvian sin su Maestro, volvian como gente perfecta, que se goza mâs de lo que Dios quiere que de lo que su carne desea, y se alegra mâs de la gloria de Cristo que de su propio gusto. Las causas de este gczo fueron très, es a saber: la firmeza de fe con que quedaron, viendo cuân glorioso fin habian tenido las cosas de su Maestro, y por lo pasado quedaban muy certificados de todo lo que estaba por venir. Item, la grande esperanza que cobraron de que les enviaria el Espiritu Santo que les habia prometido, y que vendria tiempo en que habian de subir con El a estar donde El estâ, conforme a la palabra que de esto les diô. Y, finalmente, el grande amor que le tenian, de cuya gloria se gozaban como si fuera propia ; y aunque los cuerpos caminaban por la tierra desde el monte de las Olivas a Jerusalén, sus corazones estaban en el cielo contem­ plando la gloria de su Senor, y de aqui les resultaba tanto gozo. Estas très cosas han de causar también grande gozo en mi aima, 912 avivando la fe, esperanza y caridad con Cristo mi Senor, gozândome de su gloria y alegrândome con la esperanza de subir donde El estâ; para lo cual tengo de procurer quitar de mi todo lo que me puede impedir esta subida, como son pecados, vicios y aficiones desordenadas a cosas terrenas, y aun descargarme de la demasia de estas cosas para poder mâs ligeramente volar adonde estâ Cristo, pues por esto dijo su Majestad que adonde estâ el cuerpo alli se juntarân las àguilas (Mt. 24,28); esto es, adonde estâ el cuerpo de Cristo nuestro Senor glorificado subirân aquellos que se han renovado como âguilas (Ps. 102,5), y con la confianza en Dios mudaron su fortaleza, y tornando alas de âguila (Is. 40,31), suben a contemplarle y vuelan con ligereza en las cosas de su servicio. jOh Rey del cielo, que como âguila real subes por esos aires y pones tu nido en lo mâs alto del cielo, provoeândome a que te siga con el deseol, renueva mi juventud, como la del âguila, para que cobre nueva virtud y fortaleza y con ella pueda volar tres ti, siguiendo tus pasos, imitando tus virtudes, traspasando mi corazôn adonde estâ tu cuerpo glorificado, para que de tal manera viva en la tierra, que tenga mi conversaciôn'en el cielo, donde Tû vives y reinas por todos los siglos. Amén». 1 I ■ I'. C) 913 Triunfo glorioso de Jesucristo «Lo primero se ha de considérer, el glorioso triunfo con que Cristo nuestro Senor entrô en el reino empireo; en lo cual se ha de pondérer el acompanamiento que llevaba, la alegria y mùsica con que entré, las plâticas y razonamientos que hubo en la entrada». a) El ACOMPANAMIENTO DE LAS ALMAS DEL LIMBO «El acompanamiento era de todas las aimas que habia sacado del limbo, con algunos justos ya glorificados en el cuerpo, si es verdad que los que resucitaron con Cristo no tomiron mâs a morir, cumpliendo lo que estaba escrito, que, subiendo a lo alto, llevô consigo cautiva a la cautividad (Eph. 4,8; Ps. 67,19). Esto es, llevô las aimas que habian estado cautivas en el limbo, tomândolas por sus prisioneras con prisiones de amor, y con sumo gusto y consuelo de ellas, porque cuanto es de malo y penoso ser cautivo del demo­ nio, tanto es de bueno y glorioso ser cautivo de Cristo. jOh qué gozosa iba esta compania de ilustres cautivos y prisioneros, siguiendo a su Capitân, deseando verse en el trono de su gloria, adonde habian de tener perfectisima libertad... ; diciendo lo del mismo Da­ vid: Cantad a nuestro Dios, cantad, cantad con gran sabor, porque Dios es rey de toda la tierra, y se sienta sobre su santa y real silla! (Ps. 46,7 ss.). También dirian lo dei otro salmo: Cantad al Senor, que sube sobre el supremo cielo al oriente (Ps. 67,33-34), y alli mora en una luz inaccesible (1 Tim. 6,16), para alumbrar a sus escogidos con la lumbre de su gloria». v 914 b) El cortejo angélico «Con el coro de las aimas entreba también un coro de innumerables ângeles que vinieron pare acompanar a Cristo nuestro Senor, sirviéndole, cual dice David, como de carros triunfales, y eran mi­ liares de miliares, todos con grande alegria (Ps. 67,18), cantando los triunfos de su victoria, haciendo entre si diâlogos y coloquios para descubrir su grandeza. Unos decian a los otros: Abrid, prin­ cipes, vuestros puertas; abrios, puertas eternales, y entrarâ el Rey de la gloria (Ps. 23,7). Otros respondian por via de admiraciôn: iQuién es este Rey de la gloria que quiere entrar por estas puertas? El Senor fuerte y poderoso, poderoso en las batallas, el Senor de las virtudes: éste es el Rey de la gloria (Ps. 23,8-10). Otros le preguntaban por via de regocijo: iQuién es este que viene de Edôn, teûidas las vestiduras de Basra, hermoso en su vestidura, y que camina con la muchedumbre de su virtud? (Is. 61,3). Que es decir: iQuién es este que sube del mundo sangriento, y del lugar de la batalla, vestido con una humanidad bordada con senales de heridas, pero hermosa a maravilla, y con muestras de grande virtud y fortaleza? Yo soy, dice, el que hago justicia y el que peleô para saluai (Is. 63,1). Yo hice en el mundo altores varios, la puenie 507 justicia pagando los pecados de los hombres, peleando contra el demonio para salvarlos. Ahora hago justicia, subiéndomc a mi y a ellos al cielo, que les tengo merecido. Entonces todos a una voz dirian lo dei Apocalipsis: Digno es el Cordero que fué muerto de recibir la virtud, la divinidad, la sabiduria, la honra, gloria y fortaleza, y Ια bendicion y alabanza por todos los siglos (Apoc. 5,12-13). jOh Salvador del mundo!, gôzome de este vuestro triunfo tan glorioso, que tenéis bien merecido. Subid, Senor, a vuestro descanso, Vos y el area de vuestra santificaciôn (Ps. 131,81), pues tan bien habéis trabajado por nosotros. Levantaos sobre los cielos (Ps. 107,6), subid sobre los querubines, y volad sobre las plumas de los vientos (Ps. 17,11), y poneos encima de todas las criaturas, pues sois mejor que todas ellas; dadme licencia que entre con esos coros angelicales, y que juntando mis voces con las suyas, os alabe y bendiga, diciendo con ellos: Santo, Santo, Santo es el Senor, Dios de las batallas; el que es, el que fué y el que ha de venir (Apoc. 4,8; Is. 6,3). Llenos estân los cielos de vuestra gloria con la eritrada tan gloriosa que hacéis en ellos». c) La alegria de Cristo ♦Mas sobre todo se ha de pondérât la alegria de Cristo nuestro Senor en este triunfo, porque también por El mismo se puede de­ cir: Dios sube con grande jubilo (Ps. 46,6), alegrândose su anima santisima con gran regocijo por ver el dichoso fin de sus trabajos; y como el pastor que habia hallado la oveja perdida y la traia consigo al cielo, de donde bajô en su busca, diria a los ângeles que se alegrasen con El y le dieran el parabién de haberla hallado. jOh Pastor soberano, que tan a costa vuestra buscasteis y hallasteis la oveja dei linaje humano!, gôzome del gozo que tenéissubiendo con ella triunfante sobre todos los cielos. Sea para bien la gloria de vuestro triunfo, por la cual os suplico que me hagâis participante de él buscândome y hallândome en esta vida, y subiéndome después a gozar con vos en la otra». D) El Eterno Padre manda a Cristo sentarse a su diestra a) El PRESENTE DEL HlJO «Entrando de esta manera Cristo nuestro Senor por los cielos, y habiéndolos penetrado todos, como dice San Pablo (Hebr. 4,14), y llegado a lo supremo del cielo empireo, présenté al Padre Eterno aquella dichosa cautividad que llevaba consigo, y como quien le daba cuenta de lo que en el mundo habia hecho en su servicio, le di­ ria lo que dijo en el sermôn de la Cena: Padre, yo he manifestado tu nombre a los hombres v te he glorificado sobre la tierra, acabando 91G 508 LA ASCENSION’ DEL SENOR la obra que me encomendaste; ahora Padre, clarifica a tu Hijo con la claridad que tuve delante de ti antes que creases al mundo (lo. 17,4 ss.). jOh qué contento recibiria el Padre Eterno con el présente que su Hijo le hacia, y con grande regocijo le mandaria sentar a su mano derecha (Mc. 16,19), cumpliendo lo que habia profetizado David en un salmo: Dijo el Senor a mi Senor: Siéntate a mi mano derecha! (Ps. 109,1). Dice que se siente, para signihcar su senorio quieto y sosegado y la dignidad infinita de su persona; dice que se siente a su mano derecha... como cabeza y Senor de todos, porque a ninguno de los ângeles dijo: Siéntate a mi diestra; antes quiere que todos sean sus criados y ministros de su gobierno (Hebr. 1,13-14)». b) 917 El prenuo del Padre «Aqui tengo de ponderar cuân bien premiô el Padre Eterno a su Hijo los servicios que le hizo, ensalzando sobre todos al que se humillô mâs que todos. Por el trono de la cruz, le diô el trono de su majestad; por la corona de espinas, la corona de gloria; por la compaûia de ladrones, la compania de las jerarquias angélicas; por las ignominias y blasfemias de los judios, las honras y alabanzas de los espiritus bienaventurados ; y porque bajô hasta lo mâs profundo de la tierra, le hizo subir hasta lo mâs alto del supremo cielo (Eph. 4, 9-10), y le diô un nombre sobre todo nombre, a quien todos se arrodillen y adoren, reconociendo que Jesûs estâ en la gloria de Dios Padre (Phil. 2,9 ss.). Aprende, joh aima mia!, a humillarte por Cristo, porque sin duda seras ensalzada con Cristo, pues la fidelidad que tuvo el Padre con el Hijo unigénito tendra con sus hijos adoptivos por el amor que tiene al Hijo natural, en cuyo premio estâ encerrado el nuestro; porque, como dice el Apostol, Dios, que es rico en misericordia, por la mucha caridad con que nos amô, estando muertos por el pecado, nos hizo vivos a Cristo, por cuya gracia somos salvos, y con El nos resucitô y nos hizo asentar en los cielos con Cristo Jesûs (Eph. 2,4 ss.)». c) Afectos grandes de confianza «De aqui tengo de sacar afectos grandes de confianza, esperando de subir con Cristo a los cielos, fiado en la misericordia y caridad del Padre y en los grandes merecimientos del Hijo. Y también grandes propôsitos de no buscar otra cosa que a Cristo nuestro Seûor y su santisima voluntad, acordândome siempre de lo que dice San Pablo: Buscad las cosas de arriba, donde esta Cristo sentado a la diestra del Padre (Col. 3,1). jOh dulcisimo Jesûs!, si donde estâ mi tesoro alli estâ mi cora­ zôn, donde Vos estâis he de estar siempre, porque Vos sois mi tesoro, y fuera de Vos nada tengo por precioso. jEa, aima mia!, mira que eres peregrina y extranjera sobre la tierra; tu Padre y tu Redentor estâ ya de asiento en el cielo ; date priesa a caminar a donde U sec. autores varios, la purnte 509 estâ. Ya se han abierto las puertas del cielo, que tantos miliares de anos habian estado cerradas. Alégrate con estas nuevas, corre con ligereza de ciervo, vuela con alas de âguila, sube con el corazôn al trono de tu Senor y mora siempre junto a su celestial estrado, porque si ahora moras alli con el espiritu, después morarâs con El glorificada también con el cuerpo por todos los siglos. Amén». E) Cristo sentado a la diestra del Padre ejercita su oficio de remunerador y abogado a) Remuneraciôn a las almas que subiô consigo «Lo tercero, se ha de considerar cômo, sentado Cristo nuestro Senor a la diestra del Padre, comenzô luego a hacer su oficio, distribuyendo las sillas del cielo entre las aimas que subiô consigo. A unas puso entre los ângeles, a otras entre los arcângeles y principados y a otras entre los querubines y serafines, dando a cada una el lugar y silla conforme a sus merecimientos. En lo cual puedo discurrir, ponderando la silla que daria a los patriarcas y profetas, al glorioso San José y al gran Bautista, y también el lugar que daria a los que subieron con El glorificados en sus cuerpos. jOh qué con­ tentas estarian aquellas aimas cuando se viesen en taies tronos y entre tan gloriosa compania! jOh qué alegres estarian los ângeles cuando viesen llenas las sillas que sus companeros, por su soberbia, dejaron vacias, esperando, como dice David, en los hombres las ruinas (Ps. 109,6) y caidas de los malos ângeles! jOh cuân bien cumpliô el Padre Eterno la palabra que diô a su Hijo cuando le dijo: Porque entregô su aima a la muerte, yo le repartiré muy muchos que le sirvan, y dividira entre los fuertes sus despojos! (Is 53,12). Gôzome, joh dulce Jesûs!, de que esté a vuestro cargo repartir los despojos de vuestra gloria entre los que os sirven con fortaleza. Hacedme, Senor, fuerte en vuestro servicio para que merezcamos participar de vuestros despojos». b) CÔMO COMENZÔ A HACER SU OFICIO DE ABOGADO «También puedo considerar cômo Cristo nuestro Senor, a la diestra del Padre, comenzô luego a hacer su oficio de abogado por los hombres que quedaban en la tierra, mirândole las llagas que recibiô por redimirles y por cumplir su precepto, en el cual oficio persevera siempre. De donde sacaré grandes afectos de amor y con­ fianza acordândome de lo que dice San Pablo : Pues tenemos un gran Pontifice que penetrô en los cielos, Jésus Hijo de Dios vivo, tengamos firme la confesiôn de nuestra esperanza, no desfalleciendo en confesar lo que creemos, ni en pretender lo que esperamos (Hebr. 4,14); y especialmente cuando me viere caido en pecados, tengo de acordarme de lo que dice San Juan: Hijuelos mios, estas cosas os escribo para que 920 510 LA ASCENSION DEL SENOR no pequéis, mas si alguno pecare, sepa que tenemos delante del Padre por abogado a Jesucristo Justo, el cual es propiciaciôn por nuestros pe­ cados, y no solamente por los nuestros, sino por los de todo el mundo (i lo. 2,1-2). Y siendo tan justo como es, y habiendo hecho una redenciôn tan copiosa como la que hizo, no dejarâ de abogar por mi y aplicarme el perdôn que me ganô, y habiendo abierto para mi las puertas del cielo, no me las cerrarâ, antes me admitirâ a tener parte con El en su reino para gloria de su Padre, con quien vive y reina por todos los siglos. Amén». COLUMBA MARMION V. La Ascensiôn, gloria de Cristo y con&anza nuestra (Cf. Jesucristo en sus ntisterios, c.I6 [Editorial Litürgica Espanola, Barcelo­ na] 3.‘ ed„ p.295-314). A) a) 921 . r- Gloria de Cristo Glorificaciôn suprema «Entre las fiestas de nuestro Senor, me atreveria a decir que la Ascensiôn es en alguna manera mayor, por ser la glorificaciôn su­ prema de Jesûs. Por eso la llama la Iglesia gloriosa y ^admirable, y en todo el oficio de esta fiesta no cesa de cantar las grandezas de este misterio. Nuestro divino Salvador habia pedido al Padre le glori ficase con aquella gloria que poseia su divinidad en los resplandores eternos de los cielos (lo. 5); con la victoria de la resurrecciôn apuntaba ya la aurora de la glorificaciôn personal de Jesûs por encima de todos los cielos (Mc. 16,19)... b) SlMBOLISMO DE LA ASCENSION Esta Ascension material, tan real y maravillosa como aparece, es también slmbolo de otra ascensiôn, cuyo término final no presenciaron aùn los mismos apôstoles... Sube nuestro Senor (Eph. 4, 10) y recorre todos los cielos y coros angelicales, sin detenerse hasta llegar a la diestra del Padre. La expresiôn «diestra de Dios»... es sôlo figuraciôn. LaSagrada Escritura (Ps. 109,1; Mc. 16,19; Eph. 1, 20; 4,10; Col. 3,1) y la Iglesia (cf. Simb. de los Apost. y el Quicumque de San Atanasio) la emplean para indicar los sublimes honores y el triunfo magnifico que recibiô Cristo en el santuario de la divinidad. De igual modo cuando decimos que Jesûs estâ sentado, entendemos que ha entrado para siempre en posesiôn de SEC. 5. AUIORES VARIAS. COLUMBA MAR.M10N )11 aquel descanso etemo que le merecieron sus gloriosos combates, sin que dicho reposo excluya el ejercicio incesante de la omnipotencia que el Padre le comunica para régir, santificar y juzgar a todos los hombres. San Pablo cantô en su carta a los Efesios, en términos grandiosos, esta glorificaciôn divina de Jesûs, diciendo: Dios desplegô en la persona de Cristo la eficatia toda de su fuerza victoriosa, resutitândole de entre los muertos y colocdndole a su diestra en los cielos, sobre todo principado y potestad y virtud y domination y sobre todo nombre, por celebrado que sea, no solo en este siglo, sino también en el futuro, y puso todas las cosas bajo sus pies y le constituyô cabeza y soberano de toda la Iglesia (Eph. 1,19-22). De hoy mâs, Jesucristo es y sera para toda aima el ûnico venero de salud, de gracia, de vida, de bendiciôn; y su nombre, como dice el Apôstol, sera tan grande y tan glorioso, que toda rodilla se doblarâ al oirlo asi en el cielo como en la tierra y en los infernos..., y toda lengua publicarà que fesus vive y reina para siempre en la gloria de Dios Padre (Phil. 2,10-n). Ved, si no, como desde aquella hora bendita, «la innumerable muchedumbre de escogidos de la Jerusalén celestial, donde el Cor­ dero inmolado es la luz eterna, arroja las coronas a sus pies, postrândose ante El, y proclamândole en nutrido coro, cuyas sinfonias semejan el ruido del mar : Digno es de todo honor y de toda gloria; porque El es el principio y fin de su salvatiôn y eterna felitidad (Apoc. passim). Desde aquella hora... la Iglesia eleva desde sus templos sus sûplicas y sus alabanzas... Tû que estas sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros, pues sôlo tû eres santo, tû el ûnico Senor, el Altisimo, joh Jesucristo!, junto con el Espîritu Santo en la gloria de Dios Padre». B) 1 κ- L· V·· Motivos de glorificaciôn «Todas las razones pueden reducirse a dos principales: la pri­ mera es que Jesucristo es el Hijo mismo de Dios, y la segunda, que para rescatarnos, se abismô en la humillaciôn. a) Jésus, Hijo de Dios ' Jesûs es Dios y hombre. Como Dios llena cielos... Mas como la humanidad en Jesûs estâ unida a la persona del Verbo, de ahi que es la humanidad de un Dios, y como tal, goza de plenisimo derecho para pretender la gloria divina en medio de los resplandores eternos... Para llegar a la cumbre y ûltimo âpice de esta gloria, necesitaba Jesûs resucitado un lugar que correspondiese dignamente a su nuevo estado ; su lugar propio eran las alturas del cielo, desde donde pudiese ya irradiar en toda su amplitud su gloria y poder sobre toda la sociedad de los escogidos y remitidos. Jesûs, siendo 924 * U ASCENSION DEL SENOR 512 Hombre-Dios, Hijo de Dios e igual a su Padre, tiene derecho a sentarse a su diestra y a participar con El de la gloria divina, de la felicidad infinita, de la omnipotencia del Ser soberano. b) Récompensa de la humillaciôn de Cristo La segunda razôn de esta suprema glorificaciôn consiste en que es una recompensa de las humillaciones sufridas por Jesûs por amor de su Padre y por caridad para con nosotros, pues al entrar Cristo en este mundo, como ya llevo varias veces repetido, se entregô enteramente al divino beneplâcito del Padre y aceptô todo el programa de las humillaciones que le presentaba... Terminado el combate, suelen los principes de la tierra recompensar en medio de regocijos a los esforzados capitanes que defendieron sus prerrogativas, vencieron al enemigo y dilataron con sus conquistas los confines de su reino. Algo asi hizo en los cielos Jesu­ cristo el dia de la Ascensiôn. jCuâl no debiô ser la fiesta y regocijos de aquel dial... jQué alegria la de aquella humanidad de Jesûs al verse llamada a gustar de los esplendores, felicidad y poderio de aquella eterna exaltaciôn! Tanto mâs cuanto Jesûs, ya a punto de con­ sumar su sacrificio, pidiô a su Padre esta gloria, que habia de dilatar la gloria misma del Padre: Padre, llegada es la hora: glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique (lo. 17,1). Si, Padre mio, llegada es la hora; tu justicia estâ ya satisfecha por mi expiaciôn; séalo igualmente por los honores que reciba tu Hijo, a causa de! amor que te ha manifestado en medio de sus do­ lores... Oid ahora la respuesta del Padre: Le he glorificado y le glorificare todavia mâs (lo. 12,28). Y dice el mismo Cristo aquellas palabras proféticas dei salmista: Tii eres mi Hijo; pideme y yo te daré por herencia todas las naciones y tus dominios se extenderàn a los ùltimos confines de la tierra (Ps. 2,7-8). Siéntate a mi diestra hasta tanto que haga a tus enemigos servir de escabel a tus pies (Ps. 109,1). En las obras divinas brillan inefables armonias y un cierto sabor peculiar que hechiza a las aimas fieles. Notad aqui: idônde comenzô Jesucristo su Pasiôn? Al pie del monte de los Olivos... ^Dônde inaugurô nuestro divino Salvador las alegrias de su Ascensiôn? Jesûs, que es la Sabiduria eterna..., quiso escoger, para volar a los cielos, la misma montana que habia sido testigo de sus congojas y agonias... (jNo tiene sobrada razôn, pues, nuestra Madré la Iglesia para ensalzar y proclamar «admirable» la Ascensiôn de su divino Esposo ? · HblOREb I AKIO*. COIA'MRA MARMION C) a) >13 Nuestra ascension La Ascension, privilegio de Cristo «Este triunfo, en lo que tiene propiamente de divino, es privile­ gio exclusivo de Cristo..’. Por eso decla San Pablo: a A quién de los ângeles dijo Dios jamâs: Siéntate a mi diestra? (Hebr. 1,13). Idéntico pensamiento expresaba nuestro Senor conversando con Nicodemo: Nadie subiô al cielo, decia Jesûs, sino aquel que ha descendido del cielo, a saber, el Hijo del hombre que esta en el cielo (lo. 3,13)... iEntraremos nosotros en los cielos, o bien quedaremos excluidos de aquella morada de gloria y de bienandanza? En qué estima se ténia por ellos la dignidad humana del trabajador en la economia y en la producciôn? Para ellos nada ténia importancia fuera de la medida de la fuerza de trabajo y el modo de aplicarla con el mayor rendimiento posible a las energias de la naturaleza. Hoy, en cambio, se tiene cuidado de fomentar las relaciones humanas en la producciôn, incluso muchas veces no por motivos muy nobles o con métodos mâs teôricos que prâcticos. Pero una vez mâs se habrian evitado errores si con la sabiduria de Leôn XIII, con la prudenci^ de la Iglesia, se hubiera tornado al trabajador por lo que realmente es, hermano de Cristo y coheredero del cielo. Es triste, por lo tanto, ver cômo hoy algunos catôlicos rehuyen de introducir en las empresas las admirables riquezas del humanismo cristiano y lo sustituyen con una forma esfumada de humanismo, separado de la fe cristiana. Ellos confunden asi la riqueza con la pobreza, lo auténtico con los sustitutivos». h) La ordenaciôn de la vida al fin ultimo contribuye también 952 A LA PROSPERIDAD EXTERIOR, COSA QUE HOY, PESE A LAS APARIENCIAS, NO SE CONSIGUE «Fmajmente, el autor de la Rerum novarum estaba, ademâs, firmemente convencido de que la ordenaciôn de la vida al fin ùltimo, el cielo, y, por consiguiente, la prâctica de la vida cristiana, dondequiera que ella existe y se mantiene verdaderamente tai, «contribuye también por si misma a la prosperidad exterior». /Por qué motivo? Porque ella conduce a aquellas virtudes que preservan al hombre de la estima excesiva de las cosas de este mundo, y especialmente a aquellos que disfrutan de bienes de fortuna y confieren seguridad en aquellos que justamente se llamô «aurea mediocritas»: la âurea moderaciôn. De ese modo, la justa medida, la verdadera armonia y Ia genuina estabilidad favorecen el progreso de la sociedad humana, progreso conforme con la naturaleza y por lo mismo acepto a Dios. Hoy dia la producciôn y el consumo de los bienes econômicos se efecWan en una sociedad que no sabe dar al progreso ni medida, ni armonfa. ni estabilidad. Esa es la fuente de donde derivan—acaso incluso en mayor grado que de las circunstancias exteriores de nuestro tiempo—aquel sentimiento de incertidumbre, aquella falta de seguridad que se nota en la eco­ nomia modema, incertidumbre que ni siquiera las esperanzas de) futuro pueden hacer mâs tolerable. En vano se alegarlan en contra las posibilidades de la técnica y de la organizaciôn, que hacen brillar la promesa de producir siempre mâs y a menor coste: la previsiôn de un futuro tenor de vida siempre en aumento: la cantidad de necesidades materiales, que los hombres pueden todavia acrecentar en el mundo entero. En vano hemos dicho: porque, a) contrario, cuanto mâs exclusive e incesantemente se refuerza la tendencia al consumo, tanto mâs cesa la economia de tener por objeto al hombre real y normal, al hombre que ordena y ajusta las exigendas de la vida terrena a su fin ûltimo y a la ley de Dios». 953 i) Ya que la humanidad se desvîa de la recta y justa medida DE SU SER, QUE FUÉ LA QUE TUVO PRESENTE LeÔN XIII EN SU «Rerum novarum» «Si la mâquina—segün se pinta en cuadro prometedor—estuviera destinada a disminuir cada vez mâs y, por decirlo asi, hasta el extremo el tiempo del trabajo y de la fatiga, el tiemno libre deberia también perder necesariamente su sentido natural de alivio y de descanso entre dos momentos de actividad. Este tiempo libre se convertir la en el primer elemento de la vida y en ocasiones de nuevas y muchas veces costosas necesidades, como, asimismo, en una fuente de ganancia para aquellos que las satisfacen. Quedaria asi turbada la genuina relaciôn entre la necesidad real y normal y las exi­ gendas creadas de una manera artificial. Las rentas aumentarian necesariamente, pero bien pronto no serian ya suficientes. La falta de seguridad subsistiria, porque la economia social naceria de una humanidad y supondria una humanidad desviada de la recta y justa medida de su ser. Leôn XIII tiene, en cambio, en la Rerum novarum delante de su mirada al hombre recto, que lleva una vida conforme con los principios cristianos. La técnica modema, solamente en cuanto trabaja aguijada por este hombre y en benefido suyo, efectûa un progreso armônico y duradero, dei cual inclu­ so el bienestar temporal es parte integrante. Por esto Leôn XIII en su enciclica insiste particularmente en la observanda de los dias festivos. Para él tal observanda es una serial que revela si subsisten todavia, y en qué medida, en el seno de la sociedad, el hombre recto y la verdadera ar­ monfa. El ve claro y hondo, cuando relaciona la cuestiôn obrera con el reposo festivo y la santificaciôn del domingo; precisamente el bienestar extemo del trabajador no puede esperarse de una técnica de producciôn que exige regularmente de él y de su familia el sacrificio del domingo; todavia menos puede provenir de una condiciôn de cosas en que el domingo no sea, segün Dios lo quiere, un dia de descanso y de recuperaciôn, en un clima de elevada piedad. La técnica, la economia y la sociedad manifiestan su grado de salud moral por el modo en que favorecen o contrarian la santi­ ficaciôn del domingo». SEC. 6. j) TEXTOS PONTIFICIOS 525 SÔLO EXISTE, PUES, UN SISTEMA PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS 954 humanos: mirar de NUEVO al cielo •No hay, pues, duda de que la afirmaciôn del destino trascendente del hoinbre constituye el corazôn de la doctrina de Leôn XIII sobre la cuestiôn obrera. Toca a.vosotros, queridos hijos, hacer constantemente en cada uno de los casos las aplicaciones prâcticas a que no hemos podido sino aludir brevemente. Queridos hijos, Jesûs dijo un dia que aquellos que busquen en primer lugar el reino de Dios y su justicia tendrân todo lo demâs por aôadidura (Mt. 6,33). Λ aquella parte de la humanidad que vive casi sin esperanza sobre la tierra porque ha querido desinteresarse del reino de Dios, es nece­ sario repetir con energia y con dulzura que existe, si, un sistema para resol­ ver los problemas incluso humanos: buscar de nuevo a Dios, mirar de nuevo al cielo*. SECCION VIL MISCELANEA HISTORICA Y LITER ARIA SOLO DOS HOMBRES ANTES DE CRISTO FUERON ARREBATADOS AL CIELO Segûn los Santos Padres, se otorgô este admirable favor a los dos grandes predicadores de la penitencia que ha tenido la humanidad y el pueblo hebreo, para que en los dias aciagos del anticristo vuelvan a la tierra, ganen para la causa de Dios a los hombres perseguidos y los sostengan en la fe. No fueron llevados a la etema y beatifica visiôn de Dios, sino a un lugar o estado misterioso, para venir otra vez al mundo al fin de los tiempos. Los Santos Padres apoyan este parecer en pasajes de la Sagrada Escritura: Henoc fué transportado al paraiso, para que un dia predique a los pueblos penitencia (Eccli. 44,16). He aqui que yo enviaré al projeta Elias, antes de que llegue el dia del Seûor, grande y terrible (Mt. 4,5) (véanse también Mc. 9,11 ; Mt. 17,11; Apoc. 11,3). A) A Henoc le trasladô Dios para que no viese la muerte Entre los descendientes de Adin por la linea de Set aventaja a todos el sexto, llamado Henoc. Este anduvo con Dios, esto es, agradô a Dios muy particularmente (Gen. 6,9; Eccli. 44,16; Hebr. 11,5), por lo cual el Senor le honrô con su amistad (como decia el apôstol San Judas, 14 ss.), le encomendô que anunciasc a los impios el castigo del diluvio, y debajo de esta figura, el juicio universal: Mirad que viene el Senor con miliares de sus santos a juzgar a todos los hombres v a redareuir a los malvados. Se dice asimismo de Henoc: Dios le trasladô para que no viese la muerte (Hebr. 11,5); de ahi la brévedad de su vida (trescientos cincuenta y seis anos) comparada con la de los patriarcas* (cf. Schvster-Holzammer, Historia biblica, Antiguo Testamento [Ed. Litûrgica Espanola, Barcelona 1934] p. 128-129). 957 B) 5b Elias fué transportado en un carro con caballos de fuego «Vinieron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y se pararon enfrente, y los dos siguieron, parindose a la orilla del Jordan. Coeiô entonces Elias su manto, lo doblô y golpeô con él las aguas, que se partieron de un lado y de otro, pasando los dos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado dijo SKC. 7. MISCELANHA H1ST0RICA V LITERARIA 527 Elias a Eliseo: Pideme lo que quieras que haga por ti antes que sea apart^do de ti. Y Eliseo le dijo: Que tenga yo dos partes en tu espiritu. Elias le dijo: Diflcil cosa has pedido. Si cuando yo sea arrebatado de ti me vieses, asi serâ; si no, no. Siguieron andando y hablando, y he aqui que un carro de fuego con caballos de fuego separô a uno de otro, y Elias subia al cielo en el torbellino. Eliseo miraba y clamaba: (Padre mio, padre miol jCarro de Israel y auriga suyo! Y no le viô mâs, y cogiendo sus vestidos los rasgô en dos trozos, y cogiô el manto de Elias, que éste habia dejado caer. Volviôse después, y pasândose a la orilla del Jordân recogiô el manto que Elias habia dejado caer y golpeô con él las aguas, diciendo: <>Dônde estâ ahora Yahveh, el Dios de Elias? Y en cuanto golpeô las aguas, se partieron éstas de un lado y de otro y pasô Elias» (4 Reg. 2,7-15). ♦Qué fuere esta nube y qué servicio prestô a Cristo ha sido interpretado variamente por los escritores. El Abulense (cf. Paradoxa 5 c.8 ss.) piensa que ésta fué una verdadera nube, o formada alli nuevamente o trafda de otra parte, y puesta bajo los pies de Cristo no para sostener su cuerpo y llevarlo hacia arriba (porque mâs bien era Cristo quien por virtud propia o por misterio de los ângeles la sostenia a ella junto a si), sino por cierto ornato, para que le sirviese de trono y de sede. Medina refiere ampliamente esta opiniôn..., y sin tener razôn o prueba, afirma que aquella nube no fué otra cosa que cierto resplandor que produjo el cuerpo de Jesûs cuando ya estaba mâs cercano al cielo, y cuya semejanza vemos en el cielo en la Hamada Via Lâctea... En cambio, a mi, en primer lugar, me parece que no hay por qué negar que aquélla fué verdadera nube. Porque la Escritura no dice que fué como nube o a semejanza de nube, sino que simplemente la llama nube. Luego pudiéndose entender sin ningûn inconveniente en sentido propio y verda­ dero, asi hay que exponer la Escritura. Y asi la explica abiertamente el Crisôstomo cuando dice (cf. Hom. 2 in Act.) que «esta nube* fué un simbolo del cielo, manifestativo de que subia en aquella misma senal dei divino poder, segûn aquéllos dei Salmo (Ps. 103,3): Τύ, que de la nube haces tu ca­ rro... Ademâs, no consta que esta nube descendiô hasta la tierra, como dice el Abulense, y que, puesta bajo los pies de Cristo, ascendiô, con El al modo de una silla gestatoria. Esto no tiene fundamento en la Escritura. Porque, como bien nota Cayetano, la Escritura no dice simplemente que una nube sustrajo a Cristo, sino que lo sustrajo de la vista de los que estaban mirando. Por tanto, es mâs verosimil que mientras Cristo, al subir, quiso ser visto, no se interpuso ninguna nube entre El y la tierra, porque mâs bien impediria la vista de los que miraban ; pero después que Cristo empezô a distar mâs de la tierra, con la interposiciôn de una nube se sustrajo a su vista. La nube no subiô mâs con El, ni le prestô otro servicio que apartar el cuerpo de Cristo de la mirada de los discipulos e indicar con su claridad y esplendor la majestad del que subia» (cf. Francisco SuArez, Misterios de la vida de Cristo disp.51 sec.2: BAC, t.3 p.810). .■ · IbCb.NSlO.X Uhl. ^h.SuK III A) LA TOPOGRAFIA El monte Olivete El monte Olivete se eleva al oriente de Jerusalén, separado de la ciudad por el valle del Cedrôn. El nombre le viene de los muchos olivares que en otro tiempo en él habia, especialmente en la vertiente occidental que mira a Jerusalén. Hoy es un monte sin vegetaciôn; sôlo en su base crece el olivo; rala y escasa trepa la maleza por sus laderas. De sus très cumbres, la mâs alta, la septentrional, llega a 818 metros de altitud y desde el siglo XIV se la conoce con el nombre de Viri Galilaei. La meridional, notablemente mâs baja, se llama monte del Escândalo, por haberla profanado Salomon con templos idolâtricos. La central, en la cual se ve hoy la aldehuela Cafr et-Tur, descuella unos 50 metros sobre el nivei medio de Jerusalén y unos 24 sobre el punto mâs elevado de la ciudad, unos 64 sobre la explanada dei templo, unos 130 sobre el nivel medio del valle de Josafat, 868 sobre el nivel del Mediterraneo y 1.200 sobre el del Mar Muerto. Desde el alminar de la iglesia de la Ascensiôn goza el observador la magnifica visiôn de la ciudad, contemplando, en primer término, la explanada dei templo con sus por­ ticos y mezquitas. Espléndido es el panorama que ofrece el Mar Muerto, cerrado al fondo por los montes de Abarim, en la cordillera de Moab; la campina desolada de Jericô y el valle tortuoso del Jordân* (cf. Meistermann, Guida di Terra Santa (Firenze 1925) p.289 ss.). - rtf· On 3 • ■ B) El ulmbomon > i •Segùn refiere Eusebio (cf. Vita Constantini 3,41-43), Santa Elena edifico una iglesia en el lugar donde el Salvador subiô a los cielos. En la Peregrinatio Eteria (cf. 31,1 y passim, en Geyer, Itinera 83) se le da el nombre de Ιπι^.οmon (altura). Hallâbase muy prôxima a la hermosa basilica designada con el nombre de Ecclesia in Eleona, de la que se consideraba una ampliaciôn, a la manera de les baptisteries de las catedrales italianas. Destrulda el 614 por los persas, la reedificô el obispo Modesto, pero dândole la forma de rotonda. Segùn Arculfo, que visitô los santos lugares el 685, constaba de très galerias circulares cubiertas, que envolvian un espacio abierto, en cuyo centro se veneraban las huellas de las divinas plantas. En el lado oriental habia un altar resguardado por un cobertizo. En el oc­ cidental se abrian ocho ventanales; frente a sus vidrieras ardian perpetuamente ocho lâmparas colgantes; éstas, con otra mâs fulgente que pendia en el ccntro del santuario sobre las sagradas huellas del Salvador, esparcian tal resplandor a través de las vidrieras, que de noche iluminaban, no sôlo la vertiente del monte que mira al Cedrôn, mas también la parte mâs prôxima de la ciudad. La noche de la fiesta de la Ascensiôn brillaban infinidad de luces, de suerte que parecia arder el monte en Hamas. Carlomagno enviô a fines dei siglo VIII benedictinos que atendiesen al culto. Esta iglesia fué destrulda a principles del siglo XI por el sultan Hakim. Después de la conquista de Jerusalén los cruzados reedificaron la iglesia, ilândole forma de octôgono. En el centro se alzaba un edificio, igualmente » SHC. 7. M1SCKLÀNKA HISTÔRICA Y LITERARIA 529 octogonal, con cùpula sostenida por pilares. Para atender al culto se edificô un convento, donde vivian padres agustinos. Pero en 1187 las huestes de Saladino destruyeron al recinto exterior, que ya no ha vuelto a reedificarse, conservando la cùpula para mezquita». Y la mezquita permanece en el dia • de hoy. IV. LAS HUELLAS DIVINAS Ya Eusebio (cf. Dem. Evang. 4,18: PG 22,457) habia de que en una cueva del Olivete se mostraban las huellas de los pies del Senor, y se sabe que tanto San Jeronimo como Santa Paula las besaron. Pero el testimonio antiguo mas contundente es el de San Paulino de Nola (cf. Epist. 31,4: PG 61.627), al que siguiô el de San Agustin (In. lo. tr.47,4: PL 35,1735). Posteriormente acreditan su existencia Sulpicio Severo, el ano 405 (cf. Hist. Sacr. 2,33: PL 20,148), y a partir de entonces, innumerables peregrinos de todas las épocas. Véase, por ejemplo, cômo las describe el P. Castillo en el siglo XVII (cf. El devoto peregrino [Madrid, Imprenta Real, 1656] p.195 ss.): «En medio de esta iglesia hay otra capillita también ochavada. Su capacidad no es grande. Cabrân doce o catorce personas. En medio de esta capillita estâ la piedra sobre la cual estaba Cristo Senor nuestro cuando subiô al cielo, y dejô sus divinas plantas estampadas en ella. Hoy dia no se ve mas que la una, y es la del pie izquierdo, porque la del derecho se la llevaron los tureos al templo de Salomôn, habiendo para esto cortado la piedra. La razôn que para ello dan es como de las que ellos suelen dar, dictadas de sus bârbaros desatinos... Y asi refieren una patraha, y dicen que Cristo Senor nuestro y Mahoma subieron juntos al cielo desde el monte Olivete... y que cada uno dejô senalado un pie en la piedra, y que aquel que ellos han llevado al templo 0 mezquita suya es el de Mahoma, y a nosotros nos dejaron el de Cristo... Por estas senales que dejô Cristo senaladas en la piedra, se ve y conoce claramente que cuando subiô al cielo ténia vueltas las espaldas a Jerusalén y su rostro divino y soberano miraba al occidente. Las puntas y plantas de los pies ni miran al occidente ni al norte, sino entre el occidente y norte. Es el misterio que como Hijo de Dios venia al mundo para recoger las ovejas que se habian perdido de la casa de Israel y librarias de la boca del lobo infernal y ponerlas a la diestra en su gloria. Mas ellas, ingratas a tan celestial beneficio, no quisieron oir las voces de su Pastor, por lo que les volverâ las espaldas para siempre jamâs. Y por eso en su ascensiôn vuelve su rostro al occidente, que son los gentiles... Y esto se echarâ de ver mâs claramente si consideramos que Jerusalén, respecto del monte Olivete, viene a estar al occidente, y el monte Olivete al oriente. Y asi desde el lugar que Cristo subiô al cielo, viene a quedar Jerusalén a la mano izquierda. Y asi por Jerusalén es representado el pueblo judaico, y éste viene a quedar a la mano siniestra, y el gentil a la mano diestra, representado en el monte Olivete, y que habiendo sido Jerusalén el lugar escogido, en que estuvo tanto tiempo la adoraciôn del verdadero Dios, se habia de pasar a Roma, en la cual asistiria el Sumo Pontifice, que siendo su Vicario tendria sus veces en la tierra...» Hoy, los innumerables ôsculos de los peregrinos, el contacto de los rosarios, sortijas y medallas han gastado y desfigurado bastante la llamada «planta del pie izquierdo de Jesucristo», la cual, en verdad, en el sentido de la marcha, estâ orientada de sudeste a noroeste, es decir, hacia Europa. t- LA ASCENSION DEL SENOR 53Û V. A) LA ASCENSION Y LOS SANTOS Una anécdota de Santa Gertrudis La visiôn del triunfo glorioso de Cristo figura en el haber de no pocos santos y misticos. Cuéntase en la vida de Santa Gertrudis que un dia, en la solemnidad de la Ascensiôn, y cuando ella recibia de mano dei sacerdote la Hostia santa, oyô a Jesûs, que le decia: «Heme aqui ; vengo no para decirte adiôs, sino para Uevarte conmigo a la presencia de mi Padre» (cf. Heraldo dei amor divino I.4 c.36, ci tado por Columba Marmion; cf. Jesucristo en sus misterios c.16 [Edit. Litûrg., Barcelona, 2? ed.] p.312). B) San Ignacio en el monte Olivete San Ignacio, durante su peregrinaciôn a Tierra Santa, en 1523, visité el lunes 7 de septiembre el monte de los Olivos para venerar el lugar de la Ascensiôn, pero le inspirô tanto fervor la visita, que quiso repetirla, y entonces le ocurriô el curioso incidente que se registre en su llamada Autobiografia (cf. BAC, Obras completas t.l p.228-229). Z ·’ «Y acabado esto, volviendo donde antes estaba, le vino grande deseo de tornar a visitar el monte Olivete antes que se partiese, ya que no era voluntad de Nuestro Senor que él quedase en aquellos santos lugares. En el monte Olivete estâ una piedra, de la cual subiô nuestro Senor a los cielos, y se ven aûn ahora las pisadas impresas, y esto era lo que él queria tornar a ver. Y asi, sin decir ninguna cosa, ni tornar guia (porque los que van sin turco por guia corren grande peligro), se descabullô de los otros y se fué solo al monte Olivete. Y no lo querian dejar entrer los guardas. Les diô un cuchillo de las escribanias que llevaba; y después de haber hecho su oraciôn con harta consolaciôn, le vino deseo de ir a Betfagé, y estando allâ, se tomô a acordar que no habia bien mirado en el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho, o a qué parte el izquierdo: y tomando allâ, creo que diô las tijeras a las guardas para que le dejasen entrer. Cuando en el monasterio se supo que él era partido asi sin guia, los frailes hicieron diligendas para buscarle; y asi, descendiendo él del monte Olivete. topô con un cristiano de la cintura 1, que vivia en el monasterio, el cual con un grande bastôn y con muestras de grande enojo hacia senas de darle. Y llegando a él trabôle reciamente del brazo, y él se dejô fâcilmente llevar. Mas el buen hombre nunca le desasiô. Yendo por este camino asi asido del cristiano de la cintura, tuvo de nuestro Senor grande consolaciôn, que le pareefa que veia a Cristo sobre él siempre. Y esto, hasta que llegô al monasterio durô siempre en grande abundanda». 1 Asi se llaxnaba a los cristianos sirios que Servian en el convento de Monte Siôn, sin duda por razôn del cenidor con que ataban su veste a la cintura. suc. 7. C) miscmlanea historica y literaria 331 La vision de la Madre Agreda •Para celebrer este dia tan festivo y misterioso eligiô Cristo, nuestro bien, por especiales testigos, las ciento veinte personas, a quienes juntô y hallô en el Cenâculo, que eran Maria Santisima y los once apôstoles, los setenta y dos discioulos, Marla Magdalena, Marta y Lâzaro, hermano de las dos, y las otras Marias y algunos fieles, hombres y mujeres, hasta cumplir el nûmero sobredicho. Con esta pequena grey saliô del Cenâculo nuestro divino pastor Jesûs, l'.evândolos a todos dzlante por las calles de Jerusalén, y a su lado a la beatisima Midre. Y luego los aoôstoles y todos los demâs por su orden caminaron hacia Betania, que distaba menos de media légua a la falda del monte O’ivete. La compania de los ângeles y santos que salieron del limbo y pur­ gatorio seguia al Triunfador victorioso con nuevos cânticos de alabanza, aunque de su vista sôlo gozaba Maria Santisima... Con la seguridad que les previno el poder del mismo Senor, caminaron todos hasta subir a lo mâs alto del monte Olivete, y llegando al lugar deternainado se formaron très coros, uno de ângeles, otro de los santos, y el tercero de los apôstoles y fieles, que se dividieron en dos alas, y Cristo nuestro Salvador hacia cabeza. Luego la prudentisima Madre se postrô a los pies de su Hijo, y le adoré oor verdadero Dios y Reparador dei mundo, con admirable culto y humildad, y le pidiô su ûltima bendiciôn. Y todos los demâs fieles que alli estaban, a imitaciôn de su gran Reina, hicieron lo mismo: y con grandes sollozos y suspiros preguntaron al Senor si en aquel tiemoo habia de restaurer el reino de Israel. Su Majestad les respondiô que aquel secreto era de su Eterno Padre, y no les convenia saberlo, y que por entonces era necesario y conveniente que en recibiendo al Espiritu Santo predicasen en Jerusalén, en Samaria y en todo el mundo los misterios de la redenciôn humana. Despedido su Divina Majestad de aquella santa y feliz congregaciôn de fieles con semblante apacible y majestuoso, juntô las manos, y en su propia virtud se comenzô a levantar del suelo. dejando en él las senales o vestigios de sus sagradas plantas. Y con un suavisimo movimiento se fué encaminando por la regiôn del aire, llevando tras de si los ojos y el corazôn de aquellos hijos primogénitos, que entre suspiros y lâgrimas le seguian con el afecto. Y como al movimiento del primer môvil se mueven también los cielos inferiores que comprende su dilatada esfera, asi nuestro Salvador Jesûs llevô tras de si mismo los coros celestiales de ângeles y santos Padres, y los demâs que le acompanaban glorificados, unos en cuerpo y aima, otros en solas las aimas; y todos juntos y ordenados subieron, y se levantaron de 'a tierra, acompaôando y siguiendo a su Rey, Capitân y Cabeza» (cf. Sor Maria de Agreda, Mlstica ciudad de Dios [Barcelona, Gili, 1911J p.769-772). VI. JO Y A DE LA LITERATURA NACIONAL Se ha lanzado la hipôtesis de que Fr. Luis de Leôn compuso su famosa oda en la festividad de la Ascensiôn de 1572. poco después de su arresto el 26 de marzo, cuando abrigaba la esperanza de un triunfo inmediato de su causa. Llobera créé que no puede ser anterior a 1578. Desde luego, es de 532 LA ASCENSION DEL SE&OR a la mejor época de Fr. Luis. «No tiene mâs que cinco estrofas—dice Arjona—, pero éstas bastarian para dar a Leôn la corona de la Urica moderna. Toda ella es belleza y grandeza». «Soberbia oda», la llama Vossler. Parece imprescindible insertar aqui la inmortal poesla (cf. BAC, Obras cjmpletas castellanas, 2.* ed. p.1460-1461). «jY dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto; y tù, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro? Los antes bienhadados y los agora tristes y afligidos, a tus pechos criados, de ti desposeidos, J a do convertirân ya sus sentidos? J Qué mirarân los ojos que vieron de tu rostro la hermosura que no les sea enojos? Quien oyô tu dulzura, ^qué no tendra por sordo y desventura? Aqueste mar turbado, Cquién le pondra ya freno? JQuién concierto al viento fiero, airado? Estando tu encubierto, jqué norte guiarâ la nave al puerto? |Ayl, nube envidiosa, aun deste breve gozo, J qué te aquejas ? J Do vuelas presurosa? jCuân rica tü te alejas! jCuânpobres y cuân ciegos, jayl, nos dejas!» SECCION Vlll. GUIONES HOMILETICOS S INO PSI S DE LOS G UJONES HOMILETICOS Tenia litilrgico: La fiesta de la Ascensiôn (i). La Ascensiôn del Sefior: La Ascensiôn, gloria de Jesucristo (2). Alegria de la Ascensiôn (5). Ascensiôn y juicio final (9). Lecciones de la Ascensiôn: «Os conviene que Yo me vaya» (3). ♦Yo estoy con vosotros» (7). Cristo, nuestro Pontifice en el cielo (4). Lecciones de la Ascensiôn (10 y 11). El seguimiento de Cristo: Como seguir a Cristo (6). Dureza e incredulidad (8). SERIE I: LITURGICOS La fiesta de la Ascensiôn 966 I. La Ascensiôn, fiesta de alegria. • A. Los discipulos volvieron a Jerusalén, después que Cris­ to subiô a los cielos, «llenos de una gran alegria» (Le. 24, 52). En estas palabras estâ senalada una de las caracteristicas de la fiesta de la Ascensiôn. B. Las despedidas suelen ser tristes. También esta despedida de Cristo parece envuelta por una suave y tierna melancolia, que nuestro Fr. Luis de Leon ha expresado bellamente en su célébré oda a la Ascensiôn: «Y dejas, Pastor santo»... C. Pero, por encima de todo, la Ascensiôn es fiesta de ale- ·-. -I >£· ? · LA ASCENSION DEL SENOR b gria sana, llena de optimismo; de la mejor y mâs plena de las alegrias, porque brota del triunfo de Cristo vic­ torioso sobre el demonio, el mundo y la carne, y de nuestro triunfo sobre éstos en El y con El. triunfo de Cristo. San Leon Magno nos explica como el triunfo de Cristo fué causa de que los apôstoles y primeros discipulos celebrasen con alegria la subida de Cristo a los cielos: «En realidad, grande e indecible motivo tenian para regocijarse, porque a la vista de aquella santa multitud la naturaleza humana se elevaba por encima de la dig­ nidad de todas las criaturas celestiales, para sobrepasar a los coros angelicos y subir por encima de las mismas eminendas de los arcângeles, sin detenerse un paso en su ascensiôn sublime, hasta llegar a la sede del Padre Etemo y asociarse en su trono a la gloria de Aquel a cuya naturaleza estaba unida ya en el Hijo» (cf. Pfo Parsch, «El aùo litûrgico», t.3 p.148). B. En este dia Cristo es coronado como rey de reyes y queda sentado a la derecha de Dios Padre, participando en cuanto hombre en el gobiemo real dei universo. Hoy es el dia en que se realizan las palabras del apôstol San Pablo a los de Filipos: «Se humillô a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, y por eso Dios le exaltô y le diô un nombre que supera a todo nombre, para que ante El se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infiemo» (Phil. 2,8-10). Hoy, por tanto, podemos cantar como nunca las pala­ bras del «Gloria»: «Tû solo santo, Tû solo Senor, Tû solo Altîsimo, joh Jesucristo!» 96« III. Nuestro triunfo. A. Lo expresa también el papa San Leon cuando dice: ♦Como la Ascensiôn de Cristo es nuestra elevaciôn y el cuerpo espera también el dia de ir en pos de su glo­ riosa Cabeza; exultemos, amadisimos, con santa alegria, desbordemos piadosamente nuestro agradecimiento. Por­ que hoy no solamente nos ha sido asegurada la posesiôn del paraiso, sino que ademâs hemos penetrado, en la persona de Cristo, en lo mâs alto de los cielos. Habiendo adquirido por la gracia inefable de Jesucristo dere­ chos mâs amplios que los que habiamos perdido por la envidia del demonio. Pues aquellos a quienes el ve­ nenoso enemigo habia despojado de la felicidad de su primera morada, el Hijo de Dios, incorporândolos consigo, los ha colocado a la diestra del Padre, con el cual i-zt 3Æ· SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 535 vive y reina en unidad del Espiritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Asi sea» (cf. Pfo Parsch, ♦El ano litûrgico», t.3 p.148). B. Cristo en la ultima cena habia dicho a los apôstoles: «Voy a prepararos lugar». La entrada de Jesucristo en los cielos es prenda segura de que un dia entraremos alli también nosotros. El es la Cabeza y nosotros los miembros. Si El estâ en los cielos, donde estâ la Cabeza deben estar los miembros. Alli, pues, estaremos un dia. Por tanto, en esperanza hoy hemos penetrado en los cielos. C. Podemos decir ademâs que hemos triunfado con Cristo porque «penetrô El en los cielos para presentarse constantemente por nosotros ante el trono del Senor» (Hebr. 9, 24). Vive «para intercéder por nosotros» (Hebr. 7,25). «Si pecamos, tenemos alli un abogado» (1 lo. 2,1). D. Finalmente, hemos triunfado con Cristo, porque des­ pués de la Ascensiôn recibimos al Espiritu Santo. Hasta que Cristo no fué glorificado no se nos podia dar, segùn los planes de Dios, el Espiritu Consolador. Podemos decir, por tanto, que la Ascensiôn nos alienta en los momentos de lucha o adversidad, cuando el deber es duro y dificil, porque «no hay proporciôn entre los sufrimientos de aqui abajo y la gloria futura que nos estâ reservada». E. La Ascensiôn nos ensena, ademâs, a trabajar y a vivir con el corazôn puesto en Dios. «Debemos trabajar, pero observando esta régla: que trabajemos como trabajan los ângeles, que ejercen fielmente el ministerio de nues­ tra guarda, los cuales de tal manera nos asisten y estân de continuo a nuestro lado, que aun entonces tienen fija la vista en el paraiso, extasiados en la contemplaciôn dei rostro adorable del Padre Eterno, «in quem desiderant Angeli prospicere» (cf. Schuster, «Liber Sa­ cramentorum», t.4 p.164). F. La Ascension, por fin, nos habia de nuestra obligaciôn de prescindir de la concupiscencia de nuestra ignoran­ da para vivir conformes a la santidad de Cristo, que nos Uamô. «Hemos de saber, hermanos, que con Cristo no sube la soberbia, ni la avaricia, ni la lujuria; ninguno de nuestros vicios puede subir con nuestro médico. Por tanto, si queremos subir en pos del Médico debemos renunciar a los vicios y pecados. Porque todos nos oprimen como cadenas y se empeôan en atamos con las amarras de los pecados, y, por los mismo, con la ayuda de Dios, y segun el consejo del salmista, «rompa- •Z- E *·?·"* J P? •te 536 LA ASCENSION DEL 3E.NO K mos las ligaduras», para que asi podamos decirle ccnfiados al Seôor: «Tû has roto mis cadenas y yo te ofreceré por ello una hostia de alabanza» (cf. San Agustîn, lect. del 2.° nocturno del dom. infraoctava). SERIES II Y III: SOBRE LA EPISTOLA Y EL EVANGELIO La Ascension, gloria de Jesucristo I. Misterio Jinal. La Ascensiôn es el ùltimo misterio de la vida visible del Salvador y, al mismo tiempo, la corona de todos estos misterios, sobre los que proyecta una luz defini­ tiva. Es un misterio glorioso para Jesucristo y lleno de ensenanzas para nosotros. B. En el présente guiôn considérâmes la Ascension del Senor en si misma, es decir, en lo que représenta para Jesucristo. 970 II. Termina singular y ûnico. Nunca se oyô de un hombre que al salir de este mundo se elevase por los aires, penetrando en las alturas de los cielos. Los poetas apenas se han atrevido a inventar en sus ficciones lo que en realidad ocurriô con toda la sencillez de su objetividad historica en Jesûs Nazareno. La partida de todos los hombres de este mundo es distinta. En vez de subir, bajan. Los poderosos, los sabios, los gobernantes, lo mismo que los mâs humildes, bajan al sepulcro. a) Al sepulcro que encierra su cuerpo, todos. b) Al sepulcro que borra su recuerdo de entre los hombres, de ordinario. c) Al sepulcro etemo de su condenaciôn, seguramente no pocos. Solamente Jesucristo termina su paso sobre la tierra con el triunfo inaudito de su Ascensiôn. 971 III. Misterio anunciado por los projetas. Los Salmos anuncian la gloria de Dios, que se eleva en el gozo del que sube al sonido de la trompeta (Ps. 46). a) «Al Seflor le plugo habitar en el monte. El Senor fijô allî su mansiôn para siempre. Millones de espfritus celestiales ro- WhC. b. GUIONBS HUMU.ÉTICOS 537 « dean su carro y le cercan lanzando gritos de gozo. El Seüor estd en medio de ellos con la gloria y la santidad que brilla en el Sinai (Ps. 67). b) San Pablo, citando palabras del salmo anterior, nos dird; «Subiô a lo mds alto de los cielos, llevdndose cautiva a la cautividad, enviando sus dones a los hombres» (Eph. 4,8). B. Figuras de la Ascensiôn aparecen en el Antiguo Tes­ tamento. a) Henoch. Agradô a Dios y fué transportado al paraiso (Eccli. 44» 16). b) Una figura mds admirable todavia es Elias, arrebatado por un carro con dos caballos de fuego y subiendo a los cielos en un torbellino (4 Reg. 2,12). IV. Admirable en el modo. Lo que se aparece a los ojos de los apôstoles. Es ad­ mirable la Ascensiôn del Senor en las circunstancias visibles con que se realiza. Todas ellas contribuyen a la gloria de Jesucristo. En presencia de toda la muchedumbre. De los cuales la inmensa mayoria, exceptuando a Maria Santisima y alguno de los apôstoles y mujeres, habian abandonado a Jesûs en el monte de su ignominia el Viernes Santo. b) Pronunciando palabras que afirman categôricamente su poder universal. c) Bendiciendo a todos e indicando con ello que es real la grandeza de su reinado. d) Recibido gloriosamente por una nube, como en un trono. Apareciendo los dngeles, que han estado pendientes de su vida y de sus caminos de un modo invisible, pero que en este mo­ mento aparecen a los apôstoles como mandatarios y cortesanos del Rey. Lo que ocurre tras la nube. No es la principal gloria de Cristo la que aparece a los habitantes de la tierra; la verdadera y plena glorificaciôn de su humanidad ocu­ rre mâs alla de la nube. Los ojos de los apôstoles podian seguirle mientras estaba patente a sus miradas. Cuando desapareciô, como nosotros hoy, aunque no lo contemplaban con los ojos de la cara, le seguian en su camino hasta la diestra del Padre con la mirada de la fe. Su acompanamiento. Con Jesucristo van todos los justos, a los que ha librado dei seno de Abrahdn y los lleva al cielo. b) Le acompanan ademds los dngeles. En el Antiguo Testamento aparecen descritos los sentimientos y exclamationes de los espiritus celestiales al ver avanzar la humanidad de Jesucristo, su Rey, con una gloria y esplendor superior al de ellos. Los dngeles van clamando: «Abrid joh principes! vuestros puertas irv entrard el Rey de la gloria». Y alternando unos coros con a) LA ASCENSION DEL SENOR otros de los dngeles se preguntan: tjQuién es este Rey de la gloria?» (Ps. 23). c) Y todos los dngeles se postran en adoraciôn ante su Rey. Es bella la descripciôn de San Juan: *Yo miraba y oia en derredor del trono y de los animales y de los ancianos la voz de muchos dngeles. Su mimera de miliares de miles, diciendo con voz fuerte: El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la divinidad... Honor, gloria y poder por los siglos de los siglos al que estd sentado sobre el trono y al Cor· . dero» (Apoc. 5,11). d) Le siguen los corazones de sus discipulos y de todos los amigos de Jesûs que en el decurso de los tiempos vivirdn en espîritu i. 2. 3. Los que dicen con San Pablo: ««iQuién nos séparera de la caridad de Jesucristo?» (Rom. 8,35). Ellos permanecen unidos a Cristo con el pensamiento, con el amor, con la palabre, con los anhelos. Jesucristo vive ya no solamente en el cielo, sino que vive también en el cielo del corazôn de sus hijos. Estos dicen con San Pablo: «Yo vivo; pero no yo, sino Jesu­ cristo vive en ml» (Gai. 2,20). La conversaciôn de ellos estaré en el cielo (Phil. 3,20). V. Admirable en sus efectos. Considérâmes aqui los efectos de la Ascensiôn para el propio Jesucristo. Ademâs de la gloria accidental que el hecho mismo de la Ascensiôn supone para El, por este misterio: Jesucristo se sienta a la diestra del Padre, «a la diestra de la majestad en las alturas» (Hebr. 1,3). Lo cual significa. Que toma posesiôn de la gloria, del honor y del poder que le corresponden a El, «Senor de la gloria» (1 Cor. 2,8). b) Hoy se le da al Hombre Jesûs participaciôn en el poder real de Dios. La soberana facultad de poder disponer de todos los bienes y riquezas de Dios y la absoluta autoridad sobre todos los seres y criaturas dei universo. Hoy es nombrado juez de vivos y difuntos. d) Hoy es constituido espîritu vivificante (1 Cor. 15,45). Es de­ cir, desde este momento actûa en la plenitud de su intensidad sobre la Iglesia, llendndolo todo, enviando sus dones a* los hom­ bres (Eph. 4,8-10). a) La Ascensiôn con relaciôn a la vida pasada es a) El término de los trabajos. El camino recorrido por Jesucristo ha estado lleno de abrojos; sintiô angustia y tristeza de muerte de abrazarse a la cruz, al contemplarla en el huerto de los Olivos, pero el gozo futuro que de esa misma cruz brotaria le hizo abrazarse a ella. Es decir, el misterio glorioso de la As­ censiôn, por los frutos que répertoria para todos los hombres U I ' h- LJ SEC. 8. GUIONES HOMILÉTICOS 539 y para la misma humanidad de Jesucristo, iluminô los misterios de dolor. b) Garantia de su misiôn. El ha venido como un enviado de Dios; su reino no es de este mundo; al subir glorioso al cielo, indica el lugar de donde vino y al que ahora vuelve, como lugar de origen, y donde debe tomar posesiôn del reino y del lugar que corresponde a su cuerpo glorioso. Confirmaciôn de su doctrina. El Maestro anuntiô una verdad escandalosa a los oldos dei mundo: *El que se humilia, sera ensalzado» (Le. 14,11), «Los ùltimos serdn losprimeras» (Mt. 20, 16). En ningùn caso tendrdn confirmaciôn mds patente estas palabras que en la Ascensiôn de Jesucristo. El realizô los actos de mds profunda humildad y El es, de modo singularisimo, exaltado. Este resumen de camino de humillaciôn, de ca­ mino de gloria, nos lo da perfectamente San Pablo en las pala­ bras a los Filipenses: »Antes se anonadô, tornando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condition dehombre» (Phil. 2,7). «Os conviene que yo me vaya» I. Cristo siempre présente entre nosotros. 97-1 Por el misterio de su Ascensiôn gloriosa es évidente que Cristo déjà de estar présente en la tierra de modo natural. Sin embargo, continûa corporalmente entre nosotros por la presencia sacramental de la Eucaristia. También permanece siempre junto a nosotros su divi­ nidad. a) El mismo Cristo, segùn el texto de San Mateo, conforta a los que presentian su Ascensiôn con estas palabras: «He aqui que yo estoy con vosotros hasta la consumatiôn de los siglos» (28,20). b) De aqui la bella expresiôn de San Leôn Papa: *El que sube a los cielos no abandona en modo alguno a los que adoptô» (cf. Serm. 72 c.3: PL 38,986). II. Convenienda de la Ascensiôn. Por la Ascensiôn, Cristo se va dei mundo; a primera vista, esta marcha no parece muy conveniente a los hombres. Sin embargo, el mismo Jesûs nos dice que la Ascensiôn, por la que corporalmente se aparta de nosotros, nos es mâs conveniente que su misma presen­ cia natural sobre la tierra 075 LA ASCENSIÔN DEL SENOR 540 B. 976 Los frutos que se siguen de la Ascension dan testimonio claro de la verdad que las palabras de Cristo encierran. Estos frutos pueden considerarse principalmente en la contribuciôn de la Ascensiôn al au'mento y desarrollo de las virtudes teologales. ΠΙ. La Ascension de Cristo aumenta la fe. La fe versa acerca de las cosas que no se vên. «Bienaventurados los que sin ver creyeron» (lo. 20,29). Mayor mérito tiene quien créé en Jesûs reinando en el cielo que Tomâs, a quien le fué necesaria su presencia cor­ poral para creer. El hecho de la Ascensiôn gloriosa al cielo es la contes­ tation de Cristo al reto de aquellos que el Vi ernes Santo le decian que descendiese de la cruz. Mâs sorprendente es esta subida que aquella bajada que pedian. El mismo Cristo apela al hecho de la Ascensiôn como comprobaciôn de que las palabras suyas sobre la promesa de la Eucaristia, aunque llenas de sorprendente misterio, son verdaderas. Cuando todos huyen incré­ dules, dice que aquel misterio serâ recibido sin dificultad cuando contemplen con sus ojos el hecho admira­ ble de la /Ascension (lo. 6,63). La fuerza probativa de una Ascensiôn gloriosa la confirman a) Los paganos, que quieren difundir la especie de que Rômulo ascend ιό al cielo, a fin de tributarie mds fdeilmente honores divinos. b) Los creyentes, como Simôn Mago, que pretende enganar al pueblo y respalda sus falsas predicaciones elevdndose aparentemente a la vista de su auditorio. IV. Robustece la esperanza. A. * Cristo nos habia prometido: «Voy allâ a prepararos un lugar. Y, una vez ido y preparado el lugar, volveré de nuevo y os Uevaré conmigo para que estéis bien vosotros alli donde Yo estoy» (lo. 14,3 ss.). Esta esperanza tiene su raiz mâs sôlida en la doctrina del Cuerpo mistico. En Cristo y con Cristo, nuestra cabeza, »hemos sido resucitados también nosotros y hemos sido sentados con El en el cielo· (Eph. 2,6). Hoy ya somos therederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rom. 8,17). b) Porque somos cuerpo de Cristo, cada uno un miembro dis­ tinto (1 Cor. 12,27). Y nadie odia su propia carne, sino que la sustenta y la cuida. Y asi hace Cri to con su Iglesia, qye es SEC. 8. c) I 541 GUIGNES HO.MU.ETICOS Ahora bien, los miembros y el cuerpo siguen siempre a la cabeza. Luego también nosotros poseemos desde hoy mismo en Cristo, en la Cabeza, las riquezas y la gloria de la exaltaciôn al cielo. V. Enciende la caridad. Porque la Ascensiôn ha colocado a Cristo en el cielo. Ahora bien, como Cristo es el tesoro de nuestros cora­ zones, éstos desde hoy son particularmente atraidos al cielo (Mt. 6,21). Por lo cual los discipulos que no pudieron seguir a Cristo con su propio cuerpo le siguieron con los deseos ardientes del corazôn y con la mirada fija en aquella nube bienaventurada que les habia arrebatado la presencia del Senor. b) Para siempre quedô esta aiïoranza en el corazôn de los dis­ cipulos, y cuenta la tradiciôn que Pedro, al ser preguntado por la causa de su continuo lianto, contestô: oDesiderio Domini*. Por el deseo de estar con el Sefior. Es el «cupio dissolvi et esse cum Christo* de San Pablo. a) B. C. El Apôstol, considerando consecuencia lôgica para el cristiano este vivir pendiente del cielo, donde estâ Cristo, nos dice: «Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde estâ Cristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col. 3,1-2). Uno de los principales motivos por que la Ascension causa en nosotros aumento de caridad, lo encontramos en la relaciôn que el propio Cristo ha establecido entre su ida al cielo y el envio del Espiritu Santo. Hasta el punto de afirmar que su Ascensiôn es conveniente, porque de lo contrario no puede venir el Espiritu Santo. Es decir, al desaparecer corporalmente Cristo de entre nosotros, se abre el camino para que la Trinidad espiri­ tualmente se nos comunique con plenitud enviando al Amor sustancial el dia de Pentecostés (cf. «Summa Theologica», 3 q.57 a.i ad 3). Cristo, nuestro Pontifice, en el cielo I. Sacerdote eternamente. El sacerdocio de Cristo comienza en el momento mismo de la encamaciôn. Esta parece la interpretaciôn mâs acomodada a la Sagrada Escritura (cf. Hebr. 10,5-10). • * A ; a I LA ASCKNSÏÔN DEL SENOR 542 Pero lo que tuvo principio ya no tendrâ fin, porque Cristo es sacerdote para toda la etemidad. a) El hecho de esta perpetuidad lo declara repetidamente San Pablo (cf. Hebr. 6,20; 7,24). Y ya estaba profetizado en el Antiguo Testamento. b) Indiscutiblemente, tal etemidad se extiende, por lo menos, hasta la consumaciôn de los siglos. Los autores que restringen la duraciôn del sacerdocio de Cristo hasta el fin dei mutulo lo relacionan solamente con la celebration del sacrificio eucaristico, en el cual Jesucristo es el principal oferente. c) Pero, nuis aûn, el sacerdocio de Cristo es etemo en sentido estricto. Permanece por toda la etemidad. B. Eterna es a) Su dignidad sacerdotal. La ralz y fundamento del sacerdocio de Cristo, 0, como dicen los teôlogos, la causa formai—o cuasi formai—del mismo es la union hipostdtica. Ella es la que constituée sacerdote a Cristo. Ahora bien, la unidn hipostdtica es de fe que permanece etemamente. b) La actiôn sacerdotal de Cristo. Al menos en el sentido de que Jesûs etemamente aprueba la inmolaciôn cruenta hecha una vez en el sacrificio de la cruz. Y asi etemamente esta ofreciendo a Dios el sacrificio de adoratiôn y action de gracias. c) La hostia que fué inmolada en la cruz. Por la cual alli perpetuamente estard présente la sagrada humanidad de Cristo con las cicatrices de sus llagas. San Juan nos dice en el Apocalipsis (5,6): «K vi al Cordero de pie como inmolado*. Une el apôstol el doble aspecto, inmolaciôn y vida de Cristo, ante el Padre. d) La virtud y fruto de su sacerdocio y de su sacrificio. 1. El fin dei sacrificio de Cristo no fué conseguir bienes temporales, sino etemos. Por lo que dice San Pablo: «Cristo fué constituido Pontifice de los bienes futuros* (Hebr. 9,11). 2. La muerte de Cristo no se repetirâ etemamente, pero los frutos de su muerte duran por toda la etemidad. Por lo que dice San Juan, que «la luz que ilumina la ciudad de los santos es el Cordero; aquel Cordero que estâ como inmolado» (Apoc. 21,23). 9XO IL Nuestro abogado en el cielo. El sacerdocio que Cristo continua ejerciendo en el cielo es lo que llena de alegria el aima de los fieles en el misterio de su Ascensiôn. B. Es nuestro abogado en el cielo. A. a) Lo dice San Juan para ofrecer el mejor motivo de consuelo al pecador: «Si alguno peca, tenemos junto al Padre un Abo­ gado, Jesucristo» (1 lo. 2,1). b) Y San Pablo: «Cristo entré en el cielo para comparecer en la presencia de Dios en favor nuestro* (Hebr 9,24) SEC. 8. C. GUIONE3 543 HOMILETICOS Como en la cruz en el cielo. a) En la cruz ofreciô su pasiôn y su muerte interponiéndose como abogado nuestro ante el Padre. Ahora también en el cielo se présenta como abogado ante el Padre, y su mera presencia es una oraciôn interpretativa. b) Mds atin: no sôlo en sentido interpretativo, sino en sentido propio actualmente ora en el cielo por nosotros. 2. c) D. Por tanto, en la cruz pidiô al Padre por quienes le crucificaban, pero ésta era una oraciôn de siervo a Serior, con sùplica, con temor y con Idgrimas. En el cielo pide la justicia divina como Hijo, con confianza, ya libre y glorioso. Confianza y gozo. Porque mediante la Ascensiôn ha llegado al cielo ante un Padre juez un abogado que es hermano nuestro y que todo lo puede conseguir en el tribunal donde nos représenta. 981 Cristo al llegar al cielo, como Dios y Senor de todo, nos envia los divinos dones. Asi lo habia anunciado. Pronuncia palabras de consuelo para aliviar la pena de los discipulos, al saber que el Maestro habia de irse: 'Os digo la verdad, os conviene que me vaya. Porque si no me fuere, el abogado no vendra a vosotros; pero si me fuere os lo enviaré* (lo. 16,7). b) Y San Pablo: «Subiendo a las alturas, lleva cautiva la cautividad, repartiô dones a los hombres..., subiô sobre todos los cielos para llenarlo todot (Eph. 4,8-10). a) B. r Lo dice San Pablo: «Cristo Jesûs, el que muriô, aùn mâs, el que resucitô, el que estâ a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros» (Rom. 8,24). Los Padres aftrman que Cristo en el cielo exige del Padre que atienda a los derechos que le présenta, ya que, en atenciôn a las promesas hechas por el propio Padre, Cristo ha merecido condignamente para los hom­ bres la gracia y la gloria. III. Dispensador de los dones. A. • > Cristo, por tanto, en el cielo, aunque no sea causa meritoria, si lo es eficaz y prâctica de nuestra salud y reparte de hecho los dones conseguidos por sus méritos de redentor. El principal don, resumen de todos los demds, que enviô poco después de su Ascensiôn, fué el Espiritu Santo. b) José demostrô a su anciano padre Jacob que él dominaba en todo Egipto cuando enviô asnos cargados de trigo y abundantes dones y riquezas. Al verlos exclamé Jacob (Gen. 45,28): *Basta, mi hijo vive todavia; iré y le veré antes de morin. Nosotros, por los dones que nos envia Jesucristo desde el cielo, debemos prorrumpir en estos mismos deseos de ir a verlo. Precisamente los apôstoles, al recibir el gran don del Espiritu 9 • - LA ASCENSION DEL SfcflOR Santo, que Jesûs les enviaba del cielo, se pusieron en movimiento el dîa de Pentecostes y quedaron iluminados para stem· pre todos los caminos de ellos, para no buscar otro reino de Cristo sino el autêntico y espiritual. Alegria de la Ascension 982 I. Un hecho real. El evangelists San Lucas dice que los apôstoles se retiraron del monte de la Ascensiôn llenos de alegria. Parece, a primera vista, que es extrano semejante sentimiento de gozo; mâs natural seria que el misterio, que, anunciado por Cristo, llenô sus corazones de tristeza, hoy les dejara, al realizarse, un vacio lleno de desconsuelo. B. San Leôn Papa, no obstante, dice que en la présente fiesta debemos exultar de gozo y alegrarnos con piadosa acciôn de gracias (cf. *Serm.» i, sobre la fiesta de la Ascension). Y la misma liturgia se llena de los mâs gozosos sentimientos, resumidos en el prefacio de la misa, diciéndonos que al subir Cristo a los cielos derramô una nube de gozos sobre el orbe, y el mundo entero se alegra. A. • V. 11. Gozo de la Ascensiôn por lo que représenta para Jesucristo. En el tribunal de los hombres Cristo ha sido condenado. Con ello despreciaban los hombres el poder y los atributos divinos que para si Jesûs habia reclamado. La pregunta de Pilato (lo. 18,37): »iLuego tû eres rey?», seguida de pena de muerte, indica el desprecio por parte de la autoridad. El mismo pueblo que en la plaza pide su muerte porque no quiere reconocer otra realeza que la del César, se mofarâ del Crucificado, retândole con escepticismo y proponiendo que venga Elias para hacerle descender de la cruz, ya que a él de ningûn modo le era posible. La Ascensiôn es la respuesta del poder real que hay en Jesucristo a estas preguntas de la autoridad humana y del hombre. Es mas que rey. Se manifiesta su poder en el hecho portentoso que va a realizar; en la afirmaciôn rotunda de la plenitud del poder que le compete en el cielo y en la tierra; y finalmente» sec. 8. GUÏONRS HOMILÉTICOS 545 en la comunicaciôn de estos poderes a quienes ha elegido por apôstoles. b) Mucho mds dificil es la subida triunfal de Jesucristo a los cielos qué descender de una cruz. D. Con razôn Jesucristo nuestro Senor les decia a los apôs­ toles: «Si me amaseis, ciertamente os alegrariais, porque me voy al Padre» (lo. 14,28). 111. Alegria para nosotros. A. Con Cristo subimos al cielo. a) Repetidamente lo afirma el Maestro: «Voy a mi Padre y a vuestro Padre» (lo. 20,17). «Me voy a prepararos un lugar... Vendré de nuevo a vosotros, os llevaré conmigo para que donde yo estoy estais también vosotros» (lo. 14,1-4). b) Es que, incorporada a Jesucristo, no solamente va nuestra natu­ raleza al reino de los cielos, representada en la humanidad de Jésus, sino que nosotros mismos, en cierto sentido, ya par­ ticipâmes del gozo de la Ascensiôn. De modo pleno se realizard el dîa de nuestra resurrecciôn; pero un titulo que nos dé derecho a entrar en el cielo poseemos, porque los miembros deben seguir la suerte de la Cabeza. B. Una fuente de alegria frente al origen de la tristeza. Toda la tristeza que en el mundo se ha derramado ha sido obra del pecado. La alegria se perdiô entre los hombres con el destierro del paraiso terrenal, pena del pecado de Adân y de la humanidad entera en él. Una tristeza que se consuma formai y eternamente cuando tras el pecado viene la condenaciôn del infiemo. Frente a la tristeza con que el pecado inundô el mundo brota la fuente de alegria que es la redenciôn de Jesucristo. b) Y el misterio de la Ascensiôn en la humanidad de Jesucristo realiza con plenitud los frutos positivos de la redenciôn. Estos mismos frutos con eterna glorificaciôn los comunica a los justos, que penetran, acompaüândoles, en el cielo; algunos de ellos, probablemente, hasta con sus propios cuerpos. Este misterio viene a decirnos toda la alegria que ha de triunfar frente a la tristeza. Es la gracia en la plenitud de sus efectos frente al pecado; es la glorificaciôn eterna frente a la condenaciôn. a) IV. Alegria universal. A. La presencia de Cristo en la tierra por la encarnaciôn, mâs afin por el nacimiento, mucho mâs por su manifes­ taciôn, era motivo de alegria para quienes conversaban con El, sobre todo para los discipulos y apôstoles, 11amados a su intimidad, con quienes forma el nùcleo primordial de la Iglesia que instituye. Alegria para el pueblo de Israel, que vivia esperando durante siglos la 546 LA ASCENSION del senor presencia del Salvador. Para ellos, los profetas habian hablado sobre el Mesias con las imâgenes mâs bellas y alegres: Serâ la luz. el agua, el principe de la paz, el buen Pastor. B. En la Ascension dice Jesûs una palabra que rompe la barrera donde estaba contenida la vida del Maestro: «Predicad a todas las criaturas»; y parece que después de estas palabras, a medida que se levanta y abre sus brazos derramando bendiciones, se extiende por todo el mundo la luz de su doctrina, el agua bautismal de su gracia, la suave ley de sû amor, y que sus brazos de Pastor bueno se ensanchan para atraer hacia si a todas las ovejas perdidas. El misterio de la Ascensiôn alegra a todas las criaturas. 986 : vS > Ü.'* S Λ 'J < · " V. Verdadero sentido de esta alegria. Finalmente, el dia de la Ascensiôn comienzan los apôs­ toles a adquirir el verdadero sentido de la alegria y las fuentes de donde brota. Cumplimiento de la voluntad de Dios. a) Los discipulos reciben la amonestaciôn de los dngeles, indiedndoles que no deben quedarse absortos en la contemplaciôn de aquel misterio de gloria; deben retirarse a Jerusalén a cumplir el mandato de Cristo. Mandato que, en primer lugar, les indica que deben prepararse a recibir el Espiritu Santo, y que después se hard universal en e' ministerio de la santificaciôn, de la predicaciôn y del gobierno de la Iglesia. b) Este doble aspecto de propia santificaciôn y santificaciôn de , los demds por el cumplimiento de la voluntad de Dios, es fuente de la verdadera y perenne alegria para todos nosotros. Camino de cruz. Es otra fuente de alegria, perfectamente unida a la anterior; porque en tanto la cruz la quiere Dios, en cuanto significa el cumplimiento de su voluntad y el camino mâs corto para llegar a El. a) Los apôstoles que se van llenos de gozo hacia el Cenaculo, Uenos tamban de alegria saldrdn de la presencia de los tribunales, donde han sido cor.denados por predicar el nombre de Jesûs. b) Y esperando este gozo de una glorificaciôn semejante a la de Cristo, el apôstol San Pablo verd que se inundan de ale­ gria todos sus caminos, que parecen llenos de tribulaciones (2 Cor. 7,4). SEC 8. OUIONES HOMHÉTfICOS Cômo seguir a Cristo 1. Tras el Maestro. A. B. 987 Jesucristo vino al mundo para ensenarnos el camino que ha de seguir el hombre, a fin de encontrar de nuevo a Dios perdido por el pecado. a) En el santo Euangelio sigucn a Jesûs las turbas, los amigos, los discipulos. Especialmente, le siguen los apôstoles, invitados por el Maestro para que le queden definitivamente unidos en la misiôn de predicar la verdad a todas las gentes. Seguir los pasos de Jesucristo, he aqui el medio ünico de encontrar a Dios. b) Sin embargo, al tratarse de su Ascensiôn a los cielos, Jesucristo habia a los apôstoles diciéndoles que *a donde El va ellos no le pueden seguir» (lo. 13,33). Los mismos dngeles sorpren­ den el dia de la Ascension a los apôstoles pendientes con su mirada de la nube que oculta a Jesûs y les intiman a que se retiren y trabajen en el mundo, esperando el dia en que Jesûs recorrerd de nuevo el camino que ahora lleva. En este mo­ mento es camino glorioso, después sera venida como juez. 1 Sin embargo, siempre serâ verdad que para no andar en tinieblas hemos de seguir a Jesucristo (lo. 8,12). Enumeremos los distintos modos segün los cuales debemos seguir a este Jesûs que se va de entre nosotros con su humanidad gloriosa por el misterio de la Ascensiôn. II. Con la admiraciôn. A. B. La liturgia, en el canto de las letanias, al tratar de los misterios del Senor, aplica al de la Ascensiôn el epiteto de «admirable»: «'Admirabilem ascensionem tuam». Admirable la Ascension, porque es un hecho ùnico en la historia. Nunca se ha oido en la vida de un hombre que por su propia virtud haya ascendido gloriosamente en presencia de los demâs. a) Simon Mago recibe el castigo de su temeraria osadia dando en el suelo con su cuerpo, que pretendiô subiera a lo alto por artes de magia. b) Los mismos dngeles, segün la Escritura. quedan admirados al contemplar la Ascensiôn de Cristo: tjQuién es este que viene de Edôn con vestiduras hennosas y ensangrcntadas, avanzando con una sorprcndcnte manifestaciôn de su poder?» (Is. 63,1), y se sorprenden, segün cl Salmo, cuando son invitados a abrir las puertas del cielo para recibir en majestad al Rey de la gloria (Ps. 23,7-9). I r LA ASCENSIÔN DEL SESOR 548 9 .· III. Con el deseo. A cllo nos invita Jesucristo cuando nos dice que debemos tener el corazôn donde estâ nuestro tesoro (cf. Mt. 6,21). B. San Pablo, al contemplar a Jesucristo en el cielo, nos invita: «Si fuisteis, pues, resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde estâ Cristo sentado a la dies­ tra de Dios» (Col. 3,1). San Agustin encontraria perfectamente adaptada su felicisima expresiôn «nos hiciste para Ti y nuestro corazôn estâ inquieto hasta que descanse en Ti», aplicândola al deseo de! corazôn cristiano, sobre todo de! aima profundamente espiritual, que anhela con San Pablo estar con Jesucristo en el cielo, y para ello pasar pronto por la puerta obligada de la muerte. Hay en nosotros vida de Cristo y sangre suya, que réclama, cuando atcndcmos a sus deseos, la union definitiva con el que es nues­ tra Cabeza. 990 IV. Con el desprecio de las cosas terrenas. Jesucristo, al invitarnos para seguirle, primero en esta vida para después poder seguirle en la otra gloriosa, nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de Mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame» (Mt. 16,24). a) Es, por tanto, la primera condiciôn la negaciôn y desprecio de las cosas terrenas y de nosotros mismos para seguir a Cristo. b) Es que virtud fundamental y necesario en la lida espiritual es la de la humildad. San Pablo, al invitarnos, segûn vimos en el texto de los Colosenses, para que busquemos las cosas que son de arriba, puesto que Cristo estâ alli, lôgicamente y en paralelismo inmediato nos dice que no busquemos las cosas que son de la tierra. Por eso las almas espirituales encuentran tan natural y aceptan la expresiôn de San Ignacio que resume la impresiôn que le causa al contrastar el cielo con la tierra: «jCuânto hastia la tierra cuando se contempla el cielo!» 991 Con la esperanza y la confianza. A. B. Esperanza que nace de la promesa de Jesucristo, que nos dice que va a préparâmes un lugar (cf. lo. 14,2). Y, como si ya lo hubiéramos obtenido, San Pablo (•Eph. 2,6) nos dice que Dios nos ha hecho sentarnos en un trono celestial en Jesucristo. Porque, segûn San Leôn Magno, donde estâ reinando SIX. 8. GUIO.NfcS HOHIJ.ÉTICO 549 gloriosa la cabeza, estâ también. por la esperanza. el cuerpo. San Gregorio Magno tiene una comparaciôn inuy grâfica: «Aunque actualmente la agitaciôn de los acontecimientos haga fluctuar nuestra aima, tengamos fija en la patria eterna el âncora de nuestro espiritu, afirmemos en Ig verdadera luz la mirada de nuestra inteligencia». VI. Con et temor. 992 Los ângeles de la Ascension, al recordarnos la venida final de Jesucristo como juez, nos indican que debemos prepararnos en esta vida con el trabajo en nuestra propia santifîcaciôn y en la santificaciôn de los demâs, como lo hicieron los apôstoles, labrando nuestra salvaciôn con temor v temblor. VII. Con la inocencia de vida. A. 998 Para subir al monte del Senor y permanecer en el lugar santo, nos dice el Salmista que es necesario caminar con manos limpias y corazôn puro (cf. Ps. 23,4). Si queremos seguir al que ahora en su viaje final llega hasta el cielo, Debemos seguirle antes durante esta vida por el camino de la virtud que El recorriô. b) Debemos tener por cierto que «no entrara nada manchado en el reino de los cielos» (Apoc. 21,27). San Agustin (cf. Serm. 176) nos dice: «(Jon el autor de la bondad no sube la malicia, ni con cl maestro de la humildad, la soberbia; ni con el Hijo de la Virgen, la lujuria y la impureza. No suben los vicios detrds del Padre de las virtudes, ni el pccador iras el justo, ni las enfermedades pueden caminar (ras el medico*. Yo estoy con vosotros» 1r I. La presencia de Cristo. La union del hombre con Dios, sea en una religion na­ tural, sea en una religion sobrenatural, es la ùnica que puede dar seguridad y esperanza a la vida del hombre. Es la ùnica meta de todas las aspiracioaes, y serâ, finalmente, el objeto de la glorificaciôn en la otra vida. La feliz expresiôn de San Agustin: «Nos hiciste, Senor. para 994 55Û t\ ASCBNSlÔh DEL SkSOK ti y nuestro corazôn estâ inquieto hasta que descanse en ti», vale tanto en la religiôn sobrenatural como en la natural. Pero en la religion sobrenatural en que vivimos, la presencia de Dios se ha elevado infinitamente de plano, tan­ to en esta vida por la gracia santificante, como en la otra por la glorificaciôn, que consistirâ en la visiôn intuitiva: en ver a Dios como El se ve, en amarlo como El se a ma, en gozarlo como El se goza. Presencia de Dios en Cristo. Pero vivimos no solamente en un orden sobrenatural, sino que se agrega el que estâ­ mes redimidos por Jesucristo, Io cual significa que aque­ lla gracia perdida por el pecado de Adân, por el que Dios se aleja del hombre, ha sido rescatada por la venida del mismo Dios hecho hombre. Una vez gustada la presencia de Dios entre nosotros no se acallarân los deseos del corazôn hasta tanto que tengamos certeza de su permanenda en la tierra. Estudiando la psicologia del corazôn humano, no bastarâ el recuerdo de su paso entre nosotros. Jesucristo, conociéndohos perfectamente, respônde a los deseos de nuestro corazôn y a los deseos del corazôn de Dios, cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres < Prov. 8,31); tiene buen cuidado el dia de su Ascensiôn de decir una palabra en la que toda la Iglesia y todos los hombres pueden descansar: *He aqui que yo estoy con vosotros hasta la consumaciôn de los siglos» (Mt. 28.20). II. Cun vosotros en el sacrificio de la misa. ’’Ht > La santa misa es sacrificio. Por tanto, perpetua entre nosotros los méritos de Cristo. El ha querido que aque­ llos méritos obtenidos en su sacrificio del Calvario se nos comuniquen por otro sacrificio que no solamente recuerde, sino que sea reproducciôn, aunque incruenta, del de la cruz, donde El realmente estâ présente, siendo sacer­ dote y victima. Si El nos incorporo en el Calvario para ofrecernos en sacrificio de redenciôn, El viene cada maüana a comunicar los frutos en su propia persona desde el altar. La santa misa es sacramento. Tan cerca de nosotros llega Cristo en el sacrificio de la misa, que se introduce en el cuerpo de quien se acerca a recibirle en el sacramento de la comuniôn. La vida sobrenatural que hay en el aima por la gracia es el propio Jesucristo, quien la hace aumentar cada manana al venir en la hostia consagrada al cora­ zôn del cristiano. La misa hace que Cnstu este perpetuamente présente en nuestros sagrarios por el sacramento que en ellos se SKC. «. OU1ONBS HOMltEriCOS 3Ô1 reserva: desde el sagrario Jesucristo repite a todas las horas del dia y de la noche su invitaciôn: *Venid a mi todos los que trabajâis y estâis cargados y yo os aliviaré» (Mt. îï.zB). 111. Con vosotros en la Iglesia. A. Conciencia de ser Cuerpo mistico. He aqui una fuente de energias y de gozo extraordinario. El cristiano debe meditar con frecuencia lo que significa esta expresiôn: «yo soy Iglesia», «soy cuerpo de Cristo», «soy sarmiento unido a El, que es la vid». a) Con todo lo que hay de valor y juerza en la Iglesia. b) Con todas las gracias y con todas las exigendas. Con todos los derechos y todas las obligaciones. d) Con toda la seguridad del triunfo en medio de las dificultades. Sabiendo que en cada momento, aunque aparenternente pueda creerse lo contrario, encuentro lo necesario para edificar positivamente la santidad, con tal de que aproveche la gracia que Dios me envia. Ο Finalmente, con la seguridad del triunfo final, que terminard en nuestra eterna glorificaciôn. Precisamente por la Ascensiôn. En virtud de su muerte en cruz, podemos ser incorporados a Cristo como miembros. b) Pero no hemos sido incorporados para la aplicaciôn de esos frutos al Cristo temporal, mientras vivia en la tierra, sino unicamente al Cristo triunfante exaltado a la gloria del Pa­ dre, al Cristo de la Ascensiôn. Tuvo que abandonamos y alejarse de nosotros para poder acercarse mds, para hacerse una misma cosa con nosotros en la realidad de su Cuerpo mistico. d) Sube a los cielos para darnos los frutos conseguidos, tpara llenarlo todo» (Eph. 4,10). IV. Con vosotros en el sacerdote. Hubiera sido grau seguridad para el hombre redimido el saber que contaba con los méritos del Redentor y que al aplicârselos Dios estaba présente a él; y tener el simbo­ lo de su presencia real en el sacrificio de la misa y sacra­ mento de la Eucaristia. Pero Cristo ha querido dejar un testimonio de su pre­ sencia entre nosotros mâs palpable, mâs asequible aün, mâs al alcance de nuestras necesidades. Es en sus minis­ tros, en la jer^rquia de la Iglesia. Lo necesitâbamos mien­ tras caminamos por el mundo. Toda la misiôn de Cristo la perpetua la Iglesia docente. a) Cristo es Rey y da poder de gobernar a sus ministros. Serein i>ersonas humanas \ visible' a quienes «e puede ver y nfr. Lr» 562 LA ASCBNS1Ô.N DSL SïAuK l » ■■■■ ■ ■■■ ■ 1 -·■ ·— —* *“· *. · I ' ■■■■■- '·— ;<\i>enios seguii nw» buenos pastores que «ertalan el cannno positivo haci.i el cielo y icusan y condenan los peligros y desviaciones que nos apartan de Dios. b) Cristo es sacerdote y santificador y en las numas dei sacerdote dejarâ una serie de medios visibles establecidos por El que nos comunican eficazniente la gracia santificante. c Cristo es Maestro que riene a revelamos toda la verdad, y en el magisterio infalible de su Iglesia nos deja Id luz segura e inalterable que no puede sufrir sombra de error [). 998 V. Al papa, a los obispos y a los sacerdotes podemos acudir con la misma seguridad que a Jesucristo, porque es el modo mâs palpable con que Jesûs confirma la realizaciôn ininterrumpida de su promesa: «He aqui que yo estoy con vosotros hasta la consumaciôn de los siglos*. Conclusion. Permanezcamos con Jesucristo en la Eucanstia, en un vivir consciente de nuestra vida cristiana, perfectamente unidos a la jerarquia de la Iglesia, porque este es el modo de que Cristo, lo mismo que se ha hecho présenté a nosotros has­ ta la consumaciôn de los siglos, se haga después présente en una eternidad de gloria. 8 Dureza e incredulidad 999 J. Dos partes de la vida gloriosa de Jesûs sobre la tierra. A. En el periodo de los cuarenta dias que Cristo pasô sobre la tierra entre la Resurrecciôn y la Ascensiôn, deben distinguirse dos partes. a) La primera abraza los primeras diez o doce dias y mâs, en concreto, la primera semana. En este primer periodo las dudas y temores, las meertidumbres de los apôstoles fueron muchos. b) En el segundo periodo hasta la Ascensiôn cesaron las dudas y las incertidumbres y los apôstoles creyeron mds firmemente. B. El reproche, por consiguiente, se refiere a la incredulidad y dureza de los apôstoles durante el primer periodo ; muy especialmente a la incredulidad de Santo Tomâs. Los comentaristas han visto relaciones especiales entre el re­ proche de dureza e incredulidad por parte de Jesucristo y su partida de este mundo por la Ascensiôn. SBC. 8. Gl'lONES HOMIEÉTICOS 553 II. Reprocha la incredulidad. Λ. B. 1000 Los apôstoles no habian querido creer el testimonio de los Angeles, ni el de las mujeres, ni el de Pedro, ni el de los discipulos de Emails; Santo Tomâs se resiste a creer el testimonio de los diez apôstoles. Todos, en mayor o menor escala, habian rechazado el testimonio de testigos presenciales dei sepulcro vacio y del anuncio de que Jesûs habia resucitado de entre los muertos. Eran dignos especialmente de reprensiôn los que van a predicar una doctrina plena de misterios. Ellos deben procurar tener un conocimiento y una fe profunda en aquellas mismas verdades que han de proponer. a) Tanto nids dignos de reprensiôn son aquellos que no han creido al testimonio de otros, cuanto ellos mismos después de la Ascensiôn han de predicar a todas las criaturas y exigir, bajo pena de condenaciôn, que admitan la doctrina que proponen. b) Por esta reprettsiôn los apôstoles se excitaron a humildad, con la que se préparai! a recibir los altos poderes que Cristo les ιό a comunicar. 111. Reprende la dureza de corazôn. A. B. - 1001 Es que Cristo quiere cambiar el corazôn de los apôsto­ les por uno lleno de caridad y de humildad. La dureza del egoîsmo y de la soberbia hace rechazar toda semilla como aquel camino de la parâbola en que la simiente no penetra. Es la misma reprensiôn que en la tarde del domingo de gloria Jésus hace a los discipulos de Emaùs, a quienes llama «necios y tardos de corazôn'» (Le. 24,27). Jesûs quiere imprimirles en los ùltimos momentos de su estancia en la tierra la lecciôn. unica que han de predicar y han de vivir: que el camino del cielo es la cruz, que su cuerpo glorioso ha brotado de un sepulcro. IV. La fe, principio de vida espiritual. A. B. La incredulidad que Jesûs reprende en los apôstoles nos demuestra que la virtud de la fe es necesaria e indispen­ sable como fundamento de nuestra vida espiritual. El concilio de Trento (cf. ses.6.a c.8) la Hama fundamen­ to y raiz de nuestra justificaciôn. Fundamento positivo. Ella nos porte en contacto, por medio de su luz, con todas las verdades de orden sobrenatural, con la vida intima de Dios en el misterio de la Trinidad, con la realidad que se encierra en Jesucristo, fuente de nuestra salud. b) La humildad es el fundamento negativo. Por la soberbia huve Dios de nosotros. Por la humildad vuelve a nosotros. Pero F'- ■ L\ ASCENSION DEL SE^OR 554 esta humildad asi entendida no es sino una condiciôn previa, fundamento que rernueie dificultades para que Dios esté pre­ sente en nosotros por la virtud de lafe. i' > De aqui que la fe viva sea la rafz de todo bien espiritual. Cuando el alma tiene concienda clara de los bienes «spirituales v camina por la vida a la luz de esa voz de orden sobrenatural. se siente llena de una santa audacia para luchar contra los enemigos y para acometer l'as mâs grandes empresas. Esta es la fe que Jesucristo quiere afianzar en el corazôn de aquellos que deben acometer la gran empresa-de la predicaciôn de la ver­ dad evangélica a todo el mundo. ion.; V. La caridad. plenitud de vida sobrenatural, A. B. C. 1001 Asi como les reprende la incredulidad, les reprende tam­ bién la dureza del corazôn. La caridad es lo que ablanda en realidad nuestros corazones. a) .Amor a Dios, que hace que nuestro corazôn sea sensible a los mandatos y deseos de su voluntad. b Amor al prôjimo, que hace al corazôn percibir como propias las necesidades del prôjimo. Asi se prepararon perfectamente los apôstoles para pré­ dicat por Dios a todas las criaturas. Asi viviremos nos­ otros con perfecciôn la vida espiritual: con amor a Dios y amor al prôjimo. VI. Conclusion. Después de la Ascension los apôstoles se preparan para recibir al Espiritu Santo. el que es luz, que les ensena todas las verdades de la fe y es el amor substancial de la Trini­ dad, que enciende en sus corazones el fuego del amor. 9 Ascensiôn y juicio final 10(Γ> 1. Dos lemas unidos. A. B. El dia de la .Ascension. Quizâ nos sorprende a primera vista que los ângeles de la Ascensiôn vengan a traer a la memoria de los absortos discipulos el tema fuerte del juicio final, cuando les dice: «Ese Jesûs que ha sido llevado de entre vosotros al cielo vendrâ asi como le ha­ béis visto ir al cielo» (Act. i,n). La liturgii. Pareceria natural que el afio htûrgico se cerrara con el tema del juicio final, pero también en el HHC. S. GUIONHS HOMILÉTICOS 555 primer domingo de Adviento, inicio dei ano litûrgico, nos prépara a conmemorar la vcnida amable de Dios he­ cho Nino con el tema del dia final. Estân, sin embargo, los dos temas perfectamente relacionados entre si. B La Ascensiôn de Cristo es por si misma un tema que pone luces de alegria en todos los misterios de su vida y da fuerza y solidez a los discipulos que creyeron y siguieron al Maestro. Hasta los mismos dngeles que habian a la muchedumbre vienen con la vestidura alegre y festiva de sus tûnicas blancas. b) Y si es cierto que la escena del juicio final serd terrible, sin embargo, para los verdaderos discipulos de Jesûs ella sera el comienzo de la redenciôn en la plenitud de sus efectos. Enton­ ces, resucitados los cuerpos gloriosos, tendrdn la apoteosis que el mismo Çristo alcanza con su Ascensiôn. Cuando el Maestro explica a los suyos las circunstancias del juicio final, la escena, que sobrecoge sus dnimos, queda iluminada por las palabras: «Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobrad dnimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra reden­ ciôn» (Le. 21,28). a) La tradiciôn cristiana es un ejemplo digno de atenciôn. La Iglesia de los primeras tiempos comprendia el profundo significado de la vida cristiana y vivia con la.ansiedad y anoranza de que llegase el dia del Seûor. La expresiôn litûrgica de sus deseos era el «Veni, Domine, lesu». b) Era la oraciôn que el propio Cristo habia dejado en los labios de los cristianos, a quienes mandô que hicieran oraciôn diciendo: «Adveniat regnum tuum*. Toda la revelaciôn escrita se cierra con el mismo anhelo: «Ven, Senor, Jesûs» (Apoc. 22,18). d) Hoy no es tan vivo y perenne este recuerdo y lo admiramos en la vida de los santos. Una sociedad mds consagrada al trabajo humano y al triunfo y conquista de este mundo pré­ tende suprimir el pensamiento del juicio final. A los que tienen tal concepto de la vida los condena el Apôstol: «El termina de éstos serd la perdiciôn, su dios es el vientre y la confusiôn serd la gloria de los que tienen el corazôn puesto en las cosas terrenas» (Phil. 3,19). e) Mientras para el cristiano, segûn el mismo testimonio, aquel dia de Cristo es el de su triunfo: «Porque somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Senor Jesucristo, que reformard el cuerpo de nuestra vileza conforme a su cuer­ po glorioso en virtud del poder que tiene para someter a si todas las cosas» (Phil. 3,20-21). a) II. «Negociad mientras vuelvot (Le. 19,13). Cristo es aquel rey de la parabola que va a una region lejana para recibir el reino que le toeô en herencia y volverâ después. Λ1 irse ha dejado los talentos repartido.·. en proporciones distintas a los apôstoles, discipulos y a : :»06 I. \ \SCKX31OX DHL 8RNOK todos los cristianos. A Mana Santisima le dejô una cantidad insuperable de talentos. No quiere Cristo ociosidad porque vendrâ después a pedi r’estrecha cuenta de todo con objeto de premiar a quienes lo hayan merecido. Por lo cual los Angeles recuerdan a los discipulos que vayan al trabajo porque les interesa prepararse para la segunda venida. Si a los mismos que estaban absortos en contemplar aquel misterio del triunfo de Cristo hablan asi los ângeles, es bueno revisar a> Nuestra vida de oraciôn. No vaya"a ser un poco jalsa y cômoda, sin producir el fruto que Dios quiere de ella en los demds, y especialmente en nosotros mismos. b) Los fieles de organi zacinnes de apostolado cuiden de no estar ociosos en una estéril y falsa contcmplaciôn de si mismos, del sacerdote, etc. Cuanto mas debe temer el que esta totalmente ocioso en su vida. d) No justifica la ociosidad el hecho de tener resueltos nuestros propios problemas. Lo mismo en el orden natural que sobrenatural, el que no trahaia, por el mero hecho de no hacerlo, ya falta. El que entierra su talento lo devolvero, segün la parabola, a la l'uelta del Senor; pero el no habeiio hecho rendir mds sera razôn suficiente para que quede totalmente condenado. * C. ' San Mateo narra a continuaciôn de la parabola que estâ­ mes aplicando el sermon sobre el juicio final, al cual manifiestamente quiere Jesûs que la apliquemos. III, Esperanza y temor. El recuerdo del juicio en este dia nos dice que debemos caminar uniendo el temor con la esperanza. a) Esperanza que se robustece en la Ascension de Cnsto, porque, segtin dice San Leôn Magno (cf. Serm. de la Ascensiôn)·. •Alli donde reina' gloriosa la Cabeza, vive por la esperan­ za el cuerpo*. b) Pero caminando con temor, con la certeza de que antes de conseguir el triunfo definitivo tendremos que ser citados a juicio. He aqui el doble apoyo en nuestro camino: esperanza para no desalentamos, temor para evitar el pecado. 1008 IV. Conclusion. A la luz que se desprende del cuerpo glorioso de Cristo que sube a los cielos, aprendamos la lecciôn que ella nos ofrece y abracémonos al trabajo, que ha de fructificar en el triun­ fo definitivo. SBC. 8. guiones homiléticos 557 i 10 Lecciones de la Ascension (I) Cristo, nuestro modelo. A. B. 1009 Jesucristo a lo largo de toda su vida es el modelo que el hombre debe imitar en su camino hacia Dios. Ni una sola escena del vivir de Cristo podemos encontrar que, en uno u otro modo, no pueda ser un ejemplo posible de imitar para el hombre. Las palabras de Jesûs: EL SEXOR | ■■ » ^·| 1 1 It· I ■ ■ — ■ ................. ... . ...................— Mil— -1 ■■ I J Dios v ViH\. a Dios; pero, con mayor perfecciôn que lo dice San Ignacio, Jesi cristo quierc subrayar algo mds que la rela· cion de ci k. unis y Ci cador didendo que viene del Padre y υα al Padre; es dear, somas hijos. Es lo que debe regular toda nuestra actuation en el mundo. Tener conciencia de la digni­ dad de nuestro origen y del termino hacia el que caminamos. h) La obra sobre la tierra. Entre ese venir y volver hay un pe­ riodo de tiempo en la vida de Jesûs y en nuestra vida. Tiempo para mcrecer que vivimos sobre la tierra. En la Ascensiôn de Jésus recogemos de nuevo las palabras de sus discursos para aprender en este ejemplo la obra a realizar: 1. «He glorificado tu nombre sobre la tierra* (lo. 17,4). Esta palabra final de Jesûs va unida a la primera pala­ bra pronunciada en nombre suyo por los ângeles en Belén: «Gloria a Dios en lo mâs alto de los cielos». El hombre ha nacido para alabar a Dios. He ahi el resumen de toda la vida de Jesûs: la glorificaciôn de su Padre. Glorificaciôn que no consiste solamente en pa­ labras, sino en el cumplimiento de su voluntad: «He aqui que vengo para hacer, |oh Dios!, tu voluntad» (Hebr. 10,5 ss.). Asi comienza la vida de Jesûs, y por cl cumplimiento de su voluntad hasta la muerte, y muer­ te de cruz, discurre en cada uno de los momentos de ella. Por esta glorificaciôn a Dios en la Ascensiôn el Padre correspondes, porque ha llegado la hora en que se cumpla la peticiôn del Hijo de que el Padre le glorifique (lo. 17,1). 2. «He consumado la obra que me encomendaste» (lo. 17,4). Jesûs ha realizado toda la obra encomendada por cl Padre. Porque nos sirva una linea de resumen, nos podria servir la estrofa del himno del Cor­ pus: «Se nascens dedit socium, convescens in edulium; se moriens in pretium, se regnans dat in praemium». Se hizo nuestro hermano en Belén, con todos los ejemplos de su vida oculta y de su vida pûblica, con su predicaciôn, con la instituciôn de su Iglesia, con la bendiciôn de sus milagros, con la explicaciôn de su ley de amor. Nuestro manjar en la cena, instituyendo en ella el sacrificio y sacrarr.en'o de la Eucaristia, por el que se va a perpetuar su prijencia en la tierra en un sacrificio que comunica todos los meritos conseguidos en el Calvario y que facilitâtd su uniïm personal a cada uno de los cristianos en el Sacramento del Amor. 2. a Nurjtra redenciôn en la cruz, devolviendo al Padre toda el honor que el hombre {e niega por el pecado, satisfaciendo con* digna y schreahundantcmcnte por todas las ofensas que contra Dm se comctieron en la historia de la humanidad. 3. · Finalmente, consumarâ la obra del Padre con esta glorifica* ci >n £hos quiere que ella responda como un premia a su chediencia y que sea al mismo tiempo principio de glorificaciôn para todos aquella* que se aprovechan de la obra realizada por Crûto viviendo la vida sobrenatural que para ellos ha alcanzado. 1Λ 3. «He manifesta do tu nombre a los hombres» (lo. 17,6). Toda la verdad que Jesucristo viene a revelarnos estâ lc d 558 SFC. 5. GUIOXK8 fïOMrt.ÉTTCOS 559 resumida en eus propias palabras: «Esta es la vida eter­ na, que te conozcan a ti, sôlo Dios vcrdadcro, y al que enviaste, Jesucristo·» (lo. 17,3). Crisfo ha anunciado a loi hombres fl nombre de Dios reveIdndoles el ûnico Dios, Dios uno y trino, <·! ûnico fin en Dins. s. * La ûnica desdicha verdaderamcnte grande, que es apartarse de Dios por cl pecado; el ûnico Salvador del pecado. cuyo nombre es Jesûs, que c. Dios verdadero y hombre verdadera. 3. · La ûnica religion verdadera, que nos conduce al fin; la ûnica fuerza sobrenatural, la gracia, que nos fortalece para este camino; la ûnica ley sont a conforme a la cual hemos de vivir el ûnico reino, la iglesia, donde se dcrarrolla la acciôn de Dios. 4. · Realmente Jesucristo ha manifestado el nombre de Dios a los hombres can todos $uj secretos de vida. r. ° 1011 HJ. Continuar su obra. A. Cristo entrega su misiôn con sus poderes a los apôstoles para que ellos continûen la misma obra que El ha realizado sobre la tierra. Nosotros participamos de la vida que esos poderes comunican al aima p'ara que también realicemos esta misma obra: glorificar a Dios, realizar la obra que nos encomiendan de nuestra propia santificaciôn, de manifestai su nombre a todo el mundo. Asi seremos un dia glorificados con Jesucristo, por Jesucristo y en el mismo Jesucristo. 11 Lecciones de la Ascension (II) I. Valor del trabajo. A. Entre las distintas lecciones de ejemplaridad que nos ofrece el hecho de la Ascensiôn de Jesucristo a los cielos ocupa lugar preferente la del valor del trabajo en la vida cristiana. a) A veces se ha considerado falsamente que la vida intensamente espiritual enerva las energias, que tienen un valor hu­ mano y natural de gran eficacia. b) Sin embargo, nada tan distante de la realidad. Precisamente el misterio que lleva en contemplaciôn tras si los ojos de los discipulos tiene una fuerza singularisima para poner de re­ lieve el valor del trabajo y alentar cl mismo. Los dngeles vieron tan unidos estos dos aspectos, que, recién arrebatado el Redentor de la presencia visible de sus disci­ pulos, les excitan para que, apartdndose del monte de la con­ templaciôn, se dirijan al trabajo que el Padre de familias les ha confiado en su vina: predicar la buena nueva a todo el 1012 I mundo en espera de la venida del Redentor como juts para pedir cuentas de la obra que se ha realizado. No solamente esta invilaciôn que hacen los dngelcs para inducir a una vida apostôlica a aquellos hombres, sino que mds aiin: B. 3- C. . i La Ascensiôn alienta a! trabajo. Jesucristo esta recibiendo el premio tinico a una vida también tin ica de trabajo. b) *Por los frutos, dijo Jesûs, se conoce el drbol* (Mt. 7,16). El fruto que hoy contemplamos es admirable y pone en el corazôn cristiano el deseo de gustarle. Tras Jesucristo se van nuestros corazones aspirando a estar definitiva y gloriosamente en las cielos. El drbol que ha producido estos frutos ha sido: 2. 1013 SF.C. 8. M ASCENSIÔN del srnor 560 La vida oculta de Nazaret: revalorizaciôn del trabajo oculto y manual. Dios vino a salvar lo que habfa perecido: el trabajo, castigo medicinal impuesto por Dios al hombre pccador, habia sido despreciado y arrinconado; era necesario tomar esta arma para ganar la batalla. Dios quiso tomar el trabajo para exaltar su valor. Vida apostôlica: los très afios de vida publica Ide Je­ sus, trabajo incesante por la dilataciôn del reino de Dios para construir el gigantesco edificio de la Iglesia y dejarla dotada de todas las verdades, de todos los ejemplos, de todas las leyes, de todas las gracias, de todos los poderes. Finalmente, el trabajo ejemplar inaudito e ingrato de su pasiôn y de su muerte ignominiosa. No hay ejemplo mâs impresionante de trabajo tan intenso como el de Jesucristo en su pasiôn y en su muerte por nosotros. Es un misterio el de la Ascensiôn para los tiempos mo­ dernos, en que se cultiva como en ningûn otro la virtud del trabajo, sumamente consolador. En Jesucristo todo el trabajo natural y sobrenatural estuvo tan perfectamente ordenado que diô como frutos: para los hombres, la redenciôn; para si mismo, la glorificaciôn, que hoy con­ templâmes. Nuestro trabajo, sea natural, sea de orden sobrenatural, todo él realizado en gracia y con la intenciôn de cumplir la voluntad de Dios, serâ la semilla de nuestra glorificaciôn futura. He aqui el mejor aliento ra el trabajo. II. Optimismo cristiano. Jesucristo también ha experimentado, como ocurre con frecuencia en la vida del hombre, la amargura y la tristeza. Es aleccionadora en este sentido la escena del huerto de los Olivos. Pero San Pablo nos dice que Jesûs «se abrazô con la cruz de su pasiôn y de su muerte a la vista del gozo» (Hebr. 12,2). Hoy en la Ascensiôn se perciben los frutos dulces del ârbol de la cruz. GUIONES HOMILÉTÎCO.S 561 El cristiano, ciertamentc, se ha de abrazar con el trabajo, con la cruz, con la negaciôn de si mismo. a) El mundo no entiende ni puede reconciliarse con la vida segùn los crilerios de Jesucristo, y tacha la vida cristiano de triste. b) Pero la realidad es que los mundanos buscan solamente la alegria aparente y caduca de este mundo en los honores, en las riquezas, en los placeres, en la triple concupiscenda; pero toda su gloria serd destruida. Por el contrario, los que siguen los criterios de Jesucristo y de su Iglesia procuran caminar en la vida de tal modo que al fin encuentran la verdadera y eterna alegria del premio de sus buends obras. Aunque tengan que abrazarse con la dureza del cumplimiento de la voluntad de Dios, sin embargo, tienen goces nids intimos, esperanzas mds fundadas, una mirada que penetra mds alla dei horizonte de esta vida para contemplar un panorama de etemidad. d) Mâs todavia: a medida que las almas van viviendo con in tensidad las virtudes teologales, anticipan los goces de la ntra vida y comienzan su bienaventuranza en la présenté. De aqui que la alegria sea nota distintiva en la vida de los santos. 111. Conclusion. 1 La alegria que se abre en la vida de Jesucristo por el misterio de la Ascensiôn nos debe alentar para vivir lo que la Iglesia nos propone en la oraciôn litûrgica: «’Que alli estén lijos nuestros corazones por el deseo donde estân los verdaderos goces». 1014 PESTI VIDAI) DEI. CORPUS CHRISTI 9φ Jueves después del domingo i.° de Pentecostes r-r»* . TEMAS PREDICATES EN ESTA HOM1LIA La Sagrada Eucaristia. La comuniôn cucaristica. Efectos de la Eucaristia. La festividad del Corpus. SECClOh I. TEXTOS SAGItADOS PARTES VARIABLES DE LA MISA introitus.—Ps. 80,17: Cibavit eos ex adipe frumenti, alleluia; et de pe­ tra. meile saturavit eos, alleluia, al­ leluia, alleluia.—Ps. 80,2: Exsultate Deo adiutori nostro: iubilate Deo lacob. V. Gloria Patri... Oremus.—Deus, qui nobis sub Sacramento mirabili passionis tuae memoriam reliquisti: tribue, quae­ sumus, ita nos Corporis et Sangui­ nis tui sacra mysteria venerari, ut redemptionis tuae fructum in nobis iugiter sentiamus. Qui vivis... Introito.—Los sustenté con la flor del trigo, aleluya, y saciélos con la miel que destilaba la piedra, aleluya, aleluya, ale­ luya.—Ps.: Aclamad a Dios, nuestro protector; cantad con jùbilo al Dios de Jacob. V. Gloria al Padre... Oremos.—jOh Dios, que en el admi­ rable sacramento nos dejaste memoria de tu pasiôn!, pedjmoste nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que expe­ rimentemos continuamente en nosotros el fruto de tu redenciôn. Que vives y reinas... Sequentia. -Lauda, Sion, Salvato­ Secuencia. -Canta, Sion, con voz sorem; lauda ducem et pastorem, in lemne al que a redimirte viene, a tu hymnis et canticis.—Quantum po­ Caudillo y Pastor.—Alâbale cuanto puetes, tantum laude: quia maior omni das, pues, por mucho que te excedas, ■ laude, nec laudare sufficis. todo es poco en su loot. Laudis thema specialis, Panis vi­ De alabanza merecida, el Pan vivo que vus et vitalis hodie proponitur.— da vida, alto objeto es hoy doquier,— Quem in sacrae mensa coenae, tur­ bae fratrum duodenae datum non Que al Colegio de los doce la Escritura reconoce dado en la cena postrer. ambigitur. Sit laus plena, sit sonora, sit de­ Al cantar lleno y sonoro, con jtibilo cora mentis iubilatio: — dies enim y con decoro, acompane el corazôn — solemnis agitur in qua mensae pri­ pues la fiesta hoy se repite que renueva ma recolitur huius institutio. del convite la primera instituciôn. In hac mensa novi Regis, novum Esta mesa del gran Rey iniciô la NuePascha novae legis Phase vetus ter­ va Ley, que a la Antigua puso fin.—La minat. — Vetustatem novitas, um­ bram fugat veritas, noctem lux eli­ luz sigue a noche oscura, la verdad a la figura, el nuevo al viejo festin. minat. Quod in coena Christus gessit, Lo que practicô en la cena, repetirlo faciendum hoc expressit in sui me­ moriam.—Docti sacris institutis, pa­ Cristo ordena en memoria de su amor.— nem, vinum in salutis consecramus Y en holocausto divino consagramos pan y vino al ejemplo del Senor. hostiam. Como dogma, el fiel no duda que en Dogma’datur Christianis, quod in carnem, transit panis, et vinum sangre cl vino se muda, la hostia en car- 1015 066 COR FUS CHRIS Π ne divina. -Lo que no se ve ni cntien- in sanguinem. — Quod non capis, de, la fe viva lo deflende sobre el or­ quod non vides, animosa firmat fi­ des, praeter rerum ordinem. den natura!. Bajo especies diferentes, solo signos y accidentes, gran portento, oculto es­ tâ.—Sangre el vino es dei Cordero, car­ ne el pan; mas Cristo entero en cada especie se da. Sub diversis speciebus. signis tan­ tum, et non rebus, latent res exi­ miae.—Caro cibus, sanguis potus, manet tamen Christus totus sub utraque specie. A sumente non concisus, non con­ No en pedazos dividido, ni incomple­ fractus. non divisus, integer accipi­ to ni partido; entero se da a comer.— tur. — Sumit unus, sumunt mille, Uno o mil su cuerpo tomen, entero todos quantum isti tantum ille, nec sump> tus consumitur. le comen, ni comido pierde el ser. Lo recibe el malo, el bueno; para éste, de gracias lleno; para aquél, manjar létal.—Vida al bueno, muerte al malo, da este célico regalo. iQué suerte tan désignai ! Sumunt boni, sumunt mali: sorte tamen inaequali vitae vel interitus.— Mors est malis, vita bonis; vide paris sumptionis, quam sit dispar exitus! Dividido el Sacramento, no vaciles un momento, que encerrado en el fragmen­ to como en el total estâ.—No hay en su cuerpo fractura; la hay tan sôlo en la figura; ni en su estado ni estatura detri­ mento a Cristo da. Fracto demum Sacramento, ne vacilles, sed memento tantum esse sub fragmento quantum toto tegi­ tur.—Nulla rei fit scissura, signi tan­ tum fit fractura, qua nec status nec statura signati minuitur. jPan del angel, pan divino, nutre al hombre peregrino! [Pan de hijos, don tan fino no a los perros se ha de echar !— Por simbolos anunciado, en Isaac figurado, en el cordero inmolado y en el antiguo mana. Ecce Panis angelorum, factus ci­ bus viatorum, vere panis filiorum, non mittendus canibus.—In figuris praesignatur, cum Isaac immolatur, agnus Paschae deputatur, datur manna Patribus. jBuen Pastor, Jesûs demente!, tu manjar, de gracia fuente, nos proteja y apacîente; y en la alta regiôn luciente, haznos ver tu gloria, |oh Dios!—Pues poder y ciencia tienes; pues mortales nos sostienes, por comensales perennes, al festin de eternos bienes con tus santos llâmanos. Amén. Aleluya. Bone Pastor, Panis vere, lesu, nos­ tri miserere, tu nos pasce, nos tuere, tu nos bona fac videre in terra viven­ tium.—Tu, qui cuncta scis et vales, qui nos pascis hic mortales, tuos ibi commensales, coheredes et sodales fac sanctorum civium. Amen. Alle­ luia. Offert.—Lev. 21,6: Sacerdotes O/ert.—Los sacerdotes dei Senor ofrecen a Dios incienso y panes; por esto se Domini incensum et panes offerunt et ideo sancti erunt Deo suo, conservaran santos para su Dios y no Deo: et non polluent nomen eius. Alleluia. profanaran su nombre. Aleluya. Secr.—Te rogamos. Senor, concedas propicio a tu Iglesia los dones de la uni­ dad y de la paz, mlsticamente figurados en los présentés que te ofrecemos.—Por nuestro Senor Jesucristo... Secr.—Ecclesiae tuae, quaesumus. Domine, unitatis et pacis propitius dona concede: quae sub oblatis mu­ neribus mystice designantur. Per Dominum... Com.—Cuantas veces comiereis este Comm.— 1 Cor. 11,26-27 : Quopan y iercis este câliz, anunciaréis tiescumquc manducabitis panem TEXTOS SAGRADOS SRC. 1. 567 i · hune et calicem bibetis, mortem Do­ mini annuntiabitis, donec veniat: itaque quicumque manducaverit pa­ nem vel biberit calicem Domini in­ digne, reus erit corporis et sanguinis Domini. Alleluia. la muerte dei Senor hasta que venga; por tanto, cualquiera que indignamente comiere el pan o bebiere el câliz del Se­ nor, sera rco del cuerpo y.sangre del Sefior. Alejuya. A.*! ii Poscom. Te rogamos, Senor, nos saDomine, divinitatis tuae sempiterna cies con el goce sempiterno de tu divifruitione repleri: quam pretiosi cor­ nidad, prefigurada en cl tiempo en la poris et sanguinis tui temporalis per­ comuniôn de tu precioso cuerpo y san­ ceptio praefigurat. Qui vivis . gre. Que vives y reinas... Postcomni.—Fac nos, quaesumus, EPISTOLA IL 1016 i Cor. 11,23-29) ( 23 Ego enim accepi a Domino I quod et tradidi vobis quoniam Dominus lesus in qua nocte tradebatur, accepit panem, 24 et gratias agens fregit, et di-1 xit: Accipite, et manducate: hoc est corpus meum quod pro vobis tra­ detur: hoc facite in meam comme­ morationem. 25 Similiter et calicem, post­ quam coenavit, dicens: Hic calix novum testamentum est in meo san­ guine: hoc facite quotiescumque bi­ betis, in meam commemorationem. 23 Porque yo he recibido dei Senor lo que os he transmitido, que el Senor Jesûs, en la noche en que fué entregado, tomô el pan, 24y después de dar gracias lo partiô y dijo: Este es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memo­ ria mia. 25 Y asimismo después de cenar, tomô el câliz, diciendo: Este câliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; cuantas veces lo bebâis, haced esto en meI moria mia. 26 Pues cuantas veces comâis este 26 Quotiescumque enim mandu­ cabitis panem hunc, et calicem bi­ pan y bebâis este câliz anunciâis la muer­ betis, mortem Domini annuntiabitis te dei Senor hasta que El venga. donec veniat. 27 Asi, pues, quien come el pan y 27 Itaque quidumque manducaverit panem hunc, vel biberit calicem ! bebe el câliz del Senor indignamente se­ Domini indigne, reus erit corporis et râ reo del cuerpo y de la sangre del sanguinis Domini. Senor. 28 Examinese, pues, el hombre a si 28 Probet autem seipsum homo : et sic de pane illo edat, et de calice mismo, y entonces coma del pan y beba bibat. 1 del câliz; 29 pues el que sin discernir corne y 29 Qui enim manducat et bibit indigne, iudicium sibi manducat et bebe el cuerpo del Senor, se corne y bebe bibit: non diiudicans corpus Do­ I su propia condenaciôn. mini. in. EVANGELIO (Io. 6,56-59) 56 Caro enim mea, vere est ci5656 Porque mimi carne eses verdadera co-coPorque carne verdadera bus: et nguis sameus vere est potus. > mida y mi sangre es verdadera bebida. 57 Qui manducat meam carnem, 57 El que corne mi carne y bebe mi ct bibit meum sanguinem, in me sangre estâ en mi y yo en él. manet et ego in illo. 1017 56S CORPUS CHRISTI 58 Sicut misit me vivens Pater. ;8 Asi como me enviô mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, asi también ct e8i° propter Patrem: et qui manducat me. et ipse vivet prop­ el que me comevivira por mi. ter me. 59 Hic est panis, qui de caelo 59 Este es el pan bajado dei cielo, descendit. Non sicut manducaverunt no como cl pan que comieron los padres patres vestri manna, et mortui sunt. y murieron; el que come este pan vivirâ Qui manducat hunc panem vivet in para siempre. aeternum. 1018 IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA RELACIONADOS CON LA EUCARISTIA i8 Y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Altisimo, j9 bendijo a Abraham, diciendo: Bendito Abraham del Dios Altisimo, el duefio de cielos y tierras 18 At vero Melchisedech. rex Salem, proferens panem et vinum, erat enim sacerdos Dei Alrissimi, 19 benedixit ei et ait: Bendictus Abram Deo excelso qui creavit cae­ lum et terram (Gen. 14.18-19). 15 Los hijos de Israël al verlo se preguntaban unos a otros: ;Manhü? (/Que es esto?), pues no sabian lo que era.’ 16 Moises les dijo: Este es el pan que os da Yahveh nara alimento. 15 Quod cum vidissent filii Is­ rael. dixerunt ad invicem: Manhu? quod significat: Quid est hoc? Igno­ rabant enim quid esset. 16 Quibus ait Moyses: Iste est panis quem Dominus dedit vobis ad vescendum (Ex. 16,15-16). Edent pauperes et saturabuntur: Comerân los pobres y se saciaran y et laudabunt Dominum qui requi­ alabarân a Yahveh los que le buscan. runt eum: vivent corda eorum in Viva vuestro corazôn siempre. sacculum saeculi (Ps. 21,27). 24 Y’ lloviô sobre ellos el nwnâ para · 24 Et pluit illis manna ad man­ que comieran, dandoles un trigo de los ducandum. et panem caeli dedit eis. cielos. 25 Comiô el hombre pan de ange25 Panem angelorum manducales v les diô comida hasta la saciedad. hü™ c,ba™ ™sil eis in abun' Los mantendria de la flor del trigo* I Et cibavit eos ex adipe frumenti: y de miel sacada de la piedra los sacia- let de petra mella saturavit eos I (Ps. 80.17). ria. Diô de comer a los que le temen, acor-1 Escam dedit timentibus sc. Medândose siempre de su alianza. "or sacculum testamenti sui ‘ (Ps. 110.5). Calicem salutans accipiam: et no­ Tornare el câliz de la salud e invoca­ men Domini invocabo (Ps. 115.13). re el nombre de Yahveh. Oculi omnium in te sperant. DoTodos los ojos miraran expectantes a ti, y tu les darâs el alimento conveniente mine: et tu das escam illorum in tempore opportuno (Ps. 1-M.15). a su tiempo. El diô la paz a tu territorio, te saeô Qui posuit fines tuos pacem: et de la flor dei trigo. adipe frumenti satiat te (Ps. 147.14). TIXTOS ÎAÛRAÜOS 5β9 Vinitc, comedite panem meum, Vcnid y corned mi pan y' bebed mi et bibite vinum, quod miscui vobis vino, que para vmotros he mezdado. (Prov. 9.5). Son dulces las aguas hurtadas. y el Aquae furtivae dulciores sunt, et pan3 absconditus suavior (Prov. 9, pan escondido e! mâs sabroso. 17). Pro quibus angelorum esca nutri­ visti populum tuum, et paratum pa­ nem de caelo praestitisti illis sine labore omne delectamentum in se habentem, et omnis saporis suavi­ tatem (Sap. 16,20). En lugar de esto proveiste a tu pueblo de alimento de ângeles, y sin trabajo les enviaste del cielo pan preparado, que teniendo en si todo sabor, se amoldaba a todos los gustos. Ese habitarâ en las alturas y tendra Iste in excelsis habitabit, muni­ menta saxorum sublimitas eius: pa­ su refugio en firmes rocas, tendrâ pan nis ei datus est. aquae eius fideles y no le faltarâ el agua. sunt (Is. 33,16). Ab ortu enim solis usque ad occasum, magnum est nomen meum in gentibus, et in omni loco sacri­ ficatur et offertur nomini meo obla­ tio munda: quia magnum est nomen in gentibus, dicit Dominus (Mal. 1, 11). Porque desde el orto del sol al ocaso es grande mi nombre entre las gentes y en todo lugar se ofrece a mi nombre un 1 sacrificio humeante y una oblaciôn pu­ ra, pues grande es mi nombre entre las gentes, dice Yahveh Sebaot. Dixit autem eis lesus: Ego sum Les contestô Jesûs: Yo soy el pan de panis vitae: qui venit ad me non vida; el que viene a mi no tendra ya mâs esuriet: et qui credit in me non hambre, y el que créé en mi, jamâs ten­ sitiet umquam (Ιο. 6,35). dra sed. 48 Ego sum panis vitae. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el ma­ 49 Patres vestri manducaverunt manna in deserto, et mortui sunt. na en el desierto y murieron. 50 Hjc est panis de caelo de­ 50 Este es el pan que baja dei cielo, scendens: ut si quis ex ipso mandu­ para que el que coma no muera. caverit, non moriatur. 51 Ego sum panis vivus, qui de 51 Yo soy el pan vivo bajado dei caelo descendi. cielo. 52 Si alguno come de este pan, vi52 Si quis mandücaverit ex hoc virâ etemamente y el pan que yo le da­ pane, vivet in aeternum: et panis. re es mi carne, vida del mundo. quem ego dabo, caro mea est. 53 Disputaban entre si los judios di­ 53 Litigabant ergo ludaei ad in­ vicem dicentes: Quomodo potest hic ciendo: /Como puede este damos a co­ nobis carnem suam dare ad mandu­ mer su carne? candum? 54 Jesûs les dij’o: En verdad, en ver­ 54 Dixit ergo eis Icsus: Arnen, amen dico vobis: Nisi manducave­ dad os digo que, si no coméis la carne ritis carnem Filii hominis, et bibe­ del Hijo del hombre y no bebéis su sanritis eius sanguinem, non habebitis gre, no tendréis vida en vosotros. vitam in vobis. 55 Qui manducat carnem meam, 55 El que corne mi carne y bebe mi et bibit meum sanguinem, habet vi­ sangre tiene la vida eterna y yo le resutam aeternam: et ego resucitabo citaré el ùltimo dia. eum in novissimo die (Io 6.48-55). SECCIOX H. COMENTAR1OS GENERALES SITUACION LITURGICA 1019 A) Jueves Santo y Corpus Christi La fiesta del Corpus Christi fué instituida en el ano 1264 por Urbano IV y extendida a toda la Iglesia en 1311 por Clemente V. Dejando aparté los pormenores historicos que la motivaron, senalaremos que la finalidad de la fiesta es cantar a Jesucristo Eucaristia y elevarle y darle gracias, porque se quedô con nosotros hasta el fin de los siglos bajo las especies de pan y vino. No podia faltar en la Iglesia una solemnidad grandiosa para conmemorar uno de los hechos mâs sobresalientes de la vida del Salvador. En los primeros siglos el dia de Jueves Santo ténia este carâcter eucaristico, segûn lo atestiguan los titulos de Natale Calicis e In Coena Domini. A medida que la esplendidez litûrgica se apagaba y era sustituida por una piedad mâs sentimental, la nota eucaristica del Jueves Santo decayô ante el fervor de los fieles, que preferian meditar la pasiôn del Senor. Hoy en la nueva reforma la Santa Sede ha renovado el aspecto eucaristico mandan­ do celebrar nuevamente la misa solemne a la hora de la instituciôn de la Euca­ ristia. Sin embargo, aunque hemos de trabajar por que los fieles atiendan a esta conmemoraciôn, podemos afirmar que dificilmente disminuirâ la pie­ dad de los cristianos en torno a la custodia en el grandioso Jueves del Corpus Christi, una de las fiestas mâs celebradas particularmente en nuestra Patria. 1020 B) La liturgia de Santo Tomas El predicador encontrarâ en la liturgia de este dia material abundantisiino para sus sermones. Como es sabido, el autor de la liturgia es Santo To­ mas. quicn aun cuando utiliza algunas fôrmulas antiguas, nos ha dejado un conjunto de ellas que son a la vez profundamente dogmaticas y bellamente |x>éticas, muy bien ordenadas. formando un todo armônico que abarca toda la teologia de la Eucaristia. «El Oficio del Santisimo Sacramento es una obra maestra de doctrina y teologia, de afecto y de gusto literario* (cf. Schuster, Liber Sacramentorum t.5 p.99). ‘El Oficio de las fiestas antiguas parece un parque grandioso, pero salvaje; el Oficio del Corpus puede compararse con un artistico jardin cstilo francés. Las fiestas antiguas respiran el espiritu poderoso de la era de los mârtires, pero, de ordinario, no tienen una constnicciôn tan armoniosa y artistica. Las fiestas modemas se distinguen por una construcciôn sistemâtica y diversos estilos artisticos. La fiesta de Cor­ pus es una fiesta moderna y ocupa el primer puesto entre estas fiestas* (cf. Dost Pfo Parsch El aflo litrtrgicn t 4 ρ το) Y de los himnoe dice el mis • l· SEC. 2. LUMENTARIOS 571 GENERALES mo autor: «Los himnos de Corpus confirman todos el gran talento poético de Santo Tomâs. A pesar de toda su originalidad en el ritmo y en la rima, Santo Tomâs sigue las huellas de las célèbres composiciones liricas de Adân de San Victor (1192), preciosa herencia espiritual de la abadia real de los canônigos regulares de San Victor» (cf. Dom Pfo Parsch, El aüo litûrgico t-4 p.19)· Si nuestra predicaciôn eucaristica la fundamentamos en los textos litürgicos, contribuiremos a centrar la vida de la fiesta en el Sacramento del Amor, y ademâs lograremos que de él se saquen utilisimas consecuencias para ejercitar las virtudes fundamentales de la vida cristiana. II. COMENTARIOS SOBRE LA FESTIVIDAD A) Sus origenes (Cf. Garcia Villoslada. Historia de la Iglesia catôlica: BAC, 1.2 p.941-946.) a) Devociôn a la Eucaristia El franciscano Juan de Winterthur (muerto en 1348) escribia que el Santisimo Sacramento de la Eucaristia era la principal devociôn modema (devotio modernorum praecipua). Y tenia razôn en llamarla moderna y en estimar su primacia. En los diez primeros siglos, como siempre, la Eucaris­ tia fué el centro y como el corazôn de la vida sobrenatural de la Iglesia. Basta recordar el significado de la misa y de la comuniôn. Pero es un hecho averiguado que, fuera del santo sacrificio, al sacramento no se le daba culto pùblico. Solia guardarse en una especie de sacristia (pastophorium, secreta­ rium) y aun en casas particulares. Desde el siglo VIII se reservaba en un ângulo oscuro dei templo, en un nicho, en un pixide en forma de epaloma» suspendida sobre el altar. Hasta el 904 no se tiene noticia de que se encendiese lâmpara alguna ante el Sacramento. De modo continuo parece que no la hubo hasta el siglo XII, y no en todas partes. En esta centuria aparecen pequenos tabernâculos detrâs del altar, que mâs tarde serân el centro de monumentales retablos. Es la época en que el suelo de Europa se esmalta de bellisimos templos, cada dia mâs espaciosos, para la espléndida liturgia que propagan los cluniacenses, y en que los pechos cristianos se enamoran como nunca de la sagrada humanidad del Salvador, de su aima santisima, de su cuerpo benditisimo, de sus llagas, de su pasiôn. Y de este enamoramiento hacia la humanidad de Cristo brota, como en clima pfopicio, o se desarrolla pujante, la devociôn a la Eucaristia. b) La reacciôn contra las sectas antieucarîsticas ’Ayudô, ademâs, una circunstancia externa: la de que en ese mismo tiempo el maestro Berengario de Tours, apoyândose en argumentes filosôficos, negase la transubstanciaciôn y aun quizâ la presencia real de Cristo bajo los accidentes de pan y vino. Todas las sectas câtaras eran también antieucarîsticas. La reacciôn despertô en los fieles un fervor encendidisimo, que en los santos produjo incendios de la mâs alta caridad y en el pueblo ignorante se contaminô con supersticîones» *1 CORPUS CH K ISTI 572 ” L c) La .misa y la Eucaristia •Preciso es reconocer que desde los tiempos primitivos se conservabu ardiente la devociôn fundamental, la Je la santa misa. El pueblo en masa solia presenciar los divinos misterios todos los domingos y en las innumera blés festividades del ano. El papa Gregorio X ordenô que, fuera de los tiempos de Pascua y Navidad, se arrodillasen respetuosamente los fieles desde la consagraciôn hasta la comuniôn. El obispo de Burgos don Mauricio (t 1238) estableciô en su diôcesis que en todas las misas conventuales, desde el Sanctus hasta la Postcommunio, dos clérigos incensasen continuamente el altar en reverenda del Sacramento. Entre el pueblo sencillo no faltaba quienes procuraban oir cuantas misas les fuera posible. Y sobre esta costumbre corn'an tradiciones y relatos milagrosos, como aquel que nos cuenta Alfonso el Sabio y que dramatizô Calderôn en su auto sacra­ mental «La devodôn de la misa». Tràtase de un caballero, dei conde GarciFernândez de Castilla, que antes de la batalla entré por devociôn en la iglesia de un monasterio y oyô.una misa, pero antes de acabarse saliô otro monje a celebrar, y luego otro, y otro, hasta ocho. El buen caballero. por «guardar so costumbre, non quiso salir de la eglesia et estudo y fasta que todas las ocho misas fueron acabadas; et siempre estudo arrnado y los ynoios ficados ante el altar». Y entre tanto batallaba el conde con los moros. Pero Dios hizo que un caballero misterioso tomase la figura del que se hallaba oyendo misa y luchase tan bravamente, que a él le correspondiese la parte prindpal de la victoria» (cf. Alfonso el Sabio, Crônica general de Espana, ed. de Menéndez Pidal en NBAE [Madrid 1906] p.426-427). 1024 d) La devociôn altar «Con la devociôn a la misa va unida la devociôn al altar. De tiempos antiguos, quizâ por no conservarse la Eucaristia dentro dei templo, la devo­ ciôn de los fieles se orientô al altar. Poniendo las manos sobre el ara prestaban juramento en ocasiones; y colocando sobre el altar algun objeto simbôlico, cumplian otros actos juridicos, como un contrato, la manumisiôn de una sierva, la donaciôn de un inmueble, etc. La Régla benedictina ordenaba que al hacer la profesiôn ebmonje depositase sobre el altar el docu­ mento ya firmado, o lo firmase alli mismo. El novel caballero ponia sobre el altar la espada, comprometiéndose asi a defender los derechos de la Iglesia. Guilberto de Gembloux (f 1211), al recibir unas letras de Santa Hildegarda, se fué gozoso a una iglesia, y colocando el papel sobre el altar, pidiô al Espîritu Santo la gracia de leer la carta dignamente y comprenderla. Era frecuente que los fieles, incluso las mujeres, cuando buenamente podian, se acercasen al altar y lo besasen con respeto. «Las canciones de gesta nos muestran con frecuencia a un caballero depositando por si mismo una olrenda sobre el altar, sea al momento del ofertorio, sea fuera de la misa» (cf. Dom L. Gougovd, Dévotions et pratiques ascétique au moyen âge [Paris 1925ΓΡ 52). 1025 e) Los M1STERIOS Y EL AUTO EUCARÎSTICO «Los que mds propagaron ei culto eucaristico fueron los cistercienses. Relacionada con ellos aparece la Beata Maria de Oignies (f 1213), entregada, de acuerdo con su marido, a una vida de caridad y de oraciôn. Comul «aba lo mds frecuentemente que le era nermitido v no podfa vivir alejadu V, ··’?· - SEC. 2. COMENTARIOS GENERALES 573 del Santlsimo Sacramento. Sudc decirsc que quizâ fuese ella la primera que mtrodujo la piadosa costumbre de visitarlo, si bien conocemos algunos casos de santos que ya en el siglo VIII visitaban cl altar de la iglesia, y en el si­ glo XII los benedictinos hacian una visita antes de los Nocturnos y otra después de Completas. Del altar pasô la devociôn al tabernaculo, que contenla la Eucaristia. La misma Maria de Oignics acostumbraba a comulgar espiritualmente en la forma recomendada un siglo antes por Anselmo de Laôn, representândose con la imaginaciôn un câliz y deseando beber la sangre de Cristo». ■ 1 I 3 f) LOS PRODIGIOS 102« •Nuevo impulso a la devociôn eucaristica prestaron algunos prod ios que se divulgaron por toda la cristiandad. Famoso en Espana fué el de los corporales de Daroca (cf. infra, sec.VII). Mas resonancia alcanzô en la Iglesia y aun en el arte -donde lo inmortalizô Rafael—el milagro que se dice de Bolsena. Iba un sacerdote alemân camino de Roma en 1263. Celebrando en Bolsena la santa misa, pidiô a Dios le librase de las dudas que le asaltaban acerca de la Eucaristia. Y he aqui que de la hostia recién consagrada salieron unas gotas de sangre que empaparon completamente los corporales. Estos fueron llevados a Orvieto, donde se hallaba el papa Urbano IV, y poco después, para darles el debido culto, se empezaba a levantar la soberbia catedral gôtica, «el mâs hermoso monu­ mento de arquitectura policroma», al mismo tiempo que se institufa la fiesta litûrgica del Corpus Christi». i B) a) La nueva festividad Su VERDADERO PÙNTO DE PARTIDA «Esta exphcaciôn de la nueva festividad no es exacta. Las primeras noticias del milagro de Bolsena son de mediados dei siglo XIV. La festividad del Corpus Christi fué instituida primeramente en la diôcesis de Lieja en 1246-47, a consecuencia de las visiones y revelaciones de la Beata Juliana de Mont-Cornillon (1193-1258), influenciada por el circulo de Maria de Oignies. Era entonces arcediano de Lieja Jacobo Pantaleôn, que algunos anos mâs tarde, ocupando la Câtedra de San Pedro con el nombre de Ur­ bano IV, extendiô a la Iglesia universal, por medio de la bula «Transiturus·· (8 de septiembre de 1264), dicha fiesta, que debia celebrarse con gran jùbilo el jueves después de la octava de Pentecostés*. b) Su PROPAGACIÔN •Aunque el cardenal Hugo de San Caro, en su legaciôn alemana de 1252 propagô tal festividad, no consta que se difundiese en seguida, sino a ciertas diôcesis de Alcmania, Hungria y norte de Francia y a muchos monasterios cistercienses. En los misales anteriores a 1230 no se registre el oficio del Corpus Domini. Clemente V renovô en el concilio de Vienne la bula de Urbano IV, y solamente desde 1317, en que Juan XXII enviô a las Universidades las Decretales de Clemente V, en que se incluia la bula sobre la fiesta del Corpus Christi, empezô esta solemnidad a extenderse por toda la Iglesia·· 102» .-.T* CORN'S CHRISTI C) 1029 Sü D1FVSIÔN EN ESPAÇA «En Espafta parée e que fué Barcelona la primera en celebrarla el arto 1319, pues en esa fecha se hizo un pregôn convocando a los vecinos para tal solem nidad. Por el mismo tiempo se introdujo en Gerona. En Vich, en 1330. Y de V alencia conocemos un pregôn por el que las autoridades, a principles de junio de 1355. mandan qüe «de aqui en adelante, en el dfa de la fiesta del Corpus Christi, a honor y reverencia de Jesucristo y de su precioso cuerpo, una general procesiôn por la ciudad de Valencia sea hecha, en la que estén y vayan todos los clérigos y religiosos, y aun todas las gentes de la ciudad con las cruces de sus parroquias». 1030 d' Las oraciones eucaristicas «A las bellisimas oraciones eucaristicas que perfuman el siglo XIII f Adoro te devote, O salutaris Hostia!) se juntan muy pronto otras mâs tiemas y patéticas (Ave verum Corpus, Ave salus mundi, Ave in aeternum sanctissima caro. Anima Christi.Y si cl corazôn de los fieles arde en amor al Santisimo Sacramento» fâcilmente se incendia su fantasia y ve doquiera prodigios eucaristicos. Sôlo en Alemania, dice el P. Browe, que en las dos centurias XIII y XIV se cuentan cerca de cien casos de hostias sangrantes, que dan fe milagrosa de la realidad del Sacramento* (cf. P. Browe. Die eucharistische Wunder de> Mittelalters. Breslau 1038). 1031 e) La literatura del Medievo •Seria faci! espigar innumerables cunosidades en'la literatura milagrera dei Medievo. 'fodas e!las— aun las que pudieran parecer infundadas y aun supersticiosas—demuestran la ardenti sima devociôn popular a Cristo sacramentado: personas devotas, como las que describe Jacobo de Vitry, que se pasaban dias y dias sin otro alimento que el de la Eucaristia; casos como el dei obrero sepultado en la mina, a quien, segùn San Pedro Damiano, una paloma le trafa diariamente el sustento, porque su mujer ofrecia por él una misa cada dia; curaciones de enfermos, de endemoniados, de ciegos, que recobraban la salud con la bendiciôn eucaristica o al solo contacto con ’os corporales, con la patena o con el agua de las abluciones; visiones como la de San Gregorio Magno, que diciendo misa νίό surgir del câliz la figura de Cristo desnudo y llagado, como varôn de dolores, ‘imago pietatis», que tanto influyô en el arte medieval, principalmente en miniaturas y tapices, y que pasarâ también a la literatura, v.gr., en ‘La demanda del santo Grialt, version espanola del mâs eucaristico de los poemas y novelas de caballeria: ‘E semejôles que venia un hombre todo revestido como obispo que quiere decir misa. Y trafa una corona de oro en su cabeza, muy rica... Y a la siniestra parte estaba una mesa de plata, en que estaba el sancto Grial, cubierto de jamete bermejo, e ans! lo pusieron los ângeles sobre la câtedra... E cuando ellos vieron, miraron contra el sancto Grial, e vieron salir dente un hombre todo despojado, sino un pano seda encima de la espalda siniestra, y era todo bermejo como sangre y tenia calzados unos panos de lino; ténia los brazos e las manos, e las piernas, e los pies et todo el cuerpo sangriento, corriendo sangre que salia de una llaga que ténia en el costado... E dixo... pues yo quiero que sepas que ésta es la escudilla en que yo el jueves de la cena con mis discipulos fui servido... e por eso es llamado el sancto Grial . E la sangre que dél salia cafa en el sancto Grial* J I SECCION III. I. SANTOS PADRES 1 LA EUCARISTIA Y LA UNIDAD Cual simple dato demostrativo de cômo se considero en los primeros siglos a la Eucaristia como vinculo de union cristiana, transcribimos algunos textos tornados de BAC, cf. Jesûs Solano, S. I., Textos eucaristicas primitivos. A) San Ignacio de Antioquia a) Carta a los Efesios 1032 C.13 (Funk-Bihlmeyer, 36,16-20; Ruiz Bueno [BAC], 455; PG 5,656 A-B). «Procurad, pues, reuniros en mayor nûmero para la Eucaristia de Dios y para sus alabanzas. Porque cuando os congregâis nume­ rosos vosotros en un mismo lugar se quebrantan las fuerzas de Satanâs y su poder demoledor queda deshecho con la concordia de vuestra fe. Nada hay mejor que la paz, con la cual se reduce a nada toda la guerra que nos hacen los poderes celestes y terrestres». b) Carta a los Filadelfos 1033 C.4 (Funk-Bihlmeyer, 103,5-9; Rutz Bueno, 483; PG 5,700 B). «Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristia; pues una sola es la carne de Nuestro Sehor Jesucristo y uno solo es el câliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbiterio y con los diâconos consiervos mios; a fin de que cuanto hagâis, todo lo hagâis segùn Dios» (cf. BAC, o.c.. p.48). B) «Didaché» C.9 (Klauser, 23 ss,; Ruiz Bueno, 86). «Sobre la fracciôn del pan: Gracias te hacemos, Padre nuestro, por la vida y la ciencia que nos revelaste por tu Hijo Jesûs. Λ Ti la honra por los siglos. 1 Sobre textos de Santos Padres acerra de la Eucaristia, cf La palabra de Cristo t 6, “pK ruLiÆNo p.210-211, y San Amdrosio p.2i i-2T5. -Ί ·, 1034 CORPV!» CHRISTI 376 Como este pan partido estaba antes disperso por los montes, y, recogido, se ha hecho uno, asi se recoja tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la honra y el poder por Jesucristo en los siglos* (cf. BAC. o.c., p.53-54) C) 1035 San Justino -Nosotros, por tanto, después de esto (del bautismo y de recibir la Eucaristia) recordamos siempre ya para adelante estas cosas entre nosotros; y los que tenemos, socorremos a todos los abandonados, y siempre estamos unidos los unos con los otros. Y por todas las cosas de las cuales nos alimentamos bendecimos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espiritu Santo... Los ricos que quieren, cada uno segûn su voluntad, dan lo que les parece, y lo que se reûne se pone a disposiciôn del que preside y él socorre a los huérfanos y a las viudas y a los que por enfermedad o por cualquier otra causa se hallan abandonadbs, y a los encarcelados, y a los peregrinos, y, en una palabra, él cuida de cuantos padecen necesidad* (cf. Apologia τ." 67 y 94: PG 6, 431; cf. BAC, o.c., p.63). • D) 1036 San Cipriano «... Finalmente, los mismos sacnficios del Senor declaran la unanimidad cristiana, trabada con firme e inseparable caridad consigo misma. Porque cuando el Senor llama a su cuerpo pan, formado por la union de muchos granos, indica aunado a nuestro pueblo, al cual llevaba; y cuando llama su sangre al vino exprimido de racimos y uvas y reducido a la unidad, da a entender asimismo a nuestro rebaôo unido con la fusion en la unidad de la multitude (cf. Carta 69 5: PL 3.1141; cf. BAC. o.c., p.169). II. CIRILONAS, SACERDOTE Homih'as sobre la Pascua de Cristo Magnifica poesia arrebatada, sobre todo en la scgunda pane. El autor es de fin dei siglo IV (cf. BAC. Textos eucarfsticos primitivos t.i p.699-705). 1037 A ) La instituciôn «El verdadero Cordero pascual habia lleno de alegria a los comensales que lo habian de corner, y el Primogénito anunciaba a sus discipulos la pascua en la sala del festin Nuestro Salvador 2 ss. PADRES. CIRILONAS sf.c. 3. 577 se invitô a si mismo a su inmolaciôn y a la entrega generosa de su propia sangre. Su pan de vida era nutritivo, estaba bien prepa­ rado y cl haz de sais espigas habia llegado a la plenitud. La mate­ ria de su cuerpo estaba penetrada por la levadura de la divinidad. Su misericordia manô con impetu y su amor le forzô a hacerse manjar para los suyos. Quitô El a Siôn el trigo candeal y lo entregô a su Iglesia en santidad. Un nuevo convite nupcial habia El pre­ parado y ahora invitaba y llamaba a los companeros a celebrarlo. Préparé El un festin para saciar el hambre de su desposada*. a) El sacrificio 1038 ♦Nuestro Senor ofreciô el primero su cuerpo, y sôlo después lo ofrecieron en sacrificio los hombres. El lo exprimiô en el câliz de la redenciôn y sôlo después lo exprimiô también el pueblo en la cruz. Primeramente se sacrifico El como sacerdote a Si mismo, para que aquellos extranos no tuvieran que ejercer por si mismos el oficio sacerdotal. Reuniô los misterios como en un collar de perlas y se lo colgô al cuello; puso las semejanzas sobre su pecho como preciosos berilos; con las calcedonias de los tipos prefigurativos ataviô su hu­ manidad y se acercô al sacrificio. Sobre la cabeza colocôse la corona de la gloriosa profecia. El afilô el cuchillo sacrifical de la Ley para inmolar con él su propio cuerpo, como Cordéro pascual». b) Los CONVIDADOS A SU FESTIN 1039 «Llevô a los pueblos a su convite y llamô a su festin a las na­ ciones. Salieron los pregoneros del Evangelio para invitar llamando en alta voz: Ved, el Rey distribuye su cuerpo; venid, corned el pan de la gracia. Vosotros los ciegos venid, mirad la luz; esclavos, recibid la libertad. Venid los sedientos, bebed el fuego; los muertos, venid, recibid de nuevo la vida. Por este pan que se reparte de balde no puede ya nadie morir de hambre. Isaias clamô poderosamente en celo profético: Sin dinero y sin pago corned pan y bebed vino (cf. Is. 55,1). El mismo es el pan que ha bajado del cielo, y el cual, aunque no ha sido sembrado, ha echado raices en la tierra. El es harina de trigo llena de pureza (cf. Lev. 2,1); porque el pecado no tuvo ningûn imperio sobre El»... c) El BANQUETE ♦Nuestro Senor condujo a sus discipulos y se sentô en la sala del banqueté. El subiô y se sentô el primero y sus discipulos tras EL Allî estaban recostados con El a la mesa y le miraban cômo comia y se transformaba. El Cordero comiô al cordero y la Pascua comia la pascua; El daba fin a la instituciôn de su Padre y comenl.c palabra d< C y 1040 078 CORPUS CHRISTI zaba la suya; El cerraba la ley y abria el nuevo pacto de la reconciliaciôn. iQuién νίύ alguna vez un banqueté tan maravilloso en cl que los hombres se sentaban con su Creador? (Quien viô jamâs un banqueté tan excelso en cl que sencillos Pescadores tomaban parte junto con cl Ocêano? iQuién viô nunca un un admirable banqueté en el que estaban juntos a la mesa una serpiente y su destructor? iQuién viô alguna vez un banqueté tan inaudito en el que comia cl azor con las once palomas? iQuién viô alguna vez un banqueté tan maravilloso en cl que el topo, cl hijo de las tinieblas, tomaba parte junto con el âguila? jOh milagro y asombro! Fijatc bien, oyente, Pescadores y recaud.idores de contribuciones se sientan con El a la mesa mien­ tras los ângeles y arcângeles estân tcmblando ante El. Los hom­ bres han sido hechos comensales de Dios; bienaventurados apôsto­ les, jde que alto honor habéis sido hechos dignos! Ellos comieron la pascua antigua y dieron cumplimiento a la ley». 1041 d) Las palabras del Senor ’Entonces hablô nuestro Senor: Ved ahora qué altamente y en qué manera os he honrado. He lavado vuestros pies y os he învitado a mi banqueté. A vosotros, habitantes de la tierra, os he honrado de esta manera y os he hecho corner conmigo. Ninguno de los ângeles que me sirven en las alturas de los cielos se ha atrevido, desde cl dia cri que fueron creados, a mirar mi rostro. No descubrian su rostro cubierto de alas (cf. Is. 6,2) para fijarse en mi y mirarme; pues mi justicia los llcna de terror y mi majestad les hace temblar. Mirad cuânto os amo, hasta el punto de permitiros corner a mi lado y, a pesar de que soy vuestro Senor, sin embargo, voluntariamente me hago companero vuestro. Yo, del cual estâ llcna toda la creaciôn, os he regalado por amor mi reino·»... 1042 Canto a la Eucaristia B) «Cuando aquel (Judas) saliô, tenia la cabeza enormcmenlc pesada, el color de su rostro ardiente, sus faccioncs desfiguradas, su corazôn palpitante, todo su ser dcscompuesto; los dientes crujian, sus rodillas se bambo'.caban. La razôn le abandonô, la réflexion se retirô de él. El âguila Cristo le lanzô fuera de su nido, y al punto la serpiente maldita le aprisionô. Los discipulos pcrmanecieron en gran alegria y los doce en bienaventuranza». 1013 a) La oraciôn al Padre ♦Entonces se levante nuestro Senor como un hcroc, se colocô como un poderoso, tomô cl fruto como un labrador, orô a su Padre como el heredero, mirô al cielo como su Creador y abriô los tesorof SK. 3. PA DR HS. CIRILûNAS 579 como un grande. Su rostro resplandecia como el sol, sus miembros pareclan rayos de luz. Las fuerzas de su voluntad ardian como hornos ardientes, sus pensamientos quemaban como lâmparas. Como Creador, hizo correr a raudales su salvaciôn; como Sal­ vador, ordenô el reparto de su misericordia. El manifestô lo escondido, lo futuro y lo secreto que estaba prometido. El se vistiô con el verdadero sacerdocio y con las galas dei sacrificio perfecto. Se puso de pie y se llevô a Si mismo por amor y mantuvo levantado su propio cuerpo en sus manos. Su diestra fué un sagrado altar, su mano levantada una mesa de la misericordia. El se llevô a Si misino sin cansarse y sostuvo su pan sin toner hambre. El cogiô su riqueza sin quedar necesitado de ella y mezclô su sangre sin tener sed. Desde su pan miraba hacia fuera su cuerpo vivo y desde su vino su sangre santa. Sus pensamientos eran como diâconos y su omnipotencia oficiaba el verdadero sacerdocio. El consagrô y bendijo a Si mismo, orô y diô gracias por (a proposito de) su cuerpo. El sacrificô y se matô a Si mismo; El diô y prensô su sangre que otorga vida; El acabô lo que habia anhelado y llevô a término aquello que habia deseado». b) El anhelo de que le comieran ♦Entonces comenzô a anunciar lo que habia prometido: Con gran deseo he anhelado corner esta pascua con vosotros antes de pa­ decer (Le. 22,15). Venid, recibidme, pues Yo os lo pido; comedme, pues lo quiero. Con los dientes del fuego triturad mis huesos y con la lengua corporal bebed a sorbos mi sangre caliente. Este es el cuerpo en que los ângeles no pueden fijar la mirada por causa de su brillo. Este es el pan de la Divinidad, que Yo he dado de gracia a los habitantes de la tierra. Este es lo Santisimo, por lo cual los serafines de lo alto son santificados, mientras ellos lo ensalzan como santo. Este es el fruto cuyo goce habia Adân descado para llegar a ser Dios». c) ExhortACiôN a la CO.MIDA DE SU CARNE «jVenid, recibidme, partidme en pedazos y gustadme velado bajo las especics! Yo me he hecho comida y el alimento completo para bien dei mundo, para acallar su hambre. Venid, discipulos mlos, recibidme; Yo quiero colocarme en vuestras manos. Mirad, yo estoy en pie aqui con entera verdad; pero a la vez masticadme también con entera verdad. Yo no abraso a quien me corne, sino a quien -se queda lejos de Mi ; mi fuego no causa dolor a quien me mastica, sino a quien no me saborca. Venid, amados mios, bebed también mi sangre, que es la san­ gre del Nuevo Testamento. Bebed el câliz de la llama, la sangre que inilama a todos cuantos la beben. Esta es la sangre que reemplazarâ la sangre de los animates sacrificados sobre la tierra». IG 15 7 • Este es el câliz en el que esta escondido aquel carbon que robô Tamar en cl camino (cf, Gen. 38,14). Esta es la sangre que santifica divinamente cuerpo y aima. Este es el câliz que miraba afuera desde el câliz de José, cuando este adivinaba con cl (cf. Gen. 44,5). Esta es la sangre que establece la paz y la concordia entre cielo y tierra. Este es el câliz en el que estân escondidos misericordia y jui­ cio, vida y muerte. Esta es la sangre por cuya consideraciôn vendrâ Dios y exigirâ el pago de la sangre de sus amados y aquellos que le han derramado. " Asi, pues, tomad este câliz y bebed de él para que olvidéis vuestros sufrimientos, seâis embriagados por medio de él y consigâis fuerza misteriosa, de modo que seâis intrepidos ante los perseguidores. Bebed de él y, celosos, empapad con cl toda la creaciôn. jPor su fortaleza pisotearéis serpientes y con su recepciôn venceréis la muerte! . Los antiguos profetas me desearon y los justos pidieron contemplarme (cf. lo. 8,56). Expiaron en clamor y llanto, porque no habian de verme a pesar de sus ruegos. Bienaventurados vosotros. discipulos mios, que me habéis masticado con vuestra boca*. 1 1047 I « e) La perpetuidai> ♦Pero a fin de que no olvidéis esta noche, que para vosotros debe ser mâs preciosa que cl dia, a fin de que no olvidéis esta hora en la que habéis gustado la divinidad, os mando también esto, amados mios, confidentes de mis secretos : Este’ recuerdo no debe concluir entre vosotr· s hasta el fin dei mundo. Por tanto, hermanos mios, debéis hacerio en todo tiempo y acordaros de Mi. Habéis masticado mi cuerpo, jno me olvidéis! Habéis bebido mi sangre. jno me menospreciéis ! En mi Iglesia sea este mi sublime memorial y esta llegue a ser la pascua sobre toda la redondez dei mundo. Este dia sea para vosotros santo. bendito y glorioso mâs que todos los otros dias. En él deberân ser consolados todos los que sufren, liberados todos los oprimidos. redimidos todos los atormentados. En él deberân ser puestos en libertad todos los cautivos. En él deberâ ser consagrada el agua visible del bautismo. En él deberâ distribui rse el bautismo y serâ dado a luz cl pueblo perfecto. En él deberân ser rejuvenecidos los ancianos envejecidos en el pecado, multiplicados mis hijos sobre la tierra y los hombres asccndidos al cielo. Mirad, todo estâ consumado; sellados estân los misterios como las profecias. Abandonad ahora alegres el Cenâculo y salid por el mundo como mercadercs. Predicadme en todas las regiones y dadme como manjar a los hombres. Los csclavos deberân ser libertados por Mi. los inmundos serân santificados por Mi Esclaves y reyes SS. PAlJRbS CRISOSTOMO 581 * deberân acercarse a Mi, porque Yo soy igualmente bondadoso para con todos los que me imploran. Sirvientas y senoras deberân venir a Ml, porque ante Mi no hay acepciôn de personas. Bajos y altos deberân beber mi sangre, porque hay un ûnico câliz sin divisiôn. Yo quiero ir ahora a hacer mi obra; pero vosotros salid en paz de aqui. Yo quiero ir a sufrir la cruz y quiero bajar para levantar al humillado Adân. Permaneced junto a Mi y estad sin pena hasta que resucite de nuevo de la tumba. Permaneced en paz, pues yo volveré a vosotros côroriâdo con victoria y con gloria*. III. SAN JUAN CRISOSTOMO Eucaristîa y comuniôn A) La promesa de la Eucaristîa 1048 Habia el Crisôstomo de nuestra incorporaciôn a Cristo y termina con parra­ ins exaltados sobre la Eucaristîa (cf. Hont. 46 in lo.: PG 59,257-267: BAC. Textos cucaristicos primitivos 1.1 p.563-574). Vêanse también los pasajes de San Juan Crisôstomo que sobre el tema de la Eucaristîa incluimos en Lu palabra de Cristo t.3 p.581-585 y t.5 p.572-575). ♦Cuando les diô pan y saciô su hambre llamâbarde profeta y trataban de hacerle rey; pero cuando los instruia sobre el ali "nento espiritual, sobre la vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles, cuando les hablaba de la resurrecciôn y levantaba sus ânimos, cuando mâs que nunca debieran admirarle, entonces murmuraban y se retiraban de El»... a) Pan de vida 1049 -Llâmase a si mismo Pan de vida (lo. 6,48) porque sustenta nuestra vida, tanto la presente corn .· la futura; por lo cual anad ô: El que coma de este pan vivirâ parc, sie.npre (ibid., 51). Y pan llama aqui, o bien a los dogmas saludables y a la fe en El, o bien su pro­ pio cuerpo. Pues ambas cosas fortalecen al aima. Pues bien; con ser asi que en otra parte, al decir El: Si alguno oyere mi palabra no probarâ la muerte (lo. 8,52), se éscandalizaron ; aqui no les sucediô lo mismo. quizâ porque todavia le respeta ban a causa de los panes» in. 1 ). b) «El pan que yo os dare es mi carne·» "Y de cierto,· el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida dei mundo. Justamente pudiera alguno dudar y preguntar aqui por qué hablô en esta ocasiôn taies palabras, que nada edificaban 1050 5S2 LOREUS CHRISH ni aprovechaban, sino mâs bien pcrjudicaban a lo edificado. .leuno investigare por que motivo hablô también acerca de los misîerios (de la Eucaristia), responderêmosle que esta era una ocasiôn muy oportuna. Porque la oscuridad de las palabras suele excitar a los oyentes y hauerlos mâs atentos; por tanto, no debieran escandalizarse; antes bien, preguntar e informarse. Mas ellos se retiraban. Pues si le tenian por profeta, debieran creer a sus palabras. Asi que cl escândalo procedia de su necedad, no de la oscuridad de las palabras.. Pero ellos, al fin. no sacaron fruto de las palabras; y nosotros. en cambio, gozamos dei beneficio de las obras. Por lo cual es necesario que nos informemos del milagro de los misterios ' eucaristicos), a saber, en qué consisten, por qué se dieron y cuâl es su utilidad. L’n cuerpo nos hacernos, dice (el Apôstol), y miembro de su carne y sus huesos (Eph. 5,30). Sigan los iniciados este razonamiento* (n.z). 1051 SFX c) La muestka de amor •· · -Pues bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino también en realidad. mezelémonos con aquella carne; porque esto se lleva a cabo por medio del manjar que El nos diô, queriendo darnos una muestra del vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezclô con nosotros y metiô cual fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegâramos a tormar un todo, como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes amadores. Y asi Job, para darlo a entender. lo decia de sus siervos, de qüienes era tan excesivamente amado, que deseaban injerirse en sus cames; ya que para mostrar su ardiente amor decian: iQuién nos diera de sus carnes para hartarnos! (lob 31,31). Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y demostrândonos su amor ardentisimo hacia nosotros; ni sôlo permitiô a quienes le aman verle, sino también tocarle, y co­ merle, y clavar los dientes en su carne, y estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor. Salgamos, pues, de aquella mesa, como leones, respirando fuego, terribles a Satanés, con el pensamiento fijo en nuestro Capitân y en el amor que nos ha mostrado. A la verdad, muchas veces los padres entregan los hijos a otros para que los sustenten; mas yo, dice, no asi. antes os alimento con mi propia carne, a mi mismo me présente por manjar, deseoso de que todos seâis nobles, y ofreciéndoos buenas esperanzas acerca de los bienes venideros. Porque quien aqui se os diô a si mismo, mucho mâs se os darâ en la vida venidera. Quise hacerme hermano vuestro ; por vosotros participé de la carne y la sangre; de nuevo os entrego la carne y la sangre, |x>r medio de las cuales me hicc parient? vuestro». dj 3 SS Efectos PADR<8. CKl.SObTOMO 583 de la sangre divina 1052 «Esta sangre produce en vosotros floreciente la imagen de nues­ tro Rey, ella causa inconcebible hermosura, ella no déjà que se marchite la nobleza del aima, regândola continuamente y sustentândola. La sangre que en nosotros se forma de los manjares no se forma inmediatamente, sino primero es otra substancia; no asi esta otra sangre, antes bien desde luego riega cl aima y le infunde gran fuerza. Esta sangre, dignamente recibida, ahuyenta y aleja a los demonios y concurren los ângeles. Esta sangre derramada lavô todo el mundo. Muchas cosas dijo de esta sangre el bicnaventurado San Pablo en la Epistola a los Hebreos. Esta sangre purifico el santuario y el Sancta Sanctorum. Y si la imagen de ella tuvo tanta eficacia, ora en el templo de los hebreos, ora en medio de Egipto, puesta sobre los umbrales, jcuânto mâs podrâ la verdadera y real! Esta sangre santificô el altar de oro. Sin esta sangre no se atrevia el sacerdote a entrar en el santuario, esta sangre ordenaba a los sacerdotes, esta sangre lavaba los pecados en sus figuras. Y si en las figuras tuvo tanta fuerza, si ante la sombra de ella se estremeciô la muerte, ;dime cômo no ha de temblar ante la misma realidad? Ella es la salud de nuestras conciencias, con ella se lava el aima, con ella se hermosea, con ella se inflama; ella hace el aima mâs resplandeciente que el fuego; ella, apenas derramada, hizo accesible el cielo» (n.3). e) Los MISTERIOS DE LA IGLESIA qTremendos son, en verdad, los misterios de la Iglesia! jTremendo es el altar! Brotô del paraiso una fuente que derramaba rios materiales: de esta mesa brota una fuente, de la que corren rios espirituales. Junto a esta fuente estân plantados, no ya sauces estériles, sino ârboles que se yerguen hasta el cielo y Hevan fruto siem­ pre en sazôn e inmarcesible. Si alguno se abrasa, véngase a esta fuente y réfrigéré el ardor. Pues ella deshace el bochorno y refresca todo lo ardiente, y no sôlo lo quemado del sol, sino aun lo inflamado por aquellas saetas de fuego, ya que tiene su principio y origen en el cielo, de donde recibe su riego. Muchos son los arroyos de esta fuente, los cuales envia el Parâclito. Y hâcese el Hijo mediador, no ya abriendo camino con la azada, sino disponiendo nuestros ânimos. Esta fuente es fuente de luz, que brota rayos de verdad. Ante ella asisten aùn las potestades del cielo, fija la mirada en la hermosura de sus corrientes, ya que ellas contemplan con mayor claridad la eficacia de la oblaciôn eucaristiça y sus inaccesibles destellos de luz. Pues asi como si uno metiera en el oro derretido, si posible fuese, la mano o la lengua, al punto las transformaria en oro; asi también, y aùn mucho mâs, aqui obra la Eucaristia en el aima estos efectos. Bulle hirviente este rio mâs que fuego; mas no quema. sino que lava tan sôlo cuanto a su paso encuentra». >JY ■a - - · «fl •••«a 1053 ί III* fi 1054 Cristo nos comprô con su sa'ngre •Esta sangre era continuamente prefigurada de antiguo en los altares, en las muertes de los justos. Ella es el precio dei mundo; con ella comprô Cristo Ia Iglesia, con ella la hermoseô toda entera. Pues, a semejanza de un hombre que para comprar esclavos da oro, y si quiere adornarlcs emplea oro, asi también Cristo con sangre nos comprô y con sangre nos hermoseô. Los que de esta sangre participan asisten a una con los Angeles, con los arcângeles y con las soberanas potestades, vestidos de la misma real estola de Cristo y provistos de las armas espirituales. Mas nada grande he dicho todavia. Vestidos estàn del mismo Rey*. 1055 g) CÔMO HAÏ QUE ACERÇARSE A LA SAGRADA MESA *Pero asi como es cosa grande y admirable, asi mientras te acerques con pureza, te acercas para salud; pero si con mala conciencia, para suplicio y venganza. Porque quien corne, dice, y bebe indigna­ mente dei Seno., su condcnaciôn se corne y se bebe (i Cor. 11,29). Si, pues, los que manchan la purpura imperial son castigados lo mismo que los que la rasgan, iqué hay de extrano en que los que reciben el cuerpo de Cristo con impura conciencia sufran el mismo suplicio que los que le desgarraron con los clavos? Considera, en efecto, cuân terrible castigo diô a entender San Pablo cuando dijo: Uno que atropella la ley de Mcisés, muere sin misericordia, sobre el ‘testimonio de dos 0 très. /De cuanto peor castigo pensais que sera juzgado digno quien al Hijo de Dios hoilô, y reputô indigna la sangre dei testamento, con la que fué 'sacrificado! (Hebr. 10,28 ss.). Miremos, pues, por nosotros mismos, amados (hijos), ya que de taies bienes gozamos, y cuando nos viniera el pensamiento de decir algo torpe o nos viéramos arrebatar de la ira o de alguna otra pasiôn, reflexionemos de qué beneficios hemos sido objeto, de qué Espiritu hemos gozado; y este pensamiento sera freno de nuestros irracionales apetitos. ;Hasta cuando estaremos sin despertar? * ^ * < .. < •Considera cuàn crecido honor se te ha hecho, de que mesa disfrutas. A quicn los ângeles ven con temblor y por el resplandor que despide no se atreven a mirar de frente, con Ese mismo nos alimentamos nosotros, con El nos mezclamos y nos hacemos un mismo cuerpo y came de Cristo. ^Quién dira el multiple poder del Serior y hara que resuenen todas sus alabanzas? (Ps. 105,2). êQué pastor apacienta a sus ovejas con sus propios miembros? Y 31). TEOl.OGO.S. SAN BUENAVENTURA 3. 605 1093 Tesoro de toda gracia ♦En Cristo estâ el tesoro de toda gracia, pues se halla lleno de gracia y de verdad (lo. 1,14) y de esa plenitud rcciben la gracia los ângeles y los hombres. Cristo, en efecto, posee la plenitud fontal; y abre su mano y llena de bendiciôn a todo animal dotado de razôn. Y este tesoro de gracias estâ oculto bajo el velo dei sa­ cramento del altar, segûn San Mateo (13,44): El reino de los cielos es semejante a un tesoro cscondido en el campo. Y equena esfera. ni lo invisible reducirse a lo que se ve ; y no es po sible en cuanto al modo, porque, como dice David (cf. Ps. 71,18; 195,4), el autor de los milagros es sôlo Dios. y el sujeto de los milagros son las criaturas. Siendo, pues, el sacerdote criatura, ècômo puede hacer milagros en Dios y convertir en cuerpo de Dios la substancia del pan' Entre tanto que Moisés se detenia en el monte recibiendo la ley, cansados los judios—que ahora no se cansan—de esperar, dijeron asi a Aarôn: Fac nobis deos, qui nos praecedant (Ex. 33,1). Ahora hacednos un Dios que podamos ver y seguir, y vaya delante de nos­ otros en esta jornada. Notad la palabra Eloim, que no sôlo significa Dios, sino el Dios verdadero que creô el cielo y la tierra. Ved aqui lo que los judios pidieron entonces, y ved aqui lo que nosotros adoramos hoy, un Dios debajo de especies visibles, puesto en ellas milagrosamente por ministerio de los sacerdotes. Los ju­ dios fueron los que trazaron el misterio y nosotros somos los que le gozamos; ellos hicieron la peticiôn, y nosotros recibimos el despacho; ellos erraron, y nosotros no podemos errar. Y ^en qué estuvo la diferencia? Estuvo sôlo la diferencia en que ellos creyeron que se podia hacer esta maravilla por autoridad humana: Fac nobis Eloim, qui nos praecedat; y nosotros creemos que sôlo se hace y se puede hacer por autoridad divina: Hoc facite in meam commemorationem. ςΥ que creyendo el judio que se podia hacer por poder humano, no créa que se puede hacer por omnipotencia divina? Quomodo potest? No es esto solo error de la fe, es ceguedad de la razôn» « «! 111« b) La OBJEG1ÔN DE LOS GENTILES •Al gentil también le parece imposible este misterio y la mayor dificultad que halla en él son las mismas palabras de Cristo: Caro mea vere est cibus, et $anguts meus vere est potus (Ιο. 6,56). ;Cômo es posible, dice el gentil, que sea Dios quien dice que le coman la carne y le beban la sangre?... Tertuliano se cxplicô sobre esto con el juicio que acostumbra: Las fabulas de los gentiles, si bien se consideran, son unos remedos, son unas semejanzas, son unas imâgenes o imaginaciones de los mistcrios de los cristianos; y si los gentiles dieron fe a lo remedado solamente de nuestros misterios, por qué le llama pan? Y si se llama pan, ipor qué le llama cuerpo? Llâmale cuerpo por lo que es, y llâmale pan por lo que fué; llâmale cuerpo por lo que es, y llâmale pan por lo que parece. Aquella hostia no es pan; pero iué pan, y parece pan; y basta el parecer y cl haber sido para 11amarse asi... b) Soi.K.lÔN A DOS VRGLMENTOS DE LOS HEREIES De aqui mismo insta y argumenta el hereje que, asi como Cristo llamô pan a la hostia, sin ser pan, asimismo podia llamar su cuerpo sin ser su cuerpo. No 1 edia, dice la razôn, y de ahi mismo lo prueba y convence admirablemente. La hostia puede llamarsc pan, sin scr pan porque fué pan, y parece pan; pero no se puede llamar cuerpo de Cristo, sin ser cuerpo de Cristo, porque ni lo fué ni lo parece. De uno de tres modos se puede llamar la hostia cuerpo de Cristo, JJ W . UDi . « LUS I 1 - ■■ ■ "■ W CORI'CS CH Η IS Π ■*■ I ■ 1 ■«·--· * ■ · -· * < *— I i n■ ■ * O porque lo es, o porque lo fué, o porque lo parece. Porque lo pa rccc, no; porque aquella hostia, después de consagrada, no parece cuerpo de Cristo. Porque lo fué, no; porque aquella hostia antes de consagrada, no fué cuerpo de Cristo; luego si se llama cuerpo de Cristo es porque verdaderamente lo es, y porque no queda otro verdadero sentido en que las palabras de Cristo se puedan verificar. 111Û Contra- replica aun el hereje obslinadamente—· : Cristo en la Escritura llâmase piedra, llâmase cordero, llâmase vid .., y con todo esto, ni Cristo fué piedra, ni parece piedra, ni es piedra; ni fué cordero, ni parece cordero, ni es cordero; ni fué vid, ni parece vid, ‘ ni es vid... jBendtta sea, Sehor, vuestra sabiduria y providenda, que contra toda la pertinacia y astucia de tan obstinados enemigos de vuestra fe dejasteis armada vuestra Iglesia y defendida la verdad de este soberano misterio con una sola palabra: Vere/ Entre el sen­ tido verdadero y el metafôrico hay esta diferencia: que el sentido metafôrico significa solamento semejanza, y el verdadero significa realidad, y para quitar toda esta equivocaciôn y cualquier otra duda el mismo instituidor dei sacramento, Cristo, declarô, repitiô una y otra vez que el sentido en que hablaba asi de su cuerpo como de su sangre no era metafôrico, sino verdadero: verdadero en la significaciôn del cuerpo: Mi carne verdaderamente es comida (lo. 6,56); y verdadero en la significaciôn de la sangre: Y mi sangre es verda­ deramente bebida (ibid., 71)...· D) 1120 d) El filôsofo Los ARGUMENTOS DEL FILÔSOFO El filôsofo... piensa que tiene fortisimos argumentes contra este misterio, y dice que no puede ser verdadero por muchos principios. Primero, porque las naturalezas y substancias de las cosas son in­ imitables: luego lo que era substanda de pan no se puede convertir en substanda de Cristo. Segundo, porque el todo es mayor que la parte, y la parte menor que el todo; luego, si todo Cristo estâ en toda la hostia, todo Cristo no puede estar en cualquier parte de ella. Tercero, porque el entendimiento debe juzgar segûn las especies de los sentidos, que son las puertas de todo el conocimiento huma no; los sentidos miran, gustan y tocan pan; luego pan es, y no cucr po de Cristo, lo que estâ en aquella hostia. Con la naturaleza argumenta el filôsofo, y con la misma natura­ leza le ha de convencer la razôn, y muy fâcilmente y sin trabajo; porque, aunque la fe sea sobrenatural, la mejor y mâs fâcil maestra de la fe es la naturaleza... +4 SF.c. 5. H) urroRES varios. \n.ip\ SOLUCIÔN Ml'. I AS Mit l< I 017 | AOt 1121 Λ la primera dificultad responde la razôn que no tiene el filôsofo que espantarse de que le diga la fc que la substancia del pan se convierte en substancia del cuerpo y la substancia del vino en la substancia de la sangre de Cristo, porque este milagro lo vemos cada dia sensi blemente en la nutriciôn natural del cuerpo humano. En la nutriciôn natural del cuerpo humano, la substancia del pan y del vino ^no se convierten en substancia de carne y sangre? Pues si la naturaleza es poderosa para convertir cl pan y el vino en carne y sangre, en espacio de ocho horas, /por qué no sera poderoso Dios para convertir pan y vino en substancia de carne y sangre en menos tiempo? Para confesar este milagro no es necesario creer que Dios es mâs poderoso que la naturaleza; basta concéder que es mâs pronto. Lo que la naturaleza hace despacio, /por qué no lo harâ Dios un poco mâs aprisa?... El imposible de estar todo en todo y todo en cualquier parte, tampoco lo créera el filôsofo; pero confesaré fâcilmente que es po­ sible, si vuelve la consideraciôn a la escuela de la naturaleza. Tome el filôsofo en las manos un ewpejo de cristal, véase en él y verâ una sola figura; quicbre luego el espejo, y ;qué verâ?» E) Asimtlaciôn eucaristica Argumenta el diablo “Ahora se seguia el politico, pero quédese para el lin, y entre en su lugar el diablo, que tal vez no serâ desacertado el trueque. Tiempos hubo en que los demonios hablaban y el mundo les oia; pero después que oyô a los politicos aùn estâ peor dei mundo. El diablo, como soberbio y como cient ifico -que es doblada soberbia, doblada hinchazôn, como la llamô San Pablo: Scientia inflat , argumenta asi: Si los hombres comulgaran a Cristo en el sacramento, fueran como Dios. Los hombres no pueden ser como Dios; luego no comulgan a Cristo en el sacramento. I ,a consecuencia, dice el diablo, es tan évidente como mia: la suposiciôn no la pueden negar los hombres, porque es suya. Si los hombres comulgaren a Cristo, serân como Dios. Su mismo texto lo dice (lo. 6,57): En mi mura y yo en él. Y los hombres no pueden ser como Dios; yo lo digo y yo lo padezco, dice el demonio; que, si yo no intentara en el cielo ser como Dios, no pagara hoy este imposible, como lo estoy pagando... Nosotros, aunque perseguidos, somos ângeles; que quien nos pudo hurtar el lugar no pudo quitarnos la naturaleza. Y si cl manâ, que tanto era menos noble, se llamô pan de los Angeles, el cuerpo del Hijo de Dios, que excede al manâ en infinita nobleza, /côrno ha de ser pan de hombres ? 1122 618 COKPI’S CHRISTI b» * Grandi n extrana paradoja Λ la ultima parte de este soberbio argumento del demonio res­ ponde la razon con la causa de su misma calda. Después que Dios uniô a si la naturaleza humana y no la angélica, no hay que espan tarse que los hombres sean en todo preferidos a los ângeles. En esta primera admiraciôn y en este primer asombro desaparecerân todos los espantos, y en cuanto al imposible de poder los hombres, comiendo, ser como Dios, no argumenta el diablo contra nosotros; argumenta contra siJEl primer inventor—ninguno se espante de lo que digo—, el primer inventor de la traza o diseno del misterio de la Eucaristia fué el demonio. Cuando el demonio tentô a Eva, le dijo asi : Coined del fruto vedado, porque en el dia que comiereis, quedaréis como Dios (Gen. 3,5). Lo que Cristo nos concediô en este misterio es lo que el diablo nos prometiô en el paraiso. Hizo Cristo verdadera la menti­ ra del demonio para que de esta manera quedase él vencido y nos­ otros desafrentados. En aquel reencuentro del paraiso quedô el demonio vencedor y el hombre afrentado; vencedor el demonio. porque enganô; afrentado el hombre, porque quedô enganado, despojado, perdido. iPues que remedio para desafrentar al hombre y vengarse del demonio? El remedio fué hacer Cristo de su promesa dâdiva, y de su tentaciôn sacramento, y asi lo hizo; de la promesa del demonio hizo dâdiva, porque nos diô a corner a la divinidad que él nos prometiô, e hizo de su tentaciôn sacramento, porque consagrô debajo de las especies de pan lo que él fingia debajo de las apariencias de la manzana. De suerte que el demonio quedô vencido, porque su mentira quedô verdad; y el hombre, desafrentado, porque su engaûo quedô fe...· - -· **' · - F) 112-1 il a) A nuncios de amor Qveja amorosa del alma fiel «El devoto no por falta de fe, sino por exceso de amor y mâs quejoso de los accidentes que dudoso de la substancia—, por parte de su afecto. arguye asi con el mismo Cristo: Mi fe, con los ojos cerrados, créé firmemente, Se Λor, que estâis en este sacramento ; pero mi amor, con los ojos abiertos, no puede entender ni penetrar como sea posible esta verdad. Si partiéndoos de la tierra quisisteis quedar en la tierra, fué para satisfacciôn de vuestro amor y para alivio del nuestro ; para crêdito de vuestras finezas y para remedio de nuestras ausentes ansias. Asi lo dice aquel grande intérprete de los secretos de vuestro corazôn en este misterio (cf. Santo Tom As, Opusc. 57). Pues si dudasteis para nuestro consuelo, ;cômo os encubris de nuestros ojos? Si fué amor el quedar, ^côrno puede ser amor el quedar de ese modo? Quedar y quedar encubierto, antes es^martirio para el encendido deseo que alivio para las ardientes ansias. Por AUTORES VARIOS VIEIRA cierto que no cran ésos los estilos de vuestro amoi ni de su pacien­ cia. Habia entre vos y el alma una pared; pero aunque la pared era suya, habia en ella una celosia vuestra por donde la mirabilis y por donde os miraba ella. Para no podernos mirar vuestra divinidad. es nuestra la pared de este cuerpo; pero para no mirarnos vuestra humanidad, vuestra es la pared de esos accidentes. Pues si los impedimentos y estorbos de la vista son vuestros y vuestro amor es omnipotente, icômo queréis que créa mi amor una tan grande implicaciôn del vuestro, como es amarme tanto y no dejaros ver? La fe lo créé muy a su pesar, pero el amor no lo sufre, ni lo alcanza, ni lo puede dejar de tener por imposible. b) Respuesta fàcil Asi arguye amorosamente quejosa la devociôn; pero tiene fâcil y muy cabal respuesta a su piedad. A un efecto amoroso del aima responde la razôn con otro afecto mâs amoroso de Cristo, y dice que mayor amor es en Cristo el no dejarse ver, que en la devociôn el desear verlo. Aunque Cristo no se déjà ver de nosotros, es cierto que se quedô con nosotros; pero quedôse de manera que no le podamos ver, porque hô mâs su amor de nuestros deseos que de nues­ tros ojos. El fin para que Cristo se quedô en el sacramento fué para que los hombres le amâsemos ; y siendo asi que el mayor conocimiento es causa de mayor amor, aman los hombres mâs finamente a Cristo, deseado por ausentes earinos, que gozado por patente vis­ ta. Y como a Cristo le va mejor con nuestros earinos que con nues­ tros ojos, por eso se quiso dejar en disfraz de deseado y no en traje de visto; descubierto para los ojos, no; encubierto, si, para los ea­ rinos. Conozca, pues, nuestra devociôn que es fineza y no implica­ ciôn de amor en Cristo el dejarse invisible en 'aquel misterio, y confiese no sôlo nuestra fe con los ojos cerrados, sino nuestro amor con los ojos abiertos, la verdad amorosa de aquel vere: Vere est cibus, vere est potus". G) Honor al Rey «Ultimamente, argumenta el politico, y del mismo caso que diô ocasiôn a esta solemnidad, inhere no estar la persona soberana de Cristo en aquella hostia. Los principes de ninguna cosa son ni deben ser mâs celosos que de su autoridad... êCômo es posible, ni creible, que dejase tan arriesgada y expuesta la majestad divina de su per­ sona a caer en las manos infieles y sacrilegas de sus enemigos. como publican las memorias de este dia, y la ocasiôn y el nombre de estos desagravios? A los otros argumentes respondi por la razôn con lo que estudié ; a éste respondo con lo que veo; donde se conquistan veneracioncs no se pierden autoridades. Estos son los dictâmenes de Dios, ésta in ri- 620 < CORPUS CHRISIJa. · · - **> «·*-·* · ** ■**■ »■ ■ — fué siempre su razôn de estado. Permitiô lo que lloramos para con seguir lo que vernos ;Qué mayor exaltaciôn de su fe? . SU. 7. .MlSthl.ÂM,A HISIÜRIC.» V M1ERAKIA 649 En la otra parte del altar, e« to es, «in cornu Evangelii», hay un sacerdote que habia animadamente con San Jerônimo. Este reclina la cabeza, en actitud pensativa, teniendo la Biblia sobre las rodillas. Se ha pensado que el tal sacerdote es Rufino Turannio, que fué amigo y colaborador del Santo y después adversario suyo en la cuestiôn del origenismo. En fin, dice Pastor (cf. o.c., t.3 c.io): «Un elevado concepto desfila entre las incomparables creaciones del pintor de Urbino en el Vaticano: la grandeza y la majestad, la victoria y el triunfo de la Iglesia, de su ciencia y de su centro, el Papado; la admirable protecciôn que el mismo Dios otorga a los sucesores de aquel a quien confiriô su promesa: Tû eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y no prevalecerdn las puertas del infierno...* (cf. Cardenal Celso Costantini, Dio Nascosto [Tumminelli, Roma 1944] p.352361). I 4 SECCION IIII. GUIGNES H0MILET1C0S1 SINOPSIS DE LOS GUIONES HOMILETICOS La Sagrada Eucaristia: La Eucaristia y el Espîritu Santo (11). La Eucaristia y Maria (9). «jOh sagrado convite!» (4). ♦Recuérdase la memoria de su pasiôn» (5). ♦El aima se llena de gracia» (6). «Prenda de Ia gloria futura» (7). La Eucaristia en la vida cristiana: El sacramento de nuestro consuelo (2). La Eucaristia, simbolo de unidad (3). La Eucaristia y la mortificaciôn (8). La Eucaristia y la fortaleza (10). Las visitas al Santisimo (12). La fiesta del Corpus: La procesiôn del Corpus (1). La procesiôn del Corpus 1177 I. Orientation. A. Este guiôn litûrgico va encaminado ünicamente a dar algunas ideas con las que puedan prepararse los fieles para sacar provecho de la procesiôn en orden a su vida espiritual. Todos los actos de culto que directamente van encaminados a Dios sirven también de provecho para las aimas, en cuanto que son ocasiôn para que el aima cristiana ensalce a Dios y se una con El. Tal es el caso de las procesiones y en especial de la del Corpus. 1 Acerca dei sacramento de la Eucaristia pueden encontrarse varios guiones en La pa­ labra de Cristo. Véanse los guiones 9-12 del domingo IV de Cuaresma en el volurren 3 φ.695·7θ6>; la fiesta del Corpus Christi en el volumen s: y los guiones 13, 14 d«.l dem ngo VI después de Pentecostά en el volumen 6 (p.333-339). No obstante, completaremos el elenco de guiones ya publicados con otros nuevos, por lo menos en cuanto a la forma, aun cuando mue has de las ideas serin repeticiôn de las ya expuestas en otros lugares. J ftiii « SEC. S. B. C. GUIONES HO.MUÉÏJCOS Bor falta de la adecuada preparaciôn suelen a veces ser las procesiones una cxhibiciôn que tiene mucho de mundano y que se presencia con curiosidad mundana y nada mâs fijândose en lo accesorio y dejando lo prin­ cipal. iPor qué, si no, se guarda tan poco silencio cuando en realidad debieran convertirse las calles en templos de adoraciôn? Por todo ello hemos juzgado de interés este guiôn, muy propio para ser predicado en la homilia del Corpus o en una breve alocuciôn antes de la procesiôn. II. Pasa el Senor. La liturgia y la piedad popular nos invitan a cantar al Santisimo Sacramento de la Eucaristia en el dia del Corpus Christi. «Canta, joh Siônl, con voz solemne al que a redimirte viene, ci tu Rey, a tu Pastor» (secuencia de la misa). b) «Canta, lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa» («Pange lingua»). c) eCantemos al amor de los amores·', tAlabad al Senor», «Alabado sea el Santisimo», etc. a) Todos los dias baja el Senor al altar; todos los dias viene a nuestros corazones; todos los dias lo tenemos escondido en el sagrario. Por ello hoy hemos de cantar himnos de gratitud y ofrecer y dar lo nuestro al que se diô totalmente. «Al nacer se diô como companero, en la Cena como alimento, al morir como precio y al reinar se da como premio» (himno «Verbum supernum·)). Para que el cristiano tenga oportunidad de dedicarse a esta oraciôn de gratitud y rendir al mismo tiempo homenaje a Jesus sacramentado ha querido la Iglesia man­ dar la solemne procesiôn propia de este dia. Pasa el Senor por las calles de las ciudades y aldeas, por los montes y los valles; y dondequiera que haya un sagra­ rio y un racimo de hombres, allî saldrâ el Senor. Pasarâ humilde como cuando entré en Jerusalén bajo la Hostia blanca de la custodia dorada. El mismo Cristo que estâ en los cielos, triunfador y glorioso como allî, sôlo que oculto, pasa por nuestras calles en el dia del Corpus Christi. III. El honienaje exterior. En torno a esta procesiôn del Santisimo, ya en este dia del Corpus Christi, ya también en congresos eucaristicos sc han dado las mâs bellas manifestaciones de fe. Se cnjalbegan las casas, se alfombran las calles, se ador- I SEC. S. 1180 D. E. Expiaciôn. Es dîa de consolar al Seftor y reparar por todos nuestros pecados, particularmente por todas las profanaciones y sacrilegios que se cometen contra el Sacramento del Amor. Peticiôn. La procesiôn es el gran momento para desgranar ante el Senor nuestras peticiones e impetrar de El beneficios tanto espirituales como materiales. V. Modo prâctico de aprovechar la procesiôn. A. B. C. IV. Nuestro homenaje interior. Todo lo exterior del Corpus Christi, con ser grandio­ se, es, sin embargo, medio y ayuda para el homenaje interior, que no puede faltar, porque sin él lo exterior carece de valor. Ni ha de ser tampoco la procesiôn acto de puro sentimentalismo. Tiene que ser mâs bien la gran ocasiôn para elevar nuestro corazôn a Dios y rendirle un sincero homenaje interior, que consistirâ en adoraciôn, gratitud, expiaciôn y peticiôn. B. Adoraciôn. Lo mismo que los ângeles en el cielo, al mirar la Hostia blanca hemos de adorar la majestad del Dios très veces santo aclamado por los querubines y serafines. Del fondo de nuestro corazôn debe subir al cielo para unirse con los coros angélicos el «Santo, Santo, Santo, Senor Dios de los ejércitos ; llenos estân los cielos y la tierra de vuestra gloria». C. Gratitud. Hemos de tener présente que el sacramento de la Eucaristia es como si dijéramos el seûuelo que atrae a Dios sobre la tierra y sobre cada una de nuestras aimas. Debemos rendir gratitud a Jesucristo por las misas que oimos, por las veces que viene a nuestro corazôn como alimento, por las oraciones que desde el sagrario eleva a Dios por nosotros. Pero, ademâs, en tomo a Jesucristo sacramentado debe volcarse nues­ tro corazôn en un himno de acciôn de gracias por todos los beneficios que de una u otra manera nos hace Dios y que se deben a la Eucaristia. t>53 A. D. 1181 Cuando caminéis acompanando a la Custodia, hacedlo como aquel pueblo sencillo que acompanaba a Jesu­ cristo en los dias de su vida mortal, como las turbas que seguian al Maestro y se agrupaban en torno suyo. Los que contemplâis desde las calles el paso de la pro­ cesiôn, hacedlo en silencio, manifestando en vuestra com­ postura exterior la actitud profundamente espiritual de vuestra aima. Unos y otros ofreciéndoos a Jesucristo en este dia, por­ que no hay ofrenda tan grata al Senor como la de nos­ otros mismos. Si amor con amor se paga, al amor de Jesucristo, que se entregô en la Eucaristia, debe corresponder nuestro amor entregândonos sin limites ni re­ servas a cumplir su voluntad. Finalmente, cuando el Senor se detiene en los altareslevantados en el recorrido, brote de vuestros corazones las palabras con que termina la secuencia de la misa: «Buen Pastor, Jesûs clemente, tu manjar de gracia fuente, nos proteja y apaciente, y en la alta regiôn viviente, haznos ver tu gloria, job Dios! Τύ, el poder, la ciencia tienes, tû mortales nos sostienes, por comensales perennes, al festin de eternos bienes, con tus santos llâmanos. Amén. Aleluya1». El sacramento de nuestro consuelo I. «Estoy con vosotroso. A. Al despedirse el Senor antes de subir a los cielos decia a los apôstoles: «Yo estaré con vosotros hasta la consumaciôn de los siglos» (Mt. 28,20). U8* rr.T t· nan los balconcs, etc. Junto al Santisimo, flores, cantos c inciensos. Lo mismo que un templo. B. Son detalles exteriores del homenaje que el pueblo creyente tributa a su Dios. Los fieles confiesan y aclaman como Rey de los cielos y tierra a Jesûs-Eucaristia. «Ho­ nor y gloria a Ti, Rey de la gloria. Amor por siempre a Ti, Dios del amor». C. En Friburgo de Suiza se ponen ârboles jôvenes, introducido el tronco en caldero lleno de agua, a la puerta de todas las casas. Los dias anteriores al Corpus llegan a la ciudad camiones cargados de ârboles jôvenes y se establece en las principales plazas de la ciudad este sin­ gular mercado. Se les introducia en agua para que conservaran su frescura durante toda la octava (hoy suprimida). La procesiôn no se regula por campanas. Da las ôrdenes oportunas un soldado desde lo alto de la torre de la catedral con disparos de revôlver. El tiro de revolver es «amplificado» por un disparo de canon, para que toda la ciudad se entere de la orden transmitida por el soldado. (.1 IONES Uo.Mll.EïlvOS COKITS CHKISn Con nosotros, desterrados en el valle de lagrimas. Cristo en medio de nosotros velado por los accidentes blancos del pan es consuelo y alegria. Cada sagrario inunda nuestra aima de jûbilo como esta fiesta del Corpus Christi, como el Cenâculo en la tarde de resurrecciôn. 1183 II. La tristeza. B. 1181 HI. Es patrimonio de todos los mortales. «Es humano que la tristeza afecte al corazôn» (cf. Santo Tomâs, véase domingo IV de Resurrecciôn). Particularmente en nuestros dias el mundo se présenta triste. a) Un mal, una tribulation cualquiera causa abatimiento en nues­ tro espiritu flaco. Esto es la tristeza. b) Hay que combatirla, porque absorbe energias espirituales que deben emplearse para el bien. *Que la tristeza se apodere del corazôn es vitioso, porque puede perturbar el uso de la razôn* (cf. Santo Tomâs, Le.). Remedies ineficaces y el unico consuelo. B. Es un fenômeno psicolôgico y una reacciôn natural del corazôn oprimido por la tristeza buscar alivio y consuelo. Con frecuencia nos equivocamos. a) Se busca en las creaturas: amigos, diversiones, etc. Cierta­ mente que algunas dan consuelo. Mas es pasajero y apegarse a él es preparar nuevas lagrimas para el maiiana. b) El unico consuelo esta en Dios y en su posesiôn. Por eso en el cielo, segün el Apocalipsis, no habrâ. dolor ni llanto ni lagrimas. c) En la tierra, en tanta viviremos consolados en cuanto estemos unidos con Dios. Por eso, los santos son los seres mds felices. 1185 IV. La Eucaristia, consuelo. Como la Eucaristia nos da a Dios, por eso la Eucaristia es consuelo. Dos aspectos de la Eucaristia son particularmente consoladores. a) En cuanto sacrificio. Nos recuerii las horas tristes de Jesu­ cristo y nos impulsa a abrazarnos con el dolor y con el trabajo de nuestra vida, viendo en ellos la verdad, que no es otra sino la conformidad con la voluntad de Dios. b) En la Eucaristia Jesucristo estâ como amigo. El amigo, segün Santo Tomâs, es, juntamente con la contemplation de la ver­ dad, el verdadero consuelo, porque cuando uno estâ tristeparece que liera una cuesta, y si tiene un amigo verdadero al que tumunicar su tristeza parece que alivia el peso (cf. Santo Tomâs, domingo IV de Resurrecciôn). f. M· îvi SEC. S. (1U1ONJ.S IhjMlLbTlCOS 6ô5 V. Absurdo de aimas buenas. A. 1 18« Una de las tentaciones que hay que prévenir es el desaliento o decaimiento que, brotando de la tristeza, pue­ de oscureccr la fe. Se oye de labios de aimas espiriluales: «Se me quitan los deseos de toda vida de piedad*. b) Sin llegar a esto, puede el demonio enganar a las aimas con una frialdad 0 sequedad, que, aparté de la comuniôn, encierre al aima en si misma, haciéndola ver que en esos momentos de tristeza preferible es no hacer nada que no hacerlo bien. B. El Senor sabe perfectamente lo que es la tristeza. El la paso primero. No pretende elevaciones espirituales. Las aimas tienen que pasar su Getsemani. Sin embargo, lo mismo que El hizo en esos momentos debemos buscar todos, esto es, a Dios, a Jesucristo, a la Eucaristia. VI. Para nuestro consuelo. A. B. 1187 Sobre cada uno de nuestros sagrarios o de nuestros al­ tares pudieran escribirse estas palabras: ''Para nuestro consuelo». En las horas de tristeza acudamos alli. Particularmente en la fiesta del Corpus Christi que pidan las aimas tristes o afligidas al Senor el consuelo en la tribulaciôn. La Eucaristia, simbolo de unidad I. La fiesta del Corpus Christi. A. B. 1188 Esta fiesta nos invita a cantar la misericordia y generosidad de Cristo, que nos amô hasta el fin, dando su cuerpo como comida de nuestra vida. Nos brinda, ademâs, ocasiôn para meditar en las grandes verdades del cristianismo, a fin de sacar lecciones para nuestro progreso espiritual. Una de estas grandes verdades esenciales en el cristianismo es la unidad de todos y la consiguiente caridad, aglutinante de la union. La Eucaristia produce la uni­ dad, segùn las palabras dei himno: «Manducat Domi­ num, pauper, servus et humilis». 1 Cf. el guiôn 9 del domingo IV de Cuaresma, La palabra de Cristo t.3 P-&95· •-%· . ■κ CORPUS CHRISίί 1189 II. Dos realidades distintas. Una, la que Cristo quiere conseguir, segùn lo manifestô en su ultima cena: a) «No ruego sôlo por estas, sino por cuantos han de creer en mi por su palabra. Para que todos sean uno como tû, Padre, estds en mi y yo en ti, para que también ellos scan en nosotros y el mundo crea que tû me has enviado*. Yo les he dado la gloria que tû me diste, a fin de que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y tû en mi para que sean consumados en la unidad* (lo. 17,20-23). b) Los primeras cristianos, segûn los Hechos de los Apôstoles, vivieron de esta realidad, puesto que de la muchedumbre de creyentes se formô *cor unum et anima una*. Es una de las predicationes mds constantes en el apôstol San Pablo. Somos un cuerpo; tenemos una fe y un bautismo. Consecuencia de esta realidad ha de ser la unidad de todos. Lo mismo que los miembros del cuerpo siendo distintos se unen todos para la consecution de un mismo fin, asi los cristianos deben ayudarse, amarse y unirse. B. En contraste con esta primera realidad esta la realidad de nuestra vida. Son muchos los pecados contra la caridad. Pecados que tienen gran trascendencia por ser contra el Cuerpo mistico, ya que destruye una de sus caracteristicas esentiales, cual es la unidad. b) Envidias, celos, juicios temerarios, murmurationes, calum­ nias, etc., son tan frecuentes y extendidos como poco advertidos. Es tierto que en muchos casos no pasan de ser meros sentimientos que escapan al influjo de la voluntad; pero no menos tierto que en otros, por una deformatiôn de concientia muy atenta para otro género de pecados y muy négligente para estos, no se hace caso de la gravedad que entierran. Los pecados contra la caridad son mucho mas graves que los pe­ cados camales. d) Lo mâs triste en esto es que son pecados de aimas en aparientia espmtuales. Se presentan muy solapados, porque nuestro amor propio se encarga de justificarlos, como si fuera razôn justa defensa cuando en realidad son falta de virtud. Las aimas de verdadero espiritu son eminentemente caritativas. 1190 III. La Eucaristia, simbolo de unidad. A. L» Lo expresa San Agustin en las siguientes palabras: «Nuestro Sefior ha puesto su cuerpo y sangre en estas cosas (el pan y el vino), que, de mùltiples que son en si, se reducen a una sola, porque el pan de muchos granos se hace una sola cosa; el vino se forma de muchos granos que hacen un solo licor, por lo cual dice ademâs "P? Si SEC. 8. GUIONES HUMll.hi 1COS 657 (San Agustîn): «jOh sacramento de piedad! jOh signo de unidad! |Oh vinculo de caridad!» (3 q.79 a.i). Las oraciones de la liturgia, v.gr., Ia secreta dei Corpus Christi: <*Te rogamos, Senor, que concedas propicio a tu Iglesia los dones de unidad, de paz, misticamente dcsignados bajo las ofrendas que te hacemos». Lo mis­ mo en la postcomuniôn de Resurrecciôn, segûn la redacciôn primitiva, que dice: «Infûndenos, Senor, el espiritu de tu caridad para que por tu piedad hagas concordes a los que alimentaste de un mismo pan». Esta unidad se expresa y realiza particularmente en la misa y en la comuniôn. La misa. La mezcta del agua y del vino es simbolo. En el agua esta representada la multitud de creyentes que se unen entre si y juntamente con Cristo. La paz, de la que decia San Agustîn: «Grande, muy grande, este rito, porque designa la uniôn de todos. Lo que hace tu rostro hdgase en tu interior, asi como tu rostro se acerca al de tu hermano, que tu corazôn viva unido al suyo» (cf. «Serm.» 227: PL 38,1106). b) La comuniôn. Al comulgar con Cristo comulgamos también con todos los miembros del Cuerpo mistico. «Esto que recibis en la Eucaristia sois vosotros mismos con Cristo* (cf. San Agustîn). Y el Beato Avila: «La division de Addn viene porque de él toma cada uno su came. La unidad, ide donde? De la carne de Cristo. No hay mds que una came aqui... Sois muchos; tenéis muchos carnes; yo os daré una carta sola y seréis mds fuerte came y seréis uno. Esto es comulgar» (cf. Serm. ST- BAC, Obras t.2 p.906). a) IV. Perdôn y caridad antes de comulgar. A. B. Al pie del altar, en la misa y en la comuniôn, depongan todos los odios, rencores, desavenencias, envi­ dias, etc. Mâs aûn, acérquese cada cual al Sacramento del Amor con el proposito de ser caritativo en las palabras, en la ayuda al hermano y en la predilecciôn especial, tanto afectiva como efectiva, a los pobres, humildes y necesitados. • '▼rf* * '· CORPUS CHRISTI ujOh sagrado convite!» convite divino. 1192 Tanto en las Sagradas Escrituras como en los Santos Padres una de las exprèsiones mâs frecuentes es la que présenta la Eucaristia como alimento o comida. En las Escrituras, a través de todo el capitulo 6 de San Juan, donde se nos' dice: «Mi carne es comida», -el que come de mi came», «si no coméis de mi carne», «el que me come». En los Padres son frecuentes las siguientes formulas: «Tomad del banquete dei altar santo», «comed el cuerpo dei Hijo de Dios» f«manducare, edere, comedere, su­ mere») (cf. Textos eucaristicos primitivos: BAC, t.2 p.948). La liturgia, eco de la Escritura y de la tradiciôn, amplia en sus formulas de hov esta misma idea. Eucaristia nos transforma misticamente. 1193 ■ Lo mismo que el alimento se convierte en nuestra vida, asi nosotros al comer la Eucaristia somos transformados en Cristo. Esta idea la expresa San Efrén con estas palabras: «Te comemos, Senor, y te bebemos no para consumirte, sino para que vivamos de ti» (cf. San Efrén, tornado de la Evolution mistica, P. Arintero: BAC, p.296). El Catecismo Romano: «No se muda este sacramento en nuestra substancia, como el pan y el vino; pero nos­ otros nos convertimos y mudamos en su realeza». T-Cr»·- 11S4 III. Nos transforma moralmente. B. Podemos precisar esta transformaciôn moral diciendo que la influencia de la Eucaristia en nuestra vida espiritual es anâloga a la dei alimento en la corporal. Asi la Eucaristia. Sustenta y conserva en la vida espiritual del aima. b) Desarrolla progresivamente esta misma vida de forma que el aima va haciéndose mayor en la vida espiritual. Restaura las fuerzas que se pierden en la lucha diaria. d) Recrea y solaza, particularmente en los momentos de tribulaciôn 0 angustia interior. 1 Puedcn consultarse cl guiôn io del domingo IV de Cuaresma, t.3 de La palabra de Cristo, p.698, y cl guiôn 13 de! domingo VI de Pentecostés, t.6 p.333. H ■ ·*. s; •5*-J^T. «·■» SW. 8. Gl loNES HOMJLLÊT1COS G5i> IV. Tened los mismos sentimientos que Cristo Jesus. A. B. 1195 Necesitamos de la Eucaristia en lo espiritual lo mismo que dei alimento en lo corporal. No es una necesidad, como la del bautismo. Sin embargo, podemos decir que es absolutamente necesaria: «Si no corneis de mi carne no tendréis vida en vosotros* (cf. Santo Tomas, sec.4.“, domingo IV de Cuaresma, t.3 p.610 ss.). Nuestra vida de cristiano consiste en vivir interiormente de Cristo Jesûs, es decir, «tener los mismos sentimientos de Cristo» (Phil. 2,5). El cristianismo no es solamente un conjunto de prâcticas exteriores. Es mucho mâs. Consiste en asimilarnos interiormente a Jesucristo y conformar nuestra vida y modo de obrar con su vida y modo de obrar. Para esto necesitamos de la comida eucaristica. Por eso el Senor decia: «Como yo vivo del Padre, asi el que me corne vivirâ de Mi* (lo. 6,58). iRecuérdase la memoria de su Pasiôn I. Conmemoraciôn de la Pasiôn. A. En la fiesta del Corpus Christi debemos présentât la Eucaristia bajo todos los sublimes aspectos que contiene. Uno es el de recuerdo de la Pasiôn de Cristo. La liturgia nos lo ensefia en el «O sacrum convivium!», en la colectay en otros lugares de la liturgia eucaristica. b) Cristo mismo al instituir el Sacramento del Amor hace alusion a la Pasiôn «pro vobis datur», «pro vobis effunditur». a) B. Por eso la Eucaristia ha sido instituida por Jesucristo bajo forma de sacrificio. «Ha querido Jesûs instituir la Eucaristia bajo forma de sacrificio para desahogarse en su amor, que, no pudiendo después de la resurrecciôn estarse inmolando pasiblemente a diario y en cada mo­ mento por nosotros, ha hallado el medio de aplicarnos continuamente los méritos de su pasiôn y muerte, encargando a los sacerdotes que, hasta su venida final en el dia dei juicio, sin cesar Io ofreciesen incruentamente a Dios Padre en los altares por la salud dei mun­ do. Y no ha sido sôlo eso. Como el acto que mâs impresiona al corazôn humano y que mejor demuestra la caridad de Jesûs con los hombres es precisamente cl misterio de su muerte en la cruz, por eso el Senor ha CORPUS CHRIST 660 dispuesto que la tal inmolaciôn no fuese solamente un acto ocurrido en remotos siglos de la historia que ahora ya no despierte ninguna impresiôn profunda, sino que ha resuelto que pueda renovarse incesantemente sobre los altares el acto de su mayor caridad hacia las criatu­ ras» (cf. Schuster, «Liber Sacramentorum» t.5 p.ioi, dominica I después de Pentecostes). 1197 II. La santa misa. A. B. rar? 1198 Es la reproducciôn del mismo sacrificio de la cruz. Las diferencias son accidentales. En todas partes de la tierra, de oriente a occidente, se ofrece la Victima divina bajo los accidentes de pan y vino. Y asi en todos los rincones dei mundo se opera la obra de nuestra redenciôn. «Cuantas veces se celebra este sacrificio se realiza la obra de nuestra redenciôn» (cf. secreta del domingo IX de Pentecostés). III. Desviaciôn de la piedad. No se puede concebir una auténtica piedad sin la Eucaristia. Y, sin embargo, de hecho existen muchas aimas que se forman a si mismas una piedad sin la misa. Esta es la desviaciôn. B. Existe una piedad eucaristica marcadamente egoista y sentimental. Para muchos devotos, que no dejan la comuniôn, apenas si tiene sentido la santa misa. Al comulgar lo hacen sin relacionar la comuniôn con el sacri­ ficio. Es cierto que por causa justificada se puede comulgar antes o después de la misa e incluso separadamente de ella. Sin embargo, siempre que se comulga, la comuniôn, como tal, es participaciôn en el sacrificio de la misa. De aqui que, segün Pio XII en la Mediator Dei, lo mâs excelente sea comulgar dentro de la misa y, a ser posible, con formas consagradas en la misma misa. A. 1199 IV. Comulgar con la Victima. A. Por tanto, al comulgar nos unimos a Jesucristo, Victima. Cada comuniôn exige, pues, de nosotros una auténtica victimaciôn. Todo el que comulga debe hacer suyas las palabras del Apôstol a los de Roma. ‘Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezedis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; este es vuestro culto racionab (Rom. 12,1). b) ♦Que no os conforméis a este siglo, sino que os transformais por la renovaciôn de la mente, para que procurais conocer cual es la voluntad de Dios, buena, grata (Rom. 12,2). '4 io.Xh.S HO.MlJ.tnCOS 661 Poeas oraciones tan bellas para una acciôn de gracias como ésta: «Yo quiero, Seftor, desde ahora acabar con una vida terrestre, vida de vanidad y concupiscencia. No quiero ser yo quien viva en ml. Quiero convertirme en Ti. Que Tû vivas en mi y que pueda ser hostia y victima contigo y como Tû. Que a través de mi se manifieste tu victimaciôn. Que sea molido como el grano de trigo con la piedra de los deberes de mi estado de los sufrimientos providenciales, de las humillaciones, de los fracasos, de las negaciones y renuncias». El alma se llena de gracia» I. Sacramento excelentisimo. A. B. C. Santo Tomâs, y con él todos los teôlogos, consideran la Eucaristîa el mâs excelente de los sacramentos. Entre otras razones, porque los otros dan la gracia, pero este al mismo autor de la gracia y con él todo género de bendiciones. En la colecta de la fiesta del Corpus, la peticiôn de «que sintamos constantemente el fruto de la redenciôn cuantos veneramos los misterios del cuerpo y sangre de Cristo» se refiere al fruto de purificaciôn y santidad, de gracia y virtud que brotô de la cruz y que percibimos hoy a través de la Eucaristîa. Lo que la encamaciôn, dice Santo Tomâs, ha traido al mundo lo da la Eucaristîa a cada aima en particular (cf. «Sum. Theol.» 3 q.79 a.i c). II. La Eucaristîa hermosea al aima. A. B. 1200 Precisamente porque nos da el fruto de la pasiôn pode­ mos afirmar que la Eucaristîa confiere la hermosura al aima. «Ella es la salud de nuestras conciendas, con ella se lava el aima, con ella se hermosea, con ella se inflama; ella torna al aima mâs resplandeciente que el fuego; ella apenas derramada hace accesible el cielo»... «Esta es fuente de luz, que brota rayos de verdad. Ante ella asisten las potestades del cielo, fija la mirada en la hermosura de sus corrientes, ya que contemplan con mayor claridad la eficacia de la oblaciôn eucarîstica 1 Cf. doming© IV de Cuaresma, La palabra de Cristo t-4 p.585. 1201 IÜRPIS CHRISTI v sus inacccsibles dcstellos de luz. Pues asi como si uno mènera en el oro derretido, si posible fuese, La mano o la lengua, al punto las transformaria en oro, asi también, y aun mucho mâs, aqui obra la Eucaristia en el aima estos cfectos. Bulle hirviente este rio, mas que fuego; pero no quema, sino que lava tan sôlo cuanto a su paso encuentra»... (cf. IV dom. de Cuaresma, sec.3.a, San Juan Crisôstomo, en La palabra de Cristo t-3 P-585)· HL Lai Eucaristia sacia. A. B. Quizâ la traducciôn mâs exacta del «mens impletur» fuera «el alma es saciada», o bien, «da hartura al aima». Este es un pensamiento frecuente en los Santos Padres. a) «La came es alimêntada con el cuerpo y sangre de Cristo para que también el aima se harte de Dios» (cf. Tertuliano, ♦Textos eucaristicos primitivos»: BAC, t.i n.146). b) «En este caso corneras el alimento del aima y la bebida del espiritu para que en adelante no tengas hambre ni sed jamds. Pues el que corne coma hasta quedar harto y el que bebe beba hasta embriagarse* (cf. San Ambrosio, ibid., η. 150). «Cristo es para mi comida; Cristo es para mi bebida... Ya para mi sadedad no espero las cosechas anuales; Cristo se me sirve todos los dias. No temeré que algùn mal temporal del cielo 0 esterilidad del suelo me lo disminuya con tal que persevere la diligenda del culto piadoso... Mi manjar es aquel que el que lo comiere no tendra hambre* (cf. San Ambrosio, ibid., n.515). 121)3 IV. El secreto para el mayor fruto. A. B. 121)4 Es évidente que el hecho de comulgar en gracia de Dios produce fruto en el alma «ex opere operato». Mas este fruto se aumenta segûn las disposiciones del que comulga. Cuanto mayor y mas excelente sea la preparaciôn, mâs hartura de gracia recibirâ el aima. Los santos habian mucho acerca de las disposiciones para acercarse a tan gran sacramento. Asi San Buenaventura (cf. supra, sec. 4.a). Sin embargo, resumiendo, para comulgar con fruto basta cl estado de gracia; pero si se desea sacar el mâximo fruto, hace falta acercarse a la Eucaristia con espiritu. y mejor aûn, en estado de sacrificio, de renuncia a los pla­ ceres y consuelos dei mundo, de austeridad y caridad. V. «Venid y coined*. El Senor se ha quedado en la Eucaristia para llenarnos de su gracia. Podemos decir a todos los fieles: «Surge et comede* (3 Reg. 19,7). No importa que el aima sea «*■»&·. r ·*? ·. SEC. 8. GblONES UO.MlJ.ÉrlCOS 663 • ■ B. débil, porque la Eucaristia da fortaleza para Ia lucha. La comuniôn no es premio, sino alimento. A pesar de nues­ tras faltas e imperfecciones, debemos acercarnos a El. «No penséis, dice el Beato Avila, que si os quedan peca­ dos veniales, ha de haber el Senor asco en vosotros y entrar de mala gana en vuestra ânima>> (cf. Serm. 6i: BAC, Obras completas t.2 p.831). Cualquiera que seas, si arrogante o vanidoso, si pronto a la ira o la intemperancia, si négligente, perezoso o tibio, levântate y ven a la Eucaristia y corne a Cristo. El llenarâ tu alma de gloria». nPrenda de la gloria futura» I. La gloria futura. Decir que la Eucaristia es prenda de la gloria 1205 futura es afirmar que cuantos se alimentan dei cuerpo y sangre de Jesucristo resucitarân en el ultimo dia a la eternidad feliz. II. Cristo y nuestra resurrecciôn. Hemos de afirmar con los teôlogos que hay una doble relaciôn de Cristo con nuestra resurrecciôn. Es causa: «Nuestro Senor Jesûs, que fué entregado por nuestros pecados, ha resucitado para nuestra justificaciôn» (Rom. 4,25). a) 1206 V. No sôlo causa ejemplar: «Con El hemos sido sepultados con el bautismo para participer en su muerte, para que como El resucitô de entre los muertos por la gloria del Padre, asi también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom. 6,4). b) Es también causa ejiciente, instrumental y no principal, por­ que la resurrecciôn como la pasiôn y muerte del Senor perdona los pçcados y da la vida nueva. Nôtese, sin embargo, que es causa eficiente de la resurrecciôn de las aimas y de los cuerpos. En cambio, la ejemplaridad de la resurrecciôn de Cristo en cuanto a los cuerpos afectard ùnicamente a los buenos, que serdn conformados al cuerpo glorioso del Salvador» (Phil. 3,21). consecuencia necesaria: «Si Cristo resucitô, también nosotros resucitaremos» (1 Cor. 15,17). Incorporados a Jesucristo por el bautismo, formâmes un cuerpo con El. Por eso El resucitô, como primicia de los que mueren. Después resucitamos nosotros (cf. estos conceptos en los guiones 10 y 11 del domingo de Resurrecciôn, La pala­ bra de Cristo t.4 p. 146 ss.). - r (WJ «.υκΓΐuiRlsi: III. La Eucaristia, pretuia de resurrecciôn. Con el anterior preâmbulo fikcilmente se comprenden las palabras de Cristo en cl sermon de Cafarnaùm: «El que corne mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el ùltimo dia» (lo. 6,55). La liturgia ha recogido esta idea cuando dice «futurae gloriae nobis pignus datur». a) Por la comuniôn, en efecto, comemos el cuerpo de Cristo. Nos hacemos concorpôreos con él. iCômo podrd tal cuerpo permunecer incorrupto? b) Por otra parte, las aimas reciben la vida en abundanda por la Eucaristia. Esta vida exige y réclama imperiosamcnte la resurrecciôn del cuerpo para derramar sobre él su claridad. c) Dice San Efrén en el himno de los difuntos: 'Los muertos que comieron tu cuerpo y sangre, joh Hijo de Dios.', sean resucitados por ti y estén contigo el dia de tu manifestaciôn. No a todos los difuntos aprovechan las oblaciones, pues los hay que son extrahas al Hijo de Dios. Los cuerpos vestidos de El serdn vestidos de gloria el dia de la resurrecciôn y las bocas que le comieron cantardn sus alabanzas en el reino celestial. Todos los difuntos que comieron tu cuerpo, joh Hijo de Dios!, sean resucitados por tt del polvo en que yacen. Tu virtud los vivificard y resucitard de su sepulcro y los vestird de la estola de la gloria en el dia de la resurrecciôn· (cf. Textos eucaristicos primitivos: BAC, t.i n.396). IV. Comuniôn y esperanza. Cuantas veces nos acerquemos a la misa y a la comuniôn hemos de avivar el recuerdo de lo que nos espera. De este modo nos estimularà mas a vivir cristianamente cada dia y hacer frente a las dificultades y sufrimientos, considerando las palabras del Apostol: «No hay proportion entre los sufri­ mientos de esta vida y la gloria futura que se nos dard». > ■: r La Eucaristia y la mortificaciôn 1209 La mortification en la vida cristiana. Considerada en si misma, la mortificaciôn no tiene ra­ zôn de ser. La tiene, en cambio, en relaciôn con una vida superior, la sobrenatural. Por eso San Pablo insiste con frecuencia en el pensamiento de la mortificaciôn como medio para vivir: «Si viviereis segûn la carne, moriréis; por el contrario, si con el espiritu mortificâis las obras de la carne, viviréis» (Rom. 7,13). il 10X1 :> lioMU.EilCOS 665 El fundamento de la mortificaciôn es ia dualidad que existe en nosotros: carne y espiritu. A medida que disminuimos Ia fuerza de la carne-y contrariâmes sus exi­ gendas, aumentamos las energias del espiritu y lo disponemos mejor para buscar a Dios. Por eso puede afirmarse que, a mâs mortificaciôn, mayor uniôn con Dios. Como la santidad consiste en la uniôn con Dios, se expli­ ca fâcilmcnte que no haya ni pueda haber ni un solo santo sin mortificaciôn. Como tampoco hay un maestro de espiritu que no la recomiende. «Serâ santo si es mortificado», decia San Francisco Javier cuando oia hablar de la santidad de una persona. II. Cristianismo facil. A. B. 1 4 J it 121ί) Es el que a su antojo se forman muchas personas que huyen de la mortificaciôn y consideran un tanto raros y extranos a los que la practican. Se han olvidado de la mâxima del Senor: «El que quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sigame» (Mt. 16,24). Son muchos los que quicren este cristianismo fâcil. 'Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, nias muy pocos que lleven su cruz. Tiene muchos que descan la consolaciôn y muy pocos que quieran tribulaciôn». b) 'Muchos comporteras halla para la mesa, y pocos para la absti­ nenda. Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El. Muchos siguen a Jesûs hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cdliz de la pasiôn». c) 'Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz. Muchos aman a Jesûs cuando no hay adversidades. Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que redben de El algunas consoladones, mas si Jesûs se escondiese y nos dejase un poco, luego se quejarian o desesperarian mucho» (cf. T. Kempis, ♦Imitaciôn de Cristo» 1.2 c.9). Comulgan, es cierto, y oyen misa, pero no saben aplicarla a la vida, pues de hecho objetivamente hay una intima relaciôn de aquélla con ésta, que debe practicarse y pasa inadvertida. La Eucaristia nos lleva y exige vida de mor­ tificaciôn. III. Ser santos como Cristo. Nuestra santidad tiene que ser, ni mâs ni menos, que la de Cristo. «Dios nos predestmô para ser conformes con la imagen de su Hijo» (Eph. i.i). b) 'Conforme a la santidad del que os llamô, sed vosotros santos en todo, pues escrito cstd: Sed santos corno yo soy santo> (j Pctr. T,T6). a) 1211 CORPUS CHRISTI De aqui que los santos deban rcproducir la pasiôn de Cristo en su cuerpo. «Llevando siempre en nuestro cuer­ po la pasiôn de Cristo» (2 Cor. 4,10). Esta mortificaciôn es una exigencia del bautismo y de la vida sobrenatural que mediante este se nos infunde. Eucaristia exige mortificaciôn. Tenemos que acudir al altar para recibir a Jesucristo tal cual Cristo viene al altar. Y Cristo viene como victima (cf. supra, guiôn 5). Se comulga mucho y quizâs la vida cristiana no florecc en proporciôn con el nûmero de comuniones. Falta la mortificaciôn. a) Dejando aparté las distintos généras de mortificaciôn se puede recomendar especialmente la sobriedad y austeridad de vida tan recomendada en nuestros dias por los pontifices modernos para que mejor se cumplan los deberes de caridad. b) He aqui un bello pdrrafo de San Juan Crisôstomo pidiendo sobriedad a cuantos comulgan: «Piensa qué es lo que hicieron los apôstoles cuando participaron de aquellas cenas sagradas, ino se volvieron a la oraciôn y a entonar himnos, a sagradas vigilias y a aquel largo adoctrinamiento lleno de gran sabiduria? Ciertamente, grandes y admirables cosas les narrô y mandô (Jesûs) después que saliô Judas para llamar a los que le habian de crucificar. jNo has oido cômo aquellos très mil hombres participantes de la comuniôn (cf. Act. 2,42) perseveraban constantes en la oraciôn y en la doctrina, no en borracheras y comilonas? Tû, antes de recibir la comuniôn, ayunas para aparecer digno de ella; pero después que la has re­ cibido, cuando deberias aumentar la sobriedad, todo lo echas a perder. Y, sin embargo, es igual abstenerse antes 0 después; es necesario ser sobrios en ambos tiempos, pero, sobre todo, después de haber recibido al Esposo. Antes, para hacerse digno de recibirle; después, para que no parezeas indigno de lo que recibiste. Entonces itengo que ayunar después de haberlo re­ cibido? No digo esto, ni te obligo. Bueno seria, pero no te hago fuerza, sino que te exhorta a que no te entregues sin freno a los placeres. Pues si nunca conviene darse a los placeres, lo cual déclara Pablo diciendo: «Porque la que vive en deleites, viviendo, estâ muerta* (1 Tim. 5,6), mucho mds morird entonces» (cf. Textos eucaristicas primitivos: BAC, t.i). sic. b. <.1 toxi.s no.Miij.ruos La Eucaristia y Maria I. Un cuadro de Fr. Angélico. B. El cuadro de Ia Cena dei Beato Angélico présenta arrodillada y contemplando al Senor, a su Madré, la Virgen. . Esta idea indica, mâs bien, el aima mistica del pintor que la realidad objetiva, porque segün los exegetas, no es fâcil que Maria se hallara présente en la sala del Cenâculo. Pero ciertamente que hay una cstrecha relaciôn entre la Eucaristia y la Virgen, conocida sin duda por el delicado pintor dominico. I I : . II. La Eucaristia, prolongation de la encarnaciôn. / % ML En la encarnaciôn naciô Enmanuel. La Eucaristia es un continuo Enmanuel. Dios con nosotros hasta la consumaciôn de los siglos. · El fin de la encarnaciôn es «que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia» (lo. 10,10). La Eucaristia es también para comunicar esa misma vida: «el que me corne vivirâ en mi» (lo. 6,58). Por tanto, la misma relaciôn de la Virgen en la Eucaris­ tia y en la encarnaciôn. Si aqui fué Madré, también, podemos decir que es la madré de la Eucaristia. Pode­ mos, pues, cantar junto a la hostia consagrada: «Ave verum Corpus natum ex Maria Virgine». III. La Eucaristia aplica y perpetua los frutos de la redenciôn. A. B. Nuestra redenciôn se consumô en el Calvario. Y alli, junto a Jesucristo, estaba Maria. El sacrificio del Calvario se reproduce constantemente en nuestros altares. Podemos ver sobre el altar, misticamente, junto al Redentor, a la Corredentora, a Maria, ofreciendo y ofreciéndose con El por la salvaciôn del mundo lo mismo que se ofreciô al pic de la cruz. TV. Confirmation historica. A. B. il 121G La historia de los cristianos a través de los siglos nos déjà entrever esta relaciôn de la Eucaristia con Maria. Cuando los apôstoles se rcunian en las casas para partir - '· -jJ T" SEC CÛRPl’S CHRIST I el pan, con ellos cstaria, sin duda, Maria, lo mismo que estaba cuando iban a rezar al templo. C. Muchas imâgenes antiguas de la Virgen se presentan con un hueco en su pecho destinado a conservar la Eucaristia, o bien, teniendo en sus manos una copa donde se guardaba. O también presidiendo el lugar de reserva de la Eucaristîa. De aqui el nombre de la Virgen del Sagrario. D. El pueblo cristiano en sus costumbres ha unido estas dos realidades cuando canta: «Alabado sea el Santisimo Sacramento del altar y la Virgen concebida sin pecado original», o cuando reza: «Sea por siempre bendito y alabado el Santisimo Sacramento del altar y la pura y limpia concepciôn de Maria Santisima... » El mejor medio, sin duda, de honrar y tributar homenaje a la Virgen serâ nuestra devociôn eucaristica; porque no hay cosa tan grata al corazôn de la Madre como el unimos con su Hijo natural. De aqui que el verdadero devoto de la Virgen debe frecuentar la misa, la comuniôn, las visitas al sagrario. Ningûn medio tan excelente para prepararnos a sacar fruto de la Eucaristîa como el acudir a ella por medio de la Santisima Virgen (cf. San’ Buenaventura, sec.4.0). Ho.Mll.J ÏICOS neo dificultades como el hombre supera y repele por la for­ taleza corporal los obstâculos corporales» (cf. «Sum. Theol.» 2-2 q.123 a.i c). H. Fuertes en la fe. A. B. 1219 La teologia de la fortaleza se halla contenida en las pala­ bras del Senor: «Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros estân sus bienes; pero si llega uno mâs fuerte que él, vcncerâ y quitarâ las armas en que confiaba y repartira sus despojos» (Le. 11,21). Nosotros con nuestras fuerzas naturales solamente perderemos la batalla, porque el demonio es mâs poderoso como ângel, aun cuando sea ângel malo. Necesitamos al mds fuerte y participer mediante la uniôn de su omnipotencia. b) Asi podremos exclamar con el apôstol San Pablo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Phil. 4,13). «Confortaos en el Seiïor y en la fuerza de su poder» (Eph. 6,10). a) V. Por la Eucaristîa a Maria, y por Maria a la Eucaristîa. A. '.IloXhS HI. La Eucaristîa da fortaleza. Porque nos pone en contacto real con Cristo. Mediante ella, pues, participamos del poder de Cristo. La Eucaristîa, ademâs, fortalece y robustece la vida in­ terior y lo mismo que el hombre desarrollado es mâs fuerte que el nino, asi quien comulga es mâs fuerte que el que no lo hace. Por eso en el himno eucaristico se dice : «O salutaris hostia da robur...» Y el Catecismo Romano: «El manjar de la sagrada Eucaristia no solamente sustenta al alma, sino que le anade fuerzas y tiene virtud para librarnos de las tentaciones.» 10 La Eucaristîa y la fortaleza IV. La fortaleza de los primeros Cristianos. I. La fortaleza, virtud cristiana necesaria. A. La prâctica de la virtud y el cumplimiento de los mandamientos esta dificultado por nuestros enemigos mun­ do, demonio y carne. San Pablo da por supuesta la lucha : «No contra la came ni la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra el espiritu malo del aire» (Eph. 6,12). Para veneer estos obstâculos tenemos la virtud de la forta­ leza, porque, segûn Santo Tomâs, «lo que impide a la vo­ luntad humana seguir la recta razôn es el ser apartada de lo que se présenta conforme a la recta razôn a causa de alguna dificultad que en ello encuentra. Ahora bien; para quitar este impedimento o dificultad se requière la fortaleza del espiritu por el que résista a semejantes A. B. Los primitivos cristianos necesitaban ser fuertes para veneer obstâculos que venian del exterior y superar amenazas y sufrimientos de muerte. Las sacaban de la Eucaristîa como se ve por el siguientc texto de San Cipriano: «Y la comuniôn hemos de darla rio a los que mueren, sino a los vivos. No debemos dejar inermes y desnudos a los que incitamos y exhortamos al combate. Los debemos defender con la protecciôn de la sangre y del cuerpo de Cristo. Y puesto que éste es el fin de la Eucaristîa, el de ser protecciôn de los que la reciben, armemos con la defensa de la saciedad del Senor a los que queremos que estén seguros contra el enemigo. Porque £cômo les vamos a enseûar o les vamos a incitar a derramar su sangre en la confesiôn del nombre (de 1221 670 CORVUS CHRISTI Cristo) si a ellos, que van a luchar, les negamos la sangre de Cristo? O CORVZdN DE santo, Padre todopoderoso, Dios eterno. Que quisiste que tu Unigenito, pendiente de la cruz, fuesc traspasado con la lanza del soldado, para que su corazôn abierto, tesoro de la divina largueza, derramase sobre nosotros torrentes de misericordia y de gracia ; y pues jamâs ccsô de abrasarse en nuestro amor, fuesc para las aimas piadosas lugar de descanso y refugio Salvador abierto a los penitentes.—Y, por tanto, con los ân­ geles y arcângeles... ne sancte Pater omnipotens, aeter­ ne Deus: Qui Unigenitum tuum in cruce pendentem, lancea militis transfigi voluisti: ut apertum cor, divinae largitatis sacrarium, torren­ tes nobis funderet miserationis et gratiae: et. quod amore nostri fla­ grare nunquam destitit, piis esset requies, et poenitentibus pateret sa­ lutis refugium.—Et ideo cum ange­ lis et archangelis, cum thronis et dominationibus, cumque omni mi­ litia caelestis exercitus hymnum glo­ riae tuae canimus sine fine dicentes: Sanctus... Com.—Uno de los soldados le abriô Conun.—Unus militum lancea la­ Poscom.—Iniundannos tus misterios, Postcom.—Praebeant nobis, Do­ el costado, y al punto salio sangre y tus eius aperuit, et continuo exivit sanguis et aqua. agua. Senor Jesûs, divino fervor, con que, gustada la suavidad de tu dulcisimo corazôn, aprendamos a despreciar lo te­ rreno y amar lo celestial. Que vives y reinas... Π. mine lesu, divinum tua sancta fer­ vorem: quo dulcissimi cordis tui suavitate percepta, despicere, et amare caelestia. Qui vivis et regnas... EPISTOLA 'Epb. 3,8-iq) 8 A mi, el menor de todos los santos, me fué otorgada esta gracia de anundar a los gentiles la incalculable riqueza de Cristo. 9y darles luz acerca de la dispensadôn del misterio oculto desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas, 10 para que la multiforme sabiduria de Dios sea ahora notificada por la Iglesia a los prindpados y potestades en los cielos, 11 conforme al plan eterno que El ha realizado en Cristo Jesûs, nuestro Senor, 12 en quien tenemos la franca seguridad de acercamos a El confiadamente por la fe. 13 Por lo cual os pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, pues ellas son vuestra gloria. 14 Por esto yo doblo mis rodillas ante el Padre, 8 Mihi omnium sanctorum mi­ nimo data est gratia haec, in genti­ bus evangelizare investigabiles di­ vitias Christi, 9et illuminare omnes, quae sit dispensatio sacramenti absconditi a saeculis in Deo, qui omnia creavit: 10 ut innotescat principatibus et potestatibus in caelestibus per Ec­ clesiam, multiformis sapientia Dei, 11 secundum praefinitionem saeculorum, quam fecit in Christo lesu Domino nostro: 12 in quo habemus fiduciam, et accessum in confidentia per fidem eius. 13Propter quod peto ne deficia­ tis in tribulationibus meis pro vobis: quae est gloria vestra. 14 Huius rei gratia flecto genua mea ad Patrem Domini nostri lesu Christi, 15 de quien procede toda familia en 15 ex quo omnis paternitas in los cielos y en la tierra caelis et in terra nominatur, • '· j. TEXTOS SAGRADOS 16 ut det vobis secundum divi­ tias gloriae suae, virtute corroborari per Spiritum eius in interiorem ho­ minem, 17 Christum habitare per fidem in cordibus vestris: in charitate ra­ dicati, et fundati, 18 ut possitis comprehendere cum omnibus sanctis quae sit lati­ tudo, et longitudo, et sublimitas, et profundum: 19 scire etiam supereminentem scientiae charitatem Christi, ut im­ pleamini in omnem plenitudinem Dei. III. 679 16 para que, segûn los ricos tesoros de su gloria, os concéda ser poderosamente fbrtalecidos en el nombre inte­ rior por su Espiritu, 17 que habite Cristo por la fe en vuestros corazones y, arraigados y fecundados en la caridad, 18 podâis comprender en uniôn con todos los santos cuâl es la anchura, la longura, la altura y la profundidad, 19 y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seâis llenos de toda la plenitud de Dios. EVANGELIO 1236 (lo. 19.31-37) 31 ludaei ergo' quoniam Parasceve erat) ut non remanerent in cru­ ce corpora sabbato (erat enim mag­ nus dies ille sabbati), rogaverunt Pilatum ut frangerentur eorum cru­ ra, et tollerentur. 32 Venerunt ergo milites: et pri­ mi quidem fregerunt crura, et alte­ rius, qui crucifixus est cum eo. 33 Ad lesum autem cum venis­ sent, ut viderunt eum iam mortuum, non fregerunt eius crura, 34 sed unus militum lancea la­ tus eius aperuit, et continuo exivit sanguis et aqua. 35 Et qui vidit, testimonium per­ hibuit: et verum est testimonium eius. Et ille scit quia vera dicit: ut et vos credatis. 36 Facta sunt enim haec ut Scriptura impleretur: Os non com­ minuetis ex eo. 37Et iterum alia Scriptura di­ cit: Videbunt in quem transfixerunt. 31 Los judios, como era el dia de la Parasceve, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el dia de sâbado, rogaron a Pilato que les rompiese las piernas y los quitasen. 32 Vinieron, pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con El; 33 pero llegando a Jesûs, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piemas, 34sino que uno de los soldados le atravesô con su lanza el costado, y al instante saliô sangre y agua. 35 El que lo viô da testimonio, y su testimonio es verdadero. El sabe que dice verdad, para que vosotros creâis; 36 porque esto sucediô para que se cumpliese la Escritura: «No romperéis ni uno de sus huesos». 37 Y otra Escritura dice también: «Mirarân al que traspasaron». IV. ALGUNOS TEXTOS DE LA ESCRITURA RELA- 1237 CIONADOS CON EL CORAZON DE JESUS (Pueden verse los que insertamos en La palabra de Cristo t.z p.1097-1105, sobre la caridad y t.3 p.560-567, sobre la misericordia.) 8 Dulcis et rectus Dominus 8 Bueno y recto es el Senor; por propter hoc legem dabit delinquen­ eso senala a los errados el camino. tibus in via. 9 Y guia a los humildes por la jus9 Diriget mansuetos in iudicio: docebit mites vias suas (Ps. 24,8-9). ticia y adoctrina a los mansos en sus sendas. à· . Λ Il· h ■ ii $ 680 SAÜRADO CORAZON Oh JEM’S El consejo del Senor permanece por la ctemidad ; los designios de su corazôn por todas las generaciones. Consilium autem Domini in aeter­ num manet: cogitationes cordis cius in generatione et generationem (Ps. 32,11). 8 Tunc dixi: Ecce venio. In ca­ pite libri scriptum est de me. 9 Ut facerem voluntatem tuam: 9 en hacer tu voluntad, jDios mio!, Deus meus volui, et legem tuam in tengo mi complacenda y dentro de mi medio cordis mei (Ps. 39,8-9). corazôn estâ tu Ley. S Y me dije : Heme aqui ; en el rollo El oprobio me destroza el corazôn y desfallezco; esperé que alguien se compadeciese de mi y no hubo nadie; al­ guien me consolase y no lo halle. Improperium exspectavit cor meum et miseriam. Et sustinui qui simul contristaretur, et non fuit: et qui consolaretur, et non inveni (Ps. 68,21). 8 Es Yahveh piadoso y benigno, tar­ 8 Miserator et misericors Domi­ nus: Longanimis et multum miseri­ do a la ira, clementisimo. cors. 9 Non im perpetuum irascetur: 9No esta siempre acusando, y no neque in aeternum comminabitur. se aira para siempre. 10 Non secundum peccata nos­ 10 No nos castiga a la medida de nuestros pecados, no nos paga conforme tra fecit nobis: neque secundum iniquitates nostras retribuit nobis a nuestras iniquidades. (Ps. 102,8-10). Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén ur espiritu de gracia y de oraciôn y alzarâr sus ojos a mi; y a aquel a quien traspasaron le llorarân como se llora al uni­ genito, y se lamentarân por él como se lamenta por el primogénito. Et effundam super domum Da­ vid, et super habitatores Jerusalem spiritum gratiae, et precum; et as­ picient ad me quem confixerunt: et plangent eum planctu quasi super unigenitum, et dolebunt super eum, ut doleri solet in morte primogeniti (Zach. 12,10). Tollite iugum meum super vos, Tomad sobre vosotros mi yugo y appended de mi, que soy manso y hu- et discite a me, quia mitis sum, et humilis corde: et invenietis requiem milde de corazôn, y hallaréis descanso animabus vestris (Mt. 11,29). para vuestras aimas. ”-2 SECUON //. I. (.OMENTARIOS GENERALES SITUACION LITURGICA w Λ) Los albores de la devociôn La fiesta y el culto al Sagrado Corazôn de Jesûs son relativamente redentes. Sin embargo, los albores de esta devociôn alumbraron en el siglo XII, al orientar San Bernardo la piedad mlstica hacia un culto especial a la humanidad del Salvador. Y aun podriamos afirmar que en la misma tradiciôn patrlstica se encuentran los primeros rayos, cuando se leen paginas de San Juan Crisôstomo o de San Agustin acerca del costado abierto del Salvador, que manô sangre y agua, y del que brotô la Iglesia y fluyeron los sacramentos. La devociôn especlfica del Sagrado Corazôn se preparô a lo largo de la Edad Media, mediante revelaciones particulares a Santa Lutgarda (1246), Santa Matilde y Santa Gertrudis. Esta mlstica santa de la comunidad de Helfta fué invitada un dia por San Juan a descansar juntamente con él en el corazôn del Senor y, al preguntar ella por qué no habla revelado al mundo las delicias y el misterio del amor que él habla saboreado en la ûltima cena, recibiô en contestaciôn que su misiôn fué ûnicamente revelar a los hombres la naturaleza divina del Verbo encarnado; pero que el lenguaje amoroso manifestado por los latidos del corazôn de Cristo que él percibiô serlan revelados en los ûltimos tiempos, en que el mundo, envejecido y resfriado, tendrla necesidad de caldearse mediante este mistico amor. En efecto, Gertrudis con su comparera Matilde fueron instrumentos de esta revelaciôn con sus escritos, que tuvieron favorable acogida, particularmente en Alemania. Asi, poco a poco, se fueron preparando los ânirnos para las trascendentales apariciones en Paray le Monial a Santa Margarita Maria de Alacoque, quien con la ayuda de su confesor el Beato Claudio de la Colombière y con su ardiente celo consiguiô que este culto adquiriese gran desarrollo. En 1765, Clemente XIII aprobô un oficio en honor del Corazôn de Jesûs; mas solamente para algunas diôcesis. Pio IX en 1856 hizo obligatoria esta fiesta en toda la Iglesia. Leôn XIII en 1899 publicô una enclclica en la que mandaba que todo el mundo fuera consagrado al Corazôn de Jesûs. Pio XI reformé la liturgia de la fiesta y escribiô la Miserentissimus Redemptor acerca de las caracterlsticas de esta devociôn, y Pio XII ha publicado en el ano centenario de la extension de la fiesta del Corazôn de Jesûs la Haurietis aquas, que contiene la historia, teologla y provechos de este culto y devociôn. 1238 GS2 SAGRlDO COR\Z0N PF. JESÛS 1239 ·· ···* B) Caracteristicas de la fiesta Como podrâ verse, repasando en la correspondiente secciôn algunos textos de la Haurietis aquas, la caracteristica principal de la fiesta es tributar homenaje a Jesucristo «por su inmenso amor» a los hombres. Esta idea fué manifestada a Santa Margarita cuando el Corazôn de Jesûs le dijo: «He aqui este corazôn que tanto ha amado a los hombres y en correspondent sola­ mente recibe ingratitudes». Esta misma idea se encuentra constantemente repetida a través de las formulas de la misa y oficio, elaborados por una comisiôn de teôlogos bajo la presidencia del propio Pio XI. En la colecta de dicha misa se expresa la doble finalidad de la fiesta: «Concédenos la gracia de tributarie el homenaje de nuestra devociôn, para que asi demos la debida satisfacciôn por nuestras culpas*. De aqui que este culto nos lleva insensiblemente a un amor efectivo, de renuncia a lo humano y entrega al que nos amô primero. Por eso dice Pio XII que «no se trata de una forma cualquiera de piedad, que uno puede posponer a otras, o tenerla en menos, sino de una prâctica religiosa sumamente apta para conseguir la perfecciôn cristiana», porque «lo mâs importante no son las prâcticas externas de piedad, y que el motivo principal de abrazarla no ha de ser la esperanza de los benefits que Cristo Nuestro Senor ha prometido en revelaciones, por demâs privadas, precisamente para que los hombres cumplan con mâs fervor los principales deberes de la religion catôlica; a saber: el deber del amor y el de la expiaciôn, sino que también obtengan, de la mejor manera, su propio provecho espiritual» (cf. Haurietis aquas). mo C) El espîritu que le ha impuesto Pio XII Debe, pues, el sacerdote trabajar por llevar a los fieles hacia esta devo­ ciôn. De este modo satisfarâ los deseos de Pio XII cuando afirma: «A la vista de tantos males que, hoy como nunca, trastornan profundamente a los individuos, las familias, las naciones y el orbe entero..., deseando ardientemente poner una segura barrera contra las impias maquinaciones de los enemigos de Dios y de la Iglesia, como también hacer volver las familias y las naciones al amor de Dios y del prôjimo, no dudamos en proponer la devociôn al Sagrado Corazôn de Jesûs como escuela eficacisima de caridad divina; de esa caridad divina sobre la cual se ha de construir el reino de ALÎl Dios en las aimas de los individuos, en la sociedad doméstica y en las nacio­ nes, como sabiamente advirtiô nuestro mismo predecesor de pia memoria: •El reino de Jesucristo recibe su fuerza y su hermosura de la caridad divina: su fundamento y su sintesis es amar santa y ordenadamente. De lo cual se sigue el cumplir los propios deberes, el no violar los derechos ajenos, el con­ siderat los bienes naturales como inferiores a los sobrénaturaîes y el anteponer el amor de Dios a todas las cosas». COMEM \R1OS GEN’ER.AbRS II. EL CULTO AL SAGRADO CORAZON A) Fundamento dogmatico e historia a) i. G83 Fundamento docaîAtico Culto de latria Nada hay mâs fâcil de demostrar que la santa humanidad de Cristo Nuestro Senor puede y debe ser adorada con culto de latria, esto es, con el que se tributa a Dios. En efecto, cuando se honra o castiga a una parte del cuerpo humano, lo que se castiga u honra, en definitiva, no es la mentada parte, sino la per­ sona a quien pertenece. Se besa la mano generosa de alguien a quien queremos demostrar nuestro agradecimiento o respeto. Lo besado y honrado de un modo inmediato es la mano, pero ciertamente que el honor va dirigido a la persona que la posee. Del mismo modo cuando honramos las llagas de Cristo Nuestro Senor, es cierto que de un modo inmediato besamos o reverenciamos las llagas, pero lo honrado y reverenciado es la persona, cuyas son esas heridas, persona que no es otra sino la divina del Verbo. Dicho de otra forma, cuando adoramôs la santisima humanidad de Cristo, o una cualquiera de sus partes, la adoramos tal cual es, a saber, unida y dependiente de la persona divina y tributândoles el honor que la tal persona se merece. En términos teolôgicos suele decirse que el objeto total de nuestra adoraciôn es la persona de Cristo, y que su humanidad constituye el objeto partial. Adoramos, pues, la persona de Cristo, pero esta persona puede ser considerada bajo uno u otro punto de vista, en una u otra de sus acciones, y por ello, sin olvidar nunca que esta persona es divina, podemos adorarla en cuanto a su humanidad, o en cualquiera de sus misterios, como el naci­ miento, muerte, ascensiôn, etc., lo cual ha motivado las diversas fiestas litùrgicas. Ahora bien, uno de los rasgos salientes, por no decir el mâs saliente y emotivo de la personalidad de Cristo, es su amor, el amor que le obligô a morir por nosotros. Si, pues, adoramos y celebramos cada una de las fiestas y acciones que fueron efectos de ese amor, < por qué no honrar al amor mis­ mo? Pero sabiendo bien que honrcmos el amor de Dios o el del hombre, siempre serân amores de Cristo, persona divina. 2. Corazôn fisico, simbolo del amor Siguiendo una ley de la naturaleza humana, que la religion y la liturgia no sôlo no han contrariado, sino que han sabido utilizar, este amor de Jesu­ cristo, para convcrtirse en objeto de culto, debiera encontrar una manifes­ taciôn sensible. «El imaginarse que los objetos sensibles no nos son necesarios para acercarnos a Dios por medio del conocimiento y del amor, équivale a olvidar que somos hombres' (cf. Santo TomAs, Summa contra gent. I.3 c.119). Y 1* l’APKI.S 693 para que tù llegues a ser eterno, puesto que también El de tal manera se hizo temporal que siguiô siendo eterno. Acreciôsele algo del tiempo, pero nada perdiô de la eternidad. Tù, en cambio, naciste inmortal y por el pecado te hiciste temporal. Tu te hiciste temporal por el pecado y El se hizo temporal para perdonarte misericordiosamente tus pecados. jCuânta diferencia va entre dos que estân en la cârcel, uno que es reo y otro que le visita! Pues sucede a las veces que un hombre visita a su amigo preso y entra a visitarle en la cârcel y ambos pa­ rece que estân en la cârcel. Sin embargo, gran distancia, gran di­ ferencia va del uno al otro. Al uno le oprime su crimen; al otro le llevô alli su humanidad. Pues de la misma manera en esta cârcel de nuestra mortalidad nosotros éramos reos. El descendit) por su misericordia. Entre» al cautivo como redentor, no como opresor. El Senor derramô por nosotros su sangre, nos redimiô y cambiô nuestra esperanza. Cierto que todavia arrastramos la mortalidad de la carne y estamos esperando la inmortalidad futura. Cierto que fluctuâmes aùn entre las ondas del mar, pero ya tenemos fija en tierra el âneora de nuestra esperanza. No amemos, pues, al mundo ni lo que hay en el mundo, porque cuanto en el mundo hay es deseo de la carne y deseo de los ojos y ambiciôn dei siglo». d) El mundo «Esas tres cosas son las que hay en el mundo, no sea que alguna diga: «Lo que hay en el mundo Dios lo hizo», a saber, el cielo, la tierra, el mar, el sol, la luna, las estrellas, los ornamentos todos de los cielos. ^Cuales son los adornos del mar? Todos los peces. £Cuâles los de la tierra? Los animales, los ârboles, las aves... >. ♦£·* ·Α SECCK)\ II . I. TEOLOGOS SANTO TOMAS Fundamentos teolôgicos En el siglo en que Santo Tomâs ensenô no se conocia el culto o devociôn Corazôn de Jesûs como tal culto. Por eso no hay alusiôn ninguna directa en las obras del Doctor de Aquino. Se encuentran, sin embargo, en la Santa los fundamentos teolôgicos para comprender esta devociôn, hoy muy extendida y practicada en la Iglesia. A) En el culto al Corazôn de Jesûs se honra la persona divina de Cristo «Se honra propiamente hablando a toda la cosa subsistente; porque nosotros no decimos que se honra la mano del hombre, sino al hombre, y si alguna vez se dice esto en el sentido de que estas partes se honren en si mismas, es porque en estas partes se honra al todo; por cuya manera también puede honrarse al hombre en alguna cosa exterior, por ejemplo, en su vestido o en su imagen o en su représentante* (4 q.25 a.i c). B) Es culto especial por ser distinto el motivo Dicen los teôlogos y lo expone bellamente Pio XII en Ia «Hau­ rietis aquas* que el motivo u objeto formal de la devociôn al Co­ razôn de Jesûs es el amor que tiene a los hombres. En el pârrafo que transcribimos a continuaciôn nos ensena el Angelico que este motivo puede diversificar un culto. «La causa del honor es el motivo por el que es honrado tiene alguna excelencia: porque el honor es la reverencia tributada a alguien a causa de su superioridad. Y por esto, si en un mismo hom­ bre hay muchas causas de honor, como la dignidad, la ciencia y la virtud, el honor sera uno de parte del que es honrado, pero mùltiple en relaciôn a las causas que lo motivan; porque el hombre es a quien se honra por su ciencia y por su virtud. Asi, pues, existiendo en Cristo una sola persona de la naturaleza divina y humana, una hipôstasis y un solo supuesto, no hay mâs que una sola adoraciôn ^ΗΓί-t: V* ’ Λ·» V·’ f ~ Λ·*?* % · ’ a ·♦» ·■ 1 ” «X ’ *1 iEOLuGOS. SANIO IOMAS 703 y un solo honor relativamente al que es adorado. Pero por parte de la causa, por que se le honra, puede decirse que hay mâs de una adoraciôn, es decir, que se le honre con un honor por su sabiduria incrcada y con otro por su sabiduria creada» (ibid., a.i c). C) El culto al Corazôn de Jesûs es culto de latria y de dulia 1271 «El honor de adoraciôn se debe propiamente a la hipôstasis subsiguiente; sin embargo, la razôn del honor puede ser algo no subsis­ tente, por lo que se honra a la persona, en que sc encuentra. Luego la adoraciôn de la humanidad de Cristo puede entend erse de dos maneras : 1. a Refiriéndose a él como a la cosa adorada, y en este caso adorar la carne de Cristo no es otra cosa que adorar al Verbo de Dios encamado, como adorar el vestido de un rey no es otra cosa que adorar al rey vestido, y segûn esto la adoraciôn de la humanidad de Cristo es adoraciôn de latria. 2. a La que se hace por razôn de la humanidad de Cristo perfeccionada por todo don de gracia. Asi la adoraciôn de la humanidad de Cristo no es adoraciôn de latria, sino adoraciôn de dulia, de tal suerte que una y la misma persona de Cristo es adorada con adora­ ciôn de latria a causa de su divinidad, y con adoraciôn de dulia a causa de la perfecciôn de su humanidad. Esto no es inconveniente, puesto que al mismo Dios Padre se le debe el honor de latria por su deidad, y el honor de dulia por el dominio con que gobierna a la criatura. Asi que sobre aquello (Ps. 7): Senor, Dios mio, en ti esperé, dice la Glosa (interl.): Se le debe el culto de latria couo Dios de todas por la creation* (cf. ibid., a.2 c). D) La imagen del Corazôn de Jesûs debe ser adorada con culto relativo de latria «El movimiento del alma hacia la imagen es de dos maneras: 1. a A la misma imagen, segun que es una cosa. 2. a A la imagen, segûn que es la imagen de otro objeto. Y entre estos dos movimientos hay esta diferencia: que el primero, por el que uno se mucve hacia la imagen, segûn que es cierta cosa, es distinto del movimiento que se refiere a la cosa; mas el segundo, que se refiere a la imagen como tal, es uno y el mismo con el que se refiere a la cosa. Asi ,pues, debe decirse que a la ima­ gen de Cristo, en cuanto es cierta cosa (por ejemplo, un madero labrado o pintado), ninguna reverencia se le tributa, porque esta no es debida sino a la naturaleza racional. Dcdûcesc, pues, que sc v’Nhibc reverencia solamente en cuanto es imagen, y asi se siguç 1272 704 SAGRADO CORAZÔN l»i: JESUS que se tributa la misma feverencia a la imagen de Cristo y a Cristo mismo. Luego, como se adora a Cristo con adoraciôn de latria, es consiguiente que su imagen debe ser adorada con culto de latria» (cf. ibid., a-3 c). II. SAN BUENAVENTURA La caridad del Corazôn de Jesûs En cl tratado Vitis Mystica, cuya autenticidad, después de muchas investi­ gationes, parece hoy indudable, elige San Buenaventura la rosa para ver en ella simbolizada la ardiente caridad del Corazôn de Cristo. que nos amô gratuitamente hasta derramar su sangre por nuestro amor. En esa rosa, por tanto, podemos considcrar el Corazôn divino de Jesûs, y de aqui el interés que pue­ den tener las ideas que el Santo expone, que darân a la predicaciôn una unciôn singular (cf. BAC. Obras de San Buenaventura t.2, La Vid mistica p.663 ss.). 1273 A) El Corazôn de Jesûs, simbolizado en una rosa encarnada «En el benignisimo Jesûs, nuestra Vid, florece la rosa bermeja y encendida. Bermeja de la sangre de la pasiôn, cncendida por el fuego de la caridad, aljofarada con lâgrimas del dulce Jesûs. Llorô, en efecto, llorô y fué contristado el bondadosisimo Jesûs, alegria mia y gozo de los ângeles. Dice San Pablo (Hebr. 5,7): En el tiempo de su vida mortal, ofreciendo plegarias y ruegos con grande clamor y lâgrimas al que podia salvarla de la muerte, fué oido por su reverenda. jOh corazôn mio!, no de carne, sino de piedra, oyes que el grande y ôptimo Jesûs, durante su vida mortal, vivida por mi amor, se banô en llanto, ;y tû aûn continûas ârido? jOh corazôn duro!, oyes haberse conmovido por ti hasta las lâgrimas aquel que no sera conmovido eternamente (Ps. 124,1), '& tû ni aun asi hasta las lâgrimas te conmueves? Aüadiré el fuego de la caridad y la sangre de la pasiôn, a ver si tû te enciendes, si te ablandas y ofreces algunas lâgrimas ai dulcisimo Jesûs a cambio de sus lâgrimas y de su sangre. Y, si fuere menester, tomaré el pesado martillo y te golpearé al férreo yunque para que, asi a lo menos, saïgas de tu insensibilidad. Si estuvieses ârido como tierra sin agua (Ps. 142,6), con facilidad podrias ablandarte con solo el riego del llanto de Jesûs dulcisimo; mas si, a causa del frio de tus muchas iniquidades, tuvieses la dureza de la roca, echaré mano de fuertes instrumentos, del martillo de la cruz y de bien forjadas escarpias, a fin de que, traspasado con ellas, des libre curso a la fuente de lâgrimas saludables...» (cf. o.c., c.15,1: BAC, t.2 p.709). ϊκόΐ.ηΟΟΗ. SAN BUENAVENTURA B) 7Ô5 1274 Su amor inmenso a los hombres •'Visio el color de la rosa, resta ver su ardor, esto es, el amor que nos manifesté Jesûs en su Pasiôn. Notaremos el ardor de esta rosa de caridad si ahincadamente considérâmes quién es el amante, por qué, a quiénes y en qué grado amô el amante misericordioso, aquel nuestro Amante, mayor que el cual no hay ninguno, ni mâs rico, ni mâs fuerte, a quien todo espiritu confiesa y dice (Ps. 15,2): Tû eres mi Dios, por cuanto no tienes necesidad de mis bienes. En esas palabras dei Salmista se declara bien quién sea el amante y el porqué de su afecto. Nos amô, no porque esperase de nosotros cosa alguna, pues no necesita de nuestros bienes, sino por su caridad gratuita. Si algo bueno hubiese en nosotros que El codiciase, no lo tendriamos de nosotros mismos, sino de El. callar ni puedo hablar. (Como callaré tan grandes misericordias? Y êcômo hablaré misterios tan inefables? Callar es desagradecimiento y hablar parece temeridad. Por esto suplico yo ahora, Dios mio, a vuestra infinita piedad, que entre tanto que yo estuviere apocando vuestra gloria con mi rudeza, por no saber mâs, deseando engrandecerla y.declararla, estén allâ en el cielo glorificândoos los que os saben alabar; y ellos compongan lo que yo descompongo y adoren ellos lo que el hombre desdora con su poco saber » (cf. Guia de pecadores l.i pi» c.4: BAC, Obra selecta p.718). \LloRI-. WRIOs IK. I.I'IS DE GRANADA 709 V. La Encarnaciôn, obra de amor a) Obra de la misericordia amorosa de Dios ■ Estando el hombre tan caido, en los ojos de Dios y en tanta des­ gracia suya, tuvo por bien aquel Sefior, no menos grande en la mise­ ricordia que en la majestad, de mirar no a la injuria de su bondad soberana, sino a la desventura de nuestra miseria; y teniendo mâs lâstima de nuestra culpa que ira por su deshonra, determino redimir al hombre por medio de su unigénito Hijo y reconciliarle consigo. Mas ècômo lo reconcilio? ;Cômo lo podrâ eso hablar lengua mor­ tal? Hizo tan grandes amistades entre Dios y el hombre, que vino a acabar no sôlo que Dios perdonase al hombre, y le restituyese en su gracia, y se hiciesc una cosa con El por amor, sino, lo que excede todo encarecimiento, llegô a hacerlé tan una cosa consigo, que en todo lo que tiene criado no hay cosa mâs una que son ya los dos; porque no solamente son uno en amor y gracia, sino también en persona. .· a acabar. Pues si es cosa de admiracion ver a un hombre bajo en tal lugar, ;qué sera ver en el mismo al Seûor de todo lo criado? ;Qué sera ver a Dios en tal lugar, que para un malhcchor es abatido? Y si cuanto la per­ sona ajusticiada es mâs alta y mâs conocida, tanto mayor espanto nos pone su caida, vosotros, ângeles bienaventurados, que tan bien corocéis la alteza de este Senor, /que sentisteis cuando alli le visteis?...* b) La Encarnacion, maravilla del pcder divino ■ «Como atônita queda la misma naturaleza, suspensas estân todas las criaturas, espântanse les principados y potestades del cielo de tan inestimable bondad como por aqui conocen en Dios. Pues ;quién no cae debajo de la ola de tan grandes maravillas? «/ c) Cristo, padre universal de todos los hombres vTambién se le diô a aquel nuevo hombre que fuese padre uni­ versal y causa de todos los hombres, para que en todos ellos, como cabeza espiritual, influyese su virtud; de manera que en cuanto Dios es igual al Padre Eterno, y en cuanto hombre es principe y cabeza de todos los hombres ; y conforme a este principado, se le diô la gra­ cia infinita, para que de El, asi como de una fuente de gracia o como de una mar de santidad, reciban la gracia todos los hombres, y El se llame Santo de los santos no solamente por ser el mayor de todos, sino por ser santificador de todos -y como si dijéremos un tinte de santidad de donde ha de recibir este color y lustre todo el que ha de ser santo. Esta gracia también es infinita, porque es para toda generaciôn, de manera que no tiene numéro de personas determinado, sino puede cuanto es de su parte multiplicarse en infinito; y para todo lo que en ello se multiplicare hay méritos y gracia en la bendita anima de Jesucristo. Diôsele particularmente otra gracia especial para la santificaciôn y perficién de su vida, la cual también se puede U/IOKLS VAkiOS. fR. JHEGO 1>E ESfELLA ?25 llamar infinita, porque tiene todo aquello que perlenece para el ser y condiciôn de la gracia, sin que nada le faite y sin que nada se le pueda anadir. Diéronsele también en aquel punto de su santisima concepciôn todas las gracias gratis datas de hacer milagros y maravillas cuantas él quisiere. Diéronsele todas en sumo grado y perfi­ ciôn, porque esta es aquella hermosa flor de hermosura donde se asentô la paloma blanca del Espiritu Santo, y tendidas las alas, la cubriô y extendiô sobre ella toda su virtud y gracia cumplidamente. Este es el vaso de escogimiento donde se infundiô aquel caudaloso rio de todas las gracias con todas sus avenidas abundantisimamente. sin que ninguna gota quedase sin entrar en El. Aqui le hizo Dios el mayor beneficio que le pudo hacer y le diô todo cuanto pudo dar, porque aqui hizo lo ùltimo de potencia y gracia, dando todo lo que podia a aquella anima dichosisima en aquel punto que fué criada. Y sobre todo, le fué dado en aquel mismo punto que viese luego la esencia divina y conociese claramente la majestad y gloria del Verbo con que era ayuntada, y asi viendo, fuese bienaventurada y llena de tanta gloria esencial cuanta tiene agora a la diestra del Padre. Si te pone admiraciôn esta dâdiva tan grande, junta con ella esta otra circunstancia maravillosa que hay en ella, y es que todo esto se diô de pura gracia, ante todo merecimiento, antes que aquella bendita anima pudiese haber hecho obra meritoria alguna por donde lo pudiese merecer...» (cf. med. 14: BAC, p.93-95). C) El agradecimiento de Cristo redunda en los hombres oRecoge, pues, agora tus pensamientos, anima mia, entra dentro de ti misma, y en silencio y soledad pasa adelante y considera la parte que te cabe de tan grandes riquezas como éstas. Dime, cuando aque­ lla anima santisima de Jesucristo, en aquel dichoso punto que fué criada, abriô los ojos y se viô tal cual se viô y conociô de cuyas manos le venia tanto bien, y como el que nace rey y no lo ganô por su lanza, y se hallase con el principado de todas las criaturas y viese arrodilladas delante de si a todas las jerarquias del cielo, que en aquel dichoso punto le adoraron, como dice el Apôstol, jdime si es posible decirse con qué amor amaria esta tal anima al que asi quiso gloriticarla! jCon qué deseos codiciaria que se le ofreciese algo en que poder agradar y servir a tal dador! (cf. De sancta virginitate 6: PL 40,399). N) También la Iglesia y los sacramentos son dones del Sagrado Corazôn de Jesûs *No cabe, pues, dudar de que el Sagrado Corazôn de Jesûs, tan intimo participe de la vida dei Verbo encarnado y por lo mismo asumido como ins­ trumento conjunto de la divinidad no menos que los demâs miembros de su naturaleza humana, en la realizaciôn de las obras de la gracia y de la omnipotencia divina (cf. D. Thom., Sum. Theol. 3 q.19 a.i: BAC, t.4 p.166), es también simbolo legitimo de aquella inmensa caridad, que moviô a nues­ tro Salvador a celebrar, con el derramamiento de su sangre, su mistico ma­ trimonio con la Iglesia: «Sufriô la pasiôn por amor a la Iglesia, que habia de unir a si como Esposa» (cf. .Sum. Theol., Suppl, q.42 a.i ad 3: BAC’, t.5 p.196). Por tanto, del Corazôn herido del Redentor naciô la Iglesia, ver­ dadera administradora de la sangre de redenciôn, y del mismo iluye abundantemente la gracia de los sacramentos, en la cual los hijos de la Iglesia beben la vida sobrenatural, como leemos en la sagrada liturgia: «Del Corazôn abierto nace la Iglesia desposada con Cristo... Tû, que del Corazôn haces manar la gracia» (cf. Ilvmm. ad vesp. festi Smi. Cordis h-su). 1318 734 SACRUM» CORAZON DE JESUS De este simbolo, que ni aun a los antiguos Padres y escritores eclesiâsticos fué desconocido, el Doctor Comûn, haciéndose eco de ellos, escribe asi: «Del costado de Cristo brotô agua para lavar y sangre para redimir. Por eso la sangre es propia dei sacramento de la Eucaristia; el agua, del sacramento del Bautismo, el cual, sin embargo, tiene fuerza para lavar en virtud de la sangre de Cristo» (cf. Sum. Theol. 3 q.66 a.3 ad 3: BAC, t.4 p.529). Lo que aqui se afirma del costado de Cristo, herido y abierto por el soldado, hay que aplicarlo a su Corazôn, al cual, sin duda, llegô el golpe de la lanza, asestado precisamente por el soldado para que constase de manera cierta la muerte de Jesucristo. Por esto, durante el curso de los siglos, la herida del Corazôn Sacratisimo de Jésus, muerto ya a esta vida mortal, ha sido la imagen riva de aquel amor espontâneo con que Dios entregô a su Unigenito por la reden­ ciôn de los hombres, y con el cual Cristo nos amô a todos tan ardientementc, que se inmolô a si mismo como hostia cruenta en el Calvario: Cristo nos amô y se ofreciô a si mismo a Dios en oblaciôn y hostia de olor suavisimo» (Eph. 5,2). 1320 fl) El Sagrado Corazôn de Jesûs, simbolo de su triple amor a la humanidad en la vida gloriosa del cielo «Después que nuestro SaKador subiô al cielo con su cueqx» glorificado y se sentô a la diestra de Dios Padre, no ha cesado de amar a s i Esposa, la Iglesia, con aquel amor inPamado que palpita en su Corazcn. Liera en sus manos, en sus pies y en su costado las esplendentes senales de sus heridas, trofeos de su triple victoria: contra el demonio, contra el pecado y con­ tra la muerte. Y liera en su Corazôn, como en preciosisima area, aquéllos mmensos tesoros de mentes, frutos de la triple victoria, que con largueza distribuye al género humano. Es esta una verdad consoladora, ensenada por el Apôstol de las Gentes, cuando escribe: Al subirse a lo alto, llevô consigo cautiva a una grande multitud de cautivos y derramô sus dones sobre los hom­ bres... El que descendiô, ese mismo es el que ascendiô sobre todos los cielos, para dar cumplimiento a todas las cosas* (Eph. 4,8.19). 1321 O) Los dones del Espiritu Santo son también dones del Corazôn adorable de Jesûs «La cfusiôn del Espiritu Santo a los discipulos es la primera y espléndida serial de su amor munifico, después de su subida triunfal a la diestra del Padre. A los diez dias, el Espiritu Parâclito, dado por el Padre celestial, bajô sobre ellos, que estaban rcunidos en el Cenâculo, segûn la promesa que les hiciera en la ûltima cena: Yo rogaré al Padre y os dard otro consolador para que esté con vosotros eternamente (lo. 14,16). El cual Espiritu Parâclito, siendo, como es, el amor mutuo personal, con el cual el Padre ama al Hijo y el Hijo al Padre, es enviado por ambos, y bajo forma de lenguas de fuego infunde en el aima de los discipulos la abundancia de la caridad divina y de los demâs carismas celestiales. Esta infusiôn de la caridad divina brotô también del Corazôn de nuestro Salvador, en el cual estân encerrados todos los tesoros de la sabiduria y de la ciencia (Col. 2,3). Esta caridad es, por tanto, don del Corazôn de Jesûs y de su Espiritu. A este comûn Espiritu del Padre v del Hijo se debe el nacimiento y la pro- SEC 6. 1F.XTOS PONTIFICIOS 735 pagaciôn admirable de la Iglesia en medio de todos los pueblos paganos, contaminados por la idolatrla, cl odio fraterno, la corrupciôn de costum­ bres y la violencia. Esta divina caridad, don preciosisimo del Corazôn de Cristo y de su Espiritu, es la que diô a los apôstoles y a los mârtires aquella fortaleza con que lucharon hasta una muerte heroica para predicar la verdad evangélica y testimoniarla con su sangre; ella es la que diô a los doctores de la Iglesia aquel celo intenso por ilustrar y defender la fe catôlica; la que alimentô las virtudes en los confesores y los excité a llevar a cabo obras admirables y utiHsimas, por la propia santificaciôn y por la salud eterna y temporal de los prôjimos, y, finalmente, la que persuadiô a las virgenes a que espontânea y alegremente rcnunciaran a los goces de los sentidôs y se consagrasen enteramente al amor del Esposo celestial. A esta divina caridad, que redunda del Corazôn del Verbo encarnado y se difunde por obra del Espiritu Santo en las aimas de todos los creyentes, el Apôstol de las Gentes entonô aquel himno de victoria que ensalza a un tiem­ po el triunfo de Jesucristo Cabeza y el de los miembros de su Cuerpo mis­ tico sobre cuantos de alguna manera obstaculizan el establecimiento del reino divino del amor entre los hombres: éQuién podrd separarnos del amor de Cristo? îLa tribulation? iO la angustia? iO el hambre? ïO la desnudez? ί,Ο el riesgo? iO la persecuciôn? iO el cuchillo?... Pero en todas estas cosas triunfamos por virtud de aquel que nos amô. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ângeles, ni principados, ni virtudes, ni lo présente, ni lo venidero, ni la fuerza, ni lo que hay de mas alto, ni de mas profundo, ni otra criatura podrd jamds separarnos del amor de Dios que se funda en Jesucristo nuestro Senor (Rom. 8,35.37-39)». P) Debemos, por tanto, adorar al Corazôn de Cristo, como simbolo de la caridad del Redentor «Nada, por tanto, prohibe que adoremos el Corazôn Sacratisimo de Jesucristo en cuanto es participe y simbolo natural y sumamente expresivo de aquel amor inexhausto en que arde el divino Redentor aün hoy para con los hombres. Aun cuando ya no esta sometido a las perturbaciones de esta vida mortal, sin embargo, vive y palpita y estâ unido de modo indisoluble con la persona del Verbo divine, y en ella y por ella con su divina voluntad, Sobreabundando el Corazôn de Cristo de amor divino y humano, y siendo inmensamente rico con los tesoros de todas las gracias que nuestro Redentor adquiriô con su vida, sus padecimientos y su muerte, es, sin duda, una fuente perenne de aquella caridad que su Espiritu infunde en todos los miembros de su Cuerpo mistico». fn Q) No es, pues, esta una forma cualquiera de piedad «A la verdad, si se ponderan debidamente los argumentos sobre los que se funda el culto al Corazôn herido de Jesûs, todos verân claramente que aqui no se trata de una forma cualquiera de piedad, que uno pueda posponer a otras o tenerla en menos, sino de una prâctica religiosa sumamente apta para conseguir la perfecciôn cristiana. Si «la devociôn segûn el con- .Î Ï36 ■ - Γ ··* Ilia ■■ ■ « 1· I —I ■■ M* p^· LOKXZÔx 1>E JESUS I ——■ . » r 11■ . —— — w ■■ ccpto teolôgico tradicional, expresado por el Doctor Angélico—no es otra cosa que la vohintad pronta de dedicarse a cuanto se relaciona con el servicio de Dios» (cf. Sum. l'heol. 2-2 q.82 a.i : BAC, t.3 p.533). c puede haber ser­ vicio divino mâs debido y mâs necesario, y al mismo tiempo mâs noble y suave que el que se presta a su amor? jQuê cosa puede haber mâs grata y acepta a Dios que cl servicio que se hace a la caridad divina y que se hace por amor. siendo todo servicio voluntario, en cierto modo, un don, y constituyendo cl amor «el don primero y origen de todos los dones gratuitos»? (cf. ibid., i q.38 a.2: BAC. t 1 p.282). Es digna, pues, de suino aprecio una forma de culto, mediante la cual el hombre honra y ama mâs a Dios y se consagra con mayor facilidad y libertad a la caridad divina; forma de culto que nuestro mismo Redentor se digno proponer y recomcndar al pueblo cristiano y los Sumos Pontifices han confirmado con mémorables docu­ mentes y han enaltecido con grandes alabanzas. Por eso, quien tuviere en poco este insigne beneficio que Jesucristo ha dado a su Iglesia, procéder la temeraria y perniciosamente y ofenderia al mismo Dios... Tengan, pues, todos la firme persuasiôn de que en el culto al augustisimo Corazôn de Jesûs lo mâs importante no son las prâcticas externas de piedad, y que el motivo principal de abrazarlo no ha de ser la esperanza de los béné­ ficies que Cristo Nuestro Senor ha prometido en revelaciones privadas, precisamente para que los hombres cumplan con mâs fervor los principales deberes de la religiôn catôlica, a saber, el deber del amor y el de la expia­ ciôn, y asi obtengan también. de la mejor manera, su propio provecho es­ piritual». 1324 p) Exhorta el Papa a practicar esta devociôn, tan acreditada en la Iglesia por tantos titulos «Exhortamos, pues, a todos nuestros hijos en Cristo a practicar con entusiasmo esta devociôn, tanto a los que ya acostumbran a beber las aguas saludables que manan del Corazôn del Redentor, como, sobre todo, a los que, a guisa de espectadores, miran de lejos, con curiosidad y duda. Consideren éstos con atenciôn que se trata de un culto, como ya dijimos, desde hace tiempo ârraigado en la Iglesia, y que se apoya sôlidamente en los mis­ mos Evangelios; un culto en cuyo favor estâ claramente la tradiciôn y la sagrada liturgia, y que los mismos Romanos Pontifices han ensalzado con muchas y grandes alabanzas, pues no se contentaron con instituir una fiesta en honor del Corazôn del Redentor y extenderla a toda la Iglesia, sino que tomaron la iniciativa de dedicar y consagrar con rito solemne todo el género humano al mismo Sacratisimo Corazôn (cf. Leo XIII, enc. .Annum Sacrum: «Acta Leonis», vol.19 [1900] p.71 ss. : Decr. S. C. Rituum, 28 iun. 1899, in Decr. Auth., Ill n.3712; Pius XI, Mi serent issi mus Redemptor: AAS [1928] p.177; Decr. S. C. Rit., 29 ian. 1929: AAS 21 [1929] p.77). Consideren, iînalmente, los frutos copiosos y consoladores que la Iglesia ha recogido de esta devociôn: innumerables conversiones a la religiôn catôlica, la fe de muchos reavivada, la union mâs estrecha de los cristianos con nuestro amantisimo Redentor; frutos que, sobre todo en estos ultimos decenios. se han observado con mayor frecuencia y esplendidez». SBC. o. S) ICXTOS HONilFlClOS 737 Y propone el culto al Sagrado Corazôn como lâbaro de salvaciôn para el mundo de hoy El 1320 11 «A la vista de tantos males como, hoy mâs que nunca, trastornan profundamente a los individuos, las familias, las naciones y el orbe entero, i dônde, venerables hermanos, hallaremos un remedio eficaz? ^Podremos encontrar alguna devociôn que aventaje al culto augustisimo del Corazôn de Jesûs, que responda mejor a la indole propia de la fe catôlica, que satisfaga con mâs eficacia las necesidades actuales de la Iglesia y del género humano? ^Qué homenaje religioso mâs noble, mâs suave y mâs saludable que este culto que se dirige todo a la caridad misma de Dios? (cf. Miserentissimus Redemptor: AAS 20 [1928] p.166). Por ùltimo, êqué puede haber mâs eficaz que la caridad de Cristo—que la devociôn al Sagrado Corazôn promueve y fomenta cada dia mâs—para estimular a los cristianos a prac­ ticar en su vida la ley evangélica, sin la cual no es posible que haya entre los hombres paz verdadera, como claramente ensenan aquellas palabras del Espiritu Santo: Obra de la justicia serd la paz? (Is. 32,17). Por lo cual, siguiendo el ejemplo de nuestro inmediato antecesor, queremos recordar de nuevo a todos nuestros hijos en Cristo la exhortaciôn que Leôn XIII, de feliz memoria, al expirar el siglo pasado, dirigiô a todos los cristianos y a cuantos se sentian sinceramente preocupados por su pro­ pia salvaciôn y por la salud de la sociedad civil: «Ved hoy ante vuestros ojos un segundo lâbaro consolador y divino: el Sacratisimo Corazôn de Jesûs..., que brilla con refulgente esplendor entre las Hamas. En El hay que poner toda nuestra confianza; a El hay que suplicar y de El hay que esperar nuestra salvaciôn» (cf. Annum Sacrum: «Acta Leonis», vol. 19 [1900] p.79; enc. Miserentissimus Redemptor: AAS 20 [1928] p.167). ' ° f^niabm 4, '· Λ" *· ■/ mT*··*?· Z ■<·».·/ SECCI0Λ I II. MISCELANEA HISTORICA LITE RARIA LA LLAGA DEL COSTADO Los estudios modernos realizados sobre la Santa Sâbana de Turin han arrojado mucha luz sobre la llaga infligida al Corazôn de Cristo por la lanza del soldado. Recogemos por su interês un brevisimo extracto de las experiencias del profesor Barbet, cirujano de los hospitales de Paris (cf. Las llagas de Jesûs y el Santo Sudario: Bibi. Sindon., n.9, Barcelona 1953). 1326 A) La posiciôn *E1 Santo Sudario evidencia la huella de esta Haga claramente en el lado izquierdo, lo que significa, estando las improntas in verti das, que el cadâver la habia recibido en el derecho. Es curioso que a pesar del prejuicio corriente que coloca el corazôn en cl lado izquierdo (mientras es solamente la punta la que en él golpea), nadie me ha contradicho nunca en cuanto a la cuestiôn del lado. Por lo demâs, nunca se ha objetado el hecho de los estigmatizados. San Francisco, es verdad, tenia su Haga a la derecha; pero después de él numerosos estigma­ tizados han tenido sus heridas a la izquierda: Teresa Neumann, por ejem­ plo. Evidentemente, esta diferente localizaciôn del costado es mâs clara que en las manos; se han buscado explicaciones... que no explican nada. Por ejemplo, ésta: cl estigmatizado, en este caso, tendria la llaga en el lado en que se encontraba estando de frente a la llaga de Jesûs, a quien contemplaba. Mâs bien que adelantar teorfas tan cientfficas, prefiero confesar que esto sobrepasa el campo de la ciencia y respetar el misterio de dichos fcnômenos. Por lo demâs, esto viene a reforzar la opiniôn que he expuesto a propôsito de las manos: los estigmas tienen un significado puramente mistico, y de ningûn modo pueden pretender ser una reproducciôn mâs o menos exacta de las cinco llagas de la Pasiôn. Sobre la imagen anterior del Sudario se ve en el lado izquierdo (por consiguiente, en el lado derecho del cadâver) un enorme flujo de sangre, en parte oculto sobre el borde extemo por una pieza de tela cosida después dei incendio de 1532 por las Clarisas de Chambéry. Se extiende hacia arriba al menos con una anchura de seis centimetros, y desciende, dividiéndose y ondulando, sobre alrededor de 15 centimetros de altura. Su margen interior estâ caprichosamente entrecruzado por lineas curvas, que apenas pueden explicarse en un flujo de sangre que se hubiese deslizado sobre un cadâver en posiciôn vertical ; por otra parte, no se extiende de un modo homogéneo y présenta algunas lagunas..» (cf. o.c.. p.75-76). MI.SCM. IS FA HISTORICA V UÎEKAK1A B) 739 Caractères • La mancha sobre el Santo Sudario, vista en pleno dia, resalta por su color rojizo, como todas las manchas de sangre, sobre el conjunto de la imagen, que tiene color parduzeo. Corresponde exactamente a una eclosiôn importante de sangre, en parte caida en tierra, y en parte coagulada en el contacto con-la.piel, en zonas sucesivas. La parte superior del coâgulo, la • mâs cercana a la llaga, es mâs espesa y la mâs ancha, porque el chorro es importante: esto, como hemos dicho, lo conocen bien los cirujanos. Lo con­ trario se verifica cuando la sangre, saliendo en cantidad discreta, se para en su descenso y se acumula al topar con un obstaculo... En la parte supe­ rior se distingue netamente, asi sobre el original como sobre las fotograf ias, una parte ovalada de gran eje transversal un pçco oblicua hacia afuera y hacia arriba, que demuestra claramente ser la senal de la herida del costado, de donde manô la sangre. Esta herida mide 4,4 centimetros en su parte mâs ancha y 1,5 de altura» (cf. o.c., p.77). C) Cômo fué la lanzada «La lanza se ha deslizado sobre la sexta costilla, ha perforado el quinto cspacio intercostal y penetrado en su hondo, encontrando la pleura y el pulmôn. Si el soldado de quien habia San Juan hubiese dado una lanzada en una direcciôn casi vertical, en primer lugar habria perforado con mucha dificultad el espacio intercostal; luego, la punta se hubiera perdido en el pulmôn, de donde no habria podido brotar sangre sino de algunas venas pulmonares. Habria podido desprenderse sangre en pequena cantidad, pero no agua. El liquido pleural, suponiendo que lo hubiera, debia estar acumulado en la parte inferior, hacia detrâs, por debajo del nivel de la llaga. Me refiero, naturalmente, al hidrotôrax, liquido de trasudaciôn pléurica de origen agônico présenté aun en el pericardio. La hipôtesis de una pleuresia tuberculosa, emitida en el libelo La Jolie de Jésus, escrito desgraciadamente por un médico, a quien no haré el honor de nombrar ni siquiera como reclamo pôstumo, queriendo ser una agudeza blasfema, es tan solo una vulgaridad ridicula que no se puede sostener. La lanzada fué, pues, oblicua y muy prôxima a la horizontal, lo cual es fâcil de realizar, porque, segùn opino, la cruz no era muy alta; si superaba los dos metros, cosa que no pienso verosimil, era necesario un hombre a caballo para asestar el golpe. Pero los verdugos y guardianes, y hasta quizâs los soldados enviados por Pilatos para el crurifragium eran todos soldados de infanteria y el centuriôn un oficial también de a pie. Con la cruz baja, de dos metros, un soldado ténia solamente que alzar los brazos en la posi­ ciôn de «en parada», como se dice en la esgrima a la bayoneta, para asestar correctamente el lanzazo. Es hasta probable que este golpe a la dcrecha, en el corazôn, siempre mortal, fuera clâsico y se aprendiera en las legiones romanas, por hallarse, ademâs, el lado izquierdo normalmente protegido por la adarga. Encuéntrase en César (De bello Gallico 1.1,25,6; 1.7,50,1; De bello civili 1.3,86,3) la expresiôn latus apertum, costado descubierto, para designar el costado derecho. Farabeu nos enseria que los golpes asestados en los espacios intercostales, a lo largo del horde derecho del estemôn, son irrémédiables, 13*8 - 740 SAGRAbU CORAZON L»h JhSUS porque abren la pared muy delgada de la auricula derecha. Y esto sigue siendo verdad aùn hoy, a pesar de la intervenciôn quirûrgica inmediata. Asi las cosas, la punta se dirige con naturalidad a través de la parte anterior, delgada, del pulmôn derecho y por un trayecto de ocho centimetros de anchura, segûn las radiografias, alcanza el borde derecho del corazôn envuelto en el pericardio. .Ahora bien—aqui el nudo de la cuestiôn—, la parte del corazôn, que sobrepasa la derecha del esternôn, es la auricula derecha. Y esta auricula, prolongada hacia arriba por la vena cava superior y hacia abajo por la vena cava inferior, se halla siempre, en el cadaver, llena de sangre liquida. Jesûs—lo dice el texto evangélico—bien muerto estaba en el momento de la lanzada. Parece, por otra parte, que San Juan se da cuenta admirablemcnte de la importanda de este hecho, cuando anade con insistenda signi­ ficativa que recuerda las primeras lineas de su Evangelio: Y quien lo ha visto (lo. 19,35) ha dado testimonio y su testimonio es verdadero. Y Aquel (Jesûs) sabe que dice la verdad, para que también vosotros credis, Como comcnta Lagrange, el vocablo ille, en griego ekeinos, senala al Senor, que Juan cita como testigo en apoyo de su veracidad. Si la lanzada hubiera sido en el lado izquierdo hubiera atravesado los ventriculos, exangües en el cadâver, y no hubiera manado sangre, sino ûnicamente agua, como veremos. Pero tanto el Sudario como la tradiciôn localizan la herida en el lado derecho* (cf. o.c., p.81-85). ; i D) 1329 La sangre «En una serie de cadâveres repeti diversas experiencias. Ante todo, tomé una larga aguja y la monté sobre una buena jeringa. Senalé el nivel de la llaga, hundi la aguja en el quinto espacio derecho intercostal, hiriendo hacia dentro, hacia arriba y un poco hacia atrâs. Entre los 9-10 centimetros entré en la auricula derecha y, al aspirar, Uené la jeringa de sangre liquida. Mientras atravesaba el pulmôn, la aspiraciôn no aportaba ningùn liquido ni sangre ni agua. A continuaciôn hundi, en las mismas condiciones, un ancho cuchillo de amputar. A la misma profundidad abri la auricula derecha y la sangre corriô a lo largo de la hoja, a través dei orificio horadado en el puln ô i. Todas mis experiencias fueron practicadas sobre cadâveres, pasadas ya las veinticuatro horas de su defunciôn, segûn reglamenta la ley, y han sido seguidas, naturalmente, de la disecciôn» (cf. ibid.). E) 1330 El agua «Si la sangre procede con toda naturalidad del corazôn o no puede pro­ céder mâs que de alli en tal cantidad, el agua êde dônde procede? Habia notado, en mis primeras necropsias, que el pericardio contenia siempre cierta cantidad de serosidad (hidropericardio) suficiente para que se la vea correr a la incisiôn de su hoja pariétal. En algunos casos, el liquido era, incluso, muy abundante. Tomé nuevamente la jeringa, pero adentrando la aguja muy lentamente y aspirando de modo continuo Asi pude sentir la resistenda dei pericardio ■·· ■ -41 SEC. 7. MISCELÀNEA HISTÔRICA V LITERARIA 741 fibroso; tan pronto lo hubc perforado, aspiré una notable cantidad de serosidad. Luego, prosiguiendo la aguja su camino, aspiré sangre de la auricula derecha. De nuevo con mi cuchillo, y hundiéndolo con las mismas precauciones, pude comprobar el derrame de serosidad primero, y luego, al proseguir hundiéndolo, de sangre. Finalmente, si se hunde el cuchillo con violencia, se ve que sale un gran flujo de sangre; pero se puede también distinguir en los bordes una cantidad menos importante de serosidad pericârdica. El agua era, pues, liquido pericârdico. Y puede suponerse que tras una agonia excepcionalmente penosa como fué la del Salvador el hidropericardio debiô ser particularmente abundante, lo suficiente para que San Juan, testigo ocular, pudiera ver claramente brotar sangre y agua. La serosidad no podia ser para él mâs que agua, segûn sus apariencias. Como en el cuerpo no hay mâs agua que la de las serosidades, no puede tratarse de agua pura. Ademâs, nosotros mismos hablamos de hidropericardio; esto es,^agua|contenida en el pericardio*. ESTIGMAS DE SANTOS A) El primer estigmatizado He aqui cômo Celano relata la impresiôn de las llagas de San Francisco de Asis, el primer estigmatizado de la historia (cf. Escritos completos de San Francisco de Asis y biografias de su época: BAC, p.347 ss.). «Veianse las manos y los pies traspasados en su mitad o centro y las cabezas de los clavos aparecian en la parte interior de la mano y en la su­ perior de los pies, y sus puntas en la parte opuesta. Las senales de la palma de las manos eran redondas y por encima puntiagudas, de modo que se advertian algo mâs carnosas, como si las puntas salientes de los clavos hubieran sido retorcidas y machacadas sobresaliendo dei resto de la came. En idéntica forma estaban impresas las senales en los pies y mâs prominentes que lo restante. El costado derecho estaba atravesado como por una lanza, por cuya cicatriz abierta derramaba muchas veces sangre tan abundante, que Uegaba en ocasiones a tenir la tünica y aun los pahos menores. jOh, y cuân pocos, mientras viviô el crucificado servidor de Dios, merecieron ver la sagrada llaga del costado ! i Dichoso Elias, que en vida del Santo mereciô contemplarla; y no menos feliz Rufino, que con sus propias manos llegô a tocarla! Pues como una vez dicho fray Rufino metiese la mano en el seno del santisimo Padre para restregarle, deslizôsele un tanto hasta Hegar al costado derecho, y entonces al acaso tocô aquella preciosa cicatriz. A cuyo tacto el siervo de Dios experimento gravisimo dolor, y alejando la impru­ dente mano, pidiô al Senor que le perdonara. Con extrema solicitud ocultaba estas cosas a los profanos, y tanto que aùn las escondia a los mâs ellegados, de modo que los mismos religiosos que con él moraban y los companeros devotisimos que siempre le seguian lo ignoraron por mucho tiempo». ••lit .-T· <5· SAGRADO CORAZON OK JESUS B) La revelaciôn de Santa Gertrudis Tomamos Je la obra de Johannes M.a Hocht, p.71 ss.), e! relato de Santa Gertrudis. Los estigmatizados (t.l «Siete anos mâs tarde, antes dei Adviento, por impulso vuestro, que sois» la fuente de todo bien, una persona se habia obligado a anadir por mi todos los dias en su oraciôn ante el crucifijo las siguientes palabras:· jOh Senor, todo amor!, por vuestro corazôn llagado, atravesad su corazôn con las fléchas de vuestro amor, de tal manera que no pueda contener nada terreno, sino que sea penetrado por la fuerza de vuestra divinidad». Movida por esta oraciôn, como conflo, el domingo (tercero de Adviento), en cuya misa se canta «Gaudete in Domino»: «Alegraos en el Senor»; en el momento mismo de acercarme al Sacramento me infundiste un deseo que me forzô a proferi r estas palabras: «Aunque no soy digna de recibir ni siquiera el mâs minimo de vuestros regalos, sin embargo, por los méritos y los votos de todos los présentes, imploro vuestra misericordia: atravesad mi corazôn con la flécha de vuestro amor». Inmediatamente senti que la fuerza de estas palabra:» tocaba vuestro divino corazôn, asi por la infusiôn de la gracia interior como por la senal manifiesta que mostrasteis en el cuad.ro de vuestra crucifixiôn. Porque, como después de recibir el Sacramento de vida me retirera al lugar de oraciôn, me pareciô que de la Haga del costado derecho del crucifijo pintado en el trono salia como un rayo de sol penetrante como una flécha, que al principio parecia alargado y luego se encogia para volverse a alargar, halagando asi apaciblemente mi aima durante cierto rato. Pero ni aun asi quedaba colmado mi anhelo, hasta que el miércoles, en que después de la misa de los fieles se hace memoria de vuestra cncamaciôn y predicaciôn, a lo que no dejé de prestar oidos, de repente os aparecisteis, imprimiendo en mi corazôn una llaga con estas palabras: «Aqui han de confluir las oleadas de todos tus sentimientos : todo tu goce, esperanza, alegria, dolor, temor y todos tus demâs afectos han de consolidarse en mi amor*. Y cuân eficaces fueran estas efusiones de gracia sc echa de ver, aunque no sea mâs que por una bella oraciôn de acciôn de gracias posterior que repetia a menudo, alabando y glorificando a Dios por sus grandisimas gracias : ♦De todos estos doncs dos tengo en especial estima: el que bayais impreso en mi corazôn las augustas senales de vuestras saludabilisimas llagas grabando ademds en él a vista de ojos y tan eficazmente la llaga del amor. Pues, aunque no me hubierais dado nunca mayor consuelo interior ni ex­ terior, con estos dos dones me habéis comunicado tal felicidad que, aunque hubiera de vivir mil aùos, sacaria de ello a cada hora mâs que suficiente consuelo. guia y materia de acciôn de gracias». Y en un fragmento posterior de esta oraciôn en el que se acusa a si misma de ingratitud por tan grandes dones recibidos—género de acusaciôn humilde que se encuentra a menudo en los grandes santos—vuelve a hablar de su estigmatizaciôn «como del mâs gracioso atavio de mi interior mediante la impresiôn de vuestras sacratisimas Ùagas y la revelaciôn de vuestros misterios, con lo que me habéis hecho gustar delicias del espiritu mâs suaves que todos los deleites corporales que hubiera podido encontrar si desde el principio hasta el fin hubiera recorrido el mundo...» Μ* SEC. 7. C) M1SCELÂNEA HISTÔRICA Y LITERARIA 743 1333 Las Hagas de Santa Catalina de Siena ♦Catalina le rcfiriô con todo detalle el emocionante suceso: «He visto, me contestô, cômo el Senor, clavado en cruz, bajaba de ella dirigiéndosc hacia mi. Estaba envuelto en luz incomparable. Las intensas emociones de mi aima para ir prontamente a mi Creador hicieron levantar a mi cuerpo. Entonces vi brotar de sus cinco llagas espléndidos rayos que se diriglan a mis manos, pics y corazôn. Comprend! el misterio y exclamé: Senor mio y Dios mio, os suplico, haced que mis llagas no aparezcan al exterior. Y en seguida se convirtiô el rojo de sangre de los rayos en un color brillante: cran r.iyos de purisima luz, que penetraban en mis manos, pies y corazôn». A continuaciôn le preguntô: «<;Asi que ningùn rayo fué a dar al lado derecho ?» «No—repuso—, sino al izquierdo, exactamente sobre el corazôn, porque el rayo que salia del costado derecho del Senor me cogiô de lleno y no de lado». «^Sentiste en ello algûn dolor?» Catalina respondiô después de lanzar un profundo suspiro: «El dolor que siento en los miembros, y so­ bre todo en el corazôn, es tal, que, sin un nuevo milagro de Dios, me parece mposible poder vivir mâs tiempo» (cf. o.c., t.2 p.126). D) Los estigmas de Teresa Neumann 1331 ♦Quien estreche por primera vez la mano de Teresa tendra que vencer un cierto temor de tocar esa mano que tiene una especie de senal visible que se sabe ser un «estigma». Al principio, Teresa cubria su mano con un mitôn, pero ahora ensena abiertamente los estigmas, vendândolos ùnicamente para protegerlos de la presiôn cuando va a trabajar, y no para evitar que el polvo pénétré en ellos, ya que no tiene que temer que se le enconen. Son heridas extraordinarias, reaccionan anormalmente: ni se curan ni supuran, resistiéndose a toda intervenciôn médica, ya que empeoran si se les aplica cualquier medicaciôn. Le duele sin césar, y en ciertas épocas, y concretamente los viernes, en particular el Viernes Santo, sangran violentamente. Después, por si solas, se recubren de una costra seca y limpia, hasta que con la misma espontaneidad vuelven a abrirse. A estas marcas especiales se las denomina «estigmas». Se dan tfôlo en los misticos catôlicos y en algunos. de la Iglesia ortodoxa. Son rcpresentaciones, copias o simbolos de las heridas de Cristo crucificado. Teresa los tiene en manos y· pies y en el costado izquierdo, en la regiôn del corazôn. Estas heridas han sido examinadas muchas veces. Son auténticas heridas que afectan la piel y los tejidos subcutaneos. La del corazôn es bastante profunda. No se ha medido aùn su profundidad, pero puede ser deducida con aproximaciôn de la profundidad de la impresiôn negativa que queda en el lienzo o apôsito que, a veces, se introduce en la herida abierta y queda adherido tan fuerte que se hace necesario arrancarlo. Parece évidente que cl fondo de la herida se encuentra prôximo al co­ razôn, pues, al tocârsela, Teresa siente fuertes dolores en aquel ôrgano. Los estigmas de la mano son cuadrangulares en el dorso de la mano, de aproximadamente un centimetro a centimetro y medio en cuadro. En la palma son redondos y algo mas pequeôos. Se correspondcn directamente los dei dorso y los de la palma de la mano, estando unidos al parecer de alguna manera, ya que son mâs duros al tacto que el resto de la mano. La sensaciôn es como w «y 744 SAG RA DO CORAZÔN D8 JKSUS si se tropczase con una sustancia cartilaginosa» observaciôn que da motivo a afirmar que en la mano encierra una impresiôn de los clavos de ia cruz» (cf. Luisa Rinser. Konnersreuth [ed. Dinor. San Sebastian 1955J p.80-82). IU. LAS REVELACIONES A SANTA MARGARITA MARIA DE ALACOQUE A) Primera revelacion (1673) «Es la fiesta dei discipulo amado (27 diciembre 1673). Esta Margarita en el coro bajo en presencia de su Amor sacramentado. El la hace reposar en su divino pecho, donde le descubre «todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazôn sagrado, que siempre le habia tenido ocultos hasta entonces cuando se le abriô por primera vez*. «Mi divino Corazôn—le dice—esta tan apasionado de amor a los hom­ bres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las Hamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndome de ti, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo...» Le pide en seguida su corazôn y le introduce en el suyo, «en el que me lo hizo ver como un âtomo que se consumia en aquella ardiente hoguera»; se convierte, a su contacto, en llama encendida, lo saca y se lo vuelve a colocar en su pecho «como una llama ardiente en forma de cora­ zôn*. Este fuego le producirâ toda su vida un violento dolor de costado, ga­ rantie de la verdad de la apariciôn. Durante muchos dias queda Margarita como embriagada y toda abrasada de amor. Seguia en su oficio de enfermera. Ahora la destinan sus superioras al pensionado en calidad de ayudante. Las catorce jôvenes de familias distinguidas que en él se educan pronto veneran también a su joven maestra como a una verdadera santa. Continüan entre tanto los divinos favores. Todos los primeros viemes se le présenta el Sagrado Corazôn como un sol brillante, cuyos rayos ardorosos caen a plomo sobre su corazôn. Parece que todo su ser va a quedar reducido a ceniza» (cf. P. José M.a SXenz de Teiada, S. I., Vida y obras completas de Santa Margarita Maria de Alacoque [Bilbao 1948] p.32). 1336 B) Segunda revelacion (1674) «El divino Corazôn se me présenté en un trono de Hamas, mâs esplendoroso que el sol y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en su parte superior... El pensamiento de Jesucristo se va precisando; la devociôn a su sagra­ do Corazôn, que quiere difundir por todo el mundo, es como el ûltimo esfuerzo de su amor para abrasar el frio mundo. Sera necesario en la nueva devociôn venerar al Corazôn divino bajo la forma de un corazôn de carne; la llaga de la lanza estarâ bien visible*, le rodearân Hamas y le cehirân las es­ pinas, Uevando en la parte superior una cruz. Los que honren en pùblico sec. 7. mihcelAnea HISTORICA Y UXTEKARIA 745 esta santa representaciôn recibirân gracias muy especiales. Margarita de­ beri llevarla de continuo sobre su corazôn. Poco a poco se aclararân estas promesas, y los rasgos todavia indecisos de la divina devociôn se verân cla­ ros y de relieve» (cf. ibid., p.32-33)· C) Tercera revelacion (1674) 1337 «Una vez entre otras, escribe la vidente, que se hallaba expuesto el Santisimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo, mi amado Duefto, se présenté delante de mi todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y despidiendo de su sagra­ da humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho, que parecia un horno encendido, y, habiéndose abierto, me descubriô s J amante y amable Corazôn, vivo manantial de taies llagas. Entonces me explicô las inexplicables maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso habia llegado su amor para con los hombres, de quienes no recibia sino ingratitudes. Esta apariciôn es mâs brillante, mâs regia que las precedentes. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos, y, divino mendigo, nos tiende la mano el Sefior para solicitar nuestro amor. Esté atenta a mi voz, continûa Jesûs, y le dirige varias peticiones: «Primero me recibirâs sacramentado tantas veces cuantas la obediencia quiera permitirtelo. Comulgarâs, ademâs, todos los primeros viernes de cada mes. Todas las noches del jueves al viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que yo quise sentir en el huerto de los Olivos; tristeza que te reducirâ a una especie de agonia mâs dificil de sufrir que la muerte. Para acompanarme en la humilde oraciôn que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantarâs de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo, el rostro en el suelo, tanto para calmar la cèlera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que senti al ser abandonado por mis apôstoles, obligândome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo; durante esta hora harâs lo que yo te ensenaré»... A todo esto, absorta Margarita en su larga oraciôn, la tienen que hacer volver en si las hermanas; la llevan a la superiora, la Madré De Saumaise, y cae temblorosa y conmovida de rodillas. La superiora la mortifica y hu­ milia duramente. Mas ella cumple balbuceando las peticiones del Senor y se calla. La prudente superiora da un «no» tajante a todas ellas. Pero el mismo Jesucristo intervendrâ directamente»... (cf. ibid., p.33-34). D) La gran revelacion (1675) «Es un dia infraoctava del Corpus, probablemente el i6 de junio de 1675. La hermana Margarita Maria esta ante Su Divina Majestad expuesto. De la blanca nube de los accidentes eucaristicos se adelanta radiante nuestro Se­ nor Jesucristo, le descubre su divino Corazôn y le dice con acento insinuante y amoroso ademân: «He aqui este Corazôn que tanto ha amado a los hom­ bres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles 133i ?4(î SAGRADO CORAZON OE JESUS su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este sacramento de amor. Pero lo que me es aùn mu­ cho mis sensible es que son corazones que me estân consagrados los que asi me tratan. Por eso te pido que se dedique -el primer viemes de mes después de la octava del Santisimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazôn, comulgando ese dia y reparando su honor con un acto püblico de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. Te prometo ademâs que mi Corazôn se dilatarâ para derramar con abundancia las influencias de su di­ vino amor sobre los que le den este honor y los que procuren le sea tributados. «èCômo puedo cumplir estos encargos?» «Dirigete a mi siervo (el P. La Colombière) y dile de mi parte que haga cuanto pueda para establecer esta devociôn y complacer asi a mi Corazôn divino; que no se desanime a causa de las dificultades que se le presenten y que no le han de faltar; pero debe saber que es omnipotente aquel que desconfia enteramente de si mismo para confiar ùnicamente en mi* (cf. ibid., p.36-37). SECCION VIH. Cl ION ES HOMILETICOS SINOPSrS DE LOS GUIGNES HOMILETICOS Tema litürgico: La fiesta del Corazôn de Jesûs (j). El Sagrado Corazôn de Jesûs: El Corazôn de Cristo (2). Las dimensiones del Corazôn de Cristo (3). Gozo del Corazôn de Jesûs (4). La correspondencia y la reparaciôn (5). Reparaciôn al Sagrado Corazôn (7). El Corazôn de Jesûs, modelo de humildad y mansedumbre (8). Actualidad social: Remedio de la apostasia modema (6). R- 'I La fiesta del Corazôn de Jesûs I. La liturgia conduce a la piedad confiada y gozosa. A. Nuestra piedad depende en gran parte de la idea que habitualmente tenemos de Dios. Très closes de piedad podrîan senalarse: de temor, de espe­ ranza, de caridad amorosa y confiada. De la diferente ma­ nera de considerar a Dios brota la close de piedad. b) Cuando se considera a Dios Padre, su bondad, providencia, amor..., brota en nosotros la confianza ciega, el abandono absoluto en sus brazos. a) Tal es la piedad que infunde la liturgia. a) Nos muestra a Dios como el Padre de todo consuelo, de quien todo bien procede; a Cristo, amdndonos y perdondndonos ; y al Espîritu Santo, como 'dulce Huésped de las aimas*. b) Por esto, quienquiera que recorra las formulas litürgicas y estudie los sentimientos en ellas manifestados encontrard que uno de los mds abundantes es nuestro amor y confianza en el Padre, Hijo y Espîritu Santo. Asi, en la colecta de la misa «in die obitus» de difuntos, la Iglesia suplica a Dios la compasiôn por el alma del A 1339 w'· û<- SAGRADO CORAZÔN DK JESÛS difunto y parece excusar incluso las faltas y pecados para resaltar ante el Senor lo bueno: «Para que el que creyô y csperô en ti... no soporte las penas del infiemo». Mds claramente se insiste en esto en las preces de la recomendaciôn del aima al decir: «Pues aunque pccô, no negô al Padre y al Hijo y al Espiritu Santo». c) De aqui que las aimas que alimentan su piedad con la liturgia no pueden menos de amar confiadamente, alegremente, aun en medio de sus miserias, a quien primero nos amô. 1340 IL La fiesta del Corazôn de Jésus, mensaje de misericordia. A. La fiesta del Sagrado Corazôn de Jesûs en la liturgia ré­ capitula todo el mensaje misericordioso de Cristo. Las apariciones a Santa Margarita Maria de Alacoque van encaminadas a inspirar una confianza y amor credentes: iTengo ardienle sed de ser amadoy honrado de los hombres..., y no encuentro casi ninguno que trate de extinguirla correspondiéndome como deseo...» (cf. Santa Margarita Maria de Ala­ coque, Vida y obras completas, ed. El Mensajero del Co­ razôn de Jesûs, Bilbao 1948). b) Se instituye la fiesta litûrgica del Corazôn de Jesûs para enseiiar a los hombres el amor: 1. 2. «Cuando se enfriaba la caridad de los hombres, la ca­ ridad de Dios se diô a conocer para ser honrada con culto especial» (cf. Pio XI, Miserentissimus Redemptor). «En tiempos turbulentos de la edad contemporânea, cuando apareciô mâs astuta que todas la herejia jansenista, enemiga del amor a Dios y de la piedad, que predicaba a Dios no como padre digno de amor, sino como juez implacable, el benignfsimo Jesûs mostrô a los pueblos, como bandera de amor y de paz, su Sacratisimo Corazôn» (ibid.). Las fôrmulas dei breviario y de la misa insisten en la misma idea: 2. Breviario: «Corazôn, arca que contiene la ley, no de la servidumbre antigua, sino de la gracia, fiel perdôn y de la misericordia». La misa en el prefacio: «Para que tu Corazôn abierto, sagrario de largueza divina, nos infundiera torrentes de misericordia y de gracia, y el que nunca cesô de arder por amor a nosotros, fuera descanso para los jus­ tos y se abriera a los pecadores un refugio de salvaciôn». Corazôn de Jesûs es, segûn la teologia, un relicario de amor y misericordia. Simboliza todo el tesoro de la vida moral de Cristo, sus virtudes, oraciones, sufrimien­ tos, mérites..., volcados sobre la humanidad para reconciliarla con Dios. * SEC. 8. GUIGNES UOMII.ÉTICOS 749 ΠΙ. Nuestros sentimientos ante el Corazôn de Jésus. 1341 Amor en la forma especial de reparaciôn... A. a) «Quis non amantem redamet?», canta la Iglesia en el himno de laudes. b) Lo primero y principal en el culto al Corazôn de Jesûs, dice Pio XI, es «que al amor del Creador corresponda el amor de la criatura. De aqui brota espontdneamente el satisfacer la injuria inferida al Amor, cuando éste ha sido o despreciado por el olvido 0 ultrajado por la ofensa..., lo cual se llama de ordinario reparaciôn» (Pio XI, Miserentissimus Redemptor). B. Confianza. Especialmente deben confiar los pecadores. Muy bello es el pârrafo de San Bernardo que la Iglesia recuerda el dia de la octava del Corazôn de Jesûs: a) «gDônde podrâ hallar nuestra flaqueza un remanso firme y se­ guro sino en las Hagas del Salvador? Yo permanezco allî con tanta mayor confianza cuanto que El es poderosisimo para salvarme». b) «El mundo brama, el cuerpo me oprime, el diablo me tiende lazos; pero no caigo, colocado como estoy sobre la piedra fir­ me. Si cometiere alguna gran culpa, mi conciencia me remorderd sin duda; mas no desesperaré por ello, recordando las llagas de mi Senor, pues ha sido cubierto de heridas por nues­ tros pecados». «iQué hay tan mortifero que no sea sanado por la muerte de Jesûs? Al recordar que siempre tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ninguna dolencia con su malignidad me podrd causar miedo» (cf. San Bernardo, Obras escogidas: BAC, p.1128). Imitaciôn. Para revestimos de Cristo, fin del afïo litûrgica, hemos de revestirnos de su misericordia: «Revestios de entranas de miseri­ cordia» (Col. 3,12). b) La misa de hoy, impregnada de la misericordia de Cristo, nos lo recuerda. c) Dios quiere que, a ajemplo de su Hijo, hagamos misericordia: «Quiero misericordia y no sacrificio» (Os. 6,6). El Corazôn de Cristo I. El amor de Cristo. A. Dos son las parabolas del evangelio que nos enseiian. la misericordia de Jesûs: las parabolas de la oveja y de la dracma perdidas. I SAGRADO CO R AZOX DE JF.Sl/S No es lo mismo misericordia que amor. Aquélla es la manifestacion inconfundible de éste. De aqui que las pa­ rabolas citadas descubran el amor de Jésus, aunque sôlo sea en un aspecto parcial. C- Este amor de Cristo serâ el objeto del présenté guiôn. • Tema muy propio para la fiesta del Corazôn de Jésus. B. 1343 1314 II. III. Todos los misterios de Cristo predican amor. A. En la parabola primera. a) La oveja perdida représenta al género humano, caido en el pecado original. b) El pastor, al Verbo, que se hace hombre para redimirnos. c) La redencion fué la gran obra de misericordia y de amor. B. El amor de Cristo puede considerarse como fuente inagotable de dones : la encamaciôn, la pasiôn, los sacramentos. al Todo este amor se puede considerar como si a mi particular­ men te se refiriese. b) Todo él esta simbolizado en el Corazôn de Jesûs. Una puerta se abriô en él por la lanza del soldado para que por ella pudieran entrar todos, por pecadores e ingratos que fueran (cf. Io. 19,31-37). c) El Corazôn de Jesûs simboliza, ante todo, su amor humano; pero, ademds, es también manifestaciôn dei amor divino. Nuestra correspondencia. A. B. Amor con amor se paga. Por tanto, la correspondencia mejor al amor de Cristo serâ nuestro amor. Para que este amor sea completo ha de ser afectivo y efectivo. a) Amor afectivo. Consiste en los sentimientos del aima ante la persona amada: complacenda, admiraciôn, gracia, etc. Este amor engendra después la alabanza. 2. Se necesita arnar a Jesucristo con afecto. Por un lado, nuestro propio amor lo necesita, pues al amarlo asi, no puede resistir a la admiradôn y complacencia que ex­ perimenta. Por otro lado, Cristo lo dice. Cuando los fariseos pedian a Jesûs que reprendiera a las turbas que gritaban: «Bendito sea el que viene en nombre del Serior», les respondiô: «En verdad os digo que, si ellos se callan, hablarân las piedras» (Le. 19,37-40). 3. Los santos han tenido este amor afectivo. San Francis­ co de Asis hasta por los caminos cantaba las divinas alabanzas (cf. Joergensen, Vida de San Francisco t.2 c.i). Santa Maria Magdalena de Pazzis gritaba por los claustros de su monasterio: «jOh amor! jOh amor!» 1. b) No basta el amor afectivo. Ha de traducirse en las obras. i. Amor efectivo. «Si me amâis—dice Jésus , cuardad uusjnandamientos» (Io. 14,15). L SEC. 8. C'.IllÔNBS HO.Mll.ÉflCOS 751 Esta es la piedra de toque del verdadero afecto. Aimas hay que se derriten en lâgrimas y que, sin embargo no se preocupan de mortificar su pasiones, destruir sus hâbitos malos y apartarse de las ocasiones de pecar; les desalienta la tentaciôn y murmuran en presencia de cualquier contratiempo. No aman bien al Senor. Se le ama de verdad cantando sus perfecciones con to­ das las fuerzas del aima. Es cierto. Pero, ademâs, la­ mentando las injurias que se hacen a su Corazôn, ofreciéndole humildes reparaciones y, sobre todo, procu­ rando obedecerle, aceptar las disposiciones de su pro­ videnda y gastândonos por su gloria, si fuera preciso. IV. El ejemplo de San Pablo. A. B. San Pablo ha comprenclido tcual es la anchura, la longura, la altura y la profundidad de la caridad de Cristo» (Eph. 3,18). Por eso exclama: « iQuién nos arrebatarâ el amor de Cris­ to?» (Rom. 8,35). Pablo le ama, y por El: a) «Cinco veces recibi de los judîos cuarenta azotes menos uno» b) (2 Cor. 11,24). ♦Très veces fui azotado con varas, una vez fui apedreado, très veces padeci naufragio, un dia y una noche posé en los abismos dek mar». «Muchas veces en viaje me vi en peligros de rios, peligros de ladrones, peligros de los de mi linaje, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre los falsos hermanos». d) «Trabajos y miserias en prolongadas vigilias, en hambre y sed, en ayunos frecuentes, en frio y en desnudez». «Esto sin hablar de otras cosas, de mis cuidados de cada dia, de la preocupaciôn por todas las iglesias» (2 Cor. 11,24-28). V. Falta de amor. Λ. No hay amor en el mundo. a) En las relaciones de unos pueblos con otros, de gobemantes con sùbditos, de patronos con obreros. b) En el desarrollo de la vida social, donde imperan los egoismos, envidias, odios. B. Los cristianos aman poco a Cristo. Hablarnos de amor efectivo. El Senor mismo se quejaba a Santa Margarita Maria: «He aqui este corazôn que tanto ha amado a los hombres, y en correspondencia sôlo recibe ingratitudes». a) El tiempo de verano, sobre todo, es tiempo de escândalos. ïSe ama a Cristo en las playas, fiestas, modas? Sin embargo, las organizan y frecuentan los cristianos. b) Muchos fieles se forman una doble concienda. Para el verano y para todo otro tiempo. Se hace una moral acomodatida, sin Evangelio, a gusto y capricho. 1316 SAGRADO CORAZON DH JÏSÜS c) Pio XII ha reprobado el existendalismo étwo, segün el cual la moral varia con las distintas drcunstancias en que se encuen tra el sujeto. El amor verdadero a Jesucristo ha de ser incondicional. «El cristianismo es el amor de Dios manifestado al mundo por Cristo, y toda nuestra religiôn cristiana puede reducirse a contemplar este amor en Cristo y responder al amor de Cristo para unirnos a El» (cf. Columba Marmion, Jesucristo en sus misterios c.19). Las dimensiones del Corazôn de Cristo I. Medio de conocerlas. apôstol San Pablo: Ha redbido gracia particular para conocer y misiôn espedal para propagar entre los gentiles «las insondables riquezas de Cristo». b) Sin embargo, encuentra tan sobrehumano el poder vislumbrarlas siquiera, que dobla sus rodillas ante el Padre y le suplica nos concéda la grada de *poder comprender la anchura y la largueza, la altura y la profundidad y el inmenso amor de Cristo, que sobrepuja a todo entendimiento* (Eph. 3,18-9). Es, por tanto, necesaria la luz de lo alto para comprender cada dia mds el valor del amor que Cristo nos tiene. B. 1318 Por los frutos: Esta es la norma para conocer hasta dônde ha llegado el amor de Cristo al hombre. Hasta dônde ha tenido que ir y va cada dia tras la oveja perdida. b) Estos frutos se conocen por la reveladôn sobrenatural y, consecuentemente, con la fe. Cada dia, no obstante, puede crecerse en el conodmiento de su amor y jamds llegaremos a desentranar no sôlo la caridad que se encierra en el corazôn de Cristo, pero ni siquiera el valor infinito de sus manifestadones mds claras. II. Medidas de la misericordia. A. Se nos han ofrecido por Dios las manifestaciones mâs claras de su misericordia en estos hechos de profundidad insondable : a) Misterio infinito de condescendenda encerrado en las pala­ bras: «El Verbo se hizo came y habitô entre nosotros» (lo. 1,14). b) Misterio de infinitas propordones de una vida divina redudda SEC. 8. UU1ONHS HOMILETICOS 753 a voluntaria pobreza, anonadamiento, trabajo cotidiano, hu­ mildad, mansedumbre, obedienda hasta la muerte, para dar ejemplo de vida al hombre. Misterio sorprendente de su predicadôn. 3· d) Busca al enfermo, al pobre, al pecador. En las parébolas de la misericordia hace el retrato vivo de su corazôn. Junto a la samaritana, la pecadora püblica, la Magda­ lena, Judas y otros, se presienten las dimensiones inacabables de la misericordia del Salvador. La institudôn de la Sagrada Eucaristîa, de propordones tan inauditas, que llega la tradiciôn catôlica a llamarla: «Mysterium fidei», por la profundidad del mismo. «Mysterium amoris», por el amor que en él nos da y ma2. nifiesta. Pero siempre misterio, porque excede la capacidad de 3· la criatura. «Me amô y se entregô* (Gai. 2,20). He aqui, declarada por San Pablo, la slntesis del mds profundo misterio de la miseri­ cordia de Dios hacia el hombre: su pasiôn y muerte. i. 2. 3· ο Su aima, triste hasta la muerte. Su cuerpo, envuelto en sudor de sangre, azotado, coronado de espinas, crucificado. Su honor, ultrajado ante los tribunales. El, tratado como malhechor y blasfemo. No escatimô nada al hombre. Ningùn acto de sus potencias espirituales, ningùn miembro de su cuerpo. Todo él fué campo de prueba del amor que nos tuvo. Toda su sangre la diô; no hubo dolor y afrenta que no recibiese. Para cada uno en particular ha tenido Dios: i. 2. El llamamiento a la Iglesia, a la gracia, a la participaciôn en los sacramentos, a la bienaventuranza. Las gracias particulares con que conduce a cada uno, y que pertenecen al campo del conocimiento privado; todas constituyen la historia del amor intimo a mi aima. Sabiamos de antemano que en el corazôn de Cristo se habian dado cita dos abismos insondables de amor. Todo el amor de Dios, infinito, que aporta su persona divina. b) Todo el amor de su corazôn humano, de propordones inaudi­ tas y de valor infinito también. Pero, aun asi, nos sorprende en cada dia las manifestadones que ha tenido dicho amor. III. Manifestaciones que sobrepujan toda inteligencia. En su raiz, ésta no es otra que la esencia misma de Dios. a) *Dios es amor» (i lo. 4,8), y Jesucristo es Dios. b) Su esencia es amor, y sus manifestaciones son amor inefable, que supera la capacidad intelectual de toda criatura. 1319 a»·· ··· e 75·· SAUKAIK) CORAZÔN DK JKSÙS B. En los efcctos que producen. a) El amor hace una cosa al amante con el amado: »Todo lo mio es tuyo, y todo lo tuyo es mio» (lo. 17,10). Cristo nos ama y hace esta misteriosa unidad. l’or el bautismo se nos comunica la gracia. 2. La gracia santificante destruye la barrera que nos se para de Cristo y nos incorpora al mismo con una per i’ecta unidad de vida. 1. t b) En virtud de esta unidad mlslica se establece una corriente perfecta de méritos, de santificaciones, de oraciones que bajan de la Cabeza a los miembros. 1. Y todo lo nuestro es de Cristo. Sufrc, se humilia, pa2. 1350 dece hambre, se mortifica, alaba al Padre en cada uno de sus miembros. La mâs misteriosa corriente de los miembros a la Ca­ beza es que se apropia nuestros pecados para satisfaccr por los mismos. IV, Conclusiôn. Pidamos con San Pablo un conocimiento cada dia mas profundo de las dimensiones del corazôn de Jesucristo. El Apôstol lo conociô, se entregô a su amor y se dedicô a buscarle amadores. Gozo del Corazôn de Jesûs 1351 I. La fiesta del Sagrado Corazôn. A. Célébrâmes hoy la fiesta del Sagrado Corazôn de Jesûs. a) En esta fiesta se da culto a Jesucristo, que nos ama tan entraftablemente y que, en cambio, ha recibido de parte del hombre la paga de la ingratitud. b) Para preparaciôn eficaz de ese amor no correspondido y positivamente ofendido veamos: 2. B1352 Cuâles son los gozos que alegran su corazôn. Qué debemos hacer en nuestra vida individual para ser gozo suyo. Qué medios utilizaremos para que los demis también lo sean. El evangelio de las parâbolas de la misericordia nos da la respuesta del mismo Jesucristo sobre estos extremos. II. Gozo por la conversiôn del pecador. A. Lo afirma el mismo Jesucristo en el Evangelio. a) Cuando encuentra la oveja perdida y la dracma, un regocijo especial llena el corazôn de quien la busca. • i 'fe SIX. H. |>) t) B. Gl ΙΟΜΑ UO.MIU.ÏICIJS El es el lluen Pastor (lo. 755 que ha venido a buscar la oveja que se habia perdido (lo. 10,16), para que tenga vida, y vida sobreabundante (lo. 10,10). Ιλ conversiôn del pecador causa la alegria de Jesucristo y, por el contrario, la perdiciôn de la misma es fuente de su dolor jo), Aprendamos: a) La verdadera justicia de Cristo. 3· b) La que odia el pecado y sc compadece de los pecador es. Esta debe ser la actitud del cristiano ante el pecador: No contagiare.· de su pecado. Usar, cuando sea conve­ niente, amonc itaciones caritativas y severas al mismo tiempo. Apartarse de él cuando lo pide la verdadera virtud. Pero siempre con humildad, anteponiendo en su cora­ zôn al pecador, con un verdadero celo por su conversiôn. La falsa justicia de los fariseos: 1. 2. 3. Se apartan del pecador. Se enorgullecen de su falsa justicia. Dcsprecian a los pecadores y no tienen compasiôn de los débiles. Tengamos los mismos sentimientos de Cristo. Esta esce­ na nos ensefta : La auténtica alegria del cristiano. Los verdaderos amigos y fieles servidores de Cristo deben regocijarse, con el Salvador, de! bien espiritual de las aimas, lo mismo que deben contristarse de su perdida. b) Jesûs dice: «He hallado mi oveja·. 1. La oveja perdida, el pecador, es siempre oveja de Cristo, a) tanto mâs suya cuanto entonces necesita mâs del médico que la cure (Le. 5,31). 2. Luego todo el celo y trabajo que se consagra a la con­ versiôn del pecador, el Salvador lo recibc como consagrados a El. •Si un vaso de agua fria dado en su nombre al sediento es un obsequio que merecc el ciento por uno y la vida eterna (Mt. 25, 37), la recompensa del apostolado, que ofrece el agua de la gracia a las aimas, ha de tener necesariamente la paga nuis subida en frutos de propia santificacion y de gloria eterna. Π1. Gozo que se comunica.' El pastor que encuentra la oveja, lo mismo que la mujer al hallar su dracma, convocan a los amigos para hacerles participes de su gozo. No les habian hecho saber su tristeza, que reservaron para si; pero el gozo lo comunican en seguida. I>) Es tin ejemplo exacto del dogma de la comuniôn de los santos: a) _·.Λ 1353 756 SAGRADO CORAZÔX PB JHSÔS unos fieles tienen parte en los bienes espirituales de los otros como miembros que son de un mismo cuerpo. Comunicaciôn del cielo con la tierra en el corazôn de Cristo. Asi se derrama del corazôn de Jesucristo, en todas direcciones, la alegria del pecador que vuelve a los brazos del Padre. a) Alegria del cielo. Se alegran: 1. Dios, a quien se le devuelve una criatura muy querida. 2. Jesucristo, porque su redenciôn ha fructificado en un aima. 3. Marfa Santisima, porque ha recobrado un hijo. Los ângeles, porque aprecian el valor de un aima. Los bienaventurados, porque reciben a su hermano. 6. El ângel de la guarda, que ve los frutos de su misiôn cumplida. b) Alegria en la tierra. ' En el corazôn del pecador que se convierte. El pecador que se convierte tiene experiencia de que las lâgrimas de su arrepentimiento son un tesoro de A’erdadera y sana alegria, que supera con creces a cuanto pensaron encontrar en su rida de pecado anterior. 2. En el corazôn de todos los que ven este dichoso cambio y son verdaderos cristianos. IV. Conclusion. Una doble aplicaciôn. A. Para cuantos somos pecadores: pensar en el evangelio de la oveja perdida y proporcionar gozo al cielo y a la tierra con nuestra sincera conversion. Para cuantos viven en gracia: esforzarse en hacer par­ ticipantes de ella a los que viven alejados de Dios, proporcionando con ello dias de gozo al cielo y a la tierra. La correspondencia y la reparaciôn Todos ovejas perdidas. Toda la humanidad ha sido oveja perdida a lo menos en Adân, con la sola excepciôn de la Virgen Santisima, que por especial disposiciôn divina quedô fuera del comûn castigo. al Todos necesitdbamos que el Pastor viniese en busca nuestra. Corriô con una prisa ùnica y de privilegio hacia la Virgen Maria y la preservô de la caïda en el abismo. SKC. 8. 2. b) B. GUIONES HOMILETICOS 757 Pero junto al abismo de la ley universal del pecado fué necesaria la mano de Cristo aplicando antic ipadamente los méritos de su redenciôn. Todos, por tanto, nos vemos retratados en el ejemplo de la pardbola de hoy. La calidad de ovejas encontradas es nuevo titulo de una sincera correspondencia a Dios. La oraciôn de la fiesta del Sagrado Corazôn, que hoy celebramos, nos ofrece, sintetizando el sentido de la devotiôn al mismo, los modos de corresponder a los bénéficias del Pastor, que ha corrido tras nosotros. b) *Haz, Senor, que, con el obsequio de nuestra amorosa entrega a El, le ofrezcamos también una digna reparaciôn». a) II. Amorosa entrega a Jesucristo. Amor pide ser correspondido con amor, y el amor es do­ naciôn de si mismo. Esta entrega significa: a) Un deseo intimo de que Jesûs sea conotido, amado y reveren dado. i. Satisfacciôn por el triunfo de sus intereses, de su doc­ trina, de la Iglesia, de su gracia. Es el amor generoso de amigo, que ya no busca sus 2. propios intereses. Un noble y sincero dolor ante la presencia de todo pecado, Jesûs invita a los mâs intimos a que le acompanen en su ago­ nia del huer to, para que sufran con El por los pecados del mundo (Mt. 26,36-46). c) Poner en Jesûs toda nuestra confianza, preocupamos de sus cosas y dejar todas las nuestras sobre su corazôn amoroso. d) Abrirle nuestro corazôn y llorar sinceramente con El nuestros pecados e imperfectiones. b) 2. 3· e) Este don de lâgrimas no es la pena o angustia del que duda del perdôn de Cristo. Es el dolor y el llanto de quien, confiado en su perdôn, encuentra en sus pecados la causa que motivô la pasiôn dolorosa del Salvador, la ofensa inferida a Dios y los danos causados a los intereses de Cristo. Las lâgrimas son camino abierto a una nueva efusiôn de amor y perdôn por parte de Jesûs. Obliga a revelarle todos nuestros trabajos, tribulationes y dificultades, de cualquier orden que sean. 2. Viéndolos como venidos de su mano providencial. Pero confiando al mismo tiempo en que puede desligarnos de toda tribulaciôn o bien aumentar la gracia para soportar la tribulaciôn sin falta y con gran provecho. 1356 SAGKADO CORAZÔN DE JESUS 758 f) Esta amorosa entrega nos convierte en un retrato vivo de Cristo. El amor, en efecto, a las aimas, o las encuentra semejantes, o las hace taies. Por lo cual: g) i. Obliga a una imitaciôn perfecta de las virtudes inte­ riores y exteriores de Jesucristo. e. A una vida constante de renuncia y mortificaciôn. Me­ diante ella nos asimilamos a Cristo y matamos al hombre vicjo para que viva en nosotros sôlo el Espiritu de Cristo. 3. Modera nuestro mismo porte exterior con recato y dulce austeridad para imitar a Cristo no solo interior, sino exteriormente. Nos exige poner nuestra voluntad totalmente al servicio de la santa voluntad de Jesucristo, como Cristo puso su voluntad en las manos del Padre. Voluntad dispuesta a cumplir: Los mandamientos que obligan bajo pecado mortal. Los mandamientos que obligan bajo pecado venial. Lo que estâ solamente aconsejado por Cristo, pero que exige una mayor perfecciôn. 4. Todo esto cumpliéndolo en cualquier estado al que Dios llame al aima que le quiere corresponder a su amor. 5. Pero aceptando con agradecimiento especial la volun­ tad de Dios, que le invita a consagrarse a la vida inte­ rior y al ejercicio del apostolado en una vida sacerdotal o religiosa. 1. 2. 3. C. 135“ Esta entrega asi descrita es Ia mejor y mâs verdadera correspondencia al amor que Cristo ha mostrado por cada una de las ovejas que han venido en conocimiento de su amor. Asi seria realizada la palabra de San Pablo: «Vivo yo, mas ya no soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mi» (Gai. 2,20). III. Una digna reparaciôn. A. B. C. El que ama a Jesûs sufre con El las ofensas que se le hacen. Lo que a El hiere a nosotros nos hiere. Por esto la reparaciôn es una nota esencial de la devo­ ciôn al Sagrado Corazôn. Este deseo de expiar hace: a) Que a mâs ofensas y frialdad en los demâs, mds se excita el aima para manifestarie su amor. b) Mds cuidado en evitar las propias fait as e infidelidades y cuanto puede agraviar su corazôn. c) Mds renuncia propia, mortificaciôn voluntaria. d) Mds alabanza y gloria externa se le procura. e) En una palabra, mds union con Cristo en los mismos sentimientos de Cristo Jesûs; todo lo cual nos proporcionard el gozo de entrar a vivir en la intimidad de su corazôn y de participar en la alegria de todos sus consuelos. ShC. 8. GUIONES HOMILETICOS Remedio de la apostasia moderna 1. La apostasia del obrero. A. B. 135« Pocos fenômenos tan tristes en la historia de la Iglesia como la moderna apostasia de una gran parte dei mundo obrero. Y por varias razones: . Lo extensa que es geogrdficamente. Afecta a todas las nationes civilizadas; b) por el numero de los obreros que se han apartado de la Iglesia; por el valor individual y social de los individuos. Es close social trabajadora, culta, enriquecida por las virtudes propias de la vida disciplinada; d) por el sentido moderno progresivo de que en general disfruta, lo que la hace muy apta para la organizaciân y para la in­ fluentia en la vida social y pùblica; porque, a consecuentia de esto, ha conseguido en muchos palses la influentia y hasta la directiôn del Gobierno. Lejos dei redii. a) Estas muchedumbres viven, con frecuentia, sin contacto con el clero. Le conocen a veces a través de sus calumniadores. b) De hecho no estân en el redil de la Iglesia, aunque estân bautizadas. Se las puede considerar como ovejas perdidas o descarriadas. i. 2. Y ante el fenômeno de que todas las clases sociales menos necesitadas gozan mucho mâs del apostolado eclesiâstico, se ha dicho que en los tiempos modemos el espiritu de ciertos pastores se ha invertido y que, en lugar de abandonar las noventa y nueve para ir en busca de la perdida, se han abandonado las noventa y nueve perdidas para cuidar una que se mantiene en el redil. Frase exagerada evidentemente. Pero feliz, en cuanto que puede poner muy de relieve un mal, invitar a la seria reflexiôn y sacudir eficazmente las conciencias. H. eSe han alejado? îO nos hemos alejado de ellas? A. Nos hemos alejado: a) Fisicamente. En las grandes ciudades. Descuidando el apostolado de los suburbios. Las parroquias, los templos, las casas de residencias religiosas, los colegios, suelen estar en los barrios ''éntricos o aristocrâticos. Basta para corn- 1359 SAG KA DO CORAZON DK JESUS 760 probarlo marcar sobre el piano de cualquier poblaciôn el lugar que ocupan los centros religiosos citados. Modernamente se inicia una reacciôn contra este abandono. En las grandes concentraciones obreras. Fabricas, mi­ nas, etc., donde ni en templos, ni en viviendas, ni en escuelas, ni en parques o campos deportivos la pobla­ ciôn obrera habia sido debidamente atendida. También aqui la reacciôn y el deseo de reparar el error pasado son evidentes. 3. En los obreros dei campo. El mal es aqui mucho mayor, aunque no se pone tan de bulto, porque la poblaciôn estâ dispersa. Comarcas extensas del campo donde no hay ni Iglesias, ni escuelas, ni moradas dignas, ni des­ canso dominical, y a veces los propietarios son catôlicos y tal vez gentes que practican la Acciôn Catôlica en la capital. Moralmente. 1. 2. Nias triste es el alejamiento moral de esas masas. El corazôn se pone mâs bien en otras clases sociales. Para ellas el tiempo, las visitas, la organizaciôn de los ministerios. · I Intelectualmente. j. Desconocemos los problemas, los deseos, las aspiraciones de ese sector preterido. 2. No nos son conocidos sus idéales; ignoramos el tesoro que guardan en sus corazones. causa mâs grave. Consecuencia de lo dicho anteriormente es que ha perdido la canfianza en nosotros la close que vive de su trabajo. No hemos sido sus abogados naturales, como debiéramos haberlo sido. Ocupan en la sociedad un lugar injusto. Injusto en jornales, en viviendas; en una palabra, injusto en el reparto de la renta nacional. 2. Se han ido redimiendo por su propio esfuerzo. . Ni siempre les hemos facilitado el que ellos se defiendan por la asociaciôn, siendo apologistas de sus derechos ciudadanos. Todo esto explica el alejamiento. iPerdida la fe? 1) En algunos paises si, sobre todo en las nuevas generaciones, que ni se bautizan ni asisten a escuelas catôlicas. b) En otras—como Espana—aûn conserva la mayoria de ellos la fe y no han perdido plenamente la confianza en el sacerdote. Es mds, una parte considerable ama filialmente a la Iglesia y desea recibir de su mano el beneficio de la redenciôn social. Generalizaciôn injusta. a) Lo dicho se puede aplicar al catolicismo de algunos paises; pero seria injusto4 el generalizar. SBC. 8. GL'IONhs HOMICETICOS 7β1 h) Hay pueblos, de gloriosa historia cristiana, en que no hay proporciôn entre su fe tradicional y su actuaciôn social catôlica moderna. «No se han abierto—como dice Pio XII—a las posibilidades de la doctrina social de la Iglesia». c) Pero el catolicismo social tiene en otras naciones una historia brillantisima no sôlo en el orden doctrinal, sino en el prdctico y de la organizaciôn y de los frutos. i. 2. Holanda, Alemania, Bélgica, etc., han creado fuertes organizaciones obreras cristianas. Han ofrecido sacerdotes para ministros de Trabajo al Gobierno. Han redactado, sostenido y aplicado programas sociales ampliamente progresivos. III. Los pastores supremos. A. Esas ovejas nunca han sido abandonadas por los pastores supremos, antes han merecido de ellos, especialmente desde los dias de Leôn XIII, una preferente atenciôn. a) El programa social de este Papa es la redenciôn del proletariado: la elevaciôn econômica, social, cultural y politica de los obreros y, en general, de cuantos viven de su trabajo. b) Pio XI y Pio XII han conservado y ampliado el programa de Leôn XIII y urgido su cumplimiento. Citemos, entre tantos textos como podriamos elegir, los siguientes: i. 2. I 3- «Es verdad que la condiciôn de proletario no debe confundirse con el pauperismo; pero es cierto que la muchedumbre enorme de proletarios, por una parte, y los enormes recursos de unos cuantos ricos, por otra, son argumentes perentorios de que las riquezas multiplicadas tan abundantemente en nuestra época, Ha­ mada de industrialisme, estân mal repartidas e injustamente aplicadas a las distintas clases» (Pio XI, «Qua­ dragesimo anno» η.26). «La Iglesia no puede ignorer o dejar de ver que el obrero, en su esfuerzo por mejorar su condiciôn, tropieza con un cierto mecanismo que, lejos de estai conforme con la naturaleza, pugna con el orden establecido por Dios y con el fin que El ha senalado a los bienes terrenos» (Pio XII, «Mensaje de Navidad de 1942» n.3°). «Hay necesidades que tienen que ser satisfechas urgentemente: los alimentes, el vestido, la habitaciôn, la educaciôn de los hijos, lo necesario para el aima y para el cuerpo» (Pio XII, «Discurso a las A. L. I.», 29 de junio de 1948). «La Iglesia no titubea en deducir las consecuencias prâcticas que se derivan de la nobleza moral del tra­ bajo y en apoyarlas con todo el nombre de su autoridad. Estas exigencias comprenden... la conservaciôn y el perfeccionamiento de un orden social que haga posible una segura. aunque modesta, propiedad privada a todas 1360 SAGRADO CORAZÔN DE JESUS las clases del pueblo, que favorezea una formaciôn superior para los hijos de las clases obreras particularmente dotados de inteligencia y buena voluntad* (Pio XII, «Mensaje de Navidad de 1042» n.43). B. El plan de Pio XL El plan eficaz y prâctico de redenciôn para los paises mâs atrasados en materia social es el de Pio XI: las minorias. La primera: la mi noria soda! sacerdotal; después, la de obreros industriales, comerciantes. b) Un principio que debe tenerse muy présente es el siguiente: toda close social que no sepa defenderse sera close social preterida, olvidada, injustamente tratada. 1. 2. Los obreros deben defenderse a si mismos. El mayor beneficio que puede hacerse a la clase obrera es faeüitar la formaciôn de jefes obreros. Los sacerdotes sociales, con respecto a ellos, deben: 2. 5- Formarlos religiosa y socialmente en materia funda­ mental; después, en el orden prâctico, ellos sabrân pronto mâs que sus mismos formadores. Mantener en ellos su espîritu de fe, de piedad, de jus­ ticia y caridad. Moderar sus excesos demagôgicos. Defender ante los poderes pùblicos sus derechos individuales. Crear una conciencia social favorable a los derechos, en todos los ôrdenes, de los que viven de su trabajo. Institutos sociales. a) Una de las causas y sintomas a la vez del alejamiento de estas masas obreras es la poca atenciôn prestada en las universidades eclesidsticas a la teologia social. b) El mismo tratado «De iustitia», como se ha dicho, debe ser •penitus revidendus*: «revisado por completo» (P. Zeiger). i. 2. 1361 Revisiôn que se ha de hacer en beneficio del trabajo. Conviene ademâs: Suprimir cuestiones menos necesarias para atender mâs a la moral social. Seguir mâs de cerca el pensamiento pontificio. Crear en las universi­ dades de la Iglesia institutos sociales, donde los sacer­ dotes estudien sociologia, economia y derecho. IV. Devociôn al Sagrado Corazôn. A. Estamos en la fiesta del Sagrado Corazôn de Jesûs. i) Esta devociôn felizmente se ha extendido mucho en la Iglesia. b) Esta devociôn, bien comprendida, puede ser un magnifico ele­ mento para atraer las ovejas alejadas dei redii. ;Qué decir de las consagraciones de pueblos, comarcas, centros fabriles al Sagrado Corazôn? a.) Buena cosa son v laudable. SEC. 8. b) Gl.IoSl.S («KMllj.TICOS 7B3 Mas para que sea plcnaniente grato al divino Corazôn es précisa procurar que los centras 0 actividades vitales, presididos por El, estén saturados de espîritu de justicia y de caridad. c) A veces se consagra al Sagrado Corazôn toda una comarca donde evidentemente los trabajadores dei campo son injusta mente tratados. 1. 2. C. Al pic de la imagen se pone «Reinas ya·. Seria mâs propio poner: «Me compadezco de esta muchcdumbre», «porque son como ovejas que carecen de pastor». La substancia de la devociôn al Sagrado Corazôn ha de ser en toda circunstancia el amor mutuo proyectado con eficacia sobre el piano real de las obras. Reparaciôn al Sagrado Corazôn I. El evangelio de los leprosos. A. B. El evangelio de los leprosos présenta un acto de genercsidad del corazôn misericordioso de Jesucristo. Y, por otra parte, manifiesta la ingratitud de la mayor parte de los que fueron curados (cf. Le. 17,11-19). Jesucristo se queja. a) No puede soportar la ingratitud de los hombres. b) Es la misma queja que ha manifestado a Santa Margarita Maria de Alacoque: «He aqui el Corazôn que tanto ha amado a los hombres, y, en cambio, no recibe de ellos mâs que ingra­ titudes». Aquel buen leproso que volviô agradecido puede representar al grupo de los verdaderos devotos del Sagrado Corazôn, que quieren amar a Cristo con sentimientos de reparaciôn por cuantas injurias le infieren los hombres. H. La reparaciôn al Sagrado Corazôn en los documentas de los ul- isgg timos papas. A. Los actos de consagraciôn. Tres actos de consagraciôn al Sagrado Corazôn han promulgado oficialmente los pa­ pas de los ùltimos tiempos : a) Pio IX el 22 de abril de 1875 (ASS 8 [1875] 402). b) Ιχόη XIII (ASS 31 [1898] 651). Este acto de consagraciôn Jué aceptado y prescrite por San Pio X para la fiesta del corazôn de Jesûs y por Pio XJ para la fiesta de Cristo Rey. 764 SAGRADO c) B. 1364 corazôn de JKSÛS Pio XI, juntamente con su enciclica «Miserentissimus Re­ demptor», publiai un ado de reparaciôn, mandado recitar en adelante en la fiesta del Sagrado Corazôn de Jesûs. La reparaciôn. Analizando estas très oblaciones se echa de ver: a) En la primera y tercera se especifica y subraya el aspecto reparador de la devociôn al Sagrado Corazôn de Jesûs. b) No quiere esto decir que Leôn XIII no haya recomendado la prdctica de la reparaciôn en dicha devociôn, puesto que, en su nombre, el prejecto de la Sagrada Congregaciôn de Ritos decia (ASS 32 (1899] 52): «Todos hemos de esforzamos en procurar compensar con buenas obras y reparaciones las in­ numerable* y gravisimas injurias que cada dia en todo cl orbe se infieren a la divina Majestad por hombres sumamente ingratos». III. Pio XI y la «Miserentissimus Redemptor». A. B C. Es, sin duda alguna, Pio XI, en la enciclica «Miserentissimus Redemptor» (8 de mayo de 1928: AAS 20, 165-79), quien se ha detenido a desarrollar el contenido de la reparaciôn, presentândola conforme al espiritu de las revelaciones a Santa Margarita Maria. Resumimos esta parte central de la enciclica. Hay que unir la reparaciôn a la consagraciôn. a) El acto por el cual nos consagramos al Sagrado Corazôn es fruto de nuestro amor al considerar lo mucho que debemos a Cristo. b) El ado pûblico de desagravio nace de los sentimientos de reparaciôn de nuestro mismo amor a Cristo, nacidos al comprobar lo mucho que es ofendido el objeto de nuestros amores. Motivos que exigen este espiritu reparador. a) La justicia. Para que la injuria inferida a Dios por nuestros crimenes sea expiada, y el orden violado se restablezca con la penitencia, 1. 2. b) D. Es necesario adorar a Dios como Majestad soberana, suplicarle reconociendo su dominio supremo sobre to­ das las cosas, alabarle con acciones de gracias a su in­ finita largueza. Pero ademâs conviene que satisfagamos a Dios, justo vengador, por nuestras innumerables ofensas, negligencias y pecados. El amor. Para compadecemos con Cristo paciente, saturado de oprobios, y ofrecerle consuelo en la medida de nuestra poquedad. El hombre, reparador por virtud del mismo Cristo. a) Todo el genero humano estd obligado a la reparaciôn desde el momento en que todos los hombres estdn contagiados de pe- SRC. 8. GVlONBb HO.MIJLÉTICOS cado; inslintivamente el hombre ha ofrecido siempre sus sacrificios a la divinidad para aplacarla. b) Pero de por si el hombre era incapaz de verdadera reparaciôn. Al estar en pecado estaba radicalmente incapacitado para satisfacer. Por lo cual, Cristo se ofreciô como hostia agradable al Padre para satisfacer vicariamente por el hombre. d) Pero, aunque la abundante redenciôn de Cristo nos perdo ιό todos los delitos (Col. 2,13): i. 2. Es nccesario, sin embargo, por disposiciôn divina, que nosotros completemos en nuestros cuerpos «lo que falta a la redenciôn de Cristo» (Col. 1,24), para que puedan aplicarse en la Iglesia los méritos alcanzados por el acto reparador de Cristo. Debemos unir nuestras satisfaccjones a las que El ofre­ ciô por los pecados de todos. La reparaciôn en la devociôn al Sagrado Corazôn. a) La reparaciôn ocupa el primer lugar en esta devociôn. i. 2. b) Estos ritos expiatorios consuelan a Cristo. 1. Aunque parezca que ritos y actos de hoy no pueden 2. F. Lo confirman la historia, la costumbre, la liturgia, la actuaciôn de los Sumos Pontifices. Jesucristo, al aparecerse a Santa Margarita Maria y poner de manifiesto su infinita caridad, manifestô su tris­ teza por las ingratitudes de los hombres, pidiendo como practicas especiales la Comuniôn Reparadora y la Hora Santa, que es asimismo de reparaciôn. llevar consuelo a quien vive en el gozo inalterable de la gloria, hemos de pensar que, asi como entonces, al sufrir en su pasiôn, multiplicaron sus dolores los pe­ cados que hoy se cometen, también Uevaron consuelo a su corazôn y lo alentaron en el camino de la cfuz los actos de reparaciôn previstos. Ademâs es aumentado el consuelo de Cristo, que ve cada dia mâs extendido el fruto de su redenciôn. Necesidad urgente de reparaciôn. Porque el mundo estd poseido del mal espiritu (1 lo. 15,19). Continuamente vive la Iglesia en persecuciôn y se levanta el ejército del mal para borrar a Dios en el individuo, en la fami­ lia, en la Iglesia, en la sociedad. b) Porque los mismos catôlicos llevan una vida de espaldas a la fe que profesan y conocen; estas injurias son mds dolorosas aun para el corazôn de Cristo. c) Ponen el colmo a estos males los muchos que hacen traiciôn a su fe y se vuelven contra el propio Jesucristo. '^4.· Fm SA G KADO CoRKZOS I)h JESUS El Corazôn de Jesus, modelo de humildad y mansedumbre 1365 1866 I. Jesûs ha presentado su Corazôn como modelo de humildad y mansedumbre. «Aprended de mi, que soy manso y humilde de co­ razôn» (Mt. 11,29). II. El Corazôn de Jesus, modelo de humildad (cf. «La palabra de Cristo», t.6 p. 1061-1064). Si A. Su vida fué toda ella un modelo de humildad. B. La humildad. es condiciôn indispensable para pertenecer a la escuela de Cristo: a) Esta es la doctrina de San Pablo (Phil. 2). b) En la humildad han caminado todos las santos. C. 1367 La humildad es absolutamente necesaria en la vida espiritual. a) Es necesaria para cualquier acto sobrenatural. b) Es necesaria en la cumbre mds alta de la vida espiritual. III. El Corazôn de Jesûs, modelo de mansedumbre y misericordia. A. B. Modelo de misericordia. La practice durante toda su vida. La cruz, suprema misericordia del Corazôn de Cristo (cf. «La palabra de Cristo», t.5 p.502-503). Modelo de mansedumbre. Manifestada sobre todo en el perdôn de las injurias y de los enemigos (cf. «La palabra de Cristo», t.6 p. 158-173 y 496-497). 1 Extractamos a continuaciôn varios guiones pertenecientes, el prirnero de ellos al domingo 10 después de Pentecostes (cf. La palabra de Cristo t.6 p.1061-1064), el segundo ai domingo 1 después de Pentecostes (cf. o.c., t.$ p.498-503) y el tercero al domingo5 des­ pues de Pentecostés (cf. o.c., t.6 p.158-161). - i '*- ·. ··«’ TEMAS PREDICABLES EN ESTA HOMILIa La patemidad de San José. El patrocinio de San José. La devociôn a San José. Los siete dolores y gozos de San José. La virginidad. San José, patrono de la buena muerte. tf * "•♦C Ί II *1 v s SECCION I. TEXTOS SAGRADOS PARTES VARIABLES DE LA MISA Introitus.—Ps. 91,13-14: lustus ut palma florebit; sicut cedrus Libani multiplicabitur: plantatus in domo Domini, in atriis domus Dei nostri. (T. P. Alleluia, alleluia.)—Ps. 2: Bo­ num est confiteri Domino: et psal­ lere nomini tuo, Altissime. Gloria Patri... Introito.—El justo florecerâ como la palma ; se engrandecerâ como cedro del Libano plantado en la casa del Senor, en los atrios de nuestro Dios. (T. P. Ale­ luya, aleluya.)—Ps. : Bueno es alabar al Senor y cantar a tu nombre, joh Altisimo! Gloria al Padre... Oremus.—Sanctissimae Genitricis Oraciôn.—Suplicamos, Senor, nos tuae Sponsi, quaesumus, Domine, ayuden los méritos del Esposo de tu meritis adiuvemur: ut, quod pos­ Madré santisima para que por su insibilitas nostra non obtinet, eius no­ bis intercessione donetur. Qui vivis... tercesiôn se nos concéda lo que no alcanzamos por nuestros méritos. Que vi­ ves y reinas... Grad.—Ps. 20,4-5: Domine, prae­ venisti eum in benedictionibus dul­ cedinis: posuisti in capite eius coro­ nam de lapide pretioso. Vitam petiit a te, et tribuisti ei longitudinem die­ rum in saeculum saeculi. Alleluia, alleluia.—Ps. 91,13: lustus ut pal­ ma florebit: sicut cedrus Libani mul­ tiplicabitur. Alleluia. Grad.—Le preveniste, Senor, con dulcisimas bendiciones; pusiste sobre su cabeza una corona de oro purisimo. Te pidiô vida, y tû le concediste largos dias por siglos de siglos. Aleluya, aleluya.— El justo florecerâ como la palma y se en­ grandecerâ cual cedro del Libano. Ale­ luya. En tiempo pascual se omite el gradual y solo se dice lo siguiente : Alleluia, alleluia.—Eccli. 45,9: Amavit eum Dominus, et ornavit eum: stolam gloriae induit eum. Al­ leluia.—lustus germinabit sicut li­ lium, et florebit in aeternum ante Dominum. Alleluia. Aleluya, aleluya.—Le amô el Senor y le hermoseô y le vistiô una vestidura de gloria. Aleluya.—El justo brotarâ como el lirio y florecerâ eternamente ante el Senor. Aleluya. Offert.—Ps. 88,25: Veritas mea Ofert.—Mi verdad y mi clemencia se­ et misericordia mea cum ipso: et rân como él, y con mi amparo crecerâ in nomine meo exaltabitur cornu su poder. eius. Secr.—Debitum tibi, Domine, nostrae reddimus servitutis, dupli­ citer exorantes: ut, suffragiis beati loseph, Sponsi Genitricis Filii tui lesu Christi Domini nostri, in no­ bis tua munera tuearis, ob cuius venerandam festivitatem laudis tibi hostias immolamus. Per eundem Dominum... La balabra Jf C. 9 Secr.—Te présentâmes, Senor, el tri­ buto de nuestra servidumbre, rogândote, suplicantes, que por los méritos de San José, esposo de la Madré de tu Hijo, nuestro Senor Jesucristo, en cuya vencrada festividad te ofrecemos hostias de alabanza, conserves en nosotros tus do­ nes. Por cl mismo Senor... 1368 <70 FSSTIVIDAD Db SAN JOSÉ Prefacio.—Digno y justo es, en ver- I Pref.—Vere dignum et iustum dad» debido y saludable, que en todo i aequum et salutare, nos tibi tiëmpo~y*iügar të dëmos gracias, sëhôr | scF1Per «ubique gratias agere: Domine sancte Pater omnipotens, aeter­ no. Padre todopoderoso, Dios eter- ne nc Deus. Deus Et Et te fes*tivitate beati te in festivitate no. Y que en la festividad de San José, | ioseph debitis magnificare praecoIcon las debidas alabanzas, te engrandez- ! niis» benedicere et praedicare. Qui camos, bendigamos y ensalcemos. ~ Por­· et vir iustus, a te Deiparae Virgini que éste fué el varôn justo que diste por | Sponsus est datus: et fidelis servus esposo a la Virgen Madré de Dios, y el | constitutus: ut Unigenitum siervo fiel y prudente que constitulste est tuum. Sancti Spiritus obumbratione sobre tu familia, para que, haciendo las conceptum, paterna vice custodiret. veces de padre, custodiase a tu Unigé- | lesum Christum Dominum nostrum, nito, concebido por obra del Espiritu Per quem maiestaten tuam... Santo, Jesucristo Nuestro Senor.—Por el cual alaban a tu majestad... Corn.—José, hijo de David, no temas Com.—Mt. 1,20: Joseph, fill Da­ Poscom.—Asistenos, te rogamos, Dios Postcom.—Adesto nobis, quaesu­ recibir a Maria, tu esposa, porque lo vid, noli timere accipere Mariam que en ella se ha engendrado, obra es coniugem suam: quod enim in ea natum est, de Spiritu Sancto est. del Espiritu Santo. misericordioso, e intercediendo por nos­ otros San José, confesor, guarda propicio tus dones en nosotros. Por Nuestro Senor Jesucristo...1 23456 1369 mus, misericors Deus, et interce­ dente pro nobis beato loseph con­ fessore, tua circa nos propitiatus dona custodi. Per Dominum... EPISTOLA Eccli. 45»i-6) 1 Dilectus Deo et hominibus: 1 Amado de Dios y de los hombres, cuius memoria in benedictione est. cuya memoria vive en bendiciôn. 2 Similem illum fecit in gloria 2Le hizo en la gloria semejante a los santos y le engrandeciô, haciéndole sanctorum, et magnificavit eum in timore inimicorum, et in verbis suis cspanto de los enemigos. monstra placavit. 3Glorificavit illum in conspectu 3 Le glorificô delante de los reyes y le diô mandamientos delante de su regum, et iussit illi coram populo suo, et ostendit illi gloriam suam. pueblo y le mostrô su gloria. 4Por su fe y por su mansedumbre 4 In fide et lenitate ipsius sanc­ le santificô y le escogiô de entre toda tum fecit illum, et elegit eum ex omni carne.< came. 5 Porque le oyô a él, y a la voz de 5Audivit enim eum, et vocem ipsius, et induxit illum in nubem. él mismo, e introdùjole en la nube. 6 Y le diô preceptos cara a cara, y 6 Et dedit illi coram praecepta, et legem vitae et disciplinae. ley de vida y de doctrina. She. III. I. Îhxros SM/RADOS 771 EVANGELIO (Mt. 1,8-ax) 18 Estando desposada Maria, su ma dre, con José, antes de que conviviesen, se hallô haber concebido Maria del Es­ piritu Santo. 19 José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolviô repudiarla en secreto. 20Mientras reflexionaba sobre esto, he aqui que se le apareciô en suenos un ângel del Senor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a Maria, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espiritu Santo. 21 Pariet autem filium: et vo­ 21 Darâ a luz un hijo, a quien poncabis nomen eius lesum: ipse enim drâs por nombre Jesûs, porque salvarâ salvum faciet populum suum a a su pueblo de sus pecados. peccatis eorum. 18 Cum esset desponsata mater eius Maria loseph, antequam con­ venirent, inventa est in utero ha­ bens de Spiritu sancto. 19 loseph autem vir eius cum esset iustus, et nollet eam traducere: voluit occulte dimittere eam. 20Haec autem eo cogitante, ecce Angelus Domini apparuit in som­ nis ei, dicens: loseph fili David, noli timere accipere Mariam coniugem tuam: quod enim in ea natum est, de Spiritu sancto est. SECCION II. COMENTARIOS GENERALES Algunos pasajes biogrâficos de San José En lugar de los acostumbrados comentariosexegético-morales, transcribimos algunos textos sobre la vida de San José. El resto de los episodios del Santo se reduce a la huida a Egipto, la pérdida del Nino y la vida oculta, pasajes de los que, lo poco que se sabe. ha sido comentado ya en las correspondientes dominicas. A) Las dadas de José (Cf. Riccïotti, Vida de Jesûs fed. Miracle. Barcelona 1946] p.245-256.) a) Las palabras de Maria al ângel •Empero Maria dijo al ângel: iCômo sera esto, ya que no conozco varon? (Le. 1,34). Esta es la frase eufemistica usual en hebraico para aludir a la causa de la generaciôn en una mujer segùn las leyes naturales. Para estimar el signifîcado de esta frase como pronunciada por Maria, es preciso no olvidar que Lucas, poco antes, ha dicho de ella que era una virgen desposada con un hombre llamado José (1,27). Entre los judios el matrimonio legal se realizaba después de algunas ges­ tiones preparatorias mediante dos procedimientos sucesivos, que eran los desposorios y las nupcias. Los desposorios no eran como hoy entre nos­ otros, la simple promesa de matrimonio futuro, sino el perfecto contrato legal de matrimonio, o sea, el verdadero matrimonium ratum. Por lo tanto, la mujer desposada era esposa ya; podia recibir el acta de divorcio de su desposado-marido; a la muerte de este pasaba a ser viuda en régla, y, en caso de infidelidad, era castigada como verdadera adùltera conforme a las normas del Deuteronomio (22,23-24). Esta situaciôn juridica es dehnida con exactitud por Filon cuando afirma que, entre los judios contempora­ neos de él y de Jesûs, el desposorio valia tanto como el matrimonio (cf. De special, leg. Ill 12). Cumplido este desposorio-matrimonio, los dos desposados-cônyuges permanecian algùn tiempo todavia con sus respecti vas fa­ milias. Semejante tiempo habitualmente se extendia hasta un aho si la des­ posada era virgen, y hasta un mes, si viuda, y se empleaba en los preparativos de la nueva casa y del equipo familiar. En rigor, entre dos desposadoscônyuges no debieran mediar relaciones matrimoniales, pero en realidad mediaban generalmente, como atestigua la tradiciôn rabinica (cf. Ketuboth, 1,5; Jebamoth, IV 10; babli Ketùboth, 12 a, etc.), la cual nos informa también de que semejante desorden existia en Judea, pero no en Galilea. Las nupcias se celebraban una vez transcurrido el tiempo susodicho y consistian en la introducciôn solemne de la esposa en casa del esposo. Empezaba entonces la convivencia pùblica, y con esto las formalidades lega­ les dei matrimonio estaban cumplidas. .· T • ; v« J C r** CUMRNlAKIoS <,h.SEK Al.ES il?» Generalmcnte, los desposorios de una virgen tenian lugar cuando con- 1372 taba de doce a trece anos, si bien a veces algo antes. En consecuencia de todo lo expuesto, las nupcias ocurrian usualmente de los trece a los catorce anos. Tal era probablemente la edad de Maria a la apariciôn del ângel. El hombre solia desposarse entre los dieciocho y los veinticuatro anos, y ésta debia ser en consecuencia la edad de José. En conclusiôn, sabemos por Lucas que Maria era una virgen ya despo­ sada, y por Mateo (1,18) nos consta que quedô grâvida antes de que fuese a convivir con José, o sea, antes de las nupcias judaicas. Λ la luz de estas noticias, iqué significado tienen sus palabras dirigidas al ângel: iCômo sera esto, ya que no conozco varôn? Tomadas aisladamente en si mismas, semejantes palabras sôlo pueden tener uno de estos dos sentidos: o recordar la notoria ley de la naturaleza, segùn la cual todo hijo tiene un padre, o bien expresar para el futuro el propôsito de no someterse a esa ley, y en consecuencia renunciar a la pro­ genie. Por mucho que reflexionemos no nos es dable descubrir un tercer sentido. Ahora bien: en boca de Maria, desposada hebrea, las palabras en cuestiôn no pueden tener el primero de esos dos sentidos, porque resultarian de una puerilidad desconcertante, al punto de constituir una cosa sin sen­ tido. Era, en efecto, fâcil contestar a una desposada judia que expresase un pensamiento de tal especie: «Lo que no ha ocurrido hasta hoy, puede normalmente ocurrir manana». Es, por tanto, inevitable admitir el segundo sentido, en el cual la expresiôn no conozco se refiere no sôlo al présente, sino también al futuro, expresando un propôsito para el porvenir. Sabido es que todas las lenguas admiten esta aplicaciôn del présente extendido al fu­ turo, tanto mâs si entre présente y futuro no hay interrupciôn y se trata de un estado social («no me caso», «no me hago sacerdote, abogado», etc.). Si Maria no fuese ya una desposada-cônyuge, sus palabras, un tanto forzadamente, habrian podido interpretarse como un implicito deseo de tener un companero en la vida; pero en su caso ya existia el companero legal y regu­ lar, de modo que no habia obstâculo alguno a que el anuncio del ângel pudiera cumplirse por las vias naturales. Sin embargo, mediaba tal obstâculo y estaba representado por aquel no conozco, que implicaba un propôsito para el porvenir y justificaba la pregunta: iCômo serâ esto? La tradiciôn cristiana ha interpretado unânimemente en ese sentido el no conozco, siguiendo asi el camino mâs fâcil y hacedero, a la par que el ûnico razonable y lôgico» (cf. o.c., p.245-247). b) El propôsito de virginidad «Ahora bien: si Maria ténia previamente el propôsito de permanecer virgen, h SAN & < posado; pero su proposito, tan confiadamente alegado al ângel, ilumina con luz refleja la disposiciôn de su desposado José, quien no habria sido nunca aceptado como esposo de no haber consentido en respetar el propôsito de Maria. Semejante disposiciôn de José halla un buen paralelo histôrico en el celibato de los esenios antes mencionado... En la narraciôn de Mateo figura en primer piano José, quien apenas es mencionado en la de Lucas. Y asi como respecto a Lucas se argumenta con buenas razones que la principal informadora debiô ser Maria, ora directamente, ora por medio de Juan, asi respecto a Mateo es razonable suponer que para este tema recurriô a informadores de Galilea que estuvieron en relaciones particulares con José, como, por ejemplo, Santiago, el «hermano» de Jesûs. Segûn Mateo, Maria, desposada de José, quedô embarazada antes de la convivenda, sin que José sea advertido del carâcter sobrenatural de la concepdôn hasta que el hecho se ha consumado (Mt. i,iS). Este descubrimiento no pudo ocurrir sino después de! regreso de Maria de su visita a Elisabet, o sea, entre el cuarto y quinto mes de embarazo. Al tornar Maria a Na­ zareth, de donde partiera a poco de la anunciaciôn, sus condiciones fisicas fueron pronto notadas por José, que ignoraba los precedentes. Y José, su marido, siendo justo y no queriendo exponerla, resolviô despedirla secretamente (Mt. 1,19). Dado lo que ya sabemos sobre las condiciones juridicas de los desposados-cônyuges entre los judîos, los términos son claros: José, como legitimo marido, f lia despedir a Maria entregândole el acta de divorcio, cuyo procedimiento tendria por consecuencia exponer a la repudiada a la reprobaciôn pûblica, para evitar lo cual José resolviô despedirla secretamente, y tomô esta determinaciôn siendo justo. De todo el periodo, esta ûltima frase es la mâs importante y la verdadera clave de la explicaciôn» (cf. ibid., p.247-255). c) La perplejid.ad del Patriarca «En un caso de tal género, un judio recto y honrado, una vez convencido de la culpabilidad de su mujer, le habria entregado sin mâs el acta de divorcio, considerândose no sôlo en el derecho, sino tal vez en el deber de obrar asi, ya que una tolerancia silenciosa e inactiva podia parecer aprobaciôn y complicidad. Pero José, precisamente siendo justo, no obrô asi. Luego estaba convencido de la inocencia de Maria, y por tanto juzgô inicuo someterla al deshonor de un divorcio pûblico. Por otra parte, £cômo podia José explicarse el estado de Maria? . ϊ 797 se han entregado cl uno al otro. Pero ?< rL Tampoco es una paternidad real y verdadera en el sentido estricto de la palabra «Tratândose de la paternidad de San José, los autores, con mucha frecuencia, le llaman simplemente verdadero padre de Jesûs, al estilo del Evangelio, cuando la Virgen dice tu padre y yo. Claro que cuando quieren precisar, siempre anaden algûn calificativo, como putativo, adoptivo, etc., lo cual indica que en su mente el verdadero siempre tiene un sentido restringido»... Conclusion 3-a: Las denominaciones padre legal, putativo, 1428 nutricio, adoptivo, virginal y vicario del Padre celestial expresan solo aspectos parciales e incompletos de la pater­ nidad de San José c) i. Padre legal ♦Padre legal puede tomarse... en cuanto que asi aparecia delante de la ley, o sea, social y pûblicamente... Es exacta la denominaciôn, pues ciertamente el santo Patriarca asumiô y ejerciô esa representaciôn, y vemos como la misma genealogia de Jesûs la hacen los evangelistas a través de San José»... 2. Padre putativo i.° San José puede llamarse padre «putativo» de Cristo «Este apelativo se funda en el testimonio del Evangelio cuando dice: Jesûs, al empezar, tenia unos treinta anos, y era, segûn se creia, hijo de José (Le. 3,23). Con el fin de alejar de Maria todo trato: 1429 ·· 80S FESTIV1DAI) 1>E SAN JOSÉ * carnal con José, los Santos Padres llaman comûnmente a éste padre putativo de Cristo. Asi San Jerônimo (cf. Adv. Helvid. 1.2 n.4: PL 23,197) y San Ambrosio (cf. Expos, in Le. I.3 n.2: PL 15,671)»... Este titulo no expresa la verdadera y objetiva patemidad de San José ♦ y>.. «Siendo cosa évidente que este atributo de San José no expresa la razôn plena ni principal de su patemidad, no puede ser el ùnico ni primer titulo. «Esta denominaciôn—escribe Mons. Sinibaldi— seria falsa si se interpretase en el sentido de que la patemidad de San José consistia sôlo en la opinion, sin tener fqera de esto ningûn titulo verdadero de patemidad» (cf. La grandeza di S. Giuseppe De hecho, la Escritura le llama padre a secas, de modo que fué padre por una razon muy singular; mas el vulgo le llamaba «padre» por otra causa muy distinta. Con acierto ha expresado esta idea Estio: «José fué padre por una razôn y tenido como padre por otra distinta: verdadero por razon del matrimonio; putativo, atendiendo a la generaciôn corporal» (In IV Sent, d.30 a.n. Cf.Silvio, In III P. Esto aparece muy conforme con la Sagrada Escritura, que ordinariamente llama a José «padre», sin calificativo alguno, «mas respondemos—prosigue—que el evangelista, cuando llama una y otra vez a José «padre de Cristo» en el segundo capitulo, no lo hizo guiado por la opiniôn vulgar ni recitando siquiera las palabras de la Madré a su Hijo, sino que habia siempre en nombre propio. Asi, dijo en absoluto: «Padre de Cristo»... 1130 3. i.° Padre nutricio Esta denominaciôn es menos frecuente «San José ejerciô los oficios de verdadero padre. Asi alimentô, nutriô su cuerpo y le defendiô... La encontramos por primera vez quizâ en Origenes, y Teofilacto repite sus palabras: «Por su fiel ministerio la Escritura le concede este nombre de padre» (cf. Homil. 12 in Lev.: PG 12,53)»... Esta denominaciôn es también impropia para expresar la patemidad de San José ♦Varios autores la rechazan con vehemencia... Por esto, sin duda, este titulo es mucho menos usado por los Padres y la Iglesia, y su justificaciôn esté en el deseo de alejar todo contacto material entre San José y la Virgen». 2.0 • 1431 4· i.° Padre adoptivo Es calificaciôn muy superior a las precedentes «También San José es llamado padre adoptivo de Jesûs, y ciertamente puede llamarse padre adoptivo. Su patemidad respecto de ShC. 5. f* AUTOKKb V AKIOS, y. BONIFACàO ELAMERA 8Ô9 Jesûs tiene semejanzas con la patemidad humana adoptiva. Véansc dos principales. La adopciôn humana coincide con la verdadera pat^rnidad de San José negativamente, en que no se da generaciôn corporal en ninguna de ellas, y en ambas positivamente existen ofi­ cios, deberes y derechos mutuos entre el padre y el hijo».., 2.0 Con mayor exactitud, diriamos que San José fué adoptado como padre por Jesûs «Esta denominaciôn, con ser muy superior a las anteriores, tam­ poco expresa exactamente el contenido y el modo de patemidad de San José respecto de Jesûs, resultando, por tanto, también imper­ fecta. Bien dice Cornelio a Lâpide : «San José fué mâs padre de Cris­ to que el padre adoptivo es padre del hijo adoptado» (cf. Comm. in IV Evang. t.i p.47, Antuerpiae 1685). He aqui algunas diferencias entre la adopciôn humana y la pa­ temidad de San José: 1) La patemidad adoptiva es arbitraria y libre para cualquier hijo extrano al matrimonio. La patemidad de San José tiene un fun­ damento moral y juridico, porque Jesûs estâ en intima relaciôn con el matrimonio de José, que fué .verdadero cuanto a la substancia, no al uso o actos naturales del mismo. 2) La patemidad adoptiva se extiende mâs o menos a ciertos efectos; la patemidad de San José implica todos los derechos y de­ beres paternos. 3) La patemidad adoptiva humana es disoluble; la de San José es tan insoluble como el mismo matrimonio y sobrepasa a éste. Por eso San Agustîn ensena en el lugar citado que San José fué padre «mucho mâs unido que si lo fuera adoptivo» (cf. De consensu 1432 Evang. 1.2 c.i: PL 34,1071-72). Lo mismo afirma Santo Tomâs en el famoso texto: «Cristo fué fruto de aquel matrimonio; ni el hijo dei adulterio ni el adoptivo, que es educado en el matrimonio, porque éste no se ordena a la educaciôn de ellos, como este matrimonio fué ordenado esencialmente a recibir y educar la proie» (cf. In IV Sent, d.30 q.2 a.2 ad 4). Jesûs es hijo de José no como los hijos nacidos antes dei matri­ monio y después aceptados por una de las partes, ni como los extra­ nos adoptados por hijos. Hay un lazo de uniôn y dependencia mucho mâs real, sutil e intimo que es su dependencia dei matrimo­ nio entre José y Maria, principalmente, como después veremos. Cristo no profana ni hace injuria a este matrimonio. Antes lo santifica con su presencia y puede decirse fruto maravilloso de él...» Asi vemos llamar hijastros a los hijos de un matrimonio que se hace posteriormente al nacimiento de éstos, y adoptivos a los hijos que son recibidos como taies. Mas propiamente Cristo no es hijo de José en esta forma. Aquéllos—hijastros e hijos adoptivos—proceden de otro matrimonio distinto. Jesûs naciô en el mismo... Queda, pues, suficientemente claro que estos nombres—padre legal, padre putativo, nutricio y adoptivo—atribuidos a San José, aun- S1Û F8ST1VLDAD DE SAN JOSE que manifiestan parte de la verdad, no valen para expresar toda la intima relaciôn que une al santo Patriarca con Jesûs, aunque estân bien empleados para no inducir a error hablando de otra forma», r..j j λ?·».· >. ■·. «ί * ê . .ejka ; i 1433 5. Padre virginal «Los autores modemos han empezado a llamar a San José pa­ dre virginal de Jesûs. Asi Renard (cf. S. loseph p.288, Tours 1920) y despues Breynat, quien lo recomienda con calor diciendo que padre virginal de Jesûs es el ûnico titulo que conviene a San José, si se quiere précisât la naturaleza de su paternidad (cf. o.c.)... El santo Pio X indulgenciô la jaculatoria «jOh José, padre virginal de Jesûs!» (cf. AAS 40 [1906] 59). El calificativo es verdadero y, sin duda, el mâs elevado y exacto de cuantos se le han àplicado. Por un lado, salva el dogma, pues su sentido primero es que el matrimonio, en virtud del cual San José es padre, fué virginal. De otra parte expresa uno de los titulos de esa paternidad de San José sobre Jesûs. Este de la virginidad es ciertamente intimo, delicado y nobilisimo. Decir que no fué padre porque fué virgen, es ver el misterio desde un plano muy humano y material. Precisamente, tanto la virginidad de José como la de Xlaria, estuvieron ordenadas al misterio de la encamaciôn, y el consentimiento de ambos en aqué11a influyô en la realizaciôn de éste, como mas adelante veremos con el testimonio de los Padres. Unicamente debemos advertir que tampoco este titulo es exhaustive, pues San José es padre virginal de Jesûs, pero no solamente por haber conservado intacta su vir­ ginidad, sino por otros titulos mâs profundos»... 1434 d) Conclusion 4.*: La paternidad de San José es nueva, unica Y SINGULAR, DE ORDEN SUPERIOR A LA PATERNIDAD NATURAL Y ADOP­ TIVA HUMANAS i. Tres vinculos principales «Ciertamente la paternidad de San José para con Jesûs es dis­ tinta de toda otra paternidad natural, lo mismo fisica que adoptiva. Se dice verdadera paternidad, pero muy singular. Una paternidad nueva, ûnica y especial, pues no procede de la generaciôn segûn la naturaleza, antes estâ fundada en un vinculo moral realisimo. Y asi real es esta paternidad singular, como verdadero es el vinculo del matrimonio entre Xlaria y José... Por lo mismo que no se trata de un vinculo fisico y natural basado en la comunicaciôn material, no nos queda mâs que el vinculo juridico, moral y espiritual que definen la paternidad humana impropiamente dicha. , j Esto no quiere decir que se trata de una paternidad metaforica· o pura ficciôn, pues precisamente nos encontramos con un vinculo moral v juridico tan verdadero y excepcional que no hallamos otroi ♦ 94 $2 τ.· SEC. 5. I ACTORES VARIOS. P. BONIFACIO EMMURA 811 igual en el orden humano... Una dependenda verdadera, que tam­ bién podemos llamar objetiva y real, siempre que estas palabras no se tomen en sentido fisico y material, pues nada material, fisico ni intrinseco pone en la constituciôn del misterio adorable de la encarnaciôn. Se trata de un fundamento verdadero, pero juridico, que es el matrimonio entre San José y la Virgen, con consecuencias mo­ rales—derechos, deberes, gracias y merecimientos—singularisimas, por haber sido todo especialmente dispuesto por Dios en orden al gran misterio de la encarnaciôn». Esta paternidad de San José, no menos admirable que dificil de expresar en una palabra, es confirmada y esclarecida por los San­ tos Padres y escritores del santo Patriarca, que han concretado esa sutil realidad que une a San José con Jesûs en très vinculos princi­ pales: el derecho conyugal, la virginidad, y la autoridad, que adornan el misterio de San José». 2. Por razôn dei matrimonio «Como hemos dicho anteriormentè, es sentencia teolôgicamente cierta, segùn la expresiôn de Santo Tomâs (certum est), que este matrimonio fué verdadero en cuanto a la esencia (cf. q.29 n.2; IV Sent, d.30 q.2 a.2), de modo que la opiniôn contraria no se puede defender sin nota, al menos, de temeridad; y segûn Benedicto XIV (cf. De festis B. Μ. V. 1.2 c.i), Suarez (cf. In III P. q.29 d.7 sect.i), Vazquez (cf. In III P. d. 125,63) y Seldmayr (cf. Scholastica Ma­ riana p.2.a q.i a.4), etc., es una verdad de fe y Lepicier entre los modernos dice que «la verdad de este matrimonio la defendemos como prôxima a la fe» (cf. Tractatus de S. loseph p.i.a a.4 p.68). . San Efrén resalta con especial vigor y belleza como se trata de verdadera paternidad al decir: «El hijo de David, José, se desposô con una hija de David, de la cual tuvo descendenda sin concurso de varôn...; cosa torpe era, en verdad, que Cristo procediese del germen de varôn, y poco honesto que naciera de mujer desligada dei matrimonio. Maria diô a luz un nino, que no fué puesto a su nombre, sino a nombre de José, aunque no procediô de él. Sin influjo de José naciô el hijo de José, que a la vez era hijo y padre de David» (cf. Opera omnia, v.6 a P. Benedicto Mobarek, S. I. [Ro­ mae 1732-34] AS. III 601). Nôtense las expresiones «de la cual tuvo descendenda sin con- 1436 curso de varôn», y también «sin el concurso de José naciô el hijo de José»... San Agustin—el defensor mâs notable de la paternidad y virgi­ nidad de San José—ha sido el primero en exponer con toda fuerza este argumento... «Cuando Lucas refiere que Cristo naciô de la Virgen Maria y no dei contacto con José, èpor qué le llama padre, sino porque rectamente entendemos que es esposo de Maria, no por uniôn camal, sino por concierto conyugal? Por esto ciertamente es padre de Cristo mucho mâs intimo, pues naciô de su esposa, · que si lo hubiese adoptado de fuera» (cf. De consensu Evang. 1.2 n.3: I B 812 FESTIVIDAD DE SAN JOSE PL 34,1072). Y también: «Asi como aquel matrimonio fué verdadero matrimonio sin corrupciôn alguna, asi ({por qué no habia de recibir castamente el marido lo que castamente diô a luz la mujer? Como ella fué castamente esposa, asi él fué castamente esposo, y asi como ella fué madré castamente (madré virginal), asi él casta­ mente padre (padre virginal). Quien diga, pues, que no debe 11amârsele padre, porque no engendre» al hijo, ese tal busca en la procreaciôn de los hijos el placer sensual, no el afecto de la caridad» (cf. De concordia Mt. et Le. c.21. También De nupt. et concup. 1.2 c.i n.3; Serm. 51; c.16 n.26; c.20 n.30: PL 44,420-21; 34,1072; 38,348.35Ο·35L etc.)... Gotti... comentando a San Agustin, escribe: «Con estas pala­ bras afirma San Agustin que, por la fuerza dei pacto conyugal, que unia indisolublemente los ânimos de Maria y de José, no sus cuerpos, de forma que, Maria verdadera esposa, y José auténtico marido, todo lo que nacia de la mujer, de cualquier modo que fuese, era también del marido... Asi, pues, Cristo, como verdadero hijo de Maria, pertenece a José, esposo de la Virgen, por un titulo peculiar, en cuanto fruto de aquel matrimonio; no como nacido de él, sino en él ; y como engendrado y procreado en la heredad de José ; es de­ cir, naciô en aquel cuerpo y de aquellas entranas virginales en que José, por derecho matrimonial, ténia potestad. Mâs estrictamente que el padrastro pueda decirse padre del hijo de su esposi nacido en otro matrimonio, se dice de José padre de Cristo, nacido en el mismo, aunque no del mismo matrimonio» (cf. o.c., t.4 p.i.a c.4 a.3). 1437 San José adquiere un derecho y un dominio o propiedad sobre el cuerpo de Maria que el Espîritu Santo no derogô, al suplir todo concurso de varôn en la concepciôn del Hijo de Dios. Por eso, todos los teôlogos y escritores no se cansan de repetir que Jesûs es propie­ dad de San José por nacer de aquel jardin, en aquel seno y de aquella came inmaculada sobre la que él tenia verdadero dominio... Por un lado resalta sobremanera el profundo contenido de esta verdad, si consideramos que este matrimonio fué decretado por altisima ordenaciôn de Dios para recibir en él a Cristo, a lo cual concurrieron singularmente José y Maria, ante todo por su libre consentimiento. Y es porque «este matrimonio—como dice Santo Tomâs—fué ordenado especialmente a recibir y educar la proie» (cf. In IV Sent. d.30 q.2 a.2 ad 4). Es famoso este texto del libro IV de las Sentencias, pues no se encuentra otro mâs vigoroso y expresivo en todos los comentarios sobre San José. El santo Doctor establece un nexo de causalidad en esta ordenaciôn divina y en este consentimiento de San José y Maria en virtud del cual Cristo es verdadero fruto y efecto dei matrimonio. 1438 Efectivamente, se objetaba que este matrimonio no fué perfecto, porque careciô del fruto propio de él, pues la proie fué educada en este matrimonio sin ser efccto de él como sucede con el hijo adop­ tivo, que no es bien propio del matrimonio. ,Τ <1 SK- 5. 9 * ,'·· · P * . * Λ M TORES I AR1OS. J’. BONlb ACIC LLAMERA S13 Y contesta: *A la cuarta dificultad respondo que la proie no es efecto dei matrimonio sôlo en cuanto por él es engendrada, sino también en cuanto en él es recibida y educada, y, en este sentido, aquella descendencia (Cristo) fué fruto de este matrimonio, no en el pr’mero...», pues «este matrimonio fué especialmente ordenado a recibir y educar aquella prole divina». Distingue, pues, un doble lazo o nexo para senalar la dependencia de un hijo respecto del matrimonio: o que sea engendrado por él (vel inquantum per matri­ monium generatur) o recibido y educado en el matrimonio por una ordenaciôn especial (vel inquantum ex speciali ordinatione in ma­ trimonio suscipitur et educatur). Y éste es el caso ùnico y singular del matrimonio de San José y la Santisima Virgen respecto de Cristo, que fué de esta forma fruto del mismo. Y ello pone un nexo tamb’én excepcional de intima union o dependencia entre Cristo y José y Maria, que realizaron la esencia dei matrimonio sin menoscabo de su virginidad. José sôlo puso su libre consentimiento, pero con él ejerce cierta causalidad permisiva, pues al aceptar a Maria por su esposa, acepta al menos implicitamente que el Espîritu Santo obre en su seno virginal. Después, cuando se lo revela con claridad el ân­ gel acepta explicitamente y con toda responsabilidad el misterio realizado y el misterio paternal que se le impone. Pone también cierta causalidad condicional, pues cumple una condiciôn necesaria, asi decretada por Dios, para la ejecuciôn de este gran misterio. Por otra parte, la fuerza intrinseca del contrato conyugal y los derechos que de él nacen nos autorizan para afirmar que Jesûs es 1439 propiedad de José, como nacido en aquel jardin, en aquel seno y de aquella carne inmaculada, sobre la que él ténia verdadero dominio... San Francisco de Sales ha expuesto con una bella comparaciôn esta doctrina que, arrancando del lazo conyugal, hace de Maria y José un solo cuerpo y una misma carne, de donde Jesûs es fruto de la heredad de José. «Acostumbro a decir—cuenta el Santo—que si una paloma... lleva en su boca un dâtil y lo déjà caer en un jardin, ino decimos que la palmera es propiedad del jardinero? Pues si esto es asi, iquién podrâ dudar que el Espîritu Santo, habiendo dejado caer este divino dâtil, como divina paloma en el jardin cerrado de la Santisima Virgen (jardin sellado y rodeado por todas partes con el voto de virginidad y castidad inmaculada), que pertenece a San José, como la mujer o esposa pertenece al esposo ; quién dudarâ, digo, que se puede afirmar con verdad que esa divina palmera, que produce frutos de inmortalidad, pertenece al excelso San José» (cf. Oeuvres: entr.19 t.3 p.541, Paris 1862)... Por eso al santo Patriarca le concediô los sentimientos pater- 1140 nales de amor y afectos mâs tiemos acerca de Jesûs en cuanto hombre. La singular ordenaciôn y causalidad de este matrimonio en orden à Cristo, como fruto de él, hace que esta paternidad del santo Patriarca no sôlo sea superior a la paternidad intelectual v -F 814 MSnVIDAD Dfc SAN JOSE espiritual entre los hombres, que son de orden metafôrico, sino que es muy superior también a la paternidad adoptiva, que se funda también en un orden juridico con derechos y deberes especiales sobre el hijo adoptado. La paternidad adoptiva humana consiste en recibir legalmente a una persona extrada al matrimonio por hijo, confiriéndole un titulo extrinseco y accidentai. Muy distinta es nuestra adopciôn sobrenatural, en la cual se da una verdadera renovaciôn intrinseca por la infusion de la gracia en nuestras aimas». SECCION Ell. I. M 1SC E EA i\ E A H1ST0K1CA Y LITERARIA ALGUNAS CURIOSIDADES BIOGRAFICAS DEL SANTO PATRIARCA A) Patria y parientes «Sobre la patria de San José ha habido tres opiniones en la antigüedad, que le hacen originario ya de Belén, ya de Nazaret o ya de Jerusalén. Nos atenemos estrictamente a lo que podemos colegir por las indicaciones de los santos evangelios, ya que otros testimonios ofrecen muy escasas garantias. Que San José haya nacido en Belén no lo dice el texto sagrado. Los que le hacen oriundo de esta ciudad davidica—entre los cuales el mâs respetable es San Justino (cf. Dialogus 78,10: PG 6,657 C)—apoyan su pa­ recer en la intenciôn que el Santo tenia de volar a Belén después del destierro de Egipto, como relata San Mateo: Y levantdndose tomô al nino y a su madré y partiô para la tierra de Israel. Mas, habiendo oido que en Judea reinaba Arquelao, en lugar de Herodes, su padre, temiô ir alld, y, advertido en suenos, se retirô a la regiôn de Galilea, yendo a habitar en una ciudad Ha­ mada Nazaret... (Mt 2,21-23). Mâs probabilidad tienen los que afirman que naciô en Nazaret, pues es opinion favorecida por los relatos del Evangelio. En cuanto a los parientes de José, sôlo hay un testimonio serio y digno de fe. Es el de Hegesipo (cf. Eusebio, Hist. Eccles. 3,11: PG 20,248), el cual dice era hermano de Cleofâs. Todas las demâs referencias estân envueltas en la fâbula. Incluso las que senalan el parentesco entre José y Maria. Sin duda, tanto San José como la Virgen fueron de la casa y familia de David, pero sin que podamos precisar su parentesco» (cf. P. Bonifacio Llamera, O. P., o.c., p.44-45). B) Oficio «La Sagrada Escritura nos dice que San José fué τέκτων—faber—, cuyo significado es general, traduciéndose por el artifice, artesano o bien maestro en algun arte mecânico o manual. Cierto es que, tanto en la Biblia a veces como en la terminologia sobre todo, estos términos designan por si el oficio de carpintero. Esto fué, sin duda, San José. Un argumento negativo muy fuerte es el hecho de que nunca se le atribuya en los apôcrifos otro oficio, v.gr., el de 1441 81b EtSllVlDAD DE SAX JOsl herrero, que fué una opiniôn socornda por los autores latinos de la Edad Media, hasta que Santo Tomâs escribiô (In Mt. 13,55): «loseph non erat faber ferrarius, sed lignarius»: «José no fué herrero, sino carpintero». Tal fué la primitiva tradiciôn, encabezada por San Justino (cf. Dial. 88, 18: PG 6,6S8 B) y recogida por Origines (cf. Contra Celsum 6,36 ss: PG 11, 1352 C-1353 A), San Efrén (cf. Serm. 17: Opéra syriace 3,33 E), el autor del Opus imperfectum (cf. Hom. 1 : PG 56,630 ss) y San Juan Damasceno (cf. In Nativit. Deiparae: PG 96,665 A). Una cosa es indiscutible: que San José fué un humilde trabajador, sin duda con su rudimentario taller de carpinteria y empleado en todos los menesteres que este oficio lleva consigo. Por eso decian los judios, segûn refiere San Mateo (13,55): êNo es éste el hijo del carpiniero? También Jesûs ejerciô este oficio en compania de José, como testifican sus paisanos de Nazaret: r los difuntos y que le hicieron todos los demâs oficios funerales que la piedad y costumbre habian introducido en aquel pueblo, es muy verosimil. Porque la Virgen, por razôn de esposa, y Cristo nuestro Senor, por razôn de hijo, en cuya opinion le tenia el mundo, no podfan dejar de cumplir estas obligaciones sin nota de sus vecinos, y nunca en sus obras dieron ocasion a esto, sino singular ejemplo. Y si Cristo nuestro Senor llorô de ver llorar a la Magdalena y de ver a Lazaro muerto, i cuanto mâs piadosa cosa es creer que Horaria la muerte de San José acompanando con sus lâgrimas las que por ella derramaria la Virgen?» (cf. R. P. José de Jesûs Maria (Quiroga), carmelita descalzo, Historia de la vida y excelencias de la Sunlisima Virgen Maria [Madrid 1956] I.4 c.33 p.1027-1031). 1«« VI. EL CULTO Y LA DEVOCION •El culto de San José, como un tesoro para la Iglesia, nos vino del Oriente, de donde parte el sol y por donde apuntô Jesûs. Debiô de ser la ciudad de Antioquia donde por vez primera los cristianos acudieron en su plegaria al Santo. El hecho es que en los anos que suceden al triunfo de la Iglesia y anteceden al cisma ya se celebra por alli la fiesta del bendito José, pero en la octava de la Natividad y en compania del rey David y de Santiago el Menor, es decir, la fiesta del padre del Senor con su ilustrc antepasado y su sobrino. Ingenua poesfa encierra el viejo himno de este oficio, donde se canta sobre todo la virginidad de San José expresada en la vara florida, de la que nos dijeron cosas fantâsticas los apôcrifos. Ellos también fueron extendiendo la leyenda amable, ofreciéndonos aquella escena ingenua y deliciosa de Jesûs en el monte Olivete, ensenândoles a los apôstoles dônde habia muerto su padre San José. Pero pronto la devociôn al santo de la grandeza y de la humildad nos llegô a Occidente. Vino en mano de frailes mendicantes. Ciertamente, no podian ser otros los mensajeros e introductores del pobre carpintero de Nazareth. Los carmelitas, primero, y con ellos, después, los franciscanos y dominicos traen en sus oficios y rezos lo que aprendieron en las iglesias orientales. Ellos ensenaron al pueblo devoto del cuatrocientos lo que en el firmamento de la santidad catôlica significaba el padre de Jesûs. La devociôn se propage con la velocidad con que Dios propaga sus bendiciones. Los papas y las naciones, los principes y los artesanos, todos los sinceramente catôlicos, se postraron por entonces ante el santo descubierto por los frailes. Bohemia primero y después Bélgica le eligen por patrono; en Espana, la iglesia de Toledo le incorpora a su rezo, y al siglo siguiente Santa Teresa se constituye en su primer apologista y gran propagadora. Ella y la Compania de Jesûs completan cerca del pueblo con escritos y predicaciones la labor ejecutada por los mendicantes medievales. Ya podrân los papas ir incorpo­ rando este culto al de todos los santos del misai romano. Urbano VIII permitiô que su oficio se rezase por todas partes y Gregorio X lo impuso por fin a comienzos dei siglo XVII en toda la Iglesia. Después vinieron los tiempos modemos, mâs y mâs necesitados de la protecciôn y ensenanza de San José; él, que ensehô a Jesûs a dar sus primeros pasos; él, que ténia mucho que hacer con los hombres amargados y cultos de los tiempos novisimos. Sabemos y conocemos bien cômo los ûltimos pontifices le declararon patrono de la Iglesia y protector especial de los hombres de trabajo, los de la gran crisis del siglo, patronos de ellos y de las familias y de la . SEC. 7. MISCEl.ASEA HISTÔR1CA Y LHERAJEUA 82:5 muerte hermosa. Eran muchos y graves asuntos los que se encomendaban al santo que con su silencio celestial y su paterna intercesiôn se ha ido consr tituyendo en un simbolo clarisimo y elevado de la espiritualidad modema, sus necesidades y su angustia. Todavia ensenan por el valle de Josafat un sepulcro que dicen fué de José, todavia los perusinos veneran infantilmente el anillo legendario que también le atribuyen. Una vara florida como su emblema, un sepulcro vaçio como su gloria y ese anillo milagroso como senal de que él sigue siendo en los cielos el que signa y sella sobre nosotros los decretos de Dios (cf. José Marîa Llanos, S. I., El desfde de los santos [Ed. Sapientia, Madrid 1956] p.262-263). VII. A) PATROCINIO ESPECIAL DE SAN JOSE Patrono universal de ta Iglesia catôlica 1449 «Pio IX, atendiendo a los ruegos y votos de los prelados y fieles de! universo entero y a la peticiôn del mismo sinodo ecuménico Vaticano, declaro y constituyô a San José patrono universal de la Iglesia por decreto (Quemad­ modum Deus) de la Sagrada Congregaciôn de Ritos publicado el dia 8 de diciembre de 1870. El mismo Pontifice, en las letras apostôlicas Inclytum Patriarcam, del ano siguiente (7 de julio de 1871) afirma: «Y Nos, movido por estas peticiones, habiendo implorado la divina iluminaciôn, determinamos satisfacer tantos y tan piadosos deseos, y, por decreto especial de nuestra Sagrada Con­ gregaciôn de Ritos, declaramos solemnemente al mismo bienaventurado José patrono de la Iglesia catôlica, ordenando se publicase el 8 de diciembre del pasado ano, fiesta de la Inmaculada Concepciôn de su Esposa, en nues­ tras basilicas patriarcales Lateranense, Vaticana y Liberiana durante la solemnidad de la misa. Y mandamos que su fiesta de 19 de marzo se celebre como doble de primera clase, aunque sin octava por razôn de la cuaresma». Mâs tarde, Benedicto XV (en su motu proprio 525 de julio de 1920), con ocasiôn del cincuenta aniversario de esta proclamaciôn, insiste: «Nos, por tanto, confiados grandemente en su patrocinio, a cuya vigilancia y providencia quiso Dios encomendar su Unigénito encarnado y la Virgen Madré, ordenamos a todos los prelados dei mundo catôlico que en tiempos tan necesitados para la cristiandad exhorten a los fieles a invocar con diligencia a San José» (cf. P. Bonifacio Llamera, O. P., o.c.: BAC, p.319). B) Patrono de las familias cristianas, especialmente las pobres «En las letanias de San José se le llama «modelo de obreros», «gloria de la vida doméstica», «sostén de las familias», «consuelo de los desgraciados», titulos estos que son explanados bella y profusamente en los documentos pontificios, en los que insistentcmente se inculca la devociôn a San José y a la Sagrada Familia... 1460 FKsnVILHb in b\.\ JQSI 824 Benedicto XV, con ocasiôn del quincuagésimo aniversario de la proclamaciôn de San José como patrono de la Iglesia universal, inculca con todas sus fuerzas este aspecto del patrocinio de San José. Asi, pues, dice: «Por esta causa, para que a nuestros hombres, cuantos ganan el alimento con el trabajo de sus manos, los conservemos en el deber y los conservemos intac­ tos del contagio del socialismo, enemigo de la cristiana sabiduria, especialmente proponemos a San José, a quien deben mirar como especial guia y honrar como patrono. Pues él transcurriô su vida en una situaciôn semejante, por cuya causa Cristo Dios, siendo unigénito del Padre Eterno, quiso ser llamado hijo del carpintero» (cf. ibid., p.322 y 324). 1431 C) Patrono de los religiosos y sacerdotes «Cuanto podemos decir sobre esta materia estâ compendiado en aquellas palabras de Benedicto XV, que bien podemos llamar principio y fundamento de esta doctrina: «Por José somos conducidos directamente a Maria, y me­ diante Maria a la fuente de toda santidad, Jesûs». San José, pues, ejerce una singular protecciôn sobre todas las aimas que abrazan la vida espiritual : primero, como ejemplar excelso de toda vida per­ fecta; segundo, por su eficacisima intercesiôn ante Jesûs y Maria. Consta su excelsa santidad por su fe, obediencia, humildad, sujeciôn y adoraciôn de los decretos de la Providencia divina en todos los acontecimientos de su vida, y sobre todo su amor intensisimo, tan probado, y el fiel ejercicio de su ministerio para con Jesûs y Maria* (cf. ibid., p.325). D) Patrono de los moribundos «Se créé rectamente que a su muerte cstuvieron présentes Jesûs y Maria y que en sus manos exhalô el ùltimo suspiro. Muerte dulce y felicisima. De aqui arranca el fundamento de su singular patrocinio sobre los mori­ bundos. San José es por ello llamado «esperanza de los enfermes», «patrono de los moribundos», «terror de los demonios». Este aspecto es el mâs difundido de la devociôn a San José, fomentado por asociaciones piadosas, enriquecido con abundantes gracias e indulgencias. También es recomendado por Benedicto XV en su motu proprio: ♦Habiendo aprobado esta Sede Apostôlica diversos modos de honrar al santo Patriarca, celébrense con la solemnidad posible los miércoles y el mes que le esta dedicado. Pero principalmente, como sea singular protector de los moribundos, pues a su muerte estuvieron présentes el mismo Jésus con Maria, fomenten, los venerables hermanos, aquellas asociaciones pia­ dosas que fueron fundadas para orar por los moribundos, como la Asociaciôn de la Buena Muerte, la del Trânsito de San José, a fin de que ayude con todo el sufragio y favor de su autoridad a los agonizantes» (cf. ibid., P-328-320), SECCION ΠΙΙ. GUIONES HOMILETICOS SINOPSIS DE LOS GUIONES HOMILETICOS La paternidad de San José: «Guardian del depôsito* (2). Custxiio de la virginidad de Maria (3). San José, custodio del Hijo (4). Vocaciôn: El secreto de una vida (1). Los siete dolores y gozos de San José: Primer dolor ygozo: Noche obscura de San José (5). Segundo dolor y gozo : San José, modelo de obediencia (6). Tercer dolor y gozo: Las ofensas a Dios (7). Cuarto dolor y gozo: Oblaciôn generosa y esperanza cumplida (8). Quinto dolor y gozo: Persecuciôn, destierro y desamparo (9). Sexto dolor y gozo: El temor de Herodes y la alegria de Nazaret (10). Séptimo dolor y gozo: El Nino, perdido y hallado en el templo (11) El secreto de una vida I. Una vida obscura. A. B. C. (iDônde encontraremos rayos de luz para perforât las tinieblas que envuelven la vida de José? 83û C. D. E J*** · 1 . · 1462 Medio entre’el espîritu y cuerpo. a) La virginidad es un termino medio entre el espîritu y el cuerpo. Nos acerca a las naturalezas espirituales. Por aqui podemos columbrar cudn conveniente era esta virtud para el misterio de la Encarnaddn. b) La Encarnaciôn es el misterio dei Verbo que se une a la carne. Nias îcudn grande es la desproporddn entre la corrupcidn de nuestros cuerpos y la belleza inmortal de un espîritu puro! G. B. G. 831 I. El Padre entrega a su Hijo. Intermedio de la santa virginidad. a) Entre la came y el espîritu se interpone la santa virginidad. Cuando la luz cae sobre un cuerpo opaco no penetra en êl. Al contrario, puede parecer, por la reflexidn de sus rayos, que el cuerpo la rechaza. b) Cuando la luz toca un cuerpo transparente, entra en él, se une a él, resplandece en él, y el cuerpo transparente, en cierto modo, se convierte en luz. Asi el Verbo etemo, para unirse a nuestros cuerpos mortales, bused el intermedio de la virgi­ nidad, que tiene cierta cosa de espiritual y prépara la carne para unirse al espîritu puro. 1464 El Padre agotô su liberalidad en favor del santo Patriarca poniendo en sus manos a su divino Hijo. Cristo naciô en la tierra como un huérfano; «sine pa­ tre», dice el apôstol San Pablo (Hebr. 7,3). Su Padre le abandonô. El «Dios mio, épor qué me has abandonado?» puede pronunciarlo Jesûs desde el momento do nacer. Aparece en la tierra abandonado de su Padre, expuesto a las persecuciones, al hambre, al frio, a las injurias. Un texto de San Gregorio. La doctrina se encuentra expuesta en San Gregorio de Nisa (L): «De virginitate» c.2: «Quae adeo natura distans ipsa intercedens sua virtute concilians adducitque iu concordiam*. II. En sustitucion del Padre Eterno. A. B. La dignidad de Maria, por su virginidad. La dignidad de José, al que fué confiado la virginidad de Maria. «Depositum custodi». La pureza de Maria supone la pureza de José, porque la virginidad de Maria hay que guardarla bajo el velo dei matrimonio. Exige, pues, un varôn cuya pureza en cierto modo es necesaria al mundo, porque ella sirve para defender la pureza de Maria. IV. Verdadero matrimonio. Siguiendo a San Agustin diremos que se encuentran en las nupcias de Maria y José los très bienes dei matrimonio: A. GUIONES HOMILEIICOS San José, custodio del Hijo III. Consecuencias. A. B. 1463 SEC. Ô. El contrato, por el cual mutuamente se donan el uno al otro. El amor conyugal, por el cual los corazones se unen plenamente. Los hijos, nuevo vinculo entre los esposos. Sostiene este Santo Padre que Dios diô a San José todo lo que puede pertenecer a un padre sin herir la virgi­ nidad. «Hoc tibi do, quod, salva virginitate, paternum esse potest». a) b) £4^7 Λ· 1465 Dios le puso un guardiân en la tierra, un hombre mor­ tal, que fuera para él verdadero padre. No quedô Jesûs abandonado. José es verdadero padre, no por la natu­ raleza, pero si por afecto. José en su actividad exterior puede presentarse a todos los padres de la tierra como modelo de padre. El mâs perfecto de los padres naturales no haria por sus hijos mâs de lo que José, guiado por el cielo, hizo por Jesûs. a) José le pone nombre, le gobierna, le defiende, le dirige en todos los momentos de su conducta, le procura casa y alimento. b) Por eso el ângel se dirige siempre a San José, y San José puntualmente le obedece. c) San José era jefe efectivo de la sagrada familia. Maria y el Nino le estaban sometidos. III. Doctrina del Crisôstomo. A. •i Marla no concebirà de José porque se opone la virginidad, pero José partira con Maria sus cuidados, sus vigilias, sus temores, sus inquietudes para defender y educar a este divino Nino. Lo que importa mds: San José gozard de la inclinacidn natu­ ral, de las dulces emociones, de la amorosa diligenda, de la vigilante cautela, de la ternura inefable de un corazôn pa­ ternal. . . i*. 111 -, 1466 F BS Tl V IPAD UK SAS JOSE Dios forma los corazones uno a uno. Dice el salmista: «Qui finxit singillatim corda eorum» (Ps. 32, 15). Como dn alfarero que con mano de artista da forma y Jigura singular y propia a coda uno de los vasos que fabrica con la lierra. b) Dios prépara el corazôn de cada hombre para el fin a que le destina. Dios, por tanto, diô a San José un corazôn de padre y, como habia de ser padre dei mejor Hijo, puso en su corazôn los mds puros, elevados y perfectos sentimientos paternos. a) Una chispa dei amor infinito. a) Bossuet llega a decir que Dios infundiô en el corazôn de San José como un rayo dei amor infinito que El tiene por su pro­ pio Hijo. b) San José percibiô claramente dos cosas: la paternidad de su corazôn y el derecho a mandar en el divino Ni fio. Ambas fueron concesiôn singulartsima del Padre. IV. Fidelidad de San José. A. B. El Santo se muestra en todo el Evangelio como modelo de padre. Continuas fueron sus tribulaciones por causa del Hijo: pobreza, viajes dificiles, peligros, pérdida de la casa, destierro... El padre obediente. San José aparece en el Evangelio como un modelo de obediencia. Obediencia a la autoridad civil, al subir a Jerusalén. b) Obediencia a la Ley, al presenter al Nifio en el templo al subir todos los aflos b! dia de la fiesta. El Evangelio marca la fidelidad de esta obediencia. »Cumplidas todas las cosas segûn la Ley del Senor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Na­ zareth» (Le. 2,39). c) Las ôrdenes dei cielo respecto del Nino: I. Imposiciôn del nombre. .2. Hufda a Egipto. 3. Vuelta a Nazaret. 146F, terrible profecta. José participé), con Maria, de la terrible profecia de Simeôn. También su corazôn de padre fué atravesado por la espada del dolor. El supremo dolor. El supremo dolor del padre se verificô en Jerusalén al perder el Nino. a) El dolor de San José por la pérdida de Jesûs y la diligencia en buscarlo son comparables a los de Maria. Al dolor y diligencia de la madré se uniô la diligencia y el dolor del padre. b) En este episodio se encierra el verdadero panegirico de San José. El encargado de pronunciar este brevfsimo y profundo SEC. 8. C.PIONHS HOMILETICOS 833 panegirico fué Maria Santisima: «Pater tuus et ego dolentes quaerebamus te» (Le. 2,48). (Insondables conceptos los que se encierran en estas palabras! José unido a Maria en un mismo amor, en un amor de la misma especie; amor paterno en él, ma­ terno en la Madré. Unidos en el cumplimiento del primer deber de los padres: velar por la vida de los hijos. Fundidas ambas vidas en el amor de Jesûs y en la busca dei divino Nino. De ningûn santo puede decirse nada parecido. San José mereciô este altisimo honor de fundir su corazôn con el de la Virgen en el amor de Dios precisamente por­ que tenia un corazôn de padre. 2. 3· C. Aprended, padres, a) Aprended a formar a Cristo en vuestros hijos. «Hijitos mios, que de nuevo os engendro hasta que Cristo se forme en vosotros». debéis decir con San Pablo (Gal. 4,19). b) Aprended a buscar a Cristo. Aprended a buscar a vuestros hijos descarriados. Aprended a concentrar todos los afectos de vuestra vida en vuestros hijos, confiados por Dios a vosotros para que hagdis de ellos otros Cristos. ' 1 l |l s 1 1H Primer dotor y gozo: Noche oscura de San. José I. Los textos. «La concepciôn de Jesucristo fué asi: Estando desposada Maria, su madré, con José, antes de que conviviesen, se hallo haber concebido Maria del Espiritu Santo» (Mt. i,i8). «José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolviô repudiarla en secreto» (ibid,, 19). «Mientras reflexionaba sobre esto, he aqui que se le apareciô en suenos un ângel del Senor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a Maria, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espiritu Santo» (ibid., 20). II. Esponsales 0 matrimonio. · A. Muchos creen que la Virgen Santisima estaba desposada con San José por palabra de futuro. Que no habia propiamente matrimonio, sino promesa de matrimonio. Otros opinan que se habia celebrado matrimonio por palabra de présente y que realmente habian contraido nupcias. La palabra de C. .· y q 1470 FESTIVIDAD DE SAN JOSE Muchos modernos son de la primera opiniôn. Son, empero, muy convincentes las razones que en favor de la segunda alega A Lâpide. San José es llamado *marido de Maria* (v.i6). b) San José, al verla grdvida, queria abandonaria. Luego ya la habia recibido. Maria concibid inmediatamente que accedid a las palabras del dngel. *Et Verbum caro factum est* (lo. 1,14). Y al punto, •cum festinatione*, saliô para visitor a su prima Isabel (Le. 1, 39), con quien permanecid très meses. No parecia conveniente que Maria, ya desposada, hiciera el camino sola o acompanada de otra persona que no fuera su esposo, ni que permaneciera en casa de Isabel sola por tanto tiempo. d) Que parecia conveniente que Cristo naciera de una mujer ya casada y recibida por su marido con tiempo para que el nacido apareciera a los ojos de todos como concebido en matrimonio. III. Interpretation del hecho. êTuvo San José dudas verdaderas de la virginidad de su esposa? El Evangelio no lo dice. San José veia que Maria habia concebido y no sabia de quién. Natural y lôgicamente hablando, San José pudo concebir sospechas. Sin embargo, esto no hubiera sido lo mâs perfecto. Lo mâs perfecto hubiera sido suspender todo juicio o pensamiento desde el primer momento que se trataba de un hecho sobrenatural fuera de las leyes ordinarias. Tal se debe esperar de la eminente santidad de San José. IV. Santidad de San José. Suârez ha tratado este asunto con su competencia y prudencia acostumbradas (cf. BAC: «Misterios de la vida de Cristo» v.i p.262 ss.). «Se puede dudar—dice Suârez—si la. dignidad de San José es mayor que la del Precursor, la de los apôstoles y evangelistas por lo que hace al cargo y oficio mismo». «Las razones de duda pueden ser varias: El ministerio de San José estuvo, al parecer, intimamente unido con la persona de Cristo. b) Parece la suya la mds prôxima a la dignidad de la madré Parece haber sido el puesto mds apto—exceptuando solamente el de la madré de Dios—para ejercitar todas las acciones de la vida activa y contemplativa*. Λ* - En efecto; a) Vida activa. «<-De quién puede decir Cristo Nuestro Senor tan propiamente como de San José: «Tuve hambre, y me diste SEC. 8. GUIGNES HOMILETICOS 836 de comer; tuve sed, y me diste de beber?» (Mt. 25,31)». «Todos los trabajôs y acciones en que San José se ejercitô estuvieron intimamente relacionados con la per­ sona de Cristo». b) Vida contemplativa. 3« Al casarse hizo voto de virginidad. Tomô una esposa tal, cuya sola compaôia y frecuente familiaridad bastaban para aprender y adquirir todas las virtudes, y especialmente la virtud de la religion y piedad para con Dios. Por el trato tan frecuente e intimo con Cristo tuvo ocasiôn casi continua de oir de su boca los divinos mis­ terios, de acudir a El en la oraciôn y orar con El. êSe puede desear mâs para la perfecciôn de la vida contem­ plativa ? 0. Objeciôn. a) Parece que los Santos Padres prefieren a todas las dignidades la dignidad de apôstol, *porque engendra a Cristo en las aimas de los fieles*. Las obras de San José pertenecian a la miseri­ cordia corporal; las de los apôstoles, a la espiritual. b) Parece cierto, por otra parte, que los ministerios y oficios de la ley de la gracia llegaron al supremo grado de perfecciôn y de dignidad; pero en la ley de gracia, el grado primero y su­ perior, que Cristo instituyô, es el del apostolado; luego... E. Contestaciôn de Suârez. «No quiero lanzar afirmaciôn temeraria. Esta comparaciôn nadie la ha discutido y aclarado suficientemente*. iPudiera decir que probablemente ambos oficios—el de San José y el de los apôstoles—son, en cierto modo, de diverso orden, y que, por lo mismo, no cabe comparaciôn propiamente. En ambos hay razôn de excedente y excedido. Ambos se puede decir que exceden el uno al otro*. b) *En mi sentir el de apôstol es el supremo en la Iglesia de Cristo. Sin embargo, no creo improbable la opinion de que el oficio 0 ministerio de San José se diga mds perfecto en cuanto que es de un orden superior. Ciertos ministerios pertenecen al orden de la gracia santificante. Y en éste los apôstoles llegaron a la cumbre mds alta». *Hay otros ministerios rayanos con los limites del orden de la uniôn hipostdtica. Orden de suyo mds perfecto; y en este orden estd constituido, a mi ver, el ministerio de San José, bien que en él parece que ocupa el puesto mds bajo; y por esta parte aventaja a toda otra dignidad, por hallarse en un orden su­ perior. Nôtese que Santo Tomds dice que el apostolado es el oficio mds alto del Nuevo Testamento. Mas el oficio de San José no pertenece al Nuevo Testamento, ni propiamente al Antiguo, sino al autor de uno y otro, a la piedra angular que uniô ambos Testamentos*. Fi-.-v- ' V. bh.SfmiMU Uh SAN JOSÉ La conducta de San José. A. Sin Josc pensé en abandonne a Maria. ·ν 846 FESTIVIDAD DK SAN JOSÉ Cuarto dolor y gozo: Oblaciôn generosa y esperanza cumplida 1491 texto evangélico. «Asi que se cumplieron los dias de la purificaciôn, con­ forme a la Ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Senor, segûn esta escrito en la Ley del Senor «que todo varôn primogénito sea consagrado al Senor», y para ofrecer en sacrificio, segûn lo prescrito en la Ley del Senor, un par de tôrtolas o dos pichones» (Le. 2,22-24). «Habia en Jerusalén un hombre llamado Simeon, justo y piadoso, que esperaba la consolaciôn de Israel, y el Espiritu Santo estaba en él. Le habia sido revelado por el Espiritu Santo que no veria la muerte antes de ver al Cristo del Senor. Movido del Espiritu Santo vino al templo, y al entrar los padres con el nino Jesûs para cumplir lo que prescribe la Ley sobre El, Simeon le tomô en sus brazos y, bendiciendo a Dios, dijo: Aho­ ra, Seûor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, segûn tu palabra: porque han visto mis ojos tu salud, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminaciôn de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel» (Le. 2,26-32). «Su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decian de El. Simeôn los bendijo, y dijo a Maria, su madre: Puesto estâ para caida y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicciôn, y una espada atravesarâ tu aima para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Le. 2,33-35). «Habia una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, muy avanzada en anos; casada en los dias de su adolescenda, viviô siete aûos con su marido y permaneciô viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba dei templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y dia. Como viniese en aquella misma hora, alabô tam­ bién a Dios y hablaba de El a cuantos esperaban la redenciôn de Jerusalén. Cumplidas todas las cosas segûn la ley del Senor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret» (Le. 2,36-39). ■ fl SEC. 8. GUIONES HOMUiéTICOS 847 II. La escena dei templo. A. B. C. Cinco figuras aparecen en esta escena: Jesûs, Maria, José, Simeôn y Ana. La figura central es el Nino. Cuadro de luz y sombras. Se anuncia el dolor; se cumple la esperanza. Cuadro en cuyo fondo se disena la historia de la humanidad, siendo Jesûs el punto central de la misma. Unos, con Jesûs; otros, contra Jesûs. Para unos, Jesûs vida; para otros, muerte. Para unos, gloria; para otros, la condenaciôn eterna. Jesûs es signo de contradicciôn. III. Sacrificio y fidelidad. A. 1492 1493 Cristo va al templo para cumplir la ley. El es la victima prefigurada. En esta primera serial de culto que da el Padre quiere ensenarnos la disposiciôn que hemos de adoptar para consagrarle nuestra nueva vida de cristianos. b) Jesucristo se ofrece al Padre con un espiritu de sacrificio que no se reserva nada, y Maria le ofrece con un espiritu de fidelidad, ejemplo del que no nos debe faltar en el servicio del Senor (cf. «Sermons de Massillon», Mystères, second ser­ a) mon pour la fête de la Purification, p.64-112, Paris 1763) L B. San José participo del mismo espiritu de fidelidad de que participé) Maria. IV. La figura de Maria. A. B. C. El dolor de José es inseparable del dolor de Maria. Des­ pués de Jesûs, la primera figura es Maria. Maria, sometida a la obediencia, da ejemplo altisimo de pobreza y humildad. Maria, que es la pureza misma, acude a purificarse. Y en los Padres se encuentran estas palabras misteriosas : Ma­ ria saliô dei templo mâs purificada. Por encima de la pu­ reza de Maria estâ la pureza de Dios. Y Maria, con este acto de virtud, se acercô mâs a Dios nuestro Senor. La espada de dolor. Simeôn se refiere a Maria Santisima. Sin embargo, la misma espada atravesô el corazôn de José. La causa del dolor es la misma. Doble: a) La pasiôn y muerte de Jesûs, veladamente anunciada. b) El que la sangre redentora sirva de condenaciôn a muchos hombres por haberla despreciado. 1 Cf. La palabra de Cristo: BAC, t.i, 2.* ed. p.662. » 1494 848 KKSIB1ÜAD DB SAN JOSÉ V. Ayuno y oraciôn. 14Ô5 No es posible en esta escena dejar de poner la vista en las virtudes de Ana, que représenta el ayuno y la oraciôn. B- Dice bella y compendiosamente el P. Granada: «El ayu­ no mortifica la carne, la oraciôn levanta el espiritu; el ayuno santifica el cuerpo, la oraciôn purifica el aima; el ayuno mortifica las pasiones, la oraciôn hincha el co­ razôn de buenos deseos...; el ayuno merece las consolaciones, la oraciôn las recibe; el ayuno limpia cl aima de los vicios, la oraciôn la hermosea con las virtudes; con el ayuno vence el hombre al demonio, con la oraciôn trinfa de Dios...» (cf. «La palabra de Cristo»: BAC, t.i p.655). Son virtudes tan conexas que nadie perseverarâ en la mortificaciôn sin la oraciôn, «ni la oraciôn se podria cumplidamente ejercitar sin la templanza del ayuno» (cf. «La palabra de Cristo»: BAC, t.i p.655). A. 1496 VI. El gozo de Simeon. A. Simeon représenta la esperanza cumplida. La vida de Simeon fué esperanza. a) Todos los patriarcas y projetas quisieron ver el dia de Cristo y lo vieron en esperanza. b) 'Abraham, vuestro padre, se regocijô pensando en ver mi dia; lo viô y se alegrô. Pero los judios le dijeron: iNo tienes aûn cincuenta anos y has visto a Abraham? Respondiô Jesûs: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham naciese, era yo» (lo. 8,56-58). B. Simeôn de un modo especial alimentaba esta esperanza porque sabia que con sus ojos corporales habia de ver al Salvador. Dios le colmô el gozo. Tuvo al Nino en las manos. Presencia la oferta hecha por Maria Santisima. El primer «ofertorio» que se hizo al Padre. Cumplida su esperanza, para el anciano ha terminado su vida. Simeôn entona el «nunc dimittis... Quia viderunt oculi mei salutare tuum». «Mis ojos han visto tu salud». ’Dimittis in pace». iQué bella salida de la vida ! Morir en la paz dei Seftor. . C. 1497 VIL Comparaciôn con San José. El gozo de Simeôn no puede ser comparado con el gozo de San José. Es del mismo género, pero de muy distinto grado. La Iglesia, en la oraciôn preparatoria de la misa, pone en boca dei sacerdote, en la oraciôn dirigida a San José; «Cuântos patriarcas y profetas quisieron verle y no le veron. nfrle y no le oyeron. Pero tu no solamente le ves SEC. 8. GIHONKS HOMH.ET1COS 849 y le oyes, sino que le llevas en tus brazos, le besas, le vistes, le custodias». San José se uniô con Maria en el ofertorio ofreciéndose él mismo como hostia y ofreciendo lo que de él dependia como padre sobre· todos los Cristianos vivos y difuntos. VIII. El «nunc dimittis» de San José. A. B. 1498 San José viô llegar a su Hijo a la plenitud de la vida. El Evangelio nos dice que, cumplidos los doce anos, cuando bajô a Jerusalén, «les estaba sometido y obediente». El Evangelio le llama «el hijo del carpintero». Fundadisima es la tradiciôn de que San José ensenô el oficio a su hijo y que Jesûs trabajaba en el taller con San José. Hay que suponer lôgicamente que San José no muriô hasta dejar a Jesûs hecho un hombre. Es decir, hasta cumplir perfectamente su oficio de padre. iCuândo muriô San José? No lo sabemos. La opinion mâs probable es que muriô antes que comenzara la vida pûblica de Jesûs. Ya entonces habia terminado su misiôn en la tierra. IX. La muerte de San José. 1499 El «nunc dimittis» de San José es mil veces mâs bello que el de Simeôn. Sus ojos han visto no un breve rato como Simeôn, sino durante lustros, la salud dei mundo, la luz de las aimas. San José ha contemplado la participaciôn mâs alta de esa luz celestial que ha existido, que fué Maria Santisima. San José muere acompanado de los dos. Colmada su es­ peranza terrena, Maria y Jesûs confortan en él la seguridad de contemplar eternamente a su divino Hijo en la gloria. La devociôn del pueblo cristiano ha envidiado, pues, la muerte del santo Patriarca. El muriô en una paz incomparablemente mâs profunda que la del propio Simeôn. Por eso ha hecho del patriarca San José el abogado de la buena muerte. Y los moribundos, para alimentar su espe­ ranza, a la par que invocan a Maria y a Jesûs, unen a estos dos nombres dulcisimos el del patriarca San José. w *5 FRST1 VIDA D DE SAN JOSE 850 Quinto dolor y gozo: Persecuciôn, destierro desamparo 1500 I. Textos: A. B. 1501 Π. El dolor de San José. A. U B. 1502 «Partido que hubieron, el ângel del Senor se apareciô en sueùos a José y le dijo: Levântate, toma al nino y a su madré y huye a Egipto, y estate allî hasta que yo te avise, porque Herodes buscarâ al nino para quitarle la vida» (Mt. 2,13). «Levantândose de noche tomô al nino y a la madré y partfô para Egipto» (Mt. 2,14). La fuente del dolor nace en este caso de ver perseguido al Nino desde los primeros dias de su existencia. Procede, en segundo lugar, de las molestias, sufrimientos, dolores fisicos y penas del espîritu que lleva consigo el destierro y el desamparo. Virtudes del Patriarca. Otra vez resplandece la obediencia del patriarca San José. Del texto se desprende que obedeciô al punto. Se levantô «de noche», tomô al nino y a la madré y emprendiô el camino de Egipto. Nos diô San José altisimo ejemplo de lo que es la solicitud virtuosa y la confianza en la Providencia divina. HI. La doble solidtud. A. Hay una doble solicitud. San Pablo nos dice: «Solicites en conservar la unidad del espîritu con el vinculo de la paz» (Eph. 4,3). «El que manda, que mande con solicitud» (Rom. 12,3). b) Jesucristo nos dice: *Ne solliciti sitis» (Mt. 6,25). No tengdis solicitud. San Pedro aûade: .f* J ζ Λ .· · * TA · ·*■ 876 TODOS LOS SANTOS SEC. Asi, pues, debe decirsc que la humanidad de Cristo tiene la virtud de influir por estar unida al Verbo de Dios, a quien el cuerpo esta unido por el alma, segûn lo dicho (q.6 a.i). Por tanto, toda la humanidad de Cristo, esto es, su alma y su cucrpo, influye en los hombres, ya en cuanto al aima, ya en cuanto al cuerpo ; pero principalmente respecto al aima y secundariamcnte respecto al cuerpo; de un modo, en cuanto que los miembros del cuerpo son las armas de la justicia existente en el alma por Cristo, como dice el Apôstol (Rom. 6,13); y de otro modo, en cuanto que la vida de gloria se deriva del aima en el cuerpo, segûn aquello (Rom. 8,11): El que resucitô a Jesucristo de entre los muertos vivificara también vuestros cuerpos mortales, por su Espiritu, que mora en vosotros» (3 q.8 a.2 c). ♦-Λ a d) 1545 Es también Cabeza de los Angeles ♦Donde hay un solo cuerpo es necesario reconocer una sola cabeza; y metafôricamente se califica como un solo cuerpo toda multitud que esta ordenada por sus diversos actos u oficios a un mismo fin. Ahora bien, es évidente que tanto los hombres como los Angeles estân ordenados a un solo fin, que es la gloria de la divina fruiciôn; y por esto el cuerpo mistico de la Iglesia no se com­ pone sôlo de los hombres, sino también de los Angeles. De toda esta multitud, Cristo es la Cabeza, porque se halla mâs cercano a Dios y participa con mayor perfecciôn de sus dones, no sôlo con relaciôn a los hombres, sino también con relaciôn a los ângeles; y de su influencia reciben no sôlo los hombres, sino también los ângeles, pues se dice (Eph. 1,20 ss.) que Dios Padre le constituyô, esto es, a Cristo, a su derecha en los cielos sobre toda potestad y principado, y virtud y dominaciôn, y sobre todo nombre que se nombra no sôlo en este siglo, mas aun en el venidero; y todas las cosas sometiô bajo los pies de Cristo. Por esto Cristo no solamente es Cabeza de los hombres, sino también de los ângeles; por lo cual se lee (Mt. 4,2) que se acercaron los ângeles y le Servian» (3 q.8 a.4 c). / ■·- 31 e) Es CABEZA EN CUANTO QUE DERRAMA LA GRACIA EN NOSOTROS «En el alma de Cristo es recibida la gracia en el grado mâs emi­ nente posible; y por eminencia de la gracia recibida le compete que esa gracia se derive a los demâs, lo cual pertenece al carâcter de cabeza. Por esto la gracia personal, por la cual es justificada el alma de Cristo, es esencialmente idéntica a la gracia, segûn la cual es Cristo Cabeza de la Iglesia y justifica a otros; la diferencia reside solamente en la razôn» (3 q.8 a.5 c). 1517 f) Dar la gracia es propio de Cristo Dios y hombre «Dar la gracia o el Espiritu Santo conviene a Cristo como Dios por su propia autoridad; pero instrumental mente le conviene tam­ bién en cuanto hombre, esto es, en cuanto que su humanidad fué JT -4 4. TEÔLOGOS. SANTO TOMAS 877 instrumento de su divinidad (cf. Damasceno, De fide ort. 3,15: PG 94,1049), y as! las acciones de Cristo por virtud de la divinidad fueron saludables para nosotros, porque producen en nosotros la gracia, ya por el mérito, ya por una cierta eficiencia» (3 q.8 a.i ad 1). B) a) Los Los santos en el cielo SANTOS EN EL CIELO VEN A DlOS CARA A CARA 1548 Por ser predominantemente abstracta y poco ùtil para el pùlpito, omïtimos las principales razones del Angélico sobre este punto y nos limitâmes a las ideas mâs predicables. «El medio en la visiôn corporal e intelectual es de très clases. El primero es el medio bajo el cual se ve ; y éste es el que perfecciona la vista para ver en general, pero sin determinar la vista a un objeto especial; como, por ejemplo, la luz corporal con relaciôn a la vista corporal, y la luz del entendimiento agente con relaciôn al entendirrriento posible. El segundo es el medio con que se ve, y ésta es la forma visible con la que se determinan ambas vistas a un objeto especial, como, por ejemplo, la forma de la piedra para conocer la piedra. El tercero es el medio en el cual se ve, y esto es aquello cuya inspecciôn Heva la vista a otra cosa; como por ejemplo al mi­ rar a un espejo se ve ir aquellas cosas que en el espejo se representan, y viendo la imagen se conoce lo imaginado, y de la misma manera el entendimiento por medio del conocimiento del efecto es guiado hacia la causa, o al contrario. Por tanto, en la vision de la gloria no habrâ un tercer medio para que Dios sea conocido por las especies de otras cosas como es conocido ahora, y por lo cual se dice que vemos ahora en espejo (1 Cor. 13,22); ni habrâ alli un segundo me­ dio, porque la misma esencia divina sera aquello con que nuestro entendimiento verâ a Dios. Solamente habrâ alli un primer medio que elevarâ nuestro entendimiento para que pueda unirse a la substancia increada del modo ya dicho. Pero por este medio no puede calificarse de mediato el conocimiento, porque no se antepone entre el sujeto que conoce y la cosa conocida, sino que es aquello que da al que conoce la fuerza para conocer» (Suppl, q.92 a.i ad 15). b) Los SANTOS NO PUEDEN PECAR Aunque cl pârrafo se refiere solamente a los ângeles, es aplicable también a los santos en general. «Los ângeles bienaventurados no pueden pecar, porque su bienaventuranza consiste en ver a Dios por esencia, y la esencia de Dios es la esencia misma de la bondad. Por tanto, el ângel que ve a Dios se halla respecto de El en la misma situaciôn en que se halla el que no ve a Dios con relaciôn a la comûn razôn del bien. Y como es imposible que nadie quiera u obre cosa alguna sin tener 1549 V· • TODO'** LOS SXNTOS en cuenta el bien, o que quiera separarse ciel bien en cuanto tal, infiérese que el ângel bienaventurado no puede querer ni obrar, sin atender a Dios; y es évidente que, queriendo u obrando asi, no puede pecar. Por consiguiente, de ningûn modo puede pecar el ângel bienaventurado» (i q.62 a.8 c). 4 1550 c) Los SANTOS QUE VEN A DlOS NO VEN EN El TODAS LAS COSAS «Dios, viendo su propia esencia, conoce todas las cosas que son, serân y han sido, y estas cosas se dice que las conoce con ciencia de vision, porque a semejanza de la vision corporal conoce aquellas cosas como présentes. Ademâs, Dios conoce, viendo su propia esen­ cia, todo lo que puede hacer, aunque nunca lo haya hecho ni lo haya de hacer; de lo contrario, no conoceria pcrfectamente su potencia, porque no puede conocerse la potencia si no se conocen los objetos de esta potencia, y esto es lo que se dice conocer con ciencia o conocimiento de simple inteligencia. Pero es imposible que un entendimiento creado, viendo la divina esencia, conozca todas las cosas que Dios puede hacer. Porque cuànto mâs perfectamente se conoce un principio, tantas mâs cosas se conocen de él; de la misma manera que en un principio democrâtico el que es de ingenio mâs agudo ve mâs conclusiones que otro que es de ingenio mâs tardo. Y como la cantidad de la potencia divina se determina segun las cosas que caen bajo su esfera, si su entendimiento viese en la divina esencia todas las cosas que Dios puede hacer, la cantidad de perfecciôn en este ser inteligente seria la misma que la cantidad de la divina potencia en la producciôn de los efectos, y asi comprehenderia la divina esencia, lo cual es imposible a todo entendimiento creado. 1551 Mas todas aquellas cosas que Dios conoce con ciencia de vision, las coioce un entendimiento creado en cl Verbo; es decir, en el aima de Cristo. Pero acerca de los demâs videntes de la esencia divina hay dos opiniones. Porque unos afirman que todos los que ven a Dios por esencia ven todas las cosas que Dios ve en ciencia de vision. Pero esto es contrario a las expresiones de los santos, que establecen que los ângeles ignoran algunas cosas; y, sin embar­ go, consta, segùn la fe, que todos los ângeles ven a Dios por esencia. Y por ce to otros dicen que los demâs distintos de Cristo, aunque ven a Dios por esencia, sin embargo no ven todas las cosas que Dios ve, porque no comprenden la esencia divina. Porque no es necesario que el que conoce la causa conozca todos los efectos de esta, salvo en el caso de que comprehenda la causa; lo cual no compete al enteindimiento creado. Y, por tanto, cada uno de los que ven a Dios por esencia ven en su esencia tantas mâs cosas cuanto mâs claramente contemplan la esencia divina, y esto es lo que explica que acerca de ellas los unos puedan instruir a los otros. Y asi la ciencia de los ângeles y de las aimas santas puede aumentarse hasta el dia del juicio, como también · SEC. 4. TKÔEOC.OK. S INTO TOMAS 879 son susceptibles de aumento aquellas otras cosas que pertenecen al premio accidental. Paro no pasarâ mâs adelante, porque entonces serâ el ultimo estado de las cosas, y en aquel estado es posible que todos conozcan cuanto Dios conoce con ciencia de visiôn» (Suppl. q.92 a.3 c). d) Pero saben todo cuanto aqui se hace «Las aimas de los muertos no saben lo que aqui sucede por conocimiento natural, y la razôn de este hecho puede deducirse de lo dicho anteriormente (a.4). Porque cl aima separada conoce los objetos singulares por el hecho mismo de estar determinada en cierto modo a ellos, ya sea por reminiscencia de algûn conocimiento anterior o ya por una disposiciôn divina. Mas las aimas de los muer­ tos se hallan separadas por divina disposiciôn y segun su modo de ser del trato con los vivos y en comunicaciôn con las substancias espirituales separadas del cuerpo. Y por esto mismo ignoran lo que entre nosotros sucede. Razôn insinuada por San Gregorio (cf. Mor. 12,21: PL 75,999): «Los muertos no saben como se desenvuelve la vida de los que les sobreviven en la carne, porque la vida del espîritu dista mucho de la del cuerpo, y asi como los seres corporeos e incor­ poreos son de diverso género, lo es también su conocimiento». Es lo que San Agustin parece explicar en su libro sobre El cuidado de los muertos (13,16: PL 40,604.607) diciendo que «las aimas de los muertos no intervienen en los asuntos de los vivos». Sin embargo, en cuanto a las aimas de los bienaventurados parecen discordes San Gregorio y San Agustin. Porque el primero anade en el lugar citado: «Lo cual no debe pensarse de las aimas santas, porque no es de creer en modo alguno que las que ven intimamente la claridad de Dios omnipotente, ignoren algo de lo que afuera sucede». San Agustin, por su parte, dice expresamente (o.c., 13 y 14) que «no saben los muertos, aun los santos, qué es lo que hacen los vivos y sus hijos», como se lee en la Glosa (interl.) de San Agustin sobre aquellas palabras (Is. 64,16): Abraham no nos conociô, y prueba su aserto porque no era visitado de su madré ni consolado en sus aflicciones como cuando vivia, y no es probable que su madré se hiciese mâs cruel en una vida mâs feliz; y por la promesa del Senor al ey Josias de que moriria antes para que no presenciase los males que afligirian a su pueblo (cf. 4 Reg. 22,20). San Agustin, sin embar­ go, lo afirma con cierta duda, pues advierte de antemano que «cada uno tome lo que digo segûn le parezca». San Gregorio, en cambio, habia afirmativamente, como lo prueban sus palabras «de ningûn modo debe creerse...» Parece mâs probable, de acuerdo con San Gregorio, que las ai­ mas de los santos, que ven a Dios, conocen todo lo que actualmente sucede aqui, pues son iguales a los ângeles, de quienes el mismo San Agustin (o.c., c.15) asegura que no ignoran lo que sucede entre los vivos. Pero como las aimas de los santos estan perfectisimamente 880 TOPOS LOS SANTOS unidas a la justicia divina, no se entristecen, ni se inezclan en los asuntos de los vivos, sino segûn la justicia divina lo dispone» (1 q.89 a.S c). 1554 c) Y NO SUFREN CON LAS TERRENAS CALAMIDADES «Los santos, aunque después de esta vida conocen las cosas que aqui pasan, sin embargo no debe pensarse que scan afectados con dolores, al conocer las adversidades de aquellos que amaron en este siglo; porque de tal modo estân Uenos del gozo de la bienaventuranza, que el dolor no tiene cabida en ellos. Por lo cual, aunque conozcan los infortunios de los suyos después de la muerte, sin embargo se mitiga su dolor si antes de sufrir taies infortunios son substraidos de este siglo» fSuppl, q.72 a.i ad 2), 1555 f) i. Las AUREOLAS Es un premio accidentai «(La obra meritoria) tiene razôn de mérito por dos cosas, las que tienen también razôn de bondad, a saber: por la raiz de la ridad, con la cual queda referido al fin ùltimo, y en este sentido se le debe el premio esencial, esto es, llegar por completo al fin, que es la âurea; y por parte del mismo género del acto, el cual tiene cierta propiedad de alabanza, segûn las debidas circunstancias, por parte del hâbito que se practica y por parte del fin proximo. Y asi se le debe al acto cierto premio accidentai que se llama aureola; y en este sentido hablamos ahora de la aureola. De este modo debe decirse que la aureola significa algo sobreaôadido a la âurea, esto es, cierto gozo de las obras practicadas por uno mismo, que tienen razôn de victoria excelente, lo cual constituye otro gozo distinto de aquel que consiste en gozar de Dios, cuyo gozo se llama âurea» (Suppl. q.96 a.i c). 2. Très aureolas «La aureola es un premio privilegiado que corresponde a una victoria privilegiada, y por tanto, segûn las privilegiadas victorias en las tres pugnas a que cada hombre esta expuesto, podemos hablar de très aureolas. Porque en la lucha que hay contra la came, obtiene principalmente la victoria aquel que se abstiene totalmente de las delectationes carnales, que son las principales en este género, y este es el virgen; y, por tanto, a la virginidad se debe una aureola. En la lucha con que se combate contra el mundo, la principal vic­ toria la logramos cuando por el mundo sufrimos persecuciôn hasta la muerte; por lo cual también a los mârtires, que en esta lucha obtienen la victoria, se debe la segunda aureola. Y en la pugna con que se combate contra el diablo, la principal victoria se verifica cuando uno no solo rechaza de si al enemigo, sino también de los SEC. 4. TEOLOGOS. SANTO TOMAS 881 corazones de otros, lo que se hace por medio de la doctrina y la prcdicaciôn ; y por esto a los doctores y predicadores se debe la tercera aureola. Algunos, sin embargo, distinguen très aureolas segûn las très 1557 facultades del aima, de forma que las très aureolas corresponden a los principales actos de las très facultades del aima. Porque el principal acto de la potencia racional es infundir también en otros la verdad de la fe, y a este acto se debe la aureola de los doctores. El principal acto de la potencia irascible es afrontar la misma muerte por causa de Cristo, y a este acto se debe la aureola de los martires. Y el principal acto de la potencia concupiscente consiste en abstenerse enteramente de las mâximas delectaciones de la carne, y a este se debe la aureola de las virgenes. Otros distinguen très aureolas, segûn los medios con que nos conformemos a la nobilisima imitaciôn de Cristo. Porque Cristo fué mediador entre el Padre y el mundo. Fué, pues, doctor, porque manifestô al mundo la verdad que habia recibido del Padre. Fué mârtir, porque sufriô persecuciôn dei mundo. Y fué virgen en cuanto conservô en si mismo la pureza. Y, por tanto, los doctores, los mârtires y los virgenes se conforman perfectisimamente con El, por lo cual a estos estados se debe aureola» fSuppl, q.96 a.u c). g) DeBEMOS INVOCAR A LOS SANTOS «Este orden esté divinamente establecido en las cosas», segûn San Dionisio (cf. De eccl. hier, c.5 p.1,4: PG 3,504), «de modo que por los seres intermedios se reduzcan a Dios los seres ûltimos». Por lo cual, como los santos que estân ya en la gloria se hallan muy cerca de Dios, este orden de la ley divina requiere que nosotros, que permaneciendo en el cuerpo peregrinamos lejos de Dios, nos reduzcamos a El por medio de los santos, lo cual ciertamente sucede cuando por medio de ellos la divina bondad derrama sobre nosotros su efecto. Y como nuestra vuelta a Dios debe corresponder al movimiento de las bondades del mismo hacia nosotros, asi como mediando los sufragios de los santos llegan a nosotros los bénéficies de Dios, asi conviene que nosotros volvamos a Dios para que de nuevo recibamos sus bénéficies por medio de los santos. Y por estas razones los constituimos delante de Dios como intercesores por nosotros, y como mediadores, cuando les pedimos que oren por nosotros» (Suppl. q.72 a.2 c). h) ιί 1558 < A TODOS, AUN A LOS MENORES «Aunque los santos superiores son los mâs aceptos a Dios que los inferiores, es ûtil, sin embargo, orar de vez en cuando aun a los santos menores. Y esto por cinco razones: i.a, porque algunas veces tiene uno mayor devociôn al santo menor que al santo mayor, y de la devociôn, sobre todo, depende el efecto de la oraciôn; 2.tt, para evitar el fastidio, porque la asiduidad de una sola cosa engendra hastio. Y asi al orar sucesivamente a varios santos se excita en el que li - -'-3 ?· A· 882 TODOS LOS SANTOS SECCION V. ora un nuevo fervor de devociôn; 3.0, porque se ha concedido a ciertos santos patrocinar a sus devotos principalmente en algunas causas cspeciales, como a San Antonio para librar del fuego del infierno; 4.®, para que tributemos a todos el honor debido; y 5.·, porque por las oraciones de muchos se alcanza algunas veces lo que no se logra por la oraciôn de uno solo* (Suppl. q.72 a.2 ad 2). 1560 i) Los SANTOS CONOCEN NUESTRAS SUPLICAS «Es necesario que cada bienaventurado conozca en la esencia divina todas aquellas cosas que requiete la perfecciôn de su bien· aventuranza. Pero para la perfecciôn de esta bienaventuranza se requiere que el hombre tenga cuanto quiera y no quiera nada desordenadamente. Ahora bien, con recta voluntad todos quieren conocer aquellas cosas que tocan al mismo. Por lo cual, como los santos tienen toda la rectitud, quieren conocer las cosas que a los mismos pertenecen, y, por tanto, conviene que las conozcan en el Verbo. Y pertenece a su gloria el prestar auxilio a los que lo necesitan para su salud, porque de este modo se hacen cooperadores de Dios, «que es lo mâs divino que hay», como dice San Dionisio (cf. De eccl. hier, c.6 p.3,2: PG 3,165). De donde se deduce que los santos tienen conocimiento de aquellas cosas que para esto se requieren. Y asi es manifiesto que conocen en el Verbo los deseos, las devociones y las oraciones de los hombres que se acogen a su protecciôn» (Suppl, q.72 a.i c). I. santos son siempre escuchadas, aunque POR DEFECTO NUESTRO QUEDEN FRUSTRADAS Las oraciones de los «Se dice que los santos ruegan por nosotros de dos maneras: una, con oraciôn expresa, cuando con sus votos llaman a los oidos de la divina clemencia en nuestro favor, y otra, con oraciôn interpretativa, a saber, por sus méritos, los cuales, estando como estân delante de Dios, no sôlo ceden en gloria suya, sino que también son para nosotros sufragios y oraciones ; asi como la sangre de Cristo derramada por nosotros se dice que pide perdôn. Y de estas dos maneras las oraciones de los santos son, cuanto estân de su parte, eficaces para impetrar lo que piden. Pero de parte nuestra puede haber defectos que nos impidan conseguir el fruto de las oraciones de los santos cuando se dice que ruegan por nosotros, ayudândonos con sus méritos. Pero desde el punto de vista de su oraciôn en favor nuestro, exigiendo con sus votos alguna cosa para nosotros, siempre son oidos, porque no quieren sino lo que Dios quiere ni piden sino lo que quiere que se haga; y lo que Dios quiere siem­ pre se cumple, a menos que hablemos de la voluntad antecedente, segûn la cual quiere que todos los hombres se salven, la cual no siempre se cumple. Por lo cual no debe extranarnos si aun lo que los santos quieren conforme a este modo de voluntad alguna vez no se cumpla» (Suppl, q.72 a.3 c). CORNELIO A LAPIDE Las bienaventuranzas Trasladamos la exposiciôn de Comelio a Lâpide en su comentario al capi­ tulo 5 de San Mateo, suprimiendo las abundantisimas citas en que apoya su doctrina (cf. ed. Luis Vives, [Paris 1877], t.15 p.135 ss.). « Bienaventurados...» A) i 1561 j) AUTORES VARIOS 1562 «Bienaventurados en cuanto a la esperanza, no en cuanto a la realidad; bienaventurados con la felicidad dei camino y no de la patria, puesto que estân en una senda recta que conduce a la feli­ cidad; bienaventurados en la virtud y paz incoadas, no en la consumaciôn de la corona y de la gloriâ». Alude a lo que dijo Moisés (Deut. 23,29): Venturoso tû, Is­ rael, iquién semejante a ti, pueblo salvado por Yahveh? Porque pobres de espiritu son los que constituyen a Israel, pueblo elegido; son los que colocaron en el Senor su esperanza, sus riquezas, su salud y su felicidad, y porque desprecian los bienes terrenos los dominan. Cicéron (cf. Tuscul. 3) dice que «es feliz aquel que sin padecer mal alguno reûne el conjunto de todos los bienes». En’este lugar Cristo nos ensena cuales sean los verdaderos bienes, a saber, la pobreza de espiritu, la mansedumbre, las lâgrimas santas, la sed de justicia, etc., porque quienes esto poseen son felices y viven siempre alegres». Estas ocho bienaventuranzas son como ocho paradojas del mundo. El mundo y los filôsofos colocan la felicidad en la opulencia y no en la pobreza, en las alturas y no en la humildad, en el hartazgo y no en el hambre». B) «... los pobres de espiritu» a) El NOMBRE DE POBRE «Llâmanse aqui pobres de espiritu los que carecen, no precisamente de los bienes de la naturaleza ni de la gracia, sino de la for­ tuna y de las riquezas; aqui la palabra pobre se toma en sentido 884 TODOS LOS SANTOS propio y se opone a los ricos (Le. 6,24): iAy de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! Las riquezas dan origen a la soberbia, a la gula, a la Injuria, a las injusticias, cosas todas ellas que arrastran a los ricos al infierno como arrastraron al epulôn. Por eso en este lugar se prometen las riquezas de los cielos y su mismo reino a los que son verdaderamente pobres en la tierra». Tanto la palabra griega, como la hebrea, como la siriaca se refieren a los pobres en sentido literal. ♦Se da aqui el nombre de pobres no a todos los que lo son, ni a los que padecen ese estado por una necesidad triste y no aceptada, o por vanagloria o deseo de dedicarse a la filosofia con toda libertad, como se cuenta de Diogenes..., sino a los que lo son en espiritu, esto es, por un laudable deseo inspirado por el Espiritu Santo y para procurarse los bienes espirituales ; a los que reciben la pobreza espontâneamente por Dios y por el reino de los cielos, como lo hacen los religiosos que la profesan y prometen; o, por lo menos, a los que la toleran pacientemente, como suele ocurrir a los fieles cuando se ven despojados de sus bienes por los perseguidores, los ladrones, el incendio*... 1564 Clases b) de pobres y ricos *Hay très clases de pobres: i.a Los que carecen de dinero, como los mendigos. 2.a Los que lo son en espiritu, como Abrahân, que era rico en cuanto al dinero, pero pobre en su espiritu y afecto. 3.a Los que lo son en cuanto al dinero, y en cuanto al espiritu, como los religiosos... Por el contrario, hay très clases de ricos: i.a Los que tienen dinero, como los mercaderes. 2.a Los que lo son de es­ piritu, como los avaros, que se esfuerzan en conseguirlo. 3-a Los que lo tienen y se gozan en él, como los poderosos que ambicionan crecer en .riquezas». c) .**·· · La palabra «espiritu» «Asi, pues, la palabra espiritu significa tres cosas. En primer lugar, se opone a la came y al dinero, y significa que no es el cuerpo el sujeto de esta pobreza, sino el espiritu y la voluntad, como si dijera: Bienaventurados los pobres que lo son no en la carne ni en el dinero, sino en el espiritu, aquellos cuya aima es pobre porque aman la pobreza, desprecian lo terreno y anhelan lo celestial. Asi lo explicaba San Bernardo en el sermon primero de la fiesta de Todos los Santos: «Pobrê de espiritu, esto es, de voluntad espiri­ tual, de intenciôn espiritual, de deseo espiritual, buscando solo el beneplacito de Dios y la salvaciôn de las aimas*. La palabra espiritu significa, en segundo lugar, el origen de esta pobreza..., a saber, el Espiritu Santo que inspira en nosotros el deseo de la pobreza evangélica y la convierte en-virtuel cristiana, mâs aùn, religiosa y divina. 1 SEC. 5. VUTORES VARIOS. CORNELIO A LAPIDE 885 En tercer lugar, indica también el fin de esta pobreza, o sea, que el desprecio de las riquezas se refiere al espiritu, esto es, a los bienes espirituales, para que, libres de las preocupaciones terrenas, entendamos mejor las cosas celestiales y nos dirijamos mâs libremente hacia ellas. Advierte que la frase «de espiritu» hay que sobrentenderla en 15ee todas las bienaventuranzas que se siguen: bienaventurados los man­ sos, pero no por su natural flemâtico..., sino los mansos de espiritu, con una virtud espiritual infundida por el Espiritu Santo y que busca los bienes del aima... Esta pobreza de espiritu estâ unida intimamente con la humil­ dad y desprecio de las riquezas y honores, por lo cual San Hilario, San Agustin... entendian por pobres de espiritu a los humildes de entendimiento y voluntad. Analôgicamente, Francisco de Sales, hace poco obispo de Ginebra, varôn muy sabio, piadoso y santo, decia en el libro 12 aTeôtimo, capitulo 2: «Son pobres o mendigos de espiritu los que mendigan, esto es, los que hambrean y tienen sed insaciable del espiri­ tu, a saber, del amor, celo de Dios y su aumento». Por eso hubo alguno que explicaba lo de bienaventurados los pobres de espiritu de esta forma: Bienaventurados los que hacen con Dios lo que los mendigos con los ricos, los que le ofrecen su pobreza con tanta humildad y mendigan la gracia de Dios con tal deseo como los mendigos piden la limosna a los opulentos». d) Grados y especies de la pobreza 1 1· F K K «Me preguntarâs si la pobreza de espiritu es precepto o consejo y cuâles son sus grados y especies. Te contesto que sus grados son varios, los unos de consejo y los otros de precepto. El primero y sumo de todos consiste en abandonar las riquezas y todas las cosas caducas por la imitaciôn y amor de Cristo, tanto en el afecto interno como en las obras y afecto exterior, conforme a lo que hicieron los apôstoles y hacen los religiosos. Este grado es de consejo y no de precepto. El segundo consiste en sufrir pacientemente y por Cristo y la fe catôlica la confiscaciôn de los bienes... Este grado es de pre­ cepto, pues estamos obligados a dar no sôlo los bienes, sino la sangre y hasta la vida por Cristo y su fe. El tercer gradu de pobreza consiste en sufrir con paciencia las rapinas e injusticias de los poderosos. El cuarto, en no apegarse a las riquezas dadas por Dios, sino dejândolas en cuanto al afecto, estar preparados a abandonarias realmente cuando lo exija la mayor gloria de Dios. Este es el grado de Abrahân. El quinto lo practicaremos al preferir tener poco donde mejor se sirva a Dios que abundar donde encontremos mâs riquezas, pero menos piedad; digase lo mismo de la comida, el vestido, etc. ·. •8S6 TODOS LOS SANTOS El sexto es tener riquezas, pero distribuirlas entre los pobres o usos piadosos, quitando algo a lo necesario. Y, por fin, el séptimo consiste en preferir ser pobre antes que cometer un delito o injusticia. Los grados segundo y séptimo son de precepto; el primero, cuarto y quinto, de consejo; el tercero y sexto, unas veces de precepto y otras de consejo». 1568 e) cPor que Cristo asignô el primer lugar a los pobres? «Me preguntarâs ademâs por qué Cristo asignô el primer lugar de las bienaventuranzas evangélicas a los pobres de espiritu. La respuesta es, en primer término, que la pobreza aleja el deseo, raiz y fuente de todo pecado y mal (2 Tim. 6,10). El segundo motivo es porque la pobreza libra al hombre de los mil cuidados y preocupaciones de que le colman las riquezas y su deseo... El tercero, porque hace que los hombres, separando su amor de todo lo creado, coloquen su esperanza en Dios Creador, puesto que la felicidad verdadera de esta vida y el âpice de la virtud consisten en el amor pleno y perfecto del Senor. El pobre es el que dice con sinceridad: Dios es la parte de mi heredad y de mi câliz, El es quien sostiene mi heredad (Ps. 15,5), y también: îA quién tengo yo en loS cielos fu'era de Ti? Nada deseo sobre la tierra (Ps. 72,25). Tû, Senor, eres el mayor de mis bienes, el tesoro de mi aima; sacude de mi todo el peso de los deseos terrenales para que arda con el fuego de tu solo anior y sea absorbido totalmente por el diluvio de tu caridad. Ea, pues, honor mio, alegria mia, sincero pla­ cer mio, joh Jesûs!, enciende en lo mâs hondo de mi corazôn esa llama grande de tu amor para que después no elija nada en la tierra ni nada desee fuera de Ti». Expone a continuaciôn ejemplos de santos, entre ellos San Francisco. 1593 f) «Porque de ellos es el reino de los cielos» «Es conveniente y observa cierta igualdad que los que por amor de Cristo desprecian las riquezas del reino de la tierra sean recompensados con las del reino celestial. Es mâs, despreciando los reinos de abajo los consiguen y dominan, segûn aquello de San Pablo: Como quienes nada tienen, poseyéndolo todo (2 Cor. 6,10)... Escuchad a San Bernardo (cf. Serm. 21 sobre el Cantar de los Cantares): «Bien­ aventurados los pobres de espiritu, porque de ellos es el reino de los cielos. No crean que poseen sôlo las cosas celestiales, porque sôlo escuchen que se les prometen éstas, pues poseen también las terrenas, y en verdad que no teniendo nada y poseyéndolo todo, son tanto mâs senores cuanto menos deseosos». El hombre fiel posee todas las riquezas dei mundo, porque tanto lo prôspero como lo adverso le sirve igualmcnte y se le convierte en bien. Por lo tanto, J. SEC. 5. AUTORES VARIOS. CORNELIO A LAPIDE 887 cl avaro hambrea las cosas terrenas como un mendigo, y el fiel las posce como un dueno; el uno, poseyendo, mendiga, y el otro, desprcciando, atesora. Llâmase reino de los cielos la felicidad celestial en la que los bienaventurados reinan feliclsimos con Dios, llenos de gloria por toda la etemidad. La palabra reino significa: i.° La abundancia de toda clase de bienes existentes en el cielo. 2.° La grandeza de los honores con que los santos son colmados por la Santisima Trini­ dad y los ângeles. 3.0 La dignidad real, puesto que son como reyes que dominan, no a toda Espana, ni aun a toda Asia o toda la tierra..., sino al orbe universal, incluidos los condenados y demonios. Este reino merecieron con su pobreza espiritual». C) ((Bienaventurados los mansos...» a) Mansedumbre 1570 «Unense los mansos con los pobres de espiritu, y con razôn, puesto que los pobres y humildes suelen tener gran mansedumbre... Cristo aqui alude al dicho de David (Ps. 36,11): Los mansos poseerân la tierra y gozarân de gran paz. La mansedumbre, en primer lugar, nos hace gratos a Dios y a los hombres; en segundo lugar nos asemeja a Cristo, que dijo: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazôn (Mt. 11,29). Por ùltimo, nos convierte en mâs aptos para aprender la sabiduria y conseguir los bienes celestiales... Como también dice el Salmo (24,9): Adoctrina a los mansos en su senda». b) Sus GRADOS 1571 «Los grados de mansedumbre y de su consecuente bienaventuranza son: 1.° Hablar a todos con corazôn y palabras mansas. 2.0 Quebrantar la ira ajena con la respuesta blanda. 3.0 Sufrir mansamente las injurias y robos. 4.0 Alegrarse en ellas. 5.0 Vencer la malevolencia de los enemigos y la iracundia con la mansedumbre y los beneficios, hasta conciliârselos como amigos bénéfices». c) «... PORQUE ELLOS POSEERÂN LA TIERRA» «Segùn San Crisôstomo..., aqui se promete la tierra présente..., porque aunque los mansos sean muchas veces oprimidos, sin embar­ go, Dios suele hacer que vivan tranquilos y estables... Pero parece mejor lo que dice San Jeronimo y... de que por tierra ha de entenderse el cielo, que es la patria de los que verdaderamente viven, ya que ésta es la de los que mueren. A cada una de- estas bienaventuranzas se promete el reino de los cielos, pero cada vez con un titulo distinto, a saber, a los pobres 1572 888 TODOS T.OS SANTOS cl nombre de reino, a los mansos con cl de tierra, atendicndo quizâs a que éstos son muchas veces expoliados de sus tineas por los poderosos... Asi lo dice Salmeron». d) 1573 Modos de conseguir la nîansedumbre «Modos de conseguir la mansedumbre son los siguientes: i.° El meditar con frecuencia la dignidad y utilidad, pensando, en cambio, en la indignidad y dano de la ira. 2.0 No decir ni obrar nada cuando se estâ airado, hasta que la ira se amanse... 3.0 El ser de ânimo grande. El principe, segûn Julio César, es superior a todo sûbdito, por lo cual Augusto despreciaba la murmuraciôn, ahrmando que en una ciudad digna las lenguas deben serio. 4.0 El considérer los ejemplos de los mansos para imitarlos, y principalmente el de Cristo, de quien predijo Isaias que seria llevado a la muerte como una oveja (Is. 53,7)». D) «Bienaventurados los que lloran» «Los que lloran, no camalmente, sino con el espiritu, como en todas las bienaventuranzas, esto es, los que lloran, no por la pérdida de riquezas, parientes ni amigos, sino de los bienes espirituales ; lâgrimas santas que se oponen a los que rien y se alegran con las prosperidades mundanas, a los que el mundo aplaude como si fueran felices, mientras que Cristo les amenaza con sus jayl: jAy de vosotros los que ahora reis, porque gemiréis y lloraréis (Le. 6,25), aludiendo a Isaias (55,14). Llâmanse, pues, bienaventurados, en este lugar, los que sufren pacientemente las tristes adversidades enviadas o permitidas por Dios. Son mas bienaventurados aûn los que lloran y gimen sus pe­ cados o los ajenos. Porque ellos serein consolados. Tanto aqui, segûn acaece con frecuencia, como en el futuro, donde sucede siempre. En realidad, la misma compunciôn consuela el ânimo del arrepentido, lo alimenta y restablece, y si hay algûn goce sincero en este mundo, habremos de decir que radica en el aima arrepentida. Pruébalo y lo gustares». 1575 E) ((Bienaventurados los que tienen hambre y sed» San Lucas omite la palabra justicia, y como contrapone a esta bienaventuranza la amenaza contra los que viven hartos, debe entenderse que se trata de hambre y sed real. «Por lo tanto, el primer grado de esta bienaventuranza consiste en tolerar el hambre y sed, nacidas de una pobreza pûblica o privada; el segundo, en tener hambre y sed nacidas dei ayuno voluntario...en tercer lugar, el padecer cârceles con hambre y sed, e incluso morir de ellas, como ha SEC. 5- AUTORES VARIOS. CORNELIO A UPIDB 889 ocurrido a algunos mârtires por Cristo; el cuarto, tener hambre y sed, pero de justicia y de toda clase de virtudes. La justicia puede entenderse aqui por la virtud especial que consiste en dar a cada uno lo suyo, como si dijera: Bienaventurados los que desean se cumpla la justicia, que parece haber abandonado el mundo..., pero debe entenderse, y con mâs razôn, que la justicia significa una virtud general, mâs aûn, la reuniôn de todas las virtudes. Misticamente, tiene hambre y sed de justicia el que tiene hambre y sed de Cristo, al que desea unirse con todo amor. Porque ellos serân hartos. Tanto porque la misma hambre espiritual alimenta y satura..., tanto porque Dios ofrece su gracia con mâs liberalidad al que la desea que a los perezosos, tanto porque en el cielo se les saciarâ toda su hambre con la felicidad y gloria». F) « Bienaventurados los misericordiosos» «Después de la justicia viene la misericordia, porque toda virtud, o es debida, en cuyo caso procede de la justicia, o es indebida y gra­ tuita, naciendo entonces de la misericordia, que es la que templa y endulza la justicia. Los mundanos Haman felices a los que, dando poco, reciben mucho y aumentan asi sus riquezas, mientras que la ensenanza de Cristo, aunque parezca paradoja, es harto verdadera. Mayor dicha es dar que recibir (Act. 20,35)... Existe una ley del taliôn por la que el misericordioso encuentra misericordia, porque todo lo que se hace a un ppbre, Cristo lo considera como hecho a El mismo, razôn por la cual en el dia del juicio... Aqui se promete la misericordia a los misericordiosos, y Cristo mismo se encargarâ de cumplir esa promesa, con mucha frecuencia en esta vida y en la otra siempre. La bienaventuranza celestial que se promete a los pobres bajo el nombre del reino de los cielos, se pro­ mete a los misericordiosos con el nombre de misericordia. Simbôlicamente, a los misericordiosos prométeseles misericordia, esto es, la vision y posesiôn de Dios, cuya naturaleza es la misma misericordia». Después de extenderse sobre la limosna, dice: «La limosna no es sôlo misericordia, sino rédito y usura que paga Dios, quien siem­ pre devuelve mâs de lo que se le debe, pues al que da al pobre, El le darâ recompensa (Prov. 19,6), ya que, como explica San Crisôlogo (cf. Sermôn 42), Dios corne en el cielo el pan que el pobre recibe en la tierra. Dale, pues, pan, dale bebida, si quieres que Dios sea tu deudor y no tu juez». 1576 890 TODOS LOS SANTOS (· •î’ ί|>· ft-'· π· k ; TOPOS LOS SANTOS 900 1594 e) La HEREXCIA DE LOS HIJOS DE DlOS «Pero dcbemos saber muy bien que todos los biencs que Dios promete a los predestinados scrân recibidos conjuntamente con Jesucristo, cuyos intereses no pueden separarse de los de ellos... La herencia nos corresponde porque somos hijos de Dios. Somos hijos de Dios porque somos uno con su Hijo natural, y no pode­ mos participai· de la cualidad de hijos de Dios mâs que por nuestra union con Aquel a quien pertenece principal mente. Por eso Dios enviô dentro de nuestros corazones al Espiritu de su Hijo, que grita: Padre mio (Gai. 4,6). Este Espiritu es uno solo y mismo en Cristo. Por lo tanto, nuestra cualidad de hijos y el derecho a la hcrencia y la nueva vida, en tanto lo tenemos en cuanto que for­ mâmes sociedad con Jesucristo en uno solo». Dios derramô sobre El toda la plenitud, y de esa plenitud recibimos nosotros. 1595 «La vida, pues, que tenemos nosotros es comûn con Jesucristo, ya sea que hablemos de la vida de la gracia o de la gloria, puesto que entre una y otra no existe mâs diferencia que la que hay entre la adolescencia y la edad madura. Una esta consumada, la otra en edad de perfeccionarse, pero la vida es la.misma, y la ùnica distinciôn que encontramos es que en el cielo esta vida puede ejercer mâs libremente sus operaciones gracias a la justa disposiciôn de todos los ôrganos, mier.tras que aqui todavia no son perfectos porque el cuerpo no ha crecido aûn lo debido. Esto es lo que ex­ plica San Pablo: Nuestra vida estâ escondida con Cristo en Dios (Col. 3,3). Ahora, durante nuestra mortalidad, la mayor parte de sus operaciones estâ escondida, la fuerza de este corazôn nuevo no se descubre, pero cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces vosotros os manifestaréis también (Col. 3,3). jOh y qué hermosa serâ la vida de Jesucristo en nosotros cuando se mani­ fieste plenamente, después de que la gracia se haya convertido en gloria, cuando hayamos adquirido la estatura y edad del hombre perfecto y la plenitud dei justo! Por lo tanto, el apôstol San Pablo coloca la vida de la gioria y la de la gracia en Jesucristo, y con toda razôn, porque el sec en el que crecemos debe ser el mismo en quien recibamos la perfect ciôn. Crecemos en Jesucristo, pues debemos consumarnos en Je­ sucristo..., y es tan verdad, que si el comienzo forma ya una uni. dad, la consumaciôn debe hacerla mâs estrecha todavia. Y precisamente porque somos llamados a gozar de la gloria unidos con Cristo poseeremos su mismo reino, para significar lo cual y demostrar su mâs estrecha unidad la Escritura nos dice que nos sentaremos en el mismo trono: Al que vendere le haré sentarse conmigo en mi trono (Apoc. 3,21)». 'Ή f r f *1 ■ i U SEC. 5. f) AUTO R ES VARIOS. BOSSUET GRANDEZA DE LA GLORIA 901 1596 «Para concebir la grandeza de esta recompensa basta pcnsar lo que el Padre debe haber hecho para su Hijo*. jSu Hijo, ùnico par­ ticipe de su divinidad y objeto de sus delicias! Si nosotros somos hijos adoptivos es porque hemos recibido algo del espiritu de ese Hijo, y por ello nos debe la misma predilecciôn que le debicra a El. Jesucristo nos ha asociado a su lucha y triunfo, y de ahi que estemos asociados al amor y al premio que a El le diera su Padre: Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, asi como yo también vend y me senté con mi Padre en su trono (ibid.). Como si dijese: Grandes cosas espero de mi Padre, yo, que derribé a todos mis enemigos, yo, que le conquisté un pueblo nuevo, y de todas estas cosas os haré participes a los que habéis luchado y triunfado conmigo. Su gloria es grande y la harâ nuestra, porque sus intentos son nuestros también. Venciô, pero para nosotros; obedeciô a su Padre para nosotros y hasta el mismo sacrificio lo ofreciô este gran sa­ cerdote para consumarnos en su Padre. Yo me santifico, dice, por ellos, para que todos sean uno como tû en mi y yo en ti, y asi ellos sean también una sola cosa en nosotros (lo. 17,19). Morimos en su muerte, resucitamos en su resurrecciôn, nuestros sufrimientos son una misma cosa con los suyos y su premio sera el nuestro. Las propiedades de su vida se nos comunicarân entonces completamente. La gracia y la nueva vida residen en El, pero solo como en la 159·ϊ parte principal. Y del mismo modo que la vida del corazôn no séria perfecta si no se derramase sobre los miembros, aunque sea cierto que reside principalmente en él, asi también faltaria algo a la nueva vida de Jesucristo si no se esparciese por todos sus miem­ bros... Estropeâis una fuente si le impedis que derrame por todos los arroyos». Todos estos pensamientos son los que expresaba el Senor en la ultima cena cuando queria que fuésemos consumados en uno y todos juntos con El en el Padre, cuando decia que nos daria la misma gloria que el Padre le habia dado a El, para que todos fuésemos uno y asi el mundo conociera que Jesûs habia sido enviado por Dios. «Si un miembro cualquiera fracasa, basta con castigar al jefe, pero si se corona al jefe, es necesario coronar a los miembros, por­ que si no participai! de su gloria, es senal de que la gloria del jefe es bien pequena... La gloria del jefe recae sobre todos los miem­ bros, y la gloria de los miembros vuelve hacia su jefe. Yo soy, dice el Senor, glorificado en ellos; es necesario que ellos sean glorificados en mi, Padre santo, Padre justo, te lo pido». No nos extranemos, pues, del interés que pone Dios en que nuestra gloria sea magnifica. î( H I ' *7 •f· ! Cl 902 TODOS LOS SANTOS 1598 C) Las maravillas de la gloria Dios es infinitamente superior a todos y no puede adquirir otro titulo que el de bienhechor. Todo lo que da es para su gloria, y no sabe tampoco granjear la gloria si no es dândola. Si, pues, todo el mundo lo ordenô a su gloria y el cielo es el fin dei mundo, ( (cf. Schuster, Liber Sacramen­ torum t-9 p.ri4). 1687 e) En nuestros dias «La piedad para con las pobres almas dei purgatorio ha alcanzado en los siglos posteriores un enorme desarrollo, como en general toda la devociôn catôlica, sucediendo en esto lo que con un frondoso ârbol, que cada vez extiende mâs sus ramas, se cubre de hojas y se esmalta de flores. Asimismo, con ocasiôn de la primera gran guerra, cuando las ciudades, por no decir todas las familias, se vefan en el trance de tener que llorar a sus propios difuntos, Benedicto XV hizo extensivo a toda la Iglesia catôlica un privi­ legio que en otro tiempo Benedicto XIV habia concedido a los Estados sujetos a la corona de Espana: el de que todo sacerdote pudiera celebrar très misas en sufragio de los difuntos el dia 2 de noviembre. Pero en la mente del otorgante influyeron otras razones, ademâs de la inûtil mortandad, segûn él llamô a aquella cruel guerra. La piedad de los antepasados habia dotado ricamente altares, iglesias y cabildos, para que después de su muerte el alma dei piadoso donante se beneficiase con la aplicaciôn de la misa. Mas habiendo la revoluciôn y la confiscaciôn de los bienes eclesiâsticos disipado las mâs de las veces aquellos legados, aquel gran Pontifice se consideraba obligado, a causa de la miseria a que entonces se veia reducido el clero, a dispensar a cabildos, a comunidades religiosas y a simples sacerdotes de la carga de esos antiguos legados de misas, que resultaban insolventes. cQué hizo entonces Benedicto XV? Habituado como estaba a la usanza litürgica de Espana, desde el tiempo en que habia estado en aquella nunciatura pontificia con el difunto cardenal Rampolla del Tindaro, autorizô a todos los sacerdotes para celebrar très veces la misa en la Conmemoraciôn de los Fieles Difuntos. Las condiciones fueron las siguientes: uno de estos sacrificios podia ser ofrecido segûn la intenciôn particular del celebrante; mas los otros dos quiso el papa que se celebrasen, el uno por todos los fieles difuntos en general, y el otro para satisfacer por un enorme cûmulo de legados de misas que habian resultado insolventes a causa de las confiscaciones. En la actual-disciplina eclesiâstica, esta poliliturgia del 2 de noviembre constituye un privilegio mâs bien ûnico que raro, que equipara en cierto modo la Conmemoraciôn de Todos los Fieles Difuntos al mismo santo dia de Navidad. Es el verdadero natalicio de las almas purgantes» (cf. Schuster, Liber Sacramentorum t.g p.i 15-116). Puede apreciarse, segûn la anterior nota histôrica, la gran importancia que se ha dado a la misa por los difuntos. Santo Tomâs demuestra teolôgicamente que es el principal sufragio (cf. infra, sec.IV). Incumbe, por tanto, al predicador formar la piedad de los fieles para con los difuntos, de modo que no sea excesivamente sentimental ni consuma grandes cantidades en adornos de sepulcros que sirven a veces para consuelo, a veces para vanidad de los vivos mâs que para provecho de los difuntos. A éstos beneficia, en cambio, la misa, las limosnas y todo género de obras caritativas. SEC. f) 2. COMENTARIOS GENERALES 949 Ideas que se deducen de las fôrmulas litûrgicas 1688 Esta idea, como la del purgatorio y el cielo, la de la resurrecciôn y descanso de los muertos, etc., puede sacarse de las formulas litûrgicas, ver­ dadero tesoro de profundidad teolôgica, ternura y consuelo. Y debieran predicarse con frecuencia al pueblo que manifiesta su fe en torno a los muertos. No sabemos por qué el dia de difuntos se omite la predicaciôn, siendo asi que en muchos lugares este es el ùnico dia en que algunos pisan la iglesia. Un movimiento muy laudable se observa en pro de la predicaciôn en este dia, y no sôlo en los templos, sino también en el cementerio. Mâs aûn, en muchas parroquias, los sacerdotes han introducido la costumbre de decir unas palabras en los funerales y aniversarios, lo cual, ademâs de lauda­ ble, es muy provechoso. ” ■*· SECCION 111. I. SANTOS PADRES SAN AGUSTIN Sufragios por los difuntos A) De las sepulturas y sufragios por los difuntos Extracto del libro De cura pro mortuis. Es un librito dirigido a San Paulino de Nola, en el que explica que a los muertos no les aprovecha nada que sus cuerpos sean sepultados o no, aunque debe hacerse, por procéder de un afecto humano natural y excitar a orar por ellos (cf. PL 40,591-610). a) •1 il InFLUJO DE LOS MÉRITOS ANTERIORES SOBRE LOS SUFRAGIOS ♦Hace tiempo que le debo a vuestra santidad, venerable coepiscopo Paulino, una respuesta a la carta que me enviaste... preguntândome si aprovecharia a alguien el que su cuerpo fuese sepultado cerca dei monumento de algûn mârtir» (cf. i : 592). «Una de las cosas que te mueve a dudar es la oposiciôn que parece existir entre las costumbres de la Iglesia y la frase de San Pablo de que nos presentemos ante Dios y no nos aprovecharâ mâs que los méritos que hayamos contraido en vida (2 Cor. 5,10). Esta cuestiôn se resuelve recordando que mientras vivimos en este cuer­ po es nuestra propia conducta la que decide si todas estas cosas nos aprovecharân o no cuando seamos ya difuntos, y asi resulta que segûn lo que hayamos obrado viviendo en came mortal nos servirâ o no de ayuda cuanto religiosamente se haga después por nosotros. En efecto, hay algunos a los cuales no les aprovecha para nada, sea porque llegaron a tal nûmero sus deméritos que son indignos de que les sirva de ayuda, sea porque fueron tan buenos que no necesitan de ninguna. Asi, pues, la clase de vida que se ha llevado en este mundo es la causa de que aproveche o no aproveche lo que se les ofrece piadosamente una vez que han abandonado su cuerpo. Porque, en realidad, si en esta vida no merecieron en forma alguna que les aproveche, inûtilmente lo buscarân después. Esta es la causa SEC. 3. SS. PADRES. SAN AGUSTIN 951 de que la Iglesia no ofrezca en balde sus cuidados religiosos por los difuntos y de que, sin embargo, Dios dé a cada uno segûn las obras buenas o malas que ejecutô en su cuerpo» (cf. 2: 593). b) Razôn de la honrosa sepultura cristiana 1690 Aunque el libro de los Macabeos (2,12-43) no alabase el cuida­ do tenido con los cuerpos de los difuntos y las oraciones ofrecidas, tendrlamos, sin embargo, la costumbre de la Iglesia universal... A las aimas no les molesta que sus cuerpos hayan sido o no sepultados. «La tierra no cubriô muchos cuerpos de cristianos y, no obstante, ninguno de ellos fué separado del cielo o de la tierra que llena por completo con su presencia aquel que sabe de dônde ha de resucitar a sus criaturas. Las exequias son mâs bien un consuelo «Por lo tanto, todas estas cosas, como los funerales, la clase de sepultura, la pompa de las exequias, son mâs bien un consuelo para los vivos que una ayuda para los muertos. Si al impio le sirviera de algo su magnifica sepultura, le perjudicaria al piadoso el no tenerla o tenerla pobre. Preclaras fueron delante de los hombres las exequias que a aquel rico y purpurado le ofreciô la multitud de sus domésticos. Pero mucho mâs hermosas fueron ante el Senor las que ofrecieron los ângeles a aquel pobre lleno de llagas, al que no condujeron a un tumulo de mârmol, sino al seno de Abrahân». Hasta los mismos filôsofos paganos despreciaron los soberbios panteones» (cf. ibid., 3 y 4: 593)· 2. No han de ser menospreciados los restos mortales «Sin embargo, los cuerpos de los difuntos no han de ser menospreciados ni arrojados de cualquier manera, sobre todo si pertenecen a justos y fieles, porque el Espiritu Santo los ha sabido usar como ôrganos para toda clase de obras buenas. Si un vestido patemo, o un anillo, o cualquier otra cosa de este jaez es tanto mâs querida para sus descendientes cuanto mayor era el carino que le ténia, con mucha mâs razôn habrâ de cuidar de unos cuerpos a los que estuvieron unidos mucho mâs intima y familiarmente que con cualquier vestido. Estas cosas no son adornos ni ayudas que nos hayan sido anadidas extrinsecamente, sino que brotan de la misma naturaleza humana». Por eso los antiguos se cuidaron de las sepulturas y exequias y encargaron a sus hijos que trasladasen sus cuerpos, y Tobias, enterrando los cadâveres, mereciô que Dios lo alabase, y el mismo Senor alabô a la mujer que derramô sobre él un ungüento como anunciando su prôxima sepultura. «To­ dos estos ejemplos no tjuieren significar que los cadâveres sientan algo todavia, sino que nos habian de la providencia de Dios (a quien Uc ; » * 1691 ■ 952 CON’MEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS le agrada este oficio de la piedad), y al cual pertenece cl cuidado de unos cuerpos de cuva resurrecçiôn nos habia la fe. Aprendamos ademâs y muy saludablemente cual sera el premio de la limosna entregada al que vive y siente, si no se pierde ante Dios ni aun siquiera lo que se ejecuta cuidadosamente con los miembros exânimes de un hombre» (cf. ibid., 5: 595). 1693 3. Un recto afecto humano «Igualmente indica un recto afecto humano el preocuparse de enterrar los cuerpos cerca de los monumentos de algùn santo, puesto que si es oficio de la religion cuidar que se entierren, también habrâ de serlo preocuparse del lugar en que serân enterrados. Sin embar­ go, en todas estas cosas que sirven de consuelo a los que viven y con las cuales manifiestan el ânimo piadoso hacia los suyos, no veo otra ayuda para los muertos, sino el hecho de que al visitar los lugares donde han sido depositados los cuerpos que amaban, se acuerdan también de rezar por ellos ante los santos bajo cuya protecciôn los sepultaron. Podian hacerlo, ciertamente, aunque no los hubieran enterrado alli, pero eso es precisamente lo que quiere significar el nombre de memoria y monumento que damos a los sepulcros... Pues el sentido de la palabra memoria es bien claro y el de monu­ mento viene de avisar a la mente (moneat mente)». Viendo asi el se­ pulcro de un familiar nuestro junto al de un mârtir, nos es mâs fâcil encomendarle a este santo. 1694 4. Oraciones por sus aimas «Pero aun cuando nos fuera imposible inhumarlos en lugares parecidos, no por ello estamos excusados de dirigir por sus aimas las oraciones que la Iglesia ofrece de un modo general, y aun omitiendo los nombres, por todos los que han muerto en su cristiana y catôlica comuniôn, para que si algunos careciesen de padres, hijos, parientes y amigos, se acuerde por lo menos de ellos la piadosa ma­ dré comûn. Y si faltaren las oraciones procedentes de la piedad y el amor, paréceme que de nada les serviria a las aimas el lugar, cualquiera que fuere, en que sus cuerpos hubiesen sido sepultados» (cf. ibid., 6: 596). «Lo que ayuda al alma del difunto no es el lugar donde esté su cuerpo muerto, sino el afecto de su madré que se despierta ante el recuerdo del lugar de la sepultura; ésta es la que hace recordar quién es el recomendado y a quién se le recomienda. Ocurre exactamente igual que a los que oran cuando acompasan los movimientos de su cuerpo con sus sûplicas, arrodillândose, extendiendo las manos, prosternândose en el suelo o ejecutando acciones parecidas, porque aunque su voluntad invisible y la intenciôn de su corazôn sea bien conocida de Dios, que no necesita de taies signos para penetrar en el interior del hombre, sin ejnbargo, éste se excita a orar y gémir mâs humilde y fervientemente con todas estas cosas. SEC. 3. SS. l'ADRF.S. SAN AGUSTÎN 953 No sé de qué manera ocurre, siendo asi que estos movimientos corporales proceden ya de un estado de ânimo, pero lo cierto es que el mismo ânimo invisible se excita y aumenta con las obras exteriores de forma tal que le sirven de pâbulo las mismas acciones a que él diô origen». Claro estâ que el que no pudiere mover sus miembros en la oraciôn, deberâ, sin embargo, orar, y del mismo modo el que no pueda ofrecer a sus difuntos ningunade estas senales exteriores, debe ofrecer lo principal, que es la oraciôn» (cf. ibid., 7· 596). Cuando estamos vivos nos preocupamos ya, y no con mucha razôn, de lo que se harâ con nuestro cuerpo muerto. «Y puede asustarse, entristecerse vivo, sobre lo que no ha de sentir cuando esté muerto». B) ^Conocen los difuntos lo que posa en la tierra? 1695 Se pregunta San Agustîn sobre si los difuntos se aparecen, y después de hablar de antiguas fâbulas, de admitir casos de alguna que otra apariciôn y distinguirlos de los suenos de los frenéticos, afirma que los muertos en la otra vida no saben sino por revelacion especial lo que ocurre en ésta. Transcribimos unas frases sentidisimas que tiene sobre su madré. «Reciba cada uno como le parezea lo que voy a decir. Si las ai­ mas de los muertos estuviesen en medio de nuestros asuntos y fuera cierto que cuando los vemos en suenos nos estuvieron hablando ellos en realidad, omitiendo otras cosas os diria que a mi no me hubiera abandonado ni una sola noche aquella amante madré que me seguia por tierra y por mar para vivir siempre conmigo. ( — Lugar de la sepultura ♦No recuerdo yo bien qué respondi a esto; pero si que apenas pasados cinco dias o no muchos mâs, cayô con fiebres. Y estando enferma tuvo un dia un desmayo, quedando por un poco privada de los sentidos. Acudimos corriendo, mas pronto volviô en si, y viéndonos présentés a mi y a mi hermano, dijonos como quien pregunta algo: «èDônde estaba?» Después, viéndonos atônitos de tristeza, nos dijo: «Enterrais aqui a vuestra madré». Yo callaba y frenaba el llanto, mas mi hermano dijo no sé qué palabras, con las que parecia desearle como cosa mâs feliz morir en la patria y no en tierras tan lejanas. Λ1 oirlo ella reprendiôle con la mirada con rostro afligido por pensar talcs cosas ; y mirândome después a mi, dijo: «jMiralo que dice!» Y luego, dirigiéndose a los dos, aôadiô: «Enterrad este cuerpo en cualquier parte, ni os preocupe mâs su cuidado ; solamente os ruego que os acordéis de mi ante el altar del Senor doquiera que os hallareis». Y habiéndonos explicado esta determinaciôn con las palabras que pudo, callô, y agravândose la enfermedad, entrô en la agonia. Mas yo, joh Dios invisible!, meditando en los dones que tû infundes en el corazôn de tus fieles y en los frutos admirables que de ellos nacen me gozaba y te daba gracias, recordando lo que sabia del gran cuidado que habia tenido siempre de su sepulcro, adquirido y preparado junto al cuerpo de su marido. Porque asi como habia vivido con él concordisimamente, asi queria también—cosa muy propia dei alma humana, menos deseosa de las cosas divinas—tener aquella dicha y que los hombres recordasen como después de su viaje transmarino se le habia concedi do la gracia de que una misma tierra cubriese el polvo conjunto de ambos cônyuges. Ignoraba yo también cuando esta vanidad habia empezado a dejar de ser en su corazôn por la plenitud de tu bondad; alegrâbame sin embargo, admirando que se me hubiese mostrado asi, aunque ya en aquel nuestro discurso de la ventana me pareciô no desear morir en su patria al decir: «<;Qué hago ya aqui?» También oi después que, estando yo ausente, como cierto dia conversase con unos amigos mios con maternai confianza sobre el desprecio de esta vida y el bien de la muerte estando ya en Ostia, y maravillândose ellos de tal fortaleza en una mujer—porque tû se la habias dado—, le preguntasen si no temeria dejar su cuerpo tan lejos de su ciudad, respondiô: «Nada hay lejos para Dios ni hay que temer que ignore al fin dei mundo el lugar donde estoy para resucitarme». Asi, pues, a los nueve dias de su enfermedad, a los cincuenta y seis de su edad y treinta y très de la mia, fué libertada del cuerpo aquella alma religiosa y pia» (cf. o.c., c.i i : BAC, p.689). SEC. 3- c) SS. PADRES. SAN AGUSTIN Dolor de Agustin 957 1701 «Cerraba yo sus ojos, mas una tristeza inmensa afluia a mi co­ razôn, y ya iba a resolverse en lâgrimas cuando al punto mis ojos, al violento imperio de mi aima, resorbian su fuente hasta secarla, padeciendo con tal lucha de modo imponderable. Entonces fué cüando, al dar el ùltimo suspiro, el nino Adeodato rompiô a llorar a gritos; mas reprimido por todos nosotros callô. De ese modo era también reprimido aquello que habia en mi de puéril y me provocaba el llanto, con la voz juvenil, la voz del corazôn, y callaba. Porque juzgâbamos que no era conveniente celebrar aquel entierro con quejas lastimeras y gemidos, con los cuales se suele frecuentemente deplorar la miseria de los que mueren o su total extinciôn; y ella ni habia muerto miserablemente ni habia muerto del todo; de lo cual estâbamos nosotros seguros por el testimonio de sus costumbres, por su fe no fingida y otros argumentes ciertos. (Ύ qué era lo que interiormente tanto me dolia sino la herida reciente que me habia causado el romperse repentinamente aquella costumbre dulcisima y carisima de vivir juntos? Cierto es que me llenaba de satisfacciôn el testimonio que habia 1702 dado de mi, cuando en esta su ùltima enfermedad, como acariciândome por mis atenciones con ella, me llamaba piadoso y recordaba con gran afecto de carino no haber oido jamâs salir de mi boca la mener palabra dura y contumeliosa contra ella. Pero iqué era, Dios mio, Hacedor nuestro, este honor que yo le habia dado en comparaciôn de lo que ella me habia servido ? Por eso, porque me veia aban­ donado de aquel tan gran consuelo suyo, sentia el aima herida y despedazada mi vida, que habia llegado a formar una sola con la suya. Reprimido, pues, que hubo su llanto el nino, tomô Evodio un· salterio y comenzô a cantar—respondiéndole toda la casa—el salmo Misericordia y justicia te cantaré, Senor (Ps. ioo). Enterada la gente de lo que pasaba, acudieron muchos hermanos y religiosas mujeres, y mientras los encargados de esto preparaban las cosas de costum­ bre para el entierro, yo, retirado en un lugar adecuado, junto con aquellos que no habian creido conveniente dejarme solo, disputaba con ellos sobre cosas propias de las circunstancias, y con este lenitivo de la verdad mitigaba mi tormento, conocido de ti, pero ignorado de ellos, quienes me oian atentamente y me creian sin sentimiento de dolor. Mas en tus oidos, en donde ninguno de ellos me oia, increpaba yo la blandura de mi afecto y reprimia aquel torrente de tristeza, que cedia por algùn tiempo, pero que nuevamente me arrastraba con su impetu, aunque no ya hasta derramar lâgrimas ni mudar el semblante; sôlo yo sabia lo oprimido que ténia el corazôn. Y como me desagradaba sobremanera que pudiesen tanto en mi estos sucesos humanos, que, forzosamente han de suceder por el orden debi- «I ’•N λ ; do y por la naturaleza de nuestra condiciôn, me dolia de mi dolor con nuevo dolor y me atormentaba con doble tristeza. 1703 Cunado llegô el momento de levantar el cadâver acompanâmosle y volvimos sin soltar una lâgrima. Ni aun en aquelias oraciones que te hicimos, cuando se ofrecia por ella el sacrificio de nuestro rescate, puesto ya el cadâver junto al sepulcro antes de ser depositado, como suele hacerse alli, ni aun en estas oraciones, digo, lloré, sino que todo el dia anduve interiormente muy triste, pidiéndote, como podia, con la mente turbada, que sanases mi dolor; mas tû no lo hacias, a lo que yo creo, para que fijase bien en la memoria, aun por solo este documento, que fuerzas tiene la costumbre aun en aimas que no se alimentan ya de vanas palabras. Asimismo me pareciô bien tomar un bano, por haber oido decir que el nombre de bano (balneo, en latin) venia de los griegos, quienes le llamaron Balanion (= arrojar), por creer que arrojaba del aima la tristeza. Mas he aqui—lo confieso a tu misericor­ dia, joh Padre de los huérfanos!—que habiéndome banado me hallé después del bano como antes de banarme. Porque mi corazôn no trasudô ni una gota de la hiel de su tristeza. Después me quedé dormido; desperté, y hallé en gran parte mitigado mi dolor; y estando solo como estaba en mi lecho, me vinieron a las mentes aquellos versos veridicos de tu Ambrosio. Porque Tu eres, Dios, creador de cuanto existe, dei mundo supremo gobernante, que el dia vistes de luz brillante, de grato sueno la noche triste; a fin de que a los miembros rendidos el descanso al trabajo prepare, y las mentes cansadas repare, ÿ los pechos de pena oprimidos. 1704 Mas de aqui poco a poco tornaba el pensamiento de antes sobre tu sierva y su santa conversaciôn, piadosa para contigo y santamente blanda y morigerada con nosotros, de la cual sùbitamente me vêla privado. Y senti ganas de llorar en presencia tuya por causa de ella y por ella y por causa mia y por mi. Y solté las riendas a mis lâgrimas, que tenia contentdas, para que corriesen cuanto quisieran, extendiéndolas yo como un lecho debajo de mi corazôn; el cual descanso en ellas, porque tus oidos eran los que alli me escuchaban, no los de ningùn hombre que orgullosamente pudiera interpretar mi llanto. Y ahora, Senor, te lo confieso en estas lineas: Léalas quienquiera e interprételas como quisiere, y si hallare pecado en haber llorado yo a mi madré la exigua parte de una hora, a mi madré muerta enfonces a mis ojos, ella que me habia llorado tantos anos para que yo viviese a los tuyos, no se ria; antes, si es mucha su ca­ ridad, llore por mis pecados delante de ti, Padre de todos los her­ manos de tu Cristo» (cf. o.c., 12: BAC, ibid., p.692). SEC. 3. cl) SS. PADRES. SAN AGUSTIN Oraciôn por su madré 959 1705 «Mas sanado ya mi corazôn de aquella herida, en la que podia reprocharse lo carnal del afecto, derramo ante ti, Dios nuestro, otro género de lâgrimas muy distintas por aquella tu sierva: las que brotan del espiritu conmovido a vista de los peligros que rodean a toda aima que muere en Adân. Porque, aun cuando mi madré, vivificada en Cristo, primero de romper los lazos de la came viviô de tal modo que tu nombre es alabado en su fe y en sus costumbres, no me atrevo, sin embargo, a decir que desde que fué regenerada por ti en el bautismo no saliese de su boca palabra alguna contra tu precepto. Porque la Verdad, tu Hijo, tiene dicho: Quien llamare a su hermano necio serâ reo del fuego del infierno (Mt. 5,22); y jay de la vida de los hombres, por laudable que sea, si tû la examinas dejando a un lado la misericordia! Mas porque sabemos que no escudrinas hasta lo ûltimo nuestros delitos, vehemente y confiadamente esperamos ocupar un lugar contigo. Porque quien enumera en tu presencia sus verdaderos méritos, 5 I Λ paiûhrn At SECCION IV. TEOLOGOS SANTO TOMAS DE AQUINO La Conmemoraciôn de los Fieles Difuntos La doctrina teolôgica acerca de los sufragios es de excepcional trascendencia para el predicador, y no solamente para el dia de difuntos, sino para explicar también a los fieles en los funerales o misas. La tomamos de la Suma Teolôgica, anteponiendo unos pârrafos acerca de los lugares de las aimas después de la muerte. 1710 A) Cinco mansiones de las aimas después de la muerte «Las moradas de las almas se distinguen segun los diversos estados de estas. El aima unida al cuerpo mortal tiene un estado de merecer; pero salida del cuerpo se halla en estado de recibir por sus méritos el bien o el mal. Por lo tanto, después de la muerte se halla en estado de recibir el premio final o en un estado por el cual es impedida de este premio. Si se halla en el estado de recibir la retribuciôn final, esto sucede de dos modos: o en cuanto al bien, y asi es el paraiso, o en cuanto al mal, y asi por razôn de la culpa actual es el infierno, y por razôn del pecado original es el Hmbo de los niüos. Pero si se halla en el estado por el cual es impedi­ da de conseguir la retribuciôn final, o esto es a causa dei defecto de la persona, y entonces es el purgatorio, en el que son detenidas las aimas para que no consigan inmediatamente el premio, a causa de los pecados que cometieron; o por ei defecto de naturaleza, y asi es el limbo de los Padres, en el que eran detenidos antes de la consecuciôn de la gloria por causa del reato de la humana natu­ raleza, que aûn no habia podido ser expiado * (cf. Suppl, q.69 a.7 c). B) 17Π Las obras de uno pueden aprovechar a otro en virtud de la comuniôn de los santos a) No POR VÎA DE MÉRITO *E1 mérito se basa en la justicia. Debe afirmarse, por tanto, que la obra de una persona de ningûn modo puede valer a otra persona para conseguir un estado por la via del mérito, como si por mis obras personales mereciesc otro hombre la vida eterna. Porque el premio de la gloria se da segùn la medida del que lo recibe; y cada cual se halla dispuesto en virtud de sus propios actos, no en virtud de los ajenos; por disposiciôn entiende aqui lo que hace digno de una recompensa» (cf. Suppl, q.71 a.i c). b) Sino por via de oraciôn «La oraciôn, en cambio, se apoya en la misericordia, porque cl que ora obtiene lo pedido en virtud solamente de la liberalidad de aquel al que se ruega... Por la via de la oraciôn, también en cuanto a la consecuciôn del estado, la obra de uno puede valer a otro mientras éste vive en el mundo, como cuando un hombre logra para otro la primera gracia. Porque como la sùplica de la oraciôn se ajusta a la liberalidad de Dios, a quien se ora, esta süplica puede extenderse a todas las cosas que estân sometidas ordenadamente a la potestad divina» (cf. ibid.). c) Por 4 la union en la caridad, el mérito es provechoso a otros 17 u «Pero en cuanto a lo que es consecuencia o elemento accesorio del estado, la obra de uno puede valer a otro no solo por via de la oraciôn, sino también por la via del mérito. Esto tiene lugar de dos maneras: primera, por la comunicaciôn en la raiz de la obra, que es la caridad en las obras meritorias; y por esto todos los que estân unidos entre si por la caridad reportan alguna v.entaja de las mutuas obras; pero segùn la medida del estado de cada uno, puesto que también en el cielo cada cual se regocijarâ de los bienes de otro; y de aqui proviene el articulo de la fe referente a la comu­ niôn de los santos» (cf. ibid.). d) Por la intenciôn del que obra, el mérito ayuda a otros 1714 La obra de uno puede también ayudar o aprovechar a otro «en virtud de la intenciôn del que obra, el cual hace especialmente algunas obras para que aprovechen a otros individuos. Por lo cual estas obras se hacen en cierto modo propias de aquellos por quienes se hacen, como si fueran otorgados a ellos por el que las hace; y, en su consecuencia, pueden servir a los primeros para cumpli­ miento de satisfacciôn o para otra cosa semejante que no cambie ’ el estado» (cf. ibid.). F 964 tOX.Mh.MoKKloX J.» C) 1715 MhLhb IMKJNTOS No es contrario a la justicia que lo de uno aproveche a otros *La obra hecha a favor de alguien se hace propia de aquel en cuvo favor se hace, e igualmente la obra del que estâ unido conmigo es también en cierto modo obra mia. Por consiguiente, no es contr rio a la divina justicia el que uno perciba el fruto de las obras he-'has por el que esta unido con él por medio de la caridad o de las obras hechas en su favor. También sucede segûn la justicia hi mana que la satisfacciôn de uno sea aceptada por la de otro» (cf. Suppi, q.71 a.i ad 2). 1716 D) Los muertos pueden ser ayudados por los vivos «La caridad, que es el vinculo que une a los miembros de la Iglesia, no solamente se extiende a los vivos, sino también a los muertos que mueren en la caridad; porque la caridad no acaba cuando acaba la vida del cuerpo: La caridad nunca perece (1 Cor. 13, 8). De modo parecido también los muertos viven en la memoria de los hombres que existen. Y por esto la intenciôn de los vivos puede dirigirse a los ya muertos, y en este sentido los sufragios de los vivos aprovechan a los muertos, como también a los vivos, ya por la union de la caridad, ya por la intenciôn dirigida en su favor. Sin embargo, no debe creerse que los sufragios de los vivos tengan tanto valor que cambie en los muertos el estado de la mi­ seria en estado de felicidad, o viceversa, sino que sirven para la disminuciôn de la pena o algo semejante que no cambie el estado de los muertos» (cf. Suppl. q.71 a.2 c). E) Los sufragios de los pecadores por los difuntos a) Tienen valor en si mismos «En los sufragios realizados por los pecadores pueden considerarse dos cosas. Primera, la misma obra ejecutada, como por ejemplo el sacrificio del altar. Y como nuestros sacramentos tienen eficacia por si mismos, prescindiendo de la obra del que los ejecuta, y producen igualmente su efecto sea quien sea el que los haga en este sentido, los sufragios hechos por los pecadores aprovechan a los difuntos» (cf. Suppl. q.71 a.3 c). SEC. 4. b) TEÔI.OGO3. 3ΛΝΤΟ TOMÂS 965 No LO TIENEN EN CUANTO OBRA DE UN PECADOR 1718 «Segunda cosa, en cuanto a la obra dei operante: y en este sen­ tido hay que distinguir, porque la operaciôn del pecador que hace sufragios puede ser considerada de un modo como obra suya per­ sonal, y de esta manera no puede ser meritoria en modo alguno para si ni para los otros» (cf. ibid.). c) A MENOS QUE EL PECADOR REPRESENTE A LA IGLESIA 1719 Pero podemos considerar que «el pecador al hacer los sufra­ gios représenta a la persona de la Iglesia, como el sacerdote cuando recita las exequias de los muertos en la iglesia; y, puesto que se entiende que lo hace aquel en cuyo nombre o voz se hace, como consta por San Dionisio (cf. De eccl. hier, c.13 § 4: PG 3,305), de ahi es que los sufragios de tal sacerdote, aunque sea pecador, aprovechen a los difuntos» (cf. ibid.). d) O QUE EL PECADOR SEA INSTRUMENTO O MANDATARIO DE UN JUSTO 1720 Puede la obra del pecador aprovechar también a los difuntos «cuando obra como instrumento de otro, porque la obra dei instru­ mento pertenece en sentido mâs propio al agente principal. Por lo cual, aunque aquel que obra como instrumento de otro no se halle en estado de merecer, su acciôn, sin embargo, puede ser meritoria por razôn del agente principal, como si él siervo estando en pecado hace alguna obra de misericordia por mandato de su dueno, que tiene caridad. Por consiguiente, si alguno, muriendo en caridad, manda que se le hagan sufragios, u otro que vive en caridad ordena que se hagan, estos sufragios sirven al difunto aunque aquéllos que los hacen estén en pecado. Sin embargo, mayor seria su valor si éstos estuviesen en caridad, porque enton­ ces aquellas obras serian meritorias por las dos partes» (ibid.). F) Los sufragios no aprovechan a los condenados «Los condenados en el infierno se hallan fuera del vinculo de la caridad, segùn la cual las obras de los vivos son provechosas para los difuntos. Ademâs, los condenados han llegado totalmer.te al termino de su vida, recibiendo la ùltima retribuciôn por sus méiitos, como por su parte también los santos que estân en el c elo. Pues lo que queda todavia de la pena o de la gloria del cuerpo no les atribuye la condiciôn de viadores, ya que la gloria como igualmente la miseria de los condenados consiste esencial y radicalmente en el aima. Y, por consiguiente, no puede disminuirse la pena de los condenados, como no puede ser aumentada la gloria de los santos en cuanto al premio esencial. 1721 f . il .· • Sin embargo, podia sostcncrse en cierto senti do el modo que algunos establcccn para explicar cômo los sufragios aprovechan a los condenados, como si se afirma que no les aprovechan en cuanto a la disminuciôn o interrupciôn de la pena, ni tampoco en cuanto a la disminuciôn de la sensaciôn de ésta, sino que con estos sufra­ gios se les sustrae solamente alguna materia de dolor que podrla existir en cllas, si sc vieran de tai modo dcspreciados que no se tuviese por ellos cuidado alguno; materia de dolor que se les sustrae cuando se hacen por ellos sufragios. Pero esto no puede aceptarse tampoco como norma comiin; porque, como dice San Agustin en el libro sobre El cuidado de los muertos (cf. c.13: PL 40,605), afirmaciôn que se realiza principalmente en los condenados, «alli estân los espiritus de los difuntos donde no ven las cosas que se hacen o suceden.cn esta vida a los hombres*. Por consiguiente, ignoran cuândo se hacen por ellos los sufragios, a menos que excepcional mente se les dé divinamentc este remedio a algunos condenados, lo cual es de todo punto incierto. Por lo tanto, es mâs scguro decir simplementc que los sufragios no aprovechan a los condenados ni la Iglesia prétende orar por ellos, segûn es notorio por las autoridades aducidas* (cf. Suppl. 1< G) 1722 Son utiles a las almas del purgatorio •La pena del purgatorio sirve para suplir la satisfacciôn que no habia sido plenamente consumada en el cuerpo. Y como las obras de una persona pueden servir a otra para satisfacer, ya esté viva, ya esté muerta, no hay duda que los sufragios hechos por los vivos aprovechan a los que estân en el purgatorio» (cf. Suppl, q.71 1723 H) Aprovechan mas, como satisfacciôn, a aquel por quien se ofrecen •El valor de los sufragios puede ser considcrado de dos maneras. En primer lugar, por la virtud de la caridad, que hace comunes todos los bienes, y en este sentido valen mâs para aquel que esté mâs lleno de caridad, aunque no se hagan especialmente por él. De esta mancra el valor de los sufragios se considera mâs segûn una cierta consolaciôn interior y segûn el deleite que experimenta ei que tiene caridad por los bienes de otro después de la muerte que en cuanto a la disminuciôn de la pena; porque después de la muerte no hay lugar para adquirir gracia o para aumentarla, para lo cual nos valen en la vida las obras de otros por la virtud de la caridad. ~ fwimni· CONVENOR U'h'lS I» !.«>:» HI.1J·..·» UtFtMTOS &6ti ·*· rr SBC. 4. TBÔLOOOS. SANTO ÎOMÂS M7 En segundo lugar, valen los sufragios en virtud de la intenciôn con que uno los aplica a otro, Y en este sent i do la satisfacciôn de uno se computa a otro; asi es indudable que valen mâs para aquel por quien se hacen. Mâs aûn, valen sôlo para él; porque la satis* fdcciôn estâ ordenada propiamente a la remisiôn de la pena. Por consiguiente, en cuanto a la remisiôn de la misma aprovecha en especial el sufragio a aquel por quien se hace» (cf. Suppl, q.71 a.iz c) I) Y mâs si se ofrecen por uno solamente 1724 •Si el valor de los sufragios se considera segûn lo que valen en virtud de la caridad que une a los miembros de la Iglesia, los sufragios hechos por muchos difuntos aprovechan a cada uno de ellos especialmcnte ; porque la caridad no disminuye al dividirse su efecto entre muchos, antes por el contrario se aumenta mâs. Del mismo modo que el gozo, cuanto es mayor el numero de los s j :tos que participan en él, tanto mayor se hace, como dice San Agus­ tin (cf. Confess. 8,4: PL 32,752). Y asi de una obra buena son mu­ chos los que se alegran en el purgatorio y no uno solo. Pero si se considera el valor de los sufragios en cuanto son ciertas satisfacciones aplicadas por la intenciôn del que las hace a los muertos, entonces vale mâs el sufragio hecho particularmente en favor de un difunto que el que se hace en comûn por él y por otros ' muchos, porque de esta manera el efecto de los sufragios se divide por divina justicia entre aquellos por quienes se hacen los sufra­ gios. Por lo cual es évidente que esta cuestiôn depende de la pri­ mera, y de esto se deduce claramente la causa por la cual se ha instituido que se hagan en la Iglesia sufragios especiales» (cf. Suppl. J) Principales sufragios en particular a) La misa y la comuniôn ♦Los sufragios de los vivos aprovechan a los muertos por la uniôn que éstos tienen con los vivos en virtud de la caridad y por la intenciôn de los vivos aplicada a los difuntos. Y, por tanto, se dirigen principalmente a ayudar a los muertos aquellas obras que pertenecen primordialmente a la comunicaciôn de la caridad o la direcciôn de la intenciôn hacia otros. Ahora bien, a la caridad pertenece principalmente el sacramento de la Eucaristia, puesto que es el sacramento de la uniôn eclesiâstica, que contiene a aquel en el cual toda la Iglesia se une y se consolida, esto es, Cristo. De donde se sigue que la Eucaristia es como un cierto origen o vinculo de caridad» (cf. Suppl, q.71 a.9 c). ' 1725 ■ t ; 968 1726 CONMEMORACIÔN DH LOS FlhLBb DIFUNTOS b) Las limosnas «Entre los efectos de la caridad, el mâs importante son las li­ mosnas. Y asi estas dos cosas por parte de la caridad ayudan principalmente a los muertos, es decir, el sacrificio de la Iglesia y las limosnas» (cf. ibid.). c) Las oraciones «Pero de parte de la intenciôn dirigida hacia los difuntos tiene un valor especial la oraciôn, porque esta, por su misma esencia, no sôlo dice relaciôn al que ora, como todas las demâs obras, sino que implica una relaciôn mâs directa con aquel por quien se ruega» (cf. ibid.). d) Resumiendo ♦Por tanto, estas très cosas constituyen los très principales socorros de los difuntos, aunque también debe creerse que aprovechan a los difuntos cualesquiera otras buenas obras que se hacen en caridad» (cf. ibid.). K) Es laudable la costumbre de mandar sufragios por si mismo «Los sufragios tienen valor de dos maneras, a saber, por la obra dei operante, ex opere operante, y por la obra obrada, ex opere operato; y Hamo opus operatum no solamente al sacramento de la Iglesia, sino al efecto resultante de la operaciôn, como, por ejemplo, del dar limosnas se sigue el remedio de los pobres y la oraciôn de éstos a Dios por el difunto. Igualmente, el opus operans puede entenderse tanto por parte del agente principal como por parte del que lo ejecuta. Digo, pues, que tan pronto como el que muere dispone que le sean hechos algunos sufragios, consigne plenamente el premio de los sufragios aun antes de que se hagan, en cuanto a la eficacia del sufragio que deriva ex opere operante del agente principal, pero en cuanto a la eficacia de los sufragios que proviene ex opere operato del que la ejecuta, no se consigne el fruto antes de que se hagan los sufragios. Y si sucede que el difunto se ve sometido anteriormente a la purificaciôn de su cuerpo, se verâ privado en este concepto de los sufragios, lo cual recaerâ sobre aquellos que son responsables de la privaciôn de estos sufragios, porque no repugna que en las cosas temporales alguien se vea defraudado por culpa de otro, y la pena dei purgatorio es temporal, si bien en cuanto a la etema retribuciôn nadie pueda ser defraudado sino por culpa propia» (cf. Suppl, q.71 a. 9 ad 4). SEC. 4. L) FKÔI.UGOS. SANTO TOMÂS 969 Las indulgencias por los difuntos 1728 «La indulgencia puede aprovechar a una persona de dos maneras. Una, principalmente, y otra, secundariamente. Principalmerite aprovecha al que recibe la indulgencia, o sea, el que hace aquello por lo que la indulgencia se concede, como el que visita el templo de algun santo. Ahora bien, como los difuntos no pueden hacer ninguna de las cosas que sirven para ganar las indulgencias, de aquî se sigue que no pueden valer directamente para ellos las in­ dulgencias. Sin embargo, secundaria e indirectamente aprovechan a aquel por el cual alguien hace la obra que es causa de la indulgencia, lo cual unas veces es posible y otras imposible, segûn la diversa forma de la indulgencia... Porque si la forma de la indulgencia es ésta: El que haga esto o lo otro tendra ta! indulgencia, el que realiza lo mandado no puede transferir a otra persona el fruto de la in­ dulgencia, porque no estâ en su poder aplicar a otro la intenciôn de la Iglesia, que es la que puede comunicar a los demâs el valor que tienen las indulgencias, como ya se ha dicho (cf. q.27 a.3 ad 2). Pero si la indulgencia estâ dada bajo esta forma: El que hiciere esto 0 lo otro, él mismo y su padre, 0 cualquier otro relacionado con él detenido en el purgatorio, tendra, tanto de indulgencia, esta indulgen­ cia no solo aprovecharâ al vivo, sino también al difunto. Porque no hay razôn alguna por la cual la Iglesia pueda transferir los méritos comunes en que se apoyan las indulgencias a los vivos, excluyendo a los muertos» (cf. Suppl, q.71 a. 10 c). .-■x Γβ r-7· ? - i M) Los adornos del cementerio son mâs para consuelo de vivos que para provecho de muertos 1729 r.>- «La sepultura fué inventada por causa de los vivos y de los muertos. Por causa de los vivos, para que sus ojos no se ofendan por la fealdid de los cadâveres y sus cuerpos no se inficionen con el mal olor; y esto en cuanto al cuerpo. Pero espiritualmente apro­ vecha también a los vivos, en cuanto que por este medio se establece la fe de la resurrecciôn. Pero aprovecha ademâs a los muertos, porque (los vivos) al ver los sepulcros conservan la memoria de los difuntos y ruegan por ellos; y por esta razôn también la palabra monumentum (sepultura) toma su nombre de la memoria. Sin embargo, aquellas cosas que se utilizan para la ornamen- 970 CONMEMORKCION PH LOS FIELES DIFUNTOS taciôn de la sepultura aprovechan en realidad a los vivos, porque son un solaz para éstos; pero pueden también aprovechar a los di­ funtos, no ciertamente por si mismos, sino accidentalmente, es decir, en cuanto que mediante tales cosas los hombres se excitan a compadecerse y, por consecuencia, a orar; o también en cuanto que de los gastos de la sepultura reciben limosna los pobres o es de.'orada la iglesia; porque asi es como se cuenta la sepultura entre las demâs limosnas* (ibid.). i AUTORES VARIOS SECCION K I. BOSSUET Oraciôn fûnebre sobre la fragilidad de la vida Enriqueta Ana de Inglaterra era hija del infortunado rey deInglaterra Carlos I, decapitado por los rebeldes. Después de una vida breve y un tanto frivola en la corte del Rey Sol, muriô casi repentinamente. Escogemos esta oraciôn fûne­ bre porque al referirse a una princesa cuyos hechos no fueron notables, y, por lo tanto, no se prestaban a que el orador se extendiese en ellos, Bossuet levantô un monumento de elocuencia sobre la fragilidad de la vida. El mismo, al enviar su oraciôn al abate Rancé, le dice que es un libro a propôsito para un solitario. Suprimimos casi todo lo que se refiere a la historia personal de la princesa (cf. ed. Lebarq, V p.650). A) Exordio «Senor: Estaba yo destinado a cumplir esta obligaciôn fûnebre con la muy alta y poderosa princesa Enriqueta Ana de Inglaterra, duquesa de Orleâns. Ella, a quien visteis tan atenta cuando yo cumplia el mismo deber para con la reina, su madre, debia ser muy pronto objeto de un sermôn parecido, y a mi triste voz estaba reservado este doloroso ministerio. jOh vanidad, oh nada, oh mortal, igno­ rante de su destino! ^Lo hubiera creido ella hace diez meses? <»Hubierais pensado vosotros, seriores, cuando la vêlais llorar tan abundantemente en este lugar, que habiais de reuniros tan pronto para llorarla a ella?... jVanidad de vanidades y todo vanidad! (Eccl. 1,2). He aqui las ùnicas palabras que me es permitido decir, la ùnica reflexion que me resta en un accidente tan extrano. No he necesitado recorrer los libros sagrados para encontrar un texto aplicable a esta princesa... Quisiera, apoyândome en una sola desgracia, recordar todas las calamidades del género humano, y contemplando una sola muerte, hacer ver la muerte y la nada de todas las grandezas humanas... Todo es vano en nosotros, excepto la sincera confesiôn, hecha ante Dios, de nuestra vanidad. Pero (jdigo acaso verdad? El hombre, imagen de Dios, ino es mâs que una sombra? Lo que Jesûs vino a buscar desde el cielo y creyô poder comprar con su sangre sin envilecerse, ées sôlo nada? I *· à l°s pensamientos de los conquistadores, los pensamientos de los politicos que imaginaron en sus despachos deseos en los cuales se encerraba el mundo entero. Rodearonse por todas partes de precauciones infinitas y lo perdieron todo, excepto la muerte, que en un solo momento barrio todos sus designios. El Eclesiastés (2,15), al referirse a la misma sabiduria de los hombres, dice que también es vanidad, porque hay una falsa sabi­ duria que, encerrândose dentro del marco de las cosas mortales, se entierra con ellas mismas en la nada. Por eso, cuando rememoro aquellas bellas cualidades de la princesa que la hacian admirable al mundo, es como si nada dijera; hasta el momento en que comience a hablaros de lo que la une a Dios no he dicho de ella nada que valga la pena. Mirad, sehores, a esos grandes poderosos que vemos desde tan bajo. Mientras temblamos en sus manos, Dios los hiere para ense- 974 CONMEMORACIÔN DE LOS FlhLEb DIFUNTOS ûarlos. Su altura es la causa de nuestro temor, y Dios la considera tan poco que no teme sacrificarla al resto de lus hombres. jOh noche desastrosa, oh noche espantosa, en la que resuena de repente, como el estallido de un trueno, esta noticia que aterra: la princesa se muere, la princesa se ha muerto!» 1734 ·. J* d) La nada de nuestro cuerpo *Ahi la tenéis a pesar de su gran corazôn; ahi estâ esa gran princesa tan admirada y querida, tal y como la muerte la ha dejado. Y hasta esta sombra de gloria va a desvanecerse y vamos a despojarla de la triste decoraciôn que la rodea cuando descienda a esos lugares sombrios, a esa morada subterranea donde dormira en el polvo con los grandes de la tierra, como decia Job, con los reyes y los principes aniquilados, en medio de los cuales costarâ trabajo colocarla por lo apretadas que estân sus filas. jTanta prisa se ha dado la muerte a llenar los huecos! Pero, êque digo?, todavia estâ exagerando nuestra imaginaciôn; la muerte no nos déjà ni aun siquiera el cuerpo que ocupe realmente un lugar, pues alli lo ûnico que vemos son tumbas que engaûan. Nuestro cuerpo cambia râpidamente, de tal forma que llega a recibir otro nombre, como dice Tertuliano, y hasta el mismo nombre de cadâver desaparecerâ pronto, porque esta palabra nos recuerda la forma humana y nuestro cuerpo se cambiarâ en un no sé qué, pues no hay nombre que darle en ninguna lengua; tan cierto es que todo muere en él, que hasta mueren las palabras funerarias con que désignâmes estos desgraciados restos. Asi es como el poder divino, justamente irritado contra nuestro orgullo, nos empuja hasta la nada. . rosa, pero de una monarquia cismâtica, en que todo la llamaba a la c herejia; Dios, para llamarla al cielo, hizo morir a su padre bajo cl hacha del verdugo. Veamos ahora el segundo efecto de la gracia. Su muerte cambia la naturaleza de las cosas». 1738 c) La muerte cambia de naturaleza para los Cristianos ♦La ùltima gracia de Dios consiste en que la muerte ha cambiado de naturaleza para los cristianos, porque, en vez de despojamos de todo, nos reviste, como dice San Pablo, y nos asegura etemamente la posesiôn de los bienes verdaderos. Mientras estamos detenidos en esta mansion de muerte, vivimos sujetos a cambios continuos, porque, si me permitis decirlo, esta es la ley del pais en que habitamos. No poseemos ningün bien, ni aun siquiera el de la gracia, que no podamos perder en un momento con la mutabilidad natural de nuestros de­ seos. Pero en cuanto dejamos de contar las horas y de medir nuestra vida por dias y por anos, en cuanto salimos de este reino de apariencias que pasan y de sombras que desaparecen y llegamos al de la verdad, nos vemos liberados de la ley del cambio. Ya nuestra aima no estâ en peligro, ya nuestros propositos no vacilan, porque la muerte, mejor dicho, la gracia de la perseverancia final, los ha fijado, y lo mismo que el testamento de Jesucristo, por el cual se entregô a nosotros, quedô firme con la muerte del testador, la muerte del fiel hace que este feliz testamento por el cual nos entregamos al Sal­ vador sea irrevocable... ïQué podiamos pedir a Dios para esta princesa sino que fuese firme en el bien y conservase la gracia? Dios nos oia, pero con frecuencia, dice San Agustin (cf. Tract. 6,7-8 sobre Ia Epistola de San Juan), al escucharnos engana felizmente nuestra prevision. La prin­ cesa ha quedado afirmada en el bien mucho mâs de lo que podiamos imaginar, y como Dios no queria exponer los sentimientos de una piedad sincera a las ilusiones dei mundo, hizo lo que dice el Sabio: se diô prisa (Sap. 4,14). Nueve horas, y la princesa... Aun cuando no contemos su dedicaciôn a la piedad mâs fervorosa en estos ùltimos tiempos de su vida, esas pocas horas pasadas en la prueba mâs dura y en los sentimientos mâs puros del cristianismo equivalen a una larga edad. El tiempo ha sido corto, lo confieso, pero la obra de la gracia ha sido grande, y la fidelidad dei alma, perfecta». 1739 D) La lecciôn para nosotros mismos «Pero al rogar por su aima, joh cristianos!, pensemos también en nosotros mismos. · '%· ’* ή · .V? Μ,. 4·. P. ROYO MARIN Doctrina sobre el purgatorio Tomamos del libro Teologia de la salvaciôn (cf. BAC, p.418-454) lo que estimamos mâs necesario explicar sobre el purgatorio. A) 1752 Naturaleza del purgatorio «Vamos a estudiar ahora la naturaleza intima del purgatorio. Ante todo nos apresuramos a decir que la Iglesia nada ha definido sobrp esta cuestiôn. Pero es doctrina comun, sôlidamente fundada en los principios teolôgicos mâs firmes, que, a semejanza del infiemo, hay en el purgatorio una doble pena, que corresponde a los dos aspectos del pecado: la de dano (o dilaciôn de la gloria), en castigo de la aversion de Dios, y la de sentido, por el goce ilicito de las cosas creadas»... B) La pena de dilaciôn de la gloria nilï «Es cierto y de fe que las almas dei purgatorio sufren en castigo de sus pecados un aplazamiento o dilaciôn de la vision beatifica, que hubieran podido gozar desde el instante mismo de la muerte si no lo hubiera impedido el reato de pena que tenian pendiente con la divina justicia; y en este sentido ese aplazamiento tiene carâcter de verdadera pena o castigo... Toda la tradiciôn catôlica estâ de acuerdo en que se trata de una pena intensisima, humanamente imposible de describir. Escuchemos, sin embargo, algunos balbuceos de los teôlogos y misticos experimentales. «Las almas justas—escribe el gran teôlogo Lesio (cf. De perf. div. I.13 c.17)—, en el momento mismo en que la gloria que les estâ preparada debia de habérseles dado, se ven rechazadas y relegadas a un cruel exilio hasta que hayan satisfecho del todo las penas debidas por los pecados pasados. Con ello experimentan un dolor incomparable». Cuân grande sea este dolor podemos conjeturarlo por cuatro consideraciones. En primer lugar, se ven privadas de un tan gran bien precisamente en el momento en que hubieran debido gozarlo. Ellas comprenden la inmensidad de este bien con una fuerza que iguala ùnicamente a su ardiente deseo de poseerlo. En segundo lugar, advierten claramente que han sido privadas de ese bien por su propia culpa. En tercer lugar, deploran la negligencia que les ΜΚΜΜΙ III. SEC. 5. AUTOURS VARIOS. KOYO MARIN 983 impidiô satisfacer por aquellas culpas cuando hubieran podido hacerlo fâcilmente, mientras que ahora se ven constrehidas a sufrir grandes dolores; y este contraste aumenta considerablemente la acerbidad de su dolor. Finalmente, se dan perfecta cuenta de qué tesoros inmensos de bienes eternos, de qué grados de gloria celestial tan fâcilmente accesibles les ha privado su culpable negligencia durante su vida terrestre. Y todo esto, aprehendido con conciencia vivisima, excita en ellas un vehementlsimo dolor como acâ en la tierra lo expérimentâmes también de algùn modo en las cosas humanas cuando se juntan y reûnen esas cuatro circunstancias. Asi, pues, es creible que aquel dolor sea muchisimo mayor que el que los hombres pueden llegar a concebir en esta vida por los danos materiales; porque aquel bien es muchisimo mâs excelente, y la aprehensiôn mâs viva, y mâs ardiente el deseo de poseerlo». C) La pena de sentido a) Existencia «La tradiciôn catôlica esta perfectamente de acuerdo en que las almas dei purgatorio, ademâs de la pena de dilaciôn de la gloria en la forma que acabamos de exponer, sufren una especie de pena de sentido en castigo de los goces ilicitos de los bienes creados que se permitieron durante su permanencia en el cuerpo mortal. Este desorden existe en toda clase de pecados, incluso en los veniales, mientras que la aversiôn a Dios (a la que corresponde la pena de dano) no se da propiamente mâs que en el pecado mortal. En el purgatorio tiene que haber, por consiguiente, una pena de sentido con mayor razôn todavia que una pena de dano. Hasta aqui, repetimos, el acuerdo es completo en toda la tradiciôn catôlica»... b) Naturaleza Ι7δθ ♦Al tratar de determinar en qué consiste, surgen profundas diferencias entre los teôlogos y aun entre los Padres griegos y latinos. La controversia fundamental gira en torno a la existencia de un fuego real y corpôreo parecido al del infiemo, si es que no se trata enteramente del mismo... La cuestiôn, como es sabido, se planteô con toda su fuerza en el concilio de Ferrara-Florencia, celebrado por los anos de 1438 a 1445 bajo el pontificado de Eugenio IV. Los teôlogos latinos defendian la existencia en el purgatorio de un fuego real y corpô­ reo, mientras que los griegos lo negaban rotundamente. El concilio no quiso dirimir la contienda, limitândose a définir la doctrina del purgatorio en la siguiente forma: «Definimos que... los verdaderos penitentes que salieron de este mundo antes de haber satisfe- H- Ü p1* ► »84 CONMEMO»AC1UN UE LOb FIELEb DIFÜNTOS cho con dignos frutos de penitencia por sus acciones y omisiones, son purificadas sus aimas después de la muerte con penas purificadoras» (cf. Denz., 693). Como se ve, la fôrmula florentina déjà en pie la cuestiôn... El concilio de Trento volviô a hablar de la existencia dei purgato­ rio, pero nada dijo tampoco sobre la naturaleza de sus penas... En vista... del sentir de la casi totalidad de los teôlogos catôlicos—incluso entre los modemos—nos pareceria imprudente y te­ merario apartamos de la doctrina tradicional... Todo se explica fâcilmente si consideramos que ese fuego ma­ terial es un instrumento de Dios para purificar al aima, y Dios puede muy bien utilizar un instrumento corporal para producir un efecto espiritual y aun sobrenatural; como ocurre, por ejemplo, con el agua del bautismo, que produce en el alma del bautizado nada menos que la gracia santificante». 1757 c) Finalidad «El objeto o finalidad de las penas dei purgatorio no es otro que proporcionar al alma la limpieza total y pureza perfectisima que se requiere para ser admitido a la vision beatifica... Escuchemos a Santo Tornas explicando esta doctrina: «Los pecados veniales se les perdonan después de esta vida, incluso en cuanto a la culpa, dei mismo modo que se perdonan en esta vida, a saber, por un acto de amor de Dios que rechaza los pecados ve­ niales cometidos en esta vida. Pero como después de esta vida nadie puede merecer, por haber terminado el estado de merecimiento, ese movimiento de amor les quita ciertamente el impedimento del pecado venial, pero sin que merezcan la absoluciôn o remisiôn de la pena, como ocurre en esta vida» (cf. De malo q.7 a.u). d) Los RASTROS Y RELIQUIAS DEL PECADO •Como explica Santo Tomâs (cf. 3 q.86 a.5), cuando el pecado mortal es remitido por la gracia, el aima no estâ ya en estado de voluntario alejamiento de Dios, pero puede quedar en ella una disposiciôn defectuosa que le inclina hacia una cosa creada. Esta inclinaciôn desordenada se encuentra hasta en el pecado venial, que es compatible con la gracia. Estas disposiciones desordenadas se conocen en teologia con el nombre de rastros y reliquias del pecado. La gracia las disminuye mucho, pero no siempre las quita del todo; no predominan en el justo, pero permanecen todavia, como el fomes peccati (la inclina­ ciôn al pecado) perdura en el bautizado. Esto se advierte, por ejemplo, en el que ha contraido el vicio de la embriaguez: aunque se confiese y reciba la virtud infusa de la sobriedad, permanece en él una disposiciôn o facilidad para embriagarse de nuevo. Lo <·*· · SEC. 5. AUIOKKS VAKIOS. 985 KOYO MARÎN mismo que el que siente antipatia por alguna persona y se arrepiente de ello: con facilidad volverâ a criticarle si no estâ muy sobre si para evitarlo»... e) El 1759 reato de pena temporal «Hay que notar, sin embargo, dos cosas muy importantes: 1. a Que nosotros, los que vivimos en la tierra, podemos apresurar la extinciôn del reato de pena temporal con nuestras oracio­ nes y sufragios. 2, a Que ese cumplimiento de la pena no tiene en las aimas dei purgatorio ningûn carâcter meritorio, que supone el estado de via, ni siquiera propiamente satisfactorio, que sypone el libre y espontâneo ofrecimiento de una pena. Las almas dei purgatorio propiamente no satisfacen su deuda, sino que se limitan a cumplirla, que es muy distipto. No se trata de verdadera satisfacciôn, sino sôlo de una satispasiôn, como dicen los teôlogos. La razôn de esto es porque, aunque las almas dei purgatorio aceptan muy de corazôn el castigo purificador que les impone la justicia divina —y en este sentido las-penas que sufren pueden llamarse volunta­ rias, como explica Santo Tomâs—, sin embargo, para que haya verdadera satisfacciôn es preciso que quien la ofrece lo haga espontânea y libremente o, al menos, la acepte de tal modo que no quiera librarse de ella pudiéndolo hacer libremente, como ocurre con el martirio. No basta la simple aceptaciôn, aunque sea de muy buen grado, cuando se la imponen desde fuera sin que pueda rechazarla libremente». f) Conclusiones 17GO En igualdad de condiciones, la duraciôn dei purgatorio serâ mâs 0 menos larga segûn el diferente reato de pena que corresponde a cada aima. (Sentencia i .* cierta en teologia.) «Lo pide asi la equidad y justicia mâs elemental. No es lo mismo un pecado que ciento, ni déjà en el aima la misma huella un pecado mortal gravisimo (perdonado ya en cuanto a la culpa) que una ligera mentira jocosa que no perjudique a nadie»... Es imprudente y temerario tratar de precisar con exactitud cudnto tiem­ po permanecen las aimas en el purgatorio. (Comûn en teologia.) 2.* «La razôn es muy clara. Ni la Sagrada Escritura ni la Iglesia dicen absolutamente nada sobre esto. Y aunque se aducen a veces infinidad de revelaciones privadas, no puede sacarse de ellas ningûn argumento serio, ya porque no concuerdan entre si (las hay para todos los gustos, prueba de que muchas de ellas son falsas), ya porque no es aceptable en teologia esa fuente puramente particu­ lar v privada de informaciôn»... L· ί U * J 986 COXMEMORACIÔN UE LOS Fl KL ES DIFUNTOS D) 1761 Con relaciôn a las aimas: los consuelos dei purgatorio «No todo es dolor y tormento en el purgatorio. Si las aimas alli detenidas experimentan sufrimientos que exceden con mucho a los que puedan padecerse en esta vida, disfrutan también de Con­ suelos verdaderamente inefables. Es éste uno de los aspectos mâs bellos de la teologia dei purgatorio. He aqui los principales de estos consuelos». 1762 a) La certeza de su salvaciôn «Las almas dei purgatorio estân absolutamente ciertas de que han obtenido la salvaciôn etema y de que ingresarân de hecho en el cielo apenas terminada su purificaciôn. Lo negô Lutero, pero su doctrina fué condenada por la Iglesia... La certeza de la propia salvaciôn es de tan soberana trascendencia, que si a las almas dei purgatorio se les diera a elegir entre permanecer alli hasta el dia del juicio o volver a la tierra para expiar en poco tiempo sus culpas, aumentando con ello sus merecimientos eternos, escogerian sin vacilar un instante lo primero; porque la vuelta a la tierra podria series ocasiôn de ofender a Dios y de condenarse etemamente, mientras que en el purgatorio tienen asegurada su salvaciôn». 1763 ! Η’ b) La plena conformidad con la voluntad de Dios «Es otra fuente de profundisimos consuelos. Aun en esta vida, cuando se abraza una cruz con valentia y decision, viendo en ella la voluntad de Dios, se aligera la carga extraordinariamente. Es un hecho de experiencia y una verdad reconocida por los teôlogos que la pena no es otra cosa que algo que contraria a la voluntad: «de razôn de la pena es que contrarie a la voluntad» (cf. Santo Tomâs, De purgatorio, Suppl, a.4). Cuanto menos contraria es a la voluntad, menos razôn de pena tiene. Ahora bien, la conformidad con la voluntad divina es tan absoluta en las almas dei purga­ torio, que nada quieren ni dejan de querer sino lo que Dios quiere o no quiere. Por eso no experimentan ninguno de esos sentimientos de angustia y horror que imaginô Lutero, y que constituiria en ellas una verdadera falta. 1761 Las almas dei purgatorio advierten con toda claridad que las penas que padecen son justisimas y las tienen plenamente merecidas por sus pecados. Se inclinan con amor ante la divina justicia, que les parece tan santa y adorable como su misma misericordia. No darian un solo paso para libertarse de sus penas antes de la hora senalada por la justicia y voluntad de Dios. Quedan perfec- \UTOKES VARIOS. ROYO M\R1N 9H7 lamente tranquilas y gozosas cualquiera que sea la distribuciôn de los sufragios que disponga la -divina Providencia, y no sentirian la mcnor envidia ni enojo aunque vieran aplicar a otras aimas los que fucron ofrecidos por ellas. Nada les turba, nada les hace perder la paz. No quieren sino lo que Dios quierc. La intensidad de sus sufrimientos no perturba en nada la sercnidad de su espiritu, porque esa turbaciôn del aima provicne en esta vida de la alteraciôn de las potencias sensitivas, y ellas las poseen tan solo radicalmente (en el aima, raiz de las mismas), pero no en su realidad actual. No experimentan, pues, la menor impaciencia y es imposible en ellas el menor sentimiento de rcbeldia contra el castigo de Dios. Todo esto produce en su aima una paz y sosiego profundisimos. Con razôn la santa Iglesia, al pedir por las almas dei purgatorio en el memento de difuntos de la santa misa, pronuncia estas bellisimas palabras: «Acuérdate, Senor, de tus siervos y siervas que nos precedieron con la senal de la fe y duermen el sueno de la paz*. c) El gozo de la purificaciôn «He aqui otro motivo de inefable alegria para las almas del purgatorio: el ver que se van limpiando y purificando de las manchas que las afean ante la mirada de Dios. En efecto, en el momento mismo del juicio particular, el aima se contempla a si misma tal como es en realidad ante la mirada de Dios. Y la vista de sus pecados e imperfecciones la causa un horror tal, que ella sola se précipita en el infiemo o en el purgato­ rio sin que nadie le diga ni le ensene el camino. Escuchemos a Santa Catalina de Génova explicando estas ideas: «Cuando llega la separaciôn de los cuerpos y de las aimas, las aimas gravitan, si puedo hablar asi, como naturalmente hacia los diversos lugares que les estân destinados. La que estâ manchada por el pecado mortal no espera que se 1766 la conduzca al lugar de los tormentos, adonde la llama la justicia divina. Un horroroso instinto la lleva a precipitarse por si misma, y si se la impidiese llegar a él, padeceria mâs cruelmente que en el mismo infiemo. êPor qué?, se preguntarâ. Porque en cualquiera otra parte estaria separada de la voluntad de Dios, que siempre va mezclada de misericordia; pues, como tengo dicho, los réprobos en el infierno padecen menos de lo que han merecido. No encontrando, pues, un lugar mâs conveniente a su estado y mâs suave para ella que el infierno, el alma criminal acude alli como a su propio lugar. Pues lo mismo sucede en el purgatorio. El alma justa, al salir de su cuerpo, viendo en si misma alguna cosa que empana su inocencia primitiva y se opone a su uniôn con Dios, experimenta una aflicciôn incomparable, y como sabe muy bien que este impe­ dimento no puede ser destruido sino por el fuego dei purgatorio, w- . *>'·>% T> te se baja alli de repente y con plena voluntad, de manera que quien la detuviese en el camino la serviria muy mal. Sus tormentos serian mucho mâs intolérables en cualquier otro lugar que en aquel que estâ especialmente designado a su purificaciôn, porque sabe que mientras subsista aquel impedimento no llegarâ a su ùltimo fin. Es verdad que Ia pena dei purgatorio es diferente de la del infierno, como he dicho mâs arriba; pero la que sufriese en cualquier otro lugar que dejara subsistir el obstâculo para su felicidad seria todavia mâs cruel... Sabiendo, pues, que el purgatorio es el bano destinado a lavar esta especie de manchas, corre allâ apresuradamente y se précipita en sus Hamas, pensando mucho menos en los dolores que le esperan que en la dicha de encontrar alli su primitiva pureza» (cf. Santa Catalina de Génova, Tratado dei purgatorio ii y 12)»... 1767 d) El alivio continuo «Como hemos explicado mâs arriba, la opinion teolôgica mâs probable es aquella que concede a las almas dei purgatorio un alivio a medida que se van purificando. Cada vez la vision beatifica estâ mâs cerca y el fuego purificador tiene menos materiales que consumi r. En este sentido puede decirse que el momento mâs terrible dei purgatorio es el de la entrada. A partir de ese momento comienza para el aima un alivio continuo, que puede ser intensificado todavia con la ayuda exterior de los sufragios. Santa Catalina de Génova ensena claramente esta doctrina. Escuchemos sus mismas palabras: «Me valdré de una comparaciôn, que puede dar alguna luz sobre esta verdad. Un cristal cubierto con una capa de Iodo no podria recibir los rayos del sol, sin que esto proviniese del astro, el cual no cesa de esparcir su luz por todas partes, sino porque esta luz estâ interceptada por aquel cuerpo extrano. Empezad a limpiar aquel cristal y veréis como va penetrândole la luz a proporciôn que lo limpiâis. De la misma manera el pecado es un orin que cubre el aima y le impide recibir los rayos del verdadero sol, que es Dios. Mas el fuego dei purga­ torio devora aquel orin, y, a medida que éste desaparece, el aima recibe con mâs abundancia aquella luz divina que introduce consigo el contento y la paz»... 1768 e) La asistencia espiritual de la Virgen Marîa y del Angel DE LA GUARDA «Nada puede afirmarse con certeza sobre esto. Pero, si hemos de dar crédite a un gran nûmero de revelaciones privadas—algunas de las cuales parece arbitrario rechazar por provenir de gran­ des santos canonizados por la Iglesia y ofrecer todas las garantias de autenticidad que La critica mâs severa puede exigir—, parece SBC. AUÎORHb S· VARIOS. KOVO MARIN 989 ser que las almas del purgatorio gozan con frecuencia de la asistencia espiritual y de los consuetos maternales de la Santisima Virgen Maria lo mismo que de las visitas y consuelos de su antiguo ângel de la guarda*. Con relacion a nosotros E) a) Obligaciôn de ayudarlas 1769 «La ayuda a las almas del purgatorio no sôlo es posible y altamente recomendable, sino que es, ademâs, obligatoria para todos los cristianos. Lo exige asi la caridad y a veces también la piedad y la justicia*. Lo exige la caridad < ! «Que es la virtud por excelencia y la virtud universal que abarca al mundo entero, incluso a los mismos enemigos. No puede ex­ clusse absolutamente a nadie que sea capaz de obtener todavia el reino de los cielos. Y como las almas dei purgatorio estân precisamente en esta situaciôn y necesitan, por otra parte, la ayuda de nuestros sufragios, es un deber de caridad que obliga a todos los cristianos, tengan o no parientes y amigos en el purgatorio». 2. 1770 Lo postula la piedad «Como es sabido, la virtud de la piedad es la que regula las relaciones entre los miembros de una familia, principalmente entre padres e hijos. Por extension alcanza también a todos los que forman una familia espiritual... Y como los lazos que nos unen en Cristo no pueden romperse con la muerte, siguese que la virtud de la piedad réclama y exige nuestra ayuda a esos seres queridos que estân sufriendo en el purgatorio»... 3. Lo réclama la justicia Ir i r. «Pero puede haber mâs. Puede ocurrir que algunos de nuestros conocidos estén en el purgatorio por culpa nuestra: malos ejemplos, eicindalos, pecados de complicidad, etc., etc. Entonces ya no es sôlo la caridad o la piedad, sino la misma justicia, la que réclama nuestra ayuda. Es preciso reparar aquéllos escândalos»... b) Triple modo de ayuda «Los teôlogos. estân de acuerdo en que nuestra ayuda al pur­ gatorio reviste una triple forma: la impetraciôn, el mérito y la sattsfacciôn. Puede ocurrir que una misma acciôn—la oraciôn por ejemplo—revista a la vez esta triple formalidad. El mérito can ·*< 1771 Λ\ 990 CÜNMKMORACIO.X Ph LOS blhLKS DIFUNTOS relaciôn a otros no puede ser sino un mérito de pura convenienda, ya que, en sentido estricto, solo Cristo mereciô para los demâs»... (cf. Sum. Theol. 1-2 q.114 a.6). c) La satisfacciôn «La obra satisfactoria puede definirse: Una obra cuyo carâcter expiatorio ofrece a Dios una compensaciôn por la pena temporal debida por los pecados perdonados. Esta compensaciôn puede uno ofrecerla por si mismo, como es obvio, y puede también ser ofrecida por los demâs en virtud de la solidaridad entre los miembros del Cuerpo mistico de Cristo. Y nôtese que, a diferencia de la impetraciôn y del mérito, la satisfacciôn puede ser ofrecida por los demâs a titulo de condignidad, o sea, para substituir ante la divina justicia la satisfacciôn que esos otros debian ofrecer a Dios. La ûnica condiciôn que se requiere para elle es el estado de gracia, tanto por parte del que ofrece la satisfacciôn como por el que se beneficia de ella. Esta es la doctrina de Santo Tomâs, compartida por la inmensa mayoria de los teôlogos, hasta el punto de que puede afirmarse que esta es una verdad completamente cierta en teologia. Ahora bien: èpuede extenderse esta satisfacciôn de condignidad realizada por los vivos a las almas dei purgatorio? Santo Tomâs responde afirmativamente, apoyândose en el vinculo de la caridad, que se extiende también a los muertos en Cristo·... d) Aplicaciôn de los sufragios Los sufragios comunes «Es preciso confesar, ante todo, que ignoramos las leyes que presiden la aplicaciôn de estos sufragios comunes ofrecidos indeterminadamente por las almas dei purgatorio en general. Sin duda alguna, Dios tiene sus normas, dictadas a la vez por su sabiduria, su justicia y su misericordia infinitas; pero ignoramos en absoluto cuâles sean esas normas. Con todo, no parece temerario conjeturar que Dios regula la aplicaciôn de esos sufragios segûn las disposiciones que tuvieron los difuntos durante su vida mortal, por ejemplo, su cuidado en ganar indulgencias a favor de las aimas dei purgatorio, su devociôn a Maria, su caridad para con los otros etcetera, etc. Ninguna injusticia puede hallarse en esta distribuciôn désignai, puesto que la caridad de las aimas es, de una manera normal, la condiciôn de su refrigerio. Cristo nos dice en el Evangelio que son bienaventurados los miser icordiosos, porque ellos alcanzarân misericordia (Mt. 5.7); v San Agustin estableciô su conocido SEC. 5. AUTORES VARIOS. ROYO MARIN »91 principio de que no «aprovechan a todos por quienes se ofrecen, sino sôlo a aquellos que, mientras vivian, se hicieron acreedores a ello» (cf. San Agustîn, De cura pro mortuis 18,22: PL 40,609)*. 2. Los sufragios particulares 1774 «En cuanto a los sufragios ofrecidos en favor de alguna o de algunas determinadas almas, no cabe duda que aprovechan a esas aimas con preferencia a todas las demâs. Sobre si aprovechan a esas aimas exclusivamente—sin que participen en nada las demâs—, las opiniones estân divididas». ί._ π· ίI 5 SECCION VU. MISCELANEA HISTORICA Y LITER ARIA I. LA VISION DE EZEQUIEL «Fué sobre mi la mano de Yahveh, y llevôme fuera y me puso en medio de un campo que estaba lleno de huesos. Hizome pasar por cerca de ellos todo en derredor, y vi que eran sobremanera numerosos sobre la haz del campo y enteramente secos. Y me dijo: Hijo de hombre, (jrevivirân estos huesos? Y yo respondi: Senor, Yahveh, tû lo sabes. Y él me dijo: Hijo de hombre, profetiza a estos huesos y diles: Huesos secos, oid la palabra de Yahveh. Asi dice el Senor Yahveh a estos huesos: Yo voy a hacer entrar en vosotros el espiritu y viviréis; y pondré sobre vosotros nervios, y os cubriré de came, y extenderé sobre vosotros piel, y os infundiré espiritu, y viviréis y sabréis que yo soy Yahveh. Entonces profeticé yo como se me mandaba ; y a mi profetizar se oyô un ruido, y hubo un agitarse y un acercarse huesos a huesos. Miré y vi que vinieron nervios sobre ellos, y creciô la came y los cubriô la piel, pero no ha­ bia en ellos espiritu. Dijome entonces: Profetiza al espiritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espiritu: Asi habia el Senor, Yahveh: Ven, joh espiritu!, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirân. Profeticé yo como se mandaba, y entrô en ellos el espiritu, y revivieron, y se puso en pie un ejército grande en extremo. Dijome entonces: Hijo de hombre, esos huesos son la entera casa de Israel. Andad diciendo: «Se han secado nuestros huesos, ha fallado nuestra esperanza, estamos perdidos*. Por eso, profetiza y diles: Asi habia el Senor, Yahveh: Yo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras sepulturas, pueblo mio, y os llevaré a la tierra de Israel; y sabréis que yo soy Yahveh, cuando abra vuestros se­ pulcros y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mio, y ponga en vosotros mi espiritu, y vivais, y os dé reposo en vuestra tierra; y sabréis que yo, Yahveh, lo dije y lo hice, dice Yahveh* (cf. Ez. 37,1-14). EL PURGATORIO vm A) El purgatorio en el Antiguo Testamento ‘-•■J ; > 1002 CONMEMORACIÔN DE EOS FIELES DIFUNTOS Tormentos indecibles. Estas aimas sufren al mismo tiem­ po tormentos indecibles. No hay lengua que pueda describirlos ni inteligencia que pueda comprenderlos, si no son revelados por una gracia especial. La Santa afiade: *Dios se ha dignado concederme a mi esta gracia, pero yo soy incapaz de explicar lo que vi y senti. Esta visiôn no se borrarâ jamâs en mi memoria» (cf. c.2). Diferencia entre infiemo y purgatorio. a) b) d) Los que mueren en pecado mortal salen de este mundo con una voluntad perversa. Y como el pecado mortal no puede ser ya remitido, son incapaces de cambiar el estado de su voluntad. El aima permanece confirmada por toda una eternidad en el bien o en el mal, es decir, en el estado en el cual le sorprende la muerte. Las almas dei purgatorio, segun lo dicho, estân en conformidad perfecta con la voluntad de Dios. Se sienten atraidas con impetuosidad credente hacia El. Gozan de la certeza de que algûn dia le verân y de que serd enteramente calmada su sed de lo infinito. Por el contrario, las aimas de los condenados, al permanecer en un estado de perversiôn, no pueden alcanzar comunicaciôn ninguna de la bondad divina. Persisten en su situaciôn desesperada, en guerra y en oposiciôn perpetua a la voluntad de Dios (cf. c-3 y 4). EI beneficio del purgatorio. b) d) Nunca podremos comprender cuân grande ha sido la miseri­ cordia de Dios Nuestro Senor al crear un lugar de purificaciôn para las aimas manchadas a la hora de la muerte. En este instante, el aima va al lugar que le corresponde oguiada por la naturaleza del pecado mismo». Si muere en pecado mortal, va directamente al infiemo. Pero el aima, tencontrando en si misma la mâs pequena imperfecciôn, se arrojaria voluntariamente en mil infiernos antes que comparecer impura en la presencia de la divina Majestad*. *Y como sabe que Dios ha establecido el purgatorio para purificar a las aimas después de la muerte, ella, alabando la mise­ ricordia divina, se précipita por si misma en el fuego purificador». *Yo he comprobado que estas penas son tan grandes como las del infiemo. Pero el aima no les da valor, porque para ella la pena mâs grande consiste en el retraso del gozo pleno de su ùnico amor» (c.8). La purification del aima. La Santa emplea la compara­ ciôn corriente de que el alma se purifica en el purgatorio como el oro en el crisol. El fuego destruye todas las escorias que estaban unidas al oro. El aima es purificada en si misma. Destruida en si misma. Muere en si misma. Y a medida que ella va muriendo a si misma, va pasando SF.C. 8. G. GUIONF.S HOMILETICOS 1003 de un modo mâs perfecto a gozar de la vida divina. Se va transformando mâs en Dios. Sufrimiento y gozo. Es, pues, caracteristico dei purgato­ rio reunir con un dolor y un sufrimiento inexplicables un gran gozo nacido del amor y de la esperanza. Del amor divino, que subyuga a estas aimas y las infunde una paz inimaginable, y de la esperanza cierta de salir dei purgatorio (cf. c.12). En las almas dei purgatorio hay una doble operaciôn: La consideraciôn de la misericordia divina. Estas aimas comprenden que un solo pecado meretia cien infernos, consideran que la sententia dictada contra ellas es justisima y, al mismo tiempo, entienden claramente que es una sententia misericordiosa. b) Tales almas experimentan una satisfaction inmensa al con­ templar los decretos bondadosisimos de Dios para con ellas y al sentirse envueltas en la generosidad incomprensible de la infinita misericordia. Aunque sufren, saben que estân en gracia de Dios. Y saben que sufren menos de Ip que debieran sufrir, por efecto de ese amor en el cual ellas viven (c.16). a) La misa por los difuntos I. Debemos satisfacer por las almas dei purgatorio. A. 1789 Sabemos que en el purgatorio son detenidas algunas ai­ mas para pagar la pena temporal por sus pecados. Ellas no pueden satisfacer por esa pena, sino sôlo padecer, y purgar asi hasta el momento de pagarla entera. b) Mas nosotros, por el dogma sublime de la comuniôn de los santos, podemos satisfacer por ellas. c) El cristiano consciente de esta solidaridad, entre sus prdcticas piadosas no se olvida de las que miran a los difuntos. a) B. Es muy extendida en el pueblo la devociôn a las aimas dei purgatorio. a) No hay ni puede haber tal devociôn en sentido teolôgico' b) Puede, no obstante, llamarse devociôn en sentido vulgar a la costumbre 0 al hdbito de dirigir plegarias a Dios en favor de ellas. c) Entre todas éstas, ninguna tan excelente y que pueda ayudar tan eficazmente a las almas dei purgatorio como la santa misa. II. La misa, la mejor satisfaction. A. En el Antiguo Testamento leemos que Judas Macabeo mandô que ofrecieran en Jerusalén sacrificios por los di- 179o CON.MEMORACIÔN PE LOS FIELES DIFUNTOS funtos (2 Mach. 12,43-46). Estos sacramentos eran im­ perfectos y de un valor muy limitado. Hoy, en el Nuevo Testamento, poseemos el sacrificio infinito, que podemos ofrecer por las almas dei purga­ torio. B. a) El concilio de Trento afirma que son ayudadas estas principalisimamente por el sacrificio dei altar (cf. conc. Trid. ses.22 c.2.3: DB 940 y 950). b) No es necesario un largo raciocinio. 1. La misa es el sacrificio infinito de Cristo. 2. Aplicândole a un alma, en el mismo instante se deberia borrar toda la pena temporal que esta deba pagar. La misa por los difuntos en los primeros tiempos. A. B. A los sacrificios puramente profanos de los romands, que acudian a las tumbas de sus difuntos para ofrecer sobre ellas libaciones y celebrar banquetes, sucedio el verdadero sacrificio: el de la misa. A partir del siglo III tenemos documentos que nos manifiestan la costumbre de decir la misa por los muertos. a) •Celebramos nosotros la oblaciôn por los difuntos... en el aniversario de su muerte* (cf. Tertuliano, *De exhortatione castitatis»). b) San Cipriano afirma que ofrecen el sacrificio por los difuntos ante el altar de Dios el mismo dia de su muerte. c) Santa Monica dice a su hijo las siguientes palabras: «Poned este cuerpo dondeauiera; que no os preocupe nada su cuidado. Solamente os ruego que os acordéis de mi en el altar del Senor alli donde estuviereis* (cf. San Agustin, «Confesiones» 9, ‘ 11,27: BAC, «Obras de San Agustin» t.2 p.445). d) !. Y el mismo San Agustin nos cuenta como, efectivamente, ofrecieron el sacrificio del altar por el descanso del aima de su madré: *Cuando llegô el momento de levantar el cadaver, acompafidmosle, y volvimos sin soltar una lâgrima. Ni aun en aquellos oraciones que te hicimos cuando se ofreciô por ella el sacrificio de nuestro rescate, ni aun en estas oraciones, digo, lloré...» (cf. ibid., o.c., 9,12,32: ibid., p.449). En algunos sacramentarios antiguos aparece claramente el sacrificio de la misa ofrecido por el aima de algun difunto determinado. *Por lo tanto, te rogamos que recibas aplacado esta oblaciôn de nuestra servidumbre, que te ofrecemos por el aima de tu siervo N. N., y que le concedas poseer la parte de beatitud con los propositos y dignidades apostôlicas, cuyo oficio siguiô*. b) «Te rogamos, Senor, que mires propicio esta oblaciôn de nues­ tra servidumbre, que te ofrecemos por el descanso de las aimas de tus sienos y siervas, y concedas que sea para los muertos perdôn lo que te dignaste preparar para los vivos como re­ medio* (cf. Schuster, Liber sacramentorum p. 136-137). a) SEC. 8. GUIONES HOMHÉTICOS 1005 IV. La misa por los difuntos hoy. A. Forma parte de las exequias. a) La Iglesia ha introducido la costumbre de celebrar el aniversario, asi como los dias tercero, séptimo y trigésimo, con misas especiales. b) En el dia de la Conmemoraciôn de los Fieles Difuntos, cada sacerdote puede decir très misas. B. El pueblo se ha percatado de la trascendencia de la misa por las aimas de los muertos. a) Las iglesias suelen verse llenas el dia de los Difuntos. b) Muchos son los que no oyen una misa este dia. sino las très. En todas las familias cristianas existe la costumbre de ofrecer, ademâs de la misa funeral, el octavario de misa, o una misa mensual, o las misas gregorianas. cl) Debemos formar al puehlo, diciéndole que fomente la prdctica de ofrecer la misa en sufragio de las almas dei purgatorio, tnsistiendo que sean caritativos con ellas. C. El mejor recuerdo, sin duda, en memoria de los fieles difuntos, es el sacrificio de la misa. Las flores y luces y adornos de tumbas y cementerios son mâs bien, dice San Agustin, para consuelo de vivos que para provecho de los difuntos. I • 1792 El dogma y la historia de las indulgencias I. El dogma. El castigo del pecado. El pecado consiste en apartarse de Dios por escoger viciosamente una criatura. Al desacato cometido contra la Divinidad le corresponde un cas­ tigo eterno en el infierno; a la conversion viciosa a la criatura, un castigo menor y temporal, cual le corresponde también al pecado venial, en el que no se da la aversion a Dios. La pena temporal. Cuando el sacerdote absuelve, queda perdonada instantâneamente la pena eterna del infierno, pero general mente no desaparece toda la temporal, pues ello depende de la disposiciôn del penitente y de que no quede en él ninguna inclinaciôn pecaminosa a las criatu­ ras, siquiera no llegue a constituir falta mortal. ;Cômo pagar esa pena? Las deudas se pagan o del pecu- 1793 1006 COb’MKMORACION I»E I.OS Pl El. ES DIPL'NTOS SEC. 8. lio propio o del ajeno, si nos regalan lo sufîciente. Esta pena temporal podemos pagarla de estas dos maneras: paga con peculio propio haciendo penitencia voluntaria en esta vida o sufriendo el purgatorio en la otra. b) Pero se puede pagar también tornando lo necesario del te­ soro de la Iglesia. a) D. S? La Iglesia, depositaria de los méritos de Cristo. La Iglesia es depositaria y administradora, instituida por Cris­ to, de los méritos dei Serior, que por ser infinitos se sobran para pagar cuantas penas puedan merecer los hombres. b) A estos méritos se aftaden los superabundantes de Maria San­ tisima y de los santos, que por haberles sobrado se han unido, como los de San Pablo, a los de Cristo, en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col. 1,24). a) La Iglesia administra este tesoro para compensât las pe­ nas. La Iglesia tiene poder para administrât este tesoro y aplicamos los méritos suficientes en compensaciôn de la pena que debemos. Lo hace por medio de las indul­ gencias, esto es, concediendo a todos los que ejecuten en las debidas condiciones algûn acto piadoso que ella determine la aplicaciôn de los méritos de su tesoro, necesarios para obtener el perdôn de una pena que también ella indica. Es el ultimo rio de perdôn, que brota del costado de Cristo, agua a la que debemos acercar nues­ tros labios âvida y respetuosamente. ΠΜ II. La historia. Los datos mâs antiguos. Los datos ciertos y mâs antiguos nos vienen dei siglo III. Después de la persecuciôn de Decio, numerosos apostatas pedian el reingreso en la Iglesia, pero para ello tenian que someterse a una durisima penitencia publica. Entonces recurrian a pedir cédulas de recomendaciôn a los mârtires que no habian muerto en los tormentos, y los obispos comenzaron a dispensaries de la tal penitencia en atenciôn a los mé­ ritos de los mârtires, pero entendiendo que no dispensaban sôlo de la penitencia exterior, sino de lo que Dios les hubiera perdonado de purgatorio, en el caso de haberse sometido a aquella disciplina de que eran dispensados. Se generaliza el uso de las indulgencias. En la Edad Media continué esta costumbre de rebajar la pena, generalmente a los que acudian en peregrinacién a Roma. b) Durante esta época, los teélogos explicaron la doctrina en la forma que la hemos expuesto, y poco a poco fué generali zdna) GUIONBS HOMIJ.ÉTICOS 1007 dose mds su uso, hasta que el concilio de Trento, debido a la revue!ta protestante contra las indulgencias, déterminé clararnente su sentido y forma. La forma actual. Conservamos todavia una fôrmula que ire recuerda la antigua disciplina penitencial, pues cuando una oraciôn aparece con indulgencia por cinco aftos, por ejemplo, no es que perdone cinco aôos de purgato­ rio ( équién sabe el tiempo por el que Dios condena a sus aimas?), sino el tiempo de purgatorio que Dios hubiera remitido en el caso de que se cumplan cinco aôos de penitencia canônica. Prâctica de las indulgencias I· éQuién concede las indulgencias? 1795 Cuando se hubo formado en Egipto aquel inmenso depôsito de trigo durante los aôos de abundancia, sôlo pudo disponer de él José, a quien el Faraôn habia otorgado la administraciôn (Gen. 41,48-49). Cristo nuestro Senor ha concedido la administraciôn del tesoro de la Iglesia a los jefes de ésta. Sôlo el papa y aquellos en quienes haya delegado pueden, por lo tanto, concéder indulgencias. El Romano Pontifice puede concederlas sin limite; los obispos conceden cien dias, y los arzobispos, trescientos. Π. iA quién se concede el lucro de las indulgencias? El tesoro de la Iglesia estâ constituido para los que pertenecen a ella. Por lo tanto, ni los no bautizados ni los excomulgados pueden ganar indulgencia alguna. Ademâs de esto, la indulgencia sôlo sirve para perdonar la pena temporal a aquellos que no estén sujetos a la eterna. Por lo tanto, para lucrarla se necesita vivir en estado de gracia, por lo menos en el momento de cum­ plir el ùltimo de los actos requeridos, que es cuando se gana la indulgencia (can.925). Pero dentro de este Cuerpo mistico de la Iglesia tenemos unos hermanos que sufren sin poder ayudarse en nada ellos a si mismos. Son las almas dei purgatorio. La reversibilidad de los méritos llega hasta ellos, y del mismo modo que los de Cristo me aprovechan a mi, yo puedo 179e ί f Co.XMhMORACIÔN 1008 1». I.OS Hl l.h.S 1)1 Kl NToS scr el conducto para que lleguen hasta aquel lugar de pena. D. Las indulgencias pueden scr por los vivos, en cuyo caso solo aprovechan al que las lucra, y pueden ser aplicables a los difuntos, y entonces el que ejecuta la obra indulgenciada cede su premio a las almas dei purgatorio. 1797 III. iCômo se lucran? En general, practicando la obra preceptuada con inten­ ciôn de lucrar indulgencia. B. Es necesario ejecutar la obra completa, aun cuando, si se omite una parte minima (menos de la quinta parte), no por ello déjà de ganarse la indulgencia. Si se pide la confesiôn y comuniôn en determinado dia, aquella puede hacerse ocho dias antes o después, y ésta la vispera o dentro de la octava. Las personas que se confiesen cada quince dias no tienen por qué preocuparse de la confe­ siôn, a no ser que se trate de un jubileo. C. Ademâs de ello es necesario tener alguna intenciôn, por lo menos general, de ganar las indulgencias, por lo cual se recomienda renovar esta intenciôn todos los dias. D. Las indulgencias plenarias y algunas otras suelen con-' cederse con la condiciôn de que se rece alguna oraciôn por Su Santidad. Esta oraciôn ha de ser vocal y no mental. Puede ser simplemente un padrenuestro y un avemaria. A. 1798 IV. Division de las indulgencias. No hemos hablado todaida de las indulgencias plenarias y pardales. La terminologia de la Iglesia suele ser la de concéder indulgencias por determinado tiempo, pero a veces la indulgencia es plenaria, lo cual quiere decir que la Iglesia concede de su tesoro tanto cuanto haga falta para que se perdone la pena temporal que debemos. B. No es fâcil ganar la plenitud de estas indulgencias, porque para ello se requiere que no conservemos afecto alguno al pecado venial, pues de lo contrario quedaria sin remitir, por lo menos, la pena correspondiente a ese afecto. Dedùzcase de ahi la necesidad de prepararse bien para ganar las indulgencias, amén de lo absurdo de ciertas prâcticas a las que acompana la indicaciôn de que con esa oraciôn *se saca anima». A. H F .shC. 8. I.I UAU HOMILÉTICOS 1009 Sepultar a los muertos 1. Una obra de misericordia. A. B. 1799 Encontramos en el evangelio de la viuda de Nairn una comitiva que se dispone a realizar una obra de mise­ ricordia dando tierra a un joven difunto. Entre las obras de misericordia de nuestro catecismo cristiano aparece ésta también. II. Dos conductas. 1800 Conducta de los paganos. a) No fué unanime el procéder de los paganos con sus muertos, si bien ninguno pudo fundamental; el culto que a veces dieron a sus difuntos con les motivos que los cristianos han tenido y tienen para hacerlo. b) Hubo barbares que arrojaron los cadâveres al campo para que fuesen devorados por las fieras; otros, entre ellos los romanos, los quemaban; otros, como los atenienses, los sepultaban con honra. Conducta de los creyentes. En el Anliguo Testamento. Los hebreos eran los que daban mas honores al cuerpo de sus difuntos. Son alabados en la Escritura como ejemplares en el ejercicio de esta obra de piedad cristiana Abrahân, Jacob, José, Tobias, Nicodemo y José de Arimatea. b> Los primeras cristianos han dejado testimonio del honor que rendian a los difuntos en los cementerios cristianos que nos quedan en las catacumbas. Honores especialisimos que se tributaban a los mârtires del Senor. a) III. Motivos para honrar el cuerpo de los difuntos. A. Porque el cuerpo es lo mâs importante que déjà el di­ funto sobre la tierra. a) Es cosa conforme a razôn tener en estima aquellas cosas que pertenecieron a los mayores. Solemos conservarlas como recuerdos caros de sus personas. b) Con mayor razôn debemos hacer esto con aquello que mds intimamente estuvo unido al difunto. Todas las demâs cosas se le unian accidentalmente. El cuerpo le estaba sustancialmente unido. Se honra el cuerpo sepultândolo en la tierra, que es su lugar mds propio, porque ella es madré comûn, de la cual saliô nues- t r t 4 1801 1010 CONMKMORACIÔN DE LOS FIELES DIFUNTOS tro cuerpo, y después de muerto lo quiere recibir de nuevo. El mismo Ciro, rey de los persas, decla que nada tan honroso como ser sepultado en la misma tierra, que tantos y tan bellos /ru­ tos produce. ' sF Porque el cuerpo del cristiano pertenece al Espiritu Santo. a) San Agustin dice que no se puede menospreciar a los cuerpos de los difuntos, sobre todo de los justos y fieles, porque el Es­ piritu Santo se ha servido de ellos como de ôrganosy vasos para todas las buenas obras (cf. «De civitate Dei» 1,13: PL 40,22). b) Es la doctrina de San Pablo, el cual nos dice que «nuestros cuerpos son miembros de Cristo > (1 Cor. 12,27) y que somos •templos del Espiritu Santo* (1 Cor. 6,19). Los cuerpos de los cristianos han sido santificados por el con­ tacto de Cristo, realmente présenté en la sagrada Eucaristia. d) Es un cuerpo dado a la tierra, pero que un dia ha de resucitar. Dios ha manifestado esta complacenda en el honor tributado a taies cuerpos de modos muy diversos. Por los milagros que hace usando reliquias de ellos; a veces los mismos animales han dado sepultura a los cuerpos de los santos por disposiciôn de Dios, como ocurriô con San Pablo el Eremita. Porque es un testimonio de nuestra fe en la resurrecciôn de la came. a) Asi lo afirma Santo Tornas («In 4» d.45 q.4 a.3 ad 3): «La se­ pultura aprovecha espiritualmente a los vivos, que con ello manifiestan y aumentan su fe en la resurrecciôn*. b) San Pablo nos ha dado la bella comparaciôn de la semilla que se entierra y germina: Nuestros cuerpos son sembrados en igno­ minia para levantarse con gloria (cf. 1 Cor. 15,35 ss.). Por esto los gentiles arrojarân los cuerpos humanos a los nos o al fuego, porque no tienen esperanza de la resurrecciôn. 2. Pero los cristianos, en espera de que se levanten glo­ riosos del sepulcro, llamarân a sus cementerios camposantos y dormitorios, porque son lugar de siembra y si­ tio de espera. 3- Ellos saben que si les preguntaran a los cadâveres qué hacen alli reposando, podrian contestar; «Esperamos al Salvador y Senor Jesucristo, que reformarâ el cuerpo de nuestra vileza conforme a su cuerpo glorioso» (Phil. 3.20-21). Porque es una obra meritoria para los vivos. Lo mismo que es una obra de misericordia vestir al desnudo y dar posada al ‘peregrino, el cual, sin embargo, podria quizds valerse de alguna manera; asi, y mâs aùn, es obra agradable a Dios y de especial mérito atender el cuerpo del difunto, que de ningûn modo puede valerse por si mismo. b) En el Antiguo Testamento es ejemplar el caso de Tobias, el cual dejaba la comida sobre la mesa para salir a enterrar a los SEC 8. GUIONRS HOMILETICOS 1011 k-1 muertos; esta obra es alabada por el dngel como muy grata a los ojos de Dios (cf. Tob. 12). c) El mismo Cristo alaba la accidn de la Magdalena, deféndiéndola de Judas; Magdalena ha hecho una buena obra, porque, derramando ungüento sobre su cuerpo, lo ha preparado para la sepultura (Mt. 26,10 ss.). E. Porque nos trae el recuerdo de nuestra propia muerte. Esta obra de misericordia nos trae una gran leccion acerca de nuestra vileza y de lo que han de ser muy pronto las riquezas, la hermosura. los placeres y las vanidades. b) Como dice San Agustin, aquellas cenizas y huesos, si atendemos, pueden ser para nosotros magnificos predicadores (cf. Serm. 66, «De verbis apost.»). c) San Jerônimo (cf. «In Ez.», c.40) nos dice que él mismo, como hacian los antiguos cristianos con sus hijos, se iba los domingos y dias de fiesta a contemplar las sepulturas de los cristianos. d) l'Ojald en nuestros dias estas visitas en dias festivos a nuestros cementerios produzcan en quienes las hacen frutos tan excelentes ! a) »**»·£** t Consuelo en la muerte I. Es cristiano llorar a los muertos. A. Jesucristo tiene para la madré viuda de Nairn estas palabras: «No llores». No se trata de un mandato 0 reprensiôn por las Idgrimas que vierte ante su hijo muerto. b) Son palabras de suprema consolaciôn. Valen tanto como decirle que se consuele porque ha encontrado al que tiene poder para limpiar radicalmente sus lagrimas. El mismo Jesûs llora en el Evangelio la muerte de su amigo Lâzaro, hasta el punto de conmover y llamar la atenciôn de los présentes. a) El llanto es legitimo a la naturaleza, que se ve separada de los seres queridos. b) Mas justo αύη es el llanto por la muerte de los padres, y mds cuando se les ha abreviado la vida con desobediencias e in­ gratitudes. San Agustin en un bello capitulo de sus «Confesiones» (9,12), después de explicar las abundantes lagri­ mas que derramô sin consuelo delante del cadaver de su madré, termina diciendo: «Léalo el que quisiere e interprételo c o gustare. Si le pareciere que hice mal 1802 1012 CONMEMORACIÔN UE LOS FIKLBS DIFUNTOS y que pcqué por haber llorado a mi madré..., a una ma­ dré que por muchos anos me habia llorado..., le pido que no se ria de mi llanto; antes bien, si tiene bastante caridad. Ilore él también por mis pecados delante de vos». 1803 H. Llanto con esperanza. A. B. Debemos concéder a la naturaleza el derecho que le corresponde de un llanto que alivie el dolor, pero siempre «que nuestra tristeza no sea como la de aqueIlos que no tienen esperanza· (i Thés. 4,12). Motivos de esta esperanza consoladora son: Saber que Dios envia la muerte. Es un Padre quien ha decretado esta ley absolutamente universal (Hebr. 9,27) b) La muerte es un sueiïo tan sôlo. Jesüs dijo de Làzaro, que estaba muerto: «Nuestro ami­ go ducrme»(Io. 11,11-3). 2. Y San Esteban, que muere bajo la violencia de las piedras que le arrojan, no cae sino para «dormirse en el Seftor» (Act. 7,59). 1. c) Pensar que tras el sueito le ha vemdo a aquella aima el verdadero gozo de la patria. 1. 2. d) 1801 Si no de una manera inmediata, porque necesita nues­ tros sufragios, si con la seguridad de que, aunque se encuentrc en el purgatorio, ya no puede pecar y tiene la esperanza cierta del cielo. Esta es la ganancia que pensaba alcanzar Pablo con su muerte (cf. Phil. 1,21). Consideror que nosotros iremos a reunirnos un dia con ellos, puesto (pie solamente nos han antccedido unas horas 0 breve tiempo en el viaje que todos hemos de emprender hacia la eternidad. III. Consuelo por lo que han dejado. El que ha muerto déjà su cuerpo. a) ’Mientras estâmes en la tienda de campaùa de nuestros everpos, dice San Pablo, gemimos agobiados bajo su peso, sabiendo que, mientras estamos en el cuerpo, viajamos lejos dei Serior· (2 Cor. 5,4-6). b) Con toda razôn se llama tienda de comporta a nuestro cuerPO, pues: 2· La permanencia del aima en el cuerpo es de poca dulaciôn. La casa propia es lugar de tranquilidad, de posesiôn, de repose: la tienda es lugar que se ocupa unos dias y, cuando se sale de ella, se abandona, como el cuerpo: «No tenemos aqui una mansiôn permanente, sino que buscamos la futura» (Hebr. 13,14). El nombre de tienda indica que somos extranos en la SEC. 8. 4. c) B. GriONES HOMfLÉTICOS 1013 tierra y que como extraAos debemos tratar todas las co­ sas del mundo, sin apegos a lo que no es nuestro. Como el soldado sc aloja en la tienda para las campartas de guerra, asi los soldados de Cristo, mientras vivan en este cuerpo corruptible de pecado, han de sostener una batalla contra las pasiones de su propia carne. Todas estas consideraciones consuelan en presencia del cada­ ver, sabiendo (pie aquel a quien amdbarnos ha dejado lo tran­ sitorio para conseguir lo eterno. El muerto se despide del mundo. a) Y con él le abandonan todas sus iniquidades y sus peligros. b) Aquella vida de gracia déjà de estar en peligro; aqui en el mun­ do lo estaria siempre, porque el mundo es enemigo irréconcilia­ ble de Jesucristo. Déjà los bicnes de la tierra. a) Todos los cuales son lazos y dificultades para que el reino de Dios se dcsarrolle en nosotros. b) Ya no son dos preocupaciones, por las cosas temporales y por las espirituales, tas que tiene quien ha muerto, sino que todo él se emplea en Dios. Déjà las miserias de la vida. Très motivos hay para felicitarse por la muerte: a) Se queda libre de todo trabajo. b) De todo pecado. c) De todo peligro. IV. Consuelo por su memoria. A. B. • 1 1805 Quien muere después de una vida ejemplar déjà a los suyos sobre la tierra el consuelo que podemos sintetizar en la inscripciôn colocada sobre la tumba del cardenal Alciati, en Santa Maria de los Angeles, de Roma. "Virtute vixit, memoria vivit, gloria vivet». a) Vivid en ici virtud. b) Vive en la memoria de los hombres sobre la tierra. Vivird en la gloria eternamente. ·»·· · INDICE DE SAGRADA ESCRITURA Los numeros de este indice remiten a la numeraciôn marginal de las pâginas de este volumen 15.12-18 746 741 16.6 1010 16,28 Ps 758, 1010. 17.1-26 1189 799 405. 432, 477. 18,1-40 1250 480, 547. 632 782 412. 420, 446. 19.1-42 452, 489, 84.11 593. 809, 817. 102.14 1251 821, 1326, 1365 207 60.1-6 Is 976 20.29 352 31,3 1er 834 1,1-11 Act 14,14 1731 2 Reg 1488 Rom 1690 2 Mac 1209 7.13 15.12 1640 346 7.30 1,8 - 21 1371. 1383. 1469. Mt 1199 1476 1476 13.1 208. 228 238 2.8 2.13-14 1500 1 Cor 1653 7.17 2,16-18 278 11.23-29 725, 1037, 1061 1525 ss., 1532, 1548 1562, 1583. 1590, 1206 15.17 1683 1258 1658 1804 5.4-6 2 Cor 1502 1689 5,10 793 11,23-29 764 ■990 16.24 355 Eph. 2.10 1586 19.21 2.14 15 1506 19.23 999, 1182 3.8-19 1340. 1347 28.20 356 812 4.1 15.34 Mc 1502 4.3 16.14-20 834. 858 1390 8.135 2.1 - 14 887, 1489 1371 Phil 2.5-10 16-46 3.8 98 ss. 2.14 185 Col 1.16 1488 2,21 1595 1492 3.3 1513 3.23 2.41-52 1517 748 1006 Gai 1.10 354 804 1,15 23.34 805 1803 1 Thess. 23,43 824 349 2,4 1 Tim 23,46 1456 38 6.20 1.2-3 6,7 Tit 2.11-15 3.13 871, 973 731 Hebr 1.3 3.16 73 1404 1740 5.25 10’5-10 979 6.56-69 1018, 1056. 1069 822 10.6 10.11-16 315 728. 731 97 Pet 4,11 13.1 400, 425. 462. 2 Pet 1.3-4 13,2-15 193 585. 742 lo 2.15-16 754 977 14.3 16-10 Apoc 6.9 756 14.17 1521 757 14.30 1624 7,13 Sap Eccl 6.18 1.2 45.1-6 2,6-8 4.9 24.10 33.9 68.8 1587 1781 1869 788 1 Nos limitâmes a consignar los textos que estân comentados en présente volumen. ■ Los nûmeros de este indice remiten a la numeraclôn marginal de las pâginas de este volumen Adopciôn: adopciôn divina del hombre 190 ; elementos 190 ; dog­ ma de fe 193; comparaciôn con la adopciôn humana 190. Alegria: sentido de la alegria cristiana 986; si hay amor, hay alegria 362; el camino de la cruz, fuente de alegria 986; ale­ gria y cumplimiento de la vo­ luntad de Dios 986; Navidad, dia de santa alegria 31 37 135. Amistad: la amistad en el ser­ môn de la Cena 746; los disci­ pulos, amigos de Jesûs 747: la servidumbre, camino de la amistad con Dios 748; labilidad de la amistad humana 698. Amor : dar y darse, esencial al amor 722 1356; unifica al amante con el amado 1349 ; es la medida del dolor 702 800 ; fuerte como la muerte 482; dos propiedades del verdadero amor 1286; donde hay amor no hav fatiga 362 766; la semejanza es causa del amor 1285; el amor mayor, el amor de caridad 800; a la unidad por el amor 752; impulsa a vivir para los demâs 738; hay que saber entender el verdadero amor 1300; amor hu­ mano y amor espiritual 1263: amor de lo terreno y amor de lo temporal 1235; los obstâculos del amor a Dios 177 ; dos amores incompatibles 1253; Dios, amor esencial 384 723 1299 ; grandeza del amor de Dios al hombre 1302; amor de Cristo a los hombres 728 731; el amor a Cristo, amor transformante 1296; obligatoriedad del amor a Dios 1301 ; motivos del amor a Dios 177; el amor a Cristo debe ser incondicional 12581346; amor afectivo y amor efectivo 1344; triple modo de amar a Dios 1258; Cristo, modelo de amor 1262; amor de Dios y santidad 1618 ; la creaciôn, obra del amor 729; la Encamaciôn, misterio de amor 731 1280; la deiùcaciôn [Amor] del hombre, obra del amor 729; no hay amor en el mundo 1346; hay que reconstruir el amor 737 ; no amemos al mundo 1254; un amor mâs excelente 1265. Apôstoles: su vocaciôn 1412; ami­ gos del Senor 746; continuadores de su obra 1011; necesidad 343; misiôn 878; la ûltima lec­ ciôn del Maestro 934; reproche de su incredulïdad 1000; las dudas de los Apôstoles, provechosas para nosotros 849 857 ; por qué estuvo Cristo con ellos cuarenta dias después de la resu­ rrecciôn 843 848 857. Ascension: hecho ùnico en la his­ toria 988; triunfo de Cristo 839 907 921 967 969 983; conveniencia 844 863 975; causa 868; mo­ tivos secundarios 838 891; dia de gozo 966 948; festividad de la Ascensiôn, caracteristicas 832; liturgia 833; afectos propios de esta fiesta 930; simbolismo 922; frutos 888; lecciones 847 852 875 968 1009 1012; anuncio de la segunda venida del Senor 855; estimulo de los de­ seos del cielo 856 ; la ascensiôn del cristiano 926; la Ascensiôn y el juicio final 1005; y la ve­ nida del Espiritu Santo 978; y la Eucaristia 976; y la vida cristiana 865; la fiesta de la As­ cension y el mundo del trabajo 945. Aureolas de los santos: concepto 1555; clases 1556. Avaricia: enemiga de la caridad 856; hace al hombre peor que un demonio 421. Ayuno: y oraciôn 1495. Bautismo: puerta de nuestra glorificaciôn 927. Bienaventuranzas: felicidad de los bienaventurados 1589; esencia 1590; grandeza 1596; el deseo universal de felicidad 1532; 1016 INDICE DE MATERIAS {Corpus Christi] homenaje exterior 1179; e inte­ rior 1180. Creaciôn: obra del amor 729; reflejo de las j)erfecciones divi­ nas 185 195; proceso de la ac­ ciôn creadora 729. Cristianismo: no es un mero conjunto de pràcticas exteriores 1195; el cristianismo fûcil de no pocos cristianos 1210. Cristiano: la vocaciôn de cristia­ no 233 385; soldado de Cristo 936; las dos mi radas del cris­ tiano 934; el cristiano y el amor 736; imitador de Cristo 648 674 1009; su alimento, la Eucaris­ tia 1010; éramos nada, en Cris­ to somos algo 1251 ; el cristiano ante la Pasiôn de Cristo 663 700; ante la muerte 1738 1802; debe ser fiel cumplidor de su deber 676 823; trabajar y su­ frir 833; necesita mortificaciôn 675 700; debe vacar a la oraciôn 677; y esmerarse en las obras diarias 678; tendiendo seriamente a la santidad 227; su vi­ da es vida de combate 302; no debe desentenderse de los problemas de la vida temporal 945; su grave responsabilidad en la hora présente 941 ; debe sacudir toda pereza 221. Cruz: lecciones de la cruz 583; en ella se firme la carta del perdôn 413 660; el trono de la cruz. trono de misericordia 799; triunfo de Cristo 412; consuma­ ciôn y perfecciôn de todas las cosas 657; diversas maneras de llevar la cruz 795; el camino de la cruz, fuente de alegria in­ terior 796 986; gloriémonos en la cruz 389. Culto: definiciôn 1622; culto y oraciôn 1638; culto al Sagrado Corazôn 1270 1308; culto social 1247; culto de San José 1448; culto de los santos 1621; fun­ damento 1639; justif icaciôn 1623; historia 1633; culto a las reliquias e imâgenes de los san­ tos 1626. I BiennienturanzasI la pobreza 1533 1563 ; manse· dumbre 1534 1570; llanto 1535 1574; hambre y sed de justicia 1536 1575; misericordia 1537 1576; pureza 1538 1577; paz 1578; persecuciôn 1579 Buen Ladrôn: su peticiôn 654; reconociô la realeza de Jesûs 652; practicô las très virtudes teologales 623; insigne en la humildad 626; no se ha de hacer de este ejemplo régla general 622. Caridad: traida por Cristo al mundo 937 ; vencedora dei mun­ do 937; es una y ûnica 1604; pe­ ro hay jerarquia en su ejercicio 16Ô5; esencia de la perfec­ ciôn 1601 ; caridad afectiva y efectiva 1606; es el mandam iento nuevo 386 480 484 587 735; distintivo del verdadero cristiano 483; cualidades de la auténtica caridad 1298; cubre todos los pecados 382; plenitud de vida so­ brenatural 1003; caridad y humildad 745; fuente de uniôn 1137 1188; la paz, efecto de la cari­ dad 383; incompatible con la avaricia 856; pecados contra la caridad 1189. Cielo: tenemos un lugar préparado en el cielo 933; perspectiva obligatoria del cristiano 934; la pretendida inexistencia de la gloria 9-16; es posible y fâcil la conquista del cielo 936; entrada triunfal de Cristo en la gloria 906 913; hora de la victoria de­ finitiva 899; felicidad inénarra­ ble del cielo 896 901 ; bienes del aima y del cuerpo en la gloria. Comuniôn: la comuniôn y la mi­ sa 1198; hay que rechazar a los indignos 430 517; la comuniôn frecuente 19; fuente de forta­ leza cristiana 1222; cômo debemos comulgar 427; comuniôn sin mortificaciôn, comuniôn in­ fructuosa 1212; el secreto para comulgar con fruto 1203; comu­ niôn sacramental y comuniôn de los santos 1142 1711. Confianza: fundamento 932 1505; Derecho: la reintegraciôn ciel orla gracia del Espîritu Santo denamiento juridico, base pa­ 942; es condiciôn de la espera la paz 108; la base ultima ranza 1505. del derecho no es la utilidad Corpus Christi: liturgia de la fes101; utilitarismo y positivismo tividad 1020; origenes 1019 1021 I juridicos 108; derecho del hom­ 1027 1107; reacciôn contra sec- · bre a la seguridad juridica 108; tas antieucaristicas 1022 1029; la autoridad judicial, sus con­ afectos propios de esta festividiciones 108. dad 1110; triunfo glorioso de Cristo 1106; Jueves Santo y Devociôn: —al Sagrado Corazôn: Corpus Christi 1019: los autos origenes 1238; historia 1244; casacramentales 1174 ; la proceracteristicas 1239; fin propio siôn del Corpus 1106 1177 1770; 1243; la promesa de los prime- î DE MATERIAS I Devociôn 1 ros viernes 1248; fundamentos teolôglcos 1269; prejuicios Infundados 1306: no es una forma mfts de piedad 1323; la repara­ ciôn, nota esencial 1213 1278 1357 1362; remedio de la apos­ tasia moderna 1358; las consagraciones sociales 1361; lâbaro de salvaciôn para el mundo de hoy 1307 1325. —a San José: 1448; motivos 1400; bienes 1398; très gracias espedales 1404. —a los santos: 1399. Doctrina social catôlica: en el campo econômicosocial 948; el verdadero humanismo es el hu­ manisme cristiano 951; el sen­ tido trascendente de la vida humana 954. Dolores y gozos de San José: pri­ mer dolor y gozo 1469; segundo 1473; tercero, 1484; cuarto 1491; quinto 1500; sexto 1506; séptimo 1516. Economia: subordinada al fin trascendente del hombre 950; el orden econômjco justo 950; economia y santificaciôn del domingo 953; relaciôn entre necesidades reales y necesidades artificiales 953 ; economia y progreso 952; economia y dignidad humana 950; las excesivas diferencias econômicas, peligro pa­ ra la paz 102. Encarnaciôn: expresiôn dei Ver­ bo 51 312; don mâximo del Es­ pîritu Santo 53; dos naturalezas y una sola persona 25; maravilla de las maravillas 15 1284; humillaciôn asombrosa del Verbo 91; causa 52 161 261 276 1264 ; obra del amor 314 731 1280 ; manîfestaciôn del poder de Dios 176 250; la gloria del Padre, fin de la Encarnaciôn 96; conve­ nienda 59; la Encarnaciôn y la filiaciôn adoptiva del hombre 33; salvaciôn de la humanidad 26 1282. Epifania: origen de la fiesta 205; sigmficaciôn 206; manifestaciôn de Cristo 235 243 254 342 ; y vo­ caciôn de los gentiles 312 345; grandeza de esta fiesta 247; cuestiones en torno a los Ma­ gos 331; circunstancias dei re­ lato evangélico 208; el viaje de los Magos 216; su pregunta a los judios 229; malicia de He­ rodes 214 244 309; la estrella. significado 210 218 232 238 260 268 271 280 304 341 : la adoraciôn 215 231 245 263 290; las ofrendas 237 239 264: el regreso de 1017 I Epifania! los Magos 211 . virtudes de los Magos, fe 281; fortaleza, 283; obedlencia 234. Esperanza: mantiene erguido al cristiano en la vida 936; brota de las promesas de Cristo 991; esté, condicionada por la con­ fianza 1505; esperanza y temor 1007; la esperanza y el Cuerpo mlstico 977. Espîritu Santo: Maestro de la verdad 943; el Gran Desconoci­ do 1227 ; triple relaciôn con la Eucaristia 1224 ; nos lleva a Cristo, si no matamos sus inspiraclones 273; omnipotencia de sus dones 944; su asistencla perpetua a la Iglesia 940. Eucaristia: don del amor 722 1318; prolongaciôn de la Encarnaciôn 1214; pan de vida 1249; gran misterio de fe 426 1113; la transubstanciaciôn 1113; simbolo de unidad 1032 1074 1137 1188; cen­ tro de la vida cristiana 1144; sagrado convite 1040 1192; recuerdo de la pasiôn 1136 1196; llena el aima de gracia 1200; prenda de la gloria futura 1058 1134 1205: instituciôn de la Eu­ caristia 425 1037 1043 1061; ne­ cesidad 1057. 1195; veneraciôn debida 18 1110; misa y Euca­ ristia 1023; auténtica piedad eucaristica 1198; visitas al San­ tisimo 1228; cômo debe recibirse 427 ; disposiciones para co­ mulgar 1055 1066 1072 1088 1100; necesidad de limpieza de aima para comulgar 1065; honor que supone la comuniôn 1064; castigos de la comuniôn indigna 1063; ef e c t o s transf ormadores de la comuniôn fructuosa 1052 1194 ; Eucaristia y fortaleza 1218; mortificaciôn 1136 1209; seis efectos de la Eucaristia 1076; es el sacramento de la vida 1129; restablece el vigor de la fe 1131 ; refrena las pasiones 1132; vida nueva del cristiano 1066. Exaltaciôn de Cristo: sentado a la diestra del Padre 894 916 973; signiflcado de esta expresiôn 871 : titulos de Cristo para esta exaltaciôn 872. ï Fe: objeto 865 976; principio de vida espiritual 1002; es la per­ fecta sabiduria 249; superior a la razôn 935 1120; es la gran victoria sobre el mundo 854; las pasiones desordenadas apagan la fe 1132: la puerta de la fe es la humildad 252; fe y Euca­ ristia 1131 126: consecuència de U >. ■ 1018 0^^- INDICE DK MATERIAS -*— j Hombre] |Fel las obras con la fe 856; no bas­ 155; lo comûn y lo especlflco ta la fe, se necesitan obras 880. del hombre 858; el hombre on Fieles difuntos, conmemoraciôn el orden puramente natural 181; de los: espiritu de la conmemola suprema dignidad del hom­ raciôn 1682; notas histôricas bre 155; el hombre cristiano 953; 1683; pueden ser ayudados por su destino trascendente 951 953; los vivos 1716 1 722; en virtud de la elevaciôn del hombre al or­ la comuniôn de los santos 1711; den sobrenatural 179 182 729; la las exequias por los difuntos filiaciôn divina adoptiva del 1691 ; la oraciôn por ellos 1694 hombre 33 184 189; el hombre, 1708: los sufragios de los pecaobjeto del amor de Dios 729; la dores por los difuntos 1717; deîficaciôn del hombre 192; la principales sufragios por los Encamaciôn, remedio del hom­ difuntos 1725; la misa, el ma­ bre caido 1282; Cristo, modelo yor sufragio 1789 1791 ; las indel hombre queri do por Dios 792 1304 ; està obligado a dar dulgencias 1728. gloria a Dios 156: la lucha es­ Filiaciôn: condiciones para ser piritual del hombre 895; las hijo 77; filiaciôn natural del cuatro edades del hombre 423; Verbo 77 80: la generaciôn inla dignidad y los derechos de telectual dei Verbo 86; filia­ la persona humana, base indis­ ciôn divina adoptiva del hom­ pensable para la paz 105; la bre 189; herencia de los hijos dignidad humana, centro del de Dios 1594; no es metâfora, orden econômico 950. es realidad 187: dogma de la fe cristiana 186: la filiaciôn Humanidad: la humanidad y el . adoptiva, efecto de la Eucaris­ nacimiento del Verbo encarnatia 39; consecuencias de esta do 147; Jesucristo, Cabeza de adopciôn 40; hemos de vivir toda la humanidad 1543; Cris­ conforme a ella 41 ; origen y to, fin de la humanidad 663; la defensa de Ia verdadera paz 44. historia de la humanidad, sus dos periodos 141; humanismo Fortaleza: teologia de la fortalecristiano y humanismo no cris­ za 1219; su fuente, la comuniôn tiano 951. eucaristica 1222: la fortaleza de los primeros cristianos 1221 ; Humildad: es la verdad 743; re­ virtud necesaria 1218; hoy mâs quière un especial auxilio divi­ que nunca 1222. no 743; su absoluta necesidad 475; s»n humildad no hay santi­ dad 743: debe ser completa y Gloria: definiciôn 160: la gloria con todos 22: es fundamento de Dios, fin del hombre 155: fin neerativo de la justificaciôn de la religion 97: fin de las 1002: régla prâct’ca de la sabi­ obras divinas 96; fin de la vida duria cristiana 252; vencedora de Cristo 161 : la glor{a de Dios, de la muerte 252; humildad y mensaje de Belén 153; la gloricaridad 745; humildad y ora­ ficaciôn de Dios. obligaciôn de ciôn 744; ^cômo se consigne? justicia para el hombre 156. 744; la humillaciôn. camino pa­ ra la humildad 744; humildad Gozo: origen 765: gozo navideno real y humildades aparentes 135; la Ascens'ôn. fiesta de in­ : camino de la gloria verda­ timo gozo 966 853 931. dera 839: los très escalones de Gracia: instrumento de elevala humildad cristiana 887; Na­ ciôn del hombre al orden sobre­ vidad, lecdôn perpetua de hu­ natural 132: Jesucristo. fuente mildad 23: humillaciôn dei Ver­ de la gracia 1547; la fuerza de bo de la Encamaciôn 91 : el lala gracia 654; conquista poco vatorio de los nies, monumento a poco a todo el hombre 896; de hum»ldad 585 742 4M; la ora­ sin la gracia, la voluntad es ciôn del huerto, modelo de hu­ impotente 425: la gracia y la mildad 547; la pasiôn, prodigio perseveranda 612: la Eucaris­ de hum'Idad 669; modelos de tia. fuente de gracia 1134: efihumildad: Cristo 558; su Sa­ cacia de las divinas inspiraciogrado Corazôn 1366; San José nes 280. 1459 1 44; el Buen Ladrôn 626. H ombre: es el rey de la creaciôn 16: es por esencfa una manifestaciôn de la grandeza de Dios 155: su aima es inmortal * 946; su fin, la gloria de Dios Iglesia: Cuerpo mistico de Cris­ to 996 897: fundada para conduclr a los pueblos al reino de Dios 343: goza de la asistencia INDICE DE MATERIAS (Iglesia] perpetua de Cristo 930; y del Espiritu Santo 940; la hora de la victoria deflnitlva 899; quiénes son miembros de la Iglcsia 468; infallbilidad de la Igle­ sia en las canonizaciones 1636; la Iglesia ante la humanidad dividida 327; sus julcios no son partid istas 329; la supuesta neutralidad politica de la Igle­ sia 330; su supranacionalidad 319; doble sentido de esta su­ pranacionalidad 320; constituye un todo indivisible con Cris­ to 320; no puede enfeudarse a naciôn alguna 321 326; no es un imperio 324 ; sin ella no hay uniôn social firme 322; su contribuciôn en la consolidaclôn de las bases de la sociedad 324; respeta el valor de la iniciativa privada 325; no puede ponerse al serviclo de intereses meramente politicos 327; no ha abandonado al obrero 1360 948. Indulgencias: dogma e historia 1793; £,quién las concede? 1795; £a quién se conceden? 1796; ^cômo se lucran? 1797; clases 1798; indulgencias por las almas del purgatorio 1783 1728. Infalibilidad: de la palabra de Cristo 1062; y de la Iglesia en las canonizaciones 1636. Infancia espiritu al: el ejemplo del Salvador 251; la infancia del espiritu 253; la humildad, secreto del trlunfo 252. Jesucristo: Hijo ûnico de Dios 80 924; es igual al Padre 846; la generaciôn intelectual del Verbo 86; su amor al Padre 1309 1283; su amor por los hom­ bres 729 1274 1283; su Encarna­ cion 1249; dos naturalezas y una sola persona 38 62 189 868 1250; grandeza de los dones concedidos a la humanidad de Cristo 1303; Jesûs, Salvador 1488; vino a salvarnos del pecado 174; es nuestro modelo 180; Ecce homo 668; nuestro intercesor ante Dios 596 919 870 979; Cabeza de los ângeles 1545; pa­ dre universal de todos los hom­ bres 1304 1543; Cabeza de la Iglesia 1542 869 ; su presencia en la tierra 936 994; en la mi­ sa 995; en la Iglesia 996; en el sacerdocio 997 ; fuente de la gracia 1547; su Pasiôn, ejemplo y consuelo para el cristia­ no 648; el testamento de Cris­ to 691; su entrada triunfal en la gloria 907 913; su exaltaciôn en la .Ascensiôn 871 ; es rey 665 1019 ( Jesucristo] 891 900; sacerdote 753; ûnico Maestro del hombre 474 656 198 1666; el gran testlgo de la ver­ dad 499 666 935; su segunda venida 1005 910; juez universal 860 663. Judas Iscariote: por qué Cristo eligiô a Judas 515; el discipulo traidor 514; su maldad 551; el beso traidor 552; poseido del demonio 462 422; su desesperaciôn y muerte 438 523. Limosna: alabanza de la limos­ na 450 ; el pobre représenta a Cristo 458; hay quien se queja de oir hablar tanto de la li­ mosna 459; contra los ladrones que hacen limosna 440. Liturgia: su excelencla y superioridad sobre cualesquiera otras devociones 403; la plegaria litûrgica 391; la participaciôn del pueblo en la liturgia 403; lleva a la piedad confiada y gozosa 1339; liturgia de Na­ vidad 4 135; de la Epifania 341 205; la nueva liturgia de la Semana Santa 402; liturgia de la festividad de la Ascensiôn 966; de la festividad del Corpus Christi 1020; de la fiesta del Sagrado Corazôn 1238 ; de la fiesta de San José 1371; dq la fiesta de todos los Santos 1523; de la conmemoraciôn de los fie­ les difuntos 1682. Nlansedumbre: es bienaventuran­ za 1534 1570; sus grados 1571; duena de la tierra 1572; cômo conseguirla 1573; Cristo, modelo de mansedumbre 557 ; especialmente en su pasiôn 437 ; el Sagrado Corazôn, modèlo de rnansedumbre 1367. Maria: el nombre de Maria 70; dulzura de este nombre 71; su excelsa dignidad 1407; su san­ tidad 1471; la virginidad de Ma­ ria 1460; la maternidad de Ma­ ria 48; Madré de Jesûs 800; sin detrimento de la virginidad 50; Madré de todos los hombres 810 801; su fecundidad 709; sus vir­ tudes 145; su uniôn con San José 1518; la puriticaciôn de Maria en el templo 1494; despidese de su Hijo 631 ; encuen­ tra a su Hijo en la calle de la Amargura 645; al pie de la Cruz 701 800; la lanzada del Hijo atraviesa el corazôn de la Madré 600; el descendimiento de la cruz y el llanto de la Virgen 603;* la compasiôn de Maria 598; très elementos de & : t<· i I 1020 > INDICE DE MATERIAS (Maria] N.wldad: tleata de Navidad 135. su sacrificio 701 ; vencedora de tlesta de la santa liboraciôn 23; nuestros enemigos 272; la inactualidad de la Navidad 136; tercesiôn de Maria 351. notas histôricas 4; cômo eelcMatrimonio: eiementos dei ma­ brarla 5; los dos nacimicntos trimonio 1411: esencia 1115; for­ de Cristo 46; el nacimiento ma 1415: fin 1391: bienes 1463: cterno de Cristo 83; el naci­ matrimonio y virginidad 1395: miento temporal de Cristo, cen­ las obras de la carne 1392; do­ tro de los tiempos 140; clrcunsble perfecciôn dei matrimonio tancias histôrlcas del misterio 1417 : los esposos deben su es­ 8; icuéndo naciô Jesucristo? tado al amor conyugal 1390; 119; el nacimiento de Jesûs los desposorios on Israel 1444; 1446; iquién es el Niûo que nos el matrimonio de la Virgen y ha nacido? 296; ^cômo enconSan José 1416: San José y la trarlo? 301; contemplaclôn del Virgen. modèles de amor con­ misterio 76; la providencia en yugal 1408. Belén 139; las personas de Be­ Milagros: han existido siempre lén 143; adoradores de Belén: en la Iglesia 880; dos clases de los pastores 149; Belén, cscuemllagros 859. la de santidad 176; las leccioMisa: el sacrificio de la misa nes del pesebre 275; costum1751 ; es sacrificio y sacramen­ bres navideüas 134 ; el origen to 995: reproducciôn dei sacri­ de la ,-v· i- X 1 INcrm. de la Montafia] declaraciôn de programa 1525; el lugar 1526; las recensiones de Mateo y Lucas 1527 ; sinfonla majestuosa 1528; la mâs am­ plia paradoja 1529; la nueva ordenaciôn 1530; desarrollo 1531; doctrina de Cristo sobre la doble solicitud 1504. Siete Palabras: introducciôn ge­ neral 803; primera palabra: el perdôn 804; segunda palabra: por el sufrimiento al amor 652 805; tercera palabra: maternidad de Maria 54 809; cuarta pa­ labra: el desaraparo de Cristo 812; quinta palabra: la sed de Cristo 512 817 ; sexta palabra : el cumplimiento del deber 512 656 821 : séptima palabra : muer­ te del Sefior 824. Solicitud: es parte muy Impor­ tante de la prudencia 360; soli­ citud virtuosa y solicitud pecaminosa 1502; el sermôn de la Montana 1504. T entaciôn: no es sinônimo de pecado 880; vigilancia necesaria frente a toda tentaciôn 856; el ataque progresivo del demo­ nic 450; hay que rechazarla desde el principio 448; las trazas del demonio 450. Todos los santos: origen y des­ arrollo de la fiesta 1616; histo­ ria de la festividad 1523; su carâcter litûrgico 1524. Trabajo: el valor del trabajo 1012; es necesario para la santificaciôn 1006; el trabajo y la observancia de los dias festivos 953; trabajo y oraciôn 1513; hay que ennoblecer el trabajo 1512; no todo trabajo es cristiano 1511; el mundo del trabajo ante la fiesta de la Ascensiôn 945: dignidad y prerrogativas del trabajo 1Ô7 ; exigencias de jus­ ticia que hay que satisfacer en el campo laboral 107; la Iglesia no ha desatendido el mundo del trabajo 8 948; San José, mode­ lo de trabajadores 1509. Transubstanciaciôn: la realidad del misterio 1113; objeciones contra esta realidad y soluciôn 1114; la objeciôn judia 1114; la objeciôn de los gentiles 1115; la objeciôn de los herejes 1117 : la objeciôn de cierta filosofia 1120: doctrina catôlica 1117. Tristeza: secuela y herencia del pasado 948: es patrimonio de todos los mortales 1183; reme­ dies ineficaces y ûnico consue­ lo 1184; puede debilitar la fe 1186; la tristeza del Sefior en Getsemani 405 632. Uniôn: su necesidad 22 750; impuesta por Jesûs a la Iglesia 751 : su aglutinante, la caridad 752 1188; union del hombre con Dios en la Encamaciôn 59 994; triple unidad necesaria 751 760; la union intelectual 761; necesi­ dad de solidaridad entre los in­ dividuos 112; sin la Iglesia no hay uniôn social firme 322; la Eucaristia, medio de uniôn in­ terior y exterior 1138 1141. Verdad: iqué es la verdad? 500; la verdad es austera 170; los hombres temen la verdad 170: verdad y humildad 170; verdad y justificaciôn 30; Cristo, rey de la verdad 787 ; Cristo, el gran testigo de la verdad 499 666 935; cifra y compendio de la ver­ dad revelada 1010 ; los que aman la verdad siguen a Cristo 666. Vida cristiana: la vida cristiana es un combate 222; necesita la comida eucaristica 1057 ; la Eu­ caristia. centro de la vida cris­ tiana 1144; la fe, principio de la vida cristiana 1002; la cari­ dad, plenitud de vida cristiana 1003; el principio y fundamen­ to de la vida cristiana 1010; incompatible con el espiritu del mundo 1013; la mortificaciôn en la vida cristiana 1209 ; las dos conexiones de la vida so­ brenatural 356: concilia y équi­ libra el trabajo natural y el sobrenatural 1012; no enerva, sino que potencializa el traba­ jo 1012. Virginidad: su gran excelencia 1395 1406 1462; vida angélica en la tierra 1406; causas de la vir­ ginidad 1461 ; la virginidad de Maria 49 1460; virginidad y San José 1407. Virtud: necesidad de la virtud para alcanzar el cielo 993; las virtudes puramente humanas no son perfectas 699; la ascen­ siôn del cristiano por el cami­ no de las virtudes 884; las vir­ tudes teologales, vencedoras dei mundo 934; la Eucaristia, manantial de virtudes 1145; funciôn social de las virtudes cristianas 952. Visitas al Santisimo: segûn el pensamiento de Pio XII 1228; el sagrario 1229; el amigo 1230; fundamento de la visita 1231; ventajas 1233. Vocaciôn: definiciôn y explicaciôn paulina 346; âmbito de la vocaciôn 363; origen etemo de la vocaciôn 352 354 358; todo INDICE DE MATERIAS [Vocaciôn] hombre tiene su especial voca­ ciôn 316 378; el llamamlento de Dios 356 376; voz de la verdad 246; el misterio de la predestinaciôn 377; Dios prépara los ca­ minos 353; nuestra vocaciôn de cristianos 233 385; la vocaciôn cristiana es la filiaciôn dlvina 347 conoce tu vocaciôn 359 ; vo­ caciôn y providenda dlvina 372; nuestra vocaciôn en Cris­ to es como una segunda creaciôn 355; medios mâs frecuentes en la vocaciôn divina 371; los très enemigos de toda vo­ caciôn 363; fidelidad a la voca­ ciôn 349; la fe, camino de la vocaciôn 304; tres modos de co­ nocer la propia vocaciôn 364; la via mistica en la doctrina ignaciana 365 ; doctrina de Santa 1025 I Vocaciôn] Teresa 366; eficacia de las ins­ piraciones divinas 280; tres ma­ neris de seguir a Cristo 380; hay que realizar la vocaciôn con prontitud 360; generosidad 361; amor y alegria 362; y con perseverancia hasta la muer­ te 363; la vocaciôn de un pue­ blo 379; la vocaciôn de los gen­ tiles 248 315 345; Epifania, fies­ ta de la vocaciôn de los genti­ les 206 312; la piedra de toque de una vocaciôn apostôlica 357 ; muchos son los caminos de Dios 370 1454; dos vocaciones opuestas: San José y los Apôs­ toles 1412 1454; doble vocaciôn 348 356; vocaciôn a la fe y a la salvaciôn 317; vocaciôn reli­ giosa de los hijos 375. .. /4 La Palabra de C. 9 ACVBÔSE DE IMPRIMIR ESTE VOLUMEN NOVENO DE «LA PALABRA DE CRISTO», DE LA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS, EL DÎA 24 DE DICIEMBRE DE I957, VÎSPERA DE LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO, EN LOS TALLERES DE LA EDITORIAL CATÔLICA, S. A., MADRID .W ATRI - tx